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Bajo La Estrella de Los Cheroquis
Bajo La Estrella de Los Cheroquis
Bajo La Estrella de Los Cheroquis
DE LOS CHEROQUES
F OR RE S T CA RTER
F O R R E S T C A RT E R
Traduccin de
Horacio Gonzlez Trejo
Crculo de Lectores
S U MA R I O
Pequeo rbol
La Ley
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35
52
Conocer el pasado
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Pine Billy
77
El lugar secreto
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El oficio de Abuelo
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120
140
154
178
192
Willow John
215
La asistencia a la iglesia
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El seor Wine
249
El descenso de la montaa
263
284
De nuevo en casa
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La cancin de la partida
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Pequeo rbol
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pero yo no quise soltarme, y entonces Abuelo baj los brazos y pos su mano enorme sobre mi cabeza.
Dejadlo en paz dijo.
As fue como me dejaron en paz. Abuelo casi nunca hablaba en pblico y, segn Abuela, en las contadas ocasiones en que lo haca, la gente le prestaba atencin.
Descendimos por la ladera en aquella sombra tarde invernal y salimos a la carretera que conduca a la ciudad.
Abuelo abra la marcha a un lado del camino, con un saco
al hombro en el que llevaba mi ropa. Entonces aprend
que, siempre que ibas detrs de Abuelo, tenas que correr;
Abuela, que avanzaba detrs de m, se levantaba de tanto
en tanto las faldas para poder seguirle el paso.
Al llegar a las aceras de la ciudad, anduvimos de la
misma manera, con Abuelo al frente, hasta que llegamos a
la parte trasera de la terminal de autobuses. All estuvimos
mucho rato. Cuando entraban y salan los autocares, Abuela lea los letreros de los parabrisas. Abuelo coment que
Abuela poda leer tan bien como el que ms. Reconoci enseguida nuestro autobs, justo cuando caa el crepsculo.
Esperamos a que todos los pasajeros subieran; e hicimos bien, porque los problemas surgieron en el mismo instante en que cruzamos la puerta del autocar. Abuelo iba
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Supuse que el dolor se le pas pronto porque ri y los dems pasajeros rieron con ella. El hombre que viajaba a su lado
tambin rea y se daba palmadas en la pierna. Un enorme y brillante alfiler sujetaba su corbata, por lo que deduje que eran ricos y que, en caso de necesidad, podran pagar al mdico.
Me sent en medio, entre mis abuelos. Abuela estir el
brazo y dio unas palmaditas afectuosas en la mano de
Abuelo, y entonces l estrech la mano de ella por encima
de mi regazo. Me sent bien y me qued dormido.
Entrada la noche bajamos del autocar, al lado de un camino de grava. Abuelo ech a andar y Abuela y yo lo seguimos.
Haca un fro que pelaba. La luna haba asomado; pareca la
mitad de una gran sanda, y cubra de una luz plateada el camino, que trazaba una curva y se perda en lontananza.
No me fij en las montaas hasta que dejamos el camino y nos internamos por rodadas de carros con hierba en el
centro. Las montaas eran oscuras y estaban en sombras,
la media luna colgaba sobre una cresta tan alta que para
mirarla tenas que echar la cabeza hacia atrs. Me estremec ante la negrura de las montaas.
Wales, est cansado dijo Abuela detrs de m.
Abuelo par y se dio la vuelta. Me mir y el gran sombrero
dej su rostro en sombras.
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La Ley
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all se ondulaba y ceda ... as como las races que surcaban su cuerpo y la vida del agua que recorra lo ms profundo de su ser como si fuera sangre. Estaba tibia, mullida y me acun en su pecho, como Abuela haba dicho.
El aire fro converta mi aliento en nubes de vapor y el
arroyo qued muy abajo. Las ramas peladas de los rboles
goteaban agua desde las pas de hielo que rodeaban sus
extremos y, a medida que subamos, empezamos a ver hielo
tambin en el sendero. Una luz gris alivi la oscuridad.
Abuelo se detuvo y seal un lado del sendero. Ah
tienes las huellas de los pavos ... Las has visto?
Me puse a gatas y vi las huellas: pequeas impresiones
como de palitos que se extendan a partir de un eje central.
Prepararemos la trampa aadi Abuelo y se alej
del sendero hasta dar con el hueco de un rbol.
Lo vaciamos. Primero quitamos las hojas; luego Abuelo
sac su cuchillo de hoja larga, lo clav varias veces en el
terreno esponjoso y retiramos la tierra, que esparcimos entre las hojas. Cuando el agujero fue tan profundo que desde el interior yo no vea el borde, Abuelo me ayud a salir,
arrastramos ramas de rboles para taparlo y sobre estas colocamos brazadas de hojas. Abuelo cav con el cuchillo de
hoja larga un surco que descenda hasta el agujero y volva
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Aquel invierno pasamos las tardes sentados ante la chimenea de piedra. Los nudos de madera ligera que extraamos
del centro de los tocones podridos chisporroteaban y parpadeaban a causa de la densa resina roja, llenando las paredes de sombras que brincaban, se contraan y volvan a
saltar, haciendo que se poblaran de fantsticos dibujos que
aparecan y desaparecan, que aumentaban de tamao y se
alejaban. Se producan prolongados silencios en los que
contemplbamos las llamas y las sombras danzarinas. Al
cabo de un rato, Abuelo rompa el silencio y haca algn
comentario sobre las lecturas.
Dos veces por semana las noches del sbado y del
domingo, Abuela encenda la lmpara de queroseno y
nos lea algo. Encender la lmpara era todo un lujo y no me
cabe duda de que lo hacan por m. Debamos usar moderadamente el queroseno. Una vez al mes bajaba al pueblo
con Abuelo y cargaba el bidn con una raz encajada en el
pitorro para no derramar una sola gota durante la vuelta.
Llenar el bidn costaba cinco centavos y Abuelo demostraba la confianza que haba depositado en m porque me
permita llevarlo hasta la cabaa.
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Abuelo se puso de parte de Julio Csar cuando lo asesinaron. Dijo que no poda estar de acuerdo con todo lo
que el seor Csar haba hecho en realidad, tampoco era
posible saber todo lo que haba hecho, pero insisti en
que Bruto y sus cmplices formaban la pandilla ms mala
de la que haba odo hablar. Le pareca espantosa la forma
en que se ensaaron con aquel individuo, se juntaron todos
y lo mataron a pualadas. Aadi que, si tenan diferencias
con el seor Csar, tendran que habrselo dicho para poder arreglar las cosas pacficamente. Se enoj tanto que
Abuela tuvo que calmarlo. Abuela dijo que todos los presentes estbamos a favor del seor Csar en lo del asesinato, por lo que Abuelo no tena con quin discutir; adems,
haba ocurrido haca tanto tiempo que no crea que ahora
se pudiese hacer nada para cambiar la situacin.
Topamos con verdaderos problemas al leer sobre George
Washington. Para comprender lo que significaba para Abuelo, es necesario conocer parte de los antecedentes.
Abuelo tena los enemigos naturales de cualquier montas, a lo que hay que sumar que era ms pobre que una
rata y ms indio que otra cosa. Supongo que ahora sus
enemigos recibiran el nombre de estado, pero Abuelo
llamaba la autoridad al sheriff, al delegado de hacienda
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El autor hace un juego de palabras con right, que tanto puede significar votar lo
que corresponde como votar a la derecha", (N. del T.)
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Como deca Abuelo, la vieja Maud no tena olfato y prcticamente no serva para nada cuando se trataba de seguir el
rastro de un zorro; pero, su odo y su vista eran buenos, y eso
le permita hacer algo y sentirse orgullosa porque saba que
era til. Abuelo insista en que era muy malo que un podenco
o cualquier otro ser no se respetara a s mismo.
Ringer haba sido un buen rastreador, pero ahora era
viejo. Tena la cola partida, lo que le daba un aspecto penoso, y no vea ni oa demasiado bien. Abuelo explic que
junt a Ringer con la vieja Maud para que la ayudase y se
sintiese valioso ahora que era viejo; esa actividad le haca
sentirse importante, se notaba en su manera de caminar,
con las patas tiesas, con orgullo, sobre todo en los perodos
en que montaba guardia en el maizal.
Cuando cultivaba maz, Abuelo daba de comer a los viejos Maud y Ringer en el granero de la hondonada, que no estaba muy lejos del maizal. Los perros permanecan fielmente
en su sitio. La vieja Maud era los ojos y las orejas de Ringer.
Vea algo en el maizal y echaba a correr, aullando como si
fuera la duea; Ringer la segua y haca lo mismo.
Corran aparatosamente por entre las plantas y la vieja
Maud era bien capaz de pasar de largo junto a un mapache
si no lo vea, porque le resultaba imposible olerlo... pero
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Ringer, que iba detrs, lo perciba perfectamente con el olfato. Apoyaba la nariz en la tierra, bufaba roncamente y
segua al intruso. Lo expulsaba del maizal y le segua el
rastro olfatendolo hasta que el mapache trepaba a un rbol. Entonces regresaba apenado. Lo cierto es que Ringer y
la vieja Maud jams se daban por vencidos y cumplan su
misin.
El segundo motivo por el que Abuelo tena podencos
era por pura diversin: para rastrear zorros. Nunca utiliz
perros para salir de caza. No los necesitaba. Abuelo conoca abrevaderos y comederos, costumbres y huellas, incluso
el modo de pensar y la personalidad de todos los animales
mejor que cualquier perro.
Cuando lo persiguen los podencos, el zorro rojo traza
un crculo. El crculo siempre tiene la madriguera en el
centro y suele medir cerca de dos kilmetros de dimetro.
Mientras corre hace jugarretas: retrocede, se mete en el
agua y deja pistas falsas, pero no se sale del crculo. A medida que se cansa, el crculo que recorre se va haciendo
cada vez ms pequeo hasta que, al final, se repliega en su
guarida. A esto lo llaman enzorrarse.
Cuanto ms corre, ms calor tiene el zorro y ms fuerte
es el olor que desprende por el hocico. Los perros rastrea37
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Ese era Blue Boy. Cuando crezca ser el mejor rastreador de las montaas explic Abuelo. El que ladr
despus era Little Red... y ahora ladra Bess. Son otro ladrido, un tanto frentico. Ah tienes a Rippitt, que por fin
se ha enterado de lo que pasa.
Todos ladraban ahora y pareca que estaban cada vez
ms lejos; los ladridos sonaron por delante y por detrs
hasta que dio la sensacin de que estbamos rodeados de
podencos. De pronto el sonido ces.
