Presentación | Miguel Vedda [pp. 1-3]
ISSN 2314-3894
Presentación
Miguel Vedda
El presente número de Exlibris incluye tres dossiers. Dos están vinculados con
importantes aniversarios. El primero de ellos está dedicado a conmemorar el 400°
aniversario de la muerte de Cervantes e incluye cinco contribuciones. La de Juan Diego
Vila –quien tuvo a su cargo la coordinación del dossier– se ocupa de analizar el modo
en que están construidos, a nivel discursivo, los personajes de las mujeres casadas en el
Quijote, concentrándose ante todo en la figura de Doña Cristina. La de Julia D’Onofrio
rebate la perspectiva tradicional según la cual las protagonistas de las Novelas
ejemplares poseen un carácter convencional y pasivo. El artículo de Clea Gerber extrae
una poética a partir de la interacción entre cuerpos físicos y cuerpos textuales que
recorre el capítulo del Quijote en que se revisa la biblioteca del protagonista. Noelia
Nair Vitali aborda la presencia de elementos vinculados con la problemática
judeoconversa en La española inglesa, centrándose en tres aspectos: la dialéctica de
ocultamiento/manifestación, la inestabilidad de la identidad de los personajes y los
modos de narrar el quiebre producido por las experiencias traumáticas. Celia Mabel
Burgos Acosta analiza la dedicatoria al conde de Lemos que precede la segunda parte
del Quijote (1615) y destaca la importancia de la anécdota de la visita de un emisario
del emperador chino a Cervantes como ocasión para tematizar el encuentro con un Otro
que fluctúa entre las imágenes contrapuestas del objeto de admiración y del antagonista.
El dossier consagrado a Shakespeare –cuya coordinación estuvo a cargo de Lucas
Margarit– contiene tres artículos. El de Verónica Storni Fricke se apoya en el concepto
de nomadismo de Rosi Braidotti con vistas a interpretar Romeo y Julieta desde un
enfoque queer, destacando la presencia de prácticas sexuales disidentes. La contribución
de Cecilia Lasa examina las tematizaciones de la violencia en Tito Andrónico, no como
expresión de la barbarie en términos civilizatorios –tal como se ha hecho a partir del
proyecto humanista que floreció en Inglaterra a partir de los Tudor–, sino en relación
con estrategias retóricas asociadas a los paradigmas modernos de la política y los
cuestionamientos de la belicosidad atribuida a la Edad Media. Lucas Margarit, por
último, examina los usos de la narración en La tempestad de Shakespeare y Fin de
partie de Beckett.
El tercer dossier, coordinado por Florencia Ciccone, se ocupa de estudiar y discutir
problemas vinculados con la narrativa oral. Martín Diego Zicari analiza el material
poético en lenguas andinas en la Nueva Corónica y Buen Gobierno de Felipe Guaman
Poma de Ayala con vistas a explicar la conformación de un discurso polémico en la
obra. María Inés Aldao examina las relaciones entre la retórica oral nahua preconquista
y posconquista y las crónicas Historia de la conquista (1599) e Historia de la venida de
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Exlibris #5 (2016)
Editorial / 1
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los mexicanos (1600), de Cristóbal del Castillo. Simona Mayo y Andrea Salazar
estudian el uso del arte verbal mapuche en iniciativas de revitalización lingüística del
mapudungun, particularmente en una experiencia de inmersión lingüística desarrollada
en la Provincia de Río Negro. Santiago Durante explora la estructura discursiva de los
relatos de la cacería del tigre en la lengua ayoreo, perteneciente a la familia zamuco,
hablada por una comunidad situada en el Chaco Boreal, entre Bolivia y Paraguay.
La sección “Enseñanza” está dedicada a exponer los resultados de las investigaciones
desarrolladas por un proyecto departamental sobre los planes de estudio de la carrera de
Letras. El trabajo destaca semejanzas y diferencias entre planes pertenecientes a
universidades de nuestro país y de Latinoamérica y sugiere importantes conclusiones,
que podrían aportar elementos sustanciales para una eventual revisión y modificación
del plan de estudios de la carrera de Letras de la UBA.
La sección “Debates” reúne contribuciones que responden a la pregunta por cuáles son
las posibilidades y las limitaciones que encierra el uso de TIC en la enseñanza de la
escritura. Guadalupe Álvarez y Lorena Bassa, basándose en una experiencia didáctica
desarrollada en un curso introductorio al grado universitario, explican las formas en que
los procesos de escritura colaborativa, característicos de la escritura académica, se
intensificaron a partir de la expansión de las tecnologías digitales; la caracterización de
las dinámicas expertas de escritura colaborativa mediada por tecnologías permite pensar
estrategias didácticas que favorezcan su desarrollo. Elena Valente explora las
oportunidades que proporcionan herramientas tales como wikis o google drive para que
los docentes estudien el proceso de escritura de los estudiantes y colaboren con ellos en
la revisión y la reescritura de textos. Natalia Ávila Reyes indaga tres iniciativas de
escritura con medios digitales en el ámbito universitario: los cursos digitales, la
producción de recursos digitales y la inclusión de prácticas digitales cotidianas en la
instrucción formal. Este análisis provee la base para estudiar su potencial a fin de
promover la escritura disciplinar en el currículum universitario, así como los desafíos
institucionales y las limitaciones que cada tipo de dispositivo ha encontrado en su
implementación. Gustavo Bombini reseña las implicancias que tuvo el empleo del
campus virtual en la producción escrita desarrollada en la cátedra Didáctica Especial y
Prácticas de la Enseñanza en Letras del Profesorado en Letras de la Universidad de
Buenos Aires, como parte de lo que él denomina “escritura de las prácticas”. Federico
Navarro propone formas de trabajo híbridas, semipresenciales que permitan aprovechar
las posibilidades pedagógicas ofrecidas por las TIC y las ventajas pedagógicas del aula
presencial, destacando la importancia de introducir a los estudiantes en las formas de
socialización propias del ámbito académico en las dos modalidades.
La sección “Investigación” reúne nueve artículos. El de Edlene Pimentel se apoya en las
propuestas teóricas de István Mészáros para abordar los elementos más decisivos de la
problemática de la crisis estructural del capital que se vive en la actualidad, resaltando
su vinculación con el proceso de expansión y acumulación capitalista y su carácter
destructivo. El de Gilmaisa Macedo da Costa desarrolla una reflexión sobre la relación
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Exlibris #5 (2016)
Editorial / 2
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entre ontología y lenguaje basada en la Ontología de György Lukács; analiza la
contribución de una ontología materialista al conocimiento del lenguaje, su origen y
función social como médium universal del ser social. El de Leonardo Candiano examina
el desarrollo del concepto de realismo en la obra madura y tardía de Lukács, a partir del
denominado “viraje ontológico” de su pensamiento luego de 1933, cuando descubre los
por entonces inéditos Manuscritos económico-filosóficos de 1844 de Karl Marx y en
tiempos del comienzo de su investigación sobre el joven Hegel. Alejandro Goldzycher
analiza George Barnwell. A Novel (1798), de Thomas Skinner Surr como original
reescritura de The London Merchant (1731), de George Lillo; el artículo muestra de qué
modo los personajes de Barnwell y Mr Henry Mental son caracterizados a partir de la
figura del genio desperdiciado. María Belforte indaga la novela Ginster, de Siegfried
Kracauer, como respuesta crítica a la biografía burguesa en tiempos de la República de
Weimar; al mismo tiempo destaca los elementos surrealistas que el ensayista alemán
recupera para desarrollar una imagen crítica del hombre. Martín Greco revisa la relación
de Oliverio Girondo con las artes plásticas a partir de un análisis de la puesta en página
original del volumen Campo nuestro. Annick Louis ofrece un original y exhaustivo
estudio comparativo de las cuatro versiones publicadas de Operación masacre de
Rodolfo Walsh. El artículo de Javier Mercado rastrea los antecedentes que la noción de
Guerra Santa posee en las tradiciones del sufismo islámico, el hinduismo y los
caballeros templarios, así como el modo en que estas nociones son releídas y
reinterpretadas en la gesta de Megafón. La contribución de Ana Guerrero y Juan Rearte
revisa las reseñas y notas publicadas por Héctor Murena en La Nación entre 1972 y
1975 e identifica en ellas un cuestionamiento del arte y de la literatura en cuanto
registros de una derrota del humanismo.
Se incluyen también resultados de diversos trabajos de adscripción; en este caso, de las
cátedras de Análisis de los Lenguajes de los Medios Masivos de Comunicación,
Gramática, Lingüística Interdisciplinaria, Literatura Argentina I, Problemas de
Literatura Latinoamericana, Psicolingüística II, Semántica y Pragmática y Teoría
Literaria III. El número se cierra con catorce reseñas de publicaciones, tanto literarias
como de estudios teórico-críticos, mayormente de 2015 y 2016. Resta agradecer a
Marcia Schvartz, quien nos cedió su pintura Erinia (2003) para la tapa.
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Editorial / 3
Dossier: Cervantes | Juan Diego Vila [pp. 4-6]
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Asedios al futuro. Crónica de un magisterio
singular en ocasión de los 400 años de la muerte de
Cervantes
Juan Diego Vila
Universidad de Buenos Aires
Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”
vilajuan@speedy.com.ar
Cuando las autoridades del Departamento de Letras me propusieron coordinar para Ex
Libris un dossier consagrado a los 400 años del fallecimiento de Cervantes en sintonía
con aquel que, asimismo, se elaboraría para William Shakespeare, creí oportuno
correrme –al menos parcialmente– del usual dispositivo memorialista según el cual se
hilvanan, uno tras otro, perfiles de destacados maestros, por lo general ya fallecidos, que
habrían consagrado su labor crítica al Quijote, a las Novelas Ejemplares o a algún otro
confín menos explorado del autor alcalaíno.
No era éste el momento de pensar de nuevo el legado de Isaías Lerner, Celina Sabor de
Cortazar, Arturo Marasso, la escuela filológica española exiliada en Buenos Aires o,
incluso, muchos otros que sin haber hecho gala de exclusividad o preferencia por
Cervantes supieron legarnos páginas destacadas o de merecido recuerdo, como sería el
caso de Ana María Barrenechea, María Rosa Lida, Hugo Cowes y tantos otros.
No, claro está, porque tal empresa resultara indigna sino, antes bien, porque ya se había
realizado. Pues Cervantes, de entre todos los autores canónicos de la literatura española
y universal, ha tenido el raro privilegio de venir siendo conmemorado cada vez que se
cumplieron los 400 años de alguna edición particular de toda su dilatada producción.
Dispositivo que comenzó en 1985, con los 400 años de la Galatea, y que, con
seguridad, superará la efeméride de 2017 cuando se cumplan otros tantos aniversarios
de su obra póstuma: Los trabajos de Persiles y Sigismunda.
En cada una de esas variables y aleatorias estaciones de la memoria, el colectivo
cervantista local e internacional se afanó en exégesis de pretensiones novedosas y
recuperó, con dispares logros, los hitos y condiciones de posibilidad de muy diversos
recorridos. Enfoque celebratorio que, en algunas plumas, se tiñó de los actuales
intereses por los procesos de construcción y consolidación canónica de determinados
autores y obras. Ángulo de lectura que en el caso de Cervantes podría parecer superfluo
pero que, con todo, albergó impensados y valiosos hallazgos.
Por tal razón, entonces, en las postrimerías del calendario celebratorio, es que me
resultó adecuado meditar qué es lo que podría alentar la certeza de que la frecuentación,
estudio y disfrute de Cervantes seguirá siendo una realidad de inequívoco peso en el
futuro, contra toda conveniencia y oportunismo de lecturas que los homenajes jalonan.
Los cinco estudios que aquí se ofrecen son parcelas destacadas de proyectos doctorales
defendidos o a defenderse en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires. 1 Son el más claro testimonio de que allende los tiempos luctuosos de la
1. En orden cronológico –criterio que explica también la secuenciación de las colaboraciones en
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exlibris #5 (2016)
Dossier: Cervantes /4
Dossier: Cervantes | Juan Diego Vila [pp. 4-6]
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celebración, en que se funden Cervantes y el recuerdo de tantos críticos y críticas que
nos precedieron y ya no están, el mejor homenaje sigue siendo, día tras día, volver a
Cervantes y demostrar que, mientras exista fruición lectora, desafíos e interrogantes
nuevos que elucidar, el Quijote y tantas otras obras siguen siendo textos actuales de
inequívoca potencia.
Estas cinco propuestas no son, por otra parte, el resultado caprichoso de intereses
singulares de cada uno de los doctores o doctorandos que fueron invitados a participar,
sino, muy por el contrario, el más legítimo testimonio de que los proyectos de
investigación UBACyT han alcanzado objetivos que trascienden, ampliamente, los
particularismos de las diversas presentaciones sucesivas. Pues muchas de esas
indagaciones personales se maduraron al amparo de ejes críticos que tuvieron a
Cervantes y su producción como partícipe primordial del trabajo cotidiano en equipo. Y
en aquellos años en que esto no ocurrió siempre resultó obligado su recuerdo o
referencia en tanto actor insoslayable del campo cultural de los siglos XVI y XVII
españoles.
Muchos de esos proyectos colectivos, particularmente los primeros que se gestaron
cuando finalizaba el siglo XX y los cambios tecnológicos aún no se habían consolidado
en nuestro medio, supusieron la habituación grupal en la lectura colectiva y el insistente
análisis textual. Puesto que, desde los confines australes del hispanismo, resultaba
inviable cimentar un curso crítico que apostara cómodamente a la actualización
bibliográfica.
Estar alejados de lo que muchos otros comenzaban a producir febrilmente, casi sin
tiempo para leerse entre sí, transformó nuestras limitaciones primeras en seña distintiva;
pues podíamos carecer de muchos medios y sentirnos marginados de la bibliografía
reciente o de las arenas críticas prestigiadas, pero aprendimos a leer a Cervantes. Un
punto de partida mucho más democrático y superador para nuestras formaciones y que
otros senderos frecuentados en otras latitudes no lograron alcanzar.
Todo este proceso se vio apuntalado, también, por la institucionalización del claustro
docente en la carrera de Letras y por la consolidación, sucesiva y perfeccionada, del
programa doctoral de Filosofía y Letras. No fue azaroso que quien nos dirigiera durante
tantos años, Alicia Parodi, cuando aún éramos muy jóvenes todos y algunos de los hoy
intervinientes no habían egresado de los colegios secundarios, fuese Profesora Asociada
Regular de Literatura Española II –de los Siglos XVI y XVII o “Siglos de Oro”– y que
su tesis doctoral, dirigida por Ana María Barrenechea, haya sido ejemplo prístino de
todo cuanto, desde el lejano Sur, se podía pensar sobre Cervantes.
Dado que Alicia Parodi y su magisterio crítico cervantino, en sus cursos de grado o
el dossier– las tesis doctorales en las cuales se originan los aportes destacados son las siguientes:
1) Juan Diego Vila, “La locura de la dama: asedios a la cuestión femenina en el Quijote” –tesis
dirigida por Elena Huber y defendida en el año 2005–; 2) Julia D’Onofrio, “Cervantes frente a la
cultura simbólica de su tiempo. El testimonio de las Novelas Ejemplares” –tesis dirigida por Alicia
Parodi, codirigida por Antonio Bernat Vistarini y defendida en el año 2012–; 3) Clea Gerber, “La
genealogía en cuestión: cuerpos, textos y reproducción en el Quijote de Cervantes” –tesis dirigida
por Juan Diego Vila, codirigida por Ruth Fine y defendida en el año 2015–; 4) Noelia Nair Vitali,
“La poesía, doncella y ciencia: poética del fragmento en las Novelas Ejemplares de Miguel de
Cervantes” –tesis dirigida por Alicia Parodi y a defenderse en el año 2016– y 5) Celia Mabel
Burgos Acosta, “Imágenes del libro y la cultura impresa: los textos en el interior del Quijote” –
tesis en elaboración dirigida por Juan Diego Vila y codirigida por Alicia Parodi–.
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Dossier: Cervantes /5
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posgrado pero también en las labores cotidianas que llevó a cabo en el Instituto de
Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso” donde sigue desempeñándose
como Profesora Consulta, es causa inequívoca de que el interés por Cervantes se haya
consolidado en nuestro ámbito profesional cuando, so pretexto de que ya se habría
agotado su interés y que ya habría estado todo dicho a su respecto, muchas otras voces
en este medio desaconsejaban su frecuentación. El entusiasmo actual de nuestros
alumnos y jóvenes graduados mucho le debe a su vocación trasgresora y otro tanto es,
también, lo que, en el plano de la evolución de las lecturas en el cervantismo
internacional, le corresponde.
El compromiso y voluntad de todos cuantos aquí colaboramos, docentes todos de una
carrera de Letras en una Facultad pública, gratuita y cogobernada, es que la alegría y
disfrute propio encuentre en nóveles generaciones de alumnos y futuros discípulos la
posibilidad de una incesante renovación siempre agradecida por las enseñanzas y
oportunidades brindadas por nuestros predecesores.
Buenos Aires, septiembre de 2016.
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Dossier: Cervantes /6
Doña Cristina: en torno a los silencios y enigmas de la mujer casada en el Quijote | Juan Diego Vila [pp. 7-32]
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Doña Cristina: en torno a los silencios y enigmas de
la mujer casada en el Quijote
Juan Diego Vila
Universidad de Buenos Aires
Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”
vilajuan@speedy.com.ar
Resumen
A partir de las directrices formales de los manuales de educación femenina españoles de los
siglos XVI y XVII este trabajo analiza la construcción discursiva del estado de las casadas en el
Quijote. Distingue, en un primer momento, cómo el rito matrimonial es representado en el texto
y, en segundo lugar, qué se predica de ese estado. A partir del contraste cuidadoso de figuras de
mujeres casadas (Teresa Panza, la duquesa) el análisis se concentra en la figura de doña Cristina
cuyos silencios parecerían ser el signo acabado del deber de obediencia.
Palabras clave
Matrimonio; ser esposa; silencio; femineidad
Abstract
From formal guidelines of sixteenth and seventeenth centuries spanish manuals for female
education, this paper analyzes the discursive construction of state of married women in the
Quixote. Distinguish, at first, how the marriage rite is represented in the text and, secondly,
what is predicated of that state. From careful contrast of married women figures (Teresa Panza,
the Duchess), our analysis focuses on the figure of Doña Cristina whose silences seem to be an
accomplished sign of the duty of obedience.
Keywords
Marriage; being a wife; silence; femminity
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Dossier: Cervantes / 7
Doña Cristina: en torno a los silencios y enigmas de la mujer casada en el Quijote | Juan Diego Vila [pp. 7-32]
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-ILa historia de los vínculos de la crítica de género y el hispanismo no puede
comprenderse, acabadamente, si no se repara en las diversas motivaciones que
condujeron a los colectivos de especialistas de teoría literaria o de literatura española a
percibir, de un modo refractario, los protocolos de lectura, las agendas de trabajo y los
postulados epistémicos de campos culturales que, a lo largo del siglo XX, se esforzaron
en ignorarse. Y, asimismo, si no se analizan los réditos operativos que se siguen de
mantener un silenciamiento recíproco cuando las evidencias impugnan el anhelo
totalizador que funda el rechazo de la contraparte. 1
En efecto, que el hispanismo peninsular –muy lastrado por el falologocentrismo
franquista– siga impugnando interpretaciones respecto de su canon nacional so pretexto
de que serían perversiones feministas o, peor aún, gays o lesbianas, 2 no autoriza a
neutralizar el reconocimiento de que allende las fronteras de España son notorios
muchos desarrollos conceptuales –en las academias de hispanistas americanos, de
europeos en general o, en menor medida, de latinoamericanos– que construyen, a diario,
una contrahistoria crítica respecto de los mismos objetos de estudio.
Y, desde la otra ladera, no es menos cierto que el privilegio conferido a obras y autores
de los siglos XX y XXI, preferentemente latinoamericanos antes que peninsulares, no se
sustenta, en el trabajo de los abordajes teóricos de género, en evidencias que invaliden
esfuerzos analíticos para otros siglos y otros confines. Dado que, a nuestro modesto
entender, lo que obstaría a análogas incursiones de lectura en el Medioevo hispánico o
en su Siglo de Oro no se explicaría porque esté certificada, de antemano, la inutilidad de
tales interpretaciones sino, antes bien, por la insuficiencia exegética.
Pues sería evidente que la formación interdisciplinaria de muy diversas competencias
necesarias para un acabado abordaje de género se siente viable cuando, en múltiples
casos, se consagra a lecturas que dicen la coexistencia temporal de críticos y objetos y
no, por el contrario, cuando la distancia de cuatro o más siglos fuerza a reconocer al
estudioso que las condiciones de producción de los sujetos femeninos y masculinos no
pueden naturalizarse, de un modo transhistórico y decontextualizado, y que, por ende,
obligado –o al menos aconsejable– se vuelve ser versado, cuanto menos, en
antropología, legislación, historia del arte, historia fáctica, historia cultural e historia
material del período en cuestión.
Saberes que muchos críticos contemporáneos no pueden presuponer o dar por
compartidos por sus destinatarios como sí ocurre cuando, por caso, trabajan un texto del
siglo XXI. De lo que infiero –claro está– que el cruce epistémico señalado no resulta
1. Véase, al respecto, Zavala (1995).
2. El ejemplo más acabado de estos escándalos críticos es el que sobrevino, en tiempos
relativamente recientes, con el volumen de Rosa Rossi (2002). Juan Bautista Avalle-Arce había
censurado vivamente el bosquejo biográfico de la crítica italiana aduciendo que llegaba a
conclusiones entristecedoras entre las cuales mencionaba el posible origen converso o la
condición homosexual de Cervantes. Rossi contraatacó señalando que cada cual se apenaba
como quería, pero la polémica estuvo lejos de zanjarse. Desde los confines históricos las
intervenciones de Emilio Sola y José Peña (1995) apuntaron a deslegitimar las inferencias de
Rossi con argumentos igualmente opinables y la controversia volvió a emerger en un trabajo de
Alberto Sánchez (1997) que distó mucho de lidiar mejor con la posibilidad de que el autor
hubiese experimentado algún tipo de vínculo, ya erótico, ya afectivo, con su captor en Argel.
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frecuentado, entre muchos otros motivos, porque su empresa entraña un plus de
complejidad que no todas las plumas están dispuestas a enfrentar al momento de
formular sus hipótesis.
Este vínculo problemático, en lo que respecta al Quijote, no se revela exento de
análogas contradicciones. Puesto que si bien es cierto que respecto de la magna obra
cervantina podría llegarse a decir que todo ha sido intentado y que, casi, no quedan
parcelas vírgenes ante la voracidad exegética, las lecturas en clave teórica de género
lucen, en un sinnúmero de casos, extraviadas. Dado que, en el magma de continuas
contribuciones críticas sobre la producción del alcalaíno, las lecturas de género
contienden o comparten simbólicos espacios con formulaciones que, en gran medida,
reducen la complejidad teórica de muchos postulados a prolijos inventarios sobre
figuras femeninas en la obra. 3
Ya que, al menos desde el siglo XIX, uno de los sentidos dominantes consagrados es
que el Quijote expresaría un modelo de enamoramiento romántico y que, por ende, de
un modo necesario, hay que analizar cómo Cervantes representa a las mujeres en su
obra. 4 Mas no se advierte, con todo, que esta reducción –la mujer como objeto de
representación– no supone, en forma obligada, que se esté ante lecturas que abreven,
criteriosamente, en los paradigmas teóricos de la crítica de género. Que la mujer fue un
objeto –también de la representación– es materia sobradamente demostrada por estos
protocolos.
Por eso no es exagerado sostener que la primera deuda de toda intervención crítica que
desee tributar a este conjunto de estrategias de lectura es la de repensar los abordajes
tradicionales que hacen de la mujer un objeto de representación monolítico y uniforme.
Pues a quienes les parecen lógicos ciertos abordajes sobre “lo femenino en Cervantes”
no les parece igualmente pertinente un programa que aspire a dar cuenta de “lo
masculino”.
Todo ello por cuanto, al fin de cuentas, al pensar la crítica en términos genéricos se
resisten a la idea de que los modelos de virilidad también puedan ser constructos de
sentido interpretables por ser el resultado de codificaciones culturales concretas y
porque, en lo profundo, parecen inferir que al emplazar lo masculino como materia de
análisis se estaría gestando un corrimiento más proscripto cual sería el de la
claudicación del lugar de productores de sentido. 5
3. Ilustrativo, en este sentido, es el apartado consagrado por José Montero Reguera (1997). No
sólo resulta testimonial de una moda académica emergente en los últimos decenios del siglo XX,
sino que también ilumina cómo, por razones que los mismos abordajes reseñados no lograban
explicar con solvencia, los objetos de análisis podían fusionarse e indiferenciarse continuamente
entre sí. Enfoque epistémico al cual, obviamente, habría que censurarle la naturalidad con la cual
fusionaban, reductivamente, categorías críticas que no son subsumibles entre sí. Distorsión que,
de un modo impensado, confiere valor al estado de la cuestión esbozado por el catedrático de
Vigo puesto que, como lo aclara en su trabajo gestado a partir de la tesis doctoral previa, esta
secuencia y una ulterior sobre las lecturas de un conjunto de cervantistas destacados se habían
incorporado a la versión editorial publicada.
4. Los trabajos basales para este presupuesto terminaron siendo, para el siglo XX, los de Ramiro
de Maeztu (1964) y el de Concha Espina (1995).
5. Este fenómeno, que incumbe al reparto genérico de labores filológicas en los ámbitos
académicos, es muchísimo más notorio si, por ejemplo, se inventarían quiénes son o han sido los
anotadores de las ediciones críticas destinadas a especialistas o a un público universitario.
Durante muchísimos años fueron contadas las excepciones en que estas tareas resultaban
asumidas por mujeres, aunque en los últimos tiempos pueda señalarse una progresiva y
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Para muchos, en cierta medida, sería lógico que lo femenino pueda ser un tema de
análisis porque, binariamente, sólo pueden colegir que quienes regulen el significado de
las obras de arte resulten ser, en forma obligatoria, los hombres. Por esto, entonces, es
necesario avanzar en la superación de los abordajes románticos según los cuales la
centralidad femenina sería certificable por el detalle de que su protagonista es un eterno
enamorado de su dama al tiempo que omiten que, en verdad, Dulcinea no existe en el
texto más que como constructo verbal discursivo. 6
Es una ironía de grado sumo que Occidente haya parangonado esta díada amorosa al
estatuto de modelo quintaesenciado de amor perfecto cuando, con sólo leer el texto,
puede descubrirse que la enamorada perfecta es, en resumidas cuentas, la que sólo
existe en la imaginación del caballero.
Pero así como las lecturas tradicionales tienen múltiples aspectos que repensar, no es
equitativo ignorar que también es prudente problematizar intentos fallidos que, en
función de agendas críticas modernas de régimen teórico duro y abstracto, omiten la
centralidad del entramado social y de la cultura material del período bajo análisis (siglos
XVI-XVII) desentendiéndose de las codificaciones genéricas. 7
Este señalamiento no es menor. Pues si a muchos abordajes tradicionales de tal o cual
figura puede censurárseles que, implícitamente, motorizan la evidencia de un eterno
femenino transepocal y transhistórico, no es menos cierto que también, en muchas
perspectivas actualizadas en temáticas de género, se genera un efecto igualmente
censurable mas, en este caso, con un movimiento inverso.
Pues si las lecturas tradicionales operan, en nuestro tiempo, con los estereotipos de
saludable nivelación de responsabilidades.
6. Transcribo a continuación la nota 548 del estudio de José Montero Reguera por resultar el
testimonio más contradictorio y absurdo sobre el punto: “Héctor P. Márquez, La representación de
los personajes femeninos en el ‘Quijote’, Madrid, Porrúa y Turanzas, 1990. En p.182 se puede leer:
‘En realidad no resultaron personajes femeninos verdaderamente sobresalientes y no hacen falta
en la novela porque los protagonistas son seres completos que dominan la acción. Pero se tiene
que reconocer que sin las mujeres la novela no llegaría al nivel que alcanzó simplemente porque
la acción fundamental no sería igual sin ellos. Además de Dulcinea, todas las figuras femeninas,
que son más numerosas que los hombres, le agregan una dimensión pintoresca y mimada, que
resulta siempre en relatos más interesantes, escenas más creíbles y proporciona un carácter más
natural a la obra completa’. Sin embargo en p. 3 había escrito ‘Como se verá, los personajes
femeninos constituyen un elemento necesario y unificador de la novela’” (Montero Reguera,
1997: 168). Además de la contradicción evidenciada por las dos citas recuperadas, ¿no es un
absurdo enfocar un análisis desde el presupuesto de lo que podría haber sido el texto sin uno de
sus constituyentes? ¿Por qué el Quijote merecería ser una novela sin mujeres? ¿Por qué el valor
de lo femenino en un texto, allende la evidencia cuantitativa que no basta para alertar al crítico
sobre la validez de sus hipótesis, debería concentrarse en la condición de adorno que se le
reconoce a la mujer? ¿En qué estriba el pintoresquismo de lo femenino en la obra canónica por
excelencia? ¿Se quiere sugerir que es una concesión pintoresca que la obra cumbre de la cultura
hispánica haya tolerado la presencia de mujeres en su constelación simbólica? No se pierda de
vista, por lo demás, que todo esto se expresa en un texto que declama desde su titulación un
interés por lo mismo que no logra valorar.
7. Didier Eribon (2001) explica con toda claridad este reiterado descuido exegético en función de
lo que denomina la “evidencia de la experiencia”. Según este autor, es ella la que conduce a la
crítica a pensar que puede reconocer, a través de tiempos y espacios muy diversos, en distintos
aspectos del pasado de cuya configuración cultural global se ignora todo, problemáticas y
aspectos puntuales de la propia cultura. Y por ello advierte que “Las mismas palabras, los mismos
gestos, las mismas características pueden tener significados distintos en contextos diferentes y
sólo pueden, por tanto, comprenderse, si se les reinscribe en sus ‘enclaves’ históricos” (2001: 16).
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Dossier: Cervantes / 10
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femineidad propios del siglo XIX –la mujer como símbolo de belleza, cordialidad,
serenidad, criteriosa reflexión–, muchos intentos declaradamente trasgresores obran una
violenta deriva del siglo XXI hacia el siglo XVII como si, en definitiva, sólo bastara
auscultar el pasado con los saberes propios de toda teoría del género contemporánea
para producir una lectura coherente.
A todo lo cual, finalmente, cabría agregar una última variable sabiamente iluminada por
la malograda Ruth El Saffar 8 en su seminal lectura “In Marcela’s case” (1993). Pues su
abordaje no podía dejar de dar cuenta de cómo, en torno a esta controversial
protagonista, era factible formular una genética de las censuras o defensas de su figura
en las páginas de los eruditos conforme se atendiera al género del investigador. Los
críticos hombres, en consonancia con los pastores que infamaban a Marcela tras su
aparición súbita en el entierro de Grisóstomo, no escatimaban en sus lecturas las
estrategias de condena y descrédito para con ella. Marcela debía ser, necesariamente,
cruel, egoísta, narcisista, insensible. Al tiempo que, de un modo empático y
compensatorio, la gran mayoría de las investigadoras se mostraban proclives a
neutralizar todos los defectos que de un modo impresionista se le habían enrostrado
mediante, en contrapartida, estratégicas recuperaciones positivas de aquello que, a juicio
de este colectivo femenino, significaba ese tipo de femineidad.
-IIPor eso, entonces, es que me permito señalar los beneficios de repensar el problema del
género en el texto desde un abordaje propio de las teorías de la sujeción en la línea de
Judith Buttler (1997). Ya que al recuperar el aserto de que se es sujeto porque se está
sujetado por los mismos permisos, autorizaciones y salvoconductos existenciales que
por las mismas leyes, limitaciones y prohibiciones, se logra honrar, a dos tiempos, la
necesaria atención bifronte que estos protocolos de análisis suelen imponer: valorar las
particularidades culturales en que el texto resultó compuesto junto con, por caso, la
moderna conceptualización de estas teorías. 9
Pues el enigma crítico de la femineidad en una obra del siglo XVII no puede desligarse
ni desentenderse del proteiforme piélago de producciones discursivas que, en tiempos
de Cervantes, nominaba el deber ser de la mujer. Por cuanto no hay que olvidar que una
de las particularidades del período era el dilema, por todos compartidos, del estatuto de
su persona. ¿Era humana, era igual al hombre? 10
8. La producción crítica de Ruth El Saffar (1974, 1983, 1984, 1988, 1989, 1994) reconoce dos
épocas que los detractores del feminismo se empecinan en polarizar. Puesto que aquellos que
sólo rescatan de su obra su primera etapa de producción crítica, donde Novel to Romance es un
texto insoslayable que hace época, ignoran, en definitiva, que el registro estructural sigue vigente
en sus ulteriores trabajos –denostados por muchos como aplicaciones tendenciosas y
voluntaristas del psicoanálisis o de teorías feministas. Ruth El Saffar no fue ángel de luz
estructural y princesa de tinieblas del sentido. En ambas épocas de la autora siguen vigentes las
mismas preocupaciones y modos de análisis ya que –nadie podría negarlo– el psicoanálisis, en
estos casos, construye también una estructura única, solidaria y garante de un sentido.
9. Eribon (2001), por caso, retomaba también el aserto de Joan Wallach Scott (1991) cuando
sostenía que “no son los individuos los que tienen experiencias sino esas experiencias las que
producen sujetos”.
10. Entre los estudios consagrados al estatuto de la mujer en los períodos renacentista y barroco
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Estos interrogantes –allende la incorrección política para la sensibilidad
contemporánea– no pueden ser infravalorados. Habida cuenta de que la centralidad de
esta disquisición masculina alienta –cual eco remoto– la única explicación valedera para
comprender la emergencia de ciertos tipos textuales florecientes en el período: los
manuales de educación femenina. 11 Persistentes escrituras de solícitos varones que
despliegan, antes de la conceptualización de Butler, las condiciones necesarias para que
la hembra se transforme en sujeto, para que, mágicamente, por obra y gracia de los
propios discursos, se despliegue el mágico reticulado de permisos e interdictos que
nominarán el ser femenino.
Y este abordaje, atento a las categorías de mujeres que la manualística construye, es el
que nos permitirá recuperar, según los cortes dinámicos que alientan los diversos
estados femeninos, relaciones entre figuras representadas en el Quijote que, de otro
modo, quedarían subsumidas y masificadas en un conglomerado no significante. Pues la
diferencia femenina en la obra tiene que ser leída conforme los saberes consagrados en
tiempos del autor.
Por esta razón, entonces, es que se impone el recuerdo sumario y estrictamente
operativo para nuestra lectura de los aspectos formales de los manuales de educación
femenina. Ya que un dato crítico que no puede soslayarse respecto de ellos es que
penaron, durante siglos, el desinterés palmario de los especialistas del período quienes,
sucesivamente, desplazaron la pertinencia de su recupero a especialistas de disciplinas
diversas. Pues para los estudiosos de la literatura, la historia o las ciencias de la
educación, los manuales de educación femenina nunca se revelaban como legítimas
producciones del propio campo disciplinar. Deriva indolente que sólo en épocas
recientes parece haberse detenido tras la consagración de abordajes culturalistas.
Un primer dato a retener es que son tipos textuales florecientes en la primera
modernidad al amparo de los cambios tecnológicos y de la ideología de los primeros
humanistas. Vives, en cierta medida, es el mascarón de proa de todo un género que
proliferará incansable en todas las latitudes europeas. Y si se recupera el parangón del
autor de Instrucción de la mujer cristiana es porque la floración de perspectivas, en el
lapso de dos siglos, se caracterizará por rehuir la dimensión controversial. Ya que,
sugestivamente, las nuevas versiones o propuestas sobre la correcta femineidad tenderán
a replegarse sobre cierto consenso primario hallado en la escritura del autor valenciano.
Los nóveles autores no escribirán para diferenciarse o confrontar con Vives sino, antes
bien, para potenciar y garantizar la transmisión de un mensaje.
Un segundo aspecto a no olvidar es que son escrituras que aspiran a nominar el correcto
deber ser femenino en un contexto en el cual –recordémoslo– la Iglesia todavía no se
había expedido sobre la equivalencia humana de las hijas de Eva. Horizonte ante el cual,
a las claras, importa señalar cómo la escritura produce la ilusión de la emergencia o
europeos pueden mencionarse los trabajos de Jordan (1990), Laqueur (1994), Maclean, (1980),
Matthews Grieco (1991), Perry (1993),Vigil (1986) y Wiesner (1993).
11. Trabajé, en mi tesis doctoral, el entrecruzamiento de distintos manuales de educación
femenina y el texto del Quijote –“La locura de la dama: asedios a la cuestión femenina en el
Quijote”, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, defendida en el año 2005.
Entre las obras allí consultadas merecen señalarse Astete (1603), Azpilcueta Navarro (1554), De la
Cerda (1599), Espinosa (1580), Eximenis (1542), Farfán (1585 y 1593), de León (1975), Gutiérrez
de Godoy (1629), Jaraba del Castillo (1675), Mexía (1566), Osuna (1531), Suárez (1548) y Vives
(1968).
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producción del tipo de sujeto femenino deseable. Al escribirlas los sabios varones
neutralizan el escándalo de la indefinición cultural y ofrendan las condiciones de
posibilidad para pensar la diversidad del segundo género conforme una calibrada
gramática signada por premios y castigos bien concretos.
Desde un punto de vista comunicacional es necesario resaltar que son libros que se
piensan destinados a las mujeres pero que, larvadamente, tienen por destinatarios
primigenios a los hombres de la familia (padres, maridos, hermanos), aquellos en
quienes recae la dura responsabilidad de guiar, ser guardianes y responsables del
“ganado femenino”. Y si se dudara de este desplazamiento de destinatarios bastaría
recordar cómo muchos de ellos incluyen, entre sus capítulos, secuencias en las que
explican por qué el uxoricidio no es aconsejable. 12 Temática que, por sí misma y por las
claras evidencias discursivas, sólo admite por destinatario privilegiado al hombre del
hogar. En el momento de discurrir si es lícito o no matar a la hembra estos textos dejan
en evidencia que han sido diseñados, veladamente, como manuales de instrucciones de
cómo lidiar con ellas.
A nivel formal, una cuarta característica es que los manuales se organizan por partes,
cada una de ellas consagradas a un tipo de estado particular (doncellas, casadas, viudas).
Y en todo momento la dinámica semiológica de la representación pende del recupero
interesado y tendencioso de casos ilustres. Cada mujer debería poder aprender cómo
reaccionar y obrar cada día de su vida mimando antecedentes celebrados del propio
género e, incluso, de los animales.
Pues la mujer debe comprender que está en este mundo para aprender. Para migrar,
gracias al manual, de la neutralidad axiológica en que el hombre la encuentra hacia el
bien. Y poco importa a estos teólogos, moralistas o educadores si los casos son
imaginarios o presuntamente verídicos, puesto que lo que se debe poder recuperar es el
mensaje disciplinante de cada paso notable compartido. De lo que se debe colegir,
entonces, cómo el dispositivo pedagógico entraña, larvadamente, un necesario
alumbramiento de las mujeres en la forzada minoridad originaria. 13
Y si bien ya hemos señalado que son lecturas que, ilusionistamente, se encaminan a las
mujeres de cada familia, se impone el recuerdo de que el 90% de la población femenina
era analfabeta. Por lo cual, sin márgenes de error, se puede postular que los manuales de
educación femenina explicitan, en el entramado cultural de las producciones del
período, una suerte de Querelle des femmes antes de tiempo entre hombres azorados e
inquietos por la definición y exacta predicación de las mujeres.
Por eso, para concluir este fresco del género, se debe retener, como quinta variable, que
su importancia estriba en el hecho de que sus texturas discursivas estaban orientadas a
las prácticas más que a la teorización abstracta, por lo cual, en consecuencia, se revelan
como las mejores guías para adentrarse en confines críticos que, de otro modo,
quedarían vedados al investigador. Una cosa es un análisis del matrimonio cristiano –a
través de decretales religiosos, legislación, juicios– y una muy distinta un sondeo del
fenómeno de la conyugalidad, del ser pareja, del ser “esposa de”, “hija de” o “viuda de”
en virtud de los nortes prácticos de actuación –lícitos y vedados– que sumarizan estos
textos.
12. Véase Vila (2011).
13. Sobre la centralidad del proyecto pedagógico en la ideología humanista consúltese Todorov
(1999).
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-IIIDadas las directrices críticas delineadas hasta aquí, se vuelve imperioso retornar, para
analizar el caso concreto de una casada del Quijote, al problema de los matrimonios
cervantinos a la luz de los cambios normativos de Trento, 14 que podrían resultar
sumarizados, muy generalmente, en virtud de la contraposición del dispositivo de
esponsales íntimos de palabra entre los contrayentes de un lado y, en el confín más
moderno, en el otro, la nominación del imperativo del enlace social legitimado in facie
ecclesiae.
Recalar en la deriva que sienta la novel exigencia nos fuerza a retomar la siempre
vigente tesis de Marcel Bataillon (1947) en su exquisito análisis de los matrimonios
cervantinos, puesto que allí clarificaba, con sumo tino, el llamativo privilegio
cervantino del viejo orden para jerarquizar la dimensión ficcional. Al punto que la
hipótesis difícilmente controvertible de su análisis resultaba ser que la legalidad
tridentina había sido percibida de un modo hostil para la empresa de la novelización.
Por eso, entonces, podían percibirse con toda claridad los corolarios prácticos de la tesis
de Bataillon. En primer término, la posibilidad de discernir ficciones cervantinas que
culminaban en ese estado –punto de llegada, las mayoritarias– de muchas otras que, por
el contrario, arrancaban en la novedad del reciente cambio de estado por parte de los
contrayentes. 15 Anejo a ello, además, se confirmaba la evidencia incontrastable de que
Cervantes se resistía a la idea de que un matrimonio pudiera emplazarse en la mitad de
una trama. Siempre al final o al comienzo y, en la mayoría de las ocasiones, el rito de
pasaje permanecía velado. Cervantes –nos señalaba Bataillon– no se avenía de buen
grado a representar como un hombre y una mujer devenían esposos.
De tal peso fueron los postulados del hispanista francés que, durante años, los corolarios
explícitos de su tesis resultaron aceptados sin mayores cuestionamientos y, por tal
razón, fueron replicados una y otra vez en lecturas posteriores de un modo un tanto
acrítico. Dado que lo que ninguno de estos abordajes subsiguientes señaló fue que,
además, resultaba perfectamente viable atender a un conjunto de corolarios velados si,
por caso, se afinaban los análisis de los enlaces matrimoniales logrados o no en las
ficciones de Cervantes.
En efecto, si se acepta que los matrimonios pre-tridentinos son, de un modo notorio,
matrimonios que resultan refrendados o reconfirmados por los olvidadizos contrayentes,
no puede ignorarse, entonces, que uno de los efectos primarios del rito –según resulta
ficcionalizado en muy diversas tramas– es el repudio de la conyugalidad. 16 Pues para
14. Sobre los cambios culturales suscitados por la contrarreforma en España uno de los mejores
estudios es el reciente análisis de Kamen (1998).
15. La notoria preeminencia de las tramas ficcionales que se enderezan a narrar cómo los
protagonistas culminan casándose es lo que ha habilitado que amplios sectores de la crítica
señalen cómo la temática del amor y el enamoramiento es sustantiva de la cosmovisión
cervantina. En el Quijote su reparto desequilibrado se explicará en las páginas subsiguientes en
tanto que en las Novelas Ejemplares sólo se puede indicar, con toda claridad, una única ficción
que apuesta a narrar aquello que sobreviene después del enlace (El casamiento engañoso).
16. El rechazo de la conyugalidad habilita, en un gran número de ficciones, la necesidad de
reiterar votos, confirmar palabras brindadas o alentar futuras confirmaciones públicas. Desde
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que exista ficción se volvía necesario que los galanes que habían consumado los
esponsales con mutuas promesas rechazaran, a renglón seguido y tras la consumación
erótica, toda perspectiva de cohabitación con una esposa que, entonces, quedaba
defraudada. De lo que se sigue, con claridad, que tras el goce culturalmente proscripto
de una sexualidad no autorizada según las normas en vigor, el primer gesto de los
varones era el rechazo de toda cohabitación con la esposa así adquirida y el velado
intento de no honrar la promesa compartida.
No puede callarse, en segundo lugar, el detalle de que en todo el Quijote sólo hay una
pareja que efectivamente se casa –Basilio y Quiteria– pero que su boda se contrapone,
en forma explícita, a un enlace burlado en forma previa: las malogradas bodas de
Camacho el rico. 17 Este contrapunto tiñe el enlace sacramental ulteriormente acaecido
de matices bufos y carnavalescos propios del pasaje en que se inscribe. Trazo mediante
el cual nadie puede ignorar cuán opinable termina siendo la hipotética trascendencia que
debería definir el rito por excelencia de la sociedad. Pues si casarse es una operación
estratégica de la cultura mediante la cual sus integrantes preservan el haber patrimonial,
el linaje y la honra, no deja de ser notorio que el único matrimonio termine siendo el
resultado de la maquinación industriosa de Basilio junto con la complicidad sumamente
opinable de otros allegados.
Un tercer aspecto, producto de una criba más delicada al interior del Quijote, es el dato
de que allende la diferenciación de fábulas entrelazadas en las cuales se puede practicar
el distingo de historias hacia el matrimonio o desde el matrimonio, se puede constatar
que hay una escisión bien clara entre sendas partes de la obra. El Quijote de 1605 parece
focalizar la problemática del repudio conyugal en tanto que la secuela de 1615 hace
jugar, en posición inversa, el universo de las casadas desde la coyuntura de existir y
compartir la cotidianeidad con la propia familia.
Diferenciación que podemos reconfirmar con el señalamiento de que en las tramas
episódicas de 1605 el matrimonio se sugiere como un acto a celebrar en un futuro al
tiempo que, en todas las circunstancias, se lo emplaza en un fuera de foco diegético
sumamente intrigante. El lector colige –por los dichos de los mismos protagonistas o del
oficioso narrador– que Zoraida y el Capitán o don Fernando y Dorotea o Cardenio y
Luscinda habrán de desposarse. Mas ese mañana de plenitud familiar jamás ingresa a la
narración. De lo que se concluye, entonces, que uno de los efectos deseados es, también,
suscitar la incertidumbre sobre la futura conyugalidad. Nadie, ni el más osado, podría
suponer que tal o cual criatura será feliz en la familia a construir con la futura boda ni,
este punto de vista lo que parecía una evidencia incuestionable –el privilegio de lo pretridentino–
obtiene, sin embargo, un condicionamiento notorio: su inutilidad. Pues los protagonistas que
olvidaron sus promesas matrimoniales señalan, con claridad, que la modalidad pretridentina
puede ser la mayoritariamente reconocida como válida mas admiten, también, que su eficacia se
atenúa si se piensa en la regulación de las interacciones públicas y sociales. Generalmente las
olvidadas desposadas necesitan que la misma espectacularización de su caso, vuelto visible en la
narración, resulte reconfirmado ante un público familiar/social tan numeroso como el de los
lectores.
17. Y puede agregarse, también, cómo entre las motivaciones del éxodo del protagonista del
desconocido “lugar” originario debe contarse la imposibilidad de formar familia. Sobre los
condicionantes matrimoniales, que ciertos sectores críticos enunciaron como repulsa al incesto
con la sobrina véase Vila (2006). Y debe señalarse, en igual sentido, cómo Jacques Joset (1991)
concluye con el reconocimiento de que el testamento del hidalgo consagra un dispositivo de
imposible enlace para la sobrina.
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tampoco, si tal unión resultará plenamente celebrada y autorizada por los parientes
preexistentes o por la misma comunidad.
-IVSentado ello, entonces, nuestra lectura habrá de tener, como punto de partida, el
sugerente espectro de las casadas conforme resultan representadas en el Quijote de
1615. Dado que el texto propone una tríada bien diferenciada de consortes femeninas:
Teresa Panza, la duquesa y doña Cristina.
Entre las invariantes y variables que la narración sugiere, el primer elemento a recuperar
es que en todos los casos se omite la prehistoria afectiva de las consortes y se desdibuja
el enlace concreto que cada cual habría tenido. El lector ignorará si Sancho, el duque o
el Caballero del Verde Gabán las han desposado ante la Iglesia o si lo han hecho en
privado, a la antigua usanza.
Por lo cual no resultado forzado aclarar que el texto cervantino parecería proponer,
contrariamente a lo que podría inferirse a la ligera, que la coyuntura de estar casado no
se dirime, prácticamente, por el tipo de rito que ha fundado la unión –de ahí el
desinterés en su representación– sino, antes bien, por una dinámica íntima más elusiva y
esquiva para las grandes formalizaciones cual sería el registro del reconocimiento
mutuo y cotidiano de los desposados. A la narración de los casos de estas tres
desposadas nada les habría sumado que se aclarara cómo es que abandonaron el lugar de
hijas de una familia para devenir esposas. Y el lector, evidentemente, puede prescindir
de esta información sin mayores problemas. Dato que impugna, objetivamente, la
reducción significante que podría inferirse del programa de 1605, pues se estaría
señalando que el devenir esposa, en la cotidianeidad luego resultante, no se acrisola por
todas las neurosis que se ficcionalizan a propósito de las núbiles.
Este arriesgado desplazamiento parecería indicar que la mira del escritor es bien otra,
por cuanto lo que lo atrae a propósito de estas tres figuras es el motivo de ser esposos.
Razón por la cual la cohabitación familiar de los casados se desplegaría en la obra en
toda su variedad significante puesto que, a las claras, cada uno de estos tres
matrimonios encarna uno de los tres estamentos básicos vigentes en ese entonces: un
escaño inferior propio de los estados llanos –labradores, asalariados, gente humilde
como Teresa Panza–, un escaño intermedio –el modélico y problemático estamento de
los hidalgos, los grupos incipientemente burgueses, entre los cuales contamos a doña
Cristina– y, finalmente, un escaño superior –el reducido colectivo de los nobles y
poderosos ricos cuya única representante es la enigmática duquesa.
Y si 1605 pone entre paréntesis cómo habría sido la vida de casada de Dorotea, Zoraida
y tantas otras, 1615 recorta aquella etapa que, efectivamente, y de un modo romántico
ilusionista, se tiende a percibir como el proceso de enamoramiento y presunta libertad
de elección. Punto nodal de la fábula porque, desde esta atalaya, todas las casadas
terminan compartiendo un aspecto central con don Quijote. Pues si la historia de éste
proscribe su origen, el qué fueron ellas antes de ser esposas es una parcela significante
de la cual tampoco se quiere acordar el narrador. 18 Y de resultas de ello puede afirmarse
que el Quijote de 1615 tiende a depreciar el origen y resalta, en contrapartida, las
18. Véase el muy interesante análisis de Maurice Molho (1989).
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prácticas cotidianas, afectivas o no, que nominan el día a día de las consortes. 19
Ahora bien, un dato sumamente curioso a propósito del cruce crítico propuesto entre
manuales de educación femenina y el Quijote es el dato de que en la novela campea la
variedad estamental. Ello por cuanto no se puede olvidar que las destinatarias ideales de
los escritos de los moralistas resultaban ser, precisamente, las esposas de los grupos
medios. Fenómeno cuya focalización no debe extrañar ni desde una perspectiva
histórica y social ni, tampoco, desde una dimensión textual.
Pues si respecto de las élites siempre era dable destacar estándares existenciales
diversos –no necesitaban trabajar, contaban con sustitutos femeninos para las tareas
domésticas, podían consagrarse a ser la compañera perfecta, a nivel social, del
consorte–, las menos favorecidas, en cambio, sucumbían al peso de la realidad. ¿Cómo
honrar el imperativo de vergüenza, propio de las doncellas, o aquél de obediencia,
sustantivo para las esposas, cuando, por fuerza de la necesidad, se debía interactuar a
diario con otras figuras, mujeres u hombres, cuyos contactos los manuales
desaconsejaban?
De esta diferenciación, entonces, surge con claridad que el texto cervantino alienta un
distingo contrapuntístico: el juego discursivo de la oposición de las posiciones
extremas, superiores e inferiores –la duquesa frente a las diferencias de Teresa Panza–
por un lado y, por el otro, el incómodo confín del perfecto silencio y desdibujamiento de
quien debería fungir como concreción lograda y acabada del modelo textual
exacerbado: la enigmática doña Cristina.
Esta tensión entre los márgenes de rebeldías –impuestas por la coyuntura o deseadas por
el capricho– y los confines del acatamiento dócil a los mandatos falologocentristas –la
oposición inestable de Teresa y la duquesa frente a doña Cristina– también había tenido
su eco en el testimonio del consumo semiológico de los mismos manuales, puesto que
una de las crisis que se recortan en el proceso de evolución del mismo género
manualístico es la que se sigue de la nulificación temerosa de la destinataria.
Pues para los nobles, el modelado de una fregona full time, preferentemente iletrada,
dócil, obediente, pudibunda y vergonzosa, no suponía un puerto de llegada erótico
deseable desde ningún punto de vista. Dato que se puede comprobar en la dispar
acogida que tuvo La perfecta casada de Fray Luis de León, quien pensó que podía
universalizar para todo el colectivo femenino urbano el horizonte práctico existencial de
los medios agrarios de su tiempo. 20
-VPuestos a desgranar las tensiones, espejamientos y reenvíos que se suscitan entre las tres
figuras femeninas, puede afirmarse cómo un primer dato elocuente es que las esposas
del duque y Sancho tienen, en el texto, voz propia. Gozan de interludios narrativos en
los cuales el ejercicio de la palabra no parece estar tutelado por la visión masculina y el
19. Sobre el fenómeno de la conyugalidad y los discursos matrimoniales se han generado, en las
últimas décadas, importantes abordajes, entre los cuales pueden mencionarse las propuestas de
Flandrin (1981), Gaudemet (1993), Goody (1986), Morant y Bolufer (1998) y Morant (2002).
20. Sobre las particularidades del manual de Fray Luis de León consúltense Bergman (1992) y
Durán (1982).
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control doméstico, y ello alienta la hipótesis crítica de que estos apartes pueden
abordarse como concreciones reales de un supuesto discurso femenino diferenciado.
La voz de estas figuras femeninas tiende a manifestar, a contrapelo de lo que la
manualística preconizaba, un recupero interesado de temáticas cuyo tratamiento es bien
diverso de aquel que proponen los autores masculinos de los manuales. Y entre estos,
claro está, no puede callarse el contrapunto cazurro entre Teresa y la duquesa por el
hecho de tener o no tener descendencia, por el anhelo artero de amadrinar para el mal a
la hija de Sancho y, claramente, la afrenta genérica de existir, o no, como vientre yermo
(Vila, 2012).
Es también un desvío inequívoco el que la conceptualización del componente materno
en las casadas se centre no en el loable y necesario amamantamiento sino, por el
contrario, en la crianza (Vila, 2009). Y este fenómeno se acompasa con el borrado
sistemático de escenas de parto. Puesto que si para los manuales la maternidad sólo
podía constituir algo valioso para la mujer si esta se encargaba de la nutrición del
infante, el Quijote, en cambio, desplaza el confín de relevancia a la crianza de una prole
mayor. Pues allí, por cierto, se vuelve legible el afecto materno y la preocupación por la
descendencia. La maternidad, parecen sugerir estas casadas del Quijote, no se dice por
el origen sino por el desarrollo.
El contrapunto polar de Teresa y la duquesa también alienta el reconocimiento de lo que
podríamos denominar “amor materno”. Pues la enigmática duquesa no es sólo un
cuerpo estéril sino, fundamentalmente, un sujeto vaciado de afectos por el otro. Ella no
ha experimentado el tropismo emotivo de reconocerse en la mirada del vástago, no ha
transitado esa instancia de descubrimiento de sí misma en la descendencia y esto, para
muchos, aniquila el hallazgo de la propia voz.
Otro dato notorio es que, contraviniendo todas las obsesiones masculinas, Teresa, al
encarnar la perfecta madre del texto, neutralice acabadamente la imaginación paranoide
de la infidelidad. Sancho jamás refiere eso de la esposa –aunque la abandone por largas
temporadas– y es una burla notoria de la duquesa el que, epistolarmente, se sugiera que
el marido, como un girifalte anhelante, ha devenido infiel a su consorte. Al punto que,
notoriamente, el único caso de infidelidad conyugal resulta representado en el Quijote
de 1605 como ideación libresca: Camila en el Curioso Impertinente (Vila, 1998).
Es sugerente, también, cómo otro clisé de la manualística, la obsesión femenina por
bienes materiales, vestidos y afeites, sólo emerja en la narración no desde las
expectativas de las mujeres de la familia Panza previas a las aventuras sino, antes bien,
en función de la ensoñación paterna de devenir gobernador. No serían ellas quienes
encarnarían la identidad débil que se fortalecería con ropajes sino, por el contrario, el
consorte, que percibiría la distancia y la inadecuación que procura zanjar con lo externo
no sustantivo. 21
Las casadas de 1615 no sucumben a los dictados de la moda –la duquesa porque ella
dice y funda las condiciones de la bizarría, Teresa porque no tiene un haber para
impostar lo que no es–, pero esta temática importa porque, en nuevo repudio a la letra
masculina, invalidan la hipótesis de que las mujeres compiten con el vestido y los
adornos. Aquí, por caso, Teresa, su hija y la duquesa, comparten sus bienes. 22 No
21. Para la funcionalidad identitaria de la vestimenta es esencial el encuadre teórico propuesto
por el análisis de Roland Barthes (2003).
22. El texto sugiere que la duquesa envía, como muestra y prueba de afecto, pertenencias que
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sucumben a la lógica de la rivalidad y la exclusión típicamente masculina.
La voz de estas dos casadas –en la periferia de doña Cristina, o muy arriba o muy
debajo de ella– desarticula el delirio de exclusividad emotiva que organiza la escritura
de los manuales. Pues si Teresa está más preocupada por la prole, la duquesa,
finalmente, está más ocupada en ella misma que en su marido. Con lo cual, podríamos
concluir este apartado, el Quijote demostraría ser un texto que pone en entredicho el
presupuesto de normalidad que desde varias instancias culturales se predican como
valiosas.
-VIDoña Cristina, en cambio, se ve definida, narrativamente, por la inequívoca marca del
silencio. Aunque, si atendemos a la base nominal de su individuación ficcional –el
nomen que porta el omen de la criatura– no deja de ser altamente llamativo el que pueda
ser visualizada como “la mujer cristiana”, suerte de “Cristo femenino”. Pues si Cristina
deriva de “Christianus”, es evidente que en el magma no confesional 23 del Quijote se le
ha reservado el destino de figurar a la perfecta cristiana, ya que su nombre significa
“discípula de Cristo”.
Que Cristina no hable en todo el texto, por más que la voz narrativa explicite que el
caballero ha permanecido una larga estancia en su hogar, alienta la hipótesis de que su
vaciado discursivo entra en sintonía con la omnipresencia cultural del discurso religioso
en temáticas sujetivas de género. Cristina, aparentemente, no necesita decirse ni
revelársenos por el ejercicio de la palabra porque las palabras de la religión, presente en
dogmas y manuales, han hablado por ella. Al punto que, inclusive, el recuerdo del
martirologio de Santa Cristina parece espejar el destino de esta Cristina casada. Pues
como debería ocurrir en todo rito matrimonial, Cristina es entregada por el padre a
quien, según los santorales del período, terminaría revelándose como el juez
responsable de su ejecución.
El vaciado de su figura se vuelve notable desde la presentación misma que hace de sí su
consorte:
Yo, señor Caballero de la Triste Figura, soy un hidalgo natural de un lugar donde
iremos a comer hoy, si Dios fuere servido. Soy más que medianamente rico y es mi
nombre don Diego de Miranda; paso la vida con mi mujer y con mis hijos y con mis
amigos; mis ejercicios son el de la caza y pesca, pero no mantengo ni halcón ni galgos,
sino algún perdigón manso o algún hurón atrevido. Tengo hasta seis docenas de libros,
cuáles de romance y cuáles de latín, de historia algunos y de devoción otros; los de
han sido propias –el collar de corales sería el ejemplo más logrado– mas no se debe perder de
vista cómo la aparente seriedad de este regalo resulta problematizada por el comentario del pajeestafeta quien invoca, en ocasión de la entrega y como testimonio de la llaneza de la remitente,
la habitualidad con que solicita “un peine” a alguna vecina, frase que, con toda claridad, apunta
a un juego cazurro.
23. Este señalamiento, brindado por Augustin Redondo en un reportaje periodístico, no debe ser
minusvalorado puesto que, contrariamente a las expectativas críticas de confesionalización
autorial, el texto del Quijote lleva una marca bien explícita: la no representación de ninguna
escena cultual.
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caballerías aún no han entrado por los umbrales de mis puertas. Hojeo más los que son
profanos que los devotos, como sean de honesto entretenimiento, que deleiten con el
lenguaje y admiren y suspendan con la invención, puesto que déstos hay muy pocos en
España. Alguna vez como con mis vecinos y amigos, y muchas veces los convido; son
mis convites limpios y aseados y no nada escasos; ni gusto de murmurar, ni consiento
que delante de mí se murmure; no escudriño las vidas ajenas, ni soy lince de los hechos
de los otros; oigo misa cada día; reparto de mis bienes con los pobres sin hacer alarde de
las buenas obras; por no dar entrada en mi corazón a la hipocresía y vanagloria,
enemigos que blandamente se apoderan del corazón más recatada; procuro poner en paz
los que sé que están desavenidos; soy devoto de nuestra Señora, y confío siempre en la
misericordia infinita de Dios, nuestro Señor (II, 16, 528-529).
La crítica ha insistido, acertadamente, en la función especular de este hidalgo respecto
de don Quijote. 24 Sería, para muchos, un desarrollo narrativo de aquello que podría
haber sido Alonso Quijano de no haber enloquecido. 25 Mas importa señalar, con todo,
que no se ha enfatizado lo suficiente cómo esta identidad es erigida en la ficción en
virtud de variables confesionales –eminentemente prácticas. Don Diego es la única
criatura de ficción que se edifica en función de una ortodoxia religiosa rancia y esto
asienta, con certeza, la hipótesis de que la esposa no puede ser otra cosa que el emblema
más logrado de una perfecta casada.
Y un segundo dato a remarcar es cómo, desde la lógica confesional, el necesario vínculo
conyugal resulta subsumido en brevísima síntesis afectiva donde se engloban hijos y
amigos, recorte que, por lo demás, resulta muy menor si se atiende a todos los otros
detalles que de su cotidianeidad se nos brinda. Esposa e hijos –que en verdad es uno
solo– suenan a fórmula hecha, a requisito cumplido, y no dejamos de advertir cómo, por
el contexto de la propia presentación, estos vínculos parecen contaminarse por la
posesividad. 26
Ella y esa prole que no lo conforma –según se le hará saber al lector a continuación–
son algo más que se tiene y que merece integrarse en la enumeración exhaustiva de
todos los índices de predicación de su persona. Don Diego de la Miranda –siente el
lector que consume el pasaje– no está compartiendo ante el desconocido don Quijote
qué lo hace feliz, sino quién es él. Y en esa identidad, ser y tener se fusionan.
24. Reténgase que la otra gran obsesión que se motoriza a propósito del encuentro atañe a la
gama cromática de su indumentaria pues al haberse explicitado que su gabán es verde un
espectro de muy diversas lecturas han condicionado la validez de sus asertos al valor recto o
alegórico del color ya que –como se recordará– muchos sostienen que el verde es el color de la
locura y, por tal razón, el contrapunto de personajes se transforma en espejamiento.
25. Redondo (1998) realiza un diagnóstico del contrapunto opositivo sobre el valor de esta
figura en el texto. Inscribe, dentro de un eje de valoración positiva, las perspectivas de Bataillon
(1966), Sánchez (1961-1962), Casalduero (1970) y Riquer (1960). En el punto polar opuesto
destaca las intervenciones de Castro (1966 y1967), Márquez Villanueva (1975), Percas de
Ponseti (1975) y Moner (1986).
26. Sería bastante notorio que don Diego no organiza su relato desde el afecto sino, antes bien,
desde los protocolos enunciativos de una narración familiar en proceso. Dispositivo elocutivo
cuya valoración pende, explícitamente, de una serie de hitos enunciables cuya valoración se ve
regulada por el consenso comunitario. Don Diego no podría haber inventado una presentación
sui generis de la propia familia porque la familia, en tanto reguladora de los vínculos sociales
entre las gentes, sabe gestarse las propias condiciones de enunciación valiosa. Estar casado y
tener hijos –claro está– son pasos a observar para ser alguien en sociedad.
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Mas no carguemos las tintas en la religiosidad de don Diego, a propósito de los
dispositivos minorizantes de la esposa con su consecuente propensión a la
invisibilización, puesto que, en definitiva, la réplica de don Quijote –en nuestra
siguiente cita– confirma que no sólo el discurso de la fe carece de apropiadas palabras
para ella:
Preguntóle don Quijote que cuántos hijos tenía, y díjole que una de las cosas en que
ponían el sumo bien los antiguos filósofos, que carecieron del verdadero conocimiento
de Dios, fue en los bienes de la naturaleza, en los de la fortuna, en tener muchos amigos
y en tener muchos y buenos hijos.
-Yo, señor don Quijote –respondió el hidalgo–, tengo un hijo que, a no tenerle, quizá me
juzgara por más dichoso de lo que soy; y no porque él sea malo, sino porque no es tan
bueno como yo quisiera. Será de edad de diez y ocho años; los seis ha estado en
Salamanca, aprendiendo las lenguas latina y griega; y cuando quise que pasase a
estudiar otras ciencias, halléle tan embebido en la de la poesía si es que se puede llamar
ciencia, que no es posible hacerle arrostrar la de las leyes, que yo quisiera que estudiara,
ni de la reina de todas, la teología. Quisiera yo que fuera corona de su linaje, pues
vivimos en siglo donde nuestros reyes premian altamente las virtuosas y buenas letras,
porque letras sin virtud son perlas en el muladar (II, 16, 529).
Don Quijote parece no considerar oportuno celebrar que el del Verde Gabán tenga
esposa porque, quizás, como el texto lo indica, la filosofía y los saberes profanos no han
considerado necesario ocuparse de ellas. Y este desajuste en lo celebrable parece no
incomodar al viajero casado.
Es más, es interesante enfatizar que el aplanamiento de la esposa –con todos los
potenciales discursos de disconformidad o conformidad que pudieren imaginarse– tensa
una muy sugestiva potenciación del hijo, ahora único. Su descendencia no quiere
consagrar su vida, quizás como él mismo lo ha hecho, a las disciplinas que fungen el
rostro masculino del deber ser: el derecho y la teología –planos seglares y confesionales
del ser en sociedad– y deviene potencialmente réprobo por su propensión a la poesía,
que no a las ciencias que rigen el mundo. 27
Don Diego, además, confirmaría su desapego afectivo por los otros integrantes de su
familia en la naturalidad con que juzga el abandono por seis años, so pretexto de su
esmerada formación en Salamanca, y en el malestar resultante de la traición a su
horizonte de expectativas. Punto respecto del cual se podría ahondar más, si, por caso,
se indagara en todas las tradiciones narrativas que resignifican los evidentes desvíos de
los hijos en las ciudades universitarias. Su hijo no lo enfada por haber sucumbido a la
27. El motivo del vástago que desoye los mandatos de formación parental suele ser un recurso
usualmente empleado por la ficción cervantina para perfilar protagonismos juveniles y
masculinos. El ejemplo más logrado lo constituye la dupla protagónica de La ilustre fregona. Mas
lo realmente notorio y digno de señalamiento es que la traición, en estos casos, se ve valorizada
porque los hijos se consagran, desoyendo el plan parental, a viriles y eróticas aventuras. Y por
eso mismo, en definitiva, terminan siendo perdonados. No se habrán graduado, pero terminarán
casándose. El grado de confinamiento y ensimismamiento que explicita la dedicación a las artes
del hijo de don Diego funge en el desencanto del progenitor como posible indicio de una
masculinidad en entredicho. La posición de clausura del hijo no difiere, en la práctica, del
confinamiento preconizado por los manuales para el segundo sexo.
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vida prostibular, 28 por haber dilapidado su fortuna o por haber malgastado el tiempo
pedagógico. Nada de eso parece haber ingresado en su coordenada mental, y su
insistencia en este desvío menor permite entrever que, con seguridad, está muy seguro
de los valores inoculados en la crianza doméstica.
Más lo realmente llamativo, en este diálogo en el cual doña Cristina queda en
penumbras, es que el padre traslade a su hijo una expectativa metafórica usualmente
empleada para celebrar a las buenas consortes: “ser corona de”. Una buena esposa es
corona del matrimonio y este desvío metafórico, desplazado al concepto de linaje, nos
conduce a repensar si, en definitiva, esa ilusión todavía distante para el del Verde Gabán
no encubre el anhelo de lograr trocar en el hijo algo que, quizás, atribuya al influjo
imprevisto de quien no merece tal consagración metafórica: la esposa.
Y es por demás sintomático que los siguientes tres parlamentos –todos ellos en boca de
don Quijote– extremen, aún más, el perfil problemático de la consorte respecto de la
cual parecería pesar una suerte de damnatio discursiva al cuadrado. Ella no hablará,
pero tampoco se habla de ella de un modo directo. En el primero de nuestros ejemplos
se sostiene:
Los hijos, señor, son pedazos de las entrañas de sus padres, y así se han de querer, o
buenos o males que sean, como se quieren las almas nos dan vida; a los padres toca el
encaminarlos desde pequeños por los pasos de la virtud, de la buena crianza y de las
buenas y cristianas costumbres, para que cuando grandes sean báculo de la vejez de sus
padres y gloria de su posteridad (II, 16, 529-530).
No asombra tanto que don Quijote sostenga que la descendencia se explica por un
genérico “padres” que fusiona a don Diego y a Cristina –no dice, claro está, “del padre y
de la madre”– cuanto, por el contrario, que la alabanza potencie, en sintonía con el
plural masculino (“padres”), la dimensión material y corpórea de esa primogenitura que
se revela como extensión mensurable físicamente.
Pues aún cuando se acepte que la noción de que los hijos son “pedazos de las entrañas”
se explica por la voluntad expresiva de extremar una coordenada emotiva
supuestamente presente en toda madre y todo padre, no puede negarse, con todo, que
resulta difícil no percatarse de que el feto materno es, sustantivamente, un pedazo de las
entrañas de la esposa. 29
Y es al amparo de esta materialización y corporalización de la hembra –opuestas según
los saberes fisiológicos y científicos de entonces a la entronización de la espiritualidad
como legado de la contraparte masculina– que adquieren entidad las siguientes dos
menciones:
En resolución, todos los poetas antiguos escribieron en la lengua que mamaron en la
28. El ambiente estudiantil desregulado de quienes, en cambio, concurren a las aulas
universitarias a formarse, opera en la ambientación de la dudosa novela La tía fingida, cuya
atribución cervantina sigue siendo motivo de disputa (Vila, 2014).
29. Desde este eje exegético, entonces, se advertiría una invasión simbólica del presunto confín
de soberanía minoritaria de las hembras, con lo cual, a las claras, se neutraliza aún más la valía
de la consorte. No es que ella pueda ser percibida como la garante física de lo que el hijo es hoy
día puesto que, según la expresión, es materia de los progenitores –con un masculino no
marcado.
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leche, y no fueron a buscar las extranjeras para declarar la alteza de sus conceptos (II,
16, 530).
Pero vuestro hijo a lo que yo señor, imagino, no debe de estar mal con la poesía de
romance, sino con los poetas que son meros romancistas, sin saber otras lenguas ni otras
ciencias que adornen y despierten y ayuden a su natural impulso, y aun en esto puede
haber yerro; porque según es opinión verdadera, el poeta nace; quieren decir que del
vientre de su madre el poeta natural sale poeta; y con aquella inclinación que le dio el
cielo, sin más estudio ni artificio, compone cosas, que hace verdadero al que dijo: “est
Deus in nobis”, etcétera (II, 16, 530).
Que toda lengua nacional resulte celebrada por la llaneza y facilidad de su empleo según
se haya aprendido desde la más tierna infancia es, a las claras, el sentido básico de este
encomio de la escritura en romance. Más no debe desatenderse que según los manuales
de educación femenina el problema de la lactancia materna es, en sí mismo, un debate
álgido y central de estos moralistas por cuanto se creía, entonces, que la leche era sangre
cocida del organismo femenino y que, lógicamente, debía pesar una vigilancia adecuada
sobre los pechos nutricios. Pues el debate de la lactancia es una polémica sanguínea, con
todo lo que entraña esta definición en el Siglo de Oro español, y es también una
controversia sobre la inoculación indolente e incontrolable de vicios y virtudes.
Quizás, por todo ello, no sea extremado inferir que don Diego crea que el problema de
la inclinación poética del malogrado vástago se deba a un influjo nocivo de la madre,
ese par de pechos que completó su formación humana. Por cuanto, además, en el afán
de imponer la práctica del amamantamiento maternal en ciertos sectores, algunos
escritores de manuales de educación sostuvieron que la gestación del infante reconocía
dos tiempos. Una primera etapa intrauterina en la cual la simiente espiritual del padre
modelaba la materia de la madre y, en segunda instancia, una secuencia extrauterina que
debía percibirse como obligatoria para toda productora de descendencia que se preciase
de tal puesto que al ofrecer los propios pechos al lactante completaban la tarea hecha a
medias. 30
Y si se dudara de esta inferencia, debería explicarse la solidaridad semiológica que
confiere el otro parlamento cuando, para desarrollar la tesitura poética del furor
artístico, se certifica que los poetas han sido paridos así.
Don Quijote, quizás sin ser consciente de ello, ha emprendido un viaje simbólico al
útero materno de la esposa de don Diego, el recóndito antro anatómico del cual el hijo
no ha salido doctor en leyes ni teólogo, sino poeta. Y si el poeta se predica inhabitado
por un Dios misterioso que ordena la vocación artística, no es arriesgado señalar que la
corporalización de la inspiración artística se espeja en la degradante gestación femenina.
El hijo del caballero del Verde Gabán, al ser poeta, se ha asemejado a la propia madre.
Pues como ella –y no como su padre– está llamado a la femenina posición del
30. Si la madre rehusaba ocuparse de la nutrición infantil algunos llegaban a considerar, con el
correr de los años, que se alentaban descendencias bastardas porque la leche provenía no de la
legítima consorte sino de una figura extraña al matrimonio. Y esta argumentación de sesgo
jurídico era empleada, a posteriori, para interpretar por qué una hija podía haber sido enfermiza
o un descendiente cruel. Pues se infería que estos déficits orgánicos y morales ya estaban
presentes en la leche de segunda calidad que se les había brindado.
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alumbramiento.
Y si se dudara de esta feminización de la praxis artística por la ecuación de los partos
del entendimiento, vienen a cuento las palabras de alabanza que nuestro caballero
dedicará al celebrado poeta:
sólo me contento con advertirle a vuesa merced que siendo poeta, podrá ser famoso si se
guía más por el parecer ajeno que por el propio; porque no hay padre ni madre a quien
sus hijos les parezcan feos, y en los que lo son del entendimiento corre más este engaño
(II, 18, 546).
Que el ominoso silencio que pesa sobre doña Cristina cuando aún no se la conoce
personalmente pueda entenderse entrecortado por todas estas secuencias en las cuales lo
materno y la diferencia femenina parecen jugar un rol decisivo en el hilván de fobias y
desencantos del marido respecto de su descendencia es dato que no debe infravalorarse.
Y es de notarse también cómo otra afirmación de don Quijote –cuando defiende la
existencia y el ejercicio caballeresco ante el asombrado compañero de viaje– termina de
recortar el supuesto de que el único autorizado a opinar de una casada no es otro que su
legítimo propietario.
Pues si el ser caballero se legitima en el socorro de una viuda o en el asedio galante de
una doncella, natural parecería ser que el límite de este necesario servicio batallador
resulte ser el de las casadas:
Mejor parece, digo, un caballero andante socorriendo a una viuda en algún despoblado
que un cortesano caballero requebrando a una doncella en las ciudades. Todos los
caballeros tienen su particulares ejercicios: sirva a las damas el cortesano, autorice la
corte de su rey con libreas, sustente los caballeros pobres con el espléndido plato de su
mesa, concierte justas, mantenga torneos, y muéstrese grande, liberal y magnífico, y
buen cristiano sobre todo, y desta manera cumplirá con sus precisas obligaciones (II, 17,
538).
Frente a este inequívoco proceso de legitimación de una segregación en proceso, las
escenas en que doña Cristina finalmente aparece en el texto no podían ser más
elocuentes respecto del eje de análisis que venimos postulando. Pues ciertas
coincidencias terminan reforzándose:
¡Oh tobosescas tinajas, que me habéis traído a la memoria la dulce prenda de mi mayor
amargura!
Oyóle decir esto el estudiante poeta hijo de don Diego, que con su madre había salido a
recebirle, y madre e hijo quedaron suspensos de ver la estraña figura de don Quijote, el
cual, apeándose de Rocinante, fue con mucha cortesía a pedirle las manos para
besárselas, y don Diego dijo:
-Recebid, señora, con vuestro solito agrado al señor don Quijote de la Mancha, que es el
que tenéis delante, andante caballero y el más valiente y el más discreto que tiene el
mundo.
La señora, que doña Cristina se llamaba, le recibió con muestras de mucho amor y de
mucha cortesía, y don Quijote se le ofreció con asaz de discretas y comedidas razones
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(II, 18, 540).
-¿Quién diremos, señor, que es este caballero que vuesa merced nos ha traído a casa?
Que el nombre, la figura, y el decir que es caballero andante, a mí y a mí madre nos
tiene suspensos (II, 18, 541).
En primer lugar, debe enfatizarse cómo las apariciones y el recuerdo de la existencia de
la esposa se configuran, siempre, en contextos de fusión con el hijo. 31 Juntos salen a
recibir a los recién venidos, juntos, también, comparten sus impresiones afectivas y
primeras intuiciones.
Mas lo que más asombra es que se certifique esta indisoluble correspondencia espiritual
desde la predicación de análogas pasiones: la suspensión los hermana y los fusiona. Lo
propio de la masculinidad parecería estar en entredicho. El vástago no puede dominar y
reticular el mundo que lo rodea predicando certezas. Se reconoce limitado por la
incertidumbre y un balbuceo conceptual y lógico que obsta a que predique –como de él
se espera– seguridades. No puede, como el jurista que ha decidido no ser, dictaminar
sobre la naturaleza psíquica del peculiar visitante.
Y no puede pasarse por alto que si bien la suspensión se podría entender como pasión
lógica de la mujer –evoquemos los arrobamientos ante lo inefable de Santa Teresa,
parangón muy a cuento en hogar tan devoto–, no parece muy atinado que análogas
sensaciones ordenen el proceder de la promesa masculina de la familia.
Máxime si, por otra parte, puede comprenderse que, por ello mismo, el universo del
discurso se represente como propiedad masculina en tal confín y que, además, en
función de su ubicuo y ajustado empleo se logran ordenar las pasiones de las
contrapartes débiles y femeninas. ¿O acaso no hemos visto como don Diego informa a
la silente y suspensa Cristina que debe recibir al invitado con su “solito agrado”? 32
Que doña Cristina padece una existencia de disciplinado sojuzgamiento, confinada al
silencio y a la neutralización de su figura, parece encontrar hasta en la voz del narrador
una predispuesta complicidad:
Aquí pinta el autor todas las circunstancias de la casa de don Diego, pintándonos en
31. La fusión materno-filial dista mucho de ser una variable de valorización de la consorte puesto
que no debe enfocarse este dato desde una perspectiva anacrónica cual sería la idealización
romántica de esta función femenina típica del siglo XIX, cuando se procuró cifrar un destino
valioso privado y consolatorio de otras múltiples exclusiones públicas que estaban siendo
cuestionadas socialmente por los incipientes movimientos feministas. En el Siglo de Oro se
entendía que una parturienta debía reasumir, cuanto antes, sus obligaciones inexcusables para
con el marido. La esposa debía recuperar las escalas valorativas domésticas previas al parto. Y
esto es interpretable, también, porque los discursos sobre la infancia no se habían legitimado.
Los niños sólo recuperaban una parte del interés de los mayores del hogar cuando comenzaban a
hablar o debían ser instruidos. Y en estos contextos, además, eran percibidos como adultos
pequeños, no en función de un estatuto diferencial. Por todo ello, entonces, es que la unión de
madre e hijo encubre un claro señalamiento de un desvío cultural.
32. El agrado de la esposa no es testimonio de un efecto genuino sino, ante todo, un proceder
perfectamente esperable ante las decisiones inconsultas del consorte que impactan, de lleno, en
la armonía doméstica. Doña Cristina –le indica el marido– debe estar tan contenta y agradecida
con la visita como él le ha enseñado a sentir ante lo que él resuelve sin considerarla y sin
dignarse a pensar si, eventualmente, concordará con él. Al fin de cuentas es misión de la esposa
la obediencia.
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ellas lo que contiene una casa de un caballero labrador y rico; pero al traductor desta
historia le pareció pasar estas y otras semejantes menudencias en silencio, porque no
venían bien con el propósito principal de la historia, la cual más tiene su fuerza en la
verdad que en las frías digresiones (II, 18, 540).
Lo que se calle –debería entender el lector de la fábula– son “menudencias”. Y entre
éstas, claro está, los discursos directos que en algún momento la madre habrá emitido a
lo largo de los cuatro días. Discursos que, por otra parte, debería imaginar el lector
como extraviados en enigmático no-lugar, ya que no están destinados a ingresar al orden
simbólico de la memorialización ficcional.
Punto en torno al cual, por otro lado, no puede ignorarse la complacencia del mismo
protagonista –legible en la expresión “maravilloso silencio”– cuando, por caso, se nos
refiere su inusual agrado por un tipo de cohabitación doméstica que tiene más de
monasterio de cartujos que de igualitario cónclave doméstico familiar:
Fuéronse a comer, y la comida fue tal como don Diego había dicho en el camino que la
solía dar a sus convidados: limpia, abundante y sabrosa; pero de lo que más se contentó
don Quijote fue del maravilloso silencio que en toda la casa había, que semejaba un
monasterio de cartujos. Levantados, pues, los manteles, y dadas gracias a Dios y agua a
las manos, don Quijote pidió ahincadamente a don Lorenzo dijese los versos de la justa
literaria; a lo que él respondió que por no parecer de aquellos poetas que cuando les
ruegan digan sus versos los niegan y cuando no se los piden los vomitan:
-Yo diré mi glosa, de la cual no espero premio alguno, que sólo por ejercitar el ingenio
la he hecho (II, 18, 543).
Y si lo propio de la buena y fiel esposa es el silencio y la obediencia conyugal –todo
ello en perfecta consonancia con la ideología religiosa presente en la manualística– un
valor muy diverso adquieren los pasajes que indicamos a continuación, puesto que a
partir de la naturalización del necesario callar, muy normal se torna que el perfilado
diferencial de la individualidad femenina así sojuzgada se edifique en la voluntad
testimonial de demostrar que sabe y puede atender a los invitados del marido como el
mundo y los escritos masculinos alientan que suceda:
Con los referidos atavíos y con gentil donaire y gallardía, salió don Quijote a otra sala
donde el estudiante le estaba esperando para entretenerle en tanto que las mesas se
ponían que por la venida de tan noble huésped quería la señora doña Cristina mostrar
que sabía y podía regalar a los que a su casa llegasen (II, 18, 541).
Cuatro días estuvo don Quijote regaladísimo en la casa de don Diego, al cabo de los
cuales le pidió licencia para irse, diciéndole que le agradecía la merced y buen
tratamiento que en su casa había recebido (II, 18, 546).
Y si insistimos en la representación de una gustosa vocación doméstica signada por el
hacer para los propios hombres y por la voluntad de atenderlos y cuidarlos, ello se debe,
entre otras razones, a un dato no clarificado por la puntual prosa de Cide Hamete: el
hecho de que no se dice, en ningún momento, que la sufrida y callada esposa del
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hidalgo de aldea tenga a sus disposición otras mujeres que la asistan.
Detalle éste de capital importancia porque, tras el perfilado socioeconómico holgado del
esposo y los miembros familiares, se habrían legitimado las expectativas lectoras de que
en ciertas labores hogareñas doña Cristina pudiese resultar asistida como las otras
casadas estamentalmente preeminentes. Ya que el dinero aflojaba los imperativos
laborales y legitimaba regulaciones deónticas de los sujetos femeninos.
Por eso se comprende que la inferencia del desamparo productivo de la esposa se vea
reconfirmada, también, en la asimétrica jerarquización de necesidades y pasatiempos
que el marido reconoce como constitutivos de su coyuntura existencial. Puesto que él
puede dedicarse a la casa, al cultivo de relaciones amistosas, a recibir en el hogar, a leer
libros, a sufrir por los disgustos que las elecciones del hijo poeta le suscitan porque, al
fin de cuentas, sabe disciplinada a doña Cristina en la observancia neurótica de rituales,
horarios y naturales obligaciones.
Los protocolos de normalización del hogar cristiano –básicamente la obediencia
absoluta e irreflexiva al hombre y la vocación de silencio sólo alterable cuando la
manda masculina así lo autoriza– parecerían clausurar la representación de este subtipo
femenino de casada desde una óptica básicamente testimonial y sistémica.
Su figuración potencia la consideración de otro confín existencial clausurado para el
protagonista, dado que si el consorte puede ser el reflejo de la sanidad mental en él
carente, doña Cristina obra el recordatorio de los enlaces matrimoniales que no
engalanaron el pasado abyecto de Alonso Quijano.
Por todo lo cual, también, se vuelve lícito conjeturar hasta qué punto las
particularidades eróticas de la ensoñación caballeresca del protagonista no deban
explicarse por la omnipresencia naturalizada –el triunfo de los manuales– de un tipo de
contrato matrimonial. Uno que normaliza la cohesión de las células sociales en
modélicas familias siempre y cuando se acepte que amor y matrimonio son dos materias
bien diversas. 33
Mas no debe desatenderse, con todo, el equívoco cierre del pasaje:
De nuevo se admiraron padre e hijo de las entremetidas razones de don Quijote, ya
discretas y ya disparatadas, y del tema y tesón que llevaba de acudir de todo en todo a la
busca de sus desventuradas aventuras, que las tenía por fin y blanco de sus deseos.
Reiteráronse los ofrecimientos y comedimientos, y con la buena licencia de la señora
del castillo, don Quijote y Sancho, sobre Rocinante y el rucio, se partieron (II, 18, 546).
Puesto que si bien es cierto que el agrado y la armonía se explicitan como sentimientos
definitorios de la estancia en la aldea, no puede silenciarse la presumible censura –
ahogada en el silencio como tantas otras palabras de la esposa en la secuencia bajo
análisis– que se sigue del único equívoco del hidalgo en el hogar del Caballero del
Verde Gabán.
Ya que al hacerse presente la confusión perceptiva hasta ahora ausente y dominante en
otros contextos –básicamente la Primera Parte de la novela– el lector resulta expuesto a
33. Recuérdese, por lo demás, que ante la polarización amor-matrimonio se habían consolidado
convenciones culturales férreas que nominaban los lícitos márgenes de realización sexual y
erótica de los individuos en sendos confines –dentro y fuera del matrimonio. Consúltese, para
ello, Brown (1983), Sennett (1997) y Vázquez García, F. y Moreno Mengíbar, A. (1997).
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Dossier: Cervantes / 27
Doña Cristina: en torno a los silencios y enigmas de la mujer casada en el Quijote | Juan Diego Vila [pp. 7-32]
ISSN 2314-3894
una evidencia insoslayable: el hecho de que las metamorfosis construidas por la
imaginación del hidalgo se ordenan siempre en función de un parangón reparador. Las
putas son princesas, la venta humilde es castillo, y aquí la feliz –o sufrida– esposa
deviene, sólo ella, “señora del castillo”.
Mutación que, lejos de ser casual, nos gusta interpretar en consonancia con la estética
que signa la crónica de Cide Hamete, fabulación respecto de la cual reclama tantos
elogios por lo dicho como por lo que ha dejado de decir.
Doña Cristina, su entidad y su insondable coyuntura doméstica, bien puede ser acabado
ejemplo de esas parcelas de lo real respecto de las cuales lo mejor era callar. O, si se
prefiere, hablar entre líneas, como cuando se es plenamente consciente de que la propia
perspectiva se sabe contraria a la dominante general que la ficción busca impugnar.
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Juan Diego Vila
Se doctoró por la Universidad de Buenos Aires con la tesis “La locura de la dama:
Asedios a la cuestión femenina en el Quijote”. Es Profesor Titular Regular de Literatura
Española II de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires e
investigador del Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”
donde dirige equipos de investigación, becas y proyectos doctorales de jóvenes
graduados. Es autor de Peregrinar hacia la dama. El erotismo como programa
narrativo del ‘Quijote’ (Reichemberger, Kassel, 2008) y ha sido coeditor responsable de
numerosos volúmenes consagrados a Cervantes en Editorial Eudeba: Para leer a
Cervantes y Para leer el ‘Quijote’, junto a Alicia Parodi, El ‘Quijote’ en Buenos Aires,
con Parodi y D’Onofrio, Lecturas de “El Quijote”: investigaciones, debates y
homenajes, con Romanos y González Gandiaga y, recientemente, ha editado El
‘Quijote’ desde su contexto cultural. Junto a Burgos Acosta preparó la edición de Isaías
Lerner. Obra cervantina completa publicada por Editorial Azul y la Universidad de
Alcalá de Henares. Entre sus publicaciones no-cervantinas pueden señalarse Lo
converso: orden imaginario y realidad en la cultura española (siglos XIV y XVII),
coedición con Fine y Guillemont en Iberoamericana-Vervuert, y además, con esta
última, Para leer el ‘Guzmán de Alfarache’ y otros textos de Mateo Alemán.
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exlibris #5 (2016)
Dossier: Cervantes / 32
La atracción femenina: poder, peligro y ejemplo | Julia D’Onofrio [pp. 33-50]
ISSN 2314-3894
La atracción femenina: poder, peligro y ejemplo. El
caso de las doncellas cervantinas
Julia D’Onofrio
Universidad de Buenos Aires
Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”
CONICET
Universidad Nacional de General Sarmiento
juliadonofrio@gmail.com
Resumen
Cierta crítica simplificadora supone un carácter pasivo y convencional en las protagonistas
femeninas de las Novelas ejemplares. El presente trabajo busca contradecir esa visión resaltando
la importancia y la peculiaridad que el poder femenino adquiere en las ficciones cervantinas.
Palabras clave
Cervantes; mujeres; poder; atracción; poesía
Abstract
Certain simplifying criticism supposes a passive and conventional personality in the female
heroines of the Novelas Ejemplares. This paper seeks to contradict that outlook, highlighting the
importance and the distinctiveness that feminine power acquires in Cervantine fiction.
Keywords
Cervantes; women; power; attraction; poetry
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exlibris #5 (2016)
Dossier: Cervantes / 33
La atracción femenina: poder, peligro y ejemplo | Julia D’Onofrio [pp. 33-50]
ISSN 2314-3894
Desde muchas lecturas modernas suele destacarse el papel pasivo, convencional y hasta
enervantemente dócil de las protagonistas de las Novelas ejemplares. Ésta, sin embargo,
parece ser una mirada simplificadora que no presta la debida atención al peculiar
carácter que el poder femenino adquiere en las ficciones cervantinas. Y es por eso que
interesa reflexionar sobre la manera en que Cervantes noveliza el lugar común de
bellezas que admiran y enamoran, en especial su representación de mujeres que,
mediante una fuerza de atracción, al mismo tiempo perturbadora y ejemplar, se
convierten en el centro y motor de la acción. Esta función se hace especialmente
evidente en las doncellas protagonistas de La gitanilla, La española inglesa, El amante
liberal y La ilustre fregona.
Si nos adentramos en las representaciones femeninas de la época de Cervantes, como
nos invita a hacerlo el estudio de Mariló Vigil (1986), comprobaremos una paradoja
interesante y reveladora. La idea básica tanto de los discursos más misóginos como del
de los defensores de una relativamente mayor dignidad femenina –como la de los
humanistas cristianos– es que la mujer es un ser débil, mudable y naturalmente puesto al
servicio del hombre. Sirvan de ejemplo de este lugar común las palabras del gran
humanista Juan Luis Vives que aconseja a los hombres en Los deberes del marido
(1528) recordándoles las debilidades femeninas:
Demás de esto, será razón que consideres que el sexo femenino es de suyo débil y flaco,
con un semillero de males en su parte física y con alborotos y tempestades en su parte
moral. ¡Qué molestia la de todos los meses cuando se purga aquella especie de sentina
que es el útero! ¡Qué ascos le ocasiona el preñado! ¡Qué peligros los del parto y los del
puerperio, de los cuales salen quebrantadas! ¡A cuántos azares y riesgos están
expuestas, hasta el punto de parecer milagro puro el que haya alguna que viva y esté
sana! Y todo el restante discurso de su vida, ¿qué es sino un continuo servicio del
hombre? De doncellas sirven a sus padres; de casadas sirven al marido; de madre sirven
a sus hijos. Y puesto que tienen menos reciedumbre y fuerza en su alma, su juicio es
más débil y su instrucción más limitada y están menos enseñadas por la práctica y por la
experiencia. ¿Quién tendrá el pecho tan de pedernal que no se compadezca de ese ser y
condición? Así que se ha de condescender con ellas en muchas cosas, y el más fuerte,
que es el hombre, ha de soportar generosamente una criatura que es de sí tan flaca
(Vives, Obras completas, tomo I, p. 1340).
Entre estas debilidades de las mujeres, la lubricidad ocupaba un lugar central. Como se
consideraba que las mujeres estaban más dominadas por la carne y menos por la razón y
el espíritu, ellas sucumbían más fácilmente que los hombres a los placeres sensuales; así
pues, la propensión a la lujuria era vista como una característica especialmente
femenina (Vigil, 1986: 14). Esta diferencia “esencial” de la mujer abre las puertas para
entender la paradoja de la representación femenina, porque toda debilidad se desvanece
cuando se considera a las mujeres como seres sensuales: es aquí donde la mujer deja de
ser dominada para pasar a ser dominadora de los hombres que sucumben a sus encantos.
Dice Mariló Vigil:
De acuerdo con la cosmovisión masculina, el poder de ellas radica en que “naturalmente
apetecen los hombres con grande ansia a las mujeres” [en palabras de Juan de Zabaleta,
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Dossier: Cervantes / 34
La atracción femenina: poder, peligro y ejemplo | Julia D’Onofrio [pp. 33-50]
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Días de fiesta por la mañana, siglo XVII]. Las mujeres han sido consideradas como las
más dominadoras, a la vez que más dominadas, por el erotismo y por el sexo. Se cree
que hay que evitar que ellas puedan alzarse mediante el atractivo de sus recursos
sexuales con el mando social; lo cual, se piensa, es lo que en el fondo todas pretenden.
La mujer aparece ante el hombre como un ser peligroso, ya que ha sido instituida como
principio diferencial; se teme que ella busque –y consiga– ejercer poder sobre él. En
consecuencia, las mujeres tienen que ser dominadas si no se quiere ser dominado por
ellas (43-44).
Dado que el deseo femenino no solía ser el centro de atención, las normas más
aceptadas de la cultura del Barroco presentan a la mujer únicamente como objeto de
deseo, rara vez como sujeto deseante. 1 Y, por lo tanto, es así que la mujer puede
constituirse en figura que representa el polo irresistible del deseo; es decir, la mujer
como paradigma de la tentación y de la fuerza de atracción que turba los ánimos. La
belleza y la aparentemente enorme capacidad de las mujeres para valerse de artificios
podían ser armas muy temidas (además del “enigma” siempre amenazante de las
naturales transformaciones de sus cuerpos).
La emblemática, como género que recupera una gran cantidad de los saberes y creencias
más autorizados de la época, resulta un punto de comparación especialmente rico para
descubrir los estereotipos femeninos más divulgados en la época de Cervantes. 2 Son
especialmente reveladores dos emblemas de los hermanos Juan Horozco y Sebastián de
Covarrubias. 3 Ambos, para hablar de los peligros de la sensualidad y los pecados de la
carne, se valen de la imagen de la sirena, símbolo conocido de la atracción engañadora
(cf. Egido, 2000). La parte femenina es la que atrae, la parte marina es señal del engaño
nocivo.
1. Donde aparecen mujeres que son sujeto de deseo es en las representaciones culturales que se
presentan como “desviaciones” de la norma, como la celestinesca y la picaresca femenina.
2. Dediqué una parte importante de mi tesis a estudiar el rol de la emblemática en la cultura
simbólica del Siglo de Oro (D’Onofrio, en prensa). Una sucinta pero completa mirada sobre el
estudio de la emblemática se puede ver ahora en Graham (2015). Un estudio clásico pero aún
vigente es el de Egido (1990). Sobre la emblemática española véase también Bernat Vistarini y
Cull (2008) y Rodríguez de la Flor (1995: 22-78).
3. Como nos lo hace ver Gloria Bossé-Truche en su relevamiento de las colecciones de emblemas
españolas (2007).
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La atracción femenina: poder, peligro y ejemplo | Julia D’Onofrio [pp. 33-50]
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Ilustración 1 - Horozco, Emblemas morales, 1589, II, 30
Ilustración 2 - Covarrubias, Emblemas morales 1610, I, 94
El emblema de Horozco no tiene mote o inscriptio, la imagen muestra a una sirena de
rostro hermoso y cola de pez que se asoma por el agua tocando un instrumento de
cuerdas; el epigrama dice:
Comienza el vicio siempre con blandura
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La atracción femenina: poder, peligro y ejemplo | Julia D’Onofrio [pp. 33-50]
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Prometiendo contento y, admitido,
Cumple con dar disgusto y amargura
Quedando en todo falso y fementido.
O canto de serena [sic] y hermosura
Que al cabo eres un monstruo tan temido.
Cuán seguro podrá estar de tu daño
Quien mirase tu fin con desengaño (Libro II, embl. 30).
En Covarrubias, la relación con la mujer y sus encantos es más evidente, pues dice en su
epigrama:
El vicio de la carne es una dama,
Del medio cuerpo arriba muy hermosa,
Del medio abajo, pez de dura escama
Horrenda, abominable y espantosa:
Con halagos os llama y con su llama
Abrasa y quema aquesta semidiosa,
Por tal tenida entre los carnales,
Princesa de las furias infernales (Cent. I, embl. 94).
Como analiza Gloria Bossé-Truche, en el primer verso no se da lugar a dudas: el pecado
de la carne es fundamentalmente femenino. La imagen de la sirena, además, resalta la
ambigüedad, la hipocresía y el engaño al que pueden llevar las apariencias hermosas de
las mujeres. Pero nos interesan especialmente los versos quinto y sexto que exponen la
cuestión de la atracción: “Con halagos os llama y con su llama / abrasa y quema aquesta
semidiosa”. Esta idea se resalta luego en la glosa o comentario en prosa del emblema
donde explica Covarrubias que utiliza a la sirena como figura de la ramera “que con
halagos, blanduras y suave canto atrae a sí los hombres y al fin, sacándolos de juicio y
sentido, los mata”. Así pues, la atracción de la mujer-sirena se funda en el artificio y la
persuasión maligna; señales todas de una puesta en acción para mover y atraer regida
por el engaño.
Por supuesto, en el extremo opuesto a estas visiones negativas de la mujer se encuentra
el ideal femenino avalado por la Iglesia y preconizado por los moralistas; sus rasgos
esenciales son la castidad o pureza, la firmeza y el silencio; características todas con las
cuales se intentan dominar las inclinaciones negativas de la mujer. De manera que las
inmundicias de su cuerpo-sentina y su natural inclinación a la lascivia, se contrarrestan
con buscar ser casta; la mutabilidad de su espíritu caprichoso, con el intento de la
estabilidad y la firmeza; por último, el atractivo sensual que provoca junto a su
incontrolable deseo de llamar la atención, con el ejercicio de la quietud y el silencio
obediente.
Puesto que, tal como ya dijimos, la norma es considerar a las mujeres como más débiles
y prontas a caer en el pecado, los modelos de perfección femenina van a estar signados
necesariamente por la intervención sobrenatural y la excepcionalidad (como la
inmaculada concepción de María que tanto se difunde en aquellas épocas y aúna esas
dos cualidades) o por una lucha contra la propia naturaleza que en las mujeres deberá
ser todavía más fuerte que en el hombre. Un buen ejemplo de esto último es otro
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La atracción femenina: poder, peligro y ejemplo | Julia D’Onofrio [pp. 33-50]
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emblema de Covarrubias, que tiene como protagonista a la bíblica Judith. La inscriptio
o mote reza “Dux foemina facti” [La mujer dirige los acontecimientos], la imagen
muestra a una mujer con una espada en una mano y una cabeza cortada en la otra, el
epigrama dice:
Sujeta es la mujer a su cabeza
Que es el varón, pero con todo eso
A veces el valor y fortaleza
Se halla en ella, con notable exceso.
Y en su corto saber, maduro seso.
Ejemplo entre las muchas que hay nos sea
La hermosa Judith, viuda hebrea (Cent. III, embl. 49, las itálicas son nuestras).
Ilustración 3 - Covarrubias, Emblemas morales 1610, III, 49
Las palabras que resaltamos son elocuentes de la excepción que presenta Covarrubias.
Por lo demás, no podemos olvidar que en la historia de Judith, como en la de tantas
otras mujeres ejemplares, el conflicto coloca a la protagonista en una situación de
atracción y seducción: recordemos que Judith seduce al general enemigo y cuando ha
ganado su confianza, lo degüella. De modo que incluso en estos casos se sigue
manteniendo la identificación entre la mujer y la “persuasión erótica en el sentido de
libidinal”.
Es evidente que el tipo ejemplar de mujeres que se representan en las Novelas
ejemplares no encaja en los parámetros de los moralistas y emblemistas; no nos
sorprende porque es evidente que la visión de todo novelista (y más aún de uno como
Cervantes) no es la misma que la de quien quiere impartir reglas de comportamiento. Y
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sin embargo, encontramos un emblema en la colección de Francisco de Villava que
plantea el papel y el poder de la doncella de una manera bastante original y que encaja
bien en el universo cervantino.
El emblema 47 del primer libro de Villava postula el ideal de conducta de la doncella
hermosa. En la imagen se representa la estatua de una joven bella, con un mote que dice
“Inmota movebo” [Inamovible, moveré].
Ilustración 4 - Villava, Empresas espirituales y morales, 1613, I, 47
Con el siguiente epigrama:
De la que dicen ser como una imagen
guarde bien de su honor la fortaleza,
pues no han de faltar locos que trabajen
por echar un borrón en su pureza.
Para este efecto, porque no la ultrajen,
ya que es tan propia imagen en belleza
tan firme esté y entera
que sea de mármol a quien es de cera (Villava, Empr. 47, “De la doncella”, f. 107 r.).
En las tres páginas de comentario, Villava habla del poder de atracción de la belleza y
de lo femenino, que puede ser como el de la piedra imán. Recuerda también con
insistencia la debilidad y blandura esencial de la mujer, pero reconoce que muchas
doncellas con la ayuda de la gracia divina pueden ser más firmes y duras que un
diamante. Y a partir de aquí desarrolla varias correspondencias entre los atributos de
una estatua o imagen y las actitudes que deben ser propias de una doncella, para
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terminar con la que conforma este preciso emblema:
Y últimamente cuando le digan o entienda que galanes andan como gavilanes para
cazarla, que pasean, se arden y se mueren, pues le dicen que es como una imagen, séalo
de bronce o mármol, como lo dice el magno Basilio, que moviéndose los que la miran
en semblantes varios, ya de tristeza, ya de alegría, ya de admiración, la imagen no se
mueve un punto. Viva figura de lo que ha de hacer la doncella, y que cuando anden mil
pensamientos levantados, se ha de quedar ella firmísima en el propósito de su
castidad… (Ibidem: f. 108 v.).
Podemos apreciar el lugar central que se le da en este emblema al poder de la mujer
sobre el hombre mediante la atracción –debidamente sublimada– que produce su
belleza. Al respecto, notemos que el epigrama alude al hombre como hecho de cera,
mientras la doncella casta es de mármol y que en la glosa, frente a los galanes-gavilanes
que se arden y se mueren e intentan a su vez seducir y persuadirla, la doncella queda
firme e incólume. No podemos dejar de ver aquí una clara inversión de las atribuciones
que eran comunes entre los dos sexos en aquella época: la mujer, voluble y gobernada
por la sensualidad, mientras que el hombre es constante y racional. 4
Más allá de que no pretendemos equiparar punto por punto las concepciones del
emblema con las que se dan en la ficción cervantina, no hay duda de que tal ideal de
doncella es el mismo que repercute en muchas de las Novelas ejemplares. Uno de los
casos más evidentes es el de Costanza en La ilustre fregona. En esta novela, un romance
central (“¿Dónde estás que no pareces / esfera de la hermosura?”) realiza una
identificación explícita entre la protagonista y las fuerzas que rigen y mueven el mundo;
la doncella es vista como la totalidad de las esferas celestes y se da a entender con ello
que consigue atraer y movilizar al universo entero por su belleza y virtud. Por eso entre
sus atributos se habla de la protagonista como “primer moble que arrebatas / tras sí
todas las venturas” (el primer motor inmóvil del sistema precopernicano): Costanza es
la que mueve y atrae a todos con su hermosura. 5
El primum mobile es una inteligencia angélica que movida por el amor divino comunica
su movimiento a las esferas inferiores. El efecto producido por este primer motor se
denominaba “rapto”: las demás esferas eran arrebatadas por la revolución ligerísima y
velocísima que en 24 horas les hacía dar una vuelta completa al mundo. 6 Interesa
destacar estos términos, ‘arrebatar’ y ‘rapto’ para hablar del movimiento de las esferas
celestiales porque nos permiten apreciar la correspondencia fundamental entre la
4. La obra de Villava no deja de tener también una fuerte tónica misógina. Así, en la tercera
parte de su colección, no se priva de comentarios de ese tenor, entre los cuales podemos
descubrir, al fin y al cabo, una notable consciencia del poder de la mujer. Así, por ejemplo, en el
capítulo doce “En que se prueba que muchos heresiarcas son seguidos de mujeres para introducir
sus errores”, vitupera a las mujeres justamente porque tienen el poder de atraer y convencer con
su belleza. Trae como ejemplo que generalmente a los herejes se los encontraba revueltos con
mujeres porque “las procuraban a porfía para que les ayudasen a sembrar sus errores y
disparates. Porque si la mujer es de buen talle y parecer, si profesa el espíritu y está tocada de
alguna herejía, ¿qué no persuadirá? pues mujeres con ser profanas y advenedizas hicieron
idolatrar al mayor sabio que fue ni habrá, que fue Salomón” (Libro III, f. 31 v.).
5. Analicé este romance con detenimiento en D’Onofrio, 2013a.
6. Más explicaciones en mi trabajo de 2013a. Un completo compendio de citas contemporáneas y
explicaciones de estas teorías en Green, 1969, II: 42-64.
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cosmología y la moral: el antropomorfismo del universo o lo cosmológico de la vida
humana para la mentalidad de una época de fuerte impronta simbólica, según la cual la
experiencia vital del hombre, su ética, su política y su espiritualidad son un reflejo de la
Naturaleza que a su vez será siempre interpretada a través de figuraciones
humanizadoras. El mundo es reflejo del hombre, así como el hombre y su sociedad son
reflejo del mundo. 7
Consideremos que arrebatar, además de significar “tomar alguna cosa con violencia y
con fuerza”, vale según, el Tesoro de la lengua castellana de Covarrubias, por
“trasponerse, elevarse en espíritu” (Covarrubias, s.v. ‘arrebatar’). En el Diccionario de
Autoridades de 1726 encontramos, entre otras, estas definiciones:
…elevar, embelesar, causar admiración y asombro, dejando a uno como pasmado y
absorto.
Significa también atraer, llevar y en cierto modo arrastrar a sí con blandura y suavidad
sin valerse de violencia y fuerza exterior; lo que con propiedad se dice de las cosas
internas y afectos humanos; como la hermosura arrebata las voluntades, la elocuencia
los entendimientos, etc. (S.v. ‘arrebatar’).
Apreciamos el sentido espiritual que tienen estos términos; esa idea de movimientos
afectivos e influencia en el alma que producen un salirse de sí mismo para alcanzar, en
el mejor de los casos, un bien más alto. Sabido es que la experiencia mística se explica
en términos de rapto y arrebatamiento, conocemos el tópico poético que hace al alma
del amante quedar arrebatado por las gracias de la amada; y también vemos en las
novelas cervantinas cómo las venturas y las vidas de tantos personajes masculinos ven
torcido su rumbo por los raptos amorosos. 8 Las cosas hermosas atraen el alma del
hombre, que se pone en movimiento para poder alcanzarla; ese mismo tipo de
movimiento es el que el primum mobile ocasiona en las demás esferas del orbe.
Como puede apreciarse, no poco poder se le reconoce entonces a Costanza en la novela
de La ilustre fregona. Y no se trata de una simple hipérbole poética, porque en verdad
vemos que es ella la que pone en funcionamiento la trama novelesca, como sucede
también con otras doncellas de la colección.
Hay que recordar, además, que en tal idea de atracción se nos presentan
correspondencias interesantes entre la retórica y el erotismo. El mover es una finalidad
de la retórica especialmente destacada en el Siglo de Oro; persuadir valiéndose de todo
tipo de recursos y mover los afectos del destinatario, supone siempre una forma de
atracción. Los fines pueden ser positivos o negativos, mover hacia el bien o hacia el
mal, pero el mecanismo en sí no cambia: convencer a alguien de algo es atraer su
voluntad hacia determinado pensamiento o acción. 9
7. Cf el estudio ya clásico de Rico El pequeño mundo del hombre. También desde una nueva
perspectiva R. de la Flor en numerosos trabajos, especialmente los contenidos en su volumen La
península metafísica.
8. Es evidente, además, que estamos frente a una atracción equiparable al deseo de lo Bueno, lo
Bello o la Verdad que define al eros platónico.
9. Puede verse el artículo ya citado de Egido (2000), también la parte de Maravall (1980) “Los
recursos de acción psicológica sobre la sociedad barroca”. Me interesé por estos asuntos en otros
trabajos (D’Onofrio, 2008, 2013b, 2014, 2016), algunos se encuentran reelaborados en
D’Onofrio, en prensa.
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Ese tipo de conexión con el poder de la palabra y, en definitiva, con el poder del arte y
la poesía, la encontramos de manera destacada en La gitanilla. Preciosa admira con su
belleza pero también con su canto, con su baile y con la sabiduría de sus palabras.
Además de los comentarios del narrador y de algunos personajes que expresan esta
admiración, los versos que el paje le dedica especialmente a la protagonista tematizan
esta cuestión y la ponen más de manifiesto, vemos aquí cómo se señala la distinción
entre belleza que arrebata (incluso que puede dar muerte) y la intención honesta de su
despliegue artístico:
Dices la buenaventura
y dasla mala contino,
que no van por un camino
tu intención y tu hermosura.
Porque en el peligro fuerte
de mirarte o contemplarte,
tu intención va a desculparte,
y tu hermosura a dar muerte (La gitanilla: 43). 10
Si bien se retoma la idea de la sensualidad que embruja las voluntades (como en la
figura de las sirenas), hay que señalar la salvedad que se establece entre las hechicerías
atribuidas a las gitanas y las que se le reconocen a Preciosa:
Dicen que son hechiceras
todas las de tu nación,
pero tus hechizos son
de más fuerzas y más veras
La cláusula adversativa (“pero tus hechizos son / de más fuerzas y más veras”) apunta a
una diferencia no sólo de potencia, sino también calidad, que incide en el plano ético.
Así, pues, el encantamiento y movimiento anímico que provoca Preciosa va más allá de
sus acciones; la voz poética reconoce que con todo o nada que ella haga despierta
admiración.
En sus fuerzas te adelantas,
pues bailando nos admiras,
y nos matas si nos miras,
y nos encantas si cantas.
De cien mil modos hechizas,
hables, calles, cantes, mires,
o te acerques, o retires,
el fuego de amor atizas.
Sin embargo, no deja de estar puesta de manifiesto de manera explícita la relación entre
la gitana y una seducción que embruja. En el soneto que el mismo paje poeta le dedica
más adelante, se vuelve al poder encantatorio y persuasivo de Preciosa. Su capacidad de
10. Cito todas las Novelas ejemplares por la edición de Jorge García López (2001).
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atraer y mover los ánimos del público aparece figurada con imágenes patentes, como
puede apreciarse en sus versos.
Cuando Preciosa el panderete toca
y hiere el dulce son los aires vanos,
perlas son, que derrama con las manos;
flores son, que despide de la boca;
suspensa el alma, y la cordura loca
queda a los dulces actos sobrehumanos,
que, de limpios, de honestos, y de sanos,
su fama al cielo levantado toca.
Colgadas del menor de sus cabellos
mil almas lleva, y a sus plantas tiene
amor rendidas una y otra flecha.
Ciega y alumbra con sus soles bellos,
su imperio amor por ellas le mantiene,
y aún más grandezas de su ser sospecha (La gitanilla: 65-66).
El movimiento que se le atribuye a Preciosa resulta un paradigma elocuente para hablar
de muchas manifestaciones artísticas: el sujeto expande hacia el exterior su creación y
logra “tocar” o incluso hasta “mover” a quienes la reciben. Una instancia intermedia es
la que permite, habilita o da pie a esa persuasión y movimiento: la suspensión del alma
equiparable a “la cordura loca”, es decir en cierta forma, la interrupción del
pensamiento racional. Ya Aurora Egido (2000: 9-10) señaló las semejanzas de la
imagen de las almas colgadas de los cabellos de Preciosa con el conocido emblema de
Alciato sobre el poder de la elocuencia (“Eloquentia fortitudine praestantior”),
significado por Hércules que arrastra al vulgo con sus palabras, las cuales se representan
como cadenillas que salen de su boca hasta los oídos de quienes las escuchan.
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Ilustración 5 - Alciato, Los emblemas traducidos en versos castellanos, 1549
La figura idealizada de Preciosa que resulta en una lectura simbólica equiparable en esta
novela a la Poesía, permite leer también este soneto en clave de poética y pensar en su
dimensión alegórica como un discurso sobre el arte, o de la poesía en particular, y del
poder que puede alcanzar en los receptores. Pero de todas formas, en una lectura literal
es ineludible observar el juego que venimos señalando sobre la atracción poderosísima
que se le atribuye a la protagonista y al mismo tiempo el reconocimiento de su
honestidad. Honestidad en el sentido no de simple moralina, en referencia a la castidad
sexual de la protagonista, sino en términos estéticos y de intercambio de producciones
entre un emisor y receptor: la seducción que produce Preciosa es honesta porque es
auténtica y no tiene visos de engaño artificioso.
Los poemas recién comentados son compuestos, en la ficción novelesca, por el elusivo
personaje del paje-poeta luego bautizado como Clemente que juega un papel ambiguo
en la trama de la novela, porque fluctúa entre ser admirador de Preciosa y estar
desinteresado de ella. Una interpretación que permite el texto para comprender a
Clemente es pensarlo como el enamorado de la figura Preciosa-Poesía y
complementario, entonces, de don Juan (o Andrés Caballero) que deja todo por la
gitanilla, pero no le escribe poesías (cf. Parodi, 2002). Recién hacia el final de la
aventura en el aduar gitano, comparte con Clemente la creación de una alabanza poética
a Preciosa; me refiero al canto amebeo que los dos entonan, entrelazando por turno sus
voces y sus versos.
Lo más notable que se plantea en esta composición, que es también la última que retrata
a Preciosa y su poder de atracción, es que se ha sublimado completamente el
movimiento que produce la doncella. En efecto, las estrofas aliradas, que recuerdan
ineludiblemente a la poesía de Fray Luis de León y de San Juan de la Cruz, retratan una
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ascensión purificadora a través de la belleza y las virtudes de Preciosa: la protagonista
desde el inicio es vista como figura del cielo y termina su nombre mismo elevado al
firmamento desde donde en lo más alto resonará para todo el universo. 11 Pero, además,
su anterior imagen de hechicera se transforma aquí en la de una sirena de acción inversa
a aquellas denostadas perturbadoras de los hombres, pues es una sirena que trae paz a
las almas y gloria a los sentidos:
ANDRÉS
En alto, en raro, en grave, y peregrino,
estilo nunca usado,
al cielo levantado, y sin igual camino,
Tu nombre, ¡oh gitanilla!
Causando asombro, espanto y maravilla,
la fama yo quisiera,
que le llevara hasta la octava esfera.
CLEMENTE
Que le llevara hasta la octava esfera
fuera decente y justo,
cuando el son de su nombre allá se oyera,
y en la tierra causara,
por donde el dulce nombre resonara
música en los oídos,
paz en las almas, gloria en los sentidos.
ANDRÉS:
Paz en las almas, gloria en los sentidos,
se siente cuando canta
la Sirena que encanta
y adormece a los más apercibidos,
tal es mi Preciosa,
que lo menos que tiene es ser hermosa,
dulce regalo mío,
corona del donaire, honor del brío.
CLEMENTE
Corona del donaire, honor del brío
eres, bella gitana,
frescor de la mañana,
céfiro blando en el ardiente estío,
rayo con que Amor ciego
convierte el pecho más de nieve en fuego;
fuerza que así la hace,
que blandamente mata y satisface (La gitanilla: 92-93).
11. Lo ha estudiado Noelia Vitali en su tesis de doctorado en el apartado “Los poemas de La
gitanilla como programa estético”.
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Con estos versos y los siguientes de Preciosa, se llega al desenlace del eje temático
sobre el valor de la protagonista, su identificación con el arte y el poder de su atracción.
No sin razones es que aquí Clemente alcanza una anagnórisis sobre Preciosa y
Juan/Andrés, para luego desaparecer de la acción:
Pasaron entre los tres discretas razones, y Preciosa descubrió en las suyas 12 su
discreción, su honestidad y su agudeza, de tal manera que en Clemente halló disculpa la
intención de Andrés, que aún hasta entonces no la había hallado, juzgando más a
mocedad que a cordura su arrojada determinación (94).
Luego del caso de Preciosa, tres doncellas modélicas más quedan en la colección,
Leonisa de El amante liberal, Isabela de La española inglesa y la ya mencionada
Costanza de La ilustre fregona. 13 En todas ellas el ideal de perfección discurre por
figuraciones concordantes al modelo de la joven que mueve sin ser movida, es decir,
que atrae sin corromperse porque es su propia belleza y virtud la causa del movimiento
en el ánimo de los otros, sin que medien artificios o engaños persuasivos de su parte.
Leonisa admira a personajes y lectores no sólo por su belleza, sino por haberse
mantenido virgen en tanto tráfago de aventuras, robada por unos, comprada por otros y
solicitada por todos. Verosimilitudes aparte, la novela presenta su mantenerse incólume
en términos de milagro. Y ella misma explica su camino vital con la imagen del oro que
se purifica cuanto más se lo expone al fuego: “…como el oro tengo de ser, con el favor
del cielo, que mientras más se acrisola, queda con más pureza y más limpio” (El amante
liberal: 145). Más allá de si nos importa o no su castidad, lo fundamental es la figura de
la purificación que surge de las experiencias extremas (cf. D’Onofrio, 2016).
Un ejemplo elocuente de la atracción que Isabela suscita y el dominio de sí que ejerce se
puede apreciar en el pasaje en el que el narrador la compara con una roca en mitad del
mar que resiste los embates de numerosos pretendientes atraídos por su belleza y
encerramiento:
Este su grande retraimiento tenía abrasados y encendidos los deseos, no sólo de los
pisaverdes del barrio, sino de todos aquellos que una vez la hubiesen visto. De aquí
nacieron músicas de noche en su calle y carreras de día; deste no dejar verse, y desearlo
muchos, crecieron las alhajas de las terceras, que prometieron mostrarse primas y únicas
en solicitar a Isabela, y no faltó quien se quiso aprovechar de lo que llaman hechizos,
que no son sino embustes y disparates; pero a todo esto estaba Isabela como roca en
mitad del mar, que la tocan, pero no la mueven las olas y los vientos (253-254).
La imagen de la roca que resiste las olas era además muy conocida en la emblemática
española.
12. Se refiere el texto a las razones contenidas en los versos que canta la protagonista.
13. Leocadia en Las dos doncellas por más doncella que sea en términos físicos no es en modo
alguno un modelo de comportamiento. Diríamos que en espejo con su tocaya de La fuerza de la
sangre que pierde la virginidad a la fuerza, ella mancilla muchos recatos virginales, valiosos para
la mentalidad de la época, al dar rienda suelta a sus deseos.
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Ilustración 6 - Borja, I - empresa 35 (la primera edición es de 1581)
Finalmente ya hemos visto que la protagonista de La ilustre fregona aparece como el
modelo perfecto de la que sin moverse mueve. 14 Pero en especial es curioso que tanto
esta Costanza fregona como la Costanza gitana de la primera novela (conocida por
todos como Preciosa) sean las únicas doncellas de la colección a quienes se les dedican
poemas que tratan del arrobamiento y el encanto que provocan. Además del romance
sobre las esferas ya mencionado, no olvidemos el soneto que una “maravillosa voz”
desconocida canta la primera noche que Avendaño y Carriazo llegan al mesón:
Raro, humilde sujeto que levantas
a tan excelsa cumbre la belleza,
que en ella se extendió naturaleza
a sí misma, y al cielo la adelantas.
Si hablas, o si ríes, o si cantas,
si muestras mansedumbre o aspereza,
efeto sólo de tu gentileza,
las potencias del alma nos encantas.
Para que pueda ser más conocida
la sin par hermosura que contienes
y la alta honestidad de que blasonas,
deja el servir, pues debes ser servida
de cuantos ven sus manos y sus sienes
resplandecer por cetros y coronas (388).
14. Además de las figuraciones que mencionamos antes, también estudiamos otras
equiparaciones en D’Onofrio, 2011.
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De manera similar al canto amebeo entre Andrés y Clemente en La gitanilla, aquí
también se alaba a la doncella como medio para la ascensión, como la intermediaria que
produce un rapto amoroso y casi místico. Pero sin artificios ni engaños, notemos que se
resalta que todo se produce por “efecto sólo de tu gentileza”.
En conclusión, notamos por un lado el significativo poder que tienen las protagonistas
en las Novelas ejemplares como motores que atraen y dinamizan la trama más allá de
esa pasividad que le achaca la mirada moderna cuando no alcanza a distinguir la sutil
representación del dominio femenino que hace Cervantes.
Por otro lado y consecuentemente, todas estas figuraciones y representaciones
femeninas nos interesan porque las doncellas cargan en la obra de Cervantes con un
simbolismo manifiesto ligado a la poesía y más de una vez sus textos nos invitan a leer
sus atributos en términos de poética, puesto que la equiparación entre la doncella y la
Poesía es recurrente en la obra cervantina, como estudia en profundidad Noelia Vitali en
su tesis de doctorado. 15 En esta línea de pensamiento la figura de doncella que
estuvimos rastreando puede ser considerada como un núcleo significativo que, además
de su sentido literal en la trama novelesca, alcanza también una significación profunda
en términos de poética y de creación artística. Así pues, es interesante ver este modelo
de doncella, que atrae por su virtud y belleza pero sin usar artificios engañosos, como el
correlato de una obra literaria que despierta el interés y el encanto del lector sin
manipulaciones artificiosas. Tal parece ser también el modelo de las ficciones
cervantinas.
15. En La gitanilla, el paje poeta afirma: “La poesía es una bellísima doncella, casta, honesta,
discreta, aguda, retirada, y que se contiene en los límites de la discreción más alta” (60). Don
Quijote también dice: “La poesía, señor hidalgo, a mi parecer, es como una doncella tierna y de
poca edad, y en todo estremo hermosa, a quien tienen cuidado de enriquecer, pulir y adornar
otras muchas doncellas que son todas las otras ciencias, y ella se ha de servir de todas, y todas se
han de autorizar con ella; pero esta tal doncella no quiere ser manoseada, ni traída por las calles,
ni publicada por las esquinas de las plazas ni por los rincones de los palacios” (Quijote II, 16). En
El viaje del Parnaso también la poesía aparece en figura de doncella: “Una doncella vi desde la
planta/ Del pie hasta la cabeza así adornada, / Que el verla admira, y el oírla encanta” (cap. VI,
vv. 82-84).
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exlibris #5 (2016)
Dossier: Cervantes / 49
La atracción femenina: poder, peligro y ejemplo | Julia D’Onofrio [pp. 33-50]
ISSN 2314-3894
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Julia D’Onofrio
Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires (tesis sobre Cervantes y la
cultura simbólica de su época).
Investigadora adjunta del CONICET.
JTP de la cátedra Literatura Española II (Siglo de Oro de la facultad de Filosofía y
Letras de la UBA)
Docente Investigadora de la Universidad Nacional de General Sarmiento (adjunta) a
cargo de las materias "Estudios de la literatura medieval, renacentista y barroca" y
"Literatura española" en el Profesorado universitario superior en lengua y literatura.
Su área de investigación es la obra de Cervantes y la literatura española del Siglo de
Oro.
Participó en numerosos congresos y jornadas, publicó sus investigaciones en libros y
revistas especializadas.
Forma parte del comité organizador de las Jornadas Cervantinas de Azul y es co-editora
de sus actas.
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exlibris #5 (2016)
Dossier: Cervantes / 50
Genealogías literarias cervantinas | Clea Gerber [pp. 51-61]
ISSN 2314-3894
Genealogías literarias cervantinas: desvío y
heterodoxia en el escrutinio de la biblioteca de don
Quijote
Clea Gerber
Universidad de Buenos Aires
Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”
CONICET
cleagerber@gmail.com
Resumen
Este trabajo busca revisitar una secuencia particularmente significativa del Quijote de
Cervantes: el “donoso escrutinio” de la biblioteca del protagonista. El propósito será analizar la
evidente imbricación, en este episodio, entre cuerpos humanos y cuerpos textuales, a fin de
plantear la importancia de esta coordenada de sentido para la poética del texto.
Palabras clave
Quijote; Cervantes; escrutinio; cuerpos; libros; poética
Abstract
This paper offers a new reading of a key episode in Cervantes’ Don Quixote: the scrutiny of the
protagonist’s library. Through the analysis of the episode, we point out the special relationship
between textual and human bodies, and reflect on the importance of this relationship for
understanding the poetics of Cervantes’s novel as a whole.
Keywords
Quixote; Cervantes; scrutiny; books; bodies; poetics
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Dossier: Cervantes / 51
Genealogías literarias cervantinas | Clea Gerber [pp. 51-61]
ISSN 2314-3894
Introducción
Este trabajo se centra en una secuencia particularmente significativa del Quijote de
Cervantes, enfocada a menudo por la crítica y una de las más recordadas por los lectores
de todas las épocas: el “donoso escrutinio” de la biblioteca del protagonista, ocasión en
que el cura y el barbero examinan y queman la mayor parte de sus “más de cien cuerpos
de libros”. El propósito será mostrar algunas líneas de sentido que se despliegan a partir
de la evidente imbricación, en este episodio, entre cuerpos humanos y cuerpos textuales.
Estas reflexiones se enmarcan en el trabajo que derivó en mi tesis doctoral, donde
analicé cómo el Quijote pone en cuestión la asociación tópica entre reproducción
biológica y creación literaria para esgrimir, en cambio, una poética que subraya la
capacidad del arte para gestar algo radicalmente novedoso, subvirtiendo la reproducción
de lo dado. 1
En principio, cabe situar que el escrutinio constituye la primera ocasión en que se da
una discusión literaria en el seno de la novela, discusión en la que se vincula
explícitamente la reflexión sobre los libros con cuestiones de genealogía y filiación. En
este sentido, se retoman aquí las coordenadas del prólogo, pues este se abría invocando
una particular versión del tópico del “libro como hijo”, donde el autor se lamentaba por
las fallas de su vástago, asociadas a sus propias carencias como progenitor:
Desocupado lector: sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo
del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y el más discreto que pudiera
imaginarse. Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza; que en ella cada
cosa engendra su semejante. Y así, ¿qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado
ingenio mío sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de
pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno… (I, Pról., 9, destacado
nuestro). 2
Esta imagen tan particular, donde al contraste entre impotencia y gestación se suma la
evidente contradicción entre la acción de “engendrar” y la atribución de la misma a un
ingenio calificado de “estéril”, nos ha de poner sobre aviso respecto de la complejidad
que adquiere el problema genealógico –en su doble vertiente, humana y literaria– en la
novela cervantina. Máxime por cuanto el “cada cosa engendra su semejante” se ve
desmentido en el texto al permitírsele a un hidalgo pobre, cincuentón, seco y loco
“engendrar” nada menos que un caballero andante, como señaló oportunamente AvalleArce (1976).
En trabajos anteriores (Gerber, 2009 y 2012) me detuve en el programa de lectura que
delinea este prólogo: señalaba entonces que si “cada cosa engendra su semejante”, lo
1. La tesis, titulada “La genealogía en cuestión: cuerpos, textos y reproducción en el Quijote de
Cervantes”, fue defendida en octubre de 2014 en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires, ante un jurado compuesto por la Dra. Alicia Parodi, la Dra. Susana
Artal y el Dr. José Manuel Lucía Megías. Deseo expresar mi agradecimiento a Juan Diego Vila y
Ruth Fine, director y codirectora, por su invaluable apoyo.
2. El Quijote se cita siempre por la edición del Instituto Cervantes, al cuidado de Francisco Rico
(1998). Para mayor claridad se indicará la parte en números romanos, el capítulo y la página en
arábigos.
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Dossier: Cervantes / 52
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“estéril” contribuye a la configuración del lugar seco, áspero o marginal desde donde
pueden efectuarse las transformaciones que generen lo verdaderamente original (un hijo
de pensamientos “nunca imaginados de otro alguno”). 3 Esto supone necesariamente un
desvío en relación con el mentado “orden de naturaleza”, pues se trata, precisamente, de
la gestación de un ejemplar no parecido a otros de su especie.
La noción de desvío en relación con la metáfora reproductiva se ve reforzada más
adelante en el prólogo a partir de la llamativa afirmación de que “aunque parezco padre,
soy padrastro de don Quijote” (I, Pról., 9). 4 Esta noción resulta central para comprender
el modo en que el texto enfoca el problema genealógico, y servirá para dar forma a la
propia poética planteando sus vínculos con la tradición que lo precede. No extraña
entonces que la cuestión retorne de diversas maneras cada vez que se discuta sobre
libros en la novela, y de modo particular en la secuencia del escrutinio, sobre la que nos
detendremos en este trabajo.
Genealogías heterodoxas
La relación de paternidad invocada a propósito del parto de la voz prologal vuelve a
hacerse presente en el texto recién en el capítulo 6, en ocasión del examen de los libros
de don Quijote. Esto es significativo por cuanto subraya la ausencia de referencias a la
genealogía del protagonista en los primeros capítulos. Nada sabemos de sus orígenes
familiares, como sería de esperar en el género caballeresco al cual el manchego pretende
asociar sus aventuras. Y el silencio sobre su linaje se repite en lo tocante a su patria: “En
un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme” es el tan famoso como
vago comienzo de su gesta.
En contraste con la falta de referencias al linaje humano del protagonista, los volúmenes
de su biblioteca son tratados a lo largo del escrutinio como cuerpos humanos
organizados en torno a grupos familiares. Se juega así con la característica de los libros
de caballerías de confundir protagonista y libro ya desde sus portadas, y más
específicamente con el carácter secuelar de dichos libros, que conforman ciclos a partir
de la estirpe de determinados héroes. La estela de hijos y nietos de los paladines –y
consecuentemente, de sucesivas continuaciones de las historias– se vuelve virtualmente
3. También la mención de la “cárcel” en la que se habría gestado el texto, opuesta explícitamente
al ambiente apacible que propiciaría la fecundidad de las musas, abonaba la poética que aquí se
esgrime. La voz prologal relaciona las particulares características de este “hijo” textual con las del
lugar de gestación (“bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene
su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación”), contraponiéndolo a la proverbial
fertilidad del locus amoenus: “El sosiego, el lugar apacible, la amenidad de los campos, la
serenidad de los cielos, el murmurar de las fuentes, la quietud del espíritu, son grande parte para
que las musas más estériles se muestren fecundas y ofrezcan partos al mundo que le colmen de
maravilla y de contento” (I, Pról., 9).
4. La primera acepción que brinda Covarrubias de la palabra “padrastro” en su Tesoro de la
lengua castellana o española (1611) es la siguiente: “Padrastro, el segundo marido, que respecto
de los hijos del primer matrimonio, que se llaman antenados, id est, ante nati, se llamó padrastro
por suceder al padre” (Tesoro, sv. “padre”). Hay que destacar, por tanto, la idea de sucesión: hay
padrastro, que es una instancia segunda, donde hay una falta primera. Así pues, la declaración de
la voz autoral de que no se es padre, sino padrastro, refuerza el locus de la “falta” o carencia
como generador del texto del Quijote, que recorre todo el prólogo.
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interminable, como atestiguan las frecuentes menciones en el Quijote a Amadís y “toda
la infinita caterva de su linaje” (II, 74, 1217). El silencio en torno a la estirpe del héroe
resulta funcional, entonces, a su voluntad de incluirse en la reproducción infinita del
linaje caballeresco.
En efecto, el primer libro que toman en sus manos el cura y el barbero es justamente el
Amadís de Gaula, el primero de los libros de caballerías impreso en España, y si bien es
acusado por ello de ser “dogmatizador de una secta”, resulta salvado de la condena
porque se le reconoce el mérito de ser el padre o iniciador del género: “el primero en
semejantes libros”. Significativamente, su continuación, las Sergas de Esplandián,
designado como “hijo legítimo”, es el volumen que inaugura la hoguera, ya que según
expresa el cura: “no le ha de valer al hijo la bondad del padre” (I, 6, 78).
En este punto, las relaciones literarias evocadas en el escrutinio remarcan la coordenada
del desvío y nos brindan algunas pautas sobre su sentido. Leído a la luz del programa
prologal, resulta muy significativo el hecho de que las Sergas de Esplandián inaugure la
hoguera en tanto “hijo legítimo”, pues ello está en sintonía con el tipo de gestación
“desviada” que el texto viene destacando, y que se pondrá de relieve durante todo el
escrutinio. Al tiempo que la sucesión legítima es condenada, los libros que inician un
género serán salvados, y siempre es la originalidad lo que se pondera de ellos. El cura
opinará de la Diana de Montemayor que debe quedarle “la honra de ser el primero en
semejantes libros”, mientras que del Palmerín de Inglaterra, el licenciado ordenará que
“se guarde y se conserve como a cosa única” (I, 6, 81). Lo que se privilegia en todos los
casos es precisamente el hecho de no ser parecido a otros de su especie. Y esto
constituye a la vez un guiño hacia la originalidad del propio Quijote, que se nos revela
así como un hijo espurio o no legítimo del género caballeresco. 5
Ahora bien, el programa estético delineado a partir de la “salvación” de los volúmenes
que han inaugurado un nuevo género no deja de tener resonancias políticas, pues la
hoguera de libros remite inequívocamente, para cualquier lector de la época, al fuego
“purificador” de la quema de herejes por parte de la Inquisición, que no vería con ojos
tan benévolos como los del cura y el barbero las “novedades” en materia de fe. 6 En ese
sentido, Jannine Montauban ha señalado que los juicios literarios pronunciados por los
“inquisidores” del escrutinio acercan la noción de originalidad a la de herejía, aunque en
el caso de Cervantes esto conduce, según ella, “no tanto a la exhibición de una herejía
sectaria, sino al deseo pertinaz de establecer una nueva ortodoxia: la de la originalidad
escrituraria que no necesita reconocerse en ninguna genealogía” (2003: 133).
Ciertamente, el escrutinio no es el único episodio en el que se asocian literatura y
herejía en el Quijote, pero sí es el primero en hacerlo. Como tal, será recordado cada
vez que una nueva discusión literaria reanude los planteos que allí se suscitan, tal como
evidencia el diálogo del cura y el barbero con el ventero Juan Palomeque a propósito de
los libros de éste último en el capítulo 32:
5. Ver al respecto los trabajos de José Manuel Lucía Megías (2002 y 2004), en los que desbroza
una serie de paradigmas dentro del corpus de los libros de caballerías castellanos y considera al
Quijote como un sincretismo de diversas líneas de evolución y transformación del género
(idealismo, realismo, entretenimiento). El texto de Cervantes es, desde su perspectiva, “un libro
de caballerías que […] llega a romper los límites del propio género caballeresco” (2002: 33).
6. Puede consultarse el trabajo pionero de Gilman (1970) sobre esta cuestión.
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–Falta nos hacen aquí ahora el ama de mi amigo y su sobrina.
–No hacen –respondió el barbero– que también sé yo levallos al corral o a la chimenea,
que en verdad que hay muy buen fuego en ella.
–Luego ¿quiere vuestra merced quemar más libros? –dijo el ventero.
–No más –dijo el cura– que estos dos, el de Don Cirongilio y el de Felixmarte.
–Pues ¿por ventura –dijo el ventero– mis libros son herejes o flemáticos, que los quiere
quemar?
–Cismáticos queréis decir, amigo –dijo el barbero–, que no flemáticos.
–Así es –replicó el ventero–. Mas si alguno quiere quemar, sea ese del Gran Capitán y
dese Diego García, que antes dejaré quemar un hijo que dejar quemar ninguno desotros
(I, 32, 371).
Podemos ver cómo retorna aquí no solamente el vocabulario inquisitorial y la
vinculación entre literatura y herejía, sino también la comparación implícita entre
genealogías humanas y literarias, que reafirma la asociación entre la condena a la
hoguera de unas y otras. La enfática resistencia del ventero a entregar “el de Don
Cirongilio y el de Felixmarte” revela que los considera como a miembros de su familia,
como muestra en su declaración de que, efectivamente, “antes dejaré quemar un hijo”. 7
Es necesario enfatizar que heterodoxia y libros se asocian estrechamente en el
imaginario de la época, en virtud de la centralidad que adquiere el objeto libro en el
desarrollo de las corrientes religiosas en pugna: no solo porque en última instancia se
trata de distintas interpretaciones del texto bíblico, sino porque el conflicto involucra
una discusión acerca de los modos de acceso al libro sagrado, y a la lectura en general.
Es en este contexto de percepción de la “peligrosidad” de los libros y su asociación con
las herejías donde debemos comprender las palabras del cura Pero Pérez al referirse al
Amadís como “dogmatizador de una secta tan mala”, debido a que los demás libros de
caballerías “han tomado principio y origen déste” (I, 6,77).
Por otra parte, al tratar a los libros como cuerpos e invocar sus genealogías, el episodio
del escrutinio remite a la obsesión genealógica que cundió en esta época en la Península
Ibérica, donde crecía el debate entre quienes proponían un relajamiento de los estatutos
de pureza de sangre, y los que proponían endurecer esta política. En este contexto,
Georgina Dopico Black (2005) señala que la atribución de cuerpos a los libros hace que
sean susceptibles de todos los accidentes de un cuerpo, como ser desterrados, quemados
o entregados a las autoridades civiles para su ejecución, y no es casual que estos
accidentes involucren la participación del cuerpo del Estado o del Santo Oficio como
agentes de disciplina. 8
7. La designación de los libros a partir de sus protagonistas refuerza la confusión que se da en
torno a la idea de estos como familia, como advertimos también en la comparación que hace el
cura en el escrutinio, cuando el barbero anuncia el hallazgo de que “todos los deste lado, a lo
que creo, son del mesmo linaje de Amadís”: “Pues vayan todos al corral –dijo el cura–, que a
trueco de quemar a la reina Pintiquiniestra, y al pastor Darinel, y a sus églogas, y a las endiabladas
y revueltas razones de su autor, quemaré con ellos al padre que me engendró, si anduviera en
figura de caballero andante” (I, 6, 78, el resaltado es nuestro).
8. Los controles estatales influyen también en la noción de autoría. Hay que tener presente que
en el Índice de 1559 del Inquisidor Valdés se estipula la prohibición del anonimato en los textos,
por lo que la “función autor” aparece estrechamente ligada en principio a la responsabilidad
penal del escritor.
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Esta problemática aparece varias veces en las discusiones literarias del Quijote de 1605:
el caso más obvio quizá sea el del canónigo de Toledo proponiendo que a los libros de
caballerías se los destierre de la República “como a gente inútil” (I, 47, 549, destacado
nuestro). Dopico Black se pregunta entonces si acaso a los libros se les asignan
simbólicos cuerpos porque los cuerpos son de algún modo más disciplinables que las
palabras, y recuerda a propósito de este interrogante que el Quijote no solo es
engendrado desde la impotencia y la debilidad, sino que el engendramiento tiene lugar
en el sitio preciso donde el cuerpo del Estado impone su disciplina al cuerpo del sujeto:
la cárcel mentada en el prólogo (2009:109).
Si prestamos atención al problema de la aplicación de la disciplina estatal sobre los
cuerpos y enfocamos desde esa perspectiva al objeto libro en el Quijote de 1605, vemos
que no en vano las únicas apariciones de cuerpos de libros ocurren en la circunstancia
del “enjuiciamiento” de la biblioteca del manchego, a lo que debe sumarse el relato de
las operaciones en torno a la fragua del propio Quijote (capítulos 8 y 9), y ambos casos
involucran directamente el peligro de la heterodoxia. No ahondaremos aquí en el
manuscrito de Cide Hamete al que se hace referencia en este segundo caso, pero basta
mencionar que se trata de un escrito en una lengua prohibida, sumado a las oscuras
transacciones comerciales y al siempre sospechoso oficio de la traducción llevado
adelante aquí por un morisco aljamiado, para ilustrar lo poco ortodoxo de la
composición de esta historia. 9
Lo importante entonces es destacar la coordenada política que se activa en torno a la
asociación entre heterodoxia y libros en la secuencia del escrutinio, y que retorna
siempre que se discute sobre ellos en la novela cervantina (como en la discusión en la
venta o en la diatriba del canónigo de Toledo). Los libros, que a diferencia de los
manuscritos no circulan aquí libremente, sino que comparecen a juicio, son tenidos en
cuenta desde una perspectiva que subraya sus múltiples proyecciones sociales y
políticas. La lectura “solitaria” ligada a la tecnología de la imprenta no es, pues, tan
solitaria como parece, según nos muestra el texto. 10 Y esto reafirma también la idea de
que la producción literaria, inmersa en la vida social, se halla lejos de aquel “orden de
naturaleza” con que se abría el discurso de la voz prologal.
Desvío y contagio
Es precisamente en el cruce entre la coordenada estética y la política donde el episodio
del escrutinio adquiere su mayor complejidad, y en donde la utilización del vocabulario
anatómico para aludir a los libros activa una noción que resulta clave en el cruce de
ambos órdenes: la noción de enfermedad, y a partir de ella, la de contagio. En efecto, la
idea bajo la cual se procede a la destrucción o confiscación de los libros del manchego
es la de que éstos han extendido su perniciosa influencia sobre el protagonista,
“contagiándole” sus desvaríos a la manera de un cuerpo infeccioso. Esta idea no es
9. Nos explayamos sobre la secuencia del manuscrito encontrado y señalamos sus vínculos con
el episodio del escrutinio en el trabajo presentado en el Congreso de la AIH en 2013 (ver Gerber,
2016).
10. Sobre el paulatino desarrollo del hábito moderno de leer a solas y en silencio, puede verse el
libro de Margit Frenk (2005).
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extraña en el imaginario de la época, y en los propios paratextos del Quijote hallamos
testimonios del peligro del “contagio” de los libros. Así, en la “Aprobación” del
licenciado Márquez Torres de la segunda parte de 1615 se declara el propósito de
“extirpar los vanos y mentirosos libros de caballerías, cuyo contagio había cundido más
de lo que fuera justo” (resaltado nuestro), 11 mientras que en la firmada por el Maestro
Joseph de Valdivieso se alaba “el acertado asunto en que pretende la expulsión de los
libros de caballerías, pues con su buena diligencia mañosamente alimpiando de su
contagiosa dolencia a estos reinos, es obra muy digna de su grande ingenio, honra y
lustre de nuestra nación, admiración y invidia de las estrañas” (resaltado nuestro).
Debe notarse además, a partir de los pasajes consignados, la traslación del contagio al
propio cuerpo de la Nación, por lo cual, según se indica en la última cita, el servicio
prestado por una obra que permitiera “limpiar” los reinos de aquella dolencia habría de
ser motivo de envidia en el extranjero. La palabra “expulsión” no es inocente en el
marco de una España que se halla a punto de concretar la expulsión de los moriscos,
repitiendo la acción llevada adelante contra los judíos: resuenan aquí las palabras del
canónigo en el capítulo 47, proponiendo que a los libros se los destierre como a gente
inútil.
En efecto, la Nación en tanto cuerpo –de cuyas dolencias y posibles medios de sanación
advertía abundantemente la literatura arbitrista de la época– se adivina detrás del
escrutinio de los “cuerpos de libros” del manchego, por lo que la utilización del
lenguaje inquisitorial por parte de quienes lo ejecutan no hace sino acentuar la
vinculación entre el delirio supuestamente privado de un loco de pueblo y la necesidad
de velar por el orden público evitando la propagación del contagio en el cuerpo político
del reino. Es precisamente en relación con la enfermedad que el cuerpo anatómico, el
textual y el nacional están más persistentemente entrelazados en la España moderna
(Dopico Black, 2009).
Con respecto al peligro de contagio de los libros y la relación de estos con posibles
heterodoxias, es importante notar que Cervantes utiliza explícitamente la noción de
“contagio” en su entremés El retablo de las maravillas, y allí las enfermedades de las
que se trata son, significativamente, la disidencia religiosa y la procreación ilegítima:
CHANFALLA: Por las maravillosas cosas que en él se enseñan y muestran, viene a ser
llamado Retablo de las Maravillas; el cual fabricó y compuso el sabio Tontonelo debajo
de tales paralelos, rumbos, astros y estrellas, con tales puntos, caracteres y
observaciones, que ninguno puede ver las cosas que en él se muestran, que tenga alguna
raza de confeso, o no sea habido y procreado de sus padres de legítimo matrimonio; y
el que fuere contagiado destas dos tan usadas enfermedades, despídase de ver las cosas,
jamás vistas ni oídas, de mi retablo (Entremeses, 2004: 220, resaltado nuestro).
Aquí se ve claramente cómo la noción de contagio se organiza en torno a un nudo
conceptual donde el común denominador es la noción de desvío como peligro que
tiende a propagarse. En efecto, la herejía no es sino una manifestación o interpretación
religiosa que se desprende y desvía de un tronco común con el dogma aceptado; el “que
11. Hay que tener en cuenta la hipótesis de una intervención directa de Cervantes en la
redacción de esta Aprobación, según argumenta, entre otros, Francisco Rico (cfr. las notas de la
edición que manejamos).
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tenga alguna raza de confeso” es aquel cuyo linaje familiar atestigua alguna rama
desviada de la ortodoxia, y por ende espuria, y el que “no sea nacido y procreado de sus
padres de legítimo matrimonio” es el bastardo que desvía y altera la sucesión ordenada
de la descendencia.
Mercedes Alcalá Galán se ha detenido especialmente en la noción de “contagio” a
propósito del escrutinio de la biblioteca en el Quijote, puntualizando que dicho concepto
será compartido por la imprenta y por otra gran protagonista del siglo XVI: la sífilis. En
efecto, en contraste con las grandes epidemias de peste negra o lepra de los siglos
precedentes, la sífilis es entonces la enfermedad merced a la cual la noción de castigo
divino comienza a verse paulatinamente desplazada por la de contagio. Atenta a la
movilidad que caracteriza al siglo XVI a partir de los viajes exploratorios y siguiendo a
Marcel Sendrail en su Historia cultural de la enfermedad, la autora señala:
En este mundo de viajes, migraciones y dinero aparecen como epítomes de esa
movilidad la imprenta con su portentosa capacidad para propagar ideas y la sífilis que se
extiende con celeridad casi epidémica aunque sin dejar dudas sobre su origen en el
contacto sexual, lo que ayudará a sustituir la idea del fatum por la del contagio en
relación con la enfermedad (2009: 65).
En efecto, la noción de infección contagiosa procede de una lectura mágica del mundo,
la cual se halla además en íntima relación con la creencia en el castigo divino y el
demonio. En este marco, la tipología de demonio que más se asociaba con el contagio y
la propagación era demonio súcubo-íncubo, cuya particularidad, según la abundante
literatura antisupersticiosa de la época, consistía en la capacidad de reproducirse a partir
del contacto sexual con el ser humano (García Rubio, 2012: 630). 12 Lo que nos interesa
remarcar es que el contagio de los libros, ya sea que se haga foco en la relación con las
ideas sobre el contagio de la sífilis o en la asociación con lo demoníaco bajo la
particular forma de súcubos e íncubos, vincula en cualquier caso cuerpos humanos y
textuales a partir de la noción de reproducción. Esto se explica por la idea de la lectura
como un “traslado”, pues un aspecto relevante de la tensión entre la materialidad y la
inmaterialidad del libro es la conciencia de “la bilocación de sus contenidos en la mente
del lector y en el soporte físico en que se inscribe el texto” (Alcalá Galán, 2009: 60).
Desde esta perspectiva, la reproducción descontrolada de textos implica una amenaza,
en tanto permite la perpetuación de algo que se siente como un peligro para la salud del
cuerpo social.
A ello debe sumarse el problema de que la locura de don Quijote, enfermedad generada
12. García Rubio señala que la ambivalencia médico-religiosa del contagio de la enfermedad
vista desde la mentalidad popular se percibe con claridad en el episodio del escrutinio cuando el
ama conmina al cura a rociar agua bendita sobre el aposento, diciéndole: “Tome vuestra merced,
señor licenciado; rocíe este aposento, no esté aquí algún encantador de los muchos que tienen
estos libros, y nos encanten, en pena de la que les queremos dar echándolos del mundo” (I, VI,
60). Por otra parte, cabe recordar que la sobrina opina que los libros de pastores son tan
peligrosos como los de caballerías en cuanto a la transmisión de enfermedades: “¡Ay, señor, dijo
la sobrina , bien los puede vuestra merced mandar quemar como a los demás, porque no sería
mucho que, habiendo sanado mi señor tío de la enfermedad caballeresca, leyendo estos se le
antojase de hacerse pastor y andarse por los bosques y prados cantando y tañendo, y, lo que
sería peor, hacerse poeta, que según dicen es enfermedad incurable y pegadiza” (I, VI, 66).
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por sus lecturas, se reputa en sí misma “contagiosa”. En varias ocasiones se acusa a
Sancho de estar no menos loco que su amo, y esto se llevará al extremo en la segunda
parte, donde el propio Cide Hamete se permite insinuar que más locos son los duques
por burlarse de un loco. 13 Muy elocuentes son al respecto las palabras que un castellano
le dirige a don Quijote en Barcelona en 1615, subrayando, casi al final de su gesta y de
su libro, ese rasgo particular de expansión que posee su locura:
–¡Válgate el diablo por don Quijote de la Mancha! ¿Cómo que hasta aquí has llegado
sin haberte muero los infinitos palos que tienes a cuestas? Tú eres loco, y si lo fueras a
solas y dentro de las puertas de tu locura, fuera menos mal, pero tienes propiedad de
volver locos y mentecatos a cuantos te tratan y comunican; si no, mírenlo por estos
señores que te acompañan. Vuélvete, mentecato, a tu casa, y mira por tu hacienda, por
tu mujer y tus hijos, y déjate destas vaciedades que te carcomen el seso y te desnatan el
entendimiento (II, 62, 1136-37, el énfasis es nuestro).
No obstante ello, el Quijote problematiza desde múltiples perspectivas la presunción de
un efecto directo de “contagio” o reproducción de lo leído en el lector. Dado que el
universo entero de personajes del texto parece haber sucumbido a las lecturas
perniciosas, no sólo el extraviado don Quijote, la lógica del “dime qué lees y te diré
quién eres”, que subyace a la condena de los libros de caballerías en tanto “causa” de su
locura, deja ver sus fisuras. 14 Ante la presunción de que el acceso a ciertos libros
produciría cierto tipo de sujetos (presunción que se halla en la base de las
recomendaciones de los moralistas sobre las lecturas acordes para las incautas doncellas
y otros grupos subalternos), como si la práctica de la lectura dependiera absolutamente
del texto, el Quijote pondrá el acento, en todo momento, en el libre albedrío del lector.
Llegados a este punto, resulta pertinente traer a colación la pregunta de Roger Chartier:
“Los libros ¿hacen revoluciones?” (1995: 81). Al analizar el caso de los libros y libelos
de consumo masivo que circularon en los años previos a la Revolución francesa, y
frente a la hipótesis de que los revolucionarios habían sido transformados, “hechos” por
los libros, este autor pone el acento, en cambio, en las transformaciones que modifican
decisivamente las maneras de leer (1995: 82). 15 Si bien su estudio no se refiere al
tiempo y espacio en que se publica el Quijote, la novela cervantina emerge precisamente
en los albores de la Edad Moderna tan bien estudiada por Chartier, momento en el que
se verifica en España una acelerada expansión de la letra impresa y una importante
ampliación del público lector, como ya hemos señalado. 16 A su vez, la España
13. La “locura” de los duques es originada por el encuentro con el hidalgo pero también, en
cierto sentido, propiciada a partir de la lectura, ya que son fervientes admiradores de la primera
parte del Quijote.
14. A lo largo del texto se nos muestra cómo la casi totalidad de los personajes (incluso iletrados,
como el ventero) está bien familiarizada con la lógica caballeresca, aun en el caso de figuras
representantes de la ortodoxia, tales como el canónigo de Toledo. Claro está que no todos ellos
resultan enloquecidos al modo del protagonista.
15. Chartier subraya que la circulación del impreso tendrá enorme influencia en las mutaciones
de la sensibilidad por cuanto propicia la emergencia de una lectura “más libre, más atrevida”,
que “despoja al libro de su estatuto de autoridad” y tiende a desarrollar en consecuencia “una
actitud crítica, desprendida de las dependencias y las obediencias que fundamentaban las
representaciones antiguas” (1995a: 106).
16 Aunque la inmensa mayoría de la población era aún analfabeta, la lectura personal coexistía
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aurisecular asiste a una particular apuesta, de signo eminentemente humanístico, por la
capacidad de los libros para “formar” a sus lectores, conforme atestigua la proliferación
de manuales de educación aspirantes a instruir perfectas casadas, príncipes ideales o
discretos cortesanos.
En este contexto, probablemente sea el Quijote el libro que da cuenta como ningún otro
de las tensiones y cambios sociales que genera la progresiva instalación de hábitos
culturales asociados a la nueva tecnología, poniendo de relieve los alcances y también
las paradojas de tal proyecto “formador”. En tal sentido, la deliberada apuesta
cervantina por la libertad lectora evidencia que, en todo caso, parafraseando la
formulación de Chartier, no son los libros los que hacen revoluciones, sino los lectores.
Podemos pensar esto en relación con el personaje de don Quijote, lector revolucionario
si los hay, que se transforma radicalmente a sí mismo y opera una subversión de los
códigos de su época en el intento de resucitar un tiempo pasado imaginado a partir de
sus lecturas. Pero cabe también pensar en Cervantes como figura de lector perspicaz de
los géneros y modelos de su tiempo, que se sirve de estas lecturas para generar un texto
que constituirá una verdadera “revolución” en el campo literario. En ambos casos, la
clave está en la libertad con que se asume una herencia, tematizada frecuentemente a
partir de la idea de una filiación “desviada”. Se trata de transformar el legado y escribir,
en consecuencia, otra historia.
En este sentido, aun en un contexto de obsesión por la pureza de la descendencia, la
literatura –y el arte en general– puede funcionar como ese espacio de libertad donde de
nada vale ser hijo legítimo, ya que allí, como entre burlas y veras reconocen los mismos
censores, “no le ha de valer al hijo la bondad del padre”. A la impureza del Quijote, que
se nutre de todos los géneros de su época, debemos, en todo caso, la gestación de la
llamada “novela moderna”.
con la comunitaria, que afectaba también a grupos iletrados, tal como lo atestigua, al interior de
nuestro texto, la lectura de El curioso impertinente en la venta de Juan Palomeque.
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Clea Gerber
Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, su tesis de doctorado estuvo
dedicada al Quijote. Actualmente es becaria postdoctoral del CONICET. Es docente
regular en la cátedra de Literatura Española II (Siglo de Oro) de la Facultad de Filosofía
y Letras de la UBA. Integra el comité organizador de las Jornadas Cervantinas que se
celebran anualmente en la ciudad de Azul y es coeditora de sus Actas.
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Dossier: Cervantes / 61
Desarraigos, ocultamientos e identidades amenazadas en La española inglesa | Noelia Nair Vitali [pp. 62-77]
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Desarraigos, ocultamientos e identidades
amenazadas en La española inglesa
Noelia Nair Vitali
Universidad de Buenos Aires
Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”
noeliavitali@gmail.com
Resumen
El problema de lo converso en La española inglesa de Miguel de Cervantes resulta un elemento
constitutivo en varios niveles del texto. En el presente trabajo, abordaremos la cuestión a partir
de tres aspectos: la dicotomía entre ocultamiento y manifestación; el problema de la
inestabilidad identitaria de los personajes; y, por último, el modo en que la novela se enfrenta al
problema de narrar la fractura provocada por sus experiencias traumáticas.
Palabras clave
Conversión; inestabilidad identitaria; poética
Abstract
The converso problem is a constitutive matter in various levels of Miguel de Cervantes’ La
española inglesa. In this paper, we will study the issue based on three aspects: the dichotomy
between concealment and manifestation; the problem of identity instability of the characters;
and finally, how the novel is facing the problem of narrating the fracture caused by their
traumatic experiences
Keywords
Conversion; identity instability; poetics
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Dossier: Cervantes / 62
Desarraigos, ocultamientos e identidades amenazadas en La española inglesa | Noelia Nair Vitali [pp. 62-77]
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“¿Quién soy yo? No lo sé. ¡Gran desacierto
es el no conocerse uno a sí mismo! (…)
¿Qué miro? Las mudanzas de la vida. (…)
¿Adónde iré que escape de la herida?”
Miguel Leví de Barrios,
“Real consideración del hombre”
Entre los muchos desafíos que ofrece a los lectores La española inglesa, la relación que
se entabla en ella entre la ficción y la historia constituye, sin dudas, una de las más
estimulantes. En efecto, la inserción de datos históricos en la matriz idealizante de la
bizantina ha suscitado innumerables controversias y no pocos desconciertos entre los
investigadores. 1 Con respecto a esto, no ha pasado inadvertida para la crítica la
condición cripto-católica de los protagonistas durante su estadía en Inglaterra, que ha
sido interpretada, en muchos casos, como un espejo invertido de las circunstancias –
repletas de “secreto, proscripción, ocultamiento y persecución religiosa…” (Tealdi,
1999: 115)– que numerosas familias judeoconversas debieran estar atravesando en
España.
Esta postura según la cual la novela de Cervantes estaría vinculada con la situación
criptojudía en la península ibérica ha recibido un espaldarazo fundamental con el aporte
de Ángel García Gómez (1990). En un artículo dedicado al tema, demuestra con gran
solvencia las similitudes existentes entre la historia de Isabela (la española-inglesa
cervantina) y la de María Nuñez, una bella muchacha sefardí raptada por los ingleses
cuando huía con su familia hacia Amsterdam en 1597. El relato está incluido en el
tratado Triunfo del gobierno popular publicado en 1683 por Miguel Leví de Barrios. 2
Dada la fecha de impresión, muy posterior al año en que fueron publicadas las
Ejemplares, es imposible que este texto sea la fuente cervantina. Por lo tanto, se abren al
menos dos posibilidades para explicar las semejanzas entre ambas historias: o bien Leví
de Barrios se inspiró en Cervantes para desarrollar su historia, o bien (y esto es lo que
García Gómez cree más probable) ambos autores tienen como fuente alguno de los
relatos orales inspirados en los sucesos acaecidos a la bella María Nuñez que circulaban
en la época.
A nosotros no nos interesa entrar en este debate (que, por otra parte, como ya dijimos,
está muy bien planteado en el artículo al que hemos hecho referencia), sino esbozar
algunas de las implicaciones que este sustrato converso tiene en el texto cervantino
(fundamentalmente, en lo relativo a la construcción dicotómica de la doncella
protagonista). En efecto, creemos que las referencias –ya sean implícitas ya, explícitas–
1. Asimismo, es una de las razones por las cuales esta novela ha sido durante mucho tiempo
menospreciada por los estudiosos. Tal como lo afirma Jorge García López en la nota
complementaria dedicada a La española en su edición de las Ejemplares publicada por Crítica:
“Los juicios literarios clásicos sobre la novela no han podido ser más negativos, culminando en el
de Schevill y Bonilla (…), [quienes] consideran, asimismo, que la novela no pasa de ser una
‘solemne niñería’” (2001: 826). Cuando nos remitamos a la obra de Cervantes, citaremos siempre
por la mencionada edición.
2. En él, su autor se propone narrar los inicios de la comunidad judía en Amsterdam. Para más
detalles, remitimos a García Gómez (1990)
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Dossier: Cervantes / 63
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a las cuestiones atinentes a la problemática judeoconversa rebasan los límites de la
crítica social o las pretensiones de verosimilitud (aunque éstas, indudablemente,
constituyan una parte importante del sentido del texto) para representar un problema
mucho más escurridizo: el de la construcción de las identidades. Lo que resulta
interesante es poder observar cuáles son los aspectos que permiten representar esa
fractura identitaria determinada no sólo por la conversión religiosa (fuera ésta forzosa o
no), sino también por el desarraigo producido al abandonar la patria.
En la novela que nos ocupa, el desdoblamiento identitario se manifiesta, en principio, a
través de la división entre las prácticas públicas y las privadas que debe sostener la
familia de Ricaredo al decidir conservar su religión primigenia de un modo secreto.
Pero, al mismo tiempo, el texto aborda el problema del cautiverio (experimentado,
primero, por la protagonista y luego, por su enamorado). La huella de esta experiencia
quedará grabada en el nombre de la protagonista y en el título de la obra. Creemos, por
tanto, que más allá de los parámetros del discurso amoroso desde los que la mayor parte
de la crítica ha caracterizado a Ricaredo e Isabela, es plausible definirlos también a
partir de los problemas vinculados con lo converso. De este modo, el asunto de la
conversión religiosa (fingida en el caso de los protagonistas) deja de ser un mero
accidente argumental para transformarse en algo sustancial que opera en varios niveles
del texto.
En el presente trabajo, nos acercaremos a la cuestión mediante el estudio de tres
aspectos: en primer lugar, nos ocuparemos del juego que se entabla en el texto entre
ocultamiento y manifestación; en segundo término, analizaremos la inestabilidad
identitaria de los personajes; y, por último, intentaremos vislumbrar de qué modo la
novela se enfrenta al problema de narrar la fractura provocada por las experiencias
traumáticas que atraviesan los protagonistas.
Manifestación y ocultamiento
Casi desde el comienzo, la novela se plantea como un juego de alternancias entre
secreto y manifestación. Sabemos que Isabel es raptada por Clotaldo, un capitán de la
armada inglesa, durante uno de los saqueos a Cádiz. Lo curioso es que la niña es robada
contra la voluntad del conde inglés que comandaba el saqueo y llevada a Inglaterra
subrepticiamente:
Mandó el conde echar bando por toda su armada que, so pena de la vida, volviese la
niña cualquiera que la tuviese; mas ningunas penas ni temores fueron bastantes a que
Clotaldo la obedeciese; que la tenía escondida en su nave, aficionado, aunque
cristianamente, a la incomparable hermosura de Isabel, que así se llamaba la niña (La
española, 218; el destacado nos pertenece).
La hermosura de la cautiva hace que Clotaldo arriesgue su vida por no perder el
preciado botín. De este modo, el ocultamiento aparece desde el inicio de la historia
signando el devenir de su protagonista. Nos aventuramos a pensar que este comienzo
subraya la importancia que adquirirá la dialéctica entre manifestación y ocultamiento
como motor de la narración.
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Nuestras sospechas empiezan a confirmarse cuando nos enteramos de que la familia de
Clotaldo profesa en secreto la religión católica, a pesar de los estrechos vínculos que
mantiene con la reina Isabel I. Es precisamente la ruptura de este delgado equilibrio
entre secreto y revelación lo que dará lugar al inicio de las peripecias que separarán a
los enamorados en toda esta primera parte del relato. 3
En efecto, todo parece marchar bien para estos nobles (a pesar del ocultamiento de la
verdadera religión y de la bella esclava que Catalina educa con esmero) hasta que
Ricaredo, el hijo de la familia, se enamora de la joven española y decide declararle su
amor. Sucede que el ocultamiento de su pasión lo ha enfermado y decide exhibir sus
sentimientos en busca de un posible remedio. Vemos en Ricaredo representada por
primera vez en la novela la tragedia ineludible del secreto: salva a la vez que mata. Y
este resquebrajamiento en la lógica del ocultamiento que vislumbramos en la situación
del protagonista enamorado se intensificará inmediatamente, cuando el asunto se
traslade del orden privado al dominio público.
Sucede que una vez que las fuerzas parecen estar equilibradas por el consentimiento de
la amada y la casi milagrosa aprobación de los padres, un nuevo develamiento de lo
oculto viene a impedir la felicidad de la familia criptocatólica:
Digo, pues, que, estando todo en este estado, cuando faltaban los cuatro días hasta el de
la boda, una tarde turbó todo su regocijo un ministro de la reina que dio un recaudo a
Clotaldo: que su Majestad mandaba que otro día por la mañana llevasen a su presencia a
su prisionera, la española de Cádiz. Respondióle Clotaldo que de muy buena gana haría
lo que su Majestad le mandaba. Fuese el ministro, y dejó llenos los pechos de todos de
turbación, de sobresalto y miedo (La española inglesa, 222).
El texto se encarga de describir muy bien los sentimientos provocados por la revelación
del secreto cautiverio de Isabel (para ese entonces ya Isabela) y la aterradora sombra
ocasionada por la sospecha de que se descubriera aquel otro secreto, quizás
imperdonable, del “fraude” espiritual. El texto explicita esta incertidumbre y las
tribulaciones por las que pasarían tantas familias obligadas a mantener una imagen
externa disociada de su interioridad:
Discurrieron aquella noche en muchas cosas, especialmente en que si la reina supiera
que eran católicos, no les enviara recaudo tan manso, por donde se podía inferir que
sólo querría ver a Isabela, cuya sin igual hermosura y habilidades habría llegado a sus
oídos, como a todos los de la ciudad. Pero ya en no habérsela presentado se hallaban
culpados, de la cual culpa hallaron sería bien disculparse con decir que desde el punto
que entró en su poder la escogieron y señalaron para esposa de su hijo Ricaredo. Pero
también en esto se culpaban, por haber hecho el casamiento sin licencia de la reina,
aunque esta culpa no les pareció digna de gran castigo (La española inglesa, 223).
Esta tensión entre manifestación y ocultamiento hará avanzar la historia y manejará las
expectativas de los receptores durante toda esta parte. Así, cuando el temor por el
descubrimiento de la esclava por parte de la reina pase y los lectores creamos que
3. Para la estructuración del relato en dos partes, seguimos la reformulación que realiza Avalle
Arce (1982) de los postulados de Lowe (1968).
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estamos a punto de asistir al feliz matrimonio de los enamorados, una nueva
interrupción pondrá al protagonista de cara al problema de su identidad oculta. En este
caso, el secreto no será el motor de la peripecia, ya que la reina decide darle una prueba
para que demuestre su merecimiento. 4 Sin embargo, la dualidad identitaria de Ricaredo
pondrá en peligro el éxito de su empresa cuando se enfrente al problema moral de
liberar o no a los católicos capturados en la nave ganada a los turcos. Así expresa el
narrador la disyuntiva del héroe al partir de Londres:
…de allí a dos días Ricaredo se hizo a la vela, combatido, entre otros muchos, de dos
pensamientos que le tenían fuera de sí: era el uno considerar que le convenía hacer
hazañas que le hiciesen merecedor de Isabela; y el otro, que no podía hacer ninguna, si
había de responder a su católico intento, que le impedía no desenvainar la espada contra
católicos; y si no la desenvainaba, había de ser notado de cristiano o de cobarde, y todo
esto redundaba en perjuicio de su vida y en obstáculo de su pretensión (La española
inglesa, 227).
La ficcionalización del problema de la distancia entre apariencias y realidad alcanza su
punto máximo en el episodio de la captura de los navíos turquescos, ya que en él se
introducen las cuestiones de las señales confusas y el disfraz. Éstas ponen de manifiesto
mediante el engaño simulado, el engaño real que los lectores conocemos, pero la
mayoría de los personajes ignoran: Ricaredo, falso anglicano, aparece ante los turcos en
naves con insignias españolas. Su regreso al puerto de Londres, está acompañado
también por la puesta en escena de la contradicción que parece ser constitutiva de la
vida de estos personajes:
No quiso Ricaredo entrar en el puerto con muestras de alegría, por la muerte de su
general; y así, mezcló las señales alegres con las tristes: unas veces sonaban clarines
regocijados; otras, trompetas roncas; unas tocaban los atambores, alegres y
sobresaltadas armas, a quien con señas tristes y lamentables respondían los pífaros; de
una gavia colgaba, puesta al revés, una bandera de medias lunas sembrada; en otra se
veía un luengo estandarte de tafetán negro, cuyas puntas besaban el agua. (…) Estas tan
contrarias muestras y señales tenían suspenso el infinito pueblo que desde la ribera les
miraba. Bien conocieron por algunas insignias que aquel navío menor era la capitana del
barón de Lansac, mas no podían alcanzar cómo el otro navío se hubiese cambiado con
aquella poderosa nave que en la mar se quedaba; pero sacólos desta duda haber saltado
en el esquife, armado de todas armas, ricas y resplandecientes, el valeroso Ricaredo…
(La española inglesa, 234).
Es dable pensar que la imposibilidad de una lectura clara de las señales, el engaño o, al
menos, la confusión interpretativa generada por los signos contradictorios pone en
evidencia la opacidad (encubierta para la reina y sus cortesanos, pero conocida por los
lectores) del personaje de Ricaredo. Parece una ironía que sea su aparición la que aclare
4. ¿Sospecharía la perspicaz reina que, así como le habían ocultado tantos años la posesión del
bello tesoro español podrían ocultar algo más profundo y peligroso y por ello decide probar la
lealtad del joven soldado? No lo sabemos, ya que el texto no lo revela, aunque no creemos que
sea descabellado hacernos la pregunta, aun cuando no tenga respuesta.
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Desarraigos, ocultamientos e identidades amenazadas en La española inglesa | Noelia Nair Vitali [pp. 62-77]
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el asunto, cuando él es portador del verdadero fingimiento. El engaño circunstancial y
aparente, en este caso, pone de manifiesto en la superficie del texto la duplicidad
profunda y verdadera. 5
Como se puede observar en los ejemplos expuestos, el texto pone en juego
permanentemente la dicotomía entre lo secreto y lo revelado. No nos parece azaroso,
entonces, que el episodio que oficia de gozne entre las dos partes de la novela (el
envenenamiento de Isabela y las consecuencias que éste trajo a la protagonista) presente
nuevamente, pero de un modo más espiritualizado, el problema de la verdad oculta
debajo de las apariencias. En este caso, el tósigo que transformó a Isabela en un
“monstruo de fealdad” (La española inglesa, 247) hace surgir la verdadera belleza de la
protagonista: su belleza interior. La reina sintetiza el postulado neoplatónico con una
sugerente imagen: “…lleváosla, Ricaredo, y haced cuenta que lleváis una riquísima joya
encerrada en una caja de madera tosca” (Idem; las cursivas nos pertenecen). 6
Además del neoplatonismo que se evidencia en esta idea, la imagen del tesoro
escondido nos remite, también, a la condición cautiva de Isabela (recordemos que
Clotaldo la había llevado a Londres como “riquísimo despojo”, escondida en la nave).
Asimismo, nos recuerda que, en última instancia, detrás de la aparente igualdad que le
confirió su hermosura al transformarla en futura esposa de un noble, se esconde su
verdadera condición de esclava en Inglaterra (con privilegios, pero cautiva al fin).
La coordenada que venimos siguiendo culmina al final de la novela, en lo que
podríamos denominar una apoteosis de la manifestación, cuando Ricaredo, considerado
muerto por Isabela debido a las noticias recibidas desde Londres, aparezca vestido con
el hábito de los rescatados por los hermanos trinitarios. Las señales, en esta
oportunidad, a pesar del inesperado atuendo del personaje, son comprendidas a la
perfección:
A estas voces, Isabela y sus padres volvieron los ojos, y vieron que, hendiendo por toda
la gente, hacia ellos venía aquel cautivo; que, habiéndosele caído un bonete azul
redondo que en la cabeza traía, descubrió una confusa madeja de cabellos de oro
ensortijados, y un rostro como el carmín y como la nieve, colorado y blanco: señales
que luego le hicieron conocer y juzgar por estranjero de todos. En efeto, cayendo y
5. Párrafo aparte merece, quizás, la treta organizada por Ricaredo para provocar el encuentro
entre Isabela y sus padres, rescatados por él del navío turquesco en el que iban prisioneros. Julia
D´Onofrio (2013) ha dedicado un estudio a esta cuestión. En él, muestra cómo varios personajes
y, particularmente, el protagonista destinan sus esfuerzos a armar artificios, ocultamientos y
develamientos perfectamente orquestados tendientes a generar determinados efectos en sus
espectadores circunstantes. Allí, la autora también menciona el problema del secreto como una
forma de subsistencia en el contexto de opresión religiosa en el que se mueven los personajes:
“La representación novelesca de la familia cripto-católica en la Inglaterra isabelina, sustenta una
de las temáticas profundas de la novela, la que nos habla del drama de sufrir el rechazo a las
íntimas creencias religiosas en la tierra a la que se pertenece, y ser, por lo tanto, como un
extranjero en la propia nación. En cierta forma, creemos que esto resulta una sugerente alusión a
todos los problemas de libertad de culto en la corona española y a los diversos dramas
particulares vividos por los conversos” (D´Onofrio, 2013: 58).
6. Esta imagen del bien oculto dentro de una “cáscara” es interpretada por Alicia Parodi (2002)
como un signo de la alegoría y, de este modo, como índice al interior del texto de los
procedimientos de dramatización de la poética que se llevan a cabo en esta novela. Asimismo,
dentro de la colección de Ejemplares, el motivo de la joya permite pensar las doncellas en
relación con los atributos poéticos (trabajo este tema en mi tesis de doctorado).
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levantando, llegó donde Isabela estaba; y, asiéndola de la mano, le dijo:
-¿Conócesme, Isabela? Mira que yo soy Ricaredo, tu esposo.
-Sí conozco -dijo Isabela-, si ya no eres fantasma que viene a turbar mi reposo.
(…)
Isabela, a pesar de la impresión que en su memoria había hecho la carta de su madre de
Ricaredo, dándole nuevas de su muerte, quiso dar más crédito a sus ojos y a la verdad
que presente tenía; y así, abrazándose con el cautivo, le dijo:
-Vos, sin duda, señor mío, sois aquel que sólo podrá impedir mi cristiana determinación.
Vos, señor, sois sin duda la mitad de mi alma, pues sois mi verdadero esposo;
estampado os tengo en mi memoria y guardado en mi alma (La española inglesa, 257).
El diseño interior, estampado en el alma, aparece como el verdadero. Sólo cuando se
pueden aunar la imagen interior y la exterior, cuando la verdad interior de Ricaredo
puede ser exteriorizada, tal como lo refiere Parodi (2002: 105), la historia consigue
llegar a su fin.
Esto nos permite pensar que más allá de la historia de los personajes mismos y sus
múltiples pruebas, la novela ficcionaliza también –como venimos señalando– los
avatares del binomio manifestación/ ocultamiento. Es posible observar, entonces, que
esta problemática, profundamente imbricada con el fenómeno converso, funciona en
varios niveles textuales y no sólo como mero detalle argumental.
Identidades en tránsito
Los personajes de los que nos estamos ocupando, tal como hemos observado, están en
constante peligro, amenazados por el medio y por su propia condición. El fenómeno de
la conversión y el cautiverio no son en ellos una mera pincelada de color sino un
elemento constitutivo de su personalidad y, por consiguiente, de su modo de afrontar las
peripecias que se les presentan. Son personajes que se mueven en terrenos fronterizos,
lo que propicia su inestabilidad identitaria. Las fronteras a las que se enfrentan –algunas
bosquejadas en el apartado anterior– son tanto geográficas como lingüísticas y
religiosas. Es plausible proponer, incluso, que existen fronteras internas que estos
personajes deben superar.
Lo primero que nos parece relevante mencionar al respecto es que la dualidad es uno de
los rasgos más sobresalientes en la caracterización de los protagonistas. Estos no son
personajes unívocos, sino que son presentados como un conglomerado de características
cuya combinación no parece, a priori, siempre armoniosa. Sin dudas, coincidimos con
Marsha Collins cuando afirma que “Gemination, a common feature of romance,
emerges as one of the primary structural components in La española inglesa” (Collins,
1996: 59).
Como ya hemos señalado, Isabel es a la vez cautiva española y futura esposa de un
noble inglés. En su cambio de nombre parece haber quedado la marca de esa felicidad
incompleta: en su nuevo hogar la llamarán Isabela. Sutil diferencia, pequeña huella casi
imperceptible que denota la situación ambigua en la que la protagonista se encuentra.
Sin embargo, la dualidad estatutaria de la doncella se expresa también en otros aspectos,
más allá de los que podríamos denominar sociológicos. Resulta curioso que para
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describir su belleza, se apele a la unión de varios elementos provenientes de órdenes
distintos:
Con esto se consolaron, y acordaron que Isabela no fuese vestida humildemente, como
prisionera, sino como esposa, pues ya lo era de tan principal esposo como su hijo.
