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Inteligencia Emocional
Inteligencia Emocional
Inteligencia Emocional
Los test de coeficiente intelectual no arrojaban excesiva luz sobre el desempeño de una
persona en sus actividades académicas, profesionales o personales. Daniel Goleman ha
intentado desentrañar qué factores determinan las marcadas diferencias; entre un trabajador
“estrella” y cualquier otro ubicado en un punto medio.
Su tesis defiende que ese conjunto de habilidades que ha llamado “inteligencia emocional”,
entre las que destacan el autocontrol, el entusiasmo, la empatía, la perseverancia y la
capacidad para motivarse a uno mismo. una parte de estas habilidades pueden venir en
nuestro equipaje genético y otras tantas se moldean durante los primeros años de vida
Orgullosos de nuestra capacidad para controlar nuestras emociones, hemos caído en la trampa
de creer que nuestra racionalidad prima sobre nuestros sentimientos No es de sorprender que
una persona que haya sufrido un fuerte trauma tras haber sido asediada sexualmente por un
antiguo jefe, tenga una reacción exagerada y violenta cuando se enfrente a un escenario
similar al del ataque o cuando se encuentre con una superior que le recuerde de alguna forma
a su agresor. De hecho, la situación se hace más compleja si tenemos en cuenta que la
mayoría de los recuerdos emocionales más intensos que están almacenados en la amígdala
proceden de los primeros años de vida En cada uno de nosotros se solapan dos mentes
distintas: una que piensa y otra que siente. Éstas constituyen dos facultades relativamente
independientes y reflejan el funcionamiento de circuitos cerebrales diferentes aunque
interrelacionados. De hecho, el intelecto no puede funcionar adecuadamente sin el concurso de
la inteligencia emocional un conjunto de disposiciones o habilidades que nos permite, entre
otras cosas, tomar las riendas de nuestros impulsos emocionales, comprender los sentimientos
más profundos de nuestros semejantes, manejar amablemente nuestras relaciones o dominar
esa capacidad que señaló Aristóteles de enfadarse con la persona adecuada, en el grado
exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto.
El 80% restante depende de otro tipo de variables, tales como la clase social, la suerte y, en
gran medida, la inteligencia emocional. Así, la capacidad de motivarse a sí mismo, de
perseverar en un empeño a pesar de las frustraciones, de controlar los impulsos, diferir las
gratificaciones, regular los propios estados de ánimo, controlar la angustia y empatizar y confiar
en los demás parecen ser factores mucho más determinantes para la consecución de una vida
plena que las medidas del desempeño cognitivo.
Uno de los críticos más contundentes con el modelo tradicional de concebir la inteligencia es
Howard Gardner. Este mantiene que la inteligencia no es una sola, sino un amplio abanico de
habilidades diferenciadas entre las que identifica siete, sin pretender con ello hacer una
enumeración exhaustiva. Gardner destaca dos tipos de inteligencia personal: la interpersonal,
que permite comprender a los demás, y la intrapersonal, que permite configurar una imagen fiel
y verdadera de uno mismo; Peter Salovey ha organizado las inteligencias personales en cinco
competencias principales: el conocimiento de las propias emociones, la capacidad de controlar
estas últimas, la capacidad de motivarse uno mismo, el reconocimiento de las emociones
ajenas y el control de las relaciones.
Gardner dice en la vida cotidiana no existe nada más importante que la inteligencia
intrapersonal, ya que a falta de ella,no acertaremos en la elección de la pareja con quien
vamos a contraer matrimonio, en la elección del puesto de trabajo, etcétera.
El enfado es una emoción negativa con un intenso poder seductor, pues se alimenta a sí
misma en una especie de círculo cerrado, en el que la persona despliega un diálogo interno
para justificar el hecho de querer descargar la cólera en contra de otro. El enfado, pues, se
construye sobre el propio enfado y su naturaleza altamente inflamable atrapa las estructuras
cerebrales, anulando toda guía cognitiva y conduciendo a la persona a las respuestas más
primitivas Dolf Zillmann, psicólogo de la Universidad de Alabama, sostiene que el detonante
universal del enfado radica en la sensación de hallarse amenazado, bien sea por una amenaza
física o cualquier amenaza simbólica en contra de la autoestima o el amor propio (como, por
ejemplo, sentirse tratado de forma injusta o ruda o recibir un insulto o cualquier otra muestra de
menosprecio). Por su naturaleza invasiva, el enfado suele percibirse como una emoción
incontrolable e incluso euforizante, y esto ha fomentado la falsa creencia de que la mejor forma
de combatirlo consiste en expresarlo abiertamente, en una suerte de catarsis liberadora.
