Stein Caminos Del Silencio
Stein Caminos Del Silencio
Stein Caminos Del Silencio
EDITH ESTHEIN
EL MISTERIO DE LA NOCHEBUENA
1 Adviento y Navidad
1
Cuando los das se acortan paulatinamente y en un
invierno normal comienzan a caer los primeros copos de
nieve, surgen tmido y calladamente los primeros
pensamientos de la Navidad. De la sola palabra brota ya
un encanto especial, al cual apenas un corazn puede
presentar resistencia. Aquellos que no comparten nuestra
fe y an los no creyentes, para los cuales la vieja historia
del Nio de Beln carece de significado, se preparan para
esta festividad y discurren modos y maneras de encender
aqu y all un rayo de felicidad. Es como si desde
semanas y meses atrs un clido torrente de amor se
desbordase sobre la tierra. Una fiesta de amor y alegra,
esto es la estrella hacia la cual marchamos todos en los
primeros meses de invierno. Para los cristianos y, en
especial para los catlicos, significa algo todava ms
profundo. La estrella los conduce hasta el pesebre con el
Nio que trajo la paz al mundo. El arte cristiano nos lo
presenta ante nuestros ojos en numerosas y tiernas
imgenes; viejas melodas, en las cuales resuena todo el
encanto de la infancia, nos hablan de l.
Las campanas del rorate y los cnticos del Adviento
despiertan en el corazn del que vive con la Iglesia un
anhelo santo; y aquel que ha penetrado en el inagotable
manantial de la liturgia se siente da a da ms
profundamente estremecido por las palabras y promesas
del Profeta de la Encarnacin que dice: Que caiga el
1
Todos nosotros hemos sentido alguna vez una tal
felicidad en la Nochebuena, aun cuando el cielo y la tierra
todava no se han unido. La estrella de Beln es todava
hoy una estrella en la noche oscura. Apenas dos das
despus se quita la Iglesia las vestiduras blancas y se
reviste del color de la sangre, al cuarto da del morado de
la tristeza. San Esteban, el Protomrtir, el primero que
sigui al Seor en el martirio y los Santos Inocentes de
Beln y de Jud, los nios de pecho brutalmente
degollados por los soldados de Herodes, son el cortejo del
Nio del Pesebre. Qu significa esto? Dnde est el
jbilo de los ejrcitos celestiales? Dnde la callada
beatitud de la Nochebuena? Dnde la paz sobre la
tierra? Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.
Pero no todos tienen buena voluntad.
Es por eso que el Hijo del Eterno Padre tuvo que bajar
desde la grandeza de su gloria a la pequeez de la tierra,
ya que el misterio de la iniquidad la haba cubierto de las
sombras de la noche.
Las tinieblas cubran la tierra y l vino a nosotros como la
luz que alumbra en las tinieblas, pero las tinieblas no lo
recibieron. A aquellos que lo recibieron, les trajo l la luz y
la paz; la paz con el Padre en el cielo, la paz con todos
aquellos que igualmente son hijos de la luz y del Padre
celestial y la profunda e ntima paz del corazn. Pero de
ninguna manera la paz con los hijos de las tinieblas. El
Prncipe de la paz no les trae a ellos la paz, sino la
espada. Para ellos es l piedra de tropiezo, contra la cual
chocan y se estrellan.
Esta es una verdad difcil y muy seria que no debemos
encubrir con el potico encanto del Nio de Beln. El
misterio de la Encarnacin y el misterio del mal estn muy
ntimamente unidos. Frente a la luz que ha venido de lo
alto se vuelven las tinieblas del pecado tanto ms oscuras
y lgubres. El Nio del pesebre extiende sus bracitos y su
sonrisa parece predecir lo que ms tarde pronunciarn los
labios del hombre: Venid a m todos los que estis
cansados y agobiados, que yo os aliviar (Mt.11,28). A
aquellos que escucharon su llamada, a los pobres
pastores, a quienes el resplandecer del cielo y la voz de
los ngeles les anunciaron la buena noticia en los campos
de Beln y que, ponindose en camino, respondieron a
esa llamada diciendo: Vamos a Beln (Lc.2,15); tambin
a los reyes que desde el lejano Oriente haban seguido
con fe sencilla la maravillosa estrella, a todos ellos les fue
derramado el roco de la gracia que emanaba de las
manos del pequeo Nio y fueron colmados de un gran
gozo (Mt.2,10).