Resueltos en esto, otro día vistieron a Isabela a la española, con una saya entera de raso
verde, acuchillada y forrada en rica tela de oro, tomadas las cuchilladas con unas eses de
perlas, y toda ella bordada de ríquisimas perlas; collar y cintura de diamantes, y con
abanico a modo de las señoras damas españolas; sus mismos cabellos, que eran muchos,
rubios y largos, entretejidos y sembrados de diamantes y perlas, le sirvían de tocado.
Con este adorno riquísimo y con su gallarda disposición y milagrosa belleza, se mostró
aquel día a Londres sobre una hermosa carroza (…)
Estúvola la reina mirando por un buen espacio, sin hablarle palabra, pareciéndole, como
después dijo a su camarera, que tenía delante un cielo estrellado, cuyas estrellas eran las
muchas perlas y diamantes que Isabela traía; su bello rostro y sus ojos, el sol y la luna,
y toda ella una nueva maravilla de hermosura (La española inglesa, 223-224; los
destacados son nuestros).
La naturaleza y el arte, el cosmos y el microcosmos parecen conjugarse en la
construcción de su armoniosa y maravillosa hermosura. Son imágenes lexicalizadas, por
supuesto, pero no por ello debe dejar de llamarnos la atención que entre todas las
posibles metáforas se utilice el binomio sol y luna unidos en su rostro y la consiguiente
remisión velada a la dupla mitológica de Apolo y Diana. La poesía y la castidad, por un
lado; el principio masculino y el femenino, por el otro, ensamblados. Sin dudas es un
personaje pródigo en desdoblamientos.
Creemos que esto se refuerza con el ya mentado episodio del envenenamiento. En este
caso, como ya desarrollamos oportunamente, la dicotomía se planteará entre el interior y
el exterior. Asimismo, el hecho de que al final se le encargue escribir la historia de sus
peripecias, viene a acentuar esta naturaleza doble de Isabel/Isabela. A diferencia de lo
que ocurre con las otras heroínas de la colección, en vez de recibir un destino como
madre –porvenir femenino por excelencia en los cánones de la época–, se le adjudica un
final como escritora (aunque también esposa). 7 Es que los contrarios no parecen
excluirse en este personaje, cuyo mote de “española inglesa” nos brinda claras muestras
de su paradójica hibridez. 8
7. La cuestión de la infecundidad del matrimonio consagrado al final entre Isabela y Ricaredo no
ha pasado inadvertida para Carroll Johnson (1989), quien ha leído en ello un signo de
subversión del orden establecido. Sin embargo, su perspectiva acentúa la coordenada económica
que adquiere la fecundidad en el final de la obra y nosotros -sin desestimar el análisis marxista
que ofrece el autor, que nos parece bien fundamentado con aspectos textuales- creemos
destacable la coordenada simbólica que trae aparejada esta infecundidad biológica. Esto se debe
a que en términos de mandatos culturales, Isabela reemplazará el rol de madre por el de
escritora.
8 En relación con esto, no debemos dejar de lado que gran parte de la crítica ha señalado los
índices autobiográficos que se encuentran dispersos en esta novela: a Isabela se le encarga
escribir un manuscrito para entretenimiento del Arzobispo de Sevilla y todos sabemos de la
existencia del manuscrito preparado por Francisco Porras de la Cámara en el que figuran dos de
las Novelas ejemplares (Rinconete y Cortadillo y El celoso extremeño) para el arzobispo de Sevilla.
Aunque también la historia final de Ricaredo está plagada de guiños hacia la biografía del autor,
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También Ricaredo hace gala de una personalidad que muestra varios dobleces. En
principio, como hemos visto, debido a su condición de cripto-católico. Pero no sólo por
ello. Significativamente, cuando es descripto en su desfile ante la reina tras regresar
triunfante de la aventura naval, se menciona una dualidad equivalente (aunque no
idéntica) a la expresada en relación con Isabela:
Con este adorno y con el paso brioso que llevaba, algunos hubo que le compararon a
Marte, dios de la batallas, y otros, llevados de la hermosura de su rostro, dicen que le
compararon a Venus, que, para hacer alguna burla a Marte, de aquel modo se había
disfrazado (La española inglesa, 236).
Marte y Venus, el principio masculino y el femenino se mezclan de un modo particular
en Ricaredo para convertirlo, al igual que su amada, en ejemplo de una excepcional
belleza. Si bien somos conscientes de que estas alusiones mitológicas podrían analizarse
desde otras perspectivas, lo que nos interesa señalar en esta ocasión es hasta qué punto
estos personajes son construidos de un modo bifronte. 9
En este sentido, no nos parece casual que en repetidas oportunidades el texto haga
alusión a la prudencia de Isabela, ya que sabemos que esta virtud era representada en la
época con la figura de Jano, dios de dos caras. Según Covarrubias, Jano es modelo de
prudencia porque atiende a las cosas pasadas y las por venir. El mote parece ajustarse a
Isabela, mediadora entre dos lenguajes, dos religiones y dos culturas. La prudencia es, a
la vez, sabiduría práctica (tal es su significado en griego) y estos personajes parecen ser
un ejemplo perfecto de aquellos que emplean todos sus esfuerzos (aunque esto
signifique fingir, mentir o manipular) para adaptarse a las circunstancias que se les
presentan.
A todo lo enunciado anteriormente, hay que agregar la complejidad que la crítica ha
señalado en cuanto a las posibles referencias históricas y literarias que evocan los
nombres de los enamorados. Alicia Parodi fue una de las primeras en señalar la
“densidad de significantes” (2002: 109) que permite establecer en esta novela vínculos
muy particulares entre la historia y la poesía. 10 Por otra parte, Marsha Collins (1996)
dedica varias líneas de su trabajo sobre esta novela a desarrollar los aspectos que hacen
de Isabela un personaje con rasgos a la vez divinos y humanos.
fundamentalmente en lo que se relaciona con el cautiverio y la posterior liberación a expensas de
la intermediación de los padres trinitarios (los mismos que oficiaran de intermediarios en el
rescate de Cervantes).
9. Véase al respecto lo que propone Güntert (1993: 151) en el excelente análisis discursivo que
dedica a esta novela en el capítulo destinado a Las novelas ejemplares. Este autor propone no leer
esta doble caracterización como una ambigüedad, sino como un signo relacionado al mito de la
venus armata.
10. En el libro que dedicó al estudio de las Ejemplares, señala a Recaredo, “el primer rey godo
que se convierte del arrianismo al catolicismo” (Idem), entre los posibles referentes históricos
asociados con el nombre de Ricaredo. Esto nos interesa particularmente, puesto que Recaredo
fue también el primer rey que al unir la Iglesia y el reino en el siglo VI d.C determinó que fueran
segregados por primera vez en la península los grupos religiosos minoritarios, considerados
desde ese momento, fuera de la égida oficial (véase Amran, 2009: 11-14). Asimismo, en el marco
de su lectura alegórica de la colección, Parodi (2002) destaca la figura de santa Isabel como
posible antecedente del personaje femenino. La cuestión de los referentes literarios que podrían
estar operando en la construcción de estos personajes es trabajada por Alcázar Ortega (1995),
cuya lectura sugerimos a quienes interese profundizar estos aspectos.
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A lo postulado por estas investigadoras, quisiéramos agregar una posible conexión
subyacente entre Isabela, la española inglesa, y la reina Isabel de Valois, tercera esposa
de Felipe II, a quien bien podríamos tomarnos la licencia de llamar “la francesa
española”. Esta reina consorte, casada con Felipe en virtud del tratado de paz CateauCambresis, sellado entre Francia y España, nos remite al mismo conflicto religioso entre
católicos y protestantes que ficcionaliza la novela que estamos analizando, pero en otras
latitudes. Nos parece significativa esta posible conexión, puesto que remitiría también
(en consonancia con lo planteado por Parodi, aunque en un sentido socio-político y
cultural que se aleja de su lectura) a una figura mediadora entre dos órdenes. No debería
pasar inadvertido que Cervantes escribió un soneto dedicado a la muerte de esta reina.
En él, destaca de la figura regia, precisamente, su cualidad de intercesora entre
contrarios: “Aquí el valor de la española tierra, / aquí la flor de la francesa gente, / aquí
quien concordó lo diferente, de oliva coronando aquella guerra” (Cervantes, 1991: 42;
las itálicas nos pertenecen), reza el primer cuarteto. Recordemos, también, que la novela
traza en la segunda parte un derrotero mercantil que incluye una triangulación entre
Inglaterra-Francia y España. De este modo, se configura un espacio simbólico que
vincula a estas tres naciones enfrentadas por el conflicto protestante.
A la luz de todo lo observado, es posible indicar que la construcción de los
protagonistas en sus diferentes planos problematiza el asunto de la identidad. Estos son
personajes que mutan permanentemente (en general, obligados por su contexto vital),
aunque al final la adhesión a una determinada fe parece ser lo único imperecedero. 11 No
obstante, la novela da sobradas muestras de que la identidad parece configurarse no sólo
en función de cuestiones interiores, sino también por la relación que los sujetos entablan
con el exterior que los circunda. Como hemos venido señalando, las relaciones entre el
interior y el exterior, lo privado y lo público cumplen un rol importante en la
constitución de las subjetividades. Es decir, el modo en que otros ven a los personajes
forma parte importante en su construcción literaria. Más allá de que en su interior
siempre se hubieran mantenido igual, la imagen que dejan en los otros los acompaña
hasta el fin. Como prueba de ello, recordemos al hombre que en medio de la multitud
sevillana que presenciaba el encuentro de Isabela con su esposo, reconoce a Ricaredo
como el “corso inglés” que los había liberado. Esto es: nuestro héroe además de
convertirse en el esposo de Isabela, en el cripto-católico que logra salir de la
clandestinidad para proclamar su fe sin barreras, es también y siempre lo será “el corso
inglés”. Es interesante que el texto explicite de un modo tan palmario –mediante la
intervención del personaje anónimo que surge entre la muchedumbre– esto que en los
lectores podríamos tan sólo sospechar. 12
Acorde con lo que venimos analizando, consideramos pertinente incluir en nuestro
estudio alguna referencia al aspecto comunitario de la configuración de estas
11. Lo interesante es que esta fe (la católica) parece no necesitar de manifestaciones exteriores
para subsistir (a contrapelo de las exigencias tridentinas que darían lugar al fausto y la pompa de
las celebraciones religiosas barrocas). No se define, tampoco, por oposiciones dicotómicas, ya
que tal como lo afirman varios críticos, la novela parece borrar las diferencias entre católicos y
protestantes (aunque aborden el problema desde perspectivas diferentes, podemos mencionar a
Casalduero (1974: 125) y Johnson (1989: 519)).
12. No nos parece un aspecto menor, aunque ahora no podamos desarrollarlo, la repetida puesta
en escena en diferentes momentos de los comentarios o críticas que el accionar de los personajes
suscita en quienes los rodean.
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identidades. En relación con esto y a partir de todo lo señalado, podemos colegir que
estos personajes son miembros de una comunidad marcada por el trauma. Son, como
hemos podido apreciar, miembros de un colectivo (al menos familiar, pero podemos
sospechar que el círculo era un poco más amplio) amenazado. En este sentido, los
personajes principales de La española inglesa pueden ser leídos desde la lógica de lo
que Irwin Zarecka (1994) denomina “comunidades de memoria”. Esto es: un grupo de
personas unidas por una experiencia traumática que los define como sujetos. 13
No llama la atención, entonces, que una de las primeras estampas criptocatólicas que
nos brinda el texto de Cervantes sea la de los captores de Isabela tratando de educarla en
sus costumbres a la vez que procurando no perdiera su lengua:
[Catalina] como si fuera su hija, la criaba, regalaba e industriaba (…) y aunque iba
aprendiendo la lengua inglesa, no perdía la española, porque Clotaldo tenía cuidado de
traerle secretamente españoles que hablasen con ella (La española inglesa, 219).
Como podemos observar, la novela deja planteada desde el comienzo la lógica
memoria/olvido vinculada con la situación traumática del rapto y posterior destierro.
Esta dinámica atraviesa el texto hasta el final, literalmente, cuando ya en España, libres
de todos los males, le pidan a Isabela que ponga por escrito la historia para que pudiera
leerla el Arzobispo.
Los riesgos de pertenecer a una minoría étnica y religiosa en un contexto de creciente
racismo y xenofobia se ponen nuevamente en primer plano cuando la camarera de la
reina intenta utilizar estos argumentos como justificativos para su reprochable decisión
de atosigar a Isabela (cuando la verdadera causa era que ésta había rechazado a su hijo):
Mandó la reina prender a su camarera y encerrarla en un aposento estrecho de palacio,
con intención de castigarla como su delito merecía, puesto que ella se disculpaba
diciendo que en matar a Isabela hacía sacrificio al cielo, quitando de la tierra a una
católica, y con ella la ocasión de las pendencias de su hijo (La española inglesa, 246).
La escena expone de una manera muy clara el mecanismo perverso por el cual las
diferencias religiosas eran utilizadas en favor de las mayorías como fundamento para
dirimir cuestiones que carecían de sustento religioso o ideológico: antes bien, muchas
de ellas se encontraban apoyadas en diferencias de índole personal.
Narrar la fractura
En el marco de lo que venimos señalando, es plausible asociar la yuxtaposición de
tiempos y espacios, de historia y ficción que despliega Cervantes en La española con las
denominadas dinámicas de la memoria. La memoria, dice el prestigioso historiador
Yosef Yerushalmi, “es siempre problemática, usualmente engañosa, a veces
13. La autora lo expone de la siguiente manera: “In its most direct meaning, a community of
memory is one created by that very memory. For people to feel a sense of bonding with others
solely because of a shared experience, the experience itself would often be extraordinary if not
traumatic quality” (Zarecka, 1994: 47).
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traicionera…” (2002: 1). 14
En el final de la novela cervantina, aparece con claridad un problema vinculado a la
memoria colectiva: la cuestión de cómo dejar rastros de esa construcción. Lo interesante
es que este mecanismo de la memoria instaura una paradójica relación entre el registro
histórico y el recuerdo, ya que como afirma, una vez más, Yerushalmi (2002), no
siempre lo que se recuerda es lo que quedó registrado ni necesariamente los datos
asentados por los historiadores logran quedar en el recuerdo de la comunidad. Esto
determina que la memoria colectiva se caracterice por la acronía, por la reactualización
permanente, que no es la negación de la historia, sino un intento por dotar los hechos
pasados con un sentido para hic et nunc. En nuestra novela, tenemos un ejemplo muy
cabal de este procedimiento en la narración de la hazaña marítima de Ricaredo: la
historia, contada primeramente por su protagonista, se desintegra y multiplica luego en
una serie de relatos que dan cuenta del mismo hecho desde diferentes perspectivas.
En este sentido, cabe la posibilidad de vincular las incongruencias temporales que
presenta el texto con esta voluntad de desarticular la univocidad para habilitar otras
formas más trascendentes del recuerdo. Si bien la crítica tradicionalmente ha señalado
estas incoherencias como errores, ya Mercedes Alcázar Ortega (1995) llamó la atención
sobre la necesidad de interpretar la falta de rigor cronológico de La española inglesa
como un índice de la estructura mítica que sustenta la historia “no sólo para el tiempo de
su escritura, sino también acercarla libremente hasta nosotros, protegida en su acronía”
(Alcázar Ortega, 1995: 38).
Exactamente en ese precario equilibrio entre lo particular histórico y lo universal
poético reside el valor de la ficción como medio de aprehender esos desgarros a los que
hemos hecho referencia a lo largo del trabajo. En palabras de Harold Bloom, escritas
para el prólogo de Zajor: “sólo los poetas logran la creación de sí mismos mediante el
reconocimiento de la contingencia, mientras que los filósofos y los historiadores
anhelan lograr la universalidad trascendiendo la contingencia” (Bloom, 2002: XX).
Con respecto a esto último, es dable hacer hincapié, nuevamente, en todos los elementos
autobiográficos presentes en esta novela (que los críticos se han ocupado de señalar).
Entre ellos, uno no menor es el que refiere al pedido que le hacen a Isabela al final del
relato: se trata de que escriba la historia de su vida (que nosotros acabamos, en ese
momento, de leer) para el arzobispo. Sabemos que el mismo Cervantes había escrito un
manuscrito para el Arzobispo de Sevilla. 15 Pero más allá de esta referencia extra textual
que funciona como indicio de cierta identificación presente en la obra entre el autor y la
protagonista, cabe señalar que a nivel textual, dentro de la colección misma, el vínculo
que se puede establecer entre la figura autoral e Isabela es de otra índole: ambos son
14. Partiendo del imperativo bíblico que conmina a los hebreos a recordar (zajor), Yerushalmi
investiga los paradójicos mecanismos a través de los cuales el pueblo judío fue construyendo su
memoria que es, a la vez, fundamental en la constitución de su identidad. Siguiendo los
postulados de Halbwachs (1980), Yerushalmi sostiene que la memoria es un constructo
colectivo: “…incluso la memoria individual está estructurada mediante marcos sociales y, más
aún, que la memoria colectiva no es una metáfora sino una realidad social transmitida y
sostenida mediante esfuerzos conscientes y las instituciones del grupo” (Yerushalmi, 2002:
XXXIV).
15 Nos referimos al manuscrito preparado por Francisco Porras de la Cámara para el arzobispo
de Sevilla, en el que figuran dos de las Novelas ejemplares (Rinconete y Cortadillo y El celoso
extremeño).
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comparables, significativamente, por su condición de cautivos. Se aprecia, entonces,
también en este nivel un juego de manifestaciones y escamoteos por el cual se explicitan
ciertos rasgos y otros se hacen menos evidentes.
Entonces, descubrimos que el modelo de la experiencia conversa que pudo haber
extraído de la historia sefardí le sirve a Cervantes como molde para su pretensión de
construir su memoria. Podemos preguntarnos, por tanto, si esta voluntad no atraviesa la
colección entera. Precisamente, Halbwachs (1980) sostiene que cuando las comunidades
no hacen monumentos, el arte es el lugar donde se deposita la memoria. 16
Es preciso aclarar ya a estas alturas que al hablar de “lo converso” de ninguna manera
queremos significar un universo homogéneo y unívoco, sino una serie de patrones que
permiten dar cuenta de una subjetividad traspasada por el dolor y una serie de
procedimientos que intentan dar cuenta de ese desgarro. Precisamente, lo que define el
“ser converso” según la propuesta de Miriam Bodian (1994) es una red de complejas
mutaciones que responden a las necesidades de supervivencia.
Si algo representa bien a los conversos es, en efecto, su vulnerabilidad identitaria, su
permanente estado transitorio. ¿Debe escandalizarnos, entonces, que Cervantes para
representar su mundo converso al revés, criptocatólico, apele al modelo genérico
bizantino, plagado de caminos, de obstáculos y peregrinaciones?
El título de la obra pone de manifiesto esta dualidad irreductible que define a la doncella
y pone en el centro de la discusión el problema de la identidad. Así como el baciyelmo
fundía en sí dos realidades, el provocativo sintagma que da nombre a la novela plantea
el surgimiento de una tercera realidad en la que se hibridan ambas identidades.
Escandalosa propuesta en un reino que había institucionalizado la pureza.
Por esto, no es casual que una de las virtudes más proclamadas de nuestra heroína sea,
como ya dijimos, la prudencia. Sería ésta también una buena imagen para evocar la
construcción de la memoria, ese espacio donde se conjugan lo colectivo y lo individual,
lo histórico y lo poético; ese sitio fronterizo en el que estas identidades transidas pueden
ser dichas. Cervantes utiliza ciertos mecanismos afines a lo que hoy llamamos la
dinámica de la memoria, cercanos a la sensibilidad conversa de su época, pero no
privativos de ella. Los usa para construir una poética fronteriza. 17
No encontramos, por ende, ante una poética dual y fracturada. En ella, la ficción
funciona como sutura pero, simultáneamente, constituye la huella indeleble de la
16. En este sentido, sería válido plantear que la moraleja explícita del final, fenómeno extraño en
las Ejemplares, funciona a nivel textual como justificativo para que una historia privada (la de
Isabela y Ricaredo) sea digna de ser escrita y quedar registrada, al transformarla en un ejemplo
para otros. Pero al mismo tiempo, las provechosas adversidades pueden entenderse en el nivel
del lector como un eco del principio horaciano del “delectare et prodesse”. Es decir, no sólo en el
plano de la historia las adversidades de estos enamorados resultaron finalmente beneficiosas,
sino que para el lector también serán provechosos estos avatares, puesto que lo deleitarán en su
recorrido por las páginas. De otro modo, no se explica que un arzobispo necesitara aviso y
ejemplo de dos jóvenes mitad extranjeros mitad españoles.
17. No es casual que Isabela, sospechado trasunto del mismo autor, sea convertida en “monstruo
de fealdad” por efecto del veneno (aunque luego recupere su “forma verdadera”). Algo de esa
hibridez identitaria atraviesa la poética de la colección entera. La ligazón entre la poética y lo
monstruoso que encontramos en Cervantes ya fue señalada por Mary Gaylor (1983) y por
Miñana (2007). Isabela, precisamente, combina las dos facetas que signan la poesía en las
Ejemplares: como Preciosa, la gitanilla, es también una joya preciosísima –ya hemos mencionado
que, incluso, cuando es envenenada la reina se refiere a ella como tal–, pero al igual que
Cañizares experimenta también en un momento la repugnancia en la mirada ajena.
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existencia de esa misma herida que intenta cicatrizar.
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exlibris #5 (2016)
Dossier: Cervantes / 76
Desarraigos, ocultamientos e identidades amenazadas en La española inglesa | Noelia Nair Vitali [pp. 62-77]
ISSN 2314-3894
Noelia Nair Vitali
Doctora de la Universidad de Buenos Aires, 2016. Su tesis, recientemente defendida, se
titula “La poesía, doncella y ciencia: poética del fragmento en las Novelas ejemplares de
Miguel de Cervantes”.
Se desempeña desde 2010 como ayudante de primera (regular desde 2016) en la materia
Literatura Española II (Siglo de Oro), a cargo de Juan Diego Vila, en la Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.
Desde 2004, participa de los grupos UBACyT dirigidos por Alicia Parodi y Juan Diego
Vila, dedicados a investigar la obra de Cervantes y las diferentes modulaciones de la
prosa en los siglos XVI y XVII.
Ha participado de numerosos encuentros académicos como expositora y ha publicado
artículos en varios volúmenes colectivos. En 2013, codirigió junto a Alicia Parodi el
libro Misceláneas ejemplares. Algunas claves para leer la colección cervantina,
publicado por la editorial Eudeba.
Actualmente, es también la secretaria académica de la Maestría en Literaturas Española
y Latinoamericana en la Facultad de Filosofía y Letras, UBA.
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Dossier: Cervantes / 77
El Quijote y el Emperador de la China: los derroteros del libro | Celia Mabel Burgos Acosta [pp. 78-95]
ISSN 2314-3894
El Quijote y el Emperador de la China: los
derroteros del libro
Celia Mabel Burgos Acosta
Universidad de Buenos Aires
Instituto de Filología y Literaturas Hispánicas “Dr. Amado Alonso”
CONICET
rhcp374@hotmail.com
Resumen
La dedicatoria al conde de Lemos, una de las piezas preliminares del Quijote de 1615, incluye
una pequeña anécdota apócrifa: la de la visita de un emisario del emperador chino a Cervantes.
El ofrecimiento que éste le hace, a través de una carta, para que visite el imperio allende al mar,
se revela insuficiente y da pie al elogio del poderoso a quien se le envía la obra. La pequeña
historia no es inocente. En el umbral de la novela a la que da comienzo, se proyecta sobre su
totalidad y plantea varias cuestiones de gran importancia para esta Segunda Parte. En primer
lugar, la centralidad de la materialidad escrita y la importancia de la tradición en la que se
inserta la propia obra. Y, finalmente, porque detrás de los intercambios librescos y epistolares es
posible, en el imaginario de la España áurea, el encuentro con ese Otro, el chino, un sujeto
imperial como el que habitaba los territorios de los Austrias, frente al que se depositará el
tratamiento ambivalente del diferente: de sujeto digno de admiración a peligroso antagonista.
Palabras clave
Escritura; libro; alteridad; colonización
Abstract
The dedication to the Count of Lemos, a preliminary text from Part II of Cervantes’ Don
Quixote (1615), includes a false anecdote, a brief story of how a Chinese Emperor messenger
visits our author. Through a letter, the monarch invites him to travel to the far and foreign lands,
but the unsatisfactory of the offer sets the conditions for the praise of the powerful figure to
whom is the novel finally dedicated. This short story is not an innocent one. In the liminary
position in which we find it, at the work’s opening pages, it displays some very relevant themes
for this second volume. First, the importance of writing in a material aspect and the tradition in
which this very literary work locates itself. And, finally, because book and letter exchanges let
us observe the way Spanish Golden Age imagines the meeting with the otherness –a Chinese, an
imperial subject, a mirror for who were ruled by the Habsburgs; a holder for the ambivalent
ways of thinking about the Other, from admiration to a sense of danger.
Keywords
Writing; book; otherness; colonization
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Dossier: Cervantes / 78
El Quijote y el Emperador de la China: los derroteros del libro | Celia Mabel Burgos Acosta [pp. 78-95]
ISSN 2314-3894
Introducción
La dedicatoria a la Segunda Parte del Quijote (1615) incluye un pequeño relato,
presentado en forma de anécdota (por supuesto que apócrifa):
El que más ha mostrado desearle [a la continuación de la novela] ha sido el grande
emperador de la China, pues en lengua chinesca habrá un mes que me escribió una carta
con un proprio pidiéndome, o por mejor decir, suplicándome se le enviase, porque
quería fundar un colegio donde se leyese la lengua castellana, y quería que el libro que
se leyese fuese el de la historia de don Quijote. Juntamente con esto me decía que fuese
yo a ser el rector del tal colegio. Preguntéle al portador si su majestad le había dado para
mí alguna ayuda de costa. Respondióme que ni por pensamiento (II, Ded., 467). 1
Esta brevísima historia da pie a la alabanza al dedicatario, don Pedro Fernández Ruiz de
Castro y Osorio, séptimo conde de Lemos, quien, a diferencia de la insuficiente oferta
que el Emperador chino le hace a Cervantes, demuestra su grandeza y –al menos
aparentemente– su generosidad:
- Pues, hermano –le respondí yo–, vos os podéis volver a vuestra China a las diez, o a
las veinte, o a las que venís despachado; porque yo no estoy con salud para ponerme en
tan largo viaje; además que, sobre estar enfermo, estoy muy sin dineros, y emperador
por emperador y monarca por monarca, en Nápoles tengo al grande conde de Lemos
que, sin tantos titulillos de colegios ni rectorías, me sustenta y me ampara y hace más
merced que la que yo acierto a desear (II, Ded., 468).
En este punto, la dedicatoria retorna a su curso preestablecido genéricamente, en tanto
se presenta “como cartas del autor al mecenas, que confirman y realizan el contrato
previo, tácito o explícito, de intercambio mutuo de servicios” (Martín Morán, 2001:
257).
Más allá del paso fugaz de este preliminar por la anécdota, creemos que el escueto
relato esconde otros posibles significados y que puede, también, irradiarlos hacia el
resto de la obra que a punto de comenzar. Lo consideraremos, pues, un germen
narrativo, ubicado estratégicamente en los umbrales de la novela, con propósitos y
funciones específicas en esta Segunda Parte. Las próximas líneas buscarán justificar esta
afirmación.
El presente trabajo se inserta en el marco de una investigación sobre las
representaciones del texto en el Quijote: sus imágenes y los valores en torno a la
escritura que se sedimentan en ellas, sus modos de circulación a lo largo de las dos
Partes y las funciones narrativas que cumplen. En esta ocasión, la hipotética presencia
del objeto libro en China y el prestigio de su autor en tierras tan lejanas serán el
disparador para nuestras reflexiones en torno a la materia escrita y su valor en los
intercambios políticos y culturales con la alteridad, en un contexto hispánico de
marcada cerrazón ideológica.
1. Ed. de Celina Sabor de Cortazar e Isaías Lerner (2005) (todas las citas pertenecen a esta
edición). Se consignará siempre la parte en números romanos, el capítulo en arábigos y, por
último, la página.
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Dossier: Cervantes / 79
El Quijote y el Emperador de la China: los derroteros del libro | Celia Mabel Burgos Acosta [pp. 78-95]
ISSN 2314-3894
El espejo del Otro
Un representante del Emperador chino visita a Cervantes en su propia tierra. ¿Por qué
reclamar la presencia del autor y de su creación en los confines del mundo conocido?
¿Y por qué ese destino está representado por China? Un vistazo a los valores que
circulaban en la España áurea en torno a esas lejanas tierras permite arrojar luz sobre la
opción que realiza Cervantes en este paratexto.
China era, para la monarquía de los Austrias, un límite que deseaba franquearse. La
presencia española en Asia está documentada desde el siglo XVI. Planteada, en un
comienzo, como un intento de desplazar a los portugueses en el comercio marítimo de
especias con el Extremo Oriente, provenientes de las islas Molucas, en 1571, con la
conquista de Manila y la comunidad de comerciantes chinos que operaban allí, el interés
de la corona hispana se posa por primera vez en China. Para 1580, el contacto quedaba
sellado por la residencia permanente de 5000 mercaderes chinos, los sangleyes, en la
alcalcería conocida como Parián de Manila (Ollé, 2006), tan extendida que, hacia fines
del siglo XVI, la ciudad filipina podría considerarse “a Chinese colonial town”
(Headley, 1995: 635). El intercambio con dichos comerciantes le permitió a España el
establecimiento de una ruta de comercio y navegación transoceánico que unió los
puntos más distantes del mundo conocido hasta entonces: el Galeón de Manila o “la nao
de la China”, como la llamaban los comerciantes mexicanos (Alonso Álvarez, 2008:
85), que unía este enclave hispánico con Acapulco.
Ese Otro en la distancia, por la inmensidad de su territorio y el poco conocimiento que
brindaba al exterior, se presentaba para el imaginario de los siglos de XVI y XVII como
ciudadano de un reino misterioso (Headley, 1995: 632). No faltaron quienes
representaron a los chinos como un pueblo de idólatras, sodomitas, ladrones y piratas
(Headly, 1995: 637), en un intento quizás de exaltar la propia identidad. A pesar de ello,
el imperio que por entonces detentaba la dinastía Ming materializaba, para los súbditos
de la Monarquía católica, un Otro digno con el cual medirse: de las páginas dedicadas
por viajeros y religiosos, se desprende el respeto y la admiración por la vastedad de sus
dominios y la capacidad de control de éstos, su organización política, sus riquezas, el
refinamiento en aspectos tan variados como las formas de vestir, alimentarse, diseñar
sus edificios y sus ciudades, así como por el predominio de una cultura letrada
(Romano, 2014: 256). Todas estas dotes llamaban profundamente la atención de
quienes, con estupor, veían en ese reino oriental un rival. Es sintomático de este
pensamiento que, tanto en la Primera como en la Segunda Parte del Quijote, la única
mención a figuras imperiales existentes y contemporáneas, entre las tantas imaginarias
extraídas de o inspiradas en ficciones caballerescas –el Emperador de Trapisonda (I,
Pról, 10 y I, 49, 429), “el grande emperador Alifanfarón” (I, 18, 148)– y las de regentes
de la antigüedad o el medioevo –Heraclio (I, 48, 423), Adriano (II, 8, 517), Carlomagno
(II, 24, 624 y II, 26, 638), Julio César (II, 24, 627)–, sean las de este Emperador de la
China y la del “invictísimo Carlos Quinto” (I, 39, 350; también en II, 8, 515).
Entre la admiración y el temor, la relación de la monarquía española con el imperio
chino, fue adquiriendo diversas modulaciones:
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Dossier: Cervantes / 80
El Quijote y el Emperador de la China: los derroteros del libro | Celia Mabel Burgos Acosta [pp. 78-95]
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Durante las últimas décadas del siglo XVI se sucedieron desde Manila las incursiones
misionales fallidas hacia la provincia de Guangdong o de Fujian, los intentos de
embajada abortados antes de iniciarse y los más o menos insensatos planes de conquista
de China, finalmente siempre desestimados. 2 Felipe II llegó a redactar una carta al
emperador Wanli, que debía acompañar a todo un ajuar de regalos, en el que se incluían
cuadros, espejos y rarezas preciosas, en una magna embajada que nunca llegó a zarpar
de Nueva España. La unión dinástica entre Castilla y Portugal en 1580 erigía el
espejismo de la Monarchia universalis, ante la cual tan solo el Imperio chino desafiaba
el impresionante despliegue de los sistemas imperiales ibéricos, que en Manila y Macao
tenía sus apéndices extremos (Ollé, 2006).
Las “Indias del Poniente”, denominación que englobaba a las Islas del Sur, la Península
malaya, el Pacífico central y las costas de chinas –que, en mapas españoles como los de
Velasco, se consideraban dominio hispánico (Headley, 1995: 632)–, ejercían una fuerte
atracción. En un mundo que asiste a su primera globalización, China se coloca en la
situación paradójica de ser un horizonte conocido a la que vez un espacio y una historia
ignotos, según Antonella Romano:
China era, para el mundo letrado del siglo XVI, una referencia cuyos lazos con los
núcleos europeos de la cultura son reconocibles desde que éstos se dotaron de historia.
Pero continúa siendo un espacio desconocido, 3 que la reactivación del comercio
mundial alrededor del globo, estimulada por el “descubrimiento” del Nuevo Mundo,
hizo que los europeos integrasen en sus zonas de intercambio. A las tradicionales rutas
terrestres de Eurasia, forjadas a lo largo de toda la Antigüedad y de la Edad Media, se
añaden a partir del siglo XV las rutas marítimas de los dos océanos Pacífico y Atlántico,
que generan geopolíticas imperiales distintas, pero en cuyo seno las monarquías ibéricas
desempeñan un papel determinante (Romano, 2014: 248).
La única diferencia irreductible entre ambos imperios era la religión. China planteaba el
problema de una civilización sin Dios (Romano, 2014: 256) frente al Imperio de los
Austrias, que buscaba construir, bajo su mando, un orbe católico, basado en un setting
epistémico desde el cual se esperaba alcanzar el dominium totius orbis (De la Flor,
2015: 10) y “convertirse en ‘señores de todo el mundo’, lo cual implica la realización de
una monarquía católica o, mejor, de un entero ‘planeta católico’” (De la Flor, 2015: 13).
El lugar que ocupaba China en ese esquema providencial era crucial:
America was only preliminary to the real, and indeed original goal –China. The awe,
fascination, and respect exercised by the imposing order of this vast, mysterious land
made it the obvious goal of that mighty westward evangelical impulsion. In their
2. Ante los reiterados pedidos de conquista de China por parte de misioneros, magistrados y
soldados españoles, Felipe II se mantuvo firme en su negativa a una invasión, prefiriendo la
amistad a la hostilidad y advirtiendo a quienes dieran “any just cause for indignation against us”
(Headley, 1995: 638).
3. La imagen de China difundida en toda Europa, de tintes utópicos e hiperbólicos, que circuló
por los medios cultos durante los siglos XVI y XVII se basó en la obra de Juan González de
Mendoza, Historia de las cosas más notables, ritos y costumbres del Gran Reyno de la China (1585),
que influyó en autores áureos de la talla de Lope de Vega y Luis Barahona de Soto (Ollé, 2006).
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Dossier: Cervantes / 81
El Quijote y el Emperador de la China: los derroteros del libro | Celia Mabel Burgos Acosta [pp. 78-95]
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advance the friars as well as the Jesuit Fathers, operating within the Spanish system,
understood their work as collaborative, even in agreement with the imperial interests of
Castile (Headley, 1995: 636).
Esta distancia religiosa buscaba saldarse con la presencia de los primeros europeos que
pudieron asentarse en Asia: las órdenes religiosas y su innegable aporte “a la
conformación intelectual de la alta Edad Moderna, en especial del mundo ibérico y, más
en general, en los espacios del catolicismo tridentino” (Romano, 2014: 244). Entre ellas,
la más importante fue la Compañía de Jesús, que entabló lazos con la comunidad y ganó
su confianza prontamente, al aprender la lengua del Imperio Medio y convertirla en el
instrumento de diálogo entre europeos y chinos (Romano, 2014: 259). Fueron los
jesuitas, liderados por Mateo Ricci, a los que el Emperador asiático les permitió
“adentrarse en territorio chino hasta llegar al corazón mismo palacio imperial de Pekín,
donde serían aceptados como sabios con conocimientos singulares en astronomía, óptica
y otros saberes útiles y concretos” (Ollé, 2006).
El instrumento crucial para el encuentro entre civilizaciones fue el texto. Porque es por
medio de la escritura que la conexión entre ambas culturas –la oriental y la europea– se
establece. Por un lado, debido a la existencia de una burocracia letrada en China, que
permitió el desarrollo de modos de intermediación entre ésta y Europa (Romano, 2014:
257) y, por otra parte, gracias a la recolección que los viajeros hicieron de textos de
otros en similares empresa o que tuvieron acceso a fuentes chinas (Romano, 2014: 252),
profundamente admirados de las bases escritas de la cultura china –esta admiración
llevó a que bibliotecas europeas de la talla de la Vaticana o El Escorial albergaran libros
chinos, cuya salida el monarca oriental impide luego (Romano, 2014: 257). 4 El contacto
entre culturas significó la aparición de las primeras traducciones (la primera de un libro
chino a una lengua europea, la castellana, data de 1592), así como la puesta en marcha
de un circuito comercial de libros, negocio muy rentable que, a través de la compra de
ejemplares, nos los muestra como una mercancía más entre las que ambos reinos
comerciaban en el marco de la Carrera de Indias (Maillard Álvarez, 2013). 5
En este intercambio textual, la producción escrita de las órdenes religiosas y la
compilación de relaciones sobre territorios a evangelizar constituyó “la escrituración de
la experiencia misionera como un modo de constitución de conocimiento, una fábrica de
4. El Escorial no sólo albergó libros chinos sino también códices persas, árabes y turcos, impresos
prohibidos y ejemplares raros, adquiridos mediante fuertes inversiones del propio Felipe II así
como en capturas de barcos enemigos o botines de guerra (Báez, 2013: 426). La cita con el Otro
encuentra un espacio predilecto en el objeto libresco coleccionado por el poder real, la matriz de
la identidad hispana y católica.
5. El ineludible estudio de Irving A. Leonard sobre listas manuscritas de libros transportadas por
un comerciante, preservadas en el Archivo General de la Nación mexicano, permite dimensionar
la importancia de los libros como mercancías dentro del circuito comercial con China y Filipinas,
en su tránsito hacia el Perú (1949: 227). También demuestra cómo, a pesar de la legislación que
prohibía los libros profanos, “some of the best and most representative of Castilian literature
found its way into the most distant lands on which the conquistadors unfurled the banner of
Spain” (Leonard, 1949: 235). Para el planteo general de la obra de Leonard, este caso es sólo un
ejemplo de cómo “however far from the homeland the conquistadors’ swords might take them,
and into whatever vicissitudes their destiny might lead them, close upon the heels of these
conquerors, even to the very antipodes, followed the creative spirits of Spain, great and small,
through the medium of those silent disseminators of ideas –printed books” (Leonard, 1949: 240).
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Dossier: Cervantes / 82
El Quijote y el Emperador de la China: los derroteros del libro | Celia Mabel Burgos Acosta [pp. 78-95]
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saberes sobre el mundo moderno pensado en la diversidad de su expresiones a la que
daba pie la diversidad de lo lejano” (Romano, 2014: 246). Dichas congregaciones
fueron grandes responsables de “la participación del mundo ibérico en la constitución de
China como horizonte de saber” (Romano, 2014: 249) europeo. En ese “gesto misionero
de la transcripción del mundo por medio de la escritura” (Romano, 2014: 245), que
pone en tensión dos formas opuestas de aprendizaje, el intermediado por los hombres en
tanto “libros vivos” y el transmitido por los escritos basados en la experiencia (Romano,
2014: 246-247), los jesuitas fueron particularmente activos. No sólo se preocuparon por
el aprendizaje de la lengua china sino también por su complejo sistema de escritura, en
lo que se entiende como un intento no sólo de comprender su lengua sino también dicha
cultura, de una alteridad irreductible: para estos religiosos no se trató “solamente de
testimoniar la extrañeza de un sistema de escritura que no estaría fundado sobre el
alfabeto, sino de aprovecharlo” (Romano, 2014: 258).
Es en este punto donde el imperio de las antípodas y el Quijote se cruzan. En la novela,
y en el plan más amplio de la obra cervantina, los textos siempre son piezas
fundamentales que tienden lazos con la alteridad, ya sea con un otro externo o minorías
que forman parte de la propia sociedad. Hemos analizado previamente este fenómeno en
la relación entre el texto y la mujer, centrándonos en el personaje de Dulcinea (Burgos
Acosta, en prensa-c), y en el uso de la materia escrita por parte de los disidentes
religiosos, en el episodio de la conversión de Zoraida (Burgos Acosta, en presa-b). Este
fenómeno propio de la escritura se observa más allá de que ésta se presente
habitualmente como una herramienta central del poder monárquico, “instrumento
predilecto de la supuesta racionalización administrativa, fundamento básico sobre el que
se hace descansar” (Bouza Álvarez, 1997: 75) que, en el caso de China, se materializó
en una gran producción de documentos enviados a España en que las autoridades civiles
y religiosas argumentaban, con razones económicas, culturales y religiosas, a favor de la
ocupación de China, ya sea invadiéndola o simplemente por medio de la presencia
europea (Romano, 2014: 254). En este sentido, supera también su empleo tradicional
como instrumento de evangelización, vital para el poder eclesiástico: el dominio de la
lengua suponía el reto de la paridad posible, “responder a una demanda intelectual, en
vista, en último término, de hacer una propuesta espiritual” (Romano, 2014: 261).
En el caso particular de la dedicatoria de 1615, el uso de la escritura también es
reclamado por aquél marcado como diferente: el emisario chino emprende un largo
viaje para llevar una carta que reclama la presencia de libro y su autor. Allende los
mares, se prueba la existencia de lectores competentes y distinguidos, que valoran la
novela y exigen su continuación. Una nueva paradoja: detrás, del libro que es un objeto
sagrado y de control social, está la disidencia, el Otro, el diferente. “Detrás de la cruz
está el diablo” (II, 33, 686), decía Sancho. Ampliando continuamente las fronteras,
Cervantes parece apuntar siempre a
la posibilidad de otra lectura de su obra, de una lectura radicalmente descentrada y
transplantada (en virtud de un viaje ficticio y otro potencial), de una lectura desde el
lugar del Otro, en el mundo nuevamente ampliado, fabulosamente histórico, que
compartiera Cervantes con sus lectores y contemporáneos (Gaylord, 1998: 239).
En la dedicatoria al Quijote, entonces, el vínculo entre los imperios chino y español
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Dossier: Cervantes / 83
El Quijote y el Emperador de la China: los derroteros del libro | Celia Mabel Burgos Acosta [pp. 78-95]
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tiene su piedra de toque en los textos, en dos tipos en particular. En primer lugar, la
carta, de frecuente aparición a lo largo de toda la Segunda Parte y fundamental para el
ejercicio del poder real, dispara la fábula de la visita. El contacto del monarca con
memoriales, cartas, billetes, pliegos y despachos era conocido a todos sus súbditos en
tiempos de los Austrias, con Felipe II como un asiduo lector y productor de
documentos; para los historiadores, “el sistema de trabajo del rey fue una consecuencia
de la inmensidad del imperio que gobernaba y un instrumento para vencer las enormes
distancias que separaban sus distintas partes del corazón de la monarquía” (Bouza
Álvarez, 1997: 79). Es por medio de un tipo de escritos fuertemente asociado a las
actividades gubernamentales del “rey de los papeles”, rasgo que “fue parte esencial de
la imagen que de este soberano tuvieron sus propios contemporáneos” (Bouza Álvarez,
1997: 77), que se construye un otro espejado, un emperador de los confines que es
también aficionado a los textos, ávido lector y, tal vez, presunto coleccionista de libros
(o, al menos, alguien que conoce lo suficiente de ellos como para despreciar al apócrifo
y anhelar la aparición de la Segunda Parte cervantina). La escritura anuda lo uno y lo
vario, el origen y el destino, y muestra cuánto de esa diversidad puede ser también
semejanza.
Pero el lugar preponderante en la comunicación escrita planteada por esta pieza
preliminar lo tiene el mismo Quijote en tanto objeto libresco. La voz autoral se presenta,
entonces, como aquella que puede vincular ambos imperios por medio de un texto, el
propio, lo que le otorgaría la posición privilegiada del intercesor, del embajador de toda
una cultura, no requerido sino suplicado por el monarca al otro lado del mar. 6 Como
refiere Grilli, “Cervantes coloca su libro como peculiar (y singular) afirmación de todo
un mundo y toda una cultura” (2011: 213). Frente a cualquier intento de invasión, el
Quijote y –si se pudiera– su autor serían en esa tierra otra una presencia no hostil,
solicitada, que logra allí lo que la espada no pudo. Y, aún más, los vínculos se invierten:
no son los españoles los que aprenderán la lengua china sino los chinos quienes
construirán una escuela de español para aprender el castellano, con el Quijote como la
piedra fundamental de ese proyecto. 7 Si incluso nos aventuráramos a leer aquello no
desarrollado en el relato, los blancos textuales tan propiamente cervantinos, sería
posible observar que la mediación implicaría la transposición de sistemas de escritura,
última frontera cultural que el autor se dispone a franquear, una verdadera preocupación
para los misioneros jesuitas a la hora de aprender la lengua y un desafío mayúsculo a los
saberes que Europa tenía en materia gramatical hasta ese momento (Romano, 2014:
255).
El lugar de preeminencia que el Cervantes paratextual se arroga para sí va más allá del
6. Vínculo difícil de imaginar, dado el protocolo que debía mediar en las relaciones con el
emperador chino, uno de los grandes obstáculos que se les presentaba a los españoles. Las
estrictas normas restringen la interacción a embajadas tributarias “con unos pueblos a los que
consideran siempre en cierta manera vasallos” (Ollé, 2008: 94). Nada más lejano a los españoles
del Siglo de Oro que imaginarlos rindiendo vasallaje a otros imperios.
7. Proyecto que recién se concreta tres siglos después, en 1953, cuando la enseñanza del español
es elevada a especialidad independiente en Pekín, lo que permite introducir el texto original del
Quijote en las aulas (Xiaopei, 1991: 322). Con respecto a la tradición literaria, el corpus español
fue desconocido en China hasta el siglo XX en que comienza a traducirse y difundirse a instancias
del Movimiento del 4 de Mayo de 1919. La novela cervantina tuvo su primera versión parcial,
traducida del inglés, recién en 1922 y su primera versión íntegra en 1959 (Zhenjiang, 2006).
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Dossier: Cervantes / 84
El Quijote y el Emperador de la China: los derroteros del libro | Celia Mabel Burgos Acosta [pp. 78-95]
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anecdótico pedido de su presencia en un espacio recóndito, al que llegó por su prestigio.
El autor saca provecho, en este punto, de su éxito editorial, en un contexto que pronto
vio en “la difusión de la obra de Miguel de Cervantes una de las grandes afirmaciones
de fuerza y unidad cultural del Imperio” (Grilli, 2011: 213). “Fábula magistral que
señala al Quijote como la obra por excelencia de la lengua castellana” (Stoopen de
Morfin, 1998: 312), en esta dedicatoria, es la virtud de su texto, y de la mente que lo
engendró, la que cumple un rol fundamental en el proyecto de aunar imperios y trazar
puentes entre la propia cultura y el Otro más radical. El Quijote y la persona de su autor
se revelan, así, piezas vitales para el proyecto imperial: 8
Cervantes, el que quiso ir a las Indias y no pudo, el que limita a su protagonista a un
ámbito peninsular, imagina a su gran obra, ‘compañera del Imperio’ con la lengua
española, como lo quería el gramático Nebrija. Su pluma prologal parece correr ‘sin
empacho alguno’ por el ‘largo y espacioso campo’ de un espacio imaginado-real que es
ya definitivamente global (Gaylord, 1998: 237).
De este modo, el vínculo entre imperios, la unión entre rivales y el acercamiento a la
alteridad, tienen su piedra de toque en un texto, en este caso, el propio, que ocupa el
lugar del texto diplomático y, muy sutil y arriesgadamente, el del texto sagrado, que es
en última instancia el que se intenta transmitir y en torno al que girará un hipotético
proceso de evangelización por parte de la monarquía católica en tierras lejanas. Téngase
en cuenta que, a pesar de que el lejano Oriente vio circular a comerciantes,
diplomáticos, militares y viajeros, los únicos occidentales que penetraron el corazón de
China fueron, como hemos mencionado más arriba, los misioneros, situación que, en la
dedicatoria cervantina, pone al autor en pie de igualdad con un evangelizador, alguien
solicitado para difundir la palabra, con la consecuente superposición entre texto sacro y
profano. Curiosamente, los primeros europeos en China fueron los jesuitas, 9 interesados
sobremanera en el sistema de escritura oriental, así como en la recolección de textos que
los religiosos confeccionaron describiendo aquella otra civilización. El libro propio, el
de este Cervantes que dedica su obra al poderoso, ocupa ese lugar de la escritura
misionera e invierte, como ha sido mencionado antes, la lógica exterior-interior de la
China: no es la preocupación de un agente externo por conocer la escritura del otro sino
éste quien busca conocer al visitante, fundar un conocimiento de él basado en un libro.
Si China se encontraba inserta en medio de “las inflexiones geopolíticas de la cuestión
de la evangelización […], en el centro de atención del catolicismo cuando la
competencia entre monarquías y papado, entre Lisboa, Madrid y Roma, se exacerban”
8. Esta consciencia de sí como autor de valía es una de las constantes del estilo cervantino. José
Manuel Martín Morán sostiene al respecto que “en las dedicatorias y en los prólogos a sus obras,
Cervantes parece evolucionar desde una posición deudora de un planteamiento clásico, en lo
referente a su relación con la obra y su canal de difusión, a una posición innovadora que
abandona la idea de la fama por medio de la opinión y del mecenas como protector social del
autor, y se afirma en sus responsabilidades personales para con el arte en general y el texto en
particular, sin olvidar el canal de emisión, con un criterio muy cercano a lo que modernamente
llamaríamos ‘conciencia de autor’” (Martín Morán, 2001: 258).
9. Romano refiere que “la producción misionera sobre China estuvo casi exclusivamente
monopolizada por la orden ignaciana y se impone como fuente sobre el Imperio Medio, incluidos
también sus oponentes y detractores” (2014: 254), desde la fecha –significativa para la
producción cervantina– de 1615 hasta el Iluminismo.
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(Romano, 2014: 261), Cervantes pone término a esa disputa con su texto e invierte el
vínculo, pues es a él a quien le piden enseñar el español. La relación no del todo clara,
pero siempre productiva para los críticos, 10 entre Cervantes y los jesuitas, aquella
“bendita gente que para repúblicos del mundo no los hay tan prudentes en todo él”
(Coloquio de los perros, 672), frase con la que el alcalaíno califica a los miembros de la
Compañía de Jesús, nuevamente se da cita, de forma velada, en estas líneas. 11
Sin embargo, este rol protagónico no está exento de notas amargas. En la respuesta del
emisario del Emperador chino, con su negativa a solventar el viaje del autor, resuena la
indiferencia del poder que, aquí o allí, parece ser siempre la misma. Nos recuerda el
desprecio de las respuestas que Cervantes recibió en 1590, también de un representante
de su propio monarca, cuando al pedido de pasarse a Indias, se le respondió
lapidariamente “busque por acá en que se le haga merced” (Canavaggio, 1987: 137), lo
que no impidió –por supuesto– que sus libros sí lograran realizar dicho viaje, en muchos
casos ni bien salidos de la imprenta (Maillard Álvarez, 2013). La solución ofrecida es,
en realidad, el motivo que engrandece al dedicatario, el punto culminante de este texto
que, como toda dedicatoria, busca ensalzarlo: “en Nápoles tengo al grande conde de
Lemos que […] me sustenta, me ampara y hace más merced que la que yo acierto a
desear” (II, Ded., 468). A pesar de ello, en este preliminar, que por regla general
“exhibe una relación entre el autor y el mecenas, que le sirve al primero como
mecanismo de validación social de la obra: un representante del poder, cuando menos
del poder económico, reconoce el talento del autor y el valor de su obra” (Martín
Morán, 2001: 258), el elogio del benefactor no está exento de cierta ironía, puesto que
se ha aclarado previamente que la vida del autor sufre de carencias –“estoy muy sin
dineros” (II, Ded., 468)– y, finalmente, no es lo mismo que el mecenas sea un conde
que un emperador, en tanto se aclara que “emperador por emperador y monarca por
monarca” (II, Ded., 468). Recordemos que, como plantea Martín Morán, “en el sistema
del mecenazgo la poesía ya no es palabra robada a los dioses y el poeta un vate, poseído
por el furor divino, sino una fuente de subsistencia” (2001: 259). Y, por los elogios
ambiguos de Cervantes, el conde de Lemos “debió de ayudar efectivamente al escritor,
aunque no le sacó de la pobreza en la que vivió y murió” (Paz Gago, 1993: 767). El
planteo lleva al extremo opuesto de la lógica dedicatorial:
10. La relación de Cervantes con la orden ignaciana ha sido abordada en numerosos estudios que
discurren, en cuanto a su biografía, sobre la posible educación jesuita del autor en colegios de
Córdoba y Sevilla e, incluso, la posibilidad de que el capellán de la cárcel sevillana en la que
estuvo recluido fuera religioso de la Compañía de Jesús y hasta compañero de estudios. También
se ha abordado la problemática desde el estudio de voces e ideas jesuitas en los textos
cervantinos, así como la crítica velada o el elogio sincero del autor a la orden religiosa,
especialmente detrás del episodio del mercader en el Coloquio de los perros. Cfr. la edición de
Maurice Molho de El casamiento engañoso y coloquio de los perros (París, Aubier, 1970), Marcel
Bataillon, Erasmo y España (México, FCE, 1956), Francisco Rodríguez Marín, “Cervantes estudió
en Sevilla” (en Estudios Cervantinos, Madrid, 1947), Jean Canavaggio, Cervantes, en busca del
perfil perdido (Madrid, 1992). Vid. José Martínez-Escalera (1999), que recupera y discute
muchos de los estudios arriba mencionados.
11. El vínculo entre Cervantes y los jesuitas puede revestir de aun mayor importancia si se
atiende a que, como indica Grilli, en esta Segunda Parte, el tema de la obra cambia: “ya no se
trata del ‘servicio de la república’ (I, 1), sino de renovarla a partir de hondas reflexiones acerca
de la razón de estado y los modos de gobierno” (2011: 218). En la España del Siglo de Oro, estos
términos están innegablemente relacionados con doctrinas políticas como el prudencialismo y el
tacitismo, que la Compañía de Jesús ayudó a difundir (Cavillac, 2010: 114-118).
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Dada su amistad con el Virrey de Nápoles, el escritor redacta, con tono desenfadado y
sincero, lo que Martínez Torrejón no duda en llamar una antidedicatoria (1985: 193) en
la que, bajo una forma ficcional bien estudiada, pide el sustento material que tanto debía
de necesitar, a través de la historieta del Emperador de China, de acuerdo con su
tendencia a ficcionalizar incluso los elementos paratextuales más convencionalizados
(Paz Gago, 1993: 767).
El Emperador de China reproducirá la misma lógica de carestía si se tienen en cuenta
los verdaderos intereses del Imperio Medio, los que harían imposible cualquier
ofrecimiento al alcalaíno, dado que “prácticamente lo único que en realidad interesaba a
inicios del siglo XVII al emperador de la China Ming y a sus súbditos era la plata
novohispana, que anualmente llegaba a Filipinas en el galeón desde Acapulco” (Ollé,
2006). El circuito del metálico y la ambición del imperio asiático por él convirtieron a
China en “la gran aspiradora de plata del planeta” (2008: 86). El gesto hiperbólico que
podría leerse en el modo en que el propio libro se pone a la altura del metal precioso, la
mercancía requerida por excelencia, impacta contra la más dura restricción impuesta por
los chinos en el contexto que a Cervantes le tocó vivir. Las derivas de los
acontecimientos históricos instalan la melancolía de un destino frustrado. 12
La embajada de un imperio al cruce del Pacífico, que se hace eco de las carencias en
materia económica y de reconocimiento que un autor puede sufrir en su propia sociedad,
expone la faceta más cruda del servicio a los grandes de España, por medio de “la
vivencia cervantina del mundo de las letras, no precisamente pródigo a la hora de
reconocerle sus méritos” (Martín Morán, 2001: 270). Una simple anécdota, un germen
de ficción, potencia el uso de la dedicatoria porque, “a partir de los términos del
contrato firmado por Cervantes con su mecenas, o mejor, a partir de los cambios en esos
términos, podemos deducir la concepción cervantina de las instituciones literarias del
período y su papel de escritor” (Martín Morán, 2001: 257). Instituciones que, no
debemos olvidar, se inscriben en el marco más amplio de una sociedad rígidamente
estamental, que marca en el sujeto sus condiciones de existencia, sus posibilidades y,
también, sus amargas limitaciones.
De este modo, incluso en el plano del deseo, la voz a cargo de esta dedicatoria sufre el
modo en que todos los imperios, más allá o más acá de la travesía exploratoria, premian
a sus súbditos: la indiferencia y la carestía, el desconocimiento del justo valor de sus
grandes ingenios (fenómeno, este último, que perseguirá al autor hasta el fin de sus días,
si se tiene en cuenta el prólogo del Persiles). 13 El derrotero del libro cervantino, entre
12. Según John M. Headley, para comienzos del siglo XVII, con las crecientes incursiones de
ingleses y holandeses, sumadas a las endebles estructuras coloniales, Manila y las posesiones del
Pacífico español se reducen considerablemente. Los únicos que permanecen con fervor en sus
actividades son los predicadores, “standing like a lone spiritual sentinel of Spain to give light to
the New World, five thousand leagues away” (1995: 646). China se convertía, de este modo, en
un destino inalcanzable para la monarquía de los Austrias, tanto como lo era para Cervantes en
esta anécdota ficticia. Es significativo que, por las mismas fechas en que se editaba la Segunda
Parte del Quijote, uno de los pioneros de la sinología española, Diego de Pantoja, “partía de
Pekín rumbo al sur, fracasada ya definitivamente la política de adaptación que promovían los
jesuitas” (González Puy, 2012).
13. En él, ante las resonantes alabanzas de un estudiante que lo reconoce durante un viaje a
Toledo, el autor responde: “Ése es un error donde han caído muchos aficionados ignorantes. Yo,
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España y China, muestra cómo lo uno y lo vario, origen y destino se asemejan. Esta
situación se trasluce aun conviniendo, con Martín Morán, que “quien aquí habla está
convencido de la excelsitud del texto que publica –de otro modo, no se hubiera atrevido
a darlo a la estampa– y sabe que no debe nada al mecenas, si no es en el aspecto
económico” (2001: 264). Más allá de la fina ironía cervantina “capaz de reírse […] de
su propia hambre de celebridad” (Gaylord, 1998: 237), la dedicatoria se vuelve
peligrosamente ambigua, enalteciendo a la vez que disparando contra un miembro de la
nobleza, esta vez el conde de Lemos y virrey de Nápoles, que a través de una oferta
imaginaria refleja la ingratitud del estamento nobiliario, ese que domina el mundo en
todos los imperios existentes. 14
Una oda a la materialidad
La mención a China en el contexto de la dedicatoria cumple, tal vez, otra función en el
interior de la obra. Con el libro como pieza fundamental, la remisión al imperio más
lejano conocido opera como un guiño –nada inocente– a la materialidad del escrito
mismo.
Más allá de la versión oficial e indiscutida que le atribuye la invención a Johannes
Gutenberg (versión que llegó a nuestros días consolidada por la filosofía del
Romanticismo), 15 China fue donde apareció por primera vez el libro impreso. Según
Lyons, “el tipo móvil ya se había usado en el Este asiático, mucho antes de la invención
de Gutenberg” (2012: 67), 16 ya en el siglo II a.C. (Dahl, 1982: 90), y era sólo una de las
señor, soy Cervantes, pero no el regocijo de las musas, ni ninguna de las demás baratijas que ha
dicho” (112). No faltan quienes interpretan irónicamente esta asunción por parte de la voz
prologal, apuntando a la inmerecida celebridad de Cervantes como autor “de burlas” para sus
primeros lectores.
14. En torno a la figura del autor barroco, observable en las dedicatorias cervantinas, Martín
Morán sostiene que éste “no necesitaría el vínculo con el benefactor; los nuevos fenómenos de
difusión de la cultura –la imprenta, el teatro de masas [que, agregamos, aparece en este
paratexto: “Enviando a v. excelencia los días pasados mis comedias” (II, Ded. 467]]– constituyen
un canal alternativo de acceso al público, sin el trámite del soporte económico y social del gran
señor. […] Pero la iniciativa privada, el nuevo canal, aún necesitaba el aval del poder, por un
lado, y, por el otro, la labor literaria aún debía ser reconocida socialmente para que comenzara a
ser rentable” (2001: 259-260). Cervantes se revela, de este modo, como un autor propio de un
sistema en transición, con el posicionamiento melancólico que esta situación conlleva.
15. Para la mitología del siglo XIX, la imprenta apareció como el factor que permitió a Europa
“llevar su influencia civilizadora al mundo primitivo (es decir, no europeo), evangelizar al nativo
y educar al ignorante” (Lyons, 2012: 67).
16. Sin embargo, se considera que la imprenta tuvo éxito en Europa, en donde ha sido señalada
como un agente de cambio central para el desarrollo del pensamiento moderno ya desde
estudios señeros como los de Elizabeth Eisenstein (1979), y no en Asia. Una de las posibles
explicaciones estriba en factores tecnológicos. En China, a pesar de haberse desarrollado los tipos
metálicos individuales, se prefirió continuar con la impresión por medio de planchas de madera,
de las que se obtenía una página completa, por la dificultad de dominar los miles de caracteres
que componen el alfabeto chino (Lyons, 2012: 67). Tampoco se cree que haya “apenas base para
suponer que haya existido conexión alguna entre la impresión en madera (llamada impresión
xilográfica) china y la europea” (Dahl, 1982: 91) ni entre los respectivos modos de impresión por
tipos móviles, aunque, como hemos mencionado más arriba, la familiaridad de la técnica que
supieron demostrar los chinos permitió el trabajo conjunto entre éstos y los españoles en los
talleres gráficos de las colonias asiáticas.
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técnicas posibles a emplear, junto con la xilografía y el estampado (Colla, 2010: 217218). Allí, el arte tipográfico se había desarrollado siglos antes de su aparición en
Europa: los chinos aducen que un tal Bi Sheng fue quien primero desarrolló los tipos
móviles a partir de la arcilla, entre 1041 y 1048; Wang Zheng consignaba en su obra de
1313, Tratado de agricultura, la existencia de pieza similares de estaño (Báez, 2015:
180). Los libros más antiguos documentados pertenecen a esta civilización oriental: uno
de ellos, El Sutra de Diamante (868 d.C.), “aparecido 500 años antes de que Johannes
Gutenberg presentara los tipos móviles de metal. Esto lo convierte en uno de los
primeros libros impresos de que se tenga registro con una fecha identificable”
(Basbanes, 2014: 24). Invención digna de un imperio que, durante el Siglo de Oro, fue
visto como un modelo de producción y trabajo (Méchoulan, 1981: 87) y a la que
también se debe, siglos más tarde, la primera forma de familiaridad con China, puesto
que los escritos misioneros sobre ella fueron reelaborados en los grandes centros
urbanos de la imprenta europea (Romano, 2014: 252). La imprenta aunó, también,
esfuerzos occidentales y orientales en las empresas editoriales: en la Filipinas colonial,
el método de impresión europeo convivió con el chino en los talleres pertenecientes a
órdenes religiosas, en los que nativos y españoles trabajaron en conjunto para producir
obras eclesiásticas o indígenas (Maillard Álvarez, 2013).
El gesto de crear una historia en que se reclama la presencia del Quijote, gran éxito
posibilitado por el “milagro de la imprenta”, justamente allí donde la humanidad vio
surgir la imprenta de tipos indica cuánto la propia obra representa en tanto pináculo de
la tradición impresa. Nueva estrategia de autopromoción, los mismos creadores del
invento que hizo posible su difusión, reclaman el Quijote, cerrando la larga cadena de
manifestaciones materiales de lo escrito: desde su nacimiento hasta el más excelso de
sus ejemplares, solicitado allí donde sólo es posible que llegara gracias a la imprenta, es
decir, el invento que ellos mismos impulsaron. En la anécdota imaginaria, la propia obra
tiene el honor de ser reclamada por una nación que desarrolló “una cultura escrita, sin
parangón en el mundo durante al menos quinientos años” (Colla, 2010: 208).
Se trata de un juego con el libro –y, en general, con la materia textual– en el que éste
siempre conjuga dos movimientos: uno de propagación, de avance, de proyección de un
destino; frente a otro que reclama el regreso a un origen, un retorno, una figura de
circularidad. La construcción, en consecuencia, de una paradoja, que ya hemos
estudiado en otra ocasión, con relación a la primera salida de don Quijote (Burgos
Acosta, 2016). En este caso, el viaje hipotético del Quijote a la China es, a la vez, origen
y destino. Más allá del gesto hiperbólico de llevar la propia obra a las antípodas –
movimiento que también hemos abordado previamente (Burgos Acosta, en prensa-a)–,
el libro viaja hacia el destino más recóndito y, al mismo tiempo, regresa a un origen, al
de su propio formato y la técnica que lo posibilitó. La mirada cervantina siempre se
posa sobre un horizonte que parece inabordable y que tiene mucho de origen. Y, en el
caso del paratexto estudiado, parece respaldado por la idea de una tradición a la que
remontarse y de la que convertirse en una figura final, definitiva:
El Quijote vio la luz a principios del siglo XVII, mientras El romance de los Tres
Reinos, novela muy conocida en el ámbito chino [la primera novela china], salió a la luz
a fines del siglo XIV, lo que significa una distancia de alrededor de 200 años. Así es que
China fue un país avanzado […] y a Cervantes le urgía enterarse de la repercusión
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producida en China por la publicación de su obra, “el monumento más alto de la
espiritualidad española”, pese a diversas versiones aparecidas en Europa. Por lo tanto,
las palabras de Cervantes en la Dedicatoria de la Segunda Parte de su novela no son
fantasías peregrinas sino una gran idea de porvenir, dotada de fundamento histórico
(Xioapei, 1991: 320).
El regreso al libro en tanto objeto, en su dimensión material, no sólo se da por su
retorno al origen de la imprenta, sino también porque ese viaje es también una vuelta a
la cultura que vio nacer el papel, hacia el año 105 d.C., de la mano de un legendario
cortesano del emperador Ho Ti de nombre Cai Lun. 17 Atribución de un invento que,
más tarde, será sustentada por vestigios arqueológicos hallados a lo largo de la Ruta de
la Seda que lo suponen incluso varios siglos anterior (Basbanes, 2014: 23),
probablemente de los siglos II o III a.C. (Dahl, 1982: 41). Con él nació el soporte del
texto en la modernidad, aquél avance técnico aliado de la impresión, sin el cual ésta no
habría sido posible (Basbanes, 2014: 20). Uno de los múltiples factores que favoreció la
difusión de la imprenta en Europa fue la multiplicación de los molinos de papel, cuya
aparición se registró primero en la Italia y Francia del siglo XIV y que suministró un
soporte más apropiado y menos costoso que el pergamino para los productos
tipográficos (Colla, 2010: 208). De modo que,
En unos años, la imprenta de caracteres móviles transformó esa materia modesta en un
actor esencial de una revolución que signaría la entrada de Occidente en los tiempos
modernos. La invención de Gutenberg, hacia 1450, selló para los cuatros siglos
siguientes, la alianza absoluta del papel y del libro; de simple sucedáneo del pergamino,
el papel pasó a ser, objetiva y simbólicamente, el médium universal de la grafósfera
occidental (De Biasi, citado en Colla, 2010: 217).
Es que, como refiere Basbanes, “el papel ofreció un medio de transmisión cultural
flexible, conveniente, barato, muy portátil, fácil de fabricar una vez que se entendían los
rudimentos, y apropiado para otros cientos de usos, de entre los cuales la escritura fue
sólo el de mayor alcance” (2014: 22). En la novela cervantina, el papel no es sólo
materia prima para el texto; va más allá de sus obvias funciones para darse cita en
momentos claves de la gesta quijotesca: para suplir la falta de celada de encaje “de
cartones hizo un modo de media celada” (I, 1, 31), además de “la visera de papelón” (I,
2, 37). 18 Nacida de los libros, la del hidalgo manchego es, incluso literalmente, una
gesta de papel.
La imagen de la embajada china, con todo lo que esta cultura milenaria representaba a
los ojos europeos, se convierte así en una oda a los materiales que le dan a la propia
17. Según cuenta la leyenda divulgada por el erudito Fan Heh (398-445) (Báez, 2015: 175), que
fija la invención en el año 105 d.C., el eunuco Cai Lun o Ts’ai Lun, alto funcionario de Estado,
presentó un informe con su técnica de fermentación de fibras vegetales y trapos que permitieron
la confección del papel, aunque se cree que el proceso ya se había descubierto y que él sólo
introdujo las modificaciones que lo perfeccionaron (Colla, 2010: 209).
18. El uso del papel para fabricar ropa y hasta armaduras fue de uso frecuente en la cultura
asiática: ya desde el siglo VIII, “se confeccionaban con papel sombreros, trajes, pantalones,
sábanas, mosquiteros, cortinas y otros muchos enseres domésticos, así como pantallas, baldosas e
incluso armaduras” (Tsuen-Hsuin Tsien, 1972: 7).
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obra su condición de existencia. Una suerte de translatio imperii de la materialidad
escrita, de la técnica de los libros, movimiento de Oriente a Occidente que el autor está
dispuesto a recuperar para avanzar y a la vez retroceder, y que le otorga un lugar de
preminencia. Por medio de las condiciones materiales del libro, se regresa a su origen,
origen que a la vez se halla en el más lejano de los destinos, ése que cifra dos
tecnologías utilizadas “en China desde tiempos remotos y [que] habían alcanzado una
vasta difusión en todo el Extremo Oriente mucho antes de que el Occidente europeo las
adoptara” (Colla, 2010: 208). Se trata de un movimiento de máxima apertura para
regresar, replegarse en sus cimientos. En el umbral de la Segunda Parte, este derrotero
trazado ya en la dedicatoria anticipa la dinámica general del Quijote de 1615, que
también alcanzará su máxima apertura para cerrarse sobre sí mismo, y con una nota que
distingue las condiciones materiales de su producción en boca de la pluma que, antes de
colgarse para siempre, le habla al texto que ayudó a crear (II, 74, 937-938).
Un libro y un adversario
La remisión a China aglutina, de este modo, dos significados: el del libro como contacto
entre culturas y como herramienta de propagación de un imperio frente a un Otro, una
alteridad irreductible; y un retorno en el más lejano de los destinos, abrevando en la
materialidad de lo escrito. Alteridad y derroteros materiales del libro. Es ineludible
descubrir, detrás de estos dos temas mayores para la Segunda Parte, el perfil misterioso
que los pone en movimiento: el licenciado Alonso Fernández de Avellaneda.
¿De qué modo esta elíptica anécdota sobre China puede estar señalando al autor del
apócrifo? Desde las primeras líneas de la dedicatoria, la presencia amenazante del
falsario se hace patente y es su verdadero punto de partida: “es mucha la priesa que de
infinitas partes me dan a que le envíe [la continuación de la novela], para quitar el
hámago y la náusea que ha causado otro don Quijote” (II, Ded. 467). La presencia
usurpadora contribuye, también, a la unidad de las piezas preliminares, en tanto la
dedicatoria y el prólogo “adelantan al lector el impacto que tiene en ella la publicación
del intruso rival, al tiempo que son piezas que participan ya de la naturaleza narrativa y
fictiva de la obra” (Stoopen de Morfin, 1998: 306). Pese a que el tordesillesco autor
juega un rol que marca a fuego el cuerpo del texto y su plan narrativo, ya en esta pieza
preliminar logra inmiscuirse, en un movimiento que caracteriza los preliminares
cervantinos, en los que el autor transgrede continuamente la frontera entre texto y
paratexto, “dando lugar a continuas interferencias entre texto narrativo y aparato
protocolario” (Paz Gago, 1993: 761). 19 La historia inserta a continuación demuestra
cómo, incluso frente al más lejano de los oponentes, hay un reconocimiento mutuo:
La carta supuestamente enviada por el emperador de la China a Cervantes, quien firma
la dedicatoria, es un extraordinario subterfugio por medio del cual el autor hace que en
19. Otro paratexto anterior también hacía uso de sus líneas para enfrentar a Avellaneda y
difuminaba su lábil frontera con el texto en la obra cervantina. Se trata de la dedicatoria de las
Comedias y entremeses al conde de Lemos (1615), en la que “Cervantes adelanta que va a
desenmascarar en su continuación de la historia de don Quijote la ilegitimidad del apócrifo,
recién publicado” (Stoopen de Morfin, 1998: 305).
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su misiva, el soberano declare las excelencias de la obra cervantina frente “al otro don
Quijote, que con nombre de segunda parte se ha disfrazado y corrido por el orbe”
(Dedicatoria, ibídem, p. 38). El emperador sería el más sobresaliente de los incontables
lectores de su historia caballeresca (Stoopen de Morfin, 1998: 311).
La apuesta por el Emperador de China es el reconocimiento del rival, el que más dista,
el de las antípodas: un Otro radical, en apariencia irreconciliable pero que, finalmente,
puede admitir y admirar la propia grandeza (a la vez que, se ha visto ya, también España
admite con fascinación la que inspira ese otro distante y distinto). ¿Qué será de
Avellaneda, entonces, si hasta el que se presenta como el más diferente de los
adversarios es capaz de admirar y actuar, aunque con vaivenes, con respeto y nobleza?
A través de estas operaciones con los límites entre el autor y distintos niveles de
alteridad, con un libro como piedra basal, Cervantes “descabala el código [de la
dedicatoria] y termina por crear un propio” (Martín Morán, 2001: 261). Ese amplio
pórtico que representan las piezas paratextuales tiene, en la dedicatoria que hemos
analizado, una pieza central en la que “Cervantes hace uso de la ironía y la ambigüedad
que caracterizan todas sus producciones” (Paz Gago, 1993: 761). En ese
“desmantelamiento de la maquinaria dedicatoria”, como lo califica Martín Morán,
acción que “prescinde de uno de los dos resortes fundamentales: el de […] las acciones
del mecenas” (2001: 264), permítasenos agregar que a este resultado no se arriba sin
cierta desilusión frente al reconocimiento insuficiente de quienes se enfrentan a su obra.
Y el problema es aún más acuciante en esta Segunda Parte. Ya desde este preliminar se
plantea el problema del umbral de la relación entre el “yo” y un otro, central en el
Quijote del 1615, una obra acosada por el falsario, elemento estructural a la vez que
presencia encubierta y descalificada por la ficción literaria (Stoopen de Morfin, 1998:
312). Ese constante autor antagónico al que se lo acusará numerosas veces de actuar
deshonestamente y también de haber viajado por medio de “otro don Quijote, que con
nombre de segunda parte se ha disfrazado y corrido por el orbe” (II, Ded., 467). Un rival
que, comparado con este primero, cifrado en el imperio chino –que es,
escandalosamente, un civilizado sin Dios a la vez que un desarrollador de medios para
la reproducción textual recibidos como el maná de la Modernidad–, no está a la altura ni
siquiera de ese estatuto. En una España cerrada, monológica, que aún puede reconocer
la sofisticación de un oponente (en este caso, una cultura completamente distinta), la
figura del falsario que, escudado en un seudónimo, lanza improperios y se adueña de la
propia obra, expone la faceta más dolorosa de un problema central para la obra
cervantina: el de si es posible el diálogo con el otro.
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exlibris #5 (2016)
Dossier: Cervantes / 92
El Quijote y el Emperador de la China: los derroteros del libro | Celia Mabel Burgos Acosta [pp. 78-95]
ISSN 2314-3894
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exlibris #5 (2016)
Dossier: Cervantes / 93
El Quijote y el Emperador de la China: los derroteros del libro | Celia Mabel Burgos Acosta [pp. 78-95]
ISSN 2314-3894
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exlibris #5 (2016)
Dossier: Cervantes / 94
El Quijote y el Emperador de la China: los derroteros del libro | Celia Mabel Burgos Acosta [pp. 78-95]
ISSN 2314-3894
Celia Mabel Burgos Acosta
Profesora y Licenciada en Letras por la Facultad de Filosofía y Letras (UBA). Becaria
doctoral del CONICET, con una tesis en desarrollo sobre las imágenes del libro y la
escritura en el Quijote. Fue adscripta de las cátedras de Literatura Europea del
Renacimiento y Literatura Española II (UBA). Participa en proyectos UBACyT sobre la
narrativa del Siglo de Oro español, con sede en el Instituto de Filología y Literaturas
Hispánicas “Dr. Amado Alonso” (UBA).
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Dossier: Cervantes / 95
Dossier: Shakespeare | Lucas Margarit [pp. 96-97]
ISSN 2314-3894
Shakespeare, 400 años
Lucas Margarit
Universidad de Buenos Aires
lucasmargarit@gmail.com
Hablar hoy en día de la obra de Shakespeare implica, sin dudas, hablar de nuestra forma
de aproximarnos y reelaborar su condición de “sobresaliente” hombre de letras y de
teatro del Renacimiento en Inglaterra. ¿De qué modo podemos llevar a cabo esta
lectura? ¿Qué elementos, recursos y evidencias rescatamos de su obra y que nos hacen
pensar en el tiempo que vivimos? ¿Cuáles son las reflexiones que también hacemos
nuestras en sus obras de teatro o en sus poemas? Sin vacilar, afirmamos que cada época
construye su propio Shakespeare, adapta sus obras, recorta sus frases más destacadas,
elige representar unas obras antes que otras, etc. No hay un solo Shakespeare como no
hay un solo tipo de espectador o lector de sus obras.
Esto nos lleva a pensar en aquello que Jan Kott, en los años sesenta había expuesto en
su análisis sobre la obra de William Shakespeare: la contemporaneidad 1. Creemos que
esta característica a la que alude Kott se produce ante todo porque el hombre en su
existencia vive una crisis constante, lo que en la experiencia del siglo XX y el actual se
manifiesta en un continuo y cada vez más acelerado fluir de la experiencia que tenemos
del mundo y por lo tanto de las posibilidades de conocerlo y aprehenderlo. Kott con
respecto a la mirada cinematográfica y teatral que Peter Brook proyecta sobre las obras
de Shakespeare afirma:
Y ese Shakespeare, tan de nuestro tiempo, es a la vez el más renacentista: un Shakespeare violento,
cruel, brutal, Shakespeare terrenal e infernal. Shakespeare del espanto y del ensueño, del
encantamiento y de la poesía, Shakespeare super-verídico e inverosímil, Shakespeare dramático,
irónico y apasionado, Shakespeare enloquecido y sensato, Shakespeare de grandes escatologías de
gran realismo.2
Es evidente que la experiencia que poseemos al transitar un continuo período de crisis –
¿podemos evitarlo?–, es decir, de cambios en nuestra época y, en última instancia,
también de toda una serie de indeterminaciones es lo que veremos reflejado en el teatro
de William Shakespeare. La inevitabilidad del cambio, postulamos, es un aspecto
central en la obra shakesperiana, estamos atados a un continuo devenir que no podemos
evitar, de allí que la ambigüedad en muchos de sus órdenes esté presente. El fragmento
1
KOTT, Jan. 1966. Apuntes sobre Shakespeare. Trad. de Jadwija Maurizio, Barcelona: Seix Barral. El
título original de este ensayo es Shakespeare nuestro contemporáneo. Posteriormente Kott se mostrará
adverso a su posición de los años 60.
2
Ibíd.: 412-413.
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Exlibris #5 (2016)
Dossier: Shakespeare / 96
Dossier: Shakespeare | Lucas Margarit [pp. 96-97]
ISSN 2314-3894
citado de Kott podemos leerlo no solo aludiendo a Brook, sino también para reflexionar
sobre cómo podemos comenzar a pensar un Shakespeare para nuestro tiempo. Otro
aspecto que debemos considerar es por qué otras obras de sus contemporáneos –
entonces tan exitosas como las de Shakespeare– quedaron en el olvido. Hoy en día
podemos ver en escena Fausto de Marlowe, alguna de las comedias de Ben Jonson y
luego, como aproximaciones arqueológicas, La comedia española de Thomas Kyd o
alguna pieza de John Webster. Por lo tanto, es evidente que Shakespeare nos motiva
otra mirada del mundo que se entrelaza con la nuestra, el caos y la indeterminación
corresponden a pensar en qué parte del mundo nos ubicamos para convertir sus obras en
un sentido que no se cristaliza. En esta oportunidad, acercamos tres trabajos. El primero
es una aproximación a la obra Romeo y Julieta desde la perspectiva de la crítica
feminista por Verónica Storni Fricke. El segundo, de Cecilia Lasa, analiza una de las
primeras obras de Shakespeare donde la influencia del teatro de Séneca es notable, Tito
Andrónico; en este trabajo la autora investiga la relación entre el ámbito de la Retórica y
de qué modo se articula con la problemática política. Por último, un breve ensayo de mi
autoría donde establezco una relación entre las obras La Tempestad de William
Shakespeare y Fin de partida de Samuel Beckett, tomando como eje los relatos acerca
del pasado que se articulan con la puesta en escena de estas obras.
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Exlibris #5 (2016)
Dossier: Shakespeare / 97
El amor romántico en Romeo y Julieta... | Verónica Storni Fricke [pp. 98-115]
ISSN 2314-3894
El amor romántico en Romeo y Julieta, de William
Shakespeare
Verónica Storni Fricke
Universidad de Buenos Aires
veronicastorni@yahoo.com.ar
Resumen
La crítica feminista de la obra William Shakespeare ha leído el amor romántico
representado en Romeo y Julieta desde el conflicto del devenir mujer, según el
pensamiento de Simone de Beauvoir (Dash, 1981), desde el narcisismo freudiano y la
transgresión a la ley tiránica (Kristeva, 1983), y como ideología, que recluta la
subjetividad femenina para luego controlarla (Callaghan, 1994). El propósito de este
trabajo es hacer un recorrido por las lecturas más representativas de la crítica feminista
y queer en torno a la tragedia. Para este fin, se analizarán estas perspectivas desde la
teoría, es decir, se pondrá en diálogo a las críticas y pensadoras de la teoría feminista.
Asimismo, se agregará mi propia lectura de la obra, para situarme en un lugar de
intervención, dentro de esta perspectiva política. Se encuentran, en última instancia,
desde un enfoque queer, nuevos significados, que nos hablan de prácticas sexuales
disidentes; se busca, además, una interpretación del amor desde el concepto de
“nomadismo” de Rosi Braidotti (2006) y el pensamiento de Beatriz Preciado (2002).
Palabras clave
Ideología; transhistórico; mutualidad; narcisismo; necrofilia; apertura.
Abstract
The feminist criticism of Shakespeare’s works has read the theme of romantic love in
Romeo and Juliet from the conflict of becoming a woman (Simone de Beauvoir in
Dash, 1981), from Freudian narcissism and the transgression of the tyrannical law
(Kristeva, 1983) and last but not least, as an ideology where women’s subjectivity is
recruited in order to be controlled (Callaghan, 1994). It is the purpose of this paper to
explore feminist and queer critics’ reappropriations of the play and come up with my
own reading of the tragedy from within a situated feminist political stance. From a
queer perspective, new dissident sexual practices may be said to be represented in the
text. Moreover, new meanings around the concept of love are found based on Rosi
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Dossier: Shakespeare / 98
El amor romántico en Romeo y Julieta... | Verónica Storni Fricke [pp. 98-115]
ISSN 2314-3894
Braidotti’s nomadism and Beatriz Preciado’s theory (2002).
Keywords
Ideology; transhistorical; mutuality; narcissism; necrophilia; openness.
“Y es mi cuerpo como entidad prostética del poder, como
plataforma microexcitable de resistencia, el que se enamora”
(Preciado, 2008: 69).
Los protagonistas de la novela Possession de A. S. Byatt (1991) comentan cuán difícil
es enamorarse, para ellos en tanto académicos, al ser concientes de la construcción
ideológica que hace al amor romántico; se habla de deseo y sexualidad, pero requiere de
un esfuerzo de la imaginación, según señalan, comprender lo que sienten los personajes
que analizan. En mi experiencia docente, observo ese deseo de acceder a esa
experiencia en forma vicaria, más allá del escepticismo postmoderno o académico, no
solo en mí misma, sino en mis alumno/as del profesorado y traductorado en inglés. Se
pretende hacer, entonces, en este trabajo un recorrido por las lecturas que hablan del
amor en Romeo y Julieta de William Shakespeare y explorar cómo la crítica feminista
ha abordado este tema. A su vez, se propondrá una lectura de la obra desde la
perspectiva queer y se ofrecerá una aproximación personal a este interrogante a partir de
la tragedia. Se decide circunscribirse a esta obra de William Shakespeare, en particular,
por constituir la misma un símbolo del amor romántico en nuestra cultura occidental.
La elección de esta pieza conduce a que, cuando se hable de amor, se haga referencia
mayormente al heterosexual; sin embargo, se consideran distintos tipos de sexualidades
al explorar este concepto. Se observa en líneas generales que, mientras que en la década
de los 80 se enfoca en el amor como fenómeno individual de un personaje y se analizan
sus procesos psicológicos personales, la crítica de los 90 y a partir del 2000 claramente
se enfoca en las prácticas discursivas que estructuran los procesos psicológicos, y que
controlan y alientan lo que entendemos como amor. Hay en esta última crítica una
predominancia de lecturas que desencializan la crítica anterior; se habla de circulación
del deseo, de erotismo y sexualidad. De hecho, en concordancia con lo que se afirma en
la novela de Byatt, el término “amor” parece ser residual en el discurso académico
feminista y ha sido reemplazado por otros de tono menos idealista y significado
diferente, por cierto, como por ejemplo, deseo y erotismo.
1. Las prácticas discursivas y la subjetividad femenina
En una primera instancia, es necesario mencionar, a modo de descripción del contexto
discursivo, dos conceptos imperantes que se asocian con la concepción del amor en la
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Exlibris #5 (2016)
Dossier: Shakespeare / 99
El amor romántico en Romeo y Julieta... | Verónica Storni Fricke [pp. 98-115]
ISSN 2314-3894
época isabelina: el amor cortés y lovesickness (“mal de amor”). Este último era
considerado tanto una enfermedad como una fantasía normal. Carol Thomas Neely (en
Callaghan, 2000) explica cómo se acostumbraba curar las penas de amor, a través del
discurso misógino, en el cual el/ la amigo/a generalizaba y hablaba mal de los miembros
del sexo opuesto. También, se llegaba a exponer al/ a la enamorado/a a cuerpos
decrépitos para provocar el rechazo del ansia sexual, en aquellos casos en los que las
relaciones sexuales con el/ la amado/a estaban vedadas por diferentes motivos. En los
parlamentos de Mercutio se lee este discurso misógino para ayudar a Romeo a superar
su enamoramiento por Rosaline. La crítica feminista postmoderna lee un posible
homoerotismo en la relación entre Mercutio y Romeo (Callaghan, 1994), fundamentado,
en parte, en este odio al sexo opuesto, pero es necesario considerar en la lectura la
influencia de esta cura de las penas de amor.
Por otro lado, otra tradición a tener en cuenta que se interrelaciona con el amor
romántico es el amor cortés o la religión del amor: se adoraba a la dama con veneración
sensual y una humildad digna de un vasallo. Este discurso era adúltero por naturaleza,
ya que estaba necesariamente dado fuera del matrimonio y, por ende, la consumación
sexual estaba prohibida en este ritual (Lewis, 1936). Es importante señalar, en esta
instancia, cómo Romeo y Julieta se aparta de esta tradición al representar el amor
matrimonial como nueva ideología emergente. Belsey (1985) explica que, en la época
isabelina, había una nueva tendencia a buscar el consentimiento de los/ las hijos/as con
el matrimonio. Esta tragedia es fruto de ese conflicto, y Dash (1981) destaca la
personalidad inestable de los Capuleto, quienes primero buscan el consentimiento de
Julieta y después disponen de ella tiránicamente. Dusinberre (1975) enfatiza los motivos
económicos que hay detrás de estas prácticas, ya que las mujeres eran consideradas
mercancía.
La tradición feudal del amor cortés estaba asociada a las reglas de la cortesía
caballeresca y marcada por el pensamiento cristiano sobre el sexo y el amor:
El hombre renacentista sostiene una lucha titánica entre las dos clases de amor reconocidas en todo
occidente: Charitas y Eros, siendo éste el amor pecaminoso que ha de ocultarse o disimularse y
aquél el amor bendecido por las instituciones jerarquizadas tanto laicas como eclesiásticas (Pérez
Romero, 1986: 200).
Dusinberre (1975) explica que el deseo era lujurioso, pero no se consumaba. Esta autora
es muy crítica respecto de esa tradición: la idealización de las mujeres va en detrimento
de las mismas, ya que las priva de su individualidad. Esta nueva visión constituye un
aporte importante de la primera crítica feminista: la autora es consciente de la
resistencia que esta ideología representa:
Históricamente esta actitud ha sido la influencia más sutil en el confinamiento del poder
de las mujeres a una esfera no gobernada por la razón, difícil de combatir porque se
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Exlibris #5 (2016)
Dossier: Shakespeare / 100
El amor romántico en Romeo y Julieta... | Verónica Storni Fricke [pp. 98-115]
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hace en nombre del respeto y del amor (1975: 141).1
Es interesante ver cómo Dusinberre plantea una visión todavía iluminista del sujeto, ya
que la crítica reclama la equidad en términos de la razón. En sintonía con esta respuesta
ética y política, la crítica de Dash también rescata la idea de la soberanía propia de la
heroína. La autora muestra una clara influencia de Simone de Beauvoir, quien denunció
el sometimiento de las mujeres: en El segundo sexo la escritora aboga por la
independencia de las mujeres y anticipa cómo la familia, la maternidad y el matrimonio
son fuentes de opresión que responden a intereses económicos y políticos
androcéntricos. No sorprende, entonces, el tono crítico cuando Beauvoir desidealiza el
concepto de amor: “La palabra ‘amor’ no tiene, en absoluto, el mismo sentido para uno
y otro de ambos sexos, y ello constituye una fuente de los graves malentendidos que los
separan” (Beauvoir, 1949: 636). Al implicar que el amor es una construcción cultural al
igual que el género, se está anticipando la idea de que el amor romántico es una
ideología, como afirma posteriormente la concepción feminista postmoderna.
Beauvoir propone opuestos binarios que explicarían el conflicto de las mujeres: a
diferencia de las mismas, el hombre no tiene conflicto entre su vocación de ser humano
y su vocación de ser varón; se le permite la trascendencia, mientras que la mujer está
condenada a la inmanencia. Ella debe perder su “soberanía” para ser mujer. 2 Este
término será utilizado por Dash y el análisis de estos opuestos binarios será una
estrategia metodológica para analizar el personaje de Julieta. La crítica cita a Beauvoir
y, al aplicar esta premisa, esta teoría la lleva a concluir que Julieta es la real protagonista
de la obra. Romeo no debe decidir entre desobedecer al padre y rechazar a otra
pretendiente, mientras que Julieta está rasgada entre su propio deseo o soberanía y el
mandato paterno. Julieta se enamora de Romeo, el hijo de sus enemigos ancestrales,
cuando sus padres habían elegido al joven Paris como su futuro esposo. Dash interpreta
este conflicto interno desde la referencia a Beauvoir:
Su tragedia nace del conflicto entre su ‘vocación como ser humano’ y como mujer. Debido a su
extremada juventud, ella todavía no ha aprendido a renunciar a su auto-soberanía. Su vocación
como ser humano debe volverse trascendente, para realizarse completamente, para esmerarse en
alcanzar mundos desconocidos. Ella se rehúsa a ‘transformarse en lo innecesario’, renunciar al ego
(Dash, 1981: 88- 90).
Es interesante observar que, mientras Dash hace una lectura bien llamada idealista sobre
La fierecilla domada y lee amor entre Petruchio y Catalina, ignorando en gran parte la
evidente violencia de género, al mismo tiempo, la autora problematiza el amor en
1
Las traducciones son todas mías, a no ser que se consigne una edición en castellano.
2
“Hasta entonces [la adolescente] era un individuo autónomo; ahora tiene que renunciar a su soberanía.
No sólo se siente desgarrada, como sus hermanos, entre el pasado y el porvenir, sino que, además,
estalla un conflicto entre su reivindicación original, que es la de ser sujeto, actividad, libertad, por un
lado, y por otro, sus tendencias eróticas y las solicitaciones sociales que la invitan a asumirse como
sujeto pasivo.” (Beauvoir, 1949: 277).
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Exlibris #5 (2016)
Dossier: Shakespeare / 101
El amor romántico en Romeo y Julieta... | Verónica Storni Fricke [pp. 98-115]
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Romeo y Julieta y ofrece una lectura alternativa al demostrar el elemento trágico en
relación al género femenino. Esto podría responder al claro objetivo de la primera
crítica feminista de distanciarse de la crítica tradicional y revisar las lecturas hechas
hasta ese momento, enfocándose en la condición de las mujeres. La autora no solo toma
de Beauvoir, como procedimiento metodológico, el conflicto entre ser mujer y ser
persona, sino su referencia a la trascendencia, a la que, según ella, aspira Julieta, y en
particular, la hostilidad entre madre e hija. También, su énfasis en la corta edad de
Julieta nos recuerda la división del trabajo de Beauvoir en distintas etapas de la vida de
la mujer. Dash hace referencia al capítulo sobre la adolescente y muestra los males del
matrimonio forzado, especialmente a tan temprana edad, lo cual comprueba el rol del
contexto de recepción de la obra: las referencias al “matrimonio infantil” o la “violación
marital” responden a los nuevos discursos feministas. Desde ya, todas estas
aseveraciones demuestran, además, un tono idealista, ya que se generaliza la condición
de las mujeres. Como afirma Braidotti:
La adquisición de la subjetividad es por lo tanto un proceso de prácticas materiales
(institucionales) y discursivas (simbólicas), cuyo objetivo es positivo – porque da lugar a formas
de empoderamiento (empowerment) y regulación – porque estas formas son el lugar de
limitaciones y disciplinamiento (2000: 115).
Es decir, si nos movemos fuera del esencialismo y el pensamiento dual, vemos que el
opuesto binario devenir persona/ devenir mujer es sólo una idealización de la
subjetividad y la feminidad y, por ende, una oposición ficticia. Es necesario concebir la
subjetividad fuera de los dualismos de género.
Por otro lado, Dash hace un análisis interesante de lo que en la crítica posterior se
denominará la circulación del deseo. La autora explica que la nodriza y Lady Capuleto
despiertan el deseo heterosexual en la joven, sin imaginarse que Julieta elegiría un
objeto de deseo diferente:
Irónicamente, el impulso sexual que Lady Capuleto esperaba despertar en su hija condujo a una
decisión nunca anticipada por sus padres. Casándose con Romeo en este momento, Julieta
conscientemente rechaza el marido elegido para ella. Por ello, en varios niveles, la Julieta de
Shakespeare exhibe iniciativa personal e independencia (Dash, 1981: 75 y 76).
Con respecto a este tema en particular y habiendo considerado la mirada de la autora
sobre Julieta, Dash parece comprender el amor como mutualidad entre los jóvenes
amantes: la soberanía que Julieta mantiene, según su parecer, asegura un verdadero
amor:
Descartando su fuente, [Shakespeare] forja una relación de gran mutualidad entre los amantes, una
que empieza con su desafío, ‘si tus pensamientos amorosos son honestos’, y concluye en su
despedida: ‘mi dueño, mi amor, mi amigo’ (1981: 93, escena III).
Sin embargo, con un tono realista y algo escéptico, Dash nota que, “el ideal del
matrimonio creado por la obra permanece, tal vez porque los protagonistas son
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Exlibris #5 (2016)
Dossier: Shakespeare / 102
El amor romántico en Romeo y Julieta... | Verónica Storni Fricke [pp. 98-115]
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destruidos tan rápidamente” (1981: 93). La crítica se pregunta si ese amor hubiera
sobrevivido los avatares del tiempo y las presiones sociales. En el análisis de esta obra,
la autora parece descreer de la posibilidad del amor en un sistema social, en el cual se
somete a la mujer y se la priva de su soberanía. Más que avanzar una respuesta concreta
con respecto al amor, la autora muestra su imposibilidad, en presencia del matrimonio
forzado, es decir, Dash aporta una clara crítica del sistema patriarcal.
Es interesante comparar este análisis con la lectura que hace Dusinberre de la obra: esta
habla de mutua idolatría marcando la diferencia con la adoración propiamente
masculina del amor cortés: “La idolatría compartida puede transformarse en igualdad,
como en Romeo y Julieta” (1975: 157). A su vez, la autora también se enfoca en el
análisis de Julieta en particular: según ella, Shakespeare crea heroínas que demuestran
ser castas porque son honestas y seducen sin artilugios al varón, “[l]a persuasión de
Julieta a Romeo de que el amanecer no ha llegado es conmovedora en su intento de arte
ingenuo” (Dusinberre, 1975: 65). Con respecto al tema del amor en particular,
Dusinberre hace un interesante análisis del parlamento de Julieta, que ha sido leído
como la definición del amor en la obra: “Mi liberalidad es tan ilimitada como el mar, y
profundo como éste es mi amor. Cuánto más te entrego, tanto más me queda, pues una y
otro son infinitos” (II, ii).3 La autora demuestra cómo el amor se define a través de la
propiedad y, a su vez, desafía el nuevo capitalismo imperante en la época isabelina:
El regalo de amor de Julieta a Romeo desafía la economía de la propiedad […]. Si el sexo no tiene
nada que ver con la propiedad, entonces no hay pérdida involucrada en el amor sexual
(Dusinberre, 1975: 121).
No obstante, cabe señalar que es significativo que se utilice la metáfora de una
transacción comercial para definir el amor: 4 esto demuestra cómo en este texto el amor
busca, sin éxito, trascender el contexto económico, por el camino de la resistencia. Dash
reproduce la crítica tradicionalista, y afirma que, en esta obra, Shakespeare crea el
concepto del casamiento por amor: “Se cree que Shakespeare creó un nuevo ideal: el
matrimonio por amor” (1981: 93). Según explica la crítica posmoderna, el autor
reproduce las prácticas discursivas emergentes de su época pero, al mismo tiempo,
produce una nueva concepción del amor: Callaghan analiza “el rol de Romeo y Julieta
en la construcción cultural del deseo” y comenta:
Ciertamente, la obra consolida una cierta formación de una subjetividad deseante relacionada
3
En el original en inglés, “My bounty is as boundless as the sea,/ My love as deep; the more I give to
thee,/ The more I have, for both are infinite” (1992: 175-178; II, i); la palabra “bounty” tiene, además,
claramente connotaciones económicas, ya que también significa recompensa.
4
Además de la cita hecha por Dusinberre, se observa el uso de la misma metáfora del valor material en
“El sentimiento, más rico en fondo que en palabras, se enorgullece de su esencia, no de su ornato. Los que
cuentan sus tesoros son simplemente unos pordioseros; de donde mi verdadero amor se acrecienta hasta
un límite, que no supo contar la mitad de mi riqueza.” En el original, “Conceit more rich in matter than in
words/ Brags of his substance, not of ornament./ They are but beggars that can count their worth;/ But my
true love is grown to such excess/ I cannot sum up sum of half my wealth” (ibíd.: 29-34; II, v).
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con las ideologías protestantes, y especialmente puritanas, del matrimonio y de la familia requeridas por,
o al menos muy conducente a la formación económica emergente del capitalismo (Callaghan, 1998: 59).
Es decir, la ficción crea realidad y al mismo tiempo es producto de esta. Callaghan
enfatiza, además, los procesos económicos que subyacen a la producción artística.
2. Amor y narcisismo
En Man’s Estate. Masculine Identity in Shakespeare Coppélia Kahn (1981) se enfoca en
los personajes masculinos y ofrece una lectura psicoanalítica de la obra. La autora
explica cómo el héroe entra en la sociedad a través del matrimonio: supera la fase del
temor a la madre y la identificación con el padre y puede asumir su propia paternidad.
En cambio, en Romeo y Julieta este proceso se imposibilita por la riña entre los padres.
La autora enfatiza el rol de la disputa en el final trágico, esta ley paterna es la que
obstaculiza el amor:
La contienda provee una ‘moratoria psicosexual’ para los hijos, en el cual se prueban hombres a
través de la violencia fálica a favor de los padres, en vez de a través del cortejo y la
experimentación sexual que conduciría hacia el matrimonio y la separación de la casa paterna. Los
conduce a despreciar a las mujeres y a asociarlas con el afeminamiento y la emasculación,
mientras que une las relaciones sexuales con la agresión y la violencia contra las mujeres, más que
con el placer y el amor (1981: 86).
Kahn explica que los hijos y los padres se unen a través de la violencia fálica. La
disputa familiar entra en conflicto con los deseos y necesidades de los jóvenes amantes
y previene su entrada sana en la sociedad, a través de un matrimonio exogámico:
[La contienda] refuerza sus identidades como hijos e hijas aliándolos con su casa paterna contra
otra casa paterna, entonces polarizando todas sus relaciones sociales, particularmente sus
elecciones maritales, en términos de lealtad filial (ibíd.).
Sus referencias a eros y thanatos demuestran su enfoque freudiano y su comentario
acerca de cómo el amor y la muerte se fusionan al final de la obra recuerda el análisis
posterior de Kristeva (1983). La lectura de la muerte como un acto de amor, hecha por
Kahn, remite no solo a Freud, sino a la concepción cristiana del auto-sacrificio y a la
visión romántica de la presencia del sufrimiento en el amor.
La conclusión trágica, sin embargo, efectúa un giro de 180⁰ en este caso claro de oposición entre
el amor y la muerte, porque en el suicidio de los amantes el amor y la muerte se funden. Romeo y
Julieta mueren como un acto de amor, en un comportamiento [‘acting-out’] espiritualizado del
juego de palabras antiguo (ibíd.: 98 y 99).
Desde una perspectiva feminista postmoderna es fácil identificar una ideología marcada
en esta lectura, y es, a mi juicio, cuestionable afirmar que morir por un/a otro/a es
prueba de amor. Excede las expectativas de este trabajo deconstruir la fusión entre eros
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y thanatos, supuestamente dada, a la que se alude en Kahn (“la muerte es una forma
trascendental de la consumación sexual, [...] es el renacimiento a una etapa superior de
existencia”, ibíd.: 103). Sin embargo, nos preguntamos, si el amor es una manera de
entrar en la sociedad, madurar y superar el narcisismo, como Kahn parece sostener,
¿está la muerte necesariamente ligada a esa trascendencia? Y ¿hasta qué punto se puede
dar por sentada la erotización de la muerte?
En Historias de amor, Julia Kristeva enfatiza el rol de la transgresión en el amor, “la
infracción de la ley es la primera condición de la exaltación amorosa” (1983: 188). En
su estudio, esta autora hace un recorrido por mitos y textos literarios de la cultura
occidental para describir el amor; es decir, este texto no constituye una obra de crítica
literaria, sino que los textos literarios se usan como fuentes para explicar el amor desde
una perspectiva psicoanalítica. La filósofa afirma que la tragedia nos muestra que el
matrimonio es la antinomia del amor. Al morir, los amantes preservan intacto ese amor.
Pero al mismo tiempo, la presencia inmanente de la muerte en el amor es lo que, según
Kristeva, distingue a la obra shakespeariana. La autora admite el elemento de muerte
implícito en la ley tribal que rechaza el goce de los amantes, pero insiste en que el
elemento de lo prohibido es lo que le da fuerza a ese amor, “aunque la pareja está
condenada a la muerte, parece decir Shakespeare, los amantes clandestinos son el
paraíso de la pasión amorosa” (ibíd.).
La explicación que Kristeva ofrece con respecto a la presencia del desafío y la
clandestinidad en este amor es particularmente interesante: la filósofa explica que el
secreto y la transgresión demuestran que el gozo se origina en la presencia implícita de
un tercero, que es el/ la padre/ madre:
La sombra del tercero: padres, padre, esposo o esposa para el adúltero, está sin duda más presente
en las emociones carnales de lo que quieren admitir los inocentes buscadores de una felicidad entre
dos (ibíd.: 189).
La autora habla de narcisismo y de potencial sadomasoquismo, a saber, hay siempre un
primordial odio hacia el/ la otro/a amado en las relaciones amorosas, que se representa
en el elemento de desafío y de muerte. Ese odio es un mecanismo de defensa por temor
a la fusión con la madre, con lo femenino que también es tierra, tumba y muerte. Pero al
mismo tiempo, el amor y el deseo de felicidad idílica en el matrimonio es el deseo de
volver a ese estado de fusión con la madre. Kristeva explica que uno/a busca a la madre
en el/ la esposo/a, pero como ese ideal de amor en el matrimonio es inalcanzable, el
matrimonio constituye la muerte de ese amor y el idilio puede desembocar en una
relación de tipo sadomasoquista para preservar el amor: para la teórica francesa de
origen búlgaro, si la pareja de Verona hubiera sobrevivido el acto cinco, su relación se
hubiera transformado en un vínculo de amor-odio, cuyos vestigios son fáciles de
rastrear a través de la obra.
Erotizado según las variantes del sadomasoquismo, o bien fríamente dominante en unas
relaciones más largas que ya han agotado las delicias de la inconstancia tan engañadora como
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seductora, el odio es la nota de fondo en la melodía pasional de la pareja (ibíd.: 198 y 199).
Es relevante observar que la autora nota que este odio o deseo de muerte está
particularmente presente en la mujer, ya que ella tuvo que rechazar a la madre y, por
ende, a lo femenino, que es también propio suyo para identificarse con el padre:
[E]l deseo femenino está tal vez umbilicado a la muerte: ¿se debe a que esta fuente
matricial de la vida sabe hasta qué punto tiene poder para destruirla (cf. lady Macbeth) y a que
además, es gracias a la muerte simbólica de su propia madre como una mujer se hace madre?
(ibíd.: 192).
Con respecto al primer punto, a saber, su referencia a la maternidad y su relación con la
muerte, se puede acotar aquí que, como sostiene Butler (1990), Kristeva tiende a reificar
la maternidad, naturalizándola y esencializando lo femenino. Con respecto al segundo
punto, esto nos remite a la melancolía de ser mujer discutida por Irigaray (1974), y
también al conflicto entre devenir ser humano y devenir mujer desarrollado por
Beauvoir y aplicado en el análisis de Julieta hecho por Dash. Es decir, se espera de la
mujer, pasividad, que se transforme en el falo, en objeto de deseo y anule su propia voz,
que rechace lo materno y lo femenino según este sistema falogocéntrico; esto podría
explicar un vínculo más fuerte entre la muerte y lo femenino.
Es evidente que a través de Freud y del complejo de Edipo, el amor es la contracara del
odio, tanto para los hombres como para las mujeres, y en lo que a las lecturas de Kahn y
de Kristeva se refiere, no se atisba una manera de salir del narcisismo para explicar el
amor. El amor parece, simplemente, reflejar ese drama edípico y remitirnos, una vez
más, al rechazo de la madre y lo femenino, que en el fondo es nostalgia y deseo de
muerte. La circularidad del deseo que se nota en esta visión del amor desde el
narcisismo freudiano demuestra como la identidad se define desde la mismidad:
Deleuze destaca hasta qué punto en el pensamiento occidental la noción clásica del sujeto
enfoca la diferencia como un subconjunto del concepto de identidad. El sujeto se define en
términos de ‘mismidad’, es decir, como equiparación con una idea normativa de un Ser que
continúa siendo uno mismo y el mismo en todas sus variadas calificaciones y atributos (Braidotti,
2000:117).
3. ¿Amor queer?
Si buscamos una concepción del deseo, del amor y de la subjetividad fuera de Freud y
del complejo de Edipo y más en sintonía con el feminismo postmoderno, observaremos
que, en general, la obra no parece ser demasiado popular en la crítica de la década de los
90 y a partir del 2000. Por este motivo, sobresale el aporte, fundamental para la lectura
feminista, de Dympna Callaghan (1994): la autora responde, en gran medida, y con una
voz clara y única, numerosos interrogantes que se plantean en este capítulo:
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Romeo y Julieta fue escrita en el momento histórico en que las ideologías y las
instituciones del deseo –el amor romántico y la familia, que están completamente naturalizados
para nosotro/as– estaban siendo negociadas (1994: 59).
La crítica demuestra cómo la obra ofrece una resistencia a la historización y una
tendencia a presentar el deseo como transhistórico. La aparente auto-replicación del
conflicto en distintos contextos históricos da la ilusión de cierto universalismo, pero en
su análisis Callaghan historiza el deseo y demuestra cómo el deseo femenino, en
particular, se recluta para, luego, controlarlo. La apariencia de universalidad es lo que
naturaliza la heterosexualidad normativa, aunque su lectura demuestra que en la obra
también circula homoerotismo representado, por ejemplo, por Escalo y Mercucio; a su
vez, las palabras de la nodriza representan una época en la cual el rol materno y el
amamantamiento no eran considerados asexuales, como en nuestros tiempos, sino que el
parlamento de la nodriza refleja el placer libidinal ligado a esta práctica (Callaghan,
1994).
Esta crítica habla de deseo, en vez de amor, aunque coincide con las lecturas anteriores
en afirmar que este está dado por la mutualidad y la ausencia de relaciones de poder en
la pareja: “La mutualidad de la pasión reflejada en el/ la otro/a promueve la noción de
que la identidad auténtica de uno/a se revela en el amor romántico” (1994: 81). Más
allá de una simple lectura desde el narcisismo, la autora insiste en las consideraciones
económicas que hay detrás de las elecciones románticas y, en este punto, su análisis es
novedoso y de un claro enfoque marxista: ella describe “una crisis en el patriarcado
mismo –específicamente la transferencia de poder de los padres en riña al príncipe–”
(1994: 72). Para la autora, el Príncipe representa la ley fálica que insta a la exogamia y
prohíbe el incesto: “La prohibición del Príncipe de la contienda es entonces sinónimo de
la prohibición de la ‘endogamia’” (ibíd.: 76). Callaghan alude a un momento histórico
en donde el feudalismo aparece como residual y el capitalismo moderno es emergente.
La crítica ve un rol fundamental en la figura del Príncipe, ya que, este personaje no solo
representa la ley fálica, sino que, también, sostiene el homoerotismo que subyace en el
vínculo homosocial masculino:
Es el Príncipe quien monopoliza los vínculos afectivos masculinos, la agresión y el deseo
homoerótico. Sin embargo, Escalo también intenta dirigir los posibles modos de deseo múltiples a
maneras explícitamente heterosexuales socialmente apropiadas (ibíd.: 74).
Esta lectura se nutre, no sólo de los estudios de Claude Lévi-Strauss (1969), quien
explica cómo las mujeres representan productos de intercambio que aseguran los
vínculos de alianza entre clanes, sino que se puede relacionar con la teoría queer: en
particular, nos recuerda la voz de su antecesora, Judith Butler, quien, a su vez, cita a
Irigaray y a Lévi-Strauss y explica:
En efecto, las relaciones entre los clanes patrilineales están basadas en el deseo
homosocial (lo que Irigaray en un juego de palabras llama ‘hommo-sexualidad’, una sexualidad
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reprimida, y por ende, menospreciada, una relación entre hombres, la cual se trata de, finalmente,
los vínculos entre hombres, pero que tiene lugar a través del intercambio heterosexual y la
distribución de las mujeres (1990: 55).
Butler describe la relación entre el tabú del incesto y la heterosexualidad exogámica. El
incesto, sin embargo, sobrevive en los sueños y en cierto elemento fantasmático de
negación en nuestra cultura, que insta a que haya una erotización del tabú mismo. Esto
nos remite a la interpretación de Kahn, cuando la crítica apunta que es la transgresión lo
que determina la fuerza del amor de Romeo y Julieta. Es decir, según Kristeva, se
prohíbe el incesto e, irónicamente, el amor exhibe la circularidad de idealizar el
matrimonio como la unión con lo materno que, originariamente, se prohibió. El hecho
de que este éxtasis buscado nunca se realice es lo que une al amor con el sufrimiento y
la muerte.
Butler cuestiona el rol del incesto en ambas, la teoría psicoanalítica y la antropología. Se
naturaliza la elección heterosexual y se considera el incesto como universal y dado:
Para Lévi-Strauss, el tabú contra el acto de incesto heterosexual entre el hijo y la madre,
así como esa fantasía incestuosa, están instaladas como verdades universales de la cultura. ¿Cómo
se constituye la heterosexualidad incestuosa como la matriz del deseo ostensivamente natural y
pre-artificial, y cómo se establece el deseo como una prerrogativa heterosexual masculina? La
naturalización de ambas, la heterosexualidad y la agencia sexual masculina son construcciones
discursivas, de las que nunca se ha dado cuenta, aunque asumidas en todos lados dentro del marco
estructuralista fundacional (1990: 57 y 58).
La búsqueda de un significado alternativo fuera de la teoría freudiana está implícita en
el título del capítulo de Callaghan, quien habla de la ideología del amor romántico. Su
postura teórica es clara, el psicoanálisis es relevante, en tanto cuestione sus propios
supuestos. Su lectura es novedosa para el momento de producción de la misma, dado
que visibiliza el deseo homoerótico e historiza el amor romántico, demostrando las
fuerzas económicas que subyacen al deseo. Sin embargo, no avanza tampoco una
lectura fuera del narcisismo. Callaghan parece contestar nuestro interrogante inicial
acerca del amor diciendo claramente que es una ideología, no una idea trascendental,
sino deseo explicado por prácticas discursivas históricas. La mutualidad y la equidad
son lo que parece definir la pureza, en particular, de los jóvenes amantes de Verona
pero, a pesar de su tono escéptico, no comenta si estos parámetros son transhistóricos y
si, de alguna manera, se pueden pensar como rasgos intrínsecos al amor.
Como marco teórico al análisis de Callaghan, se piensa aquí en las reflexiones de
Preciado cuando cita a Deleuze y explica que el amor es, también, un proceso de lectura
de un/a otro/a:
[E]namorarse no es sino aprender a reconocer al otro por sus signos específicos. El amor
exige la dedicación del amante a una actividad intensa de descodificación de los signos
particulares que la amada produce (2002: 146).
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Esto parece llevar a concluir a la filósofa española que es la huella o la différance lo que
en última instancia representa ese amor:
La verdad del amor no es, como querría la filosofía, el presupuesto de la razón, sino el
residuo, el detritus, de un proceso de descodificación que solo encuentra éxito en la medida en que
falla (ibíd.:148).
Es decir, desde la teoría postmoderna nuevamente la mirada escéptica nos remite a
desidealizar esa ilusión ideológica que llamamos amor, que no es otra cosa que un
silencio o una sombra en el texto, una deconstrucción del/ de la amado/a.
Otra contribución valiosa a una perspectiva de género después de 1990 es la lectura
desde la teoría queer hecha por Goldberg (en Berry, 1999). El texto nos invita a leer
sodomía: se mencionan los numerosos juegos de palabras en la obra que hacen
referencia al sexo anal. Por ejemplo, Phillipa Berry explica:
En Romeo y Julieta se enfatiza esta asociación de manera explícita a través del lenguaje
obsceno de Mercucio, primero en su asociación entre la amante de Romeo y el níspero5 y después
con el juego de palabras extendido con Romeo entre alma y “suela”,6 el cual se extiende hasta ‘el
fondo mismo de la cosa’ (1999: 22 y 23; II, iv).
A su vez, cuando Capuleto irrumpe en furia y obliga a Julieta a casarse con Paris, la
joven exclama desesperada, “¿No hay clemencia en los cielos que llegue hasta el fondo
de mi dolor?” En el original, la palabra “bottom” (1992: 197; III, v) hace referencia al
trasero.
Berry no solo habla de la sexualización de la muerte, sino que rastrea los ritos, las
festividades en el calendario litúrgico y las expresiones que nos hablan de sexo anal, de
“finales fogosos y bocas devoradoras” (Berry, 1999: 41). Este significado que se
encuentra es relevante para este trabajo, en tanto que la teoría queer y una lectura desde
lo grotesco bakhtiniano representan una mirada alternativa al narcisismo freudiano. Esta
teoría nos invita a ver el placer fuera de lo sexual (Córdoba, Saez y Vidarte, eds., 2005).
Preciado (2002 y 2008) demuestra cómo el sexo es una tecnología, y nos invita a
erotizar las partes del cuerpo que no están necesariamente ligadas a lo erógeno. El amor
aparece, desde esta visión, ligado a nuevas formas de erotización.
De hecho, según considero, también se puede leer en la obra otras prácticas sexuales
5
En el original, Mercucio exclama: “Now will he sit under the medlar tree,/ And wish his mistress were
that kind of fruit/ As maids call medlars when they laugh alone. O Romeo, that she were! O that she
were/ An open-arse and thou a Popering pear” (ibíd.:34-38; II, i): “open-arse” según se conocía al
níspero, como explica Mercucio, significa orificio rectal. Mercucio exclama que Romeo desearía ser
pera y que Julieta fuera “un etcétera abierto”, según la traducción de Astrana Marín.
6
En el original, “when the single sole of it is worn” (ibíd.: 60; II, iii), que Astrana Marín traduce como
“hasta que se desfloren tus calzas”, es decir, se observa que se pierde el juego de palabras.
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alternativas disidentes, según una perspectiva queer. Los últimos dos actos invitan a la
representación de triángulos amorosos, o ménage à trois: cuando Romeo lucha con
Paris ante la tumba de Julieta y lo derrota, el héroe recuerda con devoción a Mercucio y,
finalmente, acepta que Paris sea enterrado junto a su amada (“Veamos de cerca esa cara.
¡El pariente de Mercucio! ¡El noble conde de Paris! … ¿Qué me decía mi criado durante
el viaje, cuando mi alma, en medio de sus tempestades, no le atendía? Creo que me
contaba que Paris se iba a casar 7 con Julieta…”, V, iii). La lealtad masculina se erotiza,
y la emulación permite la entrada del rival al vínculo amoroso. En esta instancia, vemos
claramente el homoerotismo masculino, también, en particular, entre Mercucio y
Romeo, que Callaghan explora en su lectura (1994), y expresado por el tono elegíaco y
de auto-reproche de las palabras del Príncipe al final de la obra: “¡Y yo, por haber
tolerado vuestras discordias, perdí también a dos de mis parientes!” (V, iii).
Tanto Mercucio como Paris eran parientes de Escalo: sus destinos, entrelazados con el
de Romeo, quien, impulsivamente, mata a Teobaldo por venganza tras la muerte de
Mercucio. Es decir, la fidelidad a su amigo se antepone a su amor por Julieta: prioriza la
furia ante el temor al castigo, la alienación de su amada o el respeto al parentesco del
asesino, primo de la joven.
Asimismo, las numerosas referencias de la fusión del amor con la muerte nos alientan a
leer necrofilia, sugerida, por ejemplo, en la imaginación de Paris, quien cree que Romeo
visita la tumba de Julieta para desecrarla (“Ese es aquel desterrado e infame Montesco
[…] ¡Y viene ahora a cometer torpe profanación con los difuntos!”, V, iii). 8 En efecto,
los cadáveres se erotizan y los vivos que desean la muerte entran en el abyecto de la
unión necrofílica: Julieta prefiere morir a la bigamia, y exclama desesperada ante Fray
Lorenzo: “Entiérrame en una fosa recién cavada, o haz que me amortaje con un
cadáver” (IV, i).9 Más adelante, antes de que la heroína tome la pócima que simula la
muerte, la embarga el terror de estar sepultada en vida; en este momento, entendemos
que, en su imaginación, este hombre en su mortaja (en el original, “a dead man in his
shroud”) es, en efecto, su primo Teobaldo (“Si entonces despierto, […] todos esos
tremendos horrores […] y arrancara de su féretro al desfigurado Teobaldo”, IV, iii). 10
Los marcados elementos góticos representan la unión de eros y thanatos. La
personificación de la muerte como figura masculina que desposa y desvirga a Julieta es
recurrente en la obra, y es mencionada por distintos personajes: según su padre, él es el
7
En el original (“He told me Paris should have married Juliet”, ibíd.: 78; V, iii) el triángulo amoroso es
aún más explícito.
8
This is that banished haughty Montague […] here is come to do some villanous shame/ To the dead
bodies” (ibíd.: 50-53; V, iii).
9
“Or bid me go into a new-made grave,/ And hide me with a dead man in his shroud” (ibíd.: 84-85; IV,
i).
10
“Or, if I live, […] the terror of the place--/ […] Where bloody Tybalt yet but green in earth,/ Lies
festering in his shroud” (ibíd.: 36-43;IV, iii).
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auténtico rival de Paris (“¡Mírala, ahí tendida, flor como era, por él desflorada! ¡Ese
horrible fantasma es mi yerno, es mi heredero”, IV, v). 11 Cuando encuentra el cuerpo de
Julieta, aparentemente sin vida, en el ataúd, Romeo se pregunta: “¿Habré de creer que el
fantasma incorpóreo de la muerte se ha prendado de ti y que ese aborrecido monstruo
descarnado te guarda en esas tinieblas, reservándote para mancella suya?”. 12 La
metáfora es el desplazamiento necesario para controlar su propio deseo erótico
despertado por el cuerpo inerte de su amada: la belleza sensual de la joven no ha sido
alterada por la muerte (“¡La enseña de la hermosura ostenta todavía su carmín en tus
labios u mejillas […] ¡Ah! ¡Julieta querida! ¿Por qué eres aún tan bella?”, V, iii. ). 13
4. Amor como apertura
Quiero pensar, como otra posible mirada alternativa feminista, una lectura de Romeo y
Julieta desde el nomadismo de Braidotti (2000): ella nos invita a pensar en el deseo
como pre-discursivo y previo a la formación del inconsciente y de la subjetividad;
pensar en el afecto como capacidad para establecer un vínculo, es decir, para ser
afectado/a por un/a otro/a. Una capacidad de maravillarse ante la diferencia y de
sostener el abismo de lo impredecible,
ese asombro que contempla lo que ve siempre como si fuera la primera vez, nunca
haciéndose del otro como su objeto. No trata de apoderarse, poseer, o reducir este objeto, sino que
lo deja subjetivo, aún libre (Irigaray, 1984:13).
Braidotti toma el pensamiento rizomático de Deleuze e insiste en una visión de la
subjetividad como el objeto de deseo real, es decir, como un constante fluir. Esta visión
se aparta de las nociones de culpa y de carencia del psicoanálisis. Quiero pensar que lo
materno no es sinónimo de amenaza y muerte, y que el sujeto, antes de ser conciente de
sí mismo/a, es puro amor. Esto no implica abandonar la idea de la Ley fálica, sino verla
como parte de esa contención amorosa, que completa el éxtasis de la unión con la
madre. Desde esta lógica, Romeo y Julieta son inocentes y abiertos a este tipo de deseo
no mediado por el miedo o el odio mutuo. Creo que la fuerza de la obra reside en
representar esta cualidad del amor:
Encuentro en la filosofía nomádica la inspiración para una imaginería completamente
erótica, quizá levemente más cruel, pero, afortunadamente también menos sentimental. Menos
sacrificadora y más alegre, porque se vuelca afuera, no adentro. Un enfoque más secular a la
intensidad y a la pasión, libre de las restricciones del confesionario y del prostíbulo y más en
11
“There she lies,/ Flower as she was, defloweréd by him./ Death is my son-in-law, Death is my heir”
(ibíd.: 36-38; IV, v).
12
“Shall I believe,/ That unsubstantial Death is amorous,/ And that the lean abhorréd monster keeps/ Thee
here in dark to be his paramour?” (ibíd.: 102-105;V, iii).
13
“beauty’s ensign yet/ Is crimson in thy lips and in thy cheeks,/ […] Ah, dear Juliet,/ Why art thou so
fair?” (ibíd.: 94-104;V, iii).
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armonía con las formas de deseo mediadas tecnológicamente, con las cuales se experimentan y se
gana experiencia hoy en día. Este erotismo es cósmico e insinúa la trascendencia, pero siempre a
través y no fuera de la carne (Braidotti, 2002: 111).
Por un lado, el texto nos invita a leer a Romeo y Julieta como víctimas del odio de sus
padres, marcados por una ley fálica incoherente y no confiable. También, es cierto que
ellos responden con la impetuosidad trágica de la juventud, pero en este capítulo para
responder la pregunta acerca de qué nos dice Shakespeare acerca del amor en esta obra
elijo destacar la apertura afectiva de los protagonistas y el gozo de saberse
correspondidos. Se ha notado que Julieta es cauta, no se pierde en el amor: se asegura de
que los intereses de Romeo sean honestos, a través de su voto matrimonial; a su vez,
Romeo se enamora demasiado rápidamente de Julieta después de su adoración por
Rosalina; “¿Por ventura amó hasta ahora mi corazón?” (I, v), se pregunta Romeo
cuando conoce a Julieta; él la alaba de acuerdo con las convenciones del amante cortés:
“Besáis según el ritual” (1965: I, v), 14 le reprocha ella. Además, atisba el resentimiento
en los oxímorons de Julieta (ibíd.: 73-84; III, ii), cuando se entera de que Romeo es
responsable de la muerte de Teobaldo; Julieta es, desde un comienzo, consciente de la
precipitación de sus acciones (“Es demasiado brusco, demasiado temerario, demasiado
repentino”, II, i). Todos estos significados son claros en el texto, pero más allá de estas
vacilaciones, los dos amantes siguen abiertos, confían, se entregan: “Pero la pasión les
presta fuerza, y medios el tiempo para hallarse, compensando su extremada desgracia
con extrema dulzura” (II, coro).
Harold Bloom nota que, en las obras dramáticas de Shakespeare, “el amor muere o los
amantes mueren” (1999:88): en ninguna obra vemos el amor trascender en el tiempo;
por el momento respetaremos ese silencio. “¡Oh¡ ¿Piensas que nos volveremos a ver
algún día?” (1965: 50; III, v), pregunta Julieta a Romeo. “¡Sin duda! Y todos estos
dolores serán tema de dulces pláticas en días futuros”. Fuera del anti-ilusionismo que se
produce al mencionar futuras representaciones teatrales (en el original, “sweet
discourses in our time to come” (1992: 52; III, v), Romeo demuestra una aceptación y
confianza en la trascendencia de este amor, que es nueva para este personaje.
El filósofo Darío Sztajnszrajber critica el monopolio de las concepciones tradicionales
del amor, en las que se busca la hegemonía del yo, es decir, se niega al/ a la otro/a. El
pensador define el amor como un culto a la diferencia:
Porque cuando uno realmente ama, uno se desprende de algo propio en función de la
presencia del otro. Y en ese sentido el amor es una instancia épica de la hospitalidad. Una épica
del otro (2013).
Quiero pensar esta diferencia dentro del nomadismo propuesto por Rosi Braidotti, “una
visión no dialéctica de la alteridad, afirmando las diferencias positivas a fin de proponer
14
“You kiss by the book” (ibíd.: 110; I, v).
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Dossier: Shakespeare / 112
El amor romántico en Romeo y Julieta... | Verónica Storni Fricke [pp. 98-115]
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nuevos parámetros para la definición de la subjetividad femenina” (1991: 277). Esta
concepción trasciende la diferencia sexual y mira a todo/a otro/a en su alteridad, es
decir, no se define en la economía heterosexual, sino que se inscribe en la subjetividad
corporizada y sexualizada en su diversidad. A modo de respuesta personal, en esta
instancia, elijo definir el amor como esta fuerza de apertura y confianza, que trasciende
la obra en mi propia lectura: inmanente, por cierto, y originada desde las prácticas
discursivas históricas, desde la carne enamorada de los jóvenes de Verona y desde mi
propio lugar situado como lectora; única, irrepetible, pero que, al mismo modo, me
habla de un modo de afectividad que brota de todas las subjetividades que desean el
devenir:
Devenir tiene que ver con vaciar por completo el sí mismo y abrirlo a los posibles
encuentros con el ‘exterior’. […] Este torrente de datos, de información, de afectividad, es el
vínculo relacional que simultáneamente expulsa al sí mismo del agujero negro de su aislamiento
atomizado y lo dispersa en una miríada de briznas y partículas de percepciones o impresiones
(Braidotti, 2006: 203).
El amor, entonces, nutre el ser cuando aloja al/ a la otro/a en esa aceptación; Braidotti
parece pensar en trascender el ego y contactar el ser, en ese vaciamiento o
enfrentamiento con el abismo. De manera paradójica, esto no implica un sentimiento
escapista, sino una espiritualidad anclada en el cuerpo y los devenires de las prácticas
históricas. Los jóvenes amantes de Verona buscaron confrontar sus tiempos; hay
todavía cierto apego al ego, en esta negación de las circunstancias materiales históricas.
El amor es siempre conciencia del ser en el mundo, de la propia fragilidad y mortalidad.
Si bien es cierto, además, que esta tragedia muestra la intensidad solo de la primera
etapa del vínculo amoroso, también se observa que, en su inocencia, Romeo y Julieta se
abrieron a este sentimiento fuera de las rigideces de sus propias personalidades: en vez
de adherirme a una crítica de la ideología del amor romántico, en esta ocasión, elijo una
línea de fuga y rescato los significados que me hablan del devenir amor.
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El amor romántico en Romeo y Julieta... | Verónica Storni Fricke [pp. 98-115]
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El amor romántico en Romeo y Julieta... | Verónica Storni Fricke [pp. 98-115]
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Verónica Storni Fricke
Es Doctora de la Universidad de Buenos Aires, especializada en la crítica feminista de
las obras de William Shakespeare. Licenciada en Inglés (UNL) y Profesora en Inglés
para la Enseñanza Media (IES en Lenguas Vivas "J.R. Fernández"). Realizó dos
adscripciones a Seminario de Literatura Inglesa y Literatura Inglesa II. Profesora de la
materia “Panorama de la Literatura de los Pueblos de Habla Inglesa” y del seminario
“Shakespeare Postcolonial” y “Shakespeare Queer” en el IES en Lenguas Vivas "J.R.
Fernández"; se dedica, además, a la enseñanza de la literatura en inglés en el nivel
secundario. Se desempeñó como profesora del seminario “Crítica de las Literaturas
Nacionales” de la Maestría en Literaturas en Lenguas Extranjera y en Literaturas
Comparadas de la UBA.
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Retórica y política en Tito Andrónico... | Cecilia Lasa [pp. 116-130]
ISSN 2314-3894
Retórica y política en Tito Andrónico, de William
Shakespeare
Cecilia Lasa
Universidad de Buenos Aires
cecilia_ev_lasa@hotmail.com
Resumen
Tito Andrónico, de William Shakespeare, suele ubicarse en la periferia de la producción
teatral del dramaturgo por razones tanto literarias como políticas. Por un lado, se la
asocia con una estética de la violencia, vinculada con las tragedias de venganza por la
puesta en escena de asesinatos, amputaciones e instancias de violación y canibalismo.
Por otro, estos actos son concebidos en términos de barbarie a la luz del proyecto
humanista en el que se embarca Inglaterra a partir de la dinastía Tudor. Estas lecturas,
no obstante, no contemplan la clausura de la pieza, en la que tiene lugar un despliegue
retórico por parte de Lucio, el futuro gobernante e hijo de quien da nombre a la obra. El
desempeño lingüístico de dicho líder obliga a releerla en otra clave, ligada con la
emergencia y consolidación de la retórica como disciplina en estrecha relación con la
política moderna. En este sentido, es posible plantear que la estética de la violencia no
es sino un conjunto de procedimientos que impugna la belicosidad que el Renacimiento
inglés le imputa al Medioevo, a favor de un sujeto político moderno, que se configura a
partir del ejercicio de la retórica y se corporiza en Lucio.
Palabras clave
Retórica; lenguaje; política; Renacimiento inglés; Modernidad
Abstract
Titus Andronicus, by William Shakespeare, is generally thought to be a peripheral piece
when compared to other plays written by the Bard due to literary and political reasons.
On the one hand, it is associated with an aesthetics of violence prevalent in revenge
tragedies which stage murders, amputations, rape and cannibalism. On the other hand,
these acts are barbaric in the light of the Humanist project England embarks upon once
the Tudor dynasty begins. These interpretations, however, remain oblivious to the
closure of the play, in which Lucius, Titus’s son and the future political leader, displays
his rhetorical skills. His linguistic performance calls for a different understanding of the
piece in the context of the emergence and consolidation of Rhetoric as a discipline
inextricable from Modern politics. From this perspective, this paper contends that the
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Retórica y política en Tito Andrónico... | Cecilia Lasa [pp. 116-130]
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aesthetics of violence is nothing but a literary device to frown upon the war-like nature
the Renaissance view has attributed to the Middle Ages and to favour a modern political
subject, embodied in Lucius as a rhetorician.
Keywords
Rhetoric; Language; Politics; English Renaissance; Modernity.
1. Palabras introductorias: los alcances del lenguaje en el Renacimiento europeo
Las ideas humanistas que se desarrollan en Europa entre los siglos XIV y XVI
adquieren estatuto programático puesto que en la recuperación y el renacer del pasado
clásico yace un incuestionable optimismo en relación con el prometedor futuro para las
sociedades fundadas en ellas. Rico sintetiza:
Al humanismo, en efecto, le seguimos debiendo haber descubierto que nuestra dimensión es la
historia, que el hombre vive en la historia, o sea en la variación, en la diversidad de entornos y
experiencias, en el relativismo […], también en la esperanza. Porque esa visión de la realidad y la
temporalidad implica de suyo un programa de acción: implica que es posible cambiar la vida, que
la restitución de la cultura antigua abre perspectivas nuevas, que el mundo puede corregirse como
se corrige un texto o un estilo (1993: 44).
Los studia humanitatis se erigen como los pilares sobre los cuales el Occidente europeo
promete sustraer a los pueblos de la oscura ignorancia que le adjudican al Medioevo. En
este gesto, que da comienzo a un período donde brotan las raíces de la Modernidad
(Garin, en Celenza, 2004: 44) y que se actualiza en el siglo XVIII, especialmente en
Inglaterra (ibíd.: 32), subyace un compromiso concreto con la esfera vital, por lo que los
esfuerzos intelectuales han de traducirse “in actum” y encauzarse “ad vitam” (Rico,
1993: 61), en aras de evitar la especulación filosófica por sí misma.
En un emprendimiento de tal envergadura, el lenguaje resulta no solo el canal necesario
para encauzarlo, sino su condición de posibilidad. Es por eso que durante el período
renacentista de la Europa occidental tienen lugar el florecimiento y la sofisticación de
diversos géneros discursivos: dialógico, narrativo, epistolar, poético y ensayístico.
Respecto del primero, Marsh sintetiza:
El diálogo humanista surgió en Italia alrededor de 1400, en simultaneidad con el renacimiento de
los estudios griegos y con nuevos estilos en las artes visuales. El diálogo de este período inicial –
en general, se trataba de una composición escrita en latín– refleja la nueva libertad filosófica y el
eclecticismo, alentados por el ascenso de las comunas mercantiles y el debilitamiento de la figura
papal a causa del cisma. El modelo favorito es el del orador romano Cicerón, cuyos diálogos
representan el filosofar sin prisa de los doctos optimates (2006: 265; mi traducción).
La necesidad de optimizar el intercambio verbal en el marco del creciente comercio y el
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Retórica y política en Tito Andrónico... | Cecilia Lasa [pp. 116-130]
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imperativo de agudizar el valor argumentativo del lenguaje debido las fisuras religiosas
hacen del diálogo tanto el medio adecuado como un fin en sí mismo en la medida que se
torna objeto de estudio. Asimismo, la apelación al gran rétor confirma que este género
no se entiende sino en relación con la retórica como una de las disciplinas que cobra
relevancia en el Renacimiento:
Los escritores humanistas encontraron en la retórica tanto una fuente abundante para el
pensamiento especulativo como la clave de la vida práctica. Petrarca y otros oradores renacentistas
propugnaban la vita activa, la vida del compromiso político y cívico. La retórica era un
componente central de esta forma de vida, en particular la retórica entendida según el modelo
ciceroniano de “la unión de la sabiduría y la elocuencia”. Como indica Brian Vickers, “el
individuo activo estaba involucrado en la vida del estado, y la retórica era central para esa
participación. Enseñaba los puntos fuertes esenciales tanto para el análisis como para la exposición
que contribuían a la solución de problemas prácticos que enfrentaba cualquier ciudad o nación”
(Herrick, 2005: 160-161; énfasis en el original, mi traducción).
La Roma Clásica ofrece a la Europa humanista las bases para fundar una sociedad sobre
los pilares de la optimización del lenguaje, vinculado estrechamente con la serie vital.
La retórica, dado que en ella confluyen el lenguaje y la realidad sobre la que pretende
operar, emerge entonces como la disciplina discursiva por excelencia para conducir a
las sociedades a mejores condiciones de vida. Así, este campo lingüístico es responsable
de la configuración de un sujeto político nuevo en tanto ofrece las herramientas
intelectuales para un individuo definido en virtud de su participación en la vida pública.
En el caso particular de la Inglaterra de los Tudores, la isla se alinea tardíamente en el
derrotero cultural descripto. Recién a fines de siglo XV, luego de la Guerra de las
Rosas, las tierras inglesas comienzan a manifestar inquietudes filosóficas, políticas,
culturales y artísticas que la inscriben en los senderos de una incipiente modernización
(Margarit, 2008: 18). Como observa Thomas Crane, el pasado de luchas incesantes y
sangrientas que precede a Enrique VII es responsable de haber sumido al territorio en
una infértil aridez cultural (2003: 18), cuya superación se arroga la dinastía que se
extiende hasta Isabel I. En este proyecto modernizador que redefine los términos de
administración política, la retórica se presenta como piedra angular (Habinek, 2005: 1;
mi traducción), y en Inglaterra así lo prueba la copiosa producción de libros y manuales
sobre dicho campo de estudios (Trousdale, 2003: 625) y su incorporación en la currícula
educativa de la mano de John Colet (ibíd.: 625-626). En este contexto se inscribe la
pieza compuesta por William Shakespeare alrededor de 1590, Tito Andrónico, cuya
asumida estética de la violencia parece actuar en detrimento de su integración a los
albores de la Modernidad que ilumina a Inglaterra. No obstante, esa composición formal
se encuentra lejos de exacerbar un modo de vida arbitrariamente belicoso y, por eso –
desde la óptica del Renacimiento inglés– correspondiente a un pasado que se pretende
abandonar. Dicha estética no es sino un conjunto de procedimientos que impugna la
belicosidad de tiempos pretéritos a favor de un sujeto político moderno, que se
configura a partir del ejercicio de la retórica y se corporiza en Lucio, hijo del personaje
que da nombre a la obra. Para estudiar esta hipótesis de lectura, este trabajo abordará la
construcción de Lucio como rétor político en relación con su padre en tanto líder
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Retórica y política en Tito Andrónico... | Cecilia Lasa [pp. 116-130]
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militar, así como el paulatino desplazamiento de una política articulada sobre el
ejercicio de la violencia física hacia otra fundada en la palabra.
2. Breve estado de cuestión sobre la recepción crítica de Tito Andrónico
Dadas las condiciones históricas de producción promovidas en la geografía insular
inglesa, que apuntan a sustraerla de su pasado medieval y emplazarla en la lógica
moderna, una obra como Tito Andrónico resulta problemática. En un contexto que
aspira a fundar una civilización resplandeciente sobre la base de las bonae litterae, la
pieza representa “14 asesinatos, 9 de ellos sobre el escenario, 6 miembros amputados, 1
violación (o 2 o 3, depende de cómo se las cuente), 1 entierro en vida, 1 caso de locura,
y 1 caso de canibalismo –un promedio de 5,2 atrocidades por acto, o una por cada 97
líneas” (Hulse, 1979: 106; mi traducción). Estos rasgos, típicos de las tragedias de
venganza, resultan deleznables en el marco de un movimiento cultural que pretende
borrar toda reminiscencia belicosa atribuida al Medioevo y que se proclama a favor de
formas más racionales de administración de la justicia. Es por eso que la obra ha sido
sometida a duros desmerecimientos, como el de Eliot: “una de las piezas más estúpidas
y menos inspiradas que nunca se inscribieron, una pieza en la que es increíble que
Shakespeare tuviera alguna parte” (1944: 102). La “‘estética de la mutilación’, [que]
mantiene a Tito a cierta distancia de Hamlet, con la que comparte tantas convenciones
vinculadas con la puesta” (Hulse, 1979: 106), la ha desplazado del canon de producción
shakespeariano, al punto de negarse la autoría del bardo, como reseña Ingberg que
sucede a fines de siglo XVII y en el siglo XVIII (2006: 12). Ya reconocida la mano de
Shakespeare en su composición, tal exclusión se adscribe a su inmadurez literaria,
puesto que corresponde a su período temprano. Mediante la ubicación de la obra en la
periferia canónica del dramaturgo, entonces, se intenta conciliar la presencia de
elementos de las piezas de venganza –propios de tiempos pretéritos que la Modernidad
inglesa desea superar– con el corpus shakespeariano, encauzado ya en el derrotero
modernizador de la Inglaterra renacentista.
Sin embargo, el gesto conciliatorio no puede dar cuenta del desenlace de Tito
Andrónico, cuyos parlamentos concluyentes componen un inobjetable despliegue
retórico. Es justamente el final de la tragedia lo que obliga a una relectura de la obra y al
planteo de nuevas hipótesis: la pieza se clausura con un poderoso discurso, entre otros, a
cargo de Lucio, hijo del guerrero Andrónico y futuro emperador de una Roma, que
asiste al ocaso de su imperio y sobre quien se fundan las bases de otra política de
carácter anacrónicamente moderno. Lucio toma literalmente la palabra, se la apropia
para abordar el problema de la sucesión en el poder con el que se inicia la obra a partir
de la disputa entre los hermanos Saturnino y Basiano (I, i), y se propone como un nuevo
líder político. De esta manera, la Antigua Roma y sus instituciones, donde se ambienta
la obra, sufren un anacronismo por el cual se incorporan a la Modernidad renacentista
de la Inglaterra del siglo XVI. Mediante la palabra, Lucio se inscribe en la revolución
cultural del Renacimiento inglés al instalar una nueva forma de administración
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Retórica y política en Tito Andrónico... | Cecilia Lasa [pp. 116-130]
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gubernamental que opera sobre la esfera vital, erigiendo un presente y un futuro
promisorio en detrimento de una temporalidad pretérita que se muestra caduca dados
sus excesos violentos. Esta apuesta por la retórica, que incluso el propio Lucio coloca
como objeto de interpelación en sus intervenciones, se condice con su lugar privilegiado
en el programa humanista y con una política de sesgo incipientemente moderno
desarrollada en el marco de conductas más reflexivas. Sus comportamientos, que
pretenden abandonar el pasado medieval construido, desde la óptica renacentista, como
locus de oscuridad intelectual y social, constituyen al hijo del guerrero en hijo de su
tiempo, moldeándolo como el modelo político del Renacimiento inglés.
3. La retórica de Lucio: límites y alcances del sujeto político renacentista
La primera escena de Tito Andrónico expone el conflicto en torno al ejercicio del poder.
La cuestión soberana se dirime entre Saturnino y Basiano, que se disputan el acceso al
trono: el primero de ellos apela al derecho de sangre ya que es “el primogénito de quien
ha sido el último/ en llevar la diadema del imperio de Roma” (I, i), mientras que su
hermano exige que “brille en una pura elección el mérito” (I, i). Es Tito, el “guerrero
más gallardo” (I, i), quien resuelve esta disyuntiva a favor de Saturnino, lo que desata la
ira de Basiano. Semejante resolución es de naturaleza conservadora por un doble
motivo. Por un lado, en consideración del contexto de producción y recepción de la
pieza, la apelación al pasado clásico representado por Tito no tiene lugar en términos
modernos sino en clave medieval: él reproduce una política de cuño feudal, donde la
posesión de la corona se sustenta en el derecho de sangre. Por otro lado, quien se
configura como interlocutor válido capaz de disipar el conflicto es aquel “floreciente en
armas” (I, i): su legitimidad se ancla en su calidad de líder dada su formación militar.
De este modo, Tito emerge como el exponente de “la vieja doctrina medieval de que los
caballeros no debían ocuparse de las letras” (MacPherson, 2001: 533). A causa de su
pertenencia a un paradigma que comienza a mostrarse obsoleto, a este personaje, desde
la perspectiva moderna que se le adscribe al Renacimiento inglés, no le aguarda otro
destino que un final trágico: se trata de un guerrero suscripto a un sistema político de
naturaleza semejante que, la obra demostrará, empieza a mostrar signos de caducidad.
Tito se resiste a convertirse en un sujeto político del Renacimiento: su espíritu se
alimenta de la belicosidad medieval que excluye la capacidad de la palabra de intervenir
en el terreno social. Tal rasgo se observa, por ejemplo, en su insistencia en cumplir con
el castigo cruel a los prisioneros tomados luego del enfrentamiento con pueblos godos,
entre ellos al hijo de Tamora, la “afligida reina” (I, i), que, luego de ser derrotada por
los romanos, en vano suplica:
Cortés conquistador,
Triunfante Tito, apiádate de estas lágrimas mías […].
¿No es suficiente que nos trajeran a Roma,
Para que embelleciéramos tu desfile triunfal,
Como cautivos tuyos y del yugo romano,
Sino que han de ser muertos mis hijos en las calles
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Retórica y política en Tito Andrónico... | Cecilia Lasa [pp. 116-130]
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Por sus valientes actos a favor de su patria?
Si luchar por el rey y la comunidad
Es piadoso en los tuyos, lo es en ellos también.
Andrónico, no manches de sangre tu sepulcro (I, i).
En el parlamento de Tamora se dibujan dos movimientos: se trata de una madre que
ruega a favor de omitir el fatídico desenlace de la vida de sus hijos y de una líder que
exige la revisión de un sistema político en lo que respecta a la administración de la
justicia. La monarca goda da cuenta del sinsentido de prolongar el dolor a partir de un
ritual que celebra la guerra: ella es quien revela la innecesaria relación que regula la
ecuación entre lo justo y la revancha sanguinaria. Semejante denuncia, sin embargo, no
resulta efectiva por cuestiones retóricas que la atañen a ella como enunciadora y a Tito
como enunciatario. En primer lugar, Tamora no es consciente de la envergadura política
de su pedido. Si así lo fuera, no incurriría en conductas de extrema violencia, como lo
evidencian la subsiguiente venganza que orquesta cuando su ruego no surte efecto, por
la que consiente el secuestro y violación de Lavinia, la hija de Tito (II, iii), a cargo de
sus hijos Demetrio y Quirón. En segundo lugar, no encuentra en Tito un depositario que
pueda obrar en consecuencia de su requerimiento, puesto que él es el máximo exponente
de esa forma de justicia cuya obsolescencia ella sugiere.
A la caducidad de la política que Tito representa se contrapone el prometedor carácter
de lo nuevo con el que se reviste el triunfante recorrido de su hijo, por lo que la temática
generacional shakespeariana asume una dimensión política que, en este caso particular,
se apoya sobre el desempeño retórico de los personajes. Tito Andrónico pone en escena
mediante el vínculo filial el pasaje desde la venganza hacia una justicia fundada en la
palabra y por esa razón Lucio puede no solo sobrevivir a su padre, sino convertirse en el
líder político capaz de ajustarse a las demandas renacentistas. Habinek observa:
En su relación con el estado, la retórica extiende la autoridad de la clase guerrera al invitarla a que
se comporte de modo menos guerrero. En Atenas y en Roma, el dominio del discurso es un
prerrequisito virtual para una participación plena en la vida en comunidad (2005: 3; mi
traducción).
La Inglaterra renacentista se hace eco del pasado europeo clásico en la transición desde
una política fundada en el castigo sanguinario hacia una política fundada en la palabra.
La obra de Shakespeare reelabora ese pasaje: en la figura de Lucio tiene lugar la
configuración de un personaje que atraviesa un proceso madurativo que le permite, a
través del ejercicio de la retórica, constituirse en un líder político moderno en tanto
responde a las demandas del contexto de producción y recepción inmediato de la obra.
Su padre, por su parte, se mantiene en la clase guerrera, de la que el Renacimiento
inglés intenta desprenderse.
En un principio, no obstante, Lucio emerge como fiel reflejo de Tito, portador de una
forma política que ignora la retórica. De hecho, luego de haber derrotado a sus
enemigos, exige el “prisionero godo más orgulloso,/ Para que le cortemos los miembros
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Dossier: Shakespeare / 121
Retórica y política en Tito Andrónico... | Cecilia Lasa [pp. 116-130]
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y en la pira/ sacrifiquemos ahora su carne ad manes fratum” (I, i). Tal como su
progenitor, es partidario de cumplir “el rito romano” (I, i). A esta luz, el sacrificio de los
vencidos constituye una instancia insoslayable en la secuencia bélica. Comienza a
delinearse como el personaje que apoya y ejecuta una forma de justicia entendida en
términos de venganza, que condice con un castigo corporal y contrasta con una forma
de administrar justicia emergente, articulada sobre la palabra: mientras prime el sentido
de represalia guerrera como ecuación de justicia, el lenguaje no opera como instrumento
para su administración ya que no produce efectos visibles sobre el orden social, como sí
lo hace la sangre en tanto símbolo del castigo propiciado. Esta caracterización que se
ciñe sobre el hijo de Tito, sin embargo, no es más que un procedimiento para sugerir un
marcado contraste entre el primer Lucio y aquel sujeto moderno que sobrevendrá al
impugnar las prácticas que inicialmente sostiene.
Las limitaciones políticas que ostenta el hijo del guerrero indican, a su vez, la
dimensión que el lenguaje ha de desarrollar como condición sine qua non para
efectivizar una forma de justicia alternativa: se conmina a la palabra a desplegar una
instrumentalidad en función de la cual pueda operar de modo tangible sobre el conflicto
social. De esta manera, se generan las coordenadas para una nueva legalidad fundada en
la retórica, ya que esta disciplina cuenta con tal propiedad:
Se estaba desarrollando [en el Renacimiento] un nuevo ideal en torno a una concepción de retórica
como la aplicación de la razón a los problemas prácticos de la vida social humana. La noción de
vita activa reflejaba la creencia de que uno se encontraba en deuda con su ciudad o nación, que
“las obligaciones individuales deben dirigirse primero al país que le ha ofrecido a uno la
ciudadanía y el lenguaje, luego a sus conciudadanos, su familia, sus amigos y finalmente a uno
mismo”. La retórica era la clave para vivir la vida activa de participación cívica (Herrick, 2000:
161; énfasis en el original, mi traducción).
Es este modo de apropiación de la palabra lo que Tito no logra entender, una palabra
que posee un impacto visible en el orden social. Sí lo hace su hijo, embarcándose de
esta manera en una transición desde una justica subordinada a la guerra –en la que se
mantiene impertérrito su padre– hacia una justicia que se erige sobre ella. Tal pasaje
signa la decadencia de un individuo concebido en términos feudales y la configuración
de un líder moderno para la administración de la política en el Renacimiento inglés.
Este claro posicionamiento generacional y diferenciado se visibiliza tempranamente en
la obra: luego de que Tito se pronuncie a favor de Saturnino, su hermano Basiano rapta
a Lavinia, a él prometida (I, i). El rapto es respaldado por los hijos del guerrero puesto
que “suum cuique establece la justicia romana; en justicia este príncipe tomó lo que era
suyo” (I, i). Tito, por el contrario, pondera el valor de quien ha resultado triunfante en la
batalla contra los godos por encima de la palabra empeñada. Desde esa óptica, concibe
la resistencia de su progenie como traición y no duda en herir a su hijo Mucio. Es Lucio
quien califica lo ocurrido mediante la ecuación entre lo injusto y lo ilegítimo: “Mi
señor, sois injusto, y además, y aún más grave,/ En disputa ilegítima matasteis a vuestro
hijo” (I, i). A partir de este momento, la figura de Tito se torna objeto de desavenencias:
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Saturnino lo considera responsable por su humillación (I, i), por lo que socava toda
posible autoridad que de él emane y, con ello, las formas de justicia concomitantes;
Tamora, por su parte, en matrimonio con el flamante emperador, promete su venganza
(I, i). En contraste, Lucio observará un cambio en su suerte y es de hecho el encargado
de notificar a su padre sobre la caducidad de los ideales que porta:
Lucio
Ah, noble padre, estáis en vano lamentándoos;
Los tribunos no os oyen, no hay nadie alrededor
Y estáis contando vuestros pesares a una piedra
Tito
Ah, déjame que ruegue por tus hermanos, Lucio.
Respetables tribunos, otra vez os suplico…
Lucio
Mi señor, no hay tribuno que os esté oyendo hablar (III, i).
Las palabras de Lucio no solo exponen el límite al que se enfrenta su padre; signan
además el elemento hacia el que deberá orientarse una nueva política: el diálogo, la
audiencia, subsumidos en la disciplina que comienza a ganar terreno en la política
renacentista –la retórica–. La distancia que comienza a separar a padre e hijo es el
correlato de un cambio de paradigma en lo que respecta a la administración de la
justicia, de naturaleza netamente política. Lucio, cual emergente rétor político, confía en
la posibilidad de intervención racional efectiva del lenguaje sobre el problema social, lo
cual lo distancia del modelo político en el que se inscribe su progenitor.
A partir de ese momento, las diferencias entre Tito y Lucio como dos sujetos políticos
disímiles en virtud de la función que le asignan al lenguaje de la retórica resultan cada
vez más visibles. De hecho, mientras el padre comienza a urdir una venganza en el
ámbito de lo privado, el hijo encabeza la lucha en la esfera pública. Su conducta
evidencia, además, una fuerte apuesta por el nuevo paradigma de justicia. En efecto,
semejante comportamiento se despliega con el amante de Tamora y padre de su bebé,
Aarón. Este personaje ha instigado a los hijos de la reina goda a violar a Lavinia y a
matar a Basiano (II, iii), por cuya muerte ha inculpado a dos hermanos de aquella,
Marcio y Quinto, a quienes finalmente decapita luego de prometer engañosamente su
libertad a Tito a cambio de la mutilación de su mano (III, i). Frente a estas atrocidades,
Lucio no adopta una actitud revanchista, sino que es capaz de otorgarle al acusado la
posibilidad de explayarse respecto de sus acciones (V, i). De esta manera, la obra
discierne a través de las figuras de Tito y Lucio entre el acto de cobrar venganza y el
acto de ejecutar justicia. Es a partir de esta diferenciación, en la que el rol de la retórica
es insoslayable, que se coloca a Lucio en línea con otros personajes shakespearianos,
respecto de los cuales el hijo de Tito se presenta como superador en tanto logra
sobreponerse al destino que depara la tragedia como forma: Hamlet, cual humanista,
coloca el comportamiento reflexivo y deliberado sobre la venganza precipitada, aunque
cuando finalmente cede ante ella para restituir un orden privado, la muerte se ciñe sobre
él cual castigo trágico; Otelo, por su parte, sacrifica los logros políticos –su puesto
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jerárquico obtenido pese a los prejuicios raciales– por resolver una intriga amorosa
orquestada por uno de los grandes maestros de retórica del bardo: Iago. Al respecto,
Trousdale observa: “A Otelo lo derriba aquel que es, por sobre todo, un retórico
excelso. Al carecer del conocimiento de la técnica, Otelo carece también de cualquier
forma de defensa frente a ella” (2003: 629; mi traducción). De modo análogo, Tito se
encuentra inerme frente a la serie de sucesos trágicos, mientras que Lucio logra
comprender que su estatuto como rétor es la piedra angular sobre la que ha de
constituirse como sujeto político moderno.
Hacia el final de la pieza, el flamante gobernante instaura un nuevo orden del cual él se
instituye como sujeto político fundante en virtud del lugar preponderante que le otorga a
la palabra. A partir del gobierno de Lucio, se despliega un nuevo orden legal y político,
como deja en claro en el momento de su asunción: “Gracias, buenos romanos. Sepa yo
gobernar/ Para sanar a Roma y extirparle el pesar./ Pero, pueblo gentil, marcadme el
blanco un tiempo,/ Pues la naturaleza me impone una obra dura” (V, iii). Lucio
reconoce el carácter político de su tarea y la novedad de una modalidad de administrar
el poder y la justicia sustentada en el diálogo, como lo demuestra su apelación al
pueblo. De este modo, logra conjugar en su conducta dos vertientes etimológicas de la
retórica: “En los dialectos no dorios significa «acuerdo verbal», mientras que en los
dorios significa «propuesta de ley» o simplemente «ley»” (López Eire, 1998: 61). Lucio
percibe la caducidad de la justicia y de la política precedentes y comienza a observar el
valor de la palabra a partir de la cual se presenta como un gobernante nuevo, capaz de
superar de un pasado oscuro y belicoso.
En virtud de tal transición, resulta paradójico que el proyecto político del que Lucio se
constituye como sujeto retórico sea también el límite que encuentra la palabra. El
parlamento del hijo del guerrero devenido en gobernante deja entrever que hacer de la
retórica la disciplina que permite la emergencia de un nuevo sujeto político es también
el mecanismo para socavar su poder de intervención en el mundo al tornarla subsidiaria
de esa política recientemente gestada. Su extenso parlamento así confirma este doble
movimiento:
Noble auditorio, entonces que os sea conocido
Que Quirón y el maldito Demetrio fueron quienes
Mataron al hermano de nuestro emperador,
Y ellos los que vejaron también a nuestra hermana.
Por tal crimen a hermanos nuestros decapitaron,
Se ha desdeñado el llanto del padre, y con vil trampa
Se le quitó la mano que luchara por Roma
Y mandara a enemigos de ella a la sepultura.
Por último, yo fui cruelmente desterrado,
Me cerraron las puertas, y llorando hube de irme
A mendigar la ayuda de enemigos de Roma,
Que ahogaron su aversión en mis sinceras lágrimas
Y me abrieron los brazos lo mismo que a un amigo.
Yo soy el expulsado, conocedlo también,
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Dossier: Shakespeare / 124
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Que ha sabido guardar en su sangre el bien de ella,
Y le arrancó del pecho la hoja del enemigo,
Y se envainó en el cuerpo temerario el acero.
Ah, vosotros sabéis que no soy jactancioso;
Mis cicatrices son testigos, aunque mudas,
De que mi informe es justo y en todo verdadero.
Pero basta, ya creo que es mucha digresión
Esta de mis indignos elogios. Perdonadme,
No habiendo amigos cerca, los humanos se elogian (V, iii).
Lucio es sensible al rol de la retórica en su ascenso y consolidación política, es por eso
que su discurso incorpora a aquellos a quienes está dirigido. Frente al inminente final de
la obra y de un período sangriento, Lucio no puede encarar su nuevo gobierno sin dejar
de hacer referencia a ese pretérito inmediato. Pone su palabra al servicio de una
historización de la experiencia trágica y, al hacerlo, esta adquiere un sesgo ideológico
en tanto ignora deliberadamente el asesinato de Lavinia a cargo de Tito: luego de su
violación y mutilación, la muchacha no abdica su condición letrada y es su propio
padre, representante del pasado belicoso, quien acalla a su alfabetizada hija, aquella a la
que le quitan, cual moderna Filomela, su lengua y sus manos, y que, aun así, denuncia a
los perpetradores escribiendo con un bastón en su boca (IV, i). La conducta de Tito
adquiere tal grado de barbarie que la política moderna decide no reconocerla. Al reducir
hechos de tal naturaleza a “cicatrices mudas” se condena a ese pasado al silencio y se lo
aliena de la injerencia que tiene en el presente. Se despliega así la paradoja de la palabra
retórica: si la retórica como disciplina del lenguaje en vínculo estrecho con la vida
pública se arroga el mérito de producir una nueva forma de sujeto político que apuesta
por el diálogo, es también capaz de conferir a ese sujeto empoderado la elocuencia de la
violencia discursiva. Esta trayectoria paradójica se condice con el movimiento
parabólico de los studia humanitatis:
El saber era necesariamente activo, impregnaba la vida privada y repercutía en la pública. En
parte, la actitud obedecía al ideal retórico que configuraba al humanismo desde los mismos
fundamentos, porque la eloquentia de los retóricos es en primer lugar arte de persuasión, manera
de diálogo y presencia de la polis. En parte, respondía a las circunstancias en que se había forjado
el ambicioso proyecto de restauración total de la Antigüedad; […] los obligaba a demostrar en los
terrenos no estrictamente literarios las posibilidades de las letras clásicas como elemento de
renovación.
Es justamente ese impulso a salir del núcleo filológico […] lo que se pierde […] según se acerca al
fin de siѐcle. […] El destino de las vanguardias es quemarse o bien diluirse en la cultura
establecida (Rico, 1997: 75-76; énfasis en el original).
El lenguaje de la retórica tiene fuerza performativa y ese impulso se dirige al mundo
con el objetivo de incidir en él y optimizarlo. Lucio corporiza ese primer movimiento y
propone una forma diferenciada de política y administración de la justicia. Una vez
logrado el orden social que se desea intervenir, el ímpetu inicial de la palabra se
repliega, lo cual se visibiliza en la superficie textual sin fisuras del parlamento del
flamante soberano, no porque la historia a la que remite no las posea, sino porque, en su
rol de gobernante, las oculta adrede.
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La trayectoria de la relación que el hijo de Tito establece con la retórica se alinea con el
derrotero del proyecto humanista que tiene lugar en Inglaterra. Observa Thomas Crane:
El humanismo inglés comenzó a emerger, de manera tentativa y gradual, en el siglo XV. No
desarrolló raíces hasta que la monarquía de los Tudores descubrió la utilidad de los hombres
educados en el humanismo para satisfacer dos necesidades cruciales: propaganda para legitimar un
débil reclamo del trono y personal formado en la burocracia centralizada para fortalecer su
posición en relación con la aristocracia feudal (2003: 18; mi traducción).
Si el Renacimiento inglés puede efectivamente llevar a cabo una revolución cultural en
la isla, también es apropiado como instrumento para autorizar y reproducir una dinastía.
De la mano de un renacer intelectual y cultural se observa una creciente burocratización
de un incipiente estado moderno basado aún en la autoridad soberana. De modo similar,
Lucio enarbola la retórica, disciplina fundante de las letras humanistas, como medio
para una política nueva, articulada sobre la justicia que proviene de la palabra, para
finalmente legitimar su acceso al poder. La retórica de Lucio, puesta al servicio de la
política, puede dar cuenta del exilio, de una violación, de asesinatos y mutilaciones,
pero se resiste a admitir que ese presente que se propone restaurador y conciliador ha
sido el producto necesariamente derivado de actos de barbarie. Estos sucesos se
inscriben en lo que Lucio interpreta como “digresión”. La retórica ya no alimentará el
debate por la res publica, sino que lo acallará en aras de fortalecer la figura de
autoridad. Adquiere una función utilitaria –sanar las amputaciones del pasado– y es aquí
donde el modelo de gobernante en ella fundado encuentra su límite, puesto que su
lenguaje se transforma en mecanismo ideológico.
No obstante, la pieza teatral logra reasignar el valor crítico de la palabra, no en la
retórica que gesta al sujeto político moderno, sino en el lenguaje de la lírica. A medida
que la retórica crece sobreponiéndose a las atrocidades que presenta la obra para luego
subordinarse a la política, el lenguaje también adopta una dimensión poética que
permite reflexionar sobre aquellas y sus implicancias. Es Marco, hermano de Tito, el
portavoz de esta forma genérica diferenciada. Así lo confirma su parlamento frente al
inexorable triunfo de Lucio:
Hombres de cara triste, pueblo e hijos de Roma,
Que el tumulto separa como aves que se fugan
Dispersadas por los vientos y tempestuosas ráfagas,
Ah, dejadme enseñaros cómo atar otra vez las espigas dispersas en una gavilla única,
Estos miembros cortados en un único cuerpo (V, iii).
Si Lucio utiliza un lenguaje claro, transparente, que le permite historizar los hechos para
comunicarlos a una audiencia y garantizar su gobernabilidad, Marco esgrime la lengua
de la metáfora, de las imágenes logradas por el empleo de símiles. Es mediante este
lenguaje que Marco verbaliza aquello que Lucio luego calla. En ocasión de la violación
de Lavinia, por ejemplo, se refiere a la mutilación de sus brazos como el acto por el cual
“manos crueles/ han tronchado y cortado, dejado desprovisto/ a tu cuerpo de ramas, sus
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dulces ornamentos” (II, iv). Recita, para luego compararla con Filomela:
¿Por qué no me hablas? Ay,
Un río carmesí de sangre tibia, como
Una fuente que bulle movida por el viento,
Sube y cae entre medio de tus labios de rosa,
Yendo y viniendo así con tu aliento de miel (II, iv).
Marco demuestra que donde la retórica del nuevo sujeto político decide callar, la poesía
emerge como contrafuerza crítica de esa política. De este modo, él mismo responde al
interrogante que su poesía genera: “¿Hablaré por ti yo?” (II, iv). La voz poética se hace
cargo del dolor que la retórica, tributaria de la política, califica como inefable. Un
movimiento similar tiene lugar en la época clásica a la que la obra se remonta. En dicho
período, en ocasión del Imperio de Augusto, se despliega una tensión semejante entre
retórica y poesía que Kennedy sintetiza así:
Con la llegada del imperio decrecieron las oportunidades de persuasión en la oratoria. Ya hemos
visto el caso de los oradores augustos. Las cualidades persuasivas de la poesía se inhibieron
menos. Bajo el reinado de Augusto, alcanzan su máximo esplendor […]. La poesía puede criticar
sin la exacerbación. Pueden presentarle los males de la tiranía a un tirano o las virtudes de la
libertad a un déspota mientras dé la impresión de apuntar, en primer lugar, a la distinción literaria
y preserve su ambigüedad y universalidad inherentes […]. En un momento en que la oratoria
política se llama al silencio, los poetas siguen enseñando, seduciendo y conmoviendo con las
técnicas de la vieja y de la nueva retórica (1972: 387; mi traducción).
La poesía conserva entonces el gesto reflexivo que inicialmente esboza la retórica, aquel
que permite la institución de un líder político moderno que, de modo paradójico, socava
esa fuerza que le ha dado lugar. Esta paradoja es también la que caracteriza a la
Inglaterra de la dinastía Tudor: abandonar el pasado belicoso medieval mediante la
fundación de una dinastía con un débil derecho al trono, sostener un reino escindido del
favor de la Iglesia de Roma y mantenerse en la soberanía frente a las disidencias
internas de Escocia o las amenazas externas de Francia y España –tal como deben
afrontar, respectivamente, Enrique VII, Enrique VIII e Isabel I– implica consolidar una
forma soberana que, si bien favorece la modernización de Inglaterra, le adjudica rasgos
similares al absolutismo monárquico, que reduce la intervención parlamentaria y
sustenta su poder en un creciente mercantilismo colonial. La Inglaterra de fines de siglo
XV y principios de siglo XVI no es la Roma de Augusto, pero comienza a sentar las
bases de lo que será su Imperio. En ambos casos, la retórica sucumbe al orden social en
el que ya no pretende intervenir y el lenguaje de la poesía, por naturaleza metafórico, se
sostiene como reservorio crítico.
4. Consideraciones finales
El presente trabajo ha intentado sustraer la pieza Tito Andrónico del destierro al que la
crítica la ha condenado e inscribirla no solo en el seno de la producción shakespeariana,
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sino el en marco mayor del movimiento humanista en Inglaterra. A contrapelo de una
lectura que solo señala la superficial estética de la violencia, se ha tratado de identificar
en ella un procedimiento formal para esbozar una crítica a un modo de organización
política de naturaleza feudal, de rasgos belicosos y oscuros, según lo entiende el siglo
XVI inglés. Así, se ha puesto el foco de atención sobre la fuerza que contrarresta la
estética de la violencia, que no es sino la estética de la palabra desplegada en la
disciplina de la retórica.
El ejercicio del lenguaje, distante de la contemplación y la especulación, en estrecha
relación con la práctica vital, es el modelo retórico que Lucio, el hijo de quien le da
nombre a la obra, propugna para la constitución de sí como un nuevo sujeto político. De
esta manera, se diferencia de su padre e imprime un sello político en la crisis
generacional que Shakespeare suele tematizar en sus piezas. Tito Andrónico expone dos
modalidades de administrar la esfera pública y, especialmente, la regulación de la
justicia en ella. En esta línea, Tito se corresponde con un pasado que el imaginario
renacentista inglés liga a tiempos medievales, donde el criterio para dirimir conflictos es
la venganza sanguinaria. Por otro lado, su hijo Lucio emerge como rétor político que
logra desasirse de ese tiempo pretérito e inaugurar una política moderna articulada sobre
la palabra y su posibilidad de intervenir en el tejido de la sociedad. Se trata de un cuerpo
social que ha sido amputado, y con esa condición se corresponden las mutilaciones y
otras formas de violencia de la pieza. El lenguaje desplegado por sobre la serie vital es
capaz de subsanar esas heridas. La retórica se adjudica esa propiedad y coadyuva a la
política a recomponer ese tejido. Por medio de un giro ideológico, no obstante, lo hace a
expensas de sacrificar su gesto crítico inicial y, finalmente, en consonancia con el
movimiento parabólico humanista, queda reducida a un segundo plano.
El triunfo de la retórica en la configuración del nuevo sujeto político del Renacimiento
inglés constituye entonces su mayor fracaso. Tito Andrónico, sin embargo, logra mudar
la carga crítica a otra forma de lenguaje: la poesía. La expresión lírica es la que acoge
aquello que el rétor político renacentista necesita para desarrollar una política moderna
y que luego sacrifica: el gesto de la crítica reflexiva sobre la esfera social.
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Exlibris #5 (2016)
Dossier: Shakespeare / 129
Retórica y política en Tito Andrónico... | Cecilia Lasa [pp. 116-130]
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Cecilia Lasa
Es Profesora en Inglés del IESLV “J. R. Fernández”, donde ha realizado una
adscripción a Literatura Inglesa II. Es estudiante de Letras en la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde se desempeña como adscripta a
Literatura Inglesa. En esta casa de estudios cursa la Maestría en Literaturas en Lenguas
Extranjeras y en Literaturas Comparadas. Es docente en el área de literatura inglesa en
los niveles secundario y superior.
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Dossier: Shakespeare / 130
Breve aproximación sobre los relatos del pasado... | Lucas Margarit [pp. 131-137]
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Breve aproximación sobre los relatos del pasado
en The Tempest y Fin de Partie
Lucas Margarit
Universidad de Buenos Aires
lucasmargarit@gmail.com
Resumen
Este trabajo trata acerca del uso de la narración en dos obras dramáticas, una de
comienzos del siglo XVII y la otra del siglo XX. La elección no es fortuita, sino que la
obra de Beckett tiene como hipotexto la obra de William Shakespeare, por lo que
podríamos observar un uso similar de los relatos en las dos piezas analizadas. En ambas
la reconstrucción del pasado se manifiesta a partir de un relato que debe ser enunciado
cada vez para dar un sentido particular al presente de la acción, pero también para
ofrecer al espectador / lector información acerca de una situación determinada en un
espacio cerrado –la isla o la habitación– en el cual se desarrolla la trama.
Palabras clave
Shakespeare; Beckett; relato
Abstract
This paper deals with the use of narration in two dramatic works, one dating from the
early 17th Century, the other from the 20th. This choice of works is justified by the fact
that Shakespeare's play serves as a hypotext for Beckett's play, so that a similar
employment of the stories included in them can be analyzed. In both cases the past is
reconstructed via a story that needs to be told repeatedly so as to give a special meaning
to actions in the present, but also in order to provide the spectator / reader with
information concerning a particular situation in the confined space -island or roomwhere the plot unfolds.
Keywords
Shakespeare; Beckett; narration
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Dossier: Shakespeare / 131
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El trabajo de Jan Kott “El rey Lear o el final de la partida” (Kott, 1969: 153-202), donde
pone en escena una relación intertextual entre la tragedia King Lear de William
Shakespeare y Fin de partie de Samuel Beckett, me sugirió la relación entre esta última
obra y The Tempest. Muchos de los elementos que toma Kott de la obra de Shakespeare
son fácilmente identificables en las ideas que Beckett desarrolla en su producción tanto
dramática como poética, narrativa y ensayística, por ejemplo: el esquema de la continua
degradación en que se encuentra el mundo y del cual el hombre no solo es un engranaje,
sino que se muestra incapaz de cambiar esta entropía constante.
Kott basa su trabajo en la identificación del teatro del siglo XX con el espíritu del
grotesco, nos dice acerca de esta problemática que el drama, sobre todo después de la
primera mitad del siglo pasado es “la antigua tragedia escrita de nuevo en distinto tono”
(ibíd.: 158). La pregunta que nos planteamos es de qué modo The Tempest de William
Shakespeare es reescrita en la obra de Beckett Fin de partie y qué importancia tienen
los relatos que narran los protagonistas en ellas.
En la pieza de Shakespeare, nos encontramos con Próspero, el Duque de Milán,
desterrado por haber ocupado su tiempo en sus lecturas sobre la magia y en la búsqueda
del conocimiento en lugar de en sus obligaciones políticas referidas al ducado. En este
destierro es enviado en una barca a mar abierto junto con su hija, Miranda, y
acompañado por una serie de libros de su biblioteca personal. Por la “divina
providencia”, llegan a las costas de una isla desierta, tal como se anuncia en la
didascalia inicial; sin embargo, ese territorio está ocupado a su llegada por Sycorax,
Caliban y Ariel. 1 Bajo esta perspectiva vemos que la isla y el escenario se superponen
convirtiéndose en un espacio que debe ser “habitado” y “civilizado”, lo cual se produce
gracias a la imposición y a la magia que Próspero manipula a través de Ariel. Este grado
de representación se multiplica en distintos escenarios, presentes siempre en la isla, y
uno de ellos es, justamente, la recreación del pasado que se produce en el relato de
Próspero al inicio de la obra, el cual funciona como una especie de prólogo dirigido a
Miranda, pero también al público. Allí (nos) explica el modo en que se apoderó de la
isla y, de algún modo, el valor que tienen las palabras para poder recrear un espacio de
representación, que desde una lectura metadramática podemos llamar escenario.
Por otra parte, en la obra de Samuel Beckett, encontramos también un personaje de
características tiránicas, Hamm. En ese espacio cerrado las órdenes recaen sobre Clov,
quien reúne ciertas características de deformidad corporal que nos permite relacionarlo
con el personaje de Caliban, pero que a su vez cumple las funciones que en la obra de
Shakespeare desempeña Ariel. La condición ambigua de Clov será también señalada en
el final de la obra, cuando, tras su promesa de marcharse de ese espacio cerrado, se
mantiene inmóvil. Esto nos lleva a preguntarnos si puede ser realmente libre, pregunta
1
Acto I, esc. 2. Todas las referencias a la obra de Shakespeare corresponden a la edición consignada en la
bibliografía.
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Dossier: Shakespeare / 132
Breve aproximación sobre los relatos del pasado... | Lucas Margarit [pp. 131-137]
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que también recaería sobre los servidores de Próspero. En ese descenso al grotesco que
encontramos en el mundo beckettiano no hay posibilidad de eludir ese mundo vacío, no
hay esperanza, como sí la hay en The Tempest, de modificar el deterioro del cuerpo y de
sus palabras.
Los dos personajes, que detentan el poder en estas obras como tiranos degradados, son
también quienes reconstruyen el pasado y su propia historia a modo de relato. En este
trabajo haremos hincapié en estas narraciones que reparan el pasado ausente de la
acción y que ofrecen una determinada información para que el espectador pueda ir
construyendo un sentido particular de la escena que observa.
La obra de Shakespeare se abre con el relato al que ya hemos aludido. Tal parlamento es
una introducción a la problemática argumental del drama, el tema de la usurpación que
se proyectará a lo largo de toda la pieza en los distintos grados de representación y de
registro discursivo en que este motivo se lleva a cabo. Sin embargo, debemos tener en
cuenta que también está presente –en ausencia– al final de la representación, como una
invitación a escuchar a Próspero contar “la historia de mi vida y los sucesos
particulares transcurridos desde que llegué a la isla”. En el relato inicial, Próspero le
cuenta a su hija sus infortunios, el modo en que abandonó sus obligaciones por su
biblioteca, cómo llegaron allí y de qué manera conquistó y usurpó la isla donde se
encuentran en ese momento; el relato final establece la linealidad completa ya que
continúa el relato y lo concluye. El mago pone en escena la acción ausente, así como
también maneja todas las acciones de la representación. Quizás esto nos sugiera la
figura de un autor que está componiendo la representación como un continuum, donde
enunciación y acción se superponen en el escenario.2
En la obra de Beckett, nos enfrentamos al protagonista, Hamm, que compone
mentalmente una narración y obliga a su padre a escucharla, invirtiendo los valores
tanto del género literario como de la autoridad. A diferencia de la obra de Shakespeare,
esta historia es narrada casi al final de la pieza. No hay un escucha dispuesto a prestar
atención, Clov se niega y Nagg es extorsionado para actuar de auditorio. La exposición
que hace Hamm desde su silla de ruedas parece muy similar a la pre-historia de la obra
que podemos imaginar, donde encontramos marcas que señalan un narrador que
construye el relato a partir de su memoria, por ejemplo, se repite la siguiente fórmula:
“Aquel día, lo recuerdo...”. Esta narración trata de la llegada de un niño con su madre,
quien pide alimento para su hijo y luego, según relata Hamm, que lo socorra. La
ausencia de Clov durante este parlamento nos puede hacer pensar en su presencia en el
relato, ¿no es su historia la que Hamm nos cuenta?
2
Esta imagen de Próspero como creador se configura idealmente en la película de Greeneway Prospero´s
Books, en la que su voz recorre todo el largometraje y la imagen de su mano escribiendo el texto se
superpone con la de la representación propiamente dicha.
