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Un Estudio de La Hechicería PDF
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ABSTRACT
The interest in witchcraft trials during the Colonial period led us to develop a diligent
research in the files of the Madrilenian Inquisition about these processes in the viceroyalty of Lima. In the development of our work, we have found a series of complex
social, political and cultural relationships that are revealed by the witchcraft trials and
thus, we decided to study these relationships. We therefore determined, or came to
know, that witchcraft in Lima was configured from three perfectly differentiated cultural matrixes: European, African and Indigenous and that the most requested and recurrent spells were those of an erotic-amorous nature. From the status reached by witches
in the colonial society in Peru and the diversity of people who resorted to their help and
magical practices, we can envision the construction of witchcraft as a resistance factor
to the predominant order.
Key words: Witchcraft, trials, Inquisition, inter-ethnic relationships, magic.
Recibido: 14.02.14. Aceptado: 05.05.14.
de actividades mgicas desarrolladas por las acusadas de hechicera en la Lima virreinal durante el siglo XVIII, pareciera revelar la fragilidad de creencias de una sociedad colonial tan
aparentemente cerrada a toda religin que no fuese la oficial, pero que se
interes por recurrir a los poderes del sortilegio para, fundamentalmente,
curar sus males de amor. En general esta inclinacin, segn Caro Baroja (1967), se produce porque pretender atraer a un amante desdeoso o
fatigado mediante conjuros, conminaciones, ligazones, etc., no es de hoy
ni de ayer: es de siempre. Tampoco es propio slo de una poca el que la
mujer misma, pasados ya los propios ardores, trabaje por cuenta ajena para
procurar amores a otras mujeres u hombres (95). De acuerdo al notable
historiador espaol no fue accidente, entonces, el inters por buscar el celestino socorro de las brujas en el virreinato del Per.
Ahora, no olvidemos que Caro Baroja considera esa vocacin como
una costumbre muy arcaica. De ah que sea necesario dar una mirada al
mundo de los muertos, al mundo antiguo, para indagar en las relaciones
entre brujera y amor. Partimos por el Egipto imperial. All exista un gran
desarrollo de las prcticas mgicas, la cuales resultan sorprendentemente
similares a las ejecutadas por las hechiceras modernas. Un ejemplo lo podemos observar en un conjuro de una bruja rescatado por la historia: De
la misma forma que Thyphon es el adversario de Helios/ Paralelamente inflama el alma de Euthyches/ Que ha dado a luz Zminas/ Dios Abrasax/
l gran nmero
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Las actividades mgicas se desarrollaron con libertad durante varios siglos en la Roma imperial. Ni siquiera la imposicin del cristianismo como
religin oficial acarre una condena del paganismo y, por ende, de la brujera. La condena y la prohibicin tardaron siglos en llegar. Adems, la Iglesia
ha sido muy astuta en ocultar sus relaciones con la hechicera y la magia,
pues las actividades mgicas se mezclaron con esa nueva creencia hegemnica a niveles populares. La misma Iglesia, heredera de las tradiciones
egipcias, foment a que ello se llevase a cabo. Es as que tanto Tertuliano
como San Agustn aconsejaron implorar a Dios mediante oraciones milagrosas para provocar la lluvia o la cura de enfermedades. Como caracterstica esencial tales oraciones no posean lmites definidos entre lo mgico
y lo religioso. Algunos sacerdotes conjuraban con el objetivo de sanar las
enfermedades y, en ciertos casos, provocar enlaces conyugales mediante ensalmos y evangelios. Importa destacar que desde los primeros tiempos del
cristianismo es posible observar como los sacerdotes realizaban, y realizan,
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dio paso a una tradicin singular que revela que las prcticas hechiceriles
desarrolladas en la Lima virreinal, como ya habamos adelantado, tuvieron
semejanzas con las prcticas de las hechiceras ibricas, de las indias y de
las africanas. As utilizaban filtros y ungentos para fines erticos, tambin
maniobraban muecos, animales, brebajes e imgenes indgenas del inca y
la colla, incluso invocaban a los espritus, a los santos, a la virgen Mara y al
demonio (Mannarelli, 1998: 32-33). Respecto de este ltimo, en el contexto
virreinal se lo asociaba, mayoritariamente, a las deidades precolombinas.
