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Raymond Aron Sin Ilusion Sin Pesimismo FAES
Raymond Aron Sin Ilusion Sin Pesimismo FAES
Raymond Aron Sin Ilusion Sin Pesimismo FAES
Raymond Aron:
Un liberal resistente
Jean-Franois Revel Nicolas Baverez
Jos Manuel Romay Alejandro Muoz-Alonso
Alessandro Campi Eusebio Fdez. Garca
Enrique Aguilar Pedro F. Gago Felipe Sahagn
Julin Garca-Vargas Jernimo Molina
Agapito Maestre
Coordinador:
Raymond Aron:
un liberal resistente
Enrique Aguilar
Nicolas Baverez
Alessandro Campi
Eusebio Fernndez Garca
Pedro F. Gago
Julin Garca-Vargas
Jos Mara Lassalle
Agapito Maestre
Jernimo Molina
Alejandro Muoz-Alonso
Jean-Franois Revel
Jos Manuel Romay Beccara
Felipe Sahagn
Coordinador y presentacin
Jos Mara Lassalle
SUMARIO
Sumario
Pginas
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SUMARIO
Entre los grandes escritores polticos franceses de la segunda mitad del siglo XX ocupa Raymond Aron (1905-1983) un
lugar preeminente. Anticomunista sin remordimientos y crtico de toda forma de totalitarismo, su trayectoria intelectual
estuvo marcada por los grandes acontecimientos polticos
que se desarrollaron, en ocasiones bajo la especie de una
profunda discontinuidad poltica, desde el final de la Gran
guerra y la ola de pacifismo-pnico que desencaden, hasta
la irrupcin del arma nuclear en el sistema de relaciones interestatales y la estabilizacin de una estructura bipolar sobre la que gravitaba, como elemento distensor, el miedo a una
guerra de aniquilacin indita. Con razn pudo caracterizar la
Guerra fra, segn reza su conocido lema, como una situacin de paz imposible, guerra improbable. La historia en
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marcha o hacindose (lhistoire en se faisant) fue su elemento vital y a sus determinaciones y a la ocasin respondi
con un pensamiento libre de prejuicios y desvinculado de confesiones ideolgicas vulgares. As, de su socialismo juvenil,
equvocamente irenista y muy poco realista, como corresponda a un asiduo de los crculos de Alain (1868-1951), Aron
evolucion hacia el peculiar radicalismo liberal de lie Halvy
(1870-1937). La poltica alemana de Weimar, sistema cuyo
desmoronamiento conoci de cerca y, sobre todo, la experiencia blica de la Francia libre le hicieron abandonar definitivamente las doctrinas socialistas, incompatibles con su
temperamento de escritor poltico realista y veraz. Fue precisamente Halvy, el malogrado historiador del socialismo y de
las ideas polticas inglesas, quien apunt antes que nadie la
gran paradoja del socialismo de la I postguerra, pues sus partidarios, de la quinta remarqueana, eran jvenes, muchas veces con una notable instruccin, que llegaban a l por el hasto y el odio a la guerra, pero se les propona un programa que
consista en la prolongacin del rgimen de guerra en tiempos
de paz.
I. LIBERALISMO POLTICO Y LIBERALISMO ECONMICO
La opinin de Halvy da razn, precisamente, del posterior
giro antisocialista de una de las generaciones europeas que
ms alto rayaron en la defensa del liberalismo y a la que perteneci Aron. Este fenmeno espiritual dio lugar en naciones
como Alemania al grupo ordoliberal y de la Economa social
de mercado, aglutinador de economistas de la talla de Walter
Eucken (1891-1950), Wilhelm Rpke (1899-1966) y Alfred
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sido, indistintamente, un jurista o un economista las estirpes de Jean Bodin (1530-1596) y Anne Robert Jacques Turgot
(1727-1781). Si hay algo extrao en la renovacin de las
doctrinas liberales durante el siglo XX, no es la relacin con
las polticas estatales de los economistas partidarios del librecambio, sino el relativo eclipse de los escritores polticos
y juristas de Estado que se han encarado con los problemas
de la organizacin y la convivencia polticas. La cuestin no es
balad, pues trae prendida la disputa sobre la condicin poltica o econmica del liberalismo. La prevalencia de una u otra
permite hablar de liberalismo poltico o, sin ms, de realismo
poltico, o bien de liberalismo econmico o economicista, incluso de libertarismo (libertarianism). El problema, en realidad, viene de antiguo, pues a los seguidores de Frdric Bastiat (1801-1850) los economistas por excelencia les
ofenda ser llamados liberales, trmino que hasta la Revolucin de 1848 poda aplicarse, por ejemplo, a un Benjamin
Constant (1767-1830), pero no al crculo del influyente Journal des conomistes.
