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Siete Chicos Australianos PDF

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Qu

se puede esperar de una casa a la que llaman Desorden? Pues que


no sea en absoluto aburrida. Los siete hermanos Woolcot, su padre, el
capitn, y la joven esposa de ste, Esther, apenas tienen tiempo para nada.
Eso s, son felices

A partir de 12 aos

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Ethel Turner

Siete chicos australianos


Serie Roja - 38 (El Barco de Vapor)

ePub r1.0
nalasss 02.11.13

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Ttulo original: Seven little Australians
Ethel Turner, 1894
Traduccin: Ana Moret
Ilustraciones: Sandra Laroche

Editor digital: nalasss


ePub base r1.0

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1 A modo de presentacin

ANTES de que empieces a leer esta historia, quisiera hacerte una pequea
advertencia.
Si te imaginas que te vas a encontrar con una historia de nios modelo, con una
sospechosa inclinacin a la moraleja, ser mejor que cierres inmediatamente el libro y
acudas a cualquier obra juvenil clsica. Ninguno de los siete protagonistas es
realmente bueno, por la sencilla razn de que los nios australianos nunca lo son.
Es posible que en Inglaterra, Amrica, frica y Asia los chiquillos sean dechados
de virtudes; la verdad es que los conozco muy poco.
Pero en Australia un nio modelo es y lo digo con alivio algo desconocido.
Puede ser que los microbios de la travesura se desarrollen mejor bajo la luz
resplandeciente de nuestra atmsfera. Puede ser que tanto la tierra como las personas
tengan el corazn joven, y los espritus infantiles todava no hayan sido oprimidos ni
entristecidos por la sombra de muchos aos de penosa historia.
Hay aqu en la naturaleza, y por lo tanto tambin en los nios, un indefinible
destello de jbilo, rebelda y malicia.
A menudo, la luz languidece y el brillante colorido se va desvaneciendo poco a
poco con el polvo y el calor de la jornada. Pero cuando sobrevive a los das de juego
y escuela, son las circunstancias las nicas que determinan si el destello se encender
momentneamente, como un fuego fatuo, o, por el contrario, calentar el corazn de
las almas ingenuas y leales que slo pueden hacer avanzar a Australia.
Pero basta ya de charla. Permteme que te hable de mis siete selectos espritus. En
este momento estn tomando el t en el cuarto de los nios, en medio de una mnima
comodidad y un barullo mximo. De modo que, si eres capaz de soportar una babel
ensordecedora de voces y un entrechocar muy poco melodioso de vasos y platos, te
conducir hasta el interior de la habitacin y te los presentar.
El tomar el t en el cuarto de los nios es una costumbre ms britnica que
australiana; aqu reina una franca camaradera entre padres e hijos y una absoluta
falta de formalidades por parte de estos ltimos. Los padres no cenan solos
ceremoniosamente mientras sus hijos toman el t en otra habitacin, ni en las familias
ms acomodadas. Por el contrario, se sientan todos juntos alrededor de la misma
mesa, y los ms pequeos comen lo mismo que los mayores y toman parte en la

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conversacin con toda libertad.
Pero, con un padre muy particular y bastante irritable y con siete nios dotados de
buenos pulmones y lenguas incansables, qu puede hacerse salvo comer en
habitaciones separadas?
Adems de esta separacin, el capitn Woolcot, el padre, haba colocado un
grueso fieltro en la puerta de vaivn del piso de arriba; pero, a pesar de todas las
precauciones tomadas, el ruido sola penetrar alegre y despreocupadamente en el
comedor de abajo.
Por otro lado, era un cuarto de nios sin niera, lo que explicaba, por lo menos en
parte, la situacin.
Meg, la mayor de los hermanos, slo tena diecisis aos y no se poda esperar
que fuera demasiado partidaria de una disciplina rigurosa. Adems, se supona que la
descuidada aunque abnegada joven tena que combinar los deberes de niera con los
de ama de casa. La verdad es que se vea tan desbordada por las obligaciones de este
segundo cargo que el primero se resenta considerablemente. Sola servir la comida
en el cuarto de los nios cuando no poda encontrar a ninguno de sus hermanos para
que le echara una mano, y preparaba la ropa de los dos ms pequeos por la maana.
Aparte de eso, los siete tenan que arreglrselas por s mismos.

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La madre, dices?
Slo tena veinte aos. Era una joven encantadora y sonriente a quien todo el
mundo adoraba, pero tan poco juiciosa y buena ama de casa como Meg. Aunque
estaba tan orgullosa de los otros seis como si fuera su verdadera madre, solamente el
ms pequeo era hijo suyo, y lo trataba como si fuera un gatito en vez de un nio de
carne y hueso.
La verdad es que en Desorden as se llam siempre a la casa, aunque creo
que en la fachada principal pona otro nombre aquel pequeo constitua una
formidable diversin para todos. Habitualmente, el capitn, cada vez que lo vea, se
echaba a rer, lo levantaba en volandas y llamaba a alguien para que viniera a
llevrselo lo ms pronto posible.
Sus hermanos lo arrastraban de ac para all, se olvidaban de taparlo cuando
llova, lo forraban de ropa cuando haca calor y le daban para comer las cosas ms
insospechadas; pero, a pesar de todo, el pequeo era el nio ms sano, ms hermoso y
ms risueo que jams se haya chupado el dedo gordo.
Nunca le llamaban Baby, porque se era el nombre de la hermanita que iba
delante de l. Cuando le pusieron en los brazos aquel envoltorio pequeo y colorado
que le miraba fijamente, el capitn Woolcot exclam: Caramba! Es el general?.
Y, desde ese momento, todos le llamaron as, aunque creo que, cuando le bautizaron,
el sacerdote le impuso: Francis Rupert Burnand Woolcot.
Baby tena cuatro aos. Era una bola gorda y delicada, de ojos grandes y
sonrientes, a la que daban ganas de besar y abrazar, salvo cuando tena los labios
llenos de mermelada.
Sin embargo, su mayor debilidad era hacer llorar a General. Si no fuera por este
pequeo detalle, habra podido pasar por una nia modelo. La haban encontrado
innumerables veces apretndole el pecho para ver si sonaba, pellizcndole los
brazos o tirndole de la nariz, slo por el extrao placer de or los alaridos de
desesperacin que daba el pobre chiquillo. El capitn Woolcot achacaba esta peculiar
mana a que la pequea haba tenido en cierta ocasin una ovejita de lana a la que
deba apretar con todas sus fuerzas para conseguir que emitiera un dbil quejido. Y
deca que era muy natural que, ahora que tena algo tan dispuesto a sonar, quisiera
aprovecharlo.
Bunty tena seis aos, y era gordo y perezoso. Odiaba presenciar un partido de
criquet, detestaba hasta la idea de jugar al escondite y, en cuanto a hacer un recado, se
escabulla sin dejar rastro antes de que nadie pudiera decirle lo que quera. Era
bastante bajito para su edad, y dudo mucho de que alguien le hubiera visto alguna vez
con la cara limpia. Incluso en la iglesia, aunque por delante diera bastante buena
impresin, la gente de los bancos de al lado poda observar el cerco negro que
delimitaba las zonas que haban escapado al aseo diario.

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La siguiente en la lista voy de los pequeos a los mayores, como habrs podido
observar era la admiracin de los Woolcot, como sola decir Pip, el mayor de
todos. Has visto alguna vez los delicados y angelicales rostros de los nios de las
tarjetas navideas? Creo que el artista, al dibujarlos, debi de soar con Nell,
reproduciendo despus su imagen de forma imperfecta. Tena diez aos y pareca un
hada; el pelo rubio le caa alrededor de la cara formando bucles y rizos, sus ojos eran
de color avellana y su boca como un capullo. No era nada presumida su familia se
encargaba de ello y Pip habra cortado de raz cualquier veleidad en este sentido,
pero siempre que haba una cinta o un corte de tejido brillante lo suficientemente
grande como para hacer un vestido era, naturalmente, para ella.
Judy slo tena tres aos ms, pero el contraste entre ellas era sorprendente. Nell
sola moverse con delicadeza y se le podra hacer un retrato en cualquier postura. A
Judy creo que nadie la haba visto andar correctamente nunca y tena un aspecto muy
peculiar. Si no se lanzaba alocadamente hacia donde quera ir, lo haca mediante toda
una serie de extraos saltos, brincos y otras inslitas cabriolas. Era muy delgada,
como suelen serlo las personas que tienen en las venas mercurio en vez de sangre, y
tena la cara menuda, vivaracha, llena de pecas, unos ojos muy brillantes, la boca
pequea y resuelta y una maraa de pelo oscuro y rizado que constitua el mayor
tormento de su vida.
Era sin duda la peor de los siete, probablemente porque tambin era la ms
inteligente. Su brillante capacidad de inventiva los meta a todos en incesantes
embrollos, y aunque ella asuma con ecuanimidad el peso de la culpa, los dems
cambiaban de opinin con frecuencia, echndole en cara que hubiera sugerido la
travesura. Al bautizarla le pusieron Helen, lo que no aclara por qu todos la
llamaban Judy, pero los apodos son bastante inexplicables la mayora de las veces.
Bunty deca que era porque siempre se mostraba bulliciosa y saltarina como una
marioneta que se llamaba as, y algo de verdad haba en ello. Su otro apodo, Fizz,
era ms fcil de entender; Pip afirmaba que nunca haba visto una bebida espumosa
que hiciera tanto ruido como ella.
Todava no te he presentado a Pip, verdad? Se pareca a Judy, aunque era ms
alto y corpulento. Tena catorce aos y tan buena opinin de s mismo como mala
suelen tenerla de las nias los muchachos de su edad.
Meg era la mayor de los siete. Tena una trenza larga y hermosa, de la que Bunty
tiraba con deleite, y una carita dulce y soadora salpicada de pecas, lo que le causaba
una profunda congoja.
La familia estaba convencida de que escriba cuentos y poemas y de que incluso
tena un diario, pero nadie haba visto nunca ni rastro de sus papeles, porque los
guardaba celosamente en una vieja sombrerera de latn.
Si a todos ellos les hubieras preguntado por su padre, te habran contestado, llenos

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de orgullo, que era un soldado, muy patriota. No entenda nada de nios y se
pasaba el da quejndose del ruido que hacan y de lo caros que le salan. Aun as, yo
creo que estaba bastante orgulloso de Pip, y a veces, cuando Nell iba bien arreglada,
no le habra importado sacarla a pasear en su carruaje.
Cuando se cas, haba pensado llevar internos a los seis nios, pero su mujer no
quiso or hablar del asunto.
Al principio haban intentado vivir en la academia de Barracks, pero despus de
algn tiempo todos los ocupantes de las viviendas de oficiales se sublevaron ante las
travesuras de aquellos nios, dejados de la mano de Dios. Y al capitn Woolcot no le
qued ms remedio que alquilar una casa algo ms arriba, junto al ro Parramatta, a la
que se mud, acompaado de toda su familia, con gran amargura.
A todos les gust muchsimo el cambio; la casa estaba rodeada por un enorme
terreno sin cultivar, con dos o tres potreros, numerosos cobertizos para jugar al
escondite y, lo mejor de todo, el ro. El padre se qued con tres hermosos caballos,
uno en Barracks y un caballo de caza y un penco en Desorden. Los nios andaban
con ropa vieja y andrajosa y botas desgastadas. Les daba clase todos los das, menos a
Pip que asista al colegio, una institutriz de tercera, que viva mortalmente asustada
ante la posibilidad de que sus alumnos descubrieran su ignorancia. En realidad, haca
bastante tiempo que la haban descubierto los nios son unos linces para captar
esas cosas, pero les vena muy bien que nadie los obligara ni forzara a trabajar, as
que guardaron entre ellos el secreto religiosamente.

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2 Pollo para cenar

ESPERO que no te hayas quedado completamente sordo todava, porque, aunque ya


he terminado de presentarte a mis protagonistas, el t an no ha acabado, y vamos a
quedarnos en el cuarto de los nios un rato ms.
Pip no haba dejado de quejarse a causa de la falta de manjares apetitosos. La
verdad es que la mesa no tena un aspecto muy tentador: el mantel estaba colocado
sobre ella sin demasiados miramientos; la vajilla, desconchada y desportillada; el t
era demasiado claro y para comer no haba ms que unas gruesas rebanadas de pan
con mantequilla. Sin embargo, era lo habitual, y todos parecan muy sorprendidos del
estallido de Pip.
Pap y Esther los nios siempre llamaban por su nombre de pila a la joven
madrastra tienen pollo asado, verduras de tres clases y cuatro tipos de pudn
coment enfadado. No es justo!
Nosotros hemos comido a la una, Pip, y t te has zampado tu parte como
siempre digo Meg sirviendo el t con una profusa cantidad de agua y azcar.
Cordero hervido, zanahorias y pudn de arroz contest su hermano
mordazmente. Por qu no nos dan tambin a nosotros pollo asado, natillas y esas
cosas?
Eso, por qu no? repiti como un eco Bunty con ojillos glotones.
Hara falta mucho para todos nosotros! dijo Meg, atacando alegremente una
rebanada de pan.
No somos ms que nios. Alegrmonos de tener estas estupendas rebanadas de
pan y toda esta mantequilla fundida dijo Judy en tono conciliador.
Pip retir su silla de la mesa.
Voy a bajar a pedir un poco de pollo asado dijo con una mirada de
determinacin en los ojos. No puedo olvidar lo bien que huele; y tienen un montn,
lo he visto desde la puerta.
Cogi su plato y se encamin con l escaleras abajo. Ante la sorpresa de todos,
volvi enseguida con un trozo de pollo bastante grande.
No poda negarse dijo con una risita. Est con ellos el coronel Bryant;
pero se enfad un poco. Toma, Fizz, lo compartir contigo.
Judy levant el plato dispuesta a aceptar este ofrecimiento tan magnnimo como

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poco habitual, y recibi, con enorme gratitud, un trozo francamente pequeo, como
una quinta parte ms o menos.
Me encanta el pollo dijo Nell vehementemente. Me parece que voy a bajar
a pedirle un ala. Supongo que l me la dar.
Estos nios tan poco respetuosos, como me temo habrs podido darte cuenta,
siempre aludan a su padre como l.
S, baja dijo Pip guindole un ojo.
Nell cogi otro plato y descendi lentamente a las regiones inferiores. Entr en el
comedor siguiendo los pasos de la muchacha y se plant junto a su padre con el plato
detrs de la espalda.
Hola, pequea, me das la mano? Cmo te llamas? le pregunt el coronel
Bryant, dndole una cariosa palmadita en la mejilla.
Nell levant los ojos y le dirigi una encantadora sonrisa.
Elinor Woolcot, pero todos me llaman Nell contest dndole la mano
izquierda, porque en la derecha tena el plato.
Qu mal educada eres, Nell! se ech a rer su padre; pero luego le dirigi
una mirada irritada. Qu tienes en la mano derecha?
Nell sac lentamente el desportillado plato y lo levant.
He pensado que a lo mejor tambin me dabas a m un poco de pollo dijo.
Un muslo o un ala, o mejor un pedazo de pechuga.
El rostro del capitn se ensombreci.
Se puede saber qu es lo que pasa? Pip acaba de venir tambin a pedirme
pollo. No tenis vosotros nada para comer?
Slo pan con mantequilla, con mucha mantequilla musit Nell.
Esther contuvo la risa a duras penas.
Pero vosotros ya habis comido a la una.
Cordero hervido, zanahorias y pudn de arroz dijo Nell compungida.
El capitn Woolcot parti un muslo casi ferozmente y lo deposit en el plato de
Nell.
Ahora vete; no s qu obsesin se ha apoderado de vosotros dos esta noche.
Nell se dirigi hacia la puerta y, una vez all se volvi.
Si me dieras un ala para la pobre Meg Judy tiene un poco que le ha dado Pip,
pero Meg no tiene nada dijo con una mirada de pena que conmovi profundamente
al coronel Bryant.
Su padre se mordi el labio, cort un ala en medio de un profundo silencio y la
puso en el plato de su hija.
Y ahora vete, y no sigis con estas tonteras, querida dijo, haciendo un
autntico esfuerzo para pronunciar la ltima palabra.
La aparicin de Nell con dos trozos de pollo fue recibida en el cuarto de los nios

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con un ruidoso aplauso. Meg, encantada con su parte, le dio un pedazo a Bunty;
luego, la cena continu alegremente.
Dnde est Bunty? pregunt Nell, con un hueso de pollo completamente
reluciente en la mano. Espero que no haya bajado tambin; a pap no le hara
ninguna gracia, sobre todo delante del invitado.
Pero ya no tena remedio, y el pequeo, que haba bajado sin encomendarse a
Dios ni al diablo, subi cabizbajo y compungido.
No me ha querido dar nada. Me dijo que me fuera, y el hombre se ech a rer, y
Esther dijo que ramos unos desobedientes. Pero he cogido patatas de la mesa que
hay fuera del comedor, al lado de la puerta.
Abri las manitas sucias y dej caer sobre el mantel los poco apetitosos manjares.
Bunty, eres un cochino suspir Meg, levantando la vista del libro que tena
entre las manos. La muchacha, que sola leer siempre durante las comidas, estaba
devorando en aquella ocasin una romntica historia cuyas heronas eran unas
damiselas muy elegantes, muy refinadas.
Eso lo seris vosotros. Todos tenis pollo menos yo. Sois unos egostas!
replic Bunty muy enfadado, comindose su patata rpidamente.
No, General no tiene dijo Judy, y con un familiar destello de picarda
ilumin de repente sus ojos oscuros.
Venga, Judy! dijo Meg a modo de advertencia; saba muy bien lo que
significaba aquel brillo en los ojos de su hermana.
Oh, no voy a hacerte nada, boba dijo Judy, bailando por toda la habitacin y
dndole a Meg una palmadita en la cabeza al pasar junto a ella. Es General, que se
quiere divertir un poquito.
Lo levant de la sillita alta en la que estaba sentado, dando golpes en la mesa con
una cuchara y comiendo azcar.
Vas a emprender una autntica campaa, General le dijo, y se dirigi hacia la
puerta bailando con el pequeo en brazos.
Oh, Judy, qu vas a hacer? dijo Meg con voz suplicante.
Ju, Ju! grit entusiasmado General, tirndose casi de los brazos de Judy y
olfateando el rastro de la diversin con el instinto de todo un veterano.
Y se dirigieron hacia el piso de abajo, seguidos por los otros cinco, que no
estaban dispuestos a perderse el acontecimiento. Judy se sent con el pequeo en el
ltimo peldao.
Nene quiere pollo, pollito rico? dijo insidiosamente.
Pollo, pollo gorje General, buscando con la mirada a sus amigos favoritos.
Pap tiene mucho, todo esto dijo Judy, abriendo los brazos todo lo que pudo
para indicar la cantidad de pollo que posea su padre. Ve por l, nene!
Pollo, pollo volvi a gorjear encantado General, intentando ponerse de pie

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, buscar pollo, pollo.
All dentro murmur Judy, y le propin un pequeo empujoncito para que se
colara por la puerta del comedor, que estaba entreabierta. Pdeselo a pap.
General atraves la sala tambalendose sobre sus piernecitas gordas e inestables.
Estn endemoniados todos los nios esta noche, Esther? pregunt el capitn
cuando su hijo pequeo se le aferr a las piernas e intent trepar por ellas.
Mir su cara sucia y llena de hoyuelos y dijo:
Bien, General, a qu se debe el honor de tu visita?
Pollito pollito, pollito pollito, pollito dijo General, gateando
rpidamente dispuesto a buscar los delicados manjares que Judy le haba dicho que
haba all.
Pero Esther lo cogi en brazos y lo sac de la habitacin como pudo. Ya al pie de
la escalera, estuvo a punto de tropezar con el resto de la familia.
Sois unos desobedientes, unos frescos y unos descarados! exclam, e
intent darles un tirn de orejas; pero, por supuesto, no lo consigui.
Durante unos instantes se sent, muerta de risa, en el ltimo peldao de la
escalera. Luego, le dio el nio a Pip.
Maana dijo ponindose de pie y alisndose apresuradamente el pelo que
General se haba encargado de alborotar, maana os dar a todos con el palo de la
escoba.
Los nios vieron cmo desapareca en el comedor la cola de su vestido de seda
amarilla, y luego volvieron a su cuarto a continuar con el interrumpido t.

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3 La virtud no siempre es recompensada

NO era de esperar que un suceso as pasara como si nada, pero la verdad es que es
muy difcil castigar a siete nios al mismo tiempo. Al principio, el capitn Woolcot le
haba pedido a Esther que le dijera a la seora Marsh, la institutriz, que les mandara
que se aprendieran diez verbos en francs; pero, como muy bien puntualiz Judy,
General, Baby, Bunty y Nell, todava no haban llegado a los verbos, por lo que el
castigo sera injusto. La sentencia no haba sido decidida an, y todo el mundo tena
una incmoda sensacin de incertidumbre.
Vuestro padre dice que sois una tribu de descarados dijo la joven madrastra
al da siguiente, mientras se sentaba en la mecedora del cuarto de los nios. Llevaba
una bata de estar por casa de muselina blanca ribeteada de color fresa, a la que le
faltaban uno o dos botones, convenientemente sustituidos por imperdibles, y de una
de cuyas mangas colgaba un pedacito de encaje.
Meg, hija ma, qu descuidada eres; y t, Judy, no tienes remedio.
Meg iba ataviada con una bata de cachemir verde con los codos rotos y la felpa
descosida por varios sitios, mientras que el traje de Judy, excesivamente corto y de un
rosa desvado cuyos restos de color muy bien podan pasar por manchas de fruta,
estaba lleno de agujeros.
Meg se puso colorada.
Ya lo s, Esther, y me gustara ir bien vestida tanto como a todo el mundo;
pero, la verdad, no vale la pena remendar estos harapos.
Cogi el libro de las elegantes damiselas que tanto estaba alterando su serenidad y
se dirigi con l hacia un silln.
Venga, Judy, ve a coserte todos los agujeros y los botones que te faltan en el
vestido orden Esther con una determinacin muy poco habitual en ella.
Los ojos de Judy echaron chispas.
Es un pual esto que tengo ante mis ojos, al alcance de mi mano? Dejadme
empuarlo dijo descaradamente, quitndole a Esther uno de los imperdibles que
llevaba en la bata y haciendo una reverencia.
Esta vez fue Esther la que enrojeci.

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Es General, Judy; siempre me arranca los botones de la bata cuando me pongo
a jugar con l. Pero, se me olvidaba; nios, tengo malas noticias para vosotros.
Se hizo un silencio expectante. Todos se apiaron a su alrededor.
La sentencia se ha hecho pblica dijo Judy dramticamente: afeitmonos
las cabezas y pongmonos los sayales.
Vuestro padre dice que no puede permitir que vuestra conducta quede sin
castigo, sobre todo porque ltimamente os estis portando peor que nunca; por eso,
todos
Seris prendidos y colgados por el cuello hasta que muris!
Cllate, Judy! He hecho todo lo que he podido para ayudaros, pero lo nico
que he conseguido es que se enfadara an ms. Dice que sois los nios ms
desaseados y ms revoltosos de todo Sydney, y que os castigar cada vez que hagis
algo, y
Y all ser el llanto y el crujir de dientes.
Cllate ya, Judy! Es que no puedes dejarnos or?
Pip le tap la boca con la mano y la agarr del pelo mientras Esther terminaba de
darles las noticias.
No vais a ir al teatro. Habamos sacado entradas para la funcin del jueves por
la noche; pero, por tontos, tendris que quedaros en casa.
Durante uno o dos minutos lo nico que se oy fue un lamento de consternacin.
Llevaban esperando aquella invitacin desde haca casi un mes, y la decepcin fue
muy amarga para todos.
Pero, Esther, es excesivo! Todos los chicos del colegio han ido ya exclam
Pip con la cara congestionada por el enfado. Y todo por una tontera as!
Slo porque vosotros tenais pollo asado para cenar coment Judy con voz
apagada. Oh, Esther, por qu no tendrais ternera, o caballo, o hipoptamo,
cualquier cosa menos pollo asado?
No podras interceder ante l, Esther? pregunt Meg, mirndola con
ansiedad.
Anda, Esther, hazlo!
Anda, guapa, bonita, Essie, intntalo.
Los siete nios se apiaron a su alrededor alborotadamente. Baby le ech los
brazos al cuello y estuvo a punto de ahogarla. Nell le acarici las mejillas. Pip,
dndole una palmadita en la espalda, le suplic:
Anda, s buena!
Bunty hundi la nariz en la nuca de su madrastra y rompi a llorar
silenciosamente. Meg, en un acceso de desdicha, le apret con fuerza una mano.
General emiti una serie de grititos encantadores. Y Judy, sintindose enormemente
desgraciada, le dio un achuchn para consolarla.

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Esther prometi hacer lo que pudiera, suplicar, amenazar, intentar engatusarle y
rogar como nunca antes lo haba hecho. Finalmente, con esta promesa, los nios la
dejaron marchar.
Pero os aconsejo que seis buenos y obedientes durante todo el da dijo
volvindose desde la puerta. Hoy no va a salir de casa, y quiz eso pueda hacerle
cambiar de opinin.
Qu penoso fue ser testigo de la virtud de aquellos nios durante el resto del da.
Estaban de vacaciones, y la seora Marsh se haba marchado, pero nadie en las
regiones inferiores oy una risa, un llanto o una discusin.
Ciudadanos de Roma, los ojos del mundo estn puestos en vosotros! haba
dicho Judy solemnemente, y todos haban prometido comportarse de tal forma que el
corazn de su padre se viera obligado a ablandarse.
Pip se puso el uniforme del colegio, se pein, cogi un montn de libros y se
dirigi hacia el despacho de su padre, donde se le sola permitir que hiciera los
deberes. El capitn estaba escribiendo unas cartas.
Bueno, qu quieres? le pregunt con el ceo fruncido. No, no sirve de
nada que me vengas con cuentos, caballero. No insistas.
Vengo a estudiar dijo Pip apaciblemente. Me parece que me estoy
quedando un poco atrasado en matemticas y, teniendo en cuenta lo que te cuesta el
colegio, no quiero desperdiciar las vacaciones.
El capitn carraspe ligeramente y mir a su hijo con severidad; pero la expresin
seria y decidida del muchacho le desarm, y se alegr de que, por fin, su hijo mayor
se diera cuenta de lo inadecuado de su forma de comportarse.
En ese cajn hay unos problemas de cuando yo iba al colegio le dijo con
amabilidad. Si te sirven para algo, puedes cogerlos.
Muchas gracias, me sern de gran utilidad contest Pip cortsmente.
Pip los examin con una evidente expresin de admiracin reflejada en la cara.
Qu claros y qu bien resueltos! dijo Pip con un suspiro. Me pregunto si
alguna vez ser capaz de hacerlos tan bien como t. Cuntos aos tenas, pap,
cuando los hiciste?
Aproximadamente tu edad contest el capitn cogiendo los papeles.
Los examin con la cabeza ladeada. Estaba muy orgulloso, aunque ya no se
acordaba en absoluto de cmo se hacan los quebrados y no sera capaz de hacer una
raz cuadrada ni para salvar su propia vida.
No obstante, creo que no debes desanimarte, Pip. Recuerdo que yo era bastante
mejor que el resto de mis compaeros en esta materia. No podemos destacar todos en
lo mismo, pero me alegro de que empieces a darte cuenta de la importancia del
trabajo.
S, pap.

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Meg se haba dirigido a la sala y estaba sentada en el suelo delante del musiquero
con unas tijeras, un dedal y un rollo de cinta azul sobre la falda, y los cuadernos de
msica de su padre esparcidos a su alrededor. El capitn sola quejarse de que se
caan a pedazos.
Al pasar junto a la puerta, su padre la vio y le dirigi una mirada complacida.
Gracias, Margaret: lo estaba necesitando como el comer. Me alegro de que seas
capaz de hacer algo de provecho le dijo.
S, pap.
Meg sigui cosiendo hacendosamente.
Cuando volvi al despacho, vio la cabeza de Pip inclinada aplicadamente sobre la
mesa y rodeada por una pirmide de libros y papeles. Escribi otras dos cartas; poco
despus, se oyeron unos golpecitos en la puerta.
Adelante grit, y entr Nell.
Llevaba con mucho cuidado una bandeja cubierta con un paito blanco como la
nieve en la que haba un vaso de leche y un platito con moras. La dej delante de su
padre.
He pensado que a lo mejor te apeteca tomar algo dijo con amabilidad, y un
repentino ataque de tos se apoder de Pip.
Pero hijita! dijo. Se qued mirando la bandeja pensativamente. El ltimo
vaso de leche que tom, Nellie, me lo ofreci el ayudante de Barlow en Rugby,
cuando yo tena la edad de Pip. Me sent mal y, desde entonces, no he vuelto a
probarla.
Pero esta vez no te har dao. Vas a bebrtela?
Nell le dirigi una de sus miradas ms hermosas.
Antes me bebera el agua del cubo de fregar, hija cogi una mora y se la
comi haciendo una mueca. Todava no estn maduras.
Cuando te hayas comido seis o siete, ya no notars que estn cidas dijo la
nia con impaciencia. Pero el capitn las dej a un lado.
Me basta con tu palabra luego, la mir con curiosidad. Por qu se te ha
ocurrido traerme algo, Nellie? No recuerdo que lo hayas hecho nunca.
Pens que a lo mejor tenas hambre, despus de haber estado aqu encerrado
tanto tiempo escribiendo cartas contest con suavidad. Pip volvi a toser
aparatosamente, y Nell se retir.
Fuera, en el jardn, Judy estaba cortando el csped bajo un sol abrasador.
Slo tenan un empleado y, como generalmente estaba muy atareado ocupndose
del establo y de los caballos, el jardn creca a su antojo. Ms de una vez el capitn
haba comentado molesto que estaba muy descuidado y que le daba vergenza que
fuera alguien a visitarlos.
As que Judy, pletrica de entusiasmo y armada con una hoz excepcionalmente

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grande, se dispuso a cortar el csped.
Dios mo, Helen, te vas a cortar un pie! grit su padre, alarmado. Haba
salido al porche para fumarse un puro suave que le quitase el sabor de la mora en el
preciso momento en que Judy decapitaba, de una certera pasada, un ejrcito entero de
dientes de len con sus yelmos amarillos.
Se volvi hacia l y le dirigi una radiante sonrisa.
Oh, no, pap! Fjate, soy un hacha cortando el csped.
Descarg otra alarmante pasada, aunque, eso s, cientficamente estudiada.
Mira esto, es-s-to y es-s-s-to!
Al decir es-s-to se llev por delante un trozo del vestido que llevaba puesto, y
al decir es-s-s-to cort la parte superior de un rosal; pero eso, claro est, son gajes
del oficio.
Siempre hay accidentes, les pasa hasta a los mejores cortadores de hierba
coment Judy sin inmutarse, levantando la hoz dispuesta a descargar un nuevo golpe.
Djalo inmediatamente, Helen! Por qu no te vas a jugar tranquilamente a las
muecas y dejas de hacer cosas raras? dijo el capitn, irritado.
Y yo que lo haca slo para agradarle dijo la nia dirigindose
aparentemente a los dientes de len.
A l no le agradara tenerte que proporcionar una pierna de madera, ni tener
que volver a plantar de nuevo todo el jardn dijo con sequedad el capitn. Deja
eso.
Bueno, pero espera que termine con este lado: no lo voy a dejar a medias, como
un hombre con una sola mejilla afeitada. Baja y ven a verlo; es muy fcil, hasta t
podras hacerlo.
El capitn disimul una leve sonrisa bajo el bigote. La pequea tena un aspecto
tan cmico all de pie, con el vestido corto de siempre, un sombrero lleno de agujeros
sobre la maraa de rizos oscuros, los ojos brillantes, la cara arrebolada, la enorme hoz
en las manos y las palabras descaradas siempre a punto.
Baj y examin de cerca el trabajo de Judy. Estaba muy bien, como todo lo que la
chiquilla se propona, travesuras incluidas, y, lo ms importante de todo, sus piernas,
enfundadas en unas medias negras, seguan todava en buen estado de conservacin.
Ejem, ejem! Bueno, puedes terminarlo. Pat est muy ocupado. Dnde has
aprendido a cortar el csped, doa Perfecta? Y por qu se te ha ocurrido hacerlo?
Judy se levant con un soplo los rizos que le caan sobre la frente sudorosa.
A, cretelo, es de nacimiento respondi inmediatamente; y B, t qu
crees? No te quiero y me gusta complacerte?
Volvi a entrar en casa lenta y pensativamente. Judy siempre le desconcertaba. De
todos sus hijos era a la que menos entenda y, a veces, le preocupaba pensar en ella.
Hasta entonces no era ms que una nia inteligente, ingeniosa y, a menudo,

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impertinente; pero notaba que era completamente distinta a los dems y, cuando se
detena a pensarlo, cosa que no suceda con demasiada frecuencia, le invada una
profunda sensacin de malestar.
Record que su primera esposa le haba comentado ms de una vez que temblaba
ante el futuro de Judy. Aquel incansable fuego que le brillaba en los ojos inquietos,
que le encenda las mejillas y prestaba una admirable energa a su joven y flexible
cuerpo, poda hacer de ella una mujer noble, emprendedora, brillante, o llevarla a
naufragar ante escollos con los que los dems jams se enfrentaran, ardiendo cada
vez con ms y ms intensidad hasta consumirla.
Cuida de ella haban sido las casi ltimas palabras de la angustiada madre
cuando, a la luz que surge cuando el mundo se apaga, haba visto con terrible claridad
las piedras y zarzas que saldran al paso de aquel singular par de pies, pequeos e
impacientes.
Y haba muerto, y Judy estaba tropezando con ellas. Pero su padre no poda
cuidarla, porque no tena ni idea de cmo hacerlo.
Mientras suba hacia el mirador y atravesaba el vestbulo, deseaba, casi
piadosamente, que Judy no estuviera modelada de un barro tan diferente al de los
dems y suspiraba por poder apagar aquel extrao fuego que la nia llevaba dentro y
que tanto desasosiego le produca a l. Aspir con fuerza el cigarro y suspir
profundamente; luego, gir sobre sus talones y se dirigi hacia los establos para
olvidarse de todo.
El capataz estaba fuera adiestrando a uno de los caballos en el extenso potrero;
pero haba algo extrao en las caballerizas, de modo que entr.
Una pequea figura, calada hasta los huesos, meta y sacaba del cubo algo con
gran entusiasmo.
Al or el ruido de sus pasos, Baby se volvi y levant hacia l la carita sudorosa.
Estoy baando a tuz gatitoz, y a Cazquivano tambin dijo radiante.
Horrorizado, el capitn dio un paso hacia adelante.
All estaban sus dos gatitos favoritos, temblorosos, desolados, sumergidos hasta el
cuello en agua jabonosa. Y Casquivano, el hermoso foxterrier que acababa de
comprar para su mujer, sometido al mismo proceso de limpieza, era remojado y
restregado hasta casi perder el sentido, mientras permaneca encadenado a un poste,
asustado, empapado y afligido.
Mira qu limpitoz y bonitoz estn. Ya no tienen pulgaz. Eztz contento? Ya
puedez dejar que Cazqui zuba a tu cama y Ojoz Negroz ezt
La pobre Baby nunca termin su discurso. Tena una idea confusa de haber odo a
su padre soltar un taco y de que alguien la sacuda de una manera muy poco delicada
y la sacaba del establo, mientras que los pobres animales eran secados y tratados con
toda consideracin.