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Exlibris #5 (2016)
Dossier: Shakespeare / 133
Breve aproximación sobre los relatos del pasado... | Lucas Margarit [pp. 131-137]
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Ambos relatos, tanto el de Próspero como el de Hamm, tienen en común el tema de la
pérdida de un pasado de cierto bienestar que, como una puesta en abismo, reconstruye
parte de la historia que se encontraría en un primer grado de representación, es decir, el
espacio exterior que se enmarca dentro de la ficción pero que se encuentra fuera de la
representación. De este modo, las historias se convierten en puestas en escena de
aquello que se encuentra fuera del ámbito en donde ocurre la acción dramática, es decir
fuera de ese espacio cerrado (escenario); son historias que corresponden al mundo de lo
real y que se incorporan a la ficción en segundo grado. Podemos afirmar que es a partir
de las palabras que el exterior ingresa en el mundo cerrado dominado por estos
protagonistas.
El relato que en The Tempest parece conformar una cronología de acontecimientos
previos a la acción, en la obra de Beckett se presenta como una afirmación de la
artificialidad de la representación. En Fin de partie el pasado se manifestaría como una
ficción que recae especularmente sobre el desarrollo de la trama. Al final del relato,
Hamm se pregunta cómo poder continuar su “novela”. La solución que propone es
agregar más personajes, pero no tiene un “modelo” de donde sacarlos. Por consiguiente,
podemos suponer que el vaciamiento del mundo se refleja, en este caso, en
laimposibilidad de poder agregar más elementos al texto. Una vez que el relato se
incorpora en el espacio cerrado de la representación pierde la inmediación con el mundo
que ofrecía esos modelos. El desierto, de esta manera, se manifiesta como una analogía
entre el espacio y las palabras.
Esta puesta en escena del artificio nos lleva a recordar la oposición entre la ficción y lo
natural. En ambas obras la Naturaleza está ausente, en la pieza isabelina gracias a la
magia en que incurre Próspero, pero no se nos presenta como una Naturaleza destruida
y arrasada, sino que la isla se convierte en una naturaleza paralela a la original. En la
obra de Beckett también se enfatiza su ausencia: “La naturaleza nos ha olvidado”, dice
Hamm. Su mínima presencia –como contrapunto del vacío que rodea a los personajes–
se hace explícita por medio de los elementos más bajos de la misma: cuerpos
estropeados o una pulga en el bajo vientre de Clov. Por otro lado, el intento de
recomponerla artificialmente parece extenderse hacia los relatos. Es decir que es el
recuerdo de aquel sistema perdido el que construye una historia que remite al espacio
exterior y que nos puede hacer reflexionar acerca de cierta referencia a la realidad como
motivo y tema de la propia elaboración del relato. Así, los límites entre lo real y la
ficcionalización se cruzan, lo que permite la contaminación de un espacio en otro. Lo
exterior entra en forma de lenguaje, lo interior se manifiesta como posibilidad de una
memoria constructiva de relatos.
También podemos ver que los personajes de Fin de partie están condenados a continuar
en ese mundo desértico, lo cual descarta cierta esperanza que quizás podamos encontrar
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Dossier: Shakespeare / 134
Breve aproximación sobre los relatos del pasado... | Lucas Margarit [pp. 131-137]
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en la obra shakespereana. 3 Si no existen los absolutos que apuntalen un sistema sobrenatural, que es lo que sucede en la obra de Beckett, la magia queda neutralizada y el
más allá fuera de todo alcance.
Tanto en la obra de Shakespeare como en la de Beckett, el abandono del poder se
manifiesta con la renuncia a los objetos que lo representan. Próspero rompe la varita
mágica y deja su vestimenta de mago para volver a su estado natural, es decir, para
recuperar su humanidad alejándose de su grado de representación y, consecuentemente,
adquiriendo las palabras que puedan dar fin a su relato que será narrado a los visitantes
de la isla. A partir de esto, podemos ver que en The Tempest la pérdida de los objetos
del poder da paso a la recuperación de la historia como una linealidad con un desenlace.
Asimismo se produce la reparación del pasado, de las relaciones sociales y políticas y
del sentido de lo humano que habían sido en parte tema del relato inicial de la pieza.
Sabemos, sin embargo, que se repetirán las mismas acciones y los mismos hechos una y
otra vez, porque las historias se narrarán y se escucharán nuevamente. La obra, hacia el
final, como decíamos, nos enfrenta con la intención de Próspero de volver a contar su
historia, lo cual no solo nos introduce nuevamente en una puesta en abismo de la trama,
sino que también nos conduce a su primer parlamento donde relata a Miranda el
comienzo del exilio y a la sospecha de que ninguna solución es definitiva. Por lo tanto,
se recupera una linealidad en la narración, ya que la vuelta a la “naturaleza” lleva a
Própero a restaurar su dimensión temporal, y, lo que es consecuencia de ello, a
recuperar su conciencia sobre la mortalidad. A diferencia de Próspero, Hamm se
encuentra consciente de esa caída en el tiempo, por eso al final de la obra dice:
“Instantes nulos, siempre nulos, pero que suman, pues la cuenta está hecha y la historia
terminó” (Beckett, 1969: 111), sabiendo que su luz se extingue y que también la obra
está llegando a su fin, aunque no haya podido concluir su relato.
En la obra de Beckett, el abandono del símbolo de poder se reduce al hecho de ser
consciente de la desesperanza de recuperar algún elemento, incluidas las palabras para
que Hamm pueda continuar su relato. Los personajes adquieren el conocimiento y la
experiencia de la soledad en que están inmersos, en ese mundo desértico, en esa
habitación, de la que no podrán salir. Desde el comienzo, Hamm conoce perfectamente
el destino negativo que tiene la naturaleza humana y, una vez que se nace, no hay
reparación de ninguna clase. Su relato se presenta entonces como una demostración del
fracaso; Hamm debe continuar, sabiendo que no hay palabras para ello.
Por otro lado podemos pensar también que la toma de conciencia de Próspero a partir de
cierta utopía renacentista que fracasa es similar a la que desde el comienzo tiene Hamm:
reconocer su limitada humanidad.
3
Debemos recordar que The Tempest es una obra escrita y representada para un Himneo de la corte, con
lo cual es obligada la presencia de elementos que den cuenta de un futuro promisorio para la pareja; esto
está presente a través de la representación de la masque y de las figuras de Miranda y Ferdinand,
quienes pertenecen a una nueva generación alejada de las luchas políticas.
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Dossier: Shakespeare / 135
Breve aproximación sobre los relatos del pasado... | Lucas Margarit [pp. 131-137]
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A su vez, ambos en el final de cada obra, reconocen estar actuando, estar representando
un papel que les ha sido asignado: Próspero en el “Epílogo” de The Tempest nos dice
como público (y se dice) que ha abandonado sus hechizos, lo cual en una doble lectura
puede entenderse como una renuncia a su magia y también al personaje que le ha tocado
actuar. Esto lo llevará a recomponer las palabras de su propio relato, ya que en ese
nuevo estado no necesita recuperar por medio de la narración aquellos acontecimientos
que se encuentran fuera de la isla. Ahora Próspero se prepara a contar fuera de la
representación aquello que hemos visto en escena.
Estas dos obras nos acercan una serie de problemáticas con respecto a la relación entre
realidad y ficción y a la naturaleza del mundo escénico. Pero lo que nos interesa
destacar es la reformulación que da Beckett a la obra de su antecesor, pues en esa
lectura que está practicando, se aparta de las miradas convencionales de esta obra.
Como dice Kott, el teatro moderno reconoce que en su época los dioses se han alejado y
que el derrumbamiento del mundo es lo que queda para decir. Pero lo que recuperamos
en la obra de Beckett es la “reducción del concepto de hombre” porque no hay absolutos
que puedan sostener la sacralidad del mundo. Si el relato de Próspero propone una
linealidad con cierto desenlace que se proyecta hacia un futuro inmediato, el de Hamm
es un relato que se detiene en el presente, donde no hay más nada que decir. El espacio
que rodea a los personajes de Fin de partie siempre estará vacío, lo cual acentuará la
profunda soledad de cada uno de ellos.
Si en las obras de Shakespeare la lucha por el poder puede ser vista como un motor para
la acción, en la obra de Beckett esta lucha se ve ensombrecida por la conciencia plena
de que no hay poder por el cual luchar. Por lo tanto, la acción se reduce a “durar” sobre
el escenario, a construir un relato que intente establecer alguna historia, que permita no
sólo pasar el tiempo, sino enfrentarse a la ausencia u olvido de un pasado que debe ser
reconstruido a modo de ficción. De distinto modo, en la obra de Shakespeare, el relato
se establece como un posible reconocimiento de la identidad de los personajes. Miranda
descubre quién es y el público comienza a reconocer no solo a cada uno de los
personajes, sino también el mismo espacio de representación.
El final de ambas narraciones llevará inscripta la posibilidad de la repetición. Próspero
repetirá su historia que cambiará tanto la estructura como el sentido, ya que pudo
agregar elementos y personajes llegados de un sistema exterior a la isla. Hamm, en
cambio, tendrá que repetir su historia una y otra vez, sin palabras nuevas, sin poder ver
una salida en ese desierto de palabras.
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Exlibris #5 (2016)
Dossier: Shakespeare / 136
Breve aproximación sobre los relatos del pasado... | Lucas Margarit [pp. 131-137]
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Bibliografía
KOTT, Jan. 1969. Apuntes sobre Shakespeare. Barcelona: Seix Barral.
BECKETT, Samuel. 1969. Fin de partie suivi de Acte sans paroles. Paris: Minuit.
SHAKESPEARE, William. 1959. The Tempest en Complete Works. London: Collins.
Lucas Margarit
Es Doctor en Filosofía y Letras por la Universidad de Buenos Aires, su tesis trató acerca
de la poesía de Samuel Beckett. Es poeta, profesor e investigador en la cátedra de
Literatura Inglesa de la Universidad de Buenos Aires. Su tesis de doctorado se ha
centrado en la obra poética de Samuel Beckett y ha realizado su post-doctorado sobre la
traducción y la autotraducción en la obra de este mismo autor. Es Director de la
Maestría en Literaturas en Lenguas Extranjeras y en Literaturas Comparadas de la
Universidad de Filosofía y Letras de la UBA. Dirige un proyecto de investigación
UBACyT acerca de las poéticas inglesas de los siglos XVI y XVII. Ha colaborado con
numerosas publicaciones y dictado conferencias tanto en Argentina como en el
exterior.
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Dossier: Shakespeare / 137
Dossier: Narrativa oral y arte verbal... | Florencia Ciccone [pp. 138-139]
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Narrativa oral y arte verbal de los pueblos
originarios: cruces y convergencias disciplinares
Florencia Ciccone
Universidad de Buenos Aires
florenciaciccone@filo.uba.ar
Las narrativas orales de los pueblos que habitan el continente americano desde los
tiempos precolombinos han sido un elemento central para la preservación de la memoria
histórica, los saberes colectivos -culturales, lingüísticos, retóricos- y el fortalecimiento
de las identidades de estos pueblos. Si bien en la actualidad concebimos la preservación
como el registro tangible de materiales lingüísticos en forma de "objeto", ya sea escrito
o audiovisual, estos conocimientos se han transmitido y han perdurado de generación en
generación a partir del uso de la memoria y la repetición pero también de la creatividad
de los narradores que los han actualizado y recreado a través de sus prácticas a lo largo
del tiempo.
La conquista y colonización europea de nuestro continente y la posterior instauración de
los estados nacionales modernos han significado, ya sea por el exterminio de los
pueblos o por su sometimiento o persecución, la interrupción de la transmisión de
muchos de estos saberes y narrativas orales. Probablemente no tengamos cabal noción
de la magnitud de esta pérdida. Sin embargo, algunas muestras de estas tradiciones
orales precolombinas han sido volcadas, desde el inicio de la época colonial, en
manuscritos y obras impresas de escritores y humanistas europeos, indígenas y criollos.
Muchas otras de estas narraciones se han mantenido vigentes en el tiempo mediante su
ejercicio cotidiano, a veces ocultas a la vista de las sociedades hegemónicas, otras veces
recreadas y popularizadas a partir de componentes criollos. Todas ellas dan cuenta de un
uso cuidado del lenguaje y de la riqueza expresiva y poética de las distintas lenguas y
culturas originarias.
El objetivo de este dossier ha sido reunir producciones que abordan el estudio de estas
narrativas desde tradiciones analíticas y metodológicas distintas con el fin de hacer
dialogar acercamientos y perspectivas disímiles sobre el arte verbal de los pueblos
originarios. La compilación incluye producciones de investigadores jóvenes que se
encuentran trabajando desde espacios disciplinares diversos y aportan nuevas miradas
sobre los tipos de materiales lingüísticos documentados.
Desde un enfoque histórico y literario, los trabajos de Martín Zicari y María Inés Aldao
analizan fuentes documentales escritas que datan de fines del siglo XVI y principios del
siglo XVII en las cuales se registran, a través de la crónica, tradiciones discursivas y
poéticas orales de los pueblos indígenas sometidos durante la conquista, en las propias
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Exlibris #5 (2016)
Dossier: Narrativa oral y arte verbal... / 138
Dossier: Narrativa oral y arte verbal... | Florencia Ciccone [pp. 138-139]
ISSN 2314-3894
lenguas originarias. Zicari explora la obra Nueva Corónica y Buen Gobierno de Felipe
Guaman Poma de Ayala (1615) para centrarse en el análisis de los cantos y poemas en
lenguas andinas (aymara y quechua) incluidos en el texto por el autor de la crónica,
quien, tal como declara, ha rescatado de la poética andina heredada de su familia y por
contacto con informantes directos. El trabajo de Zicari muestra cómo Guaman Poma
utiliza el material poético andino incluido en la crónica para constituir un discurso
polémico hacia el orden institucional colonial y con respecto a la muerte de Atawallpa
Yupanqui y Tupac Amaru. Por su parte, Aldao examina las crónicas escritas en lengua
náhuatl por el autor mestizo conocido como Cristóbal del Castillo, Historia de la
conquista (1599) e Historia de la venida de los mexicanos (1600), para dar cuenta del
modo en que conviven en estas obras de manera tensionada el discurso occidental y la
retórica oral nahua que, a diferencia de las crónicas escritas en español, hacen uso de un
lenguaje más poético y metafórico. El trabajo analiza los cruces de perspectivas
culturales y muestra cómo, a pesar de que el enunciador se presenta como “cristiano
ortodoxo, defensor de la fe”, predomina una focalización de los acontecimientos sobre
la conquista más cercana a la perspectiva indígena y un conocimiento de esta
cosmogonía que parece provenir de los saberes del propio autor.
Desde un enfoque etnolingüístico, los artículos de Santiago Durante, por un lado, y de
Simona Mayo y Andrea Salazar, por otro, abordan el análisis de prácticas narrativas
orales contemporáneas documentadas en terreno por los propios investigadores en
comunidades originarias de Sudamérica. El trabajo de Durante constituye una
aproximación al estudio del arte verbal oral y la performatividad entre los ayoreo, un
pueblo que habita en la región del Chaco Boreal, en Paraguay y Bolivia. El autor
registra y analiza las estructuras retóricas y la puesta en ejecución de un tipo de relato en
lengua ayoreo (familia lingüística zamuco), que reconoce como un género discursivo
particular que ha tenido una función social muy importante en la vida de estas
comunidades pero que actualmente sólo narran los ancianos debido a los cambios
culturales que han atravesado estas comunidades: el relato de la cacería del tigre. Por
otra parte, el artículo de Mayo y Salazar documenta el uso de un género mapuche, el
nütram, en experiencias de enseñanza del mapudungun como lengua segunda
desarrolladas en la provincia de Río Negro, Argentina, en los denominados “internados
lingüísticos”. A lo largo de su trabajo, las autoras, quienes además integran el colectivo
autónomo de enseñanza del mapudungun Kom kim mapudunguaiñ waria mew,
examinan la importancia que asume la transmisión intergeneracional de esta práctica
oral narrativa ancestral en la revitalización de esta lengua en la actualidad, que impulsan
las propias bases del pueblo Mapuche en territorio chileno y argentino como un modo
de reposicionar a esta lengua en el plano funcional y político.
En suma, los artículos invitan a transitar un recorrido por distintas regiones, momentos
históricos, lenguas originarias, tipos de narraciones de tradición oral y modos de
vigencia de estas formas de arte verbal, para converger en la idea de que estas prácticas
han sido y parecen seguir siendo modos creativos de ejercer oposición frente a la
colonización y la dominación.
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Dossier: Narrativa oral y arte verbal... / 139
La palabra poética en la Nueva corónica y buen gobierno... | Martín Diego Zícari [pp. 140-154]
ISSN 2314-3894
La palabra poética en la Nueva corónica y buen
gobierno, de Felipe Guaman Poma de Ayala, y la
conformación de un discurso polémico. Las muertes
de Atawallpa Yupanqui y Topa Amaro
Martín Diego Zícari
Universidad de Buenos Aires
mdzicari@gmail.com
Resumen
En el presente artículo se hará un análisis del material poético en lenguas andinas en la
Nueva Corónica y Buen Gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala para dar cuenta de
la conformación de un discurso polémico en la obra. El mismo está signado por la
experiencia del autor en la vida colonial y su visión particular de la historia andina
previa a la conquista. Se tomarán los poemas dedicados a la muerte de Atawallpa
Yupanqui y Topa Amaro para mostrar cómo el autor utiliza el arsenal poético para
enhebrar y resignificar su discurso polémico.
Palabras clave
Guaman Poma de Ayala; poesía andina; polémicas; Atawallpa Yupanqui; Topa Amaro
Abstract
The present article will analyze how the poetic material in Andean languages founded in
the Nueva Corónica y Buen Gobierno of Felipe Guaman Poma de Ayala contributed to
the conformation of a polemical discourse in the text. This polemic discourse is linked
to the author's experience in colonial life and his particular vision of Andean history
prior to conquest. The poems dedicated to the death of Atawallpa Yupanqui and Topa
Amaro will be consider to show how the author uses the poetic arsenal to thread and
resignify his controversial speech.
Key Words
Guaman Poma de Ayala; andean poetics; polemics; Atawallpa Yupanqui; Topa Amaro
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Exlibris #5 (2016)
Dossier: Narrativa oral y arte verbal / 140
La palabra poética en la Nueva corónica y buen gobierno... | Martín Diego Zícari [pp. 140-154]
ISSN 2314-3894
La Nueva Corónica y Buen Gobierno es uno de los escritos más particulares que
encontramos en el archivo colonial andino. Desde su hallazgo en 1908 en la Biblioteca
Real de Copenhague por el francés Richard Pietschmann, esta crónica fue editada, una
buena cantidad de veces, a la vez que fue y sigue siendo eje central de los estudios
coloniales y pre-coloniales americanos.
Si bien la crónica ha generado una gran cantidad de estudios críticos y académicos, hay
un aspecto que no ha recibido la atención necesaria: la palabra poética guamanpomiana.
Nos referimos con esto a los cantos y poemas que aparecen a lo largo de la obra. Estas
canciones y poemas tienen la particularidad de encontrarse escritos en lenguas andinas
(en especial en quechua y aymara) para las que Guaman Poma no presenta traducción
alguna. Muy pocos fueron los estudios que se le dedican a este material, los cuales
estuvieron centrados en fijar las traducciones posibles de los cantos y poemas, y en
analizar sus estructuras métricas internas.
Este artículo se propone recuperar estas secciones para analizarlas en el contexto
general de la crónica y la vida del autor. Se argumentará que el material poético es
utilizado por Guaman Poma en la conformación de un discurso polémico en relación
con el orden institucional colonial y en especial con la muerte de Atawalpa Yupnqui y
Tupac Amaru. Esta vertiente polémica de la crónica ha sido analizada profusamente por
la crítica y la historiografía especializada, pero no con el material poético como fuente
de análisis. Por discurso polémico nos referimos a la utilización de la escritura para dar
cuenta de un punto de vista disidente o contrario al status quo colonial, y a las
estrategias retóricas por medio de las cuales ese punto de vista se inscribe en el texto.
La palabra poética
A lo largo de su texto, Guaman Poma nos presenta una multiplicidad de registros
discursivos. Uno de estos elementos, sobre el que enfocaremos nuestra atención en este
trabajo, es el registro por escrito de la palabra poética andina.
El autor nos presenta a lo largo de toda su crónica una serie de secciones escritas
enteramente en lenguas andinas, sin traducción al castellano. El autor nos dice en la
primera parte de la crónica que utilizará “la lengua e fracis castellana, aymara, colla,
puquina conde, yunga, quichiua ynga, uanca, chinchaysuyo, yauyo, andesuyo,
condesuyo, collasuyo, cañari, cayanpi, quito”. (1987: f. 10) Dentro de estos registros se
destaca la introducción de cantos y rezos que, argumentaremos, cumplen una función
específica en la Nueva Corónica y Buen Gobierno. Llamamos a estas secciones “palabra
poética” para destacar el diferencial que presentan en contraposición con el resto de la
escritura del texto.
Según declara el mismo autor, estos cantos son rescatados, en gran parte, de las
tradiciones andinas, y llegan a él a través de su herencia familiar y su contacto directo
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Dossier: Narrativa oral y arte verbal / 141
La palabra poética en la Nueva corónica y buen gobierno... | Martín Diego Zícari [pp. 140-154]
ISSN 2314-3894
con ciertos testigos (1987: f. 15). El autor se posiciona como un testigo privilegiado de
la historia andina, lo que le permite jerarquizar su escrito y sus prerrogativas. Este lugar
privilegiado se construye a través de la presentación de su familia:
En términos generales, la poesía y la literatura quechua han sido estudiadas y
antologizadas tanto desde la crítica literaria como desde la historia de la literatura. En
gran parte, esta tradición de interés sobre la literatura quechua le debe mucho a Jesús
Lara, poeta y escritor quechua-hablante, indígena, que realizó trabajos de traducción y
análisis fundamentales (1947, 1961). De esta manera se inaugura el interés por
antologar la literatura quechua. Otro de los libros que continúa con esta idea es el tomo
de Literatura Quechua editado por la Biblioteca de Ayacucho con un prólogo de
Edmundo Bendezú Aybar (Bendezú Aybar, et al., 1986). En este libro se vuelve a
antologar las distintas manifestaciones literarias quechuas extraídos de crónicas. A su
vez incluye otros autores que escriben en quechua separando las producciones en
“período inca”, “período colonial” y “período moderno”. Este tomo presenta las
versiones en lengua andina y su traducción al español, en su mayoría tomadas de las
traducciones de Jesús Lara.
Este corpus de literatura quechua se puso en relación con producciones literarias
indígenas del resto del continente americano en el libro de Miguel León-Portilla,
Literatura de Anáhuac y del Incario (1982). En este libro, el autor realiza una antología
de lo que llama “el legado literario de dos civilizaciones originarias”(1982: 7), la
mexica e inca. Nos dice León Portilla:
“las composiciones que hoy llamamos expresión literaria o literaturas de Mesoamérica y el área
andina no se escribieron valiéndose de letras. En el contexto de estas dos civilizaciones no se
desarrolló la escritura alfabética. Hubo, en cambio, otras formas de soporte. Una, que es la más
antigua y universal en todas las culturas, es la memoria que se comunica a través de la oralidad”.
(1982: 18)
En el libro se transcriben casi todos los poemas en quechua de La Nueva Corónica y
Buen Gobierno además de otros cantos, poemas y narraciones extraídas de otras
crónicas coloniales.
En particular sobre la palabra poética andina en la obra de Guaman Poma se han
realizado, al momento, tres grandes estudios. El más importante de todos fue el
desarrollado por Jean-Philippe Husson, quien publica un libro titulado La poesía
quechua en la crónica de Felipe Waman Puma de Ayala (1985). Quince años más tarde,
publica un artículo titulado “Literatura Quechua” en Boletín del Instituto Riva Agüero
de la Pontificia Universidad Católica del Perú (2002), donde revisa parte de las
hipótesis contenidas en su trabajo anterior.
La premisa para su investigación es la búsqueda de criterios de demarcación para la
literatura quechua. El autor establece que es necesario dejar de lado los criterios de
clasificación por géneros y por época para la literatura quechua. Estos criterios la
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Dossier: Narrativa oral y arte verbal / 142
La palabra poética en la Nueva corónica y buen gobierno... | Martín Diego Zícari [pp. 140-154]
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dividen en prehispánica, colonial y republicana, a su vez que en distintos géneros como
poesía, narrativa, teatro. Para el autor estos criterios carecen de pertinencia tanto a nivel
histórico como a nivel literario ya que en el material que analiza los géneros no están
totalmente definidos así como los orígenes de esas expresiones. Al contrario propone
analizar la producción escrita bajo el concepto de “tradición literaria” que implica la
idea de cierta continuidad desde un origen, sin excluir ninguna posibilidad de
transformación.(2002: 388-389). Esta necesidad de dejar de lado los criterios clásicos de
clasificación literaria no es nueva de Husson, sino que tiene que ver con la profunda
renovación de los estudios literarios coloniales a partir de los años 1980 (Adorno, 1994:
366-368).
Para dar cuenta de esta aproximación metodológica, Husson toma la obra de Felipe
Guaman Poma de Ayala como fuente principal de la literatura quechua, en especial los
textos que el cronista indio presenta en su obra como transcripciones de cantos, bailes y
danzas; a su vez toma los textos de oraciones presentes en las actas de los procesos de
idolatrías organizados hacia 1650 en la región de Cajatambo. Husson nos dice que “del
análisis formal de los textos de ambas series, se colige que todos presentan, aunque con
notables diferencias de nivel, un grado de elaboración estética tal que su pertenencia al
arte poético no admite discusión” (2002: 392). Cuando define este arte poético quechua
establece que todas las intervenciones tienen tres características distintivas. Por un lado,
Husson reconoce un procedimiento estilístico que estructura el discurso poético en
enunciados paralelos; este paralelismo semántico, que el autor homologa con la función
de la rima en la poesía europea, lo analiza en el siguiente extracto de una intervención
poética de Guaman Poma:
“Cuando recuerdo tus ojos risueños, pierdo el sentido,
Cuando recuerdo tus ojos juguetones, me pongo enfermo” (1987: f. 317)
Siguiendo al autor, este dístico presenta dos dobletes cuyos componentes no son
sinónimos, sino que pertenecen a campos semánticos diferentes, la risa y el juego, por
un lado, la enfermedad y el sinsentido, por el otro. Husson reconoce que a lo largo de
todo el corpus poético quechua guamanpomiano encontraremos este procedimiento que
definiría la utilización de la palabra de una manera más figurada o connotativa, que hace
posible, según Husson, una lectura más espontánea, más intuitiva. 1 De esta posibilidad
de comprensión nacería la emoción poética (Husson, 2002: 393). Otro de los ejemplos
que toma Husson para explicar este paralelismo semántico es el siguiente:
“¿Es el infortunio, Reina, que nos separa?
¿Es la desgracia, Reina, que nos separa? (Guaman Poma de Ayala, 1987: f. 317)
1 Esto no es privativo de la poesía quechua, también aparece en la poesía náhuatl, por ejemplo, y tiene
que ver con la profunda naturaleza metafórica de ambas lenguas. Ver el análisis de la literatura del
Anáhuac de Miguel León-Portilla (1982: 26).
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Dossier: Narrativa oral y arte verbal / 143
La palabra poética en la Nueva corónica y buen gobierno... | Martín Diego Zícari [pp. 140-154]
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Aquí vemos nuevamente una reiteración de la imagen, con una utilización de
“infortunio” y “desgracia” que funcionan en paralelo. Ahora bien, el paralelismo
semántico que describe Husson no se reduce a pares de secuencias, también el autor
propone estructuras ternarias y cuaternarias. Por ejemplo:
“No llorarás,
Siendo mi florcita,
Siendo mi reinita,
Siendo mi princesita”.
(Guaman Poma de Ayala, 1987: f. 319)
Más allá de este paralelismo, el autor reconoce otra característica que es la presencia
frecuente de una introducción ritual cuya función es definir la composición como
poética al mismo tiempo que situarla dentro de un género determinado de poesía
quechua. Esta introducción ritual se da con una frase al comienzo de las intervenciones
poéticas: aya uya waqaylli, para el canto de índole sagrada Waqaylli; ayaw haylli, yaw
haylli para el canto profano llamado Haylli; y por último la frase haray harawi para los
Harawis de Guaman Poma. De esto se desprende que Husson sistematiza los cantos
dentro de la obra de Guaman Poma en grupos. Por un lado, presenta la poesía de
creación o harawi,2 en este tipo de obras hay una preeminencia de la libertad creadora
del poeta, en contraposición con la poesía de tradición o taki. En este último género, la
creación está sometida a pautas más rígidas por el predominio de la función ritual que
relega al segundo plano las consideraciones propiamente creadoras. Las obras que
pertenecen a los takis suelen cantarse en circunstancias precisas, que a menudo
coinciden con fechas del calendario ritual y se identificaban con episodios claves de la
vida del individuo o la comunidad: dentro de este grupo encontramos a los haylli que
entonaban los hombres y mujeres para darse ánimo en la faena agrícola. Por último,
presenta una última categoría de poesía quechua sagrada. Las intervenciones que
Husson recopila en esta categoría son las que han sufrido añadiduras manifiestas que
invariablemente se presentan como designaciones de la divinidad cristiana, presentando
una versión cristianizada del discurso poético (2002: 398-424). Por último, la tercera
característica de las intervenciones poéticas en Guaman Poma según Husson es que
estas intervenciones no son sino el componente textual de un conjunto formado por la
fusión de artes de diversas índoles: “los vocablos de cantos, danzas, bailes, etc.,
empleados por Guaman Poma de Ayala para designarla […] subrayan la importancia de
elementos musicales y coreográficos que se combinan con los elementos propiamente
literarios”(2002: 397-398)
2 Para una definición lingüística de harawi: “La existencia del harawi está evidenciada por el Inca
Garcilaso de la Vega en una corta secuencia cuyo alcance nos parece digno de ser subrayado: “otras
muchas maneras de versos alcanzaron los Incas poetas, a los cuales llamaban haráuec, que en su propia
significación quiere decir inventador”. De esta definición del agentivo harawi-q inferimos que en el Perú
prehispánico la raíz verbal harawi se refería sin más detalles al acto de creación poética y, luego, el
substantivo homómorfo al resultado de dicho acto”. (Husson, 2002: 402)
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Además del trabajo de Husson, cabe mencionar otros dos trabajos importantes sobre la
palabra poética andina. Estos fueron incluidos en las ediciones críticas de la obra de
Guaman Poma y, si bien no estudian detalladamente las intervenciones poéticas como lo
hizo Husson, sí son trabajos ineludibles para acercarse al uso de lenguas andinas en la
crónica. De carácter filológico-lingüístico estos escritos también pueden ser entendidos
como “apuntes de traducción”: realizados por los traductores encargados de las
ediciones críticas de la obra, están más focalizados en dar a entender la procedencia de
ciertas palabras o explicar los mecanismos llevados adelante para la traducción. Nos
referimos a los trabajos de Jorge L. Urioste para la edición de Siglo XXI (1980, 1987) y
el de Jan Szeminski para la edición de Fondo de Cultura Económica (2008).
Urioste nos presenta dos artículos diferentes para las ediciones del 1980 y de 1987,
aunque ambos discurren sobre los mismos temas. Se retoma la clasificación de dialectos
del quechua que realizó Alfredo Torero para ubicar a la escritura de Guaman Poma
dentro del grupo II que comprende dialectos de una zona amplia: desde Ecuador y el sur
de Colombia hasta los dialectos sudperuanos, bolivianos y del actual noroeste argentino.
(El grupo I comprendería los dialectos del Perú central, principalmente de Cuzco y sus
alrededores.) Urioste realiza una refonologización de los dialectos quechua de Guaman
Poma al dialecto hablado en la actual región de Yampara, Bolivia. Establece que esta
adaptación del texto responde a razones más prácticas que filológicas, por ser él oriundo
de esa zona y nativo de ese dialecto en particular. Según declara, al ser los dialectos del
grupo II mutuamente inteligibles, no hay cambios fundamentales en su reinterpretación.
A partir de allí realiza una clasificación de los textos quechuas basándose en su forma
literaria. Identifica cuatro formas literarias diferentes: oraciones y rezos, canciones,
sermones y quechua eclesiástico y maldiciones, a las que dedica una breve descripción.
Destaca, en líneas generales, lo que llama la “proyección etnográfica” del quechua de
Guaman Poma que permite vincular el corpus con elementos tradicionales de la cultura
andina así como también con los procesos políticos de la colonia, como la extirpación
de idolatrías y la evangelización.
Además de esta somera clasificación, Urioste dedica unas palabras al valor poético de
los textos quechuas. En el artículo de 1980 dice “las canciones son ágiles, brillantes
rítmicas y expresan […] un alto valor poético”(1980: XXLV), en el artículo de 1987
considera que “los textos poéticos de Waman Puma son numerosos y de un gran valor
literario” (1987: LXXII). Las apreciaciones de Urioste no van más allá de estas
opiniones superficiales. Una de las operaciones más controversiales en la traducción de
la palabra poética andina es la de transcribir y traducir las canciones y rezos de Guaman
Poma con la forma del verso europeo. Sin dar ningún tipo de justificativo o explicación
en ninguna parte del artículo que antecede a la Nueva Corónica, la edición crítica de
Siglo XXI dirigida por Rolena Adorno elige una versificación al estilo europeo,
dividiendo el texto andino en unidades expresivas menores. Estas traducciones
versificadas son introducidas en la misma página en que se transcribe el folio y van a
estar marcadas por una tipografía diferente y encerradas entre corchetes.
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Ahora bien, en contraposición con esta manera de editar la palabra poética, Guaman
Poma nos presenta las canciones y rezos sin alterar la estructura general de la escritura,
solamente mediadas por el cambio de idioma. Si observamos la reproducción digital de
la crónica, alojada en la web de la Biblioteca Real de Copenhague, podemos ver que los
cantos y rezos son introducidos directamente en lenguas andinas, sin ninguna marca que
diferencie estas intervenciones del resto de la escritura en español. 3 Es decir, no se
utiliza una tipografía ni márgenes especiales, las oraciones no se ordenan de ninguna
manera, sino que se mantiene la continuidad de la escritura, no hay cortes de verso o
ninguna división del canto en unidades expresivas menores. La frase que utiliza
Guaman Poma para introducir los cantos o rezos es “dize aci […” a lo que le sigue el
texto en lengua andina, repitiéndose esta estructura a lo largo de toda la crónica. 4 Ahora
bien, las ediciones críticas de la obra de Guaman Poma se encuentran con un problema a
la hora de transcribir estas secciones y generan resultados diferentes.
En el caso del trabajo de Jan Szeminski sobre los textos andinos en Guaman Poma,
publicado en un tomo independiente en la edición crítica de Fondo de Cultura
Económica, está organizado en un estudio introductorio sobre los idiomas que utiliza
Guaman Poma, un vocabulario con las palabras y expresiones sueltas en lenguas
andinas y por último una sección entera dedicada a lo que Szeminski llama “textos
andinos de Don Felipe Guaman Poma de Ayala”, sección en la que incluye todos los
textos largos en cualquier idioma andino y que es la que reviste mayor importancia para
nuestro trabajo. Todas las traducciones están alojadas en este tomo independiente,
dejando la estructura de la crónica tal cual la plantea Guaman Poma, a diferencia de la
edición de Siglo XXI que introduce las traducciones en la misma página que la
transcripción del folio original. En la traducción de Jan Szeminski encontramos el
mismo problema que advertimos en las anteriores, ya que el autor divide las
intervenciones poéticas en versos, y para versificar la obra utiliza “razones sintácticas”
que no son explicadas o desarrolladas en el tomo (2008: 161).
Szeminski nos presenta tres versiones de los cantos y rezos: por un lado, el texto
original, por otro lado, la interpretación del texto en escritura fonética moderna y, por
último, la traducción al castellano. Lo valioso de este trabajo de traducción son las notas
que va agregando a cada uno de los textos, que brindan información lingüística que nos
permite analizar con más profundidad estas intervenciones poéticas y que no habían
aparecido en anteriores traducciones. Por ejemplo, para el canto del folio 309,
Szeminski agrega al final: “el texto parece estar cantado por una mujer, porque sólo una
3 Esto no es algo privativo de la crónica de Guaman Poma. En otras obras de la época también se
incluyen poemas, cantos o fragmentos enteros en lenguas andinas sin proponer una traducción. Por
ejemplo, el poema del comienzo en el Inca Garcilaso y en el Manuscrito de Huarochiri, y también en el
área novohispana en los textos de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl.
4 Para este trabajo se eligió mantener la estructura original del material poético sin realizar alteraciones
en su presentación o edición.
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mujer puede llamar a un halcón: Tura, que quiere decir hermano de una mujer” (2008:
197).
La aparición de literatura y textos académicos destinados a entender el arsenal poético
de la crónica de Guaman Poma estuvo orientada a identificar y agrupar los cantos y
rezos a su vez que en fijar las traducciones posibles al español. En este trabajo
intentaremos seguir analizando esta sección de la Nueva Corónica y Buen Gobierno
desde una nueva perspectiva. Nuestra hipótesis gira alrededor de entender el
funcionamiento discursivo del arsenal poético en la crónica toda. Como síntesis de lo
que será desarrollado a continuación podemos ver la conformación de un discurso
polémico a través de los cantos y rezos en quechua. A su vez, esta construcción
polémica está basada en una utilización de la memoria como validadora del discurso
histórico.
Para avanzar en este sentido, no podemos dejar de reseñar el contexto histórico en el
cual se conforma este discurso disidente y el derrotero de Felipe Guaman Poma de
Ayala. Frente a las situaciones de despotismo, excesos y enajenación que supuso la
generalización de la política de reducciones y la creciente presión que ejercían los
corregidores sobre los pueblos de indios, los documentos del Siglo XVII nos muestran
el intento por parte de los indígenas de emplear las instituciones y los mecanismos
judiciales españoles para socavar las prácticas explotadoras. El litigio en la justicia
colonial muestra una posición ambigua de ciertos sectores indígenas. Por un lado, la
reorganización toledana supuso la incorporación formal de ciertas jerarquías indígenas
en la administración colonial. A su vez, la justicia colonial fue uno de los vehículos más
importantes en la enajenación y el ostracismo a la que fueron sometidos los indios, y se
volvió un espacio de tensión y puja entre las elites nativas y las instituciones españolas
por bienes, tierras y el reconocimiento de derechos y prerrogativas políticas. Toledo
había descartado el reinado incaico por considerarlo ilegítimo y tiránico, y había
propuesto una fusión de los deberes de los señores étnicos locales con la estructura y
función del gobierno colonial. Desde la década de 1550, gran parte de la elite nativa
ocupaba puestos de teniente o puestos administrativos, tendencia que se vio consolidada
en 1570 con la reorganización del sistema de poder nativo por parte de Toledo. Después
de esta reorganización, se institucionalizaría el rol del kuraka dentro de la burocracia
colonial en el control y supervisión de las comunidades locales (Adorno, sf.: 12-16).
Es en esta ambivalencia que vemos gravitar a nuestro autor, según lo muestran las
fuentes documentales de la época. La vida más activa de Guaman Poma en la colonia
está documentada entre los años 1569 y 1600, momento clave en la reorganización
toledana. Recorriendo las fuentes documentales vemos esta ambigüedad de Guaman
Poma de querer participar de la administración colonial y formar parte del estado, al
mismo tiempo que leemos denuncias constantes del efecto devastador del estado
colonial para la población. Esta ambigüedad no era exclusiva de Guaman Poma sino que
define a todo un estamento indígena y mestizo posconquista.
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Uno de los trabajos que realizó Guaman Poma para la administración colonial fue el de
auxiliar del visitador Gabriel Solano de Figueroa para un litigio de tierras en Huamanga
en 1594. Este documento es hallado por Nelson Pereyra Chavez en su investigación
sobre elites humanguinas; en él, el cronista indio figura en la Declaración y Medida del
documento. Es el auxiliar de Solano de Figueroa encargado de realizar la visita a las
propiedades en litigio, por ausencia del Visitador español. En el expediente, el cronista
describe las tierras y fija los linderos y límites de las propiedades, como buen conocedor
de la geografía local y de los dueños de las tierras cercanas. A partir de este documento
se fue acumulando otra serie de documentos referidos a litigios de tierras y bienes,
donde Guaman Poma aparece como testigo e intérprete, lo que muestra una regularidad
en este trabajo: conocer tanto el español como las lenguas andinas le posibilita actuar
como intermediario en este tipo de procesos judiciales (Pereyra Chavez, 1997: 262263).
Otro documento fundamental en la reconstrucción de la vida política de Guaman Poma
es el Expediente Prado Tello (Prado Tello, 1991). El mismo es una recopilación de
acciones legales sobre el área de Chupas, en las afueras de la ciudad colonial de
Huamanga. El documento fue publicado en 1991 por el Monseñor Prado Tello. En esta
colección de documentos aparece una serie de litigios en los que participó Guaman
Poma para reclamar tierras de Chiara, del área de Chupas, desde 1590 al 1600. En él se
puede vislumbrar la intención política de Guaman Poma de asegurar el control familiar
de una porción de tierras importante para la economía regional por su proximidad con la
ciudad de Huamanga, tierras que hacia el final del proceso judicial logra consolidar en
su propiedad.5 Rolena Adorno establece que la insistencia con la que libró esta lucha
sugiere la adaptación a las sutilezas jurídicas con que se lidiaba dentro de la sociedad
española colonial. Este documento se vincula con otro grupo documental llamado la
Compulsa de Ayacucho, publicada en 1970 por Zorrilla. Esta última serie de
documentos nos deja ver la parte final de la historia que contiene el Expediente Prado
Tello y revela una nueva serie de litigios por las tierras de Chiara, en este caso en
disputa entre la familia de Guaman Poma y el grupo étnico Chachapoyas. Estos litigios
culminan con la sentencia criminal para Guaman Poma en 1600 y la consecuente
pérdida de derechos sobre las tierras de Chiara. Según Adorno, esta sentencia es
decisiva para la escritura de la Nueva Corónica:
“Esas consecuencias –la asignación del castigo corporal de doscientos azotes y la expulsión de su
ciudad de residencia, Huamanga– al menos en parte estimularon su decisión de buscar remedio a
través de la escritura. Pasó de una posición de colaboración con el régimen colonial español,
5 Este documento, además de mostrar un gran antecedente político a la redacción de la Nueva Corónica y
Buen Gobierno de Guaman Poma, también es útil en nuestro intento de mostrar cómo la elite nativa se
fusiona con las funciones jurídico-administrativas de la colonia. En estos litigios Guaman Poma se refería
frecuentemente a los administradores provinciales (t´uqrikuq), a quienes él también asignaba funciones
judiciales como el de “michuq, juez”. Aquí vemos cómo nociones políticas andinas se mezclan con los
cargos administrativos de la organización institucional de la colonia temprana.
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como asistente de la iglesia y funcionario menor en la administración civil local, a denunciar sus
injusticias y excesos” (Adorno, sf.: 14 y ss.).
La denuncia de injusticias y excesos puede vislumbrarse en la palabra poética
guamanpomiana; en especial cuando Guaman Poma da cuenta de los efectos
traumáticos de la conquista: nos centraremos en los cantos introducidos en el capítulo
dedicado a la conquista, los que se introducen tras el asesinato de Atawallpa Yupanqui y
Tupac Amaru.
Polémica
Analizar la vertiente polémica de la palabra poética de Guaman Poma no es una
novedad ya que la crítica y la historiografía han remarcado el eje polémico en La Nueva
Corónica. Rolena Adorno lo llamó “literatura de resistencia” o “polémica
disimulada”(1991: 46). Raquel Chang-Rodriguez lo llamó “discurso disidente”(1991:
45) y, en general, hay un consenso sobre este aspecto. Lo que proponemos hacer aquí es
recuperar esta dimensión polémica desde el arsenal poético que introduce Guaman
Poma en su crónica.
Lo que intentaremos mostrar es la conformación de un discurso polémico a partir de las
intervenciones poéticas. Esto sucede a partir de la dramatización de los traumas de la
conquista, el asesinato de Atawallpa y Tupac Amaru. Al introducir cantos en estos dos
eventos Guaman Poma está señalando la importancia de estos hechos en la construcción
de su discurso sobre la conquista. Resaltándolos logra hilvanar emotivamente la muerte
de los últimos Incas con su visión crítica de la conquista y el posterior rol
desestabilizador de la formación institucional colonial contemporánea a su escrito. A su
vez, estas intervenciones le permiten al autor introducir críticas directas al accionar
español en la conquista, resguardándose al presentarlas como cantos que se escuchaban
en las calles y ciudades de indios. Esta dimensión discursiva de los cantos convive con
la apertura semántica que supone la utilización poética y emotiva de la palabra,
cargando de significados múltiples (y a veces contradictorios) las ideas generales de
Guaman Poma sobre la muerte, la vida indígena y su relación con los españoles y el
mestizaje.
Para este caso centraremos nuestra atención en los últimos dos poemas de la Nueva
Corónica. Estos se refieren al contexto de los primeros años de la conquista del Perú.
Están en dos momentos clave de la conquista: justo en el momento anterior a la muerte
de Atawallpa, cuando estaba preso en Cajamarca, y el último canto es introducido en el
dibujo que muestra la decapitación de Tupac Amaru. Ambos cantos expresan el llanto y
la desolación de todos los Andes, haciendo énfasis Guaman Poma en la dimensión
popular de “los llantos en la ciudad” y como los indios “cantauan a su suerte” (Guaman
Poma de Ayala, 1987: f. 388).
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En el caso de la muerte de Atawallpa, la crónica de Guaman Poma hace referencia al
encuentro en Cajamarca y al episodio en que Atawallpa arroja la biblia, la guerra que se
desata y cómo el último inca termina preso (1987: f. 385). La canción corresponde a
Atawallpa preso, en la desolación cantando:
“como le prendieron, y estando preso Atagualpa Inga, estando preso le robaron toda su hacienda
don Francisco Pizarro y don Diego de Almagro y todos los demás soldados y españoles, y lo
tomaron toda la riqueza del templo del sol y de Coricancha y de Uanacuauri, muchos millones de
oro y plata que no se puede contar” (1987: f. 388).
Y más adelante:
“Así mismo les quitó sus servicios hasta quitarle su mujer legítima, la coya, y como se vio tan
mal tratamiento y daño y robo tuvo muy gran pena y tristeza en su corazón, y lloró y no comió,
como vido llorar a la señora coya, lloró y de su parte hubo grandes llantos en la ciudad de los
indios, cantaban de este suerte” (1987: f. 388).
El canto que Guaman Poma atribuye a Atawallpa es el siguiente:
“¡Aray Araui!¡Aray Araui! ¿Podrá este enemigo malvado, reina, derrotarnos, darnos pesadumbre? ¡No
reina! Vamos a morir todos a una ¡Que no nos alcance la desgracia!
Las lágrimas caen como lluvia por si solas ¿Podrías tu reina, ser tal?” (1987: f. 388).
Guaman Poma nos muestra al Inca encerrado, sufriendo por la coya, con una
identificación de los españoles como “enemigo malvado” en la traducción de Urioste, o
“enemigo barbudo” en la de Szeminski, donde la muerte parece ser la única escapatoria
para la desgracia. Nos dice “vamos a morir todos a una” “vamos reina, de una vez
muramos” (1987: f. 388).
Podemos encontrar una idea de la muerte como una salvación, la cual aparece en este
momento de desolación y desesperación dramatizando y poniendo énfasis en la
vertiente polémica del arsenal poético. Es interesante notar que esta idea de la muerte
como salvación no se corresponde con otros pasajes de la crónica donde se puede ver
una intención de Guaman Poma de mantener la integridad étnica y la perpetuación de la
vida indígena. Hacia el final de la crónica Guaman Poma escribe “Dios y Vuestra
Magestad no permita que nos acauemos y se despueble su reino” (1987: f. 981). Sara
Castro-Klaren llamó a esta intención “el espacio de la pureza” y da cuenta de la
constitución histórica, tanto en Guaman Poma como en otros textos coloniales, de una
ideología que apuesta al mantenimiento de la vida indígena y la integridad étnica
(Castro-Klaren, 1981: 114-115).
Así vemos una forma diferente de entender la muerte y desaparición. Por un lado, fue
analizada por la crítica la intención por la vida y por la perpetuación étnica, mientras
que en este pasaje poético dedicado a la muerte de Atawallpa, el Inca invita a la coya a
morir con él como forma de salvarse. Argumentamos que Guaman Poma utiliza los
registros poéticos como canal para desplegar y organizar un discurso crítico y polémico,
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en este caso se puede decir hasta pesimista. No creemos que esta contradicción en la
forma que está representada la muerte y la perpetuación de la vida indígena sea un error
o algo aleatorio, sino que el autor utiliza distintos registros discursivos para presentar
una imagen del mundo andino, y en este caso de la conquista, que le permita articular
con autoridad en la escritura su versión de los hechos.
En uno de sus apuntes de traducción Jan Szeminski nos aporta más información sobre
este canto:
“el significado de: Payllamanta urmanqam, no está claro. Parece que se trata de zapra awqa, el
enemigo barbudo, que ha de caer en pecado, a pesar de dominar ahora. Todo esto indicaría que
no es un texto compuesto en Caxa Marca durante la prisión de Ataw Wallpa, sino mucho más
tarde, cuando ya existió la teoría según la cual también el gobierno de los españoles acabaría a
causa de sus propias culpas. Indudablemente tal teoría existió en el movimiento Taki Unquy”
(2008: 205).
Gracias a este tipo de observaciones nos podemos acercar a un costado interesante de la
incorporación de este tipo de material a la crónica. Si existía una idea mesiánica sobre el
fracaso de la conquista española, que Guaman Poma la exprese anacrónicamente en el
momento de la muerte de Atawallpa a través de una canción nos muestra el fuerte
carácter polémico de este canto. En toda la explicación de la muerte del Inca, Guaman
Poma se encarga de remarcar la injusticia de la decisión: “no quiso firmar Don Diego de
Almagro ni los demás la dicha sentencia, porque daba toda la riqueza de oro y plata
pero Francisco Pizarro lo sentenció” y más adelante “y los demás no les gustó la dicha
sentencia, y no le dio a entender la justicia que pedía y merced Atagualpa Inga” (1987:
f. 391).
A su vez, Guaman Poma agrega un nivel más a la polémica, advirtiéndole al rey que la
muerte de Atawallpa no solo representa una injusticia para todos los Andes, sino
también que iba a traer consecuencias en la recaudación de oro para la corona: “ves aquí
cómo le hecha a perder al emperador con la soberbia, como pude sentenciar un
caballero a su rey, y si no le matara, toda la riqueza fuera del emperador y se
descubriera toda las minas” (1987: f. 391).
Por último, el asesinato de Tupac Amaru representa una de las primeras escenas de la
parte dedicada al Buen Gobierno y el poema se encuentra al pie del dibujo del folio 451
en boca de un grupo de indios representando al pueblo. Nos dice Guaman Poma:
“Fue degollado Topa Amaro Inga por la sentencia que dio don Francisco de Toledo; le dio la
dicha sentencia al infante rey inga y murió bautizado cristianamente de edad de quince años y de
la muerte lloraron todas las señoras principales y los indios de este reino e hizo grandísimo llanto
toda la ciudad y doblaron todas las campanas. Y al entierro salió toda la gente principal y señoras
y los indios principales y clerecía” (1987: f. 452).
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El canto en este caso es más contundente y sintético:
“Inca Huancauri. ¿A dónde te vas? Nuestros salvajes enemigos, sin tu culpa. Te han cortado el cuello”
(1987: f. 451).
Podemos ver que vuelven a aparecer los “salvajes enemigos” que le cortan el cuello a
Tupac Amaru “sin tu culpa”. La idea de culpa, que también aparece en el canto a
Atawallpa, es la clave del discurso polémico. En el caso de la muerte de Atawallpa la
culpa es la que va a hacer caer por sí solo al gobierno de los españoles, mientras que acá
se destaca la inocencia de Topa Amaro y la injusticia de su asesinato. El comentario de
Szeminski sobre la conexión del canto con los recopilados en el movimiento del taki
onkoy se hace presente nuevamente para entender el problema de la culpa. En la idea
mesiánica del nuevo orden, la culpa de los españoles es fundamental para entender la
caída en fracaso de su gobierno.
Según la propuesta general de Guaman Poma sobre la conquista, los españoles no tenían
justificación ni razón en protagonizar estas dos matanzas (ni ninguna otra), ni siquiera
podían abogarse el derecho a gobernar las indias. Por lo que la crítica y la historiografía
nombró “la donación del Tawantinsuyu” (Chang Rodriguez, 1991: 7) Guaman Poma
intenta negar radicalmente la conquista española sosteniendo que su padre, Martín
Guaman Malqui de Ayala, Virrey y segunda persona del Inca, viajó a Tumbes para
darse paz con Francisco Pizarro en nombre de los respectivos soberanos, así el
Tawantinsuyu fue donado al Rey de España, por lo que la sujeción voluntaria de los
indios no podía recibir de contra parte la violencia y desolación de la conquista.
En este sentido, el autor introduce en la obra su propia versión de la conquista y
refuerza con ella su polémica con la versión española oficial de los hechos. En este
caso, el dato histórico “erróneo” es pensado por Raquel Chang-Rodríguez como una
forma de respaldar su demanda al rey pidiendo justicia y restitución (1991: 9-16). Esto
mismo puede extrapolarse para pensar el material poético. El mismo funciona para
confirmar la visión de la conquista de Guaman Poma, reforzar la idea de injusticia y
dramatizar los eventos que se vieron de manera muy crítica en el mundo temprano
colonial.
Conclusión
La preocupación central de este trabajo fue recuperar la importancia de la palabra
poética en la Nueva Corónica y Buen Gobierno y su incidencia en la conformación de
una visión particular de la historia y el pasado.
Esta visión particular está basada en una fuerte crítica al gobierno colonial en su
organización institucional y en su accionar en las guerras de conquista. A su vez la
vertiente polémica también llega a conformar una valoración negativa del reinado
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Incaico. La palabra poética es utilizada activamente en el texto para intervenir en esta
polémica.
En este sentido es que se definió la propuesta metodológica interdisciplinar entre la
investigación histórica y la crítica literaria para este trabajo. Fue menester reconstruir el
contexto del debate y ámbito donde se movió Guaman Poma, a la vez que formular una
aproximación crítica al corpus poético que nos permitió ampliar las hipótesis sobre la
crónica, su relación con los usos de la palabra poética y las implicancias de esto en la
conformación de un discurso particular.
El recorrido del autor por la justicia colonial, atestiguado en el Expediente Prado Tello y
la Compulsa de Ayacucho, así como por otras fuentes de la época, nos muestra a un
Guaman Poma en litigio por una sección de tierras en la zona del actual Ayacucho. Esta
documentación da cuenta del fracaso de Guaman Poma en la obtención de ciertas
prerrogativas económicas y políticas en el área, lo que fue conectado por la crítica y la
historiografía con el fuerte contenido polémico de su crónica.
A su vez, los eventos traumáticos de la guerra de conquista, la violencia de la
extirpación de idolatrías (de la cual participó activamente) y la crueldad de los primeros
órdenes institucionales coloniales son eje central del discurso disidente de Guaman
Poma, con su correspondiente expresión poética dentro de su crónica.
Bibliografía
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Exlibris #5 (2016)
Dossier: Narrativa oral y arte verbal / 153
La palabra poética en la Nueva corónica y buen gobierno... | Martín Diego Zícari [pp. 140-154]
ISSN 2314-3894
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Martín Diego Zícari
Es Licenciado en Historia por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires. Realizó su tesis de licenciatura titulada “Memoria y polémica: la palabra
poética en la Nueva Corónica y Buen Gobierno de Felipe Guaman Poma de Ayala” bajo
la dirección de la Dra. Valeria Añon. Publicó el artículo “Las Historia de la Literatura
Argentina frente al problema colonial” en Maradei, Guadalupe (ed.), Historias de la
literatura: asedios desde el Sur, Buenos Aires, Teseo, 2017.
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Dossier: Narrativa oral y arte verbal / 154
Tradición y oralidad en las crónicas mestizas novohispanas... | María Inés Aldao [pp. 155-172]
ISSN 2314-3894
Tradición y oralidad en las crónicas mestizas
novohispanas: el caso Cristóbal del Castillo
María Inés Aldao
Universidad de Buenos Aires
inesaldao@hotmail.com
Resumen
Las crónicas mestizas novohispanas han sido, desde siempre, fuente de información y
ejemplificación de gran envergadura para textos históricos o antropológicos sobre la
conquista de México. No obstante, el abordaje de las mismas desde un enfoque que
enfatice sus cuestiones retóricas y literarias es aún una cuenta pendiente entre los
investigadores coloniales. Entre otras carencias, no ha habido análisis sobre el complejo
modo en que las tradiciones indígena y occidental inciden en su discurso. Un ejemplo
de esto es el caso del cronista mestizo Cristóbal del Castillo (1526?-1604?). En sus
crónicas Historia de la conquista (1599) e Historia de la venida de los mexicanos
(1600), las únicas que se le conocen, conviven en forma tensionada el discurso
occidental y la oralidad indígena proveniente de cantos nahuas. En este artículo
propongo un análisis de los cruces existentes entre la retórica oral nahua preconquista y
posconquista y las obras de este autor.
Palabras clave
Crónicas mestizas novohispanas, Cristóbal del Castillo, tradición indígena, tradición
occidental, retórica oral nahua
Abstract
The new hispanic halfblooded chronicles have always been a vast source of historical
and anthropological information and exemplification about the conquest of México.
Nevertheless, colonial researchers have not yet dealt with the rethorical and literary
aspects of the subject matter. Among other things, there has not been a deep analysis
about the way in which the indigenous and the occidental traditions affect discourse. An
example of this is the halfblooded writer Cristóbal del Castillo (1526-1604). In his
chronicles Historia de la conquista (1599) and Historia de la venida de los mexicanos
(1600), the only which are known, indigenous oral speech coming from nahuas songs
and occidental discourse live together in a tense manner. In this article I will analyse the
existing crossings between pre and post conquest oral nahua rethoric and the work of
this author.
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Dossier: Narrativa oral y arte verbal /155
Tradición y oralidad en las crónicas mestizas novohispanas... | María Inés Aldao [pp. 155-172]
ISSN 2314-3894
Keywords
New Hispanic halfblooded chronicles, Cristóbal del Castillo, indigenous tradition,
occidental tradition, oral nahua rethoric
Introducción. La obra de un cronista atípico
En la vastedad de la cronística colonial un caso paradigmático lo constituye el
historiador Cristóbal del Castillo 1 y los dos textos que se le conocen: Historia de la
conquista (1599) e Historia de la venida de los mexicanos (1600). Estas crónicas han
sido poco abordadas por los críticos. Uno de los motivos de esta falta de abordaje es que
la totalidad de la obra se ha perdido a lo largo del siglo XIX. De Historia de la venida
de los mexicanos y otros pueblos se conservan escasos fragmentos referidos a los
orígenes de los mexicas y su “peregrinación” hacia Tenochtitlan (correspondientes a los
capítulos 1 al 5 y 9).2 De Historia de la conquista se conocen el “Prólogo del autor” y
fragmentos sobre el avance de los españoles y llegada a la ciudad, la Noche Triste, la
caída de México, el arribo de los primeros frailes franciscanos y el calendario
prehispánico.3 Acerca de lo mucho que permanece extraviado, sólo podemos realizar
conjeturas. A pesar de esta lamentable amputación de la obra que nos deja
aproximadamente la quinta parte de su total y lejos de desecharla como fuente debido a
esto, se pueden extraer algunas observaciones, si bien parciales, al menos tentativas, y
que permitirán echar luz sobre los ejes abordados en este artículo.
Ambas historias fueron escritas a lo largo de cuatro años: Historia de la venida de los
mexicanos y de otros pueblos fue escrita entre 1597 y 1600 (“dispuesta y escrita por
Cristóbal del Castillo, historiador mexicano, el cual acabó de escribir el martes 4 del
mes de enero del año de 1600, y la comenzó a escribir el año de 1597”, 2001: 125) e
Historia de la conquista fue compuesta entre 1596 y 1599, como advierte el autor en su
Prólogo: “Y ahora termina la escritura de este libro, el miércoles 14 de la cuenta del mes
1 Poco se sabe de Cristóbal del Castillo (1526?-1604?). Navarrete Linares señala que fue un indígena o
mestizo con cultura indígena procedente del Valle de México, con un origen social aparentemente
modesto, férreo cristiano educado en la tradición europea (2001: 11-14; 2003: 281). Para Miguel
Pastrana Flores, pertenecía a algún pueblo del área de Texcoco (2009: 255). Aunque León y Gama lo
asocia con el pueblo texcocano y Pichardo lo llama vagamente “mexicano”, ambos coinciden en que fue
indígena noble pues eligió escribir sus textos en náhuatl y conocía profundamente la historia indígena.
Horacio Carochi y Clavijero refieren a él como “mestizo” (Navarrete Linares, 2001: 18, 23-24). De sus
textos se desprende que parece haber vivido en Tenochtitlan y haber recibido educación por parte de
alguna orden, seguramente la franciscana.
2 Del Castillo, Cristóbal. 2001. Historia de la venida de los mexicanos y de otros pueblos e Historia de
la conquista. Traducción y estudio introductorio Federico Navarrete Linares. México: Conaculta. De
aquí en adelante, todas las citas pertenecen a esta edición.
3 Los capítulos 12, 13, 21, 27, 31, 37, 39, 50, 57, 65, 69, 70, 71, 72 y varios sin número. De hecho,
algunos de los capítulos subsisten gracias a la traducción que de ellos ha realizado Antonio Pichardo,
pues no se han conservado sus correspondientes fragmentos en náhuatl.
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Dossier: Narrativa oral y arte verbal /156
Tradición y oralidad en las crónicas mestizas novohispanas... | María Inés Aldao [pp. 155-172]
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de julio, del año 1599” (2001: 133).4
Las Historias de Cristóbal del Castillo, si bien incompletas, resultan crónicas atípicas,
distintas de otras crónicas mestizas. 5 En primer lugar, en ambos textos el enunciador no
se adscribe a ninguna etnia o pueblo ni reclama pertenencia alguna, lo cual resulta
significativo si observamos que otras crónicas mestizas adhieren claramente a un grupo
de pertenencia: Alvarado Tezozómoc (1949, 2001), Alva Ixtlilxóchitl (1985), Pomar
(1991), Muñoz Camargo (1998) defienden, respectivamente, las tradiciones mexica,
acolhua, texcocana y tlaxcalteca, por nombrar sólo algunos ejemplos. En Del Castillo, la
falta de adscripción parecería indicar un origen plebeyo. No se sabe a qué pueblo
perteneció, aunque por el uso constante de la tercera persona y el impersonal al referirse
a los mexicas, entre otros rasgos, podemos suponer que no perteneció a dicho pueblo.
Es probable que el enunciador escriba en nombre de algún pueblo del Valle de México
para demostrar el carácter tirano de los mexicas (Navarrete Linares, 2001: 13).
Por otro lado, su obra está escrita en náhuatl, lo que parece indicar que el autor buscaba
dirigirse a los indígenas pero también a los frailes que los asistían, conocían sus lenguas
y se interesaban por su historia (Navarrete Linares, 2001: 25).6 Esto produce un discurso
muy distinto al de las crónicas escritas en español; por ejemplo, el lenguaje se torna más
metafórico, más poético y, aunque parezca una contradicción, más directo en cierto
punto.7
4 El arqueólogo y coleccionista Antonio de León y Gama (17?-1802) reunió una importante colección de
textos sobre historia indígena, entre ellos, los fragmentos de Del Castillo. A su muerte, dicha colección
pasó a manos del abate y erudito Antonio Pichardo (1748-1812). Ambos, conocedores del náhuatl, son los
autores de las descripciones de la obra completa. Los fragmentos que se conservan son aquellos que les
han interesado. A partir de 1812, la colección pasó a los herederos de León y Gama, y de éstos al francés
Joseph Marius Aubin, quien trasladó su colección a Francia, aunque no se encontraba en ella el
manuscrito de Del Castillo sino la copia ya incompleta de Pichardo. Luego, esta fue hallada por Francisco
del Paso y Troncoso, quien reunió los fragmentos y los publicó con su respectiva traducción en 1908.
Ambas historias se conservan en el Fondo de Manuscritos Mexicanos de la Biblioteca Nacional de París.
5 Prestigiosos críticos han brindado diferentes propuestas para referirse a lo que aquí considero “crónicas
mestizas”: “discurso transcultural” (Velazco, 2003), “historiografía novohispana de tradición indígena”
(Romero Galván, 2003), “crónica indígena” (Inoue Okubo, 2003), “mestizaje historiográfico” (Pastrana
Flores, 2009). No obstante, en este artículo sigo los postulados de Martin Lienhard, quien define a las
“crónicas mestizas” como aquellos textos que “casi independientemente del origen étnico de sus autores
(indígenas, mestizos, españoles), reelaboran materiales discursivos o reales de la historia americana a
través de unos procedimientos narrativos (verbales y/o pictográficos) de tradición heterogénea: indígena y
europea” (1983 105).
6 Recordemos que, si exceptuamos la Crónica mexicayótl de Alvarado Tezozómoc (1949), las crónicas
mestizas suelen estar escritas en la lengua del conquistador.
7 Como indican Baudot y Todorov, “es evidente que un texto en lengua náhuatl no transmite la misma
concepción de la guerra, la muerte o el mundo que un texto en lengua española, sea cual sea el origen
étnico del autor, así se deba sólo a las profundas diferencias semánticas que los separan
irremediablemente” (1990: 13).
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Por último, podemos apreciar que, si bien como en toda crónica mestiza el enunciador
se presenta como cristiano ortodoxo, defensor de la fe, en este texto hace uso de una
focalización más cercana a la tradición indígena que a la occidental. Esto se percibe en
numerosos episodios en los que la narración vira de los personajes españoles a los
indígenas pero, también, en saberes, conceptos e ideas provenientes de la cultura oral
acolhua que no parecen ser producto de una investigación o recopilación de datos sino
de un saber inherente al autor. Estas características, que serán desarrolladas a
continuación, muestran que las Historias de Del Castillo son mucho más que fuentes
documentales sobre el mundo indígena. Son discursos en los que se manifiesta en
primer plano el complejo universo del discurso mestizo en el que se entretejen dos
tradiciones distintas, aunque nunca de la misma forma.
La historia de la migración mexica
En Historia de la venida de los mexicanos Del Castillo brinda una descripción detallada
del origen de los mexicas hasta la llegada a Tenochtitlan, relevando el papel de los
pueblos que los acompañaron y presentando una particular visión de la historia de
México. En su texto, indica cómo y de dónde vinieron y quién los guió presentando un
itinerario tan variable como su nombre: según el narrador, al principio los mexicas se
llamaban “aztecas chicomoztocas” porque salieron de Chicomóztoc Aztlán. Luego, se
llamaron “colhuaques chichimecas” porque llegaron al Huei Colhuacán. Después se
separaron en grupos: los “tenochcas”, que eran quienes iban guiados por el caudillo
Tenoch, y los “mexixquilquani” (“comedores de mastuerzo”), despectivo con el que
llamaron estos tenochcas al resto de los pobladores. Finalmente, ambos grupos fueron
llamados “mexicas mexitin” porque Tetzauhtéotl8 se presentó ante ellos como la luna
(88). Así, no es el viajero quien nomina el lugar por el que transita (gesto típico del
conquistador) sino que, según la crónica, el lugar brinda el nombre al peregrino. Y
como el nombre une en grupos, también produce desuniones irreversibles como la que
queda asentada en este relato del origen.
El texto describe cómo vivían los mexicas cuando eran macehuales de los gobernantes
de Aztlán, quienes les hacían tributar con lo extraído de la pesca:
Y sus gobernantes los maltrataban mucho, mucho los hacían tributar. A diario les daban todo lo
que crece en el agua: pescados, ranas, el tecuitlatl, izcahuitl, los tamales de ocuilíztac, los panes de
axaxayácatl. Y también las larvas del acocolin. Y después los patos, los ánsares, las grullas, los
atzitzicuílotl, y el apopotli y el yacatzintli. De esta forma los maltrataban mucho, y les pedían todo
el plumaje de los alcatraces y las plumas de los tlauhquécholli que habían recogido. (91)9
8 Es uno de los nombres primigenios con los que se conoció a Huitzilopochtli. Significa “Dios terrible” o
“dios espantoso”, por su avidez de vidas humana. Es el dios arengador en las guerras (Fernández, 1983:
98).
9 Tecuitlatl: vegetal que vive en la superficie del agua. Izcahuitl: gusano pequeño que se come en tortilla.
Ocuilíztac: gusano blanco. Axaxayácatl: mosca o mosquito lacustre que se mezcla en bollos para la
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En esta cita se puede observar cómo el enunciador se posiciona del lado de estos
“pobladores” reducidos a la servidumbre de parte del pueblo al que, poco tiempo atrás,
habían pertenecido, esclavitud que anticipa, de alguna manera, la reducción a la
servidumbre del indígena posterior a la conquista. La especificación y enumeración de
los insectos y aves que extraían de la costa tiene por función no sólo victimizar a estos
macehuales y mostrar sus condiciones paupérrimas de vida sino, también, representar la
reducción de esta gente a la condición de poco más que alimañas. Además, muchos de
los nombres de la fauna y flora mexica no tienen aún traducción al castellano. El
conocimiento de los mismos por parte del narrador y su inserción en el texto supone una
cercanía a la cultura y condiciones de esos macehuales que no percibimos en otras
crónicas mestizas.
El narrador cuenta cómo dicha tiranía lleva al guía de los mexicas, el guerrero zurdo
Huitzitlin, a llamar a su tlacatecólotl,10 solicitarle ayuda y ofrecerle, a cambio, la
devoción absoluta del pueblo, que incluía, entre otros rituales, sacrificios humanos. El
pedido incluye, además, el distanciamiento de los mexicas: “en verdad somos
únicamente los macehuales de los gobernantes de los aztecas y nuestros dioses tampoco
son sus dioses: solamente a ti servimos y adoramos” (97). La deidad promete llevarlos a
otra tierra, lacustre al igual que Aztlán, a cambio de seis condiciones descriptas a lo
largo de un extenso discurso, que podrían resumirse en la conversión del pueblo, antes
pacífico, en guerrero, conquistador y adorador de deidades demoníacas. 11 Además, les
otorga insignias guerreras: el águila, el ocelote,12 el agua divina, la hoguera, la flecha y
la rodela, ingreso en el mundo bélico de un grupo antes pacífico (97-103). Tan fuerte es
esta transformación del pueblo que el narrador relata que tuvieron que detenerse en la
ribera de Tlatepotzco durante dos años antes de lanzarse a la conquista para
confeccionar armas, divisas y flechas (103).
Este sería el origen de la belicosidad mexica, belicosidad que fue condición sine qua
non para lograr la ayuda de la deidad. De esta manera, el enunciador plantea cómo un
pueblo pacífico puede transformarse al ser erróneamente guiados por una deidad,
discurso de la evangelización cristiana que pretende eximir a los indígenas de sus
pecados e inculpar al “engaño” del demonio. 13 Del Castillo plantea que los pueblos
ingesta. Acocolin: especie de crustáceo pequeño de agua dulce. Atzitzicuílotl: pájaro lacustre de carne
abundante y comestible. Apopotli: hierba de flores blancas de propiedades medicinales. Tlauhquécholli:
ave acuática de color rojo (Navarrete Linares, 2001: 91). Yacatzintli: proviene de “zintli”: diosa del
maíz y “yakatl”: punta o cosa saliente, entonces podría significar “punta saliente en la que se encuentra
maíz” (Diccionario Nahual-Español, 2001).
10 En el contexto novohispano, tlacatecolotl significaba “hombre búho” o “hechicero” y fue utilizado
para expresar el concepto cristiano de diablo. Es probable que Del Castillo lo usara en ese sentido
(Pastrana Flores, 2009: 255).
11 Según Navarrete Linares, Del Castillo presta especial atención a las formas de comunicación entre las
deidades y hombres (2001: 34).
12 El águila y ocelote o tigre son elementos fundamentales de la tradición indígena oral.
13 En este gesto, el discurso del autor recuerda la postura enunciativa de crónicas misioneras como las de
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aledaños a la zona recorrida que no practicaban la guerra ni los sacrificios fueron
avasallados injustamente por los mexicas a partir de este “mandato demoníaco” (103).
En medio de la conquista, los mexicas padecen hambre y acuden, nuevamente, a su guía
Huitzilopochtli. Entonces,
el tlacatecólotl les da todas las cosas que les son necesarias. Toman allá, donde ya saben, el
alimento, el mantenimiento. Cuando amanece, hacia el oriente donde se levanta el altar y la cama
de paja del tlacatecólotl, ven maíz, tortillas, tamales, chile, sal, calabazas y todo lo comestible. Y
entonces allá lo reparte su gobernante, su guía, Huitzilopochtli. Así hace el tlacatecólotl por todas
partes, de modo que viene dando de comer a los mecitin por los lugares peligrosos, los bosques,
los pedregales por donde van pasando. Porque los viene guiando el tlacatecólotl, que se transforma
en águila y vuela frente a ellos, guiándolos. (105)
En esta cita podemos observar una serie de procedimientos que denominamos
“mestizos”. Por un lado, la referencia no al nombre de la deidad sino a su condición de
diablo-hechicero mediante el concepto “tlacatecólotl”; por otro, la alusión a la parábola
bíblica de la multiplicación de los panes reforzada por el hecho de que en este
fragmento la enumeración de los alimentos distribuidos se encuentran castellanizados.
Además, la indicación de que quien alimenta es, a la vez, guía en los peligros y
guerrero, representado en el símbolo bélico mesoamericano del águila. A su vez, narra
la despedida de Huitzilópoch antes de morir a los cincuenta y dos años de la partida de
Aztlán. Dice el narrador que el guía se sienta sobre un altar, en lo alto del templo, y le
habla a su pueblo, al que trata paternalmente como “vosotros mis hijos” (113). Traduce
los pedidos de Tetzauhtéotl14 mediante un interesante discurso directo que tiene por
función perpetuar el pacto con el tlacatecólotl y conservar dicha alianza y que remite
claramente a otra alianza: la despedida de Jesús de sus apóstoles. 15 Finalmente, relata la
conversión de Huitzilópoch en dios: “en verdad ya soy su imagen, ya me hice nuestro
dios Tetzauhtéotl” (123) luego de la cual adopta su nombre definitivo, Huitzilopochtli. 16
Lo interesante es que, antes de partir, les indica el destino final, “el lugar en medio del
agua, el lugar del apantle de la Luna, la tierra de las flores, la tierra de los
mantenimientos” (115), es decir, México. De esta manera, instala el mito de origen de
México-Tenochtitlan a partir de reminiscencias católicas desde una visión notoriamente
cercana a la tradición indígena.
Toribio de Benavente (conocido como Motolinía) (1985), Diego Durán (1984) o José de Acosta (1940).
Independientemente de la orden religiosa a la que perteneciese el fraile historiador, sus crónicas
construyen un enunciador que, en distinta medida, no responsabiliza al indígena por las prácticas
idolátricas.
14 Les pide continuar con las ofrendas de corazones y sangre humanos a cambio de la permanencia del
sol (111).
15 Según el evangelio de San Lucas, dijo Jesús a sus discípulos “haced esto en memoria mía” (1993:
capítulo 22, versículo 19).
16 Acerca de la deificación del guía Huiztilopochtli, véase Navarrete Linares (2001).
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A lo largo de esta Historia, Del Castillo caracteriza a los mexicas como un pueblo
tirano y belicoso, consagrado al canibalismo y a los ritos satánicos. Los distingue de los
otros pueblos, llamados vagamente en el texto “pobladores” 17 que, a diferencia de los
mexicas, merecían las tierras. Así, exime de culpa a dichos pueblos dado que el
sacrificio y la antropofagia eran rasgos condenados por el catolicismo y sus
representantes en México. Como plantea Pastrana Flores, el gesto de Del Castillo
consiste en establecer un pasado prehispánico con dos vertientes: por un lado, la de los
antiguos pobladores que vivían en paz y, si bien tenían “falsos dioses”, rendían a ellos
un culto apacible; por el otro lado, los mexicas, seguidores del demonio (tlacatecolotl) e
introductores de las terribles guerras de conquista y del sacrificio humano (2009: 256).
Del Castillo narra la historia de los mexicas no para identificarse con ellos sino para dar
una versión condenatoria de ella que favorezca a otros pueblos (Navarrete Linares,
2001: 56). Esta es una diferencia significativa dado que, como he señalado, las crónicas
mestizas critican o ensalzan a distintos pueblos de México (texcocanos, tlaxcaltecas,
mexicas, chalcas, etc.) claramente reconocibles y señalados en cada texto.18 Además,
insiste en la conversión de un pueblo pacífico en un pueblo demoníaco a raíz de la
creencia en los falsos dioses que, extensísimo discurso mediante, obligan a conquistar y
asesinar en su nombre. Las similitudes con el libro del Éxodo de la Biblia son claras
aunque, aquí, los mexicas no habrían sido elegidos por Dios sino por el demonio. 19
Como se observa en este y en otros rasgos, Del Castillo fue educado en la religión
católica. 20 Y desde esta visión cristiana de la migración desde Aztlán hacia lo que será
Tenochtitlán exonera a sus antepasados, los “pobladores”, de los pecados atribuidos
únicamente a los futuros tenochcas. Así, basado en sus conocimientos de la cultura oral
indígena, ofrece una versión distinta sobre la migración mexica hasta su asentamiento
definitivo, haciendo hincapié en la intervención divina en la vida y destino del
hombre.21 Ya desde el título (Historia de la venida de los mexicanos y de otros pueblos)
anuncia que la versión incluye no sólo a la historia “oficial” de los mexicas sino,
17 Texcocanos, coyohuaques, chalcas, tenimes, popolocas, tepanecas, entre otros.
18 No debemos olvidar que aquello que leemos en la crónica de Del Castillo es solamente el conjunto de
los fragmentos recogidos por los primeros coleccionistas del texto, por lo que la selección de los mismos
ha dependido de sus intereses. De todas maneras, el hecho de que León y Gama o Pichardo no hayan
relevado información sobre la pertenencia del autor a un pueblo en particular parecería indicar que tales
datos nunca fueron incluidos en la obra completa.
19 El análisis de estas similitudes se encuentran en el trabajo de Alexander Christensen (1996).
20 La visión de la conquista, del accionar de Hernán Cortés, su relato de la llegada de “los Doce”, el
énfasis en la crítica a la ambición de los españoles, entre otras cuestiones, relacionan a Del Castillo con
el pensamiento de los frailes cronistas franciscanos (Mendieta, Motolinía, Sahagún).
21 Plantea Navarrete Linares que la versión de la migración mexica en esta crónica es única entre las
varias existentes (2001: 77), entre otros motivos, porque no describe la migración en sí sino sus razones
y sus consecuencias (2003: 296). Además, según Martínez Marín, es la primera crónica que sitúa a
Huitzilópoch como guía del grupo mexica (1976: 127).
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también, la historia de aquellos relegados de ella. 22 Este relato es, asimismo, peculiar,
debido a su particular focalización en “los otros pueblos” participantes de la migración,
aquellos que ya han sido sujetos y, como narra su otra crónica, en vías de ser sujetos
nuevamente.
“Yo, el necesitado”: el Prólogo de Historia de la conquista23
En un gesto que remeda las crónicas de tradición occidental compuestas por soldados,
Del Castillo comienza la Historia de la conquista con un prólogo en el que se dirige al
lector excusándose por posibles errores o faltas en la transmisión de la historia a través
de recursos como el de la falsa modestia. El sujeto de la enunciación se presenta de la
siguiente manera: “yo soy un necesitado, un pobrecito, le provoco asco a la gente, sólo
causo compasión (a los que están) cerca de mi miseria” (131). En realidad, la palabra
utilizada por Del Castillo es nicnotlacatl, de tlakatl ´hombre´ e iknotl ´huérfano, pobre,
abandonado´ (Diccionario Nauatl-Español, 2001). Navarrete Linares, autor de la
traducción de la fuente con la que trabajo, optó por la acepción “necesitado” (2001:
131) pero resulta significativo pensar que, también, puede presentarse como un
“huérfano” de su pueblo, ya destruido, o un “abandonado”, en tanto confusa raigambre
cultural que lo mantiene en permanente tensión. ¿Necesitado de transmitir la tradición
de su pueblo, sea cual fuere? ¿Huérfano porque dicho pueblo fue subsumido por los
mexicas? ¿O es este un pedido de restitución de algún derecho que le ha sido negado?
Nuevamente, la condición fragmentaria del texto y la oscuridad de la frase sólo nos
permite conjeturar al respecto. De todas maneras, el locus enunciativo del “desdichado”
o “pobrecito” remite a los cantares antiguos nahuas pre y posconquista que seguramente
Del Castillo conoció y que hoy día se conocen gracias a las recopilaciones de críticos
como Miguel León-Portilla (1978), León-Portilla et al. (2011) y José Luis Martínez
(2010). En ellos, existen muchos ejemplos de un yo poético que se representa a sí
mismo con similares palabras.24
22El título fue puesto por Antonio de León y Gama (Navarrete Linares, 2001: 19) pero destaco la
importancia de que el erudito haya notado esta cuestión.
23Avances de este capítulo fueron presentados en las XXVI Jornadas de Investigación del Instituto de
Literatura Hispanoamericana (Casa de la Cultura del Fondo Nacional de las Artes, CABA, 2014) bajo
el título “´Yo, el necesitado´. Cristóbal del Castillo y sus Historias” (Aldao, 2014).
24 Existen numerosas referencias a un yo poético que se designa a sí mismo como “menesteroso”: “Yo
soy menesteroso (…) yo soy desdichado”, reza el “Canto de la huida” de Nezahualcóyotl (LeónPortilla, 1978: 59, vv. 4 y 28). Algunos ejemplos de la edición de Cantares mexicanos (León-Portilla et
al., 2011) son: el poema número IX llamado “Otro canto triste otomí” en el que el yo poético dice “Yo
aquí cuento mis penas, soy menesteroso. / Nunca llegó a mí la alegría, el gozo” (59, vv. 5-6); en el
poema XXI el yo se presenta “yo aquí menesteroso, / la miseria, con esto, aquí permanece” (207, vv. 67); en el “Canto de privación” el yo expresa “Corazón mío, en verdad pereceré, / yo menesteroso” (711,
vv. 12-13). También encontramos desdicha en un sujeto poético plural: “Somos menesterosos, / somos
gente del pueblo, / así hemos contemplado el sufrimiento” en el poema “A la manera de Huexotzinco”
(83, vv. 8-10).
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El enunciador se construye como un sujeto inexperto en materia escrituraria pero que ha
trabajado arduamente en la recuperación de información de ese pasado. Mediante un
recurso típico del género, da muestras de humildad y apela a la indulgencia del lector:
“te ruego a ti, lector, que no te rías, que no te burles, que no me juzgues, si sabes algo
más en particular, algo que yo no supe bien, que no asenté” (131). Asimismo, el
objetivo del autor se explicita en este prólogo:
Y este libro será como si siempre estuviera brotando, siempre estuviera germinando, siempre
estuviera viviendo, para que en él vean y admiren todas las cosas que no vieron y que nadie conoce
bien. Y por eso te ruego que te dignes recibir alegremente todo mi trabajo, mi esfuerzo, para el que
trabajé, viví velando todo el tiempo que trabajé (129-131).
Cabe preguntarnos a qué se refiere el narrador con “todas las cosas que no vieron y que
nadie conoce bien”. En este sentido, el movimiento oscila entre la autocrítica por saber
poco (que contrasta paradójicamente con los saberes exhibidos sobre cultura oral nahua)
y la crítica a otros (lectores) por su desconocimiento. Entonces, si el objetivo del autor
es que perviva la historia de la destrucción de los mexicas, el historiador precisa la
comodidad para el acto de escritura: “para eso se necesita que el que disfrute tenga
hacienda, tenga desayuno y cena, para que por eso no pase trabajos, y de esta forma esté
satisfecho su corazón” (131).
La construcción del enunciador es la de un sujeto que se esfuerza, trabaja y vela a pesar
de que, afirma, “ya no soy joven, ya me hice grande, ya envejecí, ya no gano fuerzas, y
ya tampoco se muestra mi vista, se ha cansado mucho” y de las dificultades no sólo de
las “historias indagadas” sino, fundamentalmente, de sus condiciones de vida: “allá en
los montes y los hierbazales vivo buscando lo que necesito, sólo de esa forma voy
cumpliendo mi trabajo” (131). En este sentido, el enunciador se posiciona como
descendiente de aquellos pobladores de la Historia de la venida que, originalmente,
debieron procurarse el sustento para seguir con su peregrinación hacia la fundación de
Tenochtitlan en tanto entiende la escritura como un dificultoso camino hacia la verdad.
Y, a pesar de que se excusa planteando que “nada sé, nada conozco enteramente”, es
consciente de la importancia de su obra en tanto otra historia de la historia: “pero ya
hice conocible y asenté el camino que seguirá el experto” (133). Es mediador entre
ambas culturas con su otra versión de la historia.
Entonces, un sujeto envejecido, enfermo y pobre pero que, a pesar de esto, somete su
historia al juicio del lector. En este prólogo que, como planteé, remeda los de soldados
cronistas, la estructura sintáctica es enfáticamente nahua, en sus reiteraciones y
metáforas. Por ejemplo: “Que no te disgustes, que no te rías, que no te burles, que no
me juzgues”; “ha desfallecido mi existencia humana, mi vida; y se ha cansado y ha
desfallecido mi carne terrenal” (131); “lo bueno, lo maravilloso, lo digno de fama”
(133). Como postula José Luis Martínez, las metáforas y epítetos provenientes de la
poesía náhuatl son también un recurso para la memorización, para evitar la monotonía
y, sobre todo, “son la sustancia misma del lenguaje poético” (2010: 124-125). Este
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movimiento es típico en Del Castillo: cuando la narración se asemeja más a la tradición
occidental en el orden de lo temático, la forma se torna más cercana a la cultura
indígena.
En un gesto que lo aproxima a la retórica franciscana por su posicionamiento de
humildad pero, también, a los cantares antiguos, culmina el prólogo con una firma
peculiar: “Yo, el necesitado, Cristóbal del Castillo”. Este yo recuerda el locus de los
cantares, fundamentalmente, de los tlatoque o nobles poetas: “Yo soy Nezahualcóyotl /
soy el cantor” dice el tlatoani en “Poneos de pie” (León-Portilla, 1978: 63, vv. 3-4).25 A
su vez, es reafirmación del lugar de la autoría y del yo como partícipe indirecto de la
historia que cuenta y posicionamiento de victimización como aquel que se siente
“necesitado” de letras pero, también, de referencias firmes de su cultura en un mundo
posconquista que la está desvaneciendo.
Recursos de una crónica diferente
No acabarán mis flores,
No acabarán mis cantos:
Yo los elevo: soy un cantor
Nezahualcóyotl, “El árbol florido”
Además de esta peculiar construcción enunciativa puesta en escena en el prólogo, llama
poderosamente la atención las estrategias del enunciador que hacen de esta una crónica
diferente y que remiten a los usos orales de la tradición indígena. Una de las estrategias
de este sujeto de la enunciación que remeda la cultura indígena es la forma de contar la
historia de la conquista, muy disímil al discurso árido de la historia e, incluso, de otras
crónicas coloniales:
Y cuando llegó la media noche ya nadie hablaba alto. Los tlamacazque, los telenamacaque, los
mocexiuhzahuani (sacerdotes que, como penitencia, ayunaban durante todo el año) estaban
vigilando desde lo alto del templo de Huitzilopochtli, y los espías tlaxcaltecas, y también los
españoles, acechaban por todas partes, pero nadie hacía ruido. Los guerreros mexicas estaban
verdaderamente muy cansados por lo que habían combatido y por cómo los habían atacado los
españoles (en alusión a la Matanza del Templo Mayor). Era media noche exacta y además
lloviznaba, caía una lluvia fina. Entonces salieron los españoles. Nadie alzaba la voz, sólo iban
llamándose disimuladamente. Todos los tlaxcaltecas y tliliuhquitepecas iban a la delantera,
llevaban la tarima para cruzar todos los canales que cortan el camino que pasa derecho por
25 Existen numerosos ejemplos. Algunos de ellos, de la compilación realizada por Miguel León-Portilla,
Trece poetas del mundo azteca (1978), son: “Yo, Cuacuauhtzin (…) yo soy desdichado” en “Canto triste
de Cuacuauhtzin” (85, vv. 5 y 8); “Yo gimo, yo Nezahualpilli” en “Canto de Nezahualpilli” (103, v. 40);
“Yo, Cacamatzin” en “Cantos de Cacamatzin” (123, v. 39); “Yo, Tochihuitzin” en el poema “Vivisteis el
canto” (131, v. 4); “¡Yo Axayácatl!” en el poema mexica “Canto de los ancianos” (149, v. 8); “Elevo mis
cantos, / Yo, Macuilxóchitl” en el “Canto de Macuilxóchitl” (165, vv. 1-2); “Yo, el señor Xicohténcatl”
(219, v. 1) en “Canto de Xicohténcatl”. También en: “Yo el príncipe Nezahualcóyotl” en el poema “El
árbol florido” (Martínez, 2010:185, v.16); “Yo soy Cecepaticatzin”, en el poema XXXIX de los Cantares
mexicanos (León-Portilla et al., 2011: 323, v. 23); en el poema “Canto de tórtolas”: “yo Ahuítzotl, lloro”
(León-Portilla et al., 2011: 1085, v. 86).
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Mazatzintamalco. Llevaban cuatro tarimas y también iban arrastrando el gran cañón. Avanzaban
con gran disimulo, nadie alzaba la voz, nadie hablaba fuertemente. Y los españoles iban al final,
seguían y acompañaban a los que llevaban los puentes, las tarimas, que colocaron para cruzar el
canal en el lugar llamado Canal Tecpantzinco. Y en el segundo canal, que se llama Tetzapotla
Atechinancalco, todo fue bien, de manera que cruzaron a todo lo ancho del canal y todos cruzaron
bien. Y como lloviznaba y caía una lluvia fina, pasaron pacíficamente, cruzaron apaciblemente
hasta que pasaron al tercer canal (141-143).
En esta extensa descripción de la tensión previa a la Noche Triste notamos, además de
la sencillez del párrafo, el manejo del tiempo de la acción y una mezcla entre
información precisa y datos no referenciales que son el centro mismo del discurso de
Del Castillo.
A su vez, el enunciador dice que va a narrar “el fin, la destrucción de los mexicas”
(129), lo cual resulta significativo ya que las crónicas mestizas suelen focalizar desde la
mirada del conquistador. Por otra parte, encontramos en el texto sintagmas y frases que
aparecen constantemente: “la destrucción”, “la terminación del ser”, “ya en ninguna
parte viven”, “ya no existen”, “ya perecieron”. Esta insistencia en lo irrecuperable
(seres, memoria, tradición), rasgo de las crónicas mestizas, indica que el objetivo del
texto es, como planteé con anterioridad, mantener vivo el recuerdo del pasado pero,
además, trazar una crítica a las consecuencias tremendas de la conquista, crítica que
resulta de las más enfáticas que podemos hallar en este tipo de crónicas.
Asimismo, en Del Castillo encontramos la versión de la conquista más cercana a la
cultura indígena. La información que brinda sólo se puede conocer al pertenecer
culturalmente al universo indígena o por cercanía a las fuentes de dicha cultura, acceso
sólo posible para indígenas o mestizos e imposible para los españoles. Por ejemplo, en
el relato de la Noche Triste el narrador distingue qué pueblos llevaban las tarimas para
cruzar los canales, si eran tlaxcaltecas o tliliuhtipecas (143), los nombres precisos de los
diferentes canales de Tenochtitlan así como la distinción entre mexicas y tlatelolcas,
pueblos que lucharon juntos contra los españoles y que interpretan en el llamado a la
batalla el mandato del tlacatecólotl Tetzauhtéotl (145),26 son datos que sólo una mirada
más cercana a la cultura indígena propicia y que no se encuentran en las versiones de
tradición occidental, que incorpora a todos los pueblos mesoamericanos en un gran
grupo casi en su totalidad homogéneo. También, la referencia a la presencia constante
de Huitzilopochtli junto al pueblo, incluso ante la arremetida española, deidad que dice
a los mexicanos “que llevaran sus reliquias a la laguna y las echaran en el sumidero”
(151).27 Este tipo de discurso pretende ser nexo entre las dos Historias y, también,
26 Notemos en este punto el “regreso” de la deidad que en Historia de la venida había prometido a su
pueblo el retorno.
27 Para Pastrana Flores, en este pasaje Del Castillo parece simbolizar el fin del culto demoniaco que el
autor atribuye a los mexicas (2009: 256). Señala Navarrete Linares que esta inserción de Huitzilopochtli
en la versión de la Noche Triste es única en toda la cronística colonial (2001: 67).
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contar la historia desde la perspectiva menos atendida.
Más importante aún, el posicionamiento enunciativo dista en mucho del locus más
cercano a un “nosotros” español que sí encontramos en cronistas mestizos como Juan
Bautista Pomar y, sobre todo, Diego Muñoz Camargo. En las crónicas de Del Castillo,
el “nosotros” no remite al español sino a algún pueblo indígena que, aunque sin
posibilidad de deducción en el texto, aparentemente es un pueblo acolhua no mexica.
Las únicas referencias del narrador son: “nuestros abuelos, nuestros padres los
texcocanos, y que aquí merecieron tierras” (123) y “nuestros lugares” (107) en alusión a
Acolhuacán. Además, el narrador es propenso a incluir en discurso directo la voz de
personajes relativos a la cultura indígena: Tetzauhtéotl, Huiztilopochtli, Malintzin,
Cuauhtémoc. El único español que “habla” en el texto y en breves oportunidades es
Cortés. Notemos aquí la diferencia con la inserción de voces que realiza, por ejemplo,
Diego Muñoz Camargo en su crónica.
Por otra parte, la temporalidad dista de ser cronológica: el enunciador oscila en un ir y
venir constantes, retoma la llegada de los españoles y la migración narrada en la
Historia de la venida como si quisiese perpetuar la memoria indígena e indicar que ni
siquiera la conquista ha podido hacerla desaparecer. Asimismo, si bien destina los
últimos capítulos de Historia de la conquista a la explicación del calendario azteca,
preocupación ya presente en crónicas de frailes, 28 el hecho de guiarse por las fechas de
dicho calendario para dar cuenta de la conquista de Nueva España indica un saber más
cercano a la tradición indígena:
Cuando primero vinieron los españoles y entraron hasta al gran palacio de México fue
precisamente cuando se alcanzó el 1-ácatl en la cuenta de los días y 1-ácatl en el tonalpohualli. Y
también se alcanzó precisamente en la cuenta de los años el mismo 1-ácatl. Era la víspera de que
se cumpliera el décimo día de la fiesta llamada Quecholli. Y cuando amaneció se cumplió el
décimo día de Quecholli, el día 2-calli del tonalpohualli. Y se completó la veintena cuando se
alcanzó precisamente la fiesta de Quecholli. Y enseguida viene el llamado Panquetzaliztli, que es
también una veintena (149-151).
Otro elemento de cercanía con la tradición indígena es la inclusión de la voz de
Cuauhtémoc y la versión sobre su muerte. Dice el texto que, llegados los frailes, 29
Cortés se dispone a elegir el mejor lugar para construir los nuevos templos y pide
consejo a los caciques. Según el narrador, responde Cuauhtémoc, haciéndose eco de la
idea de Cortés de alojarlos en Totocalco, la pajarera que había sido de Motecuhzoma
(159).30 Esta actitud desprendida por parte de quien debería adueñarse del palacio
28 Lo hace en los últimos capítulos (69 a 72) y el capítulo sin número con que finaliza la crónica.
29 Los primeros frailes que llegan a México pertenecían a la orden franciscana. Fueron llamados “los
Doce” en alusión a los doce apóstoles de Jesucristo. Arriban en mayo de 1524. El grupo estaba
compuesto, entre otros, por Martín de Valencia, Toribio de Benavente (Motolinía), Antonio de Ciudad
Rodrigo, Francisco de Soto, Martín de la Coruña.
30“El que ha escogido el señor capitán, y el que ha alabado tanto, Totocalco, sea, pues es muy bueno.
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pone en escena la visión nostálgica del enunciador de la crónica ante la inexorable
pérdida de la cultura indígena pero, a la vez, el reemplazo simbólico de los tlatoque
por los frailes, personajes que reparan dicha pérdida con el implemento de la
evangelización. Además, el enunciador enjuicia a Cortés por su muerte y brinda la
versión indígena de la misma, mientras otras crónicas occidentales y mestizas, incluso,
silencian el final del último tlatoani mexica: “Cuauhtemotzin murió allá, en Huei
Mollan, y también muchos otros gobernantes y capitanes. Allá los colgó, los ahorcó el
capitán Hernando Cortés, cuando los llevaba a Huei Mollan Xallixco” (163).
Observemos que un enunciador que se presente como español no utilizaría el sufijo
náhualt “–tzin” para referirse a un tlatoani.31
Asimismo, notamos en la retórica de Del Castillo una cercanía con la cultura indígena
en tanto reitera o retoma elementos que pueden rescatarse de la tradición oral. Señala
Navarrete Linares que la organización de la obra en capítulos extensos, organizados
temáticamente, remeda los textos descriptivos que forman parte de los anales indígenas
(2003: 293). Entonces, no sería esta una organización tan occidental como, a simple
vista, parece.
Además, si trazamos un correlato con los cantos y poemas recopilados durante el siglo
XVI y que pertenecen a la zona acolhua,32 podemos señalar numerosas semejanzas tanto
temáticas como estilísticas. El tema de la embriaguez o borrachera, que puede
observarse en las metáforas de la Noche Triste, es constante en los cantares. Dice Del
Castillo en su texto que los españoles en la Noche Triste estaban “como si se hubieran
emborrachado” (147).33 En los cantos, la metáfora del “corazón embriagado” es
recurrente; por ejemplo, en “El poema de Tlaltecatzin” el yo poético dice: “Yo tengo
anhelo, / lo saborea mi corazón, se embriaga mi corazón” (León-Portilla, 1978: 33, vv.
7-9). Es éste un símbolo del “ardor guerrero” (Martínez, 2010: 127). Otro ejemplo es el
“Canto de Tlaltecatzin de Cuauhchinanco”: “El cacao floreciente está espumeando, /
bebí licor florido, / lo saborea mi corazón, / embriaga a mi corazón” (León-Portilla et
Antiguamente registraron bien este paraje los reyes fundadores de este imperio, pero estaba reservado a
Xocóyotl Motecuzoma el edificar en él su pajarera. Por tanto allí encerraba sus pájaros de cuyas plumas
se labraban sus tilmas más preciosas y excelentes, y allá iba a divertirse y a recrearse. Razón porque los
que levantaron este palacio hicieron siempre mucho aprecio de él y por eso conviene que habiten allí los
religiosos” (159).
31 En náhuatl, el sufijo –tzin indica ´veneración, respeto, cariño’. Se utiliza, en general, en referencia a
miembros de la realeza indígena (pipiltin) o a gobernantes de los pueblos (tlatoque). Otros cronistas
mestizos como Juan Bautista Pomar (1991) y Diego Muñoz Camargo (1998) también lo incorporan en
sus respectivos relatos para remitirse a Nezahualcóyotl o Motecuhzoma.
32 Trazo la comparación con algunos de los cantos que se conservan en alfabeto latino y que recopilaron,
entre otros, Miguel León-Portilla (1978), León-Portilal et al. (2011) y José Luis Martínez (2010).
33 Que, asimismo, recuerda la metáfora utilizada por los informante de fray Sahagún en el capítulo XVII
del Libro XII de la Historia general de las cosas de Nueva España al describir la reacción de los
mexicas ante el sonido del cañón español: “Todo esto era así como si todos hubieran comido hongos
estupefacientes” (Sahagún, 2006: 754).
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al., 2011: 397, vv. 9-12) o en el “Canto de Nezahualpilli”: “Estoy embriagado, / está
embriagado mi corazón” (León-Portilla et al., 2011: 815, vv. 1-2). También
encontramos numerosas alusiones a la embriaguez producida por el canto que, a su vez,
fue producido por el dolor, o al yo poético que se presenta como embriagado, metáfora
de la enajenación producida por la poesía (Martínez, 2010: 128).34 Además, los cantares
refieren a las flores que embriagan;35 y como las flores suelen simbolizar el canto,
observamos varios poemas en los que se unifican: “A vosotros, sacerdotes, yo os
pregunto, / ¿de dónde vienen las flores que embriagan, / los cantos que embriagan, / los
bellos cantos?” (“Canto florido”, León-Portilla et al., 2011: 445-447, vv. 114-117).36
En la crónica percibimos, a su vez, la metáfora de las flechas o dardos cayendo cual
lluvia (“sus flechas lloviznaban” (145) dice el narrador), símbolo de la batalla
(Martínez, 2010: 127) y recurrente en la poesía nahua: “los dardos caen como lluvia”,
dice el yo en el poema XXIX (León-Portilla et al., 2011: 325, v. 63); “la tierra se agita, /
se retuerce, / hay lluvia de dardos” (poema XLI, León-Portilla et al., 2011: 337, vv. 5153) que también recuerda a la metáfora “como si la tierra temblara” (147) de la Historia
de la conquista.37
La alusión al águila y al tigre, como vimos en Historia de la venida de los mexicanos, se
encuentra con frecuencia en los cantos nahuas. 38 Martínez recuerda que una de las
metáforas más utilizadas en la poesía náhuatl es, entre otras, la del águila, puesto que
suele funcionar como simbología bélica o epíteto tanto del sol como de Huitzilopochtli
así como el tigre representa lo terrenal (2010: 125, 126).39 Pero cuando aparecen juntos
el águila y el tigre, suelen simbolizar a “los guerreros caballeros del sol” (Martínez,
2010: 128). También aparece asiduamente el águila en los llamados “Cantos de
primavera” o “Cantos de exhortación para quienes no quieren enaltecerse en la guerra”
34“Sólo canto con tristeza en la tierra, / yo cantor, / sólo de mi interior sale mi tristeza, / el canto,
embriaga mi corazón” (“Canto al son del teponaztli”, León-Portilla et al., 2011: 409, vv. 49-52). En el
canto atribuido a Nezahualcóyotl, dice el yo poético: “Estoy embriagado, lloro, me aflijo” (Martínez,
2010: 207, v. 1).
35Por ejemplo en el “Canto de Nezahualcóyotl”: “Que se entonen cantos floridos, / que los eleven mis
hermanos menores. / Ha llegado ya aquí la flor que embriaga / donde están las flores que hermosean y
adormecen, / viene él a enaltecerse” (León-Portilla et al., 2011: 379, vv. 41-45); “flores embriagan mi
corazón” en el “Canto de conejos y tórtolas” (León-Portilla et al., 2011: 1121, v. 144).
36 También en “Canto florido de cosquilleo”: “Esparzo variadas flores, he venido a ofrecer cantos, / hay
embriaguez de flores” (León-Portilla et al., 2011: 981, vv. 17-18). El “Canto de ancianos” puede leerse
como un canto a la guerra y a la embriaguez (León-Portilla et al., 2011: 1065-1075).
37También en el “Canto florido de guerra”: “Se esparcen, se extienden / una lluvia de obsidiana, / una
lluvia de dardos” (León-Portilla et al., 2011: 943, vv. 42-44).
38 Por ejemplo, en el poema “Canto de los ancianos”: “nosotros entretanto rugiremos como tigres /
nosotros viejos guerreros águilas” (151: 21-22) y “Sobre la estera de las águilas, / sobre la estera de los
tigres, / es exaltado vuestro abuelo, Axayácatl” (León-Portilla, 1978: 151, vv. 58-59).
39 “Se alzan los cascabeles, águilas, jaguares, / con escudos de juncias están observando. / Banderas de
plumas de quetzal se despliegan / sobre él, el mexica que lucha” (“Canto al son del teponaztli”, LeónPortilla et al., 2011: 407, vv. 14-17).
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otomíes (León-Portilla et al., 2011: 75). Entonces, si varios elementos de la crónica
remedan los cantares antiguos de la cultura nahua, resulta evidente que este enunciador
es el más próximo a las fuentes indígenas y, me atrevo a decir, su posicionamiento más
cercano a los pueblos “menos importantes” produce un movimiento de restitución de
esa cultura en vías de desaparición a causa de la posconquista.
La voz de los “sin voz”
De sorprendente sencillez, vívidas escenas y muy lejos de la sensación de parquedad
que puede dejar su lectura para quienes no estén habituados a ellas, las Historias de
Cristóbal del Castillo merecen ser leídas con detenimiento. Estas crónicas no se parecen
al común de las otras crónicas mestizas. Como planteé con anterioridad, su autor no se
adscribe a ningún grupo sino que se presenta como partícipe de “todos los diversos
pueblos que habían venido primero (…) los que merecieron tierras primeramente”
(109). Tampoco forma parte de la nobleza indígena. Su tono y posición social “parecen
colocarlo aparte de otros historiadores indígenas, que escribían, en buena parte, para
defender sus posiciones de privilegio” (Navarrete Linares, 2003: 300).
Del Castillo escribe en la lengua de sus antepasados con fuertes marcas de adhesión al
cristianismo y un claro conocimiento de la tradición indígena, sus cantos e historias.
Utiliza insistentemente el discurso directo al incluir la voz de las deidades, los indios y
los españoles mediante amplias disertaciones. Narra la migración mexica como el inicio
de la más fuerte y demoníaca tiranía y destaca la presencia de los otros pueblos en la
historia indígena, aquellos que no suelen aparecer en las crónicas, una suerte de
restitución de los “sin voz” o, haciendo uso del conocido término de Portilla (1999), de
“visión de los vencidos” por los vencidos.
En las crónicas de Cristóbal del Castillo encontramos distintas perspectivas sobre el
pasado prehispánico: los antiguos pobladores, pacíficos, adoradores de falsos dioses
pero con un culto apacible (este es el pasado que Del Castillo pide recordar) y los
mexicas, seguidores de un demonio e iniciadores de la guerra y los sacrificios humanos
(Pastrana Flores, 2009: 256). Pero en Historia de la conquista el narrador señala el fin
de los idólatras y tiranos mexicas a partir de la conquista y la asunción de la religión
cristiana. De aquí que la opinión sobre Cortés sea, en general, positiva: lo exime de los
eventos de la masacre del Templo Mayor, inculpando a Alvarado y a otros españoles
ávidos de riquezas, lo describe como un respetado capitán y alaba su accionar durante y
luego de la llegada de los doce frailes (137-161).
Los objetivos del autor de toda crónica mestiza signan su escritura. Ya los títulos de
ambas Historias, si bien no fueron ideados por su autor, reflejan gran parte del lugar
enunciativo: Del Castillo da cuenta de cómo los pueblos no mexicanos fueron
conquistados sucesivamente, tanto por los mexicas como, luego, por los españoles,
criticando su historia de sujeción, una interminable cadena en la que la conquista es un
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eslabón más. Desde un locus que es total escisión entre culturas, el yo da cuenta de esa
“red desgarrada” (Gruzinski, 2007: 23) que significó la conquista con sus consecuentes
imposiciones. Del Castillo “narró la historia de los mexicas para poder distanciarse de
ellos y condenarlos según los valores cristianos del nuevo ambiente cultural de la
colonia” (Navarrete Linares, 2003: 281). La imagen final de los indios enajenados en la
restauración del convento para los frailes franciscanos simboliza la adopción de la fe
cristiana y la redención de los “pecados” de sus antepasados mexicas.
Desde el canon de la cronística colonial, Del Castillo ha sido considerado un autor
menor. Resulta, entonces, más significativa su firma al finalizar el Prólogo de la
Historia de la conquista: “Yo, el necesitado” (133). Son, precisamente, sus Historias
las que necesitan un análisis profundo, teniendo en cuenta pero, al mismo tiempo,
superando la complejidad de su condición fragmentaria, sus muchas particularidades y
sus diferencias respecto de otras crónicas coloniales.
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Dossier: Narrativa oral y arte verbal /170
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Exlibris #5 (2016)
Dossier: Narrativa oral y arte verbal /171
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María Inés Aldao
Es Profesora y Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires e investigadora
del Instituto de Literatura Hispanoamericana (FFyL). Actualmente se encuentra
finalizando la Maestría en Literaturas Española y Latinoamericana y el Doctorado en
Letras (UBA). Ha publicado numerosos artículos en revistas nacionales y extranjeras
sobre sus temas de investigación: crónicas mestizas y misioneras del México colonial
(siglo XVI).
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Dossier: Narrativa oral y arte verbal /172
Yuje catai (‘yo maté un tigre’). Apuntes sobre el género... | Santiago Durante [pp. 173-186]
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Yuje catai (‘yo maté un tigre’). Apuntes sobre el
género “cacería del tigre” en la narrativa oral
ayoreo
Santiago Durante
CAICYT / CONICET / Universidad de Buenos Aires
santiagodurante@gmail.com
Resumen
El pueblo ayoreo se ubica en el Chaco Boreal, entre Bolivia y Paraguay. Lo conforman
alrededor de 6000 personas que hablan con alto grado de vitalidad la lengua ayoreo,
perteneciente a la familia zamuco. La comunidad en la que se realizó trabajo de campo
fue fundada en 1979 y sus habitantes más ancianos vivieron su juventud antes del
contacto con la sociedad envolvente. En el presente trabajo se presenta y analiza la
estructura discursiva de un tipo particular de narrativas recogidas en terreno: el relato de
la cacería del tigre. Se trata de un rito de pasaje que implica la entrada al mundo de la
guerra y el liderazgo comunitario para del modo de vida ancestral ayoreo. En estos
relatos se evidencian estructuras retóricas y tópicos recurrentes además de una peculiar
performatividad. Se analizarán tres relatos recogidos de primera mano en audio y video
para presentar una sistematización de sus características principales.
Palabras clave
ayoreo; zamuco; arte verbal; géneros discursivos; ejecución
Abstract
The Ayoreo communities are located in the Chaco Boreal, between Bolivia and
Paraguay. They are about 6000 people who speak the Ayoreo language (zamuco family)
with a high degree of vitality. The community in which field work was carried out was
founded in 1979 and its oldest inhabitants lived their youth before contact with the
surrounding society. In the present work the discursive structure of a particular type of
narratives collected in the field is presented and analyzed: the story of the tiger hunt. It
is a rite of passage that entails entering the world of war and community leadership for
the Ayorean ancestral way of life. These stories show recurrent rhetorical and topic
structures as well as a peculiar performativity. Three stories collected first hand in audio
and video will be analyzed to present a systematization of its main characteristics.
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Dossier: Narrativa oral y arte verbal /173
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Keywords
ayoreo; zamuco; verbal art; discursive genres; performance
Introducción
El presente trabajo constituye un primer acercamiento al estudio del arte verbal ayoreo y
sus géneros discursivos propios. En particular se analizará un tipo de producción oral de
gran importancia y vitalidad: el relato de la cacería del tigre. Se trata este de un tipo de
narración que despierta enorme interés ya que implicaba en un pasado reciente un
momento de pasaje al mundo adulto en los miembros varones de la comunidad y que
hoy se erige como testimonio del modo de vida tradicional ayoreo.
La indagación se realizará tomando como marco las investigaciones de autores como
Bauman (2002 [1975]), Sherzer (1990), Woodbury (1985), Sherzer y Urban (1992),
entre otros. Estos trabajos se proponen realizar un análisis de la literatura oral indígena
en términos de arte verbal. Al tomar como unidad de análisis de las producciones
discursivas el concepto de línea, se puede considerar que se trata de un tipo de
indagación en última instancia poética y retórica.
El arte verbal ayoreo, en consonancia con la perspectiva de Bauman (2002 [1975]),
debe considerarse como ejecución. La ejecución refiere tanto a la acción de enunciar el
discurso en cuestión como al evento artístico que esta enunciación constituye. Como se
verá más adelante, un análisis que solo tome en cuenta los textos producidos no puede
capturar el particular marco interpretativo que promueve la ejecución y las
particularidades performativas propias del género.
1. El pueblo ayoreo
Los ayoreo habitan un amplio territorio entre Bolivia y Paraguay. Históricamente se
extienden entre el Río Grande y el Río Paraguay y del este de Santa Cruz de la Sierra al
norte paraguayo. Se trata de aproximadamente 4000 habitantes en Bolivia y 2600 en
Paraguay. Los ayoreo se dividen en siete clanes patrilinearios y exógamos: etacori,
picanerai, dosapei, jnurumini, chiquenoi, cutamurajai y posorajai (Fabre, 2007).
La familia lingüística zamuco consta en la actualidad de dos lenguas: el ayoreo y el
chamacoco. Estas lenguas se corresponden con sendos grupos étnicos que se encuentran
en el Chaco Boreal, tanto en Paraguay como en Bolivia. Esta familia lingüística se ubica
exclusivamente en el área geográfica del Gran Chaco.
Prácticamente todos los ayoreo son hablantes fluentes de su lengua y la utilizan
diariamente. La mayoría de los adultos hombres, menos los ancianos, hablan algo de
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español. Los niños de la comunidad aprenden primero el ayoreo pero luego reciben
educación formal bilingüe por lo que la presencia del español en las comunidades crece
día a día.
El espacio en donde se realizó la indagación en terreno es Campo Loro. Dicho
asentamiento ayoreo que se encuentra a unos 50 kilómetros de la ciudad de Filadelfia,
en el Departamento de Boquerón, República de Paraguay. Es la comunidad ayoreo más
grande del Paraguay y comprende el grupo propiamente denominado Campo Loro y
desprendimientos del mismo que se ubican en sus márgenes. Se estima que en la
totalidad del territorio se asientan 280 grupos familiares.
2. El relato de cacería del tigre
En su trabajo de 1991, Mashnshnek distingue dos grandes categorías de géneros
discursivos entre los ayoreos. En primer lugar, se encuentran los relatos denominados
kucháde kike uhádidie1 que narran los acontecimientos de un tiempo originario en el
que los animales eran personas. Dentro de este gran género también encontramos
fórmulas curativas. La segunda categoría es la de las gosniáde que remite a
acontecimientos ocurridos en la actualidad o el pasado reciente (Mashnshnek, 1991: 2122).
En este trabajo se pretende brindar una primera aproximación a un tipo particular de
relato de actualidad: la cacería del tigre. Salta a la vista que se trata de un tipo de
historias que reviste enorme interés ya que, en el marco de un proyecto de
documentación que buscaba recabar narraciones diversas, 2 fue una de las temáticas más
repetidas. El análisis se realizará sobre tres historias: Dejabi chatata oe yui caataque uje
tagi Dagoi nanique ('Dejabi cuenta sobre cuando mataron a un tigre que mordió a
Dagoi'), Cojane yugode catacho ('Cojane mató a los tigres') y Jonoine Picanerai aja
Usigai Dosapei oe yui catai ('Jonoine Picanerai y Usigai Dosapei mataron un tigre'). No
agotan la cantidad de los relatos de cacería del tigre recolectados por quien escribe pero
es posible considerarlos buenos representantes del género para una primera
caracterización general.
Las tres historias fueron documentadas en formato de video durante 2014 y pueden, o
bien consultarse virtualmente para oír y ver a los narradores en ejecución 3 o bien
1 Las convenciones ortográficas que yo utilizo difieren de las de este trabajo. La ortografía ayoreo es
tema de gran debate entre las comunidades y no parece haber un consenso establecido para
producciones académicas. Mi decisión es respetar en mis datos la ortografía elegida por los ayoreo del
Paraguay y mantener la utilizada por cada autor en fuentes secundarias.
2 Documentation and Description of Paraguayan Ayoreo, a language of the Chaco. ELDP Project
IGS0205.
3 v. https://elar.soas.ac.uk/Collection/MPI192274
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encontrarse en formato impreso en una edición bilingüe de reciente publicación
(Etacore y Durante, 2016). La decisión de hacer disponibles las grabaciones originales
de las obras de arte verbal a analizar inscribe a esta primera indagación dentro del
campo de la etnopoética (Sherzer y Urban, 1986), disciplina que se apoya fuertemente
en grabaciones in situ como material de trabajo.
Estas historias de cacería son narradas por quienes protagonizaron los eventos y se
constituyen en testimonio de una práctica en la actualidad en desuso. Este abandono no
solo responde a la escasez de tigres en el área o las actuales regulaciones ambientales
sino a que se trataba de una práctica ritual de central importancia en la vida social y
política de los ayoreo antes del contacto con la sociedad envolvente. Quien lograra
exitosamente cazar un tigre podía ser considerado guerrero. Este cargo, a su vez, era
condición necesaria para aspirar a liderar una aldea.
La comunidad de Campo Loro fue fundada en 1979 y sus pobladores pertenecen casi en
su totalidad a la parcialidad garaigosode. Al ser el mayor agrupamiento ayoreo del
Paraguay, entre sus habitantes se encuentran ancianos que vivieron la primera mitad de
su vida antes del contacto con la sociedad no ayoreo. Esto les brinda la experiencia de
haber sido protagonistas de los acontecimientos que narran a sus pares que han
presenciado eventos similares pero también a las nuevas generaciones que no han tenido
la oportunidad.
3. La escena de la narración
El relato de cacería tradicional del tigre tiene una relevancia que excede la esfera
puramente narrativa para constituirse como forma de validación personal del
enunciador. El arte verbal en ejecución constituye una exhibición de competencia
comunicativa del ejecutante frente a su auditorio. En este sentido, no sorprende que la
situación comunicativa sea minuciosamente preparada. Cojane –autor de Cojane yugode
catacho (en lo sucesivo CY)– busca un palo antes de comenzar su relato, se pone de pie;
Jonoine –autor de Jonoine Picanerai aja Usigai Dosapei oe yui catai (en lo sucesivo
JP)– toma antes de comenzar un largo palo y otro más pequeño y también adopta una
posición erguida. Los objetos mencionados serán utilizados en la performatividad de los
relatos para ilustrar las acciones narradas.
La utilización de un bastón para contar la historia no es casual ya que en muchos casos
se utilizaba un bastón (ogue) para realizar la cacería del tigre. El ogue constituye lo que
Bauman (2002 [1975]) y Goffman (1974) llaman medio comunicativo para lograr la
puesta en clave de la ejecución. El elemento en cuestión se blande mientras el relato se
desarrolla y los movimientos son metáfora de las acciones llevadas a cabo por los
personajes. Incluso es utilizado también como puntero para establecer la referencia de
ubicación de algún elemento de la historia.
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Por su parte, Dejabi –autor de Dejabi chatata oe yui caataque uje tagu Dagoi nanique
(en lo sucesivo DCh)– cuenta su historia sentado y sin utilizar elementos. Su relato,
como veremos más adelante, mantiene muchas de las características del género pero en
el aspecto performativo parece mostrar una transición hacia formas narrativas menos
específicas.
Si bien los tres narradores tienen aproximadamente la misma edad, cabe destacar que
Cojane y Jonoine fueron ambos líderes de parcialidades ayoreo antes del contacto con la
sociedad envolvente. Jonoine, además, es considerado por muchos habitantes de la
comunidad de Campo Loro como el más grande líder que haya habido 4. La notoriedad
de estas personas en la comunidad parece patentizarse en su pericia en la performance
de este tipo de narraciones. Los dos autores de relatos no solo cuentan su historia sino
que manipulan objetos y realizan movimientos que ilustran las acciones referidas.
También imitan el rugido del tigre, ladrido de perros, etc. y utilizan la entonación para
lograr efectos dramáticos. La maestría en la narración parece ser una evidencia de la
importancia de estas figuras públicas de la comunidad.
Un aspecto que se mantiene constante en las tres historias que se analizan en este
artículo es la presencia de una audiencia. Como señalan Sherzer y Urban (1986: 8), todo
discurso es, en última instancia, interaccional. Si bien en estas narrativas el que
mantiene el uso de la palabra casi todo el tiempo es quien cuenta la historia, el modelo
de estas producciones discursivas no es el monólogo sino el diálogo. El auditorio debe
contar por lo menos con un hablante experto de la lengua que conozca las
particularidades del género ya que su rol no es meramente pasivo sino que se constituye
como lo que se conoce como what sayer, en términos de los antes mencionados autores.
Estos oyentes deben emitir sonidos de aspiración o hacer cortas y muy específicas
preguntas y de este modo mantener la tensión dramática del relato. En CY y DCh, el
auditorio está compuesto por Benito, secretario de la comunidad y maestro de la
escuela. En JP, hay fuera de cámara tres señoras y dos ancianos, todos de avanzada
edad. En los tres casos quien escribe participó de la situación narrativa pero, al no
considerarme experto ni en la lengua ni en las particularidades del género en el
momento de la recolección de las historias, no me fue posible tomar el rol de auditorio
ya que, como se ha expuesto, no se trata de un mero rol pasivo sino que es un actor
esencial para el desarrollo del acto que requiere un saber específico para hacer avanzar
la narración con intervenciones pertinentes.
Si bien el género requiere un auditorio que conozca las normas de interacción (Hymes,
1972), no se trata de un discurso secreto sino que puede ser ejecutado ante personas que
nunca lo han escuchado o incluso externas a la comunidad ayoreo como ocurrió en el
momento de la documentación de estas prácticas. De hecho, más adelante se verá que
4 Esta fama excede se ha transmitido inter-generacionalmente ya que estos datos me fueron referidos por
personas que no habían nacido en su período de gobierno.
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quien escribe y grabó las historias es incluido por momentos en el discurso de los
narradores.
En este sentido, el género parece tener una función didáctica al poder ser compartido
ante los no iniciados. En todos los casos, sin embargo, el público no iniciado fue
acompañado por auditores expertos en este tipo de discursos. Al mismo tiempo que se
aprende sobre las historias, se aprende cómo presenciar ese tipo de relatos.
4. Estructura de las narraciones
4.1. Fórmulas de apertura y cierre
Es usual en las narraciones ayoreo la utilización de una fórmula de apertura. En las tres
historias las líneas enunciadas para iniciar el relato son similares:
Extracto 1 (DCh)
y-atata
ute uje cata-i
ch-iote yoque nanique.
1.SG-contar este SUB tigre-M.SG
3-acechar nosotros antes
‘Voy a contar a él sobre cuando un tigre se acercó a nosotros’
Extracto 2 (CY)
je gusu te y-atatai.
solamente este 1.SG-contar
‘Voy a contar solamente esto’
ñ-ingo-asa
catad-e aja
ute uje y-uje
nanique.
1.SG-contar-MOD tigre-M.PL a
este SUB 1.SG-matar antes
‘Quisiera contar a él sobre los tigres que maté’
gangaji udoe y-ugode cata-cho.
cuatro esos
1.SG-matar tigre-M.PL.FD
‘Maté cuatro tigres’
ñ-ija
y-ogue.
1.SG-usar 1.SG.POS-palo
‘Usé mi bastón’
Extracto 3 (JP)
ajo-se
moinjaing-o.
preparar-MOD historia-F.SG
‘Voy a prepararme para la historia’
a
de-i
ua-isiñeque ojat-ique oe gaid-ode
pronto persona M.SG 2.PL-indicar palo-INDET ellos
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u aje-ode
propósito-M.PL
cata-de.
pensamiento-
EXCL
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M.PL tigre -M-PL
‘Vamos a necesitar que me señalen una lanza. Es necesaria para informar sobre los tigres’
ñ-oijane yut-o
uje y-uje.
1.SG-relatar matanza-F.SG SUB 1.SG-matar
‘Voy a mencionar la matanza de cuando cacé (unos tigres)’
Las fórmulas de apertura cumplen dos propósitos evidentes. El primero de ellos es que
señalan al auditorio la especificidad del discurso que ocurrirá a continuación. A partir de
estas líneas se dispone a quien presencia el evento a tomar el rol de espectador de la
historia. Como se señaló anteriormente, no se trata de un rol pasivo por lo que el
señalamiento es necesario para que los actores se dispongan a cumplir sus roles
discursivos. El segundo propósito es brindar un resumen muy escueto de la materia de
la narración. Como se puede observar en los tres ejemplos, se presenta la historia
comentando en unas pocas palabras de qué trata. Visto y considerando que la cacería del
tigre forma parte de uno de los tradicionales géneros narrativos entre los ayoreo este
resumen del asunto del relato también predispone al auditorio frente a la situación
comunicativa que se inaugura.
En los extractos 1 y 2 el pronombre demostrativo ute (–te) refiere a quien escribe. El
narrador desea compartir el relato ante auditores que no lo conocen porque lo considera
de gran relevancia. El destinatario es el auditor que no conoce el género pero la
interacción se realiza con el what sayer, experto en las reglas interaccionales del relato
de cacería del tigre.
La utilización de fórmulas de cierre es más rígida. En los tres relatos se observa la
misma línea aunque ampliada en el caso de JP.
Extracto 4 (DCh)
eue-i
je ude.
final-M.SG SUB esto
‘Este es el final’
Extracto 5 (CY)
eue-i
je ude.
final-M.SG SUB esto
‘Este es el final’
Extracto 6 (JP)
euei
je ude ñ-oinjane
iji cata-i.
E gusu.
final-M.SG SUB esto 1.SG.POS-historia
de tigre-M.SG. eso.es.todo.
‘Este es el final de mi historia del tigre. Eso es todo’
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Al igual que las fórmulas de apertura, las líneas de cierre cancelan la situación
discursiva de la narración y permiten que el narrador abandone su actitud performativa
y que el auditorio pueda interactuar como es usual en situaciones de conversación. Estas
líneas evidencian el carácter ritual de este tipo de relatos que traen aparejados un
particular modo de escucha participante y comportamiento para el auditorio y un
determinado modo de teatralización por parte del narrador.
Las fórmulas de apertura y cierre crean el marco entendido como contexto interpretativo
(en términos de Bauman, 2002 [1975]). La fórmula de apertura indica al auditorio una
momentánea clausura del marco literal para la interpretación del discurso y promueve
un modo de comportamiento para todos los participantes del evento de habla.
4.2. Estructura episódica
Las tres historias analizadas mantienen una estructura similar de episodios aunque
muestran también interesantes diferencias. En todas podemos realizar un agrupamiento
en tres episodios.
fórmula de apertura
episodio 1
Preliminares a la cacería
episodio 2
Contacto y lucha con el animal
episodio 3
Efectos de la cacería
fórmula de cierre
Tabla 1: estructura episódica del género cacería del tigre.
Estos episodios pueden constar de pocas líneas como en el episodio uno de DCh (que
tiene solamente dos líneas) o ser muy extenso como el segundo episodio en JP que
cuenta con quince líneas. La extensión parece depender en gran medida de la
disposición del narrador y la respuesta del auditorio pero la información mínima de cada
episodio debe figurar.
4.2.1. Buscando al tigre
El primer episodio inicia el relato con alguna noticia previa al contacto con el tigre. En
DCh se cuenta que su compañero de cacería –Uechai– es quien localiza al tigre con su
perro. CY comienza la historia hablando de la compañía con la que realiza la cacería.
Finalmente, JP inicia la narración contando que encontraron una huella y que, al verla,
Jonoine entendió que el animal sería muy grande y pidió a su compañero tener mucho
cuidado.
El hecho de cazar al tigre no es de ningún modo algo casual sino que reviste una gran
importancia ritual. Dicho esto, se entiende que el relato no se inicie directamente con la
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lucha con el animal sino que primero discurra sobre los preliminares de este importante
evento. En los tres relatos queda claro que, ante ciertos indicios, el tigre es buscado por
la partida de cazadores para efectuar este particular acto de gran connotación simbólica.
4.2.2. La lucha
El segundo episodio es en todos los casos el de mayor despliegue performativo ya que
narra la lucha con el tigre. Es central en este tramo del relato que la narración refleje la
dinamicidad y frenesí del momento de cacería. Para lograr este cometido los narradores
recurren a numerosas estrategias. Es posible encontrar un productivo uso de
onomatopeyas, y la mayor cantidad de movimientos del cuerpo del narrador y de su
bastón. Para reflejar la agitada comunicación entre los participantes de la caza se eleva
por momentos la entonación para asemejar gritos y gruñidos.
Uno de los recursos más utilizados para trasmitir el dramatismo del relato es el uso de
paralelismos y repeticiones. A continuación se brindan algunos ejemplos ilustrativos:
Extracto 7 DCh
enga
ch-isa
ga ñ-amaneca-i
aja pijan-i
ajei.
entonces 3-agarrar
y 1.SG.POS-brazo-M.SG en boca-M.SG adentro
‘Entonces lo agarró y le metió su brazo dentro de su boca’
enga
ch-isa
enga ch-ajoa jum-i.
entonces 3-agarrar
y 3-apretar suelo-M.SG
‘Entonces lo agarró y lo sujetó en el suelo’
Extracto 8 JP
jecute
tagu deja-i
y-icoinga y-icoinga.
por lo tanto 3.comer noche-M.SG 1SG-rastrear 1SG-rastrear
‘Porque se alimenta por la noche lo seguí, lo seguí’
Este tipo de recursos es muy usual y aporta a caracterizar el momento de la cacería
como un proceso largo y complejo. La repetición de palabras y frases, por su parte,
producen una poetización de la gramática (Sherzer, 1990: 18) al echar mano de las
estructuras sintácticas de la lengua y utilizarlas con fines estéticos y retóricos.
El uso de paralelismos, repeticiones, onomatopeyas y variaciones en el tono logran por
momentos confundir la narración con el canto o, por lo menos, con un discurso cantado.
Se trata de utilizar todos los elementos retóricos y poéticos disponibles para transmitir al
auditorio el dramatismo de ese momento en que los actores ponen en juego su vida y su
reputación, acompañados por sus perros y armados solamente con palos y lanzas.
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Yuje catai (‘yo maté un tigre’). Apuntes sobre el género... | Santiago Durante [pp. 173-186]
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4.2.3. Después del enfrentamiento
Luego del momento de mayor intensidad, el relato se cierra con un episodio que trata,
de algún modo, lo que ocurre con los protagonistas luego de que concluye la cacería en
sí. En las tres historias este momento presenta distinta información.
DCh habla sobre las heridas que el animal causó en Dagoi, el compañero del narrador.
Auxiliar a Dagoi es la acción inmediata posterior a la muerte del tigre ya que su estado
de salud era muy endeble. En este sentido, el episodio tres en esta historia continúa
cronológicamente el relato de la cacería.
CY cuenta qué hizo con el producto de la cacería. Es interesante que en este episodio
aparezca la venta del tigre que no es un elemento tradicional en este tipo de relatos. La
piel de tigre era utilizada por quien quedaba a cargo de la matanza para confeccionar su
ayoi, ornamento de piel y plumas que se usaba en la guerra. Cabe destacar que en su
relato Cojane narra consecutivamente sobre cada una de sus experiencias de caza de
tigres a lo largo de su vida. Son cuatro tigres en total. El principio del relato habla de su
compañía y parece ubicarse temporalmente antes del contacto de los ayoreo con la
sociedad criolla pero la presencia de la venta de las pieles parece ser un elemento que
marca una ubicación temporal más reciente en el que ya hay actores como los
terratenientes menonitas que suelen comprar el producto de las cacerías de la
comunidad. Es posible suponer que algunos de los tigres que Cojane menciona fueron
cazados antes del contacto con la sociedad paraguaya y otros, después.
El dar cuenta en una historia de todos los tigres que el narrador ha cazado en su vida es
una evidencia de que no se trata de un mero relato de un acontecimiento interesante sino
que se trata de un elemento formativo en la vida de los hombres ayoreo. Cada tigre
marca un mojón en su desarrollo como miembro de su comunidad y es evidencia de un
proceso de crecimiento personal. El género cacería del tigre plasma en arte verbal un
evento ritual de pasaje a mundos ligados a la adultez y el respeto de los pares.
El caso de JP es interesante ya que, si bien no está presente de igual modo en los otros
dos relatos que se analizan en este artículo, se han encontrado episodios muy similares
en otras narrativas relevadas sobre el tema. Se trata de un momento de diálogo que tiene
lugar una vez muerto el tigre. En esta discusión se debate sobre a quién le corresponde
la autoría de la caza. Si bien el acto de rastrear y luchar con el animal es colectivo, luego
cada tigre corresponde a una sola persona.
En este episodio prima la utilización casi exclusiva de cláusulas nominales de
enunciado, en particular construcciones de discurso directo. A continuación se
transcribe esta conversación.
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Extracto 9 JP
ñ-ojinga beyoi
a-cha-cho-ja
ñane.
1.SG-decir hacer.NOIND 2.NOIND-terminar-PL.NOIND-para mutuamente
‘Yo decía: “Vamos a discutir quién va a quedar con la propiedad del tigre”'
(lit: vamos a terminar uno al otro –discusión final–)’.
ch-ojinga Jonoia que y-ipota.
3-decir
NP
no 1.SG-querer
‘Dijo Jonoia: “Yo no quiero”.’
Umaicha ch-ojinga que y-ipota
que dis-i
yu gu.
3-decir
no 1.SG-querer
no niño-M.SG yo
‘Umaicha dijo: “Yo no quiero tampoco porque no soy un niño”.’
NP
porque
gota tagu
ua ia-que
b-oidi-ji (…)
NP
EXCL porque 3.morder vos
recolectado-INDET 2.SG.POS-propiedad-para
‘Atetaide, queda a cargo de su propiedad porque te mordió a vos.'
Atetaide a
ch-ojinga eje y-agota
je ch-inja dejoi cata-i.
3-decir
sí 1.SG-matar SUB 3-llevar casi tigre-M.SG
‘Él dijo: “Sí, vamos a dejar a mi propiedad la matanza porque el tigre casi me llevó”'
ch-ojinga a-gotape
Jusigacha yoco ñ-ocoinja gu
3-decir
2.SG.NOIND-confirmar NP
decimos 1.SG-asignar porque
‘Decía: “Queda a cargo de Jusigacha, está confirmado que le queda a usted porque
yoqui caatac
Joinoine
nosotros tigre.M.PL.FD NP
ch-ojingas-ia que y-ichagas-ia
Pedide to
3-decir-MOD no 1.SG-prometer-MOD
nanique.
también
NP
antes
nosotros matamos muchos tigres” Jonoine decía: “no se lo prometería a Pedide (no le
corresponde)”.’
Como puede verse en la lectura del diálogo arriba transcripto, la atribución de la
propiedad del acto de haber cazado al tigre es un espacio de negociación discursiva en
el que prima la indirección. No es lo esperable intentar atribuirse la propiedad de forma
explícita sino que, por el contrario, parece ser un gesto de empoderamiento resignar la
pretensión por este cargo vacante. Esto abona la idea de la cacería del tigre como rito de
pasaje. Una vez que un hombre ya ha quedado a cargo de una cacería de tigre no tiene
para él la misma significación quedar en esa condición en otra ocasión y es preferible
que este privilegio recaiga en un joven y que de esta manera tenga su momento de
ingreso a este mundo adulto y guerrero.
En esta misma línea, cuanto más respetable sea el guerrero ayoreo es esperable que haya
participado de mayor número de cacerías y que, por lo tanto, ceda su lugar en la
negociación. Un guerrero adulto normalmente tendrá ya su ayoi confeccionado a partir
de un tigre que ha cazado en su juventud y del que ha quedado a cargo luego de la
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correspondiente argumentación del caso.
La atribución final responde a criterios como, en este caso, un compromiso en la
cacería. El haber sido herido por el tigre junto con la juventud de Atetaide –o
Jusigaicha– son los argumentos que lo posicionan como la persona a cargo de la
matanza. Es central, sin embargo, que esa decisión sea tomada por los otros miembros
de la partida y no por él mismo.
5. Consideraciones finales
Las tres historias que se han analizado someramente sirven de presentación para un
género discursivo del arte verbal ayoreo: la cacería del tigre. Se trata de un tipo de
producción discursiva que, como se ha desarrollado, presenta características
identificables como propias.
Las narraciones tienden a promover una cierta escena compuesta por un narrador y un
auditorio que no realiza una mera escucha sino que tiene que participar haciendo
brevísimas pero muy pertinentes intervenciones en la forma de preguntas o de
aspiraciones que marcan el atento seguimiento de los acontecimientos referidos y el
interés que suscitan. El narrador, por su parte, suele estar de pie y utilizar un palo que
despliega para ilustrar las acciones que cuenta. También es normal la utilización de
movimientos, gritos, onomatopeyas y otros recursos que dotan de gran carga
performativa al evento de la narración.
Es necesario señalar que DCh no muestra el mismo despliegue performativo, lo que
podría indicar que el género está en un proceso de cambio hacia convenciones menos
específicas. Sin embargo, podría simplemente tratarse de una decisión del autor de la
narrativa. Lo que queda claro es que la gran mayoría de los relatos sobre cacería del
tigre muestran un nutrido despliegue de movimientos, variación entonacional,
onomatopeyas, etc.
En lo referente a su estructura interna, es posible señalar dos aspectos. Se utilizan
siempre unas fórmulas de apertura y cierre fijas. La fórmula de apertura es acompañada
por un muy breve resumen de lo que se va a contar. Por otro lado, las historias muestran
una estructura episódica común que puede ordenarse en tres grandes bloques: los
preliminares de la cacería, la lucha con el animal y el momento posterior a la muerte del
tigre. El segundo episodio suele ser el de más intensidad dramática y mostrar mayor
despliegue performativo. En el tercer episodio se puede observar el momento de
atribución de la autoría de la matanza. Si bien el acto de cazar es colectivo, la propiedad
del hecho y del animal es individual y se determina colectivamente mediante un
ejercicio retórico basado en la indirección en donde el desinterés funciona como
elemento de prestigio.
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La esfera literaria en una comunidad no puede sino entrelazarse con otras dimensiones
como la política. El relato de cacería del tigre cuenta la historia de un momento de
pasaje al mundo de la guerra y el liderazgo. Quien ha cazado un tigre está habilitado
para la guerra y eventualmente para gobernar una comunidad. El carácter central de este
tipo de relatos para la vida social de los grupos ayoreo explica que en el constante re
narrar las mismas historias se pueda observar la presencia de una estructura episódica
identificable y la utilización de recursos expresivos determinados.
En las sociedades ayoreo actuales del Paraguay los líderes son elegidos
democráticamente por períodos determinados y fiscalización gubernamental. El ayoi ya
no es en este sentido condición necesaria para aspirar a cargos representativos. Los
tigres tampoco figuran entre los animales que buscan los cazadores. En este marco, el
relato de cacería del tigre se constituye como locus de una práctica actualmente en
desuso pero de enorme importancia en la organización social y política. El discurso es el
espacio en donde se crean y actualizan símbolos que, aunque refieran a prácticas ya
abandonadas, siguen teniendo centralidad dentro de las prácticas culturales del pueblo
ayoreo.
Abreviaturas
1 primera persona; 2 segunda persona; 3 tercera persona; ELAT elativo; EXCL
exclamación; F femenino; INDET indeterminado; M masculino; MOD marcador modal;
NEG negación; NOIND no indicativo; PL plural; POS posesivo; S sujeto; SG singular; SUB
subordinante.
Referencias bibliográficas
BAUMAN, Richard. 2002 [1975]. “El arte verbal como ejecución”. En: Golluscio, L.y
colaboradoras (comp.): La etnografía del habla. Textos fundacionales. Buenos Aires.:
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udojo – Historias de los pobladores de Campo Loro (edición bilingüe ayoreo-español).
Buenos Aires: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires.
FABRE, Alain. 2007. “Los pueblos del Chaco y sus lenguas. Cuarta parte: Los
Zamuco”. Suplemento Antropológico 42/1. (junio 2007): 271-323. Asunción: Paraguay.
GOFFMAN, Erving. 1974. Frame Analysis. Nueva York: Harper & Row.
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Dossier: Narrativa oral y arte verbal /185
Yuje catai (‘yo maté un tigre’). Apuntes sobre el género... | Santiago Durante [pp. 173-186]
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HOLMES (eds) Sociolinguistics. Selected Readings. Harmondsworth: Penguin, pp. 269293.
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en la cultura de los ayoreo del Chaco boreal”. Anthropologica. No. 9. 21-37.
SHERZER, Joel y URBAN, Greg. 1986. Native South American Discourse. Mouton de
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SHERZER, Joel. 1990. Verbal art in San Blas. Kuna culture through it’s discourse.
University of New México Press: Albuquerque.
WOODBURY, Anthony. 1985. The functions of rhetorical structure: A study of Central
Alaskan Yupik Eskimo discourse. Language in Society 14 (02): 153-190.
Santiago Durante
Es Licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires y se encuentra cursando la
carrera de Doctorado en Lingüística en la misma casa de estudios. Su lugar de trabajo
es DILA (Laboratorio de Documentación en Lingüística y Antropología) de CAICYTCONICET. Entre sus trabajos principales pueden destacarse “El ayoreo (familia
zamuco): noticia histórica, perfil tipológica estructura clausal” (Durante, 2014) y “Las
lenguas del Gran Chaco. Situación sociolingüística y políticas lingüísticas” (Durante,
2011).
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Dossier: Narrativa oral y arte verbal /186
Narrativas orales mapuche: el nütram como género... | Simona Mayo y Andrea Salazar [pp. 187-207]
ISSN 2314-3894
Narrativas orales mapuche: el nütram como género
de representación y su contribución en la
revitalización del mapudungun
Simona Mayo y Andrea Salazar
Kom kim mapudunguaiñ waria mew / CONICET - Kom kim mapudunguaiñ waria mew
simonna.mayo@gmail.com - andrea.pingen@gmail.com
Resumen
En los últimos diez años las organizaciones mapuche que promueven acciones por la
revitalización del mapudungun han adoptado nuevas herramientas y prácticas en la
enseñanza de la lengua mapuche. Estos nuevos elementos y formas de enseñar han
perseguido una mayor pertinencia cultural y lingüística acorde a la situación
sociolingüística actual que se vive en las ciudades y en el campo. En este plano, el
presente trabajo tiene como objetivo principal analizar el uso del arte verbal mapuche en
iniciativas de revitalización lingüística del mapudungun, particularmente en una
experiencia de inmersión lingüística desarrollada en la Provincia de Río Negro,
Argentina. En esta línea, este estudio exploratorio se propone apreciar cómo el nütram,
en específico, se ha posicionado como una herramienta pertinente culturalmente para el
aprendizaje del mapudungun como segunda lengua en los llamados “internados
lingüísticos” mapuche.
Palabras clave
mapudungun, nütram, revitalización lingüística, internado lingüístico, inmersión
lingüística.
Abstract
In the last ten years, Mapuche organisations which promote actions for the revitalisation
of Mapudungun have adopted new tools and practices in teaching the Mapuche
language. These new elements and forms of teaching have pursued higher cultural and
linguistic relevance according to the current sociolinguistic situation in cities and
countryside. At this level, the present work has as main objective to analyse the usage of
the Mapuche verbal art in linguistic revitalisation initiatives of Mapudungun,
particularly in a linguistic immersion experience developed in the Province of Río
Negro, Argentina. In this line, this exploratory study proposes to appreciate how in
specific the nütram has positioned itself as a culturally relevant tool for Mapudungun
learning as a second language in the so-called Mapuche 'linguistic internship'.
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Exlibris #5 (2016)
Dossier: Narrativa oral y arte verbal / 187
Narrativas orales mapuche: el nütram como género... | Simona Mayo y Andrea Salazar [pp. 187-207]
ISSN 2314-3894
Keywords
Mapudungun, nütram, linguistic revitalisation,
immersion.
linguistic internship, linguistic
Introducción
En los últimos años, la llamada “literatura mapuche” se ha ido abriendo camino en el
campo cultural chileno. Sin embargo, aún persisten miradas que folklorizan, infantilizan
y confinan a una dimensión ancestral esencialista todo tipo de producción estética
mapuche, en especial las de carácter narrativo. Este estudio propone una lectura crítica
de este contexto de producción, a partir de la valoración del nütram, género que se
caracteriza por ser un modo particular de comunicación y de narración oral.
Desde su ámbito de transmisión intergeneracional de conocimiento y de herramienta de
comunicación mapuche, se pretende destacar también la importancia de este tipo de
producciones orales narrativas en la revitalización lingüística del mapudungun en la
actualidad. Más específicamente, en el desarrollo de iniciativas de inmersión lingüística
para la mantención de la lengua mapuche como lo han sido la realización de “internados
lingüísticos” mapuche. Estos organizados por las propias bases del pueblo Mapuche y
con miras al re-posicionamiento político y funcional de la lengua, tanto en el territorio
chileno como argentino.
El mapudungun en la actualidad: percepciones de su vitalidad
A continuación se entregará una breve panorámica de la situación actual en la que se
encuentra el mapudungun a lo largo del territorio mapuche. En esta línea, para pensar el
mapudungun y sus grados de vitalidad es necesario tener en consideración dónde reside
actualmente la mayoría de la población del pueblo Mapuche. En lo que respecta al
territorio chileno, según las cifras de la última encuesta del Centro de Estudios Públicos
(2016), la población mapuche se encuentra mayoritariamente en Santiago de Chile
(capital nacional) con un 37% del total de la población mapuche y con un 34,9% en
Temuco (capital regional de La Araucanía).
Mientras que en relación al territorio argentino, la Encuesta Complementaria de Pueblos
Indígenas (INDEC, 2004-2005) ubica a la mayoría de la población mapuche en las
provincias de Chubut, Neuquén, Río Negro, Santa Cruz y Tierra del Fuego, Antártida e
Islas del Atlántico Sur, donde 78.534 habitantes se declaran como descendiente de
primera generación del pueblo Mapuche, es decir un 69,08% del total de la población
mapuche. De este porcentaje, un 56.255% declara residencia urbana.
Con respecto a las cifras de hablantes, distintos estudios se han realizado con el objetivo
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Exlibris #5 (2016)
Dossier: Narrativa oral y arte verbal / 188
Narrativas orales mapuche: el nütram como género... | Simona Mayo y Andrea Salazar [pp. 187-207]
ISSN 2314-3894
de entregar un panorama sociolingüístico en relación a la cantidad de hablantes,
competencias y niveles de uso de la lengua. Para los objetivos de este estudio, se toman
la revisión realizada por Zúñiga (2007) quien cifra el número de hablantes entre 140.000
y 400.000 personas, teniendo en consideración cuál es la definición de la categoría de
hablante. En esta misma línea, Gundermann, Canihuan, Clavería y Faúndez (2009)
plantean frente a estas cifras y al diagnóstico sociolingüístico realizado en las regiones
VIII, IX y X por la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (CONADI) y la
Universidad Técnica Metropolitana que el mapudungun se encuentra ante una situación
crítica de retroceso, donde la mayor cantidad de hablantes se encuentra en la población
adulta mayor sin una contraparte en la población infantil y joven que garantice un
recambio generacional de la lengua.
Ante esto, es posible observar que la vitalidad del mapudungun actualmente se
encuentra en un momento crucial para su mantención a largo plazo. Wittig (2008:2)
recoge sobre esto los siguientes datos:
Refiriéndose al caso de la población mapuche de Santiago, Lagos (2004:76) señala que “La
percepción obtenida respecto de la vitalidad del mapudungun en sujetos adscritos a esta etnia en
la ciudad de Santiago del siglo XXI, nos habla de un paulatino olvido de esta lengua como
instrumento para la comunicación efectiva”. En términos de una evaluación global a partir de
datos representativos para el conjunto de la población mapuche, Zúñiga (2007: 22) se refiere al
mapudungun como “una lengua minoritaria que está siendo abandonada por un número
sustancial de sus hablantes... un idioma cuyo estado de salud es crítico”.
De tal modo, los escenarios críticos que hoy reflejan las investigaciones lingüísticas nos
entregan cifras posibles de interpretar por dos caminos distintos: el contexto en que el se
encuentra el mapudungun puede revertirse a través de la revitalización lingüística de
parte de la sociedad mapuche o puede continuar en retracción hasta perderse.
Ante esto, un elemento que hoy no ha sido sistemáticamente estudiado es cuántos
esfuerzos se están realizando desde el pueblo Mapuche para revertir la situación de
retracción actual de la lengua por medio de diversas iniciativas para la enseñanza del
mapudungun. Dentro de estos proyectos y experiencias diversas los llamados
“internados lingüísticos” han tomado protagonismo al margen de los cientos de talleres
de lengua que se realizan en distintas ciudades como Temuco, Concepción y Santiago
por parte de organizaciones como la Federación Mapuche de Estudiantes (FEMAE) y
otros colectivos mapuches autónomos de enseñanza como el Kom kim mapudunguaiñ
waria mew1 (Todos hablaremos mapudungun en la ciudad).
Los “internados lingüísticos” comenzaron a realizarse en los últimos cinco años
aproximadamente y son espacios de inmersión sociolingüística y cultural en el
1 Nos referiremos en delante de manera abreviada al colectivo Kom kim mapudunguaiñ waria mew como Kom kim,
nombre que además le han entregado sus estudiantes.
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Dossier: Narrativa oral y arte verbal / 189
Narrativas orales mapuche: el nütram como género... | Simona Mayo y Andrea Salazar [pp. 187-207]
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mapudungun. Estos han sido gestionados por parte de organizaciones mapuche
estudiantiles y tienen como objetivo la inmersión total en la lengua mapuche por un
número determinado de días (generalmente más de dos días). Durante los días de los
internados, los estudiantes pernoctan en un lugar, frecuentemente escuelas que las
organizaciones facilitan, y participan en diversas actividades diariamente planificadas
con el objetivo de que los alumnos puedan convivir utilizando el mapudungun. Estas
actividades se piensan de acuerdo a los momentos y tareas del día, al espacio donde se
realice el internado (generalmente son localidades rurales con extensión de áreas
verdes) y al nivel de mapudungun con el que los estudiantes ingresan. El objetivo de las
tareas y actividades del internado es que sean dinámicas y acordes a la rutina diaria, de
manera que los estudiantes sean capaces de desenvolverse en la lengua en distintos
espacios de comunicación.
En esta línea, los “internados lingüísticos” se han posicionado en los últimos años como
una experiencia con un gran potencial a trabajar en la enseñanza del mapudungun como
segunda lengua, ya que genera espacios a los que es difícil acceder en el cotidiano de
los estudiantes. Más específicamente, los “internados lingüísticos” se han planteado
como una alternativa pertinente lingüística y culturalmente, posible de realizar por
medio de la organización social y desde donde surgen nuevos agentes para la
revitalización de la lengua a futuro.
Al respecto, uno de los profesores del colectivo Kom kim rememora una conversación
que tuvo con el kimche2 Héctor Mariano (longko3 de la organización Kom kim
mapudunguaiñ waria mew) donde le pregunta si él realmente cree que revitalizaran el
mapudungun algún día. A esta interrogante, Héctor Mariano le responde “nosotros no
estamos cosechando todavía peñi4, usted quiere cosechar el choclo y comérselo al tiro.
Pero nosotros no estamos ahí todavía, nosotros estamos trabajando la tierra, estamos
preparando la tierra, estamos eligiendo semillas y las estamos sembrando para en un
tiempo más tener buenos chöyum (brotes). En eso estamos ahora peñi, sembrando,
tenemos que esperar todavía” (Nota de campo, septiembre 2016).
Desde este discurso, este estudio reflexiona sobre la situación crítica del mapudungun
en relación con los esfuerzos que desde la población mapuche se realizan para recuperar
la lengua por medio del desarrollo de elementos del arte verbal mapuche como lo es el
nütram (género discursivo que hace alusión a relatos verídicos), a través de iniciativas
de enseñanza de la lengua.
2 Los kimche son sabios y sabias que portan el conocimiento sociocultural y lingüístico del pueblo Mapuche en la
actualidad.
3 La palabra longko hace alusión por un lado a cabeza, y por otro lado, a la persona que lidera un espacio
organizacional mapuche.
4 Peñi hace referencia en la lengua mapuche a hermano, no necesariamente hermano de sangre sino que también con
alguien cercano.
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Dossier: Narrativa oral y arte verbal / 190
Narrativas orales mapuche: el nütram como género... | Simona Mayo y Andrea Salazar [pp. 187-207]
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El rol del arte verbal mapuche
Dentro del universo de producciones realizadas por integrantes del pueblo Mapuche,
este estudio se concentrará en destacar aquellas que aluden a procesos creativos y al
rescate de la memoria colectiva de nuestro pueblo. Nos referimos a los epew (cuentos),
nütram (relatos verídicos) y piam (relatos ancestrales). Todos ellos corresponden a
producciones orales que podemos relacionar con la noción de “cuento”, “relato” e
“historia”; sin embargo poseen características que las diferencian las unas de las otras.
Históricamente, la recopilación y publicación de fuentes que apuntan a preservar por
escrito parte de la memoria oral mapuche, han sido emprendidas por extranjeros. Desde
sus inicios, el estudio de este tipo de producciones netamente orales, ha estado teñido
por el carácter racista de varias agencias coloniales observables en las dinámicas del
saber/poder que esgrimieron los intelectuales llegados desde el viejo continente con
motivos diversos, basados en la fe o en el avance de la ciencia.
Es a fines del siglo XIX cuando surgen las primeras versiones escritas de relatos,
principalmente recopiladas por misioneros de la orden capuchina que transitaron por
territorio mapuche. Aprendieron la lengua por motivos evangelizadores puesto que, para
lograr adherir fieles a sus iglesias, fue más efectivo comunicarse en las lenguas
originarias de los indígenas. En esta empresa, algunos de ellos fueron sistematizando
sus propias experiencias de aprendizaje y estudio de la lengua mapuche, destacando la
labor de los frailes José Félix de Augusta y Ernesto Wilhem de Moesbach. El primero
publicó en 1910 “Lecturas Araucanas”, donde figuran las transcripciones de algunos
relatos, narrados oralmente por mapuches que trabajaban como informantes de los
sacerdotes.
Cabe destacar, que uno de los objetivos “científicos” de los curas apuntaba a retratar el
proceso de extinción de los indígenas, pues creían que poco a poco se irían mestizando
hasta desaparecer. Esto se ve reflejado en el título de uno de los libros más importantes
con el que contamos en el presente, originalmente llamado Vida y costumbres de los
indígenas araucanos en la segunda mitad del siglo XIX (Moesbach, 1930) y que hoy
conocemos como Lonco Pascual Coña ñi tuculpazugun Testimonio de un cacique
mapuche (Coña, 1984).
Paralelamente, otros importantes actores de esto que hoy podríamos denominar como
“documentación lingüística”, fueron intelectuales contratados por autoridades de los
jóvenes Estados naciones en proceso de formación. Es el caso de Rodolfo Lenz y
Roberto Lehmann- Nietsche, dos alemanes que tuvieron una importantísima labor a
ambos lados de Wallmapu. En relación a este último, destacamos la reciente publicación
Historia y conocimiento oral mapuche. Sobrevivientes de la ‘Campaña del desierto’ y
‘Ocupación de la Araucanía’ (1899-1926) (2013), realizado por Margarita Canio y
Gabriel Pozo; en ella, nos encontramos con un contundente número de producciones
orales mapuche registradas por Lehmann-Nietsche y por nueva producciones
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Exlibris #5 (2016)
Dossier: Narrativa oral y arte verbal / 191
Narrativas orales mapuche: el nütram como género... | Simona Mayo y Andrea Salazar [pp. 187-207]
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recopiladas por los autores.
De tal manera, el arte verbal mapuche ha sido documentado y registrado históricamente
y mayoritariamente con el fin de resguardar un patrimonio cultural y lingüístico del
pueblo Mapuche que muchos afirmaban que se iba a perder. No obstante, publicaciones
como la de Canio y Pozo (2013) han traído nuevamente este conocimiento al presente
como un conocimiento vivo y patente en la memoria de los antiguos. Desde esta
perspectiva, el arte verbal mapuche no se presenta como pieza de archivo sino como una
herramienta para la revitalización y formación del pueblo Mapuche que hoy se debe
promover y fortalecer en el aprendizaje de los más jóvenes.
El relato oral: nütram
El nütram es uno de los principales elementos de la comunicación mapuche tradicional
y contemporánea y se caracteriza por tener variadas modalidades que van a depender de
la situación social en que se encuentren los hablantes. En esta línea, el nütram se
destaca por ser el género a través del cual las familias mapuche han mantenido su
lengua por generaciones. Es además puerta de entrada a diversas expresiones del arte
verbal mapuche como son el üllkantun (canto), el ngülam (consejo), el konew (la
adivinanza) y epew (cuento), entre otros. Esto porque es un elemento oral con un alto
poder creativo y una capacidad sociocultural que se abre a otras expresiones para
fortalecer el relato, lo narrado, lo transmitido de una generación a otra (Llancaqueo y
Salazar, 2015).
Los nütram han sido definidos comúnmente como relatos orales no cantados que narran
sucesos que se consideran verídicos, es decir, que cuentan con la certeza de haber
sucedido. Los eventos narrados van desde las experiencias personales hasta
acontecimientos remotos en el tiempo (Zúñiga, 2006). Se diferencian de los epew, que
son relatos cuyos protagonistas casi siempre son animales con características humanas y
cuyos objetivos de ejecución serían entretener y educar a través de una enseñanza
(Golluscio, 2006). Estas producciones han sido trasmitidas por generaciones,
lográndose así “una tradición de discursos orales de carácter retórico y artístico que se
mantuvo y sobrevivió a los procesos de Conquista, Colonia y República” (Mora, 2013).
Rescatamos además la noción de nütramkan, una de las variadas expresiones de la
tradición oral mapuche comprendida como la conversación. Esta categoría se emparenta
con la de nütram, la cual para Catrileo (1992), cumple la función de traspasar
conocimientos a las nuevas generaciones, así como saberes que se mantienen en la
memoria y que forman parte del patrimonio cultural del pueblo Mapuche. En este
sentido, el nütram y nütramkan serían géneros de representación multifacéticos, por
cumplir variados objetivos en el campo comunicacional mapuche: narrar, historizar,
deleitar.
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Posicionamientos metodológicos y recopilación de datos
Debido a nuestra participación en diversas organizaciones vinculadas al proceso de
revitalización sociocultural del pueblo Mapuche, en especial a partir de la promoción
del mapudungun desarrollada por el colectivo Kom kim mapdunguaiñ waria mew, la
orientación metodológica de nuestro trabajo se apoya en los enfoques de investigaciónacción y también lo que se ha denominado como “investigación activista” o socialmente
comprometida (Hale, 2006). Este enfoque plantea que
La investigación activista comprometida críticamente nos abre la posibilidad de responder a las
objeciones y a los dilemas éticos y prácticos sobre la investigación y la producción del
conocimiento, y de movernos más allá de los interminables debates sobre el relativismo y el
universalismo. (Speed, 2006: 80)
La investigación activista se presenta como un positivo encuadre para nuestras
pesquisas, a su vez que comulga con las orientaciones epistemológicas del
“conocimiento situado”, propuesta que desde el feminismo dio a conocer Donna
Haraway. Esta última postula que todo conocimiento es parcial y “posicionado”, pues
surge inmerso en el campo de poder de las relaciones sociales y políticas. En esta línea,
la producción de conocimientos, al estar situada o posicionada, cobra diversos
significados según los contextos en que se recrea (Haraway, 1988). Es así que cada
productor/a de conocimientos, acorde a sus identidades políticas, ya sea étnica, etaria,
de género, de abilities o de varias de estas juntas, se ubica desde un lugar particular, el
lugar desde el cual habla haciendo uso del poder del lenguaje. En este sentido, generar
conocimientos situados requiere poner de manifiesto el lugar desde el cual cada
investigador/a se dirige, así como el contexto histórico y político que le circunda, de
modo tal que “la investigadora o el investigador se nos presentan no como la voz
invisible y anónima de la autoridad, sino como la de un individuo real, histórico, con
deseos e intereses particulares y específicos” (Harding, 1998: 25).
Reflexionar críticamente sobre el nütram, darlo a conocer como un género discursivo
multifacético, vigente y a la vez anclado en la tradición, requiere un acercamiento
interdisciplinario que hasta la actualidad no ha sido emprendido sistemáticamente. El
estudio de este y otros tipos de producciones mapuche, ha estado centrado
mayoritariamente en su impronta estética literaria. Así, gran parte de las investigaciones
referidas al nütram, han perpetuado un enfoque sesgado que busca comparar este tipo de
arte verbal con géneros literarios propios de occidente, desconociendo que la matriz de
pensamiento mapuche responde en gran medida a epistemologías y ordenamientos del
mundo diferentes, difíciles de comprender para alguien que no pertenece a este pueblo
originario o no se ha cuestionado el colonialismo implícito en su metodología de
investigación.
En relación a la recopilación de los datos analizados, se siguieron los planteamientos de
la etnografía escolar (Rockwell, 2011) y del estudio etnográfico de Luna (2015) para la
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observación y seguimiento de los internados.
Internado lingüístico: Inmersión lingüística y restablecimiento de espacios de
transmisión intergeneracional
La revitalización del mapudungun ha tomado diversos caminos a lo largo de los últimos
años, uno de ellos ha sido la recuperación de estrategias orales de transmisión de
conocimiento. En esta línea, la enseñanza y recuperación de la lengua mapuche han
recurrido a la tradición oral como mecanismo para reconstruir el tejido social mapuche a
través de la cultura y sus prácticas sociolingüísticas antiguas. Esto debido a que es
necesario, al mismo tiempo que se enseña la lengua, fortalecer las redes de la
comunidad mapuche y su identidad en espacios complejos como los centros urbanos.
En esta línea, las experiencias de inmersión lingüística realizadas por el colectivo Kom
kim se presentan como dispositivos prometedores de enseñanza/aprendizaje a la hora de
reactivar de manera artificial la tradición oral y situaciones de intercambio
intergeneracional. La puesta en marcha de una experiencia de inmersión lingüística se
presenta como una proposición que invita a la revalorización y un redescubrimiento de
la transmisión familiar asociada a la tradición oral. En el “internado lingüístico” un
grupo de aprendientes vivencia una experiencia intensiva de inmersión en la lengua
meta por un número determinado de días, como mínimo dos. Cada día del internado se
presenta una planificación de actividades didácticas a realizar de distinto tipo y de
acuerdo al espacio y momentos del día. El objetivo es generar un espacio de
convivencia cotidiana y de confianza para la comunicación en la lengua mapuche, de tal
manera que el estudiante logre desprenderse del “miedo al error”.
Los internados del colectivo Kom kim consideran como primordial la presencia y
colaboración de educadores tradicionales y hablantes maternos de mapudungun con el
propósito de generar espacios de transmisión de conocimiento intergeneracional y de
tener referentes que puedan aclarar las dudas y preguntas de los estudiantes desde la
propia racionalidad de la lengua mapuche. En este sentido, el objetivo de contar con el
apoyo de kimche en los internados es también dar un espacio de valorización al saber
que ellos poseen.
Así, el equipo Kom kim ha llevado a cabo dos internados lingüísticos: en 2012 en la
comunidad de Curaco Ranquil (Galvarino, La Araucanía, Chile) en Ngulumapu
(Salazar y Vergara, 2013), y en 2015 en Pichi Leufu (Bariloche, Río Negro, Argentina)
en Puelmapu5. De estas experiencias de internados lingüísticos llaman la atención dos
puntos que desarrollaremos a continuación con el propósito de retratar el aporte al
5 Ngulumapu en mapudungun refiere a tierra del oeste, es decir el territorio que hoy comprende Chile, y Puelmapu
significa tierra del este, lo que hoy ocupa la Argentina.
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proceso de revitalización de la lengua mapuche que ejerce el nütram en contextos de
enseñanza aprendizaje como este.
Por una parte, en los programas de inmersión lingüística se realiza la reactivación de
saberes gracias al contacto intergeneracional entre hablantes nativos mayores y neohablantes o hablantes no fluidos. En este contexto, el nütram como herramienta de
transmisión del kimün (conocimiento ancestral) mapuche, se presenta como una valiosa
forma de preservación del saber lingüístico y a su vez que como estrategia de
aprendizaje del mapudungun, sobre todo en contextos familiares y sociales.
El espacio de contacto intergeneracional ofrecido por la inmersión lingüística genera un
intercambio rico en torno a la persistencia de la memoria mapuche viva, la historia oral
y las estrategias comunicacionales propias que apuntan a la revitalización del
mapudungun. En esta colaboración intergeneracional se puede observar una constante
construcción colectiva en favor al proyecto común de la revitalización lingüística
(Hinton y Hale, 2001) que permite, a su vez, otras dinámicas enfocadas en la
mantención del patrimonio oral mapuche.
En segundo lugar, el nütram al ser comprendido como un tipo de discurso altamente
valorado por los/as hablantes de mapudungun como lengua materna se presenta como
un valioso aporte al servicio de las proyecciones didácticas de un programa de
inmersión como el internado lingüístico. El objetivo del internado fue usar los
elementos más habituales de la cultura mapuche en la actualidad, comprenderlos e
integrarlos a través de la vida diaria usando la lengua como eje principal. Al adquirir el
compromiso de interactuar en mapudungun, la ejecución del nütramkan otorga
protagonismo a los/as hablantes, a la par que nos ofrece la posibilidad de escuchar
relatos con alto contenido cultural e histórico, así como de otros de temáticas cotidianas
y domésticas. De este modo, la participación de hablantes no se restringe a la necesidad
de poseer habilidades especiales como orador, kimche o sabio/a, sino que cualquier
locutor o nuevo hablante en la lengua meta constituye un potencial y significativo
aporte a los fines de la metodología de la inmersión lingüística.
El nütram en contextos de inmersión
En el contexto de los internados lingüísticos, el nütram da espacios de confianza para
que el estudiante sea capaz de escuchar y de seguir las interacciones de los hablantes. Si
bien los estudiantes que asistieron a los internados manejaban un nivel de mapudungun
básico fueron capaces de seguir con atención a los hablantes y de poder interactuar con
ellos. Dentro del internado de Pichi Leufu, un elemento interesante que se observó es
que el nütram permitió un espacio de apertura para que nuevos elementos de la tradición
oral surgieran desde él.
De tal manera la dinámica de estas experiencias de inmersión se estructuraron en torno a
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tres elementos primordiales: la recreación y el juego en mapudungun, la realización de
actividades vinculadas con el medio natural del entorno y el escuchar con atención a los
sabios mapuches que guiaron cada actividad. En esta línea, el propósito fue practicar la
lengua jugando, haciendo y conversando con los hablantes mayores.
Así, se propiciaron espacios de actividades recreativas en mapudungun de distintas
características como juegos al aire libre, salidas a observar el campo, espacios de
reflexión de los hablantes, tareas donde los estudiantes fueron expuestos a analizar lo
que escuchaban, realización de actividades cotidianas en la lengua (como por ejemplo
cocinar), entre otras. Dentro de esta grilla de actividades planificadas previamente, se
dieron adicionalmente espacios espontáneos donde los hablantes compartieron
reflexiones y experiencias a partir de momentos particulares.
Análisis: Aprender sobre la marcha
En este apartado se revisaran situaciones surgidas al interior del internado realizado en
Pichi Leufu particularmente. Se escogió este internado principalmente por la calidad de
los registros realizados. A diferencia del internado realizado en Curaco Ranquil, para
este segundo internado desarrollado en Puelmapu el equipo organizador contaba con
mayores herramientas de documentación y con mayor preparación al respecto de cómo
registrar momentos significativos para el posterior análisis.
De tal manera, de los internados anteriores al de Pichi Leufu se tomó la idea de que el
nütram y el nütramkan deben ser pilares en las actividades que se realizan por todas las
razones antes mencionadas. El nütramkan o conversación en particular es el elementos
más utilizado por los estudiantes en el contexto de inmersión puesto que proporcionan
un espacio informal, de confianza y de rápido alcance. En esencia, este es un diálogo
comunicativo entre pares que se basa en los protocolos comunicativos mapuche y en
formas de expresión propias de la lengua. Por este motivo, uno de los propósitos de las
actividades fue promover el uso del nütramkan de tal forma que los estudiantes fueran
“soltándose” en la lengua y la comunicación fuera cada vez más fluida.
A continuación se presentan tres situaciones surgidas al interior de los internados. Las
tres interacciones entre los estudiantes y los hablantes surgieron de espacios de nütram,
donde los hablantes expusieron reflexiones en torno a determinados temas propuestos
en las actividades desde los que se desprendieron instancias de nütramkan.
En la primera escena del internado, la actividad consistía en realizar una caminata por el
campo e ir observando y comentando acerca de las características del territorio que
recibía al internado; dentro de ellas su historia, la flora y fauna que alberga el campo,
los usos medicinales de las plantas del lugar, los esteros de agua y su rol, entre otros
elementos. Así, los kimche fueron a la cabeza de esta caminata conversando con los
estudiantes, observando y apreciando el territorio, como se observa a continuación:
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Kiñe: Trekatun lelfün püle
HM: Tüfa ta “michay” y cuando me dijeron “¿qué significa michay?, yo como no conocía este
árbol lo traduje, “michay” es “más rato”.
PC: Welu, “michay” pingekey ñi üy chedungun “chakaywa”
HM: chakay
PC: chakay-wa
HM: “chakaywa”May, Iñche ta, me preguntaron que esto, yo diría chakay, chakay, por esto,
chakay pingekey ta fey ta, tañi mapu mew, chakay
PC: welu, fey ti chi chakaywa, üyew
HM: ah, ka tüfa
PC: fey chi, üyew
HM: ¿por qué está nombrado esto? los poetas lo citan mucho cuando hacen poesía
PC: welu “michay” pingekey ta fün, ¡uy!
L: tiene una plantita, tiene un…
PC: ¡may!
PC: el fün ke no va a ser,
HM: para comer
PC: trung trung pingefun
HM: Mmm, mire qué interesante…
[Risas varios]
HM: ¿chumngechi piafuymi chedungu?
PC: ¿chakaywa?
HM: no, Kuyfi, fachiantü ta müley ta, eh comercio mew, “kuyul”, ¿chem pingekey ama
lamngen? María, kuyfi ta füchakeche ta amuke…ngillakelafuy ta ...ka adnieael ka wesakelu, ¿chem
pingekey mapudungun mew ama? , ngoyman iñche, eh…cepilla
PC: purümun
LM: purümun
HM: purumün,
PC: Purumaafiñ…
HM: purümungekefuy tüfachi anümka mew, ¿chem color niekey tufa mew
M: kochor
HM: feley, kochor, tufa
LM: feley
HM: wadkümngekey feymew kuyfi, chem [...] niekey
LM: tüfey
HM: ¿chumngechi wiñotuafuymi che dungu chi?
HM: ngillawelaiñ, feychi chem, farmacia mew
LM: feley
HM: feley, amulepe
‘Uno: caminata por el campo
HM: Esto es “michay” y cuando me dijeron “¿qué significa michay?”, yo como no conocía este
árbol lo traduje, “michay” es “más rato”.
PC: pero, “michay” tiene nombre en chedungun “chakaywa”
HM: chakay
PC: chakay-wa
HM: “chakaywa”. Sí, a mí me preguntario qué es esto, yo diría chakay, chakay, por esto, se
llama chakay, en mi tierra, chakay.
PC: pero, este es el chakaywa, allá.
HM: ah, ese.
PC: ese, allá.
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HM: ¿por qué está nombrado esto? los poetas lo citan mucho cuando hacen poesía
PC: pero “michay” se llama el fruto, ¡ese nombre!
L: tiene una plantita, tiene un…
PC: ¡Sí!
PC: el fruto no va a ser
HM: para comer
PC: trung treun se llama
HM: MMm, mire qué interesante…
[Risas varios]
HM: cómo se diría en chedungu?
PC: ¿chakaywa?
HM: no, antes, hoy en día hay en el comercio, “carbón”, cómo se dice eso hermana? María, antes
los antiguos que iban, no lo compraban, se tenía otra ropa, ¿cómo se dice en mapudungun?, me olvidé, eh,
cepilla…
PC: para teñir
LM: para teñir
HM: para teñir
PC: teñimos
HM: se usa para teñir esta planta. ¿qué color daba?
M: un color desteñido
HM: así es, desteñido
LM: así es
HM: se hacía hervir, antes, qué […] solía tener
LM: esto
HM: ¿cómo podría volver la gente a este asunto?
HM: no volveremos a comprar esto, en la farmacia.
LM: así es’
HM: así es, que siga’
En este primer fragmento del internado es posible apreciar el diálogo entre kimche y
estudiantes, donde a partir de un elemento del campo en particular como el michay, se
contraponen y complementan saberes de un lado de la cordillera y del otro. Estos
saberes tienen que ver con diferentes formas de nombrar una planta de acuerdo a la
variedad lingüística del territorio, diferentes usos, entre otros. Desde este espacio surge
un nütramkan donde se aprecia un diálogo entre HC y PC en el que se habla sobre esta
flor y los distintos nombres que se le entrega en Puelmapu. Mientras que HC hace
alusión a que esa particular flor es muy nombrada en la poesía y pregunta cómo se le
denomina del lado argentino de la cordillera.
Estos nütramkan se dieron a lo largo de la caminata por el campo, donde los estudiantes
fueron atentos a la conversación, participando dentro de sus posibilidades en ella,
interviniendo con preguntas que surgieron en el trekan (caminar) y anotando
rápidamente palabras que no entendieron para después preguntar a los kimche. Esta
experiencia fue significativa en términos territoriales y lingüísticos, puesto que no sólo
es una instancia de aprendizaje pertinente sino que además se rompe con los espacios
tradicionales de aprendizaje y se da un rol primordial a la persona que sabe el dungun,
la palabra.
En el segundo momento registrado, se presenta una actividad que fue promovida por los
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mismos estudiantes del internado a partir de una solicitud que surgió previo a la cena.
Los estudiantes propusieron realizar un video sobre la preparación de yiwiñ kofke6 paso
a paso en mapudungun. Durante este registro, los participantes de manera improvisada
comienzan a grabar y a preparar el yiwiñ kofke. A medida que van contando en
mapudungun cómo este se cocina y qué ingredientes lleva, van surgiendo dudas sobre
cómo expresar determinadas frases y preguntas. Uno de los kimche va acompañando la
actividad y ante las preguntas comienza a ayudarlos y simultáneamente los va
interrogando. Así, por ejemplo pregunta “chem am ta rüngo?” (¿qué es harina?) y
muestra la harina con sus manos a los estudiantes. También, para que los aprendices
puedan intervenir más recurre mínimamente al español, como en el siguiente fragmento:
fayi…pürayalu ta masa, “fermento” pi ta wingka. Fey ta “fayi” pingey, fayi ta chicha.
Fermentay, Fayiy ¿ka chem? (fayi…que hace subir la masa, fermento le dice el
extranjero. Esto “fayi” se llama, fayi la chicha. Fermenta, fayiy ¿qué otra cosa
[fermenta]? De esta manera, entre risas, los estudiantes en conjunto con el kimche
realizan una de las labores de la cocina totalmente en mapudungun y a partir de una
inquietud del momento. A continuación un fragmento del diálogo de la cocina:
Epu: Chumngechi dewmangekey yiwiñ kokfe?
CV: Feley may, mari mari kom pu che, mari mari pu domo, fewla dewmayaiñ yiwiñ kofke.
HM: Feley.
XX: may
CV: Welu iñche, dungul.aiñ,
AC: ¡rangi müten!
CV: Ah, ¿rangi müten?
AC: no, no [señala a otra persona]
CV: ¡ah ¡ ya may, welu müley iyael ta dewmayael yiwiñ kofke. ¿feley? ¿Chem iyael
duamngekey ta yiwiñ kofke dewmayalu?
HM: dewmangekey… wüne, duamngekey rüngo
CV: chem am ta rüngo?
HM: fey ta rüngo
CV: rüngo tati
HM: may, feymew, ¿chew tripakey ta rüngo? mapu mew, kachilla mew. …
XX: may, feley
HM: Tripakey ta rüngo
…Ruidos…
HM: Eymi calladitonge. Rüngo tripakey. Fey ta tüfa lefadura pingey, fey tüfa mew, ta fayi
CV: chem am ta fayi?
HM: fayi, pürayalu ta masa, “fermentó” pi ta wingka. Fey ta “fayi” pingey, fayi ta chicha.
Fermentay, Fayiy ¿ka chem? Faw chem chicha dewmangekey?
AA: cerveza fayiy
XX: Sidra
AC: müday
HM: fayem, sidra fayem, pütongey, müna ngollilikey ta che.
CV: müday ka
HM: may
6 Conocido en Chile como “sopaipilla” y en Argentina como “torta frita”, es una masa frita hecha a base de harina y
manteca.
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HM: Feymew, tukulfi lamngen, tukukey chadi, tüfa mew
A: ¡may!
CV: ¿fül fül?
HM: May, fülfüy, tukukey chadi
A: may
HM: ya, eso, fey ti ta chadi ta ti
CV: may
VL: ¿ chem am ta fülfül?
CV: fülfül tufa
HM: así, adkintunge poh
AA: ¿tunten chadi, peñi?
HM: ¿ah? Fey lamngen kimniey, lamngen kimniey tunten chadi, tukuy kechu kilo, kechu kelü
tukuy tufa mew. Fey kimmniey tunten tukuael tüfa mew. Fey tufa … ¿chem am ta fey tüfa lamngen?
AC: kochi ko
HM: kochi ko, azukara niey tufachi ko
AA: ah, feley
CV: rangiñ, ponwito mew
HM: may, tukukey ponwitu mew, fey ta doy famngechi purayalu, doy puruy famngechi
purayalu… fey tüfa ko, chadiko pingey ¿feley? ¿kam are ko?
CV: kimlan
HM: ¿chem niey ka?
CV: ¿ko ka kochuko ka chadiko?
AC: agua tibia
HM: LLako ko
CV: Llakoko, tibia
HM: ¿ka chem amuay?
CV: eh, lamngen. . ¿tunten rupa fülfül.limi, chadi? Kiñe rupa? Epu rupa? Küla rupa?
AC: al ojo
Xx: nge rupa, jaja
[risas]
CV: kiñe rupa, epu rupa ¿tunten? Epu rupa…
CV: eh, feymew
AC: epu rupa. Ahora esperamos.’
‘Dos: ¿Cómo preparamos tortas fritas/sopaipillas?’
CV: bueno, hola a toda la gente, a las mujeres, ahora haremos sopaipillas.
HM: muy bien.
XX: sí.
CV: pero yo no hablaré.
AC: ¡solo la mitad!
