ARBOR Ciencia, Pensamiento y Cultura
Vol. 187 - 758 noviembre-diciembre [2012] 1043-1053 ISSN: 0210-1963
doi: 10.3989/arbor.2012.758n6004
MÚSICA, COTIDIANIDAD
E IDENTIDADES COLECTIVAS
EN EL CINE DE AGNÈS JAOUI
MUSIC, EVERYDAY LIFE AND
COLLECTIVE IDENTITIES IN
AGNÈS JAOUI’S FILMS
Teresa Fraile Prieto
Universidad de Extremadura
tefraile@unex.es
fraileteresa@hotmail.com
RESUMEN: El cine de la directora y actriz francesa Agnès Jaoui
hace un retrato de la burguesía contemporánea del contexto francés en un tono mordaz e irónico. Bajo la apariencia de comedias
dramáticas, sus películas plantean narrativas corales que sacan a
la luz la dificultad de las relaciones humanas, las hipocresías y las
paradojas de la sociedad occidental, al tiempo que son una reflexión
sobre los discursos identitarios de la Francia actual. Además, la
biografía de Jaoui presenta una estrecha relación con la música
que se ve plasmada en sus películas, convirtiéndose en un factor
fundamental de la trama y en un medio expresivo de primer orden
en sus producciones. Este artículo aborda el estudio de todos estos
elementos constructivos y su relación con la realidad francesa en
los largometrajes Le goût des autres (Para todos los gustos, 2000),
Comme une image (Como una imagen, 2004), y Parlez-moi de la
pluie (Háblame de la lluvia, 2008).
ABSTRACT: The films of Agnès Jaoui, a French filmmaker and actress,
take an ironic and incisive view of the contemporary French
bourgeoisie. Under the guise of dramatic comedies, her films offer
polyphonic narratives underlining the difficulties of human relationships, the hypocrisies and the paradoxes of Western societies, as well
as constituting a reflection upon identity discourses in present-day
France. Jaoui’s biography is also closely linked to music, which comes
accross in her films; and music becomes a fundamental element in
the plot and a crucial means of expression. This paper analyses all
these building blocks and their relation to the reality of France in the
following films: Le goût des autres (2000), Comme une image
(2004), and Parlez-moi de la pluie (2008).
KEY WORDS: Contemporary French cinema, collective identity,
music.
PALABRAS CLAVE: Cine francés contemporáneo, identidad colectiva, música.
AGNÈS JAOUI
EN EL CINE FRANCÉS CONTEMPORÁNEO
A lo largo de su desarrollo histórico, el cine francés ha
fortalecido la imagen de un cine de tendencia realista, que
es capaz de hablar de los problemas sociales y políticos,
que reflexiona sobre las reglas de la sociedad, y que se
inmiscuye en la interioridad de personajes tomados de los
entornos más cotidianos. Existe la tendencia, también, a
pensar en el cine francés como un cine de auteur, donde
las obras están firmadas por las especificidades estéticas
que le confieren sus artífices. En este sentido, las películas
de la guionista, directora y actriz Agnès Jaoui seguramente
cumplen las expectativas de cualquier espectador que se
acerque al cine a ver una obra de características francesas.
Sin embargo, como veremos en estas líneas, el cine de
Jaoui es eso y mucho más, puesto que se introduce en
su cotidianidad adyacente para ponerla en tela de juicio
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y cuestionar sus normas, pero también añade conceptos
de absoluta contemporaneidad que no podrían formularse
sino en las sociedades del siglo XXI, al tiempo que ha
conseguido situarse como una de las autoras más vistas
dentro y fuera de las fronteras galas.
Y es que pensar el cine francés, y por extensión el cine
europeo, como un cine para minorías, plagado de temas
de reflexión interior y denuncia sobrentendida, peca de un
reduccionismo exagerado. En su libro Popular Cinemas of
Europe, Dimitris Eleftheriotis (2001) cuestiona la existencia
de una definición válida de cine europeo y de los diferentes
cines nacionales. Según este autor, los discursos políticos
que han sostenido la idea de Europa defienden la existencia de una cultura común amparada en acontecimientos
del pasado que van desde el Imperio Romano hasta la
Ilustración, la Revolución francesa o el desarrollo industrial, pero cuya centralidad, así como la exclusión de otros
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procesos históricos, ha sido criticada duramente por las
tendencias postcolonialistas. Esta crítica a los cimientos de
la idea de Europa da lugar a una continua reflexión y a una
marcada autocrítica, un rasgo también muy europeo, al
mismo tiempo que conduce a la defensa de una declarada
diversidad cultural. De ahí que la diversidad y la autocrítica
sean una característica clara de las cinematografías que
englobamos dentro del cine europeo, incluido el francés.
Así pues, el cine francés contemporáneo es plural y resulta
de la suma de diversas tendencias. Es deudor, como no
podría ser de otra manera, de la Nouvelle vague, aquella
célebre renovación estética hecha por jóvenes de la que
trascendieron nombres como François Truffaut, Jean-Luc
Godard, Alain Resnais, Claude Chabrol, Éric Rohmer, Jacques Rivette, Jean-Pierre Melville o Agnès Varda, cuya
pretensión fue deshacerse de las trabas sociales y morales
del cine anterior, y que se permitieron ser apolíticos cuando la situación histórica pedía justamente lo contrario. La
generación de los noventa se puede interpretar como una
generación que rescata rasgos de la Nouvelle vague, en el
sentido de que mira hacia entornos cercanos a los propios
autores y retrata sus realidades más próximas. Asimismo,
puede identificarse un grupo de películas caracterizadas
por la implicación social, algunas de las cuales retratan
la Francia de provincias o las banlieues de las grandes
ciudades, otras se acercan a los actuales problemas identitarios y de exclusión social, y otras se aproximan a estas
temáticas en tono de comedia. El cine francés actual es
variado, y a la “nouvelle nouvelle vague” se le une el cine de
vocación internacional más cercano en temática y factura
al norteamericano.
