School Work y iglesia">
Ernesto Rojas Ingunza
Ernesto Rojas Ingunza
Ernesto Rojas Ingunza
FACULTAD DE TEOLOGA
PAMPLONA
2004
Secretarius Facultatis
Eduardus FLANDES
PRESENTACIN
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PRESENTACIN
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PRESENTACIN
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yeneche y la Santa Sede, es claro que an est pendiente una investigacin complementaria en los archivos vaticanos.
En este Excerptum se ofrece el segundo captulo de la tesis, preferido por la mayor proximidad temtica de su contenido a los referentes ms probables en la mente de sus posibles lectores: Bolvar y los
inicios de su rgimen en el Per, el papa Len XII y la Iglesia de la
Restauracin, el Patronato Nacional...
Como es natural, las conclusiones consignadas en su integridad rebasan lo que puede derivarse directamente de un solo captulo de una tesis de historia, pero es posible que resulten ms asequibles tras la lectura de este Excerptum.
NDICE DE LA TESIS
INTRODUCCIN ................................................................................
CAPTULO I
AYACUCHO
1.1. BOLVAR Y GOYENECHE .............................................................
Los Goyeneche El obispo Goyeneche Luces sobre una decisin
1.2. UN DESENCUENTRO ...................................................................
El dique restaurador La proteccin constitucional
Bolvar: una perspectiva Arribo y entrevista
CAPTULO II
EL NUEVO ORDEN
2.1. LA IGLESIA ANTE EL RGIMEN BOLIVARIANO ...............................
El zelantismo: un modo de reaccionar El Papa Len XII
Una batalla pendiente
2.2. RASGOS PRINCIPALES DE LA DICTADURA BOLIVARIANA RESPECTO
A LA IGLESIA ...............................................................................
El Patronato Nacional La bsqueda de dominio
Maniobrando en una cornisa
Opcin modernizadora en el molde jurdico del Antiguo Rgimen
Implantacin de las libertades ciudadanas
2.3. A LOS PIES DE PEDRO .................................................................
CAPTULO III
LA QUIMERA CONSTITUCIONAL
3.1. GIGANTE DE PIES DE BARRO .......................................................
La indocilidad del Per Sin alternativa: desazn y sumisin eclesistica
1
19
47
69
100
107
400
4.1.
4.2.
4.3.
4.4.
CAPTULO IV
ACCIN Y REACCIN
EL MOMENTO CONSERVADOR .....................................................
El Caudillismo El Conservadurismo
EL ACBAR DE LA FUENTE ..........................................................
Aplicacin de la Reforma El alto clero secular
La cercana de Pedro Presin gubernamental
La hora ms triste
GAMARRA ..................................................................................
Otra vez, Pedro Novedades fiscales, cambios en la cultura
Dominga Gutirrez Creacin de dicesis y eleccin de obispos
La Gran Bula Nueva consulta y poltica de la Santa Sede
EL BIEN ESQUIVO .......................................................................
CAPTULO V
BAJO LA MAREA CAUDILLISTA
5.1. AREQUIPA EN LA MIRADA ............................................................
Imgenes que se reflejan: Arequipa y los Goyeneche
Religin: crtica y reforma La sala capitular de Arequipa
5.2. TIEMPO DE CAMBIO ...................................................................
El fin de una vida poltica La Iglesia y el liberalismo
El liberalismo y la Iglesia
5.3. EL GOBIERNO DE ORBEGOSO .....................................................
La revolucin del 34 Un dique de papel Confederacin o caos
CAPTULO VI
DE LA CONFEDERACIN AL ABISMO
6.1. LA ARQUITECTURA CONFEDERAL ................................................
El sueo de la estabilidad
Forma y fondo de la Confederacin. Lneas de interpretacin
Fragilidades del edificio confederal
120
132
146
163
174
193
223
227
249
265
287
NDICE DE LA TESIS
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357
365
BIBLIOGRAFA DE LA TESIS
I. FUENTES
Fuentes documentales-archivos
1. Archivo General de Indias (AGI)
Del conjunto de legajos correspondientes a la serie de la Audiencia de Lima,
han sido de utilidad los siguientes: Lima 1566; Lima 1570; y Lima 1572.
404
BIBLIOGRAFA DE LA TESIS
405
406
Fuentes documentales-impresas
Impresos antiguos
Manifiesto que ofrece, dedica y consagra a la magnanima nacion peruana, un
ciudadano, en contestacion al folleto titulado Interesante, que se repartio en
Arequipa el dia ocho de octubre de este ao, tres dias antes del sacrilego homicidio, intentado en la persona del Ilustrisimo Seor Doctor Don J. Sebastian
Goyeneche y Barreda dignisimo obispo de aquella diocesis: en el que se refuta
solidamente el suplemento al Jenio del Rimac numero 283, dado a luz por D.
Juan Antonio Vijil, considerado reo del referido crimen, Imprenta del Limeo por V. Herrera. Lima, 1834, en BNP, Goyeneche-Documentos.
Manual para el jubileo santo concedido por nuestro santsimo padre Gregorio XVI...,
Imprenta de la Gaceta por J. Masas, Lima 1834, en AAA, Notas 1835.
Relacin del pleito seguido por el Illmo. Seor obispo de Arequipa con la Illma
Corte Superior de la misma ciudad. Con motivo de los autos expedidos por
esta a favor de doa Dominga Gutirrez..., Imprenta del Gobierno, Arequipa 1832, en CVU, Per-Iglesia 19, n. 1.
BIBLIOGRAFA DE LA TESIS
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420
EL NUEVO ORDEN
422
423
impresin de que adems, Goyeneche era un obispo de la restauracin y, con toda probabilidad, un zelante. Un hombre que ms all
de los forzados giros impuestos por las circunstancias, nunca dejara
de ser un incorregible nostlgico del antiguo rgimen, e irremediablemente contrario a alguien como Bolvar.
El zelantismo: un modo de reaccionar
Por eso ahora conviene ensayar una aproximacin al zelantismo
eclesistico, del cual una inteligencia brillante como la del Libertador
tendra suficiente advertencia por sus anteriores visitas a Roma. Tal
vez Goyeneche lo conoca menos explcitamente, pero se adecuaba
bastante an sin saberlo a ese perfil.
Este rasgo del obispo revesta para Bolvar indudable importancia,
pues si bien con Ayacucho don Jos Sebastin perdi su realismo activo, su zelantismo s habra sido perdurable, al encarnar toda una
propuesta de Iglesia y de su relacin con el estado y el mundo en
cambio.
Cuando an nadie soaba con un desenlace como el del nueve de
diciembre el de Ayacucho, en 1824 el obispo de Arequipa recibi una circular del nuncio en Madrid, dirigida a los arzobispos y
obispos en los dominios espaoles. Fue sobre los nuevos tiempos de
reconciliacin de los pueblos cristianos en el espritu del Jubileo de
1825, proclamado en el doble marco de la restauracin absolutista y
de la cancelacin de los tiempos revolucionarios10.
Poco despus Goyeneche escribi a Len XII aludiendo al reciente pasado constitucional y liberal del imperio espaol, amenazado
por la difusin de errores filosficos y herejas polticas que explicaban, entre otras cosas, el arraigo de nefastas ideas libertarias en Amrica hispnica11.
Qu sintona habra entre el prelado arequipeo y el nuevo papa?
Y cul la postura del sumo pontfice sobre los acontecimientos polticos y sociales en curso?
Si alguien se dejase guiar tan slo por la carta escrita por Len XII
sobre el proceso de independencia, forzosamente concluira que la
actitud poltica del obispo de Arequipa (y de todos los prelados realistas), se vea confirmada por el apoyo pontificio a Fernando VII.
Efectivamente, la Etsi iam diu de setiembre de 1824 se situaba en
continuidad con el similar documento de Po VII, y mantena el
diagnstico y la propuesta para enfrentar desde la Iglesia el no-
424
425
tra la cultura generada por la ilustracin y la revolucin, emprendiendo una represin generalizada contra personas, organizaciones, ideas,
smbolos y otros fermentos semejantes.