CV: ah, ¿la mitad no más?
AC: No, no [señala a otra persona]
CV: ah! Bueno, ¿pero hay comida [ingredientes] para hacer sopaipillas? ¿Bien? ¿Qué
ingredientes se necesitan para preparar sopaipillas?
HM: para preparar… primero se necesita harina
CV: ¿qué es “rüngo”?
HM: esto es harina
CV: es harina
HM: sí, entonces, ¿de dónde sale la harina? De la tierra, del trigo…
XX: sí, así es.
HM: Sale la harina
…Ruidos…
HM: quédate calladito. Sale la harina. Esto se llama levadura, con esto fermenta.
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CV: ¿qué es “fayi”?
HM: fermenta, cuando sube la masa, fermentó dice el extranjero. Entonces se dice que fermentó,
fermenta la chicha. Fermenta. ¿Qué más? ¿Acá qué chicha hacen?
AA: la cerveza fermenta.
XX: sidra
AC: müday
HM: fermenta, la sidra fermenta, se bebe, se emborracha la gente.
CV: el müday también.
HM: sí. Entonces, le pone hermana, se le pone sal, acá.
HM: ¡sí!
CV: ¿se espolvorea?
HM: sí, se espolvorea, se pone la sal.
A: Sí.
HM: ya, eso, esa es la sal.
CV: Sí.
VL: ¿Qué es “fülfül”?
CV: Esto es “fülfül”.
HM: así, mira poh.
AA: ¿cuánta sal, hermano?
HM: ¿ah? La hermana sabe, la hermana sabe cuánta sal, le puso cinco kilos, cinco kilos le puso
aquí. Entonces sabe cuánto ponerle. Esto, ¿qué es eso hermana?
AC: agua dulce
H: agua dulce, esta agua tiene azúcar
AA: ah, bien
CV: la mitad, adentro
HM: sí, se pone adentro, Así sube más, más sube entonces… y esta es agua, agua con sal.
¿Cierto? ¿O agua caliente?
CV: no sé.
HM: ¿qué más tiene?
CV: ¿Agua, agua dulce y agua salada?
AC: agua tibia
HM: agua tibia
CV: agua tibia
HM: ¿qué más?
CV: eh, hermana, ¿cuántas veces le espolvoreó sal? ¿Una vez? ¿Dos veces? ¿Tres veces?
AC: al ojo
XX: “ojo veces”, jaja
[risas]
CV: una vez, dos veces, ¿cuántas? Dos veces…
CV: eh, entonces…
AC: dos veces. Ahora esperamos.’
El tercer momento seleccionado no es un nütramkan, sino que un üllkantun (‘canto’)
que surge en un contexto de nütram de cierre del internado donde los estudiantes
entregaron sus pareceres, donde se agradeció la instancia y los kimche entregaron
palabras de aliento a los participantes para su aprendizaje. En este espacio de confianza
y de finalización del internado, una de las kimche decide hacer un “regalo” y canta un
üllkantun que ella recordaba de pequeña, que es escuchado con atención por todos los
presentes. Este elemento del arte verbal mapuche surge desde la conversación y los
relatos que se dan en el cierre y simultáneamente se entrega desde la emotividad que
provocó el espacio, como se aprecia en el siguiente apartado:
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Küla: üllkantun
Fachiantü, fachiantü, fachiantü
Tüfa mew müleiñ, tüfa mew müleiñ
kamapu küpan, kamapu kupan
pemean tañi peñi, piwke mew, fey muta kupan ta,
fey muta kupan
Fachiantü, fachiantü, fachiantü
epe amuleiñ, epe amuleiñ, epe amuleiñ
ka taiñ peñi, münake peñi amüley
münake peñi amuley
münake pichikedomo
pichikedomo amuley
Eymi tami ayin peñi, fey muta, amu.. muleiñ nga, amu..muleiñ nga
Füreneamün
Küpan
Kisu inan
Kisu inan
Iñche ta kimlafiñ
‘Tres: canto
Hoy, hoy, hoy
Acá estamos, acá estamos
Desde lejos vine, desde lejos vine
Vine a ver a mi hermano, en mi corazón, por eso es que vine
Por eso es que vine
Hoy, hoy, hoy
Ya casi nos vamos, casi nos vamos, casi nos vamos
Y nuestros hermanos, muchos hermanos se irán,
Muchos hermanos se irán
Muchas niñas
Las niñas se irán
Tu alegría hermano, se va,
Por favor
Vengo
Sigo sola
Sigo sola
No lo sé.’
En síntesis, los dos nütramkan revisados y el üllkantun surgieron de manera espontánea
a partir de las actividades realizadas con los hablantes. En el primero se observa una
salida al campo de Pichi Leufu donde los hablantes fueron relatando las distintas hierbas
medicinales o lawen que podían encontrar en ese territorio y cómo se usaban
antiguamente. El grupo caminó y recorrió los alrededores del campo recogiendo plantas,
observando las flores, el espacio a medida que los hablantes iban relatando historias y
anécdotas.
El segundo nütramkan, surge desde la inquietud de los estudiantes por realizar una
actividad cotidiana únicamente en mapudungun. Así los aprendices a partir de la
narración de cómo se realiza el yiwiñ kofke, deciden ir paso a paso expresándose
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Dossier: Narrativa oral y arte verbal / 202
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únicamente en mapudungun. Los estudiantes realizan cada pregunta que les surge en
mapudungun y disfrutan del cocinar hablando la lengua, de manera distendida y en
confianza.
En el tercer fragmento, luego de una ronda de nütram grupal con los estudiantes y
hablantes al interior de la escuela, a modo de cierre del internado, una de las kimche
comienza a cantar un üll en mapudungun como yewün (‘regalo’) para los estudiantes.
Este es escuchado por los estudiantes con atención quienes van interpretando lo que la
kimche canta.
Como se apreció en los tres fragmentos seleccionados, el nütram y gran parte de los
elementos del arte verbal mapuche tienen un fuerte componente de improvisación que
permite a quienes están aprendiendo tener un margen de error y de interacción en mayor
confianza con quienes acompañan. Durante el internado surgieron diversos momentos,
además de los revisados, que nacieron de la improvisación y de la motivación que
entregó cada momento y cada actividad. Dentro de esto se pueden destacar otras
actividades relevantes territorialmente como un nütram que se realizó en el campo con
los kimche y estudiantes donde se habló de las distintas partes del caballo y de su
ornamentación y dentro de eso las diferencias léxicas que había entre la variedad de un
kimche de Ngulumapu y de los kimche de Puelmapu.
Así, el nütram se presentó en este caso como un elemento y estrategia para motivar a los
estudiantes a hablar el mapudungun en un espacio de confianza y de reciprocidad donde
pudieran practicar sin miedo al error. Este permitió generar no solo instancias de
comunicación intergeneracional basada en la confianza con los interlocutores, sino que
también proporcionó un lugar para que el conocimiento de los hablantes fuese valorado.
En consecuencia, en primer lugar, el nütram funciona en estas experiencias de
inmersión como un aprendizaje significativo y contextualizado para los aprendices. En
segundo lugar, este género propio del arte verbal mapuche permite un espacio de
apertura para que otros elementos surjan, como el üllkantun en el caso que presentamos.
Esto, en relación con los espacios de revitalización es enriquecedor para los estudiantes
y para quienes enseñan ya que permite una revalorización no solo de lengua sino que de
múltiples elementos asociados a ella estrechamente, como lo es el rakiduam mapuche
(‘conocimiento’) y sus formas de transmisión oral y los elementos orales de la cultura
tradicional.
En esta línea, consideramos que los espacios de inmersión lingüística son funcionales a
la enseñanza y aprendizaje de la lengua, a la reconstrucción del tejido social mapuche, a
la recomposición del contacto intergeneracional entre los füchakeche (‘antiguos’) y los
wechekeche (‘jóvenes’), a la revalorización de la tradición oral como estrategia de
aprendizaje y al fortalecimiento de la identidad mapuche por medio de aprendizajes
significativos culturalmente.
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Dossier: Narrativa oral y arte verbal / 203
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Conclusiones
Llama la atención y satisface enormemente la alta demanda social por espacios de
transmisión de la lengua mapuche en la actualidad. Cada día prolifera un taller de
mapudungun, esos nuevos brotes que antes se mencionaron, se monta una exposición
que visibiliza la temática mapuche o se publica un nuevo libro. Observamos con alegría
cómo la sociedad mapuche realiza diversas acciones porque no quiere que su lengua
desaparezca y ha aceptado el desafío de ejercer sus derechos lingüísticos. En este
escenario, la activa participación en actividades de inmersión lingüística,
particularmente aquellas conocidas como “Internado lingüístico”, constituye un
significativo foco de revitalización lingüística y cultural, sobre los cuales no se ha dicho
mucho en la Academia.
Dentro de las conclusiones surgidas a partir de nuestro trabajo y participación en
actividades de inmersión lingüística, puntualmente en los internados realizados por
nuestro equipo en la comunidad Curaco Ranquil (Galvarino, 2013) y en la comunidad
Pichi Leufu (Bariloche, 2015), y teniendo en consideración la literatura actualizada
revisada en el presente artículo, resaltamos que:
-
Consideramos que el internado lingüístico se presenta como uno de los
escenarios más óptimos para la creación y documentación de material didáctico
valiosísimo para la conservación de la lengua mapuche, especialmente por ser
una instancia donde se reúnen e interactúan personas pertenecientes a diversos
rangos etarios y con distintos niveles de manejo del mapudungun.
-
La metodología del internado, potencia la realización de actividades dirigidas al
grupo etario que menos atención ha tenido con respecto a las políticas de
educación y promoción del pueblo mapuche: el de la juventud-adultez. Pues si
bien, por un lado miles de niños y niñas mapuche asisten a escuelas
interculturales con educadores tradicionales como profesores, por otro lado los
ancianos o füchakeche portan el rol de sostenedores de la cultura. Quedando en
mayor desamparo los jóvenes y adultos que quieren acercarse y mantener en uso
la lengua.
-
Debido a la participación de hablantes maternos y kimche pertenecientes a las
comunidades donde se realizan los internados lingüísticos, el programa de este
tipo de instancia educativa se alinea con los preceptos de la investigación
activista o políticamente comprometida, pues son los propios hablantes quienes
definen las prioridades de la documentación lingüística mediante la creación
espontánea de algunas actividades. n particular, el nütram es uno de los géneros
discursivos más multifacéticos con los que cuenta el pueblo mapuche, y debido a
su plasticidad favorece la interacción y adiestramiento de los neohablantes o
aprendices que están estudiando mapudungun.
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Dossier: Narrativa oral y arte verbal / 204
Narrativas orales mapuche: el nütram como género... | Simona Mayo y Andrea Salazar [pp. 187-207]
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Exlibris #5 (2016)
Dossier: Narrativa oral y arte verbal / 205
Narrativas orales mapuche: el nütram como género... | Simona Mayo y Andrea Salazar [pp. 187-207]
ISSN 2314-3894
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Simona Mayo
Es Licenciada en Lengua y Literatura Hispánica con mención en Literatura de la
Universidad de Chile. Maestranda de la Maestría en Educación de la Universidad de
Buenos Aires. Estudiante del Doctorado en Lingüística de la Universidad de Buenos
Aires. Integrante del equipo de enseñanza de mapudungun “Kom kim mapudunguaiñ
waria mew” (Todos aprenderemos mapudungun en la ciudad). Se ha desempeñado en la
enseñanza, revitalización y difusión del mapudungun en diversos espacios en Chile y
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Dossier: Narrativa oral y arte verbal / 206
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Argentina y en la producción de material de enseñanza contextualizado a la realidad
urbana y actual de la lengua mapuche.
Andrea Salazar Vega
Es Licenciada en Lengua y Literatura Hispánica por la Universidad de Chile y Magíster
en Estudios de Género y Cultura por la misma casa de estudios. Estudiante del
Doctorado en Estudios Interdisciplinarios de la Universidad de Valparaíso. Integrante
del equipo de enseñanza de mapudungun “Kom kim mapudunguaiñ waria mew” y de la
organización de mujeres mapuche “Pewvley taiñ rakizuam” de Valparaíso. Trabaja en
diversas iniciativas de docencia, investigación y gestión cultural en pos de la
revitalización de la lengua mapuche, en particular a través de la producción de
materiales educativos multimediales e interculturales.
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Exlibris #5 (2016)
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Panorama nacional y regional... | Bermúdez, Migliore, Tullio, Verdecchia [pp. 208-236]
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Panorama nacional y regional de planes de estudio
de la carrera de Letras 1
Nicolás Bermúdez / María José Migliore / María Agustina Tullio / Matías Verdecchia
Universidad de Buenos Aires
La discusión sobre el Plan forma parte de las inquietudes de la comunidad de Letras
desde hace un tiempo, como se evidencia en la gestación de proyectos de
reconocimiento institucional recientes que reflexionan sobre la carrera, tanto sobre su
historia como sobre su organización curricular vigente; en la publicación, en el número
anterior de esta revista, de artículos que se generan en el seno mismo del Departamento
de Letras, concretamente de la mano de Jerónimo Ledesma y Juan Manuel Lacalle, que
recuperan los diversos planes de estudio que rigieron la carrera, desde 1954 hasta el
plan de 1976; y, finalmente, en el hecho de que las agrupaciones estudiantiles que
integran la Junta departamental han incorporado entre sus propuestas el objetivo de
modificar el plan de la carrera.
Acerca del género plan de estudios, Lacalle y Ledesma señalan en uno de los artículos
mencionados que un plan “admite muy diversas formas de estudio y análisis. Desde la
perspectiva de su concepción, un plan se nos presenta como una carta de intenciones en
la que confluyen principios ideológicos, nociones sobre la educación, tramas políticas.
[...] desde la perspectiva de su sanción, un plan de estudios es un texto normativo, un
reglamento al que deben ajustarse los sujetos alcanzados por él” (2015: 157) 2. De
acuerdo con esta conceptualización, el presente trabajo no solo quiere tener un valor
instrumental, sino que también puede ser considerado como una lectura contrastiva y, en
consecuencia, una puesta en perspectiva de esa “carta de intenciones” que es el Plan de
Letras. Puesta en perspectiva que aparece hoy más que necesaria: el próximo 15 de
octubre se cumplen 32 años desde su aprobación en 1985. Es de esperar entonces que
este trabajo contribuya a la reflexión sobre la necesidad de trazar, en un nuevo plan de
estudios, las tensiones educativas, políticas e ideológicas que recorren el presente.
1
2
El presente artículo fue elaborado por el equipo que integra el proyecto “Relevamiento de planes de
estudios de grado de carreras de Letras”, perteneciente al Departamento de Letras de nuestra Facultad,
que se forma en mayo de 2016 con el propósito de generar un insumo para la discusión sobre el actual
plan de estudios de la carrera. Este trabajo es, concretamente, el resultado de un análisis comparativo de
un conjunto de planes vigentes hoy en la Argentina y en algunos países de Latinoamérica.
Lacalle, Juan Manuel y Ledesma, Jerónimo (2015). “Memorias y archivos de Letras. Planes de estudios
(1976-1954)”, Revista Exlibris, Núm. 4.
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Enseñanza / 208
Panorama nacional y regional... | Bermúdez, Migliore, Tullio, Verdecchia [pp. 208-236]
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Descripción de la muestra
Universidades elegidas y criterios de selección
Se seleccionaron en total 36 universidades: 28 nacionales (todas las que ofrecen
actualmente carrera de Letras o afines) y 8 latinoamericanas. En este último caso, la
elección se basó en criterios de cercanía cultural y de tradiciones académicas. Las
universidades elegidas son:
UNComa
UNPA
UNRN
UNP
Bosco
UNGS
UNAHUR
UNLP
UNLZ
UNSAM
ISPJVG
González
IESAMJ
Moreau de Justo
UNMdP
UNCUYO
UNLPam
UNSJ
UNSL
UNAM
UNC
UNCA
UNF
UNJu
UNL
UNNE
UNR
UNRC
UNS
UNSa
UNSE
UNT
UNVM
BUAP (Méx.)
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Revista del Departamento de Letras
Universidad Nacional del Comahue
Universidad Nacional de la Patagonia Austral
Universidad Nacional de Río Negro
Universidad Nacional de la Patagonia San Juan
Universidad General Sarmiento
Universidad Nacional de Hurlingham
Universidad Nacional de La Plata
Universidad Nacional de Lomas de Zamora
Universidad Nacional de San Martín
Instituto Superior del Profesorado Joaquín V.
Inst. de Enseñanza Superior Nº 1 Dra. Alicia
Universidad Nacional de Mar del Plata
Universidad Nacional de Cuyo
Universidad Nacional de La Pampa
Universidad Nacional de San Juan
Universidad Nacional de San Luis
Universidad Nacional de Misiones
Universidad Nacional de Córdoba
Universidad Nacional de Catamarca
Universidad Nacional de Formosa
Universidad Nacional de Jujuy
Universidad Nacional del Litoral
Universidad Nacional del Nordeste
Universidad Nacional de Rosario
Universidad Nacional de Río Cuarto
Universidad Nacional del Sur
Universidad Nacional de Salta
Universidad Nacional de Santiago del Estero
Universidad Nacional de Tucumán
Universidad Nacional de Villa María
Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
Exlibris #5 (2016)
Enseñanza / 209
Panorama nacional y regional... | Bermúdez, Migliore, Tullio, Verdecchia [pp. 208-236]
UAM (Méx.)
UNAM (Méx.)
UNC (Col.)
UFMG (Bra.)
UFRJ (Bra.)
USP (Bra.)
UCV (Ven.)
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Universidad Autónoma Metropolitana (México)
Universidad Nacional Autónoma de México
Universidad Nacional de Colombia
Universidade Federal de Minas Gerais
Universidade Federal do Rio de Janeiro
Universidade de São Paulo
Universidad Central de Venezuela
La expresión porcentual del listado anterior es la siguiente:
Colombianas
Brasileras
3%
8%
Mexicanas
8%
Venezolanas
3%
Argentinas
78%
Gráfico 1 – Expresión porcentual de origen de universidades de la muestra.
1.1.2. Carreras elegidas y criterios de selección
Como resultado de esa selección, el corpus de exploración quedó conformado por 68
carreras universitarias: 54 de universidades nacionales (26 licenciaturas y 28
profesorados) y 14 de universidades regionales (11 licenciaturas y 3 profesorados). Es
decir, la muestra es exhaustiva en lo que hace al ámbito nacional y altamente
representativa en lo que respecta al ámbito regional.
En cuanto a la denominación de las carreras, se constató que no existe demasiada
dispersión. La mayoría alterna entre un nombre similar al de la carrera que ofrece la
UBA, “Licenciatura/Profesorado en Letras” y “Licenciatura/Profesorado en Lengua y
Literatura”. Las proporciones se detallan en el gráfico que sigue.
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Exlibris #5 (2016)
Enseñanza / 210
Panorama nacional y regional... | Bermúdez, Migliore, Tullio, Verdecchia [pp. 208-236]
Profesorado en
Lengua y
Literatura
11%
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Licenciatura en
Lengua y
Literatura
4%
Licenciatura en
Letras
42%
Profesorado en
Letras
43%
Gráfico 2 – Designación de las carreras nacionales.
Otro dato relevante es la antigüedad de los planes. El más antiguo es de 1985. El más
nuevo, de 2014. La mayoría fue producido durante la primera década de este siglo,
según el detalle de la imagen que sigue. Es decir, se trata de una muestra con fuerte
actualidad.
1986-1990
19852016
2 3
1990-2000
2000-2010
25
2010-2016
11
Letras
(UBA)
Gráfico 3 – Antigüedad de los planes.
Cabe destacar que el recorte no comprende algunas carreras que guardan una relación
estrecha con los profesorados y licenciaturas de Letras, tales como la Licenciatura en
Escritura Creativa de la UNA, la Licenciatura en Inglés con Orientación en Estudios
Literarios de la UNLPam o la Licenciatura en Terapias del Lenguaje de la UNCUYO.
Se optó por el análisis de los profesorados y licenciaturas de Letras para obtener mayor
precisión en la comparación de datos.
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Exlibris #5 (2016)
Enseñanza / 211
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Resultado del análisis de los proyectos curriculares y planes de estudio
Ejes de exploración
Se detallan a continuación los resultados del análisis de los planes de estudios de las
carreras. Los ejes de exploración utilizados conciernen, por un lado, a los fundamentos
conceptuales de las carreras; por otro lado, atienden a su estructura y organización.
Estos ejes se sintetizan en el siguiente gráfico:
Fundamentos
• Objetivos
• Perfil del egresado
• Alcance del título
Organización general y estructura
de las carreras
• Requisitos de ingreso
• Carga horaria/cantidad de
materias/años de duración
• Títulos intermedios
• Requisitos de finalización (tesina,
TP, práctica…)
• Requisitos complementarios
• Estructuración (abierta, cerrada…)
• Segmentaciones internas
• Sistema de correlatividades
• Articulación Lic.-Prof.
• Orientaciones
• Composición disciplinar
• Idiomas extranjeros
Gráfico 4 – Aspectos/ejes relevados de los planes de estudio.
Fundamentos
Se trata de los ítems presentes en la fundamentación teórica de todos los planes. En
general, se reconocen objetivos, perfil del egresado y alcances del título o
incumbencias profesionales, pero no siempre se hace esta distinción. En su diversidad,
algunos fundamentos son coincidentes, lo que permitió localizar puntos en común –que
son los que aquí se exponen- y destacar las diferencias con el plan de estudios de la
carrera de Letras de la UBA.
2.1.1.1. Universidades nacionales
2.1.1.1.1. Objetivos
En el caso de las licenciaturas, en los planes de estudio de las universidades nacionales
se hace hincapié en promover en los estudiantes una actitud de compromiso con la
realidad local y con la comunidad en lo que hace a requerimientos, expectativas y
necesidades. Ese objetivo no se menciona en el plan de Letras (UBA). Cabe destacar
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Enseñanza / 212
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que los objetivos de dicho plan son comunes a la licenciatura y al profesorado, por lo
que no se destacan especificidades que puedan corresponder a una y otra formación. Se
podría sostener que, en líneas generales, los objetivos establecidos por los planes de
estudios de las universidades nacionales apuntan, como en la UBA, a la formación de
un intelectual crítico, pero además explicitan el compromiso con la comunidad. Esto se
resume en el siguiente gráfico:
Objetivos
Formación sólida en docencia e investigación
Adquisición de competencias, habilidades, conocimientos
(incrementarlos, compartirlos, promoverlos) con actitud crítica
Compromiso con la comunidad (local, nacional, internacional) y el
momento histórico (la realidad política, social, cultural)
Gráfico 5 – Objetivos de las licenciaturas de las universidades
nacionales.
En el caso de los profesorados, en los planes de estudio de las universidades nacionales
se destacan objetivos con una fuerte impronta pedagógica que abarcan desde la
reflexión crítica acerca del sistema educativo hasta la elaboración de materiales
didácticos. En el plan de Letras (UBA) no se desarrollan objetivos análogos.
2.1.1.1.
Formar docentes especializados para desempeñarse en los
niveles medio y superior, en las modalidades común y
adultos del sistema educativo, así como en la educación no
formal
Que los estudiantes desarrollen competencias para la
comprensión de los fenómenos educativos
Que los egresados puedan
elaborar herramientas y
materiales didácticos, diseñar
y evaluar procesos de
enseñanza y aprendizaje,
plantear, reconocer y resolver
problemas del área
Que los egresados se
comprometan críticamente
con la educación como
fenómenos social y con la
propia práctica docente
Gráfico 6 – Objetivos de los profesorados nacionales.
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2.1.1.1.2 Perfil del egresado
En el caso de las licenciaturas, se señalan y se detallan las competencias, los saberes, las
capacidades y los valores que el graduado adquirió como parte de su formación, en
sintonía con los objetivos analizados más arriba. Su detalle se puede observar en el
gráfico siguiente:
Profesional que ha adquirido determinados saberes, competencias,
habilidades y actitudes para desenvolverse en campos laborales
diversos
Capacidad para comprender, diseñar, planificar, evaluar,
gestionar, dirigir, ejecutar, asesorar, integrar, producir, ejercer
(investigaciones, proyectos, equipos de trabajo, docencia)
Sentido crítico (frente a la realidad), autonomía, responsabilidad,
flexibilidad, apertura, disposición a la formación permanente,
compromiso con la (transformación de la) comunidad y los
valores democráticos
Gráfico 7 – Perfil del egresado de las licenciaturas de las
universidades nacionales.
En el caso de los profesorados, el perfil está claramente orientado hacia el trabajo en
instituciones educativas de los diversos niveles. En el plan de Letras (UBA) no se ofrece
el perfil del egresado.
2.1.1.1.3. Alcances del título
En el caso de las licenciaturas, la mayoría de las incumbencias profesionales de las
licenciaturas de universidades nacionales es compartida con el plan de Letras (UBA), tal
como se puede observar en el gráfico de más abajo. Se destaca, como dato relevante que
surge de la comparación, que este último no incluye entre las mismas la gestión
institucional, así como tampoco explicita lo que de hecho es una salida ocupacional de
los graduados: el campo de la gestión cultural. En contrapartida, sí incluye la actividad
en medios.
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Licenciaturas de universidades
nacionales
Investigación en áreas específicas
o relacionadas
Ámbito gráfico (periodismo en
general, especializado)
Ámbito editorial: corrección de
estilo, elaboración y edición de
material bibliográfico,
desempeño en cargos superiores
r
á
f
i
c
o
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Letras (UBA)
Proyectos de investigación en el
área de la literatura, la teoría y
crítica literaria, y el lenguaje.
Asesoría, consultoría,
supervisión en: metodología de
la enseñanza; políticas de la
enseñanza.
Gestión institucional
Asesoría en políticas lingüísticas
en los medios masivos de
comunicación
Programas
de capacitación
G
laboral y de alfabetización
Editoriales y otros medios de la
prensa escrita
Coordinador, animador y
orientador sociocultural
Peritos en causas judiciales
Asesoría y peritaje en organismos
judiciales, educativos y culturales
Gráfico 8 – Campo ocupacional de las carreras.
En el caso de los profesorados, mientras que las incumbencias del profesor de la carrera
de Letras (UBA) son equivalentes a las del licenciado con el solo añadido del ejercicio
de la docencia, en los planes de las demás universidades nacionales se destacan
particularmente la tarea de divulgación y la intervención en proyectos de extensión
relacionados con la lectoescritura, campo que viene cada vez ganando mayor presencia
en las currículas.
2.1.1.2 Universidades regionales
En general, los fundamentos de las universidades regionales no difieren de los de las
nacionales pero hay algunas particularidades. Entre ellas, vale la pena subrayar dentro
de los objetivos el compromiso social y democrático; la gestión cultural como parte del
campo ocupacional y la adquisición de destrezas para convertirse en alumnos de
posgrado entre los atributos que hacen al perfil del egresado.
2.1.1.2.1 Objetivos
En el caso de las licenciaturas, en consonancia con los planes de estudio de las
universidades nacionales y a diferencia de la UBA, se indica el compromiso del
estudiante con los valores democráticos. Además, se puntualiza el objetivo de que el
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Enseñanza / 215
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estudiante se convierta en un profesional con autonomía intelectual.
Los objetivos del profesorado no se distinguen en mayor medida de los de las
universidades nacionales.
2.1.1.2.2 Perfil del egresado
En la licenciatura, sobresale la consideración de que los graduados cuenten con los
elementos necesarios para realizar estudios de posgrado. En cambio, en la carrera de
profesorado llama la atención la mención del mercado de trabajo en relación con una
formación en constante actualización.
2.1.1.2.3 Alcances del título
Como parte del campo ocupacional de las licenciaturas, resalta la consideración de
tareas propias de la gestión cultural y la difusión que no se mencionan en los planes de
estudio de las universidades nacionales, incluida la UBA, y entre las cuales se incluyen
la creación literaria, la elaboración de guiones para distintos medios de comunicación, la
traducción (en consonancia con el fuerte peso de los idiomas extranjeros en las
universidades regionales) y el dictado de talleres de escritura.
En el caso del profesorado, que repite las incumbencias profesionales de la licenciatura,
se añade la inclusión de la carrera de escritor.
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Enseñanza / 216
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OBJETIVOS
• Formar
profesionales e
investigadores
idóneos y críticos
con:
• autonomía
intelectual
• capacidad de
resoluicón de
problemas
• compromiso
con los valores
democráticos
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PERFIL DEL
EGRESADO
CAMPO
OCUPACIONAL
• El graduado debe
haber adquirido:
• conocimientos
teóricos y
metodológicos
• competencias,
habilidades,
capacidades
(análisis,
comprensión,
síntesis)
• actitudes
críticas y
reflexivas
• capacidades
para continuar
estudios de
posgrado
• Investigación
• Gestión cultural y
difusión (e.g.
creación literaria,
crítica literaria,
traducción,
guiones para
radio, elaboración
de textos para
revistas, talleres
de escritura)
• Centros de
investigación,
instituciones
gubernamentales
y empresariales,
ONG, medios de
comunicación y
promoción
cultural,
instituciones
educativas
Gráfico 9 – Fundamentos de las carreras de las universidades
regionales.
2.1.1.3 El caso de los Institutos de profesorado
Ante todo una aclaración: este tipo de instituciones fueron incorporadas a la muestra
para que funcionen como una especie de corpus de contraste y, fundamentalmente, por
su importancia histórica y actual en el ámbito nacional.
2.1.1.3.1 Objetivos
Son similares a los de las universidades tanto nacionales como regionales. Se enfatiza la
formación pedagógica.
2.1.1.3.2 Perfil del egresado
Contempla la formación continua, la actualización de los conocimientos y la
investigación sobre cuestiones vinculadas a la educación.
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2.1.1.3.3 Alcances del título
Son más limitados que los de los profesorados nacionales y regionales. Además de la
docencia y la investigación, se señala la participación (que puede adoptar diversos
modos) en proyectos institucionales.
OBJETIVOS
•Promover la
formación integral
de docentes.
•Promover la
problematización de
trabajo y práctica
social.
•Favorecer la
comprensión del
sujeto a quien se
dirige la enseñanza.
•Favorecer la
capacidad para
diseñar,
implementar y
evaluar la enseñanza
y el aprendizaje.
PERFIL DEL
EGRESADO
CAMPO
OCUPACIONAL
•El egresado:
•Tendrá un
conocimiento
profundo, complejo
y actualizado de la
disciplina, y de su
didáctica específica.
•Será capaz de
comprender
críticamente la
constitución del
sistema educativo y
los problemas de su
campo de
conocimiento.
•Será capaz de
realizar las tareas
que se esperan de
un profesional de la
enseñanza (diseño,
planificación, etc.)
•Se orientará hacia
la formación
continua y la
investigación
educativa.
•Enseñanza de la
lengua y la literatura
en el nivel medio y
en el nivel superior,
en el ámbito de la
educación formal y
no formal
•Investigación
•Proyectos
institucionales
Gráfico 10 – Fundamentos de las carreras de institutos de
profesorado.
Organización y estructura
Recordamos que la indagación se desarrolló sobre los siguientes ejes: estructura de las
carreras, requisitos de ingreso, carga horaria, títulos intermedios, requisitos de
finalización, requisitos complementarios, segmentaciones internas, sistema de
correlatividades, orientaciones, composición disciplinar e integración de los idiomas
extranjeros.
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Estructura de las carreras
Para evaluar este punto, se establecieron cuatro categorías que clasifican los distintos
planes de estudio de acuerdo a la cantidad de materias obligatorias que presentan:
abierta (0-25% de materias obligatorias), semiabierta (26-50% de materias
obligatorias), semicerrada (51-75% de materias obligatorias) y cerrada (más del 76%
de materias obligatorias). Se consideraron en un único grupo tanto las asignaturas
optativas (sobre una oferta cerrada) como las electivas (sobre una oferta abierta).
En relación con esta cuestión, la amplia mayoría de las universidades nacionales
presenta una estructura cerrada. Se pueden encontrar algunos casos de estructuras
semicerradas (dentro de los cuales se halla la carrera de Letras de la UBA) y, en menor
proporción, de estructuras semiabiertas. Cabe destacar que ningún plan de estudios
nacional presenta una estructura abierta. Se puede sostener que los profesorados en
general también tienden a estructuras más cerradas.
Respecto a las universidades regionales, la distribución es más pareja. Si bien
predominan los planes con estructuras semicerradas, también se pueden encontrar casos
de estructuras cerradas, semiabiertas y abiertas.
A continuación, se presenta un cuadro comparativo que resume lo mencionado arriba:
Abierta (0-25% de
materias obligatorias)
Universidades
regionales
Semiabierta (26-50% de
materias obligatorias)
Semicerrada (51-75%
de materias
obligatorias)
Universidades
nacionales
Letras
(UBA)
Cerrada (+ de 76% de
materias obligatorias)
⃰Se consideran en único grupo tanto las asignaturas optativas (sobre una oferta cerrada)
como las electivas (sobre una oferta abierta)
⃰⃰⃰⃰ *Si se discrimina por tipo de carrera, los profesorados tienden a estructuras más
cerradas
Gráfico 11 – Estructuras de las carreras.
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Se observó que el 70% de las universidades nacionales, entre ellas la UBA, no
presentan requisitos de ingreso. En el ámbito regional, sin embargo, la tendencia es la
opuesta: el 80% sí exige algún requisito de ingreso.
Nacionales
Sí
30%
No
70%
No
20%
Regionales
Sí
80%
Gráfico 12 – Requisitos de ingreso.
A nivel nacional, se relevó que en la mayoría de los casos estos requisitos consisten en
un curso o materias de ingreso. A su vez, en tres licenciaturas (la de UNL, la de UNRC
y la de UNSE) se exige poseer previamente el título de profesor (o equivalente) para
comenzar la carrera. En la UNCA se exige además el cursado de un idioma moderno.
Por último, cabe señalar que en la UNCUYO se dicta un cursillo de nivelación en
febrero y en marzo que no es eliminatorio pero sí obligatorio.
En el ámbito regional, se destacó la tendencia a la promoción de un examen como
requisito de ingreso a la carrera. En Brasil, en particular, se debe aprobar un examen de
ingreso universal denominado “Vestibular”. Además, se registraron tres casos en los
que se exigía la cursada de ciertas materias para el ingreso.
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8
7
6
Nacionales
Regionales
5
4
3
2
1
0
Curso o
materias de
ingreso
Título previo
Examen
Gráfico 13 – Comparación de tipos de requisitos de ingreso.
Títulos intermedios
En el plano nacional, la amplia mayoría de las universidades -dentro de la que se
encuentra la UBA- no ofrece títulos intermedios. Sin embargo, se encontraron cuatro
excepciones a esta tendencia: el Diploma en Comunicación Oral y Escrita de la
UNCOMA, la Diplomatura en Ciencias Sociales y Humanas de la URN y los
Bachilleres Universitarios en Letras de la UNL y la UNR.
Sí
14%
No
86%
Gráfico 14 – Universidades nacionales con títulos intermedios.
Respecto a las universidades regionales, ninguna de las consideradas presentaba títulos
intermedios.
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2.1.2.4 Carga horaria/cantidad de materias/años de duración
A nivel nacional, se registró una tendencia a una mayor carga horaria en los
profesorados que en las licenciaturas (a excepción de la UNC, la UNAM y la UNPA).
En principio, porque esos planes contemplan en muchos casos prácticas pedagógicas.
Sin embargo, es necesario aclarar dos cuestiones: no fue posible acceder a la carga
horaria de todas las carreras de la muestra y no se analizó, en esta primera etapa de la
exploración, la cantidad de materias que presenta cada plan. En un segundo momento se
observarán las asignaturas, si bien desde un punto de vista cualitativo.
4000
3500
3000
2500
2000
1500
1000
500
0
Licenciaturas
nacionales
UNRN
UNC
UNAM
UNPA
UNSL
UNGS
UNSA
UNNE
UNCUYO
ISP AMJ
UNSAM
UNCA
ISP JVG
UNLPam
UNMDP
UNR
Profesorados
nacionales
Gráfico 15 – Carga horaria de carreras de universidades
nacionales.
El gráfico precedente muestra que los planes de estudio oscilan entre las 2.600 y las
3.600 horas reloj.
En el ámbito regional, el corpus algo exiguo y la falta de algunos datos impidieron la
generalización por país. No obstante, interesa mencionar algunos aspectos. En cuanto a
las carreras mexicanas, tanto en datos de carga horaria como de cantidad de materias se
relevaron cifras elevadas (en la BUAP hasta 4.630 horas y en la UNAM hasta 48
materias). En Brasil rige el sistema hora/crédito en todos los casos observados. Además,
las licenciaturas tienen menor carga horaria que los bacharelados, pero requieren
cumplir cierta cantidad de horas en el marco de la carrera de Ciencias de la Educación.
A su vez, en todas las universidades brasileras se exige cumplir con 200 horas de
“actividades científicas-académicas-culturales” (e.g. asistencia a congresos, defensas de
tesis, etc.). Finalmente, es destacable que las universidades tienen una oferta específica
para el turno noche, donde se mantiene la cantidad de horas exigidas, pero se flexibiliza
el plazo estipulado (en semestres) para cumplirlas.
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Requisitos de finalización
En lo que respecta a las licenciaturas nacionales, en el 60% de los casos relevados hay
un requisito de finalización (no así en el caso de la UBA). Dentro de este grupo, un 54%
requiere una tesina, un 33%, un trabajo final (cuyas características no se encuentran
definidas) y sólo un 13% (UNSJ y UNLPam), una tesis. En la UNRN, además de la
tesina, se debe cumplir con una actividad de trabajo final, mientras que en la UNCUYO
se debe diseñar y elaborar un proyecto de investigación en el marco de un seminario de
investigación. En el caso de los profesorados nacionales, ninguno supone la elaboración
de una tesis, una tesina o un trabajo final. Sin embargo, en todos los casos es necesario
realizar las prácticas docentes.
No
40%
Sí
60%
Gráfico 16 – Licenciaturas nacionales con requisitos de
finalización.
Trabajo final
33%
Tesis
13%
Tesina
54%
Gráfico 17 – Tipos de requisitos de finalización en las licenciaturas nacionales.
A nivel regional, las universidades mexicanas presentan una actividad de servicio social
como requisito de finalización. La UAM, además, supone la elaboración de un “examen
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profesional”, que puede abarcar diferentes géneros (tesis, tesina, informe académico o
traducción comentada). En el caso de la UFMG y de la UFRJ, ambas presentan una
monografía de aproximadamente 30 páginas.
Requisitos complementarios
Cabe señalar que la UAM presenta un Sistema de tutorías individuales, según la cual el
coordinador de estudios, durante el primer trimestre, propone al jefe de departamento un
profesor que funcionará como tutor académico para cada alumno que ingrese. El tutor se
reunirá al menos una vez por trimestre con los alumnos tutorados a lo largo de los doce
trimestres. Las reuniones podrán ser individuales o grupales.
Segmentaciones internas
Tanto en las licenciaturas como en los profesorados nacionales predomina la división de
las carreras en ciclos, tramos o niveles nominados (e.g. Ciclo de Formación Básica,
Ciclo de Formación Profesional). Este tipo de división interna corresponde al 72% de
las licenciaturas y al 46% de los profesorados. En el resto de las carreras, o bien no se
especifican divisiones, o bien hay divisiones sin nominación. En los profesorados,
además, hay carreras divididas por año de cursada.
Por regla general, las licenciaturas con ciclos nominados tienen dos niveles, uno de
formación general y uno de formación específica. La única excepción a la regla es la
licenciatura de la UNLPAM que además cuenta con un ciclo de formación en
investigación.
14%
14%
Letras
(UBA)
72%
No especifica
Por ciclos, niveles o tramos nominados
Por ciclos, niveles o tramos sin nominar
Gráfico 18 – Tipos de divisiones internas de las licenciaturas
nacionales.
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En cuanto a los profesorados con ciclos nominados, si bien hay varios profesorados que,
como las licenciaturas, tienen dos ciclos, uno de formación general y uno de formación
específica, la mayor parte de la muestra agrega un ciclo dedicado a la formación
docente.
12%
Letras
(UBA)
46%
25%
17%
No especifica
Por nivel
Por año
Por ciclos, niveles o trayectos nominados
Gráfico 19 – Tipo de divisiones internas de los profesorados
nacionales.
Tal vez un dato importante para tener en consideración es el peso específico (en
términos cuantitativos, de cantidad de horas/materias) de los distintos niveles en la
estructura global de la carrera. Si consideramos una hipotética estructura estándar dual
compuesta por un “Nivel básico” y un “Nivel de formación específica”, tenemos la
siguiente distribución:
Universidades nacionales
Universidades nacionales
25%
42%
58%
75%
Niveles "básicos"
Niveles "básicos"
Trayectos de "formación
específica"
Trayectos de "formación
específica"
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Gráfico 20 - Presencia de los distintos niveles en la estructura global de la carrera.
Es decir que, comparado con el resto de la región, el ámbito nacional muestra que son
más extensos los niveles de formación básica que contempla la estructura de los planes.
En las licenciaturas y profesorados regionales también priman las divisiones internas
nominadas. Estas ocupan un 89% de la muestra, mientras que las licenciaturas divididas
por año sólo un 11%. En las nominaciones de los trayectos hay algunas novedades
respecto a las de los ciclos de las universidades nacionales. Por un lado, hay
licenciaturas que cuentan con un ciclo de formación instrumental, que comprenden la
formación metodológica y la formación para la escritura. Por otro lado, el ciclo
correspondiente a la formación específica en las licenciaturas nacionales, por regla
general, se denomina “Ciclo de Formación Profesional” o “de Habilitación” en las
licenciaturas y profesorados regionales.
11%
Por ciclos o
trayectos nominados
Por año
89%
Gráfico 21 – Divisiones internas de las licenciaturas regionales.
Sistema de correlatividades
El 88 % de las licenciaturas y profesorados posee un sistema de correlatividades. Dentro
de ese porcentaje, un 60 % de las correlatividades están especificadas por materia, un
16% están orientadas por año de cursada y otro 12% es una sumatoria entre estos dos
últimos sistemas.
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12%
12%
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No especifica
Especificadas por
materia
Por año
16%
Mixto
60%
Letras (UBA)
Gráfico 22 – Sistema de correlatividades en las licenciaturas y
profesorados nacionales.
En las universidades regionales la regla general es la existencia de algún tipo de
correlatividad. Sólo un 7% de los planes de estudios no especifica correlatividades en
las carreras. Del 93% restante, en un 57% se trata de un sistema de correlatividad
especificado por materia; en un 22%, por ciclo, y un 14% está orientado por semestre de
cursada.
7%
No especifica
22%
Especificado por
materia
Por semestre
14%
Por nivel o ciclo
57%
Gráfico 23 – Sistema de correlatividades en las licenciaturas
regionales.
Se observó que, en algunos casos, las correlatividades implican la exigencia de la
aprobación de una materia anterior mientras que, en otros, solamente haberla cursado.
No obstante hay universidades en las que no se especifica cuál de los dos es el requisito
para aprobar la materia en cuestión.
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2.1.2.9. Orientaciones
2.1.2.9.1 Universidades nacionales
Para la elaboración de este eje, se tomó como punto de referencia o matriz la carrera de
Letras (UBA), es decir que se englobaron las orientaciones en tres grupos: Letras
Clásicas, Lingüística y Letras Modernas, que incluye las áreas de Literatura Argentina y
Latinoamericana, Teoría Literaria, Literatura Española y Literaturas Extranjeras. Los
nombres de algunas orientaciones presentan variaciones pero los contenidos son
asimilables.
Cabe mencionar que sólo once del total de universidades nacionales consideradas
ofrecen orientaciones. Se observó también que algunas universidades, en lugar de
orientaciones, organizan el plan según áreas (que, en general, responden a los mismos
nombres que las orientaciones), las cuales nuclean a un conjunto de materias de cursada
obligatoria.
El mayor porcentaje de orientaciones corresponde al campo de las Letras Modernas,
seguido del de Lingüística. Letras Clásicas es la orientación con menor presencia en las
universidades. En el caso puntual de la Universidad de Córdoba, ofrece Letras Clásicas
como una carrera diferenciada de Letras Modernas.
33%
48%
Lingüística
Letras clásicas
19%
Letras modernas
Gráfico 24 – Orientaciones de las licenciaturas nacionales.
2.1.2.9.2 Universidades regionales
El panorama que ofrecen en cuanto a orientaciones presenta diferencias notables con las
universidades nacionales. Además de las orientaciones de Lingüística, Literatura y
Lenguas Clásicas, se ofrecen otras que no forman parte de la oferta de las universidades
nacionales: Expresión Oral y Escrita (con el nombre de Comunicación) en la BUAP y
Edición y Traducción en la UFMG (Brasil). En el caso de las universidades de Brasil,
precisamente, en lugar de orientaciones hay habilitaciones que implican una formación
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sumamente específica. Se podría decir que, en el ámbito regional, se multiplica la oferta
de orientaciones.
2.1.2.10 Composición disciplinar
La división de áreas tomó como referencia la carrera de Letras (UBA), en la que se
distinguieron 9 áreas: Teoría Literaria, Lingüística, Literatura Española, Literaturas
Extranjeras, Literatura Argentina y Latinoamericana, Literaturas Clásicas, Idiomas,
Metodológicas (en el caso de la licenciatura) o Pedagógicas (en el caso del profesorado)
y Otras (que incluye, por ejemplo, materias obligatorias u optativas de algunas
orientaciones que son dictadas por otros departamentos).
El análisis se centró en la oferta, es decir, se tuvo en cuenta la oferta de materias más
allá de lo que puede ser el recorrido específico a partir de la elección de orientaciones y
con exclusión de la oferta de seminarios. Se advierte que la información está incompleta
porque no todos los planes la especifican.
2.1.2.10.1. Licenciaturas de universidades nacionales
En el caso de la carrera de Letras (UBA), se destaca, en comparación con otras casas de
estudio, el peso de la oferta de asignaturas que corresponden a la orientación de Letras
Clásicas, si bien el mayor porcentaje corresponde al área de la lingüística.
Los porcentajes difieren en comparación con las universidades nacionales, donde tienen
mayor peso la literatura argentina y latinoamericana y la literatura española y menor
peso las asignaturas del área de Clásicas. Una diferencia notable es la aparición en estas
universidades de asignaturas metodológicas y de las asignaturas que pueden incluirse
dentro del campo de Introducción a la Literatura.
En los gráficos que siguen, marcamos en amarillo los datos porcentuales que, puestos en
comparación con la carrera de Letras de la UBA, muestran una diferencia cuantitativa
más que atendible.
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Licenciaturas nacionales
Metod.
10%
Int. a la Lit.
4%
Idiomas
8%
Teoría Lit.
7%
Ling.
22%
Clásicas
13%
Lit. Española
12%
Lit. Extranj.
9%
Lit. Arg. y
Latinoam.
16%
Gráfico 25 – Composición disciplinar de las licenciaturas
nacionales.
Letras (UBA)
Idiomas
8%
Otras
9%
Teoría
4%
Ling.
25%
Clásic.
24%
Lit. Extranj
16%
Lit. Arg. y
Latinoam.
Lit. Esp.
8%
4%
Gráfico 26 – Composición disciplina de la licenciatura en Letras de la UBA.
2.1.2.10.2 Profesorados de universidades nacionales
Los porcentajes, en general, varían si comparamos las universidades nacionales con
Letras (UBA). Se reitera la variación de porcentaje en el área de Clásicas y la presencia
de asignaturas metodológicas en las universidades nacionales. La diferencia más notable
–y obvia por tratarse de dos planes distintos– reside en el peso de las pedagógicas en las
universidades nacionales: mientras que la mayor parte de las asignaturas, en este caso,
son pedagógicas, en el Profesorado en Letras de la UBA, las materias pedagógicas
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ocupan el último lugar.
Profesorados nacionales
Idiomas
5%
Int. a la Lit.
3%
Teoría Lit.
6%
Lingüística
20%
Pedagógicas
24%
Lit. Arg. y Lat.
12%
Clásicas
11%
Lit. Extranj.
8%
Metodológicas
5%
Lit. Española
6%
Gráfico 27 – Composición disciplinar de los profesorados de
universidades nacionales.
Letras (UBA)
Pedagógicas
3%
Idiomas
8%
Teoría
4%
Otras
9%
Ling.
24%
Clásic.
24%
Lit. Extranj.
16%
Lit. Arg. y
Latinoam.
Lit. Esp.
8%
4%
Gráfico 28 – Composición disciplinar del profesorado en Letras de la
UBA.
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2.1.2.10.3 Institutos de profesorado
Hay materias pertenecientes a todas las áreas. El porcentaje de asignaturas pedagógicas
se amplía respecto del de las universidades nacionales. Se repite la presencia de
materias de metodología y de introducción a la literatura.
Int. a la Lit.
4%
Institutos de profesorado
Idiomas extranj.
1%
Pedagógicas
32%
Teoría Lit.
5%
Lingüística
19%
Clásicas
15%
Lit. Extranjeras
11%
Lit. Arg. y
Latinoam.
8%
Metodológicas
1%
Lit. Española
4%
Gráfico 29 – Composición disciplinar de institutos de profesorado
nacionales.
2.1.2.10.4 Universidades regionales
No pudieron establecerse porcentajes como en el caso de las universidades nacionales y
de los institutos de profesorado debido a las diferencias en la estructuración del plan,
por ejemplo porque se organizan según un sistema de créditos, o debido al nivel de
especificidad de las asignaturas.
En comparación con el plan de Letras (UBA), específicamente con lo que constituyen
áreas de vacancia, un 20% de los créditos de la carrera de Profesional de Estudios
Literarios de la Universidad Nacional de Colombia corresponde a seminarios
metodológicos y de investigación. En la UNAM también se dictan asignaturas de
metodología, además de otras del área de la edición. En la BUAP en particular se dictan
asignaturas de comunicación. En las universidades mexicanas se enfatiza la formación
en el área de la literatura hispanoamericana.
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Materias por áreas de vacancia
Finalmente, incorporamos como dato relevante en este punto algunas materias presentes
en otras carreras, pero ausentes en la carrera de la UBA. El listado es el que sigue:
materias metodológicas, materias de literatura infantil y juvenil, materias de escritura
creativa y/o académica, materias de introducción a la literatura y materias de
pensamiento contemporáneo.
2.1.2.11 Integración de idiomas extranjeros a la currícula
Es posible observar que tanto en las universidades nacionales como las regionales la
modalidad que prima es el cursado de determinada cantidad de niveles de uno o dos
idiomas. La modalidad que le sigue es la prueba de acreditación o la combinación –
como alternativas optativas- de las dos modalidades. Los gráficos a continuación
desglosan: a) las exigencias de idiomas y niveles desde un punto de vista cuantitativo, y
b) el sistema de opciones idiomas por los que pueden optar los estudiantes.
Universidades nacionales
Cursado de niveles
22%
8% Letras (UBA)
20%
50%
Pruebas de
acreditación
Cursado o prueba
No contempla
idiomas
Gráfico 30 – Exigencias de idiomas en universidades nacionales.
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Universidades regionales
Cursado de niveles
20%
20%
60%
Prueba de
acreditación
Se consideran
requisito de ingreso
Gráfico 31 – Exigencias de idiomas en universidades regionales.
30
25
Cuatro niveles
20
Tres niveles
15
Dos niveles
10
Un nivel cuatrimestral
5
Letras
0
Un idioma
Dos idiomas
Gráfico 32 – Cantidad de idiomas y niveles en las universidades
nacionales.
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Sistema de opciones
Inglés como
única
opción
4%
Latino o
sajón
43%
Inglés y/o
francés
53%
Gráfico 33 – Opciones de idiomas en las universidades
nacionales.
El ámbito regional muestra una tercera variante: el manejo de un
determinado idioma como requisito de ingreso.
4-6 niveles según
habilitación elegida
6
5
3 niveles del
s/orientación elegida
en Letras modernas
(Literatura + Lengua)
4
3
2
3-4 niveles inglés
1
0
Un idioma
Gráfico 34 – Cantidad de idiomas y niveles en las universidades
nacionales.
3. A modo de conclusión
Recapitulamos en este espacio algunos de los puntos desarrollados más arriba, sin dejar
de recordar que este informe expone resultados parciales de una investigación más
amplia en vías de desarrollo. Por ende, cualquier generalización que se realice en este
momento es provisoria, sujeta a confirmación o modificación en función de la
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Exlibris #5 (2016)
Enseñanza / 235
Panorama nacional y regional... | Bermúdez, Migliore, Tullio, Verdecchia [pp. 208-236]
ISSN 2314-3894
ampliación del corpus de observación y la profundización de su examen.
En lo que hemos llamado Fundamentos de las carreras, la tendencia de los planes de
estudio argentinos más recientes y de los regionales es, lógicamente, hacia una apertura
de los campos de actuación del egresado de la carrera de Letras. Se distinguen, en este
punto, dos áreas. Por un lado, la escritura, en más de una variante (e.g. académica,
creativa, etc.), que surge así como un campo de saber específico en el que el egresado
de Letras puede intervenir como docente, investigador o productor. Por otro, la
promoción cultural. Es evidente que ambas áreas ya son lugares de desempeño de los
graduados de las carreras de Letras, pero, como sucede con el de la UBA, los planes de
estudios no siempre las recogen explícitamente.
En lo que concierne a la estructura general de la carrera, nos parece válido señalar que
hay una línea divisoria por momentos nítida entre las universidades nacionales y las
extranjeras. El perfil de estas últimas se define por los siguientes rasgos:
- Mayor presencia de requisitos de ingreso (e.g. examen) y de finalización (e.g. tesina).
- Mayor responsabilidad otorgada al alumno para la gestión de su trayecto académico, a
través de dispositivos como los sistemas de créditos autogestionados, cumplibles en
clases tradicionales o, incluso, en actividades de otro tipo (e.g. asistencia a congresos).
- Mayor extensión, en comparación con lo que sucede con las carreras nacionales, del
tramo de formación específica.
- Mayor oferta de orientaciones.
Cabe, finalmente, recordar la enumeración previa de algunas disciplinas que tienen
presencia por medio de diversas asignaturas en otras carreras, y que en Letras de la
UBA solo se han ofertado a través de seminarios: Metodología y Técnicas de
Investigación, Literatura Infantil y Juvenil, Escritura Creativa, Escritura Académica e
Introducción a la Literatura.
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Exlibris #5 (2016)
Enseñanza / 236
Debates | Juan Pablo Moris [pp. 238-241]
ISSN 2314-3894
Presentación
Juan Pablo Moris
Universidad de Buenos Aires
juan.p.moris@gmail.com
La sección “Debates” de la revista Exlibris tiene por objetivo propiciar el intercambio
entre especialistas vinculados a la carrera de Letras sobre temas que consideramos de
importancia para el conjunto de la sociedad. La aplicación de las nuevas tecnologías de
la información a la enseñanza en general, y a la de la escritura en particular, es un tema
de creciente interés tanto dentro del ámbito de las Ciencias de la Educación, la
Lingüística Educativa y otras áreas de estudio e investigación afines como por parte de
los distintos actores que integran el sistema educativo. Igualmente creciente es su
presencia en el imaginario y la discusión pública sobre el tema. Esta centralidad se
cimenta en la conciencia de que vivimos una transformación profunda y continua de los
soportes de escritura y comunicación, que está llamada a modificar todos los órdenes
estructurantes de lo social, desde la subjetividad hasta las formas de sociabilidad y
construcción colectiva de conocimiento.
La necesidad de concentrarse en este tema es doble, motivada por la transformación
tanto de los soportes y prácticas del aprendizaje no formalizado, como de las prácticas
académicas objeto de los aprendizajes. En nuestro país, la integración de las TIC a la
enseñanza media y superior es objeto de programas institucionales, nuevas carreras de
posgrado, grupos de investigación y líneas de financiamiento; en el campo del discurso
público sobre políticas educativas suele ocupar un lugar central, vinculado a la
permanente demanda y promesa de actualización y modernización de los dispositivos de
enseñanza y aprendizaje.
Los aportes que conforman la presente sección pretenden nutrir el debate desde la
experiencia y la investigación de distintos especialistas en la temática formados en
nuestros sistemas educativo, universitario y científico. Las contribuciones responden,
desde diferentes experiencias, al interrogante sobre cuáles pueden considerarse los
potenciales y cuáles las limitaciones o desafíos que entraña el uso de TIC para la
enseñanza de la escritura.
En “Estrategias didácticas para promover la escritura colaborativa mediada por
tecnologías: hacia el desarrollo de dinámicas expertas en los grupos de trabajo”,
Guadalupe Álvarez y Lorena Bassa analizan, a partir de una experiencia didáctica en un
curso introductorio al grado universitario, las formas en que los procesos de escritura
colaborativa, característicos de la escritura académica, se han intensificado con el
advenimiento de las tecnologías digitales; utilizan categorías teóricas establecidas para
caracterizar las dinámicas expertas de escritura colaborativa mediada por tecnologías, lo
que permite pensar estrategias didácticas para favorecer su desarrollo.
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Exlibris #5 (2016)
Debates /238
Debates | Juan Pablo Moris [pp. 238-241]
ISSN 2314-3894
“El empleo de TIC en la escritura conjunta en el ámbito académico”, contribución al
debate de Elena Valente, también se centra en el trabajo didáctico en torno a la escritura
colaborativa, como en el empleo de wikis o google drive, pero se enfoca en explorar las
oportunidades que brinda el uso de este tipo de herramientas para que los docentes
podamos acceder al proceso de escritura de los estudiantes, y trabajar con ellos en las
instancias de revisión y reescritura. Este acompañamiento del proceso de producción
textual puede ser de mucha utilidad para la tarea de resemantizar o reconceptualizar
dispositivos familiares que está implícita en la utilización de herramientas digitales en el
ámbito académico.
Natalia Ávila, por su parte, ofrece en “Literacidad digital a través del currículum
universitario: cursos, recursos y prácticas” una visión de conjunto por demás útil.
Reseña tres tipos de iniciativas de escritura a través de medios digitales en contextos
universitarios: los cursos digitales, la producción de recursos digitales, y la inclusión de
prácticas digitales cotidianas en los momentos de instrucción formal, evaluando su
potencial para promover la escritura disciplinar en el curriculum universitario, así como
los desafíos institucionales y las limitaciones que cada tipo de dispositivo ha encontrado
en su implementación. El recorrido resulta de gran provecho, por un lado, para cobrar
conciencia del potencial epistémico que entrañan las prácticas escritas vernáculas en los
estudiantes (que son leídas de manera auténtica por lectores reales y son capaces de
alcanzar múltiples audiencias), y por el otro, para precaverse del reduccionismo que
alcanzan las iniciativas que no poseen la debida preocupación por la retroalimentación,
más allá de la perspectiva teórica desde la que se diseñen.
En “Escritura en la virtualidad / formación de profesores en Letras: una dupla
productiva”, Gustavo Bombini se centra en otro aspecto importante de los procesos
posibles de innovación, el del impacto que este puede tener en las prácticas y cultura
institucionales. Así, releva las implicancias que el uso del campus virtual ha tenido para
la producción escrita que se desarrolla en el ámbito de la cátedra Didáctica Especial y
Prácticas de la Enseñanza en Letras del Profesorado en Letras de la Universidad de
Buenos Aires, como parte de lo que denominan “escritura de las prácticas”. Destaca
cómo los modos de intercambio que propician estas herramientas resultan de algún
modo contraculturales en el marco de la carrera, donde la producción escrita estudiantil
tiene tradicionalmente una circulación bilateral entre estudiante y docente, y cómo esas
prácticas favorecen la concentración en la tarea de edición de los textos y enriquecen el
proceso de formación.
Federico Navarro, por su parte, problematiza en “Escribiendo online dentro del aula” el
esquema conceptual que en ocasiones opone escritura digital y escritura convencional
(analógica). El texto examina críticamente las representaciones más comunes sobre el
proceso de la escritura y sobre la aplicación de las nuevas tecnologías a la producción
de textos, y subraya la importancia de entender la escritura académica no como una
habilidad única y monolítica sino como un conjunto de habilidades complejas
articuladas que supone múltiples saberes prácticos, que sólo se complejiza con la
incorporación de las herramientas digitales. A partir de esta visión, argumenta en favor
de modalidades de trabajo híbridas, semipresenciales, que permiten aprovechar al
mismo tiempo las posibilidades pedagógicas ofrecidas por las TIC y la potencia
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Exlibris #5 (2016)
Debates /239
Debates | Juan Pablo Moris [pp. 238-241]
ISSN 2314-3894
pedagógica del aula presencial, poniendo énfasis en la importancia de introducir a los
estudiantes en las formas de socialización propias del ámbito académico en ambas
modalidades.
Estos trabajos ofrecen una rica muestra de los múltiples caminos de innovación que se
abren en la enseñanza de las prácticas del lenguaje con la introducción de tecnologías de
la información. Reflejan con ese interés la preocupación y el afán general de innovación
didáctica que podemos encontrar en una parte importante de los docentes que
conforman los niveles medio y superior de educación de nuestro país. Lejos de la
mirada estigmatizante y lejana de cierto discurso mediático sobre la educación pública,
este es un enorme acervo de experimentación e inquietud intelectual, no siempre
debidamente acompañado institucionalmente.
Como hilo conductor más significativo, podemos ver surgir de estas investigaciones una
advertencia generalizada contra cierta visión ingenua (en el sentido de no informada)
sobre la temática, que ve en las nuevas tecnologías la promesa de automatizar,
uniformizar y economizar en la tarea de la alfabetización, inicial y avanzada. Esta
visión, con profundas raíces en el imaginario popular sobre la tecnología, aprovecha el
natural deseo de soluciones inmediatas tanto de la sociedad como de funcionarios con
responsabilidades en la gestión de las áreas vinculadas con la educación y el desarrollo
técnico y científico. Desde una mirada externa a las prácticas docentes, las TIC son
muchas veces invocadas como una forma de universalizar y “racionalizar” la formación
en escritura.
Contra estas falsas expectativas, que muchas veces dificultan un adecuado diseño y
evaluación de las iniciativas vinculadas con la temática, todas las experiencias relatadas
y los hallazgos investigativos relevados exponen otros potenciales de la enseñanza de la
escritura y lectura mediante TIC: el de integrar en los procesos de aprendizaje las
competencias propias de la escritura con otras igualmente importantes para la labor
académica, como la construcción de consensos y la promoción de reflexión y
retroalimentación colectiva (como destacan Guadalupe Álvarez y Lorena Bassa); el de
desarrollar la necesaria multiliteracidad (funcional, crítica y retórica) que forma parte en
sí misma de la formación académica actual, el de llegar a estudiantes con menor
disponibilidad horaria o de traslado, el de explorar las affordances de las tecnologías
digitales de la web 2.0 como formas de escritura (temas que aborda Natalia Ávila); el de
vincularse e integrar a las prácticas de enseñanza las prácticas escritas reales en la que
los estudiantes participan por fuera de los contextos institucionalizados de formación y
los colocan en situación de productores textuales ante audiencias reales (vínculos que
abordan los textos de Natalia Ávila y Federico Navarro); el de potenciar la lectura entre
estudiantes y aportar a las instancias de formación el cuidado de edición y producción
textual propio de instancias de comunicación reales (como puede verse en las
experiencias relevadas por Gustavo Bombini); las posibilidades que abre el uso de las
herramientas de escritura colaborativa digitales para acceder, comentar y acompañar
como docentes y tutores de escritura las instancias de revisión y reescritura de los
escritos (tema del aporte de Elena Valente).
Por otra parte, las iniciativas basadas en nuevas tecnologías, para no ser gestos
superficiales, requieren de una inversión importante, en la medida en que demandan
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Exlibris #5 (2016)
Debates /240
Debates | Juan Pablo Moris [pp. 238-241]
ISSN 2314-3894
infraestructura, una capacitación en herramientas tecnológicas que también es necesario
proveer a docentes y estudiantes, si no se quiere agrandar la brecha entre capitales
previos a la enseñanza en lugar de cerrarla, y un número importante de tutores
especializados en acompañar el aprendizaje de una práctica mediante este tipo de
herramientas. Distintas colaboraciones enfatizan que los procesos de escritura
colaborativa mediada por TIC sólo resultan efectivos cuando existen instancias de
participación docente que orienten el sentido de las prácticas. Se señalan las
limitaciones de los cursos masivos (tan efectivos con otros objetos de enseñanza) para
abordar la enseñanza de la escritura, ya que implican concepciones reduccionistas de la
escritura, que identifican “escribir bien” con aspectos superficiales y automatizables de
la escritura como la normativa, y aproximan los géneros discursivos a plantillas
estáticas de la dimensión formal de los textos, en lugar de entenderlos como prácticas
sociales que exceden lo exclusivamente textual.
Se desprende así de esta muestra de trabajos que la introducción de las nuevas
tecnologías en el campo de la enseñanza de las prácticas del lenguaje no representa una
solución técnica que sustituiría los tradicionales abordajes docentes (los que por su parte
se encuentran sujetos a un proceso de innovación pedagógica fortísimo en el transcurso
de los últimos 25 años), sino un nuevo campo de desarrollo para docentes especialistas
en la temática, que requieren una formación cada vez mayor, en la medida en que
incorpora más dimensiones de literacidad que las modalidades más tradicionales. Queda
así delineado un enorme desafío, que las instituciones universitarias con vocación social
y pública, como la que integramos, no pueden considerar sino perentorio.
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Debates /241
Estrategias didácticas para promover la escritura colaborativa... | Guadalupe Álvarez y Lorena Bassa [pp. 242-247] ISSN 2314-3894
Estrategias didácticas para promover la escritura
colaborativa mediada por tecnologías: hacia el
desarrollo de dinámicas expertas en los grupos de
trabajo
Guadalupe Álvarez y Lorena Bassa
Universidad Nacional de General Sarmiento - Conicet / Universidad Nacional de General Sarmiento
unaguadadelmundo@gmail.com / bassalorena@gmail.com
Desde hace varios años, se ha venido gestando un fenómeno que complejiza las tareas
de escritura: muchas de ellas, en especial a nivel académico y profesional, se llevan a
cabo grupalmente (Bair, 1985; Ede y Lunsford, 1990). Este tipo de práctica, conocida
también como escritura colaborativa (EC), se ha modificado e intensificado con el
advenimiento de las tecnologías digitales (Davoli, Matteo y Severinson, 2009).
En el contexto educativo, la EC, en especial aquella mediada por tecnologías, se torna
significativa en tanto se ha mostrado que puede contribuir con un buen desarrollo de la
producción textual (e.g. Alvarez y Bassa, 2013; Goldberg, Russell y Cook, 2003; Passig
y Scwartz, 2007).
Así, en el presente artículo, compartiremos inicialmente algunas conceptualizaciones
sobre este fenómeno y, luego, a partir de una experiencia educativa concreta,
reflexionaremos en torno a los problemas y las oportunidades de las tecnologías
digitales para la EC y su enseñanza. Nuestro propósito es descriptivo e interpretativo en
tanto buscamos esbozar algunas estrategias didácticas que contribuyan a lograr una
escritura verdaderamente colaborativa.
¿Cómo caracterizar la escritura colaborativa?
La EC es un proceso complejo porque combina las actividades asociados a la escritura
individual (i.e., planificación, puesta en texto y revisión) con otras tareas, como la
construcción de consenso, derivadas de la composición escrita en el marco de un grupo.
Tanto Posner y Baeker (1992) como Lowry, Curtis y Lowry (2004) han propuesto una
serie de categorías conceptuales para reflexionar sobre este proceso escriturario
complejo: estrategias para la escritura, fases y actividades, modos de control del
documento, roles, modalidades de trabajo.
Las estrategias se definen por la dinámica que establece el grupo para el proceso de
producción textual: individual de intercambio grupal (un autor representa a todo el
equipo), individual secuencial (los integrantes escriben en momentos diferentes),
paralela con división horizontal (cada miembro trabaja en un área determinada del
documento), paralela estratificada (se asigna a cada miembro la tarea que mejor
domine), interactiva (los miembros asumen papeles activos y los roles no son fijos) o
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Exlibris #5 (2016)
Debates / Álvarez y Bassa 242
Estrategias didácticas para promover la escritura colaborativa... | Guadalupe Álvarez y Lorena Bassa [pp. 242-247] ISSN 2314-3894
mixta.
El proceso de EC comprende tres fases -preescritura, escritura en sí y posescritura-,
cada una de las cuales involucra, a su vez, diferentes tareas que van desde las primeras
reuniones para la organización del grupo hasta la entrega de la versión final del escrito.
Los modos de control se distinguen por el comportamiento del grupo respecto de la
evaluación de lo escrito: centralizada en un solo miembro; secuenciada, en el que los
miembros se turnan en el control; independiente, en el que cada miembro trabaja en la
evaluación de un “sub-documento”; y compartida, en el que todos los miembros
trabajan en las tareas de control.
Los roles (i.e. escritor, consultor, editor, revisor, escriba) se definen en función del tipo
de participación en el proceso. El consultor es una persona externa al grupo que provee
comentarios sin ser responsable de la producción. El editor realiza modificaciones tanto
de contenido como de estilo, mientras que el revisor sólo se limita a cuestiones formales
(y puede ser externo al grupo). También puede haber un escriba, que sintetiza el texto
que se va construyendo a partir del intercambio y la discusión grupal.
Finalmente, las modalidades de trabajo dependen del grado proximidad y sincronicidad.
Así, la labor puede ser: presencial, asincrónica, asincrónica distribuida y sincrónica
distribuida.
En función de estas conceptualizaciones sobre la EC, es posible reflexionar en torno a
las experiencias que involucran este tipo de práctica.
Promesas y riesgos de las tecnologías digitales para la escritura colaborativa y su
enseñanza
La experiencia de EC que analizaremos estuvo a cargo de una investigadora-docente y
fue llevada cabo en el primer cuatrimestre del 2015 en dos comisiones de una asignatura
introductoria de la Universidad Nacional de Quilmes que, desde la modalidad taller,
aborda la comprensión y la producción de textos académicos. En las comisiones los
trabajos prácticos obligatorios se realizaron en un total de 16 grupos pequeños (2- 4
integrantes) conformados por los propios estudiantes. Los grupos, por su parte, podían
trabajar en papel o bien en documentos compartidos (DC, en adelante) de GoogleDrive.
Significativamente, un 75% de los grupos eligió hacerlo con esta aplicación.
En función de las categorías expuestas en la sección previa, nos parece interesante
delinear algunas observaciones relativas a esta experiencia. Inicialmente y de manera
general, registramos una enorme diversidad entre los grupos en el modo de organizar la
producción textual.
Respecto de las estrategias, observamos que un mismo grupo combina varias a lo largo
del proceso. En particular, nos interesa destacar cierta correlación hallada entre la
estrategia utilizada para comenzar la EC y la coherencia y compleción de las
producciones finales. Así, los grupos que se organizan haciendo una escritura
individual de la totalidad o una escritura individual a partir del intercambio grupal
producen textos bien organizados, con justificaciones y ejemplificaciones claras, y con
una relación entre párrafos mejor resueltos que aquellos que comienzan con la estrategia
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Exlibris #5 (2016)
Debates / Álvarez y Bassa 243
Estrategias didácticas para promover la escritura colaborativa... | Guadalupe Álvarez y Lorena Bassa [pp. 242-247] ISSN 2314-3894
de la escritura en paralelo (con división horizontal del trabajo), que acarrea algunos
“saltos” en la progresión de la información. Entendemos, de este modo, que las dos
primeras estrategias comienzan la producción con una perspectiva global de su
estructura, mientras que en la última estrategia la subdivisión de la composición
obstaculiza su coherencia final, sobre todo en las primeras producciones colaborativas a
las que se enfrenta cada grupo. La inferencia y reconstrucción de la totalidad del género
en producción parecería, entonces, hacerse accesible una vez que el grupo ha
experimentado la EC.
Esta estructuración de la totalidad se vincula, por otra parte, con la manera en que están
pautadas las actividades de las diferentes fases del proceso de EC en la experiencia
analizada. Antes que nada, aclaramos que, en la experiencia considerada, la
planificación se discute en la clase a partir de uno o varios modelo/s genérico/s,
mediante una puesta en común del grupo entero. Luego, en el documento compartido,
cada grupo debe precisar, seleccionar y ordenar su propia planificación (que debe ser
explicitada). Al respecto, constatamos que los grupos que dan cuenta de discusiones e
intercambios en las actividades de ideación y la puesta en texto del primer borrador son
los productores de trabajos de mayor elaboración. En relación con ello, es relevante
también destacar que, en tanto la modalidad virtual obliga a textualizar cada mensaje
que se desea transmitir en torno a la escritura propuesta de forma clara para que resulte
comprensible al resto de los integrantes, muchos de los mensajes textualizados
contribuyen con la elaboración del primer borrador del texto.
En cuanto a la revisión, esta experiencia evidencia limitaciones cuando el grupo asume
la estrategia de la escritura en paralelo (con división horizontal del trabajo) en la que
ningún integrante asume el rol de revisor.
Por otra parte, en esta experiencia, el modo de control del documento viene determinado
por la herramienta digital que se eligió usar, los DC, que precisamente, presentan el
potencial de modalidad compartida en este aspecto. Así, los coescritores tienen la
posibilidad de acceder y modificar el documento de manera permanente y coincidente.
Esta característica, vale aclarar, es propia del medio digital ya que no es posible en la
escritura en papel.
Los roles que toman los coescritores, en cambio, no son esencialmente diferentes a los
que se presentan en la EC no mediada por tecnología. Así, el rol de escriba es frecuente
en los grupos, asociado con la estrategia de escritura individual a partir del intercambio
grupal. Por otra parte, el rol de revisor suele recaer sobre un solo integrante, que
frecuentemente también es el que asume el lugar del liderazgo, a pesar de que debería
ser un rol que comprometa a la totalidad de los participantes.
Finalmente, en relación con las modalidades de trabajo de cada grupo, destacamos
algunos hallazgos que nos parecen muy significativos. Principalmente, subrayamos que
todos los grupos recurren a intercambios sincrónicos. Estos en un tercio de los grupos
son presenciales y en el resto ocurren mediados por diversos soportes tecnológicos (el
mismo DC, WhatsApp, Facebook o Skype), muchas veces combinados. Además, por
las propias declaraciones de los estudiantes, no se evidencia que la presencialidad
genere mayor autoconciencia de grupo que el intercambio virtual. De hecho, hay varios
comentarios respecto del interés que despierta “poner una hora” para encontrarse frente
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Exlibris #5 (2016)
Debates / Álvarez y Bassa 244
Estrategias didácticas para promover la escritura colaborativa... | Guadalupe Álvarez y Lorena Bassa [pp. 242-247] ISSN 2314-3894
a la pantalla.1 Así, muchos grupos se citan para trabajar en el DC y cuando lo hacen
recurren simultáneamente a otras herramientas para el intercambio de ideas.
Además, observamos una correlación entre una última etapa sincrónica de trabajo y un
trabajo de revisión de amplio alcance y exhaustivo. Probablemente, entonces, la
instancia final sincrónica potencie este proceso.
A partir del análisis realizado, es posible pensar que, así como se ha distinguido entre
escritores novatos y expertos según el tipo de estrategia con las cuales se resuelven las
demandas de las tareas de escritura individual (Scardamalia, 1981), podríamos
distinguir grupos de EC novatos y expertos en función de las formas en que sus
miembros despliegan las estrategias de escritura, las actividades en las diferentes fases,
los roles, los modos de control y las modalidades de trabajo. Nuestras investigaciones
están actualmente dedicadas, entre otras cuestiones, a caracterizar estos grupos y
desarrollar estrategias que permitan a los grupos más novatos adoptar dinámicas más
expertas. En el siguiente apartado, esbozamos justamente algunas líneas de intervención
que podrían maximizar la EC como situación de aprendizaje del proceso de escritura.
Estrategias didácticas para promover la escritura colaborativa mediada por
tecnologías: hacia el desarrollo de dinámicas expertas en los grupos de trabajo
A fin de contribuir con el desarrollo de dinámicas más expertas en la EC, proponemos
una serie de estrategias que entendemos pueden guiar este tipo de práctica, potenciando
los aprendizajes que genera.
Inicialmente, nos parece necesario pautar las participaciones mínimas en cada fase y
actividad de la producción textual, sobre todo en las primeras experiencias de EC. En
este sentido, se puede guiar la revisión con una grilla de edición organizada en niveles y
solicitar a cada integrante hacer al menos una intervención en cada nivel. Esto evitaría
la concentración de la revisión en un solo integrante.
Además, en tanto la discusión y el intercambio son los mecanismos que consolidan el
aprendizaje colaborativo, conviene pautar el registro de un mínimo de desacuerdos y
consensos en torno a decisiones tomadas en los diversos niveles de reescritura.
Paralelamente, nos parece relevante plantear una consigna complementaria de reflexión
Una estudiante de más de 50 años, por ejemplo, se mostró especialmente entusiasmada por esta forma
de trabajar, que le resultaba completamente desconocida. Como comenta en una entrevista en
profundidad, ella recurrió a su hijo para que le abriera una cuenta en gmail y le enseñara a manejar el
GoogleDrive. Dentro de su grupo, incluso, ella ocupó un claro rol de liderazgo y de motivación. Este caso
cuestionaría la noción de “nativos digitales” ya que esta estudiante claramente tomó su desconocimiento
respecto de los entornos digitales como un desafío a superar.
En particular, es interesante su evaluación del modo de trabajo grupal. Ellos pautaron horarios de trabajo
frente al DC en los que se comunicaban por WhatsApp. Al respecto, ella evalúa que la discusión vía
mensaje de audio es más productiva que la presencial en su grupo dado que “no se iban por las ramas“
como en la discusión en las clases presenciales. En este sentido, en este caso, se puede pensar que este
formato posibilita una oralidad más cuidada y pertinente.
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Exlibris #5 (2016)
Debates / Álvarez y Bassa 245
Estrategias didácticas para promover la escritura colaborativa... | Guadalupe Álvarez y Lorena Bassa [pp. 242-247] ISSN 2314-3894
metacognitiva a cada integrante acerca de su rol en las diferentes etapas del proceso. La
definimos como complementaria porque presuponemos otra consigna análoga sobre la
organización grupal. Y más allá de que cada docente la definirá en función de las
características de la situación didáctica, entendemos que debe estar pautada al comienzo
del proceso de la EC y desglosada en etapas (planificación, textualización y revisión,
por ejemplo) para contribuir a que cada coescritor “controle” y regule con mayor
conciencia su participación en cada etapa.
Por otra parte, dado que el momento de “entrega” de la versión final a veces queda
desdibujada por el acceso permanente al documento, recomendamos la toma colectiva y
fundamentada de la decisión de dar por terminado el trabajo. Así, se puede promover la
organización de una modalidad sincrónica de revisión y edición final. Todo esto
contribuye a la explicitación del recorrido de la EC, es decir, al registro metacognitivo
del proceso.
En cuanto a los artefactos disponibles para la EC, es importante tener en cuenta que una
sola herramienta no suele ser suficiente para cumplir con todas las actividades
necesarias. En este sentido, conviene cerciorarse de que las herramientas disponibles
habilitan el cumplimiento de las tareas. En este sentido, llama la atención en la
experiencia analizada que los grupos construyen espacios sinérgicos de comunicación y
producción, más allá de las herramientas y aplicaciones pautadas. Así la experiencia
manifiesta que los grupos de EC tienden a poner en juego distintos espacios
complementarios de interacción que podríamos denominar Entorno Grupal de
Aprendizaje, adaptando así el concepto de Entorno Personal de Aprendizaje (Adell &
Castañeda, 2010). Habría que explorar, en este sentido, la caracterización de este tipo de
entorno para ver qué aporta a la EC cada espacio presencial o digital creado.
A modo de cierre
La EC se legitima como objeto de reflexión pedagógica ya que no sólo constituye una
práctica profesional y académica cada vez más frecuente, sino también una modalidad
de aprendizaje que promueve reflexiones y prácticas significativas en torno al proceso
de escritura en sí y también a los temas y contenidos (en algunos casos, relativos a
disciplinas específicas) que son objeto de la redacción. Esta potencialidad, además, ha
sido en las últimas décadas profundizada y modificada por la mediación tecnológica. Su
alcance en el ámbito educativo, si bien parece promisorio, está aún siendo explorado.
En este sentido es que nos parece relevante desarrollar investigaciones a partir de los
cuales se diseñen, implementen y evalúen experiencias de EC con el objeto de proponer
estrategias didácticas fundadas, situadas y pertinentes para esta práctica escrituraria.
Creemos que este tipo de investigaciones permitirán construir conocimiento genuino en
torno a cómo se pueden acompañar aprendizajes duraderos a partir del desarrollo de
grupos expertos de escritura en colaboración.
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Exlibris #5 (2016)
Debates / Álvarez y Bassa 246
Estrategias didácticas para promover la escritura colaborativa... | Guadalupe Álvarez y Lorena Bassa [pp. 242-247] ISSN 2314-3894
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Exlibris #5 (2016)
Debates / Álvarez y Bassa 247
El empleo de TIC en la escritura conjunta en el ámbito académico | Elena Valente [pp. 248-250]
ISSN 2314-3894
El empleo de TIC en la escritura conjunta en el
ámbito académico
Elena Valente
Universidad Nacional de General Sarmiento
elenavalente@hotmail.com
En una época en la que, a partir del desarrollo y la masificación del acceso a los
dispositivos tecnológicos, las condiciones materiales en las que se llevan a cabo la
lectura y la escritura son tan variadas, inevitablemente se abren nuevos interrogantes
sobre la enseñanza de esas prácticas en contextos institucionalizados o formales. En el
inicio de los estudios superiores, uno de esos interrogantes gira en torno de cómo
integrar las potencialidades que las tecnologías estimulan para la lectura y la escritura al
desarrollo de los modos propios que esas prácticas adquieren en la comunidad
discursiva académica que sigue reglas y convenciones a menudo alejadas de las propias
de los entornos virtuales.
En efecto, las particularidades que la lectura y la escritura asumen en el ámbito en el
que se producen y se transmiten conocimientos a menudo distan de las más frecuentes
para quienes pertenecen a las generaciones de los “nativos” o “residentes” digitales. Lo
que a diario encontramos en las aulas es que los alumnos –que mayoritariamente
pertenecen a esos grupos– han construido recorridos personales de lectura y de
escritura, que emplean incluso para realizar otras prácticas sociales.
La reflexión que presentamos gira en torno de las potencialidades del empleo de wikis
en la escritura colaborativa de textos. Debido a los diversos tipos de interacción que
esos dispositivos virtuales habilitan, pueden aparecer como la herramienta ideal para
promover prácticas que den lugar a la enseñanza y el aprendizaje recíprocos (Palincsar y
Brown, 1984; Solé, 1992) y para integrar los entornos virtuales en la curricula (Adell
Segura y Castañeda Quintero, 2010; Brown, 2010; Florio, 2013; Pinto, 2007, entre
otros).
Nuestras afirmaciones derivan de varias experiencias llevadas a cabo en talleres de
lectura y escritura con estudiantes que comenzaban sus estudios universitarios. Las
actividades que los alumnos, en grupos de dos integrantes, llevaron a cabo en esos
espacios supusieron la escritura en Google Drive cuyas características y posibilidades se
explicitaron en clase. Haber podido seguir como lectores, con la autorización de los
alumnos, esos procesos de escritura nos permitió analizar sus interacciones.
Las secuencias didácticas en las que, junto con las actividades individuales de escritura,
se introdujeron otras de escritura conjunta suponían la producción de textos de
complejidad creciente que se retomarían en distintas instancias. La propuesta
estimulaba, entonces, la reflexión sobre textos que funcionarían como pre-textos de
producciones posteriores. En los momentos iniciales de esas secuencias se observó
como tendencia predominante que quien era el lector y el escritor más aventajado se
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hacía cargo de la escritura de la mayor parte del trabajo sin que se produjeran
interacciones significativas con su coautor. Esa tendencia se mantuvo hasta llegar a la
producción del escrito que sería el insumo fundamental para la escritura del texto más
complejo que se elaboraría en la secuencia, una monografía. La constatación de esta
modalidad predominante de interacción nos llevó a implementar otra estrategia
pedagógica antes de la escritura del trabajo monográfico: el análisis conjunto de dos de
las producciones de estudiantes del curso y la devolución de los textos a cada grupo con
interrogantes formulados por la docente.
Luego de tales intervenciones, se observaron cambios significativos en la interacción
entre los estudiantes y un mayor aprovechamiento de las posibilidades que ofrecen los
dispositivos virtuales en las prácticas y procesos de lectura y escritura. El análisis de los
intercambios nos permite formular algunas conclusiones iniciales (Valente, 2016) y
avanzar en nuestras reflexiones previas sobre escritura conjunta (Valente, 2009; Pereira
y Valente 2014 y 2015, por mencionar algunas).
Las modificaciones más significativas que se registraron entre las producciones
conjuntas final y las previas fueron las siguientes:
1. Las preguntas y sugerencias de la docente orientaron la revisión de las
versiones del texto con las que contaban los estudiantes –especialmente, de la versión
comentada– e impactaron en el proceso de escritura de los segmentos nuevos en los que
se verificó una mayor cantidad de operaciones de revisión y de reescritura.
2. En términos generales, adoptando alguna/s de las estrategias del docente, los
estudiantes más aventajados encontraron modos de orientar a sus pares: en la
elaboración del trabajo final, uno de los estudiantes asumía el rol de quien formulaba la
“buena pregunta” que favorecía la interacción y el proceso de relectura, escritura y
reescritura.
3. Los comentarios entre los integrantes de cada grupo daban cuenta de la
decisión de releer las fuentes empleadas para la elaboración del texto.
4. En la interacción de los estudiantes se hacía referencia al uso de otros recursos
que ofrece el dispositivo (el correo electrónico y el diccionario, sobre todo).
5. En los casos en los que se lograba una interacción muy fluida, tuvieron lugar
operaciones metacognitivas que difícilmente se habrían producido –o registrado– en el
trabajo con otro soporte.
Si bien podría observarse que varias de estas acciones se registran en procesos de
escritura conjunta en los que no media el empleo de dispositivos tecnológicos, las que
hemos registrado como propias de ellos ameritan seguir indagando en sus
potencialidades.
Desde la perspectiva del docente, el mayor desafío consiste en encontrar puntos de
cruce entre diversas estrategias pedagógicas que faciliten el trabajo con los procesos de
lectura y escritura. En relación con ello, la conclusión central a la que hemos arribado a
partir de la experiencia reseñada es que la incorporación de tareas conjuntas de escritura
con el uso de dispositivos tecnológicos resulta efectiva cuando median instancias de
intervención docente que orientan la relectura, la revisión y la escritura o reescritura del
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Debates / Valente 249
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texto escrito entre pares. Para los estudiantes, el desafío pasa por descubrir las
potencialidades de los dispositivos que les resultan familiares y resemantizarlas en un
ámbito en el que se lee críticamente y se producen discursos altamente razonados.
Bibliografía
ADELL SEGURA, J. y Castañeda Quintero, L. 2010. “Los Entornos Personales de
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de la Universidad de Costa Rica. San José, Costa Rica, 1 - 4 de marzo.
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Exlibris #5 (2016)
Debates / Valente 250
Literacidad digital a través del currículum universitario... | Natalia Ávila Reyes [pp. 251-259]
ISSN 2314-3894
Literacidad digital a través del currículum
universitario: cursos, recursos y prácticas
Natalia Ávila Reyes
Pontifícia Universidad Católica de Chile
naavila@uc.cl
Aunque algunas voces alarmistas adviertan sobre los nocivos efectos de los dispositivos
móviles y las redes sociales en la escritura de nuestros niños y jóvenes, existe un amplio
consenso entre los expertos sobre la potencialidad de estas tecnologías en la enseñanza
de la escritura. En efecto, la masificación de las tecnologías digitales nos obliga a
desarrollar nuevas competencias como lectores y escritores, lo que Suart Selber (2004)
ha llamado las multiliteracidades: una literacidad funcional, como usuarios competentes
de la tecnología (las computadoras son herramientas); una literacidad crítica, como
lectores informados y cuestionadores (las computadoras son artefactos culturales) y una
literacidad retórica, como productores de tecnología (las computadoras son un medio de
producción de textos). En esta última perspectiva, las nuevas tecnologías constituyen
una forma de composición no solo escrita, sino también hipertextual y multimedial, lo
que englobaremos en este artículo con el adjetivo digital.
La importancia de la composición digital se ve reforzada por el advenimiento de la
llamada web 2.0 y el apogeo de las redes sociales. Bajo este modelo, internet pasó a ser
un espacio no solo de lectores, sino también de escritores, de productores de contenidos.
Mientras la web 1.0 nos invitaba a navegar y buscar información en páginas y portales,
la web 2.0 nos permite crear información, viralizarla, conectarla por medio del uso de
los hipervínculos y las redes sociales; en suma, ofrece la posibilidad de un acceso
democratizado a la creación de contenidos multimodales tales como textos, imágenes,
videos, clips de audio, etcétera (Greenhow, Robelia & Hughes, 2009; Warschauer &
Ware, 2008).
En síntesis, lejos de afectar negativamente el lenguaje escrito, el desarrollo de las
tecnologías digitales tiene un enorme potencial para el desarrollo de las habilidades de
escritura, con foco en competencias a la vez funcionales, críticas y retóricas. Como
nunca, las prácticas escritas de nuestros estudiantes —muchas de ellas vernáculas, es
decir, ocurridas fuera de contextos institucionales prestigiosos (Barton & Hamilton,
2004), tienen la posibilidad cierta de ser leídas de manera auténtica, por lectores reales,
y alcanzar nuevas y múltiples audiencias. Sin embargo, las literacidades digitales no
suelen ser aprovechadas en el contexto de la enseñanza de la escritura, menos aún en el
contexto académico.
En estas páginas planteo brevemente tres de las formas en las que más frecuentemente
se llevan a cabo iniciativas de escritura a través de medios digitales en contextos
universitarios. Junto con una breve descripción de cada una de estas formas, expongo
las dificultades y desafíos institucionales y técnicos que implica su aplicación, y
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Debates / Ávila Reyes 251
Literacidad digital a través del currículum universitario... | Natalia Ávila Reyes [pp. 251-259]
ISSN 2314-3894
finalmente evalúo su potencial para promover la escritura disciplinar y a través del
currículum (Bazerman, 2016). El objetivo es brindar ideas concretas y factibles para
promover activamente la adopción de las tecnologías digitales como estrategia de
alfabetización académica y disciplinar en cualquier materia del nivel universitario.
1. Cursos digitales
Cuando se piensa en digitalizar las prácticas de enseñanza de la escritura, una de las
estrategias que más frecuentemente se propone es el desarrollo de cursos en e-learning.
Frecuentemente, se tiene la esperanza de que estos cursos permitan llegar a una mayor
cantidad de estudiantes y disminuir los costos de implementación para las unidades
académicas. La experiencia, no obstante, dice lo contrario: para desarrollar buenos
cursos de escritura, en que los estudiantes se motiven y aprendan, se requiere de
interacciones docentes de calidad, mediante diversas estrategias de retroalimentación y
mecanismos que promuevan la participación para el aprendizaje, lo que demanda
tiempo de desarrollo, investigación y docencia (Ávila, González y Peñaloza, 2013). Más
aún, existe una serie de consideraciones logísticas y de presupuesto a tener en cuenta,
entre ellas:
Plataformas: Los cursos de e-learning requieren de la existencia de un sistema gestor
de cursos en línea (CMS, por sus siglas en inglés). Hoy, la mayoría de las
universidades cuentan con dichos gestores como sistema de apoyo a sus clases
presenciales. Muchos de estos software, como es el caso de Blackboard o WebCT,
son propietarios, es decir, requieren que la universidad pague por su uso; por otro
lado, aunque existen plataformas de código abierto como Moodle o Sakai, esta
última específica para la educación superior, también requieren de la disponibilidad
de servidores y personal informático que las acondicione a las necesidades de los
cursos. Por tanto, un primer elemento a considerar es la existencia de recursos y
personal capacitado para montar las plataformas.
Audiencias: Los cursos en línea, en general, requieren de un número de alumnos
manejable para los docentes a cargo. En efecto, a falta de contacto presencial, los
estudiantes requieren saber que sus textos están siendo leídos y comentados por los
profesores, por lo que los tiempos de respuesta y retroalimentación deben ser
razonables como para promover el aprendizaje. Por otro lado, los cursos masivos o
MOOCs, aunque muy populares, tienden a convertirse en repositorios de contenidos
sobre la escritura, generalmente de orientación normativa, más que proveer
oportunidades múltiples para que los alumnos produzcan textos digitalmente y
reciban retroalimentación. Los cursos masivos implican riesgos relacionados con las
concepciones e ideologías acerca de la escritura, puesto que ofrecen visiones
reduccionistas de lo que es "aprender a escribir" o "escribir bien", tema que abordaré
hacia el final de este ensayo.
Curricularización: Para asegurar el éxito de un curso en línea de escritura académica
se debe prever que el trabajo que los estudiantes invierten en él valga
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Debates / Ávila Reyes 252
Literacidad digital a través del currículum universitario... | Natalia Ávila Reyes [pp. 251-259]
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curricularmente, es decir, que sean cursos obligatorios (o electivos requeridos). De
lo contrario, las tasas de deserción serán altas. Frente a otras opciones para lograr el
compromiso de los estudiantes, como podría ser el cobro por el curso, la
curricularización es la más efectiva porque permite entender la escritura como parte
integral de la formación académica y profesional.
En suma, para el éxito de los cursos en línea de escritura se requiere un alto grado de
compromiso institucional, así como también abandonar la expectativa de que la
educación a distancia permite abaratar costos de instrucción. Al contrario, su aporte
puede ser el de llegar a estudiantes con menor disponibilidad horaria o de traslado al
campus universitario en que se dicta el curso (Ávila, González y Peñaloza, 2013);
explorar las affordances o posibilidades de las tecnologías digitales de la web 2.0 como
formas de escritura (Ávila y González, 2015); o aprovechar los principios del
aprendizaje colaborativo mediado por computador (Computer Supported Collaborative
Learning) que esta tecnología habilita (Montes, Leiva y Quiroga, en prensa).
2. Recursos digitales
Los recursos digitales corresponden a materiales desarrollados para apoyar la escritura
de los estudiantes, tales como diferentes tipos de instructivos, cartillas, ejercicios
programados en Flash, modelamiento y etiquetado funcional de géneros discursivos,
etcétera. En general, los recursos se encuentran agrupados en repositorios o laboratorios
digitales. Probablemente el más famoso en el mundo es el Online Writing Lab, OWL,
de la universidad de Purdue en Estados Unidos (owl.english.purdue.edu). Este
repositorio es parte de un centro de escritura consolidado, y en él se pueden encontrar
diversos tipos de medios (cartillas en PDF, videos, podcasts, entre otros). Sin embargo,
las temáticas más accesibles y consultadas en este tipo de sitios son aspectos como la
puntuación o el uso de sistemas de cita. Es decir, de modo similar a toda plataforma
masiva de escritura, se corre el riesgo de enfatizar en exceso aspectos normativos del
lenguaje.
Una temática diferente trabajada en materiales digitales es la de los géneros discursivos.
Los recursos digitales con modelos, plantillas o instructivos de géneros como el ensayo
académico, la reseña, u otros, si bien resultan muy útiles para los estudiantes que no
tienen ninguna familiaridad con estos textos y no reciben apoyo de sus docentes,
implica dos riesgos adicionales relacionados con las concepciones e ideologías de la
escritura. El primer riesgo es creer que aprender a escribir implica adquirir
conocimientos exclusivamente textuales: partes, movidas, párrafos, patrones léxicos. El
segundo riesgo es que el estudiante reduzca los géneros a estas versiones "canónicas"
que se perciben como la única forma o la forma "correcta" de escribir en la universidad.
Hay todo un componente propio del sistema de actividad en que un género se realiza en
la universidad que puede perderse fácilmente. ¿Por qué asignó el docente esa tarea?
¿Qué función tiene para el estudiante? y, sobre todo, ¿cómo esas actividades y formas
de participar llegan a plasmarse en un texto? Gran parte de esta problemática se debe a
la naturaleza de los géneros de formación: tareas dinámicas, fluidas y diseñadas ad-hoc
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Debates / Ávila Reyes 253
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para promover el aprendizaje (Thaiss & Zwacki, 2006; Navarro & Moris, 2012), que un
modelo estático en un repositorio puede no lograr captar.
En un proyecto iniciado en 2015 intentamos hacernos cargo de esta limitación en la
Pontificia Universidad Católica de Chile y desarrollar un material didáctico digital que
modelara un género de formación, el informe de caso, pero cuya descripción se hubiera
levantado de forma situada y centrada en la actividad. El diseño incluyó un año de
relevo con herramientas etnográficas como entrevistas a docentes y grupos focales con
estudiantes, además del análisis lingüístico de ejemplares aprobados.
El resultado, un hipertexto en línea, corresponde a un material digital cuyas
características fueron decididas completamente a partir de las necesidades de escritura
detectadas por docentes y estudiantes, los usuarios reales de estos textos en el contexto
del aprendizaje. Por ejemplo, dos aspectos -entre muchos- que se trabajan en el
hipertexto son vincular la teoría con la práctica y evitar hacer juicios sobre los
participantes, ambos procedimientos que ocurren en el terreno de la actividad. Sin
embargo, estos tienen manifestaciones lingüísticas que se modelan mediante el análisis
de textos estudiantiles reales. En el primer caso, se trata del manejo avanzado de voces e
intertextualidad (fig. 1) y, en el segundo, estrategias metadiscursivas de mitigación y
refuerzo (fig. 2).
Figura 1: Fragmento de hipertexto sobre vínculo teoría-práctica y manejo de voces.
Pese al potencial del material en términos metodológicos y didácticos, durante las
etapas de prueba descubrimos que el texto es difícil de navegar. En el fondo, pese a
tener varios recursos de corte digital, está pensado en una lógica 1.0; más aún, en una
lógica de manual impreso. Aunque tiene hipervínculos, preguntas y animaciones, se lee
como un larguísimo libro, de forma lineal. Más aún, hay información que resulta difícil
de encontrar. Esto nos permitió darnos cuenta de una nueva dimensión teórico-práctica
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Literacidad digital a través del currículum universitario... | Natalia Ávila Reyes [pp. 251-259]
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que se debe considerar a la hora de realizar materiales de enseñanza digitales, y que en
este ensayo planteo como una tercera precaución para el desarrollo de materiales y
repositorios digitales: el peligro de una baja usabilidad.
Figura 2: Fragmento de hipertexto sobre Juicios y mitigaciones
Es curioso e irónico que los profesores de escritura que diseñamos el material hayamos
pasado por alto algo que probablemente sea lo primero que enseñamos a nuestros
alumnos: pensar en el lector. La efectividad de un objeto digital se juega en la facilidad
con que un usuario/lector podrá interactuar con él y encontrar la información que
necesita; a esta cualidad se le llama usabilidad y es una temática de creciente interés
para el mundo de la escritura (Salvo et al., 2008; Roscoe et al, 2014). En suma, con
respecto a la elaboración de recursos digitales vale la pena considerar los siguientes
desafíos en términos temáticos, teóricos y de tecnología digital:
Al crear recursos digitales para la escritura, independientemente del medio,
existe el riesgo de reducir los contenidos a la normativa, los aspectos mecánicos
o los elementos genéricos del lenguaje formal.
En el tratamiento de los géneros discursivos, los materiales pueden
transformarse fácilmente en plantillas estáticas que no siempre dan cuenta de la
diversidad de los géneros de formación, requeridos en la universidad. Para ello,
una solución es basar la elaboración de materiales en resultados de
investigación.
Elaborar un material digital no es lo mismo que elaborar un manual impreso de
escritura. Se deben tener consideraciones no solo de orden didáctico, sino
también los desafíos propios de la composición multimedial, un tema sobre el
que los docentes de escritura tenemos todavía mucho por aprender.
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3. Prácticas digitales
Las prácticas digitales corresponden a tareas cotidianas, pequeñas formas del hacer que
se incorporan en diversos momentos de la instrucción en el aula. Las prácticas digitales
se relacionan íntimamente con el concepto de "prácticas de literacidad", porque, en
efecto, muchas de las prácticas de escritura habituales de nuestros estudiantes, en
ocasiones poco visibles o prestigiosas, son de naturaleza digital. Si bien estas prácticas
deberían estar presentes en cursos de escritura, insertarlas de manera consciente en
cursos disciplinares permitiría sacar un mayor provecho del potencial epistémico de la
escritura (Miras, 2000) y mejorar la producción escrita de los alumnos.
La mejor forma de definir una práctica digital es por medio de ejemplos, como los que
daré a continuación, desarrollados a lo largo de los años en mis propias clases.
Blogs de lectura: Esta práctica está diseñada para reemplazar los controles de
lectura en cursos universitarios en los que se asigna bibliografía numerosa a los
estudiantes. En lugar de realizar una lectura sin guía y sin propósito claro, se
recurre a las fichas de lectura propuestas por Miras y Solé (2007): los
estudiantes deben identificar un foco y valorar el texto. Cada estudiante debe
llevar un blog, cuyas entradas correspondan a una ficha elaborada para cada
lectura. Todos los estudiantes deben vincular sus blogs entre sí, y tienen la
opción de comentarse mutuamente si lo desean. Una vez al mes, el docente lee
estas entradas y retroalimenta brevemente usando la función de comentarios del
propio blog. Los blogs son medios públicos, a los que tiene acceso cualquier
usuario del mundo, lo que genera un mayor nivel de atención por parte de los
estudiantes a aspectos formales y de redacción. En muchos casos, los blogs
reciben visitas desde fuera del curso, y en algunas oportunidades los estudiantes
los han actualizado con lecturas de otros cursos de su formación académica, lo
que demuestra el sentido que cobra para ellos esta práctica.
Escritura y revisión colaborativa: Esta práctica ha sido facilitada enormemente
por Google Docs, el procesador de textos incorporado en Google Drive. En la
elaboración de un trabajo escrito grupal, se le solicita a los estudiantes hacer
entrega parcial de una primera versión o de una parte del proyecto (por ejemplo,
planteamiento del problema, marco teórico, etcétera). En este texto, la docente
realiza cambios y comentarios con las herramientas de edición. En una siguiente
sesión, que reemplaza una sesión presencial, los estudiantes leen los comentarios
y reescriben. La profesora, en línea, contesta las dudas puntuales de los
estudiantes sobre su retroalimentación por medio de la herramienta de chat que
también viene incorporada. Una vez terminado el proceso de retroalimentación,
los estudiantes continúan componiendo el texto en el programa, para aprovechar
las posibilidades de colaboración que habilita. Las universidades que utilizan la
suite de Google y las que cuentan con extensión .edu pueden utilizar también
Google Classroom, una versión de Drive adaptada a necesidades educacionales.
Resúmenes de clases en Twitter: Esta práctica permite comentar y registrar en
vivo lo que ocurre en una clase utilizando las etiquetas conocidas como
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hashtags. En este caso, actividades habituales de escritura epistémica como la
elaboración de resúmenes de clase (Carlino, 2005) se traslada al lenguaje digital
por medio de hashtags como #bioquimica2 o #historiamedieval. Los encargados
de documentar la clase cambian cada sesión y deben postear por escrito, en 140
caracteres, aspectos clave, explicaciones, contenidos relevantes, entre otros
elementos de la sesión de clases. Los alumnos luego pueden buscar los
resúmenes de clase a través del hashtag definido en la red social.
4. Corolario: Escribir a través del currículum
Hasta acá he mostrado una variedad de opciones mediante las cuales las tecnologías
digitales pueden ponerse al servicio de la enseñanza de la escritura en el nivel
universitario. Escoger una u otra dependerá de las necesidades pedagógicas e
institucionales de cada contexto. No obstante, en esta última sección me interesa evaluar
hasta qué punto cada una de estas instancias digitales permite promover la escritura a
través del currículum, es decir, la producción de textos dentro de las asignaturas de las
carreras, distintas de cursos de escritura generales (Bazerman et al., 2016).
En el caso de los cursos virtuales de escritura, la experiencia de la Pontificia
Universidad Católica de Chile muestra que fueron necesarios varios años de práctica,
iteración y consolidación para llegar a un modelo situado en las disciplinas. Durante los
primeros años, los cursos se pensaron fundamentalmente como talleres masivos, que
aunque intentaban vincularse con la experiencia universitaria, no tenían una orientación
disciplinar. En la actualidad, los administradores de estos cursos han decidido
diferenciar su currículum en grupos diferentes para estudiantes de ciencias sociales,
humanidades y arte; ciencias matemáticas y exactas; y ciencias de la salud, una solución
que conectó estos cursos con las orientaciones actuales de la escritura universitaria
(Ávila & González, 2015). Con todo, se trata de cursos en que la escritura se vincula al
currículum de las carreras, desde el enfoque "escribir en las disciplinas", pero no ocurre
dentro de sus materias.
En el caso de los recursos digitales para la escritura universitaria, existe el peligro de
que estos se inclinen hacia normas o consejos de redacción, los que implican una
concepción de la escritura como "habilidad transversal" y de carácter exclusivamente
lingüístico. Si bien la normativa es importante y ese tipo de materiales representan un
aporte, no dan cuenta de las formas en que se negocia y construye el conocimiento a lo
largo de una carrera universitaria. Esto se ve contrarrestado cuando los materiales
gravitan en torno a géneros y prácticas escritas concretas que ocurren en los cursos
regulares de las carreras o disciplinas, salvaguardando el dinamismo propio de los
géneros de formación.
Por su parte, las prácticas escritas digitales ofrecen un modelo que se ajusta mucho más
a los conceptos de la escritura a través del currículum, ya que pueden insertarse
fácilmente en el programa de cualquier materia. Se trata de prácticas de literacidad
digital que demandan movilizar habilidades y competencias tanto lingüísticas como
disciplinares. Además de poner al alumno en la posición de escritor y productor de
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Debates / Ávila Reyes 257
Literacidad digital a través del currículum universitario... | Natalia Ávila Reyes [pp. 251-259]
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contenidos, estimulando las diferentes literacidades digitales planteadas por Selber
(2004); las prácticas digitales dependen únicamente del docente para su instalación y
pueden implementarse mediante los recursos disponibles en la web 2.0. De este modo,
se requiere un mínimo grado de recursos institucionales comprometidos, a diferencia de
los cursos o la producción de material de escritura.
Por último, es importante destacar que todas las estrategias reseñadas en este ensayo
tienen un valor en sí mismas y satisfacen diferentes necesidades. En lo que escritura
universitaria respecta, el mejor enfoque a adoptar es uno de iniciativas diversas y
constantes: a nivel central y local; al inicio y en el desarrollo de las carreras; conducidas
por expertos en lengua y a través del currículum. Solo así lograremos alcanzar el
concepto de una universidad lectora y escritora. Este mismo criterio debería aplicar para
consolidar una universidad digitalmente alfabetizada.
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Revista del Departamento de Letras
Exlibris #5 (2016)
Debates / Ávila Reyes 258
Literacidad digital a través del currículum universitario... | Natalia Ávila Reyes [pp. 251-259]
ISSN 2314-3894
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Revista del Departamento de Letras
Exlibris #5 (2016)
Debates / Ávila Reyes 259
Escritura en la virtualidad. Fomación de profesores en Letras: una dupla... | Gustavo Bombini [pp. 260-262]
ISSN 2314-3894
Escritura en la virtualidad / Formación de
profesores en Letras: una dupla productiva
Gustavo Bombini
Universidad de Buenos Aires / Universidad Nacional de San Martín
gbombini@gmail.com
La pregunta es recurrente y en muchas ocasiones ha recibido una respuesta lapidaria. A
la inquietud en general manifestada por estudiantes acerca del lugar de la escritura en la
formación de licenciados y profesores en Letras, la respuesta suele ser alguna variación
de la idea de “a escribir no se enseña”; a lo que suele agregarse: “Este no es el lugar”
frase recuperada por Maite Alvarado en un trabajo sobre el tema en el año 1988. El
asunto parece de vieja data (Alvarado, 2015).
Para salir de esta trampa conviene empezar por hacernos otras preguntas. Por una parte
distinguir entre escribir textos académicos y escribir ficción. Y a esto podemos
responder, desde nuestra posición, que ambos tipos de textos son objeto de interés en la
formación de un profesor o de un licenciado en Letras; una larga tradición de trabajo
con la escritura de ficción que se inicia en los años ’70 en el ámbito de la Facultad de
Filosofía y Letras, a cargo de un colectivo denominado GRAFEIN cuyo impacto ha sido
relevante hasta hoy (Frugoni, 2006). No desarrollaré aquí argumentos a favor de este
tipo de escritura en la formación de licenciados y profesores, como ya lo hice en otros
lugares (Bombini, 2015). Por otro lado, una tradición más reciente, nombrada como
alfabetización académica da cuenta de otra posición respecto de la práctica de escritura
que viene teniendo fuerte presencia en el marco de una insistente preocupación por los
déficits de escritura que acusarían los estudiantes que ingresan o transitan la universidad
u otros estudios superiores (Carlino, 2005 y Navarro, 2014).
Sean unas, otras o ambas escrituras, la posibilidad de su enseñanza ha dejado de ser
objeto de dudas y cualquier discusión acerca de la formación y del cambio de los planes
de estudio incluye un capítulo referido a la posibilidad de incluir una materia, cátedra,
taller, curso, seminario donde la escritura sea objeto de una práctica.
A este panorama quiero sumarle un tercer tipo de producción escrita sobre la que hemos
venido trabajando en el ámbito de la cátedra Didáctica Especial y Prácticas de la
Enseñanza en Letras del Profesorado en Letras de la Universidad de Buenos Aires y
abordar desde este tipo de producción algunas reflexiones acerca de la productividad de
las llamadas Tecnologías de Información y Comunicación (TIC). La producción a la
que me refiero serían ciertos textos que tienen que ver con lo que llamamos “escritura
de las prácticas”, textos en algunos casos más asociados a los académicos y en otros,
textos que parecen recuperar algunas características de los textos llamados ficcionales.
Esta prolífica producción que venimos desarrollando ha encontrado en la interacción
que permite el campus virtual de la cátedra, alojado en una plataforma Moodle, un
nuevo modo de imaginar la posibilidad de la escritura en el trayecto de la formación de
los profesores en Letras.
letras.filo.uba.ar
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Exlibris #5 (2016)
Debates / Bombini 260
Escritura en la virtualidad. Fomación de profesores en Letras: una dupla... | Gustavo Bombini [pp. 260-262]
ISSN 2314-3894
Asumir la práctica docente como objeto de planificación, puesta en práctica y reflexión
en el contexto de la formación de profesores encuentra en la escritura un soporte y un
dispositivo que permite la construcción de recorridos que ponen en juego a la propia
práctica docente y a la práctica de la escritura, como saberes posibles.
En la primera clase teórica de la materia suelo exagerar diciendo que esta es la cátedra
del profesorado en Letras donde más se va a escribir, a lo que agregaría, que es el lugar
donde además, la escritura se comparte, donde los textos que se producen son leídos no
solo por los profesores de la cátedra sino también por los pares, por los otros estudiantes
que están cursando la materia.
Se trata de modos de intercambio que son en algún sentido contraculturales, pues en
general las lecturas de los trabajos escritos que se producen en la carrera de Letras se
pactan de manera bilateral: el profesor demanda la escritura de un texto (un parcial, una
monografía), el alumno escribe el texto solicitado y lo entrega, el profesor lee el texto,
lo evalúa y eventualmente lo comenta por escrito; por fin el alumno lee la devolución
hecha por el profesor. No son habituales las lecturas compartidas realizadas en voz alta
de los textos o de fragmentos de ellos; tampoco es habitual que los textos circulen de
manera tal de involucrar a más de dos actores, más allá del que escribe y es evaluado y
del que lee y evalúa.
En el caso de la cátedra Didáctica Especial y Prácticas de la Enseñanza en Letras la
escritura ocupa, como decíamos, un tiempo central en el recorrido anual de la cursada:
se escriben textos en y para las clases de trabajos prácticos, se escribe un parcial
domiciliario, se escriben registros de observaciones, y, en el momento de las prácticas
se escriben guiones conjeturales, como textos que proponen y anticipan la práctica, se
escriben autorregistros de la práctica realizada, se cruzan muchos de los textos para ser
comentados por los profesores y fundamentalmente por sus pares, por los propios
estudiantes que acaban leyéndose entre sí. Se trata de una producción cuantitativamente
relevante (un promedio de 120 alumnos por año y 15 textos por cursada suman 1800
textos), variada en cuanto a la cantidad de géneros que se transitan, sin que se atraviese
el parcial o la monografía en su sentido más familiar, y compleja en cuanto a la
propuesta para su circulación y lectura.
Si en la tradicional práctica del taller literario, o de escritura de ficción, se requiere que
cada participante llegue a la reunión de trabajo con una copia de su texto para cada
compañero y para el coordinador y desde esa disponibilidad se producen todas las
situaciones de comentario que llevan a la reescritura y permiten una reflexión y
autorreflexión sobre el proceso de escritura, en el volumen de tarea que se produce en
esta cátedra, es el espacio de la virtualidad, el lugar material donde resulta posible que
los textos estén disponibles para cada docente a cargo de una comisión y para sus
respectivos alumnos. Tener a mano, en mi pantalla, los textos de mis otros veintinueve
compañeros, observar con atención de qué modo ellos resolvieron la misma consigna
que yo estoy resolviendo o que me sea requerido un segundo texto que surge como
producto de la lectura de diez de esos veintinueve textos de mis compañeros, parece
estar propiciando un modo de producción compartida que según comprobamos
enriquece el proceso de la formación. Por otra parte, la experiencia ha venido
demostrando que esos textos que se solicitan para su puesta en público a través del
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Exlibris #5 (2016)
Debates / Bombini 261
Escritura en la virtualidad. Fomación de profesores en Letras: una dupla... | Gustavo Bombini [pp. 260-262]
ISSN 2314-3894
campus y que se saben dirigidos a otros destinatarios además del profesor, se presentan
como textos más complejos en su producción, más extensos, más detallados y más
cuidados desde el punto de vista de la edición, es decir, mejor presentados a sus
lectores. Se trata de la toma de conciencia de la materialidad de la escritura y a la vez,
de la posibilidad de desarrollar un modo de decir la práctica, de contar lo que pasó y
también lo que pasará y reflexionar sobre ello, volver hacia atrás (Labeur, Colussi,
2013).
Desde una topografía de la biblioteca personal, la prosificación de un poema modernista
algo oscuro, el registro de clases de la propia cátedra, textos de ficción variados, el
registro de otras clases en extramuros, la escritura de una conferencia, de un artículo de
divulgación o de los argumentos para tomar posición en un debate en clase a favor o en
contra instaurar un taller en la carrera de letras, el autorregistro de la propia práctica,
entre muchos otros textos, abren el espectro de género posibles producidos en el
contexto de la formación y de la práctica docente.
Futuros profesores que escriben, parece ser una clave necesaria a la hora de responder al
dictum del sentido común didáctico que dice que solo se puede enseñar lo que se sabe y,
en este caso, enseñar una práctica, la de escritura supone haber participado de manera
protagónica de esa práctica. Futuros profesores que escriben en un entorno de
aprendizaje virtual, están participando de una experiencia que recuperarán en sus
trayectorias profesionales.
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letras.filo.uba.ar
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Exlibris #5 (2016)
Debates / Bombini 262
Escribiendo online dentro del aula: soluciones híbridas para prácticas complejas | Federico Navarro [pp. 263-266] ISSN 2314-3894
Escribiendo online dentro del aula: soluciones
híbridas para prácticas complejas
Federico Navarro
Universidad de Buenos Aires / Conicet / Universidad de Chile
federicodanielnavarro@gmail.com
Cualquier discusión sobre la enseñanza de la escritura académica y el uso de tecnologías
de la información y la comunicación (TIC) debe primero delimitar, necesariamente, qué
teoría de la escritura y de las TIC se sostiene.
La concepción romántica del escritor y de la escritura, desarrollada en Occidente en el
paso del siglo XVIII al XIX, ha percudido las representaciones socialmente compartidas
sobre el tema. Así, es común escuchar, o deducir, que la escritura más sofisticada es una
habilidad única, monolítica e impenetrable; que se posee o no se posee; que se vincula a
un conocimiento; y que se produce en el interior o en la acción individual del escritor.
Se trata, en suma, de la imagen del poeta aislado y recluido, talentoso hasta la
incomprensión, que escribe versos extraordinarios, poseído por las musas, sin técnica ni
revisión. La llegada de las TIC en el siglo XX impuso otras dos representaciones,
diametralmente opuestas: o bien que la comunicación electrónica degrada y corrompe
las formas elevadas de escritura, o bien que las TIC revolucionan y multiplican las
posibilidades de formar, sin mayor esfuerzo pedagógico e institucional, escritores
académicos. Así, el poeta inspirado pierde su estilo único al usar Whatsapp, o las
universidades cambian a sus profesores por plantillas online que enseñan a cualquiera
cómo escribir un ensayo. Ninguna de estas representaciones, podemos adelantarlo desde
ahora, es cierta.
La escritura académica no es una habilidad única y monolítica sino un conjunto de
habilidades complejas articuladas. El propio concepto de habilidad o competencia
(Kellogg, 2008) es muchas veces puesto en tela de juicio, porque supone una tradición
cognitivista y experimental sobre la escritura, y se prefiere el concepto social e
históricamente situado de prácticas letradas. La escritura como práctica permite
entender mejor que existen diferentes escritores y trayectorias, culturas y lenguas,
contextos y usos, y estas prácticas diversas corresponden a escrituras distintas; además,
una concepción de escritura como práctica incluye no solo los textos sino también
conductas, actitudes, eventos y vínculos sociales (Barton & Hamilton, 2000). Así, la
escritura académica, sin restar su peso para las trayectorias en educación superior, sería
una práctica o conjunto de prácticas letradas situadas junto con otras, igualmente
válidas, de tipo vernáculo.
De la misma manera, la noción de escritura como conjunto de habilidades permite
focalizar que la escritura, en este caso académica, supone múltiples saberes prácticos,
como poder personalizar o despersonalizar una hipótesis, negociar con el lector
imaginado el compromiso con las afirmaciones y hallazgos, identificar las expectativas
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Exlibris #5 (2016)
Debates / Navarro 263
Escribiendo online dentro del aula: soluciones híbridas para prácticas complejas | Federico Navarro [pp. 263-266] ISSN 2314-3894
de la clase de texto a partir de ejemplares leídos, señalar con elementos metadiscursivos
de qué sección del texto se trata, o monitorear la propia escritura en busca de errores
que reescribir. Así, es difícil evitar el uso del concepto de habilidades cuando el foco es
enseñar ciertas formas de escritura esperadas en ciertos momentos del desarrollo de los
escritores y en ciertos ámbitos de educación superior y entornos profesionales.
Digamos, en una solución ecléctica, que enseñamos habilidades letradas para participar
en ciertas prácticas comunicativas socialmente compartidas.
Escribir a través de medios electrónicos -como wikis, procesadores de texto online, emails o presentaciones PowerPoint- no solo es una estrategia de enseñanza que
complejiza el soporte analógico tradicional del lápiz-y-papel, sino que también es una
forma de escribir ineludible para el escritor académico. Cualquier curso de escritura, sea
presencial o a través de medios electrónicos, debe incluir en su programa de contenidos
y competencias la escritura con TIC (Navarro & Revel Chion, 2013).
Si seguimos deconstruyendo la concepción romántica de escritura del inicio,
acordaremos que la escritura académica no es una mera actividad individual sino un
conjunto de prácticas individuales, grupales y sociales. Discutimos las primeras ideas en
una reunión por la mañana; tomamos notas en una pequeña libreta en el viaje camino a
casa; al otro día enviamos un primer borrador a un colega que nos devuelve sus
sugerencias y comentarios; hacia el fin de la semana ponemos el borrador revisado en
un documento compartido con el equipo, con miembros recién ingresados que señalan
cuestiones superficiales y otros más expertos y temidos que hacen cambios de fondo;
cuando se publique, el texto será retomado, en citas o críticas, por otros escritores que
quizás no conozcamos. Así, la construcción de un texto académico, pertenezca al género
discursivo que sea, suele integrar instancias con diferentes grados de sociabilización,
que la universidad debe propiciar y enseñar. Por el contrario, cuando los cursos
universitarios favorecen exclusivamente exámenes individuales presenciales, incluso a
veces con respuestas múltiples cerradas, en pos de segmentar el desempeño particular
de cada estudiante, en realidad atentan contra la formación de escritores académicos
expertos, que siempre escriben en entornos sociales.
Esta concepción social de la escritura obliga a hacer una salvedad en el caso de los
ámbitos académicos: la importancia de la responsabilidad autoral científica, un invento
de los siglos XVII y XVIII (Atkinson, 1999). Efectivamente, en la academia los textos
deben tener responsables, ya sea autores individuales, equipos de investigadores o
instituciones. Al escribir, el escritor académico debe reconocer autorías, citar fuentes,
explicitar la forma en que se apropia y posiciona respecto de ellas (para apoyarlas, para
apoyarse, para criticarlas, para permanecer neutral) en un fino equilibrio entre
reconocimiento del saber consensuado y aporte propio y, en cierta medida, original. La
importancia de la autoría, y el peligro del plagio (en general involuntario, por falta de
habilidad), tiene su contraparte en el peso de las citas, el verdadero capital simbólico de
un académico importante en su campo. El uso no académico de las TIC, con el que los
ingresantes a la universidad están familiarizados, de alguna manera va en sentido
contrario: la lógica de las redes sociales e incluso de las plataformas de construcción
colectiva de conocimiento académico como Wikipedia no focaliza la autoría de lo
escrito sino su calidad o interés, siempre relativos. Es decir, no importa quién lo dice
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Exlibris #5 (2016)
Debates / Navarro 264
Escribiendo online dentro del aula: soluciones híbridas para prácticas complejas | Federico Navarro [pp. 263-266] ISSN 2314-3894
sino qué se dice. Por este motivo, la enseñanza de la importancia de la autoría en
discurso académico, y cómo posicionarse respecto de ella, es también un aspecto
obligado en cualquier curso, tanto de escritura como de contenidos disciplinares.
La enseñanza y el aprendizaje de la escritura académica no pueden ser autónomos,
aunque sí deben apostar por la participación y agentividad de los estudiantes. Por el
contrario, el ingreso en las prácticas comunicativas académicas debe ser estimulado,
modelado, monitoreado, andamiado, deconstruido, consensuado, y el rol del profesor,
ya sea de escritura o de las disciplinas, es fundamental. Por eso los cursos de escritura
online, en particular los que carecen de la supervisión de un número elevado y
comprometido de tutores y son más bien "autogestionados" por los estudiantes, no
suelen tener éxito. Puede que muchos estudiantes ingresen a la plataforma, pero el
impacto pedagógico será mínimo. Esta problemática no se acota a los cursos de
escritura, sino a cualquier programa de formación online, pero es especialmente
relevante en la enseñanza de la escritura académica como habilidad práctica, que
requiere ejercitación y retroalimentación. No menos importante, la enseñanza de la
escritura puede colocar al aprendiz en una situación de debilidad o estigmatización con
mucha facilidad, ya que puede verse afectado por las correcciones, acorralado por las
prácticas que desconoce o intimidado por los textos expertos que lee. Así, el vínculo
con los profesores no solo como expertos sino también como apoyos afectivos,
responsables de acompañar con paciencia esos aprendizajes, es clave. El uso de
herramientas como videos y retroalimentaciones frecuentes puede disimular o reducir la
situación in absentia del curso online, pero no resolverlo del todo.
Existen, sin embargo, modelos, experiencias y herramientas para enseñar y aprovechar
el cruce entre la escritura académica y las TIC, sin tener que optar necesariamente por
un curso presencial o por un curso online. Las discusiones previas permiten argumentar
a favor de la necesidad de soluciones híbridas, que no desconozcan los años de
aprendizajes que se han producido en aulas convencionales, con pizarra, lápiz y papel,
pero que aprovechen tanto las posibilidades pedagógicas como la necesaria enseñanza
de nuevas prácticas vinculadas a plataformas electrónicas (Navarro, 2013). Los
procesadores de texto online, como Google Drive, permiten que los estudiantes escriban
colaborativamente, que las responsabilidades autorales y la "geología" de las capas
textuales de reescritura se puedan recuperar, y que el profesor o los estudiantes pares
comenten y sugieran. La elaboración colaborativa de páginas de Facebook, blogs, wikis
y videocasts permite que los escritos y textos multimodales lleguen efectivamente a
públicos diversos, cobren relevancia y significancia, empoderen a escritores reales para
lectores reales, reciban comentarios y críticas, deconstruyan las expectativas de escritura
en la universidad, y habiliten la transformación, asimilación y evaluación de
conocimientos disciplinares y retóricos. Algunas de estas formas híbridas del aula
presencial-remota ya han sido categorizadas y exploradas en las diferentes
manifestaciones del b(lended) learning o aprendizaje semipresencial, que aprovecha la
potencia de combinar actividades de aprendizaje sincrónicas presenciales con otras
asincrónicas a través de internet (Garrison & Kanuka, 2004). Por ejemplo, el flipped
classroom invierte la lógica tradicional que pone el peso en una clase inicial presencial,
que se complementaría con actividades domiciliarias; por el contrario, la lógica es
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Exlibris #5 (2016)
Debates / Navarro 265
Escribiendo online dentro del aula: soluciones híbridas para prácticas complejas | Federico Navarro [pp. 263-266] ISSN 2314-3894
explorar TIC y fuentes bibliográficas que permitan a los estudiantes investigar y
aprender (o dudar) por su cuenta de forma virtual y flexible, para luego llevar esas
primeras construcciones propias al aula presencial. De hecho, las TIC se pueden usar en
clase presencial, las herramientas analógicas en casa.
Para resumir lo anterior, concluiremos que la escritura es un conjunto de habilidades
para participar en ciertas prácticas situadas; que escribir a través de medios electrónicos
es parte de esas prácticas; que los textos se construyen, en distinta medida, socialmente,
pero que la autoría es un atributo académico fundamental; y que el ingreso en las
prácticas comunicativas académicas debe ser estimulado, modelado, monitoreado,
andamiado, deconstruido, consensuado, pero también acompañado con vínculos de
afecto y responsabilidad entre profesores y estudiantes. ¿Qué implica esta concepción
de la escritura y su enseñanza para los cursos de escritura online? Que la escritura a
través de medios electrónicos debe enseñarse de forma explícita y curricularizada, en
cursos virtuales o presenciales; que la distancia y asincronía de un curso online requiere
estrategias de presencialidad de los profesores, maximizando las horas de tutoría y las
herramientas disponibles, para que el acompañamiento y vínculo efectivamente se
establezcan; y que las soluciones híbridas, semipresenciales, permiten aprovechar al
mismo tiempo la potencia pedagógica del aula presencial y de las TIC.
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letras.filo.uba.ar
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Exlibris #5 (2016)
Debates / Navarro 266
Ontologia e linguagem | Gilmaisa Macedo da Costa [pp. 267-290]
ISSN 2314-3894
Ontologia e linguagem
Gilmaisa Macedo da Costa
Universidade Federal de Alagoas
gilmaisa@uol.com.br
Resumen
Este texto presenta una reflexión sobre la relación entre ontología y lenguaje basado en
la Ontología materialista de György Lukács. Expone la interdicción de toda ontología
en la constitución de la ciencia moderna, discutiendo aspectos centrales de las
tendencias del pensamiento en el campo del lenguaje y los caracteres de su formulación
como ciencia originada en el estructuralismo. Analiza la contribución de una ontología
materialista al conocimiento del lenguaje, su origen y función social como médium
universal del ser social.
Palabras clave
Ontología, Lenguaje, Ciencia, Estructuralismo.
Abstract
This paper presents the thought about the relationship between ontology and the
language based in materialistic Ontology from György Lukács. It shows that during the
process of modern science construction occured a separation from all ontology also
discusses the aspect of trend of thought in the field of language and characteristics of
science originated by the structuralism. Moreover, this article analyzes the contribution
of materialist ontology to the language knowledge, the origin and also the social
contribution as a universal medium of social being.
Keywords
Ontology, Language, Science, Structuralism.
letras.filo.uba.ar
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Macedo da Costa 267
Ontologia e linguagem | Gilmaisa Macedo da Costa [pp. 267-290]
ISSN 2314-3894
Introdução
A última obra do filósofo húngaro György Lukács, intitulada Para a Ontologia do Ser
Social (Zur Ontologie des gesellschaftlichen Seins), publicada na segunda metade do
século XX, retoma a temática das bases ontológicas do ser enquanto universalidade e do
ser social em particular. Em um período no qual a filosofia tinha sido quase
inteiramente dominada pelo subjetivismo e pela desrazão, Lukács produz uma ontologia
materialista, herdeira do pensamento clássico de Hegel e de Marx acerca da totalidade, e
com reconhecida raridade e clareza revisita questões concernentes à essência do gênero
humano, sua origem, desenvolvimento e universo categorial, no qual a linguagem
emerge decisivamente como mediação universal do ser social, uma categoria ontológica
essencial à constituição do gênero humano.
A Ontologia de Lukács traz novos elementos a problemas teóricos abandonados desde a
separação entre filosofia e ciência, quando em meio às lutas entre o pensamento
medieval e o nascente pensamento moderno; se, por um lado, o pensamento humano
tende à desantropomorfização e impulsiona a criação das ciências da natureza, por outro
lado, toda a Ontologia foi considerada sem importância para iluminar questões
científicas tornadas particulares. Ignora-se até mesmo que desde a Antiguidade grega
produzira-se uma generosa tendência à objetividade que, em direção oposta à ontologia
religiosa, constitui uma “ontologia científico-filosófica: esta investiga a realidade
objetiva para descobrir o real espaço para a práxis real (do trabalho à ética)” (Lukács,
2012: 24).
Deste modo, ignora-se que a ontologia religiosa não havia sido a única prerrogativa para
o conhecimento, pois, por caminhos opostos gerara-se outra ontologia cuja tendência
era buscar o conhecimento da realidade objetiva. Entretanto isso foi ignorado no
processo de autonomização da ciência em relação à filosofia a partir das lutas entre o
pensamento moderno e o medieval, quando a eliminação de toda ontologia se tornará
uma prerrogativa para o conhecimento científico, o que persiste no surgimento da
ciência, inclusive aquela ocupada com o problema da linguagem.
Neste texto iremos nos debruçar sobre aspectos ontológicos fundamentais ao problema
da linguagem conforme Lukács o concebeu e expressou. Para isso iremos nos aproximar
do percurso da linguagem como objeto de conhecimento, de sua constituição como
ciência e de sua retomada por uma ontologia materialista.
Lukács não se surpreende ao constatar que “a tentativa de basear o pensamento
filosófico do mundo sobre o ser se depara com resistências de muitos lados. Os últimos
séculos do pensamento filosófico foram dominados pela teoria do conhecimento, pela
lógica e pela metodologia, e esse domínio está longe de ser superado” (Lukács, 2010:
35). Os motivos para tal ocorrência são muito variados: não só aqueles referentes a
dificuldades do conhecimento e seus instrumentos necessários, mas também de natureza
ideológica, no sentido de preservar espaços de hegemonia a grupos científicos ou
religiosos. Ou, mais precisamente, como acrescenta Lukács, o predomínio da teoria do
conhecimento
se tornou tão forte que a opinião pública competente esqueceu totalmente que a missão social da
letras.filo.uba.ar
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Macedo da Costa 268
Ontologia e linguagem | Gilmaisa Macedo da Costa [pp. 267-290]
ISSN 2314-3894
teoria do conhecimento, que culminou em Kant, consistia, quanto a sua finalidade principal, em
fundamentar e assegurar o direito à hegemonia científica das ciências naturais desenvolvidas
desde o Renascimento, mas de tal maneira que permanecesse preservado para a ontologia
religiosa, na medida em que isso fosse socialmente desejável, o seu espaço ideológico
historicamente conquistado (Lukács, 2010:35).
A interdição da problemática do ser enquanto ser é uma evidência na trajetória da
filosofia, emais precisamente, a ruptura entre ontologia e ciência. Neste texto
exporemos brevemente os caminhos teóricos que levaram a tal interdição e, em seguida,
à separação entre ciência da linguagem e ontologia, examinando a natureza da conexão
entre o desenvolvimento da sociedade moderna e a atividade consciente, a partir da
contribuição do materialismo histórico e dialético produzido por Marx e seguido por
Lukács. Observaremos que cada um dos autores analisa de modo peculiar essa relação,
mas ambos assinalam a primazia da objetividade do ser enquanto ser no processo de
conhecimento da realidade.
Ontologia e ciência: uma relação tornada incompatível
O pensamento moderno impulsionado pela Revolução Industrial tem um imenso peso
na interdição da ontologia para o conhecimento científico, a nosso ver, mais por razões
objetivas que por razões subjetivas.O ser social burguês que se constitui no processo de
emersão de uma nova sociabilidade sob o domínio do capital tem a marca da
objetividade, da positividade das relações sociais que permeia toda a vida cotidiana. Na
vida cotidiana, no imediato da vida social, todas as relações aparecem mediadas pela
objetividade, por coisas empiricamente palpáveis como a moeda que compra e vende
mercadorias e inumeráveis outras mediações com as quais todos os indivíduos lidam
normalmente. Deste modo, a objetividade faz parte necessariamente desse ser social
burguês, do cotidiano da vida social.
Mas o cotidiano, o imediato, por suas características essenciais não torna visíveis os
processos que engendram a riqueza e a miséria, a moeda, o capital, a mercadoria etc.
Para pensar essa sociedade, as leis internas que regem a produção, as relações políticas,
as relações de classe, é preciso pensar cientificamente, desvendar o modo de ser desse
novo padrão de sociedade; daí a necessidade de criar a ciência que se delineia ocupada
com objetos específicos. Assim, junto com a emergência da própria sociedade surgem
modos de pensar não só a natureza, no sentido de dominá-la através do conhecimento de
suas leis para impulsionar a produção, mas também o social, com vistas a explicar essa
nova objetividade.
Um complexo movimento marcado pelo intenso debate na apreensão da objetividade
material e humana desdobra-se desde o Renascimento científico, mais precisamente, de
Descartes até Kant. Ainda que uma teoria do conhecimento tenha sua origem no
pensamento do cardeal Belarmino, Immanuel Kant aparece como o verdadeiro fundador
da teoria do conhecimento (gnosiologia) como disciplina independente mediante a qual,
segundo Lukács, “ele quer fundamentar a realidade partindo da capacidade de
conhecimento, e não fundar o conhecimento partindo do ser” (2010:55); acresce-se a
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isso que Kant acaba por negar a possibilidade do conhecimento. Exatamente uma
tendência oposta à que Marx irá defender em momento posterior, no fluxo de
acontecimentos resultantes da contradição entre capital e trabalho que gerara burguesia
e proletariado como classes portadoras de interesses opostos e inconciliáveis.
Diferentemente da tendência presente na gnosiologia kantiana, a solução de Marx para o
problema de conhecimento se dá pela via ontológica.
No texto intitulado A ideologia alemã no qual o processo de produção teórica de Marx
ganha contornos de maturidade a partir da aproximação em Paris com o movimento
operário socialista e com a pesquisa da economia política junto com Engels já afirmara:
As premissas de que partimos não são bases arbitrárias, dogmas; são bases reais que só
podemos abstrair na imaginação. São os indivíduos reais, sua ação e suas condições
materiais de existência, tanto as que eles já encontraram prontas, como aquelas engendradas
de sua própria ação (Marx/Engels, 2001:10).
No processo de sua produção intelectual, a tendência de Marx em fundamentar o
pensamento com base na realidade efetivamente existente se fortalece, alçando-se à
condição de uma teoria histórico-social. Marx apreende que o conhecimento resulta da
história e que a história permite o desenvolvimento da consciência humana; nesse
processo o problema do conhecimento se põe aos homens, no sentido de que “Não é a
consciência que determina a vida, mas sim a vida que determina a consciência”
(2001:20). Essa predominância do objeto em relação ao sujeito é distinta de qualquer
concepção estreita de cientificidade que comumente permeia o problema do
conhecimento na filosofia e na ciência social. O real é preexistente ao conhecimento e o
sujeito se apodera do real para transformá-lo mediante o processo da práxis que
impulsiona a consciência humana.
Na afirmação da ontologia como base a todo o conhecimento presente no pensamento
de Marx, Lukács assim se expressa:
só em Marx o problema adquire o seu justo perfil. Antes de tudo, ele vê com clareza que há
toda uma série de determinações categoriais, sem as quais nenhum ser pode ter seu caráter
ontológico concretamente apreendido. Por essa razão, a ontologia do ser social pressupõe
uma ontologia geral. Porém, essa ontologia não pode ser de novo distorcida em teoria do
conhecimento. Não se trata aqui de uma analogia ontológica com a relação entre a teoria do
conhecimento geral e os métodos específicos das ciências singulares. Trata-se, ao contrário,
do fato de que aquilo que é conhecido numa ontologia geral nada mais é que os
fundamentos ontológicos gerais de todo ser. Se na realidade surgem formas de ser mais
complexas, mais compostas (vida, sociedade), então as categorias da ontologia geral devem
ser conservadas nelas como momentos superados; o superar teve em Hegel, corretamente,
também o significado de conservação (2013:20).
O padrão científico marxiano é aquele presente na concepção de ciência da história
como aquela que, recusando o idealismo e o materialismo abstrato, apreende os homens
em suas relações sociais como objetividade efetivamente existente e efetivamente real.
Isso significa que o problema do conhecimento pressupõe o estatuto ontológico da
realidade, no sentido de que o ser em sua efetividade real se antepõe à ideia. Certamente
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Hegel (1807) já alcançara um nível superior aos seus predecessores quando em sua
dialética objetiva identificara no Prefácio à Fenomenologia do Espírito que o
“verdadeiro é o todo. Mas o todo é somente a essência que se implementa através de seu
desenvolvimento. Sobre o absoluto, deve-se dizer que é essencialmente resultado; que
só no fim é o que é na verdade”. Neste sentido Hegel expressava que a totalidade é
anterior à parte. Hegel fora também o primeiro filósofo a pensar o conhecimento como
um processo histórico, portanto, da afirmação de um gênero humano. O primeiro a dizer
que o homem só será capaz de explicar a consciência mediante um processo de
desenvolvimento do humano; é o ser do homem que determina o que vai ser a
consciência, e não o contrário. Entretanto, por incorrer no engano do sujeito-objeto
idêntico, identificando o desenvolvimento humano com o desenvolvimento do
pensamento, Hegel não conseguiu apreender a problemática material da existência
humana em todo o significado histórico concreto.
Em termos históricos, contudo, na busca de uma apreensão de como o homem pode
conhecer a realidade, Kant, ainda que mediante sua negação, anuncia o problema do
conhecimento, Hegel realiza a possibilidade do conhecimento em sua forma objetiva
primeira e Marx vai amadurecê-la na sua forma mais radical como apreensão do real
pela subjetividade em que o real é cognoscível e existe independentemente da teoria.
Não se deve desconsiderar que
tanto a concepção da coisa-em-si kantiana, abstrata, incognoscível, sem qualidades, que
concebe nossa realidade como um mundo de meros fenômenos, quanto a ontologia
histórico-logicizadade Hegel sobre o sujeito/objeto idênticos, e, mais ainda, os sonhos
irracionalistas do século XIX, nos afastam muitas vezes de uma legítima problemática do
ser (2010:35).
Neste sentido, à exceção de Marx, o problema do ser permanece afastado da condução
do processo de apreensão do real. As tendências contemporâneas predominantes do
ponto de vista do conhecimento não têm sua referência nem em Hegel nem em Marx.
Seguem a direção da gnosiologia e, mais especificamente, do positivismo; até mesmo
“uma parte dos marxistas russos se volta para o positivismo de Avenarius e Mach”
(2013:32). Em linhas gerais Isso se explica, segundo Lukács, pelo fato de que após a
tomada do poder pela burguesia, sua tendência é tornar-se reacionária, abandonando o
ideal de progresso para toda a humanidade em termos da superação das condições
existentes ou da transformação social do todo.
O primeiro período importante do pensamento nesta direção vai de Schelling até
Kierkegaard, e a luta ideológica era contra o pensamento de Hegel e a herança deixada
pelo racionalismo dialético. Ou seja, a condução do pensamento sob o domínio da
burguesia após a Revolução Francesa intentava a conservação da realidade e significou
um retorno ao pensamento anterior a Hegel. Essa condução, sem que se possa reduzir a
isso, tem seu momento fundante ou na fenomenologia que surge no pensamento
produzido principalmente entre Descartes e Kant, ou no positivismo, originado do
empirismo de Bacon, a partir do que se forma o positivismo comtiano e deriva o
neopositivismo e tudo o mais que dele resulta. Acentua-se a tendência geral em direção
ao afastamento entre ontologia e ciência.
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Naturalmente, trata-se de um processo complexo que se delineia a partir da
modernidade, por exigência tanto da objetividade constituída, conforme vimos, quanto
dos interesses da classe que alcança o poder. Certamente nada disso poderia contribuir
para um embasamento ontológico do conhecimento. Lukács adverte:
se a ciência não se orienta para o conhecimento mais adequado possível da realidade
existente em si, se ela não se esforça para descobrir com seus métodos cada vez mais
aperfeiçoados essas novas verdades, que necessariamente são fundadas também em termos
ontológicos e que aprofundam e multiplicam os conhecimentos ontológicos, então sua
atividade se reduz, em última análise, a sustentar a práxis no sentido imediato. Se a ciência
não pode ou conscientemente não deseja ir além desse nível, então sua atividade
transforma-se numa manipulação dos fatos que interessam aos homens na prática. E é isso
mesmo que o cardeal Belarmino requeria da ciência para salvar a ontologia teológica (2013:
34).
O esforço científico não tem consistido em buscar em qualquer objeto social “essas
novas verdades que necessariamente são fundadas também em termos ontológicos”, as
quais Lukács apreende como base do conhecimento da realidade existente em si. Ao
contrário, a ciência tende cada vez mais a particularizar-se, reduzindo-se ao
pragmatismo impulsionado justamente pelo domínio sobre a natureza.
Ao analisar o problema da liberdade, por exemplo, Lukács reflete que,
enquanto nos estágios primitivos era o atraso do trabalho e do saber que impedia uma
genuína investigação ontológica acerca do ser, hoje é exatamente o fato de o domínio sobre
a natureza ir se dilatando ao infinito que cria obstáculos ao aprofundamento e à
generalização ontológicos do saber, pelo qual este último deve lutar não contra as fantasias,
mas contra a sua própria redução a um fundamento da própria universalidade prática
(Lukács,2010: 307).
Sob a direção da burguesia, o problema do conhecimento e da ciência constituído
mediante a interdição à ontologia cria-se uma tendência geral que, por necessidades
socialmente delimitadas no contexto da produção e da dominação política de uma
classe, configura o modo de pensar tipicamente capitalista. Certamente não significa um
modo de pensar unívoco, mas aquele que se afigura como dominante, desdobrando-se
historicamente em várias interpretações teórico-metodológicas e influenciando inúmeras
outras.1
O tema da linguagem não escapa a essa tendência mais geral. O século XX
experimentou a constituição da linguística inicialmente com base no estruturalismo,
sobre a qual iremos mencionar aspectos decisivos para, na sequência, procedermos ao
estudo da linguagem na Ontologia de Lukács. Veremos que, na Ontologia, a linguagem
emerge como categoria ineliminável do homem e de suas relações que buscaremos
1
István Mészáros, em sua obra Estrutura Social e Formas de Consciência: a determinação social do
método (2009) analisa as características dos caracteres metodológicos no pensamento moderno que, sob
determinação social, afasta a ontologia e até a atualidade tende a priorizar o conhecimento dos objetos
singulares e isolados.
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expressar neste texto em uma análise conforme o pensamento do autor o apreendeu e
expressou. Antes, faremos rápidas aproximações que culminarão com a proposição da
ciência da linguagem no estruturalismo saussuriano e na posterior abordagem filosófica
do tema em Habermas.
A linguagem e sua apreensão
A concepção que predomina em relação ao problema da linguagem é que a vida
humana, seu desenvolvimento e expansão como grupo humano-social possivelmente se
tornaria inviável sem a mediação dessa categoria no estabelecimento das relações entre
os homens. Uma mediação tão fundamental não poderia passar despercebida ao
problema do conhecimento humano, tanto que no pensamento sobre o homem e suas
relações, a linguagem emerge como objeto de estudos, e com ela os mecanismos de sua
apreensão, de sua constituição, dos modos peculiares de expressão cotidiana e de sua
estrutura organizacional em sistemas formais de línguas.
Teorias sobre a linguagem têm origem desde longa data; na Grécia antiga já se
encontram investigações e teses sobre o caráter natural ou arbitrário da linguagem, que
Aristóteles em De interpretationes discutia com Górgias e Antístenes, dando origem a
diferentes modos na sua interpretação, cuja difusão na Idade Média impulsionará o
estudo da gramática no mundo ocidental. Inicialmente tratada filosoficamente, a
linguagem tornou-se uma disciplina peculiar denominada Filologia, ocupada
especialmente com a evolução histórica das línguas segundo sua manifestação em textos
e obras literárias. A partir da modernidade torna-se mesmo objeto de uma ciência
específica, a Linguística, nos moldes das ciências modernas particulares e autônomas. A
investigação sobre o homem e suas relações não prescindiu da análise da linguagem no
advento do Iluminismo. Exemplar neste sentido foi o pensamento de Jean-Jacques
Rousseau em meio ao debate dos enciclopedistas. Rousseau foi um dos primeiros
pensadores modernos a elaborar teoria sobre o problema da linguagem. Tendo em suas
teses mais significativas o estabelecimento de conexões e relações entre sociedade,
linguagem e pensamento social sob a hipótese de que seria produto da história, analisa
os fundamentos do homem do ponto de vista físico ou natural e do ponto de vista
metafísico e moral. Apoiado na ideia de um suposto estado de natureza no qual o
antecedente do homem social se encontrara por um longo período, Rousseau identifica
os gritos e grunhidos como as primeiras manifestações da linguagem humana ainda sob
o domínio da animalidade e do instinto. A ausência da comunicação e de vínculos dos
homens entre si seria entrave ao desenvolvimento humano do homem, mantendo a
estagnação da espécie humana em tal estado de natureza. Segundo Rousseau:
Concluamos que, errando nas florestas, sem indústria, sem palavra, sem domicilio, sem
guerra, e sem ligações [...] o homem selvagem, sujeito a poucas paixões, e bastando a si
mesmo, tinha somente os sentimentos e as luzes próprios desse estado; [...] Não havia
educação nem progresso, as gerações se multiplicavam inutilmente; e, partindo cada uma
sempre do mesmo ponto, os séculos escoavam em toda grosseria das primeiras idades; a
espécie já estava velha, e o homem conservava-se sempre criança (2016: 85).
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Em estado de natureza, sem condições sequer de se comunicar, o homem não tem como
evoluir socialmente. Essa evolução torna-se possível mediante faculdades da espécie
humana como liberdade, piedade e perfectibilidade, potencialidades que permitem o
aperfeiçoamento da espécie em homem. Rousseau atribui à comunicação a possibilidade
de superação do próprio instinto animal, sem a qual não seria possível a entrada do
homem numa nova fase de sua história. Conforme afirma: “Que se pense de quantas
ideias somos devedores ao uso da palavra, quanto a gramática exerce e facilita as
operações do espírito; e que se pense nas penas inconcebíveis e no tempo infinito que
teve de custar a primeira invenção das línguas” (2016: 63).
A linguagem seria, para ele, um fundamento da sociedade, responsável pelos primeiros
progressos do espírito humano, permitindo à espécie humana o seu desenvolvimento em
direção ao estado social. Em Rousseau o tema da linguagem aparece ainda sob um
matiz filosófico, na expectativa de explicar o homem e suas relações na dinâmica social.
Entretanto, Lukács afirma:
quando Rousseau ilumina momentos essenciais da dialética social (sobretudo as causas e a
necessidade dinâmica do processo de afastamento da natureza), abandona, de modo
consciente, a ontologia materialista então vigente: a natureza, enquanto categoria central do
dever-ser sócio-humanista, perde qualquer ligação com a ontologia materialista da natureza
e se transforma – de modo bastante contraditório internamente, mas justamente por isso
tanto mais eficaz – no centro de uma filosofia idealista da história (Lukács, 2012:130).
Assim, evidencia-se que até mesmo o pensamento revolucionário de Rousseau
abandona a apreensão da natureza do ponto de vista da ontologia materialista,
formulando as bases de uma filosofia idealista no interior da qual pensa uma hipotética
história do desenvolvimento da linguagem.
A apreensão da linguagem segue no curso de acontecimentos que culminaram com um
intenso desenvolvimento tecnológico e de grande expansão do capitalismo, no qual
ganhou contornos universais em termos econômicos. O século XX foi um período
marcado por duas grandes guerras mundiais, sendo também palco de embates teóricos
para explicar o social; nele, além do neopositivismo, solidificaram-se também duas
outras tendências: o existencialismo e o estruturalismo. Neste último identificamos a
proposição de uma ciência da linguagem.
A emersão do estruturalismo nas primeiras décadas do século XX foi fortemente
marcada pela I Guerra Mundial e pela ascensão do imperialismo. Os Estados Unidos
promovem a recuperação econômica do capitalismo europeu a partir dos anos 1930 até
após a Segunda Guerra, impulsionando transformações econômicas substanciais no
sentido da expansão do consumo de massa. Uma necessidade econômica da expansão
capitalista é o aumento do consumo privado, mediante a criação de necessidades
artificiais. Isso será realizado por dois mecanismos: desenvolvimento tecnológico com
predomínio da extração da mais-valia relativa sobre a mais-valia absoluta – aumento do
lucro e do consumo e manipulação dos desejos do consumidor para além de suas
necessidades racionalmente claras. O consumo já não será entregue às leis livres do
mercado, e sim submetido à burocracia e à homogeneização capitalista. Isso se estende
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até ao tempo livre do indivíduo, um setor da vida privada que será preenchido então
segundo as exigências do mercado. Adquire significado uma nova função da
publicidade – criar padrões de consumo e homogeneização de comportamentos. Nesse
período o irracionalismo existencialista começa a perder terreno para o estruturalismo
em suas ligações tanto com o agnosticismo – a perda da possibilidade racional do
conhecimento – quanto com o capitalismo manipulatório.
As formulações sobre a linguagem tendem a construir a linguística como ciência com
base no estruturalismo. Na primeira metade do século XX, tais formulações receberam
influência do pensamento do alemão Wilhelm von Humboldt (e naturalmente não só
dele), reconhecido como o primeiro linguista europeu a pensar a linguagem humana
como sistema governado por regras, superando a ideia do seu entendimento como
conjunto de palavras e frases dotados de significado. Para ele, a língua era um
organismo vivo constituído como ato e manifestação do espírito humano. Tratava-se de
uma concepção estruturalista da língua enquanto um todo orgânico em que os sons eram
sua forma externa, cujo sentido era dado por uma forma interna específica a cada língua
em particular.
É amplamente conhecida a ligação da lingüística com o pensamento de Ferdinand de
Saussure (1857-1913). Em cursos ministrados na universidade de Genebra em 1907 e
1911 atribui-se a ele a definição de objeto e método próprios da linguística conforme as
exigências positivistas para a constituição de uma ciência. O termo estruturalismo
aparece na obra Cours de linguistique généraleque o celebrizou, publicada em 1916.
Saussure, linguísta e filósofo suíço, defendeu a instituição de língua, entendida como
fato social e distinto dos demais fatos da linguagem como objeto científico da
linguística: a abordagem de qualquer língua como sistema em que cada elemento ou
componente só pode ser definido pelas relações – seja de equivalência, seja de oposição
– que mantém com os outros elementos. O conjunto dessas relações recebe o nome de
estrutura. Institui, assim, um método capaz de imprimir rigor aos estudos da linguística,
também adequado aos estudos sociais, o estruturalismo. Em sua teoria há uma rigorosa
definição de signo linguístico como um dos mais importantes aspectos para a
construção epistemológica da linguística como ciência.
Para Saussure, o signo linguístico é fruto da associação entre uma imagem acústica – o
chamado significante – e um conceito – chamado significado. A imagem acústica seria uma
espécie de representação psíquica dos fonemas de que se compõem o signo. Enquanto o
conceito, longe de ser uma imagem do que quer que possa ser referido pela língua, está
relacionado ao processo deconstrução do significado no pensamento. Essas duas faces do
signo, uma vez associadas, compõem sua integralidade (Rodrigues, 2008:12-13. Grifos no
texto).
A obra de Saussure influenciou muitos linguistas e tornou-se um dos métodos mais
influentes e utilizados no século XX para analisar a língua, a cultura e até a filosofia da
matemática. Trata-se de uma tendência de base gnosiológica cujo sentido estrito designa
a epistemologia ou teoria do conhecimento científico.
A peculiaridade do estruturalismo é analisada por Carlos Nelson Coutinho em O
estruturalismo e a miséria da razão (1972). O texto é articulado a partir de um ponto
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central: a racionalidade burguesa tem um período de ascensão e de declínio; neste
último o estruturalismo é uma expressão contemporânea. Coutinho faz a crítica a essa
tendência do ponto de vista de uma posição dialética, na perspectiva de superar as
posições unilaterais de estruturalistas e até dos seus opositores, segundo o qual caíram
numa retórica irracionalista e subjetivista. Apreende a peculiaridade do estruturalismo
em meio ao agnosticismo, na substituição do idealismo subjetivo dos neopositivistas
pelo idealismo objetivo. Para ele o estruturalismo é uma modalidade nova de idealismo
pseudo-objetivo, pois a objetividade aí presente é uma objetividade do pensamento
desconectada das bases objetivas reais, por isso mesmo, ideal, que revela os limites do
estruturalismo para o conhecimento do real na efetividade inerente ao ser.
Consequentemente, a linguagem é pensada nos moldes do estruturalismo como método,
sob a retórica do irracionalismo.
A popularidade e a crítica também mudaram a definição de estruturalismo, e a adesão
de autores ao estruturalismo se modificou com o tempo. Posteriormente, tiveram lugar
abordagens pós-estruturalistas e desconstrutivistas, estas últimas popularizadas nos anos
1980. Entre outras razões, o estruturalismo tem sido frequentemente criticado pela
ausência da historicidade e por favorecer forças estruturais determinísticas em
detrimento das habilidades de pessoas individuais para agir, mas o fundamento
ontológico e dialético não se torna objeto de investigação nesta tendência mais geral.
Evidencia-se enfim que com sua base de conhecimento originada no movimento
histórico do conhecimento em direção ao positivismo que culmina com a epistemologia
científica em sua expressão no estruturalismo idealista, a linguística só poderia
debruçar-se sobre aspectos singulares da linguagem, e naturalmente na busca do seu
objeto específico, particular e independentizado de qualquer fundamento filosófico. A
interdição da Ontologia é ainda mais acentuada do que nos primórdios de formação da
ciência burguesa.
O tema da linguagem pensado filosoficamente volta a tornar-se interessante
particularmente sob a abordagem de Jürgen Habermas. Trata-se de um importante
pensador na atualidade que, ao buscar reviver a tradição iluminista e racional, confronta
as tendências pós-modernas ao produzir sua Teoria do agir comunicativo (1987). A
linguagem perpassa todo o seu pensamento com profundas repercussões de natureza
filosófica e com implicações em intrincados problemas de filosofia da linguagem na
aproximação ao pensamento da tradição frankfurtiana. Queremos realçar que
inicialmente Habermas em sua obra Para a reconstrução do materialismo histórico
(1983) defendeu a ideia de que em animais superiores como os primatas e nos
hominídeos é possível identificar a realização de atos do trabalho; portanto, se os
animais trabalham, o trabalho não é exclusivo do homem. Então, não sendo o trabalho o
que distinguiria o homem dos animais, não seria ele o fundamento da sociedade.
Habermas toma a linguagem como fundamento do ser social porque, segundo ele, a
articulação entre trabalho e linguagem seria algo exclusivamente social; constrói a partir
dessa articulação o fundamento do agir comunicativo enquanto base para as relações
dos homens entre si. Esse autor afirma:
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As estruturas da intersubjetividade produzidas linguisticamente, investigadas de modo
prototípico com base em ações linguísticas elementares, são tão constitutivas para os
sistemas de sociedade quanto as estruturas da personalidade. As primeiras podem ser
entendidas como tecido de ações comunicativas; as segundas podem ser consideradas sob o
aspecto da capacidade de linguagem e de ação (Habermas, 1983:14).
A acepção de que “as estruturas da intersubjetividade produzidas linguisticamente”,
entendidas como “tecido de ações comunicativas”, são tão constitutivas para os sistemas
sociais “quanto as estruturas da personalidade” consideradas também em sua relação
com a linguagem, evidentemente excluem o trabalho como fundamento da diversidade
das ações humanas. Em Teoria do Agir Comunicativo (1987), na continuidade de sua
pesquisa, dá-se uma inflexão em relação à obra anterior. Já não será a articulação entre
linguagem e trabalho o fundamento do ser social; nessa teoria ele articula a apreensão
da socialidade a partir de uma categoria mais complexa – o mundo da vida – como
fundamento do homem, capaz de formular as bases de uma concepção de mundo
compatível com o capitalismo desenvolvido.
Questionando a tendência da postura realista acerca da possibilidade do conhecimento e
entendendo que a objetividade do mundo resulta do fato de ser reconhecido como um
mesmo mundo por uma comunidade de sujeitos portadores de linguagem e de ação,
Habermas constrói fenomenologicamente a concepção de “mundo da vida” sustentada
pela prática comunicativa. O “mundo da vida” dotado de uma racionalidade que lhe é
conferida pelo conjunto das interpretações de uma comunidade de sujeitos “é delimitado
pela totalidade de interpretações que são pressupostas pelos participantes como um
saber de fundo” (Habermas,1987: v.1,31). O conjunto dessas interpretações constitui o
substrato racional presente neste “mundo da vida”.
O saber nada mais é que o resultado das interpretações dos sujeitos implícito no tecido
de ações comunicativas que se torna possível mediante o exercício da linguagem. Ele
repousa sobre o reconhecimento intersubjetivo de uma pretensa validade passível de
crítica e de consenso entre os sujeitos. As manifestações linguísticas contêm um saber
do mesmo modo que as ações dirigidas a uma finalidade são portadoras de um saber
racional nelas implícito. Esses saberes comunicados entre falante e ouvinte podem ser
criticados. Trata-se de saberes falíveis com pretensão intersubjetiva de validade porque,
na visão do autor, dizem respeito à racionalidade do mundo objetivo, “o mundo da
vida”, e não a um mundo transcendental.
Assim, a linguagem torna-se componente fundamental do mundo dos homens pela
mediação da ação comunicativa. Pensada como uma forma de interação social, a ação
comunicativa, na visão habermasiana, permite o intercâmbio de atos em grupos de
atores sociais, utilizando a linguagem com vistas ao exercício de influências recíprocas
e de entendimento entre os homens.
Como se vê, a interação intersubjetiva é entendida como o motor dos processos sociais
orientada à inter-relação entre os homens e descolada dos atos do trabalho. Por sua vez,
a linguagem adquire uma relevância peculiar no pensamento da atualidade como
fundamento da sociabilidade e matriz do seu desenvolvimento. Aqui se trata de
substituir a centralidade do trabalho típica da tradição marxiana pela intersubjetividade
presente no “mundo da vida” constituído pela linguagem como seu fundamento. Reduz
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o fundamento da socialidade ao plano fenomênico e atribui a continuidade do seu
processo de reprodução ao intercâmbio dos atos comunicativos entre sujeitos sociais.
Desse modo, o caráter objetivamente delimitado pelo ato da produção realizado na
interação entre homem e natureza, mais precisamente pelo trabalho como fundamento
do ser social, é substituído pela dimensão intersubjetiva com o intercâmbio de ações
comunicativas, eliminando a base material objetiva das relações. O fazer como práxis
humana por excelência dá lugar à interação comunicativa. Trata-se de uma visão oposta
à ontologia materialista do Lukács, conforme veremos.
A universalidade da linguagem na ontologia materialista de Lukács
Diferentemente do que vimos até aqui, Lukács apreende a linguagem no interior da
socialidade humana como categoria ontológica componente do complexo de comda
toalidade que constitui o mundo dos homens. Em Para a Ontologia do ser social,
última obra produzida pelo autor, a linguagem emerge em sua teoria do ser social
integrando o processo de reprodução social e impulsionando a superação da mudez do
gênero humano. Buscaremos expor os aspectos mais decisivos da linguagem conforme
se encontram em A Reprodução, na segunda parte da sua Ontologia.
Lukács, apoiado no pensamento dialético marxiano, tem por referência o trabalho como
fundamento do ser social. Não é possível pensar qualquer categoria no escopo de sua
Ontologia materialista sem considerar o trabalho neste sentido mais estrito e preciso: o
de constituir-se em fundamento do mundo humano e modelo de toda práxis social. O
trabalho desencadeia na vida natural um processo de incessante produção de coisas
novas; ao produzir o novo, o homem cria a vida social e cria-se a si mesmo enquanto ser
social, transformando-se de simples espécie natural em ente humano genérico.
Mais precisamente, o trabalho dá origem ao gênero humano mediante a interação entre
o homem (sociedade) e a natureza. Um gênero portador de uma consciência que não
sendo mais puro epifenômeno da natureza como nos animais, produz algo antes
inexistente e desencadeia no mundo natural um novo processo de desenvolvimento
composto por Socialidade e Individuação. Isso se efetiva porque, pelo caráter criador
como ato de superação da imediaticidade e pelas exigências impostas neste ato de
criação, o trabalho impulsiona sempre para além de si mesmo, desenvolvendo nos
homens novas capacidades, novas habilidades e novas necessidades.
Com a criação e a inserção no mundo humano de algo antes inexistente, não apenas o
indivíduo que produz se encontra em uma nova situação, mas toda a sociedade se acha
ante um novo objeto, o que implica a abertura de novas possibilidades ao seu
desenvolvimento. Tanto o indivíduo quanto a sociedade evoluem concomitantemente
aos objetos produzidos pelos indivíduos sociais; já que os objetos são produzidos com
base naquilo realizado anteriormente por outros homens, constituem parte da história
passada, da sociedade na qual os indivíduos vivem e agem, enfim, da história humana.
Assim, o trabalho torna as relações entre o homem e a natureza mediadas por categorias
sociais crescentemente complexas. Por isso mesmo o trabalho é também um processo
histórico. Nisto reside o caráter central e decisivo do trabalho no mundo dos homens.
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Já no início de sua exposição sobre o trabalho, o autor assim se expressa:
Para expor em termos ontológicos as categorias específicas do ser social, seu
desenvolvimento a partir das formas de ser precedentes, sua articulação com estas, sua
fundamentação nelas, sua distinção em relação a elas, é preciso começar essa tentativa com
a análise do trabalho. É claro que jamais se deve esquecer que qualquer estágio do ser, no
seu conjunto e nos seus detalhes, tem caráter de complexo, isto é, que as suas categorias,
até mesmo as mais centrais e determinantes, só podem ser compreendidas adequadamente
no interior e a partir da constituição global do nível de ser de que se trata. E mesmo um
olhar muito superficial ao ser social mostra a inextricável imbricação em que se encontram
suas categorias decisivas, como o trabalho, a linguagem, a cooperação e a divisão do
trabalho, e mostra que aí surgem novas relações da consciência com a realidade e, por isso,
consigo mesma etc. Nenhuma dessas categorias pode ser adequadamente compreendida se
for considerada isoladamente (Lukács, 2013:33).
Resta evidenciado que o trabalho é apreendido como parte de um complexo de
complexos, uma totalidade entendida como conjunto de inúmeros complexos
articulados e interdependentes. Essa totalidade comporta outras categorias também
decisivas para a continuidade do ser social que não podem ser consideradas
isoladamente, entre as quais a linguagem. Por que então o acento e o lugar privilegiado
do trabalho na gênese do ser social? A resposta é assim manifesta:
todas as outras categorias dessa forma de ser têm já, em essência, um caráter puramente
social; suas propriedades e seus modos de operar somente se desdobram no ser social já
constituído; quaisquer manifestações delas, ainda que sejam muito primitivas, pressupõem
o salto como já acontecido. Somente o trabalho tem, como sua essência ontológica, um
claro caráter de transição: ele é, essencialmente, uma inter-relação entre homem (sociedade)
e natureza, tanto inorgânica (ferramenta, matéria-prima, objeto do trabalho etc.) como
orgânica, inter-relação que pode figurar em pontos determinados da cadeia a que nos
referimos, mas antes de tudo assinala a transição, no homem que trabalha, do ser
meramente biológico ao ser social (2013: 35).
O fato é que outras categorias como linguagem, cooperação e divisão do trabalho
pressupõem que o salto ontológico 2 de uma espécie natural ao homem já tenha
acontecido, enquanto o trabalho se encontra na transição da espécie ao gênero humano.
Ou seja, sua justificativa é de natureza objetiva, baseada na atividade da produção de
algo novo. Para tal afirmação ele menciona a famosa reflexão de Marx: “Como criador
de valores de uso, como trabalho útil, o trabalho é, assim, uma condição de existência
do homem, independente de todas as formas sociais, eterna necessidade natural de
mediação do metabolismo entre homem e natureza e, portanto, da vida humana”
(2013:35). Trata-se do trabalho no qual o valor de uso como produto do trabalho útil
A propósito do salto ontológico: “As formas de objetividade do ser social se desenvolvem à medida que
a práxis social surge e se explicita a partir do ser natural, tornando-se cada vez mais claramente sociais.
Esse desenvolvimento, todavia, é um processo dialético, que começa com um salto, com o pôr teleológico
no trabalho, para o qual não pode haver nenhuma analogia na natureza. A existência do salto ontológico
não é anulada pelo fato de esse processo, na realidade, ter sido bastante longo, com inúmeras formas de
transição” (Lukács, 2012:199).
2
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para a existência humana nada tem a ver com o valor de troca. Neste preciso sentido, o
trabalho contém in nuce as determinações do novo no ser social e só assim pode ser
considerado o fenômeno originário da existência do homem.
Começar pela análise do trabalho parece adequado a Lukács de um ponto de vista
metodológico porque a revelação das determinações do trabalho permitirá o
esclarecimento dos caracteres essenciais do ser social. Entretanto, trata-se, segundo ele,
de uma abstração sui generis metodologicamente compatível com aquelas presentes em
Marx na análise de O capital. A abstração realizada na análise do trabalho começará a
ser desfeita, segundo ele, ao investigar a reprodução do ser social. De fato, no capítulo A
Reprodução Lukács indica que: “Com efeito, o trabalho enquanto categoria desdobrada
do ser social só pode atingir sua verdadeira e adequada existência no âmbito de um
complexo social que se reproduz processualmente” (2013:118). Realiza anteriormente
uma abstração necessária em que investiga o desdobramento categorial do trabalho em
suas conexões mais decisivas, mas o trabalho ganha sua autêntica concreção somente
inserido no contexto da reprodução social.
Lukács diz: “é claro que a socialidade, a primeira divisão do trabalho, a linguagem etc.
surgem do trabalho, mas não numa sucessão temporal claramente identificável, e sim
quanto à sua essência, simultaneamente” (2013:35). Esse caráter de simultaneidade no
surgimento das categorias do ser não só reafirma a concepção de totalidade como
complexo de complexos, como reforça o caráter dialético da relação entre trabalho e
outras categorias ontológicas a ele indissoluvelmente ligadas.
Lessa analisa tal problema da simultaneidade entre linguagem (fala) e trabalho:
Para Lukács, sem a mediação da fala o trabalho não pode sequer existir, quanto mais fundar
o complexo processo que denomina devir-humano dos homens: a fala é indispensável ao
processo de acumulação/generalização que caracteriza a continuidade social. A prioridade
ontológica do trabalho não significa que esta categoria possa, por um único instante que
seja, existir fora do mundo dos homens ou ser a ele anterior. Nem a sociabilidade nem o
trabalho podem existir sem a fala. No caso desta última, o autor inicia sua análise pela
afirmação de que trabalho e fala “simultaneamente vêm a ser” (Lessa, 2012:180).
Deste modo, se Lukács postula o trabalho como categoria central do ser social, ao
mesmo tempo considera que a totalidade deste ser, em última instância unitária, realizase pela reprodução de categorias e de relações sócio-ontológicas que, tendo o trabalho
por seu fundamento, distinguem-se dele em sua processualidade interna e em suas
qualidades essenciais. Portanto, entre o trabalho e a totalidade social se interpõe a malha
de mediações que compõem o complexo da reprodução social. Essa malha de
mediações é diferenciada desde as socialidades mais simples, na qual a divisão do
trabalho permite apreender que pelo menos a linguagem deve existir simultaneamente
ao trabalho, enquanto um dos momentos decisivos da esfera humana. Uma característica
do trabalho é que ele permite produzir sempre mais do que o necessário à existência
humana e esse caráter assegura mudanças internas e externas no processo social.
Conforme afirma Lukács:
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Entre as mais importantes mudanças desse tipo encontra-se o desenvolvimento da divisão
do trabalho. Esta, de certo modo, é dada com o próprio trabalho, originando-se dele como
necessidade orgânica. Atualmente, sabemos que uma forma da divisão do trabalho, a
cooperação, aparece em estágios bastante iniciais; basta pensar no caso, já mencionado, da
caça no Paleolítico. Sua mera existência, por mais baixo que seja o seu nível, faz com que
se origine do trabalho outra determinação decisiva do ser social, a comunicação precisa
entre os homens que se unem para realizar um trabalho: a linguagem (2013:119).
Evidencia-se que se o trabalho é um momento fundamental da vida social, em nenhum
momento da história humana esta vida se reduz ao trabalho. Além de constituir um
complexo de complexos desde suas formas mais simples, a reprodução da totalidade
social é o momento predominante no sistema de permanentes interações entre
complexos relativamente autônomos. A reprodução social contém a linguagem como
componente essencial das relações que os homens estabelecem entre si. Nas palavras de
Lukács:
Nem é preciso demonstrar que o homem, já como ser biológico, constitui um complexo. Do
mesmo modo, é diretamente evidente que a linguagem necessariamente também tenha um
caráter de complexo. Toda palavra só terá algum sentido comunicável no contexto da
linguagem a que pertence, constituindo um som sem sentido para quem nãoconhece a
linguagem em questão; não é por acaso que houve povos primitivos que designaram o
estrangeiro como “mudo”, incapaz de comunicar-se (2013:120).
O desenvolvimento da linguagem é derivado da divisão do trabalho no processo de
reprodução social mediante a necessidade da comunicação entre as pessoas que
estabelecem relações na realização de uma atividade de trabalho. A linguagem permite
fixar o conhecimento da essência dos objetos e estabelece os mecanismos da
comunicação entre os homens reunidos para uma atividade. Neste sentido, impulsiona a
vida humana para momentos cada vez mais sociais e participa ativamente do
afastamento das barreiras naturais que se efetiva com o movimento contínuo de
reprodução social. Se inicialmente Lukács remete a linguagem ao trabalho, até mesmo
fazendo referência a formas diferenciadas entre os animais e o homem, ele a analisa em
sua concretude associada a outros pores teleológicos cujo fim é a consciência de outros
homens, a saber: “Referimo-nos àqueles pores teleológicos que não têm por fim a
transformação, autilização etc. de um objeto da natureza, mas que têm a intenção de
levar outros homens aexecutarem, por sua vez, um pôr teleológico desejado pelo sujeito
do enunciado” (2013:119).
Com os desafios postos pelo processo de trabalho cujo ser-em-si é inteiramente ligado
ao cérebro dos indivíduos, apresentam-se para a consciência conteúdos novos e sob
múltiplas formas, impondo a necessidade da comunicação. A produção de coisas novas
pelo homem mediante o contato, a cooperação, a criação de novos procedimentos cria
“a linguagem como órgão e medium da continuidade no ser social”(2013: 155), capaz de
articular as relações dos homens entre si, que se eleva além da mera particularidade dos
indivíduos. Esse medium se encontra no nível da sua generidade.
A linguagem possui duas características que se articulam no seu desenvolvimento: a
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primeira é sua elevação acima da particularidade, expressando as coisas de forma
genérica; a segunda, sua tendência à singularidade. Essa primeira característica do ato
teleológico é que tende sempre a expressar genericamente as coisas, elevando-se acima
da sua singularidade específica; esta elevação é uma tendência objetiva que se
potencializa na linguagem. Na ação dos homens sobre outros homens, até mesmo a
realização dos atos cujo fim objetivo é o trabalho, a decisiva mediação da linguagem
tende a elevar-se acima da particularidade. A ação sobre a consciência é dirigida
intencionalmente ao comportamento grupal de forma genérica.
Até as palavras mais simples e cotidianas expressam a generalidade do objeto, seu
gênero ou espécie, e não exatamente sua singularidade, visto que não é linguisticamente
possível encontrar uma palavra para designar um objeto univocamente singular.
Portanto, somente a sintaxe evoluída pode designar a singularidade de um objeto
sensível e imediato, formulando um enunciado que reproduz em termos linguísticos a
indicação sensível de um objeto que temos a pretensão de mostrar. Desse modo, a
expressão linguística está constantemente diante do dilema entre fazer generalizações e
expressar a singularidade dos objetos. Em linhas gerais:
Originalmente, esta é o instrumento social para conferir validade àqueles pores teleológicos
que têm como meta induzir outros homens a determinados pores teleológicos. Também
nesse caso a ação genérica no trabalho, com todas as suas determinações objetivas,
permanece como a meta última, mas o caminho até lá passa pela consciência de outros
homens, nos quais se pretende despertar pelas mais diversas vias essa generidade, essa
ultrapassagem da própria particularidade. (2013:160).3
Neste caso a necessidade da generalização em termos da linguagem faz-se ainda mais
premente, incluindo o apelo pessoal aos homens. Mesmo que dirigido a uma pessoa
singular, a necessidade linguística de generalização permanece, pois:
Mesmo que o conteúdo do ato de linguagem equivalha a uma censura, um elogio, um
xingamento, que são de cunho puramente pessoal e predominantemente emocional, o quese
comunica ao outro é em que grupo humano ele se enquadra com o seu comportamento;
independentemente se ele é designado de herói ou canalha, a linguagem só consegue fazêlomediante essa classificação em tais grupos de comportamento (2013:160).
Trata-se de um fato de suma importância para o indivíduo singular, porquanto, do ponto
3
Lukács entende o trabalho como pôr teleológico primário, aquele ato mediante o qual o sujeito age sobre
a objetividade material no sentido de produzir novas objetividades, enquanto desse ato primário derivam
outros que consistem em ação sobre a consciência de outros homens. Esses últimos são denominados
pores teleológicos secundários. “O pôr teleológico comporta simultaneamente o fato de que, em cada um
desses pores, o momento ideal deve constituir o ponto de partida” (Lukács, 2013:289). Não se trata,
porém, de reduzir o ato teleológico à idéia. Obs. o termo aparece como posição teleológica ou como pôr
teleológico por tradutores diferentes.
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de vista social, a avaliação que os outros fazem dele, de sua atividade ou do seu
comportamento, assume caráter decisivo na posição que ocupa na sua respectiva
sociedade. Lukács ressalta o papel que o elogio e a censura assumiram na ética grega e
como com o desenvolvimento social esse processo se complexifica, tornando-se mais
refinado e “individualizado”. Ele reitera, porém, que a estrutura da linguagem não muda
substancialmente; as palavras ganham outra tonalidade para se aproximarem do
significado mais profundo do caso singular e muitas vezes o enunciado diz de uma
determinada forma algo cuja intenção é sugerir o oposto, “mas não obstante todos esses
matizes, sombreados, reservas, permanece intacta a estrutura de fundo, que é aquela de
encaixar a ação particular e o seu autor em uma determinada classe de
comportamento”(2013:160).
Aí se encontra a segunda característica da linguagem: a tendência à singularidade. Na
verdade, trata-se de um desenvolvimento linguístico que se adequou a caracterizar o
comportamento de pessoas, segundo um conteúdo valorativo produzido pela própria
sociedade na qual estes indivíduos vivem e agem. Certamente o desenvolvimento da
linguagem comporta muito mais que o mero aperfeiçoamento nos termos acima
explícitos. À medida que se ampliam as mediações nos tipos de posição que visam
influenciar outros indivíduos, que as comunidades alteram sua composição e de meras
singularidades particulares tornam-se compostas por individualidades e
personalidades,“tanto mais a expressão linguística também precisa ser orientada, por seu
turno, para a individualização. Para isso, surgem séries inteiras de formas de expressão
linguística, que aqui naturalmente não podemos nem mesmo enumerar”(2013:161).
Lukács enfatiza ser preciso considerar que processualmente “o recurso a meios de
expressão não linguísticos no sentido estrito desempenha um papel importante e efetivo,
como é o caso das nuances de ênfase na linguagem falada, dos gestos a ela associados,
das expressões faciais etc.” (2013: 161). Emergem assim novas expressões linguísticas e
ao mesmo tempo os atos de falar e de escutar passam por um aperfeiçoamento que
Lukács comenta já haver definido na Estética como “conhecimento correto do parceiro
individual”, do qual decorre, “no interior da linguagem, uma luta contra sua
generalização legal para se aproximar da expressão do individual-único”(2013:161).
O movimento interno no desenvolvimento da linguagem, mediante lutas, etapas e
mecanismos os mais diversos, tende a dirigir-se no sentido de expressar o individual.
Sua premissa reside no fato de que as palavras e locuções adquirem inúmeros
significados, ante a tentativa de refletir sobre e fixar objetos dotados de infinitude. Esta
pluralidade de sentidos assegura o espaço de expressão da singularidade dos objetos. Na
luta entre fixar as expressões referentes à infinitude e à singularidade surgem
ambiguidades; a mais importante função social da linguagem consiste em “criar a
capacidade de fixar as determinações gerais, pois esta ambiguidade no sentido da
palavra aparece como um lado débil da linguagem, que é necessário
superar”(2013:161). Lukács comenta:
assim que a ciência é desenvolvida a partir do trabalho como fator da vida social, assim que
a regulação jurídica do intercâmbio social se torna um importante componente da existência
das sociedades, essa necessidade de controlar, de refrear a diversidade de significados no
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sentido das palavras, dos enunciados etc. vai adquirindo cada vez mais força. A definição
enquanto ato de determinar inequivocamente o sentido nos enunciados almeja eliminar essa
ambiguidade de sentidos ao menos da linguagem das ciências (2013:161).