Igual que en España, los años noventa franceses son un
estallido de nuevos cineastas, beneficiados igualmente por
las ayudas a jóvenes realizadores que provienen de las
instituciones, de ahí que lleguen a las pantallas francesas
géneros de lo más diverso encarnados en las películas
de autores tan distintos como Luc Besson, André Téchiné, Alain Corneau, Mathieu Kassowitz, Christophe Gans,
Olivier Assayas, Benoît Jacquot, Bruno Dumont o Robert
Guédiguian. Al mismo tiempo, por razones político-sociales
evidentes, desde los años setenta el número y la importancia de las directoras francesas aumenta de forma destacada, así que progresivamente vamos pudiendo hablar del
cine francés como cine de autores y de autoras. A nombres
históricos tan conocidos como Germaine Dulac, Marguerite
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Duras o Agnès Varda, en el cine francés contemporáneo
debemos sumar a la dirección otros nombres femeninos:
Noémie Lvovsky, Émilie Deleuze, Tonie Marshall, Chantal
Akerman, Catherine Breillat, Claire Denis, Coline Serreau,
Josiane Balasko, Julie Delphy, Marion Vernoux, Laetitia
Masson, Virginie Despentes, Claire Simon, Pascale Ferran,
Sandrine Veysset o Dominique Cabrera, solo por citar algunos. Agnès Jaoui, por su popularidad, ocupa un lugar de
honor en esta relación.
Otro factor fundamental, que no deja de tener su importancia al hablar del cine de esta autora, consiste en que
el cine francés se ve masivamente en las pantallas francesas, es un producto habitualmente consumido. Gracias
al modelo de financiación pública, todas las cadenas de
televisión programan cine nacional, lo que permite obtener
una recaudación que revierte en la producción y mantiene
una cinematografía subvencionada de más de 200 películas al año. Esto la coloca muy por encima de cualquier otra
industria europea, pero también influye en la realización
de filmes localizados en ambientes franceses, pues a los
espectadores les gusta reconocerse en esas películas.
Las películas realizadas por Agnès Jaoui, por lo tanto,
seguirían estas pautas de diversidad, autocrítica social,
pluralidad, observación de realidades próximas y personajes con los que el público francés se siente identificado.
Hasta cierto punto, actualiza la línea de un cine francés
tradicional, es decir, un cine de autor (que además actúa
y dirige sus guiones), con narrativas situadas en contextos
realistas, de introspección y de personajes, un cine no político pero sí comprometido culturalmente con su entorno,
situado a medio camino entre la saga de Éric Rhomer Contes des quatre saisons y los musicales (Todos dicen I Love
You) de Woody Allen.
UN
RETRATO DE
AGNÈS JAOUI
Aunque Agnès Jaoui nació en 1964 en Antony, Hauts-deSeine (Francia), es de ascendencia judía tunecina, hija de
un asesor comercial y una psicoterapeuta. Sus primeros
pasos en el mundo de la interpretación los dio en 1984,
cuando asistió a clases de interpretación en el Teatro de
los Amandiers de Nanterre, dirigido por Patrice Chéreau.
Un año antes, había hecho su primera aparición en el cine
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en Le Faucon (1983) de Paul Boujenah y más adelante, en
1987, aparecerá en Hôtel de France, dirigida por el propio
Chéreau.
La faceta de guionista y de autora de teatro resulta
fundamental para entender la personalidad de Jaoui. Es
escribiendo historias donde más a gusto se encuentra
y de donde deriva la fuerza de sus historias, que son a
su vez la clave para comprender su cine. Precisamente,
la importancia del teatro en la vida de Jaoui no radica
solamente en que suponga sus inicios en el mundo de
la creación y la manera en la que empieza a ganarse
la vida, sino sobre todo en que sus películas tienen
un gran sesgo teatral. Si bien a medida que avanza
su producción cinematográfica los movimientos visuales se hacen progresivamente más ricos y el lenguaje
cinematográfico menos teatral, continúa internamente
el lazo con el mundo del teatro en la temática y en el
tratamiento de los personajes. Esa huella se percibe en
la elección de pocos personajes, en la abundancia de
diálogos, en la presencia de silencios, en las actitudes,
en lo dicho y lo no dicho, en la importancia que concede
a las relaciones entre personajes. Al mismo tiempo, la
ambientación suele situar las secuencias en escenarios
concretos, casi siempre reduciendo los lugares a unos
pocos, incluso, como en Parlez-moi de la pluie, a una
única casa donde se gestan y se resuelven los conflictos
entre protagonistas.
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Antes de acometer la dirección, Jaoui trabajó con éxito
en el guión de otra serie de producciones. Tras Cuisine et
dépendances, realizó junto a Bacri la adaptación del ciclo
de obras Intimate Exchanges, del dramaturgo inglés Alan
Ayckbourn, para la película de Alain Resnais Smoking / No
Smoking (1993), ganadora del César al mejor guión. Su segunda obra teatral, Un air de famille (Como en las mejores
familias), que también fue llevada al cine por el director
Cédric Klapisch en 1996, supuso el reconocimiento de
Jaoui y Bacri y una rotunda consagración al ganar el César
al mejor guión y aportar a Agnès Jaoui una nominación al
mejor papel secundario femenino. La pareja volvió a colaborar de nuevo con Alain Resnais en 1997 como guionistas
e intérpretes en la comedia-musical On connaît la chanson,
a su vez ganadora de dos César en las mismas categorías.