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Pero lo peor no haba llegado todava, y sus resultados fueron tan desastrosos que
los jvenes Woolcot decidieron no volver jams a arrogarse virtudes que no posean.
Bunty, por supuesto, deseaba ayudar a la causa con tanto entusiasmo como los
dems; y, con este fin, lo primero que hizo fue dirigirse a su habitacin y lavarse a
fondo la cara, el cuello y las manos. Luego, satisfecho de su aspecto reluciente y de
sus manos limpias, baj y se coloc delante de las mismas narices de su padre,
intentando arrancarle algn comentario favorable.
Pero cuando todo lo que obtuvo fue un irritado vete a jugar, se dio cuenta de
que tena que buscar un nuevo modo de apaciguamiento.
Vagabunde por el despacho, pensando limpiar las estanteras; pero Pip, rodeado
de libros por todas partes, estaba tallando un palo para hacerse un tirachinas, as que
volvi a salir. Despus, subi al piso de arriba y explor el dormitorio y el cuarto
donde se vesta su padre. Este ltimo era un excelente campo de operaciones. Sobre
una silla haba un uniforme de gala. A Bunty le pareci que los botones dorados
brillaban menos de lo que deberan, de modo que dedic un intil cuarto de hora a
sacarles brillo. Luego, bru unas espuelas, aunque sin demasiado xito, todo hay
que decirlo. Despus, se march a buscar una nueva tarea.
En un rincn de la habitacin haba una coleccin de botas polvorientas y un gran
frasco de barniz negro, de aspecto grasiento, encima de la repisa de la chimenea.
Bunty concibi la brillante idea de limpiar todas las botas y ponerlas en fila para que
su padre pudiera verlas y se pusiera contento. Encontr en el suelo un pauelo sucio
de batista fina, derram sobre l una considerable cantidad de barniz y atac con
entusiasmo el primer par.
Como eran de piel autntica, un brillo deslumbrador le recompens
inmediatamente; pero, por ms que frot, no consigui que brillara el par siguiente, ni
el otro, ni el otro. En la escalera se oyeron los firmes y conocidos pasos de su padre, y
Bunty se detuvo un instante dando expresin de bondad a su cara sucia.
Pero aquella expresin desapareci enseguida, y una mirada de horror la
reemplaz. Para mayor comodidad, haba dejado el frasco en un gran silln mientras
l estaba sentado en el suelo, y en ese momento se dio cuenta de que se haba volcado
y de su cuello brotaba un chorro negro y horrible.
Y era el silln en el que estaba el uniforme, y una de las mangas estaba
empapada, y la inmaculada camisa que estaba junto al uniforme, esperando un botn,
tambin estaba empapada y pringosa. Horrible! Bunty ech una mirada desesperada
por toda la habitacin buscando un sitio para esconderse, pero no haba rincones
donde cobijarse, ni cortinas, y tampoco le daba tiempo a entrar en el dormitorio y
meterse debajo de la cama. Junto a la ventana haba un cofre de gran tamao lleno de
medicinas, y Bunty, desesperado, se introdujo en l con las piernas dobladas, la
cabeza entre las rodillas y un peligroso tintinear de frascos en los odos. Y un minuto

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despus, su padre entr en la habitacin.
Dios mo! Vlgame Dios! exclam, y Bunty empez a temblar de los pies a
la cabeza.
Luego solt rpidamente una retahla en extranjero, como sola decir Judy; le
dio una patada a algo y, en un tono terrorfico, grit:
Esther!
Pero Esther estaba fuera dando un paseo con General, y no hubo respuesta.
Ms idioma extranjero, ms patadas.
A Bunty le castaeteaban ruidosamente los dientes; levant un brazo para
sujetarse la boca, y el cofre, desequilibrndose, se vino abajo y arroj a su ocupante a
los pies de su padre, mientras un montn de frascos se esparcan por todas partes.
Yo no yo no he yo no he sido, la culpa no ha sido ma! aull,
retrocediendo de espaldas hacia la puerta. Uy, uy, ay! Esther! Ay, ay!
Judy Oh, oh, oh, ay!
Como caba esperar, el capitn haba cogido una correa que estaba all muy
oportunamente y le estaba demostrando a su hijo lo que se poda hacer con ella.
Oh, ay, ay, oh, oh, ay, oh! No he tenido la culpa, la culpa
no ha sido ma, es de Pip y Judy! Oh, ay, ay, oh, el teatro! Ay, ay,
oh, oh, me ests matando, uy, uy! Slo lo haca! Ay, ay, ay! Lo
haca para complacerte! Uy, uy, para complacerte!
Su padre se detuvo con la correa levantada.
Por eso se estn comportando los dems de una forma tan extraa? Slo para
que os lleve al teatro?
Bunty forceje para liberarse.
Bueno, yo s, pero yo no, yo nunca, de verdad Oh, no ha sido
culpa ma! Han sido los otros Ay, ay, pgales tambin a ellos!
Y se gan otros tres correazos. Luego, se fue llorando al cuarto de los nios,
donde se tir al suelo, dando patadas y revolcndose como si estuviera a punto de
morirse.
Sois unos chi chi chivatos! solloz, dirigindose a los dems, que
haban llegado corriendo atrados por el alboroto. Sois unos cerdos! Y yo me
qued si si sin po po pollo, y en en encima me me la he ga ga
ga ganado! So so sois unos chi chi chivatos! Oh, ah, ay, ay! Me
es es estoy de de de desangrando, lo s s s s!
Los dems no podan contener la risa; Bunty se pona irresistiblemente cmico en
cuanto se le tocaba. Pero lo consolaron como pudieron, intentando averiguar qu
haba pasado.
Esther lleg enseguida muy preocupada.
Qu ocurre? preguntaron conteniendo el aliento.

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La verdad es que sois los nios ms insoportables que he conocido contest
enfadada.
Pero el teatro Venga, Esther, se lo has preguntado? gritaron impacientes.
El teatro! Dice que preferira tener que indemnizar a los actores antes que uno
slo de vosotros vea la funcin. Y os est muy bien empleado! Meg, por Dios, ponle
algo seco a Baby, mira cmo est. Y Judy, si de verdad me quieres, qutate ese
vestido. Bunty, pelmazo, si no dejas de llorar, voy a llamar a tu padre. Nell, qutale
las tijeras a General, se va a sacar un ojo.
La joven madrastra se reclin en la silla y ech una trgica mirada a su alrededor.
Jams haba visto tan enfadado a su marido. Y su hermosa boca tembl al recordar
que pareca echarle a ella la culpa de todo lo que pasaba.
Meg no se haba movido; el agua caa lentamente del vestido de Baby, formando
un charco en el suelo; Bunty segua desahogndose emitiendo espasmdicos ays y
uys. Judy silbaba borrascosamente y General, castigado sin tijeras, chupaba una de
sus botas llenas de barro.
Siete, y yo slo tengo veinte aos! dijo con tristeza. Qu horror. Dios
mo, qu horror!

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4 General va a la academia

ERA un da despus de los acontecimientos relatados en el ltimo captulo, como


suele decirse en el lenguaje de los libros. Judy estaba sentada en la mesa del cuarto de
los nios, con la mejilla apoyada en las rodillas y las manos, delgadas y morenas,
alrededor de stas.
Es una vergenza! exclam. Una verdadera vergenza! Para qu sirve
tener padres? Me gustara saberlo.
Oh, Judy dijo Meg, que estaba acurrucada en un silln, absorta en la lectura
de un libro. Pero lo dijo mecnicamente y slo como un deber, porque, a fin de
cuentas, nicamente tena tres aos ms que Judy.
Imaginaos lo que nos divertiramos si no viviera con nosotros continu Judy
tranquilamente, sin hacer caso a Meg. Fijaos, tendramos pollo tres veces al da y
podramos ir al teatro siete noches a la semana.
Nell apunt que no haba representaciones el domingo, pero Judy no se desanim
por ese pequeo detalle.
Sera una especie de teatro mstico dijo pensativamente. Con hermosos
dibujos sobre Tierra Santa, una msica preciosa, nios vestidos de blanco cantando
salmos, todo lleno de colores brillantes y sin colectas para recoger calderilla. Y, por
supuesto, no habra sermones ni letanas.
Oh, Judy! murmur Meg pasando una hoja.
Judy separ las manos, y luego volvi a abrazarse las rodillas con ms fuerza que
antes.
Seis entradas desperdiciadas! Treinta hermosos chelines! Slo porque
tenemos un padre!
Se las ha mandado a los Digby Smith inform Bunty, y escribi en el
sobre: Con mis mejores saludos. J. C. Woolcot.
Judy refunfu.
Seis horribles Digby Smith sentados en el teatro, viendo nuestra funcin con
sus seis horribles ojos coment con amargura.
Bunty, ms aficionado a las matemticas, quiso saber por qu no con sus doce
horribles ojos, y Judy se ech a rer y se baj de la mesa de un salto, despus de haber

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expresado el perverso deseo de que todos los Digby Smith se cayesen por la
barandilla del palco antes de que se levantara el teln. Meg cerr el libro de golpe.
Se ha ido ya Pip? Pap estar enfadadsimo. Qu cabeza tengo! exclam
. Dnde est Esther? La ha visto alguien?
Pero Meg! dijo Judy. Hace por lo menos dos horas que se march delante
de tus narices. Ha ido a Waverley. Entr a decrtelo y a decirte tambin que confiaba
en que te ocuparas del capote de pap, y t contestaste: Mmm muy bien.
Sobresaltada, intent hacer memoria.
Tena que limpiarlo? pregunt asustada, retirndose el pelo de la frente.
Oh, chicas! Qu era lo que tena que hacer?
Limpiarlo con gasolina, plancharlo mojado, conservarlo en un lugar fresco para
que mantenga el calor y meterlo en el horno hasta que se dore detall Judy
inmediatamente. No lo oste, Margaret? Esther se tom la molestia de explicrtelo
bien.
Meg volvi a juguetear con el pelo desesperadamente.
Qu voy a hacer ahora? dijo con los ojos cuajados de lgrimas. Qu va a
decir pap? Oh, Judy, podas habrmelo recordado!
Nell le pas un brazo por los hombros.
Est bromeando, Meggie; Esther se ocup de ello y dej el capote preparado en
el vestbulo. Lo nico que tienes que hacer es drselo a Pip. Pat tiene que llevar el
coche a la ciudad esta tarde para que le arreglen el asiento de atrs y Pip va a
acompaarle, eso es todo. Estn enganchando los caballos, todava ests a tiempo.
El causante de tanta inquietud era el capote que Bunty haba hecho todo lo
posible por estropear. Perteneca al uniforme de gala del capitn y lo necesitaba para
ir a cenar a Barracks aquella misma noche. Esther se haba pasado toda la maana
limpindolo con una esponja, y haba dejado dicho que lo llevaran a Barracks por la
tarde.
El coche, conducido por Pip y con Pat como espectador enfurruado, gir
majestuosamente delante de la puerta. Cogieron el paquete con el capote y lo
colocaron debajo del asiento. Ya iban a marcharse cuando apareci Judy en el porche
llevando a General en brazos.
Vente t tambin, Fizz, hay sitio de sobra. No hay ninguna razn para que no
vengas le propuso Pip sin pensrselo dos veces.
Oh! dijo Judy con ojos brillantes. Dio una impetuosa zancada hacia adelante
y levant un pie para subir al coche.
Creo que te deberas poner algo encima del vestido le recomend Pip, est
lleno de manchas de mermelada.
Judy entr en el vestbulo como una exhalacin y volvi con su abrigo; deposit a
General en el suelo mientras se lo pona, y luego lo volvi a coger y se lo entreg a

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Pip.
Tiene que venir tambin dijo; le promet a Esther que no lo perdera de
vista ni un minuto. ltimamente se preocupa mucho por l. Ni que fuera a romperse!
Pip rezong un poco, pero General le ech los brazos dirigindole una sonrisa
cautivadora y no tuvo ms remedio que cogerlo mientras Judy se encaramaba al
carruaje.
Podemos volver en el tranva hasta Quay, y luego coger el barco propuso
Judy, sentando a duras penas al nio entre ellos. A General le encanta viajar en
barco.
Se alejaron rpidamente; el desvencijado carruaje dej atrs las puertas y
descendi por el camino, llevndose a Pip, a una Judy de ojos brillantes, a General,
que se chupaba con deleite el dedo pulgar, y a Pat, sonriente y satisfecho despus de
haber recobrado las riendas.
El viento que vena del ro barra la franja de las tierras de Crown y haca circular
impetuosamente la sangre joven por sus venas; causaba estragos en los rizos de Judy
y tea sus mejillas de un rojo encendido; excitaba a General, que no dejaba de patear
y rerse, y obligaba a Pip a sujetarse el sombrero en la nuca, mientras silbaba
alegremente.
As siguieron hasta que llegaron a la ciudad, momento en el que tuvieron que
plegarse a las convenciones sociales.
Camino de Paddington, un jinete aminor el paso. Pip se quit el sombrero con
un airoso ademn y Judy le dedic una sonrisa franca y agradable, porque era un
antiguo coronel al que conocan desde haca tiempo y recordaban su buen humor y
liberalidad.
Bueno, seorita, qu tal, Pip? dijo sonriendo cordialmente, mientras su
caballo caracoleaba alrededor del carruaje. Si tambin est aqu General! Adnde
vais?
A Barracks, a llevarle una cosa a nuestro padre contest Pip. Judy miraba al
inquieto animal con ojos de admiracin. Luego, volveremos a casa.
A pesar de las bruscas sacudidas que daba el caballo, el anciano consigui meter
una mano en su bolsillo.
Tomad, para que os pongis enfermos por el camino dijo dndoles dos
medias coronas; pero a m no me pasis la cuenta del mdico.
Roz suavemente con la fusta la mejilla de General, salud a Judy con una
inclinacin de cabeza y parti a medio galope.
Los dos hermanos se miraron con ojos brillantes.
Cocos dijo Pip y pasteles y caramelos, y el resto para el futboln.
Judy dijo que no con la cabeza.
Y yo, qu? pregunt. Deja el futboln para el colegio. Yo voto por unas

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yuyubas, helados y una mueca de cera.
Y una abuela de cera! replic Pip. No te irs a comportar ahora como una
nia, espero luego, casi con uncin, aadi: Gracias a Dios, siempre has odiado
las muecas, Fizz.
Judy dio un brinco en el asiento y estuvo a punto de tirar a General, lo que
provoc un torrente de reproches por parte del cochero.
Ya s dijo, y casi estamos a mitad de camino. Oh, ser estupendo, ya lo
vers!
Pip le apremi para que se explicara.
Acuario Bondi: patines, botes, tiovivos, montaa rusa. Tres peniques el viaje!
contest con pocas palabras.
Qu idea! silb suavemente Pip, dndole vueltas en la cabeza. Nos
quedara algo para comprar golosinas, y quiz tambin para el futboln luego
frunci el ceo. Y el nio? Para qu te lo has trado? Tenas que ser una chica.
Siempre estropendolo todo!
Judy le mir confusa.
Ya casi no me acordaba dijo molesta. No podramos dejarlo en algn
sitio? Por qu no se lo dejamos a alguien para que se ocupe de l mientras vamos?
Sera una pena tener que desistir slo por su culpa. Y encima, est empezando a
llover. No nos lo podemos llevar.
Haban llegado al pie de la colina donde se encontraba la academia y Pat les dijo
que tendran que hacer andando el resto del camino, o no conseguira tener el asiento
de atrs del carruaje arreglado para volver esa misma tarde.
Pip salt del carruaje y cogi a General, todo en un abrir y cerrar de ojos, y Judy
baj tras l, llevando cuidadosamente el preciado paquete. En silencio, subieron por
la cuesta de asfalto hasta la puerta de la residencia de oficiales.
Y bien? pregunt Pip quejumbrosamente, una vez que estuvieron arriba.
Date prisa. No se te ha ocurrido nada?
Como muy bien saba Pip, el hecho de que Judy levantara las cejas y se mordiera
los labios indicaba que estaba absorta en profundos e intrincados pensamientos.
S contest Judy con calma. Tengo un plan que creo que funcionar y
un repentino fuego pareci apoderarse de ella: Quin es el padre de General? Eh,
quin es? pregunt atropelladamente. Los padres no deben cuidar de sus
hijos? Y no se merece que se lo llevemos por castigarnos sin ir al teatro? Y no es el
acuario demasiado maravilloso para que nos quedemos sin ir por su culpa?
Y qu? pregunt Pip, cuyo cerebro, ms lento que el de Judy, no poda
seguir su rpido razonamiento.
Voy a dejar a General aqu en Barracks durante un par de horas, hasta que
volvamos. Su padre es la persona adecuada para cuidarlo Judy agarr sin

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miramientos la gordezuela manita de General y abri la puerta.
Fizz observ Pip, nos vamos a meter en un buen lo. Creo que no
deberamos La verdad, Judy.
Ya vers cmo no dijo Judy resueltamente. Bueno, a lo mejor se enfada un
poco, pero el acuario lo merece. Mira cmo llueve; si nos lo llevamos, el pobrecito va
a coger un catarro, o rema, o qu s yo. All est pap, junto a la pista de tenis,
hablando con un seor. Me deslizar sin que me vea y entrar en su habitacin para
dejar encima de la cama el paquete y a General. Despus, le dir a un soldado que
vaya a avisarle de que ya ha llegado el paquete, y en cuanto se dirija hacia all, saldr
pitando, cogeremos el tranva y nos iremos al acuario.
Pip volvi a silbar suavemente. Estaba acostumbrado a las atrevidas
proposiciones de su hermana, pero aquella vez se haba superado.
Pe pe pero apunt intranquilo, Judy, qu va a hacer con el nio
durante dos interminables horas?
Lo cuidar contest Judy con prontitud. Estaramos apaados si un padre
no pudiera ocuparse de su hijo durante dos horas. Adems, mira, volveremos a
buscarlo en cuanto salgamos del acuario, y le diremos a pap que, como llova
mucho, pensamos que era mejor que se quedara aqu, no fuera a ser que se pusiera
enfermo; pero que, como tenamos prisa porque se nos iba a escapar el tranva y l no
estaba, tuvimos que dejarlo encima de la cama hasta que llegara. Ves, Pip? Es
sencillsimo!
A pesar de todo, Pip no pareca demasiado convencido.
No me gusta esto, Fizz volvi a repetir; se va a poner hecho una fiera.
Judy le dirigi una mirada furiosa.
Vete a ver si viene el tranva que va a Bondi dijo. Y Pip, encantado de tener
un momento de respiro, volvi a desandar lo andado. Cuando se volvi, Judy ya se
haba ido.
Recorri el camino de arriba abajo varias veces, con las manos metidas en los
bolsillos.
Fizz va a conseguir que nos la carguemos de una vez por todas murmur,
mirando con tristeza la puerta por la que Judy haba desaparecido.
Se ech hacia atrs el sombreo y se mir sombramente las botas, preguntndose
por las consecuencias de aquella nueva travesura. Oy junto a l unas ligeras pisadas.
Vamos dijo Judy, tirndole de una manga; ya est, venga, vamos a
divertirnos. Tienes el dinero?
Eran las dos en punto cuando cruzaron la puerta y se encaminaron hacia la parada
del tranva. Y eran las cuatro y media cuando se bajaron de un tranva perifrico y
volvieron a cruzar la puerta, dispuestos a recoger su carga.
Lo haban pasado de miedo! Una vez dentro del acuario, incluso Pip haba

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dejado de lado sus escrpulos de conciencia y dedic todas sus energas a disfrutar a
fondo. Judy estaba como loca. Se gast un cheln en la montaa rusa y afirm que el
veloz y desconcertante movimiento era divino. Pip, que se mare en el primer
viaje, renunci a montarse una segunda vez y se qued mirando, con el corazn en un
puo, cmo Judy desapareca de vez en cuando, diciendo adis alegremente desde el
peligroso cochecillo. Despus alquilaron un par de patines cada uno y se llenaron el
cuerpo de cardenales a base de caerse al suelo. Ms tarde se montaron en un tiovivo;
pero a Judy, despus de las emociones de la montaa rusa, aquello le pareci muy
aburrido y se neg a despilfarrar en l otros tres peniques, contentndose con ver
cmo Pip daba vueltas y ms vueltas y corra como una loca para mantenerse a su
misma altura el mayor tiempo posible. Terminaron la tarde con una minuciosa
inspeccin a las peceras, un ligero repaso a las tartas de mermelada dudosamente
frescas y dos peniques de cacahuetes. Y, como te dije antes, seran las cuatro y media
cuando volvieron a subir apresuradamente el camino que conduca hasta la puerta de
la academia.
Espero que se haya portado bien dijo Judy mientras giraba el pomo de la
puerta. Venga, Pip, ven t tambin, no te hagas el remoln. Veinte azotes o
puntapis a repartir entre dos, tocamos a diez cada uno.
Subieron la escalinata de piedra y se detuvieron junto a una puerta.
Cerca de ella haba un grupo de oficiales charlando y rindose.
Creedme, fue un autntico espectculo ver a Wooly coger al pequeo, meterlo
deprisa y corriendo en el coche y subirse despus, todo con expresin de dignidad
ofendida dijo uno de los oficiales mientras los dems se desternillaban de risa.
Otro de los componentes del grupo expuls el humo de un puro y coment:
Pareca un pordiosero. Cerr los puos, y uno de ellos aterriz en el ojo de su
padre. Luego, se le cay una bota y nos apresuramos todos a recogerla, pero estaba
para tirarla, completamente llena de barro, y el viejo Wooly enrojeci hasta las orejas
mientras intentaba ponrsela.
Una figura con un abrigo increblemente corto y rado, un sombrero encasquetado
sobre la maraa de rizos negros y unas piernas largas y delgadas enfundadas en unas
medias negras se abri paso entre el grupo.
Estn ustedes hablando de mi padre dijo arrogante con la cabeza muy alta
y no entiendo qu es lo que les hace tanta gracia. Est aqu todava, o se ha
marchado ya?
Dos de los hombres parecan un poco avergonzados; el tercero se quit la gorra.
Siento mucho que haya sorprendido nuestra conversacin, seorita Woolcot
se disculp amablemente. No obstante, no hemos cometido un dao irreparable,
verdad? S, su padre se ha marchado en un coche. No tena ni idea de cmo haba
podido llegar el pequeo hasta su cama, y no poda ocuparse de l. Supongo que se lo

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habr llevado a casa.
Algo parecido a una mirada de vergenza se asom a los brillantes ojos de Judy.
Me temo que he puesto a mi padre en una situacin embarazosa dijo
sosegadamente. Fui yo quien dej aqu a Gen, mi hermano, porque no saba qu
hacer con l durante una o dos horas. Pero pensaba llevrmelo a casa yo misma.
Hace mucho que se ha marchado?
Una media hora contest el oficial, intentando no rerse de los modales de la
chiquilla, ms propios de un adulto que de una nia.
Bien, gracias. Quiz podamos alcanzarle. Vamos, Pip salud grave y
distantemente y se dio la vuelta, baj por la escalinata y cruz la puerta, siempre
seguida por Pip.
En buen lo nos hemos metido dijo Pip.
Judy asinti con la cabeza.

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Es lo ms terrible que hemos hecho en nuestra vida. Imagnate a pap
llevndose a rastras a General. Dios mo!
Judy volvi a asentir con la cabeza.
Es que no sabes hablar? le pregunt Pip, irritado. T nos has metido en
esto. Yo no quera; aunque, por supuesto, te apoyar. Pero tienes que pensar algo
rpidamente.
Judy se mordisque las puntas de tres de los dedos del guante de la mano derecha
y le mir con abatimiento.
No hay nada que hacer, Pip dijo con tristeza. No pens que las cosas
ocurrieran as. Supongo que lo mejor que podemos hacer es volver directamente a
casa y entregarnos para que nos castigue. Se enfadar muchsimo ms si intentamos
poner excusas, as que lo mejor ser poner buena cara al mal tiempo y aguantar el
chaparrn.
Pip estaba enfurecido. La insult por hacer una cosa as. Judy no se lo reproch.
Fueron en tranva hasta Sydney y all cogieron el barco. Se acomodaron en un
rincn y examinaron la situacin con toda seriedad. Luego, Pip se levant para dar un
paseo con la intencin de tranquilizarse, pero volvi enseguida plido y asustado.
Est en el barco dijo horrorizado.
Dnde, dnde, dnde? Qu, qu, qu? grit Judy involuntariamente
saliendo de su ensimismamiento.
En la cabina, ms abatido que un pavo en Navidad. Tiene agarrado a General
como si temiera que se le fuera a escapar volando.
Por primera vez, Judy pareca asustada.
Nos escondemos? Que no nos vea. De nada servira ofrecernos ahora para
llevar a General a casa. Tenemos que preparamos, Pip.
Pip gru y Judy se levant.
Deslicmonos hasta all sin que nos vea propuso Judy y veamos si est
muy enfadado.
Caminaron con precaucin por la cubierta, detenindose en un lugar desde el que
podan observar sin ser vistos. El pobre General estaba sentado junto a su severo
padre, que le tena firmemente sujeto por el cuello del abrigo de lana. Se estaba
chupando la mano sucia, aunque no por eso dejaba de mirarse la bota marrn,
pensando que sera un delicioso manjar. Ya se la haba quitado una o dos veces,
dispuesto a llevrsela a la boca; pero su padre, enfadado, la haba interceptado por el
camino y se la haba vuelto a poner. Quera bajarse de aquel incmodo asiento y
arrastrarse por la cubierta para averiguar de dnde proceda el ruido que se oa, pero
no poda librarse de aquella mano de hierro que le sujetaba. No era extrao que el
chiquillo tuviera un aspecto tan afligido!
Por fin, el barco atrac en el muelle, cerca de Desorden, y el capitn

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desembarc llevando en brazos, con sumo cuidado, a su hijo. Subi lentamente por el
camino ocre que el carruaje haba recorrido alegremente unas seis o siete horas antes,
seguido por Judy y Pip a una distancia prudencial. Ya en la puerta, el capitn se dio
cuenta y les hizo seas, irritado, para que se acercasen. Judy palideci, aunque
obedeci enseguida, y Pip, una vez recobrada la calma, subi tras ella.
Judy slo se acordaba confusamente de lo que haba pasado durante la media hora
siguiente. Saba que haba habido una borrascosa escena en la que toda la familia,
incluida Esther, recibi una considerable cantidad de reproches y acusaciones.
Luego, Pip sufri una buena paliza, a pesar de que Judy declar insistentemente
que la culpa era suya, que Pip no haba hecho nada. Tambin recordaba haberse
preguntado, temblando, al ver que su padre apartaba a un lado a Pip y se quedaba
mirndola fijamente con la fusta en la mano, si sera capaz de tratarla tan severamente
como a su hermano.
Pero baj la fusta y le puso una pesada mano en el hombro.
El prximo lunes dijo lentamente, el prximo lunes te llevar interna al
colegio. Esther, por favor, ocpate de que la ropa de Helen est preparada para el
prximo lunes por la maana, cuando la lleve al colegio.