Esas manos conceden y exigen al mismo tiempo: vosotros
sabios, deponed vuestra sabidura y haceos sencillos
como los nios; los reyes, entregad vuestras coronas y
tesoros e inclinaos humildemente ante el Rey de los
Reyes y aceptad sin titubeos los trabajos, penas y
sufrimientos que su servicio exige. De vosotros nios, que
no podis dar nada todava voluntariamente, de vosotros
toman las manos del Nio Jess la ternura de vuestra
5 Hgase tu voluntad
6 Los Caminos de Salvacin
4 La unin en Dios
6 Hgase tu voluntad
4
Los misterios del cristianismo son una totalidad
indivisible. Cuando profundizamos en uno de ellos somos
conducidos automticamente a todos los otros. As nos
lleva el camino de Beln forzosamente al Glgota y el
pesebre a la Cruz. Cuando la Virgen Mara present al
Nio Jess en el templo le fue profetizado que una espada
atravesara su corazn y que ese Nio sera ocasin de
cada y de resurreccin para muchos, un signo de
contradiccin. Ese fue el preanuncio de la Pasin, de la
lucha entre la luz y las tinieblas, que ya se manifestaba en
el pesebre.
Algunos aos se celebran casi simultneamente las
fiestas de la Candelaria y de Septuagsima, la fiesta de la
Encarnacin y la preparacin de la Pasin. En la noche
del pecado reluce la estrella de Beln. Sobre el resplandor
que desborda de pesebre se proyecta la sombra de la
cruz. La luz se extingue en la oscuridad del Viernes Santo,
pero se eleve esplendorosa como el sol de la gracia en la
maana de la Resurreccin. A travs de la cruz y del dolor
a la gloria de la resurreccin, ese fue el camino del Hijo de
Dios hecho hombre.
Alcanzar con el Hijo del Hombre la gloria de la
resurreccin a travs del sufrimiento y de la muerte es el
camino para cada uno de nosotros y para toda la
humanidad.
LA ORACIN DE LA IGLESIA
3
LOS CAMINOS DEL SILENCIO INTERIOR
1
En una conferencia que intentaba describir una
imagen del alma femenina que correspondiera a su
determinacin eterna se mencionaban los siguientes
atributos: amplia, tranquila, vaca de s misma, clida y
luminosa. Simultneamente se planteaba la pregunta de
cmo se puede llegar a la posesin de tales cualidades.
Sin duda alguna no se trata de una multitud de caracteres
que hayan de ser tomados en cuenta o elaborados
individualmente, ms bien se refieren a un estado general
del alma que, en esos atributos concretos, es
contemplada desde diversos puntos de vista. Ese estado
no puede ser elaborado voluntariamente, sino que tiene
que ser producido por la gracia. Lo que nosotros podemos
y tenemos que hacer es: abrirnos a la gracia. Eso significa
renunciar totalmente a nuestra propia voluntad, para
entregarnos totalmente a la voluntad divina, poniendo
nuestra alma, dispuesta a recibirle y a dejarse modelar por
El, en las manos de Dios. Este es el contexto primario que
nos permite vaciarnos de nosotros mismos y alcanzar un
estado de paz interior.
Nuestra interioridad se ve colmada por propia naturaleza
de muy diversas maneras y hasta tal punto, que una cosa
empuja a la otra y todas ellas mantienen el alma en un
movimiento constante; a menudo incluso en conflicto y
perturbacin. Las obligaciones y preocupaciones del da
se acumulan en nuestro entorno en el momento mismo de
despertarnos por la maana, si es que no interrumpieron
ya la tranquilidad de la noche. En ese momento se
plantean ya cuestiones tan incmodas como estas:
Cmo puedo sobrellevar tantas cosas en un solo da?
