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Busca La Paz Y Consérvala

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Entrevista a Jacques Philippe, sacerdote de la Comunidad de
las Bienaventuranzas. En su labor apostólica, ha asumido
importantes compromisos (consejo general, responsable de los
sacerdotes y los seminaristas, encargado de la formación de
los pastores). Ordenado sacerdote en 1985, predica retiros en
Francia y en el extranjero es autor de diferentes
publicaciones.

Para los que son cristianos, la paz tiene que ver con la
presencia de Jesús. Para los que no son cristianos tiene que
ver con la presencia de lo trascendente, de lo que está más
allá de nosotros mismos.

GL: ¿Cuál es el carisma de la Comunidad de las


Bienaventuranzas?

JP: Anticipar acá en la tierra la gloria que va a venir a


través de la oración, a través del amor fraterno, a través de
todas las obras de evangelización, del servicio a los humildes
y manifestar que el Reino de Dios ya se encuentra presente,
que Dios quiere renovar el mundo por medio de su Espíritu y
revelar a tos su gran misericordia. Dios prepara un gran
Pentecostés para el mundo y una extraordinaria difusión de su
espíritu, y , como dice la escritura, “todos verán el saludo
de Dios”. Nuestro deseo es preparar esto: abrir nuestros
corazones a la venida del Señor. Rezamos mucho por la unidad
de la Iglesia, que tiene que curarse de todas divisiones que
son cosas feas. Y esto es un misterio, no es obra nuestra.

GL: ¿Cómo puede ser feliz el que llora, el que es pobre, el


perseguido?

JP: El secreto de esto es descubrir la presencia de Dios en


estos sufrimientos, porque entonces ese Dios se hace un Dios
de consuelo, de esperanza. Obviamente no es fácil, pero no hay
que encerrarse en amarguras y rebeliones, sino entrar en una
actitud de confianza y tarde o temprano va a venir la
presencia de Dios a manifestarse, no de una forma
extraordinaria sino de manera simple, pero Dios comunica una
fuerza de reconciliación, de consolación porque el Espíritu
Santo es consuelo.

GL: Podemos decir que podemos encontrar Alguien que mitiga el


sufrimiento, alivio, pero de allí a ser feliz…, a encontrar
gozo en esas situaciones ¿cómo se hace?

JP: No se puede encontrar una alegría sensiblera. Hay momentos


en que no hay alegría sensible, pero no hay que descorazonarse
sino abrir el corazón a la presencia de Dios que siempre nos
da una fuerza de ánimo. No es una alegría explosiva. La
escritura llama a esto “alegría de la esperanza”. En lugar de
estar preso de una situación, hundido, se comienza a encontrar
un caminito, porque nos hace ver el sentido de la vida y eso
nos da paz. Poco a poco se puede llegar a sentir una alegría
muy profunda, que en esta vida nunca va a ser total. Siempre
vamos a tener altibajos, momentos de prueba, pero si no nos
soltamos de la mano de Dios, después de todo momento de prueba
viene otro momento de consuelo. Y, como Pablo, que habla de
sus momentos de prueba, debemos también como él compartir con
todos cuando nos llegan los momentos de consuelo. Eso es muy
importante porque eso da una mirada de esperanza sobre
sufrimientos ajenos. Pero hay que tener paciencia: si fuera
tan fácil vivir con alegría exultante contínuamente, ya
estaríamos en el cielo.

GL: De la desesperanza a la desesperación hay un solo paso.


Como vivimos tiempos tan malos es probable que muchos estemos
o en algún momento tengamos que pasar por momentos de
desesperación ¿cómo buscar la paz y conservarla? ¿cómo
permitir que la gracia de Dios actúe en nosotros produciendo,
con la colaboración de nuestra voluntad, inteligencia y
capacidades, todas esas buenas obras que Dios dispuso de
antemano para que nos ocupáramos en ellas? Es de la mayor
importancia que nos esforcemos en adquirir y conservar la paz
interior, la paz de nuestro corazón, es decir: para que Dios
actúe es necesario tener el corazón en paz. ¿Dios actúa en la
desesperación?

JP: Dios trabaja por todos lados. Siempre trata de salvarnos.


