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La vida es una telenovela
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Libro electrónico73 páginas33 minutos

La vida es una telenovela

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Información de este libro electrónico

Estos siete relatos, y un cómic ilustrado por Ricardo Camacho, fueron escritos hace mucho, sin demasiadas lecturas y fuera del ámbito literario, lo que los hizo disfrutables y les otorgó un aura de libertad y cinismo. Presentan similitudes (producto de las mismas obsesiones) pero también diferentes estilos y abordajes. Son historias que nacieron en una época cuya vida cotidiana se veía dominada por la omnipresencia de las telenovelas (y por su equivalente en el ámbito musical, la balada). Si bien las telenovelas no reflejaban en lo absoluto nuestra realidad, la realidad comenzaba a parecerse peligrosamente a las telenovelas.

Los lectores no los encontrarán muy despeinados, la idea no era embellecerlos o "mejorarlos", sino sólo acercarlos a la idea que la premura con que fueron escritos impidió lograr. De esa manera, el estilo ha ganado al verse libre de fanfarronerías y ha conservado íntegramente lo demás: su ira, su ironía, sus tramas, sus tonos y sus estilos originales.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 may 2016
ISBN9786078176014
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    La vida es una telenovela - Mauricio Bares

    Narrativa

    PRÓLOGO

    Nunca he escrito para agradar a nadie y estos cuentos son la mejor muestra. Se trata de algunos primeros relatos –sobrevivientes de literales hogueras– que no creí volver a publicar jamás. Sin embargo, al quedar expuestos en un blog ha hecho que les sonría la fortuna y han sido publicados en forma impresa, bajo editorial Atemporia, y ahora en formato de libro electrónico, con Libros Malaletra.

    Fueron escritos hace mucho, sin demasiadas lecturas y fuera del ámbito literario, lo que los hizo disfrutables y les otorgó un aura de libertad y cinismo que a penas he podido conservar como escritor. Presentan similitudes (producto de las mismas obsesiones) pero también diferentes estilos y abordajes. Fueron la respuesta visceral a esa época en que los alfonsinos acaparaban  todo, y cuando los blogs no eran ni ciencia ficción.

    Una época cuya vida cotidiana se veía dominada por la omnipresencia de las telenovelas (y por su equivalente en el ámbito musical, la balada). Si bien las telenovelas no reflejaban en lo absoluto nuestra realidad, la realidad comenzaba a parecerse peligrosamente a las telenovelas. El relato ¿Por qué no podemos ser los de antes? imagina un posible futuro para Luis Alberto Salvatierra y su esposa Mariana tras su final feliz en la telenovela Los ricos también lloran. Los personajes del cuento, de hecho, coinciden con las descripciones de los actores que los interpretaron.

    Era una época en que la literatura –así, en general– podía ofrecer una alternativa a esta realidad, algo más sustancial, pero que en los hechos no pasaba de ser un aparato burocrático que sólo estaba dispuesto a celebrar aquellas obras donde las palabras volaban cual gaviotas a la mar.

    Quizá se trata de relatos precoces. Y para que los lectores no los encontrarán muy despeinados, decidí darles una manita de gato. La idea no era embellecerlos o mejorarlos, sino sólo acercarlos a la idea que siempre tuve en mente pero que la premura con que fueron escritos me impidió lograr. De esa manera, el estilo ha ganado al verse libre de fanfarronerías y ha conservado íntegramente lo demás: su ira, su ironía, sus tramas, sus tonos y sus estilos originales.

    El relato El otro nombre de la rosa (1986) tuvo una versión cinematográfica nominada al Ariel por Mejor ópera prima en 1992. También fue adaptado a historieta por Ricardo Camacho en una impresionante versión de 40 páginas en El Gallito Cómics.

    El relato La vida es una telenovela tuvo una versión para radio y se transmitió en Suiza, en español y en alemán, en agosto de 1994.

    Mauricio Bares

    EL OTRO NOMBRE DE LA ROSA

    Lo que más me gustaba de la Rosa eran sus nalgas. No es que le falte al respeto, ya sé que está muerta, por eso estoy aquí. Seguramente todos éstos iban a verla de lejitos para hacerse una puñeta bajo la mesa. Y seguro que nadie sabía que se llamaba Rosa.

    –Yo sí.

    También fui el primero en notar que sus nalguitas habían crecido para asombro de los idiotas

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