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Language:
Español
Collections:
A Labyrinth of Fics
Stats:
Published:
2024-12-24
Updated:
2024-12-30
Words:
19,970
Chapters:
4/16
Kudos:
5
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1
Hits:
58

La Habitación E42 (Un Refugio En Medio Del Dolor)

Chapter 2: La Jaula de Colores

Summary:

Izuku despierta en una habitación desconocida, atrapado sin recuerdos de cómo llegó allí. Mientras busca desesperadamente una salida, enfrenta el aislamiento, el miedo y pensamientos autocríticos. Pero se dará cuenta que no estará solo...

Notes:

Tenía planeado que este sea el primer capítulo porque acá comienza toda la historia, lo escribí varias veces, pero luego me di cuenta de que necesitaba contar el antes, para que entiendas algunos pensamientos e ideas de Izuku. Así que técnicamente escribir este primero y luego el otro.

Advertencias:
[Secuestro]
[Ansiedad y pánico]
[Autolesión leve]
[Ambiente opresivo y aislamiento]
[Menciones de abuso escolar]

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Un conejito de orejas suaves,

en un rincón frío, perdido y sin estrellas.

Sus patitas tiemblan, su aliento se quiebra,

La oscuridad lo envuelve, su esperanza mengua.

 

Las paredes callan, el eco es su amigo,

un latido tenue su único abrigo.

"¿Dónde está el prado? ¿Dónde está el cielo?"

Piensa el pequeño con dulce desarrollo.

 

Pero en su pecho, un brillo se asoma,

un sueño cálido, una luz que lo toma.

Aunque esté solo y el mundo lo encierre,

El corazón valiente jamás se pierde.

 


 

Cuando Izuku comenzó a recobrar el sentido, una luz intensa llenó la habitación, obligándolo a cerrar los ojos de inmediato mientras la claridad quemaba su visión. Su cabeza latía con punzadas tan fuertes que ni siquiera pudo incorporarse en la cama; su mente permanecía en blanco, y un zumbido agudo inundaba sus oídos. Instintivamente llevó las manos hacia ellos, intentando bloquear el doloroso sonido. 

Con frustración, sus manos pasaron de cubrir sus oídos a tirar de su propio cabello verdoso en un intento desesperado por mitigar el dolor de cabeza. Sin embargo, aquel gesto no alivió su malestar. Sólo cuando las punzadas comenzaron a ceder y el zumbido disminuyó, Izuku dejó caer sus manos al costado, respirando profundamente para calmarse. 

Al levantar la mirada, lo primero que llamó su atención fue un techo blanco decorado con colores brillantes, representando un cielo celeste lleno de nubes… que parecía estar sonriéndole, literalmente. 

 

¿Desde cuándo está pintado así el techo de mi habitación? ¿Papá lo hizo? Pensó, confundido, mientras la duda empezaba a abrirse paso entre los resquicios de su desconcierto.

 

Su mente quedo fijada en las bonitas nubes que le sonreían, como si estuvieran felices de que Izuku estuviera en la misma habitación junto a ellas. Estaba pintado de forma similar a las salitas para infantes, dónde mamá trabaja mientras jugaba con los niños internados. Los colores eran vibrantes y pasteles, como si fueran para un bebé.

Un escalofrío le recorre la columna cuando su mente comenzó a cobrar sentido, lentamente se levanta de la cama y mira las paredes de la habitación. Pintadas también de un celeste como el del techo junto a nubes que también le sonreían de una manera amistosa. Solo con la diferencia del gran arcoíris vertical que atraviesa la parte superior de la pared.

 

Esta no es mi habitación…

 

Izuku mira las cuatro paredes que lo tienen rodeadas, cada una de ella representada de la misma manera que el techo, siguiendo el arcoíris vertical, encerrándolo dentro de sus colores.

 

Debo estar soñando… esto no puede ser real.

 

Izuku llevó sus dedos al brazo y lo pellizcó con fuerza. Un pequeño gemido de dolor se escapó de sus labios, pero la realidad seguía allí, implacable. La sensación de pesadez en su pecho creció como una piedra que no podía sacudirse. 

 

Esto... esto debe ser un hospital. ¿O un refugio?

 

El miedo comenzaba a enraizarse en su estómago, extendiéndose con cada segundo. Las ganas de llorar eran imposibles de contener. Sus ojos se posaron en las dos puertas de la habitación: una de madera blanca decorada con estrellas doradas, que parecía sacada de un cuento infantil, y otra de acero metálico, oxidada y completamente fuera de lugar, como una advertencia silenciosa. 