Idea que no fue inventada por la tradicin mgico-popular peruana, sino,
ms bien, perteneca a los principios fundamentales de la ideologa judeocristiana, es decir, consista en una construccin ideolgica de los grupos
dominantes (Mannarelli, 1998: 34). No slo las mujeres de ascendencia
indgena invocaban a las deidades precolombinas, sino tambin las espaolas y las afrocoloniales, cuestin que nos reitera y refuerza la no existencia
de barreras tnicas con respecto a la ejecucin de las prcticas mgicas en
el territorio colonial peruano. Al mismo tiempo, la presencia de este tipo
de actividades
sugiere la existencia de una especie de cultura oral a la cual, lamentablemente, slo se tiene acceso a travs de los testimonios escritos por
las lites. Las mujeres acusadas de hechicera participaron activamente
reelaborando y enriqueciendo un cdigo ritual, que se transmita junto
con los conocimientos empricos medicinales colectiva o individualmente. La utilizacin de hechizos en forma verbal, la invocacin al poder a travs de la palabra, revelan tambin un intento de apropiacin del
lenguaje con el objeto de expresar necesidades vitales y deseos que de
forma consciente o no las hechiceras ponan al servicio de otras mujeres
de la sociedad colonial (Mannarelli, 1998: 34).
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La relevancia de la vinculacin que hicieron algunas mujeres entre el demonio, las divinidades precolombinas y las prcticas hechiceriles, consiste
en que a travs de ella logran hacer trampas a la cultura impuesta y mantener vivas, aunque fuera de manera oculta, costumbres y tradiciones particulares o propias de los grupos dominados o sometidos. Esta misma situacin
gener la utilizacin de una variedad notable de objetos en sus conjuros,
entre ellos cruces consagradas a los idolillos o figuras sagradas procedentes
de las huacas (lugares utilizados para celebrar ceremonias religiosas precolombinas). La presencia de tales figuras en los diferentes conjuros o hechizos simbolizaba, entre otras cosas, la unin y las relaciones intertnicas que
cohabitaban en los distintos estamentos de la sociedad colonial y, por otra
parte, la sobrevivencia de antiguos ritos indgenas. Adems, la presencia de
elementos propios de los ritos andinos en la hechicera virreinal provoc
que las mujeres que realizasen dichas prcticas quedaran en una posicin
superior, inapropiada para su sexo, segn el diseo patriarcal, pues no slo
eran peligrosas por transgredir las normas, sino tambin por vincularse y
aliarse a los enemigos de la cristiandad, en este caso a la tradicin pagana
y a la tradicin andina. De ah que se las catalogase como peligrosas y enemigas del orden establecido. Razn por la cual intentaron disimular sus
conocimientos y saberes. Y quizs esta sea otra forma de explicar el sincretismo entre hechicera precolombina y cristianismo, pues al usar elementos
propios de la religin dominante, las prcticas se tean de un aura oficial.
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Tampoco hay que olvidar que las prcticas mgicas femeninas desarrolladas
en la Lima virreinal durante los siglos XVI al XVIII constituyen, en cierto
sentido, una forma distinta de representar los ritos cristianos. Las mismas
fuentes inquisitoriales nos lo corroboran al describir rituales y objetos propios de las liturgias cristianas en los hechizos realizados por gran parte de
las mujeres acusadas de ejecutar tales actividades. Los hechizos y prcticas
mgicas ilustraban la separacin del universo material y espiritual, cuyos
atributos positivos y negativos se dejaban percibir constantemente en las
diferentes invocaciones realizadas, pues era comn que apelaran tanto a la
buena voluntad de las jerarquas celestiales como a la de las infernales. La
influencia del cristianismo en los conjuros predomin de tal manera que
Dios y sus santos eran nombrados con la misma frecuencia que el demonio
y sus secuaces. As invocaban a la Santsima Trinidad y a la Virgen Mara,
sin olvidar, por supuesto, a Jesucristo. Juana Saravia, por ejemplo, invocaba
a San Pedro y a San Pablo, mientras que Mara de Valenzuela a San Santiago, pues deca que ste era el abogado de las hechiceras y Juana de Santamara, por su parte, repeta: Dios yaya, otra en el pecho, dios churi y otra de
ombro a ombro, Dios espritu Santo (AHN Inquisicin, legajo 5346, N 2,
folios 110-116). En suma, como ya adelantamos, el cristianismo aport una
amplia compilacin de santos y santas fundamentales para la obtencin de
los amores deseados. Destacan los provenientes de la Leyenda Dorada, un
santoral fabricado en el siglo XIII y divulgado hasta finales del XVII. En esa
lista figuraban Santa Marta y Santa Elena, ambas santas fueron esenciales
en los conjuros de las hechiceras hispnicas y virreinales. Santa Marta, por
ejemplo, era invocada como la hermana de Lzaro o como Marta la mala
y Santa Elena como una mujer milagrosa cuyos poderes reviviran la pasin
del amante alejado. A ella se le atribuy el hallazgo de las cruces en las que
fueron martirizados los ladrones que acompaaron a Jess y, por si fuera
poco, se le consideraba la madre del emperador Constantino y emperatriz
de Bizancio. Por otra parte, stas eran las nicas mujeres que aparecan en
este famoso santoral, los otros eran todos varones: San Antonio, San Silvestre, San Marcial, entre los ms reconocidos.
