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Siete Cristos

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Carlos H.

Jorge __________________________

SIETE CRISTOS
Ensayo sobre el cristianismo catlico

A la memoria de Jos Miguel Jorge Carballido, mi padre

PRLOGO

Mi padre fue un hombre bueno. Nacido en una gran ciudad, un da se fue al campo, pero regres de nuevo a la ciudad para ir a morir al campo. En la ciudad y en el campo siempre fue un hombre bueno. Pero mi padre no era religioso, al menos en el sentido que generalmente se le da al trmino: hombre de creencias y de prcticas religiosas. Sobre la creencia religiosa sola contar mi padre una ancdota. En cierta ocasin -refera- un feligrs se acerc al prroco de la aldea y le pregunt: "Seor abad, dgame usted, ahora que no hay pblico, sinceramente, dgame usted cuntos dioses hay". El cura, como si desde siempre hubiera sabido la respuesta, le contest: "Hay tantos dioses como gente y otros tantos... y t tambin tienes dos". Esto lo contaba mi padre siempre que se planteaba el problema religioso. La cuestin divina quedaba reducida, para l, a la lucha entre el dios del inters personal y el dios del inters ajeno. Esto le bastaba, porque siempre fue un hombre bueno: nunca quiso hacer dao a nadie y procur hacer el mayor bien posible a todos. Para la mayora, la cuestin religiosa no se resuelve tan fcilmente en la cuestin moral. Esta obra tampoco pretende resolverla. El autor, ms bien, quiere plantearla en sus trminos. A veces, en la vida, es preciso echar una mirada a los libros de contabilidad de nuestras acciones y hacer un balance. Tal es el caso. El autor le debe mucho a la religin o la religin le debe mucho al autor? Si hubiera deudas, cmo se cancelaran? El autor no lo sabe, pero no puede dejar de mostrar el estado de ganancias y prdidas de la verdad. No reivindica ningn mrito para su obra, porque es su verdad. El autor no es un erudito, sino un buen lector. Puede decir con J. L. Borges: "Que otros se jacten de los libros que les ha sido dado escribir; yo me jacto de aquellos que me fue dado leer". Por otro lado, el autor confiesa que es envidioso. Envidia que otros puedan hacer tantas cosas tiles y hermosas con las manos. l no sabe sino hacer cosas... con palabras. La envidia -ensea la religin oficial- es un pesar del bien ajeno. El envidioso, se dice, sufre ante su propia desgracia y ante la dicha de los dems. Este autor confiesa su envidia y sostiene que slo el envidioso le concede al otro el verdadero mrito y valor que tienen sus obras. No pretende ser, adems de envidioso, humilde. Slo demanda del lector la indulgencia que se debe a la sinceridad. San Bernardino, abril de 2002

INTRODUCCIN

1. Jesucristo, modelo ideal Para satisfacer necesidades de existencia, las religiones les proponen a los hombres ciertos modelos de comportamiento Pero dice san Agustn que los hombres que contemplamos son demasiado imperfectos para servirnos de modelo. Por otro lado, Dios, que es la misma santidad, est demasiado alto. Por eso el Hijo de Dios, imagen viva suya, se hizo hombre y nos ense con su ejemplo cmo podemos asemejarnos a la perfeccin divina. En este sentido agustiniano, la ortodoxia cristiana 1 quiere que Jesucristo sea a) modelo perfecto, lo mismo en la vida de trabajo que en la vida pblica o de apostolado; b) lleno de atractivo, de modo que los corazones generosos, al ver lo que hizo y padeci por los hombres, se abracen con alegra a los trabajos y sufrimientos a fin de parecerse ms a l. Aunque Jesucristo no pudo practicar la fe, la esperanza ni la penitencia por los pecados propios -que no tuvo- practic y ense las dems virtudes referidas a Dios, al prjimo y a s mismo. Lo curioso -para emplear una palabra leve- de esta visin de Jesucristo como modelo ideal de lo humano es que ste toma de los hombres muchas cosas, excepto el pecado. Lo cual quiere decir que el modelo se convierte en copia, pues le falta algo, esencialmente originario de todo ser humano, segn la propia teologa ortodoxa. Un autor2, que ciertamente no puede incluirse dentro de eso que hemos denominado ortodoxia cristiana, seala por qu, de entre todas las filosofas y teologas existentes en el universo, es Cristo el modelo de hombre que indica la nica forma de desarrollo humano. Segn esta doctrina que bien pudiramos llamar liberal, cumpliendo con las enseanzas de Cristo y llevando la forma de vida que en ellas se proponen, el hombre, todo hombre, lograr ese crecimiento que ansiamos todos, con la consiguiente felicidad personal y social, que no es otra cosa, segn esta visin, que el paraso, trado a la tierra por Cristo. Es obvio que esta eleccin se realiza por fe, como por fe se cree en Dios. Pero el creyente tiene la conviccin de que Cristo es el verdadero modelo de hombre, pues l cree que est hecho a su imagen y semejanza, y que, si se siguen tanto sus enseanzas como su forma de vida (teora y praxis), se lograr para cada persona en particular y para toda la sociedad en general esa anhelada felicidad que tanto se busca en la tierra y que cada da parece alejarse ms. Es, por tanto, necesario conocer el modelo de hombre que es Cristo, para que se pueda imitarlo y no seguir a ciegas por la vida. Y en esto consiste la Filosofa o toda filosofa que pretenda ser verdadera: convertirse en Teologa. La Cristologa, esto es, el conocimiento de Cristo, nos ayuda a una mejor comprensin de lo que el ser humano es, de forma que, conocindose, pueda vivir mejor desarrollando su propia esencia. Hasta aqu, dos posiciones teolgicas alrededor del mensaje cristiano catlico. Pero el telogo, no importa el apellido que le pongamos, tiene un inters, que es su dogma. Este dogma se puede reducir todo lo que se quiera, pero para el observador crtico sigue conservando un peso insoportable. El telogo ortodoxo se comporta como un pjaro dentro de una jaula: todo

movimiento propio le est prohibido, lo que le queda es repetir los mismos movimientos por los siglos de los siglos. El telogo liberal se parece ms bien al pjaro que le han recortado las plumas de las alas: parece dueo de s mismo, y lo es, en efecto, hasta el momento en que trata de emprender el vuelo; se ve entonces que no est hecho para el aire. 1.1. Modelo El trmino 'modelo' puede ser empleado en diversos sentidos. La nocin de modelo ha sido usada y desarrollada epistemolgicamente con el fin de poner de relieve ciertos modos de explicacin de la realidad. En este sentido los modelos pueden ser empleados, y han sido empleados, en todas las ciencias: en la fsica, biologa, psicologa, sociologa, etc. As se ha hablado de modelos mecnicos de movimiento, pero tambin de modelos conductistas. En su sentido ms primario, el modelo es una representacin pictrica. Estticamente, 'modelo' es un vocablo empleado en varios contextos y con diversos propsitos. Por un lado, el modelo esttico puede ser equiparado a lo que el artista intenta reproducir. Por el otro, puede ser equiparado a lo que el artista tiene en su mente como un ideal al cual trata de acercarse lo ms posible. En tercer lugar, el modelo puede equivaler a un valor o serie de valores, objetivos o supuestamente objetivos, que seran los modelos ltimos de toda realizacin esttica. Si hablamos metafsicamente, 'modelo' puede designar el modo de ser de ciertas realidades, o supuestas realidades, del tipo de las ideas o formas platnicas. Estas ideas y formas son paradigmas y, por consiguiente, modelos de todo lo que es, en la medida en que es. Siendo el modelo de una realidad equivalente a esta realidad en su estado de perfeccin, el modelo es aquello a que tiende toda realidad para ser lo que es, es decir, para ser plenamente s misma, en vez de ser una sombra, copia, disminucin o desviacin de lo que es. En este sentido 'modelo' equivale a 'realidad como tal'. ticamente y tambin vitalmente y, en general, humanamente, 'modelo' designa aquella persona que por su comportamiento y hasta simplemente por su modo de ser lo que es -por su propio ser- ejerce una atraccin sobre otras personas. La nocin de modelo en este sentido ha sido tratada modernamente por varios autores, entre los que destaca Henri Bergson 3. En todos los tiempos -recuerda el filsofo francs- han surgido hombres excepcionales, en quienes se encarna la moral ms acabada. Antes de los santos del cristianismo, la humanidad haba conocido a los sabios de Grecia, a los profetas de Israel, a los arahantes del budismo y a otros ms. A ellos se ha hecho siempre referencia cuando se ha querido encontrar la moral completa o absoluta. En efecto, esta moral, para ser plenamente ella misma, debe encarnarse en una personalidad privilegiada que se convierta en un ejemplo. Por qu los santos tienen imitadores? Por qu los grandes hombres de bien han arrastrado tras ellos a las multitudes?, se pregunta H. Bergson. No piden nada y sin embargo obtienen todo. No tienen necesidad de exhortar, les basta con existir. Su misma existencia es una llamada. Slo quienes se han encontrado en presencia de una gran personalidad moral han conocido enteramente la naturaleza de esta llamada. Pero cada uno de nosotros, en los momentos en que sus mximas habituales de conducta le han parecido insuficientes, se ha preguntado lo que tal o cual persona hubiera esperado de l en una ocasin semejante. Poda ser un padre, un amigo, que evocbamos mentalmente; pero tambin poda ser un hombre al que jams hemos tratado, del que simplemente nos haban contado su vida y a cuyo juicio sometamos imaginariamente nuestra conducta, temiendo de l una censura o recibiendo satisfechos su aprobacin. A decir verdad, esta personalidad queda trazada desde el da que se

adopta un modelo: el deseo de asemejarse, que genera idealmente una forma que se desea adoptar, es ya semejanza; la palabra que haremos nuestra es aqulla cuyo eco hemos odo ya en nosotros. Poco importa la persona. Su influjo es como el de una creacin musical. Mientras escuchamos, nos parece que no podramos querer otra cosa que aquello que la msica nos sugiere y que as es cmo actuaramos naturalmente, necesariamente. Cuando la msica expresa alegra, tristeza, piedad, simpata, somos en cada instante aquello que la msica expresa. No solamente nosotros, sino tambin muchos otros, todos los dems. Cuando la msica llora, es la humanidad entera la que llora con ella. A decir verdad, la msica no introduce estos sentimientos en nosotros; ms bien nos introduce a nosotros en ella, como si furamos transentes a quienes se empujara a una danza. As es como actan los iniciadores de la moral. La vida tiene para ellos resonancia de sentimientos insospechados, como los que poda suscitar una sinfona nueva; nos hacen entrar con ellos en esta msica para que la traduzcamos en movimiento. La moral que el modelo ejemplifica es creacin. Y es creacin porque, ante todo, es emocin, un estremecimiento afectivo del alma. No una agitacin de la superficie , sino una sacudida en las profundidades. En el primer caso el afecto se dispersa, en el segundo permanece indiviso. En uno, se trata de una oscilacin de las partes sin desplazamiento del todo; en el otro, el todo es impulsado hacia delante. As se comportan quienes siguen a los modelos de vida, a quienes los llaman. No obligados ni forzados, sino en virtud de una inclinacin a la que no pueden resistirse. Fundadores y reformadores de religiones, msticos y santos, oscuros hroes de la vida moral que hemos podido encontrar en nuestro camino y que ante nuestros ojos igualan a los ms grandes, todos son conquistadores, porque han roto la resistencia de la naturaleza y elevado a la humanidad a nuevos destinos. Cmo ha surgido, por ejemplo, la justicia de la vida social?, se pregunta el filsofo. Contesta: recordemos el tono y el acento de los profetas de Israel. Es su propia voz la que escuchamos cuando se admite y se comete una gran injusticia. Desde el fondo de los siglos elevan los profetas su protesta. La idea moderna de justicia ha progresado en virtud de una serie de creaciones individuales que han alcanzado el xito mediante mltiples esfuerzos animados por un mismo impulso. Son las almas msticas -asegura el Premio Nobel- las que han arrastrado y arrastran todava en su movimiento a las sociedades civilizadas. El recuerdo de lo que fueron y de lo que hicieron se ha depositado en la memoria de la humanidad. Cualquiera de nosotros puede revivirlo, sobre todo si lo une a la imagen, que permanece viva en l, de una persona que haya participado de esta mstica y la haya hecho irradiar en torno suyo. Incluso aunque no evoquemos tal o cual figura, sabemos que sera posible evocarla. De este modo ejerce sobre nosotros una atraccin virtual. Aunque nos desinteresemos de las personas, queda la frmula general de la moralidad aceptada hoy por la humanidad civilizada. Esta frmula engloba dos cosas: un sistema de rdenes dictadas por exigencias sociales impersonales y un conjunto de llamadas lanzadas a la conciencia de cada uno de nosotros por personas que representan lo mejor que ha habido en la humanidad. Del mismo modo que ha habido hombres geniales que han ampliado los lmites de la inteligencia, as tambin han surgido almas privilegiadas que se sentan unidas a todas las almas y que, en lugar de permanecer en los lmites del grupo atenindose a la solidaridad establecida por la naturaleza, se han abierto a la humanidad en general por un impulso de amor. La aparicin de cada uno de stos fue algo as como una creacin de una nueva especie compuesta de un nico individuo. De esta manera el empuje vital ha conducido, de tiempo en tiempo, en un hombre determinado, a un resultado que no se hubiera podido conseguir de golpe para el conjunto de la humanidad. Cada una de estas almas marc un cierto punto de la evolucin de la vida y cada una de ellas manifest bajo una forma original un amor que pareca ser la esencia

misma del esfuerzo creador. La emocin creadora que levantaba a estas almas privilegiadas y que era un desbordamiento de vitalidad se extendi en torno suyo. Al ser entusiastas, irradiaban un entusiasmo que nunca se ha extinguido por completo y que siempre puede renovar su llama. Hoy, cuando resucitamos en el pensamiento a esos grandes bienhechores, cuando les escuchamos hablar y los vemos actuar, sentimos que nos comunican su ardor y nos arrastran en su movimiento: no se trata de una coercin ms o menos atenuada, sino de una atraccin en cierta medida irresistible -concluye Henri Bergson. Una visin muy distinta del modelo ejemplar es la que nos ofrece M. Eliade. Para el ms famoso de los historiadores de las religiones, el modelo ejemplar es un mito Y mito es el relato de una historia sagrada, es decir, un acontecimiento primordial que tuvo lugar en el comienzo del tiempo, ab initio. Mas relatar una historia sagrada equivale a revelar un misterio, pues los personajes del mito no son seres humanos: son dioses o hroes civilizadores. Por esta razn sus gesta constituyen misterios: el hombre no los podra conocer si no le hubieran sido revelados. El mito es, pues, la historia de lo acontecido in illo tempore, el relato de lo que los dioses o los seres divinos hicieron al principio del tiempo. Hay un aspecto en el mito que subraya el historiador de un modo particular: el mito revela la sacralidad absoluta, porque relata la actividad creadora de los dioses, devela la sacralidad de su obra. En otras palabras, el mito describe las diversas y a veces dramticas irrupciones de lo sagrado en el mundo. Por otra parte, al ser toda creacin obra divina y, por tanto, irrupcin de lo sagrado, representa asimismo una irrupcin de energa creadora en el mundo. Toda creacin estalla de plenitud. Los dioses crean por exceso de potencia, por desbordamiento de energa. La creacin se hace por acrecentamiento de sustancia ontolgica. Por esta razn, el mito que refiere esta ontofana sagrada, esta manifestacin victoriosa de plenitud de ser, se erige en modelo ejemplar de todas las actividades humanas: slo l revela lo real, lo sobreabundante, lo eficaz. La funcin magistral del mito es, pues, la de "fijar" los modelos ejemplares de todos los ritos y de todas las actividades humanas significativas: alimentacin, sexualidad, trabajo, educacin... Al comportarse como ser humano plenamente responsable, el hombre imita los gestos ejemplares de los dioses, repite sus acciones, trtese de una simple funcin fisiolgica como la alimentacin, o de una actividad social, econmica, cultural, militar... "Preciso es subrayarlo: desde el principio, el hombre religioso sita su propio modelo a alcanzar en el plano transhumano, en el plano que le ha sido revelado por los mitos . No se llega a ser verdadero hombre, salvo conformndose a la enseanza de los mitos, salvo imitando a los dioses ", escribi Eliade4 1.2. Ideal El punto ms elevado de la vida intelectual de Platn lo representa, sin lugar a dudas, el descubrimiento de la teora de las Ideas, dogma central de la filosofa platnica. Esta teora forma el contenido verdadero de su teora del conocimiento y de su metafsica; pero al mismo tiempo tiene importancia extraordinaria en la Lgica, en la Psicologa, en la tica, en la Poltica y en la Filosofa Natural del fundador de la Academia. El saber real es slo el saber conceptual. Esta frase ha sido la base del pensamiento socrtico. Pero de dnde procede este saber? De las percepciones nicamente no pudo brotar jams. Cmo se explica el hecho realmente sorprendente de que alguien , como el esclavo del Menn, que jams haba odo hablar de matemticas, al ser preguntado metdicamente por Scrates, exponga ideas que nunca haba aprendido? Para Platn slo hay una respuesta a esta apora: el alma adquiri todo su saber verdadero antes de esta vida. Entonces, se puede establecer que todo saber tiene que ser "reminiscencia" de lo que el alma contempl en su existencia supraterrena, pero que olvid al encarnarse en un cuerpo humano. Estos conocimientos se despiertan de nuevo en nosotros cuando contemplamos objetos que presentan una cierta

semejanza o desemejanza con las Ideas ( ede, idai) que anteriormente hemos contemplado Esta nostalgia nos empuja, como una especie de "locura divina" y con fuerza extraordinaria, a crear en un alma hermosa lo bello, lo justo, lo bueno, y a elevarnos as o de cualquier otro modo, con ella, a imitar esa imagen primitiva, por medio de una verdadera virtud en este mundo. Es ste el origen del verdadero Eros, del "amor platnico", que no es otra cosa que una aspiracin de los filsofos hacia el conocimiento verdadero de las esencias que hemos contemplado una vez en el reino de la verdadera realidad. Junto con esto va un deseo ineluctable de imitar estas esencias supremas durante toda nuestra existencia y realizarlas en nosotros. Estas "Formas" celestes slo son perceptibles a un pensamiento puro, libre en lo posible de las trabas del cuerpo. Estas formas, que carecen de cualidades sensibles, son totalmente trascendentes. Pero este pensamiento, que en sus primeros comienzos est movido por la percepcin, sobre todo por la que aporta el sentido de la vista, que es el ms noble de todos, slo puede provocar clara y precisamente el recuerdo de las esencias contempladas cuando ha sido adiestrado largamente en la dialctica. Segn la concepcin de Platn, hay algo que distingue a los objetos de la percepcin de los de la ciencia: aqullos se encuentran en continuo cambio; stos, por el contrario, son inmutables. Los objetos matemticos y las formas geomtricas ejemplifican claramente esta tesis. Adems, no solamente son estticos, sino que estn libres de cualquier influjo del mundo corpreo, existen fuera de esta realidad y poseen, tanto por su forma como por su contenido, una naturaleza suprasensible. Pero esto no quiere decir que sean el resultado de nuestros pensamientos e imaginaciones, sino que de la misma manera que estn en nuestra conciencia independientes de nuestras percepciones y voliciones, permaneciendo siempre idnticos a s mismos, de la misma manera se manifiestan ante esta conciencia como absolutamente reales. Estas esencias inmutables existan ya mucho antes de que nosotros entrramos en la temporalidad por nuestro nacimiento .Existieron desde siempre y existirn para siempre. Son, en consecuencia, eternas. De esta manera es cmo Platn deviene descubridor del mundo inmaterial, el autntico fundador del idealismo, que slo atribuye realidad absoluta a las Ideas. Pero frente al mundo invisible de lo verdaderamente real de las esencias que permanecen eternamente inmutables, mundo que slo puede ser captado por el pensamiento puro, se encuentra, como punto intermedio entre el ser y el no ser, el mundo visible de los fenmenos del nacer y el perecer, que est continuamente en cambio. De esta distincin fundamental de ambos mundos se sigue su distinto modo de valorarlos. El conocimiento de las Ideas es lo nico verdaderamente valioso para el amigo de la sabidura; ellas son las metas ms elevadas de todos los anhelos y de todas las acciones de los hombres. El abismo entre los dos mundos parece infranqueable. Cmo habr que concebir, entonces, la relacin entre el mundo de las Ideas y el mundo de los fenmenos, si el devenir hay que explicarlo desde el ser?. Si las cosas sensibles, que a pesar de todo tienen una cierta semejanza con las Ideas, deben precisamente a stas lo que son, cmo hay que concebir esta dependencia originaria? Segn la explicacin platnica, los objetos de la realidad participan de varias modos de las Ideas. Esta idea de participacin es lo que Platn llam mthesis. As, pues, la nieve es blanca porque participa de la idea de blanco. De las Ideas reciben tambin las cosas sus denominaciones y sus predicados, segn las Ideas de las que participan. Platn hace que la Idea se manifieste (parousa) en la correspondiente cosa sensible. Este presentarse slo puede entenderse como trascendente, como ocurre con la presencia real en el retrato, o del cuadro original en la copia. Los problemas que presenta tal teora son tantos y de tal magnitud que el propio fundador de la Academia les dedic varios libros. No es ste el momento ni el lugar para su abordaje. Mantenga, solamente, presentes el lector estos pocos conceptos, si desea entender (?) lo que pueda ser el seguir un modelo ideal, como nos proponen los telogos cristianos. En este sentido,

nos atreveramos afirmar que Platn ( 428-348 a. C.) ha sido el primer Padre de la Iglesia, pues sin el aporte de su pensamiento gran parte del dogma catlico ser impensable. 1.3. Ttulos de Jess En Marcos 14, 61, encontramos unidos, en una sola pregunta y respuesta, los tres ttulos "oficiales" de Jess: Cristo (Mesas), Hijo del Hombre e Hijo de Dios. En los dems textos, cada uno de ellos suele aparecer solo. Esto sugiere que llegaron a este texto procediendo de diferentes tradiciones y que, tal vez, se originaron en grupos que tenan ideas diferentes sobre la naturaleza de Jess. Fray Luis de Len escribi De los nombres de Cristo, obra de singular belleza. Pero el problema con Jess-Cristo no es un problema de nombres, es un problema de confusin de modelos, de los cuales nuestra obra va a tratar de construir siete. Por qu Siete Cristos? En realidad, hay muchos otros modelos que pudieran ser desarrollados. Hemos elegido el nmero siete por las reminiscencias cabalsticas que arrastra, esto es, as como el siete fue introducido en el cmputo general del tiempo por los judos, de la misma manera el nombre y la figura de Jess son judos, mientras que el Cristo es una creacin grecorromana. La pregunta que nos hemos formulado es: En qu creen los cristianos? Cul es su religin? La presente investigacin es parte de la respuesta. 2. Religin 2.1. Una y muchas? Empresa difcil es definir la religin, la religin en s, la que, segn algunos, vive bajo las apariencias diversas de las religiones particulares y que les es comn a todas, les sobrevive a todas y constituye el fundamento indestructible sobre el que se levantan cada una de ellas, antes de acomodarse a las necesidades y gustos de quienes la reclaman. Pero nadie, hasta ahora, ha logrado realizar, de manera satisfactoria para todo el mundo, tan difcil empresa; parece que siempre, al menos por un lado, el objeto de la definicin la desborda. Una religin, cualquiera que sea, no cae completamente hecha del cielo. Nace de una iniciativa particular y de una necesidad general, luego se constituye y se nutre (ms bien, engorda sin nutrirse mucho), tomando lo que necesita de los diversos medios religiosos en los que est llamada a vivir. Se ha sostenido, no sin cierta apariencia de razn, que el medio crea al hroe que necesita. Es tambin el medio el que engendra al profeta que le hace falta. Es l, y no otro, quien hace brotar las afirmaciones de fe cuya necesidad siente ms o menos claramente. Por otro lado, cada medio al que se transportan las afirmaciones de otro tiende a modificarlas, a moldearlas conforme con su propia conciencia religiosa. Algunos autores, ganados por el escepticismo, reputamos indiscutible el siempre renovado principio ciceroniano de que el pueblo necesita una religin porque constituye la garanta de su moral y el freno de sus apetitos, y que perjudica a la sociedad debilitar a la iglesia establecida. En efecto, ya sea que interpretemos la religin de un modo o de otro, que la consideremos social por esencia o por accidente, lo cierto es que siempre ha desempeado un papel social. Por lo dems, este papel es complejo. Vara con los tiempos y lugares; pero en sociedades como las nuestras, la religin tiene como efecto primario el sostener y reforzar las exigencias sociales. Puede llegar mucho ms lejos, pero al menos llega hasta aqu. La sociedad establece penas que pueden afectar a inocentes y ser eludidas por los culpables; apenas recompensa a nadie, slo repara en lo que resulta llamativo y se contenta con poco. Dnde est entonces la balanza humana capaz de pesar rectamente penas y recompensas? Al igual que las ideas platnicas nos revelan la realidad perfecta y completa, de la que slo podemos percibir burdas imitaciones, la religin nos introduce en una Ciudad en la que nuestras instituciones, leyes y costumbres, a lo

sumo, de tarde en tarde, representan los aspectos ms destacados. Aqu abajo el orden es meramente aproximado y logrado por los hombres de un modo ms o menos superficial, all arriba es perfecto y se realiza por s mismo. La religin salva, ante nuestros ojos, la distancia existente por los hbitos entre un mandato de la sociedad y una ley de la naturaleza. El hecho social arriba descrito se entiende perfectamente, pero qu decir del hecho individual ? Por qu los hombres creen en dioses? Por miedo? Una teora ya antigua 5 hace nacer la religin del temor que nos inspiran ciertos fenmenos naturales. Solamente el miedo permite comprender el espectculo de lo que han sido las religiones, y son algunas todava, espectculo humillante para la inteligencia humana. Qu tejido de aberraciones! Por ms que la experiencia diga que 'es falso' y el razonamiento que 'es absurdo', no por eso deja la humanidad de mantenerse aferrada a lo absurdo y al error. Y si al menos quedara as! Pero se ha visto a la religin prescribir la inmoralidad, imponer la realizacin de actos criminales. Cuanto ms grosera, ms lugar ocupa materialmente en la vida de un pueblo. Lo que ms tarde deber compartir con la ciencia, el arte, la filosofa, lo exige y lo obtiene en principio slo para s. Hay sobrados motivos para sorprendernos de que hayamos definido al hombre como un ser inteligente. Nuestro asombro crece cuando vemos que la supersticin ms ruda ha sido durante tanto tiempo un hecho universal y, por lo dems, an perdura. Encontramos en lo pasado, incluso podramos encontrar hoy da, sociedades humanas que no tienen ciencia, ni arte ni filosofa, pero jams hubo una sociedad sin religin. Llegados a este punto, cul no tendra que ser nuestra turbacin si nos comparramos en este aspecto con el animal! Muy probablemente el animal ignora la supersticin. No sabemos casi nada de lo que pasa en conciencias distintas de la nuestra, pero como los estados religiosos se traducen ordinariamente en actitudes y actos, si el animal fuese capaz de religiosidad lo advertiramos fcilmente por alguna seal. Nos es forzoso, pues, extraer nuestra conclusin: el homo sapiens, el nico dotado de razn, es tambin el nico que puede hacer depender su existencia de cosas irracionales Cmo se puede explicar el hecho de que creencias y prcticas tan poco razonables hayan podido, y pueden an, ser aceptadas por seres inteligentes? Cmo es posible que supersticiones absurdas hayan podido, y pueden an, gobernar la vida de seres razonables? Estas preguntas siguen en pie, a pesar del fabuloso desarrollo tecnolgico alcanzado por la humanidad. El miedo del que hablamos tiene que ver con el miedo a la desaparicin, a la aniquilacin. Como el hombre es el nico animal que sabe que va a morir, la religin es una reaccin defensiva de la naturaleza (y de la sociedad) contra tal representacin de lo inevitable de la muerte. La sociedad tiene tanto inters en esta reaccin como el propio individuo. No slo porque se beneficia del esfuerzo individual y porque este esfuerzo llega ms lejos cuando su impulso no es contrariado por la idea de un trmino final, sino tambin, y sobre todo, porque ella misma tiene necesidad de estabilidad y duracin. Una sociedad civilizada se ampara en leyes, en instituciones, incluso en edificios que se han hecho para desafiar al tiempo; pero las sociedades primitivas estn construidas sobre hombres. Qu sera de su autoridad, si no se creyese en la persistencia de las individualidades que la componen? Importa, por consiguiente, que los muertos sigan estando presentes. Ms tarde vendr el culto a los antepasados, a los santos. Entonces los muertos se aproximarn a los dioses, pero para ello ser necesario que haya dioses, al menos en preparacin, que haya un culto, que el espritu se haya orientado en direccin a la mitologa. En su punto de partida, la inteligencia se representa a los muertos como mezclados, sin ms, con los vivos, en una sociedad a la que pueden todava hacer tanto bien como mal. Los antroplogos, psiclogos y filsofos modernos han demostrado cmo persiste el hombre primitivo en la sociedad contempornea. Escribi B. Spinoza que el hombre libre en nada piensa menos que en la muerte. Ese pensamiento de que me tengo que morir y el enigma de lo que habr despus es el latir mismo

de mi conciencia, que me susurra: "Dejars de ser?" Satisfecha el hambre, surge la vanidad, la necesidad de imponerse y sobrevivir en otros. El hombre suele entregar la vida por la bolsa, pero no entrega la bolsa por la vanidad. Y la vanidad qu es sino ansia de sobrevivirse? Deca Simn Rodrguez que por la gloria se sacrifica todo 6. Qu diosa es sta en cuyo altar se sacrifican reposo, caudal y hasta la vida? La verdadera gloria es la inmortalidad que se manifiesta en la memoria de los pueblos, en la gratitud de los pueblos. "La Inmortalidad, escribi el filsofo caraqueo, es una sombra indefinida de la vida que cada uno extiende hasta donde alcanzan sus esperanzas y hace cuanto puede para prolongarlas. Se complace el hombre sensible figurndose su existencia proyectada en el espacio interminable de los tiempos, como se complace en ver, desde una altura, sucederse los valles, los bosques y los montes ms all de un horizonte sin fin"7. Para muchos, la manera posible de conquistar la inmortalidad es a travs de la santidad. Y no hay santidad sin religin. La religin, entonces, es la lucha por la supervivencia, que puede convertir la tierra en un infierno. Esa sed de vida eterna la sacian muchos, los sencillos sobre todo, en la fuente de la fe religiosa. La institucin cuyo fin primordial es proteger esa fe en la inmortalidad personal del alma es, entre nosotros, el catolicismo; pero el catolicismo ha querido racionalizar esa fe haciendo de la religin una Teologa. Hablar del fenmeno religioso implica hablar de Dios. Pero existe Dios? Desde luego, no es necesidad racional, sino angustia vital, lo que lleva a creer en Dios. Y creer en Dios es, ante todo y sobre todo, sentir hambre de Dios, hambre de divinidad, sentir su ausencia y vaco, querer que Dios exista. Y es querer salvar la finalidad humana del universo. Y ahora viene de nuevo la pregunta racional: existe Dios? Esta persona eterna, que da sentido humano al universo, es algo sustancial fuera de nuestra conciencia, fuera de nuestro anhelo? He aqu algo insoluble. La razn no puede probar la imposibilidad de su existencia. Pero eso no le importa al creyente. Quien cree en Dios anhela que exista y, adems, se conduce como si existiera. Vive ese anhelo y hace de l su ntimo resorte de accin. Para el creyente, de ese anhelo o hambre de divinidad surge la esperanza; de sta, la fe; de la fe y la esperanza, la caridad, dicen los maestros catlicos. El hombre religioso no puede vivir sino en un mundo sagrado, porque slo un mundo as participa del ser, existe realmente. Esta necesidad religiosa expresa una terrible sed ontolgica. El hombre religioso est sediento de ser y de orden. El terror ante el caos que rodea su mundo habitado corresponde a su terror ante la nada. El espacio desconocido que se extiende ms all de su mundo, que no est consagrado, que es simple extensin amorfa donde todava no se ha proyectado orientacin alguna ni se ha deducido estructura alguna, este espacio profano representa para el hombre religioso el no-ser absoluto. Si, por desgracia, se pierde en l, se siente vaciado de su substancia ntica, como si se disolviera en el caos. Termina por extinguirse. La idea de Dios de la pretendida teodicea racional no es ms que una hiptesis, que slo tiene valor en cuanto con ella nos explicamos lo que tratamos con ella de explicarnos: la existencia y esencia del universo, y mientras no se expliquen mejor de otro modo. Hume trat de aclarar como nadie la idea de que toda va para llegar al conocimiento de Dios no es sino una hiptesis explicativa8. Qu es la religin?, volvemos a preguntar. Cada cual define la religin segn la sienta en s, ms an, segn la observe en los dems. No cabe definirla sin sentirla de un modo o de otro. La religin, ms que se define, se describe. Y, ms que se describe, se siente. Puede decirse que la religin, desde la del salvaje que personaliza en el fetiche al universo todo, es la manera de dar finalidad humana al universo, a Dios, para lo cual hay que atribuirle conciencia de s y de su fin. Y este religioso anhelo de unirnos con Dios no es ni por ciencia ni por arte, es por vida. Quien no posee ciencia ni arte, tenga la religin, sola decir Goethe en sus muy frecuentes accesos de paganismo

La religin es una economa o hedonstica trascendental. Lo que el hombre busca en la religin, en la fe religiosa, es salvar su propio pellejo, eternizarlo, lo que no consigue ni con la ciencia ni con el arte ni con la moral, que no exigen a Dios. Lo que nos exige a Dios es la religin. Parece que con acierto hablan los jesuitas del gran negocio de nuestra salvacin. A Dios no lo necesitamos ni para que nos ensee la verdad de las cosas, ni su belleza, ni nos asegure la moralidad con penas y castigos, sino para que no nos deje morir del todo. El lector puede comprobar la justeza de nuestras afirmaciones viendo cmo los ancianos se aferran a las prcticas religiosas. Y es que este anhelo singular es, por ser de todos y de cada uno de los hombres normales, universal y normativo. Hay quienes afirman que el momento (si es que alguna vez lo hubo) de las religiones ha pasado a la historia. Argumentan que durante miles de aos la religin ha tenido la oportunidad de unir a los hombres y establecer una paz y cultura mundiales, pero ha fracasado. Las religiones no son sino tantos motivos de enredo de los hombres como religiones hay. Es hora, entonces, de darse cuenta de que el verdadero mensaje de la verdadera religin est fuera de las religiones. Esta posicin implica la negacin radical de todas las religiones o la forma de un agnosticismo e indiferencia o el atesmo. Las religiones han sido la causa de las divisiones de la humanidad y son el opio del pueblo; por lo tanto, hay que abolir todo tipo de rito, culto y creencias, ya que son necesariamente concretos y limitados, mientras que los que nos hace falta es un espritu universal y una verdad sin lmites. El hombre puede salvarse con la verdad y la verdad es que no hay religin... sino religiones. 2.2. Fe, dogma y culto La fe, entendida positivamente, es un sistema de enunciados religiosos que posee una verdad para el creyente por el hecho de haber sido establecida por una autoridad, la cual no puede rechazar y a la que debe someter su fe. En este concepto aparece primero un sistema de enunciados o de verdades religiosas que, independientemente de lo que se tenga por verdadero, deben ser considerados como verdades y que, aunque nunca hubieran sido conocidos por persona alguna y nunca hubieran sido tenidos por verdaderos, seguiran siendo verdades. Estas verdades, que, por lo anterior, se han llamado a menudo verdades objetivas, deben transformarse ahora en verdades para el creyente, en verdades subjetivas. Las verdades que incumben al entendimiento o a la razn deben ser aceptadas por sta como tales, y las que contienen mandamientos para nuestra voluntad deben ser admitidas por sta como mximas. El primer mandamiento de esta clase, condicin de los restantes, es el que nos ordena que estas verdades sean tenidas por tales. Esto nos lo impone una autoridad frente a la cual la desobediencia es imposible. La afirmacin de que creer es un deber para nosotros pertenece esencialmente al concepto de una fe positiva. La disposicin para tal fe presupone necesariamente la prdida de la libertad de la razn, de su autonoma y, as, la incapacidad para oponerse a un poder ajeno. En tal caso, la cuestin de la racionalidad o de la irracionalidad es totalmente superflua. La fe se vuelve asunto de deber y se la confina a un mbito sobrenatural, lugar al que el entendimiento tiene vedada la entrada. Creer equivale a lo siguiente: (a) por deber, mantener fija una nica conexin de acontecimientos que se brindan a la imaginacin cuando el entendimiento trata de hallar otra distinta; (b) obligar, adems, al entendimiento a que ponga manos en un asunto que, muchas veces, le es repugnante, prestndole el concepto de causa; pero cuando quiere proceder ms adelante, inmediatamente se expulsan de la conciencia sus exigencias; (c) presentar a la imaginacin la conexin dada y que esta fijacin no ceda el lugar al entendimiento. Es obvio que la falta fundamental en todo el sistema de cualquier iglesia es el desconocimiento de los derechos que corresponden a cada una de las facultades del espritu

humano y, sobre todo, a la primera entre ellas: la razn. Si estas facultades han sido desconocidas por el sistema de la iglesia, es legtimo deducir que tal sistema no puede ser otra cosa ms que un sistema de desprecio hacia los hombres. Toda iglesia presenta su fe como el non plus ultra de toda verdad. Parte de este principio como si a la fe se la pudiera meter en las cabezas como se guarda el dinero en la cartera. Y, en realidad, es as como se trata a la fe. De acuerdo con las afirmaciones de toda iglesia, nada es tan fcil como encontrar la verdad: slo se requiere llenar la memoria con uno de los catecismos que estn a la venta en las libreras. El ro de la verdad eclesistica fluye ruidosamente por todas las calles: cada cual puede baarse en sus aguas. Hay, sin embargo, un segundo aspecto de la fe que conviene destacar: el aspecto subjetivo. Toda concepcin racional de Dios es en s misma contradictoria. La fe en Dios nace del amor a Dios, creemos que existe por querer que exista. El furioso anhelo de dar finalidad al universo es lo que lleva a creer en Dios, a querer que haya Dios, a crear a Dios. Porque creer en Dios es, en cierto modo, crearlo. Dios es creado de continuo por el creyente. Qu sera de Dios si no hubiera quien creyera en l! La fe ms robusta se basa en la incertidumbre. Ms que adhesin racional a principio terico, la fe es confianza en la persona que nos asegura algo. La fe supone un elemento personal afectivo. Ms bien que creer algo, creemos a alguien que nos promete o asegura esto o lo otro. Se cree a una persona y a Dios en cuanto persona y personalizacin de universo. Confase en la Providencia, que concebimos como algo personal y consciente, como creemos en quien nos dice la verdad, en quien nos da la esperanza; no en la verdad misma, directa o inmediatamente, no en la esperanza misma. Nadie, como Martn Lutero, ha hablado de la fe en este sentido de la confianza que deposita el creyente en la persona que promete o asegura algo. Consideremos algunos de sus argumentos en contra de la eficacia de los sacramentos. Si, como queda dicho -deca- se trata de una promesa, no se puede acceder a ella con obras, con fuerzas, con mrito de ninguna clase, sino con la fe sola. Donde medie la palabra de Dios que promete, se hace necesaria la fe del hombre que acepta, para que quede claro que el comienzo de nuestra salvacin es la fe, una fe que est pendiente de la palabra de Dios que promete. l nos previene sin necesidad de nuestra cooperacin, en virtud de su misericordia, inmerecida por nuestra parte, y que nos ofrece la palabra de su promesa. "Envi su palabra y por ella los cur", dice el salmo 107, 20. No tuvo que aceptar nuestras obras para salvarnos. Lo primero de todo es la palabra; le sigue la fe y a la fe, la caridad. Despus, la caridad es la que realiza todas las obras buenas, porque no obra el mal, porque es la plenitud de la ley. El hombre es incapaz de conectarse con Dios y actuar si no es por la nica va de la fe. Lo que equivale a decir que no es el hombre, por ms obras que haga, sino Dios, por su promesa, el autor de la salvacin, de manera que todo depende de su palabra poderosa, todo es dirigido y conservado por ella. Por ella nos engendr para que fusemos como la primicia de sus criaturas. La Teologa parte del dogma, y 'dogma', en su sentido primitivo y ms directo, significa 'decreto', lo que ha parecido que debe ser ley a la autoridad legislativa. De este concepto jurdico parte la Teologa. Para el telogo, como para el abogado, el dogma (la ley) es algo dado, un punto de partida que no se discute sino en cuanto a su aplicacin y a su ms recto sentido. Y de aqu que el espritu teolgico sea en su principio dogmtico, mientras el espritu estrictamente cientfico, puramente racional, es escptico ( skeptiks), esto es, 'investigador'. Se llaman, pues, dogmas las afirmaciones fundamentales, intelectuales, de una religin. Un rasgo caracterstico de los dogmas de todas las religiones es que se atribuyen un origen sagrado y divino. Un dogma no es una verdad alcanzada por la razn, sino una verdad dada, una revelacin sobrehumana que hay que entender, tratar de razonar o darse cuenta de ella en lo posible ( y para eso estn los telogos, esto es, los especialistas en Dios: para explicarlos), pero cuya funcin y autoridad son divinas. Nadie puede establecer dogmas excepto Dios, dicen los

telogos. El culto, deca Hegel, consiste en procurarse el goce supremo, absoluto, "en unirme en m mismo con Dios, en saberme a m en Dios y a Dios en m -en unidad concreta" 9. Sigue un poco ms adelante: "Esta unidad, esta reconciliacin, este restablecimiento del sujeto y de su autoconciencia, el sentimiento positivo del tener parte, de la participacin en aquel Absoluto y de alcanzar, asimismo, una unidad real con l, en una palabra, esta superacin de la escisin constituye la esfera del culto" 10. Posiblemente nadie ha escrito palabras ms sublimes al respecto. El lector sabr de nuestra opinin en el captulo 8. 2.1. Religin y ciencia El canon 129 del Cdigo de Derecho Cannico establece que "Los clrigos, una vez ordenados sacerdotes, no deben abandonar los estudios, principalmente los sagrados; y en las disciplinas sagradas seguirn la doctrina slida recibida de los antepasados y comnmente aceptada por la Iglesia, evitando las profanas novedades de palabras y la falsamente llamada ciencia". Parece ser que el camino est claramente abierto. Newton era un creyente, profundamente religioso, que crea en la inspiracin literal de la Biblia. Manuel de Falla, msico de fina sensibilidad, era beato y santurrn. Es esto comprensible? Escribi Federico Nietzsche:
Una religin como el cristianismo, que no tiene ningn punto de contacto con la realidad, que se evapora en cuanto la realidad recobra sus derechos; una religin semejante tiene que ser, por fuerza, la enemiga de la "sabidura del mundo", es decir, la ciencia... Se ha entendido bien la clebre historia que figura al principio de la Biblia, el pnico de Dios ante la ciencia?... El pnico se apodera del Dios antiguo. El hombre mismo se ha convertido en la mayor equivocacin, se ha creado un rival; la ciencia hace igual a Dios, se han acabado los sacerdotes y los dioses, si el hombre se ha vuelto sabio. Moraleja: la ciencia es en s la cosa prohibida, es lo nico vedado... El principio de la Biblia contiene toda la psicologa del sacerdote. Para el sacerdote no hay ms que un gran peligro: la ciencia, la sana nocin de causa y efecto... Abajo los mdicos! Lo que hace falta es un Salvador! La idea de culpa y de castigo, incluyendo la doctrina de la gracia, de la salvacin y el perdn, no representa ms que un conjunto de mentiras, sin realidad psicolgica alguna, inventadas para destruir en el hombre el sentido de las causas, un atentado contra la idea de causa y efecto... El pecado, lo repito una vez ms, esa forma de polucin por excelencia, ha sido inventado para hacer imposible la ciencia, la cultura, la elevacin y nobleza de la humanidad. El sacerdote reina gracias a la invencin del pecado"11.

Entre la religin y la ciencia hubo -y hay, sin visos de solucin- un prolongado conflicto. En los ltimos aos la ciencia va saliendo victoriosa. Pero no siempre fue as. La religin considerada socialmente es un fenmeno ms complejo que la ciencia. Cada una de las tres grandes religiones de origen semtico tiene tres grandes aspectos: (1) una iglesia, (2) un credo) y (3) un cdigo moral personal. Los credos son la fuente intelectual del conflicto entre la religin y la ciencia, pero la acritud de la oposicin se ha debido ms a la conexin entre los credos con iglesias y cdigos morales. Los que ponan en duda los credos debilitaban la autoridad y, por tanto, podan disminuir... las rentas de los clrigos. En una de sus obras 12 recuerda Simn Rodrguez un relato espaol. Cuentan los espaoles -deca- que, asistiendo un clrigo a la acusacin de un hereje ante el Santo Oficio, se mostraba indulgente con cada cargo que hacan al reo. Lea el fiscal el cuerpo del delito y acusaba: "Niega el misterio de la Encarnacin!". "Miseria humana!", comentaba el clrigo al tiempo que tomaba un polvo. "Niega la pureza de Mara Santsima!", volva el fiscal a la carga. "Miseria humana!", repeta el clrigo y tomaba

otro polvo. "Niega el juicio final!", gritaba el fiscal. "Miseria humana!", otra vez y nuevo polvo. Siguieron de este modo los cargos y los polvos hasta llegar al ltimo: "Niega la existencia del Purgatorio!". "Que lo quemen!", dijo el clrigo en alta voz dos o tres veces. "De qu viviremos entonces? Que lo quemen!!!". El tribunal conoci la justicia de la exclamacin y mand quemar al hereje. Desde entonces se estableci la mxima de 'Cree lo que te diga y dame lo que te pida; peca hasta que te canses, que yo te absolver'. El conflicto es, sin embargo, ms hondo cuando la ciencia discute algn dogma cristiano importante o alguna doctrina filosfica que los telogos consideran esencial para la ortodoxia En la medida en que la religin consiste en una manera de sentir, ms bien que en un conjunto de creencias, la ciencia no la puede tocar. Pero por qu el conflicto? El camino por el cual la ciencia llega a sus ideas es enteramente diferente del de la teologa medieval. La experiencia ha mostrado que es peligroso partir de principios generales y proceder deductivamente, porque los principios pueden ser falsos y porque el razonamiento basado en ellos puede ser falaz. Podemos tomar a Toms de Aquino como el exponente autorizado del credo que la ciencia se ha visto obligada a atacar. Sostena (y sostiene la Iglesia catlica romana) que algunas de las verdades fundamentales de la religin cristiana podan ser probadas por la sola razn, sin la ayuda de la Revelacin. Entre ellas est la existencia de un Creador omnipotente y benvolo. De su omnipotencia y benevolencia se segua que, hasta donde fuera necesario para obedecer su voluntad, l no dejara a sus criaturas sin el conocimiento de sus decretos. Por lo tanto, debe haber una revelacin divina que, como es obvio, est contenida en la Biblia y en las decisiones de la Iglesia. Una vez establecido este punto, el resto de lo que necesitamos saber puede inferirse de las Escrituras y de las declaraciones de los concilios ecumnicos. Todo el argumento procede deductivamente a partir de premisas aceptadas antes por casi toda la poblacin de los pases cristianos. Si para el lector moderno resulta a veces defectuoso, sus falacias no eran manifiestas para la mayora de la gente culta de entonces. La ciencia parte, no de amplias presunciones, sino de los hechos particulares descubiertos por la observacin o por el experimento. De un cierto nmero de tales hechos se llega a una regla general, de la cual, si es cierta, los hechos en cuestin son otros tantos casos. Esta regla no se afirma positivamente, pero se acepta al empezar como una hiptesis de trabajo. El credo religioso difiere de la teora cientfica porque pretende encarnar una verdad eterna y absolutamente cierta, mientras que la ciencia es siempre provisional, esperando que tarde o temprano haya necesidad de modificar sus teoras presentes, consciente de que su mtodo es lgicamente incapaz de llegar a una demostracin completa y final. El conflicto entre la teologa y la ciencia viene a ser el conflicto entre la autoridad y la observacin. El caso ms paradigmtico de ese conflicto es el de Galileo Galilei (1564-1642). La Inquisicin refut las observaciones del sabio de esta manera:
La primera proposicin, que el Sol es el centro y no se mueve alrededor de la Tierra, es necia, absurda, falsa en teologa y hertica, porque es precisamente contraria a la Sagrada Escritura/.../ La segunda proposicin, que la Tierra no es el centro, sino que se mueve alrededor del Sol, es absurda, falsa en filosofa y, desde el punto de vista teolgico, opuesta a la verdadera fe.

El resultado del juicio fue que la Inquisicin la emprendi contra la Astronoma porque se opona a ciertos textos de la Escritura. Tal "demostracin" inquisitorial llev a Galileo a tener que abjurar de sus "errores" ante el Papa el 29 de febrero de 1616. Se ha sealado, con razn, que defender la antigedad de la Teologa no es otra cosa que defender la ignorancia organizada. Esto se ve muy claro, por ejemplo, cuando se trata de establecer el origen del universo siguiendo las Escrituras. Si se entiende que la Creacin fue un hecho histrico, se puede conocer su desenvolvimiento tal como es relatado en la Biblia. La

fecha de la creacin del mundo puede ser inferida de las genealogas del Gnesis, que dice la edad de cada patriarca al nacer su hijo mayor. El arzobispo Usher se permiti algn margen de controversia a causa de ciertas ambigedades y a las diferencias entre los Setenta y el texto hebreo; pero, al fin, propuso a la cristiandad protestante que el ao haba sido el de 4004 a.C. El doctor Lightfoot, Vicecanciller de Cambridge, que admita esta fecha de la creacin, pens, sin embargo, que un estudio cuidadoso del Gnesis hara posible una mayor precisin: la creacin del hombre, de acuerdo con l, tuvo lugar a las nueve de la maana del 23 de octubre. Esto, sin embargo, nunca ha sido artculo de fe; se puede creer, sin riesgo de hereja, que Adn y Eva vinieron a la existencia en octubre 16 en octubre 30, siempre que las razones se deriven del Gnesis. El da de la semana se sabe que fue, naturalmente, el viernes, puesto que Dios descans el sbado. El carcter cauteloso de los innovadores facilit la extrema rapidez de los progresos de la ciencia en el siglo XIX. Esto es patente en la teora de la evolucin. La religin en nuestros das no ha tenido ms remedio que acomodarse a tal teora, aunque, para no dar su brazo a torcer, deriva nuevos argumentos de ella. En consecuencia, se nos dice que "a travs de las edades corre una finalidad creciente" y que la evolucin es el despliegue de una idea que ha estado siempre en la mente de Dios. Parece que durante esas edades, cuando los animales se torturaban entre s con feroces cuernos y aguijones mortales, el Omnipotente estaba esperando con tranquilidad la final aparicin del hombre con ms exquisitos poderes de tortura y crueldad ms ampliamente defendida. Por qu el Creador hubo de preferir alcanzar su meta por un proceso, en vez de ir directamente a l, no lo dicen los modernos telogos ni nos dicen mucho para calmar nuestras dudas respecto a la gloria de la consumacin. Es difcil no sentir, como el nio despus de que se le ha enseado el alfabeto, que no vala la pena tanto trabajo para obtener tampoco. Esto, sin embargo, es una cuestin de gusto. Otro tanto han hecho los telogos con la Biblia y las Eras geolgicas que la ciencia ha establecido. En su afn de acomodar la verdad religiosa a la verdad cientfica, han dicho que cuando el Gnesis habla de 'das', en realidad, quiere decir 'Eras'. Claro que no se ve muy bien para qu Dios necesitara Eras de millones de aos cuando pudiera haber creado el mundo en das, incluso en un instante Acaso no se sostiene que es omnipotente? En fin, cuando la autoridad escrituraria enmudece ante un fenmeno natural, los telogos suelen arribar a explicaciones muy graciosas. A falta de razn suelen tener un gran sentido del humor. As, San Agustn se confesaba ignorante respecto a la razn de Dios para crear las moscas. Lutero resolvi ms atrevidamente que haban sido creadas por el diablo para distraerle, a l, cuando escriba tan buenos libros. Esta ltima opinin parece, ciertamente, como ms plausible. Queda un problema al que slo hemos aludido implcitamente, de pasada: en qu medida una existencia radicalmente secularizada, sin Dios ni dioses, es susceptible de construir el punto de partida de un nuevo tipo de religin, es decir, en qu medida lo profano puede convertirse, de por s, en sagrado. El problema radica fundamentalmente en que tal hecho est todava en su estado inicial. Pero conviene precisar desde ahora que este proceso es susceptible de desarrollarse en mltiples planos y siguiendo objetivos diferentes. Est, ante todo, las consecuencias virtuales de lo que se podran llamar las teologas contemporneas de "la muerte de Dios", que, despus de haber demostrado hasta la saciedad la inanidad de todos los conceptos, smbolos y los ritos de todas las iglesias cristianas, parecen esperar que una toma de conciencia del carcter radicalmente profano del mundo y la existencia humana sea, con todo, capaz de fundar, gracias a una misteriosa y paradjica coincidentia oppositorum, un nuevo tipo de experiencia religiosa. Algunos autores estn proponiendo una religin eminentemente mstica, sin dogmas y sin ritos, solamente la unin con Dios. Conceden que es verdad que no sabemos ni sentimos nada acerca de la naturaleza ltima, estructura o ser del Absoluto, pero que ansiamos, creemos,

conjeturamos, experimentamos, nos damos cuenta ... de algo de Ello, simplemente porque somos una parte (rayo, chispa, criatura, efecto...) de Ello. Y se felicitan de que es un buen signo el que no tengamos ninguna palabra que exprese este tipo de conciencia que es la experiencia mstica. La realidad, nos dicen, est por encima, fuera y ms all de nosotros mismos. Por ello nos es posible, aunque de manera impropia y negativa, hablar de ella. La dimensin mstica es una realidad, la ms real -aseguran-. Somos precisamente eso que no podemos expresar. Nuestra lengua no es sino balbuceo y charla sin sentido. "No es lo mstico como sea el mundo, sino que sea el mundo", afirmaba L. Wittgenstein 13 y aada: " La visin del mundo sub specie aeterni es su contemplacin como un todo -limitado-. Sentir el mundo como un todo limitado es lo mstico". El autor de estas lneas confiesa su incapacidad para estas "experiencias". Hace propia, en este sentido, la proposicin 7. del Tractatus: "De lo que no se puede hablar, mejor es callarse". La nica religin que acepta es la de los Derechos Humanos. 3. Fuentes 3.1. Siete Cristos Este libro no pretende descubrir nada nuevo, puesto que, desde finales del siglo XVIII hasta hoy, decenas de investigadores han publicado trabajos cientficos que tienden a aclarar los fundamentos de la fe cristiana. El autor se basa en algunos de ellos. Para la confeccin de los siete modelos de Cristo que le propone al lector, ha seguido dos vas. La primera sigue los datos histricos y el anlisis de textos realizado por expertos. La segunda va persigue la tradicin y la autoridad de la Iglesia catlica que se expresa, sobre todo, a travs del Catecismo y del Cdigo de Derecho Cannico. San Agustn tena por axioma: "Yo no creera en el evangelio si no me moviese a ello la autoridad de la Iglesia catlica". En efecto, segn la Iglesia no solamente las divinas Escrituras contienen el sagrado depsito de la Revelacin. sta, adems, se halla en la tradicin viviente de la Iglesia de Cristo, que es una fiel depositaria del divino tesoro y la intrprete autorizada de los sagrados libros. Entonces, slo la Iglesia puede indicarnos con infalible certeza cules son los escritos y de qu manera fueron inspirados por el Espritu Santo. Cualquier otro criterio ser del todo insuficiente y slo podr servir para confirmar la verdad de la doctrina de la Iglesia, pues siendo la inspiracin de un hecho sobrenatural, slo una autoridad de orden sobrenatural e infalible podr suficientemente certificarnos de l, como quieren Elono Ncar y Alberto Colunga, traductores de la versin bblica que empleamos. 3.2. Vida de Jess Hay que decir algo de los documentos que se ofrecen como biografas del fundador (?) del cristianismo. Nos referimos a los evangelios, tanto los cannicos como los apcrifos. Es sta una cuestin capital que no puede darse por sabida. En general, lo primero que llama la atencin cuando nos acercamos al Nuevo Testamento es lo tardo de sus textos. En efecto, no se empezaron a componer sino en el ltimo cuarto del siglo I y primero del II d. C., con excepcin de las epstolas de Pablo, datadas entre el ao 51 y el 67. No se ve muy comprensible que quienes tenan tanto que atestiguar no escribieran nada o casi nada. Por el contrario, es digno de admiracin que quienes no pudieron conocer nada directamente escribieran la inmensa mayora del canon del Nuevo Testamento. En segundo lugar, las incoherencias tremendas, que cualquiera puede apreciar si compara entre s los cuatro evangelios cannicos, resultan tanto ms chocantes y graves si tenemos en cuenta que estos textos fueron seleccionados de entre un conjunto de alrededor de sesenta libros diferentes. Los textos no escogidos fueron rechazados por 'apcrifos', que quiere decir: 1)

privados, 2) inautnticos y 3) sospechosos de hereja por la Iglesia. Por ello fueron condenados al olvido. Pero buena parte de los apcrifos era ms antigua que los textos cannicos. La seleccin de los evangelios cannicos se realiz en el Concilio de Nicea, en 325, y fue ratificada en el de Laodicea, en 363. Papas, obispo de Frigia, hizo la primera referencia a los evangelios cannicos. Pero, por qu cuatro evangelios y no uno? San Ireneo (c. 130-200) les dej a los obispos que fueron a Nicea un slido argumento (en tres versiones) que justifica la seleccin de cuatro. Escribi: "El Evangelio es la columna de la Iglesia, la Iglesia est extendida por todo el mundo, el mundo tiene cuatro regiones, y conviene , por tanto, que haya tambin cuatro Evangelios /.../ El Evangelio es el soplo o relato divino de vida para los hombres, y pues hay cuatro vientos cardinales, de ah la necesidad de cuatro Evangelios /.../ El Verbo creador reina y brilla sobre los querubines, los querubines tienen cuatro formas, y he aqu que el Verbo nos ha obsequiado con cuatro Evangelios". Qu son los evangelios? Los evangelios son cuatro relatos de la vida y enseanzas de Jess con que se inicia el Nuevo Testamento. Durante los servicios religiosos de las iglesias cristianas se leen o cantan pasajes escogidos de estos libros. La palabra evangelio tiene su origen en el trmino griego evangelion ('buena nueva'). Por lo general, los especialistas coinciden en que los cuatro evangelios fueron escritos en griego, y que sus autores tal vez utilizaron fuentes arameas orales o escritas ms antiguas que conservaron muchas de las palabras y dichos reales de Jess. Cmo fueron escritos los evangelios? En un principio se compusieron, probablemente, pequeos libros en los que cada redactor encerraba lo que juzgaba especialmente interesante: una serie de sentencias atribuidas al Maestro; relatos de episodios de su vida, edificantes o caractersticos; descripciones de los signos, es decir, de los milagros producidos para la confusin de los incrdulos. Nadie se preocupaba de lo que llamamos exactitud histrica, que supone escrpulos, desconocidos o indiferentes a hombres de fe ardiente y desprovistos de espritu crtico. Por el contrario, cada uno se esforzaba en probar la solidez de las esperanzas cristianas, de convencer a los vacilantes, de edificar a los fieles. Esos libritos, que fueron las fuentes antiguas de nuestros evangelios, no contenan ms que elementos dispersos y ya muy mezclados de una vida de Jess, tal como se la representaban a fines de la generacin apostlica. Basta recorrer nuestros tres evangelios sinpticos para persuadirse de que sus autores han realizado combinaciones sensiblemente diferentes de los mismos hechos y de discursos anlogos o parecidos, de los que es preciso concluir que no los ha guiado la verdad objetiva, que no han tenido una cronologa segura de los sucesos. Por el contrario, cada redactor nicamente atendi al propsito particular de ordenar su obra. Ninguno de ellos ha hecho otra cosa, ms o menos diestramente, que darle forma a jirones de tradiciones en un conjunto artificial, pero que no constituye un todo armnico. Es evidente que ninguno de los evangelistas tiene gran cosa en comn con la Historia. Hay algo verdaderamente histrico en los evangelios? Jess de Nazaret fue juzgado y condenado a morir en la cruz: son datos histricos que atestiguan autores romanos, judos y cristianos. Pero, si bien los evangelios nos proporcionan cierto tipo de informacin, no se escribieron con propsitos histricos. Sus autores no se proponan un objetivo histrico sino religioso. As, cuando los evangelistas redactaron el juicio a Jess, no lo hicieron con el propsito de dejar un testimonio fidedigno de tinte histrico, sino con el de transmitir un mensaje religioso. Claro que, en su defensa, podan alegar precursores de esta tcnica. Las predicaciones cristianas ms antiguas giraban en torno del tema de la Pasin y la Resurreccin de Jess. Cuando se mencionan los evangelios como nuestras fuentes primarias, es preciso matizar lo de 'primarias'. Son fuentes primarias en la medida en que reflejan las situaciones en que se hallaban sus autores (miembros de determinadas comunidades cristianas primitivas) y en la

medida en que expresan las ideas imperantes en aquellas comunidades. No son fuentes primarias en el sentido de que proporcionan datos directos de los acontecimientos que describen. Son datos directos slo por el significado atribuido a las acciones, las palabras y la muerte de Jess en la poca en que los evangelios fueron escritos. Pueden utilizarse como fuente de informacin sobre determinados acontecimientos de la vida de Jess siempre que analicemos cmo lleg a atribuirse este significado a los acontecimientos descritos y cmo nacieron los propios relatos. Esto es algo que dej claramente establecido para siempre Paul Winter. Se ha sealado ya que ni los transmisores de la predicacin primitiva ni los evangelistas que les sucedieron tenan inters por los acontecimientos en funcin de su realidad histrica. Como queda dicho tambin, su inters se centraba en campos distintos. Lo que nos dicen los evangelios, en general, de la vida de Jess no es una relacin de lo que realmente sucedi, sino de cmo la interpretaban ciertos crculos cristianos primitivos. Aunque los evangelios puedan tener la apariencia externa de biografas de un mismo personaje, son, ms que nada, tratados teolgicos basados en tradiciones colectivas, que incluyen las predicaciones comunales sobre Jess, que haban ido modelndose durante un perodo de varias dcadas. En la escritura de los evangelios se pueden distinguir tres tipos de aportes al contenido, a saber: 1) la tradicin primaria, 2) la tradicin secundaria y 3) la aportacin del autor. Una caracterstica de las tradiciones evanglicas es que, en ocasiones, adoptan en ellas forma narrativa las proposiciones teolgicas y argumentaciones apologticas, que asumen apariencia de expresiones de realidad. Este fenmeno se ve, por ejemplo, en las historias de curaciones 14. En cada uno de estos ejemplos, circulaba en una comunidad determinada un proverbio atribuido a Jess. El proverbio careca de situacin. Para transmitir el proverbio con la situacin ausente, se creaba un marco. Las caractersticas de ese marco nos proporcionan una clave en la tarea de determinar en qu condiciones y con qu objetivos asumi la narracin su forma actual. Los elementos constitutivos de los relatos, tal como se refieren en los relatos aludidos, son los siguientes: (1) Jess muestra su poder de curar a distancia (2) con el hijo (en Marcos) o el criado (en Mateo y Lucas) de un gentil. Sea cual sea la versin de los evangelistas, la "historia" nace de una situacin en la que preocupaba la relacin de los gentiles con el mensaje evanglico: haba aumentado el inters de los gentiles por el poder redentor (sanador) de Jesus, el krios , y los gentiles abrazaban la creencia en l como sotr. Los seguidores judos de la fe cristiana tenan que adaptarse a esta contingencia. Aceptaron, entonces, la propuesta de admitir gentiles en sus conventculos. El resultado, despus de largas deliberaciones, cristaliz en narraciones sencillas que se reflejaban en la vida de Jess. Mas, pese a ser una reinterpretacin tan creadora, aqullos, entre quienes nacieron los relatos, fueron fieles al hecho histrico para recordar que el propio Jess no haba establecido contacto directo con los gentiles en sus predicaciones. Por eso los relatos evanglicos describen el hecho mostrando a Jess que ejerce su poder salvador, o sanador, con los gentiles... a distancia. En fin, pocas veces vemos en el Nuevo Testamento una diversidad tan notoria en la descripcin del mismo acontecimiento como lo muestran los relatos de la Pasin en los cuatro evangelios. Esto es indicio de que la tradicin se form regida por motivos cambiantes Cmo se escribieron los evangelios? El evangelio (entendiendo por tal trmino un relato de la vida y las enseanzas de Jess, su muerte y resurreccin) creci hacia atrs: el final estuvo all antes de que se hubiese pensado el principio. Se recordaban mejor las ltimas cosas. La primera predicacin de las tradiciones antiguas se centraba en el tema de los sufrimientos y la gloria del Mesas. Fue luego, al crecer el evangelio, cuando se prolog, como si dijsemos, la historia de la Pasin de Jess, con recuerdos de hechos de su vida. El punto en que el evangelio comienza se alcanz retrospectivamente, esto es, partiendo del perodo de su muerte hasta su bautismo; luego, hasta su nacimiento; y, por ltimo (para empezar ya por el Principio Mismo), hasta el Verbo que estaba en Dios.

En un muro de Kom Ombo (templo levantado en la poca grecorromana en Egipto y centro de peregrinacin al que acudan los enfermos en busca de alguna curacin), coinciden las representaciones de los evangelistas Azar? Parece que no. En un mismo cuadro se ven cuatro animales enfrentados entre s dos a dos, cada uno de ellos en las esquinas del cuadriltero. En la parte superior podemos ver a la izquierda la representacin de un len y frente a l la de un buey. En la parte inferior, se observa a la izquierda un halcn. En la esquina inferior derecha del relieve, un desconchn en la piedra impide apreciar lo que hay frente a este pjaro, aunque los estudiosos sealan que muy probablemente se tratara de la representacin de una serpiente. Son estos cuatro animales un claro antecedente de la iconografa cristiana? Identifican a los cuatro evangelistas? Si esto fuera as, el len sera Marcos; el buey, Lucas; el halcn, Juan; y la serpiente podra ser el antecesor de Mateo, quien, segn la tradicin cristiana, aparece representado como un ngel. Lo curioso del asunto es que los cuatro animales sagrados se identifican con las columnas de los cuatro puntos cardinales sobre los que, segn la mitologa egipcia, se sustentaba el cuerpo celeste de la diosa Nut. Prometemos resolver el enigma que suscitan estos smbolos en el ltimo captulo de la investigacin. 3.2.1. Evangelios sinpticos Los tres primeros evangelios (Mateo, Marcos y Lucas) se denominan sinpticos porque presentan la misma perspectiva general de la vida y recogen la predicacin de Jess. Narran casi los mismos hechos, coincidiendo a menudo en la narracin de los acontecimientos. Utilizan, asimismo, un vocabulario similar, con las mismas palabras, en ocasiones. Hasta el siglo XIX casi todos los especialistas y telogos crean que Mateo era el evangelio ms antiguo, que Marcos era una versin resumida de Mateo y que Lucas era el ms reciente de los tres, habindose inspirado al parecer en Mateo y en Marcos. Con algunas modificaciones, ste sigue siendo el punto de vista de algunos estudiosos conservadores. En la actualidad, la mayora de los conocedores del tema acepta que Marcos es el evangelio ms antiguo y que proporcion gran parte del material narrativo, as como el contexto, tanto para Mateo como para Lucas. Desde hace unos treinta aos el problema sinptico, el que encierra las diversas cuestiones relativas a los tres primeros evangelios, ha cambiado de faz, por decirlo as. El problema paulino se ha renovado y el del cuarto evangelio se ha modificado. Estas vacilaciones y rodeos de los crticos, la perpetua transformacin de sus puntos de vista y de sus sistemas tienen una causa nica: de los documentos solos no se desprende una historia continuada y coherente de los orgenes cristianos; no son ms que fragmentos; la restauracin de su conjunto es, con frecuencia, hipottica. Por otro lado, no hay que olvidar que durante los primeros siglos del cristianismo, fue absolutamente corriente falsificar todo tipo de documentos con tal de dotarse de poder y/o legitimidad doctrinal. El propio Pablo, acusado de emplear engaos para defender su visin del cristianismo, se justific diciendo: "Y si la verdad de Dios se pone todava ms de relieve con mi mentira, por qu he de ser yo encima juzgado como un pecador?" ( Rom, 3, 7). El fin justifica los medios cuando se trata de imponer la fe cristiana. En aquellos siglos fueron legin los que adoptaron en la prctica lo que Orgenes, el gran telogo cristiano, puso por escrito cuando formul su teora de la mentira econmica o pedaggica basada en el plan divino de la salvacin. Orgenes defendi la funcin cristiana del engao cuando postul la necesidad de mentir como condicin y medicamento (Contra Celso, 1V, 19). 3.2.1.1. Evangelio segn Mateo "Desde aquella noche Lev, que ahora se llama Mateo, camina tras la tnica blanca de Jess, y escribe los hechos y los dichos del Maestro en las tablillas de madera que antes le

sirvieron para anotar las deudas de los tributarios, y ni una sola palabra del Hijo del Hombre deja de ser copiada por sus manos. Leer su testimonio ser como mirar la vida de Jess reflejada en las aguas de un pozo tan claro como profundo" . De este modo recuerda M. Otero Silva 15 la conversin del judo Lev, hijo de Alfeo, recaudador de impuestos, en uno de los doce apstoles. No es muy creble que Mateo fuera tomando apuntes de todo lo que suceda con su Maestro para dejarlo a la Historia. Como se dijo, el Evangelio segn Mateo encabeza el canon del Nuevo Testamento cristiano y desde principios del siglo II se tiene a este apstol por su autor. Sin embargo, el redactor final del evangelio no era judo, como se desprende del anlisis del texto, y no se limit a actuar como mero compilador, sino que aadi de su propia cosecha todo cuanto le pareci oportuno para "mejorar" la capacidad de conviccin del escrito original. Con esta intencin, p. e., duplic el nmero de personas que, segn Marcos, haba sanado Jess en Gadara y Jeric. El origen ms probable de este evangelio en su redaccin griega (continuacin de la primera en arameo, datada en el ao 60), se remonta hacia el ao 90 d. C., en Egipto, donde exista una numerosa poblacin juda, especialmente en Alejandra. Algunos autores prefieren retardarlo hasta el ao 135. Lo ms notable en Mateo es su nfasis en que Jess es el Mesas prometido, legtimo heredero del rey David, y en los asuntos relativos a la Iglesia. Pueden encontrarse muchas pruebas de que probablemente fue escrito para los cristianos judos por la abundancia de datos, exclusivos de este Evangelio, ya que insiste en presentar a Jess como cumplimiento y concrecin del Antiguo Testamento. nica tambin es la posicin superior de Pedro, designado por Jess como guardin de "las llaves del Reino de los Cielos" (16,19). El profundo inters en los discpulos que caracteriza a todos los evangelistas aparece an ms resaltado en Mateo. El autor de este evangelio relata en detalle cmo Jess los eligi, cmo les instruy, cmo le fallaron y cmo Cristo resucitado los perdon y les dio una gran seguridad en su misin. La influencia de Mateo en el cristianismo ha sido dominante desde su composicin. Adems de su importancia teolgica en la formulacin de la doctrina, una importancia que comparte slo con el Evangelio segn Juan, su versin de las secciones ms clebres como las Bienaventuranzas, el Padrenuestro y las historias de la Pasin es ms conocida y citada o leda que los relatos paralelos de los dems evangelios. 3.2.1.2. Evangelio segn Marcos Denominado por algunos autores como el evangelio de los milagros, el Evangelio segn Marcos fue escrito, en realidad, por un tal Juan de Jerusaln, de nombre latino Marcus, mencionado en Hechos 12, 12, y I Pedro 5, 13. Este tal Juan de Jerusaln fue ayudante de Pablo y de Barnab, pero, a causa de una disputa con Pablo (de quien no gust que hablara del mesianismo de Jess ante el gobernador de Chipre, Sergio Paulo, que era pagano) pas a viajar con Pedro -que le llamaba "mi hijo"- en la funcin de intrprete de griego. (Lo cual, por otro lado, quiere decir que las lecciones de lenguas extranjeras dadas de una manera un tanto rpida por el Espritu Santo en Pentecosts no haban servido de gran cosa). El evangelio actual debi de haber sido escrito para los paganos convertidos entre los aos 75-80 d. C. En una especie de eplogo piadoso a la trgica Pasin y martirio del Mesas, Marcos pone en labios del centurin romano la famosa -y dudosa- sentencia: Verdaderamente era hijo de Dios. Por otro lado, en Mc 13, figura una revelacin de Jess a la Iglesia de Jerusaln que tradicionalmente se supone recibida poco antes de la guerra de los judos contra los romanos; su inclusin sugiere que el Evangelio segn Marcos no fue redactado hasta despus de finalizada dicha guerra. Para los especialistas, el Evangelio segn Marcos es un ejemplo de adulteracin de los textos sacros del judeocristianismo. En su versin original, termina con la crucifixin, el entierro y el

sepulcro vaco, sin mencionar escena alguna sobre la resurreccin de Cristo ni las apariciones posteriores a los discpulos; aunque muchas Biblias modernas s incluyen estos episodios. Los eruditos bblicos estn de acuerdo con que el evangelio se corta bruscamente en Mc 16, 8, ignorndose cunto texto falta y cul era su contenido. El resto del texto, en realidad, es un aadido del siglo II. El segundo evangelio relata la historia del Jess adulto, desde el momento de su bautismo por Juan el Bautista hasta su crucifixin y el mensaje del ngel anunciando su resurreccin. Los episodios iniciales, escenificados en Judea, describen la actividad de Juan el Bautista, el bautismo de Jess y su tentacin por Satn en el desierto. A continuacin, el escenario se traslada a Galilea (1,14), y durante la mayor parte del evangelio el lector recorre las diversas regiones del norte de Palestina, especialmente los alrededores del Mar de Galilea, donde Jess predica sobre el reino de Dios y sana a los enfermos. En 10, 1, Jess se dirige hacia el sur en direccin a Judea. Desde Marcos 11,11 hasta el final del evangelio, los acontecimientos se desarrollan en Jerusaln y sus alrededores, donde tienen lugar el arresto, crucifixin y el entierro de Jess. Cuando algunas mujeres de entre sus seguidores se dirigen a la tumba para encargarse del cuerpo, descubren que est vaca. Un ngel les ordena comunicar el hecho a los discpulos, pero no hablan con nadie por temor. As, el evangelio comienza y termina en Judea, aunque entre el inicio y el final, una gran parte de la actividad tiene por escenario Galilea. La importancia de Galilea se indica nuevamente por una profeca, pronunciada en dos ocasiones, de que tras su Resurreccin, Jess ir a Galilea y que ser all el lugar en que sus discpulos lo vern (14,28; 16,7). 3.2.1.3. Evangelio segn Lucas / Hechos de los apstoles Lucas o Lucano, el autor del tercer evangelio cannico y de los Hechos de los Apstoles, naci en Alejandra y fue compaero inseparable de Pablo en sus tareas apostlicas. Pablo lo identifica como "colaborador" (Flm 24) y "mdico amado" (Col 4, 14). Parece que Lucas no compuso su evangelio -el ms extenso de los cuatro, con veinticuatro captulos- sino hacia finales del siglo I, especialmente para los gentiles. En una poca tan conflictiva, el Evangelio segn Lucas procur dar la imagen menos desfavorable de los perseguidores romanos, intent suavizar los choques crecientes habidos entre los bandos judeocristianos y grecocristianos, seguidores de Jess y de Juan el Bautista o discpulos de Pablo y Pedro, e intent frenar el estallido de sectarismo cristiano que se produjo tras la cada de Jerusaln cuando no se materializ el esperado e inminente Segundo Advenimiento del Mesas Jess. Se desconoce si este evangelio fue escrito en Roma, en Asia Menor o en Grecia. Tanto en el Evangelio como en los Hechos, que son la segunda parte de aqul, Lucas abord la historia de los orgenes del cristianismo, pero lo hizo con fortuna desigual. Gracias a su atenta lectura de las obras del historiador Flavio Josefo, pudo importar buena parte de los datos fundamentales que le seran necesarios para ambientar el contexto histrico en el que apareci y se desarroll el cristianismo. Sin embargo, para lograr su propsito narrativo "realista", con frecuencia Lucas introdujo fragmentos sobre hechos y dichos de Jess fuera de su contexto original. Cuando, por ejemplo, cuenta el ltimo viaje de Jess a Jerusaln. Primeramente Jess se halla en Betania, pueblo cercano a Jerusaln (Lc 10, 39), pero luego le hace recorrer "ciudades y aldeas, enseando y siguiendo su camino hacia Jerusaln" ( Lc 13, 22) ; a continuacin, lo alej de su destino ya alcanzado para situarlo en los dominios de Herodes Antipas, en Maqueronte, a muchos kilmetros al este de Jerusaln y ms al sur ( Lc 13, 31-33); poco despus, Jess tiene que desandar lo mucho andado, cuando afirma el evangelista: "Yendo hacia Jerusaln atravesaba por entre Samaria y la Galilea ( Lc 17, 11-12), es decir, Jess tiene que recorrer una enorme

distancia hacia el norte, en direccin contraria a Jerusaln -donde ya estaba- con tal de poder narrar la curacin de un leproso ( Lc 17, 11-19), que Marcos, la fuente de donde tom el hecho, haba situado en Galilea (Mc 1, 40-42). Si se le echa una breve ojeada a un mapa de la poca, puede comprobarse cun disparatada es la narracin de estos hechos. En los Hechos de los apstoles, Lucas describi la organizacin y el desarrollo de la Iglesia primitiva en Jerusaln y continu con su estrategia de disimular los graves conflictos que enfrentaban los cristianos judos y los no judos. El texto no habla de todos los apstoles, ya que le cedi casi todo el protagonismo a Pablo; de los Doce, slo Pedro adquiere alguna relevancia. De todo esto resulta que Hechos es, realmente, un documento paulino normativo, en el que se sataniza a todos los que enfrentan al Apstol de los Gentiles, incluido Santiago, el hermano del Seor. El contexto de Lucas es el mismo del Evangelio segn Marcos. Sin embargo, Lucas ampli el relato de Marcos mediante dos importantes interpolaciones 16. La mayora de los especialistas coincide en que estas inserciones fueron tomadas principalmente de una recopilacin de los dichos de Jesucristo conocida como "Q" o "Logia", y de un cuerpo de tradiciones orales denominado a veces "L", recopiladas por Lucas o conocidas slo por l. 3.2.2. Evangelio segn Juan / Apocalipsis El cuarto de los cannicos, el Evangelio segn Juan, es, quizs, el texto ms entraable y querido por los creyentes cristianos por el fuerte contenido emocional con el que impregna todo lo referente a Jess. (Algunos judos de hoy sealan que fue inspirado por el diablo. No les falta razn, como tendremos tiempo de comprobarlo). Gran parte de este evangelio consta de discursos de Jess tratados al modo griego. En efecto, el Jess de los evangelios sinpticos habla a la manera juda, en cuanto a temas y construccin, tal como puede observarse en el Sermn de la Montaa. En cambio, el Jess del Evangelio segn Juan emplea las ms de las veces un lenguaje completamente distinto, el de un no judo, y, a menudo, un estilo que es extranjero. Por ejemplo, al referirse a la Ley dada a Moiss, Jess dice "vuestra ley", en lugar de 'nuestra ley', y aade: "Todos los que vinieron antes de m fueron ladrones y salteadores". Incluso, Jess alude a Dios identificndolo consigo mismo -que para los judos sera una blasfemia- al decir "Yo y mi padre somos uno". Quin escribi el Evangelio segn Juan? En 1907, una comisin bblica concluy que el apstol Juan fue el autor del libro que lleva este nombre, pero hoy los investigadores dicen otra cosa. Ya E. Renn , en su hermosa Vida de Jess , aparecida en 1863, se preguntaba cmo poda ser posible que al lado de noticias precisas, que revelan en algunos momentos al testigo ocular, se encuentren unos discursos en todo diferentes a los de Mateo. Pero pueden hacerse muchas otras preguntas: Cmo puede ser que el cuarto evangelio no ofrezca una sola parbola, un solo exorcismo? Pudo Juan, hijo de Zebedeo, hermano de Santiago (al que no se menciona ni una sola vez en el cuarto evangelio) escribir en griego lecciones de abstracta metafsica, de la que los sinpticos no ofrecen ninguna muestra? Cmo es posible que el Apstol de la circuncisin haya compuesto un escrito ms hostil al judasmo que todos los de Pablo, un escrito en el que la palabra judo es casi equivalente a enemigo de Jess? El autor de Juan escribi en una poca en que las creencias de los cultos arcanos y del gnosticismo circulaban en la Iglesia primitiva junto con las primeras doctrinas del cristianismo. Al parecer, su intencin era que este evangelio fuera en esencia una reinterpretacin teolgica de la persona y la misin de Jess. Present el mensaje en trminos afines a las corrientes filosficas de su tiempo, en una forma quiz ms comprensible para los cristianos de la Iglesia posterior y para los gentiles helenistas que para sus contemporneos. Por sus caractersticas concretas, el principal objetivo del autor fue contrarrestar la interpretacin del gnosticismo doctico que afirmaba que Cristo era una divinidad que apareci en forma humana, pero incapaz de experimentar sentimientos mortales o de morir. El propsito explcito del evangelio se revela

en 20, 30-31. La ciencia moderna ha llegado a la conclusin de que este evangelio y el Apocalipsis fueron escritos por Juan el Anciano, un griego cristiano que se bas en textos hebreos y esenios y en el recuerdo que obtuvo de Juan el Sacerdote, identificado como "el discpulo querido" de Jess -que no es Juan Zebedeo-. Juan el Anciano vivi en feso hasta principios del siglo II. Seala Schonfield que la Revelacin (o Apocalipsis) de Jesucristo es un modelo tan excelente de literatura en cuestin que su autor slo pudo haber sido un especialista, familiarizado, adems, ntimamente con el templo de Jerusaln y sus misterios, a la vez que versado en la interpretacin escatolgica del Cntico de Moiss (Dt 32). Muchos lderes de sectas destructivas actuales tienen el Apocalipsis de Juan como libro de cabecera para fundamentar muchas de sus alucinaciones. Algunos de ellos - como Charles Manson, Jim Jones, David Koresh y otros locos- se han basado en pasajes de este texto para desencadenar y justificar el asesinato de centenares de seguidores 3.2.2.1. Juan y los sinpticos Desde mucho tiempo atrs se reconoce que el Evangelio segn Juan es muy distinto de los tres evangelios sinpticos que le preceden. Entre las diferencias ms conspicuas y significativas se cuentan la ausencia en Juan de cualquier registro o descripcin de temas biogrficos e histricos tales como el nacimiento y la infancia de Jess, sus tentaciones, la transfiguracin, la institucin de la Eucarista y la agona en el huerto de Getseman. Adems, slo Juan menciona el cambio milagroso del agua en vino en Can, la resurreccin milagrosa de Lzaro, el lavado de los pies de sus discpulos en la ltima Cena (13,1-20), los bautismos realizados por Jess y sus discpulos (3,22-36; 4,1-2), Nicodemo (3,1-21), la mujer samaritana (4,7-26) y el incidente que en la versin primitiva no fue parte del evangelio de una mujer "sorprendida en el adulterio" (7,53-8,11). Tambin quedan en evidencia importantes diferencias cronolgicas al comparar a Juan con los sinpticos. En Juan, el magisterio de Jess se prolonga durante varios aos, la ltima Cena tiene lugar antes de la Pascua juda y Jess es crucificado antes del primer da de dicha festividad. Por ltimo, digamos que los especialistas bblicos modernos coinciden en que el evangelio de Juan fue redactado despus de los sinpticos. Sin embargo, no consiguen ponerse de acuerdo en cuanto a si el autor de Juan conoca o no los sinpticos y si, tal fuera el caso, los utiliz como fuente. Algunos estudiosos creen que es posible que el autor haya conocido a Marcos y Lucas, y que hizo uso de sus respectivos evangelios 3.2.3. Q, el quinto evangelio El documento Q (de Quelle, fuente, en alemn) -bautizado as por Johannes Weiss en una obra escrita en 1890- , es una recopilacin de proverbios (con unas pocas narraciones) de Jess, al parecer escritos en arameo, utilizada por Mateo y Lucas (no obstante, algunos especialistas no aceptan que se tratase de un nico documento). Este documento proporcion el material que falta en Marcos y que luego, al parecer, se perdi. Por lo general se denomina Q, aunque tambin Logia (griego, "palabras" o "dichos"). Adems, los autores de Mateo y de Lucas deben de haber recurrido a material de otras fuentes a las que cada uno de ellos tuvo acceso. No nos ha llegado ninguna copia de este documento que puede ser catalogado como el quinto evangelio, por lo que ha sido necesario reconstruirlo a partir del material perteneciente a l que aparece contenido en Mateo y Lucas. La forma del documento Q no es la del evangelio narrativo, como los del Nuevo Testamento que hemos visto, sino la del evangelio de dichos, como es el caso del apcrifo Evangelio de Toms. El documento debi de ser redactado entre el ao 50 y el 70 d. C.

3.2.4. Evangelios apcrifos Apcrifos del Nuevo Testamento (del griego apokryphos, 'oculto') es un ttulo que hace referencia a ms de 100 libros escritos por autores cristianos entre los siglos II y IV d.C. Estos libros poseen dos caractersticas en comn: (a) en general su estilo se asemeja al de las escrituras del Nuevo Testamento, pudiendo clasificarse muchos de ellos dentro de las categoras literarias de evangelios, hechos, epstolas y apocalipsis; (b) no pertenecen al canon del Nuevo Testamento ni a los escritos de los Padres de la Iglesia reconocidos. Leer a los apcrifos es regresar de un modo casi mgico a los primeros siglos de nuestra Era cuando la religin era una pasin, dijo J. L. Borges. Los dogmas de la Iglesia y los razonamientos del telogo vendran mucho despus; lo que import al principio fue la nueva de que el Hijo de Dios haba sido, durante ms de treinta aos, un hombre, un hombre flagelado y sacrificado, cuya muerte haba redimido a todas las generaciones desde Adn. Los apcrifos no contradicen a los evangelios del canon. Narran, con extraas variaciones, la misma biografa. Nos revelan milagros inesperados. Nos dicen, por ejemplo, que a la edad de cinco aos Jess model con arcilla unos gorriones que, ante el estupor de los nios que jugaban con l, alzaron el vuelo y se perdieron en el aire cantando. Tambin nos relatan milagros muy crueles, hechos por un nio todopoderoso que no ha alcanzado todava el uso pleno de la razn. Algunos de estos documentos fueron escritos para destinarlos a iniciados en grupos tales como los gnsticos, que sostenan que la sabidura tena su origen en una tradicin secreta; estos libros eran autnticamente apcrifos, es decir, "libros mantenidos ocultos". Otros fueron compuestos para su uso abierto y generalizado en las iglesias en las que sus autores se integraban, pero no llegaron a ser aceptados como parte del canon ortodoxo de la Biblia. Algunos de estos textos, como el Evangelio segn los Hebreos, debe de haber tenido un rango de importancia en la vida cotidiana de los cristianos de origen judo. Otros eran ledos en crculos gnsticos, como la Epstola de Eugnostos. Los hay, como la Historia de la Infancia de Toms y los Hechos de Pilatos, elaborados para satisfacer la curiosidad de la gente comn de la Iglesia al rellenar "huecos" de los escritos bblicos con fantsticos detalles acerca de los aspectos desconocidos de la vida de Jess. Los catlicos y los protestantes utilizan de manera diferente el trmino 'apcrifos' al referirse a la literatura bblica (deuterocannicos). Sin embargo, ambas corrientes incluyen los mismos libros dentro de los apcrifos del Nuevo Testamento. Aunque E. Renn pensaba que los evangelios apcrifos que l conoci eran vulgares y pueriles amplificaciones, frecuentemente basados en los cannicos, a los que no aaden ningn valor, hoy cambiara de opinin al respecto. En efecto, antes del estupendo descubrimiento en 1945 y en 1946 de trece libros escritos en copto y encuadernados en cuero, en un terreno cercano a Nag Hammadi - en el curso medio del Nilo, ceca de Luxor- no sabamos de la gnosis y de los gnsticos prcticamente nada. A partir de este hallazgo se puede afirmar que el pensamiento gnstico inspir de forma decisiva algunos de los ms relevantes pasajes del Nuevo Testamento. Los gnsticos eran verdaderos disidentes en el mundo antiguo. La materia, el Universo, era mala. Nada de la civilizacin material, de lo que anhelaban los dems mortales, les importaba. En su lugar, fomentaban valores puramente espirituales con el fin de llegar a la "patria", al "descanso" del cielo, a la unin con el Dios misterioso. Sin embargo, no solan retirarse a los desiertos ni vivan la existencia solitaria del monje o del asceta ermitao. Los gnsticos pretendan, por lo general, vivir dentro de los grupos normales de cristianos, aunque internamente apartados, disfrutando de sus revelaciones en una especie de exilio voluntario interior. Para no caer en los engaos de la materia, solan llevar una existencia asctica y de renuncia.

En qu temas han visto los investigadores influencias gnsticas? Por razones de brevedad, digamos que en los escritos autnticos de Pablo y en el Evangelio segn Juan. La antropologa de Pablo, que distingue tres partes en el hombre: cuerpo, alma y espritu ( Ts 5,23), encaja muy bien en el talante de la gnosis. El Apstol, adems, efecta una divisin clara entre hombres espirituales, psquicos y carnales ( I Cor 2, 14ss), un esquema que responde a la divisin gnstica de la humanidad en tres tipos de hombres. Pero quiz lo ms profundamente gnstico en Pablo sea el dualismo rgido y esencial que establece entre Dios y el mundo presente (I Cor 2, 12), el radical menosprecio de la materia y el cuerpo... El hecho de que a Pablo no le interese para nada el Jess carnal, el histrico, y centre su atencin en el Cristo resucitado, es decir, el preexistente, es un esquema que corresponde a la perfeccin a la mentalidad gnstica, que atiende slo al "revelador" gnstico que se manifiesta despus de la Resurreccin. En su conjunto, puede decirse que el estudio del pensamiento gnstico es un requisito para entender a Pablo. Su interpretacin del mensaje y de la figura de Jess "venido en carne", su concepcin, en general, del cristianismo, est moldeada por conceptos de la gnosis y de las religiones de misterios. La correcta interpretacin del origen y trasfondo ideolgico del cuarto evangelio pasa por reconocer en su autor un gnstico primitivo. Esta va fue intuida por Clemente de Alejandra. Un pasaje de sus Bosquejos nos proporciona una pista para entender este evangelio tan peculiar respecto al resto de los cannicos, ya que nos presenta una imagen de Jess, sobre todo en los dilogos y en los discursos, diferente de la que se deduce de los otros tres. El texto de Clemente de Alejandra reza as: "Juan, el ltimo [de los evangelistas], al ver que en los [dems] evangelios se mostraba lo material [de la historia de Jess], animado por algunos conocidos y movido por la inspiracin del Espritu Santo, compuso [un evangelio] espiritual". 3.3.Conclusin Quisiramos terminar esta introduccin con algunas consideraciones con las que D. F. Strauss cerraba su Nueva Vida de Jess. Aunque escritas en el siglo XIX, tales consideraciones son pertinentes. Los rasgos legendarios sobrepuestos a la imagen de Jess no han velado solamente los rasgos histricos, de modo que bastara borrar aqullos para que reaparezca la imagen verdadera. Demasiadas veces las capas del mito sobrepuestas han rodo totalmente y destruido para siempre la realidad histrica. Hay pocos hombres en la historia sobre los cuales no veamos tan imperfectamente como sobre Jess. Ciertamente, los evangelistas 1 y 4 persiguen a su manera un fin semejante, pero se proponen, adems, otro: su Jess, ms que un hombre a todo trance, debe ser un taumaturgo, engendrado por Dios, y aun para uno de ellos el mismo Verbo de Dios hecho carne humana. As, no slo mezclan con la predicacin de Jess una multitud de actos y de incidentes milagrosos; implantan este elemento del milagro hasta en la doctrina que a Jess atribuyen, de modo que le hace decir de s mismo cosas que chocan con la razn. La contradiccin entre el Cristo de Mateo y el de Juan es radical. Bajo la oscura niebla de la ilusin y de las supersticiones judas, entre las espesas nubes del misticismo especulativo, la figura de Jess del cuarto evangelio pierde casi totalmente su traza humana. El Cristo resucitado, sobre el cual fue la Iglesia organizada y fundada, es otro Cristo distinto del hombre llamado Jess. Esta imagen secundaria no slo molde a la Iglesia, sino que modific por completo la idea de la persona y de la vida de Jess. Se puede dudar de que Jess, si hubiese vuelto al mundo poco despus de la destruccin de Jerusaln, se hubiera reconocido en el Cristo que se predicaba entonces. Hacer depender la salvacin del hombre de su fe en cosas cuya gran parte es ficticia de todo punto, la otra incierta y a lo ms una porcin mnima averiguada, es pretensin tan absurda, en nuestros das, que no hay necesidad de refutarla. El romano conceba al hombre ideal de otro modo que el griego. El judo, de otro modo que

ambos. Toda personalidad moral eminente, todo gran pensador que ha tomado la naturaleza activa del hombre por objeto de sus investigaciones, ha contribuido en esfera ms o menos extensa a rectificar, a completar y a desenvolver ese ideal. Entre estos promotores del ideal humano, Jess se coloca en primera lnea de cualquier modo que lo consideremos. l ha introducido en el ideal humano rasgos que faltaban antes o que al menos no haban sido desarrollados; ha limitado otros que le impedan generalizarse; los ha agrandado y santificado por el carcter religioso que les imprimi y, encarnndolos en s mismo, les ha comunicado la llama de la vida. La comunidad religiosa que sali de l ha procurado a este ideal la ms vasta extensin en la humanidad. Sin duda, que procedi ella de otra cosa que del valor moral de su fundador y la imagen desta que empez a propagar no era muy pura. En el Apocalipsis, por ejemplo, hay un Cristo que no es susceptible de dar muchos elementos al ideal humano. Pero los rasgos de tolerancia, de dulzura y de amor a los hombres que Jess ha hecho predominar, no estn menos adquiridos por la naturaleza humana. Gracias a ellos ha podido germinar y desarrollarse todo lo que hoy llamamos humanidad. Si se ve en Jess al hombre-Dios, tipo absoluto y modelo nico, puesto por Dios en la humanidad, naturalmente se llega a suprimir toda adicin y todo complemento, a recibir exclusivamente este modelo tal como es. Hay ms, el hombre-Dios en Jess, quedando l mismo superior al ideal moral que represent, haca necesario que el primer deber y la condicin para salvarse fuera creer en el hombre-Dios y no el conformarse con el ideal moral. Por ah el dogma queda preeminente. Lo nico que, a nuestro entender, es esencial pasa a segundo trmino. La grandeza moral de Jess es reducida en su eficacia. Las obligaciones morales, cuya verdadera autoridad es estar fundadas en la naturaleza humana, caen bajo el falso brillo de mandamientos divinos positivos. El autor est seguro, tiene la conviccin de no cometer ninguna profanacin. Cumple una obra til y necesaria, rechazando como una ilusin, desde luego bien intencionada, acaso bienhechora, todo lo que hace de Jess un ser sobrehumano. Restableciendo en lo posible la figura histrica de Jess, en sus rasgos simplemente humanos, invita a la humanidad a esperar su salvacin en la conquista de Derechos Humanos. La realizacin progresiva y perfeccionamiento final no pueden ser ms que la misin y la obra de la humanidad entera

Captulo 1 EL HIJO DEL HOMBRE

1. Identidad de Jess A pesar de los miles de libros que se han escrito sobre Jess de Nazaret, es tan poco lo que se sabe acerca de su vida real que muchos investigadores han dudado seriamente de su existencia. A continuacin el lector puede constatar el estado de la cuestin en una pgina dramatizada por G. Flaubert:
ARRIO con hbito (c(con hbito de dicono) Los locos que contra m declararon pretenden explicar lo absurdo; y para terminar de confundir he compuesto unos m declara h breves poemas tan divertidos que se los saben de memoria e n los molinos,en las tabernas y en los puertos. Mil veces no! El Hijo no es coeterno del Padre, ni de la misma sustancia! De lo contario no hubiera dicho: Padre, aparta de m este cliz! Por qu me llamas bueno? Slo Dios es bueno! Voy a mi Dios, a vuestro Dios, y otras muchas ms palabras que testifican su condicin de criatura. Nos es demostrada asimismo por todos sus nombres: cordero, pastor, fuente, sabidura, hijo del hombre, profeta, buen camino, piedra angular. SABELIO Yo afirmo que ambos son idnticos. ARRIO El concilio de Antioqua decret lo contrario. ANTONIO Qus es, pues, el Verbo?... Quin era Jess? VALENTINIANOS Era el esposo de Acamaroth arrepentida! SETIANOS Era Sem, hijo de No! TEODOCIANOS Era Melquisedec! MERENTIANOS No era ms que un hombre! APOLINARISTAS Tom su apariencia! Simul la Pasin! MARCELO DE ANCIRA Era una ampliacin del Padre! PAPA CALIXTO El Padre y el Hijo son las dos formas de un solo Dios! METODIO Primero estuvo en Adn, luego en el hombre CERINTO Resucitar. VALENTINO Es imposible, al ser su cuerpo celestial! PABLO DE SAMOSATA No fue Dios hasta despus de su bautismo. HERMGENES Vive en el sol! Y todos los heresiarcas forman un corro alrededor de Antonio, que llora con la cabeza entre las manos. UN JUDO con la barba roja y la piel maculada de lepra se acerca a l y le dice con una horible risotada: Su alma era el alma de Esa! Padeca la enfermedad belerefontiana y su madre, la perfumista, se entreg a Pantero, un soldado romano, sobre unos haces de miz en una tarde de siega.

ANTONIO

TERTULIANO ANTONIO EUSEBIO DE CESAREA

levanta la cabeza , los mira sin decir una palabra y luego, caminando hacia ellos, grita: Doctores, magos, obispos y diconos, hombres y fantasmas, atrs! Todos sois mentira! /.../ Ah, seguid hablando! Hablad! Cmo era su rostro? Tena un aspecto hosco y repulsivo, pues haba cargado con todos los crmenes, con todos los dolores y con todas las deformidades del mundo. Oh, no, no! Me figuro, por el contrario, que toda su persona era de una belleza sobrehumana. En Paneades, junto a una vieja casa en ruinas, entre unos matojos de hierbas, hay una estatua suya de piedra que, al parecer, elev la mujer que padeci flujo de sangre. Pero el tiempo le ha rodo la cara y las lluvias han borrad la inscripcin (p. 80 ss).

Esto es: el tiempo ha rodo la cara del Hijo del hombre. Pero la tuvo alguna vez? Ese rostro no habr sido esculpido por la fe de los creyentes? "Qu es el Cristo histrico? Todo depende de la manera de sentir y comprender la historia. Cuando yo suelo decir, por ejemplo, que estoy ms seguro de la realidad histrica de Don Quijote que de la de Cervantes o que Hamlet, Macbeth, el rey Lear, Otelo... hicieron a Shakespeare ms que ste a ellos, me lo toman a paradoja y creen que es una manera de decir, una figura retrica, y es ms bien una doctrina agnica. Esto lo escribi don Miguel de Unamuno y creo que plantea el tema como debe ser. La anttesis entre el Cristo de la fe y el "Jessde la historia es una grosera exageracin y, a menudo, un producto que emplea la apologtica para engaar. Tanto la probabilidad en general como las pruebas especficas nos exigen reconocer la posibilidad de que "el Cristo de la fe se originara durante la vida, si no en el mismo pensamiento, del Jess de la historia, y que uno de los primeros en creer en Jess, el Cristo fuera el mismo Jess. Tanto si Jess hizo lo que se le atribuye que hizo como si no, lo incuestionable es que l dio origen al proceso que se convirti en el cristianismo. Por tanto, lo que debemos preguntar es: qu clase de hombre y qu clase de ocupacin, en la sociedad palestina del siglo I, pudo haber ocasionado las creencias, hecho surgir las comunidades y dado origen a las prcticas, historias y frases que aparecieron despus, de las cuales han llegado hasta nosotros informes y recopilaciones seleccionadas? Pretender encontrar al Jess real es como si, en la fsica atmica, quisiramos localizar una partcula submicroscpica y determinar su carga. La partcula no se puede ver directamente, pero en una placa fotogrfica podemos ver los trazos que han dejado las trayectorias de partculas mayores que ha puesto en movimiento. El Jess de la historia puede resumirse en lo que sigue: Naci en Palestina, probablemente a los ocho o diez aos del comienzo de nuestra Era. Creci en Galilea. Fue bautizado por Juan el Bautista, form un grupo con sus propios seguidores y viaj con ellos principalmente por Galilea. Al fin, visit una vez Jerusaln y all fue detenido y crucificado. Sobre estas materias, los evangelios estn de acuerdo. Los datos de los cuatro evangelios sobre el lugar de nacimiento de Jess son contradictorios. La indicacin de Beln, la ciudad de David, es totalmente legendaria. Tambin la indicacin de Nazaret como residencia de la familia de Jess, luego del regreso de Egipto, responde a la voluntad de adecuarse a una profeca bblica: Y l ser llamado nazareno (Mt 2, 23). Pero que el apelativo de Nazoreo, Nazoreno o Nazareno deba referirse a Nazaret es relacin por dems dudosa. Ningn texto antiguo, ni hebreo ni pagano, hace mencin de esas localidades. La crtica estima que se trata ms bien de la deformacin del trmino griego nazir, con el que en arameo

se llama al que se ha dedicado con voto especial al servicio de la divinidad, esto es, que es 'devoto de la larga cabellera' o est 'consagrado a Dios'. Y dado que el nombre de Jess significa socorro de Dios o enviado de Yahv, la expresin Jess Nazareno puede entenderse con bastante fidelidad: el enviado de Yahv, consagrado a Dios.

1.1. Nacimiento, infancia y juventud Para la mayor parte de los historiadores, Jess naci en Nazaret 17, pequea ciudad de Galilea, sin ninguna celebridad antes de l. Durante toda su vida fue designado con el nombre de 'Nazareno'. (De ah el nombre de nazarenos, aplicado por los judos durante mucho tiempo a los cristianos, segn Act 14,5). Se ignora la fecha precisa de su nacimiento. Tuvo lugar bajo el reinado de Augusto, probablemente alrededor del ao 750 de Roma, esto es, algunos aos despus del ao 1 de nuestra Era. (El clculo que sirve de base a la Era vulgar fue realizado en el siglo VI por Dionisio el Menor. Este clculo implica ciertos datos puramente hipotticos). Jess pas all los aos de su primera juventud. Nazaret era una pequea ciudad situada en un pliegue de la ancha meseta formada por el grupo de montaas que cierran al norte la llanura de Esdrelon. La poblacin era, en 1990, de 52.000 habitantes, y puede que no haya variado mucho hasta el momento de escribir estas lneas. Los fieles cristianos siempre han querido ver, tocar, sentir aquello que es objeto de su fe. Por eso, no slo se han elaborado retratos del personaje sino tambin se muestra todo lo que l pudiera haber tocado, visto y sentido. Tal es el mundo de las reliquias. La Iglesia catlica es, en este sentido, una gran albacea. Los herederos de la doctrina cristiana pueden confiar en la garante de su herencia. En efecto, la Iglesia les da todo lo que quieren saber y tener de su fe. Si lo desean, por ejemplo, pueden visitar la "autntica" casa de Jess, en Italia, pues siempre est ms segura que en un pas musulmn. Entremos a la casa de manos de Teresa de Lisieux18. "Con alegra me vi en camino hacia Loreto. Qu bien eligi la Santsima Virgen este sitio para depositar su bendita Casa! All todo es pobre, sencillo y primitivo; sus mujeres no han adoptado, como las de otras ciudades, la moda de Pars, sino que conservan el airoso traje italiano. En fin, Loreto nos encant. Qu dir de la Santa Casa? Mi emocin fue muy profunda al encontrarme bajo el mismo techo que cobij a la Sagrada Familia; al contemplar las paredes en que fij sus divinos ojos Nuestro Seor; al pisar la tierra que reg San Jos con sus sudores, donde Mara llev en sus brazos a Jess, despus de haberle llevado en su seno virginal. Puse mi rosario en la escudilla del divino Nio; qu recuerdos tan encantadores!" Palabra de santa. Sin duda aprendi Jess a leer y a escribir (Jn, 8,6). Sera un grave error suponer que fue lo que llamamos un ignorante, aunque no haya dejado nada escrito. No es probable que Jess haya sabido el griego, la lengua de Scrates, que tampoco dej nada escrito. Esta lengua estaba poco extendida en Judea fuera de las clases que participaban en el gobierno y de las ciudades habitadas por los paganos, como Cesarea. El idioma propio de Jess era el dialecto siraco con mezcla de hebreo que entonces se hablaba en Palestina. Con mayor razn careci de conocimiento de alguna cultura griega. Esta cultura estaba proscrita por los doctores palestinos, que envolvan en una misma maldicin "al que cra cerdos y al que ensea a sus hijos la ciencia griega" 19. Ni directa ni indirectamente, pues, lleg a Jess elemento alguno de doctrina helnica. No conoci nada fuera del judasmo. Su espritu conserv esa franca ingenuidad que da una gran ignorancia. En el seno mismo del judasmo permaneci ajeno a muchos esfuerzos frecuentemente paralelos a los suyos. Por una parte, el ascetismo de los esenios y de los terapeutas no parece haber tenido sobre l influencia directa; por otra parte, los ensayos de filosofa religiosa intentados por la comunidad judaica de Alejandra y de los que Filn, su contemporneo, era ingenioso intrprete, le fueron desconocidos. Puede suponerse, sin embargo, que no ignoraba los principios de Hillel. Cincuenta aos antes de l, Hillel haba escrito aforismos que tienen muchas analogas con los suyos. Por su pobreza, humildemente soportada, por la dulzura de su carcter, por su oposicin a los hipcritas y a los sacerdotes, Hillel fue el maestro de Jess, si puede hablarse de maestro cuando se trata de tan alta originalidad

En dnde estudi Jess? Qu estudi? Con quin se form? Los evangelios no contestan esta pregunta. Lucas dice que a los doce aos se enfrent a los doctores del Templo, para discutir en torno de las Escrituras. Cuantos le oan -comenta el evangelista- quedaban estupefactos de su inteligencia y de sus respuestas (Lc 2,40-47). Marcos anota que todo el tiempo Jess enseaba en las sinagogas de Galilea. Segn Juan, lo haca en el Templo, en Jerusaln. Es el mismo Juan el que nos relata el caso de la acusacin de la adltera y el deseo de los acusadores de apedrearla. Jess se enfrenta con ellos y les dice: "El que de vosotros est sin pecado arrjele el primero la piedra ". Despus de esto se puso a escribir algo en la tierra (Jn 8, 3-11) Qu escribi? No lo sabemos. Es ms, saba escribir? Los autores de algunos evangelios apcrifos tuvieron en cuenta estas preguntas y otras que pueden ser formuladas sobre la formacin intelectual de Jess. Por ejemplo, en el Evangelio del Pseudomateo, cap. XXI, confunde con su sabidura a su maestro Lev y le explica al maestro Zaquas el alfabeto con otro sentido. En los captulos VI, XIV y XV del Evangelio de santo Toms, el nio Jess confunde a otros tres maestros. En el evangelio de la Historia de la infancia de Jess segn santo Toms, cap. XII, Jess es llevado a un nuevo maestro a aprender las letras porque se haba peleado con el primero, llamado Zaqueo (cap. VI). Jess vuelve a aparecer en la escuela de Zaqueo en el Evangelio rabe de la infancia, cap. XLVIII. El profesor es castigado de muerte (cap. XLIX). En el cap. L Jess se ve entre los doctores. El cap. LI se refiere a la ciencia de Jess. El LII nos relata el encuentro del nio con "un filsofo versado en la medicina natural", que pregunt a Jess: "Posees nociones de medicina natural, hijo mo? Y Jess respondi con una disertacin sobre la fsica, la metafsica, la hiperfsica y la hipofsica, sobre las fuerzas de los cuerpos y de los temperamentos, y sobre sus influencias en los nervios, los huesos , la venas, las arterias y los tendones, y sobre sus efectos, y sobre las operaciones del alma en el cuerpo, sobre sus percepciones y sus potencias, sobre la facultad lgica, sobre los actos del apetito irascible y los del apetito concupiscible, sobre la composicin y la disolucin, y sobre otras cosas que sobrepujan la razn de una criatura. El filsofo, levantndose, se prostern ante Jess y le dijo: Seor, en adelante, soy tu discpulo y servidor". A continuacin de esta escena aparecen Mara y Jos en el Templo, que andan en busca del nio y lo encuentran "sentado entre los doctores, preguntndoles y respondindoles" (cap. LIII). Segn el Evangelio armenio de la infancia, despus de regresar de Egipto Jess fue confiado a Gamaliel para aprender las letras (cap. XX). Es indudable que la lectura de los libros del Antiguo Testamento le produjo mucha impresin. El canon de los libros santos se compona de dos partes principales: la Ley, es decir, el Pentateuco, y los Profetas, tal como hoy los poseemos. La Ley no parece haber tenido para l mucho encanto; crey poder realizar algo mejor. Pero la poesa religiosa de los Salmos encontr una maravillosa consonancia con su alma lrica; aquellos himnos mejestuosos continuaron siendo durante toda su vida su alimento y su sostn. Los profetas, en especial Isaas, y su continuador de la poca del cautiverio, con sus brillantes sueos de porvenir, su impetuosa elocuencia, sus invectivas mezcladas de cuadros encantadores, fueron sus verdaderos maestros. Sin duda tambin ley Jess varias obras apcrifas. El Libro de Daniel, en especial, le sorprendi20. Posiblemente tambin ley los libros de Enoc, tan venerados entonces como los libros santos y los dems escritos del mismo gnero que mantenan tan importante movimiento en la imaginacin popular. El advenimiento del Mesas con sus glorias y sus terrores, las naciones que se desplomaban unas sobre otras, el cataclismo del cielo y de la tierra, fueron alimento familiar para su imaginacin. Como una multitud de personas, Jess consideraba cercanas estas revoluciones y trataba de calcular sus fechas. El orden sobrenatural al que nos transportan tales visiones le pareci, en principio, perfectamente natural y sencillo. De cada rasgo de sus ms autnticos discursos se desprende que no tuvo conocimiento alguno de la situacin general del mundo. La tierra se le presentaba an dividida en reinos que se hacen la guerra; parece haber ignorado la pax romana y el nuevo estado de sociedad que

inauguraba su siglo. Careci de ideas precisas acerca del poder del Imperio. De ste, slo el nombre de Csar lleg hasta l. La arquitectura de ostentacin emprendida por Herodes el Grande le molestaba. Representaba lo que l llamaba "los reinos del mundo y toda su gloria". Lo que ms quera eran sus aldeas galileas, mezcla confusa de cabaas, eras y lagares cortadas en la roca, pozos y sepulcros, higueras y olivares. Siempre permaneci cerca de la naturaleza. La corte de los reyes se le presentaba como un lugar donde las gentes poseen hermosos vestidos (Mt 11,8). Las imposibilidades en que abundan sus palabras cuando se refiere a reyes y poderosos (Mt 22,2 ss) demuestran que siempre concibi la sociedad aristocrtica como un joven aldeano que ve el mundo con el prisma de la ingenua ignorancia. Aunque nacido en una poca en que el espritu del helenismo estaba derramado sobre el mundo, Jesus vivi, sin embargo, en pleno apogeo de lo sobrenatural. Es posible que los judos no hayan estado nunca tan sedientos de lo maravilloso. Filn, que viva en un gran centro intelectual y que haba recibido una educacin muy completa, slo posee una ciencia quimrica y de baja calidad. En este aspecto Jess no difera en nada de sus compaeros. Crea en el diablo, al que miraba como una especie de genio del mal ( Mt 22,2 ss) y se imaginaba, como todo el mundo, que las enfermedades mentales eran ocasionadas por demonios que se apoderaban del paciente y lo convulsionaban. Lo maravilloso no era para l excepcional, era el estado normal. As, no encuentra nada extraordinario en el milagro, puesto que para l el curso entero de las cosas es el libre resultado de la voluntad divina. Tal estado intelectual fue siempre el de Jess. Su fe tena un profunda conciencia de las familiares relaciones del hombre con Dios y una exagerada confianza en el poder del hombre. Algunos autores no dejan de sealar que stos fueron hermosos errores que constituyen el principio de su fuerza. Para describir el medio ambiente de Jess, tenemos que contar con una larga tendencia de paganismo semtico nativo en Palestina. Adems de esto, aquella tierra haba estado mucho tiempo bajo la influencia de las creencias fenicias y egipcias (all son frecuentes los amuletos egipcios en los hallazgos arqueolgicos). La influencia persa haba sido, tambin, importante en el desarrollo, tanto del monotesmo como de la demonologa (les proporcion la nocin de una contrajerarqua de demonios organizados bajo su propio gobernante), y en la formacin de creencias sobre el fin del mundo que habra de venir. Finalmente, las creencias y las prcticas griegas eran familiares por todas partes. De los 360 aos que van, aproximadamente, desde la conquista de Alejandro hasta el bautismo de Jess, Galilea haba estado gobernada por los griegos, los romanos y los agentes de Roma (incluyendo a Hircano II y a los Herodes), durante unos 320. Todas estas culturas comparten la creencia de que este mundo tiene una enorme poblacin sobrenatural: dioses, ngeles, demonios, espritus de la muerte... Es verdad que los judos ortodoxos crean que slo exista un solo Dios, pero, al igual que sus vecinos, crean en muchos ngeles y demonios y, en muchos aspectos, dioses, ngeles y demonios venan a ser prcticamente lo mismo. Fueran cuales fueran las formas que crean que tuvieran, psicolgicamente, todos aquellos seres eran como la gente ordinaria. Y , en esto, hay una identidad de creencia con la Iglesia actual. As leemos en el Catecismo: La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ngeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradicin ( & 328). No slo hay ngeles, sino que cada hombre tiene el suyo. Dice el mismo Catecismo un poco ms adelante:
Desde la infancia a la muerte, la vida humana est rodeada de su custodia y de su intercesin. Cada fiel tiene a su lado un ngel como protector y pastor para conducirlo a la vida (San Basilio). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad

bienaventurada de los ngeles y de los hombres, unidos en Dios (& 336).

Es de creer, tambin -y esto lo crea el Hijo del hombre-, que cada uno de estos seres tiene sus propios gustos y su propia personalidad. La gente del tiempo de Jess pensaba que los poda irritar, aplacar, persuadir y... sobornar!, entre otras cosas. Y es que cada una de aquellas culturas tena su propia plantilla de grandes dioses que eran adorados pblicamente con cultos oficiales en las grandes ciudades, mientras que los seres de menor importancia dependan de pequeas capillas o devociones privadas. Los espritus de los muertos muy a menudo eran prcticamente mendigos que suplicaban desde sus tumbas una palabra de saludo y un poco de vino a los transentes. Sin embargo, hasta estos ltimos tenan poderes sobrenaturales que podan ser formidables si entraban en accin, y hasta el mayor de ellos poda ser asequible: un hombre que conociera cmo haba que tratar con ellos poda conseguir que intervinieran a su favor. El dios de los judos, Yahv, no era ninguna excepcin. En realidad, era especialmente famoso por su utilidad en la magia. En los papiros mgicos (que estn salpicados de conjuros judos, pero que son, en su mayora, documentos paganos), la invocacin de su nombre excede a la de cualquiera otra deidad en una proporcin superior a la de tres a uno. De esto hablaremos en el captulo 3. Los autores espiritualistas modernos justifican sus creencias anotando que la existencia del mundo espiritual es un hecho antropolgico, pero que la angeleologa y la demonologa necesitan reformarse y repensarse. Sealan: el hombre es un ser gregario y, adems, un habitante del cosmos con el que hace intercambios muy diversos. Sin embargo, est tambin inmerso en otro universo invisible y supranatural: el mundo de los espritus. La lucha por la salvacin del hombre, que es el objeto de la religin, es mucho ms que un asunto individual, personal y csmico: es parte de una colosal aventura en la que tambin estn implicados los espritus. La salvacin religiosa del hombre es un suceso en el que actan ngeles y demonios, espritus buenos y malos. Si olvidramos este tema, abandonaramos la religin. La debilitacin del sentido religioso en nuestra poca, de lo que algunos se quejan y otros se alegran, encuentra aqu su definitiva piedra de toque. La forma simblica, mtica y acientfica con que todas las religiones tradicionales cubren este aspecto de la realidad hace difcil para la mente moderna el admitir in toto el cuadro religioso del cosmos invisible y espiritual, pero ninguna religin puede prescindir de esta creencia de que el hombre no est slo en su lucha por la salvacin y que no es el nico ser espiritual. La creencia en la existencia de seres espirituales ha sido una de las causas de los muchos subproductos de la religin: supersticin, magia, miedo, prcticas inhumanas... Resulta innegable que la evolucin humana y el proceso, especialmente el cientfico, han logrado convencer al hombre de que el mundo animista no se puede ya admitir. Sin embargo, el triunfo de la razn, la ciencia y el moderno humanismo no es tan fuerte como para destruir la realidad del mundo espiritual en el que el hombre ha credo siempre y an cree, aunque tal vez de formas diferentes. La llamada 'teologa de la liberacin' explica el fenmeno angelical y demonaco de esta manera21. Los grandes monarcas orientales -hititas, babilnicos, etc.- no se dejaban ver del pueblo directamente, un poco al estilo de los monarcas chinos de principios del siglo XX. Para tratar las relaciones entre ellos y sus sbditos, se valan de servidores o intermediarios que cumplan dos funciones diferentes, claramente diferenciadas, pero siempre al servicio de su seor: unos servidores se encargaban de premiar a los lugartenientes y sbditos que eran fieles a su seor; otros tenan como tarea probar la fidelidad de esos mismos sbditos hacia ese mismo seor, por medio de lo que se denominaba la tentacin. Si eran infieles a su seor, eran castigados. Los primeros servidores eran denominados buenos y los segundos malos. En ambos casos era el mismo seor quien los enviaba. Ellos se limitaban a cumplir sus rdenes, sin poder salirse de ellas, so pena de castigo, porque ellos, al igual que el demonio que tienta a

Jacob, no tenan poder alguno de decisin y, en s mismos, eran buenos, slo que eran denominados malos por la tarea que tenan que cumplir. Poco a poco, fruto de la mentalidad del tiempo, se empieza a copiar el modo de actuar de las cortes orientales y nacen, ahora s, los ngeles y los demonios que irn tomando identidad personal y actan, incluso, sobre todo el demonio, con aparente independencia de Dios, dando lugar al maniquesmo, religin a la que perteneci san Agustn en su juventud. Sealan estos autores que si Jess "expulsa" demonios para curar algunas enfermedades, no quiere decir que acepte la existencia real de los ngeles y de los demonios. Sencillamente sigue la costumbre y la idiosincrasia de los hombres de su tiempo. Nosotros les decimos a estos liberados que si aceptan que Jess era verdadero hombre, deba de tener las ideas de los hombres de su tiempo y no solamente "seguirlas". Para finalizar esta parte sobre la infancia y juventud del Hijo del hombre, digamos que algunos estudiosos creen que su padre putativo, Jos, haba muerto antes de que su hijo llegara a desempear ningn papel pblico. De este modo, Mara qued convertida en jefe de la familia, lo que explica por qu, cuando se quera distinguir a Jess de sus numerosos homnimos, se le llamaba a menudo "hijo de Mara" 22. Parece que, sintindose extranjera en Nazaret despus de la muerte de su marido, se retir a Can (Jn 2,1; 4,46), de donde probablemente era oriunda. Can era una pequea ciudad a dos horas, o dos horas y media, de Nazaret, situada al pie de las montaas que cierran al Norte. La vista, menos grandiosa que en Nazaret, se extiende sobre toda la llanura y queda limitada de la manera ms pintoresca por las montaas de Nazaret y las colinas de Seforis. Jess parece haber fijado su residencia en aquel lugar durante algn tiempo. All probablemente transcurri una parte de su juventud y tuvieron lugar sus primeros destellos. Ejerca, como su padre, el oficio de carpintero (Mt 13,55). Uno o dos de sus discpulos eran de Can23 1.2. La familia de Jess Para los evangelistas, el carcter extraordinario del que va a ser el Hijo del hombre se manifest muy pronto. La leyenda se complace en mostrarlo rebelndose desde su infancia contra la autoridad paterna y separndose de los caminos habituales para seguir su vocacin (Lc 2,42 ss). En este sentido, los apcrifos estn llenos de ancdotas exageradas hasta lo grotesco. De todos modos, es seguro que las relaciones familiares significaron poco para l. Su famila no parece haberlo querido24 mucho. En compensacin, a veces puede advertirse la dureza de Jess para con ella25. Y es que Jess no es familiero como pretente la Iglesia que deben ser los fieles cristianos. Sus expresiones, y sobre todo su comportamiento, denuncian "La iglesia domstica" (& 1655 ss) y "La familia en el plan de Dios" (& 2201 ss) del Catecismo. Pero hay algo ms grave que la Iglesia calla. Si los habitantes de Nazaret, que haban vivido como treinta aos con Jess y su familia, segn Lucas (3, 23), quedaron atnitos al ver el cambio experimentado en su vecino, no es menor el pasmo que experimenta el lector de estos textos evanglicos cuando se pone a reflexionar sobre su alcance. En primer lugar, uno descubre que Jess tuvo cuatro hermanos varones y un nmero indeterminado de hermanas, con lo que si ya era difcil imaginar la virginidad de Mara tras un parto, ahora hay que hacer lo propio tras no menos de siete alumbramientos. El trance de su rechazo por sus vecinos debi de ser un hecho notable en la vida de Jess, ya que Marcos, que no menta palabra sobre la supuesta infancia prodigiosa del nazareno, reproduce el relato de Mateo casi textualmente 26 con expresa mencin del nombre de sus familiares: "No es acaso el carpintero, hijo de Mara, y el hermano de Santiago, de Jos, de Judas y de Simn? Y sus hermanas no viven aqu entre nosotros?" En los Hechos, Lucas se refiere a los lazos carnales del nazareno, a propsito de la ascensin de Jess: "Todos stos [los apstoles] perseveraban unnimes en la oracin con

algunas mujeres, con Mara, la madre de Jess, y con las hermanas de ste" (Act 1,14). Hay muchos lugares en los que se hace mencin de los familiares de Jess 27. Lucas habla del "hijo primognito" (Lc 2,6-7). Pablo les dice a los glatas que en Jerusaln haba conocido a "Santiago, el hermano del Seor" (Gal 1, 18-20). Aos despus se refiri a los "hermanos del Seor y Cefas" para sealar que en sus peregrinaciones llevaban "una hermana" (1 Cor 9,3-5). Y es obvio tambin que los cuatro evangelistas testificaron en sus escritos la existencia real de no menos de seis hermanos y hermanas de Jess, as como que Pedro y Pablo se relacionaron directamente con Santiago, el segundo hijo de Mara y presidente de la Iglesia cristiana de Jerusaln. Nada menos que en once pasajes, inspirados por el Espritu Santo, se muestra la presencia de esos hermanos carnales de Jess. En resumen, la familia de Jess, aunque procediese de uno o varios matrimonios de Jos, era bastante numerosa. Jess tena hermanos y hermanas, de los que parece haber sido el primognito28. Aqu, sin embargo, difieren los autores. Para algunos los verdaderos hermanos de Jess han permanecido en la oscuridad, porque los cuatro citados como sus hermanos y, entre los cuales, al menos uno, Santiago, lleg a alcanzar una gran importancia en los primeros aos del desarrollo del cristianismo, eran sus primos hermanos (esto es, Jacobo, Jos, Simn y Judas). En efecto, para estos autores Mara tena una hermana que tambin se llamaba Mara 29 (Jn 19,5) casada con cierto Alfeo o Cleofs, y que fue madre de varios hijos que representaron un papel considerable entre los primeros discpulos de Jess. Estos primeros hermanos se adhirieron al joven Maestro y tomaron el ttulo de "hermanos del Seor", mientras que sus verdaderos hermanos se oponan a l (Jn 7,3 ss). Los verdaderos hermanos de Jess, al igual que su madre, no tuvieron notoriedad sino despus de su muerte (Act 1,14). Incluso entonces no parecen haber igualado en consideracin a sus primos, cuya conversin haba sido ms espontnea y cuyo carcter parece haber tenido ms originalidad. Sus nombres eran desconocidos a tal punto que cuando el evangelista pone en boca de las gentes de Nazaret la enumeracin de los hermanos naturales, son los nombres de los hijos de Cleofs quienes primero se presentan en su memoria. Sus hermanas se casaron en Nazaret 30. No deja de ser un tremendo escamoteo el que la Iglesia catlica le hace a sus fieles al ocultar la mltiple maternidad de Mara y al sealar el privilegio de la virginidad "antes del parto, en el parto y despus del parto" de Jess. Qu se puede retener tocante a Mara, madre de Jess, y de Jos? Parece ser que, en las primeras comunidades cristianas, Jess haba sido considerado como un hijo de Mara y de Jos, puesto que Mateo nos da el rbol genealgico de Jos para probarnos que Jess desciende de David. All sin duda, como entre algunas sectas gnsticas, se vea en Jess un hijo dado por el Eterno en el mismo sentido que Samuel. Ms tarde, preocupado por mostrar el origen sobrenatural de Cristo, hil su velo de oro y azul: la historia de Jos y Mara, la Anunciacin y hasta la infancia de Mara en el templo son bien legendarios. Y qu decir de la Piet? Los discpulos haban huido. Sin embargo, segn una tradicin, Juan (de qu Juan se habla?) permaneci al pie de la cruz. Puede afirmarse con mayor certidumbre que los fieles amigos de Galilea, que haban seguido a Jess a Jerusaln y continuaban sirvindole, no lo abandonaron. Mara Cleofs, Mara de Magdala, Juana, mujer de Khouza, Salom y algunas otras se mantenan a cierta distancia -los sinpticos concuerdan al colocar al grupo fiel lejos de la cruz- y no lo perdan de vista. Si creemos al cuarto evangelio (Jn 19,25 ss), Mara, madre de Jess, estuvo tambin al pie de la cruz, y Jess, viendo reunidos a su madre y a su discpulo querido, dijo a ste: He ah a tu madre, y a ella: Mujer, he ah a tu hijo. Pero no se comprende cmo los evangelistas sinpticos, que nombran a las dems mujeres, hayan podido omitir a aqulla cuya presencia constitua un detalle tan sorprendente. Es incluso posible que la extremada elevacin del carcter de Jess no hiciera verosmil semejante rasgo de enternecimiento personal. 2. El escenario

Segn nuestra apreciacin, las mejores pginas de la Vida de Jess, de E. Renn, son las dedicadas a la descripcin del paisaje, que es el protagonista de la obra. As, seala este autor, Galilea era un pas muy verde, muy umbro, muy risueo, el pas verdadero del Cantar de los cantares y de las canciones del bienamado. En ningn pas del mundo las montaas se despliegan con tanta armona ni inspiran pensamientos tan elevados. Jess parece haberlas amado especialmente. Los ms importantes hechos de su carrera ocurrieron sobre las montaas: era all donde se encontraba ms inspirado 31, era all donde sostena secretas entrevistas con los antiguos profetas y donde se mostraba ya transfigurado a los ojos de sus discpulos 32. Galilea careca de grandes ciudades. Sin embargo, estaba muy poblada, cubierta de pequeas ciudades y de grandes aldeas, hbilmente cultivadas en todas partes. Jess vivi y creci en aquel medio embriagador. Es seguro que desde su infancia efectuaba anualmente un viaje a Jerusaln en la poca de las fiestas. Para los judos de las provincias, la peregrinacin era una solemnidad llena de atractivos. Series enteras de salmos estaban consagradas a contar la ventura de cantar en familia (Lc 2,42-44). Pero la vida de Jess estuvo siempre en su Galilea natal. Los evangelios mencionan una serie de ciudades de Galilea que escucharon la palabra de Jess de Nazaret. De ellas vamos a hablar; sobre todo, de tres. En primer lugar, hay que hablar de Cafarnam, ciudad de la antigua Palestina, en la costa noroeste del mar de Galilea (actualmente lago Tiberades), al noreste de la actual ciudad de Tiberades. Fue Cafarnam escenario de muchos acontecimientos de la vida de Jess de Nazaret descritos en los evangelios. Se cree que era el hogar de sus primeros discpulos: Andrs, Mateo y Pedro. Hoy slo se conservan algunas ruinas de la ciudad antigua, entre ellas una sinagoga construida entre los siglos II y IV d.C. Monjes franciscanos restauraron parte de la sinagoga y construyeron un monasterio, que an mantienen. En 1981 se descubrieron los restos de una sinagoga del siglo I. Por qu elegir Cafarnam? Como Nazaret, Cafarnam careca de pasado y no apareca participando en el movimiento profano favorecido por Herodes el Grande. Jess se encari muy pronto con esta ciudad e hizo de ella su segunda patria (Mt 9,1; Mc, 2,1). Pero hay ms, pues Cafarnam figura en los escritos talmdicos como la ciudad de los minim o herejes, que no son otros que los cristianos. Lo que atrajo a aquellos lugares al discpulo del Bautista con sus seguidores fue, entre otras cosas, la ubicacin de la ciudad, de la que apenas si hace mencin la historia de antes ni de la de despus. Cafranam se hallaba sobre la gran calzada que conduca en una de las direcciones a Egipto y en la otra a Fenicia. Era una estacin aduanera del Imperio romano y guarnicin de un destacamento de tropas imperiales, mandadas por un centurin. Jess, que predicaba su doctrina en la sinagoga, mantena trato con los funcionarios de la aduana, a quienes los dems judos tenan por gente impura, y hasta con los romanos residentes en la ciudad. No debe pensarse, sin embargo, que estas relaciones eran para combatir el politesmo. Jess nunca se refiere al politesmo, aunque era precisamente en las sinagogas donde se acusaba aquel marcado matiz provincial que haca del monotesmo algo incomprensible para los dems. Cafarnam puede ser considerada como la metrpoli de una nueva fe. Otra ciudad importante en la predicacin de Jess fue Betsaida, ciudad bblica de Siria, localizada en la costa noroccidental del mar de Galilea, en las cercanas de la desembocadura del ro Jordn. Es preciso distinguirla de otra Betsaida, ciudad griega ms reciente, ms alejada de la orilla. El Evangelio segn Juan se refiere a la primera como Betsaida de Galilea (Jn 12,21). En las inmediaciones de esta Betsaida de Galilea, cuna de Felipe, Pedro y Andrs, tres de sus discpulos, Jess multiplic los panes y los peces (Lc 9,10-17). Tambin es una de las ciudades que Jess denunci por la falta de fe en su ministerio (Mt 11,21). Delante de sus murallas, cur al ciego descrito en Mc 8,22-26. Reconstruida por el tetrarca Herodes Filipo en

el siglo II a.C., la ciudad fue llamada Betsaida Julias, en honor de la casa imperial de Roma. En tercer lugar, debemos hablar de Nazaret, ciudad situada al norte de Israel, en la baja Galilea, cerca de Haifa. Se alza sobre una montaa desde la que se divisa la llanura de Jezreel. Segn el Nuevo Testamento, Mara y Jos vivieron en Nazaret y Jess pas aqu su infancia. De aqu un da se traslad a Cafarnam desde donde llev a cabo su misin. Poco despus de asentarse en Cafarnam, Jess dirigi sobre Nazaret una tentativa, pero sin ningn xito33. No pudo realizar all ningn gran milagro, segn la ingenua observacin de uno de sus bigrafos 34. Y es que el conocimiento que se tena de su familia, la cual era poco importante, perjudicaba demasiado su autoridad. No se poda mirar como hijo de David a aqul cuyo hermano, hermana y cuado se vean todos los das. Es, adems, notable que su propia familia se le opusiese de un modo tan vivo y se negase tajantemente a creer en su misin proftica 35. Durante una poca, su madre y sus hermanos sotienen que ha perdido el juicio, lo tratan como a un soador exaltado y pretenden detenerlo por la fuerza (Mc 3,21 y 31 ss). Los nazarenos, al parecer mucho ms violentos, quisieron matarlo precipitndolo desde una cima escarpada (Lc 4,29). Ingeniosamente, Jess subray que aquella aventura le haba pasado a todos los grandes hombres y se aplic el proverbio: "Nadie es profeta en su tierra". El Nazaret actual, lugar de peregrinaciones, posee numerosos santuarios conmemorativos de los acontecimientos bblicos, de los cuales algunos se reconstruyeron despus de que los musulmanes los destruyeran en la Edad Media. De entre stos destacan la iglesia de la Anunciacin (en la que el arcngel san Gabriel se le apareci a la Virgen Mara), la iglesia de San Jos (el antiguo taller de carpintero de san Jos) y el pozo de Santa Mara. Desde 1995 est bajo la administracin de la Autoridad Nacional Palestina. Para finalizar estas consideraciones sobre el escenario de la predicacin del Hijo del hombre, digamos algo sobre el medio social. Sabemos que cierto da Jess abandon a su familia para recorrer Galilea y predicar. Por qu? Solamente porque sinti la necesidad de hacerlo? Fue una vocacin nacida espontneamente en l, y para nosotros inexplicable, lo que lo impuls irresistiblemente? En parte s, sin duda; pero a menos de aceptar el postulado de inspiracin divina, que la Historia no puede tomar en consideracin porque est fuera de su dominio y escapa a toda discusin, una vocacin de ese gnero no puede entenderse ms que como resultante de la accin del medio. La originalidad de un inspirado est toda en la forma que da a la reduccin, a la combinacin inconscientemente operada en l, de las influencias sufridas. El problema de la aparicin de Jess se reduce entonces, histricamente, al de la comprensin del medio en el que surgi. Con toda probabilidad -sostienen la mayora de los historiadores- Jess se form exclusivamente en el medio judo, aunque algunos han lanzado la hiptesis de una accin directa del budismo sobre l, pero esto carece totalmente de pruebas. Para sostener esta tesis se afirma que la fe cristiana se propag, en un principio, fuera de Palestina por intermedio de judos. As, pues, Jess naci y creci en un pas en el que las preocupaciones religiosas se adueaban de la mayor parte de los hombres; surgi del pueblo en el que todos vivan en la esperanza ingenua, en la esperanza ansiosa de un suceso milagroso, que los judos se merecan por su sola piedad y que los hara dueos de la tierra. Pero regan ese pueblo sacerdotes que no compartan tal esperanza y desconfiaban de los problemas que podra crearles con los dominadores extranjeros; estaba, en cierto modo, encuadrada por doctores, uno de los cuales dijo que el ignorante no poda ser piadoso, y que no senta mucha simpata por un movimiento popular. 3. El protagonista

Elaborada en el medioevo, una de las reconstrucciones corrientes de la figura de Jess lo representa con el aspecto de un hombre de estatura ms bien alta y bien proporcionado, el rostro venerable coronado por largos cabellos color de avellana madura, lisos hasta la altura de las orejas, pero ligeramente ondulados por debajo de ellas con un leve reflejo cerleo y resplandeciente, esparcidos sobre los hombros y divididos en dos en la parte superior de la cabeza. La nariz y la boca de proporciones perfectas, frente lisa y serena sin arrugas, un leve color encarnado, una barba espesa e intacta del mismo color que los cabellos y dividida en el mentn; los ojos vivaces y brillantes completan el cuadro, digno de la profeca bblica: Eres el ms hermoso entre los hijos de los hombres, la gracia est esparcida sobre tus labios. Slo en el nimo de los fieles ha tenido vida esta imagen ya que los testimonios histricos sobre los que se pretende apoyarla no encuentran la ms mnima base en la realidad. Hasta el siglo IV y V d. C. fue motivo de disputa entre los telogos si se deba atribuir a Jess un semblante solemne y agradable o, si por el contrario, deba ser representado sin belleza y sin esplendor, pequeo y semejante a un hombre comn, o como un ser servil y enfermo, para confirmar otra profeca bblica que haba anunciado al Mesas como el esclavo sufrido de Yahv. La imagen de Jess es, pues, una creacin colectiva fantstica, elaborada en el curso de los tiempos. Pero lo mismo ha ocurrido con cada aspecto de su figura, con cada gesto, con cada afirmacin doctrinal. La leyenda cristiana es el fruto de una compleja obra de construccin desenvuelta por los hombres durante siglos a travs de un laborioso y lento proceso de transformacin y adaptacin. Habiendo ascendido, segn la fe, al reino de los cielos donde est sentado a la diestra de Dios, Jesucristo ha perdido toda dimensin en el mundo de la Historia36. 4. Vida pblica
La vida pblica de Jess ha sido contada de muy diversa manera en los evangelios. En esas narraciones hay divergencias, contradicciones, soldaduras. La leyenda, recubriendo o exagerando ciertos misterios, aparece ac y all. La vida pblica no puede estimarse segn los datos del cuarto evangelio, que permitiran atribuirle una duracin aproximada de tres aos. Los sinpticos no precisan nada a este respecto, aunque su intencin parece ser agrupar todos los hechos en el marco de un ao. El comienzo de la vida pblica de Jess no fue un hecho tan definido como se supone ordinariamente. Algunos autores actuales dicen que se redujo a algunos meses, quiz a algunas semanas. Cunto dur?, no lo sabemos con exactitud. El hecho puede imaginarse as. Un da se vio llegar a un joven maestro. No deca que l era el Mesas, pero discuta sobre la Ley y los profetas en las sinagogas. La gente empez a seguirlo. Y es que una mirada le bastaba para sondear un alma. No necesitaba otra prueba. Cuando deca "Sgueme!", le seguan. De sus adeptos no exiga ni juramento, ni profesin de fe, sino nicamente que le quisieran, que creyeran en l. Puso en prctica la comunidad de bienes, no como una regla absoluta, sino como un principio de fraternidad entre los suyos. Jess comenzaba as a realizar en su pequeo grupo el Reino del cielo que quera fundar sobre la tierra. El sermn de la montaa, resumen de su enseanza popular, nos ofrece una imagen de ese reino, ya formado en germen. 4.1. La sinagoga

Si gran parte de su xito futuro Jess se lo debi a sus discpulos, no hubiera podido actuar sobre ellos sin la institucin de la sinagoga. La primera predicacin la da Jess en la sinagoga de Cafarnam. De ah en adelante todas las sinagogas de Galilea fueron su plpito y tribuna. Qu es una sinagoga? La sinagoga (en griego, 'lugar de asamblea'; en hebreo bet knesset) es, en el judasmo, casa o asamblea para la oracin comunal, el estudio y el encuentro. Es, por excelencia, institucin central de la comunidad. Los judos de la Europa central y oriental llamaban a sus sinagogas shuls (judeoalemn yiddish, 'escuelas'); a veces los judos reformistas usan la palabra 'templo'. La arquitectura de la sinagoga nunca ha reflejado un nico modelo, pero los siguientes elementos son casi invariables y poseen gran importancia: el arca que acoge los rollos de escritura de la Tor (cinco libros de Moiss escritos en hebreo arcaico y en pergamino), la cual est siempre en la pared orientada hacia Jerusaln; el Ner Tamid ('llama perpetua'), luz siempre encendida ante el arca; la gran mesa en una plataforma elevada ( bimah), donde se lee la Tor ante la congregacin; un pequeo atril de lectura desde donde se preside y se anima el servicio y desde donde reza el rabino y los asientos para la congregacin. Por tradicin, los hombres y las mujeres se sientan en secciones separadas, aunque las sinagogas reformadas no observan esta costumbre. Un candelabro de siete brazos ( menorah) es un signo habitual en el culto. Los orgenes de la sinagoga como institucin son oscuros. E. Renn ha querido ver en la casa de Ezequiel en Babilonia, donde se reunan los hombres piadosos durante la cautividad, una especie de sinagoga, la primera que ha existido. La muestra arqueolgica ms antigua que poseemos es una inscripcin egipcia del siglo III a.C. El vestigio ms antiguo en Palestina es una inscripcin griega del siglo I a.C. que exalta las enseanzas de la sinagoga ("para la lectura de la Ley y la enseanza de los mandamientos"). Las sinagogas ms antiguas descubiertas en Palestina (en Masad y Herodium) son del siglo I d.C. y son anteriores a la destruccin del templo de Jerusaln. Los vestigios literarios del siglo I (como las obras del filsofo Philio Judeo y del historiador Flavio Josefo, as como las del Nuevo Testamento) representan la consolidada sinagoga como una institucin, pero su verdadero origen es incierto, a pesar de las numerosas teoras acadmicas. El Templo de Jerusaln constituy el centro del culto judo mientras se mantuvo en pie, pero la sinagoga tena una funcin diferente, puesto que serva como lugar de encuentro local para el estudio y, probablemente, para la oracin. Cuando el Templo fue destruido, la sinagoga ocup su lugar. Gran parte de la liturgia del judasmo rabnico, como durante las horas de la oracin estatutaria y el nmero de servicios celebrados en el Sabbath y otras festividades judas, se encuadraba en los rituales y ritmos del culto del extinto templo de Jerusaln. Desde poca muy temprana, la sinagoga tambin sirvi como centro comunal e incluso como posada para los judos viajeros A partir de la destrucccin del Templo, se necesitaba una institucin nueva, un lugar donde reunirse, donde fortificar el espritu nacional y resguardarse de las influencias extraas. Para esto sirvi al principio la casa de algn jefe de familia venerable. El da del sbado debi ser el designado para estas asambleas; el cielo de la vida juda, sin templo ni sacerdotes, comenzaba a establecerse. No cabe duda de que la sinagoga fue la creacin ms original y fructfera del pueblo judo. Contribuye a conservar la religin por el contacto entre los hombres. Los judos de cada poblacin pequea y de cada barrio en las grandes ciudades tenan su lugar de reunin en una habitacin con bancos, un asiento de honor para el presidente y una ctedra para el orador. Todo esto se fue desarrollando. En el siglo III a. C. estaba en sus principios la vida de la sinagoga. Luego fue tomando aspecto profano. Se hacan all relaciones de amistad y se hablaba de los ausentes. El poder de asociacin de los israelitas, que an ahora es su rasgo caracterstico, dependa de esta vida interior. Fue precisamente por estar desligada de la poltica que la sinagoga tuvo una gran intensidad en el orden social y moral. Las sinagogas formaban una gran

sociedad secreta, como una masonera, que abarcaba la parte oriental del mundo mediterrneo y era muy provechosa para los propagadores de ideas religiosas. Las sinagogas fueron el mejor medio de fundacin del cristianismo. Se puede decir que las sinagogas fueron pequeas repblicas independientes. Gracias a aquellas sinagogas, el judasmo pudo atravesar intacto veinte siglos de persecucin. Eran como otros tantos pequeos mundos aparte donde se conservaba el espritu nacional y donde se ofreca a las luchas intestinas campo abonado. La libertad otorgada a quien quisiera constituirse en lector y comentador del texto sagrado daba extraordinarias facilidades para la propagacin de nuevas ideas. Aqulla fue una de las grandes fuerzas de Jess y el medio ms habitual que emple para fundar su enseanza doctrinal37: entraba en la sinagoga, se levantaba para leer; el hazzan le tenda el libro, l lo desenvolva; al leer la parasha o la haptara del da, desarrollaba esta lectura de acuerdo con sus ideas. Como haba pocos fariseos en Galilea, la discusin contra l no alcanzaba ese grado de vivacidad y ese tono de acrimonia que en Jerusaln le hubiesen atado corto desde sus primeros pasos. Los buenos galileos jams haban escuchado una palabra adecuada a su risuea imaginacin38. Lo admiraban, lo cuidaban, les pareca que hablaba bien y que sus razones eran convincentes. Resolva con seguridad las ms difciles objeciones. El ritmo casi potico de sus discursos cautivaba a quellas gentes . 4.2. Los apstoles Muchas personas tomaron parte en la enseanza del Maestro de Nazaret. Pero para hacerla duradera, precisaba Jess de un grupo de elegidos activos que se convirtieran en los pilares del nuevo templo espiritual que quera edificar frente al otro material. De ah la institucin de los apstoles. La obra esencial de Jess consisti en crear a su alrededor un crculo de discpulos a los que inspir un gran afecto y en cuyo seno deposit el germen de su doctrina. Haberse hecho amar hasta tal punto que despus de su muerte no se le dej de amar, sa fue la obra maestra de Jess y lo que ms impresion a sus contemporneos (Josefo, Ant III, 3). Su doctrina era algo tan poco dogmtico que nunca pens en escribirla ni en hacerla escribir. Se era discpulo suyo no por creer esto o lo otro, sino por adherirse a l y amarlo. Algunas sentencias recopiladas segn los recuerdos de los oyentes y, sobre todo, su tipo moral y la impresin que haba dejado, fue lo que qued de l. Jess no es un fundador de dogmas ni elaborador de smbolos; es el iniciador de un nuevo espritu en el mundo. Los menos cristianos de los hombres fueron, por tanto, los doctores de la iglesia griega, quienes, a partir del siglo IV, empearon al cristianismo en una serie de pueriles discusiones metafsicas. Los escolsticos de la Edad Media latina, que quisieron extraer del evangelio los millares de artculos de una Suma colosal, fueron menos cristianos que sus antecesores orientales. Unirse a Jess esperando el Reino de Dios es lo que, en un principio, se llam ser cristiano. Claro que la exaltacin de su fe dejaba indefensos a estos primeros seguidores del Maestro de Nazaret contra las sugestiones, divisiones y revelaciones particulares. Lo que cualquiera de ellos hubiera podido captar por una comunicacin directa con el Espritu Santo se le impona a l y a los dems con una fuerza de certidumbre no sobrepasada -si llegaba a igualarla- por el ms inmediato de los recuerdos histricos. Lo que Pablo, p. e., haba aprendido en espritu del Seor Jess le pareca ms directo y an ms seguro que lo que podan contar los apstoles Pedro y Santiago. Desde la primera generacin de cristianos, la tradicin ( paradosis) que los fieles aceptaban como historia autntica del Maestro estaba formada por elementos heterogneos y de valor muy desigual. Solamente cuando esa generacin baj a la tumba, la desaparicin de uno despus de otro de los testigos directos de Jess hizo nacer la duda acerca de la inminencia del esperado retorno del Seor, y los cristianos prudentes juzgaron til fijar por escrito los recuerdos que la

tradicin oral pretenda haber conservado. Quines eran esos hombres y mujeres que siguieron de cerca a Jess entre todos los discpulos y recibieron el sobrenombre de 'apstoles', esto es, de 'enviados'? Aunque sus nombres y algunos detalles de su existencia aparecen en el Nuevo Testamento, dichos informes no son ms fiables que las numerosas tradiciones y leyendas que nos hablan de sus azarosas vidas, sus supuestos milagros y su martirio final. An as, vale la pena recordarlos. Fue en Cafarnam donde encontr Jess su verdadera familia, pues all se instal como uno de los suyos. Cafarnam se convirti en su ciudad39. En medio del reducido crculo que lo adoraba, olvid a sus escpticos hermanos, a la ingrata Nazaret y su burlona incredulidad. Hubo especialmente una casa en Cafarnam que le ofreci asilo agradable y discpulos leales. Era aqulla la de los hijos de un tal Jons, que probablemente haba muerto en la poca en que Jess fue a establecerse a orillas del lago. Aquellos dos hermanos eran Simn - Cphas en sirocaldeo y Ptros, 'la piedra', en griego- y Andrs. Nacidos en Betsaida de Galilea (Jn 1, 40), no en la Betsaida de Siria, se encontraban establecidos en Cafarnam cuando Jess comenz su vida pblica. Pedro estaba casado y tena dos hijos, su suegra viva con l 40. Jess amaba aquella casa y viva en ella habitualmente 41. Andrs parece haber sido discpulo de Juan el Bautista y es posible que Jess lo conociera en las orillas del Jordn (Jn 1, 40 ss). Los dos hermanos continuaron siempre, incluso en la poca en que, al parecer, deban de estar ms ocupados con su maestro, ejerciendo el oficio de pescadores 42. Jess, que gustaba de jugar con las palabras, les dijo que hara de ellos pescadores de hombres43. Otra familia, la de Zabdia o Zebedeo, pescador acomodado y patrn de varias barcas 44, ofreci a Jess una solcita acogida. Zebedeo tena dos hijos: Santiago, que era el primognito, y un muchacho, Juan. Salom, mujer de Zebedeo, tuvo mucho afecto a Jess y le acompa hasta la muerte 45. Las mujeres, en efecto, acogan con solicitud a Jess. Tres o cuatro galileas acompaaron siempre al joven maestro y se disputaban el placer de escucharlo y de cuidarlo46. Mara Magdalena, que ha hecho tan clebre en el mundo el nombre de su aldea, parece haber sido una persona muy exaltada. La Magdalena le fue fiel hasta el Glgota. Dos das despus de la muerte de Jess, desempe un papel de primer orden, pues fue el rgano principal por el que se estableci la fe en la resurreccin. Juana, mujer de Khouza, uno de los intendentes de Antipas, Susana y otras que han permanecido desconocidas le seguan sin cesar y le servan (Lc 8, 3; 14, 10). Algunas de ellas eran ricas y su fortuna permiti que el joven maestro viviese sin ejercer el oficio que haba desempeado hasta entonces. Varios ms le seguan habitualmente y le reconocan como maestro: Felipe, de Betsaida; Natanael, de Can; Mateo, el publicano; Toms o Ddymo; Tadeo; Simn, el celador; Jos Barsaba, denominado Justus; Matas; un personaje dudoso llamado Aristin y, finalmente, Judas, de la ciudad de Kerioth. Al parecer, era el nico no natural de Galilea. Kerioth era una ciudad del extremo sur de la tribu de Jud, a una jornada ms all de Hebrn. Santiago y Judas, primos de Jess por Mara Cleofs, formaban ya entonces parte de sus discpulos, y la misma Mara Cleofs se encontr entre las compaeras que le siguieron al Calvario47. En aquella poca no se ve junto a l a su madre. Slo despus de la muerte de Jess, Mara adquiere una gran consideracin (Act 1, 14). Tambin entonces los miembros de la familia del Maestro, bajo el ttulo de hermanos del Seor, forman un grupo influyente que estuvo durante mucho tiempo a la cabeza de la Iglesia de Jerusaln y que, despus del saqueo de la ciudad, se refugi en Batanea. En los evangelios sinpticos, Simn Barjona o Pedro, Santiago, hijo de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, forman una especie de comit ntimo al que Jess recurre en ciertos momentos en que desconfa de la fe y de la inteligencia de los otros 48. La idea de que Jess haba comunicado a estos tres discpulos una gnosis o doctrina secreta estuvo esparcida desde una poca antigua. Juan, a quien la Iglesia catlica sigue atribuyendo el cuarto evangelio,

curiosamente... no menciona nunca a Santiago, su hermano! Todos los elegidos por Jess, y no slo el petit comit, deban llamarse hermanos49. Quienes sostienen que Jess mismo fue el que eligi entre sus discpulos a aqullos a quienes, por excelencia, se les llamaba los apstoles o los doce, exhiben el argumento de que al da siguiente de la muerte del Maestro se los encuentra constituyendo un cuerpo y llenando por eleccin el vaco que se ha producido en su seno 50. Claro que nada denotaba en el grupo al colegio sacerdotal regularmente organizado. Las listas de los doce que se han conservado presentan muchas incertidumbres y contradicciones, dos o tres de los que en ellas figuran quedarn completamente desconocidos. Algunos personajes que haban querido mucho a Jess y basado grandes esperanzas en l, como Jos de Arimatea, Mara de Magdala o Nicodemo, no entraron, al parecer, en aquellas iglesias primitivas. Tal vez prefirieron atenerse al recuerdo que haban conservado del Maestro y guardarlo para s. Pero recordemos un acontecimiento, en s anodino, de la poca ms trascendental en la vida de Jess: su muerte. Antes de hablar de l, hay que sealar que seguramente la pequea comunidad que lo haba acompaado desde Galilea debi de sentirse muy desorientada en Jerusaln, a donde haba subido para la celebracin de la Pascua. La agitada vida de la gran ciudad, sobre todo cerca de la gran fiesta juda, no poda dejar de gravitar pesadamente sobre el alma ingenua y la conciencia de estos israelitas del Norte . Por otro lado, el desprecio de los hierosolomitas hacia los galileos haca an ms profunda la separacin. Los galileos hablaban un dialecto bastante corrompido, su pronunciacin estaba viciada, equivocaban las diferentes aspiraciones, lo que ocasionaba confusiones que hacan rer mucho 51. En religin se les tena por ignorantes y poco ortodoxos; la expresin "necio galileo" haba llegado a convertirse en proverbial. El renombre de la ciudad natal de Jess parece haber sido particularmente malo. Se dice que haba un proverbio popular: "Puede venir algo bueno de Nazaret?" (Jn 1, 46). Por todo esto y por la separacin brutal que signific la crucifixin de Jess, se recuerda la ltima cena juntos 52. Se la recuerda como una comida totmica, que Juan adorna con ribetes de rococ (en su descargo debemos decir que, gracias a l, sabemos que tal acontecimiento ocurri "antes de la fiesta de la Pascua"). Incluso la recuerda Pablo que no fue comensal:
Porque yo he recibido del Seor lo que os he transmitido: que el Seor Jess, en la noche en que fue entregado, tom el pan y, despus de dar gracias, lo parti y dijo: Esto es mi cuerpo, que se da por vosotros; haced esto en memoria ma. Y asimismo, despus de cenar, tom el cliz diciendo: Este cliz es el Nuevo Testamento en mi sangre; cuantas veces lo bebis, haced esto en memoria ma (I Cor 11,23-25).