La vista de esa puerta metálica le provocó un vacío en el estómago, pero eligió ignorarla por el momento. Se dirigió apresuradamente hacia la más “ amistosa ”. Al abrirla, las luces se encendieron de golpe, revelando un pequeño baño. Había un lavabo diminuto, una bañera ajustada y un inodoro, todos diseñados para una habitación funcional pero claustrofóbica. 

El pánico lo inundó como una ola arrepentida. Su respiración se volvió errática mientras retrocedía rápidamente, saliendo del baño y dirigiéndose a la puerta oxidada. Sus manos recorrieron la superficie metálica, buscando un picaporte, algo que pudiera abrirla. Nada. 

 

—Hola? ¿Hay alguien ahí? — Su voz temblaba mientras el miedo empezaba a dominar su cuerpo. Las lágrimas comenzaron a formarse en sus ojos, rodando por sus mejillas pecosas mientras sus manos temblaban. La ausencia de respuesta amplificaba su terror, convirtiéndolo en una ola que lo arrasaba por completo. 

 

—¡Por favor! ¡Estoy encerrado aquí adentro! — Desesperado, comenzó a golpear la puerta metálica con los puños, generando un ruido seco y fuerte que reverberaba en la habitación. 

 

“¡CLANG! ¡clang! ¡CLANG!”

 

Cada golpe resonaba con un eco profundo, el metal vibrando bajo el impacto. El zumbido bajo y prolongado se desvanecía lentamente en el aire, como un brrrrrum que rebotaba en las paredes cerradas de la habitación, haciendo que el espacio se sintiera aún más pequeño. 

 

—¡POR FAVOR, DÉJENME SALIR! — Su voz, quebrada por el llanto, resonaba como un grito desgarrador en el vacío. Siguió golpeando, cada impacto más desesperado que el anterior, pero la puerta permanecía inamovible. 

 

El metal frío contra sus nudillos y la falta de respuesta terminaron de hundirlo en la desesperación. Las lágrimas caían sin control, su cuerpo temblaba, y su garganta ardía por los gritos. Pero nada cambiaba. 

 

Estaba solo. 

 

Izuku se apartó de la puerta y comenzó a observar su entorno en busca de algún objeto que pudiera ayudarlo a abrirla. A su izquierda estaba el colchón donde despertó, colocado directamente en el suelo junto a unas sábanas y tres almohadas. El colchón estaba rodeado por una barra protectora de madera blanca, dándole un aire infantil. Sin embargo, su atención se centró en la mesa ratona de metal que había en el cuarto. Encima de esta se encontró un tarro grande lleno de crayones de colores y varias hojas de papel. 

Con rapidez, Midoriya tomó el tarro y volcó los crayones sobre la mesa. Luego, con determinación, comenzó a golpear la puerta con el recipiente. El sonido metálico que producía era agudo, y las vibraciones de los impactos se propagaban por las paredes de la habitación. 

Aunque sabía que aquel tarro no sería suficiente para abrir la puerta, confiaba en que el ruido atraería la atención de alguien afuera y lograría que lo rescataran. Sin embargo, la única respuesta que recibió fueron las vibraciones resonando en el cuarto, acompañadas por el silencio absoluto. 

 

Negándose a rendirse, Izuku continuó explorando. Pasó las manos por las paredes en busca de grietas, cámaras ocultas o incluso una puerta secreta. A pesar de su esfuerzo, no encontré nada que pudiera darle una pista sobre cómo salir. La frustración y el miedo comenzaron a acumularse, hasta que las lágrimas brotaron de sus ojos y su respiración se volvió entrecortada, reflejo de su creciente desesperación.

 

¿P-Por qué estoy aquí? ¿Qué quieres de mí? ¿Esto es un secuestro? Yo no... no soy importante, ¿Por qué a mí? ¡¿Por qué?!

 

Sus manos comienzan a llegar a su pecho, el cual subía y bajaba rápidamente, los murmullos desesperados del chico en tanto comenzaron a escucharse, ¿Y si son villanos? ¿Y si quieres usarme para algo horrible? Se detiene en seco, su rostro lleno de terror al considerar posibilidades más oscuras.

 

 

¿Me van a hacer daño?

 

 

El pensamiento cruzó su mente como un relámpago, dejando tras de sí un eco de temor.

 

¿Y si… y si esto es porque no tengo un don?

 

El aire parecía más denso, aplastándolo con cada respiración. Su mente comenzó a llenar el silencio con recuerdos que preferiría olvidar. 

  

¿Qué pasa si nadie viene a buscarme porque… porque no soy suficiente? 

