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NDICE
PRESENTACIN 5
ARTCULOS
AMADO LSCAR. Heterogeneidad de las mscaras: entre el carnaval de 9
Bajtn y el grotesco criollo de Discpolo.
JAIME GMEZ DOUZET. La polifona y el silencio como estrategias de 25
denuncia de la dictadura en la narrativa de Luisa Valenzuela.
RONALD RAMREZ CASTELLANOS. Diseo del personaje femenino en la 37
narrativa cubana del siglo XIX: aproximaciones.
MARTA GMEZ MORENO Y ELENA CAROLINA HEWITT HUGHES. Estudio 51
de la obra de Stevenson sobre la base de la teora de Jung del arquetipo de
la sombra en El extrao caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
JUAN SEREY AGUILERA. Movimiento, espacio y lenguaje en Ciudad de 77
cristal de Paul Auster.
MARA TERESA CCERES-LORENZO. Heterogeneidad lxica en las 93
relaciones geogrficas de la Gobernacin de Yucatn.
NATALY CANCINO-CABELLO. La nocin de la divinidad mapuche segn 109
Luis de Valdivia en Sermn en lengua de Chile (1621): interpretacin
etnocntrica de la otredad indgena.
HORACIO SIMUNOVIC DAZ Y DANIELA ORSTEGUI IRIBARREN. El 125
proceso de canonizacin de Manuel Puig en el contexto de la narrativa
latinoamericana finisecular: sistema y cambio literarios.
JAIME GALGANI MUOZ. Literatura y prensa: la columna de escritores en 145
Chile.
IVN GODOY. La verdad como aletheia, un trgico asunto en Edipo Rey de 163
Sfocles.
CLAUDIA ZAPATA Y ELENA OLIVA. Frantz Fanon en el pensamiento de 177
Fausto Reinaga: cultura, revolucin y nuevo humanismo.
3
SANTIAGO VZQUEZ. Convergencias fenomenolgicas y articulaciones 197
conceptuales entre la acedia evagriana y la cada heideggeriana.
ALEJANDRO VIVEROS ESPINOZA. Enfoques sobre la filosofa de Rodolfo 215
Kusch. El mtodo, lo popular y el indgena como horizontes de pregunta en
la filosofa americana.
NOTAS
DIANA AURENQUE. Martin Heidegger y los Cuadernos negros: ms que la 235
mera reactivacin de un viejo debate.
ENRIQUE ALISTE. Ms all del espacio: Henri Lefebvre y las geografas 243
invisibles.
MARCOS SEIFERT. La regla y la vida. Formas de vida en comn en Cmo 249
vivir juntos de Roland Barthes y Altsima pobreza de Giorgio Agamben.
ALLISON RAMAY Y ELISA LONCN. Construyendo valor cultural: Jimnasia 263
nacional (1914) de Manuel Manquilef y la educacin intercultural en Chile.
DANIELA CPONA. El complejo ciudad-arquitectura en la lgica del 275
capitalismo: Despolitizacin de la cotidianeidad.
NOEM CINELLI. Hacia la enseanza de los estudios artsticos en Chile: 287
Manuel de Salas y la academia de San Luis.
JOS BLANCO. Dante viajero de ultratumba. 301
RESEAS
Fernndez Daz Jorge. El pual (Cristina Guzzo). 311
Carlos Sandoval. Servicio crtico. Despachos tentativos sobre literatura 312
venezolana (Omar Osorio).
De Miguel Martnez, Emilio. Lorca desde el Llanto (Begoa Pessis). 314
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PRESENTACIN
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en el Sermn en lengua de Chile del Padre Valdivia, en el que acusa un desplazamiento
semntico motivado por la visin de mundo del locutor.
En una perspectiva distinta y vinculada a la teora literaria, Horacio Simunovic y
Daniela Orostegui, examinan el proceso de canonizacin de Manuel Puig en el contexto
de la narrativa latinoamericana finisecular, apuntan que las prcticas sociales asociadas al
proceso de construccin de las relaciones de significado entraadas en la constitucin de
los repertorios literarios canonizados y las prcticas sociales asociadas se constituyen por
medio de un nmero variable de prcticas discursivas. Una consideracin de la prctica
discursiva que, en tanto productora de formas clasificables como gnero, vincula este
trabajo al de Jaime Galgani, sobre la Columna de Escritores de Chile, donde identifica un
gnero y traza su evolucin en Chile entre los siglos XIX y XX. Ivn Godoy apunta,
desde su notable lectura del incesto en Edipo Rey de Sfocles, a la unidad trgica entre
lenguaje y linaje que, manifestada particularmente en el momento en que se transgreden
los interdictos que anatematizan el incesto, hacen emerger un discurso performativo y
violento que ejecuta la justicia divina. Claudia Zapata y Elena Oliva, a su vez, indagan en
la relacin de intertextualidad constituyente que el informante que vincula el pensamiento
de Franz Fannon y Fausto Reinaga y que pone en relacin al Caribe con los Andes, y
ms especficamente, a un intelectual indgena de Bolivia y un afrocaribeo de
Martinica.
Dos trabajos filosficos en clave fenomenolgica cierran este elenco de artculos:
el trabajo de Santiago Vsquez que muestra las mltiples coincidencias entre las
manifestaciones fenomenolgicas de la acedia evagriana y las de la denominada cada
del sistema heideggeriano y, en segundo lugar, un anlisis del rol de la temtica del
cuidado de la muerte en la definicin y configuracin tanto de la acedia evagriana cuanto
de la cada heidegerriana; y el artculo de Alejandro Viveros sobre la filosofa de Rodolfo
Kusch donde, a partir del reconocimiento de tres enfoques, introduce horizontes de
preguntas que buscan comprender los alcances de la filosofa de Kusch y su contribucin
al pensamiento filosfico americano.
Completan nuestra 42 edicin siete notas y tres reseas. En las primeras, Diana
Aurenque centra su atencin en los cuadernos negros de Martin Heidegger; Allison
Ramay y Elisa Loncn reflexionan en torno a la educacin intercultural en Chile; Enrique
Aliste lo hace sobre Henri Lefebvre y las geografas invisibles; Noem Cinelli pasa revista
a un momento clave en el desarrollo de los estudios artsticos en Chile; Daniela Capona
examina el complejo ciudad-arquitectura en la lgica del capitalismo; Marcos Seifert
revisa la concepcin de las formas de la vida en comn en Roland Barthes y Giorgio
Agamben; y, finalmente, Jos Blanco presenta a Dante como viajero de ultratumba.
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ARTCULOS
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9-23
HETEROGENEIDAD DE LAS MSCARAS: ENTRE EL CARNAVAL
DE BAJTN Y EL GROTESCO CRIOLLO DE DISCPOLO
Heterogeneity of the masks: between Bakhtins carnival and
Discpolos grotesco criollo
Amado Lscar*
Resumen
El artculo intenta establecer un paralelo entre el concepto de la mscara carnavalesca
concebida por Mijal Bajtn en Rabelais y su mundo, y tambin en otros escritos, y la mscara del
teatro Grotesco criollo en Buenos Aires, en las primeras dcadas del siglo XX. El artculo
comienza por definir semejanzas y diferencias en el uso de estas dos mscaras. En el caso
medieval, la mscara es utilizada como herramienta de ecualizacin y de catarsis social y en el
caso del grotesco criollo, la mscara es articulada como una herramienta de conformacin y
adaptacin social. Es as como las funciones prcticas y estticas de ambas mscaras, aunque son
complementarias en trminos de sus ingredientes (mscara-funcin social-orden social), son
opuestas en cuanto a su implementacin y valencia comunitaria. La mscara del carnaval es una
mscara que intenta romper de forma momentnea el orden establecido para poder mantenerlo en
el largo plazo. En cambio, la mscara grotesca es una mscara que opera desde adentro del
individuo y la familia, obligndolo a estabilizar costumbres, valores o expectativas nacionales, en
la comunidad inmigrante extranjera y campesina (gaucha) avecindada en la periferia de Buenos
Aires, con el objeto de auto-asegurar su subsistencia fsica, a contra mano de la sanidad
emocional y social creada por esta accin en estos sujetos marginales desplazados.
Palabras clave: Grotesco criollo, Inmigracin, Bajtn, Carnavalesco.
Abstract
This article attempts to establish a parallel between the concept of the carnivals mask
conceived by Mikhail Bakhtin in Rabelais and His World and in other writings as well, and the
mask in the Grotesco Criollo Theater in Buenos Aires, the first decades of the twentieth century.
The article begins by defining similarities and differences in the use of these two masks. In the
medieval case, the mask is used as a tool of equalization and social catharsis, and in the Grotesco
Criollo the mask is articulated as a shaping tool for social adaptation. Thus, the practical and
aesthetic functions of both masks, although complementary in terms of its ingredients (mask/
social function/social order), are opposites in their implementation and community values. The
carnival mask is a mask trying to break the established order simply to keep it in the end. Instead,
the grotesque mask is a mask that operates from within the individual and the family forcing him/
her to stabilize national customs, values, expectations, an so on for the suburban immigrant
community (foreign and peasant (gaucha) displaced to Buenos Aires periphery), in order to self-
ensure their physical survival. However, such insurance often comes at the cost of emotional and
social wellbeing of these displaced marginal subjects.
Key words: Immigration, Argentinian Immigration Theater, Carnavalesque.
Amado Lascar
INTRODUCCIN
La presencia de la mscara como artefacto y como concepto ha cumplido en la
historia occidental variados propsitos, tenido diversos significados y generado
distintos efectos dependiendo de la situacin y el contexto donde se haya suscitado.
Aunque el objetivo literal de llevar una mscara es el ocultamiento del rostro para
conseguir algn efecto social (cmico, dramtico, diablico, religioso, punitivo,
etctera) y que puede tener variados orgenes y razones. Para nuestro tema, el motivo
y el resultado de llevarla establecen una relacin de al menos tres elementos: el rostro,
la mscara y el observador/interlocutor.
En latn, y en las lenguas romances, adems que en lengua inglesa, alemana y
holandesa, persona significa mscara, es decir que en el inconsciente colectivo de
estas lenguas europeas hay un reconocimiento tcito que nuestra apariencia pblica es
una representacin y no una sencilla presentacin de quienes somos, con un fuerte
impacto en la identidad y consecuentemente en la autoestima del sujeto a nivel
privado, como tambin confusin entre lo real y lo imaginario a nivel colectivo. En
resumen, la mscara establece socialmente una separacin entre quienes somos y el
papel que estamos representando en el mundo (o el rol con que nos estemos
identificando en la sociedad) con todas las consecuencias que una accin as es capaz
de provocar tanto a nivel individual como colectivo.
La palabra persona/mscara nace en Grecia como (prospon), luego
en Etruria pasa a llamarse phersu y finalmente en Roma deviene en personae. Es un
hecho significativo que la tradicin greco-latina, como uno de los vectores definitorios
de la civilizacin occidental, haya percibido y reconocido semiticamente que para
existir como ciudadano, sera menester representar un personaje. En trminos
individuales y colectivos, lo problemtico del asunto es que en el intento el
enmascarado puede terminar identificndose con la persona representada, olvidndose
de su propia voz (el ojo como ventana -no como opinin- que observa desde la infancia:
nuestra bsica consciencia). En suma, Occidente a partir de uno de sus modelos
culturales fundacionales ms influyentes, ha establecido una disociacin/dislocacin
entre el ser natural y el existir civilizado, creando desde su fundacin una dicotoma casi
irreconciliable entre el uno y lo otro1. Freud analiza con detencin este asunto desde un
punto de vista psicoanaltico en uno de sus textos seminales Civilizacin y sus
descontentos (1930); tambin el estructuralismo clsico, con el concepto de actante a
partir de Greimas, On Meaning (1987) que en los aos sesenta es observado desde el
1
Esta idea no pretende anteponer ser a existir, o proponer una visin idealista de la realidad, sino que
establecer que aunque el existir nos determina como sujetos sociales no somos meros productos de las
interacciones sociales porque nuestra base existencial es un sujeto cognoscente, si fuera as el proceso de
socializacin no causara tantos traumas y sufrimientos para justificar la existencia y el tratamiento emocional
que es el tema de los psiclogos.
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Heterogeneidad de las mscaras: entre el carnaval de Bajtn y el grotesco criollo de Discpolo
punto de vista del significado o incluso accin de las partes constituyentes como
determinado por la interaccin de la totalidad; ms tarde Jack Derrida preferir utilizar
su propia filosofa para decirlo: nada existe fuera del contexto Margins of Philosophy
(1982) en el sentido que sin el sistema codificador (Langue para Sassure), no puede
articularse ningn significado singular (Parole para Sassure).
En segundo lugar es necesario considerar el aspecto grotesco de la ecuacin
debido a que es un tema presente tanto en el carnaval analizado por Mijal Bajtin (en
su versin callejera como novelstica) como en el teatro bonaerense de principios del
siglo XX. La palabra grotesco procede de la palabra latina grotto que significa cueva
o gruta y que proviene de la palabra griega krypte que significa lugar escondido. El
significado que actualmente le damos ha sido extrado de lugares ocultos descubiertos
luego que Roma fue incendiada, en donde se hallaron murales decorativos enterrados
en lo que hoy conocemos como el Domus Aurea. Prximamente, en el siglo XVI
Rafael Sanzio introdujo esta esttica en sus composiciones pictricas en las Logias
que son un tipo de habitacin en el Vaticano. A continuacin, el manierismo tambin
en el siglo XVI, hace extenso uso de este tipo de vvidas decoraciones en vasijas y
otras obras ornamentales. Finalmente y para fijarlo en palabras, el diccionario
Merriam-Webster lo define como: [U]n estilo de arte decorativo caracterizado por
formas humanas y animales imaginarias o fantsticas, entretejidas con el follaje o con
figuras similares que pueden distorsionar lo natural hasta lo absurdo, lo feo o lo
caricaturesco2. Se viene inmediatamente a la mente el arte de los pintores flamencos
Hieronymus Bosch (el Bosco) (1450-1516) y Pieter Brueghel (1525-1569) que
anteceden al surrealismo pictrico en cuatrocientos aos.
Lo grotesco para Bajtn, tanto en cuanto al anlisis del carnaval como
manifestacin popular, como en la versin letrada y escritural de Franois Rebelis,
representa la voluntaria inversin de los valores ticos y estticos en el seno de la
sociedad medieval. Para el grotesco criollo argentino, por su parte, lo grotesco
representa la tensin entre la concepcin ideal de la realidad impuesta por el Estado
con su ideologa nacionalista, a las masas de inmigrantes y campesinos pobres, vis a
vis la realidad social que ellos deben enfrentar y sobrellevar cotidianamente (por su
falta de habilidades tcnicas, nivel de educacin, prestigio social, color de piel,
idioma, acento, etc.). En ambos casos, tanto en la concepcin Bajtineana como en la
de los autores del grotesco criollo argentino, mscara y grotesco vienen a formar,
aunque con diferentes nfasis y connotaciones, una alianza esttica que define, genera
y opera significados en conjunto; por lo tanto la mscara implica lo grotesco y lo
grotesco implica la mscara para nuestros propsitos.
2
[A] style of decorative art characterized by fanciful or fantastic human and animal forms often interwoven
with foliage or similar figures that may distort the natural into absurdity, ugliness, or caricature (Traduccin
del autor).
11
Amado Lascar
Para el tema y el anlisis que le concierne a este artculo, los tipos de mscara
que estar ms interesado en examinar y contrastar dentro del contexto grotesco son
dos: la mscara como herramienta de ecualizacin social, como en el caso de lo
carnavalesco que introduce Bajtn y la mscara como herramienta de conformacin
social como en el caso del grotesco criollo argentino. Mediante la comparacin de
estos dos usos emblemticos de la mscara me parece que se comprender mejor el
teatro argentino del primer tercio del siglo XX, la urgencia de su denuncia esttica y
su relacin antiesttica con la mscara del carnaval pre-moderno. Tambin creo que
podr visualizarse, aunque sea parcialmente, la diferencia del rol de la literatura en
uno y otro momento.
LO CARNAVALESCO
Para analizar el concepto de mscara en Bajtn es preciso contextualizarla con
la prctica del carnaval y lo carnavalesco. En Rebelis y su mundo, Bajtn nos
introduce a este concepto como un tema fundamental de la Edad Media donde la
sociedad estratificada en su conjunto participa en esta celebracin donde se suspenden
todas las normas sociales paralelamente con el ejercicio del sentido comn, dando
lugar a una situacin semi-orgistica donde cada quien no es cada cual, sino ms bien
el otro. El dbil se transforma en poderoso, el seor en siervo, el hombre en mujer,
el campesino en rey, la prostituta en doncella, etctera. Se produce una subversin
grotesca en la estructura social por las horas o das en que acontece el carnaval. Es
central recordar que en el carnaval no hay una divisin entre participantes y
observadores que se mantengan distantes y separados entre si, no es un espectculo,
como los Mardi Grass de la actualidad, sino que la inmersin social en la celebracin
es completa: la vida subvertida e inmersa en el rito. En el carnaval se suspenden todas
las leyes y normas socialmente aceptadas tanto polticas como religiosas: el carnaval
es tierra de nadie y tierra de todos simultneamente, en trminos aristotlicos una
autntica catarsis, un modo de mantener saludable el Orden establecido mediante la
excepcin como control social.
La importancia que Bajtin le asigna a Gargantua y Pantagruel consiste en que
esta obra representa uno de los paradigmas culturales fundamentales en la transicin
entre el medioevo y la modernidad. Gargantua y Pantagruel es un texto que pone por
escrito lo que hasta ahora haba sido una expresin fsica, esttica, social y popular del
orden catlico tradicional (el carnaval). Su itinerario va desde la apertura de las calles
para imitar, burlarse, desmitificar y desacralizar el orden feudal establecido y opresivo
de la villa medieval, a una nueva dimensin domesticada y contenida por las pginas
de un libro. El resultado: la transmutacin del carnaval a lo literario tipogrfico con
sus implicaciones de encierro y ocultamiento, y tambin como artefacto de control de
la subversin social mediante la escritura literaria. El confinamiento del carnaval a las
pginas de un libro es parte constituyente de la redefinicin cultural occidental con el
advenimiento/implementacin de la modernidad.
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Heterogeneidad de las mscaras: entre el carnaval de Bajtn y el grotesco criollo de Discpolo
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"By 1914 around one-third of thee country's population was foreign-born, and around 80% of the population
comprised immigrants and those descended from immigrants since 1850" (Traduccin del autor).
4
After the baring Crash of 1890, the investments links between Argentina and Great Britain were successfully
rekindled, and immediately before World War I Argentina and Britain were closer than ever. But after the war
the tie failed to further develop and showed signs of obsolescence. The waning of the British link was a
harbinger of crisis; by the late 1920s, despite its outward air of prosperity, Argentina faced an uncertain future.
(Traduccin del autor).
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Heterogeneidad de las mscaras: entre el carnaval de Bajtn y el grotesco criollo de Discpolo
grandes potencias (saturacin del mercado internacional, cada de los precios de las
materias primas, Primera Guerra Mundial) quedando el pas con un enorme
desempleo especialmente en Buenos Aires, provocndose la recesin de 1920 y 1921,
mientras se seguan importando emigrantes como si no pasara nada5. Esta situacin
que se prolong por ms de quince aos contribuy a la creacin de una subcultura
marginal, domiciliada principalmente en los arrabales y conventillos de Buenos Aires
y que en su mayora provena de aquellos pases o sectores menos aptos para la
civilizacin6.
EL GROTESCO CRIOLLO
Este contexto de subempleo y marginalidad, en particular para los inmigrantes (y
tambin para los criollos pobres y ex gauchos desplazados del campo), es el caldo de
cultivo miserable, pero no por eso menos creativo, donde surgen dos grandes artes
nacionales: el Tango y el teatro grotesco criollo. Ambas manifestaciones artsticas
brotan de la frustracin y el deseo de expresin y validacin de los sectores populares
acosados por un sistema socioeconmico y poltico que literalmente los ha estafado, y
ambos con el pasar del tiempo, el teatro y la msica/ danza llegarn a ser slidos
emblemas del arte argentino del siglo XX.
A pesar que el destino de ambos fue distinto, sobre todo por la mayor
flexibilidad de un gnero respecto al otro, el Tango lleg a imponerse como una de las
danzas erticas ms seductoras y encantadoras del mundo occidental mientras que el
grotesco criollo comenz su declinacin despus de mediados de los aos treinta,
desde la ltima obra de Armando Discpolo El Relojero (1934) hasta su virtual
desaparicin en 1959 con la composicin Narcisa Garay mujer para llorar de Juan
Carlos Ghiano. Su origen popular, y la honesta representacin de las dificultades que
este enorme flujo de inmigrantes sobrellev para poder subsistir, fueron la base de
ambas artes rioplatenses. En suma, el Tango y el grotesco criollo por su fundacin
demogrfica y experiencia vital de sus autores, comparten sus principales motivos: la
tristeza, el abandono, la soledad, la explotacin, la delincuencia, el despojo, el alcohol,
el adulterio, la nostalgia, la dignidad, entre otros, son temas que estuvieron hasta tal
punto conectados en el imaginario de las dos primeras generaciones llegadas a
Buenos Aires en el siglo XX, que en los hermanos Discpolo (Enrique Santos y
Armando) tenemos un ptimo ejemplo de lo afirmado: al mismo tiempo fueron
5
Entre 1921 y 1930 llegaron 1.397.000 y se regresaron 519.000 quedando un neto de 878.000 inmigrantes,
por ejemplo. El nmero descendi a 73.000 en la dcada 1931-1940, y volvi a ascender en los prximas 25
aos, entre 1941-1965 a 908.000. Fuente: 4th National Census.
6
Esta fue una poca de gran efervescencia poltica y social en Argentina, como el levantamiento de los
estudiantes en Crdova en 1917, el aumento de las huelgas en las industrias, instigadas por grupos anarquistas
y luego socialistas para conseguir mejores condiciones laborales, y el consiguiente efecto en la poltica
partidista argentina en los tiempos del fundador del partido radical (populista) Irigoyen.
15
Amado Lascar
7
Por intentar hacer pasar desapercibidos en la sociedad urbana argentina a los campesinos y a los extranjeros
desplazados de su propia tierra.
8
Matar al indio para salvar al hombre Richard H. Pratt. (Es decir, genocidio cultural en vez de racial o
biolgico).
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La versin criolla de lo que se conoce como opresin internalizada.
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Heterogeneidad de las mscaras: entre el carnaval de Bajtn y el grotesco criollo de Discpolo
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Como lo seala el cronista Francisco Lpez de Gmara que el cielo se abri y apareci el santo Santiago
Matamoros para ayudar a los cristianos y ganar la batalla en contra de los idlatras aztecas tambin en el cielo.
La derrota es por supuesto un designio de Dios.
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Amado Lascar
mscara grotesca es utilizada como una forma de camuflaje para pasar desapercibido y
poder integrarse a la nueva sociedad sudamericana, no para sobrepasarla, rerse de ella o
ni siquiera para disfrutarla, sino para morigerar sus efectos discriminatorios. La primera
(Bajtin) ha sido concebida para la transgresin y la segunda (Grotesco criollo) para la
adaptacin. Claudia Kaiser seala:
Si este teatro reconoce en el ser humano una dimensin interior, tambin
reconoce que est preso bajo una mscara; ahogado por la postura que la necesidad de
vivir y funcionar dentro de la sociedad le obliga a asumir (57).
Y como consecuencia de todo esto, Kaiser comenta: Cuando el hombre no
puede objetivar su esencia tica en la accin concreta se convierte en un ser
escindido (71).
LA ESCISIN
El Grotesco Criollo poetiza y analiza estticamente esta situacin de
fragmentacin y contradiccin psicolgica que sufre el emigrante debido al doble
estndar que le es impuesto por la sociedad que lo recibe. Por una parte lo convoca y
le ofrece un futuro brillante en el sur del mundo, por la otra se encuentra, una vez
arribado, que debe moverse a los rincones menos prometedores de la ciudad y la
sociedad (algunos al campo, La Gringa, 1904, de Florencio Snchez), donde es
absorbido por el anonimato, la pobreza y el silencio, o simplemente por el efecto de la
desconfianza de los lugareos. El asunto, sin embargo, no slo implica un efecto
psicolgico individual sino un contenido sociolgico y de psicologa social profunda
que afecta a la colectividad inmigrante y desplazada tanto como (aunque de manera
asimtrica) a la sociedad argentina en su conjunto.
En psicoanlisis escisin significa un desgarro entre el mundo consciente y el
mundo inconsciente de un sujeto, o tambin puede verse entre la persona (como
mscara) y el ser de esa persona que en castellano ha sido traducido como "yo" y en
ingls como self11. Kaiser explica:
El proceso es el de reduccin. Su naturaleza de ser moral se invalida y esta
inoperancia implica una deshumanizacin, en cuanto a que su proyeccin en el
mundo se trunca, se torna caduca. Al no poder auto-realizarse en la sociedad,
pierde objetividad. A este proceso de reduccin moral se une la caducidad de su
proyeccin laboral-activa en el mundo (71).
Como apuntaba anteriormente la mscara del carnaval es disruptiva y catrtica
en cambio la mscara del grotesco criollo es asimilacionista y auto-opresiva. Si para
los sujetos medievales la mscara constitua su entrada temporal al mundo de la
igualdad, para los actantes del grotesco criollo la mscara es su entrada a un mundo
11
La palabra self se traduce como yo en castellano pero self significa no la manifestacin que acontece
por la interaccin entre el supery y el ello, sino que se refiere a lo que constituye la base de nuestra existencia,
algo as como el espritu que nos anima, o el ojo inicial que mencionaba anteriormente.
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Heterogeneidad de las mscaras: entre el carnaval de Bajtn y el grotesco criollo de Discpolo
CONCLUSIONES
La idea del arte-vida que se desprende de la prctica del carnaval y que luego
es reelaborada por la pluma de los escritores transicionales entre la esttica medieval
carnavalesca y la moderna novelstica, ha sido el punto de partida para nuestro
examen del concepto de mscara en el grotesco criollo. La principal diferencia entre
el uso de una y otra mscara entre el siglo XII y el XV en Europa, respecto a su uso
en la Argentina del siglo XIX y XX es muy distinta, contraria, en realidad, pero tienen
en comn que ambas intentan cubrir el rostro de quin la lleva para conseguir un
objetivo ulterior. El objetivo en la mscara carnavalesca es la transgresin de la
consuetudinaria normalidad feudal. El objetivo de la mscara en el grotesco criollo es
el intento de asimilacin a la nueva nacin argentina.
La mscara medieval es para degustar, entre risas y placeres inverosmiles por
unas horas o incluso por algunos das lo que constituye la normalidad de la vida de la
nobleza y vice versa. La mscara ofrecida por el grotesco criollo es una estrategia
textual y metafrica para identificar y denunciar los niveles en que la opresin afect
a los inmigrantes internos (rurales) y externos (extranjeros) cuando se avecindaban
principalmente a los arrabales del gran Buenos Aires. Podramos decir entonces que
la mscara carnavalesca es cmica y la mscara del grotesco criollo es trgica.
Aunque el uso de ambas mscaras digitan las cuerdas de lo grotesco, en el
carnaval lo grotesco acontece por la yuxtaposicin de elementos inadecuados o
equivocados de acuerdo al rango, gnero, caractersticas fsicas, etc. de los sujetos
participantes. En el grotesco criollo, en cambio, el fenmeno de lo grotesco se
manifiesta preferentemente por el fracaso social y personal de quines deben ocultar
su rostro para encajar dentro de un orden doblemente ajeno. Pasivamente ajeno por la
distancia fsica de sus culturas y muchas veces pas natal, y dinmicamente ajeno por
la simultnea y vertiginosa transformacin que ocurre en occidente desde finales del
siglo XIX con la segunda revolucin industrial (energa, transportes, comunicaciones,
ciencia y tecnologa) principalmente desarrollada desde los EEUU, a la cual no
alcanzan a adaptarse por su condicin de marginalidad.
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Heterogeneidad de las mscaras: entre el carnaval de Bajtn y el grotesco criollo de Discpolo
A pesar que el efecto psicolgico producido por el uso de estas dos mscaras
es de alienacin, la alienacin generada por el carnaval es justificada por lo cmico,
es transitoria y funciona como una droga para los participantes. Una vez que se pasa
el efecto del carnaval hay un retorno a la familiaridad, aunque lacaya, conocida al fin
y al cabo. Es cosa de esperar un poco porque con el regreso del ciclo podr tomarse
otra dosis de igualdad. En el caso del grotesco criollo en cambio, el efecto psicolgico
es opuesto y devastador, en cada una de las obras, desde Los disfrazados (1916) de
Carlos Mauricio Pacheco hasta El relojero (1934) de Armando Discpolo y Jos de la
Rosa, el uso de la mscara implica la utilizacin de una persona/personaje distante de
lo que alguna vez fue y todo aquel cambio es sancionado por la necesidad de
sobrevivir en un mundo al que ha sido arrojado por situaciones ajenas a su voluntad.
Estos desplazados son producto de un universo que ha sido desbalanceado por las
actividades, sueos y proyectos de la nueva elite industrial que va sostenidamente
transformndose en monoplica, la que, con y por su nueva perspectiva, est
cambiando vertiginosamente las reglas del juego, previniendo que las personas ms
afectadas por estos cambios tengan la menor posibilidad de opinar o decidir sobre sus
vidas. La salud mental, entonces, se presenta en estas dos tradiciones, la medieval y la
moderna, con vectores opuestos, la mscara del carnaval por ser catrtica disminuye
la tensin existente entre privilegiados y desposedos, sin pretender eliminar por cierto
la opresin, en cambio, la mscara del grotesco criollo acumula sin resolver, la
tensin entre ambos grupos tal como predijo el marxismo con su concepto de lucha
de clases. Si el secreto de la prctica medieval es la lubricacin de los engranajes del
sistema feudal, la mscara del grotesco criollo no tiene ms secretos que la
conformacin del sujeto desplazado a su molde prefabricado de desplazado.
As como Gargantua y Pantagruel es la transcripcin del evento social
medieval a las pginas de un libro, para guardar una tradicin en vas de desaparicin.
El grotesco criollo representa lo contrario; es el intento de estos dramaturgos de
sealar y develar la humanidad de quienes estn detrs de estas mscaras, pero
principalmente mostrar el rostro decrpito de la clase gobernante. Ambos fenmenos
son mediatizados por la escritura, pero la escritura no solamente utilizada por y con
diferentes propsitos, sino que como una consciencia distinta de la naturaleza y el rol
de si misma. De un rol cultural recopilador (para asegurar la memoria de un mundo
en vas de desaparicin) a uno denunciante (para promover la toma de conciencia e
incitar un cambio social). Comienza esta discusin en la poca del advenimiento de la
escritura verncula y secular, y concluimos con la crisis del crecimiento, el progreso y
la civilizacin.
En el caso de Rebelis, en Gargantua y Pantagruel el resultado es una suerte
de levantamiento histrico de una realidad en extincin, en este restringido sentido,
como la labor de los hermanos Grimm en el siglo XIX en Alemania o como Violeta
Parra con la recuperacin de las dcimas y otras artes campesinas en vas de
desaparicin en el siglo XX en Chile. En el teatro grotesco criollo, en cambio, la
21
Amado Lascar
Ohio University*
Modern Languages Department
229 Gordy Hall Athens OH 45701
lascar@ohio.edu
OBRAS CITADAS
Anderson, Benedict. Imagined Communities. London: Verso, 1991.
Bakhtin, Mikhail. Rebelais and His World. Bloomington: Indiana University Press, 1984.
22
Heterogeneidad de las mscaras: entre el carnaval de Bajtn y el grotesco criollo de Discpolo
23
25-35
LA POLIFONA Y EL SILENCIO COMO ESTRATEGIAS DE
DENUNCIA DE LA DICTADURA EN LA NARRATIVA DE LUISA
VALENZUELA
Polyphony and silence as strategies for denouncing dictatorship in the narrative of
Luisa Valenzuela
Resumen
El propsito de este estudio es analizar las estrategias discursivas utilizadas por la escritora
argentina Luisa Valenzuela para denunciar el abuso y las violaciones a los derechos humanos,
perpetrados por las tiranas del cono sur americano entre los aos 1970 y 1980. A travs del
anlisis de Cambio de armas y Cola de Lagartija dentro del marco terico de la dialogizacin del
discurso, propuesto por Mikhail Bakhtin, se discute el uso de la polifona y el silencio como
estrategias para denunciar la dictadura como fenmeno social y poltico en Argentina entre 1966
y 1982.
Palabras clave: Historia, Memoria, Polifona, Silencio, Dictadura.
Abstract
The purpose of this study is to analyze the strategies used by Argentinean writer Luisa
Valenzuela when denouncing abuse and human rights violations by dictatorships in the Southern
Cone. Through the analysis of Cambio de armas and Cola de lagartija, from a Bakhtinean
dialogical discourse perspective, we discuss the use of polyphony and silence as discursive
strategies used by Valenzuela to condemn Argentinean dictatorship and to portray the social and
political impact of Argentinean dictatorship on the individual between 1966 and 1982.
Key words: History, Memory, Polyphony, Silence, Dictatorship.
1
La relacin entre las voces presentes y ausentes en el texto corresponde a una interaccin similar a la
sugerida por Mikhail Bakhtin para las voces en el discurso novelstico. La voz internamente persuasiva,
propuesta por Bakhtin como contrapunto al discurso autoritario en este caso el discurso de la dictadura que
se hace presente en las voces de los personajes, los que ejercen presin sobre el discurso oficial y del
imaginario colectivo, dialogizndolos e hibridizndolos.
26
La polifona y el silencio como estrategias de denuncia de la dictadura
desde la perspectiva bakhtiniana, la novela no tiene una forma unificada sino que es
heterognea (Bakhtin, 261) y representa la realidad no mediante el discurso monolgico
que en general se asocia con la voz y la intencionalidad del autor, sino que lo hace a
travs de un discurso polifnico, que es multiforme en estilo y variforme en significado.
Para dicho autor estas cualidades que emanan de la dialogizacin de las voces presentes
y ausentes en el texto, a las que en este caso aadiremos la voz del lector. Es
dentro de este contexto que a continuacin se analizan los cuentos Cuarta versin y
Cambio de armas y la novela Cola de lagartija, de Luisa Valenzuela.
LA POLIFONA
En Cuarta versin, uno de los cuentos contenidos en Cambio de armas (1988)
y que ha sido extensamente discutido por la crtica especializada, la imagen de la
dictadura se representa a travs de las voces de tres narradores que intentan reescribir un
manuscrito dejado por una actriz, que estuvo involucrada en actividades de la
resistencia durante la transicin entre el gobierno de Mara Estela Martnez Cartas de
Pern, tambin llamada Isabel Pern y el inicio de la dictadura de Jorge Rafael Videla
en Argentina.
El texto est dividido en 16 secciones en las que se entrelazan las voces de tres
narradoras, cuyos discursos se dialogizan con las voces de los personajes, proceso que
segn algunos crticos como Francisco Sol Zapatero (2013) articula la instancia del
proceso narrativo, para permitirle a las diversas narradoras encontrar una posicin y una
perspectiva auto centrada desde la cual dar una diversa solucin artstica al proceso de
expresin y representacin de los movimientos de tiempos y espacio de la
heterogeneidad sociocultural de la Argentina de ese entonces.2
Sin perjuicio de la legitimidad de una mirada ms esttica a la multiplicidad de
narradores, pienso que la interlocucin de las voces contenidas es un recurso no solo
esttico, sino que implica la existencia de dos tipos de discurso en el texto: uno
monolgico contenido en el manuscrito dejado por Bella, que representa los valores, la
ideologa, y la conciencia propios de la creadora del diario de vida. El segundo es un
discurso polifnico, representado por las voces de las narradoras, las que se dialogizan,
generando un nuevo discurso, de carcter heteroglsico, metadiscurso que contiene
diversas perspectivas sobre el contexto social, histrico e ideolgico, el que subyace
cada una de las versiones de los acontecimientos, cuya(s) lectura (s) genera(n) diversas
interpretaciones del texto.
Aunque el anlisis de la crtica en general se focaliza en la funcin reconstructora
de las tres narradoras identificadas en Cuarta versin, como ya se adelant, es
tambin relevante mirar con atencin, no solo la imagen que emerge de esas voces, sino
2
La perspectiva de Sol Zapatero est focalizada en el rol de las narradoras que cuentan las historias
jerarquizndolas respecto de su mayor o menor contribucin a la comprensin del texto por un lector
informado, ms que un lector emprico.
27
Jaime Gmez Douzet
aquella que brota, de la dialogizacin de las mismas. As, como para Liliana Trevizn el
texto de la narradora en cursiva motiva a reflexionar en torno a la naturaleza de la
protagonista y su nexo con el fragmentado manuscrito que sta trata de reescribir, para
Mara Medeiros la tarea de las narradoras es representar la historia poltica de la
Argentina para que sta no se olvide ni se repita; es esta ltima aproximacin la que nos
interesa. En efecto, ms all de lo ya dicho, la lectura de la historia de Bella contada por
las narradoras plantea preguntarse sobre lo sucedido en la Argentina en que vivi la
protagonista, nos importa aquello que est oculto por las noches de jolgorio y sexo en
casa del embajador, distractores que embozan el caos social y el terror bajo el que vivi
la protagonista durante los meses que precedieron su muerte, como apunta la narradora
en cursiva, al inicio de la historia.
Hay cantidad de pginas escritas, una historia que nunca
puede ser narrada por demasiado real, asfixiante.
Leo y releo estas pginas sueltas y a veces, el azar reconstruye
el orden. Me topo con mltiples principios. Los estudio,
descarto y recupero y trato de ubicarlos en el sitio adecuado
en un furioso intento de rearmar el rompecabezas.
De estampar en alguna parte la memoria congelada
de los hechos, para que esta cadena de acontecimientos
no se olvide ni se repita. (Cambio de armas, 3)
En el proceso de configuracin del entorno poltico y psicolgico en que se
desenvuelve la protagonista al momento de escribir su diario el lector se enfrenta a la
versin de una segunda narradora, que ordena los hechos referidos por la protagonista, los
interpreta y transforma en una narracin casi testimonial, que entrega detalles de su vida
ntima, ligada a un embajador. ste, adems de recibir favores sexuales de la protagonista,
la asiste en sus actividades en la resistencia, otorgando asilo a muchos de los perseguidos
por la dictadura, comprometiendo la estabilidad de su puesto diplomtico.
No me lo reproches, Bella, esto es para m un fracaso [se queja el embajador].
No he podido hacer nada por todos los que necesitan ayuda.
No puedo sacar del pas a los que estn refugiados en la casa,
no puedo hacer entrar a nuevos asilados, me he quedado sin
posibilidad de accin y por eso me trasladan, para ver si
un embajador militar puede restablecer el dilogo con el
gobierno local, pero no tengo derecho a agobiarte con estos
pormenores. Lo importante es decirte que quisiera que vinieras
a mi pas, Bella. All ya te conocen. Estoy seguro que tus talleres
de teatro tendran un xito enorme. Nos hacen falta artistas como t,
y a m me haras muy feliz.
A vos puede ser, pero a tu tierna mujercita la hara feliz acaso?
(Cambio de armas, 56).
28
La polifona y el silencio como estrategias de denuncia de la dictadura
3
Cuando me refiero al concepto testimonio, pienso en el modelo de narrativa testimonial propuesto por
Miguel Barnet (1977), que la define como textos que permiten el acceso a una faceta de Historia, mediante la
representacin de hechos particulares referidos por las voces de quienes los han protagonizado y que por su
origen constituyen un discurso denunciatorio, que representa hechos silenciados por la dictadura.
29
Jaime Gmez Douzet
4
Entre las diversas perspectivas sobre la llamada Guerra Sucia en Argentina, que han sido representadas en el
discurso narrativo e histrico, que la han referido como un mito construido por la izquierda y hasta
compararla con el Holocausto en la Alemania de Hitler, destaca el libro Guerra sucia, secretos sucios (2010),
de David Fox.
30
La polifona y el silencio como estrategias de denuncia de la dictadura
A los discursos del Brujo y Rulitos se suma una tercera voz que irrumpe en el
texto hacia la mitad de la novela; es Luisa Valenzuela personaje, que constituye la
contrarrplica a Rulitos y el Brujo. La voz de Luisa Valenzuela manifiesta que su
propsito como escritora es poder manejar al menos un hilito (Cola de lagartija, 139)
de la historia que escribe y asumir as, aunque en forma parcial la responsabilidad de
contar una parte la Historia. La intencin de la narradora coincide con el planteamiento
de Elsa Ducraroff, quien afirma que para que se produzca una lectura crtica de la obra
literaria y exista una relacin dialctica entre las formas de la literatura y los fenmenos
sociales, en el contexto de la literatura argentina contempornea, es primordial tener
certeza que al escribir, el autor haya intentado ejercer cierta autonoma al momento de
representar los fenmenos histricos y sociales que subyacen el texto5.
Yo, Luisa Valenzuela, juro por la presente intentar
hacer algo, meterme en lo posible, entrar de cabeza,
consciente de lo poco que se puede hacer en todo esto
pero con ganas de manejar al menos un hilito (nfasis mo)
y asumir la responsabilidad de la historia. No la historia de
la humanidad sino esta misma historia del brujo que se
me est yendo de las manos, acaparada por
el que fue gur de la Laguna Trim (Cola de lagartija, 139).
Por ltimo, la voz de un narrador annimo, que parodia el discurso oficial,
representa la imagen de la dictadura diseminada por los medios de comunicacin,
percepcin que plasma la imagen de la tirana alojada en el imaginario del lector.
Nuevamente la prensa extranjera est publicando
infundios sobre nuestro amado pas
Dicen que en las ltimas semanas hemos hecho
desaparecer a ms de 200 personas, que torturamos
a bebs delante de sus padres para que
los padres confiesen, que golpeamos a las
embarazadas hasta hacerlas abortar. La rutina de siempre. (Cola de lagartija, 126)
EL SILENCIO
La otra forma de representacin polifnica en las obras de Valenzuela es la
interaccin entre las voces de los personajes con los silencios contenidos en el texto,
proceso que genera mltiples interpretaciones de los hechos, cuando las voces de los
5
Celia Vsquez, al resear Historia crtica de la literatura argentina, seala que al describir la historia de la
narrativa argentina de la segunda mitad del siglo XX, Ducacroff ha hecho un buen relato o intriga, que
mezcla personajes, tensiones, conflictos y dilemas, incorporando incluso los recovecos del cuarto donde
murmuran los textos femeninos y los de escritores que representaron hechos que para muchos no nunca
existieron.
31
Jaime Gmez Douzet
personajes y las narradoras son asediadas por las brechas o gaps de informacin (Iser),
que llamo silencios.
En Cuarta versin el silencio juega un papel explcito en la construccin de la
realidad meta textual. Esta funcin es sugerida en las primeras pginas de la historia
cuando una de las narradora, en una evidente invitacin al lector para colaborar en la
asignacin de significado al texto, seala la necesidad de quien lea o escriba debe poner
atencin al silencio como vehculo de representacin de lo ausente la historia6.
Lo que ms me preocupa de esta historia es aquello
que se est escamoteando, lo que no logra ser narrado
[no dicho] no es el sexo, no es el deseo como suele
ocurrir en otros casos. Aqu se trata de algo
que hierve con vida propia, hormigueando por
los pisos altos y subsuelos de la residencia.
Los asilados polticos. (Cambio de armas, 21)
As, dos narradoras que nos recuerdan a Rulitos y a Luisa Valenzuela
[personaje] en Cola de lagartija intentan decodificar el manuscrito dejado por Bella, la
actriz que estuvo involucrada con la admisin de asilados polticos a una embajada
extranjera en los primeros meses de la dictadura argentina. En este caso, la narradora
principal intenta ordenar los acontecimientos en el diario de vida de la Bella, proceso en
el que sta se percata del hecho que el obstculo que enfrenta para comprender el
manuscrito no es la resistencia del discurso de los personajes, sino los vacos de
informacin o silencios en el texto, que alertan al lector sobre la posibilidad de que
muchos hechos que deberan estar en la historia no estn presentes.
No entiendo por qu la informacin crucial ha sido
omitida en la relacin de este encuentro clave...
[Se refiere a la primera ocasin en que la protagonista
est a solas con el embajador en su residencia] Tampoco
mencion su entrevista con la pareja asilada,
ni las largas conversaciones que mantuvieron posteriormente.
Tampoco los peligros que corri para conseguirles
ciertos documentos imprescindibles para tramitar
el salvoconducto (Cambio de armas, 26).
Al comentar los vacos de informacin en el manuscrito de Bella (la situacin de
los asilados en la embajadas), la narradora alude a la pasividad de la intelectualidad
argentina durante la dictadura y sugiriendo que el escritor debera por principio
representar lo omitido7.
6
En esta ocasin, la dialogizacin se produce al entrar en contacto las voces presentes en el texto, con el
silencio de los medios de comunicacin y la intelectualidad argentina en torno a la dictadura argentina.
7
Este es un argumento interesante, que es comentado por el crtico Martn Borja, quien se refiere a la polmica
entre Gabriel Garca Mrquez y Ernesto Sbato respecto del silencio, sino complicidad, de parte de una parte de
la intelectualidad argentina, ante la desaparicin de escritores crticos del rgimen militar de Videla.
32
La polifona y el silencio como estrategias de denuncia de la dictadura
8
El tema de los disidentes en las embajadas en Cuarta versin probablemente se refiere a la presencia de gran
nmero de refugiados polticos, que buscaron salvar sus vidas mediante el asilo en embajadas de pases que en un
principio no reconocieron el gobierno dictatorial argentino. Luego debieron ceder ante la presin del rgimen,
permitiendo el ingreso de fuerzas policiales que capturaron a gran parte de los refugiados en los das posteriores al
golpe de Estado. Esto fue consignado por diversos medios de la prensa internacional, como el New York Times.
9
El silencio bajo la ltima dictadura militar en la Argentina, de Mercedes Mara Barros. Analiza las causas y
consecuencias de la ausencia de un discurso opositor a la tirana, que permiti la presencia de los militares en el
poder por casi una dcada.
33
Jaime Gmez Douzet
CONCLUSIN
El anlisis de las obras estudiadas en este trabajo sugiere que durante la dictadura
argentina la narrativa de Valenzuela se focaliza en la denuncia de los abusos del
rgimen militar a travs de elaboradas estrategias discursivas.
En Cambio de armas y en Cola de lagartija la denuncia se materializa a travs
de una narracin poblada por personajes, cuyas voces representan hechos relacionados
con la persecucin, la tortura y el exterminio practicados por el gobierno de Estela
Martnez de Pern y la Junta Militar argentina encabezada por Jorge Rafael Videla;
circunstancias que fueron en general embozadas u omitidas por el discurso oficial.
Es dentro de este contexto que mediante el uso de la polifona y el silencio como
estrategias de denuncia, Valenzuela representa las dictaduras de Martnez de Pern y
Videla, cuyas imgenes se dialogizan, generando nuevos ngulos de percepcin de la
dictadura, abriendo nuevos espacios para conocerla.
As, la obra de Valenzuela, adems de representar un entorno en que los
personajes sufren da a da los efectos fsicos y emocionales del terrorismo de estado,
sta invita al lector a participar en la construccin de una nueva imagen de la dictadura,
perspectiva que surge de la dialogizacin de sus propias percepciones de la tirana y de
las mltiples voces y silencios que deambulan en los textos de Valenzuela.
La nueva imagen de la dictadura, que emerge de la hibridizacin del discurso
histrico y literario constituye as un testimonio que vigoriza la memoria de los hechos
ocurridos, permitiendo al lector aproximarlos con mayor autonoma, generando una
nueva versin de un fenmeno poltico y social que, quirase o no, ha sido parte integral
de la cultura y la sociedad latinoamericana a travs de su vida republicana.
Universidad de Tarapac*
Departamento de Idiomas Extranjeros
18 de septiembre 2222, Arica (Chile)
jaimepablog@yahoo.com
OBRAS CITADAS
Bakhtin, Mikhail. The Dialogic Imagination. Austin: University of Texas Press, 1988.
Barnet, Miguel. La novela testimonio: socio literatura. En: Vidal, Ren. Testimonio y
literatura. Minneapolis: Institute for the Study of Ideologies and Literature, 1986.
34
La polifona y el silencio como estrategias de denuncia de la dictadura
35
37-49
DISEO DEL PERSONAJE FEMENINO EN LA NARRATIVA
CUBANA DEL SIGLO XIX: APROXIMACIONES
Design of the female character in cuban narrative of the Nineteenth Century: notes
Resumen
En el presente trabajo se efecta un acercamiento a la narrativa cubana del perodo
decimonnico a travs del diseo de sus personajes femeninos. Se atiende a las particularidades
de la caracterizacin prosopogrfica y etopyica de la imago mujer, y se realiza una tentativa
de tipologizacin, de acuerdo con los diversos matices conformadores de nuestros modelos
femeninos ficcionales. En este propsito se privilegian aquellas obras y autores ms
importantes del perodo.
Palabras clave: Narrativa cubana, siglo XIX, Personajes femeninos, Tipologizacin, Obras,
Autores.
Abstract
In this paper an approach to the Cuban narrative of nineteenth-century period through
the design of their female characters is performed. It is attended to the particularities of the
prosopographic and etopeyica characterization of imago wife, and anattempt to tentative
typologization is carried out, according to the various nuances of forming our fictional female
models is performed. For this purpose those works and major authors of the period are
privileged.
Palabras clave: Cuban narrative, Nineteenth century, Female characters, Typologizing, Works.
38
Diseo del personaje femenino en la narrativa cubana del siglo XIX
1
En todos los casos se ha identificado la fecha de nacimiento y muerte del autor. Cuando alguno de estos
datos no ha sido posible consignarlos, pues no se registra en la bibliografa especializada, se ha colocado
un signo de interrogacin.
2
En el texto, el ao que se indica de las obras citadas, salvo que se especifique lo contrario, corresponde a
la primera edicin publicada.
39
Diseo del personaje femenino en la narrativa cubana del siglo XIX
autor en ese mismo ao, y caracterizada como una angelical criatura de celestial
belleza. En La peineta calada, con el personaje de Dolores, la belleza en la mujer
villaverdiana, polcroma y acentuada en sus rasgos fsicos, adquiere una connotacin
ideoesttica que apunta hacia una definitiva ruptura con los patrones secularizados que
sirvieron de inspiracin al autor en su primera etapa de creacin literaria. A partir de
aqu, Villaverde orientar las bases para el diseo de personajes femeninos cada vez
ms complejos, polmicos y con mayor fuerza psicolgica, aun regidos por la exgesis
romntica folletinesca al uso, pero ms cercanos, desde el punto de vista etopyico y
prosopogrfico, al tipo de la mujer criolla habanera. En el caso de la mencionada
Dolores puede notarse que: Toda su hermosura exterior estaba en sus ojos grandes ()
Fuera de esto, no haba morbidez en su cuello, hombros brazos y manos, ni mucho
menos gracia () no tena necesidad de las prendas exteriores que admira la
generosidad; bastbale la belleza de su alma () (Villaverde, La joven, 533-534). La
misma frmula de caracterizacin ser repetida por este autor en otra de sus obras
menores, La tejedora de sombreros de yarey, escrita y publicada entre 1844 y 1845.
Con El penitente (1844), Villaverde inicia lo que denomino el descenso de la
mujer-ngel. Es decir, a partir de la publicacin de esta obra los personajes femeninos
de Villaverde se muestran muy alejados de la secular esttica del modelo romntico
mariano. El ejemplo de Rosalinda, la protagonista de la noveleta anteriormente
mencionada puede corroborar esta afirmacin: su nombre, por la significacin que
entraa, contrasta, a modo de efecto ldico, con el trazado etopyico de su singular
diseo: A primera vista cualquiera le habra echado ms de veinticinco aos () pero
las desgracias y pasiones tumultuosas que esa joven haba experimentado desde
temprano, la marchitaron en la edad () No era tan bella cual lo pregonaba su
nombre (595).
Como ya es conocido, el ms connotado acierto de Villaverde lo constituye su
clsica Virgencita de Bronce, la simblica Cecilia Valds, la mulata sensual que calza
chancletas, al decir de Mirta Yez, la herona comn, [la] herona corriente (131). Al
analizar la trayectoria y significacin del extraordinario modelo ficcional villaverdiano,
la analista expresa: Con el personaje de Cecilia, Villaverde introdujo por primera vez
distintos parmetros de juicio y elaboracin esttica que resultan de inters a la hora de
fijar la trayectoria del sujeto femenino en la literatura de nuestro continente () (137-
138). Desde este punto de vista, coincide con la crtica literaria al sealar que su
credibilidad como personaje, en tanto representacin verosmil de la mujer criolla, le
atribuye un carcter simblico estereotipado de la mujer cubana de su tiempo, cuyo
diseo no sera superado por ninguna de las representaciones ficcionales sobrevenidas
despus en el panorama narrativo insular del perodo decimonnico (139).
No obstante, no pueden desdearse otros personajes que, junto a Cecilia,
sostienen el proceso de maduracin esttica que los modelos femeninos protagnicos
ostentaron a finales de la etapa: la esclava Sofa, herona de la novela homnima de
40
Diseo del personaje femenino en la narrativa cubana del siglo XIX
Martn Mora Delgado (1857-1910), publicada en 1891, as como las gemelas Leonela
y Clara, protagonistas de Leonela (1893), escrita por Nicols Heredia (1855-1901).