Estn al otro lado del monte Clinch dijo Abuelo.
Aunque aguc el odo, no o nada ms.
Un chotacabras grazn en la ladera de la montaa que
estaba detrs de nosotros y con su agudo silbido cort el
aire. Desde el otro lado del riachuelo le respondi un bho,
que pareci preguntarle quin era.
Abuelo ri silenciosamente.
El bho vive en la hondonada y el chotacabras en las
cumbres. A veces el chotacabras se cree que cerca del agua
hay presas fciles y al bho no le gusta nada.
Un pez chapote en el riachuelo. Empec a preocuparme y, en voz baja, le pregunt a Abuelo:
Crees que los podencos se han perdido?
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Abuelo insisti en que saba que Slick hara esa maniobra y que por eso haba elegido el sitio donde nos detuvimos. Estaba convencido de que Slick se haba apostado
cerca y vigilaba tambin a los podencos.
Abuelo me explic que el motivo por el que Slick haba esperado a que los perros se acercaran tanto era que
quera que su rastro sobre las piedras fuera fresco, ya
que calcul que, cuando se entusiasmaran, los sentimientos de los podencos predominaran sobre su razn. Dio
resultado con Rippitt y con Bess, pero no con Blue Boy y
Little Red.
Abuelo dijo que muchas veces haba visto que la gente
comete el mismo error, hace el ridculo tanto como Rippitt
cuando sus sentimientos se anteponen a su razn. Yo tambin pienso que es as.
Ya clareaba y yo ni siquiera me haba enterado.
Abuelo y yo bajamos hasta el claro de la orilla del riachuelo y comimos las galletas saladas y la carne. Los perros ladraban en las cercanas y deambulaban por la cima
que tenamos delante.
El sol coron la montaa, ilumin los rboles que bordeaban el riachuelo e hizo salir a los reyezuelos de la maleza y a un cardenal rojo.
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haba visto con sus propios ojos. Record que aos atrs le
segua el rastro a un zorro cuando se sent a descansar en un
montecillo, por encima del claro de una pradera. El zorro, un
ejemplar rojo, apareci con los podencos corriendo tras l, se
detuvo ante un tronco hueco y lanz un suave ladrido. Otro
zorro sali del hueco y el que acababa de llegar ocup su lugar. El segundo zorro se alej corriendo y los perros le siguieron el rastro. Abuelo aadi que se acerc al rbol y oy
que el zorro roncaba mientras los podencos pasaban a
pocos metros. Ese zorro viejo estaba tan seguro de s mismo
que le importaba un rbano que los perros se le acercasen.
Blue Boy y la jaura subieron por la orilla del ro. Ladraban
a cada paso porque el rastro era muy intenso. Desaparecieron
de nuestra vista y al cabo de un minuto un ladrido se apart
de los dems y se convirti en aullidos y gimoteos.
Abuelo maldijo:
Maldito sea! De nuevo Rippitt intenta acortar camino y engaar a Slick. Se ha apartado de los otros y se ha
perdido.
En las montaas llaman perro de caza embaucador al
podenco que hace eso.
Abuelo dijo que tendramos que gritar y ladrar para
guiar a Rippitt de regreso y que la persecucin del zorro se
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se debi a que los dems viajeros rieron, como si ella hubiese hecho algo divertido.
La seora grit todava ms alto:
Piensa decirnos cmo llegar a Chattanooga?
Por supuesto, seora.
Bueno, hable de una buena vez! insisti la mujer.
Bueno repiti Abuelo, en primer lugar, van en direccin equivocada, hacia el este, cuando tendran que dirigirse al oeste. Claro que no es derecho hacia el oeste, sino un
poquitn hacia el norte, ms o menos por donde cae aquella
gran cumbre... y entonces llegarn a Chattanooga.
Abuelo volvi a tocarse el sombrero y nos agachamos
para recoger las cosas.
La mujer asom la cabeza por la ventanilla y chill:
Est hablando en serio? Qu carretera tenemos
que coger?
Abuelo se incorpor sorprendido.
Seora, supongo que cualquiera que se dirija al oeste... sin olvidarse de torcer hacia el norte.
Qu son ustedes? Un par de forasteros? se desgait la mujer.
La ltima pregunta nos desconcert a Abuelo y a m; yo
jams haba odo esa palabra y me parece que Abuelo tam55
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muy maleducadas y que lo persiguieron sin cesar. La autoridad lo captur y lo encerr en la crcel.
A la maana siguiente le entregaron un pantaln, una
camisa y un par de zapatos que le quedaban grandes y, junto
a otros, lo pusieron a barrer las calles. To Enoc explic que,
en total, eran menos de doce barrenderos y que era imposible que lograran limpiar las calles. La gente arrojaba cosas al
suelo sin darles tiempo a recogerlas. Lleg a la conclusin de
que ese trabajo no tena sentido y decidi largarse. A la primera oportunidad que se le present, se apart del grupo y
ech a correr. Un tipo lo sujet de la camisa, pero se solt.
Aunque tambin perdi los zapatos, conserv el pantaln.
Se ocult en una arboleda, esper a que anocheciese, se
orient por las estrellas y ech a andar hacia casa. Tard tres
semanas en cruzar las montaas y se aliment de nueces y
bellotas, como los cerdos. De esta manera to Enoc se cur
de la costumbre de beber... Por lo que s, nunca ms volvi a
pisar un pueblo. Pues no concluy Abuelo, nunca he
estado en Chattanooga, ni pienso ir.
En ese mismo instante tom la decisin de que yo tampoco ira nunca a Chattanooga.
Esa noche, durante la cena, decid preguntrselo a
Abuela y dije:
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biar una cosa por otra y que, por lo tanto, el verbo era
truequear. Abuelo nunca daba su brazo a torcer porque
sus explicaciones tenan sentido.
Abuelo estaba convencido de que, si hubiera menos palabras, en el mundo no existiran tantos problemas. Me
confes en secreto que siempre haba algn insensato que
se inventaba una palabra slo para crear dificultades. Creo
que tena razn. Abuelo prefera el sonido o el modo de
pronunciar una palabra al significado. En su opinin, las
personas que pronunciaban palabras distintas podan sentir lo mismo si escuchaban la msica que haba en ellas.
Abuela estaba de acuerdo porque esa era la forma en que
se hablaban entre ellos.
Abuela se llamaba Bonnie Bee. Lo supe cuando una
noche, muy tarde, o decir a Abuelo: Me interesas, Bonnie
Bee. En realidad, le estaba diciendo que la quera y la
manera de decirlo contena ese sentimiento.
Cuando charlaban, Abuela preguntaba: Wales, te intereso?, y Abuelo responda: Me interesas, cuando en
realidad quera decir: Te entiendo. Para los abuelos,
amor y comprensin eran la misma cosa. Abuela aseguraba
que era imposible amar lo que no entendas, que no podas
amar a las personas o a Dios si no los entendas.
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Conocer el pasado
Los abuelos queran que yo conociese el pasado porque si
no conoces el pasado, no tienes futuro. Si no sabes dnde
ha estado tu pueblo, tampoco sabes adnde va. Por eso
me lo explicaron.
Me contaron cmo llegaron las tropas del gobierno.
Los cheroques haban cultivado los valles frtiles y celebraban sus danzas de apareamiento en primavera, cuando
plantaban vida en la tierra, cuando el gamo y la gama, el
pavo real y la pava real desempeaban sus papeles en la
creacin.
Me contaron que en las aldeas se celebraban las fiestas
de la cosecha cuando la escarcha cambiaba el color de las
calabazas, enrojeca los nsperos y endureca el maz, y cmo se preparaban para las caceras invernales y se comprometan a seguir La Ley.
Las tropas del gobierno llegaron y les dijeron que firmasen el papel2. Les explicaron que, con ese papel, los
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tenan prisa y deseaban concluir el traslado de los cheroques. Las tropas dijeron que podan transportar a los difuntos en los carros, pero los cheroques no quisieron poner a sus muertos en los carros y por eso cargaron con
ellos, a pie.
El chiquillo cargaba con su hermana pequea muerta y
por la noche dorma en el suelo, a su lado. Por la maana la
coga en brazos y continuaba.
El marido llevaba a su difunta esposa. El hijo a su madre y
a su padre muertos. La madre acunaba el cadver de su beb.
Los llevaban en brazos y caminaban. No volvieron la cabeza
para mirar a los soldados ni a los que se apiaban junto al
sendero para verlos pasar. Algunas personas lloraban, pero
los cheroques no. No lloraron por fuera porque no estaban
dispuestos a dejar que viesen sus almas, del mismo modo que
tampoco lo estaban a viajar en los carros.
Por eso lo llamaron el Camino de las Lgrimas. No
porque los cheroques lloraran, que no lo hicieron, sino
porque suena romntico y recuerda el dolor de los que estaban a los lados del sendero. La marcha de los muertos no
es romntica.
No se puede escribir poesa sobre el cro al que la
muerte deja rgido en los brazos de su madre y que mira fi68
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ron en la cabaa y ninguno de los dos la parti mientras vivieron. Ella luca en la cabellera la pluma de un mirlo de alas rojas y por eso la llamaban Ala Roja. Abuela dijo que era esbelta
como una rama de sauce y que cantaba por las noches.
Los abuelos me hablaron de los ltimos aos del padre
de Abuelo. Era un viejo guerrero. Se uni a John Hunt
Morgan el combatiente confederado para luchar contra
el monstruo lejano y annimo del gobierno que amenazaba a su gente y su cabaa.
Su barba haba encanecido. La edad haba acentuado
su delgadez y las viejas heridas cobraban vida cuando el
viento invernal se colaba por las grietas de su cabaa. La
herida de un sablazo que le recorra todo el brazo izquierdo era su nico trofeo de guerra; el acero se haba hundido
en el hueso como un hacha de carnicero. Aunque la herida
haba cicatrizado, segua doliendo y le recordaba a las tropas del gobierno.
Aquella noche en Kentucky se haba echado al coleto
media jarra de alcohol, mientras los chicos calentaban una
baqueta al fuego, sellaban la herida y cortaban la hemorragia. Haba vuelto a montar en su caballo.
El tobillo era lo peor, lo detestaba. Estaba hinchado y
le dola el sitio por donde haba entrado la bala. Cuando
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ocurri ni se enter. Fue en medio de aquella salvaje carga de la caballera en Ohio, por la noche. El placer por la
lucha que caracterizaba a los suyos era muy alto. No senta miedo, sino excitacin, montado sobre aquel caballo
que se desplazaba veloz y ligero sobre el suelo, mientras
el viento le azotaba el rostro. Y esa misma excitacin fue
lo que hizo rugir en su pecho la rebelda india, que escap
a travs de sus labios convertida en un aullido salvaje.