Para isso, a definição determina univocamente o significado e o sentido das
enunciações, procurando afastar a ambiguidade da linguagem no âmbito das ciências.
Essa univocidade na utilização científica das palavras constitui uma necessidade
primordial para a ciência e, ao mesmo tempo, assegura a polivalência da linguagem,
o que significa assegurar as possibilidades de comunicação linguística. Porém esse
alcance é sempre relativo e alvo de polêmicas, pois
a tentativa de eliminar completamente a ambiguidade da linguagem desembocaria numa
renúncia a toda comunicação linguística, à existência da linguagem enquanto linguagem.
Nessa linha, há os “ultra”-neopositivistas, que reduzem a dimensão linguística aos “sinais”
anteriormente caracterizados e, desse modo, convertem a realidade em puro objeto da
manipulação. É assim que surge a “linguagem” da jurisprudência, amplamente estranha à
vida; é assim que, a partir da “inadequação” da linguagem ao puro pensar, é desenvolvido
um ceticismo “crítico da linguagem” etc.(2013:162. Grifos no texto).
Para Lukács, o fundamental em termos ontológicos é que “a linguagem é a satisfação de
uma necessidade social que surge ontologicamente, em decorrência da relação dos
homens com a natureza e entre si”, Por isso mesmo, “nessa duplicidade de exigências
contrapostas, justamente nessa contraditoriedade dialética, deve e pode ser realizada em
termos práticos”(2013:162). Em reposta a necessidades sociais, a linguagem medeia a
relação entre os homens e destes com a natureza. Para essa realização dialética expressa
ora o geral ora o singular, sendo a expressão mais exata de que “o homem é um ser que
responde”(2013:288) – tanto em termos de produzir o necessário para viver quanto no
sentido de criar um órgão para articular as comunicações dos homens entre si.
Portanto, em consequência do caráter ontológico fundamental da duplicidade
dialeticamente contraposta da linguagem o desenvolvimento de toda língua viva se
expressa por um duplo movimento em sentidos contrapostos. Por um lado, as
expressões cotidianas que buscam exprimir a mais ampla generalização, quando
palavras expressivas de fenômenos gerais já foram um dia expressões do cotidiano; por
outro, há expressões gerais que ora buscam adquirir novas nuances, ora favorecem o
surgimento de palavras novas, no sentido oposto de expressar o individual. “É por isso
que o duplo movimento em direções contrapostas caracteriza o desenvolvimento de toda
língua viva” (2013:162). Essa contradição existente na linguagem tem origem no ser
social do homem; ao mesmo tempo, a fecundidade inexaurível da linguagem reside,
segundo Lukács, neste movimento contraditório que constitui a base de sua
especificidade.
Assim, são as tentativas de superar as contradições, inerentes ao ser social, que
produzem a estrutura essencial da linguagem, tornando-a o meio capaz, ainda que
imperfeito, de satisfazer as necessidades de comunicação derivadas da relação dos
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homens com a natureza e das relações daqueles entre si. Sua inserção no complexo geral
da sociedade a faz partícipe da continuidade de um ser social que tende à generalidade.
Convém sempre salientar que “a universalidade que surge do realizar-se do homem
como ser genérico humano em sua práxis social é e permanece o momento
predominante nessa interação” (2013:162). Conforme Lukács:
a nova continuidade que caracteriza o ser social só pode impor-se quando todos os
momentos da práxis que contribuem para esse progresso, para essa intensificação objetiva
da generidade, e que a promovem também forem preservados subjetivamente, também na
consciência dos homens, quando não existirem só em si, mas se encontrarem justamente no
seu ser-em-si registrado pela consciência, em movimento rumo ao ser-para-si da generidade
(2013:162).
Aí se acha ressaltada a incorporação pela consciência dos complexos da práxis que se
movem em direção à constituição do gênero humano. Em tal contexto, a linguagem
deve ser compreendida especialmente como medium sem o qual a continuidade do ser
social não poderia se realizar; ao mesmo tempo, para exercer tal função social deve
constituir um complexo em-si relativamente fechado em si mesmo. Para o autor:
A linguagem está em condições de satisfazer essa necessidade social porque não apenas é
capaz de transformar a consciência dinâmica e progressiva de todo o processo social de
reprodução em portadora da relação viva entre homens, mas também porque acolhe em si
todas as manifestações de vida dos homens e lhes confere uma figura passível de
comunicação, ou seja, só porque ela constitui um complexotão total, abrangente, sólido e
sempre dinâmico quanto a própria realidade social que ela espelha e torna comunicável. Em
última análise, portanto, por formar um complexo tão total e dinâmico quanto o da própria
realidade por ela retratada (2013:162-3).
Portanto, a linguagem constitui um complexo social – tanto quanto a realidade mesma –
cuja função é refletir e comunicar essa mesma realidade. Trata-se de uma totalidade em
permanente movimento, capaz não só de permitir a transformação da consciência dos
homens em seu processo de reprodução social, mas de expressar as relações socialmente
existentes e de acolher as manifestações da vida humana, permitindo sua comunicação.
Ela participa decisivamente da superação da mudez do gênero humano, que se origina
com o trabalho, ou mais precisamente: “A superação da mudez do gênero só pode
suceder quando a consciência deixa de ser um epifenômeno do ser biológico, quando
participa ativamente da formação da essência específica do ser social. Por si só fica
claro que cabe à linguagem um papel fundante elementar e de promoção ativa desse
processo de reprodução” (2013:163). Neste sentido, a linguagem tem uma profunda
relação com a formação da consciência não mais epifenomênica do gênero humano já
nos momentos primordiais e se aprofunda com a criação da escrita.
A linguagem tem um caráter espontâneo, mas esse seu caráter espontâneo não nega o
papel dos indivíduos na sua criação, visto que toda espontaneidade social consiste numa
síntese de pores teleológicos singulares, de modo que o caráter espontâneo não
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Investigación / Macedo da Costa 285
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desfigura a natureza de um por mais ou menos consciente; nem do seu caráter volitivo.
O papel desempenhado pelos indivíduos na constituição da língua pode ser ressaltado
quando “por meio das dimensões criadoras ou receptoras, de afirmação ou de negação,
em seus atos singulares, em partículas minúsculas do processo total, mas, dependendo
das circunstâncias, podem também influenciar o desenvolvimento da linguagem de
modo irremediável, (basta lembrar a tradução da Bíblia por Lutero)” (2013:163-4).
O caráter da linguagem, contudo, permanece espontâneo e genérico, pois seu
desenvolvimento se dá sob a direção da sociedade e expressa o estádio social do qual é
um reflexo na consciência daqueles que ali vivem e agem. Tal caráter genérico da
linguagem é realçado, considerando que, de todas as criações individuais, só penetram o
seu complexo dinâmico e nele são fixadas aquelas expressões que correspondem ao
estado atual da generidade. Novas palavras e locuções constituem produtos anônimos
do desenvolvimento linguístico, ainda que o seu surgimento signifique obra de um ou
de muitos indivíduos. A extinção de palavras também significa que o seu uso é negado
pelos indivíduos quando não encontram mais correspondência de sentido em suas vidas
naquele momento. Segundo o autor:
A evidência mais clara desse caráter espontâneo da linguagem, que sintetiza os atos
pessoais, é a pluralidade das línguas, que corresponde exatamente à atual consciência de
gênero realmente presente na humanidade. E o estudo do surgimento e do desenvolvimento
dessa pluralidade a partir da união de dialetos locais, da fusão de diversas línguas, do
desdobramento de um dialeto em linguagem autônoma etc. é simultaneamente uma imagem
do devir das nações e um fator ativamente importante desse devir (2013:164).
A linguagem se desenvolve como um autêntico e dinâmico complexo movido por sua
legalidade interna, ao tempo que o caráter dessa legalidade varia em consonância com o
movimento histórico-social, pois tanto palavras como outros elementos surgem e
desaparecem quando ocorrem mudanças nas leis que determinam sua estrutura. Esta,
aliás, é uma autolegalidade que não pertence só à linguagem, mas se encontra presente
em todos os complexos do ser social. A linguagem é ainda mais suscetível a esse
movimento devido a sua reprodução espontânea e ao seu lugar na vida cotidiana dos
homens, cuja estreita ligação está sujeita aos abalos e oscilações, reagindo a eles
imediatamente. Neste sentido, a linguagem tanto depende das transformações da vida
social quanto está sujeita aos ditames de sua autolegalidade.
Assim, o seu desenvolvimento se realiza mediante leis próprias e em articulação
contínua com a sociedade, da qual é órgão da consciência. As mudanças no seu interior
só podem ocorrer de acordo com suas leis internas, porém,
motivo, conteúdo e forma são fornecidos por aquele complexo social que produz alegrias e
sofrimentos, ações e catástrofes humanos, razão pela qual ele cria tanto em termos de
conteúdo como de forma aquele espaço real de manobra, no qual a legalidade interna da
linguagem adquire validade tanto positiva como negativamente (2013:164).
Desse modo, a linguagem só pode ser efetivamente compreendida na exata medida em
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Investigación / Macedo da Costa 286
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que se compreende tanto sua legalidade interna quanto a sociedade na qual ela surge e
medeia as relações, visto que esta é a base do seu ser e devenir. Este conjunto de
argumentos torna-se demonstrável diante da diferenciação entre língua viva e língua
morta. O caráter vivo da língua reside na sua capacidade de expressar, ante as
contrações do seu desenvolvimento orgânico, o processo contínuo de sua renovação. Ela
é viva “porque retrata o mundo de intuições, sentimentos, pensamentos, aspirações etc.
dos que vivem justamente naquele momento e forma sua expressão ativa imediata”
(2013:165). A língua morta já se fixou na sua ligação a uma vida social passada,
“definitivamente fixada como monumento, detendo-se, justamente por isso, nos
sentimentos etc. de homens há muito falecidos de alguma sociedade desaparecida e não
podendo constituir um espaço de expressão para os sentimentos etc. dos que nasceram
mais tarde” (2013:165). Convém esclarecer que esse caráter de “vivo” ou “morto” em
nada se aproxima do significado do complexo biológico.
É verdade que na história já aconteceu de uma língua morta exercer função importante,
como o latim no Medievo, que, diante dos problemas enfrentados pela unificação da
Europa, revelou-se um medium mais adequado que as línguas nacionais, ainda em
formação, para exprimir os problemas do gênero humano. Porém, no campo da poesia,
expressões em língua nacional, como A Divina Comédia, entre outras, tiveram mais
sucesso para exprimir os sentimentos e a interioridade dinâmica da relação entre os
indivíduos e entre estes e a sociedade, contribuindo enormemente para a reprodução da
língua e da literatura. A poesia em língua latina, já existente, não teve êxito para se
inserir nesse processo. Assim, a língua é verdadeiramente a expressão viva da própria
sociedade em sua contínua dinâmica e reflete sentimentos, atos e relações dos homens
na sua constituição como entes humanos genéricos.
Considerações finais
Enfim, uma apreensão ontológica da linguagem não só é possível como torna possível
elucidar de forma mais completa aspectos entendidos como sendo de natureza científica,
sem a perda dos fundamentos essenciais à sua constituição. Ilumina características da
linguagem, sua trajetória histórica e decisivos aspectos a respeito das línguas, sua
função e modos de operar nas relações sociais ampliando a validade de sua apreensão
por parte da ciência.
A linguagem, para Lukács, reflete a realidade social em sua constituição dinâmica e
progressiva, exercendo também função na transformação da consciência ao exprimir as
manifestações da vida humana mediante instrumentos capazes de estabelecer a
comunicação entre os homens. Constitui um complexo cujo movimento e dinâmica se
aproxima da rica complexidade contida na própria realidade que expressa.Tal como em
outras formas do ser, na linguagem opera uma dinâmica interna na qual vão se
explicitando de modo cada vez mais puro suas características específicas. Sua função na
consciência do homem consiste em promover ativamente a superação do gênero mudo,
contribuindo para a participação ativa da consciência no caráter peculiar do ser social.
Na Ontologia materialista de Lukács é possível apreender que quando na consciência
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são fixadas novas atividades resultantes da troca orgânica com a natureza, esse processo
de transformação torna-se mais sólido e elástico, ao tempo que assegura determinações
unívocas com tendências mais precisas e uma possibilidade mais articulada de variações
do que aquelas que se poderia ter com um crescimento apenas natural. Tal reprodução
da continuidade do ser social tem como órgão a linguagem desde o seu funcionamento
como linguagem falada e exerce a função de continuidade mediante a tradição oral. O
seu fixar-se e desenvolver-se como linguagem escrita resulta do desenvolvimento de sua
essência, como autêntica manifestação do ser social.
No referido aspecto da vida social os homens alcançaram um desenvolvimento que
permite a todo indivíduo a reprodução na própria consciência, o caminho percorrido
pelo gênero humano até aquele momento. Com isso pode ter uma posição crítica,
positiva ou negativa, acerca de suas etapas e acerca das suas relações. Do mesmo modo
pode ter uma consciência sobre a própria contemporaneidade, seus problemas e o
desenvolvimento alcançado. Portanto, com a linguagem o mutismo do desenvolvimento
vai sendo superado em termos genéricos e qualitativos desde os estádios primordiais; tal
superação avança continuamente com o nascimento e a difusão da escrita. É uma
tendência de importância ontológica precisamente pelo seu caráter substancialmente
espontâneo, pois a linguagem, essencialmente, é cópia e expressão do que foi alcançado,
a cada momento, pelo gênero, em seu processo de realização.
Em sua Ontologia, Lukács enfatiza aspectos particulares da linguagem que constituem
relevantes dimensões de sua natureza específica. Ressaltamos algo de importância
decisiva: ele elucida a natureza da linguagem como categoria universal, o que lhe
confere um caráter peculiar no conjunto dos complexos sociais. Ou seja, “para cada
área, para cada complexo do ser social, ela deve ser órgão e medium da continuidade do
desenvolvimento, da preservação e da superação (2013:167). Portanto, é medium que
pode agir para conservar ou superar a evolução de complexos sociais do ser. Além de
mediar a continuidade dos complexos sociais, a linguagem tem caráter universal porque
medeia tanto a troca orgânica da sociedade com a natureza, melhor dizendo, o trabalho,
quanto a relação social dos homens entre si. Este fato elementar não se aplica aos
complexos sociais em geral, pois, conforme o autor esclarece:
Até mesmo uma forma de atividade tão universal quanto a do trabalho refere-se, em sentido
próprio, ao metabolismo com a natureza. Nem mesmo o extremo desenvolvimento da
técnica anula esse caráter ontológico do trabalho, pois, visto dessa maneira, dá no mesmo se
o trabalho é manual ou maquinal (inclusive automatizado), se sua intenção está direcionada
diretamente para fenômenos naturais concretos ou para o aproveitamento de legalidades
naturais (2013:167).
Outro aspecto importante na caracterização da linguagem diz respeito à dimensão
espontânea de sua reprodução. O processo reprodutivo da linguagem realiza-se
espontaneamente sem que a divisão do trabalho necessite passar por algum processo de
institucionalização. A linguagem renova-se continuamente, conduzida por diversas
necessidades que se põem na vida cotidiana. Mesmo a criação de instituições que têm
por finalidade regulamentar a linguagem tem uma influência muito menor na sua
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reprodução global do que a renovação espontânea propiciada pelo cotidiano. Neste
sentido, a linguagem não tem como portador um grupo humano particular; no conjunto
da sociedade, cada membro influi, com sua conduta de vida, para o destino da
linguagem.
Enfim, diferentemente de outros complexos sociais, a linguagem é uma categoria
universal do ser social, constituindo um medium de sua continuidade e permeando tanto
a relação dos homens com a natureza quanto o contato intrassocial dos homens entre si.
O seu caráter espontâneo também a diferencia de outros complexos sociais, uma vez
que não necessita de institucionalização para a sua reprodução: emerge
espontaneamente e somente no processo de constituição como língua ou outras formas
grupais de comunicação institucionaliza-se oficialmente, ganhando contornos
particulares em cada grupo humano.
Vê-se que na Ontologia Lukács enfatiza a participação decisiva do complexo da
linguagem na constituição do ser social, sua relação com a consciência e sua função no
âmbito do desenvolvimento do gênero humano. Ressalta a importância do
conhecimento da língua para a apreensão do grau de evolução social de nações, como
grupo de indivíduos que partilham as mesmas formas de comunicação e de expressão.
No cotidiano da vida social, os indivíduos contribuem para o desenvolvimento da
linguagem em seu processo global, a partir das necessidades reais a que os homens
respondem para dar continuidade à vida humana, que, por sua vez, segue no sentido da
evolução do gênero humano, na qual tem uma participação decisiva a partir do contexto
social.
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Crise estrutural do capital e crise estrutural da política... | Edlene Pimentel [pp. 291-308]
ISSN 2314-3894
Crise estrutural do capital e crise estrutural da
política: uma relaç ã o intrínseca
Edlene Pimentel
Universidade Federal de Alagoas
edleneps@uol.com.br
Resumen
Basado en las formulaciones teóricas de István Mészáros, este texto aborda los
elementos más decisivos de la problemática de la crisis estructural del capital vivida en
la actualidad, resaltando su vinculación al proceso de expansión y acumulación
capitalista y su carácter destructivo que viene afectando a la humanidad en general. Se
centra en las determinaciones esenciales de la crisis estructural de la política como parte
integrante de la crisis estructural del capital, con repercusiones en las instituciones
políticas, al provocar un proceso intenso de deshumanización en el mundo global. Esto
revela que se está delante de una contradicción insoluble del sistema sociometabólico
del capital.
Palabras clave
Sistema del capital, Crisis cíclica/periódica, Crisis estructural del capital, Crisis
estructural de la política.
Abstract
This paper addresses the most crucial elements about the structural crisis of capital
based on István Mészáros’s theoretical formulations emphasizing its expansion
connections, capital accumulation process and its destructive character that has affected
the mankind in general. It also focuses on the essential determinations of political crisis
structure as part of capital's structural crisis that affects political institutions causing an
intense dehumanization process in the global world. This shows that we are facing an
unsolvable contradiction from the socio-metabolic capital system itself.
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Investigación / Pimentel 291
Crise estrutural do capital e crise estrutural da política... | Edlene Pimentel [pp. 291-308]
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Keywords
System of capital, Crisis Cyclic/Periodic, Structural crisis of capital, Political crisis structure.
Introdução
A história do desenvolvimento capitalista tem demonstrado que desde a consolidação do
comando da produção pelo capital ocorreram sucessivas crises econômicas. No entanto,
as crises econômicas aconteceram também nas sociedades pré-capitalistas, nas quais as
alterações na produção desencadearam o empobrecimento e a miséria de amplas
camadas da população. Nesse período histórico, as crises tinham como características
principais a destruição dos produtores diretos, decorrente dos desastres naturais, a
exemplo das grandes epidemias, entre elas a peste negra, que dizimou grande parcela da
população, ou por catástrofes sociais oriundas das guerras. A carência dos bens
indispensáveis à vida em sociedade foi o efeito imediato dessas crises, denominadas de
crises de subprodução de valores de uso. Trata-se, portanto, da existência de crises
fundadas na escassez, nas quais se verifica a redução da produção de mercadorias.
As crises capitalistas propriamente ditas, as denominadas crises cíclicas 1/periódicas,
resultam da contradição entre produção e consumo; são decorrentes da estagnação
provocada pela queda da taxa de lucros e da redução de níveis de produtividade. Além
disso, desencadeiam a depressão expressa no desemprego e na consequente redução do
padrão de vida da classe trabalhadora, porém não colocam em risco a expansão e a
acumulação do capital. Desse modo, observa-se que as crises em geral fazem parte da
natureza do capital, inexistindo problema ao se vincular o capital às crises.
No mundo capitalista de hoje, especificamente a partir da década de 70 do século XX,
emerge a problemática de uma crise do capital (e suas expressões) que, em essência, se
diferencia da crise cíclica. Tal crise, denominada por István Mészáros de crise estrutural
do capital, vem se alastrando de modo global, atingindo tanto os países centrais como os
periféricos.
Na tentativa de elucidar as raízes materiais da crise estrutural do capital, István
Mészáros, profesor Emeritus na Universidade de Sussex, Inglaterra, que foi colaborador
de György Lukács, vem produzindo intensamente sobre o capitalismo contemporâneo.
Sua obra Para Além do Capital (2002) obteve ampla repercussão no mundo, abordando
importantes temas sobre as condições de produção na atualidade. Nela, defende a tese
da incontrolabilidade do sistema sociometabólico do capital, o qual apresenta um caráter
destrutivo próprio de sua natureza. É nesse preciso sentido que busca apreender a
tessitura causal da sociabilidade contemporânea, sua lógica interna alicerçada no
poderoso sistema sociometabólico do capital, constituído por três dimensões
Braz e Netto salientam que “entre uma crise e outra decorre o ciclo econômico, e nele podem
distinguir-se quatro fases: a crise, a depressão, a retomada e o auge” (2006:159). Sobre as crises cíclicas,
ver: Marx, 1996; Mandel, 1990; Mészáros, 2002; BRAZ & NETTO, 2006.
1
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Crise estrutural do capital e crise estrutural da política... | Edlene Pimentel [pp. 291-308]
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inseparáveis: capital, trabalho e Estado.
No percurso de suas argumentações, ressalta a existência de uma crise estrutural do
capital, que “afeta a totalidade de um complexo social em todas as relações com suas
partes constituintes ou subcomplexos, como também a outros complexos aos quais é
articulada” (Mészáros, 2002: 797), revelando-se como uma verdadeira crise de
dominação que vem atingindo, de uma forma geral, o conjunto das relações humanas na
atualidade.
As questões de ordem econômica, política e o caráter destrutivo decorrente dessa crise
de superprodução trazem como consequência o processo crescente de desumanização,
da desigualdade, da pobreza, do desemprego, da imigração 2 etc., com repercussões na
vida social dos homens nesta sociabilidade. Diferentemente das crises
cíclicas/periódicas, a crise estrutural do capital constitui uma ameaça à sobrevivência
humana e à própria sobrevivência do capital.
Como parte integrante da referida crise, destaca-se a existência da crise estrutural da
política, que por suas próprias características e determinações vem afetando o mundo,
pondo em evidência seu caráter devastador, sem resolutividade nesta sociabilidade.
Para que se busquem as bases ontológicas geradoras da crise estrutural do capital, a
pretensão é explicitar, nos limites deste artigo, como Mészáros apreende a crise que este
sistema atravessa nos dias de hoje, originada em seu processo de reprodução
sociometabólica. Particularmente, interessa pontuar alguns elementos que permitam
apreender a essência da crise estrutural da política e seus desdobramentos, que de modo
geral tem sido alvo de debates por parte dos intelectuais, dos governantes, dos
movimentos sociais, entre outros. Nesse sentido, serão delimitadas suas principais
características e contradições existentes na presente sociabilidade.
O Caráter Destrutivo da Crise Estrutural do Capital
Em seus escritos, Mészáros chama a atenção para a existência de dois tipos de crise no
capitalismo: as crises cíclicas/periódicas e a crise estrutural, revelando suas principais
características. A crise periódica de 1929-1933,
2
Não há dúvidas de que o mundo global está sendo atingido por uma crise econômica da maior
gravidade, a denominada crise estrutural do capital. Basta observar os dados econômicos divulgados
diariamente. Além da retração econômica, da queda da produtividade, das demissões em massa, que
geram altos índices de desemprego e pobreza, outro efeito dessa crise é o processo de imigração europeia.
Segundo dados do “El País” (2015): “Quase 57.3000 imigrantes irregulares chegaram à Europa no
primeiro trimestre de 2015. Esse número representa praticamente o triplo do mesmo período de 2014, ano
em que foram quebrados todos os recordes, inclusive os atingidos durante as primaveras árabes”. Tudo
isso tem levado a uma aversão e a um ataque frontal dos países aos imigrantes e às minorias étnicas,
mediante a adoção de políticas mais duras de imigração, desencadeando um processo de desumanização
sem precedentes.
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Investigación / Pimentel 293
Crise estrutural do capital e crise estrutural da política... | Edlene Pimentel [pp. 291-308]
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por mais severa e prolongada que tenha sido, afetou um número limitado de dimensões
complexas de mecanismos de autodefesa do capital, conforme o estado relativamente
subdesenvolvido das suas potencialidades globais na ocasião. Mas, antes que essas
potencialidades pudessem ser desenvolvidas completamente, alguns importantes
anacronismos políticos precisaram ser eliminados, o que se percebeu durante a crise com
brutal clareza e implicações de longo alcance (Mészáros, 2002: 803).
Por outro lado, apesar de todo o dano e sofrimento causados às massas em geral, e
mesmo caracterizada como uma grande crise, ela não podia ser considerada uma “crise
estrutural, por deixar um grande número de opções abertas para a continuada
sobrevivência do capital, bem como para a sua recuperação e sua reconstituição mais
forte do que nunca em uma base economicamente mais saudável e mais ampla” (2002:
793). Quando ocorriam as crises cíclicas, eram consideradas como “anormalidade” do
sistema e se alternavam com longos períodos de crescimento consecutivo e um
produtivo desenvolvimento. Hoje, diante das atuais condições, elas podem se tornar “a
normalidade do ‘capitalismo organizado’” (2002: 697).
Nosso autor considera a crise de 1929-33 como sendo uma “crise de realização”, isto
porque, comparado ao período do pós-guerra, havia um nível muito baixo de produção e
consumo. Então, por não ser uma crise global do capital, proporcionou estímulo e
“pressão necessários para o realinhamento de suas várias forças constituintes, conforme
as relações de poder objetivamente alteradas” (2002: 805-6), contribuindo assim para o
desenvolvimento das potencialidades do capital, inerentes à sua ‘totalidade intensiva’.
Essa crise, externamente, expressou:
(1) “uma mudança dramática do imperialismo multicentrado, ultrapassado, militar e
político perdulariamente intervencionista para um sistema de dominação global” que sob o
domínio norte-americano transformou-se num sistema muito mais “dinâmico” e
“economicamente mais viável e integrado”; (2) a instituição do Sistema Monetário
Internacional e de outros órgãos de fundamental importância para a regulamentação das
relações entre os capitais, agora muito mais “racionais” do que existia “à disposição da
estrutura multicentrada”; (3) “a exportação de capital em grande escala” e juntamente com
ela a “perpetuação efetivada da dependência e do subdesenvolvimento imposto” e o
“repatriamento” de forma segura, em larga escala, de “taxas de lucro” absolutamente
impensáveis nos países de origem e (4) “a incorporação relativa, em graus variados, das
economias de todas as sociedades pós-capitalistas na estrutura de intercâmbios capitalistas”
(2002: 806).
Sob outro aspecto, interiormente, a história do êxito do capital até esse período poderia
ser narrada do seguinte modo:
(1) utilização de várias formas de intervenção estatal com vistas à expansão do capital
privado; (2) o processo de estatização, no qual se verifica a “transferência de indústrias
privadas falidas”, mas fundamentais, para a esfera pública, e “sua utilização para
novamente apoiar, através dos fundos estatais, as operações do capital privado”,
transformando-as novamente em “monopólios ou quase-monopólios privados”, logo
após terem se tornado de novo “altamente lucrativas pela injeção de fundos volumosos
financiados pela tributação geral”; (3) implementação e desenvolvimento de uma
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economia de “pleno emprego” durante o período da guerra estendendo-se por um bom
tempo, alcançando um grande sucesso; (4) no plano da “economia de consumo” houve
uma “larga abertura de novos mercados e ramos de produção” com uma força
amplamente distendida, junto com o sucesso do capital em criar e manter padrões
extraordinariamente esbanjadores de consumo, principal razão da existência dessa
economia (2002: 806).
Para complementar todas essas realizações, tanto no que se refere ao seu peso
econômico, como quanto ao seu significado político, foi instituído um enorme
“complexo industrial/militar como controlador e beneficiário direto da fração mais
importante da intervenção estatal: com isso, simultaneamente, o isolamento de bem
mais de um terço da economia das desconfortáveis flutuações e incertezas do
mercado” (2002: 806). Com efeito, apesar do valor intrínseco dessas realizações e de
todos os problemas nelas contidos, não deixou de haver uma autoexpansão do
capital, favorecendo a continuidade de sua existência.
A crise do capital que a humanidade vem experimentando na atualidade e que
emergiu na década de 1970 é uma crise estrutural resultante de três dimensões
essenciais: produção, consumo e circulação/distribuição/realização. Na ocorrência de
uma crise desse porte, seus componentes destrutivos “avançam com força extrema,
ativando o espectro da incontrolabilidade total numa forma de fazer prever a
autodestruição, tanto para este sistema reprodutivo social excepcional, em si, como
para a humanidade em geral” (2002: 100). Significa dizer que o capital, por sua
própria natureza antagônica, é incapaz de adaptar-se por muito tempo a ajustes
anteriormente utilizados para manter um equilíbrio dentro das “condições de
‘normalidade’ de perturbações e bloqueios cíclicos relativamente determinadas”
(2002: 100). Suas tendências consistem no fortalecimento e na ampliação por algum
tempo, fornecendo as condições internas necessárias à reprodução dinâmica do
capital, numa escala cada vez mais ampliada.
A novidade histórica da crise capitalista atual reside em que:
(1) seu caráter é universal, em lugar de restrito a uma esfera particular (por exemplo,
financeira ou comercial, ou afetando este ou aquele ramo particular de produção, aplicandose a este e não àquele tipo de trabalho, com sua gama específica de habilidades e graus de
produtividade etc.); (2) seu alcance é verdadeiramente global (no sentido mais literal e
ameaçador do termo), em lugar de limitado a um conjunto particular de países (como foram
todas as principais crises do passado); (3) sua escala de tempo é extensa, contínua, se
preferir, permanente, em lugar de limitada e cíclica, como foram todas as crises anteriores
do capital; (4) em contraste com as erupções e os colapsos mais espetaculares e dramáticos
do passado, seu modo de se desdobrar poderia ser chamado de rastejante, desde que
acrescentemos a ressalva de que nem sequer as convulsões mais veementes ou violentas
poderiam ser excluídas no que se refere ao futuro: a saber, quando a complexa maquinaria
agora ativamente empenhada na “administração da crise” e no “deslocamento” mais ou
menos temporário das crescentes contradições perder sua energia (2002: 796, grifo do
autor).
Todavia, mesmo que os tradicionais mecanismos de administração das crises e ainda o
deslocamento temporário das crescentes contradições possam perder sua força, isso não
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significa a impossibilidade de convulsões violentas. O frequente jogo entre os
mecanismos crescentes de controle utilizados e sua decrescente eficácia só demonstra
um indício do aprofundamento e da severidade da crise estrutural.
Ressalta-se agora o caráter destrutivo que acompanha as crises socioeconômicas e políticas que a
humanidade tem experimentado no decorrer do século XX, principalmente por ocasião das duas
grandes guerras mundiais. Diante dessas experiências, não é difícil vislumbrar o que uma crise
sistêmica ou mesmo uma crise estrutural pode desencadear: uma crise que afete o sistema do capital
global “não apenas em um de seus aspectos – o financeiro/monetário, por exemplo –, mas em todas as
suas dimensões fundamentais, ao colocar em questão a sua viabilidade como sistema reprodutivo
social” (2002: 100).
Segundo Mészáros,
o capital jamais se submeteu a controle adequado duradouro ou a uma auto-restrição
racional. Ele só era compatível com ajustes limitados e, mesmo esses, apenas enquanto
pudessem prosseguir, sob uma ou outra forma, a dinâmica de auto-expansão e o processo
de acumulação. Tais ajustes consistiam em contornar os obstáculos e resistências
encontrados, sempre que ele fosse incapaz de demoli-los (2002: 100).
Essa característica, típica da incontrolabilidade do capital, era um dos fatores mais
importantes para assegurar o “avanço irresistível do capital” e alcançar sua “vitória
final”, apesar de que, no decorrer da história, “o modo de controle metabólico do capital
constituiu a exceção, e não a regra” (2002: 100). Pensando bem, historicamente, o
capital apareceu como força “estritamente subordinada”. O mais grave é que, em
virtude da subordinação necessária do valor de uso –, “ou seja, a produção para as
necessidades humanas – às exigências da auto-expansão e acumulação, o capital em
todas as suas formas tinha de superar também a abominação de ser considerado, por
muito tempo, a forma mais ‘antinatural de controlar a produção de riquezas” (2002:
100).
Foi graças a sua incontrolabilidade que o capital conseguiu vencer todas as barreiras que
se lhe apresentaram como objeção, independentemente do “poder material delas e de
quanto eram absolutizadas em termos do sistema de valor prevalecente na sociedade”
(2002: 101). Com isso, conseguiu elevar o seu modo de controle metabólico ao poder de
dominação absoluta, como um sistema global plenamente ampliado. As implicações
desse domínio representam um grande perigo para a humanidade, já que o capital na sua
sede de expansão e acumulação arrasta consigo o espectro da crise e da destruição.
Na atualidade, verifica-se que o capital, como sistema de controle sociometabólico, traz
como sua determinação mais profunda “o processo de expansão e de acumulação,
fundamentado na extração máxima de trabalho excedente, subordinando todas as
funções de reprodução social à exigência absoluta da sua própria expansão” (2002:
102). Assim, para que o capital possa alcançar seus objetivos, de acumular e expandir-se
cada vez mais, ele deve exercer um absoluto domínio sobre todos os seres, da maneira
mais desumana possível, quando estes deixarem de se adequar aos seus reais interesses
e ao seu ímpeto para a acumulação.
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A presente crise estrutural do capital manifesta-se como uma crise de dominação; seu
caráter devastador tem afetado todas as esferas de atividade, assim como todo o
conjunto das relações humanas. A forma de ser do capital, materializada na extração
máxima de trabalho excedente, subordinando todas as funções de reprodução social à
exigência absoluta da sua própria expansão, tem de ser compatível com seus limites
estruturais, e atualmente não pode ser recriada nem pela pura repressão, nem pelos
instrumentos manipulatórios, dadas as condições de acumulação vigentes.
Portanto, não há justificativa para o sistema “manter milhões de excluídos e famintos,
quando os trilhões desperdiçados poderiam alimentá-los mais de cinquenta vezes”
(2002: 801) Assim se revela o absurdo dessa dominação sociometabólica expressa na
crise. O mesmo acontece em outros âmbitos da esfera humana, nos quais reinam os
conflitos de gerações, a negação de oportunidade de trabalho para milhões de homens, a
pressão da aposentadoria precoce para outros, a destruição da família, a exploração da
mão de obra feminina, o desemprego crônico, enfim, a exacerbação da desigualdade e,
consequentemente, um processo de desumanização e pauperização crescente das massas
populacionais, que se explicita e põe em xeque qualquer justificativa para a
desumanidade e exploração do excedente, além do suportável historicamente em
momentos precedentes.
Com as transformações ocorridas no decorrer do século passado, observa-se que o
capital se alastrou e dominou todos os cantos da Terra, penetrando também nos países
subdesenvolvidos, agravando cada vez mais os seus problemas. Apesar da riqueza
material gerada pelo processo, “ele não teve capacidade suficiente para solucionar os
problemas que os indivíduos têm de enfrentar no cotidiano de suas vidas” (Pimentel,
2012: 62). A tão propalada promessa de modernização, após décadas de intervenção, só
intensificou a pobreza, a inflação, a dívida crônica e a dependência estrutural.
Os efeitos destrutivos da crise estrutural do capital tornam-se visíveis nos mais diversos
âmbitos da sociabilidade capitalista. No terreno da produção agrícola, por exemplo,
tem-se a existência de trilhões de pessoas condenadas à fome, vítimas das políticas
agrícolas comuns que são fundadas com o objetivo de assegurar o desperdício
institucionalizado em função dos lucros, sem em momento algum se importar com as
consequências advindas dessas políticas. Nesses termos, a sobrevivência humana não
tem a menor importância, pois, para que o capital possa garantir sua lógica
autoexpansionista, a natureza e os seres humanos não passam de meros fatores de
produção.
Diante da atual crise estrutural, imaginar a possibilidade de encontrar remédios
duradouros e soluções permanentes para ela torna-se algo problemático, visto que essa
forma de pensar “não conta com absolutamente nada para respaldar o sonho inviável de
perseguir a ‘linha de menor resistência’ quando isso não é mais possível” (Mészáros,
2002: 807). Portanto, as condições para administrar a crise estrutural do capital estão
diretamente vinculadas a algumas contradições internas muito importantes que afetam
tanto os problemas internos dos vários sistemas envolvidos quanto as relações existentes
entre elas.
Em síntese, os problemas seriam:
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Crise estrutural do capital e crise estrutural da política... | Edlene Pimentel [pp. 291-308]
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as contradições socioeconômicas internas do capital “avançado” que se manifestam no
desenvolvimento cada vez mais desequilibrado sobre o controle direto ou indireto do
“complexo industrial militar” e do sistema de corporações transnacionais; as contradições
sociais, econômicas e políticas das sociedades pós-capitalistas, tanto isoladamente como em
sua relação com as demais, que conduzem à sua desintegração e, desse modo, à
intensificação da crise estrutural do sistema global do capital; as rivalidades, tensões e
contradições crescentes entre os países capitalistas mais importantes, tanto no interior dos
vários sistemas regionais como entre eles, colocando enorme tensão na estrutura
institucional estabelecida (da Comunidade Europeia ao Sistema Monetário Internacional) e
fazendo prever o espectro de uma devastadora guerra comercial e as dificuldades crescentes
para manter o sistema neocolonial de dominação (do Irã à África, do Sudeste Asiático à
Ásia Oriental, da América Central à do Sul), ao lado das contradições geradas dentro dos
países “metropolitanos” pelas unidades de produção estabelecidas e administradas por
capitais “expatriados” (2002: 808).
Dadas essas condições, torna-se inviável a geração de recursos para a expansão
econômica através da “realocação de uma parte importante da despesa militar para
medidas e propósitos sociais” (2002: 809). Todavia, a constante frustação dessas
esperanças “resulta tanto do imenso peso econômico e do evidente poder estatal do
complexo industrial-militar como do fato de que este complexo é antes manifestação e
efeito, do que causa das profundas contradições estruturais do capital ‘avançado’”
(2002: 809). Certamente, a existência do complexo industrial-militar funciona como
uma causa contribuinte e não como uma causa que dá origem a essas contradições. Na
medida em que desloca “temporariamente duas poderosas contradições do capital
‘superdesenvolvido’, o complexo industrial-militar desempenha com muita eficácia
duas funções essenciais: a primeira consiste na “transferência de uma porção
significativa da economia das incontroláveis e traiçoeiras forças do mercado para as
águas seguras do altamente lucrativo financiamento estatal”; a segunda é “deslocar as
contradições devidas à taxa decrescente de utilização”, que se evidenciaram
dramaticamente durante as últimas décadas de desenvolvimento nos países de
capitalismo avançado” (2002: 809).
É por esses motivos que enquanto não se encontrar uma alternativa estrutural para lidar
com os nexos causais das contradições “[...] que foram deslocadas com sucesso, a
esperança de uma simples realocação dos recursos prodigiosos, agora investidos no
complexo industrial-militar, fatalmente será anulada pelas determinações causais
prevalecentes” (2002: 809). Vale salientar que isso também é válido para os problemas
insolúveis dos países que vivem na condição de um ‘subdesenvolvimento’ forçado, ou
seja, os do Terceiro Mundo.
Assinala Mészáros:
Se a condição para solucionar a crise estrutural estiver associada à solução dos quatro
conjuntos de contradições (...), do ponto de vista da contínua expansão global e da
dominação do capital, a perspectiva de um resultado positivo está longe de ser promissora.
Pois é muito remota a possibilidade de sucesso até mesmo dos objetivos relativamente
limitados, para não mencionar a solução duradoura das contradições de todas as quatro
categorias em conjunto. O mais provável é, ao contrário, continuarmos afundando cada vez
mais na crise estrutural, mesmo que ocorram alguns sucessos conjunturais, como aqueles
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resultantes de uma relativa “reversão positiva”, no devido tempo, de determinantes
meramente cíclicos da crise atual do capital (2002: 810).
De qualquer maneira, a razão que faz todos esses problemas se tornarem cada vez mais
graves é que as questões que a humanidade vem enfrentando na atual fase do
desenvolvimento histórico não têm como ser evitadas pelo “sistema do capital
dominante nem por qualquer alternativa a ele” (2002: 220). Por causa das “incertezas do
momento histórico, esses problemas surgiram com a ativação dos limites absolutos 3 do
capital e não podem ser devidamente superados, nem se pode esperar que sua gravidade
deixe de existir como por encanto” (2002: 220). Pelo contrário, eles continuam como
uma forma de exigência de uma “ação corretiva” de grande alcance dos mais variados
processos de reprodução da humanidade, que não pode ser adiada durante o tempo em
que o círculo vicioso da atual incerteza histórica do capital não for terminantemente
relegado ao passado. Esse estado de coisas leva Mészáros a afirmar que:
As coisas mudaram bastante nessas últimas décadas, em relação ao passado expansionista.
O deslocamento das contradições internas do capital podia funcionar com facilidade
relativa na fase de ascendência histórica do sistema. Sob tais condições, era possível tratar
de muitos problemas varrendo-os para debaixo do tapete das promessas não cumpridas,
como a modernização no “Terceiro Mundo” e uma prosperidade bem maior nos países
“metropolitanos”, afirmada com base na expectativa de produção de um bolo que cresceria
infinitamente. Todavia, a consumação da ascendência histórica do capital altera
radicalmente a situação (2002: 92).
Na realidade, chega-se ao ponto em que as promessas não cumpridas feitas pela
burguesia capitalista devem ser totalmente esquecidas e “determinados ganhos
alcançados pela classe trabalhadora em países capitalistas avançados devem ser
negociados de maneira que possam assegurar a manutenção da ordem socioeconômica e
política vigente” (Pimentel, 2012: 63). Todas as medidas criadas até agora na tentativa
de tratar esse profundo defeito estrutural só tendem a agravar a situação. Isso significa
que o capital, por causa da sua natureza antagônica, não mais possui o poder necessário
para adaptar-se por muito tempo aos ajustes antes utilizados a fim de manter o
“equilíbrio”, como acontecia quando da existência das crises cíclicas.
Nesse sentido, homens e mulheres se defrontam com as consequências
desumanizadoras do capital advindas das suas próprias contradições e com a crise
progressiva desse sistema de dominação. A crise estrutural do capital, com suas
contradições, também afeta diretamente as instituições políticas e o campo da política
propriamente dito, resultando numa crise estrutural da política.
3
Para Mészáros, “a expressão ‘limites absolutos’ não implica algo absolutamente impossível de ser
transcendido, como os apologistas da ‘ordem econômica ampliada’ dominante tentam fazer crer para
nos submeter à máxima do ‘não há alternativa’” (2002: 220). Já os limites relativos “são os que podem
ser superados quando se expande progressivamente a margem e a eficiência produtiva – dentro da
estrutura viável e do tipo buscado – da ação socioeconômica, minimizando por algum tempo os efeitos
danosos que surgem e podem ser contidos pela estrutura causal fundamental do capital (2002: 175).
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A Crise Estrutural da Política e seus Desdobramentos
As expressões de uma crise estrutural podem ser reconhecidas tanto em suas dimensões
internas quanto nas instituições políticas. Diante da instabilidade das condições
socioeconômicas atuais, há a necessidade de novas ‘garantias políticas’ muito mais
poderosas, que não podem ser proporcionadas pelo Estado. Desse modo, o
“desaparecimento ignominioso do Estado de bem-estar social expressa claramente a
aceitação do fato de que a crise estrutural de todas as instituições políticas já vem
fermentando sob a crosta da ‘política de consenso’ há bem mais de duas décadas”
(Mészáros, 2002: 800).
Com o advento da crise estrutural do capital a partir da década de 1970, Mészáros alerta
para os últimos acontecimentos ocorridos desde lá, que vêm se estendendo pelo século
XXI, demonstrando claramente a impossibilidade de sua resolutividade no campo da
política, que constitui, no seu modo de pensar, um verdadeiro “fracasso social”.
Exemplos dessa situação são problemas como a fome e a desnutrição no Brasil, que
vêm se arrastando por sucessivos governos e que também persistem no mundo, com
consequências devastadoras para a humanidade.
Como acontece corriqueiramente, em termos do discurso político tradicional, tais
dificuldades podem ser atribuídas a “contingências políticas corrigíveis de forma mais
ou menos fácil, postulando assim como remédio mudanças de pessoas nas
oportunidades eleitorais seguintes e estritamente dentro da ordem” (MÉSZÁROS,
2009:1). Na verdade, esta não seria uma explicação razoável, porque a teimosa
persistência dos problemas em evidência com suas consequências desumanas aponta
para uma série de articulações com raízes mais profundas que vão além de meras
promessas de um discurso político.
Daí por que o desafio consiste em enfrentar “as causas e determinações estruturais
subjacentes às quais, pela força da inércia, tendem a descarrilar muitos programas
políticos concebidos para a intervenção correctiva” (2009:1). O problema é que: “A
descarrilá-los até mesmo quando na origem os autores de tais programas admitem que o
estado de coisas existente é insustentável” (2009:1).
Outro problema considerado pelo nosso autor como perigoso para a humanidade é a
chantagem nuclear. Em outubro de 1999, numa palestra proferida em Atenas, ele já
mencionava o fato de que:
Com toda a probabilidade, a forma final de ameaçar o adversário no futuro – a nova
“diplomacia da canhoneira”, exercida a partir do “ar patenteado” – será a chantagem
nuclear. Mas o seu objectivo seria análogo àquele do passado, ao passo que a modalidade
contemplada só poderia sublinhar a indefensabilidade de tentar impor deste modo a
racionalidade extrema do capital sobre as partes recalcitrantes do mundo (2009:1-2).
Àquela altura, esclarecia que estas “práticas potencialmente letais de fazer política do
imperialismo hegemônico global” (2009:2) se transformaram em parte integral da
concepção estratégica neoconservadora admitida pelo governo dos EEUU. De lá pra cá
a situação piorou bastante. Basta verificar o problema que ocorreu no Irã em 2009, em
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que se foi envolvido numa fase de planejamento real de uma “rota de ação” que poderia
ameaçar não só aquele país, mas toda a humanidade com um possível desastre nuclear.
A estratégia mais comum utilizada quando publicam essas ameaças é “nem confirmá-las
nem desmenti-las” (2009:2). No entanto, os indivíduos não podem ser ludibriados com
esse tipo de truque. Foi essa situação de ameaça de um desastre nuclear que levou um
grupo de renomados físicos americanos, entre eles cinco Prêmios Nobel, a escrever uma
Carta Aberta em sinal de protesto ao governo Bush.
Diante de tais acontecimentos, Mészáros indaga:
Estarão as legítimas instituições políticas das nossas sociedades em posição de rectificar as
situações mais perigosas através da intervenção democrática no processo real de tomada de
decisão, tal como o discurso político tradicional continua a reassegurar-nos, apesar de toda
a evidência em contrário? (2009:2).
Só os mais otimistas ou os ingênuos poderiam acreditar nesse estado de coisas “feliz”.
Foi assim que as principais potências ocidentais embarcaram sem nenhum impedimento
em guerras devastadoras, utilizando mecanismos autoritários sem consultar seus povos
sobre assuntos da maior gravidade, deixando a cargo da estrutura do direito
internacional e de seus respectivos órgãos a tomada de decisão das Nações Unidas.
Assim, os EEUU se sentem no direito moral de atuar conforme lhes agrade, chegando
ao ponto de utilizar armas nucleares de forma antecipada ou até mesmo preventiva
contra todos os países que queiram, como guardiães da “democracia e da liberdade”,
sendo seguidos e apoiados de forma submissa nas suas ações ilegais pelas “grandes
democracias”. Verifica-se assim a “idealização gratuita das presunções absurdas do
“tremendo poder” dos EUA e a correspondente projecção da ‘globalização’ como sendo
a dominação nua da América, reconhecendo abertamente que os seus meios são ‘morte
e destruição’” (2009:3).
O mais intrigante é a constatação de que em assuntos demasiadamente importantes,
especialmente aqueles que podem ocasionar a destruição da humanidade, observa-se
“nos mais altos níveis de tomada de decisão política nos EUA um consenso
absolutamente perverso” (2009:4). Isto é verdadeiro apesar dos rituais periódicos das
eleições para a presidência assim como para o Congresso, onde é suposto oferecerem-se
alternativas reais. Contudo, as diferenças afirmadas em tais assuntos vitais são, em
regra, apenas pretensas diferenças.
Comentou Mészáros em dezembro de 2002 que, muito antes da invasão do Iraque,
o presidente democrata Clinton adoptou as mesmas políticas que seu sucessor, ainda que de
forma mais camuflada. Relativamente ao candidato presidencial democrata, Al Gore, ele
declarou que apoiou sem reservas a guerra planeada contra o Iraque porque tal guerra não
significava uma “mudança de regime”, mas apenas “o desarmamento de um regime que
possuía armas de destruição em massa” (2009: 4)4.
4
Ver MÉSZÁROS, István, 2003. O século XXI, socialismo ou barbárie. São Paulo: Boitempo.
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Tal atitude faz lembrar também que Bill Clinton foi o primeiro presidente americano a
bombardear o Afeganistão.
Mészáros salienta ainda que, lamentavelmente, os EUA não são o único país que deve
ser caracterizado como “um sistema unipartidário com duas alas de direita”, conforme
descreveu ironicamente o célebre escritor e crítico americano Gore Vidal. Na sua
percepção, o Reino Unido (ou Grã Bretanha), que vem se autopromovendo como o país
“mãe da democracia” devido à histórica Carta Magna, à época de Tony Blair se
habilitou a essa mesma condição dos poderosos EUA. Exemplo disso é que “A guerra
do Iraque foi carimbada no Parlamento Britânico quer pelo Partido Conservador quer
pelo “New Labor”, com a ajuda de mais ou menos óbvias manipulações e violações
legais” (2009:5).
Diante desses acontecimentos, Mészáros afirma: “As consequências desta forma de
regular os intercâmbios políticos e sociais são de longo alcance. De facto, elas podem
ter implicações devastadoras para as alegadas credenciais democráticas de todo o
sistema legal” (2009:5). No entanto, essa forma de manipular e violar as leis internas e
internacionais como meio para justificar o injustificável suscita graves perigos até para
as condições constitucionais mais simples.
As mudanças negativas – a remoção do escrutínio legal vital e das salvaguardas do quadro
político e legal dos seus “aliados” – não podem ser confinadas ao contexto (imposto pelos
EUA) internacional. Elas tendem a pôr em causa a constitucionalidade em geral, com
consequências incontroláveis para a operacionalidade do sistema legal interno dos “aliados
voluntários”, subvertendo as suas tradições políticas e legais. A arbitrariedade e o
autoritarismo podem levar à loucura como resultado de tais mudanças altamente
irresponsáveis, que não hesitam em arruinar até mesmo a constituição estabelecida
(2009:6).
Esses tipos de arbitrariedade “legal” e “autoritária” têm povoado o mundo global
capitalista. No entanto, os problemas mais graves que precisam ser urgentemente
solucionados foram deixados de lado. Alguns deles vêm se arrastando há muitas
décadas, infligindo sofrimento e sacrifícios a milhares de pessoas. Conforme já advertiu
Mészáros, “não podemos atribuir os problemas crônicos dos nossos intercâmbios sociais
a mais ou menos facilmente corrigíveis contingências políticas” (2009:7); deve-se, na
realidade, descobrir o “porquê” relativo aos problemas reais substantivos. Para tal fim,
“é necessário investigar as causas sociais e as determinações estruturais nas raízes das
perturbadoras tendências negativas na política e na lei, de forma a se poder explicar a
sua teimosa persistência e o seu agravamento actual” (2009:7).
Resulta daí a importância de atentar para as diferenças relevantes entre os dois tipos de
crise abordados no item anterior, pois é claro que a forma de lidar com uma crise
estrutural não pode ser analisada em termos de categorias de uma crise periódica ou
conjuntural.
Um ponto principal antecipado por Mészáros é que a política se refere à diferença
crítica entre dois tipos de crise visivelmente contrastantes em questão. Portanto, cabe
observar o “facto de que uma crise periódica ou conjuntural evolui e é mais ou menos
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resolvida com êxito num determinado enquadramento político, enquanto a crise
fundamental afecta aquele enquadramento em si mesmo na sua totalidade” (2009:8).
A distinção entre crise periódica e crise estrutural não é simplesmente um problema da
aparente severidade desses dois tipos de crise. Como já foi visto, uma crise cíclica/
periódica pode ser “dramaticamente severa”, a exemplo da Grande Crise Econômica
Mundial de 1929-1933, e ter a capacidade de encontrar a solução nos parâmetros de um
determinado sistema.
Interpretar de modo equivocado a severidade de uma crise conjuntural como se ela fosse
uma crise sistêmica fundamental, nos moldes como Stalin e os seus conselheiros
fizeram à época da citada crise, “está condenado a levar a estratégias erradas e na
verdade voluntaristas, como declarar a social-democracia como sendo a ‘principal
inimiga’ no início dos anos 30, o que apenas poderia reforçar, como de facto
tragicamente aconteceu, as forças de Hitler” (2009:8).
Em sentido contrário, “o caráter ‘não explosivo’ de uma crise estrutural prolongada em
contraste com as ‘tempestades e trovões’” (MARX apud MÉSZÁROS, 2009:8), através
dos quais podem ser resolvidas, também pode levar a estratégias mal planejadas,
resultantes da má interpretação da ausência de “trovões”, como se isso fosse “[...] a
prova esmagadora de uma estabilidade indefinida do ‘capitalismo organizado’ e da
‘integração da classe trabalhadora’” (2009:8).
Esse tipo de interpretação altamente fomentada pela ideologia dominante sob a aparente
capa de “objetividade científica” só reforça o posicionamento dos que representam a
“aceitação auto-justificante de abordagens reformistas acomodatícias nos
institucionalizados – anteriormente genuinamente de oposição – partidos e sindicatos da
classe trabalhadora” (2009:8). Alerta ainda para o fato de que até entre os críticos mais
profundamente comprometidos, “a mesma má interpretação relativamente à perspectiva
indefinidamente livre de crise da ordem estabelecida pode resultar na adopção de uma
postura defensiva auto-paralisante, como testemunhámos no movimento socialista nas
últimas décadas” (2009:8).
Não se pode entender a crise política dos dias atuais sem o enquadramento social mais
amplo do qual a política é parte integrante. Significa dizer que para se apreender a
natureza da crise que persiste e o aprofundamento da política no mundo de hoje, há que
voltar a atenção para a crise do capital que se prolonga desde 1970, caracterizada como
uma crise estrutural universal.
Como já mencionado, as características que definem uma crise estrutural do capital
podem assim ser resumidas assim: seu caráter universal, abrangendo todas as esferas do
sistema; um alcance verdadeiramente global, atingindo a totalidade dos países; uma
escala de tempo extensa, contínua; e um “modo rastejante” de se desdobrar. Isso
significa que ela afeta a totalidade de um complexo social em todas as relações com
seus subcomplexos com os quais está interligado.
Em oposição, uma crise não estrutural só afeta algumas partes do complexo e não
coloca em perigo a sobrevivência do capital. Ademais, o deslocamento das contradições
só é possível de ser realizado quando a crise é parcial, relativa e pode ser controlada
internamente pelo sistema, exigindo mudanças consideradas significativas no interior do
próprio sistema relativamente autônomo. O problema é que, diferentemente de uma
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crise conjuntural, uma crise estrutural põe em risco a própria existência do complexo
global, requerendo a sua substituição por algum complexo alternativo. Daí por que a
preocupação da crise estrutural não é com os limites imediatos, senão com os
“derradeiros” limites de uma estrutura global.
Levando em consideração a inevitável, “complexa e prolongada natureza da crise
estrutural, a desdobrar-se em tempo histórico num sentido de época e não
episódico/instantâneo, é a inter-relação cumulativa do todo que decide a questão, ainda
que sob a falsa aparência de ‘normalidade’” (2009:10). Na verdade,
sem apreendermos as conexões sistémicas globais e as implicações dos eventos específicos
e os seus desenvolvimentos, perdemos de vista as mudanças realmente significativas e as
correspondentes alavancas de potencial intervenção estratégica para afectá-las
positivamente, no interesse da necessária transformação sistémica (2009:10).
Observa-se que a crise estrutural dos dias atuais também se manifesta no domínio da
política. Isso porque a política, conjuntamente com seu enquadramento legal
correspondente, ocupa uma posição de suma importância no sistema do capital.
Argumenta nosso autor que:
Isto se deve ao facto de o estado moderno ser a estrutura de comando político totalizadora
do capital, exigida (enquanto a ordem reprodutiva agora estabelecida sobreviver) de forma
a introduzir algum tipo de coesão (ou uma unidade de funcionamento eficaz) – mesmo
numa bastante problemática e periodicamente avariada – dentro da multiplicidade de
constituintes centrífugos (o “microcosmos” produtivo e distributivo) do sistema do capital
(2009:10).
Importa ressaltar que esse tipo de coesão só pode ser instável, porque depende da
relação de forças, que tem uma natureza mutável. Quando essa relação de forças é
rompida, ela precisa ser reconstruída de alguma maneira para que possa corresponder a
uma nova relação de forças, até que seja novamente rompida. Como algo rotineiro, isto
se repete por muitas vezes.
Nesse sentido, Mészáros afirma que:
Esta espécie de dinâmica problematicamente auto-renovadora aplica-se tanto internamente,
entre as forças dominantes de países específicos, e internacionalmente, exigindo
reajustamentos periódicos de acordo com as relações de forças cambiantes entre a
multiplicidade de estados na ordem global do capital. Foi assim que o capital dos EUA
pôde adquirir o seu domínio global durante o século XX, em parte através da dinâmica
interna do seu próprio desenvolvimento, e em parte através da imposição progressiva da sua
superioridade imperialista sobre as enormemente enfraquecidas potências imperialistas
anteriores – sobretudo a Grã-Bretanha e a França – durante e após a Segunda Guerra
Mundial (2009:10).
A esse respeito, Mészáros observa que a grande questão é: “por quanto tempo pode este
tipo de quebra e de reconstrução da coesão em funcionamento do sistema dado ser
executado sem activar a crise estrutural do capital?” (2009:10).
Já em relação ao papel da política na “reconstituição da coesão necessária”, ela sempre
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foi grande no sistema do capital. Isso porque um determinado sistema não poderia ser
mantido sem a referida coesão, já que ele teria tendência a “desfazer-se em pedaços sob
a força centrifugadora das suas partes constituintes” (2009:10).
Para Mészáros:
O que aparece em geral sob a normalidade do capital como uma grande crise política, num
sentido mais profundo deve-se à necessidade de produzir uma nova coesão ao nível
societário global, de acordo com as materialmente modificadas – ou em modificação –
relações de forças. Assim, por exemplo, as tendências monopolizadoras do
desenvolvimento não podem ser simplesmente deixadas a si próprias sem provocar
enormes problemas por toda a parte. Elas devem ser de alguma forma trazidas para um
enquadramento relativamente coeso através da política – a estrutura de comando
totalizadora do capital. Isto deve ser feito mesmo se os passos regulatórios adoptados como
demonstração muitas vezes não passam senão de uma flagrante racionalização e
justificação ideológica da nova relação de forças, a ser ainda mais favorável às corporações
monopolistas (ou quase-monopolistas) como determina a tendência subjacente.
Naturalmente, os desenvolvimentos monopolísticos internacionais têm lugar com base na
mesma espécie de determinações (2009:11).
Com isso, observa-se que todos esses processos, em princípio, são compatíveis com a
normalidade do sistema do capital, sem necessariamente desencadear uma crise
estrutural do capital, e tampouco a crise estrutural da política. Importa observar que em
relação à crise, há ainda a crise na política, ou seja, “crises específicas que se
desdobram e se resolvem por si próprias dentro dos parâmetros administráveis do
sistema político estabelecido – e não sobre a crise da política” (2009:11).
A esse respeito, as instituições políticas têm a função de administrar e até mesmo criar
uma rotina de uma forma mais conveniente e duradoura para restabelecer a coesão
social necessária, em consonância com os contínuos desenvolvimentos materiais e com
a “relação de forças cambiante”, ativando assim o arsenal cultural e ideológico
disponível para aquela finalidade. Desse modo, “nas sociedades democratas capitalistas,
este processo de domínio político é habitualmente gerido na forma de eleições
parlamentares periódicas mais ou menos contestadas genuinamente” (2009:12).
Mesmo com toda a mitologia veiculada em causa própria sobre a “globalização
universalmente benéfica”, isto fica cada vez mais difícil à medida que o sistema
capitalista torna-se cada vez mais globalmente entrelaçado. A consequência disso é que
se devem desenvolver mudanças significativas que resultam em graves consequências
por toda a parte. Isto se deve ao fato de que a preocupação básica do país
esmagadoramente dominante, os Estados Unidos, é manter o controle sobre o sistema
capitalista global, através do absoluto poder do “imperialismo hegemônico global”.
No entanto,
tendo em conta os custos materiais e humanos proibitivos envolvidos, que têm de ser pagos
de uma forma ou de outra, este desígnio de dominação global inevitavelmente traz consigo
imensos perigos assim como a resistência implícita, não só internacionalmente mas também
internamente. Por esta razão, a fim de manter o controlo autoritário sobre o sistema do
capital como um todo, sob as condições de uma crise estrutural em aprofundamento
inseparável da globalização capitalista no nosso tempo, as inconfundíveis tendências
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autoritárias têm de se intensificar não só no plano internacional, mas também dentro dos
países imperialistas dominantes, de forma a subjugar toda a provável resistência. As graves
violações da constitucionalidade a que já assistimos nos Estados Unidos e no
enquadramento legal/político dos seus aliados próximos, e o que provavelmente
assistiremos mais no futuro, como pressagiado nas medidas e cláusulas legais codificadas
até à data, ou ainda sob uma enviesada “consideração” particularmente no pipeline
legislativo cinicamente manipulado, são indicações claras desta tendência perigosa, sob o
impacto da crise estrutural do capital (2009:12-3).
Um exemplo típico dessa “manipulação legislativa tendenciosa” é a maneira como as
leis mais importantes de um país são elaboradas pela esfera executiva do governo, de
forma que eles chegam a violar a lei dos direitos humanos em nome da manutenção da
ordem estabelecida. Outro aspecto importante que deve ser observado é o retorno – nas
duas últimas décadas do século XX – de um flagrante imperialismo, acrescido de uma
vingança, depois de durante muito tempo ter se disfarçado com sucesso como um
mundo pós-colonial de “democracia e liberdade”. Nas circunstâncias atuais, ele assume
uma forma particularmente destrutiva, dominando essa fase histórica, articulado com “a
afirmação aberta da necessidade de se envolver, no presente e no futuro, em ‘guerras
ilimitadas’” (2009:13). Além disso, como mencionado anteriormente, nem mesmo
receou decretar a “legitimidade moral” da utilização de armas nucleares – de forma
“antecipativa” e “preventiva” – mesmo contra países que não possuem tais armas.
Daí resulta que desde que emergiu a crise estrutural do capital em 1970, a tendência que
se coloca para os gravíssimos problemas apresentados pelo sistema capitalista é a de se
acumularem e piorarem em todas as esferas, assim como no domínio da política.
Contrariamente a todas as evidências, a lavagem cerebral existente da “‘globalização
universalmente benéfica’ continua a ser propagandeado por toda a parte, pois não
possuímos órgãos políticos internacionais viáveis capazes de reparar as consequências
visíveis claramente negativas das tendências de desenvolvimento em curso” (2009:13).
Já a crise estrutural da política, Mészáros a concebe como
uma parte integrante da há muito supurada crise estrutural do sistema capitalista. É
omnipresente e, consequentemente, não pode ser resolvida através da manipulação autoperpetuadora e apologética de qualquer dos seus aspectos políticos isolados. Muito menos
poderia ser resolvida através da manipulação da própria constitucionalidade, da qual
podemos observar muitos exemplos alarmantes. Nem mesmo pela subversão e abolição de
uma vez da constitucionalidade (2009:15).
Portanto, não se pode perder de vista que o atual modo de controle sociometabólico
acha-se numa profunda crise. A resolutividade desse problema só pode ocorrer através
da instituição de outro modo radicalmente diferente, fundado na igualdade substantiva
que pela primeira vez na história se torna possível, segundo Mészáros.
Contudo, devido ao processo de destruição que ocorre até mesmo no meio ambiente, no
campo da produção e na acumulação do capital, além das manifestações diretas e
irresponsáveis da destruição militar, muitas pessoas hoje comungam da ideia que a atual
“ordem metabólica social não é viável a longo prazo”. Assim, o que deve ser colocado
em primeiro plano em termos da “nossa consciência crítica quanto às tendências de
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desenvolvimento em andamento e ao seu impacto cumulativo é o facto de que o longo
prazo se está a tornar cada vez mais curto no nosso tempo” (2009:15). Por
isso, Mészáros chama a atenção para o fato de que “A nossa responsabilidade é
fazermos alguma coisa quanto a isto antes que se acabe o tempo”.
Considerações finais
Diante do exposto, dada a natureza global das transformações históricas que
aconteceram desde os dias de Marx até hoje, verifica-se a existência de um processo
global de desumanização que vem ocorrendo desde o desenrolar do século XX. Devido
à sua própria natureza, o capital foi capaz de impor à humanidade as desumanidades
numa escala incomensuravelmente maior do que antes, ao mesmo tempo isentando
muito convenientemente suas próprias personificações de culpa e responsabilidade. Ele
modificou apenas sua forma anterior de funcionamento, utilizando agora todo o arsenal
tecnológico e os mecanismos de destruição contra os obstáculos que teve de enfrentar e
superar, conforme os ditames de sua própria natureza.
Com a ascendência da crise estrutural do capital, constata-se que os limites absolutos do
capital são ativados, revelando um conjunto de contradições expressas na atualidade.
Suas principais características são: o antagonismo estrutural entre o capital
transnacional em expansão e os Estados nacionais, já que a condição de sua existência é
a oposição real ou potencial a outros Estados; a destruição e a devastação do meio
ambiente; a liberação das mulheres, pois, na verdade, há ausência da prática da
igualdade substantiva – no processo de luta das mulheres, a sua inserção em massa na
força de trabalho no século XX não resultou em sua emancipação; e o desemprego
crônico, que traz como tendência a produção de uma “dinamite social” na própria
estrutura do sistema do capital, pois ele mina a estabilidade social, desencadeando sérias
consequências que vão desde a alta taxa de criminalidade entre os jovens até o perigo
das graves agitações sociais. Suas formas de articulação e seus desdobramentos trazem
o espectro da destruição, cujo caráter universal ameaça a humanidade por inteiro,
colocando em risco não só a sua própria sobrevivência, mas também a sobrevivência do
capital.
Portanto, é preciso tomar consciência da ativação dos limites absolutos do capital e
atentar para as suas implicações destrutivas, evitando cair nas falsas ilusões quanto à
saída da crise.
Além da esfera socioeconômica, a crise estrutural tem seus reflexos a incidirem de
forma bastante ruidosa sobre as instituições políticas. A crise estrutural da política que
emerge no mundo globalizado origina-se da própria crise estrutural do capital e não
pode ser solucionada estritamente no campo da política, quer através da manipulação de
políticas isoladas, quer da própria constitucionalidade com suas leis.
Constata-se também a própria arbitrariedade “legal” e “autoritária” existente no
capitalismo globalizado, deixando de lado os problemas mais urgentes, que precisam ser
solucionados porquanto causam sofrimento e danos a milhares de pessoas. Dessa
maneira, não se podem corrigir os problemas crônicos da sociedade vigente pela via das
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Pimentel 307
Crise estrutural do capital e crise estrutural da política... | Edlene Pimentel [pp. 291-308]
ISSN 2314-3894
circunstâncias políticas.
Cumpre descobrir os nexos causais e as determinações estruturais existentes nas
tendências negativas na lei e na política, para que se possam elucidar os motivos de sua
persistência e agravamento nos dias atuais. Portanto, não há hipótese de se apreender a
persistente crise política sem vinculá-la à crise estrutural do capital, de caráter universal,
que vem se arrastando desde 1970.
Nesses termos, a superação dos graves problemas atuais somente é possível mediante a
superação das condições objetivas existentes nesta sociedade, realizada pelos próprios
homens, na busca da igualdade substantiva, ou seja, indo além do capital, conforme
apontou Mészáros.
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Investigación / Pimentel 308
Lukács: defensa del realismo. De Ensayos sobre el realismo a La peculiaridad... | Leonardo Candiano [pp. 309-321] ISSN 2314-3894
Lukács: defensa del realismo. De Ensayos sobre el
realismo a La peculiaridad de lo estético. La
continuidad de un pensamiento
Leonardo Martín Candiano
Universidad de Buenos Aires / Conicet
leonardocandiano@hotmail.com
Resumen
El presente trabajo analiza la trayectoria del concepto de realismo en la obra madura y
tardía del filósofo húngaro György Lukács, a partir del denominado “viraje ontológico”
de su pensamiento luego de 1933, cuando descubre los por entonces inéditos
Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844 de Karl Marx y en tiempos del comienzo
de su investigación del joven Hegel.
Para tal fin, me basé fundamentalmente en sus textos Ensayos sobre el realismo,
Problemas del realismo, Significación actual del realismo crítico y el extenso tratado
La peculiaridad de lo estético; los cuales, más allá de su diversidad genérica y
metodológica, permiten tanto dar cuenta de la continuidad de la perspectiva de Lukács
sobre el tema a lo largo de tres décadas como profundizar en las categorías y
conceptualizaciones centrales que el autor produjo respecto de esta problemática.
Palabras clave
Realismo, Lukács, Reflejo estético, Tipo, Perspectiva.
Abstract
The present work analyzes the trajectory of the concept of realism in the mature and late
work of the Hungarian philosopher György Lukács, from the "ontological turn" of his
thought after 1933, when he discovers the, until there unpublished, Karl Marx's
Economic and Philosophic Manuscripts of 1844, and in the beginning of his
investigation of the young Hegel. To that end, I relied mainly on his Essays on Realism,
Problems of Realism,The Meaning of Contemporary Realism and the extensive treatise
The Pecularity of Aesthetics; which, aside its generic and methodological diversity,
allow to view the continuity of Lukács' perspective on the subject over three decades
and to deepen the central categories and conceptualizations that the author produced
regarding this problem.
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Investigación / Candiano 309
Lukács: defensa del realismo. De Ensayos sobre el realismo a La peculiaridad... | Leonardo Candiano [pp. 309-321] ISSN 2314-3894
Keywords
Realism, Lukács, Aesthetic Reflection, Type, Perspective.
Introducción
Los estudios respecto del realismo resultan una parte cualitativa y cuantitativamente
sustancial de la producción intelectual de György Lukács, quien desde su expulsión de
Alemania en 1933 comenzó a elaborar sus concepciones alrededor de esta temática. A
partir de esos años y durante las décadas posteriores, se abocó a la defensa del realismo
tanto en artículos periodísticos como en entrevistas, conferencias y ensayos de crítica y
teoría literaria. Su voluminosa producción al respecto lo erige como uno de los
intelectuales más influyentes del siglo XX en la materia.
En dichos escritos se observa - como indican Miguel Vedda (2006) y Jung Werner
(2004)- una mirada amplia y multiforme sobre el realismo. Para Lukács, el arte es un
método sistemático de aprehensión de la totalidad de la realidad. Se trata de una
configuración basada en la categoría de reflejo estético que establece un mundo unitario
del cual el hombre es el centro. El realismo, así, es presentado como una forma
específica de aproximación a la realidad, por lo que nunca el hecho artístico puede estar
sujeto a saberes preexistentes ni sometido a lógicas externas a las particularmente
estéticas. Es una práctica superadora de las nociones objetivistas y subjetivistas a la vez
-a las que absorbe en una misma concepción basada en la unidad dialéctica entre sujeto
y objeto-, y de la división entre esencia de la realidad y fenómeno. La categoría de tipo,
la de perspectiva y la multiplicidad técnica forman parte necesaria de su formulación.
Realismo, el hilo rojo del pensamiento lukácsiano
Desagreguemos, ahora, los postulados esgrimidos en la introducción. En los años
treinta, Lukács propone una serie de nudos problemáticos que en gran medida sostendrá
en las décadas subsiguientes. La continuidad de esos ejes expresa una persistencia en
sus reflexiones más allá de las diferencias del contexto político y cultural en el que cada
texto del autor se sitúa y, fundamentalmente, a pesar de la heterogeneidad genérica y
metodológica en la que los mismos se inscriben, que incluye desde una serie de
recopilaciones de artículos escritos para revistas culturales -me refiero aquí a los textos
de Ensayos sobre el realismo (1948) y Problemas del realismo (1955)1- hasta un tratado
de estética de cuatro volúmenes que consta de más de dos mil páginas donde el autor
sistematiza sus posiciones en una teoría unitaria -La peculiaridad de lo estético (1963)-,
1
La introducción de Ensayos sobre el realismo, de 1945, señala que los artículos allí reunidos fueron
escritos aproximadamente diez años atrás, mientras que el prólogo a la edición española de Problemas
del realismo fecha los textos recopilados entre 1934 y 1940.
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Investigación / Candiano 310
Lukács: defensa del realismo. De Ensayos sobre el realismo a La peculiaridad... | Leonardo Candiano [pp. 309-321] ISSN 2314-3894
pasando por conferencias brindadas en diversas universidades europeas -compendiadas
en el libro Significación actual del realismo crítico (1958)2-.
Miguel Vedda plantea que en los primeros años de la década del treinta el pensamiento
lukácsiano dio un vuelco gracias al conocimiento que el autor de Historia y conciencia
de clase adquirió de la obra inédita de Karl Marx, en particular, de sus Manuscritos
económico-filosóficos de 1844:
Las ideas formuladas por el viejo Lukács atraviesan como un hilo rojo toda la producción madura
del filósofo, y encuentran su punto de partida en el “viraje ontológico” emprendido desde la
década del treinta, a partir de la lectura de los Manuscritos de París y de los comienzos de la
investigación sobre el joven Hegel (VEDDA, 2006: 58).
Tal aseveración -no ajena a polémicas intelectuales-3 del estrecho vínculo entre la
producción teórica del Lukács maduro y tardío, resulta notoria al introducirnos en el
ámbito estético. La lectura de los textos recopilados por el propio Lukács en Ensayos
sobre el realismo y en Problemas del realismo en los años cuarenta y cincuenta
respectivamente, permite revelar su exactitud. La coherencia entre las reflexiones
presentes en estos libros en los cuales retoma sus artículos de los años treinta y las
expuestas en Significación actual del realismo crítico y en La peculiaridad de lo
estético evidencian ese hilo rojo que recorre las últimas décadas del pensamiento
lukácsiano.
Hacia un realismo multiforme
Werner Jung sostiene que el realismo para Lukács no es una cuestión sobre la que se
deba reflexionar a partir del mero estudio de determinados procedimientos artísticos o
del análisis de tal o cual escuela literaria. Para el autor de La peculiaridad de lo estético:
“el término realismo designa algo sistemático, y de ningún modo debe ser confundido
con la historiografía literaria tradicional, que con ese término designa el período de
mediados del siglo XIX” (JUNG, 2004). Esta concepción sistemática que destaca Jung suprahistórica, agrega-, le otorga un carácter plural al realismo, que se encontraría de
esta manera ajeno a las derivas propias de las diferentes técnicas y escuelas literarias:
“El realismo es abierto y multiforme, así como es absolutamente partidista toda concreta
forma de un contenido determinado; sus tipos son figuras representativas, las cuales
muestran -de algún modo- la constitución del ser social (JUNG, 2004). La propuesta de
2
El prólogo de este libro, escrito en Budapest en 1957, señala que originariamente los ensayos allí
reunidos fueron parte de una conferencia brindada en la Academia alemana de Artes en 1956, y que
posteriormente retornó sobre ellos en diferentes charlas desarrolladas en las universidades de Varsovia,
Viena, Roma, Milán, Bolonia, Florencia y Turín.
3
Miguel Vedda señala en su libro La sugestión de lo concreto la existencia de diferentes posturas al
respecto al explicitar la posición de Michael Löwy presente en From Romanticism to Bolshevism, donde
el filósofo brasileño asegura que el “viraje” de Lukács se da recién en sus últimos años de vida, con lo
que establece un quiebre entre el pensamiento lukácsiano tardío y su producción anterior.
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Lukács: defensa del realismo. De Ensayos sobre el realismo a La peculiaridad... | Leonardo Candiano [pp. 309-321] ISSN 2314-3894
Jung encuentra su argumentación en el riguroso y metódico trabajo La peculiaridad de
lo estético, donde Lukács sostiene explícitamente que el realismo representa en su
sistema de pensamiento estético la dimensión fundamental del arte:
Se trata de la esencia realista de todo arte, de que el realismo no es en la concreta evolución del
arte un estilo entre otros, sino la característica fundamental de las artes conformadas en general, de
que los diversos estilos no pueden cobrar sus diferenciaciones más que en el marco del realismo
(LUKÁCS, 1982: 239).
Pero, si los diversos estilos no pueden cobrar sus diferenciaciones más que en el marco
del realismo, el término corre el riesgo de ampliarse hasta el punto de servir
absolutamente para todo y, por lo tanto, no termine de definir completamente nada. Sin
embargo, Lukács define con precisión esta estética. En principio, en “Realismo:
¿Experiencia socialista o naturalismo burocrático?” la detalla como una actitud frente a
la realidad: “Pienso que toda la verdadera y gran literatura es realista. Y aquí no se trata
del estilo sino de la actitud frente a la realidad. Aún las cosas más fantásticas pueden ser
realistas” (PIGLIA, 1972: 16). Siguiendo esta propuesta, en Lukács el término realismo
no se relaciona con la capacidad del arte de ser un reflejo fiel de una realidad apariencial
preexistente, sino con la noción de configuración, el concepto de tipo y las categorías de
reflejo dialéctico y particularidad. La configuración es pensada aquí en el sentido de la
construcción de una realidad nueva que establece la producción artística, una segunda
inmediatez, en palabras de Lukács, que si bien parte de -y expresa a- la vida cotidiana,
genera un mundo propio cualitativamente diverso.
Lukács parte de un entendimiento de la realidad como una totalidad compleja, caótica y
dinámica. La esencia del proceso social como un todo resulta inasequible en sí misma
durante la vida cotidiana por estar en perpetuo movimiento y cambio, por lo que el
trabajo del artista, a través de la selección y de la labor estética sobre el material que
utiliza, sería el de configurar un entramado que ilumine esa realidad esencial, latente en
cada momento de la vida cotidiana pero oculta tras los fenómenos coyunturales. Así, el
arte puede convertirse en una forma particular y específica de aproximación a la
realidad y el reflejo -concepto en extremo problemático para la historia de la crítica
literaria- generado por el artista se aleja así de la pasividad reproductiva de una verdad
previa para convertirse en una práctica que constituye una nueva realidad a partir de los
elementos presentes en la vida cotidiana y en la imaginación del productor.
Realismo para Lukács no implica entonces un apego a la realidad visible; incluso el
autor húngaro subraya en múltiples pasajes de sus cuatro tomos de La peculiaridad de
lo estético el “carácter no mecánico-fotográfico del reflejo en general y del reflejo
estético en particular” (LUKÁCS, 1982: 239). Asimismo, en “Arte auténtico y
realismo”, originalmente inscripto en Prolegómenos para una estética marxista, había
señalado:
La concepción marxista del realismo no tiene nada que ver con la reproducción fotográfica de la
vida cotidiana. La estética marxista se limita a desear que la esencia captada por el escritor no se
represente abstractamente, sino como esencia de fenómenos de la hirviente vida, oculta en ellos
orgánicamente y nacida de su vida individual. Pero, en nuestra opinión, no es en absoluto
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Investigación / Candiano 312
Lukács: defensa del realismo. De Ensayos sobre el realismo a La peculiaridad... | Leonardo Candiano [pp. 309-321] ISSN 2314-3894
necesario que el fenómeno artísticamente materializado proceda, como fenómeno, de la vida
cotidiana, ni siquiera de la vida real. Incluso el más desatado juego de la fantasía poética, incluso
la fantasía más completa en la representación de los fenómenos, son plenamente compatibles con
la concepción marxista del realismo. Pues no es nada casual que ciertas narraciones fantásticas de
Balzac y de E. Th. Hoffmann se cuenten entre los logros literarios que más ha estimado Marx
(SÁNCHEZ VAZQUEZ, 1975: 52).
En Lukács, el hecho artístico es no sólo la objetivación de la realidad, sino también la
objetivación de una subjetividad, o, mejor dicho, la objetivación de la realidad a través
de un sujeto. Esta noción es fundamental para establecer el postulado teórico lukacsiano
respecto del realismo y del reflejo estético. Como señalan Miguel Vedda y Antonino
Infranca:
[E]l reflejo es la re-producción en la mente humana de los objetos externos; reproducción que es
desarrollada según la específica capacidad de la mente humana y, por ende, no según la naturaleza
de los objetos. […] [E]n la Estética se señala que el comportamiento estético surge cuando el
interés está puesto en la imagen reflejada en cuanto tal, y no en la fidelidad de dicha imagen a un
original externo (VEDDA-INFRANCA, 2004: 26).
El arte brinda una realidad sometida a un trabajo de estructuración distinta, al mismo
tiempo, de lo inmediatamente visible en la vida cotidiana y de la total abstracción
respecto de la misma. El artista representa siempre la realidad como una zona
dependiente de la subjetividad humana, y al hacerlo, construye un mundo cerrado que
compone una realidad autónoma y refleja elementos que no se encuentran disponibles
en la vida contemporánea, es decir, el reflejo estético no necesita un referente externo,
ya que “la conexión inmediato-concreta entre el elemento reflejado y la realidad externa
queda suspendida, y el producto artístico se constituye como una objetividad propia”
(VEDDA-INFRANCA: 26).
Para Lukács el verdadero realista no es quien se limita a copiar lo evidente, sino el que
busca, por detrás de la inmediatez de la vida cotidiana, los rasgos esenciales y
determinantes del mundo subjetivo y objetivo. El realismo lukacsiano no se opone a la
imaginación, como tampoco se opone a literatura fantástica, sus análisis sobre
Hoffmann, Goethe y Balzac lo prueban, al igual que su crítica al naturalismo de Zola.
A través de estas lecturas -y de las nociones vertidas en torno del reflejo estéticopodemos comenzar a desenredar el ovillo de equívocos que la tradición crítica ha
difundido en relación al problema del realismo en Lukács. Autores de gran rigurosidad
teórica como Adorno4, Brecht5 y Bloch, por ejemplo, rechazan la posición lukácsiana
sobre el realismo por presuntas postulaciones mecanicistas, formalistas o dogmáticas
que los propios textos de Lukács desmienten o, cuanto menos, matizan. En principio, el
realismo no responde en Lukács a un simple interés clasicista, sino que es pensado
como un método de aproximación estética a la realidad social. Ya en la introducción a
4
Ver Adorno, Theodor, Notas sobre Literatura, Obra Completa 11, Akal, Barcelona, 2003. En particular,
el apartado “Reconciliación extorsionada”, pp. 242-269.
5
Ver Brecht, Bertolt, El compromiso en literatura y arte, Península, Barcelona, 1984.
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Lukács: defensa del realismo. De Ensayos sobre el realismo a La peculiaridad... | Leonardo Candiano [pp. 309-321] ISSN 2314-3894
Ensayos sobre el realismo, este autor ofrece una síntesis de las que para él son las
características constitutivas del método realista. Escrita en Budapest en 1945, leemos:
El verdadero gran realismo retrata al hombre total y a la sociedad total, en cambio de limitarse a
algunos de sus aspectos. Desde el ángulo visual de este criterio, significa del mismo modo,
empobrecimiento y deformación; la dirección artística se caracteriza por la interioridad unilateral
o la extraversión pura unilateral. Realismo significa, por lo tanto, plasticidad, perspicuidad,
existencia autónoma de los personajes y las relaciones entre los personajes. Eso no señala del todo
la negación del colorismo, del dinamismo psíquico y moral, inseparables
del mundo moderno. Se opone solamente a un culto del color, del momentáneo estado de ánimo,
que compromete el carácter integral de las figuras y de la tipicidad objetiva de los personajes y de
las situaciones (LUKÁCS, 1965: 13-14).
Un acercamiento a sus categorías centrales
Del reciente pasaje citado en el apartado anterior podemos sacar varias conclusiones.
Observamos que el realismo tiene como fundamento retratar el carácter integral de las
relaciones sociales, o sea, la totalidad de la realidad, lo cual se ve comprometido por la
focalización en lo anecdótico desligado del todo. Nuevamente, no se llega a dicho
objetivo mediante la reproducción fiel de la superficie de lo real, sino a través de la
existencia autónoma de los personajes y las relaciones entre los personajes, lo que,
desde el ángulo visual, significa una deformación de la realidad. Notamos también que
retratar al hombre total y a la sociedad total en una obra de arte en la cual el hombre
concreto sea el objeto y sujeto del conocimiento estético no depende de la utilización de
un determinado procedimiento narrativo, sino de una dirección artística que Lukács
denominará en otros escritos como perspectiva. A su vez, la categoría de tipo, la
interrelación del detalle y el todo, la transformación inevitable que se realiza a través del
reflejo estético -todos conceptos cardinales del pensamiento lukácsiano-, ya están de
algún modo presentes en este breve fragmento.
En sintonía con tales planteos, en el posterior Significación actual del realismo crítico
remarca que “en la literatura realista cada detalle es inseparable de su esencia única,
profundamente individual, a la par que típica” (1963: 53), y que dicha unión entre lo
individual y lo social -que en Lukács se sintetiza en el concepto de lo particular- es
parte inextricable de la forma distintiva de conocimiento que establece el reflejo
artístico. Así como en los textos de sus conferencias universitarias del ´56 toma la
unidad de lo individual y lo social como uno de los rasgos peculiares del arte, en el
artículo “Se trata del realismo”, escrito en 1938 y republicado en Problemas del
realismo alude a la misma noción:
Toda vez que este realismo persigue, desde Don Quijote pasando por Oblomow y hasta los
realistas de nuestros días, la creación de tipos, ha de buscar en las relaciones de los individuos
entre sí, en las situaciones en las que los individuos actúan, rasgos duraderos tales, que sean
eficaces por largos períodos como tendencias objetivas de la evolución de la sociedad o, más aun,
de la humanidad entera. Tales escritores forman efectivamente una verdadera vanguardia
ideológica, ya que plasman las tendencias vivas, pero ocultas todavía directamente, de modo tan
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Lukács: defensa del realismo. De Ensayos sobre el realismo a La peculiaridad... | Leonardo Candiano [pp. 309-321] ISSN 2314-3894
profundo y veraz, que su plasmación se ve confirmada por la evolución ulterior de la realidad, y
aún no simplemente en el sentido de la mera concordancia de una buena foto con el original, sino
precisamente como expresión de una captación variada y rica de la realidad, como reflejo de sus
corrientes ocultas bajo la superficie (…). En el gran realismo, pues, se plasma una tendencia no
directamente evidente de la realidad, y aun precisamente lo duradero de esta rica multiplicidad
(…) El captar y plasmar tales corrientes subterráneas constituye la gran misión histórica de la
verdadera vanguardia de la literatura (1966: 307).
Vemos así que ya en 1938 se presentan los conceptos centrales del realismo lukácsiano.
El realismo no sólo no es una buena foto de la realidad, no sólo no se relaciona con una
corriente literaria particular -en esta cita el realismo va de Cervantes a Thomas Mann- ni
con determinados procedimientos artísticos, no sólo devela lo oculto tras la superficie
de la vida cotidiana; sino que además tiene un carácter social anticipatorio, ya que
puede preanunciar las futuras tendencias de la sociedad. Sin necesariamente constituir
una analogía exacta, no es del todo lejana esta conceptualización de la más moderna
construida por Raymond Williams llamada “estructuras del sentimiento”, sobre la cual
también el autor inglés propone que el discurso literario es particularmente eficaz a la
hora de establecerlas.
Este intento de expresar al hombre total y las relaciones de los individuos entre sí se
vincula con una de las peculiaridades de lo estético que Lukács sistematiza en su
tratado de los años sesenta. Me refiero a los señalamientos respecto de que el arte
poseería, en lo que sería una de sus diferencias sustanciales con otras formas de
conocimiento -como, por ejemplo, la científica- un criterio primordialmente
antropomorfizador. En el primero de sus cuatro volúmenes de La peculiaridad de lo
estético -en la sección dedicada a diferenciar entre producción científica y producción
artística- leemos que el arte, en contraposición a la ciencia, es un proceso de
objetivación que sólo puede llevarse a cabo de manera antropomórfica, es decir, “desde
una proyección de dentro hacia fuera, del hombre a la naturaleza” (1982: 227). El arte
construye una universalidad creada por y para el hombre, y nos describe aquellos rasgos
en los que se hace ostensible la adecuación de la naturaleza al sujeto, ya que el hombre,
en la producción artística, “está necesariamente y siempre presente. Como objeto y
como sujeto” (259-260).
Pero esta posición no es una originalidad del Lukács tardío. Ya en Significación actual
del realismo crítico expresa que “el núcleo de este contenido que determina la forma, es
siempre en última instancia el hombre” (1963: 21), y que cualquiera que sea el punto de
partida directo, el tema concreto, el fin inmediato de una creación literaria, “su esencia
más honda se expresa en la pregunta: ¿qué es el hombre?” (21). Sin embargo, la
centralidad del ser humano está muy lejos de convertirse aquí en una postura
subjetivista o psicologista. El hombre está en interrelación constante con el mundo,
inmerso en relaciones sociales que superan su individualidad. Así, el concepto de
totalidad es en Lukács un pilar constitutivo de su pensamiento estético. Por otra parte,
esa totalidad -concreta y significativa- de una obra de arte -intensiva, dirá Lukács,
siguiendo las huellas de Hegel, en La peculiaridad de lo estético, en tanto el artista
selecciona aspectos de esa totalidad inconmensurable y contradictoria y los intensifica
en el hecho artístico-, debe necesariamente de estar organizada de un modo diverso a la
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Lukács: defensa del realismo. De Ensayos sobre el realismo a La peculiaridad... | Leonardo Candiano [pp. 309-321] ISSN 2314-3894
realidad material concreta:
Si consideramos ahora la inmanencia desde el punto de vista de su específica peculiaridad
estética, resulta, como ya en muchos otros casos, que el reflejo estético expresa siempre una
verdad de la vida, que su esencia particular consiste en referir al hombre esa verdad y su
estructura objetiva, o sea, en ordenar lo en sí dado e importante para la evolución de la humanidad
de tal modo que ese momento sea dominante, tanto respecto del contenido que concentra lo
disperso de la vida, que resume el juego, aparentemente desordenado en las singularidades de la
vida (…) cuanto por lo que hace a la forma, que crece hasta convertirse en principio orientador de
cada uno de esos microcosmos concretamente locales y únicos (1982: 527-528).
Esta postura sobre la totalidad ya la observamos en Ensayos sobre el realismo, donde
en medio de una defensa del arte clásico establece que “la herencia clásica significa para
la estética el arte sublime que retrata enteramente al hombre, al hombre total en la
totalidad del mundo social” (1965: 12). Esto nos lleva directamente al debate
protagonizado durante décadas por Lukács en torno del objetivismo y del subjetivismo
en el arte. Me refiero a la crítica furibunda que el filósofo húngaro lanzó tanto sobre el
naturalismo zoliano como respecto de las denominadas vanguardias estéticas, polémicas
que se enlazan con la manera de establecer la relación sujeto-objeto por una parte, y por
otra con la diferenciación entre esencia y fenómeno.
El realismo es, desde esta perspectiva, el encargado de superar las nociones parciales
respecto de la realidad, el único tipo de práctica artística que permitiría dar cuenta de la
esencia de la totalidad social en lugar de sobrevalorar el elemento objetivo o el
subjetivo. Ni el hombre preso del destino -determinado por su herencia- ni desligado de
su contexto; sino como parte de relaciones sociales que lo trascienden pero que a la vez
él mismo construye y que, por lo tanto, puede modificar. En La peculiaridad de lo
estético retoma estas posturas:
Ni objetivismo ni subjetivismo, de lo que se trata es de la captación del objeto en su entera
concreción y del auténtico y fecundo despliegue del sujeto que se constituye en portador,
organizador, concentrador de la objetividad percibida en un “mundo” (…) Tanto un hombre que
se cierre tendencialmente en sí mismo como un hombre que se entregue sin defensa a su entorno y
se adapte incondicionalmente a él tienen que convertirse en última instancia en inválidos anímicos
(1982: 468-469).
Lukács aboga por una práctica artística que de por tierra con esta falsa antinomia entre
sujeto y objeto al fusionar ambos extremos en momentos complementarios de la
totalidad social. El hecho de que el arte realista pretenda captar la realidad tal como es y
no limitarse a reproducirla tal como aparece, lo distingue tanto de la presunta
objetividad del naturalismo como del supuesto subjetivismo de las denominadas
vanguardias. El arte carece de su carácter ontológico en esas prácticas, que si bien
suelen ser vistas como antagónicas debido al uso de diferentes técnicas narrativas, se
yerguen sobre un mismo “error” al momento de aprehender lo real; en un caso, negando
al sujeto, y en el otro, obviando el contexto. De esta manera, se focalizan en un solo
aspecto de la realidad, como si el otro no existiese o dependiera exclusivamente de
aquel. No hay contraposición, por lo tanto, para Lukács, entre el naturalismo y el
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vanguardismo, sino continuidad. Son distintas respuestas artísticas a una misma manera
de entender la relación del arte con la sociedad. La manera de dividir sujeto y objeto es
diversa, pero la división está en la base de ambas prácticas distinguibles unas de otras.
El realismo, en cambio, pretende dar cuenta de la totalidad social mediante la dialéctica
relación entre el fenómeno y la esencia:
Se trata, pues, del reconocimiento de la justa unidad dialéctica de fenómeno y esencia, es decir, de
una representación artísticamente plasmada y comunicativa de la “superficie”, que muestre,
plasmando, sin comentario aportado desde afuera, la conexión de esencia y fenómeno en la
sección de vida representada (1966: 293-294).
Estos son, para Lukács, los conceptos a partir de los que trabaja la especificidad que le
da sentido al hecho estético y la fundamentación del realismo como un tipo de práctica
artística necesaria para abordar la compleja forma de acercamiento a la realidad
establecida mediante el arte. Para lograr esta unidad entre lo subjetivo y lo objetivo, lo
individual y lo social, lo interior y lo exterior, la esencia y el fenómeno, resulta
fundamental para este autor la construcción de tipos. En Ensayos sobre el realismo,
expresa:
La categoría central, el criterio fundamental de la concepción literaria realista es el tipo, o sea, la
particular síntesis que, tanto en el campo de los caracteres como en el de las situaciones, une
orgánicamente lo genérico y lo individual. El tipo se vuelve tipo no por su carácter medio, y
mucho menos sólo por su carácter individual, por mucho que sea profundizado, sino más bien por
el hecho de que en él confluyen y se funden todos los momentos determinantes, humana y
socialmente esenciales, de un período histórico; por el hecho de que presenta estos momentos
determinantes en su máximo desenvolvimiento, en la plena realización de sus posibilidades
inmanentes, en una extrema representación de los extremos que concreta tanto los vértices como
los límites de la totalidad del hombre y de la época (1965: 13).
Si la categoría de tipo es importante debido a que se trata de “la conexión orgánica e
indestructible entre el hombre privado y el individuo social, partícipe de la vida pública”
(16), de igual manera, la perspectiva posee en el aspecto literario un rol constitutivo:
Sólo ella puede establecer el principio de la selección última entre lo esencial y lo superficial, lo
decisivo y lo episódico, lo importante y lo anecdótico, etc., pues ella determina directamente el
contenido y la forma de la obra, y en ella deben culminar, como en todo arte temporal, las líneas
directrices de la creación artística. El hombre plasmado literariamente evoluciona en una dirección
determinada por la perspectiva: es ella la que destacará los rasgos y cualidades que estimulan o
dificultan esta evolución. Cuanto más clara sea esa perspectiva, tanto más sobria y contundente
podrá ser la selección de los detalles (1963: 40-41).
La perspectiva está en la base del concepto de tipo. De ella depende la selección del
material temático y la configuración del texto, la construcción de los personajes y la
elaboración de las situaciones, el contenido y la forma, la orientación de la evolución
del hombre plasmado literariamente. Sólo gracias a ella se distingue entre lo
trascendental y lo accesorio, entre esencia y superficie. Por lo tanto, sólo por la
perspectiva el arte puede dar cuenta de la totalidad de la realidad social y de la relación
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dialéctica entre sujeto y objeto; y es mediante ella que el arte puede incluso adelantarse
a su tiempo.
Una estética integral
Como vemos, cada uno de los aspectos que tomamos -la categoría de reflejo, el carácter
antropomórfico del arte, las nociones de totalidad y de particularidad, el vínculo
dialéctico entre sujeto y objeto, la distinción entre esencia y fenómeno, la categoría de
tipo, la perspectiva como norma de configuración realista de un producto estético, la
amplitud técnica de la práctica realista, la construcción por parte del artista de un mundo
nuevo, autónomo y a la vez develador de la realidad social-, son partes de un entramado
teórico complejo. Son categorías y conceptos que se presentan de manera articulada y
van conformando una estética unitaria que piensa al arte como una forma peculiar de
acercamiento a la realidad esencial del hombre. Es por esto que tales aspectos tomados
hasta ahora se van entremezclando para armar un todo orgánico que requiere de cada
una de estas partes para no carecer de sustento y cuya profundidad se extienden mucho
más allá aún de lo que aquí se presenta. 6
La noción de perspectiva también le es útil a Lukács para establecer que la técnica de
una obra de arte, aunque sustancial, no resulta prioritaria a la hora de establecer el valor
realista de un hecho estético. Para ejemplificarlo, Lukács compara la utilización de un
mismo procedimiento literario en Thomas Mann y en James Joyce -el fluir de la
conciencia-, y remarca la diferencia en su utilización por parte de uno y otro autor
(1963: 20-21). La cuestión de la perspectiva y el ubicar en un segundo plano a la técnica
se vinculan con la amplitud del realismo que hemos establecido al comienzo de este
trabajo, una especie de realismo sin fronteras, en palabras de Garaudy, o un realismo
abierto, según Aragón. Estas posiciones se profundizarán en La peculiaridad de lo
estético, donde Lukács buscará liberar al reflejo estético de una “servil dependencia
respecto de la realidad dada concebida como apariencia inmediata” (1982: 476). De esta
manera, “es posible -de acuerdo con el período, la clase, la nación, la individualidaduna infinita variabilidad concreta, y es hasta imprescindible” (469), lo cual ya está
presente en “Se trata del realismo”, donde se refiere a la “variedad inagotable” (1965:
315) de las grandes obras realistas. La variabilidad técnica del realismo surge a su vez
de la noción de reflejo estético como un reflejo dialéctico que daría cuenta de la esencia
de la realidad. Esta posición la leemos en el segundo volumen de La peculiaridad de lo
estético:
En relación con la inmediatez de la vida cotidiana la inmediatez estética es ya por su parte
6
Cabe mencionar que la estética lukácsiana no culmina en la elaboración y articulación de los conceptos
aquí analizados, sino que posee una cantidad mayor de conceptos y categorizaciones que se articulan en
un sistema homogéneo. Debido al carácter de este trabajo y a su extensión, sólo hemos tomado una
parte de ellos que consideramos centrales y que pueden servir como muestra de los planteos
formulados.
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inmediatez superada; la particularidad del poder estético consiste en que esa superación es la
producción de una nueva inmediatez que no se encuentra en ningún otro terreno. En la inmediatez
de la vida cotidiana se encuentra sin duda latente en todas partes la esencia, lo general, pero lo
esencial y general tiene que desenterrarse, develarse. En la inmediatez de la obra de arte la esencia
y lo general están al mismo tiempo ocultos y manifiestos. Así nace en la obra de arte un “mundo”
que es, por una parte, diverso, en su forma apariencial, de la realidad existente (y científicamente
reconocida), y con una diversidad cualitativa, principal, pero que, por otra parte, conserva la
estructura esencial del mundo y su construcción categorial; el “mundo” de la obra practica
simplemente en el mundo una tal reagrupación, un cambio funcional, que éste se hace adecuado a
la capacidad receptiva del hombre, a sus necesidades vivenciales (1982: 515-516).
Pero, nuevamente, no estamos frente a una concepción excluyente del Lukács tardío.
Más de dos décadas antes, en relación con el trabajo sobre un texto que debe realizar
todo autor realista, había expresado:
Todo realista importante trabaja, para poder llegar a las leyes de la realidad objetiva, para llegar a
las conexiones más profundas, ocultas, mediatas y no directamente perceptibles de la realidad
social, con su material de vivencia, también con los medios de la abstracción. Toda vez que estas
conexiones no quedan directamente en la superficie y que las leyes sólo se abren paso de modo
intrincado, irregular y en forma meramente de tendencia, se produce para el realista importante
una labor enorme, una labor doble, artística e ideológica, a saber: primero, el descubrimiento
intelectual y la plasmación artística de estas conexiones, y luego, e inseparablemente, el
recubrimiento artístico de las conexiones abstractivamente elaboradas: la eliminación de la
abstracción. Mediante esta labor doble se origina una nueva inmediatez presentada en plasmación
mediata, una superficie plasmada de la vida, la cual, si bien deja transparentar claramente en todo
momento la esencia (lo que en la inmediatez misma de la vida no es así), aparece, sin embargo,
como inmediatez y como superficie de la vida. Y concretamente, como la superficie entera de la
vida en todas sus determinaciones esenciales, y no sólo como elemento subjetivamente percibido,
intensificado y aislado abstractivamente del complejo de esta conexión conjunta. Esto constituye
la unidad artística de esencia y fenómeno (1965: 298-299).
Vemos así la continuidad del pensamiento lukácsiano, de 1938 a 1963. Veinticinco años
de distancia entre el Lukács ortodoxo, funcionario cultural soviético, y el Lukács
símbolo y bandera del marxismo humanista.
Estas posturas lo llevan también a cuestionar la llamada literatura de tendencia, aun
cuando comparta la tendencia de esa literatura. El arte no tiene una finalidad práctica
inmediata, sino que se orienta hacia la creación de una nueva inmediatez que contemple
a la totalidad del hombre como ser social y a su actitud general en la vida. Por lo tanto,
Lukács se opondrá a toda producción artística que pretenda otorgarle a una obra de arte,
como su principal funcionalidad, una participación política o social coyuntural. Lukács
no critica a la literatura de tendencia desde una posición apolítica, para él lo estético
tiene objetivos y funciones socio-políticas expresas, pero éstas son distintas de las de
otras prácticas sociales. Por eso deplora la literatura a la que en La peculiaridad de lo
estético llamará “retórica” o “publicística” porque considera que la función social del
arte en un proceso de emancipación es otra; se orienta hacia la transformación del
hombre en general, en lograr establecer en los receptores una autoconsciencia humana.
Ese es el rol “militante” de la literatura. El arte pierde a través de la literatura de
tendencia su especificidad al comenzar a regirse por parámetros ajenos a los estéticos.
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Disipa, así, su razón de ser, y se convierte en otra cosa. En Ensayos sobre el realismo
leemos posiciones semejantes, pues allí señala que el realismo va en contra de la
“mezquina naturaleza social de las novelas de tendencia ingenua” (1965: 17). La
peculiaridad de lo estético será, sin embargo, el espacio donde mayormente podrá
desarrollar tales conceptualizaciones.
Conclusión
En resumen, tanto en sus artículos de los años treinta como en su tratado de los sesenta,
Lukács sostiene posturas que permiten establecer, en lo que al realismo se refiere, una
continuidad en su pensamiento que trasciende las divergencias de otros aspectos de su
obra. Más allá de los vaivenes particulares propios de las diferentes coyunturas
históricas en las que sus escritos fueron producidos, que por ejemplo lo llevan a ser más
o menos drástico en su crítica a tal o cual autor, a cuestionar de una u otra forma una
misma corriente estética determinada, o a poner mayor énfasis en el realismo en
particular o en la peculiaridad estética en general, su línea de pensamiento ofrece en
referencia con la problemática artística una coherencia comprobable a partir de sus
escritos. Las posiciones desarrolladas en los artículos de Ensayos sobre el realismo,
Problemas del realismo, Prolegómenos de una estética marxista y Significación actual
del realismo crítico asumen en La peculiaridad de lo estético un carácter integral que
afirma y da mayor sustento a las reflexiones desarrolladas sobre el tema en las tres
décadas anteriores. Su Estética, así vista, es la culminación sistematizada de una serie
de reflexiones desarrolladas durante más de treinta años.
La mirada de Lukács sobre el realismo parte de entender el arte como una forma
particular y específica de conocimiento y de apropiación de la esencia de la totalidad
social por parte del ser humano. Por ende, es presentado como la autoconciencia del
hombre, la memoria de la humanidad, y postula que es mediante el realismo que el
hombre puede llegar a ello. A partir de allí, destaca las características centrales del
mismo, y las expresa como una configuración basada en la categoría de reflejo estético
que establece un mundo unitario del cual el hombre es el centro. El realismo es
presentado como una forma específica de aproximarse a la realidad material concreta,
por lo que nunca un hecho artístico puede estar sometido a lógicas externas a las
particularmente estéticas. Es una práctica superadora de las nociones objetivistas y
subjetivistas y de la división entre esencia y fenómeno. El arte, así presentado,
construye una nueva realidad por y para el hombre, y lo afecta enteramente en su
relación y comportamiento con la naturaleza y con los demás hombres.
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Investigación / Candiano 320
Lukács: defensa del realismo. De Ensayos sobre el realismo a La peculiaridad... | Leonardo Candiano [pp. 309-321] ISSN 2314-3894
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Investigación / Candiano 321
Barnwell después de Lillo (1731-1798). Manifestaciones... | Alejandro Goldzycher [pp. 322-355]
ISSN 2314-3894
Barnwell después de Lillo (1731-1798).
Manifestaciones del genio desperdiciado en la
adaptación novelística de The London Merchant por
Thomas Skinner Surr
Alejandro Goldzycher
Universidad de Buenos Aires / Conicet
agoldzycher@gmail.com
Resumen
Cierta tradición crítica ha consagrado a The London Merchant (1731), de George Lillo,
como obra inaugural de la “tragedia doméstica” o “drama burgués”. Pese a los altibajos
que sufrió la popularidad de la pieza, ésta fue objeto de un importante revival en 1796. Al
calor de éste se publicó George Barnwell. A Novel (1798), de Thomas Skinner Surr. El
autor complicó notablemente el argumento y el sistema de personajes del drama para
componer un relato pleno de inquietudes características de su propio tiempo: la
emergencia de la novela gótica, la paranoia contrarrevolucionaria y, quizás sobre todo,
la polémica sobre el genio que atravesó la segunda mitad del siglo. Este trabajo expone
cómo los personajes de Barnwell (quien adquiere ahora cualidades chattertonianas) y
Mr Mental (cuya figura es el más relevante aporte de Surr) son caracterizados en la
novela a partir de la figura del genio desperdiciado. Abordaremos esta problemática a la
luz del debate dieciochesco sobre el genio así como de las circunstancias ficcionales que
afrontan los personajes, de cuya caracterización se desprende una reflexión sobre el
potencial humano, sobre la naturaleza del genio y sobre las condiciones que propician,
obturan o pervierten su florecimiento en el seno de la modernidad burguesa.
Palabras clave
Genio, Burguesía, Fashionable life, Novela, Biografía literaria.
Abstract
The London Merchant (1731) by George Lillo has been consecrated by a certain critique
tradition as the opening piece of the “domestic tragedy” or “bourgeois drama.” Despite
the ups and downs in its popularity, the play was the object of an important revival in
1796. It was in the heat of it that Thomas Skinner Surr’s George Barnwell. A
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Investigación / Goldzycher 322
Barnwell después de Lillo (1731-1798). Manifestaciones... | Alejandro Goldzycher [pp. 322-355]
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Novel (1798) was published. The author made the drama’s story line and character system
notoriously more complex, which resulted in a story filled with the typical concerns of its
time: the emergence of the gothic novel, the counterrevolutionary paranoia and, above all,
the debate around the genius figure which develops throughout the second half of the
century. This work aims at exposing the way the characters of Barnwell (who acquires
Chatterton qualities now) and Mr. Mental (whose figure constitutes the most relevant
contribution made by Surr) are characterized in the novel through the figure of the wasted
genius. We will address this issue in the light of the eighteenth-century debate on genius
as well as the fictional circumstances that the characters face, depicted as they are in a
way that reflects on human potential, the nature of genius and the conditions that favor,
obstruct or pervert its flourishing in the core of bourgeois modernity.
Keywords
Genious, Bourgeoisie, Fashionable Life, Novel, Literary Biography.
“A man of genius is dropt among the people, and has first to encounter the difficulties
of ordinary men, without that confined talent which is adapted to a mean destination”.
Isaac D’Israeli, An Essay on the Manners and Genius of the Literary Character (1795)
1. George Barnwell, del drama a la novela
Representada un total de setenta veces en vida de su autor, The London Merchant –la obra
más célebre del dramaturgo inglés George Lillo (1691/3-1739)– fue una de las piezas
teatrales más aclamadas de su tiempo. También fue, según lo ha querido una tradición
crítica muy extensa y consolidada, el texto fundacional de un nuevo subgénero dramático,
por no decir de toda una nueva codificación de los vínculos entre arte y sociedad.1
“Drama burgués”, “tragedia burguesa”, “tragedia doméstica” han sido las
denominaciones más habituales de este fenómeno, cuya resistencia a las taxonomías,
cuya inestabilidad onomástica y cuya complejidad de matices no restan solidez a su
funcionamiento efectivo –como práctica y/o como concepto– en los campos de la
dramaturgia, de la crítica y de la historiografía de la literatura. Y sin embargo, al
estrenarse la pieza de Lillo en el teatro de Drury Lane el 22 de junio de 1731, sus
horizontes parecían muy poco auspiciosos. Además de la oscuridad de su autor y de los
silbidos con que, sólo siete meses antes, parte del público despidiera su obra Silvia; or,
the country burial (1730), tanto el material “bajo” como “el estilo” de la pieza
(aceptemos, por ahora, estas vagas nociones) volvían sumamente improbable su
1
El drama de Lillo será publicado en el marco de la colección “Arte & Estética” de Editorial Prometeo en
el primer semestre de 2017 (estudio preliminar: Marcelo G. Burello y Alejandro Goldzycher; traducción
y notas: Alejandro Goldzycher; presentación: Lucas Margarit).
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Investigación / Goldzycher 323
Barnwell después de Lillo (1731-1798). Manifestaciones... | Alejandro Goldzycher [pp. 322-355]
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aceptación por parte de los espectadores. El argumento trataba acerca de un aprendiz
seducido por una prostituta, quien se aprovecha de la inocencia de él y aun de sus
buenas intenciones para obtener beneficios económicos. Atormentado por su
conciencia, el joven se ve arrastrado a perpetrar crímenes cada vez peores (desde la
desobediencia y la fornicación hasta la mentira y el hurto, y de ahí al asesinato) para
satisfacer a su amante, trazando su derrotero todo un arco de caída y redención.
Lo cierto es que el desenlace de aquella primera representación superó ampliamente –en
un sentido positivo– todas las expectativas. ¿Fue popular la pieza de Lillo porque fue
innovadora? ¿O este factor de innovación habría surtido efecto, precisamente, en virtud
del carácter “masivo” de la recepción de la obra (fueran cuales fuesen las circunstancias
que propiciaran ese carácter)? Como sea, dicho factor fue advertido, en términos
favorables, por diversos comentaristas contemporáneos. Identificación simpatética,
didactismo eficaz, renovador empleo de la prosa, la pregunta central continuó siendo
por qué aquella pieza de mérito indudable para algunos, tan cuestionable para otros, dio
en originar un fenómeno de tan vasta envergadura como lo fue su recepción dieciochesca.
Esto no impidió que la popularidad de la obra sufriera severos altibajos con el correr de
las décadas. Tras ser completamente ignorada en la escena londinense entre 1790 y 1796,
The London Merchant llegó todavía a experimentar un importante resurgimiento gracias
al esfuerzo de la famosa actriz trágica Sarah Siddons, quien interpretó en aquella
ocasión el papel de la prostituta. Se ha dicho que fue por obra de Mrs Siddons que
afloraron las “posibilidades heroicas” del personaje (cfr. Price, 1950: 128; McBurney,
1967: xxiv), cuyas múltiples dimensiones habrían pasado inadvertidas para el primer
público de Lillo y, probablemente, también para el dramaturgo mismo.
Fue al calor de este revival finisecular que, dos años después, vieron la luz los tres
volúmenes de George Barnwell. A Novel (1798), firmados por Thomas Skinner Surr.
Son muy escasos los datos biográficos que nos han llegado sobre este autor.2 Hombre de
negocios convertido en exitoso novelista, su nombre ha caído en el olvido y casi no existe
bibliografía crítica que aborde su producción. Todo indica que su ópera prima fue la
novela Consequences (1796), firmada originalmente “A gentleman” pero atribuida
explícitamente a Surr en la contraportada de las ediciones iniciales de George Barnwell
y de Splendid Misery (1801), ambas del mismo autor. Todavía más resonante que el
éxito de estas dos obras –aunque, al parecer, no menos efímero– fue el de la siguiente
novela de Surr, A Winter in London (1806), reeditada siete veces el año de su publicación
y otra vez el año siguiente. Al igual que la precedente, esta novela profundizó las
cualidades melodramáticas de George Barnwell al tiempo que perfiló el interés temático
por los rituales de la vida elegante. Nueve años transcurrirían hasta la aparición de una
quinta novela, titulada The Magic of Wealth (1815). Se ha atribuido también a Surr otras
tres obras de ficción cuya autoría es, cuando menos, dudosa: The Mask of Fashion. A
Plain Tale (1807), Richmond, or Scenes in the Life of a Bow Street Officer (1827) y
2
Para algunos datos adicionales, véanse la entrada correspondiente a Surr en el Oxford Dictionary of
National Biography (2004) y las esporádicas referencias personales contenidas en las “advertencias” y
en los “prefacios” de sus obras.
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Investigación / Goldzycher 324
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Russell: or, The Reign of Fashion (1830). En cuanto a George Barnwell, fue con su
publicación que Surr adquirió notoriedad como autor literario. La novela tuvo numerosas
ediciones y llegó a traducirse al francés. En el “Advertisement” inicial, el autor buscó
respaldo en la refrescante interpretación de Mrs Siddons –que él aseguraba haber
presenciado– para anticiparse a quienes pudiesen considerar que su versión novelística
“differs too much from the vulgar openness of character they have been accustomed to
associate with the original” (I: vi, vii). Irónicamente, esta poderosa figura femenina (ahora
rebautizada “Elinor Milwood”) es la que más se desdibuja en el tránsito del drama a la
novela, no porque Surr introdujera novedades interesantes en el personaje, sino por la
forma en que este último resulta absorbido –al igual que todo el proceso de la seducción
de Barnwell, que Lillo plasmara en nítido crescendo– por una trama y por un sistema de
personajes indeciblemente más complejos que los de la pieza teatral. 3
El aporte más sobresaliente de Surr a este sistema radicó, más bien, en la introducción
de la figura de Mr Henry Mental. Sobre todo en el primer volumen, la presencia de este
personaje –inexistente en la obra de Lillo, pero elevado por Surr a un rol casi
coprotagónico– se vuelve a menudo todavía más dominante que la de Barnwell. Para
éste, Mental asume gradualmente el rol paterno y la autoridad intelectual que el
mercader Thorowgood encarnara, de un modo muy distinto, en la pieza de Lillo. Se
convierte, también, en su más estrecho confidente. La diferencia de edad y la amistad
personal entre George y Mental favorecen, además, cierto efecto especular entre ambas
historias de vida, las cuales se conectan mutuamente en clave de prefiguraciones, de reenactments, de coincidencias, de afinidades y de entrelazamientos varios hasta coincidir,
definitivamente, a través de un plot twist que no correremos el riesgo de arruinar. El factor
común de estas múltiples formas de convergencia parece claro: se trata de la
caracterización, tanto de Mental como de Barnwell, en términos de la figura del genio
desperdiciado.4 No en vano las esperanzas frustradas, los horizontes engañosos, los
3
Algunos de los personajes de Lillo (Barnwell, Millwood, el tío de George, Maria) ven ampliado su rol en
medida variable. Otros reencarnan en figuras muy secundarias o sencillamente desaparecen. La figura de
Thorowgood es desplazada hacia la periferia de la acción bajo la forma de Mr Freeman, padre de una
“Maria” cuyo rol es prácticamente idéntico al del personaje homónimo de Lillo. De Trueman, el
compañero aprendiz de Barnwell, no se percibe la menor huella, aunque encontramos leves homologías
funcionales en las figuras de Rigby (sólo por su condición de pupilo del burgués Mr Emery), Mr Lambton
(“a very genteel young man” [I: 211] con quien George entabla placenteras conversaciones) y,
especialmente, Eliza Barnwell (cuyo afecto y cuya confianza su hermano traiciona). Tampoco hay rastro
de Lucy o de Blunt, los sirvientes y cómplices de la Millwood de Lillo: aunque sabemos que la Milwood
de Surr tiene, por lo menos, una “maid” a su disposición, el narrador apenas nos recuerda su existencia.
El autor introduce, asimismo, un vasto elenco de personajes secundarios originales comenzando por el
frívolo Mr Emery, quien se convierte en maestro de George desde un lugar muy diferente del que ocupara
el venerable Thorowgood.
4
Con esta expresión intentaremos reunir dos dimensiones del problema. Por un lado, la figura del
“neglected genius” según Chatterton la encarnó por excelencia hacia finales del siglo XVIII. Esto es: el
genio incomprendido y arrojado a un medio social que ignora, entorpece o incluso reprime el desarrollo
de los poderes que delatan al genio como tal. Por el otro lado, la idea de un “genius thrown away”: es
decir, el que malgasta su potencial en insignificancias, tal como lo hizo aquel pastor cuyos poderes
“might have made him a greater mathematician than Archimedes” de no haberlos consagrado al
malabarismo con huevos (Addison, 1794: 177). La novela de Surr desarrolla una interrelación entre ambas
dimensiones. Al menos en gran medida, es esa misma condición general de “neglect” lo que empuja a
sus protagonistas –vicisitudes biográficas mediante– a manifestar su potencial de manera indigna,
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Barnwell después de Lillo (1731-1798). Manifestaciones... | Alejandro Goldzycher [pp. 322-355]
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proyectos inconclusos o más bien descarriados, son un motivo recurrente a través de la
novela. Aunque a George se le conceda la salvación eterna, el potencial de sus
“facultades extraordinarias” no deja de ser una promesa incumplida. Es todo un
proyecto de ser humano lo que, con él, se derrumba. Lo mismo se aplica –en parte, por
otros caminos– al caso de Mental, a quien vemos convertido en un excéntrico fracasado.
El potencial que encierra el genio como tal no se ve aquí, sin embargo, simplemente
abortado o subdesarrollado. No se trata de un mero tránsito hacia (o un estancamiento
en) la mediocridad. La caída de estos hombres de genio lleva, en su propia forma, la
impronta (la perversión) de ese carácter extraordinario.
Entre las instancias más representativas del debate dieciochesco sobre el genio, Surr citó
únicamente An Essay on the Manners and Genius of the Literary Character (1795), de
Isaac D’Israeli. No obstante, la terminología general de aquella polémica resulta, con
frecuencia, perfectamente reconocible a través de la novela. El Essay de D’Israeli es una
de las numerosas aproximaciones teóricas en torno a la figura del genio que proliferaron
en Gran Bretaña durante la segunda mitad del siglo XVIII. Entre los aportes más
importantes destacan, además del ensayo de D’Israeli, A Dissertation upon Genius
(1755), de William Sharpe, la recepción de De l’Esprit (1758), de Helvétius, Conjectures
on Original Composition (1759), de Edward Young, An Essay on Original Genius
(1767), de William Duff, y An Essay of Genius (1774), de Alexander Gerard. Para
explicar este fenómeno se han citado diversos factores, como por ejemplo la creciente
influencia de la psicología empírica sobre el discurso de la crítica, el viraje desde el
interés por las reglas de los géneros y por prácticas artísticas pretéritas hacia una crítica
más volcada a cualidades comunes a todas las artes, la preocupación por la figura del
artista “no educado” o proclive a prácticas heterodoxas (pero aun así capaz de producir
grandes obras) y una inquietud cada vez mayor en relación con el método científico y
con las diferencias y las analogías entre las mentes de los científicos y las de los artistas,
respectivamente (cfr. Malek, 1980).
Es en esta trama de referencias, antes que en la reconsideración de la figura del genio
por parte de los románticos, donde arraiga particularmente la perspectiva de Surr, ese
coetáneo casi exacto de Wordsworth. Esto no significa que el autor buscase polemizar
con cada uno de los autores que participaron de aquel debate o que su novela
necesariamente ilustre alguna posición previamente formulada. De hecho, su invocación
de algunos de los conceptos en juego (“intellect”, “sensibility”, “faculty”, “fancy”, etc.)
tiende a aliviarlos de la pluralidad de determinaciones y de la carga polémica que suelen
encerrar en el marco de la controversia teórica. De ahí su concepción quizás
involuntariamente sui generis del genio, en cuya fragmentaria exposición –por
momentos, una suerte de pastiche donde se difumina la variedad ideológica y
conceptual de sus fuentes filosóficas– se concentra el primer volumen de la novela. La
reconstrucción cabal de esta aparente “filosofía del genio” reclamaría una investigación
aparte. Tampoco nos será posible examinar la figura en cuestión específicamente a la
luz de problemáticas como la política o, sobre todo, la religión, muy presentes en
perversa y/o degradada.
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George Barnwell y, por eso mismo, igualmente merecedoras de un abordaje más
pormenorizado. Aun así, no dejaremos de referirnos a estos aspectos –toda vez que así
lo dicte nuestro eje de análisis– a la hora de abordar una problemática parcialmente
distinta, pero no menos relevante: esto es, la forma en que la novela de Surr expone
ciertas ideas sobre el genio como tipo social –y, en particular, sobre la manifestación de
éste bajo la figura del genio desperdiciado– como soporte de una reflexión acerca del
potencial humano, de la naturaleza del genio y de las condiciones que propician (o bien,
con mayor frecuencia, obturan o pervierten) el florecimiento de éste en el contexto de la
moderna sociedad burguesa.
2. Mental: ¿una filosofía del genio?
El personaje de Mental –quien habita una residencia próxima a la mansión de Sir James
Barnwell, tío de George– es presentado, al comienzo de la novela, principalmente a través
de la mirada de “los otros”. Una mirada que se nutre y se deja llevar por la fuerza del
chisme y que desvaría en su afán clasificador. De Mental se dice que es “neither whig
nor tory, nor a high, nor low church-man; […] supposed to be equally averse to all
kings, and to all religion” (I: 30).5 Llama la atención la austeridad de su vestimenta, de
sus costumbres y de sus modales. Su único placer es, según se cuenta, “the triumph of
argument”, en pos del cual “he would constantly controvert the most allowed truths;
delighted in attacking revelation, and was indefatigable in discovering the scruples of
his hearers in religious points” (I: 31). Los calificativos se suceden: George lo llama
“strange”; el capellán Mr Sandall, “an atheist”; Sir James, “a cynic [and] a singular man”
(I: 50). La pronta entrada en escena de Mental en persona parece confirmar todos los
rumores. El propio Surr decide incluir una rara nota a pie de página para distanciarse
explícitamente de la cosmovisión del personaje (I: 36). Sin embargo, la serie de
entrevistas que se inicia entre George y el misterioso caballero –quien se muestra
horrorizado ante la perspectiva de que aquél sacrifique sus “capacidades” y sus “nobles
facultades” al desempeño de un oficio (el joven está, en efecto, a punto de ser admitido
5
Es muy interesante la observación que ha hecho un crítico acerca de esta embrionaria, pero muy
significativa, caracterización del personaje de Mental. Transcribámosla in extenso:
Following Burke, what Thomas and numerous other anti-Jacobin novelists rely upon is a
putative ‘old philosophy’, successful, and thus laudable, by virtue of its evident results (the
perfections of the present day), but never actually explained. Since neither this old nor new
philosophy was ever defined, the point at issue was merely the newness, the innovation, the
wholesale transformation […] of the political landscape, something utterly condemnable […].
Surr evidently felt it both inadequate and inappropriate merely to make his new philosopher,
Mr Mental, the opposite to Sir James, the local squire and ‘a whig of the old school, and a
high church-man’ […]. A new epoch of iniquity had dawned, and all previous delinquency
had apparently been rendered obsolete, but the new challenge had no vocabulary of its own
[…]. [Surr’s] first endeavour was to define it in terms of its opposite, and although he admits
himself unsuccessful in finding and ‘old philosophy’ which could form a direct counterpart,
he still enlisted an already established political lexicon (kings, religion and rebellion), a
strategy which remained the only method of proceeding for anti-Jacobins (Grenby, 2001: 71,
72).
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como aprendiz del burgués Mr Emery)– ofrece tanto a Barnwell como al lector la
oportunidad de acceder a la intimidad y al pasado de Mental directamente a través de la
voz de éste, cuya narración autobiográfica produce el efecto de un auténtico relato por
entregas, cliffhangers incluidos (cfr. I: 137). Cuando, en una ocasión, Mental deja por
escrito a George un segmento de su relato, ya que no tiene tiempo de narrárselo en
persona, la situación comunicativa prácticamente no varía: Barnwell como oyente (o
como lector) pasivo de los extensos monólogos autobiográficos de Mental.
Al principio, la descripción que Mental hace de sí mismo apenas trasciende la
caricatura. Su autorretrato es el de un misántropo desencantado, el de alguien que ha
renunciado a esas fantasías (“[such] as Sympathy, Friendship, and Love” [I: 57]) a las que
Barnwell, como el joven Mental antes que él, aún insiste en aferrarse. Por añadidura, estos
primeros encuentros ocurren en paralelo a las exploraciones de George y su hermana
Eliza, entre las cercanas ruinas de un monasterio, en busca de una misteriosa figura
enmascarada que entona melancólicas canciones en la oscuridad y que resulta no ser otro
que Mr Mental (I: 50). Todo esto parecería ratificar con creces las habladurías de la
gentry vecina. Lo que hacen los monólogos de Mental es contextualizar estas conductas,
explicitar la cosmovisión de la que éstas derivan (y que, además, ofrece herramientas
conceptuales para interpretarlas), descubrir la personalidad de Mental como producto, no
sólo de una historia de vida, sino también de cierto fondo sociocultural. En pocas
palabras: desabsolutizan (o, al menos, intentan hacerlo) su condición de freak.
Pero mientras Barnwell empieza a ver a Mental bajo una nueva luz, los hombres de Sir
James dan con pistas materiales que vinculan (acertadamente) al excéntrico con las
misteriosas apariciones en la abadía. Es la chispa de verdad que enciende, ahora
abiertamente, la llama de la calumnia. Una muchedumbre de campesinos se agolpa ante la
casa de Mental, a quien creen culpable de asesinato; el capellán ha difundido rumores de
encantamientos, de nigromancia, de ocultamiento de Illuminati y de crimen. Este episodio
trae a la memoria los disturbios ocurridos en Birmingham en julio de 1791, así como la
paranoia anti-científica y anti-especulativa que irrumpió en ciertos sectores de la sociedad
británica en pleno estallido de la Revolución Francesa. Según se ha notado, no pudo pasar
inadvertido para Surr que la introducción de personajes y de temas anti-jacobinos en
medio de la efervescencia contrarrevolucionaria le garantizaría la simpatía de buena parte
de la crítica, al tiempo que conferiría a su propia novela cierta “contemporaneidad”, por
no decir voguishness (cfr. Grenby, 2001: 184). Esta circunstancia contribuye a probar que
el personaje de Mental se vio, hasta cierto punto, inspirado por la figura de Joseph
Priestley, gran parte de cuyo laboratorio, biblioteca y manuscritos resultó destruida
durante los disturbios. Irónicamente, cuando Sir James y sus hombres ingresan en el
estudio de Mental, se descubre que la lúgubre utilería de su gabinete no ofrece más que
“melancholy memorandums of energies of mind decayed and faded” (I: 154; subrayado
nuestro). Los objetos que Mental atesora entre una confusión de libros, panfletos,
periódicos y manuscritos componen una auténtica alegoría de su caída: su trágica
historia familiar; su obsesión con los poderes del genio y con los límites que le impone
a éste su humanidad; sus propias inquietudes científicas –condensadas en rotos y
polvorientos artefactos de experimentación– como expresión de una mente
extraordinaria, pero finalmente echada a perder.
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El episodio revela a Mental como víctima directa de aquello que él censura en una
sociedad prejuiciosa, como prejuiciosos son quienes se apresuran a estereotiparlo y a
adjudicarle crímenes diversos, en parte sobre la base de una evidencia insuficiente, en
parte por su mera condición de outsider. 6 Se observa, no obstante, cierta ambivalencia
en la posición que el personaje expresa en cuanto al lugar y al rol que cumplen las
mentes extraordinarias en la sociedad moderna. Hay una dimensión optimista en su
concepción del ser humano como tal, del que reivindica “[his] faculties so
comprehensive that all nature bows before him” y “[the] dignity of human nature” (I:
36, 37). Pero, al mismo tiempo, Mental se muestra extremadamente crítico del orden
social (en la práctica, hasta el punto del desaliento), censura la “apatía” del corazón de
los hombres (la cual, según dice, destruye los lazos sociales y rebaja las más altas
pasiones humanas al rango de la bestia) y lamenta la aparente imposibilidad de que un
auténtico sentimiento de fraternidad enlace a toda la humanidad. Y así como Mental
reconoce en el sentido de trascendencia un principio universal y la única idea innata en
el hombre (al margen de las múltiples formas en que se manifiesta ese sentido alrededor
del globo), al tiempo que se dice inspirado por sentimientos de filantropía, también
destaca que sólo muy pocos –cuyas mentes califica de “enlightened”– son capaces de
elevarse sobre el prejuicio para, motivados por la benevolencia, guiar a ese resto de la
humanidad que aún vaga entre tinieblas. Esta iluminación, dice Mental, debe ser lenta y
gradual para evitarse efectos contraproducentes (III: 66-69). Expresión de esta
condición ilustrada es, para él, “[the] originality of mind”, sintagma que refiere a la
capacidad, por parte de una persona, de pensar por sí misma sin dejarse influir por
supersticiones ni por autoridad alguna más que la de su propia razón.
Este extenso monólogo filosófico prácticamente parafrasea un pasaje de An Enquiry
Concerning Political Justice, de Godwin (libro IV, capítulo II), obra a la que Mental se
refiriera ya, apenas veladamente, en su primera aparición. También Godwin adjudicó a
un benevolente grupo de mentes extraordinarias la misión de iluminar a la multitud.
Este proceso debía, para él, concretarse de manera gradual pero incesante para evitar
que se propagara un fervor ciego allí donde se buscaba difundir la razón (Godwin, 1793
I: 207). Pero aunque Mental expresa estos mismos pensamientos en una clave más bien
paternalista, su disposición tiende, en la práctica, a adquirir una forma aristocratizante.
Si Mental todavía persevera en amonestar los prejuicios de los “no iluminados” una vez
abandonada su lucha, lo hace con desdeñosa complacencia y en el estrecho marco de
6
La derrota del prejuicio es pasajera. Una vez que Mental parte hacia Londres, varias historias vuelven a
circular a propósito de su persona, por “curiosity or the love of scandal” (I: 178). Todavía en el volumen III,
el capellán se refiere a Mental como “that impious atheistical Illuminati” (III: 148), volviendo a invocar
como prueba de esto los objetos hallados en el estudio de Mental así como sus incursiones nocturnas en la
abadía (esos mismos indicios, precisamente, sobre cuya base se había declarado la inocencia del excéntrico).
También en Londres el personaje es sorprendido en situaciones extravagantes; los Emery lo perciben
llanamente como un freak. Irónicamente, en uno de los episodios climácicos de la novela, Mental asume una
falsa identidad que le permite acercarse a Milwood y que resulta poco más que una versión hiperbólica de su
propia extravagancia. Pero, sobre todo, él mismo no tarda en confesar a Barnwell que efectivamente es
culpable del crimen de su esposa, aunque el destinatario de la fatal puñalada haya sido el amante de ella, el
pintor Linmore, quien además fue propietario del cráneo que Mental guarda en su estudio y que “was once
the repository of much intelligence and […] glistened with the dews of sensibility” (I: 156).
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fugaces interacciones interpersonales.7 Es él quien tiende a identificar esas mentes
“superiores” con la figura del genio, la cual se discierne en esos “true philosophers” a
quienes el personaje se refiere en el pasaje citado (mientras que Godwin, más concesivo,
hablaba de “persons of some degree of study and reflection”) (Surr, 1798 III: 68;
Godwin, 1793 I: 206). Tampoco es casual que sea Mental quien acapara la mayor parte
de los empleos de la palabra “genius” (o “Genius”: el criterio de la variación no es
claro) a través de la novela. Ya en el transcurso de su primera entrevista con Barnwell el
personaje se preocupa por distinguir el genio respecto de ciertas marcas, conceptos o
situaciones con los que éste podría confundirse: “[the] restlesness of mind”, cierta
“morbid sensibility” (I: 71) y, ante todo, el estado de “idleness, which oft assumes the
mark of genius, but is not, cannot be allied to it” (I: 71). Este concepto negativo de
“idleness” (referido al tipo de ociosidad que su renta garantiza al aristócrata) se
diferencia, a su vez, del concepto de “leisure”, al que Surr asocia connotaciones
negativas (en vista de las tentaciones que semejante estado conlleva “in such a place as
London” [II: 165]) pero también, con mayor frecuencia, positivas: se trata del tiempo
que puede reservarse “to the improvement of mind, to the elegant pursuits of literature,
and […] correspondence” (II: 165; cfr., también, Adelman, 2011).8
Los empleos de la palabra “genio” por parte de Mental abrevan en esa tradición que, al
menos desde Shaftesbury (1749 [1711]) y Addison (1794 [1711]), comenzó por confundir
la concepción del genio como entidad trascendental con su identificación específica con
individuos concretos, acepciones que el diccionario de Johnson (1755) reconoce como
igualmente válidas. Esta torsión conceptual contribuyó a abrir la posibilidad de referirse
a una persona como “a man of genius” o como “a genius” sin más. En consonancia con
esta gradual introyección del genio, Mental tiende a invocar este concepto en referencia
específica a personas determinadas. De estos usos se desprende la idea –reforzada en
dos casos por una patente marca verbal– de que el genio es algo que se posee (“my
genius” [I: 67]) o que, al menos, se contiene (“I […] discovered in him uncommon
genius” [I: 163]). Más ambigua en este último sentido, pero igualmente representativa de
dicha concepción, es la frase “I should burst forth upon the world as a prodigy of genius”
(I: 113). Exceptuando la referencia al pintor Linmore (I: 163), la persona en cuestión es,
en todos estos casos, el propio Mr Mental (I: 67, 75, 92). La palabra “genio” también se
7
En disonancia con una imagen de benevolencia mesiánica, Mental se aproxima, en este punto, a la
caracterización que D’Israeli ofrece de la figura del genio irritado o incluso asqueado por el vulgo:
“Thus the mind of genius feels a continued irritation in the croud. Let us attend to the expressions of
genius, which can best describe it's peculiar sensibilities. Petrarch frequently withdrew to his immortal
valley, alike disgusted with the grossness of the vulgar, and the frivolity of the courtier” (1795: 68, 69).
Es, también, una versión impotente y degradada del genio como “preachers of morality, and […]
arbiters of manners” que, “like the language of Cato, they are so many reprimands for folly, and
remonstranes for vice” (Ibíd.: 165, 166). La actividad de Mental –censor morum de salón– se limita, en
este sentido, a pequeños sabotajes de reuniones sociales.
8
Como veremos, el recuerdo autobiográfico de Mental ofrece variadas muestras de la oposición entre el
mundo del trabajo y este estado positivo de “leisure”, oposición que –según Godwin– mantiene dividida a
la humanidad en dos clases: “those who have leisure for study, and those whose importunate necessities
perpetually urge them to temporary industry” (Godwin, 1793 I: 206).
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introduce en proposiciones de valor más trascendental, sin por eso perderse de vista el
caso puntual del personaje: “morbid sensibility, so oft’ mistook by it’s possessors for
heaven-born genius” (I: 72), “Genius is not to be subdued” (I: 72), “submits to smother
genius” (I: 72), “genius [is] madness, as to such information” (I: 156). Tanto en un caso
como en el otro, Mental suele recurrir a metáforas que lo ayudan a expresarse sobre tan
volátil referente. La imagen más poderosa es, previsiblemente, la del fuego (“embers of
genius” [I: 72], “unextinguishable spark” [I: 92], “thy […] embers blazed” [I: 98]).
También se introduce la idea de la sed en las expresiones “thirst of literature” y “thirst of
knowledge” (I: 71), situaciones que el personaje concibe, según parece, como
(¿probables?) indicios de genio. Los verbos mismos añaden un suplemento metafórico
alusivo a una fuerza que puede ser “indulged” (I: 71) o “gratified” (I: 71), pero también
“conquered” (I: 71), “subdued” (I: 72) o “smothered” (I: 72).
A la luz de esta concepción marcadamente “introyectiva” del genio, no sorprende que la
vaguedad referencial del término (tanto mayor en la novela de Surr) se vea compensada,
aunque sea parcialmente, por la alusión a circunstancias, a signos, a acciones o a
conceptos que Mental parecería concebir como manifestaciones específicas o como
condiciones del hombre de genio. Conceptos como los de “intellect”, “reason”,
“sensibility” o “(creative) fancy” –esos mismos que el personaje parecería considerar
cuando habla de “mental powers” (I: 59) o de “faculties of no common magnitude” en
general (II: 94)– aparecen asociados, con frecuencia diversa según el caso, a la figura
del man of genius, aunque ninguno baste en sí mismo para definirla. Del discurso de
Mental se desprende la idea de que el desarrollo de estos “poderes” o “facultades”
llevaría al sujeto a fracturar la inmanencia de lo dado para oponerla a un mundo de lo
posible. Esta operación se daría en virtud de un sentido de trascendencia de carácter
universal (III: 66-69) del que el genio ofrecería, sin embargo, una inflexión específica.
Así también Godwin destacaba que “To conceive an order of society totally different
from that which is now before our eyes, and to judge of the advantages that would
accrue from its institution, are the prerogatives only of a few favoured minds” (Godwin,
1793 I: 207). Y si bien este desdoblamiento atañe, en principio, a la propia perspectiva
del sujeto, se vislumbra también un momento de objetividad cuyo horizonte último es,
según Mental, la descomposición de “that order of things, and system of society” (I:
159). Y esto, en semejante contexto, significa la Revolución. De ahí el contraste entre la
disposición de Sir James (“content to take this world as you find it”) y la de alguien
como Mental (“[troubled with] that active principle […] which, almost overlooking
common things and common duties, soars into the regions of sublime inquiry”) (I: 72,
158). Para el hombre de genio, se trata del desgarramiento y de la frustración que
entraña el incumplimiento, aparentemente perpetuo, de su deseo de cerrar la brecha que
él mismo ha abierto entre lo que es y lo que puede ser. Y aunque tanto Mental como
Barnwell experimentan instancias de aparente reconciliación entre ambos planos, lo que
sobreviene es, invariablemente, una dolorosa desilusión.
3. Formas de trascendencia
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Se observa, entonces, la postulación de una suerte de homología entre la apertura de un
horizonte de utopía social y la concepción de la subjetividad –la del genio, muy en
particular– como proyecto a realizar, operen o no ambas perspectivas, simultáneamente,
en la óptica de un mismo individuo. Lo hacen, sin duda, en el caso de Mental, de quien se
dice que ya niño delatara las potencias del intelectual (la relativa cercanía prerromántica
entre el “genio científico” y el “genio poético” avala el término) y las del revolucionario.
Más adelante se expresa cierta incompatibilidad entre estas dos dimensiones, pero no a
propósito de Mental sino de un anónimo poeta presente en una reunión social a la que
asiste Barnwell. Un amigo de éste caracteriza al pintoresco comensal como “a poet of
uncommon genius”, pero también como un ardiente demócrata inspirado por la
Revolución Francesa (II: 13). La convergencia entre ambos planos tiene como resultado
una nueva y fugaz manifestación del genio desperdiciado. Un genio, en este caso, que no
ha llegado a cultivarse plenamente dado que, al deslumbrar su razón, la new philosophy –
concepto cuya definición Surr deja, convenientemente, en manos del sentido común del
lector– no ha permitido que su mente se desarrollara sino a medias. Se trata de la idea del
genio descarriado, no (o no meramente) por obra de constricciones externas, sino
precisamente porque sus fuerzas no han hallado suficiente resistencia. Conforme una
concepción habitual en el debate dieciochesco (cfr., por ej., Duff, 1767: 16-20, 70-72;
Gerard, 1774: 71-95, 392-405; D’Israeli, 1795: 33), la razón y el gusto son invocados
como fuerzas capaces de encauzar los poderes del genio. Si Mr Lambton está en lo cierto,
tal vez el compromiso político en pos de aquella utopía social también hubiera frustrado,
tarde o temprano, el despliegue individual de las “facultades” de Mental. Nunca lo
sabremos: lo cierto es que el personaje fracasa tanto en un plano como en el otro.
En primer lugar, Mental no reviste ya la menor peligrosidad en cuanto al sostenimiento
del orden político y social establecido, ni siquiera desde su actual posición reformista.
Recluido en su vieja mansión, su contacto con el “mundo exterior” se reduce a la lectura
de “Newspapers, pamphlets, reviews, and various publications, […] on which I gazed
an unconcerned spectator” (I: 175; subrayado nuestro). Se advierten aquí, en versión
paroxística, algunos de los rasgos que D’Israeli señaló como frecuentes en el hombre de
genio: “the eccentricity”, “the eternal conflict with the usages of common life” (1795:
103). Fue precisamente D’Israeli, entre los autores más representativos de esta instancia
del debate sobre el genio, el que en mayor medida contribuyó a una tipología de esa
figura en clave sociológica y, por ende, aquel cuya obra se ofrece más claramente al
cotejo con el texto de Surr. No en vano es una cita del capítulo IV del Essay la que
encabeza el inicio del relato autobiográfico de Mental. Así también notó el escritor y
erudito inglés cómo, en virtud de “an extreme passion for retirement; […] some of the
warmest philantropists are calumniated as haters of the human race” (Ibíd.: 61). No
menos fallido resulta el desarrollo de los “poderes” de Mental en el plano de lo privado,
donde él todavía deposita ciertas expectativas –que, sin embargo, enseguida abandona–
tras su renuncia definitiva a la vida pública. Cancelado el impulso de modelar el presente
en pos de un futuro determinado, la disolución de la esperanza sella el fracaso de Mental
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como proyecto de genio.9 No es que sus “facultades” se evaporen o que dejen,
sencillamente, de desplegarse. Es que la forma misma de su desarrollo se vuelve
perversa, funcional a la obturación de los “poderes mentales” que aún posibilitan ese
desarrollo, aunque sea de una forma progresivamente limitada e inconstante.
Esos poderes se expresan, ya en sus últimos estertores, en la manera en que Mental
incurre en una infantil y caótica sucesión de hobbies “científicos” (de los que se hastía,
uno tras otro, hasta llegar a un completo desinterés al respecto y al escepticismo en cuanto
a la posibilidad misma del conocimiento) y, sobre todo, en la crítica negativa e impotente
hacia “los otros”. Algo de este genio residual perdura, simultáneamente, en el plano de lo
poético: se trata de los paseos nocturnos de Mental entre las ruinas de la abadía, arpa en
mano, cantando versos –algunos de los cuales serían atribuidos, erróneamente, a la pluma
de Edgar Allan Poe (Poe, 1919: 151)– en memoria de su esposa asesinada. A esta
caricatura de graveyard poet se ha reducido el tumultuoso polímata de aspiraciones
revolucionarias. No se trata de una exaltación romántica del poeta atormentado. Es la
ruina de un genio que ha perdido todo rumbo en su afán de salvar la brecha entre su
imaginación y la realidad. Un genio que se convierte, así, en “an unorganized mass of
useless energies”, abrumado como está por una melancolía que aparta su mente “from
more useful occupations” (Surr, 1798 I: 180; III: 125; subrayado nuestro).
Del discurso de Mental se infiere que, en última instancia, el genio jamás podría
desarrollarse con plenitud mientras no se concrete la utopía social. Esto no significa que
la llana cancelación –antes que el encauzamiento– de los poderes del genio sea, para el
personaje, una posibilidad deseable o siquiera factible a la hora de prevenir los males
asociados a su (¿inevitable?) desviación, aunque el precio de esto sea el rebajamiento
del genio a la mediocridad. El desgarramiento del mundo no admite resolverse a través
de la supresión, sin más, de la dimensión de lo posible. Cualquier gesto en ese sentido
no inspirará en el genio más que “a perpetual rebellion of intellect” (I: 59). Una vida de
tormentos, incluso, si ese impulso no se ve satisfecho. Pero aunque el personaje
reconoce ciertas circunstancias específicas como propicias al desarrollo del genio, su
objetivo ostensible no es tanto indicar a Barnwell la senda que debe seguir para
desarrollar sus facultades sino, más bien, prevenirlo contra la que indudablemente debe
evitar, aun cuando esto implique oponerse a consejos bienintencionados. La postura de
Mental es muy clara en este punto: de ahí la pertinencia del relato de su vida como
exemplum. Al dejarse guiar pasivamente por una razón ajena (la de su tutor, quien lo
impulsara a convertirse en aprendiz), él mismo había desatendido una de las virtudes
9
La idea de la pérdida de la esperanza se reitera a través de la novela con variada carga de negatividad. Al
despedirse de la casa natal, por ejemplo, George recrimina a Hope sus “delusive tales” (I: 13). Es también
la esperanza personificada la que pinta las atenciones de Barnwell “in the colours most agreeable to her
wishes” en la mente de la enamorada Maria (II: 229). Así también Mental se refiere al seductor de su
esposa como el hombre que “plotted and executed the most mischievous damnation that ever blasted the
tender bossoms of human hope” (I: 56). Más adelante alude a su viejo benefactor –quien le retirara su
apoyo económico al perder gran parte de su fortuna– como “asesino” de las esperanzas que el propio Mr
Darwall inspirara en su protegido. La esperanza es también, al igual que en la pieza de Lillo, el término
clave que marca el contraste entre las respectivas posturas de Milwood y de Barnwell ante la inminencia
de la muerte.
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que más destaca en Barnwell: la vocación de pensar por sí mismo (cfr. I: 38). Si un
hombre dotado de semejantes condiciones “submits to smother genius, he seals his own
misery. […] I did so; and mark my history” (I: 72, 73). No es casual que la situación
que motiva el inicio de sus entrevistas con Barnwell sea el inminente ingreso, por parte
de este último, en el mundo de los oficios. Es que la idea de una oposición entre el mundo
del trabajo (o del dinero en general), por un lado, y el despliegue del genio, por el otro,
resulta fundamental –quizás, como ningún otro rasgo de su cosmovisión o de su
personalidad– en lo que respecta al establecimiento de Mental como personaje, así
como a la interpretación que él mismo ofrece a propósito de su fracaso. De ello se trata su
diálogo inicial con cierto joven baronet, a quien tilda de prejuicioso por su desdén hacia
las actividades de la mente y su exaltación de los placeres del dinero.10
Lo que el relato de Mental ofrece en clave de literary biography es, entonces, una
interpretación narrada de la caída del genio y de su desgarramiento entre el ocio y la
economía, entre la vida familiar y social y la soledad creadora. En el Mental niño se
anuncian el carácter solitario, la excentricidad, la vocación de liderazgo, la rebeldía y
aun la contextura física del adulto (I: 64, 65). Es muy significativo que Surr ponga la
mitad inicial del primer segmento autobiográfico bajo el signo de D’Israeli. “A man of
genius –afirma éste– is often determined to shape his mind into particular form, by the
books of his youth” (1795: 35). Considerando que Mental se recuerda como un lector
ávido y precoz (más aun: comenta haberse sentido, alternativamente, un teólogo, un
dramaturgo, un poeta o un novelista, según el último libro que hubiese leído), no
sorprende –desde aquella perspectiva– la caótica polimatía, por no decir el diletantismo,
del Mental adulto. Tal es el caso de quien “wou’d be all Genius” (Shaftesbury, 1749:
176) o, en palabras de D’Israeli (quien admite, no obstante, que un genio “should be
intimate with the principles of every art”), el de esos “excursive merchants” que
distribuyen pequeñas fortunas en lugares diferentes en vez de concentrar su riqueza (su
atención) en un área específica (1795: 45, 102).
Pese a su énfasis en estas aparentes prefiguraciones, Mental se decanta discretamente
–prácticamente por omisión, más allá de una observación explícita sobre las ideas
innatas (III: 66)– hacia la figura del genio adquirido, precisamente en un tiempo en que
ésta había perdido terreno frente a las posiciones innatistas. La confianza que su discurso
muestra en cuanto a la posibilidad de una detección temprana del genio lo aproxima
menos a D’Israeli (cfr. 1795: 25) que a Godwin, quien –en uno de sus dos ensayos
titulados “Of the Sources of Genius”– afirmó que un observador sagaz bien podría
reconocer “the first indications of genius” y que “The embryon seed that contains in it
10
En efecto, la lectura de novelas no es, para el aristócrata (quien hace alarde de no haber leído ninguna y
niega toda intención de hacerlo), más que una pérdida de tiempo y una actividad para niñas. También
desprecia lecturas “of a more abstruse or erudite nature” ya que, según prejuzga él, ponen las cosas al
revés y marean (I: 33). En cuanto a las ciencias, sólo manifiesta interés –irónicamente– por “[the
science] to make an estate of ten thousand a year bring me happiness in the way I like it” (I: 33). La
observación de George que tanto impresionara al excéntrico (y que éste no había podido, o no había
querido, responder) había consistido, precisamente, en señalar a Mental que acaso él mismo estuviera
incurriendo en el prejuicio al sostener que, “Had I known you [the baronet] were in the possession of
ten thousand a year, I should by no means suspected you guilty of possessing a mind” (I: 34).
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the promise of talent, if not born with a man, ordinarily takes its station in him at no great
distance from the period of birth” (1797: 29). Esta idea vuelve tanto más doloroso el
hecho de que, según Mental, se le impidiera desarrollar una potencia que ya se encontraba
en él desde niño. En el marco de esta memoria de la infancia, el concepto de “fancy”
refiere al acto mental a través del cual las “facultades” del personaje se proyectan hacia
el futuro como potencia a desarrollar. La voluntad de concretar ese proyecto se expresa,
en dos ocasiones, en términos de “ambition” (I: 64, 66). De este modo, Mental recuerda
cómo a los trece años “I was qualified for the university; where I already was, in fancy,
struggling for academical distinctions” (I: 66; subrayado nuestro). Así también se refiere
a “the views [fostered by my] warm, romantic fancy” (I: 67) o, de manera similar, a “the
suggestions of my romantic fancy” (I: 75).
El ingreso de Mental en Eton gracias a la asistencia económica de un pariente
representa su más temprana instancia de aparente reconciliación entre lo dado y lo
posible. Una instancia en cuyo marco la realidad de la sociedad burguesa parecería
adecuarse, efectivamente, a la concreción de la fancy. “A public seminary is a little
republic where the honours and advantages of the community lie open to all; and in no
other soil can the seeds of ambition be so well cultivated” (I: 65, 66). Un microcosmos
que integra ese orden social pero que, paradójicamente, expresa al mismo tiempo la
potencia de un orden alternativo. El personaje nunca se acerca tanto como aquí a una
formulación positiva de lo que serían las condiciones óptimas para el desarrollo del genio.
En este caso, se trata de un sistema –según se afirma en Political Justice– que garantizaría
“leisure and prosperity to every member of the community” y en cuyo seno “Genius
would not be depressed with false wants and niggardly patronage” (1793: 807).
Irónicamente, es la inesperada ruina económica de su benefactor la que arroja a Mental
de ese engañoso estado de “reconciliación”. Toda esperanza de felicidad se desvanece en
cuanto aquél oye, de parte de su pariente, las palabras “trade” y “apprentice” (I: 67).11
Mental aún no se da por vencido: “Pride aided fancy; and I persuaded myself, that was
my genius but known, it would certainly be patronized” (I: 67; subrayado nuestro). Pero
el personaje no llegará a comprobar hasta qué punto, según D’Israeli, “The occupation
of making a great name, is, perhaps, more anxious and precarious than that of making a
great fortune” (1795: 104): pronto renuncia a su plan de solicitar mecenazgo y se
somete a lo que, desde su punto de vista, parecería finalmente revelarse como un
destino.
En consonancia con las reflexiones vertidas en el preámbulo de su relato, la represión
del genio no lleva a Mental tranquilidad alguna, sino inquietud extrema. “Instead of
sleeping that night, my mind was busily employed in contrasting the real with the
fancied situation that was to succeed my school days” (I: 71; subrayado nuestro). La
idea central que el personaje asocia a sus primeros tiempos en casa del almacenero Mr
Nutting es la destrucción de la tan mentada esperanza, el derrumbamiento de “my
11
Señala D’Israeli: ‘We never read the biography of a great character, whether he excelled in letters, or
the fine arts, without reprobating the domestic persecution of those, who opposed his inclinations, and
endeavoured to unfeather the tender pinion of juvenile genius’ (1795: 40).
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romantic fancy”, de “my first hopes”, de “my pride”, de “[any] brightening prospects in
futurity”, de la perspectiva de “studies and struggles to endure” (I: 75, 78), en beneficio
de un sentido de trascedencia de estricta matriz calvinista que la voz autorizada de
Barnwell denuncia como forma distorsionada, corrompida, de la religión (I: 179, 180).
Las obras de Bunyan (The Pilgrim’s Progress, The Holy War) y uno o dos volúmenes de
sermones desplazan las copiosas y heterogéneas lecturas de antaño. Es la manifestación
paroxística de un orden social que Godwin –quien, por cierto, también fuera educado en
un contexto de estricto calvinismo– llegó a comparar con “[a] great slaughter-house, of
genius and of mind. […] the unrelenting murderer of hope and gaiety, of the love of
reflection and the love of life” (1797: 15). Ese mismo orden es el que ha impuesto un
desgraciado antagonismo entre el individuo útil y el que tiende a perderse, en palabras
de Mental, “in the regions of fancy” (I: 76). Esta experiencia no conlleva, sin embargo,
la simple desaparición de los poderes del genio de Mental (como sí suele ocurrir, dice
Godwin, con los niños de las clases más pobres [cfr. 1797: 15]). Se trata, antes bien, de
la primera gran instancia de perversión de esos poderes. La síntesis de éstos con la
formación calvinista de Mental –instancia que es, en principio, de pura negatividad–
resulta en la descontrolada fancy del revolucionario: transfiguración de “[the] creative
fancy” del genio (I: 59) en los engendros, no menos “geniales”, de “a distorted fancy –a
sickly heart –a feverish, giddy brain” (I: 159).12 En este contexto, el escepticismo y luego
el ateísmo no son, después de todo, más que una torsión de la piedad extrema; la
persecución fanática de la utopía social, una versión secularizada del excluyente (para el
ultracalvinista Mr Nutting) horizonte del Cielo.
Es el contacto con Elinor Ellison, flamante pupila de Mr Nutting, lo que desencadena en
Mental –quien pone “before my fancy the ignorant piety of my master and the profane
intelligence of his ward” (I: 94, 95)– la liberación de su fanatismo calvinista. Su
matrimonio con Elinor entraña para Mental su segundo gran momento de (falsa)
reconciliación con el mundo. Bajo la protección de un librero de Paternoster Row (es
decir, el epicentro del mundo editorial londinense), los Mental se dedican a realizar
traducciones e incluso publican juntos un volumen de poesía; ella también disfruta de
un modesto triunfo como novelista. “The life I now lead –recuerda Mental–was the very
reality of that picture which imagination had taught my youthful heart to doat upon” (I:
12
Cabe destacar que George Barnwell se publicó en plena crisis de la distinción entre obras especulativas
y escritos sediciosos, cuando una publicación como The Anti-Jacobin podía desacreditar a una figura
como Erasmus Darwin, “the self-fashioned advocate of reason and perfectibility, as an erratic individual of
uncontrolled imagination” (Lessenich, 2012: 200; cfr., también, Keen, 2004). No de otro modo advertía
D’Israeli, en su Essay, el hecho de que “The statesman only regards a philosophical writer as a man of
dangerous speculations, who, if left in security, is daring, if attacked by persecution, is intrepid” (1795: 5, 6).
Se ha notado, también en este sentido, cómo su novela Vaurien (1797) –la cual ha sido llamada la primera
novela anti-jacobina– se ataca a Thomas Holcroft y a Godwin “for advocating an abstract and metaphysical
system of ‘perfectibility’ that invites a revolutionary politics of radical and complete change” (Gaston, 2013:
797). También, su invectiva contra aquel “literary character” que “has been overwhelmed by ‘speculative
phantoms’, losing itself in an endless ‘empathic monotony’ of ‘gigantic ideas’ and ‘hyperbolical truths’,
[and] lives only in the ideal of the future; and his life was a life of anticipation and disappointment” (Ibíd.:
798). En palabras de Gerard, Mental sería como aquellos pintores que “capriciously […] create imaginary
decorations, instead of inventing natural and consistent embellishments” (1774: 76).
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Investigación / Goldzycher 336
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36). Este pasaje demuestra que efectivamente existe la posibilidad de vivir de la
literatura. También expone, aunque el viejo Mental no parezca notarlo, cuánto han ido
descendiendo las expectativas del personaje, quien alguna vez fantaseara con emerger
ante el mundo como “a prodigy of genius” (I: 113). No obstante, desde el instante en que
devienen medio de subsistencia, las actividades de la mente se degradan
indefectiblemente a los ojos de Mental y se convierten, para él, en fuente de desilusión y
de fastidio: “possessing this reality, I was not content” (I: 136). Tal es la aporía en la que
Mental se debate –el pensamiento en términos potenciales es, en definitiva, constitutivo
de su personalidad– y que jamás llega a resolver.
Una vez que el personaje se topa con este callejón sin salida, el eje de su biografía se
desplaza, llamativamente, desde la cuestión del desarrollo, la represión o la perversión
de sus “poderes mentales” hacia los avatares más específicos de su cotidianidad
familiar. El suceso clave es el nacimiento de su hija, auténtica sublimación (aunque
Mental no lo conciba de este modo) de la obra jamás realizada de un autor que jamás
pudo serlo sino en potencia. La realización de la utopía personal se insinúa por última
vez, y con mayor plenitud que nunca, una vez que el matrimonio Mental alcanza una
absoluta independencia económica al restituírsele a Elinor la herencia que le
correspondía. Pero entonces sobreviene un desastre que –en su impacto sobre la vida de
Mental y sobre toda perspectiva de despliegue futuro de su genio– muestra más la fuerza
del acontecimiento que la dinámica implosiva que, hasta entonces, describieran las
sucesivas frustraciones del personaje en cuanto al aprovechamiento de sus “poderes”. La
infidelidad de Elinor y su muerte accidental a manos de su esposo sella el fracaso de la
vida familiar de Mental, quien decide abandonar a su hija –cuya mirada acusadora no
tolera, atormentado como está por el remordimiento– y partir hacia América, donde
eventualmente se une a la rebelión de las colonias ya no por convicción política, sino
casi por ventura.
De vuelta en Inglaterra, desencantado por completo de la vida política, esfumada toda
su fe en la religión revelada y caído, finalmente, en el escepticismo epistemológico,
Mental convierte la búsqueda de su hija perdida en motor único de su existencia. En su
Essay, D’Israeli advierte cómo los “men of letters” tienden a volcarse a la
contemplación de escenas pretéritas, puesto que, a diferencia de las circunstancias del
presente, la historia del pasado –cuyas tragedias y cuyas comedias aquel tipo humano
aborda, sostiene el autor, con el placer de un espectador– “yields a conclusion, and
therefore a perfection which cannot accompany that of the present” (1795: 61, 62). El
personaje de Mental encarna una dramática perversión de este esquema. Es el presente
lo que se vuelve, para él, objeto de su contemplación desinteresada, mientras que toda
acción prospectiva queda atrapada –tanto como el despliegue residual de su talento
poético– en un pasado obsesivamente reactualizado. Tal es el resultado de lo que, en el
marco de la cosmovisión y de la “biografía literaria” de Mental, se descubre como el gran
pecado original del personaje (en todo caso, para él, el más grave de todos): “I had
sacrificed the most important part of life to an implicit submission to another’s
judgement” (I: 129, 130).
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4. La memoria de Chatterton
El primer encuentro entre Mental y George tiene lugar en el contexto de una reunión
social en casa de Sir James. El excéntrico caballero se muestra vivamente impresionado
por su interlocutor, quien –a diferencia del joven y rico baronet a quien Mental se
dirigiera inicialmente– de inmediato manifiesta interés en (y, sobre todo, capacidad de)
sostener una discusión con él. Un certero contraargumento de George basta para que
Mental reconozca en el otro “materials of which a skilful artist might form a great
mind” (I: 34). Queda en suspenso, sin embargo, si tal “artista” sería el propio Barnwell,
Mental mismo o bien alguien más. Lo que Mental más dice valorar de Barnwell no es
necesariamente el contenido de sus opiniones (en este caso, sobre la religión y sobre el
conocimiento de la Naturaleza) sino su independencia de razonamiento, que George
demuestra ya al comienzo de la novela en el marco de discusiones en torno a la razón,
la religión y la superstición. También es Mental quien, en la misma línea, elogia en
Barnwell sus “faculties of no common magnitude”, sus “distinguished powers of
intellect”, su “heart of sensibility”, su “mind superior to your years” (I: 61; II: 98). Esta
caracterización se nutre, asimismo, de los juicios de otros personajes (“too young for a
philosopher”, piensa Mr Lambton [I: 224]; “his originality of mind”, advierte Maria [II:
154]) y de la autorizada voz del narrador, con su explícita alabanza de las facultades
extraordinarias del personaje. Para Mental, George sin duda encarna –a pesar de su
religiosidad– una de esas mentes ilustradas de las que, desde su perspectiva, dependería la
iluminación del resto de la humanidad. Es cierto que Mental nunca llega a calificar de
“genio” a Barnwell de manera directa (precisamente Mental, el único personaje de la
novela que emplea el término “genio” con regularidad, casi siempre en relación consigo
mismo, y que, por añadidura, sostiene una posición muy explícita al respecto). Aun así,
esta apreciación se encuentra más o menos implícita en los términos con que el excéntrico
caracteriza al protagonista (términos que el mismo personaje suele identificar como
determinaciones del genio) así como en el hecho de que Barnwell se le aparezca,
prácticamente, como un reflejo de sí mismo cuando joven promesa de genio.
Este énfasis en los “poderes mentales” de Barnwell es una de las tantas innovaciones
que Surr introdujo en la trama de The London Merchant. Si bien la caracterización
moral de este nuevo Barnwell prácticamente no difiere, en sus términos fundamentales,
de la que ofreciera la pieza de Lillo, también en esta dimensión el novelista añade
elementos originales. Esta operación enriquece el juego entre el aspecto moral, por un
lado, y “the growth of those sensibilities which, though not virtues themselves, are at least
Virtue’s faithful allies”, por el otro (I: 10, 11). Si es Mental quien exhorta a Barnwell a
seguir el camino del genio, el núcleo familiar del protagonista –Surr, a diferencia de Lillo,
inscribe a George en una sólida red de lazos sanguíneos–13 encarna la guía moral que lo
13
El mismo Lillo había dado un primer paso en este sentido al reestructurar el argumento de An Excellent
Ballad of George Barnwell –recogida más tarde por Thomas Percy en su famosa colección Reliques of
Ancient English Poetry (1765)– como un conflicto entre dos “grupos familiares”: por un lado, el integrado
por Thorowgood, Trueman y Maria; por el otro, Millwood y sus dos secuaces. El dramaturgo revisó la
conexión entre la balada de Barnwell y las “biografías criminales” (género a medio camino entre
periodismo y ficción, muy difundido en tiempos de Lillo) al exponer al aprendiz caído, ya no como agente
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encauza constantemente en el camino de la virtud, ya sea por correspondencia (extensión
de la formación moral del joven) o, más indirectamente, con la sola fuerza de su presencia
–inspiradora de sentimientos de amor y de gratitud, pero también de horror y de culpa– en
la mente de George.14 La hermana, la madre, el alma de su padre, son como genios
tutelares a quienes éste invoca en el paroxismo de su tormento (cfr. III: 51).
Pero estos indicios no llegan a probar una perfecta homología funcional entre la “familia
adoptiva” del Barnwell de Lillo y el entorno familiar del George novelístico. En el primer
caso, el desgarramiento del personaje adquiere la forma de una psicomaquia, a cuyos
términos es reductible el concentrado sistema de dicotomías –buen aprendiz/mal aprendiz,
doncella/prostituta, mal involuntario/mal voluntario, uso bueno/uso malo de la razón– que
atraviesa la obra teatral. No es este el caso de la adaptación novelística. ¿Cómo reducir a
tales términos las inquietudes intelectuales del personaje, la desenvoltura con que las
manifiesta, los poderes de su razón (que no es, simplemente, la “buena razón mercantil”
de Lillo), sus inclinaciones poéticas, la impetuosidad de su temperamento, la fuerza de su
sensibilidad? No se trata ahora, únicamente, de la caída de un personaje virtuoso (según
lo han querido, en particular, las interpretaciones “sentimentales” de The London
Merchant). Es también, quizás sobre todo, otro aparente proyecto de genio lo que se
desploma con el Barnwell de Surr. Y, en este sentido, no hay redención tardía ni
recompensa ultraterrena que valgan.
La desconfianza ante la idea de un “genio precoz” es un lugar común en el debate
dieciochesco. Así lo demuestra el cotejo de las posiciones –tan diversas entre sí en otros
sentidos– de autores como Johnson (The Rambler 154 [1751]), Reynolds (A Discourse
Delivered to the Students of the Royal Academy [1775]), Cawthorn (“The Birth and
Education of Genius” [1771]) o los citados Young, Duff, Gerard y D’Israeli. Ya en
pleno romanticismo, Hazlitt diría de una figura como Thomas Chatterton que “He did
not shew extraordinary powers of genius, but extraordinary precocity” (Hazlitt, 1818:
243). No obstante, la idea de que “A juvenile genius in the long eighteenth century […]
would have been a patently absurd, even grotesque, prospect” (Cook, 2013: 23) tal vez
sea exagerada: el mismo D’Israeli aludió en tales términos a artistas como Miguel Ángel
o Velázquez (1795: 39, 40). Sin duda Surr juega con esta idea, aunque la muerte de
Barnwell en el cadalso clausura toda posibilidad de confirmar que el protagonista fuese
efectivamente un hombre de genio (Mental parecía ver en él, más bien, el genio en bruto)
o que, al menos, eventualmente hubiese llegado a serlo. Tampoco hay forma de verificar
que el protagonista –quien ha cumplido los dieciséis años al iniciarse el relato– mostrara
solitario (tanto como víctima cuanto como malhechor), sino “first and foremost [as] an errant son”
(DeRitter, 1987-88: 376). Esta ampliación del sistema de personajes permitió a Lillo situar en primer plano
conflictos de amor, honor y amistad (cfr. McBurney, 1979: xviii) que remiten mucho menos a la vieja
balada que a las grandes obras de Dryden, Otway y sus sucesores.
14
Irónicamente, el relato de Mental como exemplum es reapropiado por la madre de Barnwell en esta otra
clave: “How much is he to be pitied! […] his heart torn with the keenest sorrows, and his mind prevented
by scepticism from reposing in the consolations of religion. Let his story, my dear George, teach you the
value of those truths a departed saint early instilled into your mind, and never suffer the subtilty of
eloquence to destroy those impressions which christianity has formed in your heart." (I: 179).
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en su infancia la precocidad que Mental se atribuye a sí mismo de niño. A esto se añaden
las notorias diferencias que se observan entre ambos casos, circunstancia que nos lleva a
inferir la puesta en juego de distintos modelos de genio.
En primer lugar, parece claro que Barnwell no exhibe el bagaje cultural ni mucho
menos la multiplicidad de intereses o la rebeldía que Mental ostentara a esa misma edad
(y no hay razones para dudar del relato autobiográfico de Mental, al menos en lo que
respecta a su aspecto más estrictamente fáctico). Y aunque Barnwell expresa desde el
inicio una fuerte sensibilidad y una poderosa inclinación filosófica, la brecha entre lo
posible y lo dado no presenta, desde su óptica, la determinación y el dramatismo que tan
tempranamente adquiriera para Mental. Antes bien, su ánimo oscila entre el
conformismo, la resistencia melancólica y un respetuoso sentido crítico. También en
contraste con su confidente, George afronta su ingreso en el mundo de los negocios no
sólo con gratitud, sino también con relativa naturalidad (I: 39). Y cuando, al comienzo de
la novela, el protagonista se lamenta de los engaños de la esperanza, no lo hace porque
vea frustrado un proyecto de revelarse como un prodigio del genio (perspectiva con la que
el término “hope” se vincula obsesivamente para Mental). Se trata, en cambio, de la
conmoción que produce en su corazón (“[that] shrine of sensibility” [I: 12]) la partida de
su casa natal, de ese mundo en que ha dejado la huella de su identidad personal y que
ahora abandona a la indiferencia de los profanos. Es la figura del desarraigo, que Mental
expone retrospectivamente y a propósito de sí mismo, y que para Barnwell se
desenvuelve en el presente de la historia y con la fuerte mediación de la voz narradora. En
los dos casos, el abandono del hogar familiar (y, con éste, de una vida pasada que
engañara a cada uno con falsas esperanzas) no hace más que exacerbar una condición que,
al fin y al cabo, ni siquiera requiere el desplazamiento físico. Es que el genio se descubre,
ya en sí mismo, como una figura “fuera de lugar” en el contexto de la modernidad
burguesa, a la que no obstante se encuentra dialécticamente integrada.
Esta circunstancia se pone en abismo a través de la mención de The Life of Thomas
Chatterton (1789), del Rev. George Gregory. La lectura de esta obra indigna y conmueve
al protagonista, más aun cuando, al hojear unos periódicos, George descubre las sumas
pagadas a Didelot y a su esposa por una temporada de danza en la ópera. 15 “Good God!
–exclama– how small a portion of this wealth might have saved to England, and to the
world, another Milton!” (I: 194).16 El nombre de Chatterton había sido invocado por
primera vez al narrarse la partida de Barnwell hacia la mansión de su tío. Durante su
15
Se refiere al bailarín y coreógrafo francés Charles-Louis Didelot (1767-1837) y a su esposa Rose. En
1788 había tenido lugar el debut de Didelot en Londres, a partir del cual el artista entabló una cálida
relación con el público y con la crítica locales (de ahí la fama de su nombre, sin duda, para los lectores
de Surr). En 1801, su carrera lo llevó a San Petersburgo, ciudad a la que fue invitado por el director del
Ballet Imperial. Una herida en una pierna y el fallecimiento de su esposa lo obligaron, pocos años
después, a consagrarse por completo a la enseñanza y a la coreografía, actividades que lo convirtieron
en una figura fundamental en el desarrollo de la danza clásica en Rusia.
16
El nombre de Milton no se introduce aquí sólo como evocación metonímica, más o menos
convencional, de la figura del “gran poeta”. Gregory dedicó seis páginas de su obra a copiar el
ingenioso cuadro comparativo que Croft incluyera en Love and Madness para cotejar las vidas de
Milton y Chatterton. El lamento de Barnwell bien puede haber sido inspirado por la vista de estas vidas
paralelas (cfr. Gregory, 1789: 115-120; cfr., también, Croft, 1780: 234-239).
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Barnwell después de Lillo (1731-1798). Manifestaciones... | Alejandro Goldzycher [pp. 322-355]
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última visita al pequeño templo (neo)gótico cuya construcción él mismo supervisara,
George se pierde en una evocación nostálgica de la vida que se encuentra a punto de
abandonar. Asistido por su “fancy”, visualiza la figura del difunto párroco (es decir, de su
propio padre), el recuerdo de cuyas palabras se confunde con las propias en una elegíaca
despedida del hogar natal. Tales son –subraya el narrador– las reflexiones de un joven de
dieciséis años, por improbable que esto pueda parecer a quienes “judge of human
nature, and it’s faculties, by the same calculations as a surveyor values timber, its size
and growth” (I: 14). Esas mismas personas, se afirma, negarían la existencia de
Chatterton.
La biografía que Mr Emery atesora en su biblioteca fue, exceptuando la inclasificable
Love and Madness (1780), de Herbert Croft, la primera dedicada al malhadado poeta
adolescente. Hacia finales del siglo XVIII, el texto de Gregory se había convertido en uno
de los más famosos e imitados “estudios admonitorios” sobre el genio. “As intimate
biographies came increasingly into vogue outside the academy –comenta Cook– […] the
private actions of literary figures, as with fictional characters, were scrutinized by public
displays of moral judgement” (2013: 132).17 Gran parte del texto está consagrada a la
controversia, entonces candente, en torno a la autenticidad de los poemas de Rowley,
aparecidos en pleno furor por la “edición” de The Works of Ossian (1765) y en medio de
una proliferación de colecciones de viejos poemas y baladas, de imitaciones y de
falsificaciones. Si aquel supuesto monje del siglo XV y Thomas Chatterton eran la misma
persona (y bien sabemos hoy que tal era el caso), entonces el falsificador merecía, según
su biógrafo, ser reconocido “as a universal genius, […] above Dryden, and perhaps only
[…] second to Shakespeare” (1789: 103, 104). Este hiperbólico juicio fue compartido por
diversos contemporáneos (Edmond Malone, Robert Anderson, el citado Croft, entre otros)
y llegaría a sostenerse, en términos semejantes, a lo largo del siglo XIX.
La posibilidad de trazar analogías entre las vidas de Chatterton, Barnwell y Mental,
empezando por las muertes prematuras de los primeros (el uno por suicidio, el otro a
manos del verdugo), nos tienta de inmediato.18 De Chatterton destaca Gregory “a vigour
of understanding, […] a quickness of penetration, a boldness of imagination, far superior
to the talents of his companions” (1789: 10). También le atribuye “the gravity,
17
En esta línea se inscribe también la cita, como epígrafe de uno de los capítulos de la novela, de un pasaje
de las recientemente publicadas Memoirs (1798) de Godwin en torno a su célebre esposa.
18
Es necesario, sin embargo, ser precavidos. En ciertos aspectos, el Chatterton de Gregory incluso
contrasta con los dos personajes de Surr a la vez. Se dice que de niño prefería “the sports and pastimes
which appeared more immediately adapted to his age”, mientras que algunos compañeros ya mostraban
interés por la historia o por la poesía (1789: 9). Se dice también que, ya mayor, tampoco llegó a
desarrollar una relación profunda con mujer alguna, a diferencia de Mental (quien llegó, de hecho, a
contraer matrimonio) y de los vínculos que George entabla con Maria (y, más perversamente, con
Milwood). Particularmente en contraste con Mental, Chatterton parece no haber sido, según Gregory, un
lector precoz: fue sólo tras diez años de aparente indiferencia que el futuro poeta se habría volcado
obsesivamente a la lectura. Y si Mental recibió una educación de privilegio en Eton, Chatterton debió
tolerar el asfixiante régimen de “a charity-school” (1798: 6). Por último, si bien sus primeros pasos en
Londres lo expusieron a las tentaciones de una metrópolis licenciosa (tal como le sucede a Barnwell),
Chatterton no habría sucumbido a ninguna de ellas, para sorpresa del reverendo (1789: 72, 109). Esta
comprobación abona la idea d’israeliana de que no es posible discernir la personalidad de un autor
únicamente a partir de sus escritos (D’Israeli, 1795: 138-150).
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pensiveness, and melancholy of maturer life” (Ibíd.: 11) y “manliness and dignity beyond
the years” (Ibíd.: 102). Su destreza en música y en dibujo recuerda a Barnwell (Ibíd.: 22),
aunque más propia de Mental parece su caótica y superficial polimatía. El Chatterton de
Gregory también comparte con Mental la vocación de liderazgo, la presencia de una
fuerte inquietud política y, eventualmente, el escepticismo y la aversión hacia la religión:
rasgos, todos estos (especialmente el último), que lo distancian claramente del personaje
de Barnwell (Ibíd.: 7, 8, 65, 77-79). Así también lo aproxima a Mental –manifestándose
en él de forma aun más extrema– aquella “one ruling passion which governed his whole
conduct, and that was the desire of literary fame” (Ibíd.: 112).19 Pero el más importante
punto de contacto entre estas historias de vida radica en la común experiencia de
apprenticeship, a la que los tres se someten a despecho de sus respectivas vocaciones,
aunque no necesariamente en absoluta contradicción con éstas.