TERESA FRAILE PRIETO
Ese mismo año tuvo lugar un hecho determinante en su
vida y en su carrera: en el ámbito del teatro, interpretando
L’Anniversaire de Harold Pinter (The Birthday Party, en el
original), conoció a su colaborador y compañero JeanPierre Bacri. A partir de entonces su vida sentimental y
su trabajo han ido ligados a Bacri, quien aparece como
intérprete en sus películas y con quien coescribe los guiones. Surge el tándem Jaoui-Bacri, los Jacri, como los llamó
Alain Resnais (“La francesa Agnès Jaoui estrena el viernes
Para todos los gustos”), y aunque es Agnès Jaoui la que
rueda sus películas, escriben textos a cuatro manos desde
que hicieran en 1989 la obra de teatro Cuisine et dépendances (Platos combinados), estrenada en septiembre de
1991 y posteriormente adaptada a la gran pantalla en
la película de Philippe Muy (1993). El enorme éxito que
obtuvo Cuisine et dépendances (de hecho ganó un premio
Molière al mejor texto teatral) supuso el despegue de la
carrera de esta autora.
Además, en sus películas la teatralidad pone de manifiesto
el carácter teatral de algunos rituales de la vida social, por
lo que la forma misma refuerza el contenido de la narración.
Ya que a menudo recurre a mostrar en sus ficciones la construcción de los espectáculos y el backstage, tanto del mundo
del teatro como del ámbito de la música, esto le permite
establecer paralelismos entre la construcción de la vida social
(fiestas, inauguraciones de exposiciones, comidas entre amigos, etc.) y la del espectáculo (conciertos, obras de teatro).
Respecto a su faceta como actriz, aparece asiduamente
en los proyectos donde ejerce la labor de guionista y de
dirección, pues actuar es una de sus perspectivas creativas
favoritas, de la que no se puede desprender, y porque tiene
confianza en sí misma en este aspecto. Además, ha actuado en Canti (1991) de Manuel Pradal, en Le déménagement
(1997) de Olivier Doran, en el cortometraje La méthode
(1997) de Thomas Béguin, en Le cousin (1998) de Alain
Corneau o en On the Run (1999), de Bruno de Almeida. Su
ratificación interpretativa vino al realizar los papeles protagonistas en Une femme d’extérieur (1999) de Christophe
Blanc, 24 heures de la vie d’une femme (2002) de Laurent
Bouhnik, Le rôle de sa vie (2004) de François Favrat y La
maison de Nina (2005) de Richard Dembo.
En el año 2000 empieza su carrera como directora en Le
goût des autres (Para todos los gustos). Aunque fue su
ópera prima, además de ser candidata al Óscar a la mejor
película en lengua extranjera, fue galardonada con numerosos premios, entre ellos el premio René Clair y dos
César en las categorías de mejor película y mejor guión,
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al tiempo que ganó el premio a mejor guionista en los
European Film Awards de 2001. A Le goût des autres le
siguió Comme une image (Como una imagen, 2004), que
en el Festival de Cannes fue nominada a la Palma de Oro
y ganó el premio al mejor guión, en los premios César fue
nominada al mejor guión, y en los European Film Awards
ganó el premio al mejor guionista y fue nominada al mejor
director. Posteriormente dirigió su tercera película Parlezmoi de la pluie (Háblame de la lluvia, 2008).
LAS
PELÍCULAS
Creo que todas mantienen un punto en común. Todas hablan
del orgullo, de los prejuicios, de la fuerza de las formas y
apariencias sobre nuestras vidas. Hablan de la dificultad de
vivir la vida, de no seguir un camino preparado y ordenado
por nuestros orígenes socioculturales. También hablan de los
malentendidos entre las personas porque aunque pensamos
que conocemos a los otros, en realidad muchas veces no nos
conocemos ni a nosotros mismos (“Entrevista a la directora
francesa Agnès Jaoui”).
Con estas palabras sintetiza Agnès Jaoui las líneas maestras de las películas que ha dirigido hasta la fecha, abordando temas que son recurrentes en sus guiones desde la
primera obra de teatro que escribió con Bacri. A grandes
rasgos, en sus obras une la reflexión sobre las realidades
sociales con la reflexión sobre el comportamiento humano.
El comportamiento de los personajes es el factor que los
hace crecer por momentos a ojos de los espectadores, pues
las personalidades simples se vuelven complejas a medida
que avanza la película, demostrando así la complejidad
de la gente cotidiana. La temática aborda, asimismo, las
relaciones entre los seres humanos, la apariencia que no
se corresponde con las realidades personales, las mentiras
que las personas se hacen a ellas mismas, las verdades
dichas y las ocultas, el orgullo y los prejuicios. De alguna
manera denuncia la agresividad, la humillación y la violencia soterrada que se esconde en algunas situaciones socio–
emocionales, y que se ejerce por medio de las palabras, del
poder y de las preconcepciones intelectuales.
Las películas de Agnes Jaoui tratan también sobre las
clases sociales, puesto que son comedias dramáticas pro-
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tagonizadas por personajes burgueses cotidianos, basados
en un entorno con el que está muy familiarizada, por lo
que se puede permitir el lujo de retratar personajes a los
que conoce. Dentro de esta estructura social denuncia la
hipocresía y las normas sociales, unas veces impuestas por
la familia, otras por el medio al que pertenecemos (como el
medio intelectual en Le goût), etc. Normalmente muestra
un estrato social medio o alto que comparten los personajes, aunque sus edades oscilan entre los 20 o 30 años y la
cincuentena. De hecho, una de sus inquietudes es el paso
a la madurez, porque aunque socialmente es una etapa
de llegada, de estabilidad, de recogida de los frutos de la
juventud, la realidad cuestiona estas premisas en muchos
de sus personajes, provocando resignación o rebeldía.
Como no podía ser de otra forma, sus historias se centran en las relaciones interpersonales que se forjan entre
las múltiples y diversas personas que aparecen en cada
historia, ninguna más importante que otra. Entre ellas se
establecen relaciones de amistad, a veces por conveniencia
y a veces no, en ocasiones beneficiosas y en otras no. No
puede dejar de lado, por tanto, las relaciones de pareja,
un tema central sobre el que se cuestiona a menudo, pues
alude a la cotidianidad impuesta según las reglas sociales,
a la monotonía o al adulterio.