En su momento, seguramente, aquella cena no impresion a nadie. Pero despus de la muerte del Maestro, se atribuy a aquel acontecimiento un sentido singularmente solemne. La imaginacin de los creyentes derram sobre ella chorros de misticismo. En efecto, para algunos autores la sencillez de esa cena contiene ms cosas que las que se dicen y comnmente se saben. No solamente fue un acto simblico y mstico de la conclusin y resumen de la enseanza de Cristo, sino que tambin es la consagracin y rejuvenicimiento de un smbolo muy antiguo de la iniciacin. Entre los iniciados de Egipto y de Caldea, como entre los profetas y los esenios, el gape fraternal marcaba el primer grado de la iniciacin. La comunin bajo la especie del pan significaba el conocimiento de los misterios de la vida terrestre, al mismo tiempo que el reparto de los bienes de la tierra, y, por lo tanto, la unin perfecta de los hermanos afiliados. En el grado superior, la comunin bajo la especie del vino, sangre de la vida penetrada por el Sol, significaba la particin de los bienes celestes, la participacin en los misterios espirituales y en la ciencia divina. Jess, al legar esos smbolos a los apstoles -dicen algunos autores- los ampli, pues a partir de ellos extiende la fraternidad y la iniciacin, antes limitada a algunos, a la humanidad entera. Aade el ms profundo de los

misterios, la mayor de las fuerzas: la de su sacrificio. De este forma, la cadena de amor invisible entre l y los suyos se materializa. La copa de amor que contiene su propia sangre es tendida a los discpulos bienamados con la ternura inefable del adis supremo. Para otros autores, las declaraciones de Jess: "Este es mi cuerpo" y "Esta es mi sangre"que recuerdan todos los sinpticos a partir de Marcos 53- hacen que la accin est ms cercana a una accin religiosa, pero no la convierte en tal. Esta declaracin y la distribucin del pan y de la bebida que la acompaa llega a objetivar, en parte, la sensacin. La misin de los discpulos con Jess, su amistad mutua y la unificacin alrededor del Maestro, se hace visible. No est representada esta unificacin en una mera imagen o a travs de una figura alegrica, se la vincula ms bien a algo real, est dada como una realidad y se disfruta de ella en cuanto tal, en cuanto pan. "Lo que impidi que esta accin fuese una accin religiosa -anotaba el joven Hegel- fue precisamente esta clase de objetividad que se supera por entero, conservndose (slo) la sensacin; es precisamente esta clase de unin, que es ms bien una amalgama objetiva que una unificacin, es el hecho de que el amor se hace vivible en algo, se vincula a algo que debe ser destruido. El pan debe ser comido y el vino debe ser bebido; por eso no puede ser nada divino. Lo que tienen por un lado como ventaja (el hecho de que la sensacin vinculada a ellos retorna, en cierto modo, a su naturaleza a partir de su objetivacin, que el objeto mstico se transforma en algo subjetivo) lo pierden por el otro lado por el hecho de que el amor, a travs de ellos, no se hace suficientemente objetivo". En otros trminos, "algo divino era lo prometido y se ha desecho en la boca". Pero qu fue de las vidas de los seguidores de Jess, despus de la muerte del Maestro galileo? Aparte de los primeros captulos de los Hechos de los Apstoles, que poseemos solamente en forma de una inquietante recomposicin de la redaccin primera, no nos queda ninguna informacin digna de fe sobre la vida y la obra de los apstoles directos de Jess. Como decimos en otro lugar, esta obra de Lucas bsicamente es una resea de la vida y enseanzas de un autoenviado: san Pablo. Dicho silencio no nos dispone a creer que hayan realizado cosas muy extraordinarias, lo que, en efecto, es muy poco probable. Creemos saber que Pedro, los dos Santiagos y, quiz, Juan, hijo de Zebedeo, perecieron de muerte violenta. A travs de los escritos de algunos heresilogos, como san Ireneo, en el s. II; el autor de Philosophema, en el siglo III; san Epifanio, en el IV, y otros, se pueden rastrear las huellas de pequeas comunidades judaizantes fundadas por ellos, las que, despus de la rebelin juda del 66, se refugiaron allende el Jordn. Estas comunidades se quedan pronto rezagadas respecto de la doctrina de las comunidades de tierra griega y a las que ya, desde el siglo II, se acusa de sostener una doctrina errnea; su accin inmediata y directa en la historia del cristianismo es prcticamente desdeable. El fermento de la nueva religin viene de otra parte, viene del fariseo Saulo de Tarso. 4.3. Mujeres San Agustn (354-430), Padre de la Iglesia y de los telogos -llamado, sin embargo, patronus asinorum por su contemporneo Juliano, obispo de Aeclenum- nos confes que "en la lascivia y en la prostitucin haba gastado sus fuerzas". Siempre tuvo una gran necesidad de mujeres. Vivi mucho tiempo en concubinato, tom luego por novia a una nia de 10 aos y, al mismo tiempo, a una amante ms adulta. Agobiado por la culpa de sus excesos carnales, inici una cruzada contra el placer sexual, al que tild de "enfermedad", "podredumbre", "pus nauseabundo","monstruoso", "diablico" "locura"... y conden fanticamente lo que defini como "la concupiscencia en el matrimonio". En esta cruzada emprendida por el obispo de Hipona, la mujer, evidentemente, fue sealada como el ser maldito y despreciable contra el que hay que luchar para salvarse (los

varones). Y esta impronta patolgica qued grabada a fuego, hasta el da de hoy, en el espritu teolgico y vital de la Iglesia catlica y de sus clrigos, as sean papas. Los buenos conocedores de la curia vaticana afirman que el desprecio que senta Paulo VI por las mujeres slo tena parangn con su amor para los hombres. Pero vayamos un poco ms atrs en la historia del cristianismo. Echemos una mirada a la Epstola I a los Corintios del apstol [?] Pablo. Transcribimos el marco histrico geogrgico que le pusieron los traductores en la edicin empleada:
1. Corinto es una ciudad importante, de gran comercio, a causa de su posicin en el istmo de su nombre y de sus dos purtos, el de Cencres, en el mar Egeo, y el de Lequeo, en el golfo de Lepanto, que algo ms tarde Nern trat de unir por un canal. La ciudad haba sido levantada de sus ruinas por Julio Csar en el ao 44 y repoblada por gentes venidas por todas partes. Era su vida muy licenciosa, como que su culto religioso era el de Venus, en su suntuoso santuario situado en el Acrocorinto. Los judos haban tambin acudido all y tenan una sinagoga, muy frecuentada por los gentiles que ms o menos simpatizaban con el judasmo. En tiempo de San Pablo, Corinto era capital de la provincia de Acaya y residencia del procnsul romano. San Pablo fund esta cristiandad en su segundo viaje (51-53), comenzando a predicar en la sinagoga, hasta que, expulsado de ella, se retir con algunos israelitas convertidos y muchos ms gentiles (Act 18,6 ss). La carta fue escrita en feso, cuando en su tercera misin predic en aquella ciudad por espacio de tres aos. Las comunicaciones comerciales entre Corinto y feso eran fciles y frecuentes, por tratarse de dos ciudades comerciales importantes. Por algunos fieles de Corinto, que iban a feso para sus negocios, se enter el Apstol de la situacin poco satisfactoria de la cristiandad. Adems, los fieles le dirigieron un largo captulo de consultas. Con este motivo les escribi esta larga epstola, por el 56.

2.

Algunos extractos de la epstola: "No escribo esto para confundiros, sino para amonestaros, como a hijos mos carsimos. Porque aunque tengis diez mil pedagogos en Cristo, pero no muchos padres, que quien os engendr en Cristo por el Evangelio fui yo. Os exhorto, pues, a ser imitadores mos" (4,14-16). "Es ya pblico que entre vosotros reina la fornicacin, y tal fornicacin cual ni entre los gentiles, pues se da el caso de tener uno la mujer de su padre" (5,1). "No sabis que los injustos no poseern el reino de Dios? No os engais: ni los fornicarios, ni los idlotras, ni los adlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los ebrios, ni los maldicientes, ni los rapaces poseern el reino de Dios" (6,910). Ante este ltimo pasaje cabe sealar que lo que afirma el Apstol de los gentiles no tiene nada que ver con las enseanzas del Maestro de Nazaret. Es cierto que el ideal de perfeccin que la secta cristiana ha tratado de realizar entre sus miembros ha sido distinto en las diferentes pocas, adems de ser, en todo tiempo, muy confuso. Esto se puede ver en los hroes en los cuales la Iglesia ha encontrado realizado su ideal, pues si se rene en un solo concepto lo que hombres realmente piadosos pueden tener en comn con los vagos, lunticos y canallas, se obtiene aquella santidad de la voluntad que la Iglesia ha exigido de sus ideales. Para el papa Juan Pablo II, el ideal de perfeccin est encarnado en curas y monjas, pues slo a stos eleva a la santidad. Curiosamente, Jess no hablaba de levitas... Pero sigamos con la carta a los corintios del fariseo Saulo de Tarso, convertido en apstol. Dice, obsesionado por las llamadas del deseo sexual: "El cuerpo no es para la fornicacin, sino para el Seor, y el Seor para el cuerpo" (6,13). "Huid la fornicacin. Cualquier pecado que cometa un hombre, fuera de su cuerpo queda;

pero el que fornica, peca contra su propio cuerpo" (6,18). En respuesta a la pregunta de los corintios acerca del matrimonio, dice el apstol: "Comenzando a tratar de lo que me habis escrito, bueno es al hombre no tocar mujer" (7,1) "Dgoos, pues, hermanos, que el tiempo es corto. Slo queda que los que tienen mujer vivan como si no tuvieran" (7,29) "Yo os querra libres de cuidados. El clibe se cuida de las cosas del Seor, de cmo agradar al Seor. El casado ha de cuidarse de las cosas del mundo, de cmo agradar a su mujer, y as est dividido" (7,32-33). "Si alguno estima indecoroso para su hija doncella dejar pasar la flor de la edad y que debe casarla, haga lo que quiera; no peca; que la case. Pero el que, firme en su corazn, no necesitado, sino libre y de voluntad, determina guardar virgen a su hija, hace mejor. Quien, pues, casa a su hija doncella hace bien, y quien no la casa hace mejor" (7,36-38). Ms claro no canta un gallo. Aade el apstol a propsito del papel que la mujer debe desempear en la iglesia (cap. 11): "Quiero que sepis que la cabeza de todo varn es Cristo, y la cabeza de la mujer, el varn, y la cabeza de Cristo, Dios. Todo varn que ora o profetiza velada la cabeza, deshonra su cabeza. Y toda mujer que ora o profetiza descubierta la cabeza, deshonra su cabeza; es como si se rapara. Si una mujer no se cubre, que se rape. Y si es indecoroso para una mujer cortarse el pelo o raparse, que se vele. El varn no debe cubrirse la cabeza, porque es imagen y gloria de Dios; mas la mujer es gloria del varn, pues no procede el varn de la mujer, sino la mujer del varn; ni fue creado el varn para la mujer, sino la mujer para el varn" (11,3-9). Como el lector puede sospechar, Pablo no quera nada con mujeres. No deja de ser ilustrativo el olvido que hace el fariseo de su madre en el ltimo pasaje. La negacin de la mujer en la comunidad cristiana est claramente expresada en la Epstola I a Timoteo. Era este Timoteo natural de Listra , en Licaonia, hijo de padre gentil y madre juda. Cuando Pablo pas por Listra en su primera misin, Timoteo, joven an y que parece haber perdido a su padre, viva con su madre, Eunice, y con su abuela materna, Loida, una fervorosa juda. Toda la familia abraz la fe que Pablo predicaba. En la segunda misin, el apstol, oyendo los buenos informes que la iglesia de Listra le daba, resolvi tomar al joven consigo, despus de hacerle circuncidar, por respeto a los judos de aquellas regiones, que saban era hijo de padre gentil y no estaba circuncidado (Act 16,3 ss). A Timoteo le ensea el fariseo Pablo el modo de orar (que no se parece en nada a lo que enseaba el Maestro de Nazaret54): "As, pues, quiero que los hombres oren en todo lugar, levantando las manos puras, sin ira ni discusiones. Asimismo que las mujeres, en hbito honesto, con recato y modestia, sin rizado de cabellos, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con obras buenas, cual conviene a mujeres que hacen profesin de piedad. La mujer aprenda en silencio, con plena sumisin. No consiento que la mujer ensee ni domine al marido , sino que se mantenga en silencio, pues el primero fue formado Adn, despus Eva. Y no fue Adn el seducido, sino Eva, que, seducida, incurri en la transgresin. Se salvar por la crianza de los hijos si permaneciere en la fe, en la caridad y en la castidad, acompaada de la modestia" (2,8-15. El subrayado es mo). Pobre mujer! Un remedio a la concupiscencia de los hombres! Slo se salva criando hijos que los hombres hacen! Pero el cuarto evangelio, al que alguien llam el evangelio femenino, nos cuenta que la primera persona a quien se apareci el Cristo resucitado fue a una mujer, Mara Magdalena, y no a un hombre (Jn 20,15-17), cuando lloraba desconsolada la desaparicin del Seor del sepulcro y no saba adnde se lo haban llevado. El papel de Magdalena en los evangelios es ambiguo y parece que haya sido oscurecido de forma premeditada, dicen M. Gaigent, R.Leigh y H.Collins en El Enigma sagrado. Marcos y Mateo slo se refieren a ella durante la crucifixin, como si se tratara de una seguidora ms de

Jess. Pero Lucas explica que viaj con l, algo impensable en una poca en que la Ley y el pueblo se comportaban de manera severa con la mujer que viajara con un hombre si ambos no estaban casados. Los sinpticos citan, adems, el ungimiento de los pies de Jess, una escena que, segn muchos estudiosos, protagoniza la misma Magdalena, algo que no hubiese podido suceder si ella no hubiera sido su esposa. En El evangelio de Valentino, Mara Magdalena representa un personaje central de la obra. El apcrifo Evangelio de Felipe ofrece datos reveladores. Dice que Jess lo hizo todo en un ministerio: un bautismo y un carisma y una eucarista y una redencin y una cmara nupcial. Ms explcito es el prrafo que sigue: Y la compaera del Salvador es Mara Magdalena. Pero Cristo la amaba ms que a todos los discpulos y sola besarla en la boca a menudo. El resto de los discpulos se ofenda por ello y expresaban su desaprobacin. Le decan: Por qu la amas ms que a todos nosotros? Si entendemos la doctrina paulina expuesta arriba, podemos entender (entender?) lo que afirma el Catecismo de la Iglesia catlica, que dice:
1. Las vrgenes consagradas Semejantes a otras formas de vida consagradas, el orden de las vrgenes sita a la mujer que vive en el mundo (o a la monja) en el ejercicio de la oracin, de la penitencia, del servicio a los hermanos y del trabajo apostlico, segn el estado y los carismas respectivos ofrecidos a cada una. Las vrgenes consagradas pueden asociarse para guardar su propsito con mayor fidelidad (& 924). 2. Quin puede recibir el sacramento del orden Slo el varn ('vir') bautizado recibe vlidamente la sagrada ordenacin (CIC, can. 1024). El Seor Jess eligi a hombres ( 'viri') para formar el colegio de los doce apstoles, y los apstoles hicieron lo mismo cuando eligieron a sus colaboradores [citas de san Pablo a Timoteo y a Tito] que les sucederan en su tarea. El colegio de los obispos, con quienes los presbteros estn unidos en el sacerdocio, hace presente y actualiza hasta el retorno de Cristo el colegio de los Doce. La Iglesia reconoce vinculada por esta decisin del Seor. Esta es la razn por la que las mujeres no reciben la ordenacin (& 1577). Todos los ministros ordenados de la Iglesia latina, exceptuados los diconos permanentes, son ordinariamente elegidos entre hombres creyentes que viven como clibes y que tienen la voluntad de guardar celibato 'por el Reino de los cielos' (Mt, 19,12). Llamados a consagrarse totalmente al Seor y a sus 'cosas' (I Cor 7,32), se entregan enteramente a Dios y a los hombres. El celibato es un signo de esta vida nueva al servicio de la cual es consagrado el ministro de la Iglesia; aceptado con un corazn alegre, anuncia de modo radiante el Reino de Dios (& 1579).

La Iglesia ensea que el mundo, el demonio y la carne son los enemigos del alma. Pero el mundo es la razn, el demonio es la libertad y la carne es el libre ejercicio de la sexualidad humana. Hace, por tanto, imposible la justicia y se adentra en un mundo plagado de iniquidades en el que la coaccin, la inquisicin, la hipocresa y el encubrimiento son la moneda en el trato de sus sacerdotes. Hace no mucho tiempo se supo que, en frica, muchos misioneros sistemticamente se dedicaban a violar monjas para evitar el sida que portaban las mujeres africanas de sus comunidades, con las que antes tenan relaciones. Es obvio que tal comportamiento se funda en el desprecio de la condicin humana. En primer lugar, en la condicin de la mujer. Se la hace sierva y enemiga, instrumento sexual y agente provocador, en otras palabras, mundo, demonio y carne al mismo tiempo. Casi todas las religiones concurren a esta actitud envilecida que impide una efectiva igualdad entre el hombre y la mujer, pero la jerarqua catlica ha llegado a cumbres insuperables. La inferioridad fisiolgica, moral, jurdica y poltica de la mujer ha sido y sigue siendo, abierta o

encubiertamente, uno de los principios esenciales de la "antropologa catlica", causa y consecuencia a un tiempo del celibato obligatorio del clero y de la prohibicin del sacerdocio femenino. La jerarqua catlica no llega ni a la proclamacin abstracta de la igualdad de la mujer ante la ley. La mujer es indigna del sacerdocio y de ser esposa o compaera de sacerdotes. Si no hay otro remedio, concubina; si lo hay, slo alivio ocasional o meretriz. A ser posible, ni una cosa ni la otra: negada para las cosas santas. Tan habitual era hasta no hace mucho que los clrigos tuvieran concubinas que los obispos acabaron por instaurar la llamada 'renta de putas', que era una cantidad de dinero que los sacerdotes tenan que pagar a su obispo cada vez que transgredan la ley del celibato. Y tan normal era tener amantes que muchos obispos exigan la renta de putas a todos los sacerdotes de su dicesis, sin excepcin. A quienes defendan su abstinencia se les obligaba a pagar tambin, ya que el obispo afirmaba que era imposible no mantener relaciones sexuales de algn tipo. Por tanto miedo de hablar abiertamente del derecho al matrimonio de los sacerdotes, en algunos medios eclesiales contrarios al celibato obligatorio se lleg a postular, en los aos setenta, la llamada 'tercera va'. Esta consista en proponer que un sacerdote puede mantener una amistad absolutamente ntima, total y exclusiva con una mujer, pero excluyendo buena parte de los deberes y derechos maritales, y permitiendo toda expresin sexual, pero sin llegar nunca a la penetracin. Los nios55 y las mujeres adoraban a Jess. El reproche de apartar de su familia a estos seres era uno de los reproches que ms frecuentemente le dirigan sus enemigos. En otros trminos, el nuevo movimiento religioso fue, en muchos aspectos, un movimiento de mujeres y nios. Estos ltimos formaban alrededor de Jess como una joven guardia para la instauracin de su inocente realeza y le aclamaban llamndole "hijo de David", gritando "hosanna" y poniendo palmas a su alrededor (costumbre que existe an entre los israelitas en la fiesta de los Tabernculos). En el cortejo de Jess las mujeres tienen un sitio aparte. Madres o hermanas de discpulos, vrgenes tmidas o pecadoras arrepentidas lo rodean siempre. Atentas, fieles, apasionadas, esparcen sobre sus pasos como un reguero de amor, su eterno perfume de tristeza y de esperanza. A ellas no hay que demostrarles que es el Mesas. Con verlo, basta. Las persuade la extraa felicidad que emana de su atmsfera mezclada a la nota de un sufrimiento divino e inexpresado que resuena en el fondo de su ser. Jess es el restaurador y el libertador de la mujer, digan lo que quieran san Pablo y los Padres de la Iglesia que, al rebajar a la mujer al papel de sierva del hombre, han falseado el pensamiento del Maestro de Nazaret. Las grandes religiones semticas organizadas (y en ellas hay que incluir el cristianismo) son siempre para hombres y no para mujeres. Los profetas fueron contrarios a las concupiscencias femeninas. Muy duramente trataba el gran Isaas a las mujeres. En contra de lo argumentan algunos, para otros Jess nunca se cas. Toda la fuerza de su amor se dirigi hacia lo que consideraba su vocacin celestial. El sentimiento extremadamente delicado hacia las mujeres que se advierte en l no se aparta en nada de la ilimitada devocin que senta hacia su idea. Trat como a hermanas, del mismo modo que Francisco de Ass y Francisco de Sales, a las mujeres enamoradas de su propia obra; tuvo su santa Clara y su Francisca de Chantal. Slo que es probable que le amasen ms a l que a la obra. De seguro Jess am menos de lo que fue amado. Dice Lucas: "Yendo por ciudades y aldeas, predicaba y evangelizaba el reino de Dios. Le acompaaban los doce y algunas mujeres que haban sido curadas de espritus malignos y enfermedades. Mara llamada Magdalena, de la cual haban salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, administrador de Herodes, y Susana y otras varias que le servan de su bienes" (Lc 8, 1-39). En las antpodas del pensamiento del Maestro de Nazaret est el pensamiento del profeta Mahoma, cuando seala:

1. Los hombres son superiores a las mujeres, a causa de las cualidades por medio de las cuales Dios ha elevado a stos por encima de aqullas, y porque los hombres emplean sus bienes en dotar a las mujeres. Las mujeres virtuosas son obedientes y sumisas: conservan cuidadosamente, durante la ausencia de sus maridos, lo que Dios ha ordenado que se conserve intacto. Responderis a aqullas cuya desobediencia temis; las pondris en lechos aparte, las azotaris; pero, tan pronto como ellas os obedezcan, no les busquis camorra. Dios es elevado y grande ( Corn, Sura IV,38). 2. Manda a las mujeres que creen que humillen su mirada y que observen la continencia, que no dejen ver de sus adornos ms que lo que est en el exterior [no en las piernas], que cubran sus senos con un velo, que no dejen ver sus encantos ms que a sus maridos o a sus padres, o a los padres de sus maridos, a sus hermanos o a los hijos de sus hermanos o a las mujeres de stos o a sus esclavos o a los criados varones que no necesitan mujeres o a los nios que no distinguen todava las partes sexuales de la mujer. Que las mujeres no agiten los pies de manera que dejen ver sus encantos ocultos. Volved vuestros corazones hacia Dios, a fin de que seis felices ( Sura XXIV, 31).

A causa de su razn defectuosa, la mujer est siempre dispuesta a buscar camorra sin motivo (cf. Sura XLIII, 17), cosa que no parece importarle demasiado al Profeta, al punto de que se arroga ciertos privilegios para tener ms (Sura XXXIII, 49). Mahoma acostumbraba a decir que no haba ms que cuatro mujeres perfectas: Asia, mujer de Faran; Mara, madre de Jess; Kadija, primera mujer de Mahoma, y Ftima, su hija, casada con Al. El Corn es particularmente cruel en el castigo del adulterio. Dice en el sura XXIV, 2, La luz:
Aplicaris al hombre o a la mujer adlteros cien latigazos a cada uno. Que la compasin no os contenga en el cumplimiento de este precepto de Dios, si creis en Dios y en el da final. Que el suplicio tenga lugar en presencia de un cierto nmero de creyentes.

Qu lejos queda todo esto del comportamiento comprensivo del Maestro de Nazaret! Leamos un pasaje de Juan (8,1-11), que, aunque se refiera a situaciones que tuvieron mucha importancia despus del ao 7056, sin embargo muestra el verdadero carcter de Jess:
Se fue Jess al monte de los Olivos, pero de maana, otra vez volvi al templo, y todo el pueblo vena a l, y sentado, les enseaba. Los escribas y fariseos trajeron a una mujer cogida en adulterio y, ponindola en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante delito de adulterio. En la Ley nos aconseja Moiss apedrear a stas; t, qu dices? Esto lo decan tentndole, para tener de qu acusarle. Jess, inclinndose, escriba con el dedo en tierra. Como ellos insistieran en preguntarle, se incorpor y les dijo: El que de vosotros est sin pecado, arrjele la piedra el primero. E inclinndose de nuevo, escriba en tierra. Ellos que lo oyeron fueron salindose uno a uno, comenzando por los ms ancianos, y qued l solo y la mujer en medio. Incorporndose Jess, le dijo: Mujer, dnde estn [los que te acusan]? Nadie te ha condenado? Dijo ella: Nadie, Seor. Jess dijo: Ni yo te condeno tampoco; vete y no peques ms.

Comentan Ncar y Colunga: "Este episodio se halla omitido en bastantes cdices y versiones antiguas, y los Padres que comentaron a San Juan parecen ignorarlo. De los cdices hay algunos que lo traen a continuacin de Lc 21,38, o de Jn 7,36. Esto no significa que no sea autntico e inspirado, sino que lo omitieron los copistas por temor de que diera ocasin para abusar de la indulgencia del Salvador a favor de los adlteros". (El subrayado es mo). La Iglesia catlica no tiene ninguna indulgencia con las mujeres. Acaso teme que abusen,

como, segn los enemigos de los primeros cristianos, haba abusado Mara, la madre de Jess, de la buena fe de Jos el carpintero, entregndose a Pantero, que sera el verdadero padre del Maestro de Nazaret? Entre otros, eso es lo que sostena el judo Celso, segn Orgenes ( Contra Celso, 1, XXXII). Pero tendencia natural de todos los cielos picos ha sido dar tal origen a sus hroes. As sucedi con Iftah o Jeft, el ms famoso de los hroes legendarios de Galaad. Jeft era un bandido, segn unos, hijo de una cortesana, y segn otros, de una concubina, hechos que le impedan compartir la herencia con los dems hijos de su padre. Lo mismo ocurri con Abimelek y, en cierto modo, con David. Salomn tambin fue hijo adulterino. Haba aficin a suponer algo irregular en la genealoga de los grandes hombres, para dar mayor esplendor a su destino. Por qu no con Jess, hijo de Pantero? Temer acaso la Iglesia una inundacin de lascivia, si considera a las mujeres como Jess lo hizo? 'Lascivia' ( prunikos) era el apodo que los valentinianos daban a las dos Sofas (Sofa y Acaramoth) para sealar que son las pasiones las que las dominan. En el sistema de Simn, Prunikos se encarna en Helena la Prostituta, cuyo culto daba lugar a ritos obscenos. Los nicolatas pretendan asimismo reunir la fuerza de Prunikos extrayndola del cuerpo mediante la voluptuosidad. No hay peligro de que algo as se repita mientras la Iglesia est gobernada por una gerentocracia clerical vestida de mujer... pero en cuerpo de varn. Dicho lo anterior, no podemos dejar de sealar, sin embargo, las buenas razones que puede tener la Iglesia catlica para no conceder lugar alguno a las mujeres como objeto sexual en sus filas. En primer lugar, en las masas integradas por hombres y mujeres no desempean papel alguno las diferencias sexuales. Carece de todo sentido, por tanto, preguntar si la libido que mantiene la cohesin de las multitudes es de naturaleza homosexual o heterosexual, pues la masa no se halla diferenciada segn los sexos y hace abstraccin de los fines de la organizacin genital de la libido. En segundo lugar, las tendencias sexuales directas conservan cierto carcter de individualidad aun en el individuo absorbido por la masa. Cuando esta individualidad sobrepasa cierto grado, la formacin colectiva queda disgregada. La Iglesia catlica tuvo los mejores motivos para recomendar a sus fieles el celibato e imponerlo a sus sacerdotes, aunque el amor ha inducido a muchos eclesisticos a salir de la Iglesia. Parece indiscutible que el amor homosexual se adapta mejor a los lazos colectivos, incluso all donde aparece como una tendencia sexual no coartada. Esto lo dijo Sigmund Freud57.

5. Doctrina de Jess Nos parece claro que el lector debe de saber que Jess no fue un telogo ni un filsofo que tuviera un sistema ms o menos bien constituido. Para ser su discpulo -hemos dicho- no era preciso firmar ningn formulario, ni pronunciar ninguna profesin de fe; slo era necesario una cosa: amarlo. Nunca disput acerca de Dios, porque lo senta directamente en s mismo. El escollo de las sutilezas metafsicas del cristianismo no fue en modo alguno establecido por el Maestro de Nazaret. Jess no tuvo ni dogmas ni sistema; tuvo una resolucin personal fija que, todava hoy, influye en los destinos de la humanidad. Ahora bien, respecto a todo lo que atae a lo que se pretende que Jess ense, conviene no afirmar nada sino con extrema prudencia. Por ejemplo, la mayora de las cuestiones acerca de las enseanzas de la Ley por Jess son de dudoso valor histrico y, en lo que puedan valer, indican que esta enseanza legal, tal como la realiz, era principalmente ad hoc. Es decir, tales enseanzas fueron hechas con la intencin de responder a las cuestiones surgidas a consecuencia de las prcticas, un poco heterodoxas, del propio Jess y de sus discpulos. No hay motivo para suponer que tales prcticas se derivaron de la teora legal, como tampoco se le atribuye a Jess teora legal alguna, ni en los evangelios ni en ningn otro libro del Nuevo Testamento. Ms an, no la recordaban sus discpulos, que se haban distanciado con energa de la observancia de la Ley, ni tampoco la tradicin rabnica, que debera estar interesada en el asunto. 5.1. Idea de Dios Un alto concepto de la divinidad (o ms bien bajo, segn se vea, pues es muy humano), concepto que no debi al judasmo y que parece haber creado la grandeza de su alma, fue , en cierto modo, el germen de todo su ser. Hay que colocar a Jess a la cabeza de la gran familia de autnticos hijos de Dios (porque sentan lo divino en s mismos). Jess no ha tenido visiones. Dios no le habla como a cualquiera que est fuera de l, Dios est en l. Jess se siente con Dios y extrae de su corazn cuanto dice su padre. Vivi en el seno de Dios gracias a una constante comunicacin. Aunque no lo ve, lo escucha, sin que le sea necesario trueno ni zarza en llamas, como a Moiss; tempestad reveladora, como a Job; orculo, como a los antiguos sabios griegos; genio, como a Scrates; ngel Gabriel, como a Mahoma. La imaginacin y la alucinacin de una santa Teresa, p. e., nada tienen que ver aqu. La embriaguez del suf al proclamarse idntico a Dios es tambin indiferente. Se cree en relacion directa con Dios, se cree hijo de Dios. La conciencia ms elevada que de Dios haya existido en el seno de la humanidad ha sido la de Jess. Dios concebido inmediatamente como padre: sa es toda la teologa de Jess. Y no se trataba de un principio terico, una doctrina ms o menos demostrada y que pretenda inculcar a los dems. No haca ningn razonamiento a los discpulos (Mt 9, 9); no les exiga ningn esfuerzo de atencin. No predicaba sus opiniones, se predicaba a s mismo. Es indudable que Jess no lleg de un solo paso a tan alta afirmacin de s mismo. Pero es probable que, desde sus primeros pasos, se considerase con respecto a Dios como un hijo se considera con respecto a su padre. El Dios de Jess es nuestro padre. Le escuchamos al or un ligero soplo que grita en nosotros: "padre" (Gal, 4,6). El Dios de Jess no es el dspota parcial que ha elegido a Israel como pueblo y lo proteje hacia y contra todos nosotros. Es el Dios de la humanidad. En La piedra que era Cristo, M. Otero Silva ha reproducido la siguiente conversacin entre el viejo Jacobo y el hortelano Gamaliel:

-Y para Jess, quin es Yahv? -pregunta Gamaliel el hortelano. - Para Jess, Yahv es simplemente el Padre. Un padre de ilimitada bondad que ama por igual a todos sus hijos, aun a los ingratos y a los perversos. Los antiguos crean que Dios era una fuerza remota y sin contornos, ubicada ms all del azul y las estrellas, que desata su omnipotencia para castigar a los infieles. Jess ve a Dios como un padre cercano y henchido de ternura que elige la misericordia como medio de demostrar su omnipotencia. Dios como padre amoroso y como presencia inmediata era una representacin incomprensible para la mente complicada de los doctores y escribas, pero clara y genuina para el entendimiento de la gente sencilla. Por esto, hijo mo, la prefiri Jess. Veinte pasos ms all, detenidos al borde de una alberca, dice el viejo Jacobo: -Al nombrar al Altsimo, Jess lo llama Abba, pap, una expresin infantil y familiar que jams ha empleado antes que l ninguna religin ni ningn sacerdote. La oracin que sale de sus labios cuando reza es sta: Abba, pap, padre nuestro, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu Reino, danos cada da nuestro pan y prdonanos nuestros pecados, pues tambin nosotros perdonamos a nuestros deudores. Es as, y no de otra manera, como le habla un nio a su padre. El viejo Jacobo y Gamaliel el hortelano llegan a un extrao casero donde nadie se asoma a las puertas ni a las ventanas. Una muchacha descalza atraviesa la plaza desierta. Un viento insperado doblega las ramas de los sicomoros y arranca a las higueras sus brevas maduras. La tarde se ha adueado del cielo con su caballera de ceniza. En una casa triste se enciende la primera lmpara. Tras haber andado la ltima legua sin hablar, dice el viejo Jacobo:

Los antiguos invocaban a Yahv para pedirle a voces que hiciera polvo a sus enemigos. Jess de Nazaret invoca al Padre para rogarle que los perdone. Perdnalos, Padre, porque no saben lo que hacen, dice para disculparlos. No est dems subrayar que Jess slo destaca el amor del padre a los hijos, no al revs. Tampoco est presente en l la fraternidad, aunque sea fcil deducirla. Jess dijo: "Amaos los unos a los otros como yo os he amado" (con amor de padre, de hermano o de amigo?). En contra de las enseanzas de la Iglesia, no aparece para nada en los evangelios el amor de la madre a los hijos, ni viceversa, 5.2. El reino de Dios El nombre 'reino de Dios' o de 'reino de los cielos' -la palabra 'cielo' en la lengua rabnica de aquella poca es sinnimo de 'Dios', que se evitaba pronunciar- fue el trmino de Jess para expresar la revolucin que inauguraba en el mundo. Como casi todos los trminos mesinicos, la palabra en cuestin procede del Libro de Daniel. Segn el autor de aquel libro, a los cuatro imperios profanos, destinados a hundirse, suceder un quinto imperio que ser el de "los santos" y durar eternamente58. En los ltimos tiempos de su vida, al parecer Jess crey que ese reino iba a realizarse materialmente por medio de una sbita renovacin del mundo. Pero indudablemente no se trataba de su primer pensamiento. La admirable moral que extrae de la nocin de Dios padre no es la de los entusiastas que creen el mundo prximo a su fin y se preparan para el ascetismo en una quimrica catstrofe. "El reino de Dios est entre vosotros", deca a los que buscaban sutilmente signos exteriores de su prxima venida. Durante algunos meses, quiz un ao, Dios habl verdaderamente en la tierra. La voz del joven carpintero cobr sbitamente una extraordinaria dulzura. Un canto infinito emanaba de su persona y quienes hasta entonces lo haban conocido ya no le reconocan 59. El paraso hubiera sido trasladado a la tierra si las ideas del joven maestro no hubiesen sobrepasado con mucho ese nivel de mediocre bondad ms all del cual la especie humana no ha podido elevarse hasta el momento. La fraternidad de los hombres, hijos de Dios, y las consecuencias morales que de ella resultan eran deducidas con exquisito sentimiento. Esto lo vio claramente F. Nietzsche, cuando escribi:
El Reino de los Cielos es un estado del corazn, no es un estado fuera de la tierra o

despus de la muerte. En el evangelio falta toda idea de la muerte natural; la muerte no es un puente, no es un paso a otra cosa; est ausente, puesto que forma parte de otro mundo aparente, til tan slo en concepto de signo. La idea de la muerte no es una idea cristiana. La hora, el tiempo, la vida fsica y sus crisis no existe para el Maestro del bienaventurado mensaje. El Reino de Dios no es una cosa que se espera, no tiene ayer ni maana, no viene en mil aos, es una experiencia del corazn, est en todas partes y en ninguna ( Anticristo, XXXIV).

5.3. Parbolas y aforismos Las disertaciones del Maestro de Nazaret eran poco extensas y constituan un tipo de sentencias semejantes a las del Corn, que, unidas, han compuesto ms tarde esos largos discursos elaborados por Mateo. Ninguna transicin ligaba aquellos fragmentos tan diversos; sin embargo, una misma inspiracin los penetraba y los una habitualmente. El Maestro destacaba, sobre todo, por sus parbolas. Nadie en el judasmo le haba proporcionado el modelo de aquel gnero. Fue l quien lo cre. Como todos los rabinos de su tiempo, Jess, poco inclinado hacia los razonamientos encadenados, encerraba su doctrina en aforismos concisos y de una forma expresiva, a veces enigmtica y extravagante. Los logia de Mateo renen varios de estos axiomas en conjunto para formar grandes discursos. Pero la forma fragmentaria se advierte a travs de las suturas. Algunas de aquellas mximas procedan de los libros del Antiguo Testamento. Otras, de pensamientos de sabios ms modernos, especialmente de Antgono de Soco; de Jess, hijo de Sirah, y de Hillel, que haban llegado hasta l, no a consecuencia de sabios estudios, sino como proverbios frecuentemente repetidos. La sinagoga era rica en mximas afortunadamente expresadas que formaban una especie de literatura proverbial corriente. Jess adopt casi toda aquella enseanza oral, pero inbuyndole otro espritu. Al encarecer habitualmente los deberes sealados por la Ley y los antiguos, pretenda alcanzar la perfeccin. Todas las virtudes de humildad, de perdn, de caridad, de abnegacin, de dureza para consigo mismo, virtudes a las que se les ha denominado justamente cristianas, si con ello se quiere dar a entender que han sido verdaderamente predicadas por Jess, se encontraban esbozadas en esta enseanza. Respecto a la justicia, se limitaba a repetir el conocido axioma: "No hagas a otro lo que no quieras que se haga a ti"60. Este axioma se encuentra en el Libro de Tobas (IV,6). Hillel se serva habitualmente de l 61 y declaraba, como Jess, que era el compendio de la Ley. Pero aquella vieja sabidura, todava muy egosta, no le bastaba. Llegaba hasta el exceso: "Si alguno te pega en la mejilla derecha, prstale la otra. Si alguno te pusiera pleito por tu tnica, djale tu capa"62. "Si tu ojo derecho te escandalizase, arrncalo y arrjalo lejos de ti" 63. "Amad a vuestros enemigos, haced el bien a quienes os odian; rogad por quienes os persiguen" 64. "No juzguis y no seris juzgados"65. "Sed misericordiosos como vuestro padre celestial". "Perdonad y se os perdonar"66. "El que se humilla ser elevado; el que se eleva ser humillado" 67. En fin, dar es ms bondadoso que recibir68. Como se puede observar, hay una total indiferencia para las cosas exteriores y para las vanas superfluidades en materia de artefactos y vestidos, que en nuestros tiempos son consideradas como necesidades. Tal enseanza era la consecuencia de la vida sencilla que se llevaba en Galilea. Acerca de la limosna, la piedad, las buenas obras, la mansedumbre, el total desinters del corazn, poco tena que aadir Jess a la doctrina de la sinagoga. Pero la dotaba de un acento lleno de uncin que revitalizaba aforismos largo tiempo conocidos. La moral no se compone de principios ms o menos bien expresados. Poco original en s misma, si con esto se quiere dar a entender que se la podra recomponer enteramente en las mximas ms antiguas, la moral evanglica permanece como la ms alta creacin que haya salido de la conciencia humana, el

ms hermoso cdigo de la vida perfecta que haya trazado moralista alguno. Jess no habla contra la ley mosaica, pero se percibe que adverta su insuficiencia y lo daba a entender. Repeta sin cesar que haba que hacer ms de lo que haban dicho los antiguos sabios (Mt 5,20 ss). Proscriba el menor uso de palabra fuerte (Mt 5,22), prohiba el divorcio (Mt 5, 31 ss) y todo juramento (Mt 5, 33 ss), reprobaba el talin (Mt 5, 38 ss), condenaba la usura (Mt 5,42), que tambin la Ley prohiba (Deut XV, 7-8), pero menos formalmente y el uso la autorizaba (Lc 7,41 ss), encontraba el deseo voluptuoso tan criminal como el adulterio (Mt 5,28). Quera un perdn universal para las injurias (Mt 5,23 ss). El motivo con el que apoyaba aquellas mximas era siempre el mismo: "...Para que seis hijos de vuestro Padre celestial que hace salir el sol sobre los buenos y sobre los malos. Si slo amis -aada- a quienes os aman, cul es vuestro mrito? Los publicanos lo hacen. Qu valor tiene que saludis slo a vuestros hermanos? Los paganos lo hacen. Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" (Mt 5,45 ss). Un culto puro, una religin sin sacerdotes y sin prcticas, que reposase enteramente sobre los sentimientos del corazn, sobre la imitacin de Dios, sobre la relacin inmediata de la conciencia con el Padre celestial, era la continuacin de aquellos principios. Nunca retrocedi Jess ante esta audaz consecuencia que haca de l, en el seno del judasmo, un revolucionario de primer orden. Por qu tena que haber intermediarios entre el hombre y su padre? Si Dios slo miraba el corazn, qu objeto tenan aquellas purificaciones, aquellas prcticas que slo se preocupaban del cuerpo?69 Jess no afectaba ninguna seal externa de ascetismo y se contentaba con rezar, o mejor dicho, con meditar sobre las montraas y en los lugares solitarios, donde el hombre siempre ha buscado a Dios70. La oracin fundamental era el padrenuestro71. Con ella Jess no hace sino extraer las consecuencias de su idea fundamental de Dios. Gracias a Jess, una idea absolutamente nueva, la idea de un culto basado en la pureza del corazn y en la fraternidad humana, entraba en el mundo. Pero esta idea tan elevada fue traicionada por la Iglesia cristiana.

6. Progreso moral Kant afirmaba abiertamente que el progreso moral forma parte integrante del desarrollo cultural del hombre. La transformacin moral, operada en los individuos por una ilustracin creciente, ha de ir permitiendo al hombre arrancar las riendas de la Historia de las manos de la naturaleza para tomarlas responsablemente en las suyas propias y construir as l, consciente y libremente, una sociedad estructurada polticamente segn los principos morales de la justicia y de respeto a la libertad de todo hombre. Esa transformacin ir adems, para Kant, indisolublemente unida a una profunda transformacin de la conciencia religiosa: la ilustracin supondr una verdadera crtica de la religin, cuya incidencia poltica quedar as subrayada. El cambio ms importante que acompa la difusin del cristianismo ocurri en su forma de promover la moralidad. Al mudarse la Iglesia a Estado, de sociedad privada que era la moralidad se transform tambin y se convirti de asunto privado en menester del Estado, y lo que segn su naturaleza pertenece y pertenecera al libre albedro se transform en un deber y, en parte, en un derecho, externo de la Iglesia. La Iglesia ha erigido los principios de la moralidad y ha indicado al mismo tiempo los medios para la asimilacin de los mismos; ha creado tambin, en particular, una amplsima ciencia, llamada casustica, sobre la aplicacin de tales principios a los casos particulares. En todas estas reglas (algunos hechos histricos, ascetismo, etc.) de la moral y de la prudencia se ha procedido de un manera a priori; es decir, que se ha tomado la letra muerta como fundamento y sobre l se ha construido un sistema que prescribe cmo el hombre tiene que actuar y sentir y cules son los efectos que tal o cual "verdad" debe producir. En todo esto se ha concedido un poder legislativo a la memoria sobre todas las facultades -aun sobre las ms nobles- del alma. A la idea juda de Dios como seor y soberano, Jess opone una relacin entre Dios y los hombres que se asemeja a la relacin entre el padre y los hijos. Lo religioso, pues, es el plroma del amor. Este espritu exquisito de Jess, que se eleva por encima de la moral corriente, se muestra como directamente opuesto a las leyes en el Sermn de la Montaa. ste es un intento, llevado a cabo por medio del ejemplo de varias leyes, de quitar a las leyes lo legal, la forma de leyes. El Sermn no predica el respeto ante la Ley, sino que muestra aquello que la cumple, pero que la cancela en cuanto ley, y que es superior a la obediencia frente a ella y la hace superflua. Todo mandamiento slo es capaz de expresar un deber, puesto que es universal; pero su insuficiencia se descubre de inmediato al no expresar un ser. Jess opone a un mandamiento del tipo "no matars" una virtud: la disposicin del amor hacia los hombres. Esto no slo hace superfluo aquel mandamiento en cuanto a su contenido, sino que suprime tambin el mandamiento en cuanto a su forma. Jess opuso el hombre a la positividad de los judos; a las leyes y a sus deberes opuso las virtudes y en stas se cancela la inmoralidad del hombre positivo, comentaba el joven Hegel. Y ms: tena que aparecer, por fin, alguien que atacara de frente al judasmo mismo. Pero como este hombre no hall nada en los judos que le hubiera ayudado a combatirlo y en lo que se hubiera podido ayudar a vencerlo tuvo que sucumbir despus de no haber fundado otra cosa que una secta ms. Jess opuso el sujeto a la ley. Opuso la moralidad a la ley? La moralidad es, segn Kant, la subyugacin del individuo bajo lo universal, la victoria de lo universal sobre la individualidad opuesta a l. Aunque ms bien es la elevacin de lo individual a lo universal, unificacin, cancelacin de las dos partes opuestas por la unificacin. La moralidad es la superacin de una divisin en la vida. Jess opone al mandamiento la disposicin sensible, la inclinacin a actuar moralmente. Pero esta moralidad slo supera la dominacin sobre el yo a cambio del

desgarramiento en uno mismo. Jess sufri la pesadumbre de ver fracasar completamente su plan de introducir la moralidad en la religiosidad de su pueblo y experiment que hasta sus esfuerzos para infundir esperanzas ms altas y una fe mejor, por lo menos en algunos hombres, haban tenido un resultado muy ambiguo e incompleto. Cf. Mt, 20,20: "Di que estos dos hijos mos se sienten uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu reino". Jess era el maestro de una religin puramente moral no positiva, insisti Hegel. El propsito del Maestro de Nazaret era despertar de nuevo el sentido moral, influir en la actitud tica. Por esto, en parbolas y en otras formas, present ejemplos de acciones justicieras, sobre todo en contraste con lo que haca el levita, que slo obedeca a la Ley, dejando que los sentimientos de los oyentes juzgaran acerca de la suficiencia de esta ltima actuacin. En especial les mostr el contraste entre las exigencias de la moral y las exigencias de las leyes civiles (y las exigencias de los mandamientos religiosos, convertidos ya en leyes civiles). Lo hizo, sobre todo, en el Sermn de la Montaa, donde habl de la disposicin moral como el complementum de las leyes. Trat de mostrar lo poco que tiene que ver la observancia de aquellos mandamientos con la esencia de la virtud y el espritu, en el cual se acta por respeto ante el deber, y luego porque tambin es un mandamiento divino: es decir, que lo que trat de inculcarles fue religin ( de re-ligare) en el verdadero sentido de la palabra, pues a pesar de toda su religiosidad, slo podan ser ciudadanos del Estado judo; pocos eran ciudadanos del Reino de Dios. 7. El fracaso de Jess Es evidente que semejante sociedad religiosa, basada nicamente en la espera del Reino de Dios, deba ser en s misma muy incompleta. La primera generacin cristiana vivi completamente de esperanzas y de sueos. En vsperas del fin del mundo, se consideraba intil todo cuanto serva tan slo para la continuacin del mundo. El apego a la propiedad se consideraba como una imperfeccin 72. Todo cuanto ata al hombre a la tierra, todo cuanto le aparta del cielo, deba desaparecer. Aunque varios discpulos estuviesen casados, desde el momento en que se entraba en la secta no se contraan, al parecer, ms matrimonios 73. El celibato gozaba de gran predileccin (doctrina constante de Pablo). En una ocasin, el Maestro parece aprobar a los que se mutilan en vistas del Reino de Dios 74. El cese de la procreacin fue considerado frecuentemente como seal y condicin del Reino de Dios 75. Jess no hizo ninguna concesin a la necesidad. Predic audazmente la guerra a la naturaleza, la total ruptura con la sangre. "En verdad os digo -deca- que cualquiera que abandone su casa, su mujer, sus hermanos, sus parientes, sus hijos por el Reino de Dios, sembrar el cntuplo en este mundo y, en el mundo por venir, la vida eterna" (Lc 18,29-30). La instruccin que, se supone, Jess ha dado a sus discpulos respira la misma exaltacin. l, tan complaciente para los de fuera; l, que se contenta a veces con semiadhesiones (Mc 9,38), es para los suyos de un rigor extremado. No quera trminos medios. Se dira que formaba una Orden con las reglas ms austeras. En estos accesos de rigor llegaba hasta suprimir la carne. Sus exigencias ya no tenan lmite. Despreciaba los sanos lmites de la naturaleza del hombre: quera que no se existiese ms que para l, que slo se lo amase a l. "Si alguno -deca- viene a m y no odia a su padre, a su madre, a su mujer, a sus hijos, a sus hermanos, a sus hermanas, e incluso a su propia vida, no puede ser mi discpulo" (Lc 14,26 y 33). Al estar colocada la perfeccin fuera de las habituales condiciones de la sociedad, al no poder llevarse una autntica vida evanglica ms que fuera del mundo, quedaba planteado el principio del ascetismo y del estado monacal. Es por ello que las sociedades cristianas tendrn dos reglas morales: una medianamente heroica para la mayora de los hombres; otra, exaltada

hasta el exceso, para el hombre perfecto; y el hombre perfecto ser el monje, sometido a reglas que tienen la pretensin de realizar el ideal evanglico. ( Que, por otro lado, se lleva por delante todas las reglas; as es de contradictoria la doctrina de Jess). Es cierto que este ideal, aunque no fuese ms que por la obligacin del celibato y de la pobreza, no poda ser de derecho comn. De este modo, el monje es, en ciertos aspectos, el nico cristiano autntico. Si bien es cierto que los textos evanglicos nos dejan en la incertidumbre acerca de lo que Jess pensaba de su misin, del carcter de su persona y del alcance de su papel, en cambio, vemos bien que no tuvo xito, que sus compaeros palestinos no creyeron en la misin que se arrogaba y no se conformaron a las sugestiones morales que les ofreca. Durante el breve tiempo que vivi entre ellos, lo miraron pasar con curiosidad o indiferencia, pero sin seguirlo. Quiz -y cuando mucho- sedujo a algunos centenares de galileos ingenuos, porque cuando nuestros evangelios nos muestran las multitudes apretndose a su paso y encantados con su palabra, no nos hacen olvidar que en otros pasajes, con mayor veracidad, nos hablan de la dureza de corazn de los judos. En verdad, el mismo Jess parece haber desesperado de ablandarlos. Las razones de su fracaso se ven claramente. No le hablaba al pueblo con el lenguaje que ste esperaba: predicaba el examen de conciencia, amar al prjimo, la humildad de corazn, la confianza filial en Dios a gente que esperaba el llamado a las armas y el anuncio del ltimo combate antes de la victoria eterna. Hablaba mucho de justicia, de paz, de aspiracin al padre y tambin de resignacin, de paciencia; mas no de rebelin, ni del triunfo del pueblo elegido sobre las naciones. Y todo esto, que constituye para nosotros su originalidad y su encanto, no poda agradar a los ardientes mesianistas de Palestina

. Captulo 2 EL PROFETA DE NAZARET

1. Profetismo "Israel empieza a ser Israel con los profetas... Israel ocupa un lugar aparte en la historia del mundo, gracias a los profetas". Esto lo escribi E. Renn. Para este escritor la institucin del profetismo israelita fue una especie de periodismo que hablaba en nombre de Dios. En efecto, ya desde el siglo VIII, el profeta se convirti en un periodista al aire libre que declaraba personalmente sus artculos, traducindolos a veces en actos significativos. Lo principal era llamar la atencin del pueblo, reunir a las masas. Para ello, constantemente utilizaba el profeta alguno de los ardides que cree haber inventado la publicidad moderna. Se colocaba en un sitio por donde pasaba mucha gente, sobre todo a la puerta de la ciudad. All, para conseguir un grupo de oyentes, empleaba los medios de reclamo ms descarados, los actos de locura fingida, los carteles ambulantes que l mismo llevaba. Formado el grupo, recalcaba las frases, las haca vibrar, obtena efectos, ya con tono familiar, ya con amargas chanzas. La bufonada asociada caprichosamente a un exterior tosco era puesta al servicio de la piedad. Pero as naci el predicador popular. El profetismo salv y perdi sucesivamente a las dinastas. Los profetas son al mismo tiempo modelo de patriotas y los peores enemigos de la patria. Muchas veces le impidieron poseer un orden civil, alianzas exteriores y ejrcito. Dirigieron contra el gobierno una oposicin a la cual no poda resistir ningn Estado. Pero, a pesar de todo, como ltimo resultado crearon la importancia histrica de Israel. El profetismo fue un inconveniente para la vida poltica del pueblo que le confi sus destinos, pero fund varias religiones que perviven en el mundo. Quin podra ser severo con l? Tuvo la profeca un significado religioso sin precedentes en el judasmo y en el cristianismo. Para el judasmo, el profeta es un individuo elegido por Dios, a menudo en contra de su voluntad, con el fin de revelar las intenciones y los planes divinos a la humanidad. Como portador de la revelacin, el profeta siente la omnipresencia de Dios y recibe la fuerza suficiente para comunicar a otros su palabra, incluso aunque ello pueda acarrearle la persecucin, el sufrimiento y la muerte. El cristianismo hered la nocin proftica del judasmo y sus seguidores interpretaron las obras hebreas a la luz de las enseanzas de Cristo, quien es considerado el profeta anunciado en el Deuteronomio. Se reconoca la capacidad proftica como un don en la poca apostlica, pero, de forma gradual, fue desapareciendo al mismo tiempo que, hacia el final del siglo I d.C., empez a desarrollarse la estructura jerrquica de la Iglesia, la cual se encarg de reprimir la inspiracin individual. Los visionarios cristianos de todos los tiempos han sido con frecuencia llamados profetas, pero no alcanzaron nunca la posicin ni la influencia de los profetas hebreos. El islam acepta en principio la tradicin proftica del judasmo y considera a Mahoma como el ltimo profeta, el sello o la culminacin de una lnea que se extiende desde Adn hasta Cristo. A pesar de su fe, los seguidores del movimiento islmico mstico llamado sufismo han

asumido, a veces, un papel proftico. Los orgenes del cristianismo se remontan a los grandes profetas, que introdujeron la moral en la religin, unos ochocientos cincuenta aos a. C. A su vez, el profetismo del siglo IX tiene sus races en el antiguo ideal de la vida patriarcal, ideal creado en parte por la imaginacin, pero que haba sido una realidad en un supuesto pasado lejano de la tribu israelita. El destino de Israel empez a escribirse durante la edad patriarcal. Sin sta no se explica la historia de Israel. Para E. Renn, los profetas judos, segn su idea de que las revoluciones de los imperios no tienen ms objeto que el cumplimiento de las voluntades de Yahv respecto a Israel, son los fundadores de la Filosofa de la Historia, es decir, del intento de sujetar todos los acontecimientos a una finalidad providencial. No es una de las menores singularidades del pueblo judo haber impuesto las quimeras de su patriotismo al mundo entero. En vez de narrar, Israel predice, es decir, sistematiza. Por eso no tiene historiadores, sino profetas. En resumen, no es la Tor la fundadora de las tres religiones ms universales, sino el idealismo de los profetas, la afirmacin de un porvenir de justicia para la humanidad, la idea de un culto sin sacrificio, limitado a los himnos y a los sentimientos interiores. Esta es la doctrina que, producida por los profetas y realzada por los esenios, los terapeutas y los cristianos, ha producido la revolucin religiosa ms extraordinaria. Claro que jams se sabe lo que se funda. Jess crey fundar la religin del espritu y la suya ha resultado tan supersticiosa como otra cualquiera. Tambin los profetas de la gran poca habran protestado si hubieran visto que sus ideas puritanas y austeras acababan en un ritualismo grotesco, en cuestiones de sacrificios e impurezas legales 1.1. Profeca Qu es una profeca? Posiblemente nadie como B. Spinoza en el cap. I del Tratado teolgico-poltico ha aclarado el trmino. Escribi el filsofo: "Profeca o revelacin es el conocimiento cierto de una cosa revelada a los hombres por Dios. Profeta es quien interpreta las cosas reveladas a todos aquellos aquellos que, no pudiendo tener un conocimiento cierto de ellas, slo puedan conocerlas por la fe. Entre los hebreos, efectivamente el profeta se llamaba nabi, es decir, orador intrprete; en la Escritura designa exclusivamente al intrprete de Dios, segn puede verse en el xodo (7, 1), donde Dios dice a Moiss: "Y he aqu que te constituyo Dios de Faran", y Aarn tu hermano ser tu profeta". Como si dijera: Puesto que Aarn al interpretar a Faran las palabras que pronuncies har el papel de profeta, t sers en cierto modo el Dios de Faran, el que respecto a l haga el papel de Dios"76. "As, pues, puesto que se llaman obras de Dios a las obras extraordinarias de la naturaleza, y rboles de Dios a los que alcanzan prodigiosa elevacin, no es de admirar que el Gnesis llame hijos de Dios a hombres de gran fuerza y colosal estatura, aunque impos, ladrones y libertinos. Es costumbre antigua de judos y de paganos la de referir a Dios todo lo que a un objeto cualquiera le da carcter de excelencia y superioridad. As leemos que Faran, apenas oy la interpretacin del sueo, dijo a Jos que en l viva el espiritu de Dios. Otro tanto dijo Nabucodonosor a Daniel. Nada ms frecuente entre los latinos que el decir de una obra artstica: "Esto est hecha por mano divina", lo que tambin pudiera traducirse en hebreo (como saben perfectamente los hebraizantes): "Esto est hecho por las manos de Dios" 77. Aclar el filsofo holands: "Toda nacin tuvo sus profetas y... el don de profetizar no es exclusivo de la nacin juda. En este punto convienen los historiadores sagrados y profanos, pues aunque en el Antiguo Testamento nada dice de los profetas de otras naciones, esto poco importa, pues los hebreos se propusieron nicamente escribir su historia. Basta para nuestro objeto saber que hombres incircuncisos como No, Henoch, Abimelec, Balaam y otros han profetizado, y que algunos profetas hebreos fueron enviados por Dios a otras naciones, como

Ezequiel y Abdas a los idumeos, y Jons a los ninivitas" 78 El cap. XI de la obra que comentamos est dedicado a investigar De si los Apstoles escribieron sus cartas a ttulo de profetas o a ttulo de doctores. De cul ha sido la funcin propia de los Apstoles. "Nadie que haya ledo el Nuevo Testamento -seala el filsofo- puede dudar de que los Apstoles fueran profetas. Pero como los profetas no siempre hablaban en virtud de una revelacin, sino que esto suceda muy raramente, como lo hemos demostrado al final del cap. I, podemos preguntarnos si los Apstoles escribieron sus cartas a ttulo de profetas, en virtud de una revelacin y mandato expreso como Moiss, Jeremas y los dems, o a ttulo de doctores y simples particulares. Esta duda es tanto ms fundada cuanto en I Cor 14, 6, Pablo seala dos clases de predicacin, una fundada sobre la revelacin y otra sobre la ciencia... Por lo dems, si nos fijamos en el modo con que los Apstoles nos transmiten en sus epstolas la doctrina evanglica, veremos que es muy diferente del que emplearon los profetas para transmitirnos sus profecas. Porque los Apstoles razonan tanto y de tal suerte, que ms que profetizar parecen discutir. Las profecas no contienen sino puros dogmas y decretos, porque Dios se representa como tomando l mismo la palabra, no para razonar, sino para imponer mandatos, segn el poder absoluto que corresponde a su naturaleza. La autoridad del profeta no debe, en efecto, sufrir la discusin, porque el que quiere confirmar sus dogmas a la razn, los somete por este hecho al libre juicio de todos. As parece entenderlo Pablo que tiene la costumbre de raciocinar, cuando en I Cor 10, 15, se expresa en estos trminos: "Os hablo como a personas sabias y prudentes; juzgad vosotros mismos de la verdad de lo que os digo". Debe tenerse presente que los profetas perciban las cosas reveladas sin el auxilio de la luz natural, es decir, sin el razonamiento, como hemos demostrado en el cap. 1. Por esto, fundndome tanto en este modo de hablar y en las discusiones de los Apstoles, como en el hecho notable de no atestiguar la Escritura su misin divina cuando iban a predicar a a alguna parte como hacan con los antiguos profetas, debo concluir que predicaban como doctores y no como profetas" 79.

1.2. Profetas
Cuando se habla de profetas, de quines estamos hablando? Antes de contestar la pregunta, es preciso decir que, en la historia de Israel, en su evolucin religiosa y en la formacin del concepto de Dios bblico que ha llegado hasta el judeocristianismo actual, no slo tuvieron protagonismo y responsabilidad directa algunos sacerdotes muy influyentes. Un colectivo, muy especial como los nabi o profetas, result tambin decisivo a la hora de confeccionar todo ese complicado entramado de textos llamados revelados, ya que, entre otros mritos, a ellos se debe, en buena parte la supervivencia del monotesmo hebreo en territorio donde los cultos cananeos y el sincretismo religioso, infiltrado desde los poderosos pases vecinos, goz de un fortsimo arraigo popular. Tambin lo hizo Jess: le da un nuevo color al rostro de Dios. Cul sera la personalidad y el carcter de un profeta? Es ms que razonable pensar que el perfil psicolgico para el menester de profeta se ha mantenido constante a lo largo de la historia. Cuando se conocen y estudian a decenas de videntes, chamanes y profetas actuales -algunos de ellos muy sorprendentes, pero todos sin excepcin con evidentes desrdenes de personalidad- , no podemos menos que mostrarnos muy precavidos a la hora de enjuiciar la obra de los profetas bblicos en cuanto a lo que vale. No puede dejar de tenerse un cierto respeto, sin embargo, a lo que signific para su poca y, especialmente, para el mundo que hered y magnific sus profecas. El lenguaje de los profetas bblicos es similar al que emplean los videntes urbanos actuales para sacarle dinero a su crdula clientela. De lo expuesto resulta que los profetas no tuvieron un espritu superior al de los dems hombres, sino una mayor fuerza de imaginacin. Tal es el carcter fundamental que destaca en

ellos B. Spinoza. Para ello se basa en la propia Sagrada Escritura. Recuerda el filsofo que es cierto que Salomn aventaj a todos los dems en su sabidura, pero no tuvo el don de la profeca. Hernan Derda y Kalchol eran hombres de profunda erudicin y, sin embargo, no eran profetas, mientras que hombres incultos y groseros, y aun mujeres como Agar, la esclava de Abraham, gozaron del don de profeca. Qu significa esto? Que los hombres de gran imaginacin son los menos adecuados para las funciones del entendimiento puro. Recprocamente, los que gozan de brillante inteligencia tienen un poder imaginativo ms templado, ms dueo de s mismo, y cuidan de sujetarla para que no se mezcle en las operaciones intelectuales. Aade el filsofo: "Como la imaginacin pura y simple no lleva consigo la certeza de las ideas claras y distintas, para tener seguridad de las cosas que imaginamos es necesario que a la fantasa acompae el raciocinio. Por consiguiente, la profeca no lleva consigo la certeza, porque depende, como hemos demostrado, de la imaginacin exclusivamente; de donde resulta que los profetas no estaban seguros de la revelacin divina por la misma revelacin divina, sino por ciertos signos, como puede verse en el Gnesis (15, 8), donde Abraham, despus de escuchar la promesa que Dios le haca, le pidi una seal de ella. Seguramente crea en Dios y tena fe en su promesa, pero quera estar seguro de que Dios efectivamente se la haca" 80. De dnde sale entonces la certeza con la que los profetas adivinan? Toda la certeza de los profetas se funda en tres cosas: 1) en la extremada viveza con que se imaginan las cosas que revelan; 2) en que tienen un signo para confirmar la inspiracin divina; 3) y, ms importante, en que su alma es justa y slo sienten indignacin. Aunque la Escritura no siempre menciona los signos, es de creer que los profetas tuvieron siempre alguno, porque la Escritura, como se ha sealado varias veces, suele no mencionar todas las circunstancias y condiciones de las cosas, pues las supone ya suficientemente conocidas. Otro tanto le pasaba a cada profeta con la revelacin que haca. sta variaba segn la disposicin de su temperamento, su imaginacin y sus opiniones. Si el profeta era de alegre humor, no revelaba ms que victorias, paz y todo lo que conduce al hombre a la alegra, pues los temperamentos de esta clase no suelen imaginar ms que cosas de esta ndole. Si el profeta era triste, predeca guerras, suplicios y todo gnero de desgracias. De este modo, segn el profeta fuera de carcter dulce, irritable, severo, compasivo, etc., as era ms a propsito para tal o cual clase de revelacin. Por ejemplo, Miqueas nunca predijo nada bueno a Acab, aunque otros profetas verdaderos lo hicieron 81; por el contrario, le predijo males para toda su vida. En conclusin, los profetas tenan, segn su temperamento, mayor o menor disposicin para tal o cual clase de revelaciones. Si de la Sagrada Escritura resulta alguna cosa indudable, es que Dios no conceda en igual grado (y con el mismo signo) el don de la profeca a todos los profetas. Cul era el carcter y personalidad de Jess? Al final de este captulo hablaremos de sus profecas y por ellas se podr juzgar. En el captulo que hemos titulado "El loco" abundamos en rasgos de personalidad que se pueden destacar de la lectura de los evangelios. Acerqumonos a conocer a algunos de los ms importantes profetas bblicos, pues en total hubo unos 400. Claro que el buen sentido laico confunda a veces a estos entusiastas con los locos. Realmente la diferencia era pequea. Los denominados "profetas escritores" aparecieron a partir del siglo VIII a. C. y siempre pusieron especial cuidado en no ser confundidos con los "profetas estticos". Estos aprendan su oficio de un maestro, en cofradas especializadas en tcnicas oraculares y fueron sealados despectivamente por los bblicos como "hijos de profeta" (Am 7, 14-15). Por orden cronolgico, los principales profetas escritores fueron Ams, Oseas, Isaas, Miqueas y Nahm (en el perodo comprendido aproximadamente entre los reinados de Ozas o Azaras y Ezequas, en el siglo VIII a. C.); Jeremas, Baruc, Habacuc, Sofonas, Ezequiel y Daniel (en el perodo comprendido entre el reinado de Josas y el fin del destierro babilnico, en los siglos VII y VI a. C.), y Ageo, Zacaras y Malaquas (en el perodo que va desde el fin del cautiverio hasta el siglo IV a. C).

A pesar de ser conocidos como "escritores", casi ninguno de estos profetas escribi ni una sola palabra de los textos que se les atribuyen en la Biblia, que son recopilaciones de sus supuestas prdicas y orculos elaborados mucho despus -como en el caso de Jess-, en algn caso hasta dos siglos despus de la muerte del profeta que los firma. Los textos aadidos por los recopiladores posteriores son tan frecuentes e importantes que el supuesto mensaje de los profetas ha quedado tergiversado hasta un grado difcil de conocer en exactitud. sta es, tambin, la causa de los muchos anacronismos que se dan en los libros profticos, as, por ejemplo, en el Libro de Isaas, tradicionalmente adscrito al profeta del mismo nombre. Mientras es posible fechar la primera mitad del texto en tiempos de Isaas, los captulos 40 a 66 pertenecen claramente a uno o dos redactores que vivieron un par de siglos despus. Lo mismo puede decirse de los evangelios de Marcos y de Juan. De Marcos se sostiene que el captulo 16 es un aadido. Otro tanto se dice del captulo 21 de Juan, una apndice del evangelio. 1.3. Juan el Bautista y Jess de Nazaret Por aquella poca apareci un hombre extraordinario que indudablemente tuvo relaciones con Jess y cuyo papel, por falta de documentos, permanece en parte enigmtico para nosotros. Alrededor del ao 28 de nuestra Era (15 del reinado de Tiberio) se extendi por toda Palestina la fama de un tal Iohanan o Juan, joven asceta lleno de mpetu y de pasin. Juan era de la casta sacerdotal (Lc 1, 5) y haba nacido, al parecer, en Jutta, cerca de Hebrn, o en el mismo Hebrn (Lc 1, 39), la ciudad patriarcal por excelencia, situada a dos pasos del desierto de Judea y a pocas horas del desierto de Arabia Desde su infancia Juan fue nazir, es decir, estuvo ligado por el voto a ciertas abstinencias (Lc 1, 15). El desierto, del que, por as decirlo, estuvo rodeado, lo llam desde el primer momento (Lc 1, 80). Llevaba all la vida de un yogui de la India, vestido de pieles o de telas de pelo de camello, sin otros alimentos que langostas y miel silvestre (Mat 3, 4; Mc 1, 6). Cierto nmero de discpulos se reuna a su alrededor, compartiendo su vida y meditando su severa palabra. Era el ltimo descendiente de los grandes profetas de Israel. Fuera de la atribucin de los evangelios de que anunci al Mesas, no sabemos nada de sus enseanzas ms concretas. Puede admitirse que algunas de las prcticas exteriores de Juan, de los esenios y de los preceptores espirituales judos de aquella poca procedan de la reciente influencia del alto Oriente. La prctica fundamental que daba su carcter a la secta de Juan y que le ha valido su nombre, ha tenido siempre su centro en la baja Caldea y ha constituido all una religin que se ha perpetuado hasta nuestros das. Aquella prctica era el bautismo o la inmersin total. Los mandeos o cristianos de Juan son una secta gnstica fundada en Iraq, en un rea al sur de Bagdad y cercana a Irn. La secta cuenta, hoy, con unos 6.000 seguidores. El nombre mandeo, en arameo significa gnstico. Los mandeos tambin reciben el nombre de sabianos, esto es, bautistas. En un principio se pens que esta secta haba surgido en algn lugar de Mesopotamia o de Persia, antes del siglo IV d.C. Hoy en da se cree, ms bien, que lleg all desde la regin de Siria y Palestina, donde probablemente se origin durante el siglo I o II d.C. o incluso durante el periodo precristiano. Tanto en los ritos como en los textos mandeos se pueden ver reflejadas influencias persas, judas y cristianas. Las principales enseanzas de los mandeos derivan de la antigua doctrina esotrica del gnosticismo. Los mandeos creen que el alma humana, cautiva del cuerpo y del universo material, se puede salvar slo a travs del conocimiento revelado, de una vida ticamente estricta y de la observancia de ciertos ritos. Tambin creen en la mediacin de un redentor que vivi en la tierra, donde triunf sobre los demonios, quienes lo dominaban y trataban de mantener el alma cautiva. Por eso, slo l puede ayudar en el ascenso del alma a travs de los mundos y esferas celestes, hasta que al final logre reunirse con el Dios supremo. En un

principio, la idea de los mandeos de aguardar la venida de un redentor, debi estar inspirada en la imagen cristiana de Jesucristo, y lo mismo que en otras sectas gnsticas, debi de comenzar como una rama hertica del cristianismo. Sin embargo, desde el periodo bizantino, los mandeos han mantenido una actitud de hostilidad hacia el cristianismo, considerando incluso a Jess un falso Mesas. En cambio veneran a Juan Bautista, poniendo un especial nfasis en la importancia de repetir frecuentemente el bautismo, pues, para ellos, representa un rito de purificacin. A diferencia de otras antiguas sectas gnsticas, los mandeos siempre han considerado el matrimonio y la procreacin como una importante obligacin moral. Los monjes mandeos reciben el nombre de nasoreos (observadores de los ritos) y forman una casta separada de los laicos. Las abluciones eran ya familiares a los judos como a todas las religiones de Oriente (Mc 7, 4). Los esenios les haban dado una extensin especial. El bautismo haba llegado a ser la habitual ceremonia de introduccin de proslitos en el seno de la religin juda, una especie de iniciacin. Sin embargo, antes de nuestro Bautista nunca se haba dado a la inmersin aquella importancia y aquella forma. A orillas del Jordn, considerables multitudes acudan a l y se hacan bautizar. De este modo, en pocos meses lleg a ser uno de los hombres ms influyentes de Judea y todo el mundo deba contar con l. El pueblo lo tena por un profeta 82 y algunos imaginaron que era Elas resucitado. (No deja de ser curioso que se pensase tal cosa cuando se saba que Elas no haba muerto). Otros tenan a Juan por el propio Mesas, aunque l no alimentase tal pretensin 83. Los sacerdotes y los escribas, opuestos a aquel renacimiento del profetismo y siempre enemigos de los entusiastas, lo despreciaban. Pero la popularidad del Bautista se impona a ellos y no se atrevan a hablar contra l84. Por lo dems, el bautismo no era para Juan ms que un signo destinado a causar impresin y a preparar los espritus para algn gran movimiento. Es indudable que el Bautista se encontraba posedo en el ms alto grado por la esperanza en el Mesas. Haced penitencia deca- porque se aproxima el reino de Dios. Anunciaba una gran clera, es decir, terribles catstrofes que haban de ocurrir (Mt 2, 7) y declaraba que el hacha amenazaba ya la raz del rbol y que pronto el rbol sera arrojado al fuego. Representaba con una criba en la mano, recogiendo el buen grano y quemado la paja, predicaba fervorosamente contra los mismos adversarios que Jess atacara ms tarde: los sacerdotes ricos, los fariseos, los doctores, contra el judasmo oficial, en una palabra. Al igual que Jess, era acogido sobre todo por las clases menospreciadas85. El tono general de sus sermones era severo y duro. Las expresiones de las que se serva contra sus adversarios parecen haber sido muy violentas 86. El pobre aparece como aquel que primero debe beneficiarse del reino de Dios, una idea que ser central en la predicacin de Jess. Jess abandon Galilea y se traslad con un reducido nmero de seguidores junto a Juan. Los recin llegados se hicieron bautizar, como todo el mundo. Juan acogi a aquel enjambre de discpulos galileos y no encontr mal que permaneciesen apartados. A Juan suele representrsele como un hombre de edad madura; por el contrario, era de la misma edad que Jess como lo relata Lucas 1, aunque todos los detalles del relato, especialmente en lo que se refiere al parentesco de Juan con Jess, sean legendarios. Tal vez la leyenda quiso hacerlos ver como de familia de los profetas de Israel. En el orden espiritual, Juan fue el hermano y no el padre de Jess. Jvenes entusiastas los dos, llenos de las mismas esperanzas y los mismos odios, posiblemente hicieron causa comn y se apoyaron recprocamente. Pronto aquellas buenas relaciones se convertiran en el punto de partida de todo un sistema desarrollado por los evangelistas y cuyo objeto era establecer como primera base de la misin divina de Jess el testimonio de Juan. Era tal el grado de autoridad ganado por el Bautista que no se pensaba encontrar mejor fiador en todo el mundo. Pero lejos de que el Bautista haya abdicado ante Jess, ste, durante todo el tiempo que pas con aqul, lo reconoci como superior y slo desarroll

tmidamente su propio genio. Parece, en efecto, que a pesar de su profunda originalidad, Jess fue imitador de Juan, al menos durante algunas semanas. Segn una tradicin 87, Jess form el grupo de sus ms clebres discpulos en la escuela de Juan. La superioridad de Juan era demasiado grande para que Jess, todava poco conocido, soase en combatirla. Quera tan slo crecer a su sombra y se crea obligado a emplear, para ganar a la multitud, los medios exteriores que haban valido a Juan tan asombrosos xitos. Cuando volvi a predicar despus de la detencin de Juan, las primeras palabras que puso en su boca no son sino la repeticin de una de las frases familiares del Bautista (Mt 3, 7; 4, 17): Arrepentos, porque se acerca el reino de Dios. Otras diversas expresiones de Juan se pueden reconocer textualmente en los discursos de Jess 88. Esas frases son raza de vboras... contra fariseos y saduceos, y tal vez son puestas en labios de Jess para que diga l, tambin, lo que haba dicho el Bautista. Las dos escuelas parecen haber vivido en buena armona durante mucho tiempo (Mt 21, 2-13). Despus de la muerte de Juan, Jess, como compaero fiel, fue uno de los primeros en ser puesto al corriente de aquel acontecimiento (Mt 14, 12). Juan fue detenido en su carrera proftica muy pronto. Como los antiguos profetas judos, criticaba muy duramente los poderes establecidos (Lc 3, 19). La extraordinaria vivacidad con la que se expresaba a este respecto no poda dejar de producirle dificultades. No parece haber sido molestado por Pilatos en Judea; pero en Perea, ms all del Jordn, cay en territorio de Antipas. Herodes Antipas (21 a.C.-c. 39 d.C.), hijo de Herodes el Grande, fue tetrarca de Galilea y de Perea (4 a.C.-39 d.C.). Se divorci de su primera mujer, la hija de Aretas IV (que rein en 9 a.C.-40 d.C.), rey de los nabateos, y se cas con Herodas, ex mujer de su hermanastro Herodes Filipo. De este modo precipit la guerra con Aretas en la que Herodes Antipas fue derrotado. Su matrimonio fue criticado duramente por Juan el Bautista, cuya ejecucin orden Herodes Antipas, inducido por las maquinaciones de Herodas a travs de su hermana Salom (Mc 6,14-29). Posteriormente, a instancias de su esposa, Herodes Antipas fue a Roma y solicit que el emperador Calgula le concediera el ttulo de rey. En lugar de esto, en el 39 Calgula lo depuso y lo desterr a Lugdunum (Lyon), en la Galia, y ms tarde a Hispania, donde se cree que muri. Antipas es el Herodes al que ms se le menciona en el Nuevo Testamento. El procurador de Judea Poncio Pilatos envi a Jesucristo ante su presencia, segn Lucas (Lc 23,7-15), cosa no muy creble. Tampoco es muy creble todo el relato que se hace sobre la princesa juda Salom, hija de Herodas y de Herodes, uno de los hijos de Herodes el Grande, aunque el tema ha motivado a pintores, msicos y escritores, sobre todo. Escribi Miguel Otero Silva 89:
Dijo Herodas: -Esa historia no es verdadera, y t lo sabes. Fuiste t el seductor, y t lo sabes. Herodes Antipas soliviant a la mujer con nuevas invenciones diciendo: -La historia [del engao con su hermano Herodes Boethos, que era el esposo de Herodas] no es verdadera, pero l [Juan el Bautista] la cuenta en todos lados. Desfoga sobre ti las mismas acusaciones terribles que lanz el profeta Ezequiel contra Ohol y Oholib, las naciones impuras. Dice que tu ambicin y tu lujuria son serpientes ponzoosas que nos perdern a ambos. Dice que el aire de nuestro palacio de Tiberades es humo sofocante por culpa del hedor de tus depravaciones. Dice que te escurres a medianoche por los callejones del puerto para abrirle las piernas al primer marinero que topas. Dice que te place fornicar con los egipcios de grandes miembros como onagros, y con los sirios que te cabalgan cinco veces sin fatigarse. Dice que no cobras el precio como las prostitutas sino sobornas con regalos a tus amantes para que se tiendan agradecidos bajo tus sbanas. Dice que te revuelcas desnuda en las alfombras de los babilonios para orlos rugir mientras te poseen y para recibir en tus entraas su esperma de sementales. Dice que para darles solaz a todos

ellos te maceras los senos con ungentos perfumados, sometes tus nalgas a los puetazos de los masajistas, te pintas los ojos con zumo de violetas, remojas las vergenzas de tu cuerpo en espesos cocimientos de mandrgora /.../ Pregunt Herodas: -Qu ms te dijo el profeta? Herodes Antipas sigui mintiendo y azuzando el rencor de la mujer: -Dice que te ocultas bajo las cortinas del aposento donde duerme el eunuco Gazab, y lo despiertas a medianoche para morderle las mamas flccidas, lamerle las piltrafas de sexo que le restan y claverle las uas en los ijares mantecosos. Dice que te haces llevar a tu lecho nios idumeos para desgarrarles la virginidad con tus largos dedos de bruja y nios sirios para circuncidarlos con tus dientes y saborear como un nctar el bermelln que te mancha la boca. Dice que te cuelas al amanecer en los establos nios (??) de los coraceros romanos"

Herodas era nieta de Herodes el Grande y hermana de Herodes Agripa I. La danza de Salom durante el banquete de cumpleaos de su padrastro Herodes Agripa, tetrarca de Galilea y Perea, agrad tanto al tetrarca que le llev a ofrecerle cualquier cosa que desease, incluida, si fuese necesaria, la mitad de sus dominios. Por instigacin de Herodas, que deseaba la muerte de Juan el Bautista por haber ste censurado el matrimonio con el hermanastro de su primer esposo, Salom exigi la cabeza de Juan, deseo que le fue concedido. Ms tarde, Salom contrajo matrimonio con el medio hermano de su padre, el tetrarca Herodes Filipo, gobernante de ciertos territorios de la actual Siria, y ms tarde con Aristbulo, que gobernaba Armenia Menor. El relato sobre Salom, que en el evangelio de Mateo es llamada 'hija de Herodas', y la muerte de Juan el Bautista los relatan Mateo y Marcos 90. Una vez hecho prisionero el Bautista, su escuela sufri una notable disminucin y Jess se encontr abandonado a su propia iniciativa. La nica cosa que en cierto modo debi a Juan fueron las lecciones de predicacin y de proselitismo popular. En efecto, a partir de aquel momento predic con una fuerza mayor y su autoridad se impuso a la multitud (Mc 1, 14-15). Hasta la detencin de Juan, Jess no abandon los alrededores del Mar Muerto y del Jordn. Se consideraba generalmente la permanencia en el desierto de Judea como preparacin de grandes cosas, como una especie de retirada previa a los hechos pblicos. Jess se someti al ejemplo de sus precursores y pas cuarenta das sin otra compaa que las bestias salvajes, practicando un ayuno riguroso. Claro que debi de haber llevado algunos discpulos, de otro modo quin echara el cuento? Fue probablemente al salir del desierto cuando lleg a conocimiento de Jess la detencin de Juan el Bautista. Regres a Galilea 91, su verdadera patria, madurado por una importante experiencia, y despus de haber obtenido de sus relaciones con aquel hombre, tan diferente de l, la conciencia de su propia originalidad. En definitiva, Jess reanudaba la tradicin proftica interrumpida en Israel desde el regreso del destierro y que varios nebim antes de l, el Bautista entre otros, haban tratado de recomenzar. Su iniciativa, por original que pueda parecer a primera vista, no tena en su forma nada de excepcional ni de inesperado. Es claro que los apstoles, tal como lo muestra Lucas, no tenan a Jess por persona divina, sino por profeta. As, cuando Cleofs y otro discpulo le relataban los sucesos de la Pasin de Jess a un forastero (que result ser el propio resucitado, aunque en un principio no lo reconocieron), ellos le dicen: "Lo de Jess Nazareno, varn profeta, poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo; cmo le entregaron los prncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados para que fuese condenado a muerte y crucificado. Nosotros esperbamos que sera l quien rescatara a Israel; mas, con todo, van ya tres das desde que esto ha sucedido..." (Lc 24, 19-21). En la famosa entrada triunfal de Jess, relatada en los cuatro evangelios, se lee: "Y cuando entr en Jerusaln, toda la ciudad se conmovi y deca: Quin es ste? Y la muchedumbre responda: ste es Jess el profeta, el de Nazaret de Galilea" ( Mt 21, 10-11).

En fin, Pedro declara que Jess fue profeta en un sermn con el que convierte a unas 3.000 personas y las bautiza (Act 3, 30). 1.3.1. Bautismo Hablemos del encuentro de los dos profetas y de lo que los uni: el bautismo. Asistamos al encuentro relatado por Miguel Otero Silva.
Un escalofro de indignacin estremece los huesos de Juan, mas no tiene ocasin de responder el desafo porque en ese preciso instante se abre paso por entre las filas y se sita frente a l un carpintero de nombre Jess que ha venido caminando desde Nazaret. Es un hombre de espaldas encorvadas, lo que le hace parecer de mediana estatura, pero cuando eleva la mirada y la frente hacia los cielos, como lo est haciendo ahora, su tamao crece en forma imprevisible y ninguno de cuantos le rodean le da por los hombros. Viste una tnica de color blanco que no logr manchar el lodo salpicador de los caminos ni tampoco las cenizas oscuras que arrastra el viento [!]. Del cordn de la cintura le prende un trozo de madera que es emblema testimonial de su oficio. Su cabellera negra y encrespada se parte en dos bandas que le caen armoniosamente sobre la espalda. Es asimismo negra su barba, y negros tal vez sus ojos pero stos se aclaran en casi palos cuando les habla a los nios, como se entintan en casi basalto cuando oye discursear a los escribas. En rostro de alargados rasgos y huesudos pmulos, las cejas se fusionan en una intensa lnea inalterable, y la nariz desciende en aristas severas como talladas por el ms perfecto marmolista griego. As como el caballerizo lleva consigo dondequiera que va un vaho de crines y sauzales, as el carpintero de Nazaret esparce a su alrededor una fragancia [despus de tan larga caminata?] de listn de cedro, baya de enebro, resina de blsamo, leo de sndalo, o todo mezclado: Ni tiene pecados que decir, mentira si los dijera [Entonces para qu se va a bautizar? Se trata todo de una farsa?] Y cuando se despoja de sus vestiduras para sumergirse en el ro, surge de los pliegues de la tnica un fornido torso varonil, an ms blanco que las telas que lo cubran...92

Bautismo viene de baptidso, del griego baptein, 'sumergir'. El verbo arameo seba es el origen del nombre de los sabianos, de quienes ya hablamos. En las iglesias cristianas, el bautismo es rito universal de iniciacin, administrado con agua, normalmente en el nombre de la Trinidad (Padre, Hijo y Espritu Santo) o en el nombre de Cristo. Las iglesias ortodoxas y baptistas administran el bautismo mediante la inmersin total. En otras iglesias, verter (afusin) y rociar (aspersin) son los ritos ms comunes. La mayora de las iglesias consideran el bautismo como un sacramento, o un signo de gracia; algunas lo consideran simplemente como una orden o rito mandado por Cristo. La ley juda estableca la utilizacin del agua como limpieza ritual 93. Elisha orden al dirigente sirio Naaman que se sumergiera en el ro Jordn para ser limpiado de lepra (Re 2,5). Antes del siglo I d.C., se peda a los conversos al judasmo que se baaran (o bautizaran) ellos mismos como signo de aceptacin de la alianza ( tebilath gerim). Algunos de los profetas consideraron ms tarde que los exiliados judos que volvan a casa cruzaran el ro Jordn y seran rociados con su agua para ser limpiados de sus pecados antes del establecimiento del reino de Dios (Ez 36,25). En esta tradicin, el contemporneo de ms edad que Jess, Juan el Bautista, urgi a los judos a bautizarse en el Jordn para la remisin de sus pecados (Mc 1,4). Jess fue bautizado por Juan al principio de su ministerio pblico (Mc 1,9-11), sobre eso no hay dudas. No est claro, sin embargo, que el propio Jess bautizara, sino sus discpulos. Dice el cuarto evangelio: "As, pues, que supo el Seor que haban odo los fariseos cmo Jess haca ms discpulos y bautizaba ms que Juan, aunque Jess mismo no bautizaba, sino sus discpulos, abandon la Judea y parti de nuevo para Galilea" (Jn 4,1-3). Las insitucin del

bautismo la hace Jess despus de muerto (y resucitado, segn la fe), cuando orden a sus discpulos: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra; id, pues; ensead a todas las gentes, bautizndolas en el nombre del Padre, del Hijo y del espritu Santo", frmula sta de Mateo (28,19), que altera un tanto lo dicho por Marcos (16, 15-16): "Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, se salvar, mas el que no creyere se condenar". As, desde el principio, el bautismo se convirti en el rito cristiano de iniciacin (Act 2,38). Al igual que el bautismo de Juan, el bautismo cristiano se realiza para la remisin de los pecados. Muy influido por la doctrina de san Pablo, vino a ser entendido tambin como participacin en la muerte y resurreccin de Cristo (Rom 6,3-11). Es tambin el camino sacramental por el que los conversos reciben los diferentes dones del Espritu Santo 94. El bautismo era con frecuencia llamado iluminacin en la Iglesia primitiva. Vino a ser considerado como la renuncia al mundo, al demonio y la carne, as como un acto de unin a la comunidad de la Alianza. El rito del bautismo se fue adornando gradualmente. Los primitivos escritos cristianos, tales como el Didak, describen un servicio muy sencillo. Alrededor del siglo III, sin embargo, el bautismo se convirti en una liturgia elaborada. La Tradicin Apostlica (c. 215), del telogo san Hiplito, describe, como parte del rito, un ayuno preparatorio y de vigilia, una confesin de los pecados, la renuncia al demonio y un lavado con agua, seguido de una imposicin de manos o uncin con aceite. En la Iglesia occidental, la imposicin de manos y la uncin evolucionaron hacia un sacramento diferente: la confirmacin. En las comunidades cristianas de hoy, sobre todo en la Iglesia catlica, el bautismo se recibe en la infancia. Probablemente tambin los nios eran bautizados en la Iglesia primitiva, siguiendo la filosofa juda de que incluso los nios ms jvenes pertenecen a la comunidad de la Alianza. La Tradicin Apostlica habla explcitamente de ello. Sin embargo, puesto que los pecados eran considerados como imperdonables (o podan ser perdonados slo una vez), el bautismo era con frecuencia pospuesto todo lo posible. Entre los siglos IV y VI, debido a que la actitud con respecto a los pecados cometidos despus del bautismo fue ms tolerante (por el desarrollo de la costumbre de la penitencia) y a que aument el miedo a morir sin ser bautizados, el bautismo de los nios se convirti en una premisa obligatoria. La mayora de las iglesias protestantes adoptaron puntos de vista y prcticas tradicionales con respecto al bautismo, aunque con frecuencia, haciendo hincapi en su carcter de Alianza ms que en su relacin con el pecado. Baptistas y anabaptistas, sin embargo, insisten en el bautismo en la edad adulta, apoyndose en la doctrina de que slo los adultos pueden ser culpables de actos pecaminosos, de arrepentimiento, y la comprensin de la doctrina de la salvacin, punto de vista tambin adoptado por las iglesias pentecostales y los grupos neopentecostales. En resumen, el bautismo es, para el cristiano, un sacramento por haber sido instituido por Cristo. Pero, como ha demostrado M. Eliade, no por ello deja de recoger el material inicitico de la prueba (lucha contra el monstruo), de la muerte y la resurreccin simblicos (el nacimiento del hombre nuevo). No decimos que el cristianismo o el judasmo hayan tomado en prstamo tales mitos o smbolos de las religiones de los pueblos vecinos; no era necesario: el judasmo era heredero de una prehistoria y de una larga historia religiosa donde todas estas cosas existan ya. Incluso no era necesario que tal o cual smbolo fuera considerado descubierto, en su integridad, por el judasmo. Bastaba con que sobreviviera un grupo de imgenes, aunque fuera oscuramente, desde los tiempos premosaicos. Tales imgenes y tales smbolos eran capaces de recobrar, en cualquier momento, una poderosa actualidad religiosa. El agua se utilizaba como smbolo de purificacin en muchas religiones desde fechas muy lejanas. En el mundo antiguo, las aguas del Ganges en India, del ufrates en Babilonia y del Nilo en Egipto se utilizaban para baos sagrados, tambin conocidos en los cultos mistricos helenos.

1.3.2. Jess, educador popular En la Historia de Jess, Hegel procedi a una refundicin de las cuatro evangelios para conseguir un relato unificado, aunque basado primordialmente en el Evangelio segn Lucas. El subttulo de la obra es elocuente: Armonizacin de los evangelios segn mi propia traduccin. El escrito est enteramente dominado por la influencia de la doctrina kantiana de la religin, tal y como es expuesta en la obra La religin dentro de los lmites de la mera razn, publicada en 1793. Historia de Jess es la obra de ms estricta fidelidad kantiana. En esta obra la predicacin de Jess se reduce a lo que puede ser considerado como un contenido religioso racional: la religin histrica pasa a religin moral, la adoracin de Dios se convierte en moralidad autntica. El Hegel de Berna ve en Jess a un educador popular, un reformador que se ha propuesto la tarea de moralizar a su pueblo. La religin, como se dijo, se reduce a moralidad y sta no tiene otro contenido que el puramente racional. Por ello Historia de Jess se propone destacar aquella parte de los relatos evanglicos que estn en concordancia con la religin racional; la figura histrica, concreta y precisa de Jess, se desvanece, siendo absorbida plenamente por la configuracin ideal del maestro de moral racional, al igual que ms adelante, en la Fenomenologa o en la Enciclopedia, Cristo se convertir en una figura del espritu o en un momento del silogismo absoluto. Esta abstraccin es una de las caractersticas ms llamativas de la historia hegeliana. El carcter novedoso del proyecto de escribir una vida de Jess -proyecto que en el siglo XIX habra de conocer una realizacin bien diferente en las vidas de Strauss y de Renn- se ver afectado y empobrecido por el esquematismo de su concepcin: Jess no es ms que el predicador de la religin racional. Todo lo que de la concepcin de su figura histrica no pueda encorsetarse en ese estrecho molde ser desechado por Hegel. El destino humano de Jess es una tarea educativa: dar a conocer a los hombres el verdadero concepto de Dios, ensendoles la ley moral y dndoles una formacin virtuosa. En esta concepcin del destino de Jess, Hegel se aparta de la consideracin ortodoxa de la divinidad de Cristo: su destino ha sido determinado por la divinidad, sin que sea una obra de la propia divinidad. Cumpliendo su destino, Jess responde al llamamiento divino y no a la necesidad de su propia naturaleza. El parentesco entre ambos espritus no se resuelve en unidad, ni se eleva la naturaleza de Cristo a naturaleza divina. Jess no es an, como lo ser ms tarde, el Hijo -un momento necesario de la historia eterna del espritu- sino solamente un hombre culto y un maestro. Igualmente, su muerte no es un momento del drama teolgico de la redencin, sino un sacrificio a manos de las supersticiones judas y de sus corrompidos sacerdotes; su muerte es una consecuencia de los riesgos inherentes al ejercicio de su labor educadora, y no, como en la Fenomenologa, la supresin de su particularidad contrapuesta a lo universal. Claro que, en la Historia de Jess, Hegel sucumbe momentneamente a la tentativa de convertir al filsofo en un sustituto de prroco. Esto es, el filsofo es un gua moral que, en la produccin de su discurso, subordina todo criterio al de la ejemplificacin. Superado el momento de prdica o exhortacin moral de Historia de Jess, Hegel siempre habr de ser fiel ms adelante a la recomendacin que l mismo hace en el Prlogo a la Fenomenologa: La filosofa debe guardarse de ser edificante. Hay ms, y aqu interviene una valoracin implcita que se repetir una y otra vez en el texto hegeliano y que es caracterstica de este momento de la evolucin de su pensamiento: el hombre est en posesin de una fuerza superior a la naturaleza, de una facultad sobrenatural que, a su vez, ser capaz de sealar metas ms altas y ms nobles al hombre, determinar la meta superior de su vida y de estipular los fines ms altos del hombre, fines que le confieren una dignidad superior. Esta jerarqua de fines va a determinar toda la predicacin de Jess del joven Hegel, confiriendo a Historia de Jess su aire

de sermn edificante. La oposicin fines inmediatos naturales / fines superiores-espirituales preside el discurso moral del reformador Jess, sin que la rigidez de esta oposicin ni el formalismo de esta antinomia dejen lugar para un planteamiento que se sustraiga a su rgida contraposicin. Para el joven Hegel, la vida moral no conoce ms alternativas que la opcin entre una bsqueda de los pequeos intereses de la vida, de las pequeas finalidades que los hombres se proponen consistentes en la preocupacin por la satisfaccin de las necesidades naturales elementales y por el goce sensible en su forma ms grosera y, por otra parte, los fines espirituales. 2. Jess y los esenios A finales del siglo XVIII, en buena parte del XIX y an en el XX, estuvo de moda explicar el cristianismo nicamente por el esenismo. Segn esta visin, Jess fue un esenio que desarroll ciertos aspectos de la secta juda y cre su grupo aparte. El evangelio no sera entonces ms que una redaccin de la moral esenia. Escribi E. Schure:
Jess, que senta crecer interiormente su vocacin proftica, pero que buscaba aun su camino, vino tambin al desierto del Jordn, con algunos hermanos esenios que le seguan ya como a un maestro. Quiso ver al Bautista, orle y someterse al bautismo pblico /.../ Juan no conoca a Jess, nada saba de l, pero reconoci a un esenio por su vestidura de lino/.../ Jess pas una serie de aos entre los esenios /.../ En aquel tiempo Juan el Bautista predicaba en las mrgenes del Jordn. No era un esenio sino un profeta popular de la fuerte raza de Jud /.../ Tomando los esenios las costumbres de las abluciones, transformndola a su modo, haba imaginado el bautismo del Jordn como un smbolo visible, como un pblico cumplimiento de la purificacin interna que exiga

Lo que quera saber slo los esenios podan enserselo. As justifica E. Schure el contacto del Profeta de Nazaret con la secta juda. Muchos otros autores han sostenido el contacto para explicar la doctrina y el comportamiento de Jess. Pero qu hay de cierto en todo esto? El propio Schure se pregunta: Por qu l, que ataca con sin igual libertad a todos los partidos religiosos de su tiempo, no nombra nunca a los esenios? Por qu los apstoles y evangelistas tampoco hablan de ellos?" La respuesta que nos ofrece es realmente desconcertante: "Evidentemente porque consideran a los esenios como de los suyos, estaban ligados con ellos por el juramento de los Misterios, y la secta se fundi con la de los cristianos En una nota del captulo III de su obra, este autor nos ha dejado los puntos comunes entre la doctrina de los esenios y la de Jess: "El amor al prjimo ante todo, como el primer deber; la prohibicin de jurar para atestiguar la verdad; el odio a la mentira; la humildad; la institucin de la Cena tomada de los gapes fraternales de los esenios, pero con un nuevo sentido, el del sacrificio". Pero no nos dice nada de sus diferencias que, a nuestro entender, son ms y ms profundas que las afinidades. Mas antes veremos ms de cerca quines eran los esenios. Los esenios eran miembros de una hermandad religiosa juda, organizada sobre bases comunitarias profundas y de prcticas de un estricto ascetismo. La orden, con unos 4.000 miembros, existi en Siria y en Palestina desde el siglo II a.C. hasta el II d.C. Sus principales asentamientos se encontraban a orillas del mar Muerto. Como ya se dijo, a los esenios no se les menciona ni en la Biblia ni en la literatura rabnica. Toda la informacin con respecto a ellos est circunscrita a los escritos de Filn de Alejandra, un estudioso filsofo judo helenstico, y a las obras del cronista romano Plinio el Viejo y a las del historiador judo Flavio Josefo. Hay distintos grupos que han sido identificados como posibles prototipos de lo que era la

comunidad u Orden de los esenios. Dentro de estos grupos, los principales fueron los tsenium (los modestos o castos), los hashshaim (los callados), los hasidim harishonim (los santos ancianos o mayores), los nigiyye, los had Da 'ath (los puros de pensamiento) y los wattiqim (los hombres rigurosos). Estos trminos aluden a las caractersticas de la orden, cuyas enseanzas fundamentales eran el amor a Dios, el amor a la virtud y el amor al prjimo. Los rasgos distintivos ms importantes de la organizacin eran la comunidad de los bienes y propiedades (distribuidas de acuerdo con las necesidades de cada uno), la estricta observancia del Sabat y un aseo escrupuloso (dentro del que se inclua el lavarse con agua fra y usar prendas de vestir blancas). Tenan prohibido jurar, emitir votos (salvo los exigidos para ser miembros de la orden), sacrificar animales, fabricar armas y participar en el comercio o hacer negocios. La orden formaba sus grupos reclutando a nios que adoptaba o con aquellos que haban renunciado a todos sus bienes materiales. Se exiga una prueba temporal de tres aos antes que el novicio pudiera emitir sus votos definitivos, que requeran una total obediencia y discrecin. El romper un juramento poda significar ser expulsado de la orden. El hecho de que se prohibiera ingerir cualquier alimento impuro constitua una ley que poda llegar a significar la muerte por inanicin. Como comunidad, los esenios fueron los primeros en condenar la esclavitud, considerndola una violacin de los derechos consustanciales a los hombres; se sabe que incluso compraban y luego liberaban a personas que haban sido hechas esclavas. Los esenios vivan en pequeas comunidades. Su trabajo fundamental se centraba en la agricultura y en la artesana. En 1947 sali a la luz con nuevo resplandor el mundo de los esenios, cuando se descubrieron unos antiguos manuscritos hebreos -escritos en su origen sobre cuero o papiro y que suman ms de 600 en distintos estados de conservacin- cerca del mar Muerto, en Qirbet Qumran, lugar que puede haber sido, en el siglo I d.C., el sitio de asentamiento de una gran comunidad religiosa esenia. Los manuscritos incluyen manuales de disciplina, libros de himnos, comentarios bblicos y textos apocalpticos; dos de las copias ms antiguas conocidas del Libro de Isaas casi intactas y fragmentos de todos los libros del Antiguo Testamento, a excepcin del de Ester. Entre estos fragmentos se encuentra una fantstica parfrasis del libro del Gnesis. Asimismo, se descubrieron textos, en sus idiomas originales, de varios libros de los apcrifos, deuterocannicos y pseudoepgrafos. Estos textos, ninguno de los cuales fue incluido en el canon hebreo de la Biblia, son Tobas, Eclesistico, Jubileos, partes de Enoc y el Testamento de Lev, conocido hasta entonces slo en sus antiguas versiones griega, siraca, latina y etope. Entre los manuscritos haba un manual de observancias religiosas y vida comn, que puede relacionarse con el modelo de existencia que tenan los esenios, segn lo que se ha podido averiguar en las fuentes griegas y latinas que hacen referencia a ellos. Los esenios se escindieron de la religin juda en el siglo II a.C. Perseguidos por los Macabeos, huyeron al desierto, que les pareci muy adecuado para su vida asctica. El enclave de Qumran, donde muchos vivan en las cuevas y en los acantilados circundantes, fue probablemente ocupado hacia el 135 a.C. Abandonado tras un terremoto en el 31 a.C., fue finalmente destruido por los romanos en el 68 d.C. Tras el descubrimiento de los manuscritos, Qumran fue cuidadosamente excavada. Los arquelogos pudieron identificar algunas habitaciones que se haban utilizado para el estudio y el culto, otras aparentemente usadas para las comidas comunales, una espaciosa cmara con tinteros (quiz el escritorio donde se copiaron los manuscritos) y piscinas para el bao. En un cementerio situado en las proximidades aparecieron ms de mil tumbas. Al parecer, los manuscritos fueron parte de la biblioteca de la comunidad, cuya sede se encontraba en lo que hoy se conoce como Qirbet Qumran, cercana al lugar de su descubrimiento. Las pruebas paleogrficas indican que la mayora de los documentos fueron escritos en distintas fechas, al parecer desde el 200 a.C. hasta el 68 d.C. Las pruebas arqueolgicas han resaltado la fecha ms tarda, ya que las excavaciones en el lugar demuestran

que fue saqueado en el 68 d.C. Es posible que un ejrcito bajo las rdenes del general romano Vespasiano saqueara la comunidad cuando marchaba a sofocar la rebelin juda que estall en el 66 d.C. Lo ms probable es que los documentos fueran ocultados entre el 66 y el 68 d.C. Hablemos un poco del contenido de los rollos. En primer lugar, hay que decir que la comunidad de Qumran aparece descrita en los manuales de disciplina como una especie de Casa de Israel modelo, organizada con el objeto de preparar el camino para la inminente llegada del reino de Dios y el da del juicio. La congregacin estaba constituida sobre bases comunales, imitando la organizacin de Israel bajo Moiss. Los miembros deban someterse a un periodo de dos o tres aos de prueba y eran clasificados en grados ascendentes de pureza. Ascensos y destituciones se votaban en una asamblea anual. La direccin espiritual quedaba en manos de tres sacerdotes, ayudados por 12 presbteros laicos (ancianos) y cada una de las varias sedes era administrada por un supervisor cuyas funciones semejaban las de un obispo. A su vez los supervisores dependan de un "arzobispo" o "prncipe", de la orden ntegra. El estudio de la Ley era obligatorio y se ha afirmado que la interpretacin correcta de la misma era obra de una serie de maestros espirituales, conocidos como "comentaristas correctos" o "maestros de rectitud". Estaba previsto que la era en que vivi la congregacin concluira con la aparicin de un nuevo comentarista y profeta (Dt 18,18). Uno de los rollos contiene detalles de una guerra final entre los "hijos de la luz" y los "hijos de las tinieblas". Las similitudes entre las creencias y prcticas descritas en los rollos con las que el filsofo judo helenista Filn de Alejandra y el historiador judo Flavio Josefo atribuyeron a los esenios han sugerido a muchos especialistas que la comunidad de Qumran estaba relacionada con dicha secta. Otras pruebas para esta identificacin pueden hallarse en las obras del escritor romano Plinio el Viejo, quien escribe que en su poca los esenios vivan en la regin de Qirbet Qumran. Con todo, otros estudiosos destacan la diferencia entre la cofrada de Qumran y los esenios, dando a entender una afinidad genrica en lugar de una identidad especfica. De especial inters son los numerosos vnculos entre el pensamiento y los modismos de los Manuscritos con los del Nuevo Testamento. En unos y otros se hace hincapi en la inminencia del reino de Dios, en la necesidad del arrepentimiento inmediato y en la esperada derrota de Belial, el Malo. En unos y otros aparecen referencias similares en relacin con el bautismo en el Espritu Santo y se encuentran caracterizaciones semejantes de los fieles como "los elegidos" e "hijos de la luz"; pueden consultarse referencias bblicas en, por ejemplo, Tit 1,1; 1 Pe 1,2; Ef 5,8. Estos paralelismos son los ms llamativos, ya que la congregacin de Qumran vivi en la misma poca y en la misma regin que Juan el Bautista, quien fuera un precursor de las ideas cristianas. Aunque contienen diversas nociones que son evocadoras de la teologa cristiana, los Manuscritos del Mar Muerto no ofrecen similitudes con doctrinas cristianas tan definitorias como el dios encarnado, la expiacin interpuesta y la redencin por la cruz. Sinteticemos las caractersticas ms esenciales de los esenios, tal como nos la han descrito los autores clsicos, para ver despus las profundas diferencias con la doctrina de Jess que se pueden deducir de los Manuscritos del Mar Muerto. a) Caracterstas esenciales de los esenios 1. El esenio es un monje que tiene su regla y sus superiores; todo, menos un Papa. 2. El traje era el de todo el mundo, pero completamente blanco. 3. La agricultura era la principal ocupacin de la secta. 4. La limpieza llegaba a unos extremos que parecen pueriles; a cada paso haba abluciones. 5. El matrimonio estaba totalmente prohibido, y al principio no haba mujeres en la orden. 6. Los esenios debieron de profesar las doctrinas ms puras de la filosofa griega sobre la inmortalidad del alma. Eran tan devotos como los primeros cristianos

Hoy en da, los estudiosos explican la mayora de las singularidades del esenismo como exageraciones del judasmo ortodoxo. El puritanismo, que quera sustituir los sacrificios con ofrendas, himnos y pureza del corazn, es la ltima palabra del antiguo profetismo. Muchas nieras esenias que nos hacen sonrer son an actualmente preceptos judos o reglas de aseo musulmn. La ley, observada farisaicamente, haca la vida imposible. Era lgico que, para no arriesgarse a violarla, se retiraran al desierto, como Juan el Bautista, o a monasterios, como los esenios. En otras palabras, el esenismo viene a ser el superlativo del farisesmo, la perfeccin del judasmo. El mismo celibato, cosa poco juda, fue motivado, seguramente, por una exageracin de la idea de pureza legal, y acaso de las ideas mesinicas como en los primeros cristianos. El mismo Juan el Bautista forma parte de la gran familia verdaderamente israelita de los profetas, de los agitadores religiosos, pero no depende de ninguna orden religiosa. Su ascetismo es el de Elas, el de los antiguos profetas que vivan con frecuencia en el desierto, no el de un hombre formado por una regla. Es dudoso que el esenismo y el cristianismo tuvieran comercio directo, pero los parecidos son profundos. Resulta que 200 aos a. C hubo un intento serio para sacar las consecuencias morales del judasmo y para desarrollar el fruto de la predicacin proftica que no realizaba el farisesmo puro, reducido a la observacin de la Ley. Produjo esto un ascetismo conmovedor. En los lugares donde el esenismo fracas, surgir en adelante el cristianismo. El ideal del hombre dulce, poseedor de la tierra, fue bosquejado por el esenismo. Jess ir ms adelante. De la Tor y los profetas sacar el amor. Jess no atiende gran cosa a la pureza material y le preocupa poco el sbado. Segn parece, el esenismo slo se desarroll en Palestina. Los piadosos cenobitas vivan preferentemente en las aldeas, para evitar el contacto con la corrupcin ciudadana. Su nmero se calculaba en cuatro mil. Haba esenios en Jerusaln, donde una puerta llevaba su nombre, sin duda, por estar cerca de su barrio. En el siglo I de nuestra Era, vivan cerca de Engaddi y en la ribera oriental del Mar Muerto. All los localizan Plinio y Dion Crisstomo, considerndolos el primero como casos de locura melanclica y el segundo, como utpicos que encontraron la dicha a su manera. Filn y Josefo se enorgullecen de ellos, como compatriotas que han realizado en la tierra la vida perfecta, el ideal de una existencia sin necesidades y sin deseos, la completa moderacin de las pasiones, la sobriedad absoluta. En el tiempo de las grandes persecuciones romanas, hubo algunos que sufrieron el martirio con valor admirable. En los siglos II y III se los encuentra todava, pero apenas reconocibles entre las confusiones y disfraces de los heresilogos cristianos. b) Diferencias con la doctrina de Jess En primer lugar, la idea del reino/reinado de Dios, tan absolutamente central en el pensamiento de Jess, desempea un escaso papel en los documentos de Qumrn, al igual que en el Antiguo Testamento. Se puede afirmar con notable seguridad que Jess no tom de Qumrn ni de los esenios, en general, el concepto de Reino de Dios, sino que, con ciertas peculiaridades, este concepto se une ntimamente a la tradicin proftica de Israel. Ms especficamente, la atencin que Jess presta a todo tipo de gentes -incluidos los absolutamente rechazados, como prostitutas y publicanos- como potenciales miembros de ese Reino de Dios, si se convierten, lo distancia infinitamente del ideario teolgico de Qumrn. Para estos cenobitas habra sido un rotundo escndalo la invitacin que Dios -representado en la parbola del hombre que dio una cena- hace a todos (incluso a los tericamente impuros) a participar en su Reino (el banquete): Sal -ordena el amo a su criado- a las plazas y calles de la ciudad y haz entrar aqu a los pobres y lisiados, a los ciegos y a los cojos.... Dice el llamado Documento de Damasco : Y todo estpido y loco que no entre [en la comunidad], y todo simple y trastornado, aquellos

cuyos ojos no ven, el cojo o el tambaleante, el nio menor de edad, ninguno de stos entrar en la congregacin, pues los ngeles santos estn en medio de ella. Para Jess los seres humanos representados en las parbolas de la oveja extraviada y la dracma perdida o el hijo prdigo pueden entrar en la comunidad de los salvados del Reino de Dios. Esta afirmacin contradice esencial y directamente un concepto de pureza que los esenios consideraban intocable y sagrado. El contraste entre el amor a los enemigos del Nazareno y lo que leemos en la Regla de la comunidad es tremendo. Segn la Regla, hay que amar todo lo que l escoge y odiar todo lo que l rechaza, para mantenerse alejados de todo mal y apegarse a todas las obras buenas (1, 4 ss), y amar a todos los hijos de la luz segn su lote en el plan de Dios, y odiar a todos los hijos de las tinieblas, cada uno segn su culpa en la venganza..." En conclusin, si Jess hubiera tenido veleidades esenias a lo largo de su vida antes de relacionarse con Juan el Bautista (su maestro) y lanzarse a predicar el inmediato advenimiento del Reino de Dios, se convirti luego en un heterodoxo respecto a la mentalidad de Qumrn. El talante teolgico del que hace gala el profeta de Nazaret le habra impedido acercarse siquiera a las puertas de ese asentamiento esenio tan exclusivo. 2. Ricos vs. pobres o Barbastro vs. Ass 3.1. Jos Mara Escriv de Balaguer, un santo que naci pobre, pero que siempre quiso ser rico El Opus Dei es una organizacin catlica dedicada a la aplicacin de una cierta manera de ver el cristianismo en la vida secular y en el trabajo. Fue fundada en 1928 por Jos Mara Escriv de Balaguer, sacerdote espaol beatificado en 1992 por Juan Pablo II y canonizado en este 2002 por el mismo Papa. En la actualidad la Obra como tambin se le llama- ha superado los 70.000 miembros sociales y est representada en ms de 80 pases procedentes de todos los estamentos. La importancia e influencia del Opus Dei recibi un destacado impulso a finales de la dcada de 1950 cuando el dictador espaol Francisco Franco recurri a sus miembros para que aplicaran reformas econmicas destinadas a estimular la economa. A la muerte de Franco ms de la mitad de los miembros del gobierno que l haba nombrado pertenecan al Opus Dei. La organizacin estuvo representada en Chile durante la dictadura de Augusto Pinochet, participando en la redaccin de la Constitucin de 1980 de forma activa. En otros trminos, la Obra se lleva bastante bien con el poder fuerte... de derecha. En 1982, un decreto pontificio situ, de hecho, al Opus Dei en una posicin similar a la de otras rdenes religiosas, permitiendo al mximo representante de la organizacin, que es nombrado por el Papa, cambiar su ttulo de presidente general por el de prelado. Sin embargo, como el Opus Dei permanece bajo la supervisin de los obispos catlicos de cada Estado, podra argumentarse que su rango eclesistico sigue estando subordinado a ellos. En el plano estructural, el Opus Dei est dividido en dos organizaciones, una dispuesta para hombres y otra para mujeres. Las actividades de sus miembros se realizan al margen del pblico general, pero pueden, si lo desean, vivir con sus familias. No impone ideologa poltica alguna a sus miembros, que sin embargo deben cumplir estrictos votos ascticos. Aunque algunos de sus socios pertenezcan a la clase obrera, la organizacin en su conjunto es muy elitista y est organizada en una escala jerrquica muy rgida. Los miembros de ms alto rango son conocidos como numerarios mientras que los inferiores se denominan cooperantes. Los numerarios asisten cada mes a reuniones y todos los aos pasan un tiempo determinado en retiro. Se cree que el Opus Dei cuenta con grandes recursos econmicos. Entre las instituciones que dirige estn centros de formacin profesional y agrcola en todo el mundo, escuelas, residencias

universitarias, escuelas empresariales y centros culturales, as como instituciones benficas. Dirige dos universidades, una en Navarra (Espaa) y otra en Piura (Per). Hablemos de su fundador, san Jos Mara Escriv de Balaguer (1902-1975). Naci en Barbastro, Huesca, y se orden sacerdote a los 23 aos de edad. En 1928 fund en Madrid el Opus Dei, congregacin catlica dedicada a alcanzar la santificacin a travs del apostolado y el trabajo personal. Ms tarde fund tambin la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Ambas asociaciones seran aprobadas por la Santa Sede en 1950 y desde entonces trabaj para extender su prelatura en numerosos pases, acogiendo a destacadas personalidades de la poltica y las finanzas entre sus miembros. Gran orador, se preocup incansablemente por la juventud y consigui acrecentar la influencia de su congregacin apostlica en el orden social y religioso. Muri en Roma. Las virtudes milagrosas y carismticas del futuro santo monseor Escriv de Balaguer no parecen haber convencido a algunos de los jueces de la Congregacin para la Causa de los Santos, segn revel en su momento un documento secreto, que hizo pblico la revista Tiempo. En este documento se recoge la opinin de monseor Luigi de Magistris, regente penitenciario de la fe romana, quien seal: "En ciertos puntos me pareca ver algn exceso cuando, p.e., se afirma un frecuente estado de xtasis en el que se encontraba el siervo de Dios, incluso cuando viajaba en tranva" (p. 10). El arquitecto Miguel Frisac, uno de los fundadores del Opus Dei, que, "adems de financiar la Obra porque era de los pocos que ganaban dinero en aquella poca", ejerci de chofer de monseor Escriv en numerosas ocasiones, no recuerda trances semejantes. "Muchas veces -confiesa- bamos volados, no s cmo no nos matbamos. Lo que s me peda es que mientras viajvamos le cantara canciones de Conchita Piquer o de Imperio Argentina. Eso y hablar de todo el mundo le encantaba". M del Carmen Tapia, que ejerci en Roma de secretaria personal de Escriv, no recuerda que ste se transportara en ninguna ocasin ms all de sus manifestaciones habituales. "Slo recuerdo malos modos, palabras altas y portazos por cualquier contrariedad y muchos actos de soberbia", dice. Tambin se sorprende el juez romano sobre un testimonio de la madre de monseor Escriv, que califica de "ingenuo", en el que insiste sobre una misteriosa consigna que habra impartido el Nio Jess al fundador del Opus Dei a travs de la imagen de la Virgen de los Besos. "No recuerdo nada sobre este particular. Slo cosas que se han escrito sobre una imagen de plstico de la Virgen del Pilar que haba en casa de su madre, a la que Escriv enviaba besos cuando sala a la calle. Luego, se la hizo llegar a Roma. Creo que de ah puede venir la recomendacin de tener imgenes sagradas en todas las habitaciones de miembros del Opus Dei y mirarlas y pedirles algo siempre que se salga afuera", afirma su ex secretaria. M del Carmen Tapia fue secretaria personal de Escriv de Balaguer en Roma y una de las mujeres que ha ocupado ms importantes cargos en la Obra. Dice, sin embargo, del papel de la mujer en el Opus Dei: "En suma, intento explicar la va del fanatismo que persigue el buen espritu de la Obra, cmo una persona entra con buenas intenciones y se convierte en un loco". Carlos Albs, sobrino de monseor Escriv, dice del futuro santo: "Por ejemplo, explicar las psimas relaciones de mi to con su familia, su orgullo, la ilegtima reivindicacin del marquesado de Peralta y toda mi peripecia cercana en el Opus Dei, desde el punto de vista del montaje y la manipulacin" "Escndalo" y "montaje" son trminos que utilizaron machaconamente los crticos de Escriv de Balaguer. Tambin las personas que lo trataron coinciden en la inmodestia, en el afn de atesorar dinero y honores. Escriv es el nico cura que ha solicitado un ttulo nobiliario. Aquellos que lo tenan renunciaron siempre. Francisco Jos de Saralegui, inspector jefe del Banco de Espaa, que fue un hombre importante en la Obra, seala: "Todos los socios mayores de la Obra pasamos muy malos ratos tratando de entender -y de explicar ms tarde- por qu se haba hecho reconocer como marqus de Peralta, con las consiguientes apariciones en el Boletn Oficial. Pero no nos sorprendi en

absoluto, porque, a nivel interno, le habamos visto, al mencionar su niez, subrayar ciertos rasgos de bienestar familiar, dejando en penumbra siempre las conocidas dificultades econmicas de sus padres, normales y, a mi juicio, honrosas. En Barbastro permit que se derribase su autntica casa natal, sustituyndola por otra, que copia las mansiones nobles del Alto Aragn. En el palacete de Diego de Len instal un repostero nobiliero en la escalera central, y en la baslica de Torreciudad, en el retablo del altar mayor, figuran siete escudos con sus apellidos nobles. l deca: 'Yo, que desciendo de una princesa de Aragn...' ". 3.2. Giovanni Francesco Bernardone, un santo que naci rico, pero se volvi pobre San Francisco de Ass (1182-1226) fue un mstico italiano, predicador y fundador de los franciscanos. Naci en Ass con el nombre de Giovanni Francesco Bernardone, en el seno de una acaudalada familia, aunque parece ser no tuvo una gran formacin intelectual. Durante su juventud Francisco llev una vida mundana y despreocupada. Tras una batalla entre Ass y Perugia, estuvo encarcelado un ao en esta ciudad. Mientras estuvo prisionero sufri una grave enfermedad durante la cual decidi cambiar su forma de vida. A su regreso a Ass en 1205, ejerci la caridad entre los leprosos y comenz a trabajar en la restauracin de ruinas de iglesias en respuesta, segn se dice, a una visin en la que el crucifijo de la iglesia en ruinas de San Damin, en Ass, le orden que reparara su casa. El cambio de carcter de Francisco y sus gastos en obras de caridad enfurecieron a su padre, que lo deshered de forma legal. Francisco entonces renunci a su lujosa ropa por una capa y dedic los tres aos siguientes al cuidado de los leprosos y los proscritos en los bosques del monte Subastio. Para sus oraciones en el monte Subastio, Francisco restaur la ruinosa capilla de Santa Mara de los ngeles. En el ao 1208, durante una misa, escuch una llamada dicindole que saliera al mundo y, siguiendo el texto de Mateo 10, 5-14, que no poseyera nada, pero hiciera el bien en todas partes. Cuando regres a Ass ese mismo ao, Francisco empez a predicar, provocando la renovacin de la espiritualidad cristiana del siglo XIII. Reuni a los 12 discpulos que se convertiran en los hermanos originales de su orden, ms tarde llamada la Primera Orden y eligieron superior a Francisco. En 1212 recibi en la comunidad franciscana a una joven (una monja de Ass de buena cuna) llamada Clara; a travs de ella se estableci la orden de las damas pobres (las clarisas, ms tarde Segunda Orden franciscana). Fue despus, en 1212, cuando es probable que Francisco emprendiera camino de Tierra Santa, pero una tempestad lo oblig a volver. Otras dificultades le impidieron cumplir gran parte de la labor misionera cuando lleg a Espaa a evangelizar a los musulmanes. En 1219 se encontraba en Egipto, donde pudo predicar, aunque no convertir al sultn. Francisco viaj despus a Tierra Santa y permaneci all hasta el ao 1220. Quera ser martirizado y se alegr al saber que cinco monjes franciscanos haban muerto en Marruecos mientras cumplan sus obligaciones. A su regreso encontr oposicin entre los frailes y renunci como superior, dedicando los aos siguientes a planear lo que sera la Tercera Orden franciscana, los terciarios. En septiembre de 1224, tras cuarenta das de ayuno, Francisco estaba rezando en el monte Alverno cuando sinti un dolor mezclado con placer. Las marcas de la crucifixin de Cristo, los estigmas, aparecieron en su cuerpo. Los relatos sobre la aparicin de estas marcas difieren, pero parece probable que fueran protuberancias nudosas de carne, parecidas a cabezas de clavo. Francisco fue llevado de regreso a Ass, donde pas los aos que le quedaban marcado por el dolor fsico y por una ceguera casi total. Sus sufrimientos no hicieron disminuir su amor a Dios y a la creacin, como queda de manifiesto en su Cntico de las criaturas, que se cree fue escrito en Ass en 1225. El Sol y el resto de la naturaleza son alabados como hermanos y hermanas. Hay un clebre incidente, representado en numerosas ocasiones, que lo muestra predicando a los gorriones. Fue canonizado en 1228. En 1980 el papa Juan Pablo II lo proclam patrn de los

ecologistas. En arte, los emblemas de san Francisco son el lobo, el cordero, los peces, los pjaros y los estigmas. Su festividad se celebra el 4 de octubre. Ser cristiano? S, por qu no? Pero de qu parte, de Ass o de Barbastro? Jess lo dijo claro: Bienaventurados los pobres porque vuestro es el reino de Dios (Lc 5,20). En esto, creemos, no debiera haber discusin. Como todos los grandes pobres, Jess amaba al pueblo y se encontraba a gusto con l. A su parecer, el evangelio estaba hecho para los pobres; es a ellos a quienes trae la buena nueva de la salvacin95. Por lo dems, el cristianismo que se constituy despus de su muerte no haca sino seguir en este aspecto las huellas de las sectas judas, que practicaban la vida cenobtica. Un principio comunista animaba a aquellas sectas (esenios y terapeutas), igualmente mal vistos por los fariseos y saduceos. El mesianismo, exclusivamente poltico entre los judos ortodoxos, llegaba a ser entre ellos exclusivamente social. Por medio de una existencia dulce, metdica, contemplativa, que dejaba su parte a la libertad del individuo, aquellas pequeas iglesias -en las que se ha pretendido ver, posiblemente no sin razn, cierta imitacin de los institutos neopitagricos- crean inaugurar sobre la tierra el reino de los cielos. Las almas elevadas estaban preocupadas por utopas de vida bienaventurada, basadas en la fraternidad de los hombres y en el culto puro del Dios verdadero, utopas que producan por doquier ensayos audaces, sinceros, pero de poco porvenir. Jess, cuyas relaciones con los esenios son muy difciles de precisar, como ya qued establecido, era indudablemente su hermano en este aspecto. Durante algn tiempo la comunidad de bienes fue norma en la nueva sociedad 96 . La avaricia era el pecado capital 97; ahora bien, hay que subrayar que el pecado de avaricia, contra el cual la moral cristiana ha sido tan severa, era entonces el simple apego a la propiedad. La primera condicin para ser discpulo perfecto de Jess era vender los bienes y entregar su valor a los pobres. Los que retrocedan ante esta extremada medida no entraban en la comunidad 98. Jess repeta con frecuencia que aquel que ha encontrado el reino de Dios debe comprarlo al precio de todos sus bienes, y que an hace un negocio ventajoso con ello (Mt 13, 44-46). "No os preocupis por el dinero. No acumulis ahorros. Es ms fcil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de Dios. As que vended todo lo que tengis, dad (el producto) a los pobres y venid, seguidme". Los autores de los evangelios ya estaban tratando de bajar de tono estas enseanzas -esto es, son para los que quieran ser "perfectos", como dice Mt 19, 21- , por lo tanto, no fueron compuestas por las iglesias para las cuales haban sido escritos los evangelios. Los apologistas han explicado a menudo que Jess no quera decir lo que dijo. Pero estos dichos se ajustan perfectamente con el decorado histrico. "Los pobres" son Jess y sus partidarios. Se mantenan con aportaciones (Lc 8, 3). Lucas tiene una tendencia muy pronunciada al comunismo (Lc 16, 19-25). Claro que la prohibicin de Jess de ser previsores no les impeda llevar una bolsa para el dinero (Jn 12,6; 13,29). Incluso as, escasamente conseguan que les alcanzara, como se ve en la peticin de la oracin del Padrenuestro. En consecuencia, Jess despreciaba la riqueza. Este desprecio -explican algunos autores- es una moda filosfica de aquella poca. Es posible que se tratara del clsico "estn verdes", pero esta moda era completamente popular: consolaba a mucha gente que sufra una pobreza parecida. Pero la moda tena races? Muy hondas. Entre otras, a los anavim del Reino de Jud, de 720 a 580 a. C. El reparto ideal, hecho por Yahv de los bienes de la tierra entre su pueblo, no prevea que habra ricos y pobres. Los ricos, segn opinin del jehovasta piadoso, son un inconveniente. El fin perpetuo de la poltica jehovasta era proteger al dbil contra el fuerte y reducir al mnimo las ventajas del rico sobre el pobre. La usura es un crimen. Suele presentarse al rico como un ser violento, ocupado solamente en despojar al dbil, y el origen de la riqueza siempre es malo. El pobre es el amigo de Yahv. Por esta razn se establecieron sinnimos singulares. Las palabras anav (dulce) y ani (pobre, afligido), derivadas ambas de una raz que

indica 'humildad', se llegaron a utilizar indistintamente. Las palabras cuya significacin propia es 'pobre' equivalieron a 'gente santa, amigos de Dios'. Obedeca esto a un sentimiento similar al que cre en la Edad Media los nombres de 'frailes menores, pobres de Dios, humildes'... Una democracia teocrtica, una religin ocupada casi totalmente en cuestiones sociales, era el judasmo del siglo VII, el verdadero judasmo del que fue desarrollo y aplicacin el cristianismo. Los anavim forman lo ms selecto de la humanidad; son los justos, los rectos, los fieles, los tranquilos, temerosos de Dios, los que confan en l que se ven constituidos en una especie de cofrada o sociedad piadosa. Los anavim no queran tener relaciones ms que entre ellos para no contaminarse. Cuando en la poca asmonea se llam 'fariseos' a esta clase de piadosos, slo hubo innovacin en las palabras. Los anavim hacen entrever en el horizonte a los fariseos de los evangelios. Jess, abandonando todo aquel mundo de corazn seco y mezquinas preocupaciones, se volvi hacia los simples. Una amplia sustitucin de clases tendr lugar. El Reino de Dios est hecho: 1, para los nios y para quienes se les asemejan; 2, para los desheredados de este mundo, vctimas del desdn social, que rechaza al hombre bueno, aunque humilde, y 3, para los herejes y los cismticos, publicanos, samaritanos ... El ebionismo puro, es decir, la doctrina de que slo los pobres ( ebionim) sern salvados, de que va a llegar el reino de los pobres, fue, pues, la doctrina de Jess. Malditos vosotros ricos deca-, porque tenis vuestro consuelo! Malditos vosotros, que siempre estis saciados, porque tendris hambre! Malditos vosotros, que ahora res, porque gemiris y lloraris (Lc VI, 24-25). No era aqul, por lo dems, un hecho nuevo. El ms exaltado movimiento democrtico de que la humanidad haya guardado recuerdo agitaba desde haca largo tiempo al pueblo judo. La idea de que Dios es el vengador del pobre y del dbil contra el rico y el poderoso se reconoce en cada pgina del Antiguo Testamento. El nombre de pobre ( bion) haba llegado a convertirse en sinnimo de santo, de amigo de Dios. Era el nombre que los discpulos galileos de Jess gustaban darse; fue durante mucho tiempo el nombre de los cristianos judaizantes de Batanea y Hauran (nazarenos, hebreos), que permanecieron fieles tanto a la lengua como a las primitivas enseanzas de Jess, y que se jactaban de poseer entre ellos a los descendientes de su familia. A fines del siglo II, aquellos buenos sectarios, que haban quedado fuera de la gran corriente que haba alcanzado a las dems iglesias, son considerados herejes ( ebionitas) y para explicar su nombre se inventa un pretendido heresiarca: Ebin. Se supone que la secta de los ebionitas se origin cuando fue suprimida la antigua Iglesia de Jerusaln por orden del emperador romano Adriano, en el 135 d.C. Algunos de los judos cristianos emigraron hacia el Este, cruzando el ro Jordn hasta Perea (hoy en territorio jordano), autoexcluyndose del cuerpo central de la Iglesia cristiana. En un principio, adoptaron un credo farisaico muy conservador, pero despus del siglo II algunos de ellos fueron adoptando una mezcla de esenismo, gnosticismo y cristianismo. Segn los escritos de Ireneo, conocido obispo y escritor del siglo II, se diferenciaban de los cristianos ortodoxos en su rechazo a la divinidad de Cristo y por considerar a Pablo un apstata, porque haba declarado la supremaca de las enseanzas cristianas sobre las leyes mosaicas. El escritor y telogo cristiano del siglo III Orgenes clasific a los ebonitas en dos grupos: aquellos que crean en el nacimiento virginal, y aquellos que lo rechazaban. Para ambos grupos, era sagrado tanto el Sabat como el da cristiano del Seor, y aoraban el establecimiento del reino mesinico en Jerusaln. Se sabe que en el siglo V, en Siria y en Palestina, existan an algunos miembros de esta secta. Sin dificultad se puede adivinar que el exagerado gusto por la pobreza no poda durar mucho. Se trataba de uno de aquellos elementos de utopa a los que el tiempo suele hacer justicia. Trasladado al vasto medio de la sociedad humana, el cristianismo iba a consentir muy fcilmente que los ricos entraran a su seno. Desde entonces, tambin son miembros del reino de

Dios (y van al cielo). Escribi el joven Hegel:


Sobre las exigencias que se hacen a continuacin, en cuanto al abandono de las preocupaciones de la vida y en cuanto al desprecio de las riquezas, como sobre Mateo 19, 23, a saber, sobre la dificultad de que un rico alcance el reino de Dios, no hay nada que decir. Es una letana slo perdonable si aparece en sermones o en rimas, puesto que tal exigencia no posee verdad para nosotros. El destino de la propiedad se ha vuelto demasiado poderoso entre nosotros para que se toleren reflexiones al respecto y para que se haga pensable su cancelacin (El espritu del cristianismo y su destino).