Cundo podr hacer esto o aquello?Cmo puedo
solucionar tal o cul problema? Parece que quisiramos
lanzarnos agitadamente o precipitarnos sobre los
acontecimiento del da, para poder tomar las riendas en
las manos y decir: Hecho!
1
La regla de San Benito de Nursia es llamada a
menuda discretione perspicua, distinguida por la
discrecin. La discrecin se convierte de esa manera en el
cuo especial de la santidad benedictina. En realidad no
existe santidad sin ella; ms an, si se la entiende en
profundidad y en todas sus dimensiones, coincide con la
santidad misma.
3
Por lo tanto, si alguien anhela el sufrimiento, no lo
hace por un recuerdo puramente piadoso de los
sufrimientos del Seor. La expiacin voluntaria es lo que
nos une verdadera y ms profundamente con el Seor. Tal
unin est por encima de la ya existente con Cristo, pues
el hombre natural huye del sufrimiento, y la bsqueda del
dolor para satisfacer una inclinacin perversa al
sufrimiento, nada tiene que ver con las ansias de
sufrimiento como expiacin de los pecados. La inclinacin
perversa por el dolor no es, adems, una aspiracin
espiritual, sino una pretensin puramente sensible y, en
cuanto tal, no es mejor que otros vicios de la
concupiscencia, sino precisamente peor por ser
antinatural. Solamente quien tiene abiertos los ojos del
espritu para el sentido sobrenatural de los
acontecimientos del mundo puede experimentar ansias
por el sufrimiento expiatorio. Eso, sin embargo, slo es
posible para aquellos en los cuales vive el Espritu de
Cristo, que como miembros de un cuerpo, reciben de la
cabeza su fuerza, su sentido y su direccin. La expiacin,
por otra parte, nos une ms ntimamente con Cristo, de la
misma manera que cada comunidad se siente ms
ntimamente unida en la realizacin de una tarea conjunta
y como los miembros de un cuerpo se unifican cada vez
ms en el juego orgnico de sus funciones.
El amor por la Cruz y la gozosa filiacin divina, adems,
no se oponen, pues la unin con Cristo es nuestra
beatificacin celestial y el crecimiento evolutivo en esa
unin representa nuestra felicidad en la tierra. Ayudar a
cargar con la Cruz de Cristo nos proporciona una alegra
fuerte y pura, y quienes pueden y tienen derecho a
hacerlo, los constructores del Reino de Dios, son sus
verdaderos hijos. De ah que la preferencia por el camino
de la Cruz no signifique de ninguna manera que olvidemos
que el Viernes Santo ya ha sido superado y la Obra de la
Salvacin consumada.
Solamente los redimidos, los hijos de la gracia pueden
ayudar a Cristo a cargar con la Cruz. El sufrimiento
humano recibe fuerza expiatoria slo si est unido al
sufrimiento de la cabeza divina. La vida del cristiano
consiste en sufrir y en ser feliz en el sufrimiento, en ser
14 - 9 - 1939
1
Bendita seas, Cruz, esperanza nica! De esta
manera nos invita la Iglesia a implorar, en el tiempo
dedicado a la contemplacin de los amargos sufrimiento
de Nuestro Seor Jesucristo. El grito de gozo del aleluya
pascual hizo enmudecer el solemne himno de la Cruz,
pero el signo de nuestra salvacin sigui bendicindonos
en medio de la alegra pascual, en tanto que nosotros
rememorbamos el hallazgo del que haba desaparecido.
La Cruz nos bendice al trmino de las grandes fiestas de
la Iglesia, desde el corazn mismo del Salvador. Y ahora
que el ao litrgico ya declina, l ser elevado delante de
nosotros y ha de mantener nuestras miradas cautivas
hasta que el aleluya pascual nos invite nuevamente a
olvidar por un momento la tierra, para colmarnos de gozo
en las bodas del Cordero.