En cuanto a las relaciones personales, otra preocupación
constante de Jaoui es la falta de escucha y la incomunicación. Resulta curioso, en este sentido, la recurrencia de
algunas cineastas al tema de los malos entendidos, los
mensajes que no llegan y la inexactitud de las palabras: la
directora española Isabel Coixet, por ejemplo, en películas
como Cosas que nunca te dije (1995) o en La vida secreta de
las palabras (2005) habla de “todas esas palabras perdidas,
que durante mucho tiempo vagan en un limbo de silencio
(y malentendidos y errores y pasado y dolor) y un día salen
a borbotones y cuando empiezan a salir ya nada puede
pararlas” (Cerrato, 2008, 143). Entre el cine de ambas
directoras pueden encontrarse analogías en cuanto a la
importancia que conceden al lenguaje verbal y no verbal,
al juego de expresiones y a la comunicación gestual, en
silencio. Además, Jaoui reflexiona sobre el lenguaje en sí
mismo, o sobre las palabras dichas sin pensar que causan
dolor; pero, más allá de las formas, nos da a entender que
la razón principal de la incomunicación es la incapacidad
para ponerse en el lugar del otro. En este punto la interpretación de los actores es esencial, y de hecho muchos de
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los intérpretes elegidos por la directora francesa provienen
del teatro, como es el caso de una de las protagonistas de
Le goût des autres, Anne Alvaro (Clara).
No obstante, a pesar de la contundencia y profundidad de
las temáticas, el carácter de las películas firmadas por la
directora gala es siempre distendido, incluyéndose en lo
que podríamos llamar comedia dramática. Por medio de un
humor ácido y mordaz retrata personajes controvertidos y
realiza una crítica aparentemente leve, sutil. Esta ligereza,
cercana a la narrativa del cine popular, le permite realizar
un cine que retrata la realidad de forma agria pero siempre
transmite una visión esperanzada.
En efecto, estas películas suelen plantear “moraleja”: la
posibilidad del cambio y la reinvención personal. “Siempre
procuramos que al menos dos de los personajes de las películas cambien, tengan una esperanza en el futuro” (“Agnès
Jaoui aborda el feminismo en tono de comedia en Háblame de la lluvia”), afirma Jaoui, mientras otros personajes
permanecen estáticos en sus elecciones vitales. El pasado
de los personajes resulta siempre determinante en este
sentido, puesto que la educación y las circunstancias familiares previas condicionan el presente y, para esta autora, la
libertad en la que vivimos en la sociedad actual es aparente
porque todos arrastramos nuestro propio pasado, “existen
todavía unos arraigados prejuicios y herencias del pasado
difíciles de desempolvar” (“Agnès Jaoui: Me fío mucho de
mí misma como actriz”). Pero siempre permite un espacio
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PARA
TODOS LOS GUSTOS.
FALSAS
APARIENCIAS
TERESA FRAILE PRIETO
En la misma línea, la queja extraída de todas sus producciones reside en la incapacidad de la sociedad francesa
para expresar afectividad. Por tanto, siempre aparece latente una afectividad no dicha, un miedo a la expresión
de sentimientos, una reticencia a mostrarse tal como uno
siente. En este punto es obligada la referencia a Jane
Austen, autora de la que Agnès se confiesa admiradora:
“Todas mis películas podían perfectamente titularse Orgullo y prejuicio, en homenaje a Jane Austen, una autora a
la que adoro” (“Agnès Jaoui: Me fío mucho de mí misma
como actriz”). Efectivamente, Orgullo y prejuicio y Sentido
y sensibilidad de Austen y otros títulos como La edad de
la inocencia de Edith Wharton, ya abordaron, igual que
nuestra autora, la imposibilidad de expresar sentimientos,
así como las contradicciones y apariencias de las altas
clases sociales, el juicio social, la falsa honra y la moral, y
el rol de las mujeres en la estructura social.
para el cambio y el tránsito, para la ruptura de estereotipos
y, en la mayoría de los casos, los personajes llegan a tener
un mejor conocimiento de sí mismos. En esta mezcla de
escepticismo y cierta dosis de pesimismo, invariablemente
deja una puerta abierta, una apuesta por los personajes
que deciden renunciar a las normas impuestas y realizar
un cambio en su vida para obtener un triunfo emocional.
Le goût des autres presenta a diversos personajes en torno
a un rico –aunque poco instruido y algo patán– industrial,
Castella (Jean-Pierre Bacri). Para cerrar un importante negocio se ve en la obligación de aceptar durante un tiempo
la compañía de un chófer y un guardaespaldas personales,
así como de recibir clases de inglés de Clara (Anna Alvaro).
Clara, quien resulta ser la actriz principal en la obra de
teatro en que aparece su sobrina, es una actriz en continuo conflicto interior, amparada por su grupo de amigos
intelectuales, y censuradora de la trivialidad. A su vez, es
amiga de una camarera, Manie (Agnès Jaoui), dos artistas,
Benoît y Antoine, y para cerrar el elenco intervienen en
la cinta Angélique, mujer de Castella que se dedica a la
decoración, y su hermana. Se mezclan, por tanto, distintos
estratos sociales, gustos y entornos vitales. El interés no
correspondido hacia su profesora de inglés despierta en
Castella el gusto por el teatro y el arte, y produce un cambio en su forma de vida: intenta introducirse en el círculo
de “artistas”, que lo observan con curiosidad y mofa, se
interesa por el arte abstracto, rechaza las costumbres y los
gustos de su cursi mujer, y se cuestiona sobre su propia
existencia. Todos estos hechos y otros muchos permiten
a Jaoui mostrar lo dañino de los prejuicios, las barreras
culturales y los fundamentalismos de las escenas sociales
cerradas en torno a sí mismas, así como la dificultad de
acceder a un medio que no es propio.