De esa forma un hombre puede fastidiarse media pierna sin enterarse. Slo treinta kilmetros ms adelante,
cuando hicieron un alto para reconocer el terreno al amparo de una hondonada y se ape de la silla de montar... slo
entonces repar en su tobillo, cuando la pierna no pudo
sostenerlo y la sangre escap de su bota como el agua que
se derrama de un cubo lleno a rebosar.
Le encantaba recordar aquella carga. Ese recuerdo le
haca odiar menos el bastn... y la cojera.
La peor herida era la de la barriga, en un costado, cerca
de la cadera. No le haban sacado la bala, que lo fastidiaba
da y noche, sin cesar, como una rata que roe en el granero.
Le carcoma las entraas y muy pronto lo tenderan en el
suelo de su cabaa en la montaa y lo rajaran como a un
toro sacrificado.
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hacerle frente... pero las montaas no te volvern la espalda si eres respetuoso con ellas. Hemos de ser honrados con
nuestros sentimientos.
Lo recordar, asegur el hijo. El sol mortecino se haba puesto tras la cumbre y el viento soplaba cortante. Al
anciano le cost pronunciar esas palabras, pero lo hizo:
Ah, hijo... yo... te... entiendo.
Aunque el hijo no pronunci palabra, rode con los
brazos los hombros viejos y delgados de su padre. Largas
eran las sombras de la hondonada y las montaas se tieron de negro. Caminaron despacio hasta la cabaa, el anciano apoyndose en su bastn.
Fueron la ltima caminata y la ltima conversacin que
Abuelo comparti con su padre. He visitado muchas veces
sus tumbas: estn juntas, en una cima poblada de robles blancos, donde en otoo las hojas te llegan a las rodillas, hasta que
los vientos invernales las dispersan; una cima donde slo las
ms resistentes violetas indias asoman, diminutas y azules, en
primavera, tmidas ante aquellas almas impetuosas y perdurables que destacaron en su tiempo.
La nudosa vara matrimonial de nogal sigue all, intacta,
marcada con las muescas que tallaron cada vez que sintieron un pesar, una alegra o que se reconciliaron tras una
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Pine Billy
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la tierra, Abuelo enganchaba el arado al mulo Sam y mezclbamos las hojas con la tierra.
Digo mezclbamos porque Abuelo me dejaba arar un
rato. Tena que levantar los brazos por encima de la cabeza
para llegar al manillar de la esteva del arado y pasaba casi
todo el tiempo colgado de l para evitar que el mismo se
hundiese demasiado en la tierra. A veces el extremo del
arado se sala y, en lugar de roturar, se deslizaba por encima de la tierra. Sam tena una enorme paciencia conmigo.
Se detena mientras yo tironeaba y me desviva por enderezar el arado y reanudaba la marcha en cuanto le gritaba:
Arre, arre!.
Para que la punta del arado entrara en la tierra tena
que empujar hacia arriba con el manillar; y as, entre las
veces que tena que hacer fuerza hacia abajo colgndome
del manillar y las veces que tena que empujar hacia arriba,
acab por aprender a apartar la barbilla del travesao del
manillar porque no haca ms que darme golpes que dolan
bastante.
Abuelo nos segua, pero me dejaba arar. Si queras que
Sam fuera hacia la izquierda, gritabas jo! y, si queras
que fuera a la derecha, decas ji!. Cuando Sam torca
hacia la izquierda, le gritaba ji!, pero era duro de odo y
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Aadi que, por si acaso, tena otro asunto entre manos. Cont que la fbrica de rap Red Eagle celebraba un
concurso y que el ganador cobrara quinientos dlares,
cantidad suficiente para arreglarle la vida a cualquiera.
Haba conseguido una solicitud de participacin y lo nico
que tenas que hacer era explicar por qu te gustaba el rap Red Eagle. Se lo haba pensado bien antes de rellenar la
solicitud y se le haba ocurrido lo que en su opinin era la
respuesta ms ganadora que caba imaginar.
Pine Billy explic que la mayora de los participantes
diran que el rap Red Eagle era bueno; l tambin lo deca, aunque iba ms lejos. Haba escrito que era el mejor
rap que se haba llevado a la boca y, lo que es ms, jams
probara otro que no fuera Red Eagle, no lo hara mientras viviera. Dijo que se haba devanado los sesos para
que, cuando leyeran su respuesta, los jefazos de la fbrica
de rap Red Eagle comprendieran que, a la larga, recuperaran hasta el ltimo cntimo porque Pine Billy utilizara
ese rap durante el resto de sus das. Si entregaban el
premio a alguien que slo deca que el rap Red Eagle era
bueno, que se apaaran, ya saban a qu se exponan.
Pine Billy recalc que los jefazos no corran riesgos, al
menos con su dinero, y que por ese motivo eran ricos. Es88
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El lugar secreto
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ocasin, cuando Abuela era pequea, su padre estaba inquieto y dijo que los robles blancos de la montaa prxima
se sentan agitados y asustados. Halcn Marrn pas mucho tiempo en la montaa deambulando entre los robles.
Esos rboles altos y rectos eran muy bellos. No eran egostas y dejaban sitio para que crecieran el zumaque y los caquis, los nogales y los castaos, que alimentaban a los animales salvajes. Y, como no eran egostas, tenan un gran
espritu, un espritu fuerte.
Abuela me cont que su padre estaba tan preocupado
que por la noche caminaba entre los robles porque saba
que pasaba algo.
Una maana, a primera hora, cuando el sol asom por la
cima de la montaa, Halcn Marrn vio a los leadores, que
iban por el robledal, marcando los rboles y calculando cmo
talar hasta el ltimo ejemplar. Halcn Marrn explic que, en
cuanto los leadores se fueron, los robles blancos se pusieron
a llorar. Le result imposible conciliar el sueo y observ las
idas y venidas de los leadores, que abrieron un camino en la
ladera de la montaa para que pasaran los carros.
Abuela me cont que su padre habl con los cheroques
y que decidieron salvar los robles blancos. Esa noche,
cuando los leadores regresaron al pueblo, los cheroques
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El oficio de Abuelo
Medida de capacidad para medir lquidos y ridos (granos, legumbres, etc.), que
equivale a 35,237 litros. (N. del T.)
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no era whisky puro. l slo preparaba whisky puro y como ingrediente slo utilizaba maz.
Tampoco tena paciencia para aejar, que es envejecer,
el whisky. Toda su vida haba odo esto y lo otro acerca
de que el whisky aejo era mucho mejor. En una ocasin
lo intent. Separ un poco de whisky joven, lo dej estar
una semana y, cuando lo prob, se dio cuenta de que no
se diferenciaba en nada del resto del whisky que destilaba.
Abuelo me explic que otros lo aejaban poniendo durante mucho tiempo el whisky en barriles, hasta que adquira el aroma y el color de los toneles. Dijo que el tonto
que quisiera oler un barril debera meter la cabeza en el interior, aspirar y a continuacin irse a beber un buen
whisky.
Abuelo llamaba oledores de barriles a esos bebedores. Segn l, se poda meter agua podrida en un barril, dejarla reposar una temporada y vendrsela a esos individuos, seguro que se la beberan porque ola como un barril.
Abuelo estaba muy disgustado con la historia del whisky
de barril. Dijo que, si se pudiera demostrar, probablemente
se vera que todo comenz con los peces gordos que podan
darse el lujo de guardar el whisky durante aos. As expri103
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su justa medida. Si lo maceras demasiado tiempo, se avinagra; si lo sacas antes de tiempo, queda muy flojo. Has de
saber darle el punto y calcular su graduacin alcohlica.
Comprend por qu Abuelo estaba tan orgulloso de su oficio y me esforc por aprender.
Yo haca algunas cosas que, segn me dijo Abuelo, no
entenda cmo se las haba apaado para resolverlas antes
de mi llegada. Despus de la destilacin, Abuelo me introduca en la caldera para que la fregase. Procuraba limpiarla lo ms rpido posible porque sola estar muy caliente.
Juntaba madera de fresno y no dejaba de revolver. La destilacin nos mantena muy ocupados.
Abuela encerraba los perros cuando Abuelo y yo trabajbamos con el alambique. Abuelo deca que si alguien
apareca por la hondonada, Abuela soltara a Blue Boy y lo
enviara sendero arriba. Como era el podenco de mejor olfato, captara nuestro rastro, se presentara y as sabramos
que alguien rondaba por all.
Abuelo me cont que al principio contaba con Rippitt,
hasta que empez a comerse los restos y se emborrach. Le
dio por hacerlo habitualmente. Dijo que el viejo Rippitt se
podra haber aficionado a beber sin parar si no lo hubiese
impedido. Por eso llev a la vieja Maud hasta el alambique,
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reemplazarlo. Si lo destrozaban, Abuelo y yo no slo nos quedaramos sin oficio, sino que a los abuelos ya m nos resultara
prcticamente imposible ganarnos la vida.
No se poda vivir con maz de veinticinco centavos, por
mucho que tuvieras suficiente grano como para venderlo,
que no era nuestro caso, y que lo pudieras vender, que
tampoco podamos.
Abuelo no necesitaba explicarme lo importante que era
salvar el alambique. Por eso me largu. Me cost mucho
correr con un saco con tres frascos de fruta en conserva a
las espaldas.
Abuelo orden a Blue Boy que me acompaara. Estuve
muy atento al podenco, que iba delante de m, pues era capaz de percibir un rastro en el viento mucho antes de que
se oyese el menor ruido.
Las montaas se alzaban a ambos lados del sendero del
estrecho y slo quedaba el espacio justo para caminar por
la orilla del arroyo. Blue Boy y yo habamos recorrido puede
que la mitad del estrecho cuando omos un gran alboroto
en la senda de la hondonada.
Abuela haba soltado los perros, que ladraban y aullaban por el sendero. Algo pasaba. Me detuve y Blue Boy
tambin par. Los podencos se acercaban, suban por el es114
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aullidos, para avisar a los abuelos que me haban encontrado. Supongo que, a pesar de su psimo olfato, quiso
darse el mrito.
Al bajar por la hondonada vi a Abuela en el sendero.
Haba encendido la lmpara y la sostena, como si hubiese
preparado una luz para guiarme. Abuelo estaba a su lado.
Los abuelos no vinieron hacia m, permanecieron en su
sitio y me observaron mientras me acercaba rodeado por
los perros. Me sent muy bien. Todava llevaba los frascos
de fruta en conserva y no haba roto ni uno.
