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El amor en la Diana de Jorge de Montemayor
Eugenia Fosalba
La Diana de Jorge Montemayor experiment un xito extraordinario no
slo en Espaa sino en toda Europa. Fue editada en espaol por lo menos 25 veces en el siglo XVI desde que apareci por primera vez alrededor de 1558 en las prensas de un impresor flamenco instalado en Valencia, llamado Juan Mey Flandro. Aunque la edicin prncipe apareciera sin fecha ni indicacin alguna sobre su impresor (que probablemente haba muerto ya, de manera que la edicin correra a cargo de su viuda) a esta conclusin puede llegarse cotejando su tipografa con la de otros volmenes salidos de las mismas prensas, teniendo en cuenta adems que esa bella edicin en tamao de un cuarto apareci gracias a un mecenas valenciano, Joan Castell de Vilanova, seor de las Baronas de Bicorb y Quesa, cuyo escudo invade la portada de la princeps. Se conservan cinco ediciones aparecidas casi de golpe antes de la muerte prematura de Montemayor posiblemente en el Piamonte, al parecer en febrero de 1561. En los ltimos meses de ese ao y principios de 1562, un impresor tuvo la audacia de sacar a la luz una edicin de nuestra Diana con una llamativa novedad editorial, determinante a mi parecer para entender la atraccin que nuestra novela ejerci en el extranjero: la aadidura hacia el final del libro cuarto de una versin amplificada de la Historia del Abindarrez y la hermosa Jarifa, la novelita iniciadora del gnero morisco. Creo haber demostrado, hace ya algunos aos, que esta versin del relato morisco fue reescrita por Montemayor, contra lo que siempre se haba supuesto. Conviene recordar entonces que Montemayor se transform no slo en el iniciador de la moda pastoril, sino tambin en el responsable de la enorme difusin que tuvo la ancdota del Abencerraje en Europa --y muy especialmente en Francia, donde la Diana se tradujo, la mayora de las veces unida al relato morisco, por lo menos ocho veces, entre 1565 y 1735. De manera que cualquier estudio acerca de esta novela pastoril debe encauzarse teniendo en cuenta las novedades que aport en su tiempo, tan seductoras de su pblico lector. Maxime Chevalier fue quiz el primer estudioso en darse cuenta de que su xito no estribaba en su bucolismo, como tampoco en su neoplatonismo, sino en la variedad de tradiciones narrativas y poticas que su carcter pastoril aunaba, como los retales de la capa de Arlequn. Sus fuentes literarias son, as, muy variadas: el cuadro pastoril que sirve de marco a todas ellas no es ms que una suerte de teln de fondo buclico que sirve de excusa para insertar en esta nueva modalidad de gnero narrativo elementos muy dispares. La Arcadia de Sannazaro le inspir entre otras cosas, la idea de trasladar a la prosa castellana el escenario buclico, la mezcla de prosa y verso, sus refinados pastores, y algn pasaje casi esttico, muy pictrico, como el que abre la novela, que adems est homenajeando a Garcilaso, con la imagen de Sireno, sumido entre memorias tristes (soneto X), y un mechn de los cabellos de su pastora entre las manos (Eg. I). Fijmonos en un detalle importantsimo acaba de salir a colacin y que no podemos dejar pasar inadvertido: el inmenso atractivo del paisaje en el seno de la novela. No es un paisaje azaroso, cambiante, sino ms bien uniforme, incluso estereotipado: el paisaje que siempre se ha reservado al amor. Curtius explicaba muy bien en qu haba consistido el topos del locus amoenus, el lugar del deseo, la realizacin de un sueo de paz. Sencillamente un rbol, hierba verde y fresca y un rumoroso riachuelo. Pocas veces aparecer