De modo que si en la lrica, como afirm Susana Montero (60), el prototipo de la
mujer-ngel denot una marcada opacidad, en la narrativa, evidentemente, ocurri el
mismo proceso. Claro que a diferencia de la poesa, la evolucin y esencia del arquetipo
femenino en el gnero novelstico no debe ser justipreciada desde un punto de vista
ahistrico; antes bien debe hacerse en correspondencia con los procesos que en el orden
social y poltico propiciaron la consolidacin de la conciencia nacional. Por ende, de
una exgesis identitaria en la cultura cubana, de la cual el discurso literario fue un modo
de expresin de las tendencias y estticas renovadoras, sobre todo a partir de la segunda
mitad del siglo XIX. Anticolonialismo, independencia, logos, cultura, nacin, literatura,
mujer: he aqu las categoras que incitan a nuevas reflexiones indagadoras, desde las
ms diversas aristas epistemolgicas, con el propsito de evaluar, segn las obras,
autores y las etapas en que surgieron en el horizonte literario cubano, las contribuciones
de esta praxis escritural al devenir histrico de la nacin. Con sus virtudes y desaciertos
estticos, con sus convergencias y rupturas.
42
Diseo del personaje femenino en la narrativa cubana del siglo XIX
3
Se ha respetado la ortografa de la poca.
43
Diseo del personaje femenino en la narrativa cubana del siglo XIX
4
Aunque circul como manuscrito en 1838, se consigna aqu su fecha de publicacin en la revista Cuba
Contempornea de La Habana.
44
Diseo del personaje femenino en la narrativa cubana del siglo XIX
veces intrascendente. Por supuesto, no es necesario insistir que el caso de Cecilia Valds
fue una excepcin de la regla.
Al igual que en la lrica, el diseo ficcional de la imago femenina en la narrativa
estuvo vinculado al ideal de mujer joven. De acuerdo con Montero (85), aquellas que
rebasaban los lmites que impona la edad para acceder al matrimonio, generalmente
hasta los treinta aos, con la inevitable prdida del rol reproductivo, eran consideradas
descartables para el cabal desempeo de esta actividad social a la que estaban
destinadas por su naturaleza biolgica, tica, esttica, moral, sexual y espiritual, segn el
discurso androcntrico colonial.
En otro aspecto, el diseo de los personajes femeninos advierte una
correspondencia semntica alusiva a los mitos dualistas (Ivanov 319), que parte desde la
propia conformacin de los atributos etopyicos y prosopogrficos, distintivos de los
diferentes patrones de belleza de la imago mujer. Hago referencia a la ambivalente
connotacin basada en la oposicin que las cadenas lexemticas angelical versus
satnico, divino versus profano establecen; estticas equivalentes a la sacralizacin y
desacralizacin del arquetipo virginal mariano.
Esta praxis ontolgica del culto a la mujer no es propia del romanticismo,
procede de la concepcin filosfica que del ideal femenino se gest en el pensamiento y
el discurso hegemnicos, ms tarde proyectados desde lo individual del logos patriarcal
al imaginario colectivo. Lo anterior incentiv, por un lado, un modelo de mujer a imitar
y ponderar, cuyas cualidades ms notorias constituan la virginidad (smbolo de pureza),
la fragilidad y pasividad femeninas, as como su sometimiento al varn dominante en el
espacio domstico. Por otro, dise un estereotipo satanizado que el discurso
eclesistico exorcizara como las desnaturalizadas hijas de la Eva pecadora. Ambos
cultos, devenidos en mitos culturales todava presentes en el espectro culturolgico
universal, alcanzan una fuerte proyeccin ideolgica, matizada por las directrices
exegticas de la praxis escritural del movimiento romntico.
Este ambivalente recurso mitopotico fue filtrado, adems, por las voces
heterodiegticas de determinados narradores en sus estticas ficcionales, que
ponderaron el tipo de la mujer sensual y fatdica. A mi juicio, he aqu al ms interesante
de los modelos femeninos en la narrativa cubana fundacional y el nico de los
anteriores mencionados que ha trascendido a la actualidad. Sus roles de tentacin-
dominacin ejercidos en la accin dramtica proyectan una influencia nociva para el
sujeto masculino, de ah la denominacin caracterstica de mujer fatal. Con Ramn de
Palma, en Matanzas y Yumur, surge primero como espaola e innominada. En esta
versin criolla del famoso rapto de la Helena griega, un libidinoso behque no pudo
sustraerse a la irresistible belleza de la mujer blanca sin nombre y, al raptarla, provoca la
venganza de los espaoles contra los indgenas. Con Una Pascua en San Marcos
(1838) luego fue criolla ahora s, pero adltera, llamada Rosa Mirabal. En Villaverde,
el sutil destello de lo fatdico ya se observa en su personaje Vicenta del El ave muerta, la
primera de sus msticas protagonistas, demasiado etrea y endiosada:
45
Diseo del personaje femenino en la narrativa cubana del siglo XIX
sujeto masculino, ejerce un influjo seductor que remeda una suerte de esfinge edpica y
con esto, el eje de la causalidad en la digesis anticipa al lector el efecto nocivo de su
impronta simblica: Quin es bastante fuerte para resistrsele? [dice Leonardo
Gamboa] Quin puede acercrsele sin quemarse? Quin al verla no ms no siente
hervirle la sangre en las venas? Quin la oye decir te quiero y no se le trastorna el
cerebro cual si bebiera vino? (309). La escena con el personaje de Cantalapiedra en las
calles, en medio de la noche, denota la maestra del escritor cuando resalta, mediante la
tcnica del claroscuro, un marcado eje de oposicin binaria (belleza-tinieblas, luz-
oscuridad) vinculado, a su vez, a la irresistible sensualidad de la mujer. Cuando
Cantalapiedra la detiene y pide que se reconozca:
[h]izo Cecilia lo que le dijeron, quizs para verse libre de aquel impertinente,
descubriendo casi todo el busto con solo dejar caer la manta sobre los hombros.
En ese tiempo, Cantalapiedra atiz el cigarro puro que fumaba y produjo mayor
claridad de la que reinaba en torno, puesto que no haba faroles por all, y las
estrellas no alumbraban bastante: -Ah exclam el comisario ()- Habr
quien no se muera de amor por ti? Maldito de Dios y de los hombres el que no
te adore de rodillas como a los santos del cielo! (Villaverde, Cecilia, 275).
Blanco, mestizo o mulato: es la mezcla del varn llamado Dionisio, Pimienta,
Cantalapiedra o Leonardo Gamboa, doblegado a los pies de la criolla Virgencita que
coquetea y desdea al msero emancipado, pero solo perseguir al nico que podr
favorecerla en sus propsitos de ascender en la escala social. Porque ella, la ms famosa
de las mujeres ficcionales cubanas, es tambin una Cenicienta amulatada que suea con
carruajes, una vida colmada de riquezas y vestir tnicos de seda como las seoras
blancas. Pero lo fatdico en la sensualidad de Cecilia no est marcado por la perversin
demonaca de una mentalidad subyugadora; ella es, ciertamente, una diosilla angelical
(recurdese su primera versin en el cuento de 1839), con mezcla de diablilla
huracanada. Y en esta mixtura ficcional no existen trminos medios que sopesen su
conducta. Es una ingenua que sabe subyugar, enloquecer, atraer con su mejor arma, la
misma que la condena al sufrimiento porque Cecilia es no se olvide, representativa de
un sector social que no poda aspirar a la alcurnia nobiliaria prometida por el
desenfrenado heredero de Casa Gamboa. De este modo, la mulata se sabe doblemente
traicionada. Primero, por el blanco que nunca la desposar porque sobre ambos pesa el
estigma racial, la sancin moral y el vnculo consanguneo de hermanos, aun cuando la
pasin incestuosa parezca consumada. Segundo, por la misma belleza criolla de su
mulatez, el hbrido maldecido del siglo XIX cubano. El desenlace de su venganza es
harto conocido y mucho se ha hablado sobre ello, intil redundar en detalles. No
obstante, lo significativo del hecho es que la mujer fatal en el devenir histrico de las
letras insulares cobra una nueva vctima, pero todava usando a terceros.
A diferencia de Cecilia, el personaje protagnico de Luca Jerez o Amistad
funesta (1882) de Jos Mart (1853-1895) es, literalmente, de armas tomar. Con ella, la
belleza femenina no alcanza el erotismo torbellinesco de la anterior clsica de clsicas
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Diseo del personaje femenino en la narrativa cubana del siglo XIX
Universidad de Oriente*
Edificio J-5 Apto. 2, Distrito Jos Mart
Santiago de Cuba (Cuba)
ronald@uo.edu.cu
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Diseo del personaje femenino en la narrativa cubana del siglo XIX
OBRAS CITADAS
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51-76
ESTUDIO DE LA OBRA DE STEVENSON SOBRE LA BASE DE LA
TEORA DE JUNG DEL ARQUETIPO DE LA SOMBRA EN EL
EXTRAO CASO DEL DR. JEKYLL Y MR. HYDE
An analysis of Stevensons novel based on Jungs theory of the Shadow archetype in
The strange case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde
Resumen
La dualidad de la humanidad siempre ha sido estudiada desde muchas perspectivas, pero
la originalidad de nuestro estudio reside en la perspectiva sustrada a base de la teora de Jung de
los arquetipos. Este artculo examinar el arquetipo de la sombra como figura principal para
entender los aspectos ms relevantes de la novela de Stevenson El extrao caso del Dr. Jekyll y
Mr. Hyde as como la estructura de la dualidad en el ser humano.
Palabras clave: Sombra, Arquetipo, Jung, Inconsciente, Dualidad.
Abstract
Duality has been examined from a variety of different perspectives, but the originality of
the present paper resides in the view obtained by an analysis based on Jungs theory of
archetypes. This paper will explore the Shadow archetype as the key component to understanding
the main aspects of Stevensons novel The Strange Case of Dr Jekyll and Mr Hyde and also the
framework of duality in humankind.
Key Words: Shadow, Archetype, Jung, the Unconscious, Duality.
INTRODUCCIN
Como un personaje que se presenta inesperadamente y de la forma ms oscura,
el doppelgnger rene muchas de las caractersticas esenciales para ser uno de los
personajes ms terrorficos de la novela gtica.
El personaje del doppelgnger en su contexto literario ha sido tratado en
diferentes estudios, como veremos ms adelante en el captulo dedicado a la revisin de
la literatura. De este modo, la originalidad de esta investigacin reside en el estudio de
este personaje tratando el inconsciente del texto, as como su simbologa a travs de los
arquetipos de lo inconsciente colectivo.
La literatura, y en concreto la obra de Stevenson, nos muestra cmo los
protagonistas proyectan muchos de los contenidos de lo inconsciente que son
censurados a toda costa por una cuestin moral y/o social. Por ello, es revelador
interpretar la unin entre la visin psicoanaltica junguiana del arquetipo de la sombra
en su contexto literario de lo gtico y su conexin con una lectura cultural y social.
Marta Gmez Moreno y Elena Carolina Hewitt Hughes
METODOLOGA
Los contenidos del inconsciente colectivo son los llamados arquetipos (Jung,
Arquetipos). Tambin se denominaron de diferentes formas: dominantes, imagos,
imgenes primordiales o mitolgicas entre otras opciones, pero el trmino arquetipo es
el ms conocido de todos ellos. El papel primordial del arquetipo se caracteriza por la
tendencia innata, que no aprendida, a experimentar las cosas de cierta forma y no de
otra. De esta manera, un arquetipo es una ocasin de representacin, sin embargo, la
imagen arquetpica propiamente dicha se constituye del material de la experiencia
consciente.
En el individuo los arquetipos aparecen como revelaciones inconscientes de
naturaleza espontnea cuya existencia y cuyo significado solo puede desprenderse
indirectamente (Jung, Los arquetipos). El arquetipo en s es un factor psicodeico
(compuesto de lo psquico y lo celestial) debido que est incluido en la parte no visible
de la psique y que no tiene conciencia. La razn es que todo lo que tiene que ver con el
arquetipo y que es visto por la conciencia muestra diversidad sobre un tema importante.
La naturaleza del arquetipo es psicodeica a su inhabilidad de conciencia y de naturaleza
transcendental (Jung, Los arquetipos).
Aunque hablemos de formacin de imgenes arquetpicas, realmente estas son
irrepresentables, pero, al igual que ocurre con las molculas, estas encuentran cierto
patrn para su representacin. En el caso del arquetipo, estas representaciones se
denominan tema o mitologema (Jung, Arquetipos, 255). Por regla general, el sujeto se
encuentra entre la conciencia colectiva, reconocida por su racionalidad, y el
inconsciente colectivo, lo que significa dificultades al entendimiento medio. La
conciencia subjetiva escoge las imgenes y creencias de la conciencia colectiva, siendo
reveladas con total naturalidad, mientras que, por otro lado, los contenidos del
inconsciente colectivo se reprimen. Sin embargo, es relevante sealar que la represin
tiene un lmite, por as decirlo. Cuanto ms se suma la carga energtica producida por la
represin en contenido de lo inconsciente, ms posibilidad existe que el represor sea
ms efectivo en proporcin. Cuanta ms carga se da con los contenidos reprimidos, ms
posibilidad existe que estos dejen de serlo, dndose el efecto contrario.
Finalmente, debemos mostrar la existencia de fenmenos psquicos de este tipo en
el folclore de otros pueblos, razas, textos milenarios, cuya existencia ha sido corroborada
no solo por Jung (1970), sino tambin por otros estudiosos de campo. Segn Jung, la
carga histrica, mitolgica y folclrica nos ayuda a corroborar la igualdad espacio-
temporal. La posibilidad del estado de la psique y la luz como vehculo de transmisin nos
52
Estudio de la obra de Stevenson: El extrao caso del Dr. Jekyll y Mr Hyde
53
Marta Gmez Moreno y Elena Carolina Hewitt Hughes
sentida. De esta forma, dicha proyeccin de las cosas (acontecer psquico = mito) es tan
profunda que se tardaron siglos en separar ambos conceptos, ejemplo de ello podra ser,
desde nuestro punto de vista, que durante siglos atrs, los eclipses se atribuan a la ira de
dios, mientras que en la actualidad son entendidos como simples fenmenos
astronmicos.
Segn Jung, el conocimiento de la naturaleza es esencialmente lenguaje y
revestimiento exterior del proceso psquico inconsciente. A partir de aqu dedujimos
que, para explicar el mito, se pensara desde la lejana relacin con el alma. La idea es
que el alma contiene todas las visiones/imgenes de las que han surgido los propios
mitos. As la doctrina tribal, incluida dentro de las doctrinas secretas, trata de concebir
las cosas sin hacer juicio de ellas, lo que se denomina como el invisible acontecer
psquico. Ejemplo de ello sera el concepto de templos en las religiones o los escritos
sagrados que tratan de exigir la supremaca ms ensalzada. Con ellos, se capta la vida de
lo inconsciente colectivo desde el punto de vista religioso de donde se han tomado casi
en su total integridad las representaciones dogmticas arquetpicas fluyendo en armona
del credo y del ritual de sintomatologa religiosa (Jung, Los arquetipos). El lugar donde
adquiere vida no es otro lugar sino en el alma religiosa, ya que adems se buscan
imgenes poderosas y tranquilizadoras para las profundidades subyacentes en el alma
humana; ejemplo de ello sera la iconoclasia, la santsima Trinidad o el parto de la
Virgen. La asumida significacin y posterior aceptacin de estos arquetipos no nos lleva
ni siquiera a preguntarnos por su sentido, simplemente los adoramos o aceptamos, sin
darnos cuenta que muchas veces los arquetipos de los dioses son, por ejemplo, una
simple suma de prejuicios e ignorancias (Jung, Los arquetipos).
Para Jung en su libro Los Complejos y el Inconsciente (2011), la conciencia es,
per se, como una cubierta sobre el inconsciente. Si juntamos ambos, el inconsciente y el
consciente, podemos ser capaces de describir el total de la mente. Uno de los rasgos
principales por los que se define la consciencia es por su limitacin. Segn Jung (Los
complejos) esta estrechez indica su capacidad de abarcar solo un diminuto nmero de
tipos de representacin. La consciencia est orientada hacia el contexto que nos rodea
Est ubicada en los hemisferios de cerebro, mientras que el resto de la psique no se
encuentra en ninguno de los hemisferios. As pues, Jung define la consciencia de la
siguiente manera: Ser consciente es percibir y reconocer el mundo exterior, as como al
propio ser en sus relaciones con este mundo exterior (75). Es decir, podramos definir
la consciencia como una conexin psicolgica con una circunstancia esencial
denominada yo.
Por lo tanto, la psicologa junguiana define el yo de la siguiente forma: El yo es
una magnitud infinitamente complejo, algo como una condensacin y un
amontonamiento de datos y de sensaciones (Jung, Los complejos, 75). En l se
constituyen la posicin del cuerpo en el espacio, las sensaciones de fro y calor, las
necesidades fisiolgicas como el hambre y la sed, as como la percepcin de emociones.
Es decir, no podra existir la consciencia sin todo este tipo de sentimientos y
55
Marta Gmez Moreno y Elena Carolina Hewitt Hughes
sensaciones. Todo este tipo de conjunciones que rodean a la consciencia le dan a pensar
que quizs la consciencia naci cuando el sujeto fue capaz de reflexionar sobre su
propio ser como individuo (Jung, Los complejos).
Las percepciones que tambin nos brinda la consciencia nos dan la capacidad de
conocer y saber de todo aquello que nos rodea. Nos ayudan a orientarnos en nuestro
contexto, a crearnos ideas e impresiones sobre lo que nos rodea, as como a distinguir
los estados en los que se encuentra todo lo que nos rodea. Para que estas sensaciones
sean puras en su percepcin no deben incluir ningn juicio de valor, ni ser guiadas o
adulteradas.
Por otro lado, Jung apunta que tambin tenemos cierta capacidad de adelantarnos
a ciertos acontecimientos futuros (Los complejos). Esta habilidad se denomina
intuicin (79). Es decir, no somos adivinos para saber lo que va a ocurrir en un
momento concreto, pero Jung s habla de esa forma de adelantarse a un suceso, que con
el empleo de la intuicin, solo unos segundos antes, sea lo suficientemente til incluso
para salvarnos de cierto peligro. Aqu nos servira el ejemplo de las personas que se
exponen a las condiciones naturales, que hacen un uso continuado de esa intuicin.
Cuando un individuo se enfrenta a un despliegue de condiciones novedosas, falto de
valores y concepciones slidas, hace uso de esta habilidad.
De la misma forma, estas funciones de la consciencia que hemos descrito son
tambin aplicables al inconsciente. Es decir, no se restringen solo a la esfera de la
consciencia. De sobra es conocido que estas funciones tambin pueden darse con cierto
automatismo; una forma de ejemplificarlo sera cuando un sentimiento asalta nuestra
estabilidad crendose as al margen de toda intencin por nuestra parte, en algunas
ocasiones incluso llegando a dominar por encima de nuestro deseo o voluntad (Jung,
Los complejos). Pues bien, todo este tipo de funciones no solo se dan en el consciente
sino tambin en el inconsciente, tal y como hemos indicado, ya que son percibidas
involuntariamente. As pues, se pueden dar durante los procesos onricos, donde incluso
podemos llegar a darnos cuenta de su existencia. Por lo tanto, estas funciones no
dependen de la consciencia para su puesta en escena, puedan darse sin tener que contar
su participacin.
Pero vayamos a otro aspecto de la consciencia, denominado la orientacin en el
espacio interior (Jung, Los complejos, 89). Este tipo de orientacin es la que se da en el
seno de los sucesos acontecidos en la psique. Es decir, son aquellos hechos que se dan el
lo que se denomin el mundo de la sombra (89). Con ello se refiere a los sucesos que
se dan en la parte desconocida del yo, de ah que como resultado obtengamos el
conocimiento de alguna faceta desconocida de nosotros mismos. Son descubrimientos
sobre nosotros que van sucediendo a lo largo de nuestra vida, y que antes no habamos
supuesto que formaran parte de nuestro ser. Por lo tanto, nuestra personalidad venidera
se encuentra ya en nuestras personas, pero est an escondida en la sombra. Por otro
lado, aparte de la sombra, tambin guardamos recuerdos y una memoria que hacen
resurgir hechos que hemos ido amontonando y que cuando surgen de nuevo en nuestro
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Estudio de la obra de Stevenson: El extrao caso del Dr. Jekyll y Mr Hyde
ser, o bien nos asaltan, nos atormentan, o bien nos cautivan. El trabajo de la memoria
nos une con aquellas cosas que se han desvanecido de nuestra consciencia, debido a que
han sido desechadas o arrinconadas. Lo que se denomina memoria es una habilidad
para reproducir lo que se encuentra en el inconsciente (Jung, Los complejos).
De lo ms profundo del ser tambin aparecen los llamados afectos (Jung, Los
complejos, 93). Los conforman situaciones de nuestro interior cuyo terreno somos
nosotros mismos. Es muy peculiar creer que los afectos provienen de agentes externos y
misteriosos; pero es un error, ya que se trata de actos y reacciones involuntarias y
automticas. Ejemplo de ello sera la agresividad y violencia o bien de palabra o acto
que nos surge cuando alguien nos dice algo desagradable, sea verdad o simplemente
nos lo parezca. De ah vemos que el sentido comn etiqueta este tipo de estado
emocional con expresiones del tipo la tristeza le embarga (Jung, Los complejos, 93) o
Dejarse llevar por la clera (93). Esta forma de padecer los afectos no es otra que un
estado al que nos vemos sometidos sin control alguno. Para Jung adems se trata de un
estallido energtico en el que el control nada tiene que hacer. Estos afectos alteran la
conciencia; nos poseen, incluso llegando a tener comportamientos que nada tienen que
ver con el estado normal del sujeto, ya que es totalmente contrario a l.
Por tanto encontraramos ms lejanas al yo las irrupciones del inconsciente
(111). Estas se relacionan con aquellas interrupciones que se pudieran dar en nuestra
psique, como si interrumpiramos a alguien que est dando una conferencia sin ms.
Ms cerca del yo encontraramos los afectos (Jung, Los complejos, 93); despus, an
ms prximas encontramos las contribuciones subjetivas (Los complejos, 111) de las
funciones que no tienen independencia alguna, a diferencia de los afectos, que pueden
ser adaptadas segn se desee. Es decir, podemos decirle a alguien Buenos das!, sin
que ello elimine mi verdadero pensamiento que es Mal rayo le parta! Este
pensamiento se mantiene oculto, y es arrinconado, debido a un inapreciable papel de la
fuerza de voluntad, ya que no ejercen las contribuciones subjetivas sobre el yo la
influencia que determina a los afectos y a las irrupciones del inconsciente. Sin embargo,
de ser el afecto el que nos instara a hacer esta afirmacin, sera imposible pronunciar
este improperio, a menos que fuese evitado gracias a un gran esfuerzo.
Por ltimo, cercanos al yo, Jung (Los complejos) situaba a los recuerdos. Ah
nuestra intencin es la que domina, pero no siempre es as. De alguna forma, los
recuerdos tambin pueden actuar de forma indeliberada, sin que se sepa cmo ni por
qu estamos tristes o contentos, llegando incluso desembocar en la obsesin. Esta
obsesin tiene lugar en los estratos inferiores de nuestra psique que son el campo de
accin de los impulsos volcnicos que cargan a la conciencia con ciertos componentes.
A priori, segn Franz, la sombra designa a la parte del inconsciente de la
personalidad, ya que en realidad surge en los sueos en forma de persona. La Sombra
no representa toda la personalidad inconsciente sino ciertas cualidades y atributos no tan
conocidos del yo: son elementos que en alguna ocasin incumben a la esfera personal y
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Marta Gmez Moreno y Elena Carolina Hewitt Hughes
que podran ser conscientes, y por otro lado tambin puede estar formado por aspectos
de ndole colectiva que se dan fuera de la vida personal del sujeto.
La sombra tambin coincide con lo inconsciente. Esta concuerda con lo
inconsciente personal, incluso llegando a ser equivalente al concepto de inconsciente de
Freud. Segn Jung (Los arquetipos) la imagen de la sombra encarna todo aquello con lo
que el individuo no est conforme y, de alguna forma, carga contra l.
Los contenidos del inconsciente son ganancias de la vida del sujeto; por otro lado
aquellos del inconsciente colectivo, segn Jung (Los complejos), son los arquetipos.
Entre todos los arquetipos, son susceptibles de ser caracterizados desde un punto de
vista ms cientfico aquellos que con ms asiduidad influencian al yo, y en ocasiones de
forma turbulenta. Estos son la sombra, el nima y el animus. La figura de mejor acceso
es la sombra, cuya cualidad puede derivarse a partir de los contenidos del inconsciente
personal. La sombra en su mayor parte constituye un problema de tica que reta a la
personalidad, ya que la moral est en juego, y es bastante difcil escapar de su
influencia. Est marcada por un una valor afectivo acentuado por la negatividad. Con la
Sombra tratamos de entrever aquellos rasgos ms oscuros de la personalidad. Por otro
lado, la Sombra puede, de alguna forma, fusionarse a la personalidad consciente. El
motivo no es otro sino que existen ciertos aspectos que se resisten por completo a la
moralidad, y por lo tanto es totalmente imposible ejercer ningn tipo de influencia. Por
otro lado, las caractersticas propias de la sombra pueden ser fcilmente reconocidas, ya
que esos aspectos de la personalidad estn carentes de voluntad, ya que se la
constitucin de la emocin se encuentra en el otro (Los complejos, 29).
Sin embargo, es muy posible que el propio sujeto no sea consciente de su
existencia. Jung observ que curiosamente una de las fuentes principales de las
proyecciones de la sombra, como ya hemos descrito, el lado negativo de la
personalidad, se da en ocasiones en el sexo contrario. Es decir, aqu nos podemos topar
con el Animus de la mujer y el nima del varn. Por otro lado, como trmino muy
unido a la mitologa, la sombra, en su representacin del inconsciente personal, y por
ende su contenido, puede hacerse consciente sin mucha dificultad, debido a su
condicin personal. Pero es cuando se nos presenta como arquetipo cuando obtenemos
las mismas dificultades que nos encontramos con el animus y el Anima; es decir, es
posible que uno reconozca sus propios aspectos negativos; sin embargo, es una
experiencia tan extraa como impactante el encontrarse frente a frente con el mal en
primera persona.
La sombra, segn Franz, no solo se conforma en el hecho de ocultar. Adems es
habitual que se d a conocer en un acto sin premeditar. Mucho antes de que tengamos
tiempo de pensarlo, el pensamiento hecho declaracin se hace realidad, se llega a alcanzar
la decisin que justo no queramos, y as luchamos con desenlaces que no desebamos
conscientemente. Adems, es importante sealar que la sombra est expuesta a una mayor
influencia externa de lo que lo est el yo consciente. Franz destaca que cuando se
encuentran personas del mismo sexo, es ms probable que se d este tipo de contagio de
58
Estudio de la obra de Stevenson: El extrao caso del Dr. Jekyll y Mr Hyde
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Marta Gmez Moreno y Elena Carolina Hewitt Hughes
Esperanza, y la Noche, teniendo Freud en este caso que volver a crear una mitologa
que encajase con estos conceptos.
As pues, la Censura, el Superego, Edipo, el polimorfo y malvado Nio,
conformaron las fuerzas de esta mitologa. La Gran Madre, la sombra, el Anima seran
otras de las figuras constituidas para desempear el concepto de personificacin, pero
esta vez de la mano de Jung, segn Sardello, lo que ayud a brindar un amplio elenco
de personalidades dentro del ser humano, argumentando adems que el ego no era lo
nico de lo que se compona la psique. Aos ms tarde, Hillman no dud en reconocer
la relevancia de estos hechos y su contribucin teraputica. Este tipo de imgenes,
indudablemente, tienen vida propia, por as decirlo, y como vivas que estn se expresan
a travs de los sueos, las fantasas y mediante el humor. A travs de estos
acontecimientos imaginativos, el alma transmite informacin, buscando ms que
curacin, atencin. La idea de estudiar estos mundos imaginarios, no es la de curar la
mente, sino la de cuidar la imaginacin. As pues, el arte, la msica, la poesa, y la
literatura, no quieren saber lo que significan estas imgenes, sino que se limitan a dar
vida a esta imaginacin, con la idea de brindar a travs de ellas conocimiento, y a travs
de la psicologa, adentrarnos en ellas (Hillman). As pues, encontramos que la
psicologa de los arquetipos est llena de informacin, ya sea religiosa, mitolgica o de
otra ndole, pero siempre con la finalidad de comunicarse: in the rhetoric of
metaphorical language1 (Sardello, 177).
DUALIDAD Y PSICOANLISIS
Es hora ya de introducirnos de lleno en el anlisis. Stevenson realizara una de las
obras ms famosas sobre la dualidad. Esta dualidad, tal y como se ha mencionado
anteriormente, puede ser estudiada desde muchas perspectivas. Sin duda, para nosotras,
esta dualidad es vista desde el arquetipo de la sombra. Este arquetipo desde el primer
momento atrapa a su protagonista y haciendo uso de la temtica del gtico, este lado
oscuro que expresa a travs de un personaje horrendo, que sin duda encarna todo
aquello que lleva como carga principal el arquetipo de la sombra.
Ya Saposnik apunt la simbologa que entraaba la obra de Stevenson. Tal y
como mencion, sta reflejaba perfectamente las ansiedades de la poca victoriana en
su estudio del dualismo moral y social. Tambin refleja la variedad de personajes que
representan, cada uno a su forma, la sociedad victoriana desde un punto de vista moral,
eso s. La mayora de estos personajes son personas respetadas que por ello, tratan de
enmascarar a toda costa la esencia de su verdadera personalidad. Con ello referimos a la
rigidez moral dentro de una sociedad hipcrita, pero de acuerdo con Saposnik, no se ha
hablado de lo oculto detrs de esa postura.
Shubh y Chakrabarti (2008) abordaron la temtica de la dualidad desde una
perspectiva moral y social. Abordaron la teora de la personalidad en los personajes de
1
En la retrica del lenguaje metafrico (Traduccin nuestra).
60
Estudio de la obra de Stevenson: El extrao caso del Dr. Jekyll y Mr Hyde
la obra. As pues, lo moral y lo social no solo son expuestos desde una perspectiva de la
dualidad del protagonista, sino adems evocando a un estudio ms a fondo sobre el
mismo autor. Pero de nuevo, no se plante el estado de la cuestin desde el arquetipo de
la sombra.
Garner, se acercara an ms al objeto de estudio, solo al respecto de una
perspectiva mdica. Estudi la dualidad a travs de la obra. La autora se refiere con ello
a una enfermedad cerebral orgnica que hace que el enfermo tenga ciertas regresiones a
modelos arquetpicos, as como a un pensamiento primitivo contextualizado dentro de
un mundo metafrico y mitolgico.
Dicha enfermedad desembocara en lo que denomin reduplicative
phenomena 2 (Garner, 339), as como desde un punto de vista psicopatolgico habla de
feelings of perplexity, strangeness 3 (342). Para Garner, esto puede llevar al enfermo a
una disolucin de la personalidad. A la vez, muestra que esta enfermedad psictica hace
emerger en el enfermo pensamientos arcaicos de dualidad. De nuevo, el acercamiento a
los arquetipos es completamente diferente a nuestra perspectiva, ya que se acerca ms a
la visin neuropsicolgica. Es decir, lejos del punto de vista cultural y mitolgico
junguiano.
Dos de los sucesos que acontecieron en la vida del autor pudieron ser el origen
de la novella que nos ocupa. El primero fue tratado como un caso medico que fue
denominado como morbid disintegration4 (Callen, 683). Esto le caus ataques de
histeria que le hicieron experimentar cierta metamorfosis durante su adolescencia.
Pasaba de ser un chico tranquilo y obediente a ser un adolescente violento y vulgar. Sus
mdicos achacaron este comportamiento a una traumtica experiencia en su encuentro
con una vbora. Finalmente, consiguieron curarlo mediante hipnosis, de forma que
nunca podra recordar tan tormentosos ataques.
Por otro, lado Callen achaca el origen de la novela a cierto sueo que tuvo el
autor. Sueo producido a consecuencia de una fiebre recurrente y fluctuante debida a la
tuberculosis. Asimismo, la relevancia dada al inconsciente el cual, en la novella,
encuentra su materializacin a travs de Hyde, una vez este consigue separarse de
Jekyll. El caso de Stevenson, donde como paciente el miedo de la separacin y de las
acciones descontroladas se manifestaba con cierta violencia, proporciona cierta ligazn
con todos los protagonistas.
Ahora bien, es quizs aqu donde nuestra investigacin continuara, ya que
Callen ligara esta manifestacin del inconsciente con cierta perspectiva freudiana y
vista, en sus propias palabras, as a story of conflicted male homosexual desire
perverse desire5 (Callen, 683). Esto es as, porque de acuerdo con Callen el
psicoanlisis de Freud asoci la perversin de dos formas: Freud associates
2
Fenmeno reduplicativo (Traduccin nuestra).
3
Sentimientos de perplejidad, extraeza (Traduccin nuestra).
4
Desintegracin mrbida (Traduccin nuestra).
5
Como una historia de deseo homosexual, varonil y conflictivodeseo perverso (Traduccin nuestra).
61
Marta Gmez Moreno y Elena Carolina Hewitt Hughes
perversion with male (active) sexuality, and neurosis with female (passive)
sexuality6 (Callen, 683). Los acontecimientos, mencionados anteriormente tuvieron
que quedar grabados en el inconsciente. Este es otro argumento de la necesidad de
nuestra investigacin, ya que el estudio del arquetipo de la sombra, esclarecer el
porqu y cmo sta se manifiesta a travs del personaje de Hyde. Nos dar a conocer
todo lo que subyace bajo el inconsciente del texto, y con la ayuda de los dos
protagonistas.
Otros autores hablan de la imposibilidad o la posibilidad de la doble
personalidad. Olson apuntaba la idea de que o bien una persona tenga dos
personalidades, o bien la idea de que una persona sea el hbitat de dos portavoces o
representantes distintos, es decir dos personas que alternan en su aparicin. Algunos lo
llamaban intruder, alien or interloper7 (Dalrymple, 24). Todos al final concluyen con
la idea de la doble personalidad, pero ninguno de ellos menciona el arquetipo de la
sombra.
DAmato (2005) hace una similitud entre el estudio del inconsciente a partir del
psicoanlisis de Freud, y la obra de Stevenson. La autora concluye estableciendo que la
obra de Stevenson ciertamente mostraba una asombrosa relacin con los hallazgos de la
vida inconsciente hechos por Freud (DAmato). Eso s, la autora muestra que esta
dualidad se mostr no solo a partir del conflicto interno de Stevenson que supuso estar
entre la vida y la muerte y que le persigui durante la composicin de su obra debido la
enfermedad por la que finalmente falleci. Las otras obras que realiz Stevenson no
mostraron este tipo de dualidad (DAmato); sin embargo, a propsito de la que nos
ocupa DAmato apunta que Freud habl de la ansiedad expresada en los sueos de
individuos con enfermedades coronarios y pulmonares. De ah, que la obra no solo
tuviera como temtica principal la dualidad, sino adems la salud. As la autora
mostrar muchos otras similitudes entre la simbologa de la interpretacin de los sueos
y la novella, pero de nuevo, no acercndose a nuestro estudio del inconsciente desde el
prisma junguiano.
No obstante, es necesario someter esta obra a un estudio del inconsciente del
texto. Los personajes nunca han sido estudiados desde un punto de vista psicoanaltico,
donde la persona (Jung, El yo, 87), que describe esa mscara que llevamos para
encajar en la sociedad, es la que debe brillar en contextos de este tipo. Y por ltimo,
tampoco se ha hecho hincapi en etiquetar aquello que, desde un punto de vista
psicoanaltico hace que exista una libertad de expresin en la emergencia del arquetipo
del Self. Este artculo pretende catalogar todos estos atributos dndoles una perspectiva
psicoanaltica junguiana, ayudndonos para ello de los arquetipos del inconsciente
colectivo. Es obvio que la dualidad, y el arquetipo de la sombra se dan claramente en la
6
Freud asocia la perversin con la sexualidad varonil (activa) y neurosis con la sexualidad fmina
(pasiva) (Traduccin nuestra).
7
Intruso, alen, o entrometido (Traduccin nuestra).
62
Estudio de la obra de Stevenson: El extrao caso del Dr. Jekyll y Mr Hyde
obra de Stevenson. Pero es la argumentacin expuesta por nuestro anlisis a travs del
inconsciente del texto y el estudio de los personajes, lo que hace original este artculo.
Vila (1996) solo deja caer que hay algo que se esconde en Jekyll. Lo que Vila
indica es justo el punto de partida de nuestra investigacin, es decir, sealar que ese algo
que se esconde no es un mero juego de palabras, sino que es la sombra de Jekyll: If he
be Mr. Hyde, he had thought, I shall Be Mr. Seek 8 (Vila, 7). Adems en el captulo
dedicado a la bsqueda de Hyde nos lleva an ms de la mano de Utterson a descubrir
este enigma. Para Utterson en el captulo dedicado a Search for Mr. Hyde9 vemos
como adems la fontica, nos introduce en un juego de palabras que nos lleva al verbo
hide en ingls (esconder). Estos no solo nos llevara a participar en un juego bajo la
escritura expuesto por Vila sino que adems nos lleva an ms lejos, nos indica que
efectivamente hay algo ms que se esconde en Jekyll y que sin duda se esconde en
Hyde, de ah su asociaciones fonticas con la representacin del arquetipo de la sombra,
ya que esta se esconde, como el nombre del personaje indica.
Vila (1996) aade que dentro de Jekyll se esconde un killer partiendo de que este
se manifiesta como su doble. Veamos la ecuacin que propone Vila: Je y kill
(kill=matar). Es decir, Hyde es que ejecuta lo que l desea (Vila, 8). Sin duda, para el
mismo autor, Hyde se manifiesta como el Doble de Jekyll. Vila sigue aadiendo que
Jekyll esconde sus deseos, ya que stos son rechazados moral y socialmente. Estos
deseos se esconden debido a un rechazo a comprometer su imagen ante la sociedad. Sin
duda el esconder lo que nos da vergenza, aquello que rechaza la sociedad queda
determinado como una caracterstica de la naturaleza humana, escindida por la moral
(Vila, 8). Lo novedosa de nuestra investigacin es que a pesar de que se haya estudiado
la perspectiva del doppelgnger, de la dualidad, nunca llega a tratar el arquetipo de la
sombra, y es ah, donde nuestra investigacin tratar de indagar.
Segn lo conocido los contenidos del inconsciente ataen, segn la concepcin
freudiana, a la infancia debido a la incompatibilidad de su forma. Tal es as, que adems
dicha represin crece dentro de un ambiento de represin moral (Jung, El yo). Segn
esto, se entendera que el inconsciente guarda todas esas partes de la personalidad que
podran formar parte del consciente, de no haber sido censuradas por la educacin. El
inconsciente no solo guarda aquellos contenidos reprimidos, si no tambin aquellos que
simplemente no han traspasado la barrera de la consciencia (Jung, El yo).
De esta forma, anulada la represin, quedara completamente inhabilitada la
produccin inconsciente por quedar estancados los contenidos conscientes en el
inconsciente. Es decir, estos deben ser lo antes posible adaptados y asociados a la
consciencia (Jung, El yo).
Segn Moore, Jung fue uno de los mayores detractores de la rigidez sobre el
significado de la libido de Freud. Jung no crey que toda la interpretacin de la libido en
8
Si l es el Seor Esconder (Hyde), se haba dicho, yo ser, el Seor Encontrar (Seek) (Traduccin
nuestra).
9
En Busca de Mr. Hyde (Traduccin Rosa Regs, en Stevenson, 1985).
63
Marta Gmez Moreno y Elena Carolina Hewitt Hughes
10
Jung identifica estos arquetipos como la persona o mscara, o las envolturas falsas de la sociedad
adquiridas por el individuo; la Sombra, o el lado obscuro de la dualidad, como un Mr. Hyde dentro de Dr.
Jekyll; el Anima/animus, o Eros maternal, o espritu femenino, en el hombre y el Logos paterno, o alma
masculino en la mujer; y, finalmente, el Self, o la esencia de la totalidad de una persona humana, el
individuo por excelencia. Estos smbolos de arquetipos pueden experimentarse mediante el proceso de
individuacin, o la trayectoria hacia la totalidad (Traduccin nuestra).
64
Estudio de la obra de Stevenson: El extrao caso del Dr. Jekyll y Mr Hyde
ANLISIS
Los pensamientos y sentimientos reprimidos que provienen de lo inconsciente,
reflejado en la cita que a continuacin exponemos lo componen anhelos,
reminiscencias, predilecciones, propsitos, etc. Son los tpicos que quedan al
descubierto ante un interrogatorio inquisitivo por parte de alguien. Todo eso, qu duda
cabe, nos llevar a un autoconocimiento total.
[] haba disfrutado bajo el disfraz de Hyde. Tom esta decisin quizs con una
reserva inconsciente, [] El diablo que haba en m haba estado encarcelado
durante mucho tiempo y sali bramando (Stevenson, 112).
Tras comenzar la bsqueda de Mr. Hyde, esta se inicia, no en un aspecto fsico,
sino en una vertiente ms psquica. Desde este momento, Hyde puede ser una
vergenza, o algn castigo para Jekyll en su representacin del yo, de la conciencia, por
haber hecho algo contra lo establecido. Es como si Hyde, es decir, lo inconsciente,
hubiera venido a sacar todo aquello que es vergonzoso para la conciencia, es decir para
Jekyll; bien llmase pecado, bien comprese con algo tan maligno como un tumor:
Ay!, esto debe de ser el espectro de algn antiguo pecado, el cncer de una
escondida vergenza, el castigo que llega, pede claudo (Stevenson, 43).
Nuestra hiptesis va alcanzando con ms fuerza la idea de que Hyde es la
sombra de Jekyll. Es aquel que guarda sus secretos, o lo que podra llamarse a efectos
de inconsciente, aspectos reprimidos de su personalidad.
Este Mr. Hyde pens, si se le estudiara, ha de poseer secretos tales que a su lado
los del mismo Jekyll seran la luz del sol (Stevenson, 43).
Al hilo de lo dicho anteriormente, Hyde simbolizara la oscuridad de aquello que
se oculta en los estratos de lo inconsciente, bien pudiera ser en forma de afectos, pero
fundamentalmente proveniente de lo inconsciente. Mientras que Jekyll representa la
consciencia o al menos uno de sus estratos ms altos y alejados de lo inconsciente, es
decir la claridad frente a la oscuridad. As pues, se plantea una descripcin de un
esquema referente a la constitucin de la psique (Jung, Los complejos, 116), dnde las
partes ms oscuras representaran las zonas ms cercanas a la consciencia donde
domina la realidad ms liderada por el pensamiento. La zona ms clara, es el paso
intermedio del yo entre el mundo consciente y lo inconsciente. Por ltimo la zona
central ms oscura dara paso a las irrupciones producidas por los afectos, lo mgico y
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Marta Gmez Moreno y Elena Carolina Hewitt Hughes
lo espiritual, y donde lo que vive en realidad dentro, se deja ver en su salida hacia el
exterior. Nosotras hemos observado pues esta relacin entre Jung y la lectura de la obra
de Stevenson, que a continuacin iremos exponiendo en nuestro anlisis.
Esquema Referente a la Constitucin de la Psique
1. Sensacin (oscura exterior)
2. Pensamiento (oscura exterior)
3. Intuicin (oscura exterior)
4. Sentimiento (oscura exterior)
5. El Yo, la voluntad (en blanco)
6. Recuerdos (zona ms clara)
7. Contribuciones subjetivas (zona ms clara)
8. Afectos irrupciones (zona ms clara)
9. Irrupciones (zona ms clara)
10. Inconsciente personal (zona central ms oscura)
11. Inconsciente colectivo (zona central ms oscura)
(Jung, Los complejos, 116)
La zona ms oscura encarna la conciencia, el mundo consciente tal y como lo
vemos y en el que nos situamos debido a la sensacin, al pensamiento, a la intuicin y al
sentimiento. La zona 5, que es la que marca el paso de la zona ms oscura a la ms
clara, encarna el acceso que da paso al yo desde el mundo exterior hasta el mundo
interior, y con la que podremos explicar la intrusin del arquetipo de la sombra, es decir
la aparicin de Hyde en la vida de Jekyll, como proyeccin de su inconsciente.
No obstante, desde la zona 1 a la 4, sera los primeros pasos en el conocimiento
de los sentimientos y pensamientos reprimidos por el Yo:
Comenc a reflexionar con mayor seriedad que hasta entonces las consecuencias
y las posibilidades de mi doble existencia. La parte de m mismo que tena el
poder de proyectar al exterior desde haca algn tiempo la haba ejercitado y
nutrido de sobremanera. (Stevenson, 110)
As pues, mientras que el mundo exterior y de la consciencia est adquiriendo
nuestra atencin, no nos damos cuenta de lo que est ocurriendo en esta zona
intermedia. Sin embargo, cuando la concentracin de la conciencia es menor, los
recuerdos, las contribuciones subjetivas, los afectos y las irrupciones, que antes
mencionbamos, suben a la superficie, provenientes de un centro ms oscuro, al que la
palabra inconsciente solo trata de referir. De esta forma, en el hombre primigenio se
puede ver con claridad como la llegada de la noche motiva su idea del mundo. Durante
el da, toda su atencin est enfocada al mundo exterior concretamente. Pero cuando se
cierne sobre l la oscuridad, todo es mgico y espiritual, ya que con el atardecer viene la
desaparicin de la conciencia diurna. Es por ello por lo que para Hyde, lo ms difcil es
librarse de las ataduras de la conciencia. Incluso podemos hacer referencia a lo dicho
66
Estudio de la obra de Stevenson: El extrao caso del Dr. Jekyll y Mr Hyde
anteriormente con una comparacin de sta con la luz, cuando siempre se libra de lo
inconsciente, o sea Hyde, proviene de la parte ms oscura:
Pero ahora, frente al accidente de aquella maana, tuve que reconocer que as
como al principio lo ms difcil era liberarse del cuerpo de Jekyll, en los ltimos
tiempos, y de forma lenta, pero decidida, las dificultades iban por el lado
contrario. Todo pareca indicar que poco a poco iba perdiendo el dominio de mi
yo original y mejor, para irme incorporando, lentamente al Segundo, que era el
peor. (Stevenson, 111)
Una vez que la luz desaparece, aparece de nuevo el mundo interior, que para el
hombre primigenio es tal real como el mundo exterior. De esta forma, los contenidos
que nacen en el inconsciente psquico incurren en el consciente del mundo interior de
cada sujeto y afloran en l determinadas sensaciones cuya naturaleza va ms all del
conocimiento del primigenio. Dicho de otra forma, los espritus se convierten para l en
seres reales: En el primitivo, pues, el interior est proyectado en el exterior y aparece
siempre durante la noche (Jung, Los complejos, 117).
Al tratarse de un novella del gnero gtico, el arquetipo de la sombra como
sabemos tiene su propia apariencia fsica en Hyde. Esta empieza a dejarse ver
curiosamente en el rostro de Jekyll. Nosotras hemos notado que es obvio ya que la
dualidad desde donde se erige la temtica principal de esta obra es precisamente en la
doble personalidad, en el cambio de aspecto fsico. De alguna forma, esta parte del
inconsciente que tratamos de exponer, digamos que habra tomado forma fsica incluso,
y es ah donde residira uno de las partes terrorficas de esta obra.
El ancho y vigoroso rostro del Dr. Jekyll palideci hasta los labios y una sombra
pas por su mirada. (Stevenson, 46)
Es necesario apuntar que en esta cita aparece la palabra en ingls blackness.
Palabra que en la mayora de las versiones espaolas de la obra es habitualmente
traducida como sombra, aunque en ingls venga a significar negrura o en su sentido
ms figurativo negatividad. Tal es as que podemos observar una vez ms como en la
obra no deja de emerger simbologa de cualquier tipo relacionada intrnsecamente con
el arquetipo de la sombra y con su posicin dentro de la parte ms oscura segn la
estructura de la psique antes expuesta por Jung. Por ello parece ser que la sombra,
efectivamente, se encuentra dentro de nosotros, pero en nuestra psique:
Segn mi explicacin, esto se debe a que todos los seres humanos con los que nos
encontramos son una mezcla de bien y de mal, y en toda la Humanidad solamente
Edward Hyde era el mal puro (Stevenson, 104).
Es bien sabido que los pensamientos provenientes de lo inconsciente a travs del
arquetipo de la sombra crean situaciones de tensin y angustiosas. La idea es que sta
nos obliga a acercarnos a un lado de la psique que no ha sido filtrado por la consciencia
y, que nos hace ser de una forma que sta no permite. Segn lo dicho por Jung (Los
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Estudio de la obra de Stevenson: El extrao caso del Dr. Jekyll y Mr Hyde
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forma, podemos aunar las con/discordancias entre lo expuesto por ambos psicoanalistas
en el cuerpo dormido de Hyde:
[] dorma revestido de la forma de Edward Hyde. Esto me hizo sonrer y dando
rienda suelta a mis efectos psicolgicos inici, con prisa, un anlisis de los
elementos de aquella ilusin (Stevenson, 108).
70
Estudio de la obra de Stevenson: El extrao caso del Dr. Jekyll y Mr Hyde
ejemplo, desembocadas de las doctrinas religiosas. Esta caracterstica hace, por otro
lado, que sean adems ms consentidas por la sociedad.
Debes dejarme seguir mi oscuro camino. He provocado en contra de m un
castigo y un peligro que no puedo nombrar. Si soy el ms grande de los pecadores
soy tambin el mayor de los afligidos. Nunca hubiera sospechado que en este
mundo se pueda sufrir tormentos tan terribles (Stevenson, 66).
Adems este tipo de smbolos hacen tal mella, en muchas ocasiones, en el
individuo, que el sentimiento que crea hace que acten de forma similar a los prejuicios.
El motivo no es otro sino que all donde son censurados o arrinconados, hace que
buceen en el inconsciente con ciertas implicaciones, as como resultados enigmticos.
Tales instintos del inconsciente conforman una sombra (Jung, El hombre, 93)
demoledora dentro de nuestra consciencia.
Segn Scott, Jung (1934) compara el encontronazo con la sombra como el acto
de mirarnos frente a un espejo. Se da como el proceso doloroso y obligatorio de
concienciacin, sin poder obviar la informacin que nos presenta el inconsciente:
En el primer soplo de esta nueva vida ya me sent cien veces ms perverso, como
si fuera un esclavo vendido a mi demonio innato [], y cuando llegu a mi
alcoba contempl por primera vez a Edward Hyde [] La parte nociva de la
naturaleza, a la que ahora yo haba transferido la virtud plasmante, era menos
robusta y estaba menos desarrollada que la parte buena, acabada de abandonar
(Stevenson, 103-104).
Es por ello que sera muy beneficioso para la consciencia poder separar esta
dualidad de la que el hombre se compone, para disminuir as el sufrimiento. Es
importante recalcar como Jekyll, al referirse a esta dualidad que lo perturba, se refiere
no solo a algo que le sucede a l, sino al algo que es inherente a todo ser humano; de
ah, nuestra relacin en este estudio con la simbologa de los arquetipos. Es por lo que
pretende poder crear una disociacin:
Si cada uno de ellos me deca pudiera ser alojado en una personalidad distinta,
la Humanidad se vera aligerada de un insoportable pesar. El injusto seguira su
camino, libre de las aspiraciones y de los remordimientos de su inflexible
hermano gemelo [] Era una maldicin de la humanidad el hecho de que
estuvieran unidas y en un solo manojo estas dos ramas antagnicas, y que en las
entraas dolorosas, en la conciencia, los dos gemelos irreconciliables sostuvieran
una lucha sin reposo (Stevenson, 101).
Como hemos sealado anteriormente, la consciencia fracasa frente a lo que va
emergiendo de lo inconsciente. La sombra en este caso, va ganando en su batalla
frente a la censura, imponindose por doquier:
Aqu y all seguan a las fechas breves observaciones, generalmente de una sola
palabra. doble, la misma palabra se repeta seis veces en un total de varios
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CONCLUSIN
A travs de este artculo se demuestra que la figura del doppelgnger no es la nica
va para poder explicar la simbologa del la dualidad del ser humano. El estudio aqu
presentado ha dado a conocer ciertos procesos inconscientes que nos llevan a alcanzar el
Self o proceso de individuacin. De esta forma, el arquetipo de la sombra se erige como
uno de los arquetipos que ayudan a alcanzar ese proceso, ya que para ello es necesario
equilibrar la consciencia con lo inconsciente, en definitiva aceptar lo que somos.
Por otro lado, hemos conocido uno de los pares antagnicos de los que Jung (El
yo) hablaba y en los que nos dividimos, psquicamente hablando. Con los personajes,
aqu analizados, hemos podido examinar unos de los pares antagnicos, como son la
dualidad entre el bien y el mal, lo que nos ha permitido estudiar ambas partes.