Nuestra Santa Orden nos permite comenzar el tiempo de
penitencia con la fiesta de la exaltacin de la Santa Cruz y
nos conduce hasta el pie de esa misma Cruz para renovar
nuestros votos. El Crucificado nos contempla y nos
pregunta si estamos todava dispuestas a serle fieles en lo
que le hemos prometido en una hora de gracia. El tiene
razn de preguntrnoslo pues, hoy ms que nunca, se ha
convertido la Cruz en un signo de contradiccin.
Los discpulos del Anticristo le hacen ignominias mucho
peores que las que le hicieron antiguamente los mismos
persas que la saquearon. Ellos profanan la imagen de la
14 de septiembre de 1940
14 - 9 - 1941
1
San Benito determin en su Sancta Regula que el
ayuno comenzara para los religiosos con la fiesta de la
Exaltacin de la Cruz. La prolongada alegra pascual y las
solemnidades del verano (al final, todava la fiesta de la
Coronacin de Mara como Reina del Cielo) podran
quizs, empalidecer o hacer desaparecer de nuestra
mente la imagen del Crucificado, de la misma manera que
sta permaneci escondida en los primeros siglos del
cristianismo. Pero llegado su tiempo, apareci la Cruz
resplandeciente en el cielo, amonestando a los hombres a
buscar el madero de la ignominia, escondido y olvidado, y
a reconocer en l el signo de la salvacin, el smbolo de la
fe y el emblema de los creyentes. Cada ao, cuando la
Iglesia la levanta ante nuestros ojos, hemos de
acordarnos de la exhortacin del Seor: Quien quiera ser
mi discpulo, que cargue con su Cruz y me siga (Mc.8,34;
Lc.14,27). Cargar con la Cruz significa caminar por el
camino de la penitencia y la renuncia. Seguir al Salvador
significa, para nosotras, religiosas, dejarnos clavar en la
Cruz con los tres clavos de los votos. La Exaltacin de la
Cruz y la renovacin de los votos estn ntimamente
unidas.
El Salvador nos ha precedido en el camino de la pobreza.
A El le pertenecen todos los bienes del cielo y de la tierra.
Ellos no significan para El ningn peligro; El poda usar de
ellos, manteniendo a la vez su corazn totalmente libre. El
saba, sin embargo, que a los hombres apenas les es
posible poseer bienes sin sucumbir ante ellos y sin
convertirse en sus esclavos. Cristo abandon por eso todo
lo que tena, mostrando as, ms por medio del ejemplo
que a travs de consejos, que todo lo posee quien nada
tiene. Su nacimiento en el establo y su huida a Egipto nos
muestran ya que el hijo del Hombre no habra de tener
ningn lugar donde reclinar la cabeza.
2
Quien le sigue ha de saber que nosotros no tenemos
en la tierra un lugar duradero. Cuanto ms vivamente lo
experimentemos, tanto mas apremiante ser nuestra
esperanza de lo venidero y nuestra alegra en la certeza
1
Cuando la luz suave de las velas del Adviento (una
luz misteriosa, en medio de una oscuridad tambin
misteriosa) brilla en las tardes oscuras de diciembre se
despiertan en nosotros los pensamientos consoladores de
que la Luz divina, el Espritu Santo, nunca dej de
alumbrar en las tinieblas de la humanidad cada. El
Espritu permaneci fiel a la creacin sin tomar en cuenta
las infidelidades de sta. Y aun cuando las tinieblas no
queran dejarse penetrar por la luz celestial, siempre hubo
lugares abiertos donde esa luz pudo ser derramada.
Un rayo de esa luz cay ya sobre los corazones de
nuestros primeros padres en la hora del juicio al que
hubieron de someterse; un rayo iluminador, que despert
en ellos la conciencia de su culpa; un rayo ardiente que
los hizo consumirse en el dolor del arrepentimiento; un
rayo purificador y depurante, que los prepar para recibir
la luz tierna de la estrella de la esperanza, que les fue
prometida en las palabras del protoevangelio.