El teatro y las artes son fundamentales en las obras de Agnès Jaoui. En todas sus películas tiene lugar una referencia
explícita a diferentes artes; es más, a menudo la ambientación de sus historias se ve enclavada en los entresijos de
las producciones artísticas (espectáculos, conciertos). En
primer lugar porque los conoce bien, y en segundo porque,
si bien los ambientes del mundo del teatro, la música y las
artes plásticas resultan extraños y elitistas para aquellos
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que no los frecuenten, a ella le sirven para hablar de las
hipocresías y de las durezas personales de ese mundo
aparentemente exitoso.
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Concretamente Le goût des autres es un homenaje al teatro, pues desvela los entresijos del ambiente teatral, y deja
patente que Jaoui es incapaz de deshacerse de su faceta
de actriz y autora teatral. El teatro cumple también la función de marco en la historia, que comienza con Bérénice
de Racine y cierra con Hedda Gabler de Henrik Ibsen, y es
el medio transformador a través del cual se desvelan las
falsas apariencias y se desdibujan las fronteras entre el
actor y el espectador de la vida real.
La intelectualidad, por tanto, aparece como un gueto social.
Se sitúa en paralelo con otras imposiciones actuales como
son la imagen y el poder que aporta el dinero en la sociedad
capitalista. Contrasta, precisamente, el papel que desempeña Bacri en Le goût des autres y el que hace en Comme une
image, pues en una es un hombre rico pero inculto, y por
tanto despreciado, mientras en la otra es una persona déspota y vanidosa pero respetada por su profesión de escritor
reconocido. No es la primera vez que Jaoui caricaturiza la
intelectualidad: ya en On connaît la chanson, el personaje
que ella misma representa está realizando eternamente una
tesis doctoral sobre “Los caballeros campesinos del lago de
Paladru en el año mil”, tema apasionante donde los haya
para la doctoranda pero que no consigue sino poner en tela
de juicio los extremos intelectuales y parodiar la investigación. Igualmente, todos los personajes están muy marcados
por sus profesiones, puesto que lo profesional establece
jerarquías que determinan su carácter, su pensamiento, su
clase social, su nivel de estudios y, consecuentemente, la
opinión de cada uno es valorada en función de su profesión
y su éxito profesional. Por ejemplo, para Clara tendrá más
entidad lo que opinen de la obra de teatro sus amigos que
lo que opine Castella, o para Pierre, escritor frustrado de
Comme une image, tendrá más relevancia la opinión sobre
su obra del consagrado Cassard que la de su mujer o su
editora. Así, igual que con el tema del arte, puede leerse
entre líneas que la postura de Jaoui nos advierte que para
apreciar el arte, o para valorar la competencia de las personas, no es necesaria una talla intelectual determinada
sino una actitud y apertura sensitiva.
En definitiva, Le goût des autres es una película sobre los
prejuicios. Castella no se imagina que Benoit y Antoine
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sean homosexuales, igual que Clara no se imagina que
Castella pueda tener gusto por el arte, de la misma manera
que a Angélique no se le ocurre que a su marido o a su
hermana le pueda gustar otro tipo de estética que no sea
la suya. Los estereotipos formados aparecen muy claros en
la conversación que Castella mantiene con su estirado y
brillante asistente, Weber, cuando éste le presenta su dimisión: “Usted me ha juzgado desde el principio, porque yo no
formo parte de su mundo”, le dice Weber, a lo que Castella
responde: “Yo pensé que era usted el que me despreciaba…
Discúlpeme si le he hecho daño… no me daba cuenta”.
COMO
UNA IMAGEN.
LA
VOZ Y LA IMAGEN
Su segunda película como directora, Comme une image,
es más dramática que la anterior y la siguiente, que son
comedias. Trata la falta de confianza en sí misma de una
estudiante de canto, Lolita Cassard (Marilou Berry), una
joven de veinte años cuyo aspecto físico, lejos de acercarse
al del personaje de la novela, está fuera de los cánones establecidos; desearía parecerse algo más a la hermosa mujer
de su padre, Karine, al menos para que éste le hiciese más
caso. Su padre, Etienne Cassard (Jean-Pierre Bacri), es un
novelista reputado y egocéntrico que solo se preocupa de
sí mismo y del avance de su edad. Basándose en la propia
experiencia, la historia establece la reflexión sobre la relación padre-hija y las vivencias de la hija cuando el padre
tiene una novia de su misma edad. La profesora de canto,
Sylvia Millet (Agnès Jaoui), es una de las admiradoras del
famoso escritor e intenta conocerlo para beneficiar a su
marido, Pierre Millet (Laurent Grevill), un novelista en ciernes, descreído del talento y el éxito, pero ella misma duda
de sus capacidades y de las de su alumna. Además de otros
personajes, también entra en escena Mathieu, del que está
enamorada Lolita, y Sébastien, un joven recién salido de la
carrera de periodismo que a su vez se enamora de Lolita.
En este caso los escenarios artísticos que circunda la película son el de la música y el de la literatura: el ámbito de la
literatura no solo en cuanto a la creación, sino retratando
el ambiente del mundo editorial con sus condicionantes. Y
el ámbito de la música puesto que aparece el estudio del
canto, el conservatorio de música y, como un personaje
más, interviene el conjunto vocal al que pertenecía Jaoui
desde tres años atrás y que quería mostrar en la película.
