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Oro suave

Summary:

Había cosas que Sisyphus de Sagitario simplemente no podía (ni quería) evitar:

1.- Rechazar a los imbéciles.

2.- Negarse los placeres de la vida, menos ahora que ya había cedido a algunos de ellos.

【 Flufftober 2024. Día 19: Caricias en el cabello. 】

Notes:

Primero que nada, ya sé que el día pone “caricias en el pelo”; y yo no sé ustedes, pero cuando a mí me dicen “pelo”, yo por pelo me imagino el pelaje de algún animal. Y como que no. XD

Segundo, volvemos con una de las ships favoritas de esta pequeña comunidad. ¡Espero sea de su agrado!

(See the end of the work for more notes.)

Work Text:

Disclaimer:

Saint Seiya © Masami Kurumada.

The Lost Canvas © Shiori Teshirogi.

Oro suave © Adilay Vaniteux/Rashel Vandald.


Había cosas que Sisyphus de Sagitario simplemente no podía (ni quería) evitar:

 

1.- Rechazar a los imbéciles.

 

2.- Negarse los placeres de la vida, menos ahora que ya había cedido a algunos de ellos.

 

Se dice que el mundo era gobernado por siete pecados capitales: gula, ira, pereza, envidia, lujuria, soberbia y avaricia. Él no era un ser humano extraordinario, aunque no lo dijese ni tampoco se sintiese precisamente orgulloso por eso, Sisyphus ya había pasado por los siete pecados, de ida y vuelta, muchas veces. Especialmente si se hablaba de la envidia, la soberbia y la lujuria.

 

Pero, en fin, ahora mismo sentía ira… mucha. ¿Y por qué?

 

Porque lo estaban observando.

 

Porque había un estorbo en su camino.

 

—¿Tienes algo que decirme, Kardia? —bisbiseó Sisyphus, con veneno, en dirección a su compañero, Kardia de Escorpio; que no paraba de verlo con esa sonrisa socarrona estúpida que él quería borrar a puñetazos.

—Me preguntaba, ¿cómo se siente? —susurró, divertido—. Tan cerca, pero tan lejos de tu más grande pecado.

—¿De qué se supone que hablas?

—Sabes muy bien a qué me refiero.

 

Sí, Sisyphus lo sabía.

 

—No, no tengo ni idea —lo negó en voz alta.

 

Resulta ser que hoy era el cumpleaños de Seraphina, la esposa de Dégel, motivo por el cual, casi todos los santos dorados y algunos otros, estaban reunidos a las afueras de Acuario, comiendo y bebiendo amenamente. Unos estaban de pie, otros estaban sentados en la gran mesa donde se habían puesto los manjares.

 

Algunas doncellas iban y venían con charolas, entregando bebidas o llevándose los trastes usados.

 

A lo que Kardia se refería, se encontraba a unos metros de donde ellos estaban de pie.

 

Ella…

 

Estaba sentada en frente de la gran mesa, a un lado de la cumpleañera, Agasha y Chris.

 

Su más grande pecado.

 

Su relación a vista de todos, era la de dáskalos-mathitís; quizás, amigos… pero Sisyphus hace tiempo que le costaba mucho controlar un insano y salvaje impulso que llevaba picándole en las manos, con insistencia.

 

Esta tarde, Fluorite, la protegida de Seraphina y Dégel, usaba una bonita y sencilla toga azul marino. Su lindo cabello rubio, el cual ya había crecido bastante, se encontraba atado en una trenza que caía flácidamente sobre su espalda, dejando libres unos mechones de lado a lado de su rostro, además de su simpático fleco. Su sonrisa, siempre resplandeciente, destacaba por sobre todas las otras mujeres en este sitio.

 

Sisyphus apretó los puños y miró de reojo a Kardia; que no paraba de verlo con esa estúpida mueca suya.

 

—No te ves muy bien, amigo mío —dijo Kardia; burlándose—. ¿No quisieras… ir a tu casa a descansar?

—¿No quisieras irte un poco al infierno? —le murmuró de regreso, llegando a su límite.

—Buena idea.

 

Kardia rio estruendosamente, apartándose y dirigiéndose (para el horror de Sisyphus) a la mesa donde las mujeres estaban; se acercó demasiado a Fluorite y al parecer le susurró algo para que las demás damas no oyeses.

 

«Maldito hijo de…» Sisyphus dio la vuelta y se adentró a la onceava casa, lejos de los demás.

 

Sea lo que sea que Kardia hubiese hecho o dicho para calumniarlo, Sisyphus iba a negarlo. Lo negaría hasta el fin de los tiempos y luego clavaría a Kardia a una cruz.

 

—Espera, dáskalos —la oyó nombrarlo a sus espaldas.