 

Los pensamientos lo arrastraron a esos días en la escuela, cuando los maestros o los adultos apartaban la mirada mientras Kacchan y los otros niños lo molestaban. Siempre decían que solo estaban jugando, que eran bromas, o incluso le echaban la culpa a él, al “causador de problemas”. 

 

Las palabras de sus antiguos compañeros de clase resonaron como cuchillas en su cabeza:

 

“Nadie se preocuparía por un chico sin don”. 

“Un inútil como Izuku.”

“Un Deku…”

 

El dolor en su pecho se profundizó, como si esas palabras hubieran encontrado un hogar permanente allí. Las lágrimas comenzaron a formarse en sus ojos otra vez, pero se detuvieron cuando un pensamiento lo atravesó como un rayo de esperanza. 

   

Papá…  

 

“No… Papá estaría buscándome… ¿verdad?” El susurro de su voz apenas llenó el espacio, un intento débil de aferrarse a algo, alguien, que le recordara que no estaba solo.

 

Izuku cerró los ojos con fuerza, como si al hacerlo pudiera desterrar esos pensamientos. Pero el vacío de la habitación parecía burlarse de su esperanza, envolviéndolo con una certeza que no quería enfrentar: estaba solo, al menos por ahora.

 

“¿Papá?” Su voz se quiebra mientras cae de rodillas, sosteniéndose la cabeza con las manos.

 


Esto no puede ser real... Esto tiene que ser un sueño... Tiene que serlo...

 

El silencio en la habitación responde, y el niño se enrosca en sobre sí mismo, haciéndose bolita en la pared, su cabeza se apoya sobre sus rodillas y el llanto del niño se comienza a escuchar cada vez más fuerte.

Pasando los minutos y el llanto comienza a callarse, los temblores del niño se relajan y cae en un profundo sueño.

 

No quiero morir… Quiero irme a casa…

 


 

Izuku despierta lentamente, tallando sus ojos hinchados, y sacándose las lagañas que lo molestaban. Su mente lo aleja de su pesadilla, en dónde estaba encerrado en un lugar infantil y escalofriante sin ninguna salida. Porque eso fue, una pesadilla, ¿ Cierto ?

Sus palmas presionan contra la suave alfombra en el piso que lo mantenía alejado de la superficie fría. Y la realidad lo golpea recordando donde estaba y lo que ocurrió lo mantuvo congelado en su sitio.

levantándose de un golpe observa su alrededor para encontrarse con una habitación familiar al del sueño, o más bien, recuerdo .

 

No fue... no fue una pesadilla.

 

Un peso enfermizo presionaba contra su pecho, Izuku sacudió su cabeza frenéticamente, tragando la bilis en su garganta. El miedo le cierra la garganta y el pánico intenta tomar el control de su cuerpo nuevamente.

 

No puedo perder la calma, tengo que encontrar una salida o alguna pista.

Papá ya debe haber informado sobre ¿Su desaparición? ¿Secuestro?, Y los héroes deben estar buscándome.

¿Verdad?

 

 

Izuku opta por examinar la celda infantilizada en la que se encuentra, tratando de mantener la calma y distraer su mente. En su inspección, descubre varios detalles que podrían ser importantes: 

 

Primero, sus ropas habituales fueron reemplazadas por una camiseta y un pantalón blanco, hechos de un algodón suave y cómodo. No llevaba medias ni zapatos, y sus pertenencias habían desaparecido por completo. Y, además, no recuerda absolutamente nada de como llegar allí, y por más que intente recordarlo, el dolor de cabeza solo empeora.

Segundo, en sus muñecas, tobillos y cuello se podían apreciar más tonos extraños, como si hubiera estado atado en algún momento.

Tercero, la temperatura cálida de la habitación parecía controlada por una peculiaridad, ya que, a pesar de ello, tanto las paredes como el piso estaban heladas al tacto. 

Cuarto, aunque no veía cámaras ni dispositivos visibles para vigilancia, la posibilidad de que un don estuviera controlando el ambiente lo mantenía alerta. No podía permitirse bajar la guardia. 

Quinto, la puerta metálica no tenía picaporte, pero sí una abertura para una llave. En un intento desesperado por abrirla, Izuku insertó varios crayones, aunque abandonó el esfuerzo tras romper cinco de ellos. 

Y Sexto, más allá de hojas, crayones y dos mudas de ropa idénticas a la que llevaba puesta junto a un buzo, no había ningún otro objeto útil a su disposición. Además, tenía MUCHA hambre y no había comida…

 

Sin encontrar nada que pudiera ayudarlo, Izuku se toma un momento para respirar profundamente. Se esfuerza por mantener la calma y evitar que el pánico se apodere de él.