La hechicera Juana de Santamara recurra a las virtudes de esos santos
y santas utilizando conjuros como el siguiente:
Santa Elena de Reina y Rey que saliste en busca de jesuchristo, y encontraste con onse mil vrgenes, y les preguntastes que buscaba, respondio
que los tres clabos deno seor jesuchristo, y te revelo el angel, que hay
estaban los tres clavos debajo de la tierra, y guando recordates y cabate
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la tierra abisastes alas once mil virgenes habas hallado los tres clavos, y
de ellos echaste al mar un clavo paraque quedase salado otro a su hijo
Constantino, y el otro que con la crus, para que le diera seas a los christianos (AHN Inquisicin, legajo 5346, N 2, folios 59rv.-60v9).
Los rituales cristiano-catlicos inspiraron a las hechiceras ibricas y virreinales y sirvieron de insumos para las artes de estas mujeres. Los sacerdotes, por un lado, recomendaban ciertos rezos u oraciones para sanar enfermedades fsicas, mientras que las hechiceras lo hacan para reconquistar
los amores perdidos. Trabajo que no se reduca slo al uso de plegarias, sino
adems al de objetos como el ara o las velas sagradas, los cuales servan para
unir a dos personas o provocar esterilidad o impotencia en los amantes.
Gabriela Herrera, testigo nmero once en el juicio contra Juana Prudencia
Echeverra, declar que despus de ser abandonada por su respectiva pareja
y con el objetivo de que ste volviera, la mam Juana le dio un bao diciendo al mismo tiempo: maldita maldita sea o Dios consumida: Las raizes
te cortare a los montes de Granada donde perro ladre ni gallo cante y que
la dijo que aquella era una oracin suya (AHN Inquisicin, legajo 1649,
Exp. N 25, imagen 16). Las sortlegas tambin incluan la invocacin a los
espritus, tradicin que provena del mundo antiguo, pues tanto las hechiceras egipcias como las grecorromanas crean en las facultades malficas de
los muertos. Fue as como el universo mgico-ibrico y colonial incorpor
las ideas del infierno y la condena del alma, sirviendo esto como base para
la creencia que por temor a vivir lo mismo que estas personas, los amores deseados y perdidos volveran a ellas(Snchez Ortega, 2004: 381-390).
Francisca de Mondragn, por ejemplo, peda a sus clientas sangre de carnero para ejecutar con efectividad sus hechizos. Hechizos que realizaba los
mircoles y los viernes, pues sostena que en tales das el demonio prestaba
mayor ayuda. Los inquisidores, por su parte, sostuvieron que Juana de Santamara utilizaba en sus hechizos huesos de muertos, entre ellos una calavera a la que le encenda unas velas para que sta la socorriese en sus peticiones. Y Mara Rosala recomendaba a una de sus clientas rezar tres credos
al salir de su casa, y refugarce una cadena de ajos en el suelo llamando a las
almas de los condenados(AHN Inquisicin, legajo 5346, N 2, folio 38 rv).