el campo considerado como espectculo en la novela de caballeras: pero recordemos el momento en que Amads, a lomos de su caballo, regresa con Oriana al castillo de Miraflores. De pronto una somera pincelada descriptiva atrae a la pareja hacia la sombra de un rbol, sobre una verde yerba, donde no por casualidad, fue hecha duea la ms hermosa doncella del mundo. No extraa as que en la primera novela espaola con paisaje buclico, el concepto del Amor, constantemente invocado por el narrador de la Diana junto a sus comparsas de la Fortuna y el Tiempo, se anuncie desde las primeras pginas como una de las grandes fuerzas que dominan a sus criaturas, como tampoco debe sorprender demasiado que sus personajes adquieran protagonismo en la medida en que estn enamorados. Son verdaderos incurables de amor, sumidos permanentemente en el dolor y el desengao, aunque la suavidad expresiva de Montemayor tamice su atormentado interior de forma que sus lamentos estn dulcificados por una melancola muy portuguesa: la amargura de la prdida siempre humedecida por las lgrimas. El paisaje, testigo mudo de los pasados momentos de dicha, despierta la memoria involuntaria de Sireno y le impide olvidar, regresar a un ansiado estado desamorado. Pero esta exquisitez melanclica de tintes tan proustianos no impide, curiosamente, que el narrador introduzca chispazos de irona desde el principio: me refiero a la pardica rueda de amor no correspondido que se cumple en el primer relato intercalado, puesto en boca de Selvagia. El libro cuarto estructura en simetra bipartita los siete captulos de la novela, introduciendo el ambiente propicio y los elementos de reflexin acerca del fenmeno amoroso que favorecern el giro en redondo que experimentar el nimo de buena parte de la compaa de pastores. El cambio de escenario viene dado por el palacio de la sabia Felicia, dama venerable vestida de negro, que habita sus dependencias acompaada por una corte de bellas ninfas. Este palacio, suntuoso como el de la dehesa de la Arcadia (prosas III y X), es una suerte de hospital de enamorados, donde los corredores abren puertas a ricos aposentos, en una de cuyas salas hay frescos de antiguas mujeres, famosas por su castidad, presididas todas por la estatua de Diana cazadora. Su patio est adornado con un padrn central donde los visitantes se entretienen observando los relieves esculpidos de hroes antiguos con inscripciones alusivas a sus hazaas. Este nuevo orden que crean las dependencias de la sabia Felicia --donde la naturaleza estereotipada cede el paso al artificio del decorado arquitectnico y ornamental-- favorece la introduccin del episodio axial de magia, por lo dems nada ajeno a la pastoral ms remota.
Es un episodio sobre el que han girado opiniones controvertidas de la
crtica, que apoyndose en el juicio negativo que Cervantes emiti sobre el agua encantada de Felicia en el escrutinio de la biblioteca de don Quijote, ha visto a menudo en el resorte mgico para cambiar la orientacin amorosa de los protagonistas un recurso antinovelesco. Pero conviene tener presente que quizs el nico que poda reprochrselo a Montemayor era precisamente Cervantes, que por alguna razn es el padre de la novela moderna. As que tras beber de los vasos de fino cristal con los pies de oro esmaltado los pastores se desvanecen. Al despertar, Sireno siente un gran alivio en su memoria pues ya vuelve a su antiguo estado de pastor libre de amor. Por su parte, Silvano, jams correspondido por Diana, sentir un sbito flechazo por Selvagia, quien a su vez olvidar los ambiguos juegos de Ismenia, para caer rendida en sus brazos.
