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Caso David Reimer
Caso David Reimer
Caso David Reimer
FACULTAD DE PSICOLOGÍA
Seminario de Pre-grado
Las nuevas eróticas en la clínica
psicoanalítica
Dictante: Claudio Cabral
-2016-
John Money y la “reasignación de sexo” de David (Bruce)
Reimer
Vs.
Ética del Psicoanálisis
La preocupación de sus padres de que su hijo no fuera a ser feliz ni de que pudiera
tener una vida sexual normal sin pene les hizo tomar la determinación de llevarle
a Baltimore a la consulta de John Money en el hospital Johns Hopkins. Money era un
psicólogo conocido por sus trabajos sobre los roles de género y el desarrollo
sexual realizados a partir del estudio de pacientes intersexuales. Además, era uno de los
impulsores de la teoría de la neutralidad de género, sosteniendo que la identidad de
género se aprendía desde la infancia por aprendizaje social, y que eso podía ser cambiado.
El matrimonio Reimer había visto a John Money en el programa de televisión de noticias
canadiense This Hour Has Seven Days, exponiendo sus teorías acerca del género. Tanto él
como otros médicos que trabajaban con niños con anomalías en sus genitales
consideraban que el pene era irreemplazable, pero que mediante cirugía se podía crear
una vagina funcional, teniendo Reimer más posibilidades de madurar sexualmente con
éxito como chica que como chico.
Durante varios años, Money escribió sobre el caso (lo llamaba caso John/Joan),
describiendo un aparente éxito del desarrollo de la personalidad femenina de David, lo que
implicaba la viabilidad de la reasignación y de la reconstrucción quirúrgica incluso en
personas que no eran intersexuales.
Dos décadas después, Reimer escribió junto con John Colapinto como, al contrario
de lo que escribía John Money, durante el periodo que vivió como Brenda nunca se
identificó con una chica. Sus compañeros le intimidaban y le daban de lado y ni los
vestidos de volantes (que se vio obligado a usar durante el gélido invierno de Calgary), ni
las hormonas femeninas le hicieron sentir mujer. A los 13 años empezó a sufrir depresiones,
y les dijo a sus padres que se suicidaría si le obligaban a ver de nuevo al Dr. Money.
Siguiendo el consejo del endocrino y psiquiatra de David, en 1980 sus padres le contaron la
verdad acerca de su reasignación. A los 14 años, Reimer decidió asumir su papel masculino,
y se puso de nombre David. En 1997, Reimer había sometido a un tratamiento para revertir
la reasignación, que incluía inyecciones de testosterona, una mastectomía doble, y dos
operaciones de faloplastia. También se casó con una mujer y se convirtió en el padrastro de
sus tres hijos.
Colapinto compartió los ingresos por la venta del libro con Reimer, lo que ayudó a
su situación financiera. Sin embargo, Reimer tenía otro tipo de problemas. A la difícil
relación con sus padres se sumó la muerte de su hermano Brian motivada por una
sobredosis de antidepresivos el 1 de julio de 2002. A eso se sumó la falta de empleo y la
separación de su mujer Jane. El 2 de mayo de 2004 ella le dijo que quería separarse,
provocando que David se fuera de casa y no volviera. El 5 de mayo la policía llamó a Jane
para comunicarle que habían encontrado a su marido, pero no le quisieron decir dónde.
Volvieron a llamar a las dos horas informándola de su suicidio. David había vuelto a casa
aprovechando una ausencia de ella para coger una escopeta recortada. La mañana del 5
aparcó su vehículo, y dentro de él se disparó en la cabeza. (Wikipedia, 2016)
Considero necesaria esta introducción sobre el caso de David Reimer, a partir del
cual intentaré articularlo con algunas cuestiones relacionadas al entrecruzamiento entre el
Psicoanálisis, el concepto de Género, y la Ética psicoanalítica.
David (Bruce) Reimer nació como varón al igual que su hermano gemelo. Por una
mala praxis médica, durante un procedimiento de circuncisión su pene fue prácticamente
quemado por completo. Los médicos le diagnosticaron a sus padres que David nunca podría
tener una vida sexual satisfactoria y que era imposible realizar una reconstrucción de su
miembro, por la gravedad del daño.