Al hilo de la importancia de la consciencia para asimilar lo inconsciente hemos
visto cmo una carga de la representacin de la consciencia, o sea de lo establecido,
podra verse en todos los personajes masculinos de la obra y a los que Hyde asesina. Es
como un atentado del inconsciente contra la consciencia. Estos personajes Sr. Utterson,
abogado, el Dr. Lanyon, el parlamentario ingls Sir Danvers, son hombres poderosos,
con una moralidad intachable en teora, es decir perfectamente encajados en su
persona/mscara, donde la consciencia rige todo pensamiento y mantiene a raya toda
represin proveniente de lo inconsciente. Algo que no conviene a lo inconsciente
(Hyde) y que es necesario eliminar para poder traspasar la censura de la consciencia.
As pues, y segn la presente exploracin, a partir de la metodologa de la
psicologa analtica hemos examinado los diferentes resultados sustrados a partir del
arquetipo de la sombra. En trminos generales, el actual estudio de la novela ha
ahondado en una perspectiva ms psicolgica que temtica. Es decir, uno de los
componentes gticos de la misma se ha tornado elemento esencial a la hora de
ayudarnos con lo inconsciente del texto. A travs de Hyde y Jekyll hemos podido
estudiar el poder del inconsciente sobre la conducta a travs del arquetipo de la sombra.
Esta no solo nos ha hecho ver el lado negativo de la naturaleza humana, sino tambin la
parte positiva que existe cuando se dejan de reprimir ciertos aspectos de ndole personal.
Este estudio nos lleva a contemplar que, a pesar del modus operandi de Hyde, Jekyll
siente cierta liberacin a travs de la exposicin total del inconsciente. La mscara o
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Estudio de la obra de Stevenson: El extrao caso del Dr. Jekyll y Mr Hyde
persona que, segn Jung (El yo) todos llevamos como consecuencia de la censura de lo
inconsciente se desprende de Jekyll con la aparicin de Hyde. Es quizs donde se puede
ver cierto aspecto positivo en el arquetipo de la sombra, ya que en esta faceta nos acerca
ms a nuestro Self.
Asimismo, este artculo ha profundizado ms all del mtico doppelgnger. Con
nuestro estudio de lo inconsciente colectivo y, en concreto con la ayuda del arquetipo de
la sombra, se ha expuesto una visin ms detallada de la dualidad del ser humano,
llevndonos, a travs del texto, a otras formas de conocimiento de lo inconsciente
colectivo.
Granada (Espaa)*
artaggomezmoreno@gmail.com
Universidad de Granada**
Granada (Espaa)
ehewitt@ugr.es
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76
77-92
MOVIMIENTO, ESPACIO Y LENGUAJE EN CIUDAD DE
CRISTAL DE PAUL AUSTER
Movement, space and language in Paul Austers City of Glass
Resumen
El objetivo de este artculo es mostrar cmo en la novela Ciudad de cristal de Paul
Auster tiene lugar una aproximacin a lo singular a travs del lenguaje. Sin embargo, esta
adecuacin entre las palabras y las cosas tiene que sucumbir frente al movimiento y cambio
constante de estas ltimas, lo que produce que la adecuacin perfecta de lo singular y el
lenguaje no se pueda llevar a cabo, transformndose el lenguaje en silencio. Creemos que esto
se confirma en la actitud de dos de los personajes de esta novela (Peter Stillman padre y el
detective Quinn), cuya nica alternativa y escapatoria consiste en fundirse con la ciudad,
convirtiendo el espacio en una nueva articulacin lingstica.
Palabras clave: Movimiento, Misterio, Lenguaje, Ciudad, Espacio.
Abstract
The aim of this article is to show how in Paul Austers novel City of Glass, takes place
an approach to singularity through language. This approach fails to reach its goal because of
the constant movement and change of things, which has as a consequence that the perfect
adequation between the singular and language cannot be carried out, turning the language into
silence. We think that this is confirmed in the behaviour of two of this novels characters (Peter
Stillman senior and Quinn the detective), whose only alternative and scape consists of merging
with the city, transforming the space into a new linguistic articulation.
Key words: Movement, Mistery, Language, City, Space.
EL MOVIMIENTO
En Ciudad de cristal (1985)1, un oscuro escritor de novelas de detectives,
Quinn es confundido a travs de una llamada telefnica, con el detective privado
Paul Auster. Se le solicitan sus servicios para evitar un crimen. Las primeras lneas de
la novela nos cuentan algo de esta llamada:
Todo empez por un nmero equivocado, el telfono son tres veces en mitad
de la noche y la voz al otro lado pregunt por alguien que no era l. Mucho ms
tarde, cuando pudo pensar en las cosas que le sucedieron, llegara a la
conclusin de que nada era real excepto el azar. Pero eso fue mucho ms tarde.
1
Los textos citados de Ciudad de cristal corresponden a la traduccin de Maribel de Juan citada
en la bibliografa.
Juan Serey Aguilera
79
Juan Serey Aguilera
planteadas por el libro que est por nacer en ella, el libro imposible de Stillman-padre.
Pues Ciudad de cristal es una novela que se escribe sobre el nacimiento de un libro,
como veremos ms adelante. Esto apunta a mostrar cmo Ciudad de cristal es una
novela que pretende dejar de ser lo que era, cuestin que se acopla muy bien con su
movimiento interno, pues no existe en ella la posibilidad de despliegue ltimo de su
significado, lo cual la convierte en texto, en posibilidad de articulacin lingstica en
cuanto espacio.
EL MISTERIO
Dentro del proceso del desarrollo de la novela, encontramos una pista, una
indicacin para el lector, una suerte de puesta en aviso de cmo enfrentar una novela
de misterio como la que se est narrando-contando-escribiendo-desarrollando.
Cuando leemos acerca del gusto de Quinn por las novelas de misterio nos
encontramos con lo siguiente:
Lo que le gustaba de esos libros era la sensacin de plenitud y economa. La
buena novela de misterio no tiene desperdicio, no hay ninguna frase, ninguna
palabra que no sea significativa. E incluso cuando no es significativa, lo es en
potencia, lo cual viene a ser lo mismo. El mundo del libro toma vida, bulle de
posibilidades, de secretos y contradicciones. Dado que todo lo visto o dicho,
incluso la cosa ms vaga, ms trivial, puede estar relacionada con el desenlace
de la historia, es preciso no pasar nada por alto. Todo se convierte en esencia; el
centro del libro se desplaza con cada suceso que lo impulsa hacia adelante. El
centro, por lo tanto, est en todas partes, y no se puede trazar ninguna
circunferencia hasta que el libro ha terminado (Auster, Ciudad,19).
Si seguimos al pie de la letra esta observacin acerca de las novelas de
misterio, o si la ampliamos a toda novela en general, nos encontramos frente a una
tarea pasmosa: toda palabra, por pequea que sea, ser significativa o podr serlo,
cada hecho, cosa, descripcin exclamacin, expresin, etc., estar conectado,
vinculado, mediado y tendr su lugar propio en el desarrollo de la historia cuando
lleguemos al desenlace final. Un libro repleto de secretos y contradicciones, temibles
palabras que nos llevan a pensar en lo incalculable e inabarcable que tal libro puede
ser, incluso cuando llegamos a su desenlace. Tal vez lo que diferencia a una novela de
misterio normal, o abiertamente mala es que tiene un desenlace, un gesto significativo
donde cada pieza ocupa su lugar, donde cada palabra ocupa su puesto en la cadena de
significaciones, donde cada pista nos lleva a la disipacin del no saber, donde el
secreto se convierte en certeza. Esta novela de misterio apunta a otra cosa: a su falta
de completitud.
Paso a paso, seguimos pues, en movimiento. El centro del libro se desplaza
hacia delante. El centro est en todas partes. Tal vez el libro no se puede cerrar. La
circunferencia no se puede cerrar, pues cmo saber que este libro ha terminado? Tal
vez el misterio sigue acechando. Si trazar la circunferencia es imposible, tal vez s es
80
Movimiento, espacio y lenguaje en Ciudad de cristal de Paul Auster
posible trazar una espiral que recoja sus momentos, que asuma y recorra cada
fragmento, cada pequea palabra, cada pista y que en este proceso de lectura y re-
lectura se vaya re-escribiendo sin posibilidad de cierre. Sera una tarea paradjica,
pues recogera sus momentos, sin esperar un sentido global para todos ellos. Como
bien sugiere William Lavender: el punto es que Ciudad de cristal, sugiere,
alegricamente, un sistema paradjico, autorreferencial y complejo de gnesis (224.
Traduccin ma). En otras palabras, a cada paso nos encontramos con un nuevo
inicio2, guiado por la paradoja en la que hay que mantenerse.
Para esto habr que adoptar la actitud detectivesca (que tambin deviene en
paradoja), de un ojo privado o la de un yo privado. La primera expresin es la
traduccin de private eye que en el argot describe a un detective privado; la
segunda es la traduccin del sonido de la palabra eye en ingls, que suena
exactamente como I, yo en ingls:
El detective es quien mira, quien escucha, quien se mueve por ese embrollo de
objetos y sucesos en busca del pensamiento, la idea que una todo y le d
sentido. En efecto, el escritor y el detective son intercambiables. El lector ve el
mundo a travs de los ojos del detective, experimentando la proliferacin de sus
detalles como si fueran nuevos. Ha despertado a las cosas que le rodean, como
si stas pudieran hablarle, como si, debido a la atencin que les presta ahora,
empezaran a tener un sentido distinto del simple hecho de su existencia.
Detective privado. El trmino tena un triple sentido para Quinn. No solo era la
letra i, inicial de investigador, era I, con mayscula, el diminuto capullo
de vida enterrado en el cuerpo del yo que respira. Al mismo tiempo era tambin
el ojo fsico del escritor, el ojo del hombre que mira el mundo desde s mismo y
exige que el mundo se le revele. Desde haca cinco aos Quinn viva presa de
este juego de palabras (Auster, Ciudad, 19).
El detective-lector, se encuentra en un proceso de dotacin de sentido a aquello
que acontece, de bsqueda del pensamiento vivo que se revele a travs de las cosas y
en ellas. stas abandonan su carcter inmediato, su mero carcter existente, ahora son
signos por ser ledos. En este contexto, el yo, el I es moderno, es cartesiano, pero de
una modernidad que se consume a s misma, es la historia del yo en su reencuentro
con el mundo, en su descubrirse a s mismo simultneamente con el mundo, pero,
como hemos visto ms arriba, esto no llega a su final como el despliegue cristalino
del yo consigo mismo pues su narracin deviene un libro que sigue abierto, lo cual
lleva a que el yo se abandone a s mismo, en dos sentidos no contradictorios: se
entrega al mundo y, al mismo tiempo deja de considerarse como la instancia del
sentido. Lo que queda es la apertura de su narracin.
2
Es lo que sugiere Lavender respecto al personaje de Stillman (padre): Un personaje, Stillman
(padre), regresa una y otra vez, pero es una persona completamente diferente en cada ocasin, no
teniendo memoria de lo que le ha pasado previamente en la historia (220. Traduccin ma )
81
Juan Serey Aguilera
EL LENGUAJE
Daniel Quinn, el detective, el ojo privado, el private I es encargado de buscar
al padre de Peter Stillman, quien a travs de un macabro experimento encerr a su
hijo durante aos para conocer los efectos del aislamiento en el desarrollo lingstico.
Sin influencia alguna del medio exterior, Peter Stillman tendra que haber podido
permanecer en inescrutable silencio o hablar una lengua. Cul sera esta? Una lengua
original, originaria, primigenia, a-histrica, a-temporal:
El padre hablaba de Dios. Quera saber si Dios tena lenguaje. No me pregunte
qu significa esto. Solo se lo cuento porque s las palabras. El padre pensaba
que un nio podra hablar si no vea a nadie. Pero dnde haba un nio? Ah.
Ahora empieza usted a comprender. No tena que comprarlo. Por supuesto,
Peter saba algunas palabras de persona. Eso no se poda remediar. Pero el
padre pens que quiz Peter las olvidara. Al cabo de algn tiempo. Por eso
haba tanto bum, bum, bum. Cada vez que Peter deca una palabra, su padre
lanzaba un bum. Al fin Peter aprendi a no decir nada (Auster, Ciudad, 34)3.
Estaramos lidiando en este caso con un lenguaje innato, que en condiciones
ideales, podra aparecer sin mcula, ni huella alguna que correspondiera a una
transmisin ajena. La pretensin de Peter Stillman consista en que su experimento
proporcionara no solo la estructura estable del lenguaje, sino tambin su contenido,
cuya riqueza no tendra que provenir de la experiencia. El contenido de aquel lenguaje
expresara la primigenia relacin entre palabra y cosa, entre significado y significante.
Pero las declaraciones de Stillman hijo nos hacen sospechar que este experimento fue
un fracaso, pues: Ahora Peter puede hablar como las personas. Pero todava tiene las
otras palabras en su cabeza. Son el lenguaje de Dios, y nadie ms puede decirlas. No
se pueden traducir. Por eso Peter vive tan cerca de Dios. Por eso es un poeta famoso
(Auster, Ciudad, 34). Ha accedido al lenguaje de Dios, o al menos a parte de l, pero
no puede proferir las palabras, pues se han convertido en un lenguaje privado. Esto
por dos razones complementarias entre s: no pueden ser traducidas (llevadas a otro
idioma comunicable), y adems, porque no pueden ser dichas por nadie ms (de
nuevo, son incomunicables, parte de una experiencia de cercana absoluta con la
fuente y origen del lenguaje).
Creemos que para revertir este fracaso Stillman padre toma otro camino para
lograr una solucin al problema de rearticular la relacin entre palabras y cosas. Este
esfuerzo es el de una re-construccin a partir de las cosas mismas, que podran
mostrar su nombre verdadero a un ojo bien preparado. Del primer encuentro entre
Stillman padre y Quinn podremos desprender varias cosas que ayudarn a sostener
3
El problema parte desde aqu: Los dioses han desaparecido y no se puede pretender recuperar
el Logos divino (Auster, Dupin, 78. Traduccin ma)
82
Movimiento, espacio y lenguaje en Ciudad de cristal de Paul Auster
83
Juan Serey Aguilera
detalle es importante. Un paraguas no solo es una cosa, es una cosa que cumple
una funcin, en otras palabras, expresa la voluntad del hombre. Cuando uno se
para a pensar en ello, todos los objetos son semejantes al paraguas, en el sentido
de que cumplen una funcin. Ahora, mi pregunta es la siguiente: qu sucede
cuando una cosa ya no cumple su funcin? Sigue siendo la misma cosa o se ha
convertido en otra? Cuando arrancas la tela del paraguas, el paraguas sigue
siendo un paraguas? Abres los radios, te los pones sobre la cabeza, caminas
bajo la lluvia, y te empapas. Es posible continuar llamando a ese objeto un
paraguas? (Auster, Ciudad, 101-102).
Esta cita permite dos aproximaciones: la primera nos recuerda al problema ya
manifestado por el joven Hlderlin en su ensayo Juicio y ser (1962). En este nos hace
ver a partir de la etimologa de la palabra juicio (Ur-teil) que sta nos remite a una
particin originaria, una Ur-Teilung; es decir, que las cosas y el mundo en general se
encuentran escindidos desde su inicio, pues los enunciados sobre el mundo siempre
recurren a la estructura de sujeto y predicado, siendo el primero lo singular y el
segundo, lo universal. Esta particin hace que la manera en que nos relacionamos
lingsticamente con las cosas ya est contaminada por esta carencia de unidad; por
esto Hlderlin sugiere que hay que buscar la unidad que subyace a esta particin, es
decir que antes de la particin hay ya una unidad fundamental primordial, que habra
que re-construir. Tarea del idealismo alemn ser dar contenido a esta unidad, ya sea
a travs de la auto-posicin del sujeto a lo Fichte, o a travs de la generacin
especulativa de contenido que supere las formas judicativas y que desemboque
finalmente en el silogismo especulativo, conexin y concatenacin necesaria de la
articulacin lingstica del mundo. Por ello, refirindose al juicio en general, nos dice
que las cosas no son lo que deberan ser en la realidad efectiva (Wirklichkeit) que se
deja expresar a travs de la estructura judicativa. Las cosas pueden aparecer en unidad
con lo que deben ser (en trminos de Stillman: con lo que deben significar). Con todo,
es la realidad efectiva la que no da la talla: Pero es la verdad de ella que est
quebrada en s, en su deber ser y su ser (gebrochen ist in ihr Sollen und ihr Sein);ste
es el juicio absoluto sobre toda realidad (dies ist das absolute Urteil ber alle
Wirklichkeit) (Hegel, Ciencia, 355). Es por ello que Hegel afirmar que todas las
cosas son un juicio (Hegel, Enciclopedia, 253). Stillman, sin saberlo, se encuentra en
el curso de un problema de larga data, pero su aproximacin es mucho ms
dramtica: las palabras no cambian con la velocidad que cambian las cosas, lo que
podemos ver en el caso del paraguas. Su presentacin, bastante ingenua, de cmo la
palabra paraguas se nos viene a la mente a partir del conjunto de notas constitutivas
que hacen ser a un paraguas lo que es, ya muestra que esta representacin mental es
muy dura, poco flexible respecto a una realidad que cambia. Si el paraguas se rompe,
ya no es un paraguas. Si no cumple su funcin, esto quiere decir que una de las notas
que lo constituan como tal ha dejado de aparecer frente a nosotros. Tarea del
intelecto ser lidiar con este cambio y cambiar la palabra que antes designaba al
objeto paraguas. Para Stillman no basta con utilizar un adjetivo, ni siquiera insina
85
Juan Serey Aguilera
que podamos utilizar esta va, pues no podramos decir paraguas malogrado, ya que
de acuerdo a su interpretacin, lo que ha dejado de existir es el paraguas mismo. Hay
que buscar, pues, otra palabra, una palabra que se ajuste de tal manera que pueda
expresar ese paraguas, ah delante, que ha dejado de ser lo que era, un paraguas.
Stillman es antiesencialista, pues al cambiar la cosa, cambiara al mismo tiempo su
denominacin, no habra algo fijo, estable de ella que pudiera universalizarse. La
tarea de Stillman suyo es el poner el nombre adecuado a las cosas en el lugar donde
las cosas estn rotas, Nueva York:
Mi trabajo es muy sencillo. He venido a Nueva York porque es el ms
desolado de los lugares, el ms abyecto. La decrepitud est en todas partes, el
desorden es universal. Basta con abrir los ojos para verlo. La gente rota, las
cosas rotas, los pensamientos rotos. Toda la ciudad es un montn de basura. Se
adapta admirablemente a mi propsito. Encuentro en las calles una fuente
incesante de material, un almacn inagotable de cosas destrozadas. Salgo todos
los das con mi bolsa y recojo objetos que me parecen dignos de investigacin.
Tengo ya cientos de muestras, desde lo desportillado a lo machacado, desde lo
abollado a lo aplastado, desde lo pulverizado a lo putrefacto.
Y qu hace usted con esas cosas?
Les pongo nombre.
Nombre?
Invento palabras nuevas que correspondan a las cosas.
Ah. Ya entiendo. Pero cmo lo decide? Cmo sabe si ha encontrado la
palabra adecuada?
Nunca me equivoco. Es una funcin de mi genio.
Podra usted darme un ejemplo?
De una de mis palabras?
S.
Lo siento, pero eso es imposible. Es mi secreto. Comprndalo. Una vez que
se publique mi libro, usted y el resto del mundo lo sabrn. Pero por ahora tengo
que callrmelo (Auster, Ciudad, 103).
Stillman no solo pone nombres, sino que los inventa; crucial distincin pues el
mero poner un nombre supone que ya existe una provisin ms o menos acabada de
palabras disponibles para representar las cosas. Esto ira contra los supuestos de la
investigacin de Stillman, pues estas palabras estaran cristalizadas, petrificadas,
seran muy poco flexibles para expresar una cambiante realidad. Stillman pone el
nombre una vez que ha inventado la palabra. Esta invencin es muy singular, pues se
adapta perfectamente a lo que la cosa necesita para ser nombrada, no corre el riesgo
de hacer caer las cosas en una abstraccin (en ese caso, qu tendra que ver el
paraguas con este paraguas roto, que exige otra denominacin?) sino que lleva al
mximo la singularidad de las palabras. Cada cosa sera en este nuevo escenario la
representante de su palabra nica y especfica de cada objeto, no intercambiable con
otra, la determinacin ms exhaustiva de aquella cosa y de su cambio. Stillman es un
86
Movimiento, espacio y lenguaje en Ciudad de cristal de Paul Auster
88
Movimiento, espacio y lenguaje en Ciudad de cristal de Paul Auster
89
Juan Serey Aguilera
CIUDAD Y TEXTO
Un buen da, para desgracia de Quinn, Stillman desaparece: Stillman haba
desaparecido. El viejo era ahora parte de la ciudad (Auster, Ciudad, 118). Esta cita
nos llevar a la ltima reflexin sobre esta novela. Prestmosle atencin: Stillman se
ha convertido en parte de la ciudad, en un ladrillo en un interminable muro de
ladrillos (118), Stillman por fin se ha fundido con la ciudad, con la ciudad de las
cosas rotas. El legislador de las palabras se ha hecho uno con las cosas que estas
palabras designan, ya no es ms el simple recolector de objetos, de cosas, de
cachivaches, pues en una suerte de misterioso movimiento, de manera no discursiva,
su deambular, sus pasos (recordemos que tanto l como Quinn son asiduos
caminantes) se han convertido en el transcurrir de la ciudad. Como bien sostiene
Hazel Smith caminar es tanto una suerte de performance y una forma de escritura. El
caminar se convierte en lo que he llamado previamente performativo-inscriptivo,
usando la definicin de Austin de un performativo como un acto ilocucionario que
logra lo que dice, mientras lo dice (46. Traduccin ma).
Entonces, no es que haya un significado aparte de las cosas, sino que la
espacialidad, el espacio se convierte en texto, en signo. De ahora en adelante todo, las
cosas (que ya no estn en el espacio, sino que son el espacio) son relevantes. Como en
una novela de misterio. Esto trae consigo la desorientacin. Quinn sufre las
consecuencias de ello: Ahora Quinn estaba perdido. No tena nada, no saba nada,
saba que no saba nada. No solo estaba como al principio, estaba antes del principio,
tan lejos del principio que era peor que cualquier final que pudiera imaginar (Auster,
Ciudad, 133). Est en ninguna parte, es la pura exterioridad de la historia (story)
respecto a s misma pues se encuentra en ese centro mvil que mencionbamos hace
poco, aquel centro que est en todas partes. Se ha convertido en el testigo, que se
esfuerza por datar, y escribir acerca de lo que sucede, de lo que ha sucedido, del
devenir espacio del lenguaje. Una pista de eso es el significado que pudo extraer de
los paseos de Stillman, cuando, siguiendo cada uno de sus pasos y transcribiendo el
recorrido de ellos, da con el mensaje que Stillman estaba enviando: la torre de
babel (95), el lugar paradjico del lenguaje unitario y de su multiplicidad y
dispersin. Si Stillman est tratando de recuperar el orden perdido de las cosas, si
intenta volver a unificarlas, podramos decir, sin exagerar, que el lenguaje por l
anhelado es el de Dios antes de la dispersin de babel, antes de la fractura. Llevemos
un poco ms lejos esta afirmacin y preguntmonos en que lengua Stillman da
nombres a las cosas? No podra ser ninguna lengua humana, pues stas solo son
productos de la fractura. Aquella lengua es un secreto, por ello cuando Quinn le pide
un ejemplo, Stillman elude la cuestin y le dice que se trata de un secreto, que espere
a que su libro vea la luz. Pero tal libro, a final de cuentas, resulta ser la ciudad, con la
cual Stillman se ha fundido al saltar de un puente y morir (Auster, Ciudad, 155).
Quinn finalmente se da cuenta que no podra romper su relacin con el caso
(141). l se convierte en el narrador que tiene que escribir todo en su cuaderno rojo,
90
Movimiento, espacio y lenguaje en Ciudad de cristal de Paul Auster
OBRAS CITADAS
Auster, Paul. Ciudad de cristal (1985). En: La triloga de Nueva York. Trad. Maribel
de Juan. Barcelona: Seix Barral, 2012.
Pages for Kafka. European Judaism: A Journal for the New Europe (1974): 36-37.
The Cruel Geography of Jacques Dupins Poetry Books Abroad (1973): 76-78.
Carroll, Lewis. Alicia en el pas de las maravillas/A travs del espejo, edicin anotada,
edicin de Martin Gardner, traduccin de Francisco Torres Oliver, Madrid: Akal
Ediciones, 1999.
Hegel, G.W.F. Ciencia de la lgica, traduccin de Augusta y Rodolfo Mondolfo.
Buenos Aires: Ediciones Solar, 1982.
Enciclopedia de las Ciencias Filosficas, traduccin de Ramn Valls Plana.
Madrid: Alianza Editorial, 1999.
Heidegger, Martin. Conferencias y artculos Barcelona: Serbal, 1994.
Hlderlin, Friedrich. Urteil und Sein, Smtliche Werke, Band 4, Stuttgart, (1962):
226-227.
Lavender, William. The Novel of Critical Engagement: Paul Austers City of Glass.
Contemporary Literature (1993): 219-239.
Platn. Obras Completas, Tomo VI, Traduccin, prlogo, notas y clave hermenutica
de Juan David Garca Bacca. Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1982.
91
Juan Serey Aguilera
92
93-108
HETEROGENEIDAD LXICA EN LAS RELACIONES
GEOGRFICAS DE LA GOBERNACIN DE YUCATN
Lexical heterogeneity in the relaciones geogrficas of the Government of Yucatn
Resumen
Las Relaciones Geogrficas son textos escritos en espaol con el fin de obtener
descripciones fiables del dominio colonial. Investigaciones anteriores con repertorios muy
diferentes han establecido que la heterogeneidad lxica es una tendencia comn a toda la
produccin escrita colonial. El objetivo de esta investigacin es comprobar si un repertorio ms
concreto como las relaciones de la Gobernacin de Yucatn (1579-1581) representa un
conjunto homogneo o heterogneo en la incorporacin del prstamo indgena. Con una
metodologa cuantitativa y cualitativa se analiza la potencial pluralidad lxica de estos textos
asociada a determinados factores. Las conclusiones corroboran la heterogeneidad lxica a pesar
de ser un corpus uniforme y muestran tres tendencias a la hora de incluir los prehispanismos en
los documentos espaoles.
Palabras clave: Indigenismo lxico, Relaciones Geogrficas, Yucatn.
Abstract
Relaciones Geogrficas are texts written in Spanish in order to obtain reliable
descriptions of colonial rule. Previous researches with very different repertoires have
established that lexical heterogeneity is a common trend to the entire colonial written
production. The objective of this research is to check whether a particular repertoire as relations
of the Government of Yucatn (1579-1581) represents a homogeneous or heterogeneous in
incorporating indigenous loan. With a quantitative and qualitative methodology potential
lexical plurality of these texts associated with certain factors are analysed. The findings
corroborate the lexical heterogeneity despite being a uniform corpus and show three trends
when including the prehispanismos in Spanish documents.
Key words: Lexical indigenisms, Relaciones Geogrficas, Yucatn.
1. INTRODUCCIN
La lengua espaola de los primeros aos coloniales americanos se caracteriza
por estar inmersa en un proceso de nivelacin lxica, en lo que se refiere a su presencia
en los documentos de vocablos patrimoniales hispnicos e indigenismos lxicos (Frago
Gracia, 2003; Tabernero Sala, 2011). Los autores de los textos espaoles escritos en la
Amrica del siglo XVI, segn se confirma en los documentos, son conscientes de la
coexistencia de diferentes voces indgenas para referirse a una misma realidad (Alvar,
1972; Mejas, 1980; Lope Blanch, 1987; Enguita Utrilla, 2004; Cceres-Lorenzo,
2015). La posible heterogeneidad o diversificacin lxica regional es parte de la
Mara Teresa Cceres-Lorenzo
1
En adelante, RG: Relacin Geogrfica / Relaciones Geogrficas.
2
Brendecke explica que para responder las listas de preguntas en los distintos lugares por lo general se
formaron comisiones ad hoc no muy grandes. Con ese fin quien reciba la carta, casi siempre un corregidor o
alcalde mayor, convocaba asistentes, con frecuencia tambin a un escribano. Como es natural, la composicin
del grupo variaba segn se tratara de un pueblo espaol o indio, pero tambin en los pueblos espaoles fueron
convocados indios, ya que eran justamente los portadores del saber sobre la poca precolonial al que se
referan algunas preguntas (401).
94
Heterogeneidad lxica en las relaciones geogrficas de la Gobernacin de Yucatn
3
Estas conclusiones no son novedosas para las RG, en las investigaciones precedentes en documentos
cronsticos y administrativos, los distintos autores exhiben ejemplos en los que se constata la predileccin por
razones extralingsticas de un determinado prstamo indgena regional sobre otro considerado ms frecuente
(Zamora Munn, 67; Mejas, 61; Quirs Garca y Ramrez Luengo, 203). Es el caso de la canoa y acal, la
primera tana que tuvo una gran difusin y la segunda de procedencia nahua con una expansin menor en la
documentacin indiana. Segn las investigaciones de Alvar (178) y Bravo Garca y Cceres Lorenzo (El
lxico, 88) la voz tana estaba totalmente integrada incluso en los textos coloniales mesoamericanos. Otra
muestra pueden ser las lexas azua (del rea de Per), chicha (oriunda de Panam) y sora (aimara) para
referirse a las bebidas alcohlicas que fabricaban los indgenas. En este caso, chicha es la que se utiliza de
forma general y las otras dos son regionalismos (Enguita Utrilla, Para la historia, 126).
4
Yucatn se convirti en la regin que abasteca de ciertos productos a grandes ciudades cercanas. Por
ejemplo, gracias al comercio de las mantas a otras ciudades mineras se reconstruyen y mejoran las antiguas
veredas prehispnicas y se convive con los indgenas en un sistema de encomienda (Quezada, 2001).
5
La pennsula de Yucatn no posea minas ni una circunscripcin idnea para la agricultura o ganadera.
Desde su fundacin en 1527, estuvo bajo la influencia de la actual Mxico y se convirti en una ruta
secundaria con una gran dependencia de los tributos de la poblacin india (Sanz Camaanes, 75). Los
productos requeridos en el exterior como el palo de Campeche, las mantas o el ail eran enviado a travs de
Veracruz, La Habana y Honduras ante la insuficiencia portuaria de Yucatn.
95
Mara Teresa Cceres-Lorenzo
6
La accin franciscana en Yucatn presupone que la lengua maya fue protegida de la aculturacin por estos
religiosos con visin etnogrfica milenarista (Frago Gracia, 1991). De hecho, en este territorio geogrfico las
voces mayas tienen en la actualidad un gran prestigio en los hablantes (Lope Blanch, 1987). Este prestigio que
no conlleva que se convirtieran en el siglo XVI, en indigenismos lxicos de uso general.
96
Heterogeneidad lxica en las relaciones geogrficas de la Gobernacin de Yucatn
3. MATERIAL Y MTODO
Las RG que se han utilizado para este trabajo se han extrado de la obra
Relaciones Histrico-Geogrficas de la Gobernacin de Yucatn (Mrida, Valladolid y
Tabasco)7. Este material documental lo forman 52 relaciones detallados en la Tabla 1:
Tabla 1. Relaciones geogrficas de Yucatn (Garza et al, 1983)
N Provincia de Mrida N Provincia de Valladolid
1 Relacin de la ciudad de Mrida 26 Relacin de la villa de Valladolid
2 Relacin de Cansahcab 27 Relacin de Pixot
3 Relacin de Mama y Kantemo 28 Relacin de Dzitnup
4 Relacin de Sinanche y Egum 29 Relacin de Dzonot
5 Relacin de Hocaba 30 Relacin de Temul
6 Relacin de Sotuta y Tibolon 31 Relacin de Sucopo
7 Relacin de Tabi y Chunhubub 32 Relacin de Sodzil y Tecay
8 Relacin de Citilcum y Cabiche 33 Relacin de Ekbalam
9 Relacin de Kizil y Sitikpech 34 Relacin de Tzama
10 Relacin de Tekanto y Tekepan 35 Relacin de Tinum y Temozon
11 Relacin de Titzal y Tixtual 36 Relacin de Uayma y Kantunilkin
12 Relacin de Dzan, Panabchen y Muna 37 Relacin de Nabalam, Tahcabo y Cozumel
13 Relacin de Motul 38 Relacin de Tihotzuc y Chikindzonot
14 Relacin de Tekit 39 Relacin de Dzicab
15 Relacin de Izamal y Santa Mara 40 Relacin de Popola, Sinsimato, Samyol,
Tixholop y Tixmukul
16 Relacin de Tiab y Tiek 41 Relacin Xocen
17 Relacin de Cacalchen, Yaxa y 42 Relacin de Tekom y Ecab
Sihunchen
18 Relacin de Oxkutzcab 43
Relacin de Chauac-ha, Chichimila y
Chancenote
19 Relacin de Samahil y Calotmul 44 Relacin de Texoco, Tecay y Sodzil
20 Relacin de Muxuppipp 45 Relacin de Kikil
21 Relacin de Tahdziu 46 Relacin de Sacalaca y Tahmuy
22 Relacin de Chubulna, Hunucma, 47 Relacin de Tizimin, Cehac, Cacalchen,
Tixkokob, Nolo, Mococha y Buctzotz Kauan y Kanxoc
23 Relacin de Dzidzantun 48 Relacin de Ichmul y Tikuch
24 Relacin de Dzudzal y Chalamte 49 Relacin de Kanpocolche y Chochola
25 Relacin de Tekal 50 Relacin de Yalcon
Provincia de Tabasco
51 Relacin de Tabasco 52 Relacin de la Villa de Santa Mara de la
Victoria
7
La edicin fue coordinada por Mercedes de la Garza en la Universidad Nacional Autnoma de Mxico en
1983. La ventaja de esta edicin es que presenta estas RG de manera facsimilar con transcripcin paleogrfica
de M del Carmen Len Czares.
97
Mara Teresa Cceres-Lorenzo
N relacin 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18
Grupo 1 13 4 5 1 4 10 6 5 4 3 5 4 11 6 6 2 3 6
Grupo 2 12 2 7 0 2 6 1 3 3 4 12 0 10 3 2 2 0 4
Grupo 3 35 2 30 2 3 7 1 1 2 1 43 0 32 15 1 2 2 8
Grupo 4 1 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1 0 0 0 0 0
Total 61 8 42 3 9 23 8 9 9 8 60 4 54 24 9 6 5 18
N relacin 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36
Grupo 1 1 8 4 3 6 4 6 17 3 2 5 3 2 2 3 4 1 5
Grupo 2 0 5 2 0 3 1 1 8 2 2 3 2 4 0 1 0 0 0
Grupo 3 0 23 8 1 1 1 2 14 3 4 22 2 4 3 2 1 0 4
Grupo 4 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 1 1 1 0 0 0
Total 1 36 14 4 10 6 9 39 8 8 30 7 11 6 7 5 1 9
98
Heterogeneidad lxica en las relaciones geogrficas de la Gobernacin de Yucatn
N relacin 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52
Grupo 1 4 2 3 5 1 2 1 2 2 1 0 3 4 3 7 12
Grupo 2 2 1 0 2 0 1 0 0 1 2 1 1 3 4 7 8
Grupo 3 2 1 0 3 1 1 0 2 2 1 1 1 12 1 2 3
Grupo 4 0 0 0 0 0 0 0 0 2 0 0 0 1 0 0 1
Total 8 4 3 10 2 4 1 4 7 4 2 5 20 8 16 24
Una vez completada esta tabla se procedi a un anlisis estadstico que nos
permiti valorar el grado de correlacin existente entre las distintas RG analizadas,
segn el lxico presente en las mismas. El estudio se realiz con una Clasificacin
Ascendente Jerrquica (CAJ), y se tom como ndice de similitud el Coeficiente de
correlacin de Pearson. Este examen se llev a cabo en un entorno Excel utilizando
la herramienta XLSTAT versin 2014.
4. RESULTADOS Y DISCUSIN
El escrutinio de la procedencia de los diferentes trminos encontrados, nos facilita
una visin inicial de las peculiaridades lxicas de los textos examinados. Se registraron 228
indoamericanismos. De los que 28 son antillanismos8; 32 de procedencia mesoamericana9;
y, el resto son voces mayas10 (nicamente en 7 casos: cantabus, zezil, aura, cuchil,
cucheabes, coque y auyub) no se ha podido conocer la lengua indgena de la que proceden,
lo que significa una proporcin elocuentemente baja. Estos datos coinciden parcialmente
con las conclusiones de Ramrez Quintana (2008, 2011) con textos del siglo XVI, y con las
8
Las voces son aj, anona, areitos, batata, bejuco, ceiba, cacique, caimanes, canoa, cazabe, diahaca,
embijado, enaguas, iguana, guano, guasbara, guayabas, macana, maz (maizales), maguey, manates,
mangles, mamey, naboras, pitahaya, sabanas, tepuco y tunas.
9
Los ejemplos registrados son aguacate, atol, ayates, cacao, camotes, chile, chocolate, chontal, cocoyol,
comales, copal, escaupil, guacuyoles guayas, huipil, jcama, jcaras, jiquipiles, mapachies, mastil, maxtates,
mexicana, milpas (milperias), misteca, naguatato, pijotes, pozol, tochomite, tomatexicoles, zacuas y zapote.
10
Los trminos mayas son abn, acuchcabes, ahcabros, ahchab, , ahchale, ahchom, ahlu, ahrin, alquines, ,
anchunuo, ar, arn, aval, ba, balch, baleo, batabes, bec, bechbija, bobilche, bohon, bul, buuluc, a, cabal
hau, cabapabal, cahcab, cat, cay, ceh, cenote, chacte, chacutun, chayas, chec, checah, chem, chi, chicam,
chican, chichimchay, chigte, chi, chiic, chilul, chimas, chivoh, choben, choch, chomac, chulul, coh, cokos,
conche, copo, coptes, cubiuche, cuche, cues, culu, culumin, culumuy, cumia, cup-bez, cutz, cuuc, cuyum,
cuzcas, echay, ekxux, eque, eque, er, ex, gicoles, guayacn, guayan-quinim, halal, haleb, haucanhaz,
henequn, hok, holpopo, huhhuon, iz, jaan, kan, keh, kixpachocli, luch, macal, maculam, maya, mayates,
mucroy, nabte, nachicocan, nacomes, nantzi, nanzes, noch, non, och, on, op, ox, pati, pay, piche, piciete,
pom, , putes, pyq, quaquetzin, qui, quitamac, quitan, rop, ropte, rubul, rum, rurcunc, san-hol, taxinchan ,
tepeiz quintes, tuk, tukyxan, tul, tun, tzitun, tzub, ulun, vkekenilche, xan, ya, yachechex, yavaxyagul, yaxche,
yaxnic, ybaches, yeche, yjin, yubte, yoca, ysluchu, yuc, yucas, , yxchiabal, yxhoven, yxhum pezrin, yxrranabal,
zabin, zaguatanes y zaquigual.
99
Mara Teresa Cceres-Lorenzo
de Quirs Garca y Ramrez Luengo (199) obtenidas con documentos yucatecos entre 1650-
1800, en las que los mayismos representan una proporcin muy baja.
En nuestras RG el nmero de indigenismos lxicos por documento examinado
es de 13,33. Aunque esta referencia es variable en las diferentes relaciones, segn se
comprueba al calcular la desviacin tpica y obtener un dato elevado de 14,72. Esta
multiplicidad en el nmero de voces registrada muestra la falta de homogeneidad lxica
de las RG investigadas. La indagacin de las procedencias de estos vocablos nos
permite observar nuevos datos para la investigacin. Este resultado vara notablemente
si analizamos todos los prstamos o limitamos el estudio a aquellas lexas ms
conocidas y utilizadas. Con esta variacin en las proporciones de las procedencias de los
indigenismos encontrados hemos confeccionado la Tabla 3 y Grfica 1.
Tabla 3. Datos de la presencia de los indigenismos lxicos en las RG de Yucatn
Orgenes etimolgicos
Datos Nahua y Desconocido o
Total Maya Caribe
mesoamericano discutido
Listado general 228 154 34 33 7
Trminos que aparecen en 3 o
68 34 16 18 0
ms relaciones
Trminos que aparecen en 5 o
32 10 9 13 0
ms relaciones
Trminos que aparecen en 10 o
13 2 5 6 0
ms relaciones
100
Heterogeneidad lxica en las relaciones geogrficas de la Gobernacin de Yucatn
con los datos de Bravo-Garca y Cceres-Lorenzo (El lxico, 115) con respecto a los
vocablos que aparecen en ms de 10 relaciones de otras zonas sudamericanas nos
muestra una proporcin de 18 antillanismos por tan solo 3 voces mesoamericanas11.
Para responder a la pregunta sobre la influencia del factor territorial y la
homogeneidad de estos textos, desde el punto de vista de la presencia del lxico
indgena, se ha realizado un anlisis estadstico con una Clasificacin Ascendente
Jerrquica (CAJ), tal como se ha explicado en el apartado dedicado a la metodologa
del trabajo. A partir de una tabla en la que se indic el nmero de voces de origen
nahua, maya, caribeo y desconocido/discutido, en cada RG, se obtienen los ndices
de correlacin de Pearson entre las RG analizadas.
Grfica 2. Clasificacin Ascendente Jerrquica (CAJ) utilizando el ndice de similitud entre las
relaciones estudiadas.
11
Los trminos son los que siguen inmediatamente (ordenadas de mayor a menor presencia): a) de procedencia
antillana: maz, cacique, canoa, yuca, guayabo, sabana, boho, macana, cabuya, guama(o)s, aj, batata, caimn,
hamaca, guayacn, bejuco, auyama y guanbano; b) quechuismos: papa, cuin, coca, guanaco, tambo, chcara,
vicua, guaca, puna, vizcacha e inga; c) voces mesoamericanas con preferencia nahuas: chicha, aguacate y
chaquira.
102
Heterogeneidad lxica en las relaciones geogrficas de la Gobernacin de Yucatn
Adems de este reparto de orgenes por RG, entre estos textos se observa, como
ya se indic con anterioridad, una enorme diferencia en el nmero de estas voces
indgenas entre unas RG y otras. De las 14, que superan la media de indoamericanismos
por relacin (13,33), solo 4 se corresponden con la clase mayoritaria, es decir, son RG
en las que dominan los aportes antillanos (ver Tabla 1, textos 6, 26, 51 y 52).
Un segundo anlisis de nuestro corpus yucateco puede realizarse tomando en
cuenta el factor de lugar donde fueron escritas. Hay que recordar que los documentos
examinados se dividen entre las que se detallan distintos datos de la provincia de
Mrida; los que se refieren a localidades de la provincia de Valladolid y dos nicas RG
que se ocupan de Tabasco (ver Tabla 1).
En cuanto a la distribucin de estas RG en clases, los datos sugieren que no se
aprecian diferencias entre los territorios de Mrida y Valladolid, puesto que ambos se
encuentran RG en las que se utilizan los prstamos mayas, caribeos y mesoamericanos
12
En este grupo se incluyen las relaciones 1, 3, 4, 11, 13, 14, 17, 18, 20, 21, 28, 29, 32, 36, 41, 44 y 49 (ver
Tabla 1).
13
Las RG de Yucatn 2, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 12, 15, 16, 19, 22, 23, 24, 25, 26, 27, 30, 33, 34, 35, 37, 38, 39, 40,
42, 43, 46, 48, 50, 51 y 52 (ver Tabla 1).
14
Nos referimos a las RG 31, 45 y 47 (ver Tabla 1).
103
Mara Teresa Cceres-Lorenzo
(ver Tabla 5). An as es posible percibir diferencias primordiales entre los documentos
de estas tres provincias, tal como se advierte en la Tabla 6.
Tabla 6. Comparacin del lxico indgena en las provincias de Yucatn
CONCLUSIONES
Las RG de la gobernacin de Yucatn componen un conjunto de textos con
grandes similitudes (factores geogrfico, textual y cronolgico). Sus particularidades
lxicas, en cuanto a la aparicin de indigenismos americanos, nos suministran unos
datos complementarios a lo mostrado para otras RG sudamericanas, en lo relativo a la
diversidad en el uso del prstamo indgena. Las RG estudiadas no presentan un grado
elevado de homogeneidad en la utilizacin del lxico indoamericano. Tampoco existe
una preferencia clara por un nico tipo de prstamo indgena. Los mayismos aparecen
de manera significativa solo en un tercio de las RG analizadas.
104
Heterogeneidad lxica en las relaciones geogrficas de la Gobernacin de Yucatn
OBRAS CITADAS
Alvar, Manuel. Las Relaciones de Yucatn del siglo XVI, Revista de Filologa
Espaola 55 (1972): 1-34.
Barrera, Antonio. Empire and Knowledge: Reporting from the New World,
Colonial Latin American Review, 15 (2006): 39-54.
Boyd-Bowman, Peter. Lxico hispanoamericano del siglo XVI. Londres: Tmesis
Books, 2003.
105
Mara Teresa Cceres-Lorenzo
106
Heterogeneidad lxica en las relaciones geogrficas de la Gobernacin de Yucatn
107
Mara Teresa Cceres-Lorenzo
108
109-123
LA NOCIN DE LA DIVINIDAD MAPUCHE SEGN LUIS DE
VALDIVIA EN SERMN EN LENGUA DE CHILE (1621):
INTERPRETACIN ETNOCNTRICA DE LA OTREDAD
INDGENA
The notion of mapuche divinityaccording to Sermn en lengua de Chile (1621)
by Luis de Valdivia: an ethnocentric interpretation of indigenous otherness
Nataly Cancino-Cabello*
A Fedele De Luca,
in memoriam
Resumen
Sermn en lengua de Chile (1621) del jesuita granadino Luis de Valdivia incluye, en
su versin en espaol, una serie de trminos en mapudungun, de los cuales huecuvoe,
marepuante y pillan se explican como equivalentes a las divinidades del cristianismo. En
este trabajo, apoyndonos en la etnohistoria, evaluamos su correspondencia con los referentes
de la cultura mapuche y concluimos que se trata de conceptos que han sufrido un proceso de
desplazamiento semntico motivado por la visin de mundo del locutor. De este modo, se
genera un discurso falible en su efectividad argumentativa.
Palabras clave: Sermones, Lxico mapuche, Religin, Luis de Valdivia.
Abstract
Sermn en lengua de Chile (1621) by the Spanish Jesuit Luis de Valdivia
incorporates vocabulary from the Mapudungun language into Spanish. Several terms in
Mapudungun, amongst which are huecovoe, marepuante and pillan, are explained as
equivalents of the Christian divinities. In this paper, through ethno historical studies, we
analyzed its effective relationship and meaning in Mapuche culture. We conclude that these
concepts have undergone a semantic shift, as a result of the writers worldviews. This
displacement produces errors in the effectiveness of his discursive argumentation.
Key words: Sermons, Mapuche lexicon, Religion, Luis de Valdivia.
INTRODUCCIN
A inicios del siglo XVII, Luis de Valdivia, jesuita granadino que lleg a Chile en
1593, propone un cambio en la estrategia espaola de enfrentamiento blico con los
mapuches. Seala que en lugar de las armas se debe buscar la paz y el dilogo, de modo
que se consiga una conquista espiritual1 y se termine con los altos costes econmicos
y humanos que acarreaba la guerra (Daz Blanco). Su plan se ejecuta con la autorizacin
1
Concepto usado por Ricard para el caso de Nueva Espaa.
Nataly Cancino-Cabello
1. LA CULTURA MAPUCHE A FINALES DEL SIGLO XVI E INICIOS DEL SIGLO XVII
Desde hace algunas dcadas, varias disciplinas lingsticas (anlisis del
discurso, pragmtica, lingstica del texto y aplicada, entre otras) apelan por la
consideracin del contexto en el estudio de objetos verbales. Creemos que, desde una
perspectiva metodolgica, es necesario establecer lazos interdisciplinarios (Cancino-
Cabello, Los textos) que nos permitan comprender mejor la relacin mental entre los
interlocutores (Van Dijk). En nuestro caso, los universos religiosos que se enfrentan
en el discurso no se encuentran igualmente documentados, puesto que mientras
abundan fuentes sobre el cristianismo (y sus manifestaciones en Amrica), la
reconstruccin etnohistrica mapuche se ve sometida a impedimentos metodolgicos.
A pesar de lo anterior, y ya presentada la obra desde la accin de su autor, revisamos
las principales manifestaciones de dicha cultura en el mbito religioso, a finales del
siglo XVI e inicios del XVII, cuando toma contacto con ella Luis de Valdivia.
Los mapuches ocuparon un amplio territorio, que lleg a extenderse desde
Coquimbo (30 latitud sur) hasta el extremo sur de la isla de Chilo (43 latitud sur)
(Bning). Presentaban, adems, particularidades tnicas de acuerdo con la ubicacin
geogrfica de sus asentamientos3 que, en la prctica, constituyen grupos con una
identidad colectiva y dominio sobre el conjunto territorial, por lo que son soberanos y
autnomos4 (Martnez Neira). En total eran un milln de individuos, por lo que se
trataba de una zona densamente poblada, con un nomadismo mnimo. La mayora se
ubicaba a partir del ro Maule (fuera del dominio y de la influencia incaicos), en la falda
martima de la Cordillera de Nahuelbuta y en la falda oriental, hacia los valles. En lo
que actualmente es La Araucana, haba cerca de 500 mil mapuches (Bengoa, 1985).
A pesar de las diferencias, todos los grupos hablaban la misma lengua, tal
como lo reconoce Luis de Valdivia en el Prlogo de su Arte (1606). El mapudungun,
lengua de la tierra, es polisinttica y aglutinante: el significado total de la forma
verbal [por ejemplo] es resultado de la combinacin estratificada de los significados
individuales de los elementos constituyentes (Salas, 69).
3
Aunque es usual encontrar entre los investigadores la identificacin de cada parcialidad con un rea
geogrfica determinada, para Martnez Neira ms bien se trataba de unidades ecolgicas. Ambos
planteamientos son confluyentes en cuanto la geografa determinar aspectos como los medios de
subsistencia, ya que las variantes fueron producto de la necesidad de adaptarse a diferentes sistemas
ecolgicos (Casanova, 32).
4
Por lo tanto, se diluye la nocin de uniformidad cultural en el territorio, idea que se debe a los estudios
histricos de inicios del siglo XX (Parentini Gayani).
111
Nataly Cancino-Cabello
112
La nocin de la divinidad mapuche segn Luis de Valdivia en Sermn en lengua de Chile
Este ltimo autor reconoce una tercera forma de expresin religiosa: el culto al
sol. A su juicio, tena un origen incaico e influy en la cultura mapuche a partir de su
insercin en el fondo totmico de las parcialidades del norte. Sin embargo, en el
centro su expansin fue escasa y nula, en el sur, donde habra llegado sin cuerpo
metdico y como representaciones fragmentarias e inconexas.
En lo anterior, describimos un universo cultural con creencias que difieren de
las propias del cristianismo, desde el cual fueron interpretadas por los cronistas y
misioneros. Este hecho contribuy a la aculturacin (a travs de la inculturacin) que
ha sufrido el pueblo mapuche. Una de las manifestaciones de este proceso ocurre en
Sermn en lengua de Chile con la nocin de divinidad, que el locutor de esta obra
traslada desde la religin cristiana a la mapuche.
5
Aedo evidencia la falta de correspondencia entre trminos del espaol y del mapudungun en la traduccin de
los sermones a esta ltima lengua. Observa que De Valdivia (Sermn) intenta adecuar vocablos indgenas a
nociones del cristianismo, provocando problemas de interpretacin por parte de los oyentes. Por ejemplo,
[] pecado no era un concepto que formara parte de la cultura mapuche, intentando encontrar algn
equivalente Valdivia lo traduce por huerilcan; sin embargo, en mapudungun este trmino se refiere al
rechazo de algo causado por enfado y a negarse a comer por un sentimiento de rabia (Aedo, 106).
113
Nataly Cancino-Cabello
114
La nocin de la divinidad mapuche segn Luis de Valdivia en Sermn en lengua de Chile
3. LAS DIVINIDADES
En los ejemplos (1) al (5), vemos que es usual la aglutinacin de trminos
religiosos del mapudungun bajo la idea de divinidad. Sin embargo, en el
115
Nataly Cancino-Cabello
3.1. Huecuvoe
Como acabamos de revisar, el enunciador adjudica a conceptos de la cultura
mapuche caractersticas propias de los seres divinos del panten cristiano. Este es el
caso del trmino huecuvoe, al cual se le atribuye el ser objeto de la prctica indgena
del mismo modo que las divinidades cristianas son objeto de culto y devocin en esa
religin (6):
(6) Quanto os prece q {29} enojar a Dios, el Indio [] que ue-{34}le
nombrar por honrarle al {35} Huecuvoe, y le repe ta (De Valdivia,
Sermn, 11).
Ahora bien, el desplazamiento semntico se produce por el desajuste entre el
significado de este trmino mapuche en el interior de la cultura y la interpretacin que
el hablante realiza desde su propia visin de mundo. La nocin de huecuvoe no se
entiende como una divinidad, sino que se explica en la concepcin de la muerte: para
los mapuches, los decesos que no se producan en el campo de batalla o por accidente
eran provocados por alguna accin invisible (Boccara, 2007), representada como una
forma inmaterial que se instalaba en el cuerpo humano, el huecuvoe, cuyo significado
en mapudungun puede conceptualizarse como el que obra desde afuera (Barreto,
1992). La sanacin se realizaba con una ceremonia liderada por la machi
(Citarella), de modo que es posible que a travs del conocimiento (emprico) de
aquellas prcticas, De Valdivia haya concebido al huecuvoe como una divinidad.