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Comme une image aborda directamente la crítica del culto
al cuerpo, al que confronta con la voz. A través del personaje de Lolita denuncia la tiranía de la imagen, la belleza,
la juventud que nos venden los medios de comunicación,
y en cambio pone de relieve la importancia de la atracción emocional y la búsqueda de la propia “voz”. Jaoui
relata cómo desde que comenzó en el mundo del teatro
a los quince años se dio cuenta de las injusticias que se
producían a causa del físico y cómo sentía que a los dieciséis años era demasiado mayor porque en ese momento
Sophie Marceau era una estrella de trece. Sin embargo, la
voz mejora a medida que se trabaja, y mientras el trabajo
personal es individual, depende de uno mismo, la tiranía
de la imagen es aleatoria y depende de los demás. De esta
manera Jaoui compara el sonido y la imagen, el trabajo
de la voz frente a la irrelevancia del físico. Apuesta, por
lo tanto, por que cada uno encuentre su propia individualidad, dentro de esa coralidad. Ella misma manifiesta:
“Es verdad que cada cual tiene su forma de encontrar el
placer, la sexualidad. Es un momento complejo, ni blanco
ni negro; las cosas nunca son tan sencillas. Por eso pienso
que hay que aprender a considerar que existen diversos
modelos de vida, muchas formas de amarse, de crecer, de
construir” (“Agnès Jaoui. Conozco tu canción”)
El debate sobre la imagen que plantea esta película se refiere también al reflejo de nosotros que se proyecta en los
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demás. Todos y cada uno de los personajes que aparecen
provocan en los demás una serie de reacciones, positivas
o negativas, que son motivadas por su comportamiento, y
que son como una imagen de ellos mismos. De esta manera, indirectamente, Jaoui toca el tema de la imagen social,
el del reconocimiento público por parte de los demás, así
como el tema del poder desde el punto de vista de quien
lo tolera y las justificaciones ante la falta de resistencia
al acatar sus imposiciones. Es más, Jaoui y Bacri pensaron
en llamar a la película “Las razones correctas” porque uno
siempre encuentra razones para justificarse, hablando de
sus necesidades. El éxito, o más bien la falta de éxito, el
fracaso, también son planteados continuamente, y concretamente Comme une image deja patente que el éxito o
el fracaso social no implican el éxito o fracaso emocional;
es más, en numerosas ocasiones el éxito social implica un
fracaso emocional (como el escritor y su pareja): en la sociedad actual es importante el dinero y el éxito profesional,
pero se deja de lado el éxito emocional y la consecución
de la felicidad.
HÁBLAME
TERESA FRAILE PRIETO
Así pues, esta es una película coral más que nunca, en
ambos sentidos. Todas sus obras son corales, puesto que
muestran una paleta de personajes diferentes, cada uno con
su identidad concreta y a la vez en tránsito; por medio del
lenguaje, las profesiones o las actitudes, los personajes se
presentan en distintos estamentos socioculturales. Al tiempo,
son corales porque plantean distintos tipos de relaciones, de
implicaciones amorosas, familiares, laborales o interesadas,
sin realizar una crítica explícita a ninguna de ellas. Desde
las primeras obras teatrales de Jaoui-Bacri se aprecia una
evolución, y desde obras sobre un solo tipo de conflicto se
pasa a obras corales también en la temática, de manera que
se tratan simultáneamente distintas problemáticas. De esta
manera, cada una de las “voces” defiende su singularidad, en
un reflejo de la sociedad plural. En ocasiones pueden oírse
disonancias entre ellas, pero todas conforman la obra total
colectiva, sin solistas, de modo que la capacidad de adaptación manteniendo la individualidad resulta fundamental para
encontrar la “armonía”, es decir, para cohabitar la sociedad.
DE LA LLUVIA. IDENTIDADES EN CONFLICTO
Parlez-moi de la pluie debe su nombre a la letra de la
canción L’orage de Georges Brassens, que comienza con la
letra “parlez-moi de la pluie, et non pas du beau temps”.
La película transcurre en un agosto lluvioso y tiene como
protagonista a Agathe Villanova (Agnés Jaoui), una feminista involucrada en la política que vuelve desde París a
su pequeño pueblo del sur de Francia para vender la casa
tras la muerte de su madre viuda. La acompaña su pareja, Guillaume (Laurent Jarroir). Allí, en la casa en la que
ha crecido, se topa con sus recuerdos. Intervienen en la
historia otros personajes como la asistenta argelina de la
familia, Mimouna (Mimouna Hadji), su hijo Karim (Jamel
Debbouze) y un amigo de éste, Michel (Jean-Pierre Bacri),
un cineasta divorciado con el que quiere hacer un documental sobre ella para una serie sobre mujeres con éxito.
Su hermana Florence (Pascale Arbillot), casada y opuesta
a ella en todos los aspectos, mantiene una aventura con
Michel.
Los conflictos derivados de estas interacciones pondrán
en tela de juicio la relación de pareja de Agathe pero,
sobre todo, sus principios políticos, puesto que uno de
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los propósitos de la directora era plantear la pérdida de
contacto de la política con la realidad. Por eso la protagonista se cuestiona continuamente si sus decisiones son
las correctas y si debe mantener sus opiniones aunque
sus pensamientos parezcan irrazonables. La trama, por lo
tanto, toma derroteros absurdos derivados de malos entendidos en los que, como es habitual en Jaoui-Bacri, todos
los personajes parecen cuestionarse sus valores esenciales.
Al mismo tiempo, sirve de excusa para tratar el tema de
las relaciones de poder que se establecen entre los actores,
los sentimientos de inferioridad, la sumisión, la humillación
y las jerarquías sobrentendidas, que subyacen en el fondo
de la película.
El tono al que ya nos tiene acostumbrados esta autora
es ligero y humorístico, con un punto melancólico, pero
por detrás se esconde una visión crítica. En este sentido,
establece un paralelismo con las películas de Eric Rohmer,
aparte de por la concordancia de personajes realistas en
contextos cotidianos, porque, aunque parece que no ocurriera nada, imperceptiblemente va narrando los caminos
internos que siguen los personajes consigo mismos y en su
relación con los demás. En Parlez-moi de la pluie, como en
el resto de sus películas, da la impresión de no estar pasando nada trascendente ni dramático, todo es aparentemente
inocuo, pero cada hecho, cada diálogo, cada mirada, son
determinantes para hacer avanzar progresivamente la acción hacia un pequeño drama vital.