Los corazones de todos los hombres fueron acariciados a
lo largo de los siglos por ese rayo de luz divina, de la
misma manera que lo haba hecho con los corazones de
nuestros primeros padres. La luz divina, escondida a los
ojos del mundo, iluminaba y acrisolaba esos corazones,
ablandaba su materia dura, enquistada y, a veces,
deformada, y les daba nueva forma, con mano segura de
artista, segn la imagen de Dios. De esa manera, oculta a
los ojos de los hombres, fueron y son formadas las
piedras vivas que constituyen la Iglesia primeramente
invisible. De esa Iglesia invisible brota, sin embargo, la
Iglesia visible, que se manifiesta siempre de nuevo con
acontecimientos admirables y revelaciones divinas; con
epifanas siempre nuevas. La obra silenciosa del Espritu
Santo en lo ms ntimo de sus almas hizo de los
patriarcas amigos de Dios. Pero cuando ellos alcanzaron
a plenitud necesaria para convertirse en sus instrumentos
apropiados, los hizo protagonistas de obras admirables y
soportes de la evolucin histrica, de manera que pudo
hacer nacer de ellos a su pueblo elegido. As fue educado
tambin Moiss, primero en la intimidad, para ser
nombrado luego conductor y legislador de su pueblo.
2
No todos aquellos a quienes Dios toma como sus
instrumentos tienen que ser preparados de esa manera.
Muchos hombres pueden servir a Dios sin su
conocimiento y hasta, incluso, en contra de su propia
voluntad. Eventualmente tambin, hombres que no
pertenecen, ni exterior ni interiormente, a la Iglesia. Estos
son movidos como el martillo o el cincel del artista, a las
tijeras con que el viador poda los sarmientos. En
aquellos que pertenecen a la Iglesia puede preceder
tambin temporalmente la pertenencia exterior o interior, y
esto puede llegar a ser muy importante, por ejemplo,
cuando alguien es bautizado sin tener todava conciencia
de su fe, pero que la alcanza a travs de la vida exterior
de la Iglesia.
El ltimo fundamento sigue siendo, sin embargo, la vida
interior; la formacin del hombre va desde dentro hacia
fuera. Cuanto ms profundamente est el alma unida a
Dios, y cuanto ms desinteresadamente se haya
entregado a su gracia, tanto ms fuerte ser su influencia
en la configuracin de la Iglesia. Y viceversa, cuanto ms
profundamente est sumergida una poca en la noche del
pecado y en a lejana de Dios, tanto ms necesita de
almas que estn ntimamente unidas a El. Pero an en
esas situaciones Dios no nos abandona. Desde la noche
ms oscura surgen las grandes figuras de los profetas y
los santos, aun cuando, en gran parte, la corriente
vivificante de la vida mstica permanece invisible. No cabe
ninguna duda, sin embargo, de que los giros decisivos de
la historia del mundo fueron esencialmente influenciados
por almas sobre las cuales poco o nada dicen los libros de
historia. Y cules sean las almas, a las que hemos de
agradecer las transformaciones decisivas de nuestra vida
personal, es algo que slo habremos de experimentar el
da en que todo lo oculto sea revelado.
3
Es posible hablar de una Iglesia invisible, porque
las almas escondidas no viven aisladas, sino en un
contexto viviente y dentro del gran orden del plan divino.
Su efectividad y su ntima unin puede que permanezca
oculta para ellos mismos y para los otros a lo largo de
toda su vida terrenal. Sin embargo, es tambin posible
que algo de ese orden salga a la luz y se haga visible. Ese
es el caso de las personas y los acontecimientos que
6 - 1 - 1941
1
Una vez ms nos arrodillamos ante el pesebre, junto
a los tres Reyes Magos. Los latidos del Nio divino han
dirigido la estrella que nos condujo hasta aqu. Su luz,
reflejo de la Luz eterna, se refracta en mltiples aureolas
alrededor de la cabeza de los santos que a Santa Iglesia
nos presenta como corte del Rey de los Reyes que acaba
de nacer. Ellos nos dejan entrever algo del misterio de
nuestra vocacin.