Abuela dej la lmpara en el suelo y se arrodill para
recibirme. Me estrech con tanta fuerza que estuvo a punto de hacerme soltar los frascos de fruta en conserva.
Abuela dijo que los llevara a la cabaa.
Abuelo asegur que l no podra haberlo hecho mejor, y
eso que tena ms de setenta aos, y que probablemente me
convertira en el mejor destilador de whisky de las montaas.
Dijo que, a la larga, hasta podra superarlo. Ya saba
que eso era poco probable, pero sus palabras me llenaron
de orgullo.
Abuela no abri la boca. Me llev en brazos hasta la
cabaa. De todos modos, seguramente yo hubiese podido
ir por mi propio pie.
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Cada mes el tendero encontraba una golosina vieja. Supongo que me zamp todas las golosinas viejas que tena. Segn deca el seor Jenkins, yo le haca un gran favor.
En la tienda del cruce me timaron mis cincuenta centavos. Haba tardado mucho en reunirlos. Cada mes, despus de entregar nuestra mercanca, Abuela guardaba para m en un frasco una moneda de cinco o diez centavos.
Era mi parte en el negocio. Me encantaba llevar la calderilla en el bolsillo cada vez que bajbamos a la tienda.
Como no la gastaba, cuando regresbamos volva a guardarla en mi frasco.
Para m era toda una experiencia llevar ese dinero en el
bolsillo y saber que era mo. Le haba echado el ojo a una
gran caja roja y verde que estaba en la vitrina de las golosinas. Aunque no saba cunto costaba, haba decidido que
la prxima Navidad se la regalara a Abuela... y luego nos
comeramos el contenido. Pero, como ya he dicho, me timaron los cincuenta centavos mucho antes.
Era la hora de comer y acabbamos de entregar nuestra
mercanca. Haca un sol de justicia y Abuelo y yo descansbamos sentados bajo la marquesina de la tienda, con la espalda apoyada en la pared. Abuelo haba comprado al seor
Jenkins azcar y tres naranjas para Abuela. Cuando era la
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Abuelo dijo que una cosa era segura: los indios nunca
se haran con el poder. A m tambin me pareci que era
poco probable.
Mientras Abuelo hablaba, el ternero se tendi en el suelo y muri. Se tumb de lado y se qued tieso. Yo estaba de
pie delante de Abuelo, con la cuerda en la mano. Abuelo
seal el animal y dijo:
Tu ternero ha muerto.
Abuelo ni siquiera lleg a ser propietario de su mitad.
Me arrodill, intent levantarle la cabeza y ponerlo en
pie, pero estaba flcido. Abuelo mene la cabeza.
Pequeo rbol, est muerto. Y cuando algo muere...
est muerto.
Mi ternero estaba muerto. Me agach a su lado y lo mir. Probablemente fue el peor momento del que tengo memoria. Haban desaparecido mis cincuenta centavos y la
caja roja y verde con dulces. Y ahora el ternero... que vala
cien veces lo que me haba costado.
Abuelo se sac de la bota su cuchillo de hoja larga,
abri por la mitad al ternero y extrajo el hgado. Lo seal
y dijo:
Est manchado y enfermo, no podemos comerlo.
Tuve la sensacin de que no haba nada que hacer.
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Aadi que, seguramente, el mismo individuo se haba inventado varias palabras que tergiversaban el sentido de otras y
que por eso los polticos se quedaban con la gente sencilla y
siempre afirmaban que no haban dicho esto o lo otro... o que s
lo haban dicho. Abuelo dijo que, si lo comprobramos, veramos que el condenado diccionario era obra de un poltico o que
los polticos lo haban aprobado. Me pareci que tena razn.
Abuelo me asegur que poda pasar de esa palabra. Y
lo hice. En invierno o en la poca de guarda sola haber
mucha gente en la tienda. Por regla general, la poca de
guarda caa en agosto. Se trataba del perodo en que los
granjeros ya haban arado y haban quitado las malas hierbas cuatro o cinco veces de sus cosechas; stas haban crecido lo suficiente y los granjeros permanecan de guarda,
es decir, no desherbaban ni araban mientras las cosechas
maduraban y esperaban la recoleccin.
Despus de entregar nuestra mercanca, de que Abuelo
cobrara y de que yo le llevara la lea fina al seor Jenkins
y aceptase una golosina vieja, Abuelo y yo solamos sentarnos bajo la marquesina de la tienda, con la espalda apoyada en la pared, y perdamos el tiempo.
Abuelo llevaba dieciocho dlares en el bolsillo, de los
que yo recibira al menos diez centavos cuando llegramos
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Le confi que tena una moneda de diez centavos. La chiquilla me pidi que se la enseara y le expliqu que estaba
en la cabaa, guardada en un frasco de fruta en conserva;
que no la llevaba conmigo porque en cierta ocasin un cristiano me haba timado cincuenta centavos y no quera que
algn otro me birlase esa moneda.
La chiquilla declar que era cristiana. Me cont que una
vez encontr al Espritu Santo en una reunin entre las zarzas y que as se salv. Dijo que sus padres vean al Espritu
Santo casi siempre que salan y que, cuando se encontraban,
hablaban en una lengua que ella no entenda. Declar que
ser cristiana la haca feliz y que las reuniones entre las zarzas eran las ocasiones en que los cristianos se sentan ms
dichosos porque quedaban llenos del Espritu Santo. Me dijo que yo ira al infierno porque no me haba salvado.
Muy pronto me di cuenta de que era cristiana porque,
mientras hablaba, fue chupando mi piruleta y, cuando me
di cuenta, quedaba slo un trocito de nada. Recuper lo
poco que pude salvar.
Le habl a Abuela de aquella chiquilla y le hizo un par de
mocasines. Utiliz la piel de mi ternero para el empeine y no
quit el pelo. Eran muy bonitos. Abuela cosi dos pequeas
bolitas de color rojo en el empeine de los mocasines.
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delicioso mezclado con adelfilla, lechuga silvestre y ortiga. Aunque las ortigas son exquisitas en ensalada, tienen
minsculos pelos que, al recogerlas, te irritan la piel. Muchas veces Abuelo y yo no reparbamos en los ortigales,
pero Abuela siempre, los descubra y recogamos plantas.
Abuelo aseguraba que en esta vida no conoca nada que,
siendo placentero, dejara de tener alguna condenada pega. Me parece que estaba en lo cierto.
La adelfilla tiene una enorme flor prpura y un tallo
largo que puedes pelar y comer crudo o hervir, que se parece al esprrago.
La mostaza aparece en las laderas de las montaas en
manchones que parecen mantas amarillas. Crece en forma
de brillantes cabezuelas color canario y tiene hojas picantes. Abuela la mezclaba con otras verduras y a veces mola
las semillas y haca una pasta que se converta en mostaza
de mesa.
Las plantas silvestres son cien veces ms fuertes que las
cultivadas. Arrancbamos las cebollas silvestres y un puado tena ms sabor que todo un saco de cebollas cultivadas.
A medida que al aire se entibia y llegan las lluvias, las
flores de la montaa muestran sus colores, como si se hubieran derramado un montn de cubos de pintura por las lade156
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bol y arbusto, palpa con sus dedos de viento cuanto encuentra a su paso y elimina aquello que considera dbil.
Si decide que hay que arrancar un rbol y con el viento
no basta, lo golpea con el rayo y lo nico que queda es una
antorcha llameante. La naturaleza est viva y sufre. Ms
vale que lo creas.
Abuelo deca que, entre otras cosas, quitaba los restos
que pudieran haber quedado del parto del ao pasado para
que el siguiente alumbramiento fuera limpio y fuerte.
Cuando acaba la tormenta, el recin nacido diminuto, ligero y tmidamente verde asoma en los arbustos y
en las ramas de los rboles. En ese momento la naturaleza
deja caer las lluvias de abril. Susurra suave y solitaria y
forma brumas en las hondonadas y en los senderos que recorremos, bajo las ramas de los rboles que gotean agua.
Con la lluvia de abril se experimenta una sensacin positiva, emocionante y, al mismo tiempo, triste. Abuelo deca
que siempre senta emociones opuestas. La encontraba
conmovedora porque algo nuevo estaba a punto de nacer y
triste porque sabas que no podas retenerlo, que segua su
curso demasiado rpido.
El viento de abril es suave y clido como una cuna.
Suspira sobre los manzanos silvestres hasta que se abren
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De todos modos, tienes que trabajar mucho. Me figuraba que yo era el ms hbil para recoger bayas, pues poda instalarme en medio de un zarzal y no tena necesidad
de agacharme para alcanzarlas. Nunca me cans de recoger bayas.
Haba frambuesas, moras, bayas de saco que segn
Abuela eran las mejores para preparar aguardiente,
arndanos y gayubas rojas, que nunca me gustaron y que
Abuela utilizaba para cocinar. Siempre regresaba con el
cubo lleno de gayubas rojas, que no coma porque no me
gustaban, y devoraba otras bayas sin cesar mientras las recolectaba. Abuelo haca lo mismo e insista en que no las
desperdiciaba porque, a la larga, nos las habramos zampado de todas formas. Eso es verdad. Sin embargo, tambin hay bayas venenosas que pueden matarte ms rpidas
que un tallo de maz del ao pasado. Es mejor no probar
las bayas que los pjaros no comen.
En la poca de recoleccin de bayas, mis dientes, mi
lengua y mi boca siempre tenan un tono violceo. Cuando
Abuelo y yo entregbamos nuestra mercanca en la tienda
del cruce, algunos habitantes de la llanura preguntaban si
yo estaba enfermo. A veces alguno nuevo se preocupaba al
verme. En opinin de Abuelo, eso demostraba su ignoran161
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Qu ha pasado? Dnde...?
Intent hablar.
Abuelo se muere mascull. Mordedura de
serpiente de cascabel... a orillas del arroyo.
Abuela me dej caer al suelo, y me qued sin aliento.
Cogi un saco y desapareci. Me la imagino ahora, con la
falda larga, las trenzas al viento y los pies diminutos, cubiertos
por los mocasines, deslizndose sobre el suelo. Y cmo corra! No dijo nada, no exclam Dios mo! ni nada parecido. No dud un instante ni se puso a mirar a su alrededor.
Logr ponerme a gatas en la puerta de la cocina y le grit:
Abuela, no permitas que se muera!
Estaba seguro de que Abuela no lo dejara morir.
Solt a los podencos, que salieron disparados en pos de
Abuela y ladraron y aullaron sendero arriba. Corr tras los
perros tan rpido como pude.