Actualmente, el trmino liberal parece monopolizado por
los economistas, que acusan una cierta tendencia antipoltica, sobre todo en los desarrollos anarcocapitalistas de la Escuela austriaca, a la que suele plegarse, mediando cierto
complejo intelectual, la mayora de los escritores polticos. Esto, que en parte responde al indiscutible xito terico del anlisis austriaco, tiene que ver tambin con el programa inicial
de reconstruccin del liberalismo, expuesto en Pars en el Coloquio Walter Lippmann. Como se sabe, la traduccin francesa de un famoso libro del periodista norteamericano Lippmann (1889-1974) Inquiry into the principles of the good
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society (1937) o La cit libre permiti al filsofo Louis Rougier (1889-1982), a finales de agosto de 1938, convocar a
una selecta representacin del mundo empresarial, la alta
funcin pblica y los nuevos economistas liberales (Hayek,
Mises, Rueff y Robbins,entre otros). El objetivo, una vez constatada la declinacin de la civilizacin liberal, era impulsar la
renovacin del liberalismo econmico, condicin del renacimiento del liberalismo poltico. Aquel coloquio, del que surgi
la idea de un Centre international dtudes pour la rnovation
du libralisme, truncado por la guerra, fue el antecedente directo de la Mont-Plerin Society (1947), organizacin de la inteligencia liberal internacional cuyo sesgo economicista se ha
acentuado con el tiempo, singularmente desde que las disputas internas entre ordoliberales y austriacos llevaron al cisma
en la Asamblea de Turn de 1961. Para estos ltimos, el mercado como natura naturans viene a ser la institucin natural
subyacente a los diversos rdenes de la accin humana,
mientras que para los ordoliberales, el mercado natura naturata es una institucin artificial fundada por una decisin
poltica y sostenida por el derecho.
La desigual situacin de los liberalismos econmico y poltico hace necesario un reequilibrio para que se vuelva a reconocer la dimensin poltica del liberalismo, aspecto trascendental de la doctrina dado el primado histrico de lo
poltico. Por fortuna, no han faltado a lo largo del siglo XX los
escritores polticos liberales, expresin que, en no pocos casos, puede ser sustituida sin violencia por la de realistas polticos. As, a los mencionados economistas alemanes hay
que sumar juristas como Hans Gromann-Doerth (18941944) y Franz Bhm (1895-1977) o escritores y ensayistas
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polticos como Alexander Rstow (1885-1963). Al lado de algunos economistas espaoles del periodo franquista, muy influidos por Eucken y, en general, el ordoliberalismo, hay que
recordar la dimensin acadmica de Luis Dez del Corral
(1911-1998), el gran solitario de la historiografa liberal hispnica; tambin el liberalismo hispanizado no siempre bien
entendido de Gonzalo Fernndez de la Mora (1924-2002).
En Francia, una languideciente tradicin liberal que haba olvidado a Tocqueville (1805-1859) durante casi un siglo, se
rearm despus de la II Guerra Mundial. As, dejando a un lado filsofos y crticos de la cultura como Louis Rougier, muy
activos ya en el periodo de entreguerras al lado de otros europeos egregios Guglielmo Ferrero (1871-1942), Johan Huizinga (1872-1945) y Jos Ortega y Gasset (1883-1955), el
liberalismo poltico francs de la segunda mitad del siglo pasado ha contado con tres grandes figuras: Bertrand de Jouvenel (1903-1987), estudioso de la economa intervenida y
muy relacionado con los ambientes de la Sociedad de Naciones en su juventud, pero autor de libros profundamente polticos, realistas y liberales en los que se denuncia el crecimiento sin medida del poder (El poder, 1945) o se ensaya una
exposicin sistemtica de la poltica (La teora pura de la poltica, 1963); el lorens Julien Freund (1921-1993), antiguo
resistente socialista y sin embargo discpulo de Carl Schmitt
(1888-1985), autor de uno de los grandes tratados polticos
contemporneos (La esencia de lo poltico, 1965); y el profesor y periodista parisien Raymond Aron,a quien estas pginas
estn, sin beatera de escuela, dedicadas.