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5 La maana del lunes siguiente

EN el vestbulo haba un bal y una enorme y baqueteada maleta, llenos de


etiquetas en las que poda leerse: Seorita Helen Woolcot, Residencia Burton,
Mount Victoria.
En el cuarto de los nios, el desayuno transcurra agitadamente.
Meg, que no dejaba de hipar aparatosamente mientras serva el t, tena los azules
ojos enrojecidos e hinchados de llorar. Pip permaneca inmvil encima del felpudo
que cubra la piedra de la chimenea, mirando sombramente su plato y negndose en
redondo a desayunar; General estaba muy entretenido dando golpes con la taza en el
plato y Bunty coma pan con mantequilla silencioso y apenado.
Judy, con la cara plida y los ojos secos, estaba sentada a la mesa, con Nell y
Baby asidas a su brazo. Durante los tres das que haban pasado entre aquel jueves
negro y aquella triste maana, Judy se haba mostrado obstinadamente
despreocupada. Jams su moral haba sido ms elevada, sus ojos ms brillantes y su
lengua ms afilada que durante aquel intervalo de tiempo. Haba fingido ante todo el
mundo, incluido su padre, que personalmente pensaba que ir interna a un colegio
tena que ser una experiencia muy divertida y que disfrutara muchsimo.
Pero aquella maana se haba derrumbado por completo. Hasta entonces, su
corazn fogoso e infantil haba estado dicindole que su padre no poda ser tan cruel,
que en realidad no tena intencin de mandarla fuera de casa, entre extraos, lejos de
su querido y viejo Desorden y de todos sus hermanos y hermanas. Slo lo hace
para asustarme, segua dicindose a s misma. Pero ella le demostrara que no era
una cobarde.
El domingo por la noche, cuando vio que bajaban el bal y metan en l sus cosas
y despus pegaban una etiqueta con su nombre, sinti que una mano helada le
oprima el corazn. Est haciendo todo esto para que parezca ms real, sigui
dicindose, a pesar de todo.
Y ahora, por la maana, ya no poda seguir engandose por ms tiempo. Esther
se haba acercado al borde de su cama y la haba besado apesadumbradamente, con
una expresin afligida en su hermoso rostro. Haba suplicado, como nunca antes lo
haba hecho, para que la pobre Judy fuese perdonada, pero el capitn se mostr

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inflexible. Era ella, y slo ella, la que siempre ideaba todo. Los dems se portaran
bien cuando Judy no estuviera all para incitarlos a hacer barrabasadas. Tendra que
irse. Adems, dijo, sera por su bien. Haba elegido para ella un colegio excelente.
Sus profesoras, aunque estrictas, eran muy amables, y Judy necesitaba mano dura. Lo
que, en cierto modo, no dejaba de ser verdad.
Al ver la cara apenada de Esther, Judy se sent en la cama completamente rgida.
No hay nada que hacer, hija; ya no tiene remedio dijo con suavidad. Pero
sers valiente, verdad Juju? Como dice Pip, siempre has sido de las que jams se dan
por vencidas.
Judy sofoc un sollozo y su carita plida se contrajo dolorosamente.
Muy bien, Essie. Bueno, vete a desayunar dijo haciendo un esfuerzo para
que no le temblara demasiado la voz; y, por favor, djame un ratito a General. Yo
lo bajar luego.
Esther deposit a su hijo sobre la almohada, y sali de la habitacin despus de
dirigirles una afectuosa mirada.
Cogi al pequeo entre sus brazos, se meti con l debajo de las sbanas, le dio
un abrazo furioso, casi desesperado, hundi la cara en su cuello suave y lleno de
hoyuelos y le bes hasta que le dolieron los labios.
El pequeo protest ante estas demostraciones de afecto y, finalmente, se opuso a
ser ahogado con un airado chillido. Judy se destap y salt de la cama, dejndole que
se escondiera entre los almohadones y que sacara las plumas de uno de ellos, que
estaba roto.
Se visti rpidamente, se pein con ms cuidado del que pona habitualmente y
luego cogi a General y se encamin con l hacia el cuarto de los nios. Los dems
ya estaban all, discutiendo con Esther. Las tres nias lloraban y protestaban; Pip, que
acababa de ser llamado a captulo por haberle faltado el respeto a su padre, estaba de
mal humor, y Bunty, sin saber qu hacer ante semejante crisis, se dedicaba a cazar
moscas y a arrancarles despus las alas malignamente.
Fue un desayuno tristsimo. Cuando son la campana que anunciaba el desayuno
de los mayores, Esther tuvo que marcharse. Todos le ofrecieron a Judy lo que haba
en la mesa amable y cortsmente. Pareca estar lejos de ellos, como una persona a la
que no se puede tratar trivialmente por la dignidad que le confiere su enorme dolor.
Llevaba un vestido completamente nuevo de estamea azul, limpsimo, recin
salido de las manos de la modista, unas botas negras y relucientes y unos calcetines
que no saban an lo que eran los agujeros. Todo ello ayudaba a hacer de ella una
Judy indiscutiblemente distinta de la atolondrada chiquilla de unos cuantos das antes,
aquella que sola bajar a desayunar vestida como si le hubieran echado la ropa encima
a la buena de Dios.
Durante unos instantes, Baby centr su atencin en las gachas; pero, despus, se

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dej invadir por sus sentimientos y, con un gemido, dio la vuelta a la mesa y se
abalanz sobre Judy, apoyndose en su brazo y sollozando. Su accin dio al traste
con el equilibrio de todos los hermanos. En un arrebato de pena, Nell le cogi el otro
brazo y se lo balance hacia adelante y hacia atrs. Las lgrimas de Meg cayeron
sobre la taza de t como gotas de lluvia; Pip hundi los talones en el felpudo, sin
saber muy bien qu le pasaba en los ojos; incluso el apetito de Bunty por el pan con
mantequilla disminuy.
Judy segua sentada sin decir nada; haba retirado su plato sin tocarlo y lo miraba
con una expresin de total desesperanza reflejada en su joven rostro. Pareca una
reina en miniatura momentos antes de ser ejecutada.
Luego, Bunty se levant de la silla, tap el caf con un plato para evitar que se le
escaparan las moscas y abandon solemnemente la habitacin. Volvi al cabo de un
rato con un frasco de conservas que contena una enorme rana verde.
Te la puedes quedar, Judy dijo casi con indiferencia. A lo mejor te
entretiene en el colegio.
El sacrificio no poda ser mayor, porque aquella rana era la preferida de Bunty.
Este gesto estimul a los dems; todos fueron a buscar algo que ofrecer a Judy
para que se acordara de ellos. Meg volvi con un brazalete trenzado, hecho con el
pelo de un poni ya muerto. Pip le dio una navaja de bolsillo de tres hojas; Nell, un
tiesto de almizcle que llevaba regando y cuidando ms de un ao, y Baby, una
mueca con la nariz rota, que era la benjamina de su extensa familia.
Gurdalo todo en el bal, Meg, me parece que hay sitio en la parte de arriba
dijo Judy con voz ahogada, profundamente conmovida por todos los regalos recibidos
. Ah, Bunty, ponle una tapadera a la ra ra rana, no? Podra perderse la pobre
dentro de ese bal tan grande.
Vale dijo Bunty. Cuidars de ella, verdad? Oh, Judy, oh!
Despus entr Esther, todava acongojada.
Ya est el coche anunci. Ests preparada, Ju? S valiente, pequea.
Pero la muchacha estaba plida como una muerta y completamente desmadejada.
Consinti que Esther le pusiera el sombrero, el abrigo nuevo y los guantes. Permiti
que la besara toda la familia; despus, fue arrastrada escaleras abajo por Esther y
volvi a ser besada por las nias y por las dos pacientes muchachas, quienes, a pesar
de sus travesuras, guardaban en el corazn un lugar para Judy.
Entre Esther y Pip la subieron al carruaje. Judy se acurruc en el asiento y mir
con ojos tristes al grupo, que permaneca en el porche en medio de la mayor
consternacin. Cuando sali el padre abrochndose los botones del abrigo, vio la
escena.
Qu tontera es sta? pregunt irritado. Esther, por Dios, t tambin vas
a hacer el ganso? los ojos de su mujer brillaban cuajados de lgrimas. Por mi

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vida! Cualquiera pensara que voy a llevar a la nia al patbulo, o que voy a dejarla en
la crcel.
Un profundo sollozo se escap de los plidos labios de Judy.
Si me dejas quedarme, pap, no volver a hacer nada que te disguste; y si
quieres, puedes pegarme, aunque sea muy fuerte.
Era su ltima tentativa, su ltima esperanza, y, mientras aguardaba la respuesta de
su padre, se mordi, hasta hacerlo sangrar, el tembloroso labio.
Djala que se quede, anda, deja que se quede. Nos portaremos bien rogaron
todos a coro desde el porche. Y Esther suplic: Djala que se quede, John, por
favor! pareca una nia ms.
Pero el capitn subi al coche de un salto y cogi las riendas de manos de Pat.
Creo que estis todos locos! grit. Va a una residencia francamente
buena; he pagado por adelantado un trimestre, y os puedo asegurar que no pienso
desperdiciar ese dinero.
Golpe al caballo con el ltigo y el coche cruz la puerta como una exhalacin. El
rostro menudo y afligido se perdi de vista.

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6 El encanto de los diecisis aos

MEG siempre haba tenido un cabello muy bonito, pero durante los dos ltimos
meses se haba cortado ella misma el flequillo y haba empezado a torturarlo
ponindose bigudes todas las noches. En un cajn tena un bote de mermelada lleno
de harina de avena, que usaba, mezclada con agua, cada vez que se lavaba, porque
haba odo decir que era muy bueno para el cutis. Todos los das, antes de acostarse,
se aplicaba vaselina en las manos y se pona unos viejos guantes de cabritilla para
dormir. Y todo el dinero que ahorraba lo empleaba en comprar Locin la Peca, para
quitarse los ligeros polvos, de un tono castao clido, que usaba para dar un poco de
color a su rostro.
Todas esas cosas eran el resultado de haber cumplido diecisis aos y tener una
amiga de diecisiete.
Aldith MacCarthy daba clases de francs con el mismo profesor que Meg dos
veces a la semana y, despus de un intercambio de chocolatinas, cintas para el pelo y
confidencias sobre las respectivas familias, surgi la amistad entre ellas.
Aldith tena tres hermanas mayores, a quienes imitaba en todo, y saba
considerablemente ms de la vida que la ingenua y romntica Meg.
Le prest varias novelas y revistas femeninas que la joven acogi con avidez,
sorprendida ante el nuevo mundo que se abra ante sus ojos. Hasta ese momento,
Charlotte Yonge, Louisa Alcott y la seora Wetherell haban constituido todo su sano
y saludable alimento.
Meg empez a soar con el momento en que podra recogerse su hermoso y
brillante pelo en un sencillo moo en la nuca o bien trenzarlo, formando una regia
corona, que era como se peinaban, invariablemente, las heronas de sus novelas. Su
trenza era muy poco romntica. Por eso, como paso intermedio, se cort el flequillo y
empez a rizarse las puntas. La primera vez que su padre la vio, se qued mirndola
fijamente y coment que pareca una dependienta, y Esther le dijo que era tonta; pero
el espejo y su amiga Aldith la apoyaron.
Despus, y siempre en secreto, se dedic a alargarse los vestidos, que le llegaban
por debajo de la rodilla. En la intimidad de su propio dormitorio, descosi las faldas
de dos o tres de sus vestidos, intercal un trozo de tela de forro para alargarlos y

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despus aadi un adorno en las cinturas de los trajes, para que no se notaran las
costuras. De esta manera consigui que las faldas fueran ms largas, con lo que su
figura pareca ms alta y esbelta, como muy bien saba.
Hasta aqu nada era perjudicial.
Pero Aldith empez a sentirse cada vez menos satisfecha de la cintura de su
amiga.
Por lo menos mides veintitrs pulgadas, Marguerite coment horrorizada en
cierta ocasin.
Nunca la llamaba Meg, porque era demasiado familiar y muy poco atractivo.
Meg compar su cintura con la hermosa y esbelta de su amiga y suspir
profundamente.
Cunto debera medir? pregunt casi sin atreverse.
Aldith le contest:
Dieciocho o diecinueve, como mucho, Marguerite; no se puede tener una figura
armoniosa con un contorno de cintura como el tuyo.
Pero Aldith no se haba limitado slo a hacrselo notar, sino que, adems, le haba
dado varios consejos prcticos, dicindole lo que tena que hacer. Y todos los das,
por la maana y por la noche, Meg se apretaba despiadadamente las cintas del cors,
encerrando su hermoso cuerpo en un espacio cada vez ms reducido. Haba
conseguido, por fin, tener un contorno de veintiuna pulgadas, lo que significaba una
evidente reduccin, y haba tenido que meter las costuras de todos sus vestidos.
Renunci a los partidos de criquet por las tardes y no volvi a jugar al
rounders[1], para disgusto de sus hermanos. Nadie, al mirar su cara radiante y sus ojos
serenos, podra haber sospechado la tortura que estaba padeciendo bajo el bien
ajustado vestido. Hablar deprisa supona para ella un autntico sufrimiento;
detenerse, una agona; pero todo lo soportaba con un herosmo digno de mejor causa.
Cunto tiempo tengo que seguir as, Aldith? pregunt una vez dbilmente,
despus de una clase de francs en la que apenas se haba podido sentar. Y su amiga
le contest despreocupadamente:
No puedes dejarlo, por supuesto; pero te acostumbrars y dentro de nada ni lo
notars.
Y con esa certeza, Meg sigui su doloroso camino.
Esther, la nica persona que poda ejercer su autoridad en aquel asunto, no se
haba dado cuenta de nada, y, aunque as hubiera sido, no lo habra considerado
demasiado grave, porque, a fin de cuentas, slo haca cuatro aos que haba tenido la
edad de Meg y tener una hermosa cintura haba sido su mayor deseo.
Una vez haba comentado involuntariamente:
Qu tipo tan bonito se te est poniendo, Meg; esta nueva modista cose mejor
que la seora Quinn y la tonta de Meg, contentsima, haba redoblado sus

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esfuerzos.
Judy, con sus ojos de lince, hara mucho tiempo que lo habra averiguado, y se
habra redo de ella hasta avergonzarla; pero, por desgracia para la salud de Meg, se
cumpla ya el tercer mes de su ausencia.
Aldith viva slo a veinte minutos andando de Desorden, de modo que las dos
chicas siempre estaban juntas. Dos veces a la semana bajaban a la ciudad en barco,
para aprender a preguntar, en un correcto francs: Tiene la hija pequea del
panadero el sombrero amarillo, los guantes marrones y la sombrilla de la sobrina del
enterrador?. Y dos veces a la semana, despus de haber contestado sin venir a
cuento: No, pero el cirujano tena cerveza, un poco de mostaza y un gong, Aldith
conduca a su amiga lentamente arriba y abajo por el Block, un paseo de moda entre
la juventud de Sydney.
Vers cuntos sombreros se levantan a mi paso comentaba Aldith antes de
empezar el paseo.
Y al final, Meg deca vehementemente:
Qu estupendo sera conocer tantos caballeros como t!
A veces, uno o dos de esos caballeros se detenan e intercambiaban unas palabras
con ellas, momento que Aldith aprovechaba para presentarlos formalmente a Meg. A
menudo, sin embargo, a esta ltima, que era bastante crtica con las tonteras de su
amiga, se le antojaba que haba un aire arrogante y presuntuoso en los modales de
aquellos muchachos. La verdad es que, la mayora de las veces, era cierto; aquellos
hombres, a quienes Aldith conoca de algn baile o de jugar al tenis en su propia
casa, pensaban que la jovencita era una nia encantadora que necesitara asistir al
colegio algunos aos ms.
Un buen da, Aldith lleg a Desorden con aire misterioso.
Baja al jardn, Marguerite dijo ignorando a Baby, que haba conseguido con
muchas dificultades que su hermana mayor le contara su cuento preferido, el de los
tres cerditos.
Oh, no, por los pelos de mi barba, soplar y soplar y volar el tejado de tu
casa haba dicho Meg slo dos veces, y lo ms interesante estaba por llegar.
Baby mir hacia arriba con cara de pocos amigos.
Vete, Aldith dijo.
Seorita MacCarthy, Baby sugiri Meg con suavidad, captando la sonrisa
desdeosa de Aldith.
Aldiff repiti obstinadamente Baby. Luego, se abland y rode
cariosamente el cuello de su hermana con un brazo.
La llamar zeorita MacCarthy zi me terminaz de contar el cuento de loz trez
cerditoz.
Oh, Marguerite, dile que se vaya insisti Aldith con impaciencia; necesito

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contarte un secreto que te va a encantar, y tengo que marcharme enseguida.
Inmediatamente, Meg la mir interesada.
Vete, Baby dijo, dndole un beso en la cara enfurruada, vete a jugar al
arca de No con Bunty. Esta noche o maana por la maana terminar de contarte el
cuento de los cerditos.
Pero yo quiero ahora dijo Baby tercamente.
Meg la empuj con suavidad.
No, vete, cielo, s buena. Maana te contar tambin el cuento de Caperucita
Roja.
Baby levant la vista hacia la invitada de su hermana.
Erez un cerdo antiptico, Aldiff MacCarthy dijo lenta y enfticamente, y
no te quiero nada, y ninguno de nozotroz te quiere, zlo Meg, y Pip dice que erez la
nia mz tonta que conoce, y me guztara que viniera un enorme gigante y zoplando,
zoplando, te llevara volando al centro del mar.
Aldith se ech a rer, con una risa insoportable y propia de un adulto que fue la
puntilla en el enfado de Baby. Extendi su manita hacia el brazo cubierto de muselina
de la invitada y le propin un retorcido y cientfico pellizco que Pip le haba
enseado. Despus, sali corriendo alocadamente por los extensos potreros para
esconderse entre los arbustos.
Insufrible murmur irritada Aldith, y fueron necesarias todas las disculpas y
splicas de Meg para que volviera a mostrarse amistosa y dispuesta a comunicarle el
secreto que le iba a encantar. Finalmente, a pesar de todo, se lo confi en medio de
grandes aspavientos. La hermana mayor de Aldith se haba comprometido. Iba a
casarse! Oh, no era estupendo, no era romntico? Con el caballero del enorme
bigote rubio que tanto haba ido por su casa ltimamente!
Estaba segura de que terminara as. Hace mucho tiempo que lo vea venir. No
estoy ciega dijo Aldith. Reconozco el verdadero amor en cuanto lo veo. Aunque,
la verdad, es que a m, personalmente, me gustara ms un bigote negro. A ti no,
Marguerite?
S contest Meg. Lo cierto es que todava no tena una opinin muy clara
sobre el tema.
Negro como el azabache, con las puntas engominadas, muy tiesas continu
Aldith pensativamente, y un carruaje militar, y ltigos negros muy largos.
A m tambin me gustara suspir Meg momentneamente ilusionada.
Como Guy de Loraine en La ambicin de Angelina.
Aldith abraz ms estrechamente a su amiga.
No sera maravilloso, Marguerite, comprometerse? dijo en un arrebato de
ensueo. Tener un apuesto caballero de orgullosos ojos oscuros murindose de
amor por ti, de rodillas a tus pies, hacindote regalos, llevndote a pasear. Oh,

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Marguerite, imagnatelo!
Los ojos de Meg parecan pensativos.
Pero an no tenemos edad dijo suspirando.
Aldith sacudi la cabeza.
Eso son tonteras. Fjate en Clara Allison, slo tiene diecisiete aos, y mira tu
propia madrastra. Hoy en da muchas chicas se casan a los diecisis aos, Marguerite,
y un hombre se le declar a mi hermana Beatrice cuando slo tena quince.
Meg pareca impresionada y ensimismada.
Despus, Aldith se levant para marcharse.
Procura llegar a tiempo para coger el barco maana dijo mientras se diriga
hacia la puerta; y, Marguerite, asegrate de estar muy guapa. Ponte el vestido de
flores azul y pdele a la seora Woolcot que te preste un par de guantes; los tuyos
grises estn ya un poco viejos, no, querida?
Mmm dijo Meg ponindose colorada.
James Graham siempre vuelve en el barco y tambin los dos Courtney. Andrew
Courtney le dijo a Beatrice que le parecas una chica preciosa; dice que suele fijarse
en ti porque te ruborizas.
No lo puedo evitar dijo la desventurada Meg. Aldith, qu cinta le ira
bien a mi sombrero? Estoy pensando en volver a adornarlo.
Oh, puedes ponerle varios lazos, muy almidonados, a un lado dijo la voz de
la experiencia. Me alegro de que lo arregles, querida; estaba ya un poco visto, no?
Meg volvi a ponerse colorada.
Has hecho los ejercicios de francs? pregunt mientras empujaba la puerta
para abrirla.
Ms o menos contest despreocupadamente Aldith. Y levant la barbilla con
un gesto de desdn. Esas desaliadas Smith siempre se las arreglan para no
cometer errores; y lo mismo le pasa a Janet Green, cuyos sombreros son de hace, por
lo menos, cuatro temporadas. Prefiero equivocarme de vez en cuando, slo para
demostrar que no necesito esforzarme y tener un profesor detrs de m
Y en ese preciso instante tropez y, de una manera muy poco digna, se cay al
suelo todo lo larga que era, ponindose perdida de barro.
Fue un trozo de cuerda y la venganza de Baby.

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7 Qu maravilloso sera enamorarse!

MEG pareca enferma, no caba la menor duda. Su hermoso cutis sonrosado perda
poco a poco la lozana, y una ligera expresin de enojo se haba instalado alrededor
de una boca que meses antes pareca hecha slo para sonrer. Y, algo muy poco
romntico, su nariz tomaba algunas veces un aspecto demasiado sonrosado. Ya puede
tener una herona los ojos ms grandes y profundos imaginables bordeados por las
pestaas ms largas y espesas, ya puede tener el pelo dorado como la mies, ya puede
tener los labios como fresas y los dientes como perlas, que todos estos encantos
pasarn desapercibidos si tiene la nariz colorada. Tan desastroso es su efecto. Para
Meg supona un verdadero tormento. Para encontrar la solucin a su problema lea
cuidadosamente todas las respuestas de los consultorios de las revistas que Aldith le
prestaba, pero casi todo el mundo pareca pedir remedio para favorecer el crecimiento
de las pestaas o prevenir la obesidad. Ninguna de las que encontraba deca: Cuando
una chica tiene la nariz colorada, la culpa, generalmente, es de una indigestin o de
que lleva el cors demasiado apretado. Le pidi a Aldith que le sugiriera algo, y a la
joven se le ocurri que una mezcla de vaselina y azufre profusamente aplicada por
toda la zona afectada podra surtir el efecto deseado. As que, todas las noches, Meg
fijaba bien la puerta de su dormitorio con una cua de madera, porque las llaves eran
un lujo desconocido en Desorden, y se untaba la nariz cuidadosamente con la
grasienta mezcla. Luego, dorma boca arriba durante toda la noche para evitar que se
le quitara con el roce de la almohada.
Pip haba intentado entrar una vez para pedirle que le diera unas cuantas puntadas
en los tirantes que se le haban descosido, y Meg haba tenido que taparse la cara con
una toalla pretextando que tena un horrible dolor de cabeza. Despus le haba
sugerido que fuera a decrselo a Esther o alguna de las muchachas. Si Pip hubiera
sabido la causa, las tomaduras de pelo no habran tenido fin.
Por aquella poca, Meg se pasaba la mayor parte del tiempo en su habitacin, de
la que poda disponer para ella sola mientras Judy estuviera fuera. En la intimidad se
dedicaba a modificar una y otra vez sus sombreros, a reformar sus vestidos, a leer
novelas y a sentarse delante del espejo con el cabello suelto, soando con ser mayor

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para enamorarse. Por aquel entonces, tanto a Aldith como a ella aquel estado de vida
les pareca el nico hermoso y deseable. Meg sola acurrucarse en un enorme silln
que haban llevado a su habitacin porque tena los muelles rotos e imaginarse
historias de amor, bellas e imposibles. Se inventaba un novio de largusimas
pestaas oscuras y muy marcial. Es verdad que era censurable tener tales
pensamientos a los diecisis aos, pero Meg no tena una madre que pusiera freno a
su desbordante imaginacin y, adems, era hija del sur.
Las chicas australianas casi siempre empiezan a pensar en novios y tonteras de
sas, como dice la gente, bastante antes que sus hermanas inglesas de la misma
edad. Todava estn en edad de vestir de corto y llevar el pelo suelto cuando
empiezan a manifestar un vivo inters por los chicos muchachos de los colegios
vecinos, hermanos de sus amigas, jvenes empleados de banca o similares, pero no
porque consideren que podran ser buenos camaradas, sino porque a sus ojos
aparecen como posibles novios. Yo no digo que las chicas inglesas estn libres de
este defecto. En absoluto; en todos los colegios se pueden encontrar una o dos
criaturas as, que se ren por todo, y que lo que necesitan son unos buenos azotes y
que se las mande a jugar otra vez al cricquet o a las muecas. Pero en esta tierra se da
la regla con ms frecuencia que la excepcin, y en esto reside el principal defecto de
la joven australiana. Es como un melocotn, un hermoso, jugoso y suave melocotn,
que llega a la madurez casi en un da y que se apresura a desprenderse del delicado
vello que constituye su principal encanto, para mostrar con mayor claridad su
luminoso y clido color. Aldith, para su infinita satisfaccin, ya se haba desprendido
de su propio vello, y estaba muy ocupada intentando hacer desaparecer el de Meg,
que era suavsimo y encantador antes de que Aldith interviniera. Las novelas se
haban llevado un poco y el Block un poco ms, pero Meg era naturalmente ingenua
y se necesitaba algn tiempo para conseguirlo. Precisamente en aquellos momentos, y
bajo la tutela de su amiga, se estaba introduciendo en los deliciosos misterios del
amor, misterios que llenaban casi por completo su joven y desorientada vida. Y todo
termin con una aventura que, todava aos despus, enrojeca las mejillas de Meg
con slo recordarla.
Como ya he comentado, despus de la leccin de francs las dos amigas volvan
juntas en el barco de las cinco. En ese mismo barco viajaban siempre dos chicos, los
Courtney, y un tercer muchacho, James Graham, propiedad privada de Aldith. Los
jvenes se haban conocido en excursiones y en la vecindad, pero los encuentros, en
vez de madurar en una franca y agradable relacin amistosa, haban seguido el rumbo
del estpido juego de los amoros. James Graham trabajaba en el despacho de un
abogado. Era un joven aprendiz de diecisiete aos con una excesiva prisa por
convertirse en algo estupendo: un hombre. Llevaba bastn y cuidaba con todo detalle
sus sombreros, corbatas y botines, que habitualmente eran marrones, y tena la

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mnima expresin de bigote posible, que se acariciaba constantemente, y que Aldith,
en privado, consideraba adorable. Los modales descarados de Aldith le agradaban
sumamente y en muy poco tiempo haban llegado a la etapa de pasarse notitas y
suspirar romnticamente. No es que las notas contuvieran nada malo. La verdad es
que generalmente tenan un carcter bastante formal.

Mi querida seorita MacCarthy dira una, por qu no vino usted ayer


en el barco? Estuve buscndola hasta que me convenc de que era intil seguir
hacindolo. Luego, el viaje ya no tuvo inters para m. Qu bien le sientan ese
sombrero y los junquillos que lleva en el cuello. Puedo pedirle una de las
flores? Slo una, por favor, Aldith.
Su devoto amigo,

JAMES GRAHAM.

Y la contestacin de Aldith, escrita en una hoja del cuaderno de clase con un lpiz
rosa que llevaba siempre en el bolso, dira algo as como:

Querido seor Graham:


Para qu puede querer usted las flores de mi cuello? Llevan ah todo el da
y estn mustias y marchitas. No puedo imaginar para qu le serviran. Pero,
por supuesto, si de verdad las quiere, se las dar. Me alegro de que le guste el
sombrero. De ahora en adelante siempre me gustar. De verdad me ech de
menos ayer? Tuve que ir a hacerme una fotografa. Marguerite dice que est
muy bien, pero yo creo que he salido demasiado favorecida.
Sinceramente suya,

L. ALDITH EVELYN MACCARTHY.

James era muy amigo de uno de los ya mencionados Courtney, llamado Andrew.
ste era un apuesto muchacho de dieciocho aos que todava iba al colegio, pero
posea unos modales fascinantes y un par de ojos realmente bonitos.
Como quiera que su amigo y compaero Jim haba decidido pasar el rato con
la MacCarthy, se neg a quedarse al margen y empez a prestarle a Meg una
atencin exagerada. La muchacha enrojeca hasta la punta del flequillo cada vez que
el joven se diriga a ella, y pareca sentirse dolorosamente culpable si le deca algo
elogioso.
El otro muchacho, Alan Courtney, era altsimo y ancho de espaldas, y no muy
bien parecido. Tena en la cara una expresin franca y enrgica, los ojos grises
profundamente hundidos y el pelo castao siempre dispuesto a irse por donde no

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deba. Estudiaba en la universidad y era un magnfico jugador de ftbol, y nunca se
diverta en el largo viaje de regreso a casa de la misma manera que lo hacan Andrew
y su amigo.
Normalmente, cada vez que pasaba junto al pequeo grupo sola saludar con una
desdeosa inclinacin de cabeza, quitndose el sombrero lo imprescindible para no
quedar como un mal educado, y luego se diriga hacia el extremo opuesto del barco.
En cierta ocasin, al pasar junto a ellos, Aldith parpade intencionadamente, y Meg
crey orle musitar entre dientes: Qu tontos!. Sola fumar un cigarro al empezar
el viaje y una pipa negra, pequea y espantosa, al final. Meg, suspirando
profundamente, pensaba en secreto que era muy varonil.
Y esto es lo que haba conseguido la pobre criatura despus de unos cuantos
meses bajo la influencia de Aldith y la lectura de ciertas novelas. Se haba enamorado
como casi slo es posible hacerlo a los diecisis aos. Y se haba enamorado de Alan,
que no era guapo ni tena modales cautivadores, no de Andrew que tena ojos
chispeantes y rizos que hacan que su frente pareciera el sol naciente; no, no se
haba enamorado de Andrew, que le diriga tiernas miradas y palabras encendidas que
decan: Mi corazn es tuyo, sino de Alan, que apenas se fijaba en ella, salvo para
saludarla con alguna ocasional y desdeosa inclinacin de cabeza.
Pobre Meg! En aquellos das se senta muy desdichada, aunque era la suya una
desgracia a la que se aferraba para mantenerla viva. Nadie conoca su secreto. Habra
muerto antes de permitir que nadie, ni siquiera Aldith, llegara a sospecharlo, y
aceptaba las notas y sonrisas de Andrew como si fueran lo que ms deseaba en el
mundo. Pero cada da estaba un poquitn ms delgada y ojerosa, y sola escribir en su
diario abundantes notas todas las noches y componer una cantidad asombrosa de
poemas francamente malos, cuyos versos casi siempre terminaban en palabras del
tipo de partir y morir, dolor y amor o ladrn y corazn. Meg soportaba
a Andrew por varias razones. Por un lado, era hermano de Alan y se pasaba la vida
contando cosas del viejo Al y comentando sus proezas en el campo de ftbol. Por
otro, si le daba la espalda, Aldith podra descubrir su secreto. Adems, Andrew tena
las pestaas ms largas que haba visto nunca, y Meg necesitaba tener a alguien que
le dijera cosas bonitas, incluso aunque no fuera la persona que a ella le habra gustado
que se las dijera.
Un buen da, las cosas hicieron crisis.
Durante un mes, ya no habr viajes en el viejo barco comunic Aldith a sus
amigos en un rincn del camarote.
Es horrible! Qu quiere usted decir, seorita MacCarthy? pregunt James
Graham exagerando el tono de desesperacin de su voz.
El profesor nos ha dado un mes de vacaciones. Se va a Melbourne contest
Aldith con un suspiro.

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Meg la imit como es debido y Andrew coment furioso que lo menos que se
mereca aquel profesor es que le colgaran. Debera saber lo que significaba una
conducta tan inhumana. Cmo iban a sobrevivir mientras tanto l y su amigo?
Fue James quien pens rpidamente en una salida.
Por qu no salimos alguna tarde a dar un paseo por ah? Pero slo nosotros
cuatro insinu.
Aldith y Andrew consideraron que era una idea genial; y aunque Meg se haba
negado al principio diciendo que no con la cabeza, al final la convencieron entre
todos y prometi fielmente que ira.
Se reuniran en un bosquecillo contiguo al potrero grande que perteneca a
Desorden, daran un paseo de aproximadamente una hora y volveran a casa hacia
las siete y media, antes de que oscureciera.
Ese da voy a pedirle algo muy especial, Meg musit Andrew a su odo en el
momento de la despedida. No s si lo conseguir.
Como era habitual en ella, Meg se puso colorada y se pregunt por un momento
si ira a pedirle un mechn de pelo, algo que Jim ya haba obtenido de Aldith.
Qu? pregunt de mala gana.
Un beso susurr Andrew.
En ese preciso instante se reunieron con ellos los dems, y Meg no tuvo tiempo
de expresar la indignada respuesta que temblaba en sus labios. Incluso tuvo que
estrecharle la mano, fingir que no haba pasado nada y despedirse de l como si
fueran buenos amigos.
A las seis y media en punto, Marguerite. Si no vienes, no te lo perdonar nunca
dijo Aldith al despedirse junto a la verja.
Yo, t Oh, Aldith, no s cmo me las voy a arreglar para ir titube Meg
con las mejillas encendidas una vez ms. Nunca he hecho una cosa as. Estoy
segura de que no est bien.
La mueca de desprecio que vio en los labios de Aldith hizo que se avergonzara de
s misma.
Slo tienes doce aos, Marguerite dijo la jovencita con calma. Ni uno
ms. Lo mejor que podras hacer es volver a jugar a las muecas y a leer cuentos con
moraleja. Le voy a decir a Andrew que te regale uno y un trozo de cuerda para atarte
a la sillita del cuarto de los nios.
Tanto sarcasmo fue demasiado para la pobre Meg. Prometi atropellada e
incondicionalmente que acudira al lugar de la cita a la hora convenida y ech a
correr por el camino, obedeciendo a la llamada de la campana, que anunciaba
frenticamente la hora del t.
Pero durante los dos das siguientes el secreto le pes como el plomo. Deseaba
fervientemente tener un confidente que pudiera aconsejarle qu hacer en una

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situacin tan delicada. Judy, imposible: era demasiado franca, demasiado sensata,
demasiado entera. Jams se atrevera a contarle una cosa as. Meg poda adivinar el
desdn en los enormes ojos de su hermana, la risa que le dara una historia como sa,
la mordaz e inteligente burla que caera sobre sus abatidos hombros. Esther, tampoco:
su propio papel de madrastra descartaba cualquier posibilidad en este sentido.
Adems, la salud de General estaba un tanto quebrantada porque le estaban saliendo
en las encas unos diminutos puntitos blancos y duros, lo que le causaba a su madre
demasiada ansiedad para permitirle darse cuenta de la preocupacin de Meg.
Para cuando lleg la tarde convenida, Meg haba cado en un fuerte estado de
excitacin.
La cita era a las seis y media, y, como muy bien saba, a esa hora todava hay
bastante luz. No se atreva, no poda ir. Y si su padre, o Esther, o cualquiera de sus
burlones hermanos anduvieran por all y presenciaran el encuentro, o cualquier
vecino, se morira de vergenza! Pero tena que ir, o Aldith no volvera a mirarla a la
cara. Por otro lado, estaba firmemente decidida a decirle a Andrew que no estaba
dispuesta a consentir que le hablara como hasta ahora. Despus de aquel ltimo y
horrible secreto que le confes al odo, crea necesario hacerle saber con toda claridad
que no aprobaba su conducta, que sera su amiga, pero nada ms.
Por qu no se les habr ocurrido quedar a otra hora en la que haya menos luz?
se preguntaba a s misma una y otra vez: as no habra peligro de que nadie los
viera; poda escaparse de casa sin dificultad y atravesar los potreros amparada por el
benvolo crepsculo. Por el contrario, si haba luz y trataba de salir a hurtadillas, por
lo menos dos o tres de sus hermanos saldran corriendo tras ella, ofrecindose
generosamente a acompaarla.
Finalmente, demasiado asustada para salir cuando todava haba luz y no
queriendo que Aldith le reprochara no haber ido, excitada como estaba, hizo algo tan
discutible que durante mucho tiempo no pudo pensar en ello sin horrorizarse.

Querido seor Courtney garabate apresuradamente con un lpiz


sentada delante del tocador: Sera desastroso salir a pasear tan temprano.
Vayamos ms tarde, cuando est completamente a oscuras. Siempre ser ms
bonito, y no podr vernos nadie. Reunmonos al final de los potreros, donde
los matorrales son ms espesos. Ser ms ntimo. Voy a escribir a Aldith para
pedirle que vaya ms tarde; ella se lo dir al seor Graham.
Sinceramente suya,

M. WOOLCOT

P. D. Tengo que pedirle, por favor, que no me bese. Me enfadar de verdad


si lo hace. No me gusta nada que me besen.