Mara y Jos no pueden ser separados de ninguna
manera de su Hijo divino en la liturgia de la Navidad. Ellos
1
Induit nos, Genetrix Domini, vestimento salutis: et
indumento justitiae circumdedit nos, aleluya. La Madre
del Seor nos cubri con el vestido de la salvacin y nos
revisti con el manto de la justicia, aleluya.
As rezamos del da de la fiesta de Mara, Reina del
Carmelo, en la solemnidad de nuestra Santa Orden. La
Madre del Seor es la mediadora de todas las gracias y,
por ello, todos los hombres que son rescatados de la
perdicin por su amor misericordioso reciben de su mano
la vestimenta de salvacin y la gracia santificante que los
consagra y transforma en hijos de Dios. Pero a nosotras,
que podemos llamarnos sus hijas y hermanas predilectas,
nos obsequia con una vestimenta de salvacin todava
ms especial. Mara, como Madre de Cristo, elige a las
almas que va a conducir hasta su Hijo y a cubrir, por su
honor y gloria, con el vestido nupcial. Ella es la que plant
su Orden en la cumbre del Monte Carmelo como un jardn
de delicias para el Rey celestial y tambin la que la
extendi por todo el mundo. Como signo especial de su
misericordia y de su proteccin materna nos obsequi
finalmente con el Santo Escapulario.
Hace un ao, querida hermana, recibi usted ese
Escapulario junto con el Santo Hbito, pero aquella vez
solamente en prstamo, para poder ejercitarse, como en
un tiempo de prueba, con la armadura de Dios. Ahora lo
recibe usted nuevamente, pues se ha decidido a sellar
una santa alianza con el Seor del cielo y de la tierra. El
hecho de que este celebracin coincida con la fiesta de
Mara Reina del Cielo es una prueba especial de amor
maternal; de la misma manera que es una prueba de amor
que la Madre de Dios le haya concedido a usted su propio
nombre.
1
Porqu se habr convertido nuestra poca en
poca vida y, casi se podra decir, adicta a las
celebraciones? No es quizs el peso opresivo de la
miseria el que despierta el deseo de evadirse por un
momento de la atmsfera gris y aplastante del presente,
para calentarse un poco bajo el sol de das mejores? Una
tal evasin representara, sin embargo, un modo estril de
celebrar nuestras fiestas, y hemos de suponer que es un
deseo ms profundo y sano, si bien no siempre
igualmente consciente, el que dirige las miradas al
pasado. Una generacin pobre en espritu, pero a la vez
1
Hasta hace algunos aos era muy poco lo que sala
del recogimiento de nuestros claustros al mundo exterior.
En la actualidad esa situacin ha variado bastante. Se
habla mucho del Carmelo y existe el deseo de saber, por
lo menos, algo sobre la vida que se desarrolla detrs de
esos altos muros. Esa evolucin hemos de agradecrsela,
principalmente, a la gran santa de nuestro tiempo, que
conquist el mundo catlico con una rapidez admirable:
Santa Teresa del Nio Jess. Adems de ella, la novela
carmelita de Gertrud von Le Fort (Die letzte am Schafot,
Ksel, Mnchen, 1931) orient la mirada de los crculos
intelectuales de Alemania hacia nuestra Orden, de la
misma manera que el hermoso prlogo que ella escribi a
las cartas de Mara Antonieta de Geusers (M.A.de
Geusers, Cartas al Carmelo, Pustet Regensburg,
Mnchen, 1934).