En casa del abogado Mr Lambert, Chatterton encuentra –a diferencia de Mental en casa
de los Nutting– una situación “not unfavourable to the cultivation of his genius” (1789:
26). Sin llegar al esplendor de opereta que Barnwell conoce entre los Emery, el poeta
goza de períodos de leisure que consagra a la lectura placentera y a la compañía de su
madre o de algunos amigos. Se observa también cómo sus capacidades “superiores” y su
orgullo lo llevan a rechazar la compañía de gente vulgar e iletrada. Estos últimos, a su
turno, lo desprecian y lo envidian en secreto (Ibíd.: 25). Algo similar sufre George,
inicialmente, de parte del corps domestique de Portland Place (I: 196). También como
George, y en contraste con el horror que sintiera Mental ante esta perspectiva, Chatterton
desempeña su trabajo con relativa resignación más allá de “some symptoms of an
aversion for his profession” (Ibíd.: 27). Paradójicamente, Chatterton sí llega a buscar
activamente el mecenazgo de un poderoso: se trata de su célebre (o infame) intercambio
con el autor de The Castle of Otranto (1764). La respuesta de Walpole es consonante con
el fatídico consejo que Mr Darwall diera al joven Mental: “to apply himself to the duties
of his profession, as more certain means of attaining the independence and leisure of
which he was desirous” (Ibíd.: 52). Tal es la lección que deja el texto de Gregory; tal es su
“useful instruction to young persons of brilliant and lively talents, […] a strong dissuasive
against that impetuosity of expectation, and those delusive hopes of success, founded
upon the consciousness of genius and merit, which lead them to neglect the ordinary
means of acquiering competence and independence” (Ibíd.: 48, 49). Así también
D’Israeli, en un sentido más positivo, esperaba que una obra como las Confessions (1782)
de Rousseau sirviera de guía a jóvenes artistas que pudieran reconocer, en sus páginas,
19
Gregory define la incidencia de esta pasión sobre el carácter de Chatterton por medio del concepto de
“orgullo”. Escribía algunas páginas más atrás: “Pride was the ruling passion of Chatterton, and a too
acute sense of shame is ever found to accompany literary pride. But however he might be desirous of
preserving appearances to the world, he was sufficiently lowered in his own expectations; and a great
indeed must have been his humiliation […]” (1789: 95, 96). Esta idea valdría a Gregory una crítica
negativa, publicada en The Monthly Review, “for unashamedly rehashing the rhetoric of feeling used by
Croft and Knox. Gregory’s suggestion that pride is an intellectual rather than a moral quality is […]
‘holding out pardon to a vice, that deserves no quarter’” (citado en Cook, 2013: 158). Recordemos
cómo Mental había atribuido a una conjunción de su “pride” y de su “fancy” su proyecto,
inexplicablemente abandonado, de buscar la protección de un mecenas (cfr. I: 64).
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dificultades semejantes a las propias. No de otro modo Mental introduce una explícita
dimensión pedagógica en su relato ab ovo del genio, aunque su contenido sea, según
parece, exactamente el opuesto al del sermón del reverendo.
Ahora bien, el soneto que Barnwell compone en memoria de Chatterton tiene más de la
rebeldía desesperada de Mental que de la disposición más bien conciliadora que George,
en la práctica, no tarda en adoptar. No en vano se trata de la única oportunidad en que el
joven invoca explícitamente la figura del genio. Los versos levantan un dedo acusador
contra “[the] sons of Levity” (con quienes George, por cierto, recién comienza a entablar
contacto) y los responsabiliza de la suerte de todo genio británico conducido al suicidio
por la desesperación y la miseria. Se trata del público de los grandes teatros, el que
malgasta su dinero para satisfacer su propia estupidez en lugar de invertirlo en provecho
de los verdaderos hombres de genio (I: 195). En este contexto, el yo lírico del soneto sin
duda aprobaría la reivindicación del mecenazgo –ese mismo que se le negara a
Chatterton– por parte de D’Israeli, quien concibe esta institución como garantía, no sólo
de la producción literaria, sino también de su calidad (considerando que, en contados
casos, el escritor sí conseguiría vivir de su arte, pero al precio de sacrificar su talento al
gusto del gran público [1795: 212]).
Lo paradójico es que Gregory había hecho lo posible para exonerar a Walpole o a
cualquier otro eventual mecenas de toda responsabilidad sobre el suicidio de Chatterton.
Según el biógrafo, el señor de Strawberry Hill no tenía ninguna obligación (moral o de
cualquier otra índole) de patrocinarlo. Cuando menos, su respuesta había sido acorde a
la normalidad de una era “when literature is so little patronized by those who wield all
the powers of the state” (1789: 54), diagnóstico que D’Israeli comparte
melancólicamente. Pero si este último se lamenta de que “Had Chatterton been
protected, not with an equipage or a villa, but with a pension, the youth had not
perished” (1795: 210; subrayado nuestro),20 Gregory sostiene que “to ascribe to Mr.
Walpole’s neglect (if it can even merit so harsh an appellation) the dreadful catastrophe,
which happened at the distance of nearly two years after, would be the highest degree of
injustice and absurdity” (1789: 56). En cambio, el reverendo se muestra convencido de
que fue, más bien, la irreligiosidad de Chatterton lo que familiarizó a éste con la idea del
suicidio, impulso que el poeta habría manifestado ya en sus tiempos como aprendiz,
mucho antes de que lo acosaran la decepción y la pobreza (1789: 74).
El desfase entre el juicio de Gregory y el contenido del soneto de Barnwell es funcional
a una concepción del genio moderno como víctima directa de la indiferencia y aun de la
hostilidad, no necesariamente de la alta nobleza (actor social que se mantiene ajeno a la
acción de George Barnwell), pero sí, sin duda, del esnobismo avant la lettre de la
20
El fragmento subrayado es una cita irónica de Anecdotes of Painting in England (1762), donde Walpole
escribió: “Who countenanced the arts more than Charles the First? That prince, who is censured for his
want of taste in pensioning Quarles, is celebrated by the same pen for employing Bernini; but want of
protection is the apology for want of genius: Milton and Fontaine did not write in the bask of courtfavour. A poet or a painter may want an equipage of a villa, by wanting protection; they can always
afford to buy ink and paper, colours and pencils” (Walpole, 1849: xi).
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burguesía más pudiente así como de la aburguesada pequeña nobleza. 21 La figura de
Chatterton respalda la invectiva de Surr contra quienes no creen en, o bien
malentienden, la posibilidad del genio, cuyo reconocimiento implica una valoración del
ser humano más allá de un criterio de utilidad y de los vaivenes de la moda (I: 14).
También reedita –en cierta medida, como parte de esa invectiva– la ubicua oposición
entre el mundo del genio y el mundo del dinero.22 De ahí el contraste entre la figura del
artista consagrado, encarnada por el bailarín aclamado por el gran público (“From
foreign shores a pantomimic band” [I: 95]), y la del artista incomprendido y finalmente
víctima de su propio genio, como lo fuera Chatterton. Reivindicación, entonces, del
genio auténtico en contraposición a esos ídolos mundanos cuyo nombre se confunde,
en los periódicos, con la prosa de lo cotidiano. “We often view the man of real genius
–escribe D’Israeli– insulated in a brilliant circle; while the intriguing and fashionable
author […] is admired because he has discovered the art of admiring” (1795: 88). No se
trata aquí, empero, de la exaltación romántica de la fama póstuma, mucho menos como
condición sine qua non de la originalidad poética. Es el lamento impotente ante la
desgracia del genio incomprendido, arrojado en un medio hostil que lo priva de la
posibilidad de desplegarse plenamente. Es también la nostalgia de una época en que los
artistas y los poetas gozaban de fama y de honores sin que esto implicara –más bien, lo
contrario– una renuncia a la inmortalidad. El engañoso sentimiento de “reconciliación”
que Barnwell experimenta durante sus primeros tiempos en casa de Emery se vincula,
en términos semejantes, con la posibilidad de superar el antagonismo entre las
inquietudes del genio y las urgencias del mundo material, entre el despliegue de los
poderes de la mente y el brillo de la fashionable life.
5. Genio y mundanidad: una reconciliación frustrada
La experiencia de George en casa de Mr Emery no podría ser más distinta de lo que las
advertencias de Mental podrían haberlo llevado a temer. Cuando menos, George había
esperado toparse con un mercader “de la vieja escuela” a la manera de Mr Freeman o
del Thorowgood de Lillo, modelo que su tío conociera en el transcurso de su propia
formación mercantil (cfr. I: 106, 182).23 De ahí su sorpresa cuando, al dar sus primeros
21
Aunque ya en circulación al publicarse la novela de Surr, el término “snob” no pasaría a tener su
sentido moderno (que es exactamente el que, sin saberlo, encarna el personaje de Mr Emery) hasta
alrededor de la década de 1840, cuando vio la luz el famoso Books of Snobs (1848) de Thackeray.
22
¿Pero es que el mismo Surr no fue, en definitiva, un escritor de moda, un autor de bestsellers cuya
efímera celebridad no resistió el paso de, a lo sumo, un par de décadas?
23
Este tipo social es caracterizado explícitamente por Mr Freeman al comienzo del volumen II:
Merchandize in my younger days, consisted in imports and exports; a good cargo outwards, or
homewards and I can't say I much like the new sort of merchandize, where the freight is
invisible, and the bills of exchange are abundant. Not but, in my time, if the state stood in
need of assistance, the merchants of London could advance their cash at fair interest; but
they never made the distress of their country the means of their profit, or degraded the
character of an English merchant into that of a money lender (II: 6, 7)
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pasos en Portland Place (la residencia de los Emery en Londres), ve abrirse ante él un
mundo de frivolidad, de ostentación y de derroche. (Sólo más tarde se revelará que Mr
Emery, más allá de “the dazzling exterior of grandeur”, se encuentra al borde de la ruina
[II: 211].) Estos primeros tiempos deparan a George engañosas instancias de
“reconciliación” con el mundo, tal como le sucediera a Mental en contextos muy diversos.
Su primer verano transcurre “more pleasantly than any former period of his life” (II: 20).
Si George había sentido la partida de su casa natal como una suerte de expulsión del Edén
(I: 14), el mundo se le aparece ahora como “a pleasant garden” (II: 20): el Paraíso
recobrado. Durante sus períodos de leisure (término que adquiere aquí, nuevamente, un
valor positivo), el personaje encuentra la posibilidad de satisfacer, más allá de las
forzosas distracciones, las inquietudes de su sensibilidad y de su intelecto. En la medida
de lo posible, Barnwell rechaza las diversiones mundanas para volcarse a la música, al
dibujo, a la correspondencia, a la composición de poesía y a la enriquecedora compañía
de Mr Lambton y de Miss Freeman. Lejos, por otro lado, de la atmósfera represiva de los
Nutting y de las lecturas clandestinas de Elinor y Mental, la disponibilidad de una vasta y
variada biblioteca colma a George de felicidad.
Las funciones del protagonista en casa de Emery son más propias de un secretario
privado que de un dependiente, y así lo descubre George conforme lo envuelven los
rituales de la fashionable life. Sus incursiones en la vida elegante prácticamente forman
parte de sus responsabilidades laborales. Este tiempo de adaptación entraña una
verdadera puesta en escena de la soledad del genio (“never less alone, than when alone”
[I: 189])24 y de la frecuente incomodidad (para él y para los otros) que produce su
compañía, situación que D’Israeli contrasta con el tipo del “frivolist author” (1795: 92).
Su condición de outsider incluso es, al principio, motivo de vergüenza para su patrona y
lo vuelve el hazmerreír del grupo. Pero si bien, en definitiva, George nunca deja de ser un
extraño, si bien sigue siendo objeto de habladurías y de bromas pesadas, el joven no
tarda en granjearse el cariño de la familia, el respeto de los sirvientes y el aprecio
general por su compañía. Por un tiempo, entonces, el protagonista consigue sostener un
delicado equilibrio entre “duty” (diversiones elegantes incluidas) e “inclination” (I: 39).
Y, a pesar de la gradual adaptación de su mente y de sus modales a la vida en casa de los
Emery, “still the native purity of his principles remained unshaken” (II: 2). En la
interminable sucesión de visitas al teatro, la ópera, bailes, conciertos, juegos de cartas y
eventos varios se reeditará, como parodia grotesca, la dinámica –proseguida, bajo una
forma degradada, tras la muerte de Elinor– que describiera el joven Mental en su
frenética polimatía.
Enseguida adivinamos en el personaje de Mr Rigby, a quien el dueño de casa presenta
como “a pupil of mine” (I: 185), una prefiguración de aquello en lo que Barnwell
presumiblemente se convertirá, o tenderá a convertirse, una vez se integre plenamente en
los círculos de la vida mundana (tal como Mental, bajo la influencia de los Nutting, se
24
Este proverbio fue registrado por primera vez en inglés en 1581, en la traducción de La civil
conversazione de Stefano Guazzo (1574) por George Pettie. Sin embargo, su origen se remonta a la
antigua Roma “and is sometimes attributes to Scipio Africanus the Elder of otherwise to Themistocles”
(Manser, 2007: 304).
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volviera un celoso calvinista). Débil, amanerado, envidioso, “afeminado”, Rigby es un
consumado engendro de su medio. Que el enfermizo Rigby vea nada más que un bruto
en su nuevo compañero –quien, a su turno, considera al otro un “fool”– ratifica la
discrepancia entre los refinamientos de la vida mundana, por un lado, y las expresiones de
la inteligencia y de la sensibilidad (valores que bien pueden coexistir en “[a] rusticated
mind” [I: 196]), por el otro. Este contraste se extiende al plano de los modales. Aunque
Barnwell ignora la jerga del beau monde, “[his] genteel deportment” y “[his] elegant
and agreeable manner of expressing his ideas” son muy superiores en grado y aun en
clase a los calculados esfuerzos de la gente elegante. De ahí que, aun en semejante
contexto, sus “poderes” vuelvan a George capaz de descubrir –en principio, sin efectos
secundarios negativos– un potencial positivo en lo que, a primera vista, parecería no
trascender la esfera de los rituales y de los pasatiempos mundanos. En estas experiencias,
Barnwell reconoce una especificidad que, invisible a los otros, él ve recortarse contra la
“normalidad” de la praxis cotidiana.25
Es así como, durante su primera noche en la ópera, el protagonista –cuya ignorancia de
estos espacios escandaliza a su compañía– se siente “absolutely overcome by the
strength of the new impressions”, “absorbed in exquisite sensations” [I: 201, 202),
reacción que el narrador remite, con una sugerente nota innatista, a “a mind tasteful by
nature, and uncommonly susceptible” (I: 201; subrayado nuestro). Para los otros, en
cambio, la ritual visita a la ópera representa una ocasión más de ostentación, de cotilleo
y de mostrarse a la moda. Significativamente, Barnwell espera la oportunidad de visitar
la ópera en soledad. De modo semejante, la biblioteca de los Emery es, para éstos y para
sus semejantes, un signo de status (D’Israeli diría: “like the other ornaments of their
table”, “because it is fashionable” [1795: 5, 92]) antes que un espacio de lectura y de
reflexión. Así también el verso “See the conqu’ring hero come[s]” (título del famoso
coro del oratorio Judas Maccabaeus [1746], de Haendel) se degrada completamente en
boca de una de las Miss Emery, quien lo refiere, burlonamente, al regreso de Barnwell
de una de sus visitas a la prostituta. Lo mismo ocurre con una cita de la balada The
Hermit (1765), de Goldsmith, invocada a propósito del aparente desprecio de George al
amor de Maria y al abandono de él en brazos de Milwood. El chapurreado “lenguaje de
la sensibilidad” de Mrs Emery (III: 113), o cierta estereotipada idea de “seriedad” a
propósito de piezas musicales (II: 152), constituyen muestras adicionales del disfrazado
filisteísmo –valga este concepto, caro al siglo XIX– de la familia Emery. Pero si, en lo
inmediato, los “poderes” de Barnwell realmente parecen beneficiarse de este contexto (a
25
Un anuncio de este potencial se vislumbra ya al comienzo de la novela, al comentarse que Barnwell había
hecho construir un pequeño templo gótico en los terrenos de la casa familiar. De ahí la sorpresa cuando,
poco más adelante, el narrador se refiere despectivamente a “the modern ruins, with which is fashionable to
decorate the grounds of modern villas”, y las compara desfavorablemente con las ruinas “auténticas”
cercanas a la mansión de Sir James (I: 15). En este sentido, ¿no se habría aproximado Barnwell, con aquel
proyecto arquitectónico, mucho más a los caprichos de la gente elegante (un Walpole, digamos) que a esa
“autenticidad” a la que su figura suele asociarse a través de la novela, en contraste con la artificiosidad de la
fashionable life? Una salida posible a esta paradoja consistiría en sugerir, como lo haremos enseguida, que
Barnwell hace aflorar este potencial positivo incluso en las costumbres mundanas y en los procederes más
típicos de la pequeña nobleza y de la alta burguesía.
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primera vista más amable, pero sin duda más perverso, en comparación con el que
ofreciera a Mental la obtusa disposición “anticultural” 26 de los calvinistas), estas nuevas
experiencias no dejan de integrar una realidad social más amplia, capaz de enseñar al
genio sus dulces más codiciados para, finalmente, sofocarlo y/o degradarlo.
La fragilidad de este equilibrio resulta aun más trágica para Barnwell en la esfera de las
relaciones interpersonales. En principio, su relación con Mr Lambton satisface
simultáneamente la expectativa de que el protagonista participe de la sociabilidad
elegante, por un lado, y su propio deseo de trabar conversaciones “of considerable
improvement, and real delight” (II: 2), por el otro. Así también su presencia en el
Pabellón (una hermosa villa construida por Mr Emery a orillas del Támesis, cerca de
Richmond, a partir de un diseño de “Wyat”27) complace a toda la compañía, pero muy
especialmente a Miss Freeman, con quien George entabla un vínculo de mutua estima,
sin pasión ni deseo, dulce y sereno despertar del amor. En sus elecciones comunes en la
biblioteca se anuncia “their congeniality of sentiments and taste” (II: 19), que el trato
cotidiano no hace más que confirmar. Tal como ocurriera en el caso de Elinor y Mental,
el goce de inquietudes “culturales” comunes vuelve a presentarse como catalizador de
relaciones interpersonales positivas y profundas, en contraste con las relaciones
articuladas por la economía, cuya figura típica es la del “summer friend”: es decir, la del
amigo circunstancial y por conveniencia, según se caracteriza explícitamente a Lord
Morley y a Mr Eastwood –pretendientes de las Miss Emery y allegados de la familia, de
la que huyen oportunamente al sobrevenir su ruina– y a los falsos amigos de un tal Ned
Norris, a quien Mental alude en su propio relato y a quien aquéllos abandonan una vez
cae en bancarrota. Es cierto que Mr Freeman goza de un profundo respeto por parte de los
otros mercaderes, pero en su caso se trata, más bien, de vínculos de fraternidad gremial, lo
cual lo invalida como contraejemplo. En Londres, diagnostica Barnwell, “the terms
friend, and friendship, become so ridiculously unmeaning […] that, whilst one’s heart is
prompted to confess it’s attachment, the force of ridicule repels the generous instinct” (I:
223). Irónicamente, es esta clase de pensamientos lo que George deberá reprimir en
presencia de un personaje como el capitán Middleton (otro amigo por conveniencia de
Mr Emery) si no quiere dejar de ser su “amigo” para convertirse –expulsado
nuevamente al no-lugar del outsider– en objeto de sus burlas y de su desprecio.
Es precisamente en compañía de Middleton que Barnwell encuentra, por primera vez en
su vida, “an unbridled ridicule of religion and morality” (I: 207). En lugar de estas
26
En tiempos de Surr, todavía no se había desarrollado la acepción del término “cultura” que, desde el siglo
se ha vuelto la más corriente (cfr. Williams, 1983). No obstante, nos ampararemos en la etimología en
vista del hecho de que Surr sí emplea con gran frecuencia, en el sentido que nos interesa destacar, la idea
de “to cultivate” o de lo “cultivated”. La propia novela de Surr indudablemente reclama la emergencia de
tal concepto, según lo sugerimos también en relación con los conceptos de “esnobismo” y de “filisteísmo”.
XIX,
27
Se trata del famoso arquitecto James Wyatt (1746-1813), destacado exponente del neoclasicismo y del
estilo neogótico. Bien podemos visualizar la apariencia del Pabellón a imagen y semejanza de las
numerosas “country houses” diseñadas por Wyatt a través del último cuarto del siglo. Esta referencia
directa al mundo del autor permite a éste ofrecer una idea cabal del poder adquisitivo de los Emery en
función de un parámetro empírico.
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últimas, la conveniencia propia se erige en guía única de cada individuo.28 Dos factores
resultan determinantes en el comportamiento de Barnwell durante su primera noche de
juerga, la cual inicia formalmente su exposición a “the most libertine principles” (I: 207).
Por un lado, se afirma que, aunque él jamás hubiera tenido deseo irregular alguno, ni
sentido el fuego de la lujuria, ni abrigado inclinaciones no autorizadas por su razón, su
corazón “was […] not stoic; it was open, generous, glowing with good will to all around
him” (I: 208). Este aspecto positivo de su personalidad se conjuga ahora con el temor al
juicio de los demás: “To refuse a glass, is frequently to refuse a toast; and to refuse
some toasts, would so impeach a man’s principles, that he would be for ever after
pointed at as a monster of virtue” (I: 208). Al aceptar el vino, Barnwell afirma su
disposición –y Surr lo subraya mediante la bastardilla– a hacer lo mismo que los otros.
Esta actitud contradice un rasgo fundamental del genio ya implícito en la edición
original del Essay de D’Israeli, pero plenamente expresado su reedición ampliada de
1818. Se trata del eterno conflicto del genio “with the monotonous and imitative habits
of society, as society is carried on in a great metropolis, where men are necessarily
alike, and where, in perpetual intercourse, they shape themselves to one another” (1859:
69). Una proyección, prácticamente (ya no al nivel de las composiciones poéticas, sino
al de los seres humanos como obras de sí mismos), del interrogante que Young
formulara, retóricamente, en sus famosas Conjectures: “Born Originals, how comes it to
pass that we die Copies?” (1759: 42).
Recontextualizado de esta manera, el encuentro de George con Milwood se presenta,
sencillamente, como uno más de los ritos a través de los cuales el protagonista se inicia
en la vida de la metrópolis. A diferencia de lo que sucedía en la pieza de Lillo, la
aventura del Barnwell de Surr en la sensualidad permanece secreta únicamente para su
familia biológica, mientras que a su “familia adoptiva” no tarda en llegarle la noticia por
la vía incontenible del rumor urbano. El hecho es que, aunque deba tolerar sus risas y
sus frívolas ironías (cfr., especialmente, II: 140-157), George no sufre la menor condena
por parte de los Emery. No es casual que uno de los elementos que más chocan a
Barnwell al entrar al servicio de Mr Emery sea la dispersión de su vida familiar, en
contraste con la cohesión (y por ende, en este caso, la solidez moral) de su propio núcleo
familiar. Aunque el lujo que rodea a Mr Emery es, para él, una gran novedad, “more
strange than every thing else, appeared to him the idea of a man’s not knowing whether
28
No se trata, por ende, del mismo caso que el de Mental. Éste no sólo se manifiesta movido por un
sentimiento abiertamente filantrópico: también posee un sentido de trascendencia mucho más desarrollado
de lo que la caricatura o el estereotipo tienden a reflejar (el capellán, recordémoslo, se limita a etiquetarlo
como “an atheist”). El hecho de que Mental considere la religión y la superstición como conceptos
sinónimos (definida la primera como nada más que un conjunto de ceremonias que insultan el potencial
humano y obturan su espíritu científico [cfr. I: 36, 37]) no impide que, simultáneamente, él crea en la
existencia de un “Power of the universe” al que siente haber agraviado con su antigua fe calvinista (I: 81),
de un “Omnipotent physician” (I: 103), de “[a] Common Parent” (III: 66, 67), de una “Justice of
Omnipotence” (III: 67). Podría decirse que nos hallamos ante un típico deísta ilustrado. En cuanto al
problema de la pervivencia del alma después de la muerte (aspecto a propósito del cual encontramos
diversas posturas entre los deístas), Mental prefiere adoptar una posición agnóstica: “We can gather no
intelligence of this nature […]. Science is ignorance, and genius madness, as to such information” (I:
156).
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his wife and daughters were at home, or in the country” (I: 184). Mucho más adelante
encontramos una plena confesión de Mrs Emery a propósito de la institución matrimonial:
“[…] in the present state of society, when marriages are entered into, without a
consultation of that ongeniality of sentiments; and people are thrown together, as it
were, like blanks and prized in a lottery” (III: 113, 114). El espontáneo comentario social
se confunde, en esta cita, con un bovarismo avant la lettre plasmado en la banalización de
un léxico (“impressions”, “sensibility”, etc.) que el narrador emplea generalmente –en un
sentido positivo– en referencia a Barnwell y que, en el caso de Mrs Emery, no expresa
más que un idealizado horizonte de expectativas. Tampoco debe perderse de vista que
estas palabras son sólo un preámbulo respecto de aquello que a Mrs Emery
verdaderamente le interesa plantear: su insatisfacción sexual. De este modo, la impúdica
conducta de la matrona (ante cuyo ofrecimiento Barnwell reacciona escandalizado) no
sólo contrasta directamente con las castas penas de amor de Maria. También remeda, de
manera torpe e ingenua, los calculados avances de la prostituta.
En suma, Barnwell no llega a convertirse en otro Mr Rigby. Así lo subraya el
reencuentro de ambos personajes hacia el final de la novela, por medio del contraste.
Así como el calvinismo fanático de Mental se transfigurara en escepticismo y en
impulso revolucionario, Barnwell no deviene simplemente un engendro más de la
sociedad burguesa, excepto como su “otro” reprimido: su caída se vacía en el molde
corrupto de un potencial extraordinario. Su apariencia tras ser encarcelado por
parricidio es, significativamente, reminiscente del retrato del pupilo de Mr Emery, pero
es el horror de la culpa, antes que la costumbre del vicio y del refinamiento decadente,
lo que ha arruinado sus facciones, desteñido sus mejillas, borrado su sonrisa de
inocencia y de paz y esfumado de sus ojos la tranquilidad del espíritu (cfr. III: 215).
También los poderes más específicamente asociados al genio afloran en la figura
degradada de Barnwell. El efecto resulta tanto más poderoso por cuanto el agente
inmediato de su caída (es decir, Milwood) es caracterizado como un individuo dotado
de poderes quizás no tan extraordinarios como los de George, pero sí, sin duda,
notoriamente fuera de lo común (cfr., por ej., II: 54; III: 124).
Ante este antagonista cuya mente rivaliza con la suya, que sabe hablar (y corromper) su
propia lengua y que a eso añade el poder –para Barnwell, irresistible– de la belleza
física, el protagonista percibe cómo aquellas “facultades” que tanto alabara Mental
enloquecen y se vuelven contra él mismo: su razón, su imaginación, su sensibilidad. Y
si bien, atormentado por el remordimiento, Barnwell se dispone a suicidarse en más de
una oportunidad, diversas razones (diversas excusas) lo disuaden invariablemente. Se ha
notado cómo el protagonista de Lillo jamás se aparta tanto del modelo del héroe trágico
como cuando se somete completamente su destino (cfr. McNally, 1968: 204). Otro tanto
ocurre con el Barnwell de Surr, en contraste con la propia Milwood (quien, en el
paroxismo físico de su rebelión contra el destino, expira tras sufrir la ruptura de un vaso
sanguíneo) y con cómplice de ésta, el criminal Zelotti (quien se suicida en su celda). Así
pues, el protagonista ni siquiera se muestra a la altura de un final digno de un genio
como lo fuera Chatterton: el suyo es el ignominioso destino de la horca. Allí muere
Barnwell, embargado de la esperanza de que “There is another, and a better world” (III:
233). Un mundo cuya realización él no espera en la tierra, a la manera de la utopía de
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Mental, sino en la recompensa eterna del Cielo.
6. A modo de conclusión
Si es difícil estructurar una síntesis coherente de lo que Surr pudo haber concebido por
“genio” (y no fue nuestra intención, como anticipamos al principio, ofrecer al respecto
más que un esbozo funcional a nuestro eje de análisis), mucho más claro resulta en qué
consisten, en el marco de su ficción, las condiciones que favorecen el desarrollo del
genio y aquellas que, por el contrario, lo obstaculizan, lo anulan o lo corrompen. Mayor
prudencia exhibe Surr a la hora de plantear cuáles son las condiciones que, en cambio,
favorecerían el despliegue de esa figura. Aunque sus observaciones más positivas en este
sentido muestran puntos de contacto con las posiciones de autores como D’Israeli o Duff,
la más enérgica propuesta contenida en la novela se ciñe a la voz de Mr Mental y a la
fancy que informa su discurso utopista. Especialmente la vida en Eton representa para él
un simulacro y una promesa de esa utopía en la que el hombre de genio encontraría, según
parece, las condiciones más favorables para cultivarse. Pero la ambición del personaje no
se limita al deseo desinteresado de igualdad de oportunidades entre todos los hombres. Su
anhelo más poderoso, y el que más tempranamente se manifiesta en su imaginación, es su
propio reconocimiento, entre todos sus semejantes, como un prodigio del genio. Esta
fantasía es consonante con el godwiniano anuncio de que “It is to be presumed that the
inequality of mind would in a certain degree be permanent; but it is reasonable to
believe that the geniuses of such an age would far surpass the grandest exertions of
intellect that are at present known. Genius would not be depressed with false wants and
niggardly patronage” (Godwin, 1793: 807). En ese mundo posible, quienes
efectivamente emerjan como hombres de genio serán capaces –asegura el autor de
Political Justice– de trascender aun aquello que, en el actual estado de cosas, se
reconoce como las mayores expresiones del intelecto.
Así, aunque Mental pueda convencerse de que la utopía soñada no es más que una
versión magnificada de su vida en Eton, en esta perspectiva se vislumbran, al mismo
tiempo, los ecos depurados de una idea nostálgica de mecenazgo, tal vez esa misma que
expresara D’Israeli al celebrar (y rememorar melancólicamente) el hecho de que, desde
la Antigüedad –y en los pueblos más diversos– hasta un tiempo no tan lejano, el genio
hubiera recibido el apoyo y el homenaje de reyes y de nobles y magníficos honores y
monumentos se hubiesen ofrecido a las grandes manifestaciones del “Literary Character”,
cuando éstas aún eran raras. Pero el tiempo de los Petrarca, de los Dante y de los
Boccaccio, de los Ronsard, de los Erasmo y de los Tasso había transcurrido, y fue
entonces el advenimiento de lo que Johnson denominó “the Age of Authors”: una era en
la que, en palabras del Doctor, la producción escrita se volvió tan inconmensurablemente
vasta que “the finest compositions appear without exciting any alarm of admiration, they
are read, approved, and succeded by others; nor ir the presence of the Author considered,
as formerly, as conferring honour on his companions” (D’Israeli, 1795: vii, viii, xviii;
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cfr. Johnson, 1802: 251). La paradoja es que el mecenazgo, concebido en esa clave,
presupone la existencia de un poderoso que lo ofrezca. El personaje de Mental no deja
de debatirse en esta tensión. Si las condiciones básicas del cumplimiento de su proyecto
personal son la posibilidad de un despliegue pleno de sus capacidades individuales, por
un lado, y la supresión de la necesidad económica, por el otro, entonces el mecenazgo
parecería ser la situación que mejor responde a ese ideal. Así lo dictó, alguna vez, su
propia imaginación antes de que Mental resignara, por un instante fatídico, su
“independencia de razonamiento” (antes, también, de su radicalización política).
La nostalgia de este pasado alternativo continúa aflorando intermitentemente en la
memoria del personaje. No es casual que, entre sus recuerdos más felices, destaquen sus
primeros tiempos como literato profesional (ocupación de la que, no obstante, se había
desencantado en virtud de la confusión que implicaba entre los poderes del genio y el
mundo de la economía) y la independización económica del matrimonio Mental gracias
a una herencia providencial. Lo cierto es que si, por un lado, el novelista consideró
necesario aclarar desde el inicio que no era su deseo “diseminar” los principios
enunciados por Mental, sino precisamente “destruirlos” (I: 36), por el otro se permitió
hacer de aquél uno de los personajes centrales de la novela, uno de los más complejos y,
también, uno de los más capaces de suscitar la simpatía del lector. El hecho de que la
violencia no sea ya, para Mental, la vía hacia la concreción de la utopía (lo sería, en
cambio, la reforma, “slow and gradual” [III: 68]) representa una instancia más de la
ambivalencia que Surr exhibe en relación con el personaje. La abjuración política de
Mental, aun si no llega a exculparlo de los principios que todavía sostiene, no hace más
que reforzar este efecto.29 El tratamiento relativamente empático de la figura del
jacobino arrepentido (o, cuando menos, desencantado) incluye cierta autorización de la
voz de esa figura, no necesariamente cuando se trata de las formulaciones de su
pensamiento utópico (más bien, lo contrario), pero sí en lo que atañe a su crítica de las
instituciones y de los valores de la moderna sociedad burguesa, particularmente ahí
donde cierta “clásica” racionalidad mercantil –que el narrador identifica con Mr
Freeman y, más veladamente, con Sir James– ha dado lugar a una cultura del
desbordamiento adquisitivo, del materialismo vacío y de la degradación de las
facultades más nobles del ser humano.
Y aquí entra en juego la figura de Barnwell, a quien la voz narradora concede –en
contraste con el más ambiguo caso de Mental– su abierta simpatía. Surr desconfía del
espíritu especulativo, pero en cambio convalida la fancy de los poetas. Y así como, al
tratarse de Mental, el novelista no duda en rehuir los más básicos maniqueísmos (gesto
que enriquece la caracterización del personaje al precio de caricaturizar las figuras
secundarias de esta subtrama), la victimización absoluta de Barnwell refuerza el
comentario social por la vía de la compasión al tiempo que realza una figura de genio –
en este caso, inequívocamente positiva– diferente del modelo encarnado por Mental.
29
Curiosamente, también Lillo había corrido un riesgo (?) similar en su elaboración del personaje de
Millwood, de cuyo poder de interpelación, de cuyo carisma y de cuya ambivalencia la “Milwood” de
Surr no ofrece, sin embargo, más que una sombra.
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Tanto la personalidad de Barnwell como el carácter de sus inquietudes lo emparentan
con el d’israeliano “man of letters” a secas, que el autor del Essay distinguió del hombre
de genio propiamente dicho. En contraste con el author (figura de la que Mental es, tal
vez, una expresión jamás consumada), el hombre de letras sin más (el hombre de
ingenio) ostenta “a more amiable character […] His passions are more serene, his
studies more regular, his solitude more soothing. He encounters no concealed or public
enemy, and his tranquillity is not a feather in the popular gale” (D’Israeli, 1795: 12, 13).
Más preparado como crítico que como artista, el hombre de ingenio bien podrá volcarse
a veces a la creación –tal como lo hace Barnwell con su chattertoniano soneto– aunque
estas composiciones nunca alcanzarán, según D’Israeli, la alta invención y la
originalidad de la literatura de primer nivel (lo cual no excluye que pueda tratarse de
piezas de gusto o interesantes curiosidades, quizás excelentes en su propia categoría)
(Ibíd.: 21).
El énfasis en la “rusticidad” de George y el silencio en relación con su educación formal
traen, asimismo, reminiscencias de una segunda figura: el llamado “natural genius”.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, la fascinación por la figura del “peasant poet”
se correspondió con una ampliación del concepto de “genio natural” según lo formulara
Addison. Éste había pensado, más bien, en “grandes figuras” como Homero,
Shakespeare o (a su manera) los autores del Antiguo Testamento (Addison, 1794: 174,
175; cfr., también, Abrams, 1971: 187-198; Prandi, 2008). En su propio Essay, Duff
abrevaría en esta terminología para afirmar que el genio “is most remarkably displayed in
the uncultivated state of society” (Duff, 1767: 289). De ahí su rareza en la sociedad
moderna, donde esta figura de genio original habría conseguido florecer –como una
sombra de su potencia de antaño– en poetas como Young, Gray, Ogilvie, Collins,
Akenside y Mason. No en vano la experiencia del “rústico” Barnwell fuera de su ámbito
“natural” responde, prácticamente al pie de la letra, a la caracterización duffiana de los
obstáculos que el genio encuentra para desarrollarse en el contexto de la vida moderna:
“diversity, dissipation, and excessive refinements […] in Luxury and Pleasure”; “[the]
ardor, the hurry and bustle observable in modern times”; “the din and tumult of business
and care”; “[exposition] to the assaults of malignity and envy”; “the unfathomable gulf
of sensual indulgence” (Ibíd.: 290, 293, 294).
La presencia de estos espacios en la producción novelística de Surr, siempre en una clave
entre satírica y pintoresquista, ha llevado a algunos a reconocer en la producción literaria
de ese olvidado empleado del Bank of England un anuncio de la fashionable (o silverfork) novela decimonónica (cfr. Hinson Jones, 1979). Sin duda George Barnwell –la
primera obra importante de su autor– se inscribe plenamente en esta encrucijada,
conjugando residuos de la escritura teatral y del romance con poderosas anticipaciones de
una tendencia que dominaría el mercado literario británico durante la transición entre las
épocas georgiana y victoriana. De ahí que, junto con el revival promovido por Mrs
Siddons, la novela de Surr pueda considerarse el canto del cisne de la recepción
dieciochesca de The London Merchant.30 Fue también, acaso, una expresión cabal de esa
30
Todavía a comienzos del siglo
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XIX
hubo quienes elogiaron la pieza de Lillo por su gran capacidad de
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potencia que se ha creído reconocer en la tragedia doméstica y cuyo despliegue tal vez
deba rastrearse, más bien, en el desarrollo ulterior del género novelístico. Y es que el
irrefrenable ascenso de esta manifestación cultural habría permitido desplegar algunas de
las problemáticas instaladas por dicho subgénero dramático sobre la base de nuevos
recursos: tramas morosas, mayor flexibilidad de la prosa, posibilidad de un análisis
psicológico más detallado (cfr. McBurney, 1979). Desde el instante en que comenzamos a
preguntarnos por “las proyecciones” o por “el legado” de una determinada obra, casi
inevitablemente ingresamos en la lógica de los metarrelatos. Pero, si aceptamos el juego,
bien podemos arriesgarnos a reconocer en la novela de Surr una instancia insoslayable en
la senda de torsiones y de continuidades, pero también de profundas rupturas, que llevaría
desde el viejo drama dieciochesco hasta el naturalismo y de ahí –sugiere un Raymond
Williams no menos aventurado– quizás incluso hasta Beckett (1994: 153-68). Un hecho
parece indudable: y es que la obra de Lillo efectivamente abrió horizontes dramáticos,
polémicos y conceptuales como ningún “drama burgués” (y como pocas piezas teatrales
sin más) lo había hecho y, tal vez, como ningún otro volvería a hacerlo.
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conmover al público, como Ensor o Cumberland. El compositor, escritor y actor Charles Dibdin llamó a
Lillo “un escritor de gran mérito”; en 1826, el escritor George Daniel convocó a que se restableciera la
representación anual de The London Merchant durante las festividades de Navidad y Pascuas (McNally,
1968: 25, 239, 240). Es probable que estas tardías alabanzas surtieran algún efecto: quince años
después, en su comentario sobre la vieja balada de George Barnwell, Charles Mackay aseguraría que la
pieza se había representado hasta muy recientemente de forma anual en “las tablas metropolitanas”
como ejemplo para los jóvenes ociosos que acudían en masa al teatro (Mackay, 1841: 35). Y sin
embargo, añadía el editor de A Collection of Songs and Ballads, la obra se encontraba ahora al borde de
la obsolescencia.
31
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Investigación / Goldzycher 355
Ginster o la épica surrealista kracaueriana... | María Belforte [pp. 356-374]
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Ginster o la épica surrealista kracaueriana. Sobre
la biografía como forma de destierro sentimental
María Belforte
Universidad de Buenos Aires / Conicet
mariabelforte@yahoo.com
Resumen
El presente artículo se propone interpretar la novela Ginster de Siegfried Kracauer como
respuesta crítica a la biografía burguesa en el contexto de la República de Weimar. Se
recupera para ello la tarea que el autor hace explícita para la literatura hacia finales de
este período: la construcción alternativa de la imagen del ser humano. Se analiza
también la apelación a los sentimientos en la construcción de la subjetividad de la
narración biográfica. El artículo destaca asimismo los elementos surrealistas que, en
competencia con otras tendencias como la Lebensphilosophie o el expresionismo,
Kracauer recupera para la elaboración de una imagen crítica del hombre.
Palabras clave
Biografía, Surrealismo, Sentimiento, Siegfried Kracauer, Kitsch, Subjetividad, Nadja.
Abstract
This paper aims at reading Siegfried Kracauer’s novel Ginster as a critical response to
the bourgeois biography during the Weimar Republic. The development of this
objective recovers Kracauer’s literary task formulated at the end of the period: the
necessary construction of an alternative image of human being. The article revises the
appealing to feelings for the construction of subjectivity in biographical narration.
Finally, the analysis is also intended to show the confrontation with Lebensphilosophie
and expressionism by stressing the surrealist elements in the elaboration of a different
image of man.
Keywords
Biography, Surrealism, Feeling, Siegfried Kracauer, Kitsch, Subjectivity, Nadja.
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Belforte 356
Ginster o la épica surrealista kracaueriana... | María Belforte [pp. 356-374]
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“El sentimiento es todo, cuando todo lo demás falta”
S. Kracauer (SKW 5.1: 575)
1. Introducción: Kracauer y la tarea de la literatura
En un reportaje publicado en Monde en 1929, Kracauer sostiene:1 “Pues no se trata
simplemente de transformar las instituciones, sino de que los hombres las transformen”
(SKW 5.3: 141, destacado en el original). 2 Y se pregunta entonces a continuación:
“¿Qué se deriva de esto para la literatura?” (íd.). La tarea que traza en este contexto
posee un doble componente destructivo, el fin de la literatura es destrozar, romper
(zerstören) tanto la ideología del régimen dominante como la de la oposición superficial
dependiente de aquella. Pero con este diagnóstico concebido dialécticamente, en el que
el elemento afirmativo ha hecho aparecer un obstáculo que a su vez lo fundamenta,
propone también un momento de afirmación cuyo contenido sustantivo constituye un
elemento central del pensamiento y la labor político-literaria de Kracauer. La literatura
debe asimismo “reconstituir la imagen del ser humano” (ibíd.: 142).
Bajo esta perspectiva cobra sentido la pregunta por la construcción de lo humano en la
novela Ginster (1928) y las consecuencias de la imagen de hombre allí elaborada. La
concepción de la literatura de Kracauer por estos años posee un fin explícito que se
vuelca a una tarea. Esta es política en tanto se propone la intervención del arte en la
esfera ideológica y hace de su labor un problema que debe llevarse al límite de la
“destrucción” o ruptura de las tendencias dominantes. Reconoce Kracauer, con agudeza
dialéctica, el significativo apoyo que las posiciones contrincantes superficiales implican
para toda ideología hegemónica.
En el presente estudio se intentará mostrar que el caso de Ginster es sintomático de esta
apuesta al compromiso político al que debe aspirar la literatura. Provista de un material
biográfico que penetra la narración, la “autobiografía”, la historia de un hombre “escrita
por él mismo”3 señala más allá del caso puntual del protagonista y se proyecta como
forma alternativa a la concepción del hombre dominante. Pero Kracauer ejercita una
doble crítica en su experimento literario. Por un lado, recupera la revisión de la
subjetividad moderna que a partir de Nietzsche, y más acentuadamente en las primeras
décadas del siglo pasado, sufre un resquebrajamiento de su ser fundamento de mundo
como certeza o correlato de verdad. Esta revisión de la subjetividad alcanza evidencia y
explicitación en el campo intelectual alemán de entreguerras de la mano de la filosofía
de Heidegger, ineludible referente del tema en los círculos académicos de la época a
1
La frase cobra todavía mayor importancia si se tiene en cuenta que es la misma que cierra su obra Los
empleados, publicada en 1930.
2
En los casos en los que no se indica el traductor en el apartado bibliográfico, se trata de una traducción
propia.
3
En el original: “Vom ihm selbst geschrieben”.
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Investigación / Belforte 357
Ginster o la épica surrealista kracaueriana... | María Belforte [pp. 356-374]
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partir de su obra de 1927.4 Por otro lado, lleva a cabo una crítica dialéctica de la forma
biografía cuyo objetivo es transformador y redentor: la atmósfera burguesa es sustituida
por mecanismos surrealistas que la resquebrajan y muestran su fundamento ideológico.
Una prueba de la preocupación kracaueriana por el hombre se expone en su anticipador
trabajo de 1930 sobre los empleados. Esta obra es recordada junto con Ginster y
Offenbach en Historia. Las últimas cosas antes de las últimas publicada póstumamente
en 1969. En los tres casos, aunque Kracauer parece más dubitativo respecto de la
novela, se trata de “la rehabilitación de objetivos y modos de ser que aún carecen de un
nombre y que por ello son pasados por alto o juzgados erróneamente” (Kracauer, 2010:
52). Desde el punto de vista metodológico, en los tres casos, se zambulle en lo que en
denomina “terra incognita” (íd.).
El ejercicio biográfico que de manera divergente se lleva a cabo en Offenbach y en
Ginster coincide con Los empleados en responder a la necesidad de redefinir los
sentimientos y el concepto mismo de lo humano. En el caso de estos dos últimos
trabajos, anteriores, se enmarcan en una nueva Alemania que tras la guerra ha
comenzado a dar respuestas a los tópicos völkisch que se van imponiendo desde finales
de siglo XIX. Frente a conceptos como los de personalidad (Persönlichkeit),5 vivencia
(Erlebnis), comunidad (Gemeinschaft) o pueblo (Volk), vinculados constelativamente al
de subjetividad, que adquieren nuevos sentidos y se vuelven pregnantes en la sociedad
acosada por las dificultades de la República de Weimar, el ejercicio literario de
Kracauer ataca las concepciones disponibles de lo humano y ensayo formas de la
subjetividad alternativas. En esta construcción política recupera para la nueva
constelación, que elabora aspectos de lo humano olvidados o pasados por alto en las
teorías disponibles sobre el hombre, temas como los de los sentimientos sobre el amor,
la amistad, la muerte y las convenciones sociales; estos se vuelven puntos nodales de su
trabajo narrativo que aborda la escritura de la bios humana.
2. Empleados, vitalismo y sentimientos
El subtítulo de Ginster no casualmente coincide en parte con la última línea del prefacio
a Los empleados en donde Kracauer agradece la colaboración de estos y sostiene que
“sólo con dificultad pueden hablar acerca de sí mismos” (Kracauer, 2008a: 107). En
4
En relación con este tema, Kracauer publica una nota en 1929 en la que reseña una conferencia de
Heidegger. Se trata del discurso que este da ante la “Frankfurter-Kant-Gessellschaft” (SKW 5.3: 113s.).
Precisa allí el problema del ser humano abordado por Heidegger como Dasein, sostiene que lo mantiene
como tal en el centro de la metafísica y que se orienta a proporcionar un concepto correcto del lugar de
aquel en el mundo. Si bien el análisis de Kracauer es de tipo más bien descriptivo, resulta evidente que
el tema del hombre constituye un punto de interés por esta época. En relación con la distancia de la
filosofía de Heidegger, cf. “La antesala” en Historia. Las últimas cosas antes de las últimas.
5
Kracauer menciona la noción de personalidad como un componente más del “diccionario de la deslucida
filosofía idealista” (Kracauer, 2008: 122) y también se refiere al “concepto idealista de la personalidad”
(ibíd.: 134). Anthony Phelan muestra la relevancia del concepto en el ámbito de la llamada “Revolución
Conservadora” y su aparición en Die Tat asociada al intelectualismo, objeto de crítica desde antes de la
Primera Guerra (Phelan, 1990: 28-30)
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ambos casos el autor da expresión a quien no la tiene. Esta cuestión, que en Los
empleados es abordada desde una perspectiva socio-histórica, muestra su contracara
literaria en Ginster: el héroe kracaueriano es un hombre sin voz, que no existe, pero que
cobra vida y escribe una biografía. Aunque ese sujeto sea una ficción, se muestra de
manera divergente en ambos casos el paradigma de un problema universal que abarca al
ser humano mismo.
En Los empleados, Kracauer muestra que el resquebrajamiento del modelo moderno del
hombre y su valor ilustrado deja lugar a formas de lo racional que llevan al extremo la
abstracción.6 La crítica a lo humano como construcción ideal se ancla en los análisis
concretos de la praxis humana en el trabajo y en las instituciones. Se trata sin lugar a
dudas de una revisión dialéctica que, por otra parte, intenta también explícitamente
atacar la concepción mecanicista de la relación entre la estructura y la superestructura.
Son muchas las formas en las cuales la racionalización que Kracauer denuncia en su
trabajo publicado en 1930 se traduce en esta pérdida de lo humano: “La estupidez
demuestra lo que se constató con cierta resignación en el último congreso sindical: que
los diplomas están arraigados en nuestra esencia” (ibíd.: 120).7 Este ejemplo del
desarrollo burocrático del sistema educativo es la contraparte de la proliferación de la
información en detrimento del conocimiento. En este caso, los dispositivos se
incorporan a la actividad central que conforma la identidad subjetiva, el trabajo.
Kracauer, influenciado por Weber, reconoce los mecanismos impersonales que se
aplican a los empleados y que hacen de la condición de sustitución y reemplazo una
marca de abstracción y racionalización sobre sujeto.8 Pero la crítica de Kracauer avanza
hacia la contracara de este proceso que en la Alemania de Weimar responde al
desenvolvimiento de la ratio con una referencia a la comunidad (Gemeinschaft): “La
colectividad en sí es tan vacía como la empresa en sí: solo es el polo opuesto de la
iniciativa privada del empresario” (ibíd.: 232). La irracionalidad de esta última, con su
apelación a la naturaleza, converge y se metamorfosea en las formas racionales de la
ideología capitalista.
En el centro de esta problemática se encuentra el trabajo como actividad de
autoproducción de la vida. Su contraparte, el tiempo libre, es el complemento
existencial de la racionalidad alienante de la empresa. La “fuga de la muerte”, tampoco
encuentra una crítica en la ideología del “marxismo vulgar” (ibíd.: 229) que pregona
una crítica “formal” a la literatura trivial funcional al sistema. Kracauer insiste en que se
trata de una lucha por los “deseos oníricos”, en la que el capital apuesta con métodos
6
La “pérdida de lo humano” en el contexto del trabajo de los empleados es expuesta explícitamente por
Kracauer, cf. por ejemplo Kracauer, 2008: 134.
7
La evaluación del trabajo de Kracauer al respecto es contundente: “Pero en la medida en que la sociedad
privilegia principalmente a los burgueses, que desde el hogar saben cómo proceder, en las empresas se
constituye una suerte de guardia personal. Esta es tanto más confiable cuanto que recibe en sus manos,
bajo la forma de certificados y diplomas, armas decoradas con las que es posible obtener esplendor y
capital” (Kracauer, 2008a: 121).
8
Como ejemplo puede referirse entre otros el diálogo citado en “Breve pausa para airearse” (Kracauer,
2008a: 132) y todo el método de organización y selección laboral que se describe en este capítulo y en
el anterior “Selección”.
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que responden a las necesidades y deseos corporales y sensoriales. El deporte, el
entretenimiento, el baile, son algunas de las formas en que se racionaliza el placer:
“‘Porque la vida de las personas está demasiado desprovista de energía para que puedan
hacer algo de sí mismas’” (ibíd.: 210s.). Es así que se impone el sentimiento. El kitsch
es una expresión perfecta de este dominio de las imágenes sobre el sentimiento junto
con la unidad desintegrada del individuo.9 La energía que este expresa muestra una
fuertísima tendencia a la expresión en el sentimiento: las demostraciones ornamentales
de los estadios y los espectáculos a gran escala, el fenómeno de distracción que atrae a
los empleados, generan el sentimiento de placer y, para Kracauer, este placer estético
“que provocan los movimientos ornamentales de masas es legítimo” (Kracauer, 2008b:
56, cursivas en el original). En relación con este vínculo entre las masas y la
representación artística, escribe:
Cuando grandes contenidos de realidad están sustraídos de la visualidad de nuestro mundo,
entonces el arte tiene que trabajar con los elementos restantes, pues una representación estética es
tanto más real cuanto menos renuncie a la realidad que se encuentra fuera de la esfera estética
(ibíd.: 56).
El análisis de ese empleo de la energía y los sentimientos que involucra es sustancial
para la comprensión de la noción de hombre kracaueriano. Se trata de una temática que,
fuertemente reconocida por el vitalismo alemán, aparecerá en Kracauer bajo formas que
lo acercan al surrealismo.
Que la Lebensphilosophie preocupa a Kracauer en los últimos años de la República
resulta evidente a partir de los distintos artículos y abordajes de esta tendencia a las que
dedica parte de su crítica más extensa al idealismo.10 Es que en el universo construido
por la asistematicidad filosófica de Kracauer, la herencia de la Revolución Francesa y su
proyecto de ilustración son salvados de la crítica a muerte a la que los someten las
distintas corrientes alemanas tras la Gran Guerra. Kracauer discute con aquellos que
elaboran las matrices irracionales para esta condena que, desde el círculo de George
hasta los revolucionarios conservadores, se inclina a identificar los ideales de igualdad y
universalidad con el mundo burgués. En este ámbito, las tendencias de Weimar
encuentran el enemigo común que especula y traiciona en pos de su debilidad y
dependencia de lo material. Su amigo Benjamin vincula el problema con lo que
denomina una “aversión al materialismo” (Benjamin, 1991: 53) propia del devenir del
idealismo alemán.
Kracauer denuncia sostenidamente los mecanismos de huida de la realidad, no
9
En esta dirección se interpreta aquí la frase de su conocido ensayo “El ornamento de la masa”, “El
capitalismo no racionaliza demasiado, sino demasiado poco” (Kracauer, 2008b: 59).
10
En el marco de las consecuencias políticas de estas orientaciones, la crítica al círculo “Tat” posee un
lugar especial dentro de las distintas tendencias con las que Kracauer discute ya que reconoce en él que:
“Se diferencian de otros numerosos análisis de la época actual en los que o bien predominan los
imperativos partidarios y deseos de interesados, o bien dominan las construcciones teóricas que no
toman en consideración determinados vínculos existenciales” (Kracauer, 2008c: 85). Se vuelve sobre
este ensayo más adelante en este artículo.
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solamente en Ginster, sino también en las constantes confrontaciones con las tendencias
teóricas que se van hilando a partir de la derrota. Ya en 1923, por ejemplo, en relación
con la aplaudida obra de Oswald Spengler, publica un breve ensayo titulado
“¿Decadencia?”, en el que muestra la posición de irrealidad y de apariencia que
implican tanto la afirmación de un proceso histórico-universal11 de decadencia como la
postulación de una etapa de superación ideal. Se trata de “festines de cadáveres” y de
“orgías de la resurrección” (Kracauer, 2006a: 176) a los que la realidad les importa muy
poco. De allí que también deba advertirse sobre la concepción de humanidad que estas
tendencias pregonan: “La mayoría de las veces, el ferviente grito por una nueva
humanidad no es, a la postre, sino un vano intento de huida de la condicionalidad
histórica” (íd.) y de allí que “dado que sólo se comprenden en su núcleo aquellas cosas
con las que uno se halla en una relación real y enteramente humana, sus construcciones
y síntesis histórico-universales, que no proceden directamente de esta relación, carecen
de auténtica esencia” (ibíd.: 177). Estas posiciones idealistas implican un retirarse del
sujeto de la vida real (íd.) y su desvinculación de la misma para situarlo en posición de
mero “espectador” (ibíd.: 177s.). Kracauer reconoce sí, en cambio, una transformación
radical de la subjetividad que se ha dado en la historia (Kracauer, 2006d: 310). 12
En este punto, emerge un concepto central en Kracauer que a su vez anticipa problemas
nodales del desenvolvimiento posterior de la sensibilidad subjetiva: el sujetoespectador. Este intensifica su percepción en el sentimiento, lo que legitima la tendencia
a la desaparición y degradación de la auténtica experiencia humana. En “Las pequeñas
dependientas van al cine” escribe:
La vida es un hallazgo de los acomodados, a quienes los no acomodados emulan con su mejor
impotencia. Dado que el sostenimiento de la sociedad estriba en el interés de los círculos de
propietarios, estos deben prohibirse la reflexión sobre ella. Con la ayuda de su dinero consiguen
olvidar la existencia para la que bregan a lo largo del día durante su tiempo libre. Viven. Se
compran una diversión que permite esfumarse al órgano del pensamiento porque requiere
plenamente de los otros órganos. Si el Estado hubiera de subvencionar la visita al bar, ya no se
alegrarían tanto (Kracauer, 2006b: 238s.).
3. Ginster y el sentimiento de la muerte: un recorrido existencial invertido
Así como la dialéctica que permea el pensamiento de Kracauer se basa en una inversión
de las formas dominantes dentro de esas formas mismas, es decir, la crítica se lleva a
cabo sin abandonar el marco estructural en que esas formas dieron lugar a lo que
11
Las reservas de Kracauer respecto de las pretensiones de la “historia universal” quedan claras en su
artículo de 1930 “La biografía como arte neoburgués” donde sostiene: “Empleo la palabra historia
universal con disgusto, porque provoca fácilmente una ebriedad que solo le convendría en verdad
cuando la historia universal se hubiera convertido realmente en la historia de todo el mundo” (Kracauer,
2006d: 310).
12
Aunque no es tema del presente estudio, resulta interesante la confrontación con la crítica a Spengler en
un contexto tan distinto como el de History, en donde también señala la postura reaccionaria de este
autor pero analiza su obra desde otra posición.
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perdura para ser rescatado, la novela Ginster invierte la carga del vitalismo para girar en
torno, no al sentimiento de la vida, sino al de la muerte. Pero la muerte no es presentada
como trascendencia ni cubierta del halo sublime de la Erlebnis, sino que acompaña la
guerra que como escenario enmarca las desventuras del sujeto Ginster.13
La pregunta por la vida encuentra en la narración una respuesta a través de la
centralidad de la muerte que sin embargo permanece unida a un núcleo sustancial
material, la figura de la vieja hacia el final de la obra indica la presencia de la muerte:
“Ella no lo invitó con palabras claras, sino que le sonrió irónicamente. En todo caso, la
boca muy abierta, desdentada, solo podía insinuar una sonrisa irónica. Como un
imponente cráter se abría la boca en el blanco paisaje muerto de su rostro” (Kracauer,
2016).14Pero a diferencia de la interpretación idealista consagrada en la idea de
Fronterlebnis y su expresión de una relación entre la vida y la muerte con pretensiones
superadoras, la muerte en Ginster aparece como enigma de la vida. El enigma, con
ribetes de comicidad, se presenta como el primer escalón de la elaboración crítica que,
en una instancia posterior, abre el espacio a un auténtico sustrato subjetivo del
sentimiento. De esta forma, el sentir se pone entre paréntesis: el personaje Ginster no
genera identificación ni en lo más bajo ni en lo mejor de su conducta, la ironía trabaja
para ello. Así, para evitar el sentimentalismo y la identificación a través del sentimiento,
Kracauer hace de su protagonista un cobarde, el sentimiento que predomina en Ginster
es el temor.
Incluso si se considera que el último capítulo no resulta representativo de la novela, y se
toma el décimo como último, la muerte del tío confirma la centralidad del tema
existencial que se refuerza en las últimas palabras de la historia: “En la cama se puso a
reflexionar sobre qué guerra habría de comenzar ahora. Lloró de cansancio al pensar en
el tío muerto, en él mismo, en los países y los seres humanos.” (Kracauer, 2016). Aquí
se expresa claramente la conexión entre el sentido de la muerte, el sentido de la
existencia (o su ausencia) que se pone en evidencia en la modernidad y su concepción
de lo humano; pero lo que la construcción del protagonista ha logrado es una distancia
que facilita la explicitación del problema.
Quizás la prueba más fehaciente de que la existencia humana es el núcleo de la novela
de Kracauer está en los análisis mismos del género que lleva a cabo en distintos
artículos durante la República de Weimar. El punto de partida se encuentra dado en la
reseña de Teoría de la novela que publica en Neue Blätter für Kunst und Literatur a
comienzos de los años veinte. Con una evidente admiración por el trabajo de Lukács,
Kracauer acepta allí el abordaje epistemológico de la novela desde la perspectiva
metafísica y filosófica que dificulta la caracterización tipológica. 15 Pero no es esta
13
Desde otra perspectiva, Koch sostiene que Kracauer opta en Ginster por un “existencialismo negativo”
(Koch, 2000: 58) en el sentido de una decisión existencial ausente.
14
La versión en español de Ginster citada a lo largo del artículo pertenece a una traducción inédita de Miguel Vedda.
15
Kracauer reconoce sin embargo las dificultades que este abordaje implica para la construcción tipológica: “como es
obvio, una clasificación de la novela resultante del punto de vista metafísico en una determinada situación
histórico-filosófica no podrá ser afirmada en todos sus puntos como su tipología.[…] el desarrollo del esquema de
clasificación derivado de un principio nuclear conduce a construcciones en las que se violentan contenidos
esenciales de la realidad individual” (Kracauer, 2006c: 138).
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dificultad en lo que Kracauer se basa para diferenciarse del análisis lukácsiano, sino en
la evaluación de las obras de Dostoievski sobre la cual escribe:
Es posible que el mundo de Dostoievski significase en su momento la corporeización de un
sentido válido para la humanidad rusa. Sin embargo, Occidente debería hallarse real e
irrevocablemente hundido antes de que pudiera vivenciar en el epos ruso de Dostoievski el
cumplimiento de su más inherente anhelo (Kracauer, 2006c: 139).
Kracauer cree, a pesar de esta crítica, en la conservación en Occidente de una fuerza
capaz de dar forma al epos, pero la reconoce en cambio en las “grandes épicas
campesinas” de Jeremias Gotthelf. 16 Esta referencia, que Kracauer no despliega en su
reseña, resulta significativa para el análisis de la labor narrativa de Ginster pocos años
más tarde, ya que muestra que Kracauer mismo cree bastante tempranamente en la
posibilidad de desarrollar una forma novedosa en la biografía que dé cuenta del estado
subjetivo del hombre europeo.17 Y la forma que encuentra es la de una parodia de la
biografía burguesa, la conversión de la seguridad bio-gráfica en la negatividad de ese
antihéroe que protagoniza su novela de guerra. Al cerrar su reseña de Teoría de la
novela escribe:
Y tal vez el más profundo conocimiento que se puede obtener de la obra de Lukács sea que la tarea
de la filosofía –y no solo de la filosofía–, hoy más que nunca, se agota en mantener viva la llama
de la nostalgia, hasta que finalmente aparezca el genio cuyas proezas rediman a este mundo
deshecho por la maldición de la carencia de sentido (ibíd.: 140).
El hecho de que Kracauer ensaye con Ginster este mantenimiento de la llama de la
nostalgia de forma literaria no atenúa el componente filosófico de su labor. 18 Como lo
demuestra su ensayo sobre la biografía, publicado más tarde en Frankfurter Zeitung en
1930, Kracauer reconoce en esta una expresión del arte burgués. No se trata en absoluto
de una moda (Kracauer, 2006d: 309s.), sino de un resultado del devenir histórico y de la
transformación determinante que este imprime en la subjetividad, cambio tan crítico
como la teoría de la relatividad para la física (ibíd.: 310). Se refiere en este punto a la
descomposición de la subjetividad que se fundamenta en la idea de una sustancia
racional sin fisuras, sujeto de certeza y correlato del mundo. La fragmentación de este es
evidentemente la volatilización de aquel. Frente a tal diagnóstico, Kracauer descubre en
la biografía una forma burguesa de autoconservación en la que se pretende encontrar “el
16
También Walter Benjamin hace referencias a Gotthelf en su ensayo sobre el narrador de 1936.
17
La primera novela de Gotthelf, de la cual toma su pseudónimo literario, se titula Der Bauernspiegel
oder Lebensgeschichte des Jeremias Gotthelf von ihm selbst beschrieben [El espejo de los campesinos o
biografía de Jeremias Gotthelf, escrita por él mismo] (1837). Que Kracauer lo mencione como un posible
modelo de épica de Occidente resulta al menos sugerente en relación con el título de su propio alter ego
Ginster, que escribe la novela “él mismo”.
18
También el vínculo que establece entre filosofía y literatura se aprecia en su estudio sobre la novela
policial de mediados de los años veinte que es definido desde su subtítulo como Ein philosophisches
Traktat über den Detektiv-Roman.
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apoyo que en vano buscaban [los biógrafos literarios] en otros lugares, el sistema de
referencias válido que les dispensa de su arbitrio subjetivo” (ibíd.: 312). En este sentido,
se trata de una “huida” al interior del mundo burgués desde el cual Kracauer introduce
el modelo corrosivo de su experimento biográfico. La biografía Ginster produce una
distancia del sentimiento: hasta la guerra, acontecimiento que impone la conmoción del
sentimiento en su más alta medida, es introducida a la distancia y sometida a los
arbitrios de un sujeto volátil y disperso.19
El componente que incorpora para lograr su objetivo de destruir doblemente la impronta
ideológica de la forma biográfica y la de la “oposición superficial” vinculada a esta, es
el del surrealismo. Kracauer hace suyo el impulso revolucionario surrealista, lo
incorpora no solamente como un rupturismo estético, sino también como un elemento
de transformación ideológica que permite la restauración de la imagen del ser humano.
Así, la marcha de la historia, fundamento de verdad del positivismo burgués en la
biografía, es descompuesta en la creación del personaje ficticio Ginster que es el autor
mismo pero que al mismo tiempo no lo es. Que un personaje ficcional escriba su
biografía es ya en sí mismo un componente de irrealidad que viene a mostrar la
fragilidad de la certeza biográfica. Pero la irrealidad es aquí redención de lo real, pasaje
hacia el desenmascaramiento de la desesperación burguesa: la ficción del sujeto
biográfico pone en relieve el absurdo de la guerra real que, como trasfondo, hace de
Ginster un caso especial de la Kriegsroman.20 Al año siguiente de la publicación de
Ginster, aparece como libro la novela de Remarque Sin novedad en el frente sobre cuya
repercusión Kracauer reflexionará. Explica su éxito en función de la expresión en la
novela de un tipo de ser humano que se ajusta a la economía racionalizada y su
fundamento político; se trata para Kracauer del “tipo de pequeñoburgués democrático”
y sus sentimientos (SKW 5.3: 140). La novela interpela entonces a un hombre y sus
sentimientos que en el caso de Ginster será, por el contrario, expuesto en su falta de
sentido. Se trata de una destrucción de la estructura subjetiva erigida idealmente en la
narración del conflicto bélico. Los sentimientos democráticos pequeñoburgueses deben
ser expuestos en su irrealidad para ejercer la labor crítica de la literatura. Para ello, el
tiempo histórico es sometido a otro orden del tiempo, que se aleja de la narración propia
de la Kriegsroman.21 Se trata de un tratamiento del transcurso histórico que rompe la
linealidad (progresiva o regresiva) propia del idealismo. Mülder sostiene que el tiempo
en Ginster: “pierde el factor de la duración” (Mülder, 1985: 129, la trad. es mía). Este
elemento que lo acercaría a la Lebensphilosophie es sin embargo resignificado al entrar
19
Sobre la construcción del protagonista, su condición subjetiva de “existencia ‘gaseosa’” y su fragilidad,
propia del individuo en el capitalismo tardío, cf. Vedda, 2011: 126-130.
20
Que Kracauer confronta con las narraciones de la guerra se evidencia en su interés por las mismas. En
este sentido, cf. entre otros “Über Erfolsbücher und ihr Publikum” (1931), ensayo en el que hace
referencia al éxito de la novela de Remarque de 1929.
21
La presente interpretación coincide en las advertencias respecto a tomar a Ginster como una Zeitroman.
Eckhardt Köhn sostiene: “´Ginster’ ist nur einem beschränkten Sinne als Zeitroman zu lesen” (1980:
43), aunque su lectura difiere significativamente de la aquí propuesta. Cf. también sobre este punto, la
posición de Mülder (1985: 129).
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en contacto con la experiencia espacial de las imágenes surrealistas. Un ejemplo de esta
presentación surrealista del espacio y de su relación con las cosas puede reconocerse en
el siguiente pasaje:
Ginster se retiraba al espacio ubicado entre su hilera de camas y la hilera contigua, del que le
pertenecía una cuarta parte. El espacio era un pozo colocado por encima del nivel del suelo, que al
menos jamás atravesaba la luz solar. Desde el centro de la sala se ramificaban de manera regular
numerosos pozos similares, en dirección a ambos lados. Habría resultado útil numerarlos, pues con
frecuencia ocurría que Ginster doblara en forma prematura, y entonces tenía que volver a contar
las camas, a fin de encontrar su espacio intermedio. Le habría gustado algún día examinar toda la
distribución desde el techo de la sala. Ese momento, se ocupaba de ordenar de nuevo el contenido
de la caja. Todo era extraído y vuelto a guardar. Las cosas tenían el hábito de cambiar
espontáneamente de lugar, y demandaban una atención continua (Kracauer, 2016).
Con esta presentación del espacio y los objetos en el contexto de la guerra y del
ordenamiento militar, lo que Kracauer logra en su novela es resquebrajar la apariencia
continua de la realidad del hecho histórico y poner en evidencia su componente de
irrealidad.22 El extremo del orden de una racionalidad reducida a la mera ratio, que el
militarismo muestra de manera paradigmática, se vuelve espacio onírico: los extremos
en este sentido se juntan, de allí que, sostiene Kracauer en Los empleados, “solo es
posible acceder a la realidad a partir de sus extremos” (Kracauer, 2008a: 105).
Otro mecanismo al que apela la novela también es dado por el título que pone en juego
una doble irrealidad: Ginster no es “él mismo” y la novela tampoco está escrita por
Ginster. El hecho de que se publicara anónimamente refuerza esta intención de
Kracauer. Con este dispositivo logra dos objetivos: 1) por un lado destruir, mediante un
juego a modo de parodia, la apariencia de verdad de la biografía como modo de
expresión burgués y 2) introducir en el ámbito de la ficción los problemas del
sentimiento humano que refieren a su existencia: el amor, la sexualidad, la muerte. Este
segundo punto constituye el aspecto constructivo, afirmativo, que otorga sustancia a la
destrucción del fundamento de la forma biográfica y se dirige a redimir con ello la
irrealidad burguesa. Kracauer parece sugerir la búsqueda del sentido de la existencia
como movimiento de transformación de un mundo fragmentado. La ficción del sujeto
Ginster funda las posibilidades destructivas del primer objetivo, el sinceramiento de la
ficción enunciativa las potencialidades de sentido del segundo. Kracauer muestra así la
necesidad de volver a la pregunta sobre el hombre a partir del reconocimiento del
dispositivo de su irrealidad.
22
Otro ejemplo, en el que se apela también al humor, puede encontrarse en el siguiente pasaje: “El
sargento había eliminado el espacio y se había colocado junto a Ginster, un cepillo de dientes gigante,
como en una publicidad colocada en el techo, cuyas cerdas le frotaban el rostro, siempre de un lado a
otro; y al mismo tiempo el suelo hacía presión a izquierda y a derecha contra los pies, cada vez un poco
más fuerte, pronto ya no podrían levantarse. Quizás habrían resultado prácticas las polainas de punto.
Ginster movía las filas de dientes hacia arriba y hacia abajo, a través de las filas transversales lo miraba
el sargento. ¿Quién le había transmitido recientemente la observación despectiva durante la limpieza de
las carabinas? La – la – la – la; solo que no quería cantar la muerte. La gente cantaba en voz tan alta que
el sargento no notaba los lalás. Si hubiera podido introducirse entre los dientes: la – la – la; pero volvió
a dirigirse presuroso hacia delante” (Kracauer, 2016).
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La atmósfera onírica de la guerra, de la que el protagonista entra y sale constantemente,
confronta con las imágenes realistas de obras como Tormentas de acero (1920) y
reconstruye el vínculo histórico del sujeto con la guerra: la sangre está ausente en la
guerra de Ginster. La apelación a lo real de las narraciones bélicas, su fundamento en la
vivencia biográfica, cimenta las bases para una estetización del acontecimiento histórico
y funda de esta manera su irrealidad. Kracauer invierte la relación ficción-realidad y
convierte la realidad en el marco de ensoñación de un sujeto perdido, evanescente,
fragmentado. Se trata entonces de exponer la posibilidad de un sujeto nuevo: “Un
individuo nuevo, fuera de la atmósfera brumosa de las ideologías” (Kracauer, 2006d:
315). La porosidad del sujeto que encarna el protagonista funda las bases para el
reconocimiento de la irrealidad del sujeto burgués y su universo. La apelación a la
verdad histórica, en la cual la biografía sostiene el desgarramiento del sujeto moderno
como certeza, no hace más que insistir en la irrealidad de una ideología que en la
Alemania de Weimar se encuentra en crisis. El sujeto burgués es cuestionado por la
derecha y la izquierda, 23 pero este resiste en la ideología del entretenimiento y la
distracción en la que las clases medias se refugian. También se esconde en la metafísica
de los revolucionarios conservadores, herederos de un idealismo que se oculta en
pretensiones esteticistas. 24 Naturalmente, dicho idealismo se acompaña de un orden
socio-político al cual legitima. Norbert Elias subraya el doble objetivo ideológico y
propagandístico de la literatura que exaltaba la guerra:
En el ámbito de la política exterior se trataba de restaurar a Alemania como potencia, de ser
posible hegemónica, aunque para ello hiciera falta otra guerra. En el contexto nacional se pretendía
restablecer la antigua transparencia en las relaciones de superioridad y subordinación entre el jefe
y la tropa, no solo en el ejército sino en todo el pueblo (Elias, 2009: 226).
Pocos años más tarde, en 1931, Kracauer publica su posición crítica respecto a los
intelectuales agrupados en torno a la revista Die Tat, en los que reconoce la intención de
reunir a la izquierda y a la derecha bajo el concepto de pueblo, derivado de una “amplia
y auténtica experiencia” (Kracauer, 2008c: 85). Para Kracauer, las publicaciones de la
revista se basan en el descubrimiento de la “unión del pueblo alemán necesitado” (íd., la
trad. ha sido modificada). Encuentra en las clases medias, debido a su posición social
intermedia, una capacidad especial para adquirir dicha unión (ibíd.: 106s.). Son ellas
también las que logran el “éxito” de las obras literarias durante la República. Expresan
la necesidad existencial que se reconoce en el sentimentalismo y en el kitsch. 25
23
Apenas finalizada la República, Kracauer publica una reseña de La condición humana de Malraux en la
que rescata que este “No es uno de esos colectivistas que hurtan al individuo la entera plenitud del
sentido para atribuirlo solo al colectivo, sino que el acento principal lo pone precisamente en el
individuo” (Kracauer, 2006f: 373). Subraya en la obra de Malraux el aporte de corrección a cierto
pensamiento colectivista que pasa por alto la existencia del individuo (ibíd.: 376-77).
24
Apenas unos años más tarde, Kracauer publica una reseña del libro de Jünger Der Arbeiter. Herrschaft
und Gestalt (1932) en la cual señala que el rechazo del autor al pensamiento burgués se hace a favor de
la Gestalt del trabajador, que se presenta como un fin de activación política. Esto, subraya, constituye
“der eigentliche Konstruktionsfehler des Buchs” (SKW 5.4: 237, las cursivas son del original).
25
Precisamente, Kracauer indica la necesidad de revisión de la posición de los intelectuales del círculo en
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Quien no posee conciencia de su condición política resulta existencialmente vulnerable
a este resquebrajamiento subjetivo y busca seguridad y amparo en toda imagen que le
devuelva sentido. Las constantes preocupaciones de Kracauer durante la República de
Weimar por las distintas formas en que el sistema elabora mecanismos de contención
para la desesperación existencial constituyen el aspecto negativo de una forma de crítica
dialéctica que se propone como tarea la destrucción, mediante su exposición, de las
pretensiones de verdad de dichas formas de apariencia. Pero también se puede observar
un aspecto afirmativo de su tarea que en Ginster se ensaya con herramientas
surrealistas.
Si bien no se encuentra en Kracauer una teoría del surrealismo elaborada de la manera
en que Benjamin lleva a cabo en su ensayo de 1929, se puede reconocer la marca
surrealista en su pensamiento a partir de distintos elementos: 1) la tendencia a la
espacialización propia de la atmósfera onírica en la que el transcurso temporal lineal se
suspende. En el caso de Ginster, si bien existe un marco temporal definido y lineal, el
tiempo se subordina marcadamente a los espacios y más profundamente a las imágenes
espaciales. El final de la novela es un ejemplo paradigmático de esta imposición del
espacio, la imagen de la vieja impregna el aire y conduce hacia un lugar sin tiempo
mensurable; 2) el uso de superposición de imágenes aleatorias, en especial aquellas
construidas a partir de objetos cotidianos. Estos juegan un papel importante en Ginster
junto a la composición de los personajes con elementos de la naturaleza: “El mozo que
los atendía era un hombrecito meridional que parecía una fruta que, en el interior,
tuviera un sabor dulce” (Kracauer, 2016); 3) la concepción revolucionaria de lo erótico
en su íntima vinculación con la idea de libertad radical. Esta forma parte de la revuelta
antiburguesa que tiene lugar en el tratamiento de la libertad del individuo a lo largo de
la novela. El último capítulo, nuevamente, da contenido y direccionalidad a esta
revuelta. El personaje de Frau van C se separa y sostiene: “Se convirtió en un burgués.
Ya no podía tolerar la convivencia con él” (Kracauer, 2016). Kracauer muestra la
transformación existencial de la guerra en ella: “La guerra la había convertido en una
revolucionaria. Su existencia anterior se había extinguido” (íd.). Este cambio
revolucionario no se da en la vida de la persona sino en su existencia misma, recurre
entonces a una descripción marcadamente surrealista de esta transformación del
personaje y de los efectos que tiene sobre Ginster:
Ella abominaba de la sociedad. Una figura popular endurecida. Ginster asintió, tembló, abrió
bien anchas sus alas. Habría querido lanzar gritos de júbilo frente a semejante odio. De pronto
advirtió que ella también rabiaba porque se sentía abandonada; el papagayo era solo superficial.
Él atravesó el maquillaje, tal vez ella se había vuelto más vieja, cuán hermosas se abovedaban ya
las grutas de su rostro. Las grutas emitían fugaces destellos. –¿En qué se convirtió usted?
(Kracauer, 2016).
lo referente a dos puntos: 1) la corrección de la impronta reaccionaria del concepto de Estado y de otros
conceptos fundamentales y 2) el reconocimiento de la importancia de la razón (Vernunft) para combatir
la ratio descontrolada (Kracauer, 2008c: 107s.).
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Una idea de época que se encuentra transformada en este capítulo es la de embriaguez
(Rausch). En este caso, no se trata de aquella exaltación patriótica del espíritu del Volk,
sino que este inspira odio. Pero Kracauer incorpora otra forma de la embriaguez
típicamente surrealista: aquella que en el aire mismo de la revuelta de la existencia se da
en el ser humano. La descripción de la atmósfera final del puerto combina los desechos
con la ebriedad del aire:
Volvieron a la ciudad, la vasta tarde bramaba. Subió con la mujer la escarpada escalera que
conducía al punto elevado desde el cual el barrio se sumergía en el puerto. La escalera estaba
adosada a un muro que la asfixiaba. La mujer van C. respiraba con dificultad allí arriba. Ginster
no sintió la presencia de ella ni la suya propia, tan embriagado estaba él por los tesoros que lo
rodeaban. Consistían en desechos, trapos e inmundicias. El sol bañaba las cavidades y tubos, era
imposible encontrar una dirección. Hurgaban de manera oblicua, arqueándose, en las entrañas.
Incontables niños y gatos manaban, en una callecita que parecía un patio, desde las grietas del
empedrado; reptaban a través de las paredes, gritaban, se mezclaban. […] El agua corría sobre
todas las escaleras y taludes. Los arroyos de mugre desembocaban en una corriente humana, que
se estancaba continuamente en su angosto cauce, que remontaba el curso, giraba y volvía a correr
lentamente. Pasaba humeando junto a bahías de legumbres y sótanos de trastos viejos; una única
masa de fango, su olor se mezclaba con el de los peces, y rudos perniles de carne bramaban
sobre ellos desde las orillas (Kracauer, 2016).
Esta atmósfera se corresponde con aquella misma en la cual el personaje aprende lo que
es la muerte. No es en la guerra, sino en la experiencia erótica en donde Kracauer decide
mostrar el aprendizaje de Ginster; se trata de poder hablar acerca de la vida, de la que
todos hablan. 26 Esa vida es un estar en casa, 27 un estado en el que el mundo ha sido
redimido del sentido aniquilado.
La vuelta del sentido ensayada aquí recompone elementos de lo humano que el
surrealismo pone de relieve. Así, en un breve escrito de 1926, titulado “Edelkitsch”
[Kitsch elevado], Kracauer subraya que el elemento vital no puede ser postergado
plenamente:
Las personas cultas todavía siguen indignándose demasiado con el kitsch. Deberían hacerlo
solamente con reservas. Todo hombre tiene una inclinación al kitsch, lo confiese o no, todo
hombre tiene derecho al kitsch. Uno no puede vivir siempre con todo el empleo de sus fuerzas y
además: el kitsch expresa de manera no encubierta, aunque lo haga en forma bárbara, los deseos
sensoriales y espirituales primitivos de los hombres (SKW 5.2: 401).
La realidad se alimenta de estos deseos que acompañan las fuerzas del ser humano,
aquellas activas y las otras que, potenciales, permanecen latentes.
Puede aquí pensarse entonces una épica surrealista en el sentido de una combinación
26
En su relato a Frau van C. Ginster sostiene “Pero alguna vez tenía que ocurrir, no podía mantenerme
siempre al margen cuando los demás hablaban acerca de la vida” (Kracauer, 2016).
27
“¿Por qué le cuento esto? Porque en este mísero barrio del puerto finalmente me topé con un mundo
que corresponde al estado en que me hallaba después de estar con la muchacha. Aquí me encuentro
prácticamente en casa” (Kracauer, 2016).
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narrativa que apela a lo desechado, a lo fragmentado y a lo aparentemente banal para
volver a plantear el problema humano. Ginster es el anti-guerrero, aquel que no batalla
sino que recoge el sentido de los despojos materiales. Su vivencia no es una
Fronterlebnis, es una huida. Esa misma huida que toda vivencia implica en su
aspiración a la totalidad. Desde un punto de vista ideológico tampoco es un
revolucionario, aspira más bien a ser un hombre que revela la irrealidad del sentido del
mundo. Pero a pesar de que el tema de la muerte resulta central en la novela, la
apelación a la existencia no está dada en estos términos. Es más bien el desvelamiento
de la irrealidad, en la forma del antihéroe, la manera en que esta aparece. Este fuerte
componente de parodia se combina a su vez con un elemento ilustrado. Hay en
Kracauer una creencia en el aprendizaje que en la novela se presenta constantemente
como paradoja: no es la guerra la que enseña, sino la experiencia erótica, de una manera
en la cual el azar introduce el sentido en un mundo en el que la razón se encuentra
desviada.
4. Ginster y Nadja: ¿novelas biográficas surrealistas?
En 1928 se publican, en Francia y Alemania respectivamente, dos trabajos de
experimentación narrativa biográfica: Nadja y Ginster. Si esta última no posee la
impronta surrealista que se reconoce en Nadja, a la que Adorno denomina poco más
tarde en una carta dirigida a Kracauer, “la biblia surrealista” 28 (Adorno/Kracauer, 2008:
191), su narración contiene elementos propios que caracterizan al movimiento francés.
Un análisis comparativo de ambas novelas muestra también que poseen una serie de
características en común: ambas retoman experiencias autobiográficas, ambas se dirigen
contra el sentido común de la ideología burguesa, ambas ponen en jaque la identidad del
yo y hacen emerger fuerzas latentes de la subjetividad. 29
El aspecto que se destaca es el gesto destructivo y aniquilador que se dirige a desgarrar
la irrealidad burguesa y su pretensión de verdad. En las dos novelas, la marca surrealista
está dada en los distintos elementos de la forma, pero ante todo, en el contenido de las
narraciones que tienen el objetivo de expresar una revuelta subjetiva. En la embriaguez
de la experiencia surrealista, el sujeto se deshace, se resquebraja y aparece el dominio
de las imágenes. Esto, que en Nadja es la transformación misma de la experiencia, en
Ginster se da de manera velada. La narración de Kracauer se distingue de la llamada por
Adorno “biblia surrealista”, Ginster es el opuesto del espacio corporal (Leibraum) que
el surrealismo propugna y en tal sentido, Kracauer pone a funcionar dicho espacio en un
movimiento de crítica negativa. A diferencia de un trabajo surrealista como Nadja, el
28
Cabe destacar aquí la distancia que toma Adorno a continuación respecto de la figura de Breton, sobre la que
escribe: “Das ist kein Künstler, sondern ein ganz schlecht abstrakter Mann” (Adorno/Kracauer, 2008: 191).
29
La enumeración de factores que admiten una comparación en las novelas podría evidentemente extenderse pero no
es el objetivo del presente trabajo. El tema de la subjetividad en la novela de Breton, por otra parte, que aquí se
retoma, se hace explícito desde la primera línea de la novela: “¿Quién soy yo?” (Breton, 2009: 95), se pregunta el
narrador.
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espacio se muestra en Ginster sometido a un proceso de geometrización:
Pequeños espirales y líneas salieron ahora de las hileras, y el medio perfil, que emergía luminoso y
sin movimiento, hizo retroceder al cuarto a un segundo plano. En una ocasión, la melodía se
zambulló bajo la superficie, como un pez. Ginster avizoró historias que, sin embargo, no eran
tales, sino curiosidades geométricas, cuyos rasgos se borraban de inmediato, como los de los
sueños. Lo turbaba el hecho de que la música se tradujera en figuras, en lugar de permanecer sin
imágenes. Las figuras se relacionaban con el medio perfil, sin que, no obstante, brotaran de él. Por
último, se escurrió de ellas y aguardó angustiado el final de la pieza (Kracauer, 2016).
Más allá de la evidente potencia surrealista de este pasaje, se percibe la introducción de
la perspectiva geométrica en la concepción del espacio, un tema que Kracauer hace
propio en la interpretación del devenir histórico de la razón en distintos contextos. La
introducción del análisis geométrico del espacio produce un distanciamiento que le
permite bloquear tanto el sentimiento como la embriaguez propia de la narración
surrealista.30
Un aspecto que hace evidente esta diferencia es la temática erótica. Al igual que en la
obra de Breton, esta se pone en juego como crítica al amor burgués, pero lo que en
Nadja es afirmación de la experiencia, en Ginster es ausencia, falta, ambigüedad. Tan
solo en el último capítulo se reconoce al amor afirmativamente como experiencia, como
Erfahrung. Lo que Ginster denuncia con la surrealista falta de sustanciación de su
protagonista es la no concreción de la imagen del ser humano. La ausencia de espacio
corporal, de espacio humano, se expresa como ornamento.
En una reseña de Los empleados, Benjamin escribe: “solamente en ‘Los empleados’ el
chiste gráfico ha adoptado el rol del chiste verbal” (GS III: 226). Esta afirmación podría
trasladarse a Ginster: las imágenes juegan en la composición un rol de denuncia a la
manera surrealista. El cuerpo de los objetos toma protagonismo y en oposición, el del
ser humano desaparece: se trata de un sujeto que ha perdido corporalidad, que ha
perdido materia. Ginster es un “chiste gráfico”.
Así, aquello que Kracauer muestra con claridad en su ensayo de 1927, y que es
retomado en sus análisis de los empleados, es expuesto en la existencia del héroe de la
novela como fenómeno implicado en la subjetividad misma. 31 La figura, la forma toma
control del hombre. Pero aquí no es espectáculo sino denuncia, Ginster podría formar
parte de esas masas ornamentales pero no lo hace porque permanece solo. El héroe es
héroe debido a que geométricamente aún no es un cuerpo:
A pesar de sus veintiocho años, Ginster abominaba de la necesidad de tener que
30
En este sentido, la identificación y el involucramiento que puede generarse frente al personaje de Nadja
y el amor que se relata en la novela de Breton parecerían encontrarse neutralizados en Ginster.
31
Ginster, sujeto sin sustancia, vaporoso, transparente se siente atraído por el ornamento como parte de su
identidad: “A Ginster le gustaba desde pequeño dibujar ornamentos. En los márgenes en blanco de sus
cuadernos escolares ascendían sistemas de espirales que iban afinándose hacia arriba. Irradiaban hacia
derecha e izquierda desde una línea vertical en el centro: hojas de árbol que se convertían en líneas
delgadas y que terminaban en sí mismas” (Kracauer, 2016).
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convertirse en hombre. Todos los hombres que conocía tenían opiniones firmes y
una profesión; muchos, además, mujer e hijos. Su carácter inaccesible le
recordaba el de los contornos simétricos, que no podían ser alterados en nada.
Ellos siempre se figuraban algo y representaban algo. En conversación con ellos,
se imponía el silencio sobre algunas cosas: su dignidad lo exigía, se parecían a
países con fronteras. Nunca se abrían. Ginster los encontraba casi repugnantes;
meras masas corpóreas pesadas, que se afirmaban seguras de sí, y que se resistían
a una división. Él, en cambio, a diferencia de ellos habría sido gaseoso; en todo
caso, no podía imaginarse que pudiera alcanzar alguna vez ese carácter
impenetrable (Kracauer, 2016).
De esta manera, lo que Kracauer logra en su novela es la plasmación de la subjetividad
frente al hecho histórico que subvierte el fundamento de verdad objetiva al que apela la
biografía: el yo es expuesto a la irrealidad de las convenciones del sentimiento ante la
muerte y el amor y con ello se remite a una auténtica experiencia. Este sujeto mismo,
que se encuentra aislado, en masa, en cambio, porta la potencialidad del ornamento. Los
sentimientos no llenan la novela sino que la vacían, como es vaciado el protagonista al
convertirse en una no-sustancia. No se trata aquí de la guerra sino de la irrealidad de la
guerra, su idealización y los conceptos que la fundamentan: el pueblo, las masas, la
patria y el sentimentalismo que despiertan. Esta revisión del sentimiento es también un
rasgo surrealista. La revolución que este movimiento acarrea en la percepción sensible
llega al paroxismo en la noción de amor. Benjamin, analiza esta visión radical en Nadja.
En su ensayo de 1929 escribe: “Pero tras esa destrucción dialéctica el espacio se hace
más concreto, se hace espacio de imágenes: espacio corporal” (Benjamin, 1998: 61, la
trad. ha sido modificada). El concepto de espacio corporal (Leibraum) que Benjamin allí
sostiene como parte de la experiencia surrealista se distingue de esa tendencia que llama
“nihilismo antropológico” y que se encuentra incrustada en el pensamiento intelectual
de posguerra. Kracauer también la denuncia de forma irónica con su concepción
geométrica del espacio.
5. Conclusiones
Ya han sido señaladas las críticas que Kracauer hace a Lukács y que refuerzan el giro
materialista de su pensamiento en la segunda mitad de la década del veinte. 32 Pero si se
acepta el hecho de que, más allá de dichas críticas, Teoría de la novela deja una
impronta destacada en Kracauer,33 y en el círculo de amigos que comparten una visión
de mundo en los años de la República, Ginster puede ser interpretada como un intento
de construcción de una épica de la bios humana desde una perspectiva contraria a la
32
33
Cf. Mülder, 1985: 134s.
Una evidente marca, entre muchas otras, es la noción de “desamparo trascendental” con la que
Kracauer edifica parte de su teoría político-filosófica sobre los empleados.
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Lebensphilosophie. Aquello que Lukács encuentra en Dostoievski, y que Kracauer
rechaza por no pertenecer a la tradición de Occidente, es ensayado en Ginster con apoyo
del surrealismo. Este funciona como componente heurístico del fragmento y recompone
una relación entre el mundo de la naturaleza y el del espíritu humano. Claro que aquí no
se apela a la totalidad en el sentido de la épica premoderna, ni se logra una restauración
de significado como fundamento de la vida. Sí, en cambio, se intenta una redención del
sentido invertida, que apela a lo resquebrajado: lo que enmarca las desventuras del
sujeto gaseoso y del mundo hecho añicos es la guerra.
En la representación burguesa de la vida humana, tal como la plasma la biografía, se
observa, a partir de la crítica kracaueriana, un doble polo de irrealidad que funciona de
manera dialéctica: por un lado se apela a la objetividad de la subjetividad histórica a
través de la referencia biográfica, por otro, se invoca la subjetividad a través de la
referencia al sentimiento. En ambos casos la subjetividad resultante es recreada
idealmente y ofrecida como espejo de identidad al lector.
El hecho de que el tema de la muerte cierre la biografía de Ginster, escrita por el
mismo,34 no debe indicar en relación a una concepción de la existencia en el sentido
expresionista. Kracauer es tempranamente, a pocos años de haber finalizado la Gran
Guerra, un fuerte crítico de este movimiento al que le reconoce haber cumplido una
misión: la realidad carente de alma de las formas capitalistas y cientificistas fue puesta
al descubierto por el expresionismo. Pero el yo expresionista constituye para Kracauer
ya en 1920 un “proto-yo” (Ur-ich) (SKW 5.1: 96 y 97), un grito indignado que no logra
erigir un mundo muevo:
Su desasimiento le lleva al éxtasis, le sobrecogen espasmos extáticos y, balbuceando sonidos
primitivos, en una única embriaguez de su valor de destrucción, se decide por sus ideales, en una
embriaguez que a su vez le preserva de quedar retenido a la fuerza en la violencia de lo existente
(Kracauer, 2006e: 53).
Las construcciones que nacen de esta violencia y esta rabia carecen sin embargo de
realidad (ibíd.: 56-57). Que Kracauer apuesta a las posibilidades de despliegue de ese
gesto revolucionario más allá de su “ocaso” se muestra no solamente en sus trabajos de
crítico cultural sino también en sus incursiones literarias. Una línea de continuidad
puede trazarse entonces desde el reconocimiento de ese crepúsculo hasta la irrupción de
la mirada surrealista en sus imágenes. El surrealismo posee en este sentido un doble
carácter que funciona de manera bifronte en el pensamiento kracaueriano; en primer
lugar, compite con la denuncia expresionista desde una perspectiva luminosa: la ironía,
el humor, la sorpresa surrealistas despejan la atmósfera oscura y pesada del primero, en
segundo lugar, los temas de la vida, la fuerza, la embriaguez, aunque resignificados,
permiten la reconversión de la herencia del vitalismo alemán en una nueva expresión
del significado del hombre y de su existencia.
Aunque las marcas ilustradas no desaparecen en el experimento narrativo de Ginster,
34
Esta afirmación vale tanto para el caso de que se considere que el último capítulo de la novela no es el undécimo
sino el décimo, dado que en ambos constituye un tema central. Cf. al respecto el punto 3 del presente artículo.
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puede reconocerse un intento de incorporación de lo que Kracauer identifica como
fuerzas que manifiestan los “deseos sensoriales y espirituales primitivos” que se
expresan de manera bárbara. Se trata evidentemente de un trabajo crítico sobre la noción
misma de razón que Kracauer reivindica.
La revisión del sentimiento que se ajusta a ese tipo del pequeñoburgués democrático
que genera el éxito de novelas como la de Remarque es puesta en juego en la biografía
Ginster. El sentimiento mismo debe ser sometido a la crítica y redireccionado a un
vínculo con la razón: el puro sentimiento, como el placer, que se transforma en
imágenes, sujeto a la ratio se vuelve vacío. Así lo indica su reflexión sobre el kitsch ya
hacia mediados de la década del veinte:
Si el kitsch, por un lado, rebaja lo real a la nulidad, por otro lado, confiere a la nada la dignidad
de la realidad. Se representa un baile en una película: uno cree en el champán en las copas,
supone conversaciones que justifican la risa de caballeros y damas. Mas el champán burbujea tan
poco como las conversaciones; es todo una fachada, como las pecheras y los encajes. Lo hueco
se comporta como un algo y es también tal vez algo, cuando uno sabe sobre su oquedad (SKW
5.2, 402).
Norbert Elias observa que la evolución histórico-política de Alemania mostraba una
autoimagen nacional reforzada en su condición de ensueño y rodeada de un “aura de
irrealidad”, debido en parte a la debilidad y desintegración de siglos (2009: 324s.). A
partir del reconocimiento de esa irrealidad de su tiempo, Kracauer construye en Ginster
una grafía de la vida irreal para la redención de la imagen del hombre y de sus
sentimientos.
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VEDDA, Miguel. 2011. La irrealidad de la desesperación. Estudios sobre Siegfried
Kracauer y Walter Benjamin. Buenos Aires: Gorla.
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Revista del Departamento de Letras
Exlibris #5 (2016)
Investigación / Belforte 374
Llanura gráfica. Poesía visual en Campo Nuestro de Oliverio Girondo | Martín Greco [pp. 375-393]
ISSN 2314-3894
Llanura gráfica. Poesía visual en Campo Nuestro
de Oliverio Girondo
Martín Greco
Universidad de Buenos Aires / Universidad Nacional de las Artes
grecomartin@gmail.com
Resumen
Campo nuestro (1946) es el libro de Oliverio Girondo menos valorado por la crítica.
Ello se debe, en cierta medida, a que suele considerárselo erróneamente una excepción
en la trayectoria poética del autor pero, sobre todo, a que ha sido cancelada su
dimensión gráfica, soslayando la integración entre lo verbal y lo visual.
El presente trabajo propone revisar la relación de Girondo con las artes plásticas,
contextualizar Campo nuestro y volver a leerlo en su singular puesta en página original.
Palabras clave
Poesía visual, Oliverio Girondo, Campo nuestro.
Abstract
Campo nuestro (1946) is the most underrated book of Oliverio Girondo. To some
extent, this is because it was often regarded wrongly as an exception in his poetry, but,
above all, beacuse has been canceled its graphic dimension, sidestepping the integration
between the verbal and the visual.
This paper attempts to look over the relationship of Girondo with visual arts,
contextualize Campo nuestro and re-read it in its original layout.
Keywords
Visual poetry, Oliverio Girondo, Campo nuestro.
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“Girondo hace literatura con ojos de pintor”.
Leopoldo Marechal (1938: 51)
1. Girondo y las artes visuales
A lo largo de su vida, Oliverio Girondo articuló estrechamente la literatura con las artes
plásticas. Siguiendo a Jorge Schwartz (1999b: 497), podemos relevar “cuatro formas de
expresión visual” en el escritor: Girondo como crítico de arte, como artista, como poeta
visual y como editor. No será ocioso repasar algunos episodios relevantes en la historia
de esa relación.
1.1. Girondo crítico
Las primeras publicaciones de Girondo hasta ahora conocidas son reseñas sobre
exposiciones de arte y notas de divulgación estética aparecidas en revistas ilustradas.
A partir del estallido de la vanguardia en la década de 1920, Girondo ejerce la crítica
con vocación programática y polémica, a través de aforismos, manifiestos y artículos
sobre pintura y arquitectura publicados en el periódico Martín Fierro.
En 1936, redacta el prólogo al catálogo de la exposición Pintura moderna. Colección
Rafael A. Crespo, que se lleva a cabo en el Museo Nacional de Bellas Artes. Constituye
la intervención crítica más extensa y sistemática del autor.
En tanto, Girondo desarrolla una actividad complementaria como arqueólogo aficionado
y coleccionista en vastos periplos por el mundo; quedan como testimonio numerosos
dibujos y libretas de apuntes. El viajero anota sus impresiones en la misma dinámica del
desplazamiento. Sus cuadernos no son un borrador balbuceante sino una herramienta de
trabajo central en su método poético. Un manuscrito recientemente recuperado, Ideas,
apuntes, anécdotas, impresiones. 1921-a- (Girondo, 2014: 141-159), constituye un
excepcional testimonio del proceso de composición en simultáneo de poesía, dibujo y
crítica.
1.2. Girondo artista
Los dos primeros libros de Girondo, Veinte poemas para ser leídos en el tranvía (1922)
y Calcomanías (1925), son de hecho cuadernos de viaje y llevan ilustraciones del
propio autor.
El primero se inscribe en la tradición del libro de artista o libro-objeto de vanguardia
que combina lo literario, lo pictórico y lo tipográfico, y cuyo ejemplo más audaz es La
prose du Transsibérien de Blaise Cendrars y Sonia Delaunay (1913). La recepción
crítica muestra que el libro resulta desconcertante en el horizonte de expectativas del
campo literario de la década de 1920, no sólo por sus características, sino también
porque poco o nada se sabía hasta entonces de su autor y podía ignorarse si en este
debutante predominaba el artista o el escritor.
Algunas lecturas resaltan la doble dimensión verbal y visual. En España, Margarita
Nelken pregunta:
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¿Es más pintor Girondo, o es más literato? Ni él mismo debe saberlo; hay capítulos aquí –
poemas en verso o en prosa– e ilustraciones que deben de haber nacido a un tiempo, que una
visión unísona debe de haber sugerido. Y es imposible separarlos (1923: 3).
En Francia, Jules Supervielle destaca los actos simultáneos del mirar y el leer:
Durante una segunda lectura, no podemos evitar mirar los poemas de arriba abajo, y leer las
ilustraciones de izquierda a derecha. El oído de Girondo es tan fino como sus ojos (1924: 328).
Las ilustraciones de los Veinte poemas no funcionan como un simple acompañante
decorativo. Poesía y dibujo son más que complementarios; proponen una nueva
experiencia de lectura. Por ello se ha hablado de estrofas visuales (Schwartz, 1993:
145).
Durante estos años, además, Girondo dibuja y pinta en privado. No es sorprendente,
pues, que haya experimentado con los aspectos gráficos de la poesía.
1.3. Girondo poeta visual
En términos generales puede decirse que la poesía visual “depende en alto grado de la
apariencia física del texto, que es no sólo su soporte sino su misma razón de ser”
(Pineda, 2004: s.p.). Santiago Perednik señala que aparece como “síntoma de la
conciencia del hecho de que escribir es también imprimir un dibujo sobre el papel”:
La tradicional disposición rectangular del encolumnado intenta conferir al dibujo del texto un
carácter de neutralidad; entonces, por contraste, cualquier alteración del dibujo establecido por la
norma se vuelve significativo (1982: VI).
Debido a que la poesía visual presenta muchas variedades, algunos autores han
intentado establecer tipologías, en las que se distingue entre poemas “figurativos” y “no
figurativos”. Los figurativos son justamente los que representan “figuras”, sea de alguno
de los objetos a los que alude el poema, sea de formas geométricas abstractas. En los no
figurativos “se toma como punto de partida el elemento primario de la escritura, la letra,
y se le asigna un valor meramente plástico” (Perednik, 1982: VII).
Philadelpho Menezes realiza un exhaustivo “abordaje tipológico” de los “modos de
articulación entre signos visuales y verbales”; relevante para el presente trabajo es la
primera modalidad: “poemas em que a visualidade é o próprio aspecto gráfico do signo
verbal (frase, palavra ou letra)” (1988: 9); incluye, entre otras subvariedades, las dos
siguientes, que en cierto punto retoman las ideas de lo no figurativo y lo figurativo:
a) el texto en que “as palavras espalham-se pelo espaço da página, ou de uma maneira
solta, onde o branco assume significados variados” (1988: 11). Esta modalidad se
remonta a Un coup de dés de Stephane Mallarmé, donde la unidad poética no es el verso
o la línea sino la página;1
1
“L’intérêt de Mallarmé pour la mise en page l’amène à élaborer une esthétique singulière fondée sur
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b) el texto que en la búsqueda de “uma aderência da forma verbal ao tema”, “dispõe as
palavras na página de modo a representar figurativamente o objeto descrito pelo texto”
(1988: 11). Se ha convenido en llamar caligrama a esta última forma, de larga tradición,
por la influencia de la obra de Apollinaire.
Numerosos son los ejemplos de la primera variedad en Girondo, desde el comienzo
hasta el final de su trayectoria poética. Las correcciones manuscritas sobre sus propios
libros, efectuadas con vistas a eventuales reediciones, testimonian la importancia que
otorgaba al diseño visual y, en especial, a los espacios en blanco, aquello que Octavio
Paz llamaba sinestésicamente música para los ojos en su clásico ensayo “Los signos en
rotación”. Paz observa, acerca de la configuración gráfica de Un coup de dés, que el
cambio de la disposición espacial implica un cambio de la percepción temporal: “El
poema cesa de ser una sucesión lineal y escapa así a la tiranía tipográfica” (1967: 271).
Sigue esta idea María Victoria Utrera Torremocha, quien sostiene que en estos casos la
tipografía es una “figura rítmica visual”; el poema se vuelve ideograma y el espacio,
escritura: “Todo es signo: las palabras y los blancos, buscando un significado ausente,
de ahí la definición del poema como ideograma” (2004: 255).
En la segunda variedad de poesía visual se incluye el texto que abre Espantapájaros
(1932). La reflexión teórica sobre estas formas destaca la simultaneidad del acto
inseparable del mirar/leer mencionado por Supervielle. Al respecto, Michel Foucault
asevera que el caligrama “hace decir al texto lo que representa el dibujo” y añade que
esta forma “pretende borrar lúdicamente las más viejas oposiciones de nuestra
civilización alfabética: mostrar y nombrar; figurar y decir; reproducir y articular; imitar
y significar; mirar y leer” (1993: 33, 34).
Tanto la “música para los ojos” de inspiración mallarmiana, como el caligrama del
espantapájaros, en el que los sonidos se repiten rítmicamente, nos recuerdan además que
lo fónico es una tercera dimensión de la materialidad del poema, imposible de soslayar.
1.4. Girondo editor
Consignemos la dedicación con que Girondo trabaja artísticamente todas sus ediciones,
de la primera a la última, que aparecen “a su cuidado”. En ocasiones cumple la triple
función de editor, escritor y artista. El autor figura como el responsable de lo que en
francés se llama mise en page, la “puesta en página” del libro, un concepto que evoca al
de la mise en scène, la “puesta en escena” del director de teatro y cine.
A Girondo, desde luego, se debe también la puesta en página del libro aquí estudiado,
Campo nuestro.
2. Campo nuestro en la trayectoria poética de Girondo
l’importance du blanc et sur une disposition nouvelle du texte sur la page” (Bohac 2010: 12).
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2.1. Rupturas y continuidades
Aldo Pellegrini fue uno de los primeros en juzgar que Campo nuestro constituía una
anomalía: “al margen de los dos períodos que configuran la evolución de la poesía de
Girondo, éste publica un largo poema, Campo nuestro, que parece como un descanso”
(1964: 28).
A ello se suma que la década de 1940 es la menos estudiada de la producción del poeta,
debido en gran medida a la selección, la organización cronológica y la impostación
gráfica de las dos ediciones póstumas de sus obras completas (1968, 1999).
Durante los años transcurridos entre Persuasión de los días (1942) y En la masmédula
(1954, 1956, 1963), Girondo sólo publicó en volumen Campo nuestro (1946). Sin
embargo, también escribió numerosos poemas que dio a conocer en periódicos, aunque
no en libro, de los cuales sólo unos pocos fueron recogidos en las Obras completas de
1968 en la sección Poemas no reunidos en volumen, sin fechar.
Así, la selección presentada por la primera edición de las Obras completas, y repetida
por la segunda, cristaliza la imagen de un Girondo que de 1942 a 1954 no produce más
que Campo nuestro, es decir, “como si toda la tensión de Persuasión de los días se
aflojara en un último instante de paz antes de recrudecer en En la masmédula”, según
afirma Enrique Molina (1968: 34).
Las lecturas posteriores en general han perpetuado esta imagen y condenado el libro
como “un verdadero hiato en la producción girondiana” (Schwartz, 1996: 218). Pero la
progresiva aparición de poemas dispersos de la época, que son más numerosos de lo que
se creía, y la datación de los “poemas no recogidos en volumen” (Greco, 2004;
Schwartz, 2007) han ido llenando el “hiato” hasta configurar un sistema coherente, que
se extiende durante toda la década.
Es un momento de copiosa actividad poética de Girondo. De ningún otro período se
conservan tantos textos desconocidos; hasta la fecha hemos hallado dieciséis: trece
dispersos y tres inéditos. Los dispersos se vinculan con la zona de Persuasión de los
días en la que se encuentran “Atardecer”, “Deserción” y “Dietética”, entre otros, y a la
vez presentan continuidades temáticas, estilísticas, gráficas y rítmicas con Campo
nuestro.
El texto de este último volumen, por lo demás, fue sometido a un intenso trabajo de
escritura y reescritura, lo que lo convierte en un proyecto no eventual, sino a largo
plazo, del que el libro no fue la última etapa. No nos proponemos realizar aquí un
estudio de crítica genética; pero no es inoportuno revisar de modo sucinto las diferentes
versiones de Campo nuestro. La hipótesis es que el proceso de escritura consistió en la
progresiva desrealización y deshistorización del campo.
2.2. Historia del texto
2.2.1. 1921
La más lejana ascendencia de Campo nuestro que hemos descubierto hasta ahora es de
comienzos de la década de 1920, es decir, anterior a los Veinte poemas. Se trata de una
anotación aislada que no llega a configurar una primera versión, pero resulta de interés
porque revela los procedimientos de trabajo del poeta, su estética del apunte.
Es una metáfora volcada y posteriormente tachada en la libreta manuscrita de 1921:
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Campos abanicados por las colas de las vacas (Girondo, 2014: 147)
que es retomada en un dactiloscrito inédito:
Campo nuestro [...]
con millones de colas que lo abanican [422].2
y encuentra una nueva formulación en dos endecasílabos del libro de 1946:
Una inmensa llanura de silencio
que abanican con calma tus haciendas [210].
2.2.2. Ca. 1930-1940
El dactiloscrito, reproducido por Schwartz (1999a: 422-431), consta de 25 páginas sin
numerar y no lleva fecha ni título. Está dividido en diez secciones o poemas numerados
I a X. Ya el primer verso (“Campo nuestro”) autoriza a considerar que el texto es una
antigua redacción de Campo nuestro; el análisis comparativo revela que acabó por
convertirse en una suerte de cantera de las versiones ulteriores.
Aunque no hay datos sobre la fecha de composición, es posible suponer que fue escrito
antes de la década de 1940, por la ausencia de métrica regular sistemática, ciertos
procedimientos metafóricos de animación de lo inanimado (“la brisa suspira la
satisfacción de haber llegado”) y ciertas fórmulas (“¡pero eso sí!”) frecuentes en los
primeros libros de Girondo. La existencia de un dactiloscrito implica, por los hábitos del
poeta, un pre-texto en estado avanzado de elaboración, en contraste con el material aún
informe de los cuadernos de apuntes. Un puñado de correcciones manuscritas muestra
que el texto, después de haber sido pasado en limpio, siguió siendo sometido a revisión.
El segundo verso declara que el campo es “sin historia”; en rigor, está anclado aún al
espacio y tiempo de la infancia y juventud de Girondo, a finales del siglo XIX y
comienzos del siglo XX, como se advierte por el uso del imperfecto (“las gallinas se
apeaban”) y de la segunda persona dirigida al yo poético, en un desdoblamiento
nostálgico: “¿Recuerdas los amaneceres de la estancia?”
Conviene registrar un pormenor hasta hoy desconocido: Juan Girondo, el padre de
Oliverio, figura en los documentos oficiales como ingeniero agrimensor, paradigma del
hombre activo moderno según Silvestri (2011: 98), que ha analizado la importancia de
la profesión en la apropiación del territorio y en el establecimiento de la pampa como
invención cultural. Es decir, sin intención de incurrir en juegos de palabras, en la
descendencia de padre a hijo hay un desplazamiento de profesión, de la topografía a la
tipografía.
Para esta versión, Girondo prepara una serie de acuarelas, hasta ahora en su mayoría
inéditas. El cielo y el horizonte, en correspondencia con lo enunciado en el texto, son
2
El número entre corchetes tras las citas de Girondo remite a la edición de 1999 de la Obra completa.
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motivos centrales en las vistas que intentan representar la inmensidad vacía de la
llanura, sin accidentes geográficos ni edificios monumentales, desde un punto de vista
elevado no accesible a la mirada de quien lo atraviesa al ras de la tierra.
Girondo bosqueja viñetas y letras, y realiza el plan de la puesta en página. Concibe la
primera versión como una unidad de imágenes y textos. El diseño preliminar
proporciona la certeza de que los dibujos estaban destinados a esta versión del texto,
porque integra versos del dactiloscrito.
En los bocetos, aparecen el casco de la estancia, el molino, los alambrados, junto a
figuras de paisanos, “chinitas” y caballos, con una dimensión referencial que será
progresivamente eliminada.
La representación gráfica sitúa históricamente el campo en el “modelo de explotación
latifundista de las tierras conquistadas” por la campaña del desierto, según observan
Laura Malosetti y Marta Penhos (1991: 202) en su estudio sobre la iconografía de la
pampa en el siglo XIX, cuando “la pampa adquiere fisonomía propia e independiente
[...]: es el paisaje después de eliminadas las fronteras internas, ya no es el espacio de la
otredad. Hay una apropiación del paisaje”. El campo ya no es de otro, sino nuestro.
Por eso resulta inevitable preguntarse a quién corresponde ese nosotros del campo
nuestro. ¿A los Girondo, propietarios de grandes extensiones de tierra en la provincia de
Buenos Aires? ¿A la clase oligárquica terrateniente a la que pertenecía la familia? ¿A
los argentinos o sudamericanos en general, en tanto habitantes de uno de aquellos
territorios que han trabajado “la construcción de una identidad nacional en función de lo
único que poseían: no una tradición, sino un paisaje” (Aliata; Silvestri 1994: 120)? Las
siguientes versiones del texto, al eliminar casi por completo la historicidad del campo y
las menciones a la estancia, harán aun más ambigua la referencia al sentido de
propiedad, hasta alcanzar dimensiones inmateriales, exacerbando el vínculo entre
Campo Nuestro y Padre Nuestro.
Por motivos que aún se ignoran, esta versión de Campo nuestro permaneció inédita.
2.2.3. 1937
Interlunio (1937) es la única narración en prosa publicada autónomamente por Girondo.
No forma parte de la serie poética de Campo nuestro, pero varios elementos lo vinculan
con ella según ha sido ya señalado (véase, por ejemplo, De Nobile 1972: 83).
Un indicio de la relación entre Interlunio y el dactiloscrito apoya la hipótesis de que este
fue escrito en la década del 30: una de sus imágenes, “y parados sobre una pata, / los
árboles enmudecen / y se quedan dormidos” [428], es sin duda una versión previa de
otra análoga incluida en Interlunio: “Parados sobre una pata, los árboles se sacudían el
sueño y los gorriones” [123].
2.2.4. 1945
El 7 de octubre de 1945, aparece en La Nación “Versos al campo”. No tiene
ilustraciones. Los 187 versos se presentan en 56 grupos sin más separaciones gráficas
que el doble espacio.
Girondo emplea aquí una métrica regular, como en Persuasión de los días y los poemas
dispersos del período. No hay versos libres, sino heptasílabos y endecasílabos plenos o
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divididos gráficamente, junto a unos pocos pentasílabos, es decir, se trata de una
versificación que remite a la silva impar modernista, reformulada en tiempos de la
vanguardia (cf. Greco, 2003). Es frecuente la rima asonante, y ocasional, la consonante;
también abundan los versos sueltos.
El texto presenta notables diferencias con el dactiloscrito. Como queda dicho, se asiste a
una suerte de canibalización de su antecedente. Las reescrituras son frecuentes. Los
versos amétricos regularizan su versificación. En ciertos casos se produce una
simplificación y depuración. Seis versos del dactiloscrito:
Noche grande
y tan llena de estrellas
que nos sentimos chiquitos.
Noche serena y pura
–¡hasta damos vergüenza!–
en la que todo es plenitud y es canto [430].
se convierten en un único endecasílabo:
Son tan grandes tus noches, que avergüenzan [213].
Si el proyecto de la Argentina liberal es “urbanizar el campo” (Silvestri, 2011: 108), el
proyecto de Girondo, antes poeta moderno y urbano, es ahora desurbanizarlo.
A diferencia del dactiloscrito, en la nueva redacción el campo ya no es aludido en
tercera persona, sino que aparece como una segunda persona en insistentes vocativos, al
modo de una plegaria. Con el término “transtelurismo” David Viñas califica la “vuelta
purificadora” a la pampa, de una clase formada en Europa y que se siente arrinconada
por los cambios sociales de la primera mitad del siglo xx. Viñas observa en el tono de
plegaria de Campo nuestro “desrealización, purificación, ademán espiritualista y
modulaciones religiosas” (1982: 67).
2.2.5. 1946
Tras un año de trabajos de reescritura, en noviembre de 1946 Girondo publica en
volumen una versión con cambios de los “Versos al campo”, titulada ahora sí Campo
nuestro. No es posible dar cuenta aquí de todos esos cambios, que involucran el proceso
de escritura en su conjunto.
Desde el comienzo se advierte la serie que establecen las distintas redacciones, aun
cuando su continuidad no es lineal: hay elementos que aparecen por primera vez en el
libro; hay algunos que no están en La Nación y llegan al libro desde el dactiloscrito; y
hay otros que pueden rastrearse en las tres versiones. Las operaciones practicadas en el
proceso son: a) transformación, b) desplazamiento, c) supresión y d) añadido.
a) Los versos de La Nación conservados en el libro presentan escasos cambios; uno de
los más significativos es la inclusión del término pampa, presente en el dactiloscrito
pero no en “Versos al campo”.
Aumenta la intensidad del tono de la plegaria. Por ejemplo, un heptasílabo de La
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Nación:
Déjanos comulgar con tu llanura...
Danos, campo, tu luna.
pasa a ser en el volumen un endecasílabo de mayor impronta religiosa:
Déjanos comulgar con tu llanura...
Danos, campo eucarístico, tu luna [214].
Recupera aquí, otra vez, una imagen suelta, bosquejada en la libreta de 1921:
“Eucarística luna meridiana” (2014: 144).
b) En el libro de 1946 se asiste a una notable reestructuración del orden de los versos
aparecidos en La Nación: más de doce grupos cambian de posición. El hecho, como
veremos, obliga a leer Campo nuestro de otro modo, reconsiderando la disposición
gráfica del texto y cuestionando su carácter orgánico. El principio de estructuración es
un recorrido temporal al que contribuye la reorganización de los grupos de versos: si en
el dactiloscrito se narraban tres jornadas, tres crepúsculos y tres noches, en Campo
nuestro libro transcurre una jornada única, sin estaciones, que sugiere la perennidad de
un tiempo incesantemente cíclico.
c) Apenas dos grupos de versos de La Nación son eliminados de la versión en volumen.
Los dos tratan sobre la inefabilidad del sonido de los animales rurales.
El primero, alude a los pájaros:
Sin descifrar el tema que tus pájaros
anotan en pentágramas de alambre,
nadie, campo, jamás podrá cantarte.
Estos versos son reemplazados por dos pareados, donde la música alcanza mayor
abstracción:
Ritmo, calma, silencio, lejanía...
hasta volverte, campo, melodía [208].
Los otros versos eliminados:
Ya campo, no comprendo, casi nada,
de lo que dicen tus ranas...
son sustituidos en la misma colocación textual por estos, que están entre los de mayores
connotaciones religiosas:
A veces soledad, otras silencio,
pero ante todo, campo: padre-nuestro [212].
d) Los versos agregados son numerosos: tras adiciones, exclusiones y transformaciones,
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se pasa de los 187 versos de La Nación a 254; de 56 grupos de versos a 79.
Una característica de Campo nuestro, según Enrique Molina, es la “melancólica
atmósfera nostálgica” (1968: 34). Muchos de los añadidos se refieren justamente a esa
dimensión atemporal de la nostalgia, “remota prehistoria” [210]. No es de extrañar que
recupere material del dactiloscrito no incluido en La Nación. Así, estos versos del libro:
Hasta la oscura voz de tus pantanos
da fervor a tu sacro canto llano.
¡Qué buenos confesores son tus sapos! [213]
son derivación directa de los del dactiloscrito:
Oír el “canto llano” de los sapos
arrodillados ante la noche [427].
Asimismo se incorporan materiales procedentes de los poemas dispersos, en especial
del titulado “Friso”, aparecido en la revista Saber Vivir en mayo de 1943, lo que
corrobora la hipótesis de que Campo nuestro no es un momento aislado sino el
resultado de un largo proceso de escritura.
2.2.6. 1950
Cuatro años después del libro, el 10 de diciembre de 1950, Girondo da a conocer en el
mismo diario La Nación unos nuevos “Versos al campo” (Girondo, 1950: 1), diferentes
de los publicados en 1945.
El texto permaneció disperso muchos años; no fue incluido en la edición de las obras
completas de Girondo de 1968 e, inexplicablemente, tampoco en las de 1999, pese a que
había sido rescatado por la revista Xul en 1984 y por el Homenaje a Girondo de
Schwartz (1987).
Estos versos dialogan con sus precedentes: “No es mar”, “Es nada. Es pura nada”; es
mera negatividad y ausencia. El proceso de desrealización llega entonces a su extremo,
y la última presencia humana de la serie acaba por disiparse completamente.
El texto presenta elementos que no pueden ser soslayados. Uno es la introducción de un
recurso propio de la poética sucesiva de En la masmédula:
la luna
pinta un arcángelcaballo
Como se ve, asoma allí un arcángelcaballo, en unión a la vez sonora y visual. Ya antes
Girondo había empleado sustantivos en función de adjetivos, pero este acoplamiento es
cronológicamente la primera “palabra-valija” en su poesía. Apenas cuatro meses
después, el 1 de abril de 1951, aparece en La Nación el poema “Instancias a un poeta –
Encallado en las costas del Pacífico–”, donde el procedimiento es empleado de manera
intensiva: averritmo, cieloinfierno, senoslotos, sueñosculebras, fusionando hasta tres
elementos, fofopulpoduende, y aun otro arcángel: dogoarcángel.
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El arcángelcaballo es la bisagra entre el último de los poemas al campo y el primero de
los poemas masmedulares.
Otro elemento es la peculiar articulación de la abstracción del texto con una
versificación vinculada a la poesía gauchesca y que constituye una absoluta novedad
métrica para el poeta, no repetida antes ni después: el uso del octosílabo, metro en el
que están compuestos 39 de los 70 versos.
Girondo dedica aquí mayor cuidado a la presentación visual que en los “Versos al
campo” de 1945. El texto diseminado en la página al modo de Mallarmé diseña un
desierto de silencios, tematizado en los versos, atravesado por los blancos y apoyado en
el ritmo sonoro de la desarticulada versificación, es decir, la “música para los ojos” en
su triple dimensión semántica, visual y sonora.
Podemos preguntarnos si el poeta planeaba unir los nuevos versos con los antiguos. Un
argumento a favor es que el texto de 1950 recupera el antiguo título de “Versos al
campo”, que había sido descartado para la edición de 1946 por “absurdo”, según consta
en un documento inédito, la dedicatoria a Bernardo Canal Feijóo, donde Girondo
agradece el consejo de cambiarlo:
A Bernardo Canal Feijóo –esta versión “corregida y aumentada” de “Versos al campo”, absurdo
título que él se apresuró a señalarme con la lucidez y la cordialidad que le son propias– con toda
la estimación y la vieja e invariable amistad de
Oliverio Girondo
Dic. 2. 1946.
A propósito digamos que en el auge de poemas dedicados al campo y a la pampa en la
poesía argentina entre las décadas del 30 y del 50, 3 no es la primera vez que se emplea
el título Campo nuestro. Hemos encontrado dos antecedentes cercanos en el tiempo: el
de Fernández Moreno en 1937 y el de Julio Denis, es decir, Julio Cortázar, en 1938.
3. La poesía visual de Campo nuestro
Uno de los motivos por los cuales no se lee correctamente el Campo nuestro de 1946 es
que las ediciones siguientes soslayan su configuración gráfica. Véase la presentación de
las obras completas, tanto la edición de 1968, como la más reciente de 1999
supuestamente crítica (Figura 1), y compáresela con la edición de 1946 (Figuras 2 y
3).
En esta última los versos se distribuyen en agrupaciones polimétricas de diversa
extensión, articulando un marcado ritmo visual; en palabras de Octavio Paz, “la
escritura se presenta como una figura”, “evoca la tela del cuadro o la hoja del álbum de
dibujos” y “la tipografía aspira a una suerte de orden musical” (Paz 1967: 270-271).
3
Entre ellos: Leopoldo Marechal, Poemas australes (1938); Brandán Caraffa, Visión sobre la pampa
(1939); Silvina Ocampo, Enumeración de la patria (1942); Roberto Ledesma, Nivel del cielo (1943);
Horacio Rega Molina, Patria del campo (1946); Ricardo E. Molinari, Oda a la pampa (1956). Lysandro
Z.D. Galtier publica en 1950 en español su Luz de pampa, y declara haber publicado en 1937 la versión
francesa, Lumière de pampa, que no hemos logrado ver.
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Greco 385
Llanura gráfica. Poesía visual en Campo Nuestro de Oliverio Girondo | Martín Greco [pp. 375-393]
ISSN 2314-3894
Figura 1. Campo nuestro. Diferentes impostaciones gráficas. Edición de las Obras
completas de 1999.
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Greco 386
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ISSN 2314-3894
Figura 2. Campo nuestro. Diferentes impostaciones gráficas. Edición original de 1946.
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Greco 387
Llanura gráfica. Poesía visual en Campo Nuestro de Oliverio Girondo | Martín Greco [pp. 375-393]
ISSN 2314-3894
Figura 3. Campo nuestro. Diferentes impostaciones gráficas. Edición original de 1946.
Aunque se ha considerado Campo nuestro un retroceso en la evolución poética de
Girondo, su estructura es deudora directa de las prácticas vanguardistas. De Nobile
sostiene que el “poema” tiene “una extensión desmesurada, doscientas cincuenta y
cuatro líneas” (1972: 82).
En verdad, la puesta en página revela la naturaleza limítrofe del texto, que no es un
largo poema como se ha sostenido hasta ahora, es decir, una pieza cerrada y orgánica,
sino una organización deliberadamente dispersa, abierta, fragmentaria, poliédrica, de
versos sueltos yuxtapuestos, microtextos en los límites de la escritura aforística
practicada antes por Girondo. Es a la vez uno y múltiple. Parece posible entrar y salir de
él en cualquier punto.
Curiosamente, la única lectura crítica que advierte el fenómeno es la de Marta
Scrimaglio, ajena al círculo cercano a Girondo y autora del primer estudio completo
dedicado al poeta, publicado cuando éste aún vivía (1964). Una rápida lectura delata
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Greco 388
Llanura gráfica. Poesía visual en Campo Nuestro de Oliverio Girondo | Martín Greco [pp. 375-393]
ISSN 2314-3894
que Scrimaglio acaba por abominar de su objeto de estudio y despacha el ensayo como
una penosa obligación. Tiene siempre una mirada remilgada sobre la poesía de Girondo,
a la que no le atribuye ninguna seriedad. A los Veinte poemas los considera un “juego
demoledor”,4 les reprocha “la vanagloria de la ocurrencia”, “el goce dañino de la
demolición ruidosa” y “la impía profanación de lo sagrado” (1964: 16-17); de
Espantapájaros dice que “se pierde en el juego vacuo de las palabras” (29); de
Interlunio, que abunda en “lucubraciones abstractas”, porque constituye “un juego
disperso que es un entretenimiento en lo feo” (33); en Persuasión de los días le repugna
“ese regodearse en lo feo y chocante, bajo el supuesto nombre de surrealismo”,
“delectación en un juego morboso” (43); a En la masmédula, la califica de ripiosa,
inauténtica, confusa, “mero juego ocurrente”, en el que “el amontonarse exuberante de
las palabras no logra, aquí tampoco, ocultar el vacío” (59). La insistencia de Scrimaglio
por no comprender la literatura de Girondo se extiende también a Campo nuestro,
considerado, como puede adivinarse, “un simple juego”, “cabriola ocurrente que acaba
en sí misma” (50). Y sin embargo...
Esta lectura casi infalible en el error, misreading que nace del melindre, se enfrenta a lo
que considera “agrupaciones estróficas irregulares” y “versos sueltos” de Campo
nuestro, para preguntarse: “¿Es lícito ayudar tipográficamente, visualmente, a la
expresión de las palabras?” (44). Y desentraña a su pesar, aun juzgándola de modo
negativo como “total desintegración”, la puesta en página que “se ofrece gráficamente
como una sucesión de estrofas multiformes y de versos aislados distribuidos sin orden
fijo y sin evidente división en las amplias hojas de un libro” (1964:44-45).
Scrimaglio señala, con acierto inexplicable, el carácter limítrofe del texto, a mitad de
camino entre el conjunto integral y los versos sueltos:
No es posible establecer una estricta separación en poesías. Cierto es que los versos de cada
página pueden considerarse constituyentes de una unidad poemática –concretada en un cambio
de tono o matiz o en la aproximación a un subtema particular–, pero también es cierto que cada
poema mira al conjunto, y que en ese total busca su justificación (45).
Y alude precisamente a un ritmo visual, en el que es tan importante lo escrito como lo
no escrito:
Las estrofas macizas y equilibradas, los versos sueltos y los extensos claros van reiterándose
fluidamente, sin interrupciones ni obstáculos, a través de todo el libro. Se crea así un inesistente5
ritmo visual que, dada la primacía numérica de lo no escrito sobre lo escrito, impresiona como
una sucesión rítmica de líneas fluctuantes sobre un espacio infinito, o, más aún, como un
mostrarse aquí y allá de ese espacio imponente y no nombrado a través de las palabras dispersas
que intentan darle nombre (44).
No resulta difícil entender por qué Scrimaglio, más allá de sus juicios de valor
negativos, vio lo que la crítica posterior no vio: es que leyó el volumen original.
4
5
Los subrayados de las citas de Scrimaglio son nuestros.
Sic, ¿por insistente o por inexistente? Parece más razonable la primera posibilidad.
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Greco 389
Llanura gráfica. Poesía visual en Campo Nuestro de Oliverio Girondo | Martín Greco [pp. 375-393]
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Los críticos que vinieron después, en cambio, trabajaron con el texto de las obras
completas que eliminaba la dimensión visual.
Por ello, es ineludible reflexionar acerca de los motivos que llevaron a Girondo a elegir
la peculiar impostación gráfica de Campo nuestro.
La ruptura de la tradicional sucesión lineal puede entenderse como un momento
culminante en el proceso de desrealización y deshistorización del campo. Si, como
sostiene Cignoni, “la poesía deja de privilegiar el mensaje en el tiempo” al provocar la
atención sobre “las coordenadas espaciales” (1993: 43), los blancos de Campo nuestro
entonces destemporalizan las precedentes versiones; introducen el tiempo sin tiempo de
la construcción cíclica y poliédrica.
Scrimaglio afirma que las “palabras dispersas” intentan en vano “dar nombre” al
“espacio imponente y no nombrado”. Es que los vacíos en la disposición del texto
quieren formular la imposibilidad de expresar lo inefable tantas veces rozado y nunca
atrapado por el lenguaje.
Las indagaciones sobre la poesía visual aluden a una naturaleza siempre doble: forma
espacial, tipografía musical, página cuadro, correspondencia o ritmo visual, música para
los ojos. Campo nuestro es una pieza fronteriza. Si en lo textual aparece a mitad camino
entre los poemas sueltos y el poema integral, en lo visual se coloca entre lo figurativo y
lo no figurativo, entre los blancos de Mallarmé y los diseños de Apollinaire, entre
ideograma y caligrama.
Sus espacios en blanco parecen exhibir la ausencia de las ilustraciones –el “significado
ausente” postulado por Utrera Torremocha–, porque no sólo intentan expresar lo
inexpresable, sino también representar lo irrepresentable: la llanura pampeana, es
inmensa nada que es todo.
Malosetti Costa refiere la dificultad encontrada por los artistas plásticos ante la pampa
“despojada, casi abstracta, apenas la línea de horizonte dividiendo cielo y tierra”: “hacía
falta renovar el lenguaje de la pintura, debía debilitarse hasta desaparecer la importancia
del ‘tema’ en el arte para que ese paisaje casi abstracto pudiera ser representado” (2007:
102-103). Y también: “en términos plásticos, parecía inconcebible la posibilidad de
plantear un horizonte vacío como único tema del cuadro (Malosetti; Penhos 1991: 201).
Graciela Silvestri formula así la pregunta en torno a la cuestión de la figuración del
vacío: “¿cómo representar el puro espacio?” (2011: 96); esta autora menciona la
solución propuesta por Le Corbusier, es decir, la representación de “una sola y misma
línea derecha: el horizonte”, el vacío, el silencio, la pura virtualidad, una suerte de
poesía de la nada (2011: 293).
En el proceso de creciente inmaterialidad, en el paso de la topografía a la tipografía,
Oliverio Girondo descarta los primeros bocetos y renuncia a representar alambrados,
estancias, chinas, paisanos o caballos. Conserva en el campo despojado lo único que no
puede abolirse: el horizonte. Elige una solución intermedia entre la figuración y la
abstracción: construye metáforas tipográficas, horizontes visuales en la página desolada,
que se miran y se leen a la vez. Los espacios, los vacíos y la ausencia constituyen la
representación de la pampa. Los versos son también horizonte infinito. La llanura de
silencio es aquí llanura gráfica (Figura 4).
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Greco 390
Llanura gráfica. Poesía visual en Campo Nuestro de Oliverio Girondo | Martín Greco [pp. 375-393]
ISSN 2314-3894
Figura 4. Campo nuestro (1946). Llanuras gráficas.
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Greco 391
Llanura gráfica. Poesía visual en Campo Nuestro de Oliverio Girondo | Martín Greco [pp. 375-393]
ISSN 2314-3894
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Revista del Departamento de Letras
Exlibris #5 (2016)
Investigación / Greco 392
Llanura gráfica. Poesía visual en Campo Nuestro de Oliverio Girondo | Martín Greco [pp. 375-393]
ISSN 2314-3894
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Greco 393
¿Por qué escribir un libro? Las versiones de Operación masacre de Rodolfo Walsh | Annick Louis [pp. 394-409]
ISSN 2314-3894
¿Por qué escribir un libro? Las versiones de
Operación masacre de Rodolfo Walsh
Annick Louis
EHESS-CNRS / Université de Reims
alouis@noos.fr
Resumen
En la historia argentina reciente, el espacio público republicano fue objeto de una
apropiación por la violencia armada, que borró la frontera entre espacio privado y
público. Esta experiencia se encuentra en el origen de un nuevo género literario
propuesto por el escritor argentino Rodolfo Walsh a partir de los años 1950, donde se
borran las fronteras entre ficción y no ficción, a partir de la articulación del rumor a la
escritura literaria. Las diferentes versiones de Operación masacre ponen en evidencia
usos y articulaciones diferentes del texto literario dentro de esta situación. El objetivo
del trabajo es mostrar que las cuatro versiones del libro publicadas por Walsh
constituyen obras diferentes, con una identidad y objetivos distintos, y actuaron de
modo específico en el espacio público.
Palabras clave
Rodolfo Walsh, Operación masacre, Historia editorial, Espacio público y espacio
privado, Rumor y noticia, Ficción y no-ficción, Literatura fantástica.
Abstract
In recent Argentinian history, the republican public space was taken over by armed
violence, erasing the boundaries between public and private space. In this experience
lies the origin of a new literary genre as proposed by Argentinian writer Rodolfo Walsh
from 1950 onwards, where the boundaries between fiction and non-fiction are erased
through the articulation of rumor and literary writing. The different versions of
Operación masacre make evident the different uses and articulations of the literary text
in this situation. The aim of this work is to show how the four versions of the book
published by Walsh constitute different works, with distinct identities and objectives,
which acted in specific ways in the public space.
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Louis 394
¿Por qué escribir un libro? Las versiones de Operación masacre de Rodolfo Walsh | Annick Louis [pp. 394-409]
ISSN 2314-3894
Keywords
Rodolfo Walsh, Operación masacre, Editorial History, Public Space and Private Space,
News, Fiction and Non-fiction, Fantastic Literature.
Dedicado a Mario Alberto Tejera, que logró construir su vida a pesar del golpe de
1955.
Operación masacre de Rodolfo Walsh (1927-1977), publicado en versión libro por
primera vez en 1957, ocupa un lugar aparte en la literatura argentina e
hispanoamericana, por ser una obra de non-fiction que precede el reconocimiento
internacional del género 1. En el momento en que escribe el libro, Walsh era un
intelectual poco comprometido, que había apoyado el golpe de estado de 1955, aunque
no consideraba que este primer período de gobierno peronista (1946-1955) fuera una
dictadura, como lo afirma a su amigo Donald Yates en una carta del 5 de junio de 1957
(Walsh 2010c: 31-41). El acontecimiento que provocó una ruptura en la concepción
literaria y política de Walsh fue consecuencia del levantamiento intentado el 9 de junio
de 1956 por un grupo de militares peronistas contra el gobierno militar, organizado por
los generales Juan José Valle (1904-1956) et Raúl Tanco (1905-1977): esa misma
noche, el jefe de la policía, Rodolfo Rodríguez Moreno da la orden de fusilar a doce
civiles en un terreno baldío de José León Suárez, barrio de las afueras de Buenos Aires
ubicado al norte del Partido General San Martín. Seis meses más tarde, Walsh se entera
que una de las víctimas del fusilamiento de José León Suárez está viva ; finalmente,
resultará que siete han sobrevivido. Como es sabido, la investigación marca el comienzo
del compromiso político de Walsh, que va a evolucionar progresivamente hacia la
militancia activa en los años 1970, cuando se une a las “Fuerzas Armadas Peronistas”,
que fusiona más tarde con Montoneros; en 1976, funda ANCLA (Agencia de Noticias
Clandestina) y “Cadena informativa”, con el propósito de difundir las noticias ocultadas
bajo la última dictadura militar (1976-1983). El 24 de marzo de 1977, día del primer
aniversario del golpe de estado, Walsh envía por correo la célebre “Carta abierta a las
Juntas Militares” (2010b: 429-438); el 25 es interpelado en la esquina de San Juan y
Entre Ríos por un grupo parapolicial, herido, y transportado a la ESMA, donde muere 2.
1
El célebre In Cold blood de Truman Capote se publica en 1966. Sobre Walsh y la non-fiction, ver Ana
María Amar 1992.
2
El 27 de octubre del 2011, Alfredo Astiz, el “Tigre” Acosta y otros miembros del Grupo de Tareas
3.3.2. de la ESMA fueron condenados a prisión perpetua ; una de las acusaciones era el asesinato de
Walsh.
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Louis 395
¿Por qué escribir un libro? Las versiones de Operación masacre de Rodolfo Walsh | Annick Louis [pp. 394-409]
ISSN 2314-3894
La investigación que emprende Walsh en 1957 no lo lleva solamente a la militancia
sino, como ya recordamos, a un nuevo género literario, la non-fiction. Si las diferentes
etapas de su investigación aparecen primero como artículos de diario, el libro
Operación masacre constituye una obra de un tipo particular, en parte porque Walsh
decide transformarla en libro; su publicación primera en 1957, no marca, sin embargo,
el final del proceso, puesto que Walsh publica tres otras versiones, en 1964, 1969 y
1972, en contextos personales y políticos distintos, que hacen de cada edición una obra
diferente3.
I. De la encuesta al libro
La investigación de Walsh empieza el 21 de diciembre de 1956 y se termina el 29 de
abril de 1957; lo obliga a cambiar de nombre y a esconderse, por los peligros que
implica. El primer artículo, “Castigo a los culpables” se publica el 23 de diciembre de
1956, en el diario Propósitos, fundado y dirigido por el escritor y militante
independiente de izquierda Leónidas Barletta (1902-1975), que se ve obligado a
abandonar la publicación después de recibir varias amenazas, por temor a ser
clausurado4. El 15 de enero de 1957 Walsh publica su segundo artículo, “Yo también
fui fusilado” en Revolución Nacional, diario semanal editado por un grupo de
sindicalistas no peronistas, en el cual presenta el testimonio de Livraga, en el que el
periodista declara asumir el deber de informar; el tercero “Habla la mujer del fusilado”,
del 29 de enero de 1957, presenta también una foto de Damián Rodríguez, una de las
víctimas, y una de su familia 5. Estos dos primeros artículos no estaban firmados. La
tercera etapa es la publicación de una serie de nueve artículos, entre el 27 de mayo y el
29 de julio de 1957, en la revista Mayoría, editada por los hermanos Tulio y Bruno
Jacovella6; el conjunto llevaba la firma “R. J. Walsh”, y había sido concebido por Walsh
como un libro; sin embargo, ante la imposibilidad de encontrar un editor, se dirige a
3
La campaña periodística y las versiones de Operación masacre fueron recientemente objeto de una
edición realizada por Roberto Ferro: Operación masacre seguido de la campaña periodística, 2010.
4
El periódico Propósitos, fundado en 1952, estaba dirigido por Leónidas Barletta, y tenía entonces una
tirada de 100.000 ejemplares; se distribuía en kioscos, y por suscripción. De indudable filiación
izquierdista, se opuso a los diferentes golpes de estado, y al gobierno de Perón, pero valorizó la figura de
Evita; denunció las maniobras de privatización del petróleo en Argentina, y defendió a YPF. Redactado
en gran medida por Leónidas Barletta, cuyos artículos aparecían bajo su propio nombre y bajo
seudónimo, su prestigio venía de sus colaboradores de calidad, entre los cuales se contaban Ezequiel
Martínez Estrada y Ricardo M. Ortiz.
5
Fundado por Cerrutti Costa, el Órgano del Instituto de Cultura Obrera, reunía militantes sindicalistas sin
inserción en las estructuras peronistas.
6
Mayoría era un semanal ilustrado, de importante circulación, portavoz de sectores nacionalistas
próximos del peronismo, es decir un grupo político al que le interesaba difundir material
comprometedor para el gobierno.
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Louis 396
¿Por qué escribir un libro? Las versiones de Operación masacre de Rodolfo Walsh | Annick Louis [pp. 394-409]
ISSN 2314-3894
Mayoría, donde la serie lleva el título “Operación masacre” y el sub-título “Un libro que
no encuentra editor”; las notas están acompañadas de una serie de fotos del terreno
baldío, de la comisaría de León Suárez, de la familia de Damián Rodríguez. Un poco
más tarde, Marcelo Sánchez Sorondo (1923-2012), intelectual católico conocido en los
círculos nacionalistas, pero que adoptó una posición crítica frente a la “Libertadora”,
acepta publicar el libro en su editorial, Ediciones Sigla. Walsh organiza entonces los
artículos en tres partes: “El pueblo”, “Los hechos”, “La evidencia”.
Aunque la intención primera de Walsh había sido escribir un libro, esta historia editorial
nos lleva a preguntarnos: ¿por qué transformar una investigación periodística en libro?
Propongo aquí responder a esta pregunta a partir del estudio de las cuatro versiones del
libro publicadas por Walsh7. La primera, que acabamos de mencionar, de 1957,
Ediciones Sigla, lleva el título de Operación Masacre. Un proceso que no ha sido
clausurado, y contiene un prólogo donde Walsh cuenta rápidamente su investigación; la
colección donde se publica indica claramente su carácter de relato referencial:
“Documentos” “2010ª: 225-226)8. En 1964, se publica la segunda, bajo el título de
Operación Masacre. Y el expediente Livraga con la prueba judicial que conmovió al
país, por Continental Service, a la cual agrega un epílogo, y de la cual omite varios
capítulos (2010ª: 226-266)9. Estas dos primeras ediciones llevan la firma de “R. J.
Walsh”; a partir de la tercera aparece el nombre “Rodolfo Walsh”, en la célebre edición
de Jorge Alvarez de 1969 10, que incluye un nuevo prólogo, y cuyo título es ya
Operación masacre (2010ª:19-20). Finalmente, la edición de 1972, la cuarta, reproduce
el título y el prólogo de la tercera, pero el editor es de la Flor, que retoma a partir de
entonces la obra de Walsh11.
7
Otro elemento a tener en cuenta, son los conjuntos de notas que no se convirtieron en libro, cuestión que
queda para investigaciones futuras.
8
La introducción lleva la fecha siguiente : “La Plata, marzo 20, 1957”. En ella Walsh justifica también el
recurso a la prensa nacionalista para difundir sus artículos y para publicar el libro; es interesante notar
que ya compara la situación argentina a la Alemania nazi, comparación que desarrollará en los años
1960.
9
Walsh analiza detenidamente el discurso oficial, para probar sus inexactitudes y mentiras. Hace
también el relato del caso ante la justicia y ante la opinión pública. También escribe un balance, y
presenta una historia de la investigación con algunas variantes, y justifica el haber apelado a “Marcelo”
como testigo.
10
La editorial Jorge Álvarez, que publicó más de 300 libros entre 1963 y 1968, renovó la cultura editorial
argentina, publicando jóvenes autores, como Germán Rozenmacher, Manuel Puig, Juan José Saer, y
Ricardo Piglia; sus tapas contribuyeron a introducir el Pop-art y las nuevas vanguardias en el mundo de
la edición.
11
Ediciones de la Flor fue fundada en 1966 por Daniel Divinsky y Ana Maria Kuki Miler, y sigue siendo
uno de los editores del país. Cuando en 1972, Walsh firma su contrato con ellos, pide a Kuki Miler que
introduzca una clausula totalmente inédita, que fija un precio máximo para el libro. Ver Ferreyra 2007.
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En la investigación en su forma periodística, Walsh trata de reunir testimonios y
pruebas; deja hablar a las víctimas y a sus familias, usando una retórica que apela a su
experiencia de lectores de prensa periodística, e incluye documentos visuales. En el
libro, en cambio, el investigador-narrador toma mayor amplitud, y juega el papel de un
intermediario entre el lector, las víctimas y los testigos; muestra también los
documentos sobre los cuales basa sus conclusiones. El libro Operación masacre no
cuenta, por lo tanto, únicamente la historia de un crimen de estado, sino que hace
también el relato de la investigación12. Sin embargo, su estatuto en tanto libro es
controvertido13; si la mayor parte de los críticos considera que hay un centro narrativo
(la investigación) que permanece estable, y que solamente el paratexto es modificado,
mi hipótesis es que se puede considerar la investigación periodística como una obra
diferente del libro, y también cada versión del libro como obras diferentes: la identidad
del texto se resignifica mediante los cambios introducidos en cada edición, en el nivel
formal, paratextual y textual, que traducen el hecho que cada edición se propone un
objetivo distinto, se publica en un contexto diferente, y encarna un modo específico de
intervención de la letra en el espacio público. No habría, entonces, en mi hipótesis, un
núcleo narrativo central que se mantiene estable, ni un problema de fijación del texto,
sino varios textos, cada uno con su identidad propia 14. Lo que consideramos
habitualmente bajo la categoría de paratexto es considerado como un componente de la
obra; las estrategias editoriales definen la inestable identidad de la obra tanto como su
estructura formal o temática.
Veamos en mayor detalle las diferentes versiones. En 1957, la campaña periodística y el
libro tienen como objetivo establecer la verdad, demostrar que la versión oficial de los
hechos es falsa, y obtener justicia para las víctimas: Walsh quiere probar que la
implicación de los fusilados en el levantamiento no era segura, pero el objetivo
principal es demostrar que la orden de arrestarlos y de fusilarlos había sido dada antes
que la ley marcial sea promulgada; su fusilamiento fue, por tanto, ilegal. Walsh parece
creer que su escritura puede aportar la prueba e imponerse ante el sistema jurídico 15. En
la segunda edición, en 1964, en el epílogo que agrega, y que será suprimido en la
edición de 1969, hace un balance de los logros y los fracasos del libro; su logro es,
12
Sobre la relación entre el libro Operación masacre y la película de Jorge Cedrón, así como acerca de la
reorientación política de Walsh que se observa en la película, ver Candiano 2009.
13
Ver Crespo 1994, Link 2003, Lafforgue 2000, Hernaiz 2012.
14
Mis consideraciones sobre los aspectos materiales de las ediciones de Walsh se inspiran de los trabajos
clásicos de los historiadores del libro, en particular de McKenzie 1986 y Chartier 1985.
15
Luego de publicada la primera edición del libro, Walsh saca otros artículos: “En torno a Julio Troxler”,
Mayoría, 30/1271957; “La prueba decisiva de Operación masacre”, Azul y Blanco, 26/02/1958,
reproducido íntegramente a partir de la segunda edición en el capítulo 34, bajo el título de “El
expediente Livraga”; “¡Aplausos teniente coronel!”, Azul y Blanco, 26/02/1958; “¿Y ahora…Coronel?”,
Azul y Blanco, 29/04/1958.
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esencialmente, narrativo: pudo reconstruir los hechos de la noche de la matanza, y
transformar los rumores en testimonios, aunque en verdad, el punto esencial parece ser
el hecho de haber ganado la confianza de los testigos, lo cual incluye a la pequeña
Casandra. Pero Walsh considera que el libro fracasó, porque exponer los hechos no
alcanzó para que el gobierno militar admitiera que el fusilamiento había sido ilegal, ni
que castigara a los culpables; fracasó, por lo tanto, porque no pudo forzar al gobierno a
reconocer que la ley y los valores democráticos habían sido violados.
En la argumentación de Walsh, en aquello que considera como un fracaso, podemos
percibir los límites de su visión en la época; porque, a pesar de que la tercera parte del
libro (“La evidencia”) se concentra en las contradicciones discursivas y las falsas
declaraciones de los responsables del fusilamiento de José León Suárez, Walsh no
parece medir el poder del discurso generado por el gobierno de facto16; un discurso con
una fuerte apariencia de coherencia, que pretende defender la libertad, los derechos
constitucionales de los ciudadanos, la justicia, y que, por supuesto, una vasta realidad de
injusticia, tortura y represión contradice; lo que Walsh parece no comprender en este
momento, o no poder aceptar, es que el gobierno es indiferente a esta violación
sistemática del régimen democrático. Su obra de los años siguientes, en particular la
serie “La secta de la picana”, muestra el camino que lo lleva a comprender la política
represiva Argentina de los años 196017; sus últimos escritos prueban que fue uno de los
pocos que percibió la verdadera naturaleza de la represión desatada por la última
dictadura militar, como puede verse tanto en los partes de “Cadena informativa” del
primer año del golpe, que sirven de base a la “Carta…”, y que fueron escritos a máquina
y distribuidos de mano en mano o por correo (2010b: 421-438); en ellos hace un
balance de las víctimas, y afirma que el objetivo del gobierno es la implantación de una
política económica que responde a los intereses de las clases dirigentes y de las
empresas internacionales. Los últimos escritos de Walsh muestran que este balance lo
lleva a alejarse de las organizaciones de izquierda, que entienden continuar la lucha,
mientras él considera que debe suspenderse la lucha (2010c: 265-285).
Pero volvamos a 1964, año de la publicación de la segunda edición de Operación
masacre, momento en que Walsh parece haber perdido la confianza en el poder de
intervención de la escritura. Si la crítica considera este gesto como una forma de
alejamiento de la literatura, podemos pensar el fenómeno de otro modo : sus escritos noficcionales tienen poca repercusión porque no existe entonces en Argentina una
16
Así puede entenderse la afirmación siguiente, que presenta su primer artículo, “Yo también fui
fusilado”: “Tenemos que confiar, no nos queda otro remedio que confiar.”
“La secta de la picana”, publicadas en el semanario CGT entre el 31 de octubre y el 28 de noviembre
de 1968, que son contemporáneas de la investigación que llevaría a ¿Quién mató a Rosendo? Las notas se
publicaron en El violento oficio de escribir. Obra periodística (1953-1977), 2010b, p. 302-324. Sobre
esta cuestión, ver Jozami 2006 y Candiano 2011.
17
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comunidad de escritores y/o intelectuales que compartan su ideología y sean, al mismo
tiempo, capaces de reconocer sus experimentaciones literarias, así como no hay una red
editorial que permita la circulación de sus nuevos escritos más allá de los círculos que
ya comparten su posición crítica ante el gobierno de facto. Se trata de uno de esos
momentos de la historia literaria, en que la ideología política obtura la posibilidad de un
reconocimiento a toda forma de experimentación narrativa. Podemos, por supuesto,
preguntarnos, quién, o quiénes, en la comunidad literaria argentina de la época, podrían
haber reconocido el interés de semejante experimentación; y es probable que la
respuesta comprenda una serie de escritores cuya ideología política impide todo tipo de
contacto con estos textos, y, en caso de que los hubieran conocido o leído, les hubieran
resultado ilegibles.
Para la tercera edición de Operación Masacre, la de 1969, Walsh suprime el epílogo de
la de 1964, y redacta un nuevo prólogo. Escrito en el contexto de una radicalización
política del país, y de Walsh18, observamos en esta versión una apropiación del episodio
del fusilamiento, y del libro, por el peronismo, orquestada por el escritor mismo: la
masacre de León Suárez aparece ahora como un momento emblemático de la historia de
la represión del peronismo durante veinte años, ya no es un fragmento de la historia
nacional, sino un momento paradigmático en la temporalidad pública argentina (Ballón
2010). En este prólogo, es notable la preocupación de Walsh por su imagen pública, que
lo lleva a explicar quién era en 1957, y a presentarse a sí mismo como un escritor
interesado únicamente por asuntos personales y literarios, que se queda en el espacio
privado de los intelectuales no politizados, mientras que en 1969 se ha vuelto un
intelectual “revolucionario” 19. Sin embargo, esta imagen que Walsh propone de sí
mismo tal como era (supuestamente) en la época en que se lanza en esta investigación,
niega las implicaciones políticas e ideológicas de su práctica literaria y periodística – e
incluso la dimensión estratégica y militar del ajedrez, que aparece, como veremos, como
un juego de evasión20.
La cuarta edición de Operación Masacre conserva los cambios de 1969, y aporta dos
nuevos elementos. La tapa reproduce ahora el célebre cuadro de Francisco Goya “Tres
de Mayo”, lo que agrega una dimensión simbólica e universal a los acontecimientos
narrados, en razón de la circulación internacional de esta imagen; la tipografía utilizada,
18
Acerca del proceso de transformación del medio intelectual en los años 1960 y 1970, existe una vasta
bibliografía; ver en particular, Sigal 1991, de Diego 2015.
19
La cuestión del “intelectual revolucionario latinoamericano”, es por supuesto más compleja que esto, en
particular en el caso de Walsh. Sobre la figura del intelectual revolucionario en América Latina, ver
Dalmaroni 2004, Gilman 2006.
Operación masacre, op.cit., p. 20. El concepto de “evasión” se transforma en lo opuesto de
“comprometido” en relación a la literatura a partir del final de los años 1950, como puede verse en Rama,
Ángel; Real de Azúa, Rodríguez Monegal, 1959.
20
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y las comillas que enmarcan el título reenvían a la máquina de escribir, y por tanto
recuerdan la investigación periodística primera. Las tapas de las dos primeras ediciones,
en cambio, reenviaban al contexto, reproduciendo un dibujo en lápiz que muestra un
grupo de hombres que son fusilados, inspirado probablemente del cuadro de Goya, pero
que reenvía al evento de José León Suárez en su especificidad; notemos que la escena
representada en las dos primeras ediciones y en la tercera es el movimiento del
fusilamiento. La tapa de la tercera edición muestra un mismo rostro reproducido, en el
mejor estilo del pop-art21; recordemos que ese mismo año, Jorge Cedrón adapta la obra
al cine, Walsh y Cedrón son los autores del guión, y Troxler, uno de los sobrevivientes,
que era también militante peronista, se convierte en el narrador, reemplazando al
periodista-narrador de la obra escrita22. Recordemos, sin embargo, que la cuestión del
narrador en Operación masacre es compleja, puesto que la investigación fue hecha por
Walsh y Enriqueta Muñiz, a quien el escritor dedica el libro, aunque como lo dice él
mismo en el prefacio de la primera edición, haya elegido la primera persona del singular
y no del plural para su relato23. A través del uso del cuadro de Goya, pasamos de lo que
podemos considerar como el germen de un discurso en defensa de los derechos
humanos en 1957, a la defensa de un partido político perseguido en 1972. Esta tapa se
encuentra también en la versión de Operación masacre que podemos considerar como
la “edición de la democracia”, hecha por De La Flor, en 1984, que incorpora un
apéndice que contiene una nota sobre la película de Cedrón así como la escena final del
film, y la “Carta abierta de Rodolfo Walsh a la Junta militar”; la contratapa aporta los
datos que se conocían entonces acerca de la muerte de Walsh. Aparecida antes de los
Juicios a la Junta responsable de la represión, durante el gobierno democrático de Raúl
Alfonsín, esta edición subraya la continuidad histórica de la violencia de estado en
Argentina, y la necesidad de luchar para obtener justicia para las víctimas del terrorismo
de estado, entre las cuales se cuenta ahora a Rodolfo Walsh.
La descripción de las cuatro ediciones pensadas por Walsh permite proponer una
primera respuesta a la pregunta de la que partimos “¿por qué escribir un libro?” El
pasaje entre el diario y el libro borra el arraigo del texto en un contexto particular
(desaparecen las fotos y los títulos primeros), y permite su reorientación. En la tercera
edición, se disipa el objetivo primero del libro, en función de un proyecto político. Pero
21
La investigación acerca de los autores de las tapas, y de las circunstancias en que fueron hechas, no ha
sido aún completada.
22
Julio Troxler (1926-1974) murió asesinado por la Triple A.
23
El verdadero nombre de Enriqueta Muñiz es García Yurrebaso ; se trata de una periodista nacida en
Madrid en 1934, que pasó su infancia en Bélgica y en Francia, donde sus padres se refugiaron debido a la
Guerra Civil Española. Residió en Argentina a partir de 1950, donde trabajó para la editorial Hachette,
haciendo traducciones. Es también autora de relatos breves y de guiones televisivos. Según los biógrafos
de Walsh, el escritor y Enriqueta Muñiz habrían vivido una historia de amor mientras realizaron la
investigación. Ver Mc Caughan 2002.
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la escritura parece no tener otra opción en ese contexto particular. El caso de Operación
Masacre muestra que un texto puede luchar para abrir un espacio público, que puede
incluso ocuparlo, pero con la condición de identificarse a una causa o a un partido
político, lo cual ocurre en este caso solamente a finales de los años 1960. Hasta
entonces, según Walsh, el libro era un fracaso.
II. Sobre fantasmas, rumores y escritores
Walsh propuso dos versiones diferentes de las razones que lo llevaron a interesarse en el
episodio del fusilamiento de José León Suárez; una en “Introducción” escrita para la
primera edición, que se agrega al Prólogo que presentaba ya los artículos de Mayoría24,
la segunda en la tercera edición, que fue conservada en las siguientes, y adoptada por la
crítica.
En la versión de 1957, la descripción que Walsh propone es rápida: fue por casualidad
que se enteró de la matanza, en un café, precisa la fecha (18 de diciembre de 1956), y
subraya que aquello que le llamó la atención fue que uno de los fusilados vivía, y no
estaba en la cárcel: “Era una versión imprecisa, propia del lugar – un café – en que la oí
formulada. De ella se desprendía que un presunto fusilado durante el motín peronista
del 9 y 10 de junio de ese año sobrevivía y no estaba en la cárcel.” (2010a: 216)
Presentada en el estilo del rumor, impreciso y vago, la historia le parece increíble,
impresión que juega un papel esencial en su decisión de investigar: “La historia me
pareció cinematográfica, apta para todos los ejercicios de la incredulidad. (La misma
impresión causó a muchos, y eso fue una desgracia. Un oficial de las fuerzas armadas
por ejemplo, a quien relaté los hechos antes de publicarlos, los calificó con toda buena
fe de “novela por entregas”.) Es lo que lo lleva a pedir “más datos” (216), y a su
encuentro con el doctor Jorge Doglia, ex jefe de la división judicial de la policía de la
provincia, exonerado por sus denuncias sobre el caso. Notemos que las razones por las
cuales, en esta versión, son dos entonces, ambas increíbles: el fusilado sobrevivió, el
fusilado no está en la cárcel. El tour de force de Walsh es aquí magistral : afirma que la
historia es increíble, en un estilo a la vez periodístico y folletinesco, pero asegura que,
sin embargo, enseguida consideró que era verdadera. Los términos que usa no evacúan
lo real, lo cual implica que sabe que este relato parecerá imposible de creer a una vasta
zona del público lector. Además, su carácter impreciso lo lleva a buscar datos, a
informarse sobre lo ocurrido, en un gesto típicamente periodístico, que busca
transformar un rumor en noticia.
24
“Introducción” a las notas de Mayoría, 27/05/1957-31/07/1957, retomada en la primera edición. Ver
2010a: 216-222.
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El prólogo de la tercera edición propone una versión más desarrollada y algo diferente
del origen de su interés por el fusilamiento de José León Suárez, que empieza, sin
embargo, con la misma escena en el café de La Plata, donde ahora está jugando al
ajedrez, con un grupo de amigos no politizados (2010a: 19-25). En esta versión el
espacio (el café) no está asociado al rumor, sino al ajedrez, en tanto práctica que sitúa
fuera de la realidad política: “La primera noticia sobre los fusilamientos clandestinos de
junio de 1956 me llegó en forma casual, a fines de ese año, en un café de La Plata donde
se jugaba al ajedrez, se hablaba más de Keres o Nimzovitch que de Arumburu y Rojas,
y la única maniobra militar que gozaba de algún renombre era el ataque a la bayoneta de
Schlechter en la apertura siciliana.” (19) Recuerda a continuación que había sido en ese
mismo café, seis meses antes, que él y sus amigos habían escuchado tiros, y habían
recibido la noticia del levantamiento; en esta versión, narra cómo se dirigen a la Plaza
San Martín, donde asisten a los enfrentamientos; Walsh vuelve entonces a su casa (en
la calle 54), y la encuentra invadida por los soldados (aclara que estaban incluso en el
baño); en esta versión, se encuentra en medio de la violencia armada que ocupa el
espacio público y el espacio privado: “Mi casa era peor que el café y peor que la
estación de ómnibus, porque había soldados en las azoteas y en la cocina y en los
dormitorios, pero principalmente en el baño, y desde entonces he tomado aversión a las
casas que están frente a un cuartel, un comando o un departamento de policía.” (19).
Después de esa noche, vuelve a su vida cotidiana, y rechaza todo compromiso político;
aparece aquí la célebre frase acerca de su falta de interés por Valle y su deseo de volver
al ajedrez: “Valle no me interesa. Péron no me interesa. Puedo volver al ajedrez?
Puedo.” (20) Su relato retoma seis meses más tarde, cuando en el mismo café, un
amigo, que tampoco está comprometido en política (Enrique Dillon) le dice: “Hay un
fusilado que vive.” (20); Walsh considera que es improbable, pero pide hablar con el
sobreviviente: “No sé qué es lo que consigue atraerme en esa historia difusa, lejana,
erizada de improbabilidades. No sé por qué pido hablar con ese hombre, por qué estoy
hablando con Juan Carlos Livraga” (20). El sentido se construye mirando la cara de
Livraga, que Walsh asocia a los gritos que escuchó desde su casa la noche del
levantamiento: “Tampoco olvido que, pegado a la persiana, oí morir a un conscripto en
la calle y ese hombre no dijo: ‘Viva la patria’, sino que dijo: ‘No me dejen solos, hijos
de puta’” (20). Según el prólogo de la tercera edición, por lo tanto, si Walsh cree la
historia es porque la asocia a la violencia que invadió el espacio público y su propio
espacio privado, aunque el grito escuchado es de un conscripto, y no de una víctima de
la represión. Por eso cree la historia de Livraga “en el acto”.
El rumor que le llega no concierne, por lo tanto, el levantamiento, sino el destino de un
individuo que parece salido de una novela. Walsh se entrevista con Juan Carlos Livraga
el 21 de diciembre de 1956; según la versión de 1969, es lo que da comienzo a la
investigación. Considerada como una construcción autorial voluntaria, esta versión del
origen de su giro biográfico y literario traduce el hecho que en ese contexto particular
del final de los años 1960, una literatura comprometida no puede concebirse sino bajo la
forma de una ruptura con la tradición dominante, y con la autonomía de la esfera
literaria: es decir, orientándose hacia una nueva forma narrativa, en función de un
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proyecto periodístico e ideológico. Pero el relato de Walsh muestra también que esta
ruptura que da lugar al nacimiento del relato de non-fiction tiene su origen en la
circulación entre espacio público y espacio privado, experiencia individual y
experiencia colectiva : Walsh se posiciona en el espacio público (los cafés, las calles),
pero los combates invaden el espacio privado - su casa y aquella en la cual las víctimas
son secuestradas (Hipólito Yrigoyen al 4500, Florida); salen todos juntos del café, pero
se encuentra solo al llegar a la plaza, vuelven a ser varios en la estación de ómnibus, y
de nuevo se encuentra solo en el camino de su casa. El borroneo de las fronteras entre
espacio público y privado produce así las condiciones de posibilidad de la investigación
y de la escritura que llevan a Operación masacre, y corresponde al borroneo de los
límites entre relato ficcional y relato referencial, así como al intento de narrar
experiencias que son individuales y colectivas al mismo tiempo. La crítica ha subrayado
la importancia del evento en la carrera de Walsh, pero el hecho que la violencia a la cual
se ve confrontado esa noche no es el origen de su interés ni de su investigación, y que,
en un sentido, lo interpela menos que la historia individual del sobreviviente, no ha sido
aún suficientemente estudiado. La descripción de la experiencia de esa noche pone el
acento en el hecho que la violencia lo alcanza a él, y el modo en que lo hace: “La
violencia me ha salpicado las paredes, en las ventanas hay agujeros de balas, he visto un
coche agujereado y adentro un hombre con los sesos al aire, pero es solamente el azar lo
que me ha puesto eso ante los ojos. Pudo ocurrir a cientos kilómetros, pudo ocurrir
cuando yo no estaba.” (20) Las dos primeras versions de Operación masacre llevaban
un epígrafe de T. S. Eliot que reenviaba al efecto que tuvo para Walsh el encuentro con
esta realidad sangrienta argentina: “A rain of blood has blinded my eyes…and I wander
in a land of barren boughs: if I break them they bleed; I wander in a land of dry stones:
If I touch them they bleed./How how can I ever return to the soft quiet seasons?” Éste
será reemplazado en la tercera edición por un fragmento de la declaración del comisario
Inspector Rodolfo Rodríguez Moreno: “Agrega el declarante que la comisión
encomendada era terriblemente ingrata para el que habla, pues salía de todas las
funciones específicas de la policía.” (2010: 17) En el cambio de epígrafe, no se produce
únicamente el reemplazo de un poema en inglés por un documento en español; la
descripción de este encuentro con la violencia pasa a ser asumido por Walsh en el
prólogo, mientras el segundo epígrafe introduce la declaración de uno de los
victimarios.
Podemos entonces preguntarnos por qué el relato del fusilado que está vivo se impone
con tal fuerza, con una intensidad que la violencia armada y la invasión del espacio
público y privado no tienen. Para contestar a esta pregunta, examinemos la frase “Hay
un fusilado que vive”. Es posible que Walsh la haya inventado; es posible que su amigo
la haya pronunciado. Pero en cualquier caso podemos asociarla a la práctica literaria de
Walsh del período: el rumor introduce la historia como si se tratara de un fantasma, un
revenant salido de su tumba, condenado a vagar. Reenvía, al mismo tiempo, a una de las
estructuras narrativas tradicionales de la literatura fantástica del siglo XIX : un amigo
cuenta una historia que contiene un elemento natural o extraño, y el que la escucha es
quien la escribe (es, como se sabe, la estructura de The turn of the screw de Henry
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James). La frase convoca, entonces, el género fantástico, y es precisamente en 1956
cuando Walsh edita su célebre Antología del cuento extraño en la editorial Hachette;
Walsh mismo alude al género, en su célebre frase sobre el ajedrez, ya citada, luego de la
cual agrega: “Al ajedrez y a la literatura fantástica que leo, a los cuentos policiales que
escribo, a la novela “seria” que planeo para dentro de algunos años, y a otras cosas que
hago para ganarme la vida y que llamo periodismo, aunque no es periodismo.” (20). Sin
embargo, el enigma que presenta la frase “Hay un fusilado que vive” no se refiere a la
naturaleza del personaje -¿fantasma ? ¿sobreviviente milagroso?-, sino al hecho
extraordinario que constituye el haber sido fusilado y seguir vivo; en ella se inscribe una
dimensión teológica, el imaginario católico del elegido que vuelve de la tumba,
impresión reforzada por las marcas dejadas por el fusilamiento en el rostro de Livraga
(“Miro esa cara, el agujero en la mejilla, el agujero más grande en la garganta, la boca
quebrada y los ojos opacos donde se ha quedado flotando una sombra de muerte.” 20).
Para resolver este enigma, Walsh apelará al otro género que frecuenta en la época, el
policial y sus estructuras narrativas, que practica por entonces siguiendo la tradición de
Jorge Luis Borges, quien, como es sabido, propuso en los años 1940 una politización
del género25. La inscripción de estos dos géneros abre la posibilidad de una nueva forma
narrativa; si el modo en que Walsh se interesa en el fusilamiento se puede vincular a su
interés por lo fantástico, la investigación se separa de este género rápidamente, porque
Walsh apela a los recursos del periodismo: entrevista a los protagonistas y testigos,
reúne los documentos, reconstruye la cronología. En cuanto al policial, también se aleja
de sus formas narrativas, porque los textos se concentran en la posibilidad no de
resolver un enigma, sino de aportar pruebas al caso. Más que un periodismo policial, se
trata de un periodismo jurídico, donde la escritura asume el papel del aparato legal.
Pero se puede considerar otro aspecto de la frase “Hay un fusilado que vive.”
Presentada como un rumor que circula en la ciudad de La Plata, se opone al secreto que
había rodeado el levantamiento de Valle y Tanco ; Walsh señala que la población, y la
mayor parte de los militantes, ignoraba que iba a producirse. Privados de una red capaz
de difundir la información, al menos entre los militantes, víctimas del rumor que
anunciaba un pronto retorno de Perón y de las directivas peronistas que no preveían una
intervención inmediata sino una guerra a largo plazo, los rebeldes no pudieron difundir
el movimiento, ni encontrar el apoyo necesario para que triunfara. Por otro lado, el
rumor que llega hasta Walsh no dice que un grupo de civiles fue fusilado de modo
ilegal, sino que uno de ellos está vivo; el rumor concierne esencialmente la situación
extraña y fantástica de que un fusilado esté vivo, eso es lo que es noticia, y lo que llama
la atención de Walsh. El rumor presenta entonces implícitamente el evento de José León
25
Como lo ha demostrado Jorge Panesi, 2000: 73-74. Walsh había publicado dos conjuntos de relatos
policiales que se inscriben en esta tradición en 1953: Diez cuentos policiales argentinos, una
compilación de relatos de autores diversos, y un conjunto de relatos propios, Variaciones en rojo.
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Suárez como un hecho, y subraya la sorprendente historia individual, que evoca el relato
fantástico pero lleva a Walsh a una investigación de tipo policial, y a recuperar
estructuras narrativas de este género (como bien lo ha señalado la crítica). Recordemos
que en un primer momento, Walsh juega con estas expectativas del lector, puesto, como
lo dijimos, su segundo artículo publicado en Revolución Nacional, el 15 de enero de
1957, llevaba el título “Yo también fui fusilado”, que apela al registro fantástico
III. Batallas en el espacio público
El proceso mediante el cual el rumor se transforma en noticia en Operación masacre
fue estudiado por Celina Ballon, que basa su análisis en el modo en que el rumor opera
bajo los regímenes dictatoriales (Ballón 2010); cuando los derechos y las garantías
constitucionales de los ciudadanos son suspendidas, y la prensa se encuentra bajo el
control severo del estado, la inseguridad y la amenaza llevan a la gente a buscar otras
fuentes de información; en ese contexto, el rumor se vuelve una forma privilegiada de
comunicación, que hace frente al discurso oficial, y pone en circulación aquello
silenciado por el discurso oficial26. Podemos agregar, sin embargo, que únicamente
aquellos cuya ideología les permite considerar el rumor como verosímil creen en él,
mientras aquellas personas cuya ideología coincide con la versión oficial lo perciben
como mentira o invento – salvo si es vehiculado por una persona en quién se tiene
confianza y que comparte en principio la propia ideología 27. En el momento en que
Walsh escribe Operación Masacre, el rumor cuestiona el discurso oficial, pero
solamente quienes no apoyan al gobierno van a aceptar su carácter de evento, y creer
que la investigación contiene una verdad. Si el libro no tuvo el éxito que Walsh
esperaba, puesto que no sirvió para hacer justicia, es en parte porque para el gobierno la
escritura no-ficcional no tiene carácter de prueba; pero sobre, no pudo producir ni el
escándalo ni la indignación esperados porque su circulación, entre 1857 y 1964, se
limitó a círculos de lectores que podían creer en una versión no oficial de los hechos.
Los lectores de los diarios y editoriales de Operación masacre en este período ya creían,
en su mayoría, en el carácter factual de la historia narrada, o podían creer que era
verdad; ignoraban los detalles, y, en este sentido, el libro cumple efectivamente un
26
Sobre el rumor, ver Zires 1994; Kapferer 1989 ; Louis Rouquette 1977; Froissart 2001; Ellis 1993;
Enguéléguélé 1998 ; Di Fonzo, Prashant Bordia 2013.
27
El modo en que el rumor se transforma en noticia se observa por ejemplo en el discurso de Borges
respecto de su cambio de actitud acerca de la última dictadura militar: “Mucho tiempo pensé, y no era el
único – estaba en compañía de personas de buena fe -, que los desaparecidos no eran más que turistas o
fugitivos. Luego, fui al extranjero, a España, y me interrogaron mucho. También me enseñaron mucho.
A mi regreso, las madres de la Plaza de Mayo vinieron a verme. Una de ellos, prima de los propietarios
del diario La Prensa, me contó que los militares habían ido a su casa y se habían llevado a su hija de
tres años, a la que no había vuelto a ver desde hacía seis. Supe que ella decía la verdad.”, “Soy
fundamentalmente un anarquista”, L’Événement du jeudi, 1986, entrevista de Patrick Sery.
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Investigación / Louis 406
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papel informativo. En el caso de quienes apoyaron al golpe, y luego al gobierno militar,
el perfil de los medios de publicación no alcanzaba para imponer el relato como evento
o como verdad28, ni para combatir un régimen de verosimilitud sostenido en una vasta
red de medios oficiales. A partir de los trabajos de Molotch y Lester, podríamos decir
que un escándalo es difícil de crear cuando el informador – el narrador – no tiene el
estatuto necesario para generarlo, o cuando no se puede contar con el apoyo de un grupo
de poder29. Así, como lo señala Walsh, Operación masacre no pudo ejercer suficiente
presión sobre el gobierno para llevarlo a admitir su responsabilidad, o para lograr que
los responsables del fusilamiento sean juzgados.
Pero podemos ir más allá : porque el discurso oficial no fue afectado por la
investigación de Walsh ni por la publicación del libro, Operación masacre pone en
evidencia ciertos rasgos específicos del estado represivo argentino, que
(lamentablemente) la última dictadura retomó y desarrolló; mediante el control del
espacio público y privado, el gobierno instauró una versión oficial de los hechos –una
ficción de realidad– que se sostendrá a pesar de los rumores, de las pruebas positivas y
de la presión de la comunidad internacional. Sin embargo, es innegable que en el caso
de Walsh, fue la falta de apoyo de grupos de poder específicos, y de conexiones dentro
de ellos, lo que le dio una libertad particular en términos de estructura narrativa y de
elecciones estéticas: el libro careció de apoyo entre los grupos políticos en el momento
de su publicación primera, pero también le faltó el reconocimiento de una comunidad de
escritores, que hubiera sido capaz de subrayar la experimentación formal y narrativa, así
como la especificidad de una escritura que se cree acción, más allá de la ideología
personal, sin ignorar la dimensión comprometida del texto. Operación masacre será
enmarcado de modo distinto, orientado de otro modo, reapropiado cuando Walsh se
compromete en la militancia política, y empieza a poder apoyarse en grupos de poder
para su difusión. Sin embargo, esta reorientación también implica una lectura del texto
que subraya sus aspectos militantes, expone su conexión con el policial, y minimiza el
papel que juega la tradición fantástica en la constitución del nuevo género que encarna.
Bibliografía
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Testimonio y escritura. Rosario: Beatriz Viterbo Editora.
28
Recordemos que los medios peronistas no se ocuparon del asunto, y que la actitud de los dirigentes
peronistas hacia el levantamiento fue ambigua. Sobre el tema, ver Eduardo Jozami 2006.
29
Acerca de luso estratégico de los acontecimientos cotidianos, de la rutina, los accidentes y los
escándalos, ver Harvey Molocht y M Lester 1996.
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Investigación / Louis 408
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Louis 409
La guerra como camino espiritual. A propósito de las dos gestas de Megafón | Javier Mercado [pp. 410-422]
ISSN 2314-3894
La guerra como camino espiritual. A propósito de
las dos gestas de Megafón
Javier Mercado
Universidad Nacional de Córdoba / Conicet
parajaviermercado@gmail.com
Resumen
El planteo de las dos batallas de Megafón es complejo y en su vertiente celeste se
relaciona indudablemente con otras tradiciones guerreras-espirituales como son las del
sufismo islámico, el hinduísmo y los caballeros templarios. Nos sorprende que la crítica,
en líneas generales, no haya explorado exhaustivamente esta posibilidad y se haya
limitado a hablar de la guerra celeste como una guerra metafísica y espiritual sin
mayores detalles. En la mayoría de los casos se apela al trasfondo cristiano-católico
como medio de explicación autoevidente de la batalle celeste. Por el contrario, ha sido
mucho más extensamente tratada la batalla terrestre. Por ello, en el presente ensayo nos
proponemos rastrear los antecedentes que la noción de Guerra Santa posee en las
tradiciones mencionadas y el modo en que estas nociones son releídas y reinterpretadas
en la gesta de Megafón.
Palabras clave
Guerra, Espiritualidad, Recepción, Literatura
Abstract
The premise of Megafon's two battles is complex and its celestial aspect is related to
other warrior and spiritual traditions like Islamic Sufism, Hinduism and the Templar
Knights. We are surprised that criticism, in general, has not fully explored this
possibility and has merely speak of the celestial war as a metaphysical and spiritual
warfare without further details. In most cases it is appealed to the catholic background
as an self-evident explanation of the Celestial Batalle. By contrast, it has been much
more extensively treated the terrestrial battle. In this essay we intend to trace the history
that the notion of Holy War has in these traditions and how these notions are reread and
reinterpreted in Megafon's feat.