Esto supuso para la Iglesia el alto costo del alejamiento de influyentes sectores, sobre todo liberales, en los diversos pases17. Su repulsa del ya antes sospechoso catolicismo ilustrado, escandaliz a los que
habindose inspirado en l, ya tenan poco o nada de catlicos, pero
tambin a quienes todava lo eran18.
La razn y sus brillantes construcciones, actuales y por hacer en
las sociedades en vas de modernizacin, aparecan como rechazadas
por la restauracin. Tambin por la restauracin eclesistica. La opcin eclesial para preservar al mundo del caos consisti en apostar
por las antiguas instituciones, por un ancien rgime depurado, pero
en definitiva vlido.
Bien se comprende que Bolvar y la generacin que haba realizado la independencia, mirasen con espanto semejante concepcin.
En Roma se haban perfilado dos tendencias entre los cardenales y
obispos, dos talantes y patrones mentales que tenan su eco en los
ambientes eclesisticos a lo largo del mundo: el de los politicanti y el
de los zelanti.
Compartiendo la indicada actitud bsica ante el pensamiento y las
instituciones modernas, frente a las plasmaciones sociales, jurdicas y
econmicas de raz ilustrada y liberal, diferan en el radicalismo de su
rechazo y en el modo de reaccionar.
Los politicanti eran ms moderados, ms pragmticos ante la realidad circundante, y ms optimistas en la gestin de mejoras ante el estado. Los otros, en cambio, eran tenidos y se tenan por celosos
nostlgicos del antiguo rgimen.
Pareca obsesionarles particularmente la integridad de la fe y de la
moral, que perciban en especial peligro. Aubert puntualiza que su
actitud obedeca ms a motivaciones religiosas que a una mera mentalidad reaccionaria, y que el nervio religioso que animaba su intemperancia les mova a ser intolerantes respecto a quienes no seguan sus
extremos. Al punto de imaginar una cabal identidad entre sus posiciones y la fidelidad a Cristo y a la Iglesia19.
El papa Len XII
En cuanto al cardenal Della Genga, es claro que fue elegido como
zelante de segunda fila, capaz de asegurar un golpe de timn respecto
426
427
Si en un primer momento dio la impresin de cierta dureza, es posible que haya sido por sus medidas pastorales y por alguna actitud poltica. De todas formas, tras la muerte de Severoli en setiembre de
1824, el papa proyect una imagen ms atemperada, pues de hecho
los zelanti dejaron de existir como partido en la curia26.
Es particularmente interesante la proximidad que Colapietra descubre en el temprano Len XII a un segundo tipo de zelantismo, de
segunda generacin, en la lnea que empezaba a proyectar el profesor
Ventura, de La Sapienza, cuando consideraba aprovechables ciertas
novedades y vea una oportunidad apostlica en la situacin del momento. Planteaba recuperar a las elites y fortalecer la sintona con el
pueblo, sin insistir ya tanto en buscar la proteccin estatal, ganando
ms bien en libertad y prestigio propios, fortaleciendo la centralidad
de la Santa Sede; lo que por el momento no ocurri27.
Ms tarde, coincidiendo con el nombramiento del cardenal Bernetti en reemplazo de Della Somaglia, Len XII se rode de personajes ms radicales del viejo zelantismo como Lambruschini y Cappellari, el futuro Gregorio XVI.
Muy lejos de estas tomas de postura romanas, a las que se poda
presumir que el obispo Goyeneche no estara desatento, Arequipa era
frtil en hijos liberales y fervientes republicanos, como los sacerdotes
Mariano J. de Arce, Luna Pizarro o Juan G. Valdivia, que estaran entusiasmados con la presencia de Bolvar en la ciudad. Pero al parecer
no eran mayora...
Una batalla pendiente
Por eso Bolvar no reposara tranquilo sobre los laureles de su gloria. Ms all del jbilo pblico y las demostraciones oficiales de acatamiento, tendra elementos para entrever un fondo de desafecto inquietante.
Con el mpetu acostumbrado en sus campaas militares, el Libertador se propondra dejar patente ante el clero arequipeo que quien mandaba era l, y que los tiempos antiguos haban pasado definitivamente.
La percepcin gubernamental era tan clara como lo sera su retrica.
Daba por sentado que en la realista Arequipa todava muchos consideraban un crimen la rebelin contra la Corona, y una desgracia la obtencin de la independencia. Y as la naturaleza del conflicto, ya resuelto
en el plano militar pero no en el poltico, exiga tambin una respuesta
poltica contundente en la que el clero deba ser instrumento efectivo.
428
429
430
co30, don Jos Sebastin cumpli con publicar la demorada Pastoral, segn l mismo da noticia a Len XII:
Reconvenido varias veses, me vi precisado a publicar una Carta, cuyo
asunto lo reduje a solo manifestar la utilidad de la emancipacin a estos
Paises, omitiendo las maldiciones, que querian echase al Rey, y al Govierno de los Monarcas mas como havia de cometer tal delito, cuando por la
misericordia de Dios, soy Obispo Catolico, y no rebelde (...)!31.
Esta tarda docilidad ante el Libertador desvela el sufrimiento ntimo del obispo, sugerido en el texto precedente. En efecto, esa Pastoral no slo constituy el punto de ruptura formal del juramento de
fidelidad al rey que haba realizado al comienzo de su episcopado,
sino que signific tambin un momento de ruptura consigo mismo,
con su pasado.
Cuando con su propia pluma hizo pblica esta inaudita bendicin
de la independencia como expresin de su magisterio episcopal, perpetr la ms solemne contradiccin con cuanto haba sostenido ante
todo Arequipa, toda la vida.
Pero no slo la vergenza acarreara sufrimiento al altivo don Jos
Sebastin. Es que, contra lo que se ha tendido a pensar en la posteridad la historiografa suele coincidir en ello32, el obispo Goyeneche jams haba sido un patriota embrionario, un independentista
camuflado que transido de alegra por el desenlace de Ayacucho,
pudo por fin prorrumpir en manifestaciones de jbilo y pblica adhesin a la causa que acariciaba en el secreto de su corazn33.
Todo lo contrario, Goyeneche y la Iglesia en Arequipa, fueron sometidos a la libertad. En un valioso testimonio privado, el secretario del obispo, Jos Apolinar Surez, como testigo de primera mano
refiere lo siguiente a propsito del juramento de la independencia.
De nuevo la cita habr de ser larga por necesidad.
Certifico jurando in verbo sacerdotis tacto pectore, que S.S.I. no se retir de la Capital de su Diocesi antes que entrase en ella el Exercito Libertador, por evitar los gravisimos males que amenazaban, y asomaban
ya la Iglesia del Seor y que eran tan ciertos, que no quedaba duda alguna y un cisma sumamente perjudicial, irremediable de otro modo,
que no fuese haciendo este sacrificio: que se le obligo al juramento de
independencia, segn la formula que prescribio el Gobierno, sin poderse eximir de ella por mas que represento, reclam, rog, y suplic, hizo
ver con tezon, y constancia que el Pastor de la universal Iglesia tenia firmada regla sobre este particular, la que por dictamen de conciencia de-
431
bia observar, y no ninguna otra: que nada importaron las mas eficaces
diligencias para evitar este paso, pues se lleg hasta el estremo de amenasarle, asegurandole que iba comer sangre, si aun insistia en negarse:
que en este conflicto tan fatal, y por precaver esto que se anunciaba, y
aquello que necesariamente se segua, no tubo mas recurso despus de
implorar el aucilio del Cielo que protestar ante mi por primera, segunda, y tercera vez, jurando Dios nuestro Seor por Su Cruz pectoral
que toc con la mano derecha, no hacer cosa alguna en orden al juramento mencionado de su libre y espontanea voluntad, sino obligado por la
fuerza grave, inevitable que se le inferia: (...). Que igual protesta hizo
cuando fue compelido dar luz una Pastoral sobre los puntos que se le
insinuaban, (...). [Que] no era su animo quebrantar en manera alguna su
religion, y juramento, ni contravenir las Leyes, y disposiciones canonicas: que en quanto posteriormente ha ocurrido que perjudique a la Iglesia, sus derechos, ha despreciado ya su propia existencia, resistiendo tenaz, y constantemente, y ofreciendola en gustoso sacrificio por conservar
ileso el sagrado deposito que el Espiritu Santo confio su vigilancia, y
cuidado, invitandoles el mismo que pongan fin sus dias antes que
manchar su delicada conciencia, ni practicar cosa alguna que degrade su
Dignidad, y ofenda la Sta. Iglesia; reproduciendo su protesta en la misma forma, y con la misma formalidad, y asegurando de nuevo que no es
otro su animo que conservar su amada Grey en la unidad de la Iglesia,
precaver los males que la amenazan, y cercan, y dar la vida por ella. Y para
que obre los efectos que convengan doy la presente en Arequipa primero dia del mes de Julio de mil ochocientos veinte y cinco aos34.