 

Sin soluciones…

Sin respuestas…

Sin salidas…

Sin saber que estaba ocurriendo…

 

No puedo rendirme, ¿cómo me convertiré en un héroe si ni siquiera puedo salir de este lugar?

 

Pero no sé qué hacer…

   

Un pensamiento surge en su cabeza.

 

¿Qué haría Kacchan?

 

Izuku se sienta en la esquina del colchón, apoyado en las dos paredes, juntando sus piernas a su pecho y sus brazos arriba pensando en una respuesta.

 

Lo más probable es que su amigo usaría su increíble don, explotando la pared con una facilidad como si fuera lo más común, seguro también haría explotar el techo, esas horribles nubes sonrientes lo harán sentir menospreciado y las hará explotar, gritando todo tipo de insultos

Una risa se escapa de su boca imaginando esa situación, Kacchan gritando a cada persona que se le cruce y haciéndola explotar, mientras grita MUERANSE a todo pulmón. Seguro cuando salga de allí los héroes lo llenarían de elogios por su valentía e inteligencia, a lo mejor, el caso se haría tan famoso que hasta llegaría a oídos de All Might y lo felicitaría personalmente.

 

¿Qué haría All Might?

 

Con su increíble fuerza podría permitirle romper paredes, puertas o incluso el suelo del recinto. Detroit Smash podría generar suficiente presión de aire para desestabilizar estructuras cercanas, y saldría a buscar a más víctimas encerradas.

Una sonrisa se ensancha en su rostro mientras piensa como All Might abriría cada puerta y sacara a cada persona encerrada, imagina como uno de esos individuos siendo el, como entraría su héroe gritando su típico lema de “¡Estoy aquí!” y lo ayuda a huir de esta celda.

 

Las lágrimas se acumulan en sus ojos mientras piensa en como reaccionaria su padre, ¿Se sentirá aliviado de verme? ¿lloraría? ¿estaría feliz de verme de nuevo?

Un suave gruñido burbujeó en su estómago, que se expandió en el silencio, deteniendo sus pensamientos, y recordándole que no comió nada desde que llego aquí.

 

Izuku cierra los ojos con la esperanza de que, al volver a abrirlos, se encuentre de nuevo en su hogar.

 

                


 

 

Midoriya despierta lentamente, la oscuridad lo envuelve completamente; sus ojos, abiertos de par en par, no logran distinguir nada. La confusión lo paraliza por un instante mientras intenta procesar por que no puede ver nada, al pestañar varias veces se da cuenta.

 

Las luces del cuarto están apagadas

 

El niño se queda inmóvil sin saber que hacer, pero un sonido inesperado rompe el silencio resonando como un eco seco y contundente.

 

Es un golpe urgente, como el de una puerta cerrándose rápidamente…

 

 

Puerta…

 

 

Su cuerpo reacciona antes que su mente. Se incorpora de golpe, extendiendo las manos hacia adelante, chocando con el vacío. La desesperación lo invade mientras un pensamiento urgente lo atraviesa: ¡Alguien estuvo aquí!

Con la voz quebrada por el miedo y la impotencia, grita:

¡Oye, espera! ¡No te vayas! ¡Por favor, vuelve!

 

Izuku trata de recordar en que parte de la habitación se encontraba y trata de caminar en la oscuridad hacia la entrada metálica con rapidez.

 

Habían abierto la puerta

 

Y la habían vuelto a cerrar nuevamente

 

Desesperado corre hacia donde creía que estaba la puerta metálica, pero la baranda que protege el colchón lo hace tropezar y lo envía de cara al piso, sacando inconscientemente un gemido de dolor de su boca, que fue amortiguado por la alfombra.

¡Ahg! Un resoplido frustrado sale de su boca, angustiado, se levanta nuevamente y corre hacia la metálica puerta. Pero solo tiene que dar tres pasos para llegar a la entrada y terminar chocando sobre la fría superficie.

 

—¡Oigan! ¡Déjenme salir! ¡Por favor! — Su voz se rompe mientras golpea la puerta con ambas manos, pero el ruido de cerrojos cerrándose al otro lado de la puerta lo detienen. Cada cerrojo produce un sonido grave y profundo, como si una barrera pesada se asegurara entre él y el mundo exterior. El último cerrojo resuena como un clic definitivo, un sonido que deja claro que la puerta está completamente sellada.

 

Retrocede un paso, con la respiración acelerada y la mirada fija en la puerta.