Cuando llegu a la orilla del arroyo, Abuelo estaba tendido. Abuela le haba levantado la cabeza y los podencos lo
rodeaban y geman. Tena los ojos cerrados y el brazo casi
negro.
Abuela volvi a tajearle la mano, la chupaba y escupa
la sangre. Cuando aparec dando tumbos, Abuela seal
un abedul y dijo:
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serv al hombre de una pierna y a la mujer, que se dirigieron al granero. Se colocaron el arns de cuero y Abuelo no
entendi qu hacan hasta que los vio caminar hacia el valle que se extenda delante de la casa.
El negro viejo los sigui. Se tambale e intent sostener la esteva del arado. El hombre de una pierna y la mujer se detuvieron delante de la casa, se agacharon y ajustaron el arns. El viejo negro intent guiar el arado.
Abuelo pens que se haban vuelto locos, pues intentaban
tirar de l como lo hacan las mulas. Pero lo hicieron. No
avanzaban mucho cada vez, slo unos pocos pasos, pero
arrastraron el arado. Hacan un alto y volvan a empezar.
No era un buen apao. Si el viejo negro inclinaba demasiado el arado, ste se hunda en la tierra y el hombre y
la mujer no podan arrastrarlo; por eso retrocedan, mientras el viejo negro levantaba y empujaba el arado, para
volver a caer y levantarse y tratar, una vez ms, de enderezarlo. No era lo bastante profundo para roturar la tierra.
Abuelo se dijo que no conseguiran labrar el valle.
Aquella tarde se march mientras la mujer, el hombre
de una pierna y el viejo negro seguan tirando del arado y
enderezndolo. Regres a la maana siguiente para observarlos. Ya estaban en el campo cuando Abuelo lleg a su
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campo. El hombre de una sola pierna tambin lo vio. Levant a medias la mano para saludar, como si no supiera a
ciencia cierta si lo que haca era correcto. El militar repiti
el gesto y desapareci a caballo en la arboleda. El saco
contena semillas de maz.
Cuando a la maana siguiente baj al valle, Abuelo se
encontr con que el suboficial de la Unin haba desmontado delante de la casa. Charlaba con el hombre de una sola pierna y con el viejo negro. Abuelo se acerc para or de
qu hablaban.
Poco despus el militar de la Unin araba con ayuda
del viejo mulo. Haba atado y enrollado las cuerdas del
arado en su cuello, por lo que Abuelo se dio cuenta de que
saba lo que haca. De vez en cuando frenaba al animal, se
agachaba, recoga un puado de tierra recin roturada y la
ola. A veces hasta la probaba. Entonces deshaca la tierra
entre sus dedos y volva a arar.
Result que, adems de sargento, el militar era un
granjero de Illinois. Por lo general, se presentaba con la
puesta de sol, si es que poda salir de la guarnicin. De
todos modos, iba a arar casi todos los das.
Una tarde se present en compaa de un flaco soldado raso. Aunque pareca demasiado joven para estar en el
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Abuelo se enter en el asentamiento de la versin que dieron de los hechos. Los polticos lo hicieron pasar como una
insurreccin, dijeron que tendran que ser reelegidos para
ocuparse de las revueltas y que necesitaban ms dinero para
librar lo que pareca una guerra. La gente se lo pens y dio
carta blanca a los polticos, que fueron por todas.
Un rico se apoder del valle. Abuelo no lleg a saber
qu fue de la mujer y de las pequeas. El rico contrat
aparceros. Como el terreno y el clima son como son y resulta imposible obtener manzanas suficientes para ganar
buen dinero, arrancaron los manzanos.
Hicieron correr la voz de que un soldado raso de Nueva York haba desertado. Dijeron que era un cobarde que
haba huido ante una insurreccin y vaya usted a saber qu
ms.
Abuelo dijo que metieron al sargento en un cajn para
enviar sus restos y sus pertenencias a Illinois y que, cuando
se disponan a vestirlo, vieron que tena una de las manos
cerrada con fuerza. Intentaron abrrsela y, al final, tuvieron
que emplear herramientas para separar las dedos. Cuando
lograron abrirle la mano, comprobaron que no aferraba
nada de valor. En esa mano no haba nada, salvo un puado de tierra negra que escap entre sus dedos.
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En ingls cmo se dice how, que en castellano suena jao. (N. del T.)
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ferida del hombre blanco y, como era amable, cada vez que
lo vea se limitaba a exclamar Jao! y a dejar que el muy
cabrn hablase de lo que le diera la gana. Abuelo insista
en que los que se rean no hacan ms que burlarse del indio que intentaba ser amable y respetuoso.
Despus de entregar nuestra mercanca en la tienda del
cruce, el seor Jenkins coment que dos hombres de la
gran ciudad haban visitado su comercio. Dijo que eran de
Chattanooga y que viajaban en un gran coche negro, y que
queran hablar con Abuelo.
Desde debajo del gran sombrero, Abuelo mir fijo al
seor Jenkins.
Son recaudadores de impuestos?
No replic el seor Jenkins. No tienen nada
que ver con la autoridad. Dijeron que se dedican al negocio del whisky. Se enteraron de que usted destila buen
whisky y quieren montarle un gran alambique y que se haga rico trabajando para ellos.
Abuelo no dijo nada. Compr caf y azcar para Abuela. Sal por lea fina y acept la golosina vieja que me ofreci el seor Jenkins. El tendero se mora de ganas de saber
la respuesta de Abuelo, pero lo conoca demasiado como
para preguntrselo.
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Aunque se acercaron al porche, no subieron los escalones. El corpulento sudaba mucho. Mir a Abuela y dijo:
Queremos ver al viejo.
Supuse que estaba enfermo, pues respiraba con dificultad y costaba verle los ojos; los tena rasgados y estaban
hundidos en grasa.
Abuela no dijo nada. Yo tampoco abr la boca. El corpulento se gir hacia el delgado:
Slick, esta india no entiende nuestra lengua6.
El seor Slick miraba hacia atrs por encima del hombro, aunque a m me pareca que no haba nada detrs de
l. Tena voz de pito.
Al cuerno con la vieja india. Chunk, este sitio no me
gusta, est perdido en medio de las montaas7. Largumonos de aqu.
El seor Slick tena un fino bigote.
Cierra el pico orden el seor Chunk y se ech el
sombrero hacia atrs. No tena un solo pelo. Me mir.
Continu sentado en la silla. El cro parece mestizoaadi. Puede que hable nuestra lengua. Nio, entiendes nuestra lengua?
6
Juego de palabras con el mote Slick que, entre otras cosas, significa pringoso,
(N. del T.).
7 Juego de palabras con el mote Chunk que, entre otras cosas, significa tarugo,
(N. del T.).
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de los cheroques que discurran por el borde de la montaa, se bifurcaban, bajaban por la otra ladera y, en el descenso, volvan a bifurcarse cuatro o cinco veces. Abuelo
deca que los senderos se internaban ms de ciento cincuenta kilmetros en las montaas.
Me instal al amparo de un arbusto, donde la senda
trazaba una bifurcacin; un sendero llegaba hasta la cima y
el otro caa en picado por la ladera opuesta. Decid esperar
a los seores Chunk y Slick; los tres descansaramos all
hasta que Abuelo llegase.
Los dos hombres tardaron una eternidad. Cuando por
fin coronaron la cima, el seor Chunk llevaba el brazo
sobre los hombros del seor Slick. Probablemente se haba hecho dao en el pie, pues cojeaba y saltaba con dificultad.
El seor Chunk llamaba bastardo al seor Slick. Eso
me sorprendi mucho porque el seor Slick no me haba
dicho que l tambin era bastardo. El seor Chunk deca
que era al seor Slick a quien se le haba ocurrido la idea
de poner a trabajar para ellos a los paletos de la montaa.
El seor Slick replic que haba sido el seor Chunk quien
haba elegido a este condenado indio y que el seor Chunk
era un hijo de la gran puta.
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Le dije a Abuelo que me gustara dormir todas las noches en la cumbre de la montaa. Dijo que a l tambin le
gustara. Una lechuza ulul a nuestros pies y tambin omos otros gritos. Abuelo dijo que era culpa de los seores
Chunk y Slick. Si no se quedaban quietos, molestaran a
todos los pjaros y animales de la ladera. Me qued dormido mientras contemplaba la luna.
Abuelo y yo despertamos al alba. No existe nada ms
hermoso que el amanecer en una cima de alta montaa.
Abuelo y yo y Blue Boy asistimos a la salida del sol.
El cielo se ti de gris claro y las aves que se preparaban
para el nuevo da se afanaron y gorjearon en los rboles.
A ms de ciento cincuenta kilmetros, las cumbres de
las montaas sobresalan como islas en medio de la niebla
que flotaba debajo. Abuelo seal hacia el este y dijo:
Mira.
Por encima de la montaa ms lejana, en el confn del
mundo, asom una raya rosada, una pincelada que se extendi por millones de kilmetros en el cielo. El viento matinal
arreci y nos abofete y Abuelo y yo supimos que los colores
y el nacimiento de la maana haban cobrado vida. La pincelada se volvi multicolor: roja, amarilla y azul. El perfil de
aquella montaa pareca en llamas y al cabo de unos instantes
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el sol ilumin los rboles y convirti la niebla en un mar sonrosado que se encresp y ondul a nuestros pies.
El sol nos dio en la cara. Una vez ms, el mundo acababa de nacer. Abuelo dijo que as era, se quit el sombrero y lo observamos largo rato. Experimentamos una sensacin extraa y enseguida me di cuenta de que volveramos
ms veces a la cima de la montaa para asistir al nacimiento de la maana.
El sol subi por encima de la montaa y flot libre en el
cielo. Abuelo suspir y se desperez.
Tenemos trabajo. Pequeo rbol, te dir una cosa
Abuelo se rasc la cabeza. Te dir una cosa repiti.
Baja corriendo a la cabaa y dile a Abuela que estaremos un
buen rato por aqu. Pdele que nos prepare algo de comer y
que lo ponga en una bolsa de papel. Dile que tambin prepare algo para los dos hombres de la gran ciudad y que lo
meta en un saco de estopa. Te acordars? Recordars lo
que he dicho de la bolsa de papel y el saco de estopa?
Respond que me acordara y me puse en marcha.
Abuelo me detuvo y aadi sonriente:
Ah, Pequeo rbol, antes de que Abuela prepare algo de comer para los dos hombres, cuntale todo lo que recuerdes que te han dicho.