Interesa, en este instante, ahondar en la influencia del mundo andino
en las prcticas mgicas dadas en el Virreinato del Per. Era comn utilizar
yerbas, plantas e idolillos tpicos de los rituales precolombinos. Lo ms habitual era la utilizacin de la coca, cuyas hojas, dicen los inquisidores, son
como de laurel de que siempre han abusado los indios mascndola para no
sentir trabajo. Los procesados aseguraban que la usaban para limpiarse los
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dientes y curar sus enfermedades, pero lo cierto era que con el tiempo no
podan prescindir de ella, porque los que comienzan una vez a mascarla
los ceba el demonio de manera que no la pueden dejar (Castaeda y Hernndez, 1995: 20). La coca fue un instrumento clave en los ritos y ceremonias precolombinas, los conquistadores la vincularon a las supersticiones,
concibindola como una yerba malfica y universal en todas las huacas
(Castaeda y Hernndez, 1995: 22). De ah que la planta pasase a ser un
verdadero obstculo para la imposicin de la cultura y religin dominante.
En reiteradas ocasiones los mismos inquisidores pidieron la erradicacin
de la arraigada costumbre de chacar1 entre los indgenas, solicitando que
se les otorgara potestad jurdica sobre los naturales para lograr su objetivo.
Sin embargo, eliminar la costumbre era difcil, puesto que los poderes curativos y medicinales que posea la coca les permitan soportar los rigores
climatolgicos del altiplano y, por tanto, sobrellevar trabajos pesados sin
sentir hambre ni sed. Muchos de los que la usaban en este sentido, incluso,
decan no tener conciencia de las causas reales que provocaban su alucinacin, achacaban las sensaciones que sentan a una causacin mgica
(Snchez, 1997: 149). Quizs, por esta misma razn en cdulas reales, como
una de Felipe II en 1569, se negaban a prohibirla por completo, aunque
s solicitaban un uso adecuado para evitar adicciones o dar paso a posibles transgresiones idoltricas. En los mbitos urbanos el consumo de la
coca estaba estrechamente vinculado a las prcticas mgico-hechiceriles,
ya que como yerba alucingena provocaba estados de embriaguez durante
los cuales, segn las hechiceras, se conectaban con el inframundo. Respecto
del uso de la coca en los conjuros podemos citar, por ejemplo, a Mara de
Valenzuela quien haca sahumerios con las hojas de la planta; Rosa Ramona, por su parte, la mezclaba con aguardiente; Luisa Contreras mascaba
sus hojas y luego las escupa para hacer sus maleficios(A.H.N. Inquisicin,
legajo 5346, N 1, folios 76-80562; legajo 5346, N 1, folios 91-102; legajo
5346, N 2, folios 27-34).
La complejidad y las contradicciones de la hechicera virreinal queda
de manifiesto en relacin al uso de la coca, pues en algunos conjuros en que
participaba la planta las mujeres pedan a sus clientas y clientes despojarse
de todo tipo de objetos cristianos o piadosos como los crucifijos, para as
lograr con eficacia lo solicitado. Mara Rosala, junto a sus ayudantes, exiga
a sus clientas arrancarse el rosario, pues deca que slo as el diablo le ayuda-
1
Trmino utilizado para explicar la costumbre indgena de masticar hojas de coca durante
horas hasta formar una bola en la boca.
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ba a solucionar los pesares. Ella adems ejecutaba sus conjuros los viernes,
pues crea que por ser el da que muri Jess, el demonio la socorra con
mayor disposicin. En la Audiencia de Acusacin contra Lorenza Vilchez,
celebrada en Lima el ao 1773, los inquisidores expresaron que mantena
relaciones sexuales con el demonio, quien le ordenaba quitarse el rosario y
la cruz y obedecindole se lo quit del cuello Que el demonio la decia no
amase a Dios, no rezase no oyese missa, no hiciese oficio alguno de christiana (A.H.N. Inquisicin, legajo 1656, Exp. N 4, imagen 12). Otras, y aqu se
marca el carcter complejo del asunto, recitaban palabras de admiracin e
incluso mimaban las hojas de coca, y con el propsito de crear un ambiente
adecuado conjuraban e invocaban en nombre del inga y la palla y tambin
en nombre de Santa Marta o San Santiago. Juana de Santamara, por ejemplo, le peda ablanda el corazn de este hombre (nombre del galn),
havsame s quiere a esta mujer linda coca mama coca, quinto coca de ti
me valgo, ablanda el corazn de aquel hombre(A.H.N. Inquisicin, legajo
5346, N 2, folio 55v). En resumen, por un lado, la coca llevaba a conjurar
contra y, por otro, en el nombre de Dios.