3.2. Marepuante
Su inclusin en el sermonario tambin es un caso de desplazamiento
semntico, en el cual se identifica el marepuante como el hijo del sol. En el texto
esto se expresa a travs de un proceso argumentativo basado en el razonamiento
lgico deductivo-inductivo (7) a partir de la idea el marepuante no existe. En este
pasaje, el locutor, junto con presentar las nuevas informaciones a los alocutarios
mapuches, expone tambin una particular forma de pensar, promoviendo o facilitando
el proceso de aculturacin al que este pueblo se ve sometido:
(7) No ay Mareupute, {30} ni Huecuvoe, ni coa algu-{31}na q ea Pill,
Mareupu-{32}te, ni Huecuvoe. El ol no {33} tiene vida, pues lo q no tie-
{34}ne vida, como puede tener {35} hijo, y lo q no viue en i co{36}mo
116
La nocin de la divinidad mapuche segn Luis de Valdivia en Sermn en lengua de Chile
puede dar vida a otros. {37} Tu lo q no tienes no lo das {38} a otro, pues
como ol q no {39} viue, ni tiene vida, puede {40} dar vida a los hombres
en-{41}teramente El ol no viue, ni {42} i tuuiera hijo viuiera u hi{43}jo,
y i el Mareupuante no {44} tiene vida, como os auia de {45} dar la vida a
vootros. Men{46}tira es muy grande dezir q {47} el ol tiene hijo. Y
como no {48} ay Marecupuante, asi es {49} mentira dezir q ay Pillan
(De Valdivia, Sermn, 72).
Esta mencin en el sermonario es uno de los argumentos de Guevara para
sealar la existencia del culto al sol entre los mapuches6. No obstante, de acuerdo con
Latcham, el marepuante
[] era con toda posibilidad el fundador del clan o de la tribu. Los indios al
llamarse hijos de este, no hablaban en sentido figurado, sino como
descendientes de este antepasado y con toda propiedad, porque a l, le deban la
vida por haber l originado su estirpe; en otras palabras era su pilln. A la vez,
Marepuant era hijo del sol, porque al ser este su ttem llevara el apellido ant
como sus antepasados. Para los araucanos esta idea era perfectamente lgica y
verosmil pues el Marepuent les haba dado vida al engendrar su descendencia
y era hijo del sol por ser de esa estirpe (Latcham, 616-617).
De este modo, la explicacin de Valdivia (1621) no equivale a aquella prctica
que se realizaba en el seno de la comunidad mapuche, sino que es una interpretacin
realizada desde su posicin de misionero y agente poltico.
3.3. Pillan
De acuerdo con una relacin recogida por Lozano, cuando Luis de Valdivia
pregunt a un grupo de mapuches si el pillan era cuerpo o espritu, ellos no supieron
responderle y despertaron la compasin del jesuita. El misionero no saba que, como
indica Salinas Campos, esta era una pregunta incongruente para la racionalidad
indgena. De todos modos, escribe desde la seguridad de quien ha interpretado
correctamente aquello que ve y oye, aunque hoy podamos darnos cuenta que no
siempre fue as, debido a que pretendi que todas las prcticas culturales mapuches
cupieran en la explicacin de su propia religin.
En el sermonario, el pillan se representa como la mxima divinidad, superior a
todas las dems, hecho posible, en parte, gracias a la gran cantidad de veces y en los
lugares dismiles en que se habra registrado esta voz. As, presente a lo largo del
territorio, de importancia para todos los grupos, no poda ser otra cosa que Dios. De
hecho, Latcham seala que el culto al pillan estaba extendido por todas las
parcialidades, pero cada familia tena su propio pillan. Al regirse por filiacin
materna, en cada grupo se podan reconocer diversos pillanes, de acuerdo con la
6
Guevara seala que, si se trata de un ttem, este tuvo que haberse creado con posterioridad a la influencia inca,
puesto que ant es una voz quechua. Si antes existi un ttem del sol, debi de haber llevado otro nombre.
117
Nataly Cancino-Cabello
estirpe de cada miembro o al nmero de madres de diferente origen que haba. Ello
explicara muchas de las contradicciones y vaguedades que sobre este concepto se
forman los primeros espaoles en aquellas tierras.
De acuerdo con el mismo autor, el mapudungun no contaba con un equivalente
para el concepto espaol Dios, as que los misioneros se vieron obligados a buscarlo.
Creyeron que el ms aproximado era pillan, pero sin comprenderlo, sino
interpretndolo y adaptndolo a su propia manera de ver el mundo. Para Salas Astrain
(Conquista), el atribuir a los indgenas la creencia en un ser supremo obedeca al inters
de los misioneros por expandir la nocin de un Dios monotesta, ya que si exista la
idea de una divinidad superior, por ms confusa que ella fuera, se abra un camino
fecundo para hacer comprender el Dios cristiano (Salas Astrain, Conquista, 271).
En el sermonario, la equivalencia entre el pillan y la divinidad se produce por
la finalidad persuasiva del sermn: terminar con las prcticas indgenas. Por ello, el
locutor advierte a los mapuches que con la creencia en el pillan encontrarn la
perdicin y que la adoracin que practican con esta deidad le corresponde,
legtimamente, a la figura cristiana de Dios (8):
(8) Lo primero, teneys {28} mucha necesidad de creer {29} en Ieu Chrito,
a ninguno {30} q no creyere las coas q los {31} Chritianos deu creer, le
{32} eran perdonados us peca-{33}dos, ni eran hijos Dios. Y {34} por
eto todos los infieles {35} e pierden, y on quemados {36} en el infierno,
y todos los q {37} con reuercia nbr al Pill {38} e perderan en el
infierno, y {39} eran catigados in fin, El {40} Pill no merece
adoracin, {41} olo Dios es digno de er a-{42}dorado, el es nuetro
verda{43}dero, y anto Padre, iendo {44} criador de todo, el nos dio {45}
el er de hbres, el es Seor {46} de todas las coas, y N. S, Ie{47}u
Chrito es digno de er a{48}dorado (De Valdivia, Sermn, 24).
Por otra parte, De Valdivia en Sermn en lengua de Chile ofrece una
codificacin metalingstica sobre el pillan, entendido como volcn (9), como una
forma de informar pedaggicamente este significado a los misioneros jesuitas
encargados de la prdica. Adems, atribuye otros rasgos al pillan: su identificacin
con los truenos, el apoyo a los conas para el triunfo en las batallas, su ayuda para
tener buenas cosechas y vida y ventura (10). Segn Latcham, con esta descripcin se
presenta un ser benvolo, que ayuda y protege. Sin embargo, todas estas
caractersticas son explicadas como expresin del demonio, por lo que se antiorientan,
actualizando el modelo del no deber ser mapuche. Este ejercicio se debe a que el tipo
textual exige la inclusin de las referencias al mundo cultural del otro para invertir su
valor referencial entre los oyentes:
(9) Voo-{p36}{1}tros en el er de hombres, {2} oys mas q el Pillan (q es
el {3} Volc) y mas, q lo q llamays {4} Huecuvoe, Dios olo es
dig{5}no de er adorado, y repe-{6}tado verdaderamte, y vo{7}otros
118
La nocin de la divinidad mapuche segn Luis de Valdivia en Sermn en lengua de Chile
4. CONCLUSIONES
Los trminos religiosos del mapudungun se incorporan a la versin en espaol
de Sermn en lengua de Chile con el fin de presentar contenidos de la cultura
mapuche que no tienen equivalente en la ltima lengua. Si consideramos que se trata
de un texto argumentativo (Cancino-Cabello, Mundo indgena), el lxico en
mapudungun se introduce como una forma de generar un discurso ms cercano al
universo cultural vernculo, facilitando el proceso de convencimiento. Este ejercicio
se realiza de acuerdo con el tipo textual y los objetivos de la inculturacin: se
incorpora el mundo ajeno para describirlo en trminos de lo errneo y lo
negativo, utilizando, de ese modo, un recurso de antiorientacin argumentativa. Por
otra parte, la inclusin de estos conceptos tambin ofrece una funcin pedaggica
para los jesuitas que oralizaran o tomaran los sermones como modelo, ya que
podran aprender aquellas creencias que el locutor adjudica a los alocutarios.
7
Schindler seala que incluso en la actualidad no existe un significado consensuado para pillan.
119
Nataly Cancino-Cabello
Universidad de Sevilla*
C/Palos de la frontera s/n, Sevilla 41004 (Espaa)
nataly.cancino@hotmail.com
OBRAS CITADAS
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120
La nocin de la divinidad mapuche segn Luis de Valdivia en Sermn en lengua de Chile
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Nataly Cancino-Cabello
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122
La nocin de la divinidad mapuche segn Luis de Valdivia en Sermn en lengua de Chile
123
125-143
EL PROCESO DE CANONIZACIN DE MANUEL PUIG EN EL
CONTEXTO DE LA NARRATIVA LATINOAMERICANA
FINISECULAR: SISTEMA Y CAMBIO LITERARIOS1
The process of canonization of Manuel Puig in the context of latin american narrative
of fin-de-sicle: system and literary change
Resumen
El presente trabajo se propone describir e interpretar, en una primera etapa, los
mecanismos de canonizacin literaria de obra y autor en una comunidad cultural especfica, la
latinoamericana. El caso estudiado es el del escritor argentino Manuel Puig y su obra. La
relacin interactiva entre contexto cultural, institucionalidad y sistemas de significado social y
valoracin, permite modelar una descripcin e intento de explicacin de las relaciones de
significado entraadas en la constitucin de los repertorios literarios canonizados (Even
Zohar), sus criterios de seleccin, su naturaleza ideolgica y la manera en que las prcticas
sociales asociadas a este proceso se constituyen por un nmero variable de prcticas
discursivas. Para ello, se analiza un conjunto ilustrativo de eventos comunicativos y sus
instancias textuales, a travs de los cuales se articulan los cnones literarios y sus efectos
culturales: posicionamiento, valoracin esttica, iconizacin de autor y de discurso, influencia
profesional, tematizacin crtica y acadmica, entre otros. Se estudia, por lo tanto, un caso de
integracin cannica: la del escritor argentino Manuel Puig en el canon literario de habla
hispana y el canon literario universal de fines de siglo y se establece un plano de interaccin
con los parmetros de construccin cannica de la generacin previa, la del llamado boom
literario latinoamericano.
Palabras clave: Post-boom, Cnones literarios, Narrativa, Semiosis social.
Abstract
This paper aims to describe and interpret, in a first step, the mechanisms of
canonization of literary work and author in a specific cultural community, Latin American. The
case studied is the Argentine writer Manuel Puig and his work. The interactive relationship
between cultural context, social institutions and systems of meaning and evaluation model
allows a description and attempted explanation of the imbued meaning relations in the
constitution of the canonized literary repertoires (Even Zohar), their selection criteria,
ideological nature and how social practices associated with this process are formed by a
variable number of discursive practices. To do this, we analyze an illustrative set of
communicative events and their textual instances, through which the literary canon and cultural
1 Este trabajo forma parte de las actividades de investigacin del proyecto Fondecyt Regular N 1121091
De la aceptacin a la resistencia: una anatoma del detalle disciplinario en la narrativa latinoamericana de
los siglos XIX y XX.
Horacio Simunovic Daz y Daniela Orstegui Iribarren
effects are articulated: positioning, aesthetic appreciation, author and discourse iconisation,
professional influence, critical and academic thematization, among others. We study, therefore,
a case of canonical integration by the Argentine writer Manuel Puig into Hispanic and
universal literary canon at the end of the century and set up interaction with the parameters of
canonical construction of the previous generation, the so-called Latin American literary
Boom.
Key words: Post-Boom, Literary canons, Narrative, Social semiotics.
PRELIMINAR
Este estudio propone desarrollar una mirada interdisciplinaria sobre asuntos que
normalmente se han estudiado dentro de los mrgenes de disciplinas especficas. En
este caso, se intenta estudiar un fenmeno literario sin acudir nicamente a las
propiedades intrnsecas de obras, particularidades biogrficas de autores o
comparaciones deterministas entre ambos y sus contextos de produccin o recepcin.
El fenmeno en estudio es de carcter discursivo y semitico-social (Halliday,
Van Leeuwen) y, por lo mismo, inevitablemente interdisciplinario. No basta con
aplicar teoras y mtodos semiticos a un objeto como si tal instrumental fuera
autosuficiente para abordar cualquier temtica, por compleja y heterognea que sta
fuera. Por ello, necesariamente se habrn de intercalar herramientas y procedimientos
de los campos de saber que entran en juego, como muy menos: lingstica, literatura y
anlisis discursivo.
Los textos asumidos socialmente como literarios se sitan en un contexto de
prcticas sociales cuya relacin con las dems prcticas sociales y su definicin como
actividad especfica ha cambiado con el transcurso de la historia y es distinta de
cultura a cultura. Lo que podramos llamar sistema literario (Even-Zohar) no se
forma, compone o sostiene por la presencia y circulacin nica de textos literarios,
sino por el entrecruzamiento o contacto de diferentes discursividades como la crtica
acadmica, la crtica periodstica, el discurso de los pares profesionales (la comunidad
de escritores), el discurso pedaggico, el discurso editorial, el discurso metaliterario
de los mismos autores, etctera. Meletinsky habla de hecho literario para referirse
no slo a la obra sino al contexto, al pblico, sus antecedentes, su recepcin, sus
influencias, lo que decanta en un problema de identificacin a la vez de
diferenciacin progresiva de lo literario en el transcurso de la historia (Angenot, 17).
Por ello, los problemas relativos al canon literario o los cnones literarios, los
procesos de canonizacin, las listas de obras y autores formantes de esa realidad
histrico-cultural y dems instancias de definicin de fronteras, inclusiones y
exclusiones, tienen una naturaleza heterognea y compleja, derivada de la dinmica
relacin de roce, ajuste, filiacin o pugna entre las distintas instancias discursivas que
participan de su formacin.
La proliferacin de estudios y opiniones en torno a las problemticas
vinculadas con el canon o los cnones demuestra el desplazamiento de las
126
El proceso de canonizacin de Manuel Puig en el contexto de la narrativa latinoamericana
Al revs de la dinmica adoptada por las ideas que plantean la desaparicin del
autor (Barthes, Foucault), la relacin que tienen las obras canonizadas con las figuras
autoriales canonizadas es evidente. No son slo las obras las que se incorporan al
canon o se desintegran del mismo, sino tambin sus autores. Muchas veces, es la
figura autorial como signo o emblema la que promueve por aadidura o arrastre la
inclusin cannica.
Hoy da, el significado complejo evocado por los cnones es inseparable de
esta concentracin dominante en la figura del autor, si bien es probable que nos
encontremos ahora en un perodo deflacionario de dicho valor en el contexto general
del sistema literario, si pensamos en los efectos todava insospechados de la
propagacin industrial del oficio literario a travs de la llamada literatura de gnero
o paraliteratura (Wischmann, Eco, Zubieta) y su expresin disgregada, colectivizada,
interactiva y popular en la red.
Como sea, la consideracin de un canon o mltiples cnones entraa siempre la
actualizacin de sistemas de inclusin y segregacin complementarios, pero tambin
dinmicos. Los regmenes de valores que organizan los cnones estn sujetos a la
volubilidad que les imprime la historia y sus revoluciones, estancamientos y
dispersiones.
La postulacin del canon literario es coextensivo con la definicin misma del
hecho literario, al punto que su constitucin revela los lmites culturales de
inteligibilidad de los hechos relacionados con la prctica literaria, en especial aquellos
que ms centralidad comportan en ella: la escritura de obras literarias y los distintos
discursos y prcticas metaliterarios que anteceden, coexisten con y suceden a las obras.
1.2. Para muchos estudiantes nveles de literatura, la nocin de literatura es un
dado, un trmino cuyo referente est garantizado al punto de justificar su propio
inters personal en el asunto. Sin embargo, dentro del terreno mismo de los estudios
literarios y en otros campos como la filosofa, la historia o la lingstica, la fuente de
dicha seguridad es puesta en cuestin y el objeto literatura se desdibuja, se diluye en
otros trminos o se complejiza en definiciones y posturas heterogneas.
El trmino literatura proviene del plural latino litterae, letra, en el sentido
de cosas hechas con letras. La nocin misma de literatura (como prctica discursiva
asociada a unas convenciones distintas de las de las dems formas de comunicacin)
no es anterior al siglo XVIII. En espaol, la palabra literatura, de una forma cercana a
como se comprende hoy, se empez a desarrollar en el siglo XVIII.
Paralelamente a la clasificacin tradicional, si bien modificada, de las Artes
liberales y las Artes mecnicas, se formulan - debido a la influencia francesa - nuevas
clasificaciones que empiezan a marcar los inicios de la separacin entre Bellas o
Buenas Artes y las Ciencias. Elementos innovadores pueden hallarse en las obras de
Ignacio de Luzn (La potica o reglas de la poesa en general y de sus principales
especies 1737) y Benito Jernimo Feijoo (Teatro crtico universal, 1726-1740 y las
Cartas eruditas y curiosas, 1742-1760). Resulta que al mismo tiempo cuando se
128
El proceso de canonizacin de Manuel Puig en el contexto de la narrativa latinoamericana
elementos, efecto propio de las perspectivas esencialistas. Del mismo modo, una
teora sistmica del canon va a evitar convertir al canon en una entidad homognea o
en una propiedad intrnseca de los objetos o hechos a los que se aplique. Los hechos y
las instancias puntuales slo pueden explicarse, sistmicamente, aludiendo al nivel
superior de organizacin en que se integran.
El pensamiento sistmico es, en esencia, transdisciplinario, puesto que se
extiende desde disciplinas como la ciberntica, la biologa y la sociologa a
disciplinas como la lingstica o los estudios literarios. El sistema es un complejo
formado por elementos ordenados segn una determinada trama de relaciones que
otorga al sistema unidad propia (Maldonado, 15).
2.2. En el mbito lingstico, adopta un carcter interdisciplinario, ya que su
inters por abarcar holsticamente los fenmenos estudiados lleva a la incorporacin
de perspectivas y herramientas provenientes de campos de estudio colindantes. La
expresin ms patente del pensamiento sistmico aplicado al lenguaje se produjo en
el ambiente anglosajn. Entre los sesentas y los setentas, se gener una escuela
interdisciplinaria, aplicada al estudio del lenguaje, en torno al trabajo de M.A.K.
Halliday (El lenguaje, Functional grammar), quien a su vez reconoce la influencia de
su maestro J.R. Firth, del antroplogo Bronislaw Malinowski, el Crculo lingstico
de Praga, Louis Hjelmslev, entre otras variadas fuentes de inspiracin. El enfoque
recibi el nombre de Lingstica Sistmico-Funcional2 (LSF). Este modelo tuvo un
desarrollo original en el mbito gramatical, para luego extenderse a mltiples reas de
inters como la adquisicin de lenguas, el estudio de las valoraciones, las variedades
registrales y genrico-discursivas, los estudios ecocrticos, la estilstica, la lingstica
computacional, etc.
Segn esta perspectiva, la lengua es una semitica social, en el sentido de que
en el uso de la lengua se realizan los significados culturales y sus esquemas de
organizacin. La gramtica viene a ser la realizacin de los distintos tipos de
significados (ideativos, interpersonales y textuales) y a su vez, esos significados
instanciarn diversas configuraciones del contexto situacional en la forma de
registros, los que realizaran en situaciones concretas de comunicacin los patrones
genrico-discursivos, en cuanto manifestacin de las metas sociales que los miembros
de una comunidad cultural persiguen en sus interacciones sociales.
2.3. El sistema literario, por su parte, es un concepto que tiene sus orgenes en
el formalismo ruso, a travs de autores como Tinianov y Jakobson. Tinianov se opone
a la teora del texto literario como resultado de un acto aislado y postula su
dependencia de los procesos comunicativos y del contexto tradicional en que se
produce. De esta forma, el fenmeno literario se articula en una dimensin sincrnica
por su valor diferencial frente al uso cotidiano de la lengua y en una dimensin
diacrnica en cuanto a su relacin con las normas literarias vigentes y sus sistemas de
restriccin y habilitacin (Maldonado, 16).
2
En los sesentas se habl de contextualismo britnico y de lingstica crtica.
130
El proceso de canonizacin de Manuel Puig en el contexto de la narrativa latinoamericana
132
El proceso de canonizacin de Manuel Puig en el contexto de la narrativa latinoamericana
Oviedo dice que se trata de una denominacin muy poco literaria, pero que
todos la reconocen fcilmente y la usan defensores y detractores (Oviedo, 199). El
autor opina que el boom fue una notable conjuncin de novelas a mediados de la
dcada del sesenta y una revaloracin de otras, no menos importantes, que haban
sido soslayadas o ledas en distinto contexto (300). Queda claro entonces que la
denominacin resulta una construccin no plenamente finalizada, que tuvo mayor
suerte que otras formas de llamar ms o menos al mismo conjunto de obras y autores
y ejerce su influencia en una especie de rea o entorno de irradiacin que propicia la
observacin, desde su perspectiva, de autores y obras anteriores y posteriores; tanto
para postular lazos de influencia desde (anteriores) y hacia (posteriores) como para
establecer lmites y distinciones respecto a otros conjuntos tambin supuestamente
previos o ulteriores.
Jos Donoso indica en su obra Historia Personal del Boom (1972) que
si la novela hispanoamericana de la dcada del sesenta ha llegado a tener esa
debatible existencia unitaria conocida como el boom, se debe ms que nada a
aquellos que se han dedicado a negarlo; y que el boom, real o ficticio, valioso o
negligible, pero sobre todo confundido con ese inverosmil carnaval que le han
anexado, es una creacin de la histeria, de la envidia y de la paranoia: de no ser
as el pblico se contentaras con estimar que la prosa de ficcin
hispanoamericana excluyendo unas obras, incluyendo otras segn los gustos-
tuvo un extraordinario perodo de auge en la dcada recin pasada (9).
El canon construido con el nombre de boom latinoamericano se forja en un
contexto histrico especial de atraccin por, y esperanza en, la Revolucin Cubana y
de difusin de un cierto latinoamericanismo, asociado al predominio de las ideas de
izquierda entre ciertos sectores sociales y a la creciente ola de participacin social en
los distintos pases de Latinoamrica. Se pueden invocar otras caractersticas
histricas de naturaleza ms global, pero las mencionadas son las que
tradicionalmente se vienen reconociendo como influencias inmediatas del fenmeno.
La manera en que se termina de constituir es heterognea y compleja y las
formaciones discursivas formantes del discurso del boom son variados: la crtica
literaria acadmica, la crtica periodstica, el discurso de los escritores y sus pares, el
discurso pedaggico, etctera.
Algunas de las cualidades atribuidas a las obras y autores, las que pueden
entenderse como las propiedades culturales que otorgan prominencia al fenmeno, se
destacan discursivamente en las instanciaciones de diversos discursos. Son el
resultado de la manera en que el fenmeno en su conjunto o sus ejemplos particulares
son representados en esos discursos y dependen del nivel de estatus sociocultural que
comportan. La opinin de Jos Donoso es una entre muchas otras, que concuerdan o
disienten en torno al tema, pero que contribuyen, cada una a su manera en conformar
el efecto boom. Dentro de los discursos levantados por los propios escritores,
adems del ensayo de Donoso, est el acercamiento de otros escritores involucrados
133
Horacio Simunovic Daz y Daniela Orstegui Iribarren
con el boom, como es el caso de Carlos Fuentes. Entre los estudios acadmicos ms
destacadas y, adems, cercanos temporalmente, est el conocido libro de Emir
Rodrguez Monegal.
Hubo una gran riqueza creativa acompaada de una gigantesca masa de
lectores. Segn Oviedo, el boom marca un punto decisivo en el que cambia, para
siempre, la produccin, consumo y circulacin de nuestra literatura (302). El boom
tiene una influencia de al menos un par de dcadas en el gusto lector y en el sistema
literario latinoamericano, sin contar la influencia ejercida sobre la prctica literaria
fuera de Latinoamrica. Sin embargo, en la dcada de los setenta y en adelante, a
pesar de que los autores principales del boom continuaban su ejercicio creativo,
comienzan a vislumbrarse otros proyectos narrativos que compiten con los de la
generacin anterior e introducen una serie de cambios, no slo en el uso del lenguaje,
sino tambin en la misma temtica de las obras.
Los integrantes, tambin discutidos, de la generacin que normalmente la
crtica llama post-boom tienen en comn la exploracin de los lmites entre la
cultura canonizada y la cultura popular. Son, en s mismos, ejemplos de un gesto
metaliterario de revisin de los parmetros que definen el ejercicio literario como
prctica prestigiosa y de inclusin del discurso popular y las formas industrializadas
de la cultura en sus obras. Algunos de los autores comnmente incluidos son los
chilenos Antonio Skrmeta, Ariel Dorffman e Isabel Allende; el peruano Alfredo
Bryce Echeique; el escritor cubano Severo Sarduy; y el escritor argentino Manuel
Puig, cuya presencia canonizada (o no) cuestionamos en este estudio.
Hayworth. Juan Goytisolo, en una columna escrita para el diario El Pas, dice haber
ledo el manuscrito de un desconocido un da, por consejo de un amigo: Pocas veces
en mi vida he calado en un texto literario de un desconocido con tanta sorpresa y
delicia. Al cabo de la lectura, tena el pleno convencimiento de hallarme ante un
autntico novelista, atrapado, como lector, en las redes de un mundo originalsimo y
personal (en lnea).
En su columna, el escritor espaol intenta, justamente, expresar el enorme
rechazo recibido originalmente por Puig y su obra, de parte del establishment literario
de la poca. La novela fue postulada para el premio Biblioteca Breve de la Editorial
Seix Barral en Barcelona. Goytisolo la haba llevado a Carlos Barral3, pero l no le
tom el menor inters, por lo que a pesar del xito que tuvo en el jurado, la oposicin
del editor cataln determin que la obra no obtuviera el premio. Luis Goytisolo,
hermano de Juan, miembro del jurado en esa ocasin, dimiti como gesto de rechazo
a la actitud prepotente de Barral. Por ltimo, a pesar de haber estado ms o menos
comprometida la publicacin de la obra, sta no se produjo y slo vino a ser publicada
con posterioridad en Buenos Aires.
Goytisolo, en el mismo texto, declara Su impresin personal de Manuel,
quien, ingenuamente haba corrido a verle a Barcelona en calidad de finalista, fue tan
negativa como tajante. Con su probado olfato literario, decidi que aquel argentino
afeminado, vulnerable y frgil no era un escritor digno de figurar en el prestigioso
catlogo de la editorial (en lnea).
Ms tarde, Ariel Schettini relata el que considera el primer episodio de lectura
de la obra de Puig (seguramente desconoca el que se ha relatado antes): En 1968, el
jurado del concurso de novela de la revista Primera Plana, se divide entre Severo
Sarduy (que defiende Boquitas Pintadas como la ganadora) y Mario Vargas Llosa y
Juan Carlos Onetti que la desestiman. Finalmente, se dice que Onetti dio el veredicto
final: la voz del escritor estaba tan fundida con la de sus personajes que se corra el
riesgo que el escritor mismo tuviera registro verbal de sus personajes (Schettini,
211). Puig mismo, citado por Schettini, se refiri al suceso: Cuando la present a un
concurso de novela en Buenos Aires, Juan Carlos Onetti no quiso darme el premio
porque dijo que yo copiaba a tal punto la cultura popular que no se poda saber cmo
era realmente mi verdadera escritura (211).
5.3. Ya en una poca ms amable para Puig, su obra despierta an opiniones
encontradas entre sus pares y los crticos:
Aunque el juicio afirmativo sobre los valores estticos de la literatura de Puig
domina dentro del campo de la crtica argentina, hispano y norteamericana, no se
trata de un juicio unnime. Para Juan Jos Saer y Rafael Conte, las novelas de
Puig responden de un modo desafortunado, por lo anacrnico, a las exigencias
3
Carlos Barral fue un poeta, senador y editor espaol que hered la Editorial Seix Barral de Barcelona,
fundada por sus padres. Cre una serie de premios, entre ellos el de Biblioteca Breve. Fue tambin el principal
propulsor editorial del boom latinoamericano. Muri en 1989.
135
Horacio Simunovic Daz y Daniela Orstegui Iribarren
136
El proceso de canonizacin de Manuel Puig en el contexto de la narrativa latinoamericana
VI. ANLISIS
6.1. Presentamos, someramente, slo una de estas dimensiones: la
transitividad, como sistema formal de realizacin de los significados
representacionales de la lengua. De igual forma, aunque sin el debido detalle, que
volvera el anlisis ms exhaustivo pero tambin demasiado extenso para los
propsitos de esta exposicin, mostraremos algunos aspectos interpersonales
4
Ver Halliday.
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Horacio Simunovic Daz y Daniela Orstegui Iribarren
138
El proceso de canonizacin de Manuel Puig en el contexto de la narrativa latinoamericana
139
Horacio Simunovic Daz y Daniela Orstegui Iribarren
CONCLUSIONES
La lengua de los textos, sean stos literarios, crticos, pedaggicos, polticos o
relativos a cualquier otra prctica cultural, muestran en su constitucin las huellas de
otros textos y discursos, los propsitos culturales que actualizan, los roles y el estatus
de los participantes de la interaccin en la que surgen, los valores de las ideologas
que los cruzan.
El caso de Manuel Puig y de su obra es uno entre muchos otros. Si se logra
demostrar cmo afectan los procesos de canonizacin y la constitucin de monumentos
culturales, estables o transitorios, las representaciones de la obra y de su autor, su
140
El proceso de canonizacin de Manuel Puig en el contexto de la narrativa latinoamericana
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141
Horacio Simunovic Daz y Daniela Orstegui Iribarren
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Eco, Umberto. Apocalpticos e integrados. Barcelona: Lumen/Tusquets, 1999.
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142
El proceso de canonizacin de Manuel Puig en el contexto de la narrativa latinoamericana
143
145-161
LITERATURA Y PRENSA:
LA COLUMNA DE ESCRITORES EN CHILE1
Literature and the press: the writers column in Chile
Jaime Galgani Muoz*
Resumen
El artculo desarrolla algunas reflexiones tericas acerca de las caractersticas de la
presencia de los escritores en el periodismo durante los siglos XIX y XX como autores de
columnas de opinin asociadas a la crtica cultural. En segundo lugar, presenta una visin
panormica de la evolucin del gnero en Chile en el mismo perodo y, finalmente, destaca el
trabajo, como columnistas, de algunos de sus principales exponentes.
Palabras clave: Columna literaria, Columna cultural, Columna de opinin, Modernidad, Prensa
y literatura.
Abstract
This article offers theoretical reflections on authors presence in journalism and their
opinion columns on topics related to cultural critique during the XIX and XX centuries. The
article goes on to present an overview of the evolution of Chilean journalism during the same
period and, finally, highlights some of the periods leading pieces and columnists.
Key words: Literary column, Cultural column, Opinion column, Modernity, Press and
literature.
1. INTRODUCCIN
El presente artculo recoge las reflexiones que inspiraron una investigacin
sobre las relaciones entre escritores y prensa. Se ha establecido que uno de los
espacios ms privilegiados de dicha relacin es el que corresponde a la columna de
opinin en el peridico, con sus distintas variedades: artculo, columna cultural,
crnica, etctera. En ella aparece la voz y manifestacin del escritor que se hace, a su
vez, portador de un sentir valorativo que el lector le asigna confirindole autoridad
para emitir opiniones sobre los ms variados temas, aunque, evidentemente, no sea
experto en ninguno de ellos. De este modo, el escritor participa en el peridico como
actor social opinante.
1
Este artculo forma parte de las investigaciones del proyecto FONDECYT N 1130400, Literatura chilena
y proyecto cultural en revistas de inicios del siglo XX (1900-1910). Est basado en la ponencia Columna
literaria en Chile en el contexto de la modernidad de inicios del siglo XX presentada en el X Congreso de la
AEELH, Letras libres de un repertorio americano: historia de las revistas literarias, Cartagena, Espaa, 4-7
de septiembre de 2012, y la ponencia The writers column in the history of the Chilean press: fundamental
milestones, presentada en el congreso Bridges across culture, Perugia, Italia, 27-30 de junio 2013.
Jaime Galgani Muoz
la circunstancia, los que producan textos poticos, los que discurseaban en el Ateneo,
los que dictaban clases en las instituciones educativas, los que escriban en los
peridicos, los que dictaminaban sobre leyes y dirigan la escena pblica de naciones
que, sobre todo en Amrica, estaban en proceso de construccin. Y, as como en
Chile se destacan nombres como Alberto Blest Gana, Camilo Henrquez y Victorino
Lastarria, en Espaa hay notables escritores colaborando en los peridicos (Mariano
Jos de Larra, Gustavo Adolfo Bcquer, Ramn de Campoamor, Juan Valera, Benito
Prez Galds y Leopoldo Alas).
La diferencia que tiene la columna literaria con lo que posteriormente, en el siglo
XX, vendra a ser la columna de espectculos, la columna deportiva o de crnica roja,
est precisamente perfilada por estos escritores del XIX, quienes, a ambos lados del
Atlntico, se constituyen en artfices de un cierto protocolumnismo que se manifiesta
en su profunda preocupacin por la utilizacin de la lengua, su concepcin del
articulismo como un gnero literario, la primaca concedida al estilo y los recursos
retricos, la ficcionalizacin de la realidad y del yo, y su empleo de la parodia, la
stira, el humor y el ridiculum en general con fines crticos (Grohmann, 2).
Caractersticas todas que estn presentes en las columnas decimonnicas y que
determinan parte del perfil del gnero hasta nuestros das. Ellas dan cuenta que, ms
all de la cuestin de que se trata, la presencia del escritor en el peridico no est
determinada por el tema, sino por el estilo. Esto lo demuestra el hecho que dicho
estilo prevaleci por sobre las contiendas polticas que configuraban el mapa temtico
fundamental de naciones que se encontraban en su poca fundacional.
El aserto de Mara Cruz Seoane respecto a que puede afirmarse sin exageracin
que el mbito natural del escritor es el peridico ms que el libro (La literatura, 18)
viene a confirmar el hecho de que el escritor nace a la luz en el peridico, sobre todo
teniendo en cuenta las limitaciones que el mercado productor ofreca a los creadores del
siglo XIX para publicar libros y la naturaleza misma del peridico como espacio de
exposicin y reconocimiento (legitimacin) del creador al interior de la escena cultural.
En el mismo sentido, Seoane afirma que hasta poca relativamente reciente, las
historias de la literatura no se ocupar[o]n de la prensa, pese a que en peridicos y
revistas se han gestado todos los movimientos literarios contemporneos, y han visto
por primera vez la luz muchas obras antes de convertirse en libro (El periodismo, 23).
La formacin de la columna en su sentido moderno, tiene su origen en la
evolucin vivida hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX, caracterizada por la
divisin del trabajo, la profesionalizacin del peridico y la especializacin de la prensa
capitalista [que] conducen a la necesidad de diferenciar las distintas voces que
componen el peridico (Grohmann, 2). Es as que, si antes el artculo firmado haca
tambin las funciones de editorial, en el periodo sealado, comienzan a distinguirse
voces: la de la propia empresa, a travs de la editorial, y la de los periodistas y
colaboradores, a travs de otros gneros de opinin, como la columna (citando a
Hidalgo).
147
Jaime Galgani Muoz
oposicin a las monumentales obras literarias del siglo XIX, corresponde tambin a una
nueva concepcin de la escritura, la cual no puede ya aspirar a la ambicin ordenada de
un sistema de representacin integral, monoltico, incuestionable y portador de verdad.
La nueva escritura debe ser permeable a la irrupcin de una vida que, en su
impertinencia, acosa desde los ms diversos frentes: el arte, la ciencia, la tecnologa, el
advenimiento de las masas, la educacin, las progresivas y sectoriales luchas sociales, la
creciente interconexin en el mbito de las comunicaciones. Un individuo de a
mediados del siglo XIX viva en un mundo que podra ser ms precario, pero s ms
estable; el escritor de entonces poda acometer proyectos de largo aliento y saba que el
mundo que lo haba precedido no cambiara mucho en su futuro inmediato. El hombre
finisecular, en cambio, inmerso en el clima espiritual que le ofrece el modernismo (que
es la faz esttico-espiritual de la modernidad), sabe que el tema del que escribe hoy
cambiar probablemente maana. La escritura, entonces, debe dar cuenta de esa
inminencia; y nada ms apto para ello que el soporte periodstico.
El escritor [moderno] interroga lo inmediato e interroga a la vez su
subjetividad (Rotker, 143). Esta es una caracterstica radical de la poca, puesto que la
inseguridad e inestabilidad de los sistemas conduce a la certeza de que solo lo subjetivo
y vivido aparece como seguro. No hay confusin con el romanticismo, pues la
experiencia modernista y las operaciones constructivas del yo que le suceden no
coinciden con la ptica confesional y personalista del romanticismo, sino que es un yo
que quiere asumir en s el universo, un yo colectivo que no expresa la individualidad
sino el alma del mundo (Rotker, 144). El escritor moderno no se concentra en su
intimidad (como lo haca el romanticismo), sino que subjetiviza los mltiples estmulos
del mundo exterior para devolverlos a l como un caleidoscopio de miradas y
resonancias. Su proyecto no es una escritura de evasin, sino la personalizacin de la
vertiginosidad de estmulos que vienen del entorno. Y, si el soporte propio del poeta
romntico era su cuaderno escondido de notas, el soporte del escritor moderno ser, por
cierto, el peridico, pues en l confluyen todos los elementos mencionados:
fragmentariedad, discursos yuxtapuestos, dinamismo, conciencia del tiempo que fluye,
heterogeneidad. Aunque parezca contradictorio, en esta poca, el escritor encuentra un
lugar muy propio entre noticias, reportajes y publicidad, pues el periodismo, despus de
haber evolucionado en la lnea del reporter, a fin de comunicar objetivamente los
acontecimientos que llegaban a travs del cable, articula espacios de expresin
personal concedidos a hombres reconocidos en su autoridad literaria. El pblico espera,
requiere y necesita de la expresin personal (por eso se le llam tambin periodismo de
opinin) de aquellos a quienes ha conferido valor. Ese es el lugar de la columna que
redactan diversos escritores. Siendo pequeas obras flgidas como las llam
Mart, en ellas es posible percibir la variabilidad del mundo, de sus transiciones y de
los acentos que lo configuran.
150
Literatura y prensa: la columna de escritores de Chile
corresponde configurar una idea de la nacin antes que ella siquiera llegue a tener
existencia plena (Subercaseaux, 158-166). Ese esencialismo poltico-cultural permite
configurar un cuadro en el que prcticamente es imposible escindir la diferencia entre
el escritor productor de literatura y el escritor que escribe en los peridicos; todava no
hay un verdadero periodismo de opinin, sobre todo si se considera que la incursin
de los letrados en el periodismo tiene un valor profundamente rector.
2
Con todo, varios historiadores coinciden en que la Guerra Civil de 1891 marca un antes y un despus en
nuestra prensa. Qu significa esto? Simplemente, que la poltica deja de ser la preocupacin nica de los
lectores. Como lo explica Gonzalo Vial en su Historia de Chile: Progresivamente se iba disipando el
entusiasmo pblico por la polmica doctrinaria. Y aparecan intereses nuevos: el deporte para sus cultores; las
leyes y los reglamentos para la burocracia en desarrollo y para el ncleo asimismo creciente que formaban los
afectados por una legislacin cada vez ms compleja; el cable extranjero para las colonias forneas; el folletn,
la moda, lo domstico, la vida social y el cine para las mujeres; el arte y la cultura para los intelectuales; la
publicidad para el comercio, etc. (Citado por Matus, en lnea)
152
Literatura y prensa: la columna de escritores de Chile
153
Jaime Galgani Muoz
revistas que asumieron este rol. Se lleg a una situacin de opinin secuestrada,
como lo seala lvaro Matus, quien postula que [e]n las pginas de Apsi, Anlisis,
Cauce, Hoy, Pluma y pincel, Fortn Mapocho y La Bicicleta aparecieron las primeras
voces disidentes a la dictadura de Pinochet (Matus, en lnea), advirtiendo que dichas
publicaciones sufrieron a menudo la suerte de la suspensin y de la censura.
4.5. 1990-2013: Desdibujamiento del rol del escritor como columnista cultural y
aparicin de nuevos agentes en la prensa de opinin
Si se pudiera aventurar en la extensin de la clasificacin de constelaciones
que ofrece Brunner, habra que decir que la nuestra corresponde a una Constelacin
de masas post-moderna, caracterizada por un mercado cultural abierto a las masas,
acceso universal a los medios de comunicacin, con predominio de las recientes pero
exitosas redes sociales, pblico ms democratizado y segmentado por preferencias
personales, con amplios niveles de escolarizacin pero con manifestacin de una alta
pugna por el acceso a la educacin de calidad y gratuita para todos. El campo cultural
responde a diversos agentes que participan de los diversos medios, globalizacin de la
cultura, emergencia de voces subalternas, alta competencia, reivindicacin de los
derechos humanos y bsqueda de mayor transparencia econmico-social.
En este contexto, ha tendido a desaparecer la voz del escritor autorizado
como lder de opinin. Su rol ha sido desplazado por otros agentes de la vida cultural:
socilogos, polticos, economistas, periodistas, etctera. Junto a ello, se suma la
emergencia de la participacin de miembros de la cultura popular que estn en el
comentario cotidiano de las clases medias y populares. La columna cultural, si bien
sigue estando presente en los peridicos ms prestigiados, no pocas veces es
desplazada en importancia por el blog o la emergencia de nuevos medios de
comunicacin.
En conclusin, la historia de las relaciones entre escritores y prensa en Chile es
posible de clasificar en cinco momentos clave. Un primer perodo (1810-1880) en que
domina la idea del periodismo de ideas y en el cual tiene lugar el hombre letrado,
indistintamente poltico, jurista, economista y escritor; un segundo perodo (1880-
1930) en que se comienza a gestar un campo cultural autnomo en que el escritor
aparece cada vez ms como un profesional de elite que se permite aparecer en los
peridicos con sus columnas de opinin; un tercer perodo (1930-1973) en que se da
un desarrollo ms pleno de la autonomizacin de campo iniciada en el perodo
anterior y en que el escritor es ya un agente altamente especializado, conocido
eminentemente por su produccin literaria y que se hace presente en el peridico
como voz autorizada, como lder de opinin; un cuarto perodo (1973-1990) en que
domina la censura poltico-cultural de la dictadura y pierde valor crtico la presencia
de la columna cultural en los peridicos, desplazndose fundamentalmente hacia
otros medios (revistas disidentes al rgimen que sufren tambin los riesgos de la
censura). Finalmente, un quinto perodo (1990-2013) en que la emergencia de la
154
Literatura y prensa: la columna de escritores de Chile
3
En la historia del periodismo mundial han existido, segn Richard Kapuscinski, dos escuelas: la anglosajona
y la europea continental. La primera, nos dice el autor en Los cinco sentidos del periodista, tiene como
fortaleza la objetividad: La noticia que presenta los hechos tal como sucedieron debe presentarse separada
del comentario que los interpreta desde un punto de vista determinado, afirma Kapuscinski, y agrega: Cada
diario que suscribe estos principios organiza a sus periodistas en dos categoras: los que escriben la noticia
pura y dura y los columnistas. La corriente periodstica europea continental, la de Francia o Italia, concibe los
medios como un instrumento de los partidos y gobiernos. Como hemos visto, esta escuela es, a todas luces, la
que domin nuestra prensa durante la mayor parte del XIX: la fuerza de los artculos radicaba no tanto en
informar como en exponer las ideas del autor o del medio mismo. (Matus, en lnea)
155
Jaime Galgani Muoz
y en Los Tiempos. lvaro Matus dice que escribi en torno a 12.000 columnas; ms
modesto en sus clculos, Leonidas Morales postula que entre 4.600 y 4.800; en
cualquier caso, todos atribuyen a Edwards Bello quizs la mayor produccin de
columnas periodsticas que se haya visto en el ambiente nacional. Alone destaca que
contra todos y a pesar de todos, Edwards Bello se hace leer y discutir
apasionadamente. Existe con innegable vigor: posee en el estilo, en el simple modo de
agrupar palabras, las imgenes y las frases, esa potencia elctrica que no permite leer
en fro (citado por Matus). Edwards Bello fue ese intelectual-escritor que desde la
columna desplegaba
[u]na sutil aspereza [que] se colaba entre tanto personaje que haca aparecer y
desaparecer de sus crnicas. Alrgico a cualquier eufemismo y siempre
desenvuelto, el autor diseccionaba los valores y hbitos del pas, llegando a
decir, por ejemplo, que el chileno tena la alegra del incendio, de la
demolicin, del velorio. Denunciaba a los lateros, [] se rea de la vocacin
litigante del chileno (Matus, en lnea),
e incluso se permita desperfilar el oficio del escritor (aunque lo era l con toda
propiedad) como la de un bellaco disfrazado y ensalzar el periodismo como una
tarea de utilidad pblica. No cabe duda de que Joaqun Edwards Bello es una de las
pruebas patentes de que el fantasma de la objetividad no destruy el lugar del
escritor en el periodismo, sino que permiti recolocarlo desde un lugar donde pudiera
expresarse con menos compromiso y ms libertad, pudiendo ejercer una influencia
preponderante en los hbitos y la cultura de la nacin. Sin duda que dicho modo de
concebir la labor del escritor en la prensa permite enriquecer la naturaleza del
periodismo, sustrayndolo del reduccionismo positivista que lo limita a la noticia y
comunicndolo con la vasta necesidad que los pueblos tienen de un discurso que,
exhibiendo el calificativo de opinante, tambin reclama su participacin en la ardua
contribucin por develar la siempre escurridiza verdad.
Hubo otros destacados exponentes del columnismo en peridicos que, tal
como Joaqun Edwards Bello, atravesaron varias dcadas del siglo XX. Destacan,
entre ellos Daniel de la Vega y Jenaro Prieto. Sin embargo, por lo que se refiere al
perodo que cubre la primera mitad del siglo, merece ser destacado por su trabajo
como columnista el escritor Augusto DHalmar. Sus colaboraciones comenzaron
bastante pronto, cuando se dice que tena alrededor de 15 aos, en algunas
publicaciones menores. No obstante, es en 1900 cuando comienza a desarrollarse su
participacin como escritor columnista, en la revista Luz i sombra y, posteriormente
en Instantneas de Luz i Sombra. Tena, entonces, apenas 18 aos y ya haba sido
calificado por Nadir (uno de los crticos de Luz i Sombra), como un mdico de
almas que posee un bistur [que] penetra tan hondo que a veces asusta. Dice que su
pintura realista lo convierte en un ser cruel. Zola, a la edad de Thomson (apellido
real del autor), era acaso ms humano o, ms bien dicho, tena ms piedad con los
heridos, los enfermos del pudridero humano (N 28, septiembre de 1900). Para el
156
Literatura y prensa: la columna de escritores de Chile
crtico Guillermo Muoz Medina, [a]s como Cabrera lo fue de Pluma i Lpiz,
Thomson lleg a ser el alma de Instantneas (227). En ella, junto a algunos de sus
primeros relatos, escribe unas columnas que tienen por nombre Potpourri
(comentarios generales de arte) y Los 21, destinada a exponer semblanzas de
escritores. El trabajo de DHalmar responde a la tnica de los nuevos tiempos, pues
va acompaado de la relacin estrecha que establece con otros escritores y
columnistas para presentar un trabajo que, de algn modo, representa el producto de
las conversaciones de tertulia en torno a las preocupaciones y novedades del
momento. Posteriormente, DHalmar escribi en varios peridicos. Son de destacar
sus colaboraciones en El Mercurio, en la revista Zig-Zag, en La Nacin, La Unin, y
otros. Uno de los peridicos en donde alcanza su madurez como columnista escritor
fue Informaciones, diario madrileo donde public entre 1926 y 1931. Dichas
columnas (ms de 160 en total) ejemplifican la presencia del escritor moderno en la
prensa. En efecto, all se destaca que la vala del escritor en el peridico est dada por
la presencia de un estilo que lo caracteriza. As por ejemplo, cuando habla de la fama
y la celebridad, dice, con una irona singular:
Fama y celebridad parecen ser sinnimos, y el propio diccionario no hace ms
distincin entre ellas que llamar a la celebridad fama grande. Sin embargo, en la
prctica, muchos personajes clebres no han conseguido ser famosos, y muchos
hombres famosos no han llegado a ser clebres (13 de agosto de 1928).
O cuando, para hablar sobre la situacin de algunas regiones que padecen el
flagelo del hambre, comienza con una breve frase:
[Hambre] Alguien me ha dicho que sta era una palabra que llenaba (5 de
septiembre de 1927)
O cuando, hablando de Marco Aurelio, encierra en una breve introduccin las
cualidades del emperador y del pensador:
Marco Aurelio demostr que la prpura imperial caa bien sobre la tnica del
filsofo; pero aquellos eran otros tiempos, y l era, sobre todo, otro hombre,
nico, al cual le fuera dado conciliar la potestad mxima con la suprema
sabidura (10 de febrero de 1930).
As, pues, en muchas de sus columnas, el peso del estilo est condensado en la
primera frase, suficiente como para motivar al lector, interesado probablemente en las
noticias del da, para continuar leyendo su propuesta y generando, quizs, el inters por
seguir su crnica semanal, cuestin caracterstica del columnista de crtica cultural.
El estilo de DHalmar tambin a veces se hace notar en la ltima frase o
prrafo. Por ejemplo, cuando habla de los ltimos das de Goya en Burdeos, termina
su columna de este modo:
Iba obscureciendo. Don Francisco se despidi de esa corriente de agua que
incesantemente llevaba hacia el mar sus tardas y tardas divagaciones y abraz
157
Jaime Galgani Muoz
con los ojos el mbito amado del cielo, que, ese s, se albergaba en su pecho.
Poca cosa el hombre! Pero inestimable la pequea partcula que destella e
irradia en el fondo de su ser y que nada, ni la muerte ni la nada, conseguirn
extinguir! (26 de abril de 1928).
Al comentar la crisis de Wall-Street, termina con la siguiente reflexin:
[] ya que si al que busca la Verdad lo dems le ser dado por aadidura, al
que la rehya lo dems deba ser quitado? La aventura de Wall-Street har ms
astutos o ms audaces a los agiotistas, sin que, como decamos, cristalice en
ningn concepto de elevada moral, a cubierto de malversaciones. Y nicamente
los dominios espirituales son inalterables. Quien vive solo para el pan, al perderlo
pierde con l la vida o su razn de vivir; pero aquel que haya vinculado su
existencia a la del espritu, por el espritu ser salvo (16 de noviembre de 1929).
Lo que se hace ver en estos ejemplos es que el estilo es la materia
fundamental, el hilo conductor de las diversas columnas. Hablando de una ciudad
espaola, de una catedral, del cine y sus promesas, del Monasterio de El Escorial, de
la crisis de Wall Street o de los ltimos das de Goya, cualquiera sea el asunto tocado
por el escritor, hay en su tratamiento una marca personal que lo distingue. Y, si en el
caso de DHalmar, es esa capacidad de arrancar una verdad trascendente al momento
o a la oportunidad, en otros casos, ser otro acento el que prevalezca, pero, en todos,
sin duda, se hace notoria la capacidad de imprimir una nota personal que, de algn
modo, es capaz de llegar a un pblico lector que se siente interpretado por ella.
Otro aspecto relevante en las crnicas de DHalmar consiste en que supo
entender lo que Mart haba hecho notar con respecto a que el periodismo es el lugar
de las ideas. En esto, DHalmar revela su condicin de escritor moderno. No opt por
la obra ensaystica monumental, sino por simples columnas que, aparte de otorgarle el
sustento cotidiano y mantener la vigencia de su nombre, le ofrecan un escenario
donde sus ideas pudieran alcanzar algn grado de expresin.
Cabe hacer notar que el proyecto destinado a investigar las relaciones entre
escritores y prensa en las primeras dcadas del siglo XX, aparte de ahondar en la
bsqueda de material y profundizar en el anlisis de los columnistas ms reconocidos,
tiene como objetivo reconocer el aporte que, en la materia, hicieron algunos escritores
menos recordados, quienes, no obstante, supusieron un desarrollo del gnero
importante de relevar a la hora de estudiar las bases de la formacin del campo
cultural en Chile. Entre ellos, figura, en primer lugar, Joaqun Daz Garcs, quien
cumpli, durante varios aos, funciones de direccin en EL Mercurio, lo que no le
impeda escribir en el diario ya la pgina amplia de reconstitucin histrica, en que
sola aceptar la influencia de Georges dEsparbs, ya la nota ligera, zumbona, donde
se emparentaba con Larra por el afn de poner en solfa las costumbres sociales que le
eran mejor conocidas (Silva Castro, 352). Junto a sus escritos en El Mercurio y El
Chileno, El Diario Ilustrado y otros, public el volumen titulado Pginas chilenas y
Pginas de ngel Pino. Exequiel de la Barra, por su parte, fue un destacado cronista
158
Literatura y prensa: la columna de escritores de Chile
en La Nacin; redactor de criterio ponderado y de lmpido estilo que hace que sus
escritos sean ledos con agrado e inters (Valdebenito, 254). Rafael Maluenda
Labarca, adems de su produccin literaria, public en La Ley, El Ferrocarril, El
Diario Ilustrado, y en las revistas Zig-Zag y Sucesos. Daniel de la Vega Uribe,
redactor y crtico teatral de El Mercurio de Santiago y de Las Ultimas Noticias.