432
Este planteamiento mental, que haba sido sostenido por don Jos
Sebastin hasta diciembre de 1824, poda seguir siendo mantenido
tras el cese sbito del Per como reino de la corona espaola?
Goyeneche no dej rastro de una posible esperanza en el retorno
triunfante de las armas reales a las costas del pas. Y como en Amrica
no exista ya ninguna alianza trono-altar, las circunstancias le ofrecieron una situacin ciertamente desconcertante.
La restauracin tuvo sentido (y existi) en el nimo del obispo y
del clero realista en el Per, mientras dur la guerra independentista,
slo como restauracin poltica36. Precisamente para lograr realizar lo
que Po VII y Len XII les exhortaba a conseguir: la permanencia del
pas bajo el signo de la fidelidad al legtimo monarca.
Pero producida la independencia, no caba restauracin alguna. Ya
no haba estado monrquico bajo el cual la Iglesia pudiera cobijarse.
No haba ningn pasado al que volver... el camino estaba cortado
por el Atlntico!
Sin contrarrevolucin que sostener, sin legitimidad monrquica
que apoyar, sin restauracin que realizar, cmo podra este clero reaccionario comprender en adelante su misin?... Enganchada a la
fuerza en una nueva legitimidad, sin oportunidad de rechistar
sometida a la libertad, se ha dicho, la Iglesia en adelante slo poda
ser reaccionaria contra los fantasmas de la ilustracin, contra los
posibles excesos del liberalismo, en defensa de su independencia y libertad dentro del nuevo rgimen.
Pero el zelantismo del obispo no explica todo el recelo y las prevenciones de Bolvar para con l. Haba algo ms.
De hecho, la contienda poltica no estaba planteada solamente en
trminos de destruccin (poltica) de los reales o supuestos nostlgicos
del orden colonial en la ciudad. A esto se sumaba otro frente de lucha: el
de un anti-bolivarianismo rampante que rpidamente cobrara fuerza en
diversas partes del pas y por cierto en Arequipa, en el clero y fuera de l.
Wibel rene estas dos hebras de confrontacin poltica precisamente a propsito de Goyeneche, de quien llega a decir:
En Arequipa el obispo Goyeneche personific a los godos o realistas
que, segn los partidarios de Bolvar, se opusieron al Libertador a causa de su renuencia en aceptar la independencia poltica del Per respecto
a Espaa. No obstante, cierto nmero de patriotas arequipeos se unieron a los realistas en la oposicin a Bolvar, ofendidos a causa de su favoritismo poltico en beneficio de sus rivales, y arguyendo que nunca renunciara a sus poderes dictatoriales37.
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sisticos y autoridades estatales, construyeron para el patronato nacional un nuevo contexto, elaboraron un nuevo discurso.
Durante siglos la Iglesia fue tenida y se tena como vinculada al
Estado gracias a un cuerpo de ideas enraizado en un modelo monrquico paternalista y en un diseo estatal patrimonialista. Pues bien,
como Klaiber y Aljovn lo han hecho notar, ni el paternalismo gubernamental ni el patrimonialismo estatal se perdieron en la realidad republicana del Per. Ms bien, revestidos de nuevas formas, se perpetuaron39.
De manera que el carcter adoptado por el estado republicano
hizo posible que la Iglesia asumiera, con dificultades, pero sin contradicciones mayores, una renovada dependencia patronal con el estado,
aunque ste ya fuese otro. Por lo menos a nivel fctico, los mecanismos patronales funcionaron bastante bien sin que para ello obstara la
tenaz negativa de la Iglesia peruana a reconocerle al estado el derecho
de ejercerlo.
Dicho esto, cules eran las prerrogativas estatales respecto a la
Iglesia, en el marco del derecho patronal colonial?:
1. La retencin de bulas que no hubieran pasado la revisin del
Consejo de Indias40.
2. El establecimiento de impedimentos formales y de hecho para
la comunicacin directa de los obispos americanos con la Santa
Sede (impracticabilidad de visitas ad limina y del envo directo
de informes)41. Sin olvidar la exclusin de los asuntos de Indias
de la esfera jurisdiccional de la nunciatura de Madrid.
3. Restricciones a la jurisdiccin de los ordinarios va los recursos
de fuerza42, y la paralela intromisin estatal en los captulos y
decisiones de gobierno de los institutos religiosos43.
4. Intervencin directa e indirecta en los concilios provinciales y
snodos regionales, sea en su realizacin o sobre las actas correspondientes44.
5. Derecho de presentacin de clrigos para los beneficios eclesisticos, incluso para los ms modestos45, convirtindolos as
en parte de la administracin pblica.
6. Mecanismos de control econmico de la Iglesia, tanto en cuanto a las fuentes de ingreso ordinario como los diezmos46 y obvenciones, como en cuanto a la determinacin de a quines, y
en qu volumen alcanzaran a beneficiar los recursos eclesisticos.
7. Finalmente, la potestad de imponer exacciones econmicas a la
Iglesia a criterio de la autoridad pblica.
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En la medida que pareci viable, mutatis mutandis, el estado republicano intent proseguir con todo esto para asegurarse (por lo menos en principio), dos cosas: el apoyo y el control poltico-ideolgico
del clero; y el concurso de una Iglesia dctil en la tarea de hacer progresar el pas, conservar la vida moral de la poblacin, y mantener el
orden social... igual que los reformadores borbnicos!
Esto, y la inseguridad del mismo rgimen bolivariano, explica el
empeo inicial de las autoridades en Arequipa por asegurar la adhesin poltica del clero a la independencia y como reverso de la moneda, anudar su fidelidad al gobierno. En esa lnea el clero de la
dicesis cumpli tempranamente con la juramentacin de la independencia47.
Sin darse por satisfecho, el rgimen estableci una Junta de Calificacin 48 para someter a examen la lnea poltica de los clrigos de cara
a las colocaciones de cada uno, apareciendo de inicio como el gran
proveedor de destinos y rentas. Ya no exista la figura paternal del rey,
que prdigo con sus hijos eclesisticos, dispensaba sus gracias. Sustituido por la Nacin, en adelante de ella recibiran los clrigos sus
nombramientos.
La bsqueda de dominio
Sin embargo, el Libertador advirti rpidamente que la nica manera de garantizar que este mecanismo de homogenizacin poltica
funcionara debidamente, era colocar a un hombre de su plena confianza en el corazn del gobierno de la dicesis.
Efectivamente, no se fiaba del intacto cabildo colonial ni de las
frases y miradas de adhesin del obispo y de la curia. Ante la permanencia de un sector realista en el clero necesitaba golpear y golpe vigorosamente para hacerse con el control efectivo de la situacin, forzando el nombramiento de Manuel Fernndez de Crdova, primero
como den y luego como provisor de la dicesis49.