Destacamos en relacin a lo anterior que de las treinta y ocho mujeres
procesadas por el tribunal limeo en el siglo XVIII, ninguna dudaba de los
beneficios de la coca, pues en cada uno de los testimonios descritos por los
inquisidores se relata la utilizacin de esta hierba y, sobre todo, se destaca
la creencia curativa y milagrosa que las hechiceras le otorgaban. La gran
mayora terminaba sus rituales en estado de trance, por lo tanto, fomentaron la creencia de que mascando las hojas de coca [] desarrollaban facultades para adivinar cosas secretas (Snchez, 1997: 150). Las clientas de
Sebastiana de Jess, por ejemplo, confesaron al Santo Oficio que, en cierta
ocasin, el diablo le habl a la acusada en forma de gallo y otra vez en forma de gallina y que, adems, una voz femenina le advirti de un terremoto.
Frente al anuncio, Sebastiana pidi a los santos que por favor evitaran tal
desgracia. Luego, al no ocurrir el sismo, se deca a s misma Santa soy Santa
soy (A.H.N. Inquisicin, legajo 5346, N 2, folios 167-172).
Elementos comunes en los hechizos limeos son tambin los cuyes,
conchuelas, maz, aj, tabaco y chicha. Todos objetos esenciales en las ceremonias religiosas precolombinas y, por supuesto, no faltaban las invocaciones a las deidades incas, entre ellas, la coya, los cerros, la luna o el sol, etc.
Juana Novoa, muchas veces, complement los poderes curativos de la coca
con piedras imanes, hojas de tabaco, mote, cuyes asados e invocaciones a
San Pedro y a San Pablo, pero adems invocaba al sol llamndolo padre y
seor; Mara de Silva conjuraba en nombre de las huacas y pallop, mientras
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Llevadas estas lneas a los trminos usados arriba, podemos decir que
practicar la magia permiti a las negras sacudirse de las frreas cadenas del
alma colonial y recuperar su cuerpo sometido.
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Las normas coloniales intentaron, evidentemente, conjurar dicha insurreccin a travs de la sancin fsica y la represin moral. En este punto se
puede observar una diferencia entre los castigos a mujeres y hombres: las
primeras eran sometidas a vejmenes o torturas emocionales y corporales.
Eran sentenciadas, principalmente, a doscientos azotes y a la vergenza
pblica, consistente en ser paseadas por las calles ms concurridas de la
ciudad desnuda de la cintura hacia arriba a cuestas de un burro y con insignia de sortlegas. Situacin muy desigual cuando se trataba de los hombres,
ya que a stos se les evitaba dicho escarnio. De ah que creamos de suyo
interesante profundizar a futuro en un estudio que analice, reflexione y explique tales diferencias en las sentencias dadas a unas y otros, pues all se
evidencia una problemtica de gnero que no deja de impresionar.
De regreso al asunto, sabemos que en la configuracin de la hechicera
virreinal las mujeres africanas y afrocoloniales reprodujeron prcticas mgicas yorubas2, las cuales mezcladas con los saberes y elementos propios de
la Amrica precolombina y la Europa cristiana tambin simbolizaron una
rebelin para los inquisidores, pues incitaban a la lascivia, la concupiscencia y la promiscuidad. De ah que persiguieran y castigaron las actividades
hechiceriles latinoamericanas mucho ms que en la metrpoli.