De lo dicho debera quedar claramente fijada, sin discusin posible, la posicin de Aron entre los liberales europeos,
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aceptacin de un cierto grado de intervencionismo estatal, caracterstico de la socialdemocracia europea a fin de cuentas dentro de la rbita occidental, no significaba una claudicacin intelectual; de hecho, Aron se mostr intransigente
con la falta de criterios del socialismo francs proclive al infausto programa comn de la izquierda. Cunto tardarn
los socialistas en comprender la leccin del S.P.D., que gobierna en la Repblica Federal enredado en el oportunismo?
Cunto tardarn en llevar la economa al caos? Cunto
tiempo le har falta a Francia para salir de esa situacin?.
Entenda Aron que todo aquel que se enfrentase al anlisis econmico tena que referir su pensamiento, en ltima
instancia, a un esquema terico. As, aunque hasta el comienzo de la guerra su lectura econmica fundamental fue La
teora general de la ocupacin, el inters y el dinero (1936),
de J. M. Keynes (1883-1946), de la que lleg a redactar un
estudio felizmente perdido, que en el mejor de los casos sera una coleccin de comentarios banales y exactos, Aron
nunca se tuvo a s mismo por un keynesiano. Mucho menos
por un marxiano, a pesar de que Karl Marx (1818-1883) fue
su gran obsesin intelectual confirmada una vez ms por
su obra pstuma Le marxisme de Marx (2002). En el centro de sus preocupaciones econmicas se hallaba en realidad
la nocin del crecimiento, acaso el problema central de la
ciencia econmica moderna. Es caracterstico de cada poca que la ciencia econmica adopte como objeto principal de
su investigacin un aspecto particular de la realidad. Si los
mercantilistas se concentraron en las reservas de metales
preciosos, los liberales en la bondad del librecambio y los
economistas neoclsicos en el equilibrio automtico de los
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mercados, la economa de su poca haba descubierto la relevancia del crecimiento econmico. Segn Aron, aunque
este dato era bien conocido por las sociedades europeas,nicamente se convirti en elemento determinante del pensamiento econmico al desarrollarse los mtodos cuantitativos
que permitieron comparar la situacin de la Europa libre con
la del Imperio sovitico o los pases subdesarrollados. Ese
era, en su opinin, uno de los grandes mritos del estudio del
economista catlico Colin Clark (1905-1989). Las condiciones del progreso econmico (1940, 1951). Este clsico de
Clark tuvo sobre l gran influencia, aunque personalmente
Aron prefiriera el empleo de trminos como desarrollo o
crecimiento a progreso y, para decirlo todo, reprochara al
economista ingls que al fijar su atencin sobre las estadsticas, constat simplemente el crecimiento sin interrogarse
sobre las condiciones necesarias que lo hacen posible. Lo
mismo podra decirse de La gran esperanza del siglo XX
(1949), de Jean Fourasti (1907-1990), el cual, segn escribe Aron en 18 lecciones sobre la sociedad industrial, retom
las ideas directrices de Colin Clark para, en muchos puntos,
modificarlas, corregirlas y mejorarlas.
El crecimiento econmico presupone toda una serie de
tensiones y desequilibrios que dan el carcter de etapa de
transicin a la sociedad contempornea. Cabe esperar, segn
se expone en el captulo VIII de 18 lecciones sobre la sociedad
industrial, una fase de equilibrio o al menos de estabilizacin.
En qu consistira esta ltima resultaba difcil de pronosticar
fuera de unas pocas conjeturas sobre la transformacin de
los sectores productivos o la representacin ideal de la sociedad bajo la forma de una burocracia gigantesca. Por lo de-
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ms, no convena dejarse llevar ni por el optimismo de la tcnica, ni por el pesimismo de marxistas y antimarxistas. Pertenezco a la escuela probabilista; no creo en la necesidad del
progreso econmico indefinido, ni en la necesidad de catstrofes fecundas o catstrofes definitivamente catastrficas.