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Abuela hirvi el pescado hasta que el vapor sali a chorros. Le lloraban los ojos y tuvo que sonarse la nariz. Dijo
que era por el vapor. Guard el pescado para los hombres
de la gran ciudad en el saco de estopa y part hacia el sendero alto. Abuela solt a los podencos, que me siguieron.
Al llegar a la cima de la montaa no encontr a Abuelo.
Silb y me respondi desde la mitad de la otra ladera. Baj
por un sendero estrecho, al que los rboles protegan del
sol. Abuelo dijo que ya casi haba conseguido que los seores Chunk y Slick salieran de la grieta. Aadi que le respondan regularmente y que en cualquier momento los veramos.
Abuelo cogi el saco de estopa con el pescado y lo colg
de la rama de un rbol, en el sendero mismo, para que lo
vieran. Abuelo y yo retrocedimos unos metros y nos pusimos a comer bajo unos caquis. El sol caa casi a plomo.
Abuelo orden a los perros que se tumbaran y comimos
el pescado con pan de maz. Abuelo me dijo que le haba
llevado un buen rato lograr que los seores Chunk y Slick
se enterasen de que deban seguir la direccin de su voz,
pero al final lo haba conseguido. Y enseguida los vimos.
Si no los hubiera visto bien el da anterior, no los hubiera reconocido. Sus camisas estaban destrozadas. Lleva210
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ron y rodaron por el suelo. Poco despus volvieron al sendero y se tumbaron. No descansaron mucho, pues volvieron a dar un salto y repitieron la escena. Armaron tanto jaleo que los podencos se alborotaron y Abuelo tuvo que
calmarlos.
Le dije a Abuelo que me pareca que se haban agachado en medio de la hiedra venenosa. A Abuelo tambin
se lo pareca. Tambin le dije que se limpiaban con hojas
de hiedra venenosa. Abuelo contest que seguramente as
era. Una de las veces, el seor Slick volvi a correr desde
el sendero hasta la hiedra venenosa y no le dio tiempo a
bajarse los pantalones. A partir de ese momento tuvo
problemas con las moscas, que empezaron a revolotear a
su alrededor. Estuvieron as casi una hora. Luego se tumbaron en el sendero y descansaron. Abuelo dijo que probablemente haban comido algo que no les sent bien.
Abuelo sali al sendero y les silb. Los dos se pusieron
a gatas y miraron hacia donde estbamos. Mejor dicho,
creo que nos miraron, porque tenan los ojos tan hinchados
que casi se les cerraban. Ambos gritaron.
Espere! grit el seor Chunk.
Hombre, por amor de Dios, espere un momento!
intent decir el seor Slick.
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Willow John
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Abuelo aadi que si nos ocupbamos de algo y fingamos que nos importaba un bledo que fuera tan despacio,
tal vez el sol se diera por vencido y decidiera cumplir con
su cometido. Y as lo hicimos.
Nos dedicamos a cortar quingombs. Es una planta
que crece deprisa y hay que recortarla. Cuantos ms quingombs cortas de un tallo, mayor es la cantidad que vuelve
a salir.
Camin por el surco delante de Abuelo y cort los
quingombs de la parte baja del tallo. Abuelo me sigui y
arranc los de arriba. Dijo que sospechaba que l y yo
ramos los nicos que sabamos cmo arrancar quingombs sin agacharnos ni doblar los tallos. Pasamos la maana
recogiendo quingombs.
Al llegar al final de un surco nos encontramos con
Abuela, que sonri y dijo que era la hora de comer. Abuelo
y yo echamos a correr hacia las sandas. Como llegu primero, me corresponda arrancarla, pero no pude con ella.
Abuelo la carg hasta el arroyo y me permiti hacerla rodar hasta el agua; era tan pesada que se hundi en el agua
fresca.
Caa la tarde cuando la sacamos. Abuelo se tendi en la
orilla, hundi los brazos en el agua y atrap la sanda. La
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carg hasta la sombra de un gran olmo, con Abuela y conmigo detrs. Nos sentamos alrededor de la sanda y contemplamos las gotas de agua fra sobre esa piel de color
verde oscuro. Fue toda una ceremonia.
Abuelo desenfund el cuchillo de hoja larga y lo sostuvo en alto. Nos mir a Abuela y a m, se ri de mi expresin de sorpresa y de mis ojos desmesuradamente abiertos
y clav el cuchillo. La sanda se raj antes de que el cuchillo la hendiera, lo que significa que est en su punto. Y
qu sabrosa estaba! Cuando se abri, el jugo form bolitas
de agua sobre la pulpa roja.
Abuelo cort varias rodajas. Abuela y l rieron cuando
el jugo escap de mi boca y me manch la camisa. Fue la
primera vez que com sanda.
El verano discurri apacible. Era mi estacin. Y lo era
porque en verano celebraba mi cumpleaos. Es la costumbre de los cheroques. Por eso mi cumpleaos no duraba
un da, sino un verano. Durante tu estacin, es costumbre
que te hablen del lugar donde has nacido, de las actividades de tu padre, del amor de tu madre.
Abuela dijo que yo era afortunado, probablemente ms
que muchos millones de nios. Dijo que yo haba nacido de
la naturaleza, de Mon-a-lah, por lo que tena todos los
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las noches encenda la lmpara y lea, al tiempo que me insista para que estudiase el diccionario. Ya estaba en la B y
al diccionario le faltaba una pgina. Abuela dijo que esa
pgina no era importante, pero la siguiente vez que bajamos al pueblo, Abuelo compr y pag el diccionario de la
biblioteca. Le cost setenta y cinco centavos.
Abuelo no lament haber gastado ese dinero. Dijo que
siempre haba querido tener un diccionario como aquel.
Como no saba leer una sola palabra, me figur que pensaba
darle otro uso, pero la verdad es que jams le vi tocarlo.
Apareci Pine Billy. En cuanto maduraron las sandas,
le dio por visitarnos con ms asiduidad. A Pine Billy las
sandas lo volvan loco. No presumi del dinero que haba
recibido de la fbrica de rap Red Eagle ni de la recompensa por los criminales de la gran ciudad. Como nunca los
mencion, jams le preguntamos nada.
Pine Billy coment que sospechaba que el mundo estaba
prximo a su fin. Aadi que todos los indicios apuntaban en
esa direccin. Dijo que corran rumores de guerra y que el
hambre se haba extendido por toda la tierra, que la mayora
de los bancos estaban cerrados y que los que seguan abiertos
eran asaltados constantemente. Dijo que prcticamente no
haba dinero. Cada vez que les daba por ah, los habitantes de
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Abuelo se pona el traje negro y la camisa de tela de saco de harina que Abuela haba desteido hasta blanquearlo. Yo tambin tena una camisa de la misma tela y me pona un mono limpio. Abuelo y yo nos abotonbamos el ltimo botn del cuello de la camisa para estar pulcros para
ir a la iglesia.
Abuelo calzaba los zapatos negros, y los engrasaba para
que brillasen. Los zapatos hacan mucho ruido cuando caminaba. Estaba acostumbrado a llevar mocasines. Supongo
que para Abuelo era una caminata dolorosa, pero nunca se
quej: simplemente andaba.
Abuela y yo lo tenamos ms fcil porque bamos con
mocasines. Me senta orgulloso del aspecto de Abuela. Los
domingos se pona un vestido naranja, dorado, azul y rojo.
Le llegaba a los tobillos y se ahuecaba alrededor de sus
piernas. Pareca una flor de primavera que asoma en el
sendero.
Sospecho que Abuelo jams habra ido a la iglesia de no
ser por el vestido y por lo mucho que Abuela disfrutaba
con esta salida. Nunca le haba interesado mucho ir a la
iglesia y, para colmo, los zapatos le hacan dao.
Abuelo sola decir que el predicador y los diconos prcticamente tenan una religin a medida. Decidan quin iba al
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infierno y quin no y, si no ibas con cuidado, enseguida acababas adorando al predicador y a los diconos. Abuelo decidi mandar todo al infierno, pero no se quej.
Me encantaba caminar hasta la iglesia. No bamos cargados con la mercanca y, a medida que recorramos el atajo, el da apareca en todo su esplendor ante nosotros. El
sol iluminaba el roco que cubra el valle situado a nuestros
pies y formaba dibujos entre los rboles.
La iglesia se encontraba a un lado de la carretera, en
medio de una arboleda. Aunque pequea y sin pintar, estaba cuidada. Los domingos, cuando nos adentrbamos en el
claro del templo, Abuela se paraba a charlar con algunas
mujeres y Abuelo y yo nos bamos directamente a buscar a
Willow John.
Willow John sola esconderse entre los rboles, lejos de
la gente y de la iglesia. Era mayor que Abuelo e igualmente
alto; cheroqu de pura cepa, el pelo blanco trenzado le colgaba por debajo de los hombros y se calaba sobre los ojos
un sombrero de ala recta. Su mirada era penetrante.
Cuando te miraba, sabas qu quera decir.
Sus ojos parecan negras heridas abiertas; no eran heridas colricas, sino muertas y descarnadas, sin vida. No sabas si era corto de vista o si Willow John miraba ms all
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de ti, si miraba algn lugar lejano. Aos ms tarde un apache me mostr la foto de un anciano. Era Gokhla-yeh: Jernimo. Tena los mismos ojos que Willow John.
Willow John pasaba de los ochenta. Abuelo me cont
que haca muchos aos Willow John haba ido a las Naciones. Camin por las montaas porque no quiso montar
en autobs ni en tren. Aunque estuvo fuera tres aos, a su
regreso no quiso hablar. Se limit a decir que la nacin no
exista.
As es que siempre nos acercbamos a l, que se ocultaba tras los rboles. Abuelo y Willow John se daban un largo abrazo. Estos dos hombres altos, viejos y de grandes
sombreros no pronunciaban una sola palabra. Enseguida
llegaba Abuela. Willow John se inclinaba y tambin se
abrazaban largo rato.
Willow John viva ms all de la iglesia, en medio de las
montaas; como la iglesia estaba a mitad de camino entre su
casa y la de los abuelos, era all donde se encontraban.
Puede que los nios tengan su sabidura. Le dije a Willow John que en poco tiempo habra muchos cheroques.
Le dije que yo sera cheroqu, que la Abuela me haba asegurado que era hijo de las montaas y que me entenda con
los rboles. Willow John me cogi del hombro y vi en sus
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La asistencia a la iglesia
Abuelo deca que los predicadores estaban tan pagados de
s mismos que se les haba metido en la cabeza la idea de
que ellos tenan las llaves del paraso y de que no permitiran entrar a nadie sin su aprobacin. En opinin de Abuelo, los predicadores consideraban que Dios no tena nada
que ver con esta cuestin.