4. Destruccin y palingenesia 4.1. Dos libros profticos No cabe ninguna duda de que Jess conoca al dedillo las Sagradas Escrituras, las que debi de explicar con singular gracia y encanto. Pero hubo dos libros que lo formaron como profeta. Esos libros son el Libro de Daniel y el Libro de Enoc, libros que en un tiempo fueron secretos, pero que el espritu de secta de los judos era un excelente vehculo para estos libros secretos se transmitieran bajo cuerda. As se extendi el Libro de Daniel. a) El Libro de Daniel Traducciones arameas y griegas lo pusieron inmediatamente al alcance de toda clase de lectores. Todos aquellos a quienes la imaginacin o las opiniones llevaban hacia las creencias mesinicas lo leyeron con frecuencia. La misma sinagoga ortodoxa lo recibi entre los escritos sagrados, sin introducirlo en el volumen de los profetas. Jess debi de leer mucho este libro as como el de Enoc y sacar de l sus ideas, sus expresiones fundamentales, especialmente la expresin "hijo del hombre". Los primeros cristianos se nutrieron de l y hallaron en sus pginas argumentos a favor del mesianismo de Jess. Por ese libro extrao se abre toda una literatura que dur unos cuatrocientos aos y vivi para la expresin del pensamiento judo y cristiano durante su perodo tormentoso. El llamado Apocalipsis de san Juan no es ms que un plagio del libro de Daniel. Lo mismo sucede con los apocalipsis de Baruch y Esdras. La esencia del gnero es el seudnimo o, si se prefiere, el apocrifismo. El apocaliptismo es el profetismo de una edad en que no se crea que pudieran surgir nuevos profetas. El hombre apasionado que tena algo que decir no poda tomar ms que un partido: cubrirse con la autoridad de un profeta o sabio antiguo para que oyeran sus contemporneos lo que en sus labios habra parecido poco autorizado. Tal era la falta de crtica que pronto se adopt el libro. Como responda a las necesidades de los tiempos, haca ms efecto y se lea ms vidamente que los escritos antiguos, de forma ms hermosa, pero de ms difcil comprensin y mucho ms ajenos a las preocupaciones de la actividad. El Libro de Daniel es autnticamente el germen del cristianismo, el vitellus con que empieza a alimentarse. Seala el lmite en ambos Testamentos. En l la esperanza invencible se convierte en resurreccin; el ideal del porvenir, en mesianismo. Los profetas antiguos utilizaban poco el mecanismo de los ngeles para la preparacin de sus visiones; en cambio, los apocalipsis los usan como senda principal. El Libro de Daniel es el preludio de la angeologa y de la demonologa exuberante que poseen los escritos evanglicos. A unos autores les gusta creer que el autor del Libro de Daniel formaba parte del squito ntimo de los Macabeos que dieron el asalto final. E. Renn describe de este modo el contenido de esta obra: "Libro extrao, mezcla rara de sublimidad y de sandez, producto al mismo tiempo de un rebajamiento intelectual y del mayor movimiento moral conocido". Echmosle una ojeada

a este libro, fuente primigenia donde bebi el Profeta de Nazaret. Este libro es atribuido al profeta Daniel, descrito en el texto como prisionero de los babilonios, pues haba sido deportado desde Jerusaln a Babilonia en torno al 606 a.C. Sin embargo, la fecha no coincide con la de ningn ataque histrico a Jerusaln. Por sta y por otras razones, la mayora de los especialistas coincide en que el libro fue obra de autor annimo, que lo escribira a mediados del siglo II a.C. Fue incluido en el canon hebreo de la Biblia en torno al ao 90 d.C. y situado, quiz por su fecha de composicin tarda, en los Hagiogrficos o tercera seccin del canon hebreo en lugar de hallarse en la seccin segunda, Profetas. En las modernas versiones juda y protestante de la Biblia, el libro se divide en 12 captulos. Las versiones de la Biblia aceptadas por los catlicos aaden los siguientes apartados: Cntico de Azaras en el horno y Cntico de los tres jvenes (a continuacin de 3,23 en la versin estndar revisada); la historia de Susana y los dos ancianos (captulo 13) y las historia de Bel y de "la gran serpiente que los babilonios veneraban" (captulo 14). Mientras que catlicos y ortodoxos incluyen estas secciones entre los deuterocannicos, los judos y protestantes las consideran apcrifas, al igual que Susana, Bel y el dragn y el Cntico de los tres jvenes. Los primeros seis captulos de Daniel relatan otras tantas historias. En 5 el protagonista es Daniel y entre stas las ms conocidas son las que cuentan de la interpretacin que l, como protagonista, realiza sobre las imgenes que aparecen en los sueos del rey de Babilonia (captulo 4), la lectura por Daniel de unas inscripciones en la pared del palacio real durante un festn ofrecido por el rey babilonio Baltasar (captulo 5) y la salvacin de Daniel en el foso de los leones. La sexta historia relata cmo tres amigos de Daniel (Azaras, Misael y Ananas) salen ilesos del horno al que haban sido lanzados por negarse a adorar un dolo (captulo 3). Los ltimos seis captulos del libro narran las cuatro visiones apocalpticas de Daniel. Aadamos que gran parte de las imgenes que pueblan estos captulos tienen su origen remoto en la mitologa mesopotmica y persa. El Libro de Daniel, que en sntesis es el relato de un joven que se aferra a su fe a pesar de las tremendas presiones que recibe, quiz fue escrito para fortalecer y consolar a los judos oprimidos por el rey selucida Antoco IV a mediados del siglo II a.C. Varios fragmentos del libro fueron hallados en los Manuscritos del Mar Muerto descubiertos en las cuevas cercanas a Qumrn en 1947. b) Libro de Enoc Quin es Enoc o Henok? En el Antiguo Testamento (Gn 4,17-18), fue hijo de Can y padre de Irad. En otro momento (Gn 5,18-21), Enoc era hijo de Yred y padre de Matusaln. La palabra, por tanto, parece que corresponde al nombre propio hebreo de varios personajes bblicos. Es posible que la figura patriarcal de Enoc tenga su origen en un mito solar, que ms tarde asumi una considerable importancia en el pensamiento judo. La ms destacada de las leyendas tradicionales asociaba a Enoc con su 'traslacin', es decir, haber sido llevado al cielo sin haber muerto. Esta tradicin se basaba en el Gnesis 5,24: "Enoc anduvo con Dios y desapareci, porque Dios se lo llev". Este versculo ejerci gran influencia en el desarrollo de conceptos sobre la inmortalidad en el Antiguo Testamento. En el Nuevo Testamento, Enoc es mencionado en este mismo contexto (Hebreos 11,5). Adems de lo dicho aqu queremos referirnos al Libro de Enoc, primero y ms importante de los apocalipsis apcrifos, del que existe una versin descubierta en Abisinia, editada en Oxford en 1821 y en Leipzig en 1853 y del que tambin hay una versin anacrnica, El libro de los secretos de Enoc El autor del Libro de Enoc cree que, despus de la muerte, habr una recompensa para los justos resucitados y un castigo para los malos. Esto ser cuando el mundo haya cumplido las

semanas de la evolucin. Con el fin del mundo vendr el reinado de la justicia en la tierra. En lo futuro no habr ms pecado y se borrarn las obras del impo. Para este autor, la historia del mundo est dividida en diez semanas. Durante la sptima surgir una raza perversa que no har ms que iniquidades. La octava semana ser la de la justicia. Los pecadores caern en manos de los justos que reinarn y edificarn una casa eterna al gran Rey. Con claridad se designa aqu la poca de Juan Hircano, durante la cual el Israel ortodoxo empu la espada y la utiliz para exterminar a los que crea impos. El autor cree que la monarqua asmonea edificada ser eterna. La novena semana revela al mundo la justicia (religin juda), desaparecen las obras de los impos, el mundo es condenado a la destruccin y los hombres todos se portarn con arreglo a la justicia. En la sptima parte de la semana dcima, se realizar el juicio eterno y se fundar el gran cielo eterno, desapareciendo los poderes del nuevo con luz siete veces mayor. Luego vendrn semanas en nmero incalculable que transcurrirn sempiternamente con bondad y justicia, sin que vuelva a existir el pecado. Las severidades de los profetas antiguos contra los ricos y los seores del mundo se atribuirn ahora a Enoc. En este sentido el patriarca antediluviano habla de forma tan parecida a la de Jess que la lnea divisoria entre ambos no puede discernirse con claridad. Por ello la crtica no ha podido averiguar si los discursos apocalpticos de Jess se han calcado en los de Enoc o si Enoc es un calco de Jess. Sin embargo, la mayora de los autores supone que los discursos apocalpticos de Jess tuvieron precedentes, y que stos hay que buscarlos en los libros atribuidos a Enoc. De la aglomeracin de opsculos que constituyen el llamado Libro de Enoc, hay dos que recuerdan algunos de los discursos que se atribuyen a Jess sobre el fin de los tiempos y sobre las cosas oficiales. Especialmente lo que llama las Similitudes o Parbolas ofrece en sus trminos una gran similitud con los evangelios. El 'hijo del hombre', expresin tomada del Libro de Daniel, designa al Mesas. Probablemente el empleo de esta expresin fue anterior a Jess y ste la us leyendo la parte del Libro de Enoc en que se encuentra por primera vez. Piensa el seudoenoc, como todos los mesianistas, que el 'hijo del hombre' es, ante todo, un juez que pondr fin a la deplorable promiscuidad en que viven en el mundo el bien y el mal. El Mesas de Enoc es el destructor de los reinos paganos, de aquellos reinos que cubren la tierra y la destrozan. Fundar el reino de los elegidos, que ser naturalmente el reino de la justicia y se parece al ideal de los esenios. Ser, por lo menos, un reino democrtico, sin lujo, sin hombres que ejerzan sobre sus semejantes un dominio cualquiera. El advenimiento de aquel reinado nuevo ser el exterminio de los poderosos, de los gozadores. El juicio de Dios ser el terror de los ricos. Las ltimas crisis sern lo ms horrorosas que pueden imaginarse: correr la sangre como las aguas de un ro y la matanza no se interrumpir desde la salida hasta la puesta del sol. Enoc afirma haber visto en el cielo la solucin del problema de ultratumba, dudoso an para muchos. Afirma, tambin, que la dicha, la alegra y la gloria esperan a quienes mueran en la justicia y en la santidad. Tal ser la recompensa por los trabajos pasados. Es ocioso demostrar cunto se parecen tales declamaciones a los discursos evanglicos en trminos violentos y, principalmente, al gran apocalipsis, que todos los sinpticos ponen en labios de Jess pocos das antes de su muerte. 4.2. Las profecas de Jess Las profecas de Jess de Nazaret pueden ser ordenadas en dos categoras: las cumplidas y las incumplidas. a) Profecas cumplidas Algunas profecas de Jess cumplidas son las siguientes:

1. Del Oriente y del Occidente vendrn y se sentarn a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el reino de los cielos... (Mt 8,11-12). 2. Das vendrn en que ser arrebatado el esposo... (Mt 9,15). 3. Seris llevados a los gobernadores... (Mt 10,18). 4. Ante la peticin de algunos escribas y fariseos de alguna seal, Jess les da la seal de Jons el profeta. Porque como estuvo Jons en el vientre de la ballena tres das y tres noches, as estar el hijo del hombre tres das y tres noches en el seno de la tierra 99. [A pesar de que el evangelista se refiere dos veces a la misma profeca, sin embargo no cuenta bien en ninguna de ellas. Segn el propio Mateo (cap. 27), Jess fue puesto en el sepulcro por Jos de Arimatea llegada la tarde del da antes de la Parasceve. "Pasado el sbado, ya para amanecer el primero de la semana, Mara Magdalena y la otra Mara descubren que el cadver de Jess no estaba en el sepulcro (Mt 28,1). Esto es, el cuerpo del Nazareno no permaneci ms de 39 horas en el sepulcro]. 5. Primer anuncio de la Pasin100. 6. Al bajar del monte les mand Jess, diciendo: No deis a conocer a nadie esta visin [de la Transfiguracin] hasta que el hijo del hombre resucite de entre los muertos. Le preguntaron los discpulos: Cmo, pues, dicen los escribas que Elas tiene que venir primero? l respondi: Elas, en verdad, est por llegar, y restablecer todo (Mt 17,9-11). [El pasaje contina, rectificando esta profeca que no se haba cumplido cuando el evangelio fue redactado: Sin embargo, yo os digo: Elas ha venido ya, y no le reconocieron; antes hicieron con l lo que quisieron; de la misma manera el hijo del hombre tiene que padecer de parte de ellos. Entonces entendieron los discpulos que les hablaba de Juan el Bautista (Mt 17,12-13). Y cmo se iba a reconocer a Elas en Juan el Bautista?]. 7. Segundo anuncio de la Pasin101 8. Tercer anuncio de la Pasin102 9. ... el hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en redencin de muchos (Mt 20,28). 10. Por eso yo os digo que os ser quitado el reino de Dios y ser entregado a un pueblo que rinda sus frutos (Mt 21,43). [Qu pueblo? Misterio, como misterio es contra quin es la profeca]. 11. Por esto os envo yo profetas, sabios y escribas, y a unos los mataris y los crucificaris, a otros los azotaris en vuestras sinagogas y los perseguiris de ciudad en ciudad, para que caiga sobre vosotros toda la sangre inocente derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de Zacaras, hijo de Baraquas, a quien matasteis entre el templo y el altar. En verdad os digo que todo esto vendr sobre esta generacin. Jerusaln, Jerusaln, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! Cuntas veces quise reunir a tus hijos a la manera que la gallina rene a los pollos bajo las alas, y no quisiste. Vuestra casa quedar desierta, porque en verdad os digo que no me veris ms hasta que digis: Bendito el que viene en el nombre del Seor (Mt 23,34-39) 12. Y sentndose en el monte de los Olivos, llegronse a l aparte unos discpulos, diciendo: Dinos cundo ser todo esto y cul la seal de tu venida y de la consumacin del mundo. Jess les respondi: Cuidad que nadie os engae, porque vendrn muchos en mi nombre y dirn: Yo soy el Mesas, y engaarn a muchos. Oiris hablar de guerras y de rumores de guerras; pero no os turbis, porque es preciso que esto sucede, mas no es an el fin. Se levantar nacin contra nacin y reino contra reino, y habr hambre y terremotos en diversos lugares; pero todo esto es el comienzo de los dolores. Entonces os entregarn a los tormentos y os matarn, y seris aborrecidos de todos los pueblos a causa de mi nombre. Entonces se escandalizarn muchos y unos a otros se harn traicin y se aborrecern; y se levantarn muchos falsos profetas que engaarn a muchos, y por exceso de la maldad se enfriar la caridad de muchos; mas el que perseverare hasta el fin se ser salvo. Ser

predicado este evangelio del reino en todo el mundo, testimonio para todas la naciones, y entonces vendr el fin. Cuando viereis, pues, la abominacin predicha por el profeta Daniel en el lugar santo (el que leyere entienda), entonces los que estn en Judea huyan a los montes; el que est en el terrado no baje a tomar nada de su casa y el que est en el campo no vuelva atrs en busca del manto. Ay de las que estn encintas y de las que cren en aquellos das. Orad para que vuestra huida no tenga lugar en invierno ni en sbado (Mt 24,1-20). [Segn Eusebio de Cesrea, los cristianos huyeron al otro lado del Jordn cuando vieron todas estas seales, librndose as de todas las calamidades de la guerra juda, que acab con Jerusaln y con el templo. No deja de ser curiosa la preocupacin de Jess por la posibilidad de tener que huir... en sbado!] 13. Cuarto anuncio de la Pasin (Mt 26,1-3) 14. Anuncio de la traicin de Judas: "Llegada la tarde, se puso a la mesa con los doce discpulos, y mientras coman dijo: En verdad os digo que uno de vosotros me entregar. Muy entristecidos, comenzaron a decirle cada uno: Soy, acaso, yo, Seor? l respondi: El que conmigo mete la mano en el plato, se me entregar. El hijo del hombre sigue su camino como de l est escrito; pero desdichado de aqul por quien el hijo del hombre ser entregado!; mejor le fuera a se no haber nacido. Tom la palabra Judas, el que iba a entregarle, y dijo: Soy, acaso, yo, Rabb? Y l respondi: T lo has dicho" (Mt 26,20-25). [No se entiende muy bien cmo los otros discpulos, que estaban "muy entristecidos", no intentaron impedir la traicin] 15. Camino del Monte de los Olivos: "Entonces les dijo Jess: Todos vosotros os escandalizareis de m esta noche /.../Tom Pedro la palabra y le dijo: Aunque todos se escandalicen de ti, yo jams me escandalizar. Respondile Jess: En verdad te digo que esta misma noche, antes que el gallo cante, me negars tres veces" (Mt 26,31-34). 16. En Getseman: "Luego vino a sus discpulos y les dijo: Dormid ya y descansad, que ya se acerca la hora y el hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores" (Mt 26,45). 17. S egn Lucas, Jess profetiz que "Es preciso que el hijo del hombre padezca mucho..." (Lc 9,22). Los discpulos nunca entienden cuando Jess les profetiza la Pasin. En realidad, se puede entender que tales predicciones son a posteriori; por eso se explica que ellos no imaginen tal cosa103. Prcticamente el captulo 21 es de profecas a posteriori, mezcladas con las que s pronunci sobre la venida del Hijo del hombre. 18. Curiosamente, Jess, que adivina todo lo que le va a pasar, no acierta a responder a nada de lo que le preguntan en casa del Sumo Sacerdote . Dice ingenuamente el evangelista: "Los que le guardaban se burlaban de l y le maltrataban, y vendndole, le preguntaban diciendo: Profetzanos, quin es el que te hiri?" (Lc 22,63-64). 19. Camino del Glgota, profetiza. Relata Lucas: "Le segua una gran muchedumbre del pueblo [?] y de mujeres, que se heran y lamentaban por l. Vuelto a ellas Jess, dijo: Hijas de Jerusaln, no lloris por m, llorad ms bien por vosotras mismas y por vuestros hijos, porque das vendrn en que se dir: Dichosas las estriles, y los vientres que no engendraron, y los pechos que no amamantaron" (Lc 23,28-29). 20. Juan recuerda [?] que dijo Jess al comienzo de su carrera (Jn 2,19): "Destruid este templo y en tres das lo levantar". 21. Tambin, segn Juan, al principio de su vida pblica le dice Jess a Nicodemo, que haba ido a conversar con l durante la noche: "A la manera que Moiss levant la serpiente en el desierto, as es preciso que sea levantado el hijo del hombre, para que todo el que creyere en l tenga vida eterna" (Jn 3,14-15). 22. En Jerusaln, entre otras cosas, profetiza: "Me buscaris y no me hallaris y adonde yo voy

vosotros no podis venir" (Jn 7,34). 23. Juan se acuerda de una curiosa profeca condicional: "Y yo, si fuere levantado de la tierra, atraer todos a m. Esto deca indicando de qu muerte haba de morir" (Jn 12,32-33). 24. Antes de la Pasin, dice Jess a sus discpulos: "Si me persiguieron a m, tambin a vosotros os perseguirn" (Jn 15,20). 27. Anuncio de la persecucin juda (Jn 16,1 ss). 28. Ya resucitado, Jess profetiza qu le suceder a Pedro [y a todos los mortales que, como el apstol, envejecen]. "En verdad, en verdad te digo: Cuando eras joven, t te ceas e ibas a donde queras; cuando envejezcas, extenders tus manos y otro te ceir y te llevar a donde no quieras. Esto dijo indicando de qu muerte haba de glorificar a Dios. Despus aadi: Sgueme" (Jn 21,18-19). Un poco ms adelante hay una una ltima profeca sobre "el discpulo a quien amaba Jess". "Jess le dijo (a Pedro): Si yo quisiera que ste permaneciese hasta que yo venga, a ti qu? T sgueme (Jn 21,22). Es fcil deducir que todas las profecas cumplidas son a posteriori. En realidad esta tcnica de profetizar en el futuro sobre lo pasado tiene muchos antecedentes bblicos. Podemos enumerar algunos. Hoy se sabe, por ejemplo, que de los escritos deuteronmicos se realizaron dos ediciones. La primera, redactada en el 622 a. C. en tiempo de Josas (para darle a este rey un base de autoridad), es un relato optimista sobre la historia de los israelitas y pletrico de esperanza ante el futuro; pero los desastrosos gobiernos de los sucesores de Josas y la destruccin de Jerusaln en el ao 587 a.C. volvieron absurdo e inservible el texto. As que, ya desde el exilio de Egipto, unos veinte aos despus, se elabor una segunda edicin en la que, bsicamente, se aadieron los dos ltimos captulos del libro segundo de Reyes, actualizando as el relato "inspirado" por Yahv, se intercalaron algunos prrafos para poder configurar "profecas" en un momento en que ya se haban producido los hechos y se interpolaron textos para adaptar el hilo conductor de la historia y el destino de Israel a la nueva realidad que les tocaba sufrir 104. Un segundo ejemplo est en I Reyes, 11, 31-39. Esta profeca fue escrita en Jud por el deuteronomista (el profeta Jeremas) en el siglo VII a. C., esto es, a casi tres siglos despus de haberse producido la escisin de los reinos (922 a.C.) Y ya que hablamos de Jeremas, demos otro ejemplo tomado del libro que lleva este nombre. La liberacin del pueblo de Isarel por el persa Daro I se produjo 67 aos despus de la derrota de los judos ante Nabucodonosor. Como la ocasin la pintan calva, no falt el sacerdote redactor que aadi al libro de Jeremas una "profeca" en la que se anunciaban los pormenores de la invasin de los babilonios, las condiciones del exilio, que se mantendra durante setenta aos, y la llegada de los persas105. Si al lector le parecieran inverosmiles y exageradas las afirmaciones que venimos haciendo, lo invitamos a leer el relato que hizo Mateo en el captulo 24 y lo compare con lo escrito por Flavio Josefo. Mateo dice, ms o menos, lo que sigue en palabras de Miguel Otero Silva:
Subiendo l (al Monte de los Olivos), se vea desde la altura el templo de Herodes en toda su majestad, con sus terrazas, sus vastos prticos, su revestimiento de mrmol blanco incrustado de jaspe y prfido, el brillo de su techumbre laminada de oro y plata. Los discpulos, descorazonados, presintiendo una catstrofe, le hicieron notar el esplendor del edificio que el maestro dejaba para siempre. Haba en su entonacin una mezcla de melancola y de sentimiento, porque ellos haban pensado hasta el ltimo momento verse en l como jueces de Israel, alrededor del Mesas coronado pontfice-rey. Jess se volvi, midi el templo con los ojos y dijo: Veis todo esto? Ni una piedra quedar sobre otra (Mt 24,2). Juzgaba de la duracin del templo de Jehovah, por el valor moral de aquellos que lo ocupaban. Comprenda que el fanatismo, la intolerancia y el odio no eran armas suficientes contra los arietes y las hachas del Csar romano. Con su mirada de iniciado, que se haba vuelto ms penetrante por su clarividencia que la proximidad de la muerte, vea el

orgullo judaico, la poltica de los reyes, toda la historia juda, llevarle fatalmente a aquella catstrofe. El triunfo no estaba all; estaba en el pensamiento de los profetas, en esa religin universal, en ese templo invisible, del cual slo l tena entonces plena conciencia. En cuanto a la antigua ciudadela de Sin y al templo de piedra, vea ya al ngel de la destruccin en pie ante su puerta con una antorcha en la mano106.

Parece ser que hubo otro Jess que s profetiz la destruccin de Jerusaln. El hecho, contado por Flavio Josefo en la Guerra de los judos... (libro VII, & 12), sucedi as:
Y lo que fue ms horrendo y an ms espantoso que todo lo dicho, hubo un hombre rstico y plebeyo, llamado Jess, hijo de Anano, cuatro aos antes de comenzarse la guerra, estando la ciudad en gran paz y en gran abundancia, habiendo venido a la fiesta que entonces se celebraba, en la cual tienen por costumbre ataviar y adornar las cosas sagradas del templo para honra de Dios, comenz a dar voces repentinamente: Voz por Oriente, voz por Occidente, voz por las cuatro partes de los vientos, voz contra Jerusaln y contra el templo, voz contra los recin casados y las recin casadas, voz contra todo este pueblo. Y dando tales voces, recorra todas las plazas y calles de la ciudad. Algunos de los varones de ms nombre y ms sealados, pesndoles mucho saber la suerte adversa y desdichada que aparejada les estaba, prendieron al hombre y dironle muchos azotes para que callase. No dej l por esto de dar gritos de la misma suerte, sin tener cuenta ni consigo ni con aquellos que le maltrataban, ni habl algo secreto; antes perseveraba dando las mismas voces y diciendo lo mismo. Pensando los regidores de la ciudad, lo que en verdad as era este movimiento y voz, divinamente enviada, trajronle al presidente romano, adonde fue desollado hasta los huesos con los azotes que le dieron; pero con eso no rog jams que le dejasen, ni le sali lgrima alguna, sino que, como mejor poda, a cada azote o golpe que le daban, bajaba algo su voz muy lamentablemente y deca: Ay, ay, de ti, Jerusaln!. Como Albino, que era entonces juez, le preguntase quin era, de dnde o por qu razn daba tales voces, no le respondi, antes no ces de gritar ni llorar la desdicha de la ciudad miserable hasta tanto que, juzgando Albino que estaba loco, le dej libre: hasta el tiempo de la guerra, no se le vea con ciudadano alguno, ni hubo tampoco quien le hubiese hablar; antes se estaba cada da como elevado, orando, y, como casi quejndose, deca: Ay, ay, de ti, Jerusaln! No maldijo a nadie como fuese cada da maltratado, ni deca bien tampoco a los que le traan de comer. Solamente tena estas palabras en la boca, las cuales eran tristes nuevas y seales para todos. Daba voces principalmente los das de fiesta, y perseverando en esto siete aos y cinco meses de continuo, nunca enronqueci ni jams se cans, hasta tanto que, llegado ya el tiempo, cuando fue la ciudad cercada, entendiendo todos claramente lo que significaba, l se soseg. Y rodeando otra vez la ciudad por encima del muro, gritaba con la voz alta: Ay, ay, de ti, ciudad, templo y pueblo! Como llegando ya el fin de sus das dijese: Ay de m tambin!, una piedra echada con uno de aquellos tiros, luego le mat y le hizo salir el alma que an lloraba todo el dao y destruccin que tena presente.

Es el mismo Flavio Josefo quien nos ha dejado una pavorosa descripcin de algunas profecas de Jesus de Nazaret que se cumplieron ( a posteriori). Est demostrado que todos los evangelios fueron redactados despus de la destruccin de Jerusaln y de su templo, de la que dej escrito el historiador judo:
As, pues, fue tomada la ciudad de Jerusaln al segundo ao del imperio de Vespasiano, a ocho das del mes de septiembre; y habiendo sido antes tomada cinco veces, ahora fue del todo destruida. El rey de Egipto Asogeo, y despus Antoco, luego Pompeyo, y despus Sosio y Herodes la tomaron tambin y la conservaron; pero primero fue destruida antes por el rey de Babilonia (libro VII, & 18).

Claro que es posible pensar que tal destruccin fue para calmar la ira de Yahv, como

quieren hacernos creer los evangelios, porque Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron (Jn 1,11). Los suyos son los judos, como repite insistentemente el evangelista Juan. Vespasiano y Tito, autores de la hecatombe juda, no fueron sino azotes de Dios, como Nabucodonosor, Atila, las pestes de la Edad Media, Ali Agca y... el sida! de hoy. El Corn, heredero directo del judasmo bblico, es tambin heredero de la idea de la ira de Dios, que se cumple: "Cuando ocurri el cumplimiento de la primera amenaza -dice en el Sura XVII, 5-, enviamos a vosotros nuestros servidores, hombres de una violencia terrible; penetraron hasta el interior de vuestro templo y la amenaza fue cumplida". Segn los comentaristas, que se preocupan por lo dems muy poco de la exactitud cronolgica en todo lo que afecta a los pueblos extranjeros, puede referirse aqu ora Djalut el filisteo [Goliat], ora a Nabucodonosor, ora a Senacherib el asirio, instrumentos todos de la ira de Dios. Aunque la Iglesia no haya dicho nada en ese sentido, Al Agca, quien el 15 de marzo de 1981 atent contra la vida del Papa Juan Pablo II, afirm saber con certeza que haba sido un instrumento inconsciente de un diseo misterioso. Trastornado, pero tambin en parte aliviado del peso de una responsabilidad enorme, Ali Agca pudo hablar por primera vez con alguien -la abogada que fue a visitarlo en la crcel- sobre la revelacin del secreto de Ftima, que segn el Vaticano, prevea el atentado contra Juan Pablo II. Agca escuch el anuncio del cardenal Angelo Sodano por la televisin y, a travs de las imgenes de los noticieros, conoci el misterio que entrecruz su destino de ex terrorista islmico con el del obispo vestido de blanco, que -segn los pastorcillos de Ftima, dijo la Virgen en 1917- haba cado a tierra como muerto, bajo los disparos de un arma de fuego, caminando fatigosamente hacia la cruz entre los cadveres de los martirizados. Hoy Al sabe que fue parte de un diseo y acepta mejor el error, dijo la abogada Marina Magistrelli, sin replicar a quien, como el magistrado Antonio Marini, duda de una simple coincidencia con las revelaciones que hizo Agca en 1985, cuando el ex lobo gris sostuvo que conoca el tercer secreto de Ftima. Ms bien sospecha la existencia de un apuntador 107. b) Profecas incumplidas. Las profeca incumplidas de Jess de Nazaret son las apocalpticas, que, en su forma ms completa, pueden resumirse como sigue. El orden actual de la humanidad toca a su fin. Este fin ser una inmensa revolucin, "una angustia" parecida a los dolores del alumbramiento; una palingenesia o "regeneracin" -segn la expresin de Jess (Mt 19, 28)- precedida de sombras calamidades y anunciada por extraos fenmenos. En el gran da brillar en el cielo la seal del Hijo del hombre. Ser una visin clamorosa y luminosa como la del Sina, una gran tempestad que desgarra las nubes, una flecha de fuego que, en un abrir y cerrar de ojos, salta de Oriente a Occidente. El Mesas llegar sobre las nubes cubierto de gloria y majestad, al son de las trompetas, rodeado de ngeles. Los discpulos estarn sentados sobre tronos junto a l. Los muertos resucitarn entonces y el Mesas proceder al juicio108. En ese juicio los hombres sern distribuidos en dos categoras segn sus obras.109 Los ngeles sern los ejecutores de la sentencia (Mt 13: 39, 41 y 49). Los elegidos entrarn en una morada deliciosa que ha sido preparada desde el comienzo del mundo (Mt 25, 34, comp. con Jn, 14, 2); all se sentarn, vestidos de luz, en un festn presidido por Abraham 110, los patriarcas y los profetas. Esta ser la minora (Lc 13, 23 ss). Los dems irn a la Ghenna, que, en el pensamiento de Jess, es un valle tenebroso, obsceno, una sima subterrnea llena de fuego. Los excluidos del reino se abrasarn en l y sern comidos por los gusanos, en compaa de Satn y de sus ngeles rebeldes (Mt 25, 41). Se escucharn entonces los gemidos y rechinar de dientes111. El reino de Dios ser como una sala cerrada, luminosa en su interior, en medio de ese mundo de tinieblas y de tormentos 112 Este nuevo orden de cosas ser eterno. El paraso y la

ghenna no tendrn fin. Un abismo infranqueable separ a uno de la otra (Lc 16, 28). El Hijo del hombre, sentado a la diestra de Dios, presidir este estado definitivo del mundo y de la humanidad113. Todo esto fue tomado al pie de la letra por los discpulos y por el propio Maestro en ciertos momentos. Si existe una creencia profunda y constante en la primera generacin cristiana, esa creencia es la de que el mundo est a punto de acabar 114 y que la gran revelacin115 de Cristo va a tener lugar muy pronto. Aquella proclamacin: "El tiempo est cerca!" 116, que abre y cierra el Apocalipsis, aquella llamada repetida sin cesar: "Que aquel que tenga odos que escuche!" 117, son los gritos de esperanza y de reunin de toda la era apostlica. La expresin siraca Maram Atha ("Nuestro Seor llega", I Cor 16, 22) lleg a ser una especie de santo y sea que los creyentes se cruzaban entre s para fortalecerse en su fe y en sus esperanzas. No hay que olvidar que el Apocalipsis fue escrito, probablemente, en el ao 68 de nuestra Era [Apc, 17. El sexto emperador citado por el autor es Galba, reinante; la bestia que debe regresar es Nern, cuyo nombre es citado en clave, segn se lee en 13, 18], fija el fin del mundo en un plazo de tres aos y medio118. La ascensin de Isaas (Is V, 12 y 14) adopta un clculo muy parecido a ste. Jess nunca lleg a semejante precisin. Cuando se le preguntaba sobre la fecha de su advenimiento, se negaba siempre a responder; incluso declara una vez que la fecha de ese gran da slo la conoce el Padre, que no la ha revelado a los ngeles ni al hijo 119. Deca que el momento en que se acechaba el reino de Dios con una curiosidad inquieta era precisamente aquel momento en que no vendra (Lc 17, 20). Repeta sin cesar que sera una sorpresa como en los tiempos de No y de Lot; que haba que estar a la espera, siempre dsipuestos a partir; que cada uno deba velar y tener su lmpara encendida, como para un cortejo de boda que llega de improviso120, que el Hijo del hombre vendra del mismo modo que un ladrn, en el momento en que no se lo aguarda121; que aparecera como un relmpago, corriendo de un extremo al otro del horizonte (Lc 17, 24). Pero sus declaraciones sobre la proximidad de la catstrofe no dejan lugar a ningn equvoco122. "La generacin presente -deca- no pasar sin que todo esto se cumpla. Algunos de los que estn aqu presentes no conocern la muerte sin haber visto llegar el reinado del Hijo del hombre123. Reprocha a quienes no creen en l que no sepan leer los pronsticos del reino futuro. "Cuando veis el rojo del atardecer -ilustraba- previs que har buen tiempo; cuando veis el rojo del amanecer anunciis tempestad. Cmo vosotros, que entendis la faz del cielo, no sabis reconocer los signos del tiempo venidero?" 124 Estas declaraciones, tan terminantes, obsesionaron a la familia cristiana durante cerca de setenta aos. Se pensaba que algunos de sus discpulos veran el da de la revelacin final antes de venir. Juan, especialmente, era incluido entre ellos (Jn 21, 22-23). Algunos crean que no moriran nunca. Posiblemente fue sta una idea tarda producida hacia fines del siglo primero por la avanzada edad a que Juan parece haber llegado, al haber dado esta edad ocasin de creer que Dios quera conservarle indefinidamente hasta el gran da, con el objeto de que realizara la palabra de Jess. Cuando Juan el Anciano muri, a su vez, la fe de algunos qued quebrantada, y sus discpulos dieron a la predicacin de Jess un sentido ms atenuado, pero nunca extinguido. No son otras las ideas de la Parusa, que las distintas iglesias cristianas mantienen presentes (para atemorizar a sus seguidores, sostienen algunos, y mantenerlos fieles). Incluso una de ellas se denomina Iglesia de Jesucristo de los santos de los ltimos das. Veamos algunas de esas ideas. 1. La segunda venida: En verdad os digo que hay algunos entre los presentes que no gustarn la muerte antesde haber visto al hijo del hombre venir en su reino (Mt 16,28). [Ncar y Colunga comentan: Este versculo, que se lee tambin en Mc 9,1, y en Lc 9,27, no est ligado a lo que precede. La venida de que aqu se habla no es la ltima, a juzgar el mundo, sino otra prxima, a juzgar a Israel, la cual tendr gran influencia en el desarrollo de la Iglesia entre los gentiles. Preguntamos: 1) Y ustedes cmo saben que no es la ltima venida? 2) Cundo vino el Hijo del hombre a juzgar a Israel para el desarrollo de la

Iglesia entre los gentiles?. 2. La tercera venida del hijo del hombre: "Luego, en seguida, despus de la tribulacin de aquellos das, se obscurecer el sol, y la luna no dar su luz, y las estrellas caern del cielo, y las columnas del cielo se conmovern. Entonces aparecer el estandarte del Hijo del hombre en el cielo, y se lamentarn todas las tribus de la tierra, y vern al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con poder y majestad grande. Y enviar sus ngeles con poderosa trompeta y reunirn de los cuatro vientos los elegidos, desde un extremo del cielo hasta el otro"125. 3. El juicio final: "Cuando el hijo del hombre venga en su gloria y todos los ngeles con l, se sentar sobre su trono de gloria, y se reunirn en su presencia todas las gentes, y separar a unos de otros, como el pastor separa a las ovejas de los cabritos, y pondr las ovejas a su drecha y los cabritos a su izquierda. Entonces dir el Rey a los que estn a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesin del reino preparado para vosotros desde la creacin del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; peregrin y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; preso, y vinisteis a verme /.../ Y dir a los de la izquierda: Apartaos de m, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ngeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui peregrino, y no me alojasteis; estuve desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la crcel y no me visitasteis. Entonces ellos respondern diciendo: Seor, cundo te vimos hambriento, o sediento, o peregrino, o enfermo, o en prisin, y no te socorrimos? l les contestar diciendo: En verdad os digo que cuando dejasteis de hacer eso con uno de estos pequeuelos, conmigo dejasteis de hacerlo. E irn al suplicio eterno, y los justos a la vida eterna" (Mt 25,31-46). [Ms claro no canta un gallo: de nada valen oraciones y penitencias y mucha fe... sin las obras de misaricordia! No hay salvacin cristiana de otra manera!] Todos los pueblos, en general, incluidos los pueblos cristianos, tuvieron siempre suficiente con una justicia bastante floja en el gobierno del universo. Su seguridad de otra vida compensaba ampliamente las iniquidades del estado actual. En cambio, el profeta hebreo no invocaba nunca las recompensas y castigos de ultratumba. Estaba hambriento de justicia, pero de justicia inmediata y terrena. Un mundo injusto era una monstruosidad, a su parecer. De ah una tensin heroica, un clamor constante, una atencin perpetua a los acontecimientos del mundo, considerados como actos de un dios justiciero. De ah, sobre todo, una fe ardiente en una reparacin final, en un da del juicio en que las cosas sern como deben ser. En tal da se trastornar todo cuanto exista. Ser aquello la revolucin radical, la venganza de los dbiles, la confusin de los fuertes. El milagro de la transformacin del mundo se realizar en Sin, que ser la capital de un mundo regenerado, donde reinar la justicia. David ser aquel da el rey espiritual de la humanidad. Tales ideas procedan en Israel de pocas antiguas. Como todas las ideas fundamentales, haban nacido con el pueblo mismo. La escuela proftica, personificada en Elas y Eliseo, les dio en las tribus del Norte, el siglo IX a. C., un relieve singular. En la primera mitad del siglo VIII, Amir, Oseas y su escuela las proclamaron con fuerza extraordinaria en estilo enrgico, extrao y denso. En 740, estas verdades pasaron a ser propiedad de Jerusaln. Isaas, con el ardor de su conviccin y el ejemplo de su vida, les presta extraordinario esplendor. Por eso puede decirse que es el verdadero fundador de la doctrina mesinica y apocalptica. Jess y los apstoles no han hecho ms que repetir a Isaas. Para estudiar sus primeros grmenes, la historia de los orgenes del cristianismo tiene que empezar en Isaas. 4.3. Apocalipsis Si en un diccionario de sinnimos buscamos 'apocalipsis', nos encontraremos con

'hecatombe, cataclismo, catstrofe'; y si buscamos 'apocalptico', nos dir que es sinnimo de 'aterrador, espantoso, catastrfico, horrendo, pavoroso, enloquecedor, espeluznante'. Estas son las circunstancias que caracterizan el tiempo de la revelacin. El Apocalipsis de Juan es el ltimo libro del Nuevo Testamento, aunque, en realidad , fue el primero, el nico escrito en la era apostlica. Libro rico en alegoras y sujeto de numerosas interpretaciones, fue relegado y prohibido! por mucho tiempo. En ocasiones, la obra se denomina 'Revelacin'. Ambos nombres tienen su origen en la primera palabra de la obra en el original griego, apokalypsis ('revelacin'). El autor se llama a s mismo Juan. La tradicin eclesistica ha sostenido que se trata de san Juan Evangelista. Sin embargo, muchos especialistas, tomando en consideracin pruebas tales como las diferencias lingsticas entre Apocalipsis y el Evangelio segn Juan (tambin atribuido por la tradicin a Juan Evangelista) se sienten ms inclinados a atribuirlo a algn otro destacado y primitivo cristiano, sugiriendo, por ejemplo, que fuera el apstol Juan Marcos o Juan el Anciano. Est generalizada la opinin de que fue redactado en la isla de Patmos, una de las del Dodecaneso en el Egeo, a la cual el autor quiz fuera desterrado "por causa de la Palabra de Dios y del testimonio de Jess" (1,9). All, quiz durante el reinado del emperador romano Vespasiano (69-79 d.C.), aunque con mayor probabilidad bajo el del emperador Domiciano, el autor oy "una gran voz como de trompeta" que le deca: "Lo que veas escrbelo en un libro y envalo a las siete Iglesias: a feso, Esmirna, Prgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea" (1,10-11). El Apocalipsis fue escrito para preparar a los cristianos ante la ltima intervencin de Dios en los asuntos humanos. Como queda dicho, la primitiva Iglesia crea que este acontecimiento no tardara en llegar. Cuando se produjera, comenzara una nueva Era en el mundo, en la que Cristo y la Iglesia resultaran triunfantes. Sin embargo, antes se agravaran e intensificaran los males y terrores del orden mundial existente. El autor del Apocalipsis parece haber interpretado el empeoramiento de las condiciones de los cristianos en el Imperio romano de Domiciano como una seal del comienzo de este periodo catastrfico. Al parecer, escribi, sobre todo, para alentar a los cristianos a resistir durante esta aterradora crisis final, en la confiada esperanza del advenimiento de una inminente Era justa para la eternidad. Se coincide en que Juan, al comunicar a sus correligionarios cristianos "lo que has visto, lo que ya ves y lo que va a suceder ms tarde" (1,19), eligi deliberadamente un vehculo literario que pudiese ocultar su mensaje a los enemigos de la Iglesia. Este vehculo fue un apocalipsis, un estilo caracterizado por una interpretacin simblica y una prediccin de acontecimientos que, por lo general, se presentaba en forma muy elaborada. Los smbolos apocalpticos se inspiran en los libros profticos del Antiguo Testamento y en la tradicin cristiana comn. Indudablemente, los primeros lectores del libro comprendieron sus visiones e imgenes, pero en los siglos transcurridos desde la redaccin del Apocalipsis, se ha perdido la clave del significado original de su simbolismo. Los esfuerzos por recuperarla han generado sistemas de interpretacin muy divergentes, aunque ninguno puede afirmar que ha acertado sin discusin en la interpretacin del sentido del autor. En nuestros das, el Apocalipsis es altamente apreciado por su magnfica calidad literaria, por su descripcin de una crisis histrica del cristianismo, por su sublime dramatizacin de la lucha contra el mal y por sus visiones de Dios y su ltima redencin eterna de los justos. Por eso no es inusual leer en la prensa noticias como la que destacamos a continuacin :
Siete miembros de una familia peruana, que compartan el credo de la Iglesia Pentecostal, se suicidaron bajo la creencia de la llegada del fin del mundo y sus cuerpos fueron hallados en avanzado estado de descomposicin. La polica inform que al menos cinco de las vctimas se quitaron la vida hace tres meses y que sus cuerpos permenecieron en su casa, ubicada en el populoso distrito de San Juan de Lurigancho, al este de Lima. Junto a los

cadveres se hallaron biblias con prrafos subrayados en el Apocalipsis.126

4. Fue Jess de Nazaret un verdadero profeta? Esta pregunta se la han hecho muchos investigadores. Morton Smith la contest, negativamente, en su obra Jess el mago. Aqu hacemos un resumen de esa posicin. Dice Marcos, 11, 27: "Llegaron de nuevo a Jerusaln, y pasendose l por el templo, se le acercaron los prncipes de los sacerdotes, los escribas y los ancianos y le dijeron: 'Con qu poder haces estas cosas o quin te ha dado poder para hacerlas?' Jess contesta a la pregunta de sus adversarios hacindoles otras (sobre el bautismo de Juan, que no tiene nada que ver con lo que le preguntaban), que no van a poder constestar sin peligro, y despus dice, implictamente: 'Puesto que vosotros no queris contestar mi pregunta, yo tampoco contestar la vuestra'. As Jess sale de vencedor; en realidad, rehye el problema de negarse francamente a contestar. Pero, por qu se niega en redondo? Ningn profeta de Yahv de los clsicos en Israel habra dudado nunca en declarar "Yahv me ha enviado", pero nunca se dice que Jess hubiera dicho tal cosa, no con estas palabras... Pero, insistimos, por qu se niega? Cualquiera que explicara la historia de su ingenio para evitar esta respuesta debe de haber pensado que tena algo que ocultar. Cul creera que era su secreto? En otras palabras, qu crea ser l, que le hizo tan reacio a declararlo? Y por qu no dijo nunca "As dice el Seor"? Los evengelios informan que los dems crean que Jess era un profeta 127 por sus milagros, pero insisten en que los dems estaban equivocados 128; l era ms que un profeta: era el Mesas, hijo de Dios. Segn el patrn de los profetas clsicos de libros profticos del Antiguo Testamento, Jess no era un profeta. Un profeta -segn este patrn- es un mensajero de Yahv enviado a declarar al rey o al pueblo "la palabra de Yahv". No as Jess. En los sinpticos no se presenta a s mismo como un mensajero ni tampoco declara que anuncie "la palabra de Yahv", y se distingue de los profetas del Antiguo Testamento por muchos otros rasgos. Los evengelios nos dicen que, cuando Jess viva, algunos de sus seguidores y muchos de los que no lo eran creyeron que l era un profeta 129. La mayor parte de las veces crean que era Elas; otras, Jeremas o, tal vez, "el profeta parecido a Moiss" que se promete en el Deuteronomio (18, 15 y 18) como gua del pueblo... Cuando los evangelios se refieren a estas opiniones, acostumbran a corregirlas inmediatamente: Jess no es un simple profeta, es el Mesas130. No obstante, la extensin y diversidad de estas referencias demuestran que proceden de un perodo anterior a la redaccin de los evangelios. Comparti tal vez Jess aquellas opiniones? Se consider a s mismo como un profeta y se propuso representar su papel, tal como l lo vea? Existen dos pasajes en los que se le hace hablar de s mismo como un profeta 131, pero es probable que ambos sean citas de proverbios, y uno de ellos, el refrn "Un profeta no queda sin honor excepto en su pueblo de origen", es un aadido posterior que interrumpe la historia en la que se ha conservado. Las pruebas segn el contenido parecen ms convincentes. Las historias de Elas y de Eliseo en el Antiguo Testamento nos presentan ciertamente personajes que se parecen al Jess de los sinpticos: hombres que reciben un espritu divino que los convierte en hacedores de milagros y reveladores, y cuya vida a partir de entonces es una serie de milagros y de revelaciones. Comparemos ahora las historias de Moiss, Elas y Eliseo con los textos evanglicos. Los tres profetas tuvieron el espritu o, ms bien, ste "se pos sobre ellos" 132. Si se trata del mismo que se conoce como "la mano de Yahv", se dice que Eliseo provoc su venida escuchando msica. Al contrario que los evengelios y los papiros mgicos, (1) su venida no fue precedida por ningn rito de purificacin, (2) no descendi del cielo como un ave ni tampoco fue

anunciado por nadie y (3) no convirti a quien lo reciba en un hijo de dios ni le hizo ser adorado como un dios. El tema de la identificacin con un dios, central para los evangelios y para los papiros mgicos, est ausente por completo del material del Antiguo Testamento sobre estos profetas. Tampoco aparece nocin alguno de "el hijo" como un ser sobrenatural e independiente. La salida de Jess al desierto 133 sigue el modelo chamnico, pero tambin puede haberse inspirado en las experiencias de Moiss y de Elas. Los profetas fueron a encontrase con Yahv y recibir su poder; Jess va a encontrarse con Satn y vencerlo. Los cuarenta das de ayuno de Moiss134 mientras reciba la Ley los repiten Elas y Eliseo. La llamada de Jess a sus discpulos tiene un claro paralelo con la de Elas o Eliseo 135, pero tambin con una diferencia significativa: los discpulos lo abandonaron todo y siguieron a Jess en seguida, como las personas encantadas por los magos. Elas le pide a su discpulo que se despida de sus padres. Este regresa para ofrecer un sacrificio... Jess exiga ms que Elas, porque era ms sagrado que l, y sus discpulos, ms obedientes que Eliseo. Un discpulo le pidi permiso para ir primero a enterrar a su padre, y la respuesta de Jess fue: "Deja que los muertos entierren a los muertos", es decir, deja que los mandamientos de la ley de Moiss (pues enterrar a los muertos era uno de los deberes ms legales) los soporten aquellos que son incapaces de recibir la nueva vida (Lc 9, 59). Los exorcismos, fundamentales en la carrera de Jess, y muy conocidos en el material mgico, estn completamente ausentes de las historias de los profetas. Las curaciones seguan probablemente en importancia a los exorcismos en la carrera de Jess y son el tema de muchas historias de los evangelios y de mucho material mgico (especialmente de los amuletos), pero son escasos en las historias de los profetas. La mayor parte de las que figuran en ellas son reparaciones de los daos que haban hecho los profetas mismos. Veamos los milagros de curacin de lepra. La oracin de Moiss cur la lepra de Miriam; un leproso fue curado en Galilea por orden de Jess 136. Eliseo trat a un leproso dicindole que se lavara siete veces en el Jordn; ste lo hizo as y qued curado despus de cumplir con la prescripcin. Jess les dijo a diez leprosos que acudieran a los sacerdotes; ellos lo hicieron as y quedaron curados por el camino. En los papiros mgicos no aparecen curaciones de la lepra, por lo que sus apariciones en los evangelios pueden ser debidas a un deseo de mostrar que Jess poda hacer cualquier cosa que pudieran hacer los profetas y hacerlos mejor, es decir, que Jess cur diez veces ms que Eliseo! y... antes. De las otras muchas afecciones curadas por Jess y por los magos (fiebre, ceguera ordinaria, cojera, parlisis, catalepsia, hemorragia, heridas y veneno), las historias de Moiss, Elas y Eliseo no dicen nada. Por tanto, el Antiguo Testamento no sirvi de modelo para las numerosas curaciones del Nuevo testamento. Tampoco el Antiguo Testamento sirvi de modelo sobre la capacidad de Jess para darles rdenes a los espritus y mandarlos por ah, o introducirlos en las personas. Los profetas no hacan nada de esto. Los profetas tampoco perdonaban pecados. Los evangelios dicen que los escribas estaban escandalizados por esta prctica de Jess y preguntaban: "Quin puede perdonar pecados, excepto slo Dios?" (Mt 2,7). Lo que esto supona ("Nadie"!) refleja la evidencia de que el Antiguo Testamento no poda servir como modelo para este elemento de los evangelios. La profeca era la actividad que haba hecho famosos a los profetas. En cuanto a las predicciones especficas, incluyendo las de la propia muerte, las historias de los profetas armonizan con las de Jess y las promesa de los papiros mgicos... Pero ni Moiss, ni Elas, ni Eliseo, aparecen profetizando el fin del mundo. Tanto Elas como Eliseo resucitaron a muchachos (uno cada uno) de entre los muertos con el drstico mtodo de acostarse sobre ellos y rogarle a Yahv. 137 Jess resucit al menos a tres personas: a una muchacha, tomndola de la mano (Mc 5, 41), y a dos hombres jvenes -si no

consideramos el caso de Lzaro- ordenndoles simplemente (Lc 7, 14; Jn 11, 43). Esto tiene la clara intencin de mostrar el poder superior de Jess. Las historias sobre alimentar a las muchedumbres en el desierto demuestran tambin la superioridad de Jess ( Mc 6, 32; 8, 1). Obviamente son imitaciones de II Reyes, 4, 42 ss, incluso en su escenario y dilogo. La cuestin es que Eliseo slo dio de comer a cien, y Jess... a cuatro y cinco mil! Lo de calmar tormentas y marchitar rboles, a pesar de su paralelismo en el Antiguo Testamento, no se atribuyen a Moiss, a Elas ni a Eliseo. Moiss transform agua en sangre envenenada (x 7, 20), pero Jess transform agua en vino (Jn 2, 1-11). Se trata de un contraste deliberado? Probablemente. Moiss dividi el mar y lo cruz ( x 14, 21 ss); Jess se limit a caminar sobre l (Jn 6, 19): otra demostracin brillante del arte de apabullar. Es probable que las escapatorias milagrosas, invisibilidad repentina, etc., de Jess y otros magos no tengan que ver nada con los profetas. Algo parecido se esper una vez de Elas, pero ste no desapareci (I Reyes, 18, 9 ss). La historia de la trasfiguracin de Jess fue al principio la historia de una iniciacin mgica. La historia bsica tiene importantes similitudes con historias de los profetas 138: tanto moiss como Elas acudieron a solas a una montaa en el desierto a encontrarse con Yahv. Moiss subi solo a una montaa y entr en una nube en donde estaba Dios; algunas veces llev consigo a compaeros a quienes les revel "el Dios de Israel". Estos mismos elementos los encontramos en historias de iniciacin mgica. El informe sobre su brillo vuelve a demostrar su arte de apabullar: a Moiss slo le brillaba la cara (x 34, 30); Jess brillaba por entero, incluso sus vestidos (Mc 9, 2). Mensaje: la revelacin del Hijo del hombre reemplaza a la entrega de la Ley. No existe nada parecido a la eucarista en las historias de los profetas. Elas y Jess fueron elevados al cielo al final de sus vidas 139. Elas, en un carro llameante. Moiss, Elas y Eliseo no dicen casi nada sobre el personal y las actividades del mundo de los espritus, al contrario que Jess y los magos. No existe nada en los profetas como los dichos con "Yo soy" de Jess y de los magos, ni las afirmaciones milagrosas que se hacen en ellos. El arte de apabullar produjo algunos contrastes entre los profetas y Jess: Elas hizo bajar del cielo fuego sobre sus enemigos; los discpulos le propusieron a Jess que hiciera otro tanto, pero ste lo prohibi140. Eliseo consigui que Dios le diera una guardia personal de ngeles; Jess desde hacerlo as141. Moraleja: Jess era ms sagrado que Elas y Eliseo. Se dice muy poco de las enseanzas de Elas y de Eliseo. Moiss es el altavoz por medio del cual se da la Ley; prescindiendo de sta, nada se puede discernir de su propia enseanza. Resumiendo, no podemos suponer que el modelo proftico resulte un factor de importancia para formar las tradiciones que han dado origen a los evangelios. Hay otras que deba hacer un profeta, pero que Jess no hizo.

Captulo 3 EL MAGO

La cuestin de los milagros, que para E. Renn constituye el problema fundamental de su Vida de Jess, carece de sentido por completo para Hegel, quien prescindir de ellos sin el menor escrpulo. Escribi E. Renn:
Si el milagro tiene alguna realidad, mi libro no es ms que un tramado de errores. Si los Evangelios son libros inspirados y, por consiguiente verdaderos al pie de la letra y desde el principio al fin, hice muy mal en no contentarme componer del principio al fin los fragmentos extrados de los cuatro textos, como hacen los armonistas, salvo para construir as el conjunto ms redundante y contradictorio. Mas si, por el contrario, el milagro es algo inadmisible, he tenido razn al mirar los libros que contienen relatos milagrosos como historias mezcladas con ficciones, como leyendas llenas de inexactitudes, errores y prejuicios sistemticos142.

A los ojos de los telogos -sealar el positivista francs- los evangelios y los libros bblicos en general son libros como no hay otros, libros ms histricos que las mejores historias, puesto que no generan ningn error. Pero el investigador que est comprometido slo con la verdad considera los evangelios como textos a los que hay que aplicarles las reglas comunes de la crtica. La primera regla dice que todo documento sometido a examen no tiene ms que un valor relativo, que tal documento puede ser engaoso, que puede ser derogado por un documento mejor. Como la verdad positiva era el objeto de la investigacin de E. Renn, los milagros se van a convertir en una obsesin, casi una persecucin. Renn parte de que los milagros son de esas cosas que no ocurren nunca, que slo las gentes crdulas creen en ellos. No se puede citar uno solo que haya ocurrido ante testigos capaces de comprobarlo. Desde el momento en que se admite lo sobrenatural, se est fuera de la ciencia, se admite una explicacin que nada tiene de cientfica, una explicacin de las que prescinden el astrnomo y el fsico, el qumico, el gelogo, el fisilogo, de la que el historiador debe tambin prescindir. Se rechaza lo sobrenatural por la misma razn que se rechaza la existencia de los centauros y los hipogrifos. La razn es que estos seres no se han visto nunca. Ahora bien, la cuestin de lo sobrenatural la resuelve con entera incertidumbre, por la nica razn de que no puede creer en una cosa de la que el mundo no ofrece ningn indicio experimental. Renn no cree en los milagros como no cree en los aparecidos, en el diablo, en la brujera ni en la astrologa. No hay experiencia de las afirmaciones de tales disciplinas. Sin embargo, el investigador positivista se encuentra con los milagros. Los telogos liberales admiten que la desaparicin del cuerpo de Jess fue una de las bases de la creencia en la resurreccin. Cmo refutarlos? Dir el historiador: el hecho aducido significa que la conciencia cristiana estuvo dividida en aquel momento, que una mitad de esta conciencia cre la ilusin de la otra mitad. Si los mismos discpulos hubieran arrebatado el cuerpo y se hubiesen repartido por la ciudad gritando: "Ha resucitado!", la impostura hubiese sido evidente. Pero, sin duda, no fueron los mismos quienes hicieron las cosas. Para que la creencia en un milagro se acredite, es preciso que alguien sea responsable del primer rumor extendido; pero

corrientemente ste no es el actor principal. Su papel se limita a no protestar contra la reputacin que se le crea. Adems, aunque reclamase, sera en vano: la opinin popular tendra ms fuerza que l. Al dividirse el fraude entre varios, se hace inconsciente o, ms bien, deja de ser fraude para convertirse en malentendido. En este caso nadie miente deliberadamente. Todo el mundo miente inocentemente. En otros trminos, un milagro supone tres condiciones: primera, la credulidad de todos; segunda, un poco de complacencia por parte de algunos, y tercera, el tcito consentimiento por parte del actor principal. La leyenda nace sola, pero... se la ayuda a crecer. Del relato hegeliano son excluidos completamente los milagros, se dijo. La "armonizacin" hegeliana incluye el contenido ntegro del evangelio de Lucas, con exclusin de los milagros. Este rechazo del recurso a los milagros parece ser una de las constantes de la filosofa de la religin de Hegel. Mientras que en la Historia de Jess se puede suponer que es el principio ilustrado el que motiva tal exclusin, en las Lecciones ser la certeza que el espritu tiene de su propia realidad la que excluir la referencia a elementos "exteriores" o no espirituales, como los fenmenos naturales. "La divinidad de Cristo est atestiguada por el testimonio del espritu, no por los milagros, pues slo el espritu reconoce al espritu", asienta en las Lecciones sobre la filosofa de la religin. Igualmente se ven traducidos a un registro mundano-natural otros aspectos del relato evanglico, como, p.e., el de las tentaciones de Jess en el desierto, convertidas en un episodio fustico en el que Cristo se ve tentado por la magia y en el que la tentacin de arrojarse por el precipicio se convierte en un pensamiento de suicidio. Lo Otro de Dios y del hombre no es la potencia malfica, sino la necesaria dependencia de lo natural inmediato, a cuya sujecin contrapone el hombre la elevacin supranatural de su propio principio espiritual. La Historia de Hegel termina con el enterramiento de Jess. Nada se nos dice de su resurreccin, el mayor de los milagros, que al "ilustrado" Hegel tena que resultarle tan irracional como los milagros que consideraba totalmente independientes del estricto contenido religioso del evangelio. Como vemos, para Hegel carece de sentido lo que a los bigrafos de Jess en el siglo XIX y XX les habra de aparecer como problema fundamental: ni le interesa el contenido mtico -como a Strauss- ni le preocupa la realidad de la figura histrica llamada Jess, como a E. Renn. Argumenta Hegel: incapaces de una fe que hubiera sido conquistada por ellos mismos y que se fundara en su propia naturaleza, gran parte de la confianza y de la atencin recabada por Jess entre los judos era atribuible a sus milagros - por ms que su capacidad para hacerlos, segn parece, no llam demasiado la atencin de sus doctos contemporneos-. Pero nada ha contribuido ms que esta fe en los milagros a la transformacin de la religin de Jess en una religin positiva, a su fundamentacin sobre la autoridad. De ah que el abandono tan a menudo de una religin positiva se vea acompaada, tambin a menudo, por la inmoralidad. Es decir, si la fe era meramente positiva, entonces la responsabilidad la tiene sta y no el abandono de la misma Constata el filsofo que es una cosa ftil discutir sobre milagros en el terreno del entendimiento; el resultado ha demostrado siempre que con ello nada se logra. La imaginacin, por el contrario, se contenta con esta explicacin, la de que fue un ser superior el causante de tal suceso. El entendimiento no se opone a esta operacin, casi la acompaa con una sonrisa, pero no tiene ningn inters en quitar a la imaginacin su juguete, puesto que l no tiene ninguna funcin que cumplir. Incluso se rebaja a prestarle a la imaginacin su concepto general de la causalidad para que sta lo usa, pero que no tendr que ver nada con su aplicacin. "Si el espritu obra en una configuracin distinta, opuesta, como algo enemistoso, algo

dominador, entonces ha olvidado su divinidad. Por eso los milagros son la representacin de lo menos divino que existe, ya que son lo ms antinatural que hay; ellos conservan en s la oposicin ms dura entre espritu y cuerpo en toda su monstruosa grandeza. El actuar divino es la reconstruccin y manifestacin de la coincidencia, el milagro es el mximo desgarramiento", escribi el filsofo en El espritu del cristianismo y su destino. En fin, para Hegel, Jess es ms una abstraccin racional que una figura histrica. Y la Historia de Jess, ms que el relato de un acontecimiento histrico fechable en el tiempo y localizable en el espacio, constituye una aproximacin a ese "nuevo evangelio eterno" de que hablara Lessing en La educacin del gnero humano. Buenas razones, sin duda, tena Hegel para excluir lo que excluy en la Historia de Jess. La versin que nos presentan los evangelios siempre ha producido muchos problemas. Jess tuvo que haber sido una de las figuras de la antigedad mejor conocidas, pero ninguna es tan discutida. En primer lugar, los evangelios se contradicen mutua y repetidamente, incluso en la sucesin de los acontecimientos: desbarat Jess el mercado del Templo al principio de su predicacin pblica (Jn 2, 13-16) o al final de ella (Mc 11, 15-17), o bien, como dirn algunos apologistas, ambas veces? Fue crucificado durante el da anterior a la cena de Pascua (Jn 18, 28) o al da siguiente (Mc,14, 16) o en los dos das? En segundo lugar, los evangelios no se escribieron con el simple propsito de registrar unos acontecimientos, sino para producir y confirmar la fe en Jess, el Mesas (es decir, el 'Cristo'), el hijo de Dios. No pintan una figura histrica, sino una figura mitolgica: un dios que descendi del cielo, que vivi entre los hombres haciendo milagros y enseando, que fue crucificado, muri, fue sepultado, resucit de entre los muertos, regres al cielo y, ahora, est sentado all arriba esperando el tiempo fijado para regresar a la tierra para resucitar a los muertos, juzgar a todos los hombres, destruir este mundo y crear uno nuevo. Qu era lo que la gente crea, en general, acerca de Jess? Se pensaba que era un judo (Jn 4, 9) y un galileo (Jn 7, 41) como Pedro (Mc 14, 70). Otros pensaban que era un samaritano (Jn 8, 48) y que tena un demonio. Algunos dijeron: No sabemos de dnde viene(Jn 7, 15). Se maravillaban de que supiera leer, aunque no haba tenido una educacin formal (Jn 7, 15). No practicaba ninguna abstinencia observable, ms bien fue acusado de glotn y borracho (Mt 11, 19). Tales informes, al margen de su veracidad, no sirven para explicar la importancia que tuvo Jess. Lo importante era su capacidad para hacer milagros. Si reunimos todas las pruebas de que disponemos sobre este aspecto, obtendremos la imagen siguiente. Lo primero que producan los milagros de Jess era asombro: Todo el mundo se maravill, comentan los evangelistas 143. Inmediatamente segua la fama 144, al igual que el miedo 145. Todos estos hechos aparecen principalmente en los comentarios de los evangelistas y nos muestran lo que, en su opinin, podan ser las consecuencias de los milagros. Conocan su sociedad. No tenemos motivo para dudar de su juicio. Esa fama -creemos- contribuye a explicar el curso que tuvieron los acontecimientos. Tanto la actividad pblica de Jess como el xito que tuvieron sus seguidores despus de la muerte de ste seran inexplicables si Jess no se hubiera hecho famoso. As que no hay ninguna buena razn para poner en duda el informe unnime de los evangelios segn el cual Jess llam la atencin por los milagros que realizaba. Las curaciones, sobre todo, hicieron famoso a Jess. Para comprender su importancia, debemos recordar que en la Palestina antigua no existan hospitales ni manicomios. El enfermo y el loco deban ser atendidos por sus familias, en sus propios hogares. A menudo la carga de cuidarlos era pesada y, a veces, especialmente en los casos de locura furiosa, superior a lo que la familia poda soportar. Los enfermos eran echados de la casa y se les dejaba que erraran como animales. En consecuencia, la mayora de la gente buscaba las curaciones con impaciencia, no slo para ellas mismas, sino tambin para sus parientes. Los mdicos eran incompetentes, escasos y caros. Cuando apareca un curandero, un hombre que pudiera realizar curaciones

milagrosas, y que las hiciera gratis!, poda estar seguro de que iba a ser acosado por la multitud. Y entre el gento que se apiaba desesperadamente a su alrededor, pidindole que los sanara, se produciran seguramente algunas emociones. Con cada una de ellas aumentara la fama de sus poderes, las esperanzas y las especulaciones de la muchedumbre, as como las leyendas y rumores sobre el sanador. Estas multitudes y sus necesidades, no las comunidades cristianas posteriores, fueron las matrices ms tempranas de las historias de los evangelios. Incluso ahora continan produciendo historias similares. Marcos comienza los milagros de Jess con las llamadas a los primeros cuatro discpulos (1, 16-20). No antepone el evangelista introduccin alguna a estas historias, quiere que el lector crea que Jess nunca haba visto antes a estos hombres. Sus respuestas inmediatas a unos llamamientos inesperados e inexplicados son milagros que atestiguan el poder sobrenatural de Jess. Este mismo poder ("autoridad", dice el evangelio en 1, 22) es la revelacin importante que ensea su doctrina y se manifiesta inmediatamente mediante su "expulsin de un demonio" (tranquilizando a un luntico: 1, 23-26). En consecuencia, "las noticias sobre l se extendieron por todas partes en toda la comarca de Galilea" (1, 28). En cuanto termin el sbado, "le trajeron a todos los enfermos y a los posedos por los demonios, y estaba toda la ciudad agolpada a la puerta [de la casa donde se alojaba]. Y cur a muchos aquejados de diversas enfermedades, y expuls muchos demonios" (1, 32ss). Es comprensible que cuando abandon la ciudad a las primeras horas de la maana siguiente -Cafarnam- todo el mundo anduviera buscndole (1, 37). Cuando cur a un leproso y ste hizo pblica la noticia, la muchedumbre aument tanto que ya no pudo entrar pblicamente en la ciudad, sino que se qued en el campo, "y venan a l de todas partes", sigue relatando Marcos en el primer captulo de su evangelio (1, 45). Y el captulo segundo se abre con un nuevo milagro, pues se nos dice que, cuando regres a Cafarnam, la multitud que se haba congregado era tan grande que algunos hombres que llevaban a un paraltico tuvieron que subir al techo y bajar al enfermo, en su camilla, hasta la presencia del sanador (2, 1ss). Otra vez, cuando se hizo a la mar, la muchedumbre lo sigui desde tan lejos como Jerusaln y Sidn, "oyendo las cosas que l haca" (3, 8), "pues haba curado a muchos, de modo que todos los que tenan aflicciones se le echaban encima, intentando tocarlo, y quienes estaban [posedos] por espritus inmundos, cuando lo vean decan: T eres el hijo de Dios" (3, 10ss). Todas las historias anteriores son las que presentan el tema en el Evangelio segn Marcos. Desde aqu en adelante, el evangelista se refiere con frecuencia a muchedumbres de individuos que acuden a Jess o que desean verlo por sus milagros. Inclusos sus enemigos, mientras lo estn crucificando, declaran sus hazaas milagrosas: "Ha salvado a otros, pero no puede salvarse as mismo" (15, 31). Lo anterior, a propsito de Marcos. Otro tanto puede decirse de Mateo y de Lucas. En su redaccin original, el Evangelio segn Juan conclua probablemente con las siguientes palabras, que ahora cierran el captulo 20: "Adems Jess realiz otras seales en presencia de sus discpulos, seales que no han sido relatadas en este libro. Pero stas han sido escritas para que creis que Jess era el Mesas, el hijo de Dios, y para que, creyndolo, podis tener vida en su nombre"146. En resumen, la mayora de los relatos evanglicos presentan a Jess como un milagrero que atraa a sus seguidores mediante los prodigios relatados. Todos ellos sealan que fue por los milagros por lo que se crey que l era el Mesas 147 y se hizo de l un dios148. En las iglesias palestinas primitivas se recordaba a Jess como alguien capaz de hacer milagros. Es creencia comn que un hombre que puede hacer milagros tiene alguna clase de poder sobrenatural. Si los milagros son beneficiosos (las curaciones, sobre todo), su poder se considera santo. Igualmente, su persona. Como hombre santo, pues, sus frases y sus acciones sern recordadas y los hombres lo seguirn para beneficiarse de su poder santo. Si, adems de esto, sus numerosos y entusiastas seguidores empiezan a pensar que l es el Mesas esperado, como para asustar a las autoridades, este hombre se va a encontrar pronto en serios apuros. Y

esto fue lo que ocurri. Sus milagros atrajeron enormes multitudes e hicieron que muchos pensaran que l era el Mesas y las autoridades... temblaron! Juan resume perfectamente el problema cuando dice que "los prncipes de los sacerdotes y los fariseos" -despus que Jess hubo resucitado a Lzaro- "convocaron a una reunin, y dijeron: Qu hacemos, que este hombre est haciendo muchos milagros? Si lo dejamos as, todos creern en l, y vendrn los romanos y destruirn nuestro lugar santo y nuestra nacin" (Jn 11, 47). Las autoridades de la ciudad prendieron a Jess y lo entregaron a Pilatos. ste lo crucific como a un pretendido Mesas149. "El Rey de los judos" fue el ttulus colocado en la cruz. Puesto que Pilatos fue gobernador de Judea, aproximadamente desde el ao 26 hasta el ao 36 d. C., la crucifixin debe fecharse dentro de esta dcada150. 1. Milagro! "Por orden del Rey, se prohbe a Dios hacer milagros en este lugar", rezaba un irnico cartel que fue colocado por la secta de los convulsionarios el 27 de enero de 1732 en el cementerio de Saint-Mdard, como protesta ante las autoridades. Nada ms alejado de nuestra intencin que comparar a Jess con ningn otro personaje histrico. Pero recordemos a un suizo llamado La Fontaine. Nacido en 1803, tras recorrer el territorio francs, sus pasos lo llevaron a Italia. Muy pronto sus actuaciones en aquel pas comenzaron a granjearle fama de taumaturgo. Las numerosas denuncias cursadas contra l afirmaban que "realizaba una impa imitacin de los milagros de Cristo". Encarcelado poco tiempo despus, fue puesto al fin en libertad por el rey Fernando de Npoles, con la condicin expresa de que "no devolviera la vista a los ciegos ni el odo a los sordos". Recibido en audiencia por el Pontfice Po IX, La Fontaine no solamente pudo convencerlo de que sus curaciones no pretendan imitar las de Cristo, sino que incluso obtuvo una declaracin del Papa en la que ste expresaba su deseo de que "para el bienestar de la humanidad, el magnetismo se difunda por todas partes... En realidad, sabemos muy poco de los efectos que la mente puede provocar sobre el cuerpo. La psicosomtica es an una ciencia muy joven y pisa terrenos inciertos y resbaladizos. En otros tiempos los mdicos hablaban de cegueras, sorderas y parlisis histricas. Algo no demasiado infrecuente entre los soldados destinados a los frentes de combate. De alguna manera, es como si las vas nerviosas que unen los rganos sensoriales con el cerebro, en los casos de ceguera y sordera, y las zonas motoras del crtex con la extremidades, se desconectaran. No fsicamente, pero los impulsos no pasan. Un estado semejante se puede provocar mediante la hipnosis. Cuando a una persona la sugestionan de que no vea si se enciende una luz ante sus ojos, la pupila se contrae, pero el sujeto no reacciona ni se sobresalta ante el impulso luminoso. El ojo ve; pero el cerebro, no. "Levntate, dijo entonces Jess al paraltico -cuenta el evangelio de Mateo-, toma tu camilla y vete a tu casa. l, levantndose, fuese a su casa". Sabemos tan poco sobre la conexin mentecuerpo que incluso ignoramos si sus consecuencias pueden ir ms all de esos efectos sobre el sistema nervioso que citbamos anteriormente. Como acaso sucediera en Lourdes con un tal Pierre de Ruder. En 1867, este hombre se fractur una pierna. Ocho aos ms tarde, en 1875, el estado del paciente se haba agravado. Tena an la fractura abierta y le supuraba constantemente. La prdida de sustancia sea llega a ser tan considerable que, segn el doctor Van Haustemberger, se puede hacer girar la pierna completamente sobre su eje accionndola desde el taln. Pero ese mismo ao, Pierre de Ruder acude a Lourdes. Casi instantneamente su herida se cura y el eje articulador se restablece como si hubiera sido intervenido quirrgicamente. Aos despus, cuando este hombre llega al final de su vida, se obtienen muestras de su esqueleto y se toman algunas radiografas. En ellas se contempla una cierta

regeneracin sea que, en opinin del doctor Le Bec, resulta "muy defectuosa". Al caso, que haba sido catalogado inicialmente como "milagro", se le retira tal calificacin. El hecho da qu pensar. Cmo un milagro puede ser esa chapuza a medio terminar? Parece inconcebible creer que la energa espiritual que se supone ha actuado sobre el miembro enfermo se haya conformado con dejar el trabajo... a medias! "Milagro! He aqu uno de los conceptos ms confusos, sobre todo despus que la fe en los milagros de la fe ha sido sustituida por la fe en los milagros de la ciencia". De este modo planteaba el problema don Miguel de Unamuno. Y tena razn. "Los salvajes no admiran los portentos de la aplicacin de los descubrimientos cientficos", se dice. Se asegura que cuando un salvaje ve volar un aeroplano u oye un fongrafo no se admira. Claro! Est acostumbrado al milagro de que vuele un guila o que hable un hombre o un loro. Un milagro ms no lo sorprende. El salvaje vive entre milagros, misterios y mitos. As lo demostr M. Leenhardt en Do Kamo, 'el hombre autntico'151. Y el hombre, de algn modo, sigue siendo salvaje, aunque haya nacido y haya sido criado en medio de un pueblo que se dice civilizado. Nunca se pierde la fe en el milagro, cuando no en los de la fe, s en los de la ciencia. 2. Jess, mdico de cuerpos y almas. El olor de la santidad Las historias de los milagros de los sinpticos no suelen estar relacionadas con la enseanza de Jess y, cuando lo estn, esta relacin suele ser secundaria. En cuanto a los milagros, se los tena en aquella poca inseparables de lo divino y por el indicio de las vocaciones profticas. Las leyendas de Elas y de Eliseo estaban llenas de ellos. Exista la conviccin de que el Mesas hara muchos152. A algunas leguas de Jess, en Samaria, un mago llamado Simn se forjaba, gracias a sus encantamientos, un papel casi divino (Act 8, 9 ss). Ms tarde, cuando se quiso instaurar la moda de Apolonio de Tiana y demostrar que su vida haba sido el viaje de un dios sobre la tierra, se crey que slo se poda conseguir atribuyndose un vasto cielo de milagros. Los mismos filsofos alejandrinos, Plotino y los dems, son considerados como hacedores de milagros. Por consiguiente, Jess debi elegir entre dos partidos, o renunciar a su misin o convertirse en taumaturgo (o porque era taumaturgo crey que tena una misin). Hay que recordar que toda la antigedad, a excepcin de las grandes escuelas cientficas de Grecia y de sus adeptos romanos, admita el milagro. Jess no solamente crea en l, sino que no tena la menor idea de un orden natural establecido con arreglo a determinadas leyes. Sus conocimientos sobre este aspecto no eran en nada superiores a los de sus contemporneos. Es ms, una de sus opiniones ms profundamente arraigadas era la de que con fe y oracin el hombre tiene todo el poder sobre la naturaleza153. La facultad de obrar milagros pasaba por una licencia que Dios regularmente distribua a los hombres (Mt 9, 8) y no tena nada de sorprendente. Los fundadores del cristianismo vivan en un estado de potica ignorancia. Sin duda, la fama popular, antes y despus de la muerte de Jess, exager enormemente el nmero de hechos de este gnero: los milagros. En efecto, los milagros evanglicos no ofrecen mucha variedad, unos y otros se repiten con arreglo a un nmero muy pequeo de modelos acomodados al gusto del pas (y del tiempo). Muchas veces es imposible saber si algunos son fruto de la creencia de los redactores de los evangelios, que estaban llenos de preocupaciones tergicas y vivan, por ello, en un mundo anlogo al de los "espiritualistas" de nuestro tiempo 154. Durante cerca de un siglo, los apstoles y sus discpulos slo suean con milagros. Casi todos los milagros que Jess ejecut parecen haber sido milagros de curacin. La medicina era por aquella poca en Judea nada cientfica, entregada absolutamente a la inspiracin individual. La medicina cientfica, fundada por Grecia desde haca cinco siglos, era casi desconocida en tiempos de Jess entre los judos de Palestina. En semejante estado de conocimientos, la presencia de un hombre excepcional, que trata al enfermo con dulzura y por medio de algunas seales sensibles le proporciona la seguridad de su restablecimiento es, con

frecuencia, un remedio decisivo. Al igual que la mayora de sus compatriotas, Jess careca de toda idea acerca de una ciencia mdica racional; crea, como casi todo el mundo, que la curacin deba efectuarse, sobre todo, por medio de prcticas religiosas. Semejante creencia era perfectamente consecuente. Desde el momento en que se consideraba la enfermedad como el castigo de un pecado155 o como obra de un demonio 156 y de ninguna manera como resultado de causas fsicas, el mejor mdico era el hombre santo, que gozaba de poder en el orden sobrenatural. Curar era considerado como una cosa moral. Jess, que senta su fuerza moral, deba creerse especialmente dotado para curar. Convencido de que el tacto de su ropa (Lv 8, 4546), la imposicin de sus manos (Lc 14, 40), la aplicacin de su saliva (Mc 8, 23; Jn 9, 6) hacan bien a los enfermos, hubiese sido cruel si hubiera negado a quienes sufran un alivio que estaba facultado para concederles. Se consideraba la curacin de los enfermos como una manifestacin del reino de Dios, siempre asociada a la emancipacin de los pobres 157. Los esenios, que tantos puntos de contacto tienen con Jess, pasaban tambin por mdicos espirituales muy poderosos. Muchas circunstancias, por otra parte, parecen indicar que Jess no fue taumaturgo hasta bastante tarde y contra su voluntad. Con frecuencia no ejecuta sus milagros sino despus de haberse hecho rogar, con una especie de malhumor y reprochando rudeza de espritu a quienes se los piden158. Una particularidad, aparentemente inexplicable, es el cuidado que pone en hacer sus milagros a escondidas y la recomendacin que dirige a aquellos a quienes cura de no decrselo a nadie159. Se dira que, en algunos instantes, el papel de taumaturgo le es desagradable y que trata de dar tan poca publicidad como puede a las maravillas que, en cierto modo, nacen bajo sus pasos. Cuando sus enemigos le piden un milagro, sobre todo un milagro celestial, un meteoro, se niega obstinadamente 160. S, pues, est permitido creer que se le impuso una reputacin de taumaturgo, que no se resisti mucho a ella, pero que no hizo nada para apoyarla y que, en cualquier caso, adverta la vanidad de la opinin a este respecto. Jess slo fue taumaturgo y exorcista a pesar suyo. Corrientemente el milagro es obra del pblico y no de aquel a quien se atribuye. El mayor milagro hubiera sido que no los hiciese. Uno de los tipos de curacin que Jess lleva a cabo con ms frecuencia es el exorcismo o expulsin de los demonios. En todos los espritus reinaba una gran facilidad para creer en los demonios. Era una opinin universal, no slo en Judea, que los demonios se apoderaban del cuerpo de ciertas personas y las hacan obrar en contra de su voluntad. Se supona, tambin, que existan procedimientos ms o menos eficaces para expulsar los demonios. La profesin de exorcista era considerada como una profesin comn, igual que la del mdico 161. No es dudoso que Jess haya posedo entre sus contemporneos la reputacin de conocer los ltimos secretos de este arte162. Es bueno que el lector sepa que la Iglesia catlica tiene una orden menor llamada erxocistado en el Cdigo de derecho cannico (949), por la cual se adquiere un poder para arrojar diablos, no slo de fieles y catecmenos, sino tambin de los acatlicos y excomulgados (& 1152). Todos los curas catlicos reciben esta orden, en otras palabras, todos ellos estn en condiciones de arrojar demonios. Claro que hay especialistas, como el que se muestra en las exitosas pelculas del El Exorcista. Pero, en realidad, Nadie que tenga potestad de hacer exorcismos puede hacerlos legtimamente sobre los posesos si no ha obtenido para cada caso licencia especial y expresa del [obispo] Ordinario. Esta licencia solamente debe concederla el [obispo] Ordinario al sacerdote que sea piadoso, prudente y de vida irreprensible; y el sacerdote no debe proceder a hacer los exorcismos sin antes haberse cerciorado, por medio de una investigacin cuidadosa y prudente, de que se trata realmente de un caso de posesin diablica (&1151). El lector habr advertido la insistencia de la Iglesia en la prudencia del exorcista. Y es que en siglos pasados, el tratamiento de las perturbaciones mentales era con exorcismos. Este tipo de terapia persisti as ms tiempo que cualquiera otra rama de la medicina. Se consideraba que la locura era debida a la posesin diablica, una opinin que poda reforzarse acudiendo al

Nuevo Testamento. A veces una cura poda efectuarse por exorcismo, o tocando una reliquia, o por la orden que un hombre santo daba al demonio para que saliera. La frmula del exorcismo lleg a ser cada vez ms grande, y ms y ms salpicada de oscuridades. Por tales medios, los jesuitas de Viena en 1583 arrojaron 12.652 diablos. Claro que cuando fallaban estos mtodos mixtos, el paciente era azotado; si el demonio se resista todava, era torturado... Hoy, el tiempo no ha pasado en vano... gracias a Dios! 163 Aunque no tanto: todava es preciso hacer milagros para llegar a la santidad! El Cdigo de derecho cannico, libro IV, parte III, trata de "De las causas de beatificacin de los siervos de Dios y de canonizacin de los beatos" (& 1999-2141). Como el lector puede deducir, son 42 artculos destinados a poner orden en el Cielo, es decir, 42 artculos que norman el ascenso de un mortal a la inmortalidad o cmo un hombre puede volverse un dios. En esta parte del Cdigo se sealan los requisitos, que son: 1) heroicidad de virtudes 2) o martirio y 3) milagros obrados por intercesin del candidato (& 2116). Tanto si se han practicado virtudes heroicas como si se ha sufrido martirio, el aspirante a la santidad, como conditio sine que non, debe hacer milagros (despus de muerto), si quiere entrar al panten celestial. Los milagros que se exigen como pruebas de santidad son, fundamentalmente, sobre enfermedades164. Como requisitos de forma se exigen juramentos a todos los que intervienen en el proceso (& 2037), lo cual fue expresamente prohibido por el Maestro de Nazaret. Las mujeres no pueden ser actores del proceso (2004), as estn dispuestas a jurar. El Cdigo que estamos consultando exige que La discusin de las virtudes no comenzar antes de haber pasado cincuenta aos desde la muerte del Siervo de Dios (& 2101). Creemos que en la nueva versin se exigen menos aos, siempre que se hagan milagros. Por esta razn Monseor Escriv de Balaguer muri en 1975, en 1992 lleg a beato y en 2003 se cuenta entre los santos. El artculo 2104 taxativamente seala de qu virtudes estamos hablando. Despus de que el candidato ha sido declarado beato, ste debe hacer nuevos milagros para llegar a ser santo (& 2138). Claro que esto es relativo, porque, en ultima instancia, de nada valen los milagros, porque el que decide la santidad es el Papa (& 2140). Como para ser santo se requieren milagros, si no los hay, es preciso hacerlos, esto cuando se necesita el santo. Como un ejemplo, podemos referirnos a los supuestos milagros de san Francisco Javier, el amigo de Ignacio de Loyola, y el primero y ms eminente de los jesuitas en Oriente. San Francisco estuvo muchos aos en la India, China y Japn. Encontr la muerte en 1552. l y sus compaeros se escribieron muchas largas cartas, que an se conservan, relatando sus trabajos, pero en ninguna de esas cartas se habla de poderes milagrosos en su vida. El Padre Jos de Acosta -el mismo jesuita que qued tan desconcertado con los animales del Perexpresamente afirma que esos misioneros no se ayudaban con milagros en sus esfuerzos para convertir a los paganos. Pero despus de la muerte de Javier, empezaron a aparecer relaciones de milagros. Se deca que posea el don de lenguas, aun cuando sus cartas estn llenas de quejas por las dificultades de la lengua japonesa y la escasez de buenos intrpretes. Se dijo que, en una ocasin en que sus compaeros estaban sedientos en el mar, transform el agua salada en agua dulce. Tambin se dijo que cuando perdi un crucifijo en el mar, un cangrejo se lo devolvi. De acuerdo con una versin posterior, arroj el crucifijo sobre la borda para calmar una tempestad. En 1622, cuando fue canonizado, se hizo necesario probar, a satisfaccin de las autoridades del Vaticano, que haba realizado milagros, porque sin tal prueba nadie puede llegar a santo. El Papa oficialmente garantiz el don de lenguas y estaba especialmente impresionado por el hecho de que Javier haba encendido lmparas con agua bendita en vez de aceite. Fue el mismo Papa -Urbano VIII- que encontr increble lo que deca Galileo. La leyenda sigui creciendo hasta que, en la biografa publicada por el Padre Bouhours, en 1682, se nos ensea que el santo durante su vida resucit a cuarenta personas. Los escritores catlicos an le conceden el crdito

de poderes milagrosos; as el Padre Coleridge, de la Compaa de Jess, reafirm el don de lenguas en una biografa del santo jesuita. Es posible que el lector crea que tales prcticas corresponden a tiempos ya idos. Se equivoca. Con la necesidad que se tena de que Jos Mara Escriv de Balaguer fuera santo, se han creado milagros para su beatificacin. Suponemos que otro tanto ocurri con su canonizacin. Pero para aspirar a la santidad se necesita algo ms que ser el fundador del Opus Dei. Se necesita un milagro. Para que ste se produzca se precisan personas que imploren la intercesin del futuro santo. En el caso de Escriv de Balaguer, con ms de 75.000 socios del Opus Dei y ms de mil sacerdotes, no iban a faltar plegarias. Esta ocasin lleg, al parecer, en la persona de Concepcin Boulln, monja carmelita de El Escorial, curada de un cncer a finales de los aos setenta tras invocar a monseor Escriv. Pero sobre este momento estelar del carisma de Jos M Escriv parecen existir algunas sombras. La monja, supuestamente curada, era prima hermana de Mariano Navarro Rubio, ex ministro de Francisco Franco y destacado socio del Opus Dei, cabeza de un gran semillero familiar de la Obra. Y Pilar Prieto, la monja que empieza a divulgar el supuesto milagro, es hermana de un alto directivo del Opus. Un familiar muy prximo a la monja del milagro aporta nuevos datos: "El doctor Van Wemer, que ahora se ha vuelto mudo sobre el caso, mir unos bultos que haban salido en la espalda de Concha, y lo vio tan claro que lo consider cncer. Dnde estaban las biopsias pertinentes? Brillaron por su ausencia. Los bultos desaparecieron y Concha muri aos despus, de otra cosa, y me pareci sospechoso que al entierro acudiera tanta gente del Opus. Luego, en los informes para los milagros, se dijo que se haba invocado a Escriv y participaron unos mdicos de Pamplona, demasiados mdicos del Opus". Pero muchos, incluido el Tribunal Eclesistico, debieron de ver una mano sobrenatural en el caso de la monja, pese a que la propia superiora general de la orden, sor Catalina Serna, se enter del caso por comentarios en la prensa varios aos despus. 3. Una explicacin razonable Argumenta la Iglesia catlica a travs de su Catecismo (& 156):
El motivo de creer no radica en el hecho de que las verdades reveladas aparezcan como verdaderas e inteligibles a la luz de nuestra razn natural. Creemos 'a causa de la autoridad de Dios mismo que revela y que no puede engaarse ni engaar'. 'Sin embargo, para que el homenaje de nuestra fe fuese conforme a la razn, Dios ha querido que los auxilios exteriores del Espritu Santo vayan acompaados de las pruebas exteriores de su revelacin'. Los milagros de Cristo y de los santos, las profecas, la propagacin y santidad de la Iglesia, su fecundidad y estabilidad 'son signos ciertos de revelacin, adaptados a la inteligencia de todos', 'motivos de credibilidad que muestran que el asentimiento de la fe no es en modo alguno un movimiento ciego del espritu'.

Pudiramos argir que, habitualmente, el mundo se rige por las leyes del universo, que son leyes divinas, aunque Dios, en su misericordia infinita , constantemente est deshacindose de esas leyes para socorrer al creyente. B. Spinoza lo dijo mucho mejor. Leamos:
Mientras la naturaleza sigue su curso, nos imaginamos que Dios est ocioso; y recprocamente, cuando Dios obra, el poder natural parece quedar en suspenso y sus fuerzas ociosas, de modo que se establecen as dos potencias distintas, la divina y la natural, siempre determinada por Dios en cierto modo, o como ahora se cree, creada por Dios. Y qu se entiende por cada una de estas potencias, la divina y la humana? Esto es lo que el vulgo ignora. Para el poder de Dios es como la autoridad real, y la naturaleza es una fuerza impetuosa y ciega. El vulgo llama milagros a los fenmenos extraordinarios de la

naturaleza, es decir, obras de Dios; y ya por devocin, ya por antipata a los naturalistas, se complace en la ignorancia de las causas, y no quiere or hablar de lo que admira, es decir, de lo ignora165.

De esta manera clara y sencilla, plante para la modernidad B. Spinoza el problema y la solucin del fenmeno milagroso en su demoledor libro Tratado teologicopoltico. Debemos, en este sentido, disculpar a los contemporneos de Jess. No debe olvidarse que en aquella poca los judos -y, en general, muchos otros hombres en el mundo- no posean la menor nocin de lo que llamamos leyes naturales, del encadenamiento necesario e invariable de causas y efectos. Convencidos de que Dios todo lo puede, no distinguan ningn lmite entre el fenmeno y el milagro y, en verdad, vivan en el seno de lo maravilloso constantemente, porque todo cuanto les sorprenda se les apareca como la obra inmediata de Dios o... del diablo. En vez de pronunciarse contra el nab, el pueblo dudaba. Contbase que Jess multiplicaba los signos, es decir, los milagros, curando a posesos y enfermos. Es verosmil que le atribuyesen la resurreccin de algunos muertos. Sus enemigos cultos atribuan todas esas maravillas a Belceb, o sea, al diablo, porque saban que Dios se rige por las leyes que le ha impuesto a la naturaleza. Pero los simples no crean sus palabras y permanecan perplejos. Finalmente, si Jess no excitaba su entusiasmo, tampoco desalentaba su simpata. En cambio, doctores y sacerdotes lo detestaron desde que lo conocieron y l cometi la imprudencia de ponerse en sus manos. Pero, hoy, no hay razn para suponer que la fe en todas estas cosas es una "gracia" de Dios. Debirase, ms bien, sealar que es una desgracia... para la razn! Veamos. Si nada es necesariamente verdadero sino por decreto divino, es evidente que las leyes universales de la naturaleza son los decretos mismos de Dios. Por otro lado, no existe ninguna buena razn para imponer un lmite al poder y virtud naturales, y considerar sus leyes como apropiadas a tal fin determinado y no a todos los fines posibles. Es claro que el poder y la virtud de la naturaleza son el poder y la virtud de Dios. Cmo se puede, entonces, definir el milagro? Milagro es todo aquello que no puede explicarse por causas naturales, tales como la razn nos las presenta. Pero los milagros tienen otro aspecto. Hoy se mantienen para el vulgo, ignorante por completo de los principios de las cosas naturales. Es casi seguro que los antiguos miraban como milagros a todo lo que no podan explicar del modo como el vulgo explica las cosas, es decir, pidiendo a la memoria el recuerdo de algn acontecimiento semejante que fcilmente y sin admiracin se pueda recordar. El vulgo cree comprender suficientemente una cosa cuando ya no le causa admiracin. Se deduce de todo esto que un milagro, es decir, una cosa superior a la inteligencia humana, no puede hacernos comprender la esencia y la existencia de Dios, ni ensearnos absolutamente nada de Dios o de la naturaleza. Por el contrario, cuando sabemos que todas las cosas estn determinadas y reguladas por la mano divina, que las operaciones de la naturaleza resultan de la existencia de Dios, que las leyes del universo son sus decretos y voluntades eternos, entonces conocemos ms a Dios y su voluntad. Cuanto ms penetramos en el conocimiento de las cosas naturales y ms estrechamente vemos que dependen de su causa primera segn las leyes eternas, por l fijadas en la naturaleza, ms sabemos de Dios. Sguese de aqu que, para nuestra inteligencia, los fenmenos que comprendemos clara y distintamente merecen mejor ser llamados obras de Dios. Y deben ser atribuidos a la voluntad divina. Por el contrario, los milagros que nos dejan en ignorancia absoluta, aunque ocupen fuertemente la imaginacin de la gente y la llenen de admiracin y sorpresa, deben ser puestos entre parntesis y esperar su explicacin racional. En conclusin: los milagros no nos dan a conocer a Dios, ni su existencia, ni su providencia, sino que todas estas verdades se deducen mucho mejor del orden fijo e inmutable de la naturaleza, creacin divina. As debe entenderse por milagro todo lo que excede o parece exceder el alcance de la inteligencia humana. Porque si se llama milagro una alteracin del orden natural, o una interpretacin de su curso, o cualquier

hecho contrario a las leyes, entonces debe decirse no solamente que un milagro no puede dar algn conocimiento de Dios, sino que llegar a destruir el que naturalmente tenemos y hacernos dudar de Dios y de todas las cosas. Si en la naturaleza se verificase un fenmeno que no fuera conforme con sus leyes, debiera admitirse que es opuesto a ellas, que altera el orden establecido por Dios en el universo, dndole leyes generales para regularlo eternamente. De donde hay que concluir que la creencia en los milagros lleva a la duda universal y al atesmo. Un milagro, por tanto, entindase como se entienda, es contrario o superior a la naturaleza, es pura y simplemente un absurdo. Los milagros de la Sagrada Escritura deben verse como fenmenos naturales, real o aparentemente superiores a la inteligencia humana. "Finalmente -seala el filsofo- ha sido un criterio muy oscuro para todos los profetas el acuerdo que existe entre la providencia divina, el orden natural y los acontecimientos de la vida humana. Mas este acuerdo fue siempre perfectamente visible para los filsofos que se esfuerzan por comprender las cosas por nociones claras y no por milagros; para los que hacen consistir la verdadera felicidad solamente en la virtud y tranquilidad espiritual; y, finalmente, para los que quieren obedecer a la naturaleza y no violentarla ni imponerse a ella, porque saben perfectamente que Dios la dirige segn sus leyes universales y no segn las especiales de la naturaleza humana; en una palabra, que Dios no es solamente el Dios del gnero humano, sino el de toda la naturaleza"166. "Si, pues, hallamos en la Escritura narrados ciertos hechos, cuya causa natural desconocemos o al parecer opuestos a las leyes naturales, esto no debe contrariarnos, y debemos convencernos de que todo lo que efectivamente ha ocurrido se ha verificado naturalmente. Confirma esta doctrina el ver claramente por la narracin de varios milagros, que fueron acompaados de especiales circunstancias, sobre todo cuando est imaginado y contado poticamente. Estas circunstancias, precisamente, demuestran que el milagro obedeci a circunstancias naturales" 167. Se puede demostrar que la Escritura no trata de explicar las cosas por sus causas prximas, sino presentarlas con orden y estilo tales que exciten la devocin de los hombres y, singularmente, la del vulgo. Esa es la razn por la que siempre habla con cierta vaguedad acerca de Dios y de otras varias cosas: no quiere convencer a la razn, sino impresionar a la imaginacin. De todo esto debe concluirse que todo lo que hay de verdad en la Sagrada Escritura ocurri segn las leyes naturales que rigen a todas las cosas. Porque lo contrario a la naturaleza es opuesto a la razn. Lo opuesto a la razn como absurdo debe declararse. Si el absurdo se mantiene, es lcito pensar que tal conducta oculta otros intereses, que no tienen nada que ver... con la fe. Si ocurre algn acontecimiento contrario a las leyes naturales o que absolutamente no puede deducirse de ellas, entonces hay que creer que fue agregado a la Sagrada Escritura por alguna mano sacrlega. 4. Un paralelo: Jess y Apolonio de Tiana Apolonio de Tiana fue un filsofo pitagrico, nacido en Tiana y muerto en feso en 97. Su figura se halla envuelta en un halo de leyendas. Se le consideraba una mezcla de mago, visionario y taumaturgo. Su reputacin sigui aumentando hasta su muerte, hasta el punto de que llegaron a convertirlo en un rival de Cristo. Los parecidos histricos entre Apolonio de Tiana y Jess son claros: ambos fueron hacedores de milagros y predicadores itinerantes, rechazados al principio por sus conciudadanos y hermanos, aunque en el caso de este ltimo acabaron por serle favorables. Un crculo interno de discpulos acompaaba a cada uno de ellos. A ambos les fueron atribuidos exorcismos, curaciones, profecas y una resurreccin final de entre los muertos. Como predicadores, ambos formularon severas peticiones morales a los oyentes. Ambos se sirvieron de declaraciones sentenciosas y de estilo proftico; ensearon como si tuvieran autoridad para ello y entraron en

conflicto con la clase sacerdotal de los templos que visitaron e intentaron reformar. Ambos fueron acusados de sedicin y de magia, pero fueron juzgados principalmente por sedicin. Dados estos parecidos histricos, no es sorprendente que opiniones y leyendas parecidas crecieran en torno de ambos. Se dijo de los dos que haban sido engendrados por los dioses y que haban tenido una juventud sorprendentemente precoz. A los comienzos de sus respectivas carreras, ambos se retiraron al desierto y all encontraron demonios y fueron tentados por ellos. Al final de sus vidas, Apolonio escap milagrosamente de su juicio; Jess, ejecutado, se levant milagrosamente de entre los muertos. Ambos vivieron despus durante algn tiempo con sus respectivos discpulos y se dice que, al final, ascendieron al cielo. Se les atribuyen a ambos apariciones posteriores, incluso a los que no crean en ellos. Los seguidores de ambos personajes creyeron que eran hijos de dioses, seres de un poder sobrenatural y que ambos fueron acusados por sus enemigos de ser magos. De Apolonio como de Jess, la mayor parte de nuestra informacin procede de sus creyentes y se ha conservado en documentos reunidos algunas generaciones despus de su muerte. La Vida de Apolonio que se conserva fue escrita por un tal Flavio Filstrato, por orden de la emperatriz Julia Domna, en los primeros aos del siglo III. Se complet despus de la muerte del autor en el ao 217. La Vida de Apolonio presenta un problema literario muy parecido al de los evangelios. Tambin se les parece en su forma literaria: despus de enorgullecerse de la familia del hroe y de las leyendas sobre su nacimiento, su niez es casi completamente pasada por alto y su vida de adulto se presenta como una serie de ancdotas relacionadas simplemente por un marco geogrfico. La narracin se hace ms coherente hacia el final de la vida de Apolonio con su juicio, escapatoria y posteriores aventuras, slo para hacerse confusa de nuevo cuando llega a su muerte y apariciones subsiguientes. Estas semejanzas le aaden peso a otra: al igual que los evangelios, la Vida es, en parte, una obra apologtica, escrita no slo para glorificar a su hroe, sino tambin para defenderlo de la acusacin de haber practicado la magia. Parece ser que Porfirio fue el primero en comparar a Apolonio con Jess, probablemente con desventaja para el segundo. Apolonio, como Jess, hizo milagros, pero cuando fue detenido, ni se qued mudo ni se someti a indignidades, sino que le dio una conferencia al Emperador, como lo habra hecho un filsofo. Despus... desapareci. Ahora bien, el patrocinio filosfico no es suficiente para rescatar a Apolonio de la tradicin mgica. Al igual que Jess, era recordado como un mago. Un papiro mgico (PGM, XI a) conserva instrucciones para asegurarse los servicios del demonio que se crea le haba servido a l. Hacia el final de la Edad Media, se le atribua a Apolonio la preparacin de muchos talismanes, objetos de un poder mgico permanente para proteger a una ciudad o una frontera de un peligro especfico (como la Iglesia de hoy, que bendice empresas, bancos, obras... hasta el mar de Puerto Cabello!). Sin embargo, la influencia de Porfirio prevaleci en los crculos literarios. Hacia fines del siglo III, un poeta pico haba escrito una Vida de Apolonio y, hacia el ao 304, un alto funcionario imperial, Sosiano Hierocles, escribi un ataque al cristianismo en el que inclua una comparacin entre Apolonio y Jess como base del argumento de que los paganos que, a pesar de los milagros del hroe de Tiana, reverenciaban a Apolonio meramente como un hombre grato a los dioses, eran ms sensibles que los cristianos, quienes, a causa de los milagros de Jess crean que ste era un dios. La obra de Sosiano Hierocles fue destruida, pero contra ella escribieron Lactancio, un profesor de retrica latina, y Eusebio, arzobispo de Cesarea, en Palestina, famoso historiador de la Iglesia. A las acusaciones de magia, tanto los defensores de Apolonio como los de Jess replican de un modo muy parecido. Aseguran que sus hroes fueron verdaderamente divinos y, para apoyar sus afirmaciones, intentan diferenciar a sus deidades de los magos. Los magos -dicen- utilizaban sacrificios de animales, materias desconocidas y conjuros complicados que contenan, a menudo, palabras brbaras y nombres de demonios. Trabajaban por dinero y, normalmente, eran tramposos; sus milagros acostumbraban a ser ilusorios, por lo comn eran intrascendentes y,

algunas veces, perjudiciales. No tenan una enseanza moral, a menudo ellos mismos eran notoriamente inmorales y no les podan ofrecer a los hombres un camino de salvacin. En contraposicin a stos, las tradiciones sobre Apolonio y Jess minimizan, en consecuencia, el aspecto ritual de sus milagros, los presentan como indiferentes o enemigos del dinero, acentan la realidad, la importancia y lo beneficioso de sus curaciones, subrayan su enseanza moral y la presentan como causa de salvacin. Finalmente, los cristianos insisten en que, a diferencia de cualquier mago, Jess y su vida haban sido predichos por los profetas del Antiguo Testamento, y sus proclamaciones haban sido confirmadas por su resurreccin de entre los muertos, apariciones despus de su muerte y ascensin al Cielo. Los seguidores de Apolonio no tenan profecas que presentar, pero tenan el gran milagro de la historia de su muerte e invocaban su ascensin y apariciones despus de su muerte. 5. Acusacin de magia contra Jess Jess el mago fue la figura que vieron los ms antiguos adversarios de Jess. Jess el hijo de Dios fue la figura que vio aquella parte de sus seguidores que termin por triunfar. Jess real fue el hombre cuyas palabras y acciones dieron origen a estas interpretaciones contradictorias. Jess, el hijo de Dios, est reflejado en los evangelios; las obras que presentaban a Jess, el mago, fueron destruidas en la antigedad, despus de que los cristianos se hicieron con el dominio del Imperio romano. Conocemos las obras perdidas slo por fragmentos y referencias, la mayor parte de las mismas en obras de autores cristianos. De ah que los eruditos modernos, cuando se han propuesto descubrir al Jess histrico existente detrs de las leyendas evanglicas, no hayan prestado atencin, por lo general, a las pruebas sobre Jess, el mago, y slo hayan considerado como fuentes vlidas los evangelios. As, pues, es comprensible que su trabajo haya resultado tendencioso. Esto es lo que trat de demostrar Morton Smith en Jess el mago. Sabemos que, en el ao 326, Constantino orden buscar y destruir los libros de los herejes, esto es, cristianos que sostenan opiniones minoritarias. Evidentemente, hizo lo mismo con las obras profanas acerca de Jess, puesto que se refiere a la destruccin de algunas de ellas en el edicto siguiente del ao 333. As, sabemos que se destruy la obra de Porfirio denominada Contra los cristianos, aunque de ella slo nos quedan fragmentos. De igual modo se pretendi destruir el apcrifo Evangelio de Taciano, que pudo ser reconstruido... aproximadamente. De esta manera, poco a poco durante los dos ltimos siglos, los eruditos han ido recogiendo fragmentos de informes y opiniones sobre Jess que contradicen los dogmas de la rama de la Iglesia triunfante. Proclamar ser hijo de un dios no era delito procesable en la ley romana. No obstante, los magos proclamaban a menudo ser hijos de dioses, por lo que esta proclamacin pudo ser un punto importante (y pudo haber sido recordada por los cristianos como el ms importante) de las pruebas aportadas para demostrar las acusaciones, que eran las de subversin poltica y prctica de la magia. La acusacin de practicar la magia se hace en Juan (18, 28ss) cuando Pilatos pregunta: "Qu acusacin trais contra este hombre?" Los sacerdotes replican: "Si este hombre no fuera un 'agente del mal', no te lo habramos entregado". 'Agente del mal', como dice el Cdigo de Derecho romano, era 'mago' en el lenguaje comn. Tanto si emplearon este trmino ante Pilatos como si no lo hicieron, formularan esta acusacin contra Jess durante el tiempo de su vida. El papel de 'agente del mal' en los evangelios demuestra que fue importante para la hostilidad entre los sumos sacerdotes y la primitiva Iglesia de Jerusaln. El fenmeno de Jess les planteaba a los rsticos galileos una crisis de identificacin, pues la persona que haca lo que Jess haca bien poda ser llamada 'divina' o 'demonaca'. En qu categora se podra incluir a aquel hombre extraordinario? Ellos tenan que explicarlo en sus propios trminos. Tenan que explicar su ambiente miserable (recurdese el nacimiento en una

cueva), su bautismo por Juan, su desaparicin en el desierto, sus milagros, la devocin de sus discpulos y el apiamiento de las multitudes, su negligencia hacia la sagrada luz, su falta de adecuacin al modelo de los profetas, los rumores mesinicos y sus proclamaciones ms que mesinicas. En sus propios trminos, cmo poda explicarse todo eso? Sencillamente: su ambiente y su bautismo demostraban que era un hombre ordinario y pecador; por consiguiente, sus milagros, xito, comportamiento impo y poderes sobrenaturales demostraban que se trataba de un mago. A Jess se le acusa de que tiene (es) un demonio: Belceb, un inconfundible demonio palestino (Mc, 3,20-30). De ah los poderes que no tena nadie de clase inferior, de ah sus milagros, sus partidarios, su imposibilidad de decir: "As dice el Seor", su transgresin de la Ley y su enseanza de su propia autoridad. "Yo te digo a ti", dice l a sus embaucados. Y quin es yo? Belceb!168 De acuerdo con el texto de Marcos (3, 20-30), parece ser que los exorcismos de Jess estaban acompaados de un comportamiento anormal por su parte. A menudo, los magos que quieren hacerse obedecer de los demonios gritan en sus ensalmos, gesticulan e igualan a los locos en su furia. Cualquiera que quisiera dominar a aquel espritu (como intentaban hacer quienes queran ponerlo bajo vigilancia) tena que averiguar su nombre o al menos su ttulo. Se crea que los demonios, como los perros, obedeceran si se los llamaba por sus nombres. En este caso, los escribas de Jerusaln dijeron que el nombre era Belceb, "el que gobierna los demonios". El "espritu santo" -expresin de Jess al final del pasaje- es el espritu por el cual muchos cristianos crean que Jess hizo sus milagros. La blasfemia consiste en llamarle un demonio. La frase demuestra que al menos algunos cristianos estaban dispuestos a admitir que Jess "tena un espritu", pero insistan en que era uno (o "el nico") santo. Los otros lo acusaban de "tiene un espritu inmundo". Veamos las acusaciones de magia contra Jess fuera de los evangelios. 5.1. Acusaciones de magia por judos La obra no cristiana ms primitiva que se refiere a Jess es Antigedades, de F. Josefo. Sus ltimos captulos, donde aparecen estas referencias, fueron escritos durante la dcada de los noventa del siglo I. Por aquella poca, Josefo tena unos cincuenta aos. Haba nacido el ao 37 38, en una familia sacerdotal de Jerusaln; una familia importante, a juzgar por su carrera: a los treinta aos fue uno de los dirigentes judos de Galilea. Con esta experiencia, debi de estar bien informado sobre el cristianismo primitivo. Si tenemos en cuenta que le presta escasa atencin, podemos suponer que, para l, no tuviera mucha importancia. Pero las obras de Josefo han sido conservadas por copistas cristianos. Referencias de F. Josefo a Jess son las siguientes: 1. Ant XX, 200, se considera autntica y dice "el hermano de Jess, el presunto Cristo, Santiago era su nombre". 2. Ant XVIII, 63, se considera falsa, pues terminantemente dice: "Este [hombre] era el Cristo". Prosigue afirmando que su resurreccin haba sido predicha por los "sagrados profetas". Eliezer fue uno de los personajes destacados de la primera generacin de Jammia, que tendra probablemente unos 50 aos el ao 70 d. C. Es rabino. Al mismo tiempo que las Antigedades, de Josefo, hace referencia a Jess como "el hijo de Pantera", el nombre que suele dar la tradicin juda al padre de Jess. Sabemos que un arquero sidonio, llamado Tiberius Julius Abbes Pantera, estuvo sirviendo en Palestina hacia la poca del nacimiento de Jess y que ms tarde fue destinado en el Rin. Es posible, aunque no probable, que su lpida funeraria en Bingenbrk sea nuestra reliquia autntica de la Sagrada Familia. Tambin por Eliezer sabemos de la primera acusacin de que Jess practicaba la magia. La

acusacin de que haba estado en Egipto y haba aprendido la magia all fue probablemente el motivo de la historia de Mateo (2, 13-21) sobre su huida a Egipto. Es sta una historia slo conocida por este evangelista y contradicha implcitamente por Lucas, quien mantiene a la Sagrada Familia cerca de Jerusaln hasta cuarenta das despus de haber presentado a Jess en el Templo. Despus lo enva de regreso a Galilea. Qu quera decir Mateo? "S, Jess pas algn tiempo en Egipto, pero slo cuando era un nio. No pudo, pues, haber aprendido la magia en aquella edad". La discusin de Eliezer y del Evangelio segn Mateo son aproximadamente contemporneas, es decir, ms o menos hacia el ao 90 d. C. 5.2. Acusaciones de magia por romanos Cuando gran parte de la ciudad de Roma arda en el incendio del mes de julio del ao 64, los cristianos eran lo suficientemente conocidos como para que el gobierno imperial los eligiera como chivos expiatorios. Pero, por qu los eligieron a ellos? Suetonio dice en la Vida de Nern 16, 2: "Fueron impuestos castigos a los cristianos, una clase de hombres que tenan una nueva y peligrosa supersticin <que presupona> la prctica de la magia". Esto aparece en un artculo en su lista de las laudables reformas de Nern. Tcito escribi lo siguiente en Anales, XV, 44, 3-8: "[Despus del incendio surgi el rumor de que Nern lo haba planeado]. Para acabar con el rumor, Nern proporcion chivos expiatorios y someti a torturas extremadas [a aquellos] a los que el populacho llamaba cristianos y los odiaba por [sus] delitos. El fundador de este movimiento, Christus, haba sido ejecutado durante el reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilatos. Reprimida por el momento la fatal supersticin, estall de nuevo, no slo por toda Judea, en donde se haba generado la enfermedad, sino tambin en toda Roma, en donde confluan y se practicaban por todas partes toda clase de cosas atroces o vergonzosas. Por consiguiente, aquellos que admitan ser [cristianos] fueron primero apresados y despus, tras ser procesados, una enorme multitud de ellos fueron condenados, no tanto por el delito de incendio premeditado, sino por su aborrecimiento de la raza humana". Y luego sigue describiendo las torturas mediante las cuales haban sido condenados a muerte. Concluye Tcito: "Como consecuencia [de estas torturas], aunque [se usaban] contra malhechores que se merecan las medidas ms extremas, se produjo la compasin como si [los acusados] hubieran sido ejecutados, no por el bien pblico, sino para [satisfacer] la crueldad de un hombre". Lo del "aborrecimiento de la raza humana" es acusacin apropiada para magos, tal como los conceba la imaginacin popular. Lucano, un poeta romano que conspir contra Nern y fue obligado a suicidarse el ao 65, el ao siguiente del incendio, nos ha dejado un retrato espeluznante de la bruja que no quera adorar a los dioses, sino que dedic su vida al culto de las potencias del inframundo (a cuya compaa se consideraba que perteneca Jess, un delincuente ejecutado). Un elemento importante de este mundo era el canibalismo. La bruja de Lucano ( Farsalia VI, 706-711) no se contenta con invocar un alma del inframundo: la obliga a entrar en el cuerpo muerto y revivificarlo, para que el hombre entero se levante de entre los muertos (como proclamaban los cristianos que haba hecho Jess). Al comenzar su rito, en las plegarias dirigidas a los dioses del inframundo y, entre ellos, al annimo "gobernante de la tierra" (un papel que los documentos gnsticos le asignan a menudo al dios judo), hace gran parte de su canibalismo como un servicio meritorio por el cual ella recibe la atencin merecida: "Si yo te invoco con una boca suficientemente perversa y sucia, si nunca canto estos himnos sin haber comido carne humana... concdeme [mi] plegaria" Plinio, 'el joven', que fue gobernador de Bitinia, al noroeste de Turqua, investig a los cristianos los aos 110 y 111 y comprob que eran unos simples inocentones. Encontr en ellos nada ms que una "depravada y extravagante supersticin" y una asociacin aparentemente inofensiva: ellos se encuentran en das sealados antes del amanecer, "cantan un himno a Cristo

como un dios" y se obligan a s mismos por un juramento: no cometer ningn delito. Ms tarde, vuelven a reunirse para compartir la comida, "pero comn e inofensiva". A pesar de esto, dej en libertad a los acusados que negaron ser cristianos y ejecut a los que admitieron ser cristianos y rehusaban desistir de ello. Por qu tal conducta? La carta que envi a Trajano (X, 90) da la respuesta. Las autoridades romanas crean que los cristianos eran una organizacin para la prctica de la magia. Para averiguar la verdad , asistamos a un interrogatorio a que se somete a dos siervas:
P -Qu es lo que me han dicho acerca de reuniones nocturnas? C -Somos gente trabajadora y tenemos que reunirnos antes del alba. Como todos los que trabajan, tenemos que estar en el trabajo al salir el Sol. P -Qu son esos versos que vosotros cantis? C -No son conjuros mgicos, son himnos. P -Evocis, como a un demonio, a ese delincuente crucificado? C -No, lo adoramos como a un dios. P -Cul es el juramento que prestis en vuestras reuniones? C -Nosotros slo juramos no cometer ningn delito. P -Tienen lugar vuestras comidas secretas en vuestras reuniones nocturnas? C -No, regresamos despus, al final de la jornada, como todo el mundo. P -Qu es lo que comis? C -La mayor parte de las veces, slo pan y un poco de vino; somos pobres. P -Y qu hay acerca de que comis un cuerpo y bebis sangre? C -Eso es mentira! Eso es lo que dicen nuestros enemigos. Nosotros nunca hacemos cosa como sta. P -Bien, bien. Atormentadla y veremos si mantiene su historia. Dnde est la otra?

En su Dilogo con Trifn, escrito en Roma entre los aos 150 y 165, Justino mrtir le hace a su imaginario interlocutor judo los siguientes reproches: " [Vosotros, los judos] habis enviado hombres escogidos a todos los rincones del Imperio como representantes oficiales [del Sumo Sacerdote y del Sanedrn], proclamando: 'Una hereja impa y libertina ha surgido de un tal Jess, un mago de Galilea. Nosotros lo hemos crucificado, [pero] sus discpulos lo robaron por la noche de la tumba en la que haba sido puesto [cuando] se le descendi de la cruz, y engaan al pueblo diciendo que l ha resucitado de entre los muertos y ha ascendido al cielo'. [Tambin difamis a Jess] diciendo que l ense esas cosas impas, ilegales y atroces que vosotros contis a toda clase de gentes [en vuestros ataques] contra aquellos que confiesan a Cristo, tanto [como a su propio] maestro, como [en su calidad de] hijo de Dios". Las "cosas impas, ilegales y atroces" incluan la prctica de orgas nocturnas en las cuales, despus de haber comido carne humana, se apagaban las luces y un grupo de ellos se persegua a tientas, animado por una relacin indiscriminada y posiblemente incestuosa. Si se juntan las pocas preguntas de Trifn y lo dicho en las dos Apologas que dirigi Justino al gobierno romano, tenemos: Jess fue un maestro poco escrupuloso ("Sofista", I Apologa, 14, 15), "un hombre nacido de los hombres, que realiz estas [hazaas] que llamamos milagros por arte de magia y que, por tanto, se crey que era un hijo de Dios. En realidad, l era un "mago que llev al pueblo por mal camino" y sus milagros fueron "alucinaciones producidas mgicamente". La acusacin de magia presupone el rechazo de la Ley de Moiss, y este rechazo de la Ley era, probablemente, el fundamento de las acusaciones de "ilegalidad", "impiedad" e "inmoralidad" que dice Justino que los judos formulaban a Jess. Luciano, nacido hacia el ao 120, que vivi hasta el 185, aproximadamente, y que fue un famoso ensayista, conferenciante y brillante hombre de mundo, escribi sobre el fanatismo, la superchera y la supersticin con un sentimiento de diversin desdeosa. En la Vida de

Peregrinus, nos presenta un retrato de algunos cristianos palestinos, embaucados por Peregrinus, un filsofo cnico. Escribi: "Ellos todava reverencian a ese hombre que fue puesto sobre una estaca en Palestina porque introdujo en la vida [humana] esta nueva iniciacin" (cap. 11). Por consiguiente, "estas pobres criaturas se han convencido a s mismas de que sern completamente inmortales y vivirn para siempre. Adems, su primer legislador les persuadi de que todos ellos sern hermanos unos de otros cuando, una vez se hayan pasado [a la secta], renieguen de los dioses griegos y adoren a este mismo sofista crucificado y vivan de acuerdo con sus leyes. Segn esto, tampoco le dan importancia alguna a ninguna cosa y piensan que todas ellas son [de propiedad] comn, tomndolas [del fondo comn] sin [dar] ninguna garanta adecuada" (cap. 13). Celso, un platnico desconocido, hizo un estudio del culto cristiano ( c. 177) y escribi un tratado, atacndolo. Cuando triunf el cristianismo, este tratado fue destruido. Antes de esto, hacia el ao 247, el apologista cristiano Orgenes escribi una rplica contra l y cit una gran extensin de su texto, casi frase por frase. Gran parte del texto al cual replicaba Orgenes lo podemos reconstruir a partir de sus respuestas. El contenido de algunos pasajes que l no cit lo podemos deducir de sus comentarios. Aquello que l dej sin respuesta, probablemente los puntos ms embarazos, nunca lo conoceremos. Qu deca Celso, segn Orgenes? El retrato popular de Jess que conoci Celso era principalmente el de un hacedor de milagros. Celso acusaba a Jess de haberse inventado la historia del nacimiento de una virgen, considerando que, en realidad, proceda de una aldea juda y de una pobre mujer campesina que viva de hilar con la rueca. Ella haba sido repudiada como adltera por su marido, un carpintero. Deambulando en su ignominia, dio a luz en secreto a Jess, el cual haba concebido de un soldado llamado Pantera. Tras crecer en Galilea, Jess fue a trabajar a Egipto como jornalero. All aprendi algunos de aquellos ritos mgicos de los cuales se enorgullecen los egipcios. Regres a Palestina esperando grandes cosas de sus poderes y a causa de ellos se proclam dios l mismo ( Contra Celso, I, 28, 38). Segn Orgenes, despus de esto Celso pas a atacar , primero, la historia de que el espritu santo haba descendido sobre Jess, en forma de paloma, despus de su bautismo; luego, la aplicacin a Jess de las profecas del Antiguo Testamento acerca de un salvador y, finalmente, la historia de la estrella y de los magos (I, 40). Informa tambin Celso que Jess tuvo slo diez discpulos que eran "recaudadores de impuestos y marineros de la peor especie, incapaces de leer y escribir, con los cuales estuvo corriendo, como un fugitivo, de un lugar a otro, ganndose la vida vergonzosamente como un mendigo". Su siguiente ataque a la historia de la huida a Egipto (I, 66) es casi seguro que est basado en Mateo. Al principio del libro III, Celso concluye tanto el ataque judo como la defensa cristiana con un proverbio griego: "Una pelea por la sombra de un asno", porque, teniendo en cuenta que las esperanzas de ambas partes en la llegada de un Mesas son absurdas, es una prdida de tiempo seguir con la disputa de si Jess cumpla o no con estas esperanzas. Cul era la personalidad de Jess segn Celso? 1. Jess "cumpli todas las costumbres judas, incluso [aqullas]sobre los sacrificios" (II, 6). 2. Era "embustero", "jactancioso" y "profano". 3. En VI, 75, Celso afirma que el cuerpo de Jess era, "como decan, pequeo y feo, y ms bien mediocre". 4. Declara que Jess proclamaba ser un dios (II, 9). 5. Se crey que l era un "ngel" (II, 9, 44; V, 52). 6. "Abandonado y traicionado por sus compaeros, se escondi, huy y fue cogido" (II, 9-12).

7. Al llegar a los acontecimientos del proceso y la Pasin (II, 44), Celso compara a Jess con un "bandido" (lests), palabra que emplea F. Josefo para significar "revolucionario". 8. Otro rasgo peculiar es el de Jess "lanzndose con su boca abierta para beber" (II, 37) durante la crucifixin. 9. Que "l no convenci a nadie mientras vivi" (II, 39, 46). 10. Celso escribi: "con su propia voz, [Jess] proclama claramente, como vosotros mismos habis escrito: 'Otros estarn tambin contigo, haciendo milagros parecidos, hombres perversos y hechiceros', y nombra a uno, 'Satn', como inventando estas cosa" (II, 49). 11. La resurreccin, segn Celso, fue atestiguada por "una mujer histrica y tal vez algn otro [hombre] de aqullos de la misma camada" (II, 55). Hacia el ao 200, un importantsimo telogo y Padre de la Iglesia, llamado Tertuliano, resume el relato judo sobre Jess tal como l lo conoci: "Hijo de un carpintero y de una prostituta, profanador del sbado, un samaritano y alguien que tena un demonio... Comprado [por los sumos sacerdotes] a Judas... golpeado con una caa y abofeteado, cubierto de ignominiosos salivazos, le dieron hiel y vinagre para beber... [Un hombre] a quien sus discpulos hicieron desaparecer [de la tumba] y as pudieron decir que haba resucitado, o a quien el hortelano se llev de all para que la muchedumbre de visitantes no estropeara las lechugas" (De spectaculis, 30). Cmo enfrentaron los cristianos la acusacin reiterada de que Jess haba sido hijo de Pantera? Hacia el ao 300, Eusebio intent explicar la historia de Pantera como una comprensin equivocada de la Escritura. Epifanio, un siglo despus, le otorg a Pantera un lugar legtimo en la Sagrada Familia al sealar que fue... el abuelo "paterno" del Salvador! Los ltimos escritores cristianos encontraron otro lugar para l en la misma genealoga. Estos difciles ajustes demuestran que lo de "hijo de Pantera" estaba tan firmemente adherido a Jess que los escritores cristianos pensaron que sera mejor explicarlo que negarlo. En resumen, los milagros de Jess fueron explicados, durante mucho tiempo, por obra de la magia. Por lo tanto, tambin Jess era recordado como mago. Factores que contribuyeron a esta imagen de l y a desarrollarla ms all de los indicios que aparecen en los evangelios fueron: el secreto que mantenan las primeras comunidades cristianas, lo que decan acerca del amor mutuo, su costumbre de referirse unos a otros como 'hermano' y 'hermana' (lo cual les llev a acusaciones de promiscuidad e incesto), su ideal de tener todas las cosas en comn (que practicaban algunos cristianos, y gran parte de la murmuracin de los antiguos la extendan a las esposas y a los maridos) y, sobre todo, su prctica de la eucarista. Los informes sobre la frmula "ste es mi cuerpo, sta es mi sangre" se divulgaron y fueron tomados como pruebas de canibalismo. Se deca que los magos practicaban canibalismo, el incesto y la promiscuidad. Por lo tanto, los cristianos fueron perseguidos por ser magos Se consideraba que Jess haba sido el fundador de la asociacin. Su reputacin como mago y la de ellos se confirmaban mutuamente. 5.3. El antievangelio
En un pueblo de Galilea, llamado Nazaret, haba una virgen prometida a un anciano que se llamaba Jos; y este viejo era carpintero, y esta virgen se llamaba Mara. Entristecale empero a ella la idea de unirse a un viejo, y en su fuero ntimo soaba con un centurin de raza griega llamado Pantheros, que era joven y era bello. Tambin Pantheros haba fijado sus ojos en Mara con preferencia a las dems vrgenes del pueblo, y su pensamiento seguala por todas partes. Con frecuencia sola seguirla desde lejos, pero como siempre iba en medio de sus compaeros, no haba tenido nunca ocasin de hablarle.