Soy optimista, pero a beneficio de inventario. Aron, cuyo temperamento de socilogo sustitua al economista, pues en realidad careca de lo que Israel M. Kirzner (1930) llam, en un
libro de igual ttulo, The economic point of view (1960), contempl el fenmeno del crecimiento como uno de los supuestos histricos de su teora de la sociedad industrial
clave, por lo dems, del acceso a su obra y causa
asociada al desarrollo tcnico de la dialctica de la modernidad, asunto al que dedic su libro Les dsillusions du
progrs (1969), relato del fracaso de la ambicin prometica
de las sociedades contemporneas. Justamente, el crecimiento como categora econmica central le permiti acuar
el concepto de sociedad industrial, por el que debe entenderse una suerte de orden de heterogeneidades caracterizado por la divisin del trabajo, la concurrencia de jerarquas, la
pluralidad de intereses (o grupos) y, finalmente, la necesidad
de tcnicos. Bajo esta ptica sociolgico-econmica no le pareca que hubiese verdaderas diferencias entre las dos especies de sociedad industrial, la de tipo sovitico y las de tipo
capitalista, pues todas las sociedades industriales son progredientes, aspiran a calcular racionalmente y consideran que
los deseos de los individuos son ilimitados. En realidad, lo
que las separa y particulariza, segn se ver despus, es el
elemento poltico.
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la anglofilia de su admirado Halvy, como los verdaderos liberales, pacfico, cualidad de la que, segn ste haba confesado a Aron, nicamente poda presumir un librecambista.
Ms tarde fueron notables las influencias recibidas durante
los ms de cuatro aos que pas en Londres, trabajando para el gaullismo y La France libre hasta que regres a Francia
en septiembre de 1944. No obstante, sus relaciones con de
Gaulle (1890-1970) nunca fueron buenas; a pesar de su militancia poltica a favor del General despus de la Liberacin,
en el Rassemblemnt du Peuple Franais, entre 1947 y 1952,
el suyo no dej de ser, como deca su bigrafo Nicols Baverez
(1961), un drle de gaullisme. Aron dej voluntariamente
envueltas en el misterio la ambigedad de sus relaciones con
de Gaulle, mencionando en sus Memorias unos motivos oscuros y profundos. Ms directo, el hroe de Colombey reconoca una cierta hostilidad personal hacia quien, como Aron,
no se recataba en sus accesos antigaullistas, tal vez por el
prurito de ir contracorriente. Al parecer, el redactor de La France libre sola decir que de Gaulle era un Badinguet apodo
que mortificaba a Napolon III, difundiendo adems en los
Estados Unidos la idea de que aqul no era ms que un general de Pronunciamiento, al estilo latinoamericano.
En Londres entr en contacto directo con los economistas
liberales del Reform Club, entre otros Friedrich A. Hayek
(1899-1992), con quienes sola reunirse semanalmente. All
tambin descubri su vocacin atlantista en contra de la
tradicin epirocrtica francesa, cultivada ms tarde en sus
escritos sobre las relaciones internacionales en la Guerra fra
y proyectada sobre la ribera noroccidental del ocano, pues
no en vano dedic un libro bastante personal a los Estados
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un sistema de conceptos o de proposiciones, el francs acusa un estilo bien retrospectivo, a lo Charles Maurras (18681952), bien utpico, al modo de Alain.
A decir verdad, no pareca que fuera de Alemania, Inglaterra o su propio pas tuviese Aron gran inters por el resto de
las naciones europeas. Lo mismo que otros escritores franceses, el autor de El opio de los intelectuales (1955) tambin
padeci el complejo intelectual parisino de Saint-Germaindes-Prs, segn el cual, lo que no importaba a las gentes del
VIme arrondissement no exista. Aun as, en su obra pueden
recogerse muy certeros juicios, en algn caso desmitificadores, sobre la situacin poltica de pases como Espaa o Portugal, generalmente maltratados por los intelectuales europestas. Ni siquiera cuando opinaba sobre la Guerra de Espaa,
el rgimen franquista o el complejo poltico espaol una
sugestiva interpretacin aroniana, apenas enunciada, de la decadencia espaola se acomod en los tpicos.