Tambin impuso la renovacin del cabildo catedralicio y la sustitucin del secretario personal de Goyeneche50. Para ablandar al obispo, el
gobierno hizo uso de un recurso siempre doloroso, la exigencia de colaboracin econmica. Entre el 7 y el 17 de junio, la familia tuvo que depositar en tesorera 25,000 pesos51. No sera la nica vez, era vox populi
que los Goyeneche eran muy sensible en cuanto se refera al vil metal.
Sorprendentemente don Jos Sebastin se atrevi a dar signos de
autonoma, sin avenirse del todo a las indicaciones gubernamentales
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que reciba de Crdova. Entonces recibi una severa llamada de atencin de Bolvar conminndolo a someterse, y necesit disculparse.
En su escrito de defensa destaca ntidamente nada ms comenzar el estilo obsequioso del prelado, sobre todo en una situacin
que su olfato poltico le indicaba como peligrosa:
Sirbase V.S. armarse de paciencia, penetrarse del candor, y de la pureza de intencion con que se acerca la Suprema autoridad un Pastor
angustiado, y de trasmitir S.E. el Libertador lo que la delicadeza de mi
Apostolico Ministerio me obliga a exponer...52.
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En distintos puntos de la carta, el obispo jug a confrontar al Libertador con su declarado propsito de respetar y hacer respetar los
derechos y el derecho de la Iglesia, y en general se sali con la suya...
e incluso luego recuper posiciones.
Tan slo pocos meses despus se neg en redondo a colocar en el
curato de Torata a un ex-franciscano, contra la presin de la prefectura y el dictamen de la Junta. Ya haba logrado que Bolvar recortara
las facultades de Crdova y reconociera que a la Junta slo tocaba calificar el patriotismo de los opositores y recomendar algunos, por lo
que pudo sostener que era al obispo y slo a l, a quien corresponda
elaborar la terna ... dejando siempre la regalia del Patronato la facultad de elegir dentro de la terna de los propuestos55.
En todo caso, la Junta de Calificacin funcion de manera que el
gobierno pudo sentirse satisfecho. Los clrigos procuraron salir lo
mejor parados que fuera posible presentando Informaciones de cara a
su posterior participacin en concursos de curatos56. Y retroactivamente, se mand a los empleados eclesisticos acreditar ante la Junta su aptitud para seguir en el destino en que estuviesen57.
El revuelo causado por las actividades de esta comisin coincidi
con la urgencia de proceder cuanto antes a la realizacin de un concurso de curatos, pues de hecho, la independencia haba llegado a
Arequipa cuando las nminas confeccionadas en el ltimo concurso
colonial estaban todava por elevarse al virrey. As que tras unos meses
de trabajo de la Junta, y con el consentimiento del Libertador, Goyeneche pudo convocar a concurso para la provisin de 32 curatos a fines de setiembre58.
Al calor de estos trajines no pocos clrigos de situacin irregular,
necesitados de limpiar su imagen, pretendieron en base a mritos
polticos, validar el conjunto de su vida sacerdotal y pasar por idneos para los puestos objeto de concurso.
Fue el caso de Jos Mara Delgado, quien habiendo logrado que la
Junta reconociera el valor de su patriotismo en 1825, al ao siguiente
intent ser admitido al primer concurso de curatos. Pero en 1827 ya tena abierto un proceso cannico por inconducta moral. Lejos de manifestarse preocupado, Delgado se ufanaba pblicamente de contar con
el amparo del Consejo de Gobierno frente a la autoridad de Goyeneche59.
Fray Jernimo Cavero, antiguo provincial de los dominicos en el
Per y cura propio de la doctrina de Yanahuara, enfrent ms bien
una situacin distinta. El obispo consult al gobierno si segn el tenor de un decreto gubernamental deba declararse vacante su curato
y proveerse en el inmediato concurso. Se le contest que s.
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Bien mirada, la cita precedente confirma el contexto de lucha poltica en que todava se ubicaba el gobierno tras su victoria militar.
Ahora bien, hasta qu punto esto era parte de una retrica que no
pretenda otra cosa que la completa derrota del realismo soterrado, o
ms bien, responda al afn bolivariano de copar todo el espacio poltico, no es fcil saberlo.
Por entonces, los partidarios de Bolvar ya empezaban a recelar de
la contradiccin que pudieran suponerle otras fuerzas, republicanas
tambin, pero resistentes a su omnmodo poder (como el sector en
torno al eclesistico liberal Luna Pizarro). Probablemente se trataba
de las dos cosas.
En el ms puro estilo del antiguo rgimen, con ocasin de la instalacin del congreso, en febrero de 1826 Goyeneche dispuso la celebracin de triduos y rogativas, convocando a las autoridades de la ciudad.
No slo fue felicitado por el prefecto sino por el mismo ministro... y
de ese modo logr unir en un mismo gesto de adhesin al gobierno
proyectando adems un apoyo pblico a favor de su persona, a personajes dismiles como Crdova y Echeverra, o Menaut68.
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a ancianos invlidos como Villota. En definitiva, peda la revocatoria del nombramiento y culpaba del despropsito al mal criterio de
Crdova.
El den no se cruz de brazos. Hizo ver que la promocin de Luna
Pizarro era parte de un conjunto de nombramientos de inters estatal
en beneficio de otros eclesisticos de mrito. Seal que la remocin
de Villota fue decidida con Bolvar y cuidando asegurar su futura
manutencin. Y que adems, jugaban contra l su nacionalidad y su
acendrado y pblico realismo, al punto que si no fuera por enfermo
igual lo habran depuesto por su pasado poltico.
Es llamativo el menosprecio de Crdova por la argumentacin de
Luna Pizarro sobre el respeto a los cnones y procedimientos eclesisticos, fundndose en el principio de excepcionalidad de la Independencia, acontecimiento a tal punto innovador en s mismo, que de
suyo poda y deba generar nuevos usos y formas, o por lo pronto, determinar la caducidad de los anteriores, correspondientes a un
sistema superado.
Poco despus, Crdova describi lo que a su juicio constituy lo
ms grave del asunto: la ocasin servida por Luna Pizarro y no evitada por el obispo, para que en sesin de cabildo se discutiese el derecho mismo del Patronato Nacional71.
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Pero como resulta claro de un anlisis del debate, la cuestin rpidamente revel su verdadera ndole: una confrontacin de poderos
personales en el escenario eclesistico arequipeo, con la vieja guardia venida de los das coloniales por un lado, y por el otro la nueva,
promovida por el nuevo rgimen pero dentro del modelo de Iglesia
patronal del antiguo.
A modo de pretexto oper la filiacin poltica de los contendientes principales, Crdova y Luna Pizarro, uno ntimo al poder bolivariano, el otro contrario pero con notable predicamento propio. Pero
como buques insignia realmente trabados en batalla: la idea de un
patronato ilimitado, en un neo regalismo, contra la de una Iglesia
ms libre (aunque no del todo). O quiz fue al revs?
En la poltica peruana es difcil establecer cual es la forma y cual el
fondo. En todo caso, no fue un simple lo de cannigos, sino una
confrontacin poltica en el seno del alto clero de la poca72.
Opcin modernizadora en el molde jurdico del Antiguo Rgimen
De modo particular, en los perodos de constitucionalismo liberal
y bajo la cobertura jurdica del Patronato, el estado espaol impuls
paquetes de reforma de la Iglesia, cuya drasticidad y efectos negativos
ya entonces se consideraron con razn como elementos de una poltica expresamente anti-eclesistica73.
Pero en realidad, dado que se haca necesario promover una reforma del estado (adecundolo a los nuevos paradigmas que lo definan), la Iglesia, en cuanto unida a l desde el Antiguo Rgimen, igual
tena tambin que ser objeto de reformas como parte de los intentos
de modernizacin estatal.
El imperativo y el sueo del progreso eran demasiado poderosos, y
la Nacin no poda tolerarse contemplaciones ni consentir rmoras
que estorbasen su carrera.