Sola decir que los predicadores deberan trabajar para
enterarse de lo mucho que costaba ganarse un dlar; as,
no desperdiciaran el dinero como si estuviera a punto de
dejar de utilizarse. Abuelo sostena que el trabajo esforzado tanto en el oficio de destilador de whisky, como en
cualquier otro, evitara que los predicadores hiciesen de las
suyas. Eso me parece sensato.
Los habitantes de aquella zona estaban tan dispersos
que slo se mantena abierta una iglesia. Eso cre algunas
complicaciones porque existan muchas religiones y porque la gente crea en tantas cosas distintas que las divergencias eran inevitables.
Estaban los baptistas intransigentes, convencidos de
que pasara lo que tena que pasar y de que no haba ninguna solucin. Los fieles de la iglesia presbiteriana escoce236
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tambin en la Biblia deca que era mejor llamarlo reverendo porque, si no lo hacas, ibas al infierno.
Aunque le superaban en nmero y lo mareaban con sus
gritos, el seguidor de la iglesia de Cristo era un individuo
testarudo y no se dio por vencido. Todos los domingos por la
maana se dedic a acercarse al predicador y llamarlo seor. Esta actitud provoc malos sentimientos entre el predicador y l. En cierta ocasin estuvieron a punto de llegar a
las manos en el patio de la iglesia, pero los separaron.
Decid no tener nada que ver con el agua y la religin.
Tampoco pensaba llamar de ninguna manera al predicador.
Le coment a Abuelo que, segn mi modo de ver, eso sera
lo ms seguro, pues podas acabar fcilmente en el infierno
segn lo que la Biblia dijera en cada momento.
Abuelo replic que si Dios fuera tan estrecho de miras
como esos idiotas que tanto discutan, probablemente el
cielo no sera un sitio en el que mereciera la pena estar. Eso
parece razonable.
Haba una familia episcopalista. Eran ricos y llegaban a
la iglesia en coche. Era el nico coche aparcado en el patio.
El hombre era gordo y casi cada domingo llevaba un traje
distinto. La mujer se pona grandes sombreros y tambin
era rolliza. Tenan una nia pequea que siempre vesta de
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Abuelo aadi que esas mujeres queran saber qu hacan sus maridos, y que pensaban que si demostraban lo
reconfortante que era hablar y lo bien que te trataban
cuando lo hacas, quiz lograran que algunas fornicadoras
confesaran.
Abuelo agreg que si las fornicadoras hablaban se armara una buena. Estoy seguro de qu es lo que habra
ocurrido.
Abuelo esperaba que esa mujer no cambiase de idea y
decidiera volver a fornicar. Se llevara una buena sorpresa.
No encontrara con quin hacerlo, si no era con algn chalado borracho.
Cada domingo, antes del sermn, haba un rato destinado a que cualquiera tomase la palabra y hablara de las
personas que necesitaban ayuda. A veces se trataba de un
aparcero que estaba a punto de trasladarse y no poda alimentar a su familia y otras de alguien cuya casa se haba
incendiado.
Todos los asistentes llevaban cosas para ayudar. En verano nosotros solamos llevar montones de verduras, pues
tenamos en abundancia. En invierno nos presentbamos
con carne. En cierta ocasin Abuelo hizo una silla con patas de nogal y con asiento de tiras de piel de venado para
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res antes que dueos de s mismos. Segn Abuelo, se quejaban constantemente de lo que les faltaba cuando lo nico
que necesitaban era una buena patada en el culo y unas
cuantas lecciones.
Abuelo aadi que algunas naciones tambin se crean
superiores y daban y daban porque se crean importantes.
Pero en realidad, si tuvieran el corazn en su sitio, habran
enseado a la gente a la que daban a hacer las cosas por s
mismos. Pero esas naciones no lo hacan porque entonces
esas personas no dependeran de ellas, que era, precisamente, lo que les interesaba.
Abuelo y yo habamos ido a lavarnos al arroyo cuando se
puso a hablar del tema. Se entusiasm y tuvo que arrastrarse hasta la orilla porque, si no, lo ms probable era que se
hubiera ahogado. Le pregunt quin era Moiss.
Abuelo respondi que no tena una idea clara sobre Moiss porque el predicador tragaba aire, haca ruido y vociferaba. El predicador deca que Moiss era un discpulo.
Abuelo me advirti que no considerara santa su palabra
pues el predicador no poda decirme nada sobre Moiss,
slo lo que le haban contado.
Deca que Moiss haba trabado amistad con una chica
en un juncal que, por lo que tena entendido, se alzaba a
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orillas del ro. Era lgico, pero la chica era rica y perteneca a un gran hijo de puta llamado Faran. Explic que Faran no haca ms que cargarse a la gente. Moiss se le meti entre ceja y ceja a Faran, probablemente por culpa de
la chica. Es una historia que an hoy crea problemas.
Abuelo dijo que Moiss se escondi y se llev consigo a
la gente que Faran intentaba matar. Moiss se dirigi a un
pas en el que no haba agua, cogi un palo, golpe una roca y sali un chorro de agua. Abuelo dijo que no tena ni la
ms remota idea de cmo lo haba conseguido, pero que as
se lo haban contado.
Abuelo aadi que Moiss err durante aos sin saber
adnde iba. Lo cierto es que nunca lleg, pero el pueblo
que lo segua s que lleg, dondequiera que fuesen. Moiss
muri sin dejar de deambular.
Abuelo explic que por ah apareci Sansn y mat a
un montn de filisteos que slo creaban problemas. Reconoci que ignoraba el motivo de la lucha y si los filisteos
eran o no secuaces de Faran.
Abuelo relat que una cmplice emborrach a Sansn y
le cort el pelo. Dijo que la mujer le tendi una trampa a
Sansn para que sus enemigos lo cazaran. Aunque no recordaba el nombre de la mujer, Abuelo admiti que se tra247
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El seor Wine
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a hacer los nmeros y a sumarlos, restarlos y multiplicarlos. Abuelo dijo que, con los nmeros, yo era ms habilidoso que todas las personas que haba conocido.
El seor Wine me regal un lpiz. Era largo y amarillo.
Haba una manera de afilarlo para que la punta no quedara
demasiado fina. Si la afilabas demasiado, la punta se parta
y tenas que afilarla otra vez y as se desperdiciaba la mina.
El seor Wine me ense la manera ahorrativa de sacarle punta al lpiz. Asegur que una cosa era ser tacao y
otra muy distinta ahorrador. Si eras tacao, te convertas
en una persona tan mala como esos peces gordos que idolatraban el dinero y no lo utilizabas para lo que era necesario. Si eras as el dinero se converta en tu dios, pero no obtenas nada bueno.
Aadi que si eras ahorrador, empleabas el dinero en lo
que era necesario y no lo malgastabas. El seor Wine dijo
que un hbito creaba otro y que, si adquiras malos hbitos, acababas teniendo un carcter despreciable. Si malgastabas el dinero, tambin perdas tu tiempo, desperdiciabas
tus pensamientos y casi todo lo dems.
Cuando todo un pueblo derrochaba, los polticos se
ocupaban de hacerse con el mando. Se apoderaban de los
despilfarradores y poco despus apareca un dictador. El
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El seor Jenkins no se enter de nada. Abuelo y yo le dimos explicaciones durante casi una hora y le mostramos los pjaros. Al final los vio. Supongo que, probablemente, el seor
Wine y yo estbamos en algn sitio por debajo de los pjaros.
Abuela no se dej tomar una foto. Aunque no quiso dar
explicaciones, no se fiaba de la caja y ni siquiera la toc.
En cuanto vimos las fotos, Abuela se prend de ellas.
Las mir largo rato, las puso en el leo de encima de la
chimenea y las miraba constantemente. Supongo que en
ese momento habra posado para un retrato, pero ya no tenamos la Kodak porque el seor Wine tuvo que entregarla
a quienes se la haban encargado.
El seor Wine dijo que conseguira otra Kodak, pero
no pudo ser porque aqul fue su ltimo verano.
El esto se aprestaba a morir y al final pasaba los das
adormilado. El sol pas de ser el calor blanco de la vida y
se convirti en una bruma amarilla y dorada que difuminaba las tardes y contribua al trmino del verano. Segn
Abuela, se preparaba para el gran sueo.
El seor Wine realiz su ltima visita. Entonces no lo
sabamos, aunque Abuelo y yo tuvimos que ayudarlo a
cruzar el puentecillo de leos y a subir los escalones del
porche. Quizs l s lo saba.
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bien. Mientras regresaba pens que, puesto que se olvidaba de todo, el seor Wine comprendera que yo tambin
me hubiese olvidado.
A pesar de que le haca un favor llevando el abrigo
amarillo.
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El descenso de la montaa
Aquel ao el otoo lleg muy pronto. Primero, en las cumbres ms cercanas al cielo, las hojas rojas y amarillas empezaron a temblar a causa del viento fresco. La escarcha
las haba afectado. El sol se torn anaranjado y los rayos se
colaron ladeados entre los rboles y en la hondonada.
Cada maana la escarcha descenda un poco ms por
las laderas. No se trataba de una escarcha violenta, sino
tmida, y te haca saber que era tan imposible aferrarse al
verano como querer retener el tiempo, te recordaba que la
agona invernal se aproximaba.
El otoo es la poca de gracia de la naturaleza, aquella
en la que tienes la oportunidad de poner todo en orden para los moribundos. Por eso lo organizas todo, seleccionas lo
que debes hacer... y lo que no has hecho. Es poca de recuerdos... de arrepentimientos, de desear haber hecho lo
que no hiciste... y de haber dicho lo que no dijiste.
Lament no haber agradecido al seor Wine el abrigo amarillo. Aquel mes no se present. Al caer la tarde
nos instalbamos en el porche, mirbamos hacia el sendero de la hondonada y aguzbamos el odo, pero no
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do a leer y dije que ahora comprenda que tendra que esforzarme el doble; les record lo que el seor Wine haba
dicho sobre mi facilidad para los nmeros que, aunque no
haba servido de nada con los polticos, demostraba que yo
estaba progresando.
Me result imposible dejar de hablar. Intent callar, pero no pude. Me mec cada vez ms y habl cada vez ms
rpido.
Le asegur a Abuelo que no me senta para nada perjudicado y que, en mi opinin, aprenda lo mejor de cada cosa. Abuelo no me respondi y Abuela sujet el papel sin
dejar de mirarlo.
Me pareci que pensaban que eran lo que el papel deca. Yo les asegur que no era verdad, sino todo lo contrario: ellos eran mi consuelo y probablemente yo era lo peor
que les haba ocurrido porque tenan que ocuparse de m.