“Desde muy pronto noté pequeñas cosas. Empecé a ver cuán diferente me sentía y
era de lo que se suponía que debía ser. Pero no sabía qué significaba. Pensé que era una
persona anormal o algo así... Me miraba a mí mismo y me decía que no me gustaba ese
tipo de ropa, no me gustaban los tipos de juguetes que siempre me daban. Me gustaba
estar con los chicos y subirme a los árboles y cosas como ésas, pero a las chicas no les
gusta hacer ese tipo de cosas. Me miraba en el espejo y [veía] que mis hombros [eran]
muy anchos, quiero decir, no [había] nada femenino en mí. [Era] delgado, pero aparte de
eso, nada. Pero así [fue] como me di cuenta. [Me di cuenta de que era un chico] pero no
quería admitirlo. Me di cuenta que no quería abrir la caja de los truenos (Diamond y
Sigmundsen, p.299-300). (Butler, 2006, p.104)
David intuía que su identidad de género (impuesta), no coincidia con lo que el sentía
y deseaba como propio. A la edad de 14 años, luego de largos periodos depresivos, sus
padres le confesaron todo lo sucedido y decidió que no quería volver a tratarse con John
Money. En 1997 decidio volver a su sexo biológico original y se sometió a una cirugía para
obtener una reconstrucción de sus genitales originarios.
Lo interesante del caso de David Reimer, es que aqui se conjugan varias vertientes.
Por un lado, un procedimiento quirurgico al nacer que le causa un daño irreversible en sus
genitales masculinos y la intervención de John Money para que David fuera criado como
Brenda para comprobar su teoría de la neutralidad del género; y por otro lado, la verdadera
identidad de género de David que nunca fue tenida en cuenta durante todo el proceso.
En ninguno de los tratamientos teóricos que se han hecho sobre el caso de David
Reimer, se ha tenido en cuenta lo más importante… a David mismo, como Sujeto Deseante,
independientemente de su sexo biológico, de su circuncisión fallida y de todos los
procedimientos mutilantes que le fueron aplicados, tanto corporal como psíquicamente.
Esto queda explicitado posteriormente en palabras del mismo Reimer, cuando deslizaron la
posibilidad de realizarse una cirugía de reasignación de sexo como mujer:
“El doctor me dijo: <<Será duro, te van a molestar, estarás muy solo, no
encontrarás a nadie (a menos que te hagas la cirugía vaginal y que vivas como una
mujer)>>. Yo no era muy mayor en aquel momento, pero me di cuenta de que esas
personas debían ser bastante superficiales si eso es lo único que piensan que tengo; si
creen que la única razón por la que la gente se casa y tiene niños y una vida productiva es
a causa de lo que tienen entre sus piernas...Si eso es lo que piensan de mí, si se me valora
por lo que tengo entre mis piernas, entonces debo ser un absoluto perdedor. (Diamond y
Sigmundsen, pág.301)” (Butler, 2006,p.108)
Como plantea Rosario(2003), [...] encuentro esencial en todos los casos explorar la
historia del paciente, la génesis de las ideas sobre identidad de género, los roles de género
que él/ella juegan y que desempeñan los miembros de su familia. Se debe definir con el
paciente su concepción de los elementos macho y hembra y las correspondencias entre el
cuerpo, su comportamiento de género y los roles familiares y sociales[...]
A partir de que David logra establecer cierta coherencia entre lo que el siempre
intuyó como su identidad de género, y la posibilidad de acceder materialmente a un sexo
correspondiente a ésta, se puede decir que es el único momento en que él se encuentra con
su deseo. No quiere decir que su identidad de género dependiera de una cirugía reparadora,
ya que como cité anteriormente en palabras del mismo David: Si eso es lo que piensan de
mí, si se me valora por lo que tengo entre mis piernas, entonces debo ser un absoluto
perdedor. En ese precisa enunciación Reimer afirma que el no es un perdedor, y que su
valor no radica por el sexo anatómico que tenga (o no) entre sus piernas. Posiblemente la
cirugía haya sido simplemente un movimiento de restitución de aquello que durante tantos
años le negaron: la palabra , su deseo y su identidad.
Finalmente David, a pesar de haber intentado llevar adelante su vida, luego de todos los
avatares sorteados, se suicida de un disparo en la cabeza en Junio de 2004 con 38 años, dos
años después de que su hermano Brian también cometiera suicidio por pastillas
antidepresivas.