El punto principal es que nosotros tengamos abiertos a la
acción de Dios. Allí hay una ley espiritual que es muy
importante y que a veces no se entiende lo suficiente.
Mientras más paz tengamos más actúa el Señor. Hay momentos en
que unos tiene sacudones feos, pero hay que esforzarse lo más
posible de abandonarse, guardar una actitud de confianza,
tratar de evitar las inquietudes en momentos de turbulencias
excesivos. Mientras más calma y paz delante del Señor, más
permitimos su actuación y de tomar la situación en sus manos y
darnos su luz. Es importante tomar conciencia de esto que es
tan simple. Cuando estamos en una situación de agitación,
problema, no podemos discernir porque estamos dirigidos por
nuestras emociones . Solo con la paz podemos discernir
correctamente.

GL: Procurar la paz es un combate, una lucha. Y si yo me pongo


a combatir siento que pierdo la paz. ¿Cómo resuelvo esa
paradoja?

JP: La finalidad del combate es dejar de lado las cosas que


nos hacen perder la paz, y de ponernos en manos del Señor. Hay
que tratar de ver cuáles son las razones que nos hacen perder
la paz. Pueden ser numerosas, puede ser que me estoy
culpabilizando yo mismo por mi fragilidad, o no me acepto tal
cual soy, o sufro por la relación con otra persona. Entonces
hay que tomar cierta distancia con las cosas que sentimos que
nosotros somos concientes que nos hacen perder la paz y poner
todo ese paquete a la luz del Evangelio. Lo que nos hace que
ganemos la paz es la actitud de fe y de confianza y estar
seguros de que Dios va a guiar nuestras vidas y que es
infinitamente misericordioso, y nos quiere tal cual somos. Lo
que nos hace recuperar la paz el volver a El y ponernos frente
a Dios como un niño frente a su papá y encontrar esa imagen de
Dios que es la que nos presenta el evangelio. Dios es el Dios
de la paz. En cuanto encontramos un verdadero contacto con el
Señor a través de la fe, de la confianza, abandonándonos en
sus manos y por la oración, reencontramos la paz. A veces esa
paz está solo en lo profundo del corazón pero es suficiente
para avanzar en nuestra vida.

GL: En la desesperación, habitualmente se pierden la fe y la


confianza, al menos como vivencia. ¿cómo se puede recuperar?
¿qué le diría usted a una persona desesperada?

JP: Lo primero que tiene que hacer es tratar de recuperar esa


confianza. En un principio no puede ser muy sensible pero hay
que implantar actos de fe con lo poquito de libertad que me
queda. Incluso si estoy en una situación terrible, si siento
fragilidad, debilidad, lo primero no es resolver el problema
porque nos supera. Pero reencontrar esa actitud de fe que es
la que nos re-pone en contacto con el Señor. Es misterioso
pero real. Cuando reimplantamos esos actos de fe en forma
sincera, de corazón, el Señor no nos abandona y terminamos por
tener esa paz. Por ejemplo: es normal que una madre esté
preocupada por la salud de su hijo si ésta hace peligrar la
vida, pero va a colaborar más con ese hijo y su salud si se
impone ella misma una actitud de esperanza, de confianza en el
porvenir que si no la pone. Es cuando uno vive en esa actitud
de fe que nos damos cuenta que el señor no nos abandona, que
es fiel. No siempre se siente su presencia, pero de vez en
cuando se siente que el Señor está cerca nuestro en pequeños
signos, en coincidencias, en circunstancias que nos hacen
sentir que todo está en sus manos. Como dice el evangelio “si
crees, verás la gloria del Señor”.

GL: Como vemos, la paz es el premio de una batalla. Lo que me


llama la atención es el valor que tiene la voluntad en esta
batalla. Porque en el mundo y en el ámbito de las creencias en
general, si observamos las propuestas religiosas,
trascendentes, espirituales que tiene el mundo, lo que se
observa es un marcado debilitamiento de dos potencias
humanas: la razón y la voluntad. No significa esto que uno
tenga que hacer una propuesta voluntarista o racionalista. Esa
no es nuestra propuesta, pero sí es interesante ver cómo la
voluntad es una condición necesaria para que la fe crezca y se
robustezca.
En un mundo tan plagado de incertidumbres, me irritan las
incertidumbres que nos procuramos los seres humanos, no las
que las contingencias de la vida siempre traen. Por ejemplo:
la incertidumbre dolorosa de un niño que no sabe qué va a
pasar con sus padres porque los ve pelearse todo el tiempo,
que vive con el miedo y la preocupación que sus padres se
separen, la incertidumbre del desempleo que es una amenaza
mensual de que el nido se les caiga del árbol, las personas
que viven con la incertidumbre de salir a la calle porque
sienten que en cualquier momento pueden ser objeto de
violencia. Quiero decir: hay incertidumbres que se soportan
mejor porque tenemos una tradición ancestral en relación a la
naturaleza. Pero las que provienen de los ámbitos que debieran
brindarnos seguridad, son particularmente angustiantes, porque
además producen enojo, rabia, impotencia. Allí el miedo se
mezcla con el enojo, la rabia, la demanda, y la paz se pierde.
¿cuál es su mensaje para estas situaciones?