Cierta tarde, envuelta en nubes de tristezas y ensueos, olvidada de los seres presentes y de las cosas presentes, Mara quedse rezagada de las dems mujeres al retornar de la fuente. Y habindose Pantheros acercado a ella, djole: "Yo te saludo plena de gracia y hermosura. Mi corazn est siempre contigo y las palabras de espritu te bendicen entre todas las vrgenes

De este modo comienza El quinto evangelio, obra de Han Ryner. Como se puede deducir, en este pasaje se dramatiza una de las principales acusaciones contra Jess de Nazaret. El relato contina sealando que, tras el primer contacto, Pantheros le promete a la doncella dejar de ser soldado y marchar juntos, desposados, hacia las islas donde la felicidad sonre. Ella le replica que ya est prometida. Llora porque no ama al viejo Jos, pero le est prometida. Pantheros toma su mano y la besa. Se besaron los dos. Desde aquel da se vieron varias veces, junto a la fuente y en otros lugares que crean secretos. Pero algunos zelotes los vieron juntos y se escucharon ciertas frases aisladas. Un da, Mara le cuenta a Pantheros que est encinta. Pantheros le dice a Mara que maana dejar de ser soldado y se embarcarn para Cesarea de Filipos. Contento corre Pantheros por los campos pensando en Mara y en el hijo que tendrn. As marchaba Pantheros envuelto en su cntico de alegra, como con un nimbo celeste, sin ver a su alrededor. Y no pudo fijarse que varios zelotes le seguan y lo rodeaban", dice el novelista. De pronto, un hombre se enfrent a l dicindole: "Has seducido a una virgen de nuestro pueblo. Te omos pronunciar el nombre del Seor y hablar de la Ley, eres pues judo, y si no observas todos los mandamientos de la Ley mereces la muerte. Por eso te digo que escojas entre ser circuncidado o morir". No seduje a ninguna virgen -respondi Pantheros-, pues de quien hablas es de la esposa de mi corazn y de mi vida. En cuanto a tu Ley me parece tan insensata como la de Licurgo , de Soln o de Tiberio. Pues toda ley escrita es locura como lo es tambin toda ceremonia religiosa. Y rehso ser judo, como rehso ser griego o romano. Pero siendo hombre, soy ciudadano del mundo, hermano de todos los hombres e hijo del Divino, sea ste uno o mltiple". Entonces los zelotes gritaron: "Ha blasfemado!" Y se echaron todos sobre l y lo mataron. Despus de saber tan triste noticia, Mara fue a ver a su prima Isabel. Jos, que trabajaba lejos, un da descubre que Mara est preada. Quiere dejarla. Mara le pide que la salve. Jos acepta el pedido de su prometida. Casado con ella, llamar Salvador (Jess) al hijo. Hijo, pues, de un soldado llamado Pantera y una mujer campesina casada con un carpintero, Jess creci en Nazaret como un carpintero, pero un da dej su ciudad de origen y lleg a Egipto. All lleg a ser un experto en magia y fue tatuado con smbolos y conjuros mgicos. De regreso a Galilea, se hizo famoso por sus hazaas mgicas, milagros que hizo mediante su dominio de los demonios. En consecuencia, persuadi a las masas de que l era el Mesas y/o un hijo de un dios. Aunque pretenda observar las costumbres judas, form como un pequeo crculo de diez discpulos ntimos a quienes ense a despreciar la Ley juda y a practicar la magia. stos se unieron entre s y con l mismo con lazos de "amor", en el sentido de promiscuidad sexual, participando en los ms espantosos ritos mgicos, incluyendo el canibalismo. Tenan una especie de comida ritual en la cual consuman carne humana y beban sangre. Rodeado por este crculo, viaj de ciudad en ciudad, engaando a muchos y encaminndolos al pecado. Pero no siempre tuvo xito. Los miembros de su propia familia no le creyeron. Cuando regres a Nazaret, sus conciudadanos lo rechazaron y l no pudo hacer milagros all. Las historias de sus enseanzas y de sus prcticas libertinas se divulgaron y comenzaron a circular. Los escribas se oponan a l en todas partes y desafiaban sus declaraciones. Al fin, cuando lleg a Jerusaln, los sumos sacerdotes lo detuvieron y lo entregaron a Pilatos, acusndole de practicar la magia y de sedicin. Pilatos lo crucific, pero

esto no puso fin al mal. Sus seguidores robaron su cuerpo de la tumba, proclamaron que haba resucitado de entre los muertos y, como una sociedad secreta, perpetu sus prcticas. ste es el bosquejo de la vida de Jess el mago, tal como la representaban aqullos que no se haban hecho discpulos suyos. 5.4. Mago: 'goes', 'magos', hombre divino En los tiempos de Jess , la palabra griega que significaba 'mago' era goes (plural, goetes). Por lo comn, aunque no necesariamente , era ofensiva. Tambin a los goetes adems de 'encantar' (con cantos de duelo, o tal vez con descripciones de lo que vean) se les llamaba 'sofistas' por su capacidad persuasiva fraudulenta. Los discpulos de Scrates y Eurpides llegan a emplear la palabra goetia (lo que hace el goes) como un trmino genrico para significar 'fraude', e identifican goes con 'mendigo', 'impostor' y 'sinvergenza impertinente'. Los textos de la poca clsica hablan de los relatos del inframundo, las prcticas de los mediums, la necromancia, los encantamientos, las maldiciones y, por lo tanto y por extensin, la clase de persuasin fraudulenta. F. Josefo describe como goetes a los hombres que hacen milagros o prometen hacerlos. La palabra tena connotaciones de pertenencia a la clase baja y era muy usada por los oradores polticos y similares con el significado aproximado de 'charlatn' o francamente 'embaucador'. Aunque Josefo quiere decir algo ms que eso. En un grado superior al goes estaba el magos (plural, magoi; latinizado despus como magus, magi). Los magos verdaderos fueron una clase sacerdotal de Media que entraron en la escena griega durante los aos 450 a. C., cuando Ciro, rey de los medos y de los persas, conquist las ciudades griegas del Asia Menor. Herodoto, que escribi un siglo despus, nos dice que eran intrpretes de sueos, de augurios y de portentos. Tambin cuando un persa quera ofrecer un sacrificio, deba tener un mago para que cantara un relato sobre el nacimiento de los dioses. Diriga adems los sacrificios pblicos. El poder caldeo representaba para el israelita piadoso el reino de la idolatra, de la fuerza y del mal. Adems, era una dominacin de hierro, que no dejaba libre ningn castigo y no consenta esperanzas. La dinasta persa de Ciro, por el contrario, era ms agradable a los seguidores de Yahv. Gentes de una moralidad relativa sustituyeron la ferocidad conocida antes. Israel, que se rebel contra Grecia y que se hizo quemar por Roma, trat al Irn como pas humano y quiso que participara en la estima de Yahv. El lector debe saber que la dinasta de los aquemnidas gobern Persia aproximadamente desde el 550 hasta el 330 a.C. Aunque iniciada durante el siglo VII a.C. por Aquemenes (Hakhamanish), soberano menor del reino de Anzn, situado en el suroeste del actual Irn, el verdadero fundador de la dinasta fue su biz-biznieto Ciro II el Grande, creador del Imperio persa. En el apogeo de su poder, con Daro I el Grande, los aquemnidas gobernaron en un imperio que se extenda desde el ro Indo, al este, hasta Libia y Tracia, al oeste, y desde el golfo Prsico, al sur, hasta el Cucaso y el ro Jaxartes (actual Syr Dary), al norte. Proporcionaron a Persia una magnfica administracin basada en la divisin del Imperio en 20 provincias regidas por strapas, un extenso cdigo legal, una moneda solvente y un servicio postal eficaz. Aunque eran seguidores de las doctrinas de Zoroastro, fueron tolerantes con otras religiones y durante su mandato se desarrollaron el arte y la arquitectura, como evidencian las magnficas ruinas de Perspolis. La dinasta acab con la muerte de Daro III, que fue asesinado por sus propios hombres tras su derrota frente Alejandro Magno en el 334 a.C. La religin irania, el siglo VI a. C, no estaba bastante unida al tronco asirio. Ahuramazda el omnisciente (Ormuzd) era una autntico dios supremo, ms abstracto que Yahv. Su rival Angramanius (Ahrimn) no estaba muy desarrollado, de modo que la religin persa en

aquella poca era como un monotesmo. No tena templos. Llegaba hasta las consecuencias ordinarias del monotesmo, a la intolerancia, al horror exagerado a las imgenes. Por todo esto se establecera entre Israel y los nuevos conquistadores una gran simpata. La institucin de los magos, que puede remontarse a la Media del siglo VII a. C., tena sus semejanzas con el levitismo judo. Una moral que encontramos a travs de los siglos en el Avesta, graves y verosmiles disciplinas, costumbres de compaerismo feudal muy sanos para una humanidad tosca todava, significaban entre los persas la aret antigua, la que funda los imperios, pero los disuelve pronto. En resumen, los magos, fue una casta de sacerdotes de la antigua Persia. Se dice que fueron los seguidores de Zoroastro, maestro y profeta persa. Mientras profesaban las doctrinas del zoroastrismo, practicaban un ritual que inclua el verter libaciones de leche, aceite y miel sobre una llama, mientras entonaban rezos e himnos. La religin de los magos fue lentamente incluyendo elementos babilnicos, tales como la astrologa, la demonologa y la magia (la cual deriva de la palabra magi). Ms o menos hacia el siglo I d.C., los magos eran reconocidos como hombres sabios y adivinos. Por eso, los magos mencionados en la Biblia, que vinieron de Oriente a adorar al nio Jess (Mat 2,1-12), eran considerados unos hombres sabios. Pero qu decan de ellos los griegos? En los dramas de finales del siglo V a. C, la palabra magos significaba 'charlatn', las 'artes de los magos' se igualaban al 'uso de drogas' y a los 'engaos de los dioses'. La palabra magea (lo que hacan los magos) aparece por primera vez en esa poca. Herodoto observaba que los "magos se diferencian en muchos aspectos de los dems hombres", por ejemplo: 1. matan animales nocivos; 2. no entierran un cadver hasta que un cuervo o ave de rapia lo haya arrastrado; 3. practican la endogamia. En realidad, la endogamia y sus reglas peculiares de purificacin les ayudaban a mantenerse como un grupo aparte, lo cual aumentaba su reputacin de sus doctrinas secretas. Historias de los magos que ofrecan sacrificios humanos a los dioses del inframundo aparecen en Herodoto (VII, 114). Plutarco llega ms lejos al atribuirles enseanzas sobre el prximo fin del mundo, la destruccin de los malvados y una era de paz y felicidad para los justos. Estas ideas persas nos han llegado a ser familiares por mediacin de las adaptaciones judas que se conservan en varios libros, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. No podemos estar seguros de cunto de esto procede de los magos en el judasmo y cunto en el cristianismo. Una de las razones de esta incertidumbre es que, adems de los autnticos magos, floreci una gran cosecha de imitadores suyos a lo largo de las tierras ribereas del Mediterrneo durante toda la dominacin romana. Hechos (13, 6-12) nos da una breve descripcin de uno de ellos, un judo patrocinado por el gobernador romano de Chipre, hacia el ao 48 d. C. Mal aconsejado, intent desacreditar a Pablo, que resulto ser... un competidor ms poderoso que l, y lo ceg. Se les atribua a los magos la doctrina sobre cuestiones morales, pero tambin el canibalismo y la prctica de tcnicas para enviar hombres vivos al mundo de los muertos y traerlos de all otra vez. Estas ltimas fueron parodiadas por Luciano, cuya historia es la mejor descripcin que podemos tener de un falso mago en plena labor. Tal es la relacin de significados adecuados a la palabra magus al principio del Imperio romano. Lo mismo para significar un autntico sacerdote o potentado medo, que un tipo que anda vendiendo amuletos o venenos a los supersticiosos o a las criadas desgraciadas en amores. De un modo u otro, este trmino era, en general, pretencioso. Los enemigos de un hombre diran probablemente que era un goes; pero, aunque podan referirse a sus prcticas de magea, esto no era una regla fija. Incluso la palabra magus se utilizaba a menudo en sentido despreciativo.

No obstante, los amigos de un practicante de una clase ms elevada podra proclamar que l no era un mago, sino ms bien un hombre divino. El 'hombre divino' era un dios o un demonio disfrazado, que se mova por el mundo con un cuerpo aparentemente humano. Poda hacer todas las cosas beneficiosas que poda hacer un mago y, tambin, poda maldecir con eficacia; aunque, naturalmente, slo maldeca a los perversos. Haca sus milagros por el poder divino que habitaba en l y, por consiguiente, no necesitaba de rituales ni de conjuros. sta era la prueba definitiva por la cual poda diferenciarse a un hombre divino de un mago. Al menos, esto era lo que alegaban sus partidarios. El ttulo de 'hombre divino' que llevaba no tena las connotaciones desagradables de mago -nada de pertenecer a una secta sociedad secreta, ni de incesto, ni de culto a los demonios malos, ni sacrificios humanos y repulsivos, ni canibalismo, ni barbarie-. Por consiguiente ( y lo mejor de todo), no converta al hombre que llevaba tal ttulo en un criminal. Afortunadamente, tenemos el relato completo de un 'hombre divino': Apolonio de Tiana que, probablemente, fue un contemporneo ms joven que Jess, aunque le sobrevivi mucho ms tiempo. An ms: tenemos un ataque cristiano contra Apolonio, un intento de demostrar que l era un mago , lo cual establece un paralelo con el ataque de Celso contra Jess En resumen, los personajes que hemos discutido hasta ahora: goes, magos, hombres divinos, eran familiares para los crculos grecorromanos y persas de la cultura palestina del tiempo de Jess. Si miramos a los crculos semticos, veremos un panorama algo diferente. Los rabinos definan como un 'loco' a "uno que sale solo de noche y la pasa en el cementerio, rasga sus vestiduras y destruye cualquier cosa que se le haya dado". Advierten que esta condicin puede darse en accesos pasajeros. Pero tambin distinguan entre tales locos y un 'mago', que "pasa la noche en el cementerio para que un espritu inmundo venga sobre l". Esta distincin era, sin embargo, materia de disputa, y estas disputas reflejaban probablemente una incertidumbre muy comn acerca de si uno que 'tena un espritu' era su poseedor o su posedo. Hemos encontrado esta incertidumbre en los evangelios. Cules eran las seales de un mago? La primera de todas era que deba hacer milagros. Ante todo era un hombre hacedor de milagros. En los evangelios sinpticos son los exorcismos de Jess los que hacen decir a los escribas: "l tiene/es Belceb" y "expulsa a los demonios por el que gobierna a los demonios"169. En Juan, 8, 48, se dice: "T eres un samaritano y tienes un demonio". Por qu un samaritano? Porque en Samaria haba un famoso hacedor de milagros, todava recordado como Simn Magus (Act 8, 2-24). Se crea que Simn, al igual que Jess, era o tena un "gran poder de Dios". Tuvo cierta clase de relacin con Jess -tal vez ambos haban sido discpulos del Bautista- y haba tenido un xito enorme, tanto en Samaria como en Roma. Cuando se escribi el Evangelio segn Juan, era el ejemplo ms notorio de mago hacedor de milagros que proclamaba ser un dios, por lo que Juan hizo que los judos replicaran a las pretensiones divinas y de poderes milagrosos de Jess con la acusacin: "T eres un samaritano [como Simn el mago] y [al igual que l] tienes un demonio". Pero vayamos un poco a los hechos histricos, que conocemos, para entender mejor la acusacin. Simn el mago tropez con los apstoles en Samaria y vio en ellos a unos magos de ciencia superior a la suya. Se hizo bautizar y, con dinero, trat de conseguir el poder del Espritu Santo. Pedro rechaz con indignacin y l no insisti, pero sigui desarrollando y propalando su doctrina gnstica, afirmando que la creacin del mundo se deba "a las manos de unos ngeles", y que por el mal gobierno de stos son depuestos por el Poder Primero. Entre este Poder Primero y los ngeles, Simn colocaba a Ennoia-Helena, en quien vea encarnado el Espritu Santo, mientras que l mismo se presentaba como "el gran poder del Ser Supremo". Segn Gregorio de Nacianzo, la idea del Pleroma ya estaba en Simn. En cualquier caso se encuentra en sus sucesores. Helena era el nombre de la compaera de Simn el Mago, esclava prostituta que l haba comprado en Tiro. Simn la consideraba como Ennoia, esto es, el primer pensamiento de Dios y l, Dios, el primer dios. El nombre de Helena hace referencia, sin duda,

a la herona de la Guerra de Troya, que era objeto de culto en diferentes lugares, como puede verse en el captulo 8, que denominamos "Politesmo". La proclamacin de su divinidad, por s mismo, se consideraba una prueba de ser un mago. Es, en virtud de esta proclamacin latente, por lo que tanto su modo de vivir como su enseanza se consideraron pruebas para acusar a Jess de magia. No hay que olvidar que es tpico del cristianismo primitivo el representar al Anticristo como un hacedor de milagros, un mago del mal enfrentado a Cristo. No lejos de ste, segn la ortodoxia, estaban los marcosianos, discpulos de Marcos llamado "el mago", que basaba sus enseanzas en la escuela de Valentino. Conocemos sus ritos por san Ireneo: bautismos en diversas formas, aspersiones de aceite sobre los moribundos, eucarista por la sangre de la Madre Celeste. Celebraban tambin unas "bodas espirituales", tal vez licenciosas.

6. Hacedor de milagros La estructura del Evangelio segn Marcos muestra la vida de un mago itinerante, que se parece a una novela picaresca sin argumento: una sarta de incidentes relacionados principalmente con el personaje central. Los traductores Ncar y Colunga dicen que abundan en l "rasgos pintorescos". Su falta de argumento facilitaba la insercin de episodios imaginarios, la supresin de los que se consideraban embarazosos y los cambios en el orden de los diferentes episodios. Pero, concediendo que haya alteraciones en estos detalles, la clase de vida que se refleja en los captulos centrales es la vida de un tipo histrico reconocible: el mago itinerante u hombre sagrado. El captulo 6 de Marcos nos demuestra que la caracterstica primaria de un mago es la de hacer milagros. En esto es evidente que Jess fue excelente. En toda la antigedad no se le han atribuido tantos a ningn hombre. Los evangelios contienen unas doscientas menciones sobre Jess en las que se alude directamente a algo milagroso: historias de milagros o dichos que expresan o presuponen poderes milagrosos. Las menciones de la Vida de Apolonio, de Filstrato, que pueden comparrsele son unas ciento siete; en las historias del Pentateuco sobre Moiss, ciento veinticuatro, y en las de Eliseo (II Reyes), treinta y ocho. Hagamos una pequea clasificacin de los milagros de Jess de Nazaret. a) Exorcismos. Los paralelos mgicos con stos nos hablan de la reputacin que tena Jess, y que haban extendido sus enemigos, de ser un mago que dominaba "al que gobierna a los demonios" (Mc 3,22; Mt 9, 34). Aquellos de sus seguidores que crean que el "espritu santo" haba descendido sobre l y le haba convertido en "el hijo" creyeron que l era capaz de dominar por s mismo a los espritus, y no slo de ordenarles que salieran (exorcismo), sino tambin de enviarlos a hacer recados o enviarlos al interior de cosas o personas. Esto se puede comprobar en la cura del esclavo del centurin cuando unos amigos enviados por ste le dicen a Jess: "Seor, no te molestes en venir t mismo... Di solamente la palabra [mgica ] (Lc 7, 6ss). Esta manera de gastar espritus y de drselos a la gente para que se sirviera de ellos se atribua a menudo a los magos. Por ello eran muy temidos. Era sta la ms negra de las magias, de modo que es sorprendente que los evangelios mismos minimicen su prctica por parte de Jess. l no enva la legin de demonios a los cerdos gadarenos, slo permite que entren en ellos y los destruyan (Mc 15, 13). De la misma manera es explicada la traicin de Judas: es permitida. Estrechamente relacionada con la prctica de enviar espritus malignos est la de causar aborrecimientos. Era sta una parte normal de las actividades de un mago. Exista una clase de conjuros, conocidos como "divinos". La mayora de las veces se utilizaban en los asuntos amorosos, pero la magia tambin tena un ancho campo en las peleas familiares. As Jess dice: "Yo he venido a poner al hombre contra su padre, y a la hija contra su madre, y a la nuera contra su suegra, de modo que los enemigos de los hombres sern aqullos de su propio domicilio" (Mt 15, 35). En contraste con el relato de cuando Jess le dio Satans a Judas, Juan era ms abierto cuando trataba del envo de espritus buenos. Insiste en que el espritu no fue dado mientras Jess vivi (Jn 7, 39). De este modo exculpa a su hroe de la acusacin de haber practicado la magia al darlo; pero hace que Jess prometa que, despus de su muerte, le pedir al Padre que lo enve (Jn 14, 16 y 26), o que l mismo enviar "desde el Padre" (Jn 15, 26) "el espritu de verdad" para que "est con vosotros", para "conduciros a toda verdad" y "anunciaros las cosas que vendrn". Estos pasajes tienen paralelos en docenas de textos mgicos en los cuales un

mago, o bien enva un espritu, o bien le pide a una divinidad que lo haga de vez en cuando para que entre en alguien, y ms a menudo para que revele secretos y prediga el futuro. Adems de hacer que Jess prometiera enviar "el espritu de verdad" a sus discpulos, Juan dice que, tras su resurreccin, les envi el "espritu santo soplando sobre ellos" (Jn 20, 22). Esto recuerda a los magos egipcios de Celso que "expulsaban demonios de los hombres y dispersaban las enfermedades soplando". La idea de que los espritus podan ser soplados demuestra el fondo popular de la demonologa. La descripcin de Jess no slo dice que l tena dominados a los espritus por s mismo, sino que les haba dado a doce de sus discpulos el poder ("autoridad", dice el evangelio) de expulsar demonios, y les haba enviado fuera para que vivieran como exorcistas itinerantes. Marcos informa de que stos expulsaron muchos demonios (Mc, 6, 13). Lucas tiene una historia de unos setenta y dos discpulos enviados fuera a predicar y hacer curaciones; regresaron informando: "Seor, los demonios tambin se nos someten cuando utilizamos tu nombre". A esto replica Jess asegurndoles que Satn ha perdido su poder, que nada en la tierra podr herirlos y que sus nombres estn escritos en el cielo en la lista de los que sern salvados (Lc 10, 17ss). Los magos hacan a menudo estas declaraciones de conocer el mundo de los espritus. Cmo haca el mago para que otros pudieran, tambin, realizar acciones mgicas? Esa era una tcnica que se poda ensear, como puede hacerse con la hipnosis, el arte dramtico y la farmacia, probablemente sus ingredientes ms importantes. El nombre de Jess fue utilizado en conjuros como el nombre de un dios. Igual suceda con los nombres de Adn (PGM, III, 146), Abrahn, Isaac y Jacob, y los de Moiss y Salomn, que fueron famosos como magos. Se supona que Jess, como mago y como dios, tena o haba conseguido las llaves del reino de los cielos, y se deca que haba prometido drselas a Pedro (Mt 16, 19). Otros magos proclamaban tener o haber utilizado estas llaves (PCM, IV, 189). El PGM, III, 541, recuerda que alguien se declara a s mismo como "Guardin de las llaves del paraso terrenal de los tres espritus, el reino". Para los autores de los evangelios, puesto que Jess dominaba a los espritus, tambin dominaba a los hombres. As lo hicieron otros magos: era uno de los objetivos de su arte. Sean verdad o no las historias que se han conservado, lo que prcticamente parece seguro es que Jess atrajo a sus discpulos, quienes abandonaron sus negocios, hogares y familias para seguirlo por todo el pas. De los famosos poderes de Jess sobre los hombres, uno de los ms importantes para la historia posterior fue el de perdonar sus pecados y de facultar a sus discpulos para hacer lo mismo. El concepto de un perdn divino de los pecados es universal. No es especficamente mgico. Desempe un papel muy importante en la religin israelita y fue desarrollado por el Bautista, quien se consider a s mismo como un profeta enviado por Dios para introducir un rito nuevo: "un bautismo de penitencia para el perdn de los pecados". Puesto que la carrera de Jess comenz con la recepcin de ese bautismo, l pudo atribuirse a s mismo el poder que se le atribua al rito. El requisito de penitencia del Bautista es sustituido por otro de fe en su poder o de amor por l170. La creencia de que Jess conoca el pensamiento de la gente con la que se encontraba puede fundarse en la realidad. Mucha gente es increblemente (o creblemente?) capaz de leer los pensamientos de los dems. A aqullos que no tienen este don, esto les parece magia. La llamada 'telepata', 'percepcin extrasensorial' u 'omnisciencia divina' le aade muy poco a nuestra ignorancia. Este don es casi necesario para un mago de xito. La mayora de ellos deben de haberlo posedo, como dicen los evangelios que lo tuvo Jess. Se afirm que estas habilidades las tuvieron Apolonio y los sabios indios, as como el impostor Alejandro. Tanto Luciano como el antipapa san Hiplito escribieron explicaciones de los trucos que empleaban los magos para descubrir el contenido de las cartas selladas y para dar otras pruebas de su

habilidad para leer los pensamientos de las personas. Segn los evangelios, los poderes profticos de Jess van lejos. Adems de sus profecas personales, profetiz repetidamente el futuro del mundo, su fin, que se acercaba, el juicio que le seguira... En los papiros mgicos no encontramos nada parecido, pero Plutarco dice que los magos predecan la destruccin o una remodelacin violenta del mundo. Celso, por su lado, afirmaba que este aspecto de la enseanza de Jess era familiar a los profetas de Siria y de Palestina. La profeca escatolgica abundaba en aquel tiempo y al menos se crey de uno de sus contemporneos, Simn Magus, que era un dios. Probablemente l mismo proclam que lo era. b) Curaciones. Despus de los exorcismos, eran las curaciones los milagros tangibles ms importantes en las historias acerca de los magos en general y de Jess en particular. La mayor parte de ellos se refieren a sntomas histricos (fiebre, ceguera, parlisis...), que a veces admiten curaciones milagrosas. Las afecciones que no pueden ser curadas de este modo son mucho menos comunes en estas historias, tanto en las de Jess como en las de los dems magos. No se dice de ningn mago que realizara curaciones que necesitaran ciruga mayor o que proporcionara un rgano cuando ste faltara. Adems de realizar curaciones, probablemente se crey que Jess era capaz de proteger a las personas de las enfermedades o de los demonios, imponindoles sus manos sobre ellos (Mc 10, 13). Esta creencia tiene muchos paralelos en la magia. c) Resurreccin. Despus de las curaciones vienen las resurrecciones de la "muerte", probablemente (si es que ocurri alguna) del coma histrico. La resurreccin que realiza Apolonio con una muchacha muerta se acerca tanto a la historia de Lucas (7, 11ss) sobre el joven de Nam, que es digna de que la citemos: "Una muchacha pareci haberse muerto justo antes de su boda. El novio iba siguiendo el fretro, llorando [como hacen los hombres] por su matrimonio frustrado, y Roma gema con l, porque la joven haba sido de una familia consular. Apolonio, presenciando aquel dolor, dijo: 'Bajad el fretro, porque yo quiero poner fin a vuestras lgrimas por el joven'. En esto pregunt cul era su nombre. La mayor parte de los presentes creyeron que iba a pronunciar un discurso fnebre.... pero l simplemente la toc y dijo algo sobre ella que no se oy con claridad, y despert a la joven de su fingida muerte. Ella lanz un grito y regres a la casa de su padre ( Vida de Apolonio, IV, 45). El hecho de que los evangelios le atribuyan a Jess slo cinco de estos milagros debe considerarse como una prueba de la relativa fiabilidad de la tradicin. Lzaro, al que Juan designa simplemente como hermano de Marta y de Mara de Betania, es el ms singular y enigmtico de todos los personajes evanglicos. Slo Juan lo menciona, los sinpticos lo desconocen. No aparece ms que en la escena de la resurreccin. Operado el milagro, desaparece como por escotilln. Y sin embargo, integra el grupo ms inmediato de Jess, entre los que le acompaan hasta la tumba, E. Schur dixit. Todo esto le sugiere a este autor una doble e involuntaria pregunta: quin es esta vaga individualidad de Lzaro que atraviesa como un fantasma entre los dems personajes tan definida y vivamente dibujados en el teatro evanglico? Qu significa por otra parte su resurreccin? Segn la conocida tradicin, Cristo no tuvo otra idea, al resucitar a Lzaro, que demostrar a los judos que l era el Cristo. La tradicin rosacruciana nos proporciona, respecto a este turbador enigma, una solucin tan osada como luminosa, porque simultneamente hace salir a Lzaro de su penumbra, revelando al propio tiempo el carcter esotrico, la verdad trascendente de su resurreccin. Y en este punto, Schure recuerda unas lneas de Rodolfo Steiner, que escribi lo siguiente:

Para cuantos desgarraron el velo de las apariencias, Lzaro no es ms que Juan, el apstol. Si no lo ha confesado, debido es a una especie de delicado pudor y por la admirable modestia que caracteriza a los discpulos de Jess. El deseo de no sobrepujar a sus propios hermanos, le priv de revelar a travs de su mismo nombre el mayor acontecimiento de su vida, que le convirti en un Iniciado de primer orden. Ello justifica el antifaz de Lzaro con que se encubre en aquella circunstancia el apstol Juan. Por lo que a la resurreccin se refiere, toma por este mismo hecho un carcter nuevo y se nos revela como la fase capital de la antigua Iniciacin correspondiente al tercer grado. En Egipto, despus de hallarse el iniciado sometido a prolongadas pruebas, lo suma el hierofante en letrgico sueo, permaneciendo durante tres das yacente en un sarcfago, en el interior del templo. Durante este perodo el yerto cuerpo fsico denotaba todas las apariencias de la muerte, mientras el cuerpo astral, por completo liberado, se expanda libremente en el Cosmos. Desprendase asimismo el cuerpo etreo, asiento de la memoria y de la vida a semejanza del astral, aunque sin abandonarlo completamente, porque ello implicara la inmediata muerte. Al despertar del estado catalptico provocado por el hierofante, el individuo que sala del sarcfago ya no era el mismo. Se haba convertido en un verdadero Iniciado, en un engranaje de la mgica cadena asocindose segn una antigua inscripcin al ejrcito de los Dioses. Cristo, cuya misin consisti en divulgar los Misterios a los ojos del mundo, engrandeciendo sus umbrales, quiso que su discpulo favorito trascendiera a la suprema crisis que libra al directo conocimiento de la Verdad. Todo en el texto evanglico conspira para predisponerle al acontecimiento. Mara enva desde Betania un mensajero a Jess: 'Seor, se halla enfermo Aquel a quien t amas' (No designa claramente la frase al apstol Juan, el discpulo amado de Jess?). Pero en lugar de acudir Jess al llamamiento, aguarda dos das diciendo a los discpulos: 'No conduce esta enfermedad a la muerte, sino a la divina gloria, para que el Hijo de Dios sea glorificado... Nuestro amigo Lzaro duerme, pero yo le despertar'. As saba Jess con antelacin cuanto iba a ejecutar. Y lleg el preciso momento para realizar el fenmeno previsto y preparado. Cuando en presencia de las hermanas desconsoladas y de los judos acudieron frente a la tumba tallada en la roca, retrase la piedra que ocultaba al durmiente en letrgico sueo, que crean muerto, exclama el Maestro: 'Levntate, Lzaro!' Y aquel que se yergue ante la multitud no es el legendario Lzaro, plido fantasma que ostenta todava la sombra del sepulcro, sino un hombre transfigurado, de radiosa frente. Es el apstol Juan... y ya los fulgores de Patmos llamean en sus ojos porque ha contemplado la divina lumbre. Durante su sueo ha vivido en lo Eterno. Y el pretendido sudario ha devenido el manto de lino del Iniciado. Ahora comprende el significado de las palabras del Maestro: 'Yo soy la resurreccin y la vida'. Verbo creador: 'Levntate, Lzaro!' ha vibrado hasta la mdula de los huesos y lo ha convertido en un resucitado del cuerpo y del alma. Juan comprende ahora por qu es el discpulo ms amado; porque slo l le comprende en verdad. Pedro continuar siendo el hombre del pueblo, el creyente impetuoso y cndido que desmay en los ltimos instantes. Juan ser el Iniciado y el vidente que acompaar al maestro al pie de la cruz, en la oscuridad de la tumba y en el esplendor del Padre 171

Este relato es tan fantstico que uno estara dispuesto a creerlo, si no fuera porque el hecho narrado no sera una resurreccin sino un gran embuste. En otros trminos, la obra de un mago. d) Alimentacin. Jess hizo dos veces que aumentara el alimento, de modo que una pequea cantidad sirviera para una gran congregacin (Mc 6, 32 ss; (, 1ss). Estas historias de Jess estn

moldeadas sobre su prximo paralelo de II Reyes, 4, 42ss. Slo que all Eliseo aliment a cien personas; Jess lo hizo con cuatro o cinco mil. Sobre la multiplicacin de los panes y los peces escribi M.Otero Silva:
Y en verdad sumaban ms de cinco mil los hombres y mujeres que yacan tumbados en la arena viendo ponerse el sol. Entonces el Maestro se dirigi a ellos y les mand dividirse en partidos de ciento y de a cincuenta, y les pidi que cada uno depositase sus provisiones en un claro de hierba verde que se extenda al pie de la colina ms cercana, y nosotros sus apstoles fuimos los primeros en poner nuestros dos peces y nuestros cinco panes, y lo mismo hicieron los tenderos y los artesanos con sus envoltorios de viandas, y los viadores con sus odres de vino nuevo, y los comerciantes con sus cestos repletos de vveres, y slo los miserables (que eran los ms) no aportaron nada porque nada tenan. El Maestro alz los ojos al cielo y bendijo aquel acopio de alimentos, y nosotros comenzamos a repartirlos entre la multitud, y las cinco mil personas comieron y se hartaron, y con las sobras llenaron doce cestos. Dice Nicodemo: -Tal como t lo cuentas, Simn, la multiplicacin de los panes y los peces no sera propiamente un milagro sino un ingenioso artilugio igualitario172.

e) Milagro naturales Tempestad. La historia de Jess calmando una tempestad (Mc 4, 39) apunta alto. Para este milagro deben de haber existido paralelos en la magia: fue un milagro del que nos hablan los antiguos griegos, Pitgoras y Empdocles. Pero tambin la historia del evangelio puede ser un desarrollo del Antiguo Testamento ( Salmos, 107ss). Su propsito es el de indicar la divinidad de Jess. La conclusin lo aclara : "Quin es ste, a quien incluso le obedecen el viento y el mar?" (Mc 4, 41). Higuera. Marchitando la higuera (Mc 11, 12 y 20ss), Jess parece dar una demostracin de que tena un poder y una severidad no menor que las de Yahv. Agua en vino. La historia de Juan (Jn 2, 1-11) sobre Jess de que transform el agua en vino estaba modelada sobre un mito de Dionisos que se contaba en un festival dionisaco que se celebraba en Sidn. En resumen, de los cinco milagros naturales atribuidos a Jess, dos de ellos muestran un intento indiscutible de adecuarlo a la tradicin del Antiguo Testamento; tres tienen relaciones importantes tanto con el Antiguo Testamento como con los temas de la magia; uno de ellos muestra una interpretacin dionisaca de la eucarista, motivada, en parte, por su rivalidad con un culto fenicio vecino d) Milagros con su propio cuerpo. Caminar sobre las aguas173 es una de las hazaas atribuidas a un mago hiperbreo por los embaucadores de Luciano. Hacerse invisible o intangible eran las hazaas favoritas de los magos: existen docenas de conjuros para conseguir la invisibilidad y un surtido generoso para escaparse de ser capturado o para librarse de las ataduras174. Transfiguracin. Adems de hacerse invisibles, los magos podan transformarse en cualquier cosa que eligieran, pero no hay que considerar la transfiguracin de Jess 175 como una muestra de ese poder. Se parece ms a las historias de dioses disfrazados que, al fin, se revelan a sus favoritos en sus verdaderas formas. Al contrario de la compleja historia de la transfiguracin, la de la eucarista176 es un simple relato de una operacin mgica conocida: la de una comida encantada para producir amor. El

alimento se suele identificar a menudo con el cuerpo y/o sangre de un dios con el cual se ha identificado el mago; as el alimento se convierte tambin en el cuerpo y la sangre del mago; quienquiera que lo coma se quedar unido con l y lleno de amor por l. El intento de hacer que este rito procede del ritual de la Pascua o de cualquier otro rito judo es absurdo. Por extraos que puedan ser algunos ritos del judasmo, no incluyen comerse a la gente. Es ms, uno de los rasgos ms marcados de la tradicin israelita es su tab contra la sangre: la sangre estaba estrictamente prohibida en la comida (Gn 9,4). El que la sangre del sacrifico del pacto tuviera que beberse es, para las costumbres tradicionales judas, una atrocidad que slo poda haberse concebido en un crculo empeado en demostrar su libertad con respecto a la Ley. Conjuros de amor. Estrechamente relacionados con la eucarista, hay unas cuantas afirmaciones que presuponen que Jess es un ser sobrenatural cuyas relaciones con el Padre y con sus discpulos son esencialmente milagrosas. As, afirma estar unido con sus seguidores de tal modo que l est con ellos y ellos con l: "Permaneced en m y yo en vosotros... Permaneced en mi amor" (Jn 15, 49). Esta es la unin prometida por los encantamientos de amor en los papiros mgicos177. En los sinpticos se hace que Jess prometa a sus discpulos que estar con ellos en cualquier sitio en que dos o tres de ellos le invoquen, "siempre, hasta el fin del mundo" (Mt 18, 20; 28, 20). Promesas parecidas las hace al mago su espritu familiar respecto de s mismo. Los milagros que siguieron a la muerte de Jess, sus apariciones post mortem a sus seguidores, hacindose irreconocible e invisible, atravesando puertas cerradas, facultando a sus seguidores para manejar serpientes y beber veneno sin sufrir dao alguno y alentando en ellos el espritu santo, tienen, sin excepcin, sus paralelos en el material mgico. La ascensin de Jess a los cielos178 es especialmente significativa, ya que era el asunto de mayor importancia en aquellos tiempos. Se dice que Apolonio declar que era la verdadera prueba de la divinizacin (el objetivo de la magia). Tal milagro lo encontramos en los papiros como el medio de conseguir la inmortalidad. "Hoy estars conmigo en el paraso" (Lc 23, 43), le dice a uno de los bandidos crucificado a su lado. "Sus ngeles (de los nios) ven de continuo en el cielo la faz de mi padre, que est en los cielos" (Mt 18, 10). "Yo vi a Satn cayendo desde el cielo como un rayo" (Lc 10, 18). "Cuando un espritu inmundo ha salido de un hombre, va errante por los lugares sin agua buscando reposo y no encuentra ninguno" (Mt 12, 43ss). Todas estas expresiones demuestran que Jess era un conocedor del mundo de las cosas celestiales y de las costumbres de los espritus. Pero este conocimiento era el que afirmaban conocer los goetes. Los chamanes tambin eran famosos por sus ascensiones a los cielos. El ascenso de Jess a una familiaridad con los cielos explica su naturaleza milagrosa y, al mismo tiempo, es explicado por sta, que se anticipa notablemente a lo que comienza con "yo soy". Estas afirmaciones estn entre los elementos ms caractersticos del material mgico, aparecen como el punto culminante en muchos conjuros. 7. Enseanza y magia La religin inmadura, en el nio o en el adulto, est impregnada de pensamiento mgico y busca satisfaccin de la propia comodidad. La religin inmadura est al servicio de los motivos, las pulsiones y los deseos corporales, escribi alguien. H. Bergson sostena que hay una lgica del cuerpo, prolongacin del deseo, que se ejerce mucho antes de que la inteligencia le haya encontrado una forma conceptual. Supongamos, por ejemplo, un "primitivo" que quisiera matar a su enemigo; pero ste se encuentra lejos, por lo que le es imposible alcanzarlo. No importa!, nuestro hombre est furioso y hace el ademn de lanzarse sobre el ausente. Una vez que se ha lanzado, va hasta el final: aprieta con sus manos a la vctima que l cree tener o que querra tener y la estrangula... La magia es, pues, innata al hombre, no siendo ms que la exteriorizacin de un deseo que

llena su corazn. Si ha parecido artificial y ha sido reducido a asociaciones de ideas superficiales, es porque se ha estudiado en las operaciones que son realizadas, precisamente, para dispensar al mago de poner en ella su alma y para obtener sin fatiga el mismo resultado. El actor que estudia su papel se penetra de verdad de la emocin que debe expresar, anota los gestos y las entonaciones que surgen de ella y ms tarde, delante del pblico, slo reproducir la entonacin y el gesto, pudindose ahorrar la emocin. Es lo mismo que ocurre con la magia. Las "leyes" que se han encontrado en ella no nos dicen nada del impulso natural del que ha surgido. No son ms que la frmula de los procedimientos que la pereza ha sugerido a esa magia original para imitarse a s misma. Parece, por tanto, que se resuelve en dos elementos: el deseo de actuar sobre algo, sea lo que sea, incluso sobre algo que no puede alcanzarse, y la idea de que las cosas estn cargadas o se dejan cargar de lo que llamaramos un fluido humano. Hay que remitirse al primer punto para comparar entre s la magia y la ciencia, y al segundo para relacionar la magia con la religin. Al igual que otros magos, a Jess se le ha presentado como un hombre sagrado y tambin como un dios encarnado. En su calidad de ambas cosas se esperaba que enseara sobre todos los temas religiosos, desde los deseos de los dioses hasta las prcticas de los hombres. Es extrao que casi ninguna de las enseanzas de Jess sobre sus curaciones se haya conservado, a parte de su famosa frase "Tu fe te ha curado". Tal vez las iglesias primitivas tuvieron menos xito con curaciones objetivamente determinables que con los exorcismos. En consecuencia, perdieran su inters por el tema. Lo mismo pudo suceder con Jess. Teniendo en cuenta la antigua ignorancia de la medicina, lo mejor que uno poda hacer era meterse en la cama y rezar, de ah que los cristianos informaran cuidadosamente de las enseanzas de Jess sobre la oracin. La oracin era una especialidad de los magos antiguos. La mayor parte de las instrucciones de Jess estn dentro de la tradicin mgica. Ya hemos mencionado su insistencia en la fe. Algunos de sus dichos para inculcar la fe tienen paralelos mgicos prximos. Su promesa "Pedid y se os dar" aparece tanto en los evangelios como en los papiros mgicos. stos ltimos tambin aconsejan al mago que sea breve cuando est hablando con los dioses. Otra consecuencia de la prctica mgica puede haber sido la advertencia que haca Jess a sus seguidores de que oraran en privado (como lo hacan los magos) "a vuestro Padre escondido que ve lo que est escondido" (Mt 6, 6). Escribi Bergson que, en la religin que denomina "dinmica", la plegaria es indiferente a su expresin verbal, puesto que es una elevacin del alma capaz de prescindir de la palabra. Pero, en su grado ms bajo, no deja de tener relacin con el hechizo mgico. Tiende, si no a forzar la voluntad de los dioses y sobre todo de los espritus, por lo menos a ganar su favor. Consideremos el Padrenuestro. Cuando examinamos "la oracin del Seor" (para todo uso), tal como figura en Mateo (6, 9ss) y en Lucas (11, 2ss), encontramos que 1. Su referencia a Dios como "padre" y su colocacin "en los cielos" son muy conocidos del material mgico. 2. "Santificado" el nombre, en Mateo y Lucas, y "glorificado", en Juan, significan la misma cosa: hacer famoso el nombre del dios, demostrando su poder mediante milagros, obediencia... para que los que no crean en l lo conozcan y reverencien. 3. "Venga tu reino" no tiene paralelo mgico claro; procede, naturalmente, del pensamiento escatolgico judo. 4. "Tu voluntad sea cumplida" era una plegaria utilizada por los magos (PGM, XII, 189). 5. "Sobre la tierra como ocurre en el cielo" expresa el objetivo ms general de la accin mgica: cambiar el orden natural mediante las influencias de lo sobrenatural (en este caso, como a menudo, la voluntad del dios). 6. "Danos hoy el alimento que nos mantenga hasta maana" (Lc 11, 3) nos devuelve a la

tierra, a la vida real del actuante vagabundo: actor mago, hombre sagrado o lo que fuera, que depende, ta tras da, de las contribuciones del pblico que pueda encontrar en la aldea siguiente. La pattica combinacin de esta plegaria de unas pretensiones mgicas con una genuina pobreza habla a favor de su autenticidad: la paradoja del mago pobre, que fue ridiculizada por Celso y por Luciano. La popularidad no es comestible. La supervivencia de una compaa errante como aqulla -una docena de hombres, con numerosos adheridos- presupone que tena algo que vender: una actuacin de alguna clase en la que se pudiera confiar que aportara contribuciones. Si podemos creer en los evangelios, la actuacin consista en los milagros de Jess. Todo se centraba en l, los dems eran tramoyistas. Lucas ofrece una descripcin de su llegada a Jeric (Lc 19, 1ss). Todo el mundo daba vueltas alrededor para ver al que haca milagros. Un hombre lleg a trepar en un rbol. Jess le dijo: "Zaqueo, baja en seguida; hoy parar en tu casa". "Milagro! Nunca antes haba puesto sus ojos en m y en seguida supo mi nombre!" Pero los discpulos (72!) haban sido enviados fuera delante de l a cada pueblo y aldea a los cuales l iba a llegar (Lc 10ss). As, Zaqueo, que result ser "rico", "lo recibi a l [y compaa], alegrndose". No cabe duda de que la alegra fue recproca. Una descripcin similar nos la da el texto ms largo de Marcos: Jess levant a un joven de entre los muertos, as que "fueron a la casa del joven, porque era rico". All se estuvieron durante una semana. Fue una buena semana. Al final de la misma, el joven acudi a Jess por la noche, "llevando un vestido de lino sobre su cuerpo desnudo, y se qued con l aquella noche, porque Jess le ense el misterio del reino de Dios". A la maana siguiente, Jess y compaa se fueron a Transjordania. Tal vez la leccin no haba sido completamente satisfactoria. "No os preocupis por el dinero. No acumulis ahorros. Es ms fcil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de Dios 179. As que vended todo lo que tengis, dad el producto a los pobres y venid, seguidme" 180. Los autores de los evangelios ya estaban tratando de bajar de tono estas enseanzas. Es decir, son para los que quieran ser "perfectos", como dice Mt 19, 21. Por lo tanto, no fueron compuestas por las iglesias para las cuales haban sido escritos los evangelios. Los apologistas han explicado a menudo que Jess no quera decir lo que dijo. Pero estos dichos se ajustan perfectamente con el decorado histrico. "Los pobres" son Jess y sus partidarios. Se mantenan con aportaciones (Lc 8, 3). La prohibicin de Jess de ser previsores no les impeda llevar una bolsa para el dinero (Jn 12,6; 13,29). Incluso as, escasamente conseguan que les alcanzara el dinero, como se ve en la peticin de la oracin del Seor. En consecuencia, Jess despreciaba la riqueza. Este desprecio es una moda filosfica de aquella poca, que afect tambin a Apolonio. Es posible que se tratara del clsico "estn verdes", pero esta moda era completamente popular: consolaba a mucha gente que sufra una pobreza parecida. En conclusin, los evangelios dicen que, cual otros "hombres divinos", Jess fue engendrado por un dios y que naci de una virgen. Sus adversarios dijeron que era el hijo ilegtimo de una campesina galilea y de un soldado romano llamado Pantera. Ambas historias, las del evangelio y la de sus adversarios, aparecen hacia finales del siglo I, pero pueden ser ms antiguas. La fuente de Marcos, 6, se refiere a Jess como el hijo de su madre, Mara. Mateo dice que fue llevado a Egipto cuando era un nio pequeo (por una razn burdamente imposible) y que fue trado a Nazaret cuando era un muchachito. Sus adversarios dicen que fue a Egipto en busca de trabajo cuando ya era un joven y que all aprendi magia. Los elementos ms primitivos de los evangelios no dicen nada acerca de que hubiera estado en Egipto, pero contienen descripciones de muchos procedimientos mgicos que tienen sus paralelos ms prximos en textos egipcios. El informe rabnico de que Jess fue tatuado en Egipto con conjuros mgicos no aparece en el material polmico, pero es citado como un hecho conocido en la discusin de una cuestin legal que hace un rabino, nacido probablemente en la poca de la crucifixin. Este informe rabnico seala que Jess era "un loco", es decir, manaco o

histrico de vez en cuando. La vieja fuente utilizada por Marcos (3, 21) le atribuye la misma opinin a su familia. Marcos cuenta que Jess fue bautizado por Juan. La historia de los evangelios sobre el descenso del espritu se empareja con la acusacin de sus adversarios: "l tiene un demonio". La mayor parte de los paralelos mgicos de los detalles que aparecen en las historias de los exorcismos y las curaciones demuestran que, por lo general, estas historias las haba concebido alguien que conoca las prcticas mgicas. La prueba ms clara de que Jess conoca y utilizaba la magia es la eucarista, un rito mgico de especie muy conocida. Celso describe la carrera de Jess como un vagabundo con un grupo de discpulos ("recaudadores de impuestos y marineros de la peor especie"), la traicin final y su ejecucin. La coincidencia general de Celso con los evangelios, y su discrepancia con ellos en los detalles, le hacen aparecer como un testigo parcialmente independiente que demuestra la exactitud, en sus lneas generales, de las narraciones sobre su vida y su Pasin, y por eso es importante. Los paralelos aislados, incluso aunque exista un nmero considerable de ellos, no seran significativos si los elementos a los cuales se refieren no encajaran unos con otros, ofreciendo una descripcin coherente de la vida y obra de un mago. No son pocos los que afirman que, al lanzar Jess aquella exclamacin interrogativa: " Eloy, Eloy, lama sabachtani?" 181, no hizo ms que repetir el primer versculo del Salmo 22. El Salmo 21 haba dicho: "En tus manos encomiendo mi espritu". Por tanto, lo que hizo Jess fue recitar de memoria esta oracin justo antes de fallecer. Pero esas palabras pronunciadas por Jess, segn el apcrifo Acta Pilati, son parecidas a una invocacin... mgica.

Captulo 4 EL VARN DE DOLORES

1. El crucificado El diseo de la virtud redentora del sufrimiento, que ser un pilar del cristianismo, logra su espaldarazo definitivo en el llamado deuteroisaas, esto es, el texto que se atribuye a Isaas, pero que fue escrito por el redactor deuteronomista dos siglos despus. En el texto denominado Cantos del siervo de Yahv182 ya se presenta como aceptado por Yahv el sacrificio expiatorio de los sufrimientos del siervo (personificacin de la comunidad exiliada y, por representacin, del verdadero pueblo de Israel); de esta manera, la lite sacerdotal afirmaba asegurar la "salvacin" de todo el pueblo - aunque ste no hubiese hecho nada para merecerlo- ya que el Justo, mi Siervo, justificar a muchos" ( Is 53, 11) y ser "puesto por alianza del pueblo y para luz de las gentes" (Is 42, 6). En este texto, absolutamente fundamental para el futuro nacimiento del cristianismo, se deja sentada para lo porvenir la posibilidad de ver en el "varn de dolores" (Is 53, 3) el anuncio del papel del Mesas sufriente que se har encajar, a posteriori, con la historia de Jess de Nazaret. Cualquier lector puede comprobar que, en su ingenuidad, los evangelios estn escritos de modo que se vaya creando un modelo, bien sea de Mesas, de Profeta o de Varn de dolores, que ciertamente no es el menos patente. En efecto, entre el nacimiento y la muerte de Jess se quiere dar la impresin de que un trgico hado, al que no se opone, lo empuja al sufrimiento. La persecucin de Jess por las fuerzas del mal se manifiesta en un edicto de Csar Augusto. Jos -escribe Lucas- sali de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Beln, por ser de la casa y de la familia de David, para empadronarse con Mara, su esposa, que estaba en cinta. Estando all, se cumplieron los das de su parto, y dio a luz a su hijo primognito, y le envolvi en paales y le acost en un pesebre, por no haber sitio para ellos en el mesn (Lc 2, 4-7). El nacimiento del Mesas no puede ser menos humilde ni humillante: entre animales.(Aunque tambin puede compararse con el de Zeus, padre de los dioses y de los mortales, que fue amamantado por la cabra Amaltea). Pero aqu no terminan las penas del nazareno. Das despus se presentan a Herodes el Grande unos magos que vienen del Oriente y le preguntan: Dnde est el rey de los judos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella al Oriente y venimos a adorarle. Al or esto el rey Herodes se turb y con l toda Jerusaln (Mt 2, 2-3). Los magos prosiguen su camino a Beln. Despus de haber adorado al nio que haba turbado a Herodes -verdadero rey de los judos, en ese momento- y con l a toda Jerusaln y advertidos en sueos, los magos regresan a su tierra por otro camino. Y sigue el relato: Partido que hubieron, el ngel del Seor se apareci en sueos a Jos y le dijo: Levntate, toma al nio y a su madre y huye a Egipto, y estate all hasta que yo te avise, porque Herodes buscar al nio para quitarle la vida (Mt 2, 1). Aquella misma noche, Jos toma al nio recin nacido y a su madre, recin parida, y se los lleva para Egipto. Entonces Herodes, vindose burlado por los magos, se irrit sobremanera y mand a matar a todos los nios que haba en Beln y en sus trminos de dos aos para abajo, segn el tiempo que con diligencia haba inquirido de los magos (Mt 2, 16). (Un nio inocente de los que mand a degollar el rey Herodes duerme el sueo eterno en la iglesia metropolitana de Valencia en un relicario. De

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esto no hablan ni Mateo ni Lucas, pero lo aseguran las autoridades eclesisticas de la ciudad espaola. Un rey mago hace lo propio en la catedral de Colonia, Alemania). Investigaciones actuales, basndose en las fechas que aparecen en el Nuevo Testamento y en documentos de la poca, han llegado a la conclusin de que Herodes no fue el infanticida que retrata el Nuevo Testamento y que nunca pudo ordenar la ejecucin de los nios inocentes. Como argumento de peso se puede esgrimir el hecho de que Flavio Josefo, el historiador romano de origen judo (+ en el 100 d. C.), no reflej en su detallada obra Antigedades judas este trascendental episodio, a pesar de que se encarg de anotar y recordar -uno por uno- todos los crmenes cometidos por Herodes. (Herodes subi al trono en el ao 716 del calendario romano, lo que equivaldra a decir que lo ocup all por el 37 a. C.; rein durante treinta y tres aos y falleci en la primavera del ao 4 a. C. ). Realmente nada dice la Historia sobre la matanza de nios ordenada por Herodes en Beln, lo cual no es bice para que algunos grupos religiosos se hayan atrevido a ofrecer nmeros de vctimas en la masacre. Los etopes en su liturgia y los griegos en su calendario hablan de... catorce mil nios degollados! Claro que a Herodes le sobran mritos de crueldad: hizo matar a dos de sus esposas y a tres de sus hijos. Su mala fama debi de ser tal que se atribuye a Augusto el siguiente epigrama satrico: "Vala ms ser cerdo que nio en la casa de Herodes". No obstante, hubo un acontecimiento en su vida que pudo dar origen a esta leyenda. En el ao 7 a. C. hizo estrangular a sus hijos Alejandro y Aristbulo tras descubrir que uno de ellos se conjur en su contra. Para Weddig Fricke, autor del Juicio contra Jess, este hecho pas a la memoria popular como la matanza de los inocentes, convertida luego, por mor de la exageracin, en un degello masivo, ya que adems logr Herodes que la plebe de Jeric linchase a unos trescientos jvenes seguidores de sus hijos. Pero sin lugar a dudas, el hecho doloroso par excellence es la Pasin. Para los evangelistas es tan trascendental que quieren que el propio Jess la haya anunciado... cuatro veces! 183. Veamos. El primer anuncio dice as: Desde entonces -cuenta Mateo- comenz Jess a manifestar a sus discpulos que tena que ir a Jerusaln para sufrir mucho de parte de los ancianos, de los prncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto y al tercer da resucitar. En el captulo siguiente, el mismo Mateo anota: Estando reunidos en Galilea, djoles Jess: El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de los hombres, que le matarn, y al tercer da resucitar. Comenta el evangelista que los discpulos se pusieron muy tristes. Se deduce que todava no haban aprendido a huir hacia el futuro. Cuando Jess suba a Jerusaln para el holocausto, tomando aparte a los doce discpulos, les dijo por el camino: Mirad, subimos a Jerusaln, y el hijo del hombre ser entregado a los prncipes de los sacerdotes y a los escribas, que le condenarn a muerte, y le entregarn a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten y le crucifiquen, pero al tercer da resucitar. Este fue el tercer anuncio relatado por Mateo. Pero dos das antes del hecho, el mismo evangelista recuerda el cuarto anuncio que Jess hizo a sus discpulos (pues parece que lo haban olvidado): Sabis que dentro de dos das es la Pascua y el hijo del hombre ser entregado para que lo crucifiquen. A pesar de saber lo que le iba a ocurrir, Jess sigue su destino de sufrimiento. Los discpulos, por su lado, no entienden nada de lo que les ha anunciado. Muchos catlicos -el Papa incluido- creen que Jess, despus de haber sufrido la Pasin, fue envuelto en la Santa Sbana que se conserva en Turn, Italia. Este lienzo fue confeccionado con lino del Medio Oriente, con algunas hebras de algodn. En l aparece la imagen impresa del cuerpo desnudo de un hombre, de frente y de espaldas, en actitud durmiente y con los brazos cruzados sobre el abdomen. El tipo sanguneo es AB, tambin tpico del Medio Oriente. Por el tamao de la impronta, aquel hombre debi de medir 1.80 m de altura y pesar alrededor de 80 Kg. En definitiva, junto a otros datos que poseemos, todo nos hace pensar que posea unas medidas antropomtricas perfectas. No poda ser de otro modo, si el varn de dolores de Isaas era el Mesas que el pueblo de Israel haba esperado. Y no tiene nada de extrao que los

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hombres del siglo XIV , cuando hubo una verdadera epidemia de reliquias, hayan querido tener un retrato "autntico" de Jess. Si como ha demostrado la prueba del carbono 14 la Sbana Santa es de ese siglo, entonces quin est en ella? Y a quin se le ocurrira mandar a matar a otro con las caractersticas anatmicas sealadas -el que est en la Sbana Santa de Turn- para reproducir la Pasin? Desde hace dcadas, mdicos, forenses, especialistas en anatoma e historiadores han tratado de encajar con precisin todas las piezas que disponemos para reconstruir las ultimas horas de vida de Jess de Nazaret, fundamentalmente a partir de la Sbana Santa de Turn. Estos son slo algunos de los autores de la "autopsia": 1. Luigi Fossati analiz cada una de las heridas causadas en el rostro por los agresores del Nazareno. 2. Los investigadores V. D. Millers y S. F. Pellicori, del Brook Institute, obtuvieron imgenes de la Sbana con fluorescencia ultravioleta para analizar con detalle cada una de las heridas que presenta el hombre cuya impronta aparece all reflejada. 3. Los cientficos Pierre Barbet y Judica Cordiglia examinaron las causas que pudieran haber generado las heridas y las caractersticas del casco de espinas, los ltigos y los clavos empleados. 4. El fsico Sam Pellicori analiz los residuos en la Sbana alheridos al cuerpo que sirvieron, por ejemplo, para descubrir qu partes de ste tropezaron contra el suelo camino del Glgota. 5. El mdico radilogo Hermann Moedder examin experimentalmente las reacciones orgnicas y corporales ante un castigo similar al que recibi el hombre de la Sbana. La Sbana Santa de Turn es un negativo fotogrfico. Extremadamente detallada, la imagen permite analizar cada fragmento del cuerpo y examinar las alteraciones que sufrieron la piel y los msculos. El anlisis de todos estos detalles ha llevado a los cientficos a confirmar que el hombre cuya imagen aparece impresa en la Sbana padeci una pasin y muerte muy parecida a la de Jess de Nazaret narrada en los evangelios. Aunque hay distintas teoras al respecto, la mayor parte de ellas parecen coincidir en la afirmacin de que la muerte en la cruz se produce por asfixia. El reo, clavado por las manos y los pies, no resisti el dolor que soportaba al apoyarse en el clavo de los pies para inspirar y cay agotado. Hoy la cruz es el smbolo del cristianismo. De instrumento infamante de tortura ha pasado a ser rgano de bendiciones divinas. Un soneto asctico del siglo XVI, de autor annimo, destaca el valor de la imagen del Crucificado que mueve al creyente:
No me mueve , mi Dios, para quererte, el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. T me mueves, Seor; muveme el verte clavado en una cruz y escarnecido; muveme el ver tu cuerpo tan herido; muvenme tus afrentas y tu muerte. Muveme, al fin, tu amor, y en tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera, porque, aunque lo que espero no esperara,

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lo mismo que te quiero te quisiera.

2. El protomrtir y los que le siguieron


Cuentan los Hechos de los Apstoles que los prncipes de los sacerdotes quedaron sorprendidos al enterarse de las numerosas conversiones a la nueva secta que estaban realizando los discpulos del Jess que Pilatos haba crucificado y que ellos decan que haba resucitado. Despus de haberlos metido en prisin, los apstoles fueron obligados a comparecer ante el Sanedrn. Este les intim a "no hablar absolutamente ni ensear en el nombre de Jess. Pero Pedro y Juan respondieron y dijronles: Juzgad por vosotros mismos si es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros ms que a l; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y odo". Tras el discurso, el Sanedrn los dej ir. Cerca de tres mil personas le creyeron a Pedro. Das despus, a las puertas del Templo, Pedro cur a un paraltico. Ante la gente que vio el prodigio, el apstol improvis un nuevo sermn, con tan buen resultado que se convirtieron a la nueva fe unas cinco mil personas. Como por el nmero siempre creciente de fieles no bastaban ya los doce apstoles para atender las necesidades de la comunidad, surgieron murmuraciones de los "helenistas contra los hebreos" ( Act 6, 1). Eligieron entonces a siete auxiliares: Esteban, Felipe, Prcoro, Nicanor, Timn, Prmenas y Nicols. Parece ser que el ms activo era Esteban por lo que fue llevado ante el Sanedrn acusado de blasfemia. Igual que Pedro, improvis Esteban un largo sermn contenido en el captulo 7 de los Hechos. Esta vez el fogoso cristiano fue apedreado fuera de la ciudad. "Los testigos depositaron sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo", dice Lucas. "Aquel da comenz una gran persecucin contra la iglesia de Jerusaln, y todos, fuera de los apstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y de Samaria. A Esteban le recogieron algunos varones piadosos e hicieron sobre l gran luto. Por el contrario, Saulo devastaba la iglesia, y entrando en las casas, arrastraba a los hombres y mujeres y los haca encarcelar" (Act 8, 1-3). (No se sabe que el Apstol de los gentiles se haya arrepentido de estas gracias de crueldad. Sospechamos que estas acciones eran bienvenidas para los seguidores del Nazareno). A partir de la muerte de Esteban, el protomrtir de la nueva secta, los cristianos se van a enfrentar (muchas veces con alegra) a numerosas persecuciones. Por lo dems, no hubo gnero de violencia a que no se acudiese para doblegar su voluntad de creer en el crucificado que haba resucitado de entre los muertos: unos eran desterrados; otros, arrojados en oscuros calabozos; algunos fueron condenados a trabajar en los pozos de las minas como miserables esclavos; aqu se los despojaba de sus bienes, all se les quitaba la vida con los ms crueles tormentos. Comnmente la Iglesia recuerda diez grandes persecuciones generales -as llamadas porque, decretadas o autorizadas por los emperadores romanos, se hacan extensivas a la mayor parte de las naciones que estaban bajo su dominio- y muchas persecuciones locales que afectaban slo a tal o cual provincia. Las persecuciones generales fueron: 1 En tiempo de Nern, tras el incendio de Roma en el ao 64. El men de los tormentos era variado: unos, envueltos en pieles de animales, fueron devorados por los perros; otros, en cruces y embadurnados de pez y azufre, ardieron como antorchas en los jardines del Emperador... Despus, Nern se suicid. 2 La de Domiciano, ao 95. Aunque no persigui a los cristianos en sus primeros aos, ms tarde se empe en ser adorado como un dios, y porque los cristianos se negaron a ello, orden que se cumpliesen rigurosamente por todas partes los antiguos edictos de persecucin. Claro que de la matanza no se salv ni el Emperador. Domiciano muri asesinado. 3 Trajano, en el ao 106, regulariz la persecucin, pues decret que nadie buscase a los cristianos para matarlos y que no se admitan acusaciones annimas. Pero todos los acusados deban ser castigados si no renegaban de su fe.

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4 Bajo Marco Aurelio, ao 166. Prevenido contra los cristianos, este emperador renov los edictos de persecucin. Entre los ms ilustres mrtires de Roma se cuentan San Justino, apologista de la nueva religin, y Santa Cecilia, virgen, hoy patrona de la msica. 5 Bajo Septimio Severo, ao 203. Al principio se mostr Septimio Severo favorable a los cristianos, mas dur poco este buen comienzo. Tan general y sangrienta fue la persecucin que alcanz la Pennsula Ibrica, donde apenas se haban dejado sentir las anteriores, la Galia -sobre todo Lyn- y Cartago. En esta ciudad y en vsperas de esta persecucin, Tertuliano haba publicado una elocuente apologa para refutar las acusaciones contra los cristianos. Entre otras cosas escribi: "Siendo, como somos, numerosos, podramos recurrir a las armas, sobre todo nosotros que no tememos la muerte, si no fuera porque, segn nuestras mximas, debemos antes morir que matar... Atormentadnos, torturadnos, aplastadnos; vuestra ms refinada crueldad no os servir de nada, porque cuanto ms seguis ms nos multiplicaremos. La sangre de los mrtires es semilla de cristianos". 6 y 7. Los emperadores Maximino y Decio dieron sus nombres a estas dos persecuciones que tuvieron lugar, la primera en el ao 237 y la segunda, en el 250. El edicto de Maximino fue dirigido, principalmente, contra obispos y sacerdotes. Decio orden que todos los sbditos deban sacrificar a los dioses y comer de las vctimas inmoladas. Muchos cristianos fueron descubiertos por esta va y... se arrepintieron. La Iglesia los declar apstatas , es decir, colocados afuera. 8 y 9. La octava persecucin fue decretada por Valeriano en el ao 257 y la novena, por Aureliano, el 274. Termin esta persecucin porque el Emperador se muri ocho meses despus de haberla decretado. En ella fue asado el dicono Lorenzo porque se neg a entregar al emperador los tesoros de la Iglesia. Colocado en la parrilla, qued en oracin, sin que saliese de su boca la menor queja. Pasado un rato, le dijo tranquilamente al prefecto que lo atormentaba: "Ya estoy bastante asado de este lado, vulveme del otro y come, si quieres". 10 En 303 decreta Diocleciano la dcima y ltima persecucin general, la ms larga y ms sangrienta de todas. Entre los mrtires ms renombrados se cuenta san Sebastin, capitn de una compaa de la guardia pretoriana, que fue asaeteado. Del martirio y el testimonio de la verdad, Nietzsche escribi lo siguiente: Tan lejos est de ser verdadero el que un mrtir pueda demostrar la verdad de una cosa, que podra afirmarse que los mrtires no han tenido nada que ver jams con la verdad... Los suplicios de los mrtires, dicho sea de paso, fueron una desgracia histrica, han seducido. Deducir, como lo hacen todos los pobres de espritu, incluyendo a las mujeres y al pueblo, que una causa que puede conducir al martirio (o que provoca una epidemia de sacrificio voluntario como el cristianismo primitivo), tiene por eso algn valor, discurrir as impide el libre examen, paraliza el espritu de examen y de precaucin. El mrtir perjudica a la verdad... Cmo? Es que el valor de una causa puede ganar porque alguien le sacrifique su vida? Un error que se vuelve honroso es un error que posee un hechizo ms con que seducir... ( El anticristo, LIII). 3. De los locos del desierto y sus descendientes Adems de la construccin del Mesas sufriente, los evangelios nos quieren hacer ver que Jess recomendaba el sufrimiento. En realidad, alguien que se dedica a mitigar el dolor -como hizo Jess de Nazaret durante toda su vida pblica- no puede recomendar tal cosa. Pero los evangelios dicen lo contrario. As, Mateo recuerda que dijo Jess: El que no toma su cruz y sigue en pos de m no es digno de m (Mt 10, 38). Ms adelante repite la receta: El que quiera venir en pos de m, niguese a s mismo y tome su cruz y sgame (Mt 16, 24). En el siglo III, muchos entendieron que el Cielo, literalmente, deba ser ganado a punta de dolor ... en el desierto! Y all se fueron a buscar su cruz.

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La vida cristiana eremtica comenz en Egipto. En respuesta a la persecucin del emperador romano Decio, los cristianos huyeron al desierto para orar y conservar su fe. Segn la tradicin, el primer ermitao cristiano fue Pablo de Tebas, que huy al desierto hacia el ao 250. La vida eremtica se fundaba en la austeridad. Algunos eremitas vivan en cuevas. En el siglo IV la vida eremtica pas a Europa occidental, donde los ermitaos fueron formando grupos de discpulos bajo un eminente director espiritual. De esta forma la vida eremtica rigurosa dio paso a una vida comunitaria menos exigente que fue la base del monacato, en el que un grupo de monjes (esto es, 'solitarios') llevaba una vida en comn segn la regla establecida. La doctrina eremtica se mantiene todava en la Iglesia ortodoxa. En las iglesias occidentales no quedan ermitaos, pero s hay gente destinada a ganarse el Cielo recluida en monasterios y conventos. En las pginas que siguen echaremos una ojeada al que pudiera denominarse manual de santidad, por Toms de Kempis: De la imitacin de Cristo y menosprecio del mundo. El autor parte de un axioma bblico ( Eccl 1, 2): Vanidad de vanidades y todo vanidad . Y qu es vanidad? Enumera: vanidad es buscar riquezas perecederas y esperar en ellas. Tambin es vanidad desear honores y ensalzarse vanamente. Vanidad es seguir el apetito de la carne y desear aquello por donde despus sea necesario ser castigado gravemente. Vanidad es desear larga vida y no cuidar que sea buena. Vanidad es mirar solamente a esta presente vida y no prever lo venidero. Vanidad es amar lo que tan presto pasa y no buscar con solicitud el gozo perdurable. Qu hacer? Desviar el corazn de lo visible y traspasarlo a lo invisible, en otras palabras: amar y servir solamente a Dios (aunque se est en medio de otros). El programa, como se ve, parece muy amplio. Sin embargo, el autor de la nueva propuesta asctica o devotio moderna lo reduce a dos puntos por los que debe guiarse el candidato a santo. Uno, ya lo conocemos, es el modelo que hay que imitar: Cristo crucificado. "Porque si te acoges devotamente a las llagas y preciosas heridas de Jess, gran consuelo sentirs en la tribulacin, y no hars mucho caso de los desprecios de los hombres, y fcilmente sufrirs las palabras de los maldicientes. Cristo fue tambin en el mundo despreciado por los hombres, y entre grandes afrentas y en suma necesidad, desamparado de amigos y conocidos" (I, cap. 1, 4-5). En el cap. 18 del libro I estn los modelos ms cercanos: De los ejemplos de los Santos Padres. Se admira Toms Hemerken: "Oh, cun estrecha y retirada vida hicieron los Santos Padres en el yermo! Cun largas y graves tentaciones padecieron! Cun de ordinario fueron atormentados del enemigo! Cun continuas y fervientes oraciones ofrecieron a Dios! Cun rigurosas abstinencias cumplieron! Cun gran celo y fervor tuvieron en su aprovechamiento espiritual! Cun fuertes peleas pasaron para vencer los vicios! Cun pura y recta intencin tuvieron con Dios! "De da trabajaban, y por la noche se ocupaban en larga oracin; aunque trabajando, no cesaban de la oracin mental. "Todo el tiempo gastaban bien; las horas les parecan cortas para darse a Dios, y por la gran dulzura de la contemplacin, se olvidaban de la necesidad del mantenimiento corporal. "Renunciaban a todas las riquezas, honores, dignidades, parientes y amigos; ninguna cosa queran en el mundo; apenas tomaban lo necesario para la vida, y les era pesado servir a su cuerpo aun en las cosas ms necesarias. "De modo que eran pobres de lo temporal, pero riqusimos en gracia y virtudes" (I, cap. 18, 2-33) (Cules? Qu sentido tiene hablar de virtud en la soledad?). La presencia constante de la muerte es el otro punto luminoso que gua la vida oscura del santo. "Verdadera miseria es vivir en la tierra", sentencia; por eso es bienaventurado el que tiene siempre la hora de su muerte delante de sus ojos y se dispone cada da a morir. "Si has visto alguna vez morir un hombre, piensa que por aquella carrera has de pasar" (I, cap. 23, 2). Morir es negarse a s mismo y seguir el camino real de la santa cruz. Esta palabra parece dura a muchos: 'Nigate a ti mismo, toma la cruz y sigue a Jess' (Lc 9, 23). Pero mucho ms duro ser

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or aquella postrera palabra: 'Apartaos de m, malditos, al fuego eterno' (Mt 25, 41). Pues los que ahora oyen y siguen de buena gana la palabra de la cruz, no temern entonces or la palabra de la eterna condenacin. "Por qu, pues, temes tomar la cruz por la cual se va al Reino? En la cruz est la salud, en la cruz la vida, en la cruz est la defensa contra los enemigos, en la cruz est la infusin de la suavidad soberana, en la cruz est la fortaleza del corazn, en la cruz est el pozo del espritu, en la cruz est la suma virtud, en la cruz est la perfeccin de la santidad" (II, cap. 12, 1-2). El maestro asceta de los santos modernos propone una ciencia y un mtodo. La ciencia no es tanto el clsico conocimiento de s mismo, sino el autodesprecio, porque ya se sabe que no tenemos ningn valor. El mtodo es la mortificacin, que, etimolgicamente, quiere decir 'dar muerte'. Veamos esto con ms detenimiento. En primer lugar, el hombre necesita saber: le va en ello la vida. Pero, cul es el conocimiento que importa?, el que nos da la ciencia? De qu ciencia se trata? Responde Toms de Kempis: Es cierto que todos los hombres, naturalmente, desean saber; mas qu aprovecha la ciencia sin el temor de Dios? Mejor es el mstico humilde que a Dios sirve, que el soberbio filsofo que, dejando de conocerse, considera el curso del cielo. El que bien se conoce tinese por vil y no se deleita en alabanzas humanas. Si yo supiese cuanto hay en el mundo y no estuviese en caridad, qu me aprovechara delante de Dios, que me juzgar segn mis obras? Por eso recomienda: "No tengas deseo demasiado de saber, porque en ello se halla que es turbio y engao. Los letrados gustan de ser vistos y tenidos por tales. Muchas cosas hay que, al saberlas, poco o nada aprovechan al alma; y muy loco es el que en otras cosas entiende, sino en las que tocan a la salvacin" (I, cap. 1, 1-2). Si quieres saber y aprender algo provechosamente, desea que no te conozcan ni te estimen. El verdadero conocimiento y desprecio de s mismo es altsima y doctsima leccin. "Absolutamente necesario es que tengas verdadero desprecio de ti mismo, si quieres vencer la carne y la sangre" (III, cap. 13, 1)."Y si llegares al perfecto menosprecio de ti mismo, sbete que entonces gozars de abundancia de paz, cuanto cabe en este destierro" (III, cap. 25, 3). Para alcanzar la libertad del corazn encamina todas tus fuerzas, deseos y oraciones al fin de despojarte de todo apego, para seguir as desnudo a Jess, desnudo morir para ti y vivir para Dios eternamente. "El verdadero aprovecharse es negarse a s mismo; y el hombre negado a s mismo es muy libre y est seguro" (III, cap. 40, 4). Reza as: "Seor, Dios mo, T eres todo mi bien. Quin soy yo para que me atreva a hablarte? Yo soy un pobrsimo siervecillo tuyo y gusanillo desechado, mucho ms pobre y despreciable de lo que yo s y puedo decir. Pero acurdate , Seor, que nada soy, nada tengo y nada valgo" (III, cap. 3, 5). [Si hablamos con sinceridad, esto es... el colmo de la humildad!]. Verdaderamente es sabio el que hace la voluntad de Dios y deja la suya, sostiene el maestro del ascetismo. Pero cmo saber cul es "la voluntad de Dios"?. La respuesta es obedecer. Gran cosa es estar en obediencia, vivir debajo de un superior y no tener voluntad propia, asegura el autor de la Imitacin. "Mucho ms seguro es estar en sujecin que en mando" (I, cap. 9, 1). Es decir, lo nico que importa saber es la voluntad del superior. A esto se reduce todo el conocimiento. Por tanto, nuestro negocio no es ms que desear vencerse a s mismo, cada da hacerse ms fuerte, aprovechar en mejorarse, cumpliendo siempre la voluntad de Dios, que es la voluntad del superior. "Hay gran diferencia entre la sabidura del varn iluminado y devoto y la ciencia del letrado y del estudioso clrigo. Mucho ms noble es la doctrina que emana de la influencia divina que la que se alcanza con trabajo por el ingenio humano" (III, cap. 31, 2). En resumen, en el da del Juicio se ver que "el verdadero sabio en este mundo fue aqul que aprendi a ser necio y menospreciado por Cristo" (I, cap. 24, 5). Suma sabidura es, por el desprecio del mundo, ir a los reinos celestiales. Consideremos ahora el mtodo: mortificacin. "El hbito y la corona (de los religiosos) poco

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hacen, mas la mudanza de las costumbres y la entera mortificacin de las pasiones hacen al hombre verdadero religioso" (I, cap. 17, 2). Si quieres aprovechar algo, consrvate en el temor de Dios y no quieras ser demasiado libre; por el contrario, refrena con severidad todos tus sentidos y no te entregues a vanos contentos. Maravilla es que el hombre pueda alegrarse alguna vez en esta vida, si considera su destierro y si piensa en los muchos peligros en que est su alma. "Si con ms frecuencia pensases en tu muerte que en vivir largo tiempo, no hay duda de que te enmendaras con mayor fervor" (I, cap. 21, 1, 5), recuerda el manual. Por amor de Dios, entonces, debe padecerse todo de muy buena gana: trabajos, dolores, tentaciones, vejaciones, congojas, necesidades, dolencias, injurias, murmuraciones, reprensiones, humillaciones, confusiones, correcciones y menosprecios. Estas cosas aprovechan para la virtud, todas estas cosas prueban al nuevo soldado de Cristo, todas estas cosas fabrican la corona celestial. "Yo dar eterno galardn por breve trabajo, y gloria infinita por la confusin pasajera"(III, cap. 35, 2), promete Jesucristo segn el autor de la Imitacin. Qu enemigo debe vencer el "soldado de Cristo"? La pregunta se ve como muy ambigua. Dos cosas -dice nuestro autor- ayudan especialmente a enmendarse, a saber: desviarse con esfuerzo de aquello a que viciosamente le inclina la naturaleza y trabajar con fervor por el bien que ms le falta. "Oh, si nunca tuvieses necesidad de comer, beber y dormir, y solamente ocuparte en cosas espirituales" (I, cap. 25, 9), se lamenta el asceta. La comida, la bebida, el vestido y todas las dems cosas necesarias para sustentar el cuerpo son muy embarazosos para el espritu ferveroso. Por eso la oracin a Dios debe ser: "Concdeme usar de todo lo necesario templadamente y que no me ocupe en ello con sobrado afecto. Rugote, Seor, que me rija y ensee tu mano en estas cosas, para que en nada me exceda" (III, cap. 26, 4). No es lcito dejarlo todo, porque se ha de sustentar la naturaleza; pero la ley santa prohbe buscar lo superfluo y lo que ms deleita, porque de otro modo la carne se rebelara contra el espritu. Ocuparse de cosas espirituales implica alejarse de las materiales, aunque stas, tambin, sean criaturas de Dios hechas a su imagen y semejanza. "Nada mancilla ni embaraza tanto el corazn del hombre, cuanto el amor desordenado de las criaturas. Si desprecias los consuelos de fuera, podrs contemplar las cosas celestiales y gozarte muchas veces dentro de ti" (II, cap. 1, 8) Si se desea paz y unin verdadera con Dios, solamente nosotros debemos estar delante de nuestros ojos. Debe tenerse por vana cualquiera consolacin que venga de alguna criatura. "El alma que ama a Dios, desprecia todas las cosas debajo de Dios" (II, cap. 5, 2-3). No querer consuelo de criatura alguna, seal es de gran pureza y de cordial confianza. El cap. 8 del libro I se titula: Que se ha de evitar la mucha familiaridad. Propone: en primer lugar, no hay que tener familiaridad con ninguna mujer. A las mujeres slo queda encomendarlas a Dios. Por otro lado, hay que ser familiar nicamente con Dios y con sus ngeles, y huir de ser conocido de los hombres. "Justo es tener caridad con todos; pero no conviene la familiaridad" (I, cap. 8, 1-2), asienta. Cuando el hombre llega al punto de no buscar su consuelo en ninguna criatura, entonces comienza a gustar de Dios perfectamente y se contenta con todo lo que le sucede. "No hay que poner mucha confianza en el hombre frgil y mortal, aunque sea intil y bien querido; ni hay que tomar mucha pena si alguna vez fuere contrario o enemigo" (II, cap. 1, 3). Por eso es recomendable la soledad, el quedarse a solas con Dios. Los mayores santos evitaban cuanto podan la compaa de los hombres y elegan el vivir para Dios en su retiro. Dijo Sneca: 'Cuantas veces estuve entre los hombres volv menos hombre'. Por esto, el que quiera llegar a las cosas interiores y espirituales, le conviene apartarse con Jess de la gente. [A Jess le gustaba la soledad? Qu sentido tiene entonces que insistiera en el amor al prjimo?] Y as, el que se aparta de sus amigos y conocidos, estar ms cerca de Dios y de sus santos

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ngeles. Mejor es esconderse y cuidar de s, que con descuido propio hacer milagros. "Muy loable es al hombre religioso salir fuera pocas veces, huir de que le vean y no querer ver a los hombres" ( I, cap. 21, 1-6). "Ama a todos por amor a Jess, mas a Jess por S mismo; slo a Jesucristo se debe amor singularsimamente, porque slo l se halla bueno y fidelsimo, ms que todos los amigos. "Por l y en l debes amar a amigos y enemigos, y rogarle por todos para que le conozcan y le amen. "Nunca codicies ser loado y amado singularmente, porque eso a slo Dios pertenece, que no tiene igual; ni quieras que algn otro ocupe contigo su corazn, ni t ocupes el tuyo con el amor de nadie; mas sea Jess en ti y en todo hombre bueno "S puro y libre interiormente, sin ocupacin de criatura alguna" (II, cap. 8, 4-5) El enemigo no slo est afuera, est muy bien instalado adentro. El deseo desordenado es el enemigo que importa vencer (lib. I, cap. 6: De los deseos desordenados). Por qu? Cuantas veces desea el hombre desordenadamente alguna cosa, luego pierde el sosiego. El soberbio y el avariento nunca estn quietos, el pobre y el humilde de espritu viven en mucha paz. El hombre que no es perfectamente mortificado en s, presto es tentado y vencido por cosas pequeas y viles. El flaco de espritu y que an est inclinado a lo animal y sensible con dificultad se puede abstraer totalmente de los deseos terrenos. Y cuando se abstiene, recibe muchas veces tristeza, y presto se enoja si alguno lo contradice. Pero si alcanza lo que desea, siente luego pesadumbre por el remordimiento de la conciencia porque sigui a su apetito, el cual nada aprovecha para alcanzar la paz que busca. En resistir, pues, a las pasiones se halla la verdadera paz del corazn, y no en seguirlas. No hay paz en el corazn del hombre carnal, ni en el del que se entrega a lo exterior, sino en el del que es fervoroso y espiritual "Cul fue la causa por que muchos de los santos fueran tan perfectos y contemplativos? "Porque estudiaron en mortificarse totalmente a todo deseo terreno; y por eso pudieron con lo ntimo del corazn allegarse a Dios y ocuparse libremente en s mismos. /.../ "Si estuviramos perfectamente muertos a nosotros mismos, y en lo interior desocupados, entonces podramos gustar las cosas divinas y experimentar algo de la contemplacin celestial. "El impedimento mayor y total es que no somos libres de nuestras inclinaciones y deseos, ni trabajamos por entrar en el camino perfecto de los santos" (I, cap. 11, 2-3). De entre todos los deseos que deben ser vencidos, el ms fuerte es, sin duda, el del amor propio. Muchas veces juzgamos segn nuestro gusto de las cosas, y fcilmente perdemos el verdadero juicio por el amor propio. Nos engaamos a nosotros mismos por el amor desordenado que tenemos de nuestra carne. Aunque se tenga toda la ciencia, an se est lejos de la perfeccin; y si se tuviese gran virtud y muy ferviente devocin, an falta mucho, falta la cosa que es ms necesaria. Y sta cul es? Que, dejadas todas las cosas, deje a s mismo y salga de s del todo, y que no le quede nada de amor propio" (II, cap. 11, 3), pues el amor de uno mismo es el que daa ms que ninguna otra cosa en el mundo. El libro IV de la Imitacin de Cristo trata del Santsimo Sacramento. Es muy comprensible: el vaciamiento del hombre que se ha hecho en los libros anteriores se rellena ahora con la comida totmica. Despus de la lectura de este spero, agrio y chirriante manual de santidad -y, sobre todo, montono y monocromo, como debe de ser la vida en un convento-, es muy legtimo que nos preguntemos cmo es posible que haya personas que busquen alegremente la humillacin, el desprecio y el dolor. Sigmund Freud y Theodor Reik nos ayudarn en la comprensin del fenmeno.

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4. Placer y dolor Cmo se les pudo ocurrir a algunos filsofos considerar que el hombre es un animal que busca el placer y escapa al dolor? En su Anlisis de la mente, B. Russell pone nfasis en el hecho de que el impulso primitivo va ms en la direccin de ser liberado del dolor real que en la de buscar placer, siendo, por tanto, este impulso, "un empuje y no una traccin". Pero cmo se ajusta en este esquema un fenmeno instintivo como el masoquismo? El dolor, ordinariamente evitado, es la mismsima meta del masoquismo. No slo no es una "huida a la molestia y al dolor" sino que es exactamente lo opuesto, un deseo de ellos, un empuje real hacia ellos. Muchos ascetas, muertos de sed de dolor y sufrimiento, alcanzan el orgasmo despus de haber sufrido las torturas ms horribles: "Slo el dolor hace soportable la vida", dice santa Margarita Mara. "Hay demasiada lujuria y goce!". Ese crculo de excitacin sexual -ansiedad, sufrimiento, aumento de excitacin y aumento de sufrimiento- es responsable del carcter orgistico del masoquismo. En las pginas que siguen hablaremos indistintamente de masoquismo sexual y de masoquismo social, en especial de su versin asctica. Digamos algo ms sobre este ltimo. El masoquismo social (y asctico) puede reemplazar al sexual. Los casos caractersticos prueban que la formacin es de origen posterior y apta para reemplazar otra sexual previa. Estos mismos casos parecen testimoniar, tambin, que una forma de expresin excluye la otra. Esto est probado. El modelado de la vida social sobre la sexual, como se va a presentar aqu, no parece existir para el masoquista o para el carcter masoquista. En este sentido podemos afirmar que las obras de los grandes poetas y pensadores religiosos contribuyen ms a la comprensin del masoquismo espiritualizado que la lectura de trabajos de psiquiatras o psicoanalistas. San Pablo y san Agustn, Teresa de vila, san Juan de la Cruz y Catalina de Siena, Toms de Kempis y Teresa de Lisieux parecen estar todos mejor informados de ese oscuro reino que muchos psiclogos de nuestro tiempo. Por masoquismo se tiene el sentido restringido de una aberracin sexual que obtiene satisfaccin en una posicin pasiva frente al compaero. Segn Freud, el masoquismo aparece en tres formas: como una cierta actitud hacia la vida, como una expresin de feminidad y como una peculiaridad de la excitacin sexual. Como se ve, Freud extiende la nocin de masoquismo ms all de la perversin descrita por los sexlogos: por una parte, al reconocer elementos masoquistas en numerosos comportamientos sexuales y rudimentos del mismo en la sexualidad infantil; y, por otra, al descubrir formas que de l derivan, especialmente el masoquismo moral, en el cual el sujeto, a causa de un sentimiento de culpabilidad inconsciente, busca la situacin de vctima, sin que en ello se halle directamente implicado un placer sexual. Cmo puede un hombre encontrar placer en sufrir desgracias y humillaciones? Freud denomina al masoquismo "la ms frecuente y significativa de todas las perversiones". Por ser las inclinaciones masoquistas muy difundidas, la Iglesia explota esta condicin natural para su propio beneficio. Y hasta tiene un sacramento por el que el dolor que sufre el pecador lo santifica. Pero antes debe confesar sus pecados. En efecto , el segundo mandamiento de la Iglesia catlica obliga a confesar los pecados mortales al menos una vez al ao, y en peligro de muerte, y si se ha de comulgar (Catecismo, & 1422 ss). No deja de ser este mandamiento un poderoso (y humillante) instrumento de sujecin del creyente, aunque algunos lo consideren teraputico, como el protestante Lutero: ...la confesin secreta, tal como se practica, y aunque no pueda probarse por la Escritura, es algo estupendo y digno de aprobacin. Es til, yo dira que hasta necesaria y no me gustara que desapareciera. Es ms, me alegro de que exista en la Iglesia, porque es el nico remedio para las conciencias atribuladas. Porque al descubrir nuestra conciencia al hermano y revelarle familiarmente el mal que estaba oculto, recibimos de sus labios la palabra divina que consuela. Si la recibimos con fe, encontraremos la paz en la

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misericordia de Dios que nos habla por medio del hermano" Nos preguntamos nuevamente: cmo es posible que algunos hombres se afanen inconscientemente por el dolor fsico y psquico, sometindose voluntariamente a privaciones, aceptando vejaciones deliberadamente, vergenza, humillacin y desgracia? Es ste realmente un problema fascinante que trata de resolver Masoquismo en el mundo moderno , la obra clsica sobre el tema, de Theodor Reik. Ilustraremos la explicacin del fenmeno con textos tomados de la Historia de un alma, autobiografa de santa Teresa del Nio Jess o Teresa de Lisieux (1873-1897), monja carmelita francesa, llamada 'La florecilla de Jess', y una de las adoraciones ms populares del santoral catlico. M Teresa Francisca Martin naci en Alenon y desde la infancia destac por ser muy piadosa. Ingres en el convento carmelita de Lisieux a los 15 aos, donde en 1893 fue nombrada profesora de novicias. All vivira el resto de su vida. Ejemplific lo que ella llamaba el "caminito", una devocin a Dios tan profunda como infantil y busc la santidad a travs del desempeo de pequeas acciones y tareas humildes. Sus superioras le pidieron que escribiese un relato de su vida. As las Memorias fraternales fueron escritas para la Madre Ins de Jess, su hermana Paulina, esto es, los captulos I al VIII de la Historia de un alma ; el captulo IX y el X fueron escritos para la Madre M de Gonzaga, nueva priora del convento, en 1897; el captulo XI fue redactado para su hermana mayor, Hermana M del Sagrado Corazn. El captulo XII fue compuesto por las religiosas carmelitas del convento de Lisieux que asistieron a su muerte. Esta obra se convirti al poco tiempo en una de las autobiografas espirituales ms ledas de todos los tiempos. Pronto se le atribuyeron a la monja fallecida muchos milagros que dieron sentido a su misteriosa promesa: "despus de mi muerte dejar caer una lluvia de rosas". Canonizada en 1925, es la santa patrona de los misioneros y los aviadores y, con Juana de Arco, la santa patrona de Francia. Su festividad se celebra el 1 de octubre. La fuerza inconsciente que impele a la gente a negarse a s misma el gozo y el xito, a arruinar sus oportunidades en la vida o a no aprovecharlas, puede ser definida con ms exactitud como la necesidad de un castigo. En la niez, se espera el castigo de los padres. En la edad adulta, Dios o las fuerzas ocultas del destino toman su lugar. Estas gentes se infligen inconscientemente un castigo al que han sido sentenciadas por un juez interior. El significado de este factor psquico justific que Freud hablara de 'masoquismo moral'. Pero en tal actitud, dnde est el placer oculto? La respuesta es que est en la satisfaccin de un inconsciente deseo de castigo, que es una reaccin contra los deseos prohibidos del yo. Veamos esto en los recuerdos infantiles que tiene Teresa de Lisieux de su padre. "Apenas despertaba -le recuerda a su hermana-, encontraba vuestras caricias y haca mis oraciones a vuestro lado. Me tomabais en seguida la clase de lectura. Recuero que la palabra cielo [?] fue la primera que pude leer sola. Cuando terminaba la leccin, suba al mirador, donde estaba habitualmente pap. Qu feliz era cuando poda anunciarle que tena buenas notas! "Todas las tardes iba con l a dar un pequeo paseo, visitando el Santsimo Sacramento cada da en una iglesia. En una de estas ocasiones fue cuando entr en la capilla del Carmen por primera vez. 'Ves, reinecita, detrs de esas rejas hay santas religiosas que siempre estn rezando a Dios'. Estaba yo lejos de pensar que nueve aos ms tarde estara entre ellas; que all, en el bendito Carmelo, recibira gracias tan grandes. "Despus del paseo entraba en casa, donde haca mis deberes. Despus, todo el resto del tiempo saltaba en el jardn en torno a mi querido padrecito. No saba jugar a la mueca. Mi placer consista en preparar tisanas con semillas y cortezas de rboles. Cuando mis infusiones tomaban un tinte agradable, las ofreca en seguida a pap, en una hermosa taza que, verdaderamente, invitaba a saborear el contenido. Aquel tierno padre dejaba al punto su trabajo y, sonriente, haca como que beba. "Tambin me gustaba cultivar flores. "Me encantaba aderezar altarcitos en un hueco que haba, casualmente, en medio de la pared

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del jardn. Cuando estaba todo preparado, corra hacia pap que, para hacerme placer, se extasiaba ante mis maravillosos altares, admirando lo que para m era una obra maestra. No terminara nunca si quisiera contar mil rasgos as que recuerdo. Cmo sera capaz de decir todas las delicadezas que mi incomparable padre prodigaba a su reinecita? "Para m eran hermosos das aquellos en que mi rey querido -como me gustaba llamarle- me llevaba con l de pesca. Yo misma ensayaba pescar con un pequeo sedal. Pero ms a menudo prefera sentarme a un lado sobre la hierba florida. Eran entonces mis pensamientos muy profundos y, sin saber lo que era meditar, mi alma se sumerga en verdadera oracin. Escuchaba los ruidos lejanos, el murmullo del viento. A veces la msica militar me enviaba de la villa algunas notas indecisas, y "melancolizaba" dulcemente mi corazn. La tierra me pareca un lugar de destierro y soaba en el cielo" ( p. 53 y 56). Lo que permanece confuso, ms confuso que todo lo dems, es que este placer deba ser de naturaleza sexual, que deba satisfacer no slo una secreta necesidad de castigo, sino tambin una necesidad sexual secreta. Y sin embargo no puede negarse la participacin secreta de fuerzas sexuales en el origen de este placer. Por qu desea ser castigado el masoquista? Por qu ansa sufrir dolor y malestar? Trataremos de contestar estas preguntas en las lneas que siguen. 5. Elementos del masoquismo Hay tres elementos constitutivos que pueden ser individualizados en el masoquismo, tanto en su forma de perversin como en su forma asexuada. Ellos son: la significacin especial de la fantasa (a), el factor de suspenso, es decir, la necesidad de un cierto curso en la excitacin (b) y la caracterstica demostrativa (c). De los tres factores anotados, sin duda alguna el ms importante es la fantasa. Ella es la fuente. Al comienzo no hay ms que fantasa masoquista. La importancia de este factor se prueba por el hecho de que los individuos de imaginacin pobremente desarrollada no muestran inclinacin a ser masoquistas. Esta caracterstica intelectual est muy desarrollada en la santa de Lisieux. "Ah! Si tuviera que dejar un da mi cuna religiosa, no lo hara sin sentirlo. No tengo el corazn insensible y es por ser capaz de sufrir mucho, por lo que deseo dar a Jess todo gnero de sufrimientos que pueda soportar. Aqu soy querida de vos, Madre ma; de todas mis hermanas, y me es muy dulce este cario: he aqu por lo que sueo en un convento donde fuera desconocida y tuviera que sufrir el destierro del corazn. No es con intencin de atender al Carmelo de Hanoi por lo que yo dejara ste, que tanto quiero. Conozco mi incapacidad. Mi finalidad sera cumplir la voluntad de Dios sacrificndome por l en el grado que quiera. Creo que no sufrira decepcin alguna; porque cuanto ms se espera un refinado sufrimiento, sorprende ms la menor alegra, y hasta el sufrimiento mismo se convierte en la alegra ms pura cuando se le busca como a un precioso tesoro" (p. 274) Las prcticas masoquistas no son ms que una corporizacin de fantasas precedentes, ensueos que son transferidos a la realidad. Todo anlisis profundo demuestra que la perversin masoquista es una reproduccin de situaciones imaginadas con anterioridad, bien familiares al individuo. En un principio, entonces, no hay accin, sino solamente fantasa. En ninguna otra perversin juega el ritual un papel tan importante. As el ritual masoquista aparece como la representacin de las fantasas. Lo que la persona ha imaginado tiene que ser puesto en accin en escenas ante espejos y frecuentemente en prcticas pervertidas con una compaa ms tarde. Un rasgo particular es la tendencia a la sincronizacin. El factor ms importante para la seleccin de las imgenes y escenas a que nos hemos referido es su propensin a evocar la excitacin sexual; pero ste no es el nico factor determinante. Influyen tambin otros, tales como la conformidad con la situacin real. Con frecuencia la imaginacin acta sobre los detalles hasta que stos parecen conformarse a la

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realidad. La imaginacin arregla y altera la situacin hasta que sta no presenta contradicciones serias con otros detalles. La segunda caracterstica de la curva-tensin masoquista es la tendencia a prolongar la tensin, mientras que en la vida sexual normal nos encontramos con la intencin opuesta de resolver la tensin. Visto superficialmente, esto slo significara que el masoquista quiere perpetuar el placer en el sentido de una frase de Nietzsche en As hablaba Zaratustra: "Pues todo gozo quiere eternidad". Pero slo en apariencia; cualquier investigacin crtica demuestra que su meta es prolongar el preplacer o, cosa ms importante, evitar la culminacin del placer. Aqu se puede diferenciar al masoquismo de todas las otras perversiones que tambin se aferran al preplacer: en el masoquismo se esquiva la culminacin porque incluye ansiedad La extensin y desplazamiento de la ansiedad hace que finalmente aparezca como indeseado todo incremento de la excitacin. Este resultado, sin embargo, se parece al obtenido por los ascetas de la primitiva cristiandad que no permitan a su voluntad moral enfrentar la prueba de la tentacin, sino que evitaban cuidadosamente cualesquiera de tales ocasiones. El orgasmo y la satisfaccin sexual no han de ser evitados por s mismos, sino porque llevan a un misterioso castigo. El masoquista no se caracteriza, como se sospechaba hasta ahora, por el placer en el dolor, sino por el placer en la expectativa del dolor. "La vspera de esos afortunados das me preparaba Mara, como lo haba hecho para mi primera comunin. Recuerdo que una vez me habl del sufrimiento, dicindome que en vez de conducirme por ese camino, sin duda me llevara siempre en brazos como a un nio. Me vinieron estas palabras a la memoria despus de la comunin al da siguiente, y encendieron mi corazn en ardentsimos deseos de sufrir, con la ntima conviccin de que me estaban reservadas muchas cruces. Vise entonces mi alma de tan grandes consuelos como jams volvera a experimentar en mi vida. El padecer trocse en atractivo, descubr en l hechizos que me arrobaron sin conocerlos bien todava" (p. 112-113). El nfasis, que originalmente se acentu sobre el placer del clmax final y del orgasmo, se traslad a la expectativa ansiosa. Este desplazamiento priv a la ansiedad de su carcter especfico. La ansiedad misma se transform en un elemento del placer, situacin que se puede verificar en la "prueba" a que es sometida Teresa del Nio Jess. "Cuando quiero hacer descansar mi corazn, fatigado por la oscuridad que lo rodea, mediante el fortificante recuerdo de mi vida futura y eterna, se dobla mi tormento. Me parece que las tinieblas piden la voz a los impos rindose de m: 'Sueas con la luz, con una patria embalsamada, con la eterna posesin del Criador de esta maravilla; salir un da de estas tinieblas en que languideces: adelante!, adelante!; algrate de la muerte que te dar y no de lo que t esperas, sino una noche ms densa an: la noche de la nada!' " (p. 267) "Cuando canto la dicha del cielo, la eterna posesin de Dios, no lo hago sintiendo gozo alguno; canto, sencillamente, lo que quiero creer; de vez en cuando, lo confieso, ilumina mi oscura noche un pequeito rayo de sol, y entonces la prueba cesa un momento; pero, en seguida, el recuerdo de ese rayo, en lugar de consolarme, hace todava ms densas mis tinieblas" (p. 269). "Qu va a ser de m? Morir de dolor vindome tan impotente? Oh, no; ni siquiera apenarme! Con audaz entrega, voy a quedar as mirando hasta la muerte a mi divino Sol. Nada podr asustarme, ni el viento ni la lluvia. Si espesas nubes vienen a ocultarme el astro del amor, si me parece no creer que exista otra cosa que la noche de esta vida, entonces ha llegado el momento del gozo perfecto, el momento de llevar mi confianza hasta los ltimos lmites teniendo cuidado de no cambiar de puesto, sabiendo que detrs de las nubes sombras sigue luciendo mi dulce Sol" (p. 363). El predolor asume de esta forma el papel de protector contra un shock o trabaja contra el aumento de la ansiedad. Tal, se puede decir, es el caso del asceta que evita el infierno porque sabe que ira a l.

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Para escapar al temor, al castigo y a la humillacin, los dispone l mismo. Sin embargo, la apreciacin del factor suspenso nos lleva ms lejos: a la revelacin de una preparacin mental para el dolor como un factor importante en el masoquismo. Puede afirmarse que el placer masoquista depende ms de la expectacin del dolor que del dolor mismo, dijimos ya. Esta expectacin es la que empuja a Teresa Martn a la bsqueda del lugar donde el dolor se expende. "Ese lugar a donde me guiaba era el Carmelo, pero antes de descansar a la sombra de Aquel que yo quera (S. J. de la Cruz, Cntico, 2-3), deba pasar por muchas pruebas. Y muchas veces el llamamiento divino era tan urgente que si hubiese sido menester atravesar llamas, me hubiera lanzado para responder a Nuestro Seor" (p. 143). Esa expectativa es ms que satisfecha. "S, puedo decir, no slo por lo que he escrito, sino por pruebas ms sensibles, que el sufrimiento me extendi los brazos, desde mi entrada, y yo, a mi vez, le abrac con amor. Lo que yo haba venido a hacer al Carmelo era esto" (p. 202). El rasgo demostrativo tercera caracterstica del masoquismo- nos indica que la molestia, el sufrimiento, la humillacin y la desgracia deben ser demostrados, es decir, puestos en un escaparate. Celia Guerin, madre de Teresa de Lisieux escribi en una carta que recoge su hija, cuando sta no haba cumplido los tres aos, lo siguiente:
Tan pronto como ha hecho la nueva falta, tiene que saberlo todo el mundo. Habiendo rasgado sin querer una esquina del empapelado, se puso que daba lstima. En seguida iba a correr a contrselo a su padre. Cuando ste entraba en casa, cuatro horas despus, ya no pensaba nadie en ello; pero ella corra hacia Mara para decirle: Cuntale pronto a pap que he roto el papel. Y se quedaba como un criminal que espera la sentencia; pues tiene en su cabecita que si se acusa se la perdonar ms fcilmente (p. 32)

Llegada la noche, la pobre deba subir sola la escalera del dormitorio, detenindose Parecera como si se quisiera demostrar al mundo entero la completa insignificancia. Sin embargo, es llamativo que repetidamente se seale la falta de atractivo, como si se estuviera orgulloso de ella. Aqu el espectador u oyente es conditio sine que non. (Simn Rodrguez deca que, a veces, "alguna humildad GIGANTESCA se presenta probando que en decirse miserable gusanillo hay menos amor propio que en tenerse por GRANDE HOMBRE"184). Aun en casos de autodesprecio y autohumillacin, de seudodebilidad y ostensible estupidez, se reconoce claramente el mismo deseo de demostracin y de ostentacin de los propios defectos y debilidades. (Recuerde el lector la oracin del siervecillo, anotada en la pgina 163). Es muy llamativo que tantos masoquistas no se avergencen de sus debilidades y malas cualidades, sino que alardeen de ellas. Estos tipos masoquistas que gozan disminuyendo sus cualidades, sealando sus defectos y vicios, son hipcritas al revs. En realidad, estn orgullosos de ellos mismos y hasta de su autodegradacin y autohumillacin. Todos conocemos seres que hacen exhibicin de sus sufrimientos. El sufrimiento en el masoquismo es un aspecto externo claramente destinado a enfrentar el medio ambiente, una fachada destinada al mundo exterior. Sin la atencin de los dems, el sufrimiento pierde mucho de su carcter placentero. "Esta ensalada me la presentan las novicias cuando menos lo espero. Nuestro Seor levanta el velo que les encubre mis imperfecciones, y mis queridas hermanitas, viendo la verdad, ya no me encuentran tan de su gusto. Con una sencillez que me encanta, me dicen las luchas que levanto en ellas; lo que en m les desagrada; en fin, hablan con la misma libertad que si se tratase de otra, sabiendo que me dan mucho gusto obrando as. Ah!, verdaderamente es ms que un gusto; es un festn delicioso, que llena mi alma de alegra". El rasgo demostrativo es esencial e inseparable del masoquismo. Cuando este rasgo es acentuado, frecuentemente suena a algo falso o hipcrita. El masoquista social (entre otros, el asceta del convento) aparece entonces como actor de su propia desgracia, alabando y

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proclamando su sufrimiento. Se entiende que este rasgo es efectivo aun en la manera demostrativa en la cual el sufriente Job muestra sus desgracias a sus amigos. Los mrtires del cristianismo primitivo atribuan gran importancia al hecho de que fueran presenciados sus sufrimientos ad majorem Christi gloriam. Estos testigos de la fe deseaban testigos de su propio martirio. Amaban mostrar sus heridas y sus desgracias. Queran que el mundo entero conociera su apasionado celo. Pero tambin los ascetas -como san Simen Estilita, que vivi en lo alto de una columna durante ms de 35 aos, en el siglo V- exhiban sus privaciones y penitencias a gran altura para que todos los vieran. Los contraejemplos de ascetas o mrtires solitarios resultan ser aparentes contradicciones. Pero hasta para los monjes solitarios, el po san Jernimo en el desierto, san Antonio en la Tebaida y todos los ermitaos que se sometan a las ms terribles flagelaciones, haba uno y ms importante testigo: Dios. A l queran mostrarle cunto sufran por su causa, probarle cmo se castigaban por sus pecados. Dicen las monjas de los ltimos das de la santa de Lisieux:
en cada escaln para tomar aliento; iba penosamente a la celda, donde llegaba de tal modo aniquilada que necesitaba a veces -ms tarde lo manifest ella misma- una hora entera para desnudarse. Y despus de tantas fatigas, tena que pasar su tiempo de descanso sobre su duro jergn. As pasaba muy mal las noches, y cuando se le preguntaba si necesitaba alguna ayuda para aquellas horas de sufrimiento, contestaba: Oh, no!, al contrario, me considero muy feliz en habitar una celda bastante retirada para no ser oda de mis hermanas. Gozo en poder sufrir sola. Desde que me compadecen y colman de delicadeza, yo no gozo (p. 385)

En resumen, no importa cun genuina sea la penitencia, cun voluntario sea el sufrimiento, no puede ser sin pblico. En muchos casos tiene los caracteres de una representacin y frecuentemente no est privado de un cierto tinte teatral. Escribi en este sentido Teresa Martn: "Un da, durante la recreacin, la portera vino pidiendo una hermana para un quehacer que seal. Yo tena un deseo pueril de emplearme en l y, justamente, la eleccin cay en m. En seguida empec a doblar la labor, pero bastante despacio para que mi vecina terminara antes, pues saba el gozo que le causaba dejndole mi sitio. La hermana que pidi mi ayuda, vindome tan poco dispuesta, me dijo riendo: 'Ya pensaba yo que no pondrais esta perla en esta corona, pues vais tan despacio'. Y toda la comunidad crey que haba obrado segn la naturaleza. No sabr decir cunto me aprovech este pequeo suceso para hacerme indulgente. Me impide an tener vanidad cuando me juzgan favorablemente porque me digo: Puesto que mis pequeos actos de virtud pueden ser tomados por imperfecciones, tambin pueden engaarme llamando virtud a lo que es imperfeccin. Repito entonces con San Pablo: No me importa ser juzgado por ningn tribunal humano. Ni siquiera me juzgo a m mismo. El que me juzga es el Seor" (I Cor 4, 3-4). Otros rasgos, que pudiramos denominar secundarios, caracterizan el masoquismo. Entre ellos cabe mencionar la provocacin, el escape hacia el futuro y la anticipacin.Veamos. El masoquista usa todos los medios posibles a su alcance para inducir a su compaero a crearle esa molestia que necesita para alcanzar su placer. Fuerza a otro a forzarle a l. Se pregunta sor Teresa del Nio Jess: "Cmo una cosa que tanto desagrada a la naturaleza puede proporcionar semejante dicha? Si no lo hubiese probado, no podra creerlo. Un da en que deseaba ardientemente ser humillada, sucedi que una joven postulante se encarg tan bien de satisfacerme, que me vino al pensamiento Seme maldiciendo a David, y repet interiormente con el Santo Rey: 'S, el Seor es el que le ha mandado que me diga todas estas cosas' (II Rey 6, 1). Otra vez me encontraba en el lavadero delante de una hermana que, lavando los pauelos, me echaba agua sucia a cada paso. Mi primer impulso fue echarme para atrs, secndome la cara, a fin de dar a entender a la que me asperjaba de aquella suerte, que le agradecera se

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estuviese quieta. Pero, en seguida, pens que sera muy tonta si desperdiciaba aquellos tesoros, y me guard bien de dar a entender mi fastidio. Me esforc, al contrario, en desear mucho agua sucia; tanto, que a la media hora le tom gusto a este nuevo gnero de aspersin y me promet volver siempre que pudiese a aquel sitio afortunado donde se repartan gratuitamente tantas riquezas" (p. 326). Como Teresa existen muchsimos masoquistas exasperados que torturan a sus acompaantes hasta obtener el castigo o venganza esperados. En su modo de apartarse -"...supe, por experiencia, que la nica felicidad que existe para el hombre en la tierra consiste en ocultarse, en permanecer en completa ignorancia de las cosas creadas" (p. 240), dice la santa de Lisieux- el masoquista recuerda al nio mal educado que cansa a su madre o niera hasta que es castigado. Desde el placer sexual al ser azotado pasando por la doctrina de Cristo de ofrecer la mejilla derecha cuando te han golpeado la izquierda, hasta la doctrina de la no violencia de Ghandi, hay una larga, pero directa lnea recta. Al considerar la obstinacin e inquietud de la provocacin, uno se siente inclinado a adscribir al masoquista que se porta de esta forma un carcter tirnico y desptico. Se sospecha una fuerte voluntad en esta instigacin que se niega a ser rechazada y no toma un si por respuesta... Ser que este carcter desptico no es ms que el reverso de la humillacin y sumisin del masoquista? El ansia secreta de despertar envidia y celos, odio e ira en los dems, de crearse una horda de enemigos es parte de la tcnica provocativa del masoquismo social (y asctico), situacin que ilustra muy bien el comportamiento de Jess contra los fariseos. Consideremos ahora el rasgo del escape hacia el futuro en varios lugares de la Historia de un alma, en el orden en que aparecen en la obra. "Ms tarde, en el cielo, gozaremos entretenindonos en estos das sombros del destierro. S, los tres aos del martirio de nuestro padre nos parecern los ms amables, los ms fecundos de nuestra vida; no los cambiara por los ms sublimes xtasis. Mi corazn, en presencia de este inapreciable tesoro, exclama reconocido: Seis bendecido, Dios mo, por los aos en que nos humillasteis y en los que vimos los males" (Salmo 89-51). "Con qu alegra vea llegar cada ao la distribucin de los premios! Aunque era yo sola en un concurso, la justicia, como siempre, no era menos guardada. Mis recompensas eran absolutamente merecidas. Me lata fuertemente el corazn al escuchar la sentencia, recibiendo de manos de mi 'Rey', delante de toda la familia reunida, los premios y las coronas. Era para m como una imagen del Juicio" (p. 68). "A los 14 aos, con todos mis deseos de ciencia, juzg Dios necesario aadir a 'la harina ms fina', 'miel y aceite en abundancia'. Es la miel y el aceite que me hizo gustar en las conferencias del abate Arminjon sobre el fin del mundo presente y los misterios de la vida futura . La lectura de esta obra sumergi mi alma en una felicidad que no era de la tierra. Presenta todo lo que Dios reserva a los que le aman. Y, viendo las eternas recompensas en tanta proporcin con los ligeros sacrificios de esta vida, quera amar, amar apasionadamente a Jess, darle mil muestras de ternura en cuanto an me fuera posible" (p. 138-139).

"Oh, Madre querida, qu dulce y preciosa fue nuestra cruz, tan amarga, pues de
todos nuestros corazones no salieron sino suspiros de amor y de reconocimiento! No andbamos; volbamos por los senderos de la perfeccin" (p. 215) "Como antao en los Buissonnets, nos sumergamos enteras ms all del espacio y del tiempo; y para gozar pronto de una dicha eterna, escogamos aqu abajo el sufrimiento y el desprecio. Mi deseo de sufrimiento estaba colmado" (p. 216). El suspenso es un intento de detener la ansiedad mediante el no acercarse demasiado a lo que se teme. Es la expresin de una huida y luego de una nueva aproximacin -algo entre dos aguas, pero ms que nada una especie de escape-. Cuando la necesidad de placer se hace ms intensa y es seguida por un aumento de ansiedad, entonces se encuentra otra salida, a la que T. Reik denomina escape hacia el futuro.

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El escape hacia el futuro no va en primera instancia en busca de molestia o de dolor. El escape hacia el futuro es en s mismo una indicacin de impaciencia. Constituye la remocin de un obstculo que impide la satisfaccin. Se abre el camino al goce instintivo mediante la anticipacin del temido castigo. Cuenta Teresa de vila que, siendo nia, deseaba morir como los mrtires, pues parecanle que "compraban muy barato el ir a gozar de Dios". Su seguidora y tambin santa, Teresa del Nio Jess, refiere el sentimiento que la embarg en la visita al Coliseo romano, cuando lo visit en compaa de su hermana y padre. "Celina, ms previsora que yo, haba escuchado al gua. Recordando que acababa de sealar cierto empedradito en cuadro como el lugar en donde combatan los mrtires, se puso a buscarlo. Habindolo hallado pronto, nos arrodillamos sobre aquella tierra bendita confundindose nuestra alma en una misma plegaria... Mi corazn lata violentamente cuando acerqu los labios al polvo empurpurado con la sangre de los primeros cristianos. Implor la gracia de ser tambin mrtir por Jess, y sent en lo ntimo de mi corazn que era escuchada" (p. 178) El masoquista no es adepto a los golpes y humillaciones. Los busca para evitar que el pensar en ellos le turbe la bsqueda de su meta. Slo secundariamente, por un desplazamiento del acento psquico, se transforma en placer la incomodidad que es el signo del cercano clmax. Por lo tanto, el acto o fantasa masoquistas se dividen en dos partes que deben ser claramente discriminadas psicolgicamente y que slo en la parte final forman una unidad. Primero, incomodidad, humillacin, castigo; luego, placer y satisfaccin de los instintos. Para decirlo teolgicamente: primero la penitencia, luego el pecado. La flagelacin, que originariamente sirviera de autocastigo a los primitivos monjes y ascetas cristianos, ms tarde se transform en un medio de excitacin sexual. El aumento del dolor produjo xtasis. Por ltimo, la Iglesia se vio forzada a prohibir tales prcticas expiatorias tan severas porque frecuentemente llevaban a la satisfaccin sexual. Aunque de manera sublimada, no expresa otra cosa el hermoso poema de san Juan de la Cruz denominado Noche oscura del alma. Los versos 21 a 25 -escritos entre signos de admiracin por el autor- describen dramticamente el clmax orgsmico del encuentro del "Amado con Amada". El lector puede comprobarlo en la pgina 182. El curso psquico tal como ha sido descrito puede encontrarse en la vulgar prctica masoquista y en la ms sublimada fantasa. Cubre todas las etapas desde el orgasmo resultante de ser azotado por una mujer, hasta el celestial sentir de un mrtir, que exhala su alma mientras es hecho pedazos por los leones. Lo que en un caso aumenta el placer sexual, en el otro acerca el camino al Cielo y a la infinita riqueza del Reino de Dios. El masoquista agradece los latigazos que recibe de la prostituta con tanta fuerza como el mrtir el final liberador. Se funde la sucesin de placer dolor. Los que una vez fueron hostiles, opuestos, se mezclan y se hacen idnticos. "Est condenada", dice Mefistfeles a la pobre Margarita. Pero una voz celestial responde: "Est salvada". En el masoquismo tambin el ms severo castigo se transforma en la coyuntura para la bienaventuranza y la salvacin. La asceta del Carmelo de Lisieux, devorada por la enfermedad, la agradece: "El jueves, por la noche, no habiendo obtenido permiso para quedarme velando el Monumento la noche entera, me retir a las doce a mi celda. Apenas asent la cabeza en la almohada, sent que un borbotn suba hirviendo hasta mis labios. Crea que iba a morir, y mi corazn se parti de alegra. No obstante, como tena que encender mi lamparilla, mortifiqu mi curiosidad hasta la maana siguiente y me dorm apaciblemente" (p. 262). Hablemos de la anticipacin. A qu teme verdaderamente el masoquista? En general puede afirmarse que los castigos o humillaciones a que se somete el masoquista -o mejor, que desea-, no son en realidad lo que teme y que adems est consciente de este temor y de su naturaleza. Lo que parece temer es una especie de sustituto o trastocamiento de lo que est oculto. Podra compararse a una indulgencia. Es bien sabido que las indulgencias fueron una especie de impuestos o multas eclesisticas a las cuales el creyente se someta voluntariamente para evitar los castigos que le traeran aparejados sus pecados el da del Juicio Final. Contra el temor que le

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amenazaba, cualquier indulgencia, an la ms onerosa, era una nimiedad. Los psicoanalistas han descubierto que la calamidad, por cuya indulgencia se somete el pervertido a tanta incomodidad y humillacin, es en muchos casos la mutilacin del miembro masculino, en otras palabras, la castracin. El masoquista, se dijo, abandona una parte, sacrifica un trozo para obtener el todo. En otras palabras, el masoquista parece encontrar que el placer bien vale el sufrimiento. Muestra una tenacidad, una obstinacin, una adhesin, que no es caracterstica de ninguna otra perversin. "Es mucha verdad que el amor no manda imposibles, porque lo cree todo posible y permitido -ley Teresa en la Imitacin-. "Efectivamente, slo el amor de Jess poda hacerme vencer aquellas dificultades y las que siguieron, porque deba comprar mi felicidad a costa de grandes sacrificios. Hoy, sin duda, encuentro haberlo pagado muy barato, y estara dispuesta a soportar penalidades mil veces ms amargas para adquirirla, si todava no la tuviera" (p. 157) Debe sealarse repetidamente que el masoquista no sabe ni que tiene miedo ni de qu lo tiene, por lo tanto, no sabe que al corporeizar sus perversiones est haciendo un escape hacia el futuro. Cualquiera explicacin psicolgica del masoquismo tendr que responder a dos preguntas: qu se teme ?, qu se ansa? Estas preguntas son forzadas inevitablemente en quienquiera que reconozca la vacilacin caracterstica entre la ansiedad y el placer en el suspenso masoquista. Qu peligro se teme, qu placer se busca? Cul es el castigo y cul el premio que justifica tanto sufrimiento, tantos sacrificios? Qu constituye la amenaza que origina el escape hacia el futuro y cul es la promesa? Cul, el premio que corresponde a aquellos que abrazan la incomodidad y la humillacin?. 6. Mecanismos 6.1. Significado de la provocacin y demostracin Los masoquistas necesitan testigos de su dolor y degradacin, se dijo. Ahora bien, tiene algn sentido mostrar al mundo el propio dolor, sufrimiento y castigo? Como tantas otras del masoquismo, esta caracterstica parece paradjica. Quiere mostrarse algo o es que se quiere ocultar algo haciendo esto? La necesidad de amor en su forma ms notoria es un signo de que la seguridad del yo est turbada por una inconsciente sensacin de culpa. Quien tanto ama necesita saber si merece ser amado. Ansa la prueba de que es amado a pesar de todo. La inseguridad del yo est condicionada por la percepcin anterior que ha reconocido impulsos hostiles y agresivos reprimidos. Los analistas han reconocido en el masoquista esa creciente necesidad de amor. Dice Teresa de Lisieux de su necesidad de tomarlo todo: " Este rasgo de mi niez es como el resumen de mi vida entera. Ms tarde, cuando se me hizo presente la perfeccin, comprend que para ser santa era menester sufrir, buscar siempre lo ms perfecto y olvidarse de s misma. Comprend que hay numerosos grados en la santidad; que es libre cada uno para responder a la ayuda de Nuestro Seor, de hacer poco o mucho por su amor; en una palabra, de escoger entre los sacrificios que pide. Y entonces, como en los das de mi niez, yo me dije: ' Dios mo, lo escojo todo! No quiero ser santa a medias. No me arredra sufrir por Vos. Slo temo una cosa: guardar mi voluntad. Tomadla, porque escojo todo lo que Vos queris' " (p. 43). El da del juramento de los votos, la santa llevaba "esta esquelita, que contena todo cuanto deseaba para m: Oh, Jess, divino esposo mo, haced que mi vestidura bautismal no se manche jams! Llamadme a Vos, antes de permitir que manche mi alma, en la tierra, la ms ligera falta voluntaria. Que slo busque a Vos y slo a Vos encuentre. Sean nada para m las criaturas, y yo nada para ellas. Que ninguna cosa de la tierra me quite la paz. Oh, Jess, no os pido ms que la paz!... La paz y, sobre todo, el Amor; un amor sin lmites, sin medida. Haced que muera mrtir por Vos, dadme el martirio del corazn o del cuerpo. Dadme mejor entrambos!

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Haced que cumpla con toda perfeccin mis votos, que nada se acuerde de m, que sea pisoteada, olvidada como un granito de arena. Me ofrezco a Vos, Amado mo, para que cumplis perfectamente en m vuestra santa voluntad, sin que jams las criaturas puedan poner obstculos" (p. 226) El comportamiento provocativo debe entenderse como una confesin inconsciente: "Mira cun malo soy!" contina as: "Pero debes perdonarme todo esto!". Esta confesin, seguramente, da por resultado un maltrato para el masoquista, que satisface su necesidad de castigo. As se desarrolla el crculo vicioso que tan a menudo encontramos en los fenmenos del masoquismo. Si la primera emocin debi ser interpretada por las palabras: "Mira cmo soy castigado y cmo sufro", as esta ltima debe traducirse en las palabras: "Mira cmo gozo hasta este castigo". La primera es una concesin a los poderes de la educacin y al prohibitorio mundo exterior; la ltima, una declaracin en contra. La demostracin en sus comienzos prueba la eficiencia de las reglas educativas y morales, pero termina en la exposicin de su bancarrota. Durante la primera fase del desarrollo masoquista se muestra el xito de esas fuerzas; durante la segunda, se demuestra cmo ese xito se transforma en fracaso. Todos conocemos el caso del muchacho que, castigado severamente, sin embargo grita: "Me ro, me ro!" Es obvio que desea probar a su castigador que no le importan los fuertes golpes, que, por el contrario, goza con ellos. El masoquista requiere un testigo de su molestia, de su dolor, de su degradacin; alguien a quien mostrar su castigo y su pecado. Sin embargo, necesita del mismo testigo para demostrar que su castigo no tiene sentido, que es vano y hasta se torna placer. Exhibe el castigo, pero tambin el fracaso de ste. Muestra su invencible rebelin, demostrando que obtiene placer a pesar de la molestia. Prueba que obtiene placer de resistir al dolor. El propsito de obtener satisfaccin a pesar de todas las amenazas se transforma en la tendencia a obtener satisfaccin en razn de ellas. Claramente lo expresa Teresa de Lisieux: "Mi primera victoria no fue grande, pero me cost mucho. Un vasito, dejado por no s quin detrs de una ventana, apareci roto. Nuestra Madre, creyndome culpable de haberlo dejado caer, me dijo que otra vez tuviera ms cuidado porque era muy desordenada; en fin, que se descontent. Sin decir nada, bes la tierra y promet tener ms cuidado en adelante. Por mi poca virtud, estas pequeas prcticas, ya lo he dicho, me costaban mucho, y tena necesidad de pensar que el Da del Juicio se revelara todo " (p. 220). [El subrayado es nuestro]. El texto anterior muestra cmo el masoquista es un revolucionario del autosufrimiento. La piel de oveja que viste oculta un lobo. Su abandono incluye desafo; su sumisin, oposicin. Debajo de su suavidad hay dureza, detrs de su obsequiosidad se escucha el grito de rebelin. Habindose vuelto ms orgulloso por las humillaciones, ms valiente por la represin, el masoquista se vuelve un rencoroso burln. La descripcin del carcter masoquista como dbil, dependiente, fcil de influenciar, desvalido, contina sorprendindonos. Todos estos rasgos tienen por objeto ocultar la mayor determinacin y terquedad. Lo que el masoquista tiene que decir a las fuerzas regentes existentes suena como una sumisin de esclavo. Es, sin embargo, un rencoroso no al mundo de las apariencias que se ha hecho dominante. Se somete... para no ceder jams. Permanece en la oposicin, especialmente cuando es ms servilmente devoto. Escribe la madre cuando Teresa Martn tena casi tres aos y Celina (su hermana), seis y medio:
Mi Celina es muy dada a la virtud. En cuanto al huroncito , no sabemos cmo ser. Es tan pequen como atolondrado. Es una nia muy inteligente; pero menos pacfica que su hermana y, sobre todo, de una terquedad casi indomable. Cuando dice no, nadie la hace ceder. Estara un da entero en el stano sin obtener de ella un s. Antes se echara all a dormir.

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La santa aade: "Tena otro defecto, del que no habla mam en sus cartas: un gran amor propio /.../ Mas velaba Jess por su pequea prometida. Supo sacar provecho de todos sus defectos que, en buena hora dominados, le sirvieron para crecer en perfeccin. Efectivamente, como tena tanto amor propio y tanto amor al bien, bastaba que una vez se dijera: 'No debe hacerse tal cosa', para no volver a recaer" ( p. 39). La inversin est destinada a decir: "Sufrir todo dolor, sufrimiento, humillacin y desgracia, pero no renunciar a mi satisfaccin". La anticipacin del castigo con el subsecuente placer sexual permite slo una interpretacin: "Aunque me azotes, ates y humilles, an as alcanzar el placer!". Ordenando su propio castigo, el masoquista se ha hecho seor de su destino. 6.2. Origen En el verdadero masoquismo, la escena de perversin no es ms que la reproduccin de la fantasa, la puesta en escena en el escenario de la realidad de un drama que exista en la imaginacin del poeta. Ya hemos establecido en los prrafos que anteceden dos procesos esenciales: la inversin de los impulsos originariamente contra el otro y la entrega de estos impulsos al otro, quien se encarga de ejecutarlos contra el yo. ste se vio obligado a ceder a aqul una parte de sus instintos de violencia. Lo hizo, pero sin embargo participa: los goza como si fueran suyos propios En forma similar se supone que el hombre primitivo transfiri su creencia original de su propia omnipotencia a los demonios y deidades de su imaginacin. Ya no es ms todopoderoso, pero el dios a quien reza, s. Mediante su plegaria, participa del poder del dios, siendo de esta forma todopoderoso. De la misma manera, un nio considera la fuerza de su hermano mayor, que lo defiende de los agresores superiores, como una extensin de su propia fuerza. La esperanza de retribucin contra el ms fuerte, tan pronto como uno crezca, tiene algo que ver con todo esto. Es una suerte de anticipacin del propio poder. El sentimiento de poder unido al sadismo no se ha desvanecido en la metamorfosis masoquista. Solamente est ubicado en otra parte. La persona activa no es ms que un sustituto de la pasiva, slo obedece rdenes, es el instrumento y el ejecutor de los impulsos instintivos del otro. Parece como si el masoquista quisiera demostrar pasivamente a su atormentador que l tendr que sufrir a su turno. Uno goza con la imaginacin del castigo y humillacin futura del otro. Para demostrar el desarrollo descrito lo ms corta y exactamente posible, slo tenemos que cambiar los pronombres personales en la misma frase. Comienza con el sadismo, que pretende hacer al objeto del amor -la madre- lo que ella le ha hecho a l. Lo que t me haces, te lo hago yo: frase sdica. Lo que yo te hago a ti, t me lo haces : frase intermedia, transicin al masoquismo. Sin ningn rubor le cuenta Teresa de Lisieux a su hermana la manera de demostrar su afecto a sus padres. He aqu la palabra de la madre: "La nena es un duende como no hay otro, que me acaricia desendome la muerte; deseo mucho que te mueras, mamata! Se la reprende, y se excusa, toda extraada, diciendo: Es para que vayas al cielo, pues t dices que hay que morir para ir all. Y de la misma manera desea la muerte a su padre en estos excesos de amor" (p. 30). [La madre morir el 28/08/1877. Los recuerdos de la santa sobre su madre se extinguen un poco ms adelante]. En otras palabras, el objeto externo es sustituido por el yo. Fantasa: se refiere a lo que el yo har al objeto y lo que entonces el objeto har al yo. Lo que yo me hago, t me haces: masoquismo real. El yo ahora es pasivo; un nuevo objeto ha reemplazado al activo. Fantasa inconsciente: Lo que quiero hacerte o por anticipado lo que te har! El conocimiento que hemos obtenido del origen del masoquismo ha provisto detalles destacables para su comprensin: no se trata de un impulso original, sino de una formacin instintiva secundaria. Surge de la negativa que encuentran los impulsos sdicos instintivos y se desarrolla partiendo de la fantasa sdica, agresiva o desafiante que reemplaza a la realidad.

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Permanece incomprensible mientras uno supone su derivacin directa del sadismo por un enfrentamiento contra el yo. Sin duda, el lugar de nacimiento del masoquismo est en la fantasa. Pero la afirmacin de que el masoquismo se origina en la fantasa no quiere decir que nace en el vaco. Surge de la representacin, del ensayo en la imaginacin de las acciones violentas y agresivas, que son alteradas y reformadas mediante un cambio de roles. Sin la fantasa como factor preparativo y anticipador, no es posible la consecucin del masoquismo. Retiene su carcter sdico en las fases intermedia y final del desarrollo, cuando la agresin se vuelve contra el yo y cuando se cede a otra persona su ejecucin. Aun si la satisfaccin sdica se retira a la oscuridad o puede desaparecer, est an latente en todas las formas del masoquismo. Su desarrollo prueba que el sadismo es poderoso. Pero tambin prueba simultneamente que no es todopoderoso. Dice Teresa de Lisieux: "A medida que creca amaba ms a Dios, y a menudo le entregaba mi corazn sirvindome de la frmula que me haba enseado mam. Me esforzaba por agradar a Jess en todos mis actos, y pona gran atencin en no ofenderle nunca. Con todo un da comet una falta que bien vale la pena que la cuente aqu. Se me presenta una buena ocasin de humillarme y creo tener de ella perfecta contricin. Era en el mes de mayo de 1878. Como me tenais por muy pequea para ir a los ejercicios del mes de Mara, todas las tardes me quedaba con la niera y con ella haca mis devociones ante el altar, arreglado a mi manera. Era todo tan pequeo, tiestos, candelabros, etc., que dos cerillas bastaban para que estuviera todo perfectamente iluminado. Alguna vez Victoria, para economizar mi provisin de cerillas, me daba la sorpresa con dos velas de verdad. Pero rara vez. Una tarde, cuando bamos a ponernos a rezar, le dije: 'Empezad el Acordaos mientras enciendo'. Hizo ademn de comenzar y despus me mir, rindose muy fuerte. Yo, que vea mis cerillas consumirse por momentos, le supliqu dijera en seguida el Acordaos. El mismo silencio. Los mismos estallidos de risa. Entonces, como colmo de indignacin, me levant y, saliendo de mi calma habitual, di un golpe fuerte con el pie, diciendo muy alto: 'Sois muy ruin, Victoria'. La pobrecita no se ri ms. Me miraba muda de sorpresa y, ms tarde, me ense sus dos cabos de vela escondidos bajo el delantal. Despus de llorar de ira, oh!, llor de arrepentimiento. Estaba toda desconsolada y avergonzada, y tom la firme resolucin de no recaer jams" (p. 59-60). Se ha demostrado hasta la saciedad que el masoquista es una persona de una fuerte disposicin sdica, que ha sido desviada de su mira instintiva por la visin del castigo. Esta ansiedad le inhibe de obtener satisfaccin y en su conflicto entre la ansiedad y el ansia de placer, finalmente decide liberarse de la ansiedad mediante el escape hacia el futuro. En consecuencia, no busca el castigo y la incomodidad como tales. Los pide porque marcan el nico camino posible hacia el placer sin molestias. Del mismo modo, un hombre que ansa volver al hogar cruzara tierras pantanosas y bosques si no hubiera otra ruta. Lo que marca la senda al masoquista no es un anhelo original de dolor y tormento, sino la ansiedad que se levanta del placer. Por el contrario, su impaciencia se ha hecho tan grande que elige el camino ms incmodo, si as puede llegar antes. Su ansia de castigo y vergenza es signo de un deseo ingobernable del placer sexual. El placer es la meta. El acto masoquista es nada ms que una forma tortuosa de llegar a ella. El ansia de placer es tan poderosa que la ansiedad y la idea de castigo mismas son atradas finalmente como metas placenteras; como para burlarse de toda amenazadora intimidacin. "Ah!, sobre todo quisiera el martirio.El martirio! Este es el sueo de mi juventud; este sueo ha crecido conmigo en mi celdita del Carmelo. Pero, es otra locura porque no deseo un solo gnero de suplicio. Para satisfacerme me haran falta todos... Como Vos, oh Esposo adorado!, quisiera ser azotada, crucificada... Quisiera morir desollada como San Bartolom; como San Juan, quisiera ser sumergida en aceite hirviente; deseo, como San Ignacio de Antioqua, ser molida por los dientes de las fieras, a fin de convertirme en pan digno de Dios. Como Santa Ins y Santa Cecilia, quisiera presentar mi cuello al cuchillo del verdugo; y como Juana de Arco, en

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una hoguera, murmurar el nombre de Jess! Si pienso en los tormentos inauditos, que padecern los cristianos en los tiempos del Anticristo, mi corazn se estremece; quisiera que estos tormentos me fueran reservados. Abrid, oh Jess mo!, vuestro libro de la vida donde estn escritas las acciones de todos los Santos: esas acciones hubiese querido haberlas llevado acabo por Vos" (p. 353). El asceta sabe que el gozo llegar. Lleg tambin para Teresa fundindose con el sufrimiento: "Algunos das despus de mi ofrenda al Amor misericordioso, comenzaba en el coro el ejercicio del Va Crucis, cuando de repente me sent herida por un dardo de fuego tan ardiente que pens morir. No s cmo explicar este transporte; no hay comparacin que pueda dar a entender la intensidad de aquella llama. Parecame que una fuerza invisible me sumerga enteramente en el fuego. Oh, qu fuego, qu dulzura!" (p. 371) Las prcticas y fantasas masoquistas no son slo inversiones de ideas sdicas, sino recriminaciones y reproducciones de lo que los nios imaginaron que sera la vida sexual de los adultos. Inconscientemente la gente regresa a esas ideas infantiles de sexualidad que una vez tuvieron cuando nios respecto al curso de la relacin sexual. La grotesca mezcla de verdad y error que surge de esas teoras sexuales infantiles reaparece aqu en la teora y prctica. El carcter infantil, al cual se aferra el adulto, frecuentemente se traiciona en detalles de tales fantasas y acciones. La parte importante jugada all por excrementos, la orina y la materia fecal, al igual que la falta de reserva o disgusto que ha sido construida como barrera educativa slo en un tiempo posterior, apuntan en la misma direccin. As el elemento de parodia se origina en ya olvidadas ideas infantiles, como, por ejemplo, sa de la mujer que es tratada cruelmente por el hombre, el que la orina o la defeca, y cosas as. El deseo de permanecer en la infancia llev a M Francisca Teresa Martn a escoger el nombre de 'Teresa del Nio Jess'. Oigamos cmo lo expresa ella misma a propsito de la visita que hizo al convento para ver a una monja, hermana suya: "De pronto pens en el Nio Jess a quien tanto amaba y me dije: Qu feliz sera si pudiese llamarme Teresa del Nio Jess! Pero me guard muy bien siempre de manifestar este deseo. Ms he aqu que la M. Priora me dice en el curso de la conversacin: "Cuando est entre nosotras, hijita, se llamar Teresa del Nio Jess". Mi alegra fue grande. Aquella feliz coincidencia de opinin me pareci una delicadeza de mi amadsimo Nio Jess" (p. 98). Pero por qu, precisamente, del Nio Jess? Para ser su juguete sin mucho valor (rasgo eminentemente masoquista). La santa lo dice con claridad meridiana: "Haca ya algn tiempo que me haba ofrecido al Nio Jess para ser su pequeo juguete. Le haba dicho que no se sirviera de m como un juguete de valor al que los nios se contentan con mirar sin atreverse a tocarlo, sino como una pelotita sin valor alguno, que poda tirar al suelo, empujar con el pie, taladrarla, abandonarla en un rincn o, bien, estrecharla contra su Corazn, si esto le causaba placer. En una palabra, quera divertir al Nio Jess y entregarme a sus caprichos infantiles " (p. 186). En la pgina 212 nos dice que se convirti en la esposa del Nio Jess y que ste hizo un "pequeo milagro" al hacer nevar, a pesar de que haba "una temperatura contraria". 6.3. Homosexualidad Como se dijo ms arriba, para Freud el masoquismo aparece en tres formas: como una cierta actitud hacia la vida, como una expresin de feminidad y como una peculiaridad de la excitacin sexual. Hablemos ahora un poco de la segunda forma. No puede existir duda alguna respecto a la existencia y eficacia de la idea de la homosexualidad pasiva en el masoquismo, pero s la hay, y mucha. Vemosla en la Noche oscura del alma, poema de san Juan de la Cruz, del cual ya hemos hablado. El poeta adopta el papel de la Amada en busca de su Amado, que la espera. Como en todas las poesas msticas, san Juan de la Cruz expone en forma de alegora las tres fases del ir del alma al encuentro con Cristo, esto es, la "va purgativa", la "va iluminativa" y la "unin" del proceso mstico, de que

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hablan los entendidos. Lemosla y consideremos el impresionante final:


En una noche oscura, con ansias en amores inflamada, oh dichosa ventura!, sal sin ser notada, estando ya mi casa sosegada. A escuras y segura, por la secreta escala disfrazada, oh dichosa ventura!, a escuras y en celada, estando ya mi casa sosegada. En la noche dichosa, en secreto, que nadie me vea, ni yo miraba cosa sin otra luz y gua sino la que en el corazn arda. Aquesta me guiaba ms cierto que la luz del medioda, adonde me esperaba quien yo bien me saba en parte donde nadie pareca. Oh noche, que guiaste, oh noche, amable ms que el alborada oh noche que juntaste Amado con Amada, Amada en el Amado transformada! En mi pecho florido, que entero para l slo se guardaba, all qued dormido, y yo le regalaba, y el ventalle de cedros aire daba. El aire de la almena cuando yo sus cabellos esparca, con su mano serena en mi cuello hera y todos mis sentidos suspenda. Quedme y olvidme, ces todo, y dejme el rostro reclin sobre el Amado, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado.