El amor observado en todas sus variadas combinaciones y casos como si
se tratara de los cristales multicolores de un caleidoscopio, es debatido y amargamente recordado por la compaa de pastores que ser guiada por las compasivas ninfas al palacio mgico de la sabia Felicia. El ritmo lento de la prosa, no ya concentrada en la accin (como suceda en las novelas de caballeras) sino en la contemplacin del entorno, favorecer el lento demorarse en los estados emocionales de los pastores (casi cortesanos por su extrema estilizacin) cuyo interior ser analizado con una sutileza fina y agudsima (y en este sentido Montemayor se distingue de Sannazaro, abriendo paso a la novela psicolgica). El tono reflexivo que adquirir siempre el dilogo entre los pastores llegar en ocasiones a convertir la novela en una especie de tratado amoroso (deudor, sobre todo, de los Dilogos de amor de Len Hebreo, que Montemayor prcticamente plagia en el libro cuarto). En 1551 haba aparecido la traduccin salmantina de Gli Asolani de Pietro Bembo que adems de ejercer gran influencia en la discusin terica sobre el amor en la Diana enamorada, y en la figura de Lenio, pastor desamorado de la Galatea de Cervantes, comparte con Boccaccio (en el Decameron y Las preguntas y respuestas del libro cuarto del Filocolo) la incorporacin del paisaje ajardinado como marco narrativo, aunque hay que admitir en Bembo una muy especial fuente de Montemayor por su mayor demora que sus antecesores en la contemplacin descriptiva. En efecto, la creacin de un entorno que invite a sentarse y platicar, adems de entonar el canto de poemas, tendr lugar a su vez en la Diana, sobre todo en los tres primeros libros, en los que el nudo de la trama se plantea dando grandes saltos retrospectivos. El remansamiento de la accin, reforzado por el empleo prolijo del gerundio y el epteto, ondula suavemente su dinamismo y favorece el solaz del dilogo, gran aportacin de la pastoral a la novela. Los tres primeros libros introducen las historias inacabadas que cada una de las bellas pastoras (Selvagia, Belisa y Felismena) relata retrospectivamente. Este aspecto es fundamental porque introduce en la novela el relato intercalado, cuyo modelo tan presente est en la primera parte del Quijote: recordemos por ejemplo el relato autobiogrfico de Felismena, que tiene como fuente un relato de Bandello que se haba llevado a las tablas en Italia (por los Intronati) y despus en Espaa por el clebre comedigrafo Lope de Rueda). En Montemayor, una de las novedades ms importantes en la reelaboracin de esta ancdota cortesana (nada pastoril, como puede comprobarse) es que se distingue voluntariamente de la tradicin italiana de los novellieri limando las asperezas picantes, como corresponde a la ejemplaridad de las novelas (o relatos cortos) espaoles que Montemayor anticipa aqu y que despus recoger Cervantes en sus novelas ejemplares publicadas en 1613, de enorme xito en Francia a principios del siglo XVII. Este delicioso relato trae a la novela pastoril la descripcin plenamente urbana de la plaza de una ciudad, donde los caballeros conversan con damas asomadas a las celosas,; en l se dan escenas muy de comedia, que despus inspirarn nada menos que a Shakespeare en una de sus primeras obras (The two Gentlemen of Verona). He mencionado antes un detalle del tratamiento que Montemayor da a la novela italiana que puede dar pie a algn malentendido: el hecho de que el relato breve espaol, que tan de moda se puso a partir de la Diana de Montemayor, gustara ms porque suavizaba los detalles picantes o procaces propios de la novela italiana. Sorel lo explicar muy bien ya bien entrado el siglo XVII en su Biblioteca Francesa: las damas francesas gustaban de estos relatos porque los podan leer sin aprehensin. Y no hay que olvidar que la Diana tiene la gracia de descubrir un nuevo y fervoroso pblico, el femenino. Un moralista como Malon de Chaide reprochaba a las doncellicas que apenas saban andar y ya llevaban un ejemplar de la Diana en las faltriqueras (es decir en el bolsillo que se ocultaba bajo sus faldas: lo que da idea de cmo la Diana fue desde el principio lo que hoy llamamos un libro de bolsillo, un autntico best- seller). Pero no olvidemos un detalle importantsimo: la voluntad estilstica que domina en toda la novela, una de las claves creo yo de su inmenso xito editorial. Montemayor, como buen msico, escribe la Diana con el propsito de que su prosa emotiva y enftica seduzca al lector por su dulce musicalidad, de un ritmo marcado e irregular, con una irregularidad esencialmente rtmica. Y ese elegantsimo balanceo de su prosa, emocional y rtmico, la hace especialmente adecuada para la recitacin en voz alta, junto a sus poemas de variada polimetra; este aspecto de su prosa sugiere que muy probablemente la novela fuera recitada en corrillos en la corte, como aos ms tarde sucedera con una monumental novela pastoril francesa, L'Astre de Honor d'Urf.