Poeta de alto vuelo lrico, figura entre los valores consagrados de nuestra literatura.
Como periodista posee un estilo sobrio y ameno. Su prosa lmpida, personalsima
parece inspirada en su cosecha lrica. Sus comentarios periodsticos poseen valor
perenne (Valdebenito, 309-310). Nathanael Yez Silva, crtico de arte, autor teatral,
colabor como periodista a partir de 1905 en El Diario Ilustrado, La Nacin, Los
Tiempos y Las Ultimas Noticias.
Todos estos escritores y otros ms son parte de esa generacin que ofrece al
gnero columna de opinin un desarrollo emprico notable, participando de los
peridicos mencionados. En ellos se leen sus colaboraciones con atencin, en ellos
se prolonga su laboral escritural, en ellos se configura el nuevo modo de participar
de los novelistas, dramaturgos e incluso poetas en el escenario cultural propio de
inicios del siglo XX, el cual, como se ha dicho, est marcado por la especializacin
de oficios, por la separacin de secciones dentro del peridico, por la
autonomizacin del campo literario, y por el efecto a que conduce la intermediacin
masiva de la prensa como espacio de comunicacin entre creadores y un pblico
lector cada vez ms numeroso y annimo.
6. CONCLUSIONES
Las relaciones entre el escritor y la prensa se desarrollan entre el siglo XIX y el
XX siguiendo un proceso que va desde la presencia totalizante de los mismos, como
hombres letrados, hasta la diversificacin de las tipologas textuales asociadas al
gnero periodstico. En un principio, el escritor est presente en todo el desarrollo del
peridico. Ejemplo de ello es Camilo Henrquez. Ms adelante, cuando el peridico
deja de ser simplemente un instrumento ideolgico al servicio de determinadas
corrientes y asume el carcter positivista de la objetividad, el peridico es absorbido
por la centralidad de la noticia, como factor principal de desarrollo. Aparece la
pgina editorial y las diversas crnicas especializadas. En medio de ellas, la columna
de opinin, desarrollada a menudo por escritores reconocidos por la sociedad, se
formula como un sub-gnero emparentado en cierto modo con el ensayo, que no tiene
las pretensiones cientficas de una demostracin y que solamente exige un papel,
una pluma y una voz autorizada. En Espaa, hubo grandes columnistas que cultivaron
este gnero (Unamuno, Azorn, Ortega y Gasset); en Chile, destacaron, desde las
primeras dcadas, Augusto DHalmar, Joaqun Edwards Bello, Jenaro Prieto y otros
ms. En ambos casos, ellos son los primeros exponentes de un articulismo que ha
tenido un gran desarrollo hasta nuestros das. Si en algn momento, con el desarrollo
del periodismo objetivo, se temi que los escritores desaparecieran de la escena
159
Jaime Galgani Muoz
principal de la cultura, este desarrollo del periodismo de opinin ech por tierra
dichos presagios. Lo que s sucedi es que, convertido el peridico en el nuevo lugar
para la expresin de las ideas, el escritor pronto debi reorientar sus esfuerzos y
adaptarse a los nuevos tiempos. Para el caso de Amrica y de Espaa, sirvi, sin duda,
el testimonio de numerosos protocolumnistas pertenecientes al siglo XIX.
Qu explica el xito del gnero? Varios tericos han contribuido a concluir
que no se debe sino a que la columna escrita por escritores comunica algo que les es
propio y que es la tonalidad con que asumen los acontecimientos cotidianos. Tambin
contribuye el hecho de que el pblico lector, amenazado por el tono pesimista de la
noticia diaria, necesita tambin encontrar un espacio donde se le permita identificarse
con corrientes de opinin que le hagan posible acceder, en medio de la transitoriedad
de lo fragmentario, a una cierta relativizacin de lo negativo, por medio de la parodia,
a una cuota de trascendencia, por medio de la reflexin moral o espiritual, e, incluso,
en ciertos momentos, a una intuicin parecida a la verdad.
OBRAS CITADAS
Brunner, Jos Joaqun. Cultura y crisis de hegemonas. En Brunner, Jos Joaqun y
Gonzalo Cataln. Cinco estudios sobre cultura y sociedad. Santiago de Chile:
Ediciones Anaivillo, 1985: 13-68.
DHalmar, Augusto. Informaciones. Diversas columnas escritas entre 1926 y 1931.
Domnguez Rubalcava, Hctor. La modernidad abyecta: formacin del discurso
homosexual en Hispanoamrica. Xalapa: Biblioteca U. Veracruzana, 2001.
Grohmann, Alexis. La escritura impertinente. El gnero del columnismo de escritores
contemporneos (1975-2005). En Insula, Revista de letras y ciencias humanas,
703-704 (2005), Madrid.
Len Gross, Teodoro. La columna y lo literario como valor periodstico. El gnero
del columnismo de escritores contemporneos (1975-2005). En Insula, Revista
de letras y ciencias humanas 703-704 (2005), Madrid.
Mart, Jos. Prlogo al poema del Nigara. En Obras completas. La Habana, 1975 (1882).
Matus, lvaro. Historia abreviada del periodismo de opinin en Chile. Dossier.
Revista de la Facultad de Facultad de Comunicacin y Letras. Nmero
monogrfico: Chile, pas de columnistas. Santiago: UDP, 2009. Versin
electrnica revisada con fecha 29 de abril de 2012. http://www.revistadossier
.cl/detalle.php?BD=dossier_textos&id_dos=5&pags=0
160
Literatura y prensa: la columna de escritores de Chile
161
163-176
LA VERDAD COMO ALETHEIA, UN TRGICO ASUNTO EN
EDIPO REY DE SFOCLES
The truth as aletheia, a tragic issue in Sophocles Oedipus rex
Resumen
Para hacer justicia hay que saber la verdad. Existen al menos dos justicias, una humana,
otra divina. Eventualmente la segunda precave los errores de la primera y enmienda lo obrado
por la desmesura de los mortales, imponiendo su dominio, mandato y castigo. Este ensayo
reflexiona sobre el tema de la verdad como aletheia, esto es, como desocultacin y
rememoracin, en la obra Edipo rey de Sfocles. En este drama la justicia la impondr Apolo
y devendr violenta, a causa de lamentables hechos de sangre ocultados y olvidados. Desde
el orculo de Delfos, salpicando y chorreando sangre de los ojos del rey de Tebas, la verdad
divina emerger exigiendo venganza, sin compasin alguna para sus protagonistas. La verdad
como aletheia no es solo poder, justicia y castigo a travs del logos y aqu lo relevante,
tambin es grito, sangre y muerte, es tragedia.
Palabras claves. Aletheia, Verdad, Hechos de sangre, Tragedia, Violencia, Desmesura.
Abstract
In fairness we must know the truth. There are at least two justices, one human, the other
divine. Eventually the second precave errors of the first amendment and it worked for the
excesses of mortals, imposing his rule, mandate and punishment. This essay reflects on the
theme of truth as aletheia, that is, as unconcealed and remembrance, in Sophocles' King
Oedipus work. In this drama Apollo justice prevail and will become the violent, because of
unfortunate bloodshed hidden and forgotten. From the Oracle of Delphi, splashing and
dripping blood from his eyes the king of Thebes, the divine truth will emerge demanding
vengeance, without mercy for its players. Truth as aletheia is not only power, justice and
punishment through the logos-and-what is relevant here, is also cry, blood and death is tragedy.
Key words: Aletheia, True, Deeds of blood, Tragedy, Violence, Excess.
1
La hybris es un concepto griego que puede traducirse como desmesura o arrogancia. En la Antigua
Grecia aluda a un desprecio temerario hacia el espacio personal ajeno, unido a la falta de control sobre los
propios impulsos, siendo un sentimiento violento inspirado por las pasiones exageradas, consideradas
enfermedades por su carcter irracional y desequilibrado, y ms concretamente por Ate: la furia o el orgullo.
En la tradicin griega la persona que comete hybris es culpable de querer ms que la parte que le fue asignada
en la divisin del destino. La concepcin de la hybris como falta, determina la mesura como modelo social a
seguir, esto es una tica de la moderacin y la sobriedad, obedeciendo al proverbio pan metron, que significa
literalmente la medida en todas las cosas, o mejor an nunca demasiado o siempre bastante. El hombre
debe seguir siendo consciente de su lugar en el universo, es decir, a la vez, de su posicin social en una
sociedad jerarquizada y de su condicin ante los inmortales dioses.
164
La verdad como Aletheia, un trgico asunto en Edipo Rey de Sfocles
fundamentos del orden social, que no es otro que un rgimen de alianzas sociales,
econmicas y matrimoniales. Para restituir el orden hay que hacer justicia, y para
hacer justicia hay que saber la verdad. Existen al menos dos justicias, una la de los
hombres, la otra la de los dioses. La segunda precave los errores de la primera y
enmienda lo obrado por la desmesura de los mortales, imponiendo su dominio,
mandato y castigo.
La justicia en Edipo la impondr Apolo y se dar de forma violenta tanto en la
palabra como en las acciones, producto de lamentables hechos de sangre ocultados
y olvidados. Pende una cruel maldicin sobre Tebas: una odiosa epidemia que
enriquece al Hades con suspiros y lamentos, a causa de un hecho de sangre, un
asesinato que tiene postrada la ciudad a causa de esta sangrienta sacudida (Sfocles,
200). La justicia es venganza, as lo pide el Febo Apolo y lo seala Creonte: El muri
(Layo) y ahora nos prescribe (el orculo) claramente que tomemos venganza de los
culpables con violencia (203). Habr que precisar desde un comienzo que la
desmesura (hybris) deviene violenta en toda la historia de los Labdacidas2. La historia
de Edipo es violenta, tanto fsica como moral, donde el poder, la ambicin, la intriga, la
coaccin y la fuerza desmedida de los protagonistas amenazan el orden divino. Como
seala Aguilar Sahagn, la violencia puede concebirse como una realidad en s
misma. El sustantivo nominal puede transformarse imperceptiblemente en sustantivo
real, sin embargo la violencia se refiere por lo general a hechos, acciones, personas, pero
adems y he aqu lo interesante en Edipo, a discursos, la violencia es un calificativo
(Aguilar, 2012). La violencia en Edipo queda plasmada en cinco episodios
fundamentales de su historia cinco hechos de sangre, literales y simblicos, que
definirn el destino de los protagonistas.
El primero refiere a una herida, a una cicatriz que lleva Edipo desde pequeo;
el segundo al parricidio de Layo por parte de Edipo; el tercero a una peste que asola a
Tebas mientras Edipo es rey; el cuarto al incesto de Edipo con Yocasta; y el quinto a
la muerte de Yocasta y al enceguecimiento sangriento (vaciamiento de las rbitas
oculares) de Edipo. Estos hechos de sangre tienen directa relacin a no acatar el
designio oracular y su verdad, y a su vez dibujan el camino que tomar la venganza
desde el Olimpo hasta el cuerpo de los protagonistas a travs de la palabra.
Sfocles (496-406 a.C.), uno de los tres grandes trgicos griegos, junto a
Esquilo y a Eurpides, construye su Edipo rey, considerada una de las ms perfectas
obras del teatro griego, en torno al descubrimiento del verdadero origen del
protagonista. Revisar el tema de la aletheia como un asunto trgico en el Edipo rey
2
No hay que olvidar la dramtica historia de Layo, padre de Edipo. Layo es el heredero legtimo del trono de
Tebas, pero es desterrado. No tiene ms remedio que huir. As es como llega al reino de Plope, que le acoge
gustoso. Plope tiene un hijo, Crisipo del que Layo se enamora perdidamente. Layo intenta conquistarle por
todos los medios, pero Crisipo no cede a sus demandas. Entonces Layo, digno descendiente de los violentos
Espartoi, lo viola. Crisipo, lleno de desesperacin, se quita la vida. Layo escapa pero antes recibe la maldicin
de Plope: su estirpe se exterminar a s misma.
165
Ivn Godoy Contreras
es pertinente y relevante por varias razones. Por una parte, es en la tragedia (poesa
trgica) donde con mayor claridad se expresan las tribulaciones existenciales del
hombre presocrtico, respecto al tema de la verdad (Nietzsche, 61).
Por otra parte, este texto en particular de Sfocles es rico en contenidos de
verdad y verdades, tanto prcticas como tericas. Verdades paradjicas que cubren y
desnudan a sus protagonistas segn sea la ocasin, verdades fragmentadas,
incompletas, en construccin y en permanente tensin. Verdades que instauran,
norman y someten, que emergen violentas a travs de la palabra en direccin a los
cuerpos de los protagonistas, a modo de maldicin, de mandato, acusacin o
imprecacin. Podemos distinguir en la obra de Sfocles lo que Foucault define como
alethourgia, esto es: el conjunto de los procedimientos posibles, verbales o no,
mediante los cuales se saca a la luz lo que se plantea como verdadero, en oposicin a
lo falso, a lo oculto, a lo indecible, a lo imprevisible, al olvido (Foucault, El coraje,
19), en donde diferentes operaciones de lo verdadero (alethes), operaciones transitivas
de la palabra, que distinguiremos como acciones propias de la verdad (aletheia),
procuran recordar lo verdadero y develar la falsedad de lo aparente.
El filsofo austriaco Ludwig Schajowicz, establece cuatro significaciones para
el mythos. La ms destacable de las categorizaciones dice relacin a mythos y aletheia.
Si mythos seala, lo significamos como palabra que dice la verdad no ha de
extraarnos que esta verdad concebida como aletheia, no pueda ser nunca expresada,
sino meramente vislumbrada. Mythos es revelacin de una verdad concebida como
desocultacin y ocultacin simultneamente de una imagen divina. Imagen que
describe en cuanto a revelacin de lo divino, por ser la vista el rgano elegido para
testificar la verdad mtica. De igual manera, el mythos es como aletheia, en cuanto a luz
fugaz relampagueante, que revela y oculta a la vez. El mythos ilumina la penumbra,
posibilitando as la aprensin de la realidad en toda su extensin, tanto divina como
intramundana. De igual forma, mythos y aletheia concurren en similares condiciones a
lo que refiere a verdad concentrada y fecundidad: el mythos griego es la palabra que
describe la verdad, no la palabra que ha de considerarse como la verdad, como la ley. La
primera dice yo soy, la segunda t debes (Schajowicz, 311-313).
El tema identitario ser paradigmtico en el mito de Edipo rey, adquiriendo en
el transcurso de la obra preponderancia la verdad como Alethes bios, esto es, como
una vida no disimulada, como una vida que no oculta y no olvida parte alguna en las
sombras; una vida verdadera. Es en esta accin de desocultamiento donde emerger la
sangrienta tragedia de la verdad en Edipo rey, convertida en discurso. El discurso
en Edipo rey es violento. La batalla en el discurso tiene por objeto desocultar del
silencio la voz sobre el pasado, rememorar la sangre derramada, y restituir el imperio
de la verdad. Tres diferentes discursos acudirn para este objetivo:
a. El de la aletheia como desocultamiento de un vnculo sanguneo a travs de un
discurso testimonial.
166
La verdad como Aletheia, un trgico asunto en Edipo Rey de Sfocles
necesariamente a una realidad externa (Lvi-Strauss, Estructura mitos, 233). El connotado fillogo espaol
Carlos Garca Gual, a su vez, remontndose al origen griego del trmino, define el mythos como relato,
narracin, cuento y palabra, primeramente, para otorgarle posteriormente ciertos atributos generales, tales
como lo extraordinario, lo fabuloso, lo ejemplar y memorable. Al mismo tiempo, seala que el mito puede ser
tambin poco objetivo, exagerado, fastuoso y falso. Reconociendo la multivocidad del trmino, Garca Gual
reconoce en el mito un valor simblico, por lo que nunca tendr un sentido unvoco, sino ms bien aguardar
encapsulado a estallar de diversas formas cuando la situacin as lo amerite (Garca Gual, 2). Segn el
catedrtico espaol, los mitos son tributarios de la memoria, ubicndose ms all de lo real, explicando a su
modo y manera la realidad. Ernst Cassirer precisa, sin embargo, que el mito no est desprovisto de sentido o
razn, pero ciertamente su coherencia depende en mucho mayor grado de la unidad de sentimiento que de
reglas lgicas (Cassirer, 27).
168
La verdad como Aletheia, un trgico asunto en Edipo Rey de Sfocles
4
La peripecia en la tragedia como aquella accin que se desarrolla en un sentido, hasta que un
acontecimiento desafortunado lleva al o los protagonistas a pasar de la dicha al infortunio, lo que se crea que
era ya no es ms. La peripecia es un dato que colapsar el status quo, una informacin extra que entrar en
escena, develando nuevos mbitos de la trama y los protagonistas, otorgando nuevos grados de verdad sobre
lo que ocurre.
169
Ivn Godoy Contreras
Habr que precisar que no solo el triunfo sobre la esfinge es lo que le da el trono
de Tebas a Edipo, sino que previamente a eso, la muerte violenta de Layo, su rey, por su
propia mano. Vencer a la esfinge lo manifiesta (desnuda) como rey, capaz de ejercer el
mandato de Tebas y esposar a la viuda Yocasta (Lpez, 2006). Vencer los enigmas de
la esfinge a su vez es hipostasiar el crimen cometido, poner un manto de olvido sobre
los sucesos criminales que antecedieron su encuentro con la esfinge. Edipo buscar
malamente la verdad, es decir, mirar donde no tiene que hacerlo en busca del mal que
asola a Tebas, y con ello ignorar el primer imperativo del orculo de Delfos, que seala
que si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrs hallarlo fuera.
Este descuido le costara muy caro.
El drama de Edipo es de carcter profano y refiere al no precaver los
dictmenes de proporcionalidad de lo sagrado. Paradjicamente, el encargado de
hacrselo ver, ser el adivino ciego Tiresias. Edipo es soberbio ante lo sagrado,
acicateado por su triunfo sobre la esfinge, y se lo har sentir al adivino Tiresias. Edipo
no solo se olvidar de l mismo, sino de quien manda sobre lo humano (Foucault, La
verdad, 49). La palabra proftica, predictiva, y prescriptiva entrarn nuevamente a
escena con la llamada del adivino ciego Tiresias por parte de Edipo, alineando as la
peripecia, la agnicin y el lance pattico. Cuando llega Tiresias se produce un dilogo
que degenera al poco andar en un enfrentamiento violento sobre la verdad de lo que
ocurre en Tebas. Ambos se increpan; las palabras del adivino son oblicuas, dicen de
otra forma, pero dicen que Edipo est directamente implicado en el asesinato de Layo,
razn de la peste que asola Tebas. Al respecto, Foucault dibuja una figura relevante
respecto a la verdad: la del parresiasta, el que dice la verdad.
Parrhesiazesthai es decir la verdad, pero no decirla de cualquier forma. Ms
que el contenido de verdad, la parrhesia es una forma determinada de decir la verdad.
Puede emerger como estrategias de la demostracin, persuasin, enseanza o de
discusin (Foucault, El gobierno, 70). Un decir veraz que rene todas estas estrategias
en diferente grado y en tono imperativo es aquel decir proftico, cuya principal
caracterstica est dada por el grado de mediacin que su decir asume. El profeta no
habla en su propio nombre, esto es, que habla por otra voz, su boca sirve de
instrumento para una voz que habla desde otro lugar. El profeta transmite una palabra
que es, en general, la palabra de Dios y este es el caso de Tiresias. El profeta es el que
devela lo que el tiempo oculta a los hombres en su pasado y su futuro y que ningn
humano podra escuchar o ver sin l (Foucault, El coraje, 34).
En Tiresias la verdad devendr de palabra oblicua a directa acusacin. Tiresias
en un comienzo evitara contestar las preguntas de Edipo y pedir que se le respete su
silencio. Ante la insistencia y molestia responder y no culpar directamente a Edipo;
dir: Prometiste que desterraras a aquel que hubiese matado; ordeno que cumplas tu
voto y te destierres a ti mismo. En estas palabras hay resolucin y mandato, pero
sobretodo coaccin, violencia implcita que recorrer la tragedia de Edipo desde un
comienzo y que cada vez ser ms explcita. Para Edipo estas palabras son un insulto.
170
La verdad como Aletheia, un trgico asunto en Edipo Rey de Sfocles
171
Ivn Godoy Contreras
5
Ciertamente que la magnitud de la recompensa impuls a Edipo a aceptar el reto de la Esfinge. Hombre
lcido, aunque cojo, debido a las graves heridas sufridas en sus pies, Edipo se present ante la bestia lleno de
aplomo y presencia de nimo. Al preguntarle sta qu animal naca con cuatro patas, pasaba luego a tener dos
y ms tarde tres, para, por fin terminar de nuevo con cuatro, respondi sin dilacin que se trataba del hombre.
Al descifrar el enigma, Edipo pudo dar muerte a la Esfinge, cuyo cuerpo cargado sobre el lomo de un asno,
recorri las calles de Tebas entre los vtores y la alegra del pueblo que aclamaba al hroe como su nuevo rey.
172
La verdad como Aletheia, un trgico asunto en Edipo Rey de Sfocles
coaccin, que Edipo es hijo de Layo y de Yocasta y que esta ltima es la que lo
habra entregado para ser asesinado: Horror! ay! ay! Ay! He aqu la verdad
desnuda. Horror! Toda la verdad! Oh luz! Por ltima vez te vean mis ojos. Para ver
claro lo ocurrido. Nac de quienes no debiera, me cas con quien no debiera y he
matado a quien no deba (244).
Se ha esclarecido el misterio. Ha ocurrido lo que el orculo predijo, se ha
deshecho el nudo dando pie para el desenlace aristotlico: el lance pattico6. La
aletheia como rememoracin y desocultacin ha llegado a su fin. Queda una ltima
verificacin del discurso oracular: la catarsis. La imposicin de la verdad divina, la
patentizacin de esta aletheia como castigo sobre el cuerpo de los culpables. El
discurso del logos deviene grito, carne, deviene en sangre, deviene trgico.
Ms ac del discurso oracular estn los hechos de los hombres. Hechos que
determinan y condicionan procederes. Marcas y huellas se constituyen en signos de
una historia que emerge y se patentizan a modo de evidencia en los cuerpos de sus
protagonistas. Lo que mancilla de acuerdo al orculo y est signado por la palabra,
tiene su objeto, su modelo, su razn de ser, en un hecho que se oculta. Edipo es una
historia violenta, de violencias verbales y fsicas que se encadenan unas a otras desde
el pasado al presente, desde lo latente a lo evidente, desde el Olimpo a Tebas, desde la
palabra al cuerpo.7 Hay cicatrices doblemente dolorosas en los pies de Edipo y no
sabemos por qu. Hay un cadver, Layo, y no se ha descubierto al culpable. Hay una
epidemia que asola la ciudad y no se encuentra la causa ni la solucin. Los hechos
reclaman una explicacin. No bastar el discurso testimonial que refrende el discurso
oracular. La verdad habr de devenir fatal y atroz a travs del dolor, patentizndose en
el cuerpo de sus protagonistas. Edipo reconocer su vnculo sanguneo con Yocasta y
la intencin criminal de esta al entregar y disponer el aniquilamiento del recin nacido
(Sfocles, 244). Yocasta no soportar la constatacin de esta verdad.
La patentizacin fsica de la aletheia que irrumpe dramticamente en la
realidad, comienza con un nuevo cadver en escena, Yocasta, esta vez pendiendo por
el cuello por retorcidos lazos (247). A partir del suicidio de la madre y esposa de
Edipo8, corresponde la posterior sangrienta herida sobre los ojos de Edipo. Seala
6
El lance pattico refiere al nudo y al desenlace de la tragedia y va de la mano con la catarsis. El griego
katharsis significa purificacin o purga, o sea, alivio, descarga. La aletheia es katharsis. Da a conocer la
verdad del o de los protagonistas identificando al espectador con el dolor del o de los personajes trgicos ante
una nueva realidad.
7
El hombre es vctima de la violencia porque es cuerpo. Y puede hacer al otro vctima de sus actos de
violencia porque tiene cuerpo. Este doble aspecto de su existencia fsica determina su relacin con la
violencia. Teniendo cuerpo puede actuar con l, y siendo un cuerpo, est condenado a sufrir. Es capaz de
ejercer la violencia y susceptible de padecerla. (Sofsky, 29)
8
Para apaciguar el temor de Edipo ante la profeca de incesto, Yocasta le sealar: Tu no sientas temor ante
el matrimonio con tu madre, pues mucho son los mortales que antes se unieron tambin a su madre en
sueos . El mito de Edipo es uno de los ms ricos en cuanto a su multivocidad polismica. Freud lo
referencia a travs del psicoanlisis como el Complejo de Edipo y que refiere a la atraccin pre-sexual que,
inconscientemente, siente un nio por su madre. Simultneamente, en el inconsciente del nio se da tambin
173
Ivn Godoy Contreras
un sentimiento de odio por el padre. Para Levi-Strauss la prohibicin del incesto opera como ordenador del
mundo, es lo que le permite a la condicin humana el pasaje de la naturaleza a la cultura y su insercin dentro
del entramado simblico.
9
Seala Slavoj Zizek respecto a la violencia, que esta se diferencia en tres tipos: subjetiva, simblica y
sistmica. La violencia subjetiva o evidente, es aquella ms destacada socialmente, que tiende a
monopolizar el trmino, y que refiere al maltrato fsico. Por lo general es la que opera en los bordes de la
legalidad y amenaza el orden pblico. Ascendiendo hacia su origen y en un segundo nivel se encuentra La
violencia simblica, no menos virulenta y lesiva que la anterior, y que se despliega en el lenguaje, por lo
tanto hacindose ms difcil de pesquisar. Por ltimo y en el origen, se encuentra la violencia sistmica,
aquella que es inherente al modelo econmico, poltico o religioso. De las tres es la menos perceptible y opera
transparente entre los intersticios de las sociedades constituyendo aquel estado de cosas -que se considera-,
normal (Zizek, 10). A su vez, precisa Zizek, el lenguaje est infectado por la violencia a causa de
circunstancias contingentes patolgicas que distorsionan la comunicacin simblica. El lenguaje en si mismo
empujara nuestro deseo ms all de los limites adecuados, lo que significara que la violencia verbal no es una
distorsin secundaria, sino el recurso final de toda violencia humana especifica (85). Para Martn Heidegger la
violencia estar en la instauracin de un poder sometedor que funda la regla de la ley misma (Zizek, 88-89).
La violencia conlleva una ambicin de dominio y poder sobre una realidad interpretada, de ah su
materializacin primero en el logos y despus en los cuerpos. La palabra es poesa, socializacin, ley, pero
tambin constriccin, agresin, maldicin, ofensa, insolencia, insulto, agravio, injuria, imprecacin.
174
La verdad como Aletheia, un trgico asunto en Edipo Rey de Sfocles
bien! Esta es vuestra vida! Esa es la aguja que seala la hora en el reloj de
vuestra existencia! (Nietzsche, 174).
OBRAS CITADAS
Aguilar Sahagn Luis. Por qu la violencia. Reflexiones sobre su origen y sobre la
respuesta humana, IAPE Ciencias Humanistas 2012. Disponible en:
http://www.iape.edu.mx/filosofia-articulos/87-por-que-la-violencia.
Acceso el 6 mayo 2014.
Aristteles. Potica, Madrid: Alianza editorial, 2009.
Bettini, Maurizio y Guidorizzi, Guido. El mito de Edipo. Imgenes y relatos de Grecia
hasta nuestros das. Madrid: Akal, 2008.
Cassirer, Ernst. Antropologa filosfica. Buenos Aires: Fondo de cultura econmica, 1992.
Foucault, Michel, M. El coraje de la verdad. Buenos Aires: FCE, 2010.
El gobierno de s y de los otros. Buenos Aires: FCE, 2009.
Tecnologas del yo. Barcelona: Editorial Paids, 1991.
La verdad y las formas jurdicas. Mxico: Gedisa, 1984.
Garcia Gual, Carlos. Diccionario de mitos. Madrid: Siglo XXI, 2003.
Hesiodo. Teogona, Madrid: Gredos, 2000.
Levi-Strauss, Claude. La estructura de los mitos, En Antropologa Estructural,
Barcelona: Paids, 1995.
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Lpez Schavelzon Lidia. Los nombres del padre. Una puntuacin en la perspectiva de real,
simblico e imaginario. Revista Virtualia N15, julio-agosto 2006. Disponible en:
http://virtualia.eol.org.ar/015/default.asp?miscelanea/ schavelzon.html
Acceso: 6 mayo 2014.
Nietzsche, Friedrich. El origen de la tragedia. Madrid: Espasa Calpe, 2007.
Schajowicz, Ludwig. Los nuevos sofistas. Puerto Rico: Upred editorial universitaria, 1979.
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Sofsky, Wolfgang. Tratado sobre la violencia. Madrid: Abada, 2006.
Zizek, Slavoj. Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales. Buenos Aires: Paids, 2009.
176
177-196
FRANTZ FANON EN EL PENSAMIENTO DE FAUSTO REINAGA:
CULTURA, REVOLUCIN Y NUEVO HUMANISMO1
Fausto Reinagas Reading of Frantz Fanon: Culture, Revolution and New Humanism
Claudia Zapata*
Elena Oliva**
Resumen
Este artculo propone explorar algunos de los vnculos que es posible establecer entre el
pensamiento indgena y el afrodescendiente que se ha desarrollado en Amrica Latina durante
el siglo XX. El caso que aqu trabajamos pone en relacin al Caribe con los Andes, y ms
especficamente, a un intelectual indgena de Bolivia y un afrocaribeo de Martinica: Fausto
Reinaga y Frantz Fanon. Reparamos en las referencias que hace Reinaga a la obra de Fanon en
sus libros inaugurales del pensamiento indianista, sealando que estas no son accesorias sino
fundamentales para el tipo de indianismo que el autor quechua-aymara elabora, uno de tipo
anticolonial en el que se encuentra presente un horizonte universal y humano.
Palabras clave: Fausto Reinaga, Frantz Fanon, Indianismo, Pensamiento anticolonialista.
Abstract
This article explores links that can be established among indigenous and Afro-
descendent thought produced in Latin America during the 20th century. By drawing a
comparison between the Caribbean and Andean regions, we specifically concentrate on the
intellectual work of an indigenous Bolivian and an Afro-Caribbean from Martinique: Fausto
Reinaga and Frantz Fanon. Reinagas inaugural writings on indianista thought reveal several
references to the work of Fanon, providing material for our analysis. We argue that such
allusions are not mere accessories rather fundamental elements for the kind of indianismo that
the Quechua-Aymara author develops; that is, an anticolonial thought in which universal and
human horizons are present.
Key words: Fausto Reinaga, Frantz Fanon, Indianismo, Anticolonial Thought.
PRESENTACIN
Frantz Fanon (1925-1961), psiquiatra martiniqueo, es probablemente uno de
los intelectuales anticolonialistas ms reconocidos; su obra fue ampliamente
difundida en una Amrica Latina convulsionada y expectante frente a proyectos de
transformacin social profunda que se pusieron en marcha entre las dcadas del
cincuenta y sesenta, perodo en el cual se eriga como el terico ms relevante de los
movimientos de liberacin nacional que modificaron radicalmente el mapamundi. Un
1
Este artculo presenta resultados del Proyecto FONDECYT N 1120278 Los intelectuales indgenas y el
pensamiento anticolonialista en Amrica Latina (Investigadora responsable: Claudia Zapata).
Claudia Zapata y Elena Oliva
Fanon que hoy es tambin un referente ineludible en los debates sobre el racismo, los
procesos de racializacin y las identidades que de ellos surgen, como las asociadas a
la negritud (Oliva, Entre el grito). Fausto Reinaga (1906-1994), en tanto, no cuenta
con igual nivel de reconocimiento. La extensa obra de este intelectual quechua-
aymara (de acuerdo con su propia adscripcin) que alcanza ms de treinta ttulos, tuvo
una circulacin restringida, llegando incluso a ser prohibida, mientras que su nombre
fue silenciado y sus aportes polticos y tericos invisibilizados. Recin en los ltimos
aos desde la ltima dcada del siglo XX, en el contexto de (re)emergencia aymara
y el vertiginoso empoderamiento de la poblacin indgena en Bolivia su obra ha
despertado inters, como lo demuestran las reediciones de sus principales libros, la
organizacin de encuentros tanto sociales como acadmicos donde su nombre
aparece invocado y la publicacin de algunos estudios crticos o referencias a su
figura en la bibliografa especializada sobre movimientos indgenas, especialmente de
la regin andina. Menciones que si bien son todava escasas, disipan ese olvido
generalizado en que haba cado la figura fundadora del pensamiento indianista, aquel
que se encuentra en la base, por cierto con variantes y reelaboraciones, del
movimiento indgena de ese pas andino.
Pese a las diferencias en cuanto a reconocimiento pblico, ambos autores
tienen una trayectoria poltica y una obra influyente en la que el racismo, la cultura, la
poltica, la revolucin y el humanismo surgen como preocupaciones fundamentales.
Esta coincidencia en los tpicos principales de su pensamiento, as como en el
diagnstico y solucin que sealan para sus respectivos pueblos, no ha de
sorprendernos, pues los pueblos indgenas y afrodescendientes en Amrica son, hasta
el da de hoy, dos de los grupos ms relegados de nuestras sociedades como resultado
de las estructuras colonialistas que an perviven, ya sea en la frmula descrita por
Pablo Gonzlez Casanova como colonialismo interno para el caso de Estados
nacionales independientes como Bolivia, o como colonialismo sin ms, como lo que
sucede en Martinica, pues aunque hoy tenga el estatus de Departamento de Ultramar
se trata, simplemente, de una colonia2. No es extrao, entonces, que de ambos grupos
provengan contundentes reflexiones anticolonialistas. Tambin pesa de manera
gravitante el hecho de que ambos autores tuvieron como teln de fondo un continente
y un mundo sacudido por revoluciones y movimientos de liberacin nacional a los
que nuestros protagonistas no fueron ajenos: ni Reinaga estuvo al margen de la
2
Actualmente, es en la regin caribea de Amrica Latina donde podemos encontrar situaciones de
colonialismo an no resueltas. Es el caso de Martinica, Guadalupe, la Guyana y Saint-Martin, que aunque
tienen ciertos grados de autonoma respecto a las decisiones que afectan su territorio, bajo el estatuto de
Departamentos de Ultramar, ms conocidos bajo la sigla francesa de DOM, siguen bajo dominio francs.
Algo similar ocurre con Aruba, Bonaire, Curazao y Saint Maarten que dependen en diferentes grados del
Reino de los Pases Bajos; con Anguila, Islas Turcas y Caicos, Islas Caimn, Monserrat y parte de las Islas
Vrgenes que an estn en manos britnicas; y con parte de las Islas Vrgenes y Puerto Rico, en manos
estadounidenses, siendo este ltimo otro caso muy particular, al tener un estatuto nico en el mundo, el de
Estado Libre Asociado.
178
Frantz Fanon en el pensamiento de Fausto Reinaga
179
Claudia Zapata y Elena Oliva
3
Guillermo Bonfil incluye textos de ocho autores en esta seccin (uno de ellos indicado como annimo), el
texto ms temprano es La revolucin india de Reinaga.
180
Frantz Fanon en el pensamiento de Fausto Reinaga
Bolivia, ocurre una situacin similar, especialmente con su activismo poltico y el rol
protagnico que jug en la creacin del Partido Indio de Bolivia (Rivera Cusicanqui;
Ticona; Salazar et al), constituyendo una influencia decisiva en el desarrollo del
Movimiento Katarista. Por nuestra parte, agregamos que Reinaga nos ofrece la versin
no slo ms temprana, sino tambin la ms articulada terica e ideolgicamente de lo
que se conoce como indianismo, especialmente en su discusin sobre las jerarquas
culturales (coloniales dir este autor, como veremos prontamente), en su confrontacin
con los Estados nacionales, en la voluntad no abandonada de refundar dichos
proyectos, y en la distancia creciente entre los indios (entendidos como una
construccin supra tnica) y Occidente4. Esta ltima una dicotoma que alcanz
mxima exacerbacin en una obra clave para el movimiento indgena de Bolivia y del
continente, La revolucin india, de 1969, que a la vez es uno de sus textos ms
controvertidos pues en l conviven argumentos problemticos, como el que acabamos
de sealar, con una perspectiva anticolonial e inclusive universal de enorme relevancia,
que pona en sintona el pensamiento indio con los debates y discursos emancipadores
de la poca en torno a la sociedad y el hombre nuevo.
Para comprender cmo Reinaga llega a plantear y desarrollar las ideas
indianistas, es necesario precisar las etapas de su pensamiento. Algunos
investigadores de su obra proponen una divisin en tres etapas. Por ejemplo, Hilda
Reinaga seala la existencia de un momento marxista, otro indianista y uno amutico;
Esteban Ticona habla de una produccin temprana y antioligrquica, seguida de una
nacionalista revolucionaria y marxista, y finalmente, de la ideologa indianista; Flix
Patzi menciona una etapa indianista (1960-1970), otra sobre la tesis de las dos Bolivia
(1970-1980) y una ltima tambin amutica (1980-1994); Fabiola Escrzaga propone
un primer momento nacionalista revolucionario (1930-1962), una segundo momento
indianista (1962-1981) y, un tercero, amutico (1980-1994) (Ver Cruz).
Como puede apreciarse, existe coincidencia en la distincin de tres momentos,
pero no sobre los contenidos que caracterizan cada etapa. As, mientras algunos
autores relevan la ideologa marxista, para otros ser el indianismo lo que marca la
primera fase; lo mismo ocurre con el segundo momento, que para algunos ser
revolucionario, mientras que para otros es el indianismo lo que le da su sello. Para la
ltima fase parece haber ms consenso, ya que el amautismo aparece como el ncleo
de su pensamiento, aunque para Ticona es el indianismo el que la define.
Tal como se adelant en la presentacin de este artculo, nuestra propuesta
plantea dos etapas: la primera marxista, nacionalista y antioligrquica, que
4
Para Reinaga, el concepto de Occidente opera en esta etapa como sinnimo de Europa, colonialismo e
imperialismo, indicando a Estados Unidos como su principal exponente en el momento en que escriba. Es
interesante constatar que esta relacin de correspondencia es frecuente en perspectivas tericas que surgen a
partir de los aos noventa (decoloniales, las llaman algunos de sus exponentes), tambin que el perodo en que
escribe Reinaga, el de una crtica anticolonial que podramos denominar clsica, esta concepcin de Occidente
no era la ms extendida, pudindose mencionar como ejemplos la obra de Aim Csaire y del propio Frantz
Fanon, para quienes no exista una correspondencia necesaria entre Occidente, Europa y el colonialismo.
181
Claudia Zapata y Elena Oliva
identificamos desde Mitayos y Yanaconas (su tesis de grado) publicada en 1940 hasta
La intelligentsia del cholaje boliviano de 1967; y una segunda etapa indianista,
anticolonialista y amutica, que comienza en 1969 con la publicacin de El indio y los
escritores de Amrica y termina con El pensamiento indio, su ltima obra, en 1991
(Oliva, La negritud). Aunque es posible observar que desde sus primeras
publicaciones el indio es la principal preocupacin de Reinaga y por lo tanto es
transversal en su obra, es slo en la segunda fase cuando lo indio se transforma en un
lugar de enunciacin poltica y de articulacin terica. Al tomar una posicin
indianista, Reinaga toma distancia crtica del marxismo, extiende su pensamiento no
slo al conjunto de los indios del continente, sino a todos los condenados de la
tierra, y, hacia el final de su vida, propone el amautismo, que para nosotras consiste
en la radicalizacin de sus ideas indianistas5.
Dicho esto, se hace necesario repasar brevemente la primera fase del
pensamiento de Reinaga, que permite comprender cmo llega a desarrollar el
indianismo. Cuando en 1940 publica Mitayos y Yanaconas, es un marxista que
interpreta desde esa corriente terica los problemas que enfrentaba su pas, los cuales
se derivaban de un proceso que, al igual que en otros pases de Amrica Latina,
buscaba poner fin definitivamente a un Estado oligrquico y a una sociedad
latifundista, para dar paso a un Estado nacional-popular capaz de generar polticas de
integracin en todos los niveles. De ah que su preocupacin ms importante en ese
momento fuera la propiedad y redistribucin de la tierra.
En 1944, Reinaga fue diputado nacional durante el gobierno del general
Gualberto Villarroel y desde ese rol participa en el Primer Congreso Indigenal en
Bolivia, realizado en 1945, ao en que tambin viaja a Mxico para interiorizarse del
proceso de reforma agraria en ese pas. Al caer Villarroel, se exili en Buenos Aires,
pero clandestinamente regresa a Bolivia. En 1952, cuando se desencadena la
Revolucin Boliviana, publica Nacionalismo boliviano, y al ao siguiente, Tierra y
libertad. En este ltimo texto hace un recorrido por la relacin que histricamente ha
existido entre el latifundio y los indios en la historia de Bolivia, concluyendo que es
necesaria una revolucin y no una reforma agraria, porque:
En la materia que estamos tratando, reforma agraria significa en el fondo,
respeto al terrateniente, conservacin del terrateniente con su latifundio
tecnificado pero a travs de la reforma, subsistirn tanto el gamonal como su
latifundio La Revolucin Agraria, exige la extirpacin del gamonal y la
transformacin del latifundio en un sindicato agrario; sindicato sujeto a las
modalidades tradicionales formales y substanciales de la comunidad y del ayllu
(Reinaga, Tierra y libertad, 32-33).
La importancia de su trabajo intelectual y los aos de militancia le valieron ser
invitado a la celebracin de los cuarenta aos de la Revolucin Rusa, un viaje que ser
5
En el apartado Por un nuevo humanismo, desarrollamos esta idea.
182
Frantz Fanon en el pensamiento de Fausto Reinaga
6
Es interesante el anlisis que Reinaga hace de Maritegui, pues identifica una tensin en el intelectual
peruano que pocos se han atrevido a indagar. En su texto El indio y los escritores de Amrica Latina seala:
Maritegui lleva en su cerebro y corazn al Occidente y a Amrica en constante pugna. Junto al europeizante
marxista se halla el ms esclarecido indio-amauta (72). Lejos de hacer una crtica devastadora, muy en su
estilo, Reinaga reconoce en Maritegui a un intelectual complejo, considerndolo un indio, occidentalizado
dir, pero indio y por lo tanto, propio (La revolucin india, 140).
183
Claudia Zapata y Elena Oliva
CULTURA Y COLONIALISMO
En El indio y los escritores de Amrica, Reinaga le otorga ms espacio que en
cualquier otro de sus textos a Frantz Fanon. En este libro, clave en el paso hacia el
desarrollo de un pensamiento indianista, nuestro autor lee e interroga las obras de los
libertadores Simn Bolvar y Jos de San Martn, as como la produccin de
influyentes intelectuales de la regin en distintos momentos del perodo republicano,
entre ellos, Domingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, Rubn Daro, Jos
Enrique Rod, Jos Carlos Maritegui, Manuel Gonzlez Prada, Po Jaramillo y Jos
Vasconcelos, reparando en cmo estos intelectuales trataron el problema del indio
desde distintos contextos nacionales, como Argentina, Bolivia, Ecuador, Mxico,
Per, entre otros pases. En trminos generales, les critica el querer incorporar el indio
184
Frantz Fanon en el pensamiento de Fausto Reinaga
185
Claudia Zapata y Elena Oliva
7
La conferencia Racismo y cultura se encuentra en el libro Por la revolucin africana, un compilado de textos
publicado en 1964, a pocos aos de su muerte, ocurrida en 1961 (en espaol fue publicado por el Fondo de
Cultura Econmica, Mxico, en 1975). Este volumen es escasamente referido en los trabajos que sobre Fanon
han proliferado desde los aos noventa (as como en los aos sesenta y setenta su libro ms citado fue Los
condenados de la tierra, hoy el ms recurrido sea probablemente Piel negra, mscaras blancas).
186
Frantz Fanon en el pensamiento de Fausto Reinaga
8
Cabe precisar que la tesis de la continuidad colonial, tan poderosa e influyente al punto de ser hoy un lugar
comn en los movimientos indgenas del continente y particularmente en Bolivia, posee una larga trayectoria.
Las autoras de este artculo, junto a Luca Stecher, nos hemos ocupado de construir su genealoga durante el
siglo XX en el proyecto Los intelectuales indgenas y el pensamiento anticolonialista en Amrica Latina.
Con ello, hemos situado el pensamiento indgena contemporneo en una tradicin de pensamiento crtico que,
desde fines del siglo XIX considerando como hito la obra de Jos Mart ha cuestionado la naturaleza de los
proyectos nacionales y la posicin del continente en el mundo. En esta trayectoria heterognea pero de
sorprendente continuidad en lo que respecta a su argumento central, la obra de Fausto Reinaga ocupa un lugar
fundamental.
187
Claudia Zapata y Elena Oliva
REVOLUCIN
Hoy, en Bolivia, se habla de un pachakuti, es decir, de una gran
transformacin que en buena medida hace referencia a todos los cambios que en ese
pas han ocurrido desde que estalla el llamado movimiento indgena en toda Amrica
Latina, a fines de los aos ochenta. Como se puede apreciar en los discursos de los
distintos actores que componen estos movimientos, el argumento central consiste en
reivindicar una diferencia histrico-cultural y en sealar que dicha diferencia tiene
derecho a existir y proyectarse, cambiando la fisonoma de proyectos nacionales que
haban sido reacios a otorgar cabida a la diversidad cultural. Se ha enfatizado tambin
en la jerarqua que los ha ubicado en una posicin subordinada, que arranca desde el
momento mismo de la llegada de los conquistadores europeos al continente. De ah
que este vnculo haya sido calificado como colonialista desde la gnesis misma del
movimiento indgena continental (Zapata, Los intelectuales).
Desde Bolivia y ya en los aos sesenta, Fausto Reinaga elabora esta
argumentacin en sintona con una inquietud y disconformidad indgena que se hace
creciente, tambin con una perspectiva tercermundista que se nutre de los
movimientos de liberacin nacional y con una produccin crtica latinoamericana que
tambin haba incorporado muchas de estas reflexiones. Es el momento en que las
obras de autores como Frantz Fanon, Aim Csaire y Albert Memmi (el segundo
tambin martiniqueo y el tercero tunecino) aparecen entre las referencias de autores
que estn pensando que Amrica Latina, un continente donde los Estados nacionales
fueron creados a comienzos del siglo XIX, no est ajeno a estas problemticas que
afectaban al entonces llamado Tercer Mundo, como el colonialismo y el racismo, lo
que llevara a autores como Pablo Gonzlez Casanova y Rodolfo Stavenhagen a
elaborar teoras que hablan de colonialismo interno, y a otros a incorporar la dialctica
colonizador/colonizado, opresor/oprimido a producciones intelectuales de enorme
proyeccin poltica (Darcy Ribeiro y Paulo Freire, por mencionar a algunos). Ello sin
contar las fecundas reflexiones surgidas desde el Caribe, en contextos de colonialismo
clsico (los propios Fanon y Csaire).
La obra de Reinaga forma parte de este entramado intelectual y poltico,
constituyendo un indianismo de tipo anticolonial que heredar esta perspectiva al
movimiento indgena del continente. Su discurso anticolonialista alcanzar la ms alta
expresin en La revolucin india, el libro ms importante de Reinaga, donde Fanon
aparece como principal referencia e inspiracin, de quien cita abundantes y largos
pasajes de la tambin obra ms importante del psiquiatra, Los condenados de la
tierra. No obstante, los fragmentos que selecciona Reinaga no son precisamente
aquellos en que Fanon se refiere a la revolucin y al uso de la violencia, sino aquellos
en los que cuestiona el modelo de humanidad impuesto por Europa y cmo ste ha
ido en contra del desarrollo libre de los pueblos oprimidos por el accionar colonialista
188
Frantz Fanon en el pensamiento de Fausto Reinaga
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No es este un hecho aislado, ms bien ha sido recurrente la tentacin de identificar el sistema de
organizacin social andino, especialmente del Imperio Inca, con el socialismo o el comunismo primitivo. Lo
hace Maritegui en sus Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana (donde seala que los
indgenas poseen una tendencia natural hacia el comunismo), y aparece en ttulos que en su momento tuvieron
gran repercusin, como El imperio socialista de los incas (publicado en francs, en 1928, mismo ao que el
libro de Maritegui), de Louis Baudin, en este caso para proponer una lectura crtica del socialismo como
rgimen econmico y poltico. Una referencia fundamental sobre este asunto es Flores Galindo.
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Claudia Zapata y Elena Oliva
Las palabras que acabamos de citar muestran que esta idea de revolucin se
desarrolla en abierta polmica con la izquierda, especialmente aquella de corte
indigenista que haba surgido en Per y Bolivia. Una izquierda que Reinaga acusaba
de mera aplicadora de frmulas extranjeras (la URSS, Cuba, China) y que respecto al
tema indgena insista en que su redencin se lograra con el acceso a la tierra,
reducindolos, por ende, a la categora de clase, de clase campesina, desconociendo
as su historia (colonial, racial), su especificidad, su indianidad. Es por ello que insiste
en que la liberacin del indio debe ser en clave racial, anticolonial y nacional, que los
indios no tienen derecho a la tierra (nicamente) sino al gobierno, hasta entonces en
manos de una minora tnica: el cholaje blanco-mestizo, y que el resultado de esa
revolucin debe ser una nueva hegemona, presidida por el aparato poltico propio de
la nacin india. De este modo, al igual que en Fanon, los oprimidos estn llamados a
abandonar aquella posicin de subalternidad a la que los ha confinado el colonialismo
y el racismo. Ni Fanon ni Reinaga alcanzaron a presenciar la concrecin de esta
nueva hegemona, pero el trabajo poltico, intelectual e ideolgico de ambos fue
fundamental para que esto se produjera, en distintos momentos de la historia, por
distintos caminos y con distinta intensidad, en Argelia y Bolivia.
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Para mayor informacin sobre la biografa de Frantz Fanon, se pueden consultar los trabajos ya
clsicos de Geismar (1971) y Grendzier (1973).
11
En este libro, en una de las tantas y extensas notas, nuestro autor inicia lo que l llama su confesin de la
siguiente forma: Yo era un producto de la mentalidad boliviana. Como estudiante universitario, profesor de
Filosofa de colegio secundario, catedrtico de Economa Poltica y Sociologa de dos Universidades,
respiraba una atmsfera intelectual del cholaje blanco-mestizo (Reinaga, La revolucin india, 453).
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Frantz Fanon en el pensamiento de Fausto Reinaga
racista y opresora, no dndole tregua ni espacio para pensar en los aportes que como
cultura ha hecho a la humanidad. De este modo, Europa/Occidente no se va a definir
como una referencia geogrfica e histrica, sino como un espacio ideolgico en el que
tienen cabida los pases que, histricamente, han dominado a otros. En libros como
La revolucin india, frica, Asia y Amrica no sern parte de este Occidente; sin
embargo, en esta fase amutica, la radicalizacin de ese argumento lo llevar a
sostener que Asia es Europa, frica es Europa, Amrica es Europa (El pensamiento
amutico, 50), es decir, que todos funcionan bajo el modelo occidental, siendo la
Amrica india el nico reducto no occidental capaz de ofrecer una nueva sociedad y
una nueva humanidad. Es en este sentido que entendemos el amautismo, no como
una fase diferente de su pensamiento, sino como una radicalizacin de sus ideas
indianistas, especialmente la dicotoma, ahora insalvable, entre una Amrica india y
Occidente.
Al final de su vida Reinaga vuelve a pensar lo indio ms polticamente (como
ese momento de lucha que, por cierto, incluye alcanzar un nuevo horizonte humano,
an con las limitaciones que hemos visto). En este ltimo perodo, aunque reneg del
marxismo, no abandon nunca la idea de revolucin. Y es que ese proyecto, esa
utopa de refundacin de lo humano que lo acerc a Fanon, slo ser posible
mediante la revolucin, una que libere al indio, al negro y a todos los condenados de
la tierra.
REFLEXIONES FINALES
Estas pginas han tenido como propsito analizar algunos aspectos de la obra
de uno de los principales intelectuales indgenas: Fausto Reinaga, autodenominado y
reconocido como un pensador indianista, en gran medida artfice de este ideario.
Autor de una obra prolfica, el propio Reinaga se refera a la evolucin de su
pensamiento y a su giro indianista. Lo que hemos querido mostrar aqu, es que ese
indianismo posee una dimensin universal y humanista, lo que da como resultado una
compleja amalgama que explica la relevancia de Frantz Fanon en sus reflexiones. Por
ello es que sostenemos que las invocaciones al martiniqueo-argelino estn lejos de
ser pintorescas o accesorias. Por el contrario, nos sitan en el contexto en que se
produce la elaboracin de una ideologa, que podramos calificar como un momento
fundador del actual ciclo de luchas indgenas, desarrollada por Reinaga en un perodo
en el que los debates sobre la revolucin, la nacin y el derecho de los sujetos
colonizados a ambas eran parte de los recursos polticos. Es por ello que formula su
revolucin india en clave anticolonialista y, a pesar de las paradojas que suponen
algunas afirmaciones sobre cierta superioridad indgena, tambin en clave humanista.