Yendo a un estudio de casos relacionados con estas ltimas apreciaciones veamos primero a Paula Molina, mujer perteneciente a la casta afrocolonial. Ella ejecutaba hechizos para ayudar a otras mujeres abandonadas
por sus respectivas parejas. Se trata de personas que no estaban casadas
legalmente, sino que convivan de forma ilcita. De ah que el temor de ser
abandonadas poblase su cuerpo y su corazn, por ende solicitaban a la hechicera su intervencin cada vez que su amante se ausentaba por un tiempo
prolongado. La ya citada testigo Mara Antonia recurri, en cierta ocasin,
a Paula Molina para decirle
que el hombre con quien trataba sele havia hido, y deseaba selo hiciese
volver a que le respondi, estaba ya separa de eso pero que tenia quien
hiciese por ella, lo que no obstante la pidi dicha Paula una prenda del
referido suxeto, como lo hizo dndole un alfiler del referido hombre, el
que llebo asu casa y en la que se junta Micaela Guinda (ya difunta) que
tenia la misma fama de bruja y a pocas oras le debolvio el alfiler doblado
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Hoy en da no existen documentos que nos aclaren con exactitud el origen geogrfico de los
esclavos africanos, sin embargo, estudios colombianos y cubanos e incluso brasileos estiman que
hacia las costas caribeas de Cartagena de Indias (principal puerto esclavista de Hispanoamrica)
arribaron poblaciones Ew, Aja y Fon, etnias originarias del Golfo de Guinea y actuales repblicas
de Togo y Benn.
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sobre una piedrecita y atado con seda carmes, diciendiola: toma que
ya tienes seguro ese hombre a hora te buscara lo que no tubo efecto
(A.H.N. Inquisicin, legajo 1649, Exp. N 13, imagen 15).
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toda fortuna (AHN Inquisicin, legajo 1649, Exp. N 25, imagen 14). La
bsqueda de pareja masculina no es un asunto simple. No hay que olvidar
que en las sociedades coloniales campeaban las ideas patriarcales y misginas sobre el sexo femenino al que adjudicaban un estatus de inferioridad
y sometimiento frente a los hombres y de all la necesidad de proteccin y
legitimacin por medio del matrimonio. Sin embargo a veces las mujeres
no buscaban proteccin, por el contrario, el casarse les daba una amplia
libertad para salir en busca del placer.
Con respecto a la bsqueda del amor, los investigadores Luis Millones y
Laura Len (2003) sostienen:
conseguir o retener a la pareja es una de las preocupaciones ms antiguas y angustiosas del gnero humano la ansiedad por el xito no
reconoce moral ni permite descanso, en algn momento, al palidecer
las esperanzas, se hace indispensable el apoyo sobrenatural (149).
Por otra parte, las hechiceras tambin podan desunir o desligar a una
determinada pareja e incluso deshacer los hechizos realizados por terceras
sortlegas y hasta los ejecutados por ellas mismas. Para conseguirlo maniobraban con objetos filosos como espadas, tijeras o clavos. Todos elementos
que representaban la liberacin. Una accin mgica comn utilizada para
separar a un hombre de una mujer era el enterrar ciertos objetos, pues con
dicha accin se pretenda simbolizar la muerte o parlisis absoluta de aquella relacin sentimental. Dominga de Rosas, por ejemplo, era una hechicera
experta en quitar maleficios, pues siempre recurran a ellas mujeres supuestamente maleficiadas por otras sortlegas; Mara de Monserrat y Santisteban y Mara del Rosario Perales no slo los evitaban sino que tambin los
ejecutaban, mientras que Juana Novoa, Manuela de Castro y Mara de Valenzuela los impedan; adems, sta ltima ordenaba a sus clientas enterrar
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determinados objetos en las cenizas del brasero, como las mezclas de coca,
mistura y clavos de canela, pues segn ella los hombres vendran dciles y
locos de amor; similar pensamiento tena Mara Rosala, pues tambin crea
que a travs de los entierros de pjaros vivos aderezados con mejunjes los
hombres volveran con sus clientas (AHN Inquisicin, legajo 5346, N 1,
folios 91-102; folios 134-143; folios 209-215; folios 168-175; folios 101-109;
legajo 5346, N 2, folios 110-116; folios 35-47). Tambin existan conjuros
en que las hechiceras utilizaban animales considerados repugnantes y diablicos, entre los ms comunes eran las serpientes y los sapos. Francisca
de Mondragn era una de las que manipulaba sapos en sus conjuros, pues
crea que dicho animal le mostraba la totalidad de mal que poda hacer en
los dems (folios 45-46).