Qu sabe el catlico medio acerca del Carmelo? Que es
una Orden de penitencia estricta, quizs la ms estricta de
todas, y que de ella proviene la vestimenta santa de la
Madre de Dios, es Escapulario marrn, que nos une con
innumerables fieles en todo el mundo. La solemnidad de
nuestra Orden, la fiesta del Santo Escapulario, el 16 de
julio, es celebrada por toda la Iglesia. La mayora de los
creyentes conocen tambin, aunque no sea ms que de
nombre, a Santa Teresita y a la Madre Teresa, como
nosotros la llamamos, o simplemente La Santa. Ella es
considerada como la fundadora de la Orden de las
Carmelitas Descalzas. Sin embargo, quien conoce un
poco mejor la historia de la Iglesia y de la Orden sabe que
nosotras veneramos al profeta Elas como a nuestro padre
y gua, aun cuando muchos consideren que esto no es
ms que una leyenda de poca importancia. Nosotras, que
vivimos en el Carmelo y que cada da rezamos a nuestro
Santo Padre Elas, sabemos que l no es una figura de la
prehistoria gris. Una tradicin viviente nos ha legado su
4
El da de su fiesta, que nosotros celebramos el 20 de
julio, el sacerdote se presenta ante el altar con
vestimentas rojas. Ese mismo da se convierte el convento
de los Padres Carmelitas en el monte Carmelo, en el cual
se encuentra la Cueva de Elas, en la meta de
innumerables peregrinaciones. Judos, musulmanes y
cristianos de todas las confesiones compiten en la
veneracin del gran profeta. Nosotras le recordamos
tambin en la liturgia de otro da, a saber, en la epstola y
el prefacio de la Fiesta del Monte Carmelo, como
acostumbramos a llamar la fiesta de la consagracin del
escapulario. Ese da damos gracias a nuestra Madre
porque nos ha cubierto con el vestido de la salvacin. Esta
tradicin surgi, sin embargo, mucho ms tarde en
occidente. En el ao 1251 se apareci la bienaventurada
Virgen Mara a Simn Stock, un ingls, general de nuestra
Orden, y le entreg el santo Escapulario. El prefacio de la
fiesta, por su parte, nos recuerda que Nuestra Seora del
Monte Carmelo fue la que dio a sus hijos, muy lejos de la
cuna original de nuestra Orden, un signo de su proteccin
maternal. Ella, que fue revelada al profeta Elas en la
imagen de la pequea nube que anunciaba la lluvia y en
honor de la cual los hijos de los profetas construyeron el
primer santuario sobre el monte Carmelo. La leyenda de la
Orden cuenta que la Madre de Dios visitaba con gusto a
los eremitas del monte Carmelo, y es muy comprensible
que se sintiera atrada hacia ese lugar donde desde muy
antiguo se le deparaba una tal veneracin y donde el
Santo Profeta haba vivido en el mismo espritu del que
ella haba sido colmada durante su vida terrena. Durante
su vida no hizo otra cosa que liberarse de todo lo terreno,
para entregarse a la contemplacin de Dios y amarle de
todo corazn, para interceder por su gracia en favor del
pueblo pecador, para ofrecerse ella misma en desagravio
por su pueblo y para estar atenta a las inspiraciones del
Seor como su humilde esclava.
Los eremitas del monte Carmelo vivan como hijos del
gran profeta y hermanos de la Virgen Bienaventurada.
San Bertoldo los organiz en una cenobio y por iniciativa
de San Brocardo se hizo constar por escrito el espritu que
les haba sido legado por sus antepasados; as naci
nuestra Santa Regla. Ella fue escrita alrededor del ao
14
TESTAMENTO
1
Segn las prescripciones de nuestra Regla he
escrito un testamento antes de mi primera profesin, el 21
de abril de 1935. Tal testamento fue guardado con los
restantes en el Carmelo de Colonia. Antes de mi traslado
a Echt, en diciembre de 1938, lo destru, con a anuencia
de la querida Madre Teresa Renata del Espritu Santo,
priora del Carmelo de Colonia, pues habra podido causar
3
Los manuscritos estn sealados con los
respectivos nombres en los sobres. Si mi libro sobre El
Ser infinito y eterno no hubiere sido publicado antes de mi
muerte, le pido a nuestro Rvdo. Padre Provincial se ocupe
generosamente del trmino de la impresin y de su
publicacin. Con este fin adjunto una copia del contrato
con la editorial. Ya que ese contrato fue hecho por el