El masoquista es un hiperidealista y un romntico. El sufrimiento le es dulce, no en s mismo, sino como anticipacin de un premio. Goza del sufrimiento como Don Quijote- en aras de su dama- gozaba de sus derrotas. En las formas ms sublimadas del carcter masoquista, una idea abstracta toma el lugar de la mujer deseada. As, san Francisco de Ass sufri de buen

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grado en aras de su amada Dama Pobreza. 6.4. Superioridad del derrotado Quien no enfrenta la violencia, quien est a merced de la brutalidad sin tomar venganza, quien de buen grado soporta los males del destino, en realidad parece ser un hombre mejor, comparado con todos los que luchan impaciente y vengativamente. El sufrimiento y el modo de soportarlo, el renunciamiento a la crueldad y a la satisfaccin de los instintos se transforman en pruebas definidas de la superioridad humana. Sin paliativos lo expres la santa de Lisieux varias veces: "... abierto el Santo Evangelio, pasaron mis ojos sobre estas palabras: 'Habiendo subido Jess a un monte, llam hacia l a los que quiso' (Mc 3, 13). He aqu la maravilla, el misterio de mi vocacin, de toda mi vida; el misterio, sobre todo, de las preferencias de Jess para con mi alma. Jess no llama a los dignos, sino a los que l prefiere /.../ Durante mucho tiempo me pregunt por qu tendra Dios preferencias; por qu todas las almas no recibiran con igual medida sus gracias. Me extraaba ver prodigar favores extraordinarios a grandes pecadores, como San Pablo, San Agustn, Santa Magdalena y tantos otros como, por as decir, obligaba l a recibir sus gracias" (p. 22-23). "Hacia las ocho iba a buscarme pap. Recuerdo que entonces miraba las estrellas con un arrobamiento inefable. Haba, sobre todo, un grupo de perlas de oro en el firmamento abisal [constelacin de Orin] que yo sealaba con deleite, hallndole en forma de T..., y deca, segn bamos andando a mi padre querido: 'Mira, pap, mi nombre est escrito en el cielo! '. Despus, no queriendo ver nada de la tierra vil, le ped que me llevara. Y, sin mirar dnde pona los pies, fijaba bien mi cabecita en el espacio para no dejar la contemplacin del estrellado azul" (p. 6566). "Pensando entonces que haba nacido para la gloria, y buscando el modo de alcanzarla, me fue revelado interiormente que mi gloria no aparecera jams a los ojos de los mortales, sino que consistira en llegar a ser una santa. Este deseo parece un temeridad, si se considera cun imperfecta era yo entonces y cunto lo soy todava despus de tantos aos pasados en religin. A pesar de esto, siento siempre la misma confianza audaz de llegar a ser una gran santa. No cuento con mis mritos, puesto que no tengo ninguno; mas espero en Aqul que es la Virtud y la Santidad misma. l slo es quien, contentndose con mis dbiles esfuerzos, me levantar hasta l, me cubrir con sus mritos y me har santa. No crea entonces que era necesario sufrir mucho para llegar a la santidad, mas Dios no tard en descubrirme este secreto por medio de las tribulaciones relatadas anteriormente" (p. 101). De esta forma se destaca como un oscuro fondo el carcter masoquista. El santo que exhibe su humildad parece echarnos en cara su orgullo de ser humilde. Hay familias enteras que no slo se ven perseguidas por la mala suerte, sino que secundariamente desarrollan una especie de orgullo familiar por este hecho. Parece ser as con los Kennedy. Una dificultad adicional de asociacin con los caracteres masoquistas se encuentra en el hecho de que ellos se consideran mejores, ms capaces de autonegacin, ms tolerantes y ms resistentes que quienes le rodean. Siddharta le contest a la bella Kamala a la pregunta "Qu sabes hacer?": "S pensar. Esperar. Ayunar". Ms an, los masoquistas infectan secreta y sin embargo perceptiblemente su medio ambiente con esta creencia. El reverendo Padre Pichn le dijo despus de una confesin general de la santa:
En presencia de Dios, de la Santsima Virgen, de los ngeles y de todos los Santos, declaro que nunca ha cometido un pecado mortal; agradeced al Seor esto que tan gratuitamente ha hecho con ella, sin mrito alguno de mi parte (p. 204)

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Claro que la santa le da poca importancia al juicio del sacerdote: "No es porque haya sido preservada del pecado mortal, por lo que me elevo a Dios por la confianza y el amor" (p. 339). Parece decir que es por esfuerzo personal. El orgullo de los santos y mrtires, el mismo orgullo y arrogancia que descubrimos como factor extremadamente importante en el masoquismo social, tambin es esperado en el despliegue de su superioridad con respecto a sus compaeros cristianos de lucha. Gustavo Flaubert, con profunda comprensin psicolgica, hace expresar a su san Antonio que eso fue inconscientemente efectivo en muchos santos. El asctico desafo atesora sus autocastigos y autoprivaciones. Se compara con los grandes y alardea de sus logros. "Ms de treinta aos he vivido en el desierto. Como Eusebio he llevado treinta libros sobre mis espaldas; como Macario he expuesto mi cuerpo a los insectos y como Pacomio he pasado cincuenta y tres noches sin pegar los ojos. Mrtires que han sido decapitados, atravesados con hierros o quemados, quiz tengan menos mritos que yo". Tambin goza de su miseria porque es causa de su orgullo y satisfaccin de su amor propio. La comparacin de su miseria con los lujos de los Padres de la Iglesia en Nicea, que surge de apasionados sentimientos de rivalidad, casi lo hacen dudar del nico camino de salvacin. Teresa del Nio Jess se pone al lado, como amiga, de grandes santas: Cecilia e Ins. Leamos el relato. "Antes de este viaje no senta por la Santa [Cecilia] devocin particular; pero al visitar su casa, el lugar de su martirio, al or proclamarla 'reina de la armona' por el canto virginal que hizo escuchar a su esposo virginal en el fondo de su corazn, sent por ella algo ms que devocin: una verdadera ternura de amiga. Vino a ser mi santa predilecta, mi confidente ntima. Lo que sobre todo me cautivaba en ella era su ilimitada confianza y santo abandono, que la hicieron virginizar almas que nunca haban deseado otra cosa que goces de la vida presente" (p. 179). "Muy agradable fue para m tambin la visita a la iglesia de Santa Ins. Me encontr all con una amiga de la infancia. Procur, sin xito, obtener una reliquia suya para llevrsela a mi madrecita Ins de Jess. Los hombres me la negaron, pero Dios se puso de mi parte: despegse una piedrecita de mrmol rojo de un mosaico cuyo origen se remontaba al tiempo de la mrtir y delicada, viniendo a caer e mis pies. No era aquello encantador? La misma Santa Ins me daba un recuerdo de su casa" (p. 180). Incluso llega a compararse ... con la Magdalena!, a pesar de que nunca cometi pecado mortal, como acabamos de leer. "Jess me ha perdonado ms que a la Magdalena" (p. 118), le confes a las monjas. "Quiere que le ame porque me ha perdonado, no mucho, sino todo. Sin esperar a que le ame mucho, como la Magdalena, me ha dado a conocer la inefable previsin con que me am, a fin de que ahora le ame con locura" (p. 119). 7. ros y thnatos

Las bases de la estructura de la concepcin freudiana ms avanzada son dos instintos que dominan la vida orgnica y determinan la vida y la muerte de todo ser viviente: el impulso

sexual, el ros, y el instinto mortal, la agresin, Thnatos. Las tendencias constructivas,


productivas, concordantes de una de las corrientes, se oponen a las tendencias destructivas, disolventes, aniquiladoras de la otra. Los dos instintos antagnicos fundamentales, que luchan uno contra el otro en toda la creacin, continan la batalla en la vida del individuo. El instinto mortal quiere conducir de vuelta a todo ser viviente hacia el eterno descanso, hacia el no-ser. El instinto ertico, sin embargo, quiere crear nueva vida y reunir a todo ser viviente en mayores unidades. El instinto mortal es el ms antiguo, precede a la vida tal como el silencio eterno precede al sonido. Es la manifestacin ms precisa de la tendencia conservadora original del instinto, el impulso de regresar a una etapa anterior. Pero la misma fuerza motriz reside en su antagonista, en ros. No es mucho ms joven que el instinto de destruccin, pues es tan viejo como el origen de la vida. Debe de haber comenzado a actuar al primer bullir de la vida sobre la tierra. Desde entonces su meta ha sido crear y mantener la vida.

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Esta titnica lucha se desarrolla en cada ser viviente desde el primero al ltimo suspiro y determina procesos orgnicos. El impulso mortal empuja todo lo creado de vuelta hacia la fra inmovilidad y el rpido no-ser. ros lo conduce hacia la vida, la luz, el calor y el movimiento. En la batalla contra su antagonista primario que intenta destruir el yo, ros triunfa en parte desviando sus efectos destructivos del yo hacia el mundo exterior. El resultado de esta desviacin del instinto, cuyo primer objetivo es el yo, es un impulso de abolir el mundo exterior, de destruir sus objetos. En un caso especial, ros consigue incluso emplear astutamente este inmenso poder productivo en su propio servicio. ste es el origen del sadismo que con toda claridad, en su esencia y en su efecto, revela su descendencia de impulsos mortales. Otra parte del instinto mortal permanece dentro del organismo. Su eficacia nos conduce a todos a la aniquilacin. Tambin esta muerte introvertida dirigida contra el yo puede experimentar el poder del ros en el masoquismo. Los impulsos masoquistas, como el sadismo, ya no son ms expresiones puras del instinto mortal, sino presiones combinadas. En el masoquismo, la fusin del impulso mortal y ros se vuelve contra el yo. El poder de la destruccin que aparece en el yo se amalgama con los instintos sexuales. El yo, por cierto, contina siendo el objeto del instinto mortal tanto como el objeto de la libido. Se ha convertido en objeto de un amante cruel. Veamos tres ejemplos de ros al servicio de Thnatos. El primero es el del montanismo, movimiento hertico cristiano fundado en el siglo II d.C. por el profeta Montano en la regin de Frigia, ahora parte de Turqua. Hacia el ao 156, Montano apareci en un pequeo pueblo, entr en trance y empez a profetizar en lo que l deca era la voz del Espritu Santo. Acompaado de dos jvenes mujeres, Priscila y Maximila, predic su doctrina por toda Asia Menor. El montanismo sostena que el Espritu Santo (o Parclito) apareca a travs de Montano y sus seguidores. Los montanistas ensearon que la segunda venida de Cristo era inminente y que un alejamiento de la gracia no poda redimirse. Los discpulos fueron instruidos para buscar, y en ningn caso eludir, la persecucin e incluso hasta el martirio. La secta encontr pronto adeptos, pues surgi en un momento en que el Imperio romano ejerca una dura persecucin sobre la Iglesia. Los montanistas evitaban lo secular, concentrndose, en cambio, en la preparacin para la parusa de Cristo. Alrededor del 177, los jerarcas de la Iglesia, temiendo los potenciales efectos disgregadores del movimiento, excomulgaron a los montanistas. Desde entonces, convertida en una secta separatista, el montanismo alcanz su culminacin en el siglo III en Cartago, donde reciba el apoyo del telogo romano Tertuliano. Hacia el siglo VI, este movimiento tan severamente asctico alcanz la cima de su influencia, pero fue el punto en el que empez a extinguirse. El segundo ejemplo, histrico, del servicio de ros a Thnatos es el de los valesianos. Estos fueron miembros fanticos de una secta fundada por Valesio. No coman carne y llevaban la exigencia de la pureza hasta el extremo de castrarse, pues consideraban pecado la perpetuacin de la especie. Como tercer ejemplo podemos sealar la vida de santa Teresa del Nio Jess, de quien hemos hablado largamente. El relato de su muerte hecho por las monjas del Carmelo de Lisieux ilustra muy bien la servidumbre de ros. A las siete y algunos minutos, volvindose hacia la Madre Priora, le dijo:
-Madre ma, no estoy ya en la agona?... No voy a morir?... -S, hija ma, es la agona, pero quiz quiere Jess prolongarla algunas horas. -Bien..., vamos..., vamos..., no quisiera padecer menos. Mirando despus su crucifijo: -OH!... LE AMO!... DIOS MO..., OS AMO!!!

stas fueron sus ltimas palabras. Una frmula psicolgica, que es vlida tanto para la versin sexual como para la social

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asctica, pues incluye tanto las manifestaciones crudamente sexuales como las ms espiritualizadas y caracteriza el ncleo de la perversin sexual y de esa actitud general ante la vida que hemos llamado masoquismo, puede sintetizarse en estas palabras: A la victoria por la derrota. La palma del martirio para muchos es una expresin contradictoria y sin sentido. Pero frente a la necesidad psicolgica de sufrimiento como precondicin del goce, no es sorprendente que la mayora de los masoquistas considere desagradable cualquier atenuacin o abstraccin de la molestia. Esto no slo se debe al peligro de que la ansiedad los arrolle. Tenemos que creer las afirmaciones de estos seres cuando dicen que sienten que sus vidas se vuelven vacas, pobres, sin color y menos satisfactorias. Esta misma combinacin de desafo, imposicin de la voluntad, placer en el castigo y en la victoria anticipada, otorga a las experiencias masoquistas una cualidad cuya falta sera notada. sta es en verdad la expresin correcta: algo falta si no hay sufrimiento, algo a lo que, por as decirlo, se tiene derecho. La idea de acercarnos a este modelo de cristianismo, posiblemente el ms extendido, no fue para condenarlo, sino para comprenderlo. Hay tres escenas de la vida de Jess de Nazaret en las que este modelo se expresa con profundo arraigo popular. La primera es la del Cristo azotado. Imitadores de esa escena 185 han sido los flagelantes de todos los tiempos. Los primeros que registra la historia son unos fanticos religiosos europeos del siglo XIII, que proclamaban la inminencia de la ira de Dios contra la corrupcin y como rito religioso se autoinfligan azotes. La secta surgi en Perugia, Italia central, en 1259-1260 y se dice que el nmero de miembros ascenda a diez mil. Los miembros solan correr por las calles de un pueblo flagelndose las espaldas y llamando a los espectadores a arrepentirse y a unirse a ellos en este autocastigo. Manfred, rey de Npoles y de Sicilia, alarmado por el gran nmero de flagelantes y con temor ante la posibilidad de que llegaran a amotinarse en un pas desgarrado por los conflictos polticos, trat de eliminarlos. Sin embargo, sus intentos por detener el movimiento fallaron, ya que haba grupos de discpulos esparcidos por toda Europa. En un principio, los flagelantes eran reconocidos por su piedad, pero, a medida que pas el tiempo, se agregaron a la secta elementos de dudosa fama. Atacaron a los judos en muchos pueblos de Alemania y los Pases Bajos. La Iglesia hubo de aliarse con autoridades laicas para estar prevenida ante los arranques de clera de la secta. La brutal expansin de la peste, tambin llamada la peste negra, que se extendi a travs de toda Europa desde 1347 hasta 1349, ayud a incentivar e intensificar el resurgir del movimiento de los flagelantes, quienes adems estaban convencidos de que el fin del mundo iba a tener lugar en breve. Viajaban en grupos organizados, unidos por votos que los obligaban a abstenerse de todo placer fsico y les incitaba, en cambio, a soportar torturas y flagelaciones durante 33 das, en memoria de los 33 aos que vivi Cristo. En 1349, el papa Clemente VI los declar herejes e hizo grandes esfuerzos por eliminarlos. A comienzos del siglo XV, el movimiento de los flagelantes revivi en muchos estados alemanes, lo que llev a que la secta fuera de nuevo perseguida. En el Concilio de Constanza (1414-1418) recibi la condena absoluta. En tiempos ms recientes y de forma repentina, han reaparecido algunas sectas de flagelantes. Una de ellos apareci en Lisboa en 1820; en los estados de Colorado y Nuevo Mxico (EEUU), la secta de Americanos Cristianos Nativos, los Hermanos Penitentes, hasta finales del siglo XIX continuaron practicando la autoflagelacin. En Espaa se mantienen los flagelantes en San Vicente de la Sonsierra (Logroo). Los miembros de la cofrada de la Vera Cruz se flagelan cuando sacan su reliquia en procesin. Lo hacen varias veces al ao, cargndose ms de significado y de nmero de flagelantes, hasta la sangre, el da de Viernes Santo. La segunda imagen del varn de dolores, sin duda, es la del Mesas escarnecido, despus de azotado. Claro que en los evangelios hay nada menos que cinco descripciones de la

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escena!, aunque todas contienen bsicamente el mismo motivo, a saber, el maltrato y escarnio de Jess en el curso de los acontecimientos que preceden a su crucifixin. La descripcin de Marcos (15,16-20) muestra los rasgos tpicos de una prctica del mundo circense. Los legionarios se divierten en el `aud del praitrion con el Rey de los judos. Como ha demostrado P. Winter, repiten una pantomima popular, una comedia bufa que han visto ejecutar a actores callejeros en algn otro sitio y que imitan ahora a expensas del reo rey. La tercera imagen es la del crucificado. La cruz, atroz suplicio creado por el genio ms atroz de los fenicios Schure dixit- , fue adoptada por la implacable Roma y adaptada como smbolo de salvacin por el papado. Muchos cristianos la cargan como amuleto, y casi todas las familias creyentes en el Profeta de Nazaret tienen colgada una cruz en las habitaciones de la casa. En el silencio de la noche y en la quietud de la alcoba, el hijo de Dios crucificado cuida el sueo de los durmientes. A veces, el crucificado sale del silencio de su quietud y no slo acompaa a sus fieles en su descanso sino tambin en su ajetreo. As titul El Universal, de Caracas, una noticia: Detenido un Cristo que lloraba. El periodista rese el inslito caso de la siguiente manera: Slo espordicos gritos empaaban esa guardia "calichosa" de los funcionarios de la PTJ de La Vega. Ni siquiera un solo muerto se haba reportado y los funcionarios se dedicaban a poner sus expedientes al da y a engrasar sus armas.
El telfono son. Al otro lado del auricular un detective inform que una turba pretenda allanar un apartamento. El investigador aclar que los vecinos no deseaban linchar a ningn delincuente. Slo queran ver y tocar a un Cristo que lloraba.

En el interior de una habitacin resguardaban la imagen que todos deseaban adorar. Numerosos fieles haban rodado por las escaleras. Otros presentaban aporreos y algunos se haban quemado con las velas que rendan culto a la efigie.
El jefe de guardia se present al lugar del suceso para calmar a la turba y tom una decisin de la cual horas ms tarde se arrepentira. Orden que le leyeran sus derechos al Cristo y que se lo llevaran preso. Pasada la medianoche los msticos devotos se congregaron frente a la sede policial de La Vega. Rezaron el rosario y exigan ver la figura. Los detectives solicitaron refuerzos y consultaron a sus superiores hasta que uno de los jefes les ofreci la solucin. "Liberen a ese preso y caso cerrado", orden. Sacaron la imagen envuelta en una sbana.. Los fieles destrozaron el Cristo y se llevaron los pedazos.

Don Miguel de Unamuno se ha preguntado seriamente: por qu no una eternidad de dolor, aunque esto subleve nuestros sentimientos? Por qu no un Dios que se alimenta de nuestro dolor? Es acaso nuestra dicha el fin del universo? O no alimentamos con nuestro dolor alguna dicha ajena?No es que la redencin arranca de las manos de los dioses a los hombres, su progreso y su juguete, con cuyos dolores juegan y se gozan como los chiquillos atormentando a un escarabajo? S, por qu no una eternidad de dolor? El infierno es una eternizacin del alma, aunque sea en pena. No es la pena esencial a la vida? Que se lo pregunten a los masoquistas. El placer y el dolor son dos ingredientes que dan sabor a la vida. Los nicolatas (de Nicols , Antioqua, siglo II) eran una secta que profesaba el libertinaje moral, proclamando que hay que entregar el cuerpo a la voluptuosidad para liberar el alma de las ataduras del mundo corporal. De modo similar pensaban los paternianos, herejes del siglo IV. Estos afirmaban que la carne es obra del demonio y por ello haba que entregarse a toda suerte de libertinajes. Por el contrario, los discpulos de Taciano, apologista gnstico del siglo II, fundador de la secta de los eucrticos o al menos el ms ilustre representante, condenaban el matrimonio y todos los placeres de los sentidos. So pena de perecer, el cristianismo primitivo tuvo que hacerse una religin individual, una religio quae non religat, lo cual es una paradoja. Porque los hombres vivimos juntos, pero cada uno se muere solo y la muerte es la suprema soledad.

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Dolor y placer. Vida y muerte. Nietzsche ha condenado el cristianismo por ser una religin del dolor, una religin para la muerte. Dijo:
El concepto cristiano de Dios -Dios, el Dios de los enfermos; Dios, la araa; Dios, el espritu- es uno de los conceptos divinos ms corrompidos que ha habido en el mundo; quiz est al ms bajo nivel de la evolucin descendente del tipo divino; es un Dios degenerado hasta el punto de estar en contradiccin con la vida, en vez de ser su glorificacin y su eterna afirmacin. Declarar la guerra en nombre de Dios, a la vida, a la Naturaleza, a la voluntad de vivir! Dios, la frmula de todas las calumnias contra lo de aqu abajo, de todas las mentiras de ms all! La nada divinizada en Dios, la voluntad de la nada santificada! ( El Anticristo, XVIII).

El mismo solitario de Sils-Maria defendi el budismo:


El budismo es cien veces ms realista que el cristianismo. Tiene, como herencia recibida, la facultad de saber objetivamente y de plantear framente los problemas; vino despus de un movimiento filosfico de muchos siglos; la idea de Dios, en su gnesis, estaba ya fijada cuando lleg esa religin. El budismo es la nica religin verdaderamente positiva que nos muestra la historia; hasta en su teora del conocimiento (un riguroso fenomenalismo) no dice lucha contra el pecado, sino que, reconociendo los derechos de la realidad, dice: lucha contra el dolor. Deja detrs de s, y esto lo distingue profundamente del cristianismo, la ilusin voluntaria de los conceptos morales; est colocado, expresando la idea en mi lenguaje, ms all del bien y del mal (XX)

El cristianismo es un valor del espritu universal que tiene sus races en lo ms ntimo de la individualidad humana. Los jesuitas dicen que con l se trata de resolver el negocio de nuestra propia salvacin individual y personal. Aunque sean los jesuitas quienes principalmente lo digan, tratando lo divino como un problema de economa, parece que hemos de aceptarlo as, como un postulado previo. Por eso cabe la pregunta: no tendr alguna justificacin la moral eremtica, cartujana , carmelitana o la de la Tebaida? No se podr, acaso, decir que es menester se conserven estos tipos de excepcin para que sirvan de eterno modelo a los otros? No cran los hombres caballos de carrera, intiles para todo otro menester utilitario, pero que mantienen la pureza de la sangre equina? No hay, acaso, un lujo tico, no menos justificable que el otro? Pero por otra parte, no es esto, en el fondo, esttica y no moral y mucho menos religin? No es que ser esttico y no religioso, ni siquiera tico, el ideal monstico contemplativo medieval? Aquellos solitarios que nos han contado sus coloquios a solas con Dios han hecho una obra eternizadora: se han metido en las almas de los dems. Era el ansia de libertad, de libertad interior, en efecto, lo que en aquellos revueltos tiempos de Inquisicin llevaba a las almas escogidas al claustro. Encarcelbanse para ser mejor libres. No es linda cosa que una pobre monja de San Jos pueda llegar a enseorear toda la tierra y elementos?, deca en su Vida santa Teresa. Era el ansia pauliniana de libertad, de sacudirse la ley externa, que era bien dura y, como deca el maestro fray Luis de Len, bien cabezuda entonces. Adems, lo que no es directamente ordenado o prohibido se vuelve importante en el ascetismo, que no concede libertad a pensamiento alguno y no deja sin control ninguna accin, ninguna mirada involuntaria, ningn placer, ya sea de la alegra, del amor, de la amistad o el de la sociabilidad, sino que reclama para s toda emocin anmica, toda asociacin de ideas, todo pensamiento que pasa, momento tras momento, por la mente humana. Pero lograron los ascetas de ayer la libertad de este modo? Es muy dudoso que la lograran. Hoy es imposible. Porque la verdadera libertad no es cosa de sacudirse la ley externa, la libertad es la conciencia de la ley. Es libre no el que se sacude de la ley, sino el que se aduea de ella. La

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libertad hay que buscarla en medio del mundo, que es donde vive la ley, y con la ley la culpa, su hija. De lo que hay que liberarse es de la culpa, que es colectiva.

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Captulo 5 EL MESAS

Seal el joven Hegel 187 que, en la poca en que Jess apareci en medio de la nacin juda, sta se hallaba en el estado que es siempre la condicin previa de una revolucin ms o menos inminente y que tiene siempre los mismos caracteres generales. En otras palabras, cuando el espritu se ha retirado de una constitucin y de las leyes y si, en virtud de su metamorfosis, no concuerda con ellas, surge una bsqueda, una aspiracin hacia algo diferente. El pueblo judo en la poca de Jess no ofrece la imagen de un todo. Por un lado, bien que mal, el universal de la religin lo sigue uniendo. Al mismo tiempo subsisten tantos elementos ajenos y diversos, tanta vaciedad de vida y de ideales, tantas inspiraciones insatisfechas, tanto conato sucesivo de curiosidad por lo nuevo que cualquier reformador que se presente seguro de s mismo y aportando esperanzas, de antemano tiene asegurado tanto su grupo de adeptos como su partido enemigo. La independencia exterior del Estado judo se haba perdido; por eso los romanos y los reyes impuestos o tolerados por ellos concentraban sobre s el odio secreto -casi general- de los judos. Si la exigencia de la independencia estaba tan profundamente enraizada en su religin, que apenas toleraba la existencia de otros pueblos a su lado, cmo hubiera podido considerar tolerable el dominio de uno de ellos? Determinar exactamente qu condiciones imperaban en Judea cuando regan el pas procuradores romanos, es tarea preada de dificultades. Antes del ao 70 de la Era cristiana, Judea (o Palestina) no estaba integrada del todo en el Imperio romano. Los asuntos militares y las relaciones exteriores se hallaban en manos del poder soberano. El mantenimiento del orden pblico era responsabilidad en parte romana y en parte juda; la mayora de los otros asuntos de carcter puramente interno seguan en manos de las autoridades locales judas. Esta distribucin del poder no estaba explcitamente formulada en una constitucin escrita o un acuerdo contractual entre las dos naciones. Pero, en trminos generales, los romanos, maestros en el arte del control indirecto, se contentaban con permitir que las autoridades locales instituidas, encabezada por el Sanedrn Supremo, siguieran actuando sin interferencias en cuestiones que no

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afectasen a los intereses romanos. El Imperio romano era, a principios de nuestra Era, una asociacin de Ciudades-Estado, todas ellas con instituciones jurdicas propias. Judea no era una excepcin. Los judos gozaban de autonoma en cuestiones legales, excepto en el caso de delitos polticos. Los romanos, indiferentes a las preocupaciones religiosas de las poblaciones sometidas o asociadas, evitaban meticulosamente intervenir en el mbito jurisdiccional que abarcaba el derecho religioso judo. Roma procur, en realidad, que siguiese aplicndose el derecho ancestral judo y que estuviese protegido por el representante legal. A los romanos no les interesaba la jurisdiccin interna juda. Cuando enviaron, muy a regaadientes, un gobernador a Judea, lo hicieron slo con el propsito de pacificar el territorio y salvaguardar la ruta terrestre de Siria a Egipto. Al no lograr el sucesor de Herodes mantener el pas en paz, y dado que el descontento popular amenazaba con desembocar en una alteracin del orden pblico, se envi un gobernador a Judea. Sus poderes no estaban definidos punto por punto frente a los de las autoridades locales, pero se esperaba que respetase las costumbres judas y que procurase no intervenir en cuestiones de derecho religioso. En los Hechos de los Apstoles, vemos cmo el Sanedrn resuelve casos legales: todos ellos delitos religiosos. Cuando se acusa a Pablo en Corinto y el procnsul decide que se trata de una cuestin religiosa, se niega a intervenir en el caso; pero cuando le acusan de un delito poltico en Filipos, interviene el pretor. Los funcionarios romanos se mostraban, en general, muy dispuestos a respetar la autonoma de los peregrini en las provincias. Entonces, quin y por qu mat a Jess de Nazaret? El Sanedrn, por razones religiosas? Los romanos, por causa polticas? En este captulo trataremos de contestar estas preguntas, no sin hacer antes un largo viaje al pasado de Israel. 1. David David (1000-961 a. C.), rey de Jud e Israel, fue el fundador de la dinasta de Jud. Los libros de Samuel, Reyes y Crnicas del Antiguo Testamento recogen numerosos relatos de sus hazaas. Pero quin fue realmente David? David era el hijo ms joven de Jes, un pastor de Beln, regin en la que pas su juventud cuidando los rebaos de su padre. Adquiri fama por sus aptitudes musicales y por su valenta, que alcanz visos legendarios por su enfrentamiento contra el gigante filisteo Goliat. A medida que creca su reputacin, fue convocado a la corte. Sal, primer rey de Israel, lo nombr su escudero. Tras cubrirse de gloria en las guerras contra los filisteos, despos a Mikal, hija de Sal, y se gan la amistad de Jonatn, su cuado. Sin embargo, su creciente popularidad despert la envidia del monarca, quien lo expuls de la corte. David pas el siguiente perodo de su vida en el exilio, a la cabeza de una banda de guerreros que cobraban tributo a los terratenientes de Jud. Tras una estancia en la ciudad de Abullam, cercana a Jerusaln, y en los desiertos de Jud, entr al servicio de Akis, rey de la ciudad filistea de Gat. Como recompensa a su colaboracin con Akis, ste le

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nombr gobernador de la ciudad de Siklag. Tras la muerte de Sal, de Jonatn y de otros dos de los cuatro hijos del rey en una batalla contra los filisteos, David regres a su pas natal. Coronado rey de Jud en Hebrn, gobern all durante siete aos, hasta aproximadamente el 993 a.C., cuando fue ungido rey de Israel. A partir de entonces, David derrot en rpida sucesin a filisteos, moabitas, arameos, edomitas y ammonitas. Consolid con ello el Estado nacional independiente de Israel y ampli enormemente sus dominios. Una de sus principales conquistas fue la de la fortaleza jebusea de Sin, a la que convirti en ncleo de su ciudad capital, Jerusaln, a menudo llamada Ciudad de David. All construy su palacio e instal, bajo un tabernculo, el Arca de la Alianza, con lo que Jerusaln pas a ser el centro religioso y poltico de los territorios unidos bajo su persona. Los ltimos aos del reinado de David estuvieron marcados por los problemas familiares, sobre todo por la disputa con Adonas, el mayor de sus hijos sobrevivientes, disputa que surgi por haber designado a Salomn (su hijo con Betsab) heredero del trono. David fue un guerrero valiente y un lder notable. Mostr una devocin religiosa a toda prueba, de ah que sea el smbolo del coraje y de las aspiraciones religiosas y polticas de su pueblo, cuyos profetas le consideraron el modelo del Mesas prometido. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento (Lc 1,32), se hace referencia al Mesas como hijo de David. El islam, tambin, venera a David como profeta. Hasta aqu algunos datos escuetos sobre este legendario personaje, pero echmosle a su historia menuda una mirada ms detenida. Por haber fundado Jerusaln y por haber sido el padre de una dinasta asociada ntimamente a la obra de Israel, David entr en las leyendas futuras. De siglo en siglo se puede ver la transformacin de su vida. Poco a poco el bandido de Abullam y de Siklag toma el aspecto de un santo y de un... intelectual! La tradicin le atribuye la autora de 73 poemas de Salmos, aunque los especialistas de hoy sostienen que se trata de una afirmacin dudosa. Por esta transformacin que sufri la vida de David, para los cristianos... Jess tendr que ser su nieto! Por la idea de que la vida del Mesas debe ser anloga a la de David, se falsear la biografa evanglica en muchos puntos. Los cristianos postularn una justicia final por el testimonio de David, que jams se acord de ella, y de la Sibila, que no ha existido nunca. Teste David cum Sybylla...!, canta el himno catlico. Consideremos algunas de las acciones del legendario personaje. Notamos, en primer lugar, que a David le gustaba parecer obligado a ejecutar las actos que ms deseaba. Por poltica, acostumbraba a mostrarse vengador de Yahv, aunque fuese por crmenes en los que l mismo haba participado, con lo que sacaba la doble ventaja de servir a Yahv, como le convena, y deshacerse de la gente que le molestaba. Aunque David haba sido un bandido y nunca fue un santo, sin embargo, algunos historiadores quieren librar su memoria del asesinato, atrozmente concertado, de su servidor Uras, el hitita. Cuenta el Antiguo Testamento que desde su tejado vio un da el rey David a Betsab que se estaba lavando. Admirado por su belleza, la sedujo

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mientras su esposo, Uras, uno de sus soldados, estaba ausente. Cuando Uras neg su paternidad sobre el hijo que ella estaba esperando, David orden que muriera en la batalla (2 Sam 11, 2-26), para poder as casarse con ella. David y Betsab fueron castigados por Dios con la muerte del nio. Pero ms tarde Betsab le dio otro hijo, Salomn, que sucedi a su padre en el trono. En la genealoga de Jesucristo en el Nuevo Testamento (Mt 1,6), Betsab no aparece mencionada por su propio nombre, sino que es citada como la esposa de Uras. Pero si no fue David directamente responsable de la muerte de Uras durante el sitio de Rabbat (hoy Ammn, Jordania), la capital ammonita, mientras cometa adulterio con Betsab, s lo fue de crueldades sin freno en otros hechos. Por ejemplo, en la guerra contra Moab obr David de manera cruel con una poblacin que estaba muy emparentada con l, pues, por un lado de su genealoga, l parece que fue oriundo de este pueblo. Los soldados de David acostaron a todos los moabitas en el suelo en hilera, se midi la hilera con un cordel, se mat a los que ocupaban los dos tercios de su longitud y se dej vivir a la otra tercera parte. Moab fue reducido al estado de vasallaje y obligado a pagar tributo a Israel. Consideremos su comportamiento con los amonitas. Vencidos los arameos, ya no ayudaron a los amonitas. Por eso, el ao siguiente envi David a Joab ms all del Jordn con todo el ejrcito de Israel contra este otro pueblo. Joab asol el pas de Amn y puso sitio a Rabbat-Amn. Tom fcilmente la ciudad baja, situada a orillas del agua. Quedaba an por tomar la ciudad alta con la residencia real. Joab, impulsado por adulaciones, mand avisar a David para que no se nombrase en esta hazaa a Joab. David acudi y tom la ciudad, quit la corona de oro, enriquecida con piedras preciosas, de la cabeza del rey bencido y se la puso l. El botn fue grande. Se mand salir al pueblo y se efectu una matanza de las ms crueles: a unos se les aserr, a otros se les puso bajo carros con hoces de hierro que se pasearon por sus cuerpos, a otros se les arroj a hornos encendidos. Todas las ciudades de Amn fueron tratadas de igual manera. Por qu, entonces, la admiracin (de los judos y de los cristianos) por David? Esta puede ser perfectamente entendida si se piensa que el reinado de David signific un paso considerable en el proceso del yahvesmo. David parece que fue un servidor de Yahv ms exclusivo que Sal. Yahv era su protector y no quera tener otro. Hizo un pacto con Yahv, que deba darle la victoria sobre sus enemigos a cambio de la constancia en su culto. No naci un movimiento puro de piedad en aquella alma esencialmente egosta, cerrada a toda idea desinteresada. Entre David y Yahv no hay nada ms que un toma y daca de absoluta exactitud. Yahv era un dios fiel, slido, seguro; David, un servidor seguro, slido, fiel. La fundacin del nuevo reino se tom, pues, como obra de Yahv. De este modo el yahvesmo y la dinasta davdica se encontraron ntimamente entrelazados. Por esta razn, los descendientes del pastor de Beln ocuparon el trono durante cuatro siglos. Esencialmente, en este sentido, tuvo importancia religiosa el reinado de David. Su fortuna fue la primera fortuna grande en el nombre y por influencia de Yahv. El triunfo de David, confirmado por el hecho de que sus descendientes le sucedieron en el trono, fue la demostracin evidente del

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poder de Yahv. El buen xito de los servidores de Yahv es del mismo dios. El dios fuerte es el que triunfa. Esta idea casi no se diferencia de la del islam, cuya apologtica no tiene ms que una base: el xito. El islamismo es verdad "porque Dios le da la victoria". Yahv es el verdadero dios por prueba experimental, porque ha dado la victoria a sus fieles. Pero qu pasar cuando el servidor de Yahv sea atacado y perseguido por la adhesin al dios? La crisis de la conciencia israelita se adivina ya desde aqu. Siguiendo las frmulas empleadas por los escribas egipcios y mesopotmicos para referirse a sus reyes, los escritores bblicos presentaron al rey David como algo ms que un vasallo o un protegido de Yahv: le hicieron Mesas -un ttulo ya usado por Sal- e hijo de Dios. As, en el orculo de investidura real se dice: "Voy a promulgar un decreto de Yahv. l me ha dicho: 'T eres mi hijo, yo te he engendrado hoy. Pdeme y har de las gentes tu heredad, te dar en posesin los confines de la tierra. Las regirs con cetro de hierro y las rompers como vasija de alfarero" (Sal 2,7). En Sal 89,4, se le ratific como elegido de Dios y en Sal 89, 28, se le hizo primognito de Yahv, al tiempo que se emple a Dios como excusa para imponer de un golpe el principio de la monarqua hereditaria (muy ajena a la tradicin anterior de los hebreos) y se garantiz el rgimen teocrtico de cara al futuro. 1.1. Hijo de David

Slo gracias a un rodeo bastante forzado, la leyenda consigui hacer que Jess naciera en Beln. Esta suposicin era consecuencia obligada del papel mesinico atribuido al Maestro de Nazaret. Veamos. El empadronamiento llevado a cabo por Quirino y del que la leyenda hace depender el viaje a Beln es posterior, por lo menos diez aos, al que, segn Lucas y Mateo, debera haber nacido Jess. Los dos evangelistas, en efecto, colocan el nacimiento de Jess bajo el reinado de Herodes el Grande188. Ahora bien, el empadronamiento de Quirino no tuvo lugar sino despus de la deposicin de Arquelao, es decir, diez aos despus de la muerte de Herodes, el ao 37 de la era de Actio 189. En conclusin, el viaje de la familia de Jess a Beln no tiene nada de histrico. Tal viaje es debido al motivo que se le atribuye: ser Mesas. Pero Jess no era de la familia de David (lo cual se puede comprobar comparando las genealogas y los relatos sobre su concepcin). Por si esto fuera poco, al parecer la familia de David estaba extinguida desde haca mucho tiempo. Puesto que se esperaba que el Mesas ira de Beln a Judea, sin ninguna explicacin Mateo hizo que Jess naciera en Beln, aunque el hogar de sus padres se encontrase en Galilea. Lucas deseaba ser objetivo, ms objetivo que Mateo, por eso se dispuso a apropiarse de cualquier dato que pudiera contribuir al logro de su propsito. Si conoci o pas por alto el relato de Mateo, no importa. Se las ingeni para sacar partido del primer censo romano de Judea, referido por Josefo y tan aborrecido por los judos, haciendo viajar a Jos con su esposa embarazada desde Galilea hasta Beln, la ciudad de David, a fin de efectuar la inscripcin. Lucas trat de armonizar

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misterio y ciencia. Esta misma armona la declara Orgenes cuando defiende la veracidad del anuncio del nacimiento del Mesas mediante una estrella. Dijo este Padre de la Iglesia:

Yo creo que la estrella que apareci en Oriente era de una especie nueva y que no tena nada en comn con las estrellas que vemos en el firmamento o en las rbitas inferiores, sino que, ms bien, estaba ms prxima a la naturaleza de los cometas (...) He aqu las pruebas de mi opinin. Se ha podido observar que en los grandes acontecimientos y en los grandes cambios que han ocurrido sobre la Tierra siempre han aprecido astros de este tipo que presagiaban: revoluciones en el Imperio, guerras u otros accidentes capaces de trastornar el mundo (...) As pues, si es cierto que se vieron aparecer cometas o algn otro astro de esta misma naturaleza con ocasin del establecimiento de alguna nueva monarqua, o en el transcurso de algn cambio importante en los asuntos humanos, no debemos extraarnos de que haya aparecido una nueva estrella con ocasin del nacimiento de una persona que iba a originar un cambio tan radical entre los hombres (...) Por lo que se refiere a los cometas, podra decirse que nunca se vio que ningn orculo haya predicho que aparecera tal cometa en tal ocasin, o con el establecimiento de tal imperio; mientras que, en lo que respecta al nacimiento de Jess, ya Balam lo haba predicho (Contra Celso, I, 58 s).
Contra este po deseo de armonizar razn y fe, hay que decir que, en la mayora de los relatos acerca del nacimiento de dioses o hroes, se refiere la aparicin de estrellas u otras seales celestes que anuncian la calidad sobrenatural del recin nacido. As, por ejemplo, en la leyenda china de Buda se habla de una milagrosa luz celeste que anunci su concepcin; en el Bhvata-Purna se cuenta cmo un meteoro luminoso anunci el nacimiento de Krisna; el historiador cristiano Justino refiere cmo la grandeza futura del rey Mitrdates ya haba sido anunciada por la aparicin de un cometa en el momento de su nacimiento y en el de su ascensn al trono; el da que Julio Csar naci, la estrella Ira apreci en el firmamento y,

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segn Suetonio, no volvi a aparecer hasta la vspera de la batalla de Farsalia; segn recogi Servio del marino Varrn, Eneas, tras su salida de Troya, vio a diario la estrella Venus y, al dejar de verla, llegado ya a los campos laurentinos, supo as que sas eran las tierras que le asignaba el destino. Muy claro lo dijo el romancero:

Amenbar, Amenbar, moro de la morera, el da que t nacieste grandes seales haba...


Por otro lado, la narracin de Lucas (2, 8-14) ya tena antecedentes bien ilustres y conocidos en todo el mundo de entonces cuando el evangelio cristiano incorpor un tipo ya clsico de mito al personaje de Jess. As, por ejemplo, cuando naci Buda (c. 565 a. C.), segn el texto del Lalita Vistara, la tierra tembl, oledadas de lluvias perfumadas y de flores de loto cayeron de un cielo sin nubes, mientras que los devas -que equivalen a los ngeles y arcngeles cristianos-, acompaados de sus instrumentos, cantaban en el aire: "Hoy ha nacido Bodhisattva sobre la tierra para dar paz y alegra a los hombres y a los devas, para expandir la luz por los rincones oscuros y para devolver la vista a los ciegos". En el nacimiento de Krisna, todas las divinidades resplandecientes (devas) dejaron sus carros en el cielo y, hacindose invisibles, fueron hasta la casa de Mathura en la que estaba el divino nio. Uniendo sus manos, se pusieron a recitar los Vedas y a cantar alabanzas en honor de Krisna. Aunque nadie los vio, segn apunta la leyenda, todo el mundo pudo or sus cantos; despus del nacimiento, todos los pastores de la regin llevaron felicitaciones y regalos a Nanda, el criado encargado de cuidarlo. Parece muy evidente que el mito evanglico sobre el nacimiento de Jess est tomado de antiguas tradiciones paganas, pero con intercalados de Mateo que tienen una funcin concreta: reforzar la credibilidad del mito bsico del cristianismo, dando cumplimiento a dos supuestas profecas sobre el Mesas, una de las cuales dice:
Y t, Beln, tierra de Jud, no eres ciertamente la ms pequea entre los prncipes de Jud, porque de ti saldr un jefe que apacentar a mi pueblo, Israel (Miqueas, 5,2)

Pero si Jess naci en Beln como estaba profetizado es porque era el Mesas y el Mesas era "hijo de David". Cmo se demuestra esto? Con su genealoga. Mateo y Lucas se encargaron de confeccionarla. As comienza el Evangelio segn Mateo:
Genealoga engendr a engendr a Aram, Aram de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Jud y a sus hermanos; Jud Fares y a Zara en Tamar; Fares engendr a Esrom. Esrom a a Aminadab, Aminadab a Naasn, Naasn a Salmn, Salmn a

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Booz en Rahab; Booz engendr a Obed en Rut; Obed engendr a Jes, Jes engendr al rey David, David a Salomn en la mujer de Uras; Salomn engendr a Roboam, Roboam a Abas, Abas a Asa, Asa a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozas, Ozas a Joatam, Joatam a Acaz, Acaz a Ezequas, Ezequas a Manass, Manass a Amn, Amn a Josas, Josas a Jeconas y a sus hermanos en la poca de la cautividad de Babilonia. Despus de la cautividad de Babilonia, Jeconas engendr a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Ebiud a Eliacim, Eliacim a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquim, Equim a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matn, Matn a Jacob y Jacob engendr a Jos, el esposo de Mara, de la cual naci Jess, llamado Cristo. Son, pues, catorce las generaciones desde Abraham hasta David, catorce desde David hasta la cautividad de Babilonia y catorce desde la cautividad de Babilonia hasta Cristo" (Mt 1,1-17).

Los traductores190 del texto bblico van comentando el pasaje con algunas notas que destacamos por el gran sentido del humor que encierran. As dicen que "Las mujeres no entran de ordinario en la genealoga; pero el evangelista menciona algunas recordadas en las Escrituras, por ser extranjeras y para mostrar cmo el Mesas no era extrao a los gentiles". El lector puede encontrar nuestra explicacin en el captulo 3, que dedicamos a "El Mago". Digamos aqu, solamente, que estas mujeres mencionadas son de las que tienen "mala" fama. La nota ocho apunta que entre los reyes Asa y Josafat, de acuerdo con 2 Re 8 ss, "hubo otros tres, que el evangelista omite, sin duda por obtener el nmero catorce". Realmente, la genealoga es de una gran objetividad! Una nota mucho ms graciosa dice que "Jos, 'hijo de David', como esposo de Mara, es el que transmite a Jess el ttulo y los derechos inherentes a la filiacin davdica". Falta aadir: de mentirillas. Leamos el texto de Mateo, que no tiene desperdicio: La concepcin de Jesucristo fue as: Estando desposada Mara, su madre, con Jos, antes de que conviviesen, se hall haber concebido Mara del Espritu Santo. Jos, su esposo, siendo justo, no quiso denunciarla y resolvi repudiarla en secreto. Mientras reflexionaba sobre esto, he aqu que se le apareci en sueos un ngel del Seor y le dijo: Jos, hijo de David, no temas recibir en tu casa a Mara, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espritu Santo. Dar a luz un hijo, a quien pondrs por nombre Jess, porque salvar a su pueblo de sus pecados (Mt 1,18-21). Veamos ahora qu dice el Evangelio segn Lucas : Jess, al empezar, tena unos treinta aos, y era, segn se crea, hijo de Jos, hijo de Hel, hijo de Matat, hijo de Lev, hijo de Melqui, hijo de Janai, hijo de Jos, hijo de Matatas, hijo de Ams, hijo de Nahm, hijo de Esli, hijo de Nagai, hijo de Maat, hijo de Matatas, hijo de Semein, hijo de Josec, hijo de Joda, hijo de Joanan, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri, hijo de Melqui, hijo de Addi, hijo de Cosam, hijo de Elmadam, hijo de Er, hijo de Jess, hijo de Elizer, hijo de Jorim, hijo de Matat, hijo de Lev, hijo de Simen, hijo de Jud, hijo de Jos, hijo de Jonam, hijo de Eliaquim; hijo de Melea, hijo de Menna, hijo de Mattata, hijo de Natam, hijo de David, hijo de Jes, hijo de Jobed, hijo de Booz, hijo de Sala, hijo de Naassn, hijo de Aminadab, hijo de Amn, hijo de Arni, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Jud, hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Tar, hijo de Nacor, hijo de Seruc, hijo de Ragau, hijo de Falec, hijo de Eber, hijo de Sala, hijo de Cainan, hijo de Arfaxad,

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hijo de Sem, hijo de No, hijo de Lamec, hijo de Matusal, hijo de Enoc, hijo de Jaret, hijo de Meleleel, hijo de Cainan, hijo de Ens, hijo de Set, hijo de Adam, hijo de Dios (Lc 3,23-38). Comentan los traductores del pasaje: "La genealoga es aqu, como en San Mateo, la de San Jos, pero en orden ascendente y prolongada hasta Adn, para mostrar que Jess no slo era hijo de Abraham, sino tambin de Adn y Salvador de todo el gnero humano, que es criatura de Dios, no menos que el pueblo de Israel ( Rom 3, 29). La discordancia de las dos genealogas hasta David es manifiesta. Varias soluciones se han propuesto para resolver la dificultad. La ms fundada y ms sencilla es la que considera la de San Mateo como la genealoga legal y dinstica, que seala la transmisin de los derechos mesinicos desde David hasta Jess, y la de San Lucas la genealoga natural, que va de padres a hijos desde San Jos hasta David". Es una lstima que los antroplogos no hayan sabido de esto porque se ahorraran muchos trabajos en las llanuras de frica, Australia o China! Para otros telogos, la de Mateo sera la genealoga humana y la de Lucas la divina, ya que se remonta hasta los tiempos de Adn; pero, segn Mateo, Jos nada tuvo que ver con el embarazo de Mara. Se deduce que Jess no pudo ser, con palabras de Mateo, descendiente de la casa de David. Permtasenos echarle una ojeda a estas genealogas, as sea muy rpida. Como el lector ha comprobado, la genealoga de Mateo contiene cuarenta y dos nombres listados en orden descendente, desde Abraham hasta Jess, agrupados en tres perodos de catorce generaciones: 1. el perodo premonrquico, de Abrahan a David (750 aos); 2. el perodo monrquico, de David al exilio babilnico (400 aos); 3. el perodo posmonrquico, de la deportacin babilnica hasta Jess de Nazaret (575 aos). Para mantener el plan de las catorce generaciones, Mateo tuvo que eliminar cuatro reyes entre Salomn y Jeconas. Ahora bien, slo aparecen trece nombres en el tercer grupo generacional. Como parece indudable que Mateo saba contar, hay que buscar una explicacin convincente. Algunos especialistas creen que un nombre se le "cay" de la lista a algn copista y... se perdi para siempre. La genealoga de Lucas va en orden ascendente desde Jess hasta Adn, pasando por David. Mientras que la genealoga de Mateo consta de cuarenta y dos nombres, la de Lucas incluye setenta y siete (treinta y seis de los cuales son totalmente desconocidos), organizados en siete grupos de siete, salvo los dos primeros. El ltimo nombre de cada serie (David, Josu, Jos... ) constituyen una especie de referencia que nos remite a importantes acontecimientos bblicos (y para algunos, tambin histricos), como la salida de Abraham de la ciudad de Ur, la esclavitud en Egipto, la primera monarqua, el largo perodo de esperanzas mesinicas, el exilio babilnico, la segunda monarqua y la era del autntico Mesas. Tanto para Mateo como para Lucas, el nmero 7 ocupa un lugar predominante en sus disposiciones genealgicas, por lo que debieron de basarse en un modelo numerolgico imperante en su poca. En fin, las dos genealogas que nos dan de Jess de Nazaret los evangelios han suscitado tanta polmica que no pocos investigadores

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piensan que hubo... dos Mesas! 2. Jess, Mesas? Se lee en El Corn:


Los que dicen que Dios es el Mesas, hijo de Mara, son infelices. Respndeles: quin podra, de cualquier manera que esto sea, impedir a Dios si quisiera aniquilar al Mesas, hijo de Mara, y a su madre y a todos los seres de la tierra? (Sura V, 19). El Mesas, hijo de Mara, no es ms que un apstol; otros apstoles le han precedido. Su madre era justa. Se alimentaba de manjares... (Sura V, 79).

El Evangelio segn Mateo -como no tiene reparos en aceptar la Iglesiaest concebido esquemticamente en plan apologtico: pretende presentar a Jess como el Mesas esperado por los judos. Veamos algunas profecas que anunciaran su vida y que llegan hasta anunciar el final del traidor que lo entreg a la muerte, a quien deliberadamente? se le puso el nombre de 'Judas', esto es, 'judo' -Renn dixit-. 1."Todo esto sucedi para que se cumpliese lo que el Seor haba anunciado por el profeta (Is 7, 14 ss), que dice: 'He aqu que una virgen concebir y parir un hijo, y le pondr por nombre Emmanuel, que quiere decir Dios con nosotros" (1,22-23). 2.[Herodes] "pregunt dnde haba de nacer el Mesas. Ellos [todos los prncipes de los sacerdotes y los escribas del pueblo] contestaron: En Beln de Jud, pues as est escrito por el profeta (Miq 5, 2): 'Y t, Beln, tierra de Jud, no eres ciertamente la ms pequea entre los prncipes de Jud, porque de ti saldr un jefe que apacentar a mi pueblo, Israel" (2, 4-6). 3."Levantndose de noche, [Jos] tom al nio y a la madre y parti para Egipto , permaneciendo all hasta la muerte de Herodes, a fin de que se cumpliera lo que haba pronunciado el Seor por su profeta (Oseas 11,1), diciendo: 'De Egipto llam a mi hijo" ( 2, 14-15). 4."Entonces Herodes, vindose burlado por los magos, se irrit sobremanera y mand a matar a todos los nios que haba en Beln y en sus trminos en dos aos para abajo, segn el tiempo que con diligencia haba inquirido de los magos. Entonces se cumpli la palabra del profeta Jeremas, que dice: 'Una voz se oye en Ram, lamentacin y gemido grande; es Raquel, que llora a sus hijos y rehsa ser consolada, porque no existen" ( 2,16-18). 5."Mas habiendo odo que en Judea reinaba Arquelao en lugar de su padre Herodes, [Jos] temi ir all, y, advertido en sueos, se retir a la regin de Galilea, yendo a habitar en una ciudad llamada Nazaret, para que se cumpliese lo dicho por los profetas, que sera llamado Nazareno" ( 2, 22-23). [Guignebert corrige la apreciacin del evangelista cuando seala: "Jess Nazareno, es decir, con toda probabilidad, no el hombre de Nazaret, sino el nazir, el santo de Dios"]. 6.De Juan el Bautista seala el evangelista que "ste es aquel de quien habl el profeta Isaas (40,3) cuando dijo: 'Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Seor, haced rectas sus sendas" ( 3,3).

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7."Dejando a Nazaret, [Jess] se fue a morar en Cafarnam, ciudad situada a orillas del mar, en los trminos de Zabuln y Neftal, para que se cumpliese lo que anunci el profeta Isaas (9, 1 ss), que dice: "Tierra de Zabuln y tierra de Neftal, camino del mar, al otro lado del Jordn, Galilea de los gentiles! El pueblo que habita en tinieblas vio una gran luz y para los que habitan en la regin de mortales sombras una luz se levant" (4,14-16). 8."Ya atardecido, le presentaron muchos endemoniados, y arrojaba con una palabra los espritus, y a todos los que se sentan mal los curaba, para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaas (53,4), que dice: 'l tom nuestras enfermedades y carg con nuestras dolencias" (8,16-17). 9."Jess, noticioso de esto [de que los fariseos queran perderle], se alej de all. Muchos le siguieron, y los curaba a todos, encargndoles que no le descubrieran, para que se cumpliera el anuncio del profeta Isaas (42,1-4), que dice: "He aqu a mi siervo, a quien eleg; mi amado, en quien mi alma se complace. Har descansar mi espritu sobre l y anunciar el derecho a las gentes. No disputar ni gritar, nadie oir su voz en las plazas. La caa cascada no la quebrar y no apagar la mecha humeante hasta hacer triunfar el derecho; y en su nombre pondrn las naciones su esperanza" (12,15-21). 10."Por esto les hablo en parbolas -explica Jess a sus discpulos- , porque viendo no ven y oyendo no oyen ni entienden; y se cumple con ellos la profeca de Isaas (6,9 ss), que dice: "Cierto oiris y no entenderis, veris y no conoceris. Porque se ha endurecido el corazn e este pueblo, y se han hecho duros de odos, y han cerrado sus ojos, para no ver con sus ojos y no or con sus odos, y para no entender en su corazn y convertirse, que yo los curara" ( 13,13-15). 11."Todas estas cosas dijo Jess en parbolas a las muchedumbres, y no les hablaba nada sin parbolas, para que se cumpliera el anuncio del profeta (Sal 78,2), que dice: 'Abrir en parbolas mi boca, declarar las cosas ocultas desde la creacin" ( 13,34-35). 12."Esto sucedi para que se cumpliera lo dicho por el profeta (Zac 9,9): 'Decid a la hija de Sin: He aqu que tu rey viene a ti, manso y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de borrica" (21,4-5). 13."Y dichos los himnos, salieron camino del monte de los Olivos. Entonces les dijo Jess: Todos vosotros os escandalizaris de m esta noche, porque est escrito (Zac 13,7): 'Herir al pastor y se dispersarn las ovejas de la manada" (26,30-31). 14."Entonces dijo Jess a la turba: Como a ladrn habis salido con espadas y garrotes a prenderme? Todos los das me sentaba en el templo para ensear, y no me prendisteis. Pero todo esto sucedi para que se cumpliesen las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discpulos le abandonaron y huyeron" ( 26, 54-56). 15."Viendo entonces Judas, el que le haba entregado, cmo era condenado, se arrepinti y devolvi las treinta monedas de plata a los prncipes de los sacerdotes y ancianos, diciendo: He pecado entregando sangre inocente. Dijeron ellos: A nosotros qu? Viraslo t. Y arrojando las monedas de plata en el templo, se retir, fue y se ahorc. Los prncipes de los sacerdotes tomaron las monedas de plata y dijeron: No es lcito echarlas al tesoro pues son precio de sangre. Y resolvieron en consejo comprar con ellas el campo

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del Alfarero para sepultura de peregrinos. Por eso aquel campo se llam Campo de la Sangre hasta el da de hoy. Entonces se cumpli lo dicho por el profeta Jeremas (Jer 32,6 ss; Zac 2,12 s): 'Y tomaron treinta piezas de plata, el precio en que fue tasado aquel a quien pusieron precio los hijos de Israel, y las dieron por el campo del Alfarero, como el Seor me lo haba ordenado" ( 27,9-10). Marcos comienza su evangelio echando mano de un recurso que Mateo perfeccion: las Escrituras. Dice el autor del segundo evangelio al abrir y cerrar la vida de Jess de Nazaret: 1. "Principio del evangelio de Jesucristo, hijo de Dios. Como est escrito en el profeta Isaas: 'He aqu que envo delante de ti mi ngel, que preparar tu camino ( Mal 3,1). Voz de quien grita en el desierto: Preparad el camino del Seor, enderezad sus senderos' ( Is 40,3). Apareci en el desierto Juan el Bautista, predicando el bautismo de penitencia para remisin de los pecados" (Mc 1,1-4). 2. "Crucificaron con l a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda, y se cumpli la escritura que dice: Fue contado entre los malhechores" (Mc 15,27-28). Lucas no se queda atrs a la hora de aportar profecas sobre el Nazareno: 1.[Juan] "vino por toda la regin del Jordn predicando el bautismo de penitencia en remisin de los pecados, segn est escrito en el libro de los orculos del profeta Isaas (4, 3-5): ' Voz del que grita en el desierto: Preparad el camino del Seor, enderezad sus sendas. Todo barranco ser rellenado, y todo monte y collado allanado, y los caminos tortuosos rectificados, y los speros igualados. Y toda carne ver la salud de Dios" (Lc 3,3-6). 2. [Jess] "Vino a Nazaret, donde se haba criado, y, segn costumbre, entr el da de sbado en la sinagoga y se levant para hacer la lectura. Le entregaron un libro del profeta Isaas, y desenrollndolo, dio con el pasaje donde est escrito (Is 61,1 ss): 'El espritu del Seor est sobre m, porque me ungi para evangelizar a los pobres; me envi a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperacin de la vista; para poner en libertad a los oprimidos, para anunciar un ao de gracia del Seor. Y enrollando el libro, se lo devolvi al servidor y se sent. Los ojos de cuantos estaban en la sinagoga estaban fijos en l. Comenz a decirles: Hoy se cumple esta escritura que acabis de or" (Lc 4,16-21). 3. Jess hace un panegrico de Juan el Bautista para testimoniar su propia grandeza. "Cuando se hubieron ido los mensajeros de Juan comenz Jess a decir a la muchedumbre acerca de l: qu habis salido a ver en el desierto? Una caa agitada por el viento? Qu salisteis a ver? Un hombre vestido con molicie? Los que visten suntuosamente y viven con regalo estn en los palacios de los reyes. Qu salisteis, pues, a ver? Un profeta? S, yo os digo, y ms que profeta. Este es aquel de quien est escrito: 'He aqu que yo envo delante de tu faz a mi mensajero, que preparar tu camino delante de m" (Lc 7,24-27). 4. Una profeca que haba empleado Marcos para justificar un hecho, Lucas la emplea para justificar otro. Veamos. "Y les dijo: Cuando os envi sin bolsa, sin alforjas, sin sandalias, os falt alguna cosa? Dijeron ellos: Nada. Y les aadi: Pues ahora el que tenga bolsa, tmela, e igualmente la alforja, y

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el que no la tenga, venda su manto y compre una espada. Porque ha de cumplirse en m esta escritura: 'Fue contado entre los malhechores" (Lc 22,35-37). 5. "Y les dijo [a los caminantes de Emas]: Oh hombres sin inteligencia y tardos de corazn para creer todo lo que vaticinaron los profetas! No era preciso que el Mesas padeciese esto y entrase en su gloria? Y comenzando por Moiss y por todos los profetas, les fue declarando en cuanto a l se refera a todas las Escrituras" (Lc 24,25-27). 6. "Les dijo: Esto es lo que yo os deca estando an con vosotros, que era preciso que se cumpliera todo lo que est escrito en la Ley de Moiss y en los Profetas y en los Salmos de m. Entonces les abri la inteligencia para que entendiesen las Escrituras, y les dijo: Que as estaba escrito, que el Mesas padeciese y al tercer da resucitase de entre los muertos..." (Lc 24,44-46). Y por ltimo, Juan: 1. "Encontr Felipe a Natanael y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribi Moiss en la Ley y los Profetas, a Jess, hijo de Jos de Nazaret" (Jn 1,45). 2. "Respondi Jess y les dijo: No murmuris entre vosotros. Nadie puede venir a m si el Padre , que me ha enviado, no le trae, y yo le resucitar en el ltimo da. En los Profetas est escrito: 'Y sern todos enseados por Dios" (Is 54,13). 3. "Aunque haba hecho tan grandes milagros en medio de ellos, no crean en l, para que se cumpliese la palabra del profeta Isaas , que dice: 'Seor, quin prest a nuestro mensaje?, y el brazo del Seor, a quin ha sido revelado?' Por esto no pudieron creer, porque tambin haba dicho Isaas: 'l ha cegado sus ojos y ha endurecido su corazn, no sea que con sus ojos vean, con su corazn entiendan y se conviertan y los sane'. Esto dijo Isaas porque vio su gloria y habl de l" (Jn 12,37-41). 4. "En verdad, en verdad os digo: no es el siervo mayor que su seor, ni el enviado mayor que el que le enva. Si esto aprendis, seris dichosos si lo practicis. No lo digo de todos vosotros; yo s a quienes escog; mas lo digo para que se cumpla la Escritura: 'El que come mi pan levant contra m su calcaar" (Jn 13,16-18). 5. "Si no hubiera hecho entre ellos obras que ninguno otro hizo, no tendran pecado; pero ahora no slo han visto, sino que me aborrecieron a mi y a mi Padre. Pero es para que se cumpla la palabra que en la Ley de ellos est escrita: 'Me aborrecieron sin motivo" (Jn 15,24-25). 6. "Dijronse, pues, unos a otros: 'No la [tnica] rasguemos, sino echemos suerte sobre ella para ver a quin le toca', a fin de que se cumpliese la Escritura: 'Dividironse mis vestidos y sobre mi tnica echaron suertes'. Es lo que hicieron los soldados" (Jn 19,24). 7. "Despus de esto, sabiendo Jess que todo estaba consumado, para que se cumpliera la Escritura dijo: Tengo sed" (Jn 19,28). 8. "Vinieron, pues, los soldados y rompieron las piernas al primero y al otro que estaba crucificado con l; pero llegando a Jess, como le vieron ya muerto, no le rompieron las piernas, sino que uno de los soldados le atraves con su lanza el costado, y al instante sali sangre y agua. El que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; l sabe que dice verdad

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para que vosotros creis; porque esto sucedi para que se cumpliese la Escritura: 'No romperis ni uno de sus huesos'. Y otra Escritura dice tambin: 'Mirarn al que traspasaron' (Jn 19,32-37). 9. "Entonces entr tambin el otro discpulo que vino primero al monumento, y vio y crey; porque an no se haban dado cuenta de la Escritura, segn la cual era preciso que l resucitase de entre los muertos" (Jn 20,8-9). Muchas ancdotas concibieron los evangelistas para probar que las profecas consideradas mesinicas se haban visto consumadas en Jess. Pero tal procedimiento, al que no hay que negar importancia, no es suficiente para explicarlo todo. Ninguna obra juda de la poca proporciona una serie de profecas exactamente redactadas que el Mesas debiera verificar. Varias de las alusiones mesinicas resaltadas por los evangelistas son tan sutiles, estn tan desfiguradas, que no se puede creer que todo ello respondiese a una doctrina generalmente admitida. Unas veces se razona as: El Mesas debe hacer tal cosa; ahora bien, Jess es el Mesas; luego, Jess ha hecho tal cosa. Otras veces se razona a la inversa: Tal cosa le ha sucedido a Jess; ahora bien, Jess es el Mesas, luego tal cosa deba sucederle al Mesas (cf. Jn 19,23-24). Se crey Jess el Mesas? Se ha dudado y se duda todava, por razones importantes. En primer lugar, jams se autocalific abiertamente de Messiah (en griego Christos). Un estudio atento de los pasajes de nuestros evangelios en los que aparece la palabra no permite relacionar uno solo con alguna de sus fuentes fundamentales: la recopilacin de las sentencias o logia y el primer evangelio, atribuido a Marcos. Y las ms probatorias, en apariencia, son las que menos resisten la crtica; por ejemplo, la famosa confesin mesinica ante el sumo sacerdote Caifs (Mc 14,61). Nada hay que garantice la letra de tal "confesin", pues parece no responder a ninguna realidad histrica. Pero en los tiempos en que los textos evanglicos de que disponemos recibieron su forma ltima, era inevitable que la fe en el mesianismo de Jess, convertida en el fundamento del cristianismo posterior, se afirmara en ellos de manera notable y pareciera autenticada por el Maestro en persona. No obstante, 'palabra de evangelio' y 'palabra de Jess' siguen siendo dos para el exgeta. Es conclusin firme de los estudiosos que Jess no proclam su mesianidad. Pregunt un da Jess a sus discpulos : "Qu dicen los hombres que soy yo, el hijo del hombre?" Y ellos le respondieron: Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elas; otros, que Jeremas u otro de los profetas. Y l les dijo: Y vosotros, quin decs que soy? Tomando la pabra Simn Pedro dijo: T eres el Mesas, el hijo de Dios vivo" (Mt 16,13-16). Explica E. Schure: en boca de Pedro y en el pensamiento de Jess, esa frase no significa como lo quiso ms tarde la Iglesia: T eres la nica encarnacin del ser absoluto y todopoderoso, la segunda persona de la Trinidad; sino sencillamente, eres el elegido de Israel. El trmino de 'hijo de Dios' significaba una conciencia identificada con la verdad divina, una voluntad capaz de manifestarla. Segn los profetas, aquel Mesas deba ser la mayor de las manifestaciones. Sera el hijo del hombre, es decir, el elegido de la humanidad terrestre; el hijo de Dios, es decir, el enviado de la humanidad celeste, y, como tal, contendra en s al Padre o Espritu, que por ella reina en el universo.

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2.1.

Mesas de gentiles y samaritanos?

Dice Mateo (10,5-6):

A estos doce los envi Jess, despus de haberlos instruido en estos trminos: No vayis a los gentiles ni entris en ciudad de samaritanos; id ms bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel, y en vuestro camino predicad diciendo: El reino de Dios se acerca
Fue Jess tambin el Mesas de los gentiles y samaritanos? Parece que no conoca bastante a los gentiles para establecer con ellos algo slido sobre su conversin. Es verdad que Galilea contaba con un gran nmero de paganos, pero no con un culto pblico y organizado de sus dioses. De todos maneras, lo que molesta a Jess de los paganos no es su idolatra sino su servilismo191. A veces parece tener ms esperanzas en ellos que en los judos192. El reino de Dios les ser transferido. "Cuando un propietario est descontento de aquellos a quienes ha arrendado su via, qu hace? La arrienda a otros que le reportan mayores beneficios" 193. Jess deba de tener tanto ms afecto a esta idea, cuanto que la conversin de los gentiles era, segn las ideas judas, una de las seales ms seguras de la venida del Mesas. En su reino de Dios hace sentarse en el festn junto a Abraham, Isaac y Jacob a los hombres venidos de todas partes, mientras que los herederos legtimos del reino son rechazados 194. Es cierto que cont entre sus discpulos con algunas de las personas que los judos llamaban "helenos". Pero estuvo Jess realmente en tierra de gentiles, como quieren los evangelios? Parece ser que no. La referencia que hacen a Tiro y Sidn parece negar tal contacto195 , aunque en un pasaje de Marcos (7 24 y 31), que repite Mateo (15,21), se le obliga a realizar un viaje muy rpido a estas ciudades. Aclarado el punto del contacto de Jess con los gentiles, qu se puede decir de su relacin con los samaritanos? Samaria, antigua ciudad de Palestina, capital del reino de Israel, estaba situada sobre una colina que dominaba una ruta importante hacia Jerusaln, la capital del rey David. Fue fundada por el rey Omri (que rein en 876869 a.C.), quien la convirti en la capital de su reino. Los asirios conquistaron la regin a finales del siglo VIII a.C. (segn se registra en 2 Re 17, 1-6, 24) y deportaron a muchos de sus pobladores. Los habitantes de la regin, despus denominada Samaria, siguieron practicando una forma de judasmo y preservaron el denominado Pentateuco samaritano. Con la cada del Imperio asirio (609 a.C.), Samaria pas a poder de los babilonios y despus a los sucesivos conquistadores de Palestina. Bajo el gobierno de Herodes el Grande, la ciudad se denomin Sebaste (que quiere decir Augusta), en honor del emperador romano. La primera sublevacin juda

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(66-70) supuso la decadencia de la ciudad. Encerrada como un islote entre las dos grandes provincias del judasmo (Judea y Galilea), Samaria formaba en Palestina un especie de enclave donde se conservaba el antiguo culto del Garizim, hermano y rival del de Jerusaln. Aquella pobre secta era tratada con extraordinaria dureza por los hierosolomitas (cf. Jn 8,48). Jess tuvo, al parecer, varios discpulos en Sebaste y pas all, al menos, dos das segn quiere Juan (4,39-43), aunque algunos autores niegan este recorrido. De todos modos, una de sus ms bellas parbolas es la del hombre herido en el camino de Jeric. Un sacerdote pasa, lo ve y contina su camino. Un levita pasa y no se detiene. Un samaritano tiene piedad de l, se aproxima, derrama aceite en sus heridas y las venda (Lc 10,30 ss). Jess deduce del suceso que la verdadera fraternidad se establece entre los hombres por la compasin, no por la fe religiosa. El "prjimo", que en el judasmo era sobre todo el correligionario, es, para Jess, el hombre que tiene compasin por su semejante, que padece con l, sin importarle la secta a la que pertenece. La fraternidad humana, en el ms amplio sentido, se desprenda de todas sus enseanzas. Hay una ancdota que retrata el trato de lejos de Jess con los samaritanos (lo cual significa que, histricamente, no hubo contacto con ellos). La ancdota la cuenta Juan (4, 4 ss), siempre deseoso de mostrar el trato de Jess con gentiles y samaritanos. Jess regresaba de Jerusaln a Galilea. Pero el camino le quedaba a media hora de Sebaste, ante la abertura del valle dominado por los montes Ebol y Garizim. Estaba prohibido comer y beber con los samaritanos 196. Era un axioma de ciertos casuistas que "un trozo de pan de un samaritano era como carne de cerdo". Jess no comparta ni aquellos escrpulos ni aquellos temores. Envi a sus discpulos a la ciudad a comprar provisiones, mientras l se sent cerca del "pozo de Jacob", frente al Garizim. Era cerca de medioda. Una mujer de Sebaste vino a sacar agua. Jess le pidi de beber, lo que produjo en aquella mujer un gran asombro, porque los judos se prohiban ordinariamente todo trato con los samaritanos. Cautivada por la conversacin de Jess, la mujer reconoci en l a un profeta y, esperando que le hiciese reproches sobre su culto, tom la delantera: "Seor -dijo-, nuestros padres han orado sobre esta montaa, mientras que vosotros decs que es en Jerusaln donde se debe orar". "Mujer, creme -respondi Jessque ha llegado la hora en que ni en este monte ni en Jerusaln adoraris al Padre. Vosotros adoris lo que no conocis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salud viene de los judos; pero ya llega la hora, y es sta, cuando los verdaderos adoradores adorarn al Padre en espritu y en verdad, pues tales son los adoradores que el Padre busca. Dios es espritu, y los que le adoran han de adorarle en espritu y en verdad. Djole la mujer: Yo s que el Mesas, el que se llama Cristo, est por venir, y que cuando venga nos har saber todas las cosas. Djole Jess: Soy yo, el que contigo habla"(Jn 4,21-26). No hay que insistir demasiado sobre la realidad histrica de la conversacin que hemos transcrito, puesto que slo Jess o su interlocutora podan haberlo hecho. En todo caso, este pasaje muestra la fundacin del culto puro, sin fecha, sin lugares, sin patria, pero que la Iglesia obliga a

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realizar en sus templos. Se pueden abrigar muchas dudas respecto de Lucas y Juan que narran los encuentros de Jess con paganos y samaritanos, pues los dos son antijudaizantes y tratan de demostrar que Jess fue favorable a los paganos. Ambos son los nicos que nos hablan de las relaciones de Jess con los samaritanos y con los gentiles, y estn, por tanto, en contradiccin con Mateo en este aspecto, pues les dice a los doce despus de haberlos instruido: "No vayis a los gentiles ni entris en ciudad de samaritanos" (Mt 10,5). 2.2. Ungido de Yahv

Del apego de Isaas a la casa de David, a la que serva como asesor de Ezequas, naci su profeca en la que Dios promete que brotar un retoo del tronco de Jes y retoar de sus races un vstago sobre el que reposar el espritu deYahv... (Is 11,1-2). Es decir, que del linaje de Jes, padre de David, nacer un Mesas que conocer y temer a Dios, juzgar en justicia al pobre y en equidad a los humildes de la tierra, y, en suma, har reinar la paz en todas partes y entre todas las criaturas, ya sean humanas o animales. Tal como sostiene el profesor Andrs Caquot 197, aqu se encuentran planteadas para las generaciones posteriores las bases del mesianismo davdico, que no es, como se ha credo, ni mucho menos, un producto espontneo de la conciencia popular, sino la reacin de un pensador religioso que ha querido conciliar su apego a las tradiciones de Jerusaln con su sentido de la justicia divina, ofendida por las maniobras de los reyes La frmula del futuro de Israel qued completamente fijada en Babilonia. Los santos dispersos por las orillas del ufrates tuvieron el sueo tenaz que inspirar desde entonces todos sus actos y escritos. Jerusaln ser reedificada y restaurado el culto a Yahv. Un David ideal har que reine la justicia en Israel. Se cumplir lo vaticinado por los antiguos videntes. Resplandecer el da de Yahv y ser una espantosa realidad para los paganos. Al contrario, Israel, recobrando la vida agrcola y pastoril, disfrutar en sus montaas, fertilizadas de nuevo, el colmo de la dicha. Desde entonces, el mesianismo, a cada nueva visin, tomar mayor grado de claridad y energa. Un contemporneo de Zacaras, el profeta Daniel, que, segn la tradicin vivi en la corte del rey Nabucodonosor sin pasar estrecheces econmicas, postul tambin el mesianismo escatolgico, pero lo hizo a tono con el ambiente que respiraba, esto es, sin sello alguno de miseria. En el captulo sptimo del Libro de Daniel se descubre la futura victoria del pueblo hebreo sobre las dems naciones (que estn simbolizadas mediante cuatro bestias monstruosas) de la mano de un como hijo de hombre (Dan 7,13). Pero lo que para Daniel fue un smbolo dentro de una visin, el hijo de hombre que pretenda denotar a un personaje de porte real, acabara por transformarse en una fundamental cuestin de fe cuando empez a identificarse a ese hijo de hombre con un personaje divino que viva junto a Dios desde el principio de los tiempos y que sera el llamado a ocupar la presidencia en el Juicio Final. Esa interpretacin errnea y caprichosa de un

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smbolo onrico ser empleada por los primeros cristianos para ayudarse a fundamentar el discurso de la personalidad divina de Jess de Nazaret. Fue en Samaria, probablemente, donde por primera vez se reconoci a Jess como el anunciado Mesas, idea vinculada, a su vez, por muchos lados, con el sentido y el contenido de las doctrinas judaicas y de la Sagrada Escritura. Desde su recatada posicin, los judos haban confiado siempre, como hemos dicho, en su salvacin por obra de un hombre divino, que sera, al mismo tiempo, enviado de Dios y rey de su pueblo. La proclamacin de que l era el Mesas lleg a hacerse un asunto de importancia relativamente menor. Josefo la conoca, pero los rabinos no la mencionan hasta el final del siglo III, en cuya poca la hizo clebre el cristianismo. La recordaba el judasmo de la dispora, pero sin el papel preponderante que tienen las respuestas a la polmica juda que se ha conservado. Justino le ruega a Trifn que no se deje persuadir por los maestros fariseos para burlarse del Rey de Israel. Probablemente, la proclamacin mesinica de Jess apareci en las acusaciones de los judos ante los romanos, pero no hay seal de que los romanos llegaran ni siquiera a tomrsela en serio. No tenan motivo para ello. En la prctica, estas pretensiones haban muerto con Jess. Celso saba que los cristianos y los judos todava estaban discutiendo sobre esta cuestin. Gran parte de su material polmico lo obtuvo de una obra escrita desde el bando judo sobre este asunto, pero puso fin con desprecio a las reclamaciones de unos y de otros, considerndolas absurdas. Evidentemente, el mesianismo de Jess no era un asunto de importancia para los paganos, a los que l esperaba desalentar de su conversin al cristianismo. Y parece que tampoco para los judos, pues Jess predic a los judos que su esperanza mesinica no tena nada que ver con el Estado, sino que afectaba solamente a la religin. La religin, como tal religin, salvara a la humanidad; para ello era necesario que el monotesmo, libre de todo ceremonial, restaurado plenamente en el espritu de los primeros tiempos, se convirtiera en la religin del mundo. El Mesas es el fundador del reino de Dios, el cual consiste precisamente en que el hombre se entregue a l y viva y muera en l. Puede, as, formar el mantillo espiritual en el que, junto a la existencia poltica del hombre, se nutra y exalte el sentimiento de una elevada y universal comunin de la humanidad. En realidad, si Jess se crey Mesas, siempre supo que era un ungido de otro tipo. Dedicado hasta su edad viril a su propia formacin, libre de la enfermedad contagiosa de su poca y de su nacin, libre de la inercia restrictiva que limita su actividad a las necesidades comunes y a las comodidades de la vida y libre tambin de la ambicin y de otros deseos cuya satisfaccin le hubiera compelido a participar en los acuerdos de los prejuicios y de los vicios, se propuso elevar la religin y la virtud y restaurar la libertad de sta, que es su esencia. Slo a la ley moral, y no a la descendencia de Abraham, le asign Jess un valor ante la humanidad; solamente a esta obediencia le concedi la dignidad merecedora de la bienventuranza en la otra vida. Jess encontr establecidos los ms altos principios de la moral, no estableci otros nuevos: Amars al Seor, tu Dios, con todo tu corazn 198; Sed, pues, perfectos, Cuanto quisiereis que os hagan a vosotros los hombres,

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hacdselo vosotros a ellos199. Este ltimo, tambin utilizado como mxima prudencial, tiene una amplitud demasiado grande como para poder constituirse en principio moral. Hubiera sido realmente extrao que una religin como la juda, que puso a la divinidad como su legislador poltico, no hubiera contenido tambin principios puramente morales. Obsesionado, pues, por su idea cada vez ms imperiosa, Jess marchar en adelante con una especie de impasibilidad fatal por el camino que le haban trazado a su asombroso genio las circunstancias en que viva. Tena alrededor de treinta aos (Lc 3,23). El pequeo grupo de oyentes que le haban acompaado cerca de Juan el Bautista se haba incrementado, sin duda, y algunos discpulos de Juan se le haban sumado (Jn 1,37 ss). Con este primer ncleo de iglesia es con el que el que anuncia la "buena nueva del reino de Dios" desde su regreso a Galilea. Ese reino iba a venir y era l, Jess, aquel "hijo del hombre" que Daniel en su visin haba percibido como el ministro divino de la ltima y suprema revelacin. En el Libro de Daniel, en medio de la representacin de los imperios representados por animales, en el momento en que comienza la sesin del gran juicio y se abren los libros, un ser "semejante a un hijo del hombre" se adelanta hacia el Anciano de los das, que le confiere el poder de juzgar al mundo y de gobernarlo eternamente (Daniel 7,4). 'Hijo del hombre' es en lenguas semticas, sobre todo en los dialectos arameos, un simple sinnimo de 'hombre'. Pero aquel capital pasaje de Daniel impresion los espritus; la expresin 'hijo del hombre' lleg aser, al menos en ciertas escuelas, uno de los ttulos del Mesas considerado como juez del mundo y como nuevo rey de la nueva Era que iba a abrirse. Al aplicrselo a s mismo, Jess no haca sino proclamar su mesianismo, un mesianismo de otro tipo, y afirmar la prxima catstrofe en la que deba figurar como juez, investido con los plenos poderes que le haba delegado el Anciano de los das (Jn 5,22 y 27). El xito de la palabra del nuevo profeta fue decisivo. Como el Mesas deba ser hijo de David, se le conceda naturalmente este ttulo, que era sinnimo del primero. Para l el ttulo preferido era el de 'hijo del hombre', ttulo humilde en apariencia, pero que se relacionaba directamente con las esperanzas mesinicas. Este ttulo se repite ochenta y tres veces en los evangelios y siempre en los discursos de Jess, pues l mismo se designaba a s con l, hasta el punto que en sus labios 'hijo del hombre' era sinnimo del pronombre 'yo', que evitaba utilizar. Pero en su tiempo otros muchos s se proclamaron Mesas, aunque no de su misma ndole. Por ejemplo, los zelotes, faccin religiosopoltica juda, conocida por su resistencia fantica al dominio romano en Judea durante el siglo I. Los zelotes surgieron como grupo poltico durante el reinado (37-4 a.C.) de Herodes el Grande. En el ao 6 d.C., cuando Judea pas bajo dominio directo de Roma y las autoridades ordenaron elaborar un censo para aplicar impuestos, los zelotes, dirigidos por Judas de Galilea, convocaron a la rebelin. Aducan que reconocer la autoridad del emperador pagano de Roma significara repudiar la autoridad de Dios y someterse a la esclavitud. Un grupo extremista de zelotes, denominados sicarios ('los hombres de la daga') adoptaron una resistencia violenta, asesinando romanos y judos notables que promovan la cooperacin con la autoridad de Roma. La rebelin llevada a cabo por los zelotes ese ao fue sofocada

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enseguida y muchos de ellos (quiz tambin Judas de Galilea) murieron, pero otros continuaron preconizando la resistencia inflexible a los romanos. Uno de los discpulos de Jess, Simn, era un zelote (Lc 6,15). Segn el historiador judo Flavio Josefo, los zelotes desempearon un papel importante al promover y apoyar la sublevacin general juda contra los romanos que comenz el ao 66 d.C. Aunque siguieron atacando a otras facciones judas, lucharon con valenta en defensa de Jerusaln hasta su cada en el ao 70 d.C. Otro grupo de zelotes defendi la fortaleza de Masada ante el asedio de las tropas romanas hasta el ao 73 d.C., cuando prefirieron el suicidio antes que rendirse. 2.3. Rebelde o creador?

"Qu es un hombre rebelde? Un hombre que dice que no...", tal es la definicin que del rebelde nos dej A. Camus en una de sus obras ms polmicas200. La rebelin va acompaada de la sensacin de tener uno mismo, de alguna manera y en alguna parte, razn. De cierta manera (como el esclavo), el rebelde opone al orden que le oprime una especie de derecho a no ser oprimido ms all de lo que puede admitir. Pero la revolucin conquistadora, en el desvaro de su nihilismo, amenaza a quienes, contra ella, pretenden mantener la unidad en la totalidad. Uno de los sentidos de la historia actual, y ms todava de la de maana, es la lucha entre los artistas y los nuevos conquistadores, entre los testigos de la revolucin creadora y los constructores de la revolucin nihilista. Se puede rechazar toda la historia y aceptar, no obstante, el mundo de las estrellas y del mar. Los rebeldes que quieren ignorar la naturaleza y la belleza se condenan a desterrar de la historia que desean hacer la dignidad del trabajo y del ser. Todos los grandes reformadores tratan de construir en la historia lo que Shakespeare, Cervantes, Molire y Tolstoi supieron crear: un mundo siempre dispuesto a saciar el hambre de libertad y de dignidad que siente el corazn de cada hombre. Es indudable que la belleza no hace revoluciones (inmediatas), pero llega un momento en que las revoluciones la necesitan. Su regla, que niega lo real al mismo tiempo que le da su unidad, es tambin la de la rebelin. Se puede rechazar eternamente la injusticia sin dejar de proclamar la naturaleza del hombre y la belleza del mundo? Esta moral, al mismo tiempo insumisa y fiel, es, en todo caso, la nica que ilumina el camino de una revolucin verdaderamente realista. Manteniendo la belleza preparamos ese da de renacimiento en el que la civilizacin pondr el centro de la reflexin lejos de los principios formales y de los valores degradados de la historia, esa virtud que fundamenta la comn dignidad del mundo y del hombre y que tenemos que definir ahora frente a un mundo que la insulta. Hay que renunciar, por lo tanto, a toda rebelin, bien sea porque se acepte, con sus injusticias, una sociedad que se sobrevive, o bien sea que se decida, cnicamente, servir contra el hombre a la marcha frentica de la historia? Pero vivimos todava en un mundo rebelde? La rebelin no se ha convertido, por el contrario, en la coartada de los nuevos tiranos: los terroristas? Si este mundo no tiene un sentido superior, si el hombre no tiene sino al

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hombre como fiador, basta con que un hombre excluya a un solo ser de la sociedad de los vivos para que se excluya a s mismo. Cuando Can mata a Abel, huye al desierto. Y si los asesinos forman multitud, la multitud vive en el desierto y en esa otra especie de soledad que se llama promiscuidad... "Mucho ms fuerte y positivo que la ms fuerte y positiva de las manifestaciones pacficas, es un tiro bien dado a quien se le debe dar", pronunci Ernesto Che Guevara en un discurso a las juventudes latinoamericanas el 28 de julio de 1960. Pero la libertad ms extrema, la de matar, no es compatible con las razones de la rebelin. La rebelin no es de modo alguno un reclamacin de libertad total. Niega, justamente, el poder ilimitado que autoriza a un superior a traspasar la frontera prohibida. Lejos de reclamar una independencia general, el rebelde quiere que se reconozca que la libertad tiene sus lmites en todas partes donde hay un ser humano, siendo el lmite, precisamente, el poder de rebelin de ese ser. Cuanto ms conciencia tiene la rebelin de que reclama un lmite justo, tanto ms inflexible se muestra. El rebelde exige, sin duda, cierta libertad para s mismo, pero en ningn caso, si es consecuente, el derecho de destruir el ser y la libertad del prjimo. No humilla a nadie. Reclama para todos la libertad que reclama para s mismo; y prohbe a todos la que rechaza. Por lo tanto, es posible decir que la rebelin, cuando va a parar a la destruccin es ilgica. Al reclamar la unidad de la condicin humana, es fuerza de vida, no de muerte. Su lgica profunda no es la de la destruccin, sino la de la creacin. La lgica del rebelde consiste en querer servir a la justicia para no aumentar la injusticia de la situacin , es esforzarse por emplear un lenguaje claro para no esperar la mentira universal, y es apostar, frente al dolor de los hombres, a favor de la dicha. La pasin nihilista, al aumentar la injusticia y la mentira, destruye en su ira su exigencia anterior y se despoja as de las razones ms claras de su rebelin. Mata, enloquecida al sentir que este mundo est entregado a la muerte. La consecuencia de la rebelin consiste en negar su justificacin al asesinato, puesto que, en su principio, es protesta contra la muerte. Si mata, aceptar la muerte. Fiel a sus orgenes, el rebelde demuestra con su sacrificio que su verdadera libertad no lo es con respecto al asesinato, sino con respecto a su propia muerte. Cmo creer a los que dicen que Jess de Nazaret fue un rebelde? Fue un creador, aunque para ello tuviera que destruir. Si algn pensamiento llev Jess en su ltimo viaje a Jerusaln fue ste: no hay que pensar en ningn pacto con el antiguo judo. La abolicin de los sacrificios, que tanta repugnancia le haban producido; la supresin de un sacerdocio impo y altivo, y, en un sentido general, la derogacin de la Ley, le parecieron de una necesidad absoluta. A partir de este momento no se presenta ya como reformador judo, sino como un destructor del judasmo. Algunos partidarios de las ideas mesinicas haban admitido ya que el Mesas traera una nueva Ley, que sera comn en toda la tierra. No se concilia deca- lo viejo con lo nuevo. No se guarda el vino nuevo en odres viejos 201. He aqu, en la prctica, sus credenciales de maestro y de creador. El templo reconstruido por Herodes el Grande exclua de su seno a los no judos con edictos desdeosos. Jess es un revolucionario universal, si se me permite usar esta mala palabra. Convoca a todos los hombres a un culto basado nicamente en la

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condicin de hijos de Dios. Proclama los derechos del hombre, no los derechos del judo. Predica la religin del hombre, no la religin del judo. Arenga a las masas para la liberacin del hombre, no la liberacin de los judos. 3. El reino de Dios

La expresin 'reino de Dios' o 'reino de los cielos' era familiar a los judos desde haca much tiempo. Pero Jess le dio un sentido moral, un alcance social que el mismo autor del Libro de Daniel apenas haba entrevisto en su entusiasmno apocalptico. Dice Jess: en el mundo, tal como es, reina el mal. Satn es el "rey de este mundo" 202 y todo le obedece. Los reyes matan a los profetas. Los sacerdotes y doctores no hacen lo que ordenan hacer a los dems. Los justos son perseguidos y el nico partido de los buenos es el llanto. As, pues, el "mundo" es enemigo de Dios y de sus santos203. Pero Dios despertar y vengar a sus santos. Se acerca el da, porque el horror ha llegado al lmite. Sigue diciendo: el reino del bien conocer su turno. El advenimiento de este reino del bien tendr lugar gracias a una gran y sbita revolucin. Una serie de parbolas, frecuentemente oscuras, estaban destinadas a expresar las sorpresas de este sbito advenimiento, sus aparentes injusticias, su carcter inevitable y definitivo204. Pero quin establecer este reino de Dios? El convencimiento de que l hara reinar a Dios se apoder del espritu de Jess de una manera absoluta. l se miraba a s mismo como el reformador universal, el creador de un nuevo mundo. El cielo, la tierra, la naturaleza en conjunto, la locura, la enfermedad y la muerte no son, para l, ms que instrumentos. En un determinado momento se cree todopoderoso en su arrebato de heroica voluntad. Si la tierra no se prestase a esta suprema transformacin, la tierra sera triturada, purificada por la llama y el soplo de Dios. Un nuevo cielo ser creado y el mundo entero se ver poblado de ngeles de Dios (Mt 22,30). Una revolucin radical (Act 3,21), que comprendiese hasta la misma naturaleza, tal fue el pensamiento fundamental de Jess. Siempre haba renunciado a la poltica (de un cierto tipo); el ejemplo de Judas Galaunita le haba enseado la inutilidad de las sediciones populares. Por eso nunca so en rebelarse contra los romanos y los tetrarcas. En el desierto de Judea, Satn le haba ofrecido los reinos de la tierra. Se dice que un da las gentes de Galilea quisieron raptarle y hacerle rey (Jn 6,15). Jess huy a las montaas y permaneci all durante un tiempo, solo. La revolucin que quiso hacer fue siempre una revolucin moral, pero an no haba llegado a confiar su ejecucin en los ngeles y en la trompeta final. Quera actuar sobre los hombres y por los hombres mismos. La reforma de todas las cosas querida por Jess no era ms difcil que muchas transformaciones naturales y sociales que se han hecho. Aquella nueva tierra, aquel nuevo cielo, aquella nueva Jerusaln que desciende del cielo, aquel grito: "He aqu que reconstruyo todo de nuevo!" (Apoc 21: 1,2,5) son los rasgos comunes de los reformadores. Lo que distingue a Jess de los agitadores de su poca y de los de todos

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los siglos es su perfecto idealismo. "Dando cierta latitud al concepto, se podra llamar a Jess un librepensador", dijo alguna vez F. Nietzsche. Y es verdad. Jess no se cuida de lo que tiene fijeza; la letra mata, todo lo que es fijo mata. La idea vlida es la experiencia de la vida como l slo la conoca. A su espritu repugna toda clase de palabra esttica, de frmula, de ley, de fe, de dogma. Slo habla de lo ms ntimo que hay: vida, verdad, luz. Tales son los vocablos que emplea para designar esa cosa interior. Todo lo dems, toda la realidad, no tiene para l otro valor que el engaarse en este punto. Por grande que sea la atencin que envuelven las preocupaciones cristianas, es decir, eclesisticas es un fraude. Ese simbolismo por excelencia est fuera de toda religin, de toda nocin de culto, de toda ciencia histrica y natural, de toda sabidura de la vida, de todo conocimiento, de toda poltica, de toda psicologa, de todos los libros, de todo arte. Su sabidura consiste precisamente en la ignorancia completa de semejantes cosas. A Jess la civilizacin no le es conocida ni an de odas. No necesitaba luchar con ella. No lo niega. Lo mismo le sucede respecto del Estado, de las instituciones civiles y del orden social, con el trabajo, con la guerra. No tuvo jams motivo para negar el mundo, ni se le ocurri la idea eclesistica del mundo. En muchos aspectos, Jess era un anarquista (como quiere Nietzsche), porque no tiene ninguna idea del gobierno civil. Este gobierno le parece, pura y simplemente, un abuso. Habla de l en trminos vagos y a la manera de una persona de pueblo que no tiene ninguna idea de la poltica. Todo magistrado le parece un enemigo natural de los hombres de Dios; anuncia a sus discpulos altercados con la poltica sin pensar un solo momento que haya en ello motivo para avergonzarse 205. Pero nunca se manifiesta en l el intento de sustituir a los poderosos y a los ricos. Quiere aniquilar la riqueza y el poder, no apoderarse de ellos. Predice a sus discpulos persecuciones y suplicios, pero ni una sola vez deja entrever la idea de una resistencia armada. La idea de que se es omnipotente por el sufrimiento y la resignacin, de que se triunfa de la fuerza gracias a la pureza del corazn, es una idea muy propia de Jess. Es decir, lo nico que le interesa a Jess es la poltica, pero por otros medios. A quin dirigirse, de quin reclamar ayuda para fundar el reino de Dios? Jess nunca vacil en este punto. Lo que es grande para los hombres es abominable a los ojos de Dios (Lc 16,15). Los fundadores del reino de Dios sern los simples. Ni los ricos, ni los doctores, ni los sacerdotes; las mujeres, los hombres del pueblo, los humildes, los dbiles. La gran seal del Mesas es "la buena nueva anunciada a los pobres" (Mt 9,5). La inversin es total 206. Jess comenz su prdica con el anuncio de que haba llegado el Reino. Los judos esperaban el reino de la teocracia; se pretenda que ellos creyeran que el Reino de Dios era capaz de existir en la fe. Pero lo que existe en la fe est opuesto a la realidad y a su concepto. Lo universal expresa un deber ser, porque es algo pensado, porque no es, por la misma razn por la que la existencia no puede ser probada. El Reino de Dios es el estado que se produce cuando reina la divinidad, es decir, cuando todas las determinaciones, todos los derechos han sido cancelados. De ah las palabras de Jess al joven: "Vende lo que tienes", porque difcilmente entrar un rico en el Reino de los Dios. Jess renuncia a toda propiedad, a todo honor, a toda relacin. Las relaciones con el padre,

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con la familia, con la propiedad, no podan convertirse en relaciones bellas; por lo tanto, no deban existir en absoluto, para que, por lo menos, no existiera su contrario. Sea por un salto, sea por la superacin sucesiva de las determinaciones particulares, Jess lo intent por la primera de estas vas, a travs del entusiasmo. Aseguraba que el Reino de Dios estaba ah. Anuncia su existencia. Los judos esperaban grandes acontecimientos del Reino de Dios: su liberacin de la dominacin de los romanos, el restablecimiento de su Estado sacerdotal en su antiguo esplendor... Es decir, esperaban que sucedieran grandes cambios fuera de ellos. Estos judos no podan creer que el Reino de Dios estuviera ah cuando Jess lo anunci. Aquellos, sin embargo, que se basaban en s mismos, que haban llegado a la perfeccin, s pudieran creerlo. Lo que Jess llama "el reino de Dios" es la armona viviente de los hombres, su comunidad en Dios; es el desarrollo de lo divino en el hombre, es decir, al convertirse en sus hijos y vivir en la armona de su ser y carcter entero, de su propia multiplicidad desarrollada. En esta armona, la conciencia diversificada de los hombres entra en consonancia con un espritu y las variadas estampas de sus vidas concuerdan en una vida. Pero lo que es ms: se cancelan as tambin los muros de divisin levantados contra los otros seres diviniformes. Es el mismo espritu viviente el que anima los diferentes seres que entonces, ya no meramente iguales entre s, sino concordantes; que ya no forman una asamblea, sino una comunidad, puesto que estn unidos no por un concepto, sino por la vida, por el amor."Un mandamiento nuevo os doy -dice Jess- : Que os amis unos a otros. En esto conocern todos que sois mis discpulos 207". Esta amistad del alma, que para el lenguaje de la reflexin es una entidad, un espritu, es el espritu divino, es Dios que rige la humanidad. Existir una idea ms bella que la de un pueblo formado de hombres cuya relacin mutua es el amor? Habr una idea ms enaltecedora que la de pertenecer a una totalidad que, en cuanto abarcante y una, es el espritu de Dios, siendo los miembros individuales sus hijos? Los amigos de Jess se mantuvieron juntos despus de su muerte, coman y beban en comn. Algunas de sus hermandades cancelaron todo derecho de propiedad entre s; otras lo hacan parcialmente, por la gran profusin de limosnas y contribuciones a los bienes de la comunidad. Conversaban entre s de su amigo y maestro ausente, oraban en comn y se fortalecan mutuamente en su fe y en su valor. Sus enemigos acusaban a algunos de las sociedades cristianas de que tenan tambin sus mujeres en comn; estas sociedades, sin embargo, o bien carecan del valor y de la pureza para merecer tal acusacin o bien del valor y de la pureza de no avergonzarse de ella. Muchos se encaminaron conjuntamente para hacer participar a otros pueblos en su fe y en sus esperanzas. Porque sta es la nica accin de la comuniad cristiana, el proselitismo constituye un carcter esencial. Porque es un Reino, ste va a la conquista de otros. Es la voluntad de poder. 3.1. Rey de los judos

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No se ve claramente qu decidi a Jesus a ir a Jerusaln. Probablemente no fue slo el deseo de celebrar la Pascua en la Ciudad Santa. Firmemente seguro de que posea y anunciaba la verdad, se persuadi tal vez de que se manisfestara en Jerusaln y de que nicamente all resplandecera el Gran Da. Esto es lo que deberamos creer si pudiramos confiar en el relato de su entrada mesinica en la ciudad, entre aclamaciones populares; pero yo, por mi parte, como otros, dudo de su veracidad, al menos, tal como est descrita en los evangelios. Tal entrada en Jerusaln, montado en un asno, ser reproducida por Jess de Nazaret, sin duda alguna, para dar a entender a los judos que l era el Mesas profetizado en Zac 9,9-10, que deca: Algrate sobremanera, hija de Jerusaln. He aqu que viene a ti tu Rey, justo y victorioso, montado en un asno, en un pollino hijo de asno. Abre Marcos la segunda parte de su evangelio con el siguiente relato del hoy llamado Domingo de Ramos:

Y cuando se aproximaban a Jerusaln, a Betfag y Betania, junto al Monte de los Olivos, envi a dos de los discpulos y les dijo: Id a la aldea que est enfrente, y luego que entris en ella, encontraris un pollino atado, sobre el que nadie mont an; soltadlo y traedlo. Si alguno os dijere: Por qu hacis esto?, decidle: El Seor tiene necesidad de l; y al instante os lo dejar traer. Se fueron y encontraron el pollino atado a la puerta, fuera, en el camino, y le soltaron. Algunos de los que all estaban les dijeron: Por qu desatis el pollino? Ellos les contestaron como Jess les haba dicho, y los dejaron. Llevaron el pollino a Jess, y echnlole encima sus vestidos, mont en l. Muchos extendan sus mantos sobre el camino, otros cortaban verde de los campos, y los que le precedan y le seguan gritaban: Hosanna! Bendito el que viene en el nombre del Seor. Bendito el reino que viene de David, nuestro padre. Hosanna en las alturas! Entr en Jerusaln, en el templo, y despus de haberlo visto todo, ya de tarde, sali para Betania con los doce208
Cualesquiera que fueran las intenciones o las esperanzas de Jess, fue una mala inspiracin la de trasladarse a quel medio que no era el suyo y en el que sus enemigos naturales eran los amos. Cometo all alguna imprudencia, como la de entregarse a actos contra los mercaderes de las

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palomas o los cambistas establecidos en el atrio? Puede ser. En todo caso, el procurador romano haba aprendido a desconfiar de los "inspirados" judos. No les fue difcil a los sacerdotes y doctores persudirlo de que , en inters del orden, deba poner fin a las agitaciones de un galileo cualquiera. Pilatos hizo detener a Jess, lo juzg y lo puso en la cruz. El pueblo le dej hacer. Segn todas las apariencias, los esfuerzos de nuestros evangelios para declarar inocente al romano y arrojar sobre los judos la entera responsabilidad del crimen, no se inspira en la verdad de los hechos, sino en un deseo de congraciarse con las autoridades romanas en un tiempo en que slo en ellas encontraban apoyo los cristianos contra la animosidad de las sinagogas. Jess no haba previsto lo que le sucedi; el espanto y la fuga de sus discpulos son la prueba evidente de ello; el golpe de fuerza de Pilatos lo hera en pleno sueo y pareca arruinar su obra. Es verosmil que, en sus ltimo das, la inquietud por lo porvenir, la incertidumbre del presente y quin sabe?- la duda de s mismo se hayan apoderado de l y que el pensamiento de su muerte prxima haya pesado sobre su espritu; pero nada nos autoriza a creer que haya juzgado entonces que su sacrificio era necesario para la realizacin de su misin. Todo nos obliga a pensar que no dijo nada parecido. En verdad, puesto que el milagro anunciado no se produca, que Yahv no se manifestaba, qu ms poda hacer sino huir a Galilea precipitadamente o inclinar la cabeza y sufrir su destino? Tal vez pens en regresar a su pas; esta suposicin se apoya en que, segn el Evangelio de Mateo, cit a sus discpulos en Galilea. De todos modos, le falt tiempo para cumplir su propsito... si lo tuvo. El "escndalo de la cruz", como dir san Pablo, puso trmino a la tentativa de Jess. l haba aparecido para anunciar un acontecimiento que no se produjo; haba perecido; sus discpulos se haban dispersado, presas de pnico; no deban abandonar hasta las esperanzas que haba puesto en su corazn, y lamentar o maldecir su error y el de ellos mismos? No lo olvidemos, Jess no haba fundado nada. No haba trado una religin nueva, ni siquiera un rito nuevo, sino una concepcin personal -ms que originalde la piedad en la religin juda, de la que no pretenda cambiar ni la fe, ni la Ley, ni el culto. En el centro de su enseanza se situaba la idea mesinica que comparta con casi todos sus compatriotas, idea que slo l conceba de una manera distinta. Atribuirle la voluntad de crear una iglesia, su Iglesia, de proveerla de ritos, de sacramentos, signos sensibles de su gracia y de prepararle la conquista del planeta, son otros tantos anacronismos. Ms: son otras tantas deformaciones de su pensamiento que, de conocerlas, lo hubieran escandalizado. Pero entonces, qu poda quedar de l, aparte de algunas mximas morales, seguramente provechosas, pero menos originales de lo que ordinariamente se afirma, aparte del recuerdo de su encanto personal? La lgica responde: nada. Y sin embargo, la serie de acontecimientos que siguieron pareci desmentir la lgica. 3.2. muy Mesas, un lder poltico El segundo evangelio conserva tradiciones que indican una actitud poco contemporizadora con Roma. Pese a los esfuerzos del

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evangelista, pueden percibirse tendencias antirromanas en la piara de Gerasene, sobre quien cae, por la orden de Jess, el demonio llamado "legin" (Mc 5,1-13). Otro indicio de sentimiento antirromano se advierte en la denominacin "fariseos y herodianos" aplicada a los adversarios de Jess. Esto ltimo refleja la situacin que se produjo durante el gran levantamiento contra Roma, cuando Agripa II y varios representantes del farisesmo intentaron llegar a un entendimiento con los romanos, cuyas fuerzas estaban por entonces estacionadas en Galilea. El mismo hecho de que Jess de Nazaret perviva en la historia como Christos, es decir, Messiah, demuestra claramente que un importante grupo de seguidores suyos tenan objetivos polticos, y atribuan significado poltico al segundo advenimiento, pues un Mesas es el caudillo poltico de Israel, un caudillo que realiza sus funciones dentro de la vida social de la nacin. El vocablo 'messiah' indica un dirigente mundano, un hombre entre hombres, no un caudillo de seres celestiales. Los evangelios afirmaron claramente el hecho de que algunos de sus discpulos hicieron una proclamacin de soberana a favor de Jess y que ste fue juzgado y ejecutado por ese hecho. A diferencia del Cristo de Marcos y Lucas, que predicen su muerte, pero no la forma de la misma209, el Cristo del cuarto evangelio, como el Jess de Mt 20,19, predice, concretamente, que morir en la cruz. Las palabras atribuidas a los judos en Jn 18, 31, estn destinadas a mostrar que se cumple la prediccin de Jess y a permitir subrayar, al mismo tiempo, al evangelista la responsabilidad juda en la crucifixin. No haba dificultad alguna para demostrar que la profeca contenida en Jn 12,33-34, se haba cumplido: Jess haba muerto crucificado. Pero la crucifixin era una forma de ejecucin romana. El sistema judicial judo no inclua tal pena. De ah que el evangelista tuviera que demostrar de algn modo que, pese al hecho de que Jess haba muerto de la manera cmo haba muerto, no haban sido los romanos, sino los judos, quienes haban conspirado para matarlo de aquel modo. Los judos de Juan estn destinados como pueblo a matar a Jess 210 Aunque Jess fuese crucificado, para achacar a los judos la responsabilidad de su muerte se afirma que no tenan a mano ms que la crucifixin. Impotentes para realizar sus designios mediante la lapidacin, deben recurrir a Pilatos, y as resulta que Jess es crucificado. Se cubren as dos objetivos al mismo tiempo: se cumple la profeca y se culpa de ello a la maldad de "los judos". Veamos un resumen de la pasin y muerte de Jess de Nazaret hecha por la escrutadora mirada de P. Winter. Puede afirmarse con seguridad que Jess fue detenido por personal militar romano (Jn 18,12), por motivos polticos (Mc 14,18) y conducido luego ante un funcionario administrativo judo del lugar 211 en la misma noche. A la maana siguiente, tras breve deliberacin con las autoriades judas212, fue entregado de nuevo a los romanos para que lo juzgasen 213. El gobernador lo conden a morir en la cruz 214. La sentencia se ejecut segn el procedimiento penal romano215. Resulta bastante razonable la conclusin de que Jess fue interrogado la noche de su prendimiento (durante el intervalo entre su envo a un funcionario judo y la deliberacin matutina en la sala del Consejo), por un miembro del cortejo del Sumo Sacerdote, que tambin interrog a algunos

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testigos y redact un acta de acusacin que los magistrados judos aprobaron la maana siguiente al prendimiento 216. Tras haber sido condenado por Pilatos, el reo fue escarnecido por los soldados del pelotn de ejecucin (Mc 15,16-20). No puede darse respuesta segura a las siguientes cuestiones: Primera, cul fue la causa inmediata que indujo a las autoridades a emprender una accin oficial contra Jess? Segunda, quin tom la iniciativa de ordenar la detencin de Jess? Tercera, qu hizo Jess exactamente para provocar una accin policial contra l? Se puede sospechar que sus actividades hubieron de tener un tinte poltico para algunas personas, antes incluso de que se produjera su muerte, puesto que fue crucificado por considerrsele culpable de tumulto o sedicin Si los seguidores de Jess hubieran aspirado a entronizar a su maestro como Mesas, y si hubiera llegado a odos del gobernador aspiraciones de tal gnero, ste no habra tolerado tales maquinaciones. Habra intentado aplastar el movimiento de inmediato, liquidando a su caudillo. El pequeo grupo que se reuna en torno de Jess tena claras tendencias que an no haban ganado tanta fuerza como la que tenan en otros movimientos judos contemporneos. Los dirigentes del Sanedrn quizs fueron ms hbiles que Pilatos en la tarea de apreciar la posibilidad de implicaciones polticas en el movimiento promovido por Jess. Inquietos por las repercusiones que pudiera tener el movimiento, quizs informasen a Pilatos del peligro latente. En tal caso, Pilatos no habra tardado en decidir los medios que haba que tomar. En este sentido el Evangelio segn Marcos contiene referencias217 a ciertos acontecimientos que, es muy posible, provocasen una accin preventiva de las autoridades. Analicmoslas. Aunque considersemos Mc 8,27-30, un fragmento biogrfico (o un reflejo de una discusin posterior), no sera ms que una declaracin del mesianismo de Jess hecha por seguidores, y en modo alguno una manifestacin de pretensiones mesinicas del Maestro mismo. Si Jess hubiese proclamado su mesianismo, habra significado enarbolar, en realidad, la bandera de la rebelin. No se trataba de lo que Jess entendiera por la palabra 'messiah', sino de lo que entendan los otros. La segunda de las referencias es la de la llamada "entrada triunfal en Jerusaln" (sin palmas, porque all no las haba). Tal como se relata en el evangelio, el acontecimiento tiene la apariencia de una manifestacin mesinica inconfundible, aunque la historia entera de este relato est extraamente desconectada de lo que sigue. Todas las manifestaciones evanglicas, sin embargo, nos dan los rasgos de una manifestacin poltica. Es evidente que la tradicin vio la entrada de Jess en la capital de Judea como una toma simblica de las riendas del gobierno. El ltimo de los tres relatos a que nos referimos es el de un incidente que puede designarse con las palabras de "expulsin de los mercaderes del Templo". La interrupcin violenta e ilegal de la actividad mercantil legtima de vendedores y banqueros autorizados, que posiblemente causase daos en sus propiedades, ultrajara su sentido de la propiedad. Si los propietarios indignados informaron del incidente a sus familias influyentes, el informe tuvo que contribuir sin duda a predisponer a las autoridades contra Jess.

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En cuarto lugar, destaquemos que la poca de Pascua era, evidentemente, un perodo de agitacin poltica. La gran masa de peregrinos que acudan a Jerusaln para celebrar la festividad con que se conmemoraba la liberacin de Israel de la servidumbre egipcia era muy propicia a la revuelta. Haba en ella elementos polticamento descontentos. Los gobernadores, conscientes de ello, estaban ojo avizor. Aunque normalmente residan en Cesarea, acudan para Pascua a Jerusaln, acompaados de refuerzos militares. 4. Drama mesinico

De acuerdo con la visin de E. Schure, la vida de Jess de Nazaret es un drama mesinico en tres actos: la tentacin, la transfiguracin y la resurreccin, que representan la iniciacin de Cristo, la revelacin total y la coronacin de la obra, esto es, corresponden a los misterios del Hijo, del Padre y del Espritu Santo. Segn nuestra visin, el verdadero drama es todo lo que corresponde a la Pasin. Hasta ah no es sino tragedia: el encuentro con el destino. No olvidemos la manera cmo fueron escritos los evangelios. El evangelio (entendiendo por tal trmino un relato de la vida y las enseanzas de Jess, su muerte y resurreccin) -hemos dicho en otro lugar 218- creci hacia atrs: el final estuvo all antes de que se hubiese pensado el principio. Se recordaban mejor las ltimas cosas. La primera predicacin, las tradiciones antiguas, se centraban en el tema de los sufrimientos y la gloria del Mesas. Fue luego, al crecer el evangelio, cuando se prolog con recuerdos de hechos de su vida la historia de la Pasin de Jess. El punto en que el evangelio comienza se alcanz retrospectivamente, esto es, partiendo del perodo de su muerte hasta su bautismo; luego, hasta su nacimiento; y, por ltimo (para empezar ya por el Principio Mismo), hasta el Verbo que estaba en Dios, como quiere Juan. Y justamente es este evangelista el que le da el aspecto ms (melo)dramtico a los hechos de la Pasin. Sin lugar a dudas esto fue lo que vio con toda claridad J. S. Bach para escribir su ms famosa cantata, la Pasin segn san Juan, que , adems del relato bblico, incluye textos profanos. Las rudas y obsesivas semicorcheas del coro inicial ("Cristo, fe de los ngeles") forman un fondo de inquietud sobre el que se destacan las dolorosas disonancias de los oboes. Las numerosas vocalizaciones ejecutadas por el coro contribuyen a crear una atmsfera de dolor desesperado, que no concuerda siempre con la marcha sublime del texto. El primer recitativo nos ensea que , en esta Pasin, no hay distincin entre la msica que subraya las palabras pronunciadas por Jess y la que acompaa la de las palabras del evangelista y de los personajes secundarios. La traicin de Judas y el prendimiento de Jess estn apenas mencionados; solamente la resistencia de Simn Pedro tiene algn detalle. Viene a continuacin el segundo coro. Aqu nos encontramos por primera vez ante un texto y un ambiente en que la comunidad participa de lleno en la accin, inyectndole a sta su propia vida. Al decir Jess que acepta los sufrimientos que debe padecer, el coro consiente con estas palabras: "Que tu santa ley reine en todo lugar!". Cuando el evangelista termina de relatar

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que Jess fue conducido ante el Gran Sacerdote, la contralto considera cmo las cadenas que aprisionan a Jess nos han liberado de la esclavitud del pecado. La palabra 'cadenas' sugiere a Bach imgenes de una plasticidad admirable en la parte del continuo y en el canto. De lejos, Pedro y Juan siguen al Salvador cautivo. Entonces, la soprano confiesa: "Quiero seguir mi vida". Para acompaar estas palabras, el compositor escribi una msica admirablemente alegre, que no parece ilustrar cabalmente la situacin tan dramtica del Salvador abandonado por sus discpulos. El interrogatorio del Gran Sacerdote, as como la triple negacin de Pedro, apenas estn esbozados; sin embargo, la pregunta formulada por los dems: "No eres t uno de sus discpulos?" y el arrepentimiento de Pedro, estn tratados por la orquesta con mayor amplitud. El cromatismo y las sncopas con la msica que subraya la frase "Y llor amargamente" hacen de este episodio uno de los ms emotivos de la obra. Sigue el aria del tenor, que parece tener menos profundidad cuando se la compara con el recitativo anterior. La meloda coral "Pedro despus de haber cado en la tentacin" cierra sobriamente la primera parte y constituye el leit motiv de la Pasin segn san Juan. La segunda parte abre con un coro: "Rey siempre alabado". La condenacin por Pilatos est tratada con muchos ms detalles que las dems escenas. Pilatos pregunta qu es lo que los enemigos de Jess hacen valer en contra de su prisionero. Un odio implacable, que hacen suponer las palabras "Si este hombre no hubiera hecho mal", destaca al final del coro, que termina con un "no" cuatro veces repetido, cada vez con mayor brutalidad. Cuando Pilatos invita a los judos a juzgar a Jess segn su propia ley, Bach, haciendo gritar al coro "Nosotros no tenemos derecho para condenar a muerte a los culpables", evoca por medio de este grito los instintos asesinos que agitan a las masas. El dilogo, en el que Pilatos pregunta a Jess si se considera rey de los judos, tiene tambin cierto atractivo a causa de la naturaleza del texto: "Si de este mundo fuera mi reino, mis ministros lucharan". Cuando Pilatos propone perdonar a Jess en la fiesta de Pascua, el pueblo reacciona dando una respuesta negativa ms larga: "A se no, a Barrabs!". El evangelista, al relatar cmo fue flagelado Jess, sugiere a Bach unas vocalizaciones a este pasaje: "Contempla, corazn mo, a tu Jess", con dos violas de amor obligadas. Por primera vez el lirismo alcanza el apogeo en la obra. La ignominiosa coronacin de espinas inspira a la muchedumbre el insultante grito: "Salud, rey de los judos!", henchido de odio. Un coro paralelo de sacerdotes y sus seguidores vocifera: "Crucifcale!". Los gritos prolongados que alternan con el breve y entrecortado estallido de las voces producen un punzante efecto dramtico sin igual en ningn otro sitio de la obra. Pilatos accede: Jess ser crucificado. No obstante, su declaracin de que considera al reo inocente provoca en la masa una clera infernal: "Nosotros tenemos una ley, la que t representas, y segn esta ley debe morir, pues se hizo pasar por hijo de Dios". Pilatos duda an, a pesar de que ya haba dado su conformidad. La muchedumbre le advierte y le amenaza: "Si sueltas a ste, no eres amigo del Csar". Dirase que Pilatos quiere librarse de su responsabilidad, cuando sealando a Jess con el dedo

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provoca a la muchedumbre con sus palabras: "He aqu vuestro rey!". Esta frase no hace ms que excitar las pasiones del populacho. "Basta, crucifcalo!", gritan. Pilatos se ve obligado a acceder y Jess es conducido al Glgota. El bajo solista advierte: "Almas dolientes, apresuraos!", lanzando una exclamacin repetida con angustia. El coro pregunta: "Adnde?". Se contesta: "Al Glgota!" La crucifixin est descrita con sencillez. Sin embargo, los sacerdotes que discuten sobre la inscripcin que quieren poner sobre la cruz y los soldados que se reparten las vestiduras del reo inspiran magnficos coros al compositor. Despus que Jess ha encargado a uno de sus discpulos que cuide de Mara como de su propia madre, el coro canta la meloda leit motiv, con estas palabras: "Entre todos los dolores...". La contralto repite la ltima palabra de Jess en la cruz, en el aria con viola de gamba obligada: "Todo ha sido consumado". Este es el segundo lugar de gran lirismo de la obra. El aria tiene una parte central de carcter triunfal: "As, pues, Jud, todo ha terminado, tu Hroe Santo ha vencido". Despus de la narracin, ms bien concisa, de la muerte de Jess, sorprende el aria para bajo con acompaamiento de coral: "Oh, mi Salvador!", una siciliana con himnos maravillosamente extraos en el que el coro canta paralelamente el leit motiv. Es probable que la descripcin de la muerte del crucificado, tal como la encontramos en el Evangelio segn Juan, pareciera a Bach demasiado montona, pues en este lugar intercal varios versculos de Mateo: "El velo del templo se rasg..." y "La tierra tembl". Sigue un emotivo arioso para tenor que se adapta a la descripcin anterior; no as el aria para soprano de acentos dolorosos: "Estalla en sollozos, oh triste corazn!", que presenta muy poca trabazn con el texto precedente. El final de la adaptacin musical del texto evanglico es la simple mencin de la sepultura de Jess. Con una ardiente oracin, el coro ruega por el descanso de los restos sagrados: "Descansa en paz, oh dulce Salvador!". Tambin el coro ejecuta el eplogo: "Que el ngel que no espero... aparezca en los ltimos instantes...", que reconcilia, gracias a la Pasin y Muerte de Jess, a los fieles con la idea de la muerte. Hasta aqu un recorrido, a vuelo de pjaro, por la Pasin segn san Juan de J. S. Bach219. Hay, en los evangelios, una serie de personajes activos y otros pasivos. Muchos de los activos son histricamente discutibles. Entre los personajes activos, Jos de Arimatea es un personaje histrico. No fue miembro del gran Sanedrn (pese a lo que diga el tercer evangelista) ni discpulo de Jess. Era miembro de un Beth Din inferior (haba tres tribunales judos en Jerusaln) que tenan encomendada la tarea de asegurar que los cadveres de los ejecutados tuviesen un entierro digno antes del oscurecer. Cumpli este deber de acuerdo con el derecho judo y se record este acto con piedad. La tradicin transform a Jos de Arimatea en cristiano. Otro personaje activo, que parece ser histrico, es Simn de Cirene. Era un transente que pasaba por la va dolorosa cuando Jess se diriga al Glgota. Fue requerido para llevar la cruz. El hecho lo resgistran los evangelistas sinpticos220. Cmo se pudo retener el nombre de alguien que fue obligado a realizar un servicio y que simplemente pasaba por ah? Nos aventuramos a una respuesta: sus hijos se hicieron cristianos. Esto lo deducimos de la cita de Marcos que dice: "Le sacaron para crucificarle, y

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requisaron a un transente, un cierto Simn de Cirene, que vena del campo, el padre de Alejandro y de Rufo, para que llevase la cruz" (Mc 15,2021). Parece que tales eran dos adeptos bien conocidos por la iglesia de Roma. Segn los evangelios, hay tres grandes personajes pasivos en el drama mesinico: hacen porque se dejan hacer. Esos personajes son Barrabs, Poncio Pilatos y Jess de Nazaret . Hablemos de los dos primeros. Los cuatro evangelios contienen incoherencias en sus diversas versiones de la liberacin de Barrabs. Por si no bastase esto, relatan todos el supuesto suceso de distinta forma. No hay, por ltimo, ninguna mencin aparte de la suya de que existiese la costumbre, juda o romana, de conceder el perdn a un preso la vspera de la fiesta de Pascua o durante la Pascua. Lo que nos cuenta el segundo evangelista y repite el primero es que Pilatos tena la costumbre de congraciarse con la poblacin provincial, concediendo en esta fecha la liberacin de un preso, el que eligiesen 221. Pero los evangelistas no nos explican cmo poda haber adoptado tal costumbre un gobernador romano, obligado por su cargo a respetar el Derecho romano. Los judos, que suelen ser muy meticulosos en la recopilacin de todos los detalles de los usos y costumbres nacionales, tampoco han conservado ningn rastro ni hacen referencia alguna de tal costumbre. Por tanto, el privilegium paschale es slo fruto de la imaginacin. No existi tal costumbre. Sin embargo, no parece que haya sido todo invencin. A continuacin, P Winter ofrece una hiptesis de solucin del problema, en un intento de explicar lo que pudo haber sucedido. Haba dos personas llamadas Jess que estuvieron al mismo tiempo cautivos de Pilatos: Jess de Nazaret y Jess el hijo de ( R)Abba(n). Pilatos haba ordenado la detencin de uno de ellos: Jess, el hijo de Jos. A este Jess lo detuvo, en el Monte de los Olivos, un destacamento de soldados romanos, ayudado por la polica del Templo. De all lo llevaron a la residencia del Sumo Sacerdote para que lo interrogase (Jn 18, 12-13). El Sumo Sacerdote haba sido avisado para que tuviese dispuesta un acta de acusacin para una sesin matutina en la corte del prefecto. El otro Jess, el hijo de (R)Abba(n), quizs fuese detenido aproximadamente al mismo tiempo y puesto de inmediato bajo custodia romana. Cuando llevaron a presencia del prefecto al primer Jess (Jess de Nazaret) de la sala de sesiones del Sanedrn, Pilatos pudo no haber advertido la identidad de los dos presos que ahora estaban bajo custodia romana, que se llamaban ambos Jess. El gobernador no poda tener un conocimiento muy profundo del funcionamiento interno de los asuntos judos y en su crculo de conocidos no es probable que hubiese individuos del status de Jess (de Nazaret). Si le informaron que haban sido detenidos dos hombres en vez de uno, ambos con el nombre Jess, no poda estar seguro de la identidad de la persona a quien quera procesar. De ah que formulara la pregunta Cul de los dos? a la gente que hubiera fuera del palacio o a los custodias que acompaaban al preso. La dramtica escena de los evangelios en la que se describe el clamor de la multitud pidiendo liberacin de Barrabs y la crucifixin de Jess de Nazaret es posible, pero la realidad histrica podra

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haber consistido slo en una declaracin respecto a la identidad de los dos Jess detenidos. Por ella, habra sabido Pilatos que Yeshu bar (R)Abba(n) no era la persona a la que se haba ordenado detener. Por tanto, lo puso en libertad e inici el juicio de Jess, el rey de los judos. Yeshu bar (R)Abba(n) parece haber sido un individuo que existi realmente y que estuvo detenido en una crcel romana de Jerusaln en la poca en que fue presentado Jess de Nazaret a Pilatos. Quin era exactamente, la causa de su detencin y lo que hizo despus de que lo pusieron en libertad no podemos saberlo. Son totalmente inaceptables las tesis de quienes dicen que Barrabs era un caudillo rebelde y que llevaba de seis a doce meses preso, esperando la ejecucin, cuando lo dejaron libre el da del juicio de Jess de Nazaret. Si Barrabs hubiese sido detenido y juzgado culpable de un acto revolucionario, habra sido ejecutado de inmediato. Escribi F. Nietzsche en El Anticristo de Poncio Pilatos:
En todo el Nuevo Testamento no hay ms que una sola figura honorable: Pilatos, el gobernador romano. No poda resolverse a tomar en serio una disputa de judos. Un judo ms o menos, qu importaba? La noble irona de un romano ante el cual se ha hecho un descarado abuso de la palabra verdad ha enriquecido el Nuevo Testamento con la nica frase que tiene valor, que es su crtica y hasta su aniquilamiento: Qu es la verdad?

La verdad respecto a Pilatos est, en el entender de los estudiosos modernos, muy lejos de lo que prejuiciosamente en contra de los judos escribi el filsofo de Sils-Mara. Veamos. Por fuentes romanas (Tcito, Anales), sabemos que fue Pilatos quien orden matar a Jess, pero de los trmites legales que condujeron a la condena a muerte no sabemos prcticamente nada. Desde luego, no debi de ser el procedimiento que se utilizaba en Roma, capital del Imperio, sino un procedimiento militar sumario, como era caracterstico en la administracin de justicia que realizaban los gobernadores provinciales romanos222. Pilatos estaba preocupado por el descontento generalizado que haba en la poblacin y quizs hubiese advertido del peligro al Sumo Sacerdote y le hubiera aconsejado tomar medidas para impedir la propagacin del descontento, amenazando al mismo tiempo con actuar l mismo si las autoridades judas seguan sin hacerlo. Es imposible saber si Pilatos tena noticias de Jess y si pensaba que sus predicaciones contribuan a agitar al pueblo. Tom Pilatos directamente la iniciativa de actuar contra Jess? Se limit a expresar su insatisfaccin con las condiciones del pas y a insistir en que deba hacerse algo al respecto? No hay posibilidad de responder a esto. Es muy poco probable que el autor del cuarto evangelio, cuyas simpatas se inclinaban ms por los romanos que por los judos (cf. Jn 19, 11), les hubiese asignado a aqullos un papel en la detencin de Jess de no mediar un informe que sostuviese tal participacin romana. Las tendencias del cuarto evangelista en el relato de la Pasin se caracterizan por una actitud conciliadora hacia Pilatos y hacia Roma, mientras que su actitud hacia los judos es de amargura (resentimiento?) y rencor. Si no hubiese habido

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ningn informe, ninguna tradicin anterior que afirmase que personal romano haba detenido a Jess, difcilmente Juan, por iniciativa propia, habra acusado a los romanos asignndoles el papel de fuerza principal en la detencin. Marcos se escribi, probablemente, en Roma, poco despus del ao 70 de la Era cristiana, cuando el recuerdo de la lucha entre judos y romanos estaba an en el pensamiento de todos. Los romanos seguan considerando el cristianismo como un movimiento apocalptico judo, cuya propagacin producira una alteracin del orden pblico y desembocara en sucesos como los acaecidos en fechas no muy lejanas. Para el autor del Evangelio segn Marcos, que escriba en la capital del Imperio, era claramente embarazoso rememorar la participacin romana en el suceso de la detencin y condena de Jess. De los anlisis de los textos se deduce que, en la detencin de Jess, participaron tanto soldados romanos como miembros de la polica del Templo de Jerusaln. Es probable que esto figurase en la tradicin originaria. Un juicio similar cuadra con el informe de los evangelistas de que Jess fue conducido a la residencia del Sumo Sacerdote, de acuerdo, al parecer, con una orden de que se preparase una acusacin para un juicio ante el prefecto. Causas de la detencin? Hay afirmaciones significativas en Marcos (14,18-49). Jess reconviene a los que han llegado a detenerlo en la oscuridad de la noche dicindoles: Como contra un rebelde habis salido [armados]con espadas y palos para detenerme. Estuve entre vosotros enseando de da en el recinto del Templo y no me detuvisteis. A un caudillo rebelde quizs hubiera que detenerlo en su refugio de la noche, pero a un maestro se le puede hallar entre sus discpulos a cualquiera hora del da. En este lugar de Marcos tenemos un leve rastro de una tradicin que indicaba de modo implcito que la detencin de Jess se realiz con ciertas precauciones por temor a posibles actividades insurgentes. Y con l crucificaron a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda223. Esto es historia. El delito por el que lo ejecutaron se proclama implcitamente en el ttulus de la cruz. Sin embargo, aunque Marcos 14, 48, nos indique el motivo preciso de la detencin de Jess, refuta tambin la veracidad de la acusacin. Pues Jess de Nazaret no era, en ningn sentido del trmino, un lests . No era un revolucionario, impulsado por ambiciones polticas de poder; era un maestro que expona abiertamente su doctrina. No proclam el advenimiento de su propio reino, sino que predic el Reino de Dios que llega sin ocultaciones ni cautelas. Aunque la detencin fuese absurda, aunque la sentencia fuese cruel, el evangelio ms antiguo nos indica la razn de ambas cosas. Jess fue detenido, acusado, condenado y ejecutado por el delito de rebelin, entre revolucionarios. Jess no era un rebelde poltico ( lests) que quisiese transformar las condiciones sociales en el mundo por medios violentos. Pero la religin sin poltica era tan inconcebible como la poltica sin religin. Lo primero habra significado fe sin obras, lo otro juicio sin caridad. Para Jess, como para el pensamiento judo, en general, religin y poltica son inseparables. Sabemos ms de Poncio Pilatos por fuentes externas que de ninguna otra

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manera, aunque su nombre aparezca en los evangelios. Sin embargo, no podra haber mayor discrepancia entre el Pilatos que conocemos por la historia y esa figura dbil que juega un papel tan vacilante en el drama de la Pasin: el Pilatos descrito en los evangelios. Tenemos descripciones bastante detalladas del Pilatos real en las obras de Filn de Alejandra y de F. Josefo. Hay motivos para suponer que el testimonio ms fidedigno sobre el carcter de Pilatos es el de Filn. En primer trmino, Filn -contemporneo de Pilatos- se hallaba en mejor posicin que todos los autores posteriores para dar una imagen exacta; en segundo lugar, en el juicio de Filn no influa en absoluto el papel que hubiese podido jugar Pilatos en la Crucifixin. Hay ms: Filn no parece tener noticia de la existencia de Jess. Nos describe a Pilatos como un hombre de carcter inflexible, duro y obstinado. En un determinado momento aporta informacin que, prima facie, parece prestar un cierto apoyo a un pasaje del cuarto evangelio. En concreto, nos dice que Pilatos tena miedo de que los dirigentes judos se quejasen al Emperador de su conducta. Pero el incidente que menciona Filn se relaciona con la instalacin de escudos dorados ornamentales en Jerusaln. Filn, en este sentido, es ms explcito que el cuarto evangelio. Explica que Pilatos tema que los dignatarios judos enviasen una delegacin a Tiberio para denunciar sus prcticas arbitrarias de gobierno en Judea, el tratamiento altanero de que haca a sus sbditos y su tendencia a la crueldad, que le movi en numerosos casos a ordenar la ejecucin de individuos sin juicio previo. En la descripcin que hace Filn de la poca en que Pilatos fue gobernador, le reprocha sus arbitrariedades y su responsabilidad en innumerables atrocidades. Josefo nos informa ms ampliamente que Filn del gobierno de Pilatos en Judea, relatando varios sucesos que ocurrieron durante su poca. Nos suministra pruebas sobradas de la actitud despectiva de Pilatos hacia los habitantes de la provincia. Un punto importante para valorar la veracidad de tales informes es que Josefo menciona tambin la conducta cruel de Pilatos con los samaritanos, pueblo por el que Josefo no senta ningn afecto especial. Hay un pasaje del Nuevo Testamento que ratifica el retrato que hacen Filn y Josefo del carcter de Pilatos. No aparece en ninguna de las versiones del juicio de Jess. En Lucas 13, 1-2, se habla de un acto de Pilatos que concuerda con las alusiones de nuestros escritores seculares a la desmedida crueldad del gobernador. El tercer evangelio no nos dice en qu ocasin cometi el acto de mezclar la sangre de los galileos con sus sacrificios. En su contexto actual, la alusin queda dislocada. Ha habido numerosas conjeturas o tentativas de fijar el momento de la matanza de peregrinos galileos decretada por Pilatos. Si bien no puede fecharse con exactitud el incidente, no hay razn para dudar de que Lc 13, 1-2, alude a un hecho histrico y que el acontecimiento ocurri siendo Pilatos gobernador. Podra haber ocurrido antes e, incluso, despus de la Crucifixin. La referencia de Lc 13,1-2, podra haber sido atribuida a Jess retrospectivamente. Si Josefo no menciona el hecho, probablemente se deba esto a que fue slo uno de los diversos incidentes de este gnero que proliferaron durante el perodo de Pilatos. Josefo lo consider menos

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importante que los otros. La casualidad o el accidente de la Historia, que relacion la vida de Pilatos con la de Jess en un momento crtico, permiti que sobreviviese el nombre de un oscuro gobernador de una provincia romana de escasa importancia, mientras otros se hundieron en el olvido. Los autores seculares acusan a Pilatos de mezquindad, avaricia, crueldad y menosprecio altanero hacia los sentimientos ajenos. Los evangelistas lo describen de un modo distinto: lleno de intenciones ms humanas y honorables hacia los sometidos a su gobierno, hace lo posible por intentar convencerlos para que desistan de su locura y, cuando la necesidad le fuerza a cumplir un deber que le repugna, se lava las manos antes de entregar al reo... para que lo ejecuten! (Lavarse las manos era una costumbre juda, no romana, para indicar su no participacin en un acto sangriento). Los cuatro evangelios se muestran reacios a afirmar claramente que fue el gobernador quien dict la sentencia de muerte, pero... Es Pilatos quien ordena que se coloque la inscripcin en la cruz. En Juan 19, 23, el evangelista afirma explcitamente que fueron soldados (romanos) los que realizaron la crucifixin. Jos de Arimatea pidi permiso a Pilatos para descolgar el cuerpo de Jess de la cruz y sepultarlo. Hay una conexin definida entre dos hechos: cuanto ms perseguidos son los cristianos por el Estado romano, ms generosa resulta la descripcin de Poncio Pilatos como testigo de la inocencia de Jess. No es nada sorprendente que hubiese una correlacin de este gnero. La estratagema de pintar a Pilatos como un individuo reacio a condenar a Jess se ajusta a la pauta general de la apologtica juda y, posteriormente, cristiana, dirigida a las autoridades romanas. Los romanos de ms alto rango consideraban el movimiento cristiano, en una poca tan tarda como la de Tcito, como un semillero de agitacin poltica en todos los lugares del Imperio donde haba poblacin juda. La excitabilis superstitio de la que habla Tcito -que haba brotado en Judea y se haba propagado a Roma- era una fuente de problemas. Tcito crea, al parecer, que el cristianismo estaba tras la rebelin juda de los aos 66 a 70. Su diagnstico era errneo, pero el hecho de que l lo emitiese (y el que pudiera hacerlo casi medio siglo despus de que estallase la rebelin) muestra que la agitacin revolucionaria y la especulacin apocalptica se asociaba a la fe cristiana en crculos romanos influyentes. Fuera de los evangelios, hay abundantes pruebas de este recurso de subrayar los favores o la benevolencia desplegados, supuestamente, por los gobernantes anteriores hacia comunidades cristianas... para propiciar la tolerancia religiosa contempornea. El gobernador que haba condenado a morir en la cruz a Jess se convirti, por obra de la apologtica, en un instrumento de defensa de la fe cristiana, a travs de un proceso de carcter gradual. El riguroso Pilatos fue suavizndose de evangelio en evangelio. A medida que va separndose de la Historia, va convirtindose en un personaje cada vez ms agradable. Bruscamente, en el siglo IV se cierra el crculo. No debe sobrentenderse que el cambio de opinin se produjera inmediatamente despus de 312 d. C. La imagen de Pilatos como amigo de Jess se inmoviliza bajo Constantino y no

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evoluciona ms. Por qu? Las condiciones histricas que vivieron las comunidades cristianas del siglo I al IV son el trasfondo y la base de este retrato evolutivo de Pilatos. Pilatos fue vctima en su carrera pstuma del emperador Constantino. Si el cristianismo se hubiera convertido en una religio licita una generacin despus, o quizs dos, Poncio Pilatos figurara hoy, sin duda, en el santoral cristiano, lo mismo que figura , hoy, su mujer en el santoral de la Iglesia Griega. Pero el Edicto de Miln (312) permiti a la Iglesia prescindir de Pilatos como funcionario autorizado que testificase que no encontraba culpa en este hombre, indicando implcitamente que la profesin de fe cristiana y la asistencia a las prcticas culturales cristianas eran actividades no subversivas desde el punto de vista de la razn de Estado del Imperium Romanum. 5. Muerte del Mesas

Como el lector puede suponer, el objetivo de los evangelistas al hacer sus relatos no fue dar descripciones objetivas de acontecimientos concretos, vistos a travs del prisma de la Historia. Por otro lado, tampoco se hallaban en condiciones de dar una relacin tal, aunque hubiese sido su intencin hacerlo. Lo que se propusieron -y lo que hicieron de manera muy eficaz- fue exponer el significado de la muerte de Jess a travs del prisma de la fe religiosa. Es entonces comprensible cmo, a propsito de la Pasin, raras veces ofrecen los evangelios una variedad tan amplia de versiones divergentes y repetidamente contradictorias de los mismos hechos en tal nmero como en los relatos que describen la detencin, el juicio, la crucifixin y la resurreccin de Jess. Esto puede parecer paradjico... pero, debe sorprendernos en realidad? La Pasin, como preludio de la Resurreccin, era un tema de fundamental importancia en el mensaje cristiano. Todo lo relacionado incluso remotamente con ese acontecimiento era tema de meditacin de los fieles, se contaba y se repeta muchas veces. Al reformular mentalmente el acontecimiento, surgan nuevos significados y una nueva interpretacin exiga una reformulacin progresiva de la narracin primitiva original. No se dispona ya de testimonio alguno de testigos presenciales. La ausencia de datos directos de primera mano llev por s sola a una expansin de las versiones que estaban circulando. Cuando cada uno de los evangelistas recogi lo que iba a contar y emprendi la tarea de ordenar el material para proporcionar un marco a sus propias concepciones teolgicas, no hall una tradicin principal, sino varias. Junto a lo que podemos llamar tradicin primaria, haba ya una serie de tradiciones secundarias nacidas de aqulla. En vez de omitir elementos que consideraban importantes, los evangelistas ensamblaron cuantas pudieron recoger, mezclando tradiciones primarias y secundarias, sazonando, al mismo tiempo, la narracin para ejemplificar, exponer, exhortar y adoctrinar. Coordinaron as etapas sucesivas del desarrollo de la tradicin, en la que haban nacido de la forma primera otras posteriores. As, los evangelios contienen siete descripciones diferentes, nada menos, de una escena de

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carcter judicial o semijudicial, junto con cinco descripciones de una escena del maltrato y escarnio de que Jess es objeto. Cada evangelista retuvo lo que haba hallado l y lo ampli con su aportacin especfica. De este modo nacieron las discrepancias entre los diversos relatos evanglicos. La fecha concreta de determinado acontecimiento en un evangelio no corresponde a la que se le asigna en otro. El orden de los acontecimientos que leemos hoy en los cuatro evangelios no pudo producirse, sin duda, en el espacio de seis o de siete horas, que fue el perodo concreto transcurrido entre la detencin y la crucifixin de Jess. En consecuencia, algunos autores modernos intentaron estirar este espacio de tiempo propugnando un perodo de varios das, esperando as encajar en ese lapso todo los detalles que del proceso contienen los evangelios. Pero es imposible entretejer tanto dato inconexo en un relato armnico del juicio de Jess, asignmosle unas horas o varios das. Los autores que han intentado hacer un sitio a todas las escenas y detalles de las diversas versiones pasan por alto el propsito de los evangelios: todos queran dar una versin completa y continuada de los acontecimientos del proceso. No es lcito, entonces, interponer un intervalo de dos das ante los acontecimientos que se refieren en los versculos sucesivos de un determinado evangelio y llenar este intervalo con descripciones tomadas de otro evangelio distinto. La versin de Marcos y la de Juan del juicio de Jess son completamente distintas. El Jess de Marcos no es el mismo que el Jess de Juan: hablan de un modo distinto, actan de una manera diferente, mueren de forma distinta. Al Jess de Marcos lo detienen en el 15 de Nisn, lo condenan a muerte de noche, lo atan despus del juicio, lo condenan por segunda vez, lo clavan en la cruz a las nueve y muere a las tres de la tarde. Al Jess de Juan lo detienen el 14 de Nisn, lo encadenan inmediatamente, lo condenan hacia el medioda, lo conducen al lugar de la ejecucin por la tarde y muere hacia el crepsculo. Al Jess de Marcos le lleva la cruz Simn de Cirene, el de Juan la lleva l slo. Uno clama desde la cruz: Por qu me has abandonado?; el otro conversa con los circunstantes y muere satisfecho con el convencimiento de que todo se ha consumado. Llegados a este punto, caben algunos comentarios sobre las ltimas palabras que los diversos evangelistas atribuyen al Jess agonizante. Hay tres declaraciones que pasan por tales224. Las versiones lucasiana y juanina de las ltimas palabras de Jess no tienen base slida de veracidad histrica. Lucas y Juan no podan aceptar la idea de que Jess pudiese haber entregado su alma con palabras que cupiese interpretar como un grito de desesperacin y desamparo. El segundo evangelio contiene una referencia de las ltimas palabras de Jess que es una mezcla de dos versiones distintas de la tradicin. Segn Mc 15, 37, Jess muri con un gran grito inarticulado. Un poco antes, el mismo Marcos sustituye el grito inarticulado por una cita del Salmo 22, 2 (21,2, en el Salterio griego), una cita del Antiguo Testamento que tena que parecerles a los autores ms adecuada para el Jess agonizante que un grito sin palabras: "Eloy, Eloy, lama sabachtani? Que quiere decir -traduce el evangelista- Dios mo, Dios mo, por qu me has abandonado?" (Mc 15,34).