Dado que el personaje de Agathe está implicado políticamente con el feminismo, el tema se presenta más candente
que nunca en esta película. Constituye una cuestión cercana para nuestra autora porque la madre de Jaoui era
feminista, así que en su casa había muchos libros sobre
el tema; lo que se encontró en ellos, sin embargo, no era
lo que esperaba sino, según refiere, “un gran odio hacia
los hombres” (“Agnès Jaoui aborda el feminismo en tono
de comedia en Háblame de la lluvia”). Por esa razón, la
postura de Agnès Jaoui al respecto huye de los extremos,
y en esta historia hace una dura crítica al victimismo,
concretamente a través de la crítica al feminismo que se
ha refugiado en dicho victimismo. Prefiere situarse en una
postura intermedia: “Ahora el feminismo ha evolucionado
hacia otro punto, pero muchas mujeres continúan sintiéndose culpables cuando dejan a un lado sus responsabilidades para dedicarse un poco de tiempo, e incluso existen
otras que creen que los hombres son una amenaza para
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su felicidad”, añade (“Agnès Jaoui aborda el feminismo en
tono de comedia en Háblame de la lluvia”).
A pesar de que su mirada no promueve manifiestamente
una perspectiva de género, ni trata exclusivamente personajes femeninos, son muy abundantes en su cine conflictos
derivados de la problemática social que sufren las mujeres
a causa del patriarcado. Resulta lógico si pensamos que
muchos de los personajes que describe Jaoui muestran
una falta de consecución de sus deseos, son personas que
actúan en contra de lo que quieren o tienen que adecuarse
a los estereotipos que se les imponen. Los roles tradicionalmente asignados a las mujeres son un caso evidente,
por eso las películas ponen de manifiesto lo dura que
resulta aún la sociedad del siglo XXI para las mujeres a
causa de las normas éticas y sociales. Así, encontramos
en Le goût del autres una Clara con miedo a envejecer, y
a envejecer sola, y una Manie cuya forma de vida solitaria
implica prejuicios sociales: ellas mismas se cuestionan si
deberían poner un hombre en sus vidas para formar una
familia. Encontramos, asimismo, una mujer dependiente
socialmente de su marido, Castella, con el que ya no tiene
nada en común, y una hermana que debe soportar los
compromisos familiares por no tener un compañero a su
lado. Resulta curioso si reparamos en que la película, como
ya se señaló, comienza con la representación de Bérénice,
mujer oprimida por su condición, y termina con Hedda
Gabler, que se suicida antes de conformarse con su vida de
casada.1 En Comme une image salta a la vista la dictadura
que sufre Lolita a causa de su aspecto físico, pero tampoco
resulta agradable el personaje objetualizado de Karine o
las inseguridades de Sylvia cuando su marido triunfa, como
tampoco es cómodo el papel de la inmigrante Mimouna o
el de la frustrada Florence de Parlez-moi de la pluie.
A lo largo de estas tres películas pueden observarse grupos
sociales plurales, formados por individuos diversos, cada
uno de los cuales muestra sus propios rasgos. El conjunto
de estos individuos revela al espectador una identidad
colectiva, pero al mismo tiempo plantea la cuestión de la
definición de la identidad. El tema de la sociedad multicultural, multi-racial, multi-religiosa, etc. es una realidad
de rabiosa actualidad en Francia, por eso es una cuestión
sobre la que es necesario reflexionar y que en esta película se pone de manifiesto más que nunca a través de los
caracteres de Mimouna y de Karim. Se intuye también en
Comme une image, cuando Sébastien confiesa a Lolita que
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se llama Rachid, pero que ocultar su verdadero nombre le
hace el día a día más fácil.
Algo parecido opina su colaborador Jean-Pierre, quien es
hijo de un cartero de Cannes proveniente de Argelia. Para
ambos, lo importante es la individualidad; todas sus obras
son una defensa de la individualidad, una crítica acérrima
al fundamentalismo de los grupos cerrados, sean del tipo
que sean, y un canto a la tolerancia. Si la barrera de las
diferencias culturales puede romperse, el individuo también debe ser capaz de superar las creadas por cuestiones
de herencias, raíces o tribus.
LA
MÚSICA EN
JAOUI
Hasta ahora se ha demostrado el lazo de unión que establece Agnès Jaoui con la música, pues sin duda constituye
una de sus armas creativas fundamentales. En los últimos
años, además, se ha convertido en su segunda profesión.
No resulta extraño sabiendo que la música ha sido una
presencia constante en su vida, desde que en su casa de
infancia escuchara ópera y la canción popular francesa
de Brassens y Mouloudji. Con quince años comenzó una
relación directa con la música estudiando canto clásico y
barroco en el Conservatorio del 7ème arrondissement de
París y después en el de Enghien. Esta cercanía le permite
relatar los ambientes de la música clásica con cotidianidad
y naturalidad: vemos en sus obras a personas estudiando
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TERESA FRAILE PRIETO
La presencia de personajes desubicados pone al descubierto la cuestión de la identidad de la propia Jaoui, derivada
de cierto sentimiento de alienación y sus propios conflictos personales con la identidad judía o burguesa. Así
se expresa nuestra autora en este sentido: “Detesto las
mono-culturas. El problema de la identidad es algo muy
complicado para mí. Soy profundamente secular, pero si
fuese atacada por ser judía, gritaría. Y quiero el derecho
a decir que condeno violentamente las políticas de Ariel
Sharon, por muy complejo que sea” (“The Taste of Others”).