Le expliqu a Abuelo que era yo quien representaba una
pesada carga y que de ningn modo me agobiaban. Estaba
dispuesto a decrselo con todas las letras a las autoridades,
pero los abuelos no quisieron hablar.
Insist en que tambin creca en otro sentido, ya que
aprenda un oficio. Dije a Abuelo que estaba totalmente seguro de que ningn otro nio de mi edad aprenda un oficio.
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nas. Estaba bastante seguro de que el seor Wine resolvera nuestro problema. Supuse que Abuelo tambin haba
contado con l, pues no supo cmo reaccionar.
Es usted Wales? pregunt el gordo.
Pues s repuso Abuelo.
El gordo camin por detrs del mostrador, se agach y
sac un saco de estopa. Lo puso sobre el mostrador. El saco estaba lleno.
El viejo dej esto para usted aadi. Fjese en
esta etiqueta, tiene su nombre. Abuelo mir la etiqueta, a
pesar de que no saba leer. Le puso etiquetas a todo. Saba que iba a morir. Incluso se puso una etiqueta en la mueca, en la que deca dnde quera que enviasen el cadver.
Y saba exactamente cunto costaba... pues dej un sobre
con el dinero... hasta el ltimo centavo. Qu rooso! No
dej dinero. Qu se poda esperar de un maldito judo?
Abuelo alz la cabeza y lo mir con dureza por debajo
del sombrero.
Pero cumpli sus obligaciones, no?
El gordo se puso serio.
S, claro... por supuesto... Yo no tena nada contra el
viejo, ni siquiera lo conoca. Nadie lo trataba. Se dedicaba
a deambular por las montaas.
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eses. Me parece que los repugnantes cabrones no se aclaran. Mir por el ventanal algo que se encontraba muy lejos y tosi. Tampoco comprenden a los indios. Estamos
perdidos, se llevarn al nio.
Abuelo se cal el sombrero. Sac el monedero del bolsillo del pantaln, lo abri y busc algo a tientas. Dej un
dlar sobre el escritorio del seor Taylor. Cuando salimos
el seor Taylor an miraba por el ventanal.
Dejamos el pueblo; Abuelo iba delante y cargaba el saco de estopa. El seor Wine haba muerto. Me di cuenta de
que habamos perdido.
Por primera vez pude seguir sin dificultades el paso de
Abuelo. Caminaba despacio y arrastraba los pies. Supuse
que estaba cansado. Cuando llegamos al sendero de la
hondonada pregunt:
Abuelo, qu es un maldito judo?
Aunque se detuvo, Abuelo no se volvi para mirarme.
Su voz tambin son cansada.
No lo s. En algn lugar de la Biblia se habla de los judos. Deben de ser muy antiguos. Abuelo se dio la vuelta.
Por lo que tengo entendido, no tienen nacin... como los indios.
Abuelo me mir y sus ojos eran iguales que los de Willow John.
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Adis, abuelo! Estoy seguro de que pronto volver! Abuelo no me vio, as que segu gritando. Abuelo,
probablemente volver enseguida!
Abuelo sigui inmvil, y su figura se volva cada vez
ms pequea bajo el sol crepuscular; tena los hombros
cados, pareca viejo.
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Sus palabras no me molestaron pues, con nuestra sabidura tcnica, Abuelo y yo ya habamos renunciado a esta historia.
Agreg que, segn lo que pona en los papeles que tena
sobre su escritorio, Abuelo no estaba en condiciones de
criar a un joven y que probablemente no me haba inculcado ni una pizca de disciplina. Me parece que tena razn.
Dijo que Abuelo haba estado entre rejas.
Le cont que en cierta ocasin haban estado a punto
de ahorcarme. Detuvo bruscamente la mano en la que sostena el lpiz y grit:
Qu has dicho?
Repet que en cierta ocasin la autoridad haba estado a
punto de ahorcarme y que logr escapar. Aad que, de no
ser por los podencos, seguramente me habran colgado. No
le dije dnde estaba el alambique, pues un comentario semejante poda hacer que Abuelo y yo nos quedsemos fuera del oficio de destiladores de whisky.
Volvi a sentarse ante el escritorio y se tap la cara con
las manos, como si estuviera llorando. Mene incesantemente la cabeza.
Saba que era un error se lament.
El reverendo repiti lo mismo dos o tres veces, pero yo
no me aclaraba y no supe a qu error se refera.
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Wilburn asegur que cuando creciera, saliese del orfanato y se dedicara a asaltar orfanatos, bancos y otras instituciones, lo primero que hara sera matar al reverendo, y aadi que le daba igual irse al infierno, como yo.
A partir de entonces cada tarde, cuando el crepsculo
haca que la estrella del Can Mayor asomara, deca a los
abuelos y a Willow John que quera volver a casa. No vea
las imgenes que me enviaban ni los escuchaba. Les deca
que quera regresar. La estrella del Can Mayor se tornaba
roja, palideca y volva a enrojecer.
Tres noches despus, una espesa capa de nubes ocult
la estrella del Can Mayor. El viento arranc un poste del
tendido elctrico y el orfanato qued a oscuras. Supe que
me haban odo.
Saba que vendran pronto. Lleg el invierno. El viento
arreci y por las noches gema alrededor del pabelln. A
algunos chicos no les gustaba, pero a m s.
Ahora cada vez que sala me quedaba bajo el roble. Se
supona que estaba dormido, pero me dijo que segua despierto y que lo haca por m. Hablaba despacio y en voz
muy queda.
Poco antes de entrar, una tarde a ltima hora, me pareci
ver a Abuelo. Era un hombre alto que llevaba un gran som300
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Como era de prever, al da siguiente cuatro o cinco coches pararon en la entrada del orfanato. Varios hombres y
mujeres se apearon cargados de paquetes. Se cubran con
pequeos y graciosos sombreros y algunos llevaban cencerros en las manos. Hicieron sonar los cencerros y nos desearon feliz Navidad infinidad de veces. Decan que eran los
ayudantes de Pap Noel, que fue el ltimo en llegar.
Pap Noel vesta traje rojo y tena varios cojines bajo el
cinturn. Su barba no era de verdad, como la del seor
Wine, sino que estaba pegada y le colgaba pachucha bajo
los labios. Adems, no se mova cuando hablaba. Pap
Noel gritaba: Jo! jo! jo! y no dej de hacerlo mientras
estuvo en el orfanato.
La seora de cabellos blancos insisti en que debamos
ser felices y desear feliz Navidad a los visitantes. Todos lo
hicimos.
Una seora me dio una naranja y le di las gracias.
No se apart de mi lado y cada pocos segundos preguntaba:
No quieres comerte esa deliciosa naranja? Por eso la
com mientras me miraba. Estaba riqusima y volv a darle las
gracias. Le dije que era una naranja sabrosa. Me ofreci otra.
Acept. La seora se alej y no volv a verla. A Wilburn le to303
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De nuevo en casa
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La cancin de la partida
Pasamos un buen invierno, aunque Abuelo y yo nos las vimos
moradas para hacer lea. Abuelo se haba atrasado y dijo que,
si yo no hubiese regresado, probablemente aquel invierno se
habran congelado. Y habran pasado mucho fro.
Fue un invierno espantosamente fro. La mayora de las
veces tuvimos que encender varias hogueras y descongelar
el serpentn del alambique cada vez que se nos terminaba
la mercanca.
Abuelo me explic que, de tanto en tanto, un invierno duro era necesario. De esta manera la naturaleza haca limpieza
y permita que todo creciese mejor. El hielo arrancaba las ramas dbiles de los rboles y permita que aparecieran otras
ms fuertes. Acababa con las bellotas, las nueces y las castaas dbiles y ayudaba a que hubiera cosechas de alimentos
ms resistentes en las laderas de las montaas.
Lleg la primavera y la poca de la siembra. Aumentamos la cantidad de maz para la siembra con la intencin
de incrementar un poco la produccin de nuestra mercanca el prximo otoo.
Corran tiempos difciles y el seor Jenkins dijo que
el negocio del whisky era lo nico que aumentaba cuan320
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Abuela no mir cuando depositamos a Abuelo en la tierra. Contempl las montaas lejanas y no llor.
El viento soplaba con fuerza en la cumbre y le agit las
trenzas, que volaron a su espalda. Pine Billy y el hijo del
seor Jenkins emprendieron el camino de vuelta por el
sendero. Los podencos y yo estuvimos un rato con Abuela
y nos fuimos.
Esperamos, apostados bajo un rbol, en mitad del sendero, la llegada de Abuela. Atardeca cuando apareci.
Intent asumir las tareas de Abuelo y las mas. Aunque
puse en marcha el alambique, s que nuestra mercanca no
era tan buena.
Abuela sac todos los libros de nmeros del seor Wine
e insisti para que yo aprendiera. Bajaba solo al pueblo y
traa otros libros. Ahora era yo quien lea junto a la chimenea mientras Abuela escuchaba y contemplaba las llamas.
Abuela sola decir que yo lea muy bien.
Muri el viejo Rippitt y ese mismo invierno, poco despus, la vieja Maud.
Ocurri poco antes de primavera. Regresaba del estrecho por el sendero de la hondonada y vi a Abuela sentada en el porche trasero, al que haba trasladado su mecedora.
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MARCO PALLIS
Los Hbitos Hacen al Monje?
2.
FRITHJOF SCHUON
Del Sentimiento
3.
TITUS BURCKHARDT
El Amor Caballeresco
4.
MAESTRO ECKHART
El Hombre Noble
5.
6.
7.
8.
9.
A. K. COOMARASWAMY
El Vedanta y la Tradicin Occidental
REN GUNON
Sobre el Esoterismo Islmico y el
Taosmo
H. SADDHATISSA
Introduccin al Budismo
J. C. COOPER
Lo Natural. El Arte
VALMIKI
Historia de la Reina Chudala
64. PLUTARCO
Julio Csar
65. FRITHJOF SCHUON
Cristianismo e Islam
66. AA.VV.
Relatos y Cuentos Tradicionales
67. PATANJALI
Yoga Sutras
68. GUSTY L. HERRIGEL
El Camino de las Flores
69.
MARIO MEUNIER
La Leyenda de Scrates
70.
CUENTOS DE LA INDIA
71.
LAO TSE
Tao Te King
72.
BHAGAVAD GITA
73.
DANTE ALIGHIERI
Las Cuatro Edades de la
Vida Humana
74.
ANNAMALAI SWAMY
Preguntas y Respuestas
75.
FORREST CARTER
La Estrella de los Cheroques
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