JP: Si hacemos la lista de todos los problemas que nos


inquietan… el mundo moderno es muy poderoso a nivel
tecnológico pero se siente, se palpa que la gente vive en una
gran inseguridad interior. Estamos gobernados por miedos,
inquietudes, preocupaciones, y se ve que hay una necesidad de
seguridad que no está satisfecha porque buscamos seguridades
externas y no vamos encontrar nunca. Ha habido épocas más
calmas y otras más agitadas, pero el problema no está allí. La
paz tenemos que encontrarla en nuestro corazón. Afuera no la
vamos a encontrar nunca. Si espero tener todas las seguridades
materiales y afectivas para estar en paz, no la encontraré. Y
ahí, en el interior, solo Dios nos puede dar la paz. Si
estamos seguros del amor de Dios, que es Padre misericordioso
y que no nos abandona, es para nosotros una seguridad.
Justamente esta inseguridad de este mundo moderno es un
desafío, es un tiempo a la vez difícil, pero de mucha gracia.
Porque el desafío que nos esta proponiendo es el de encontrar
en el interior de nuestro corazón las seguridades que
necesitamos. Y en el fondo hay una sola seguridad y es que la
misericordia del Señor es ilimitada, el amor del Señor es
incondicional. Incluso cuando uno ha encontrado esa seguridad
interior, tenemos verdadera libertad, entonces uno ya no
depende de los otros, de los acontecimientos y no está siempre
calculando, midiendo y se puede vivir. Una vez encontrada la
esperanza en el Señor, hay que renovarla a través de la
oración, de la Eucaristía. El verdadero problema de nuestra
vida no son las circunstancias que nos tocan en este mundo,
sino la falta de fe. Lo más importante es entonces crecer en
la fe a través de una verdadera experiencia del Señor, y
tenemos los medios: la oración, la palabra del Señor, la
Eucaristía. Nuestra inseguridad muchas veces proviene del no
apoyarnos en la Palabra del Señor. En el salmo 23 rezamos “El
Señor es mi Pastor, nada me puede faltar”.
Estamos bombardeados de noticias, conocemos todas las
desgracias, los problemas del mundo, y no nos queda tiempo
para la oración. Después nos sorprendemos de perder la paz.
Nos olvidamos que en la palabra del Señor, particularmente en
los salmos, hay muchos que son para animarnos, en los que
encontramos repetidas veces las expresiones “El Señor es mi
Pastor”, “el Señor es mi fortaleza”, “el Señor es mi roca”. Es
totalmente necesario alimentarnos de la Palabra de Dios. La
Eucaristía es un misterio muy rico, en la cual el mismo Señor
se nos da para que podamos descansar en su amor. Cuando hemos
recibido la Comunión debemos descansar en el Señor como niños
que están agotados, cansados, perdidos, y que se van a
descansar sobre el regazo del Padre o de la madre. El fin de
la Comunión es permitir a todos los cristianos descansar en el
Señor y descargar en él todas nuestras angustias, dificultades
para el futuro, mis miedos, problemas que no puedo resolver:
entregar todo esto al Señor con mucha simplicidad y
familiaridad, y él nos cuidará, porque es mi pobreza interior,
con los momentos en que yo estoy desconforme con mi persona,
donde veo mi miseria, mi pecado, se lo entrego al Señor porque
es El quien me perdona, quien me purifica, el que salva. Una
de las razones fundamentales de nuestra interioridad es la
Eucaristía. Pero estamos viviendo la Eucaristía de una manera
muy superficial. No tenemos la suficiente fe en la presencia
del Señor y hacemos la comunión de cualquier forma siendo que
tenemos al Señor allí. Es como si uno estuviera en el desierto
frente a una vertiente y no toma el tiempo de tomar un vasito
de agua, o alguien que está agotado frente a una cama
confortable y no se toma el tiempo para ir a descansar en
ella. La Eucaristía es para eso: para reencontrar la paz en el
Señor, porque por medio de la Eucaristía tenemos todo el amor
del Señor, toda su bondad, toda su ternura, toda su
misericordia, y allí uno renueva sus fuerzas. Si nos tomamos
realmente ese tiempo después de la comunión para descansar en
el Señor, luego nos damos cuenta que aunque el mundo sigue
siendo el mismo, pero nuestras angustias y nuestro corazón
cambiaron totalmente porque la presencia del Señor nos
comunicó la paz. Cristo resucitado cuando se aparece a sus
discípulos les da su paz y les dice “yo he vencido al mundo”.