El libro europeo por excelencia de Raymond Aron es, como
puede suponerse, En defensa de la libertad y de la Europa liberal, que recoge partes de un curso profesado en 1975 en
el Collge de France sobre la decadencia de occidente. Al mismo espritu haba respondido ya en 1967 Le mal franais, de
Alain Peyrefitte (1925-1999), tambin El fin del Renacimiento
(1981) de Freund y, recientemente, La France qui tombe
(2002), filpica de Baverez. El denominador comn de todas
estas obras es la crtica liberal de los males europeos por excelencia, el estatismo, el colectivismo y la ideologizacin o
ideologismo, patologas respectivas del gobierno, la sociedad
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y el pensamiento poltico. Mas el contundente alegato aroniano a favor de los principios y valores de la prosperidad occidental, merece una lectura poltica suplementaria, pues en
sus pginas qued recogido tambin su pensamiento sobre
los enemigos de Europa: el enemigo interior, es decir, los Partidos comunistas occidentales hostiles a la propiedad privada, a las libertades formales, etc., etc., cuya lealtad a los
regmenes liberales de occidente, segn Aron, estaba todava
por demostrar, y el enemigo exterior, la Unin Sovitica.
Mediada la dcada de los aos 70, la perspectiva de un
gobierno comunista en Italia o Francia no era, ni mucho menos, remota. Curiosamente, mientras los partidos vinculados
con el totalitarismo pardo o negro eran puestos en cuarentena, pues as se decidi en la Declaracin sobre la Europa liberada de 11 de febrero de 1945 decisin que, segn la
terminologa de Carl Schmitt (1888-1985), podra considerarse la parte sustantiva de la constitucin de Europa, tomada
sta en su sentido positivo, los partidos occidentales
dependientes del totalitarismo rojo fueron, inexplicablemente,
integrados en el sistema constitucional. Un ejemplo ms de
las contradicciones de las democracias liberales, vctimas de
muy similares complejos, lo mismo en la Alemania de los
aos 30 que en la Italia de los 70, los aos de plomo.
El ms efectivo medio de accin interna del comunismo
fue la vulgata marxista, un repertorio de prejuicios e ideas
preconcebidas que se segua desarrollando y enseando en
occidente como una especie de doctrina escolstica y por el
que seguan disputando, eventualmente, las distintas sectas
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aconseja proteger a nuestro enemigo. Una vez aceptado el hecho de la neutralizacin poltica de la Mitteleuropa, el atlantismo
de Aron se nos presenta como actitud solidaria con un planteamiento realista de la relacin de fuerzas. Al menos hasta que
tuviera lugar la declinacin del imperium sovitico sobre las democracias populares, ocasin de su integracin en la Europa
autntica, las naciones del extremo occidental de Eurasia no
tenan ms eleccin que aceptar la proteccin de la superpotencia martima. Todo lo dems le parecan invectivas de los
nuevos Graeculi contra sus benefactores norteamericanos.
La amenaza militar sovitica sobre la finlandizada Europa
occidental o, lo que resulta equivalente en trminos de potencial militar, la proteccin de los Estados Unidos, planteaba tambin el spero problema de la decadencia y sus manifestaciones desde la perspectiva de las relaciones internacionales. A
juicio de Aron, la situacin de Europa en los aos 70 no sera
tanto la de una civilizacin decadente, pues consideraba que
esta categora histrica se presta con demasiada facilidad a valoraciones subjetivas, sino la de una constelacin poltica
declinante, fenmeno, el de la declinacin o debilitamiento
(abaissement), mensurable en magnitudes objetivas como la
desaceleracin de los ndices de crecimiento econmico, la prdida de potencia militar o el desplome de la natalidad.
Raymond Aron, socilogo y ensayista, anticomunista de
vocacin atlantista, se defina a s mismo como un lector liberal de Maquiavelo. Ello nos ofrece un perfil irrepetible en
el ya de por s bizarro y minoritario liberalismo francs de tradicin anglfila. Un perfil capaz de concitar en su contra, du-
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rante dcadas, a todo el izquierdismo del Hexgono. La rancia eleccin del error antes que reconocer que Aron tena razn es, por extrao que nos pueda parecer hoy, el smbolo
permanente de la manera en que el moralista trata de proscribir al escritor poltico realista.