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Mercado 410
La guerra como camino espiritual. A propósito de las dos gestas de Megafón | Javier Mercado [pp. 410-422]
ISSN 2314-3894
Keywords
War, Spirituality, Reception, Literature
Las dos guerras santas
Para comenzar, nos gustaría citar las palabras de Marechal, quien señala la importancia
de la concepción propiamente esotérica de la guerra que tiene el Islam: «La historia se
reduce a dos batallas, una terrestre y otra celeste, la pequeña guerra y la gran guerra de
Mahoma. También aparecen las ideas de los “Fieles de Amor”» (Carballo, 1986: 128).
El simbolismo de la guerra, entonces, no debe entenderse solamente desde su vertiente
homérica sino que debe también considerarse conectado, al interior del texto, con las
tradiciones guerreras marcadas por Marechal. En la entrevista aparecen algunas fuentes
que ya se advierten en Adán Buenosayres, en especial Dante Alighieri y los Fieles de
Amor, cuyo cristianismo es indudablemente personalísimo y en varios puntos se aleja
del dogma católico.
Pero por otro lado tenemos la relación del propio Marechal con el Islam en general y el
sufismo en particular. Entre los textos presentes en su biblioteca 1 advertimos que el
interés por la tercera gran expresión del monoteísmo abrahámico parece superar,
incluso, su interés por el judaísmo. Las obras de Omar Khayyam e Ibn Tufail todavía se
conservan en los anaqueles. Al mismo tiempo, encontramos también Encuentros con
hombres notables, texto de Georges I. Gurdjieff, problemático mistagogo vinculado al
sufismo cuya figura puede verse parodiada en el Imán Abdul Emín de la Segunda
Estancia del Château.
Finalmente, tenemos un tercer elemento que nos autoriza a hablar de Yihad en el caso de
Megafón: René Guénon. En Símbolos fundamentales de la ciencia sagrada
encontramos todo un artículo dedicado al tema: «Sayfu-l-Islam», es decir, «La espada
del Islam»2. Allí Guénon comienza afirmando:
Es costumbre, en el mundo occidental, considerar al islamismo, como una tradición
esencialmente guerrera y, por consiguiente, cuando se trata en particular del sable o la
espada (es-sayf), tomar esta palabra únicamente en su sentido literal, sin siquiera pensar en
preguntarse si no hay en ella, en realidad, alguna otra cosa. (…) existe en el islamismo un
aspecto guerrero, y también que, lejos de constituir un carácter particular del Islam, se lo
encuentra también en la mayoría de las demás tradiciones, incluido el cristianismo. Aun sin
traer a colación lo que Cristo mismo ha dicho: “No vengo a traer paz, sino espada” (...), la
historia de la Cristiandad en el Medioevo, es decir, en la época en que tuvo su realización
efectiva en las instituciones sociales, da pruebas ampliamente suficientes; y, por otra parte,
la misma tradición hindú (...) contiene empero también ese aspecto, como puede advertirse
leyendo la Bhâgavad-Gîtâ (1976: 161).
1 La misma se encuentra en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Rosario.
2 El artículo fue publicado originalmente en 1947 en la revista L'Islam et l'Occident. Se recoge en
Guénon 1976: 161-165. Marechal tenía este texto en su biblioteca.
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Investigación / Mercado 411
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Guénon retoma en este párrafo las tres tradiciones que harán mella en Megafón, por un
lado el cristinismo medieval, por otro el esoterismo islámico y finalmente la tradición
hindú -esta última, representada mayormente por un Samuel Tesler que, como dice
Graciela Coulson «no trae su rosario pero sí una dosis considerable de lecturas
hinduistas» (Coulson, 1974: 109). Sabemos asimismo que Marechal tenía conocimiento
directo del Bhâgavad-Gîtâ, extracto de la epopeya hindú Mahabarata, que trata,
justamente, de la metafísica de la guerra. El tema parece haber sido conversado
extensamente entre Marechal y Fernando Demaría 3 a partir del comentario que este
profesor argentino hiciera del texto hindú en 1962. A raíz, por tanto, de estos datos
fácticos, sería un grave error dejar fuera de nuestro análisis la noción de Guerra Santa o
Yihad, al menos tal como la trabaja Guénon en su artículo.
Ahora bien, es necesario realizar algunas aclaraciones sobre esta guerra a fin de no ser
malinterpretados. Como sabemos, la idea de Guerra Santa en el Islam también
comprende dos ámbitos diferenciados, a saber: «Exteriormente, se refiere la defensa de
la comunidad islámica. Interior o espiritualmente se refiere a la guerra invisible contra
el ego» (Stoddart, 1983; 31). Como en el caso de Megafón, quien proyecta dos guerras
que se dan en simultáneo, también el Islam -y en particular el sufismo- entiende que
existen dos guerras santas, contra los enemigos exteriores y en la propia interioridad del
hombre.
Marechal sin duda conocía esta diferenciación, dado que señala en la entrevista que
existe una guerra pequeña y otra grande. Esta adjetivación, pequeña y grande, remite a
un dicho del Profeta Muhammad que recoge Guénon en su texto:
En la tradición islámica, esos dos sentidos de la guerra así como la relación que existe
realmente entre ellos, están expresados del modo más neto por un hadîth del Profeta:
«Hemos vuelto de la pequeña guerra santa a la gran guerra santa» (Radjâna min el-djihâdil-ásgar ila-l-djihâdi-l-ákbar). Si la guerra exterior, pues, no es sino la «pequeña guerra
santa», mientras que la guerra interior es la «gran guerra santa», ocurre por consiguiente
que la primera no tiene sino importancia secundaria con respecto a la segunda, de la cual es
solo una imagen sensible; va de suyo que, en tales condiciones, todo lo que sirve para la
guerra exterior puede tomarse como símbolo de lo que concierne a la guerra interior
(1976:162).
Señala también Guénon que el árabe, a diferencia del español, posee dos palabras para
«guerra»: harb y Yihad. De tal modo, siempre que se utilice el segundo término hay un
motivo santo y justo para la batalla; mientras que la batalla que no reviste más que un
objetivo mundano nunca puede aspirar a ser Yihad, se trata sólo de harb. Recalcamos
esta cualidad de la Guerra Santa puesto que, en principio, tanto su aspecto externo como
interno revisten un importancia capital, los dos son santos. Desde el punto de vista
metafísico, indudablemente la gran guerra se prefiere por sobre la pequeña. Esto queda
marcado por el adjetivo ásgar, que en árabe es el superlativo de «pequeña», sagir, es
decir, «pequeñísima guerra santa». Mas, no obstante su pequeñez frente a la gran guerra
3 Se trata del mismo interlocutor de «El Oscuro de Héfeso» (OC.II, 529) y poeta a quien está dedicada la
«Alegropeya» (OC.I, 267).
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La guerra como camino espiritual. A propósito de las dos gestas de Megafón | Javier Mercado [pp. 410-422]
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santa, reviste una importancia concreta.
Debemos recordar entonces que las dos batallas de Megafón son necesarias y la celeste
en modo alguno es secundaria con respecto a la terrestre ni viceversa. Si hacemos un
recuento nos encontramos con seis batallas terrestres (Operación Aguja, Asedio al
Intendente, Invasión al Gran Oligarca, Psicoanálisis del General, Biopsia del Estúpido
Creso, Payada con el Embajador) y dos celestes (El Falso Alquimista y El Caracol de
Venus). Las operaciones terrestres son todas incruentas, no se derrama sangre y el
objetivo en cada caso es algo así como una toma de consciencia por parte de los
asediados. Tal como la Operación Aguja, que no busca destruir al rico sino hacerlo
adelgazar para que pase por el ojo de la aguja evangélica, de igual modo las otras
operaciones no buscan aniquilar el polo sombrío, sino comprenderlo y restablecer un
estado de equilibrio perdido. Las operaciones celestes, a su vez, no se quedan en un
trabajo exclusivamente individual e interior, sino que salen hacia el afuera, hacia la
sociedad. Con el desenmascaramiento de Herr Siebel se logra algo muy concreto:
desbaratar un movimiento contrainiciático, es decir, una falsa espiritualidad. La
liberación de Lucía Febrero es un tema que no sólo atañe a Megafón; su encuentro
decisivo con la Novia Olvidada implica también el restablecimiento de un equilibrio
espiritual perdido en la Edad Oscura.
Por ello, «la que llamó el Oscuro su “batalla celeste” debía jugarse con la otra en cierto
paralelismo interior o en una simetría no fácil de alcanzar y rigurosamente necesaria»
(M, 487)4. No se puede ser soldado de una sola batalla. Participar en las gestas de
Megafón requiere de un compromiso bélico a la vez que un compromiso espiritual y
metafísico. Esto mismo lo remarca Guénon en su artículo cuando afirma que las dos
guerras tienen un fin conjunto, que es la lucha espiritual e interior contra todos los
elementos contrarios a la armonía espiritual. Esta armonía no puede ser algo puramente
interior, que se desarrolle en cualesquiera situaciones, ya que, en la Edad Oscura las
condiciones mismas de existencia no son propicias para ningún desarrollo espiritual.
Así, Guénon cierra: «ya se trate en el orden exterior y social o del orden interior y
espiritual, la guerra debe tender siempre igualmente a establecer el equilibrio y la
armonía (…) y unificar en cierto modo la multiplicidad de elementos en mutua
oposición» (1976:162). Operar de una forma asilada, sobre uno solo de los dos planos
conllevaría un desequilibrio ya sea por arriba o por abajo, y las batallas buscan en todo
momento armonizar lo que se ha fragmentado. Prueba de este desequilibrio son los
«tecnócratas de la masacre y el genocidio» (M, 384) que han devenido fuerzas armadas
que no cumplen su función de cuidar, sino que reprimen a las órdenes del poder
dominante.
La propuesta de Megafón cumple también con la máxima guenoniana según la cual la
guerra santa terrestre es símbolo y preparación de la celeste. Como dijimos, ninguna de
las batallas apela a la violencia gratuita, sino que representan un desafío tanto para
4 De aquí en más, utilizaremos para todas las citas de la obra de Marechal la edición de las obras
completas. La M marca la novela Megafón y el número la página correspondiente. Todas las otras
referencias bibliográficas de la obra quedarán marcadas como OC, tomo y página.
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asediados como para asediantes. Esta condición se ve mucho más a las claras en las
batallas celestes, donde se pone en juego el alma misma de cada guerrero. Todas las
operaciones terrestres constituyen un aprendizaje, una preparación y un conocimiento
que sirve para las batallas celestes, ya que ellas están vinculadas. Sobre esto, nos
informa el narrador:
El Oscuro de Flores, como lo dije ya en el Introito, me había demostrado la equidad
absoluta de las Dos Batallas, puesto que una y otra se darían con el solo fin de restablecer
un equilibrio roto en el orden terrestre y en el celeste; y el problema es igual en un hombre
o en una tribu o en un pueblo total o en un mundo (M, 381).
Siendo esto así, podemos decir que la guerra de Megafón tiene tres ámbitos en los que
repercute: el individual (superación de los propios monstruos interiores), el social
(restablecimiento de un equilibrio perdido en la edad sombría) y metafísico (retomar un
vínculo perdido de los planos anteriores con su raíz trascendente). Así, en cada plano se
desarrolla una batalla de tipo terrestre y otra de tipo celeste. Superarse a sí mismo es
superar las limitaciones físicas (tentaciones sexuales del Caracol) y las metafísicas
(reconocimiento de la verdadera Lucía, combate contra las falsas doctrinas espirituales);
en el plano social lo terrestre (increpar a un intendente por sus funciones políticas) se
entrelaza con lo simbólico (reformar la arquitectura de la ciudad de acuerdo a los
patrones de una geografía sagrada). Finalmente, en el plano metafísico, no podemos
pensar un acercamiento a Lucía Febrero sin su correlato mundano, Patricia Bell; el
andrógino terrestre es la puerta de acceso al andrógino celeste.
Hay un último detalle respecto a la Guerra Santa que nos llama la atención: la falta de
armas. Si bien la guerra es incruenta, en la novela no se refiere en ningún sitio a las
posibles armas de Megafón y sus combatientes. Estas no tendrían por qué ser reales y
desempeñar una función fáctica, pero sí podrían llevar adelante un papel simbólico. En
las gestas épicas los guerreros bautizan sus espadas, que pasan a ser parte de su propio
ser; o, como sucede en la saga artúrica, poder empuñar una espada como Excalibur tiene
un claro sentido iniciático. Nada de eso encontramos en la novela. Sobre las armas,
Guénon afirma: «importa observar que la mayoría de las armas simbólicas, y en
particular la espada y la lanza, son también con mucha frecuencia símbolos del “Eje del
Mundo”» (1976: 164). Quizás podríamos vernos compelidos a decir, alentados por estas
observaciones, que no hay eje en el combate de Megafón. Pero una sagaz observación
de María Rosa Lojo viene en nuestra ayuda:
No sería muy errado entender el pedestal sobre el que se yergue [Lucía Febrero] como un
axis mundi que une a los tres mundos en superposición o tres barrios en escalada que
integran a Buenos Aires la Ciudad de la Paloma (…) El centro del mundo suele ubicarse en
el centro del laberinto al cual llega el héroe después de un viaje iniciático, habiendo
vencido toda suerte de pruebas (Lojo, 1983: 59-60).
Si Megafón encarna un simbolismo claramente solar, el caso de las mujeres en el texto
es complementario por tratarse de un simbolismo axial. Lucía Febrero, el objetivo de la
guerra celeste, está en un pedestal que tiene un sentido axial. Allí se concentran los tres
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mundos y en torno a ese eje han girado las gestas de Megafón. El caso de Patricia no es
menos admirable. Ella es la vestal y sacerdotisa del templo sagrado -otra representación
del eje del mundo- que es el Chalet de Flores. También tiene una función centralizadora
en tanto su espacio es el cuartel general de los guerreros, su lugar de cobijo y descanso;
ella es la custodia de un espacio sagrado que hunde sus raíces en el tenebroso
inframundo (sótano) y se eleva hasta la santidad (torre). Patricia es Bell, Bellum,
Belona. Graciela Maturo (1999: 155) apunta que Bell tiene que ver con Bellum, la
guerra, la lucha, al tiempo que es también la Belona -diosa de la guerra, hija de Forcis y
Ceto. Hay una potencia bélica muy grande escondida en el nombre mismo de Patricia.
De tal modo, el simbolismo axial de las armas no está olvidado. Sucede nomás que se
han reemplazado las armas materiales por la mujer guerrera. Como objetivo final en
torno al cual gira la lucha (Lucía) o como arma efectiva de la guerra (Patricia, cuya
participación es destacada en varios asaltos), la mujer comple un papel axial en la
novela.
La fuerza del corazón
En el ojo de esta Guerra Santa encontramos un personaje singular que preconiza la
«buena guerra»: el mayor Aníbal Troiani, muchas veces interpretado como un máscara
que esconde la figura de Perón. En dos oportunidades -en las Rapsodias II y VI- Troiani
se constituirá en el sabio que expresa los lineamientos centrales de la pequeña guerra
santa y, por extensión, marcará simbólicamente la guerra mayor.
En la primera consulta que se realiza al mayor en casa de Megafón, Troiani exige que
todo combate tenga un costado poético, es más, afirma que «Los grandes hechos de
armas, que no abundan en la historia, se desarrollaron como teoremas poéticos» (M,
382). El poeta y el guerrero son dos caras de una misma moneda, o deberían serlo. Así,
lo primero que sienta este militar es la diferencia entre el guerrero y el mercenario. Uno
combate para la paz y el restablecimiento de la justicia, el otro es un tecnócrata de la
muerte que simplemente obedece órdenes. Por tanto, al rescatar el costado poético de la
guerra, Troiani se afirma en un aspecto netamente «celestial», si así podemos llamarlo.
A reglón seguido, el militar habla de construir un ejército que tenga coraje militar y
coraje civil. Para definir coraje se vale de su etimología: la fuerza del corazón. El coraje
civil es una fuerza del corazón que avanza en función de su propia creatividad y
sensibilidad, pero que prescinde de los polvorines. Al apelar al corazón, Troiani vuelve
sobre otro de los símbolos centrales del sufismo: la oración del corazón. El combate
interior que propone el Profeta en la hadîth ya referido es un combate contra la propia
psiquis y sus trampas, es una lucha para vaciar el corazón de todos los apetitos
contingentes que lo denigran y llenarlo de Dios. Por ello, una de las aspiración
principales de todo sufi es poder llegar al estado de oración del corazón, donde con cada
latido todo su cuerpo pronuncia el nombre de Allâh. Esta es una de las batallas celestes
más difíciles de librar.
La definición que Troiani da del soldado es una conjunción de los dos aspectos
señalados por el Profeta: «El soldado -respondió Troiani- es una estructura humana en
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la que funcionan a la vez el coraje militar y el coraje civil. Ahí está la madera del
príncipe y del caballero andante: ¡sólo en esa madera se podría tallar un “héroe”! Por
eso ya no existen héroes ni caballeros ni soldados» (M, 384).
Esta propuesta de Troiani se completa luego, en casa del general González Cabezón,
cuando expone la «Ontología del soldado»:
es un soldado auténtico el que, por vocación natural, posee y ejerce las cuatro virtudes
cardinales necesarias al hombre de acción: la Justicia, la Fortaleza, la Prudencia y la
Templanza. (...) Y observe, mi general, que la Justicia figura en primer término: es que si la
acción del soldado no responde a la Justicia, cae fatalmente o en la vacuidad o en el
despotismo. Las tres virtudes restantes deben existir en el soldado como ayudadoras de la
primera en el ejercicio de la equidad. ¿Sabe usted que la Fortaleza es una virtud interior del
alma y que no debe ser confundida con la “fuerza” de un equipo bélico? Un soldado real es
fuerte sin el apoyo de sus cañones (...). En cuanto a la Prudencia y a la Templanza,
recuerde, mi general, que un soldado frenético pierde su batalla (M, 526-527).
Vemos que la ontología del soldado es una forma de ser totalmente interior, esotérica.
El código militar de Troiani se asemeja en mucho a un código samurai. Por otra parte,
colocar a la Justicia como el centro de las virtudes del guerrero nos lleva otra vez hasta
Guénon, quien en su trabajo entiende a la Justicia como único justificativo que hace
posible que una guerra sea santa (entiéndase aquí la idea de Justicia como la restitución
de un equilibrio armónico que se había perdido).
En el segundo discurso de Troiani, éste le dirá a González Cabezón que todas sus ideas
no han sido aprendidas en ninguna academia, ni han salido de su cabeza. Simplemente,
proceden de la «noble y embalsamada Caballería» (M, 527). Aparecen en los discursos
sendas alusiones a la caballería, tan frecuente en la prosa de Marechal. La relación entre
la orden Templaria y el Islam en la Jerusalén de las Cruzadas provocó un intercambio
de puntos de vista esotéricos que todavía hoy nos resultan arduos de desentrañar.
Importa resaltar aquí que la espiritualidad desarrollada en el encuentro de estas dos
religiones, cuyo sello distintivo es el simbolismo del combate espiritual y se emparenta
con el resurgimiento de las leyendas artúricas en el siglo XII, preconiza una vía
espiritual que está más allá del cumplimiento estricto de un dogma religioso exotérico.
Frente a la vía ortodoxa de la religión exterior -cuyo objetivo es conseguir la salvación
por medio del respeto de un cuerpo legal, la concreción de una serie de ritos y unas
cuantas afirmaciones doctrinarias- la vía esotérica, sin dejar de lado lo dicho, está
sedienta de otras aguas. Por ello estas corrientes en su mayoría han vivido un tanto
alejadas de la ortodoxia dogmática. Si seguimos el estudio de Andrew Sinclair El
descubrimiento del Santo Grial (2003) veremos cómo el estudioso inglés va armando
todo un mosaico de espiritualidades alternativas, esotéricas, casi en enfrentamiento con
la Iglesia de Roma, cuyo centro es la caballería. Incluso el mismo Marechal ha señalado
en varias ocasiones su admiración por el Dante que lucha contra la Chiessa Corrotta
(Marechal 2000, 67).
Para sintetizar nuestra lectura: resulta claro a la luz de los datos recabados que el
simbolismo de la guerra en Megafón despierta resonancias que nos llevan a la caballería
medieval y al Islam. Pero por sobre estas resonancias, resulta imperioso destacar que
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este simbolismo del combate espiritual se vincula siempre con movimientos esotéricos
cuya sed de divinidad excede, por mucho, los estrechos pasillos de la teología
dogmática. En este sentido, resulta lógico que el único representante del clero, el Obispo
Frazada, camine al borde de la herejía y la hoguera. La «necrofilia teológica» (M, 606)
no satisface las expectativas de un combatiente espiritual que está decidido a fundirse
con la divinidad.
La buena guerra de Megafón y Troiani no derrama sangre, sino que acerca lo divino y
restablece la Justicia. Se trata de una lucha incruenta en la cual Megafón batalla contra
sus enemigos internos y externos, pero no los lastima en su plano físico. Pero, a
diferencia de los otros enfrentamientos, el último concluye con el derramamiento de
sangre: el derramamiento de la propia sangre de Megafón a manos de sus perseguidores.
Si de modo general podemos entender a Tifoneades como el representante de la vieja
peladura de la víbora, éste representa los códigos guerreros contrarios a Megafón: la
guerra no santa, la guerra material, la guerra homicida. Y si entendemos que Tifoneades
es un poco la sumatoria de todos los asediados -Igarzábal, González Cabezón,
Salsamendi- tenemos como conclusión que aquellos que matan al héroe son también
quienes diezman al pueblo. Paradójicamente, lo que ellos no entienden, ni podrían
entender, es que al matar a Megafón están cumpliendo secretamente con el sacrificio
ritual del héroe que propiciará su renacimiento en las multitudes. Al matar a Megafón lo
están multiplicando definitivamente, lo reinstauran en el pueblo esencial que lo ha
parido. Con el final de Megafón todos los ciudadanos argentinos pueden convertirse en
guerreros de sus gestas. Por ello, ahora nos toca hablar de la lucha colectiva, del pueblo
guerrero.
El héroe colectivo
Las guerras de Megafón pueden ser entendidas como los esfuerzos que realiza el héroe
para reinstaurar lo originario en el mundo. Esta «originariedad» que porta el arquetipo
se revivifica en el mundo a través de los símbolos. Es por eso que los pensamientos y
las acciones de los dos personajes centrales (Megafón y Samuel) siempre tienden a lo
simbólico más que a lo material. Guerra terrestre y guerra celeste están unidas por un
cordón umbilical hecho de símbolos; así, las acciones simbólicas -en principio más
cercanas al plano celeste- tienen su repercusión en el plano terrestre por analogía.
Esta profanación del mundo por el olvido del símbolo es una situación que Marechal
describe reiteradamente en sus obras: los plutócratas y el impostor Vaisya en el infierno
de Cacodelphia, Gog y Magog en la quinta de Arcángelo, los falsos mistagogos que
encuentra Megafón en la ciudad. El General González Cabezón, el Gran Oligarca
Martín Igarzábal o el Estúpido Creso atienden a un pensamiento que se ha rendido a la
materia, a la cantidad y, en última instancia, al dinero. El único simbolismo que se
comprende en este estado de cosas es el simbolismo del dólar.
El pueblo, héroe colectivo, es el gran protagonista «oculto» de la novela, quien lucha
contra los enemigos referidos. En su primera intervención, Troiani presenta la necesidad
imperiosa de resucitar la sustancia esencial del héroe. ¿Dónde buscar la sustancia de lo
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heróico? En un recóndito lugar:
Yo, en tu lugar, buscaría en el pueblo la vieja substancia del héroe. Muchacho, el pueblo
recoge todas las botellas que se tiran al agua con mensajes de naufragio. El pueblo es una
gran memoria colectiva que recuerda todo lo que parece muerto en el olvido. Hay que
buscar esas botellas y refrescar esa memoria (M, 384).
Pues hay quienes, a pesar de no ser vistos, aún son los portadores de lo simbólico: ellos
son los pueblos. El pueblo guarda en sí lo simbólico y la capacidad de tornar acto el
tremendo valor performativo que ellos (los símbolos) guardan siempre en potencia. El
pueblo sabe per-signarse, y es por esto que cuando Samuel pregunta a bordo del
remolcador si alguien sabe trazarse el signo de la cruz en su carne bautizada, el
ayudante Berón le responde con justeza; gracias al correntino puede desarrollar el
simbolismo de la cruz (M, 466).
En este sentido, el texto no propone que los símbolos estén en el pueblo
inconscientemente y que alguien debe ponerlos al frente nuevamente. Más bien, se
colige que el poder de lo simbólico siempre está a flor de piel del pueblo hasta un
momento dado en que -porque las circunstancias históricas así lo requieren- se
reconcentran en un punto. Este punto es el héroe, conjunción de lo humano y lo
metahumano, de lo terrestre y lo celeste, de lo individual y lo social. Esta conjunción
tradicionalmente ha quedado marcada en el cambio de nombres que siempre tiene lugar
o en la doble denominación de los héroes: Abram pasa a Abraham; Jacob a Israel; Jesús
a Cristo -lo que manifiesta la sumatoria de las dos naturalezas en un solo nombre. En el
caso de Megafón, no sabremos su nombre, pero sabemos que tomó el apelativo
directamente del pueblo que lo coreaba como árbitro. Su destino no es obra de su propia
voluntad, ya que en él lo individual ha cedido ante lo colectivo; en este desplazamiento
lo arquetípico toma cuerpo -se encarna- y comienza su obra. Megafón intuye su destino
en las últimas horas, y por eso se demora pero no trata de escapar. Una fuerza
desconocida lo lleva de la mano: es la fuerza arquetípica del pueblo que se ha
concentrado para batallar en razón de la necesidad de realizarse a sí misma (en todos los
planos). En este sentido, Megafón puede ser, como se ha propuesto, la gran (megas) voz
(fonos) que dice lo que no está dicho, la voz de los humildes y de los pobres; pero
también puede ser la voz que profiere lo que está en el silencio, la voz que nos dice lo
metafísico que anida en el pueblo.
La rebelión a la que convoca Megafón es contra el materialismo bifronte, ya que
«Megafón, como su nombre lo dice, es el anunciador, el profeta de un cambio terrestre y
espiritual» (Maturo 1999: 154). A esta doble aspectualidad -que también señala Del
Corro (2006: 66)- se contraponen dos guerras que intentarán batallar por la
espiritualización del hombre. Y es por tal motivo que ambas batallas son simbólicas (y,
quizás, así como Cacodelphia y Philadelphia no son dos ciudades, sino dos aspectos de
la misma ciudad, así la guerra celeste y la terrestre no son dos guerras, sino dos aspectos
complementarios de la misma lucha). La celeste, claro está, se desarrollará en el plano
simbólico porque es el que corresponde a los estadios suprafísicos del ser; la terrestre
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encuentra en los asedios y las operaciones una forma no-material de llevar a cabo las
transformaciones. Como vemos, la conjunción de los dos aspectos responde al mismo
esquema de «Descenso y Ascenso del Alma por la Belleza» (OC.II). La contemplación
de lo bello en sí mismo es posible a través del amor por las criaturas, que son reflejos de
esa belleza en tanto que son símbolos.
La pelea terrestre se torna sagrada porque intenta reestablecer en el plano de existencia
correspondiente (el material-político) cierta forma de comprensión que se armonice con
la indefinida cadena de estados que emanan del Ser Absoluto. No confunde Marechal
este planteo con una teocracia, que es el ejercicio del poder a partir de la autoridad que
confiere, supuestamente, Dios. Aquí se trata de otra mirada completamente diferente: la
necesidad imperiosa que tiene una sociedad de organizarse de acuerdo a las ocultas y
sutiles armonías del espíritu más que de los despóticos designios del «libre mercado».
Lo que marca el autor es la necesaria e imperiosa primacía de lo cualitativo sobre lo
cuantitativo.
La batalla celeste, por su parte, nos remite a dos cuestiones. Primera: la repercusión que
reviste el hombre en el cosmos y su accionar como importante, ya que impacta en otros
niveles de la existencia. Como lo entiende Giovanni Papini en El Diablo (1960), Dios
cuenta con el hombre y le reserva un papel decisivo en su lucha contra el Diablo en esta
conflagración universal. Casi sin saberlo, a cada instante el hombre combate -desde su
lugar en el mundo- en una guerra que lo supera y desconoce, pero en la cual tiene una
gran importancia. Y los actos simbólicos son los que mayor valor comportan en el otro
plano. Segunda: la guerra celeste es la guerra del hombre mismo por alcanzar el ámbito
celeste, por espiritualizarse. La vida es considerada como guerra si la entendemos como
un conflicto interior que es extroyectado. La guerra que más importa es la que se libra
en el alma, guerra del bien contra el mal, en la cual el hombre debe confrontar con él
mismo.
Contra las falsificaciones
Un último aspecto de las gestas megafonianas queremos remarcar al final. Es la cuestión
de la falsedad, que sólo se hace visible a través de la luz de Guénon.
En El reino de la cantidad y los signos de los tiempos, el autor francés asegura que al
final de los tiempos -esto es, sobre el final del Kali Yuga- se producirá algo así como
una copia invertida de lo que fue en un principio, su simbolismo inverso. El ejemplo
más claro que proporciona es el de la unidad. Al principio, la idea de unidad es
concebida como esencialmente cualitativa, de modo tal que las diferencias que puedan
atañer a cada ser en particular quedan subsumidas dentro de la unidad cualitativa que las
engloba: su carácter simbólico. Cada ser, en tanto que se diferencia cualitativamente del
resto, expresa simbólicamente algún aspecto del Hermoso Primero que no ha sido
captado por las otras criaturas. Existe una unidad esencial que está por sobre las
diferencias y queda señalada por la máxima hindú tat tvan asi, «Eso eres Tú». Frente a
esto, en el final se encuentra el símbolo inverso, es decir, la idea de unidad sigue
estando presente, pero adquiere el sentido de uniformidad. Se busca el componente
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básico de universo en el átomo puesto que es uniforme, siempre igual a sí mismo,
estable. La unidad cualitativa se transforma en uniformidad cuantitativa. A esto, Guénon
lo entiende como una perversión del símbolo, que ya no pasa a valer sino en función de
sus propios componentes materiales.
Esta inversión se da en todos los órdenes: mitológico, filosófico, religioso. Por ejemplo,
podemos constatar la inversión de Guénon indagando en la opinión más común que
tiene la gente sobre la mitología: un conjunto de historias fantasiosas en las que se creyó
en un estadio más retrasado de desarrollo intelectual humano. El mito, que en origen era
un verdad fundante, la verdad por excelencia, al final pasa a ser su opuesto, un sinónimo
de la mentira. Guénon se detiene en lo que él llama la «espiritualidad al revés» (Cap.
XXXIV), el engaño de las profecías modernas (Cap. XXXVII) y la neo-espiritualidad
(Cap. XXXII). Todas ellas son el reflejo mentiroso, inverso, de lo que fueron en un
principio, durante la edad dorada.
A la luz de estas consideraciones, nos llama poderosamente la atención el uso de la
palabra «falso» en el texto de Marechal. En la historia de José Luna leemos que «El
conventillo del Tuerto Morales, donde la vocación de José Luna tuvo escenario y coro,
erguía su mole de falso castillo medieval en la calle Warnes» (M, 419). Patricia Bell
advierte en el asedio al intendente que la catedral está construida en «falso estilo
dórico» (M, 442). Herr Siebel es un falso alquimista que no busca más que beneficios
materiales. En la Biopsia de Creso se desarrolla una falsa ceremonia financiera en donde
Ramiro Salsamendi se constituye como un falso sacerdote que rige la liturgia del dinero,
a lo cual su loro Nick advierte: «Es un “prometeo” más falso que Judas» (M, 580). En la
cuarta estancia del Caracol aparecen un falso Freud y un falso Edipo, a la vez que, en la
quinta estancia, todo remata en el gran engaño de una falsa Lucía Febrero.
En suma, abundan los episodios bélicos en donde se advierte la falsedad, tanto en el
plano terrestre como en el plano celeste. A diferencia de las otras dos novelas, donde el
papel del engaño estaba puntualizado y concentrado (El falso mendigo o la ignorancia
diplomada de Adán, Gog y Magog en El banquete), en Megafón el engaño y la falsedad
aparece como un problema estructural que atañe a todos los componentes de la
sociedad. Incluso el nuevo viaje a Saavedra emprendido en la Rapsodia II puede ser
entendido como una comprobación de la decadencia y falsedad en que ha caído la
existencia humana. Los malevos son apenas sombras, las llamas del infierno se han
vuelto tristes calderas, todo es desolación y monoblocks. La falsedad terrestre se
corresponde con la falsedad celeste, que aparece con la alquimia de Siebel o las trampas
del Caracol. Las batallas de Megafón son también una lucha descarnada por recuperar la
autenticidad de los seres.
Esto se marca claramente en el contraste entre los personajes guerreros-populares y los
personajes asediados. En una recorrida encontramos que hay algo que une al burgúes, al
oligarca, al rico, al militar y al embajador: ninguno presenta en su discurso rastro alguno
de arrepentimiento o remordimiento. Por el contrario, todos buscan paleativos, excusas,
justificativos que eviten una condena en su accionar. En este sentido, los dos ejemplos
paradigmáticos son González Cabezón y Ramiro Salsamendi. El primero, en la
oscuridad de su casa, se niega a aceptar responsabilidad alguna por los muertos con los
que carga, e incluso se niega a ver las Euménides que asedian su estancia como algo
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más que ocasionales ruidos. El segundo entiende que su accionar ha sido beneficioso
porque el hambre impuesta a los ciudadanos redunda en su salud y bienestar.
Ambos representan eso que Marechal en su «Descenso y Ascenso» denomina el
«Narciso que no trasciende» (OC.II, 364). Para el autor hay dos clases de Narcisos: el
que no ve en las aguas exteriores de la creación más que su propia imagen reflejada -el
Narciso que no va más allá de la falsedad y el autoengaño- y el que ve en las aguas la
imagen del Otro Divino. Este segundo no es víctima de ninguna falsedad, se transforma
en flor y trasciende, está listo para entregarse en pos de ese Otro. Por supuesto, todos los
batallantes, en el tremendo amor con que enfrentan un destino que augura derrotas casi
seguras, demuestran que trascienden sus propias limitaciones y se entregan al Otro y a
lo otros que los rodean.
Por tanto, la guerra narrada por Marechal es también, y quizás sobre todo, una guerra
contra la profanación de los símbolos y su inversión en la edad sombría. No en vano
Patricia se asusta cuando Creso propone culminar su falsa liturgia bancaria con su
propia crucifixión, pues en ese acto se constituiría la máxima profanación, la inversión
total mediante al cual el símbolo de la creación del universo y del sacrificio redentor
quedarían rendidos a los pies del dios dinero. Ella nos advierte con claridad: «¡Me
asusta la profanación del símbolo! -temió Patricia Bell-. Desde que el señor Jesús
estuvo en ella, la cruz no es para los ladrones» (M, 587).
Conclusión
«Toda obra de arte es religiosa» nos dice Marechal (OC.V, 429) y apela al sentido más
profundo de la palabra: releer, religar, relegislar. Megafón relegisla, arma nuevamente
las leyes del mundo en que vive; religa, ya que reaviva la conexión del pueblo con lo
sagrado; y relee en tanto vuelve constantemente hacia el pasado para proyectar el
futuro. La figura de Megafón es un impulso hacia delante, un salir de la Edad de Hierro
para regresar -por la vía del futuro- a la de Oro, de allí que sea un hombre de anteayer y
pasado mañana. En la concepción de la Historia que tiene Marechal -profundamente
influenciada por la visión hindú de los ciclos cósmicos- el hombre de hierro ha olvidado
el papel que le toca en el teatro sagrado del cosmos (el gran teatro del mundo de la
Rapsodia IV), como así también los infinitos aspectos físicos y metafísicos que lo
componen como ser. El hecho de ir hacia adelante no tiene nada que ver, entonces, con
el progreso. En este sentido, el hombre ha perdido conciencia de lo que íntimamente es.
He aquí la importancia de Megafón, que mediante sus dos batallas y la vivificación del
símbolo apunta hacia el futuro y el pasado como Jano. Su accionar dará lugar a
profundas transformaciones que cambiarán la constitución de todos los seres que
forman la patria.
Estas transformaciones las percibimos en germen a lo largo de toda la novela. Buenos
Aires, la ciudad de la Yegua Tobiana para Adán, inicia una metamorfosis para llegar a
ser la ciudad de la Paloma en Megafón. La transmutación está dada en que la ciudad
anclada en la tierra por las patas del caballo aprende a volar y se vuelve libre. Del
mismo modo, el afilador Capristo se ve metamorfoseado de hombre en fauno y de fauno
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Investigación / Mercado 421
La guerra como camino espiritual. A propósito de las dos gestas de Megafón | Javier Mercado [pp. 410-422]
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en ángel al cabo de unas pocas horas. Quizás en estas transformaciones simbólicas se
esté resumiendo el proceso de todo pueblo. Se forja silenciosamente una escalera que le
permite el ascenso desde lo más terrestre hasta lo más celeste.
En esta guerra, a excepción de Samuel Tesler, el único intelectual del grupo, todos los
demás serán las simples gentes del pueblo. Los guerreros más preparados para las
exigencias de este proyecto no están en universidades, ni en el poder político, ni en los
mandos militares. Los mejores, los verdaderos aristócratas, son quienes emprenden la
batalla con Megafón: afiladores, obreros portuarios, jugadores de fútbol, periodistas
jubilados. He allí la madera y sustancia del héroe colectivo que Megafón sintetiza y a la
vez expande con su muerte.
Bibliografía
CARBALLO, Emmanuel. 1986. “Leopoldo Marechal.” En Protagonistas de La
Literatura Hispanoamericana Del Siglo XX. México: UAM.
COULSON, Graciela. 1974. Marechal: La Pasión Metafísica. Buenos Aires: García
Cambeiro.
DEL CORRO, Gaspar Pío. 2006. Marechal: Un Dolor... Un Viento... Una
Guerra. Córdoba: El Copista.
GUÉNON, René. 1976. Símbolos Fundamentales de La Ciencia Sagrada,. Buenos
Aires: Eudeba.
LOJO, María Rosa. 1983. “La Mujer Simbólica En La Narrativa de Leopoldo
Marechal.” In Ensayos de Crítica Literaria. Buenos Aires: Belgrano.
MARECHAL, Leopoldo. 2000. “Autobiografía de Un Novelista.” Proa Sept/Oct (49).
MATURO, Graciela. 1999. Marechal, El Camino de La Belleza. Buenos Aires: Biblos.
PAPINI, Giovanni. 1960. El Diablo. Buenos Aires: Emecé.
SINCLAIR, Andrew. 2003. El Descubrimiento Del Grial. Barcelona: Edhasa.
STODDART, William. 1983. El Sufismo, Doctrina Metafísica Y Camino Espiritual.
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TORRES ROGGERO, Jorge. 2002. Elogio Del Pensamiento Plebeyo. Geotextos: El
Pueblo Como Sujeto Cultural En La Literatura Argentina. Córdoba: Silabario.
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Mercado 422
H.A. Murena en el “Suplemento Cultura”de La Nación... | Ana Guerrero y Juan Rearte [pp. 423-434]
ISSN 2314-3894
H.A. Murena en el“Suplemento Cultura”de La
Nación (1972-1973): fragmentación y crítica
Ana Guerrero y Juan Rearte
Universidad Nacional de General Sarmiento / Universidad Nacional de General Sarmiento y Universidad de
Buenos aires
anaguerrero912@hotmail.com / juanlazaro7@hotmail.com
Resumen
Frente a la profundización de los conflictos políticos, económicos y sociales a principios
de la década de 1970, resulta sugestiva la reafirmación de un canon elitista de la cultura
y de la literatura en el “Suplemento Cultura” de La Nación. La situación de la escritura
de Héctor Álvarez Murena a través de reseñas y artículos presenta una marginalidad que
ya había experimentado en otros contextos, y que aquí identificamos en su
cuestionamiento del arte y de la literatura como registros de una derrota del humanismo.
Siguiendo algunas conclusiones de pensadores de la Escuela de Frankfurt, la reflexión
sobre el pasado y sobre la imposibilidad de la experiencia muestra, en los escritos
breves de Murena para ese suplemento, una preocupación por el futuro pero también un
giro melancólico sobre el pasado. Esa mirada/visión sobre las huellas de la cultura, de
su caída y fragmentación tiene un potencial crítico que sugiere cotejar el trabajo en la
prensa de los años 1972 y 1973 con la producción ensayística de la época, en particular
con La metáfora y lo sagrado (1973).
Palabras clave
Literatura argentina, Crítica, Década del ´70, La Nación, Escuela de Frankfurt,
Peronismo.
Abstract
Faced with the deepening of political, economic and social conflicts in the beginning of
the 1970 decade, the reaffirmation of an elitist cultural and literary canon in La
Nación’s cultural supplement is suggestive. In reviews and articles, Héctor Álvarez
Murena’s writing is characterized by a marginal position which he had already
experienced in other contexts, and which can be identified here in his questioning of art
and literature as the records of a defeat of humanism. With some of the conclusions
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Guerrero y Rearte 423
H.A. Murena en el “Suplemento Cultura”de La Nación... | Ana Guerrero y Juan Rearte [pp. 423-434]
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brought by the Francfurt School thinkers in mind, the reflection about the past and the
impossibility of experience reveal, in the short writings Murena published in the
supplement, a concern for the future that is also a melancholic turn to the past. That way
of looking and vision on culture’s footprints, fall and fragmentation has a critique
potential which indicates that his press work between 1972 and 1973 should be
compared to his essays of the time, in particular to La metáfora y lo sagrado (1973).
Keywords
Argentine Literature, 1970 Decade, La Nación, Francfurt School, Peronism.
El arte, vestigio de la caída
Luego de diecisiete años de exilio, en noviembre de 1972, Juan Domingo Perón regresó
al país en un clima convulsionado por hechos como la masacre de Trelew y por un
proceso de creciente y planificada violencia que se comprueba en la confluencia de
bandas paramilitares en la organización Triple A. Con la consagración de la fórmula
electoral Cámpora-Solano Lima y ante la imposibilidad de la postulación de Perón, se
inicia el intenso y vertiginoso trayecto democrático. Menos de un año más tarde, la
elección de la fórmula Perón-Perón, deja entrever que el ansiado retorno no traerá la paz
social ni la Patria Socialista. Al respecto, Mónica Gordillo, en su artículo “Protesta,
rebelión y movilización: de la resistencia a la lucha armada, 1955-1973”, hace una
evaluación de la época:
(…) los antagonismos, el autoritarismo y la intolerancia presentes en la sociedad y en su cultura
política conducirían a una espiral creciente de violencia en el intento por definir a quiénes
correspondía ser los artífices del nuevo proyecto de país por construir, una vez liberados -al menos
provisoriamente- de la tutela militar. Sin embargo, la "patria socialista" no sería posible y un
nuevo golpe -el más terrible de la historia argentina- cerró definitivamente el ciclo que se había
abierto en 1955 y con él todos los proyectos de construcción de un orden superador, de inclusión
para todos y que permitiera superar las antinomias del pasado (Gordillo, 2003: 380).
En un contexto de repliegue de los espacios conservadores antes de pasar a la ofensiva,
y frente el desarrollo de múltiples procesos de emancipación en Latinoamérica, el diario
porteño La Nación hace valer su peso político, simbólico y económico para atenuar la
representación de los avances de los sectores populares 1 y -mientras celebra un
1
Los ecos del mayo francés resuenan en este colectivo que abrirá un debate interno y profundo en torno a
la alternativa de reforma o revolución. La consecuencia inmediata, en el escenario local, es que el año
1969 marcará el inicio de la desarticulación de la dictadura que se dio el nombre de “Revolución
Argentina”. Este proceso conjugará distintos focos de manifestación, la rebelión popular capitalizará la
protesta obrera y el compromiso del estudiantado universitario. Se pondrán en escena nuevos repertorios
de confrontación. La modalidad de insurrección urbana tomará auge este año y por su carácter
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Exlibris #5 (2016)
Investigación / Guerrero y Rearte 424
H.A. Murena en el “Suplemento Cultura”de La Nación... | Ana Guerrero y Juan Rearte [pp. 423-434]
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Centenario privado- consagra, en el campo de la cultura, la continuidad de un canon
tradicional frente a nuevas corrientes, por otra parte ya legitimadas en revistas
especializadas, ámbitos académicos y editoriales. En esa situación, la escritura de
Héctor Álvarez Murena presenta, a través de sus artículos en el “Suplemento Cultura”,
una marginalidad que ya había experimentado, y que aquí atribuimos a su
cuestionamiento del arte y de la literatura, para el autor, registros de una derrota del
humanismo, de una caída. La inadecuación ya había demostrado con Ensayos sobre
subversión (1962) que, tanto para la cultura de izquierda como para “las formas
culturales del capitalismo central, (sus) derivaciones nacionalistas y totalitarias”, la de
Murena era una presencia incómoda (Cristófalo, 1999: 101) y su producción, “ilegible”
(íbid. 103), “insoportable” (íbid. 105), o mejor, como lo sugiere Djament con encubierto
elogio: “inoportuna” (Djament, 2007: 86). Se cumple la paradoja de que Murena, lejos
de reforzar la ortodoxia cultural, dirige su producción contra el estado de la cultura,
aunque sin declarar, es cierto, una posición nítida frente al panorama político. Siguiendo
algunas conclusiones de la Escuela de Frankfurt, acerca de la reflexión sobre el pasado
y sobre la imposibilidad de la experiencia, muestra, aún en escritos breves y de relativo
alcance, una representación melancólica del pasado, una acuciante preocupación por el
presente y una concepción escatológica del futuro que entabla una “dialéctica
subversiva” (Djament, 2007: 60) que impugna el humanismo y sus productos culturales.
Esta mirada/visión sobre las huellas de la cultura, de su caída y fragmentación tiene un
potencial crítico que evidentemente excede La Nación. Nos estamos refiriendo a los
artículos de los años 1972 y 1973, materiales que en gran medida se integrarán a su
libro La metáfora y lo sagrado, publicado a fines de 1973. Pero también es sabido que
las ocupaciones de Murena no se limitan a este diario. En 1971, seleccionó distintos
ensayos extraídos de libros anteriores y los organizó en lo que él mismo llamaría una
“autobiografía intelectual”, incorporándoles pequeñas introducciones a las que
denominó “excursus” y que fueron publicadas ese mismo año bajo el título La cárcel de
la mente. Esa estrategia, que a primera vista parece una operación editorial, conlleva un
procedimiento formal que al mismo tiempo se produce en sus artículos. Tal como lo
entiende Theodor Adorno, el ensayo no se vale de materiales nuevos, no necesita partir
de la nada, sino de “aquello de lo que quiere hablar; dice lo que a propósito de esto se le
ocurre, se interrumpe allí donde él mismo se siente al final y no donde ya no queda nada
que decir (…) Sus conceptos ni se construyen a partir de algo primero ni se redondean
en algo último” (Adorno, 2003: 12). La operación hermenéutica resulta en la extracción
de una interpretación que no es ajena a lo que fue introducido y que permite “hacer
hablar a todos los elementos del objeto juntos” (íbid., 13). Es conocida, por lo demás, la
familiaridad de Murena con las producciones clásicas de la Escuela de Frankfurt, cuyos
fundamental y paradigmático se destacarán dos acontecimientos, el Cordobazo y el Rosariazo. Esta
aparición de la juventud en la esfera pública tomará la fuerza propia de una identidad dispuesta a romper
con el pasado y a plasmar en actos concretos sus reclamos en pos de recuperar la justicia social.
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autores leyó y tradujo para la “Colección Alemana” de la Editorial Sur. 2 Precisamente,
estos son años de intensa tarea como traductor, en general en colaboración con David
Vogelmann, lo que explica, en parte, el acotado volumen de su producción para el
Suplemento.
El futuro es metáfora
El proceso de fragmentación del sentido, resultado de la expansión de la cultura de
masas, así como en particular el abandono de un objeto definido para la tarea crítica,
conforman, para Murena, la oportunidad imprevista de rescatar una representación del
sentido. El sentido no cristalizado en la materia, que resiste la adecuación del sujeto a la
cosa, el sentido mutable en el proceso del juicio de la intermediación, en el que se
descubre la naturaleza material de la forma es crítico y nace con el ensayo ontológico, 3
o bien con la tentativa del ensayo, que bien podría ser el artículo que, como vimos,
estructural y estilísticamente, comunica un conflicto definido a partir de la
configuración, de la composición de mundo del ensayista, en su intento por ordenar el
devenir en forma de los hechos y las cosas 4.
Los primeros artículos que Murena publica en 1972, en marzo y julio, son los
destinados al poeta Flavio Gómez, su heterónimo, y que simplemente llevan el título
“Flavio Gómez”. En septiembre aparecerá “Historia del silencio” y en octubre, “La casa
de la metáfora”.
Si hasta unos años atrás, como sostiene Cristófalo, Murena consideraba la tarea del
escritor, del intelectual crítico, un acto de subversión, en los últimos años de su
producción el autor advierte que esa tarea, que su acción resultante, trae aparejada un
predominio de lo inmediato y “la liquidación de toda distancia” (Cristófalo, 1999: 102).
Desde fines de la década del ´60, desdibuja la zona de certidumbres de un ensayo
operativo y se pronuncia por el silencio y el anacronismo, la articulación del sentido por
la metáfora, por el desarrollo formal de un “orden necesario para que la muerte se haga
presente” (Schmucler, 1994: 9) contribuirá a aproximar el aspecto velado del mundo, lo
2
Fundamentalmente, Escritos escogidos, de Walter Benjamin (1967), Dialéctica del Iluminismo, de
Theodor Adorno y Max Horkheimer (1969), Intervenciones. Nueve modelos de crítica, de Adorno
(1969), Descripción de una forma: ensayo sobre Franz Kafka, de Robert Walser (1969), Lo ingenuo es
lo sentimental, de Peter Szondi (1972) y Crítica de la razón instrumental, de Max Horkheimer (1973).
Para Edhasa (Madrid) tradujo fragmentos de los Schriften de Benjamin, publicados como Angelus
Novus (1971). Hay que agregar, que entre 1971 y 1972, Murena, junto con Vogelmann tuvieron un ciclo
radial en Radio Municipal. Esos diálogos, fueron editados por Sara Gallardo bajo el título El secreto
claro, en 1978.
3
Jaime Rest distingue en el desarrollo histórico del ensayo un pasaje de la función operativa a una
configuración ontológica en la que recae el desinterés por un objeto definido en Murena (Rest 1982).
4
Cfr. Lukács, “Sobre la esencia y forma del ensayo”.
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que en la práctica representa una conservación “inoportuna” de la especificidad del
ensayo 5. Precisamente, la identidad y la centralidad de ese punto ordenador de las
imágenes que para Lukács tenía que garantizar el ensayista, o bien la separación de las
cosas por acción del nombre,6 aparecen indefinidos cuando Murena se ocupa del poeta
Flavio Gómez. 7 El objetivo, bajo la premisa de considerar la actividad literaria, cifra el
problema del sentido, que empieza por la identidad, uno y doble al mismo tiempo, lo
que conduce a (y procede de) la cuestión del origen.
El primer artículo sobre Flavio Gómez fue impreso junto a un preocupado texto de José
Blanco Amor, “La generación violenta. Una sociedad sin respuestas”, que proclama que
la sociedad contemporánea se encuentra “sin fronteras entre el bien y el mal”. Esto no
puede representar de manera más clara la situación de cercanía y de apartamiento de
Murena respecto del canon conservador. El texto empieza con la advertencia: “H.A.
Murena está preparando una edición anotada de la obra de su amigo Flavio Gómez,
ingeniero y poeta”. El texto, un “comentario” que sirve de adelanto editorial, confronta
las identidades de maestro y discípulo y comienza por establecer la genealogía de
Gómez: Baudelaire, Verlaine y el Surrealismo. El artículo es un análisis del poema
“Última cara” que presenta en cada una de sus estrofas un carácter diáfano y “por
completo inteligible”, pero que en la articulación de sus partes evidencia “hiatos de
acusada irracionalidad, como si se empezara a tratar una materia diversa”. Esa
diversidad se comprueba precisamente en la duplicidad de las tradiciones de las que
procede esta poesía, la clásica y la romántica, que mantienen dos formas de remontar el
sentido al origen:
Si el comienzo del arte es el puro rito religioso, el clasicismo constituye el recuerdo de la
disciplina formal del rito, imprescindible para alcanzar la comunión, y el romanticismo es
preferentemente el recuerdo del impulso imperativo para llegar a Dios. (Murena, “Flavio Gómez”,
“Suplemento Cultura”, 26 de marzo de 1972)
Ese impulso del sentido que se remonta a un origen epifánico, se encuentra, en el mismo
proceso con la pregunta por el límite, por la muerte: ante cualquier emprendimiento que
Gómez iniciaba, la pregunta que aparecía de inmediato, señala Murena, era la de la
muerte: “Así, empezando por el final, se le mostraba con claridad la índole de lo que
encaraba, hasta el origen, sus posibilidades, su estilo de evolución” (íbid.). Y es
precisamente aquí, y a la par del diagnóstico generacional, que Murena hace coincidir la
muerte del individuo con la muerte como fenómeno político, “en el “país” donde la
5
Cfr. Djament 2007: 66.
6
Cfr. Cristófalo 1999: 107.
7
La poesía y los apuntes de Flavio Gómez, “encontrados” por Murena, reproducen su propia poesía. En
el libro F.G. Un bárbaro entre la belleza organiza, bajo el imperativo de pensar el pensar literario, esos
materiales.
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muerte recupera su poder”, subraya, en una referencia doble, pero más dirigida al
contexto que al poema.
El siguiente artículo, del 16 de julio, es un análisis del poema “Teoría del
conocimiento” y también lleva el título “Flavio Gómez”, y está precedido, aunque esta
vez con una nota al pie, por la misma advertencia que el anterior acerca de la identidad
del poeta. En este análisis se destacan estrategias de verosimilitud como referir aspectos
biográficos de Gómez, o como corregir al autor en relación a un dato biográfico de John
Keats. La finalidad parece coincidir con la relación entre un pasado en el que el arte,
como impulso vital, coincidía con la temporalidad del cuerpo del poeta, problema ya
planteado en el análisis de “Última cara”. En este caso, la muerte de John Keats
(Fracaso como poeta, / era poesía más allá / de la poesía”), traza una vez más la
genealogía de Gómez y del propio Murena. Murena declara haber preguntado a Gómez
sobre la recurrencia de la muerte en sus escritos, y la respuesta refiere la intención de
superar la caída y la fragmentación, para concentrar el proceso de significación en la
metáfora: “Toda vida que no es escatológica, es cadavérica. El único logos viviente,
válido, es el que se alimenta del fin, de lo último” (Murena, “Flavio Gómez. Teoría del
conocimiento”, “Suplemento Cultura”, 16 de julio de 1972). Si antes Murena cuestiona
“el regreso de la muerte al poder”, ahora concluye refiriéndose al presunto poder
liberador de la muerte y a la cancelación de la linealidad del tiempo por el instante, giro
anacrónico, o “acrónico”, una desviación planificada: 8 “Sólo el éxtasis de la muerte
ilumina el error: quien viva poéticamente, esto es, a la luz de la muerte, sumergiéndose
en cada instante como si fuera el último, logrará estar despierto” (íbid.).
En “Historia del silencio” (3 de septiembre de 1972), la pregunta que orienta las futuras
indagaciones es: ¿cuál es la necesidad por la que el arte existe? Murena propone un
singular condicionamiento, el alejamiento de los elementos fácticos de la obra, forma,
sensaciones, percepciones, como si diera por sentada una intermitencia de la estructura,
lo que vale como una “subjetivación del objeto” (Ighina, 2000: 243). El autor habrá
desconcertado al lector de La Nación de entonces, al sostener: “Será conveniente
procurar alejarnos de la estética”. A partir de una experiencia mística, como la audición
de un recitado del Corán, Murena distingue la sutil jerarquía que habita entre el silencio
y el sonido. Advierte en la abolición del sonido un silencio desconocido al que definirá
como “la voz de Dios”. De esto infiere que en la música reside un silencio sacro que lo
llevará a responder su pregunta inicial: “El arte nace por necesidad de Dios”.
En relación con la literatura sostiene que el “Silencio primordial” es el “blanco” del que
la palabra brota, el mismo “blanco” en el que la palabra desaparece. Allí se establece
8
Lectura “desviada”, según Djament, del Romanticismo a través de la Escuela de Frankfurt, que es al
mismo tiempo estrategia de escritura (Djament, 2007: 68). Ver, además, Djament 2003 y, en general,
Blanc y Vincent 2006.
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como enigma del origen. A propósito, explicita un pacto de lectura, el perfil de un lector
capaz de percibir ese enigma de lo residual, y entonces dice: “La palabra portadora de
misterio demanda una lectura lenta, que se interrumpe para meditar, tratar de absorber
lo inconmensurable, pide relectura, consideración del blanco”. Para Murena, la
literatura se vio corrompida por el espíritu utilitario, negó el blanco, el silencio
originario, olvidó la metáfora, herramienta mediadora para la divinidad. Murena
reafirma, frente a la “condición desacralizada del mundo occidental, tecnificado y
deshumanizado” (Poggiese, 2006: 220), frente a la última desmitologización de la
historia, el origen divino del arte: “La literatura surge de la necesidad de Dios”.
“La casa de la metáfora” se publica el 22 de octubre de 1972, mientras las tapas de La
Nación anuncian, con zozobra, la vuelta de Perón.9 Murena se propone ahora
argumentar sobre el carácter sagrado del arte, o mejor, indagar apenas sobre el carácter
trascendental del arte. Su radicalidad no vacila, y aquí sostiene que “El arte es Dios
operante”. La materialidad provocó en la obra de arte un desplazamiento de la fe, fe que
encuentra un cuerpo leve en la metáfora. Por eso la crítica del arte perdería sentido,
porque centra su mirada sobre la materia, sobre restos muertos que se analizan en una
morgue. Murena quiere recuperar la trascendencia del espíritu del arte, quiere declarar
la muerte de la materia del arte, por eso la crítica es un signo de ese derrumbe, es la
“autopsia que puede explicar la muerte, no la vida”. Igualmente cuestionable es para el
autor la actitud del coleccionista, cuya avaricia se aferra a la materialidad de la obra en
detrimento de su vitalidad, su metáfora, su dogma, su fe. En la crítica –no en la crítica
del arte–, el autor debe provocar, no hipnotizar (Murena 1962), de actuar
dialécticamente, propiciando incluso la contradicción que lo lleva a su negación, 10 y
contrapone, al seguro ámbito del especialista, el mandato que recibe el artista desde una
temporalidad extraña. En el recorrido de las argumentaciones murenianas notamos un
movimiento pendular, continuo, entre dos extremos de la representación, lo material y
lo espiritual, lo utilitario y lo sagrado, lo celestial y lo terrenal, movimiento que Leonora
Djament ve en un lenguaje plurilingüe, un lenguaje negativo, que no es reducción a
categorías ni objeto del juicio, productos de la vergüenza por la “caída”. 11
En 1973, el año de la “primavera peronista”, Murena publica sólo dos artículos: “La
sombra de la Unidad”, el 27 de mayo, e “Historia sagrada de la lengua”, el 29 de julio.
Estos dos escritos están vinculados a las temáticas de los trabajos del ´72. Viendo la
producción conjunta en perspectiva observamos que, junto con los artículos de los años
9
Sidicaro habla de un período de “desconcierto y nostalgia” en las páginas de La Nación, producto de la
volatilidad política y de la fragmentación de la clase dominante (Sidicaro 2011: 156).
10
Cfr. Poggiese 2006: 221.
11
Cfr. Djament 2007: 69.
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previos, se conforma el preludio de lo que será La metáfora y lo sagrado, y cumplen un
principio lúdico en la composición del ensayo: los elementos buscan su asociación y el
autor facilita la trama crítica, para remontar, acaso, la lejanía a la que se refiere
Poggiese, con respecto a la primera etapa de su obra. 12
En “La sombra de la Unidad”, Murena plantea la similitud que existe –tanto a nivel
etimológico como funcional– entre la metáfora y la traducción, expresiones que
paralelamente significan “llevar más allá”, lo que en una bosquejada teoría del arte
posibilita remontar el objeto a un origen polisémico, arrancado de una unidad artificial,
más declarada que evidente, de modo que, como sostiene Carniglia, la metáfora “disloca
la osificación del ser, lo cuestiona, poniéndolo ante la posibilidad de su ser-otro, de su
no-ser” (Carniglia, 2006: 232). Al respecto, Murena reflexiona que se trata de
“Convertir una cosa en otra, pero convertirla a fin de que sea más plenamente”. En toda
obra literaria no es posible lograr una versión definitiva, entonces, a propósito del
carácter fragmentario y de aquello que se revela “absolutamente intraducible”, que hace
de la traducción una práctica infinita, se pregunta: ¿En qué consiste ese núcleo
originario, de extracción romántica? Murena hace referencia a una “Unidad perdida”, el
silencio de la naturaleza, lo que carece de palabra, en definitiva una “abismal mudez de
la lengua”. Es la palabra que no es certidumbre, sino recuerdo de aquella extraviada
unidad. Nuevamente el autor oscila entre opuestos y plantea un desplazamiento entre el
olvido y una super-recordación. Murena considera el arte como una operación esencial
de forma y contenido que es reflejada en tanto se produzca el distanciamiento que
admite la “traducción”, la “metáfora”. En este sentido, la distancia es fundamento de la
obra. Toda obra de arte tiene una fuerza teleológica que fundamenta la expresión y
luego la comunicación, pero, en la mayoría de las ocasiones, el recuerdo de la distancia
se saltea y no le permite a la obra mostrar plenamente su esencia. Es aquí donde Murena
concluye que en la modernidad, el registro del arte es el signo de una caída: “La historia
del arte es la historia de un fracaso”, sentencia. Sin embargo, aunque no se haya podido
conciliar la tensión entre fundamento y meta, el arte, paradójicamente se expresa gracias
a esa distancia, al desplazamiento. Esa distancia es objeto de inquietud para Murena.
Observa que, históricamente, en las obras clásicas hay un carácter estático que actúa en
detrimento de la expresividad, mientras que en el Romanticismo prevalece el efecto
opuesto, el exceso de expresión, que provoca un debilitamiento de la distancia. Estas
dos épocas, el Clasicismo y el Romanticismo son los focos referenciales por los que
atraviesa la historia del arte, y aunque produjeron artistas que lograron condensar los
valores y la concepción de mundo de su época, como el Greco, Goya y Velázquez,
según Murena estos no han podido eliminar de sus obras un carácter mortuorio, un
memento mori latente, podríamos decir, una huella del fracaso. Sin embargo, el arte no
es la materia muerta plasmada en la obra, sino un impulso vital, su acción es el recuerdo
12
Cfr. Poggiese 2006: 3.
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Exlibris #5 (2016)
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por el recorrido de la distancia hacia la unidad perdida, “El arte es metafísico” reafirma
el autor en tono aforístico.
Murena reseña rápidamente aspectos formales de esos artistas, la composición, la
perspectiva, la fuerza de la expresión y el manejo del espacio y de la distancia como
registros de la apropiación de la realidad de esas obras. En Goya, la realidad está
destrozada por la expresividad, en el Greco, embalsamada y en Velázquez prisionera del
cuidado de sí. Este análisis le permite a Murena concluir categóricamente con la
contradicción fundacional del arte moderno: “Tres pintores magistrales. El gran arte
como historia del gran fracaso”.
“La historia sagrada de la lengua” es la última publicación de aquel año. Aquí las
reflexiones sobre el arte se manifiestan como un continuum del texto anterior. En efecto,
la observación persiste en la pregunta sobre el vínculo que se establece entre lo real y la
identidad ontológica del arte, identidad planteada como necesidad de acudir a Dios, al
recuerdo verdadero de la Unidad extraviada. El objetivo inmediato de Murena es
profundizar las diferencias entre Clasicismo y Romanticismo, para lo que se refiere a la
mitología judeocristiana a través de los relatos de Babel y de Pentecostés. El carácter
complementario y a la vez opuesto de esos relatos evidencia que en el origen prevalece
la tensión y la sinergia, la disposición a la forma por sobre la forma. Mientras el primero
simboliza la entrada a la nueva vida, en la diversidad, el segundo representa la entrada a
la nueva vida en un Mesías. La “complementariedad” de esos materiales residiría en la
apelación a la lengua, la “oposición” radica en el sentido. Mientras en Babel la
acentuada diversidad anula la comunicación, en Pentecostés, el Espíritu Santo
constituye la presencia de una Unidad perdida, la huella de una pérdida. Este
mesianismo derivará de lo anterior la divergencia entre oración y plegaria. Si la primera
es alabanza a la creación divina, la segunda es súplica, aclamación, pedido, o bien
“invocación –como sostiene Cristófalo- llamamiento de una presencia” (Cristófalo,
1999: 106). Entonces, para el autor es en Pentecostés y en el rito de la oración donde se
cumple la epifanía de la Unidad perdida. Con esta evocación bíblica, Murena pretende
fundamentar la emergencia de lo absolutamente opuesto a la razón, por lo que la razón
se limita apenas a un pliegue, a un atributo insuficiente y desfalleciente. El orden más
alto otorgado por Dios a sus criaturas no es el pensar, sino su pobreza de espíritu, pues
esta carencia sólo puede ser llenada por la penetración del espíritu divino. Entonces,
mientras Babel es diversidad, confusión, un estar juntos para generar mayor distancia,
Pentecostés es, según Murena, “constitutivo permanente del hombre”, es el reencuentro
con la unidad perdida. Pentecostés aparece como una obra de arte romántica que
comunica anulando la distancia, es el acercamiento del Otro mundo.
Conclusión
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Exlibris #5 (2016)
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Al contrastar la función del arte moderno con su sentido sagrado, Murena destaca la
falla, el desacuerdo entre un mandato originario y la función social, evidencia del
fracaso del humanismo. ¿En qué fracasa el sujeto? El hombre pierde el sentido de su
búsqueda, no se orienta hacia el Silencio, el Blanco, ni hacia la Unidad perdida, el Otro
mundo, propiedades del arte entendido como religión, mediación de una realidad que no
se puede conocer, pero sí intuir.13 ¿Por qué el hombre desiste de ese camino? Porque
vive en la confusión, bajo la hegemonía de la razón, de la motivación utilitaria, bajo la
dominación de vanidades.
Ante ese panorama desolador, que en general coincide con el pregnante diagnóstico de
Althusser sobre los vínculos artificiales que los sujetos mantienen con la realidad, 14 la
metáfora se transforma en la mediadora ineludible para lograr el desplazamiento hacia
el misterio que se expresa como “Otro mundo”, pero que no está “más allá”, sino que es
un protomundo que está “más acá” de nosotros mismos, como un Dios embrionario que
habita al sujeto desde siempre, pero al que el sujeto decide olvidar. ¿Hay alguna salida
para el lector desprovisto de fe? Quizá sea posible ver en la siguiente afirmación de “El
arte de traducir” una clave alentadora: “En todo orden debemos invertir por completo
nuestra perspectiva, disponernos a considerar y practicar la vida como el arte de fracasar
fértilmente”.
Resta preguntarnos si el abismo que interpone Murena entre la realidad socio-política
del país y los temas sobre los que reflexiona expresan un alejamiento del compromiso
social. Si consideramos que Murena sostiene el diagnóstico de la ruina de la cultura, a
fin de hacer prevalecer una cierta recuperación de la experiencia individual del arte, lo
primero trae aparejado una utopía, la territorialidad de la melancolía que trasluce una
posición política. En el último artículo, la apelación a la confusión de la diversidad, la
imposibilidad de comunicación evocada en Babel podría remitir a los innumerables
conflictos que no encuentran más salida que la violencia. Murena remite a la posibilidad
del lenguaje, a la palabra conciliadora, que no es plegaria ni súplica, pero tampoco
“reclamo”, es recuperación de la Unidad perdida, manifestación de un Espíritu que
sobrepasa lo particular para expresarse anónimamente. Si el estado de carencia es un
sello impreso en el sujeto contemporáneo, quizás el lenguaje sea una clave para una
nueva comunidad basada en las relaciones entre los sujetos más que en los individuos.
Esta comunidad, o asamblea, supondría una reunión de gentes fundada en una extrema
debilidad humana:
13
14
Cfr. Djament 2007: 75.
La convivencia, acaso desconcertante, de las lecturas de Murena con su propia escritura y en su
escritura, evidencian un ejercicio de la crítica y una denuncia de la carencia, la prueba de un despojo
(ver Mattoni 1999 y Djament 2007).
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Las gentes reunidas en la ecclesia, al suponerse en la Unidad por la supresión de la distancia que
distingue a la diversidad, pueden dar por descontado el hecho espiritual de unirse en nombre del
hecho material de estar juntos y engendrar de tal suerte mayor distancia, mayor diversidad, por
encubiertas, que las que nacieron de Babel. (Murena, “Historia Sagrada de la Lengua”,
“Suplemento Cultura”, 29 de julio de 1973)
Y pensar así no se aleja de su concepción de metáfora, que se configura como una
expresión viva de un lenguaje que es actividad más que forma:
La metáfora consiste en romper las asociaciones de uso común de los elementos concretos e
instalarlos en otro contexto en el cual -gracias a la súbita distancia que les confiere el
desplazamiento- cobran nueva vivacidad, componen otro mundo: al ser llevados más allá de su
sentido acercan el universo que está más allá de los sentidos. (Murena, 2012: 36)
Sin embargo, la metáfora no es un desplazamiento del sentido, no puede ser el producto
de interpretaciones forzadas que muy lejos de diagramar coordenadas para la reflexión
sobre los acontecimientos locales, satura su texto con alusiones eurocéntricas y eruditas.
Murena revolverá en la metáfora, se volverá anacrónico para alcanzar la vida, esa vida
que no es materia, no es corpórea, no gravita en este mundo, es el Otro mundo, es la
vida en su plenitud, es, en suma, tentativa, ensayo.
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ISSN 2314-3894
Estudio del caso pirañas en crónicas de C5N y
Telenueve 1
Noelia Stetie
Universidad de Buenos Aires
nstetie@hotmail.com
Resumen
El objetivo de esta investigación es observar cómo los medios masivos de comunicación
construyen discursivamente formas cada vez más específicas de nombrar los delitos y se
centra en analizar la construcción discursiva de una de esas denominaciones: los
ataques pirañas.
Para ello, analizo seis crónicas televisivas de los noticieros argentinos C5N y
Telenueve, extraídas de YouTube, sobre los denominados ataques pirañas y expongo
los recursos lingüísticos utilizados para construir la representación discursiva de dichos
sujetos.
Este trabajo se inscribe en el marco teórico del Análisis Crítico del Discurso y su
metodología es cualitativa (Fairclough y Wodak, 1997 y Pardo, 2011). El corpus es
examinado mediante el Método sincrónico-diacrónico de análisis lingüístico de textos
(Pardo, 2011), la Teoría de focalización de la información (Marchese, 2011), los Roles
temáticos y procesos (Halliday, 2004), la Tonalización (Lavandera, 1985 y Pardo, 1992)
y el Análisis de discurso multimodal audiovisual (D’Angelo, ms).
El análisis lingüístico del corpus permitió arribar a tres observaciones sobre el término
piraña: a) exceptuando los videographs y algunas emisiones, este término no está
presente en los textos; b) cuando aparece, lo hace generando ambigüedad, porque es
utilizado para designar tanto a sujetos como a situaciones y no tiene una marca de
género específica, es decir, figura tanto en femenino como en masculino–los/las
pirañas–; c) lo cual sugiere que no es un término que sea utilizado cotidianamente, sino
que se usa para causar estupor y llamar la atención de los televidentes.
1. Noelia Stetie realizó una adscripción en la cátedra de Análisis de los Medios Masivos de Comunicación
“B” de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires a cargo de la Dra. María
Laura Pardo. El presente trabajo resume algunos de los planteos y resultados obtenidos a partir de esa
adscripción, realizada en el período 2013-2015 bajo la dirección de la Dra. Mariana Marchese.
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Estado del arte
La posmodernidad es una corriente de pensamiento que se encuentra vinculada con la
ideología del neoliberalismo y la etapa histórica denominada capitalismo tardío.
Frederic Jameson entiende al posmodernismo como “la pauta cultural dominante de la
lógica del capitalismo avanzado” (Jameson, 1991:101), es decir, como una “prodigiosa
expansión de la cultura en el dominio de lo social” (106). Esta expansión es la que
legitima y refuerza tanto el orden económico como el orden social actual.
Los medios masivos de comunicación ejercen una gran influencia en el accionar de sus
televidentes, marcando tanto pautas de comportamiento como de consumo. En términos
de Fairclough (1992), las prácticas textuales y discursivas son generadoras de
determinadas prácticas sociales, es decir, influyen en el comportamiento de los sujetos.
Siendo los medios uno de los aparatos de reproducción de la cultura, las
representaciones discursivas que ellos construyen orientan entonces determinado
comportamiento en la sociedad.
Otra característica de la posmodernidad es “el carácter fragmentario de las imágenes y
de las palabras y discursos, creando nuevas imágenes y textos de los cuales
desconocemos su origen” (Pardo, 2008:145-146). YouTube es la representación extrema
de dicha fragmentación, ya que nunca se ve el todo, solo partes aisladas, que generan
representaciones diferentes a las que se generarían si se tuviera la totalidad.
Como señala Pardo (2008), la posmodernidad promueve la estetización de temas y
problemas críticos como la pobreza y la delincuencia. La autora entiende a la
estetización como el hecho de “generar un sistema de creencias que, muchas veces,
genera estereotipos que en una sociedad democrática y por lo tanto igualitaria y justa,
tienden, sin embargo, a la discriminación (2008:142-143). En Argentina, a partir de la
década del 90’, se incrementó el llamado delito común. En términos técnicos, este delito
es aquel cuyo nivel de organización es bajo o nulo: homicidios, robos, hurtos, lesiones,
vandalismo, entre otros (Ciafardini, 2006). La creciente sensación de inseguridad que
se vive en nuestro país aparece ligada al delito común y es constantemente reforzada
desde los medios masivos de comunicación, tanto en la televisión como en las redes
sociales en Internet. En los mismos se observa una tendencia cada vez más marcada a
vincular estos delitos con la pobreza, de ahí que hacen mucho hincapié en los lugares en
los que son cometidos y en los sujetos que los realizan, reforzando siempre la relación
con la situación económica.
Además, en el discurso general de la inseguridad, hay una construcción constante de
nuevos tipos de delitos y de sobrelexicalización del robo, dando la idea de que nos
“enfrentamos” con especialistas del robo. Ya no se habla solamente de delitos o asaltos,
sino que, pareciera que cada vez hay formas más específicas de nombrar los robos.
Algunos de los términos que resuenan en la actualidad son: mecheras, pirañas,
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entraderas, salideras, motochorros, pungas, boqueteros, bulteras y arrebatadores.
Estos son ejemplos de cómo los medios de comunicación construyen discursivamente
nuevos tipos de delitos. Dentro de la subdivisión relevada, elegí analizar el término
piraña, ya que se viene utilizando reiteradamente en los últimos años en los medios y es
un término que llama la atención por ser el único que animaliza a los sujetos.
El término ataque piraña comenzó a estar más presente en los medios de comunicación
argentinos a partir del 2010. Sin embargo, es un término que ya estaba presente en otros
países latinoamericanos, puntualmente en Brasil, que es donde se originó. “Muy
frecuente en las zonas más pobres de Brasil -especialmente cercanas a las favelas de Río
de Janeiro-, por lo general los ataques son perpetrados por jóvenes y niños que van a
todos lados en grupo y tratan de mantenerse ocultos y alejados de los uniformados”; así
describe estos robos el Diario Los Andes de Mendoza, Argentina (2009a y 2009b).
El uso del término pirañas está vinculado con la forma en que se realizan estos robos ya
que, de acuerdo a los medios, suele consistir en un grupo de jóvenes que rodean a una
víctima, le quitan sus pertenencias y se van, es decir, actúan de forma parecida a como
lo hace un cardumen de pirañas cuando busca comida. En la prensa y los noticieros,
estos crímenes aparecen vinculados a determinados tipos de sujetos: muchachos
jóvenes, lo que los vuelve inimputables, que tienen determinada vestimenta y que viven
en zonas más carenciadas. Muchos de estos delitos no son denunciados, probablemente
debido a que los afectados no pueden describir exactamente quiénes les robaron y
porque el hecho de hacer la denuncia requiere de un tiempo extra. En este sentido, las
noticias sobre estos robos en los medios de comunicación insisten en la necesidad de
realizar las denuncias de los robos, sobre todo, para marcar lo que denominan el mapa
del delito.
Estos estereotipos fomentados por los medios masivos de comunicación son
internalizados por sus consumidores y esto influye sobre su comportamiento. Retomaré
este punto en las conclusiones para mostrar cómo las representaciones discursivas que
se construyen en este corpus están teñidas de prejuicios y, de esa forma, exacerban las
diferencias entre los distintos grupos sociales, a la vez que orientan determinadas
prácticas sociales discriminatorias.
Corpus
El corpus de análisis está compuesto por seis crónicas televisivas de dos noticieros
argentinos que fueron extraídas del canal oficial que tienen ambos en YouTube. Estas
seis crónicas hacen referencia a los robos tipo piraña y se dividen en dos subgrupos:
tres son del canal C5N, un canal privado cuya programación está conformada
exclusivamente de programas informativos; y las otras tres son de Canal 9,
específicamente de su noticiero, Telenueve, ya que este canal presenta una
programación más variada que no está compuesta únicamente de programas de noticias.
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Los seis videos tienen una duración corta y son crónicas televisivas en las cuales los
presentadores del noticiero, mediante apoyo visual –videos filmados por un usuario o
grabaciones de las cámaras de seguridad de la Policía Metropolitana– o mediante
entrevistas a sujetos afectados por estos robos, relatan el accionar de las pirañas y les
otorgan ciertas características específicas. En las seis crónicas televisivas que
conforman el corpus de análisis, los ataques pirañas siempre hacen referencia a robos
que se realizan a vehículos que están circulando o momentáneamente detenidos por el
tránsito. Además, es preciso señalar que en ninguna de las cinco crónicas que muestran
videos de los robos, se ve con extrema claridad el robo en sí. Entonces los noteros
reponen varios detalles para esclarecer la situación.
La primera de estas crónicas, “C5N – Policiales: pirañas armadas en Rosario”, narra un
robo que transcurre en la Autopista Buenos Aires – Rosario, que fue grabado con un
teléfono celular. La segunda crónica de este noticiero, “C5N – Sociedad: ‘pirañas’ en la
9 de julio”, relata un robo en el centro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el
material que se muestra en el video fue grabado por las cámaras de seguridad de la
Policía Metropolitana. El último video del canal C5N, “C5N – Sociedad: así roban las
‘pirañas’”, muestra las grabaciones de las cámaras de seguridad del Partido de Vicente
López, Provincia de Buenos Aires, en la cual se observa otro robo.
El primer video analizado del noticiero Telenueve, “Zona norte: el lugar elegido por
delincuentes para robos tipo ‘pirañas’”, muestra un video de la Central de Monitoreo del
Municipio de San Isidro de un robo y realiza entrevistas a conductores que pasan por
una esquina donde suelen cometerse delitos. En la segunda crónica, “Pirañas en
Pompeya”, se observa el video de un robo en el Barrio de Pompeya, CABA, grabado
por las cámaras de seguridad de la Policía Metropolitana. En el último video, “Robo con
la modalidad ‘piraña’ en Bernal”, se muestran una serie de entrevistas realizadas por
una notera en una esquina de Bernal donde suelen cometerse delitos, en la Provincia de
Buenos Aires.
Marco teórico y metodología de análisis
Este trabajo se enmarca en el Análisis Crítico del Discurso (Fairclough, 1992;
Fairclough y Wodak, 1997; Pardo, 2008) y su metodología es cualitativa (Guba &
Lincoln, 1998). Me propongo analizar la representación discursiva que estos videos
construyen sobre los sujetos denominados pirañas. Entiendo a una representación
discursiva como una construcción teórica, clasificadora de una serie de categorías
semántico-discursivas y gramaticalizadas, que se instancian en los textos mediante
estrategias y recursos lingüísticos (Pardo, 2008).
Los recursos son una forma lingüística que tienen una función y un fin comunicacional
y cuando un conjunto de recursos coocurren con un mismo fin comunicativo,
conforman una estrategia discursiva (Pardo, 2011). Para relevar las estrategias presentes
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en el texto, utilizo cinco métodos que serán explicados en los diferentes apartados: el
Análisis sincrónico-diacrónico (Pardo, 2011), la Teoría de focalización de la
información (Marchese, 2011), los Roles temáticos y procesos (Halliday, 2004), la
Tonalización (Lavandera, 1985 y Pardo, 1992) y el Análisis de discurso multimodal
audiovisual (D’Angelo, ms).
Análisis del corpus
Método sincrónico-diacrónico de análisis lingüístico de textos
El Método sincrónico-diacrónico de análisis lingüístico de textos permite ordenar las
categorías gramaticalizadas y las semántico-discursivas que se despliegan en los textos,
de forma tal de poder analizarlas en sincronía y en diacronía. Al analizar las categorías
semántico-discursivas en particular de cada texto y cómo se relacionan con las
categorías gramaticalizadas, se puede entender qué representaciones discursivas
construyen los mismos (Pardo, 2011).
En el Cuadro I, se muestran todas las categorías gramaticalizadas y semánticodiscursivas que están presentes en el corpus de análisis. Se puede observar las categorías
gramaticalizadas que aparecen en todos los videos: Hablante-Protagonista y su verbo,
lugar, tiempo, operador pragmático y negación.
[Cuadro I: Categorías gramaticalizadas y semántico discursivas del corpus.]
Salvo por el último video analizado del noticiero Telenueve, en las otras cinco crónicas
la categoría de Hablante-Protagonista está representada por el noticiero, es decir, por
los periodistas y los noteros que hablan en primera persona del plural y por la audiencia
que construyen discursivamente que, en muchos casos, aparece incluida dentro de un
nosotros inclusivo y otras veces aparece explícitamente mencionada como “usted” o
“uno”.
Las categorías gramaticalizadas tiempo y lugar se hacen presente de forma muy diversa.
Mientras la categoría lugar aparece como una de las categorías en donde se registra la
mayor cantidad de información, la categoría tiempo casi ni se hace presente en estos
videos y la poca información que aparece en ella no ancla la situación del robo a unas
coordenadas temporales determinadas, sino que brinda características sobre cómo roban
o actúan estos sujetos –“a plena luz del día” o “de tardecita / noche”–.
Esta diferencia entre estas dos categorías remarca dos hechos: por un lado, se subrayan
qué lugares son peligrosos –debido a que se cometen los robos piraña o debido a que en
esas zonas viven los sujetos que cometen estos delitos– y los automovilistas deberían
evitar; y, por otro lado, al no anclar los delitos a unas coordenadas temporales
específicas, pareciera que son hechos atemporales, que no suceden en momentos
puntuales sino que ocurren constantemente y a toda hora.
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Además, en estos videos aparecen distintos actores, como las pirañas, las
víctimas/automovilistas y la policía. Los actores pirañas son los sujetos que cometen los
delitos y tienen determinadas características asignadas: son “jóvenes”, “exponen
físicamente su cuerpo”, “van armados” y usan “ropa deportiva / un pantaloncito cortado
/ un short cortado”. También es importante señalar que, salvo en algunas emisiones y en
los videographs, los actores pirañas no aparecen referidos como tal, sino que aparecen
como sujeto tácito o se utilizan otras construcciones para denominar a estos sujetos –
“los dos jóvenes”, “los delincuentes”–. En los casos en los que sí aparece el término
piraña, lo hace generando cierta ambigüedad, ya que es utilizado para designar tanto a
sujetos como a situaciones: las pirañas, ataque piraña o robo modalidad piraña.
La otra categoría que aparece en este corpus es la que hace referencia a los sujetos que
son robados por las pirañas. Como se puede ver en el Cuadro I, estos sujetos se
representan de diferentes formas en cada video: conductores, automovilistas, víctimas,
hablante-protagonista o como parte de la audiencia y del noticiero. Materialmente,
todos estos sintagmas refieren a lo mismo, pero discursivamente cada uno de estos
términos trae aparejados diferentes significados, particularmente en relación a la
agentividad que se les otorga a estos sujetos. Es decir, mientras que en el video 1 las
personas que sufren los delitos aparecen de forma pasiva –“les roban todas las
pertenencias que tienen en el momento”–, en los otros videos se les otorga agentividad y
se las impela a actuar y a denunciar a sus atacantes –“cuando uno hace la denuncia”,
“les tiré el auto encima”–.
El último actor que se encuentra presente en estas crónicas es la policía y la
representación discursiva que se construye está unificada. Con la ayuda de las cámaras
de seguridad y de los operadores de monitoreo de las mismas, este actor se presenta en
las crónicas como una fuerza exitosa que siempre logra detener a las pirañas.
En resumen, al observar las categorías gramaticalizadas y semántico-discursivas que
despliegan estos videos, se pueden rastrear tres representaciones discursivas distintas:
las pirañas, las víctimas/automovilistas y la policía. Estas tres representaciones
discursivas se van a desarrollar en profundidad con los siguientes análisis lingüísticos.
Teoría de focalización de la información
La Teoría de la Jerarquización de la información sostiene que hay un principio del
lenguaje que indica que todo en la lengua está organizado jerárquicamente (Pardo,
2011). A través de la Teoría de la focalización de la información (Marchese, 2011), se
incorpora dicho principio al análisis realizado mediante el Método sincrónicodiacrónico de análisis lingüístico de textos. Dentro de la Teoría de la focalización de la
información, se propone una noción analítica que voy a aplicar en el análisis de este
corpus: la Categoría focal. En las lenguas romances, los hablantes colocan en posición
final aquella información que desean enfatizar (Pardo, 2011). “La Categoría focal se
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define como aquella categoría (gramaticalizada o semántico-discursiva) en la que el
emisor puntúa (pausa larga en la oralidad)” (Marchese, 2011:38) y se entiende que en
esta categoría se encuentra la información que el emisor considera más importante.
El análisis de la Categoría focal se llevó a cabo dentro del Análisis sincrónicodiacrónico de los seis videos que componen el corpus. En el Cuadro II, se muestran las
tres categorías que mayor cantidad de focos presentan por video.
[Cuadro II: Categorías focales.]
Como se puede observar, la categoría lugar es la que mayor cantidad de focos presenta
en los seis videos, seguida en segundo lugar por la categoría pirañas. Esto quiere decir
que el énfasis en estas crónicas está puesto sobre el lugar en donde se cometen los robos
y en aquellos sujetos que los cometen.
En este corpus, la categoría lugar representa fundamentalmente dos tipos de lugares:
por un lado, el lugar en donde se cometen los delitos, y, por otro lado, el lugar en donde
habitan quienes cometen los delitos, que en cuatro crónicas, coincide con el lugar donde
se cometen los robos.
El hecho de que la mayor cantidad de focos coincidan con la categoría lugar remarca el
énfasis que ponen estos videos en establecer un mapa del delito, tanto como para que la
policía sepa qué áreas tener en la mira, como para que los automovilistas sepan qué
lugares evitar o en dónde tener mayor cuidado. Esto termina construyendo
representaciones sobre determinados lugares como zonas peligrosas y eso lleva a
conformar un prejuicio en torno a los mismos y a las personas que en ellos viven.
Roles temáticos y procesos
Las personas percibimos la experiencia como un flujo de acontecimientos en el que
intervienen diferentes procesos que asignan determinados roles a las personas, objetos u
abstracciones involucradas en dichos procesos (Halliday, 2004). Para este trabajo en
particular, me centro en el análisis de los procesos materiales y relacionales presentes en
este corpus y en los distintos roles que despliegan.
Los procesos materiales señalan experiencias externas en el mundo físico y en el corpus
analizado hay tres tipos distintos de estos procesos. El primer caso –que se haya
presente en mayor medida– está compuesto por procesos materiales que asignan a las
pirañas el rol de actor y que afectan a las víctimas y sus pertenencias, a las cuales se les
otorga el rol de meta, como se ve en los siguientes ejemplos:
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[CUADRO III: Procesos materiales en el corpus (actor: pirañas)]
Las pirañas aparecen como los actores que realizan acciones que afectan a las víctimas,
quienes aparecen como los participantes a los que se dirigen las acciones que suelen ser
perjudiciales para ellos. Los verbos –robar, apuntar, atacar, balear– indican actos
violentos que estos sujetos realizan en detrimento de otros y que llevan a construir una
representación de las pirañas como sujetos peligrosos.
Los segundos tipos de procesos materiales (Cuadro IV) que se registran asignan a los
automovilistas/vecinos el rol de actores y estos verbos señalan diferentes acciones que
hacen para defenderse de las pirañas. Esas acciones implican esquivarlas, denunciarlas
o hasta, en los ejemplos de los videos 5 y 6, devolver ese ataque.
[CUADRO IV: Procesos materiales en el corpus (actor: automovilistas/vecinos)]
Los últimos tipos de procesos materiales que analizo son aquellos que asignan a la
policía el rol de actor (Cuadro V). Estos procesos señalan, sobre todo, la eficiencia de la
policía que logra detener a los delincuentes y ayudan a construir una representación de
la policía como una fuerza que trabaja y funciona de manera eficiente.
[CUADRO V: Procesos materiales en el corpus (actor: policía)]
Además, en el corpus también se registran procesos relacionales que establecen
relaciones abstractas entre dos elementos que, en este caso, son las pirañas y la
delincuencia. Como los procesos relacionales aparecen vinculados a la descripción de
las pirañas, la delincuencia aparece como característica inherente a estos sujetos. En los
ejemplos del Cuadro VI, se puede observar cómo las pirañas aparecen como portadoras
de atributos relacionados a la delincuencia, elemento que ayuda a construir una
representación de los mismos como sujetos peligrosos.
[CUADRO VI: Procesos relacionales en el corpus.]
El análisis de los procesos y los papeles temáticos que despliegan da cuenta de los
diferentes recursos lingüísticos que operan para construir las representaciones
discursivas de las pirañas, las víctimas/conductores y la policía.
Tonalización
La tonalización es un principio del lenguaje que señala que todas las lenguas manejan
grados de jerarquización menores a los conceptos de tema y rema (Pardo, 2011:47).
Esto puede observarse en relación a la selección léxica que realiza el hablante y que le
permite mitigar o reforzar determinada información.
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El análisis de las crónicas que conforman el corpus da cuenta de que los reforzadores, es
decir, aquellos recursos lingüísticos que permiten enfatizar, son los que tienen mayor
presencia y, por ello, son los que incluyo en este trabajo. Para generar énfasis, no solo
importa la entonación, sino que hay recursos como la repetición, los pronombres, la
modalidad, los modos verbales, los conectores, los ítems léxicos evaluativos y la
información específica que también permiten enfatizar y destacar determinados
elementos.
Estos reforzadores aparecen ligados a tres elementos: el accionar de las pirañas, las
circunstancias de dicho accionar y el accionar de la policía. A continuación analizo
cada uno de estos elementos por separado.
En primer lugar, estas noticias presentan varios elementos que refuerzan la violencia
que ejercen las pirañas, la constancia y la impunidad con la que lo hacen. En el Cuadro
VII, se muestran aquellos sintagmas reforzadores que dan información específica y
utilizan como ítems léxicos evaluativos los siguientes elementos lingüísticos: adjetivos,
pronombres, cuantificadores y gerundios, que remarcan la constancia y violencia de los
robos.
[CUADRO VII: Reforzadores de la violencia de las pirañas.]
Asimismo, también se presentan elementos que refuerzan cuáles son las circunstancias
en la que estos robos ocurren, es decir, qué elementos favorecen el accionar de las
pirañas, así como también qué lugares son más propicios a que esto suceda. Los
periodistas marcan cuáles son los elementos o circunstancias que una persona debería
evitar: el semáforo en rojo, bajar la velocidad al pasar por determinados lugares
peligrosos, andar solo por esos lugares y circular de noche. Como se observa a
continuación, los adverbios de lugar y de tiempo, las repeticiones y las especificaciones
de calles y esquinas vinculan al peligro de robo con algunos lugares y momentos
específicos.
[CUADRO VIII: Reforzadores de las circunstancias en las que actúan las pirañas.]
En tercer lugar, en los textos se encuentran reforzadores de la actuación de la policía y
de los operadores de las cámaras de seguridad que trabajan en conjunto. Adverbios,
cuantificadores, pronombres demostrativos y personales, adjetivos, ítems léxicos
evaluativos, datos específicos, nominalizaciones y gerundios realzan el accionar de la
policía y construyen una representación de los mismos como sujetos eficientes y en
constante realización de su tarea.
[CUADRO IX: Reforzadores del accionar eficaz de la policía.]
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Análisis de discurso multimodal y audiovisual
Además de los diferentes análisis lingüísticos que se han trabajado en el corpus, es
preciso entender la relación que establecen los textos con sus contextos y eso es lo que
pone de manifiesto el análisis del discurso multimodal y audiovisual ya que permite dar
cuenta de todos los fenómenos que operan en un mismo momento. El análisis
multimodal de este corpus se realizó utilizando la grilla de multimodalidad propuesta
por D’Angelo (ms) que funciona como un método descriptivo, explicativo e
interpretativo simultáneamente.
Del corpus analizado, cinco crónicas utilizan videos filmados por terceros para presentar
la noticia. Es decir, las mismas comienzan presentando un robo y lo muestran a través
de las grabaciones de las cámaras de seguridad de los diferentes municipios o de la
cámara del celular de un usuario. Estos videos o fragmentos suelen ser de una duración
de entre 10 y 20 segundos y se muestran repetidamente hasta terminar la noticia. Los
videos se presentan fragmentados y después de la segunda vez que se repiten, se
muestran solo aquellos fragmentos que enfocan mejor lo que el noticiero quiere mostrar.
Además, estas grabaciones –al ser de cámaras de seguridad o de un celular– no tienen
imágenes nítidas. Por eso, muchas veces, al editar los videos para pasarlos en el
noticiero, le agregan algún efecto para remarcar lo que quieren que se vea. Entonces,
cuando el periodista lo está presentando, señala que en pantalla se pueden ver los robos
“claramente”, aunque no sea exactamente así, como se puede apreciar en el siguiente
ejemplo extraído del análisis:
[CUADRO X: Grilla multimodal Video 2: “C5N – Sociedad: ‘pirañas’ en la 9 de julio”]
En esta grilla, se pueden observar en simultáneo el plano relacionado al audio y el
relacionado al video, lo que permite ver que mientras la conductora señala que “está
clarísimo cómo les apuntan”, la escena es remarcada pero en la misma no se entiende
muy bien qué está pasando y no se ve ningún arma. Esto sucede reiteradamente en las
distintas crónicas.
Además, visualmente, estos videos presentan una estructura narrativa similar ya que
primero se presentan los robos, luego se muestran distintos ángulos de los mismos y se
va agregando más información, y, hacia el final, la presencia de la policía marca la
resolución del conflicto, ya que detienen a los sujetos que están robando.
Este corpus de noticias también presenta otras dos características en común. En primer
lugar, las seis crónicas televisivas están musicalizadas durante la duración total de las
mismas con una música que se podría vincular con escenas de suspenso o persecución.
La música está baja y cuando los presentadores no hablan se intensifica. La elección
particular de este tipo de música podría entenderse como clave de lectura para estas
crónicas, ya que insinúa cómo debería interpretarse lo que se está viendo.
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Por último, todas estas noticias presentan videographs con una fórmula similar que
consiste en el sintagma pirañas y una referencia al lugar en donde se realizaron los
robos (Cuadro X). Estos videographs se suelen mantener estáticos durante gran parte de
las noticias y llama la atención que el vocablo pirañas siempre aparezca entre comillas.
Conclusiones
La conjunción de recursos lingüísticos crea estrategias que conforman determinadas
representaciones discursivas. Mediante los cinco métodos de análisis, he relevado los
distintos recursos que construyen las representaciones discursivas presentes en este
corpus acerca de los sujetos denominados pirañas, las víctimas/automovilistas y la
policía.
Los procesos materiales y el rol de actores de verbos que indican acciones violentas
sobre otros sujetos; los procesos relacionales que colocan a la delincuencia como
atributo principal de estos sujetos; la posición focal de esta categoría; la información
específica que se da acerca de los mismos –cómo están vestidos, dónde viven–; los
pronombres; cuantificadores; y la presencia de gerundios remarcan la constancia y la
violencia con la que actúan estos sujetos. Las categorías lugar y pirañas del análisis
sincrónico diacrónico son las que presentan mayor cantidad de focos, lo cual marca que
el énfasis de estas noticias está puesto sobre los lugares en donde se cometen los robos y
en aquellos sujetos que los cometen.
Estos videos también vinculan a los sujetos denominados pirañas con los jóvenes en
situación de pobreza, con los limpiavidrios y los semáforos en rojo, lo que luego se
trasluce en prejuicio y temor. Al usar constantemente el sintagma joven como sinónimo
de piraña o delincuente, se crea una equivalencia entre los menores y la delincuencia,
que no se da respecto de cualquier menor, sino en relación a aquellos que tienen una
situación económica precaria. Esto lleva también a que se asocien determinados lugares
o sectores más carenciados de la población con puntos en donde la delincuencia crece y
se instala la violencia. Se puede observar que estos textos construyen un prejuicio en
relación a la pobreza, según el cual los asentamientos precarios son lugares peligrosos
de transitar ya que en ellos habitan las pirañas.
Aunque las noticias presentan un consenso acerca de cómo representar a las pirañas, no
sucede lo mismo en relación al uso del término. Algunas veces se utiliza para designar
sujetos y otras para designar una modalidad de robo; algunas veces aparece en femenino
y otras en masculino. Además, cuando aparece escrito en los videographs, siempre está
entre comillas. Todos estos elementos sugieren que no es una construcción que se
utiliza asiduamente, ya que no hay un acuerdo establecido en relación a su uso.
En segundo lugar, en este corpus se construyen representaciones contrapuestas en
relación a los sujetos que son robados por las pirañas. Por un lado, los procesos
materiales que asignan a las víctimas el rol de meta y señalan que se ven afectadas por
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las acciones de las pirañas, los reforzadores de la impunidad con la que los sujetos
actúan y de la constancia de los robos y los sintagmas que señalan que los mismos son
un elemento cotidiano construyen la representación de víctimas que se ven atacadas y
que no pueden defenderse. Por otro lado, también se construye una representación
contraria de los sujetos según la cual sí pueden defenderse y está en ellos detener el
accionar de las pirañas. Esta representación se construye a partir de procesos materiales
que ponen a los automovilistas en posición de actor de diversas acciones que implican
algún tipo de defensa, evasión o hasta contraataque.
Por último, estas noticias construyen también una representación discursiva en torno a
la policía. Los procesos materiales que reparten el rol de actor a la policía, adverbios,
cuantificadores, pronombres demostrativos y personales, adjetivos, ítems léxicos
evaluativos, datos específicos, nominalizaciones y gerundios realzan el accionar de la
policía y construyen una representación de los mismos como sujetos eficientes cuyo
trabajo logra detener la delincuencia. Es importante resaltar que, siguiendo las
estructuras argumentativas de estos textos, el exitoso accionar de la policía recae
principalmente en un elemento: las cámaras de seguridad.
En un fragmento de Las redes del poder (Foucault, 1991) se expresa un análisis de la
relación que existe entre los medios masivos de comunicación, la delincuencia y el
temor, que se puede relacionar con las representaciones discursivas relevadas en estos
textos:
La delincuencia tiene una cierta utilidad económico-política en las sociedades que conocemos. La
utilidad mencionada podemos revelarla fácilmente en: 1) cuanto más delincuentes existan más
crímenes existirán, cuanto más crímenes haya más miedo tendrá la población y cuanto más miedo
haya en la población más aceptable y deseable se vuelve el sistema de control policial. La
existencia de ese pequeño peligro interno permanente es una de las condiciones de aceptabilidad
de ese sistema de control, lo que explica por qué en los periódicos, en la radio, en la televisión, en
todos los países del mundo sin ninguna excepción, se concede tanto espacio a la criminalidad
como si se tratase de una novedad en cada nuevo día (1991:22).
Esta frase pareciera estar hoy más vigente que nunca ya que, como mencioné al
comienzo del trabajo, actualmente en los medios de comunicación aparecen formas cada
vez más específicas y novedosas de referirse a la delincuencia, como si por no haber
sido conocidos anteriormente con el nombre de pirañas, no existieran personas que
robaran en calles y autopistas.
Entonces ¿por qué llamarlas pirañas? En los seis videos analizados en este trabajo, no
hay elementos lingüísticos concretos en las representaciones discursivas que crean de
estos sujetos que los animalicen. Entonces, ¿son animalizados mediante los recursos o
solo a través del término piraña? Y la utilización de ese término, ¿es una
animalización? ¿O es solo un modo de causar estupor para que el espectador preste
atención? ¿Es este uno de los recursos utilizados para hacer de la criminalidad una
novedad en cada nuevo día? Estos interrogantes quedan abiertos para seguir
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desarrollándose en futuras investigaciones.
[CUADROS]
Cuadro I: Categorías gramaticalizadas y semántico discursivas del corpus.
Vid
eo
Categorías gramaticalizadas y semántico discursivas
V1
C5
N
H
P
V2
C5
N
H
P
V3
C5
N
H
P
V1
Tl9
H
P
V2
Tl9
H
P
V3
Tl9
H
P
V
H
P
V
H
P
V
H
P
V
H
P
V
H
P
V
H
P
Conductor
es
Víctimas
V
conductor
es
Lugar
Vícti
mas
V
víctim
as
Piraña
s
V pirañas
lugar
Villas
O-P
Tiem
po
V
policí
a
Automovil
istas
V
automovili
stas
Piraña
s
V
piraña
s
O-P
Lugar
(CABA)
Tiempo
Negaci
ón
Polic
ía
O-P
Tiempo
Piraña
s
V
piraña
s
Lugar
Automovil
istas
V
automovili
stas
Policía
V
polic
ía
Lugar
Pirañas
V
piraña
s
O-P
Negaci
ón
Tiempo
Policía
V
policía
Policía
V policía
Tiemp
o
O-P
Negaci
ón
Lugar
Pirañas
V
pirañas
Lugar
O-P
Piraña
s
V
piraña
s
Negaci
ón
Tiempo
Policía
V
policía
Cuadro II: Categorías focales.
Videos
C5N 1
C5N 2
C5N 3
TL9 1
TL9 2
TL9 3
Lugar – Villas
16,36%
Pirañas
19,35%
Operador
pragmático
20%
Lugar
23,08%
Pirañas
23,26%
Lugar
31,43%
Categorías focales
Conductores
12,73%
Lugar - CABA
12,90%
Lugar
16%
Pirañas
19,23%
Lugar
16,28%
Pirañas
22,86%
Víctimas
12,73%
Policía
12,90%
Pirañas
20%
Operador pragmático
19,23%
HablanteProtagonista
16,28%
Operador pragmático
11,43%
CUADRO III: Procesos materiales en el corpus (actor: pirañas).
VIDEO
Procesos materiales (actor: pirañas)
e6[les roban todas las pertenencias que tienen en el momento]
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2
VIDEO
3
VIDEO
4
VIDEO
6
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rec. pr.mat. meta
e2[un joven armado que le apunta frente / al / vehículo para que se detenga
//]
actor
rec. pr.mat.
circ.lugar
circ.fin
e19[a veces los autos cuando paran en los semáforos / son atacados /
rompiéndole las
meta circ.tiempo
pr.material
circ.medio
puertas / para sacarle las cosas //]
circ.fin
e29[sin ir más lejos ayer balearon a un hombre]
circ.tiem pr.mat meta/receptor
CUADRO IV: Procesos materiales en el corpus (actor: automovilistas/vecinos).
VIDEO
4
VIDEO
5
VIDEO
6
Procesos materiales (actor: automovilistas/vecinos)
e14[solo en este / último fin de semana / los vecinos denunciaron en diez
oportunidades
circunstancia de tiempo actor
pr.mat.
circ.
robos / tipo piraña que se han realizado en esta esquina / de carlos tejedor y
uruguay /
meta
donde confluyen las localidades de / san isidro / san fernando y boulogne//]
e27[en este intento de robo / el acompañante se baja a pelearse con los
asaltantes /
circ.lugar
actor
pr.material
receptor
entonces salen corriendo//]
e3[les tiré el auto encima y se fueron de costado//]
rec. pr.mat meta
CUADRO V: Procesos materiales en el corpus (actor: policía).
VIDEO
5
VIDEO
6
Procesos materiales (actor: policía)
e41[ahí se los llevan detenidos a estos dos / luego de una descripción certera del
operador
meta/rec. pr.material meta/rec.
circ.
de monitoreo /]
e33[pero por suerte / la policía logró detener a varios ladrones / mientras estaban
actor
pr.mat
meta/receptor
circ.tiempo
robando]
CUADRO VI: Procesos relacionales en el corpus.
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Procesos relacionales
e18[y que básicamente es / se dedican a abordar=]
pr.rel.atr atributo
e20[bueno evidentemente personas que tienen algún vínculo en la zona / y
VIDEO
1
VIDEO
3
que:: eh
portador
pr.rel. atributo
habitualmente / hacen esto no? //]
CUADRO VII: Reforzadores de la violencia de las pirañas.
VIDEO 1
VIDEO 2
VIDEO 4
Reforzadores de la violencia de las pirañas
e28[=esta persona que tiene una nueve milímetros=]
e13[y huyen con | con absoluta impunidad]
e3[más allá del temor de las víctimas que se quedan paralizadas / ante
delincuentes que se lanzan sobre sus vehículos / para romperles los vidrios /
robarles sus pertenencias]
CUADRO VIII: Reforzadores de las circunstancias en las que actúan las pirañas.
VIDEO 1
VIDEO 5
VIDEO 6
Reforzadores de las circunstancias en las que actúan las pirañas
e24 [ =o muchos asentamientos o como quieran llamarles //] e25 [eh se me
ocurre que
entonces desde allí tienen / muchas veces acceso rápido a la / a la ruta y / si
logran robar también a dispersarse / dentro de / esos barrios más postergados
¿verdad? //]
e16[es una de las puntas / de la villa zabaleta //]
e19[es más / había lomos de burro y los sacaron justamente para evitar
frenar cuando bajás] e23[aprovechan el semáforo]
CUADRO IX: Reforzadores del accionar eficaz de la policía.
VIDEO 2
VIDEO 4
VIDEO 5
Reforzadores del accionar eficaz de la policía
e24[eh más allá por supuesto de contar con este video que eso lo tiene por
supuesto la policía metropolitana con las cámaras de seguridad que hay en la ciudad
de buenos aires]
e23[ya hay varios patrulleros en la zona / custodiando / precisamente esta
esquina / una de las más peligrosas]
e41[ahí se los llevan detenidos a estos dos / luego de una descripción
certera del operador de monitoreo/]
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Actor: María Belén Aramburu
Origen: Estudio (Fuera de
Pantalla)
e7[los ven?]e8[está clarísimo]e9[cómo les apuntan y cómo || se van entonces con las
oz
pertenencias
Música de suspenso/policial
úsic
a
Plano general picado
La escena está remarcada por un
LA
círculo y el fondo está negro
NO
- Logo programa: borde inferior izquierdo (mantiene hasta el final)
OG
- Logo canal y VIVO: borde inferior derecho (mantiene hasta el final)
OS
- Hora y tiempo: borde inferior derecho (mantiene hasta el final)
Zócalo: POLÍTICA / noticias en loop (mantiene)
LA
Videograph: “PIRAÑAS” EN AV. 9 DE JULIO (mantiene)
CA
El otro hombre también se acerca a la
Repite la escena: dos jóvenes
OM ventanilla. Salen corriendo.
acercándose a las ventanillas y luego
A
corriendo.
VIDEO
O
AUDI
CUADRO X: Grilla multimodal Video 2: “C5N – Sociedad: ‘pirañas’ en la 9 de julio”.
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Sobre la negación paratáctica | Matías Verdecchia [pp. 452-462]
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Sobre la negación paratáctica 1
Matías Verdecchia
Universidad de Buenos Aires
mnverdecchia@gmail.com
Resumen
En el presente trabajo nos proponemos analizar el fenómeno de la negación paratáctica,
esto es, aquellos casos en los que se establece una relación de concordancia negativa
entre un predicado (semi)negativo de una oración matriz y una palabra-n en posición
posverbal de una cláusula subordinada, como observamos en (1):
(1)
a. Dudo que venga nadie.
b. Es imposible que compre nada.
c. Ignoro que hubiésemos estado nunca allí.
d. Te prohíbo que digas nada.
En particular, intentamos dilucidar dos aspectos fundamentales en torno a estas
construcciones: la cuestión de la localidad en el establecimiento de la concordancia
negativa y el problema del licenciamiento de la palabra-n. Respecto a la primera
cuestión, indagamos acerca de la relevancia del modo subjuntivo en el establecimiento
de dependencias sintácticas "a larga distancia”, a la luz de otros fenómenos
gramaticales, como la extracción de constituyentes desde islas sintácticas o los casos de
referencia disjunta obligatoria en el ligamiento pronominal.
En relación a la segunda cuestión, evaluamos críticamente las dos posturas más
relevantes que se han tratado en la bibliografía: la posibilidad de que el licenciador sea
el complementante (Laka 1990) o que el elemento que legitime la palabra-n de la
cláusula subordinada sea el predicado de la oración matriz (Zeijlstra 2004). En ambos
casos, señalamos las limitaciones y los problemas teóricos y empíricos de cada
abordaje.
1. Matías Verdecchia realizó una adscripción a la cátedra de Gramática “B” de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires a cargo de la Dra. Mabel Giammatteo. El presente
trabajo resume algunos de los planteos y resultados obtenidos a partir de esa adscripción, realizada en el
período 2014-2016 bajo la dirección del Mg. Augusto Marcelo Trombetta. Matías Verdecchia es
Licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Actualmente se desempeña como ayudante de
segunda categoría en la materia Semiología (cátedra Saab) del Ciclo Básico Común (UBA) y en el
Instituto de Lingüística (FFyL – UBA).
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1. Introducción
Se conoce como Concordancia negativa (CN) al fenómeno gramatical por el cual la
presencia de diversos elementos negativos en una misma cláusula constituye una única
negación en términos semánticos. En este sentido, podemos observar en (1) que, a pesar
de haber dos elementos negativos (“non” y “niente” en el caso del italiano y “nikt” y
“nie”, en polaco), solo hallamos una negación oracional.
(1)
a. María non ha visto niente.
(Italiano)
María NEG ha visto n-persona
“María no ha visto a nadie”
b. Nikt
nie przyszeld
(Polaco)
N-persona NEG vino
“Nadie vino”
Dentro de las lenguas que presentan CN, podemos distinguir dos grandes grupos. Por un
lado, se encontrarían las Lenguas de Concordancia Negativa Estricta (CNE), en las que
los elementos negativos en posición preverbal deben ir acompañados por un marcador
negativo de manera obligatoria, como es el caso del ruso (2a) o del ucraniano (2b). Por
otro lado, hallaríamos las Lenguas de Concordancia Negativa No Estricta (CNNE), en
las que las palabras negativas en posición preverbal no pueden realizarse junto a un
marcador negativo. Tal es el caso del portugués (3a) o del italiano (3b).
(2)
Lenguas de concordancia negativa estricta
a. Ja nikogo *(ne) vižu
(Ruso)
Yo n-persona NEG veo
“Yo no veo a nadie”
b. Nixto *(ne) pryjšow
(Ucraniano)
N-persona NEG vino
“Nadie vino”
(3)
Lenguas de concordancia negativa no estricta
a. Ninguém (*não) veio
(Portugués)
N-persona NEG vino
“Nadie vino”
b. Nessuno (*non) ha mangiato
(Italiano)
N-persona NEG ha comido
“Nadie ha comido”
El español, por su parte, pertenece a este último tipo de lenguas: la coocurrencia de un
elemento negativo en posición preverbal y un marcador negativo da lugar a una oración
agramatical:
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(4)
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Nada (*no) funciona2
Una de las propiedades que caracteriza interlingüísticamente a la concordancia negativa
es que debe darse en los límites de una cláusula (es decir, que es una relación clausebounded). En otras palabras, no basta con que un marcador negativo (en español, “no”)
preceda linealmente a la palabra negativa, sino que debe hacerlo localmente. De este
modo, podemos observar en (5b) que, a pesar de que la palabra negativa “nada” se halla
antecedida por el operador “no”, al no hacerlo dentro de su cláusula, como en (5a), se
genera una oración agramatical:
(5)
a. Dijo que [no vio nada].
b. *No dijo que [vio nada].
No obstante, la bibliografía ha reconocido diversos casos en distintas lenguas en los que
esta condición parecería no cumplirse. Consideremos las oraciones de (6):
(6)
a. Dubito che venga nessuno.
Dudo
que venga n-persona
“Dudo que venga nadie”
(Italiano)
[Dato tomado de Zanuttini (1991)]
b. Ella ignoraba que hubiésemos estado nunca en Menorca.3
[Dato tomado de Laka (1992)]
c. Es imposible que cambie nada.
[Dato tomado de Bosque (1980)]
Podemos observar en los casos de (6) que las palabras negativas de cada oración, que se
encuentran en posición posverbal, no se hallan concordando con ningún marcador
negativo de su cláusula. De acuerdo con la terminología de Jespersen (1917), llamamos
a este fenómeno Negación paratáctica, el cual puede definirse como la posibilidad de
que un predicado (semi)negativo de una cláusula principal pueda establecer una relación
de concordancia negativa con una palabra negativa en posición posverbal de la cláusula
subordinada. De este modo, estas construcciones resultarían problemáticas para la
2
En las lenguas que presentan concordancia negativa no estricta, como el español o el italiano, es posible
la presencia del elemento negativo en posición preverbal junto al marcador negativo, siempre y cuando
el primero se encuentre focalizado (e.g. (1)). Sin embargo, la lectura que se obtiene es de doble
negación y no de concordancia negativa.
(1)
3
A: ¿Cuándo no hace calor en Ecuador?
B: NUNCA no hace calor en Ecuador.
Vale aclarar que hay mucha variación respecto a los juicios en este tipo de construcciones. La mayoría
de los ejemplos que analizamos en este trabajo fueron tomados de autores españoles (e.g. Bosque o
Laka), para quienes estas oraciones son perfectamente gramaticales. Sin embargo, en la variedad del
rioplatense, los juicios no resultan tan uniformes.
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condición de localidad de la concordancia negativa, dado que, como señalamos
previamente, esta relación debe darse en los límites de una cláusula.
En el presente trabajo nos proponemos analizar dos aspectos fundamentales en torno a
la negación paratáctica: la cuestión de la localidad en el establecimiento de la
concordancia negativa y el problema del licenciamiento de la palabra-n. Respecto a la
primera cuestión, indagaremos acerca de la relevancia del modo subjuntivo en el
establecimiento de dependencias sintácticas "a larga distancia”, a la luz de otros
fenómenos gramaticales, como la extracción de constituyentes desde islas sintácticas o
los casos de referencia disjunta obligatoria en el ligamiento pronominal. En relación al
segundo aspecto, evaluaremos críticamente las dos posturas más relevantes que se han
tratado en la bibliografía: la posibilidad de que el licenciador sea el complementante
(Laka 1990) o que el elemento que legitime la palabra-n de la cláusula subordinada sea
el predicado de la oración matriz (Zeijlstra 2004).
2. Sobre la localidad
Una de las propuestas más influyentes de los últimos años que intenta dar cuenta de la
concordancia negativa es la de Zeijlstra (2004). De acuerdo con este autor, debemos
entender este fenómeno desde una perspectiva meramente sintáctica. En este sentido,
retomando la terminología de Laka (1990), Zeijlstra denomina palabras-n (n-words) a
aquellos elementos negativos que entran en una relación de CN (e.g. “nada”, “nadie”,
“nunca”, “ningún”, etc.) y los define como indefinidos que se hallan sintácticamente
especificados para la negación,4 esto es, que poseen un rasgo negativo no interpretable
[uNEG] que debe ser chequeado con un elemento que contenga un rasgo negativo
interpretable [iNEG], por medio de la operación Agree (Chomsky 2001). De este modo,
el chequeo de rasgos entre la palabra-n y el marcador de negación debe darse dentro de
los límites de la cláusula, como ilustramos previamente en (5).
No obstante, podemos encontrar casos de palabras-n en cláusulas subordinadas que
parecerían estar estableciendo una relación de concordancia negativa con un marcador
negativo de la oración principal, como ocurre en (7):
4
De acuerdo con esta propuesta, las palabras-n resultan semánticamente no negativas. A pesar de que a
priori esto podría resultar contraintuitivo, hay mucha evidencia que respalda esta propuesta. Así,
encontramos contextos en los que su presencia no contribuye a la negación oracional, sino que, por el
contrario, son interpretados como meros cuantificadores existenciales. Tal es el caso, por ejemplo, de su
presencia tras una preposición negativa como “sin” (1) o dentro de una estructura comparativa (2):
(1)
Sin nada que comer, los prisioneros murieron de hambre.
(2)
María canta mejor que ninguno de vosotros.
[Datos tomados de Laka (1990)]
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(7)
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No creo que venga nadie.
De acuerdo con Bosque (1980), esto es posible únicamente cuando el verbo de la
cláusula subordinada se halla en modo subjuntivo, como podemos observar en el par
mínimo de (8):
(8)
a. *No dije que Pepe sabía nada del asunto.
b. No dije que Pepe supiera nada del asunto.
En este sentido, podríamos plantear, en una primera aproximación, que el modo
subjuntivo del verbo posibilita el chequeo de rasgos entre la palabra-n de la cláusula
subordinada y el marcador negativo de la principal. Podemos respaldar esta propuesta
con evidencia independiente, a partir del estudio de otros fenómenos.
En primer lugar, la bibliografía ha señalado que el modo subjuntivo influye en las
posibilidades de extracción desde islas sintácticas. Así, por ejemplo, Gallego (2006)
presenta el siguiente par:
(9)
a. ¿Qué librosi le diste a Leticia [para que leyese hi]?
b. *¿Qué librosi le diste a Leticia [porque leíste hi]?
Como observamos en (9), es posible la extracción de un elemento desde un adjunto –
que constituye una isla sintáctica- siempre y cuando el verbo de dicha cláusula se
encuentre en modo subjuntivo, como ocurre en (9b). En este sentido, como señala
Gallego,5 en estos casos se establecería una mayor relación sintáctica entre la cláusula
subordinada y la matriz, permitiendo establecer dependencias a larga distancia que, en
el caso de las cláusulas en indicativo (9a), generarían una oración agramatical.
En segundo lugar, el modo subjuntivo también resultaría influyente en el ligamiento de
pronombres de cláusulas subordinadas. Consideremos (10):
(10)
a. Martíni quiere que pro*i/j esté en Buenos Aires la próxima semana.
b. Martíni cree que proi/j estará en Buenos Aires la próxima semana.
Así, observamos en (10a) que el modo subjuntivo obliga a la referencia disjunta
obligatoria, esto es, que el pronombre nulo pro no puede estar ligado por el sujeto de la
cláusula matriz. En este sentido, si asumimos que el modo subjuntivo establece una
mayor “conexión sintáctica” entre ambas cláusulas, estos casos podrían explicarse como
una violación al Principio B de la Teoría del Ligamiento, según el cual los pronombres
5
En Gallego (2006) se alude a la posibilidad de que los Sintagmas Complementantes (SC) de cláusulas en
subjuntivo no constituyan fases (o, al menos, no funcionen como fases fuertes). Dicha discusión excede
los propósitos de nuestro trabajo.
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deben estar libres en su categoría rectora. De este modo, debido a la ampliación del
dominio para establecer dependencias sintácticas que supondría la presencia del
subjuntivo, el sujeto de la cláusula principal “Martín” se encontraría ligando a pro en la
misma categoría rectora.
En suma, podemos afirmar entonces que la negación paratáctica no constituye un
problema a la condición de localidad que supone el chequeo de rasgos en los casos de
concordancia negativa. Basándonos en los fenómenos de extracción desde islas y la
obligatoriedad de referencia disjunta en el ligamiento de pronombres, asumimos que el
subjuntivo6 permite mantener el estatus clause-bounded en este tipo de relaciones:
(11) Dudo[iNEG] que llegue nadie[uNEG]7
3. Sobre el licenciamiento
El siguiente problema que resta analizar es cuál es el elemento que entra en relación de
concordancia negativa con la palabra-n de la cláusula subordinada en los casos de
negación paratáctica. Consideremos los casos de (12):
(12)
a. Dudo que venga nadie[uNEG].
b. Es imposible que compre nada[uNEG].
c. Juan ignoraba que hubiésemos visto nada[uNEG].
d. Mario niega que lo sepa nadie[uNEG].
Podemos observar en las oraciones de (12) que en la cláusula matriz no hay ningún
marcador negativo (“no”) con el rasgo [iNEG] que permita establecer el chequeo del
rasgo [uNEG] de la palabra-n. En este sentido, teniendo en cuenta que todas las
oraciones son gramaticales y que por lo tanto dicho rasgo debería haber sido chequeado,
debemos preguntarnos dónde se aloja el rasgo [iNEG], o, en otras palabras, cuál es el
elemento que licencia a la palabra-n.
6
Cabe aclarar que no todos los tipos de subjuntivo se comportan de la misma manera. En este sentido, en
el caso de los verbos factivos (es decir, aquellos que presuponen la verdad de la cláusula que toman
como complemento), el modo subjuntivo de la subordinada no garantiza el establecimiento de
relaciones de concordancia negativa, aun en los casos en los que hay un marcador negativo en la
oración matriz:
(1) *No lamento que venga nadie
Se puede encontrar un análisis de este fenómeno en de Cubas (2007).
7
A los fines expositivos, hemos situados el rasgo [iNEG] en el verbo de la oración matriz. Sin embargo,
problematizaremos esa asunción en el apartado siguiente.
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En los apartados siguientes, exploraremos las dos posibilidades que se han propuesto en
la bibliografía: que sea el complementante el que licencia a la palabra-n (13a) o que sea
el verbo de la oración matriz (13b):
(13)
a. Dudo que[iNEG] venga nadie[uNEG]
b. Dudo[iNEG] que venga nadie[uNEG]
3.1. El complementante como licenciador
En el marco de una teoría integral sobre la negación, Laka (1990, 1992) propone que las
cláusulas subordinadas seleccionadas por un predicado negativo (e.g. “negar”,
“prohibir”, “evitar”, etc.) o de duda (e.g. “dudar”) están encabezadas por un
Complementante marcado con el rasgo [+NEG], al que denomina “Complementante
Negativo”. Si bien en español este tipo de complementante y el de las cláusulas
declarativas serían homófonos, señala Laka que en otras lenguas esta distinción se ve
reflejada en la existencia de dos piezas léxicas diferentes. Un ejemplo de esto lo
podemos encontrar en el vasco:
(14) a. [Hiriak eta ibaiak kutsaturik
daudela] uste
dugu.
ciudades y ríos
contaminados están-que pensamos nosotros
“Pensamos que las ciudades y los ríos están contaminados”
b. Amaiak [inork gorrotoa dionik]
ukatu du
Amaia
nadie odiara
a-ella-que
negado ha
“Amaia negó que nadie la odiara”
[Datos tomados de Laka (1992)]
Como podemos observar en (14), el vasco presenta diferentes formas en las que se
realiza el complementante.8 Así, podemos encontrar un complementante ela, para las
cláusulas declarativas (14a), y un complementante enik, que es seleccionado por
predicados negativos (14b).
De acuerdo con la propuesta de Laka, entonces, en los casos de negación paratáctica el
licenciamiento de la palabra-n se daría por medio del rasgo [NEG] que porta el
complementante negativo:
(15)
Dudo [SCneg que[NEG] venga nadie[uNEG]]
Esta postura, sin embargo, presenta algunos problemas. Una primera dificultad que
encontramos se relaciona con la interpretación del rasgo [NEG] del Comp NEG en
construcciones que presentan ambigüedad distribucional, es decir, aquellas en las que la
8
En vasco también podemos encontrar un Complementante-Qu, que se materializa bajo la forma en.
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palabra-n puede tener tanto una lectura universal como una existencial. Consideremos el
caso de (16), discutido en Laka & Quer (2011):
(16)
Es imposible que nada cambie
a. Lectura existencial: Es imposible que cambie algo.
b. Lectura universal: Es imposible que no cambie nada.
Según Laka (1992), estas diferentes lecturas se obtendrían a partir de configuraciones
estructurales diferentes. De este modo, en la lectura existencial la palabra-n se hallaría
en el Especificador del ST y estaría licenciada por el SCNEG (17a). En el caso de la
lectura universal, por su parte, la palabra-n ascendería al Especificador del Sintagma
Sigma (SΣ)9 y estaría legitimada por su núcleo (17b).
(17)
a. Es imposible [SC que[NEG] [ST nada cambie]]
b. Es imposible [SC que[NEG] [SΣ nadai [ST hi cambie]]]
Si asumimos la definición de palabra-n de Zeijlstra (2004) que presentamos
previamente, cabe preguntarnos, bajo una perspectiva minimalista, si el rasgo [NEG] del
SCNEG es interpretable o no interpretable. Si consideramos que es interpretable,
podemos dar cuenta de cómo se lleva a cabo la legitimación de la palabra-n cuando
tiene lectura existencial: el rasgo [uNEG] de la palabra-n se chequearía con el rasgo
[iNEG] del SCNEG.
(18)
Es imposible [SC que[iNEG] [ST nada[uNEG] cambie]]
Sin embargo, si consideramos que este rasgo es interpretable, obtendríamos
consecuencias semánticas indeseadas: en el caso de la lectura existencial, se estaría
negando la cláusula subordinada, dando como resultado la interpretación de que “es
imposible que no cambie algo”.
Si, por el contrario, suponemos que el rasgo [NEG] del SCNEG es no interpretable,
podríamos solucionar este problema semántico: en el caso de la lectura existencial, la
cláusula subordinada no tendría una lectura negativa. Sin embargo, postular que este
rasgo es no interpretable traería problemas en la derivación sintáctica: quedarían rasgos
no interpretables sin chequear, violando así el Principio de Interpretación Plena 10
(Chomsky 1995):
(19)
Es imposible [SC que[uNEG] [ST nada[uNEG] cambie]]
9
Laka (1990) propone la existencia del Sintagma Sigma, en el cual se codificaría la polaridad de la
oración.
10
Principio de Interpretación Plena (Chomsky 1995): toda la información que se halle presente en los
niveles de interfaz (Forma Fonética y Forma Lógica) debe poder ser interpretada por los sistemas de
actuación.
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Un segundo problema que enfrenta la propuesta del complementante negativo como
licenciador es que no permite legitimar adverbios negativos como “tampoco”.
Consideremos las oraciones de (20):
(20)
a. *Dudo que ganemos diez partidos consecutivamente tampoco.
b. No creo que ganemos diez partidos consecutivamente tampoco.
Si asumimos que el complementante involucrado en los casos de negación paratáctica
(20a) posee un rasgo [NEG] al igual que el marcador negativo “no”, resulta llamativa la
asimetría entre (20a) y (20b), dado que este rasgo debería poder licenciar el adverbio de
la subordinada. 11 La gramaticalidad de (20b), por su parte, puede explicarse por motivos
independientes: como señalamos en el apartado anterior, el modo subjuntivo permitiría
llevar a cabo la legitimación del adverbio por medio del marcador “no” de la cláusula
matriz.
3.2. El verbo como licenciador
La segunda posibilidad que se ha planteado en la bibliografía para dar cuenta de la
legitimación de las palabras-n en los casos de negación paratáctica es que sea el verbo
de la oración matriz el que lleve a cabo el licenciamiento. En este sentido, Zeijlstra
(2004) señala que los predicados que inducen este fenómeno poseen algún aspecto
negativo en su estructura léxico-semántica. Una prueba de ello sería que es posible
parafrasear estos verbos por una construcción que contenga un marcador negativo. Así,
por ejemplo, “dudar” puede entenderse como “no estar seguro de” (20) o “ignorar”,
como “no saber” (21):
(20)
a. Juan duda de que venga nadie
b. Juan no está seguro de que venga nadie.
(21)
a. Ella ignoraba que hubiésemos estado nunca en Menorca
b. Ella no sabía que hubiésemos estado nunca en Menorca.
Basándose en estos supuestos, Zeijlstra sostiene que estos verbos poseen un rasgo
negativo interpretable [iNEG] que sería el encargado de llevar a cabo la legitimación de
la palabra-n:
11
Bosque (1980) explica estos casos mediante la postulación de una distinción entre los Inductores
Negativos fuertes (e.g. “no” y “sin”) y los débiles (e.g. “prohibir” y “negar”). Así, mientras que los
primeros inducen términos de polaridad de cualquier clase, los segundos solo legitiman ciertos
elementos negativos.
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Dudo[iNEG] que venga nadie[uNEG]
Si bien esta propuesta evita los problemas que señalamos previamente al postular que el
complementante es el licenciador, no resulta satisfactoria. La principal dificultad con la
que se enfrenta es la asimetría que existe entre estos verbos y sus paráfrasis en la
posibilidad de legitimar palabras-n en la posición de complemento. Consideremos los
casos de (23) y (24):
(23)
(24)
a. Lucas no está seguro de nada
b. *Lucas duda de nada
a. José no sabía nada
b. *José ignoraba nada
Si efectivamente ambas expresiones fueran equivalentes, no se podría explicar por qué
en los casos de (23b) y de (24b) los verbos “duda” e “ignoraba”, respectivamente, no
pueden licenciar a la palabra-n de su complemento. De este modo, el sistema
sobregeneraría: pudiéndose chequear el rasgo [uNEG] de la palabra-n, la oración resulta
de todos modos agramatical:
(25)
a. *Lucas duda[iNEG] de nada[uNEG]
b. *José ignoraba[iNEG] nada[uNEG]
4. Conclusiones
A lo largo de este trabajo hemos analizado el fenómeno de la negación paratáctica,
intentando dilucidar dos aspectos fundamentales de estas construcciones: la cuestión de
la localidad en el establecimiento de la concordancia negativa y el problema del
licenciamiento de la palabra-n. Respecto a la primera cuestión, hemos concluido, a la
luz de otros fenómenos gramaticales, que el modo subjuntivo posibilita el
establecimiento de dependencias sintácticas entre cláusulas, de modo que los casos
analizados no suponen una violación a la condición clause-bounded de la concordancia
negativa.
En relación a la cuestión de la legitimación de la palabra-n, hemos explorado
críticamente las dos posturas centrales que se plantean en la bibliografía: la del
licenciamiento a partir del complementante (Laka 1990) o a partir del verbo (Zeijlstra
2004). En ambos casos, hemos señalado las limitaciones de cada análisis, concluyendo
que resultan inadecuadas para dar cuenta satisfactoriamente del fenómeno de la
negación paratáctica. De este modo, consideramos necesario ampliar la investigación
sobre este tipo de construcciones para poder dar respuesta a estas cuestiones pendientes.
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Bibliografía
BOSQUE, I. 1980. Sobre la negación. Madrid: Cátedra
CHOMSKY, N. 1995. The Minimalist Program. Cambridge: MIT Press
CHOMSKY, N. 2001. “Derivation by Phase”. En: M. Kenstowicz (ed.), Ken
Hale: A Life in Language. Cambridge: MIT Press
de Cuba, C. 2007. “Negative Polarity Licencing, Factivity and the CP Field”. En:
Anuario del seminario de filología vasca “Julio de Urquijo”, XLI.
GALLEGO,
Á.
2006.
“Phase
Sliding”.
Disponible
en:
http://www.academia.edu/download/30924247/Phase_Sliding.pdf
JESPERSEN, O. 1917. Negation in English and Other Languages. A.F. Høst
LAKA, I. 1990. Negation in syntax. On the nature of functional categories and
projections. Cambridge: MIT Press.
LAKA, I. 1992. “Negative Complementizers: Evidence fron English, Basque and
Spanish”. En: Lakarra, J. & Ortiz de Urbina, J. (eds.). Syntactic Theory and
Basque Syntax. Donostia-San Sebastián: Servicio de Publicaciones de la
Diputación Foral de Guipúzcoa.
LAKA, I. & QUER, J. 2011, “La nada existencial y la nada universal”. En:
Escandell Vidal, M. A., Leonetti, M. & Sánchez López, C. (eds.), 60 problemas
de gramática dedicados a Ignacio Bosque. Madrid: Akal.
ZANUTTINI, R. 1991. Syntactic Properties of Sentential Negation: A
Comparative Study of Romance Languages. Tesis doctoral. University of
Pennsylvania.
ZEILJSTRA, H. 2004. Sentential Negation and Negative Concord. Tesis doctoral
inédita. Universiteit van Amsterdam
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Adscripciones / 462
Las conferencias de prensa de Cristina Fernández de Kirchner... | Paula Salerno [pp. 463-474]
ISSN 2314-3894
Las conferencias de prensa de Cristina Fernández
de Kirchner: estrategias que rigen la dinámica
interactiva 1
Paula Salerno
Universidad de Buenos Aires / CONICET
paula.ssalerno@gmail.com
Resumen
El presente artículo expone el trabajo realizado en el marco de una adscripción en la
materia Lingüística Interdisciplinaria (Arnoux) en la Facultad de Filosofía y Letras de la
UBA durante dos años. Adoptando el Análisis del Discurso como práctica
interpretativa, se ha abordado un corpus compuesto por los discursos producidos por
Cristina Fernández de Kirchner en conferencias de prensa realizadas durante su primer
mandato presidencial. El propósito de la investigación es doble. Por un lado, se indaga
en las particularidades de la conferencia de prensa como género discursivo y en el
carácter central de la dinámica interactiva. Por otro, se estudia la discursividad de
Cristina Fernández considerando las estrategias enunciativas mediante las cuales
construye su posicionamiento frente a temáticas de gran interés público. Un tercer
objetivo, que incluye los dos ya mencionados, es analizar los vínculos entre las
características del género conferencia de prensa y los mecanismos discursivos
empleados por Fernández. Tanto las particularidades de los trabajos realizados durante
la adscripción y los resultados obtenidos como la perspectiva teórica que enmarca la
investigación son objeto de este escrito.
1. Introducción
La presente investigación se ha realizado en el marco de una adscripción en la materia
Lingüística Interdisciplinaria de la cátedra Arnoux, en la Facultad de Filosofía y Letras
de la Universidad de Buenos Aires. El trabajo aborda las conferencias de prensa de
Cristina Fernández de Kirchner durante su primer mandato presidencial y analiza las
1. Paula Salerno es Licenciada en Letras y Profesora en Enseñanza Media y Superior en Letras por la
Universidad de Buenos Aires (UBA). Actualmente se encuentra finalizando su Doctorado en Lingüística
en la UBA sobre los discursos presidenciales y mediáticos de los últimos años en torno a las Malvinas,
con una beca otorgada por CONICET. Trabaja como docente en la materia Semiología del Ciclo Básico
Común (CBC, UBA) y como becaria en el Instituto de Lingüística de la Facultad de Filosofía y Letras
(UBA).
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diversas estrategias utilizadas por la mandataria para responder las preguntas
demandadas por sus interlocutores. Las líneas que siguen, lejos de explicar
minuciosamente cada uno de los análisis realizados sobre el corpus seleccionado, tienen
la finalidad de exponer a modo de síntesis los resultados obtenidos al cabo de los
primeros dos años de la adscripción mencionada 2.
Las conferencias de prensa constituyen eventos muy particulares en tanto se llevan a
cabo ante situaciones conflictivas que requieren explicaciones, en este caso, por parte
del Poder Ejecutivo. A su vez, tienen determinadas características, como la difusión
masiva, la heterogeneidad de entrevistadores y, principalmente, la situación de
asimetría: quien realiza la pregunta posee un poder mayor que su interlocutor, el cual se
ve obligado a responder para no generar una situación de violencia. El objetivo del
estudio llevado a cabo durante la adscripción ha sido observar y analizar evidencias
lingüísticas de las estrategias mediante las cuales Cristina Fernández construye su
discurso respondiendo a un juego de poder dado por los rasgos propios del género
elegido, en el marco de una tensión constante signada por la dinámica preguntarespuesta. La hipótesis que rige la investigación es que las distintas estrategias
empleadas por la enunciadora responden a la intención de adaptar las preguntas a
finalidades propias, de modo de evadir ciertos aspectos y resaltar otros.
El trabajo de investigación realizado durante la adscripción se ha basado en una serie de
tareas destinadas a alcanzar dos propósitos principales: uno relativo al objeto de
investigación y otro concerniente a las herramientas metodológicas y el marco teórico.
En cuanto al tema de investigación, el discurso político producido por Cristina
Fernández de Kirchner en situaciones de conferencia de prensa se ha abordado desde
distintas aristas. Una de ellas estudia la conferencia de prensa como género discursivo y
las particularidades del discurso interactivo. La segunda se centra en la discursividad de
Cristina Fernández específicamente, atendiendo a las estrategias enunciativas mediante
las cuales la mandataria construye su posicionamiento con respecto a temáticas de alto
interés público. La última reúne las dos anteriores y responde a la necesidad de indagar
en los vínculos entre las características del género conferencia y los mecanismos
discursivos empleados por Fernández.
El corpus analizado está compuesto por las conferencias individuales llevadas a cabo
por Cristina Fernández de Kirchner desde que asumió su mandato presidencial en 2007
hasta el año 2010. A su vez, con el fin de realizar un análisis contrastivo se ha
observado una conferencia de prensa conjunta producida junto al presidente de la
Federación Rusa Dmitri Medvedev, el 13 de abril de 2009.
2. Los análisis detallados se encuentran publicados en forma de artículo o han sido expuestos
como ponencias en diferentes congresos. Ver Bibliografía.
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A continuación se indicará la metodología y el marco teórico utilizados, se hará una
breve exposición acerca de la conferencia de prensa como género discursivo y se
comentarán los resultados del trabajo realizado durante la adscripción. Por último, se
esbozarán las principales conclusiones de lo estudiado.
2. Metodología y marco teórico 3
En cuanto a la metodología de la investigación, el trabajo se enfocó en aprehender las
herramientas que proporciona el Análisis del Discurso como práctica interpretativa
(Arnoux, 2006). En esta línea, las categorías de análisis están determinadas por los
problemas que se presentan en la investigación y por los materiales con que se trabaja.
A partir de un estudio interdisciplinario (Zima, 2005), son centrales las opciones que los
discursos exponen, las cuales se manifiestan en la materialidad lingüística y que
generalmente resultan opacas (Pêcheux, 1984) para los sujetos. A partir de ellas, resulta
posible formular una hipótesis que signa la conformación de un corpus y la definición
de la entrada analítica. Esta última implica diferentes procedimientos, como la
reformulación (Eggs, 1994), la argumentación, la mitigación, la intensificación, la
referenciación en tanto categorización y construcción de objetos discursivos (Meyer,
2003), la modalización (Angenot,1982), las operaciones metalingüísticas y
metapragmáticas, la conformación de una escenografía genérica (Maingueneau, 2004),
entre otros. A lo largo del análisis, se consideran los datos contextuales vinculados con
la situación enunciativa y con las condiciones socio-históricas de producción de los
diversos discursos.
Con respecto al marco teórico, la Escuela Francesa del Análisis del Discurso, cuyos
máximos exponentes son Michel Pecheux (1984) y Michel Foucault (1970), es marco
propicio para este proyecto. Al considerar al discurso como una forma de práctica
social, esta corriente se centra en la dimensión ideológica del uso del lenguaje y la
materialización de la ideología. En el discurso y por él se producen y reproducen
relaciones de poder. Por ello, es fundamental el posicionamiento ideológico de las
personas en tanto sujetos sociales, lo que determina los efectos ideológicos de las
formaciones discursivas, situadas en el interdiscurso.
Es pertinente, a su vez, la teoría del Discurso Social desarrollada por Marc Angenot
(2010). En tanto prácticas significantes, los discursos son cointeligibles y conforman
una unidad global. Los enunciados son “eslabones” que en su interacción se influencian
mutuamente y habilitan determinados ideologemas capaces de cambiar y reactivarse. De
este modo, las diversas prácticas discursivas determinan lo aceptable discursivo de una
3. La bibliografía consignada en este apartado puede ser o no retomada en el resto del artículo. Sin
embargo, ha sido utilizada en los trabajos propios citados y se expone en ellos como herramientas
fundamentales del análisis.
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época en tanto producen y reproducen un discurso hegemónico que configura, mediante
múltiples estrategias, lo decible y, con ello, lo no-decible. Por lo cual, no sólo lo
enunciado sino también las omisiones son aspectos significativos para el análisis.
Para estudiar las estrategias argumentativas desplegadas a lo largo del corpus, resulta
relevante la Teoría de la Argumentación en el Discurso (Amossy, 2010a). Centrándose
en la dimensión persuasiva del discurso, esta teoría sostiene que todo enunciado es
inherentemente argumentativo. La argumentación se construye mediante las
herramientas que ofrece el lenguaje a nivel del léxico, el encadenamiento de
enunciados, las modalidades de enunciación, las marcas de lo implícito, entre otros.
Dicha construcción es indisociable de la situación comunicativa en que se produce el
enunciado con miras a un auditorio, al que el enunciador se debe adaptar para lograr el
efecto buscado.
Por otro lado, siguiendo a Amossy (2010b), toda enunciación implica la presentación de
sí mismo. Retomando el concepto de ethos de la Retórica Aristotélica y la noción de
presentación de sí mismo de la Sociología de la Interacción representada por Erving
Goffman (1961), la autora formula una nueva concepción del sujeto enunciador. Este
último posee el doble estatus de actuado y actor: es limitado por los condicionamientos
sociales, ideológicos, culturales y políticos, a la vez que ejerce su voluntad al realizar un
acto de habla con miras a lograr un efecto en su interlocutor.
3. La conferencia de prensa
A partir de los aspectos que considera Kerbrat-Orecchioni (1990) para clasificar los
distintos tipos de interacción verbal, se puede afirmar que la conferencia de prensa es
una clase de interacción que se desarrolla en un lugar público durante media hora o más
y que implica la presencia de distintos participantes. La relación entre estos es de un alto
grado de formalidad, de tono serio y consensual, y manifiesta un carácter asimétrico. La
organización espacial refleja esa disparidad de los roles sociales en que el
conferenciante ocupa una posición dominante y se dirige a una audiencia, concebida
como actor único, cuyas posibilidades de intervención son limitadas. Por lo general,
también se cuenta con la presencia de un moderador que regula las interacciones y, en
un segundo nivel, se halla la audiencia televisiva. Como toda interacción verbal, las
conferencias de prensa son eventos “ritualizados”, es decir, cuentan con normas previas
a partir de las cuales es posible el desarrollo exitoso del intercambio. KerbratOrecchioni distingue entre las reglas que gestionan la alternancia de turnos, aquellas que
rigen la organización estructural de las intervenciones y las que determinan la
construcción de las relaciones interpersonales. Todas ellas pueden ser transgredidas
durante el desarrollo de la interacción. Siguiendo a Leonor Arfuch (1995), el género
dialógico es de naturaleza conflictiva: el carácter contractual de los intercambios
combina una normativa institucional y un lazo de proximidad entre los participantes. La
relación de tensión entre ellos está dada por el par interrogador-interrogado, en
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principio, a favor del primero: el discurso del conferenciante está regido por las
preguntas de los periodistas, ante las cuales se ve obligado a responder para evitar una
situación de violencia. Por otro lado, la dimensión polémica de este tipo de eventos se
pone de manifiesto, desde el comienzo, a partir del contexto situacional en que se
desenvuelven: siguiendo a Túñez López (2004) consisten en “convocar a representantes
de los medios de comunicación para informarlos, a todos a la vez y a fondo, de un tema
que la fuente supone de interés general”. Dada tal interdependencia entre los discursos
político y mediático, la conferencia de prensa se constituye como discurso público
político. En este marco, el conferenciante que ocupa un cargo político se ve sometido a
interrogaciones que actúan como disparadores de un discurso en el que no solo explica o
informa sino que además defiende su postura argumentando las decisiones tomadas.
4. Resultados del análisis
Para abordar el corpus, se ha partido de la consideración del carácter conflictivo de las
conferencias de prensa en tanto eventos comunicativos que surgen ante la necesidad de
informar acerca de un tema de interés general. Los sucesos en torno a los cuales se
construye el corpus seleccionado son altamente conflictivos en tanto han despertado
posiciones encontradas en el conjunto de la sociedad: las irregularidades en las
mediciones realizadas por el INDEC, el conflicto con el campo, las elecciones
legislativas de 2009 en que el kirchnerismo resultó vencido, la aprobación de una nueva
Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, el Decreto de Necesidad y Urgencia
N°189 que indicaba el cese del Presidente del Banco Central, Martín Redrado, entre
otros eventos. La dimensión polémica del contexto situacional en que se generan las
conferencias ha permitido indagar en las estrategias argumentativas desplegadas por
Cristina Fernández para defender su posicionamiento ante eventos problemáticos.
Partiendo de este supuesto, se ha prestado particular atención al vínculo entre las
preguntas y los mecanismos discursivos empleados para responderlas.
El tratamiento de los mecanismos discursivos ha respondido a distintos tipos de análisis.
Por un lado, se ha estudiado detenidamente los mecanismos de refutación empleadas
por la enunciadora para adaptar las preguntas periodísticas a finalidades propias
(Salerno, 2011). Se han analizado específicamente las estrategias argumentativas que se
ponen en juego en la conferencia de prensa de Cristina Fernández sobre la nueva Ley de
Servicios de Comunicación Audiovisual, llevada a cabo el día lunes 14 de septiembre
de 2009.
La Ley de Medios, Ley N° 26522 de Regulación de Servicios de Comunicación
Audiovisual en todo el ámbito territorial de la República Argentina, fue sancionada y
promulgada el 10 de octubre de 2009 y difería ampliamente de la ley anterior, vigente
desde 1980 (N° 22285). El anteproyecto había sido presentado el 18 de marzo del año
mencionado y el debate legislativo en audiencias públicas había comenzado una semana
antes del llamado a conferencia, al principio de la cual se anuncia que las compañías
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telefónicas dejarían de brindar servicios de televisión por cable. El panorama conflictivo
dificulta la defensa de una cuestión central para la enunciadora a favor de la
modificación de la ley. La hipótesis acerca de la necesidad de la sanción de la Ley de
Medios se ve plasmada en el sintagma nominal “la nueva ley de medios de la
democracia” presente a lo largo de todo el discurso y se puede parafrasear como sigue:
la nueva Ley de Medios garantiza la libertad de expresión. Por su parte, los periodistas
mediante sus interrogaciones plantean diferentes cuestiones –en términos
argumentativos– que dificultan la defensa de la hipótesis de la enunciadora, por lo cual
ella recurre a diversas operaciones discursivas. Se ha observado que, si bien al final del
evento la enunciadora afirma “yo he respetado rigurosamente las reglas de una
conferencia de prensa”, las operaciones del discurso panfletario (Angenot, 1982)
resultan funcionales a una inversión de las relaciones de poder en el evento
comunicativo adaptando las preguntas a finalidades propias. De este modo, la
enunciadora logra defender una postura y, a la vez, se propone obtener la adhesión de
sus interlocutores, compuestos tanto por los periodistas como por la audiencia
televisiva. Entre las estrategias discursivas que recorren la argumentación de la
mandataria, se han identificado el desplazamiento del problema, la desmitificación, la
ironía, la apodioxis, la descalificación, el paralogismo y la retorsión.
Por otro lado, con el fin de profundizar el estudio de las particularidades del género
conferencia de prensa se han realizado dos trabajos contrastivos, que se explicarán a
continuación.
4.1. Un primer trabajo (Salerno, 2012) toma como corpus una conferencia de prensa y
un discurso transmitido por cadena nacional e intenta dilucidar el vínculo entre las
operaciones discursivas y el grado de amenaza que recae en la imagen de la
enunciadora. Se ha notado que el contraste entre, por un lado, el carácter controlado del
discurso en que los enunciatarios ocupan un rol pasivo y, por otro, la asimetría indicada
en la conferencia se asocia con el predominio de los tipos aristotélicos epidíctico o
deliberativo respectivamente. En este marco, las estrategias utilizadas por la mandatarira
están relacionadas con un escenario genérico específico cuya construcción depende de
distintos objetivos, según se trate de uno u otro género. En el primero, la menor
vulnerabilidad en la imagen pública de Cristina Fernández posibilita la construcción de
un ethos emotivo que mediante la metáfora exalta el carácter elogiable del propio
gobierno. En la conferencia de prensa, donde el grado de amenaza que recae sobre su
imagen es mucho mayor, se elige el recurso de la metonomia para asignar la
responsabilidad a un tercero discursivo constituido como categoría política.
4.2. Otro trabajo ha consistido en comparar distintas conferencias realizadas en torno al
mismo acontecimiento en dos momentos diferentes, identificados con el punto de
máximo conflicto y con su resolución. Particularmente se han analizado dos
conferencias de prensa llevadas a cabo por Cristina Fernández de Kirchner los días 20
de enero y 3 de febrero del año 2010. La problemática común a ambos eventos es la
remoción del –en ese momento– titular del Banco Central de la República Argentina
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(BCRA), Martín Redrado. La diferencia entre ambas instancias se ha materializado en
las estrategias discursivas desplegadas en el discurso presidencial, que han puesto de
manifiesto las formas en que la situación de comunicación determina la implementación
de diferentes mecanismos discursivos.
La conferencia del 20 de enero es convocada a raíz de la decisión de Cristina Fernández
de utilizar reservas del BCRA para el pago de la deuda pública. La respuesta negativa
del titular de este organismo, Martín Redrado, y su posterior rechazo a renunciar a su
cargo provocaron el dictado, por parte de la Presidenta, de un Decreto de Necesidad y
Urgencia (DNU), Decreto N° 18, por el cual se determinaba el cese del Presidente del
BCRA. Dicho DNU fue objetado por el Poder Legislativo. Ante esta situación de
tensión, Cristina Fernández resuelve postergar su viaje a la República Popular de China
y dirigirse a la Cámara de Diputados con el fin de que, conformadas las comisiones, la
Comisión Bicameral emitiera el consejo que tratare el DNU N.º 18. En la apertura de la
conferencia, la mandataria anuncia ambas decisiones, manifestando explícitamente los
conflictos patentes que amenazan su imagen como presidenta. En este discurso, la
intensificación de las aserciones radica en la auto-presentación positiva y el alarde sobre
los propios logros. Las estrategias se dirigen a reafirmar el lugar de poder de la
mandataria, cuya imagen descansa en los topoi “cumplimiento del rol constitucional” y
“crecimiento de la economía”. Cabe aclarar que el lenguaje propio de la economía,
expresado en léxico específico y retórica numérica, convive con frases populares como
“como venía la mano” y “marcha viento en popa”, mediante las que Cristina Fernández
establece una identificación con la audiencia y apela al “sentido común, que tiene
cualquier ciudadano o cualquier ciudadana”. Otros mecanismos discursivos
identificados son la alternancia entre la primera persona del singular y la tercera persona
autorreferencial, el uso de la repetición, la sinonimia y el paralelismo sintáctico. La
estrategia insistente de un discurso que rompe con la convención del “buen tono” se
observa mediante las enumeraciones y repeticiones que convierten al texto en un
“séquito de aserciones yuxtapuestas” (Angenot, 1982). A esto responde el uso de
indicadores convencionales que aumentan la intensidad asertiva, tales como en
definitiva, en absoluto, sin duda, obviamente, utilizados sobre todo para responder las
interrogaciones recibidas.
La conferencia del 3 de febrero es convocada una vez que Cristina Fernández firma el
Decreto N° 189, que confirma la remoción de Martín Redrado de la titularidad del
BCRA, efectuada en el DNU N° 18. El predominio de las estrategias de mitigación se
explica, entonces, por dos aspectos pragmáticos que Ducrot (1995) reconoce en ella: la
aceptabilidad y la responsabilidad. Mientras la primera se refiere a la necesidad de
conservar la imagen propia, la segunda consiste en una reacción defensiva ante
acusaciones –reales o posibles–. El evento de la fecha es enmarcado por un relato que
reconstruye los acontecimientos en tiempo pasado, focalizando en la narratio, propia
del discurso jurídico. De esta manera, se establece un contraste entre la situación
pasada, en la que reinaron la “tensión”, el “stress” y el “desgaste”, y la situación
presente en que la mandataria propone “destrabar” los conflictos, “discutir” y “debatir”.
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Además de la construcción de un relato de los hechos en tiempo pasado (pretérito
perfecto simple y compuesto), se observa el predominio de condicional del modo
indicativo y pretérito imperfecto del modo subjuntivo, propios de oraciones dubitativas
y desiderativas. El énfasis en la postura conciliatoria se sustenta en el repetido sintagma
con ánimo constructivo y con espíritu más colaborativo, que marca el tono de esta
conferencia, en la que la necesidad de defender la imagen propia es menor a la anterior.
Paralelamente, esto implica una atenuación de la obligación propia de toda interacción.
Los operadores de atenuación mencionados son acompañados por lo que Ducrot (1995)
denomina modificador desrealizante (MD), como “un poquito” y el adjetivo “alguna”.
En este marco, es constante el uso de frases metacomunicativas: “si se me permite (…)
reflexionar”, “para decirlo más explícitamente”, “no me corresponde opinar sobre”. Es
necesario subrayar que si bien se manifiesta la primera persona – aunque en un grado
mucho menor que en la primera conferencia–, en este evento también se es recurrente el
empleo de la segunda persona del singular y del plural, que establece, al igual que el
lenguaje coloquial, un vínculo más cercano con el auditorio, identificable con la
enunciadora: “yo también leí al igual que usted” y “como ustedes sabrán” son dos
ejemplos claros.
Se ha observado entonces que, dependiendo de la mayor o menor tensión que se
establece entre la mandataria y sus interlocutores y del grado de amenaza que recae
sobre la imagen pública de esta, las estrategias discursivas se orientan o bien hacia la
amplificación (Angnot, 1982) o bien hacia la atenuación (Ducrot, 1995; MeyerHermann, 1988).
4.3. El último trabajo contrastivo (Salerno, 2013) se ha ocupado de dos conferencias de
prensa, una conjunta y otra individual. Partiendo de la consideración de que, si bien la
escena genérica es la misma en ambas instancias, se construyen escenografías distintas
(Maingueneau, 2004) a partir de la relación con el co-conferenciante, se ha intentado
establecer una diferenciación genérica entre la conferencia de prensa individual y la
conjunta. Se ha observado cómo en dos conferencias llevadas a cabo ante un mismo
hecho conflictivo de raigambre internacional, Cristina Fernández de Kirchner selecciona
determinadas estrategias discursivas que tienden a la autolegitimación y al
posicionamiento beneficioso de su propio gobierno en el polémico panorama político
global.
Los días 12 y 13 de abril de 2010 se desarrolló en Washington la I Cumbre Mundial
sobre Seguridad Nuclear, convocada por el presidente de Estados Unidos Barack
Obama a raíz diversos ataques terroristas que, sufridos por varios países, colocaron esta
temática en el centro de la agenda política internacional. Con el objeto de discutir acerca
de la seguridad y el uso de material nuclear, fueron reunidos representantes de cuarenta
y siete países, entre los que se hallaba Cristina Fernández de Kirchner. La participación
argentina se enmarca en la incorporación del país sudamericano en el Tratado de No
Proliferación (1968), vigente a partir de su firma en 1995. Por otro lado, son
antecedentes relevantes de la Cumbre la aparición televisiva el día 25 de marzo de Bin
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Laden, líder de la organización Al Qaeda, a quien se creía muerto desde 2002, así como
la firma del nuevo tratado START entre Rusia y EEUU, países hegemónicos en materia
nuclear. Cristina Fernández asistió a la Cumbre y, finalizada la misma, emitió dos
conferencias de prensa. La primera, en Washington el día 13 de abril en compañía del
canciller Héctor Timerman. La segunda, el 14 de abril en Buenos Aires, en el Salón Sur
de la Casa de Gobierno, junto al presidente de la Federación Rusa Dmitri Medvedev.
En este estudio se sostiene, en primer lugar, que las estrategias discursivas de que se
vale Cristina Fernández para posicionare con respecto al conflicto por la seguridad
nuclear varían de acuerdo a las particularidades de cada evento comunicativo y al grado
de mayor o menor amenaza que recae sobre su imagen pública en cada instancia de
enunciación. En segundo lugar, se piensa que la elección de unos u otros mecanismos
está estrechamente relacionada con el género discursivo propio de ambas instancias de
enunciación.
En ambos discursos resulta fundamental el objeto “nuevo mundo”, depositario de dos
rasgos que lo definen: es unido, en tanto la cooperación fraterna entre los países
sudamericanos reemplaza a la individualista estructura bipolar, y también es
independiente de los países colonialistas que comandaban el mundo “viejo”. La
coyuntura conflictiva en cuanto a las políticas de seguridad nuclear es el escenario en
que Argentina se sitúa con una dinámica de acercamiento y alejamiento respecto del
mundo, dada, por un lado, por su integración en él y, por el otro, por su rol protagónico
como nación modélica. En la conferencia individual, el país latinoamericano adquiere
un carácter utópico y se propone como alternativa pacífica con respecto al conflictivo
mundo liderado por Rusia y Estados Unidos. En la conferencia conjunta, ante la
necesidad –impuesta por la situación comunicativa– de establecer una unidad con su par
ruso en calidad de co-conferenciante, la mandataria construye un espacio común que
hace foco, principalmente, en el lazo de intimidad entre ambos presidentes. Este
vínculo, sin embargo, no está exento de tensiones: los mecanismos de toma de la
palabra llevados a cabo por Fernández responden al intento de autoposicionarse en un
lugar privilegiado que puede ser amenazado por la presencia de la autoridad rusa.
A su vez, en ambas instancias se ha observado una tensión entre la posición enunciativa
y la situación de locución. Si bien se entiende que estas posiciones pueden no coincidir
necesariamente con los lugares ocupados en el intercambio verbal (Maingueneau,
2003), se ha notado que la enunciadora tiende a exacerbarlas de modo que se binariza la
relación interrogador/interrogado incluso con su co-conferenciante o acompañante. En
la conferencia compartida, la enunciadora construye una auto-legitimación a partir de un
procedimiento doble: por un lado, la construcción de fuertes lazos de unión con el coconferenciante y, por otro, la exaltación de características positivas propias y del país
que preside.
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5. Conclusión
A lo largo de la investigación se ha analizado la discursividad de Cristina Fernández en
las conferencias de prensa considerando tanto corpora de conferencias individuales
como corpora compuestos por diferentes género discursivos o por conferencias
individuales y conjuntas. El análisis comparativo ha echado luz sobre las
particularidades de la conferencia de prensa como género y ha permitido, a la vez,
identificar distintas estrategias que la enunciadora despliega en función de la mayor o
menor amenaza que recae sobre su imagen pública.
Se ha establecido que el carácter dialógico de las conferencias de prensa resulta axial a
la hora de posicionarse discursivamente ante un panorama polémico. Se ha notado que,
si bien el objetivo principal de las conferencias es brindar información que aclare dudas
acerca de un hecho problemático, este mismo carácter conflictivo da lugar a la defensa
de una postura por parte del político que responde las preguntas. En los discursos de
Cristina Fernández, la tensión ideológica entre conferenciante y periodista o entre
conferenciante y co-conferenciante se expresa en una constante negociación que asigna
alternativamente mayor o menor poder a los participantes. La enunciadora se vale de
distintas estrategias para reconfigurar los roles de cada uno. Así, evitando la respuesta
directa y desplazando el foco de atención de las interrogaciones, los mecanismos
discursivos tendientes a construir autolegitimidad ocasionan una ruptura con respecto a
algunos aspectos propios del género conferencia de prensa.
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La novela argentina y la importación cultural en el
siglo XIX 1
Ana Eugenia Vázquez
Universidad de Buenos Aires / CONICET
geu.vazquez@gmail.com
Resumen
El presente trabajo es producto de una adscripción de cuatro años con renovación a la
cátedra de Literatura Argentina I, bajo la dirección de Graciela Batticuore, que se
articuló con la preparación del proyecto de tesis para la Maestría en Literatura en
Lenguas Extranjeras y Comparadas de la facultad. El objetivo principal de la
investigación consistió en indagar las condiciones de importación de literatura
extranjera, especialmente francesa, en el Río de la Plata durante el período romántico.
Buscamos rastrear qué y cómo se leyó durante la primera mitad del siglo xix, cuáles
fueron los títulos preferidos por el lectorado local, si se tradujeron o se consumieron en
lengua original y los modos en que los letrados nucleados en torno al Salón Literario de
1837 recibieron críticamente las novedades europeas. Con este fin, se consultaron
fuentes bibliográficas y hemerográficas, lo que iluminó un corpus hasta ahora ignorado
por la crítica: los textos más leídos en la época fueron novelas góticas y sentimentales
francesas de autores hoy prácticamente desconocidos. Estos textos, que no respondían
de ningún modo a las exigencias estilísticas y/o didácticas de la alta literatura, fueron
severamente censurados por los románticos locales, que vieron en ellos una cifra de la
decadencia cultural y moral de Europa. De este modo, la novela cristaliza las tensiones
y paradojas que el romanticismo argentino encontró al pensar, por un lado, el modelo
europeo y las condiciones de la modernización americana y, por otro, su relación con el
lectorado porteño en vistas a una reforma de las costumbres durante el rosismo.
1. Ana Eugenia Vázquez es Licenciada y Profesora en Letras de la UBA y estudiante del traductorado de
francés en el IESLV Juan Ramón Fernández. Cursó la Maestría en Literaturas en Lenguas Extranjeras y
Comparadas de la UBA, para la que prepara una tesis sobre novelas argentinas y francesas en el siglo xix
bajo la dirección de la Dra. Graciela Batticuore. Recientemente obtuvo la beca doctoral de CONICET.
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Introducción
Desde el siglo XVI, con los libros de caballerías, la novela poseyó un estatuto endeble y
ocupó un lugar marginal dentro de las producciones discursivas de la modernidad
temprana. Una serie de factores confluían a este fin. Al menosprecio poético en el que
tradicionalmente habían estado sumidas las formas en prosa, la ficción novelesca sumó
la sanción moral. Sus tramas extraordinarias, llenas de episodios maravillosos e
historias de amor exaltado, fueron gravemente censuradas por teólogos y pedagogos,
que veían en ellas una invitación al ocio y a los funestos desbordes de la imaginación.
Las poéticas normativas del clasicismo excluyeron del canon a esta forma bastarda
sobre la cual nada decían Aristóteles u Horacio. Sin embargo, el siglo XVIII, con sus
procesos de secularización, alfabetización y autonomización incipiente de las esferas
intelectuales, propició una modificación en el valor del género: género menor, sin
tradición, la novela ofrecía, por esos mismos motivos, un radical potencial expresivo
para la divulgación de nuevas ideas y lenguajes. No había reglas que restringieran sus
temas posibles ni impedimentos en cuanto a su extensión, sus partes o la caracterización
de sus personajes (nobles y plebeyos, doncellas, brujas y gigantes podían darse cita en
las páginas de cualquier novela en boga). A su vez, la prosa novelesca podía contener,
en su heterogeneidad, todos los géneros y registros: el diálogo didáctico, la confesión, el
relato de vida, la carta, el diario íntimo, el poema lírico. Así, fue justamente ese espacio
al margen de los géneros institucionalizados y prestigiosos el que definió lo que para
Bajtín es el rasgo estilístico característico de la novela, su plurilingüismo (Bajtín, 1989).
En las décadas que van de fines del siglo XVIII a inicios del XIX, la novela, como
forma abierta, fue protagonista de varios proyectos literarios con propósitos rupturistas
e innovadores.
En Inglaterra, el boom de la novela sentimental constituye una primera instancia a
destacar en el largo proceso de consolidación del género. A partir de 1750, se registra
un giro significativo en las prácticas lectoras, fundado principalmente en el incremento,
cada vez más notorio a medida que el fin de siglo se acerca, del interés por la lectura de
ficción. Las clases medias se vuelcan hacia una lectura placentera y empática, en la que
se involucra todo el abanico de las emociones. Mientras la nobleza todavía se deleitaban
con los romances franceses publicados en lujosos tomos iluminados, otro tipo de
ficciones, más realistas y a menor precio, fue surgiendo en Inglaterra (Watt, 1959). La
novela, ahora publicada en pequeños volúmenes para abaratar costos, ofrece la
ductilidad necesaria para acomodarse a los gustos y bolsillos de los nuevos lectores.
Estos textos proponían una nueva épica de la individualidad, de orientación realista, en
la que se reivindicaba un nuevo modelo de familia y una nueva sensibilidad, y en el que
las heroínas, muchas veces plebeyas, ocupaban un lugar central. A la moda de
Richardson, Defoe y Fielding siguió el boom de la novela gótica, cuyos mayores
exponentes fueron también ingleses. Luego del momento inaugural que implicó la
aparición de El Castillo de Otranto en 1764 -publicada anónimamente, como una falsa
traducción según el tópico del manuscrito encontrado-, sigue la consagración inédita a
nivel de público y crítica de Ann Radcliffe y sus novelas góticas, que mezclan el gusto
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por el terror y lo sobrenatural con lo sentimental y la reivindicación de la domesticidad
como espacio de la felicidad (Botting, 1996).
En Alemania, los escritores que participaron de la redacción de la revista Athenaeum
percibieron la singularidad de este fenómeno. Para el romanticismo de Jena, la libertad
formal de la novela resultaba sumamente productiva para pensar un nuevo proyecto
poético, el de una literatura absoluta, capaz de reconciliar la totalidad de la experiencia,
cuya fragmentariedad, propiamente moderna, percibieron tempranamente (LacoueLabarthe, 2012). La novela, por su capacidad de integrarlo todo, supo encarnar esa
forma a-genérica, universal y romántica que, al hacer estallar la división triádica
propuesta por la poética aristotélica, socavaba la misma noción de “género” e iluminaba
la singularidad de cada obra. En la novela, para el primer romanticismo, no hay cierre,
sino infinitud, superación constante de los propios límites y, por lo tanto, acceso al
absoluto: “La idea de una novela, tal como ha sido establecida por Boccaccio y
Cervantes, es la de un libro romántico, de una composición romántica, en la que todas
las formas y todos los géneros están mezclados y entrelazados. En la novela, la masa
principal está constituida de prosa, más diversa que la de cualquier género establecido
por los antiguos. Aquí hay partes históricas, retóricas, dialógicas, todos los estilos se
alternan.” (Schaeffer, 2008: 8)
También en la Francia de les philosophes la novela es un género en vías de
legitimación. Si bien los detractores proliferan -desde Boileau a otros menos célebres,
como el padre Lenglet Dufresnoy o el pedagogo Bruzen de la Martinière-, empiezan a
aparecer algunos tratadistas que se proponen rescatarla, mostrando su utilidad moral.
Ahora bien, para salvarse, la novela debe hacer algunas concesiones. El gusto por las
peripecias extraordinarias, los golpes de efecto, las series interminables de incidentes
con resoluciones intempestivas al estilo de L’Astrée de Honoré d’Urfé debe dejar lugar
a un modelo pedagógico de novela. Una de las variantes más reveladoras que adquiere
este juego de hibridaciones entre ficción y utilidad en la época es el la unión de lo
novelesco con la filosofía. Así, el género se dignifica, a la vez que adquiere la
posibilidad de cuestionar y corregir las costumbres, ofrecer extensas disertaciones sobre
la naturaleza de las relaciones amorosas y familiares, enjuiciar satíricamente lo usos de
la corte, representar por medio del terror la corrupción de la institución eclesiástica o,
como lo hace Sade, invertir y minar su propio uso pedagógico. En esta tensión entre la
libertad y la sanción, se perfiló entonces la figura de lo que Marthe Robert (1972)
denomina el romancier honteux, es decir, el escritor que cultivaba el género, pero se
desdecía de él en prólogos y artículos. Rousseau, en su tiempo, fue más conocido por su
Nouvelle Heloïse que por Du Contrat Social o por otros de sus textos de tinte más
marcadamente filosófico. La historia de la relación prohibida entre Julie y Saint-Preux,
que fue leída hasta las lágrimas por lectores pasionales que reconocían en los héroes
novelescos sus propias fallas y virtudes (Darnton, 1987), fue publicada originalmente
como un conjunto de cartas, que el ginebrino sólo se habría encargado de compilar. En
la primera línea del prefacio, sentencia: “Il faut des spectacles dans les grandes villes, et
des romans aux peuples corrompus” (Rousseau, 2002: 49). Un gesto similar se repite:
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Candide apareció en 1759 como una traducción del alemán; cuando Diderot escribe su
Éloge à Richardson reivindica en el inglés su habilidad para retratar con precisión y
justeza moral las pasiones que agitan a sus personajes, pero admite una carencia.
Diderot dice que la novela se ha entendido tradicionalmente como un conjunto de
eventos frívolos y quiméricos que resultan nocivos para el gusto y la moral y pide
encontrar otra palabra con la cual denominar los textos de Richardson. A fines del siglo
XVIII, a pesar del progresivo cuestionamiento del Antiguo Régimen y sus instituciones,
lo que incluye el fuerte grado de codificación y jerarquización de la institución literaria,
la novela mantiene aún un estatuto doble y problemático.
Para el segundo cuarto del siglo XIX, este género menor, sin tradición, se convierte en
la forma dominante de la literatura decimonónica. Balzac, Hugo, Flaubert, Zola,
Stendhal: la mayor parte de los escritores célebres del siglo XIX, que con mayor o
menor grado de exactitud quedaron en la historia de la literatura como las grandes
figuras de la escritura decimonónica, escribieron novelas y vieron en ellas fines
superiores. Baste citar el caso de Balzac, que luego de comenzar su carrera de escritor
gracias a la publicación de novelas góticas, se propone en el prefacio a la colosal
Comédie Humaine retratar de forma sistemática la totalidad de la vida francesa durante
la convulsionada Monarquía de Julio. Es el éxito de ventas sin precedentes del que es
protagonista, su omnipresencia en el mercado literario de la primera mitad del siglo,
sumada a la acentuación de su veta realista y de su interés en los pormenores de lo
cotidiano y la vida privada, lo que habilitó la concepción de la novela como epopeya
burguesa (que inicia con Hegel y Lukács continua en su Teoría de la Novela).
Tales proyectos literarios fueron acompañados por modificaciones sustanciales en las
condiciones de producción y consumo de la literatura. Como ya ha señalado en varias
ocasiones la Historia del libro y la lectura, la primera mitad del siglo xix se caracterizó
por una diversificación inusitada de la cultura impresa (Lyons, 2012). A comienzo de
siglo, el público francés también comenzó a crecer y a incorporar nuevos sujetos, como
las mujeres y algunos sectores de las clases obreras (Lyons, 2004). Estos nuevos
lectores desarrollaron, a su vez, nuevas prácticas que fueron posibles por una primera
industrialización en la fabricación de libros. La prensa, la producción a gran escala
desde 1830 de libros baratos y el folletín -con su legendario inicio el primero de julio de
1836 en La Presse- permitieron una democratización inédita del impreso. Los gabinetes
de lectura, en los que los lectores pagaban un precio módico para acceder a novelas,
periódicos o enciclopedias, se multiplican en París entre 1815 y 1830 y son parte
esencial de la sociabilidad literaria y política de la burguesía en vías de consolidación
(Parent-Lardeur, 1981).
En Francia, la importación de la novela inglesa produjo un éxito de público
considerable que dio un nuevo impulso al género. Abundaban las traducciones de
Richardson y Radcliffe, así como los pastiches, las falsas traducciones, los resúmenes,
los plagios y todas las formas, legítimas o no, de la imitación. La promoción definitiva
de la novela sin embargo, se debe a la grandeza inédita que el romanticismo otorga al
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escritor y a su tarea (Bénichou, 1981). La misión humanitaria y social del romanticismo
no puede, desde luego, permanecer ajena a la preocupación por el lectorado: “Este
apostolado ha tomado otros caminos en dirección al público además de la poesía
propiamente dicha. La época de los poemas y de las elevaciones es igualmente la de las
novelas (Bénichou, 1981: 336)”. En el marco del éxito de Walter Scott y Fenimore
Cooper, y de las ideas herderianas sobre el espíritu de los pueblos, la novela histórica
aparece como una nueva vía de legitimación del género. Tal como señala Dumasy
(2007): “Le roman, comme histoire des moeurs, histoire privée, pouvait passer pour un
mode mineur de l'histoire, plus accessible au profane, mais gardant de son rattachement
à l'histoire un reflet de vérité.”
Sin embargo, la ampliación del lectorado de la mano de la literatura ficcional despierta
el recelo de hombres de letras y políticos. Por un lado, la censura gubernamental y
moral cayó con fuerza sobre un género tradicionalmente espurio, que no encontraba
límites formales ni temáticos y que se proponía, cada vez con mayor insistencia, hacer
de la ficción una mesa de disección de la sociedad contemporánea. Por otro, por su
proximidad con discursos no literarios, como el de la ciencia, la publicidad o el fait
divers, por las marcas textuales que en el folletín denunciaban condiciones de escritura
sujetas a la urgencia y la necesidad económica, la novela permaneció en el margen de lo
artístico. Si el juicio a Madame Bovary es el ejemplo fundamental del primer aspecto, el
artículo que Sainte Beuve publicó en la Revue des Deux Mondes en 1859, en el que
acuñó el sintagma de “literatura industrial” para manifestar la decadencia en la que se
encontraba sumido el mercado literario francés, representa acabadamente el segundo
caso. Los detractores del género siguieron siendo numerosos y los novelistas franceses
debieron presentarse en reiteradas ocasiones ante los tribunales. Reclamada por lectores
ávidos e impugnada por los garantes conservadores de la alta cultura, la novela es en el
XIX un género parvenu: materia del escándalo y la polémica, por un lado; componente
esencial, por otro, de las transformaciones en las formas de leer y escribir literatura que
se operan a lo largo del siglo.
Novelas francesas en el Río de la Plata
De este lado del Atlántico, reverberaban los ecos del éxito y las novelas extranjeras,
particularmente las francesas, constituían el género preferido del lectorado local. Es ya
un lugar común de la crítica afirmar que la cultura latinoamericana es una cultura de la
traducción (Romanos Sued, 2004; Gaspar, 2014; Piglia, 1986), afirmación
especialmente reiterada en el caso de la literatura romántica argentina, a la que se ha
explicado, numerosas veces, de acuerdo con sus relaciones con la literatura europea
(Viñas, 1964; Jitrik, 1970; Gramuglio, 2013 ). Sin embargo, aún no se ha llevado a cabo
un estudio sistemático sobre la traducción y circulación de literatura europea en el
romanticismo local. Las relaciones de influencia y apropiación se han pensado a partir
de las referencias, citas y redes de intertextualidad explícitas que los escritores
construyeron intencionadamente en epígrafes, memorias y ficciones. No obstante, no se
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ha emprendido todavía un estudio que analice las vinculaciones del proyecto crítico
ficcional de los letrados locales con la efectiva circulación material de impresos
extranjeros en la época. En este sentido, y tal como lo han demostrado estudios recientes
provenientes del campo de la bibliotecología y de la historia del libro y de la lectura
(Zanetti, 2011; Parada, 2007, 2005, 2008), desde mediados de 1820 las novelas
francesas, no siempre pertenecientes al canon de lo que se ha llamado alta literatura o
literatura culta, circulaban profusamente por las provincias del Plata. Así, si bien
durante la década de 1830 el número de lectores no pasaba de unos cientos, un análisis
de los anuncios de compra y venta de libros en la prensa y de los catálogos de
bibliotecas y gabinetes de lectura permite determinar, desde principios de siglo, la
presencia de un lectorado íntimamente familiarizado con los códigos de lo novelesco en
todas sus variantes: el gótico, lo sentimental, la ficción histórica o filosófica.
Durante la colonia, las novelas estuvieron prohibidas en el Virreinato, bajo los mismos
pretextos de inmoralidad que ya hemos referido. La Recopilación de Leyes de Indias,
establecida en 1680, y vigente durante todo el período colonial, establecía que:
De llevarse a las Indias libros de romance que traten de materias profanas y fabulosas y historias
fingidas se siguen muchos inconvenientes. Mandamos a los virreyes, audiencias y gobernadores,
que no los consientan imprimir, vender, tener ni llevar a sus distritos, y provean que ningún
español ni indio los lea (De Paredes, 1681: 124).
No obstante, los libros, junto con otras mercancías variadas, ingresaban de todos modos
al territorio americano por medio del contrabando (Villalobos, 1965). Luego de las
guerras de la Independencia, la importación de literatura foránea se estableció de
manera definitiva. Con las Cortes de Cádiz, que en 1810 aprobaron la libertad de
imprenta, y la disolución de las relaciones comerciales unilaterales con la metrópoli
española, las Provincias del Río de la Plata se abrieron al ingreso de material impreso
proveniente de Europa. Los tumultuosos eventos políticos del viejo continente
produjeron el asentamiento de comunidades inglesas y francesas en Buenos Aires, que
trajeron consigo sus bibliotecas y prácticas lectoras a la vez que constituyeron una
nueva demanda de libros en lengua extranjera en la región (incluso, algunos de esos
lectores extranjeros, como los hermanos Duportail, establecieron gabinetes de lectura y
fundaron periódicos en Buenos Aires).
En el momento de presentar ciertos aspectos significativos del mundo del impreso y la
lectura durante el rosismo, contamos con algunos antecedentes bibliográficos valiosos,
como los trabajos de Alejandro Parada ya citados, y con un acotado pero sugerente
trabajo de archivo. En este sentido, podemos subrayar una primera constatación clave:
desde la primera década del siglo se constituye en Buenos Aires una sociabilidad
literaria organizada principalmente sobre el consumo de textos europeos, entre los
cuales la ficción irá ocupando un lugar cada vez más central. De esta manera, la novela
forma desde los años tempranos del siglo XIX un público entre la elite porteña, del cual
forman parte los primeros escritores y escritoras nacionales.