«Mierda» exhaló Sisyphus, mirando por encima de su hombro cómo ella se aproximaba a su dirección—. ¿Ocurre algo, Fluorite?

—Eso creo —respondió dudosa—, el señor Kardia me dijo que no te sentías muy bien e ibas a volver a Sagitario. ¿Hay algo que yo pueda hacer?

 

Con muchas cosas pasando por su cabeza, Sisyphus no respondió de inmediato. Se limitó a mirarla fijamente, sin darse cuenta del tiempo que estaba usando para ello.

 

Fluorite por su lado, tragó saliva y sintió algo raro en el ambiente; una tensión un poco atemorizante porque no entendía nada de lo que ocurría. Normalmente, ella veía ese semblante tan serio en él, cuando Sisyphus estaba enfadado.

 

Ella no tenía ni la más mínima idea.

 

De pronto, Fluorite sintió y oyó como el lazo que amarraba su trenza, se aflojaba sin explicación alguna y su cabello, demasiado lacio, se soltaba, desamarrándose con rapidez.

 

—Ay no… —masculló apartando su atención de su dáskalos, para recoger su lazo y quitarlo del suelo, volviendo a incorporarse—, y con lo bonito que lo había peinado Seraphina.

 

No se dio cuenta del momento en el que Sisyphus se acercó demasiado hasta que vio su mano estirándose hacia ella.

 

—¿Quieres que te ayude? —le preguntó con cierta suavidad.

 

Al volverlo a ver, Fluorite notó un semblante distinto en Sisyphus; como si nunca se hubiese mostrado enfadado. Como si nada malo estuviese pasando.

 

—Sí… gracias.

—Date la vuelta.

 

Acostumbrada a sentir que a veces él era un poco raro, ella le extendió su lazo y, confiadísima, le dio la espalda. Sin pensar nada malo ni imaginarse “locuras”, Fluorite trató de controlar su corazón, sintiendo cómo Sisyphus sujetaba su cabello con cuidado y al parecer, lo peinaba usando sus dedos.

 

Se estremecía con cada movimiento; su cuero cabelludo, cosquilleaba mientras Sisyphus tomaba mechones, entrelazándolos con otros, con mucho cuidado.

 

«Cálmate. Sólo está siendo amable» se dijo ella a sí misma, no queriendo cometer el “mismo error” que claramente tuvo con Dégel y creer que, por ser guapo y amable, Sisyphus podría fijarse en ella.

 

No iba a hacerse ridículas fantasías sólo por una muestra de gentileza…

 

Pero se sentía tan bien. Podía acostumbrarse a hacer esto toda su vida…

 

¿Cómo Sisyphus habrá aprendido a peinar el cabello largo?

 

¿Él en algún momento lo tuvo así?

 

A Fluorite le hubiese gustado verlo. Seguro se habría visto muy atractivo. No es que ahora no lo fuese.

 

Es solo que…

 

Como si hubiese caído en una hipnosis, Fluorite había cerrado los ojos y estuvo a punto de dormirse cuando sintió unos toques suaves a su hombro.

 

—Ya está —dijo Sisyphus, sonando calmado y relajado. Fluorite por su lado, casi se había ido para atrás.

—¡Eh! Sí… muchas gracias —apenada, se dio la vuelta y le sonrió al hombre; este le sonrió de vuelta—. ¿Entonces… te irás?

—Mmm, no. Estoy bien, es sólo que no estaba pensando con claridad —dijo él haciendo una sonrisa bastante linda—. Ahora ya lo hago.

 

Fluorite no entendía… pero…

 

—Entiendo, entonces, volvamos afuera —invitó tratando de mantener sus pies sobre la tierra. Y ojalá él no la haya visto enrojeciendo de la cara.

 

Mientras ella caminaba delante, seguida por Sisyphus. Fluorite no notó la sonrisa triunfal que, quien era su maestro, tenía en su rostro.

 

Había cosas que Sisyphus de Sagitario simplemente no podía (ni quería) evitar:

 

3.- Averiguar qué tan suave se sentía el cabello de Fluorite entre sus dedos.

 

Bien, él no había planeado al imbécil de Kardia y sus ridiculeces entrometiéndose, pero por lo demás, todo había salido justo como él había querido.

 

Sólo había necesitado tenerla sola (esta misma tarde) y alejada de los demás.

 

Lo cierto es que al final de cuentas, Sisyphus no era un hombre paciente. Él quería sentir ese hermoso cabello dorado ahora, y por supuesto, lo consiguió.

 

Y vaya que lo disfrutó. Más al saber que a Fluorite la experiencia no le había desagradado.

 

Él casi quiso reír.

 

—FIN—

 

Notes:

NO PLAGIEN, NO RESUBAN Y TAMPOCO TRADUZCAN SI YO NO LO HE AUTORIZADO. —Gracias.

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