III. LA MENTALIZACIN DEL MUNDO HISTRICO POLTICO
Aunque Aron se lament en alguna ocasin el haber dilapidado su tiempo creando opinin en la prensa de masas, es
justo reconocer que una buena parte de su obra trasciende el
momento histrico particular. A pesar de su vinculacin de
treinta aos a Le Figaro, para el que escribi infinidad de artculos hasta 1977, no estamos, sin ms, ante un periodista
tocado de idelogo, tampoco ante un doctrinario o un divulgador poltico. Siempre dispuesto para el debate, acaso no
lleg a escribir la obra profesoral de la que poder sentirse ntimamente orgulloso. Incluso en su ambiciosa Paz y guerra
entre las naciones (1962) el analista poltico se impone sobre el terico de las relaciones internacionales. Lo cual trasciende sobre su estilo literario, quizs demasiado periodstico, expansivo y, en definitiva, poco acribioso. Esto, a pesar de
una prosa sin voluntad de estilo tentacin para la que reconoca carecer de la calidad literaria de un Andr Malraux
(1901-1976) o un Franois Mauriac (1905-1970), adems de
que juzgaba muy inadecuados para el anlisis los recursos retricos, ha podido perjudicar a la comprensin y la necesaria relectura de algunos de sus libros. Por todo ello resulta llamativo, pero al mismo tiempo lgico, que un hombre de sus
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Uno de los elementos caractersticos de la tradicin literaria del realismo poltico es la irrupcin del tiempo sobre las
formas en que se organiza la coexistencia humana, asunto
del que se ocupa la Cliopoltica. Bien en el sentido primario
del tiempo como materia corruptora de todas las fundaciones
polticas, bien como manifestacin de la historicidad de la
condicin humana. As pues, puede afirmarse, con el autor,
que la corrupcin de las formas de gobierno es una de las
proposiciones menos dudosas de la ciencia poltica, siendo
que la historia, para el hombre, es la esencia de su ser. Estas son las dos constantes de la cliopoltica aroniana. El Partenn, una vez erigido escriba en su tesis doctoral, nada
puede esperar ya de la dure sino la destruccin. Pues grvido de la materia, el espritu est sometido a la fragilidad de
las cosas humanas.
Su problemtica frmula historicista sobre la esencia del
hombre (lhomme est une histoire), que se remonta a su Introduccin a la filosofa de la historia (1938), nunca fue rectificada, sino ocasionalmente reafirmada con el transcurso del
tiempo. As, por ejemplo, en Les dsillusions du progrs, a
propsito de los condicionantes de la accin tcnica, escribe:
Existe una naturaleza social o humana a la que los planificadores deban obedecer? La cuestin responde concluyente no puede tener respuesta en cuanto que los hombres y
las sociedades humanas tienen una historia, no una naturaleza fijada para siempre. Mas,aun no siendo inmutable, la naturaleza humana y social presenta ciertos rasgos permanentes. Dejando a un lado el alcance ontolgico de este
enunciado, la historicidad como dimensin de la temporalidad, en cuanto que afecta al hombre que est en la historia
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su doble acepcin de mero cultivador de alguna de las disciplinas politolgicas o de consejero de prncipes. En cuanto a
las representaciones del ciudadano, stas constituyen la frmula elemental de la cultura poltica o, si se prefiere, la ideologa en una acepcin neutral, no por desusada invlida; sta
consiste, segn la describe Aron en Democracia y totalitarismo, en una conciencia espontnea de la poltica. Mas interesa ahora la actitud del intelectual de la poltica, cuya mentalizacin de la misma puede no slo modelar la opinin
pblica (pedagoga poltica), sino determinar la decisin del
gobernante, pesando sobre su nimo (consejo poltico). Aron
no careci de la vocacin pedaggico-poltica, ejecutada en
miles de anlisis periodsticos. Como pedagogo poltico, vocacin desarrollada en el anlisis periodstico, choc contra
el muro de silencio del sinistrismo. Moderadamente optimista sobre el futuro, crea que su obligacin de intelectual era
combatir con buenas ideas las falsas doctrinas. Por tal razn,
su figura de espectador comprometido representaba para
los pseudorrevolucionarios de 1968 el polo negativo. Su posicin en las ms importantes tribunas periodsticas del pensamiento liberal y conservador francs fue empero envidiable,
lo que relativiza las consecuencias de la inexistencia de una
escuela aroniana en sentido universitario. Al mismo tiempo
que supo llegar a amplios sectores de la ciudadana, patrocin y lanz dos importantes revistas de pensamiento poltico:
Contrepoint, una referencia muy importante de los aos 70, y
Commentaire, cofundada con Jean-Claude Casanova en 1978
y en la que con el transcurso del tiempo se ha ido acentuando la vocacin liberal y atlntica del proyecto original.