Las nuevas autoridades peruanas no eran ajenas a estas preocupaciones ni ignoraban lo que se vena ensayando en Espaa respecto a
la Iglesia desde haca unos aos. Tampoco era simple coincidencia el
que las repblicas hispanoamericanas acometiesen en la misma poca, casi como si lo hubiesen hecho de comn acuerdo, las mismas
reformas sobre la Iglesia.
Para las autoridades nacionales tres grandes temas aparecan en
primera lnea de la agenda eclesistica: a) Quebrar el grueso molde de
la organizacin econmica de la Iglesia, inclusive al punto de asimi-
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San Francisco de la ciudad. El den Crdova manifest su aprobacin al proyecto y a toda supresin de conventos excedentes, para
su reutilizacin con fines de beneficencia.
Finalmente, la supresin nunca prosper, porque el gobierno accedi al pedido del obispo y de varios notables de la ciudad, que lograron para la recoleta arequipea el mismo privilegio de supervivencia del que goz la de Lima78.
Pero en otro punto de la dicesis Moquegua, el gobierno haba fundado el colegio nacional... San Simn!, sobre el antiguo colegio de Propaganda fide, con las rentas que tena en la zona el convento mercedario del Cuzco79.
Ante las inquietantes seales procedentes del gobierno80, se hicieron consultas al interior de la Iglesia, y entre los papeles de Goyeneche consta una especialmente interesante porque expresa la posicin
y razones eclesisticas81.
Junto con afirmar el enraizamiento de la vida regular en la voluntad de Cristo, y de que siempre que se guarde la regla, los frutos para
la Iglesia y la sociedad seran positivos, el escrito se apoya en consideraciones de derecho.
El estado deba guardar la necesaria estabilidad jurdica en materia
de contratos tan graves como los de establecimiento de conventos y
monasterios. Pues para ello de alguna manera existi una manifestacin de voluntades de tipo contractual entre el Estado y la Iglesia,
que llev a que muchas personas entregaran sus vidas y bienes a los
institutos. Era inadmisible que de pronto el estado pretendiera cerrarlos, apropiarse de sus rentas, y precipitar a los frailes a la inseguridad o la mendicidad, en definitiva, al trastorno total de sus vidas.
De momento, para la Iglesia no se trataba pues de discutir atribuciones, sino de discutir si el Estado tena o no potestad para cerrar
por s y ante s conventos, y disponer de sus bienes y personas con argumentos de superior necesidad pblica. Insoslayable, apareca una
dimensin de derecho natural, previa al derecho positivo, de justicia
elemental.
Siempre en la lnea de modernizar el estado y de encuadrar a la
Iglesia en el proceso, manteniendo lejos de desmontarlo el molde jurdico del antiguo rgimen, es importante referir tambin otros
elementos de la poltica estatal para con la Iglesia.
En cuanto al inters gubernamental por el registro de nacimientos, matrimonios y defunciones, cada ao el gobierno dispuso que los
prrocos le remitan mensualmente esta informacin tradicionalmente confeccionada y custodiada por los clrigos en los archivos parro-
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En realidad, el texto que motiv la reaccin de Goyeneche, publicado originalmente en Bogot, constitua un alegato virulento y efectista contra el principio promovido segn se all se deca por la
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As, afirmando que los clrigos tenan plena potestad espiritual sobre los fieles pero no sobre sus bienes (salvando por cierto su derecho
a ser mantenidos por ellos), sostena el criterio de que esto deba
cumplirse de manera no compulsiva, a ttulo de ofrenda y no de tributo. Y que en todo caso no corresponda al clero disponerlo, sino a
la autoridad temporal, la nica con competencia sobre los bienes de
la tierra100.
Ante la libre circulacin de estas ideas, para la mente de prelados
zelantes como Goyeneche, posiblemente la repblica sera el mbito
de la debacle de la religin en el pas. Pero para cierto clero, no tendra por qu ser necesariamente as.
An reconociendo la peligrosa situacin generada por falsas filosofas urdidas por ovejas, que habiendo cado en el desvaro de querer
corregir a sus pastores en vez de mantenerse dciles, arrastraban a todo
el conjunto social a la misma soberbia que las haba perdido, haba clrigos que defendan que la repblica era el mejor sistema de gobierno;
pero subrayando que sta deba honrar su compromiso constitucional
de proteger la religin catlica. Cosa que no estaba ocurriendo se
aada por la absurda pretensin de contraponer la potestad espiritual con la temporal, cuando la realidad indicaba todo lo contrario,
siempre que cada cual imperara en su propio mbito101.
3. A LOS PIES DE PEDRO
Bolvar parti del Per cuando haba transcurrido poco menos de
ao y medio desde su encuentro con Goyeneche, y es posible suponer que para entonces el afligido obispo de Arequipa, aorase ms
que nunca el viejo mundo colonial.
Cul sera la mirada de Goyeneche sobre aquellos meses transcurridos? La documentacin oficial con que fundamentalmente se han
construido los acpites precedentes no arroja sobre ello ms que luces
indirectas. Pero tambin existe correspondencia de aquellos das, entre don Jos Sebastin y Len XII.
En algn momento, a mediados de 1826, escribi una extensa
carta en la que inform ampliamente al papa la situacin de la Iglesia
en la dicesis y en el pas102.
La carta trasluce afliccin pero tambin firmeza y claridad. Goyeneche es el nico obispo en ejercicio efectivo en el pas, y lo sabe.
Comprende que su deber es ser eslabn principal en la cadena de
continuidad de la Iglesia en el Per103.
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Subraya luego cmo la actitud de Bolvar y de las autoridades estatales locales, en coordinacin con el den Crdova, en todo momento estuvo dirigida a precipitar su abandono de la dicesis o a motivar su expulsin, para entonces dejar Arequipa en manos de este
eclesistico dilecto del gobierno108.
Ante lo cual se decidi a ceder en todo lo que era posible conceder
al poder estatal: ...Crei, que al primer objeto, que era el servicio de la
Iglesia con mi conservacin, y permanencia devia ceder todo, y que
la prudencia me dictaba sufrir...109. Pero con el nimo presto para recuperar terreno tambin en cuanto fuera posible.
Prudencia y fortaleza, actitud concesiva y enrgica, alternativamente. Programa de accin planteado en funcin del fin supremo de
su pontificado en aquellos momentos: sobrevivir a los vaivenes de la
poltica nacional y local, mantenerse en la misin deca, ...que
el Espiritu Santo me dio en mi canonica inaguracion110.
Subraya de todos modos que su posicin le pareca muy precaria,
siendo urgente para asegurar la continuidad de la Iglesia en el pas y
en la regin, que el Papa nombrase obispos dignos lo antes posible111.
Meses ms tarde, Goyeneche escribi a Len XII una segunda carta en la que insistiendo en la incierta situacin por la falta de pastores
en la regin, y la envergadura de los asuntos que planteaba el estado
ya la reforma de regulares, concretamente, lleg a proponer el
envo de un nuncio al Per112.
En todo momento resuena su angustia fundamental, la continuidad de la Iglesia en el Per y en la regin, por lo que reflexiona escribiendo:
Qu ser de este Continente si el Dios de la Eternidad nos llama a
juicio a estos pocos Pastores [2 en ejercicio]? Cmo quedar[n] tan numerosos rebaos acfalos, sin convictores ni maestros, sin guardianes?
Tiemblo, Beatsimo Padre, al considerarlo y slo diviso en el bculo de
Vuestra Santidad la virtud preservativa de estos males113.
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trada la dcada del treinta segua usando el lenguaje del clero anti-revolucionario de fines del XVIII. En el caso Gutirrez, segua reconociendo la perversa actividad de la secta de Filsofos que en 1789
haba arruinado el universo.
5. En consonancia con todo lo anterior, el obispo de Arequipa
procur dos objetivos muy entrelazados en su experiencia vital: proteger a la Iglesia en el nuevo orden y asegurar la continuidad de la
grandeza familiar.