Diane Tice ha descubierto que expresar abiertamente el enfado constituye una de las peores
maneras de tratar de aplacarlo, porque los arranques de ira incrementan necesariamente la
excitación emocional del cerebro y hacen que la persona se sienta todavía más irritada.
Benjamin Franklin sentenció que siempre hay razones para estar enfadados, pero éstas rara
vez son buenas. El problema está en saber discernir.
Zillman ha descubierto que alejarse de los estímulos que pueden recordar las causas del
enfado y cambiar el foco de atención es otra forma muy efectiva de aplacarlo, pues se pone fin
a la
cadena de pensamientos irritantes, se reduce la excitación fisiológica y se produce una suerte
de
enfriamiento en el que la cólera va desapareciendo. A juicio de Zillman, mediante unas
distracciones adecuadas en las que la mente tenga que prestar atención a algo nuevo,
diferente y entretenido (como ver una película, leer un libro, realizar un poco de ejercicio o dar
un paseo), es posible modificar el estado anímico y suavizar el enfado, pues es muy difícil que
éste subsista cuando uno lo está pasando bien.
La tristeza como tal no es necesariamente un estado negativo; por el contrario, puede
desempeñar las funciones necesarias para una recomposición emocional, como sucede con el
duelo tras la pérdida de un ser querido. Pero cuando adquiere la naturaleza crónica de una
depresión, puede erosionar la salud mental y física de una persona llevándola incluso a
cometer un suicidio.
Entre las medidas que han demostrado mayor éxito para combatir la depresión se encuentra la
terapia cognitiva orientada a modificar las pautas de pensamiento que la rigen. Esta terapia
intenta conducir al paciente a identificar, cuestionar y relativizar los pensamientos que se
esconden en el núcleo de la obsesión y a establecer un programa de actividades agradables
que procure alguna clase de distracción, como por ejemplo el aeróbic, que ha demostrado ser
una de las tácticas más eficaces para sacudirse de encima tanto la depresión leve como otros
estados de ánimo negativos.
El mismo Seligman lideró un estudio sobre los vendedores de seguros de una compañía
norteamericana: así descubrió que, durante sus primeros dos años de trabajo, los optimistas
vendían un 37% más que los pesimistas, y que las tasas de abandono del puesto entre los
pesimistas doblaban a las de sus colegas optimistas
La palabra empatía proviene del griego empatheia, que significa “sentir dentro”, y denota la
capacidad de percibir la experiencia subjetiva de otra persona. El psicólogo norteamericano
E.B.
Titehener amplió el alcance del término para referirse al tipo de imitación física que realiza una
persona frente al sufrimiento ajeno, con el objeto de evocar idénticas sensaciones en sí misma.
Finalmente, las investigaciones sobre la comunicación humana suelen dar por hecho que más
del 90% de los mensajes emocionales es de naturaleza no verbal, y se manifiesta en aspectos
como la inflexión de la voz, la expresión facial y los gestos, entre otros. De ahí que la clave que
permite a una persona acceder a las emociones de los demás radica en su capacidad para
captar los mensajes no verbales.
Entorno laboral depende cada vez más de la adecuada coordinación de los esfuerzos
individuales; la inteligencia emocional es un capital inestimable para el trabajador
contemporáneo
Los trabajadores “estrella” de una organización suelen ser aquellos que han establecido sólidas
conexiones en las redes sociales informales y, por lo tanto, cuentan con un enorme potencial
para resolver problemas, pues saben a quién dirigirse y cómo obtener su apoyo en cada
situación antes incluso de que las complicaciones se presenten, frente a aquellos otros que se
ven abocados a ellas por no contar con el respaldo oportuno.
Por otra parte, y de forma más general, la eficacia, la satisfacción y la productividad de una
empresa están condicionadas por el modo en que se habla de los problemas que se presentan.
Aunque muchas veces se evite hacerlo o se haga de forma equivocada, el feedback constituye
el nutriente esencial para potenciar la efectividad de los trabajadores.
Conclusión
La abundante base experimental existente permite concluir que, si bien todas las personas
venimos al mundo con un temperamento determinado, los primeros años de vida tienen un
efecto determinante en nuestra configuración cerebral y, en gran medida, definen el alcance de
nuestro repertorio emocional. Pero ni la naturaleza innata ni la influencia de la temprana
infancia constituyen determinantes irreversibles de nuestro destino emocional. La puerta para
la alfabetización emocional siempre está abierta y, así como a las escuelas les corresponde
suplir las deficiencias de la educación doméstica, las empresas y los profesionales que quieran
lograr el éxito en el entorno de especialización y diversidad que caracteriza al mundo moderno
deben tener consciencia de sus emociones y d