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Aron, que vivi de cerca la poltica en una etapa histricamente decisiva, no quiso or la llamada del poder. Tal vez ejerci con discrecin el consejo poltico, pero nunca lament no
haber sido el Kissinger de un Prncipe. En una conferencia de
1969, pronunciada en el Instituto Italiano de Pars para conmemorar el V centenario del nacimiento de Maquiavelo, conclua con estas palabras reveladoras de un estado de espritu: Nunca franque el umbral de la accin poltica,
permaneciendo (...), como todos aquellos que especulan sobre la accin y no actan, frustrado y secretamente satisfecho. Prudente en mis escritos, dice al epilogar sus Memorias, domino malamente mis opiniones. Con facilidad, por
motivos circunstanciales o de humor, me libro a frmulas extremadas que no expresan realmente mi pensamiento profundo y que pueden llegar a desacreditarlo. Ni el autor encajaba en la caracteriologa del poltico, ni se engaaba al
respecto. Con la experiencia de los aos, una anecdtica conversacin con Joseph Paganon (1880-1937), Ministro de
Obras pblicas en 1932, devino proverbial. Al estilo normalien, Aron explic al ministro la situacin de Alemania, a lo
que ste respondi, no sin irona: Bien, pero usted qu hara si se encontrara en el lugar del Ministro de Asuntos Exteriores? Aquella interrogacin se convirti en el lema capital
de su praxiologa poltica, dejando entrever su repudio del activismo vano y gratuito de cierta especie intelectual, eternamente discordante. Pues una cosa es, en efecto, la facultad
de denunciar y otra, muy distinta, el tener que decidir con todas sus consecuencias. Recomendar o desaconsejar el abandono de Argelia era una cosa, pero firmar los Acuerdos de
Evian era algo cualitativamente muy distinto. Cuando menos
requera de una fortaleza de nimo que no es imprescindible
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para redactar exhortos. La virtud del poltico resuelto no admite las clusulas de conciencia de los hombres puros, tampoco los remilgos del intelectual. As reza en la cuarta empresa de Idea de un prncipe poltico cristiano (1640) de
Diego Saavedra Fajardo (1584-1648): Los ingenios muy entregados a la especulacin de las ciencias son tardos en obrar
y tmidos en resolver (...) Ms desembarazado obra un juicio natural, libre de las disputas y sutilezas de las escuelas.
V. DESPOETIZAR LOS REGMENES
Si el poltico no necesita de mucha ciencia para gobernar,
no es menos cierto que tampoco la inmediatez de la poltica
garantiza una ms clara conciencia de la realidad o mayor fidelidad a los hechos. Yo he visto la poltica en accin ms
de cerca que la mayora de politlogos de lo cual me alegro, pero el anlisis poltico in vivo, concluye Aron, lejos de
favorecer la reflexin filosfica, la paraliza. Se trata de una
manifestacin adicional de las insondables antinomias de la
accin y el pensamiento polticos. Para conjurar, en la medida
de lo posible, el bloqueo de la inteligencia poltica, pero tambin para garantizar que ste se atenga en todo momento a
la realidad, conviene que el estudioso renuncie a ciertos prejuicios de escuela o ideologa y enfoque adecuadamente el
campo de la accin poltica. En este punto se aclara la apelacin de Aron a un mtodo intelectivo que encuadr en la
sociologa poltica. Por sociologa poltica no debe entenderse aqu la deriva hacia la estadstica de la Ciencia poltica
americanizada, hoy predominante en Europa, sino un medio
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cias oligrquicas a la tematizacin de los aspectos fundamentales de una teora de la corrupcin poltica, que a su juicio requiere, como colofn necesario, de una teora del Legislador o Reformador de la ciudad. Transcurra el ao 1952
y Aron, miembro entonces del Rassemblement du Peuple
Franais, se refera a de Gaulle y al agotamiento de la IV Repblica. Esas pginas se cuentan, sin duda, entre las ms
maquiavelistas de su obra. Pero, acaso fue Aron un maquiavelista?