El que siempre haya buscado tanto lo uno como lo otro se explica
desde su fuerte sentido de pertenencia a tres elementos: a Roma, al
clero y a su familia, que como planos de una misma realidad personal
constituyeron su identidad.
Tuvo un entraable sentido de la catolicidad de la Iglesia y una
profunda vinculacin, incluso afectiva, con la Santa Sede. Su ultramontanismo fue temprano y macizo.
Tambin una viva identificacin con el clero como corporacin,
y un celo vigilante por los intereses materiales, el honor y el lustre social de los eclesisticos.
Asimismo, destac en l su sentido de pertenencia a la familia de
sangre, a la que senta deberse del todo y deberle todo.
6. Despus de la batalla de Ayacucho, con el conjunto de la Iglesia arequipea, el obispo fue sometido a la libertad. Y lejos de ser un
patriota converso, mantuvo su identidad y sensibilidad monrquicas hasta varios aos despus. Y en ello fue determinante el peso de
su experiencia familiar.
Por lo menos en el caso de la familia noble ms importante de Arequipa, la Repblica fue un accidente desafortunado.
7. Aunque a lo largo de los aos la tentacin de emigrar y dejar su
dicesis no dej de estar presente con mucha fuerza en 1829 y
1837 el obispo Goyeneche nunca se fue. Es probable que ni l
mismo llegase a saber por qu. Sin embargo consta, como se ha dicho
ms arriba, que en l operaron dos grandes motivaciones: la proteccin de la Iglesia que se le haba encomendado, y la de su familia.
Sobre lo primero, en la documentacin oficial y privada que se ha
manejado, es constante la preocupacin del obispo por el futuro de la
Iglesia en Arequipa y en el pas.
Cabe afirmar que tal preocupacin fue de naturaleza pastoral. Goyeneche tuvo conciencia de una misin recibida del Espritu Santo
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Formalmente, la racionalidad gubernamental era econmica y modernizadora. Pero el clero tenda a advertir que esto encubra tambin
una de tipo antirreligioso, anticlerical. Y en consecuencia aunque
sin prescindir de argumentos prcticos, los eclesisticos rehusaban
admitir la pertinencia de otra aproximacin al tema que no fuera la religiosa. Y ello plante un grave problema de lenguaje.
Para ambos, el gnero de argumentacin del otro era inaceptable.
Los clrigos no comprendieron que an todava bajo el Patronato, el estado ya haba mudado de naturaleza, y que ya no consideraba de recibo
la racionalidad religiosa. Por su lado el estado (y algunos historiadores),
malentendieron las razones del clero, asumiendo que slo defendan intereses: que en el fondo, su racionalidad era tambin econmica.
14. En cuanto a la supuesta eficacia anti-modernizadora de la Iglesia postcolonial, atrincherada en sus viejos privilegios, por lo que se
ha podido comprobar en Arequipa, ms bien hasta la dcada del cuarenta sta fue casi nula.
El que los gobiernos no hayan podido avanzar ms en implementar cambios jurdicos o econmicos contra los intereses del clero se
debi, sobre todo, a la inoperancia del casi inexistente estado de aquellos tiempos. No a la fuerza de la reaccin eclesistica.
NOTAS
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9. Cfr. OLEARY, o.c., p. 542; opinin que tambin aparece recogida en WIBEL, o.c.,
p. 309.
10. Cfr. G. GIUSTINIANI, Circular dirigida a Goyeneche (19/6/1824), en AMA, GoyDoc (1794-1868) 07, f. 134.
11. J.S. DE GOYENECHE, Carta a Len XII (2/8/1824), en AMA, Goy-Doc (17941868) 07, f. 85.
12. Ms all de las condenas, implcitas o no, a la actividad insurgente, es llamativo
que Len XII convoque la atencin de los pastores americanos sobre el peligro que
el triunfo de los rebeldes poda suponer para la religin. Abunda en los vnculos
entre monarcas y vasallos por ordenacin divina, y en la necesidad de reconducir a
los feligreses descarriados a la obediencia. Puede decirse que la idea central es la de
la concordia, como reconciliacin a la cual deba propender el ministerio de los
pastores, poniendo trmino a la rebelin y llevando a los pueblos a la paz bajo el
rey, a quien tambin estaban unidos por una misma religin. Cfr. E. ROJAS, Jos
Sebastin de Goyeneche (1817-1824). Posicionamiento de un joven obispo en la coyuntura de la independencia del Per, tesis de licenciatura pro manuscripto, Universidad de Navarra, Pamplona 2001, p. 166. El texto de la encclica puede verse en
P. de LETURIA, Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamrica, II, Sociedad Bolivariana de Venezuela, Caracas 1959, pp. 265-271.
13. Sobre este Papa es relevante el aporte de Raffaele Colapietra. Por ejemplo, Roger
Aubert se apoya continuamente en l para construir el texto que sobre su pontificado ofrece en la monumental obra dirigida por Jedin. Cfr. R. AUBERT, La Iglesia
Catlica y la Restauracin, en H. JEDIN, Manual de historia de la Iglesia, VII, Herder, Barcelona 1978, pp. 178s.
14. Cfr. E. DUFFY, Santos y pecadores. Una historia de los papas, Acento Editorial, Madrid 1998, p. 214.
15. Es posible... que, en una situacin concreta de crisis, y de problematismo, no se
pueda salvar lo esencial ms que defendiendo al mismo tiempo elementos perifricos y relativos que histricamente se hallan ligados a lo esencial (...). Lamentamos
que haya de ser as, aun comprendindolo; pero comprendamos, sobre todo, la
gravedad de lo que se arriesga. La Iglesia debe salvaguardar ante todo su propio
ser, y la integridad de sus principios. Depositum custodire (1 Tim., VI, 20). La
adaptacin a las necesidades mundanales, la acogida de las solicitudes de los fieles,
incluso mejoras en el orden de las ciencias teolgicas o de las realizaciones pastorales: he aqu un conjunto de cosas deseables, sin duda, pero que afectan a la vida de
la Iglesia, a su bene esse; los jefes responsables [de ella] se preocupan ante todo de
su esse, de sus elementos de estructura. Y. CONGAR, Falsas y verdaderas reformas en
la Iglesia, Instituto de estudios polticos, Madrid 1953, p. 396
16. Es la manera en que un autor que escribi slo poco despus, describe los intereses
de la Iglesia de cara a su reposicin social con el apoyo de las monarquas restauradoras. Cfr. L. VON RANKE, Historia de los Papas en la poca moderna, FCE, Mxico
3
1963, p. 583.
17. Refirindose a la realidad peruana, Klaiber apunt que hacia mediados de siglo ser
liberal (y luego positivista) equivala a ser anticatlico, y ser catlico a ser conservador. Cfr. J. KLAIBER, La Iglesia en el Per. Su historia social desde la independencia,
PUCP, Lima 31996, pp. 76s.
18. Para una presentacin del catolicismo ilustrado dieciochesco, cfr. A. MESTRE, La
actitud religiosa de los catlicos ilustrados, en A. GUIMER (ed.), El reformismo borbnico, Alianza, Madrid 1996.
19. Cfr. AUBERT, o.c., pp. 176s.
NOTAS
461
20. Cfr. J. LEFLON, La Revolucin, en A. FLICHE-V. MARTIN (dirs.), Historia de la Iglesia. De los orgenes a nuestros das, XXIII, Edicep, Valencia 1975, pp. 411s.
21. En el Per, el primer vendedor de biblias de parte de la British & Foreign Bible Society fue Thomson, que tambin en este aspecto de su labor contaba con el aprecio
y la colaboracin del clero liberal de la ciudad de Lima. En todo caso, advierte Fernando Armas, no lo haca en el marco de un imposible proselitismo, sino meramente como difusor del texto sagrado. Cfr. F. ARMAS, Liberales, protestantes y masones. Modernidad y tolerancia religiosa. Per, siglo XIX, CBC-PUCP, Lima 1998,
p. 31. De todos modos, por su parte, en Arequipa Goyeneche mand recoger
ejemplares y decret excomunin contra quienes los leyesen o retuviesen en su poder. Cfr. ibid., pp. 35s.