Esa paradoja constituye una suerte de bisagra entre este perodo y el posterior, ese de
los aos ochenta y noventa en que surgirn con vigor los movimientos indgenas que
coparn el espacio pblico en todo el continente, en un contexto donde el par
reforma/revolucin ha perdido relevancia producto de la derrota sufrida a nivel
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Frantz Fanon en el pensamiento de Fausto Reinaga
potencias europeas no slo sus dominios de ultramar, sino tambin sus conceptos,
estrategias e idearios. En esa zona de interseccin cultural conflictiva (heterognea, dira
Antonio Cornejo Polar), en que se ha producido lo mejor del pensamiento crtico
latinoamericano, es donde hemos querido ubicar a Fausto Reinaga.
Universidad de Chile*
Facultad de Filosofa y Humanidades
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OBRAS CITADAS
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196
197-214
CONVERGENCIAS FENOMENOLGICAS Y ARTICULACIONES
CONCEPTUALES ENTRE LA ACEDIA EVAGRIANA Y LA CADA
HEIDEGGERIANA
Phenomenological convergences and conceptual articulations between the notion of
acedia in evagrio and the notion of fall in Heidegger
Resumen
En el marco de los estudios contemporneos acerca de la nocin de acedia, y de sta en
la obra de su primer sistematizador, el monje filsofo Evagrio Pntico, el presente trabajo se
propone, primero, mostrar las mltiples coincidencias entre las manifestaciones fenomenolgicas
de la acedia evagriana y las de la denominada Cada del sistema heideggeriano. En el marco de
las manifestaciones de esta ltima se consideran, entre otras, la avidez de novedades, las
habladuras, la carencia de morada y otras, y se pone de manifiesto la tematizacin de idnticos
fenmenos por parte de Evagrio Pntico en su conceptualizacin de la acedia. En segundo lugar,
y avanzando ya en la condicin vinculante de tales convergencias fenomenolgicas, se analiza el
rol que tiene la temtica del cuidado de la muerte en la definicin y configuracin tanto de la
acedia evagriana cuanto de la cada heidegerriana.
Palabras clave: Acedia, Cada, Heidegger, Evagrio Pntico, Muerte.
Abstract
In the frame of contemporary studies on the concept of acedia, and in the work of its first
systematizer, the philosopher monk Evagrius Ponticus, this paper, firslyt, proposes to show the
many similarities between the phenomenological manifestations of acedia in Evagrius and those
recognized as the fall in the Heideggers system. As part of the manifestations of this fall are
considered, among others, the avidity of innovations, the gossip, the lack of mansion; and we
show the identical phenomena theming by Evagrius of Pontus in his conceptualization of acedia.
Secondly, and moving already in the binding capacity of such phenomenological convergences,
we analyze the role of the death care in the definition and configuration in the Evagrios acedia
and in Heideggers fall.
Key words: Acedia, Fall, Heidegger, Evagrio Pntico, Death.
1. INTRODUCCIN
El redescubrimiento de la obra de Evagrio Pntico y los estudios cada vez ms
abundantes acerca de su pensamiento, tienen en la profundizacin de la nocin de
acedia acaso su aporte ms amplio y significativo. Pntico es, en efecto, el primer
sistematizador de un concepto que constituye hoy una referencia ineludible en la
historia de la psicopatologa y del pensamiento filosfico en general.
Santiago Hernn Vzquez
1
Buscar el pasaje: Vivir con un ser que slo tiene por vosotros aversin... El retrato de Srne, por Sneca. El
de Estagirio, por San Juan Crisstomo. La acedia, enfermedad de los monjes. El Taedium vitae (Traduccin
ma. El subrayado es del autor).
2
Es la acedia del monasterio, una cosa agria, fermentada en la desocupacin estancada de las fuerzas juveniles,
una tristeza vaga y obscura (Traduccin ma).
3
La acedia aumenta, ese disgusto, esa tristeza de las cosas de Dios que da al cenobita la nostalgia del siglo
dejado, el deseo de otra existencia, una rebelin ntima y profunda, este es el Demonio del medioda (Traduccin
ma. Subrayado del autor).
4
[el cristianismo] rechaza la complacencia en el sufrimiento como rechaza la complacencia en la culpabilidad.
Ve all un retorno del amor propio y de la concupiscencia de s, una especie de esa tristeza o de esa acedia que
todos los moralistas religiosos despus de Casiano denuncian como un mal devorador penetrado de pecado
(Traduccin ma. Subrayado del autor).
5
Pero es sin dudas pensable e incluso no improbable a la vista del pasaje de Albertinus, que con la masa inerte
se est aludiendo al concepto teolgico propiamente hablando del melanclico, que se halla presente en uno de
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Convergencias fenomenolgicas y articulaciones conceptuales
los pecados capitales. Se trata de la acidia, es decir, de la pereza del corazn () Si por lo dems la profunda
mirada con que Rochus de Liliencron descifr la ascendencia saturnina as como algunas seales de la acidia en
los rasgos de Hamlet no quiere verse privada de su mejor objeto, ver en este drama el espectculo nico de su
superacin dentro del espritu cristiano (En lnea).
6
A la sombra de los monasterios, una sorda tristeza haca nacer en el alma de los monjes ese vaco que la Edad
Media ha llamado aceda. Ese asco originado por el desierto del corazn y la petrificacin del mundo es el tedio
religioso. No un asco de Dios, sino un aburrimiento en Dios. La aceda son todas las tardes de domingo pasado en
el pesado silencio de los monasterios (Cioran, De lgrimas, en lnea).
Aceda. Este estancamiento de los rganos, este embotamiento de las facultades, esa sonrisa petrificada, no te
recuerdan a menudo el hasto de los claustros, los corazones desiertos de Dios, la sequedad y la idiotez de monjes
execrndose en el arrebato exttico de la masturbacin? No eres ms que un monje, sin hiptesis divinas y sin el
orgullo del vicio solitario (Cioran, Breviario, en lnea).
Su tensin [la del mstico] se dirige fuera de s misma o se mantiene tal cual en el interior de Dios, donde
encuentra un apoyo y una justificacin. Reducida a s misma, sin la subyacencia de una realidad, sera dudosa o
no intrigara ms que a la psicologa. Admitamos, sin embargo, que esta realidad que la sostiene y transfigura sea
ilusoria: en sus accesos de aceda, el mstico conviene en ello. Pero tales son sus recursos, tal es el automatismo de
su tensin que, en lugar de entregarse a lo indefinido y fundirse con ello, lo sustancializa, le presta su espesor y un
rostro () Segn Casiano, Evagrio y San Nilo, no hay demonio ms temible que el de la aceda. El monje que
sucumbe a ella ser su presa hasta el fin de sus das. Pegado a la ventana, mirar hacia el exterior, esperar visitas,
no importa cules, para charlar, para darse al olvido (Cioran, La tentacin, en lnea).
7
Hay, no obstante, una mencin explcita del trmino acedia en la obra kierkegaardiana. Dicha mencin se
encuentra en la entrada del 20 de julio de 1839 del diario del filsofo dans (Kierkegaard, 293).
199
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8
Tambin Paul Gibbs en su libro Heideggers Contribution to the Understanding of Work-Based Studies hace
una breve referencia a la nocin de acedia como antecedente de que l llama la concepcin moderna de
aburrimiento, concepcin que tendra a Heidegger como su principal artfice: The modern conception of
boredom has an antecedent in the medieval concept of acedia, as one of the seven deadly sins in the Christian
tradition (111). La concepcin moderna de aburrimiento tiene un antecedente en el concepto medieval de
acedia, uno de los siete pecados capitales en la tradicin cristiana [Traduccin ma].
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Utilizaremos, en la mayora de los casos, la traduccin espaola a la obra de Heidegger Sein und Zeit, hecha
por Jorge Eduardo Rivera. A los fines de profundizar el anlisis tambin se har uso, en contadas ocasiones, de la
traduccin a la misma obra realizada por Jos Gaos.
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funerarios, despreocupacin ante la muerte. En este sentido es usada, por ejemplo, por
Homero: No me ofrezcas asiento, criatura de Zeus, mientras Hctor yace en las
tiendas insepulto () (Ilada XXIV, 553-554). Tal despreocupacin resulta
para los griegos de una inusitada gravedad. Ella contradice una ley no escrita e
inquebrantable que no es de hoy ni de ayer sino de siempre (Sfocles, Antgona, 454-
6), y expresa una condicin existencial inquietante. Como indica Forthomme, los
griegos adivinan en esta despreocupacin, expresada en la incapacidad de guardar
duelo, una hesitacin dramtica acerca de la propia identidad, una angustia manifiesta
en cuanto al propio origen, naturaleza, ambiciones y destino (mergence, 16). La
utilizacin, recogida por Forthomme, que hace Empdocles de nuestro trmino
expresa claramente esta idea. El mismo designa para el presocrtico un espritu
despreocupado de s mismo. Se trata, en suma, de una despreocupacin la que se
refiere a los difuntos que manifiesta una incuria del hombre respecto de s mismo,
incuria por la cual se oblitera la dimensin especular de la muerte. El despreocupado
griego es aquel que no slo no sabe quin es sino que ha perdido el inters por
saberlo. Como indica Peret Rivas la ausencia del duelo es mucho ms que el
descuido de un debido acto piadoso. Ella esconde algo que transciende el hecho
concreto y fsico de sepultar a un muerto. Es la revelacin del profundo descuido de s
mismo manifestado en la ligereza o superficialidad en el tratamiento de la propia
vida (Entre pecado capital, 2).
Este sentido originario del trmino es recogido ciertamente por Evagrio y es el
que de alguna manera unifica las diversas y contradictorias manifestaciones que tiene
para l la acedia. Un eco explcito de aquel sentido lo encontramos en dos de los
remedios que propone ante la acedia, a saber, la consideracin de la propia muerte
(Trait, 567) y el cuidado de s (Kphalaia, 239). Por lo dems, la acedia resulta la
tentacin y la prueba suprema de una vida, la anacortica, cuya esencia es como
veremos enseguida el cuidado de la muerte, segn escribe Evagrio.
Pues bien, establecido el paralelismo fenomnico entre la cada heideggeriana
y la acedia evagriana no sorprende encontrar en las consideraciones del metafsico
alemn acerca del modo cotidiano que tiene el Dasein de concebir la muerte, nuevas
convergencias temticas y conceptuales con el significado originario del vocablo acedia
recogido por el monje del Ponto. Heidegger utiliza, por ejemplo, el trmino
ocupacin o, en la traduccin de Gaos, cura, para referirse a los ritos funerarios y
exequiales de que es objeto el difunto (Ser, 259; El ser, 273). El cuidado del sepulcro,
como traduce Gaos (273), es para Heidegger un tipo especial de cuidado que, sin
embargo, se ve desvirtuado por la existencia cotidiana que sita la muerte de los otros
en el cuadro de lo que comparece cotidianamente dndole as un marco de sentido que
garantice que la muerte es un evento habitual del que, por lo pronto, se est a salvo. Se
oculta as su carcter de posibilidad irrespectiva e insuperable. La existencia cotidiana
impropia fruto de la cada la cual se nos ha mostrado fenomnicamente semejante a la
acedia evagriana se configura como tal a partir de una huida frente a la muerte como
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Santiago Hernn Vzquez
siempre posible (Bunge, Tratatto, 134) y el monje debe vivir diariamente con esa
certeza. Este ejercicio de la muerte, esencia de la anacoresis, puede entenderse, en
efecto, como un correr al encuentro de la muerte, como traduce Gaos (301). sta es
para los monjes la posibilidad suprema de la existencia, y la vuelta hacia ella es lo que
los define como anacoretas. La acedia es, por su parte, la tentacin suprema de una
vida que es ejercicio o cuidado de la muerte. Por lo tanto, la acedia constituye una
obliteracin del ejercicio de la muerte que se supera recuperando el registro
existencial de la misma. Todos los pensamientos de acedia pierden significado de
frente a la muerte siempre posible (Bunge, Tratatto, 134. Trad. ma). Paralelamente
el correr hacia el encuentro de esta posibilidad suprema es para el Dasein, como
indica Heidegger, revelarse su estado de perdido en el uno, es decir, la impropiedad
de su existencia, su cada entre los entes que no son l (El ser, 302).
Resulta muy significativa la expresin que, recogiendo la tradicin de los
Padres, utiliza Evagrio para referirse a esta esencia de la vida monstica que venimos
mentando: . Siguiendo las traducciones francesa e italiana
pertenecientes, respectivamente, a Guillaumont y a Bunge, hemos hablado de
ejercicio de la muerte. Pero el trmino admite tambin una traduccin
reveladora: cuidado, preocupacin, atencin, solicitud. La acepcin general del
trmino cuidado se corresponde para los griegos con una palabra, y el tipo especial
de cuidado de que son objeto los difuntos con otra, de acuerdo a lo que hemos
indicado respecto al origen del trmino acedia. Pero aqu se est hablando justamente
de ejercicio o cuidado de la muerte (). La utilizacin de un trmino distinto
por parte de Evagrio podra explicarse por la proyeccin prctica del trmino
que tambin es ejercicio, prctica. Asimismo designa una accin especfica de
cuidado (la de los difuntos) y aqu Evagrio utiliza la acepcin general de cuidado para
referirla inmediatamente a la muerte. Aunque el cuidado de los muertos revele el
cuidado de la muerte en general (y se proyecte as en un significado de implicancia
antropolgica, psicolgica, metafsica), la accin especfica del cuidado de los
difuntos se designa con un trmino particular distinto al que se usar para hablar
genricamente del cuidado de algo (un algo que en este caso es la muerte). Con todo,
lo significativo aqu es que Evagrio utilice la expresin cuidado-ejercicio de la
muerte al referirse a la esencia de un estado de vida, el anacortico, que en rigor no
busca sino vivir en su real dimensin y esto lo singulariza el hecho de ser, para usar
la terminologa heideggeriana, seres para la muerte. Una muerte que ciertamente tiene
en Evagrio un significado que no aparece en Heidegger.
Todo ello sugiere, en fin, que la acedia, en tanto descuido frente a la muerte y
frente a s mismo, es la tentacin especfica y propia de la vida monstica y de la
existencia humana en general. Una tentacin que evoca aquella que padece el Dasein en
cuanto tal y por la cual vive su existencia cotidiana dndose la espalda a s mismo, lo cual
para Heidegger es existir dando la espalda a la muerte como la posibilidad ms propia.
210
Convergencias fenomenolgicas y articulaciones conceptuales
4. CONCLUSIN
La complejidad y riqueza de la nocin de acedia ha motivado y motiva los ms
diversos estudios. La dificultad en encontrar una definicin precisa y unvoca de ella
estriba en que la realidad que se propone designar es, en efecto, compleja,
contradictoria, multicausal. Psiclogos, religiosos, literatos, historiadores, filsofos
hacen de la acedia objeto de su investigacin, desde orientaciones tan diversas como la
psicoanaltica, la fenomenolgica, la tomista, la evagriana. No resulta extrao entonces
que, constituyendo un hecho insistente que siempre admite nuevas perspectivas,
tambin reaparezca en la consideracin de los filsofos con otras denominaciones. El
dandismo, la melancola, el vaco existencial constituyen otros tantos conceptos que
como ha demostrado, entre otros, Bernard Forthomme designan, en parte, realidades
que los antiguos ponan bajo el trmino acedia. La existencia impropia de Heidegger,
resultado de la cada, parece asimismo nominar en muchos sentidos una realidad
semejante a la que define a la acedia. Esta convergencia, registrada ya en lo que se
refiere a la nocin medieval y principalmente tomista de acedia, alcanza en el
paralelismo con la nocin evagriana horizontes insospechados. Hemos visto, en efecto,
que la equivalencia entre ambos estados permite una complementariedad hermenutica
que puede enriquecer notoriamente el estudio de la acedia.
Ciertamente las confluencias fenomenolgicas no son suficientes para concluir
que Heidegger se est refiriendo, con su conceptualizacin de la existencia impropia, al
mismo hecho a que se refiere Evagrio con la nocin de acedia. Ha sido necesario
indagar en el significado de tales manifestaciones y ver all la posible identidad que
insina la confluencia fenomenolgica. Y, en efecto, la acedia y la cada
(fenomnicamente parangonables) resultan condiciones humanas equiparables pues la
configuracin fenomenolgica de ambas se explica por la huida de s que implica el no-
cuidado de la muerte. Y ya hemos visto que es la huida de la muerte como la
posibilidad ms propia, irrespectiva e insuperable de la condicin humana la que funda
ambos estados. Esta huida, ineluctable para el Dasein heideggeriano, lo es tambin para
el hombre evagriano. La acedia ataca al medio del da, al centro de la existencia, y es
por ello el ms peligroso, el ms constante de todos los enemigos (es de notar que
Evagrio slo para el ataque del demonio de la acedia establece un horario diario
definido, que no para el resto de los siete demonios). Ella hace vivir al hombre y al
monje que se entrega a una vida de combate contra ella de espaldas a su muerte. Por
ello la vida monstica misma la tiene como antagonista principal en tanto ella se define,
segn hemos visto, como cuidado de la muerte. En este sentido dicha vida puede ser
entendida abriendo un nuevo camino de indagacin, como un modo propio o autntico
de existir pues consiste en asumir cada da la propia condicin mortal o, como traduce
Gaos a Heidegger, en correr al encuentro de la muerte.
211
Santiago Hernn Vzquez
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Evagrio Pntico. Contro i pensieri malvagi. Antirrhetikos. Ed. y Trad. Valerio
Lazzeri. Magnano: Qiqajon, 2005.
Gli otto spiriti della malvagit. Ed. y Trad. Francesca Moscatelli. Milano: San
Paolo, 1996.
212
Convergencias fenomenolgicas y articulaciones conceptuales
213
Santiago Hernn Vzquez
214
215-232
ENFOQUES SOBRE LA FILOSOFA DE RODOLFO KUSCH. EL
MTODO, LO POPULAR Y EL INDGENA COMO HORIZONTES
DE PREGUNTA EN LA FILOSOFA AMERICANA1
Perspectives on Rodolfo Kuschs philosophy. The method, the popular and the
indigenous as questioning horizons in Latin American philosophy
Resumen
El artculo recorre la obra de Rodolfo Kusch posicionando sus principales propuestas en
la construccin de tres enfoques convergentes en su filosofa. El primer enfoque est relacionado
con la fenomenologa y la cultura. El segundo enfoque se refiere a la influencia de la antropologa
y el cuestionamiento por el smbolo. El tercer enfoque despliega una aproximacin filosfico-
poltica. Estos enfoques permiten introducir tres horizontes de pregunta principalmente
relacionados con el mtodo, con lo popular y con lo indgena, que son expuestos como asuntos
centrales en toda su obra. Estos horizontes de pregunta buscan comprender los alcances de la
filosofa de Kusch y su contribucin al pensamiento filosfico americano.
Palabras clave: Rodolfo Kusch, Filosofa Americana, Mtodo, Popular, Indgena.
Abstract
This paper analyses the work of Rodolfo Kusch remarking his main philosophical
proposals through three correlated perspectives. The first perspective refers to phenomenology
and culture The second focuses on anthropology and the problem of the symbol. The third
posits a political-philosophical approximation. These perspectives operate interdependently as
the background for Kuschs philosophy and allow us to introduce three questioning horizons
related to the method, the popular and the indigenous as the central issues of his philosophical
work. Thus, these questioning horizons build a platform to understand Kuschs philosophy
and his contribution to the Latin American philosophy.
Key words: Rodolfo Kusch, Latin American Philosophy, Method, Popular, Indigenous.
1
Este artculo es resultado del proyecto CONICYT/FONDECYT Postdoctorado N 3140318 Construcciones
identitarias y traducciones culturales. Reflexiones filosfico-polticas sobre la nocin de indio en Mesoamrica y
los Andes coloniales (1570-1640).
Alejandro Viveros Espinosa
ACLARACIONES INICIALES
Pensar sobre la obra de Gunther Rodolfo Kusch (1922-1979) nos encamina
hacia un reposicionamiento de diferentes influencias y perspectivas dentro de las cuales
su pensamiento toma lugar. Queremos iniciar este ensayo propeduticamente. Para ello
indicaremos algunos de los mltiples trabajos realizados sobre el pensamiento de
Kusch. Intentaremos conducir algunas aclaraciones iniciales sobre la recepcin e
interpretacin que ha logrado su filosofa en diferentes perodos.
Pues bien, las referencias bibliogrficas sobre su obra no son escasas. Durante la
dcada de los 70, recalcamos los textos de Casalla (1973) y Cullen (1978) como
antecedentes inaugurales en el reconocimiento de la obra de Kusch. En ambos textos se
evidencia un carcter propositivo respecto de las posibilidades de una filosofa de la
cultura en un horizonte latinoamericano.
Durante la dcada de los 80, identificamos las lecturas de Scannone (1984),
Toribio (1984), Reigadas (1986) y Azcuy (1989). Scannone reconoce en Kusch el
problema de la sabidura popular y lo simblico como un asunto fundamental para la
filosofa latinoamericana. Toribio se focaliza en la lgica de la negacin como parte
fundamental del mtodo de Kusch. Reigadas remarca la contribucin de Kusch en el
cuestionamiento por una antropologa americana. Subrayamos el libro de Azcuy debido
a su carcter compilatorio de varios autores y perspectivas y porque marca el
reconocimiento de la intelectualidad argentina hacia la obra de Kusch. Destacamos las
Cuartas Jornadas de Pensamiento Argentino realizadas en 1989 y dedicadas al
pensamiento de Kusch.
De esas Jornadas, ya en la dcada de los 90, se editan sus Actas, proyecto a cargo
de Camaly, Jalfen y Langn (1993). Este breve texto despliega el pensamiento de Kusch a
travs de problemas tericos, principalmente referidos a la construccin de una ontologa
americana. Encontramos tambin, durante este perodo, los textos de Steffen (1990),
Flores (1991), Montes (1995), Sada (1996) y Bordas de Rojas (1997). Steffen direcciona
los planteamientos de la filosofa de Kusch en trminos existenciales e identitarios hacia
una perspectiva psicolgica sobre lo sudamericano. Flores refiere comparativamente a la
nocin de mito destacando los enlaces filosfico-literarios en su obra. Montes retoma la
filosofa de Kusch a partir de una revisin de sus propuestas sobre el hombre americano.
Sada, por su parte, despliega un anlisis hacia la idea de filosofa en Kusch. Finalmente,
Bordas de Rojas sostiene un acercamiento a la intemperie que profundiza en la obra de
Kusch recuperando sus reflexiones en el horizonte de una fundamentacin ontolgica
americana. Asimismo, acentuamos la investigacin monogrfica de Pagano (1999),
probablemente el trabajo ms completo hasta la fecha de descripcin filosfica y
recopilacin bibliogrfica. El escrito de Pagano desarrolla un detallado trabajo de anlisis
referido a la vida y la obra de Kusch que considera sus aportes y proyecciones frente al
problema de lo intercultural.
Ya en los 2000 identificamos el revitalizador posicionamiento conceptual de la
obra de Kusch presente en el texto de Rubinelli (2001) y la sugerente aproximacin
216
Enfoques sobre la filosofa de Rodolfo Kusch
2
Considerando las interpretaciones ya expuestas sobre la obra de Kusch, queremos subrayar su influencia en la
teora decolonial. Esta corriente mantiene una cercana con el pensamiento de Kusch en la medida en que se nutre
de sus ideas. Su participacin en este proyecto filosfico contribuye, principalmente a la relectura y el rescate del
mtodo, lo popular y lo indgena como fuentes o plataformas en la construccin de un pensamiento filosfico no
eurocntrico situado en Amrica. En este contexto, las propuestas de Kusch funcionan como apuntalamientos
tericos en la ruptura epistmica con la tradicin filosfica occidental. Podemos reconocer su impacto en la teora
decolonial a travs del concepto de pensamiento fronterizo (border thinking) acuado por Mignolo donde
Kusch muestra cmo pensar desde las ruinas de las categoras amerindias (Mignolo, Local histories / Global
designs,149-164). La teora decolonial posiciona a Kusch a travs del concepto de conciencia de
inmigrante (inmigrant consciousness), rescatando su ruptura epistmica y ontolgica. Mignolo define la
conciencia de inmigrante como una existencia fuera de lugar lo cual permite a la perspectiva
decolonial incorporar el cuestionamiento kuscheano sobre el habitar americano como fundamento para
una crtica a la modernidad occidental (Mignolo, Introduction, XV-LIV). Desde ah la teora decolonial ha
interpretado su obra como un antecedente importante y fundacional, incluyndolo en su canon filosfico
(Dussel, Mendieta y Bohrquez).
3
Por horizonte de pregunta queremos retomar, especialmente la comprensin hecha por la fenomenologa. La
nocin de horizonte, siguiendo a Husserl, nos permite incorporar un enlace entre la expectativa y la experiencia,
puesto que toda experiencia tiene un horizonte experiencial en tanto una estructura que est referida al mundo
217
Alejandro Viveros Espinosa
blanco (2, 251). Prosigue Kusch sobre el problema del ser y el estar en Esbozo de
una antropologa americana:
Aqu la reflexin asume un papel importante, invierte el sentido de la voluntad
de ser, para descubrir que lo fundante no es el es, sino lo dado que est. Es una
dimensin que la reflexin debi explorar alguna vez pero que nunca lo ha
hecho.
Entonces, qu es eso de estar? No es transferible a la tradicin. Tampoco se
refiere a la cada abstracta, ni el problema aqu es cmo se digita la redaccin de
una constitucin o el descubrimiento experimental de leyes fsicas, porque todo
esto pertenece a otros aspectos de lo que es. Indagar esto es hacer una reflexin
en el sentido de reflejarse radicalmente. Invierte la voluntad de ser, para
descubrir que lo fundado no se refiere al ser, sino a lo dado que est. Se trata en
el fondo del problema del fundamento. El requerimiento del fundamento exige
que lo encontremos a ste en algo ajeno al es, en cierta medida en lo otro, que
est (3, 389-390).
En consecuencia, el problema del ser y el estar se juega bajo el
entendimiento de un momento fundamental que no es el juego sino que
necesariamente est en juego y que invierte la voluntad de ser hacia la facticidad
del estar. Esto nos permite comprender el lugar del estar como fundamento
filosfico, como punto de partida para su pensamiento. Siguiendo esta lnea Kusch
cuestiona la paradoja occidental del ser y el no-ser; estableciendo su concepto
fundamental de estar-siendo, que apela a un tercer modo de comprensin abierto a
la problematizacin de la autenticidad de la experiencia en el mundo americano. Esto
es claro en Geocultura del hombre americano donde sostiene:
Y he aqu nuestra paradoja existencial. Nuestra autenticidad no radica en lo que
Occidente considera autntica, sino en desenvolver la estructura inversa a dicha
autenticidad, en la forma de estar-siendo como nica posibilidad. Se trata de
otra forma de esencializacin, a partir de un horizonte propio. Slo el
reconocimiento de este ltimo dar nuestra autenticidad (3, 239).
El concepto de estar-siendo a modo de resolucin de la simple tensin
dialctica a travs de la concentracin en las oposiciones muestra un acercamiento
hacia aquello que nombra como la esencializacin en trminos ms bien
existenciarios. Sobre este punto es impresionante la funcionalizacin (incluso
metodolgica) de varias reflexiones de Heidegger (verbigracia, el ser-ah, el ser-en-el-
mundo, el estado-de-resuelto, la angustia, la autenticidad, entre otros). Podemos decir
que Kusch lleva a cabo una analtica existenciaria (Heidegger, Ser y Tiempo, 53-
233) sobre lo popular y lo indgena, constituyendo a un hallazgo o bien un hito en su
propuesta filosfica. As tambin, la constante indicacin hacia una existencia con
una calidad particular, calificada con adjetivos tales como hedienta o pulcra; india,
parda o blanca; popular, marginal o burguesa, tensiona una nocin de existencia
221
Alejandro Viveros Espinosa
EL ENFOQUE FENOMENOLGICO-CULTURAL
Es preciso establecer la influencia de la fenomenologa en la reflexin
filosfica de Kusch. La atencin a los modelos de comprensin e interpretacin del
mundo de la vida sern elementos funcionales a sus propuestas durante toda su obra6.
Probablemente podramos hablar de una conversacin constante con Husserl y
Heidegger, entre otros autores, y con elementos conceptuales tales como: conciencia,
mundo de la vida, ser-en-el-mundo, ser-ah, acontecer, autenticidad, entre muchos
otros. Nos referimos a una conversacin constante en la cual las reflexiones de Kusch
se establecen de forma crtica, apropiativa y resignificante. Apunta Kusch sobre la
6
En un modo general podemos sostener que la fenomenologa llega a Amrica Latina durante la primera mitad
del siglo XX. Mxico y Argentina son lugares privilegiados en la recepcin de estas ideas a travs de figuras tales
como Alfonso Reyes, Jos Vasconcelos, Jos Gaos, en Mxico, y Alejandro Korn, Coriolano Alberini, Carlos
Astrada Luis Juan Guerrero, Francisco Romero, Jos Luis Romero, en Argentina. Muy Importante fue la
influencia de Jos Ortega y Gasset en la circulacin de las obras de Husserl, Scheler, Hartmann, Heidegger, entre
otros, y en la divulgacin de esta corriente filosfica que domin la reflexin continental europea. La apropiacin
de la fenomenologa en Mxico (Pereda; Zirin Quijano) y Argentina (Jalif de Bertranou) expresa el alcance e
influencia de un pensamiento que se opone al positivismo (corriente hegemnica en Amrica Latina durante el
siglo XIX). Sostenemos que Rodolfo Kusch puede ser relacionado directamente a la fenomenologa,
principalmente en la construccin de su mtodo.
222
Enfoques sobre la filosofa de Rodolfo Kusch
223
Alejandro Viveros Espinosa
EL ENFOQUE ANTROPOLGICO-SIMBLICO
Identificamos a la antropologa como una ciencia social con la cual Kusch
dialoga fructferamente, y donde despliega una importante referencia a lo simblico.
Aquello que nombramos como el enfoque antropolgico-simblico busca consolidar
una perspectiva ligada a otro tempo, distinto pero relacionado al fenomenolgico-
cultural. La contribucin de la antropologa (y por cierto de la etnografa) a la obra de
Kusch puede situarse como parte de una reflexin atenta a la complejidad del fenmeno
cultural americano. Sobre ello, rescatamos algunos elementos significativos
directamente relacionados con el ejercicio de un pensar sobre lo americano desde lo
experiencial. Sostiene Rodolfo Kusch en Amrica profunda:
Pero no hay labor ms eficaz, para dar solidez a esta bsqueda de lo americano,
que la del viaje y la investigacin en el mismo terreno. Desde un primer momento
pens que no se trataba de hurgarlo todo en el gabinete, sino recoger el material
viviente en las andanzas por las tierras de Amrica, y comer junto a su gente,
participar de sus fiestas y sondear su pasado en los yacimientos arqueolgicos; y
tambin deba tomar en cuenta ese pensar natural que se recoge en las calles y en
los barrios de la gran ciudad. Slo as se gana firmeza en la difcil tarea de
asegurar un fundamento para pensar lo americano (2, 5).
No podemos soslayar las intensas horas de trabajo de observacin y recopilacin
de materiales fonomagnticos y fotogrficos (Kusch, Observaciones 4, 73-118). Esto
materiales son evidencia de horas de comprensin y convivencia en las comunidades,
horas de silencio en la puna, finalmente, constitutivas de una reflexin filosfica y
vivencial que no se aleja del lugar desde el cual se ejecuta. Sobre este punto es necesario
7
La relacin con Heidegger es consecuencia de una profunda lectura que deriva en la problematizacin de varias
de sus principales propuestas filosficas. Ciertamente, Kusch estudia sus escritos durante su formacin filosfica
en la Universidad de Buenos Aires (en 1948 obtiene el ttulo de Profesor de Filosofa) y los utiliza e interpreta
abiertamente en toda su obra. Entre los diversos problemas filosficos destacamos la lectura de los problemas
relativos al proyecto de destruccin de la historia de la metafsica (Heidegger, Ser y Tiempo, 6, 30-37), pero
tambin y particularmente su acercamiento a la nocin de suelo (Boden) en trminos de arraigo (Heidegger,
Qu es metafsica?, 65-92; Filosofa, ciencia y tcnica, 207-232). Arraigo que se problematiza a travs de un
acercamiento geocultural, capaz de reconocer su especificidad en estas tierras como un elemento
significativo de diferencia e identidad.
224
Enfoques sobre la filosofa de Rodolfo Kusch
8
El dilogo entre la antropologa simblica y Kusch no se cierra en el acceso a la cultura como un estudio de
los smbolos y el significado que tienen en cada una, o bien en cmo dichos smbolos se han mantenido y
transmitido en tanto que una construccin cultural de la realidad a travs de las diferentes manifestaciones
simblicas que sta configura (Burke, 125-154). Para Kusch el smbolo en tanto que arquetipo pertenece a la
humanidad, no obstante su sentido pertenece y se vectoriza desde una cultura particular (Kusch, El problema
3, 489-495).
225
Alejandro Viveros Espinosa
EL ENFOQUE FILOSFICO-POLTICO
Debemos insistir en el consciente esfuerzo de Kusch por reconducir un nivel
de anlisis e interpretacin que podemos considerar como filosfico-poltico. Bien
sabemos que la filosofa puede referirse a cuestionamientos polticos, a saber, a las
formas de gobierno y sus condiciones de legitimidad, y por cierto, a problemas
relacionados con los derechos, la libertad y la justicia. Ahora bien, la poltica tambin
puede comprenderse como una actitud reflexiva y existencial atenta a las relaciones
que se presentan entre la actividad poltica y el mundo que sta configura (Ferrater
Mora). Al alero de estos problemas proponemos incluir el enfoque filosfico-poltico
en la obra de Kusch como un elemento inseparable de su pensamiento y plausible de
ser considerado como una arista complementaria en su proyecto intelectual. El grado
de comprensin axiolgica y la consistente evidencia biogrfica de su compromiso
con algunas organizaciones y sus propuestas polticas (peronismo de izquierda,
sindicalismo, entre otras) nos permiten reconocer una perspectiva en la cual la nocin
de lo popular y de lo indgena canalizan una reflexin sobre la actividad poltica que
busca cultivar un mundo. En Geocultura del hombre americano Kusch seala este
asunto realizando un enlace decisivo entre cultura y poltica:
Ahora bien, si la cultura es estrategia para vivir en un lugar y en un tiempo
entonces tambin es poltica.
Pero una poltica en este sentido, en un continente como el nuestro no puede ser
poltica digitada, tecnificada, como son las frmulas a las que estamos
acostumbrados. Ha de ser poltico en su sentido profundo como algo que
consiste en despertar un ethos (3, 156).
226
Enfoques sobre la filosofa de Rodolfo Kusch
227
Alejandro Viveros Espinosa
El cmo que nos propone Kusch est enfrentado a la inmovilidad de una sustancia
o quintaesencia. El mtodo es la operatividad que se establece como un recorrido, como
un camino en realizacin. Un recorrido como apuesta9; una apuesta en tanto que
apertura a los presupuestos que tenemos hacia lo desconocido. Luego, es aquello
desconocido que ronda en lo simblico, en la medida en que se comprende desde su
acontecer cambiante, siguiendo a Kusch desde su operar mismo. En este punto, es
necesario introducir el concepto fundamental de fagocitacin como un pivote terico-
metodolgico. Sobre ello seala asertivamente Kusch en Amrica profunda:
Pero esta misma oposicin, en vez de parecer trgica, tiene una salida y es la que
posibilita una interaccin dramtica, como una especie de dialctica, que
llamaremos ms adelante fagocitacin. Se trata de la absorcin de las pulcras cosas
de Occidente por las cosas de Amrica, como a modo de equilibrio y reintegracin
de lo humano en estas tierras.
La fagocitacin se da por el hecho mismo de haber calificado como hedientas a las
cosas de Amrica. Y eso se debe a una especie de verdad universal que expresa,
que, todo lo que se da en estado puro, es falso y debe ser contaminado por su
opuesto. Es la razn por la cual la vida termina en muerte, lo blanco en lo negro y el
da en la noche. Y eso es sabidura y ms an, sabidura de Amrica (2, 18-19).
A travs de la nocin de fagocitacin, es decir, la absorcin de lo occidental en favor
del equilibrio y la reintegracin, Kusch construye una dimensin crtica de anlisis relativa a
una interaccin dramtica y crucial, ulteriormente, focalizada en la (re)construccin de los
procesos culturales e identitarios que han acontecido en Amrica. Esta interaccin persigue
el acontecer histrico en la facticidad de una dialctica centrada en los opuestos, capaz de
constituir una sabidura americana. En consecuencia, es posible reconocer a la nocin de
fagocitacin como un concepto fundacional que permite comprender al pensamiento de
Kusch desde la complejidad de horizontes de pregunta tales como el mtodo, lo popular y lo
indgena. La fagocitacin contiene elementos analticos provenientes de una experiencia (y
una convivencia) con lo popular, sirvindose de stos como vehculos para filosofar sobre lo
urbano, lo mestizo, lo argentino y, por cierto, sobre lo latinoamericano. Por otra parte, lo
indgena es siempre un problema abierto. En lo indgena se presenta lo simple, lo arcaico y
lo antiguo, lo seminal; lo indgena en Amrica exhibe un axioma fundamental en cuanto que
reconoce la existencia de un pensamiento filosfico indgena como trasfondo del pensar
americano. Aquella reflexin arcaica, seminal, indgena, se enfrenta inexorablemente a la
aculturacin (Kusch, Amrica 2, 179-215) y para ello utiliza a la fagocitacin (de lo
occidental) como respuesta del sujeto cultural americano. Esta respuesta es fundacional
9
Paul Ricoeur sostiene en Finitud y culpabilidad: Tal es nuestra nica apuesta. nicamente puede ofenderse por
este modo de enfocar la investigacin el que crea que la filosofa slo puede salvaguardar su iniciativa y su
autonoma a condicin de eliminar todo presupuesto previo. Cualquier filosofa que arranque en el pleno lenguaje
es una filosofa que cuenta por el mismo hecho con algn presupuesto previo. Lo que le corresponde hacer para
salvar su honradez es explicitar y aclarar sus presupuestos, enunciarlos como creencias, elaborar las creencias
como en apuestas e intentar ganar la apuesta transformndola en comprensin (498).
228
Enfoques sobre la filosofa de Rodolfo Kusch
Universidad de Chile*
Facultad de Filosofa y Humanidades
Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos
Avda. Ignacio Carrera Pinto # 1025, uoa, Santiago (CHILE)
aviveros@u.uchile.cl
229
Alejandro Viveros Espinosa
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Garca Cambeiro, 1989.
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Dussel, Enrique, Eduardo Mendieta y Carmen Bohrquez El pensamiento filosfico
latinoamericano, del Caribe y Latino (1300 2000): historia, corrientes,
temas y filsofos. Mxico: CREFAL-Siglo XXI, 2009
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Ette, Ottmar. Viellogische Philologie. Die Literaturen der Welt und das Beispiel einer
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Jalif de Bertranou, Clara Alicia. Recepcin y elaboracin de la fenomenologa en la
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230
Enfoques sobre la filosofa de Rodolfo Kusch
231
Alejandro Viveros Espinosa
232
NOTAS
NOTAS 235-241
MARTIN HEIDEGGER Y LOS CUADERNOS NEGROS: MS QUE LA
MERA REACTIVACIN DE UN VIEJO DEBATE1
Desde febrero del ao 2014 y bajo la edicin del director del Martin-Heidegger-
Institut en la Universidad de Wuppertal, Peter Trawny, han sido publicados cuatro de
los nueve tomos de los Cuadernos negros2 [Schwarze Hefte] en el marco de la
publicacin de la Gesamtausgabe (Obras Completas) de Martin Heidegger. Estos
tomos contienen ms de 1700 pginas y corresponden al grupo de manuscritos
llamados berlegungen [Reflexiones] y el ltimo de ellos publicado el 2015 bajo el
ttulo de Anmerkungen3. A partir de 1931 y hasta principios de los aos 1970 Heidegger
plasma sus pensamientos en unos cuadernillos encerados de color negro de ah su
enigmtico nombre. Sin embargo, lo verdaderamente enigmtico de los Cuadernos
no radica realmente en su nombre, sino ms bien en el lugar particular que Heidegger le
atribuye a dichos textos en el conjunto de su obra. En comparacin con otros de sus
manuscritos como ctedras, seminarios o conferencias los 34 cuadernillos que
componen los Cuadernos tienen un carcter muy distinto. Ellos constituyen
Denktagebcher, es decir, diarios que contienen reflexiones de Heidegger y que
permiten al lector acceder ntimamente al dilogo que el filsofo establece con su
propio pensar as como con los acontecimientos de su poca. Adems de ello, el mismo
Heidegger estableci desde un principio que segn relata su hijo y administrador de la
Gesamtausgabe, Hermann Heidegger los Cuadernos deban aparecer tras la
publicacin de los dems volmenes. A causa de la importancia de dichas obras y
debido a lo cuantioso del legado de Heidegger (102 obras son previstas), estas han
comenzado a ser publicadas antes de lo establecido por su autor.
El grupo de los Cuadernos publicado bajo el ttulo Reflexiones, y que constituyen
la fuente principal de estudio del presente trabajo, corresponde a 14 cuadernillos
1
El presente trabajo fue posible gracias al financiamiento de Conicyt y PAI /Concurso Nacional Insercin
en la Academia, Convocatoria 2014, N 79140034 y del Proyecto Fondecyt N1120730: Animales y
Humanos: los lmites de la humanidad.
2
Los tres tomos berlegungen corresponden a: Martin Heidegger: berlegungen II-VI (Schwarze Hefte
1931-1938) [Reflexiones IIVI (Cuadernos negros 1931-1938)], Gesamtausgabe 94 (a continuacin citado
siempre GA 94), ed. por Peter Trawny, Frankfurt am Main: Klostermann 2014; Martin Heidegger:
berlegungen VII-XI (Schwarze Hefte 1938/39) [Reflexiones VIIXI (Cuadernos negros 1938-1839)],
GA 95, ed. por Peter Trawny, Frankfurt am Main: Klostermann 2014; Martin Heidegger: berlegungen
XIIXV (Schwarze Hefte 1939-1941)2 [Reflexiones XIIXV (Cuadernos negros 1939-1941)], GA 96, ed.
por Peter Trawny, Frankfurt am Main: Klostermann 2014. Todas las traducciones de los Cuadernos as
como de otras obras de Heidegger son mas.
3
Heidegger, Martin: Anmerkungen I-V (Schwarze Hefte 1942-1948), ed. por Peter Trawny, Frankfurt am
Main: Klostermann 2015.
Diana Aurenque
236
Martin Heidegger y los Cuadernos Negros: ms que la mera reactivacin de un viejo debate
editor de las obras, escribe un artculo para el diario Die Zeit en el que da cuenta de lo
sucedido, de las dificultades que se le han puesto en Francia por la publicacin de los
Cuadernos y de su propio libro, y sostiene que la controversia da cuenta de que el
fanatismo dominante puede desfigurar la recepcin de Heidegger (Trawny, en lnea).
Actualmente una serie de importantes voces del mundo heideggeriano as como de la
intelectualidad filosfica en general, han tomado partido en el debate. En el ensayo
Heidegger und wir [Heidegger y nosotros] del filsofo Jean-Luc Nancy publicado en la
revista Faust sostiene que en todo el debate hay que preguntarse por qu Heidegger
mantuvo el contenido de los Cuadernos aislado de la publicidad (Nancy, en lnea). El
debate en torno a los Cuadernos tambin fue reportado en el mundo anglosajn en The
Guardian (Oltermann, en lnea), en The New York Times (Schuessler, en lnea), en The
Newyorker (Brody, en lnea), as como en muchos otros medios. En el mundo
hispanohablante han aparecido una serie de artculos de difusin al respecto, siendo sin
embargo los textos de ngel Xolocotzi y de Jess Adrin Escudero (ambos en lnea)
analizan filosficamente algunos aspectos importantes sobre la ubicacin de los
Cuadernos en la obra heideggeriana.
La controversia en relacin a los Cuadernos ciertamente representa una nueva
etapa en la polmica en torno al caso Heidegger. Dado que tal caso es conocido y ha
sido trabajo por diversos autores, aqu solo quisiera recordar algunos hitos relativos a la
recepcin de Heidegger para as contextualizar mejor el impacto de los Cuadernos.
Poco despus de que la prohibicin de ejercer docencia [Lehrverbot] haya sido
revocada (1950) y de que Heidegger vuelva a aparecer pblicamente, el joven Jrgen
Habermas escribe en 1953 un artculo en el FAZ criticando el pasado nazi de
Heidegger, as como denunciando que en la publicacin de su ctedra de 1935
Introduccin a la metafsica (publicada en 1953) an se encuentre la polmica frase
sobre la verdad y la grandeza interna de ese movimiento (Heidegger, Einfhrung,
208). El segundo hito del caso Heidegger ocurre tras la publicacin del libro de Vctor
Faras: Heidegger et le nazisme (1986) as como de la biografa de Heidegger escrita
por Hugo Ott: Martin Heidegger. Unterwegs zu seiner Biographie (1987). Por medio
de estos textos fue posible tener acceso a una serie de aseveraciones problemticas de
Heidegger que an no haban sido publicadas en el marco de la Gesamtausgabe. La
tercera gran polmica ocurre en el ao 2005 con el libro de Emmanuel Faye:
Heidegger. Lintroduction du nazisme dans la philosophie, en donde Faye acusa a la
filosofa de Heidegger de encubrir un hitlerismo. Poco despus de la publicacin del
libro de Faye aparece el libro Heidegger plus forte raison, en el que un grupo de
autores, entre ellos Franois Fedier, responden duramente a las crticas de Faye y
defienden a Heidegger de sus acusaciones. Con la publicacin de los Cuadernos sin
duda alguna se han reactivado las mismas preguntas que se han venido planteando
desde hace ms de 60 aos: Hasta qu punto la filosofa de Heidegger guarda algn
tipo de relacin con el nacionalsocialismo?, qu tipo de relacin es esta?, puede
separarse al filsofo del hombre?, etctera. Sin embargo, como veremos, el rol de los
238
Martin Heidegger y los Cuadernos Negros: ms que la mera reactivacin de un viejo debate
Cuadernos va ms all de una mera reactivacin de problemas existentes, sino que estos
textos traen consigo una dimensin hasta ahora desconocida de la relacin de Heidegger
con el nacionalsocialismo que nos pone frente a nuevas y profundas dificultades.
primera vez dan testimonio de que Heidegger efectivamente profesaba una forma de
antisemitismo. En qu consiste dicho antisemitismo y hasta qu punto este contamina
como sostiene Tranwy su filosofa, es la pregunta que debe ser analizada a
continuacin.
3. HEIDEGGER Y EL JUDASMO
Lo que actualmente ha causado irritacin tanto en el mundo acadmico como
fuera de l, se debe a algunas polmicas aseveraciones antisemitas presente en los
Cuadernos principalmente en los tomos GA 95 y GA 96 y que parecieran no dejar
duda de que Heidegger fue antisemita. En ellos, Heidegger habla explcitamente de un
judasmo mundial [Weltjudentum] o tambin de un judasmo internacional.
Heidegger no solo no es neutral cuando habla del judasmo en dichos textos, sino que
adems l vincula sus propias tribulaciones personales con sus aseveraciones. Un claro
ejemplo de ello es cuando sostiene que el judasmo mundial est en todas partes
intangiblemente y no necesita en absoluto de acciones blicas para desplegar poder,
mientras que a nosotros solo nos queda sacrificar la mejor sangre de los mejores de
nuestro propio pueblo (Heidegger, berlegungen, 262). En esta problemtica
aseveracin, Heidegger se refiere claramente a sus dos hijos, Hermann y Jrg, que se
encuentran en combate. La consternacin de padre puede servir de razn, mas no de
excusa, para esta forma de antisemitismo. Por lo dems, y como sostiene Peter Trawny,
pese a que no hay pruebas o indicios oficiales que confirmen que Heidegger haya ledo
los Protocolos de los sabios de Sin es innegable que el contenido de dicho texto
(responsable de difundir la tesis sobre la conspiracin mundial juda) era conocido por
la poblacin alemana justamente a causa de su enorme difusin en discursos y
propaganda nazi (Trawny, Heidegger und der Mythos, 45-56.) Por ello, no ha de
sorprender que Heidegger tambin haya odo dichas frases. No obstante, el hecho que
Heidegger haya sido parte de una Alemania en la que aseveraciones antisemitas puedan
haber sido de uso cotidiano, en ningn caso explica o justifica que l haya hecho uso de
ellas, ni mucho menos que las vincule a su filosofa. Justamente dicha vinculacin es lo
que ms ha causado molestia, ya que Heidegger hace una conexin explcita y del todo
problemtica entre sus planteamientos filosficos y ciertos prejuicios antisemitas. En
vistas de esta situacin, a continuacin no se trata de documentar sistemticamente cada
una de las aseveraciones que puedan ser consideradas antisemitas presentes en los
Cuadernos. Ms bien quisiera exponer solo algunas de ellas, y en las que, a mi juicio,
queda claro que Heidegger hace una mezcla ilegitima entre su pensar filosfico y
algunos prejuicios antisemitas de la Alemania nazi.
Lo problemtico de las frases antisemitas en los Cuadernos no radica
principalmente en el hecho de aparecer mencionadas en dichos textos; lo verdaderamente
desconcertante consiste en que Heidegger relaciona prejuicios antisemitas a sus
planteamientos filosficos. En uno de los Cuadernos sostiene Heidegger que: Una de las
formas ms obstinadas y tal vez la ms antigua de lo titnico [das Risiege] es la tenaz
240
Martin Heidegger y los Cuadernos Negros: ms que la mera reactivacin de un viejo debate
habilidad del clculo [Rechnen] y del deslice y del mezclar [Durcheinandermischen], por
lo cual es fundada la falta de mundo [Weltlosigkeit] del judasmo (berlegungen VIIXI,
95, 97). Esta cita es problemtica por varias razones. El prejuicio antisemita de que los
judos son un pueblo especialmente interesado en los bienes materiales, con particular
talento para la administracin de operaciones econmicas y/o en asuntos financieros,
corresponde a uno de los prejuicios ms difundidos y presentes al discurso
propagandstico antisemita de la Alemania nazi. En la cita recin aludida, Heidegger no
solo comparte dicho prejuicio, asumindolo como verdadero, sino que adems lo
fortalece en la medida en que relaciona la tenaz habilidad del clculo y del deslice y del
mezclar propias del judasmo con una supuesta falta de mundo del judasmo. De este
modo, Heidegger profesa un juicio doblemente negativo para con el judasmo.
En primer lugar (1), Heidegger conecta a un pueblo determinado con una forma
particular de ser, es decir, de acceso a la realidad y a todo lo que es experimentado como
mundo en sentido fenomenolgico, que l si bien no desvalora en trminos morales
(Aurenque, Ethosdenken, 13-30), claramente lo desvalora en trminos ontolgicos. De
acuerdo a Heidegger hay al menos dos tipos contradictorios de acceso a la realidad que
son incompatibles entre ellos: por un lado el pensar calculador de corte metafsico,
esttico, subjetivo, atado a lo ente y que es propio de la tradicin filosfica; y por otro, el
pensar del ser en trminos dinmicos y que se plantea justamente la pregunta por la
diferencia entre el ser y el ente, dicho sucintamente, el pensar heideggeriano. En el
momento en que Heidegger identifica una determinada forma de pensar con un pueblo
y siendo dicha forma de pensar justamente objeto de una serie de crticas de su propio
acuo, es evidente que la cita mencionada es problemtica. Sin embargo, en este punto
hay que hacer un reparo importante, pues no sera justo decir que Heidegger solo ataca
al pueblo judo por ser expresin de una manera de acceder al ser que l considera no
consigue pensar fundamentalmente al ser. De manera muy similar, esto tambin ocurre
en el caso de aseveraciones y crticas que Heidegger hace en relacin con el
americanismo, el bolchevismo, el comunismo, el humanismo, y otras tantas
generalizaciones, que l del mismo modo acusa de ser expresiones de un pensar an
atado a la metafsica. Con todo, es innegable que los juicios que se emitan en relacin al
pueblo judo tambin merecen ms sensibilidad, en cuanto se trata de una minora
tnica concreta existente y no de un concepto general que simplemente universalice
ciertas cualidades (lo americano, lo comunista, etctera.).