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Los cuatro evangelios nos informan de una inscripcin en la cruz de Jess, pero hay variantes respecto al contenido de la inscripcin 225. La forma ms simple es la de Marcos: El rey de los judos. El segundo evangelio no incluye ninguna informacin sobre el idioma, o idiomas, en que se hizo la inscripcin, pero como la lengua que se hablaba en Judea era el arameo, ste parece ser el lgico candidato. El cambio es completo en el cuarto evangelio, donde las palabras del titulus (Jn 19, 19), en vez de ser indicacin de por qu se haba emitido un veredicto judicial, adquieren un sentido proftico: " Jess Nazareno, Rey de los judos", escrito en hebreo, en latn y en griego. Igual que Caifs, contra su deseo, se ve obligado a anunciar el cumplimiento de un plan providencial (Jn 11, 51), as Pilatos, cuando ordena que se fije en la cruz una inscripcin , no indica la causa de la muerte de Jess, sino que proclama su realeza. Esto corresponde con el carcter general de la versin juaniana de la crucifixin de Jess. El ttulus no indica ya el delito del condenado; es una confirmacin proftica de la soberana de Jess sobre las gentes de todas las lenguas [pareciera que a Jess lo ajustici un pelotn de los cascos azules de la ONU] lo que Pilatos (voluntariamente?) ordena fijar en la cruz, y all permanece pese a la oposicin juda. La cruz no se identifica ya con la mayor humillacin del ser humano, se ha convertido en smbolo de la exaltacin de Jess. Si hay algo sobre la Pasin de Jess en Juan que figure en los cuatro evangelios y est de acuerdo con la historia, es precisamente el dato de que fue crucificado y que de la cruz de que colg su cuerpo torturado una indicacin sumaria de la causa por la que haba sido condenado Jess de Nazaret al servile supplicium. Las palabras del titulus de Pilatos eran, en cierto modo, ofensivas, hasta para la visin cristiana de la persona de Jess. Lejos de nacer de un deseo de buscar confirmacin proftica en las palabras de Mc15, 16, fue precisamente este versculo el que indujo a algunos cristianos a alterar la redaccin del Salmo 95, 10 GK (96, 10 MT) a fin de que el Antiguo Testamento coincidiera con lo que el Nuevo pretenda. La historia es aqu anterior a la profeca Probablemente la muerte de Jess ocurri al principio del mando de Pilatos, quizs hacia el ao 28 d.C. Se ha propuesto incluso una fecha tan temprana como el 27 d. C., y no sin fundamento. Averiguar cundo fue crucificado Jess es una labor ardua y sin muchas esperanzas de xito. La primera referencia cronolgica sobre la fecha de la muerte de Jess aparece (que sepamos) en Clemente de Alejandra 226. Este Padre de la Iglesia fechaba la crucifixin 42 aos y tres meses antes del da en que los romanos destruyeron a Jerusaln. Esto correspondera la ao 28 de la Era Cristiana. Si la referencia a tres meses se interpreta como expresin exacta de tres meses del calendario judo (de cualquier calendario judo), el da de la crucifixin de Jess no coincidira ni con el 14 ni con el 15 de Nisn, sino con el da 9 de dicho mes. No se sabe de dnde tom su informacin Clemente. Quizs se basase en una informacin del informe de F. Josefo de la toma de Jerusaln con la mencin del ao 15 de Tiberio de Lc 3, 1. La prestigiosa revista cientfica Nature ha dedicado un amplio espacio al asunto. Los britnicos Colin Humpherys y W. G, Waddington, de la Universidad de Oxford, presentaron una interesante tesis basada en una investigacin deductiva que centraron entre los aos 26 y 36 de nuestra

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Era, durante los cuales Poncio Pilatos fue el procurador romano en Judea. A partir de ah, sabiendo que , segn el calendario de la poca , el da de la Pasin fue el 14 de Nisn y adems viernes, nos quedan dos posibilidades: 7 de abril del ao 30 y 3 de abril del 33. La segunda fecha es demasiado tarda -dicen estos investigadores- , as que podemos concluir con seguridad que la crucifixin de Jess tuvo lugar el 7 abril del 30. Pero, muri solo o acompaado, no slo por los dos revolucionarios y los soldados romanos? El libro III de Los Reyes, cap. 1, empieza as: "1. Ahora, como el rey David era viejo y de edad muy avanzada, aunque se lo arropara mucho no se lo poda calentar. "2. Y sus servidores se dijeron: Busquemos para el rey nuestro seor una doncella a fin de que est junto a l y durmiendo sobre su seno le caliente al rey nuestro seor. "3. Y buscaron en todas las tierras de Israel una moza hermosa y se la llevaron al rey. "4. Era una moza muy hermosa, que dorma junto al rey y le serva y el rey no la conoci... " El texto bblico no nos lo dice, pero David debi de morirse en brazos de Abisag la sunamita, su ltima esposa, que calentaba su agona con besos y con abrazos. David no la conoci sino en deseo. En realidad, fue Abisag la ltima madre del gran rey, aunque virgen. Jess no tuvo una sino un grupo de mujeres que lo acompaaron en su muerte. Entre ellas "estaba Mara Magdalena, y Mara la madre de Santiago el Menor y de Jos, y Salom, las cuales, cuando l estaba en Galilea, le seguan y le servan, y otras muchas que haban subido con l a Jerusaln" (Mc15,40-41). Lucas escribi: "Todos sus conocidos y las mujeres que le haban seguido de Galilea estaban a distancia y contemplaban todo esto" (Lc 23,49. Surayado mo). Juan se puso l en la escena y a la propia madre de Jess. Dice el texto: "Estaban junto a la cruz de Jess su madre y la hermana de su madre, Mara la de Cleofs, y Mara Magdalena. Jess, viendo a su madre y al discpulo a quien amaba, que estaba all, dijo a la madre: Mujer, he ah a tu hijo. Luego dijo al discpulo: He ah a tu madre. Y desde aquella hora el discpulo la recibi en su casa" (Jn 19,25-27). Si la escena fuera verdadera, Jess no mostr mucho cario por su madre en momento tan crtico. Pero desde aqu puede entenderse que Mara fue virgen, incluso siendo madre del Mesas. Escribi F. Nietzsche:

Aquel santo anarquista que excitaba al populacho, a los rprobos y a los pecadores, a los parias del judasmo, a la resistencia contra el orden etablecido, con un lenguaje que en la actualidad llevara a Siberia, si hemos de creer lo que dicen los evangelios, aquel anarquista era un delincuente poltico, en cuanto poda haber delincuentes polticos en una sociedad tan absurdamente 252

impoltica. Eso lo condujo a la cruz; la inscripcin puesta en la cruz lo prueba. Muri por sus pecados, y no hay razn alguna para pretender, como se ha pretendido, que muriese para redimir los de los dems (Anticristo, XVII)
Jess apareci entre los judos con el valor y la fe de un hombre inspirado por Dios. La gente razonable hoy lo hubiera llamado un soador, un Quijote. Apareci como algo nuevo, con un espritu propio. Como el manchego ante los molinos de viento, en su mirada, el mundo delante se le presenta tal como deba ser despus de su transformacin. La primera relacin que entabl con ese mundo fue intimarlo a que cambiara. Empez con el llamado dirigido a todos: cambiad porque el Reino de Dios est cerca. Para cambiar el mundo, Jess se aisl de su madre, hermanos y parientes. Para cumplir con su misin no poda amar a mujer alguna, no poda ser padre de familia o un conciudadano que gozara de una vida comunitaria. El destino lo esperaba. Deba, sin saberlo, sufrir por su pueblo, el pueblo del Reino de Dios. O bien tena que aceptar este destino como destino suyo, soportar su necesidad y participar en su gozo uniendo su espritu con el de su pueblo, sacrificando su propia belleza, su conexin con lo divino, o bien tena que rechazar el destino de su nacin y conservar su vida propia en s mismo, pero sin desarrollarla y gozarla... Jess eligi separarse del mundo y huir hasta al Cielo. Su existencia fue un intento de restaurar la vida defraudada en la idealidad, un acordarse de Dios, un elevar la mirada hacia l ante toda oposicin. Sin embargo, parcialmente su existencia era una activacin de lo divino y en este sentido, en parte a travs de la propagacin del Reino de Dios (que, al ser expuesto, llevaba al derrumbe y a la desaparicin de todo reino del mundo), en parte en la reaccin inmediata contra sectores particulares del destino en la medida en que stos chocaban con l. Una parte del destino, sin embargo, se exceptuaba de esta lucha: el Estado. Frente a este sector del destino Jess se mantuvo pasivo. Ser la fuerza del Imperio romano la que lo aplastar. Permteme, lector, antes de cerrar este captulo que haga una ltima consideracin. Si Jess no fue el Mesas en el sentido en que era esperado, cmo pudieron creer eso de l sus seguidores? Sencillamente, por su discurso apocalptico. Si se mezclan esas dos ideas en el cctel de las esperanzas de la poca, tendremos la tremenda borrachera que se dieron los cristianos apostlicos.

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Captulo 6 EL LOCO

Algunos quieren hacer de Jess de Nazaret un sabio. Otros, un filsofo. Aqul, un patriota. se, un hombre de bien. ste, un moralista. Casi todos, un santo. ltimamente se lo quiere poner al servicio de la revolucin, de cualquier revolucin. No fue nada de todo ello. Fue un loco, un loco encantador... al que le creyeron!. Como nos aconsej, E. Renn, no reconstruyamos el pasado a nuestra imagen. Asia no es Europa. Entre nosotros, por ejemplo, el loco es un ser fuera de la normalidad, se le atormenta para hacerle regresar a ella. Pero en el Oriente de los tiempos de Jess, el loco es un ser privilegiado que entra en los ms altos consejos sin que nadie ose detenerlo. Se lo escucha, se lo consulta. Es un ser al que se cree ms cerca de Dios porque, extinguida su razn individual, participa de la razn divina. Qu tipo de loco fue Jess de Nazaret? Fue loco, en verdad? En qu loco se convirti el Cristo con el correr de los siglos? Tales son algunas de las preguntas que trataremos de contestar en el presente captulo. 1. La locura de Jess Jess de Nazaret fue considerado un alienado por sus parientes, como lo recuerda Marcos (3,20-21), opinin que era compartida por los nazarenos (Mc, 6,1-6) y por los escribas que decan: "Est posedo por Belceb" (Mc 3,22). En ese tiempo, poseso quera decir loco, como lo aclara Juan en el captulo 8. San Pablo reconoce que "nosotros predicamos a Cristo crucificado, escndalo para los judos, locura para los gentiles" (1Cor 1,23). En otras palabras, la religin cristiana proviene de un loco. De qu locura se trata? El trmino 'paranoia' es una palabra griega que significa 'locura', 'desorden del espritu'. Su empleo en Psiquiatra es muy antiguo. Para el Psicoanlisis, es la paranoia una psicosis crnica caracterizada por un delirio ms o menos sistematizado, el predominio de la interpretacin, la ausencia de debilitacin intelectual y que generalmente no evoluciona hacia el deterioro. Freud incluye en la paranoia no slo el delirio de persecucin, sino tambin la erotomana, el delirio celotpico y el delirio de grandezas. Para este autor la paranoia se define, en sus distintas modalidades delirantes, por su carcter de defensa contra la homosexualidad, como trat de demostrar en el muy famoso Caso Schreber (1911). En las lneas que siguen trataremos de abordar la

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paranoia de Jess de Nazaret en sus rasgos ms sobresalientes. 1.1. Delirio de grandeza

La idea fija o, mejor, el error fijo primordial sobre el cual la paranoia edifica su delirio no es ms que la expresin del carcter, del temperamento de este tipo de personalidad. Es un principio indiscutible, un a priori absoluto: el enfermo no admite que tal idea tenga necesidad de ser discutida. Pero en las paranoias, en la teomegalomana en particular, la personalidad no se aliena de un golpe: su transformacin es lenta y progresiva. Cmo se sistematiza el delirio? Una vez absorbido, el error va a convertirse en los cimientos de un edificio prodigioso. Una multitud de errores se van a enlazar y ajustar sobre l. Este edificio extrao es la nueva personalidad, la personalidad mrbida, teratolgica, construida con los residuos de la antigua y materiales del azar. El hombre de ayer no es ms, se ha borrado en las brumas de lo pasado: otro ( alienus), un hroe de cuentos de hadas tom su lugar y han cado nubes de ensueo sobre el realismo de la vida. Psicolgicamente hablando, se puede comparar al paranoico con un autor dramtico que toma para s la mentalidad de uno de sus personajes y acta en sociedad el drama por l imaginado. Este drama est slidamente construido, es correcto, armonioso... Es un error pensar que no hay locura sin incoherencia. No hay nada ms coherente que la paranoia. La lgica del paranoico no difiere de la del hombre normal. Razona racionalmente, sus operaciones intelectuales son regulares, sus deducciones son a la vez lgicas aunque... insensatas. Pudiera decirse que es una geometra exacta construida sobre un postulado absurdo. Veamos la sistematizacin del delirio de Jess de Nazaret. 1. El MESAS.- l se crea, sin haber razonado su creencia, el personaje imaginario que era entonces el objeto de todas las prdicas, de todas las controversias, de todas las conversaciones. Tal fue su error primordial. Este error, grato y querido, encontr pocos obstculos para desarrollarse en este artesano de pocos conocimientos y de pocas ideas. Con el favor de un egocentrismo apasionado, este error germina, crece, invade el campo de su conciencia, atrae a l los otros todos, los acerca, los estratifica, los coordina y hace con ellos un todo homogneo, un bloque indestructible que el tiempo no debe gastar, y que debe resistir todas las presiones y todos los choques. Desde los doce aos, tal vez, su primera personalidad (hijo de carpintero de pueblo) deja lugar a una segunda personalidad: Mesas, hijo de Dios. Desde entonces, como lo ha dicho Edmond Stapfer227, l tiene "el sentimiento profundo, invencible, todopoderoso de su vocacin especial". Le contesta a sus padres que lo buscaron durante tres das: "Por qu me buscabais? No sabais que es preciso que me ocupe de las cosas de mi Padre?" (Lc 2,49). Andando los aos, confiesa a sus discpulos: "Yo soy el Mesas". A la samaritana que le comenta: "Yo s que el Mesas debe venir", Jess le responde: "Soy yo, el que contigo habla" (Jn 4,25-26). Por tanto, si l es el Mesas todos los dems que pretendan serlo sern impostores (Mc 13).

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Por ello repasa y rumia sin cesar los pasajes del Antiguo Testamento relativos a este personaje fantstico 228. En Nazaret, en plena sinagoga, proclama su mesianismo. De ello dan cuenta los tres sinpticos 229. Recordemos el hecho, con su desenlace, relatado por Lucas:

Vino a Nazaret, donde se haba criado, y, segn costumbre, entr el da del sbado en la sinagoga y se levant para hacer la lectura. Le entregaron un libro del profeta Isaas, y desenrollndolo, dio con el pasaje donde est escrito: "El espritu del Seor est sobre m, porque me ungi para evangelizar a los pobres; me envi a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperacin de la vista; para poner en libertad a los oprimidos, para anunciar un ao de gracia del Seor". Y enrollando el libro, se lo devolvi al servidor y se sent. Los ojos de cuantos haba en la sinagoga estaban fijos en l. Comenz a decirles: Hoy se cumple esta escritura que acabis de or. Todos le aprobaban, y maravillados de las palabras llenas de gracia que salan de su boca, decan: No es ste el hijo de Jos? l les dijo: Seguro que me diris este proverbio: Mdico, crate a ti mismo; todo cuanto hemos odo que has hecho en Cafarnam, hazlo aqu en tu patria. l les dijo: En verdad os digo que ningn profeta es bien recibido en su patria. Pero en verdad os digo tambin que muchas viudas haba en Israel en los das de Elas, cuando se cerr el cielo por tres aos y seis meses y sobrevino una gran hambre en toda la tierra, y a ninguna de ellas fue enviado Elas, sino a Sarepta de Sidn, a una mujer viuda. Y muchos leprosos haba en Israel en tiempo del profeta Eliseo, y ninguno de ellos fue limpiado sino el sirio Naamn. Al or esto se llenaron de clera cuantos estaban en la sinagoga, y levantndose le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a la cima del monte sobre el cual est edificada su ciudad, para precipitarle de 185

all; pero l, atravesando, por medio de ellos, se fue.


Sin cesar, Jess les recuerda a sus oyentes que Moiss "ha escrito sobre m" (Lc 5); que las Escrituras hablaron sobre l (Lc 24) y que en l se ha cumplido lo dicho por todos los profetas (Lc 18). Y es que en todo lo que le sucede, Jess ve el cumplimiento de una profeca. Relaciona cada incidente de su vida con una pasaje de la Biblia y se esfuerza en seguir las indicaciones de cada recuerdo mstico. 2. REY.- Cmo concibe Jess al Mesas? Para l, el Mesas es un rey, un ungido, el rey de los judos. La tercera alucinacin (tentacin) del desierto muestra que l acarici la idea de alcanzar la dominacin temporal del mundo (Mt 4,8-9). Ms adelante prometer a sus discpulos que pronto ellos sern ricos feudales, adems de que alcanzarn la vida eterna (Mc 10,29-31). De entre ellos escogi doce para juzgar a las doce tribus de Israel. Es sobre un asno, montura de los reyes en tiempos de paz, cmo l hace su ltima entrada en Jerusaln, mientras la multitud grita: "Bendito el que viene, el Rey, en nombre del Seor. Paz en el cielo y gloria en las alturas" (Lc 19,38). Pilatos le pregunt: "Eres t el rey de los judos? Y Jess le respondi diciendo: T lo has dicho" (Mc 15,2). Tras su condena, los soldados de Pilatos lo saludan irnicamente: "Salve, rey de los judos" (Mc 15,18). En fin, Pilatos manda colocar en la cruz el ttulus de "El rey de los judos" (Mc 15,26). Por lo dems, no hay nada en comn entre l y los conspiradores de aquel entonces, los zelotes. Jess de Nazaret no es republicano ni legitimista, la opresin romana casi no le incomoda, el ideal davdico no le preocupa. Jess tiene un deseo: reinar, pero como hijo de Dios, en la tierra si es posible; pero si la tierra se rehsa a dejarse mandar por l, esto es, en Judea, entonces reinar en las alturas del cielo. El progreso de su ambicin explica que llegue a negar la ascendencia davdica que le haba sido prestada. Jess prefera una filiacin divina a una filiacin real. En un curioso pasaje, en el que se crea el Mesas, llega afirmar que el Mesas no descenda de David y para ello se basa en este ltimo. Veamos.
Reunidos los fariseos, les pregunt Jess: Qu os parece de Cristo? De quin es hijo? Dijronle ellos: De David. Les replic: Pues cmo David, en espritu, le llama Seor, diciendo: "Dijo el Seor a mi Seor: Sintate a mi diestra mientras pongo a tus enemigos por escabel de tus pies"? Si, pues, David le llama Seor, cmo es hijo suyo? Y nadie poda responderle palabra, ni se atrevi nadie desde entonces a preguntarle ms230

3. HIJO DE DIOS.- La Psiquiatra destaca la tendencia de los megalmanos a repudiar su verdadero origen y a pretender, en la organizacin de su delirio, un nacimiento ilustre. Jess no se crea el hijo de su verdadero padre, el hijo del carpintero de Nazaret. Tampoco se crea el hijo de Mara, sino el hijo de Dios. Es sta una caracterstica que no perteneca al Mesas tradicional, es sta una concepcin que marca la

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locura de Jess con un sello inconfundible. Esta concepcin vena desde su pubertad, pero tom una vivacidad particular y dio lugar a ciertas alucinaciones verbales despus del perodo de agitacin que marc su visita a Juan el Bautista. En efecto, en el instante en que sala de las aguas del Jordn "se dej or de los cielos una voz: T eres mi hijo amado, en quien yo me complazco" (Mc 1,11). En el desierto, Satans se dirigi a l para tentarle en estos trminos: "Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan" (Mt 4,3). En otra alucinacin durante la cual l se crea en el pinculo del templo de Jerusaln, Satans insiste: "Si eres hijo de Dios, chate de aqu abajo" (Mt 4,6). Jess le record al maligno: "No tentars al Seor tu Dios" (Mt 4,7). ste es el paso que faltaba: Jess es Dios. Desde entonces su conviccin es inquebrantable y ardientemente la proclama: "Si Dios fuera vuestro padre me amarais a m; porque yo he salido y vengo de Dios, pues yo no he venido de m mismo, antes es l quien me ha enviado" (Jn 8,42). Si Yahv habitaba el Cielo, Jess lgicamente deduca que l haba sido enviado a la tierra impura. Es decir, est en una misin, aunque permanece como ciudadano del Reino de los Cielos. Les deca a los judos: "Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo" (Jn 8,23). Tampoco son de este mundo sus discpulos (Jn 17,16). El Padre no tiene secretos para su hijo (Mt 11,27). Estos secretos le son comunicados de viva voz por el Padre en el curso de conversaciones entre ambos y Jess guarda sus palabras (Jn 8). Y ms: Yahv habla y profetiza por su boca (Jn 7; 12; 14). Es ste un sntoma frecuente en los locos msticos: el verbalismo patolgico. Cuando el sujeto tiene alucinaciones auditivas verbales y repite que l las oye, l se figura que otro ser, otro que no es l, articula sus palabras. En todo caso, l se cree intrprete de un dios. Deca Jess: "Mi doctrina no es ma, sino del que me ha enviado" (Jn 7,16). Aclara: "la palabra que os no es ma, sino del Padre, que me ha enviado" (Jn 14, 24). Y el Padre est siempre cerca de l o en l. Juan recuerda que Jess dijo para espantar el miedo: "He aqu que llega la hora, y ya es llegada, en que os dispersaris cada uno por su lado y a m me dejaris solo; pero no estoy solo, porque el Padre est conmigo" (Jn 16,32). Intrprete de Yahv, Jess es tambin su enviado, su agente. Por eso se queja: "Yo he venido en nombre de mi Padre y vosotros no me recibs" (Jn 5,43; 8, 16 y 18). Pero de dnde vino? "...he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envi" (Jn 6,38). Con esto se alimenta: hacer la voluntad del que lo envi y "acabar su obra" (Jn 4,34). Parte de esa obra es curar y arrojar los demonios, como dice cuando le vuelve la vista a un ciego (Jn 5). Tambin por la voluntad del Padre los discpulos harn milagros (Lc 10). Claro que muchos que le escuchaban no podan entender lo que oan, "y decan: No es ste Jess, el hijo de Jos, cuyo padre y madre conocemos? Pues cmo dice ahora yo he bajado del cielo?" (Jn 6,42). (Estos buenos galileos no saban que estaban ante uno de los mayores misterios del universo, misterio que ha empezado a dejar de serlo desde que la Psiquiatra ha puesto sus ojos sobre l).

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Intrprete y agente del Padre, Jess es el amado de Dios, incluso "antes de la creacin del mundo". Y Dios ama tambin a sus discpulos, porque son sus discpulos y en la medida en que ellos aman a su maestro (Jn 14,21). En revancha, Yahv detesta a los que detestan ser sus discpulos. Por eso amenaza: "Yo soy la vid verdadera y mi Padre el viador. Todo sarmiento que en m no lleve fruto, lo cortar." (Jn 15,1-2). No hay posibilidad de salvacin si no se ama a Jess, que es amar a Dios, pues "nadie viene al Padre sino por m" (Jn 14,6). Con razn decan algunos de sus discpulos: "Duras son estas palabras! Quin puede orlas?" (Jn 6,60). De seguro, nadie que tenga sana la razn. 4. DIOS.- Muy a menudo el teomegalmano termina por confundirse con aquel que habla por su boca. A esto lleg Jess, segn Juan. Por eso crey que los bienes de Yahv eran sus propios bienes: "Todo cuanto tiene el Padre es mo..." (Jn 16,14); y los suyos, de Yahv. "Todo lo mo es tuyo, y lo tuyo mo" (Jn 17,10), le recuerda ingenuamente Jess al Padre con la familiaridad que lo caracteriza. El Reino de Dios es su propio reino (Mt 13, y Lc, 22). Por esta razn expulsa a los mercaderes del templo de Jerusaln. "Quitad de aqu todo eso y no hagis de la casa de mi Padre casa de contratacin", les grita (Jn 2,16). Como hijo de Dios, tiene a su disposicin a los ngeles de Yahv: le sirven en el desierto, lo reconfortan la noche de su detencin. Es ms, en ese momento le dice a Pedro que guarde su espada, pues, si quisiera, podra rogar a su Padre para que le enve doce legiones. Lo cual sera una desmesura, aunque tuvieran que enfrentar "una gran turba, armada de espadas y garrotes" (Mt 26,47-56). Si los ngeles son sus servidores, Satn, el enemigo tradicional de Yahv, es su enemigo. Por eso en el desierto Jess le recuerda: "No tentars al Seor tu Dios" (Mt 4,7). Es decir, el Padre y Jess son una misma cosa (Jn 10,30), hecho que a muchos les cuesta creer. Mas bien piensan que quien dice tal es porque est endemoniado, esto es, porque ha perdido el juicio (Jn 10, 20). "Por esto, dice el evangelista, los judos buscaban con ms ahnco matarle, pues no slo quebrantaba el sbado, sino que deca a Dios su Padre, hacindose igual a Dios" (Jn 5,18). En resumen, no se conoce en la historia de la Psiquiatra un delirio teomegalomanaco ms resplandeciente... ni mejor camuflado! 5. EL HIJO DEL HOMBRE.- Jess se confes Mesas en cinco ocasiones. No confes ser hijo de Dios y an Dios mismo sino en su crisis final. El resto del tiempo no se designaba sino por una expresin discreta y oscura: "el hijo del hombre", expresin que se repite 32 veces en los sinpticos y 13 en Juan. Gracias a esta precaucin, pudo, sin inquietarse, pasear su locura durante casi tres aos. Pero esta expresin no era sino la abreviacin de una expresin ms completa, expresin que slo una vez Juan pone en boca del temano cuando le dice a Nicodemo: "Nadie sube al cielo sino el que baj del cielo, el hijo del hombre que est en el cielo" (Jn 3,13). De este modo, designndose como "hijo del hombre", el megalotemano satisfaca completamente su orgullo, se abandonaba sin riesgo a su locura, se haca comprender por su fieles y dejaba a los adversarios en la incertidumbre. El empleo constante que hace el megalotemano de esta expresin

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singular, sobre la que l nunca explic, que sus discpulos jams emplearon y que no se encuentra en las partes narrativas de los evangelios, concuerda con los datos de la clnica psiquitrica. En efecto, los alienados crnicos condensan a menudo en una palabra, que forjan con ayuda de elementos tomados prestados del lenguaje usual, la parte esencial y caracterstica de su delirio. Considrese, en este mismo sentido, la expresin el "asesinato del alma" del paranoico Schreber. Jess no disimulaba solamente su mesianismo y su filiacin divina. Disimulaba tambin sus sueos, sus esperanzas, sus proyectos. Con esta intencin empleaba un gnero retrico muy de moda en ese tiempo: la fbula, la parbola. El Nazareno haba adoptado este gnero porque responda, sobre todo, al talante simbolista de su espritu. Un da sus discpulos, lejos de la multitud, le plantearon esta cuestin: "Por qu les hablas en parbolas?" (Mt 13,10-17). La respuesta que les dio es absurda, pues se cuid muy bien de confesar el mvil muy poco digno de un Mesas, de un hijo de Dios. El motivo que invoca no slo es absurdo sino totalmente falso. Cuando Jess consenta en responder, lo haca tomando un desvo. Veamos un ejemplo paradigmtico: "Habiendo odo Juan en la crcel las obras de Cristo, envi por sus discpulos a decirle: Eres t el que viene o hemos de esperar a otro? Y respondiendo Jess, les dijo: Id y referid a Juan lo que habis odo y visto: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados; y bienaventurado aquel que no se escandalizare de m" (Mt 11,2-6). La disimulacin es muy frecuente en los megalmanos y no es menos frecuente en los paranoicos msticos, de tal modo que muchas veces los mejores alienistas no los descubren. El mvil de este disimulo es, a veces, el orgullo, pues el enfermo ya se figura que todo el mundo est al corriente de su situacin, ya estima que sus interlocutores son indignos de conocer nada. Pero, ms a menudo, es el miedo, el miedo de enfrentar una defensa imaginaria, el miedo a las burlas que no pueden faltar por afirmaciones sobre las que no puede aportar pruebas. "Mi Padre sigue obrando todava, y por eso obro yo tambin" (Jn 5,7), le respondi Jess a los que le preguntaron por qu haba curado a un paraltico en sbado. El disimulo de los megalmanos es muy marcado al comienzo de la enfermedad, cuando el sujeto empieza a suponer que es algo grande. As se explica que los padres de Jess no comprendieran nada de las declaraciones que les hizo, a la edad de doce aos, que tocaban a su filiacin divina. Pero en todos los perodos la idea fija es traicionada bajo la influencia de las emociones. 1.2. Delirio de persecucin o los enemigos de Jess.

El miedo es muy pronunciado en ciertos alienados Es valiente el megalotemano? Puede decirse que se cuida de la tormenta. Es pusilnime, entonces? Disimula su delirio y goza solitariamente de su sueo, esperando la hora propicia de su realizacin. Por esta razn Jess

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disimula su filiacin divina y su mesianismo. Prohbe que las proclamen, las envuelve en locuciones oscuras, arroja el velo de las parbolas sobre el Reino de los Cielos, se insina, se oculta, huye, huye sin cesar l, que se dice rey, l que se siente hijo de Dios! Recomienda a los suyos la prudencia de la serpiente. El miedo era el nico freno de su orgullo, que aumentaba con el orgullo mismo231. Desde el da en que el megaloteomanaco habla a sus padres de su padre Yahv hasta el da en que su locura entra en la fase activa, es decir, desde los doce hasta los treinta aos, no sabemos nada de la vida de Jess. El prohiba rigurosamente a los enfermos publicar su curacin. No quera que lo dijeran a nadie (Mc 7,36). Tampoco quera que los discpulos divulgaran los misterios que slo a ellos les haban sido revelados, por ejemplo, el de la transfiguracin (Mc 9,9). Por qu tanto secreto? Porque los enfermos de delirio religioso buscan a menudo negar sus alucinaciones. Temen prestarse al ridculo, o su inters exige silencio sobre ese asunto. Es sabido que el ataque de xtasis va acompaado de alucinaciones. Teme Jess ms por l mismo que por sus discpulos, a quienes enva como ovejas en medio de lobos, aunque les recomienda la disimulacin y la hipocresa (Mt 10,16-27). Por temor, Jess no es claro. Cuenta Juan: "Se celebraba entonces en Jerusaln la Dedicacin; era invierno, y Jess se paseaba en el templo por el prtico de Salomn. Le rodearon, pues, los judos y le decan: Hasta cundo vas a tenernos en vilo? Si eres el Mesas, dnoslo claramente" (Jn 10,22-24). Pero como se sabe importante, Jess teme a sus enemigos. El miedo lo obliga a huir. Cuando envi a sus apstoles a anunciar el Reino de Dios, Jess les dio esta recomendacin: "Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra; y si en sta os persiguen, huid a una tercera. En verdad os digo que no acabaris las ciudades de Israel antes de que venga el hijo del hombre" (Mt 10,23). Este consejo era seguir su ejemplo. Su ministerio no fue sino una eterna hgira, una serie de escapadas y huidas. Se deca Dios hecho hombre, se crea el Rey de los judos, pero no fue ms que el rey de los caminantes y el dios de los vagabundos. A este respecto, d'Holbach recuerda que el apologista cristiano Lactancio, reprochndoles a los paganos el carcter de uno de sus dioses, les preguntaba si era posible "tomar por un dios a un hombre acosado, obligado a huir, forzado a ocultarse. Nadie es bastante loco -deca l- , pues aquel que huye o se oculta es porque teme la violencia o la muerte". Hablemos, ahora, de los enemigos reales e imaginarios de Jess de Nazaret. Pero antes debemos hacer algunas precisiones. En otros lugares hemos hablado ampliamente de la manera cmo se escribieron los evangelios. Se dijo que el orden de las etapas anteriores de la vida de Jess se rigi por la idea de que fuesen fases del desarrollo de un plan literario que culminase en la crucifixin. El final estaba all antes de que se hubiese pensado en un principio. La crucifixin era la culminacin que daba sentido al conjunto. Los elementos tradicionales de la historia relacionados con los acontecimientos primeros estn dispuestos de modo que proporcionen al lector una explicacin razonable de la Pasin En Marcos vemos, casi desde el principio, que se habla de disputas

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entre Jess y sus contemporneos, y de la actitud hostil de stos hacia l. Tales referencias no sirven para determinar el curso real de los hechos histricos. En el plan del evangelista, los actos de hostilidad de los judos, situados en pasajes anteriores del relato, explican, en cierto modo, el final en la cruz. En otras palabras, la muerte de Jess ilustra la versin que da el evangelista de los conflictos anteriores. Es demostrable que algunas de las disputas relatadas en los evangelios no pueden referirse a acontecimientos que tuvieron lugar realmente en la vida de Jess de Nazaret, p. e., 1) las lustraciones, 2) la licitud del divorcio y 3) la resistencia a aceptar la predicacin 232. Hay casos en que las referencias a un debate u otro podan retrotraerse hasta un acontecimiento real de la vida de Jess; pero la forma de exposicin evanglica no permite ninguna deduccin histrica del debate correspondiente como causa o marco. Los autores de los evangelios aluden repetidas veces a judos que albergaban sentimientos de hostilidad hacia Jess. Los adversarios parecen ser miembros de un grupo, o partido, y no se les nombra individualmente. No son en realidad personas sino representantes de determinadas clases. No son enemistades individuales las que afloran aqu, sino antagonismos de grupo contra grupo. Entre las narraciones de los diferentes evangelios, hallamos una compleja interrelacin. A veces un evangelista se basa en la obra de otro. Cada evangelista designa rigurosamente a los adversarios de Jess por etiquetas de grupos de diferentes. Los evangelistas vivieron todos en situaciones histricas concretas. Esas circunstancias influyeron en su descripcin de la vida y muerte de Jess. Una de esas circunstancias histricas fue la hostilidad de los crculos dirigentes judos hacia la Iglesia apostlica y el recelo romano hacia el cristianismo, como un movimiento judo destructivo de tendencias apocalpticas. Despus de la muerte de Jess, sus seguidores se constituyeron como grupo diferenciado dentro del mundo judo. Este grupo, que predicaba la inminente disolucin del orden natural y social y su sustitucin por un orden nuevo regido por Dios, despert la hostilidad tanto de Roma como de Jerusaln. Los romanos, incapaces an de distinguir la "Iglesia apostlica" de otras sectas judas, aplicaron medidas restrictivas a todos los judos, estuvieran o no contaminados de ilusiones mesinicas. Las medidas que tom el gobierno imperial fueron consecuencia de la agitacin cristiana. As, pues, inducidos por la actitud romana hacia la propaganda mesinica, los dirigentes judos responsables de la administracin de los asuntos comunitarios consideraron prudente restringir la predicacin de Jess de Nazaret como Cristo, el Rey que haba de sustituir a todos los dems reyes y principados. ste era el contexto histrico general en que vivan y escriban los autores de los evangelios. Para poderlos entender histricamente, hay que leerlos contra este teln de fondo temporal. Por ejemplo, los evangelistas intentaron desvanecer en su relato la descripcin del juicio a Jess. Esto fue hecho para combatir la hostilidad que asediaba a los cristianos en el mundo que los rodeaba. En otros trminos, la situacin

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histrica concreta determin el rumbo que habra de tomar la predicacin y la enseanza del evangelio: el contenido del mensaje vena determinado por la forma de recepcin que alcanzaba. Incluso antes de emprender su tarea de componer el evangelio, con base en las tradiciones transmitidas a travs de la predicacin, el autor de Marcos, por ejemplo, identificaba a sus contemporneos judos como gentes que permanecan sordas en la fe que l haba abrazado. Y es por causa de su propia polmica (con los judos de su poca) por lo que describe a los judos de la poca de Jess como gentes que haban rechazado a ste desde el principio y haban sido causa de su muerte. Alegatos y rplicas corrientes en la vida comunal de la comunidad cristiana primitiva se retrotraan y atribuan ingenuamente a Jess y a sus compatriotas contemporneos. Las discusiones y disputas, de las que el segundo evangelista tena conocimiento por su contorno, se describen como si hubiesen tenido lugar durante la vida de Jess. Entre los aos treinta y setenta, en que se produjo la formacin de las tradiciones evanglicas, eran frecuentes las disputas. Estas disputas fueron entonces remitidas al pasado, relatndose como episodios de la vida de Jess. En nuestros evangelios hallamos no slo la trayectoria del Jess histrico, sino tambin la trayectoria de Cristo en la Iglesia apostlica. El tema de nuestros evangelistas no es slo la poca de la vida de Jess; a ellos no les interesa el Jess histrico, sino el Seor vivo de la Iglesia. La imagen de Cristo en los evangelios no slo pertenece a la poca de la historia de Jess de Nazaret. Y no tiene fundamento la hiptesis de que existiese entre sus contemporneos un plan concertado para quitarlo de en medio. Es slo delirio. 1. Las masas.- Si Jess no hubiera tenido un gran nmero de seguidores, no habra sido crucificado ni la predicacin acerca de su resurreccin habra tenido tan pronta y amplia aceptacin. El curso de los acontecimientos presupone un xito popular. Dicho xito est de acuerdo con las historias de los milagros. Tanto estas historias como los milagros corroboran las frases que prometen la salvacin a los pobres, al igual que stas contradicen las amenazas de condenacin general. Por consiguiente, las frases hostiles hacia el mundo no pueden usarse impunemente para demostrar que el mundo le era hostil a l. Algunos grupos lo eran. Algunas frases reflejaban dicha hostilidad, pero no existen pruebas suficientes de una hostilidad general, mientras que s existen de lo contrario. Por consiguiente, las frases que presuponen esa hostilidad entre el mundo y Jess son probablemente falsas, aunque son verdaderas despus de la muerte de Jess. Entre otras, esas frases son "Corderos entre lobos", "Generacin malvada", "Mundo perverso destinado a la destruccin"... 2. La familia.- En Juan (7,8) se ve con claridad la descripcin de la hostilidad existente entre Jess y sus hermanos. Dicha descripcin no contradice el hecho de que sus hermanos aparecieran ms tarde en la Iglesia. No tenan otra alternativa. Jess haba sido ejecutado como pretendido Mesas, es decir, un rey ungido. Este ttulo era hereditario y l no tena hijos, de modo que sus hermanos se encontraron con la responsabilidad de asumir aquella reivindicacin. Adems, una vez

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comenz a prosperar, la Iglesia ofreci a los hermanos de Jess unas oportunidades inslitas. Las historias de las relaciones de Jess con su madre presenta un aspecto parecido. A los pies de la cruz, Jess la encomienda al cuidado del "discpulo que amaba" (Jn 19,25), pero no se dice que Jess la amara a ella. Cualquier hroe que hablara slo dos veces con su madre y en ambas ocasiones se dirigiera a ella llamndola "mujer" (Jn 2,4; 19,26), sera un personaje difcil para los bigrafos sentimentales. La tradicin de Juan saba que las relaciones de Jess con su madre haban sido fras. Para explicar esa frialdad, debemos recordar que, en las historias de Marcos sobre el rechazo de Jess por sus conciudadanos, stos se refieren a Jess como "el hijo de Mara" (Mc 6,3). En el lenguaje semtico, referirse a un hombre como el hijo de su madre indicaba que la identidad de su padre era incierta. Mateo (12,55) refunda esta referencia para evitar tal complicacin. Lucas (4,22) sustituye "Mara" por "Jos". En la otra versin de la frase, en Juan (6,42), tambin figura "Jos". La explicacin acostumbrada de que Marcos escribi "hijo de Mara" porque crea que Jess haba nacido de una virgen la contradice el hecho de que l no menciona en absoluto tales circunstancias de su nacimiento, mientras que tanto Mateo como Lucas, que escribieron historias acerca de ello, se refieren a Jess en este pasaje como el hijo de su padre. Estos hechos permiten suponer que Jess no fue hijo de Jos. Si lo hubiera sido, la expresin "el hijo de Mara" no habra aparecido nunca en un texto cristiano, pues es ofensiva. Esta probabilidad viene confirmada por unos cuantos detalles curiosos. (1) Segn Mateo (1,2-16), la genealoga de Jess slo menciona a cuatro mujeres adems de Mara: Tamar (Gn, 38), cuyos hijos nacieron de unas relaciones incestuosas; Rahab (Jos 2 y 6), la madame de un burdel; Ruth, una no israelita que consigui su segundo marido por medio de la incitacin, si no por la fornicacin, y as lleg a ser la bisabuela de David (Ruth 4,21 ss); y Betsab, la esposa de Uras, cuyas relaciones con David comenzaron con un adulterio, aunque lleg a ser la madre de Salomn. Es evidente que se necesita una explicacin del hecho de que el autor de la genealoga de un Mesas hubiera escogido mencionar slo a estas cuatro mujeres. La ms verosmil es la de que Mateo quera excusar a Mara mediante lo que implicaban las genealogas que expona. (2) En esta genealoga se dice que cada uno de los hombres mencionados engendr a su hijo, hasta llegar a Jos, de quien se dice que fue "el esposo de Mara, de quien naci Jess" (Mt 1,16). La genealoga de Lucas dice que Jess era, " segn se crea, el hijo de Jos" (Lc 3,23. Subrayado mo). Si el nacimiento de Jess fue verdaderamente irregular, debi de ser un nio de quien se burlaron en el pueblo donde creci. Con facilidad podramos imaginar sus razones para abandonar Nazaret 233. Tambin podramos comprender la sorprendente falta de noticias de su familia en los evangelios, incluyendo el tono fro e incluso desfavorable de lo poco que existe en ellos. La expresin "si alguno... no aborrece a su padre y a su madre, y a su esposa, y a sus hijos, y a sus hermanos y hermanas, y tambin a s mismo, no puede ser mi discpulo" (Lc 14,26) refleja mejor la actitud de Jess hacia su familia que la de sus seguidores.

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Es probable que el contraste entre la importancia de la familia de Jess en la Iglesia primitiva y su insignificancia en los evangelios resulte del hecho de que la familia fue ms importante en la Iglesia de Jerusaln, que haba hecho amistades con los fariseos y segua una observancia pblica de los mandamientos, al menos los ms conspicuos, de la Ley de Moiss234. Esta Iglesia de Jerusaln fue arrinconada con la destruccin de la ciudad el ao 70, precisamente antes de que comenzaran a tomar su forma definitiva los evangelios. Con esto, la familia de Jess perdi mucho de su importancia. Por ello los compiladores de los evangelios no incluyeron historias sobre sus miembros. 3. Los fariseos.- El fariseo era el devoto judo. Lo eran casi todos excepto los tibios (poco numerosos) y los hombres ilustrados. Fueron los que se opusieron encarnizadamente al helenismo e impidieron la dominacin siria. En el fondo el fariseo es el hasid del tiempo de los Macabeos, pero, despus de la victoria, los hasidim tomaron el aspecto de una burguesa no muy rica, pero llena de orden, regular en sus costumbres, obediente a los preceptos religiosos con el mayor escrpulo, gobernando su vida prctica con la cordura de Jess, hijo de Sirach. Los nuevos dogmas que penetraban en el judasmo los aceptaban los fariseos sin fijarse en que carecan de fundamento en los libros antiguos. Admitan la resurreccin, las penas y recompensas futuras, el papel exuberante de los ngeles, la intervencin perfecta de Dios en las cosas humanas. Eran el judasmo vivo y en desarrollo. Flavio Josefo destac las siguientes caractersticas en su Guerra de los judos y destruccin del templo y ciudad de Jerusaln: a) Vigilancia y conocimiento de la ley b) Atribuyen todo lo que hacen a Dios y a la fortuna. c) Est en manos del hombre hacer bien o mal, pero en todo puede ayudar la fortuna. d) Las nimas son incorruptibles. e) Las nimas buenas pasan a los cuerpos, las malas son atormentadas con suplicios eternos. 6f) manse entre s, desanse bien, jntanse con amor. En pocas palabras, se puede decir que la masa del pueblo era farisea. La asignacin a los fariseos del papel de enemigos implacables de Jess tiene su explicacin histrica en la situacin que se cre cuando los que crean en la condicin mesinica de Jess fueron expulsados de la sinagoga. Para algunos autores, Jess fue un fariseo, como lo ser su principal "apstol": Pablo. Las decepciones de los predicadores en su relacin con los fariseos, a los que se habran dirigido con la esperanza de ganarlos para su causa, se convirtieron en hostilidad. Esta situacin histrica la produjo la proclamacin de Jess como Mesas, una situacin completamente distinta de la existente durante la vida del propio Jess. Los fariseos constituyen el grupo ms mencionado como adversario de Jess. Se puede demostrar que casi todas las referencias que se hacen a los fariseos en los evangelios proceden de los 70, 80 y 90, los ltimos

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aos en que se escribieron los evangelios. De las pruebas resulta que algunos fariseos pudieron haber tenido algunas diferencias con Jess, pero el conflicto serio entre cristianos y fariseos surgi en Jerusaln despus de la muerte de Jess. Se agudiz muy pronto cuando Pablo y probablemente otros fariseos se dedicaron a perseguir a aquella nueva secta. Lleg a su punto crtico durante los aos 41 a 44, cuando los fariseos consiguieron el apoyo de Herodes Agripa I (Act 12). El enfrentamiento decreci despus de la marcha de Pedro, a la muerte de Herodes, y el ascenso de Santiago, hermano de Jess, a la direccin de la Iglesia (Act 21,18). Cuando Pablo visit Jerusaln a finales de los aos 50, encontr que la Iglesia, gobernada por Santiago, mantena excelentes relaciones con sus vecinos, los fariseos, de los cuales existan muchos conversos (Act 21,20). Cuando Pablo fue juzgado all, los fariseos lo defendieron ante el Sanedrn (Act 23,9). Hacia el ao 62, cuando Santiago fue ejecutado por un sumo sacerdote saduceo, parece ser que los fariseos protestaron por la ejecucin y se aseguraron de que el Sumo Sacerdote fuera depuesto. No volvemos a tener ms noticias de hostilidad entre ellos y los cristianos hasta despus de la revuelta de los judos en los aos 66-70, que culmin con la cada de Jerusaln. Probablemente los antiguos dirigentes, tanto de los fariseos como de los cristianos, fueron desterrados o destruidos. Despus del ao 70, un grupo de fariseos profundamente reorganizados se encarg, con el apoyo de los romanos, de forjar un nuevo judasmo rabnico "de coalicin", pero excluy deliberadamente a los cristianos de dicha coalicin. Prueba de ello es la maldicin contra los cristianos incluida en la oracin rabnica diaria. Tal inclusin se hizo en tiempos de Gamaliel II, que probablemente ocup el poder hacia los aos 80 a 120. La "coalicin" provoc un perodo de agudo conflicto entre las sectas. Ese conflicto lo reflejan la mayora de las referencias a los fariseos que aparecen en los evangelios. En efecto, la relacin de Jess con los fariseos muestra, en los evangelios, cmo estos fueron escritos para dar cuenta de las dificultades que tenan las nacientes iglesias cristianas en sus momentos histricos, sobre todo en los aos 80 del siglo I d. C. Mateo y Lucas contienen muchas referencias a los fariseos 235. La mayor parte de las referencias "amistosas" de Lucas, que presentan a Jess visitando a fariseos y cenando con ellos, sirven de introduccin a frases hostiles en las cuales reprende o insulta a sus anfitriones. Tambin es verosmil que estos informes, probablemente falsos, fueran reacciones ante el crecimiento de la influencia farisaica en la comunidad juda de la dispora, de la cual formaba parte la iglesia judeocristiana de Lucas, y que tuviera el propsito de proporcionar a los feligreses unos precedentes que pudieran mostrar a sus amigos judos para contrarrestar las enseanzas de los fariseos que queran excluirlos. Como se dijo, hacia el ao 100 d. C. los fariseos introdujeron una maldicin contra los cristianos en la oracin diaria que se rezaba en las sinagogas. La intencin de tal inclusin fue la de mantener a los cristianos fuera de ellas. Las referencias genuinamente amistosas que son propias de Lucas y de Mateo deben ser reliquias del perodo de buenas relaciones que

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tuvieron bajo Santiago. De las once referencias a los fariseos en Marcos, parece verosmil que slo las de 2, 24; 3,6; 8,15; y 12,13, procedan de sus fuentes. Las restantes fueron probablemente aadidas por Marcos mismo o por sus copistas y, por lo tanto, son de alrededor del ao 75, quizs ms tarde. El aadido de estas referencias, y su hostilidad, muestran el comienzo del asunto polmico que Mateo y Lucas desarrollarn despus. Hay que destacar que ni Marcos ni Lucas atribuyeron a los fariseos ningn papel en la historia de la Pasin. Por consiguiente, Juan 18,3, que los muestra suministrndole a Judas hombres armados para detener a Jess, es probablemente una invencin hostil, como tambin lo son Juan 7: 32, 45 y 47, que los muestran organizando un intento de detencin anterior, pero que fracas porque sus agentes se haban quedado pasmados con el discurso de Jess. Puesto que la lista anterior de pasajes anacrnicos de Juan contiene la gran mayora de las referencias de su evangelio a los fariseos, y teniendo en cuenta que ninguna de las que se han omitido contiene prueba clara alguna de su antigedad, es juicioso pensar que la descripcin de los fariseos que hace Juan refleja casi exclusivamente el judasmo de su propia poca. En resumen, nunca puede ser utilizado con confianza como prueba de los conflictos de Jess con los miembros de esta secta. Existen pruebas evidentes de que prcticamente no hubo fariseos en Galilea mientras vivi Jess. Por consiguiente, la descripcin de los sinpticos de una Galilea plagada de fariseos es un anacronismo. Todos los fariseos de Juan estn en Jerusaln, y Jess va a Galilea para ponerse lejos de su alcance (Jn 4,1 ss). Los rabinos heredaron las tradiciones de los fariseos. Los estudiosos sostienen que, entre estas tradiciones, no haba ninguna acerca de Jess. La explicacin ms natural y fcil es la de que pocos fariseos se encontraron con l, y que estos pocos no consideraron memorables estos encuentros. El lector debe saber que todos los textos rabnicos sobre Jess han sufrido ms o menos en la tradicin manuscrita. Muchos de ellos han sido suprimidos por completo en la mayor parte de las ediciones corrientes y de los manuscritos. Si fuera verdad que existieron disputas importantes entre Jess y los maestros fariseos de su poca, se habran conservado algunos ecos de ellas en la tradicin rabnica. Conclusin: los adversarios originales de Jess fueron otros. Ya veremos quines. Los fariseos entraron primero en conflicto con los miembros de la Iglesia de Jerusaln despus de la resurreccin. Las historias en las que ellos intervienen fueron introducidas ms tarde, durante los aos medios y ltimos del siglo I d. C. 4. Saduceos y otros grupos menores .- Despus de la revuelta macabea, la vida en el nuevo rgimen de sacerdotes y ancianos era ardiente y las divisiones hondas. Los partidos siempre han sido muy animados en el mundo judo. Con la derrota de los selucidas por los asmoneos, haba disminuido mucho la gran distincin entre helenistas y nacionales. Es ms, casi ya no haba helenistas en Palestina, por haber sido exterminados o expulsados. Haban triunfado los haridim, pero entre stos existan varios matices. Unos permitan las nuevas creencias sobre resurreccin y

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recompensas futuras; otros se atenan estrictamente a la vieja doctrina juda y negaban la resurreccin y los ngeles. Unos complicaban la Ley con muchas explicaciones tradicionales. Otros queran conservar la Tor con su aeja sencillez; los dems eran aristcratas altivos y desdeosos. El motivo de las diferencias estaba en las clases y en la riqueza, ms que en los artculos de la fe. Pero la riqueza no tena ms origen entonces que el sacerdocio. En casos raros, en la asociacin con los ladrones nabateos. Los saduceos reproducan en gran medida a los antiguos helenistas del tiempo de Antoco. Eran hombres ilustrados, medianamente patriotas, nada fanticos y enemigos de stos. De familia sacerdotal (sadoki), el saduceo se convirti en aristcrata conservador El auge del helenismo en tiempo de Antoco Epifanio fue obra del alto clero de Jerusaln. Muchos sacerdotes consintieron en ofrecer sacrificios a Jpiter Olmpico. Ms hbiles que los helenistas, los saduceos no quisieron que se tocase el culto establecido. Eran hombres de civilizacin, refinados, que simpatizaban poco con los piadosos atrasados. Como las modas griegas se extendan por el mundo, los saduceos parecan helenistas, pero en el fondo eran judos de la antigua escuela muy ocupados de lo presente, poco del ms all y de lo porvenir, negadores de la resurreccin y de los ngeles. El saduceo no formaba parte del progreso religioso, pues negaba los dogmas en formacin. Su situacin era igual a la de los catlicos viejos, de ahora. El saducesmo representaba la oposicin a los nuevos dogmas que haban introducido los tiempos macabeos y, sobre todo, el Libro de Daniel. Eran hombres mundanos y poco religiosos. Su sabidura era muy profana. En resumen, la gente rica y constituida en dignidad perteneca al partido saduceo. Flavio Josef destac estas caractersticas del pensar y hacer de los saduceos: a) La fortuna no tiene poder. b) Dios no hace mal ni tampoco lo ve. c) Cada cual escoge hacer el bien o mal que le es propuesto. d) No hay honras y penas de las almas, y tampoco reciben gloria ni tormentos. e) Difieren entre s con costumbres muy finas. f) No ven con buenos ojos a los extranjeros, antes son muy inhumanos para con ellos. Pero no se sabe que los saduceos tuvieran relacin alguna con Galilea. No tienen importancia en los evangelios (ninguna, al menos, como grupo). Es casi seguro que algunos de los dirigentes sacerdotales fueron saduceos, pero los evangelios no los juzgan dignos de mencin. Sin embargo, hay que decir que si hubo judos que ejercieron una influencia efectiva en los acontecimientos que condujeron a la muerte de Jess, habran de ser stos miembros de la aristocracia sacerdotal, individuos de la secta saducea. Si buscamos una poca en que los fariseos fueron intensamente partidarios de Herodes y durante la que uno de ellos se dedic a

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perseguir a los cristianos en Jerusaln (Act 12,1 ss), la encontraremos diez aos despus de la crucifixin, durante el reinado de Herodes Agripa I, que gobern Jerusaln desde el ao 41 hasta el ao 44 d. C. Por consiguiente, podemos conjeturar que los 'herodianos' de Marcos 236 son un anacronismo menor. Esto, por otro lado, permite fechar una de las fuentes de Marcos, esto es, data de los aos cuarenta o ms tarde. No deja de ser irnico que los libros de paganos y judos, como F. Josefo, nos ofrecen ms credibilidad que los evangelios, "inspirados" por el Espritu Santo. Pero esto ya lo hemos dicho en otras ocasiones. Los 'ancianos' aparecen slo asociados a los sumos sacerdotes, excepto en Lc 7,3, en donde es posible que se trate de los ancianos de una sinagoga. Los 'gobernantes' es un trmino visiblemente impreciso y no tcnico. Los 'jefes' de Lc 22,4 y 52, son los oficiales encargados de la guardia del Templo. 5. Judas y el Sumo Sacerdote.- En el versculo 3 de Juan 18, se dice que Judas iba al mando de la cohorte que apres a Jess. En el versculo 12 , es un oficial romano quien prende al Maestro. Aunque es mencionado dos veces, Judas no juega prcticamente ningn papel relacionado con la detencin de Jess. En lo que respecta a la composicin literaria del relato, la mencin del nombre Judas es algo secundario. Desde el punto de vista histrico, es inconcebible que Judas estuviese a la mando de una smera o, en realidad, ni siquiera de un destacamento ms pequeo de soldados imperiales. El nombre se insert despus de compuesta la primera versin. Lo insert, casi con toda seguridad, la misma persona que insert el nombre de Caifs en el relato siguiente del interrogatorio. Jorge Luis Borges escribi en Ficciones un magnfico cuento que titul "Tres versiones de Judas". As se encuentra el estado de la cuestin. Qu decir del Sumo Sacerdote? Leamos: Este Caifs, sumo sacerdote judo, elevado a la suprema dignidad, no como lgica secuela de haber sido antes jefe del templo sino en virtud de un soborno de doscientos talentos que su suegro Ans fragu y llev a cabo (el procurador Valerio Graco, que era el representante de Roma para aquel entonces, recibi la suma del cohecho con la mano izquierda y extendi el nombramiento de Caifs con la derecha: Ans seguir gobernando a los judos por intermedio de su yerno, tal como los haba gobernado sin testaferro durante nueve aos). Este Jos Caifs, autoridad mxima de la comunidad hebraica, a quien obedecen y adulan ms de veinte mil hombres que trabajan en el templo o viven a su sombra: sacerdotes, levitas, liturgistas, sacristanes, msicos, cantores, porteros, guardias armados que ahuyentan a los intrusos, cobradores de diezmos, mercaderes con permisos sellados, limosneros hereditarios. Este Jos Caifs que guarda bajo sus llaves los fondos del templo y dispone de ellos sin rendirle cuentas a nadie, y rige en provecho propio el comercio de los animales destinados a los sacrificios, y percibe un tanto por ciento de los mercachifles que venden palomas y cambian

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monedas en los atrios sagrados. Este Jos Caifs, empresario de naves que atraviesan los estrechos y surcan los mares llevando desde Tiro prpuras y cristales y trayendo a su regreso las bodegas colmadas de esclavos que sern vendidos a las puertas del mar Grande. Este Jos Caifs cuyo palacio edificado en una colina de Jerusaln abriga una mezcolanza de jardines babilnicos y columnas helnicas. Este Jos Caifs, nico ser humano a quien le est permitido penetrar en el recinto del Sancta Santorum, saduceo intolerante por razones de progenie y de conveniencia. Este Jos Caifs, ondulatorio y malquiriente, envidioso y autoritario, rezandero y maligno, ha logrado al fin lo que con tanto empeo se propona: que sea condenado a muerte Jess de Nazaret, un carpintero de Galilea que anda por ah predicando el amor y la igualdad entre los hombres. Mas no fue victoria fcil para los altsimos magistrados del judasmo oficial conseguir la inmolacin de Jess que ahora se vislumbra tan ineludible y tan inmediata. Jos Caifs era capaz y suficiente para unificar contra la vida de Jess a toda la gente influyente de Jerusaln, incluso a los ocupantes romanos, pero de qu argumentos se valdra para desengaar a las bandadas de miserables que cruzaban las aldeas en seguimiento del Nazareno? Esto lo escribi M. Otero Silva 237, pero gran parte de lo sealado es propaganda. El evangelio ms antiguo, Marcos, menciona en varios pasajes al gobernador romano por su cognomen, pero ni en solo caso nos da el nombre del Sumo Sacerdote en funciones entonces. El tercer evangelista supuso que haba sido Ans el sumo sacerdote del ao 15 del reinado de Tiberio. Posteriormente un corrector escribi el nombre Kaiaf sobre Anna, sin borrar este ltimo. De este modo hace su aparicin Caifs en el tercer evangelio. No est claro en condicin de qu figura all. Mientras que las funciones de las otras personas mencionadas en Lucas 3, 3, se formulan explcitamente, no se aclara la de Caifs. Lo mismo sucede en Hechos 4,6. Tambin aqu se alude a una sola persona como Sumo Sacerdote. Esa persona es Ans. As, pues, en el tercer evangelio y en los Hechos de los apstoles, el Sumo Sacerdote en funciones durante la poca en que Jess vivi y poco despus de su muerte se llama Ana(s). De dnde procede esta informacin? Puede decirse que el Ans aludido difcilmente pudo ser el Sumo Sacerdote nombrado bajo Quirino y al que depuso Valerio Graco, pues Ans haba dejado de desempear ese cargo antes de que Caifs le sucediese, y mucho antes de que iniciase su actividad pblica Jess El autor del primer evangelio da el nombre de 'Caifs' como el del Sumo Sacerdote (Mt 26,3). A diferencia de la informacin utilizada por el tercer evangelista, la suya es correctamente histrica En resumen, en un evangelio el Sumo Sacerdote es Ans, en el otro es Caifs. Cul dice la verdad? Sabemos que un tal Anano (Ans) fue Sumo Sacerdote desde el ao 6 al 15 d. C.; Jos, llamado Caifs.,

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desempe el cargo del ao 18 al 36 d. C. No hay ninguna tradicin que se remonte a los contemporneos de Jess que transmitiese a la posteridad el nombre de la persona que ocupaba el sumo sacerdocio en tiempos de Jess. Tampoco est demostrado, ni mucho menos, el que existiesen relaciones familiares entre Caifs y alguien que llevase el nombre de Anano o Ans. Slo ms tarde, despertado ya un inters histrico en algunos cristianos individuales, que estimul investigaciones en anales no cristianos, qued establecido la identidad de Caifs como "el Sumo Sacerdote de aquel ao". El que no hubiese, en principio, un inters por la identidad del Sumo Sacerdote fortalece considerablemente el argumento de que el papel real del dignatario en el proceso contra Jess no fue tan decisivo como los evangelios lo sugieren. Los evangelios nos informan que Jess pasa el perodo que media entre su detencin y la sesin matutina en la residencia del Sumo Sacerdote. No hay razn alguna para dudar de que este informe se basa en recuerdos histricos. El Sumo Sacerdote, como jefe de la administracin local juda, era responsable ante el gobernador del mantenimiento del orden pblico. Formaba parte de su tarea colaborar en la detencin de los sospechosos polticos y en la preparacin de procesos contra delincuentes polticos, aun en casos en que debieran comparecer a juicio ante la autoridad romana. Es posible que sa sea una explicacin de por qu Jess permaneci detenido en el palacio del Sumo Sacerdote. Podemos hallar un apoyo a esta tesis en Juan (18,1127). No tena por qu ser toda una spera (o cohorte) al mando de un tribunal militar la que detuviera a Jess, ni tena por qu ser el suegro del Sumo Sacerdote el que realizase el interrogatorio posterior. Estos detalles son aadidos por el evangelista. Pero la tradicin que utiliz el autor del cuarto evangelio, es decir, que Jess fue detenido por los romanos e interrogado por un funcionario judo antes de ser entregado de nuevo a los romanos para que lo juzgasen, es muy probable que se basara en un hecho histrico. Reconstruyamos, racionalmente, los hechos. Al mando de su jefe, un destacamento de soldados romanos y la polica de los judos detuvieron a Jess, lo ataron y lo llevaron a Ans, el Sumo Sacerdote. El Sumo Sacerdote interrog a Jess sobre sus discpulos y doctrinas. Jess afirm que haba predicado abiertamente sus doctrinas y que nunca haba tenido secretos. Durante el interrogatorio, un polica (auxiliar del cortejo del Sumo Sacerdote) golpe a Jess. La historia de la negacin de Pedro, que lo haba seguido, sucede en la casa de Ans. Por la maana, llevaron a Jess de la casa de Ans al palacio del gobernador. El destino del Mesas de Nazaret queda en manos de Poncio Pilatos. 6. El Sanedrn.- El Sanedrn fue la institucin con poderes judiciales y de otro gnero de mayor antigedad del judasmo. Era ms antiguo que la monarqua, continu existiendo con ella y sobrevivi a reyes y etnarcas. Durante todo el perodo de soberana herodiana, el Sanedrn sigui

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ejerciendo ciertos poderes, incluido el de jurisdiccin. Es ms, se hallaba en posicin de enviar delegados a Roma y expresar deseos contrarios a los del dignatario regio o a los del aspirante del poder regio. As, cuando muri Herodes el Grande, en el ao 4 a. C., el Sanedrn envi delegados a Roma para informar a los romanos que los dirigentes judos preferan la autonoma bajo soberana romana que ser gobernados por un hijo de Herodes. Estaban deseosos de alcanzar su libertad y someterse a un gobernador romano, dijeron. Existen abundantes pruebas de que, incluso despus de la muerte de Jess, el Consejo Supremo de la nacin ejerci funciones de tribunal judicial procesando a judos por delitos de pena capital y aplicando dicha pena. Pero el Sanedrn no juzg a Jess. Todas las fuentes, a excepcin de Marcos y Mateo, concuerdan en que el Sanedrn celebraba sus sesiones en un edificio dedicado especialmente para tal fin. Los evangelios dicen que Jess fue conducido del lugar del prendimiento a la casa del Sumo Sacerdote 238. Su unanimidad en este punto resulta especialmente notable, considerando el hecho de que discrepan en sus descripciones de ciertos eventos posteriores. No hallamos en parte alguna de los escritos de Josefo ni en la literatura rabnica ningn dato que indique que el Sanedrn se reuniese en la residencia del Sumo Sacerdote. Segn el segundo evangelio, Jess fue considerado reo de blasfemia (lo que choca con Misn San, VII, 5: El blasfemo no es culpable a menos que pronuncie claramente el nombre divino). El Consejo proclam unnime que mereca la muerte. La muerte por blasfemia prevista en Lev 24, 26, y Misn San VII, 4, es muerte por lapidacin. En tercer lugar, es imposible deducir de Marcos por qu Pilatos haba de juzgar a Jess si ya lo haba juzgado el Sanedrn y haba dictado sentencia. El relato marcosiano del juicio a Jess ante el Sanedrn lleva intercalada la historia de la negacin de Pedro. Ambas cosas se relatan de modo que parecen dos acontecimientos que ocurren de modo simultneo en partes distintas de la residencia del Sumo Sacerdote. Es algo parecido a esa vieja tcnica del cine en que se divide la pantalla por el centro y se despliegan ante los ojos del espectador dos escenas distintas para que ste pueda percibir la conexin fatal de dos series de acontecimientos. Las intercalaciones de este gnero no son raras en el segundo evangelio. Es la combinacin, la confrontacin de las dos series lo que encierra la moraleja y nos da la clave de los propsitos del narrador. Quiere que percibamos que, mientras los domsticos de un personaje influyente importunaban a Pedro y ste sucumba a un interrogatorio hostil, Jess, por su parte, mantena firmes la fe y la compostura frente a la suprema autoridad del nacin, sin que le importasen las consecuencias. La discrepancia entre las necesidades cronolgicas de ambas series de sucesos revela que su interseccin en la narracin del juicio de Marcos no tiene carcter histrico. La yuxtaposicin refleja un propsito exhortativo en el narrador, muy comprensible en la poca del segundo evangelio, cuando profesar la fe cristiana poda acarrear consecuencias graves al creyente. El evangelista

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exhorta aqu a sus lectores a seguir el ejemplo que da Jess, no el que da Pedro. La firmeza trae el sufrimiento, pero tambin la gloria. El segundo evangelio (escrito probablemente en Roma) pretende destacar que la nacin juda es la culpable de la muerte de Jess, sobre todo de sus dirigentes. Ellos, no los romanos, son los culpables de la crucifixin. Por eso lleg a la conclusin de que debera omitir todo lo que pudiese sugerir al lector que el caso de Jess, que haba sido condenado a muerte por un gobernador romano de Judea, pudiera compararse a cualquiera otro de los casos de pena capital (fueron innumerables) de autoridades romanas en los aos 66-70 d. C. No deba darse pie a la deduccin de que Jess estuviese relacionado en algn sentido con actividades subversivas como las que haban provocado el levantamiento reciente. El evangelista procur, en consecuencia, ocultar que Jess haba sido condenado y ejecutado por considerrsele culpable del delito de sedicin. Conclusin: antes del ao 70 d. C., el Sanedrn tena plena jurisdiccin sobre los judos acusados de delitos contra el derecho religioso judo. Tena, tambin, autoridad para dictar y ejecutar abiertamente sentencias de muerte de acuerdo con las normas de la legislacin juda. Slo despus de la caa de Jerusaln se vio privado el Sanedrn de su derecho a ejecutar personas a las que haba juzgado y condenado a muerte. Pero el Sanedrn ni juzg ni conden a Jess de Nazaret. 7. Escribas.- Al eliminar a los fariseos, saduceos y a los grupos menores, slo nos queda un grupo que pudo haber conocido los hechos acerca de la parentela de Jess y su correspondiente trasfondo y el carcter alienado del Maestro. Este grupo debi de haber seguido repitindolos en la polmica anticristiana a la cual, como ya hemos visto, intentaron responder los cristianos. Este grupo era el de los escribas. Aparecen stos tanto en Galilea como en Jerusaln. Aunque Juan nunca alude a ellos, son frecuentes en todos los sinpticos y fueron nombrados probablemente en una de las fuentes de Q. Parece ser que todos los escribas tuvieron un papel ms importante en la primitiva tradicin cristiana que el que tienen en los textos actuales de los evangelios. Quines eran los escribas? No fueron un partido, como el de los fariseos y el de los saduceos, pero s una clase profesional. La mayor parte de ellos se ganaba la vida como maestros de escuela superior, otros tal vez dieron consejos legales y algunos otros eran escribientes profesionales y copistas de documentos. En resumen, podemos suponer que la mayor parte de sus miembros eran los maestros de escuela de las clases media y media baja, abogados y notarios de las ciudades de Galilea. Parece muy verosmil que este grupo fuera el que, durante la vida de Jess, sirviera de red de comunicacin para que las historias en un pueblo galileo sobre su entorno familiar, su rechazo y todo lo dems, llegaran a Jerusaln para formar parte de la persistente polmica cuya existencia tuvieron que reconocer los evangelios y a la cual intentaron responder. La hostilidad de los escribas se centra en tres temas. El primero de ellos es la transgresin de la Ley cometida por Jess: comer con

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publicanos y pecadores 239, sus discpulos no se lavan las manos antes de comer240 y hace curaciones los sbados 241. Los cristianos replican a estas crticas con una oleada de ataques a los escribas por su escrupulosidad y su despiadada pedantera en la observancia de la Ley (Mc 6,23). El segundo tema del ataque de los escribas contra Jess es la pretensin de ste de poseer un poder sobrenatural: asume prerrogativas divinas para perdonar pecados. Dice que un profeta dara una seal, pero l no ofrece ninguna No afirma haber sido enviado como profeta, por lo que su poder queda sin explicacin. No les hace reproches a sus seguidores cuando lo aclaman como Mesas y ensea que el Mesas es hijo de un ser ms grande que David, es decir, Dios 242. Podemos relacionar todo esto con la afirmacin cristiana de que l ense con "autoridad y no como los escribas" o, lo que es lo mismo, con un poder sobrenatural para mandar tanto a los hombres como a los espritus y, por consiguiente, para hacer milagros243. La tercera acusacin de los escribas es que Jess es un mago, "tiene" el demonio Belceb, y hace sus milagros mediante el dominio de los demonios. Hemos dicho ya que estar posedo por el demonio es sinnimo de loco. 1.3. Era Jess de Nazaret homosexual? Generalmente se figura que los homosexuales son lujuriosos, aunque lo oculten. Esto no siempre es as. Ciertamente muchos hombres, en razn de su indiferencia ante las mujeres, pasan por hombres muy castos (tal el caso de Carlos XII, rey de Suecia, que los uranistas reivindican como de los suyos) y ocultan bajo una apariencia puritana una lubricidad extrema. Pero existen otros que ignoran completamente el apetito sexual. El amor platnico, con su cortejo de abnegacin, devocin e imaginacin romntica, tambin se da entre los homosexuales. En otras palabras, hay homosexuales vrgenes. Pero desde el punto de vista psquico, en el homosexual, virgen o no, el amor es tan exaltado como en el heterosexual. "El amor del uranista, dice un autor, reviste a menudo una forma totalmente excntrica; noche y da, piensa en el hombre que ama, le sigue paso a paso y lo asalta con declaraciones y demandas de citas". Como el amor heterosexual, el amor homosexual es, a veces, exclusivo. El homosexual se siente impotente a la vista de otros hombres que no sean su amante. Hagamos la pregunta nuevamente: Era Jess de Nazaret homosexual? A continuacin presentamos a consideracin del lector algunos argumentos. 1 Las mujeres que le seguan estaban en minora y jugaban un papel difuso. 2 No se entretena con mujeres. Por esta razn los discpulos "se maravillaban de que hablase con una mujer", la Samaritana (Jn 4,27). Hay que decir, por otro lado, que algunas de ellas lo adoraban. Pero su actitud con las mujeres no era la de un varn. Con ellas Jess se muestra casi tmido y las trata como hermanas, ya fuesen ellas viejas cortesanas, as como ellas lo tratan como a un hermano, a quien se puede seguir y acercarse sin temor.

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3 No quera siquiera que se las codiciara y desaconsejaba el matrimonio, abolido en el Reino de los Cielos, donde todos sern como los ngeles (Mc 12,25). 4 Por ellas senta una gran compasin. 5 Ensalzaba la estirilidad. Claramente Jess desaconseja el matrimonio sobre la tierra244 y aconseja la automutilacin: "hay eunucos que a s mismos se han hecho tales por amor del reino de los cielos". 6 No se sabe que tuviera mujer. El celibato pasaba en el judasmo por un desorden, tanto desde el punto de vista moral (Gn, 2,18) como desde del punto de vista de la naturaleza de las cosas. Una de las razones que hacan imposible el matrimonio era la alienacin mental, escribi Maimnides. 7 Tampoco dej hijos. 8 Pero tena Jess por ciertos hombres verdaderos movimientos de amor. Marcos recuerda un "flechazo" sobre un joven rico que vino a decirle que deseaba ser su discpulo. "Jess, poniendo en l los ojos, le am y le dijo: Una sola cosa te falta: vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrs un tesoro en el cielo; luego ven y sgueme" (Mc 10,21). 9 Por sus discpulos senta una ternura particular. En este sentido es muy grfica la razn para intentar la resurreccin de Lzaro en Judea, a pesar de que los judos queran apedrearle (Jn 11,1-44). 10 Quera ser amado de sus discpulos de un modo exclusivo. Quera asimismo que se amasen entre ellos: tal era el nuevo mandamiento (Jn 13,34). 11 Ciertos hombres sufran, cuando estaban en su cercana, una atraccin sbita y singular (Mc 2,14). 12 Este soltero sin mujer se comparaba a un "novio", a un "esposo" (Mt 9,15). 13 "Los compaeros del novio" son doce amigos ntimos que lo rodean todo el tiempo. A causa de tal hecho se deca "con mentira" "todo gnero de mal" (Mt 5,11). 14 Hubo tres discpulos que fueron sus favoritos, sus confidentes, los satlites que giraban a su alrededor. Tales eran Simn Pedro que, casado, haba sacrificado a su mujer y se declaraba presto a sacrificar su vida por Jess; Santiago y Juan, los hijo de Zebedeo. 15 Es comprensible el suicido de Judas Iscariote despus de haber entregado al Maestro como suicidio por celos, como tambin se hace comprensible la delacin por la misma razn: por amor. La escena de la prisin en Getseman es ilustrativa: "En aquel instante, cuando an estaba l hablando, lleg Judas, uno de los doce, y con l un tropel con espadas y garrotes, de parte de los escribas y de los ancianos. El traidor les haba dado esta seal, diciendo: A quien besare yo, se es; cogedle y conducidle con seguridad. Al instante lleg y se le acerc, diciendo: Rabbi, y le bes" (Mc 14,43-45) 16 Hay un discpulo a quien amaba Jess de manera especial. Con las memorias de este discpulo amado de Jess se va a componer el cuarto evangelio. Dejamos al lector que saque las implicaciones de esta expresin: "amado de Jess" o "a quien amaba", repetidas cinco veces

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en el cuarto evangelio245. 1.4. Retrato de Jess, el loco Hagamos el retrato de Jess de Nazaret246 desde la perspectiva de la paranoia. En primer lugar, debemos referirnos a sus ideas de castracin, que permiten suponer el erotismo, ideas de amputacin de la mano, que hacen suponer la masturbacin, un alejamiento de las mujeres y un afecto apasionado por sus apstoles, que aproximados por ciertas actitudes y por ciertos actos, hacen suponer la homosexualidad. Su pasin dominante era el orgullo, orgullo desmesurado, que engendr la locura. Por otro lado, era triste, sombro, pesimista y pusilnime. Una de los hechos que ms llama la atencin es su falta de sentido del humor. Jess no quera, fuera de a s mismo y al Padre, con quien se identificaba, sino a los que crean en l. Se senta ms atado con todos aquellos que se mostraban dciles, serviciales y amorosos, aunque era accesible a la compasin. Por todo ello execraba a los incrdulos, entre los que se contaban sus parientes, as como a los discpulos indciles y a los que se avergonzaban de l. Tena celos de los otros profetas y despreciaba a los que no eran judos. Sumamente irritable, en los accesos de clera lleg hasta ir en contra de objetos inanimados. Sumido desde la infancia en las sugestiones religiosas de su entorno, con gusto por sermones y lecturas piadosas, en la pubertad present, bajo la influencia de la fatiga y la exaltacin de una peregrinacin, una crisis de hebefrenia mstica con fuga y acceso de hipermnesia. En el curso de esta crisis se declar el hijo del dios de los judos. Entre los treinta y treinta y cinco aos, se declar, no slo el hijo de Yahv, sino su confidente, su intrprete, su agente, su ungido, es decir, el Mesas anunciado por los profetas, el rey teocrtico de los israelitas y del universo. A veces lleg a confundirse con el mismo Dios. Cuando sinti que su detencin era inevitable, se imagin ser una vctima expiatoria destinada a sellar la nueva alianza entre Yahv y su pueblo, alianza predicha por los profetas judos. Pensaba resucitar despus de su muerte, remontarse en el cielo y aparecer, envuelto en gloria, a la derecha de su padre. Este delirio, injertado en una idea mstica de dominacin, fue, despus de su primera manifestacin (doce aos), es decir, durante dieciocho aos, enriquecido por concepciones secundarias, deducidas del error primordial o impuestas por los hechos. Su delirio era fijo, estable, homogneo, circunscrito, sin vegetacin parsita. Aunque la transformacin de su personalidad fue completa, Jess de Nazaret tena conciencia del medio donde viva y saba plegarse a las necesidades sociales, excepto en sus paroxismos. Tan cuidadosamente como se lo permita su orgullo, tambin disimulaba delante de sus adversarios su filiacin divina, su mesianismo, sus xtasis... ocultando su pretendida identidad bajo un neologismo oscuro, arrojando sobre sus propios proyectos los velos de las parbolas,

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respondiendo de una manera ambigua, huyendo sin descanso de sus perseguidores. No era menos fiel a su idea fija al esforzarse en responder a las objeciones de sus adversarios y al defender tercamente sus concepciones delirantes. Tuvo, sobre todo en el primer perodo de su psicosis, alucinaciones de naturaleza religiosa. Cndido con estas alucinaciones, las tomaba por sensaciones reales. Una de ellas estuvo acompaada de un ataque de xtasis con transfiguracin. La memoria de Jess se especializaba en cosas de religin. El recuerdo en l era relativamente exacto y rpidamente evocado. Posea el gusto por la alegora y el smbolo. Pensaba por analoga, con una cierta continuacin que agotaba el asunto. La mayor parte de sus ideas eran ideas religiosas y la mayor parte de sus imgenes eran imgenes visuales relacionadas con la vida campesina y obrera. En l la asociacin de las representaciones se distingua por el predominio de las relaciones de subordinacin, la frecuencia de las asociaciones verbales, las incoherencias del lenguaje y, sobre todo al fin de su vida, las incoherencias de pensamiento. Era dbil su imaginacin constructiva. Slo era puesta en juego por su pasin vesnica. Razonaba por entimemas, partiendo de premisas falsas, y slo empleaba el razonamiento de justificacin. A sus rplicas no les faltaba propsito. A veces eran astutas y sagaces. Durante el tiempo en que fue observado por sus bigrafos, su inteligencia permaneci siendo la misma. Su actividad estaba en relacin estrecha con su delirio. Puede constatarse en ella la misma fuerza, la misma continuidad, la misma cohesin. Jess de Nazaret no tuvo sino un solo objetivo en la vida: hacerse reconocer como el hijo de Yahv y el soberano del universo en la capital del mundo judo. Para realizar este sueo, abandon su oficio, su familia, su pueblo y se volvi un vagabundo. Cuatro campaas de propaganda alrededor del lago de Tiberades, una tentativa sobre Nazaret, cinco tentativas sobre Jerusaln, tres huidas lejos del radio de accin de sus perseguidores son el resumen de su vida. Tuvo tres impulsos ambulatorios: uno a la edad de doce aos y los otros dos a los treinta. Ejecut siete actos vesnicos, de los cuales seis formaban parte de un paroxismo juvenil y tuvieron por teatro el lugar donde l pensaba realizar su sueo. De estos seis actos, cinco no fueron ms que la ejecucin de su delirio. El sexto fue un acto de fetichismo homosexual: lavatorio de los pies de sus discpulos. Tuvo insomnios delirantes, sobre todo durante el perodo alucinatorio de su locura y un acceso de narcolepsia histeroide en el curso de una tormenta. El lenguaje de Jess de Nazaret era el de un alienado. En l puede observarse el monlogo en la soledad y el monlogo en pblico. Al principio se trat de una lalomana variada y relativamente coherente. Despus, el pronombre yo viene sin cesar todo el tiempo y habla de s en tercera persona y no habla sino de s. Su logorrea montona y sin

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secuencia rezuma los ecos de su delirio y testimonia, en conjunto, un egocentrismo absoluto. Hablaba con un tono de autoridad y con una elocuencia puramente emocional. Fueron recogidas 28 explosiones verbales, provocadas por las emociones, principalmente por la clera. Jess se vio compelido a hablar mucho de s mismo, de su persona. De eso no queda duda. F. Hegel seala que la circunstancia que lo oblig a ello fue la manera en que su pueblo era influenciable. Su pueblo tena la ntima conviccin de haber recibido su constitucin entera, todas sus leyes religiosas, cvicas y polticas de la divinidad misma. Este era su orgullo. Un maestro que quera tener ms eco en su pueblo de lo que poda lograr un comentario nuevo de las mismas fuentes deba necesariamente apoyar sus afirmaciones sobre la misma autoridad. Por eso Jess exige que escuchen sus enseanzas, porque expresan la autoridad de Dios. Esta correspondencia de lo que deca con la voluntad de Dios, sus afirmaciones de "quien cree en m, cree en el Padre", le dieron la autoridad segn la cual Jess no habra podido ejercer ninguna influencia sobre sus contemporneos, por ms elocuentes que hubieran podido ser sus conceptos. Pero esta identificacin con la autoridad divina es locura. Tambin recuerda Hegel otra causa para hablar de la manera como hablaba Jess. Era la espera de un Mesas que, revestido de poder y como plenipotenciario de Yahv, deba fundar el nuevo Estado judo. Una enseanza diferente de la que los judos ya posean en sus documentos sagrados se aceptara en este pueblo slo si proviniese de este Mesas. La aceptacin que el pueblo mismo dio a Jess se apoyaba, en su mayor parte, en la posibilidad de que fuese ese Mesas y que se mostrara pronto en su grandeza. Jess saba que bajo ninguna otra condicin tendra acceso al pueblo si no era mediante esta suposicin. Pero l realmente crey ser el Mesas elegido. Intent, sin embargo, conducir la esperanza mesinica hacia la moral y fij el momento de la manifestacin de su gloria en el tiempo posterior a su muerte. Las concepciones delirantes de Jess de Nazaret, aceptadas como artculo de fe por los campesinos y pescadores que le seguan, se transmitieron a travs de ms de 65 generaciones. Repartidos por los cinco continentes, ms de mil millones de hombres las guardan como verdades que no se discuten. Un nmero incalculable de vidas humanas y una cantidad inapreciable de trabajo humano fue sacrificado con el objeto de propagarlas y defenderlas. Los ms grandes artistas del mundo consagraron una parte importante de su existencia a exaltarlas. Fenmeno nico en la Historia! 2. El perseguidor Son muchos los lugares en los que se puede constatar que Jess de Nazaret es un furibundo perseguidor. Como muchos enfermos que padecen su misma enfermedad, el odio que lo consume est siempre bajo presin, presin dolorosa que exige una descarga, como la presin sexual. Es tan frecuente la inclinacin al odio de estos enfermos que este hecho constituye uno de los principales sntomas del delirio de

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persecucin. En el megalmano, el odio es provocado por las heridas del orgullo. Se ve en l una negacin de la justicia debida a la accin de enemigos poderosos, esto es, el megalmano se cree vctima de una trama hostil. Ciego por su orgullo, convencido de que todo el mundo debe eclipsarse ante l, el megalotemano se ve estrujado, herido, humillado por las personas con las que entra en contacto. De ah las impaciencias, brusquedades, amenazas, maldiciones y violencias que se encuentran en todos los casos y que los evangelistas no ocultan en el caso de Jess de Nazaret. Aunque sus apologistas hacen de l un dios de amor 247, sin embargo el odio est muy presente de muchas maneras y en muchas ocasiones. Por ejemplo, contra los incrdulos, contra aquellos que no crean en su naturaleza divina, en su poder sobrehumano. "El que no est conmigo est contra m"(Mt 12,30), dijo. Lo que se dice 'manso', el hijo del carpintero de Nazaret no lo fue sino cuando las masas le gritaban "T eres el Mesas! T eres el hijo de Dios!" que emborrachaban su orgullo. El dios de amor elev el odio a la altura de una regla moral: "Nadie puede servir a dos seores, pues, o bien, aborreciendo al uno, amar al otro, o bien, adherindose al uno, menospreciar al otro" (Mt 6,24). Era tal la intolerancia de Jess que alcanzaba a los objetos inanimados, como una tempestad248 o una higuera (M 11,11-14). Pero los accesos de clera de Jess alcanzaban a sus discpulos (Mc 8, 17 y 33), a quienes curaba (Mc 1,40-45). No soportaba la menor contradiccin (Mc 8,31-33), tanto que los suyos terminaron por no preguntarle a causa del temor que les infunda (Mc 9,32). Jess era racista. Se mofa de los paganos (Mt 6,7), a quienes compara con perros ( Mc 7,23), de los samaritanos (Mt 18,15-17) y de todas las razas de la tierra, que se lamentarn de la venida del hijo del hombre (Mt 24,30) Entre los animosos que se haban dejado arrastrar en la aventura galilea, varios titubeaban en mostrarse en compaa de este vagabundo hirsuto, andrajoso y sucio que se llamaba s mismo "hijo del hombre" con propsitos un poco incoherentes. Jess detestaba a estos seguidores vergonzosos y los amenazaba con avergonzarse de ellos cuando llegara en su gloria (Mc 8,38). Ya se ha dicho que no era suficiente con creer en l, que no bastaba proclamar en voz alta ser su discpulo; era preciso tener una fe gigante y plegarse a sus instrucciones. Por eso no aceptaba discpulos indciles, as se trate de Simn Pedro, como parece sugerir la parbola del siervo infiel (Mt 24). Cristo persigue a los paganos romanos. Esto se ve claro en el segundo evangelio. La tendencia antirromana del Evangelio segn Marcos , a pesar de que fue escrito en Roma, es perceptible en el uso del trmino legin como el nombre de la entidad demonaca. Para el lector moderno, la palabra slo indica 'multitud', pero tengamos presente que el lector moderno est familiarizado con el relato marcosiano. Lo notable es que se utiliza una expresin latina. Tanto en arameo como en griego hay palabras que transmiten el significado de 'tropa' o 'gran horda'. El uso del vocablo latino constituye un ataque verbal directo a las fuerzas de

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ocupacin en territorio judo. La intencin del relato se encierra en la referencia de que los demonios entraron en los cerdos y se ahogaron con ellos. Durante los aos del gran levantamiento contra Roma, la legio decima fretensis estuvo estacionada en Galilea, cerca del lugar donde sucede el relato de Marcos 5, 1-13. El emblema de la dcima legin romana era un jabal. Aunque sera absurdo hacer afirmaciones taxativas, es muy posible que el relato de la piara de Gerasene asumiese su forma actual durante los aos de la guerra romano-juda. Pudo derivarse de un incidente en el que algunos legionarios se dieron un bao en el lago Tiberades y resultaron ahogados? Aunque no pueda darse una solucin definitiva a esta cuestin, es inconfundible un tono de alegra malvola ante el destino desdichado de la legin. El nombre latino no fue elegido por accidente. Pero a modo de introduccin al tema, traigamos algunos pasajes de los evangelios en los que se puede constatar la intolerancia del Profeta de Nazaret. Consideremos, en primer lugar, la maldicin de una higuera que, obviamente, no tena culpa de las necesidades de los viandantes. Leamos el relato: A la maana siguiente, saliendo de Betania, [Jess] sinti hambre; viendo de lejos una higuera, se fue por si encontraba algo en ella, y llegndose a ella, no encontr sino hojas, porque no era tiempo de higos. Tomando la palabra, dijo: Que nunca jams coma ya nadie fruto de ti. Los discpulos le oyeron. El desenlace del relato contina unos versculos ms adelante:

Pasando de madrugada, vieron que la higuera se haba secado de raz. Acordndose Pedro, le dijo: Rabb, mira; la higuera que maldijiste se ha secado. Y respondiendo Jess, les dijo: Tened fe en Dios. En verdad os digo que si alguno dijere a este monte: Qutate y arrjate al mar, y no vacilare en su corazn, sino que creyere que lo dicho se ha de hacer, se le har. Por esto os digo: todo cuanto orando pidiereis, creed que lo recibiris y se os dar249.
Adems del pensamiento mgico, est muy claro en el pasaje la intemperancia y el mal humor de Jess, que arremete sin sentido contra una higuera que no poda tener frutos, como inocentemente acota el evangelista. Bueno, los traductores dicen que "esto pone de relieve el sentido parablico del hecho". Santo comentario. El Jess dulce, encantador y perdonador a veces huye. Es muy difcil conciliarlo con el Jess que insulta, agrede sin motivo e introduce

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divisiones en los ncleos ms ntimos, en contradiccin con su propio Sermn de la Montaa: "Bienaventurados los pacficos porque ellos sern llamados hijos de Dios" (Mt 5,9). Mateo le hace decir: No pensis que he venido a poner paz en la tierra; no vine a poner paz sino espada. Porque he venido a separar al hombre se su padre, y a la hija de su madre, y a la nuera de su suegra, y los enemigos del hombre sern los de su casa (Mt 10,34-36). Despiadadas son sus agresiones verbales contra escribas y fariseos. Recordemos algunas de ellas: "Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipcritas...!". Tal es el ritornello de una largo discurso que concluye con "Serpientes, razas de vboras, cmo escaparis al juicio de la gehenna?" (Mt 23,13-33). Es obvio que tales expresiones estn en contra de una enseanza de Jess que recuerda el propio Mateo (5,21-22): Habis odo que se dijo a los antiguos: No matars; el que matare ser reo de juicio. Pero yo os digo que todo el que se irrita contra su hermano ser reo de juicio; el que le dijere 'raca' ser reo ante el Sanedrn y el que le dijere 'loco' ser reo de la gehenna del fuego. Y el que a sus adversarios llama 'hipcritas', 'serpientes', 'razas de vboras', 'sepulcros blanqueados' y otras lindezas, de qu ser reo? 250 Si dejamos de lado la escena de la expulsin de los mercaderes del Templo, posiblemente en ningn otro pasaje se ve una persecucin de Jess en contra de las ciudades que lo oyeron y lo acogieron con amor. Nos confiesa Mateo: "Comenz entonces a increpar a las ciudades en que haba hecho muchos milagros, porque no haban hecho penitencia. Ay de ti, Corazen; ay de ti, Betsaida!, porque si en Tiro y en Sidn se hubieran hecho los milagros hechos en ti, mucho ha que en saco y ceniza hubieran hecho penitencia. As, pues, os digo que Tiro y Sidn sern tratadas con menos rigor que vosotros en el da del juicio. Y t, Cafarnam, te levantars hasta el cielo? Hasta el infierno sers precipitada. Porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros hechos en ti, hasta hoy subsistira. As, pues, os digo que el pas de Sodoma ser tratado con menos rigor que t el da del juicio" (Mt 11,20-24). 2.1. La persecucin interior "No nos pongas en tentacin" es la peticin que cierra la oracin del Padrenuestro (Mt 6,13). Es, posiblemente, este concepto el que mejor expresa la persecucin de Cristo en el creyente. Pero puede evitarse la tentacin? En el Prlogo a la obra, escribi J. L. Borges: "De los muchos libros de Flaubert, el ms raro son Las tentaciones de San Antonio. Una antigua pieza de tteres, un cuadro de Peter Breughel, el Can de Byron y el Fausto de Goethe fueron su inspiracin. En 1849, al cabo de un ao y

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medio de trabajo tenaz, Flaubert convoc a Bouilhet y Du Camp, sus amigos ntimos, y les ley con entusiasmo el vasto manuscrito, que contaba de ms de quinientas pginas. Cuatro das dur la lectura en voz alta. El dictamen fue inapelable: arrojar el libro a las llamas y tratar de olvidarlo". Afortunadamente, el autor no acat la sentencia. Despus de haber corregido y abreviado el manuscrito, Flaubert lo dio a la imprenta en 1874. Segn l mismo nos dice, la accin transcurre en la Tebaida en lo alto de una montaa, encima de una explanada en forma de media luna, a la que cercan unas gruesas piedras. San Antonio, con la barba grande, cabellos largos y una tnica de piel de cabra, est sentado con las piernas cruzadas, haciendo esteras. Dice:
Vaya existencia la ma! Se reduce a torcer, mediante el fuego, ramos de palmera para hacer cayados; fabricar cestos y coser esteras, para luego trocar todo esto a los nmadas por un pan duro, tan duro que al morderlo se rompen los dientes. Ay msero de m! No acabar nunca esto? Ms valdra la muerte! No puedo ms! Basta, basta! (p. 17) No obstante... me haba parecido sentir que se acercaba (una sombra)... Aunque, por qu iba l a venir? Adems, acaso no conozco yo muy bien sus artimaas? Rechac al monstruo anacoreta que me ofreca, riendo, unos panecillos calientes; y al centauro que trataba de hacerme montar en su grupa; y a ese nio negro que apareci en medio de la arena, que era muy hermoso y que me dijo llamarse espritu de fornicacin (p. 20)

Ms adelante, dice Valentino, vestido con una tnica, con voz sibilante y crneo puntiagudo:
El mundo es obra de un Dios delirante.

Antonio agacha la cabeza :


La obra de un Dios delirante! (p. 67).

"El mundo es obra de un Dios delirante", escribi Flaubert dos veces . Y no le faltaba razn. Lo que sigue muy bien poda confirmarlo. Orgenes fue un maestro, telogo y clebre escritor cristiano. De apellido Adamantius, haba nacido en Alejandra. Fue educado como cristiano y se dice que tuvo que ser refrenado para no ir al martirio cuando en el 202 asesinaron a su padre durante una persecucin. Segn la tradicin, fue discpulo de Clemente de Alejandra y durante 28 aos ense en la ciudad tanto a paganos como a cristianos. All escribi sus principales tratados dogmticos y emprendi sus numerosas obras crticas. En 216 viaj a Palestina y fue invitado como laico por los obispos de Jerusaln y Cesarea a dar conferencias sobre las Escrituras en las iglesias. Hacia el 230 los obispos lo ordenaron presbtero sin consultar al propio obispo de Orgenes, Demetrio de Alejandra, que se opuso. Se celebraron dos snodos en Alejandra: en el primero se prohibi a

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Orgenes ensear y en el segundo se le priv de su sacerdocio. Despus se estableci en Cesarea y fund una escuela de literatura, filosofa y teologa. En el 250, durante las persecuciones del emperador Decio, fue torturado y encarcelado durante un ao. Muy debilitado por las heridas sufridas, muri hacia el 254, probablemente en Tiro. Con toda seguridad es uno de los eruditos bblicos ms destacados de la poca, pues sus logros como exgeta y estudioso del Antiguo Testamento fueron notables. Escritor prolfico, sus obras incluyen cartas, tratados de teologa dogmtica y prctica, apologas, exgesis y crticas de textos. Contra Celso es una larga y razonada obra apologtica que refuta los argumentos de Celso, influyente filsofo platnico de Alejandra del siglo II y quiz el primer crtico serio del cristianismo, de quien hemos hablado largamente. Adems, Orgenes est considerado como el padre del mtodo alegrico de interpretacin de las Escrituras. Ense el principio del sentido triple, que se corresponde con la divisin triple de la persona en cuerpo, espritu y alma, entonces un concepto unitario. Como filsofo de orientacin platnica trat de combinar la filosofa griega y la religin cristiana. Desarroll la idea de Cristo como el Logos o Palabra encarnada, que est con el Padre desde la eternidad, pero tambin ense que el Hijo se encuentra subordinado al Padre en poder y dignidad, doctrina que, adems de otras como la de la preexistencia del alma, fueron criticadas con severidad por muchos de sus coetneos y autores posteriores. Las teoras que se desarrollaron a partir de sus doctrinas fueron el eje de controversias importantes durante la Edad Media. La Iglesia lo declar hereje, a l y a los que piensan como l, los origenistas. Pero no recordamos a Orgenes como Padre de la Iglesia. Lo recordamos porque el historiador Eusebio de Cesarea afirm que su ascetismo y castidad eran tan inflexibles que incluso se castr para huir de la tentacin. La importacin de la religin de Jess en las sociedades antiguas fue la seal de una epidemia de eunuquismo voluntario. Fundada en Palestina por el heresiarca rabe Valesio, apareci en el siglo III la secta de los valesianos, secta compuesta exclusivamente por eunucos. La automutilacin se volvi tan frecuente que los emperadores Cayo Constantino, Flavio Justiniano, Constantino II, el concilio de Nicea (325), los papas Len I (395), Nicolo Sfondrati (s. XVI) y Giovanni Ganganelli (s. XVIII) insisten en proscribirla por edictos y bulas severas. Pero la automutilacin religiosa es muy frecuente y no hay bulas y edictos que valgan. Un caso: un genovs de 25 aos, ayudante de un capelln, esperando cegar sus deseos sexuales, pidi a un cirujanobarbero que le segara sus rganos sexuales. Como ste se rehusara, l mismo se castr. Ms tarde, este hombre se hizo ermitao. Cuando se le preguntaba si no senta ms los aguijones de la carne, ingenuamente responda: "Lo mismo en cuanto a los deseos". La Psiquiatra registra que la mayor parte de los automutiladores sexuales tienen de 20 a 40 aos. Dos tercios son solteros; la mitad de stos son monjes o curas. Estos castradores religiosos aceptan la idea, comn a todas las religiones, de que el dolor o la privacin de un placer

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es dulce al corazn de los dioses y, para serles agradables, tienen preferencia por mutilar las partes de su cuerpo que les proporcionan los placeres ms vivos. Como lo deca un alienado de Armentieres, que se haba introducido un tornillo en el pene para mortificarse, "porque es por ah por donde se peca ms a menudo". El hecho es que la mayora de las mutilaciones msticas daan los rganos sexuales. Y es que, como ensea Krafft-Ebing, "la excitacin religiosa a menudo va acompaada de una viva excitacin sexual y con un impulso a la masturbacin". Menciona las orgas de ciertas sectas religiosas, las tentaciones carnales relatadas en las hagiografas, la alternancia en ciertos manacos del delirio ertico y del delirio religioso. Segn l, a menudo se ve "la voluptuosidad no satisfecha buscar y hallar una compensacin en el xtasis religioso" 251. Por su lado, Murisier destaca que el deseo sexual es, para el devoto, la tentacin por excelencia y que "la literatura mstica se distingue por un carcter particularmente lascivo". Los msticos cristianos tienen sobradas justificaciones para sus mutilaciones. Segn la Iglesia catlica, tientan el diablo y la concupiscencia para inducir al creyente al pecado. Para esta afirmacin se apoya en textos de Mateo y en cartas de san Pablo y de Santiago 252. Aunque, afirma tambin la Iglesia, que Dios no consiente sobre nuestras fuerzas253, as como no le gusta que lo tienten a l 254. Veamos qu deca Jess de la tentacin y del escndalo, sobre todo:

Habis odo que fue dicho: No adulterars. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer desendola, ya adulter con ella en su corazn (sic). Si, pues, tu ojo derecho te escandaliza, scatelo y arrjalo lejos de ti, porque mejor te es que perezca uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu mano derecha te escandaliza, crtatela y arrjala lejos de ti, porque mejor te es que uno de tus miembros perezca que no que todo el cuerpo sea arrojado a la gehenna (Mt 5,27-30)
Solamente alguien con problemas graves de locura puede decir lo anterior. La ablacin de la mano o de los dedos es muy frecuente en los locos religiosos y parece ser tambin, muy a menudo, de origen sexual. El enfermo es un onanista que suprime el instrumento de su placer y de su pecado. El enfermo padece ardientes deseos sexuales y los satisface con el onanismo. Pero cree que haciendo esto comete un pecado. Esclavo de esta creencia y de sus pecados, le llega, a veces bajo la influencia de una orden de Dios, de una alucinacin auditiva de naturaleza teomanaca, la idea de amputar el rgano de la voluptuosidad o de amputar la mano masturbadora o de arrancarse el ojo que se place

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en la visin de las mujeres y en espectculos voluptuosos. A propsito del escndalo de la mano derecha, entendemos el rechazo de la masturbacin que hace la Iglesia catlica. Cuntos adolescentes no han sufrido en sus almas por haber quebrantado este mandamiento que la Iglesia calific de pecado mortal, que, definitivamente, es mandamiento de un loco! El pasaje que hemos reproducido de Mateo es, a su vez, una reproduccin de otro, ms amplio, de Marcos (9, 43-48). Pero la cita de Marcos no dice la barbaridad rigorista con la que empieza la cita de Mateo: "... yo os digo que todo el que mira a una mujer desendola, ya adulter con ella en su corazn". Slo alguien que haya anulado el deseo en su pecho puede decir tal cosa. Es ello posible? San Antonio en la Tebaida no lo consigui. Cuanto ms se mortificaba ms deseaba. Oigmoslo, mientras se apoya desfallecido en la cabaa: -Esto me pasa por haber ayunado tanto. Mis fuerzas me abandonan. Si comiese... tan solo una vez, un pedacito de pan... Entorna los ojos con languidez:

-Ah, carne roja!... Un racimo de uvas e hincar los dientes en l... Leche cuajada temblando en un plato!... Pero, qu me est pasando? Qu es lo que me pasa?... Siento crecer mi corazn como el mar antes de que llegue la tempestad. Me invade una flojedad infinita y el aire clido trae en sus efluvios el perfume de una cabellera. Sin embargo, no hay aqu ninguna mujer?
Y ahora, con desbordante alegra:

-Qu felicidad: he visto nacer la vida, he visto comenzar el movimiento! La sangre me late tan fuerte en las venas como si fuera a romperlas. Siento anhelos de andar, de ladrar, de mugir, de aullar... Quisiera tener alas, un caparazn, una corteza como los rboles; quisiera echar humo, tener una trompa, retorcer mi cuerpo, dividirme en muchas partes, estar en todo, emanar mi esencia junto con los olores, desarrollarme como las plantas, fluir como el agua, vibrar como el sonido, brillar como la luz, acurrucarme en todas 214

las formas, penetrar en cada tomo, bajar hasta el fondo de la materia, ser materia!
Tiene razn Hilarin cuando increpa a san Antonio: -Hipcrita es el que se adentra en la soledad para mejor entregarse al desenfreno de sus apetencias! T te privas de carne, de vino, de baos calientes, de esclavos y de honores, pero permites que tu imaginacin te ofrezca banquetes, perfumes, mujeres desnudas y multitudes que te aplauden! Tu castidad se convierte as en una corrupcin ms sutil y tu desprecio del mundo es debido a la impotencia de tu odio contra el mundo. Esto es lo que vuelve tan lgubres a los que son como t, o tal vez sean porque dudan. La posesin de la verdad lleva consigo la alegra. La verdad es que estamos hechos de deseo. Y qu tan lejos iremos que no nos acompae? Dijo Spinoza: "Cada cosa, en cuanto es en s se esfuerza en perseverar en su ser" 255. Y este esfuerzo no es nada exterior a la esencia de cada cosa, esto es, ese esfuerzo es parte de su esencia, y esfuerzo que no envuelve tiempo definido: todo el tiempo, de manera indefinida, cada cosa se esfuerza por perseverar en su ser. Ahora bien, cuando el esfuerzo por perseverar se relaciona slo con el alma -contina diciendo Spinoza- lo llamamos voluntad. Cuando, a la vez, se relaciona con el alma y con el cuerpo lo llamamos apetito. Si el esfuerzo por perseverar en el ser es un elemento constitutivo esencial de cada cosa, el apetito (de ser) pertenece a la esencia misma del hombre, pues est al servicio de su conservacin. De donde se deduce que el hombre est determinado a satisfacerlo, que no puede dejar de realizar ese apetito, que constituye su propia naturaleza, que es naturaleza deseadora. Porque no hay diferencia ninguna entre apetito (de ser) y deseo (de ser), nicamente que el deseo se relaciona generalmente con los hombres, en cuanto tienen conciencia de sus apetitos. De ah la definicin: "el deseo es el apetito con conciencia de s mismo" 256. 2.2. Instituciones perseguidoras No sin razn qued dicho por quien pudo decirlo aquello de la locura de la cruz. Locura, sin duda, locura. El humorista Oliver Wendell Holmes, por boca de uno de su personajes, dijo que se formaba mejor idea de los que estaban encerrados en un manicomio por monomana religiosa que de uno de los que, profesando los mismos principios religiosos, andaban sueltos y sin enloquecer. Pero, es que no viven realmente stos, tambin, enloquecidos? Quin no ha visto en nuestras ciudades los inofensivos savonarolas predicando en las plazas para reformar el mundo? Afortunadamente para ellos, no les pasar lo que al italiano Girolamo (1452-1498), quien por el intento entusiasta de eliminar la corrupcin de su tiempo termin martirizado... sin poder ir al Cielo. Los piadosos son, en cualquier religin, esencialmente perseguidores.

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Se quejan mucho cuando se les persigue, pero les parece muy mal que se les impida perseguir a los dems. Estn convencidos de tener la razn! Los fanticos acostumbran quejarse de verse oprimidos cuando no son los dueos. Lo que ms aborrecen es la tolerancia. Prefieren ser molestados a ser igualados con los que creen en el error. Siempre se hace mal en perseguirlos, pero normalmente corresponde a sus provocaciones gran parte de culpa en las desgracias que les ocurren. Si unimos piedad y poder, tendremos algunas de las instituciones que siguen. 2.2.1. Excomunin La excomunin es una pena eclesistica por la que un miembro de una iglesia se ve privado de los beneficios y privilegios de la pertenencia a la institucin. La excomunin es la censura eclesistica ms grave. Se dice que tiene el propsito de ser ms una forma correctiva de castigo que vindicativa. En tiempos de Jess de Nazaret, la excomunin era una pena reconocida entre los judos. En el Misnah (compilacin de la ley bblica juda) se distingue entre dos grados de excomunin. El menos riguroso (niddui) implicaba la exclusin de la vida de la comunidad durante un perodo de 7 a 30 das, con la obligacin de cumplir penitencia y vestirse de luto. Se enumeraron 24 pecados que conllevaban esta pena, la mayora de ellos de naturaleza civil. La condena ms dura ( cherem) era ms formal e implicaba un solemne ritual de anatematismo indefinido. Tal vez no est de ms recordar la escalofriante frmula de expulsin de la Sinagoga de Amsterdam que se le aplic, en 1656, a B. Spinoza: Excomulgamos, maldecimos y separamos a Baruch d'Espinosa, con el consentimiento de Dios bendito y con el de toda esta comunidad; delante de estos libros de la Ley, que contienen trescientos trece preceptos; lo excomulgamos con la misma excomunin que Josu lanz sobre Jeric, con la maldicin que Elas profiri sobre los nios y con todas las maldiciones escritas en el libro de la Ley; maldito sea de da y de noche; maldito sea al acostarse y cuando se levante; maldito al salir de su casa y cuando a ella regrese; que Dios no le perdone jams; que la airada clera de Dios se inflame contra tal hombre y le enve todas las maldiciones que en el libro de la Ley hay escritas; que Dios borre su nombre del Cielo y lo aparte de las Tribus de Israel, con todas las maldiciones que estn escritas en el libro de la Ley. Los que permanecis en el Seor vuestro vivid eternamente. Nadie tenga trato con l, ni escrito ni hablado; nadie permanezca con l bajo el mismo techado, y nadie lea lo por l escrito Una expulsin de esta calaa, tan barrocamente sucia, influy sobre quien la recibi. B. Spinoza, que hoy leemos contra los deseos de la Sinagoga de Amsterdam, le contest con el Tratado teologicopoltico, su vengativa respuesta.

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Desde los comienzos de la Iglesia cristiana se reconoci una pena similar. Se establecieron dos grados de excomunin: una mayor y otra menor. La menor implicaba la exclusin del sacramento de la eucarista y de los privilegios de la Iglesia. La mayor se aplicaba a los pecadores obstinados, a los apstatas perseverantes y a los herejes. Su forma era ms solemne y era muy difcil de revocar. La duracin de la excomunin era decidida por el obispo. En frica y en Espaa, la absolucin de los individuos lapsos (aquellos que en tiempos de persecucin se haban alejado de su fe cristiana y haban adorado a dolos paganos) estaba prohibida excepto en el momento de la muerte. En los primeros tiempos de la Iglesia, la excomunin no implicaba ninguna incapacidad civil, pero conforme los gobiernos abrazaron el cristianismo con carcter oficial, la excomunin mayor conllev la prdida de los derechos polticos y la exclusin de funciones pblicas. Las capitulares del siglo VIII u ordenanzas de Pipino el Breve, rey de los francos, ordenaban que la excomunin mayor tena que ir seguida de destierro. Otras leyes nacionales ampliaron la censura eclesistica. La excomunin aplicada a los gobernantes les privaba de sus derechos para gobernar y, por lo tanto, liberaba a sus sbditos de vasallaje. De este modo, la Iglesia se convirti en un importante poder temporal. Los lderes de la Reforma tambin reclamaron el poder de la excomunin. Martn Lutero insisti en el derecho inherente de los ministros de la Iglesia para su aplicacin. El reformador francs Juan Calvino afirmaba que la excomunin es la esencia del ministerio. La incapacitacin civil sigui a la excomunin en aquellas comunidades a las que haba llegado la Reforma, pero esta prctica dej de ser la norma. No obstante, hasta el ao 1813 en Inglaterra, las personas que haban sido excomulgadas tenan prohibido realizar acciones legales en los tribunales, ser jurado o testigo en cualquier procedimiento legal y ejercer como abogado en los tribunales de justicia del reino. Todas estas incapacidades fueron suprimidas por decreto y las personas excomulgadas fueron declaradas libres de pena, excepto "el encarcelamiento, no superior a seis meses, que el tribunal pueda ordenar por declarar a una persona excomulgada". Sin embargo, esta pena nunca fue solicitada. El libro quinto del Cdigo de Derecho cannico trata "De los delitos y de las penas". La primera parte est a dicada al estudio y definicin de los delitos. La segunda parte corresponde a las penas. El ttulo VIII de esta segunda parte trata "De las penas medicinales o censuras" (& 2241 ss). Segn el & 2255, las censuras son 1 la excomunin, 2 el entredicho y 3 la suspensin. En la Iglesia catlica, el poder de la excomunin pertenece a aquellos prelados que poseen jurisdiccin ordinaria o delegada en el forum externum, esto es, el tribunal que se ocupa de los asuntos relacionados con la vida corporativa de la Iglesia. Los curas parroquiales, que slo tienen jurisdiccin en el forum internum (en materia de conciencia), no tienen potestad para excomulgar. El poder de excomunin no puede ser nunca delegado a los seglares. La excomunin puede tambin darse, sin necesidad de una sentencia formal, cuando se viola una ley que conlleva

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la pena de "excomunin ipso facto". En algunos casos, la absolucin de algunos tipos de excomunin se reserva al obispo que tiene jurisdiccin sobre el pecador; la absolucin de un nmero menor de casos ms graves est reservada al Papa. El anatema, la forma ms dura de excomunin, difiere de los otros procedimientos disciplinarios en que engloba algunas ceremonias formales caractersticas. 2.2.2. La Inquisicin Hoy en da la Iglesia catlica habla de inquisicin slo para referirse a la inquisicin judicial en sus procesos judiciales, segn lo establecen los cnones 1939 al 1946 del Cdigo de Derecho cannico . Pero, histricamente, la Inquisicin fue una institucin judicial creada por el pontificado en la Edad Media, con la misin de localizar, procesar y sentenciar a las personas culpables de hereja. En la Iglesia primitiva la pena habitual por hereja era la excomunin. Con el reconocimiento del cristianismo como religin estatal en el siglo IV por los emperadores romanos, los herejes empezaron a ser considerados enemigos del Estado, sobre todo cuando haban provocado violencia y alteraciones del orden pblico. San Agustn aprob con reservas la accin del Estado contra los herejes, aunque la Iglesia, en general, desaprob la coaccin y los castigos fsicos. 1. Orgenes.- En el siglo XII, en respuesta al resurgimiento de la hereja de forma organizada, se produjo en el sur de Francia un cambio de opinin dirigida de forma destacada contra la doctrina albigense. La doctrina y prctica albigense parecan nocivas respecto al matrimonio y otras instituciones de la sociedad y, tras los ms dbiles esfuerzos de sus predecesores, el papa Inocencio III organiz una cruzada contra esta comunidad. Promulg una legislacin punitiva contra sus componentes y envi predicadores a la zona. Sin embargo, los diversos intentos destinados a someter la hereja fueron relativamente ineficaces. La Inquisicin en s no se constituy hasta 1231, con los estatutos Excommunicamus del papa Gregorio IX. Con ellos, el Papa redujo la responsabilidad de los obispos en materia de ortodoxia, someti a los inquisidores bajo la jurisdiccin del pontificado y estableci severos castigos. El cargo de inquisidor fue confiado casi en exclusiva a los franciscanos y a los dominicos, a causa de su mejor preparacin teolgica y su supuesto rechazo de las ambiciones mundanas. Al poner bajo direccin pontificia la persecucin de los herejes, Gregorio IX actuaba en parte movido por el miedo a que Federico II, emperador del Sacro Imperio Romano, tomara la iniciativa y la utilizara con objetivos polticos. Restringida en principio a Alemania y Aragn, la nueva institucin entr enseguida en vigor en el conjunto de la Iglesia, aunque no funcionara por entero o lo hiciera de forma muy limitada en muchas regiones de Europa. Dos inquisidores con la misma autoridad nombrados directamente por el Papa eran los responsables de cada tribunal, con la ayuda de asistentes, notarios, polica y asesores. Los inquisidores fueron figuras que disponan de imponentes potestades, porque podan excomulgar

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incluso a prncipes. En estas circunstancias sorprende que los inquisidores tuvieran fama de justos y misericordiosos entre sus contemporneos, aunque algunos de ellos fueron acusados de crueldad y de otros abusos. 2. Procedimientos.- Los inquisidores se establecan por un periodo definido de semanas o meses en alguna plaza central. All promulgaban rdenes solicitando que todo culpable de hereja se presentara por propia iniciativa. Los inquisidores podan entablar pleito contra cualquiera persona sospechosa. A quienes se presentaban por propia voluntad y confesaban su hereja, se les imponan penas menores que a los que haba que juzgar y condenar. Se conceda un periodo de gracia de un mes, ms o menos, para realizar esta confesin espontnea. El verdadero proceso comenzaba despus. Si los inquisidores decidan procesar a una persona sospechosa de hereja, el prelado del sospechoso publicaba el requerimiento judicial. La polica inquisitorial buscaba a aquellos que se negaban a obedecer los requerimientos. No se les conceda derecho de asilo. Los acusados reciban una declaracin de cargos contra ellos. Durante algunos aos se ocult el nombre de los acusadores, pero el papa Bonifacio VIII abrog esta prctica. Los acusados estaban obligados bajo juramento a responder a todos los cargos que existan contra ellos, convirtindose as en sus propios acusadores. El testimonio de dos testigos se consideraba por lo general prueba de culpabilidad. Los inquisidores contaban con una especie de consejo, formado por clrigos y laicos, para que les ayudaran a dictar un veredicto. Les estaba permitido encarcelar testigos sobre los que recayera la sospecha de que estaban mintiendo. Bajo la influencia del renacimiento del Derecho romano, el papa Inocencio IV (qu irona, no?) autoriz en 1252 la prctica de la tortura para extraer la verdad de los sospechosos. Hasta entonces este procedimiento haba sido ajeno a la tradicin cannica. Los castigos y sentencias para los que confesaban o eran declarados culpables se pronunciaban al mismo tiempo en una ceremonia pblica al final de todo el proceso. Era el sermo generalis o auto de fe. Los castigos podan consistir en una peregrinacin, un suplicio pblico, una multa o cargar con una cruz. Las dos lengetas de tela roja cosidas en el exterior de la ropa sealaban a los que haban hecho falsas acusaciones. En los casos ms graves, las penas eran la confiscacin de propiedades o el encarcelamiento. La pena ms severa que los inquisidores podan imponer era la de prisin perpetua. De esta forma, la entrega por los inquisidores de un reo a las autoridades civiles equivala a solicitar la ejecucin de esa persona. Aunque en sus comienzos la Inquisicin dedic ms atencin a los albigenses y en menor grado a los valdenses, sus actividades se ampliaron a otros grupos heterodoxos, como la Hermandad, y ms tarde a los llamados brujos y adivinos. Una vez que los albigenses estuvieron bajo control, la actividad de la Inquisicin disminuy. A finales del siglo XIV y durante el siglo XV se supo poco de ella. 3. El Santo Oficio.- Alarmado por la difusin del protestantismo y por su penetracin en Italia, en 1542 el papa Pablo III hizo caso a

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reformadores, como el cardenal Juan Pedro Carafa, y estableci en Roma la Congregacin de la Inquisicin, conocida tambin como la Inquisicin romana y el Santo Oficio. Seis cardenales, incluido Carafa, constituyeron la comisin original, cuyos poderes se ampliaron a toda la Iglesia. En realidad, el Santo Oficio era una institucin nueva vinculada a la Inquisicin medieval slo por vagos precedentes. Ms libre del control episcopal que su predecesora, concibi tambin su funcin de forma diferente. Mientras la Inquisicin medieval se haba centrado en las herejas que ocasionaban desrdenes pblicos, el Santo Oficio se preocup de la ortodoxia de ndole ms acadmica y, sobre todo, la que apareca en los escritos de telogos y eclesisticos destacados. Durante los doce primeros aos, las actividades de la Inquisicin romana fueron modestas hasta cierto punto, reducidas a Italia casi por completo. Cuando Carafa se convirti en el papa Pablo IV en 1555, emprendi una persecucin activa de sospechosos, incluidos obispos y cardenales, como el prelado ingls Reginald Pole. Encarg a la Congregacin que elaborara una lista de libros que atentaban contra la fe o la moral. As se aprob y public el primer ndice de libros prohibidos en 1559. Aunque papas posteriores atemperaron el celo de la Inquisicin romana, comenzaron a considerarla como el instrumento consuetudinario del gobierno papal para regular el orden en la Iglesia y la ortodoxia doctrinal; por ejemplo, proces y conden a Galileo en 1633. En 1965 el papa Pablo VI, respondiendo a numerosas quejas, reorganiz el Santo Oficio y le puso el nuevo nombre de Congregacin para la Doctrina de la Fe. 2.2.2.1. El manual de los inquisidores 257 El Directorium inquisitorum o Manual de inquisidores, en su versin romana, es, simultneamente, cdigo, interpretacin del cdigo e ndice prospectivo de la institucin. Fue escrito por Nicolau Eimeric en Avin hacia 1376. Este Nicolau Eimeric naci en 1320 en Gerona (reino de AragnCatalua). Con slo 14 aos, ingres en 1334 en la orden dominica, visti el hbito en el convento de Santo Domingo de su ciudad natal. En 1357 fue nombrado Inquisidor general de Catalua, Aragn, Valencia y Mallorca, sucediendo en el cargo al dominico Nicolau Rosell que ascendi al cardenalato en 1356. Ejerci el cargo desde 1357 a 1392, con dos largas interrupciones: de 1360 a 1365 y de 1375 a 1387. En dos ocasiones, de 1377 a 1378 y de 1393 a 1397, se vio obligado a exiliarse del reino de Aragn-Catalua debido a que su celo inquisitorial y sus posiciones polticas y teolgicas se hicieron insoportables para la casa real barcelonesa. Pero Eimeric nunca lleg a considerarse verdaderamente depuesto de su cargo. En 1362 se convirti en Vicario general de su orden en las tierras de la Corona. En 1371 se le concedi el ttulo de capelln del Papa en Avin y, en ejercicio de sus funciones, sigui a Roma al pontfice Gregorio IX. En 1391 presidi el captulo general de su orden. Regres en 1397 al convento de Santo Domingo de Gerona, en donde muri en 1399.

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El Manual de Eimeric ha sido el nico libro en su gnero que mereci los honores de la imprenta desde los albores del siglo XVI. Se imprimi en 1503. Entre 1578 y 1607, el Manual se reedita cinco veces (en Roma y en Venecia). Lo que transforma el libro de Eimeric en monumento histrico es precisamente el trabajo de la reedicin romana. Es como si Roma reconociese -dos siglos ms tarde- la tarea de Eimeric como su propia obra, la orientacin del autor como su propia orientacin, la trama teolgica del texto del inquisidor de Aragn como su verdadera orientacin teolgica frente a una nueva estirpe de modernos ctaros. La Inquisicin espaola triunfa fortalecida con sus propias instrucciones. Las inquisiciones europeas... no tanto: el procedimiento se diversifica al lmite y se desmorona por todas partes. La Santa Sede advierte que ya es hora de ordenar un poco la institucin inquisitorial y encarga al canonista espaol Francisco Pea la reedicin del Manual de inquisidores de Nicolau Eimeric y, sobre todo, que lo enriquezca con todo lo que la historia de la institucin haya acumulado en textos, leyes, disposiciones, reglamentos, instrucciones... despus de la muerte de su autor. El canonista espaol emprende el trabajo concienzuda y escrupulosamente, esto es, para hacerlo bien se requiere un buen manual y... puesto al da (1578). El Manual de inquisidores es un manual para erradicar la hereja. Por ah empieza N. Eimeric. Pero "Qu hay que entender por 'hereja'?", se pregunta el inquisidor. A travs de anlisis etimolgicos que hace de San Isidoro y de Hugo, el autor llega a la conclusin de que "la nocin de hereja abarca los tres conceptos de eleccin, adhesin y divisin". En efecto, haeriticus es el que escoge por s mismo una doctrina, el que opina libremente -libremente?-, el que crea de nuevo el dogma que dicen profesar los dems. En algn pasaje dijo san Pablo que respecto a cierta doctrina l es hertico. "En esto soy hertico", dice al pie de la letra. Qu quiere decir? "En esto profeso una opinin particular, personal, no la corriente". Pero la Iglesia no admite opiniones personales. Por eso sin aditamentos se puede decir que hereja es todo lo que se opone a la fe de la Iglesia del modo que sea. Esto es, son herejes todos los que, del modo que sea, se hallen en oposicin a la doctrina cristiana entendida en su ms amplia acepcin, la que incluye el dogma y el uso, la intencin evanglica y el cdigo jurdico concebido con este fin. Y quines son los herejes? Tal es el segundo punto que abordan Eimeric y Pea. Esta parte no es una summa contra haereticos, sino "de hereticis", esto es, 'los herejes'. Leamos en la introduccin las palabras del propio autor: Esta segunda parte trata de los herejes, de los que creen en ellos, de quienes los ayudan o favorecen o los protegen. Trata tambin de los sospechosos, los difamados, los valdenses o pobres de Lyon, los seudoapstoles, los limosneros, los fraticelli de la orden terciaria de San Francisco o los hermanos penitentes, los magos, los adivinos, los blasfemos, los excomulgados, los apstatas, los judos, los sarracenos, todos los infieles y todos los delincuentes en materia de fe.

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Eimeric establece una impresionante lista de herejas expresamente condenadas "en el derecho cannico", "los herejes nombrados en el derecho civil", "los herejes condenados por legados papales, en la curia romana o fuera de ella"... La lista es larga y tediosa, pero conviene recorrer algunos ttulos, aunque no sea ms que por pura diversin. Aunque otros, al saber de ella, seguro que han temblado antes de enfrentarse al procedimiento y a su rigor. Se desconocen los criterios del orden. Nosotros tampoco los damos. Los menandrinos, discpulos del mago Menandro, afirmaban que el mundo no era obra de Dios, sino de los ngeles. Los nicolatas, discpulos de Nicols, nombrado dicono de la Iglesia de Jerusaln, al mismo tiempo que san Esteban, por el apstol Pedro, tenan la costumbre de intercambiarse las esposas, siguiendo con ello el ejemplo de Nicols que ofreca su hermosa mujer a quien la deseara. Los carpocratianos proclamaban que Cristo era tan solo un hombre, procreado por un hombre y una mujer. Los nazarenos conservaban la antigua Ley y reconocan a la vez la divinidad de Cristo. Los ofitas (del griego ophis, serpiente) adoraban la serpiente, por la que, segn ellos, haba entrado la inteligencia en el paraso. Los valentinianos decan que Cristo no se haba encarnado en el vientre de la Virgen Mara, sino que se haba alojado en ella, como en un tubo. Los adamitas, imitando la desnudez de Adn y Eva, rezaban desnudos y vivan en comunidad desnudos hombres y mujeres. Los setitas adoraban a Set, hijo de Adn, en quien vean al autntico Cristo. Los artotiritas ofrecan al cielo queso y pan, pues decan que la primera ofrenda de los primeros hombres eran frutos de la tierra (el pan y el rebao). Los acuarios no consagraban vino en el cliz, sino slo agua. Los severianos no beban vino y rechazaban el Antiguo Testamento y la resurreccin de Cristo. Los tacianos detestaban la carne. Los alogos (del griego alogo, 'sin palabra') negaban que Cristo fuera el verbo divino y se oponan al Evangelio segn Juan y al Apocalipsis. Los ctaros se atribuan dicho nombre para enaltecer su pureza. Infatuados de su mritos negaban que se perdonaran los pecados a los que se arrepentan. Declaraban adlteras a las viudas que volvan a casarse y se proclamaban ms puros que los dems. Los maniqueos, discpulos de un persa llamado Manes, admitan dos naturalezas y dos sustancias: la del bien y la del mal. Como Manes, proclamaban que las almas emanan de Dios, como las aguas de una fuente. Rechazaban el Antiguo Testamento y aceptaban parte del Nuevo. Los hieraquitas eran todos monjes. No tenan contacto con mujeres y negaban que los nios pudieran entrar en el Reino de los Cielos. Los novacianos rebautizaban a los bautizados. Los fotinianos afirmaban que Cristo fue engendrado por el coito entre

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Mara y Jos. Los antidicoramitas decan las mismas barbaridades que los fotinianos. Los patricianos sostenan que el diablo era el creador de la sustancia de la carne humana. Los colucianos proclamaban que Dios no es autor del mal, oponindose con ello a las palabras de Isaas: "Yo, el Seor, he creado el mal". Los florienses, por el contrario, decan que Dios haba creado el mal, contradiciendo lo que est escrito en el Gnesis: "Dios contempl lo que haba creado. Y era bueno". Los circonceliones, llamados tambin escotpicos, se suicidaban por amor al martirio. Los priscialinistas difundieron en Espaa una especie de gnosticismo y maniquesmo. Los jovianistas osaban afirmar que no exista la mnima diferencia entre una mujer casada y una virgen, entre un juerguista y un abstinente. Los tesaresdecatitas (del griego tessars y dka, cuatro y diez) decan que haba que celebrar la Pascua en la luna decimocuarta. Los pelagianos atribuan al libre arbitrio rango superior a la gracia divina. Los acfalos, llamados as porque no tenan jefe, se oponan a la doctrina del concilio de Calcedonia. Y otros muchos cuyas caractersticas conviene recordar. Dice Eimeric: Existen an innumerables herejas sin heresiarcas y sin nombre. Entre ellos, hay algunos que dicen que Dios es triforme, otros que la naturaleza de Cristo ha sufrido la pasin, otros pretenden que Cristo fue engendrado por el Padre en el origen de los tiempos, algunos niegan que Cristo descendiera a los infiernos para librar a los justos y otros dicen que el alma no est hecha a imagen de Dios. Otros pretenden que las almas se transforman en diablos o en animales. Los hay que dicen que el mundo es inmutable o que hay mundos incontables o que el mundo es eterno como Dios. Los hay que van descalzos y otros que no comen con los dems... Es suficiente. Lo que ms llama la atencin es lo varipinto del rebao. Al fuego los descalzos, los obscenos nicolatas o los farsantes ofitas! Despus de la lista de la que hemos seleccionado algunos ttulos, viene el recordatorio de otras condenas. Con ello se aaden a la piara Juan de Poliac, los limosneros, Pierre Jean (por s solo veinte veces hereje), Raimundo Lull ("cuya doctrina contiene ms de quinientos errores, aunque slo transcribo cien, por mor de brevedad") y los lullistas (que con generosidad aportan otros veinte errores a los de su jefe), Arnaldo de Vilanova y los arnaldistas, Segarelli, Dolcino y los seudoapstoles... Adems de los herejes, la Inquisicin se ocupaba de los blasfemos (p 75 ss), los videntes y adivinos (p. 78 ss), los demonlotras o invocadores del diablo (p. 80 ss), los cristianos adscritos al judasmo, judos

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convertidos y ulteriormente rejudaizantes (p. 85 ss), los cristianos adscritos a la secta de los sarracenos (p. 88 ss). Se preguntan los autores de la obra: "Se considerar herejes -y penables, como tales, con los rigores inquisitoriales- a los judos y a los infieles, a los demonlatras, a los propagadores de herejas, a los culpables de cualquier delito contra la fe cristiana?". Despus de una larga disertacin llena de distingos, asientan: "Nosotros creemos que el Papa, vicario de Cristo, no slo ostenta poder sobre los cristianos, sino sobre todos los infieles" (p. 89). Las deducciones que se pueden sacar de esta premisa estn patentes. Claro que Mahoma no repar en muchos distingos. Veamos algunos versculos del Corn:
Las bestias peores cerca de Dios son los ingratos, que no creen (Sura VIII,57). ... Anuncia el castigo doloroso a los que no creen (Sura IX,3). Haced la guerra a los que no creen en Dios ni en el da ltimo, a los que no consideran prohibido lo que Dios y su apstol han prohibido y a aquellos hombres de las Escrituras que no profesan la creencia de la verdad. Hacedles la guerra hasta que paguen el tributo, aunque estn humillados (Sura IX,29). Oh creyentes! combatid a los infieles que os rodean; que hallan siempre en vosotros una acogida muda. Sabed que Dios est con los que le temen (Sura IX,124). Los que no creen sufrirn un suplicio terrible (Sura XXXIII,7). Cuando encontris infieles, matadles hasta el punto de hacer con ellos una carnicera y estrechad fuertemente las trabas de los cautivos (Sura XLCVII, Mahoma,4 ). "Desgraciados de los infieles, a causa del da que les est reservado! (Sura LI,60).