Sobre las sociedades secretas, ya aparece una condena a ellas en la Etsi iam diu
(24/8/1824), y es probable que all el papa no se haya referido a las logias masnicas como piensa Leturia, sino a concilibulos y crculos de ndole directamente
poltica e independentista (cfr. ROJAS, o.c., p. 166). Pero en esta ocasin se trata de
algo distinto, aunque tambin de naturaleza eminentemente poltica y subversiva.
Es la condenacin de la secta de los carbonarios, movimiento clandestino, anrquico y violento que luchaba por la liberacin y la unidad italiana, y que tena conmocionada a la poblacin, particularmente de los estados pontificios.
22. Cfr. DUFFY, o.c., p. 217.
23. Cfr. supra, p. 35.
24. LEFLON, o.c., p. 418.
25. Es muy interesante la observacin del historiador italiano sobre la eleccin de Della
Somaglia como Secretario de Estado inmediatamente despus del cnclave, y por
tanto, todava bajo la presin del sector que lo eligi. Afirma que el sustituto de
Consalvi perteneca en realidad a la extrema izquierda del zelantismo, es decir, era
de la extrema izquierda de la extrema derecha, y ello explica el porqu en realidad, el
grueso del partido no habra quedado realmente satisfecho con esa designacin.
Adems Aubert presenta las consideraciones de Colapietra resaltando las ambivalencias observables en el pontificado de Della Genga, y que precisamente lo revelan como alejado de los extremos. Si por un lado fue moderado con los gobiernos,
en lo pastoral se manifest rigorista. Si no dej de insistir en los deberes estatales
para con la Iglesia, privilegi los medios espirituales para la restauracin religiosa.
Fue realista al aceptar que no caba una fcil vuelta al pasado, pero no dej de condenar los principios fundamentales del liberalismo... cfr. AUBERT, o.c., pp. 183s.
26. Con la sua scomparsa il partito zelante, gi assai fiaccato, cessa prcticamente di
esistere e pu cominciarsi a datare el periodo di effettivo governo personale di Leone XII.... R. COLAPIETRA, La Chiesa tra Lamennais e Metternich. Il pontificato di
Leone XII, Morcelliana, Brescia, 1963, p. 225.
27. Sistituisce cos tra Leone XII e Ventura (sullo sfondo, ed ineliminabile, Lamennais) [conexin que tambin resalta el autor], un rapporto di fiducia e cooperazione directa, fondato sul comune obiettivo di una restaurazione religiosa della societ, di quella conquista missionaria alla quale riluttava la vecchia pavidit
canonistica e precettistica degli zelanti. Primato pontificio e funzione della Chiesa
nella societ diventeranno i due capisaldi, esencialmente religiosi e schiettamente
ultramontani, di quesintesa, la quale si spezzer bruscamente..., ibid., p. 244.
28. Cfr. Notas cruzadas entre el secretario del Libertador y Goyeneche (26/5 y 7/6/1826),
en BNP, M-Onomstico, D-11655. La carta de Prez a Goyeneche del 26/5 y su
respuesta del mismo da, aparece publicada por Vargas Ugarte en el apndice a R.
VARGAS UGARTE, Historia de la Iglesia en el Per, V, Burgos 1962, pp. 351-354.
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54. J.S. DE GOYENECHE, Carta a Estens (3/8/1825), en AMA, Goy-Doc, Documentos particulares, Leg. 13, f. 000305. [El subrayado corresponde al original]. En su
informe a Len XII, el obispo explic luego que ste fue el momento ms peligroso de su prueba de fuerza con el gobierno, cfr. J.S. DE GOYENECHE, Informe a Len
XII (1826), en CVU, M-14, n. 77, f. 543.
55. Cfr. J.S. DE GOYENECHE, Nota al ministro de Gobierno y RR.EE. (13/10/1825), en ibid.,
f. 86v. El provedo marginal fechado en Lima en noviembre, dio la razn al obispo.
56. Cfr. por ejemplo, Informacin producida por el Pbro. Mariano Jos de Oviedo, cura
propio de la doctrina de Pampacolca, sobre su adhesin decidida al sagrado derecho de
la independencia... (19/8/1825), en BNP, M-Cronolgico, D-11639, y Expediente
sobre la peticin presentada por el presbtero Francisco Arenas, para que se le reciba informacin acerca de sus servicios prestados..., Quequea (8/8/1825), en BNP, MCronolgico, D-11645.
57. Disposicin del prefecto Lara en setiembre de 1825, cfr. J.S. DE GOYENECHE,
Nota al Cabildo (10/9/1825), en AAA, Seccin Curia Diocesana-Serie: Correspondencia, Legajo 1, f. 11. [En adelante: AAA, C-C].
58. Cfr. F. de Paula OTERO, Carta al ministro de gobierno y relaciones exteriores
(4/4/1825), en AGN, Culto / Arequipa, Leg. 143; y J. S. de GOYENECHE, Decreto
convocando a concurso de curatos (27/9/1825), en Copia de decretos de carcter eclesistico expedidos por el Dr. Jos Sebastin de Goyeneche y Barreda (1830), en BNP,
M-Onomstico, D-10262.
Ms de un ao habra de pasar hasta que las doctrinas estuviesen finalmente provistas, pues no fue sino hasta abril de 1826 cuando el obispo pudo elevar las nminas al gobierno. Cfr. J.S. DE GOYENECHE, Nota al Ministro de Gobierno y RR.EE.
(3/4/1826), en AGN, Culto / Arequipa, Leg. 143, n. 14.
59. Cfr. Relacin de los servicios hechos por Jos Mara Delgado a favor de la Independencia... (26/5/1825), en BNP, M-Cronolgico, D-11692, f. 5v.
Otro caso interesante por la sagacidad y energa que despliega Goyeneche en su resolucin, finalmente favorable, es el de Vicente Lpez de Toledo, que procur una exclaustracin de hecho gestionando dolosamente la expedicin de licencias ministeriales, cfr. Copia del expediente sobre la peticin presentada por Vicente Lpez de Toledo,
presbtero, para que por medio del testimonio del den de la catedral, se le reconozcan sus
servicios prestados a la independencia (10/7/826), en BNP, M-Cronolgico, D-11650.
60. Cfr. J.S. DE GOYENECHE, Nota al ministro de gobierno y relaciones exteriores
(2/10/1825), y Nota al ministro de justicia y negocios eclesisticos (2/1/1826), en Expediente de Jernimo Cavero (1826), en AGN, Hac., R-J / Culto / Gob. y RR.EE.,
Leg. 160.
Es interesante que este Zenteno, en ese momento patriota destacado y lejano a
Goyeneche... (lo mencion entre los miembros de la Junta de Calificacin en su
informe a Len XII, cfr. infra, nt. 103), con el correr de los aos sera su colaborador estrecho y muy querido hasta su temprana muerte.
61. Cfr. F. de P. OTERO, Nota al ministro de gobierno y relaciones exteriores (6/5/1825),
en AGN, Culto / Arequipa, Leg. 143.
62. Cfr. el expediente Peticin de agustinos de Arequipa para captulo (9/6/1825), en
BNP, M-Cronolgico, D-11066.
63. Como cuando la comunidad mercedaria de Arequipa recurri a l para la designacin de un nuevo superior. Cfr. J.S. DE GOYENECHE, Auto episcopal (20/12/1826),
en AGN, Hac., R-J / Culto / Gob. y RR.EE., Leg. 160.
64. Cfr. A. GUTIRREZ DE LA FUENTE, Nota a Goyeneche (3/11/1825), en Sobre expatriacin de los curas propios Barrios y Nieto y otros eclesisticos..., BNP, M-Cronolgico, D-11244.