Nos llama la atencin un hecho singular: no siempre, por no decir nunca, los hechizos producan los resultados esperados. Las clientas, entonces,
perdan tiempo y, sobre todo, dinero en intentar conseguir un objetivo
inalcanzable. Era muy habitual entre los inquisidores cuestionar si dichos
conjuros haban sido efectivos. La respuesta a estos cuestionamientos, salvo
algunas excepciones, era siempre negativa. De ah que acudir a la hechicera
era una forma de consuelo para las personas angustiadas. En relacin a la
inutilidad de los hechizos, recordamos el proceso contra Paula Molina celebrado en Lima con fecha septiembre de 1778: una de las testigos declar
que abria un ao que Ygnacia Mantilla hablo a esta reo para que Juan de
Mundaca con quien trataba la quisiese, a que la llebo a mula auna pampilla
y bajndose arranco las primeras yerbas que encontr y con ella le refreg
bajo de ambos brazos dicindola que con aquello lograra su deseo que
no se verifico (AHN Inquisicin). Rosa Crespo, tambin testigo de Paula
Molina, expres algo parecido, pues en la segunda audiencia declar que
a fin de que un hombre espaol nombrado Manuel de exercicio herrero
con quien haba tratado ilcitamente volviese asu amistad y ofreciendola
dos pesos por luenar estos la hizo comprar una mitad de pimiento seco
y otra de melao, y la unto todo el cuerpo persuadiendola a que de aquel
modo conseguira satisfacer su deseo, no siendo mas que un puro engao (AHN Inquisicin).
Por otro lado, las hechiceras eran mujeres cuyas vidas se asemejaban
mucho a las de sus clientas, es decir, tambin eran mujeres desdichadas e
inseguras socialmente; algunas veces, se les acus de mantener una vida
moral lejos de lo establecido y se las catalog de celestinas o alcahuetas e incluso de prostitutas, por lo tanto, las hechiceras se hallaban con frecuencia
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De ah que la siguiente afirmacin, de Snchez Ortega, tuviese un sustrato veraz: la magia amorosa es tambin una magia extra-conyugal
(2004: 441). Ya dijimos que algunas mujeres buscaban casarse slo para
tener ms libertad amorosa. De ah que muchas veces el vnculo erticosentimental lo sustentaban en relaciones de pareja no reconocidas legalmente. En tal caso, observa Snchez Ortega: Las expertas y sus clientas
buscan el trato ilcito, procuran actos torpes, usan fluidos que proceden de
las partes vergonzosas, estn interesadas en las relaciones deshonestas
(2004: 441). Asimismo, la magia amorosa puede ser interpretada como
un proceso a travs del cual se observan las distintas etapas del amor, y las
diversas circunstancias por las que atraviesa psicolgicamente la mujer o
el hombre en sus relaciones ertico-sentimentales (2004: 423). Es decir,
en algunos conjuros slo buscaban al amor deseado, en otros intentaban
retenerlo o reconquistarlo. Y no olvidemos aquellos conjuros que servan
para deshacerse o ahuyentar al otro. Por consiguiente, los hechizos amorosos nos transmiten un ramillete de emociones y pensamientos. Emociones
y pensamientos que tambin se relacionan con cuestiones sociales, culturales, complejas y con la brujera y la magia. Esas cuestiones son la invocacin
de las culturas originarias, en el caso de los negros; el escape del rgido
mundo colonial, en el caso de las mujeres hispanas y criollas blancas; el
abrir un espacio de resistencia al poder invasor por medio del rescate de la
lengua y la cultura, en el caso de las indias. Pero estos asuntos, mirndolos
bien, son tambin formas de amor. Amor por el frica extirpada, en el caso
de las negras; por la vida plena, en el caso de hispanas y criollas; por la tierra
y la cultura silenciada, en el caso de las indias.
Consideracin final: dijimos arriba que la complejidad del asunto hechiceril se termina por relacionar tambin con la brujera y con la magia.
Ello en razn que existe una distincin entre esas prcticas. La hechicera es
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REFERENCIAS
Archivo Histrico Nacional de Madrid, Seccin Inquisicin, Procesos de Fe del
Tribunal de Lima, Legajo 1649.
Archivo Histrico Nacional de Madrid, Seccin Inquisicin, Procesos de Fe del
Tribunal de Lima, Legajo 1656.
Archivo Histrico Nacional de Madrid, Seccin Inquisicin, Relaciones de
Causa del Tribunal de Lima, Legajo 5345.
Archivo Histrico Nacional de Madrid, Seccin Inquisicin, Relaciones de
Causa del Tribunal de Lima, Legajo 5346.
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