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Escribi el ltimo prrafo nerviosa y apresuradamente porque tena un miedo
espantoso a que Andrew cumpliera su promesa si ella no se lo prohiba nada ms
reunirse. Despus meti la nota en un sobre y lo dirigi a Sr. D. A. Andrew, sin
ocurrrsele ni por un momento que era bastante extrao y poco convencional que una
jovencita propusiera que la cita tuviera lugar en la oscuridad.
Luego, le escribi a Aldith unas cuantas lneas explicndole la situacin y
pidindole que fuera al potrero a las ocho y media. Ella se escapara de casa cuando
los nios fueran a acostarse para que no se dieran cuenta.
Despus sali al jardn para buscar mensajeros para las dos notas. La pequea
Flossie Courtney haba pasado la tarde con Nell. Cuando ya se iba a casa, Meg la
llam desde la verja y, sin que nadie la viera, le confi la nota.
Dsela a tu hermano Andrew en cuanto vuelva de la escuela le dijo en voz
baja, metindole al mismo tiempo un enorme pedazo de chocolate en la boca. El otro
sobornado con la misma dulce recompensa si llevaba el mensaje a casa de Aldith fue
Bunty. Y Meg volvi a respirar libremente, pensando que haba conjurado el
amenazador peligro que supona la cita de aquella tarde.
Pero, seguramente, las notas estaban predestinadas! Bunty entreg la suya sin
problema a la muchacha de los MacCarthy, y contest a la pregunta de la chica con
un:
Supongo que s; las chicas siempre esperan respuesta, aunque sea una tontera.
Aldith, que estaba recluida en su habitacin con un repentino y severo constipado,
redact unas cuantas lneas para su amiga, dicindole que estaba demasiado enferma
para que la dejaran salir y que ya haba escrito al seor Graham, y tambin el seor
Courtney, aplazando el paseo para una semana despus.
Luego, la nota, metida en un sobre triangular de color rosa plido, pas al bolsillo
de Bunty entre canicas, cacahuetes y cuerdas. Y, como era de esperar, el pequeo se
encontr con otros espritus selectos en el viaje de vuelta, y no tard nada en
arrodillarse junto al camino dispuesto a jugar a las canicas.
Perdi diez, sin contar la mejor de todas, se pele con un chico que se haba
adueado ilcitamente de su ms preciada bola y, con el nimo abatido, volvi a
casa una hora despus. En el preciso momento en que cruz la verja, se dio cuenta de
que haba perdido la primorosa nota de Aldith.
Ahora bien, Meg le haba prometido ocho nueces de chocolate a su regreso, y si el
muchacho tena una debilidad ms acusada que otras era precisamente una exagerada
aficin a esta clase de dulces. Y llevaba varias semanas sin probarlos, as que no era
de extraar que estuviera a punto de partrsele el corazn al pensar que se los iba a
confiscar.

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S que ser lo suficientemente tacaa como para decir que no me los he
ganado, slo porque se me ha perdido la estpida carta de esa nia se dijo a s
mismo apesadumbrado, y seguro que no pona nada ms que: Querida
Marguerite, contmonos siempre nuestros secretos. Ya se lo he odo decir dos veces
y supongo que tambin lo dir por carta.
En ese preciso instante, la tentacin se abati sobre l sbita y rpidamente.
Bunty era, por naturaleza, el ms redomado cuentista jams nacido. Slo la
valiente franqueza y la virulenta irona de Judy conseguan que se mantuviera
moderadamente veraz. Pero Judy estaba muy lejos, y era imposible que le sacara los
colores dirigindole una de sus habituales miradas de desprecio. Bunty se detuvo
junto a la puerta del cuarto de los nios y asi indeciso el picaporte.
Cunto has tardado le dijo Meg, que estaba sentada delante de la mesa
cosiendo uno de sus guantes. Bueno, qu te ha dicho?
Dijo: Muy bien contest Bunty bruscamente.
Meg fue contando una por una las ocho chocolatinas, mientras las iba depositando
en la sucia mano del pequeo. Despus, reanud su labor con un suspiro de alivio.
Bunty, con una mirada de desafo y vergenza, se las meti todas a la vez en la boca
sin pensarlo dos veces, por si Meg cambiaba de opinin.
La otra nota no tuvo mejor suerte. Flossie se march a casa, con el pensamiento
puesto en una capota que Nell haba prometido hacerle para su mueca nueva.
Vegde con gayas gosas iba diciendo en voz baja mientras suba las escaleras
que llevaban a la puerta de su casa. Alan estaba tumbado en el sof del porche
fumando su pipa negra.
Vegde, qu? se ech a rer. Conejillos de Indias o canguros?
La capota de Clagice Maud contest la pequea, y se enzarz con su
hermano en una profunda discusin sobre el color que l consideraba ms adecuado
para una capota de invierno para la mueca de cera.
Luego, se dio la vuelta para entrar en casa.
Qu es eso que te asoma por el bolsillo de atrs, Flossie? le pregunt Alan
cuando pas a su lado.
La pequea se detuvo un instante y palp el sobre.
Oh, casi no me acogdaba, y pgomet que Es una cagta paga ti, Alan dijo,
dejando la epstola de la pobre Meg en las mismas manos del filisteo.

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8 Un tirachinas y una catstrofe

LA oscuridad haba cado delicada y suavemente sobre el jardn, los potreros y el


ro. En la orilla soplaba una ligera brisa, pero pareca demasiado cansada despus del
largo y caluroso da para hacer olas. Lenta, muy lentamente, el gris se fue haciendo
ms profundo, ms intenso, y una o dos estrellas blancas parpadearon all en lo alto,
en el lejano firmamento. Por detrs de las hebeas, al otro lado del ro, se vea una luna
an ms blanca, a la que una franja del agua haba empezado a sonrer. Meg contaba
con que no sobrepasara las copas de los rboles antes de las ocho o, de lo contrario,
su luz inundara los extensos potreros y la podran ver. A la hora del t y durante la
primera parte del atardecer se mostr preocupada e inquieta, reprendiendo a Bunty
dos veces con bastante severidad.
El pequeo llevaba merodeando a su alrededor desde las seis de una manera casi
digna de compasin.
Era caracterstico en l, siempre que se haba visto tentado a desviarse de la senda
de la verdad, sentirse desgraciadsimo hasta que lo confesaba todo, frotndose los
ojos con las manos sucias hasta que tena un aspecto tan lastimoso que asustaba.
Pip deca que era un cobarde y no tena valor moral para irse a dormir con una
mentira en el alma por miedo a despertarse en medio de la noche y ver junto a su
cama un ngel con una espada de fuego. Y tengo que reconocer con pena que esta
hiptesis parece ms plausible que la de que el pequeo estuviera realmente
impresionado por la perversidad de su ofensa y deseoso de enmienda. Porque, al da
siguiente, sin ir ms lejos, si se le presentaba una ocasin suficientemente tentadora,
volva a caer, y al llegar la noche trepara por encima de cualquiera, para confesar
entre sollozos y restregndose los ojos que haba di di dicho una me me
mentira, buah, buah!.
Aquella tarde, hacia las siete, empez a sentirse triste y arrepentido. Varios
lagrimones le corrieron por las mejillas, mezclndose con la tinta de un mapa que
estaba haciendo para la seora Marsh. Se recost en el brazo de Meg y se la qued
mirando fijamente a la cara con una expresin de quireme y perdname que,
adems de sacar de quicio a la joven, presagiaba lo peor. Por lo que haba empezado a
sospechar por la extraa conducta de su hermano, Bunty conoca el contenido de la

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nota e intentaba desanimarla para que no llevara a cabo la empresa. Cuanto ms la
miraba, ms colorada se pona y ms incmoda se senta.
Te puedes quedar con mi tirachinas nuevo susurr, y le dirigi una mirada
suplicante y llorosa, que Meg interpret como un ruego para que se quedara en casa.
Por fin, las agujas del reloj llegaron a las ocho. Los nios estaban enzarzados en
una tremenda discusin por la posesin de un perrito extraviado que haba aparecido
en Desorden aquella misma tarde. Meg sali de la habitacin sin que la vieran. En
el vestbulo no haba nadie. Cogi un favorecedor chal que haba escondido
previamente, se cubri la cabeza con l, sali sin hacer ruido por la puerta lateral y se
encamin hacia el sendero.
Abajo, en el jardn, el suelo estaba completamente blanco, cubierto de ptalos de
rosa que llenaban el aire con su perfume; un grupo de cortaderas crecan altas y
flexibles; varios rboles, a los que se haba permitido vivir entre los matorrales
cultivados, levantaban sus brazos plateados hacia la luna y daban a la pequea figura
que corra entre ellos un aspecto fantasmal. Cruz la verja y se adentr en el primer
potrero, hasta donde no llegaba ya la fragancia de las rosas y slo el acre olor de las
zarzas flotaba en el aire sosegado. Ms hebeas, ms brazos plateados y fantasmales;
luego, un brusco movimiento cerca del seto, un murmullo sepulcral y un ahogado
grito de Meg.
Aqu est el ti ti ti tirachinas, Me Me Meg; to tmalo dijo
Bunty con cara plida y expresin contrita.
Eres tonto! A qu has venido? dijo Meg, irritada, una vez que el corazn
volvi a latirle otra vez.
Slo quera complacerte, Me Me Meggie dijo el chiquillo con un
amargo sollozo.
Bunty haba rodeado su cintura con los dos brazos, escondiendo la nariz en el
blanco vestido de muselina. Meg lo separ con brusquedad.
Muy bien. Bueno, gracias dijo. Ahora vete a casa, Bunty; quiero dar un
paseo bajo la luz de la luna yo sola.
El chiquillo se apret los ojos con los puos con todas sus fuerzas, abri la boca e
hizo un enorme puchero.
Te te te di di dije una me me mentira muy gra gra grande
solloz balancendose sin levantar los pies del suelo.
Una mentira? Bueno, vale! Ahora vete a casa contest Meg con
impaciencia. Siempre ests diciendo mentiras, Bunty, ya lo sabes; no me sorprende
nada. Venga, vete.
Pe pe pero te te te te te tengo que co co contar to todo
dijo mientras segua hundindose afanosamente los ojos en la cara.
No, no hace falta; por esta vez, te perdonar respondi magnnima, pero

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no lo vuelvas a hacer. Ahora, vete inmediatamente, o no te dar tiempo a terminar el
mapa y la seora Marsh te castigar.
Sus ojos volvieron a su posicin normal y tambin sus manos. Luego sali
disparado hacia la casa con el corazn ligero como una pluma. No haba dado ms
que unos cuantos pasos, cuando se volvi.
De verdad qui quieres el ti ti tirachinas, Meg? pregunt
amablemente. T eres una chica, no creo que te vaya a servir para nada, no?
No, no lo quiero. Venga, tmalo y vete corriendo; acurdate del mapa Meg
se dio la vuelta exasperada ante la lentitud del chiquillo.
Y entonces Bunty, completamente feliz otra vez, sali corriendo alegremente
hacia la casa.
Meg descorri el cerrojo, volvi a dejarlo como estaba con manos temblorosas y
atraves los dos potreros contiguos a toda velocidad.
Cuando lleg al monte, reinaba un silencio sepulcral; no se oa ni un rumor de
hojas, ni una voz, ni la risita afectada que sola anunciar que Aldith estaba cerca.
Meg se detuvo sin aliento y escudri entre los arbustos. Apoyada en el seto,
haba una elevada figura.
Andrew llam dbilmente, sin acordarse, de lo nerviosa que estaba, de que
nunca le llamaba por su nombre. Dnde estn los dems? No ha venido Aldith?
Ola a tabaco y, mirando atentamente, vio horrorizada que se trataba de Alan.
Oh! exclam con un tono indescriptible.
Tan avergonzada y asustada estaba, que el corazn primero le dio un vuelco y
luego pareci parrsele del todo.
Meg levant la vista hacia l como si quisiera suplicarle que no se formara una
opinin demasiado mala de ella; pero la cara del muchacho mostraba la desdeosa
mirada que Meg haba temido encontrar y en su boca se dibujaba una mueca de
desprecio.
Slo he salido a dar un paseo. Hace una noche tan buena! dijo sin
demasiada conviccin; luego, intentando justificarse, aadi: Adems, es el potrero
de mi padre.
Alan volvi a recostarse en el seto e inclin la cabeza para mirarla.
Flossie me dio su nota y, como pareca dirigida a m y me dijo que as era, la
abr dijo.
Usted saba que era para Andrew le reproch sin atreverse a mirarle.
Eso me imagin una vez que la le replic con tranquilidad; pero como
Andrew no haba vuelto todava, he venido yo en su lugar. Mientras sea un chico, da
lo mismo, no?
La muchacha no contest, limitndose a levantar una mano para ceirse el chal
que le cubra la cabeza.

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La mueca de los labios de Alan se hizo ms patente.
Y yo tambin s besar, se lo aseguro. Se me da bastante bien, aunque usted no
se lo crea. S, ya s que deca que no quera que la besaran; pero eso es algo que
siempre dicen las chicas, aunque lo estn deseando.
Meg segua sin decir nada, y la voz continu lenta y despiadadamente:
Me temo que todava no est suficientemente oscuro para usted, no? La luna
estorba mucho, no le parece? Pero quiz podamos encontrar por ah un lugar ms
oscuro donde pueda besarla sin peligro. Qu le pasa? Es siempre tan callada con
Andrew como conmigo?
Oh, no! contest Meg con voz sofocada.
El tono burln e irnico muri de pronto en la voz de Alan.
Usted pareca una chica estupenda, Meg dijo con suavidad; cmo ha
permitido que esa tonta de Aldith MacCarthy la haya estropeado? Porque es tonta,
aunque quiz usted no est de acuerdo.
Meg no dijo nada, no se movi. Alan continu hablando con una seriedad de la
que Meg no le haba credo capaz.
La he visto en el barco trabajando sistemticamente para estropearla, Meg, y
creo que es una verdadera lstima. Pensaba en lo que yo sentira si mi hermana
pequea, Flossie, tropezara alguna vez con una chica as y empezara a coquetear y a
presumir, y me preguntaba si a usted le molestara que se lo dijera. Est muy
enfadada conmigo, Meg?
Meg apoy la cabeza en el spero seto y empez a sollozar. Eran unos sollozos
breves, entrecortados, que iban directamente al clido corazn del muchacho.
No debera haberle hablado como lo he hecho. He sido un verdadero bruto
dijo con remordimiento; por favor, perdneme, Meg Preferira cortarme una
mano antes que hacerle dao.
Las ltimas palabras de Alan llevaron un poco de consuelo al atribulado corazn
de Meg, que levant la cara, blanca y pattica bajo la luna. Las lgrimas haban
dejado huellas en su rostro.
No soy tan horrible como usted piensa dijo angustiada; yo no quera
venir y de verdad, de verdad, de verdad, que no permitira que nadie me besara.
Por favor, crame!
La creo, claro que la creo dijo vehementemente; slo se lo he dicho
porque, bueno, porque soy un bruto y no s tratar a una chica delicada y sensible
como usted. Querida Meg, deme la mano y dgame que perdona mi falta de tacto.
Meg alarg su blanca mano y Alan la estrech clidamente. Luego, atravesaron
juntos los potreros y se separaron junto a la puerta que daba entrada al jardn.
Jams volver a coquetear mientras viva prometi Meg formalmente, y se
despidi de l agitando la mano.

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Alan contest dndole nimos:
No, estoy completamente seguro de que no lo har Eso djelo para chicas
como Aldith. Usted slo quera ser sincera. Adis, Meg.

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9 Consecuencias

SIN embargo, los problemas de Meg no haban terminado todava. Cuando entr en
casa, se encontr a Nell en el vestbulo, quien se qued mirndola fijamente.
Dnde has estado? le pregunt con sus redondos ojos muy abiertos. Te he
estado buscando por todas partes.
Para qu? dijo Meg con sequedad.
En el saln estn el doctor Gorminston, la seora Gorminston y sus dos hijas, y,
por lo que parece, no tienen intenciones de marcharse nunca.
Y? dijo Meg.
General se ha vuelto a poner malo, y Esther dice que no bajar ni por todo el
oro del mundo.
Y? volvi a preguntar Meg.
Pap no puede estar ya ms apurado. Est haciendo todo lo posible para
entretenerlos. Les ha cantado My sweetheart when a boy y Mona y les ha
contado cosas de sus caballos, pero me parece que ya no se le ocurre nada ms.
Bueno, yo no puedo hacer nada dijo Meg aburrida, como si el asunto no le
interesara lo ms mnimo.
Pues tendrs que intentarlo! dijo Nell con severidad. Yo he hecho lo que
he podido. Pap sali a buscarnos a las nias, pero, como t no aparecas por ningn
sitio, fuimos slo Baby y yo.
Y qu hicisteis? pregunt Meg con curiosidad muy a su pesar.
Baby se puso a hablar con la seora Gorminston y a m me pidieron que tocara
algo explic Nell, y toqu Keel Row. Pero hasta el final no me di cuenta de
que el piano estaba desafinado aadi apesadumbrada. Y luego Baby le cont a
la seora Gorminston que Judy haba dejado a General en Barracks, y que la haban
mandado interna, y que Bunty le haba dado una rana. Despus, pap dijo que sera
mejor que nos furamos a acostar, y pregunt por qu no habas ido t.
Ir, ir dijo Meg apresuradamente. Si no, maana estar de un humor de
perros. Ah, y, Nell, ve y dile a Martha que dentro de media hora traiga un poco de
vino y unas pastas.
Se quit el chal, se alis el alborotado cabello y se mir a hurtadillas en el espejo
del vestbulo para ver si el viento de la noche haba borrado de su cara las huellas de
las recientes lgrimas.

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Luego, entr en el saln, donde su padre se esforzaba, sin demasiado xito, por
entretener a los cuatro invitados, que eran de los que popularmente se conocen como
pelmazos.
Toca algo, Meg le pidi su padre cuando, una vez terminados los saludos, se
instal en el saln un embarazoso silencio; o, mejor, canta algo. Conoces alguna
cancin que podamos cantar?
En condiciones normales, Meg tena una vocecita fresca y agradable que se poda
escuchar con placer, pero aquella noche estaba cansada, nerviosa y triste. Cant
Within a mile of Edinboro town, pero result montono y desangelado.
Saba que su padre tena los nervios de punta y que cada uno de los fallos que
cometa le crispaba an ms. Cuando termin la cancin, en vez de volverse hacia
ellos empez a tocar la Marcha Hngara de Kowalski. Pero las teclas parecan
levantarse y chocar con sus dedos, y el piano, que se mova de un lado para otro de
manera alarmante, era cada vez ms difcil de gobernar. Luego, son horriblemente.
Meg intent agarrarse al atril buscando seguridad. La muchacha se tambale sobre el
taburete y cay desvanecida en los brazos que el doctor Gorminston haba extendido
a tiempo providencialmente.
La atmsfera, demasiado cargada y calurosa, haba puesto a prueba el desquiciado
estado de nimo de Meg.
El capitn Woolcot estaba extraordinariamente desconcertado por lo ocurrido. A
sus hijos jams les haba pasado algo parecido y Meg, que yaca en el sof plida e
inconsciente, con la cabeza reclinada en la historiada tapicera de color granate, se
pareca extraamente a su primera esposa a quien haba enterrado en el cementerio
parroquial cuatro aos antes. Se dirigi hacia el filtro a buscar un vaso de agua y,
mientras lo llenaba, se pregunt mecnicamente si su primera mujer pensara que
haba sido demasiado rpido a la hora de ofrecerle su puesto a Esther. Luego,
mientras miraba de pie junto al sof la cara blanca como la muerte de su hija, temi
que ella tambin muriese. Tal vez le dira a su madre que Esther reciba de sus manos
ms ternura de la que ella haba obtenido nunca.
Sus fantasas fueron interrumpidas por la voz chillona y asombrada del doctor.
Estaba hablando con Esther, que se haba sumado a la escena y ayudaba a desatar el
estrecho corpio de Meg.
Pero esta nia lleva apretadsimo el cors! dijo. Cmo no se ha dado
usted cuenta? Esta presin, si ha sido constante, resulta suficiente para estar a punto
de matarla. S, s, claro, es un desmayo Lo que me extraa es que antes no haya
tenido ningn sntoma.
Una nube de preocupacin cubri el hermoso rostro de Esther. Haba vuelto a
fallar. Su marido la estaba mirando melanclicamente desde el sof en que yaca la
pequea figura con su vestido de muselina arrugado. Y el corazn le dijo que

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aquellos chiquillos no estaban recibiendo de sus manos el cuidado y la atencin de
una verdadera madre.
Despus, una vez que Meg estuvo en la cama fuera de peligro y el susto hubo
pasado, se dirigi a su marido con timidez.
Slo tengo veinte aos, Jack. No seas demasiado severo conmigo! dijo con
un sollozo. No puedo ser para ellos lo que ella fue, no?
El capitn bes la hermosa cabeza que descansaba sobre su hombro y la consol
con tiernas palabras. Pero aquella noche, una y otra vez volvi a l la visin de la cara
plida de Meg recostada en los cojines de color granate, y tuvo la certeza de que el
viento que agitaba los visillos de la ventana haba estado jugando unos minutos antes
con la hierba del cementerio.

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10 La heroicidad de Bunty

HABAN pescado a Bunty diciendo otra mentira. Era una trola bastante grande, y el
pequeo se senta profundamente desgraciado. Todo el mundo haba salido, excepto
Meg, que permaneca todava en la cama reponindose del desmayo, y el propio
Bunty, que haba estado jugando al criquet en uno de los potreros. Pero, incluso con
una pelota nueva, este juego llega a cansar despus de un rato cuando uno mismo
tiene que lanzar la pelota, golpearla con el bate y detenerla. As que dej el bate en el
jardn y empez a tirar la pelota a la buena de Dios, mientras pensaba qu poda hacer
luego. Descubri el caballo de su padre en el otro extremo del potrero y, sin
pensrselo dos veces, se acerc un poco y lanz la pelota por el suelo para obligarlo a
saltar. Nada ms lejos de su intencin que la idea de lastimar al pobre animal, y
cuando la bola le dio de lleno en una pata y vio cmo se alejaba cojeando, se
precipit hacia l, plido y asustado.
Cuando vio que levantaba la pata del suelo y se estremeca al tocarlo, comprendi
que el dao que le haba hecho era importante. El pnico se apoder de l al instante,
y se dio la vuelta apresuradamente, pensando, como era habitual en l, esconder la
cabeza. Todava no haba retrocedido hacia la mitad del potrero cuando observ, para
mayor consternacin, que su padre, acompaado de un oficial amigo suyo, sala por
el portillo del jardn y se diriga dando un paseo hacia el caballo, que era un ejemplar
magnfico y muy valioso.
Aterrado por lo que haba hecho, escondi la pelota de criquet debajo de la
chaqueta del traje de marinero, se arrodill apresuradamente y se puso a jugar a las
canicas para disimular. Haba golpeado unas doce canicas al azar, cuando oy que le
llamaban estentreamente.
Se levant, se sacudi el polvo de las temblorosas rodillas y se dirigi hacia su
padre.
Ve y dile a Pat que le necesito urgentemente dijo el capitn, que estaba
examinando con preocupacin la pata del caballo. Si no est por ah, que venga
Pip. No comprendo cmo ha podido suceder. Sabes t algo, Bunty?
No, claro que no! Yo, yo, no, no he hecho nada dijo el pequeo
con un castaeteo de dientes; pero su padre estaba demasiado ocupado para darse

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cuenta de su evidente culpabilidad y le orden que fuera a buscar ayuda.
Bunty subi hasta los establos y le dijo a Pat que fuera inmediatamente, que su
padre le estaba esperando.
Luego, entr a hurtadillas en la casa, cogi un par de manzanas y un trozo de
bizcocho y se alej dispuesto a sentirse desdichado hasta haber confesado.
Se dirigi sin que nadie le viera a un cobertizo abandonado cercano a la casa y
que en otra poca haba servido de establo; en la parte de arriba tena un desvn
dividido en dos, al que slo se poda llegar trepando por una escalera de mano en
estado ruinoso. Bunty gate por ella, se sent entre la paja hecho un ovillo y se puso a
mordisquear pensativamente una manzana.
Si haba algn chiquillo necesitado de una madre juiciosa, cariosa y maternal,
era este pequeo que, con la cara sucia y el corazn afligido, murmuraba con la
cabeza apoyada en una viga llena de telaraas: Yo no he tenido la culpa. Fue el
caballo.
Le pareci or algo que se mova al otro lado del desvn, del que le separaba un
tabique que no llegaba hasta arriba.
Fuera, fuera, marchaos! grit y dio varias patadas en el suelo con sus
pesadas botas, pensando que seran ratas. Fuera! grit de nuevo.
Bunty.
El chiquillo se puso lvido. Qu sera aquel extrao y dbil murmullo, aquel
singular susurro que le llamaba desde tan cerca!
Bunty.
De nuevo oy su nombre, pero esta vez pronunciado por una voz ms alta y tan
cansada que le hizo sentir una extraa emocin. El murmullo se oa cada vez ms
cerca, traspasaba el tabique, se arrastraba por el suelo, se aproximaba. Aterrorizado,
Bunty se ech a llorar y se tir al suelo, escondiendo entre las pajas la cara sucia.
Bunty repiti la voz. Y una delgada mano le toc el brazo.
Ayudadme, por favor, ayudadme! grit. Meg, oh, pap, Esther!
Pero una mano le tap rpidamente la boca mientras otra tiraba de l hasta
obligarle a sentarse.
Bunty haba cerrado los ojos con todas sus fuerzas para no ver al visitante
fantasma, que estaba seguro de que haba aparecido para castigarle por su pecado.
Pero algo le oblig a abrirlos. Y luego pens que ya nunca podra volver a cerrarlos
por culpa del asombro.
Porque era la mano de Judy la que le tapaba la boca y la propia Judy la que estaba
a su lado.
Cspita! exclam estupefacto. Se qued mirndola fijamente para
asegurarse de que era de carne y hueso. Cmo has llegado hasta aqu?
Pero Judy no contest. Se limit a quitarle de las manos la manzana y el pedazo

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de bizcocho que le quedaban, se sent en el suelo y los devor en silencio.
No tienes ms? pregunt con avidez.
Bunty not de repente que Judy haba crecido mucho y que estaba mucho ms
delgada. No pareca la misma. Tena la ropa casi hecha andrajos, las botas
polvorientas, la cara delgada y afilada y el pelo enmaraado y revuelto.
Cspita! volvi a decir Bunty con los ojos a punto de escaprsele de las
rbitas. Pero, Judy, qu haces aqu?
Me me he escapado, Bunty confes Judy con voz temblorosa. He
venido andando desde el colegio. Estaba deseando veros a todos.
Pobrecita! dijo Bunty.
Lo he planeado muy bien continu Judy, y se recogi el pelo con gesto
fatigado. No me acuerdo ahora, estoy muy cansada, pero todo saldr bien.
Y qu va a decir l? pregunt Bunty con ojos asustados, cuando se acord
de su padre.
No se enterar replic Judy resueltamente. No me voy a quedar mucho
tiempo y vosotros podis venir a verme y traerme comida o lo que necesite, y luego
me ir al colegio otra vez.
Exhausta, se hundi entre la paja y cerr los ojos durante unos instantes mientras
Bunty la miraba fascinado.
A qu distancia est el colegio? pregunt por fin.
A setenta y siete millas se estremeci ligeramente Judy. Consegu colarme
en el furgn de equipajes de un tren que iba de Lawson a Springwood y luego me
trajeron en una carreta parte del camino, pero el resto lo hice andando. He tardado
casi una semana aadi tras una pausa. Volvi a cerrar los ojos, esta vez por un
perodo de tiempo ms largo. Despus, una o dos lgrimas de debilidad y
autocompasin le temblaron bajo las oscuras pestaas y le resbalaron por la cara,
dejando en ella un rastro limpio. Al verlas, a Bunty se le hizo un nudo en la garganta;
no recordaba haber visto llorar a Judy nunca. Luego, apoy la cabeza en el hombro de
su hermana y, acaricindole una mano, le dijo torpemente:
No te preocupes, Judy.
Pero estas palabras hicieron que media docena de gruesas lgrimas manaran de
los ojos cerrados de Judy, que se dio la vuelta y escondi la cabeza para ocultarlas.
Luego, se incorpor con dificultad y se ech a rer de buena gana.
Si me vieran la seora Burton y compaa! exclam. Me las he apaado
de miedo; creen que estoy pasando quince das en Katoomba Bunty, me gustara
que vieras los rizos que tiene la seora Marian Burton pegados a los lados de la
cabeza.
Judy se detuvo rindose casi histricamente; luego, un ataque de tos hizo que sus
ojos se volvieran a llenar de lgrimas.

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Vete y treme algo de comer dijo irritada, tras recuperar el aliento.
Deberas recordar que no he comido nada desde ayer por la maana; siempre has sido
un egosta, Bunty.
Bunty se levant y se alej apresuradamente.
Qu podras comer, qu te traigo? pregunt, y sac una pierna por la
trampilla.
Cualquier cosa, siempre y cuando sea abundante contest Judy. Cualquier
cosa! Creo que podra comerme la paja y morder las vigas como si fueran galletas. La
verdad es que tengo que apartar los ojos de ti, Bunty; ests tan gordo que no me
importara nada darte un buen bocado.
En sus ojos brill un destello de su antigua irona, pero luego empez a toser otra
vez y, cuando pas el ataque, se recost exhausta.
Trete a los dems dijo dbilmente, antes de que desapareciera del todo la
cabeza de Bunty. T solo no sirves para nada.
Bunty volvi la cabeza un instante y esboz una sonrisa a pesar de la pena que le
produjeron las palabras de Judy, precisamente en un momento en que hubiera dado la
vida por ella sin rechistar.
Lo siento muchsimo, Judy dijo con suavidad, pero los dems han salido.
No te sirvo yo? Hara cualquier cosa, Judy, por favor.
Judy hizo caso omiso del dbil lloriqueo que acompa a las ltimas palabras de
Bunty y se volvi hacia la pared.
Y, una vez ms, dos gruesos lagrimones corrieron por sus mejillas.
Deberan haberse quedado en casa dijo con un sollozo. Tendran que haber
sabido que yo intentara venir. Dnde estn?
Pip ha ido a pescar dijo Bunty y Nell le ha acompaado para llevarle la
cesta. Baby est en casa de los Courtney y Esther ha ido a la ciudad con General. Ah,
y Meg est en la cama porque llevaba el cors muy apretado y se desmay.
Ya veo que no me han echado de menos, pens con amargura cuando se enter
de que todo segua como siempre. Y ella que haba pasado tantas penalidades slo
por verlos!
Despus, volvi a apoderarse de ella aquella extraa debilidad, cerr los ojos una
vez ms, se qued inmvil y se olvid del tiempo, del lugar y del hambre.
Bunty atraves el potrero con pie ligero; la visin de su padre cerca de los
establos le produjo un momentneo sobresalto y le trajo a la cabeza sus propias
dificultades, pero las desech inmediatamente y continu corriendo. La puerta de la
despensa estaba cerrada con llave. Martha, la cocinera, sola cerrarla precisamente
por culpa de la pecaminosa propensin de Bunty a llevarse las tortas y los pasteles;
slo una habilidosa estratagema le permitira entrar, como pens descorazonado.
Pero Judy estaba hambrienta! Llevaba sin comer desde el da anterior por la

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maana!
Record, con una profunda sensacin de pena incluso entonces, el terrible
abatimiento que haba experimentado l mismo la semana anterior cuando, como
castigo, le haban mandado a la cama sin cenar. Y Judy haba renunciado a tres
comidas! Apret la boca con decisin y un rayo de determinacin casi heroica
ilumin sus ojos. La ventana de la despensa daba a una de las fachadas laterales del
edificio; aunque sola mirarla golosamente, la verdad es que nunca se haba
aventurado a intentar subir, porque, debajo de ella, trepaba por la pared un enorme
cacto.
Pero ahora lo hara por Judy, o morira en el intento.
Dio la vuelta a la casa y se detuvo delante de la ventana; no haba nadie, todo
pareca en calma. Martha, la haba visto al pasar, estaba en la cocina haciendo la
comida y la otra chica limpiaba el porche. Dirigi una decidida mirada a las
terrorficas espinas del cacto y, sin pensarlo ms, empez a trepar entre ellas.
Cmo pinchaban y araaban! Tena un buen rasguo en un brazo, el calcetn
izquierdo completamente destrozado, un profundo araazo en la pierna y las manos
doloridas y ensangrentadas.
Pero haba conseguido llegar al alfizar de la ventana, y eso era lo que importaba.