En segundo lugar (2), Heidegger desvaloriza al judasmo en tanto lo relaciona a
una carencia de mundo, situacin que tambin en su pensar aparece como una Malum
metaphysicum, an cuando no en sentido moral. Heidegger es un filsofo que ya en sus
primeras reflexiones enfatiza la importancia de una morada [Aufenthalt], de una
determinada forma de estar en el mundo para as desarrollar un pensar esencial; la
relacin entre el pensar y el habitar ciertamente ser tratada explcitamente en el
Heidegger ms tardo, sin embargo, ya en sus primeras meditaciones es posible
observar la importancia de dicha relacin. Desde mitad de los aos treinta,
241
Diana Aurenque
242
Martin Heidegger y los Cuadernos Negros: ms que la mera reactivacin de un viejo debate
Selbstbehauptung, 107, 113). Sin duda alguna mediante su apoyo al rgimen nazi entre
los aos 1933 y 1934 como rector de la Universidad de Friburgo Heidegger busc
realizar su ideal de alemanidad, un ideal que se diferenciaba claramente de la Alemania
real de su tiempo. Heidegger le escribe a Herbert Marcuse: Ich erwartete vom
Nationalsozialismus eine geistige Erneuerung des ganzen Lebens, eine Ausshnung
sozialer Gegenstze und eine Rettung des abendlndischen Daseins vor den Gefahren
des Kommunismus [Yo esperaba del nacionalsocialismo una renovacin espiritual de
toda la vida, una conciliacin de las contradicciones sociales y una salvacin de la
existencia occidental ante los peligros del comunismo] (Heidegger, Zu 1933-1945*, GA
16, 430). En sus presentaciones pblicas (ctedras o discursos) y privadas (cartas a sus
amigos o familiares) Heidegger distingue claramente entre el pueblo alemn de facto y
su visin romntica del pueblo alemn como pueblo espiritual (Thom, 149). De ello da
prueba que Heidegger no comparte la ideologa oficial del nacionalsocialismo: en varias
ocasiones critica tanto la ideologa racial de Rosenberg como tambin el biologisismo
de Kolbenheyer. Tambin en los Cuadernos se encuentran agudas crticas contra el
nacionalsocialismo real. Para Heidegger no se trata primordialmente de sangre y
suelo, pese a que ciertamente reconoce que son condiciones poderosas y necesarias,
pero no suficientes para la existencia den pueblo (Heidegger, Vom Wesen der
Wahrheit, GA 36/37, 263). Para ello se necesita ms bien de una voluntad para saber y
espritu (263). De este modo, los estudiosos de Heidegger han sabido aceptar que
Heidegger durante su vinculacin con el nacionalsocialismo intentaba asumir la
direccin espiritual de Alemania, con el ingenuo propsito de contribuir en la
renovacin espiritual de una Alemania idealizada (Trawny, Heidegger und Hlderlin;
De Beistegui, 2013). Esto ya lo confirman las primeras frases del discurso rectoral: La
asuncin del rectorado es la obligacin para la gua espiritual de esta escuela superior
(Heidegger, Die Selbstbehauptung der deutschen Universitt, GA 16, 107). Existen
buenas razones para creer que Heidegger se involucra con el nacionalsocialismo porque
considera que es el momento histrico en que el otro comienzo podra concretarse. La
herencia espiritual comn entre griegos y alemanes se basa, segn Heidegger, en el
espritu, mas aquello que concretiza su comunin ocurre a travs del lenguaje: pues
aquel lenguaje [el griego, D.A.] junto con el alemn (visto desde la perspectiva de la
posibilidad del pensar) son al mismo tiempo los ms poderosos y ms espirituales
(Heidegger, Einfhrung, 61). De aqu se desprende que Jacques Derrida interpreta esto
como un privilegio del espritu que solo comparten griegos y alemanes (Derrida,
1988). En la medida de que la primera relacin originaria con el ser ocurre en la Grecia
clsica y, por su parte, griegos y alemanes comparten races comunes en una herencia
propia del espritu y del lenguaje, Heidegger espera que el otro comienzo ocurra en
una Alemania profetizada que no se identifica con la Alemania pblica y real, sino con
una Alemania secreta fundada por el poeta Hlderlin (Trawny, Heidegger und
Hlderlin). Sin duda alguna, Heidegger intent durante su rectorado asumir el rol de
gua espiritual de una Alemania idealizada (Jaspers, 204).
243
Diana Aurenque
244
Martin Heidegger y los Cuadernos Negros: ms que la mera reactivacin de un viejo debate
es posible que Heidegger no haya hecho pblicas estas meditaciones y las mantuviera
en secreto. Sin embargo, y aunque esto pueda bien ser el caso, tambin podra implicar
nuevas dificultades. Pues quien conoce la filosofa de Heidegger sabe que para el
filsofo el terreno de las grandes decisiones y pensamientos, no tienen nada que ver con
la publicidad, ni literaria ni meditica, sino justamente con el silencio y en cierta
medida, con el misterio y el secreto. Como sea que esto se interprete, resulta inevitable
plantear una importante pregunta, en tanto Heidegger explcitamente vincula su crtica
sobre el pensar calculador al pueblo judo, y tal crtica es parte constitutiva de la filosofa
de Heidegger, se puede derivar de esto que su pensar est inevitablemente
contaminado por una veta antisemita? En lo que sigue quisiera dar respuesta a ello y, al
mismo tiempo, tratar de ofrecer una interpretacin del verdadero problema que me
parece intrnseco y estructural a la filosofa de Heidegger, y que no se identifica con la
cuestin del antisemitismo.
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Martin Heidegger y los Cuadernos Negros: ms que la mera reactivacin de un viejo debate
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Diana Aurenque
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Martin Heidegger y los Cuadernos Negros: ms que la mera reactivacin de un viejo debate
filsofo y as, la enorme decepcin de los estudiosos de su obra. Pues donde gobierna la
conviccin, cesa la filosofa. Nietzsche fue uno de los pensadores que ms agudamente
fue consciente de dicho conflicto: berzeugungen sind gefhrlichere Feinde der
Wahrheit als Lgen [Las convicciones son enemigos ms peligrosos de la verdad que
las mentiras] (en lnea). Esta frase da en el clavo: el problema radical del antisemitismo
de Heidegger pone al descubierto que en determinadas partes de los Cuadernos se
expresan convicciones y no ideas filosficas. A lo sumo, puede encontrarse en ellos el
intento de Heidegger por justificar dichas convicciones ponindolas en relacin a su
filosofa. En tanto los Cuadernos jams fueron publicados en tiempos que hubieran sido
bienvenidos como propaganda nacionalsocialista, ello permite sostener que Heidegger y
su pensar jams tuvieron esa intencin. Ciertamente ellos desconciertan y, por qu no
decirlo, duelen a todo aquel que se dedica a su pensar. Ms quizs deba reconocerle al
menos su honestidad filosfica. Heidegger bien podra haber destruido esos Cuadernos.
Ellos nos ofrecen un documento sumamente importante para entender que los filsofos
podrn ser genios en muchas cosas, pero a fin de cuentas son solo humanos, demasiado
humanos. Nos queda al menos el consuelo de que la filosofa actual desde hace mucho
ya no intenta ser metafsica, sino que sabe reconocer sus lmites y sus fortalezas de
mejor manera. Finalmente y para evitar un nuevo mal uso de su pensar, me parece que
nos queda a los intrpretes distinguir claramente entre los maravillosos anlisis
fenomenolgicos y hermenuticos de Heidegger presentes en toda su obra, de la
narrativa de una historia del ser (Trawny, Heidegger und der Mythos, 22) con
vertientes escatolgicas y con elementos metafsicos que en la actualidad son del todo
prescindibles.
OBRAS CITADAS
Aeschimann, Eric. Cahiers noirs: vers une nouvelle affaire Heidegger. En:
http://tempsreel.nouvelobs.com/culture/20131206.OBS8603/cahiers-noirs-vers-
une-nouv Aeschimann elle-affaire-heidegger.html [Consulta: 15 enero 2015].
Altwegg, Jrg. Antisemitismus bei Heidegger. Ein Debakel fr Frankreichs
Philosophie. 13.12.2013. Disponible en:
http://www.faz.net/aktuell/feuilleton/buecher/themen/antisemitismus-bei-
heidegger-ein-debakel-fuer-frankreichs-philosophie-12710158.html [Consulta:
15 enero 2015].
Aurenque, Diana. Ethosdenken. Auf der Spur einer ethischen Fragestellung in der
Philosophie Martin Heideggers, Friburgo i. B./Mnchen: Alber , 2011.
249
Diana Aurenque
250
Martin Heidegger y los Cuadernos Negros: ms que la mera reactivacin de un viejo debate
251
NOTA 243-248
MS ALL DEL ESPACIO: HENRI LEFEBVRE Y LAS
GEOGRAFAS INVISIBLES
Beyond Space: Henri Lefebvre and invisible geographies
INTRODUCCIN
Sin duda que La produccin del espacio, De lo rural a lo urbano, La vida
cotidiana en el mundo moderno, El derecho a la ciudad o La revolucin urbana, por
sealar algunos de sus principales trabajos, han representado un aporte fundamental a
la conformacin de un pensamiento espacial que ha sido indispensable para pensar la
geografa de finales del siglo XX.
Pero ms all de estos aportes clsicos, que son de gran relevancia para los
estudios urbanos y territoriales, hay una dimensin del pensamiento de Lefebvre un
poco menos explorada en la geografa, y se refiere a su trabajo en el mbito de las
representaciones. En su libro La presencia y la ausencia, Lefebvre desarrolla una
reflexin a modo de dilogo que comienza con una provocadora carta a Octavio Paz y
un maravilloso y profundo poema que merece ser explorado: Lattente (La espera).
En la presente comunicacin se espera poder entregar una breve reflexin en torno
a la construccin de significado y al pensamiento de Lefebvre en otro espacio que tambin
lo habita: el de las representaciones y el deseo de bsqueda ms all de lo sabido.
Qu se nos quiere decir con estos versos? El filsofo est en Machu Pichu y
escribe las lneas que conforman el poema La espera. Pareciera que en este trabajo
hay una sensibilidad algo diferente. Amor, belleza, imagen, espera palabras menos
frecuentes probablemente en sus ndices onomsticos o analticos habituales, pero
que aqu se dejan ver de manera transparente. El filsofo ya est jubilado cuando
decide publicar este libro. No as el poema, que lo escribe en 1972 en plena vigencia
de su actividad productiva y docente en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes
de Pars (Arquitectura). Un ao despus decide jubilarse y dedicarse solo a la
investigacin, dictar conferencias y viajar. En uno de esos viajes, que comienza en
Oaxaca, le escribe a Octavio Paz.
La carta, dice su introduccin, la sigue en el avin cruzando el Atlntico, y una vez
concluida, no la enva, pero la publica. Sus divagaciones en una conversacin imaginaria
torna hacia el tema de una historia pendiente: la historia general de las relaciones entre el
cuerpo y el alma, la vida y la muerte, el sexo y el rostro. Acababa de leer Conjunciones y
disyunciones del destacado escritor mexicano. Seala que l agregara una historia o una
fenomenologa, en el sentido hegeliano, del cuerpo y del amor, y as sucesivamente de
este modo, irrumpe su mencin al estudio de las representaciones.
Por qu las representaciones? Eco de la presencia perdida heideggeriana. Una
etapa o un momento del conocimiento hegeliano. Las representaciones vendrn a
jugar un rol en el modo de concebir nuestra relacin con el espacio.
Hay una inquietud fascinante en la reflexin de Lefebvre: algo hay all donde no
entendemos muy bien cmo ni donde, se gestan ideas que podemos entenderlas desde la
relacin entre presencia y ausencia. Algo parece existir que requiere ante todo una
necesidad, un grito, un espacio: aquello que contiene la trascendencia necesita de clamores
previos. Dichos clamores, en qu misteriosa relacin son capaces de construirlos?
Hay inspiraciones que nacen en un punto tal vez desconocido, pero que agita las
aguas de aquella memoria que se encuentra, tarde o temprano, con aquel nosotros
cargado de algo a lo que llamamos espacio. El espacio como bien sabemos, no solo ha
venido a contenernos. Tambin y ante todo, ha llegado a preguntarnos sobre nosotros
mismos. Quin y cmo responde a dicha pregunta?
Las diversas semnticas que transitan por el concepto representacin, vienen por
lo mismo a complicar el derrotero de su reflexin. Prefiere en cambio hablar, por lo
mismo, de la obra. La obra esclarece las representaciones porque las atraviesa.
244
Ms all del espacio: Henri Lefebvre y las geografas invisibles
invita a transitar por las desconocidas tierras de las mutaciones espaciales y por
consiguiente, a la nocin de dinmica territorial. Y en ello, bien sabemos, Lefebvre es
enftico y aqu insiste en ello.
Es curioso que estos antiguos conceptos estn tan sumergidos en el bal de las
ideas que se guardan para que, de tiempo en tiempo, alguien las desempolve y las traiga a
la discusin. Glacken, Arnold o Naredo nos ofrecen una oportunidad para ello, entre otros
por cierto. Pero mucho antes, Diderot entreg una nocin y discusin en torno a la idea de
naturaleza. Sin la idea de totalidad, ya no hay filosofa nos dice Diderot (23). Levinas, en
su momento y tiempo, seala algo similar. Eso s, lo hace desde otro punto de vista: las
cosas, solo estn desnudas, metafricamente, cuando estn sin adornos: las paredes
desnudas, los paisajes desnudos (Levinas, 97). Qu nos intenta transmitir Levinas en su
particular y bello estilo? Existe esta posibilidad de la desnudez metafrica cuando
queremos aludir a la naturaleza? Probablemente all la reflexin lefebvriana nos ayuda:
distinguir entre primera y segunda naturaleza y con ello el papel de la accin poitica nos
transporta a una posibilidad de comprensin reflexiva.
Por qu y desde donde estos conceptos logran resituarse en la discusin
contempornea? A mi entender adquiere fuerza en el contexto de las nuevas (si se
pueden llamar nuevas) ideas sobre la proteccin, conservacin y restauracin de la
naturaleza, o el medio natural. A qu naturaleza nos referimos en el seno de esta
discusin? Me temo que no lo tenemos muy claro.
Sin embargo y en otro momento, Foucault da una seal complementaria:
el querer-saber no nos acerca a la verdad universal; no da al hombre un exacto y
sereno dominio de la naturaleza; al contrario no cesa de multiplicar los riesgos;
en todas partes hace crecer los peligros; abate las protecciones ilusorias; deshace
la unidad del sujeto; libera en l todo lo que se empela en disociarlo y destruirlo.
El saber, en lugar de separarse poco a poco de sus races empricas, o de las
primeras necesidades que le han hecho nacer, para devenir una pura
especulacin nicamente sometida a las exigencias de la razn, en lugar de estar
ligado en su desarrollo a la constitucin y a la afirmacin de un sujeto libre
implica un empeo cada vez ms grande (Foucault, 71).
Lefebvre nos llev a las nociones de presencia y ausencia tal vez como una
seal, gesto o guio para seguir un camino comprensivo. Y respecto de temas tan
relevantes como los que hoy nos preocupan en el plano de lo que, tal vez poco
afortunadamente, hemos llamado los problemas concretos o prcticos, como los
relativos a las decisiones sobre el uso y gestin del territorio y del medio ambiente,
lanza una refrescante provocacin:
hay un regreso de la naturaleza como nostalgia, fantasma, o sea presencia
ilusoria: a) En la literatura, en las pelculas y en las representaciones puestas en
escena por el hbil empleo de las tcnicas ms sofisticadas (Disneylandia!). Las
representaciones pululan a travs de la segunda naturaleza. Se realizan y se
totalizan con facilidad; b) En el turismo y la ecologa que se pelean duramente
245
Enrique Aliste Almuna
246
Ms all del espacio: Henri Lefebvre y las geografas invisibles
Qu hubiera dicho Lefebvre sobre las redes sociales, los SIG, los blogs o bien el
uso de smartphones, tablets o similares? Obviamente nunca lo sabremos, pero tenemos la
maravillosa oportunidad y recurso conceptual de la especulacin. Pero una especulacin
que no parte de la nada sino que encuentra su punto de partida en la discusin sobre las
representaciones.
El modo de existencia de las representaciones se concibe tomando en cuenta las
condiciones de existencia de tal o cual grupo, pueblo o clase, lo seala el propio Lefebvre.
Las representaciones amplifican, desplazan, transponen ciertas realidades. Nacen como
smbolos en lo imaginario y se fortalecen volvindose corrientes, casi instituidas.
Son o pueden ser manifestaciones del poder? Sin duda. Tenemos conciencia de
aquello? Tambin, indudablemente. De qu manera nos hacemos cargo de aquello? No
lo s. Lefebvre reconoci la fascinacin por la poesa y su capacidad de superar el logos
europeo. De all su profunda admiracin por ella. Por eso le escribe a Octavio Paz:
He trabajado con los conceptos, trabajo que desdramatiza las historias y que sin
embargo muestra los dramas. Los conceptos? Los encuentro en sus obras: la
alienacin, lo cotidiano, la diferencia, la ciudad y lo urbano, el espacio social.
Hoy en da, prosigo investigaciones ya largas acerca del Estado, y tambin
acerca de las representaciones vinculadas por una relacin an mal descubierta
a las ideologas, pero sobre todo a la presencia y a la ausencia, esas potencias
sin poder que revela la poesa. (Lefebvre, La presencia, 9).
247
Enrique Aliste Almuna
Pareciera que Lefebvre abre con este trabajo una puerta algo diferente: invita a
atreverse, a querer romper estructuras, sin importar cuales stas sean (Martnez). Da a
entender que se puede ir a la aventura de las ideas, levantando el ancla de ciertos
conceptos que nos mantienen algo rgidos o bien, con cierta falta de libertad para navegar
sin miedo por las infinitas aguas del conocimiento que existe en la dimensin espacial.
Tal vez algo an pendiente en nuestro abordaje disciplinar en geografa, es
trabajar la esttica del pensamiento europeo y su logos en relacin con la poitica del
pensamiento latinoamericano.
Romper estas ataduras puede permitirnos ver all donde no alcanzamos por
ausencia de luz, puesto que en el fondo, nos transmite el ms importante de todos los
mensajes: all donde hay voluntad, hay siempre iluminacin.
Que este lugar miente como todos los lugares del mundo
Que jams el recuerdo se ala con el sueo (Lefebvre, La presencia, 17).
Universidad de Chile*
Avda. Portugal 84, Santiago (Chile)
ealiste@uchilefau.cl
OBRAS CITADAS
Arnold, David. La naturaleza como problema histrico. El medio, la cultura y la
expansin de Europa, Mxico DF: Fondo de Cultura Econmica, 2000.
Diderot, Denis. Sobre la interpretacin de la naturaleza, Barcelona: Anthropos, 1992.
Foucault, Michel. Nietzsche, la genealoga, la historia, Valencia: Pre-Textos, 2000.
Glacken, Clarence. Huellas en la playa de Rodas. Naturaleza y cultura en el
pensamiento occidental desde la Antigedad hasta finales del Siglo XVIII,
Barcelona: Ediciones del Serbal, 1996.
Lefebvre, Henri. Du rural lurbain, Pars: Anthropos-Econmica, 2001.
La production de lespace, Pars: Anthropos-Econmica, 2000.
La presencia y la ausencia. Contribucin a la teora de las representaciones,
Mxico DF: Fondo de Cultura Econmica, 1983.
Levinas, Emmanuel. Totalidad e infinito, Salamanca: Ediciones Sgueme, 1977.
Lindn, Alicia. Las huellas de Lefebvre sobre la vida cotidiana. Revista Veredas 8
(2004): 39-60.
Martnez, Emilio. Breve biografa y bibliografa de Henri Lefebvre. Revista Urban, 2
(2011), 7-13.
Naredo, Jos Manuel. Races econmicas del deterioro ecolgico y social, Mxico:
Siglo XXI Editores, 2006.
248
NOTA 249-262
LA REGLA Y LA VIDA. FORMAS DE VIDA EN COMN EN
CMO VIVIR JUNTOS DE ROLAND BARTHES Y ALTSIMA
POBREZA DE GIORGIO AGAMBEN
The rule and the life. Ways of living together in Roland Barthes Cmo vivir
juntos and Giorgio Agambens Altsima pobreza
Marcos Seifert*
1
Pacomio es la figura central del cenobio cristiano. Fue un soldado romano que conmovido por las acciones
de un grupo de cristianos en Alejandra decide convertirse y retirarse a vivir como ermitao. Despus de un
tiempo de su vida retirada rene a un conjunto de hombres y crea una serie de preceptos o reglas para
organizar la vida comunitaria en un monasterio (Colombs, 106).
Marcos Seifert
2
Es necesario matizar y circunscribir el sentido de esta afirmacin de Barthes a su desarrollo argumentativo
que tiene como uno de sus principales pilares el reconocimiento del lazo entre poder y ritmo (81). Esta
restriccin es importante ya que debe aclararse que el Monte Athos con sus diversas formas de vidas
monsticas ha sido el centro espiritual de la Iglesia Ortodoxa desde el siglo X. Cito a continuacin un
fragmento de la introduccin del libro Athos Mount. Microcosm of the Christian East de Graham Speake y
Kallistos Ware que exhibe esta cuestin: From its very beginnings as a monastic settlement until the present
day Athos has always been a spiritual centre for all Orthodox. It is not unique in this respect either, since there
has been an international element in Christian monasticism from its beginnings in fourth-century Egypt; but
the pan-Orthodoxy of the Mountain, assisted by its membership of a supranational Orthodox commonwealth
persisting long after the fall of the Byzantine empire, has been proudly proclaimed throughout its history.
Furthermore, in the third place, Athos can claim to be a microcosm of the Christian East, not just because of
its pan-Orthodoxy, but also because it embraces, as it has always embraced, all three forms of monastic life
that are found there, namely the cenobitic, the eremitic, and the middle way or semi-eremitic. (Speake y
Ware, 9).
3
Es preciso aclarar en este caso que si bien Barthes declara su inters en formas de vida anteriores a la
institucionalizacin del cenobio en las cuales identifica la idiorritmia, su trabajo con determinadas
caractersticas de la vida monstica tiene que ver con su planteo de una oscilacin permanente entre
estructuras cenobticas y estructuras idiorrtmicas (Cmo vivir, 79).
250
La regla y la vida. Formas de vida en comn en Cmo vivir juntos y Altsima pobreza
4
En El reino y la gloria. Una genealoga teolgica de la economa y el gobierno (2008), Agamben propone
observar en la historia de la teologa la distincin entre oikonomia (poder como gestin eficaz) y gloria (poder
como majestuosidad ceremonial y litrgica). En Opus Dei. Arqueologa del oficio (2012) se piensa el officium
como paradigma de la tica, la poltica y la economa. La accin humana queda configurada, entonces, segn
Agamben, segn el modelo del sacerdote; el hombre se reduce a lo que debe hacer. Esta ltima investigacin
es relevante para la consideracin del uso franciscano en tanto este ltimo se postula como un modelo
alternativo al oficio eclesistico, es decir que plantea la posibilidad de una tica que no se sostenga en el
modelo de la accin sino en una forma de vida.
5
No debe entenderse esta tensin como un supuesto roce entre la institucin eclesistica y la vida monstica
ya que no slo el monacato antiguo ha tenido una influencia fundamental en el desarrollo histrico de la
Iglesia (Colombs, 3), sino que adems la doctrina eclesistica reconoce la vida monstica como estado de
perfeccin. Es necesario matizar y comprender, entonces, la mencionada tensin de modos vinculados a la
vida monacal como una articulacin que funciona hacia el interior de los sistemas argumentativos de los
autores. Segn Agamben, la Iglesia extrae de la vida monacal una liturgia cuyo titular es el sacerdote. La
tensin debe circunscribirse en este caso a una diferencia entre una liturgia como esfera separada de la vida
que se constituye en la integracin del cenobio a los ordenamientos eclesisticos y una liturgia indiscernible de
una forma de vida (Agamben, 121). En el caso de las formas de vida en las que se centra Barthes es necesario
aclarar que la tensin est dada por el hecho de que Barthes apunta a una forma de vida situada a mitad de
camino entre el eremitismo primitivo y el cenobitismo institucionalizado.
251
Marcos Seifert
debates doctrinales con las jerarquas eclesisticas, la bsqueda de Barthes tendr que
ver, ms bien, con la posibilidad de evadir la lgica del conflicto, un esquive de la
dialctica del poder, efectuado por formas que estn en el margen del margen, o
que, dicho de otra manera, son atpicas, es decir que no tienen un lugar (hay en esta
inclinacin una anticipacin de las figuras del curso Lo Neutro). No se trata de la
discusin o la disidencia proclamada hacia el interior de una doctrina, sino de la
suspensin de los rdenes, de las jerarquas, de las intimidaciones del discurso.
RETIRO
Antes de considerar las diferentes implicaciones que adquiere la regla en los
textos en sus relaciones con la ley, la comunidad y las costumbres, me detendr en la
cuestin del vnculo entre la figura del retiro, la fuga saeculi, y el vivir juntos. Ya
desde el principio de su curso, Barthes hace explcito que el fantasma que sigue no
concierne a la dialctica por lo cual no admite la contradiccin entre el vivir solo y el
vivir juntos. La idiorritmia, seala, constituye la apora de una puesta en comn de
las distancias (Barthes, Cmo vivir, 49). De ah el rescate de la anacoresis que no
remite a una soledad absoluta, sino que implica, ms bien, una separacin, una lejana
que admite las interrupciones. En una figura relevante del posterior curso de Lo
Neutro El retiro, Barthes introduce la distincin entre el distanciamiento y el
espaciamiento (205) que radica en la produccin del espacio, una prctica sutil de la
distancia adecuada. Esta diferenciacin permite advertir que si bien el acto de ruptura
con lo social es clave para pensar la organizacin de la vida religiosa, lo que est en
juego aqu es una idea de distancia que no elimine el afecto. El pathos de la
distancia para Barthes est dentro del orden de la delicadeza en tanto conjuga la
consideracin y el afecto con la renuncia a imponerse sobre el otro.
En cambio, para Agamben la fuga saeculi adquiere un sentido poltico6. En sus
lecturas el exilio religioso aparece vinculado al ejercicio del sacerdocio (Altsima, 77).
La fuga saeculi es el gesto poltico constituyente para la comunidad de creyentes. El
fugitivo, el que se retira, se constituye en el ministro de una nueva comunidad.
6
Esta afirmacin no pretende desvincular totalmente el planteo de Barthes de lo poltico. Tanto Patrick
Ffrench (2009) como Yue Zhuo (2011) dieron cuenta de los modos en que el vivir juntos barthesiano implica
un replanteo de lo poltico. Zhuo refiere la distincin que hace Barthes en una entrevista entre la poltica y lo
poltico: mientras que la primera se refiere al discurso arrogante de los polticos, el segundo trmino seala
una actitud crtica hacia la sociedad en vistas de su posible transformacin. Si bien, agrega Zhuo, tal distincin
no termina por satisfacer a Barthes, no debe soslayarse el hecho de que la idiorritmia funciona en lnea con un
pensamiento que busca evadir las sujeciones de la poltica mediante una nueva dimensin de lo poltico (58).
Lo que la idiorritmia viene a aportar en este sentido, agrega, es un modo de evadir la dialctica sujeto/objeto
que domina el pensamiento poltico. Por su parte, Ffrench (2009) sostiene que la insistencia de las cuestiones
afectivas y proxmicas conlleva una forma de respuesta a lo poltico. La redefinicin poltica atisbada por
Barthes tiene que ver con la predominancia no solo de la distancia, sino tambin del afecto a la hora de pensar
el vivir juntos.
252
La regla y la vida. Formas de vida en comn en Cmo vivir juntos y Altsima pobreza
Agamben expone textos en los cuales el exilio monstico no seala solo una ascesis
individualista en la que cada uno se gobierna a s mismo segn su voluntad, sino que
conlleva el ejercicio de una prctica pblica. El Pactum del ao 670, que se encuentra
al final de la regula communis de san Fructuoso de Braga, constituye, seala
Agamben, un ejemplo de contrato en el que un grupo de hombres queda bajo la
autoridad de un dominus. La vida conventual del cenobio tiene como caracterstica
central la sujecin de los monjes a la figura de un abad. Se hace evidente, entonces, la
distincin entre una fuga que busca evadir las sujeciones y los contratos y otra que se
vuelve un acto que inviste de autoridad al que la realiza. La dimensin del exilio hace
patente la diferencia entre la comunidad idiorrtmica barthesiana y la comunidad del
cenobio que observa Agamben fundada en una diferenciacin jerrquica entre los
monjes y el abad.
CONTRATO
En el vivir juntos planteado por ambos autores la presencia de un contrato y las
caractersticas del mismo se vuelven de suma relevancia. Para Agamben, la
naturaleza del contrato es central en tanto ofrece un modo alternativo de entender la
relacin entre regla y norma (Altsima, 85) en el cual el voto que constituye la
condicin monstica en el pactum mencionado no implica la promesa de
cumplimiento de una regla, sino la adopcin de un vivir segn la regla. El objeto de
la promesa, agrega Agamben, no es, entonces, un texto legal, sino la propia forma
vivendi del sujeto. En el caso de la idea del contrato que trabaja Barthes resulta
provechoso revisar el fragmento Elogio ambiguo del contrato que encontramos en
Roland Barthes por Roland Barthes (1975). Luego de repasar el lugar que tuvo el
contrato en sus escritos (la voluntad de hacer visible, desenmascarar el contrato
oculto bajo el cual funciona lo social, la lengua, el relato; y la idea de valor burgus
que consiste en legalizar un talin mezquino), Barthes seala que el contrato evita
que el sujeto caiga en dos imgenes inversas, pero igual de execrables: el egosta y el
santo (69). El contrato, concluye entonces, permite seguir la regla suprema de toda
habitacin que se explicita en el corredor de Shikidai: Ningn querer-asir y sin
embargo ninguna oblacin. Referencia que nos remite, a su vez, a El imperio de los
signos, donde encontramos la descripcin de tal corredor como un espacio exento de
muebles, en el que, sin embargo, no hay lugar donde el cuerpo no pueda constituirse
en sujeto en relacin con un espacio (149). Lucy O`Meara destaca cmo Barthes
encuentra en el corredor de Shikidai un modo no dualista de existencia que se basa en
la aceptacin y correspondencia con el entorno (124). La frase del corredor es
decisiva para pensar el vivir juntos barthesiano ya que en la misma no solo converge
la idea de regla con la articulacin entre el cuerpo del sujeto y el espacio que habita,
sino que, adems, perfila un modo de vida que est en el centro de la propuesta
idiorrtmica. Tanto en Agamben como en Barthes hay, sin dudas, una reconsideracin
de la idea de contrato que es consustancial al replanteo de la nocin de regla. De todas
253
Marcos Seifert
HBITO
Si la articulacin entre regla y vida queda expresada bajo una forma de vida
en trminos de Agamben, y bajo un gnero de vida o diata, en trminos de
Barthes, la cuestin del hbito se vuelve insoslayable. Agamben cita la Regla de los
cuatro padres en la que habitare designa no solo una situacin fctica, sino un modo
de vida. Luego, de las Instituciones cenobticas de Casiano extrae que el hbito del
monje no atae al cuidado del cuerpo, sino a un ejemplo de modo de vida (28).
Habitar juntos es compartir un habitus (Altsima, 30). Que el hbito es relevante
para comprender la idiorritmia barthesiana como gnero de vida queda claro en la
exposicin de los rasgos que componen el curso. Por ejemplo, el primer rasgo, la
Acedia, se presenta no como un problema de fe, de creencia, sino como un abandono
de un hbito, de un modo de vida. El rasgo que abre el curso nos sita as en un plano
existencial. El hbito seala para Barthes una dimensin individual, por eso la
idiorritmia es entendida como una soledad interrumpida de manera regulada (49).
Si bien se exponen organizaciones de vida en comn donde los miembros de los
grupos comparten comportamientos y ejercicios el acento del hbito idiorrtmico
parece estar puesto en la individualidad. La nocin de rythms rescatada de las
investigaciones de Benveniste es central en tanto se desva de una nocin represiva
del ritmo (que representara el falansterio, o el convento cenobtico) para apuntar a
una forma que seala lo ajeno a la codificacin y a la cadencia tajante. La pregunta
que emerge en este punto es cmo podemos entender el funcionamiento de la regla en
el vivir juntos si lo privilegiado parece ser el rythms en tanto forma improvisada,
modificable (en oposicin a schema como forma fija). O dicho de otra manera: en qu
medida interviene la regla en la idiorritmia si la misma se basa en su fugitividad
respecto de las regulaciones. La respuesta para la regla paradjica de la idiorritmia
est en la metfora de la marcha de los caballos homricos: es regular, pero brinca
(ligero)- rebota (173). Se trata entonces de una regularidad laxa que no solo permite
la falta, el suplemento, la falla, sino que se sostiene en ellos.
RITMO
La problemtica de la articulacin entre regla y ritmo no es ajena a la vida
cenobtica que analiza Agamben. La vida en comn del convento consiste en una
total regulacin temporal de la existencia. A partir de esta organizacin de pretensin
omniabarcadora, Agamben hace una distincin entre la liturgia cristiana que
consistira en una santificacin del tiempo y su opuesto el horologium vitae del
proyecto cenobtico que consiste, ms bien, en la santificacin de la vida a travs
254
La regla y la vida. Formas de vida en comn en Cmo vivir juntos y Altsima pobreza
del tiempo (Altsima, 41). Nada ms ajeno a la propuestas barthesianas que tal
imposicin totalitaria de un ritmo. Sin embargo, esto no significa que Barthes haya
pasado por alto las formas de organizacin temporales de la rutina. En la figura La
oscilacin de Lo Neutro Barthes menciona el tiempo vibrado de los griegos, una
vida ritmada por una sucesin de estados (pathe) paroxsticos y opuestos: fiestas,
pero entre cada una perodos de sobriedad: teleut, asksis (191).
La distincin entre una puesta en primer plano del componente individual o de
lo intersubjetivo a la hora de pensar la vida en comunidad es observable en la
apelacin a las investigaciones de Wittgenstein por parte de Agamben. El filsofo
italiano recuerda la observacin de Wittgenstein que plantea que el funcionamiento de
la regla no se da de forma privada, sino que implica una comunidad y un hbito.
Seguir una regla, hacer un informe, dar una orden, jugar una partida de ajedrez son
hbitos (usos, instituciones) (Investigaciones, 382). La regla es una prctica
entendida a partir de un uso estable y que solo adquiere sentido dentro en una
dimensin intersubjetiva, es decir, dentro de un mbito comunitario. La regla
monstica en su particularidad debe entenderse para Agamben, en lnea con los
planteos de Wittgenstein, como algo inseparable del koins bos, de la vida en comn.
En cambio, leemos que en el trabajo de Barthes la insistencia en las formas del vivir
solo si bien no niegan la apuesta por lo comn (el fantasma admite la contradiccin)
permiten pensar, a travs de rasgos que privilegian la soledad y la clausura, la
posibilidad de una regla que no dependa del otro para constituirse como tal: el
fantasma de una regla privada que se sostenga a travs de la asksis y el pathos en la
adecuacin cotidiana de un sujeto y un espacio.
No obstante, hay un plano del vivir juntos del curso de Barthes en el que la
dimensin comunitaria parece inevitablemente sobreponerse sobre lo individual. Para
atender esta cuestin es preciso volver sobre una nota en Sade, Fourier, Loyola donde
Barthes explica que en el ttulo del libro insiste en utilizar el nombre del lugar, y no
Ignacio de Loyola, debido a que el nombre no proviene de la onomstica, sino de la
comunidad de trabajo en la que se inserta (17). La comunidad es la que da el
nombre, la que se encarga del ser dicho. El hecho de ser llamado, seala
Agamben en La comunidad que viene, no apela a una particularidad individual, sino a
una singularidad cual sea que funciona de la misma manera que el ejemplo: no es ni
particular ni universal (14). Retomo la cuestin de la singularidad planteada por
Agamben en la medida que el fantasma de la comunidad idiorrtmica comparte tal
carcter de umbral entre la particularidad y la universalidad: ni imposicin de una
subjetividad sobre el otro, ni disolucin del ritmo propio en un orden general. La
singularidad del vivir juntos barthesiano no tiene que ver con una ligazn por una
propiedad comn, ni con una identidad inmodificable, sino con el fluimiento de un
imaginario, un espaciamiento que escape a la dialctica y las imposiciones polticas y
sociales y sea una proyeccin afectiva sobre la cotidianeidad. Pensar en una
comunidad de singularidades implica para Agamben escapar a la lgica del
255
Marcos Seifert
ASKSIS
Considerar el lugar de la asksis en los trabajos de ambos es tambin advertir
sus relaciones con las ltimas investigaciones de Michel Foucault que giran alrededor
del cuidado de s y las artes de existencia.8 Agamben lee la Regla del Maestro de
7
Agamben seala que la relacin originaria de la ley con la vida no es la aplicacin, sino el abandono. El
poder soberano, agrega el autor, opera a travs del estado de excepcin, donde la ley se aplica desaplicndose,
separando el bos, la vida cualificada del ciudadano, de la zo, la vida biolgica del hombre. Lo que
importa no es tanto el hecho de que la ley se aplique sobre la vida, sino que la primera
deja expuesta a la vida en un umbral en el que vida y derecho se vuelven prcticamente indistinguibles. Ver
Agamben, Giorgio. Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida. Valencia: Pre-textos, 1998.
8
Si bien es necesario explicitar esta convergencia, un anlisis pormenorizado de los cruces entre las
investigaciones aqu abordadas y los planteos foucaultianos que giran en torno a las cuidado de s y que dan
cuenta de las prcticas y los procesos de subjetivacin en nuestra cultura (como los que encontramos en los
dos ltimos tomos de Historia de la sexualidad y en sus ltimos cursos en el Collge de France) requieren
una atencin y un espacio que excede el propsito de este trabajo.
256
La regla y la vida. Formas de vida en comn en Cmo vivir juntos y Altsima pobreza
257
Marcos Seifert
orego extender en lnea recta. La regla es lo que hace que un territorio est
vinculado a su vez a determinados hbitos. El espacio del vivir juntos, agrega Barthes,
excluye el acontecimiento. El sujeto de la cotidianeidad idiorrtmica es lo opuesto al
sujeto del suspenso moldeado por las noticias y los relatos del exterior. La suspensin
del acontecimiento y la iniciativa no solo se vincula a la idea ya mencionada de una
sociabilidad cuyo fin es ella misma sino que remite, adems, al no-actuar del Tao, el
Wu Wei. La adopcin del no-actuar como modo de vida en comn remite
nuevamente a la cuestin de la singularidad cual sea en tanto la misma tiene que ver
tambin con lo que podemos no hacer, una potencia-de-no (Agamben, Altsima,
26). Sin pretensin de diluir las diferencias entre las concepciones del poder que
desarrolla cada uno, es preciso advertir el sealamiento que hacen ambos del poder
como aquello que obliga a hacer. Si las formas del poder someten al sujeto al
paradigma de la accin, sern las formas de vida que se asienten en la evasin del
actuar las que servirn para pensar una nueva vida en comn.
LEY
Agamben dedica varias pginas a la cuestin de la diferencia de las reglas
monsticas y las leyes. El problema de que las mismas correspondan a una naturaleza
jurdica o no es abordado por Agamben teniendo en cuenta su obligatoriedad, el
carcter de la obligacin que conllevan, y la cuestin del voto. Sin embargo,
advierte que en la medida de no incurrir en anacronismos debe restituir la
problemtica a su contexto teolgico: la relacin entre evangelium y lex (ley hebrea).
La vida cristiana se caracteriza por no poder ser concebida en trminos jurdicos, la
forma de vida cristiana es irreductible a la ley (Agamben, Altsima, 73). Mientras
que para Agamben hay una diferencia de especificidad entre la regla y la ley, Barthes
entiende en cambio cierta relacin de continuidad: la regla, por la mediacin escrita,
deviene reglamento y como tal se inserta como pieza fundamental de un sistema
represivo. El reglamento constituye la imposicin de lo social como poder (Barthes,
Cmo vivir, 174). La diferencia entre sus consideraciones sobre la regla y la ley se
observa tambin en la manera en que leen esta articulacin en los textos de Sade. Para
Agamben, Los 120 das de Sodoma exhibe el caso en el que la ley se solapa hasta tal
punto con la vida que termina por aniquilarla (Altsima, 20). En la lectura de Barthes
se diferencia a los seores de las vctimas: mientras que las ltimas quedan sometidas
al infierno del reglamento, los seores viven el goce de una regla consentida. En el
texto de Agamben el ejemplo del universo sadiano funciona como un anticipo de la
tensin entre la liturgia eclesistica en la que todo se hace regla y la vida se liquida y
la forma vitae monstica que, invierte la direccin, y hace que los preceptos se
vuelvan vida (Altsima, 124). En cambio, lo que nos recuerda la lectura que Barthes
hace de Sade es la relevancia que tiene en su perspectiva el vnculo entre regla y goce.
258
La regla y la vida. Formas de vida en comn en Cmo vivir juntos y Altsima pobreza
REGLA Y VIDA
En el texto de la regla monstica, seala Agamben, se funden no solo escritura
y lectura sino tambin escritura y vida en la forma de una liturgizacin integral de la
vida y de una vivificacin igualmente integral de la liturgia (Altsima, 120). Pareciera
que Barthes rechaza totalmente la articulacin entre regla y vida en la escritura ya que
la mediacin de esta ltima es la que da origen al reglamento. Sin embargo, lo
novelesco se presenta como la dimensin donde la regla idiorrtmica puede escribirse.
En la escritura novelesca hay acuerdo entre lo indirecto de la expresin y la verdad
del sujeto (Barthes, Cmo vivir, 188). Si el material literario estalla en rasgos es
porque lo que importa no es la obra o la novela como resultado o cierre del sentido,
sino el juego de las unidades, la simulacin novelesca, la maqueta. La simulacin
consiste, explica Barthes en La preparacin de la novela en penetrar lo verdadero
con falso, lo mismo con otro. La simulacin no solo es relevante para el proyecto
novelesco barthesiano, sino tambin para pensar el vivir juntos debido a que
comprende una fuerza de alteridad dentro de la identidad: liberar el Otro en m
mismo (Barthes, La preparacin, 197). As como de una maqueta oracional se hace
derivar una regla gramatical (232), la maqueta literaria exhibe una regla como acto
tico cuyo propsito es darle transparencia a la vida, a la cotidianeidad (Barthes,
Cmo vivir, 174).9
La cotidianeidad barthesiana y la forma de vida para Agamben son dos
enfoques que tienen como consecuencia un replanteo tico en tanto se centran en una
mirada existencial que cuestione el trascendentalismo y los paradigmas tico-polticos
dominantes. Sin embargo, la convergencia de sus planteos no se agota en este punto
ya que es posible observar cierta proximidad entre el no querer asir barthesiano y la
nocin de uso que toma Agamben del franciscanismo. Es preciso sealar que la
idea de uso no se limita a los franciscanos, sino que est presente tambin en las
cartas paulinas cuyo carcter mesinico se ve restituido por el anlisis de Agamben:
Pablo contrapone el usus mesinico al dominium: permanecer en la llamada en
la forma del como no significa no hacer nunca de ella una propiedad, sino
slo objeto de uso. Por tanto, el hos me no tiene slo un contenido negativo:
para Pablo es el nico uso posible de las situaciones mundanas. La vocacin
mesinica no es un derecho ni constituye una identidad: es una potencia
genrica de la que se usa, sin ser nunca titular de ella. Ser mesinico, vivir en el
mesas, significa la expropiacin, en la forma del como no, de toda propiedad
jurdico-fctica (Agamben, El tiempo, 35).
La vocacin mesinica, agrega Agamben, implica la revocacin de toda
vocacin precedente (los que tienen mujer vivan como no tenindola y los que lloran
9
La tica puede entenderse en este punto a partir de la lectura que hace Gilles Deleuze de Spinoza. En ella
encontramos una distincin entre moral como esfera que refiere a la existencia de valores trascendentales y
tica como tipologa de los modos inmanentes de existencia (34).
259
Marcos Seifert
como no llorando) y por ello no puede ser institucionalizada; es algo que se usa
sin que se pueda poseer. El como no paulino (hos me) permite pensar una zona que
es de hecho ni de derecho, un espacio que se sustrae a la ley como un lugar de pura
praxis, de simple uso (Agamben, El tiempo, 37). Si se puede pensar el como si
barthesiano de lo novelesco y la simulacin (pasaje del lugar del anlisis y de la
theoria al lugar del que hace) en relacin con el hos me paulino es en la medida en
que ambos vienen a despegarse de formas anquilosadas (del derecho, de la
institucin, de la obra) y despliegan una praxis por fuera de ellas. Ah es donde radica
su sentido tico.
No-querer-asir como la suspensin de los rdenes, de las intimidaciones, los
rdenes, las jerarquas es un ms all de la lgica de las antinomias, un afuera de la
dialctica que implica que el No no debe entenderse negativamente como una
renuncia-castracin o un sacrificio (Marty, Roland Barthes, 282). El No-querer-asir
no conlleva una oposicin al mundo sensorial, sino una dispersin en la que circula el
deseo. Resulta, por lo menos, sugestiva la proximidad entre el modo en que Barthes
concibe el no-querer-asir en tanto recibir, no guardar o no asir nada, no rechazar
nada y el rechazo de todo animus possidendi que implica el usus pauper de los
franciscanos. Para que el despojamiento y la expropiacin signifiquen
verdaderamente una abdicatio iuris, explica Agamben, la renuncia debe constituir una
forma de vida. En el curso de Barthes, observamos que dos figuras como Akedia y
Xeniteia que ocupan los puntos extremos del seminario (la primera y la ltima
antes del desarrollo del carcter de utopa domstica de la idiorritmia), es decir,
puntos de pliegue, umbrales entre el espacio de enseanza y el afuera, exhiben la
relevancia que adquiere la idea de desinvestidura de un modo de vida para Barthes10.
Mientras que la akedia no es el estado de abandono de una creencia, sino de prdida
una investidura, la idea de xeniteia pone en primer plano el despojamiento como una
despatriacin interior que carece de investidura compensatoria (Barthes, Cmo
vivir, 184). Queda en evidencia que la articulacin entre regla y vida apunta en ambos
autores a formas de vida que ponen en relieve su relacin inapropiable con el mundo,
un estado de intemperie que suspende las compensaciones y las sustituciones y
desactiva la concepcin dominante de la accin. Es aqu, en este carcter de
exposicin e impropiedad, donde se concentra su desafo tico, su apuesta para la
contemporaneidad.
A fin de cuentas, si nos detenemos en la palabra griega monachs, vemos
desplegarse el sentido del vivir juntos que se delinea en el encuentro entre las
investigaciones de Agamben y Barthes (las palabras griegas sealan conceptos que
son a la vez origen, imagen y extraamiento) (Barthes, Cmo vivir, 62). En la poca
10
La investidura se asocia a la adopcin de un papel, una energa teatralizada (Barthes, Cmo vivir, 206).
Remite a la intencionalidad afectiva, pero conjugada tambin con la idea de vestimenta como insignia de
autoridad. Un discurso investido, seala Barthes, es uno clausurado, pero que tambin clausura: es sostenido
para que el otro cierre la boca.
260
La regla y la vida. Formas de vida en comn en Cmo vivir juntos y Altsima pobreza
OBRAS CITADAS
Agamben, Giorgio. La comunidad que viene. Valencia: Pre-textos, 1990.
Altsima pobreza. Reglas monsticas y forma de vida. Buenos Aires: Adriana
Hidalgo, 2011.
El tiempo que resta. Comentario a la Carta a los Romanos, Madrid: Trotta, 2000.
Barthes, Roland. Cmo vivir juntos. Notas de cursos y seminarios en el Collge de
France, 1976-1977. Buenos Aires: Siglo XXI, 2002.
Lo Neutro. Notas de cursos y seminarios en el Collge de France, 1977-1978.
Buenos Aires: Siglo XXI, 2004.
La preparacin de la novela. Notas de cursos y seminarios en el Collge de
France, 1978-1979 y 1979-1980. Buenos Aires: Siglo XXI. 2005.
Fragmentos de un discurso amoroso. Mxico D.F.: Siglo XXI, 1977.
Roland Barthes por Roland Barthes. Barcelona: Kairs, 1978.
Sade, Fourier, Loyola. Madrid: Ctedra, 1971.
El imperio de los signos. Madrid: Mondadori, 1970.
Colombs, Garca M. El monacato primitivo. Madrid: Biblioteca de autores
cristianos, 1974.
Deleuze, Gilles . Spinoza. Filosofa prctica. Barcelona: Tusquets, 1981.
Ffrench, Patrick. A different life?: Barthes, Foucault and everyday life, Cultural
Studies, 18:2-3, 2004: 290-305
How to live with Roland Barthes SubStance #120, Vol. 38, N 3, 2009.
Link, Daniel. El snobismo como tica, Exlibris: Revista del Departamento de
Letras, Universidad de Buenos Aires, N1 (2012).
Marty, ric. Roland Barthes, el oficio de escribir. Buenos Aires: Manantial, 2007.
261
Marcos Seifert
262
NOTA 263-274
CONSTRUYENDO VALOR CULTURAL: JIMNASIA NACIONAL
(1914) DE MANUEL MANQUILEF Y LA EDUCACIN
INTERCULTURAL EN CHILE 1
Constructing Cultural Value for Intercultural Education in Chile: Jimnasia nacional
by Manuel Manquilef
Allison Ramay*
Elisa Loncn**
INTRODUCCIN
La interculturalidad se refiere a la presencia e interaccin equitativa de
diversas culturas y la posibilidad de generar expresiones culturales compartidas,
alcanzadas por medio del dilogo y una actitud de respeto mutuo (UNESCO). Como
enfoque pedaggico metodolgico (Lpez), la interculturalidad permite el aprendizaje
enfocado en los sujetos, en sus historias, culturas, lenguas, saberes, experiencias y
valores. Por lo mismo, se basa en la pertinencia cultural y en la relevancia social del
proceso de enseanza-aprendizaje en dilogo con las diferentes culturas presentes en
el aula. Se considera que el aprendizaje es posible en la lengua materna lo cual
significa, muchas veces, recuperar la lengua del alumno. La interculturalidad
necesariamente implica asumir una posicin poltica frente a las relaciones
asimtricas que caracterizan la convivencia de la sociedad hegemnica y pueblos
minorizados (Schmelkes, 2). Hay interculturalidad cuando hay simetra cultural: los
indgenas tienen oportunidades, son incluidos en la toma de decisiones, y sus culturas
y lenguas son usadas pblicamente; en la academia, en la calle, en medios de
comunicacin, en trabajos y en textos escolares.
Durante la segunda mitad del siglo XX los distintos movimientos indgenas
han venido potenciando el concepto intercultural, y hoy se ha incorporado como
categora esencial el concepto intracultural (Guftason 102). Con este concepto se
asume que un dilogo enriquecedor solo es posible cuando los que estn en este
dilogo valoran su propia cultura e historia. Consecuente con ello, se plantean nuevos
paradigmas educativos dentro de la EIB donde tienen cabida propuestas para la
educacin propia, la educacin endgena y la educacin autnoma. Tambin se ha
1
Para el desarrollo de la investigacin se cont con el apoyo del Fondo de Cultura y Creacin Artstica de
la Vicerrectora de Investigacin de la Pontificia Universidad Catlica de Chile y del ICIIS
(Interdisciplinary Center for Intercultral and Indigenous Studies) (Cdigo del proyecto:
CONICYT/FONDAP/15110006), y se realiz en el marco del Proyecto Fondecyt N
1140562 Construccin social del conocimiento educativo mapuche: doble racionalidad y desafos para
una escolarizacin intercultural.
Allison Ramay y Elisa Loncn
2
Un programa de educacin intercultural bilinge para indgenas (aymara, quechua, rapa nui y mapuche)
se implementa a travs de una asignatura de lengua indgena desde el ao 2009, de dos a cuatro horas
semanales y se implementa en escuelas que tienen matricula indgena superior al 20% en un total de 930
escuelas en todo el pas. Es un programa reducido, no atiende a las zonas urbanas, y es insuficiente para la
demanda; pero aun as es un avance importante para el movimiento indgena, porque por primera vez la
lengua entra formalmente en el currculum escolar (Loncon 54). En cambio, para la realidad mayoritaria
no hay programas interculturales ni menos bilinges en lengua indgena. El currculo nacional es
culturalmente homogneo, no tiene espacio para la enseanza de los conocimientos y valores de los
pueblos originarios.
264
Construyendo valor cultural: Jimnasia Nacional (1914) de Manuel Manquilef
3
Se usa la palabra mapudungun por congruencia con el alfabeto unificado. Sabemos que existe
mapuzungun como variante y mapuzugun que corresponde a la escritura de la misma palabra con el
alfabeto azumchefi.
4
Ver Pavez Ojeda, Jorge, ed. Cartas Mapuche. Siglo XIX. Santiago de Chile: Ocho Libros & CoLibris
Ediciones, 2008.
265
Allison Ramay y Elisa Loncn
una esfera pblica, a travs de la escritura y en una forma que responda a las
expectativas y necesidades de la hegemona cultural e intelectual del momento5.
Las dos publicaciones de Manquilef son bilinges: El primero La faz social
(1911) y el segundo Jimnasia nacional (1914) estn escritos en mapudungun y en
castellano. En su formato, se pueden observar las tendencias e intereses de los
intelectuales no-mapuche de la poca, los que Manquilef usa como modelo. En la
primera publicacin, Manquilef usa el formato de las publicaciones del lingista alemn
Rodolfo Lenz para estudiar la gramtica6. Podemos observar esto cuando, por ejemplo,
Manquilef describe los ritos tradicionales como la construccin de una casa. Escribe
en mapudungun con la traduccin literal en castellano abajo, en formato interlineal y al
final de la pgina incluye la traduccin no literal o libre. En la segunda publicacin,
Manquilef usa principalmente doble columna (un lado en mapudungun y el otro en
castellano, ambos en yuxtaposicin), un formato que fue utilizado por misioneros del
siglo XVII para la evangelizacin7, y que fue adaptado por intelectuales como Toms
Guevara en las mltiples publicaciones bajo su nombre, sobre las historias y las
prcticas tradicionales de los mapuche.