VI. EL MAQUIAVELISMO MODERADO
El maquiavelismo, doctrina sensible a lo que divide a los
hombres, suele presentarse generalmente como un sinnimo
del realismo poltico. De uno y otro se dice que participan de
una antropologa pesimista y de una radical desconfianza en
el hombre, llmese maldad, peligrosidad o, sin ms, estupidez humana. Pero todo esto resulta demasiado vago para tener que aceptarlo automticamente. Si adems de la indefinicin y variabilidad terminolgica maquiavelismo,
maquiavelista, maquiaveliano tomamos en consideracion las enumeraciones de autores en las que se combinan
no slo realistas polticos con maquiavelistas, sino tambin
estos ltimos con sus adversarios, los antimaquiavelistas, resolveremos que o bien se realiza una ardua labor de sistematizacin y delimitacin historiogrfica-poltica de estas doctrinas, o bien ni siquiera merecer la pena detenerse en ellas.
Naturalmente, aqu nos basta con dilucidar la actitud de Aron
ante el maquiavelismo, cuya preocupacin por este asunto se
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remonta a una disertacin de 1939 ante la Sociedad Francesa de Filosofa titulada tats dmocratiques et tat totalitaires. La cuestin, central para la temtica del maquiavelismo,
era si un rgimen poltico poda servirse de ciertos medios, pero no de otros. Desde el punto de vista de la eficacia, entenda Aron que los regmenes democrticos deban defenderse
de los totalitarios siendo capaces de las mismas virtudes.
En este sentido, el hecho de que una democracia recurriera a
ciertas polticas desarrolladas por las dictaduras totalitarias
poltica natalista, poltica social no haca de aqulla un rgimen fascista. Al mismo tiempo, el entonces joven filsofo de
vuelta del socialismo, trabajaba en una coleccin de ensayos
sobre el maquiavelismo contemporneo. Publicada en 1995
en el volumen Machiavel et les tyrannies modernes, era un intento de presentar sistemticamente el maquiavelismo de Maquiavelo, acompaado de diversas consideraciones sobre la
explotacin totalitaria del mismo en la poca contempornea.
Este nuevo maquiavelismo consista en la adaptacin de la
tcnica autoritaria y del mtodo realista-racionalista a las condiciones actuales de la poltica. Uno de los referentes intelectuales de esta operacin haba sido Pareto, el ms clebre
de los socilogos pesimistas. Despus de haber trazado el
paralelismo entre los dos italianos naturaleza humana, teora de los medios y los fines polticos, aclarando que el maquiavelismo es, ante todo, una manera de pensar y no una
doctrina, se ocup de mostrar sus procedimientos.
En su conocida polmica de los aos 40 con el filsofo
Jacques Maritain (1882-1973) Aron puso de manifiesto que,
desde el punto de vista de la accin, el maquiavelismo representa la antinomia entre la eficacia de los medios y las con-
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nal de la actitud tpicamente liberal frente a la poltica y el poder: acptese su necesidad, pero sin ilusin, sin pesimismo. Ahora bien, en qu consiste el primado de lo poltico?,
hasta qu punto puede determinar este presupuesto la repolitizacin del liberalismo?
En 1944, en su ensayo sobre Lavenir des religions sculires, Aron se refera crticamente al primado de lo poltico, pues entonces apareca monopolizado por unas ideologas
que amenazaban con asfixiar el sentido de los valores universales. Aunque a partir de ese momento siempre escribi
como realista poltico, nicamente en sus cursos de la Sorbona sobre la sociedad industrial se ocup expresamente de
este asunto. Muy sintticamente, el primado que Aron atribuy a lo poltico se explica, en trminos de la vida humana colectiva, por su mayor trascendencia, pues lo poltico toca directamente el sentido mismo de la existencia, en mayor
medida que la actividad econmica. La cuestin sera, en todo
caso, por qu un enunciado como ste se presenta, al menos
aparentemente, como una consecuencia de sendos estudios
econmicos y sociolgicos sobre la sociedad industrial. En
realidad, que las lecciones Democracia y totalitarismo ocupen
el ltimo lugar de la triloga no tiene mayor trascendencia,
pues a juicio de Aron demuestran que tanto los sistemas econmicos contemporneos como las diversas distribuciones
de clases dependen fundamentalmente de una decisin poltica. As, es el primado de lo poltico el que explica que el gnero de la sociedad industrial comprenda especies tan divergentes como los gobiernos constitucional-pluralistas y los de
partido nico. El autor contempl la poltica no como una instancia parcial (o subsistema de la sociologa parsonsiana),
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