 

—Por favor, ¡prometo no decir nada si me liberan! — Un silencio sepulcral responde. Izuku se queda quieto, su pecho subiendo y bajando rápidamente, mientras intenta escuchar más allá de la puerta. Pero no hay pasos, ni voces, solo el eco de su propia respiración y los latidos de su corazón.

 

"Solo quiero irme a casa... Por favor... Se los pido," susurra con la voz quebrada, mientras un sollozo profundo se escapa de su pecho. Las lágrimas comienzan a deslizarse por su rostro, incontrolables, como un río desbordado que arrastra consigo toda la desesperación que lleva dentro. Su cuerpo tiembla, encorvado por el peso de la tristeza, mientras los sollozos llenan el silencio opresivo que lo rodea.

 

 

En medio del silencio, algo sonó. Provenía del área de la mesa ratona, más específicamente, sobre superficie metálica. 

Izuku dejó de llorar. Detuvo incluso su respiración, atrapando el aire en sus pulmones. Un sonido sutil, como un roce, se escuchó desde la mesa. Algo se movía allí arriba, pero la oscuridad no le permitía verlo. 

Sus ojos, adaptándose lentamente a la penumbra, empezaron a captar un movimiento tenue. Sus oídos percibieron sonidos raros, pequeños y desconocidos. Su estómago se hundió en un abismo de miedo. No quería moverse, no podía arriesgarse a ser visto por aquella cosa, si es que podía verlo en la oscuridad. ¿Y si era peligroso? ¿Y si lo atacaba? ¿Y si lo mataba? 

 

Entonces, su visión mejoró lo suficiente como para distinguir algo en las sombras. Algo vivo. Algo que lo estaba observando. Dos ojos grandes y brillantes, de color cerceta, lo miraban fijamente desde la oscuridad. 

 

El corazón de Izuku latía desbocado mientras su espalda se pegaba aún más contra la fría puerta de metal detrás de él. Tragó saliva, el sabor ácido del pánico llenándole la boca, intentando contener su creciente temor. Y de repente, la habitación se inundó de luz. 

 

La claridad era tan intensa que sus ojos, acostumbrados a la penumbra, se cerraron automáticamente. Sus manos volaron para cubrirse el rostro, protegiéndolo del brillo abrasador. 

 

Y entonces lo escuchó. 

 

 

Un llanto

 

 

Comenzó con un jadeo corto, como si tomara impulso, seguido de un grito desgarrador que resonó en el aire, cargado de desesperación. Era un llanto agudo y caótico, con pequeños gemidos entrecortados, pausas irregulares y respiraciones agitadas. El sonido llenaba la habitación con una insistencia que erizaba la piel. 

Izuku, aún con los ojos entrecerrados, apartó las manos de su rostro para localizar el origen del ruido. Y allí lo vio. 

Sobre la mesa metálica, dentro de un canasto lleno de sábanas (que le recordó al pesebre de un nacimiento), había un pequeño cuerpo. 

Su pecho se apretó con fuerza, queriendo negar lo que veía. Pero las pruebas estaban frente a sus ojos. 

 

 

Era un bebe. 

 

 

El diminuto ser tenía el pelo color gris, cortito, pegado a su cabeza por las lágrimas que corrían sin cesar por su rostro. La textura fina de su cabello brillaba débilmente bajo la luz, con sus cabellos cortos desordenados que se movían al compás de sus sollozos. Sus pequeñas piernas descansaban sobre las suaves sábanas del canasto, mientras su rostro, enrojecido por el llanto, se retorcía de emoción. 

Las lágrimas brotaban de sus ojos cerrados, y sus manitas se apretaban en diminutos puños mientras su cuerpo temblaba, arqueándose ligeramente con cada sollozo. La fragilidad de su apariencia contrastaba con la fuerza arrolladora de su llanto. 

 

Izuku no podía apartar la vista. 

 

Le habían dejado un bebé.

 

Habían abierto la puerta, habían vuelto a cerrarla, solo para dejarle un bebé. 

 

 

...

 

 

Izuku no era un niño que insultara con frecuencia. 

 

 

...

 

 

Pero en este momento... 

 

 

...

 

 

“Mierda…” susurró, con los ojos clavados en la criatura que lloraba frente a él.

 

 

Notes:

Siento que el final del capítulo es la cereza del pastel.

Las fechas que publique capítulos serán aleatorias, cuando termine de escribir lo publicare de inmediato, eso está asegurado.

Ya tengo planeado hasta el final de la historia, los hechos más importantes y significativos de la trama, el tema es como escribirlos.