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obligacin religiosa con forma jurdica sobre los fieles, pues progresivamente, haban dejado de subvenir por caridad a las necesidades de un clero cada vez mayor y
ms opulento. Cfr. M. LEN, Disertacin histrico teolgica sobre los diezmos Eclesisticos, en El Censor Eclesistico n. 1 (5/5/1825), Imprenta del Gobierno,
Cuzco, en CVU, Per-Iglesia 30, n. 2, pp. 9s.
Cfr. ibid., p. 14.
As escriba fray Felipe Gonzles al obispo Goyeneche desde Chivay!, cfr. Fr. F.
GONZLES, Nota al obispo Dr. Jos Sebastin de Goyeneche, adjuntndole unos papeles... (6/3/1826), en BNP, M-Onomstico, D-11691.
Sealando su importancia, Vargas Ugarte cita prrafos de esta carta (cfr. VARGAS
UGARTE, Historia de la Iglesia..., o.c., p. 201), y aunque dice que no ha sido publicada,
la que s publica ntegramente como apndice es otra menos importante, de octubre de 1826. Pues bien, la primera, cuya copia autgrafa obra en el archivo de este
autor (Coleccin Vargas Ugarte), segn l y Pilar Garca Jordn, fue escrita a fines de
1825 (cfr. P. GARCA JORDN, Iglesia y poder en el Per contemporneo, 1821-1919,
CBC, Cuzco 1991, p. 21). Sin embargo, tuvo que ser escrita a mediados del mismo
ao veintisis, toda vez que Goyeneche alude al contenido del proyecto completo de
la Constitucin Vitalicia, que Bolvar todava estaba preparando en el Alto Per en los
ltimos das de 1825 (cfr. S. BOLVAR, Carta a Santander (27/12/1825), en BOLVAR,
Obras completas..., o.c., p. 1253). El obispo la pudo conocer antes de julio del ao siguiente, cuando el Consejo de Gobierno encarg a los colegios electorales decidir su
adopcin en el Per (cfr. BASADRE, Historia de la repblica..., I, o.c., p. 182).
J.S. DE GOYENECHE, Informe a Len XII (1826), en CVU, M-14, n. 77, ff. 530547.
El papa es tambin el centro de la unidad, en quien habla Pedro y Pedro mismo cuyos pies besa, a quien se siente tan unido como el colegio cardenalicio; (en l
no hay asomo de prurito episcopalista). Cfr. ibid., f. 530.
Cfr. ibid., ff. 530s. El constitucionalismo liberal del texto de Cdiz le parece un
monstruo que, resurrecto en el trienio liberal, removi hasta los cimientos de las
Colonias sujetas a su aterrante [sic] voz. Ibid., f. 531.
Cfr. sus comentarios a propsito del constitucionalismo liberal espaol, en ibid.,
ff. 530-539. Ms adelante, ya refirindose al Per explicar que un abismo llama
otro y que de las libertades civiles se pasa a la de conciencia y la de imprenta...,
bajo cuyo imperio se ataca al Papa, a la Iglesia, a los obispos. Que en Amrica ...
la irreligin e impa Filosofa han desplegado sus negras banderas dando lugar a la
proliferacin de logias masnicas, y al triste cuadro de ...Iglesias viudas, y entregadas al Govierno de Sacerdotes, a las veses obsequiosos al Gobierno liberal como
dicen: Cabildos compuestos de Presbteros fomentadores de guerra, y cuyos meritos militares los han colocado en los Coros: Sabios amoldados en J.J. Rousseau,
Voltaire, y el perverso Llorente, no son motivos de consuelo para un Obispo Catolico.... Ibid., ff. 545s.
Llorente muri en febrero de 1823. Llama la atencin la prontitud con que se extendi su fama de clrigo perverso.
Ibid., f. 538. En el f. 539 explica que el juramento de fidelidad al rey qued disuelto con la capitulacin de Ayacucho, por ser de cumplimiento imposible.
Tres aos ms tarde el 6 de junio de 1829 el nuncio en Espaa, Francesco
Tiberi, escribi al cardenal secretario de estado, comentando que lattual vescovo
dArequipa nel Per fu lunico in quella vasta regione che non volle abandonar la
sua gregge, che sostenne i diritti della Santa Sede e che porse aiuto a dodici diocesi in allora vacanti. V. CRCEL, Correspondencia diplomtica del nuncio Tiberi
(1827-1834), EUNSA, Pamplona 1976, p. 320.
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Aunque por entonces el nuncio en Madrid era ya muy amigo del Conde de Guaqui,
hermano del obispo, y es posible que su afecto a los Goyeneche tuviese parte en este
tipo de comentarios en la correspondencia oficial; lo ms seguro es que ste fuese,
ms o menos, el alto concepto que se tena en Roma del obispo de Arequipa.
Cfr. J.S. DE GOYENECHE, Informe a Len XII (1826), en CVU, M-14, n. 77, ff.
543s.
Ibid., f. 540.
Cfr. ibid., f. 543.
Cfr. ibid., f. 547.
Pues, (...) es de primera necesidad la intervencin y consentimiento de la Silla
Apostlica o de quien la represente segn las leyes cannicas. (...). Ninguno de los
Obispos podemos intervenir en ello con la plenitud de facultades necesarias y propias de Vuestra Santidad. J. S. de GOYENECHE, Carta a Len XII (24/10/1826),
en AMA, Goy-Doc (1794-1868) 07, f. 90. Por ser de ms fcil consulta, en adelante citaremos en base al texto ya publicado en VARGAS UGARTE, Historia de la
Iglesia..., o.c., pp. 354-359.
Cfr. ibid., p. 357.
Cfr. ibid.
Cfr. ibid., p. 356.
Cfr. ibid., p. 355. La devocin del obispo de Arequipa por la Santa Sede y la persona del Papa, quienquiera que fuese, aparece constantemente a lo largo de su
vida. Estos primeros intentos de comunicacin del obispo de Arequipa fueron correspondidos. Consta una respuesta fechada en octubre de 1827, escrita de parte
de Len XII por el cardenal decano, en la que elogia su labor y disponibilidad incluso por las necesitadas dicesis vecinas. Acusa recibo y agradece un donativo realizado por mano de su hermano Jos Manuel a nombre de la familia. Y le asegura
que la Santa Sede est atenta a realizar lo mejor para el continente en la delicada
situacin expuesta anteriormente por el obispo. Cfr. Cardenal Decano a Goyeneche
(27/10/1827), en AMA, Goy-Doc (1794-1868) 07, f. 142.
Sin embargo, Herreros de Tejada, refiere que an antes lleg a manos de Goyeneche una comunicacin firmada por el mismo papa. Y aunque no ha sido posible
confirmar este dato, este autor adems cita una carta del obispo a su hermano Jos
Manuel en la que aparecen dos elementos importantes:
Uno, que la comunicacin con la Santa Sede efectivamente ocurra por intermedio del conde de Guaqui y llegaba a Arequipa junto con la correspondencia va
Burdeos tal como lo afirm Vargas Ugarte de la segunda carta escrita por el
obispo al papa, fechada en octubre del 26. Y dos, el extraordinario cario de Goyeneche por el papa, manifiesto en estas lneas, al decirle que una carta era de Len
XII: ...una de ellas es del Papa, contestacin del parabin que le d por su Pontificado: me ha llenado de consuelo ver la firma de S.S. que no conoca, y con el mayor placer y respeto la he besado humildemente. L. HERREROS DE TEJADA, El teniente general D. Jose Manuel de Goyeneche. Primer Conde de Guaqui. Apuntes y
datos para la Historia, Barcelona 1923, p. 407.
J. S. DE GOYENECHE, Informe a Len XII (1826)..., o.c., f. 547.
PRESENTACIN ...........................................................................
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CONCLUSIONES .................................................................................
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NOTAS ............................................................................................
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