GL: En San Juan de la Cruz leemos “Dios da en la medida de


aquello que esperamos de El”. San Francisco de Sales dice “La
medida de la Providencia divina sobre nosotros, es la
confianza que tenemos en ella”. Cada uno llega a recoger de
esa “Fuente” que es alegría, paz, esperanza, vida en
abundancia, con el cacharro que tenga. Si yo llevo un vasito
chiquito me voy a traer una medida pequeña. Si llevo un balde
voy a traer una medida más grande. Nuestra confianza en Dios,
nuestra esperanza en El tienen una medida y según esa medida
es lo que obtenemos. ¿Es así esto?

Los oyentes participan


– Yo siento confianza en Dios pero no sé como hacer para
convertir a mi familia
JP: No siempre se puede convertir a todo el mundo como uno
querría. A veces uno tiene esa gracia, pero a veces uno tiene
esa pobreza. Siempre se puede orar por esas personas cuando
uno no los puede abordar a través de la palabra, y tratar uno
mismo de vivir en la esperanza. Todo cristiano debe ser un
instrumento de paz, pero no únicamente a través de sus
discursos sino a través de su forma de actuar: crear un ámbito
de paz, de confianza de simplicidad en su vida personal. Eso
nace a través de la confianza, de la oración, del afecto. Hoy
en día es el mejor testimonio que uno puede dar. Hay tanta
inquietud en el mundo que una persona que tiene paz, llega,
hace escándalo. Pero es el testimonio más importante que hay
que dar. Si uno está tan inquieto y preocupado como los demás,
no puede comunicar el Evangelio.

– Estoy separada hace 9 años, no encuentro consuelo. Me siento


sola y abandonada ¿qué puedo hacer?
JP: No hay que perder el coraje. La Escritura misma nos dice
“aunque tu padre y tu madre te abandonen yo no te voy a
abandonar”. Es importante entonces tener fe en la presencia
del Señor. El Señor conoce los sufrimientos y ve todo lo que
está pasando. Tiene que ponerse necesariamente en sus manos
mediante actos de fe y tarde o temprano va a experimentar la
fidelidad del Señor. Solo Dios lo sabe qué, pero alguna cosa
esa persona verá. La Escritura dice también “El que espera en
el Señor no será confundido”. Hay que poner la confianza en
Dios y verás que hay razón para hacerlo aunque parezca
alocado. Tenemos razones para creer, para esperar, porque
obtenemos del Señor tanto como esperamos. Ninguno de nuestros
actos de fe y de oración están perdidos. Siempre va a haber
momentos en que el Señor va a venir a consolarnos y a
colmarnos. Tenemos que tener paciencia.

– ¿Uno puede buscar la paz donde lo cree conveniente? ¿O hay


que buscarla en algún lugar en especial, hay alguna receta?
JP: La paz debemos encontrarla en nuestro corazón. A veces es
necesario retirarse en oración, porque el Señor está en
nuestro corazón y hay que buscar esta presencia. La oración,
la Eucaristía, la escucha atenta de la Palabra son
manifestaciones de la paz del Señor. Si perseveramos en esta
búsqueda, el Señor contesta a nuestras inquietudes.

– Quien no cree ¿puede encontrar la paz?


JP: La puede encontrar si tiene cierta confianza en el
porvenir, en la vida. Pero es de una gran fragilidad porque la
paz verdadera más allá de todas las cosas mundanas solo la da
Dios. A pesar de eso, Dios trabaja en todos los corazones,
inclusive en el de los que no creen. Una persona que no cree
pero que tiene buena voluntad, que se apoya en valores
fuertes, que vive en confianza, en misericordia, en amor,
seguramente también va a encontrar cierta paz, incluso si no
es cristiano, porque Dios se interesa por todos y a todos da
su gracia. Obviamente, cuando uno puede tomar todos los
elementos que la Iglesia nos ofrece, la vida de los
sacramentos es una gracia grande. Pero el Señor también da su
gracia a través de otros medios a personas de buena voluntad.