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Empuj la estrecha ventana y, como estaba muy gordo, se introdujo por ella con
bastante dificultad. Luego, se dej caer sobre una estantera y desde all baj al suelo
con sumo cuidado. No tena tiempo para pararse a examinar sus heridas, de modo que
se limit a mirar el araazo ms grande con ojos lastimeros y se lanz de lleno a
buscar provisiones. La despensa estaba prcticamente vaca. No haba rastro de
bizcochos, ni un poco de mermelada, ni pollo asado. Parti un enorme pedazo de pan
y envolvi cuidadosamente un poco de mantequilla en un papel de peridico. En una
fuente haba un trozo de carne en conserva; cort una gruesa loncha y la enroll
alrededor de las sobras de una tarta de nsperos. Escondi los paquetes debajo de la
chaqueta del traje de marinero, se llen los bolsillos de frutas confitadas, pasas y
otros exquisitos manjares de los que haba all guardados en frascos y se dispuso a
emprender la penosa retirada.
Se subi a la estantera, sac la cabeza por la ventana y ech una mirada de
desesperacin al cacto. Y en el preciso momento en que se puso de rodillas en el
alfizar, oy a su espalda el agudo clic de una llave en la cerradura.
Mir con ojos desorbitados a su alrededor. All, en la puerta, estaba Martha.
Horrorizado, vio que estaba hablando con su padre, que permaneca en el pasillo.
rnica dijo el capitn. Probablemente est en la despensa, porque es el
ltimo sitio en el que esperara encontrarla. La dej encima de la repisa de la
chimenea de mi cuarto, pero alguien ha debido de pensar que era para jugar. Por
qu, en nombre de todos los misterios, no pueden dejar mis cosas en paz?
Y para qu iba a cogerla yo? contest secamente Martha. No suelo
mezclarla con la pasta para que quede ms ligera.
Ech hacia atrs la cabeza y, al hacerlo, descubri la pequea figura que
permaneca arrodillada en el alfizar de la ventana temblando de miedo.
Como la puerta estaba entreabierta y el dueo de la casa estaba detrs de ella, slo
Martha se benefici del espectculo.
Dos veces abri la boca para decir algo, pero Bunty le hizo tales gestos de
desesperacin y splica que volvi a cerrarla; incluso se puso a rebuscar entre los
frascos que haba en la estantera contigua a la puerta para darle al muchacho la
oportunidad de escapar.
Un minuto ms y se habra salvado, un minuto ms y habra aterrizado en
medio del cacto, que ya no le impona ningn respeto.
Pero los hados fueron demasiado duros con l. Y todo porque uno de los zapatos
de Martha Tomlinson tena el tacn muy gastado. Al darse la vuelta, se le torci, y
alarg una mano para intentar recobrar el equilibrio. Al hacerlo, le dio un golpe a una
jarra. Y la jarra choc con una fuente, que se vino abajo estrepitosamente, empujando
en su cada un gran cntaro de leche, que se derram por el suelo. No s si alguna vez
has intentado limpiar un suelo de madera en el que se ha derramado leche, pero estoy

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segura de que te puedes imaginar que es una tarea bastante molesta, especialmente si
esa misma maana lo has fregado a conciencia. No tena, pues, nada de extrao que
Martha, irritada ante tal desaguisado, se volviera y, sealando a la pequea figura que
segua paralizada en la ventana, preguntara con tono exasperado si los benditos santos
del cielo podan aguantar a aquel condenado nio, porque, lo que era a ella, le
resultaba imposible.
El capitn entr en la despensa enfadadsimo y le orden a gritos que bajara.
El chiquillo salt al suelo temblando y muerto de miedo.
Siempre cogiendo cosas, robando y mintiendo gru Martha Tomlinson, y
dirigi una indignada mirada al desgraciado muchacho.
Tres, cuatro, cinco airados azotes con la fusta del capitn, y Bunty, protegindose
la cabeza con un brazo, huy por el pasillo y sali por la puerta trasera.
Atraves el potrero sollozando a cada paso que daba, pero enormemente
satisfecho de s mismo por haber soportado todo aquello por alguien.
Si se lo hubieran dicho antes, apenas habra podido creer que sera capaz de hacer
algo tan noble. Y este pensamiento le consol, a pesar de que los araazos y las
seales de los azotes todava le escocan. A medida que iba acercndose al cobertizo,
se esforzaba ms por sofocar los sollozos. Incluso se meti en la boca un puado de
pasas con este fin.
Pero, a pesar de todo, fue una cara llorosa, llena de araazos y apenada la que se
asom por la abertura de la pared.
Aunque tena los ojos entreabiertos, Judy no se movi. El chiquillo se arrodill a
su lado y le toc un hombro con suavidad.
Te traigo varias cosas, Judy; no te las vas a comer?
La pequea dijo que no con la cabeza, casi sin fuerzas.
Toma un poco de carne, o pasas; tambin hay frutas confitadas, si prefieres.
Judy volvi a decir que no con la cabeza.
Llvatelas dijo con un dbil gemido.
Una expresin de profunda desilusin ensombreci la cara menuda y acalorada de
Bunty.
Y pensar que casi me mato por cogerlas! Bueno, a fin de cuentas, no eres ms
que una pobre chica dijo Bunty.
Oh, vete! gimi Judy, moviendo la cabeza a uno y otro lado con desasosiego
. Ay, cmo me duele el pie, no, la cabeza, y el costado! Oh, no s lo que me
duele!
Me he hecho dao aqu y aqu dijo Bunty, indicando dnde y secndose las
lgrimas de autocompasin que le fluan de los ojos con la manga de la chaqueta.
Y me he araado por todo el cuerpo con el condenado cacto.
Crees que todava me falta mucho? dijo Judy con tal rapidez que las

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palabras se le atropellaron unas con otras. He andado cientos y cientos de millas y
no he llegado an a casa. Supongo que ser porque el mundo es redondo, y dentro de
poco llegar otra vez a la puerta del colegio.
No seas idiota! dijo Bunty bruscamente.
No digas nunca ni una sola palabra, Marian; he confiado en ti, y si cumples tu
promesa, puedo ir a casa y volver y nadie se enterar. Y djame dos chelines; tienes?
No me queda mucho dinero. Bunty, eres un egosta, podras traerme un poco de
leche! Llevo pidindotela hace varias horas, y la cabeza se me va a convertir en una
peonza si no bebo leche.
Toma un poco de carne, Judy, guapa Anda, Judy, no seas tonta. Encima que
casi me mato por tu culpa dijo Bunty, intentando meterle un trozo en la boca con
dedos temblorosos.
La chiquilla se dio la vuelta y empez a delirar otra vez.
Setenta y siete millas deca, y ayer anduve once, lo que hacen mil ciento
setenta y siete Y seis del da anterior porque tena una ampolla en el pie son mil
ciento ochenta y tres. Y si ando diez millas diarias llegar a casa dentro de mil ciento
ochenta y tres veces diez, es decir, mil Oh, cuntas? Cuntas? Bunty, por qu no
me dices cuntas son? Me duele demasiado la cabeza para pensar, y un millar y
varios das es un ao Dos aos Dos aos Tres aos antes de que consiga
llegar. Oh, Pip, Meg, tres aos! Oh, Esther, decdselo, decidle que me deje volver a
casa! Tres aos Tres aos Tres aos!
La ltima palabra fue casi un grito, y Judy intent ponerse en pie para seguir
caminando.
Bunty la cogi por los brazos y la sujet.
Djame que me vaya, djame grit Judy con voz ronca. A este paso nunca
llegar. Tres aos, y tantsimas millas!
Judy empuj a Bunty y trat de cruzar el desvn, pero las piernas no le
respondieron y cay al suelo sin sentido como un guiapo.
Meg Ir a buscar a Meg dijo el chiquillo con voz temblorosa y asustada.
Luego, se dej caer por la abertura y ech a correr hacia la casa.

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11 La escapada

ENTR en el cuarto de Meg como un vendaval.


Est en el antiguo cobertizo, Meg, y no estoy seguro, pero me parece que se ha
vuelto loca; y me han pegado muchsimo, y casi me mato con el cacto por su culpa, y
no he dicho ni media palabra. No puede comer carne en conserva, ni nada. Se ha
escapado y, bueno, estoy seguro de que est loca!
Meg levant de la almohada la cara plida y asustada.
Quin? Qu?
Judy contest Bunty, estallando en sollozos. Est en el cobertizo, y creo
que est loca!
Meg se levant con cuidado de la cama, se ech apresuradamente la bata por
encima y, sin terminar de creerse del todo la disparatada historia, baj las escaleras
acompaada por el pequeo.
Ya en el vestbulo, se encontraron con su padre que iba a salir.
Ests mejor? le pregunt a Meg. Deberas quedarte en la cama todo el
da; aunque a lo mejor te sienta bien que te d el aire.
S dijo Meg mecnicamente.
Voy a estar fuera el resto del da; la verdad es que no creo que ni Esther ni yo
volvamos hasta maana por la maana.
S repiti Meg.
No dejes que los nios destrocen la casa, y cudate Ah, y manda a Bunty a la
cama sin cenar. Estoy seguro de que, por hoy, ya ha tenido bastante.
S volvi a decir Meg, dndose cuenta de lo que acababa de prometer cuando
Bunty le susurr al odo: Chivata!.
Despus, el coche traquete y el capitn se alej ante el indecible alivio de sus
hijos.
Y ahora, dime, qu es esa disparatada historia? pregunt Meg volvindose
hacia su hermano. Me imagino que ser otra de tus mentiras, no?
Ven a ver replic Bunty, encaminndose hacia el cobertizo a travs de los
potreros.
A mitad de camino se encontraron a Pip y Nell que volvan de pescar ms pronto
de lo previsto. Nell, que caminaba a una prudencial distancia de su hermano, pareca
triste y abatida.

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Podras haberte trado tambin un fongrafo dijo dirigindole a la culpable
una mirada irnica y burlona. No has dejado de hablar ni un momento, y as es
imposible que piquen los peces.
Judy est en casa dijo Bunty, sin poder callarse por ms tiempo la importante
noticia. Slo la he visto yo; casi me mato trepando por el cacto para entrar por la
ventana, y pap me ha dado una buena paliza, pero no he dicho ni una sola palabra,
verdad, Meg? Me la encontr en el cobertizo, y fui a casa a coger carne y cosas para
comer Mira, mira cmo tengo las piernas.
Bunty exhibi orgullosamente sus araazos; pero Meg volvi a ponerse en
camino apresuradamente, seguida por Pip y Nell, que no salan de su asombro.
Cuando llegaron al cobertizo, se detuvieron.
Es un cuento chino de Bunty dijo Pip, despectivo. Todava no estamos a
veintiocho de diciembre, rico.
Ven a ver replic Bunty trepando escaleras arriba. Pip subi tras l, y al
llegar sofoc un grito; despus subieron Meg y Nell con bastante ms dificultad, y la
escena qued completa.
El delirio haba pasado y Judy, agotada, yaca con los ojos muy abiertos mirando
las vigas.
Cuando se reunieron a su alrededor, les dirigi una sonrisa.
Si Mahoma no viene a la montaa dijo, y despus se pas tosiendo dos o
tres minutos.
Qu has estado haciendo, Ju, chiquilla? le pregunt Pip con un extrao
temblor en la voz. La visin de Judy, su hermana preferida, exhausta, delgada, con las
mejillas hundidas, era demasiado para su inmadura virilidad, y se le empaaron los
ojos.
Cmo has venido, Ju? pregunt parpadeando para aclararse la vista.
Judy le dirigi una de sus habituales miradas burlonas.
En el coche de San Fernando dijo; no habrs pensado que he fletado un
globo?
Y otra vez empez a toser.
Meg se arrodill y rode con sus brazos el cuerpecillo delgado y consumido de su
hermana.
Judy dijo echndose a llorar, oh, Judy, pobrecita!
Judy sonri durante un instante y le dijo que era una tonta, pero luego se vino
abajo enseguida y empez a llorar convulsivamente.
Tengo hambre dijo por fin con voz lastimera.
Los cuatro hermanos se levantaron rpidamente como si fueran a desvalijar todos
los almacenes de Sydney para satisfacerla. Luego, Meg volvi a sentarse, cogi con
sumo cuidado la despeinada cabeza de Judy y la deposit en su regazo.

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Ve a casa, Pip dijo, y trae vino y un vaso, y en la fresquera hay un poco de
pollo asado; ha sobrado despus de comer yo. Martha dijo que guardara el resto para
la hora del t. Date prisa, Pip.
Corre! se anim Pip a s mismo; baj del desvn y sali disparado hacia la
casa.
Habrase visto! exclam Martha Tomlinson cinco minutos ms tarde cuando
se cruz con l en el vestbulo y vio que llevaba una botella de cristal debajo del
brazo, una copa de vino cogida con los dientes y un plato de pollo fro con unas
rebanadas de pan con mantequilla en una mano. Habrase visto! Y luego, qu ms
se os va a ocurrir?
Cllate y no te metas en lo que no te llaman! dijo Pip, rozndola al pasar.
Despus, se dirigi hacia el cobertizo, pero dio un rodeo para que Martha no pudiera
ver adnde iba.
Se arrodill junto a su hermana y le dio trocitos de pollo y sorbitos de vino. Le
acarici con delicadeza el enmaraado cabello, la llam chiquilla por lo menos
quince veces, y le suplic que comiera un poco ms y luego otro poco ms.
Y Judy, al sentir clavados en ella los ojos llorosos de su hermano, se comi todo
lo que le ofreci, aunque estuvo a punto de ahogarse con el primer bocado. Se habra
comido hasta un elefante, porque quera a aquel muchacho ms que a nada en el
mundo y le dola verlo tan afligido. Adems, le sent muy bien, y se incorpor y
estuvo charlando con toda naturalidad.
No deberas haberlo hecho, de verdad, nia; me preocupa lo que te pueda decir
pap.
No se enterar contest Judy con resolucin. Si alguien se lo dice, no se lo
perdonar jams. Slo puedo quedarme una semana. Lo he arreglado todo muy bien,
me quedar a vivir aqu en el desvn; a pap nunca se le ocurrira venir, as que estar
completamente segura, y vosotros me traeris la comida. Y cuando se acabe la
semana suspir profundamente volver de nuevo al colegio.
De verdad anduviste todas esas millas para venir a vernos? pregunt Pip, y
una vez ms su voz son de un modo extrao.
Me recogieron uno o dos coches dijo Judy, pero hice andando casi todo el
camino. He tardado casi una semana.
Cmo pudiste hacerlo, dnde dormas, qu comas, Judy? dijo Meg
profundamente angustiada.
Ya casi no me acuerdo contest Judy, cerrando los ojos de nuevo. Fui
pidiendo comida por las casas, y, a veces, me decan que me quedara a dormir, y tena
tres chelines y seis peniques que me duraron mucho. Slo tuve que dormir a la
intemperie dos noches, y tena el abrigo.
La cara de Meg palideci horrorizada al conocer ms detalles de la aventura de su

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hermana. Ninguna chica en el mundo, salvo Judy, se habra atrevido a llevar a cabo
un proyecto tan descabellado como era recorrer todas aquellas millas con slo tres
chelines y seis peniques en el bolsillo.
Cmo pudiste hacerlo? fue todo lo que se le ocurri decir.
No tena que venir andando todo el camino contest Judy con una dbil
sonrisa. Llevaba siete chelines envueltos en un trozo de papel en el bolsillo,
adems de los tres chelines y los seis peniques. Saba que con eso podra coger un
tren durante un buen trecho. Pero se me perdieron cuando ya haba salido, y, como no
me iba a volver slo por eso, tuve que venir andando.
Meg le acarici la mejilla con suavidad.
No me extraa nada que hayas adelgazado tanto dijo.
No estarn la seora Burton y compaa organizando una expedicin para ir
en tu busca? pregunt Pip. Es muy raro que no hayan escrito a pap para decirle
que te has largado.
Oh, Marian y yo lo preparamos todo con mucho cuidado dijo Judy con una
sonrisa de satisfaccin al recordarlo. Marian es mi compaera, y hace todo lo que
yo le digo. Vive en Katoomba.
Y? pregunt Meg, desconcertada, cuando su hermana dej de hablar.
Vers, haba un montn de nias con varicela, as que mandaron a Marian a
casa, por miedo a que se contagiara. Su madre me pidi que fuera a pasar quince das
con ellos; la seora Burton escribi a pap y le pregunt que si poda ir, y yo le
escrib y le pregunt que si me poda venir a casa en vez de ir a pasar unos das con la
familia de Marian.
Pap nunca nos dijo nada coment Meg con suavidad.
No, me imagino que no. Bueno, el caso es que pap contest y me dijo a m
que no y que s a ella. As que un buen da nos dejaron en el tren sanas y salvas. En
Katoomba nos estaran esperando los padres de Marian. Por el camino, se me ocurri
una idea: por qu no me vena a casa a la chita callando? De modo que le dije a
Marian que poda decirle a su familia que me haba venido a casa, pero que tena que
hacerlo muy bien, para que no escribieran a la seora Burton. Luego, cuando el tren
se detuvo en Blackheath, me baj rpidamente y ella sigui hacia Katoomba y yo me
vine a casa. Eso es todo. Lo que pasa es que, fjate, se me perdi el dinero y no tuve
ms remedio que echarme a andar.
Meg le alis el pelo enmaraado y polvoriento.
Pero no puedes vivir aqu una semana dijo preocupada. Has cogido un
buen catarro por dormir al aire libre. Estoy segura de que ests enferma. Tendremos
que decrselo a pap. Pero le pedir que no te vuelva a mandar al colegio.
Judy se incorpor precipitadamente, mirndola con ojos furiosos.
Si lo haces dijo, si lo haces, me escapar esta misma noche y me ir

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andando a Melbourne, o a Jerusaln, y no volver a veros nunca! Cmo puedes ser
as, Meg, despus de todo lo que he tenido que hacer para que no se enterara! Cmo
puedes ser as?
Judy estaba cada vez ms excitada.
Maana mismo volvera a ser facturada otra vez para el colegio Lo sabes
muy bien, Meg. Verdad, Pip? Y encima, en el colegio, se pondran como fieras. Mi
plan es muy sencillo. Despus de haber pasado una semana estupenda aqu con todos
vosotros, me ir. Entre todos me podis prestar un poco de dinero para el tren. El da
veinticinco me reunir con Marian en Katoomba; volveremos juntas al colegio y
nadie se enterar. Mi catarro no tiene importancia; ya sabes que cuando estaba en
casa sola acatarrarme con frecuencia, pero los catarros nunca han podido conmigo.
Si me trais abundante comida y me hacis compaa, me pondr bien enseguida.
El descanso, la comida y los rostros familiares ya haban hecho mucho en su
favor; su cara pareca menos cansada y sus mejillas se iban cubriendo poco a poco de
color.
Meg tena un incmodo sentimiento de responsabilidad, y la sensacin de que
debera decrselo a alguien pesaba sobre ella como una losa; pero estaba presionada
por sus hermanos.
No puedes ser tan ruin, Meg haba dicho Judy expresivamente cuando le
suplic que le permitiera decrselo a Esther por lo menos.
Qu chivata! haba aadido Bunty.
Qu acusica! haba dicho Pip.
Y Meg no tuvo ms remedio que callarse, pero se senta tremendamente
desgraciada.

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12 Zass, zass!

JUDY llevaba ya cuatro das en el desvn cuando Martha Tomlinson le coment a su


compaera y vctima, Bridget, que crea que aquellos condenados nios estaban
conspirando para ponerla al otro lado del ro.
Bridget, que aquel da tena el estmago algo alterado por culpa de una mala
digestin, se limit a observar que aquellas adorables criaturas slo deseaban verla en
el lugar que se mereca.
Quiz debiera explicarte que la expresin al otro lado del ro haca referencia a
Gladesville, el manicomio de Sydney.
Muchas eran las cosas que haban llevado a la pobre Martha a pensar en una
conjuracin. Por ejemplo, una maana, al ir a hacer la cama de Pip como todos los
das, se encontr con que haba desaparecido toda la ropa. La colcha blanca estaba
extendida sobre el colchn sin una arruga, pero no haba ni rastro de sbanas, mantas
o almohadas. Las busc hasta en los sitios ms inverosmiles, les pregunt a los
nios, incluso acudi a Esther; pero, nada, la ropa perdida no apareca.
Hay un hombre con pantalones de pana rondando por aqu todas las noches
dijo Pip, mirando con pesimismo su cama desnuda. No me extraara que tuviera
algo que ver con el asunto.
La sugerencia del muchacho era bastante despiadada, porque aquel hombre era el
ms ferviente admirador de Martha, y tambin su preferido.
Al da siguiente desapareci la jofaina del cuarto de Meg, y despus una
alfombrilla del rellano de la escalera, y una silla del cuarto de los nios; por no
mencionar otras menudencias, como una tetera, una lmpara de alcohol, varias tazas
y platos, medio jamn y toda una hornada de pan de jengibre con nueces.
Las desapariciones preocupaban a Martha, porque las cosas parecan esfumarse
cuando los nios estaban acostados; pero, aunque sospechaba de ellos y no dejaba de
vigilarlos, no consegua obtener ninguna prueba evidente de su culpabilidad ni
averiguar el motivo por el que se llevaban esas cosas.
Tras la desaparicin de cada nuevo objeto, Pip sola preguntar si el hombre de los
pantalones de pana haba estado rondando por all la noche anterior. Y como siempre
daba la casualidad de que s, a Martha no le quedaba ms remedio que dirigirle una
mirada colrica y salir de la habitacin con aire de dignidad ofendida.
Una noche se evapor misteriosamente la mesita de ajedrez del cuarto de los

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nios.
Al da siguiente por la maana, cuando Martha estaba barriendo la alfombra, Pip
se le colg del cuello, fingiendo llorar a lgrima viva.
Nunca apreciamos las humildes violetas dijo con voz quebrada. Ah,
Martha, Martha, pensar que no nos hemos dado cuenta de que eres un tesoro hasta
ahora, cuando tus das con nosotros estn contados!
Vete por ah dijo, dndole con el palo de la escoba. Y no pienso irme, ni lo
suees; no te vas a quitar de encima tan pronto a Martha Tomlinson. No lo
conseguirs por mucho que lo intentes, jovencito.
Pero no te estar necesitando l, Martha? sugiri Pip con suavidad. Ya
debe de tener todos los muebles, aunque todava no se ha llevado una cacerola, ni una
plancha. Pero hay algo ms, Martha; no me importa decirte confidencialmente que
estoy pensando regalarte yo mismo la plancha cuando te cases, as que no tienes que
esperar a que l venga por ella.
Vete por ah volvi a decir Martha, sacudindole la escoba delante de las
narices con tanta energa que estuvo a punto de ahogarle. sta es una muestra ms
de lo desalmado que eres.
El desvn tena cada da ms comodidades.
Un par de alfombras colgaban de las paredes, impidiendo el paso del aire. La
cama de Judy, mullida y acogedora, ocupaba un rincn, tena una silla para sentarse,
una mesa para comer e, incluso, una jofaina para llevar a cabo sus abluciones. Y
estaba acompaada todo el da y casi toda la noche. Una vez, Meg, despus de
atrancar la puerta de su cuarto, se haba escapado para compartir con ella la cama del
desvn; en otra ocasin haba ido Nell, y la noche siguiente Pip haba cogido un par
de mantas y haba improvisado con ellas una cama entre la paja. Solan visitarla a
cualquier hora del da, subiendo por la desvencijada escalera uno tras otro siempre
que podan escabullirse sin que nadie los viera.
Cuando esto suceda, la institutriz tena quince das de permiso para cuidar a su
madre que estaba enferma, as que las nias y Bunty disponan de todo el tiempo que
queran. Pip sola llegar tarde al colegio y luego se volva pronto, consiguiendo,
siempre que poda, que Esther le firmara notas de disculpa. Incluso hizo novillos un
da, aceptando despus a cambio, con bastante buen talante, unos cuantos palmetazos.
Judy segua plida y cansada. Adems, la tos continuaba molestndola; pero iba
recobrando rpidamente su antiguo buen humor y se lo estaba pasando de miedo con
la aventura.
El nico inconveniente era que el desvn, demasiado reducido, la ahogaba.
Tendris que arreglar las cosas para que pueda salir a dar una vuelta dijo con
determinacin una maana. Estoy segura de que las piernas se me estn acortando
de no ejercitarlas. Cuando se acabe la semana, ya no sabr andar.

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Pip no crea que fuera factible; Meg le suplic que no se arriesgara; pero Bunty y
Nell se mostraron impacientes por llevar a la prctica la idea.
Meg podra entretener a pap propuso Bunty y Pip podra hacer rabiar a
General para que Esther se asustara y saliera de la habitacin, y, entonces, Judy y yo
aprovecharamos para salir corriendo y volver a entrar antes de que vosotros dejarais
de darles la lata.
Judy dijo que no con la cabeza.
Eso sera un rollo dijo. Si salgo, ser para estar fuera ms tiempo. Por
qu no bajamos de excursin al ro?
S, s, vamos! grit Bunty con ojos brillantes.
Estoy segura de que nos las podramos apaar. Hoy es sbado y Pip no tiene
que ir al colegio continu Judy, planendolo todo rpidamente. Dos de vosotros
podais ir por algo de comer. Decidle a Martha que vais a ir de excursin le
encantar no tener que preparar la cena y luego os dirigs hacia el ro. Otros dos
podis vigilar para ver si hay moros en la costa mientras bajo y atravieso los potreros.
Una vez que lleguemos al recodo del camino, estaremos seguros.
Pareca bastante factible, y los preparativos se hicieron en muy poco tiempo. Pip
se qued haciendo guardia en el cobertizo, comprometindose a conseguir que Judy
saliera sin novedad. Bunty, por su parte, se haba situado en el porche de la parte de
atrs con la misin de estar alerta y silbar tres veces en caso de que hubiera algn
peligro.
Tena que estar atento al reloj de la cocina y esperar un cuarto de hora. Despus,
si todo iba bien, tena que coger una tetera y una hogaza de pan y alcanzar a los
dems por el camino.
Como era bastante aburrido estar esperando, se puso a la pata coja, como un ave
meditabunda, dispuesto a pasar revista a los excitantes acontecimientos de los ltimos
das.
Se senta abatido, aunque no saba muy bien por qu. Quiz fuera la mentira que
le haba dicho a su padre y que an no haba confesado, porque el caballo estaba
seriamente lesionado y todo su valor se esfumaba cuando se acordaba de la fusta.
Quiz fuera una reaccin a la enorme tensin. O un manifiesto sentimiento de
injusticia ante la escasa gloria que su heroico comportamiento con Judy haba
merecido a los ojos de los dems. No parecan darle ninguna importancia e, incluso,
se rean cada vez que aluda a sus hazaas o se empeaba en ensearles sus cicatrices.
Dos o tres de los rasguos que tena en las piernas eran respetables. Y, mientras
segua de pie esperando, se baj las medias y les ech una mirada con ojos lastimeros
y algo parecido a un sollozo en la garganta.
No le importo a nadie! murmur, y una de sus lgrimas, siempre dispuestas
a caer, se estrell contra su pierna desnuda. Judy prefiere a Pip, aunque l nunca ha

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trepado por el cacto; Meg cree que slo s decir mentiras, y Nellie dice que soy un
glotn y un egosta No le importo a nadie!
Y en sus ojos se form otra enorme lgrima, que cay aparatosamente.
Has echado races? pregunt una voz.
El capitn llevaba un buen rato observndole desde la ventana, maravillado de
verle tan tranquilo, cosa, por otro lado, muy poco habitual en el pequeo.
Bunty empez a sentirse culpable y se subi los calcetines.
No no es es estoy haciendo na nada dijo ofendido tras una pausa.
Cuando se pona nervioso, siempre tartamudeaba. Na nada de na nada. Me
me voy de ex ex excursin.
S? dijo el capitn. Me da la impresin de que ests planeando una nueva
travesura, o lamentando alguna antigua. Anda, cuntamelo.
Bunty palideci, pero volvi a insistir en que no es es estaba haciendo na
na nada.
El capitn estaba de buen humor y su hijito, gordo y lleno de churretes, era la
nica persona que tena a su alcance.
Qu te parece si te acercas y confiesas una por una todas las fechoras que has
hecho esta semana? le propuso gravemente. Tengo toda la maana libre, y ya va
siendo hora de que le demos un repaso a tu conciencia.
Bunty, ms plido que nunca, se acerc al brazo de la butaca que le indicaba su
padre.
Aj, ya estamos cmodos. Bien, hubo un robo en la despensa el jueves. Ya
tenemos una dijo animndole. Prosigamos.
Yo no no no he hecho na nada ms dijo Bunty con voz entrecortada.
Estaba seguro de que su padre haba descubierto el episodio de la pelota de criquet.
No tena escapatoria. Incluso ech un vistazo a su alrededor para ver si haba por all
cerca alguna fusta. S, all estaba, tirada sobre una silla de cualquier manera, la fusta
de Esther que tena la empuadura de plata. Todava le dio tiempo para pensar que
ojal Esther hubiera sido una mujer ordenada.
Nada de nada, Bunty? Me lo prometes? insisti su padre con tono
solemne.
Estaba ju jugando a las ca ca canicas confes el pequeo con voz
temblorosa. Cmo i i iba yo a ti ti tirarle algo a tu ca ca caballo?
Conque caballo, eh? exclam su padre. Una luz se fue abriendo paso en su
cerebro poco a poco, y su expresin se endureci. Qu le tiraste a Mazeppa para
dejarlo cojo? Contesta inmediatamente.
Bunty dirigi una mirada aterrada a la fusta.
Na na nada contest, na na nada, de verdad. La pe pe
pelota de cri cri criquet estaba en el es es establo. Yo slo es es estaba

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ju jugando a las canicas.
El capitn le cogi por los hombros y le zarande ligeramente.
Dejaste cojo a Mazeppa con la pelota de criquet? dijo con severidad.
No no no. Yo no no murmur blanco como la pared. Luego, medio
arrepentido, aadi: Se me sa sali del bolsillo y Ma Mazeppa pasaba por all
y se se di dio en la pata.
Dime la verdad o te dar una paliza que no se te olvidar mientras vivas dijo
el capitn levantndose y cogiendo la fusta de Esther. Vamos a ver, caballero
Fuiste t quien dej cojo a Mazeppa?
S confes Bunty, estallando en lgrimas e intentando esquivar la fusta.
Luego, a medida que los azotes fueron cayendo sobre sus desventurados
hombros, el aire se fue llenando con su familiar lamento de yo no tuve la culpa, yo
no tuve la culpa.
Eres un despreciable canalla! grit su padre, detenindose un momento
porque le dola el brazo. Te voy a pegar hasta que salga de ti ese espritu mentiroso
y cobarde, o te matar antes.
Zass, zass!
Qu clase de hombre vas a ser de mayor?
Zass, zass!
Mentir slo para salvar tu miserable pellejo!
Zass, zass, zass, zass!
Me has matado, me has matado! Estoy seguro de que me has matado!
chill el maltrecho chiquillo revolcndose por el suelo. Yo no tuve la culpa, yo no
tuve la culpa Pgales a los dems.
Zass, zass, zass!
Crees que los otros mienten como t? Pip no me miente. Judy se cortara la
lengua antes de hacerlo.
Zass, zass, zass!
Ibas a ir de excursin, no? Vete de excursin a tu cuarto hasta maana a la
hora del desayuno.
Zass, zass, zass!
Venga, qutate de mi vista!
La resistencia humana ya no pudo ms. El ltimo zass haba sido una verdadera
agona para su espalda escocida y maltrecha. Pens en los dems, que, felices y
despreocupados, se dirigiran al ro alegres bajo la luz del sol, sin pensar en lo que l
estaba soportando, y su corazn, tan grande era su amargura, pareci estallar.
Judy est en casa! dijo con voz sofocada y colrica. Vive en el antiguo
cobertizo que hay en el potrero de las vacas. Buah, buah! No te lo han querido decir.
Se ha ido de excursin. Y se ha escapado del colegio.

