Work Text:
Disclaimer:
Saint Seiya © Masami Kurumada.
The Lost Canvas © Shiori Teshirogi.
Una estúpida lata © Adilay Vaniteux/Rashel Vandald.
»¿Por qué no puedo acompañarte? —había preguntado él, irritado.
Apenas aparcó afuera del supermercado cuando su esposa le dijo tajantemente que la esperase en el auto.
»Porque, amado mío —bisbiseó, tratando de aferrarse a su sonrisa—, la última vez terminamos pagando más de tres mil euros en daños a la propiedad, por eso —le recordó sin misericordia.
¡Él no había tenido la culpa!
Esto era inaudito. Fluorite no estaba siendo racional. Aquello fue un accidente. Un a-c-ci-den-te.
Ofendido, Sisyphus se negó a quedarse en el auto; esperó un aproximado de 18 minutos desde que Fluorite se fue, cuando abrió la puerta y después de activar la alarma y los seguros, se aproximó (con las manos en los bolsillos de su pantalón) al sitio.
Lamentablemente tuvieron que cambiar de centro comercial… gracias al accidente del mes pasado.
Algo confiado, Sisyphus entró luego de que las puertas corredizas le diesen la bienvenida.
Fluorite era muy dramática a veces.
El guardia de seguridad le dio la bienvenida, él asintió con la cabeza y decidió buscar a su mujer; demostrarle que ella estaba siendo irracional y alarmista; quizás hasta supersticiosa. Entonces, Sisyphus miró con el ceño fruncido una montaña de latas de salsa de tomate en oferta; la que llamó su atención estaba tirada en el suelo.
¿Por qué nadie la ha levantado aún? Alguien podría pisarla y causar un accidente.
Sin miedo ni vacilación, Sisyphus tomó la lata y la puso sobre la montaña.
Apenas tocó la edificación cuando esta se vino abajo.
Él no resultó herido…
Las latas, por su parte, parecieron haber sido hechas con goma, porque comenzaron a brincar por todos lados como pelotas, una de ellas, que dejó a Sisyphus boquiabierto, pegó contra el suelo y brincó hacia una pantalla en exhibición de 86 pulgadas, ¡atravesándola! Por si eso fuese poco, otra de las latas cayó sobre la cabeza de un hombre calvo y gigante, que gritó exigiendo saber quién había sido el imbécil que hizo eso.
Las latas perjudicaron a otras personas; un par de ellas “explotaron”, esparciendo salsa de tomate por el área de ropa para niños…
Esto no podía ser en serio.
Sisyphus, de pie y sin saber qué hacer, aún tenía la lata que había recogido e intentado poner en su lugar.
—Te dije que esperases en el auto —oyó a su esposa gruñir atrás de él.
Sisyphus la volteó a ver, pálido.
¡Fue un accidente! ¡Como el anterior!
—Ehm… ¿llevamos esta? —preguntó, mirándola con una mueca de indicaba lo mal que se sentía.
Fluorite ablandó su expresión e inhaló profundo. Había mucha conmoción. Algunos empleados se apresuraron a ayudar a la gente que había sido atacada por las latas saltarinas. Soltando aire, Fluorite dejó el carrito que llevaba y tomó la lata de las manos de su esposo, la dejó junto a los víveres que llevaba recolectando y salió con su marido del lugar, lo más rápido posible.
Sus cuentas de ahorros estaban muy mal y no podían permitirse el pagar todos los daños que se habían hecho… y todo con una estúpida lata.
—FIN—