– Cómo se puede tener paz cuando alguien en la familia nos


ofende, cuando hay ofensas, resentimientos?
JP: La única solución es el perdón. Cuando hay sufrimientos,
amarguras entre personas, si uno no perdona no puede encontrar
la paz. Es difícil y es necesaria la paciencia y el tiempo.
Son gracias que hay que pedirlas al Señor. El Señor va a venir
a socorrernos en nuestras debilidades y algún día nos dará la
gracia de poder perdonar para que nuestro corazón encuentre la
paz. No hay que quedarse encerrado en los rencores y amarguras
porque uno se hace daño a sí mismo. El camino del perdón es
difícil, exigente, pero es un camino de libertad, de paz. Si
lo queremos y lo pedimos, el Señor nos lo dará porque El dijo
“pidan y recibirán”

VAMOS A PEDIR A MARÍA QUE RUBRIQUE NUESTRO DIÁLOGO DE HOY CON


LA GRACIA DE ESE DON QUE SOLO DIOS PUEDE DARNOS: LA PAZ. Y QUE
ESA PAZ LLEGUE A ESAS ÁREAS DE NUESTRA VIDA, DE NUESTRAS
RELACIONES, DE NUESTRAS FAMILIAS, DE NUESTROS VINCULOS, DE
NUESTROS LUGARES DE TRABAJO, DONDE VERADERAMENTE LA INQUIETUD,
LA PREOCUPACIÓN, LA TURBULENCIAS, LAS TORMENTAS INTERIORES,
LOS SENTIMIENTOS ENCONTRADOS, LAS DISOCIACIONES, LOS AFANES
NOS ROBAN LA PAZ. SI PAZ POCO ES LO QUE PUEDE SEMBRARSE

GL: Al contacto con Cristo despunta la vida. La vida solo se


desarrolla en la paz. Por eso es tan seria la guerra, la
violencia. Porque amenaza la vida y su despliegue. Para los
que son cristianos, la paz tiene que ver con la presencia de
Jesús. Para los que no son cristianos tiene que ver con la
presencia de lo trascendente, de lo que está más allá de
nosotros mismos. No estamos acá hablando de la paz de los
cementerios, ni sobre la paz de los cómodos, de los que
encontraron una cueva para refugiarse de las inclemencias del
mundo, porque esa paz es aburre y deja un sabor triste, gris,
que no transforma nada. Estamos hablando de una paz capaz de
transformar la realidad, una paz creativa y creadora, potente,
capaz de desarrollar vida en el entorno.
Cuando alguien se pregunta cómo encontrar la paz, hay
respuestas que son personales. Si las circunstancias escapan a
nuestro dominio hay que buscar ayuda. A veces hay desórdenes
muy fuertes, traumas que han dejado secuelas muy graves, y
entonces hay que buscar un camino terapéutico con ayuda de
profesionales, de dirección espiritual para el discernimiento,
buscar la paz con otros. Hay gracias que solo brotan y
florecen, que solo se derraman en la atmósfera que genera la
comunidad. Incluso solos con Dios tampoco es suficiente.
Necesitamos del Dios con el hermano y en los hermanos. Muchas
veces está “el mate de la paz” mediante el cual nos
encontramos con el otro, conversamos y salimos despejados
porque nos corrimos de ese lugar de preocupaciones y de
pensamientos permanentes gracias a la presencia del otro.
Jesús no nos pensó solos. Nos pensó, como mínimo, de dos en
dos. Jesús derramó su paz en la comunidad cuando dijo “mi paz
les dejo” , por tanto el individualismo no es el canal
propicio para la paz del corazón, porque allí acechan fuerzas
muy negativas muchas veces. Entonces es importante utilizar
todos los recursos: cuando falla uno buscar el otro. Si por
ejemplo siempre buscamos la paz solos en la Eucaristía y no la
encontramos a pesar de que es el recurso por excelencia, ¿no
será que además hace falta agregar la vida comunitaria? Y a la
inversa, si solo buscamos la paz a través de los vínculos ¿no
será que Dios nos está esperando en el Sacramento?- Si solo
buscamos la paz a través del rezo, ¿no será que tenemos que
buscarla a través también del diálogo pastoral?
Si no la podemos encontrar en nuestra familia, en nuestros
hijos, no seamos tercos: busquémosla en otras relaciones, en
aquellas relaciones que nos hagan presente a Jesús

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