Pero sigamos con El manual de los inquisidores . Dicen sus autores: "Tras examinar las actas del acusado y de sus explicaciones, y teniendo la opinin de los expertos, resultar: 1. Que el acusado debe ser absuelto y declarado absolutamente limpio de hereja; 2. O bien que slo es "difamado de hereja" en sentido general; 3. O bien que debe sometrsele a preguntas y torturas; 4. O bien que es levemente sospechosos de hereja; 5. O bien que es fuertemente sospechoso de hereja; 6. O bien que es gravemente sospechoso de hereja; 7. O bien que es difamado y suspecto; 8. O bien que haba confesado y hecho penitencia y no era relapso; 9. O bien que haba confesado y purgado, pero es relapso; 10. O bien que haba confesado y no haba purgado y que no es realmente relapso; 11. O bien que haba confesado y no haba purgado, pero es relapso; 12. O bien que no ha confesado, pero ha sido convicto de hereja por testigos vlidos, y judicialmente; 13. O bien que es convicto de hereja, pero se halla en rebelda o es

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contumaz. "Estos trece tipos de veredicto valen perfectamente para todos aquellos que actualmente defienden, protegen o favorecen a los herejes" (p. 178179). Digamos algo sobre estos veredictos con palabras del Manual. Por ejemplo, el tercero es llamado "la cuestin". Dice: "Se aplica la cuestin de tormento al denunciado que no confiesa y al que no se ha podido declarar convicto de hereja durante el proceso. Si el acusado no confiesa nada bajo tortura, se le considerar inocente /.../ La forma de veredicto de tortura es la siguiente: "Nos, inquisidor, etc., considerando el proceso que te seguimos, considerando que varas en tus respuestas y que existen contra ti indicios suficientes para someterte a tortura; para que la verdad salga de tu propia boca y no ofendas ms los odos de tus jueces, declaramos, juzgamos y decidimos que tal da, a tal hora, seas sometido a tortura" (p. 184). Apunta el propio Manual: "Hay que sealar que el inquisidor no debe mostrar prisa en llegar a la tortura, pues los indicios por los que se llega a la tortura son, por definicin, arbitrarios. Por lo tanto los inquisidores evitarn recurrir continuamente a ella" (p. 186). Pero ms adelante, especifica: "Se dice que se puede 'reemprender' el suplicio si, durante la tortura, se obtienen nuevos indicios /.../ Sin embargo, no hay que abusar de esta posibilidad de 'reemprender' la tortura, no vaya a ser que el torturado entregue su alma durante los tormentos...". "Pero cuntas veces se pueden volver a aplicar toda la serie de torturas por no ratificacin de declaraciones? No hay unanimidad de los doctores al respecto. Otros piensan que se puede repetir la serie entera tres veces y ms. Yo, personalmente, creo que habra exceso de crueldad ( sic) y que no se debera pasar de dos series completas de tormentos" (p. 189). La serie estaba compuesta por cinco tipos de tormento, que constituyen otros tantos grados diferentes de suplicio. Eran palo, cuerdas, caballete, desplome, brasas. A continuacin, el suplicio del agua, los zapatos de hierro... y libre curso a la imaginacin del juez (cf. pg. 244). Veamos ahora el "Sexto veredicto: abjuracin por sospecha violenta ". "Al hereje que no abjure y que no quiera expiar se le entrega al brazo secular para que lo ejecute; de igual modo el que es violentamente sospechoso, si no quiere abjurar y volver al seno de la Iglesia, ni expiar conforme a las disposiciones del obispo y del inquisidor, ser entregado al brazo secular para ser ejecutado. Si abjura y acepta la expiacin, se le condenar a prisin perpetua" (p. 195). Una vez terminada la abjuracin, dice el inquisidor: Hijo muy querido, acabas de abjurar de las herejas de que eras violentamente sospechoso. Con ello te sometes a los deseos de la Iglesia, y est muy bien. Pero presta atencin en el futuro a no reincidir, a no merecer sospechas de ninguna clase de hereja,

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pues, sabe y no lo dudes ni un instante, que, como t mismo acabas de comprometerte, seras entregado sin ninguna misericordia al brazo secular para ser ejecutado "Despus de esto el inquisidor absuelve al abjurante de la excomunin, si estaba excomulgado. Luego se lee la sentencia de penitencia. "El abjurante llevar el sambenito durante uno o dos aos. Permanecer vestido de esta guisa a la puerta de la iglesia o en las escaleras del altar durante las misas de tales o cuales fiestas. Sufrir prisin perpetua o por un tiempo a determinar segn la ndole de la sospecha. El inquisidor recuerda que l puede, segn su criterio, reducir o agravar la penitencia. Luego le exhortar a ser paciente, prometindole aliviar la penitencia si es sumiso, y amenazndole con entregarle por impenitente al brazo secular para que le ejecuten, si protesta. Finalmente concede las indulgencias de costumbre: diez o veinte das a los presentes y tres aos a los delatores y colaboradores" (p. 197). No vale de mucho abjurar cuando se va camino de la hoguera, aunque se sea inocente. Pero ello tiene su premio... en el Cielo! Dice el Manual: "...aunque sea duro conducir a la hoguera a un inocente, no se aceptar que un acusado confiese para librarse de la muerte. Corresponde al confesor y a los telogos que le acompaan consolarle y reconfortarle en su verdad: no confieses lo que no has hecho, le dirn, y no olvides que si soportas con paciencia la injusticia y el suplicio, recibirs la corona del martirio" (p. 215). Hasta despus de muerto persigue la Inquisicin al hereje. La cuestin dimanante de la prctica del Santo Oficio de la Inquisicin n 22 pregunta: "Puede el inquisidor 'proceder' contra los muertos que, antes o despus del bito, hayan sido denunciados por herejes?" La respuesta es: "S, conforme a lo establecido por nuestros seores los papas Urbano IV y Alejandro IV". Nuevamente se pregunta: "Pero cunto tiempo despus de la muerte del hereje puede juzgarle un inquisidor?" La respuesta tiene distingos: 1) Si la condena es para confiscar sus bienes, "no se podra perseguir al cadver transcurridos cinco aos del fallecimiento del hereje: es la opinin de algunos doctores. Pero en realidad se le persigue hasta cuarenta aos despus de muerto. Y los herederos del difunto, aunque sean catlicos, incluso aunque posean con buena fe los bienes del hereje, quedan desposedos en beneficio del fisco eclesistico o civil, segn las leyes y las regiones". 2) Si se quiere lanzar anatema sobre la memoria del difunto, declarando que ha muerto en hereja, "no hay lmite de tiempo" para perseguirlo. "Y si la condena de la memoria del difunto se hace ms de cuarenta aos despus de la muerte de ste, sus herederos conservan, naturalmente, los bienes, pero se les aplicarn las penas previstas especialmente para los hijos de herejes: se les declarar infames e ineptos para cualquier funcin pblica y cualquier beneficio". Otra pregunta: "Cmo se 'procede' contra un difunto?" Bueno, la respuesta es larga y, tambin, con muchos distingos. Sin embargo, el

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Manual los reduce a esto: "En caso de proceso pstumo se recurre a la prctica de las efigies... Tambin se entregar al brazo secular la efigie del acusado que se suicide durante el proceso, ya que el suicidio constituye la ms clara confesin de culpabilidad". Fin del proceso de culpabilidad: "Finalmente, conforme a lo establecido en el concilio de Toulouse en 1229 se demoler la casa del hereje condenado y quemado (haya sido condenado vivo o despus de morir) y se arrasar el solar para que no quede vestigio /.../ Conforme a la tradicin inquisitorial, se cubrir con sal el solar nivelado para que sea para siempre estril. Luego se erigir una estela en la que se irn grabando el nombre del dueo de la casa demolida, la sentencia de demolicin y la fecha de ejecucin (bajo qu reinado, en qu pontificado). Puede verse una estela de estas en la ilustre ciudad de Valladolid, en donde, en 1559, Agustn Cazzala, pese a ser converso y penitente, fue entregado al brazo secular por dogmatista y su casa fue arrasada" ( p. 234). Uno no puede transcribir tal barbarie sin horrorizarse. Pero el inquisidor no deba de sentirse mal. Al contrario. La ltima cuestin (70) dimanante pregunta y contesta: "Gana el inquisidor durante su vida o a la hora de la muerte indulgencia plenaria? S. As lo han establecido los papas Clemente IV, Alejandro IV y Urbano IV que extendieron a los inquisidores el beneficio de indulgencia plenaria concedido durante la vida y a la hora de la muerte a todos los que luchan por la conquista de Tierra Santa" (p. 280). A quien esto transcribe le asalta el deseo de que a tales papas (poco clementes y mucho menos urbanos) los hayan puesto en el ... infierno IV! Para descargo de la Iglesia catlica espaola digamos que solamente en Alemania, entre l450 y 1550, fueron muertas cien mil brujas, la cuarta parte quemadas. La locura es una enfermedad bastante extendida. 2.3. La intolerancia sigue

Hegel ha sealado que tena que aparecer alguien que atacara de frente al judasmo mismo. La raz del judasmo es lo objetivo, es decir, el servicio, la servidumbre frente a algo ajeno. Era eso lo que Jess atacaba. Por lo general, Jess opuso el sujeto a la ley. Opuso la moralidad a la ley? La moralidad es, segn Kant, la subyugacin del individuo bajo lo universal, la victoria de lo universal sobre la individualidad opuesta a l. Es ms bien la elevacin de lo individual a lo universal, unificacin, cancelacin de las dos partes opuestas por la unificacin. Moralidad es la superacin de una divisin en la vida. El principio de la moralidad es el amor. Querer es la exclusin de lo opuesto. Jess opone al mandamiento la disposicin sensible, la inclinacin a actuar moralmente. Pero Jess no hall nada en los judos que le hubiera ayudado a combatirlo. Tuvo, pues, que sucumbir l despus de no haber fundado otra cosa que una secta ms que se refugia en lo imaginario. La creacin resultante de las predicaciones del Maestro de Nazaret es un reino imaginario. En el cristianismo, ni la moral ni la religin estn en

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contacto con la realidad. No hay ms que causas imaginarias: Dios, alma, yo , el espritu, el libre albedro o el albedro no libre. Tambin los efectos son imaginarios: el pecado, la salvacin, la gracia, la expiacin, el perdn de los pecados. Las relaciones entre los seres son, asimismo, imaginarias: Dios, los espritus, el alma. La ciencia natural que se postula es imaginaria, antropocntrica, con carencia absoluta del concepto de causas naturales. Una psicologa imaginaria que emplea un lenguaje figurado de las idiosincrasias morales y religiosas: el arrepentimeineto, la voz de la conciencia, la tentacin del diablo, la presencia de Dios. La teologa, que pudiera creerse lo ms propio de la secta, no deja de ser imaginaria: el Reino de Dios, el juicio final, la vida eterna... Todo este mundo de ficciones tiene sus races en el odio contra lo natural, contra la realidad. El cristianismo, dijo F. Nietzsche, es la expresin de una profunda aversin a la realidad. Por eso la persigue. Le resulta intolerable. Muchos historiadores han registrado con sombro que toda iglesia, al volverse dominante, se hace tambin intolerante. La memoria de sus sufrimientos pasados se borra. Claro que la intolerancia no es caracterstica casual, abstrada de la historia y de la experiencia, sino una necesidad que se deriva forzosamente del derecho de toda iglesia. Se trata del derecho de toda sociedad de excluir de su seno a aqul que no se someta a sus leyes y ordenanzas. Despus de siglos de persecucin furiosa en contra de los que se desviaban, la Inquisicin pas. Pas tambin la intolerancia de siglos de la Iglesia catlica? Creemos que, como muchas fieras, ha perdido algunas lanas, mas no... las maas. Veamos. Leamos lo que el Catecismo dice sobre "Castidad y homosexualidad", en primer lugar:

2357. La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atraccin sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a travs de los siglos y las culturas. Su origen psquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyndose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves, la Tradicin ha declarado siempre que los actos homosexuales son intrnsecamente desordenados. Son contrarios a la ley natural (sic). Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementacin afectiva y sexual (sic). No pueden recibir aprobacin en ningn caso. 228

2358. Un nmero apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales instintivas. No eligen su condicin homosexual; sta constituye para la mayora de ellos una autntica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasin y delicadeza. Se evitar, respecto a ellos, todo signo de discriminacin injusta [?]. Estas personas estn llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Seor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condicin 2359. Las personas homosexuales estn llamadas a la castidad. Mediante virtudes de dominio de s mismo que eduquen la libertad interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oracin y la gracia sacramental, pueden y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfeccin cristiana.
Si un homosexual creyente acepta estos argumentos de la Iglesia catlica y decide renunciar a su condicin sexual para alcanzar "la perfeccin cristiana", es su libertad. Pero el hecho no justifica la intolerancia eclesistica para con l y con muchos otros que, como l, desean ser cristianos dentro de la Iglesia catlica. Una noticia que recorri el mundo ilustr ms, si ello es posible, la intolerancia papal:
Importantes editorialistas y polticos italianos reaccionaron abiertamente contra las crticas del Papa Juan Pablo II a la marcha del Orgullo Homosexual (Gay Pride), a la que calific de afrenta al Jubileo, desatando un verdadero debate nacional sobre los derechos de los homosexuales en Italia. Pocas veces se haba visto en Italia una toma de posicin tan dura y abierta contra las palabras del Papa, pronunciadas el domingo durante el Angelus, al expresar su disgusto por lo que calific de ofensa a una ciudad como Roma, "especialmente querida por los catlicos", y de "afrenta" al Gran Jubileo del 2000, al referirse la vspera a la manifestacin de miles de homosexuales de todo el mundo 258

Otro ndice de intolerancia es el referido a la decisin tan humana de divorciarse. La oposicin es, incluso, a la separacin decidida por ambos cnyuges. Y es que para la Iglesia "El divorcio es una ofensa grave a la ley natural" (sic) (& 2384). Tampoco le gusta al Vaticano la unin libre de un hombre y una mujer que deciden probar vida en comn. Los distintos matices de esa unin

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libre son contrarios para la ley moral, pues "el acto sexual debe tener lugar exclusivamente en el matrimonio; fuera de ste constituye siempre un pecado grave y excluye de la unin sacramental" (& 2390). Si esa intolerancia es para con la gente "del siglo", qu esperar para los que deciden vivir "en religin"? La Iglesia catlica impone a sus sacerdotes un estndar de pureza tan elevado, inalcanzable e inhumano, que una parte de ellos slo son capaces de enfrentarse a l desde su propia derrota. Aplicndose en la anulacin de su persona mediante la humillacin y el sufrimiento, pretenden hacerse acreedores del ms alto perdn. Esos sacerdotes masoquistas aprendieron en el seminario que no importa cun grande pueda llegar a ser un pecado mientras la penitencia consiguiente sea igualmente ciclpea. Por eso, en la dureza de su cada puede el arrepentido encontrar la medida de su virtud y la va de su perdn. Remitimos al lector al captulo 4, Varn de dolores. Pero hay mucho ms que el masoquismo que cada quien pueda gozar. La Iglesia catlica estimula verdaderas aberraciones morales. Por ejemplo, de todos es sabido que la delacin/castigo es un mecanismo habitual de control en el seno de instituciones y sociedades de corte autoritario. La Iglesia lo es, sin duda alguna. Al ser alentado por sus dirigentes, este sistema delacin/castigo acaba implantndose como una dinmica compensatoria cotidiana entre los elementos ms frustrados, mediocres y ambiciosos de la comunidad religiosa. Pero al margen de ser un instrumento fundamental para lograr el dominio y el control del clero, la ley del celibato religioso es una estrategia fundamentalmente economicista, que permite abaratar los costos de mantenimiento de la plantilla laboral de la Iglesia catlica y, al mismo tiempo, incrementar su patrimonio institucional. El obligado carcter clibe del clero lo convierte en una gran masa de mano de obra barata y de alto rendimiento, dotada de una movilidad geogrfica y de una sumisin y dependencia jerrquica absoluta 259. La ley de celibato obligatorio es fuente de problemas psicolgicos y sociales. Un superior jesuita pone el dedo en la llaga cuando afirma que, para muchos, el voto se confunde ms o menos con la obligacin de luchar contra el pecado de la carne. Se les ha presentado la castidad como puramente negativa y como una renuncia a todo amor humano profundo. Pero algunos se preguntan si esto agrada a Dios. Algunos tienen miedo de amar, pensando que esto es contrario al voto de castidad. Ven en el amor conyugal slo el placer de los sentidos. Otros han fundado la castidad sobre el desprecio a las mujeres y no ven que se pueda amarlas sino por pasin. Ellas son objeto de tentacin y son peligrosas260 lvaro Jimnez sostiene que en ningn rea de la personalidad se encuentran tantos residuos infantiles como en el aspecto religioso. Muchas personas cultas, universitarias y profesionales quedan estancadas en una religiosidad juvenil, mientras la maduracin intelectual, emocional y social se desarrolla de una manera ms o menos satisfactoria /.../ Hay que conceder que no slo son frecuentes los casos de religiosidad inmadura, sino que en muchos pacientes se presentan elementos patolgicos de carcter religioso /.../ Este hecho es de

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extraar, dada la profundidad religiosa de la personalidad humana; la religin, lo mismo que el sexo y la agresividad, por su papel decisivo en la psicologa humana, son energas potentsimas, que lo mismo pueden canalizarse para la autorrealizacin del individuo y el bien de la sociedad, o desviarse para el dao o destruccin propia y ajena 261. Pero hay algo mucho ms grave: los abusos sexuales del clero. En Estados Unidos, pas donde se ha abierto pblicamente la caja de Pandora de los abusos sexuales de sacerdotes catlicos a menores, los datos que ya han sido comprobados son terribles. Tras verificar que en 100 de sus 186 dicesis hubo denuncias por violencia sexual, a principios de la dcada de los noventa, la Conferencia Episcopal norteamericana tuvo que solicitar al Vaticano la posibilidad de reducir al estado laical a los sacerdotes implicados. El papa Wojtyla, en una carta pastoral dirigida a la iglesia norteamericana, fechada el 11 de junio de 1993, tuvo que reconocer la gravedad y dimensin del problema de los abusos sexuales a menores cometidos por sacerdotes catlicos. Y no poda ser ya de otra manera: en ese momento se haba juzgado y condenado por abuso sexual de menores a unos... 400 curas! Por casos aflorados en los nueve aos anteriores, las dicesis norteamericanas haban pagado alrededor de 400 millones de dlares en indemnizaciones por daos morales causados a las vctimas. En los procesos judiciales en curso se jugaban otros mil millones de dlares en nuevas indemnizaciones. En Gran Bretaa, para intentar cubrirse de las responsabilidades econmicas de los abusos sexuales del clero sobre menores, la jerarqua de la Iglesia catlica ha suscrito una pliza especfica de seguridad con la compaa Lloyds de Londres262. El cinismo de la Iglesia catlica en lo referente al quinto mandamiento no tiene parangn. Dice el Catecismo en el & 2258: " La vida humana es sagrada, porque desde su inicio es fruto de la accin creadora de Dios y permanece siempre en una especial relacin con el Creador, su nico fin. Slo Dios es dueo de la vida desde su comienzo hasta su trmino..." Sentado lo anterior, no podemos dejar de sonrer cuando la propia Iglesia justifica la pena de muerte. Dice el mismo Catecismo: "La preservacin del bien comn de la sociedad exige colocar al agresor en estado de no poder causar perjuicio. Por este motivo la enseanza tradicional de la Iglesia ha reconocido el justo fundamento del derecho y deber de la legtima autoridad pblica para aplicar penas proporcionadas a la gravedad del delito, sin excluir, en casos de extrema gravedad, el recurso a la pena de muerte..." (& 2266). Es comprensible: la Iglesia catlica es gobernada por el Antiguo Rgimen. Los Derechos Humanos todava no fueron promulgados en el Vaticano.

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Captulo 7 EL HIJO DE DIOS

1. Resurrexit! 1.1. La maana de la Pascua cristiana (o el sepulcro vaco) Cuenta Mateo: "Pasado el sbado, ya para amanecer, el da primero de la semana, vino Mara Magdalena con la otra Mara a ver el sepulcro. Y sobrevino un gran terremoto, pues un ngel del Seor baj del cielo y acercndose removi la piedra del sepulcro y se sent sobre ella. Era su aspecto como el relmpago, y su vestidura blanca como la nieve. De miedo de l temblaron los guardias y se quedaron como muertos. El ngel, dirigindose a las mujeres, dijo: No temis vosotras, pues s que buscis a Jess el crucificado. No est aqu; ha resucitado, segn lo haba dicho. Venid y ved el sitio donde fue puesto. Id luego y decid a sus discpulos que ha resucitado de entre los muertos y que os precede a Galilea; all le veris. Es lo que tena que deciros. Partieron ligeras del monumento, llenas de temor y de gran gozo, corriendo a comunicarlo a los discpulos. Jess les sali al encuentro dicindoles: Dios os salve. Ellas, acercndose, le cogieron los pies y se postraron ante l. Djoles entonces Jess: No temis; id y decid a mis hermanos que vayan a Galilea y que all me vern"(Mt 28,1-10). Cuenta Marcos: "Pasado el sbado, Mara Magdalena, y Mara de Santiago, y Salom compraron aromas para ir a ungirle. Muy de madrugada, el primer da despus del sbado, en cuanto sali el sol vinieron al monumento. Se decan entre s: Quin nos remover la piedra de entrada del monumento? Y mirando, vieron que la piedra estaba removida; era muy grande. Entrando en el monumento, vieron un joven sentado a la derecha, vestido de una tnica blanca, y quedaron sobrecogidas de espanto. l les dijo: No os asustis. Buscis a Jess Nazareno, el crucificado; ha resucitado, no est aqu; mirad el sitio en que le pusieron. Pero id a decir a sus discpulos y a Pedro que os preceder a Galilea; all le veris, como os ha dicho. Saliendo huan del monumento, porque el temor y el espanto se haban apoderado de ellas, y a nadie dijeron nada; tal era el miedo que tenan. Resucitado Jess la maana del primer da de la semana, se apreci primero a Mara Magdalena, de quien haba echado siete demonios. Ella fue quien lo anunci a quienes haban vivido con l, que estaban sumidos en la tristeza y el llanto; pero oyendo que viva y que haba sido visto por ella, no lo creyeron"(Mc 16,1-11). Cuenta Lucas: "Pero el primer da de la semana, muy de maana, vinieron al monumento, trayendo los aromas que haban preparado, y

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encontraron removida del monumento la piedra, y entrando no hallaron el cuerpo del Seor Jess. Estando ellas perplejas sobre esto, se les presentaron dos hombres vestidos de vestiduras deslumbrantes. Mientras ellas se quedaron aterrorizadas y bajaron la cabeza hacia el suelo, les dijeron: Por qu buscis entre los muertos al que vive? No est aqu, ha resucitado. Acordaos cmo os habl estando an en Galilea, diciendo que el hijo del hombre haba de ser entregado en poder de pecadores, y ser crucificado, y resucitar al tercer da. Ellas se acordaron de sus palabras, y volviendo del monumento, comunicaron todo esto a los once y a todos los dems. Eran Mara la Magdalena, Juana y Mara de Santiago y las dems que estaban con ellas. Dijeron esto a los apstoles, pero a ellos les parecieron desatinos tales relatos y no los creyeron. Pero Pedro se levant y corri al monumento, e inclinndose vio slo los lienzos, y se volvi a casa admirado de lo ocurrido" (Lc 24, 1-12) Cuenta Juan: "El da primero de la semana, Mara Magdalena vino muy de madrugada , cuando an era de noche, al monumento, y vio quitada la piedra del monumento. Corri y vino a Simn Pedro y al otro discpulo a quien Jess amaba, y les dijo: Han tomado al Seor del monumento y no sabemos dnde le han puesto. Sali, pues, Pedro y el otro discpulo y fueron al monumento. Ambos corrieron; pero el otro discpulo corri ms aprisa que Pedro, y lleg primero al monumento, e inclinndose vio las bandas; pero no entr. Lleg Simn Pedro despus de l, y entr en el monumento y vio las fajas all colocadas, y el sudario que haba estado sobre su cabeza, no puesto con las fajas, sino envuelto a parte. Entonces entr tambin el otro discpulo que vino primero al monumento, y vio y crey; porque an no se haban dado cuenta de la Escritura, segn la cual era preciso que l resucitase de entre los muertos. Los discpulos se fueron de nuevo a casa. Mara se qued junto al monumento, fuera, llorando. Mientras lloraba se inclin hacia el monumento, y vio a dos ngeles vestidos de blanco, sentados a la cabecera y otro a los pies de donde haba estado el cuerpo de Jess. Le dijeron: Por qu lloras, mujer? Ella les dijo: Porque han tomado a mi Seor y no s dnde le han puesto. En diciendo esto, se volvi para atrs y vio a Jess que estaba all, pero no conoci que fuese Jess" (J 20, 114). Cuando un profano en misterios teolgicos se pone a leer los pasajes que relatan la resurreccin de Jess -episodio fundamental en el que se basa el cristianismo para demostrar la divinidad de Jess- , espera encontrar una serie de relatos pormenorizados, slidos, documentados y, sobre todo, coincidentes unos con otros. Pero los textos de los cuatro evangelistas nos dan justamente la impresin contraria. Basta comparar los relatos de todos ellos para darse cuenta de la fragilidad de su estructura interna y, por tanto, de su credibilidad. Si resumimos la escena tal como lo "atestiguan" los cuatro evangelistas inspirados por el Espritu Santo, obtendremos el siguiente cuadro. En Mateo, van dos Maras a ver el sepulcro, se produce un terremoto, baja un ngel del cielo, remueve la piedra de entrada de la tumba y se sienta en ella, y deja a los guardias "como muertos". El ngel les avisa que Jess las ver en Galilea, pero ste, resucitado, decide aparecrseles antes. En Marcos, las mujeres (que ya no slo son las dos Maras, puesto que se

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suma Salom) van a ungir el cuerpo de Jess; no hay terremoto; la piedra de entrada ya estaba quitada; los guardas se han esfumado;un joven est dentro del monumento sentado a la derecha; y les dice a las tres mujeres que Jess Nazareno les preceder a Galilea. El resucitado , ahora, decide aparecerse slo a la Magdalena. En Lucas, las mujeres, que siguen llevando ungentos, son las dos Maras, Juana, que sustituye a Salom, y "las dems que estaban con ellas"; tampoco hay terremoto ni guardias; se les presentan dos hombres, aparentemente procedentes del exterior del sepulcro, vestidos de vestiduras deslumbrantes. Pedro da fe del hecho prodigioso. No hay mencin de verse en Galilea. Ms adelante, el resucitado se les aparece a dos discpulos que caminan a Emas. En Juan slo hay una mujer, Mara Magdalena, que no va a ungir el cadver. Como no ve a nadie en el sepulcro, corre a avisar, no a uno, sino a dos apstoles, que certifican el suceso. Despus de esto, mientras Mara llora fuera del sepulcro, se aparecen dos ngeles, sentados en la cabecera y los pies de donde estuvo el cuerpo del crucificado. En ese mismo momento Jess se le presenta a la mujer, aunque ella no lo reconoce como tal. A los discpulos, el resucitado se les aparecer en la tarde, pero no les dice nada de verse en Galilea. En lo nico en que coinciden todos los evangelistas es: 1) en la desaparicin del cuerpo de Jess, 2) en la vestimenta blanco/luminosa que llevaba el ngel/ joven/ dos hombres/ dos ngeles, 3) en que la resurreccin es... cosa de mujeres! y 4) en verse en Galilea (en Mateo y Marcos). No hace falta ser un agnstico malicioso para llegar a la evidente conclusin de que estos pasajes no pueden tener la ms mnima credibilidad. No hay explicacin alguna para la existencia de tantas y tan graves contradicciones en textos supuestamente escritos por testigos directos y redactados dentro de un perodo de tiempo de unos treinta a cuarenta aos entre el primero (Marcos) y el ltimo (Juan) e... inspirados por Dios! Los relatos se vuelven comprensible si la historia del Domingo de Pascua es entendida como una elaboracin mtica para completar el diseo de la personalidad divina de Jess, asimilndola a las hazaas legendarias de los dioses solares jvenes y expiatorios que le haban precedido, entre los cuales estaba Mitra. ste, como veremos ms adelante, era su competidor directo en esos das, pues no slo haba tenido una natividad similar a la adjudicada a Jess, sino que, tambin, haba resucitado al tercer da. En otras palabras, la redaccin de este "hecho" crucial pone de manifiesto la manera cmo el politesmo empez a entrar por todas las ventanas del edificio monotesta judo. Pero esto es el tema del prximo captulo. Si leemos entre lneas los versculos citados 263, encontraremos algunas pistas interesantes que nos permiten comprender mejor el nimo de sus redactores. Marcos, el primer texto evanglico escrito, obra del traductor del apstol Pedro, esboz el relato mtico con prudencia y evit las alharacas sobrenaturales innecesarias. Mateo, por el contrario, a pesar de que se inspir en Marcos para escribir su obra, sigui siendo fiel a su estilo y se regocij en adaptar leyendas paganas orientales al mito de Jess. Ya fuese obra del verdadero Mateo o del redactor que puso a punto la versin

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de su actual evangelio en Egipto, en su texto aparecen los tpicos terremotos y seres celestiales bajados del cielo, narraciones propias de las leyendas paganas . Anotemos otra cosa sobre el relato de la maana de la Pascua cristiana. Parece que el testimonio de Mara Magdalena no era muy de fiar. Haba buenas razones, pues "haba sido curada (?) de espritus malignos, de la cual haban salido siete (!) demonios" (Lc 8, 2). Los evangelistas tuvieron buenas razones para poner tambin a Pedro y al otro discpulo a quien Jess amaba de testigos. La inexplicable incredulidad de los apstoles ante la noticia de la resurreccin de Jess resulta an mucho ms alarmante cuando leemos el testimonio de Mateo acerca del suceso que sigui a la muerte del Mesas judo: Jess, dando de nuevo un fuerte grito, expir. La cortina del templo se rasg de arriba abajo en dos partes, la tierra tembl y se hundieron las rocas; se abrieron los monumentos, y muchos cuerpos de santos que dorman, resucitaron, y salieron de los sepulcros, despus de la resurreccin de l, vinieron a la ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurin y los que con l guardaban a Jess, viendo el terremoto y cuanto haba sucedido, temieron sobremanera y se decan: Verdaderamente este era el hijo de Dios (Mt 27,50-54). Ante este testimonio de Mateo, un autor un poco tremendista 264 saca, sin embargo, dos conclusiones muy pertinentes: 1) o el relato es una absoluta invencin, con lo que tambin se convierte en una invencin el resto de la historia de la resurreccin; 2) o la humanidad de esa poca presentaba el nivel de cretinez ms elevado que jams pueda concebirse. Una convulsin como la descrita, no slo hubiese sido "la noticia del siglo" a lo largo y ancho del Imperio romano, sino que, obviamente, tendra que haber llegado a todo el mundo, judos y romanos incluidos. Si ello hubiera sido el caso, el Sumo Sacerdote y el Emperador al frente iran a peregrinar ante la cruz del suplicio para aceptar al ejecutado como el nico y verdadero "hijo de Dios", tal como supuestamente apreciaron, con buen tino, "el centurin y los que con l guardaban a Jess". En lugar de eso, nadie se dio por aludido en una sociedad hambrienta de dioses y prodigios, ni cundi el pnico entre la poblacin, en una poca en que buena parte de los judos esperaba el inminente final de los tiempos, cosa que tambin haba credo y predicado el propio Jess. Tal "hecho" ni siquiera logr que los apstoles sospecharan que all estaba a punto de suceder algo maravilloso y por eso les pill fuera de juego la nueva de la resurreccin. El creyente es libre de aceptarla o no. Es creencia comn entre los cristianos actuales que Jess posee el poder de resucitar a los muertos en el da del Juicio Final. Sorprendentemente, ni Mateo, ni Marcos, ni Lucas dijeron palabra alguna a este respecto. nicamente el mstico y esotrico Juan, en la primera dcada del siglo II d. C., vino a llenar este incomprensible vaco con versculos como los siguientes:

Porque esta es la voluntad de mi Padre; que todo el que ve al hijo y cree en l tenga la vida eterna, y yo 186

le resucitar en el ltimo da (Jn 6,40). Nadie puede venir a m si el Padre, que me ha enviado, no le trae, y yo le resucitar en el ltimo da (Jn 6,44). El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitar en el ltimo da (Jn 6,54).
Contra Juan, Pablo, que era judo, reservaba a Dios la capacidad de resurreccin, no al Jess divinizado o a cualquier otro (Act 24,14-15). En realidad, la creencia en una resurreccin limitada a las personas que haban vivido de acuerdo con los mandamientos de Dios lo atestigua la literatura de la poca. Pero no todos los hombres se alzaran de entre los muertos... slo los justos participarn en el mundo futuro. Un sector de opinin considerable niega la resurreccin de los inicuos. Los pecadores no sern resucitados. Esta creencia exclua claramente a los individuos a los que por sus actos criminales se les aplicaba la pena de muerte por veredicto de un tribunal judo. La creencia de que slo los justos sern resucitados y habitarn la nueva tierra pervive mucho tiempo 1.2. Resurreccin E. Schure ha sealado que se puede no conceder ningn valor objetivo a la resurreccin y considerarla como un fenmeno de alucinacin pura. Pero en ese caso, sostiene este autor, hay que aceptar que la ms grande revolucin religiosa de la humanidad se funda sobre una aberracin de los sentidos y sobre una quimera del espritu. La desaparicin del cuerpo de Jess -sigue diciendo E. Schure- puede explicarse por causas naturales y hay que notar que los cuerpo de varios adeptos han desaparecido sin dejar rastro y de un modo tan misterioso como ste, entre otros los de Moiss, Pitgoras y de Apolonio de Tiana, sin que se haya podido jams saber qu ha sido de ellos. Quizs los hermanos conocidos o desconocidos que velaban sobre ellos hayan destruido por el fuego los despojos del Maestro, para sustraerlos a la profanacin de sus enemigos. Sea de ello lo que quiera, la grandeza espiritual de la resurreccin slo aparece si se la comprende en sentido esotrico, anota este autor. Entre los egipcios, como entre los persas de la religin mazdiana de Zoroastro, antes y despus de Jess en Israel, como entre los cristianos de los primeros siglos, la resurreccin fue comprendida de dos maneras, una material y absurda, otra espiritual y teosfica. La primera es la idea popular finalmente adoptada por la Iglesia despus de la represin del gnosticismo; la segunda es la profunda idea de los iniciados. En el primer sentido, la resurreccin significa la vuelta a la vida del cuerpo material, en una palabra, la reconstitucin del cadver descompuesto o dispersado, que se figuraban deba tener lugar al advenimiento del Mesas o en el Juicio Final. Intil es hacer resaltar el materialismo grosero y lo absurdo de esa concepcin. Para el iniciado, la resurreccin tena un sentido muy diferente y se relacionaba con la constitucin ternaria del hombre. El significaba la purificacin y

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regeneracin del cuerpo sideral, etreo y fludico, que es el organismo del alma y en cierto modo la cpsula del espritu. Esa purificacin puede tener lugar desde esta vida por el trabajo interno del alma y cierto modo de existencia; pero no tiene ms que despus de la muerte para la mayor parte de los hombres, y slo para aqullos que de uno u otro modo han aspirado a lo justo y a lo verdadero. En el otro mundo la hipocresa es imposible. All las almas aparecen tal como en realidad ellas son; ellas se manifiestan fatalmente bajo la forma y el color de su esencia: tenebrosas y repugnantes si son malas, radiantes y bellas si son buenas. Tal es la doctrina expuesta por Pablo en la Epstola a los Corintios (15, 39-46) donde formalmente dice: "Hay un cuerpo animal y un cuerpo espiritual". Jess lo anuncia simblicamente, pero con ms profundidad para quien sabe leer entre lneas, en su conversacin secreta con Nicodemo. Cuanto ms espiritualizada est un alma, ms grande ser su alejamiento de la atmsfera terrestre, ms lejana la regin csmica que la atrae por su ley de afinidad, ms difcil su manifestacin a los hombres. Para el joven Hegel, considerar la resurreccin de Cristo como un evento es adoptar el punto de vista del historiador, que no tiene nada que ver con la religin. Creer en tal acontecimiento o no creer en l, sin inters religioso, es asunto del entendimiento cuya obra, la fijacin de lo objetivo, es precisamente la muerte de la religin. Pero, naturalmente, el entendimiento parece tener derecho a intervenir, puesto que el lado objetivo de Dios no es meramente una configuracin del amor, sino tambin algo que subsiste para s, algo que, en cuanto realidad, reivindica un lugar en el mundo de las realidades. Por eso es difcil aprehender el aspecto religioso de Jess resucitado, aprehender el amor configurado en su belleza. Puesto que slo se transform en Dios a travs de su apoteosis, su divinidad es la deificacin de algo que existe tambin en cuanto realidad. Jess vivi como una individualidad humana, muri en la cruz y ha sido sepultado. Esta tacha de humanidad es algo enteramente diferente de la configuracin que es propia de Dios. El aspecto objetivo de Dios, su configuracin, es objetivo slo en la medida en que esta manifestacin del amor que unifica a la comunidad, en que es la contraparte pura de este amor. Tal configuracin objetiva no contiene nada que no existiera ya en el amor (slo que, en este caso, en cuanto opuesto), nada que no fuera, al mismo tiempo, sensacin 265. Guignabert explica el "hecho" argumentando que la fe-confianza (esperanza) de los apstoles triunf de la propia muerte. Y aqu tocamos el ms oscuro de los problemas. Volvieron a encontrarse en Galilea, en el marco familiar donde haban vivido con Jess; creyeron verlo de nuevo y se persuadieron de que no estaba muerto. ste es el hecho, aunque los detalles se nos escapan. Como era inevitable, la leyenda quiso aclararlo y lo ha tornado ms ininteligible, mezclndolo con episodios maravillosos, inverosmiles, imposibles de verificar dadas las contradicciones de los textos. Los relatos de la Resurreccin de que disponemos hoy se le ofrecen al crtico como agregados compuestos de recuerdos confusos, exactitudes inventadas, de viejas historias, triviales ya en el mundo oriental. Pero, qu tienen como fundamento, por cuanto seguramente tienen algo de exacto? De toda evidencia, una visin de Pedro, seguida de visiones colectivas, fenmeno de contagio mental, comn en la historia de las religiones. No

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olvidemos que si los apstoles vuelven de Jerusaln horrorizados, perplejos, momentneamente desalentados porque lo que esperaban no se ha producido y han recibido un golpe tan rudo como inesperado, pueden sin embargo no estar desesperados. Han confiado demasiado en la promesa de Jess para desprenderse de ella. Pasado el primer momento de confusin, en el medio donde antes los conmoviera tan profundamente, influye de nuevo sobre ellos y especialmente sobre Pedro. Pero la promesa de Jess est, para ellos, ligada a la persona de Jess. Admitir que esa persona ha desaparecido para siempre es abandonar toda esperanza (y, por otro lado, la idea de la resurreccin de los muertos est muy presente en el mundo judo de la poca). Esta idea fija su fe; por decirlo as, la hipnotiza: no es posible que nos haya abandonado, que su muerte sea definitiva. El resultado seguro de esa tensin constante en el cerebro de los hombres a la vez rudos y msticos, exaltados por la espera y el deseo, es la visin. Por eso Pedro ve a Jess y luego otros lo ven como l lo ha visto (pero no pueden tocarlo). Que se trata de francas alucinaciones usuales, o de interpretaciones alucinadas de cualesquiera apariencia, poco importa; los pescadores del lago de Genesaret estaban igualmente desarmados ante uno y otro fenmeno. Las visiones convencen a los apstoles de que Jess vive, que vive por lo menos en su espritu glorificado por Dios. Pero para vivir es necesario que ya no est muerto, y si ya no est muerto -para los judos de aquel tiempo no haba vacilacin posible- es que ha resucitado. No se dice resucitado en su cuerpo enterrado , sino resucitado con su cuerpo. Suponiendo que los apstoles hayan pensado al principio slo en apariciones de su espritu, no han podido, indudablemente, mantenerse mucho tiempo en esa opinin, porque la creencia popular les representaba la resurreccin como una repeticin literal de la vida terrestre. Recordemos, p. e., que durante su vida, Jess haba pasado por ser, para ciertas gentes, Juan el Bautista resucitado (Mc 6,14). Adems, varios textos de la Escritura, en los que buscaron el anuncio y la justificacin de la resurreccin de Jess, les impusieron la conviccin de que haba salido de su tumba al cabo de tres das, o al tercer da. As Oseas ( 6,2) profetizaba: "l nos dar vida a los dos das, y al tercero nos levantar y viviremos ante l". En Jons 2, 1, seguramente leyeron: "Y Jons estuvo en el vientre del pez por tres das y tres noches" (cf. Mt 12,40). O recordaron tambin el salmo 16, 10 (cf. Act 2, 27-31). La leyenda, pues, se fund en el convencimiento de los apstoles, pero fue en tierra griega donde se constituy en su mayor parte, en la tierra donde haba nacido y predicado Saulo de Tarso. Y es que san Pablo es el primer gran mstico, el primer cristiano propiamente dicho. Aunque a san Pedro se le hubiese antes aparecido el Maestro, san Pablo vio al Cristo en s mismo, se le apareci. Si no hubieran tenido los apstoles esa fe en la resurreccin de su Maestro, no habra habido cristianismo y, desde este punto de vista ha podido decirse que, sin su muerte, Jess no tendra ningn lugar en la Historia. San Pablo dice: "Si Cristo no resucit, vuestra fe es vana" (1 Cor 15,17). Sostiene Renn que la historia de Israel es un esfuerzo de diez siglos para llegar a la idea de las compensaciones ms all de la muerte. El judo rico se crea bastante recompensado con su riqueza, y el judasmo, en el medio de

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la triste vida de la antigedad, proporcionaba tanta ventura, que se perdonaban muchas oscuridades. No sucedi lo mismo cuando empez la persecucin de Antoco IV Epfanes (c. 215-164 a.C.), rey de la dinasta Selucida (175-164 a.C.), hijo de Antoco III. Desde el 171 hasta el 168 a.C. estuvo en guerra contra Egipto y derrot a su rey Tolomeo VI. Despus de tomar Jerusaln, prohibi el judasmo e intent establecer el culto a los dioses griegos. Bajo el liderazgo del sacerdote judo Matatas (fallecido hacia el 166 a.C.) y sus hijos, los Macabeos, los judos se revelaron (167-160 a.C.) y expulsaron a Antoco de Jerusaln. En la persecucin de Antoco se vieron recompensados los apstatas, mientras que, por no renegar de la Ley, los fieles deban morir entre atroces suplicios. Las explicaciones de este hecho tremendamente injusto, que hasta entonces slo haban parecido defectuosas, se tornaron completamente vacas. De ningn modo se poda alegar que aquellos justos haban encontrado recompensa en la vida presente. El mrtir es recompensado sin duda, pero no en la tierra, sino en otro mundo. Hay otra vida en la que se realiza la recompensa de Dios. Los santos, ahora oprimidos, sern los reyes del mundo. Los mrtires que hayan contribuido a fundarlo resucitarn tambin, pero en el valle de la Gehenna donde no muere el gusano ni se extingue el fuego. Claro que, como se dijo ya, algunos opinan que el malo no resucita y que su castigo es la nada. Gracias, pues, a esta afirmacin heroica sali vencedor Israel de una situacin sin salida. Nunca se produjo un dogma de manera ms ineluctable. La fe en la resurreccin procede de un sistema tan lgico en el desarrollo de las ideas judas que es totalmente superfluo buscarle origen ajeno. Persia crea en la resurreccin antes que Israel, y hay que confesar que el Libro de Daniel, en el que figura por primera vez el dogma judo, est lleno de influencias persas; pero el mrtir fue el verdadero fundador de la creencia en la segunda vida. El vidente de Patmos no imagina su reino de mil aos ms que para los mrtires. Daniel no concibe la necesidad de la resurreccin ms que para los mrtires. Por fin, Israel ha llegado al ltimo resultado de su esfuerzo secular, al Reino de Dios, sinnimo de lo porvenir, y a la Resurreccin. Extrao a la idea de un alma distinta, superviviente al cuerpo, Israel slo poda llegar a este dogma haciendo revivir al hombre entero. Las almas de los justos han de acompaar a sus cuerpos. Esas almas no irn a un Paraso metafsico, que el aburrimiento hara tan insoportable como el Infierno: se quedarn en la vida, para reinar con los santos, para gozar del triunfo de la justicia, para formar parte del reino eterno en el seno de una humanidad regenerada. No deja de ser una paradoja que la fe en lo porvenir haya sido fundada por el pueblo que menos crey en la inmortalidad del individuo. 2. San Pablo
El tipo del Salvador, su doctrina, su muerte, hasta lo que sigui a su muerte, nada de esto se mantuvo intacto, nada conserv ni semejanza con la realidad. San Pablo traslada sencillamente el centro de gravedad de la existencia detrs de la existencia, ponindole la mentira de Jess crucificado. l no poda valerse, en realidad, de la vida del Salvador:

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necesitaba la muerte en la cruz, y todava le era indispensable otra cosa. Creer en la sinceridad de un san Pablo, que vena de la sede principal del racionalismo estoico, cuando por medio de una alucinacin se prepar la prueba de la supervivencia, o creer en el relato de que fue l quien tuvo esa alucinacin, sera una verdadera sandez en un psiclogo: san Pablo quera tambin los medios. Lo que l mismo no crea, los idiotas entre los cuales lanz su doctrina, lo creyeron. Lo que l buscaba era el poder. No poda valerse ms que de ideas, de enseanzas, de smbolos que tiranizan a las multitudes y hacen de ellas rebaos. Qu fue lo que Mahoma tom despus del cristianismo? La invencin de san Pablo, su procedimiento de tirana sacerdotal para formar rebaos: la fe en la inmortalidad, es decir, la doctrina del Juicio final (F. Nietzsche, El anticristo, XLII). San Pablo es el mayor apstol de la venganza (dem, XLV).

Pero, quin fue san Pablo? San Pablo vio la luz en una familia juda acomodada, establecida en Tarso (Turqua). Era sta una ciudad con mucha vida, situada a la salida de las Puertas cilicianas, por las que se descenda de la meseta del Asia Menor a Siria. Adems, estaba en el cruce de importantes rutas comerciales que llevaban a la vez ideas y las influencias de Grecia e Italia, de Frigia y de Capadocia, de Siria y de Chipre, de Fenicia y de Egipto. Pese a una tentativa bastante reciente de los reyes de Siria, y especialmente de Antoco Epifanio (en 171 a. C.), para helenizarla, Tarso continuaba siendo una ciudad oriental, al menos por sus creencias dominantes; pero posea florecientes escuelas griegas y, como diramos nosotros, una universidad que, segn testimonio de Estrabn, era famosa en el mundo grecorromano, sobre todo por lo que hace a los estudios filosficos. Algunos autores sostienen, siguiendo los Hechos de lo apstoles (Act 22,3), que Saulo de Tarso, siendo adolescente, fue enviado a estudiar a Jerusaln con Gamaliel el Viejo, rabino reconocido y doctor de la Ley, fariseo, de quien aprendi la exgesis bblica al modo rabnico de la escuela de Hillel. Y sostienen, tambin, que en esos das naci su gran inters por el ocultismo y el misticismo fariseo -con muchos puntos de encuentro con las doctrinas de los esenios-, que marcara el resto de su agitada existencia. Otros autores, entre ellos Guignebert, creen que probablemente Saulo (Sal) de Tarso recibi una slida instruccin en la Ley y una enseanza religiosa profunda, pero no en Jerusaln. Esta opinin se asienta en el hecho de que no slo en Palestina haba doctores judos; existan tambin en Alejandra y en Antioqua, la poderosa metrpoli de Siria. Segn estos autores hay motivos para creer que fue all donde Pablo complet sus estudios. Segn una primitiva tradicin cristiana, Pablo era un hombre ms bien feo, calvo, de nariz ganchuda y piernas arqueadas, corto de vista y con un defecto en el habla. Posea, sin embargo, un alma ardiente, al mismo tiempo que un sentido prctico muy despierto y una energa indomable para hacer aceptar su misin y sus ideas. Insultado en todas partes incluso por los suyos, los judos; atormentado por sus males fsicos y emocionales; acomplejado por su aspecto poco

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agraciado, Pablo puso su mxima energa en hacerse reconocer ante sus seguidores como apstol, un ttulo que confera la mxima autoridad y poder a quien lo llevara, ya que significaba ser representante de Jess de Nazaret. Resulta obvio que Pablo menta, ya que nunca conoci a Jess ni, mucho menos, fue discpulo o apstol suyo. Sin embargo, l posea la conviccin -que en la jerga psiquitrica actual podra denominarse como trastorno delirante paranoide de tipo grandioso- de ser intrprete de la voluntad de Dios y de Cristo. De ah su personalismo y autoritarismo y la forma perentoria en que estn redactadas sus epstolas. Pablo, haciendo gala de un egocentrismo y de una presuncin inaudita, lleg a situar su conocimiento revelado acerca de la voluntad de Cristo por encima del testimonio que los apstoles haban recibido directamente de Jess mientras predic. Es ms, pretendi adoctrinar a los mismsimos apstoles con enseanzas que eran totalmente contrarias a las difundidas por Jess. No es de extraar, pues, que Pablo fuese un personaje odiado por los primeros responsables de la Iglesia cristiana, para quienes era poco ms que un advenedizo sin escrpulos. Por esta razn, cuando Pablo fue detenido por los romanos no recibi el menor apoyo o ayuda por parte de las iglesias de Jerusaln o de Roma. Despus de haber pasado unos tres aos retenido por los romanos en la capital imperial, muri en Roma probablemente en torno de los primeros meses del ao 64 d. C. El estudio atento de las grandes epstolas paulinas revela una combinacin, a primera vista audaz y singular, de las afirmaciones fundamentales de la fe de los Doce, de ideas judas (antiguas y recientes), de concepciones familiares al medio pagano helenstico, de recuerdos evanglicos y de mitos orientales. Vamos a insistir un poco en este punto, porque tocamos el fondo mismo del ms grave problema planteado por la historia de las creencias cristianas: el de la transformacin de la misin de Jess en religin universal. A la primera mirada que se arroje sobre la vida religiosa del Oriente asitico, desde el mar Egeo a Mesopotamia, se ve que en los albores de nuestra Era ocupan el primer lugar cierto nmero de divinidades muy parecidas, tanto que a veces se confunden: Atis en Frigia, Adonis en Siria, Melcarte en Fenicia, Tamuz y Marduc en Mesopotamia, Osiris en Egipto, Dionisos en tierra griega, para limitarnos a las principales. Tambin se debera nombrar al dios persa Mitra, que comienza por aquel entonces a hacer su futuro en el Imperio romano. Los hombres, al circular de un pas a otro, llevan consigo sus creencias y las implantan fcilmente fuera de su patria, porque encuentran en todas partes, en aquel mundo del Asia Anterior, preocupaciones anlogas a las suyas, expresadas en mitos del mismo gnero, y buscan su satisfaccin en ritos estrechamente emparentados, lo que conduce al sincretismo. A consecuencia de la evolucin del sentimiento religioso, el mito de la muerte y la resurreccin del dios ha dejado de exponerse nicamente como una historia dramtica y conmovedora, ha llegado a convertirse, comnmente, en la expresin sensible del gran misterio del destino humano. He aqu cmo se representa que esta misin ha sido cumplida: el dios ha sufrido, como puede sufrir el hombre; ha muerto, como muere el hombre,

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pero ha vencido el sufrimiento y la muerte puesto que ha resucitado. Si sus fieles simbolizan y renuevan de alguna manera cada ao el drama de su existencia terrestre, creen tambin que gozan, desde la hora de su resurreccin real de otro tiempo, de una vida bienaventurada en la inmortalidad divina. El destino del salvador divino, porque sta es la calidad que reviste el dios que muere y resucita, es a la vez prototipo y garanta del fiel. No sabemos bien cmo se estableca materialmente, en todos los cultos de los diversos dioses de la salvacin, esa asimilacin del fiel con el ster, pero estamos seguros de que era en todos la finalidad de ciertos ritos, de los cuales dos llaman nuestra atencin: el bautismo de sangre y la cena de la comunin. Es necesario hacer notar las notables semejanzas de estos ritos, aun considerados superficialmente, con el bautismo y la eucarista de los cristianos? Dicha semejanza no la ignoraron los Padres de la Iglesia, pues desde el siglo I al IV, de san Pablo a san Agustn, abundan los testimonios en ese sentido. Pero explicaban tales ritos a su manera: el diablo haba tratado de imitar a Cristo y las prcticas de la Iglesia haban servido de modelo a los Misterios! Esto ya no puede sostenerse hoy. Es muy posible que, en ms de un caso, el cristianismo haya obrado sobre los cultos paganos que, como l, se preocupan de asegurar a los hombres la salvacin eterna por intercesin de un ser divino; pero los mitos esenciales, las ceremonias litrgicas principales, los smbolos y los ritos eficaces de aquellos cultos son anteriores al nacimiento del cristianismo y encontraban en el mundo helenstico, en los tiempos en que viva san Pablo, realizaciones de culto muy numerosas. Y no se trata nicamente de ritos, recordmoslo; se trata de una cierta representacin del destino humano y de la salvacin, de la confianza depositada en un seor divino, intermediario entre el hombre y la divinidad suprema, que ha consentido en vivir, en sufrir como hombre, para que el hombre, lo bastante afn a l como para asimilrsele, pudiera salvarse, ligndose, por as decirlo, a su muerte. Y sta es, precisamente, la doctrina de san Pablo sobre la misin y el papel del Seor Jess. Ni siquiera el elemento moral, es decir, la prescripcin de una vida no solamente piadosa, sino pura, digna y caritativa, fue de su cosecha, pues los Misterios tenan asimismo, aunque en menor grado, exigencias de orden similar para sus iniciados. Pregunta: estaba Pablo en situacin de conocer las ideas esenciales y los ritos fundamentales de los Misterios y pudo sufrir su influencia? No estamos perfectamente informados sobre la vida religiosa de Tarso, su patria, en el tiempo en que vivi all. Conocemos, sin embargo, la veneracin particular de dos dioses: uno se llamaba Baal Tarz (Seor de Tarso), que los griegos comparaban con Zeus, y el otro se llamaba Sandan, y los griegos lo comparaban con Heracles. El primero es, con toda probabilidad, una antigua divinidad rural, seora de la fecundidad de la tierra. Al hacerse urbana y confundirse poco a poco con Zeus, ascendi de grado y tom el aspecto y el carcter de un dios celestial, seor de los dioses y de los hombres, situado tan por encima de sus fieles que les pareca casi inaccesible. Sandan, por el contrario, era para ellos una divinidad muy prxima y casi tangible. De los raros documentos que poseemos y de las discusiones e hiptesis por ellas

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provocadas, surgen algunas certidumbres provechosas. Sadan es tambin, originariamente, dios de la fertilidad y, ms ampliamente, de la vegetacin; todos los aos se celebraba en su honor una fiesta en la que deba morir sobre una hoguera y subir al cielo. Representa, pues, en Tarso lo que representaban en la misma poca Atis en Frigia, Adonis en Siria, Osiris en Egipto, Tamuz en Babilonia y otros dioses anlogos en distintas partes. Hasta es verosmil que haya imitado en algo a uno o dos de stos. Ningn documento nos habla positivamente de los Misterios de Sandan ni lo califica de ster. Por lo dems, con slo que Sandan le hubiera dado a Pablo el espectculo anual del dios moribundo, ya le habra dado mucho. Es, pues, muy posible que la infancia de Pablo haya transcurrido en un medio completamente empapado en la idea de salvacin, obtenida por la intercesin o el intermedio de un dios que muere y resucita y cuyo destino comparten los fieles asocindose a l, no solamente por una fe inquebrantable, sino tambin por ritos simblicos muy poderosos. Por otro lado, al leer las epstolas paulinas se puede encontrar, a veces, en cuanto al fondo, y a menudo en cuanto a la forma, las huellas de influencia estoica. Pablo vivi en un ambiente totalmente impregnado de preocupaciones y terminologa estoicas. Y este segundo ejemplo de la influencia del medio en que vivi durante su infancia, y por lo menos durante su adolescencia, aclara el otro y termina por hacernos comprender cmo ese judo de la dispora pudo, casi inconscientemente, recibir y fijar en el fondo de su espritu representaciones cuya fecundidad no se le revelara a s mismo sino mucho ms tarde. Una verdad: Tarso fue la cuna del Apstol de los Gentiles, del hombre que contribuy tan poderosamente a difundir con el nombre del Seor Jess una religin nueva de salvacin, no por azar sino como una resultante. Desde otro punto de vista, el de sus aptitudes generales para una obra de propaganda al modo grecorromano a favor de una doctrina de origen judo, se encontraba en situacin excepcionalmente ventajosa, porque reuna la triple calidad de griego, judo y romano. Como griego respir, junto con el aire de Tarso, algo del alma helenstica, sin advertirlo siquiera. Al asimilar la lengua griega, adquiri el ms precioso instrumento de accin y pensamiento, y asimismo el vehculo de ideas ms cmodo que existiese en aquel tiempo. Palabras como 'dios', 'espritu', 'seor', 'salvador', 'razn', 'alma' o 'conciencia' revestan para l un sentido conocido. Ahora bien, parece estar confirmado que si no recibi la gran cultura griega, que hubiera podido encontrar en las escuelas de su patria, se elev hasta la ms alta cultura juda de su poca, que lo cifraba todo en el estudio profundo de las Escrituras. Su calidad de ciudadano romano le reportaba, en fin, varias ventajas preciosas: lo pona al abrigo del nacionalismo estrecho y rencoroso del palestino y lo inclinaba a la universalidad. Por eso se lo puede calificar de obrero de lo porvenir. No es posible determinar qu contactos se establecieron entre Pablo y los fieles de Jerusaln antes de la crisis de paranoia que lo convirti en el ms ferviente de todos. Conoci a Jess, segn el texto de 2 Cor 5,16? Parece ser que no. Los textos ms seguros de sus propias epstolas (Gal 1,13 y 1

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Cor 15,9) nos lo presentan como un perseguidor de "la Iglesia de Dios", antes del milagro del camino de Damasco (Act 7,58; 8,1-3; 9,1-2). Con razn se ha escrito que Pablo no procede de Jess a travs de la comunidad primitiva, sino por intermedio de otro eslabn ms. El orden de sucesin sera as: Jess, la comunidad primitiva, el cristianismo helenstico, Pablo. La primera comunidad de Jerusaln es puramente juda. Sus miembros se distinguen de los dems judos piadosos slo por la creencia de que Jess Nazareno fue elevado por Dios a la dignidad de Mesas y que las promesas se cumplieron en l. Casi al da siguiente del nacimiento, un elemento extrao a su espritu fundamental se introdujo en la primera comunidad cristiana con los adeptos que los Hechos de los apstoles llaman "los helenistas". Con toda probabilidad, stos son judos establecidos en tierra griega desde tiempo atrs, que volvieron a su patria para acabar sus das, y tambin y sobre todo, judos de la dispora que acudieron a Jerusaln en ocasin de alguna gran fiesta. Ahora bien, estos helenistas expulsados o evadidos de Jerusaln fueron, muy probablemente, los primeros misioneros en tierra pagana, es decir, en las comunidades judas de Fenicia, Chipre y, sobre todo, de Antioqua. Escribi Renn en Les Aptres: "El punto de partida de la Iglesia de los gentiles, el hogar primordial de las misiones cristianas fue verdaderamente Antioqua. Fue all donde se constituy, por primera vez, una iglesia cristiana desligada del judasmo, donde se estableci la gran propaganda de la edad apostlica, donde se form definitivamente Pablo". La expresin 'hijo del hombre' no la encontramos en Pablo. l la ha sustituido por otra que encontraremos en seguida y que no pertenece a la comunidad judaizante. Para los Doce, la muerte de Jess no es un sacrificio expiatorio; para Pablo s lo es, pues "el Cristo ha muerto por nuestros pecados". Para los Doce, Jess no poda ser calificado de 'hijo de Dios', sino solamente de 'servidor de Dios'; para Pablo, 'hijo de Dios' es un ttulo corriente de Jess. As, pues, nociones esenciales para la comunidad primitiva le son indiferentes o desconocidas al Apstol de los Gentiles. Es preciso creer que las que le son propias no las tom del medio cristiano apostlico ni las forj l, slo perfeccion lo que estaba en el medio de una comunidad helenstica. Es muy posible que haya sido de la de Antioqua. Un ttulo significativo, propio no slo de las epstolas de Pablo, sino de todos los escritos del Nuevo Testamento de origen helenstico, es el de 'seor' (kyrios) atribuido a Jess. Esta palabra es la que emplean los esclavos griegos para demostrar respeto por su amo y, en efecto, indica la relacin entre "los esclavos de Cristo" y el propio Cristo (cf. 1 Cor 7,22). Kyrios es un ttulo ajeno a los dioses clsicos, a los autnticamente griegos -o romanos, si se considera su equivalente dominus-, pero se aplica particularmente a las divinidades de salvacin en Asia Menor, en Egipto, en Siria, cuando se habla de ellos en griego; y de ellos, adems, se extiende a los soberanos. Las primeras comunidades helensticas nacieron y crecieron en Siria. All, en torno a su cuna, el ttulo de kyrios y las representaciones culturales que en l se apoyan estn corrientemente difundidas. Es en este medio donde la joven comunidad helenstica, que tiende ya, casi sin sospecharlo, a alejarse

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del judasmo y que no sufre tan rigurosamente como los palestinos la sujecin del monotesmo bblico, se establece como un culto a Cristo. Es all donde recibe el nombre que expresa la posicin dominante de Cristo en su servicio divino. Es entonces natural que le hayan dado el ttulo caracterstico de 'seor', empleado corrientemente a su alrededor, a lo que un pagano hubiera llamado su hroe cultural. En el terreno de la piedad helenstica, lo que nosotros llamamos cristianismo toma la forma de una fe en el Seor y de un culto al Seor, mientras que los apstoles galileos se mantienen en la fe en Jess, en lo que ha dicho, y son asiduos al culto del Templo judo. Si colocamos frente a frente las nociones de 'hijo del hombre' y de 'seor', podemos reconocer dos concepciones tan diferentes que llegan a oponerse. El porvenir le est reservado a la concepcin helnica, porque surge, sin duda alguna, de las profundidades de la vida religiosa del medio que la engendr. La otra, la ms antigua, queda congelada en los textos. Poco a poco se reduce a frmula incomprensible e inoperante para los fieles no judos. En resumen, esencialmente sobre esta doble base de la fe en el Seor y del culto del Seor Jess reposa la cristologa de Pablo. La adquisicin de nociones que se relacionan con ella constituye el hecho capital de su formacin cristiana. Dichas nociones son anteriores a l y las tom de un medio que, por su educacin en tierra griega, le resultaba mucho ms comprensible que la comunidad judeocristiana de Palestina. Pablo qued convertido el da en que se convenci de la razn que tenan los cristianos al atribuir a Jess Nazareno el cumplimiento de la obra de salvacin que los paganos sospechaban, y que su ceguera les haca atribuir a sus demonios, pero que las Escrituras haban prometido a Israel desde haca tiempo. Ingres, pues, en el cristianismo como se penetraba en una religin de Misterios, no por un clculo y por una conclusin razonada (entra alguien a una religin de esa manera?) sino por un impulso irresistible. Desde el punto de vista de la Psicologa moderna, se puede afirmar que su conversin fue preparada por un trabajo psquico probablemente bastante prolongado. Sus componentes son: 1) el temperamento mismo del Apstol, que lo predispone a las sacudidas y a las alucinaciones msticas; 2) las influencias de los Misterios de Tarso y de Antioqua, que, lentamente depositadas en el fondo de su subconsciente, lo familiarizan con la idea del ster; 3) las de sus maestros que lo vinculan a la esperanza mesinica; 4) las del medio de su infancia que lo habitan a no despreciar a priori todo lo que procede del paganismo; 5) y, sobre todo, las de una profunda inquietud religiosa que nos deja entrever en un pasaje de la Epstola a los romanos (7,7 ss). La conversin de Pablo se oper por un relmpago de misticismo, por un golpe de inspiracin inesperado. Este brusco viraje de todo ser no es raro en los grandes msticos, el primer mstico del cristianismo lo llam Unamuno. La visin de Francisco de Ass en el camino de Espoleto, la aparicin de la Virgen a Ignacio de Loyola, para limitarnos a dos ejemplos muy conocidos, pueden situarse en el mismo orden que el milagro del camino de Damasco.

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Pablo es fariseo de la dispora. Aun cuando combate por su fe nueva y contra la Ley, sigue siendo judo como antes. Esto lo expresaba Renn acertadamente al decir que Pablo no haca ms que cambiar de fanatismo266. Sealemos que todo lo esencial de la instruccin cristiana estaba contenido, ciertamente, en algunas frases y que Pablo las conoca, con toda probabilidad, sobre poco ms o menos, antes de su visin decisiva, de suerte que no experiment ninguna dificultad en ensear enseguida lo que al presente crea. Por eso, fcilmente puede autoproclamarse apstol (Gl 1,10 ss). Pablo comprendi pronto que la idea mesinica no le interesaba a los griegos; no era, en verdad, inteligible ms que confundida con las esperanzas nacionalistas de los judos. Para que los gentiles pudieran aceptar (adems de no pasar por la circuncisin), haca falta, imprescindiblemente, ampliarla. Al unirla a una concepcin familiar a la enseanza de los Misterios, puede presentar a Cristo, no ya como un hombre armado por la fuerza de Yahv, para sacar al pueblo elegido de su infortunio y arrojar a sus opresores, sino como el enviado de Dios, el encargado de llevar a todos los hombres la salvacin, la certidumbre de una vida futura bienaventurada, en la que el alma, sobre todo, cumplira plenamente su destino. Vio, adems, Pablo que los conversos de la gentilidad no se acomodaban fcilmente al "escndalo de la cruz", la muerte ignominiosa de Jess, sobre la que los incrdulos no dejaban de insistir. Este hecho deba recibir una explicacin satisfactoria, que pudiera tornarla edificante, explicacin que l encontr en las representaciones usuales de los Misterios. El Apstol medit sobre este doble problema, ya planteado y probablemente orientado como lo encontr en la comunidad de la dispersin, y le dio una solucin de incalculable valor. Totalmente indiferente al Nazareno, tan caro a los Doce, no quiso reconocer ms que al Crucificado y se lo present como un personaje divino, anterior al mundo, especie de encarnacin del espritu de Dios, "hombre celestial" largo tiempo retenido en el Cielo al lado de Dios. Haba descendido a la tierra para dar origen a una verdadera humanidad nueva, en la cual l sera el Adn. Esta especulacin culmin, por as decirlo, en una expresin que no deja de sorprendernos: el Seor Jess nos ha sido dado como el hijo de Dios. Esta expresin, "hijo de dios", no aparece ms que una vez en los Hechos (Act 9,20) y se da como caracterstica de la enseanza de Pablo. Recordemos que Pablo se aprovecha de la confusin del trmino griego 'pas', que puede traducirse por 'siervo' y por 'hijo', a la vez. Jess no se llam "hijo de Dios", expresin que, por otra parte, a juicio de un judo, slo poda representar un escandaloso contrasentido y una grosera blasfemia. Adems, ni un solo texto evanglico permite atribuirle con seguridad, pues pertenece al lenguaje de los cristianos helenizados, a san Pablo y al autor del cuarto evangelio, para quienes tena un sentido profundo y suficientemente claro. Un judo poda llamarse "servidor de Yahv", pero no su "hijo". Con verosimilitud Jess debi de haberse considerado y presentado, en efecto, segn el salmista, como "servidor de Dios". La palabra hebraica Ebed, que significa servidor, se traduca frecuentemente al griego por la palabra pas,

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que, a la vez, significa servidor y nio. El paso verbal de pas (nio) a nis (hijo) ha sido muy fcil, pero la nocin de "hijo de Dios" procede del mundo helenstico. Ningn rito de los Misterios paganos encerr nunca ms sentido ni ms seductoras esperanzas que la eucarista paulina (1 Cor 11,23 ss), pero era de la familia de los Misterios y no del espritu judo; introduca en la Iglesia apostlica un trozo de paganismo. Al mismo tiempo, el bao bautismal adquiere una significacin igualmente profunda. "Porque cuantos en Cristo habis sido bautizados -escribe Pablo a los Glatas (3,27)- os habis vestido de Cristo", es decir, que por el bautismo cristiano se asimila a Cristo. Por otro lado, resulta revelador el profundo desprecio que Pablo siente por el cuerpo fsico y la defensa que hace en favor del cuerpo espiritual, que carece de lmites... Para cualquiera que haya estudiado la estructura del discurso en sujetos con delirios, el rechazo del cuerpo fsico tiene origen en la propia experiencia, en la vida repleta de sufrimientos a la que le ha forzado un organismo enfermizo, nido de achaques dolorosos de todo tipo, que est cerca de la ceguera... y en el que permanece prisionero un espritu poderoso y sin lmites, que es capaz de construir razonamientos teolgicos supremos y volar hasta el Cielo en medio de arrebatos msticos. Leemos en Romanos (7,4): "As que, hermanos mos, vosotros habis muerto tambin a la Ley por el cuerpo de Cristo, para ser de otro que resucit de entre los muertos, a fin de que deis fruto para Dios. Observamos que Pablo diferenci dos hombres distintos en el Cristo fsico y en el Cristo posterior a la resurreccin, con lo que el creyente, segn l, debe tomar el papel de la esposa del nuevo hombre espiritual a fin de darle hijos espirituales. (El paranoico Schreber no hubiera expresado mejor su homosexualidad). No debe olvidarse que no fue slo Pablo quien invent todo esto, que las iglesias helensticas anteriores a l, y antes que ellas, tal vez grupos de judos sincretistas y gnsticos, haban preparado su obra y expuesto los temas principales de su especulacin. Por eso es exagerado sostener que l ha sido el verdadero fundador del cristianismo. Los autnticos fundadores del cristianismo son los hombres que establecieron la Iglesia de Antioqua. Pero, a parte de la superioridad de una accin mucho ms vasta y ms precisa, Pablo tiene respecto de ellos, incontestablemente, la de la conciencia de su accin y de su alcance. No fund el cristianismo, si se lo debe definir como la adaptacin del mesianismo judo a la doctrina helnica de la salvacin, pero, sin l, tal vez no existiera el cristianismo. 3. Sol invictus Prestmosles, ahora, atencin a algunos hechos alrededor del nacimiento del Salvador, tal como los relata Lucas (2,8-19):

Haba en la regin unos pastores que moraban en el campo y estaban velando las vigilias de la noche sobre su rebao. Se les present un ngel del Seor, y la gloria del Seor los envolvi con su luz, 198

y quedaron sobrecogidos de temor. Djoles el ngel: No temis, os anuncio una gran alegra, que es para todo el pueblo: Os ha nacido hoy un Salvador, que es el Cristo Seor, en la ciudad de David. Esto tendris por seal: encontraris al nio envuelto en paales y acostado en un pesebre. Al instante se junt con el ngel una multitud del ejrcito celestial, que alababa a Dios diciendo: 'Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad'. As que los ngeles se fueron al cielo, se dijeron los pastores unos a otros: Vamos a Beln a ver esto que el Seor nos ha anunciado. Fueron con presteza y encontraron a Mara, a Jos y al Nio acostado en un pesebre, y vindole, contaron lo que se les haban dicho acerca del Nio. Y cuantos los oan se maravillaban de lo que les decan los pastores. Mara guardaba todo esto y lo meditaba en su corazn. Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que haban odo y visto, segn se les haba dicho.
El erudito Pierre Saintyves, al comparar los mitos relatados por Lucas a propsito del nacimiento de Jess, no pudo menos que exclamar: "Cmo es posible no sealar el papel destacado que juegan los pastores en estas leyendas. Acaso no es su autntica fiesta la epifana del Sol naciente que anuncia el prximo retorno a la tierra?" Tras muchos tanteos, la Iglesia, al situar la fiesta de Navidad en el solsticio de invierno, crey poder concretar las alegras de esta gran solemnidad con las antiqusimas prcticas religiosas; remozando, con cada retorno del Sol y en una universal solidaridad, la alegra de los siglos pasados. Por eso, cuando los cristianos entonan el himno de Navidad, nadie puede escucharlo sin sentir una profunda emocin. Parece como si los viejos gritos paganos resucitasen de los siglos pasados. Es la voz de nuestros hermanos y tambin la de millones de nuestros antepasados, que se levantara de nuevo para unrseles a su coro cantando: Navidad, Navidad, nos ha nacido un dios, el joven Sol sonre en su cuna! El dios que Saintyves identifica como "el joven Sol" es, naturalmente, Jess-Cristo, en cuya concepcin mtica intervinieron todos los elementos simblicos y legendarios caractersticos de desarrollos religiosos muy anteriores, que, evolucionando desde los primeros cultos agrcolas, divinizaron todas aquellas fuerzas y manifestaciones de la naturaleza de cuya accin dependa su supervivencia sobre el planeta.

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Si repasamos algunos de los smbolos que an permanecen unidos a la conmemoracin de determinados aspectos fundamentales de la personalidad divina de Jess-Cristo, nos daremos cuenta fcilmente de que, como divinidad solar que es, est identificado con el Sol de primavera que se despierta en toda su gloria despus de su cclica muerte invernal. Este aspecto est simbolizado en la muerte de Jess-Cristo y su permanencia en el sepulcro. Al igual que la vida latente en el huevo -y en la naturaleza toda-, eclosiona o resucita radiante, tras el perodo de tres das de dolor y oscuridad, despertando al mundo a la nueva vida. Tambin sobreviven claros restos de origen pagano en las fechas en que los cristianos actuales celebran la Navidad y la advocacin de los "Reyes Magos". La eleccin del 25 de diciembre como fecha del nacimiento del Cristo no obedeci, ni mucho menos, a que se hubiese sido el da en que naci el Jess de Nazaret histrico; este da no fue adoptado por la Iglesia como tal hasta el siglo IV (entre los aos 354-360), de la mano del papa Liberio (352-366), y su finalidad fue la de cristianizar el muy popular y extendido culto al Sol invictus. En la Navidad, solsticio de invierno en el hemisferio norte, el Sol alcanza su nadir en la esfera celeste y desde ese momento el da comienza a alargarse progresivamente, hasta llegar al solsticio de verano (21 de junio), cuando invierte su curso porque ha llegado a su cenit. Para los antiguos, el solsticio de invierno era, pues, el autntico nacimiento del Sol. Con l, toda la naturaleza empezaba a despertar lentamente de su letargo invernal y los humanos vean renovadas sus esperanzas de supervivencia gracias a la fertilidad de la tierra que garantizaba la presencia del divino Sol invictus. El 25 de diciembre era el da de la conmemoracin del natalicio de dioses solares jvenes, precedentes claros del Jess-Cristo, como Mitra o Baco/Dionisos, tambin llamado el Salvador. En todas las culturas, bsicamente agrarias, esa fecha alcanz una importancia indiscutible mucho antes de la poca cristiana. Est documentado que hasta el propio emperador Constantino (306-337) orden sacrificios en honor del Sol, acu monedas con la frase " Soli Invicti Comiti, Augusti Nostri" e impuso que cada domingo -da del Sol- sus ejrcitos recitaran al "Dios que da la victoria". Al llegar al poder su segundo hijo, Constancio II (337-361), se proscribi todo culto a las divinidades paganas y el papa Liberio sobrepuso la celebracin del nacimiento de Jess al del Sol invictus Mitra. Constancio muri cuando se dispona a enfrentar a Juliano (361-363), que haba sido proclamado por las legiones y al que la Iglesia, ya poderosa, le puso el sobrenombre de "el Apstata", por haber intentado restablecer la heliolatra. Desde esos das, el mito solar de Jess-Cristo desbanc al Sol invictus . De ste todo lo haba plagiado aqul, que tom el lugar del otro, adaptando su propia forma externa al slido molde de creencias legendarias que haba dejado el culto pagano. Est suficientemente documentado que Mitra naci de virgen un 25 de diciembre, en una cueva o gruta, que fue adorado por pastores y magos, que fue perseguido, que hizo milagros, que fue muerto y resucit al tercer da... y que el rito central de su culto era la eucarista con la forma y frmulas verbales idnticas a las que acabara adoptando la Iglesia cristiana.

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A tal punto son iguales el ritual pagano de Mitra y el supuestamente instituido por Jess que san Justino (c. 100-165 d. C), en su I Apologa, cuando defiende la liturgia cristiana frente a la pagana, se ve forzado a invertir la realidad y a encubrir el plagio cristiano afirmando que "a imitacin de lo cual [de la eucarista cristiana], el diablo hizo lo propio con los Misterios de Mitra, pues vosotros sabis o podis saber que ellos toman tambin pan y una copa de vino en los sacrificios de aqullos que estn iniciados y pronuncian ciertas palabras sobre ello". 4. Egipto Es hora de echarle una ojeada a Egipto que ofreci al mundo judeocristiano de los primeros siglos un vasto influjo cultural hasta el punto que, para muchos investigadores, los cuatro evangelios forman una autntica pasarela por la que han desfilado multitud de textos sapienciales egipcios. 4.1. Osiris y Jess La identificacin en una sola figura de Jess y Osiris no es nueva, hasta el punto de que es ms probable que los autores del Nuevo Testamento tomaran para s elementos de la tradicin egipcia de forma literal. Por ejemplo, tanto Osiris como Jess fueron traicionados al final de sus das por alguien muy cercano a ellos (su hermano Seth, en caso de Osiris, y el apstol Judas, en el de Jess) y ambos resucitaron al tercer da despus de morir de forma trgica (Jess en una cruz y Osiris en un sarcfago en el cual haba sido enterrado vivo). No menos interesante es el anlisis de la llamada confesin negativa, que, segn los textos funerarios egipcios, el difunto deba enumerar ante el tribunal de Osiris. Por medio de esta confesin, que aparece detallada en el captulo 126 del famoso Libro de los muertos (1500 a.C.), desfilan algunas de las bienaventuranzas expresadas por Jess ante sus discpulos 267 Dentro de este corpus de textos religiosos, deberamos incluir una tradicin: la que hace referencia a la curiosa similitud entre los Reyes Magos y la leyenda que acompaa el nacimiento del dios Horus, hijo de Isis y Osiris. Segn la tradicin egipcia, el dios con cabeza de halcn fue visitado pocos das despus de nacer por cuatro extraos reyes, que representaban a cada uno de los pilares externos -los cuatro puntos cardinales- sobre los que se sustentaba el cuerpo celeste de la diosa Nut. Cada uno de los magos traa consigo ricas ofrendas para regalar al recin nacido. Eran cuatro en total, al igual que seala el apcrifo Evangelio armenio de la infancia, que cita la existencia de cuatro ofrendas; la ltima, el misterioso libro de Seth. Nombre que tambin hace pensar en Egipto... Ms inslito es el resultado que podemos extraer de la comparacin de algunos pasajes bblicos de la vida de Jess, ms concretamente de los cuentos, con la ms pura tradicin popular egipcia. El que relata la vida de Si-Osire y su padre Setn es quiz el que ms paralelismo posee con la propia vida del Nazareno. Slo ha llegado hasta nosotros una copia, el papiro BM 604, que se encuentra en el Museo Britnico de Londres. La

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narracin del protagonista, Si-Osire (el hijo de Osiris, es decir, el hijo de Dios), se hunde en una enrevesada trama onrica en la que el personaje, utilizando el mundo de los sueos, anuncia a sus padres el futuro nacimiento de un nio que ser universalmente conocido por los extraordinarios prodigios que llevar a cabo. No recuerda este relato la anunciacin del ngel a la Virgen Mara y la confirmacin del nacimiento a su esposo Jos en otro sueo?268 El pasaje ms revelador en cuanto a su influencia en la tradicin del Nuevo Testamento es uno que bien podemos reconocer en el relato del comportamiento del Nazareno ante los doctores en el Templo cuando slo contaba doce aos de edad 269. Segn el cuento egipcio, Si-Osire, con la misma edad, maravill por su elocuencia a los escribas de la Casa de la Vida del templo de Ptah, considerndosele desde entonces un autntico nio prodigioso. En fin, no olvidemos que no son pocos los filsofos y sabios que pasaron por Egipto en busca del origen de un pensamiento milenario y universal. Entre los siglos VII y IV a. C., Egipto fue visitado por hombres de la talla de Tales de Mileto, Pitgoras, Platn y Aristteles, que abrieron una nueva vida al pensamiento, que el cristianismo, apoyndose en la figura de Jess, transmiti al resto del mundo. 4. 2. La diosa sale de viaje Durante la antigua civilizacin egipcia, la celebracin del nacimiento del nio divino Horus se conmemoraba con el inicio del nuevo ao, cuando la estrella Sirio (Isis) haca su ascensin helaca al amanecer. Unos trescientos aos antes del nacimiento de Jess, Egipto haba cado bajo los Ptolomeos, dinasta griega que gobern Egipto desde el 305 a. C. hasta el 30 a. C., y cuya ltima reina fue la famosa Cleopatra VII. Durante este perodo la capital de Egipto se traslad a Alejandra, donde se instal el culto seudoegipcio a Serapis, un dios de sntesis basado en el dios egipcio Asarhapi (Osiris-Apis), cuyo nombre significa Osiris del Nilo. Isis pas as a convertirse en la consorte de Serapis, y su culto floreci en Alejandra y en toda la cuenca mediterrnea, siendo adoptado por muchas legiones romanas y encontrando, con ellas, su camino hacia Europa occidental. Junto con el culto a Isis se difundi la celebracin del nacimiento de Horus (Harpcrates o Apolo, para los griegos, y Sol Invicto, para los romanos). Curiosamente, cuando Julio Csar introdujo el calendario juliano, fue el astrnomo alejandrino Sosigenis el que se ocup de convertir el antiguo calendario lunar en otro solar, tomando la idea de los egipcios, que tenan un calendario solar desde 3000 a. C. Este calendario haca coincidir el Ao Nuevo con la ascensin helaca de Sirio que, en la poca de Sosigenis, empezaba en julio. Se cree que sta es la razn por la que este mes en particular fue nombrado en honor de Julio Csar, cuya consorte, la reina egipcia Cleopatra, fue una alta sacerdotisa de Isis. Despus de la muerte de Cleopatra, Egipto se convirti en una provincia romana en la que conviva una gran comunidad griega y romana en Alejandra y, ms importante, un gran nmero de judos que haba huido de

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Judea. Al surgir la nueva cristiandad en Egipto, el antiguo culto mistrico de los faraones, que se haba mezclado con los cultos griegos y romanos, se unira a las ideologas judeocristianas. Los principios de estos antiguos cultos mistricos recaan en la creencia de que la inmortalidad poda ser alcanzada a travs de las enseanzas iniciadoras de un hijo de dios muerto y resucitado y en la representacin simblica de su muerte y resurreccin. El dios fenicio Adonis, el frigio Attis, el egipcio Osiris y el alejandrino Serapis se convertan as en contendientes para una doctrina de semejantes Por si fueran pocos, los romanos haban exportado a Egipto el culto mistrico de Mitra, cuyo nacimiento se celebraba en el ocaso del 25 de diciembre. No es sorprendente, por tanto, que la primera comunidad cristiana celebrara el nacimiento de su hijo de dios muerto y resucitado, Jess, el 25 de diciembre y con la idea de una estrella de Oriente de la natividad para marcar este suceso sobrenatural. Slo uno de los evangelios, el de Mateo, habla del nacimiento de Jess en relacin con la aparicin de una estrella y unos Magos procedentes del Oriente, adems de ser el nico que narra el viaje a Egipto emprendido por la Sagrada Familia. Desde hace mucho tiempo los eruditos han estimado que el Evangelio segn Mateo fue escrito probablemente entre los 80 d. C. en la ciudad de Alejandra. Ahora bien, en Alejandra la celebracin del nuevo da y el Ao Nuevo no se realizaba ya al amanecer, sino en el momento del ocaso, para adaptarse as a ambas tradiciones, la judeocristiana y las tradiciones romanas, que solan celebrar tales acontecimientos a la puesta del Sol. Pensando en esta circunstancia, examinemos el cielo durante el ocaso mirando al Este el da 25 de diciembre del ao 50 d. C., que sera el mismo que se observara desde el antiguo Egipto en el ao 3300 a. C. durante el amanecer, cuando el nacimiento de Horus de la matriz de Isis era celebrado por la ascensin helaca de Sirio: 1. En torno a las 4:28 (GMT), el Sol empieza a ponerse 28 Noroeste. 2. Unos 35 minutos ms tarde, en torno a las 5:03 horas, el Sol se ha puesto totalmente por el Oeste. Al mismo tiempo, aparece el cinturn de Orin en el horizonte, por el Este. 3. A las 5:54, el Sol se ha ocultado a unos 10 bajo el horizonte y se observan las estrellas a simple vista. 4. Mirando al Este, Sirio se ve ascendiendo. El cinturn de Orin est a unos 25 por encima del horizonte, dando la ilusin de que ha anunciado la ascensin de Sirio. La imagen celeste, por tanto, nos muestra que el 25 de diciembre, tras el ocaso, se vean las tres estrellas del cinturn de Orin ascendiendo en el Este como si anunciaran la llegada de la estrella del nacimiento, Sirio, que tena lugar una hora despus. Sera poco probable que un signo celestial tan poderoso, que se saba marcaba el nacimiento del divino nio en Egipto, pasara inadvertido a Mateo. Parece evidente que la introduccin en Egipto y en el mundo grecorromano de un nuevo nio divino (Jess) resultara beneficiosa, ya que incorporaba la poderosa mitologa de Isis y Sirio. Por tanto, cabe deducir que Isis y el nio Horus fueron metamorfoseados en la Virgen y el Nio

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Jess. La estrella Sirio se convirti en la Estrella de Oriente. Es ms, los tres reyes tendran su simbolismo estelar, siendo identificados con las estrellas del cinturn de Orin. El mitlogo cristiano Alvin Bsyd Khun escribi: Existe la leyenda de los Tres Reyes de Oriente que vinieron en Navidad para adorar al Dios recin nacido... desde los das de la antigedad. Los Tres Reyes fueron las tres estrellas visibles en el Cinturn de Orin. El relato de la huida a Egipto de la Sagrada Familia 270 parece ser un claro indicador de hacia dnde hay que mirar para encontrar uno de los orgenes de la fe cristiana. Se sabe, en este sentido, que la imagen de Isis con Horus en el regazo fue adoptada y adaptada en Europa como la de Mara con el recin nacido Jess. Sirio -esto es, la Estrella de Beln de los cristianos- era identificada con Isis, de quien nacer Horus, el nuevo dios. El Dr. Ed Krupp puso de relieve la importancia del nacimiento anual de Sirio sobre Egipto, pues indicaba la llegada de la inundacin. En su libro Ecos de los cielos antiguos, el arqueoastrnomo Krupp escribe que despus de desaparecer del cielo nocturno (durante setenta das), Sirio reaparece finalmente con el alba, antes de que el Sol nazca. La primera vez que ocurre esto cada ao se denomina la ascensin helaca de la estrella, y durante ese da Sirio slo permanece visible por un corto espacio de tiempo. En el antiguo Egipto esta reaparicin anual se produca cerca del solsticio de verano y coincida con la inundacin del Nilo. Isis, como Sirio, era la Seora del comienzo del Ao, pues para los egipcios el nuevo ao estaba marcado por este evento. Sirio hace revivir al Nilo, al igual que Isis hace revivir a Osiris. El tiempo que Isis pasa ocultndose de Seth es el tiempo que Sirio desaparece (setenta das) del cielo nocturno. Ella da a luz a su hijo Horus, al igual que Sirio da a luz al Ao Nuevo, y en los textos Horus y el Ao Nuevo se equiparan. Ella es el vehculo para la renovacin de la vida. Brillando por un momento, en una maana de verano, estimula al Nilo y comienza el ao. Huyendo de las posibles consecuencias de un edicto de Herodes I el grande (73-4 a. C.) que decretaba la matanza de los recin nacidos (Mt 2,16-18), Mara, Jos y Jess no regresarn a Palestina hasta la muerte del tirnico gobernante. Curiosamente, este dato proporciona una fecha absoluta para datar cronolgicamente el nacimiento de Jess antes de nuestra Era, de donde se deduce que el ya conocido como Mesas debi de haber nacido en algn momento en torno al ao 7 6 a. C. Todo este tiempo, casi tres aos, implic un largo peregrinar por tierras de Egipto. Para muchos investigadores, esta ruta de la Sagrada Familia supone el comienzo de un gigantesco camino inicitico hacia las fuentes de la sabidura antigua, difundidas ms tarde en la etapa pblica del Nazareno por medio de parbolas. Con el paso de los siglos han sido muchas las tradiciones que han nacido en torno de la figura de Jess y su paso junto a Mara y san Jos por tierras de los antiguos faraones. Y como ocurre en otros lugares de la geografa cristiana, muchas de ellas se hunden en el lodo de la leyenda, perdiendo gran parte de su credibilidad. Parece poco probable que un nio de apenas unos meses de vida pudiera protagonizar fenmenos milagrosos que -segn cuentan- all ocurrieron hace dos mil aos. Tambin nos podramos

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preguntar qu fin buscaba la Sagrada Familia en su interminable periplo por tierras del Nilo, en vez de detenerse en un nico lugar a la espera de nuevas noticias sobre el reinado de Herodes. Dnde naci Jess, realmente? En Beln, como quieren Mateo y Lucas? En Nazaret, como afirman otros autores? Mateo aade: ... de Egipto llam a mi hijo (Mt 2,13-15). Es posible que Mara y Jos, con el nio, hubieran podido estar en Egipto, como muchos otros judos de la poca. Jess pudo haber nacido en Beln en tiempos de Herodes y se fue a Egipto unos aos. Lo de los inocentes, definitivamente, es un toque melodramtico para destacar que el hijo de Dios fue perseguido... desde el nacimiento. 5. Anunciacin y fecundacin virginal Cuenta Mateo:

La concepcin de Jesucristo fue as: Estando desposada Mara, su madre, con Jos, antes de que conviviesen, se hall haber concebido del Espritu Santo. Jos, su esposo, siendo justo, no quiso denunciarla y resolvi repudiarla en secreto. Mientras reflexionaba sobre esto, he aqu se le apareci en sueos un ngel del Seor y le dijo: Jos, hijo de David, no temas recibir en tu casa a Mara, tu esposa, pues lo concebido en ella es obra del Espritu Santo. Dar a luz un hijo, a quien pondrs por nombre Jess, porque salvar a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedi para que se cumpliese lo que el Seor haba anunciado por el profeta, que dice: "He aqu que una virgen concebir y parir un hijo, y le pondr por nombre Emmanuel, que quiere decir 'Dios con nosotros'. Al despertar Jos de su sueo hizo como el ngel del Seor le haba mandado, recibiendo en casa a su esposa. No la conoci hasta que dio a luz un hijo, y le puso por nombre Jess (Mt 1,18-25).
Relata Lucas:

En el mes sexto fue enviado el ngel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varn de nombre Jos, de la casa de David; el nombre de la 205

virgen era Mara. Entrando a ella le dijo: Dios te salve, llena de gracia, el Seor es contigo. Ella se turb al or estas palabras y discurra qu podra significar aquella salutacin. El ngel le dijo: No temas, Mara, porque has hallado gracia delante de Dios, y concebirs en tu seno y dars a luz un hijo, a quien pondrs por nombre Jess. El ser grande y llamado Hijo del Altsimo, y le dar el Seor Dios el trono de David, su padre, y reinar en la casa de Jacob por siglos, y su reino no tendr fin. Dijo Mara al ngel: Cmo podr ser esto, pues yo no conozco varn? El ngel le contest y dijo: El Espritu Santo vendr sobre ti, y la virtud del Altsimo te cubrir con su sombra, y por esto el hijo engendrado ser santo, ser llamado Hijo de Dios. E Isabel, tu parienta, tambin ha concebido un hijo en su vejez, y ste es ya el mes sexto de la que era estril, porque nada hay imposible para Dios. Dijo Mara: He aqu a la sierva del Seor: hgase en m segn tu palabra. Y se fue de ella el ngel (Lc 1,2638).
Quisiera rogar al lector que haga a un lado, por un momento, las imgenes de las hermosas pinturas que, sobre el hecho narrado, vienen a su mente. Por ejemplo, aquella magnfica de Fra Angelico. As despejado, venga el lector a recorrer los pasajes para identificar ciertos hitos, que nos permitirn guiarnos en la comprensin del misterio. En primer lugar, destacamos lo del Espritu Santo. Para los traductores del texto, este 'Espritu Santo' no se refiere a la Tercera Persona de la Santsima Trinidad, nos dicen. Oh sorpresa! Aclaran: este 'Espritu Santo' es "la accin carismtica de la virtualidad divina". Cmo se come esto? Esta expresin es corriente en el Antiguo Testamento, recuerdan. Con ella el evangelista quiere indicar que se trata de una accin milagrosa, debida a una accin especialsima de Dios. En otras palabras, no sabemos si el progenitor fue Dios Padre o Dios Espritu Santo. Tal vez los dos? El Smbolo de los apstoles dice: "Creo en Jesucristo, su nico Hijo, Nuestro Seor, que fue concebido por obra y gracia del Espritu Santo, naci de Santa Mara Virgen...". Por su parte, el Credo de Nicea-Constantinopla aclara (?): "Creo en un solo Seor, Jesucristo, Hijo nico de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvacin baj del cielo, y por obra del Espritu Santo se encarn de Mara, la Virgen, y se hizo

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hombre271...". Confesamos que no se aclaran mucho ms nuestras dudas. Aventuramos a preguntar: no ser que ese 'Espritu Santo' es un duplicado, una rplica de Dios? Si es as, desaparecen las dificultades con la Tercera Persona de la Trinidad. Nuestra duda tiene fundamento bblico. En efecto, Maleak era un ngel o mensajero en el Antiguo Testamento encargado, al principio, de llevar las rdenes de Yahv. Ms tarde se convirti en gran visir que comparta el poder con... el propio Yahv! Desde los tiempos ms remotos tena Yahv consigo una especie de duplicado llamado Maleak Yahv, que era como su alter ego. Los estudiososs creen posible que el Moloch o Miek de la religin cananea tuviera un origen similar, procedente de la teologa egipcia, segn la cual todo dios tiene un duplicado, al que se puede acudir como al mismo dios. En Tebas se han encontrado invocaciones al duplicado de Amn. En el caso de Maleak es a veces un hombre de Dios enviado por Yahv con un fin determinado, pero en la mayora de los casos no se distingue del propio Yahv. Los samaritanos y judos alejandrinos, Josefo y los judeocristianos, sin duda, exageraron esta mana teolgica. En los antiguos relatos incluso sustituyeron a Dios con esa especie de segunda persona de Dios. El nombre hizo anlogo papel, el nombre de la persona fue la persona misma. Fcilmente se ve cmo haban de nacer de tales hbitos de lenguaje las teoras del Verbo y de la Trinidad. Era ste el principio de la teologa de la hipstasis buscada por el monotesmo cristiano para sacar de su seno la variedad y la vida que le faltaban por no tener mitologa. Si el lector no cree mucho en lo que le estamos diciendo, veamos lo que asegura la Iglesia catlica: "El misterio de la Santsima Trinidad no est claro en el Antiguo Testamento. No perteneca este misterio a la fe del pueblo hebreo, aunque algunos ya entrevieron el misterio. Cuando Dios cre al hombre dice: 'Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza'. Isaas (6,3) dice que los serafines cantan en el cielo 'Santo, Santo, Santo, Seor de los ejrcitos'. El salmo mesinico 109 dice: 'Dijo el Seor a mi Seor, sintate a mi diestra'. Se suele ver una sombra de este misterio en la aparicin de Yahv a Abrahn, a quien se aparecieron tres: Abrahn lo ador y se inclin ante ellos (Gn 18,2 ss)"272. De lo anterior cabe recordar que nada dicen al respecto los judos ni el Corn. Mahoma no se cansa de sealar el monotesmo. Para ello, critica a judos y a cristianos. Oigmosle:

Oh vosotros los que habis recibido las Escrituras! en vuestra religin no poseis la medida justa, no digis de Dios ms que lo que es verdad. El Mesas, Jess, hijo de Mara, es el apstol de Dios, y su verbo, que ech en Mara, es un espritu que proviene de Dios. Creed, pues, en Dios y en sus apstoles y no digis: Hay trinidad. Cesad de hacerlo. Esto os ser ms ventajoso, pues Dios es nico. Gloria a l. Cmo tendra un hijo? A l 207

pertenece todo lo que hay en los cielos y en la tierra. Su patronato basta, basta tener a Dios por patrono (Sura IV, 169). El Mesas no desdea ser el servidor de Dios, como tampoco los ngeles que se acercan a Dios (Sura IV, 170) Oh creyentes! no tomis por amigos a los judos y a los cristianos que son amigos unos de otros. El que los tome por amigos acabar por asemejrseles, y Dios no ser la gua de los perversos" (Sura V, 56) Los judos dicen: Ozair es hijo de Dios. Los cristianos dicen: El Mesas es hijo de Dios. Tales son las palabras de sus bocas, y al decirlas se asemejan a los infieles de otro tiempo. Que Dios les haga la guerra! Qu embusteros son! (Sura 9, 30).
Entendemos perfectamente la crtica de Mahoma. La censura ms grave dirigida a los cristianos es la de haber interpretado o alterado las Escrituras... con el objeto de quitar toda alusin a su llegada (cf. Sura V, 17). Segn algunos, el monotesmo es una creacin de Moiss. Recordemos, en este sentido, la obra de S. Freud llamada Moiss y la religin monotesta: tres ensayos, de 1939. Pero, segn otros, Moiss nunca pudo ser el fundador del monotesmo judo, tal como se afirma, porque Moiss, fiel a la religin semtica de los patriarcas, practic el henotesmo, la monolatra, es decir, no crea que existiese un solo dios, sino varios, aunque l se limit a adorar al que crey superior a todos ellos. Slo en ese sentido pueden interpretarse frases como la del canto triunfal de Moiss: "Quin como t, oh Yahv!, entre los dioses?" (x 15,11). No tengo la culpa de que Moiss, a la distancia que est, parezca un cuerpo informe, como la estatuas de sal de la mujer de Loth. Si Moiss existi, como es de creer, fue 1400 1500 aos antes de Jess. A ste lo conocemos por un testimonio de un contemporneo que no lo conoci, el de san Pablo. La leyenda que lo envuelve es obra de la segunda y tercera generacin cristianas. Las leyendas ms antiguas sobre Moiss nacieron 500 aos o ms despus de l. Pero volvamos sobre los pasajes del comienzo del apartado. Sabemos que el de Mateo fue un texto inicialmente destinado a la evangelizacin cristiana en las comunidades helenizadas de ciudades egipcias, como Alejandra. Sabemos, tambin, que el origen autntico del cristianismo tal como ha llegado hasta nosotros sali del Asia Menor. Pero sta era la regin ms crdula de todo el Imperio romano en lo tocante a todo tipo de leyendas y supersticiones magicorreligiosas. En el substrato legendario popular de las culturas griegas y oriental de esos das, era an habitual la atribucin de un nacimiento virginal a todos los personajes muy relevantes.

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Resulta, por lo que antecede, que el episodio de la virginidad de Mara es de origen mtico tardo. Es decir, se trata de una inclusin forzada por los requerimientos legendarios bsicos del contexto pagano al que se intentaba imponer un nuevo hijo del Cielo. En cualquier caso, el relato del nacimiento virginal se adopt como un rasgo demostrativo ms en favor de la ascendencia divina de Jess, pero bajo ningn concepto pudo pretenderse ensalzar o construir el personaje que llegar a ser Mara, la Virgen. En la versin griega de la Biblia de los Setenta, se tradujo la palabra hebrea almah, que significa muchacha, por virgen, hecho que reconocen Ncar y Colunga. Sobre este grave error de traduccin, Mateo apel a una profeca (Is 7,14) que apoyara la supuesta veracidad de su narracin mtica acerca del nacimiento de Jess. Pero la almah de Isaas ni era virgen ni preconizaba el milagro de la Virgen Mara. Si se lee la cita bblica en su contexto, se deduce que la almah es una joven profetisa que ya ha parido un hijo, nacido necesariamente durante el perodo que va entre los aos 735 a.C.(fecha ms probable) y 721 a.C.(ao de la conquista asiria de Samaria). Veamos ahora qu sabemos de Emmanuel, el hijo de la virgen. Isaas designa con dos nombres sucesivos al hijo de la profetisa. El primero, ciertamente, es 'Emmanuel', que quiere decir 'Dios o la alegra est con nosotros', anuncio tranquilizador para el reino de Jud. El segundo no es nada tranquilizador: 'Maher-salal-jas-baz', que quiere decir 'la desgracia est con nosotros', "porque antes que el nio sepa decir "padre mo, madre ma", las riquezas de Damasco y el botn de Samaria sern llevados ante el rey de Asiria" (Is 8,3-4). En otros trminos, Emmanuel fue algo absolutamente ajeno a cualquier anuncio del nacimiento prodigioso de Jess. Tratemos de aclarar, racionalmente, el hecho narrado por el primero y el tercer evangelista. Tanto en el Antiguo Testamento como fuera de l, el relato de la concepcin por intervencin divina, de que da cuenta el Nuevo Testamento, no era ninguna novedad 273. Nacer de una virgen fertilizada por Dios fue un mito pagano habitual en todo el mundo antiguo anterior a Jess. Este tipo de leyendas paganas tambin se incorporaron a la Biblia en relatos como los del nacimiento de Sansn, Samuel o Juan el Bautista y culminaron con su adaptacin, bastante tarda, a la narracin del nacimiento de Jess. Por regla general, desde muy antiguo, cuando el personaje anunciado era de primer orden, la madre siempre era fecundada directamente por Dios mediante algn procedimiento milagroso, conformando con toda claridad el mito de la concepcin virginal, especialmente asociado a la concepcin del dios-sol, una categora a la que pertenece la figura de Jess-Cristo. Casi todos los fundadores de dinastas de Asia oriental fueron presentados como nacidos de virgen que, a fin de cuentas, era la forma ms grfica de hacerse reconocer como verdaderos hijos del Cielo, esto es, de dios. Justino (100-165 d. C.), el influyente escritor grecocristiano y mrtir, que conoca perfectamente la tradicin pagana de la madre virginal embarazada por Dios para engendrar un ser prodigioso, se tom la molestia de recoger esta historia en su 1 Apologa. Califica de "fbula" el nacimiento de Perseo, hijo de Dnae, que fue fecundada por Zeus en forma de lluvia de oro, e identifica a ste con un diablo. No niega la leyenda griega. De hacerlo, debera cuestionar tambin su propia creencia en el nacimiento

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idntico de Jess. Slo la califica de "milagro infernal" en el Dilogo con el judo Trifn. Defiende a Jess sealando que era el Mesas profetizado en el Antiguo Testamento. Todos los grandes personajes, ya fueran reyes o sabios: Pitgoras o Platn, o aquellos que devinieron el centro de alguna religin y que acabaron siendo adorados como "hijos de Dios": Buda, Krisna, Confucio, Lao-Tse... fueron mitificados por la posteridad como hijos de una virgen. Jess, aparecido mucho despus que ellos, aunque sujeto a un papel equivalente al de sus antecesores, no iba a ser menos. De esta forma, budismo, confucianismo, taosmo y cristianismo quedaron impregnados con el sello indeleble de haber sido resultado de la obra de un "hijo del Cielo", encarnado a travs del acceso directo y sobrenatural de Dios al vientre de una virgen, especialmente apropiada y escogida. 6. Cristo La palabra 'Cristo', hemos dicho en otro lugar, significa 'ungido'. Este trmino se empleaba primeramente para indicar a toda persona marcada por el sello de lo divino en razn de alguna importante misin. Aplicado a Jess por sus primeros fieles (los cristianos), este ttulo acab por estar nicamente referido a l. Pero varias sectas gnsticas distinguan entre el hombre Jess y el Cristo que, en su doctrina, era uno de los Eones del Pleroma, principio divino que mantena con Jess unas relaciones que variaban segn los sistemas. El texto de Juan, escrito por el griego Juan el Anciano a principios del siglo II d. C., presenta a Jess absolutamente deformado. Este Jess habla con prepotencia y descaro, contrariamente a la humildad que caracteriza al personaje en los relatos de los tres sinpticos; por ejemplo, en Mc 10,18, Jess dice "Por qu me llamas bueno? Nadie es bueno sino slo Dios". Sin embargo en Juan, ante la pregunta de "Qu seales haces para que veamos y creamos?", Jess contesta: "En verdad, en verdad os digo: Moiss no os dio pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan es el que baj del cielo y da la vida al mundo. Dijronle, pues, ellos: Seor, danos siempre ese pan" (Jn 6,30-34). El pasaje no puede ser ms piadoso, pero la expresin de 6,32 es cidamente contraria a la que empleara un judo, que es lo nico que sabemos con certeza que fue Jess, cuando se dirige a otros judos. Esta autoatribucin de ser hijo de Dios carece de credibilidad histrica. Se deriva claramente de la filosofa platnica, un contexto que influy decisivamente en el desarrollo de la cristologa tal como la conocemos actualmente, tema que continuaremos en el captulo 8. Cuando Jess habl: "El Padre est en m y yo en el Padre; quien me ha visto ha visto al Padre; quien me conoce sabe que lo que digo es verdadero; yo y el Padre somos uno", los judos lo acusaron de blasfemia, porque l, que haba nacido hombre, se converta en Dios. Cmo hubieran podido reconocer algo divino en un hombre, ellos, los pobres, que slo llevaban en s la conciencia de su miseria y de su profunda esclavitud, de su oposicin frente a lo divino; la conciencia de un abismo infranqueable entre el ser humano y lo divino? Ellos vean en Jess slo al hombre, al nazareno, al hijo

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del carpintero, cuyos hermanos y parientes vivan entre ellos. Para ellos l era solamente eso, no era posible que fuera algo ms, era tan slo alguien como ellos y ellos mismos sentan que no era nada. Al Maestro de Nazaret le hubiera horrorizado recibir sacrificios como, en su tiempo, an se daban a los dioses. Ni siquiera ofrendas, como se daban en el Templo de Jerusaln. Ese horror lo pint muy bien Flaubert, as como la desaparicin de los dioses hambrientos:

ANTONIO HILARIN ANTONIO Cllate! /.../ HILARIN ANTONIO HILARIN ANTONIO

Y ante estos dioses se hacen sacrificios cruentos degollando a unos hombres sobre altares de piedra; otros son triturados en cubas, aplastados por carros, clavados en rboles. Hay uno todo l de hierro candente, con un cuerpo de toro, que devora a unos nios. Qu horror! Pero ya sabes que los dioses siempre reclaman suplicios. El tuyo incluso quiso... (Antonio chase a llorar) Oh, no sigas! Qu es lo que te entristece? (Tras buscar dentro de s un buen rato ) Pienso en todas las almas que se han perdido por culpa de estos falsos dioses! Y no te parece que, en ocasiones, tienen algn parecido con ... el Dios verdadero? /.../ Ay, cmo se me ensancha el corazn ante tanta belleza! Una alegra desconocida me inunda hasta el fondo del alma! Qu hermoso es esto, qu hermoso! ( los dioses griegos) Los dioses se asomaban a las nubes para guiar las espadas; uno poda tropezar con ellos a las orillas de los caminos o en la propia casa, y esta familiaridad confera a la vida un aspecto divino. Lo nico importante en la vida era que fuese libre y que fuese bella. Las holgadas vestiduras facilitaban la nobleza de los pastores. La voz del orador, que se 211

HILARIN

ejercitaba oyendo el mar, azotaba con ondas sonoras los prticos de mrmol. El efebo, ungido de aceite, luchaba completamente desnudo a pleno sol. La accin ms religiosa consista en exponer unas formas puras. Y aquellos hombres respetaban a sus esposas, a los ancianos y a los suplicantes. Detrs del templo de Hrcules haban erigido un altar a la Piedad! Inmolaban a las vctimas con flores en torno a los dedos. Hasta el recuerdo mismo se hallaba exento de la putrefaccin de los muertos. Slo quedaban de ellos unas pocas cenizas. El alma, tras mezclarse con el ter sin lmites, parta hacia los dioses. (Se agacha para hablarle a Antonio al odo ) Y an siguen viviendo! El emperador Constantino adora a Apolo. Te encontrars con que hay una trinidad en los misterios de Samotracia, un bautismo en los de Isis, una redencin en Mitra y el martirio en un dios en las fiestas de Baco. Proserpina es la Virgen!... Aristeo es Jess! /.../ ANTONIO Creo en un solo Dios Padre, y en un solo Seor Jesucristo, hijo primognito de Dios, que se encarn y se hizo hombre, que fue crucificado y sepultado, que subi al cielo, que vendr para juzgar a vivos y muertos y cuyo reino no tendr fin; creo en el Espritu Santo, y en un solo Bautismo de arrepentimiento, y en una sola , santa Iglesia catlica y en la resurreccin de la carne, y en la vida eterna /.../ VOZ Nosotros ya lo sabamos! Los dioses tienen que morir. Urano fue mutilado por Saturno, Saturno por Jpiter y ste mismo ser aniquilado. A cada cual le va llegando su turno. Es el destino!274

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Cuando Jess muri, la forma bajo la cual apareca a los piadosos recuerdos de sus discpulos era la de presidente de un banquete mstico, sosteniendo el pan, bendicindolo, partindolo y presentndolo a los asistentes275. Puede admitirse que aqulla fue una de sus costumbres y que en aquel momento se mostrase especialmente amable y afectuoso. Pero hay otro elemento en las primeras comunidades cristianas: el pez. La circunstancia material de la presencia del pez sobre la mesa es indicio sorprendente que demuestra que el rito naci en la orilla del Lago Tiberades. Este ingrediente, casi sacramental, lleg a formar parte indispensable de las imgenes del festn sagrado. Y es que las comidas haban llegado a ser en la comunidad naciente uno de los momentos ms entraables. En aquel momento todos se reunan. El Maestro hablaba a cada uno y sostena una conversacin llena de jovialidad y de encanto. Jess amaba aquel instante y se complaca viendo a su familia espiritual as agrupada a su alrededor (Lc 22,15). Hoy ha desaparecido el pescado en los ritos de todos los cristianos. Slo se mantiene como costumbre piadosa de comida preferida en aquellas ocasiones cuando la Iglesia prohbe la carne de res, esto es, la abstinencia. El canon 1252 del Cdigo de Derecho cannico establece: "& 1. La ley de sola la abstinencia se ha de observar todos los viernes del ao. & 2. Obliga la ley de la abstinencia con ayuno (una sola comida al da) el mircoles de Ceniza, los viernes y sbados de Cuaresma y los tres das de las Cuatro Tmporas, las vigilias de Pentecosts, de la Asuncin de la Madre de Dios, de la fiesta de Todos los Santos y de la Natividad del Seor". La eliminacin del pez como ingrediente del festn cristiano es significativo. Esa comida primitiva fue sustituida por un ritual pagano. As lo entendi Lutero. Por eso gritaba el fraile agustino que, para retornar de veras y con acierto al verdadero sacramento del pan, lo primero que se impone es volver los ojos y el alma a la sola, pura y prstina institucin de Cristo. Para ello hay que despojarla de todas las adherencias que le han ido aadiendo las aficiones y fervores humanos, como son las vestiduras, ornamentos, cnticos, preces, rganos, velas y todas esas pompas visibles restantes. Slo debemos estar atentos a la palabra de Cristo, en virtud de la cual instituy, perfeccion y nos confi el sacramento, puesto que en esta palabra, y en nada ms, radica la fuerza, la naturaleza y la sustancia entera de la misa. Todo lo dems no pasa de ser excrecencia humana, accesorios que se han ido poniendo a la palabra de Dios y sin los cuales muy bien puede existir y perdurar la misa. Lo que llamamos misa, segua diciendo el fraile rebelde, es la promesa que Dios nos hace de la remisin de los pecados; pero una promesa de tal magnitud que ha sido sellada con la muerte del Hijo276. En esa promesa se funda la libertad del cristiano. Le interesa que en Roma se den cuenta de ello. Con ese fin escribi La libertad del cristiano. Con base exclusivamente en la Escritura, casi slo a base de san Pablo, Lutero expone su pensamiento claro y vigoroso. De entrada lanza dos tesis paradjicas: el cristiano es el hombre ms libre y -a la vez- el ms siervo de todos. Para deshacer la anttesis, parte, como buen representante de la estirpe agustiniana, de la visin humana dual: el hombre, como ser espiritual, es interno; pero como ser corporal, es externo. En primer lugar, el cristiano como ser espiritual, interno, en su relacin

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directa con el pecado, es un hombre libre; mejor, liberado. El factor de la liberacin no son las acciones, los esfuerzos individuales, sino la palabra de Dios predicada por Cristo y tal como se contiene en el evangelio. Esta palabra exige al cristiano la fe, y slo opera si y cuando ste otorga su confianza a la promesa divina. Por qu entonces las obras, ritos, mandamientos de la Escritura? Para convencer al hombre de su impotencia y de su incapacidad radical para cumplir esas obras que, en realidad, son viejo testamento. El hombre aniquilado, desalentado y desesperado de una justificacin y salvacin a fuerza de sus obras, entra en la segunda fase del proceso: la fe en Cristo, con la seguridad de que en l ofrece Dios la gracia, la justificacin, la paz, la libertad. Quien tenga esa fe provocada por la humillacin -no cabe decir por la humildad- es seor de todo, y en ella cumplir todo, pues no es l, sino Cristo, quien lo cumple. sta es promesa salvadora y liberadora: el nuevo testamento, la nueva alianza. La fe, adems de liberar de las obras y de cubrir el pecado, transfigura. Se produce un intercambio gozoso forjado en el encuentro de la promesa y de la aceptacin fiduciaria: Cristo y el alma se identifican y se intercomunican cuanto son y tienen. Acuden a l expresiones de la ms entraable mstica nupcial. Cristo acepta la msera dote del alma, una prostituta que apenas si puede presentar ms ajuar que su pecado, que pervive, pero que Dios no tiene en cuenta al haber sido absorbida por Cristo. En el trueque desigual, el alma recibe cuanto Cristo posee. Siempre en virtud de la fe y slo de la fe sin obras que lo merezcan, adems del perdn, de la justificacin el cristiano, recibe la dignidad de rey y de sacerdote, con todo el poder y seoro espiritual que entraa. No existe el sacerdocio jerrquico. El sacerdocio, dice, es una gloria derivada del bautismo. No obstante, hay funciones exclusivas de un determinado sector, pues "aunque todos seamos igualmente sacerdotes, no todos podemos servir, dispensar y predicar". Lo cual no quiere decir que el servicio y la funcin pblica se trueque en seoro tirnico "por el cautiverio romano". A despecho de interpretaciones, la liberacin es puramente interna, espiritual. No pertenece a la esfera de lo social, mucho menos de lo poltico y econmico, y slo se consumar en el da postrero. Ahora, en este mundo, ese cristiano es un siervo "al servicio de todos y a todos sometido". En esta dimensin, en el hombre exterior, tiene que obrar, actuar incansablemente. Hasta las clsicas mortificaciones monacales adquieren su sentido. Las obras son efecto y exigencia de la servidumbre externa: a) porque es imprescindible la ascesis personal, la disciplina del propio cuerpo; b) porque, aunque se est liberado por la fe, se est necesitado de obras por urgencias de la caridad (aunque las obras no entraan ningn mrito, no contribuyen a la justificacin, carecen de valor sinergtico). Para terminar, digamos que el cristiano es libre. En cuanto ser libre no tiene necesidad de las obras, pero tambin es siervo. En cuanto siervo est obligado a obrar. "De todo lo dicho se concluye que un cristiano no vive en s mismo, vive en Cristo y en su prjimo; en Cristo por la fe, en el prjimo por amor". Claro que nunca hay que perder de vista que "sera una locura mayscula desconocer la vida cristiana y la fe, empearse en lograr la

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justificacin y la salvacin a base de obras y prescindiendo de la fe" 277. Pero como el cristiano es hombre en sociedad, es hombre civil, es ciudadano, puede desinteresarse de la vida social y civil? La cristiandad pide una sociedad perfecta. El ideal de la cristiandad es un cartujo que deja padre y madre y hermanos por Cristo y renuncia a formar familia, a ser marido y a ser padre. Lo cual, si ha de persistir el linaje humano, si ha de persistir la cristiandad en el sentido de comunidad social y civil de cristianos, si ha de persistir la Iglesia es imposible. Y esto es lo ms terrible de la agona del cristianismo, la tragedia luterana. Lutero concibi la relacin entre moral y poltica de manera trgica. En efecto, el hombre se ve solicitado, a la vez, por las exigencias de la moral y por los requerimientos ineludibles de la poltica. Pero siente que no puede satisfacer ni a la una ni a la otra. No puede preferir ni puede prescindir. La moral es vivida as, en la poltica, como imposibilidad insuperable y, por tanto, trgica. En otros trminos, el hombre tiene que ser moral y tiene que ser poltico, pero no puede serlo conjuntamente. No hay salida para l. Zarandeado por estas dos fuerzas -el tirn de lo tico y la resistencia de lo poltico- se ve desgarrado y escindido. Esta actitud trgica no puede renunciar a ninguna de las dos exigencias: la moral y la poltica. Quiere afirmar ambas a la vez. Quiere, por un lado, alcanzar una eficacia poltica; pero, por el otro, alcanzar la justicia desde el punto de vista tico. Este tipo de relacin puede ilustrarse con el imperativo "no puedes, pero debes" 278. El cristianismo puro, el cristianismo evanglico, quiere buscar la vida eterna fuera de la historia en el silencio del universo, que aterraba a Pascal. Para los sumos sacerdotes, escribas y fariseos del judasmo, Cristo fue un judo antipatriota. La democracia, la libertad civil o la dictadura, tienen poco que ver con el cristianismo.

No es misin cristiana resolver problemas economicosociales, como el de la pobreza y la riqueza, el del reparto de los bienes de la tierra. Cristo llama lo mismo a pobres y a ricos, a esclavos y a tiranos, a reos y a verdugos. Ante el prximo fin del mundo, ante la muerte, qu significan pobreza y riqueza, esclavitud y tirana, ser ejecutado o ejecutar una sentencia de muerte?... La cristiandad, la cristiandad evanglica, nada tienen que hacer con la civilizacin. Ni con la cultura.

Las religiones paganas, religiones del Estado, eran polticas; el cristianismo es apoltico. Pero desde que se hizo catlico y romano, se paganiz, se hizo poltico, convirtindose en religin de Estados. Recuerde el lector que hubo... un Estado Pontificio! Esta es la tragedia llevada hasta la locura. En septiembre de 1870, las tropas de Vctor Manuel de Saboya entraron a espada en la Roma pontificia. No se agrav por ello la agona contempornea del catolicismo, pues haba comenzado el da que en se proclam en el Concilio del Vaticano el dogma jesutico de la infalibilidad pontificia. Es el dogma de la infalibilidad pontificia dogma militarista por excelencia. Pues fue un dogma engendrado en el seno de una milicia, de una Compaa fundada por un antiguo soldado, por un militar que, despus de herido e

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inutilizado para la milicia de espada, fund la milicia de crucifijo. Y dentro de la Iglesia romana, la disciplina obliga a recibir pasivamente la orden, el dogma; no la doctrina, no la enseanza del Maestro. El cristianismo est ms all de la guerra y la paz. O mejor, ms ac que la paz y la guerra. La Iglesia romana, digamos el Opus Dei, predica una paz que es la paz de la conciencia, la fe implcita, la sumisin pasiva. Porque el cristianismo es el individualismo radical Los ms radicales individualistas fundan una comunidad. Los eremitas se unen y forman un monasterio, es decir, un convento de monjes, de solitarios. Solitarios que tienen que ayudarse unos a otros. Y dedicarse a enterrar a sus muertos. Y hasta tienen que hacer historia, ya que no hacen hijos. Para seguir a Cristo, hay que dejar padre y madre y hermanos y esposa e hijos. Y as se hace imposible la continuacin del linaje humano. Mas el monasterio universal tambin es imposible, es imposible el monasterio que albergue a todos. Y de aqu dos clases de cristianos. Unos son los cristianos del mundo, del siglo, los cristianos civiles, los que cran hijos para el Cielo; y los otros son los puros cristianos, los regulares, los del claustro. Aquellos propagan la carne y, con ella, el pecado original; stos propagan el espritu solitario. Pero cabe llevar el mundo al claustro, el siglo a la regla, y cabe guardar en medio del mundo el espritu del claustro. Unos y otros, cuando son religiosos, viven en ntima contradiccin, en agona. El monje que guarda virginidad, que se reserva la simiente de la carne, que cree ha de resucitar y se deja llamar padre o madre, si es monja, suea con la inmortalidad del alma, en sobrevivir en la Historia. San Francisco de Ass pensaba que se hablara de l. Bien que san Francisco de Ass no era propiamente un solitario, un monje, sino un hermanito, un fraile. Y, por otra parte, el cristiano civil, ciudadano, padre de familia, mientras vive en la historia piensa si acaso no peligrar su salvacin. Y si es trgico el hombre mundano que se encierra en un monasterio, es ms trgico el monje del espritu, el solitario, que tiene que vivir en el siglo. El estado de virginidad es para la Iglesia catlica, apostlica y romana un estado en s ms perfecto que el del matrimonio. Que aunque haya hecho de ste un sacramento, es como una concesin al mundo, a la historia. Pero los vrgenes y las vrgenes del Seor viven angustiados por el instinto de paternidad y de maternidad. En un convento de monjas hay el culto frentico al Nio Jess, al Dios nio. En los pueblos catlicos son los monjes y las monjas, son los tos paternales y las tas maternales los que mantienen la tradicin religiosa cristiana, los que educan a la juventud. Pero como tienen que educarla para el mundo, para el siglo, para ser padres y madres de familia, para la vida civil, poltica, de aqu la contradiccin ntima de su enseanza. Una abeja podr ensear a otra abeja a construir una celda, pero no puede ensear a un zngano a fecundar a la reina. 7. De la parusa a la soteriologa. La razn, lo que llamamos tal, el conocimiento reflejo y reflexivo, el que

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distingue al hombre es un producto social. Debe su origen acaso al lenguaje. Pensamos, articulada, o sea, reflexivamente, gracias al lenguaje articulado. Este lenguaje brot de la necesidad de transmitir nuestro pensamiento a nuestros prjimos. Pensar es hablar consigo mismo. Y habla cada uno consigo mismo gracias a haber tenido que hablar los unos con los otros. En la vida ordinaria acontece con frecuencia que llega uno a encontrar una idea que buscaba, llega a darle forma, sacndola de la nebulosa de percepciones oscuras que representa, gracias a los esfuerzos que hace para presentarla a los dems. El pensamiento es lenguaje interior. Pero el lenguaje interior brota del exterior. En realidad, es social y es comn. Hecho preado de consecuencias. La razn, razn social, es, por otro lado, el elemento comn a Dios y al hombre, el terreno de su encuentro, el fundamento de la afinidad, su parentesco. Se dice que el gnero humano es de origen divino. La razn es la chispa, el destello de la divinidad. La razn es la verdadera manifestacin de Dios al hombre, la verdadera revelacin, que hace posible que al hombre no slo le resulte patente su propio ser sino tambin el ser de Dios. Al conferir al hombre la razn, Dios hace que su esencia no permanezca oculta para l, sino que le sea perfectamente accesible. Este conocimiento se efecta sin necesidad de una mediacin tcnica, eclesistica o teolgica. Este conocimiento se logra por un contacto inmediato entre el ser racional y su objeto divino. Mediante la razn, Dios comunica al hombre lo que de l espera. La conciencia moral es la comunicacin de Dios al hombre, la autntica "voz del cielo". La razn es, pues, la nica gua prctica del hombre. La razn es la medida del alma, la nica medida posible y el nico criterio posible para determinar el valor moral de las acciones y, por tanto, la medida comn a todos los hombres y a los hombres y a Dios. Esta gua es una ayuda que Dios otorga al hombre en su desamparo para que pueda tener un criterio en su accin terrenal y acceder a la conciencia de la meta final de la vida, que no tiene meta. A nuestro entender, el camino de la salvacin no consiste en un asentimiento a un elenco de verdades propuestas por la institucin eclesistica o en el conocimiento detenido y preciso de tales verdades, sino en el obrar moral. Para hallar gracia a los ojos de Dios, no hace falta siquiera la adscripcin a la enseanza cristiana en una cualquiera de sus formas. Dios es el verdadero hijo del hombre, en la medida en que es creado y recreado por la especie humana a lo largo de los tiempos. Jess nunca pens en hacerse pasar por una encarnacin del propio Dios. Esto no se puede dudar. Semejante idea era profundamente ajena al espritu judo. No hay ningn vestigio de ella en los evangelios sinpticos. Ciertos pasajes de Hechos, como 2, 22, lo excluyen explcitamente. Tal afirmacin slo se encuentra esbozada en aquellos pasajes del cuarto evangelio que menos pueden ser aceptados como un eco del pensamiento de Jess. l se cree superior a un hombre corriente, pero separado de Dios por una distancia infinita. Es hijo de Dios, pero todos los hombres lo son o pueden llegar a serlo en diversos grados 279. Todos, cada da, deben recurrir a Dios, su padre; todos los resucitados sern hijos de Dios (Lc 20,36). En el Antiguo Testamento la filiacin divina se atribua a seres que no pretendan

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en modo alguno igualar a Dios. La palabra 'hijo' tiene en las lenguas semticas y en la lengua del Nuevo Testamento los ms amplios sentidos figurados. De este modo, el ttulo de 'hijo de Dios', o simplemente de 'hijo', lleg a ser para Jess un ttulo anlogo al de 'hijo del hombre'. Pero no parece haberse llamado a s mismo 'hijo de Dios'. Creemos que la crtica de Mahoma es pertinente:

Creador del cielo y de la tierra, cmo ha de tener hijos, l que no tiene compaera, que ha creado todas las cosas y que conoce todas las cosas (Sura VI, 101). Ellos dicen: 'El Misericordioso tiene hijos'. Acabis de proferir ah una enormidad. Poco falta para que los cielos se hiendan al or estas palabras, que la tierra se entreabra y que las montaas se desmoronen porque atribuyen un hijo al Misericordioso. A l no le acomoda tener un hijo (Sura XIX, 91-93).
Como sostienen bastantes telogos e historiadores de las religiones, resulta muy plausible que las primeras comunidades cristianas, para justificar el persistente retraso de la parusa, esto es, presencia o segundo advenimiento de Cristo al mundo para juzgar a los hombres, desplazaron su punto de mira del futuro al presente. De ese modo transformaron sus esperanzas escatolgicas, esto es, del fin, muerte y salvacin, en soterolgicas. Ello supuso un cambio del papel hasta entonces atribuido a Jess. De un Mesas que regresara fsicamente, por otro menos comprometido y que, por ser indemostrable hasta el fin de los tiempos, poda sostenerse con fe ante los incrdulos. Jess-Cristo, hijo de Dios, con su propia pasin y muerte, redimi y liber a todo el gnero humano. La cristiandad se constituy por el culto a un hombre-Dios, que nace, padece, agoniza, muere y resucita de entre los muertos para transmitir su agona a sus creyentes. La pasin de Cristo fue el centro del culto cristiano. Y como smbolo de esa pasin, la Eucarista, el cuerpo de Cristo, que muere y es enterrado en cada uno de los que con l comulgan. Hay que distinguir, como muchas veces hemos dicho y repetido, el cristianismo del evangelismo. En lo que se ha llamado por mal nombre cristianismo primitivo, en el cristianismo supuesto antes de morir Cristo, en el evangelismo se contiene acaso otra religin que no es la cristiana, una religin judaica, estrictamente monotesta, que es la base del tesmo. El supuesto cristianismo primitivo, el cristianismo de Cristo era, se ha dicho mil veces, apocalptico. Jess de Nazaret crea en el prximo fin del mundo y por eso deca: "Dejad que los muertos entierren a sus muertos" y "Mi reino no es de este mundo". Y crea acaso en la resurreccin de la carne, a la manera judaica, no en la inmortalidad del alma, a la manera platnica, y en su segunda venida al mundo. Por todo ello, no es muy comprensible la

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idea catlica de la Redencin. Para entender esta idea hay que referirse al pecado, sin duda alguna concepto central en el cristianismo. Las definiciones que se nos dan del trmino son distintas, incluso por los mismos autores. Por ejemplo, es definido como "un acto humano moralmente malo" y como "la libre transgresin de la ley de Dios" 280. No vamos a entrar en disquisiciones teolgicas sobre la justeza de estas definiciones. Digamos solamente sobre la primera que no pensamos que "un mal deseo", como quiere la Iglesia, sea un acto humano moralmente humano. Menos an, el comer carne en Viernes Santo. Hagamos algunas observaciones sobre el concepto de 'ley divina'. La palabra ley, en sentido general, significa lo que impone un modo fijo y determinado de obrar, a alguno, a varios o a todos los individuos de una especie. Esta ley depende de una necesidad natural o de la voluntad de los hombres: de una necesidad natural, si resulta necesaria de la naturaleza misma o de la definicin de las cosas; de la voluntad de los hombres, si stos establecen para comodidad y seguridad de la vida o por otras razones anlogas. En este ltimo caso constituye propiamente el Derecho. En un sentido ms particular, la ley es una regla de conducta que el hombre se impone a s y a los dems para conseguir un fin determinado. Pero esa regla de conducta es humana, pues sirve para la seguridad de la vida y slo se refiere al Estado. B. Spinoza llamaba 'ley de vida' a la que se refiere nicamente al bien supremo, es decir, al conocimiento verdadero y al amor de Dios. Lo que hace que a esta ley se llame divina es la naturaleza misma del bien supremo. Explicaba el filsofo. Para la mayor parte de nosotros mismos esa ley no es otra cosa que el entendimiento. Si queremos saber lo que ms verdaderamente nos conviene, debemos esforzarnos por dar a nuestro entendimiento la mayor perfeccin posible, puesto que en esta perfeccin consiste el buen entendimiento. Por consiguiente, todo el conocimiento humano, es decir, el bien supremo del hombre, no slo depende del conocimiento de Dios sino que en l todo completamente se contiene. Tal es nuestro bien supremo, tal el fondo de nuestra felicidad: el conocimiento y amor de Dios. En otros trminos, toda la ley divina est contenida en este precepto: amad a Dios como vuestro bien supremo. Esto quiere decir que no debe amrsele por temor ni por esperanza, porque la idea de Dios nos ensea que es nuestro bien supremo. Pero este bien no consiste sino en el pensamiento y en la pura inteligencia. La ley natural nada nos exige que no sea capaz de hacrnoslo comprender y que nos muestra claramente como bueno en s o como medio de conseguir la beatitud. El premio de la estricta observancia de la ley divina es esta misma ley, es decir, conocer a Dios, amarle con espritu verdaderamente libre, con amor puro y perdurable. Slo para ponerse al alcance del vulgo y acomodarse a la imperfeccin de su conocimientoaclara el filsofo- se representa a Dios como legislador o prncipe, y se le llama justo, misericordioso, etc. En realidad, Dios obra y dirige todas las cosas por la sola necesidad de su naturaleza y de su perfeccin; sus decretos y voluntades son verdades eternas, y siempre envuelven absoluta necesidad.

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Pero el pecado no slo es desacato de la supuesta ley divina. Es motivo de regocijo para el cristiano. Esto aparece claro en el cntico que se entona en Semana Santa: Oh feliz culpa.... La Iglesia catlica alaba cantando un pecado, una culpa enorme, porque supuestamente, sin ese pecado, sin ese mal, Cristo jams se hubiera encarnado y no tendramos actualmente la gracia sobrenatural, ni podramos ser llamados hijos de Dios e ir al cielo tras la muerte. Gracias a ese pecado, dicen los telogos, Dios nos da la gracia sobrenatural y nos hace hijos suyos. Gracias, tambin, a ese pecado aparecen dos ciencias: Filosofa y Teologa, y el ordo sacerdotalis. Pues, en verdad, el sacerdote es el nico que redime. Considerados psicolgimente, los pecados son necesarios en toda sociedad ordenada sacerdotalmente. Son instrumentos del poder; el sacerdote vive de los pecados, tiene necesidad de que se peque. Axioma: Dios perdona al que se arrepiente, en otros trminos, al que se somete al sacerdote. Cuando se tienen deberes sagrados, p.e., el de hacer mejores a los hombres, el de salvarlos, el de procurar su bien, cuando se lleva a la divinidad en el corazn y se es vocero de imperativos supraterrenos, semejante misin coloca al que se la atribuye fuera de las evaluaciones derivadas exclusivamente en el corazn. De este modo se santifica a s mismo con semejante misin y se convierte en tipo de una jerarqua superior para determinar el concepto de lo verdadero y lo falso, de lo bueno y de lo malo. De todas formas, la Iglesia catlica ha establecido toda una casustica por la que puede guiarse. Veamos la divisin del pecado 281:

Pecado original Segn el principio Pecado personal Actual Habitual Segn el De comisin precepto violado De omisin Segn la causa excitante De ignorancia De debilidad De malicia Segn el modo Interior

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Exterior Divisin del pecado actual Dios Segn el objeto: El prjimo contra S mismo Segn el efecto Segn el conocimiento Mortal Venial Material Formal Segn que sea o Capital no origen de otro No capital Propio
Segn el que lo comete

Ajeno

Pero veamos cuntos pecados enumera Jess, por boca de Marcos: Se le acerc uno de los escribas que haba escuchado la disputa [sobre la resurreccin], el cual, viendo cun bien haba respondido, le pregunt: Cul es el primero de todos los mandamientos? Jess contest: El primero es: "Escucha, Israel: El Seor, nuestro Dios, es el nico Seor, y amars al Seor tu Dios con todo tu corazn, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas". El segundo es ste: "Amars a tu prjimo como a ti mismo. Mayor que stos no hay mandamiento alguno (Mc 12,28-31). Si slo hay dos mandamientos, slo hay dos pecados, esto es, contra Dios y contra el prjimo, que es contra uno mismo, contra la humanidad. En realidad, ense el Maestro de Nazaret, todos los pecados se reducen a uno: el pecado contra la naturaleza humana. Jess encontr que la conexin entre el pecado y el perdn de los pecados, entre la enajenacin de Dios y la reconciliacin con l, no se establece fuera de la naturaleza. Jess situ la reconciliacin en el amor y en la plenitud de la vida y se expres sobre esto en todas las ocasiones que tuvo. All donde encontr fe (en el otro) pronunci osadamente las palabras: "Tus pecados te son perdonados". Y los pecados son siempre contra los hermanos, que son hijos de Dios. No hay otros pecados, como lo asegura Marcos. Por eso el perdn de las faltas, la

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disposicin de reconciliarse con el prjimo era, para Jess, la condicin expresa para el perdn de las propias faltas, para la cancelacin del propio destino hostil. En la reconcialicin con el ofensor, el corazn ya no insiste en el derecho que ha adquirido contra l mismo en la oposicin. Al renunciar al derecho del ofendido, se ha reconciliado con el destino y ha ganado en el mbito de la vida cuanto de vida le haba sido hostil. En otros trminos, ha reconciliado lo divino consigo y el destino que haba armado contra s mismo a travs de la propia accin. No cabe duda de que es un poco grueso tragarse lo del pecado original. La Teologa de la liberacin lo explica de otra forma, ms cnsona con los tiempos. Este primer pecado, al igual que el pecado de hoy -dicen los telogos de esta corriente del pensamiento catlico-, fue un problema de crecimiento, de eleccin dentro de la necesidad de crecer (Gn 26). El hombre prefiri su propia sabidura a la de Dios. Por eso, cada pecado es un querer ser como dioses y, por eso mismo, de idolatra (Gn 3,3 ss). Y es pecado porque se desconfa de lo que Dios ensea en relacin al crecimiento humano, creyendo el hombre que, si sigue su parecer, ser ms feliz que de la otra manera. Es un pecado de soberbia (Gn 2,17), aunque, ms bien es de falta de inteligencia. Claro que se puede argumentar que Dios le dio al hombre la razn suficiente para que la siga. En resumen, de acuerdo con la Teologa aggiornata, la manera de actuar pecaminosa consiste en fiarse ms de la sabidura humana que de la de Dios, lo que equivale a la idolatra, a querer ser como dioses. Hilando ms fino, pecar no es otra cosa que el rechazo consciente del "escndalo de la Cruz", de que hablaba san Pablo, y preferir, en el desarrollo humano, la sabidura de los hombres a la de Cristo, aunque esto conlleve la propia destruccin. Como segn todas las teologas Jess es Dios, debemos pensar que, no obstante las apariencias, l ha organizado, durante su existencia terrestre, la religin perfecta. De este modo, la vida cristiana no es ms que el desenvolvimiento necesario de los principios sentados por l. As el establecimiento y la elevacin del cristianismo en el transcurso del tiempo son fruto enteramente de su voluntad; en el dominio de las cosas visibles, y poniendo aparte el misterio de la salvacin, l ha encarnado, sufrido y muerto para fundar la catolicidad de un credo. Pero ya el joven Hegel apuntaba que 'salvacin' es una expresin poco conveniente para el lenguaje del espritu, pues designa la completa impotencia de aquel que est en peligro frente al peligro mismo. En ese sentido la salvacin es la accin de un extrao frente a otro. El efecto de una accin de lo divino se puede tomar como salvacin solamente si consideramos que el hombre salvado se hizo ajeno frente a su situacin anterior, pero no frente a su esencia. Su esencia es animal. El hombre no desciende del espritu ni de la divinidad. Claro que es el animal ms fuerte porque es el ms astuto. Su espiritualidad es una conciencia de ello. Como sostena F. Nietzcshe y hoy aceptan muchos pensadores, el hombre es relativamente el ms fracasado de los animales, el ms enfermizo, el que se desva de sus instintos, pero, con todo eso, resulta... el animal ms interesante!