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13 Invitados inesperados

EL capitn se paseaba lentamente por los potreros, con el sombrero que utilizaba en
el jardn echado hacia atrs. Estaba bastante acalorado despus de la escena que
acababa de tener con el segundo de sus hijos, y en sus ojos brillaba una mirada de
reflexin. No crea que fueran verdad las ltimas palabras de Bunty; pero, aun as,
consideraba que eran suficientemente probables como para que no estuviera de ms
hacer una visita al cobertizo.
No es que esperara encontrar all a su hija, porque Bunty ya le haba dicho que
iban a ir de excursin al ro, pero pensaba que quiz habra algn rastro.
La puerta del cobertizo se balance sobre sus desvencijados goznes, y la luz del
sol penetr en el interior haciendo que una alegre franja de polvo atravesara la
estancia.
No haba indicios de que alguien viviera all, a no ser que una cinta para el pelo
de Meg y una cscara de naranja pudieran considerarse como tales.
Descubri la frgil escalera, hecha en casa, apoyada en el agujero del techo y,
aunque en general sola tener por su cuello ms aprecio que los nios por los suyos,
arriesg su seguridad subiendo por ella. La escalera cruji siniestramente cuando
lleg al ltimo peldao, y el capitn se introdujo a gatas en el desvn.
En aquel lado de la divisin no haba ms que un hueso de jamn, una caja de
fichas de domin y un almohadn reventado, as que se asom al otro.
Muy confortable murmur, no me importara quedarme aqu algn tiempo
e incluso se le pas por la cabeza hacerlo y estar all, como si se tratara de una
fiesta sorpresa, cuando llegara Judy. Pero desech la idea por considerarla poco
compatible con su dignidad. Record haber odo rumores de que haban desaparecido
de casa varios muebles, y algo parecido a una sonrisa se asom a sus ojos al ver la
mesita, con la lamparilla de alcohol y la tetera encima, la ropa de la cama y la jofaina.
Setenta y siete millas no eran obstculo suficiente para los perversos planes de Judy.
Cmo se atreva a desafiarle a l, su propio padre, una mocosa de trece aos! Cerr
la boca amenazadoramente, baj del desvn y se dirigi hacia la casa dando grandes
zancadas. Esther! llam con voz vibrante desde el pie de la escalera.
Un Voy, querido. Medio minuto flot en el aire como respuesta.
El medio minuto pas diez veces y, por fin, la joven baj sonriente con su hijo en

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brazos. Tena unos ojos tan dulces, apacibles y cariosos que el capitn se dio la
vuelta con impaciencia. Saba muy bien lo que iba a pasar en cuanto se enterara:
Esther le pedira con insistencia que perdonara a su hija. Y cuando la vea tan
hermosa y alegre como en ese momento, era incapaz de negarle nada.
Durante unos instantes, reflexion seriamente.
Qu quieres, John? pregunt. En qu piensas? Acabo de descubrirle otro
diente, uno enorme. Ven a verlo.
A regaadientes, se acerc e introdujo el dedo meique en la boca de su hijo
pequeo.
Esther le fue guiando el dedo, hasta que dio con una protuberancia dura y
diminuta.
El tercero dijo Esther orgullosamente. No ests contento?
Ejem! contest el capitn. Luego, sigui meditando.
Al cabo de unos instantes se frot las manos, como si estuviera muy satisfecho de
s mismo.
Ponte el sombrero, Esther, y ponle el suyo a General dijo, acariciando
afectuosamente la cabeza del pequeo. Vamos a bajar hasta el ro a dar una vuelta;
los nios han ido de excursin, y seguro que nos ofrecen un poco de t.
S, ser estupendo dijo Esther. A que s, chiquitn, a que s bonito!
Llam a Martha, que estaba limpiando el polvo por encima, como era habitual en
ella.
El sombrero de General, por favor, Martha; el blanco con rayas para el sol. Me
parece que est encima de mi cama, o encima de una silla, no s. Ah! Y baja tambin
el mo, el grande de las amapolas, por favor.
Martha sali de la habitacin y, despus de buscarlos durante unos minutos,
volvi con los tocados.
Esther se coloc el sombrero blanco sobre el rizado cabello, lo que hizo que
General balbuceara entusiasmado desde la mesa del vestbulo en la que estaba
sentado. Luego, se abalanz sobre el capitn y le quit el sombrero de paja que
llevaba, para ponrselo a su hijito. Y as, jugueteando con el pequeo, pas unos
minutos.
Finalmente, estuvieron listos para salir.
El seorito Bunty est encerrado en su cuarto; no le abra la puerta bajo ningn
concepto, Martha fue la ltima recomendacin del capitn.
Oh, John! dijo Esther con tono de reproche.
Te agradecera mucho que no te inmiscuyeras en esto dijo; concdeme un
poco de libertad para tratar a mis propios hijos, Esther. Bunty es un mentiroso y un
gandul; me avergenzo de que sea hijo mo.
Y Esther, pensando en las travesuras de su hijastro, se consol a s misma con la

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esperanza de que no le Vendra mal.
Atajaron a travs del monte bajo para evitar el camino pblico, y el ro azul,
besado por el sol, se extendi sonriente ante sus ojos.
Ah estn grit Esther, donde siempre; mira el fuego, hijito; mira el humo,
conejito. Cuatro, cinco Quin ha venido con ellos? pregunt sorprendida al
aproximarse al grupo.
Antes de que estuvieran lo suficientemente cerca como para reconocer las caras,
el corro se deshizo de repente.
Uno de sus miembros se dio la vuelta rpidamente y huy por la hierba, se
sumergi en un espeso matorral y desapareci de la vista en menos tiempo del que se
tarda en contarlo.
Quin estaba con vosotros? pregunt Esther cuando se reunieron con los
nios.
Hubo un breve silencio; luego, Pip ech unas ramas al fuego y contest con
frialdad:
Era una amiga de Meg, una de esas chicas miedicas que casi se muere del susto
al ver a pap. Supongo que se imaginara que esto estaba lleno de soldados con los
sables desenvainados, dispuestos a usarlos.
Pip ri forzadamente, Nell le acompa de una manera un tanto histrica y Baby
se ech a llorar.
Meg, plida como un cadver, la cogi en brazos y empez a contarle el cuento
de los tres ositos para consolarla.
Esther miraba la escena un poco confusa, pero no se le ocurri ni por lo ms
remoto asociar a Judy con la figura que haba huido corriendo.
El capitn pareca no darse cuenta de nada. Tumbado en la hierba, permiti que
General se le subiera por encima. Luego, estuvo bromeando con Esther y contando
varias ancdotas de cuando era joven, sin darse cuenta, aparentemente, de que la
audiencia estaba distrada y violenta.
No habis hecho t? pregunt Esther. Nos encanta el t que hacis y
pensbamos que nos darais un poco.
Bunty no ha venido; l era el encargado de traer la tetera dijo Pip,
malhumorado. Sospechaba que haba algo tras la excesiva afabilidad de su padre, y se
negaba a que jugara con l.
Ah dijo el capitn gravemente, qu pena! Cuando sal, Bunty no se
encontraba demasiado bien y estaba pensando en quedarse en su cuarto el resto del
da.

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Pip atiz el fuego con terquedad y Meg dirigi una rpida y asustada mirada a su
padre, que le respondi con una afectuosa sonrisa.
Despus de una hora de tenso intercambio, el capitn propuso volver a casa.
Est refrescando dijo. Lamentara que el nuevo diente de General
empezara su vida molestndole. Vayamos a casa y preparemos un buen t.
As que recogieron las cestas, todava intactas, y se pusieron en marcha.
El capitn insisti en que Pip y Meg fueran con l y envi a Baby y Nell delante,
una a cada lado de Esther, que llevaba a General, unas veces en brazos y otras de la
mano.
La finalidad de esta distribucin, como astutamente sospechaba Pip, era impedir
la posibilidad de cualquier intercambio de ideas o la formacin de nuevos planes.
Cuando llegaron a casa, los invit a su salita de fumar, que era un pequeo
reservado fuera del saln.
Esther subi con General a su cuarto, pero los dems siguieron al capitn en
silencio.
Sintate, Pip, hijo dijo cordialmente. Venga, Meg, ests en tu casa, sintate
en ese silln. Nell y Baby pueden ocupar el sof.
Impotentes, se sentaron donde les indic y le miraron ansiosamente a la cara.
Eligi una pipa de la hilera que haba en la repisa de la chimenea, le ajust una
boquilla nueva y la llen cuidadosamente.
Como os habis adueado de mi cuarto dijo cortsmente y ya no puedo
fumar aqu con tranquilidad, saldr un rato. Luego, volver para hablar con vosotros.
Voy a fumarme una pipa al antiguo cobertizo. No hagis ninguna travesura mientras
yo estoy fuera.
Encendi una cerilla, prendi el tabaco y, sin dirigir ni una sola mirada a los
silenciosos nios, sali de la habitacin y cerr la puerta tras l.
Una vez ms cruz el potrero, y una vez ms empuj la ruidosa puerta. La cscara
de naranja segua donde la haba visto la primera vez, aunque un poco ms seca y
marchita. La cinta para el pelo continuaba exactamente en el mismo sitio. La escalera
cruji en el mismo lugar y volvi a amenazar con romperle el cuello cuando lleg al
ltimo peldao. Las fichas de domin permanecan all, y el hueso de jamn y el
almohadn tambin. La nica diferencia que haba era que el primero tena ahora un
rastro negro de hormigas encima y que el viento haba estado jugando con el
segundo, esparciendo sus plumas por todas partes.
Cruz la planta con su acostumbrado paso marcial. No se movi nada. Se acerc
al tabique y ech un vistazo.
Judy yaca en la improvisada cama. Dorma exhausta tras la rpida huida del ro.
Llevaba un vestido de Meg, que la haca parecer sorprendentemente alta y delgada; el
capitn se qued atnito al darse cuenta de lo mucho que haba crecido.

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Mientras est creciendo, mis dificultades con ella no tendrn fin dijo en voz
alta, compadecindose a s mismo por ser su padre. Luego, al verla dormir ajena a
todo, despert en su pecho cierta irritacin. Judy siempre iba a perturbar su paz,
siempre iba a burlarse de l.
Judy dijo en voz alta.
Los prpados cerrados se abrieron sbitamente, la niebla del sueo y el olvido se
disip de los ojos oscuros, y Judy se despabil, con una expresin de horror dibujada
en el rostro.
Se puede saber qu ests haciendo aqu? le pregunt su padre con frialdad.
Judy enrojeci hasta la misma raz del pelo y luego palideci hasta quedarse
blanca como la pared, pero no contest.
Supongo que te has escapado del colegio continu el capitn con el mismo
tono neutro. Tienes algo que decir?
Judy no contest, no se movi; se limit a mirarle a la cara con la boca abierta.
Tienes algo que decir, Helen? insisti su padre.
No, pap respondi Judy.
Tena en la cara una expresin cansada y extraa que en otras circunstancias
habra conmovido a su padre, pero en aquel momento estaba demasiado enfadado
para darse cuenta.
Ni una excusa, ni una razn?
No, pap.
El capitn se dirigi hacia la abertura.
Dentro de hora y media sale un tren, yo te llevar cuando llegue el momento
anunci sin perder la calma. Como no me puedo fiar de ti, tomar las medidas
oportunas para que te vigilen en el colegio. No volvers a casa en Navidad, ni
probablemente en junio.
Fue tan triste como una sentencia de muerte. La habitacin bail delante de los
ojos de la chiquilla; sus odos oyeron un zumbido.
Vamos dijo el capitn.
Judy dio una boqueada para coger aire; le picaba la garganta y empez a toser.
Era una tos horrible, un paroxismo que estremeca su delgado cuerpo y le haca
jadear para poder respirar. Aunque se tap la boca con un pauelo para intentar
detenerla, dur dos o tres minutos.
Cuando ces, se qued muy plida, y entonces fue cuando su padre se dio cuenta
de que tena hundidas las mejillas.
Ser mejor que primero pases por casa dijo con menos dureza, a ver si
Esther tiene algn jarabe para la tos.
Luego, a su vez, contuvo el aliento y palideci bajo la tez tostada por el sol.
Porque, salpicando la blancura del pauelo que Judy acababa de retirarse de la

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boca, haba unas terribles manchas rojas.

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14 La invitacin de los colonos

AS que, despus de todo, no hubo para Judy coche, ni tren de montaa, ni regreso
humillante junto a sus compaeras, ni meses aburridos sin la perspectiva de unas
buenas vacaciones.
En vez de ello, tuvo una cama mullida y acogedora, comida exquisita, palabras
afectuosas y cuidados permanentes. Porque el violento esfuerzo, la deficiente
alimentacin y las dos noches pasadas a la intemperie haban conducido a la chiquilla
a un desfiladero francamente peligroso. El doctor dijo que tena un pulmn muy
inflamado y que era un misterio para l cmo haba podido resistir tanto; cualquier
nia se habra rendido antes y habra cado enferma. Pero es que entonces no saba
que dos de las caractersticas de Judy eran precisamente el valor y un espritu
indomable.
Pero no te dola nada? le pregunt el doctor, desconcertado al encontrar una
presencia de nimo as en una enfermedad tan grave.
Bueno, algunas veces, aqu a un lado contest despreocupadamente.
Cunto tiempo tendr que estar en la cama, doctor?
Todas las maanas sola hacerle la misma pregunta, aunque, a decir verdad, senta
un poco de desconfianza en s misma ante la sola idea de volverse a levantar. La
languidez y debilidad de todos sus miembros era tal, que no crea que pudiera correr,
y como despreciaba cualquier sistema para avanzar que fuera ms lento Adems,
tena un punzante dolor debajo del brazo, y la tos, mientras duraba, supona para ella
una autntica agona.
Sin embargo, no estaba lo suficientemente enferma como para perder inters por
todo lo que la rodeaba, y sola exigirles a los dems que le contaran todo lo que
pasaba en el exterior: quin haba conseguido la puntuacin ms alta jugando al
criquet, qu flores haban salido en la descuidada parcela del jardn que estaba a su
cargo, cuntos huevos haban puesto las gallinas, cmo estaban los conejillos de
Indias y los canarios y cules eran los ltimos vestidos y zapatos que se haba
zampado la nueva cra de perdiguero.
Y Bunt le llevaba a menudo el ratoncito blanco y el conejillo de Indias ciego. Ella
los soltaba para que corrieran libremente por encima de la cama. Pip haca en una

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mesita del cuarto de sus hermanos los trabajos de carpintera; as Judy poda ver cada
nuevo paso y hacerle las sugerencias que se le ocurrieran.
Meg, que prcticamente haba perdido todo contacto con Aldith, se consagr en
cuerpo y alma al cuidado de su hermana, atendindola en todo momento. Adems, le
hizo toda clase de pequeos regalos: una bolsa con compartimentos para guardar las
botas; otra para meter el peine y el cepillo, con las iniciales J. W. bordadas con hilo
de seda rosa; y un pequeo costurero con una carterita para agujas y un acerico,
completamente nuevo. Judy tema verse obligada a ser ms ordenada y aseada cuando
se pusiera buena.
El agrado con que reciba los regalos desat entre sus hermanos un autntico
espritu de competicin.
Durante todo un da nadie vio a Pip; pero, al caer la tarde, apareci y se dirigi
hacia la cama de Judy con una expresin de orgullo en la cara. Haba construido un
mueble con cajones, tres de los cuales se abran bajo condiciones realmente muy
especiales.
No es para los vestidos de las muecas dijo, una vez que Judy hubo agotado
todas las expresiones de gratitud, porque s que las odias, pero puedes guardar en
l tus cosas. Fjate, cintas para el pelo, dedales, cosas as.
Detrs de la puerta se oy un ruido, como si alguien arrastrara algo, y entr Bunty
de espaldas, tirando de un enorme y extrao objeto.
Eran cinco o seis grandes tablones de madera, clavados a la buena de Dios.
Ser una silla explic, limpindose el sudor de la frente. Oh! No te
caers; pero me pareci que deba ensertela primero.
Los ojos de Judy sonrieron burlones, pero le dio las gracias calurosamente.
No te iba a hacer una cosa tan estpida como la de Pip continu el pequeo,
mirando con desprecio los cajones. Esto es verdaderamente til. Cuando te
levantes, podrs sentarte en ella a coser o a leer junto al fuego. A que te gusta ms
que el regalo de Pip?
Judy sali adelante con habilidad y pidi a ambos que dejaran los regalos con
todos los dems, junto a la cabecera de la cama.
Qu cantidad de cosas vas a tener que llevarte al colegio, Ju coment Nell
mientras aada su contribucin, que consista en un par de puos de camisa de
ganchillo y una chaquetita de lana para la mueca.
Judy le dirigi una mirada de reproche y volvi la cara hacia la pared durante
todo el resto de la tarde.
sa era la sombra que se haba estado cerniendo sobre ella durante la larga
quincena que llevaba en la cama: el pensamiento de tener que volver a la escuela.
Qu va a ser de m cuando me ponga mejor, Esther? pregunt con desnimo
al da siguiente, cuando fue a verla su madrastra. Pap tiene reservados para m un

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montn de azotes, y tendr que volver al colegio la primera semana.
Esther la tranquiliz.
No volvers este trimestre, ni probablemente el prximo, Judy. Tu padre dice
que irs a algn sitio en compaa de alguno de tus hermanos hasta que te
restablezcas; y, entre nosotros, veo muy improbable que vuelvas al colegio.
Una vez alejado ese temor, Judy mejor mucho ms deprisa y sorprendi al
doctor con su enorme poder de recuperacin.
A las tres semanas ya andaba por toda la casa, delgada y ojerosa, pero otra vez
llena de malicia y dispuesta a seguir haciendo de las suyas. El doctor suspendi sus
visitas; dijo que hasta ese momento se haba recuperado bien, pero que tena que
cambiar de ambiente y marcharse lejos del aire del mar.
Djela correr libremente durante unos meses, Woolcot le aconsej a su padre
en su ltima visita; tardar algn tiempo en quitarse esto de encima y en volver a
engordar y recobrar toda su antigua energa.
De acuerdo, se ir inmediatamente dijo el capitn.
No poda olvidar la impresin sufrida en el viejo desvn cinco o seis semanas
antes, y habra estado de acuerdo con el doctor aunque le hubiera pedido que la
mandara a vivir al Sahara.
El mdico le haba dicho que el dao padecido por sus pulmones era muy serio.
No dir que vaya a terminar murindose de tuberculosis haba aadido,
pero siempre existe el peligro de que se d esa traicionera enfermedad en estos casos.
Judy es indmita e inquieta; parece dominada siempre por unas tremendas ganas de
vivir, y posee una capacidad para la alegra y el sufrimiento desconocida por
completo por naturalezas ms tranquilas. Cudela, Woolcot, y se convertir en una
admirable mujer. S, seor, ser una gran mujer.
El capitn se fum cuatro cigarros en la soledad de su despacho antes de llegar a
decidir qu era lo mejor que poda hacer para cuidarla.
Primero pens enviarla durante algn tiempo a las montaas con Meg y la
institutriz, pero entonces se le presentaba el problema de las clases de los otros tres.
Podra mandarlos al colegio o contratar a otra institutriz, pero eso supona un gasto
considerable.
Era evidente que las nias no podan ir solas, porque Meg acababa de demostrar
que no era ms que una irresponsable, a pesar de sus diecisis aos, y Judy necesitaba
atencin. Luego, record que Esther tampoco tena buen aspecto; General y los nios
eran demasiado trabajo para ella; pareca una sombra de s misma. Debera mandarla
a descansar, y al nio tambin, por supuesto.
Y otra vez el dinero.
Y otra vez el resto de los hermanos.
Y se acord de que las vacaciones de Navidad ya no estaban muy lejos. Qu sera

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de la casa con Pip, Bunty y las dos nias pequeas corriendo salvajemente, sin nadie
que impusiera autoridad. Suspirando profundamente, aplast la colilla del cigarro en
la alfombra.
En ese preciso instante, el cartero se acerc por el camino. Al pasar junto a la
ventana, mir hacia arriba con una amplia sonrisa y salud cortsmente. Era como si
supiera que en una de las cartas que llevaba estaba la solucin al problema que
surcaba de arrugas la frente del capitn.
ste sacaba un quinto cigarro de la caja, con la arruga de encima de la ceja
izquierda cada vez ms profunda y un dolor de gota que le iba a obligar a soltar una o
dos palabras en extranjero, cuando lleg Esther con una sonrisa en la boca y una
carta en la mano.
Es de mam dijo. Parece que Yarrahappini est muy solo y quiere que
vaya a pasar unas semanas con General.
Ah! dijo el capitn.
La verdad es que aquello resolvera una de las dificultades. Yarrahappini estaba
muy lejos, pero era el antiguo hogar de Esther, al que no haba vuelto desde que se
casaron. Le vendra muy bien para reponerse.
Oh, y Judy tambin!
Ah! exclam el capitn.
Dos de las arrugas que surcaban su frente desaparecieron como por encanto.
Y Meg, porque le coment que ltimamente estaba muy plida.
El capitn volvi a depositar el cigarro en su caja. Incluso se le olvid que exista
una enfermedad llamada gota.
La invitacin no podra ser ms oportuna dijo. Claro que se acepta; nunca
hubiera encontrado una solucin mejor, y el clima es excepcionalmente bueno y
saludable. Los otros nios pueden
Y pap pide expresamente que vaya Pip, porque dice que es un chico muy
divertido.
La verdad, Esther, es que tus padres son unos filntropos. La invitacin
incluye a alguien ms?
Slo a Nell, Bunty y Baby. Ah! Y mam dice que no hace falta que te diga que
se alegrar mucho si te puedes escapar para ir a pasar all unos das.
La hospitalidad de los colonos es famosa en el mundo entero, pero esto supera
todas las marcas previas, Esther el capitn se levant y se estir con la satisfaccin
del hombre que se acaba de librar de una pesadilla. Aceptado. Iris todos. Ellos
sabrn lo que hacen, pero me temo que Yarrahappini ser un lugar ms triste, y tus
padres ms prudentes, antes de que el mes se acabe.
Pero no se poda ni imaginar hasta qu punto.

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15 Trescientas millas en tren

LLENABAN un compartimiento entero. Realmente quedaba un asiento libre; pero


la gente, despus de echarles una rpida ojeada, se mostraba poco dispuesta a
ocuparlo.
Iban los siete, y slo Esther, con una blusa rosa, un sombrero de marinero y una
expresin tan alegre y traviesa como la del propio Pip, para cuidar de ellos.
El capitn haba ido a despedirlos, con Pat para encargarse del equipaje. Haba
sacado los billetes: dos enteros para Esther y Meg y cuatro medios billetes para el
resto. A Baby no le haba sacado ni siquiera medio, y la pequea estaba indignada,
porque consideraba que era un insulto para sus cuatro aos y medio viajar sin pagar
como haca General.
A pesar de ello, el coste de aquellos pedacitos de cartulina haban conseguido
malhumorar al capitn: slo le haban devuelto dieciocho peniques de las diez libras
que haba entregado; pero es que Yarrahappini estaba casi al otro lado del mundo.
Invirti los dieciocho peniques en comprar varios cuentos y revistas.
Evidentemente, el capitn no tena demasiada buena opinin de los gustos literarios
de su familia; a Esther le proporcion una novelucha que tena en la portada una
dama vestida de verde desvanecida en brazos de un galn con un traje prpura, y a
Meg un ejemplar de La Rana Saltarina de Mark Twain, porque ltimamente haba
advertido en sus ojos cierto aire de melancola.
Luego, la campana son estruendosamente, se oy un agudo pitido, los mozos de
cuerda salieron en desbandada y empezaron los adioses, tristes o alegres segn los
casos.
En el andn haba una mujer llorando desesperadamente, mientras una chica,
asomada a la ventanilla de un vagn de segunda, la miraba con ojos tristes y
apenados; haba un colono de tez tostada, con zapatillas y una gorra de tweed, para el
que un viaje de trescientas millas era casi tan habitual como cenar, y haba un joven
que haba sido trasladado por un ao por motivos laborales y miraba cmo su mujer y
su hijo se despedan, pensando que Inglaterra an estaba ms lejos. Haba asimismo
varios caballeros de espritu deportivo, dispuestos a hacer un viaje de doscientas
millas para perseguir codornices y wallabys; y vagones repletos de seoras que
volvan a las tierras vrgenes despus de su contacto anual o semestral con la

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sociedad y la moda de Sydney; y estaban tambin nuestros protagonistas, apiados
junto a la puerta y las dos ventanillas, sonriendo y dedicndole a su padre alegres
adioses.
Cuando el tren se puso en marcha soltando vapor aparatosamente, el capitn no se
deprimi lo ms mnimo. La verdad es que baj por el andn con aire casi satisfecho,
como si la perspectiva de dos meses de soltera no dejara de tener sus alicientes.
Eran las seis y media de la tarde cuando salieron de Sydney, y no llegaran a
Curlewis, que era la estacin ms prxima a Yarrahappini, hasta cerca de las cinco de
la maana. El precio de las literas estaba fuera del alcance de las posibilidades del
capitn, porque eran muchos, pero en las redecillas para colocar los bolsos de viaje
haba varias mantas dobladas y dos o tres almohadillas hinchables para hacer ms
llevaderas las aburridas horas. La idea de un viaje tan largo en tren haba sido acogida
con entusiasmo por los nios. Excepto Judy, ninguno haba estado nunca a ms de
cuarenta o cincuenta millas de casa, y les pareca apasionante la idea de correr y
correr sin parar tanto a travs de la oscuridad como a plena luz del da.

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Pero bastante antes de las diez se produjo un cambio en su estado de nimo. Nell
y Baby haban tenido una pelea porque las dos queran inflar las almohadillas
hinchables y estaban demasiado cansadas y malhumoradas para hacer las paces. Pip,
sin motivo aparente, le haba dado a Bunty un capn y, a cambio, haba recibido dos
patadas. Judy tena un terrible dolor de cabeza, y el ruido no contribua precisamente
a mitigarlo. Meg se haba cansado de mirar a la oscuridad y preguntarse si Alan
habra notado que ya no iba en el barco. Y el pobre General, ante las irregularidades
del trato que estaba recibiendo, llenaba con sus protestas, en forma de estrepitosos
rugidos, la cargada atmsfera.
Esther lo haba cambiado y llamaba la atencin con su camisn de franela de
color crema y su chaquetita de punto rosa. Durante media hora, haba soportado
estoicamente que lo manosearan, le hicieran cosquillas y estuvieran a punto de
ahogarlo a fuerza de besos. Incluso haba permitido que Nell le mordiese
repetidamente los sonrosados deditos del pie y le contara una cantidad sorprendente
de tonteras acerca de unos cerditos que iban al mercado y hacan otras cosas
igualmente absurdas.
Apenas haba protestado, cuando se desencaden una pelea por la posesin de su
persona y Bunty se haba agarrado a su cuerpo, mientras Nell tiraba de sus piernas
con todas sus fuerzas.
Pero, ms tarde, cuando Esther le prepar una cama en uno de los asientos e
intent acostarlo, pens que se estaba cometiendo una injusticia con l.
En casa tena una cuna con barrotes dorados a los pies que brillaban
intermitentemente cuando la mecan, no poda entender por qu le privaban de ella y
le obligaban a acostarse sobre una manta doblada en tres. Adems, estaba
acostumbrado a una tenue luz, un cuarto silencioso y un Ssss, ssss de aviso cuando
a alguno se le olvidaba que estaba durmiendo y haca el ms leve ruido.
All era imposible apagar la luz, y todas aquellas ruidosas criaturas, de cuyas
manos tanto tena que soportar, estaban casi encima de l.
As que se ech a llorar. Cuando vio que llorando no consegua la cuna de los
barrotes dorados ni los cascabeles que colgaban del mosquitero, elev la voz en dos
notas y, como a pesar de ello su madre se limit a darle unas palmaditas en la espalda
para consolarlo, estall en rugidos completamente ensordecedores.
Nell atrajo su atencin con sus bucles, pero el pequeo se agarr a ellos y tir
hasta que a la pobre se le saltaron las lgrimas. Esther y Meg le cantaron nanas hasta
quedarse sin voz. Judy intent pasearlo en brazos por el reducido espacio del
compartimiento, pero se pona rgido y ella no tena todava suficiente fuerza para
sujetarlo. Finalmente, agotado, se qued profundamente dormido, dejando escapar de
vez en cuando un gemido o un hipido de pena.
Luego, descubrieron a Bunty dormido en el suelo con la cabeza debajo de un

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asiento, y tuvieron que levantarlo y colocarlo en una postura ms cmoda. Baby,
sentada muy tiesa en un rincn, cabeceaba como una flor rosa y blanca a la que le
hubiera dado mucho el sol.
Una a una, las interminables horas iban pasando lentamente; el tren, con sus
enrojecidos ojos, atravesaba velozmente el silencioso y dormido paisaje, virando en
las pronunciadas curvas, disminuyendo la velocidad en las zonas ms abruptas,
atravesando como una exhalacin las interminables y extensas llanuras.
La oscuridad dej paso a un gris oscuro que poco a poco se fue haciendo ms
plido, y entre el cielo y el tren se extendieron miles y miles de retoos de eucaliptos.
Arriba resplandeci el sol, y el mundo se volvi terso y sonrosado como un nio que
se acababa de despertar. Luego, el gris volvi a reunirse, la temblorosa luz se
desvaneci y la lluvia, sacudida furiosamente por el viento que vena de las
montaas, empez a caer torrencialmente, golpeando las ventanillas que trepidaban
con el traqueteo del tren. Y as, estrujados, soolientos y abatidos, saltaron
desordenadamente al andn de Curlewis cuando dieron las cinco de la maana. Al
sentir el aire hmedo del amanecer, Judy empez a toser y fue llevada
apresuradamente a la sala de espera, donde la arroparon con una manta de viaje.
Luego, descargaron los bales y maletas y el tren volvi a partir velozmente.
Cuando lo vieron alejarse, se quedaron desolados y desamparados. No pareca que
nadie hubiese ido a recogerlos.
Chapoteo de ruedas mojadas salpicando en los charcos, restallidos de ltigos,
repiqueteo acompasado de cascos de caballos, y todos salieron de la sala de espera
para mirar hacia la carretera por encima de la blanca empalizada de la va frrea.
Haba una enorme tartana cubierta por una amplia lona amarilla
impermeabilizada con alguien en su interior a quien no se vea y una calesa de la que
descendi un hombre increblemente alto.
Pap!
Esther sali corriendo bajo la lluvia. Rode con sus brazos el calado impermeable
y permaneci as durante uno o dos minutos. Quiz por eso tena luego las mejillas
tan hmedas y brillantes.
Esther, pequea! exclam el hombre, y casi la levant del suelo para poder
besarla, a pesar de que Meg la consideraba alta.
Despus, el hombre les dijo que se apresuraran a subir a las tartanas, cinco en una
y tres en otra. Todava tenan por delante veinticinco millas.
Cundo habis comido por ltima vez? pregunt; las miradas abatidas de
los chiquillos le partan el corazn. Mam os ha mandado galletas y bocadillos,
pero no podremos tomar nada caliente hasta que lleguemos a casa.
Esther le contest que a las nueve, en Newcastle, pero que estaba tan caliente que
haban tenido que dejrselo casi todo para no perder el tren. Los caballos, azotados

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por los ltigos, corran por los embarrados caminos a una velocidad que Pip, a pesar
de su debilidad, no poda menos de admirar.
Pero fue un viaje triste y pasado por agua y General no dej de llorar ni un
momento, para disgusto de Esther, pues era la primera vez que su padre lo vea.
Por fin, cuando todo el mundo haba empezado a pensar que ya haba llegado al
lmite de su paciencia, una cancela blanca rompi la monotona de las empapadas
vallas.
Otra vez en casa! exclam Esther alegremente, haciendo saltar a General
encima de sus rodillas.
Soldadito mo, mam se cay de esa cancela cuando tena tres aos dijo
mirndola con afecto mientras Pip la abra.
Y otra vez a chapotear bajo la lluvia; las ruedas giraban ahora con cuidado porque
el suelo estaba cubierto de hojas cadas de los rboles.
Pero dnde est la casa? pregunt Bunty, asomndose por encima del brazo
de Pip sin ver ms que una interminable extensin de eucaliptos. Cre que habas
dicho que ya habamos llegado, Esther.
Oh, la puerta principal no est tan cerca de la verja como en Desorden
contest Esther.
Pasaron quince minutos hasta que divisaron las chimeneas; luego, tuvieron que
abrir otra puerta.
Un camino de grava muy cuidado, macizos de flores rodeados por boj, una
infinidad de rosales que alegraron los ojos de Meg, dos canchas bajo la lluvia.
Y, por fin, la casa.
Lo nico que se vea era un porche tan amplio como una habitacin normal, y
tena sofs, sillas y mesas esparcidas por todas partes, hamacas colgadas en los
rincones y una glicina cuajada de gotas de lluvia que trepaba por uno de los muros.
Oh! dijo Pip. Oh, estoy entumecido! Eh! Pero qu haces?
Porque Esther le haba dejado encima a General y, despus de saltar de la tartana,
se precipit escaleras arriba.
En el porche haba una anciana menuda con un enorme delantal anudado a la
cintura. Esther la estrech entre sus brazos, y se besaron y abrazaron hasta que las dos
terminaron llorando.
Mi nia solloz la mujer, acariciando con manos temblorosas el pelo
empapado de Esther y sus mojadas mejillas.
Bunty, que haba seguido los pasos de Esther, se ech a rer al ver la diferencia
que haba entre la estatura de su madrastra y la de la anciana.
Esther corri hacia la calesa, le quit el nio a Pip y, subiendo rpidamente las
escaleras otra vez, lo deposit en brazos de su abuela.
A que est gordito? dijo Bunty, compartiendo el orgullo de Esther; mira

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qu piernecitas tiene.
La anciana se sent unos instantes en la silla ms mojada que pudo encontrar y lo
estrech entre sus brazos.
Pero el pequeo cerr los fros puos, forceje por soltarse y llam a gritos a su
madre.
El seor Hassal, que haba terminado ya de descargar las calesas, subi tambin.
No les vas a dar nada de desayunar, mam? dijo, y la pobre anciana,
disgustada, solt a su nieto, que estuvo a punto de caerse al suelo.
Mira que soy tonta! exclam. Tanto pensar en ello, y aflora se me
olvida!
Diez minutos ms tarde, se encontraban todos en el acogedor comedor, ya con
ropa seca, dispuestos, a devorar un estupendo desayuno.
Vaya hambre que tena! dijo Bunty con la boca llena de pan, mientras
descascarillaba su cuarto huevo sin perder de vista una fuente que tena miel a un
lado y crema al otro.
Los platos de siempre dijo Esther; levant el suyo ya vaco y examin
cuidadosamente las rosas azules que lo decoraban. Y pensar que la ltima vez que
com en uno
Eras una hermosa novia dijo la anciana, y todo el mundo estaba pendiente
de cmo partas la tarta. Desde entonces, se han roto dos piezas S, Hannah, la
chica que vino despus de Emily, hizo aicos la sopera y desportill el asa del
azucarero.
Dnde estaba pap? pregunt Meg, que estaba poblando de invitados la
habitacin. El jamn y las chuletas, el pan, los huevos y los fruteros se haban
convertido en una tarta blanca de varios pisos adornada con flores plateadas.
Exactamente ah, donde est sentado Pip dijo la seora Hassal; estaba
ayudando a Esther a partir la tarta con su propio sable. Menudo agujero hiciste en el
mantel, Esther, en mi mejor mantel de damasco, aquel que tena hojas de enredadera,
te acuerdas? Pero ya lo he zurcido, querida.
Baby se haba derramado el caf encima, manchando de paso a Bunty, que estaba
a su lado.
Cansada y nerviosa por tanto ajetreo, se ech a llorar y se escondi debajo de la
mesa. Meg la cogi en brazos.
Voy a acostarla dijo; est rendida.
Yo tambin dijo Nell, dejando en el plato una torta ya empezada y retirando
su silla de la mesa. Estoy muy cansada.
Y yo Bunty se meti en la boca de una vez todo lo que le quedaba en el plato
y se levant. Adems, tengo caf hasta en las botas.
En el preciso momento en que el cielo empezaba a sonrer y a dispersar sus

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lagrimones, se fueron todos a dormir, dispuestos a recuperar la noche perdida. Y eran
las seis, la hora del t, cuando el primero de ellos abri los ojos.