Los mismos intelectuales con quienes trabaja Manquilef (Lenz y Guevara)
insisten en la capacidad comunicativa nica de Manquilef. Por ejemplo, en la
introduccin de Ultimas familias Toms Guevara8 aplaude la habilidad de Manquilef de
convertir el mapudungun en un lenguaje legible(4)9. Por otra parte, Rodolfo Lenz
insiste que mientras las traducciones literales de Manquilef son fallidas, sus
traducciones en doble columna, tienen un gran valor. En una carta que escribe para
evaluar un libro de Toms Guevara (Psicologa araucana), Lenz hace un comentario
sobre el trabajo de Manuel Manquilef:
Sus traducciones (literales) son por esto correctas en cuanto a la idea
reproducida, pero l da al castellano toda la naturalidad del lenguaje del hombre
culto moderno i no imita la expresin sencilla i caracterstica del indio. Con
frecuencia se aparta del texto indio i une en castellano conceptos que el indio
no alcanza a pensar en su idioma. Por esto lo menos satisfactorio en el trabajo
de Manquilef es la tentativa de dar traducciones literales de los refranes.
Comnmente no se comprenden estas traducciones literales i las libres son ms
5
Despus de la publicacion de Las tierras de Arauco!, el trabajo de Manquilef (cmo diputado y luego
gobernador) se documenta en artculos de prensa y en sesiones de parlamento pero, al parecer, no voli a
publicar ensayos.
6
Ver Estudios araucanos de Lenz. Rodolfo Lenz fue fillogo, lingista y folklorista alemn y se dedic a
recopilar, entre otros, cuentos y textos en mapudungun.
7
Andr Menard hace esta observacin en La emergencia de la tercera columna (928).
8
Profesor, rector y etnlogo, se dedic a recopilar memorias e historias mapuche.
9
Aunque Guevara no hace comentarios sobre su uso del mapudungun especficamente, s dice en el
mismo libro que fue necesario eliminar en castellano algunas de las redundancias de la versin en
mapudungun, reflejando una clara jerarqua que Guevara impona a los textos en mapudungun (ltimas
Familias, 4).
266
Construyendo valor cultural: Jimnasia Nacional (1914) de Manuel Manquilef
correctas i literales que las primeras. (Informe 2-163, 1912, Sala Archivo
Bibliogrfico Rodolfo Lenz, UMCE, Santiago).
Prejuiciado con la lengua mapuche, Lenz insiste en que las traducciones literales
de Manquilef son fallidas por el hecho de que l no conoce bien la gramtica del
mapudungun10. Pero Lenz s es capaz de valorar las traducciones libres de Manquilef,
que a su juicio, contienen un buen manejo de ambas lenguas y pensamientos. Segn
Lenz, Manquilef tiene una capacidad nica de explicar el texto indio usando
conceptos no-indgenas11.
Aunque a Lenz s le interesa estudiar la gramtica del mapudungun, hay, como
han notado Andr Menard y Jorge Pavez, una jerarqua implcita en su discurso
(Menard, 931-934; Pavez, Mapuche, 30). Lenz asume que el mapudungun refleja un
pensamiento menos complejo que el europeo, imposibilitando una apreciacin de su
parte, del contenido del texto en mapudungun. Menard sostiene que la doble columna es
entonces la representacin de un lmite o una frontera () nacional o tnica (928).
Pero, si estudiamos la traduccin de Manquilef, riqueza de la versin en mapudungun
en relacin a la versin en castellano tenemos la posibilidad de llegar a una lectura
intercultural, la cual brinda la posibilidad de apreciar el valor que el mismo autor
atribuye a las prcticas tradicionales mapuche.
10
Esto dice Lenz en el mismo informe: Los apuntes en mapuche i las traducciones castellanas han sido
hechas principalmente por el inteligente ex normalista i profesor Manuel Manquilef. Esto explica su valor i
tambin sus defectos. Pues la tarea de escribir una lengua que no se ha aprendido gramaticalmente es
mucho ms difcil de lo que comnmente se cree (Informe 2-163, 1912, Sala Archivo Bibliogrfico
Rodolfo Lenz, UMCE, Santiago).
11
Esta misma idea expresa Lenz en el prlogo a Jimnasia nacional. Dice: Por lo dems, una
comparacin atenta de la traduccin literaria con la literal ma, solo ensea el empeo de Manquilef de
aclarar en castellano lo que el indio de hecho mostrara en el suelo con las rayas i las piedras (El arte de la
traduccin, 13).
267
Allison Ramay y Elisa Loncn
12
En castellano dice: como que con l quisiesen dar lecciones de tctica militar a sus hijos; i no pocas
veces hacen que lo jueguen entre s, en lo que ellos entran de buena voluntad, procurando cada uno
distinguirse sobre los otros (36).
13
Se adquiere tanta habilidad i maestra en las boleadoras que antes de lanzarlas esclaman: a tal parte.
Tal como reflexiona Lenz en su carta a Toms Guevara sobre la capacidad de Manquilef de traducir
pensamientos, aqu no aparece un traduccin literal de urke o dicen que as fue pero en el
mapudungun s aparece.
14
Hemos incluido ejemplos tal como aparecen en el texto.
268
Construyendo valor cultural: Jimnasia Nacional (1914) de Manuel Manquilef
4. A.) Kimin i duam meu lle ta pu machi pepi amukei kake mapu meu tai
dunumeal pu kalku en ui kimam chen tai kpan, ka i kimam i tunte ant
me ui felen i nullatual ta che. (100)
4. B.) Por el kimin adquiere la machi el poder para transportarse a las rejiones
de los espritus, saber las futuras revelaciones, vaticinar los cambios
atmosfricos i pronosticar la vicisitudes de la vida araucana. (100)
5. A.) Pu machi petu i rnklen wenun purakei ta lipanentukei doi kmeke l
tai nullatuafiel tai pu ke kalku i kelluneal deuma lawen neal. (101)
5. B.) La machi, al mismo tiempo que salta i levanta los brazos, alza su voz para
entonar canciones msticas, pidiendo a sus kalku la ayuden a hacer sus mjicos
artes. (101)
6. A.) Tufachi awun ta femkei ta eluwun meu nillatun meu tai lepmael ta pu
ke kalku re i wedafemael mten amukelu ta femnechi tragun meu. (108)
6. B.) Este awun persigue el fin de ahuyentar tanto del muerto como de las
personas que verifican el nillatun los demonios brujos que se ocupan en hacer i
propagar el mal. (108)
El kalku es un sabio con poder espiritual, capaz de cambiar la realidad a partir de
ello y realizar transformaciones que pueden ser tanto positivas como negativas. En estos
ejemplos Manquilef usa una variedad de traducciones. Su uso dos veces de la palabra
brujo o demonios brujos refleja una visin cristiana-occidental hacia los mapuche.
En otros dos ejemplos, el autor no traduce al castellano y mantiene la palabra kalku en
mapudungun. Y en otros dos momentos describe el concepto como espritus o
manipulaciones mgicas. Por un lado, esto demuestra una lengua en resistencia porque
Manquilef no adopta siempre los significados occidentales coloniales en la traduccin
(brujo o demonio). Por otro lado, estas diferentes traducciones manifiestan la
conciencia reflexiva del autor sobre las funciones del lenguaje: el significado de kalku no
es esttico, como s parecera que lo es, si usara siempre la palabra brujo. Por lo tanto,
cuando se refiere al kalku como sujeto vivo, mantiene la palabra en mapudungun. Cuando
se refiere a sus poderes negativos usa las palabras brujo o demonio y cuando se refiere
a sus poderes o capacidades los describe como manipulaciones mgicas o espritus.
La traduccin de Manquilef, entonces, permite apreciar las diferencias ontolgicas entre
las dos lenguas. El texto de Manquilef, como otros textos bilinges de la poca, por
ejemplo, los testimonios recopilados por Robert Lehmann-Nitsche, pueden funcionar
como herramientas pedaggicas nicas porque abren un dilogo entre culturas15.
15
Haciendo un acercamiento parecido a los testimonios del siglo XIX recopilados por Robert Lehmann-
Nitsche, se puede estudiar la epistemologa mapuche y cmo ha cambiado el mapudungun debido a la
colonizacin. Por ejemplo, las palabras wekufu y ngnecen tienen el mismo significado y funcin: proteger
a las personas. Como bien se aprecia en el texto bilinge, ambas palabras tienen este significado. Pero con
la colonizacin de la lengua, ahora se suele traducir wekufu como Diablo y ngvnechen como Dios (Canio
Llanquinao, Margarita y Gabriel Pozo Menares, 537).
269
Allison Ramay y Elisa Loncn
270
Construyendo valor cultural: Jimnasia Nacional (1914) de Manuel Manquilef
16
De los juegos aqu presentados hay algunos que tienen gran vigencia, especficamente en la cultura
mapuche campesina como en Ngrukuram (robarle el huevo al zorro), Trentrikan (caminar sobre zancos),
Lefkawellun (carrera a caballo), Witruwetun (honda). Uno de los juegos que se ha tratado de recuperar es el
Kollellaullin (en su traduccin al castellano sera algo as como cintura o potencia de hormiga).
Siguiendo una auto-disciplina llamada trepelaimidzuam (vigilarse a s mismo), ms que un juego o deporte
se trata de un entrenamiento durante la vida que concierne a prcticas fsicas e intelectuales para alcanzar el
estatus de Weichafe, elite guerrera sagrada dentro de la antigua sociedad mapuche.
17
La traduccin que ofrece Manuel Manquilef es la siguiente: llegu donde estaba la buena i hermosa
mujer el ser de una amiga. Vengo, tengo te quiero al mirarte muri mi corazn tan solo por tu
pensamiento. Si Dios quisiera yo sera tu corazn amiga, amiguita. (96)
271
Allison Ramay y Elisa Loncn
imbuido por el respeto por s mismo, haciendo del texto un ejemplo par excellence de
las aspiraciones de la Educacin Intercultural Bilinge: de verse y ser percibido a
travs del respeto.
CONCLUSIN
El estudio del texto exige una mirada y prctica intercultural de dilogo para el
cual es necesario el conocimiento del idioma mapuche, adems del castellano o de
otras lenguas.
Adems de ser un texto para estudiar el mapudungun tradicional (la oralidad y
formas tradicionales de narrar), Jimnasia Nacional funciona como una reflexin sobre
las diferencias ontolgicas y epistemolgicas mapuche y occidentales, posibles de estudiar
en el lenguaje mismo. En su poca, el texto de Manquilef pudo haber levantado la moral
de sus lectores mapuche posterior a la Ocupacin y reduccin geogrfica, lingstica,
cultural, poltica, social y econmica. Hoy en da, creemos que Jimnasia nacional puede
funcionar como un puente que invita a una pluralidad de conocimientos y prcticas que
garantiza una orientacin fiable hacia conocimientos edificante[s] y socialmente
responsable[s] (de Soussa Santos, 61). El conocimiento socialmente responsable asume
que otras culturas y la de uno, tienen igual validez y que la convivencia entre varias
epistemologas es posible, necesaria y positiva. Como hemos demostrado con nuestro
anlisis, el texto de Manuel Manquilef hace posible un acercamiento intercultural
complejo para sus lectores mapuche y no-mapuche, porque les ofrece, sobre todo, la
posibilidad de apreciar las diferencias entre culturas desde el respeto.
OBRAS CITADAS
Canio Llanquinao, Margarita y Gabriel Pozo Menares. Historia y Conocimiento Oral
Mapuche. Sobrevivientes de la Campaa del Desierto y Ocupacin de la
Araucana (1899-1926). Comp. Robert Lehmann-Nitsche. Santiago: LOM, 2013.
Course, Magnus. Becoming Mapuche: Person and Ritual in Indigenous Chile.
Illinois: UP Illinois, 2011.
272
Construyendo valor cultural: Jimnasia Nacional (1914) de Manuel Manquilef
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Allison Ramay y Elisa Loncn
274
NOTA 275-285
EL COMPLEJO CIUDAD-ARQUITECTURA EN LA LGICA DEL
CAPITALISMO: DESPOLITIZACIN DE LA COTIDIANEIDAD
The city-architecture complex in the capitalism logic: the dailys nature depolitization
276
El complejo ciudad-arquitectura en la lgica del capitalismo
1
Por otra parte, Hegel considera esta libertad ligada a la esclavitud una accidental e imperfecta, que solo se
realizar posteriormente en las naciones germnicas tras el cristianismo. As mismo, Nicole Loraux contradir
esta visin del gora en cuanto que la democracia ateniense se basaba en la igualdad de los iguales, y no en la
de los no-iguales, es decir, al mantener el esclavismo y restricciones al gnero femenino, el gora no puede
encarnar una libertad que no es propiamente tal, absoluta a todos aquellos que habitan la ciudad.
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Daniela Cpona Gonzlez
278
El complejo ciudad-arquitectura en la lgica del capitalismo
279
Daniela Cpona Gonzlez
Jane Jacobs con su obra Muerte y vida de las grandes ciudades inaugura la
crtica al urbanismo centralizador del modernismo, y la forma en que ha venido
destruyendo a las ciudades en vez de restaurarlas. Critica las formas que han adoptado
las ciudades a partir del paradigma de la Ciudad Jardn, que es definida por Baridon del
siguiente modo:
La ciudad tendr una forma circular y estar recorrida por cinco avenidas
concntricas, una de las cuales, la tercera, ser mucho ms ancha que las dems.
En el interior de la corona se situar un parque en el que se agruparn el hospital,
el museo, el teatro, la escuela y el Ayuntamiento. En la periferia, servidas por un
ferrocarril circular, las fbricas y los almacenes vendrn a establecerse entre la
ciudad y el campo. As, las nuevas ciudades, hijas del mundo industrial, tendrn
por horizonte el campo y por centro un jardn (244).
El componente utpico aunque realizable recibi crticas por diversos
motivos, siendo uno de ellos Le Corbusier. Tambin Jacobs menciona el paradigma de
la Ciudad Bella, la Ciudad Monumental y la Ciudad Radiante apoyada por Le
Corbusier y que pretenda la edificacin de altos edificios en los cuales residan todo
tipo de funciones, dejando las calles solo para el trfico automovilstico, relegando al
280
El complejo ciudad-arquitectura en la lgica del capitalismo
hombre a espacios verdes como la plaza que con sus proyectos de zonificacin,
destruan la diversidad y complejidad de la ciudad. Sin embargo, una de sus aserciones
es clave para comprender por qu las ciudades desde el modernismo hasta ahora, han
fraguado el derecho a la ciudad: Las calles y sus aceras, los principales lugares
pblicos de una ciudad, son sus rganos ms vitales (55), no obstante, han pretendido
su eliminacin o reestructuracin no solo para aumentar los espacios de trfico, sino
tambin para mantener el control en esta zona lmite.
En relacin con lo anterior, el factor de la reconstruccin de las calles es
importante. En el Pars de Haussmann, las estrechas calles se transformaron en grandes
avenidas por un tema de higiene y luz, pero ms an como se haba mencionado
anteriormente por un tema antirevolucionario. Ahora, lo que se pretende es ir
reduciendo cada vez ms la acera para aumentar el espacio de trnsito automovilstico:
que la gente no salga a la calle si puede tener todo lo que hay afuera, dentro de su
mismo casa, el ejemplo ms claro de esto es el Unit dHabitation de Marseille de Le
Corbusier. Este slogan que difumina, o mejor dicho, invierte los espacios externos e
internos, se suman a un intento de despolitizacin de la ciudad y la sociedad.
Sin embargo, la ciudad en cuanto constructo humano no solo se ve atravesada por
la economa-poltica, sino tambin a partir del imaginario social, que reside en continua
tensin en la ciudad. Es memoria y plasticidad, al mismo tiempo que posibilidad abierta a
los encuentros. Es el espacio por excelencia de la poltica en cuanto permite la elaboracin
de vnculos entre desconocidos, y es en este sentido, historia e identidad. El hecho que la
ciudad sea esta espacialidad abierta a lo humano, no quita, por cierto, el hecho que se
encuentre ideologizado, pues tal como Gramsci mencionaba, una ideologa se hace ms
poderosa en la medida en que se invisibiliza. Esta fuerza, adoptada por el capital, ha hecho
de la ciudad un lugar de vacos o encubrimientos, en cuya narrativa se despliegan hiatos
que pretenden homogeneizarla. Si, junto a Barthes se afirma que La ciudad es un
discurso y este discurso es verdaderamente un lenguaje; la ciudad habla a sus habitantes,
nosotros hablamos nuestra ciudad, la ciudad en la cual estamos, por el mero hecho de vivir
en ella, de caminar por ella, de mirarla (Guerra, 16), se puede afirmar que hay una
semntica que se ha ido vaciando. En este sentido, se podra decir que el paradigma
democrtico que se ha insertado en las ciudades durante el siglo XX ha permitido
reconsiderar la espacialidad, sin embargo, parece no tener el poder suficiente como para
permitir su reivindicacin.
Parece, pues, evidente que la crisis del espacio pblico, su imposibilidad, deriva
de la miseria semntica contempornea. [...] Los espacios pblicos deben ser
reconsiderados nuevamente desde una perspectiva semntica [...] Solo una
profundizacin real en los valores democrticos permitira liberar ideas (ideales)
fuertes, con las que podran identificarse amplios grupos sociales. Estas ideas no
tendran ya nada que ver con la exaltacin barroca, que reduce al ciudadano a
mero espectador de un poder trascendente, ni tampoco con la expresin del
militarismo nacionalista decimonnico, amparado en una ingenua creencia en el
281
Daniela Cpona Gonzlez
282
El complejo ciudad-arquitectura en la lgica del capitalismo
deshumaniza y se torna cada vez ms mercanca. Siguiendo la crtica que hace Jane
Jacobs a la zonificacin y segregacin de los espacios de la ciudad barrios residenciales,
comerciales, industriales, etctera esta pierde la diversidad que la mantiene viva. A esto
se puede agregar, retomando la aseveracin de Lewis Mumford respecto al carcter
antihistrico del capitalismo y la afirmacin de Roland Barthes segn el cual el mito est
constituido por la prdida de la cualidad histrica de las cosas: las cosas pierden en l el
recuerdo de su construccin (129), la consideracin de la ciudad como una imbuida bajo
una mtica capitalista en cuanto generadora de estticas de consumo y de produccin,
potenciando as, esa tica neoliberal del individualismo que permite an ms el
vaciamiento semntico de sta, al mismo tiempo que solapa an ms la idea de una forma
democrtica de habitar el espacio.
La jaula se ha vuelto pjaro, qu hare con el miedo (94), deca Alejandra
Pizarnik, poetisa argentina. Este verso evidencia precisamente el problema de la ciudad
y la democracia, de la libertad del espacio. Si la ciudad es la jaula que mantiene unido a
lo poltico en un sistema opresor lo cual no implica directamente tirana, sino tambin
formas micropolticas de ejercer el poder y esta se libera en un rgimen democrtico,
qu ocurre con esa libertad? Qu se hace con ese miedo que, por tanto tiempo,
signific lo poltico? Cmo se resignifica, incluso, considerando el hecho que lo
democrtico en cuanto rgimen poltico, no significa la absoluta libertad de accin? Si
la jaula se vuelve pjaro, hay que asumir la responsabilidad de lo poltico para politizar
nuevamente el espacio y la ciudadana. Democratizar el espacio es parte de esa
politizacin, hacer de este rgimen una forma de vida, una forma esttica, puede volver
a dar contenido semntico a nuestras ciudades para reivindicar el deseo de comunidad, y
as el derecho a la ciudad. No como el mbito privativo y normativo ideolgicamente
diseado para el consumo, sino para la cotidianeidad abierta a todas las utopas y
(des)encuentros posibles, la calle como espacio lmite del sentir popular.
OBRAS CITADAS
Abls, Marc. Antropologa de la globalizacin. Trad. de Franoise Blanc. Buenos
Aires: Del sol, 2012.
Anderson, Perry. Transiciones de la antigedad al feudalismo. Mxico: Siglo XXI, 1985.
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Baridon, Michel. Los jardines. Paisajistas, jardineros, poetas. [Siglos XVIII-XX]. Trad.
de Juan Calatrava y Jos Luis Lpez Jimnez. Madrid: Abada, 2008.
284
El complejo ciudad-arquitectura en la lgica del capitalismo
Baudelaire, Charles. Las flores del mal, trad. Antonio Martnez Sarrin, Madrid:
Alianza editorial, 2011.
Benjamin, W. El Pars de Baudelaire. Buenos Aires: Eterna cadencia, 2012.
Berger, John y Harvey, David. Boulevard Central. Buenos Aires: Edhasa, 2007
Calvino, Italo. Las ciudades invisibles. Trad. de Aurora Bernrdez. Espaa: Siruela, 2013.
Guerra, Luca. Ciudad, gnero e imaginarios urbanos en la narrativa latinoamericana.
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Espacios de esperanza. Trad. de Cristina Pia Aldao. Madrid: Akal, 2012
Pars, capital de la modernidad. Madrid: Akal, 2008.
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Loraux, Nicole. La invencin de Atenas. Historia de la oracin fnebre en la ciudad
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Ramrez, Juan Antonio. Arte y arquitectura en la poca del capitalismo triunfante.
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Santos, M. Metamorfosis del espacio habitado. Barcelona: Oikos-tau, 1996.
Tucdides, El discurso fnebre de Pericles. Ed. bilinge de Antonio Arbea. Santiago:
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Weber, Max. La tica protestante y el espritu del capitalismo. Madrid: Akal, 2013.
285
NOTA 287-300
HACIA LA ENSEANZA DE LOS ESTUDIOS ARTSTICOS EN
CHILE: MANUEL DE SALAS Y LA ACADEMIA DE SAN LUIS1
Toward the education of artistic studies in Chile: Manuel Salas and the
St. Louis Academy
Noem Cinelli*
A Fedele De Luca,
in memoriam
ESTADO DE LA CUESTIN
El artculo que presentamos trata de la situacin de la enseanza de las Bellas
Artes en Chile. Particular atencin ser dedicada a las etapas fundamentales de la
fundacin de la santiaguina Academia de San Luis, en el delicado momento de
transicin entre la poca colonial y el proceso de auto determinacin de Chile que
llevara a la proclamacin de la Independencia en el ao 1818 (Ramrez Rivera;
Hancock; Villalobos).
El motivo de la eleccin del tema radica en la voluntad de quin escribe de
reconocer merecido prestigio al ilustrado chileno Don Manuel de Salas en el impulso
dado a las Bellas Artes, a travs de su primera tentativa de implantacin de los
estudios de dibujo en el pas a la sombra de los Andes (Amunategui, Apuntes; Celis).
Es nuestra conviccin que su aportacin va mucho ms all de la actividad
desarrollada en la Academia de San Luis, es decir, que a Salas se debe el nacimiento
del primer debate cientfico sobre la educacin artstica en Chile.
Hasta ahora los estudios sobre temas chilenos dieciochescos han sido escasos, en
especial sobre lo referido a nuestro objeto de estudio, frente, por ejemplo, al inters
despertado por los grandes retratistas de la poca inmediatamente sucesiva a la que aqu
tomamos en consideracin.
Creemos que este hecho se deba al afn de los investigadores empeados en
temas chilenos de indagar acerca de las urgentes cuestiones no solo culturales, sino ms
bien polticas y sociales, procedentes de la proclamacin de la Repblica, con el
objetivo comn de dar forma a una historia del Pas y por ende una identidad nacional.
A esto debemos aadir la constatacin de la indiscutible dificultad de hallar
escritos sobre la poca, por un lado a causa de las prdidas y las dispersiones que
registran las instituciones entre sus fondos y por el otro por las continuas incursiones de
los coleccionistas privados en el mundo de las fuentes documentales (Vergara, 14-16).
1
Este articulo ha sido elaborado en el marco del proyecto Post Doctorado Fondecyt 2014 N3140109:
Poder y representacin en la Amrica colonial: el retrato de las lites en Chile en el siglo XVIII del cual
la autora es Investigadora Responsable.
Noemi Cinelli
Dejando de lado en esta sede las consideraciones acerca del contexto histrico
chileno, para cuya reflexin recopilamos la bibliografa ms reciente a final de este
trabajo, creemos que para arrojar luz diferente sobre los alcances de la propuesta de
Don Manuel de Salas sean necesarias algunas precisiones acerca del panorama
cultural y educativo chileno a finales de siglo XVIII.
La coyuntura econmica en la que Chile se encontraba despus de las reformas
propias de la modernizacin borbnica, haca que la educacin y las actividades
culturales en particular no fuesen una de las prerrogativas que ms preocupaban e
interesaban la sociedad, derivando ello en la ausencia de una organismo central y
secular que tutelara las tareas relacionadas con la enseanza.
Adems en el ao 1767 por orden de Carlos III de Borbn los jesuitas fueron
expulsados tambin del territorio chileno2, quedando el pas, que progresaba
culturalmente con el perseverante fomento de la Iglesia, en una fase de retraso en este
mbito (Enrich).
En efecto, a los jesuitas adems de la fundacin de escuelas de primeras letras
y del desarrollo de archivos y bibliotecas, se deba el sistema de enseanza ms
eficiente y completo que tuvo Hispanoamrica entre los siglos XVI y XVIII y que
adems abarcaba los tres niveles de la enseanza: bsica, media y terciaria. Con el
fatdico 1767 se interrumpi el avance de las formas bsicas de institucionalidad
cultural en Chile (Vergara, 63)3.
Otro aspecto a subrayar se refiere al rol jugado por Per, centro de produccin
cultural muy activo en la poca que nos interesa, desde cuyos territorios se
propagaban los conocimientos en el rea andina, y que en cuestiones de Bellas Artes,
adems de las tcnicas de pintura sealaba las directrices a seguir en materia de gusto
y temticas (De Mesa y Gisbert).
En Chile la vida cultural tena su centro neurlgico, como es de esperar, en
Santiago, donde se encontraban las grandes haciendas del Pas. El desarrollo
econmico de la capital no tena correspondencia desafortunadamente con el avance
en las actividades en torno a la literatura, las Bellas Artes, y la msica que quedaban
limitadas a una restringida lite del patriciado santiaguino.
Para poder comprender an mejor la situacin, es necesaria otra precisin: la
separacin entre las ideas que circulaban en estas pequeas lites y la prctica artstica
de la poca. En efecto, las ideas que en esta sede por comodidad definimos
2
El Papa Clemente XIV Ganganelli firm la extincin canniga de la Compaa de Jess en 1773 con la
Bula Dominus ac Redemptor.
3
Por contra este hecho hizo que las ideas de Carlos III acerca de la educacin encontraran terreno frtil
para el desarrollo de formas de enseanzas seculares.
288
Manuel de Salas y la Academia de San Luis
4
Creemos que el libro de Mario Praz Gusto neoclassico, es clave para entender el significado del trmino
neoclsico, que no quiere definir un estilo, sino ms bien una cultura figurativa de la segunda mitad del
siglo XVIII.
5
A tal propsito basta con citar el episodio del destierro de un grupo de intelectuales chilenos que se
opusieron a las ideas de la Corona, y que en el mes de noviembre de 1824 fueron exiliados en la Isla Juan
Fernndez.
6
El Colegio de Naturales de Chilln estaba administrado por los franciscanos, pero result tener muy poco
xito si consideramos que en 1790 contaba con menos de 15 alumnos. El Convictorio Carolino, llamado
as en homenaje a Carlos III de Borbn ejerca como una Escuela. El Colegio Mximo de San Miguel
fundado en el siglo XVII fue transformado en Universidad en el ao 1625, aunque nunca actu como tal.
289
Noemi Cinelli
Desde muy joven desempe varios cargos pblicos, entre ellos, fue Regidor
del Cabildo de Santiago en 1775, y en 1796 Diputado del Barrio de la Catedral con
cinco cuadras de jurisdiccin.
Despus de una etapa en Europa, concretamente en Espaa donde viaj a
Madrid y Cdiz debido a los encargos polticos de su padre entre 1777 y 1782, es
evidente la influencia que sobre Salas ejercieron las lecturas de los grandes tericos de
la Ilustracin, derivando ello en el acercamiento cada vez ms fuerte a la causa de la
Independencia del Pas, que aos ms tardes le vali una poca de exilio en la Isla
Juan Fernndez.
Salas fue parte activa en la elaboracin del Reglamento Constitucional en el
ao 1812, despus haberse garantizado el ao anterior un sitio en el Olimpo de los
humanistas gracias a la promulgacin de la Ley de Libertad de Vientres, que ordenaba
el trmino de la esclavitud para los hijos de esclavos nacidos en territorio chileno,
prohibiendo adems el ingreso de nuevos esclavos a Chile7.
Para comprender mejor la personalidad de Salas, sus intereses y sus influencias
polticas y morales, podemos acudir a una carta que el da 25 de enero de 1773 dirigi
desde Lima a Jos Antonio Rojas:
Estimar a V. que agregue a mis encargos una flauta buena i algunas estampas
tanto de humo como a buril, por que estoi tomando lecciones de dibujo; i para
este mismo efecto enveme V. a Palomino, 2 tomos; a Samuel Marolois, De
arquitectura y perspectiva 2 tomos; a Lebrun, La Historia de Alejandro i la
de Don Quijote, estampadas; a Gerardo Lairesse, Principios de Dibujos, un
tomo en folio; a Don Jos de Ribera, alias El Espaoleto. Aada V. a estos
autores algunos colores que ac no se hallan, como son, alcorca de grano,
carmn superfino de Florencia y azul ultramar. Mis hermanos me dicen le pida a
V. los Viajes de Ciro en francs i Mil y un Da. Para mi enve El Paraso
Perdido de Milton; las Poesas del Abate Grecourt, El Espirit, El Filsofo
Sans Souci, El Belisario, y unas Memorias sobre Amrica y los
Americanos, que nuevamente han salido en francs, annimas en tres tomos
[]. Renuevo a V., aunque parezca majadera, todos mis encargos. Me da
motivo para esto, la satisfaccin que de V. tengo i la escasez que hay por ac de
todas las cosas, tanto que hasta las putas se han acabado; y as cuando V. venga,
traiga cien cajones de ellas, que tendrn pronta salida8.
Pereira Salas (177) en su escrito subraya que la obra de Palomino que De
Salas encarga es su obra maestra, esto es, El Museo Pictrico y Escala ptica de
1715, es un tratado que sin duda ejerci una influencia determinante en la
elaboracin de las teoras de De Salas. Las actuaciones del santiaguino en efecto
7
En 1823 De Salas promovi la total abolicin de la esclavitud en Chile.
8
Transcribimos parte de la Carta de Manuel de Salas a Jos Antonio Rojas, 25 de enero de 1773, con la
misma ortografa con la que se public en el tercer y ltimo tomo de Escritos de Don Manuel Salas
relativos a l y su familia, p. 116, editado por la Universidad de Chile en 1914.
290
Manuel de Salas y la Academia de San Luis
291
Noemi Cinelli
9
El texto completo puede consultarse en la Biblioteca Nacional de Chile y en:
http://archive.org/stream/donmanueldesalas01amun/donmanueldesalas01amun_djvu.txt
292
Manuel de Salas y la Academia de San Luis
De Salas determina as una correspondencia entre arte y dibujo que hasta aquel
entonces no se haba tomado en consideracin en el panorama de las Bellas Artes
chilenas.
293
Noemi Cinelli
su sede en la actual calle San Antonio. La guerra entre Espaa e Inglaterra fue la
causa de que algunos fondos no se recibieran, de este modo, Manuel de Salas tuvo
que aportar dinero de su propio sueldo. Ya algunos meses antes de recibir el decreto
de 1798, es decir en septiembre de 1797 la Academia de San Luis empez a
funcionar12 contando tan solo con el apoyo del Ayuntamiento y del gremio de los
Comerciantes.
En efecto, y como era de prever, no faltaron problemas de diferente ndole a la
hora de empezar las clases, y la primera dificultad con la que De Salas tuvo que
enfrentarse fue exactamente la falta de recursos disponibles.
No obstante la orden del Rey que estableca que el dinero tena que proceder
desde el Consulado y del Tribunal de Minera, este ltimo siempre demostr cierta
animadversin para los planes en De Salas, decidiendo no proporcionar el dinero que
deba hasta que recibi la orden real que estableca los 1000 pesos al ao a versar
obligatoriamente (Amuntegui y Solar, 16).
Las clases de dibujo empezaron a dictarse como previsto en la noche, y
contaban, como se ha sealado, con instrumentos pertenecientes al mismo De Salas
quien puso a disposicin cien modelos, mesas, bancos, candeleros, como l mismo
informa en la Representacin. La feliz casualidad de la presencia tempornea del
profesor italiano Martn Petri en Chile hizo que pudiese encargarse durante un ao y
medio de las clases citadas, mientras que el mencionado arquitecto Toesca, tambin
italiano, dictaba las de geometra y aritmtica.
Cuando Petri tuvo que seguir con su viaje a Per en 1798, su cargo fue tomado por
Ignacio Fernndez Arrabal, procedente de la Casa de la Moneda, donde ejerca como
platero, y que ya conoca la Academia de San Luis por haber sido uno de sus alumnos.
Con la Real Orden del 7 de junio de 1801, que determinaba la suspensin del pago
de los 1000 pesos del Tribunal de Minera, la Academia13 vio sus cuentas refutadas,
quedando De Salas en la condicin de tener que cerrar las puertas de la institucin.
Una vez ms con mucha tenacidad, decidi dirigirse directamente al Gobernador
de Chile Luis Muoz de Guzmn, con una carta fechada el 12 de agosto de 1802,
pidiendo que se discutiera otra vez la cuestin de la subvencin del Tribunal:
La voluntad del Rey, no es extinguir una Escuela, a cuyo favor ha expedido
siete ordenes reales [] Lo que se manda es nicamente suspender sus rentas
por ahora, esto es, mientras subsisten las causas que represent el Tribunal de
Minera. Siendo pues este el trmino de la Real Orden, siendo de tan malas
consecuencias cualquiera otra inteligencia que se le d, y no resultando
12
Hay informaciones contrastantes acerca del da preciso de comienzo de las actividades. Segn Pereira,
Salas fue el 8 de septiembre, mientras que Amuntegui hace empezar las clases el da 18 del mismo mes
(Pereira, 179; Amuntegui y Solar, 18).
13
Archivo Nacional de Chile, Fondo Varios, Vol. 749, N II.
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Noemi Cinelli
14
Recopilamos manteniendo la sintaxis original de las palabras de la Carta de Manuel de Salas enviada al
Gobernador de Chile Luis Muos de Guzmn, 12 de agosto de 1802, Archivo Nacional de Chile, Fondo
Varios, Vol. 155, s/n.
15
Archivo Nacional de Chile, Fondo Varios, Vol. 254, s.n.
16
Recopilamos parte de la Carta de Manuel de Salas, del 20 de febrero de 1811, dirigida al Presidente y a
los vocales de la Junta Provisional de Gobierno, sin modificar la ortografa original.
296
Manuel de Salas y la Academia de San Luis
17
Decreto de la Junta Nacional de Gobierno que incorpora la Universidad de San Felipe al Instituto
Nacional. Firmado en el Palacio de Gobierno: Francisco Antonio Prez, Agustn de Ayzaguirre, Juan de
Egaa, Jos Tadeo Mancheo. Santiago de Chile, 2 de agosto de 1813.
297
Noemi Cinelli
Historia Natural, el Laboratorio Qumico y la Escuela del Dibujo. Estos ltimos eran
los centros que De Salas haba previsto implantar en la Academia de San Luis para la
formacin de los jvenes que se preparaban para el mundo del arte y de la industria,
aunque en la realidad solo consigui implantar la ctedra de dibujo.
Egaa estaba poniendo las bases de la futura Escuela de Bellas Artes en Chile
gracias a lo empezado por Manuel de Salas.
Citando las palabras de Eugenio Pereira Salas: la influencia de la Academia
en sus diez y siete aos de actividad fue poderossima, sembr la semilla de la
enseanza cientfica y sus alumnos pasaron a ser los primeros alarifes y agrimensores
con preparacin tcnica y profesin (183).
Para monitorear el desarrollo de la enseanza del dibujo en Chile, podemos
referirnos a un informe de 1813 sobre la organizacin del Instituto Nacional: este se
orientaba a un ejercicio prctico ms cercano al mbito de las Bellas Artes, en
particular al retrato y al paisaje (Amuntegui y Solar, 160-168).
Se estaba paulatinamente produciendo un cambio importante: si Manuel de
Salas haba introducido el discurso del dibujo dentro una perspectiva tcnica y
cientfica ms que propiamente pertinente al mbito de las Bellas Artes, el nuevo
impulso dado por Egaa lo estaba dirigiendo haca la formacin de jvenes artistas.
Como bien subraya Sol Serrano, la Academia de San Luis permanece como la
primera experiencia educacional chilena de clara procedencia e inspiracin ilustrada,
y que resume las dos promesas que la prxima Independencia realizar: la confianza
en el pensamiento cientfico como instrumento para transformar positivamente la
realidad; y una mayor presencia del Estado en el fomento de este incontenible cambio
(Serrano, 251).
Fue en definitiva un centro tcnico y pragmtico, que tenemos que considerar
como el legajo intelectual de ms impacto que De Salas consign a la sociedad
chilena, el fruto de su mente ilustrada, y resultado de sus esfuerzos incansables. No al
azar el da de la muerte de Manuel de Salas, el 28 de noviembre de 1841 se declar
duelo nacional.
OBRAS CITADAS
AA.VV. De la etnohistoria a la historia en los Andes: 51 Congreso Internacional de
Americanistas celebrado en Santiago de Chile en el ao 2003. Quito: Abya
Yala, 2008.
AA.VV. La misin y los jesuitas en la Amrica espaola, 1566-1767: cambios y
permanencias. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Cientficas, 2005.
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Manuel de Salas y la Academia de San Luis
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Noemi Cinelli
300
NOTA 301-308
DANTE VIAJERO DE ULTRATUMBA
Dante, the afterlife traveler
1
Para identificar las cnticas de la Commeda, utilizar las siglas siguientes: If (Inferno), Pg (Purgatorio),
Pd (Paradiso). Me sirvo del texto crtico de Antonio Lanza, citado en la bibliografa final.
2
Despus de este soneto me apareci una admirable visin, en la cual vi cosas que me hicieron proponer
de no decir ms de esta bendita hasta que yo pudiera ms dignamente tratar de ella. Y despus quiera aquel
que es sire de la cortesa, que mi alma pudase ir a ver la gloria de su dama. Es decir, de aquella bendita
Beatriz, la cual gloriosamente contempla el rostro de aquel qui est per omnia saecula benedictus (Dante
Alighieri, Vita nuova,. Ed. Barbi XLIII, 1; mi traduccin).
Jos Blanco Jimnez
Como l mismo dir en If II, 22 con falsa modestia es un poco Eneas, que
representa al Imperio3 y un poco Pablo, que representa a la Iglesia4.
Las visiones infernales estn presentes en la iconografa medioeval y daban
origen, incluso, a representaciones teatrales5. Circulaban leyendas como la de San
Patrizio6, la de Tundalo7 y muchas otras contemporneas a Dante8.
Pero, cmo quiso plantear el poeta su relato? Es un viaje o es una visin?
La verdad es que como yo que soy un convencido de la existencia de dos
tiempos de composicin de la obra veo que en los primeros siete cantos se desarrolla
como un viaje por los reinos de la ultratumba9. Adems, Dante se refiere a un viaje
cuando Virgilio le dice que le conviene tener otro viaje (If I 91) y a Casella que,
para volver de dnde es, hace este viaje (Pg II 92).
Para empezar, localiz los reinos del ms all de modo que no hubiera
contradiccin con la realidad geogrfica: el Infierno bajo tierra (lo que era coherente
con la tradicin pagana), el Purgatorio en el inexplorado hemisferio austral y el
Paraso en los cielos10. Por otro lado, la entrada a los reinos coincide con momentos
precisos: la noche (= desperatio; If I, 21) para el Infierno; la aurora (= spes; Pg I, 115-
116) para el Purgatorio; el medioda (= sol salutis; Pd I, 43) para el Paraso.
Si bien es cierto que la Commedia sigue la imagen cristiana del peregrinus in
itinere, que de la Jerulasn terrestre retorna a la Jerusaln celeste, presenta el viaje
de un personaje histricamente determinado (Dante Alighieri) desde la selva del
pecado a la vista de Dios pasando por los reinos de ultratumba.
3
Virgilio en la Eneida, VI, 236-900 narra el descenso de Eneas a los Infiernos, guiado por la Sibila, an en
vida. Las referencias mitolgicas (Caronte, Minos, Cerbero, etc.) en los primeros cantos de la Commeda
son evidentes.
4
II Epstola a los Corintios XII, 2-4 en la que Pablo declara que fue raptado al tercer cielo, o sea aquel que
en la tradicin rabnica es el empreo. Menos probable es la Visio Sancti Pauli, un apcrifo del Nuevo
Testamento escrito probablemente en griego a comienzos del siglo V d.C. En ste Pablo ve a Enoch, Elas
y la Ciudad de Dios. Luego de atravesar un ro de fuego, llega al Infierno, donde estn en crculos los
condenados agrupados segn sus culpas. El viaje termina en el Paraso Terrestre.
5
Villani libro 9, cap. 70.
6
La leyenda de San Patricio est relacionada con una profunda caverna en el islote de Lough Derg en la
Repblica de Irlanda. All habran podido ver las penas del Infierno los que se hubieran aventurado en ese
pozo y alcanzar la remisin de sus pecados. Fue meta de peregrinaje hasta 1457, cuando fue clausurado
por el Papa Alejandro VI.
7
La Visio Tnugdali es un texto religioso en latn, escrito en 1149 por el monje irlands Marcus, que relata
la historia del caballero Tnugdalo, que fue guiado por un ngel por el Infierno y el Paraso. A su regreso
recibi el encargo de transmitir a sus compaeros todo lo que habra podido recordar.
8
Recuerdo solo las principales: De Babilonia civitate infernali y De Ierusalem Coelesti de Giacomino da
Verona, el Libro delle tre scritture di Bonvesin de la Riva (1240 ca. - 1315 ca.), y el Libro dei vizi e delle
virt di Bono Giamboni (1235-1295). A ellos es necesario agregar del Libro de la Escala, obra
escatolgica rabe que relata la ascensin de Mahoma al cielo y que fue traducida por Bonaventura da
Siena, en 1264, por voluntad de Alfonso X di Castilla.
9
Sobre este argumento es fundamental el trabajo de Giovanni Ferretti.
10
Galileo Galilei calcul las dimensiones del Infierno y demostr que correspondan al tamao de nuestro
planeta (Blanco, Galileo, 15-52).
302
Dante, viajero de ultratumba
303
Jos Blanco Jimnez
11
Ferretti cree que el poeta ni siquiera se puso el problema que tanto ha fatigado a sus intrpretes (277).
12
Ver Ad Corinthios II 12, 2: Scio hominem in Christo ante annos quatuordecim, sive in corpore nescio,
sive extra corpus nescio, Deus scit, raptum hujusmodi usque ad tertium clum.
304
Dante, viajero de ultratumba
14
No tengo dudas con respecto al ao del viaje. Para toda la cuestin, ver la sntesis en Blanco (Bene
ascolta, 8-13). Si faltan cinco horas, es necesario hacer el clculo con la informacin en la que crea Dante
y esto es, que el Cristo haba muerto a la hora sexta por una mala interpretacin del evangelio de Lucas.
15
Ver Manuguerra (La fsica di Dante), despus Una soluzione (109-114).
306
Dante, viajero de ultratumba
atemporal y ms aun las transformaciones del carro (Pg XXXII, 109-160) que
corresponden a una visin apocalptica.
Las de Paraso Celeste son en definitiva visiones (Pd XXIII 25-45, XXX 46-60
y, sobre todo XXXIII, 139-145), que presuponen una experiencia mstica, en el
sentido propio del trmino (esto es, conducida a travs de un profundo conocimiento
y contemplacin de lo divino).
Es por ello que dejados de lado el tiempo y el espacio ante la contemplacin
final de Dios, para expresarse la alta fantasa falt la fuerza (Pd XXXIII, 142).
Para concluir, quiero citar la presunta ancdota recopilada por Boccaccio en su
Trattatello in laude di Dante:
Por la cual cosa ocurri un da en Verona, estando ya divulgada por todas partes la
fama de sus obras, y mximamente esa parte de su Comedia, la cual titula
Infierno, y ste era conocido por muchos hombres y mujeres, que, pasando l
delante de una puerta donde estaban sentadas varias mujeres, una de ellas en voz
baja, pero no tanto que bien por l y por quien con l estaba no fuese oda, dijo a
las otras: Damas, mirad a aqul que va al infierno, y vuelve cuando le place, y
ac arriba trae noticias de aqullos que estn all abajo! . A la cual una de las
otras respondi con ingenuidad: En verdad, t dices la verdad: no ves t cmo
l tiene la barba crespa y el color bruno por el calor y por el humo que hay all
abajo? . Las cuales palabras oyendo decir detrs de s, y conociendo que de pura
credulidad de las mujeres venan, le gustaron. Y casa contento que ellas fuesen de
aquella opinin, sonriendo un poco, pas ms adelante.
E se non vero ben trovato!
OBRAS CITADAS
Agnelli, Giovanni, Topo-Cronografia del viaggio dantesco. Milano: Hoepli, 1891.
Alighieri, Dante. La Commeda, testo critico secondo i pi antichi codici fiorentini, ed.
Antonio Lanza. Rubeis: Anzio: De Rubeis, 1996.
Vita Nuova, testo critico di Michele Barbi. Firenze: Societ Dantesca Italiana, 1960.
Blanco J. Jos. Bajo el cielo del antipurgatorio, Universum 29 (2014): 193-214.
Galileo dantlogo (Escritos de Galileo sobre Dante). Santiago de Chile:
Ediciones Video Carta, 2009.
Bene ascolta chi la nota (If. XV, 99): Intertextualidad clsica en la Commedia de
Dante. Santiago de Chile: Ediciones Video Carta, 2007.
307
Jos Blanco Jimnez
308
RESEAS
RESEAS 311-317
Jorge FERNNDEZ DAZ. El pual. Buenos Aires: Planeta, 2014. 456 pp.
Con la novela policial El pual, el periodista y escritor argentino Jorge
Fernndez Daz, nacido en Buenos Aires el 8 de julio de 1960, ha obtenido una especial
popularidad entre el gran pblico que corona su nutrida carrera como autor.
Fernndez Daz se inici en el periodismo profesional a partir de 1981 como
cronista policial del diario argentino La Razn, trabajando luego como Jefe de
Redaccin del Diario de Neuqun y en la direccin de las revistas Somos, Gente,
Noticias y del suplemento adn Cultura. En la actualidad se desempea como Secretario
de Redaccin del diario La Nacin. Como escritor de ficciones public las novelas
policiales El asesinato del wing izquierdo (1987) y El dilema de los prceres: Sherlock
Holmes y el misterio del argentino enmascarado (1997). Escribe luego Mam, una
historia ntima (2002), Fernndez (2006), La logia de Cdiz (2008), La segunda vida
de las flores (2009) y La hermandad del honor (2010). Public adems los libros de
cuentos Corazones desatados (2007), Alguien quiere ver muerto a Emilio Malbrn
(2011) y Las mujeres ms solas del mundo (2012). En 1993 public el ensayo
Bernardo Neustadt: el hombre que se invent a s mismo por Sudamericana, la editorial
que junto a Planeta edit la mayora de sus obras.
El pual, publicada por Planeta en 2014, es una novela policial dura, violenta,
que respeta todas las caractersticas del gnero y mantiene el suspenso hasta su pgina
final pero que, como suele ocurrir con toda la obra de Fernndez Daz, ana aqu la
ficcin a la denuncia social y la crtica poltica. En este caso incursiona en el mundo del
narcotrfico y como ste es protegido y usufructuado por ciertos funcionarios estatales
corruptos. El pual es tambin una novela amorosa que narra la pasin del protagonista,
Remil, por Nuria, la abogada espaola radicada en Buenos Aires a quien debe e
investigar a su vez.
El apodo de Remil, algo sinecdtico, le es dado a este detective criollo durante su
participacin en la guerra de Malvinas por haber sido un soldado de re mil putas o
sea, un buen soldado, muy valiente. El hecho de que el protagonista sea un veterano de
Malvinas con todas sus connotaciones sicolgicas y sociolgicas, imbrica adems a esta
novela en la serie de la narrativa sobre ese conflicto blico que se escribe principalmente
a partir de los aos 90 por autores de la generacin nacida en la dcada del sesenta,
como es el caso de Fernndez Daz.
En el policial El pual se relata un episodio de narcotrfico perpetrado por una
banda internacional que ya es un clich: un jefe colombiano que vive oculto en la costa
gallega, guardaespaldas croatas que le protegen, altos funcionarios argentinos que
garantizan la infraestructura para el trfico de drogas, una abogada espaola, Nuria, que
dirige la exportacin de cocana hacia Espaa y la logstica del transporte local
proporcionada por algunos otros ex combatientes de Malvinas.
Reseas
Cristina Guzzo
Arizona State University, Tempe AZ
Juncal 2869 2 D Buenos Aires (Argentina)
cguzzo99@hotmail.com
313
Reseas
315
Reseas
316
confina y restringe el desborde interpretativo que la produccin de Lorca no solo
permite, sino reclama, no significa que se legitime la invocacin de lecturas caprichosas,
pocos serias y disparatadas. Este estudio es una de esas escasas muestras de cmo es
posible coordinar exitosamente la diligente, responsable y cuidadosa labor de
investigacin crtica con la de un lector apasionado y propositivo que se siente
conmovido frente a un poeta de la talla de Lorca, y que deja que sus facultades estticas
traben un libre y gozoso juego.
317
INFORMACIN PARA LOS AUTORES
1. Los temas deben ser inditos y apropiados para una revista de humanidades:
literatura, lingstica, filosofa, artes, estudios culturales, teora crtica, o temas que
sin pertenecer exclusivamente a alguna de estas reas del conocimiento constituyen
puntos de encuentro de las mismas.
4. Todos los trabajos, exceptuando las reseas y notas, debern enviarse con un
resumen (abstract) en castellano y en ingls, de una extensin de entre 5 y 10 lneas.
Incluir traduccin del ttulo del artculo y entre cuatro y seis palabras claves, en
espaol e ingls. Los resmenes debern aparecer inmediatamente despus del ttulo
del artculo. Asimismo, al final del artculo deber escribirse la direccin postal y
electrnica del autor, indicando la institucin a la que pertenece (si corresponde).
5. Los trabajos se publican solo si son aprobados por unanimidad por el Comit de
Redaccin de la Revista, previa evaluacin de Consultores Externos, cuyo dictamen
es decisivo. Para efectos de la edicin, el Consejo de Redaccin se reserva el derecho
de efectuar las precisiones que sean necesarias para mantener el estilo de ALPHA.
9. Lista de obras citadas (o bibliografia citada). Al final del artculo se hace la lista de
las obras de hecho citadas cuyas referencias bsicas se han dado en el texto del
artculo. Se ordena alfabticamente tomando como base el apellido de los(las)
autores(as) (excepto en autores institucionales) e incorporando el nombre, ello con el
propsito de visibilizar el gnero del(la) autor(a) correspondiente. Si se ha trabajado
con ms de una obra de un(a) mismo(a) autor(a), ordenar sus obras desde la ms
reciente a la ms antigua. Se utiliza sangra francesa.
Carrasco, Ivn. Para leer a Nicanor Parra. Santiago: Cuarto Propio / Universidad
Nacional Andrs Bello, 1999.
Nicanor Parra. La escritura antipotica. Santiago: Universitaria, 1990.
Barrera, Andrs. Re: Literatura modernista. Correo electrnico enviado a autor. 15
Nov. 2000. (En este caso se trata de una comunicacin electrnica. Se indica
el autor, ttulo del mensaje si procede, indicacin de que es un correo
electrnico enviado a: puede ser al autor(a) o a otra persona, indicar el nombre
si es a otra persona, fecha del correo).
Matus, Alberto. Entrevista personal. 13 de octubre de 2004 (En este caso se trata de
una entrevista indita hecha por el autor del artculo a Alberto Matus).
Mogrovejo, Norma. Homofobia en Amrica Latina. LOrdinaire Latino Americain
194 (2003):109-115. (Corresponde este caso a un artculo aparecido en una
publicacin peridica).
Paulsen, Fernando. Tolerancia Cero. Canal Chilevisin. Domingo 17 de octubre de
2004. (La fuente en este caso es un programa de televisin).
321
ALPHA N42 - Julio - 2016
10. Se recomienda usar las notas al pie exclusivamente para agregar informacin o
hacer comentarios cuyo texto no es conveniente que vaya en el cuerpo del artculo.
322
EDITORIAL
UNIVERSIDAD DE LOS LAGOS
AVDA. ALCALDE FUCHSLOCHER 1305 OSORNO
ANDROS IMPRESORES
SANTA ELENA 1955
SANTIAGO