Lacan(1960) expresa que es [...] de la única cosa de la que se puede ser culpable al menos
en la perspectiva analítica es de haber cedido en su deseo [...] [Lo que llamo ceder en su
deseo se acompaña siempre en el destino del sujeto-lo observarán en cada caso, noten su
dimensión- de alguna traición. O el sujeto traiciona su vía, se traiciona a sí mismo y él lo
aprecia de este modo. O, más sencillamente, tolera que alguien con quien se consagró más
o menos a algo haya traicionado su expectativa, no haya hecho respecto a él lo que
entrañaba el pacto-el pacto cualquiera sea éste, fasto o nefasto, precario, a corto plazo,
aun de revuelta, aun de fuga, poco importa. (p.379)
Diferentes cuestiones han atravesado este escrito, que fue disparado a partir de la
historia de David Reimer, el famoso caso de “la niña cobaya de Money”, pero para concluir
me gustaría citar para concluír algunas palabras de Judith Butler, que si bien no es
psicoanalista, realiza un análisis considerado sobre el caso de David y la posibilidad que
tiene el Psicoanálisis con respecto al Género y sus avatares:
[...] “Lo más importante es cesar de legislar para todas estas vidas lo que es
habitable sólo para algunos, y de forma similar, abstenerse de proscribir para todas las
vidas lo que es invivible para algunos. Las diferencias en la posición y el deseo marcan los
límites de la universabilidad como un reflejo ético. La crítica de las normas de género debe
situarse en el contexto de las vidas tal como se viven y debe guiarse por la cuestión de qué
maximiza las posibilidades de una vida habitable, qué minimiza la posibilidad de una vida
insoportable o, incluso de la muerte social o literal” [...] (Butler, 2006, p.23)
[...] Es importante recordar que el psicoanálisis puede servir como una crítica de
la adaptación cultural y también como una teoría para comprender las maneras en las que
la sexualidad no se conforma a las normas sociales que la regulan. Por otra parte, no hay
una teoría mejor para comprender el funcionamiento de la construcción de la fantasía no
como una serie de proyecciones sobre una pantalla interna, sino como parte de la
relacionalidad humana en sí misma. Sobre la base de esta percepción podemos llegar a
comprender la capitalidad de la fantasía en la experiencia del propio cuerpo, o el del otro,
como perteneciente a un género. Finalmente, el psicoanálisis puede estar al servicio de
una concepción de los humanos como portadores de una humildad irreversible en su
relación con los otros y con sí mismos. Siempre hay una dimensión de nosotros mismos y
de nuestra relación con otros que no podemos conocer; este no saber persiste en nosotros
como una condición de la existencia y de nuestra capacidad de sobrevivir. Hasta cierto
punto nos impulsa lo que no conocemos y no podemos conocer, y esta <<pulsión>>
(Trieb) es precisamente lo que no es ni exclusivamente biológico ni cultural, sino siempre
el lugar de su densa convergencia. [...] Las normas no ejercen un control definitivo o
fatalista, al menos no siempre. El hecho de que el deseo no esté totalmente determinado se
corresponde con la idea psicoanalítica de que la sexualidad no puede llegar a ser nunca
totalmente capturada por ninguna regla. Más bien se caracteriza por su desplazamiento,
puede exceder la regulación tomar nuevas formas en respuesta a su regulación incluso
darle la vuelta y convertirla en sexy. En este sentido la sexualidad nunca puede reducirse
totalmente a un efecto de esta o aquella operación de poder. Esto no es lo mismo que
decir que la sexualidad es, por naturaleza libre y salvaje. Al contrario, precisamente
emerge como una posibilidad improvisatoria dentro de un campo de restricciones. Pero la
sexualidad no se encuentra en aquellas restricciones como algo que puede estar en un
contenedor: se extingue por las restricciones pero también es movilizada e incitada por las
restricciones, incluso a veces requiere que éstas sean producidas una y otra vez. Se `podría
decir entonces que en cierto sentido, la sexualidad nos traslada fuera de nosotros mismos;
estamos motivados por algo que se halla en otra parte y cuyo sentido y propósito no
podemos capturar plenamente. [...] (Butler, 2006, p.32-33)
Bibliografía
Butler, J. (2006). Deshacer el género. Barcelona: Paidós.
Lacan, J. (1990). En La ética del psicoanálisis - Seminario 7 (Vol. Capítulo XXIV). Buenos
Aires: Paidós.