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16 Yarrahappini

YARRAHAPPINI a pleno sol, un sol de los que hacen que la columna de mercurio
del termmetro se dispare hasta las alturas. A lo lejos, en la distancia, haba una lnea
azulada de colinas y frondosos rboles.
Cerca de la casa, los rboles eran verdes y hermosos, y las flores, una llamarada
de color.
Pero la llanura que se extenda en medio era parda. Parda hierba agostada, con
algunas ocasionales manchas de un color verde apagado, salpicada de vez en cuando
por vallas, que aumentaban en las pequeas colinas que rompan la monotona de la
llanura y desaparecan en los declives de terreno donde la hierba era tupida y crecan
los helechos. La hacienda constaba de una pequea colectividad de casitas en la cima
de una colina. Unos aos antes, cuando Esther no era mayor que el propio General,
all slo haba un tosco barracn de tablones y una o dos pequeas cabaas de
madera, utilizadas como dependencias.
Un buen da, el seor Hassal tom las riendas. Trabaj ms que cualquiera de los
ganaderos que estaban con l, y la seora Hassal dej de lado sus costumbres de nia,
sus labores, su guitarra y sus acuarelas, y se puso a fregar, guisar y lavar como
siempre han hecho las mujeres de los colonos, hasta que el mercado de la lana les
proporcion tiempos mejores.
Y entonces, justo delante del barracn, se levant una gran casa de piedra con
parterres de flores. Hasta ese momento, lo ms aristocrtico que haba crecido all
eran los geranios encarnados. Era una hermosa casa con numerosas salas, muchas
ventanas y un amplio porche. La pequea casita roja serva de cocina y dormitorio
para las dos mujeres que trabajaban con los Hassal y estaba unida a la grande por una
galera cubierta. No muy lejos, haba una vivienda con dos habitaciones, en la que se
alojaba el hijo de un barn ingls, quien, a cambio de setenta libras anuales y la
manutencin, llevaba la contabilidad de Yarrahappini y se encargaba de los
suministros.
Algo alejadas de aquellas viviendas se levantaban, adosadas, dos construcciones
hechas de corteza de rbol. En una de ellas viva Tettawonga, un encorvado anciano
negro que no haca otra cosa que fumar y dar cada maana su opinin sobre el
tiempo.
Veinte aos atrs colabor en el asentamiento de la casita roja, que haba llegado

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ya construida en una carreta tirada por bueyes.
Quince aos atrs mat con un tomahawk a uno de los dos salteadores de caminos
que intentaron robar en Yarrahappini en ausencia de su dueo. Luego, llev a la
asustada seora Hassal y a Esther, que entonces era muy chiquitita, a un lugar seguro,
y volvi y le asest al otro hombre un golpe en la cabeza que le mantuvo aturdido
hasta que lleg la ayuda.
Con ello, es evidente que se haba ganado el derecho al alojamiento, la comida
diaria y la pipa, que nunca se le caa de la boca.
En la otra construccin vivan, cuando no estaban trabajando en algn lugar
lejano, dos de los peones de la plantacin.
Cerca de la casa haba un edificio alargado, de tablas, con una pesada puerta
cerrada con un candado.
Vamos a entrar dijo Nell, atrada por el tamao del candado; parece la
casita del tesoro de un cuento. No podemos entrar, abuelita?
Los seis nios, la seora Hassal, a quien todos llamaban abuelita cosa que le
encantaba, y Esther con el pequeo estaban recorriendo las construcciones.
Tienes que ir a preguntrselo al seor Gillet dijo la anciana; l tiene las
llaves de los almacenes. Mirad, vive ah, en esa casita que hay cerca del depsito. Por
favor, preguntdselo con educacin.
Es un caballero le coment a Esther en voz baja, tan inteligente, tan
correcto. Si no bebiera tanto
Meg y Judy se dirigieron hacia la casa seguidas por Baby, que corra tras ellas
todo lo deprisa que se lo permitan sus piernas.
Adelante contest una voz a su llamada.
Nerviosa, Meg vacil momentneamente, y alguien abri la puerta. Era un
hombre alto, demacrado, con los ojos tristes e inquietos, las cejas muy pobladas y la
barba bien cuidada.
Judy le dijo que la seora Hassal las haba mandado a pedir las llaves, si l no
tena ningn inconveniente.
El hombre les pidi que entraran y se sentaran mientras iba a buscarlas.
Como expresaron con claridad los ojos azules de Meg, sta se qued sorprendida
a la vista de la habitacin, porque haba odo comentar que l slo era el encargado
del almacn. Haba varias estanteras llenas de libros de Shakespeare, Browning,
Shelley, Rossetti y Willian Morris y de otros muchos autores que ella no conoca, y
en las paredes se podan ver varias fotografas cuidadosamente enmarcadas y algunos
grabados con escenas inglesas y continentales. En una rinconera haba un jarrn de
plata cincelada, lleno de pasionarias. La mesa, cubierta por los restos del desayuno,
era tan bonita, aunque a escala reducida, como la de la casa grande.
El hombre sali de la habitacin interior con las llaves.

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Tema que se me hubieran perdido dijo: la de en medio abre el candado,
seorita Woolcot; la grande de latn es la de los depsitos, y la grande de hierro, la de
la alacena.
Muchas gracias, pero me temo que le hemos interrumpido el desayuno dijo
Meg, levantndose y ponindose colorada porque crea que el hombre se haba dado
cuenta de su sorpresa al ver las estanteras.
El seor Gillet le rest importancia al asunto y mantuvo la puerta abierta para que
salieran mientras se inclinaba ligeramente con cortesa. Meg se pregunt perpleja
cmo un hombre as poda tratar con quintales de carne en conserva y enormes
depsitos de harina. Cuando se marcharon, el seor Gillet se qued mirndolas, o por
lo menos a Meg, que llevaba un fresco vestido veraniego de muselina con una ancha
banda azul en el talle y un sombrero con una brillante cinta de seda que le caa hasta
la cintura.
Las larguiruchas piernas de Judy y la arrugada batista de su vestido no tenan
nada de pintoresco.
La seora Hassal abri el candado del almacn. Los nios estallaron en un coro
de Ohs! y Ahs!.
Baby no haba visto en su vida tanto azcar junto; por la expresin que tena, no
le habra importado nada perderse dentro del almacn durante una o dos horas.
Y pasas! Haba una enorme caja de madera llena hasta el borde. Unas cuarenta
libras dijo la seora Hassal cuando le preguntaron.
Bunty cogi apresuradamente un puado y se lo meti en el bolsillo,
aprovechando que los dems se haban detenido a mirar una montaa de velas.
Hechas en casa. S, s, por supuesto, hijos dijo la anciana. No se me
ocurrira jams utilizar velas compradas, como tampoco usara jabn comprado.
Les ense las grandes barras de un tono amarillo plido, fragantes y olorosas,
destinadas al aseo.
De las vigas colgaban apretadamente jamones y paletillas.
Aqullos son de carnero dijo la seora Hassal, sealando una parte. Los
reservo para los ganaderos.
Pip quiso saber si aquellos vveres duraran mientras vivieran. Haba suficientes.
Pero se qued atnito cuando oy decir que cada seis meses haba que llenar de
nuevo el almacn.
Hay entre veinte y treinta hombres en la hacienda, incluidos los guardas y los
ganaderos que trabajan en las distintas zonas de la propiedad; pero ese nmero se
duplica cuando llega la poca de esquilar o seleccionar el ganado, y eso sin contar los
vagabundos que vienen a la cada del sol buscando un poco de comida y un sitio
donde pasar la noche. Es como alimentar a un ejrcito, hijos mos dijo; y adems
tengo que ocuparme de todos vosotros, sobre todo de Bunty.

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Al decir esto ltimo, sus ojillos grises miraron al pequeo.
Si quieres, las dejo en su sitio dijo Bunty enfurruado, sacndose del bolsillo
media docena de pasas. Con todas las que tienes, cre que no te importara. En casa
slo tenemos un bote.
La anciana le acarici la cabeza, abri una caja y le llen las manos de higos
secos y dtiles.
Y tienes que guisar todos los das para todos esos hombres? pregunt Meg,
dudando que hubiera un horno suficientemente grande para hacerlo.
Oh, no, querida contest la anciana. No, no; cada uno se lo hace en su
propia cabaa. Ni siquiera les damos el pan. Lo que s les damos son raciones de
harina para que se lo hagan ellos mismos. Tambin les proporcionamos una cantidad
fija de carne, t, azcar, tabaco, velas, jabn y dos o tres cosas ms.
Dnde guardis la lana? dijo Pip, que estaba por encima de ese tipo de
menudencias. No veo ningn cobertizo ni nada parecido.
La seora Hassal le cont que estaba a una milla riachuelo arriba. All se baaba a
las ovejas y se las trasquilaba cuando llegaba la estacin adecuada. Pero haca tanto
calor que nadie, ni siquiera Pip, se anim a ir a verlo. As que se fueron con el seor
Hassal a los establos de ladrillo y dejaron a la abuela con Esther, General y Baby.
Dentro, haba tres o cuatro carruajes, pero los caballos estaban fuera, en el campo.
Atravesaron el potrero y subieron por la ladera de la colina. Media docena de caballos
contestaron al extrao silbido del seor Hassal; el resto eran criaturas indmitas,
salvajes, que, ante la presencia de la gente, sacudieron al aire las crines y huyeron,
internndose entre los rboles.
Pip, que presuma de entender de caballos, eligi uno gris que tena las patas
largas y la cabeza pequea y hermosa; pareca muy veloz. Judy escogi uno negro de
ojos inquietos y enrojecidos, pero el seor Hassal se lo neg porque tena un
temperamento muy inestable, as que se tuvo que conformar con uno castao que
tena el hocico suavemente satinado.
Con un susurro, para que no pudieran orlo ni Pip ni Judy, Meg pidi algo muy
tranquilo, y el seor Hassal le dio un caballo que haba tirado de la calesa de su
mujer dieciocho aos antes. Despus, el padre de Esther les dijo que los animales
estaran a su entera disposicin mientras durara su estancia en Yarrahappini, pero que,
si queran disfrutar del paseo, lo mejor sera que se limitaran a salir antes del
desayuno o despus de la hora del t; el resto del da haca un calor insoportable para
montar a caballo. Nell estaba francamente decepcionada con las ovejas. Haba
esperado encontrar montones de hermosas criaturas blancas como la nieve, que se
dejaran acariciar, poner lacitos en el cuello y sacar a pasear.
La maana del segundo da, Nell inspeccion desde la cima de la colina potrero
tras potrero, pero slo vio una masa marrn que se mova con lentitud en cada uno de

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ellos; baj corriendo a plena luz del sol para verlas de cerca.
Qu vergenza! exclam con los ojos llenos de lgrimas al ver a aquellas
criaturas gordas y fofas con los vellones sucios y descuidados.
Espera un poco, hija ma le dijo el seor Hassal; ya vers cuando les
demos un bao.

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17 Seleccin de ganado en Yarrahappini

UNA noche, Pip no pudo pegar ojo, pensando en la seleccin de ganado del da
siguiente. Como era un muchacho para el que la variedad era la sal de la vida, los
primeros das haba estado vagabundeando por la propiedad en busca de una nueva
ocupacin. Al principio, haba llegado a pensar que nunca se cansara de cazar
conejos. El seor Hassal le haba dejado la ms preciosa de las escopetas y
Tettawonga le haba acompaado el primer da, si bien es cierto que se haba
mostrado bastante desdeoso ante el entusiasmo expresado por el muchacho despus
de haber cazado dos conejos.
Por Baal, disparar. Muchos conejos en matorral, se van norte, se van sur, se van
todas partes. Por Baal, alambre de pas, por Baal, envenenar. Bah!
Pero Pip no se desanim; por el contrario, pens que le haba hecho un gran
servicio al estado de Yarrahappini al librarle de aquellas dos criaturas marrones,
suaves y veloces. Cuando lleg a casa, las exhibi con orgullo delante de sus
hermanas, sac brillo al arma, que estaba completamente limpia, y se prepar para
volver a salir al da siguiente.
Cuando lo vio partir, Tettawonga se quit la pipa de la boca y se ech a rer con
una risa que se pareca al cacareo de una gallina y que no le hizo ninguna gracia a
Pip.
Maana y maana tambin! Conejo corre rpidamente ahora. Muchacho viene
con escopeta grande, conejo se asusta, conejo se esconde
Pip comprendi aquella jerigonza lo suficientemente bien como para saber que le
estaba tomando el pelo, y le dijo airadamente:
Cllate y deja de decir cosas raras.
Luego, se ech al hombro la escopeta, de la que no poda estar ms orgulloso, y
salt la cerca de alambre con pas, dispuesto a acabar con aquellos roedores que, de
otra manera, impediran que el seor Hassal se hiciera rico.
Aquel da caz cinco, cuatro el siguiente y siete el otro, pero despus se fue
cansando poco a poco y se dedic a perseguir aves, que era mucho ms divertido,
aunque menos positivo para el zurrn.

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Los das estaban colmados de emociones, y, de no ser por el intenso calor, la
felicidad habra sido completa durante aquel primer mes en Yarrahappini.
Y, encima, la seleccin de ganado!
La maana del gran acontecimiento, el desayuno se sirvi muy temprano; hacia
las siete y media ya casi haban acabado, y Pip, enfebrecido por la impaciencia, le
deca al seor Hassal que estaba seguro de que se les iba a hacer tarde y se lo iban a
perder.
Judy haba suplicado insistentemente que le permitieran asistir, pero todo el
mundo estuvo de acuerdo en que no haba nada que hacer. Incluso se lleg a poner en
duda que fuera prudente permitir que Pip se enfrentara al peligro que iba
inseparablemente unido a la seleccin del ganado salvaje que haba sido conducido
hasta all desde muy lejos.
Pero Pip haba conseguido salirse con la suya, y se visti de una forma tan
adecuada para la ocasin, que el seor Hassal no tuvo corazn para decirle que no.
Baj a desayunar con una camisa de cosaco y un par de viejos pantalones de
estamea atados a la cintura por una correa de cuero, de la que colgaba airosamente
un cuchillo de monte desenvainado y recin afilado. Por nada del mundo hubiera
consentido en ponerse una chaqueta encima o en meter el cuchillo en su funda.
Las primeras luces del da llegaron a las escaleras del porche al mismo tiempo
que el esplndido caballo del seor Hassal. El seor Gillet le esperaba ya, montado en
un caballo ruano muy bien preparado; llevaba tres ltigos con empuadura, dos largos
y un tercero ms corto, que le ofreci a Pip.
La cara del muchacho se ilumin.
Hurra, Fizz! grit, levantndose de la silla de montar y blandiendo el ltigo
por encima de su cabeza. No daras cualquier cosa por cambiarte conmigo?
Despus clav los talones en los flancos del animal y descendi a galope por la
colina.
Cabalgaron una milla y media antes de llegar al corral del ganado, y all fue el
delirio.
El muchacho no tena ni idea de dnde podan haber salido todos aquellos
hombres. Seran unos veinte o treinta, ganaderos, esquiladores de su conversacin
se desprenda que no tenan empleo fijo, dos aborgenes, adems de Tettawonga,
que permaneca fumando y mirndolo todo con una expresin plcida y soolienta, y
otros peones del rancho.
En el primer corral haba quinientas cabezas de ganado que haban sido llevadas
hasta all la noche anterior. Aquello pareca un mar de cuernos y colas agitadas al
viento como ltigos. Los animales tenan unas cornamentas grandes, abiertas, de
aspecto terrorfico, con las que se embestan furiosamente entre s al no poder atacar
al enemigo comn.

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Durante unos instantes, Pip no se sinti con fuerzas para abandonar la seguridad
que le proporcionaba el lomo de su caballo. El estruendo de cuernos y pezuas y las
violentas acometidas de los desesperados animales a la valla eran tales, que no le
habra extraado nada que sta se hubiera venido abajo en cualquier momento.
Pero todos los hombres se haban sentado ya en la parte superior del cercado,
desde donde dominaban a los enloquecidos animales, as que no le qued ms
remedio que atar a un rbol las bridas del caballo y proceder cautelosamente a seguir
su ejemplo.
A una repentina seal del seor Hassal, los hombres bajaron al interior del recinto
y se situaron la mitad a un lado y el resto al otro. Su objetivo era conseguir que uno o
dos centenares de reses entraran en un corral contiguo que tena la puerta
completamente abierta. Pip estaba asombrado del valor de aquellos hombres. Por un
momento, el corazn le dio un vuelco al ver cmo, uno tras otro, los animales
trataban de cargar contra ellos, pero el aire se llen con el chasquido de los poderosos
ltigos y las varas de los peones, y las reses fueron retrocediendo hasta el centro con
el morro chorreando sangre.
Luego, una enorme criatura negra, seguida por toda la manada, embisti
violentamente contra la puerta con un rugido que pareci estremecer toda la llanura.
Con la velocidad de un rayo, los hombres, chillando, gritando, restallando los ltigos,
formaron una barrera detrs para empujar a los animales hacia adelante. Pip,
completamente fuera de s, grit entusiasmado. Despus, volvi a contener la
respiracin. El seor Hassal y uno de los muchachos negros se arrastraron
sigilosamente hacia la puerta, por la que segua entrando un tumultuoso mar de
cuernos y lomos. Tras una docena de vigorosos golpes de los ganaderos, el ltimo
lder retrocedi momentneamente, frenando a las reses que lo seguan.
Los dos hombres aprovecharon ese momento para correr los cerrojos, y el ganado
qued dividido en dos.
Otra vez dos filas de ganaderos, mugidos, sangre, cuernos, cuero, pezuas y
restallido de ltigos en el aire, y entre cuarenta y cincuenta reses quedaron encerradas
en un tercer corral. Era un lugar largo y estrecho con una puerta al final que conduca
a la ltima divisin.
Pip se enter por medio del seor Gillet del objetivo de esta seleccin: algunas de
las reses eran criaturas casi inservibles, que haban sido adjudicadas a un comprador
por un par de libras por cabeza, slo por los cuernos, la piel y la carne que se pudiera
obtener de ellas. Otras, de primera calidad, eran gordas y estaban destinadas al
matadero y al mercado de Sydney. Las ltimas eran animales esplndidos, de gran
valor para la reproduccin o para participar en concursos, y haba que llevarlas a un
cercado distinto.
El hombre que estaba en la ltima puerta haca la seleccin definitiva. Armado

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con una vara gruesa y corta, iba decidiendo, con la velocidad del rayo, a qu clase
perteneca cada uno de los animales que el resto de los hombres iba empujando hacia
l. Un fuerte golpe en el hocico, una serie de rpidos toques entre los dos ojos, y
hasta el ms violento de los animales se precipitaba ciegamente hacia donde los
hombres queran. El trabajo continu durante todo el da, y slo cuando las clidas
sombras de color prpura empezaron a caer sobre la llanura, los hombres aseguraron
el ltimo cerrojo, termin la batalla y los animales quedaron encerrados en la divisin
correspondiente.
Pip comi suficiente carne en conserva y pan como para reventar, bebi ms t
del que jams haba dispuesto de una sola vez en todos sus catorce aos de vida, se
balance en la silla de montar intentando imitar, con ms o menos xito, a los
hombres ms veteranos, y pens que si hubiera tenido una pipa negra, de aspecto
siniestro, como la de Tettawonga y el resto de los ganaderos, habra sido
completamente feliz. Habra alcanzado la mayora de edad.
Lleg a casa rendido de cansancio y entretuvo a sus hermanas y a Bunty con una
narracin muy expresiva de los acontecimientos del da, detenindose
minuciosamente en sus propias proezas y en los mltiples y diversos peligros de los
que haba conseguido escapar.
Al da siguiente acompa a caballo a Esther y Judy para ver la salida de las
reses.
Lo mejor del contingente, que el seor Hassal haba querido separar pero no
vender, fue sacado por la puerta y conducido a sus antiguos terrenos y pastos.
Los imperfectos, aproximadamente unos ciento cincuenta, con media docena
de ganaderos montados en los mejores caballos del lugar, fueron liberados de su
encierro en un estado de frentica desesperacin, reunidos y conducidos por la llanura
hacia la carretera entre gritos y restallidos de ltigos. Una o dos horas despus se
puso en camino el lote destinado a carne, y la paz volvi a reinar en Yarrahappini.
Durante aquellos dos das de agitacin y entusiasmo, los nios decidieron sus
futuras profesiones; todas, por supuesto, relacionadas con el campo.
Pip sera ganadero, para dedicarse durante toda la vida a marcar reses y
seleccionar ganado; Judy sera su ayudante y Pip le dejara montar a caballo y le dara
un ltigo tan largo como el suyo; a Meg le gustara casarse con el colono ms rico de
Australia y organizar caceras y cosas as a las que invitara al gobernador y al
primer ministro, y dar bailes a los que asistira gente de todas partes; Nell decidi
que, cuando le llegara la hora de sentar la cabeza, se dedicara a hacer jabn y velas
blancas y de colores; Baby prefera tener las praderas llenas de corderitos que nunca
crecieran, que no se convirtieran en ovejas.
A Bunty no terminaba de entusiasmarle ninguna de las ideas.
Yo quiero ser como el seor Gillet dijo con ojos soadores.

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Bah! Yo nada de libros ni nmeros; dadme un terreno lleno de pasto y unos
cuantos miles de ovejas dijo Pip.
Eso! Eso! convino Judy.
Sois tontos! dijo Bunty burlonamente. El seor Gillet tiene las llaves del
almacn Acordaos de todos los higos y pasas que haba.

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18 Excursin a Krangi-Bahtoo

ESTHER haba ido a un baile, pero no con un vestido de un delicado tono pastel
con enormes mangas abullonadas, ni con el esbelto y hermoso cuello desnudo bajo el
chal, ni haba pasado de la oscuridad a una explosin de luces y msica alegre.
Haba ido a plena luz del da con una falda tosca, una camisa azul y un sombrero
de marinero.
Debajo del asiento de delante, ocupado por el seor Hassal, iba una caja con un
maravilloso vestido de seda color narciso con un delicado plisado de gasa. Esther
llevaba tambin un abanico de plumas en una sombrerera encima de las rodillas,
zapatos y medias del mismo color y unas enaguas inmaculadas, cuya sola visin
hacan suspirar a Meg deseando ser mayor.
Pero todava faltaba mucho tiempo para que Esther se las pusiera.
El baile iba a tener lugar a la nada desdeable distancia de cincuenta y cinco
millas a campo traviesa, as que tuvo que ponerse en camino bastante pronto para
tener tiempo suficiente para emperejilarse, como deca Pip.
Los nios, como compensacin por no poder gozar de semejante placer, iban a
hacer una excursin muy poco corriente.
En primer lugar, el sitio elegido estaba a unas catorce millas; y en segundo, no
iban a hacer el viaje en las tartanas habituales, ni en caballos, sino en una carreta
tirada por doce bueyes uncidos por yugos.
Uno de los jinetes fronterizos haba comunicado que un magnfico eucalipto,
conocido de siempre por King Korre, haba sido derribado durante un furioso
vendaval. El seor Hassal dijo inmediatamente que, aunque fuera difcil, deban
trasladarlo para hacer una especie de presa en el riachuelo, en Krangi-Bahtoo, lugar
elegido para la excursin. El rbol derribado yaca a unas veinte millas del rancho; de
modo que se dispuso que la carreta llevara a la expedicin al lugar escogido, a unas
catorce millas, fuera por el rbol, volviera con l, lo depositara cerca del riachuelo
para la futura construccin y recogiera a los nios antes de la cada de la tarde.
De no haber tenido que acompaar a su hija al baile, el seor Hassal habra ido
con ellos para ocuparse personalmente de todo. As que puso la enorme carreta bajo
la responsabilidad de cuatro hombres, dndoles instrucciones precisas para que

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recogieran por el camino a otros dos peones que les ayudaran en la tarea.
Krangi-Bahtoo era el nombre dado al nacimiento del riachuelo, que haba
horadado el terreno hasta convertirlo en una magnfica garganta entre escarpadas
rocas y cantos rodados, por los que saltaban los canguros jugando al escondite con los
cazadores. Haba imponentes eucaliptos que parecan perderse en el cielo, que cubra
todo como un dosel.
Tettawonga les cont que el agua que caa haba hecho una poza hermosa y
profunda, y delicados helechos se haban ido deslizando poco a poco para ceir su
contorno y crecan espesas y vigorosas las palmeras. La polla de agua tena en esos
parajes su casa, el cisne negro anidaba entre los tupidos juncos y el pato salvaje sola
dibujar en el firmamento oscuros zigzags. Entre los rboles, el pjaro diamante, el
pjaro lira, el martn pescador y el talegalla llenaban el aire con su algaraba, ya que
no msica. Y la serpiente negra, la serpiente marrn y la vbora se deslizaban
silenciosamente entre las hojas cadas de los rboles, mantenindose siempre alerta
ante los posibles intrusos. Por eso, se puso una condicin a la excursin, tan
generosamente prometida:
Todo el mundo podra ir en la carreta tirada por los bueyes, pero tendra que
quedarse en la parte superior de la garganta, porque, si alguno se aventuraba a bajar,
sera devuelto inmediatamente a Sydney.
Los nios prometieron obedecer fielmente. La seora Hassal, aunque menuda de
tamao, saba muy bien cmo hacerse obedecer.
Luego, prepararon un nmero increble de cestas repletas de exquisitos manjares.
Tambin fue el seor Gillet para dar a la expedicin apariencia de seriedad y estar
al tanto de que nadie cogiera una insolacin.
Al subir a la carreta, donde ya le estaban esperando los siete, llevaba en un
bolsillo un volumen de Heine para hacer frente a la larga y poco habitual jornada, un
grueso libro de Tennyson en el otro y un fajo de peridicos ingleses debajo del brazo.
Los siete? Pues s, los siete.
Judy se haba negado en redondo a ir sin General y haba prometido por su vida
no dejar que le acechara ningn peligro.
El seor Gillet se qued consternado cuando se enter de que iban a ir todos, sin
la sustraccin de los ms dispuestos a hacer travesuras o la adicin de alguien
cargado de autoridad que no fuera l mismo. Por un momento, desconfi de sus
propias fuerzas ante una situacin as.
Judy capt su mirada dubitativa.
Est usted recitando poesas en voz baja, seor Gillet? pregunt.
Yo? dijo mirndola asombrado. Claro que no. Qu le hace pensar eso,
Judy?
Lo puedo or con toda claridad dijo Judy. Sus ojos lo estn diciendo, y lo

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dice su oreja izquierda tambin, por no hablar de las puntas de sus bigotes.
Judy! la reprendi Meg, a quien algo haca estar extraamente silenciosa.
El seor Gillet fingi alarmarse. Cerr los ojos, se agarr la oreja y se tap el
bigote.
Qu pueden estar diciendo? dijo.

Ojal yo estuviera donde quiero;


entonces no estara donde estoy;
pero donde estoy ahora es donde debo;
no puedo irme a otro sitio y no me voy.

Meg, me gustara que dejaras de pisarme el pie.


Despus de eso, incluso el seor Gillet se anim y se mostr ms alegre y
comunicativo, para demostrar que se estaba divirtiendo y pasndolo bien, y los
bueyes, contagiados por el desbordante entusiasmo de los que iban tras ellos,
empezaron a moverse un poco ms deprisa que las tortugas. Sin embargo, despus de
haberse arrastrado como unas diez millas, la lenta marcha y el calor que caa a plomo
consiguieron calmarlos algo.
Meg, aquel eucalipto plateado que no tiene hojas indica que hemos llegado ya.
Cmo se alegraron de poder, por fin, echar pie a tierra para desentumecerse y
estirar un poco las piernas y los brazos. A nadie se le habra ocurrido pensar que un
viaje arrastrados por bueyes poda convertirse en algo tan montono, cansado y poco
provechoso como aqul tras las dos primeras millas.
Luego, la carreta sigui su camino.
Si no van un poco ms deprisa, dudo mucho que podamos estar de vuelta antes
de que el sol se ponga coment el seor Gillet; ya es la hora de comer.
Se encontraban en una extensa pradera que descenda abruptamente hasta la
garganta y las tierras pantanosas.
A un lado, daba sombra una franja de enormes rboles; al otro, una cerca de
alambre con pas indicaba que an no haban salido de Yarrahappini. Un poco ms
arriba, haba una solitaria cabaa de corteza de rbol, en la que viva uno de los
ganaderos.
Todos en bloque subieron hasta all para hablar con l antes de que se uniera al
resto de los hombres y ver de paso su casa por dentro.
No era ms que una pequea habitacin con una chimenea de la que colgaban una
sartn, una tetera, una taza y una cuchara. En un rincn haba un camastro con un par
de mantas azules, y en el centro de la habitacin, una mesa de madera y una silla.
Encima del hogar se poda ver una tosca alacena, hecha con una caja de jabn, que
serva para guardar los vveres y provisiones. Suspendido de un clavo del techo, no

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muy alto, haba un mosquitero, y las moscas que zumbaban a su alrededor
evidenciaban que dentro haba carne. Las paredes estaban empapeladas con varios
ejemplares de peridicos y revistas. Encima de la silla, donde lo haba dejado su
propietario, estaba un viejo Daily Telegraph.
El hombre era toda una sinfona en marrn: marrones los ojos, hundidos; marrn
el pelo de aspecto polvoriento; marrn la cuarteada piel quemada por el sol; marrn
la descuidada barba, y marrones los pantalones de pana y la chaqueta.
Sin embargo, su pipa de arcilla estaba negra, como si llevara fumando en ella ms
de veinte aos.
No le gustara vivir ms cerca de la casa? le pregunt Meg. No est esto
demasiado aislado?
Ni hablar dijo el hombre marrn como si slo hablara para su pipa y su
barba.
Qu hace cuando no est fuera? quiso saber Pip.
Fumar.
Pero por las noches y los domingos?
Fumar dijo.
Y el da de Navid, qu ez lo que hacez? pregunt Baby.
Fumar contest una vez ms.
Judy se mora de curiosidad por saber cunto tiempo llevaba viviendo en aquel
reducido espacio, y todos se quedaron sin habla cuando le oyeron decir que,
prcticamente, haba pasado all los ltimos siete aos.
Y no se le ha olvidado hablar? pregunt Judy, impresionada.
Pero el hombre respondi, siempre dirigindose a su pipa, que estaba el gato.
Baby, que ya lo haba descubierto bajo la lata de gasolina que haca las veces de
cubo, haba recibido tres araazos. Marrn como su dueo, era delgado como un
alambre y tena una mirada huraa y unos orgullosos bigotes; sin embargo, entre los
dos haba un afecto de aos.
El seor Gillet le dijo que el seor Hassal quera que fuera con el resto de los
hombres y les ayudara a transportar el rbol.
El hombre se cal hasta las cejas el sombrero marrn y se dirigi hacia la carreta,
que, arrastrndose lentamente por el polvoriento camino, estaba a punto de alcanzar
la cima de la colina.
Agua en tina, ms cerca que riachuelo murmur para que se enterara su pipa
antes de partir, y los nios buscaron el aljibe y llenaron encantados sus teteras para
tener agua durante la comida.
Los pollos y patos asados por la seora Hassal estaban muy buenos, aunque se
achicharraban en el plato, como si el sol quisiera terminar de tostarlos. Las tartas de
manzana y los pasteles de albaricoque desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos, y

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de la macedonia de frutas que llevaban en dos frascos con tapa de rosca no qued
para contarlo ni una sola cucharada.
El seor Gillet, atendiendo a una peticin muy especial, haba llevado
ingredientes para hacer una torta y, despus de comer, se dispuso a prepararla para
poder tenerla a la hora del t.
Qu asco! exclam Judy. Se hace as! Yo no quiero ni probarlo.
La verdad es que fue elaborada con una rapidez pasmosa.
El seor Gillet se limit a echar en un plato un poco de harina que llevaba en una
bolsa, aadi luego una pizca de sal y un poco de agua; despus, le dio forma a la
masa y la dej sobre las brasas, cubrindola con cenizas.
Qu porquera! exclam Nell arrugando la nariz.
Pero una vez que la masa estuvo cocida, el seor Gillet la cogi y, con un soplido,
le quit de encima las cenizas Y, oh sorpresa!, apareci un pan ligero, crujiente,
blanqusimo.
As que se lo comieron y tomaron nota mentalmente para hacerlo en Desorden
en todas y cada una de las excursiones que hicieran.
Luego, llenaron los platos de manjares y los dejaron en la alacena del hombre
marrn. Por su parte, el seor Gillet puso encima de la silla, junto al gato, los
peridicos ingleses que llevaba y que el hombre an no haba ledo.
Este Telegraph es de hace un mes dijo con desaprobacin, viendo cmo Meg
le sonrea por primera vez aquel da.