E igualmente afirmaba en un periódico: “Me siento judía
cuando se ataca a los judíos, árabe cuando se los ataca,
feminista contra el sexismo. Creo que una identidad es
muy importante, que debe preservarse, que debe poder
expresarse sin encerrarse nunca” (“Agnès Jaoui. Conozco
tu canción”).
un instrumento, ensayando; aparecen grupos de músicos
amateurs y las relaciones entre sus miembros, lo que contribuye a desmitificar el mundo de la música clásica. Ella
misma se muestra cantando en Un air de famille, donde
interpreta “Come Prima” de Dalida; en Le rôle de sa vie
canta un bolero; canta, también, en el musical de Resnais
On connait la Chanson y recientemente ha puesto voz en
el cortometraje musical de animación Sous un coin de ciel
bleu (2009) de Arnaud Demuynck y Cecilia Marreiros Marum. No en vano ya ha afirmado varias veces que su sueño
sería dirigir una película musical (“Entrevista a la directora
francesa Agnès Jaoui”).
En 2006 comienza su carrera como cantante con el álbum
Canta, que recibió el Premio Victoires de la Musique en la
categoría de mejor álbum de World Music en 2007. En él
colabora con músicos brasileños, cubanos y peruanos, de
manera que incluye géneros musicales que admira, como
son fados, bossa nova, bolero y flamenco (bulerías), en canciones en español y portugués, con las que pretende, según
dice, interpretar canciones poco conocidas en Francia. Comenta también que las músicas de las películas de Pedro
Almodóvar le inspiraron esos sonidos latinos, y se confiesa
admiradora de Martirio, Rosario y también de Lola Flores
(“Agnès Jaoui”). Su segundo álbum, Dans mon pays, con El
Quintet Oficial y producido por Vincent Segal, aparece en
2009. En éste canta canciones en español, alguna en portugués y dos canciones en francés (una escrita por ella), así
como dúos con Bonga y Camané. Llama la atención cómo
en su música expande sus raíces multirraciales, quizá porque con la música es más fácil abordar la multiculturalidad
de una manera amable. Así, una cineasta que hace retratos
de paisajes personales muy ligados al contexto francés,
en la música se deja llevar a otros parajes, se relaja y se
permite disfrutar la música en vivo para despegarse de su
lado controlador más cinematográfico.
Respecto a la música que aparece en sus películas, tiene
mucho que ver con sus gustos particulares, más que responder a funciones estructurales concretas. No obstante,
la pluralidad de posturas vitales presentes en sus obras
hace que la aparición de géneros musicales muy dispares
concuerde muy bien con el resultado fílmico total. Entre
sus preferencias, la música clásica y en concreto la música
barroca son una presencia constante, de manera que no
necesita composiciones de música incidental realizadas
expresamente. Son, por tanto, elecciones estéticas, que
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nacen durante el proceso creativo de las películas. En Le
goût des autres aún no había definido el papel de la música y al preguntársele cómo elegía los distintos tipos de
música, responde que algunas ya estaban presentes en la
creación del guión pero que otras fueron surgiendo en el
momento del rodaje (“Para todos los gustos. Notas de la
directora Agnes Jaoui”).
Comme une image establece el propósito determinado de
recrear la emoción de la música en vivo. De hecho, llegó
a entrar en conflicto con los ingenieros de sonido que
pretendían suprimir las imperfecciones, mientras ella se
empeñó en mantenerlas porque son el elemento que consigue transmitir la emoción del directo. Por eso en la película
utiliza siempre que es posible sonido directo y todos los
músicos cantan en vivo (salvo la protagonista). En este
caso todas las piezas estaban elegidas con anterioridad
para intervenir diegéticamente, así que recurrió a piezas
familiares para ella.
Narrativamente, la música también cumple un papel primordial porque el trabajo con la voz, con el canto, se convierte en una perfecta metáfora del camino en la búsqueda
de la propia individualidad, de afirmación de las opiniones
y las decisiones propias. Así, Lolita no es capaz de cantar
en presencia de su padre, que la intimida y la asusta, pero
en cambio sí puede hacer un dúo con Sébastien, con el
que se siente a gusto. La escena final en la que Lolita interpreta a pleno pulmón An die Musik de Schubert supone
la conquista de su idiosincrasia y el descubrimiento de su
propio camino.
Otra hermosa analogía musical se halla en Le goût des autres,
donde Moreno, el chófer, aprende a tocar la flauta. Aunque
en la película no es uno de los personajes con más suerte
(su novia le abandona por carta desde Estados Unidos), sirve
para cerrar el filme en un guiño tierno a la continuación de
la vida. Durante toda la película le vemos dando sus primeros
pasos con el instrumento, primero muy torpemente, luego
algo más rápido, haciendo un obstinato rítmico continuo
sobre una sola nota. En la escena final escuchamos ese ritmo
repetitivo y monótono que toca en su flauta, pero cuando
se abre el plano vemos que forma parte de una agrupación
musical de vientos que tocan una versión del “Je ne regrete
rien” de Edith Piaf. La estructura rítmica es la base, sencilla
pero necesaria, para que esa música se sostenga. Un final esperanzador que resume perfectamente una película donde se
pone de relieve la necesidad de cada individuo de encontrar
su voz dentro de una comunidad, su individualidad dentro del
todo, como dice la canción, sin arrepentirse de nada.
De una forma u otra, las películas de Agnès Joaui consiguen sutilmente su propósito de ser una llamada de
atención al espectador. Dando pie a la reflexión sobre la
necesidad de ponerse en el lugar del otro, de cambiar y
aprender de otros mediante un mejor conocimiento de uno
mismo, permiten al público convertirse en otras personas
en un ejercicio de tolerancia.
NOTAS
1 Lo mismo opina Anabel González
Moya (2008) en su tesis Agnès Jaoui:
un ejemplo contemporáneo de intertextualidad cinematográfica y teatral.
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Fecha de recepción: 30 de abril
Fecha de admisión: 30 de mayo
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