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Captulo 8 POLITESMO

1. Sincretismo catlico Desde muy temprano se manifiesta la vocacin del cristianismo por la extensin de su cuerpo ideolgico a todas las comarcas de la tierra. Esto es obvio por la evangelizacin de sus apstoles y misioneros de todos los pueblos a todas las regiones del planeta. La llama que enciende ese motor es el Espritu Santo, de quien hablaremos ms adelante. El cristiano ecumenismo, la vocacin de universalidad, se expresa desde el comienzo en el arreglo del conocido tema de la fallida construccin de la Torre de Babel. El tema de Pentecosts fue entendido desde temprano por los comentaristas y exgetas cristianos como la oposicin o rectificacin, querida por Dios, de lo planteado en la historia de la Torre de Babel. En efecto, conocida es la historia relatada en el Gnesis (11,1-9) acerca de la construccin de una torre que deba llegar al cielo. Esta obra ambiciosa, producto del ilimitado orgullo humano, intentaba soberbiamente poner al hombre al nivel de Dios, pero termina en fracaso. El indignado Creador, celoso de su papel y de sus prerrogativas, siembra la confusin de lenguas entre los constructores, provocando el olvido de la lengua nica que hasta entonces hablaban los hombres segn el texto bblico, que no era otra, por supuesto, que el hebreo. Desde entonces cada pueblo y cada grupo humano debe hablar un lenguaje diferente al de los dems. Se deduce que la variedad de lenguas, ms que riqueza humana, ser fuente permanente de distancia e incomunicacin entre los hombres. Leamos el relato bblico:

Era la tierra toda de una sola lengua y de unas mismas palabras. En su marcha desde Oriente hallaron una llanura en la tierra de Senaar, y se establecieron all. Dijronse unos a otros: "Vamos a hacer ladrillos y a cocerlos al fuego. Y se sirvieron de los ladrillos como de piedra, y el betn les sirvi de cemento; y dijeron: "Vamos a edificarnos una ciudad y una torre, cuya cspide toque a los cielos y nos haga famosos, por si tenemos que dividirnos

por la haz de la tierra". Baj Yahv a ver la ciudad y la torre que estaban haciendo los hijos de los hombres, y se dijo: "He aqu un pueblo uno, pues tienen todos una lengua sola. Se han propuesto esto, y nada les impedir llevarlo a cabo. Bajemos, pues, y confundamos su lengua, de modo que no se entiendan unos a otros". Y los dispers de all Yahv por toda la haz de la tierra, y as cesaron de edificar la ciudad. Por eso se llam Babel, porque all confundi Yahv la lengua de la tierra toda, y de all los dispers por la haz de toda la tierra.
Superado el viejo mundo hebreo del Antiguo Testamento y su limitadora confusin de lenguas en la historia de Pentecosts, el nuevo dios, el dios cristiano bajo la forma del Espritu Santo, desciende sobre los apstoles, herederos y mensajeros de Cristo y depositarios de su evangelio o buena nueva. stos adquieren desde entonces el don de lenguas, la capacidad de hablar las lenguas de todos los pueblos de la tierra. Con ello se hacen de un instrumento esencial para comunicarse directamente con cada uno de ellos y poderles llevar directamente el mensaje cristiano sin necesidad de traductores o de intermediarios. Pero asistamos al acontecimiento de la mano de los Hechos de los apstoles (2, 1-13):

Cuando lleg el da de Pentecosts, estando todos juntos en un lugar, se produjo de repente un ruido como el de un viento impetuoso, que invadi toda la casa en que residan. Aparecieron, como divididas, lenguas de fuego, que se posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del Espritu Santo; y comenzaron a hablar en lenguas extraas, segn que el Espritu les daba. Residan en Jerusaln judos, varones piadosos, de cuantas naciones hay bajo el cielo, y habindose corrido la voz, se junt una muchedumbre que se qued confusa al orlos hablar cada uno en su propia lengua. Estupefactos de admiracin, decan: Todos estos que hablan, no son galileos? Pues cmo nosotros los omos cada uno en nuestra propia lengua, en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, los que habitan la Mesopotamia, Judea, Capadocia, el Ponto y Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y las partes de Libia que estn contra Cirene, y los forasteros romanos, judos y proslitos, cretenses y rabes, los omos hablar en nuestras propias lenguas las grandezas de Dios. Todos, atnitos y fuera de s, se decan unos a otros: Qu es esto? Otros, burlndose, decan: Estn cargados de mosto ( Mt 18,8).
Para atestiguar que su ebriedad no era de vino, despus de esto Pedro se

larga con un sermn, aunque el texto no especifica en qu lenguas para que entendieran todos. Cabe pensar que habra sido quiz ms sencillo y eficaz volver al sistema anterior de hablar todos una sola lengua. Sin embargo, el Espritu Santo, el dios del cristianismo, prefiri aplicar una solucin un tanto ms complicada y efectista, pero de todos modos capaz de revertir el problema generado por el orgullo de los constructores de la Torre de Babel. Se dot as a los apstoles, mensajeros del evangelio, del don de lenguas que les hizo posible llevar aqul a todos los pueblos del planeta, viajando a los confines del mundo, sede de pueblos desconocidos y a menudo extraos y monstruosos, para comunicarles el mensaje cristiano llamado as a imponerse por todas partes. No slo se sirvieron del don de lenguas. Gran parte de su eficacia predicadora se apoy en una ilimitada capacidad de impresionar y de hacer milagros convincentes y oportunos 282. Otros predicadores, como los de Amrica, posteriormente se ayudarn con la espada. Introducido por los apstoles en el mundo grecorromano en el siglo I, el cristianismo no ser slido sino hasta el siglo II, para expandirse ampliamente en el III. Pero cmo era la religin de los grecorromanos? En el momento en que el Imperio reemplaza a la Repblica, la religin oficial de los grecorromanos es ya un sincretismo, una combinacin hecha, despus de la conquista del Oriente griego por Roma, con los dioses de los vencedores y de los vencidos. Los hombres ilustrados han perdido su fe en ella, pero la respetan en pblico. Cuando es menester, participan en sus ritos, porque siguen creyendo que es necesaria para el pueblo, cuyos apetitos e instintos peligrosos refrena. La clase dirigente no olvida que la antigua Ciudad se apoyaba sobre la religin en otro tiempo, que dio sostn a los esfuerzos fecundos de sus antepasados y que constituye an, en lo que tiene de especialmente romano, el lazo sensible que une a los ciudadanos de la Ciudad. Esto lo dijo sin igual Fustel de Coulanges 283. Desde el siglo I, el cristianismo se present como una religin oriental, a la vez mstica y prctica. Por un lado, se apoyaba en la revelacin divina y prometa la salvacin eterna por un Mediador todopoderoso. Por el otro, pretenda instaurar en la tierra una vida nueva, toda de amor y de virtud. En apariencia, se mostraba rebelde a todo sincretismo; pero era todava muy simple en sus dogmas y en sus prcticas, por lo tanto muy plstica. Por esta razn pudo recoger y asimilar, casi sin cuidarse de ello, las ms difundidas aspiraciones religiosas y costumbres rituales con las que se encontrara en el terreno grecorromano. Si en el siglo III el cristianismo se halla en capacidad de hacerle frente, victoriosamente, a todo el sincretismo pagano, es porque l mismo se ha convertido en un sincretismo, en el que se renen todas las ideas fecundas, todos los ritos esenciales de la religiosidad pagana. Y, de ah en ms, nunca volver a parecerse al monotesmo judo enseado por el Maestro de Nazaret. Este captulo trata de algunos aspectos del politesmo que se conoce como catolicismo apostlico y romano. Y aqu estriba la tragedia. Porque la verdad es algo colectivo, social, hasta civil; verdadero es aquello en que convenimos y con que nos entendemos. Y el cristianismo es algo individual e incomunicable. De este modo agoniza en cada uno de los creyentes, como quera don Miguel de Unamuno. Agona quiere decir lucha. Agoniza el que

vive luchando, luchando contra la vida misma. Y contra la muerte. Es la jaculatoria de santa Teresa de Jess: Muero porque no muero. Porque aquello que es individual e ntimo, la Iglesia lo ha convertido en un espectculo. 2. Origen de la Iglesia Aunque parezca absurdo, Jess no fue cristiano. No es balad recordar que los cristianos de las primeras generaciones eran judos de lengua semtica. Tres siglos despus de la muerte del Profeta de Nazaret, en el concilio de Nicea -verdadero origen del catolicismo- los obispos ya slo hablaban griego y un poco de latn. La ancdota habla por s sola si recordamos que el contexto sociocultural hebreo estaba en las antpodas del helnico. El cristianismo que elaboraron los gentiles y judos helenizados se apart del judeocristianismo que, desde Jerusaln y de la mano de Santiago, el hermano de Jess, y del apstol Pedro propag el mensaje del Nazareno despus de su ejecucin. Ganaron los griegos. La estructura mtica de Jess alcanz cotas insospechadas al fundir en un crisol las creencias paganas ms ilustres, algunas de las cuales fueron consideradas en el captulo anterior. Posteriormente, habr una segunda transformacin al volverse romana. Veamos. Como lo dijo sin ambages Ch. Guignebert , es difcil establecer con certeza de qu rito pagano deriva tal rito cristiano, pero es indudable que el espritu ritualista de los paganos se impuso poco a poco en el cristianismo, hasta el punto de volverse a encontrar, enteramente, en sus ceremonias. La necesidad cristiana de desarraigar usos antiguos y muy tenaces precipit la asimilacin a partir del siglo IV. Adems, el poder del clero se vio notablemente acrecentado por el derecho casi exclusivo que adquiri desde temprano y por disponer de la fuerza mgica de los ritos, a los que llam sacramentos. En otros trminos, si consideramos la Iglesia cristiana a principios del siglo IV, nos ser difcil reconocer a la comunidad apostlica. A decir verdad, no la reconoceramos en absoluto. En otros trminos, el cristianismo se convirti en la religin ms poderosa y la ms completa del Imperio porque tom de todas las que entraron en contacto con ella lo que tenan de mejor. Aunque no comprenda, el simple no tiene ms que creer en ella y obedecer a sus autoridades sin razonar para estar seguro de su salvacin eterna. El filsofo, por su parte, encuentra en sus dogmas amplia materia de razonamiento. No en balde se confeccionaron con los mejores retazos de la Academia. Por una especie de colaboracin inconsciente de influencias, bastante dismiles en su origen, pero convergentes en su accin, una religin muy diferente del cristianismo, que ya se entrev en los umbrales del siglo III, se constituye en el siglo IV y se encuentra prcticamente en todo el mundo romano al iniciarse el siglo V. El cristianismo de la Edad Media: universalista y guerrero, exclusivista, violentamente intolerante y particularmente terrible para los judos, est erizado de dogmas absolutos que irritan la razn, de ritos minuciosos y mltiples, poderosos y misteriosos. Tal cristianismo est cargado de incontables devociones particulares, que se dirigen a dioses prcticamente distintos y a infinidad de santos especializados. Tal cristianismo est regido por un clero, amo de la fe y de la conciencia de los laicos. Estrictamente jerarquizado, tiende cada vez ms a recibir rdenes de un centro nico

impulsado por el formidable ejrcito de los monjes y contenido por la tropa porfiada y sutil de los telogos. Cuando se contempla este cristianismo en las innumerables y suntuosas catedrales que habita, en las esplndidas ceremonias que celebra y en los smbolos que lo animan y se lo compara con la religin del Maestro galileo, humilde y dulce, que pretenda nicamente anunciar a sus hermanos la Buena Nueva de la llegada del Reino y hacerlos dignos de recibirlo, casi no se ve qu haya de comn entre una y otra. La religin de Jess, cuya piedad se elevaba hacia el Dios de sus padres, era la expresin de un confiado impulso filial. Parecera, entonces, que, con el nombre de Cristo, la vida religiosa y filosfica del paganismo, con todos sus contrastes y todas sus incoherencias, hubiera recuperado vigor y triunfado de la religin del espritu y de la verdad que el Rab judo haba vivido. Sin duda, fueron las necesidades histricas las que determinaron e hicieron indispensable la evolucin, cuyo punto de partida est sealado por la aparicin de Jess y de la cual el tomismo, tanto como la fe de un cruzado, la teologa de san Agustn, la gnosis de Orgenes o el evangelio de san Pablo slo son etapas. No es menos cierto que el triunfo del Iglesia en el curso del siglo IV, con el edicto de Miln (312), solamente fue posible por el fracaso de la fe primitiva, llamada la fe de los Doce. No hay que olvidar que la principal desgracia del cristianismo apostlico fue la de haberse apoyado, fundamentalmente, sobre la gran esperanza de la parusa. A comienzos del siglo V, el principal resultado sensible es el triunfo aparente del cristianismo. Desde cualquier punto de vista, tal triunfo slo fue una apariencia. Lejos de transformar al mundo grecorromano, qued realmente absorbido por l, adaptado a sus necesidades atvicas y a sus costumbres, en todos los dominios del espritu y del cuerpo. Sin paradoja, puede decirse que la Iglesia catlica romana jams comprendi verdaderamente, en la antigedad, los dogmas cristianos. Tampoco los comprendi mejor despus. La religin, que con su propio esfuerzo ha construido sobre esos dogmas, ha sido cosa diferente, en espritu y en esencia, del cristianismo oriental, es decir, otra cosa surgida esencialmente de su propio fondo, de acuerdo con sus propios sentimientos y vaciada en frmulas latinas inadecuadas para contenerla. En rigor, los occidentales jams han sido cristianos De dnde sali la Iglesia? Puesto que no procede de Jess ni de sus Apstoles, su origen hay que buscarlo en la elaboracin de un proceso histrico que desemboc en donde nadie haba podido prever. Veamos algunos ejemplos de lo afirmado. El concepto de la misa es contrario a la mentalidad del Jess del Nuevo Testamento. Cuando Jess indic de qu manera poda ganarse la vida eterna, no habl para nada de ir a misa, ni de celebrar actos rituales de ninguna clase. La reunin eucarstica de los primeros cristianos se transforma en misa en el curso del siglo II. Jess puso todo su empeo en eliminar el ritualismo vacuo y burocrtico de la religin que profes, esto es, del judasmo. Desde el punto de vista histrico, el concepto de 'iglesia como lugar fsico destinado al culto divino -equivalente, por tanto, a los templos paganos- es bastante tardo. Hacia finales del siglo III, como resultado de

los intentos anteriores de alcanzar una organizacin eficaz para las iglesias cristianas en expansin y producto de la tolerancia con que el Imperio romano trataba a la nueva religin, en las grandes ciudades comenzaron a surgir lugares de reunin, repartidos por barrios, destinados a la formacin religiosa de los fieles bajo la direccin de un presbtero. Con el paso del tiempo, estos centros acabaron por convertirse en lugares de culto donde se celebraba la eucarista, bajo la presidencia de un presbtero -una funcin que hasta entonces slo poda recaer en los obispos-, y fueron denominados tituli en Roma y paroikiai (parroquias) en otros lugares. De este modo el culto cristiano empez a concebirse cada vez ms como una ceremonia pblica, con lo que comenz tambin a aumentar el nmero de sacerdotes en las ciudades, al tiempo que las parroquias iban extendindose por todos los barrios. A partir de los das del emperador Constantino, comenz a producirse la metonimia de la palabra iglesia, que pas a designar tanto a la comunidad de creyentes -ekklesa- como al local en que stos se reunan, antes denominado templum, aedes... Hablemos, en segundo lugar, de la figura central del Papa, que se apoya en el supuesto primado de Pedro sobre los otros apstoles. Con evidencia cegadora, los textos prueban que la primaca del apstol Pedro, proclamada por Jess segn un pasaje de Mateo (16, 18-19), no existi. Los hechos constatan que los discpulos que se agruparon alrededor de l, de Juan y de Santiago, "hermano del Seor", solamente lo honraron y escucharon como a un hombre engrandecido por la confianza y la amistad del Maestro. El versculo de Mateo aludido, que segn la Iglesia instituy el papado, es una impostura. Si comparamos Mt 15, 15-20, con los pasajes equivalentes de los otros evangelistas 284, observaremos que, aunque la frase se repite textualmente en Marcos y Lucas (pero con aadidos diferentes) y el sentido se conserva en Juan, en ninguno aparece rastro alguno del presunto nombramiento que Pedro recibe de Jess. Ese texto fue aadido muy posteriormente y contradice radicalmente el fundamento del Nuevo Testamento. Si la fe y base del cristianismo radica en las creencias aparejadas con la aceptacin de la divinidad de Jess, resulta obvio que la respuesta atribuida a Pedro no supona ms que la proclamacin de un credo slido frente a quienes no tenan al Nazareno por 'hijo de Dios vivo'. En esas palabras radicaba, no en quien las dijo, la "piedra" sobre la que edificar la iglesia. Tal como debera ser de sentido comn (y como se confirma en otros pasajes notables del Nuevo Testamento 285), el fundamento, la piedra, sobre la que se edifica la fe es Jess-Cristo, no Pedro, ni mucho menos el Papa o la Iglesia catlica. Pero esto es opinin de telogos protestantes que sostienen que el famoso versculo de Mateo fue introducido en el texto durante el siglo II para justificar el poder poltico de la Iglesia catlica y atribuir su fundacin al mismo Jess Hablando en serio, Cristo ni fund ni dese la Iglesia. sta es, quizs, la verdad ms segura que se impone a todo aquel que estudie los textos evanglicos sin una opinin preconcebida. La suposicin contraria configura histricamente un absurdo. Contra l todo el genio de los telogos no puede nada. Por mal que conozcamos las enseanzas de Jess, se nos aparecen,

primero, como una reaccin contra el legalismo estrecho y el ritualismo absorbente, de los que no se podra sostener que no sean los cimientos indispensables de toda vida propiamente eclesistica. Luego, se nos aparecen como una estimulacin enrgica del esfuerzo personal. El individuo debe elevarse hacia el Padre, que est en los cielos, por la confianza y el amor, sin duda, pero tambin por el arrepentimiento, la enmienda decisiva de sus vicios y, por decirlo as, por la purificacin de su conciencia tanto como por la exaltacin de su voluntad. Esto es, precisamente, todo lo contrario de la psicastenia eclesistica, que Nietzsche denunciara con palabras speras. De los Doce no hizo Jess sacerdotes, pues, en verdad, no los necesitaba. Por lo dems, si observamos cmo actan los apstoles despus de la muerte de su Maestro, comprobaremos que tampoco ellos piensan en fundar la Iglesia. Permanecen estrechamente unidos a la religin juda y practican su culto muy exactamente. Lo porvenir, tambin para ellos, es el Reino, no la Iglesia. La idea de iglesia naci, puede decirse, del trasplante de la esperanza cristiana de Palestina a terreno griego. En las postrimeras del siglo I ya se pueden ver, al menos en algunas iglesias, un Obispo, un 'vigilante' de toda la comunidad que parece tener poder absoluto sobre la totalidad de las funciones y, a su lado, Presbteros ('antiguos') especializados en las funciones espirituales y Diconos ('servidores') investidos de funciones materiales. El advenimiento y el triunfo del episcopado monrquico constituye la primera gran etapa de la organizacin de la Iglesia y ha tenido consecuencias incalculables para su existencia a travs de los siglos, es decir, para el establecimiento de un orden moral y un orden sacerdotal. Qu significa el orden moral? Que existe de una vez y para siempre una voluntad que decide todo lo que el pueblo debe hacer y no hacer; que el valor de un pueblo o de un individuo se mide segn obedece peor o mejor la voluntad de Dios; que en los destinos de un pueblo o de un individuo la voluntad de Dios influye de un modo preponderante, es decir, que castiga o recompensa segn el grado de obediencia. Esto implica que los clrigos abusan en nombre de Dios. Llaman reino de Dios a un estado de cosas en que el sacerdote es quien determina los valores. Llaman voluntad de Dios a los medios que emplean para alcanzar o conservar este estado de cosas. Con un fro cinismo miden los pueblos, las pocas, los individuos segn hayan sido propicios a la preponderancia sacerdotal o se hayan resistido a ella. Entre el 130 y el 150 d. C., aproximadamente, la monarqua episcopal se impone sucesivamente a todas las iglesias y su triunfo se ve favorecido y fortalecido por las crisis de distinto orden por las que atraviesa la Iglesia a partir de aquel momento. Entre ellas cabe recordar las persecuciones que diezmaron el "rebao" y las herejas que nacieron de combinaciones sincretistas de las afirmaciones fundamentales de la fe, de viejos mitos orientales y de las especulaciones filosficas griegas. El smbolo de la antigedad del obispo es el plpito, la cthedra ('asiento en alto') de la que se considera que toda la serie de sus predecesores ocup antes que l. El obispo-monarca es elegido por el pueblo y ordenado, es

decir, instalado en el ordo sacerdotalis, por los obispos vecinos. Por poderoso que sea, el obispo no es nada en la iglesia vecina, slo un hermano a quien se recibe con honor, pero que ni siquiera puede hacer uso de la palabra sin la expresa invitacin del obispo local. Es as como la autoridad del obispo-monarca, tanto de hecho como de derecho, constituye el fundamento esencial de la organizacin catlica, mucho antes de que se piense en el Papa. Otra cosa. Al iniciarse el siglo III, los textos no nos revelan la existencia, en ningn grado, de los otros cuatro sacramentos que el transcurso del tiempo le impondr a la Iglesia: la confirmacin, el orden sacerdotal, el matrimonio, la extremauncin... Solamente el bautismo, la penitencia y la eucarista. Pero desde entonces, el cristianismo queda constituido en religin original: tiene su dogmtica, su liturgia, su disciplina que, por elementales que sean todava, poseen ya sus fundamentos esenciales. La conversin del Estado romano, en el siglo IV, marca una etapa importante de la evolucin del cristianismo. Testimonia su triunfo aparente, se dijo. Pues la victoria fue comprada. El precio fue tan caro que se puede afirmar, sin mucha audacia, que los fieles de los tiempos apostlicos lo hubieron considerado un desastre. La disculpa de los cristianos de la poca de Constantino sera la de que no pudieron elegir las condiciones. De esto hablaremos ms adelante. 3. La religin de los griegos Incapaz de echar races en terreno judo, la esperanza apostlica se vio trasladada a terreno griego. All arraig y prosper. Hablando con propiedad, es all donde debe buscarse el primer eslabn de la evolucin del cristianismo. El gegrafo Estrabn (c. 63 a.C.-c. 24 d.C.), contemporneo de Jess de Nazaret, tena la impresin de que haba judos por todas partes. En verdad, se haban diseminado por todo el mbito del Mediterrneo, pero slo formaban grupos compactos en las grandes ciudades del mundo griego, en Mesopotamia y en Roma, en la que durante el reinado de Augusto poda contarse una docena de miles. Y van a ser los judos, y especialmente los semijudos de la dispersin, los que van a mostrarse mucho ms accesibles a las afirmaciones apostlicas, referentes a Jess, que los de Jerusaln y Palestina. Para los grandes espritus de la antigedad, los dioses jams fueron otra cosa que una expresin potica de las fuerzas jerarquizadas de la naturaleza, una imagen parlante de su organismo interno. Tambin como smbolos de las fuerzas csmicas y anmicas, esos dioses viven indestructibles en la conciencia de la humanidad. Puede decirse que la descomposicin moral y poltica de Grecia fue la consecuencia de su descomposicin religiosa, moral e intelectual. Pero en ese medio va a crecer el cristianismo. Por eso es conveniente echarle una mirada a la religin de los griegos. Lo haremos de la mano de J. Burckhardt 286, autor de la poco convencional Historia de la cultura griega. Hay que decir, en primer lugar, que los griegos no posean una revelacin escrita. Ninguna doctrina religiosa obligaba. Desde siempre faltaron a su

religin estos dos trazos fundamentales de la Teologa. Tampoco los dioses revelaban nada. El mismo orculo de Delfos, que dio tantas recomendaciones sobre el culto de divinidades diversas, jams pronunci la verdad de tipo general. Ningn consultor, por lo menos en los tiempos autnticamente griegos, se interes por nada semejante. La creencia griega es pura creacin de la nacin en cuanto tal y mltiple como ella en su doble sentido: por la riqueza enorme de figuras y por la diversidad de leyendas acerca de las mismas figuras y los mismos acontecimientos. Es un politesmo, junto al cual apenas si merecen atencin los intentos singulares en busca de una unidad del ser divino. Pero su religin era nacional. Nada acerca de sus dioses haba sido impuesto desde afuera. La nica divinidad extraa (no aria) que tuvo acogida como tal en Grecia es la Astart-Afrodita, fenicia o semtica, que posey sus santuarios en bosques costeros de Grecia cuando el pueblo viva muy arcaicamente. De seguro la acompaara Adonis. Lo que importa es que todo era nacional y que los dioses, cualquiera que fuese su procedencia, pasaban por griegos o se hicieron griegos como el mismo pueblo. Cosa que le suceder al cristianismo apostlico. La elaboracin de la religin griega nada debi a los sacerdotes. Siempre existieron, hasta los tiempos tardos, pero nunca hubo una casta sacerdotal ni menos un sacerdocio. Slo con ste comienza la Teologa, el saber de cosas espirituales, el Derecho Cannico y una transcripcin de las revelaciones. Es ms, la idea de destino es irreconciliable con cualquier teologa. Esta concepcin poderosa de la necesidad de todo lo que ocurre, y a la que tambin se hallan sometidos los dioses, los griegos la consiguieron por su propio pensar y propia disposicin y jams se dejaron arrebatar esa creencia. Toda la religin griega, con toda su riqueza de figuras y mitos, da la impresin de haber nacido y de haberse transmitido laicamente. Podemos distinguir dos etapas. En la primera, las figuras y los mitos se hallan prximos a su significacin natural (ros, montaas, mar, astros, las tormentas, las lluvias, las nubes, el huracn, la vegetacin, el fuego del hogar...) y hasta se corresponden con ella. En la segunda etapa, todo esto se ha convertido en un mundo personal y animado picamente. Es decir, ha cambiado su sentido primario. Los dioses griegos no existen desde siempre. Lejos de haber creado el mundo, han surgido del sueo oscuro de las fuerzas naturales. La teogona surge de la cosmogona, los elementos engendran al dios, p.e., el Ponto crea a Nereo. Tampoco los hombres han sido creados por los dioses. La desdicha y el mal comienzan en la vida humana luego del gran crimen que tiene efecto en el mundo de los dioses: la castracin de Urano por Cronos. Entonces es cuando la Noche, atemorizada del gnero, pare la Muerte fatal y el demonio de la muerte violenta, la burla y el llanto, los tres dioses del Destino, la venganza y el engao y la disputa, la edad provecta; finalmente, la Eris, que ser madre de una segunda generacin de rencores y crmenes. Lo que suele llamarse fe entre los griegos tena que ser necesariamente del tipo muy distinto que en los pueblos de teologa y documentos sagrados, segn los cuales hay una obligacin literal de concebir lo divino as y no de

otra manera. Entre los griegos se trata ms bien de una visin. Firme era la existencia de los dioses, pero su vida y milagros eran producto libre de un sentir visionario. Dentro de este mundo ideal, no poda dejar de seguir inventando sin embarazo alguno. Tales dioses no deseaban ser mejores que los hombres mismos. Tampoco podan ser reducidos a la obediencia mediante una santidad inherente al dios de las religiones monotestas. Numerosas divergencias, no slo en los hechos exteriores de la historia de los dioses, sino tambin en los motivos de su actuacin y en su carcter, no producen la menor perturbacin. En general, cada templo y cada rapsoda ofrecen cada uno su versin y sus leyendas en cada Ciudad. Nunca se produjo disputa por ello, como si hubiera regido la vieja sentencia: "que sta sea tu opinin y sta la ma". Teniendo todo esto en cuenta, hay que admirar ms bien el grado de unanimidad que alcanz la teora de los dioses, a pesar de sus orgenes tan diversos. Para gloria de los griegos, esta coincidencia se produca en la lnea de la belleza. Veamos esto ms detenidamente. Segn todas las probabilidades, al principio los dioses griegos se presentan como potencias terribles, salvajes, demonacos, fueran elementos naturales o bien dueos de los destinos humanos. Sigue el antropomorfismo total de los dioses. A las generaciones posteriores les parecer tan natural que lo suponen en todos los pueblos. "Porque -dice Cicern en De natura deorum, I, 18-, naturalmente, ninguna nacin conoce otras formas de dioses que los humanos. A quin se le ha aparecido otra forma, despierto o en sueos? Qu figura puede ser ms bella que la humana?" En cuanto el mito lo permite, extraordinariamente libre, los dioses son de talla mayor que el hombre. Se sientan con l a la mesa. Su alimento es ambrosa (inmortalidad) y nctar. Antes solan vivir de los sacrificios, cuya falta les es dolorosa. Su naturaleza es una eterna juventud, aun de aquellas divinidades no concebidas jvenes. Viven una vida "fcil" y ser culpa suya si, por su propia actuacin olmpica y la consiguiente participacin en las disputas de los hombres de la poca heroica, dificultan aqulla. Su morada puede ser espacialmente imaginada. Pero dondequiera que habiten los dioses, los alrededores se transfiguran, como ocurre en el Grgaro, la cspide el Ida. Cuando Zeus la habita con Hera, entonces la tierra da fresca hierba, lotos, cracos, jacintos, blanda espesura que los llevan en andas. Como dosel, nubes de oro. Como roco, una brillante fragancia. Los dioses griegos se trasladaban de un lugar a otro, a lo que parece con pasmosa celeridad. Rpidos como el pensamiento, segn las concepciones ms antiguas, no actan a distancia por mera voluntad y mandato, sino que tienen que presentarse personalmente. Pueden or desde la mayor lejana y el que los invoca puede tener la seguridad de que lo escuchan. Se les atribuyen a los dioses un lenguaje especial, del cual los griegos creen saber algo. Tericamente, los dioses son omniscientes y tambin prevn el futuro, sin poder desviarlo. Pero, de hecho, nada suelen saber de cosas que les ataen de cerca y se engaan a mansalva. Los dioses politestas pueden gozar de santidad si son concebidos como reposados dioses protectores de la existencia terrena y moral. Los dioses griegos no han posedo jams esta cualidad, ni aun cuando los filsofos han

tratado de atribursela. Es ms, profundos pensadores griegos de todas las pocas han lamentado la falta de santidad de los dioses y descrito su influencia sobre la moralidad con los ms negros colores. Sea lo que fuere lo que en principio sirvi de base a cada figura divina, el caso es que el Olimpo refleja la contradictoria naturaleza humana. A la divinizacin de cualidades positivas tambin se le une la de las pasiones. Muy humano resulta que, por su parte, los griegos no quisieran traslucir en qu grado envidiaban ellos a los dioses, los que "nunca envejecan". El griego se senta infeliz en cuanto dejaba de ser joven. No hablemos del peso de la ancianidad, para no mencionar otros contrastes con la dicha de los dioses. Si se exige a los dioses griegos la suprema justicia y se lamenta su descuido, parece que haba que atriburselo a la omnipotencia. Pero sta estaba muy condicionada. Los griegos conservaron, desde los primeros tiempos, una gran conviccin fundamental que reduca el gobierno de los dioses a muy poca cosa: la fe en la fatalidad, en la Moira. Este poderoso supuesto, el Destino, que compromete la cuestin de la libertad humana, entre los griegos haba recibido una vieja forma popular tal como la acu el epos. De antemano tenemos que estar preparados para toda clase de incongruencias: los dioses existen, prestan odo, pero el Destino es algo implacable. La gran fuerza de esta religin resida seguramente en la naturaleza e injerencia de su culto, que era una potencia objetiva, una costumbre arraigada. De haberse tratado de una religin magistral, los griegos la hubieran emprendido con ella desde un principio; pero su religin era puro culto, no enseaba nada y no caba, por tanto, contradecirla. Por eso, tampoco una Polis desenfrenadamente democrtica poda entrar en conflicto con ella y menos que nada por la cuestin de la enseanza. Esta religin, ante todo, no era patrimonio de los sacerdotes. Una de las causas principales de su fuerza y duracin fue que no existiera casta de sacerdotes ni sacerdocio, ya que griegos y griegas eran, desde los ms remotos tiempos, celosos sacrificadores. Por su casa, todo griego se halla acostumbrado a gobernar santuarios o a verlos gobernados. No es muy fcil para nuestra poca imaginarse sacerdotes que nada tuvieron que ver con la edificacin de una comunidad, con sermones, doctrinas y con la instruccin de los muchachos, sino que fueron meros sacrificadores. En algunos santuarios hubo sacerdotes desde los tiempos ms remotos, cuando el rito tradicional reclamaba una prctica especial. La regularidad del servicio divino exiga una persona familiarizada con l. Haba sacerdotes porque haba culto y no al revs; pero, de una manera general, tena disposicin para ello cualquiera que en su casa supiera sacrificar y rezar a cabalidad. En el nombramiento de sacerdotes, cuando no es de uso la herencia, opera, sobre todo, la eleccin popular. Una consecuencia de la extremada democracia fue el sorteo. En tiempos de decadencia, se nos habla de venta y hasta de subasta. En la verdadera poca griega, se era sacerdote tan slo de un determinado templo de una divinidad. Cada templo no dispona sino de un solo sacerdote o de una sacerdotisa, diferencia considerable con los cortejos sacerdotales de los santuarios egipcios y orientales. Para las cuestiones de administracin del templo y de su tesoro y para cuidar de las

fiestas, haba empleados. Para el servicio exterior del culto estaban los oportunos auxiliares, criados para los sacrificios, sacristanes, etc. Pero lo que no existi entre los griegos fueron sacerdotes que se dedicaran a otros ejercicios. Su existencia hubiera sido totalmente incomprensible para el pueblo griego. Los sacerdotes no pasan de ser ciudadanos de una ciudad a quienes se confa la recepcin de ofrendas victimarias en su templo y el elevar ritualmente al solio de los dioses las preces de los devotos, a veces de todo el pueblo. Estn muy lejos de formar una clereca en la Ciudad y no hace falta que guarden entre s conexin ninguna. Tampoco un culto ha llegado entre los griegos a poseer tierras y gentes en sentido seorial, si hacemos excepcin del pequeo templo-polis de Delfos, al que haba que asegurar de este modo una sagrada neutralidad. Si algunos templos, como el de Hera Lacinia en el golfo de Tarento o el del dios solar en la Apolia ilrica, poseyeron grandes extensiones de terreno, no se trataba sino de ricas dotaciones para el sostenimiento de poderosos rebaos de animales sagrados. Lo que inspira fundamentalmente al culto es el propsito de mantener propicios a los dioses con sacrificios, ya que, por lo menos, eran temidos. Su forma primaria habr sido espantosa, hemos dicho. Todava encierra mucho de verdad la afirmacin del romano Petronio: " Primus in orbe deos fecit timor". Para nuestro uso, podemos clasificar los sacrificios que ordinariamente ofrecan los griegos en sacrificios impetratorios y sacrificios de accin de gracias, segn las circunstancias. En la poca histrica, los grandes sacrificios pblicos (en Atenas, hasta hecatombes triples) no son sino festines del pueblo. Es muy posible que tan slo en esas ocasiones probaran la carne los pobres. Se comprende que, con el tiempo, se multiplicaran ocasiones semejantes, olvidando poco a poco el debido respeto. El silencio respetuoso debi de ser desde siempre muy penoso entre los griegos. En las grandes fiestas victimales (y no slo en las de Dionisos) se daba al final, como reaccin o licencia, una serie inacabable de rplicas y contrarrplicas que llegaban a las burlas de coros enteros. A veces eran desde los carros, cuando el tropel no iba a pie. En los coros, dirigidos por hombres, intervenan hombres contra mujeres o mujeres contra hombres. No es menester hablar del frenes de las fiestas nocturnas. Es imposible suponer, por lo menos en lo que respecta a la esfera puramente griega, que se atribuyesen a los sacrificios algn gnero de fuerza coactiva sobre los dioses. De todas maneras, el pueblo, en general, nada ha sabido de forzar a los dioses. En otros asuntos, especialmente en los de amor desesperado, le eran familiares suertes diversas de encantamientos. El forzar a los dioses no cabe imaginarlo sin un ritual especializado, difcil y tremendo. El griego sencillo saba que no posea un ritual de este gnero y el sacerdote corriente no habra osado intentar algo parecido. Quin podra determinar con justeza dnde empieza o cesa la secreta intencin de obligar a los dioses cuando los sacrificios son especialmente costosos o terribles? En este caso estaran el lanzamiento al agua de magnficos caballos, en el mar o en el ro, pero sobre todo los sacrificios humanos que inundan de espanto el mito y que se dieron, como sabemos, algunas veces en la poca histrica. Se trata de una especie de

trueque que se propone a la divinidad y que la vincula en cierto modo. Se trata de derivar hacia uno solo la perdicin que amenaza a muchos, a una poblacin entera. A veces era menester aplacar la clera de la divinidad, manifestada por alguna calamidad pblica de cierta especie, ofrecindole una vctima inestimable. En las fundaciones de ciudades, por ejemplo, se cree prevenir de este modo, provisionalmente, la envidia de los dioses. Pero el sacrificio humano autntico es el que se ofrece a una determinada divinidad. Teniendo en cuenta la terrible personalidad de los dioses arcaicos, podemos imaginrnoslo como bastante frecuente. Y tanto ms lamentable si tena efecto sin motivo alguno! La Polis griega, en la poca ms florida, ha sabido sacrificar a sus ms importantes en gran nmero, si bien con maneras muy diferentes. A esto cabe aadir la matanza de todos los varones al conquistar otras ciudades. Destacando su inocencia, el griego localizara despus los sacrificios humanos en las mrgenes turica, clquica y egipcia como prcticas de pueblos brbaros. Desde el primer momento, una religin como la griega pudo vincular sus devociones a aquellos lugares privilegiados donde se senta especialmente la proximidad de algn dios. Cuando se quiso tener en cuenta a todos los dioses y no olvidar ninguno, se erigieron panteones. Los templos se hallaban muy decorosamente equipados y, a veces, disponan de una gran dotacin de tierras, rentas y servidumbre. Adems de los templos con culto regular, se erigieron, con el tiempo, todo un cmulo de santuarios ( hier) de todos los tamaos. Hasta el ms pequeo, fueron, en parte, fundaciones arbitrarias, personales, producto de historias onricas, lo mismo en la ciudad que en el campo entre labradores y pastores. Difcilmente podemos hacernos una idea adecuada de la cantidad y diversidad incalculable de cultos, a pesar de la investigacin detallista ms agotadora. Los griegos, desde los primeros tiempos, disponan de una capacidad especial para la creacin de cultos, cuyas ceremonias y smbolos se le presentaban al pueblo con evidente satisfaccin. La mayora de los templos, especialmente los de los dioses particulares de la Ciudad, tenan sus grandes fiestas anuales u otras fiestas peridicas y, en ellas, no slo se daban grandes procesiones y comilonas, sino tambin competiciones musicales y gimnsticas. Pausanias, historiador, gegrafo y viajero griego de fines del siglo II d. C., pudo encontrar todava vivas esas competiciones en las pequeas ciudades. Estas competiciones fueron lo ltimo en desaparecer, as como fueron lo primero que surgi. Cmo era el culto? Toda reunin pblica se inicia con un sacrificio o, por lo menos, con una devocin ritual. En las asambleas populares de Atenas, el heraldo pronuncia no slo las invocaciones a los dioses, sino tambin las maldiciones (ara) contra los enemigos malignos, venales y otros del Estado. Podemos formarnos una idea de tales por una parodia bastante exacta en Aristfanes (Tesmof, 295 y 332). Pero este culto, sobre todo, era entretenido como el mito mismo. El pueblo, y especialmente los jvenes, participaban como nadie. Desde la infancia, y aun entre la gente ms pobre, el culto era lo ms bello que exista. El canto, la msica y la danza, hasta donde llegan nuestras noticias, contenan inseparables el humor profano y la celebracin de figuras divinas o mticas. Luego viene la forma solemne del himno, del pen, del ditirambo. Los epitalamios y lamentaciones

fnebres pudieron carecer de algn contenido religioso, porque no cabe pensar en ninguna celebracin comn sin l. El coro que danzaba, acompaado del canto, desde un principio presenta una forma que slo se puede explicar por su regular relacin con el servicio divino. Homero llama a algunas ciudades "la de la ancha, bella plaza de baile". Los movimientos tradicionales de muchas danzas eran pantomimas que figuraban mitos: la espatadanza de los curetes como cuidadores de Zeus, la salida de los nios salvados del Laberinto... Platn supone de una manera general que el origen de la danza haba sido la imitacin de algn suceso. Desde la juventud probablemente, toda la poblacin era adiestrada para cantar en los coros y danzar. El pueblo griego era amante de la msica y de la danza desde joven y, naturalmente, entendido en toda clase de virtuosismos. Cada fiesta comenzaba con una procesin. Esta procesin la componan los auxiliares del culto, servidores y servidoras escogidos; el coro, cuyo canto ensalzaba a la divinidad; los citaristas y los flautistas; los portadores de smbolos y adminculos sagrados, que llevaran en bandejas o cestas magnficas. Una procesin semejante, que acompaaba a las blancas becerras a travs de la calle mayor entoldada de una pequea ciudad, con el jbilo de las flautas y de las invocaciones, camino del templo principal, poda ser un espectculo envidiable. Las ceremonias ms solemnes (sobre todo de Dionisos) se ornaban de ribetes cmicos y burlescos. Pero lo que mantuvo a su altura a la procesin fue, seguramente, la voluntad de la Polis de que la gran fiesta del dios de la ciudad, en la que sta se adoraba en realidad a s misma, se celebrara con la mayor pompa. Lamentablemente, conservamos muy pocas descripciones de procesiones, como ocurre con todas aquellas cosas obvias para los coetneos. A veces debi de ocurrir, aunque no haya sido lo corriente, que el sacerdote o la sacerdotisa apareciesen con el indumento del dios y marcharan en esta figura en la procesin. Un elemento importante del culto griego era el drama sagrado que se representaba en las fiestas anuales, fuera del templo y ante el pueblo entero. Parece un rasgo primitivo de diversas religiones la necesidad de ofrecer plsticamente en las fiestas algn acontecimiento importante escogido en la mitologa del dios del templo, ya sea en pblico, ya sea misteriosamente. En escenas de este tipo, p. e., en loor de Dionisos, pudo abrirse directa y respectivamente el camino al teatro. La representacin debi de ser mmica, sin palabras. Hubo, adems, una serie de celebraciones no pblicas como las fiestas trietticas, fiestas bianuales de Dionisos; las tridas ticas; las tesmoforias, slo para mujeres; las adonas y la religin rfica. Los orfetelestas se dirigan preferentemente a algunas almas inquietas por la suerte de ultratumba. En este culto tena cabida hablar de penitencia y de sus formas prcticas, un ejercicio asctico cualquiera, mientras que el pueblo griego, pesimista y nada propicio a la penitencia, crea que ya haba bastante mal en el mundo. Cuando el cristianismo, cuyo misterio constituy desde muy pronto una competencia consciente de los misterios paganos, se convirti en religin de Estado, Eleusis sigui siendo mucho tiempo el lugar donde la pagana

helnica se senta vivir ms que en ninguna otra parte, y hasta donde haca su recuento. La ltima suerte reservada al santuario y a los misterios nos es desconocida; no podemos seguir las huellas ms all de la campaa griega de Alarico (395-396), aunque no se le deba considerar como el devastador que se ha supuesto. En todo lo que alcanza la vida griega, sobre ciudades y campias, se ven, adems de templos, sepulcros de hroes que gozan de un culto regular, anual, no raras veces aliados al temor, siempre de una supersticin fantstica, y que en ocasiones reclama tambin expiaciones extraordinarias. Podan ser tumbas corrientes, pero tambin edificios propiamente dichos (hera), con columnario en la parte alta y rodeados de vegetacin, de rboles venerables y hasta con un prtico alrededor de todo el conjunto. A veces se encontraban en los patios de los templos, o en el gora, o en el centro del Pritaneo o del Buleuterin. Se vean tambin en el campo, frecuentemente alejados de la ciudad, hasta en medio de los bosques. Los pocos bosques conservados, el llamado monumento de Harpago en Xantos (conservado en el Museo Britnico) y el santuario de la colina sobre Milasia, en Caria, nos da una idea aproximada de lo que deban de ser. A partir de Pitgoras, parece que entre los filsofos adquiri aceptacin general la jerarqua corriente de dioses, demonios, hroes, hombres y seres irracionales. Si nos preguntamos ahora lo que fueron los hroes para los griegos, las diferencias sern considerables segn los tiempos, aunque no tengamos en cuenta sino la circunstancia de que al principio el orculo tuvo gran participacin en el culto de los hroes y luego ninguna, si bien es verdad que el mismo se vio reemplazado por otras muchas maneras de adivinar el porvenir. El pueblo, no obstante, segua venerando a sus hroes. Todava en tiempo de los Antoninos encuentra Pausanias viva la fe en los hroes en todas las localidades, por lo menos en los trminos que denotan que los pueblos se ocupaban, y a veces se preocupaban, por la cuestin. Mucho ms se van a preocupar los cristianos con su culto a los santos, los hroes de los nuevos tiempos. Se ha dicho, y al parecer bastante razonablemente, que el paganismo helnico es, ms bien que politesta, pantesta. La creencia en muchos dioses, tomando el concepto de Dios como hoy lo tomamos, no se entiende que haya existido en cabeza humana. Y si por pantesmo se entiende, no que todo y cada cosa es dios, sino que todo es divino, sin violencia cabe decir que el paganismo era politesta. Los dioses, no slo se mezclaban entre los hombres, sino que se mezclaban con ellos. Engendraban los dioses en las mujeres mortales. Los hombres mortales, a su vez, engendraban en las diosas a los semidioses, esto es, semihombres. En otros trminos, lo divino y lo humano eran caras de una misma realidad. La divinizacin de todo era su humanizacin. Decir que el Sol era un dios equivala a decir que era un hombre, una conciencia ms o menos agrandada y sublimada. Y esto vale desde el fetichismo hasta el paganismo helnico. En lo que propiamente se distinguan los dioses de los hombres era en que aqullos eran inmortales. Un dios vena a ser un hombre inmortal. Divinizar a un hombre, como lo hace la Iglesia con sus santos, es considerarlo como a un dios, es estimar que, en rigor, al morirse no ha muerto. De ciertos hroes se cree que fueron vivos al reino de los muertos.

La Virgen Mara, segn declara el Dogma de la Asuncin decretado por Po XII en 1950, pas al Cielo sin pasar por la aduana de la muerte. Y ste es un punto muy importante para estimar el valor de lo divino. Recurdese que Cristo, en cuanto Dios, tampoco muri. Al igual que en el catolicismo, el verdadero dios del paganismo helnico, ms bien que Zeus Padre (Jpiter), es la sociedad toda de los dioses y semidioses, esto es, lo divino. Y de aqu la solemnidad de la invocacin de Demstenes cuando se diriga a todos los dioses y a todas las diosas. Cuando los razonadores sustantivaron el trmino thes, que es propiamente un adjetivo, una cualidad precedida de cada uno de los dioses, y le aadieron un artculo, forjaron 'el dios' (o thes), una cualidad sustantivada y falta de personalidad, por lo tanto. Porque el dios no es ms que lo divino. Tanto en el politesmo grecorromano como en el catolicismo apostlico de la Iglesia de Roma. Debemos anotar, sin embargo, que la Iglesia catlica habla del culto y de sus clases287. El culto consiste en manifestar con palabras y acciones la idea que tenemos de la dignidad de Dios o de sus santos. Puede ser interno o externo; de latra, de hiperdula o dula; absoluto o relativo. Es interno o externo, segn se haga con las facultades interiores o exteriores. Recibe el nombre de privado o pblico, segn se preste en nombre propio o en nombre de la comunidad por un representante suyo o ministro del culto. Ser absoluto o relativo, segn se dirija directamente a las personas (divinas) o se d a las imgenes o reliquias. El culto que se da Dios por su excelencia infinita es denominado de latra. De hiperdula es el profesado a la Virgen Santsima, por su dignidad casi infinita de Madre de Dios. El proferido a los santos y ngeles, por ser amigos de Dios e intercesores nuestros, recibe el nombre de dula. Creo que los creyentes no hacen esas distinciones nominales en la prctica de sus supersticiones. Deca B. Spinoza que si los hombres fueran capaces de regirse constantemente por una regla preconcebida, si constante les favoreciese la fortuna, tendran el alma libre de supersticiones. Mas como suelen hallarse en situaciones tan difciles que les impiden adoptar resolucin alguna racional, como casi siempre fluctan entre el temor y la esperanza, por bienes que no saben desear moderadamente, su espritu est siempre abierto a la ms exagerada credulidad. Vacilan en la incertidumbre, el menor impulso los mueve en mil rumbos diferentes y a su inconstancia se agregan las fatigas del temor y la esperanza. La verdadera causa de la supersticin, lo que la conserva y entretiene es el temor, que la Iglesia suele destacar en la idolatra que propone. En el lenjuaje puro de Jonia y Atenas, edolon y latrea eran palabras antiguas y familiares. La primera expresaba una semejanza, una aposicin, una representacin, una imagen, creada por la imaginacin o el arte. La segunda denotaba cualquiera especie de servicio o esclavitud. Los judos de Egipto que tradujeron las Escrituras hebraicas limitaron el uso de estas palabras (x XX, 4,5) al culto religioso de una imagen. El idioma peculiar de los helenistas o judos griegos fue adoptado por los escritores sagrados y eclesisticos. La tacha de idolatra ( eidololatrea) ha sealado el modo visible y abyecto de supersticin que algunas sectas del cristianismo no

debieran imputar precipitadamente a los politestas de Grecia y Roma. Abusando de la necesidad humana de estar fuera de s, pues la existencia es una carga insoportable, la Iglesia catlica ha convertido los actos de culto en verdaderos espectculos, en motivos de distraccin. En qu puede diferenciarse una misa con el Santo Padre y un concierto de rock? Qu es lo distinto de la Semana Santa de Valladolid o Sevilla y los carnavales de Ro? La autenticidad. Complejas alegoras culturales y una sensualidad desenfrenada desfilan al mismo tiempo en Ro de Janeiro, la ciudad brasilea cuyo Carnaval es la fiesta al aire libre ms grandiosa del planeta, si no consideramos las misas papales como fiestas. La celebracin, llena de erotismo y samba, es fiel al espritu que originalmente le dieron los antiguos griegos: se permite absolutamente todo, como en la Grecia lujuriosa. 4. Triunfo del logos Lo que impresiona al observador menos avisado en el triunfo del cristianismo es, primero, el poder del sacerdocio: parece que la vida de la Iglesia de Cristo se cifra toda en la conciencia de los obispos. En segundo lugar, impresiona el desarrollo monstruoso de la Teologa. El fermento de toda esta especulacin sigue siendo el pensamiento griego, que reacciona sobre la fe como el siglo sobre las costumbres o el Estado sobre la Iglesia. Los Padres griegos del siglo IV pensaban, razonaban, hablaban y escriban segn las reglas, procedimientos y costumbres de la retrica profana que se enseaba en las escuelas de elocuencia. La retrica, define el diccionario, es el arte de bien decir, de embellecer la expresin de los conceptos, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover. Hay en msica acordes de notas de tres, de cuatro o ms, frente a notas simples, puras o limpias, esto es, filtradas mediante analizadores. Del mismo modo, recordaba J. D. Garca Bacca, hay en el lenguaje palabras que son, realmente, acordes de significaciones, frente a palabras que pretenden decir una sola cosa, esto es, de una sola significacin. Ambas clases resaltan frente a palabras de ruido significador, verdadera algaraba de conceptos. Debe admitirse que el paso de ruido a sonido, esto es, de lo insignificante a lo significante, constituye un progreso en el orden del hablar. El paso siguiente consiste en transformar palabras de acorde significador en palabras unisignificadoras. Pero las palabras-acorde, existen? Tales palabras deben hacernos pensar, a la vez, en muchos conceptos racionalmente independientes, cual las notas del acorde musical. 'Logos', sostiene el filsofo espaol, es palabra que parecera ruido, en caso de atenerse al diccionario. As se dice que significa, entre muchas otras cosas, razn, discurso, dicho, leyenda, relato, cuento, disertacin, proposicin, definicin, razonamiento, frmula, ley, consideracin, proporcin..." Pues bien, cuando un griego emplea insistentemente una palabra, cual 'logos', para los, segn nosotros, tan variados, diversos y aun incoherentes significados es que percibe un acorde rico de notas consonantes, biensonantes y biensignificantes. Nosotros empleamos la palabra 'logos' cuando empleamos las de 'lgica' y

'lgico'. Con 'loga' hblase de 'ser' (onto-loga), de 'dios' (teo-loga), de 'naturaleza' (fisio-loga), etimo-loga, geo-loga... y de otras cosas que fuera cruel o inurbano mencionar antepuestos a loga, a logos. Pero los griegos Scrates y Platn, al igual que todos los dems, perciban vocal y mentalmente la unitaria palabra 'logos' cual un acorde. Para los griegos, 'hablar' (lgein), 'logos', les sonaba mientras hablaban y dialogaban y recordaban, persistentemente, a todo esto: razonamiento-cuenta, cuenta -y-razn, razn resonante a cuenta, cuenta resonante a razn, todo ello perceptiblemente resonante adems y a la una a leyendas, a teologa... No nos es posible, hoy, or-pensar-decir 'logos' como acorde. Los griegos hablaban en dos, tres, cuatro... dimensiones significadoras. Nosotros hablamos, en general, de manera unidimensional, como en una lnea recta de palabras, de la cual cada palabra es un punto de tal recta. Recorremos la lnea de palabra en palabra, pasando de un significado a otro un significado. Si ya no es, histricamente posible, percibir positivamente la lengua, el 'logos' griego cual acorde, es posible percibir tal acorde negativamente, cual negacin determinada de nuestro lenguaje, de nuestra manera de hablarpensar-y-leer288. Entendiendo esta caracterstica de la lengua griega, podemos entender el misterio del Prlogo del cuarto evangelio:

Al principio era el Verbo (logos), y el Verbo (logos) estaba en Dios, y el Verbo (logos) era Dios.
Si queremos averiguar el proceso que llev al judo Jess, una vez muerto y mitificado por los evangelios, a convertirse en consustancial con Dios, debemos abandonar los textos del Nuevo Testamento. Despus tenemos que dirigir nuestros ojos a los documentos histricos que conservaron memoria de las enconadas luchas doctrinales que, tras casi siete siglos de enfrentamientos, acabaron conformando la ortodoxia catlica. La figura resultante de Jess es tan distorsionada que ni la mismsima Mara podra reconocerlo. En este proceso de configuracin del cristianismo, ajeno por completo al pensamiento, mensaje e intenciones del Jess histrico, fue capital la tensin que aportaron algunas importantes herejas. De ese maridaje e hibridacin entre las corrientes del pensamiento judo y platnico, finalmente se molde una nueva religin, a partir de aquello que no haba sido ms que una secta judaica. El docetismo, los gnsticos, Marcin, el adopcionismo; Orgenes, Arrio, Nestorio y el papa Len I, entre otros, son los peldaos fundamentales que conforman la escalera a los cielos para que por ella Jess de Nazaret llegara a ser dios. Y tambin Platn con... el idioma griego! Hablemos de Platn. En La escuela de Atenas, fresco alegrico de la Filosofa, Rafael Sanzio de Urbino nos presenta a Platn llevando en sus manos el texto del Timeo. Al representar a Platn de esta manera, el pintor no hizo sino pagar su tributo a la tradicin que le llegaba a travs de los artistas bizantinos y los miniaturistas de los manuscritos, quienes, a su vez, haban dependido de una valoracin secularmente remota, perdida en la mismsima Academia. El

Timeo fue, en efecto, el dilogo ms significativo del platonismo. Aristteles, que lo cita a menudo, lo considera una de las ms fieles y completas expresiones del modo de pensar de su maestro. Espeusipo, sobrino de Platn, y Jencrates le prestan a algunos pasajes de esta obra atencin especial , pasajes que se vuelven objeto de sus discusiones. Muchos son los estoicos que lo estudian. Epicuro le consagr todo un libro para refutarlo. (As le fue a Epicuro: de l no nos queda casi nada, a pesar de haber sido uno de los autores ms prolficos de la antigedad!). Alejandrinos y eclcticos le tributan un culto y veneracin particulares. Plutarco discute extensos pasajes de la obra al tiempo que escribe sobre ella un comentario parcial. No disminuye lo ms mnimo este inters el paso de la civilizacin antigua a la cristiana medieval. Sabios cristianos, rabes y judos veneran este texto casi con el mismo fervor que a sus libros cannicos. En realidad, trataron de ver cmo se adecuaba la exposicin platnica a las descripciones del Gnesis. As, cuando la erudicin y el estudio del siglo XIX se enfrenta al Timeo, se encuentran ante un vasto conjunto de tradiciones que, a travs de numerosos intermediarios, se remonta hasta la misma Academia de Platn. El Timeo es el trabajo ms teolgico y abiertamente monotesta de Platn. Muchas veces se ha sealado que en varios momentos su lenguaje se parece al lenguaje cristiano. En l se encuentra la famosa frase "el padre y creador de todas las cosas, difcil de encontrar y, cuando uno lo ha encontrado, imposible de transmitir a los dems hombres". Tambin estn las palabras con las cuales Timeo finaliza, hablando del Universo como de un Dios visible, "la nica imagen engendrada de lo comprensible". Sin embargo, quizs se haya hecho menos hincapi en lo superficiales que son estas semejanzas, seal I. J. Crombie, un estudioso de Platn. "El nombre de Platn, impuesto por sus propias meditaciones, o por las tradiciones de los sacerdotes de Egipto, se aventur a explorar la naturaleza misteriosa de la Divinidad", escribi E. Gibbon . En efecto, un siglo antes del nacimiento de Cristo, sali a la luz, en griego, un tratado filosfico de los judos alejandrinos, que est a las claras manifestando el estilo y los conceptos de la escuela de Platn. Unnimemente fue recibido como reliquia preciada y genuina de la sabidura inspirada por un rey judo con el ttulo de Sabidura de Salomn. Hermandad semejante de la fe mosaica y de la filosofa griega asoma en las obras de Filn, compuestas la mayor parte bajo el reinado de Augusto. Es as como se empieza a aplicar el logos al Yahv de Moiss y de los patriarcas, a pesar de que el alma material del universo pudiera lastimar la religiosidad de los hebreos. A partir del logos, el Hijo de Dios habit la tierra bajo apariencia visible, y aun humana, para desempear aquellas faenas tan familiares que parecen incompatibles con la naturaleza y los atributos de la Causa Universal. Hay que decir, sin embargo, que "el telogo cristiano Atanasio confiesa candorosamente que, en esforzando su entendimiento para cavilar sobre la divinidad del Logos, todos sus violentos conatos se doblegaban sobre s mismos; que cuanto ms recapacitaba, menos entenda, y cuanto ms escriba, menos acertaba a expresar sus conceptos. A cada paso de esta maleza, tenemos que palpar y reconocer la desproporcin inapelable de la grandeza del objeto y el alcance humano" 289.

Si Atanasio no entenda qu quedar para los dems mortales! Tanto ortodoxos como herejes abusaron del nombre de Platn en apoyo comn de la verdad y del error. Fue necesario acudir a la autoridad de sus agudos comentadores y a la ciencia dialctica para abonar las lejanas consecuencias de sus opiniones y suplir el silencio discreto de los escritores inspirados. Las cuestiones sobre la naturaleza, la generacin, el deslinde y la igualdad de las tres personas divinas de la misteriosa Trada o Trinidad fueron ventiladas en las escuelas filosficas y en las cristianas de Alejandra. "Un flujo desatinado de curiosidad los arrebataba a explorar los arcanos del abismo, y el orculo de los catedrticos y oyentes se daba por pagado con la ciencia de las palabras", escribi E. Gibbon. Algunos dicen que fue Tefilo, obispo de Antioqua, el primero que se sirvi de la palabra 'trada' o 'trinidad', pero este trmino abstracto ya era familiar en las escuelas de filosofa. Sin embargo, debe de haber sido admitido en la teologa de los cristianos a fines del siglo II. Algunos quieren descubrir la trinidad teolgica de Platn en un tratado dedicado a explicar las oposiciones de los filsofos antiguos tocante a la naturaleza de los dioses. Pero Cicern confiesa honradamente que, a pesar de haber traducido el Timeo, nunca pudo entender aquel misterio teolgico. Hay, sin embargo, diferencias entre platonismo y cristianismo. La primera particularidad que diferenciaba a los cristianos de los platnicos era la devocin individual. La segunda, sin duda, la autoridad de la Iglesia. Los alumnos de la Filosofa veneraban los derechos de la libertad intelectual. Su respeto a los dictmenes del maestro era un tributo liberal y voluntario ofrecido a la razn superior. Pero los cristianos constituan una sociedad crecida y disciplinada, leyes y magistrados ejercan estrecha jurisdiccin sobre los fieles. Actos de fe y confesiones enfrentaban los extravos de la fantasa, la sabidura pblica de los snodos avasallaba las opiniones privadas, la jerarqua eclesistica guiaba la autoridad de un telogo. En fin, los sucesores episcopales de los apstoles aplicaban las censuras de la Iglesia a cuantos se desviaban de la creencia ortodoxa. La llamarada de la discordia religiosa vol rpidamente de las escuelas al clero, del clero al pueblo. Empez a ventilarse en contiendas eclesisticas la cuestin abstracta de la eternidad del logos. Trascendi a los sermones. Las opiniones heterodoxas de Arrio salieron luego a la luz por su propio celo y el de sus contrarios. Sus enemigos ms implacables reconocieron la sabidura y la vida irreprensible de aquel presbtero esclarecido, que haba generosamente declinado sus pretensiones a la silla episcopal. Alejandro, competidor de Arrio, se apropi del cargo de su juez y fall su sentencia definitiva, como regla absoluta de fe. El denodado presbtero, que arrastr y resisti a su airado obispo, qued separado de la comunin de la Iglesia. Pero un bando crecido vitore y sostuvo la osada de Arrio. Se contaron entre sus secuaces inmediatos dos obispos de Egipto, siete presbteros, doce diconos y... 700 vrgenes!, cosa que parece casi increble. La mayora de los obispos de Asia se mostr parcial y favorecedora de la causa, acaudillada por Eusebio de Cesarea, el primer sabio de los prelados cristianos, y luego por Eusebio de Nicomedia, que se haba granjeado la nombrada de estadista sin merecer la de santo. Los snodos de Palestina y Bitinia se pusieron en contra de los de Egipto. Esta disputa teolgica

embarg la atencin del Emperador y del pueblo. Despus de seis aos (318-325), se remiti la decisin a la autoridad suprema del concilio de Nicea, primer concilio ecumnico (325). ste conden tres sistemas acerca de la Trinidad Divina: (1) El logos es una produccin dependiente y voluntaria, compuesta de la nada por la voluntad del Padre; el Hijo, hacedor de todo, fue engendrado antes que todos los mundos. (Tal era la posicin de Arrio y secuaces). (2) Bajo el segundo concepto, posea el logos todas las perfecciones inherentes e incomunicables, que la religin y la filosofa colocan en el Dios Supremo. Tres entendimientos o sustancias diversas e infinitas, tres entidades iguales y coeternas, componan la Esencia Divina. (3) Tres seres que, por la necesidad intrnseca de su existencia, estn atesorando todos los atributos divinos en sumo grado, eternos en duracin, infinitos en espacio, ntimamente presentes entre s y con todo el universo, se internan irresistiblemente en los nimos atnitos como nico e idntico Ser, que en la economa de la gracia, as como en la de la naturaleza, puede manifestarse bajo formas diferentes y considerarse por diversos aspectos. En esta suposicin una trinidad efectiva y sustancial viene a reducirse a trinidad de nombres y a modificaciones abstractas que permanecen solamente en el entendimiento que la concibe. Ya no es el logos persona alguna. El concilio niceno decret la consustancialidad (de homoouson, voz corriente entre los platnicos) del Padre con el Hijo y se admiti luego como artculo fundamental de fe cristiana. Pero la controversia no termina, pues comienzan a aparecer sutilezas. Al fin, cesa la pugna sustituyendo homoiousos en vez de homoousos y se abre otra, que ser llevada al concilio de Rmini. Ratific el emperador Constantino el Credo niceno. Declar, adems, que cuantos contraviniesen al juicio divino del snodo tenan que disponerse para un inmediato destierro. A la escasa oposicin le dio un ataque de mudez. De diecisis, al final slo dos protestaron. Tribut Eusebio de Cesarea su anuencia repugnante y ambigua al homoouson. La conducta vacilante del nicomediano Eusebio slo le sirvi para dilatar por tres meses su desgracia y su destierro. El impo Arrio fue confinado a una de las provincias lejanas del Ilrico. La ley tizn a su persona y a sus discpulos con el odioso apodo de 'porfirianos'. Sus escritos fueron condenados al fuego, mandndoles entregar, so pena capital contra cuantos los encubriesen. A los tres aos escasos del concilio de Nicea, se conmovi el corazn del Emperador por la secta proscrita. Se levantaron los destierros. Eusebio recobr su solio episcopal. Arrio fue tratado con el respeto debido a un inocente atropellado. Aprob el concilio de Jerusaln su fe. Pero el mismo da en que iba a ser admitido solemnemente en el redil en la catedral de Constantinopla, muere el triunfante Arrio. Comenta el irreverente E. Gibbon en el voltairiano estilo cido que le es propio: "Los que admiten la narracin literal de la muerte de Arrio (al que se le rompieron sbitamente los intestinos en una secreta) deben optar entre el veneno y un milagro"290. Hay dos personajes histricos que estn muy unidos en el triunfo del misterio de la Trinidad, esto es, en el triunfo del politesmo: Atanasio y Constantino, "Nunca se apartar el nombre del inmortal Atanasio de la doctrina

catlica de la Trinidad", escribi Gibbon. A pocos meses de regreso de Nicea, el dicono Atanasio se vio sentado en el solio arzobispal de Egipto. Desempe aquel esclarecido cargo ms de 46 aos, empleados todos en lid incesante contra el podero del arrianismo. Hasta cinco veces arrojado de su solio, pas veinte aos como desterrado o fugitivo. Casi todas las provincias del Imperio romano presenciaron su mrito y sus padecimientos por la causa del homoouson, que conceptu como la nica fruicin y negocio, como la obligacin y el timbre de su vida. Siempre fue reverenciado en la escuela catlica como uno de los maestros ms esclarecidos de la teologa cristiana, aunque se le supone poseedor de ciencias profanas un tanto ajenas al carcter episcopal, a saber, la jurisprudencia y la adivinacin. Algunas conjeturas acertadas de sucesos venideros, que todo juez imparcial atribuira a la experiencia y a tino de Atanasio, se conceptuaban por los amigos inspiraciones celestes; los enemigos los achacaban a magia infernal. Por ejemplo, se cuenta una profeca, o un chiste, que prueba, evidentemente si los cuervos hablan latn, que Atanasio entenda la lengua de los cuervos. Desde un principio, Constantino el Grande, nacido en Serbia c. 274, se arrog el poder de cuestionar las decisiones conciliares que no convenan a su gobierno (306-337) y se dot de la facultad de convocar l mismo, a su antojo, los concilios generales de los obispos. La jerarqua catlica no levant, sin embargo, protesta alguna. La razn hay que buscarla en la generosidad de sus donaciones y en el trato a cuerpo de rey que haca dispensar a los obispos convocados a sus concilios, no slo al niceno. De esta manera el Emperador compr voluntades, apoyos, decretos conciliares a la medida y hasta toda una Iglesia, la catlica, cuyos serviciales jerarcas comenzaron a acumular rpidamente poder y riquezas sin lmite, el famoso patrimonium Petri. El que fuera tenido por la Iglesia catlica como "caudillo amado de Dios", "obispo de todos, nombrado por Dios" o "ejemplo de vida en el temor de Dios, que ilumina a toda la humanidad", fue en realidad un emperador que frecuentaba prcticas paganas, cruel y sanguinario, responsable de masacres de poblaciones enteras, de juegos circenses en los que haca destrozar a cientos de enemigos por fieras u osos hambrientos, que degoll a su propio hijo Crispo, estrangul a su esposa y asesin a su suegro y a su cuado. En fin, Constantino fue un... autntico Princeps christianus! (como Francisco Franco, caudillo de Espaa por la gracia de Dios). Su madre pas por princesa britnica, pero en realidad haba sido una pagana que haba trabajado como tabernera ( stabularia) en los Balcanes. Despus vivi en concubinato con Constancio Cloro, padre de Constantino, un pagano que comenz su carrera como guardaespaldas imperial. Ms tarde cohabit en situacin de bigamia cuando Constancio se cas con la emperatriz Teodora. La aristocracia conoca a Constantino como "el hijo de la concubina" y el mismsimo san Ambrosio escribi que Jesucristo haba elevado a Elena del fango al trono. La Iglesia catlica hizo ms, la alz hasta el Cielo al convertirla en santa Elena. Sobre todo para pagarle el favor de haber encontrado en Palestina la Vera Cruz en la que se crucific a Jess, cuyas astillas fueron repartidas entre las iglesias de la cristiandad. Su festividad se celebra de 18 de agosto de cada ao.

De la mano de tan meritorio personaje comenz realmente su andadura la Iglesia catlica, transformada en una institucin de poder temporal, que se arrog la representacin exclusiva y ortodoxa del mensaje de Jess. Por un decreto, Constantino vedaba absolutamente el culto pagano. Tras un prembulo acalorado y denigrante, prohbe absolutamente las juntas de los herejes y confisca sus fincas para el uso del fisco o de la Iglesia catlica. Parece que las sectas sobre las que se sentaron los rigores imperiales fueron la de Paulo de Samosata y sus allegados; la de los montanistas de Frigia, que tenan en planta una serie de profecas entusiastas; la de los horacianos, que desaforadamente desechaban la eficacia temporal del arrepentimiento; la de los marcionitas y valentinianos, bajo cuyas banderas predominantes se haban ido sucesivamente alistando los varios gnsticos de Asia y de Egipto; y, quiz, tambin la de los maniqueos, recin llegados de Persia, con otra teologa ms enmaraada para entretejerla con la cristiana. Llev adelante Constantino el intento con tesn, de tal modo que casi logr exterminar hasta el nombre de aquellos odiosos herejes. De lo que no cabe duda es de que, al menos, alcanz a atajar los progresos de la hereja, antes de que lo sorprendiera la muerte en 337. Siguieron los hijos de este emperador las huellas del padre, pero con ms ahnco y menos tino. Fueron creciendo los pretextos de saqueo y opresin. Se solt la rienda a todo procedimiento ilegal de los cristianos. Toda duda se zanjaba en detrimento del paganismo. La demolicin de los templos fue celebrada como uno de los acontecimientos ms venturosos del reinado de Constante y Constancio. Claro que las desavenencias del cristianismo fueron dilatando la ruina de la religin pagana, que qued reducida al campo y a las aldeas. No deja de ser curioso que Jess predic en el campo, pero el cristianismo es una religin urbana. Por eso la lucha de la Iglesia contra el paganismo, esto es, contra la religin de las aldeas. Es interesante ver las extraas revoluciones de los trminos 'pagano' y 'paganismo'. 1. Pge, en dialcto drico, tan familiar a los italianos, significa una fuente; los campestres moradores que acudan a ella recibieron la apelacin comn de pagus y pagans. 2. Por una fcil extensin de la palabra, pagano y rural llegaron casi a ser sinnimos ; los campesinos adquirieron este nombre, que se ha corrompido en las lenguas romances de Europa en el de paisanos. 3. El sorprendente aumento de la clase militar introdujo la necesidad de un trmino correlativo. Todos los que no estaban alistados al servicio del prncipe recibieron el despreciable epteto de 'paganos'. 4. Los cristianos eran los soldados de Cristo. Sus adversarios, que rehusaban su sacramento, esto es, el juramento militar del bautismo, podan merecer el nombre metafrico de 'paganos'. Esta tacha popular fue introducida en las leyes imperiales en el reinado de Valentiniano (365 d. C.) y en los escritos teolgicos. 5. El cristianismo ocup las ciudades del Imperio. La religin antigua, en tiempos de Prudencio y Osorio, se retir y fue decayendo en oscuras aldeas. La palabra pagans, con su nueva significacin, volvi a su origen primitivo. 6. Desde que expir el culto de Jpiter y de su familia, el ttulo sin aplicacin de 'paganos' ha sido dado a todos los idlatras y politestas del antiguo y el nuevo mundo. 7. Los cristianos latinos lo aplicaron, sin escrpulos, a sus mortales enemigos los mahometanos. Pero tambin los puros unitarios fueron mancillados con la

injusta tacha de idolatra y paganismo. Y es que los unitarios, antiguos y modernos, coinciden por lo general en el rechazo de la visin cristiana ortodoxa. Niegan el dogma de la Trinidad, la expiacin delegada, la divinidad de Jesucristo, el pecado original y el castigo eterno, considerndolos irracionales y no bblicos. Celebran la eucarista, no como sacramento, sino como recuerdo de la muerte de Jess y como expresin de la comunin espiritual con l. Se adhieren al rito del bautismo de los nios, aunque algunas iglesias unitarias bautistas restringen el bautismo a los adultos, segn la prctica comn y extendida entre los bautistas. Escribi F. Nietzsche, y tal vez no le falte razn:

...la historia del cristianismo -despus de la muerte de Jess en la cruz- es la historia de una gradual interpretacin del simbolismo primitivo, cada vez ms falsa y ms grosera. A medida que el cristianismo se extenda entre masas ms compactas y ms groseras, que iban comprendiendo cada vez menos las condiciones primeras de su nacimiento, se haca ms y ms necesario vulgarizar el cristianismo, barbarizarlo. As absorbi los dogmas y ritos de todos los cultos subterrneos del imperio romano, y la insensatez de toda clase de enfermedades mentales. 291
5. Trinidad, cuaternidad y quintunidad Fue el sentir a Dios como a padre lo que trajo consigo la fe en la Trinidad. Porque un Dios padre no puede ser un Dios soltero, esto es, solitario, un padre es siempre padre de familia. Y el sentir a Dios como padre ha sido una perenne sugestin a concebirlo andromrficamente, esto es, no ya antropomrficamente, como a hombre, sino, como a varn. A Dios Padre, en efecto, la tradicin popular cristiana lo piensa varn. Y es porque el hombre no se nos presenta sino como varn o como mujer. A lo que puede aadirse el nio, que es neutro. Y de aqu, para completar con la imaginacin la necesidad sentimental de un Dios, hombre perfecto, esto es familia, el culto al Dios Padre, a la Virgen Mara y al Nio Jess. En efecto, la mariolatra, esto es el culto a la Virgen, que ha ido poco a poco elevando en dignidad a Mara hasta deificarla, no responde sino a la necesidad sentimental de que Dios sea hombre perfecto, de que entre la feminidad en Dios. Desde la expresin 'Madre de Dios', la piedad catlica ha ido exaltando a la Virgen Mara hasta declararla 'Corredentora' y proclamar dogmtica su concepcin sin mancha de pecado original. Esto la pone entre la humanidad y la divinidad, y ms cerca de sta que de aqulla. Alguien ha manifestado su sospecha de que, con el tiempo, acaso se llegue a hacer de ella algo as como una persona divina ms. Y tal vez por esto la Trinidad se

convierta en Cuaternidad. Si pnema, 'espritu' en griego, en vez de ser neutro fuese femenino, quin sabe si no se hubiese hecho ya de la Virgen Mara una encarnacin o humanizacin del Espritu Santo? El texto del Evangelio segn Lucas (1, 25), donde se narra la Anunciacin por el ngel Gabriel que le dice: "El Espritu Santo vendr sobre ti", habra bastado para una encendida piedad que sabe siempre plegar a sus deseos la especulacin teolgica. De este modo se habra hecho un trabajo dogmtico paralelo al de la divinizacin de Jess, el Hijo, y su identificacin con el Verbo. De todos modos, el culto a la Virgen, a lo eterno femenino, a la maternidad divina, acude a completar la personalizacin de Dios dndole familia. M. Unamuno sostena que "Dios era y es en nuestras mentes masculino. Su modo de juzgar y condenar a los hombres, modo de varn, no de persona humana por encima de sexo; modo de Padre. Y para compensarlo haca falta la Madre, la madre que perdona siempre, la madre que abre siempre los brazos al hijo cuando huye ste de la mano levantada o del ceo fruncido del irritado padre; la madre en cuyo regazo se busca como consuelo una oscura remembranza de aquella tibia paz de la inconsciencia que dentro de l fue el alba que precedi a nuestro nacimiento y un dejo de aquella dulce leche que embalsam nuestros sueos de inocencia; la madre que no conoce ms justicia que el perdn ni ms ley que el amor. Nuestra pobre e imperfecta concepcin de un Dios con barbas largas y voz de trueno, de un Dios que impone preceptos y pronuncia sentencias, de un Dios amo de casa, pater familas a la romana, necesitaba compensarse y completarse; y como en el fondo no podemos concebir al Dios personal y vivo, no ya por encima de rasgos humanos, mas ni aun por encima de rasgos varoniles, y menos un Dios neutro o hermafrodita, acudimos a Dios a darle un femenino, y junto al Dios Padre hemos puesto a la Diosa Madre, a la que perdona siempre, porque como mira con amor ciego, ve siempre el fondo de la culpa y en ese fondo la justicia nica del perdn 292". De la conjuncin del politesmo pagano con el monotesmo judo, que haba tratado por otros medios de salvar la personalidad de Dios, result el sentimiento del Dios catlico, que es sociedad. Sociedad era el dios pagano. Sociedad acab siendo el dios de Israel. Tal es la Trinidad, la Cuaternidad y la... Quintunidad! . Veamos. Las Letanas de Mara llaman desde el siglo V a la Virgen "Hermana del Espritu Santo". Y los Papas, en calidad de representantes de Cristo, son a la Virgen lo que Cristo es a ella, es decir, son de alguna manera sus hijos y, en consecuencia, los sobrinos del Espritu Santo. Un parentesco tan prximo con las personas divinas, aun sobre todo si se trata de un parentesco propiamente espiritual, es impensable sin la posesin de atributos divinos. Luego los Papas son de naturaleza divina. San Alfonso Mara Ligorio (1696-1787) llama expresamente a Mara "Hija de Dios Padre" 293. De donde se sigue que los Papas son nietos de Dios, cualidad suficiente para conferirles la divinidad. El mismo santo autor, cuya festividad se celebra el 2 de agosto -canonizado en 1839, nombrado Doctor de la Iglesia en 1871 y declarado patrn de los confesores y moralistas en 1950, - llama a Mara "Novia y esposa de la tercera persona". Este doble parentesco de Mara recuerda las relaciones de parentesco entre Zeus y

Juno. Pero dice ms. El grado de parentesco hace que los Papas sean hijastros, en sentido mstico, del Espritu Santo. En opinin de algunos autores, esto basta para reivindicarles los atributos divinos. Por ejemplo, relata la Historia de la Iglesia que en la eleccin del Papa Fabin (236-250) se pos una paloma sobre su cabeza. Se dijo que "era el Espritu Santo". El Papa elegido en nuestra poca es la 306 encarnacin del Espritu Santo. Karol Wojtyla naci el 18 de mayo de 1920 en Wadowice (Polonia). Tras la muerte de Juan Pablo I, fue elegido el 16 de octubre de 1978 para sucederle en el solio pontificio. Tom el nombre de Juan Pablo II. Claro que el Espritu Santo tambin se equivoca, pues a veces reencarna en antipapas, de los cuales la Iglesia tiene una larga lista. Por ejemplo, San Hiplito (217-235) fue antipapa bajo Calixto I, Urbano I y Ponciano. Exiliado a Cerdea por Ponciano, se reconcili con este papa. Hay que decir, no obstante, que Hiplito no es santo por haber sido antipapa, sino porque muri mrtir. Sin embargo, no hay trescientos seis Papas, pues el Papa es uno. Hay, en realidad, 306 encarnaciones. Por tanto, no hay trescientas seis autoridades papales, sino una Autoridad Papal en el cielo y en la tierra y 306 hombres que fueron Papas. Y este Papa es una de las personas de la divinidad. Y es que el Papa es Dios. En sus definiciones, en sus proclamas, en sus rdenes y en sus excomuniones, los Papas comienzan con estas palabras: " Placuit Nobis et Spiritui Sancto". Esta frmula reconoce voluntariamente la colaboracin del Espritu Santo, pero la disposicin de los trminos muestra bien que la participacin del Papa no es la menor y afirma perentoriamente su carcter divino. La expresin literalmente dice: "Nos plugo a Nos y al Espritu Santo..." Entonces, el Papa que vive sobre la tierra constituye la quinta persona de la divinidad, pero estas cinco personas, aunque separadas por una distancia bastante grande, no hacen ms que una. La ausencia -ms o menos prolongada- de las personas divinas en el Cielo es, y siempre ha sido necesaria, tanto en la nueva como en la antigua Alianza. Dios Padre mismo abandon el Cielo en varias oportunidades: se entrevist con Moiss en el zarzal ardiente sobre el monte Sina; mantuvo relaciones continuas con No y con Abraham. Cristo permaneci treinta aos en la tierra. Mara, indudablemente algo ms. En cuanto al Espritu Santo, no hace sino pasar, para decirlo de algn modo, por el cnclave cardenalicio. El Papa permanece toda su vida sobre la tierra. As todo se armoniza y se funde en una feliz unidad: la Quintunidad. Escribi un maestro espiritual catlico: "Haber ahogado un movimiento (de la naturaleza) es haber ganado ms que la posesin de cien mil mundos para la eternidad /.../ Hay pocas almas perfectas porque son pocas las que siguen la gua del Espritu Santo /.../ La causa de no llegar ms que muy tarde o de no llegar nunca a la perfeccin es porque se sigue casi en todo solamente a la naturaleza y al sentido humano. Y no se gua ms que muy poco o nada por el Espritu Santo 294". Para muchos cristianos no existe la devocin al Espritu Santo. No sabemos siquiera que hay Espritu Santo, como decan algunos de los primeros discpulos (Act 19,2). Si conocen su existencia terica, no conciben en qu puede y debe consistir concretamente su culto efectivo. Para ellos, se trata de una devocin

adventicia, secundaria, de segundo plano o de una devocin pasajera en el tiempo litrgico de Pentecosts. En parte tienen excusa, escribi otro maestro, estos buenos cristianos. Por qu? En primer lugar, el Espritu Santo no es fcilmente representable. En tiempo de Benedicto XIV, la Iglesia prohibi figurarlo. Slo es posible por la paloma o por lengua de fuego. En segundo lugar, se lo menciona de ltimo en la seal de la cruz. En tercer lugar, el Espritu Santo es una realidad puramente invisible; sus dones, una realidad puramente interior. Por todas estas razones los catecismos no hablan de l, por decirlo as. Apenas si tratan de l los predicadores. Un superior de un colegio catlico, que haba invitado a un predicador profesional a predicar a sus jvenes en Pentecosts, crey til advertirle: "Y sobre todo no les hable usted del Espritu Santo!" Se comprende que quera decir: "No entre usted en la cuestin abstrusa del problema de la Trinidad..." El papa Len XIII (1810-1903) tuvo que escribir una encclica sobre la misin del Espritu Santo. Su Santidad Po XI, el 5 de diciembre de 1922, public un breve del cual tomamos estas lneas: "Nos nada estimamos tanto como ver a los fieles aplicarse cada da con nuevo cuidado a conocer, amar e invocar al Espritu Santo". Pero parece que los fieles catlicos siguen sin mostrar mucho inters en el asunto. Por esta razn Po XII escribi su encclica Inspiracin del Espritu Santo (1943). Claro que los fieles tienen sus buenas razones para negarse a las inspiraciones. "Con frecuencia, el Espritu Santo sugiere el deseo de una cosa cuya realizacin, sin embargo, no quiere; pide a David que le edifique un templo, a Abrahn que inmole a su hijo. Persigue la sumisin interior del alma; pero no reclama la ejecucin interna", escribi un autor catlico 295. Si los doctores catlicos lo dicen, debe de ser verdad. Digamos ahora algo de la Virgen Mara. Los coliridianos fueron unos herejes del siglo IV que consideraban a la Virgen como una diosa. Su nombre proviene de la clase de pasteles (en griego collyra) que le ofrecan en sacrificio. Los helvidianos, discpulos de Helvidio, otro hereje del siglo IV, negaban la virginidad perpetua de Mara y sostenan que la virginidad no era un estado superior al del matrimonio. Fueron condenados por san Jernimo. Esta misma posicin es la que adopta la Teologa de la liberacin . Pero en honor a la verdad, estos telogos no huyen del nudo gordiano que es la Virgen Mara, madre de Cristo, esto es, madre de Dios. De un certero tajo, lo cortan, como en su tiempo hiciera con la espada Alejandro, llamado Magno. Es de fe, por lo menos para los catlicos, que Mara fue Virgen fsicamente, antes, durante y despus del parto. Este es el dogma de la Virginidad de Mara. Pero estos telogos de nuevo cuo sostienen que la virginidad de Mara es espiritual, no fsica. Las razones que dan para apoyar la virginidad espiritual y no la fsica, tanto de Mara como de Jos, son los siguientes: 1) Como medio normal para la perpetuacin de la especie humana, al crear el mundo instituy Dios la unin del hombre y de la mujer en el matrimonio y esta unin no slo es buena, porque todo lo que Dios ha hecho, incluido el acto del amor, es bueno, sino que es necesaria para procrear normalmente. 2) Resulta, pues, un tanto absurdo el que cuando el modelo de hombre, Cristo, se va a encarnar, a mostrar cmo tienen que ser los hombres, Dios tenga que salirse de su misma creacin e instrumentar

otro medio, como el de ser concebido por una virgen, sin la intervencin material y espiritual de varn alguno. 3) Hay que concluir, pues, que los evangelios no quieren, al hablar de este asunto, ensear nada sobre Mara y Jos, sino sobre Cristo. 4) Adems es imposible que Mara y Jos, dada la intimidad de las relaciones matrimoniales, se hayan puesto a contar a todo el mundo, y menos a unos evangelistas a quienes no pudieron conocer, lo que haba sucedido en su matrimonio. Un secreto de esa ndole no anda por los cuatro vientos. Conclusin: Cristo nace de Jos y de Mara, siendo los dos vrgenes, no en el sentido trivial, material, de fsico, sino en el verdadero de fidelidad a Dios. Y con esto Cristo es un hombre como los dems hombres, y el matrimonio de Jos y la Mara, el prototipo de todos los matrimonios 296. 6. El poder del Papa El Gobierno ruso lament que el Vaticano haya decidido crear cuatro dicesis en Rusia sin lograr un acuerdo con la Iglesia Ortodoxa. "Es lamentable que una decisin tan importante haya sido adoptada sin tomar en cuenta la opinin de la parte rusa", sealaba un comunicado de la cancillera rusa, para quien esta decisin podra provocar "serias complicaciones" en las relaciones entre la Santa Sede y la Iglesia Ortodoxa rusa. El Papa Juan Pablo II decidi elevar al rango de dicesis las cuatro administraciones apostlicas existentes en Rusia. Esta noticia recorri el mundo el 13 de febrero de 2002. Pero no manifiesta una situacin extraordinaria. La Iglesia, en los primeros siglos de su expansin, era una repblica representativa, pero ahora no lo es. En esto se puede ver la solucin a un notable conflicto entre dos principios: el principio de la libertad de opinin de cada congregacin y de sus representantes y el principio segn el cual es un deber someterse a la mayora de los votos. As, al surgir las divisiones (las cuales, segn es notorio, no faltaron en ninguna poca) las dos partes apelaron a un concilio libre y general. Lo hicieron porque admitan de antemano el principio que obligaba al sometimiento a la opinin mayoritaria y porque cada parte tena la esperanza de salir ganando por razones convincentes, por su elocuencia (y ms todava por intrigas y por apoyo del poder). La faccin victoriosa exigi entonces la aplicacin de este principio y el sometimiento de la minora; sta, en tales casos, se acoga generalmente bajo la proteccin del otro principio y denunciaba la violencia que se haca a la libertad de sus convicciones. Con gran frecuencia, para conseguir determinados fines, se formaban coaliciones especiales, cuyos miembros se unan, constituyendo una sola persona jurdica. En tales casos, las resoluciones del concilio no se pueden considerar ms que como decisiones de una mayora libre, sino como victorias de una faccin, que se permita engaos y violencias de toda clase para ganar su causa y que maltrataba espantosamente, como a rebeldes, al partido perdedor. A uno de estos concilios sus opositores lo llamaron "una banda de ladrones". Esta dura expresin puede ser aplicada a muchos otros eclesisticos, pero hoy no tendra sentido. Desde entonces los laicos perdieron el derecho de ser representados en sus opiniones de fe. Desde entonces los obispos y los dignatarios de la

Iglesia cristiana se convirtieron en meros funcionarios. Es indiferente para el pueblo que su constitucin eclesistica sea una monarqua o una aristocracia: sus derechos en ambos casos son iguales, es decir, iguales a cero. Con respecto a la fe, en la Iglesia catlica no hay ningn contrato social. Por cierto, una persona puede asociarse tanto para respetar la fe de los otros como para respetar los derechos de propiedad, pero el honrar el derecho que tiene otra persona de estar libre en cuanto a su fe es propiamente una obligacin civil. No es posible que una persona se obligue -y menos que obligue a sus descendientes- a querer creer algo. En ltimo trmino, el contrato se fundara en la voluntad (lo nico, sin embargo, que no se puede querer es creer algo), y la fe de la Iglesia tiene que ser, en el sentido ms estricto, una fe comn de esta Iglesia, es decir, de todos sus miembros individuales. De su establecimiento y mantenimiento se encarga el Papa. Uno de los temas ms gloriosos que conoce la Historia, ms glorioso que la genealoga de los prncipes y los reyes, de las ideas y las leyes, y que, por eso mismo, demuestra necesariamente su carcter sobrenatural, es la historia y la naturaleza de los Papas. Es en virtud de unas pocas palabras simples, pero grvidas de sentido: Tu es Petrus et super hanc petram aedificabo ecclesiam meam, tibi dabo claves regni coelorum, proferidas por el hijo de Mara, que los Papas son reconocidos en Roma, casi contra su voluntad, como sucesores de san Pedro, prncipe de los apstoles. Por esta causa se han encontrado rpidamente en el centro de todos los acontecimientos polticos y religiosos de Occidente desde hace muchos siglos. Todo el mundo acude al trono de san Pedro para encontrar all luz y determinacin. Se equivocaba J. Stalin cuando quera saber la cantidad de divisiones con las que contaba el Romano Pontfice. Debieron haberle contestado: cuenta con el Espritu Santo. Los obispos, cuyo ttulo pareciera superior, que tienen el mismo poder que el obispo de Roma, son los primeros en considerarse sus subordinados. Del Japn y del Canad, de Espaa y de la verde Irlanda o del negro Camern, concurren todos a someterse al obispo de Roma. En los concilios, sus delegados tienen tanto peso como lo tendra su propia persona, incluso ms, porque el Espritu Santo parece acompaar tambin a los enviados del Papa. Bajo el efecto de una fuerza secreta, todos y cada uno se inclina ante este poder inexplicable y besa el anillo en seal de acatamiento. Claro que la envidia por una influencia tan sobrenatural no puede dejar de manifestarse. Pero ante el menor rechazo del Papa, inclusive su muda reprobacin y con mayor razn la desaprobacin expresa, acallan los celos, la rebelin, la hereja y los devuelven a la tierra. Y si no que lo diga el arzobispo Milingo y la novela que protagoniz en el verano de 2001. Los conductores de estos movimientos dirigidos contra el papado, como los arrianos y los pelagianos, se encuentran perdidos no slo en la tierra, sino tambin en el Cielo: reprobados, destrozados, abandonados a la condena eterna. Y es que el Papa opera, tambin, sobre el ms all. Veamos. Una vez que el Papa hubo baqueteado la tierra entera y decidido crear o suprimir territorios, slo le falt para adquirir nuevas comarcas arriesgarse

fuera de nuestro mundo, en el vasto universo. Los hombres ya estaban bajo su dominio, desde el Emperador al menor sirviente, desde el Sultn hasta los chinos; le faltaba slo esforzarse para someter a otros seres en otros lugares. Por ello es que el Papa cre un nuevo reino fuera de la Tierra. Un nuevo reino? El nuevo reino creado por el Papa fue el Purgatorio, habitado por animae, por maniques salidos por la boca de los moribundos, que habitualmente el vulgo llama 'almas en pena'. Las otras almas, que no estn en sus cuerpos, se hallan en el Cielo o en el Infierno. Como ha podido comprobar el lector, la doctrina del Infierno le fue tan desconocida al Dios del Antiguo Testamento como al propio Jess. No as la del Cielo. El Corn destaca la existencia de esos reinos de manera muy marcada:

Aqullos que se nieguen a creer en vuestros signos, los acercaremos al fuego ardiente. Tan pronto su piel sea consumida por el fuego, los revestiremos con otra para hacerles probar el suplicio. Dios es poderoso y prudente (Sura IV, 59). Los que crean y obren el bien sern introducidos en los jardines regados por corrientes de agua; permanecern all eternamente; hallarn all mujeres exentas de toda mancha y deliciosas sombras (Sura IV, 60).
En el sura LXXVI, 12 ss, especifica el Profeta cmo ser el premio en el paraso: vino y mujeres "de redondos senos" (sura LXXVIII, 32 y 33 ss). Es decir, el Cielo es... slo para hombres. Pero hoy la idea de Infierno posee un sentido familiar. Para los autores del catolicismo aggiornato, el infierno es una advertencia de lo trascendental que es el hoy y la seriedad que la oferta de Dios nos hace a travs de Cristo. El infierno no es una amenaza terica, externa al ser humano, sino una posibilidad que ahora, en este mismo instante, est dentro de cada uno de los hombres. Tambin sostienen estos autores que el infierno, adems, no es un castigo impuesto por Dios desde afuera del hombre, al estilo de lo que se dice del pecado original, sino un fracaso interno, personal, de ese hombre que no quiso ser hombre conscientemente durante su vida y que, por eso mismo, ni se am a s mismo lo suficiente como para hacerse hombre y adquirir la felicidad en la tierra, ni am al prjimo que le rodeaba para dejarlo ser, tambin, hombre feliz. No es, pues, un castigo externo, sino un dolor interno, cuando se toma conciencia del fracaso en el amor hacia uno mismo y hacia los dems. El infierno, por tanto, no es un lugar que existe nicamente despus de la muerte; es, ms bien, un estado de vida que empieza en esta vida y contina, si se muere, siendo infierno en la otra para toda la eternidad. Pero despus de tantos rodeos explicativos, venimos a caer en los... Estados

Pontificios! Muchas veces se ha dicho que Isaas fue el fundador del cristianismo, ms que ningn otro de los hroes religiosos del antiguo Israel. Tuvo la suerte de hallar un continuador digno de l (el profeta annimo de 536 a. C.), que en cierto modo lo puso en la carrera del tiempo y le hizo decir lo que habra dicho 50 aos despus de su muerte. Las aspiraciones de aquellas dos almas, tan fuertemente unidas, sern realzadas por los sibilistas de Alejandra, por Jess, por los evangelistas, por el autor del Apocalipsis de Patmos, por Joaqun de Fiore y los sectarios del evangelio eterno. Fueron el humo del incienso que embriag a la humanidad durante siglos. Estos poderosos narcticos consuelan al hombre con parasos imaginarios de las tristezas de la realidad. Pero, adems de narcticos y de terror, de Cielo e Infierno, la Iglesia se enfrenta a problemas terico reales como los de quienes pecaron y murieron y los de quienes no pecaron y se mueren tambin, pero sin haberse bautizado. Despus que muchos Papas, segn parece, hubieran reflexionado durante muchos siglos sobre estas cuestiones, la construccin del Purgatorio fue puesta en marcha, luego impulsada activamente. Finalmente, el 4 de diciembre de 1563, en la 25 sesin del Concilio de Trento, el papa Po IV anunci al mundo perplejo que haba sido terminada. De inmediato, el Purgatorio fue puesto en servicio. La humanidad estremecida tuvo, para su gran sorpresa y terror, la revelacin de que este reino penitenciario, creado fuera de la Tierra, no era pura imaginacin, tal como algunos espritus frvolos dejaban entender y hasta osaban sentar como principio. Efectivamente, su existencia poda ser demostrada: varios hombres haban regresado de ese reino incluso antes del 4 de diciembre de 1563. Los que regresaron dieron cuenta de lo que haban visto, a pesar de que en su tiempo tal territorio no estuviera muy habitable. Entre ellos, hay que hablar de San Salvio, obispo de Albi; del abate Walafried, de Reichenau, y del monje Vettin desde el ao 840. Despus siguieron viniendo otros: el gentilhombre Owain, en 1153, un tal Tundalus, en el siglo XII, y en la misma poca un monje irlands, el hermano Marcus, del convento de los monjes de San Pablo, en Ratisbona, y, por fin, el sacerdote bvaro Alberus... Es exacto que un cierto nmero de los nombrados han aportado un relato bastante fiel con respecto al Purgatorio. Otros se han contentado con poner por escrito los relatos de sus hermanos. Pero acerca de mucho de estos ltimos hay que pensar siempre que han podido engaarse, a menos que no hayan sido cegados por el Maligno. Fcilmente podr comprenderse qu temblor, qu temor se apoder del mundo cuando tom conciencia de la potestad ilimitada que el Papa ejerca sobre todos los hombres, no slo durante su vida, sino despus de su muerte. Adems, el Santo Padre se esforz caritativamente por establecer un vnculo entre los vivos y las almas del Purgatorio. Las oraciones, particularmente fervorosas, hechas en forma concentrada y en nmero suficiente, podan activar la ebullicin de la grasa en las lejanas calderas, y la consiguiente sublimacin de las malas acciones de sus ocupantes, acelerando as la entrada de estos ltimos al Cielo. En lo que concierne al Cielo, su existencia es anterior a la de los Papas.

En lo esencial es una creacin de Dios Padre, pero numerosas disposiciones, p. e., el orden de las precedencias, la organizacin de los coros anglicos, presumiblemente tambin la msica y, con seguridad, la vigilancia en la puerta de entrada, se deben a las ordenanzas papales. Claro que un creyente ingenuo puede preguntarse: Si Dios es eterno, pero vive en el Cielo; si el Cielo fue creado por Dios, dnde viva antes ste? El Papa supera a todos los creyentes y por mucho. Antiguamente era un simple dicono de Roma! Hoy, jefe de todos los obispos, arzobispos, cardenales, patriarcas, jefes de gobierno y de Estado, sean presidentes, reyes o emperadores! Y el Espritu Santo, del que es dilecta criatura, lo ayuda en todas las cosas, lo impulsa a crear sin interrupcin. l mismo no sabra cmo abstenerse, aunque lo quisiera, porque es necesario que su potencia no deje de crear. No ha cesado de crear febrilmente desde el siglo XVI. Nadie puede saber cules son sus intenciones para lo porvenir, pero una cosa es segura: l siempre ser igual a s mismo, esto es, creador. Una de las operaciones ms brillantes que ejecut con respecto a lo pasado fue la de enviar a los paganos y judos que vivieron antes de la Era Cristiana a un reino que l no haba creado por s mismo: el Limbo. El Limbo era el nico lugar del universo en el que verdaderamente no tena nada qu decir, pues perteneca a la jurisdiccin natural del diablo. Sin embargo, el poder papal permiti colocarlo al borde (limbus, 'borde', 'canto') del Infierno. All envi a esa masa humana, presa de la rbita de su poder. Y, cosa comprensible, all fue recibida! Aproximadamente treinta aos ms tarde, el Santo Padre recuper un cierto nmero de estas personas para trasladarlas al Cielo. Entre los rescatados estaban, segn afirmaciones dignas de fe, Aristteles, Platn y Scrates, la reina de Saba, David, Eva y Adn... Sobre el Limbo, los nios catlicos de hace unos aos aprendan que "es el lugar donde van las almas de los que antes del uso de la razn mueren sin el bautismo. A l van los que mueren con pecado original y sin ningn otro pecado personal. En l no se sufre pena de sentido, porque sta corresponde a las faltas personales, pero tampoco gozan de la visin de Dios. Se encuentran, sin embargo, en un estado feliz, en un estado que podemos llamar felicidad natural imperfecta , o sea, la que gozaran los hombres, si Dios no los hubiera elevado al orden sobrenatural, y en l conocern a Dios y gozarn, no como en el Cielo" 297. En el Catecismo del Papa Wojtyla, el Limbo queda en el limbo, pero permanece el "Seno de Abrahn", adonde baj Jess a buscar a los justos para llevarlos al Cielo. En efecto, segn el Credo, versin "Smbolo de los Apstoles", Jess descendi a los infiernos298. "En cuanto a los nios muertos sin bautismo -seala el Catecismo-, la Iglesia slo puede confiarlos a la misericordia divina, como hace en el rito de las exequias por ellos. En efecto, la gran misericordia de Dios, que quiere que todos los hombres se salven y la ternura de Jess con los nios, que le hizo decir: "Dejad que los nios se acerquen a m, no se lo impidis", nos permiten confiar en que haya un camino de salvacin para los nios que mueren sin Bautismo" (& 1261). Estas palabras nos permiten ver que la silla de Pedro se est desarticulando. Dejar a los inocentes sin un lugar en que refugiarse? Se entiende por papado la misin del Papa, cabeza suprema de la Iglesia catlica. La palabra 'papa' se deriva del latn medieval papa (papa o padre),

trmino que en su primitiva acepcin se aplicaba para referirse a los obispos en general. Los catlicos creen que el Papa es el sucesor de san Pedro. El Papa tiene muchos ttulos oficiales: obispo de Roma, vicario de Cristo, sucesor del Prncipe de los Apstoles, supremo pontfice de la Iglesia universal, patriarca de Occidente, primado de Italia, arzobispo y metropolitano de la dicesis de Roma, soberano del estado de la Ciudad del Vaticano y... siervo de los siervos de Dios! El ttulo de obispo de Roma representa la base para los dems: un individuo es Papa porque es obispo de Roma (y de ah que sea sucesor de Pedro). No viceversa. Como representantes del ms alto poder en la Iglesia, los papas hacen pblicas declaraciones doctrinales de autoridad, convocan concilios, resuelven cuestiones legales, establecen dicesis, eligen obispos y desempean otras funciones. Nunca en la historia se han ejercitado estos poderes de forma tan extensa como hoy. El Papa es asistido por una elaborada burocracia conocida como curia. Despus de muchas reorganizaciones, la curia de hoy todava tiene la misma estructura tripartita que se le dio en el siglo XVI: (1) congregaciones (comits administrativos), cada una encargada de un rea especfica de gobierno; (2) tribunales, para dirimir los asuntos legales; (3) oficios, consultoras y secretariados, de los cuales el ms importante ahora es el secretariado de Estado, que funciona como rgano principal de gobierno al cual se suman el resto de las instituciones. El Papa es elegido por el colegio cardenalicio en las semanas posteriores a la muerte de su predecesor. Los cardenales se renen en un cnclave bajo juramento de mantener el voto secreto. Este sistema, modificado muchas veces, se ha mantenido desde el siglo XI, cuando el enmaraado sistema que le preceda fue sustituido con carcter definitivo. Aunque en teora cualquier hombre bautizado puede ser elegido Papa, desde el siglo XVI la eleccin siempre ha recado sobre alguno de los cardenales presentes en el cnclave. El Espritu Santo prefiere tener juntos a los candidatos. Todo el mundo sabe que las formas de gobierno pueden ser monarqua (poder de uno), aristocracia (el poder de los mejores; de hecho, el gobierno de una clase escogida) y democracia (poder del pueblo en repblica). La Iglesia catlica es lo ms alejado de una repblica. Y es que, segn sus tericos, Jesucristo escogi para su Iglesia una forma de monarqua especial. En efecto, el poder monrquico de Pedro que directamente el Espritu Santo traspasa a cada Papa est mezclado con la aristocracia de los obispos, sucesores de los apstoles, entre los que destacan los cardenales, "prncipes de la Iglesia". El gobierno de la Iglesia es jerrquico. Jerrquica (de hiers, 'sagrado', y arch, 'poder') es aquella sociedad cuyos socios no disfrutan de iguales derechos y deberes, sino que unos estn subordinados a los otros, habiendo tambin orden entre los que ejercen la autoridad. "En este aspecto la Iglesia se compone de clrigos y fieles o legos. Clrigos (de kleros, 'herencia') son los que han sido aplicados a los divinos misterios, a lo menos por la recepcin de la tonsura clerical (Can. 108). "Fieles, legos o laicos (de laos, 'pueblo') son los que constituyen el pueblo de la Iglesia; los fieles que creen y odedecen a la Jerarqua. "Los clrigos se agrupan formando una doble Jerarqua: de orden y de

jurisdiccin.

obispo Por derecho divino sacerdote dicono De orden subdico no aclito exorcista lector ostiario Jerarq ua Por derecho divino R. Pontfice obispo cardenal Auxiliare nuncio s del patriarca Papa Por derecho eclesist ico primado arzobispo

Por derecho eclesistico

De jurisdic cin.

vicario general Auxiliare vicario s capitular del cannigo obispo prraco abad

A la vista del cuadro 299, todo fiel cristiano debiera preguntarse: Y qu tiene que ver todo este tinglado con lo que enseaba el Maestro de Nazaret? Todava hoy est vigente la protesta de Martn Lutero de 1520. La Iglesia catlica sigue cautiva, cautiva de su jerarqua que ordena, del culto que distrae y del sistema sacramental que administra. Demoledoramente escribi el protestante Lutero al principio de La cautividad babilnica de la Iglesia: Comenzar por negar la existencia de siete sacramentos y, por el momento, propondr slo tres: el bautismo, la penitencia y el pan. Todos ellos se han reducido por obra y gracia de la curia romana a una msera cantidad, y la iglesia ha sido totalmente despojada de su libertad. Aquilatando mis palabras al uso de la Escritura, en realidad tendra que admitir que no admito ms que un sacramento y tres signos sacramentales300. El nico sacramento que aceptar el protestante ser la palabra de Dios (palabra de la promesa) realizada en Cristo. A los mandamientos que exigan mero servicio al Seor, servidumbre inmediata, obediencia sin alegra, sin placer y sin amor, es decir, a los mandamientos del culto, Jess opuso precisamente lo contrario: el impulso y hasta la necesidad humana. Para l los actos religiosos son lo ms espiritual, lo ms bello de todas las cosas, pues son el intento de unificar hasta las separaciones que se hacen necesarias por el desarrollo humano. En otros trminos, para el Maestro de Nazaret los actos religiosos autnticos expresan y refuerzan esta unificacin en un hacer. Por esto mismo, si a los actos religiosos les falta este espritu de belleza, son las prcticas ms vacas que hay; representan entonces la servidumbre ms carente de sentido, que exige la conciencia de que deben ser suprimidas, o son un hacer en que el hombre expresa su no-ser, su ser pasivo. Sigui escribiendo el prncipe de los protestantes respecto al culto:

Lo primero que se impone para retornar de veras y con acierto al verdadero y libre conocimiento de este sacramento (del pan) es volver nuestros ojos y nuestra alma a la sola, pura y prstina institucin de Cristo, despojndola de todas las adherencias que le han ido aadiendo las aficiones y fervores humanos, como son las vestiduras, ornamentos, cnticos, preces, rganos, velas y todas esas pompas visibles restantes. Slo debemos estar atentos a la palabra de Cristo, en virtud de la cual instituy, perfeccion y nos confi el sacramento, puesto que en esta palabra, y en nada ms, radica la fuerza, la naturaleza y la sustancia entera de la misa. Todo lo dems no pasa de ser excrecencia

humana, accesorios que se han ido poniendo a la palabra de Dios y sin los cuales muy bien puede existir y perdurar la misa /.../ lo que llamamos misa es la promesa que Dios nos hace de la remisin de los pecados; pero una promesa de tal magnitud que ha sido sellada con la muerte del Hijo 301
Se preguntaba el rebelde agustino alemn: Hay algn Padre antiguo que sostenga que los sacerdotes fueron ordenados en virtud de las palabras citadas ["Id por todo el mundo y predicad el evangelio a todos los hombres, bautizndolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espritu Santo" 302]?De dnde proviene entonces esa interpretacin novedosa? Muy sencillo: con este artificio se ha intentado plantar un seminario de implacable discordia, con el fin de que entre sacerdotes y laicos mediara una distincin ms abisal que la existente entre el cielo y la tierra, a costa de injuriar de forma increble la gracia bautismal y para confusin de la comunin evanglica. De ah arranca la detestable tirana con que los clrigos oprimen a los laicos. Apoyados en la uncin corporal, en sus manos consagradas, en la tonsura y en su especial vestir, no slo se consideran superiores a los laicos cristianos -que estn ungidos por el Espritu Santo-, sino que tratan poco menos que como perros a quienes juntamente con ellos integran la iglesia. De aqu sacan su audacia para mandar, exigir, amenazar, oprimir en todo lo que se les ocurra. En suma: que el sacramento del orden fue -y es- la mquina ms hermosa para justificar todas las monstruosidades que se hicieron hasta ahora y se siguen perpetrando en la iglesia. Ah est el origen de que haya perecido la fraternidad cristiana, de que los pastores se hayan convertido en lobos, los siervos en tiranos y los eclesisticos en los ms mundanos 303. Aadir algo sera daar el texto. 7. El porvenir de una ilusin "Israel llevaba en s el porvenir religioso del mundo", escribi E. Renn. Estamos de acuerdo con l si hacemos ciertas precisiones. En efecto, desde la invencin del nombre de Yahv, atribuida a Moiss, se estableci un monotesmo muy slido. La idea de que los sucesos del mundo tienen una sola causa: la voluntad de un ser nico, que en todo interviene, sali robustecida con ese invento. Esta idea de una providencia permanente tuvo una eficacia moral que no podan tener las voluntades caprichosas de los dioses paganos. Adems la supersticin poda extenderse menos con este monarca absoluto que con innumerables diosecillos. Pero ms adelante, por necesidad, la supersticin se introdujo de nuevo en la religin con el Hijo, el Espritu Santo, la Virgen y la infinidad de santos, que son, tambin, diosecillos. En realidad, nunca ha habido un monotesmo. El monotesmo traa, bajo su forma abstracta y nica, la categora universal que oculta la complejidad y las diferencias que all estaban contenidas. Primero hubo diosas, posteriormente llegaron los dioses. Gaia, la madre tierra no engendraba sin unin sexual, sin padre, como sus dobles y sus contrarios, como lo diferente en s mismo. El contenido abigarrado de

figuras amadas y temidas, de todos los anhelos y fantasmas, queda simplificado cuando aparece el dios nico, jerarca masculino y abstracto. El monotesmo masculino pretende ser el emblema del triunfo de un combate milenario entre las fantasas de hombres y mujeres que las diosas y dioses expresaban. Bajo la ley del Padre nico masculino, el Dios perseguidor y racional se impone. Pero oculta el monotesmo a los dioses destronados, bajo la apariencia de haber conquistado el pensamiento abstracto y verdadero. Como si su figura contuviera un padre nico, padre y madre de mujeres y de hombres. Pero en el patriarcado monotesta desaparece la funcin-Madre de los dioses vencidos. El monotesmo religioso es un engao absurdo del racionalismo extremo, que desconoce las diferentes sustancias humanas. Las fantasas enconadas que produce el Dios-Padre de los hombres, y tambin su imagen, no corresponden a las fantasas encarnadas que tiene el Dios-Padre para las mujeres y la Diosa-madre para los hombres304. El cristianismo catlico es, como se dijo, politesta por necesidad. Y el dios ms poderoso en su panten es la acumulacin de la riqueza, segn la acertada descripcin de Max Weber. Por algo el Opus Dei es la mano derecha del Vaticano. Carlos Marx afirm que el cristianismo con su culto del hombre abstracto es la forma de religin ms adecuada al "trabajo indiferenciado" que requiere un sistema productor de mercancas. El trabajo indiferenciado procede del cuerpo desvalorizado, despedazado y cuantificado. Es el cristianismo quien prepara ese desprecio hacia el uso de los cuerpos que el capital expropia. Se requiri primero que el cuerpo de la madre progenitora, con cuya imagen cada hombre anima an el suyo, fuese excluido en la Virgen como cuerpo de vida. Esta negacin tuvo que penetrar, para ser eficaz, hasta lo inconsciente. Por eso el cuerpo de la madre virgen es la primera mquina social abstracta productora de cuerpos convocados por la muerte. Como si el capital religioso cristiano, espiritual y patriarcal, engendrara por s mismo, adelantando el uso que el capitalismo habra de darle, al hijo crucificado como mercanca sagrada para negar su materia viva que va al mercado: construirlo en tanto fsicamente metafsico, asesinado y resucitado, moneda de cambio para que cada hombre sometido pueda ponerse a salvo del terror social que anuncia su aniquilamiento necesario. Aunque del Hijo crucificado por el capital econmico slo conocemos su historia final profana: la historia de su engrandecimiento industrial en el usufructo y el martirio productivo de los hombres que fabrican cosas. En su economa libidinal teolgica, el santo obispo de Hipona nos propuso,305 desde muy antiguo, la inversin originaria ms rentable para acumular capital sagrado. "Mediante el ahorro en carne podris invertir en Espritu", dej escrito. En otras palabras, el espritu cristiano y el capital tienen premisas metafsicas complementarias. Qu metamorfosis se produce desde el origen del deseo y las ganas en la corporeidad, que tiene al cuerpo de la madre, primer objeto de amor, para que ese mpetu haya podido culminar en anhelo de acumulacin cuantitativa del "cuerpo" numrico del capital, pero tambin para que necesite cobijarse en el cuerpo mstico de la burocracia de la Madre Iglesia?306

El cristianismo catlico expresa la profundizacin en las relaciones de la esclavitud antigua. Logr alcanzar una tcnica subjetiva de dominio preparada por el conocimiento de los mecanismos psquicos. Con el cristianismo, la muerte misma en tanto sentimiento subjetivo se convirti en una tcnica objetiva de dominio. Apoyndose en el modelo paulistaagustiniano, penetr en la historia hasta un lmite antes desconocido. Ese cuerpo nuevo as fraccionado, invadido por un terror diferente, es aquel del cual el capital se apropia. En momentos en que se alza la sociedad global y el capitalismo triunfa, no ser la matriz helada del modelo arcaico cristiano, la materia espiritual idnea de reemplazo que la Iglesia le deja disponible al hombre? Al concederle en usufructo y sustituto de su cuerpo, perdido y aterrorizado, el cuerpo materno como cuerpo mstico, no se busca con ello realizar el encuentro entre la Ciudad del Capital y la Ciudad de Dios? Por eso la Iglesia catlica, apostlica y romana es la institucin religiosa que se presenta con un futuro ms sonriente en la sociedad global . Parece ser cierta la aseveracin de que el Espritu Santo la gua. Aunque algunos hayan credo que, cuando triunfara la racionalidad cientfica, la vigencia social de los mitos y de las religiones se desvanecera.

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NDICE

PRLOGO...........................................................................

INTRODUCCIN .................................................................................... 4 Captulo 1 EL HIJO DEL HOMBRE.......................................................................... 33 Captulo 2 EL PROFETA DE NAZARET.................................................................. 68 Captulo 3 EL MAGO.................................................................................................. 110 Captulo 4 EL VARN DE DOLORES...................................................................... 148 Captulo 5 EL MESAS............................................................................................... 183 Captulo 6 EL LOCO................................................................................................... 222 Captulo 7 EL HIJO DE DIOS..................................................................................... 265 Captulo 8 POLITESMO............................................................................................ 305 BIBLIOGRAFA ....................................................................................... 336

NOTAS A LA INTRODUCCIN

Juan A. Ruano Ramos, La moral catlica, Ediciones Anaya, Salamanca (Espaa), 1960. Ramn Jauregui, Ensayo sobre el cristianismo, Universidad de los Andes, Mrida (Venezuela), 1998. 3 Henri Bergson, Las dos fuentes de la religin y de la moral , Tecnos, Madrid, 1966. 4 M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, pag. 89. Labor, Barcelona, 1992. 5 De rerum natura, V, versos 1161-1240 6 Cf. Defensa de Bolvar, OC, t. II, pg. 312 7 Luces y virtudes sociales, OC, T. II, pg. 169. 8 Cf. Dlogos de religin natural, Breviarios del F. C. E., Mxico. 9 El Concepto de religin, pg. 268. 10 dem, pg. 269. 11 F. Nietzsche, El anticristo. 12 Cf. Consejos de amigo, O.C., t. II, pg. 4-5. 13 Tractatus logico-philosophicus 14 De Marcos: 7, 24b, 25, 26b-29,30; y de Mateo: 8, 5-12, 13 (ver Lucas, 7, 1-2, 6b-9, 10; Juan, 4, 46-53). 15 La piedra que era Cristo. 16 Lc. 6,20-8,3; 9,51-18,14. 17 NOTAS AL CAPTULO 1
2

Nazaret: Mt, 13,54 ss; Mc, 6, 1 ss; Jn, 1,45,46. Nazarenos: Mt, 26,71; Mc, 1,24; 14,67; Lc, 18,37; 24,19; Jn, 19,19; Act, 2,22; 3,6; 10,38... 18 Historia de un alma, pg. 173-175 19 Mischna, Sanhedrn, XI, 1 y otros. 20 Cf.: Mt 14,15; Mc 13,14. 21 Cf. R. Jauregui Olazbal, Ensayo sobre el cristianismo. 22 Mc 6,3; Mt 13,55. 23 Jn, 21,2; Mt, 10,4; Mc, 3,18;. Mc, 6,3. 24 Mt, 13,57; Mc, 6,4; Jn, 7,3 ss. 25 Mt, 12,48; Mc, 3,33; Lc, 8,21; Jn, 2,4... 26 Cf. Mt, 6,1-6. 27 Mc, 3,21; 3,31-35; Mt, 12,46-50; Lc, 8,19-21; Jn, 2,12; 7, 2-10). 28 Mt, 1,25; 12,46 ss; 13,55 ss; Mc, 3,31 ss; 6,3; Lc, 2,7; 8, 19 ss; Jn, 2,12; 7: 3,5,10; Act, 1,14. 29 Se trata de alguna inexactitud originada por la costumbre de dar casi indistintamente a los galileos el nombre de Mara. 30 Mt, 13,56; Mc, 6,3. 31 Mt, 5,1; 14,23; Lc, 6,12. 32 Mt, 17,1 ss; Mc, 9, 1 ss; Lc, 9,28 ss. 33 Mt, 1354 ss; Mc, 6, 1 ss; Lc, 4,16 ss y 23-24; Jn, 4,44. 34 Mc, 6,15; Mt, 13,58; Lc, 14,23. 35 Mt, 13,57; Mc, 6,4; Jn, 7,3 ss).
36
37

Ambrogio Donini, Historia de las religiones, Editorial Futuro, Buenos Aires, 1961. MT, 4,23; 9,35; Mc, 1, 21 y 39; 6,2; Lc, 4:15,16,31 y 44; 13,10; Jn, 18,20. 38 Mt, 7,28; 13,54; Mc, 1,22; 6,1; Lc, 4, 22 y32. 39 Mt, 9, 1; Mc, 2, 1-2. 40 Mt, 8, 14; Mc, 1, 30; Lc, 4, 38... 41 Mt, 8, 14; 17, 24; Mc, 1, 29-31; Lc, 4, 38. 42 Mt, 4, 18; Mc, 1, 16; Lc, 5, 3; Jn, 21, 3.
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Mt, 4, 19; Mc, 1, 17; Lc, 5, 10. Mc, 1, 20; Lc, 5, 10; 8, 3; Jn, 19, 27. 45 Mt, 27, 56; Mc, 15, 40; 16, 1. 46 Mt, 27, 55-56; Mc, 15, 40-41; Lc, 8, 2-3; 23, 49..
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Mt, 17, 56; Mc, 15, 10; Jn, 19, 25. MT,7, 1; 16, 37; Mc, 5, 37; 9, 1; 13, 3; 14, 33; Lc, 9, 8.

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Mt, 18,4; 20, 25-26; 23,8-12; Mc, 9,34; 10,42-46. Mt, 10, 1; Mc, 3, 13; Lc, 4, 13; Jn, 6, 70; 13, 18; 15, 16; Act, 1, 15; Y Cor, 15, 5; Gal, 1, 10; Apoc, 21, 12.

51 52

Mt, 26,73; Mc, 14,70; Act, 2,7. Mt, 26, 17-29; Mc, 14,12-25; Lc, 22,7 ss; Jn, 13, 1-30. 53 Mc, 14,22-25; Mt, 26,26-29; Lc, 22,19-20. 54 Cf. Mt, 6,5-8. 55 Nios: Mc 9,36-37;10,13-16; Mt 19,13-15; Lc 18,15-17. Revelacin del Padre a los pequeuelos: Mt 11,25-30; Lc 10.2124. 56 Ver El loco.
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Psicologa de las masas y anlisis del yo, p. 2.608.

Dan, II,44; VII: 13, 14, 22, 27.

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Mt, 13,54 ss; Mc, 6,2 ss; Jn, 6,42. Mt, 7,12; Lc, 6,31. 61 Cf. Talmud de Bab., Schabbath, 31 a. 62 Mt, 5,39 ss; Lc, 6,29. 63 Mt, 5,29-30; 18,9; Mc, 9,46. 64 Mt 5,44; Lc, 6,27. 65 Mt 7,1; Lc, 6,37. 66 Lc 6,36 y 37. 67 Mt 23,12; Lc, 14,11; 18,14. 68 Parbola referida en Hechos, 20,35). 69 Mt 15,2 ss; M, 7,6 ss. 70 Mt 14,23; Lc, 4,42; 5,16; 6,12 71 Mt 6,9 ss; Lc, 9,2 ss. 72 Mt 19,21; Lc, 14,33; Act, 4,32; 5,1-11. 73 Mt 19,10; Lc, 18,29. 74 Mt, 19,12; 18,8-9. 75 Mt, 22,30; Mc, 12,25; Lc, 20,35 76 NOTAS AL CAPTULO 2 Tratado teolgico-poltico, pg. 31. Idem, pg. 37. 78 Idem, pg. 58. 79 Idem, pg. 139. 80 Tratado teolgico-poltico, pg. 42. 81 I Reyes, 1; I Reyes, 27, 7, y II Par, 18, 7. 82 Mt, 14, 5; 21, 26 y Mt, 11, 14; Mc, 6, 15; Jn, 1, 21 83 Lc, 3, 15ss; Jn, 1, 20. 84 Mt, 21, 25ss; Lc, 7, 3.
77

85 86
87

Mt, 21, 32; Lc, 3, 12-14.

Mt, 3, 7; Lc, 3, 7. Jn, 1, 35; Act, 1, 21-22, 88 Cf.: Mt, 3, 7; 12, 34; 23, 33. 89 La piedra que era Cristo. pg. 42 90 Mt,14,6-12 y Mc. 6,21-28. 91 Mt 4, 12; Mc 1, 14; Lc 4, 14; Jn, 4, 3. 92 La piedra que era Cristo. 93 Lev 11,25-40; 15,5-7. 94 Act 19,5-6; 1 Cor. 1,12.
95
96

Mt 10, 23; 9, 5; Lc 6, 20-21.

Act 4, 32, 34-37; 5, 1ss. 97 Mt, 13, 22; Lc, 12, 15ss. 98 Mt, 19, 21; Mc, 10, 21ss y 29-30; Lc, 18: 22, 23 y 28. 99 Mt 12,39 ss; 16,4. 100 Mt 16,28; Mc 8,31-39; Lc 9,22-27. 101 Mt 17,22-23; Mc 9,29-31; Lc 9,44-45. 102 Mt 20,17-19; Mc 10, 32-34; Lc 18,31-34.

103 104

Cf. Lc 18,31-34. Cf. Dt 4, 25-30 105 Cf. Jer, 25, 8-14 106 La Piedra que era Cristo, p. 98. 107 El Nacional, A/4, Caracas, 15 de marzo de 2000 108 Mt, 16, 27; 19, 28; 20, 21; 23, 39; 24, 30 ss; Lc13. 35; 22, 30 109 Mt, 13, 38 ss; 25, 33. 110 Mt, 8, 11; 13, 43; 16, 29; Lc, 13, 28; 16, 22; 22, 30. 111 Mt, 5, 22; 8, 12; 10, 28; 13: 40, 42, 50; 18, 8; 24, 51; 25, 30; Mc, 9, 43, etc.. 112 Mt, 7, 12; 22, 13; 25, 60.
113
114

Mt 3, 29; Lc 22, 69; Act 8, 55. Lc, 8, 8; Act, 2, 17; 3, 19 ss; I Cor, 15: 23-24 y 52; I Tes, 3, 13; 4, 14 ss; 5, 23, etc. 115 Lc, 17, 30; I Cor, 1, 7-8; II Tes, 1, 7; I Pedro, 1, 7-13; Apoc, 1, 1 116 Apoc, 1, 3; 22,10, comp. con 1, 1 117 Mt, 11, 15; 13, 9 y 43; Mc, 14, 9 y 23; 7, 16; Lc, 8, 8, 14, 35; Apoc, 2: 7, 11, 27, 29; 3: 6, 13, 22; 13, 9 118 Apoc, 11, 23; 12, 6 y 14, comp. con Daniel, VII, 25; XII, 7. 119 Mt, 24, 36; Mc, 13, 32. 120 Mt, 24, 36 ss; Mc, 13, 32 ss; Lc, 2, 5; 10; 17, 10 ss 121 Lc, 12, 40; II Pedro, 3, 10. 122 (Mt, 10, 23; 24 y 25, enteros y, sobre todo, 24: 29, 34; Mc, 13, 30; Lc, 13, 35; 21, 28 ss) 123 Mt, 16, 28; 23, 36 y 39; 24, 34; Mc, 8, 39; Lc, 9, 27; 21, 32. 124 Mt, 16, 2-4; Lc, 12, 54-56 125 Mt 24,29-31; Mc 13,26-27; Lc 21,27.
126
127 128

El Nacional, A/9, Caracas, lunes 3 de julio de 2000.

Mc, 6, 15; Mt, 21, 11 y 46; Lc, 7, 16; 24, 19... Mc, 8, 29; Lc, 24, 25; Jn, 4, 25; 7, 40; 9, 35. 129 Mc, 6, 24; 6, 15; 8, 28, Mt, 21, 11 y 46; Lc, 6, 16; 13, 33; 24, 19; Jn, 4, 19; 6, 14; 7, 40; 7, 52; 9, 17; Act, 3, 23. 130 Mc, 8, 28; Lc, 24, 19 y 25; Jn, 4, 19 y 25; 9, 17 y 36). 131 Mc, 6, 4; Lc, 13, 33. 132 II Reyes, 2, 9 y 15; Nmeros, II, 25. 133 Mc, 1, 12; xodo, 3, 1; I Reyes, 19, 8. 134 xodo, 34, 28; Deut, 9, 9; 10, 10...; I Reyes, 19, 8; Lc, 4, 2. 135 Mc, 1, 16 y 19; 2, 14; Lc, 5, 8; I Reyes, 19, 19 136 Nm, 12, 13; Mc, 1, 41. 137 I Reyes, 17, 21; II Reyes, 4, 34. 138 x, 3, 1; 20, 21; 24, 9; 13, 15 y 18; I Reyes, 19, 8 139 II Reyes, 2, 11; Act, 1, 9; Vida, 30 final. 140 Cf.: II Reyes, 1, 10; Lc, 9, 54. 141 II Reyes, 6, 17; Mt, 26, 53. NOTAS AL CAPTULO 3
142 143

Vida de Jess, p. 18. Mc 1, 27; 2, 12; 5, 20; Mt 9, 33; 12, 23; 15, 31; Lc 9, 43; 11, 14; Jn 7, 21 144 Mc 1, 28 y 45; 3,8; 6, 14...; Mt 4, 24; 9, 26 y 31; Lc 7, 17; Jn 12, 17 y ss... 145 Mc 5, 15; Mt 9, 8; Lc 5, 26; 7, 16; 8, 37.... 146 Jn 20, 30-31 147 Mc 10, 10, 47ss; 11, 10; 15, 31ss; Lc 7, 18-23 y Mt 11, 2-6; 12, 15-21; 21, 14ss; Lc 4, 18-21; (Jn 1, 48ss; 4, 29; 7, 31; 20, 30ss 148 M, 3, 11; 5, 7; 15, 39; Mt 14, 33; Lc 4, 41; Jn 1, 49; 20, 31... 149 MC 15, 26; Mt 27, 37; Lc 23, 28; Jn 19, 19; Tcito, Anales, XV, 44. 150 Para ampliar esto aconsejamos leer el captulo denominado "El Mesas". 151 Cf. Maurice Leenhardt, DO KAMO La persona y el mito en el mundo polinesio, Ediciones de la Biblioteca, UCV, Caracas, 1974. 152 Jn 7, 34; IV Esdras, XIII, 50. 153 Mt 17,19; 21, 21-22; Mc 9, 23-24. 154 Act 2, 2ss; 4, 31; 8, 15ss; 10,44ss. 155 Jn 5, 14; 9: 1ss, 34

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Mt 9, 32-33; 12, 22; Lc 13 y 2,16. Mt 9, 5; 15, 30-31; Lc 9, 1-2, 6. Mt 12, 39; 16, 4; 17, 16; Mc 8, 17ss; 9, 18; Lc 9, 41; 11, 29. Mt 8 4; 9, 30-31; 12, 16ss; Mc 1,44; 7, 24ss; 8, 26. Mt 12, 38ss; 16, 1ss; Mc 8, 11; Lc 9, 29ss. Mt 12, 27; Mc 10, 38; Act 19, 13. Mt 27, 20; Mc 9, 24ss. El lector puede consultar sobre los exorcismos en el Catecismo (& 517, 550, 1237, 1476). Cf. Cdigo de derecho cannico. Tratado teolgicopoltico, p. 81-82. dem, pg. 87. dem, `pg. 88.

Cf. Mc 3, 20-30; 6, 14ss; 8, 28; 9, 38; Lc 11, 19; Jn 7, 12 y 20; 8, 48 y 52; 10, 20 y 33; 18, 30; 19, 7; Mt 9, 34; 10, 25; 27, 63 Lc 4, 23. 169 Mc 3, 22; Mt 9, 34; Lc 11, 19. 170 Mc 2, 5; Lc, 7, 47. 171 Jess. Jess y los esenios, p. 192-199. 172 La piedra que era Cristo, p. 85. 173 Mc 6, 45-52; Jn 6, 19. 174 Lc 4, 29; 24, 31; Jn 7, 30 y 44; 8, 20 y 59; 10, 39; 12, 36. 175 M, 9, 2ss; II Pedro, 1, 17ss. 176 Mc 14, 22; I Cor, 11, 23.
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Cf., por ejemplo, PGM, XXX, 11 Lc 24, 51; Act 1, 9. 179 Esta expresin es, posiblemente, una confusin de algn copista. Es muy probable que el trmino original griego kmilos, que equivale a cuerda gruesa, cable , fuera tomado por kmelos ,camello. De otro modo no tiene sentido la expresin. Es decir, el copista puso una eta donde iba iota. 180 Mt 6 19-34; Mc 10, 17-25; LC 12, 33... 181 "Dios mo, Dios mo, por qu me has abandonado?" (Mc 15,34). NOTAS AL CAPTULO 4
182 183

Cf. Isaas, 42, 1-9; 49, 1-6; 50, 4-9; 52, 13; 53, 12. Primer anuncio: Mc 8, 31-39; Mt 16, 21; Lc 9, 22-27. Segundo anuncio: Mc 9, 29-31; Mt 17, 22-23; Lc 9, 44-45. Tercer anuncio: Mc,10, 32-34; Mt 20, 17-19; Lc 18, 31-34. Cuarto anuncio: Mc 14, 1-2; Mt 26, 1-4; Lc 22, 1-2 184 Sociedades Americanas en 1828. 185 Cf. Mt 27,26; Mc 15,15; Jn 19,1.
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Esbozo para el espritu del cristianismo. Mt 2, 19-22; Lc 1,5.

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190

Josefo, Antigedades, XVII, XIII,5; XVIII, Y,1; II,1.

Elono Ncar Fuster y Alberto Colunga. 191 Mt 20,25; 15,22; Lc 22,23. 192 Mt 8,5; 15,22; Mc 7,25; Lc 4,25. 193 Mt, 21,41; Mc, 12,9; Lc, 20,16. 194 Mt, 8,11-12; 21,33; 22,1 ss. 195 Mt, 11,21-22; Lc,10,13-14. 196 Lc, 9,53; Jn, 4,9. 197 Historia de las religiones, S.XXI, vol. 2, p. 183. 198 Comparar Mt, 22,37 con Dt, 6,5; Lv, 19,18; Lv, 18,5 199 Mt, 5,48; 7,12. 200 Cf. El hombre rebelde. 201 Mt 9, 16-17; Lc, 5, 36ss. 202 Jn, 12,31; 14,30 203 Jn, 1,10; 7,7; 14:7,22,27; 15,18 ss; 16: 8,20,33; 17:9,14,16 y 25. Este matiz de la palabra 'mundo' es muy caracterstico de los escritos de Pablo y del cuarto evangelio. Influencias gnsticas? 204 Cf. Mt, 13 entero; 18,23 ss: 20,1 ss; Lc, 13,18 ss.

205 206

Mt, 10,17-18; Lc, 12,11. Cf. Mt, 5:3,10; 18,3; 19,14; 20,16; 21,31; 22,2 ss; Mc, 10,14-15; 23,25; Lc, 1,51-53; 4,18 ss; 6,20; 13,30; 14,2; 18: 14,16-17,24-25. 207 Jn 13,37
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Mc 11,1-11. Cf. tambin: Lc 19,20-40; Jn 12,12-19.

Mc 8,31; Lc 9,31; Mc 10,34; Lc 18,33. 210 Cf. Jn, 8: 37,40,42,43,44. 211 Mc, 14,53; Lc, 22,54; Jn, 18,13. 212 Mc, 15,1; Lc, 22,66. 213 Mc,15,1; Lc, 23,1; Jn, 18,28. 214 Tcito; MC, 15,15 y 26. 215 Mc, 15: 15, 24, 27. 216 Josefo; Mc, 15,1; Lc, 22,66. 217 Esas referencias de Marcos estn en: MC, 8: 27 y 30 (ver 33); Mc, 11 (1-7),8-11 y Mc, 11,15-17. 218 Cf. Introduccin, "Fuentes". 219 Las anotaciones musicales corresponden a Casper Hweler, "Bach (obras)" en Enciclopedia de la msica, Editorial Noguer, Barcelona, 1977. 220 Mt, 27,32; Mc, 15,21; Lc, 23,26. 221 Mt, 27, 15 y 21; Mc, 15, 6 y 8. 222 Cf. Tcito, Agrcola, IX, 2. 223 MC 15, 27, ver Mc, 27, 38; Lc 23, 32; Jn 19, 18. No es buena la traduccin de lestes por 'bandido'; sera preferible haberlo hecho por 'revolucionario' 224 Mc, 15, 34; Mt, 27, 46; Lc, 23, 36 y Jn, 29, 30. 225 Mc, 15, 26; Mt, 27, 37; Lc, 23, 38; (Jn, 19, 19). 226 Stromateis I, cap. xxi, 145, 5. 227 Citado por Ch. Binet-Sangl en La folie de Jsus. 228 Cf. Lc, 7, y Mt, 9. 229 Mt 23,53-58; M, 6,1-6; Lc 4,16-30. 230 Mt 22,41-45; M, 12,35-37; Lc 20,41-44. 231 Mt 16,21 y 24; 9, 30-31; Lc 9,22, 18,31-33; Mc 10,32-34. 232 Mc 7,3-4; 10,2-9; 12,1-2. 233 Mc 6,1-6; Lc 4.16-30; Mc 1,9; Jn 1,45; Mt 2,23; Lc 2,39 y 51; Mt 21,11; Act 10,38; Jn, 1,46. 234 Act 15,1-29; 21,15-26; 23,6-10; Mt 23,1 ss. 235 Cf.: Mt 5,20; 23, 2 y 15; 27,62; Lc 7,36; 11, 37 y 53; 13, 31; 14, 1 y 3; 16,14; 17,20; 18,10. 236 Mc 3,6; 12,12 ss. 237 La piedra que era Cristo. 238 Mc, 14,53; Mt, 26,27; Lc, 22,54; Jn, 18, 31. 239 Mc, 2,6; Lc, 15,2. 240 Mc 7,2. 241 Lc 6,7 ss; 14,3 ss. 242 Mc 2,6; Mt 12,38; Mc 11,27; Mt 21,15; Mc 12,35. 243 Mc 3,22; Lc 11,59; Mt 10,25 244 Mt 9,10-12; M, 10,1-12.
245 246

Jn 13,23; 19,26; 20,2; 21 7 y 20. La folie de Jsus, Ch. Binet-Sangls, Maloine editeur, Paris, 1910 (4 volmenes)
247 248

Mt 11,29; 5,4 y 44. Mc 4,35-41; Mt 8,23-27; Lc 8,22-25 249 Mc 11: 12-14 y 20-24; Mt 21,18-19 y 21-22 250 Ver en Lc 11,37-54 las reprensiones que Jess hace a fariseos y doctores cuando un fariseo lo haba invitado a comer a su casa.
251 252 253 254 255

Psycopatia sexualis, p. 10.


Mt 4,1; 1 Cor 7,5; Gl 6,1; 1 Tes 3,5; Sant I,13-14. 1 Cor 10,13; 2 Pe 2,9, Ap 2,10 (v. Mt 6,13; 26,41). Mt 4,7; 1 Cor 10,9. tica, parte III, prop. VI.

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tica, parte III, prop. IX, esc. Nicolau Eimeric y Francisco Pea, El manual de los inquisidores, Muchnik editores, Barcelona, 1983.
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El Nacional, Caracas, 4/8, 11 de julio de 2000


sta es una tesis desarrollada por Pepe Rodrguez en La vida sexual del clero. Citado por Pepe Rodrguez en La vida sexual del clero. Citado por Pepe Rodrguez en La vida sexual del clero. Para toda esta informacin ver La vida sexual del clero. Mt 28,1-6; Mc16,1-5; Lc,24,1-12; Jn 20,1-18. Cf. Pepe Rodrguez, Las mentiras fundamentales de la Iglesia catlica. Cf. El espritu del cristianismo y su destino. Les Aptres, pg. 183. Cf. Mt 5,1-11. Cf. Mt 1,18-25. Cf. Lc 2,40-52. Cf. Mt 2,13-15). Cf. Catecismo, pg. 50. Juan A. Ruano Ramos, El dogma catlico, Anaya, Salamanca, 1959. Cf. Jue 13; 1 Sam 1; Gn 21,1-4. Las tentaciones de san Antonio, p. 134-166. Lc, 24,30; Jn, 21,13. La cautividad..., p. 41-42 Notas de Tefanes Egido a La libertad del Cristiano, 1520. J. L. Aranguren, tica y poltica, Orbis, Barcelona, 1986.

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Mt 5:9,45; 6,35; 20,36; Jn 1,12-13; 10,34-35.

C.f. La moral catlica, pg.40, Anaya, Salamanca, 1960. 281 dem, pg. 40. 282 Cf. Vladimir Acosta, Viajeros y maravillas, Monte Avila Editores Latinoamericana, 1992 (3 tomos). 283 Cf. La ciudad antigua. 284 Mc 6,68-27-30; Lc 9,18-22, y, en cierta medida, Jn 6, 68-70. 285 1Pe 2,4-8; Ef 2,20; 1Cor 3,11 y 10,4. 286 Jacob Burckhardt, Historia de la cultura griega, t. II, Iberia, Barcelona, 1974. 287 La moral catlica, Juan A. Ruano Ramos, Anaya, Salamanca, 1960. 288 J. D. Garca Bacca, Platn. Obras completas, tomo I. 289 Citado por E. Gibbon, Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano , pg. 142. 290 Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano , p. 164, nota 83. 291 El Anticristo, XXXVII. 292 Vida de don Quijote y Sancho , II, 67. 293 Alfonso di Liguori, Glorie di Mara, Venecia, 1784. 294 Padre Luis Lallement, citado en La fidelidad a la gracia. 295 La fidelidad a la gracia. 296 Cf. R. Juregui, Ensayo sobre el cristianismo.
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Dr. Juan A. Ruano Ramos, El dogma catlico, pg. 127-133, Ediciones Anaya, Salamanca, 1959
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Catecismo, pg. 50. El cuadro y el texto que le precede estn tomados de El dogma catlico, pg. 98 y 99. Martn Lutero, La cautividad babilnica de la Iglesia, pg. 29, Orbis, Barcelona, 1985. La cautividad babilnica de la Iglesia, pg. 41 y 42. Mt 28,19;Mc 16,15;Lc 24-47. La cautividad babilnica de la Iglesia, pg. 98. Esta tesis es desarrollada ampliamente por Len Rozitchner en La cosa y la cruz. Esta pregunta est contestada en la obra apuntada de Len Rozitchner.

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