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19 Una cinta azul celeste para el pelo

LA razn por la que nuestra gentil y plida Meg se haba mostrado tan poco
dispuesta a sonrer tena que ver precisamente con aquel hombre que no les haca
caso.
Durante aquel mes haba surgido una clida amistad entre la muchacha de aspecto
frgil, que miraba con sus serenos ojos azules un futuro que presenta hermoso, y el
hombre cansado de la vida, que volva la vista a un pasado tenebroso y nada alegre
por culpa de sus propios errores.
Como a la seora Hassal no le gustaba que las dos nias se alejaran solas, el seor
Gillet las acompaaba todos los das a dar un paseo a caballo. Judy rara vez iba al
paso y el corcel de Meg apenas poda ir a medio galope, as que el hombre se sola
quedar con la tmida amazona.
Me recuerda usted a una hermana pequea que tuve y que muri hace tiempo
le coment una vez a Meg despus de una larga conversacin. Quiz si estuviera
viva, yo no sera tan despreciable.
Meg se puso colorada, y una mirada de vergenza se asom a sus ojos.
Quiz eso le apene ahora dijo Meg con un susurro que apenas pudo or el
hombre, y luego palideci ante su propio atrevimiento y se alej cabalgando para
ocultar su turbacin.
En el camino de vuelta a casa, a Meg se le cay la cinta azul celeste que ataba su
dorada trenza. El seor Gillet desmont del caballo y la recogi. Meg alarg la mano
para recuperarla, pero el hombre deshizo el nudo y se la enroll cuidadosamente en la
mueca.
Puedo quedarme con ella? pregunt en voz baja. Ser mi divisa. S muy
bien lo que supone.
Si usted quisiera Si quisiera suspir Meg. Y en ese preciso momento
lleg Judy galopando y volvieron a casa los tres juntos.
Todo fue felicidad para Meg en los calurosos y largos das que siguieron a aquella
tarde. Para una chica que empieza a vivir no puede haber sentimiento de placer ms
puro ni ms profundo que el que proporciona la sensacin de estar influyendo

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positivamente en algn hombre o mujer mayor que ella, abrumado por la culpa y
cansado de vivir. Pobre Meg! En sus sueos de color de rosa se haba imaginado que
su protegido volva a ser un hombre entre los hombres, a llevar la cabeza alta, a
ocupar su lugar en el mundo, a regresar a su pas y a reclamar desde l a la noble
joven que, en su desbordante fantasa, Meg se representaba esperndole. Y todo
porque ella, Meg Woolcot, haba entrado en su vida y le haba sealado el camino a
seguir.

Un da, mientras se meca en la hamaca que haba en la parte de atrs del porche,
todos sus castillos se vinieron abajo y sufri un duro y amargo golpe.
A travs de una espesa mata de pasionaria que tena a la espalda, pudo or a
Tettawonga hablando con la cocinera.
Marsa Gillet est otra vez de juerga dijo rindose con el lado de la boca que
no tena ocupado por la pipa.
Meg se incorpor horrorizada. Desde que estaba en Yarrahappini haba odo
aquella frase aplicada a demasiados hombres del rancho para no saber que se refera a
una imprudente y tremenda borrachera.
No me extraa dijo la mujer, llevaba ya muchos das sobrio para poder
resistir ms. Supongo que habr intentado aguantar hasta que se vayan los invitados,

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pero no ha podido. Quin tiene las llaves?
La seora Hassal dijo Tettawonga, t ayudarla Por Baal! Los
almacenes hoy ja, ja, ja!
As que a eso era a lo que se haba dedicado los tres das que llevaba sin verlo!
Haba odo comentar que se haba desplazado a un rancho vecino para arreglar unos
asuntos del seor Hassal, pero no se le haba ocurrido que poda hacer una cosa as.
El quinto da lo haba visto de lejos en dos ocasiones: saliendo del almacn con el
mismo aspecto de siempre, aunque quiz ligeramente ms encorvado, y fumando
junto a la puerta de su casa.
El sexto da fue la excursin.
Meg ya no se poda sentir tan alegre y despreocupada como los dems, porque
tena el corazn lastimado y su confianza en la naturaleza humana se haba
resquebrajado.
Qu dbil pensaba, qu indigno!.
Toda su compasin fue barrida de golpe por la juvenil indignacin que la invada.
Por la maana, cuando se saludaron, se limitaron a intercambiar un apretn de
manos. Luego, durante el viaje, Meg se mostr con l decididamente fra.
Despus de comer, el grupo se dispers. Judy cogi a General y se lo llev a la
arboleda para que no tomara mucho sol; Pip y Bunty se dedicaron a cazar
saltamontes; Baby y Nell fueron a coger flores silvestres. Meg se arrodill para
recoger las cucharas y tenedores y meter la comida que haba sobrado en las cestas.
Haba que evitar que se llenara de hormigas.
Yo lo har Usted parece sofocada, Meg; sintese a descansar un poco dijo
el seor Gillet.
Gracias, pero prefiero hacerlo yo misma contest Meg con frialdad.
La muchacha no le mir, pero la tensin de sus labios permiti saber al seor
Gillet que la luz que brillaba en sus ojos claros era de desprecio.
El hombre no volvi a ofrecerse; se sent y se dedic a observar, con una
intraducible mirada en los ojos, cmo la muchacha recoga sus cosas. Cuando ya casi
haba terminado, el seor Gillet sac algo del bolsillo.
Tengo que devolvrsela dijo, y le entreg la cinta azul cuidadosamente
doblada, aunque todava conservaba las arrugas por donde haba estado anudada.
Meg la cogi sin levantar la vista, la estruj entre sus manos y se la guard en el
bolsillo.
La verdad es que, a pesar de todo, confiaba en que me dijera que poda
quedarme con ella dijo l, slo como un talismn para el futuro, pero su
expresin es demasiado severa para que pueda seguir alimentando cualquier
esperanza, Meg.
Sera tan intil como lo ha sido hasta ahora contest Meg inflexiblemente.

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Pero sus manos temblaban y envolvi juntos los restos de pato y una tarta de
mermelada.
Entonces, no me da otra oportunidad? pregunt el seor Gillet.
No servira de nada repiti Meg, recogiendo sofocada los pltanos y las
naranjas.
No se da cuenta de lo mal que se ha portado, cree que debera perdonarle
inmediatamente, pens.
El seor Gillet vaci lentamente la tetera, le puso la ennegrecida tapa y la
envolvi en un peridico. Luego, volvi a mirar a Meg, y, una vez ms, la forma en
que el pelo le caa sobre la frente le record a su hermana pequea ya muerta.
Le suplico que me la d otra vez, Meg implor.
Entre el corazn y la cabeza de Meg se desencaden una pequea batalla. El
primero, que era compasivo y caritativo, la incitaba a devolverle la cinta
inmediatamente; la ltima le deca que haba obrado mal y que tena que demostrarle,
con su conducta, su desaprobacin, aunque al final terminara concedindole lo que
peda. Y gan la cabeza.
Evidentemente, mi influencia no sirve para nada Ese trozo de cinta no
conseguir que las cosas sean diferentes en el futuro dijo con frialdad.
El seor Gillet se recost en el rbol y bostez, como si el asunto hubiera dejado
de interesarle.
Bueno dijo, en mi opinin, tiene usted razn.
Meg se sinti desarmada.
Claro que, si realmente quiere la cinta, puede quedarse con ella dijo con
altanera, sacndola del bolsillo y ofrecindosela.
Pero l no hizo ningn esfuerzo por cogerla.
Qudese con ella para ponrsela en el pelo, chiquilla dijo; despus de
todo, creo que no servira para nada.
Meg continu recogiendo las cosas con las mejillas encendidas y el seor Gillet
llen la pipa y se puso a fumar, mirndola distradamente.
Es extrao coment ms como una observacin que dirigindose a ella,
pero las mujeres de aspecto ms bondadoso suelen ser casi siempre las ms severas.
Meg abri la boca para decir algo, pero no se le ocurri nada, as que la cerr otra
vez y se puso a contar los tenedores de la seora Hassal por cuarta vez.
Me pregunto si le importara que le diera un pequeo consejo, Meg, a cambio
de los que usted me ha dado a m dijo. Se quit la pipa de la boca y la examin
detenidamente, como si quisiera descifrar la inscripcin que haba niquelada.
No, claro que no.
Meg deposit en el suelo el envoltorio y le mir con ojos sorprendidos y serenos.
Dgame lo que quiera, no me importa.

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El seor Gillet se incorpor y empez a hablar, mientras jugueteaba con uno de
sus tirantes.
Usted tiene hermanos dijo. Algn da puede que alguno se desve por el
mal camino, porque slo las mujeres como usted, Meg, y los ngeles pueden seguir
siempre la senda del bien. No sea demasiado severa con l. No se esfuerce en
mostrarle la diferencia entre su inocencia y su maldad. Se dar cuenta l solo, y no le
gustar que se lo haga notar. Intente ser comprensiva. Sea indulgente. Ya se sentir
suficientemente desgraciado. El mundo ya tiene su propia forma de demostrar que
desaprueba la conducta de una persona y una interminable lista de palabras de
desprecio Cree que no las utilizar si dejamos en sus manos el monopolio?
Oh! exclam Meg. Tena las mejillas encendidas y de su voz haba huido
toda dignidad.
El seor Gillet abroch el tirante en el vaco y continu en voz baja:
Imagnese que Pip hace algo malo algn da y el mundo le arroja piedras hasta
machacarle. Y suponga que, sintindose desgraciado, busque refugio en sus
hermanas. Y Meg, como la maldad le repugna, le tira unas cuantas piedras ms para
que el dolor le ensee una leccin que no se le olvide jams. Pero Judy, como es su
hermana y se encuentra en dificultades, le abraza y le anima, ayudndole a
enfrentarse otra vez con el mundo sin dirigirle jams una palabra o una mirada de
reproche, pensando que ya ha tenido suficiente. Cul de las dos influir ms en l?
Los labios de la muchacha temblaron, y sus ojos miraron al suelo, porque, si los
hubiera levantado, las lgrimas habran corrido por sus mejillas.
Oh! volvi a exclamar. Oh, qu tonta he sido! Oh!
Meg se cubri la cara con las manos porque las lgrimas que se le haban
acumulado en los ojos le temblaban ya en las pestaas. El seor Gillet dej la pipa y
el tirante y la mir compasivamente.
Le doblo la edad, soy lo suficientemente viejo como para ser su padre. Me
perdonar que le haya dicho todo esto, verdad? Estaba pensando en mi hermana, la
que muri. Tena tambin otra, un ao mayor, pero era muy severa, slo me dirig
una vez a ella. Actualmente es una de las mejores mujeres de Inglaterra, pero la
expresin de su boca es dura. Meg, no podra soportar la idea de que usted se volviera
as.
Media docena de gruesos lagrimones haban cado sobre los tenedores. Meg
lloraba porque no poda resistir lo indigna que era. Primero fue Alan el que la
reprendi hablndole de su hermana, y ahora era aquel hombre.
El seor Gillet interpret mal su silencio.
No tengo derecho a hablarle as, porque en mi vida ha habido de todo menos
bondad, verdad, Meg? dijo con una enorme tristeza.
Meg dej caer los brazos desamparada.

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Oh, no, cmo puede pensar eso? Lo que pasa es que soy indigna y
despreciable revolvi en su bolsillo y sac la cinta, y continu diciendo: La
quiere usted otra vez? Oh, por favor, cjala, aunque slo sea para que me sienta
menos indigna. Por favor, cjala!
Meg le mir con ojos llorosos y suplicantes, ofrecindole la cinta.
El seor Gillet la cogi, alis las arrugas y la meti en uno de los libros que
llevaba en el bolsillo.
Dios la bendiga dijo, y el tono de su voz hizo llorar a Meg.

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20 La pobre Judy

CRUZANDO la pradera se acercaba dando saltos una pequea figura; era Judy con
su vestido rosa, que se le haba quedado pequeo, y el pelo por la cara.
Est usted haciendo mritos para coger una insolacin. Dnde est su
sombrero, Judy? le pregunt el seor Gillet.
Judy movi la cabeza, echndose hacia atrs la oscura maraa de pelo.
Lamento comunicarles dijo que General se muere de ganas por un pltano
y yo misma ser mujer muerta si no quedan naranjas.
Meg le acerc la bolsa de la fruta por encima del mantel e intent ladearse el
sombrero para que sus ojos no la delatasen.
Pero Judy haba visto desde el principio las hmedas pestaas de su hermana.
Sospecho que ha estado usted leyndole esas estpidas poesas y hacindola
llorar dijo, y mir con agresividad primero al seor Gillet y luego al libro que
descansaba sobre la hierba. Debera darle vergenza. Mira que hacer una cosa as
en una excursin! Bueno, por lo menos, ha supuesto un ahorro de naranjas, es una
suerte.
Cogi de la bolsa media docena de las ms gordas y cuatro o cinco pltanos y se
volvi a marchar dando saltos hacia la arboleda, donde la esperaba General.
Cuando lleg con la fruta, se lo encontr apaciblemente sentado en el suelo.
Escarbaba en la tierra y se llevaba la mano a la boquita roja.
General levant los ojos y le dirigi una encantadora sonrisa.
Nio! exclam Judy, precipitndose hacia l con uno de sus mejores saltos
. Nio!
Le dio ms de cincuenta besos; a veces, casi le dola el cario que senta por aquel
pequeo gordito y lleno de churretes.
Luego, lo sent en sus rodillas, le quit toda la tierra que pudo y le frot la boca
con el borde del vestido.
Pltano dijo el nio, forcejeando por volver a bajarse al suelo; Judy le pel
un hermoso pltano y se lo puso en su rechoncha manita.
General le peg un mordisco y estruj el resto, encantado de que los trozos de
pltano se escurrieran entre sus dedos.
Luego, mientras Judy pelaba su quinta naranja, le restreg el pltano por el pelo y
la cara.

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Y, claro, Judy tuvo que regaarle, o por lo menos fingir que lo haca, lo que vena
a ser lo mismo. Luego, General le rega a ella, y lo hizo sin miramientos.
La golpe con un palito que se encontr, le dio varios pellizcos en la cara, le tir
del pelo, le salt encima del pecho cuantas veces quiso, y todo con tanta conviccin y
entusiasmo que Judy tuvo que rerse, aunque le hiciera dao.
Pupa? pregunt por fin. Y Judy empez a llorar lastimeramente, se tap la
cara con las manos y sacudi los hombros. Luego, el pequeo le rode el cuello con
sus brazos y le dijo Ju-Ju con voz asustada, le pellizc las mejillas y le dio mil
besos apasionados, llenndola de babas, para consolarla.
Ms tarde jugaron a perseguirse. General se cay ms de veinte veces al suelo, se
rasp las rodillas y las manos y se levant tambalendose, intentando mantener el
equilibrio.
De repente, Judy se qued quieta. Se le estaba metiendo una garrapata por la
mueca. Slo le quedaban fuera del vestido las dos patas de atrs. Durante un buen
rato tir y tir de ellas sin ningn xito. Finalmente, el animal se parti en dos, y Judy
tuvo que dejar una parte dentro para que la abuela y la gasolina se encargaran de
extrarsela cuando volvieran a casa.
Haba dedicado unos dos o tres minutos a la delicada operacin, y cuando levant
la vista vio que General se haba alejado todo lo deprisa que le permitan sus piernas.
Deba de creer que estaban jugando a echar una carrera. En el preciso instante en que
Judy sali apresuradamente tras l, el pequeo se volvi a mirarla con sus ojos
risueos y su cara traviesa; pero, sobre todo, sucia.
Y luego Dios mo!
Es tan penoso contarlo Hasta aqu, mi pluma haba sido feliz escribiendo, pero
ahora!
Eh, granuja! grit Judy, fingiendo perseguirle. Despus, el mundo entero
pareci alzarse ante ella.
Vio que caa un rbol, una de esas enormes criaturas marchitas y sin hojas.
Podrido hasta la mdula, se haba balanceado durante todo el da; pero, en ese
momento, una rfaga de viento barri la explanada y lo derrib. Judy lanz un grito
desgarrador y se tir al suelo, extendiendo los brazos hacia el chiquillo que, sonriente
y feliz, corra directamente hacia la muerte.
El estruendo sacudi los rboles que haba alrededor; el propio aire pareci
hacerse aicos.
Todos oyeron el pavoroso grito y el estrpito que lo sigui.
Cmo les temblaban las rodillas Qu caras tan plidas tenan cuando se
precipitaron hacia donde haba sonado el ruido.
Levantaron el enorme tronco plateado con estras de resina seca. Judy estaba boca
abajo, con los brazos extendidos.

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Y debajo de ella estaba General, un poco aturdido y sumamente asombrado, pero
completamente ileso.
Meg lo abraz durante unos instantes, pero luego lo deposit en el suelo y se
reuni con los dems alrededor de Judy.
Qu pena daba ver la cabeza oscura, el cuerpo inmvil dentro del vestido rosa
totalmente arrugado, las manos pequeas y delgadas extendidas.
Judy dijo Pip con voz angustiada y suplicante.
Pero, por toda respuesta, oy el rumor del viento entre las copas de los rboles y
las agitadas respiraciones de sus hermanos.
El seor Gillet comprendi que, excepto l, no haba nadie que pudiera hacerse
cargo de la situacin. Acompaado por Pip, se dirigi hacia la cabaa del ganadero,
descolg la puerta de sus goznes de cuero y volvi con ella colina abajo.
Voy a levantarla dijo; pas los brazos por debajo del cuerpo de Judy y la alz
con mucho, muchsimo cuidado. Luego, la deposit sobre la puerta boca arriba.
Judy gimi Oh, cmo gimi!
Pip, a quien el corazn le haba dado un vuelco ante el primer signo de vida,
estuvo a punto de volverse loco al or los quejidos de agona que se escapaban de la
boca de su hermana.
Alzaron la improvisada camilla y la llevaron hasta la pequea cabaa marrn que
haba en la cima de la colina.
Luego, el seor Gillet habl con Pip y Meg, que parecan aturdidos y asustados.
Pasarn varias horas antes de que podamos conseguir ayuda, y ya son las cinco
dijo. Pip, hay un doctor en Boolagri, a unas diez millas de camino. Ve a
buscarle, vete corriendo. Yo volver a la casa, Meg, aunque tardar un regresar
porque estamos a catorce millas. Traer una tartana; incluso en el caso de que
volviera, la carreta tirada por bueyes es demasiado lenta e inestable. No deje de
vigilarla, dele agua si la pide; no puede hacer nada ms.
Se est muriendo dijo Meg. Se va a morir?
El seor Gillet se detuvo a pensar en todo lo que podra pasar antes de que
pudiera volver con ayuda y no se atrevi a dejarla sin que lo supiera.
Creo que se ha roto la columna vertebral dijo con calma. Si es as,
significa la muerte.
Pip baj corriendo por el camino que conduca a casa del doctor.
Despus de dar un par de rdenes, el seor Gillet mir a Meg.
Todo depende de usted; no se le ocurra venirse abajo dijo. No se mueva de
aqu, no la pierda de vista.
Luego, se alej hacia el camino.
Meg sali corriendo tras l.
Se morir antes de que usted vuelva, cuando est yo sola?

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Sus ojos le miraban aterrados.
Slo Dios lo sabe! contest el seor Gillet, y se dio la vuelta.
El tener que dejar sola a la joven en una situacin tan horrible era ms de lo que
poda soportar.
Dios mo, aydame! implor Meg, y volvi apresuradamente junto a su
hermana, sin mirar al cielo plomizo. Aydame, Dios mo! Aydame, aydame!

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21 Cuando el sol se puso

QU puesta de sol!
Abajo, al pie de la verde colina, haba un cielo de color de fuego, salpicado de
nubes purpreas que se agrupaban en lo alto, all donde el esplendor del da que
mora se encontraba con el plido azul. La oscuridad cay sobre los rboles, cuyas
ramas, extendidas e inmviles, se recortaban sobre un fondo anaranjado. El viento
dej de soplar, y el aire, plomizo y pesado, pareca asustado del extrao silencio que
reinaba en el monte.
Y en la cima de la colina, justo en la puerta de la pequea cabaa marrn,
mirando con ojos muy abiertos el hermoso cielo, yaca Judy a punto de morir. Ahora
estaba muy tranquila, aunque haba estado charlando sin parar de mil y una cosas.
Les haba dicho que no le dola absolutamente nada.
Slo me morir si me mueven dijo.
Meg permaneca a su lado, sentada en una pequea elevacin del terreno. No
haba apartado la vista ni un instante de la cara que reposaba sobre la almohada de
impermeables, ni haba abierto los plidos labios para decir nada.
En el exterior, las siluetas inmviles de los bueyes contrastaban con el cielo. Judy
dijo que pareca el retrato de unos bueyes disecados. Luego intent sonrer, pero Meg
le dijo: No, y se retorci de dolor.
Dos de los hombres partieron con intiles mensajes de ayuda. Los dems se
mantenan alejados, conversando en voz baja.
No podan hacer nada; el hombre marrn estuvo hablando, cosa extraa en l.
Tranquiliz a General hasta que se durmi, y entonces lo acost en el camastro y
lo arrop con la manta azul. Luego, prepar t muy cargado y les pidi a los nios,
con lgrimas en los ojos, que bebiesen un poco. Pero ninguno quiso. Baby se haba
quedado dormida en el suelo, abrazada con todas sus fuerzas a las botas con cordones
de Judy.
Bunty estaba de pie, detrs de la improvisada camilla, con una expresin de
asombro dibujada en su plido rostro. Tena los ojos clavados en el pelo de Judy. No
se atreva a mirar su rostro, por miedo a lo que pudiera encontrar en l. Nell no
paraba de moverse Se diriga hacia la valla para escudriar desde all el camino
sobre el que caan pesadamente las sombras de la noche o se precipitaba hacia la

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parte de atrs de la cabaa, repitiendo insistentemente: Haz que se ponga bien, Dios
mo. Dios mo, haz que se ponga bien, haz que se ponga bien. Oh, por qu no haces
que se ponga bien?.
Las sombras que rodeaban la pequea cabaa eran cada vez ms profundas, las
siluetas de los bueyes se haban desvanecido y, al otro lado de la luz, slo se
vislumbraba una informe masa oscura. Aunque todava quedaban algunas franjas de
un amarillo intenso, el fuego se iba apagando detrs de los rboles. La llameante
esfera del sol se haba ocultado tras los confines del mundo, y un delicado velo de
color prpura cay sobre la tierra.
Una estridente nota rompi el silencio, salvaje, lgubre, sobrenatural.
Enderezndose, Meg se estremeci. La frente de Judy se cubri de sudor, sus ojos se
dilataron, sus labios temblaron.
Meg dijo con un susurro que cort el aire. Oh, Meg, tengo miedo! Tengo
tanto miedo!
Dios mo! exclam el corazn de Meg.
Meg, reza algo. Meg, aydame, mira la oscuridad, Meg. Meg, no puedo morir.
Oh, por qu no vienen ya?
Nell corri hacia la valla una vez ms; luego, volvi a suplicar: Haz que se
ponga bien, Dios mo Oh, por favor, Dios mo!
Meg, no se me ocurre nada que rezar. Por qu no rezas t algo, Meg? Haba
varias ocasiones para el momento de la muerte en el misal, pero no me acuerdo.
Reza algo, Meg.
Meg movi los labios, pero no sali de ellos ni una sola palabra.
Meg, estoy muy asustada! Slo se me ocurre Gracias por lo que vamos a
recibir, pero eso es para dar gracias, no? Tampoco hay nada que pueda servir en el
Padrenuestro. Ojal hubiramos ido a la catequesis, Meg. Mira la oscuridad, Meg; oh,
Meg, dame la mano.
En el cielo no no no habr oscuridad dijeron los labios de Meg. Cuando
por fin pudieron hablar, slo sali de ellos una frase indecisa, estereotipada.
Aunque sea de oro y diamantes, no quiero ir Judy estaba llorando. Oh,
Meg, quiero vivir! A ti te gustara morirte con slo trece aos, Meg? Piensa en lo
sola que voy a estar sin todos vosotros. Meg, Pip, Baby, Nell.
Las lgrimas corran por sus mejillas; su pecho suba y bajaba afanosamente.
Oh, Meg, reza algo, salmos, no s, cualquier cosa!
Medio libro de salmos antiguos y modernos desfil por la cabeza de Meg. Cul
de todos aquellos salmos podra llevar un poco de paz a aquellos enfebrecidos ojos
que no dejaban de mirarla asustados y suplicantes?
Y abri la boca:

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Venid a M los que estis fatigados
y Yo os dar reposo.
Oh, bendito!

No estoy cansada, no quiero descansar dijo Judy con impaciencia.


Meg volvi a intentarlo:

Padre mo, mientras ando errabundo


por los fros y lbregos caminos de este mundo,
que mi corazn sepa decirte en lo profundo:
hgase tu voluntad.

Eso es para la gente mayor dijo Judy con voz cansada. No creo que l
espere que yo le diga una cosa as.
De repente, Meg se acord del ms hermoso de todos los salmos y lo recit de
principio a fin sin que la voz le fallara:

Permanece conmigo, que la tiniebla crece


y la tarde declina; conmigo permanece.
Si huye todo consuelo, si falla todo amigo,
Seor, s T mi auxilio; permanece conmigo.
Sobre mis ojos ciegos traza, Seor, tu cruz,
haz brillar en mi noche tu refulgente luz.
Las sombras se disipan. Tu da ya amanece.
En la vida, en la muerte, conmigo permanece.

Oh!, y, Judy, se me olvidaba: all est mam. No estars sola. Te acuerdas de


sus ojos, Judy?
Judy se qued tranquila, cada vez ms tranquila. Cerr los ojos para no ver las
sombras que se cernan a su alrededor.
Meg la abraz y apoy una mejilla en su frente; Nell le cogi las manos; Baby,
los pies; Bunty pos con delicadeza los labios en su pelo. Y as la acompaaron hacia
el Gran Valle, donde no hay luces, ni siquiera para alumbrar los indecisos pasos
infantiles.
Las sombras eran fras y afligan sus corazones; sentan en sus frentes una brisa
procedente de un extrao mar; pero slo aquella que iba a cruzarlo oa el rumor de las

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olas.
En el preciso momento en que sus pies tocaban el agua, apareci en la puerta una
figura.
Judy! exclam patticamente; y Pip, abrindose paso entre sus hermanos, se
arrodill a su lado.
Judy, Judy, Judy!
La luz volvi a brillar en los ojos de Judy. Sus labios exanges le besaron una,
dos veces; luego, le dio las dos manos para que se las cogiera y le ofreci su ltima
sonrisa.
Despus, el viento sopl sobre todos ellos y, con un leve estremecimiento, Judy se
alej de puntillas.

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22 Y ltimo

REGRESARON todos a casa: los seis nios y Esther, quien, a partir de ese
momento, se volvi ms silenciosa, ms melanclica, debido al precio que se haba
pagado por la vida de su hijo. Hasta el mismo aire de Yarrahappini pareca
abrumarlos y oprimir sus corazones.
Por eso, cuando el capitn, que haba llegado apresuradamente al conocer el triste
fin de su hija, les pregunt que si les gustara volver a casa, todos dijeron que s.
Haba una explanada cubierta de hierba en la cima de una colina, justo detrs de
la casa, y un grupo de rboles de un tono verde oscuro entonces pero flexibles y
aureolados de amarillo cuando llegaba la primavera.
All dejaron a la pobre Judy; el seor Hassal haba cercado el terreno con una
valla blanca alta; la pequea sepultura ocupaba un umbro rincn.
El lugar pareca el diminuto cementerio de un pas infantil, en el que slo se haba
producido una muerte.
O un pequeo jardn con un arriate de flores.
A Meg le encant que el tmulo estuviese orientado al este porque as el sol se
ocultara tras l. Cuando viva, Judy no poda soportar los soles naranjas, prpuras o
de un amarillo intenso. Pero cuando el sol apareca delicadamente por el este, la luz
se difuminaba por todo el cielo en suaves rosas, temblorosos azules y brillantes
grises, jams en rayas de un amarillo intenso, que hacan que los ojos escocieran y se
llenaran de lgrimas.
El ltimo da, cuando fueron a despedirse, la luna baaba la sepultura y le daba un
aspecto plido y brillante.
Arrancaron uno o dos puados de csped, y se dieron la vuelta. No llor nadie. La
blanca quietud de la lejana luna, las plidas estrellas suspendidas en el cielo y la
ligera brisa que acariciaba el brezo retuvieron sus lgrimas hasta que cerraron la
puerta tras ellos, y dejaron a Judy sola en medio de la paz de la colina.
Despus, volvieron a Desorden para recoger cada uno de ellos el hilo de su
vida y continuar con la trama que, gracias a Dios, hay que tejer da a da, ya que si no
los corazones se partiran sin ms.
Meg haba madurado; jams volvera a ser tan cndida como lo haba sido antes
de que aquella encendida puesta de sol se clavara en su alma para siempre.
En sus ojos brillaba una luz ms profunda. Haba llorado tanto, que el llanto

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derramado termin por enfocar su visin de la vida y la hizo ms autntica, ms
trascendental.
El primer domingo despus de su vuelta, Nell y ella fueron a la iglesia. Aldith
estaba unos cuantos bancos ms all, tan frvola como siempre. Llevaba un llamativo
vestido y diriga a los Courtney y a los Graham, que estaban sentados detrs, sonrisas
y miradas coquetas.
Cunto se haba alejado Meg de su antigua amiga! Pareca que haban pasado
siglos desde la poca en que lo nico que le preocupaba era la ltima moda en
accesorios para sombreros, el vuelo de las faldas sombrilla y el mejor remedio para
conservar las manos blancas. Siglos desde que haba arrastrado a flirtear a aquel
tembloroso aprendiz de hombre. Siglos, casi, desde que haba regalado la cinta azul,
que estaba haciendo ms bien del que ella pensaba, en Yarrahappini.
Alan la mir desde su banco: la grcil figura vestida de negro, el dorado pelo
recogido en una trenza que ya no se molestaba en rizar por las puntas, la sumisa
inclinacin de sus juveniles labios, la melanclica tristeza de sus ojos azules. Apenas
pudo reconocer en ella a la alocada chiquilla que haba escrito aquella nota y se haba
escapado sigilosamente para reunirse con su desgarbado hermano menor.
Cuando el oficio religioso termin, le estrech la mano; la humedad de sus ojos
grises supli el ramillete de palabras de simpata que intentaba decir.
Seamos siempre amigos, Meg dijo cuando se separaron junto a la verja de
Desorden.
S, semoslo contest ella.
Y aquella firme y franca amistad se convirti en algo muy hermoso en sus vidas,
fortaleciendo a Meg y haciendo ms sociable al muchacho.
Pip recobr una vez ms su espritu risueo y animoso, como sucede con los
chicos ms encantadores gracias a sus jvenes corazones; pero sola caer de vez en
cuando en repentinos estados depresivos y desapareca sbitamente en medio de un
partido de criquet, o se levantaba de la mesa cuando el ruido era ms ensordecedor.
Bunty tena la cara tan churretosa como siempre y las manos, si cabe, an ms
sucias, porque le haba dado por dedicarse a la mecnica y se pasaba el tiempo libre
fabricando mquinas tipogrficas como las llamaba l y terribles y maravillosos
motores. Para ello aprovechaba los restos de una antigua estufa y varios pucheros y
sartenes oxidados rescatados de la basura.
Pero ya no deca tantas mentiras; aquella triste puesta de sol haba penetrado
incluso en su joven corazn, y cada vez que se senta tentado a decir Yo no he sido,
yo no he sido, la culpa no ha sido ma apareca ante l la maraa de rizos oscuros de
Judy igual que aquella noche en que no se atreva a apartar sus ojos de ella.
Toda la atencin de Baby estaba centrada en sus piernas, porque haba pasado de
llevar calcetines a llevar medias, y todo el que recuerde lo que supuso ese cambio en

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su propia vida comprender la importancia que tena el acontecimiento para la
chiquilla.
Nell creca cada da ms guapa; Pip tena que esforzarse mucho para tratar de
impedir que se volviera presumida. Si las recomendaciones y burlas fraternas servan
para algo, sera tan poco vanidosa como si tuviera el pelo rojo y la nariz ganchuda.
Esther deca que ojal pudiera comprar en alguna parte unos cuantos aos de ms,
una expresin ms severa y respetabilidad en grandes cantidades. De ser as, quiz
habra alguna posibilidad de que Desorden recuperara el poco emocionante nombre
de La Casa del Ro, que era como se llamaba en realidad.
Pero, extraamente, nadie se hizo eco de su deseo.
El capitn ya nunca volvi a fumar en el porche de la fachada lateral: cada vez
que vea el descuidado jardn, se acordaba de la pequea figura que, con un traje rosa
y un sombrero lleno de agujeros, se dedicaba a segar el csped con entusiasmo bajo la
cegadora luz del sol. La muerte de Judy hizo a sus seis hijos ms queridos para su
corazn, aunque tampoco les demostr su cario mucho ms que hasta entonces.
General estaba cada da ms rechoncho y encantador. No es ninguna exageracin
decir que todos le adoraban y mimaban, porque el don de la vida le haba sido
concedido dos veces, y en la segunda ocasin haba sido un regalo de Judy y era, por
tanto, inapreciable.
Durante estos dos ltimos captulos mi pluma se ha movido sobre el papel lenta y
fatigosamente; se niega a correr ligera y libre como antes, as que tendr que dejarla,
o acabar por ponerte triste.
Algn da, dentro de unos aos, te volver a contar, si te interesa, cosas de mi
familia australiana.
Hasta entonces, adis y buena suerte.

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Notas

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[1] Juego ingls en el que se utilizan una pelota pequea y un bate de cincuenta y seis

centmetros de largo. (N. T.) <<

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