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El rastreo de los anuncios publicados en los periódicos de mayor circulación de la
época, principalmente El Diario de la Tarde y La Gaceta Mercantil pero también el
British Packet y El Lucero, nos permite confeccionar una lista tentativa de qué se leía en
el Plata a inicios del siglo XIX. Hemos relevado también dos catálogos de librerías
publicados recientemente por Alejandro Parada, el de Duportail Hermanos y el del
gabinete de Marcos Sastre, en el fondo del cual se desarrolló el Salón Literario de 1837.
Si bien la nómina de títulos es heterogénea, los textos ficcionales, especialmente las
novelas francesas, constituyen más de un 50% de los volúmenes ofrecidos. Hay autores
franceses que se repiten de forma incesante y son sus novelas las que tienen mayor
repercusión: Chateaubriand con Atala y René (de la primera, incluso, El Diario de la
Tarde publicita una versión dramática), Madame de Staël con Delphine y Corine,
Rousseau con La Nouvelle Heloïse. Walter Scott y Bernardin de Saint Pierre aparecen
varias veces en el registro con títulos diversos.
También se encuentra una enorme cantidad de ficciones góticas y sentimentales que
circularon profusamente. En los asientos bibliográficos, se presentan casi todos los
consagrados del género: El Fraile -traducción española de El Monje de Lewis-, La
Religiosa de Diderot y varias novelas atribuidas a Radcliffe. Se apilan asimismo otros
textos hoy completamente olvidados, pero que constituyen un porcentaje importante del
corpus relevado. Se trata de algunos de los numerosos epígonos que el éxito de
Radcliffe generó por toda Europa: Isabelle de Montolieu, Jean Joseph Warin, Madame
de Cottin. En el caso de la librería de los hermanos Duportail, el autor más citado es
Théophile Dinocourt, novelista francés, furor en los gabinetes de lectura parisinos.
Nombres, en fin, que entraron a la historia literaria como los autores de las novelas
lacrimógenas y mediocres que leía Emma Bovary, ejemplos paradigmáticos de lo que el
siglo XIX consideró literatura mala y peligrosa y que coinciden, con un grado de
exactitud casi total, con el listado de best-sellers franceses en el mismo período.
¿Una novela nacional?
Desde luego, el estatuto endeble y polémico del género se acentúa cuando este corpus
de textos estética y moralmente dudosos conforma la base de la sociabilidad literaria en
la que se forman los escritores y escritoras nacionales. El género cristalizó las tensiones
propias de la relación de los letrados locales con la literatura extranjera: concebida al
modo stendhaliano como espejo de la civilización, la novela podía exhibir la civilidad y
el progreso europeos como sus intrigas, escándalos y excesos. En el discurso de
inauguración del Salón Literario, Marcos Sastre afirma que en su librería no hay más
que libros provechosos y desdeña “esa multitud de novelas inútiles que a montones
agotan diariamente las prensas europeas. Libros que deben mirarse como una verdadera
invasión bárbara en medio de la civilización” (Weinberg, 1958: 105). Así, las novelas
foráneas tensionan el modelo europeo y muestran la contracara indecente del ideal
literario francés. Las palabras de Sastre, a su vez, problematizan aquella idea según la
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cual el romanticismo argentino concibió su proyecto cultural a partir de una lógica
binaria que enfrentaba sin matices ni contaminaciones posibles el ideal europeo, letrado,
libresco a la barbarie americana, violenta e inculta.
En un artículo publicado por Juan Bautista Alberdi en El Nacional de Montevideo en
1841 titulado “Las novelas francesas”, el tono sumamente mordaz y virulento responde
a las consecuencias amenazadoras de estos textos sobre el lectorado. El texto tiene tres
objetivos de ataque: Honoré de Balzac, George Sand y Alexandre Dumas. Si bien se
critican con especial saña las técnicas narrativas, el estilo duro y afectado, las tramas
trilladas de dichos escritores, el principal punto de conflicto sobre el que se centran
todas las acusaciones es la inmoralidad de los argumentos y sus nefastas consecuencias
sociales:
Pero si esto decimos en cuanto a la forma, ¿qué no podrá decirse en cuanto al fondo de todas estas
obras? Sangre y cadalsos por doquier; crímenes espantosos justificados o convertidos en objeto de
burla; la seducción, la violencia, el adulterio, el incesto; tales son los materiales en que fundan el
éxito de sus obras aquellos autores (...) Recorred los diarios franceses, y contad a cuantos
desgraciados han conducido esas máximas al Sena; cuántas seducciones, adulterios, violencias,
separaciones han causado; cuántos amantes se han dado la muerte mutuamente, cuántos hombres
de mérito se han dejado arrastrar de esta execrable manía (Pas, 2013: 79).
Valoraciones como esta no son una excepción. En el número 23 de El Semanario de
Santiago se publica un breve artículo crítico, llamado “La novela del día”. Se trata de
una traducción de un texto publicado en el Journal des Débats parisino, en la que puede
leerse:
En nuestras novelas modernas, el vicio se presenta en proporciones colosales; y raro es que
después de haberse creado así monstruoso e imposible, los noveladores no deriven de su propia
hechura alguna objeción no menos extravagante contra el orden social y la humanidad... Ya
sabemos que el vicio pertenece a la novela y es de su resorte (Pas, 2013: 116).
Precisamente, en el contexto de la lucha facciosa contra Rosas, fueron otros los géneros
preferidos por los románticos en su proyecto de dar forma a la literatura nacional: por
un lado, el ensayo, forma óptima de la polémica; por otro, la poesía, considerada vía
superior de acceso a la reflexión filosófica (Myers, 2003). La cuestión, sin embargo, no
se salda tan fácilmente en una censura neta y definitiva. Varios románticos, como
Sarmiento, Mitre o Manso, vieron en el éxito de la novela francesa una clave a partir de
la cual estimular la lectura y conformar un público local. Las publicaciones periódicas
con las que, desde 1835, los letrados porteños se propusieron reformar las costumbres
todavía coloniales de sus conciudadanos se clausuraron en su mayoría a menos de un
año de su aparición por falta de suscriptores, al punto que en marzo de 1838, desde las
páginas de La Moda, Alberdi declara: “Escribir en La Moda es predicar en desiertos,
porque nadie la lee” (Alberdi, 2011: 118). De este modo, el atractivo de los textos
novelescos, su prosa amena y veloz que interesaba por igual a lectores y lectoras,
ofreció una posible salida a este acuciante problema. Sin embargo, las novelas escritas
entre la década de 1840 y 1870 conformaron proyectos aislados y fallidos que no
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encontraron repercusión entre el público y la opinión y que, por lo tanto, fueron
abortados rápidamente. Más allá de Amalia, publicada como folletín en 1851, el corpus
de novelas producido por escritores como Juana Manso, Miguel Cané o Juan María
Gutiérrez, entre otros cuyos nombres ya ni siquiera se recuerdan, se suprimió casi por
completo de las historias de la literatura. Se presenta entonces un desajuste fundamental.
Mientras estas novelas eran sistemáticamente ignoradas, lo cual no es un rasgo privativo
del género sino que puede extenderse a muchas de las producciones románticas, las
novelas europeas se consumían con avidez.
La novelística argentina de las décadas tempranas de 1840 y 1850 establece un vínculo
intertextual estrecho con las novelas europeas canónicas, que se expresa en un nutrido
sistema de citas, epígrafes, paráfrasis y alusiones directas o indirectas al interior de la
literatura local. Declarados o no, los lazos intertextuales son constitutivos de estos
textos. Y no sólo se trata de Rousseau, Shakespeare o Hugo: una lectura atenta de las
tramas devela una relación profusa y compleja con la novela popular europea, sobre la
cual la crítica aún no se ha detenido. Las manifestaciones de las relaciones con los
textos europeos se dan de varias formas que muchas veces se superponen y enfrentan:
escenas de lectura, citas y alusiones en paratextos y dentro de las ficciones, apropiación
de personajes, tramas y tópicos provenientes de otras literaturas. Por ejemplo: Los
Misterios del Plata es una novela publicada por Juana Manso a fines de 1840. Desde su
título se establece una alusión directa al folletín francés que participa del boom mundial
que produjo el texto de Sue y que propició la aparición de otros “misterios”, en Londres,
Marsella, etc. No obstante, la autora desmiente en el prólogo dicha filiación. La única
cita literaria explícita del texto es un fragmento de Hamlet. Por otro lado, la figura de
Rosas es construida a partir de las características típicas del villano gótico - destructor
tiránico del orden social, maestro del engaño y la intriga que fascina a la vez que
produce un terror profundo- y el motivo de la familia disgregada, del padre encarcelado
que deja desamparados a su mujer e hijo pequeño, responden a una estructura
propiamente melodramática. En 1847, Mitre publica una novela sentimental titulada
Soledad, que también dialoga con la literatura foránea desde su título; al llamar a su
folletín por el nombre de su heroína, el texto se inscribe en la tradición de novelas como
Clarisse, Pamela o Pablo y Virginia. Precisamente, la trama construida sobre el
triángulo sentimental y la historia de la muchacha mal casada retoma tópicos propios de
la novela romántica de autores como George Sand o Balzac. Mitre reconoce dichas
filiaciones en el prólogo, donde propone una reivindicación del género novelesco que, a
su vez, construye una historia universal de la literatura afín a la elaborada por Victor
Hugo en su prefacio a Cromwell. La culminación de la relación amorosa de la
protagonista se da dentro de una escena de lectura en la que los amantes leen juntos La
Nouvelle Héloise de Rousseau mientras reescriben la historia de Paolo y Francesca de la
Divina Comedia de Dante (texto que Mitre traducirá algunos años más tarde).
Asimismo, para cerrar una serie de ejemplos que podríamos continuar extensamente,
pueden citarse las escenas de lectura de Amalia, que Graciela Batticuore (2005) ya ha
analizado, en la que los héroes leen juntos a Lamartine. En la misma novela, Pablo
Ansolabehere (2012) rastreó las referencias a Los elixires del diablo de Hoffman y a los
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modos en que el terror literario permite imaginar y representar el terror político del
rosismo.
Conclusión
Si bien se trata de un tema poco tratado por la crítica, la emergencia de la novela
argentina aparece siempre como un problema inescindible de las relaciones entre la
literatura nacional y la europea. Los románticos se familiarizaron con los códigos del
folletín en sus lecturas juveniles, pero también traduciendo novelas por entregas para
anexar, como señuelo de lectores, en la prensa. Durante el exilio sus primeras novelas
aparecieron en periódicos bolivianos, chilenos o montevideanos. Entender las redes de
intercambio e importación que el romanticismo argentino estableció con la cultura
francesa es indisociable del proceso de emergencia de la novela local, pero también del
modo en que el romanticismo argentino, el primero en delinear el proyecto ideológico
que la generación del 80 concretará años más tarde, entendió su relación con la cultura
europea y su correspondiente lugar en el sistema mundo. Este vínculo lejos está de
delinearse como un lazo servil de copia y calco, sino que se define como un proceso
complejo, cargado de tensiones, en el que los letrados porteños jugaron un rol activo de
apropiación y recepción de lo extranjero. El problema de la novela vehiculiza también
problemáticas que hacen a la relación del romanticismo argentino con la cultura popular
y con la noción de pueblo. Una lectura de las ficciones publicadas por estos escritores
entre 1840 y 1870 ilumina relaciones estrechas no sólo con Victor Hugo o Byron, sino
con el melodrama y la novela gótica. El presente informe se propuso definir líneas
iniciales de investigación, desde las cuales pensar algunos de los problemas que hacen
al estudio de las literaturas comparadas y los géneros literarios, así como indagar estos
problemas desde una perspectiva que incluya una reflexión sobre la efectiva circulación
material de los textos entre los centros consolidados y las literaturas periféricas. De
París a Buenos Aires, del libro al folletín, del escritor al lector: la importación impuso
mediaciones, usos, desvíos, apropiaciones que marcaron determinante la constitución de
la literatura nacional.
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Edwidge Danticat: una escritora en la diáspora | Norma Bruzzese [pp. 487-494]
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Edwidge Danticat: una escritora en la diáspora 1
Norma Bruzzese
Universidad de Buenos Aires
normabruzzese@gmail.com
Resumen
El presente trabajo, realizado en el marco de adscripción a la cátedra de “Problemas de
literatura latinoamericana A” de la Prof. Dra. Marcela Croce, y bajo la dirección del
Prof. Dr. Mariano Véliz, tiene el propósito de pensar distintos ejes teóricos a partir de la
lectura de un corpus narrativo de la escritora haitiana Edwidge Danticat. En principio, la
elección de la lengua, dado que elige escribir en inglés. En segunda instancia, la
importancia del territorio como sujeto diaspórico (Stecher, 2016) y, por consiguiente, la
relevancia de la memoria (Nora, 1984) como elemento constitutivo para dar lugar al
proceso narrativo y a la pregunta sobre la identidad (Said, 1996) con el fin de repensar
su subjetivación entre el pasado y el presente de la enunciación, ya que, en este corpus,
aparecen diferentes voces que expresan la tradición haitiana y su significación cultural.
Estos ejes de lectura y, asimismo, el concepto de frontera (Ortiz, 2004), problematizado
con el de tradición, nos permiten reflexionar sobre la diégesis de esta escritora.
“El lenguaje libera lo mudo de la experiencia”.
Beatriz Sarlo
A partir de la lectura de los relatos que integran el corpus narrativo de ¿Cric? ¡Crac!
(1999) y de la novela Breath, eyes, memory (1998) de la escritora haitiana Edwidge
Danticat, surgen algunos ejes teóricos: su escritura desde la diáspora, teniendo en cuenta
el territorio; la importancia que cumple la memoria como elemento constitutivo para dar
lugar a su diégesis, y la elección del idioma, ya que decide escribir en inglés.
Considerando este marco, pensaremos cómo estos inciden en su identidad. Debemos
tener en cuenta que esta escritora abandona su país natal a los doce años con rumbo
hacia Estados Unidos, país en el que reside actualmente.
1. Profesora y Licenciada en Letras (UBA). Maestranda en Letras, (UBA). Ha participado del grupo de
investigación “Historia comparada de las literaturas argentina y brasileña” en el marco de un proyecto
UBACyT.
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Edwidge Danticat: una escritora en la diáspora | Norma Bruzzese [pp. 487-494]
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¿Cric? ¡Crac!, nombre del texto que reúne relatos, es, además, el signo que da lugar al
inicio de un juego infantil: el de contar historias. Este signo habilita lo lúdico y remite a
una práctica haitiana transmitida oralmente con el fin de sostener la tradición. De esta
manera, aparecen distintas voces: el créole, el francés, y la inserción de ellas abre un
espacio distinto para el planteo del signo. Su presencia resignifica el pasado en ese
presente de la enunciación del sujeto que revaloriza sus vivencias a partir de la
rememoración (anamnésis).
El relato que el sujeto escucha en la voz de la abuela o de la madre expresa la tradición
y releva la importancia de la memoria y de su identidad haitiana. En esa comunicación
que se abre lúdicamente, se traduce la significación cultural de sus antepasados. Es por
eso que la memoria tiene un lugar fundamental en la construcción narrativa de estos
relatos, ya que mantiene el vínculo con Haití y su interés en dar a conocer la
importancia de la narración oral en la construcción de su subjetividad originada en sus
antecesores haitianos.
En la novela Breath, eyes, memory, la diglosia le permite al sujeto aprehender las
palabras y su sonoridad, la que deviene placentera cuando logra establecer similitudes
entre el francés y el inglés hasta alcanzar el sentido más exacto. La comparación
lingüística le permite el diálogo entre el créole/francés y el inglés, y así, establece como
una especie de continuidad con su origen, su ser haitiano. No hay agresión narrativa; por
el contrario, la comparación estilística conduce a una expresión armoniosa considerando
el significado apropiado y su semantización. La diglosia muestra el vínculo lingüístico.
When my mother was home, she made me read out loud from the English Composition
Textbooks. The first english words I read sounded like rocks falling in a stream. Then very
slowly things began to take on some meaning. There were words I heard often. Words that jump
out of New York Creole conversations […] Words among others […] There were other words
that helped, too, words that looked almost the same in french, but were pronounced differently in
English: nationality, alien, race, enemy, date, present. These and other words gave me a context
for the rest that I did not understand. (1998: 66) (Énfasis del autor).
A través de la preocupación por el signo que viven los personajes, la autora nos
manifiesta su interés por la lengua y la necesidad de mostrarlo. Es en esa maquinaria
sígnica en la que Danticat pone su énfasis narratológico. Así, Homi Bhabha nos habla
del espacio liminar In between, dado que “es la marca del espacio conflictivo y al
mismo tiempo productivo del cual emerge la arbitrariedad del signo de significación
cultural” (Bhabha, 2013: 110).
Sophie, la protagonista de la novela, llega a Nueva York a la edad de 12 años para
reencontrarse con su madre. Ambas necesitan recrear y sostener sus creencias y
costumbres con el fin de no olvidar su origen, su cultura y su lengua.
Si la vida en diferentes lugares implica acomodaciones y conflictos, como dice Renato
Ortiz en Otro territorio. Ensayos sobre el mundo contemporáneo, así ellas tratarán de
sostener las leyendas y las prácticas haitianas en la nueva sociedad donde la diversidad
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del mundo contemporáneo marca la heterogeneidad con el propósito de dar lugar a la
integración y a la convivencia que, según Ortiz, establece “la modernidad-mundo”
(2004: 66).
El espacio geográfico se resignifica y las fronteras ya no limitan. Siguiendo a Ortiz, las
relaciones sociales se desplazan a un territorio más amplio y esto “provoca ese
desdoblamiento del hombre en el horizonte geográfico” (2004: 82) porque se aleja de
sus particularidades para formar parte de una sociedad diferente. Aunque el concepto se
modifica, aparece el cuestionamiento identitario y lingüístico, sin caer en perjuicio del
otro, sino en interacción con el otro.
El concepto de territorialización y desterritorialización de Gilles Deleuze y Félix
Guattari (1984) se resignifica en los personajes femeninos de esta novela. Sophie
necesita reterritorializarse y Martine, su madre, necesita desterritorializarse para olvidar
la agresión sufrida en su cuerpo por los Tonton Macoutes ejercida durante la dictadura
de Francois Duvalier, Papa Doc, padecida en un cañaveral haitiano, cercano a su casa
natal: la violencia de esa violación dio lugar a la vida de Sophie. Estos mismos actores,
representantes de esa violencia, aparecen en el relato “Hijos del mar” en ¿Cric? ¡Crac!
en el que obligan a padres a tener sexo con sus hijas, a las madres con sus hijos, entre
hermanos, e inclusive, obligarlos a mirar decapitaciones y torturas.
La violación y la violencia ejercida sobre Martine es la misma que se ejerce sobre toda
Haití. El cañaveral de la violación es el cañaveral de la violencia estableciendo la
analogía con el cuerpo violado al igual que la tierra. Es el lugar que indica un
determinado momento en su historia personal, pero también en la historia sociopolítica
haitiana.“We come from a place –my mother said- where in one instant you can lose
your father and all your other dreams.” (1998: 165).
La sustitución es el recurso para no decir Haití; sin embargo, Haití es el referente que
ocupa toda la narración de Breath, eyes, memory. Los recuerdos y las emociones vienen
de allí; aunque la novela se desarrolle en un presente norteamericano: presente que sólo
tiene validez por la necesidad de territorialización dado que significa la vida, pero la
diégesis íntegra se narra a partir de la memoria como elemento imprescindible de esos
recuerdos que necesitan contarse para dar lugar a la construcción textual.
La desterritorialización y, por consiguiente, la obligada reterritorialización de los sujetos
conlleva las prácticas y costumbres de origen. Ortiz entiende estos dos conceptos como
partes de un mismo proceso porque, para él, componen un único flujo, “como una
territorialidad desvinculada del medio físico” (2004: 62).
Un acto de significativa importancia practicado en los cuerpos femeninos es ‘la prueba’.
Esta ‘prueba’ implica el control de la virginidad llevado a cabo por las madres sobre sus
hijas, y así lo hace Martine sobre Sophie hasta el momento en que ella misma decide
terminar con esa práctica de autoridad y vergüenza, provocándosela sobre sí. Rompe
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con los ritos ejercidos durante generaciones y, de esta manera, se opone a las
declaraciones femeninas justificadas por tradición de parte de su abuela, de su madre y
de su tía: tradiciones practicadas por las mujeres atendiendo y respondiendo al discurso
hegemónico.
Esta práctica, como construcción cultural haitiana, valora al sujeto femenino virgen.
Con actitud crítica, Sophie cuestiona la práctica y rompe con ella, dado que ella misma
es víctima, pero también es potencial portadora-repetidora de esa violencia. Esta actitud
frente a ‘la prueba’ la sitúa a ella en un lugar diferente y la lleva a romper, asimismo, el
equilibrio familiar. En ella se conjuga ese pasado haitiano construido por las mujeres de
su familia, por sus recuerdos y las voces que conforman los mismos, y por el presente
norteamericano: presente que modifica su vida y, por lo tanto, la construye como otro,
sujeto a cambios que tendrán lugar, justamente, por su capacidad reflexiva que opera a
partir de su migración-viaje a Estados Unidos, y de un futuro distinto que empieza a
vislumbrar abandonando sus tradiciones, lo que la lleva al replanteo de la relación con
su madre en un espacio diferente atravesado por la diversidad.
Territorio y memoria
La casa, como ‘espacio/territorialidad’, que es como lo piensa Doreen Massey, según la
cita de Leonor Arfuch en Memoria y autobiografía. Exploraciones en los límites, es “el
resultado de interrelaciones e interacciones, desde la inmensidad de lo global hasta lo
íntimo, […] en la que coexisten distintas trayectorias, lo que hace posible la existencia
de más de una voz” (2013: 28).
La casa es el lugar significativo de reunión compartido por las tres mujeres y es el que
permite la rememoración. Ellas representan tres generaciones que, pese a los cambios
sociales y a las valoraciones cotidianas se reúnen para dar lugar a la búsqueda activa de
ese recuerdo que Sophie necesita para entender su historia y ratificar la importancia del
créole en la voz de su abuela materna, y la marca temporal de ese recuerdo traumático
en el cuerpo de su madre que la lleva a revisar los espacios internos de la casa, pero
también los externos, aquellos que la rodean y determinan. Los internos representan el
resguardo y la continuidad de las creencias, y los externos llevan al momento de la
violación. Esos espacios externos funcionan como ‘reminders’, en términos de Ricoeur
(2008), de los sucesos ocurridos allí. “No hay imagen sin lugar”, dice Arfuch (2013: 31)
y la construcción de la imagen en el recuerdo conlleva la afección en el presente de la
enunciación.
Paul Ricoeur en La memoria, la historia, el olvido (2008) habla de la simetría entre
espacialidad y temporalidad teniendo en cuenta la señalización deíctica que marca y
modula nuestra sintaxis. El yo-cuerpo y el allí-campo establecen la relación entre la
historia individual y la historia social. La huella es doble porque es huella corporal y
huella de nación.
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“Desde que hay huella, distancia, mediación, ya no estamos en la memoria verdadera,
sino en la historia.”, dice Pierre Nora en “Entre memoria e Historia: La problemática de
los lugares” (1984: 4). De lo social a lo individual/particular y, por lo tanto, a lo
psicológico.
La modernidad centró al sujeto en la necesidad de construir su identidad en relación con
su propio pasado, ya que sólo en su individualidad puede hacerlo considerando el
proceso histórico; es por esto que Sophie opera como ese sujeto que recuerda y en ese
mismo acto de recordar, establece un compromiso con su pasado y una relación de
pertenencia con su país de origen desde la diáspora.
Lengua
“No tengo más que una lengua, no es la mía”.
Jacques Derrida
El lenguaje estaría cumpliendo una función terapéutica aunque, como dice Arfuch, “el
lenguaje trae consigo, indefectiblemente, toda la carga de la afección” (2013: 89).
Si tenemos en cuenta esta posibilidad doble del lenguaje, en tanto marca de afección y
función terapéutica, es ahí, donde con el lenguaje y en el lenguaje, Edwidge Danticat
enuncia su experiencia, pero elige decir en otra lengua: en inglés. Definitivamente, hay
una puesta de sentido ético y político. Podemos pensar que esa otra lengua le otorga un
distanciamiento con respecto a la narración de su historia.
El giro subjetivo (Sarlo, 2010) y la potencialidad lingüística le abren el espacio en su
relación con los otros, dado que es en esa relación discursiva y lingüística donde se
expresa la necesidad de manifestar su subjetividad y la posibilidad de decir porque su
voz representa a los que no pueden hablar. Dice Edward Said que “ningún artista tiene
sentido completo por sí solo” (1993: 36). Elige el inglés para narrar la humillación y el
desamparo. Autoriza su lugar de enunciación desde la diáspora y así, la lengua elegida
impone, impera y se articula para discurrir sobre Haití.
En la entrevista Sargasso 2004-05, 11. Four writers: women writing the Caribbean:
“Haiti: History, voice, empowerment”, Danticat habla de los ‘voicelessness. Y dice: “I
was always intrigued by voicelessness […] this idea of communicating that intrigued
me” (2005: 10). Y es, en esta misma entrevista, en la que ella explica por qué elige
hablar y escribir en inglés: “English was really the first language in which I was both
reading and writing, in which I had to do both” (2005: 3).
Desecha el créole porque se hablaba en la intimidad de su casa y el francés porque se
enseñaba en la escuela, pero era inutilizado en su hogar. Parecería que la importancia
radicara para ella en la posibilidad de utilizar los dos códigos y que eso le permitiera
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sentir la apropiación y su pertenencia, no sólo del lenguaje, sino de sí.
Dice Sylvia Molloy que “siempre se escribe desde una ausencia: la elección de un
idioma automáticamente significa el afantasmamiento del otro, pero nunca su
desaparición” (2016: 24).
Identidad
En Cultura e Imperialismo (1996), Edward Said manifiesta que la identidad no puede
entenderse como algo estático; por eso destaca la idea de ‘contrapunto’, dado que esta
idea permite la relación entre distintas culturas dando lugar a historias de integración, ya
que ninguna “puede existir por sí misma sin un juego de términos opuestos” (1996:
102).
Renato Ortiz, por su parte, expresa que la idea de identidad no debe ser concebida
ontológicamente: el ser en un determinado contexto, con una determinada cultura y en
un territorio; por eso, para él, la identidad no puede medirse como auténtica o
inauténtica, sino como válida. Lo propio, lo ajeno, lo local, lo étnico, lo ancestral
conforman un conjunto de referentes en esta modernidad proporcionándole a cada grupo
la posibilidad de tomar aquellos elementos que le permitan establecer o elaborar
válidamente su propia identidad.
Pensar la escritura narrativa de esta autora haitiana y considerarla, teniendo en cuenta su
lugar de enunciación, nos lleva a pensar su lugar diaspórico y la necesidad de inscribir
su subjetividad, reubicándose en un contexto sociopolítico diferente al de su lugar de
origen. Su discurso narrativo nos permite ver el lugar de importancia que ocupa,
justamente, el territorio y cómo su decir releva su interés social para dejarnos escuchar
las voces sufrientes de un pueblo sometido, no sólo por dictaduras cruentas, brutales,
sino también avasallado por catástrofes naturales; y entender la aparición de esas voces,
de esos vocablos como una referencia obligada a la vida de los antepasados que se
dedicaron al trabajo de la tierra. Narra la violencia más allá de los límites pensables
condensando su fuerza narrativa en destacar la pobreza y la delicada situación de los
haitianos, sin negar pesares ni minimizar situaciones. Pensando ahora el límite y
siguiendo la idea que Ortiz expresa en el capítulo, “Espacio y territorialidad”, la frontera
no es un espacio vacío, ya que sería un contrasentido; por el contrario, es un espacio
‘entre’ porque el borde o el límite supone una continuidad con otro espacio, que es el
que nos permite otra mirada en otro encuentro posible. La escritura de Danticat,
entonces, surge allí, en ese ‘entre’ por necesidad en la diáspora y narra lo que su
memoria le trae como afección, ya sea en su autorrepresentación o haciendo hablar a sus
personajes. La imagen se hace narración por el trabajo anamnésico que da cuenta de la
necesidad de ese yo diaspórico con interés de reconfigurar su identidad, no sólo
evocando los acontecimientos sufridos por una nación, sino también, privilegiando su
enunciación con interés ético, estético y político.
Edwidge Danticat escribe en Estados Unidos y desde allí, narra su Haití natal. Podemos
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leer también su bilingüismo desde la elección de una lengua que dice y usa el poder y,
por el uso de esa lengua es que puede decir el trauma y el sufrimiento de una nación;
por eso, la distancia puede ser considerada como la instancia o el elemento devenido
material que le permite, como dice Said, tener una ‘mirada crítica’ (1996: 105) y
reconstruirse revisando su pasado porque es en “el modo en que formulamos o nos
representamos el pasado [como se] modela nuestro presente” (Said, 1996: 37).
Bibliografía
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Edwidge Danticat: una escritora en la diáspora | Norma Bruzzese [pp. 487-494]
ISSN 2314-3894
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Influencia de la comprensión de textos en la resolución de problemas matemáticos | Paula Cuschnir [pp. 495-504] ISSN 2314-3894
Influencia de la comprensión de textos en la
resolución de problemas matemáticos 1
Paula Cuschnir
Universidad de Buenos Aires
pau87_ac@hotmail.com
Resumen
Durante los últimos años se han realizado numerosas investigaciones acerca de la
comprensión de textos, cuyo desarrollo en el ámbito educativo está a cargo
principalmente del área de Lengua. El objetivo del presente trabajo es describir su
influencia en uno de los ejercicios más complejos que se proponen en la currícula
escolar del área de Matemática: la resolución de situaciones problemáticas. Para ello, se
llevará a cabo una revisión teórica de los trabajos desarrollados en esta temática en el
marco de la psicología cognitiva y la psicolingüística.
Importancia de su abordaje
La educación es un tema del que se ocupan, en un nivel particular, los docentes y
directivos de las instituciones educativas privadas y públicas y, a mayor escala, el
gobierno nacional y los gobiernos de cada jurisdicción. Es de gran importancia ya que
de ella depende, en gran medida, el desarrollo de un país; se debe hacer lo posible para
que su efecto se evidencie en un buen nivel de vida económico y social de sus
habitantes.
Durante este último tiempo, el desempeño educativo de nuestros estudiantes ha tomado
notoriedad. No sólo los docentes han referido dificultades a partir de sus experiencias en
el contexto escolar, sino que también se ha manifestado preocupación por los resultados
de las pruebas PISA (Programme for International Student Assessment) del año 2012,
administradas a alumnos de 15 años y llevadas a cabo por la OECD (Organisation for
1. Paula Cuschnir realizó una adscripción a la cátedra de Psicolingüística II de la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires a cargo de la Dra. Valeria Abusamra. El presente trabajo
resume algunos de los planteos y resultados obtenidos a partir de esa adscripción, realizada en el período
2013-2015 bajo la dirección de la Dra. Valeria Abusamra.
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Influencia de la comprensión de textos en la resolución de problemas matemáticos | Paula Cuschnir [pp. 495-504] ISSN 2314-3894
Economic Cooperation and Development) 2. La Argentina obtuvo el puesto 59 entre los
65 países participantes. Su peor rendimiento se presentó en el área de matemática, con
388 puntos −tan sólo 20 más que el país con el promedio más bajo y a 106 puntos del
promedio general de todos los países participantes− seguida por la de comprensión de
lectura, con 396 puntos −sólo 12 más que el país con peor rendimiento y a 100 puntos
del promedio general−. Si bien se ha esgrimido que PISA es una evaluación
internacional que compara los desempeños de países con diferentes realidades
socioculturales, lo cierto es que muchos de ellos han mejorado sus resultados con el
correr de los años a pesar de su estatus económico social. La preocupación, entonces, no
se circunscribe al alumnado, sino también a la formación y desempeño de los docentes a
cargo de los estudiantes.
A nivel local, en la capital de nuestro país se evalúa el desempeño de los alumnos del
último año del nivel medio con las pruebas FESBA (Finalización de Estudios
Secundarios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) 3. Los resultados del 2012
reflejan que más del 60% de los alumnos no posee una buena comprensión lectora,
hecho que se manifiesta en su escasa habilidad para realizar inferencias y para
reflexionar sobre los diferentes efectos de sentido de los textos trabajados. Tampoco
llegan a un manejo consolidado de la modelización matemática, es decir, no son capaces
de resolver ejercitaciones sin que el docente a cargo les aclare qué conceptos involucran
y qué modelos deberían aplicar para llegar a su resolución.
La finalidad de todas las asignaturas –entre las que se incluyen Lengua y Matemática−
reside en que ayudan a que los alumnos desarrollen habilidades fundamentales para la
vida cotidiana4. De acuerdo con los contenidos propuestos por el Gobierno de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires para el Nivel Medio, el objetivo primordial es que los
chicos sean capaces de utilizar la lengua como una herramienta para expresarse de
manera clara y comprendan aquello que leen y escuchan para que puedan elaborar un
pensamiento crítico a la hora de abordar tanto los materiales de estudio como la realidad
que los circunda. Asimismo, se espera que los estudiantes comprendan la modelización
2. En http://www.oecd.org/pisa/keyfindings/pisa-2012-results.htm se puede acceder a los resultados de
dichas pruebas.
3. En
http://estatico.buenosaires.gov.ar/areas/educacion/calidadeducativa/pdf/fesba2011.pdf?menu_id=23328 se
puede leer el informe que realizó la Dirección General de Evaluación de la Calidad Educativa en base a la
última toma.
4. En http://www.buenosaires.gob.ar/areas/educacion/curricula/media.php se puede acceder a los
contenidos curriculares que el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ha establecido para estas
dos áreas del nivel medio.
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matemática de la realidad y desarrollen el pensamiento deductivo. La ejercitación de
problemas busca que el alumno utilice las nociones matemáticas que ha aprendido en
situaciones hipotéticas; de esta manera, lo entrena para que luego pueda usar ese
razonamiento lógico y las distintas formas de representación cuantitativa en su vida
diaria.
En las situaciones problemáticas, el uso de operaciones se encuentra subordinado a lo
que se pide en el enunciado; por esta razón, es inevitable preguntarse cuán relevante es
la comprensión lectora para el desempeño de los alumnos en el área de Matemática.
Para analizar la influencia que la comprensión de textos tiene en la resolución de
problemas matemáticos, el presente escrito se enmarca en la psicología cognitiva y la
psicolingüística. La primera es el estudio de los procesos mentales que posibilitan
nuestro diario desenvolvimiento en el reconocimiento de objetos y personas familiares,
y que incluyen las habilidades de lectura, escritura, programación, realización de planes,
pensamiento, toma de decisiones y memorización de lo aprendido (Manning, 1992). La
psicolingüística es una disciplina que reúne los fundamentos empíricos de la psicología
y la lingüística para estudiar los procesos mentales que subyacen a la adquisición y al
uso del lenguaje (Slobin, 1971). Su objetivo es encontrar un modelo explicativo del
comportamiento lingüístico que, apoyado sobre una base empírica, permita determinar
los distintos tipos de conocimiento que se ponen en juego, así como las formas de
representación de ese conocimiento y las operaciones o procesos que se efectúan sobre
el mismo (García Albea, 1982).
Comprensión de textos
En el marco de la psicolingüística, en Argentina se ha elaborado el Test Leer para
Comprender (Abusamra, Ferreres, Raiter, et. al., 2010), basado en el modelo
multicomponencial de lectura de De Beni, Cornoldi, Carretti y Meneghetti (2003). De
acuerdo con el modelo teórico del T LC, la comprensión de textos puede ser definida
como la habilidad cognitiva que nos permite alcanzar el significado global y elaborar
una representación mental de lo que estamos leyendo. La decodificación es una
condición necesaria, pero no suficiente para la comprensión de textos, ya que la supera
en demanda de recursos (Abusamra, Joanette, 2012). El modelo del T LC considera que
la comprensión lectora integra competencias interdependientes unas de otras; sus once
componentes están distribuidos en tres núcleos (ver Fig. 1).
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____________________________________________________________
______
Fig. 1. Modelo multicomponencial de la Comprensión de Textos
Abusamra, Ferreres, Raiter, De Beni & Cornoldi (2010)
Contenido
Esquema general
texto
Hechos y secuencias
Semántica léxica
del
Elaboración
Estructura sintáctica
Cohesión textual
Inferencias
Metacognición
Intuición del texto
Flexibilidad
Errores e incongruencias
Jerarquía del
texto
Modelos
mentales
C
O
M
P
R
E
N
S
I
Ó
N
______________________________________________________________________
El núcleo de contenido se compone de las siguientes áreas: esquema básico del texto
−que se refiere a los personajes, el lugar, el tiempo−, hechos y secuencias que ocurren
en la historia narrada y semántica léxica, es decir, el establecimiento de una red de
relaciones entre las palabras. Por su parte, el núcleo de elaboración está integrado por la
estructura sintáctica, que permite que el lector pueda acceder a la correcta elaboración
de nexos gramaticales, la cohesión textual, gracias a la que se establecen lazos entre las
distintas partes de un texto, y las inferencias generadas para reponer la información que
está implícita en él.
La memoria de trabajo cumple un papel fundamental en esta habilidad
multicomponencial. Su función no es sólo sostener la información relevante, sino
también suprimir la que no lo es mediante el control inhibitorio. Los déficits de
inhibición cognitiva están asociados con problemas de comprensión de textos tanto para
De Beni y Palladino (2000) como para Pimperton y Nation (2010). En el T LC, la
habilidad de reconocer la jerarquía del texto nos permite no sobrecargar el sistema con
información innecesaria para así poder generar modelos mentales sobre la base de cinco
dimensiones: espacio, tiempo, causa, motivación y protagonistas.
Finalmente, para abordar la comprensión lectora también debemos recordar el concepto
de metacognición que Cornoldi (2007) utiliza para hacer referencia al conocimiento que
tiene un sujeto de sus capacidades cognitivas y el control que puede ejercer sobre ellas.
Éste es el tercer núcleo del TLC y está conformado por la intuición del texto, que hace
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que el lector oriente sus objetivos con respecto a las características del texto que va a
leer, la flexibilidad, que le permite adaptar el proceso de lectura a los requerimientos y
propósitos de la tarea que tenga que realizar en base a la misma, y la detección de
errores e incongruencias que pueda encontrar al monitorear su propio proceso de
comprensión.
Resolución de situaciones problemáticas
La psicología cognitiva ha estudiado las habilidades matemáticas. De acuerdo con
Cornoldi (2007), hay algunas dificultades que pueden surgir durante el aprendizaje de
dicha asignatura. Los errores en la cognición numérica se reflejan en mala
simbolización o reconocimiento de las cantidades. Esto puede producir fallas en los
procedimientos ejecutivos y dar lugar a errores en las operaciones, como en la
organización espacial de los cálculos o en la alineación correcta de los números
decimales. Asimismo, existen errores propios del sistema de cálculo. Puede haber fallas
en la aplicación del procedimiento aritmético, ya sea en la aplicación correcta de las
reglas –sumar en lugar de restar−, en el mantenimiento del procedimiento adecuado –
restar en la primera columna y no en la segunda−, en el pasaje a una nueva operación –
continuar restando cuando ahora debemos sumar− o en la falta de verificación del
procedimiento. Un problema en la memoria de trabajo puede ocasionar una falla en el
mantenimiento o la recuperación de resultados totales o parciales, así como de los
procedimientos y estrategias que están siendo utilizados.
En ocasiones, el desempeño de los estudiantes al resolver problemas matemáticos es
cualitativamente diferente al que tienen en los ejercicios previamente mencionados.
Cornoldi (2007), Temple (1991) y Geary (2004) han encontrado buenos calculadores, es
decir, alumnos que resuelven con éxitos las diversas operaciones, pero con dificultades
con respecto a las situaciones problemáticas. Esto indica que hay otros factores que se
ponen en juego a la hora de resolver un ejercicio de estas características.
Al estudiar las situaciones problemáticas, Carpenter y Moser (1983) las han clasificado
de acuerdo con su estructura semántica; si bien aparecen con diversas formulaciones
lingüísticas, tienen el mismo esquema de resolución. En el problema cambio hay una
cantidad inicial que aumenta o disminuye (por ejemplo: Mario tiene cinco caramelos y
Juan le da seis, ¿cuántos tiene ahora?); en el de asociación, se plantea una relación
estática entre cantidades (por ejemplo: hay catorce medias, seis son negras y el resto
azules, ¿cuántas son las azules?); el problema de comparación se compone de una
relación estática en la que se comparan diversas cantidades (por ejemplo: Marta
construye una torre de quince cubos y María, una más alta, con diecinueve, ¿cuántos
cubos de más hay en la torre de María?) y, finalmente, el de igualdad es igual al
primero de todos con una comparación añadida (por ejemplo: mi vestido tiene catorce
botones y el de mi prima tiene esa cantidad y cinco más, ¿cuántos botones tiene su
vestido en total?). Passolunghi (1999) considera que el mejor predictor del éxito en la
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resolución de los problemas matemáticos está constituido por el conocimiento del
esquema de problema. Cornoldi (2007) ha notado que también el orden de los
elementos en la situación problemática influye en su resolución. En los ejercicios en los
que el término desconocido se encuentra al inicio en lugar de al final –es decir, que no
son canónicos− les resulta más difícil a los estudiantes poder encontrar la respuesta
correcta.
Por su parte, Fuchs y Fuchs (2002) clasificaron los problemas matemáticos según su
dificultad creciente. Los simples tienen un texto breve, una pregunta y sólo se resuelven
mediante una operación; en los complejos el texto es apenas más largo que el anterior,
se incluyen datos no esenciales, pero no datos numéricos irrelevantes, y son resueltos a
través de la aplicación de hasta tres operaciones y los problemas del mundo real
presentan un texto extenso que contiene datos irrelevantes y pueden requerir cualquier
cantidad de operaciones. Estos investigadores no sólo esgrimen que los problemas
menos comunes y que requieren de un mayor número de operaciones son más difíciles
para los estudiantes, sino que también han hallado que las fallas son más severas en los
grupos de alumnos que, además de estar afectados por dificultades aritméticas, tienen su
comprensión de textos alterada.
Existen algunos componentes comunes en la comprensión de textos y la resolución de
problemas matemáticos, como la necesidad de un buen funcionamiento de la memoria
de trabajo y un alto nivel de capacidad metacognitiva (Cornoldi, 2007). La memoria de
trabajo implica, entre otras cosas, capacidades ligadas a la inhibición de información no
importante. En este sentido, regula la capacidad que permite recordar la información
relevante y la supresión de aquella que no lo es; una falla a este nivel redundará en un
trastorno en los procesos de resolución de problemas.
A su vez, la metacognición incluye la reflexión sobre la mente y el control que ésta
ejercita sobre sí misma. Hacer uso de ella les permite a los estudiantes analizar mejor la
estructura del problema matemático, elegir de manera flexible la estrategia que más se
adapta a lo pedido y utilizar de modo productivo sus recursos cognitivos. En particular,
Brown (1978) ha descripto algunos de los procesos metacognitivos de control
implicados en la resolución de las situaciones problemáticas. Estos son la previsión –es
decir, conjeturar si somos capaces resolver lo pedido−, la planificación –que nos
permite armar un proyecto de solución−, el monitoreo –gracias al que tenemos bajo
control el proceso resolutivo− y la evaluación del resultado conseguido.
La influencia de la comprensión de textos en la resolución de problemas matemáticos
también fue destacada por Mayer (1985). Este investigador estipula que en la educación
matemática se hace mucho énfasis en el conocimiento del algoritmo del cálculo,
mientras que se le presta menos atención a las otras formas de conocimiento matemático
como al conocimiento del esquema del problema, de las estrategias y de su tipo
lingüístico. Él elaboró un modelo desde la psicología cognitiva para intentar averiguar
qué procesos llevan a cabo los estudiantes al enfrentarse ante la resolución de
situaciones problemáticas (ver fig. 2).
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La resolución de problemas matemáticos se inicia con la codificación que, a su vez, se
divide en dos procesos: traducción e integración. Mayer esgrime que la traducción se
compone de una operación de tipo lingüístico, que consiste en comprender el
significado de todas las expresiones del problema, y otra de tipo semántico, gracias a la
que inferimos las implicancias de una determinada expresión. De este modo, se obtiene
una representación mental individual. El proceso de integración se lleva a cabo para
unir las diferentes partes del problema en una estructura. Para ello es importante la
categorización, proceso que permite reconocer la estructura profunda
_____________________________________________________________________
_______
Fig. Modelo de los procesos cognitivos involucrados en la solución de problemas
matemáticos
Mayer (1985)
Traducción
Codificación del problema
Integración
Planificación
Proceso de investigación
Cálculo
______________________________________________________________________
del texto −su esquema matemático− para así poder identificar las operaciones necesarias
para su resolución y conseguir una representación coherente de todo el problema. Al no
estar familiarizados con los problemas no canónicos, demoramos más en solucionarlos.
La codificación previamente mencionada es seguida por la investigación, que se
compone por otras dos fases de elaboración de la información. Durante el proceso de
planificación el alumno debe construir y monitorear el plano de la solución,
reconociendo qué operaciones aplicar y cuál es el momento oportuno para utilizarlas. A
su vez, tiene que usar la memoria de trabajo para mantener activa y disponible la
estructura de resolución. Finalmente, se lleva a cabo el proceso de cálculo al utilizar de
manera correcta las operaciones matemáticas y, así, resolver finalmente el problema
planteado.
Las habilidades de lectura y de comprensión del texto escrito también son consideradas
fundamentales en la resolución de problemas matemáticos para Cornoldi y Cazzola
(2003), por lo que la comprensión lingüística es un componente que se evalúa en el test
de habilidad de cálculo y problemas matemáticos AC-MT para chicos de once a catorce
años. La parte referida a cálculos matemáticos se administra de manera colectiva e
individual, lo que permite observar las estrategias del alumno en las operaciones escritas
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o mentales. En las situaciones problemáticas propuestas, se indaga en la capacidad de
comprensión del texto escrito, la planificación de la solución y las operaciones llevadas
a cabo.
La única batería específica de resolución de problemas es el test de la habilidad para
solucionar problemas matemáticos SPM de Lucangeli, Tressoldi y Cendron (1998). Este
instrumento se utiliza desde el tercer año del primario hasta el tercero del secundario y
se basa en un preciso modelo teórico que tiene cinco componentes fundamentales, entre
ellos, la comprensión de textos (ver fig. 3).
______________________________________________________________________
Fig. 3 Modelo de los componentes de la habilidad de solución de problemas
matemáticos
Lucangeli, Tressoldi y Cendron (1998).
Comprensión
textos
Representación
de
Categorizació
n
Planificació Autoevaluació
n
n
Habilidad de cálculo
Solución
______________________________________________________________________
Cada problema de la batería se subdivide en los cinco componentes que, de acuerdo con
el modelo teórico, pueden explicar la mayor parte de la variación relativa a la habilidad
de solucionar problemas matemáticos. Es fundamental la comprensión de la
información presente debido a que los otros componentes cognitivos necesarios para
resolver el problema dependen de ella. Ésta permite que tenga lugar la representación
de información del ejercicio mediante un esquema, la categorización del problema de
acuerdo con su estructura semántica y la planificación de los procedimientos y
operaciones necesarias para solucionarlo. Para llevar a cabo estos tres pasos también es
fundamental una buena habilidad de cálculo. Finalmente, la comprensión también
permite que se efectúe la autoevaluación de la solución a la que se ha arribado.
Tomando como base este modelo, De Candia, Cibinel y Lucangeli (2009) elaboraron un
programa de intervención para chicos de ocho a once años que dura seis meses. En la
primera parte se ejercitan todos los componentes y se destaca su interdependencia,
mientras que en la segunda se proponen actividades de profundización de cada uno de
ellos en particular.
A lo largo del presente trabajo se ha descripto la influencia de la comprensión de textos
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en uno de los ejercicios propuestos en la currícula escolar del área de Matemática: la
resolución de situaciones problemáticas. El objetivo de esta ejercitación es que el
alumno utilice las nociones matemáticas que ha aprendido en situaciones hipotéticas y
que luego pueda hacerlo en su vida diaria. Para llevar a cabo tanto una comprensión
lectora eficiente como una resolución exitosa de problemas matemáticos es fundamental
un buen funcionamiento de la memoria de trabajo y un alto nivel de capacidad
metacognitiva. Asimismo, la comprensión de textos es necesaria para poder reconocer
el esquema de un problema matemático y planificar su resolución. En este último paso
los estudiantes utilizan las operaciones matemáticas y las seleccionan a partir de su
comprensión del problema planteado.
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Comprensión lectora: jerarquía del texto
1
Carla de Benedictis
Universidad de Buenos Aires
cadebenedictis@gmail.com
Resumen
Este trabajo se propuso abordar el estudio de la comprensión de textos desde una
perspectiva multicomponencial y cognitiva. Principalmente nos centramos en la
habilidad de Jerarquía del texto que es una de las once habilidades involucradas en la
comprensión de acuerdo con el modelo teórico propuesto por Abusamra et al., (2010)
En un estudio previo, Jerarquía del texto, resultó tener los índices de rendimiento más
bajos entre las 11 habilidades consideradas como necesarias, para llevar adelante una
comprensión adecuada (Abusamra et al., 2010). Fue la que mayores dificultades
presentó entre los alumnos evaluados y esto se pudo observar en todos los niveles de
oportunidades educativas (media, alta y baja).
Por esto, uno de los objetivos de este trabajo, fue el análisis específico de esta habilidad
con el fin de desarrollar intervenciones que permitan un mejoramiento en su
rendimiento, y, como consecuencia, en la comprensión lectora en general.
Comprensión de textos
La comprensión de textos es una habilidad cognitiva compleja con un alto valor
ecológico: leer un diario o una revista, un artículo de internet, instrucciones,
advertencias, prospectos, etc., implica poner en juego esta capacidad. El objetivo de la
lectura es la comprensión y esta habilidad está estrechamente relacionada con el éxito
en el rendimiento académico en todos los niveles. Por este motivo, su estudio es de
suma importancia para poder analizar los aspectos involucrados y poder intervenir para
un mejor desempeño y desarrollo.
1. Carla De Benedictis realizó una adscripción a la cátedra de Psicolingüística II de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires a cargo de la Dra. Valeria Abusamra. El presente
trabajo resume algunos de los planteos y resultados obtenidos a partir de esa adscripción, realizada en el
período 2013-2015 bajo la dirección de la Dra. Romina Cartoceti.
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¿Qué implica comprender un texto?
Generalmente suele confundirse la decodificación con la comprensión lectora. Mientras
la primera consiste en el pasaje de grafemas a fonemas, es decir, reconocer y pronunciar
correctamente las palabras; la segunda es un proceso mucho más complejo en el que
intervienen factores lingüísticos, psicológicos y culturales. La decodificación es sólo
una parte de la comprensión, es una de las condiciones que se requieren, ya que no es
posible una comprensión lectora sin una previa decodificación. Pero la comprensión
incluye procesos lingüísticos de alto orden que van desde la el procesamiento sintáctico
y semántico hasta la realización de inferencias.
Por todo esto, consideramos que es necesario un abordaje multicomponencial para el
estudio de la comprensión de textos (Abusamra et al. 2010). No se trata de un proceso
unitario, no puede estudiárselo como tal, se requiere la consideración de los distintos
procesos involucrados. Por ello es que tomaremos un modelo que establece once
componentes básicos en la comprensión:
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
Esquema básico del texto
Hechos y secuencias
Semántica léxica
Estructura sintáctica
Cohesión textual
Inferencias
Intuición del texto
Jerarquía del texto
Modelos mentales
Flexibilidad mental
Errores e incongruencias
Las primeras tres áreas se relacionan con el contenido de los textos; las áreas 7, 10 y 11
son las involucradas en las tareas de metacognición (capacidad del sujeto de reflexionar
sobre su propio proceso de comprensión) y el resto constituyen las etapas de
elaboración. Si bien estos componentes no actúan completamente separados, sino que se
interrelacionan, la posibilidad de identificarlos permite una evaluación unitaria, y un
estudio particularizado de cada uno de ellos, facilitando un trabajo y una intervención
más específica cuando existe alguna dificultad.
A la hora de realizar una evaluación sobre el rendimiento en la comprensión lectora,
deben tenerse en cuenta ciertos factores que pueden influir en los resultados pero que no
se relacionan única y específicamente con un déficit en la comprensión. Por ese motivo
es necesario tener en cuenta la edad cronológica de los individuos y su esperable
rendimiento, y garantizar que, en caso de existir, el bajo rendimiento no pueda
explicarse por otros factores como puede ser una situación socioeconómica
desfavorable, retardo mental o déficit de tipo sensorial (visual o auditivo), entre otros.
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Como antes mencionamos, también es necesario corroborar que no existan problemas
con el proceso de decodificación. Como Abusamra et al. (2010) sostienen: “la dificultad
de comprensión lectora es “específica” cuando no se ve acompañada por una dificultad
de decodificación y consecuentemente no puede ser atribuida a ella” (p. 52)
Las once áreas
El área Esquema básico del texto podemos considerarla como la base para el resto de las
habilidades de la comprensión ya que en ella se deben definir cuestiones centrales de los
textos: espacio, tiempo, personajes, hechos y narrador.
Luego es fundamental poder identificar los Hechos y secuencias que caracterizan a cada
género textual. Es importante que el sujeto logre ordenarlos y determinar si se refieren a
acciones, eventos internos, externos o descripciones.
Un tercer aspecto sumamente necesario para la comprensión de un texto es el
reconocimiento del significado de las palabras. Si no se conoce su significado no se
podrá relacionar e integrar la información. Este aspecto es específico del área de
Semántica léxica donde deben trabajarse las diferentes clases de palabras y las
relaciones entre los significados de las mismas (sinonimia, homonimia, etc.) y las
posibles ambigüedades, polisemias, sentidos figurados, etc.
Más allá del significado de cada palabra, lo cierto es que cuando abordamos un texto
nos encontramos con que este se organiza en oraciones y a su vez estas se organizan en
párrafos. Dicha estructura, colabora con la construcción del sentido e interpretación que
pueden hacerse. Esta habilidad supone la capacidad para interpretar los distintos tipos
de oraciones (activas, pasivas), la puntuación, la negación, los artículos, y cómo todos
estos aspectos intervienen en la construcción y variación del significado.
Además de una estructura sintáctica necesitamos tener en cuenta la Cohesión textual
que consiste en la conexión entre las diferentes oraciones y párrafos. Estos construyen
una red conectada a través de diversos elementos que permiten la conformación de una
unidad semántica. En esta área se revisan todos los tipos de conexiones que pueden
establecerse en un texto: por correferencia, por sustitución, por nexos subordinantes y
relacionantes, etc.
En un texto, hay también muchos aspectos que no se explicitan, son elididos por una
cuestión de economía, de estilo o para producir algún efecto específico. Hay
información que el lector debe “reponer” y en eso consisten las Inferencias: en la
reposición de ciertos datos que no se encuentran en el texto pero que es posible
deducirlos a partir de los elementos presentes en el texto y de las relaciones causales,
lógicas, contextuales, etc. Se espera que en esta área el lector sea capaz de realizar una
construcción y pueda hacer hipótesis a partir de los conocimientos del mundo que él
mismo tenga. Esta habilidad está en estrecha relación con las últimas tres áreas
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mencionadas ya que podemos distinguir entre inferencias léxicas, inferencias
semánticas e inferencias puente (conectivas).
Es necesario tener en cuenta también el proceso de metacognición, que es la habilidad
que posee el sujeto de reflexionar sobre los procesos cognitivos involucrados en la
comprensión y además la capacidad de ejercer un control sobre los mismos. La
Intuición del texto es una de las habilidades que requieren de la sensibilidad
metacognitiva; y consiste en poder identificar el tipo de texto según la estructura, la
forma o la organización; poder realizar hipótesis a partir del título; poder prever la
dificultad del texto; etc.
Es sustancial que durante la comprensión se pueda identificar aquella información que
es importante de la que no lo es. Por ello Jerarquía del texto es otra de las habilidades
en cuestión. Es fundamental poder distinguir lo principal de un texto para poder inhibir
aquello que es secundario y no relevante y no agotar la memoria de trabajo con datos
innecesarios. Esto supone el reconocimiento de los párrafos más importantes, la
identificación de la idea principal, la organización jerárquica de los elementos y
también la capacidad de reconocer los detalles que no son fundamentales.
Comprender un texto supone generar una representación mental del contenido del
mismo. Se trata de la conjugación de varios componentes, entre ellos podemos
mencionar los aspectos sintácticos, semánticos, léxicos y pragmáticos, factores
relacionados con la teoría de la mente y otro conjunto de elementos que se relacionan
con el conocimiento del mundo. De esta manera se construye lo que se denomina un
Modelo mental (Graesser, Millis, y Zuaan, 1997; Johnson-Laird, 1983; Van Dijk y
Kintsch, 1983; Zuaan, Magliano y Graesser, 1995) que sería otro eslabón fundamental
en el proceso de comprensión de un texto. Estas representaciones mentales se
construyen, se actualizan y se modifican a medida que se lee y se incorpora nueva
información.
La Flexibilidad es otra de las habilidades metacognitivas. Todo lector/comprendedor
experto debe ser capaz de utilizar diferentes estrategias para la lectura según cuál sea el
objetivo que persigue. No se trata de aplicar siempre las mismas habilidades de análisis,
control y planificación, sino que estas sean las adecuadas para los requerimientos de la
situación.
En los textos podemos encontrarnos con distintos errores semánticos (incongruencias)
como también léxicos y sintácticos (errores) pero quizás no sean detectados
rápidamente porque solemos corregirlos automáticamente sin darnos cuenta. Muchas
veces, los malos comprendedores no alcanzan el suficiente nivel de monitoreo para
detectarlos. Por ello otra de las habilidades metacognitivas que influyen en la
comprensión es la detección de Errores e incongruencias. Un lector intuitivo debería
ser capaz de detectar los problemas que se presentan en el texto, principalmente los
errores, las incoherencias y las ambigüedades.
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Como sostuvimos en la introducción, en este trabajo nos centraremos en el área 8
(Jerarquía del texto) y en los mecanismos involucrados en este proceso.
Jerarquía del texto
Cada vez que leemos un texto, encontramos en él mucha información que no es
importante o que fue relevante en algún momento y luego dejó de serlo. Hay ciertos
detalles o información adicional que no son fundamentales a la hora de comprender. Por
este motivo el lector debe estar preparado para establecer un orden de importancia de las
ideas planteadas en el texto y entonces pueda discriminar la información relevante de
aquella que es accesoria.
Esta discriminación es fundamental porque es lo que asegura que no se recargue la
memoria de trabajo (Abusamra, Cartoceti, Raiter, Ferreres, A., 2008; Abusamra, et al.,
2014). Esta memoria es la que permite que se sostenga la información y se lleven
adelante las operaciones cognitivas complejas (aprender, razonar y comprender); es
decir, facilita la tarea de mantenimiento y procesamiento de la información que se va
obteniendo durante, por ejemplo, la lectura. El problema es que tiene una capacidad
limitada y por ello es fundamental que no haya una acumulación de datos que no sean
funcionales a los objetivos de la comprensión porque entonces se complejizaría todo el
proceso.
La capacidad para jerarquizar un texto está en estrecha relación con la Intuición del
texto y Flexibilidad. Esta conexión se plantea por el hecho de que es necesario saber
cuáles son los objetivos de la lectura y qué se busca en el texto para así poder
jerarquizar de una mejor manera la información. Poder prever de qué se tratará el texto
(Intuición) y elegir las estrategias adecuadas para los objetivos (Flexibilidad) permite
manejar mejor la información para poder jerarquizarla.
La información más significativa es almacenada en la memoria de trabajo por un
período de tiempo para ir conformando el modelo mental, es decir, la representación
más general del texto. De esta manera se mantiene aquello más importante mientras se
lo va integrando con el resto de la información proporcionada.
Por ello, el lector debe ser capaz de activar la información relevante inhibir aquella que
no lo sea. El control inhibitorio cumple aquí un rol fundamental ya que es que el
encargado de, por un lado, evitar que se active la información no importante y, por el
otro, que se suprima todo aquello que se haya activado pero que ya no es fundamental.
Como sostiene Cartoceti “podemos definir la inhibición cognitiva como un mecanismo
de supresión activa de la información distractora que se presenta en competencia directa
con información relevante para los objetivos sujeto” (2012: 67)
Algunos autores (Barkley, 1997; Gernsbacher, 1997; Sastre Riba, 2006) distinguen
entre el mecanismo de inhibición y el de supresión. Mientras que el primero se basa en
la imposibilidad de la activación de información no relevante, el segundo se encarga de
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suprimir lo que ya se haya activado pero que pasó a ser irrelevante. Se trata de
“mecanismos graduales que regulan y modulan la actividad cognitiva a partir de
reforzar o atenuar circuitos cognitivos” (Abusamra et al., 2014: 36).
A raíz de lo expuesto podemos decir que el mecanismo inhibitorio participa en la
regulación del contenido de la memoria de trabajo. Esto se debe a que regula el acceso
de la información importante; se ocupa de borrar o suprimir lo que se haya activado
pero que ahora se convierte en datos secundarios y también procura restringir el ingreso
de información no pertinente ya sea del texto, del ambiente o de la propia mente del
individuo. Es así entonces que cumple con las funciones de acceso, borrado y
restricción (Cartoceti, 2012).
También debemos tener en cuenta, como proceso complementario de la inhibición, el
proceso de actualización de la información. Como sostuvimos anteriormente, puede ser
que en algún momento se haya activado cierta información que luego pasa a ser
irrelevante y por ello es necesario borrarla. De la misma manera que pueden haberse
desactivados algunos datos que luego pasan a ser fundamentales y por ello es necesario
reactivarlos. A ese proceso se lo llama “actualización” y se utiliza constantemente ya
que es el que ayuda a construir el modelo mental a medida que se va leyendo, permite
integrar información nueva a la previa.
Los lectores deben ser capaces de poder ir modificando la representación mental del
texto ya que muchas veces la información que se activa en un momento se contradice
con otras ideas posteriores y por lo tanto se requiere una desactivación de la primera
para una consecuente activación de la segunda. No es posible que ambas permanezcan
activas y un buen lector debe saber cuál mantener activa en la memoria de trabajo.
Si estos mecanismos no funcionan adecuadamente, no es posible realizar una
jerarquización de la información, se producen permanentes interferencias y como
consecuencia la memoria de trabajo es sobrecargada. Como sostienen Cartoceti y
Abusamra: “comprender un texto implica construir una representación mental coherente
del contenido del mismo para lo cual es necesario sostener, procesar y almacenar la
información proveniente del texto e integrarla con el conocimiento del mundo que ya
posee el lector” (2013: 2). Si hay fallas en estos mecanismos, la memoria de trabajo se
sobrecarga y no quedan recursos disponibles para seguir procesando el texto
adecuadamente.
Como sostuvimos anteriormente, todas las habilidades están conectadas: una correcta
inhibición y actualización colaboran con un adecuado desarrollo y desempeño en
Jerarquía del texto que es necesario para construir el Modelo mental. Dicho modelo
consiste en la construcción de una representación del texto a partir de los datos
importantes presentes en él y del conocimiento del mundo del lector.
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Intervención
Trabajar con un modelo multicomponencial como el desarrollado (Abusamra et al.,
2010), permite evaluar la comprensión de textos de forma segmentada pudiendo
detectar qué habilidades presentan dificultades. Pero es fundamental avanzar un paso
más y poder intervenir en cada una de esas áreas con el objetivo de mejorar el
rendimiento. Mediante la ejercitación, la utilización de diferentes estrategias y la
reflexión sobre esos aspectos, es posible superar las dificultades y mejorar el
desempeño. La ventaja que tiene intervenir en un área específica es que esa mejoría no
se limita al área en cuestión, sino que genera un mejor desempeño en las otras
habilidades y, por lo tanto, en la comprensión lectora de manera global.
En este trabajo, nos hemos propuesto intervenir específicamente sobre la habilidad
Jerarquía del texto. Las intervenciones fueron diseñadas pensando en brindar no solo
una ejercitación sobre las habilidades cognitivas necesarias para lograr una adecuada
comprensión de textos, sino además motivar las competencias metacognitivas
pertinentes (Meneghetti, Carretti, Abusamra, De Beni y Cornoldi, 2009). Es decir, no
solo que se lleve adelante una práctica de cómo proceder sino también una reflexión
sobre los procedimientos a utilizar.
Para trabajar la intervención en el área mencionada se debe pensar en actividades que
involucren la importancia del título, el orden de las ideas principales, la conformación
de un resumen, etc. Es decir, todas aquellas que permitan desarrollar la habilidad de
detectar y activar la información importante y desechar la secundaria. Es necesario
trabajar la capacidad de inhibir aquellos detalles que no son relevantes para que no
interfieran en el proceso de comprensión. El lector debe ser capaz de identificar, de
relacionar y de integrar la información contenida en el texto.
Las intervenciones realizadas constan de cinco etapas. Primero (1) una actividad
introductoria donde se presenta el tema que se va a trabajar, y luego, (2) a través de un
ejercicio, se da lugar a una discusión metacognitiva donde se reflexiona acerca de la
habilidad en cuestión y de su función en la comprensión de textos. A continuación, (3)
se propone la realización de una actividad de comprensión (en pareja o pequeños
grupos), que es seguida de (4) un ejercicio de producción donde se invierte el proceso:
ya no se pretende que el sujeto reflexione sobre las estrategias a utilizar para poder
comprender un texto o una imagen, sino que tiene que pensar él cómo resaltar cierta
idea y qué tener en cuenta para llegar a cierto objetivo. Por último, a modo de cierre, (5)
se realiza una puesta en común sobre todo lo trabajado.
Como continuidad de este trabajo, se espera poder llevar adelante las intervenciones
diseñadas y poder corroborar, a través de un análisis de los resultados, que intervenir en
una habilidad específica mediante un programa de mejoramiento es favorable para la
comprensión general.
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Ejemplo de intervención
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La metacognición como función ejecutiva: su rol en la comprensión de textos | Macarena Quiroga [pp. 516-528]
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La metacognición como función ejecutiva: su rol
en la comprensión de textos 1
Macarena Quiroga
Universidad de Buenos Aires
macarenasolquiroga@gmail.com
Resumen
Se considera metacognición al conocimiento que un individuo puede tener acerca de su
propio proceso cognitivo. El objetivo de este trabajo es realizar una revisión teórica
acerca de la habilidad de la metacognición como función ejecutiva y su rol en la
comprensión de textos. Para esto, se realizará una revisión bibliográfica para analizar
los diferentes modelos teóricos y se retomarán aquellos trabajos de campo que
investigaron la relación entre la habilidad metacognitiva y otras tareas cognitivas. Se
retomarán los trabajos pioneros de Flavell y de Brown, para luego desarrollar otros
modelos más actuales. Se describirán por un lado las fases y las variables que pueden
afectar las tareas. Se analizarán los trabajos de investigación sobre los efectos del
desarrollo de la metacognición en la educación. Luego se describirá también diversos
modelos de su enseñanza; de la misma manera, se presentarán diversas herramientas
para evaluar la habilidad metacognitiva. Finalmente, se caracterizará la metacognición
como parte de las funciones ejecutivas, y como una de las áreas centrales del modelo
multicomponencial de la comprensión de textos. En consecuencia, este trabajo buscará
también enlazar los avances teóricos de la metacognición con los estudios
psicolingüísticos de la comprensión de textos, para reforzar la fundamentación de las
estrategias de su enseñanza en los diversos espacios educativos.
Metodología
Para la revisión bibliográfica se realizó una búsqueda de artículos científicos a través de
los siguientes portales: Scholar Google, PubMed, Science Direct, SciELO, Taylor &
Francis, Springer, DialNet y Journal of Reading Disabilities. Se utilizaron las
siguientes palabras claves: metacognición, habilidades metacognitivas, estrategias
1. Macarena Quiroga realizó una adscripción a la cátedra de Psicolingüística II de la Facultad de Filosofía
y Letras de la Universidad de Buenos Aires a cargo de la Dra. Valeria Abusamra. El presente trabajo
resume algunos de los planteos y resultados obtenidos a partir de esa adscripción, realizada en el período
2013-2015 bajo la dirección de la Dra. Romina Cartoceti.
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metacognitivas, comprensión de textos, comprensión lectora, funciones ejecutivas, y sus
correspondientes traducciones al inglés: metacognition, metacognitive abilities,
metacognitive strategies, reading comprehension, executive functions.
De los resultados obtenidos, se seleccionaron aquellos que habían sido citados una
mayor cantidad de veces; se prefirieron aquellos a los que se pudo acceder
gratuitamente de forma completa, y luego aquellos a los que se pudo acceder a través de
las redes de la Universidad de Buenos Aires. También se utilizaron trabajos que
formaban parte de la bibliografía de materias y seminarios del área.
Modelos metacognitivos
Se utiliza el término metacognición para hacer referencia a todas aquellas operaciones
intelectuales que reúnen información sobre el propio proceso cognitivo del individuo
que las realiza. En palabras de Flavell, la metacognición es el conocimiento de uno
mismo concerniente a los propios procesos y productos cognitivos o todo lo relacionado
con ellos (1976). Brown explica que las destrezas de la metacognición son las que se
atribuyen al ejecutivo en muchas teorías de la memoria humana e inteligencia artificial:
predecir, comprobar, controlar, contrastar con la realidad y coordinar y controlar los
intentos deliberados para estudiar, aprender o resolver problemas (Brown, 1980). Por lo
tanto, mientras que las estrategias cognitivas son modalidades de trabajo intelectual que
permiten adquirir, codificar y recuperar la información, las estrategias metacognitivas
son mediaciones del proceso cognitivo que permiten hacer consciente y autorregular
dicho procesamiento, tomando decisiones más efectivas y logrando un aprendizaje en
profundidad (Correa Zamora, 2004). Sin metacognición, el aprendizaje se vuelve
dificultoso. La metacognición estaría marcada por la necesidad de organizar el propio
pensamiento (Jimenez, 2004).
Los trabajos de Tulving y Madigan sobre la memoria (1969) pueden ser considerados el
primer acercamiento al estudio de la metacognición; en ellos se resaltaba la
característica intrínseca del ser humano de tener memoria de su propia memoria. Le dan
forma al concepto de metamemoria, para luego dar lugar al de metacomprensión, y
finalmente el de metacognición (González, 1996). Una segunda etapa fue marcada por
los trabajos de Flavell, Antonijevick y Chadwick, que se centraron en la metacognición
como el conocimiento que se tiene acerca de los procesos cognitivos. Y finalmente un
tercer momento que ya define a la metacognición como regulación de la cognición, a
partir de los trabajos de Flavell, Baker, Brown y Nickerson (Florez Romero, 2005).
Un trabajo de suma importancia en este tema es el modelo de Ann Brown (1978).
Aporta al estudio de la metacognición dos tipos de fenómenos: el conocimiento y la
regulación de la cognición. En relación con la comprensión de un texto, el conocimiento
de la cognición implica saber qué se está leyendo, y es una información estable, ya que
no varía en cuanto a la tarea que se realiza; tematizable, porque se puede reflexionar
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sobre eso, y de desarrollo tardío, dado que implica considerar los procesos cognitivos
como objetos de reflexión. La regulación del conocimiento hace referencia al aspecto
procedimental, que es inestable, porque depende del tipo de tarea, y no es
necesariamente tematizable (Zulma Lanz, 2006).
Todos estos trabajos convergen en tres dimensiones: se trata de un conocimiento estable
y consciente acerca de la cognición, acerca del lector mismo, de los recursos que posee,
y de la estructura del conocimiento; refiere a la autorregulación, el monitoreo y la
orquestación de las propias destrezas cognitivas; y remite a la habilidad para reflexionar
sobre el conocimiento y de la utilización que se le da (González, 1996).
En esta línea, Flórez Romero (2005) ve la metacognición como un proceso complejo,
compuesto por dos dimensiones: el conocimiento que posee una persona sobre sus
procesos cognitivos y cómo éstos influyen el desarrollo de una tarea. Esto es entonces
dependiente de tres tipos de saberes: el declarativo o “saber qué” acciones se deben
realizar para una determinada tarea; el procedimental o “saber cómo” llevar a cabo esas
acciones, y el condicional o “saber cuándo” y por qué debe emplearse una determinada
estrategia (Flórez Romero, 2005; Stuever, 1997).
Diversos autores (Antonijevic y Chadwic, 1981/82) presentan tres funciones del proceso
metacognitivo: la planificación, la supervisión y la evaluación.
La planificación implica proyectar una determinada actividad orientada a alcanzar una
meta y permite al sujeto autorregular y controlar su conducta. La planificación requiere
del conocimiento acerca de la tarea y del individuo, para la selección a priori de las
estrategias que, según su hipótesis, serán más fructíferas. En este sentido, una posible
incoherencia en el texto será más fácilmente detectada si la planificación fue bien
desarrollada, ya que el elemento discordante entrará en conflicto con el significado que
se está construyendo.
La supervisión implica la conciencia de la comprensión a medida que se va
desarrollando la lectura, para lo cual el individuo debe preguntarse sobre su progreso en
la tarea, lo cual afirmaría la elección de una determinada estrategia o detectaría el error.
Sin un buen monitoreo de la comprensión, el sujeto puede estar desestimando
información fundamental o almacenando información irrelevante, lo cual desembocaría
en una sobrecarga cognitiva de la memoria de trabajo. Monitorear la lectura comprende
también chequear que se hayan realizado las inferencias necesarias y detectar errores e
incongruencias que podrían comprometer la construcción del significado global.
Finalmente, la capacidad de supervisar la comprensión permite el cambio de estrategia
de lectura, lo cual aporta a una realización exitosa de la tarea.
La evaluación, en tercer lugar, se da al finalizar la lectura, y mide el logro alcanzado.
Contrasta los objetivos de la tarea con los resultados de la comprensión. Permite la
retrospección en cuanto a lo aprendido. Ser consciente de si se logró o no lo que se
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pretendía de esta actividad es la base del mecanismo autorregulatorio de la
comprensión.
La metacognición puede verse afectada por distintas variables. La primera implica el
conocimiento de los propios saberes previos, de las dificultades y facilidades
específicas. Es el conocimiento previo el que disparará o no la generación de
inferencias, conexiones entre los temas y los significados del texto. Los gustos y
preferencias afectan el nivel de predisposición que el lector tendrá frente al texto, al
igual que su estado emocional y físico.
En cuanto a la segunda variable, implica conocer las características de la lectura o del
texto en particular, cuáles son los elementos que sería esperable encontrar de acuerdo
con las características del tipo de texto. El reconocimiento del tipo textual se vuelve un
saber clave a la hora de la comprensión del texto.
La última variable implica la concientización acerca del objetivo de la tarea, y la
consecuente elección de estrategias que posibilitarán ese fin, a la par de un monitoreo
acerca del éxito o fracaso de la actividad.
Mayor, Suengas y Gonzalez (1995) presenta, en su tesis doctoral, una cuarta variable: el
contexto. El contexto en el que se realice una actividad determinará la consistencia de
los datos, a la vez que facilitará o dificultará la tarea y la conexión de información
relevante en la construcción del texto. El contexto está compuesto por los materiales con
los que se trabaja, la situación y el contexto sociocultural.
Efecto de la habilidad metacognitiva
Alcanzar un saber metacognitivo requiere de una participación activa por parte del
sujeto. En este sentido, mientras más relacionado esté un saber nuevo a los saberes que
el individuo ya tiene incorporado, más accesible le resultará la tarea. En palabras de
Pozo, un aprendizaje es significativo (Ausubel, 1983) cuando puede incorporarse a las
estructuras de conocimiento que posee el sujeto, es decir cuando el nuevo material
adquiere significado para el sujeto a partir de su relación con conocimientos anteriores
(1990).
En definitiva, lograr un aumento de la competencia metacognitiva, independientemente
de la habilidad cognitiva sobre la que se esté trabajando, produce un efecto positivo
desde el punto de vista cognitivo general. La metacognición permite desarrollar la
actividad metalógica (Moshman, 1990), para acceder o bloquear el acceso a la memoria
semántica (Markovitz, 2002) y para el procesamiento analítico (Franks et al. 2013).
Stuever (1997) estudió también el efecto del empleo de las estrategias metacognitivas en
la participación posterior a la clase de ciencia en las escuelas medias. Plantea que los
profesores pueden implementar procedimientos que permitan a los estudiantes articular
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el proceso cognitivo. Encuentra entonces que los alumnos lograban un mayor
entendimiento del tema y de las relaciones causales si examinaban sus concepciones de
verosimilitud mientras consideraban si las conexiones entre las ideas tenían sentido para
ellos. Además, llegó a la conclusión de que la instrucción acerca del empleo de
estrategias metacognitivas durante un breve lapso de tiempo fueron ineficaces para
desarrollar las habilidades cognitivas: fue necesario un entrenamiento constante para
que los niños lograran adoptar un comportamiento reflexivo acerca de sus actividades
cognitivas.
Un trabajo interesante respecto de la influencia de la metacognición en el éxito del
desarrollo educativo es el realizado por Arslan & Akin (2014). Ellos analizaron el
concepto de metacognición de forma conjunta con el de lugar de control [locus of
control], al que definen como la creencia de que uno es capaz de realizar una tarea. Las
personas que creen que las acciones que realizan tienen una influencia en sus
circunstancias de vida son las que poseen un lugar de control interno, mientras que
aquellas que consideran que sus circunstancias están controladas por fuerzas externas
son descriptas como poseedoras de un lugar de control externo (Rotter, 1971). Diversos
estudios han encontrado una fuerte relación entre estos dos conceptos: los individuos
con un lugar de control interno experimentan un logro académico más exitoso que
aquellos con un lugar de control externo, lo cual indicaría que el lugar de control de
cada individuo prediría diferencias en los alcances académicos (Kalechstein & Nowicki,
1997). Luego de un trabajo de campo, los autores concluyeron que la metacognición
está positivamente asociada con la dimensión interna del lugar de control, y que los
estudiantes con logros académicos más altos parecían ser conscientes de una mayor
cantidad de reglas cognitiva y evocaron un mayor conocimiento metacognitivo sobre
procesos y resultados cognitivos.
La metacognición no se adquiere de forma espontánea, sino que puede y debe ser
enseñado en las escuelas. Monereo (1990) presenta tres formas de enseñar estrategias
metacognitivas. En primer lugar, el modelamiento cognitivo: el profesor presenta una
secuencia de razonamiento frente a determinada área que el alumno deberá replicar por
su cuenta; esta estrategia es la más pobre dado que da por supuesto que cada individuo
procesa los elementos de la misma forma; en segundo lugar, el análisis y discusión
metacognitiva, que implica la reflexión acerca de los pasos a seguir durante el desarrollo
de la tarea y el aprendizaje; en tercer lugar, la autointerrogación metacognitiva, que
invita al alumno a hacerse preguntas antes, mientras y después de realizar la actividad,
con el objetivo de enseñarle a autorregular su pensamiento.
Evaluación de la metacognición
Dado que la metacognición es una actividad muy compleja, que depende de diversos
factores, no existe una prueba totalizadora que logre evaluar la capacidad de los chicos
de monitorear su propia comprensión. Jiménez realiza un resumen de las distintas
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pruebas: informes verbales y entrevistas donde se le pide al sujeto que relate sus
estrategias metacognitivas, cuya desventaja es el alto grado de madurez necesaria;
observación de escenificaciones, con la dificultad de que debe ser planeada con
anticipación y no puede ser cuantificada; y cuestionarios introspectivos, que implican el
recuerdo activo sobre su saber procedimental.
La metacognición como función ejecutiva
La metacognición está directamente relacionada con las funciones ejecutivas. Estas han
sido conceptualizadas como un sistema de múltiples procesos relacionados,
interconectados, interdependientes y que funcionan de forma conjunta como un sistema
de control y supervisión (Alexander & Stuss, 2000; Anderson, 2002). En palabras de
Sastre-Riba, se trata de un “constructo que comprende unas habilidades centrales
autorreguladoras, que orquestan procesos básicos o de dominio específico con el fin de
lograr un objetivo flexiblemente, y que se relaciona con la actividad de regiones
corticales y subcorticales que colaboran con el córtex prefrontal” (2006: 144). Las
funciones ejecutivas, entonces, le permiten al sujeto tomar una serie de decisiones
acorde a un objetivo, seleccionar y conservar la información pertinente, y organizar su
accionar de forma lógica y planificada.
No existe un consenso en torno a cuáles son las funciones que deberían considerarse
dentro de las funciones ejecutivas; sin embargo, la gran mayoría de los estudios
convergen en cuatro procesos generales: la planificación, el control de los impulsos, el
razonamiento conceptual y la velocidad de respuesta. Partiendo de esta base, Alexander
& Stuss (2000) presentan un modelo basado en cuatro dominios, que si bien son
funciones discretas, relacionadas con sistemas frontales específicos, también actúan de
forma integrada para ejecutar las tareas:
a)
Control de la atención: implica la atención selectiva, la atención sostenida y la
inhibición.
b)
Procesamiento de la información: implica la fluencia, la eficiencia y la velocidad
de respuesta.
c)
Flexibilidad cognitiva: implica la memoria de trabajo, 2 el cambio atencional, la
2. A partir de los modelos de memoria de Baddeley & Hitch (1974), se define a la memoria de trabajo
(WM) como “un sistema activo de almacenamiento temporal y de manipulación de la información
necesarios para llevar a cabo operaciones tales como aprender, razonar y comprender” (Abusamra,
Cartoceti, Raiter & Ferreres, 2008). En este modelo, la WM consta de cuatro componentes, un ejecutivo
central que regula los procesos del bucle articulatorio, que almacena temporalmente la información
verbal, y de la agenda visoespacial, que almacena la información visual; y luego, el buffer episódico, un
sistema de capacidad limitada que integra información proveniente de distintas fuentes en una estructura
compleja o episodio que sirva como base para la construcción de modelos mentales. Se llamará entonces
a la capacidad de memoria de trabajo como el número de ítems que pueden ser recuperados en la tarea
compleja (Madruga, Elosúa et al., 2013).
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automonitorización, la transferencia entre datos y autorregulación. Permite cambiar los
tipos de respuestas, aprender de los errores, diagramar distintas estrategias alternativas,
y procesar distintas fuentes de información distintas.
d)
Establecimiento de objetivos: implica la iniciativa, la planificación, la
organización y las estrategias de resolución.
De este modo, si consideramos la metacognición como la habilidad de monitorear la
propia actividad cognitiva, resulta evidente que es una habilidad resultante del correcto
funcionamiento de las funciones ejecutivas. La flexibilidad cognitiva y el
establecimiento de objetivos son los pilares fundamentales en la capacidad
metacognitiva del individuo.
La metacognición en la comprensión de textos
La comprensión de textos es una actividad cognitiva compleja y multidimensional, que
afecta no solamente al desempeño escolar sino también a diversas esferas de la vida
cotidiana. Por lo tanto, detectar de forma temprana una dificultad en esta área puede
mejorar de modo ostensible la calidad de vida de las personas. Una dificultad en la
comprensión textual no detectada puede influir negativamente en la continuidad escolar.
La evaluación de la comprensión de textos resulta dificultosa ya que no es un proceso
manifiesto que puede ser directamente observado, sino que sólo se observan sus
resultados y se realiza una inferencia acerca de la naturaleza del proceso y la cualidad
de la comprensión; cualquier intento simple y unidireccional de evaluar la comprensión
textual es inherentemente imperfecto (Flechter, 2006). Además, detectar esta distinción
habilita la correcta diagramación de programas de enseñanza ajustados a los distintos
objetivos. Por lo tanto, aparece en escena un modelo de comprensión textual
multicomponencial, ya que este proceso no es una capacidad o una operación mental
unitaria sino que están involucradas habilidades mentales específicas relacionadas con
factores diversos, independientes unos de otros (Abusamra, Cartoceti & Ferreres 2009).
En 2010 se publica el Test Leer para Comprender (TLC), una herramienta de
evaluación de la comprensión de textos que plantea la confluencia de once áreas según
once elementos que componen la comprensión lectora y que al mismo tiempo pueden
presentar dificultades. Esto permite por un lado la identificación del nivel de
comprensión lectora de los sujetos en una escala normativizada y además la detección
de las áreas puntuales en las se presenta una falla mayor.. De esta forma, se favorece la
diagramación de programas de intervención que hagan foco en las necesidades
individuales o grupales.
Las once áreas del test están basadas en el modelo de De Beni R.; Cornoldi, C.; Carretti,
B. y Meneghetti, B. (2003). Según este modelo multicomponencial, son once las
habilidades fundamentales que se ponen en marcha a la hora de comprender un texto.
En primer lugar, el lector deberá identificar personajes, lugares y tiempos de una acción
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narrada, reconocer los hechos y secuencias y abordar aspectos ligados a la semántica
léxica. Sin embargo, la comprensión lectora no se limita al procesamiento de palabras
aisladas. Un lector competente debe ser capaz de detectar estructuras sintácticas, asignar
el significado de las frases, resolver lazos de cohesión y generar inferencias. Además, es
necesario que el lector sea capaz de establecer la jerarquía del texto, para discriminar
entre información relevante e irrelevante y a partir de esto construir un modelo mental,
sobre la base de la integración de la información textual y el conocimiento de mundo
del lector. Por último, son determinantes las habilidades metacognitivas que permitan
reflexionar sobre el propio proceso de comprensión. Para esto se requiere de una buena
habilidad de intuición (que permite que el lector anticipe las características del texto), de
flexibilidad mental para adaptarse a las demandas de la tarea, y de monitoreo para poder
detectar errores e incongruencias.
Más específicamente en la lectura, las estrategias metacognitivas básicas están
relacionadas con la capacidad de predecir el contenido del texto a partir del paratexto; la
detección de las ideas principales a partir del análisis del formato; la identificación de
las características del texto consecuentemente con el tipo textual, además del
establecimiento de objetivos y el monitoreo de la comprensión de forma online.
Jiménez (2004) presenta algunas estrategias posibles ante las distintas fallas de la
comprensión:
1.
Ignorar el fallo y seguir leyendo: un lector experimentado es capaz de discernir
si esa palabra es fundamental o no para la comprensión del texto completo, y suele
construir su significado a partir del contexto.
2.
Relectura. Esto se realiza cuando se ha detectado un error o incongruencia, o se
detecta un fallo en la comprensión.
3.
Acudir a una fuente externa: implica detener de forma abrupta la lectura, pero da
por sentado que el lector se dio cuenta de que no puede seguir comprendiendo el texto si
no logra rellenar ese vacío.
Existen varios estudios que demuestran el efecto positivo de las habilidades
metacognitivas en la comprensión de texto. El trabajo de Şenay Şen (2009) propone que
la metacognición permite planear objetivos y a ser efectivos e independientes. Presenta
una serie de estrategias metacognitivas a un grupo de niños, para luego comparar su
desempeño en la comprensión textual con un grupo control al cual no le fueron dadas
ningunas tácticas en particular, y encuentra que el grupo experimental al cual le habían
sido presentadas las estrategias metacognitivas tuvo un mejor desempeño que el grupo
control en las distintas tareas.
Franks, Therriault, Burh & al. (2013) estudiaron la estrategia metacognitiva de releer el
texto a la hora de evaluar los razonamientos lógicos en los adolescentes. No encontraron
diferencia en la cantidad de relecturas en cuanto a la edad, pero sí encontraron una gran
tendencia a releer en los alumnos universitarios, más allá del tipo de tarea o información
pedida; es decir, no lo hacían porque la tarea se lo pidiera, sino como una estrategia de
comprensión incorporada. Además, los sujetos realizaban más relecturas cuando se
encontraban con conclusiones inválidas, y menos relecturas cuando debían generar
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conclusiones propias. Las estructuras que exigían una respuesta certera eran examinadas
con mayores relecturas que aquellas que son más inciertas.
Otero (1990) retoma el concepto de esquemas para estudiar la influencia de los
conocimientos que ya posee el sujeto en la adquisición de nueva información (Bartlett
1932, Ausubel 1978). La noción de “estructuras de conocimiento” plantea que el
conocimiento está organizado en paquetes que se aplican en el proceso de comprensión;
un sujeto es capaz de entender un situación cuando puede activar un esquema en el que
se pueda integrar la información que se le proporciona, ya que el esquema permite hacer
inferencias para que el discurso resulte coherente. El autor plantea que los estudiantes
pueden no disponer de esquemas adecuados para comprender la información que se
presenta, o puede también activar esquemas inadecuados: el problema radica en que no
siempre son conscientes de eso y creen comprender bien.
Resulta clave lo que plantea Gombert (1992) respecto a que el desarrollo
metalingüístico depende intrínsecamente del desarrollo del lenguaje y que
posteriormente influye en el desarrollo de los procesos de lectura y escritura. Las
habilidades metalingüísticas le permitirían al niño adquirir dos conocimientos respecto
de la lengua: el hecho de que el lenguaje es un código arbitrario y convencional, y que
es un sistema constituido por diferentes elementos (Flórez Romero 2005). La
escolarización le permite al niño manejar los conocimientos de dichos procesos a
medida que aumentan las demandas sobre ellos, lo cual favorece la elaboración de
procesos dinámicos que se manifiestan en diferentes grados de explicitación, y que
permiten al sujeto desenvolverse dentro de un nivel implícito y un nivel explícito.
Discusión
Esta revisión bibliográfica permitió analizar los principales trabajos relacionados con la
metacognición, que coinciden en comprenderla como una habilidad propia de las
funciones ejecutivas que permite planificación, monitoreo y evaluación de cualquier
actividad cognitiva, y que puede variar a partir del individuo, de la tarea, de la estrategia
y del contexto en que se encuentra. Se revisó también la relación entre el desarrollo de
la metacognición y el éxito académico, para lo cual se presentaron las distintas
estrategias que pueden ser utilizadas en el ámbito escolar.
Se analizó el rol de la habilidad metacognitiva en el contexto de un modelo
multicomponencial de la comprensión de textos y se trabajó la influencia que podría
tener en el desarrollo del lenguaje. Se presentaron trabajos que analizaban esta relación,
y se encontró en general una correlación positiva entre ambos factores.
Queda evidenciada la importancia de las habilidades metacognitivas en el desarrollo
cognitivo y de su influencia en el proceso de comprensión de un texto. Por lo tanto, es
un desafío a futuro, tanto del sistema educativo como del campo de la investigación,
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La metacognición como función ejecutiva: su rol en la comprensión de textos | Macarena Quiroga [pp. 516-528]
ISSN 2314-3894
profundizar en las estrategias de enseñanza de estas habilidades respecto de la
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Subjetividad en el texto dramático. Un análisis polifónico-argumentativo...| Mariano Zucchi [pp. 529-537]
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Subjetividad en el texto dramático. Un análisis
polifónico-argumentativo del discurso teatral 1
Mariano Zucchi
UBA/UNA/CONICET
mariano_zucchi@hotmail.com
Resumen
En el presente trabajo se reseña mi proceso como adscripto a la materia Semántica y
pragmática (Cátedra: María Marta García Negroni). En particular, se detalla mi
aproximación al Enfoque dialógico de la argumentación y la polifonía (Bajtín 1985,
Ducrot 1984, García Negroni 2009, 2015) y una serie de investigaciones que surgieron
como fruto de la aplicación de esa perspectiva teórica a diversos corpus lingüísticos.
Además, estas líneas desarrollan cómo mi tránsito por la adscripción fue fundamental
para la definición del objeto de estudio de mis estudios de doctorado, actualmente en
curso: el análisis de la manera específica en que la subjetividad queda representada en el
género texto dramático. Al respecto, este artículo presenta tanto un resumen del
proyecto como también los primeros resultados de la investigación.
Mi participación como adscripto de la Cátedra de Semántica y Pragmática de la
Universidad de Buenos Aires se caracterizó por estar orientada en dos direcciones
diferentes, aunque complementarias:
Por un lado, una parte fundamental del trabajo consistió en la asistencia a clases tanto
teóricas como prácticas a lo largo de los cuatro años que duró la adscripción. Esta tarea
fue de suma importancia, ya que además de permitirme ganar experiencia a la hora de
participar en el armado de materiales complementarios y en la orientación a los alumnos
en cuestiones tanto académicas como relativas a los contenidos de la materia, me dio la
posibilidad de profundizar en el conocimiento de la perspectiva con la que trabaja la
Cátedra (el Enfoque dialógico de la argumentación y la polifonía enunciativa (Bajtín,
1982; Ducrot, 1984; García Negroni, 2009, 2016)). Si bien durante la cursada de la
1. Es Licenciado en Letras (UBA), actor, director teatral y dramaturgo. Actualmente se encuentra
cursando sus estudios de doctorado en la Universidad Nacional de las Artes (Becario CONICET). Se
desempeña como docente en las materias Análisis del Texto Teatral I e Historia del Teatro Moderno y
Contemporáneo (DAD - UNA).
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Subjetividad en el texto dramático. Un análisis polifónico-argumentativo...| Mariano Zucchi [pp. 529-537]
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materia en calidad de estudiante había tenido contacto con este marco teórico, fue, sin
duda, el proceso de adscripción el que me permitió acceder más profundamente a la
comprensión de la propuesta y de los postulados epistemológicos subyacentes.
El Enfoque dialógico de la argumentación y la polifonía enunciativa es una perspectiva
teórica que parte de una concepción no referencialista de la significación y, siguiendo a
Anscombre y Ducrot (1983), supone que el significado de las palabras tiene,
esencialmente, un valor de tipo argumentativo.
Además, el EDAP adscribe a la concepción polifónica del sentido desarrollada por
Ducrot en la Teoría de la Polifonía (1984). Para este enfoque el valor semánticopragmático de un enunciado consiste en una descripción de la situación de enunciación
entendida básicamente como un acontecimiento histórico en el que diferentes puntos de
vista son puestos en escena. En este proceso, además, la expresión construye una
imagen discursiva de su responsable enunciativo, el Locutor, que, por su parte, se
mostrará adoptando distintas actitudes frente a las perspectivas presentes en el
enunciado. Como puede verse, este enfoque rechaza el postulado de la unicidad del
sujeto discursivo y, en su lugar, prefiere dar cuenta de la subjetividad a partir de la
identificación de las imágenes que la propia enunciación crea de los personajes y voces
que intervienen en ella. En este sentido, Ducrot propone distinguir al Locutor en tanto
tal (L) de la imagen que genera lo dicho del Locutor en tanto ser del mundo (λ). Así, en
el enunciado “Te prometo que mañana entrego los formularios”, si bien L se constituye
como el responsable del acto de habla, la promesa queda efectuada a partir de la puesta
en escena de un punto de vista según el cual se presenta a λ como un individuo que
llevará adelante una acción futura.
Sin embargo, el EDAP considera que la propuesta anterior no es suficiente para dar
cuenta de la pluralidad de voces presentes en un determinado enunciado. En ese sentido,
y mediante la incorporación de la perspectiva dialógica desarrollada por Bajtín (1985),
propone que el sentido de una determinada expresión queda determinado también por
aquellos discursos previos con los que cada enunciado se muestra en diálogo y que
funcionan, en muchos casos, como un marco de discurso: “[un conjunto de] discursos
argumentativos que se presentan como el lugar a partir del cual surge o se desencadena
la enunciación actual” (García Negroni, 2015: 8). En otras palabras, el EDAP sugiere
que para realizar una descripción polifónica completa que dé cuenta del sentido de una
determinada expresión es necesario también evaluar cómo el enunciado evoca, en
términos de discursos argumentativos mostrados, las perspectivas que legitiman y sobre
las cuales se sustenta aquello que queda dicho.
Por otro lado, mi tarea como adscripto estuvo orientada, además, hacia la investigación
académica en el marco de las Ciencias del lenguaje. Para ello, fue de suma importancia
la motivación que recibí por parte de la Dra. María Marta García Negroni que no solo
acompañó de forma activa cada una de mis aproximaciones a los diversos corpus de
trabajo, sino que tuvo la generosidad de incorporarme a su equipo de investigación en el
marco de UBACyT: “Subjetividad y géneros discursivos. Descripción e interpretación
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de prácticas discursivas para la transferencia a la comunidad educativa y a la industria
editorial”. La pertenencia a este grupo de trabajo fue de suma importancia en mi
proceso de formación, ya que me dio la posibilidad de estar en contacto con otros
investigadores del área que, si bien comparten el mismo interés por la materia y el
enfoque de trabajo, se especializan en diversas disciplinas. Esta posibilidad de pensar la
semántica y la pragmática en términos transdisciplinares fue imprescindible para
encontrar el objeto de estudio de mi proyecto vigente de doctorado. Más adelante
volveré sobre este punto.
En lo que sigue, paso a desarrollar las diversas etapas de mi investigación en el marco
de la adscripción a los efectos de mostrar cómo fue el proceso de evolución hasta llegar
al estado actual.
Frente a la necesidad de encontrar un objeto de estudio para presentar el proyecto de
adscripción, mi primera intuición fue centrarme en el análisis del discurso político. Esta
decisión estuvo motivada en cuestiones de interés personal y en la necesidad de poder
poner en práctica los conocimientos adquiridos durante la cursada de la materia en el
análisis de un caso particular. En ese sentido, elegí como material de trabajo el discurso
pronunciado por la Dra. Elisa Carrió luego de obtener el 1,8% de los votos en las
elecciones presidenciales de 2009. Si bien el análisis del corpus no resultó ser
particularmente interesante, me permitió encontrar, con relativa rapidez, una zona de
estudio muy productiva para el EDAP: la de aquellos discursos que parecen expresar un
sentido que supera la dimensión intencional del hablante.
En consecuencia, la dirección de mi investigación se concentró en el examen de
enunciados ambiguos, malentendidos y conflictos comunicacionales. En particular,
decidí centrarme en el estudio de parodias e ironías en medios digitales. El hecho de que
estos enunciados se presentaran por escrito en un soporte virtual fue muy valioso para la
investigación, ya que me permitió indagar en las diversas formas en que el Locutor
marca la distancia que establece frente al punto de vista que presenta. Estos mecanismos
no se encontraban reseñados en la bibliografía al tratarse de teorías elaboradas con
anterioridad a la masificación del uso de Internet. Los resultados del análisis fueron
publicados en ““Vueno ci eios lo disen”. Parodias al discurso de la Real Academia
Española a propósito de la reforma ortográfica de 2010” (Zucchi, 2015a).
Una vez finalizada esta investigación, y con el entusiasmo producto de los buenos
resultados obtenidos, decidí comenzar mis estudios de posgrado en el área. Por supuesto
que dicho movimiento implicó el inicio de un proceso de búsqueda de un nuevo objeto
de estudio compatible con las exigencias de un doctorado. En ese punto, consideré
interesante combinar mis estudios lingüísticos con mi experiencia como hacedor en
artes escénicas. Como consecuencia de este proceso, comencé a realizarme el siguiente
interrogante: ¿cómo se construye la subjetividad en un texto dramático? Frente a la
necesidad de enriquecer mi formación en el área, me acerqué a la Cátedra de Análisis
del Texto Teatral I del Departamento de Artes Dramáticas de la Universidad Nacional
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de las Artes, a cargo de la Dra. Liliana López. Luego de un período breve como
adscripto, ingresé a la Facultad como docente interino en la materia, paso crucial para
poder investigar en profundidad las características del discurso teatral y definir con más
precisión mi objeto de estudio: analizar las particularidades del uso específico del
lenguaje en la dramaturgia desde el Enfoque dialógico de la argumentación y la
polifonía enunciativa. Los primeros intentos de aproximación al tema quedaron
reflejados en la elaboración de dos artículos: “Intención y subjetividad en las artes
escénicas. Una perspectiva polifónico-argumentativa” (Zucchi, 2015b) y “El acceso al
sentido en los textos teatrales. Una propuesta argumentativa” (Zucchi, 2016a).
Luego de estos primeros trabajos, decidí comenzar oficialmente mis estudios de
doctorado. En 2015 fui admitido en el Doctorado en Artes en la Universidad Nacional
de las Artes y, ese mismo año, obtuve una Beca Interna Doctoral otorgada por
CONICET.
En lo que sigue, pasaré a desarrollar los primeros avances de la investigación en curso,
la cual surge en estricta relación con aquellos problemas analizados durante la
adscripción a la materia Semántica y pragmática.
Subjetividad en el texto dramático. Un análisis polifónico-argumentativo del
discurso teatral
Cualquier investigación que se proponga estudiar la manera en que se construye la
subjetividad en el discurso debe partir de un análisis específico del género discursivo en
el que este se desarrolla. Así, la etapa inicial del trabajo estuvo signada por un intento de
determinar con precisión cuáles son las características del género texto dramático (en
adelante, TD).
Una primera cuestión a resolver fue el problema de su autonomía. Un número
importante de trabajos que se enmarcan dentro de lo que se ha dado en llamar Semiótica
teatral suponen que el TD es un objeto que adquiere sentido pleno solo en el marco de
la representación teatral (cf. entre otros, De Toro, 2008; García Barrientos, 2009;
Ingarden, 1931; Prochazka, 1997; Rubio Montaner, 1990; Thomasseau, 1997;
Ubersfeld, 1989; Vaisman, 1979; Zich, 1931). En otras palabras, al considerarlo como
una suerte de boceto escénico, suponen que los significados presentes en toda pieza son
dependientes de su potencialidad teatral, esto es, su orientación hacia la efectiva puesta
en escena.
Sin embargo, y tal como dejamos probado en el texto “Hacia una descripción del género
texto dramático como obra literaria” (Zucchi, 2016b), considerar al TD como una
entidad que depende de la instancia de representación acarrea serios problemas a la hora
de dar cuenta del uso específico que se hace del lenguaje en el género. En particular,
resulta altamente problemático para explicar, por ejemplo, cómo se construye el sentido
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y la subjetividad en aquellos casos en los que el proceso de interpretación se desarrolla
únicamente a partir de la lectura del texto (i.e. sin la representación como mediadora).
Como consecuencia, nos pareció más conveniente seguir las propuestas de De Marinis
(2005), Veltrusky (1997) y Villegas (1991) y considerar al TD como una obra literaria
autónoma a la hora de realizar un estudio de sus particularidades lingüísticas.
Habiendo clarificado la cuestión de su estatuto, el siguiente paso fue aproximarnos a
una descripción de aquellos elementos específicos del género que permiten distinguirlo
en tanto tal. Al respecto, la bibliografía especializada en su conjunto parece coincidir en
que lo que caracteriza a un TD es la co-ocurrencia de dos tipos de enunciados de
naturaleza diferente: las réplicas y las didascalias. Sin embargo, a la hora de definir
estos tipos de discursos, los trabajos que se enmarcan dentro del área parecen tomar
direcciones distintas (producto de las diferentes concepciones que tienen del objeto TD
entre sus presupuestos teóricos). Una reseña crítica de estos intentos de definición puede
encontrarse en Zucchi (2016c).
En ese mismo trabajo, se desarrolló también una suerte de primera aproximación a la
definición de los dos componentes de un TD que contemple sus particularidades
lingüísticas. Respecto a las réplicas, se sugirió que se trata de enunciados que,
condicionados por las posibilidades expresivas del código escrito, están orientados a
construir una situación de intercambio lingüístico eminentemente oral. En ese sentido,
existen una serie de sentidos vinculados al nivel prosódico que los diálogos no pueden
construir, básicamente, porque estos no están configurados como parte de las
convenciones del código escrito. En consecuencia, se elaboró la idea de que el discurso
didascálico surge en el TD a los efectos de reponer estos sentidos del plano de lo
mostrado que las réplicas no logran precisar por sí mismas.
En cuanto al texto segundo, se probó que existen una serie de subtipos de didascalias,
cada uno de ellos con una función específica en el proceso de construcción de sentido.
En primer lugar, se distinguió entre las didascalias generales (con autonomía sintáctica,
especializadas en indicar la perspectiva a partir de la cual se presenta la acción) y las
didascalias particulares (que acompañan a las réplicas y aparecen para reponer los
marcos de discurso fundantes de la enunciación del discurso dialogado). Dentro de este
último grupo, se diferenciaron también aquellos casos de didascalia particular extraréplica (aquella contigua al nombre propio del personaje y que provee una indicación
sobre toda la expresión) de otros en los que aparece una didascalia particular intraréplica (que segmenta el decir del personaje y altera solamente aquello que se encuentra
a su derecha en el orden sintagmático).
La descripción del género y de sus particularidades lingüísticas, si bien fue provisional,
permitió dar inicio al estudio de la manera específica en que la subjetividad queda
representada en este tipo de textos. Al respecto, inicialmente se decidió estudiar el
dispositivo de enunciación de las didascalias e interpretar sus características lingüísticas
prototípicas (i.e. el uso de la tercera persona del singular en voz activa y tiempo
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presente del modo indicativo) como una estrategia de ocultamiento del responsable del
discurso dramático. De hecho, la aparente ausencia de marcas de primera persona en las
didascalias no es más que un efecto: el análisis específico de la presencia subjetiva
demostró que estos discursos presentan a una voz que si bien tiende constantemente a
eliminar las huellas de su presencia, deja una serie de marcas que permiten identificarla
en tanto tal.
Ahora bien, ¿cuál es la consecuencia, en términos de sentido, de esta configuración?
Desde la perspectiva que propicia el EDAP, se eligió leer el vínculo entre réplicas y
didascalias como un caso de doble enunciación, esto es, como un enunciado que inserta,
mediante el uso del estilo directo, la voz de otro locutor. Así, explicamos el aparente
borramiento subjetivo en las didascalias como un intento de garantizar el efecto de
verosimilitud propio de todo discurso en estilo directo. En otras palabras, la
configuración enunciativa particular de las didascalias estaría orientada a generar la idea
de que las réplicas constituyen enunciados que están exclusivamente a cargo de los
personajes. En consecuencia, se propuso que lo que caracteriza al TD no es, como se
dice usualmente, la ausencia de un narrador, sino una configuración enunciativa
particular que busca presentar la acción dramática como si no fuera fruto de un proceso
de intervención subjetiva.
Para probar esta hipótesis se analizó la presencia del responsable de la enunciación del
discurso dramático en Inventarios de Philippe Minyana (1998) y en Las brujas de Salem
de Arthur Miller (1997), textos que proponen configuraciones enunciativas diferenciales
y que permitieron releer el funcionamiento de la subjetividad en las didascalias. Los
primeros resultados de esta etapa de la investigación quedaron plasmados en Zucchi
(2016d).
Además, y en estricta relación al problema de la subjetividad, fue objeto de reflexión la
manera en que los TD pueden manipular los puntos de vista a partir de los cuales los
lectores acceden a la acción evocada. Así, el análisis de Eleven de Mariela Asencio en
términos polifónicos comprobó que determinados desplazamientos en los discursos
argumentativos asociados al posicionamiento enunciativo son los responsables de que el
destinatario del texto alterne de una posición de distancia crítica a una de identificación
con los personajes.
Por otro lado, el hecho de que el EDAP rechace el postulado de la unicidad del sujeto
hablante (García Negroni, Libenson y Montero, 2013) fue fundamental a la hora de
señalar los límites del concepto de intención, muy usado en la práctica teatral, como
herramienta eficaz para dar cuenta de la dimensión motivacional de un determinado
personaje a representar. En ese sentido, se observó que el discurso pedagógico de C.
Stanislavski, primer autor en crear un método sistemático de actuación, maneja una
serie de presupuestos teóricos relativos a las nociones de sentido y lenguaje que son los
responsables de que no alcance a proponer una metodología sistemática de análisis del
texto dramático funcional al trabajo del actor. En particular, se probó que la concepción
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referencial sobre el significado que subyace en su teoría provoca que su método
descuide las particularidades lingüísticas del género TD y, en consecuencia, no provea a
los actores de una metodología eficiente para identificar la acción dramática.
Por último, constituyó una parte importante del proyecto desarrollar un análisis
semántico-pragmático a nivel léxico de una de las piezas más representativas del siglo
XIX: La Gaviota de A. Chejov (2007). Este estuvo orientado a mostrar cómo un
enfoque de estas características es de gran utilidad a la hora de develar las instrucciones
ilocucionarias asociadas a los enunciados, aspecto crucial en la actividad teatral.
Específicamente, el estudio de la ocurrencia del lexema “gaviota” en la obra del autor
ruso permitió develar la existencia de una serie de desplazamientos en los discursos
argumentativos asociados a la palabra que, por su parte, muestran cómo en el plano
semántico-pragmático opera uno de los tópicos fundamentales del autor: el paso del
tiempo. Los resultados de este análisis quedaron reflejados en Zucchi (2016e).
En términos de la evolución del proyecto de investigación, los trabajos arriba reseñados
fueron fundamentales a la hora de ajustar el objeto de estudio de la tesis en desarrollo.
En ese sentido, en la actualidad la indagación está orientada a identificar cómo se
construye el ethos autoral en el TD a partir de la actitud con la que queda representado
el responsable enunciativo del discurso dramático frente a las réplicas. La hipótesis que
se pretende demostrar es que este posicionamiento subjetivo, que opera en el nivel de lo
mostrado, puede reponerse mediante el estudio de las imágenes discursivas que se crean
de los distintos personajes a partir de los discursos argumentativos evocados por los
diálogos. Se espera que el análisis de este aspecto, no atendido por la bibliografía
especializada en el tema, constituya un aporte que permita repensar la manera en que la
subjetividad queda construida en el género.
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Ezequiel Martínez Estrada y las formas
centrípetas de la memoria nacional 1
Martina Guevara
IIGG/CONICET
guevaramartina@gmail.com
Resumen
Este trabajo busca estudiar cómo, en La cabeza de Goliat (1940), unos de los escritos
canónicos del denominado “ensayo de interpretación” y catalogado dentro de la
tradición “intuicionista”, pueden rastrearse en la fuerzas telúricas que conforman el mito
estradiano del inexorable destino argentino ciertos formantes residuales de las metáforas
somáticas propias del paradigma científico que sirvieron como fundamento a las
novelas de corte positivista de finales de siglo XIX y principios del XX. Consideramos
que la imagen del cuerpo social establecida en específico a partir de la metáfora del
organismo enfermo (de la circulación sanguínea insana) guarda proximidad con la idea
de circulación cíclica y eterna del mito. En términos generales, planteamos que el
pasado intersubjetivizante desde el que se construye en esta obra una idea de nación está
atravesado por dos direccionalidades antagónicas: una que lo enquista y le adjudica una
perennidad subyacente a todo desarrollo histórico posterior; otra que, para discutirlo, lo
relativiza y lo entiende en su dimensión de constructo permanente y dinámico.
Proponemos, finalmente, que La cabeza de Goliat está surcada por ambas lógicas en un
ensayo que busca, también, hacer memoria sobre los procesos que llevaron a cristalizar,
a través del olvido, una idea de pasado que exige una Nación en constante cambio y en
permanente progreso.
Introducción
En el último período de la adscripción en Teoría Literaria III y dirigida por Laura Estrin
se buscó ampliar el eje explorado en su primer tramo donde se estudiaron las
correspondencias entre ciencia y mito en parte de la literatura de Horacio Quiroga.2 Así,
1. Martina Guevara es Licenciada y Profesora en Letras por la UBA. A su vez, realizó la Tecnicatura en
Guion Cinematográfico por la Fundación Universidad del Cine. Actualmente es Investigadora Becaria por
el CONICET y realiza el Doctorado en Literatura de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA).
2. Parte de esta investigación inicial se puede leer en las ponencias: “Mito y Ciencia. El establecimiento
de una vieja forma de verdad en Horacio Quiroga”, en actas del V Congreso Internacional de Letras
(2012) y, en coautoría con Lucrecia Vacca, “Mito, ciencia y literatura: algunos diálogos con el
Romanticismo”, en el III Congreso Internacional de Literatura Cuestiones Críticas (2013).
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en la tapa final de la adscripción, se decidió problematizar el eje inicial trabajándolo
desde su vínculo con la formas de constitución de la identidad nacional
Específicamente, nos propusimos realizar un análisis crítico del período argentino
comprendido entre los años 1930-1943 por entender que el primer golpe militar a la
democracia argentina, sin obviar por ello los debates dentro de la historiografía
contemporánea3, marca un punto de quiebre respecto al modelo liberal argentino y
genera la necesidad de búsqueda de una identidad nacional por fuera de la idea de un
Estado unificador. La ruptura con un modelo que confiaba en el progreso inevitable de
la sociedad argentina anclado en las instituciones derrumba, a su vez, el paradigma
científico que sostenía esta convicción; ¿puede, nos preguntamos entonces, verse en el
mito la posibilidad de construcción de una nueva episteme? ¿Cómo se conforman las
nuevas representaciones de la identidad nacional? ¿Qué lugar ocupa en este sentido la
literatura y la ensayística del período?
En el caso particular presentado en este trabajo, nos propusimos estudiar cómo, en La
cabeza de Goliat (1940), unos de los escritos canónicos del denominado “ensayo de
interpretación” y catalogado dentro de la tradición “intuicionista”, pueden rastrearse en
la fuerzas telúricas que conforman el mito estradiano del inexorable destino argentino
ciertos formantes residuales de las metáforas somáticas propias del paradigma científico
que sirvieron como fundamento a las novelas de corte positivista de finales de siglo
XIX y principios del XX. La imagen del cuerpo social establecida en específico a partir
de la metáfora del organismo enfermo (de la circulación sanguínea insana) entra en
proximidad con la idea de circulación cíclica y eterna del mito. En términos generales,
el pasado intersubjetivizante desde el que se construye una idea de nación está
atravesado por dos direccionalidades antagónicas: una que lo enquista y le adjudica una
perennidad subyacente a todo desarrollo histórico posterior; otra que, para discutirlo, lo
relativiza y lo entiende en su dimensión de constructo permanente y dinámico.
Proponemos que La cabeza de Goliat está atravesada por ambas lógicas en un ensayo
que busca, también, hacer memoria sobre los procesos que llevaron a cristalizar, a través
del olvido, una idea de pasado que exige una Nación en constante cambio y en
permanente progreso. A su vez, estas circulaciones se anudan al expresar, en relación a
la circulación sanguínea, la substancia del Ser Nacional y el devenir constante y eterno
que da lugar a su mito.
Ezequiel Martínez Estrada publica La cabeza de Goliat en 1940. Para ese entonces, ya
había pasado por varios momentos consagratorios dentro del campo intelectual, en un
corrimiento de posiciones consecuente con los cambios que acontecen entre la década
3. Por ejemplo, Darío Macor (1995) en su artículo “Imágenes de los años treinta la invención de la
década del treinta en el debate político intelectual de la Argentina setentista” explica cómo los años
comprendidos entre 1930 y 1943, entendidos en tanto representativos en su conjunto de la crisis del
modelo liberal y explicativos de los procesos venideros, adquieren en especial, tras la caída de Perón en
1955 y hasta mediados de los setenta, mayor densidad significativa.
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del 20 y la del 30. Ezequiel Martínez Estrada fue parte de la hermandad intelectual que
conformaron con Horacio Quiroga y Luis Franco bajo la égida de Leopoldo Lugones y
el respaldo editorial de Samuel Glusberg con su sello BABEL. Su consagración se da
desde las páginas de La Nación cuando Lugones, en 1929, le atribuye el epíteto de
“laureado de gay mester”, mismas desde donde el escritor de La hora de la espada
publica los artículos que, como señala Adriana Lamoso, contribuyeron a generar la base
de sustentación necesaria para que el golpe militar del 30 pudiese llevarse a cabo.4
La ruptura que de esa grey conformada entorno a Lugones acontece luego del golpe de
septiembre. Martínez Estrada condena a los intelectuales que resultan funcionales a ese
régimen y, luego de 1933, tras la publicación de Radiografía de la Pampa, se aleja del
centro de la escena intelectual tras acusar a la crítica de serle reticente. Desde ese
corrimiento conforma, a la vez, una idea del pasado que define a la Nación de modo
alterno al que desde la hegemonía estatal se propone. Si bien a los ‘30 se les atribuye el
impulso de una historiografía que comienza a cuestionar las ideas preestablecidas sobre
la historia nacional- cuya manifestación más clara es el “revisionismo histórico”-, no
menos cierto es que marca también una mayor participación de los historiadores en
políticas específicas del Estado5. Los cuestionamientos al ideario del pasado nacional
desde su reclusión en la quinta de Goyena deben entenderse, también, en ese contexto.
Sin embargo, Adolfo Prieto da cuenta de que la recepción de la obra de Martínez
Estrada dentro del campo cultural difiere de la percibida por el propio autor:
Radiografía de la Pampa, lejos de significar el ostracismo para el autor, le valió ser
galardonado con el Segundo Premio Nacional de Literatura, y una crítica, si reticente y
parca en el primer momento, ampliamente comprensiva en los años inmediatamente
posteriores. La revista Sur lo incluyó en su comité de redactores permanentes; La
Nación le brindó desde siempre las páginas de su suplemento literario; la Sociedad
Argentina de Escritores le otorgó su Gran Premio de Honor en 1948 (7).
Esta contradicción entre el mito construido del autor incomprendido y las repercusiones
efectivas que tuvo su obra tiene su correlato en la configuración de sus escritos6y, en
específico, en La Cabeza de Goliat. Como advierte Horacio González, la prosa
ensayística de Martínez Estrada se articula a través de una serie de alegorías que
interrogan los objetos diarios para “que suelten su drama de angustia y emancipación”
(171) con el fin de superar el estado de falsificación general de los significados. La
4. “Dos características salientes del movimiento del 6 de septiembre: su debilidad en lo militar y su éxito
en la opinión” (De Privitellio: 100).
5. Ver: Cattaruzza (2001).
6. La hipótesis de Prieto es que esta disociación entre las repercusiones de su obra y la construcción del
escritor incomprendido responde tanto a la tentación de asimilar su imagen a la del “rezagado romántico”
afín a Sarmiento y a Lugones como a las repercusiones que en su sector social conllevó la crisis del
modelo liberal iniciada tras el crack financiero del ‘29.
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entidad de un pasado tan abyecto como verdadero es lo que descubren en su fondo todas
estas alegorías. Para Martínez Estrada, como conceptualiza en Radiografía de La
Pampa y retoma luego en La Cabeza De Goliat, la constitución de la Nación Argentina
está fundada sobre un pasado que es víctima de la fantasía colonizadora de Trapalanda.
El origen comunal de la Nación, por el contrario, es el de pampa profunda que
terminará por resurgir desde los adoquines de la ilusoria Buenos Aires: “Vivimos con
aquellas minas de Trapalanda en el alma. El antiguo conquistador se yergue todavía en
su tumba, y dentro de nosotros, mira, muerto, a través de sus sueños frustrados”(1993:
9).
Pero el patrón literario en el que se hilvanan las alegorías genera un entramado donde
estas se articulan a través de un remiendo y de una alteración constante que opacan el
dilucidamiento de la verdad interior buscada. La realidad nacional profunda que, por un
lado, Martínez Estrada encuentra con el suficiente arraigo como para determinar el
derrumbe inevitable de las estructuras civilizatorias insustanciales parece, desde las
formalizaciones con las que se la busca, condenada por los mismos borramientos,
confusiones y alteraciones que en sí misma sufrió a lo largo de la historia argentina. Así
la escritura se articula en torno a sentencias que, como indica Terán (2008), no se
sistematizan o, como señala González (2007), parecen brotar de cuerpo enfermo y
espasmódico. Nuestra hipótesis es que dicha operación formal, en el caso de La Cabeza
de Goliat, se corresponde con una lógica de la circulación que parece recorrer todo el
texto y funcionar como una alegoría mayor. Las alegorías o sentencias que se van
renovando de manera constante para imposibilitar su sistematización componen una
circulación incesante que parece girar siempre sobre un mismo eje enquistado del suelo
argentino y que produce, a la final, un movimiento aparente pero yermo. De esta forma,
la circulación que en La Cabeza de Goliat invade todos los aspectos de la vida de
Buenos Aires no sólo funciona como develación de la identidad argentina, sino como la
alegoría de las propias dificultades de la memoria para acceder a un pasado que, si bien
nos define, nos es esquivo. En específico, porque el pasado sobre el que la alegoría
circulatoria se afinca es, a su vez, como se señaló, un constructo ilusorio e impuesto. El
pasado verdadero llega al lector como destellos vencidos a la opacidad de la fantasía
colonizadora, al olvido.
1. La circulación hacia Buenos Aires.
La Nación argentina se define por una circulación primera: la del interior respecto a la
capital federal. Buenos Aires es la cabeza desplazada que da el título a la obra y que
imanta al resto del país. A sus fauces llega la producción nacional por lo que los límites
de Buenos Aires estarán definidos por las estaciones de ferrocarril que permiten el
arribo de las mercancías. Sin embargo, esta circulación de bienes hacia la ciudad no
fluye armónicamente, sino que se trata de una dinámica enferma. La cabeza de la
Nación Argentina, siguiendo los remanentes de una lógica positivista en plena
decadencia, sufre de una enfermedad: la hipertrofia. De esta forma, Buenos Aires
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succiona la sangre del resto del país, sin por eso devolverle al organismo social una más
oxigenada y, en su dominio, se vuelve la alegoría principal de la Nación. Sin embargo,
en la lógica contradictoria de las alegorías de Martínez Estrada, la Nación se distingue
también por su acefalía. Por las noches, cuando las estaciones de ferrocarril cierran sus
puertas, el país detiene la circulación que la define y la desgasta. Argentina es, por lo
tanto, tanto una cabeza hipertrófica como una Nación acéfala 7. Es decir, que si
Argentina se define por Buenos Aires, por momentos carece de identidad.
A la forma particular de esta circulación perenne, discontinua e infructífera del país se
le suma una característica de carácter psicológico. El cuerpo es víctima de una ilusión
que irradia su cabeza y que recae también sobre ella: “Más que una ciudad, dígase que
Buenos Aires es un fenómeno psicológico” (Martínez Estrada, 1968:11). Es una ciudad
que ha perdido su materialidad para volverse el trazo de lo que se deseó que fuera. Se
debe recordar que la idea de un progreso indefinido cuyo vector sea Buenos Aires es un
constructo que el proyecto liberal argentino necesitó para configurar una identidad
nacional acorde a su modelo económico. Como señala Balibar y Wallertsein (1991), el
nacionalismo es la expresión y el motor de la uniformidad social que, a nivel del
Estado, ayudan a legitimar los intereses particulares de un grupo dominante. A su vez,
según esta línea de pensamiento, las definiciones respecto a la nacionalidad responden
al posicionamiento o a un proyecto de posicionamiento respecto a otras Naciones a
escala global. La idea de Argentina como granero del mundo tiene su correlato en la
circulación de la producción provincial hacia la ciudad porteña y el carácter ilusorio que
se adjudica a esta construcción puede explicarse también en el contexto en el que se
inscribe La cabeza de Goliat. La crisis del 30 produjo una reconfiguración de las
relaciones internacionales donde las políticas proteccionistas de las principales
potencias tendieron a un deterioro marcado de los términos de intercambio para la
Argentina. Buenos Aires se vuelve así no sólo un órgano enfermo que desgasta al resto
del cuerpo nacional, sino también un espejismo. De esta forma, el movimiento
circulatorio que define a la Nación Argentina va más allá de ser infructífero: es un salto
hacia el vacío. El “holocausto de carácter psíquico” (Martínez Estrada, 1968: 12) es la
alegoría final de Argentina, su identidad y su proyecto tienen su basamento en una
irrealidad. La serie alegórica – circulación anémica, circulación esporádicamente
acéfala- se complejiza: Argentina no es sólo acéfala cuando las estaciones cierran, lo es
continuamente. Si la Buenos Aires desde la que se asienta la nacionalidad argentina no
existe como tal, la circulación hacia ella es, por lo tanto, también una fantasmagoría.
2. La circulación dentro de la cabeza.
Los ferrocarriles que adentran las mercancías provinciales continúan su circulación en
7. “A cierta altura de la noche las estaciones se cierran al tránsito, y hasta que reanudan el servicio, a la
mañana siguiente, han desconectado la ciudad del país” (Martínez Estrada, 1968:25).
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la red de transporte interurbana.
Los trenes de carga cesan al llegar a las estaciones, en tanto que los de pasajeros empalman con
los tranvías, ómnibus y demás vehículos de circulación interna, como si más bien que formando
un sistema de comunicaciones, se transformaran sin dejar de ser los mismos. (Martínez Estrada,
1968:25)
En la red de transporte, no solo encuentra Martínez Estrada los límites de la ciudad
capital, sino también la substancia de Buenas Aires. Es la circulación incesante de
tráfico la alegoría principal que define a la ciudad porteña sintetizada como un el andén.
Al igual que la que se da a escala nacional, la circulación de Buenos Aires es incesante,
pero estéril: “Pista incesante de tráfico; cada día recomienza en el lugar en el que cesó
la noche anterior, y es como si girara sobre si mismo por una fuerza que nace de su
interior, busca irradiarse y no lo consigue” (Martínez Estrada, 1968:23). De esta forma,
la alegoría circulatoria que sintetiza mejor a Buenos Aires es la surcada por el
subterráneo que, a su vez, se transforma en la válvula de escape de ese ansia de
movimiento carente de obstáculos; no obstante, el subterráneo puede transitar dentro de
los límites del subsuelo y de una ruta fija y reiterada.
A su vez, si bien esta idea circulatoria que caracteriza a Buenos Aires parece dar la idea
de continuum, sufre las mismas contradicciones que la circulación mayor que
caracteriza a la Nación toda: su trayectoria, del mismo modo que la escritura de
Martínez Estrada, es espasmódica. La cabeza hipertrofiada se corresponde con otra
alegoría somática que es la del corazón enfermo. La velocidad de Buenos Aires se
define como una taquicardia, así la sangre que corre por las venas de la ciudad (que la
identifica) corre necesariamente de manera continua aunque por espasmos y agitándose
más de lo que logra avanzar. Es, escribe, como un hombre que está en la cama “con
ciento cincuenta pulsaciones por minuto” (1968:23).
Otra serie de antinomias caracterizan también a la circulación dentro de Buenos Aires.
Por un lado, es un movimiento totalitario que no puede dejar de afectar cada vértice de
la ciudad y cuya condición está determinada por un pasado impuesto en la época
colonial. Debido a los prejuicios sociales de los conquistadores, Buenos Aires no está
pensada para ir a pie, sino para ser transitada a caballo: “A su vez, es una ciudad de
choferes porque no es una ciudad para ser caminada, por el viejo orgullo ecuestre
español” (Martínez Estrada, 1968:28). Por otra parte, haciendo lugar al entretejido de
sentencias en continua superposición, los movimientos de Buenos Aires se articulan
también gracias a una forma aparentemente anárquica: “Las cosas dan la impresión de
que se precipitan sin control total, esquivándose” (Martínez Estrada, 1968:23), pero que,
no obstante, responden a una ley mítica que se subleva a la fundación colonial, a una
identidad que la urbe quiere ocultar y que, sin embargo, reaparece posibilitando la vida.
La circulación en Buenos Aires es factible porque de sus entrañas resurge el espíritu de
los cuchilleros: para que los choferes y los transeúntes no se choque entre sí tiene que
emanar la vista de los cuchilleros, del placer de salir ileso en cada lance (Martínez
Estrada, 1968:24).
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Buenos Aires internamente sufre de la misma condición que genera en el resto del país:
la ilusión de la idea de progreso. La agitación enferma de un cuerpo postrado define
cada uno de sus actos. Así, la ciudad no avanza por construcción sino por destrucción:
“Conduce en el balance anual al aumento de las manzanas edificadas y del volumen de población, a un
crecimiento de cualquier clase, al cambio de domicilio, a la superposición de pisos, a la quiebra de
negocios y a nuevas instalaciones, no al poder firme ni al progreso humano”. (Martínez Estrada,
1968:23)
Quiebran de este modo su unidad ciudadana para:
“Venerar un pasado que modifican a su antojo y que consiste casi siempre en arrasar con la verdad y la
realidad superviviente (enclavada en la tierra) para adorar regularmente una ficción empotrada en una
clausula retórica. Así como nuestra historia ha sido involuntaria pero sistemáticamente falseada por
escrúpulos urbanísticos”. (Martínez Estrada, 1968:62)
La idea de Buenos Aires como vector del progreso nacional en el ideario positivista de
la generación del ‘80 se vincula a la necesidad de cosmopolitismo. No ha de
sorprender, siguiendo la lógica hasta ahora presentada, que La cabeza de Goliat se
encargue de emancipar a la nacionalidad de sus lazos con el resto del mundo: “La
naturaleza no consistió nunca el contacto abierto con Europa, sino restringido y
condicional; el río de la Plata es un estero al océano; hay que dragarlo constantemente”
(80).
Pero esta circulación interna no es sólo inconstante a pesar de ser incesante, totalizante a
pesar de ser anárquica, destructiva a pesar de aparentar ser progresiva, sino que, al igual
que la circulación nacional, es una fantasmagoría. Buenos Aires se vuelve por
momentos todo lo contrario a un movimiento perpetuo, se convierte en una tumba:
“Desde MUY alto8, una ciudad no difiere de un cementerio […] Pero la casa es una
tumba si la ciudad es un cementerio, y a la casa de los muertos corresponde la tumba de
los vivos” (Martínez Estrada, 1968: 229).
Entre el movimiento inerte y la circulación eterna, se encuentra Buenos Aires
representada alegóricamente como una prisión. Al igual que la tumba, la realidad de la
ciudad como una cárcel se explica en su pasado colonial: la primera construcción
virreinal, el Cabildo, funcionó en sus orígenes como una cárcel. Sin embargo, el
presidio presenta también su propia circulación que tiene más de un rasgo en común con
el movimiento taquicardico que describía al tránsito de Buenos Aires. En La cabeza de
Goliat se asevera que las pestes propagadas e incubadas en la cárcel del Cabildo
condicionaron el movimiento y el devenir de Buenos Aires:
8. El énfasis corresponde al autor.
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“La iconografía más antigua de toda ciudad es semejante a una cárcel. Antes de fundarse Buenos Aires la
cárcel estaba, como la encina en la bellota, en la nave capitana de don Pedro de Mendoza […] Hasta la
habilitación de la Penitenciaría (28 de mayo de 1877), la cárcel del Cabildo era la principal […]Los
presos se sostenían principalmente de la caridad pública, que durante mucho tiempo solicitaban
colocándose tras las rejas. Después tenían un día en la semana que se les consagraba llevándoselos con
custodia por las calles de la ciudad […] Del estado antihigiénico de la cárcel provenían las epidemias que
azotaban periódicamente a la ciudad”. (Martínez Estrada, 1968:38-39)
Se podría concluir, entonces, que la fundación de Buenos Aires inicia el circuito
enfermo que la condiciona desde ese momento. Es ese pasado abyecto el que impide el
movimiento libre de Buenos Aires y es parte de la enfermedad psíquica del país sólo ver
una ilusión de Buenos Aires que no deja recordar su pasado enfermo. Pasado, ilusión y
olvido forman parte de las alegorías de un movimiento eterno, enfermo e inerte con el
que se pretende aprehender a Buenos Aires y, con ella, a la identidad Nacional toda.
3. Circulación del ciudadano
Buenos Aires, indica La cabeza de Goliat, no es una ciudad para peatones. La
circulación constante de tráfico tiene sus mecanismo de perdurabilidad en un cemento
que hace imposible su recorrido a pie al aislar al transeúnte del “contacto directo con la
naturaleza de todo el país” (1968:89) y las razones a las que apela, no exentas de ironía,
recurren a la tradición positivista: “desde el punto de vista darwiniano es el pavimento
una defensa económica de la ciudad para mantener su tránsito. Nos obliga a tomar un
vehículo aun por pocas cuadras “(1968:89). De manera tal que el automóvil funciona
como la alegoría de la vida colectiva de la calle. A su vez, el reloj marca la vida
mecanizada del individuo, aunque, como era de esperarse, los relojes de la ciudad de
Buenos Aires tienen la particularidad de no funcionar correctamente: “si esos relojes
estuvieran detenidos tendrían el mismo sentido para la ciudad” (1968:36). El habitante
de Buenos Aires se mueve, por lo tanto, colectivamente en un tránsito que, como vimos,
presenta un avance ficticio y que se acciona de manera individual siguiendo un tiempo
errado. Por otra parte, el ciudadano porteño, víctima de la mutación distorsionada que
sufrió Buenos Aires y que la transformó de un supuesto lugar de refugio a una cárcel, es
a la vez un prisionero. Además, al igual que la nación y la ciudad, sufre también de una
enfermedad provocada por la circulación de la urbe que, en este caso, produce la
distorsión de los sentidos: “La ciudad atrofia los sentidos: acorta y enturbia la vista,
encallece el pie, embrutece el oído”( 91). Pero, sobre todo, estos recorridos urbanos se
subyacen a la circulación del dinero. Buenos Aires es, por sobre todo, una ciudad
comercial:
“La segunda fundación de Buenos Aires respondió a la necesidad de mantener un mercado de intercambio
al comercio de ultramar con los productos del Virreinato. Desde ese momento, la historia de la ciudad
siguió paralelamente al desarrollo del comercio”. ( Martínez Estrada, 1968:96)
La circulación pecuniaria es la arista final que circunscribe la representación de Buenos
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Aires y que se remonta, nuevamente, a la ilusión colonizadora. Ya en los primeros
apartados de La Cabeza de Goliat se indica: “Hay un mismo afán de velocidad en el
chofer, en el peatón, en el comerciante…”(1968:23) y ,siguiendo su lógica mítica, se
puede pensar que estos tres integrantes de la ciudad son también productos reverberados
de la ciudad dorada de Trapalanda.
Conclusión
Las series alegóricas que describen la circulación del Interior del país a Buenos Aires, la
interna de la ciudad capital y la de sus ciudadanos interactúan sin llegar a configurar un
entramado consistente al alterar entre la intermitencia, el dinamismo, la enfermedad, el
aprisionamiento y la muerte. Y en ellas juegan, a la vez, la lógica del mito y la de la
ciencia. La circulación de Buenos Aires y la Nación toda se circunscriben al devenir
mítico -inmóvil, ya que sus cambios circunstanciales corresponden a variaciones
superficiales de una trayectoria prefijada y eterna- de un mito a su vez falso:
Trapalanda. También lo hacen a partir de la microcopia de una circulación sanguínea
errática, bárbara y enferma que la identifica. Ni el pasado que se oculta tras el
movimiento ni el velo con el que se lo cubre permiten coincidencias con la idea de
progreso. Si bien nos parecería un error conceptual pensar este ensayo como
pertenecientes a los discursos que, en Europa y recién a partir de esa época, empiezan a
cuestionar la existencia de una verdadera substancia nacional 9, sí es un detalle
destacable que, junto a otros textos del período, encuentre necesario discutir verdades
identitarias anquilosadas. En los mismos años en que “los historiadores argentinos
comenzaban a intervenir de manera activa y centralizada en las estructuras estatales y en
el trazado de políticas culturales” (Blasco: 1) y a un año de la inauguración del Museo
del Cabildo con el fin de custodiar el patrimonio moral de la nación para trasmutar “el
pasado ideal en la tradición viva que es fuerza moral y esplendor de las naciones”
(2014:10), Martínez Estrada, por el contrario, verá que:
El Cabildo, con su cárcel inherente, había sido hasta las vísperas de 1880 el foco de
infección corporal y moral que contaminaba a la población: pestes y escándalos partían
de allí y se propagaban hasta los aledaños, donde también había sus focos parroquiales
de inmundicias y de libertinaje”. (1968:170)
Para finalmente concluir que Buenos Aires le debe su grandeza a los caños de desagüe.
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El espíritu de la ciencia-ficción – Roberto Bolaño | Guadalupe Silva [pp. 548-551]
ISSN 2314-3894
Sobre El espíritu de la ciencia-ficción, de
Roberto Bolaño
Guadalupe Silva
Universidad de Buenos Aires
Reseña de Bolaño, Roberto, El espíritu
de la ciencia-ficción, Madrid:
Alfaguara, 2016. 251 pp.
Roberto Bolaño no publicó esta novela al momento de terminarla, a mediados
de los años ochenta, ni lo hizo una década después, cuando alcanzó el éxito
literario, ni en los últimos tiempos de su enfermedad, cuando apuró la
escritura de otros libros.
1. La parte “Manifiesto mexicano” de El espíritu de la ciencia-ficción fue
incorporada al grueso volumen de La universidad desconocida (2007), pero
el resto permaneció inédito dentro de lo que Christopher Domínguez Michael
llama, en el prólogo de esta reciente edición, “el arcón de Roberto Bolaño”.
“Hay quienes, desde hace tiempo, pasaron de la sorpresa al disgusto al
corroborar que del arcón de Roberto Bolaño, como del de Fernando Pessoa,
siguen saliendo inéditos”, escribe anticipando la polémica sobre esta
publicación. En efecto, voces indignadas salieron a la palestra, entre ellas la
del escritor mexicano Heriberto Yépez, quien dedicó su reseña del libro a
denunciar la cooptación de Bolaño por el mismo círculo literario-editorial que
el escritor había repudiado tanto en Los detectives salvajes como en novelas
posteriores.
2. La ironía es que El espíritu de la ciencia-ficción bien puede leerse como
un borrador de aquella novela sobre el infrarrealismo y, por lo tanto, como un
texto que preparó el terreno para la consagración de Bolaño como novelista
mayor. Ahora, treinta años después, aquel escrito conservado en sus
cuadernos originales por Carolina López, pasa a letra de imprenta y viene a
satisfacer las expectativas de un público que se ha constituido en un fans club
1
Se informa en el anexo documental de esta edición que Bolaño empezó a mencionar El
espíritu de la ciencia-ficción en sus correspondencia a partir de 1980. La novela
terminada se conservó en manuscritos con fecha de 1984. Su elaboración fue
contemporánea de Monsieur Pain, Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático
de Joyce, del cuento “El contorno del ojo” y de La universidad desconocida.
2
https://borderdestroyer.com/2016/11/30/de-la-literatura-como-botin-y-la-critica-comodespojo/
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Reseñas / 548
El espíritu de la ciencia-ficción – Roberto Bolaño | Guadalupe Silva [pp. 548-551]
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internacional. El espíritu de la ciencia-ficción llega para saciar la voracidad
de seguidores que irán detrás de Bolaño con la misma avidez con la que
Belano y Lima fueron detrás de Cesárea Tinajero, o que los críticos
protagonistas de 2666 corrieron tras el rastro de Archimboldi. Indignados o
no, estos lectores con seguridad refrendarán la decisión de vaciar gota a gota
el arcón bolañiano. Leerán la novela con curiosidad, aun precaviéndose frente
a las astucias del mercado o quizás sin ninguna precaución, por el mero placer
de ampliar y renovar el encuentro con su obra.
Evidentemente, a juzgar por el prólogo y la inclusión de un anexo documental
con fotografías de los manuscritos (“Apuntes de Roberto Bolaño para la
escritura de El espíritu de la ciencia-ficción”), esta edición de Alfaguara está
dirigida a los seguidores de Bolaño y, estratégicamente, busca promover la
polémica. Más allá de este sesgo editorial, para la crítica una publicación de
esta naturaleza, que amplía el corpus de Bolaño, es siempre digna de atención.
El primer interrogante que nos plantea la aparición de esta nueva novela es de
qué modo se integra al mundo narrativo de Bolaño y en qué medida aporta
información para una arqueología de sus textos posteriores.
“Algún día yo contaré historias acerca de poetas-lúmpenes y mis contertulios
se preguntarán quiénes fueron esos infelices”. Estas palabras pertenecen a uno
de los narradores de El espíritu de la ciencia ficción (p. 169), pero bien
podrían provenir de Los detectives salvajes o de alguno de los cuentos de
Bolaño. El texto insinúa la continuidad entre lo que se narra y el acto de
escritura, ya que ese poeta en formación que, como Bolaño, luego será un
contador de historias, bien puede asumirse como el autor ficticio de todo el
libro. La parte medular de la novela habla de un grupo de jóvenes de México
DF, fascinados con la literatura y llenos de expectativa sobre su futuro
literario. Se muestran en el exacto momento de su iniciación como poetas y
bohemios, moviéndose en lo que podría llamarse la “periferia interior” de la
ciudad: redacciones de diarios a donde van a recalar los escritores sin éxito,
talleres de poesía en los que reina el aburrimiento, departamentos de
intelectuales desconocidos, bares donde se mata el hambre y hojas sueltas de
publicaciones perdidas. Quien conoce a Bolaño notará la familiaridad de este
mundo que empieza a construirse en El espíritu de la ciencia-ficción. Se
descubren allí también bocetos de identidades que volverán en textos
posteriores, a tal punto de que esta novela puede considerarse como una
verdadera fábrica de personajes. Por ejemplo, José Arco (de cabello largo y
oscuro, botas de cuero, montado en su moto, inesperado poeta) anuncia al
futuro Ulises Lima, amigo inseparable de Arturo Belano; Laura remite a su
homónima Laura Jáuregui y las hermanas Torrente recuerdan a las bellas
Font, todas ellas de Los detectives salvajes; Estrellita, la mujer que deambula
por los bares vendiendo de mesa en mesa reproducciones de las obras de su
hijo, es prácticamente la misma Lilian Serpas de Amuleto. Al mismo tiempo,
el texto funciona como un dispositivo narrativo que experimenta con la
proyección ficcional de identidades conectadas con un pasado autobiográfico.
Desde el momento en que la novela insinúa la posible identidad entre Remo
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Reseñas / 549
El espíritu de la ciencia-ficción – Roberto Bolaño | Guadalupe Silva [pp. 548-551]
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y el autor, se deja entrar en el elenco de personajes la sombra de Bolaño, un
recurso ficcionalmente potente que será característico de su obra.
Una de las claves de este texto es su experimentación con el montaje. La
novela se construye a partir de tres series intercaladas: (1) el diálogo entre una
periodista y un novelista chileno recientemente premiado, de identidad
indeterminada, (2) el relato en primera persona sobre los “poetas-lúmpenes”
de la ciudad de México por el poeta Remo Morán y (3) las cartas de Jan
Schrella (compañero de cuarto del poeta, chileno como él, lector empedernido
de ciencia-ficción) a sus autores favoritos. ¿Cuál de estos dos chilenos será el
joven escritor premiado que dialoga con la periodista (si es alguno de ellos)?
¿Cuál de los dos (si es alguno de ellos) recopila las tres secciones de la
novela? El texto pone a dialogar las series y juega con los silencios abiertos
entre sus piezas intercaladas. La verdadera intriga se encuentra de hecho allí,
en lo que se aplaza, en lo que no se dice o se dice a medias, y en los sentidos
que surgen de la yuxtaposición. En este aspecto, la estrategia compositiva es
análoga a la de un rompecabezas y guarda relación con la técnica surrealista
del collage, que Bolaño utilizará ampliamente en el futuro. La yuxtaposición
central planteada por El espíritu de la ciencia-ficción consiste en aproximar
y, literalmente, poner bajo el mismo techo, junto a los personajes, dos
modalidades literarias: la poesía y la ciencia ficción. Tanto el poeta como su
compañero de cuarto, Jan, están a cargo de dos de las series intercaladas, pero
no está claro cuál de los dos será la voz del escritor laureado y es allí
precisamente donde reside uno de los enigmas, puesto que el éxito y la miseria
literaria son algunos de los asuntos que atraviesan la novela. En ese encuentro
de dos universos que parecen alejados, de un lado la poesía con sus raros
lectores, del otro un género de masas, se juega una de las apuestas del texto.
Lejos de ponerlas a discutir, la novela muestra más bien la afinidad de ambos
extremos del arco literario, bajo la forma del sueño, el delirio y la confusión
generalizada. Jan y el poeta bien pueden ser leídos como dos aspectos de la
literatura que obsesionan a Bolaño.
La novela tiene por lo tanto un interés adicional para la arqueología de su
obra. Se puede ver como un laboratorio donde Bolaño experimentó con todo:
la estructura compilatoria, la creación de suspenso mediante hiatos
interpuestos en su disposición fragmentaria, el uso del enigma como móvil
del relato, la mitificación del escritor bohemio latinoamericano, la invención
de personajes-fetiche que combinan trazos autobiográficos con modelos de la
cultura norteamericana (el poeta en moto a lo Easy Rider, la juventud
“salvaje” que deambula entre tugurios y aulas universitarias como los
beatniks, la propia ciencia ficción). Y junto con esto, algo de especial interés:
la articulación de dos zonas narrativas que luego serán diferenciadas en la
obra de Bolaño, el mundo de los poetas y el de la ficción fascista. Ambos
espacios se asocian a los dos personajes chilenos que podrían verse, según
dijimos, como regiones vecinas en su obra.
Si por un lado El espíritu de la ciencia-ficción anticipa Los detectives salvajes
(1998), por otro a su vez anuncia algunos aspectos de La literatura nazi en
América (1996). En esta última novela de Bolaño, la primera que lo lleva al
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Reseñas / 550
El espíritu de la ciencia-ficción – Roberto Bolaño | Guadalupe Silva [pp. 548-551]
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éxito, la ciencia ficción se presenta como uno de los géneros entramados con
el imaginario fascista. Entre las biografías apócrifas de la novela hay un grupo
catalogado con el título “Visión, ciencia ficción”, que traza una relación
irónica entre el repertorio utópico-político del género y la producción de una
“literatura nazi” americana. Esta combinación original puede encontrarse
previamente elaborada en El espíritu de la ciencia-ficción. Todo un tramo de
la novela se destina a inventar la sinopsis de un libro futuro que entreteje
alucinatoriamente la ficción científica, los escenarios de la Segunda Guerra
Mundial, la Alemania nazi y un Chile enrarecido. Ese tejido, que luego será
característico de Bolaño, ya aparece aquí entrelazado con una atmósfera
también característica, un ominoso clima de extrañamiento, que intenta
representar la condición diseminada del mal sin denunciarlo directamente.
“Toda mi vida he creído que la Maldad antes de estrenarse ensaya sus piruetas
en pequeñito”, dice el doctor Carvajal, un personaje de El espíritu de la
ciencia-ficción (p. 167). La misma idea puede leerse como un adelanto del
plan narrativo de La literatura nazi en América, donde, en efecto, todas las
biografías son piezas anticipatorias o “piruetas en pequeñito” de la inesperada
gran pirueta final del aviador, poeta y asesino Ramírez Hoffman. La afición a
los juegos de guerra a los que se refiere el doctor Carvajal será parte, a su vez,
de otro de los “ensayos” narrativos de Bolaño, El Tercer Reich, novela escrita
a fines de los ochenta e inédita hasta su publicación póstuma en 2010. El
episodio antes mencionado en el que los poetas se entrevistan con el doctor
Carvajal y revisan las revistas olvidadas, “esqueléticas como los prisioneros
de los campos de concentración nazi” (p. 157), ofrecen, “en pequeñito”, la
cocina de una importante zona del mundo bolañiano.
Laboratorio, ensayo, fábrica de personajes, cocina: si Bolaño compuso con
sus novelas un gran texto lleno de guiños y pasadizos, este libro contribuye a
iluminar su gestación. Más allá de las discusiones sobre la validez de publicar
esta obra y de las estrategias de mercado que acompañan todo acto editorial,
El espíritu de la ciencia-ficción se revela como una pieza importante para la
arqueología de ese universo narrativo.
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Reseñas / 551
Cuando lo nuevo conquistó... – Víctor Goldgel | Luis Alberto Salas Klocker [pp. 552-557]
ISSN 2314-3894
Sobre Cuando lo nuevo conquistó América.
Prensa, moda y literatura en el siglo XIX, de
Víctor Goldgel
Luis Alberto Salas Klocker
Universidad de Buenos Aires
luissalas1989@gmail.com
Reseña de Víctor Goldgel, Cuando lo
nuevo conquistó América. Prensa,
moda y literatura en el siglo XIX,
Buenos Aires: Siglo XXI, 2013. 288
pp.
Nada más moderno que renegar de lo antiguo. La concepción occidental del
tiempo y de la historia –lineal, teleológica– se funda sobre la idea de un
discurrir unidireccional de los hechos humanos que ha alimentado a buena
parte del pensamiento europeo. La lógica sintagmática que subyace a la
temporalidad occidental queda en evidencia en metáforas como la de
"vanguardia" o "precursor", que suponen que existe alguien que está más allá
que el resto de la población. No se trata de una posición más elevada o más
perfecta; sencillamente se está más adelante, y por eso se es valorado. Algo
similar ocurre con el término "modernidad", limitadísimo por esa excesiva
autorreferencialidad que lo convierte prácticamente "en el fin de la historia".
Si "moderno" viene del latín modernus, que significa "reciente"; y si este fue
el término que un siglo eligió para denominarse a sí mismo, ¿qué podría venir
después? ¿qué cualidades plausibles de ser superadas tenía esa sociedad "sin
atributos", cuya única característica era ser reciente? ¿cuándo fue que la sola
novedad se convirtió en condición suficiente para definir una época? 1
Estas –y otras– son las preguntas que asume Víctor Goldgel en Cuando lo
nuevo conquistó América. Prensa, moda y literatura en el siglo XIX. Tres son
los ejes que elige para delimitar su campo de análisis:
1
Por cierto, la misma imprecisión histórica y pobreza descriptiva del término "modernidad"
la repetimos al acuñar el aún más oportunista "contemporánea/o".
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Reseñas /552
Cuando lo nuevo conquistó... – Víctor Goldgel | Luis Alberto Salas Klocker [pp. 552-557]
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El surgimiento de un nuevo medio (el periódico), la consolidación de un dispositivo
social que opera una renovación constante de objetos y prácticas (la moda) y la
continuidad entre dos formaciones discursivas características del período (la
Ilustración y el romanticismo). (2013: 14).
La apuesta del libro es por articular el estudio de estas tres esferas, haciendo
énfasis en sus relaciones y en cómo se fueron configurando en la primera
mitad del XIX. Para esto el autor rescata la definición que Marshall Berman
diera para el modernismo anglosajón, entendido como el proceso de creación
de un vocabulario cultural coherente para aprehender la modernidad (en
Goldgel, 2013: 37). Es así que, desde la superficie del discurso, basándose en
la positividad de los enunciados, el libro configura un campo cultural que no
estaba dado a priori. A través de un caudal enorme de lecturas, Goldgel
monitorea ese proceso de génesis de un lenguaje y postula que este se dio a
la luz de la moda. Valga acá otra aclaración terminológica, que en el libro
aparece fugazmente. Por un lado está la moda, que no es más que los objetos
comercializados en masa en Latinoamérica –vestidos, muebles, mercadería
en general–; por otro, la Moda, con mayúscula, como un dispositivo social
que cambió los modos de consumo y de producción durante el siglo XIX.
Esta diferenciación es la que permite pensar que el libro está engañosamente
dividido en tres apartados, ya que lo que en realidad se estudia son los efectos
de la Moda en el consumo de bienes materiales y culturales en los países
latinoamericanos. Que estos se expresen sobre vestidos o sobre libros poco
importa, ya que lo que la tesis de Goldgel postula es que los criterios de
validación y los patrones de consumo y producción cambiaron su rumbo
durante el XIX. Esto es lo que él llama la "extensión del área de influencia"
de la Moda (2013: 25). La Moda opera así, a la manera de la Ideología o del
Inconsciente: interpelando sujetos para la modernidad. La casuística decidirá
si esto se da por medio de novelas, folletines o corsets: no serán más que
modas. Este es justamente uno de los valores del libro, que no solo descubre
la importancia de la moda en la modernización de América en una fecha muy
anterior a la que se creía; sino que también permite conceptualizarla como un
fenómeno mucho más abarcador y escurridizo a los abordajes más políticos o
economicistas.
Las ideas
La novedad parecería estar marcada a fuego en la historia de América. Desde
el comienzo de su existencia latina, el continente ha cargado con el apelativo
de "Nuevo Mundo". Si bien fue una sentencia europea, las elites americanas
la asumieron y la explotaron, particularmente en el período que estudia este
libro. Goldgel repasa esta formación de la idea de la "novedad americana", la
cual se desprende de una cronología claramente europea. En esta historia
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Reseñas /553
Cuando lo nuevo conquistó... – Víctor Goldgel | Luis Alberto Salas Klocker [pp. 552-557]
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europea, América aparecía a la vez como un pasado cultural y un futuro
político. Pasado cultural en tanto el deslumbramiento de los europeos ante la
América los hizo remitirse directamente al imaginario de la Edad de Oro, de
un mundo adánico y todavía perfecto: "Es en gentes y cuasi en todo como fue
aquel de la Edad Primera y de Oro, que ya por nuestra malicia y gran codicia
de nuestra nación ha venido a ser de hierro, y peor" (cit. en Goldgel, 2013:
33). Por otra parte, la vanguardia política le cabía a América por ser el
escenario de experimentos políticos inconcebibles en la Europa monárquica
(2013: 34).
La paradoja de la "novedad americana" está íntimamente ligada a la evolución
de las relaciones entre ambos continentes. El análisis de esta constante
reformulación de "lo nuevo" es muy provechosa para entender el desarrollo
que el libro –y en su momento, el siglo– plantea. Si en un principio el "Nuevo
Mundo" era considerado como tal, lo era en su condición de originario, de
origen: América como la sublimación de los mitos europeos (2013: 33). En
este enfoque persistía una cierta extrañeza, una cierta alteridad. De ahí a la
conquista efectiva del mundo americano media la asimilación que se hizo de
éste. El "Nuevo Mundo" pasó a ser tal en tanto territorio en blanco, a estrenar.
Así se entiende la implantación de todo el aparato ideológico español en
América, en busca de fundar una Nueva España, una Nueva Granada, una
Nueva Galicia (ibíd.). Cuando se rompió el vínculo colonial con España, y
nuestra relación con Europa pasó a estar mediada por las aristocracias criollas,
lo europeo se encarnó principalmente en la imagen de los viajeros ingleses
(2013: 35). Esta vanguardia capitalista apadrinó a América y condensó su
novedad en la idea del inexperto, del novato. Ofrecieron la tutela europea para
el aprovechamiento de las oportunidades americanas. Antecedentes para el
desembarco de capitales imperialistas –esa otra lluvia de inversiones.
Esta concepción de lo nuevo convertía a América en una potencialidad cuyas
fuerzas tenían que ser dirigidas. No se trataba de ejercer anárquicamente esa
novedad. Había una manera y, como no podía ser de otra forma, esta era la
de la clase dominante. El libro analiza los casos del Río de la Plata y de Cuba
en una arriesgada operación teórica, dado que la situación política de esta
última región, todavía colonia, era bien distinta de aquella otra, que ya había
logrado su independencia. Así concluye que este fenómeno no se puede
atribuir sola y exclusivamente a la responsabilidad de los nacientes estados
nacionales. Había algo en la esfera de lo cultural que trascendía lo
estrictamente político. Ese algo era la Moda, que así en mayúsculas refiere al
dispositivo social que asumió la tarea de normar la producción y el consumo
cultural. Si en otras épocas el criterio de validación con el que este dispositivo
operaba era el apego a la tradición o la utilidad de lo que se evaluaba, de a
poco la idea de novedad fue ganando autonomía como categoría (2013: 22).
En términos económicos, se trataba de la supremacía del valor de cambio por
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Reseñas /554
Cuando lo nuevo conquistó... – Víctor Goldgel | Luis Alberto Salas Klocker [pp. 552-557]
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sobre el valor de uso. Si esto entrañaba un cierto fetichismo, lo hacía solo en
un grado en que los letrados de la época estaban dispuestos a tolerar.
La prensa fue tribuna privilegiada de este tipo de exposiciones. La Moda se
construyó en sus páginas, como lo demuestra la rápida consciencia que de sí
mismos desarrollaron los medios. Asumiendo su fragmentación –
comparándose con la unidad del saber libresco– se abocaron a la tarea de
formar lectores, condición no menor para la existencia de cualquier literatura
nacional. Fue así que consiguieron esa suerte de licencia para publicar
frivolidades - modas - pensándose más como apóstoles seculares que como
maestros eternos. El libro historiza esta problemática relación entre público y
prensa, que iba desde aquellos diarios que publicaban los nombres de sus
suscriptores para comprometerlos a seguir siéndolo –en una suerte de
escrache a la inversa– hasta aquellos que se legitimaban a sí mismos por ser
los más leídos2 (2013: 90). Esto pone en jaque la idea de una formación
unidireccional del público. El éxito de las publicaciones dependía en buena
medida de la recepción de los lectores, de sus exigencias y expectativas, de
forma que aquellas se vieron obligadas a adaptar su propuesta al mercado.
Esta operación queda magistralmente resumida en el sintagma "el genio
literario-mercantil" (2013: 88). La capitulación de los más tradicionales
valores literarios ante las necesidades del mercado era una mala gripe que
había que pasar. La escritura dulce, ligera, distractora mas no formativa –esa
filosofía barata, en fin– se justificaba como una avanzada sobre el pathos que
debía desencadenar un tránsito hacia el logos. Una literatura que no produjera
este pasaje no era más que mero fetichismo.
Los objetos
Durante el siglo XIX, anclaje temporal del libro, las fuerzas productivas
habían sufrido cambios drásticos. El telégrafo, la navegación a vapor, las
mejoras en las imprentas, representaban apenas unos pocos ejemplos de los
avances de la técnica. De acuerdo con Goldgel, si el incremento de la
producción y del comercio prometía una democratización del consumo, era
la Moda quien se encargaría de poner orden a este fenómeno. Hasta hacía
muy poco estaban vigentes las leyes suntuarias, que prohibían explícitamente
la compra de ciertos productos a las capas oprimidas de la sociedad. Estas
fueron derogadas por la Confederación Argentina arguyendo, en palabras de
Juan Bautista Alberdi, "la igualdad de clases proclamada por la revolución
2
Este dato habilita a una interesante reflexión sobre el presente, en el que no nos parecería
tan descabellado asociar a los números de los diarios más vendidos la idea de diarios
prestigiosos e influyentes.
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Reseñas /555
Cuando lo nuevo conquistó... – Víctor Goldgel | Luis Alberto Salas Klocker [pp. 552-557]
ISSN 2314-3894
democrática de Sud-América" (cit. en Goldgel, 2013: 142). Lo mismo: no se
trataba de ejercer anárquicamente estos nuevos derechos. Esos que Goldgel
identifica como los presupuestos teóricos que sustentaban las democracias
calificadas de la época, subyacían en la manera en que las clases dominantes
pensaban el acceso al consumo por parte de las clases dominadas. No solo
estaban las limitaciones económicas, que hacían que vastos sectores de la
sociedad no pudieran acceder a los nuevos productos; estaba, además, el
criterio de la distinción. No podía ser que los señores y la servidumbre
vistieran igual –los zapatos de goma–, como se lamenta en un periódico de
La Habana José Agustín Caballero:
Los adornos y trajes que estaban establecidos para diferenciar las
condiciones, al presente sirven para confundirlas. No se distingue el noble del
plebeyo, el rico del pobre, ni el negro del blanco. Regularmente se necesita verles
las caras para no equivocarse por el vestido [...]. Igual atavío adorna a una Señora
de carácter, como a una negra y mulata que deberían distinguirse por ley, por respeto
y por política (cit. en Goldgel, 2013: 122)
El libro muestra en estos pasajes las contradicciones y limitaciones
ideológicas de las capas dominantes latinoamericanas. Los regímenes de la
época se debatían en una ambivalencia respecto al pueblo; por un lado –y solo
declarativamente– como fuerza demiúrgica de la república; y por el otro,
como personificación de la barbarie.
Era esta última acepción la que en los hechos primaba. Todo el primer
apartado del libro expone cómo en el plano ideológico los medios estaban
designados para la formación de lectores. De la misma manera, en el segundo
apartado, la atención recae sobre la circulación de bienes de consumo, la cual
resultaría en la conformación de un mercado nacional. Todo apuntaba a la
construcción de un ethos liberal (2013: 117). Ese voluntarismo, ese deseo de
consumir, alcanzaba ribetes patrióticos ya que debía ser el motor del progreso,
la medida justa de una sociedad. De a poco, irían convergiendo en uno las
representaciones de la moda y de la civilización. Goldgel identifica
principalmente tres aspectos que acercaban –hasta finalmente fusionar–
ambos imaginarios:
En primer lugar, la moda es, según señalan, “expresión de la sociedad” -de una
modernidad con casa matriz en la Île de France, pero también, de acuerdo con los
preceptos del historicismo romántico, de la realidad local-. En segundo lugar,
propicia emulación y distinción, es decir, fomenta el deseo de los ciudadanos de
distinguirse de sus subalternos y de aproximarse a las clases más altas a través de su
aspecto exterior. En tercer lugar, activa el comercio y la economía (2013: 134).
Como bien afirma el autor, la eficacia de la metáfora de la Moda se sustentaba
en su precisión, a la vez que en su vaguedad. Era lo suficientemente precisa
y tangible como para ser identificada en cada traje, en cada periódico, en cada
verso que gritaba su novedad. Pero también era lo suficientemente vaga como
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Reseñas /556
Cuando lo nuevo conquistó... – Víctor Goldgel | Luis Alberto Salas Klocker [pp. 552-557]
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para englobar toda manifestación cultural y darle un sentido único. He ahí la
Moda interpelando sujetos.
Si el fetichismo –como fe ciega en las formas– era un peligro para las ideas,
lo era también para las mercancías. De las rupturas entre Ilustración y
romanticismo que Goldgel subraya, tal vez la más importante sea la que hizo
que este movimiento postulara la necesidad de ocuparse de temas locales –
matizada esta afirmación por el hecho de que nunca renunciara a los filtros
europeos. Los vestidos debían reflejar la realidad nacional pero, tironeados
por los imperativos de la Moda, tenían que además "corregir" los vicios del
país. Quienes así no lo hicieran, serían acusados de petimetras y petimetres,
de paquetes y coquetas. Habían perdido el sentido de la innovación, como
aquel diario que publicaba las modas parisinas de invierno en el trópico
habanero (2013: 144). Las letras tenían la tarea de ilustrar al consumidor.
Dado que la oferta se había diversificado, los consumidores se enfrentaban a
un universo nuevo donde la Moda representaba no solo un hacer sino también
un saber (2013: 142). Este universo constaba de herramientas, de vestidos, de
productos que estaban ahí, listos para ser explotados por quienes pudieran
hacerlo. Estos discursos muestran la hibridez ideológica de una época que, en
su faceta romántica celebraba la individualidad y la novedad; mientras por la
otra respondía al mandato secular del Progreso.
El siglo XIX tuvo que enfrentarse con las contradicciones nacidas a raíz de la
Revolución Francesa en 1789. Las proclamas libertarias y democráticas, que
fueron asumidas como bandera de las clases dominantes americanas, pronto
conocieron sus limitaciones cuando tuvieron que ser llevadas a la política real.
Fue así que –entre otros menos sutiles– se desarrolló la Moda como
dispositivo social de control. Al interno de la sociedad, funcionaba como un
elemento de la distinción ya que constituía una nueva forma de consumo, en
un mundo que daba cada vez más centralidad a esta forma de relacionarse. Es
por esto que en el libro funciona como un eficiente generador de debate sobre
literatura, prensa, política y costumbres, al menos durante la primera mitad
del XIX. Funciona como un dispositivo foucaultiano de control en tanto es un
poder positivo, que no solo reprime sino que también propone un nuevo
orden. Carga, obviamente, con las contradicciones de toda forma de poder
liberal: ofrece libertad pero bajo ciertos parámetros, ofrece individualidad
mientras asigna arbitrariamente roles dentro de la sociedad. La Moda logró
imponer su repertorio de formas, a más de la dinámica de la renovación. Así,
cuando una forma se desgasta, la Moda puede proponer otra en su lugar.
Cuando a esta le ocurra lo mismo, surgirá una nueva forma, hasta que no haya
más, y se reciclará una vieja forma, se le pasará barniz, y se la presentará
como nueva. La Moda es el ritmo de la historia.
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Reseñas /557
Introducción a la antifilosofía y Arte en flujo... – Boris Groys | Fernando Bogado [pp. 558-563] ISSN 2314-3894
Sobre Introducción a la antifilosofía y Arte
en flujo. Ensayos sobre la evanescencia del
presente, de Boris Groys
Fernando Bogado
Universidad de Buenos Aires
fernandobogado@outlook.com
Reseña de Groys, Boris, Introducción
a la antifilosofía, Buenos Aires: Eterna
Cadencia, 2016. 288 pp. y Arte en
flujo. Ensayos sobre la evanescencia
del presente, Buenos Aires: Caja
Negra, 2016. 224 pp.
Dos nombres aparecen como parte de un conjuro obsesivo en cada uno de los
libros de Boris Groys recientemente editados. Y esos nombres tienen que ser
entendidos como conceptos que le permiten al autor llevar adelante un
complejo proceso de crítica y teorización que vive cómodo en la paradoja. En
cada uno de los artículos reunidos en los dos libros, Groys parte de un detalle
o de una mirada crítica en torno a una obra en particular para luego desplegar,
en función de esa lectura, un esquema teórico tan polémico como fluido. Es
casi el mismo juego de prestidigitación conceptual con el que Jacques Derrida
fue caracterizado: la única diferencia es que, si Derrida entraba en una
polémica, lo hacía siempre como consecuencia del análisis de un texto,
desprendiendo problemas a partir de un lento trabajo de lectura. En la prosa
de Groys, se parece adivinar la intención de polemizar como un gesto que se
realiza antes de incurrir en la lectura. Si Derrida es empujado por sus propios
argumentos a la pelea, Groys ya plantea el argumento levantando la vista y
buscando al contrincante para que salga al movedizo cuadrilátero de sus
artículos.
Dos nombres, dijimos, para cada uno de los libros. Arte en flujo, situado
específicamente en el problema de la obra de arte en los tiempos de la
digitalización y de la instalación por sobre el museo y la “obra cerrada”,
encuentra en Kazimir Malévich su ángel de la guarda. Y lo que ese nombre
reúne a modo de sinécdoque es el funcionamiento de aquello que llamamos
“arte” luego de su tantas veces invocado fin. El arte después del arte, digamos.
Es en las operaciones vanguardistas del propio Malévich que encuentra Groys
las claves para entender este mundo atemporal que se abre con el prefijo
“post-”. Por ejemplo, el artículo “Devenir revolucionario. Sobre Kazimir
Malévich” se concentra en el concepto de “cambio” aparecido en la obra
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Reseñas / 558
Introducción a la antifilosofía y Arte en flujo... – Boris Groys | Fernando Bogado [pp. 558-563] ISSN 2314-3894
ensayística de Malévich y cómo esa noción permite entender su producción
pictórica. El propio padre del suprematismo ruso establece que no hay
teleología posible dentro de la producción artística: una obra no señala un
paso hacia adelante en un mejoramiento progresivo hasta encontrar un punto
cúlmine. Muy por el contrario, Malévich trata de sacar a la práctica artística
de esa línea temporal progresiva que identifica como parte del pensamiento
religioso y hasta del socialismo (a través de su ciega confianza en la
tecnología, cosa que caracteriza al pensamiento socialista desde Saint-Simon
hasta Marx). El resultado es un arte sin fin, sin objetivo que, retirado de la
línea temporal-progresiva, gira en un vacío sin por eso estar estático.
Constantemente cambiando, pero yendo hacia ningún lado; trascendiendo el
tiempo lineal religioso-socialista, pero no por eso dejando de estar sometido
a la alteración: ¿no es ese el cambio vacío que vemos también en la
producción de mercancías contemporáneas, en los mass-media, en las redes
sociales en las que participamos, todos presas de un gatopardismo en donde
algo se cambia para que nada cambie? Ahí reside la clave de obras como
“Cuadrado negro”: lo que el espectador contempla no es un concepto, una
alegoría, algún tipo de clave más allá de la materialidad del cuadro, sino ese
material en sí, la opacidad de lo material que, sustraído a cualquier tipo de
espiritualidad, resiste, cambia pero está, deja huellas.
Malévich funciona así como el símbolo de la relación entre arte y revolución.
Revolución no es, en un sentido estricto, la construcción de un Estado nuevo,
sino la destrucción de uno existente: pensar en lo que viene después de esa
destrucción
sería,
en
efecto,
posrrevolucionario
y
hasta
contrarrevolucionario. El arte nacido a partir de las vanguardias, en este caso,
del suprematismo ruso, es un arte revolucionario en la medida en que se
compromete con esa destrucción, o con lo que Groys denomina “imagen de
destrucción”. Por una cuestión de una lógica básica, casi de un sentido común,
no se puede participar de la destrucción permanente en sí misma, pero sí
capturar esa destrucción en una imagen, único modo en el que el arte puede
sobrevivir a su propio fin. “Cuadrado negro” es la ceniza mortuoria que queda
luego del fin del arte, y lo único esperable para esta institución es la capacidad
que logre desarrollar para participar activamente de la destrucción, de su
destrucción, de su disolución y contagio en tanto agente enfermo de muerte.
Gracias a esta caracterización, Groys puede pensar la relación del arte con lo
social, específicamente, con un uso de lo social al cual el autor vuelve
constantemente: internet, el mundo digital y las redes sociales. Que diferentes
obras se vinculen activamente con la multitud y con los usos digitales es parte
de un afán disolutorio abierto por el propio programa de las vanguardias: sin
objetivo, sin fin/telos, el arte reniega de todos estos conceptos espirituales
brindando la más absoluta materialidad, la de su destrucción permanente, su
difuminación entre el flujo de personas y el flujo de información. Y sólo en
la medida en que se pierde puede recuperarse. Concluye Groys este artículo
central en Arte en flujo, el ya mencionado “Devenir revolucionario”: “[…] el
artista revolucionario abandona todo objetivo y entra en un proceso noteleológico y potencialmente infinito que el artista no puede y no quiere
conducir a un fin”. [89]
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Reseñas / 559
Introducción a la antifilosofía y Arte en flujo... – Boris Groys | Fernando Bogado [pp. 558-563] ISSN 2314-3894
El arte, en definitiva, muestra que está vivo a través de estas performances
que combinan vida y muerte en un solo gesto, en una sola obra. Pero esa obra,
en tanto entregada a su disolución, pierde límites específicos: la idea de
Gesamtkunstwerk, “obra de arte total”, recuperada de Wagner, ya le permitió
a Groys afirmar que el stalinismo es la continuación del programa de las
vanguardias por otros medios en su “clásico” Obra de arte total Stalin; aquí,
le da pie a hablar de que la vida misma (lo intuitivamente no-artístico) resulta
obra de arte en la medida en que ingresa como un elemento más de, por
ejemplo, una instalación. ¿Dónde termina lo artístico y dónde empieza lo
social en un evento en donde no se sabe si lo que está sucediendo ha sido
pensado con antelación y no parte del azar? O mejor ¿no será ese mismo azar
algo que se esperaba se dé en el tímido recorte que lleva adelante esa
instalación? Numerosos casos pueden aparecer como ejemplos concretos de
esta pérdida de límites. Basta recordar, en nuestras costas, el escándalo
mediático que supuso la actuación del músico Leo García en el último
ArteBA1. Cada uno de los elementos de ese acto sirven para pensar el estatuto
de la obra de arte y el concepto de instalación en este momento que bien
podemos llamar “postartístico”. Por un lado, la pregunta establecida por los
medios de si tuvo o no un ataque psicótico al romper las copas que se ofrecían
a los asistentes a la inauguración del ArteBA agitando los brazos, gritando
desaforadamente. Por otro, la sorpresa de los que lo rodeaban, estupefactos,
saliendo del camino de un loco o un performer. Finalmente, el hecho mismo
de que todo el acto fue capturado por una cámara y subido a YouTube,
sumado a los comentarios posteriores de un calmado Leo García que
explicaba, peluca fluorescente en la cabeza, los motivos de esa actitud.
Vayamos a Groys, que en el artículo “Entrar en flujo” del mismo libro ya
puntualiza cada una de las cosas que debemos considerar de este tipo de
“acontecimiento”:
La mirada del visitante del museo contemporáneo está, en cambio, impulsada desde el
interior del evento artístico hacia su exterior, hacia el posible seguimiento externo del
evento y su proceso de documentación, hacia el eventual posicionamiento de esta
documentación en el espacio mediático y en los archivos culturales, es decir, hacia los
límites espaciales del evento. Y también hacia sus límites temporales, porque al estar
ubicados dentro de un evento, no podemos saber cuándo comenzó o cuándo podría
terminar. [29]
Pérdida de límites y documentación forman parte del mismo movimiento de
la obra que se reconoce disuelta en un flujo material imposible de detener. En
la medida en que es parte de ese flujo, lo único que se puede hacer es capturar,
documentar, fotografiar, grabar el hecho y compartirlo en las redes sociales,
verdaderos espacios de archivo fraccionado de “happenings” y acmé del
programa vanguardista: en la timeline de Facebook, bien podemos decir desde
Groys, arte y vida se confunden.
Dos nombres, dijimos al comienzo. Mientras Malévich es un símbolo del
estatuto de la obra de arte contemporánea, Alexandere Kojève cumple la para
nada sencilla función de reubicar el pensamiento filosófico en un mundo
“post-”. Introducción a la antifilosofía, a diferencia de Arte en flujo, está
1
cfr. https://www.youtube.com/watch?v=thFEC1ufGR0. Última consulta 2/11/2016
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Reseñas / 560
Introducción a la antifilosofía y Arte en flujo... – Boris Groys | Fernando Bogado [pp. 558-563] ISSN 2314-3894
mucho más preocupado por entender qué pasa con el discurso filosófico a
partir de los cambios introducidos entre la segunda mitad del siglo XIX y
comienzos del siglo XX, cambios propiciados por nombres tan rutilantes
como los de Marx y Kierkegaard. Si la filosofía se había propuesto como fin
el criticar desde una actitud pasiva/contemplativa como estrategia para
alcanzar la Verdad, ahora tiene como razón de ser actuar en el mundo,
directamente, cambiarlo de una manera activa. La crítica filosófica previa al
giro “antifilosófico” ha tenido como consecuencia, en lugar de alcanzar la
Verdad, transformar verdades en mercancías, reproduciendo discursos
contrapuestos que se reclamaban como legítimos heraldos de algo que, ahora,
no se presentaba en una diáfana unicidad, sino en un muy segmentado
producto de masas. El llamado a la acción de la antifilosofía busca rescatar a
la verdad del límite de la mercancía pero, al mismo tiempo, resigna su
capacidad crítica y transforma toda formulación en un conjunto de órdenes a
seguir:
Se ordena transformar al mundo, en lugar de explicarlo. Se ordena convertirse en
animal, en lugar de cavilar. Se ordena prohibir todas las preguntas filosóficas y callar
sobre aquello que no se puede decir. Se orden transformar el propio cuerpo en un
cuerpo sin órganos y pensar de un modo rizomático en vez de lógico. [14]
¿Cómo entra Kojève en este plan? El pensador ruso, responsable de una
lectura de la dialéctica del amo y el esclavo hegeliana que formó tanto a los
existencialistas como a los futuros estructuralistas franceses, encontró la clave
del discurso filosófico luego del ya denunciado giro antifilosófico. Si no se
puede producir un discurso de verdad y lo único que la filosofía tiene por
delante es un “hacer”, habría que pensar al pensamiento filosófico menos
como un acto de cavilación pasiva que como una performance, en el sentido
más artístico del término. Por eso, Kojève no hacía otra cosa que impartir
cursos sobre el último gran libro de filosofía, la Fenomenología del espíritu
de Hegel. Si ese texto cierra cualquier posibilidad de novedad dentro de lo
filosófico, el acto mismo de repetirlo, de hacer una performance que sólo
introduce el único receptáculo del “deseo filosófico”, el libro (el gran libro,
el de Hegel), es lo único que le queda a la filosofía para no morir. La novedad
se desplaza ahora del discurso mismo a su puesta en escena. El discurso no
cambia, el libro no se altera, sólo cambia el momento y lugar en donde se
escenifica su introducción: por eso, Kojève se negó a producir un discurso
original y sólo se dedicó a impartir conferencias, entre 1933 y 1939, en
Francia. Otro tiempo, otro lugar: el núcleo de la mínima diferencia
performática.
Podemos encontrar esta misma resistencia vital de la filosofía en otro artículo
de Arte en flujo, “Bajo la mirada de la teoría”. Allí Groys vuelve sobre la
cuestión del cambio del pensamiento filosófico a la reflexión de la teoría. Ella
nace, específicamente, luego de un conjunto de muertes que cualquiera puede
situar dentro del panorama intelectual francés: la muerte del hombre
(Foucault) y sus derivados, como el autor, o la propia clausura del tiempo de
la obra en función del nacimiento de esa otra cosa que podemos llamar,
primeramente, texto (Barthes). ¿Qué rol cumple el “arte” en esa suerte de
cementerio conceptual? La misión de hacer una performance vital,
claramente. El arte ahora está ocupado en mostrar que se está vivo,
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Reseñas / 561
Introducción a la antifilosofía y Arte en flujo... – Boris Groys | Fernando Bogado [pp. 558-563] ISSN 2314-3894
demostrarlo frente a la mirada de una teoría que reemplazó a conceptos
trascendentales (Dios) como voyeur de la vida del hombre. La teoría se obliga
a estar en movimiento y obliga al sujeto que participa en ella a mostrar que se
está vivo, negando el reguero de cadáveres que opera como trasfondo. Ese
rasgo de la teoría bien lo puede compartir con la cultura massmediática:
pasamos de la época del mero contemplador, del mero consumidor de arte al
activo productor que todo el tiempo hace obra. ¿O no es esa la panacea que
nos regalan las redes sociales, como Facebook o Instagram, cuando nos
permiten hacer con casi nada un registro de nuestro día, una obra de arte de
nuestra propia vida, rápidamente editada y presentada a un público ávido de
consumirla (potenciales productores, claro)? Teoría y cultura massmediática
no son espacios pasivos y de pura contemplación, sino todo lo contrario.
Entre Malévich y Kojève, un tercer nombre, el de Derrida, se impone como
mediador de la muerte/sobrevida del arte y la muerte/sobrevida de la filosofía.
Y es que Derrida, para Groys, es el nombre obligado que lo lleva a pensar la
relación del archivo con este tipo de decesos: sólo se puede documentar estas
performances, tal como lo habíamos visto en el caso de una instalación. En el
artículo “Jaques Derrida” de Introducción a la antifilosofía, Groys relee
Sobre un tono apocalíptico recientemente adoptado en filosofía para detectar
una estrategia de ubicación del intelectual en el marco de la posthistoria. La
idea de deriva, la posibilidad de que el mensaje no llegue, la ruptura de la
absoluta identidad de todos los elementos de un sistema more estructuralista,
es parte de una lógica de supervivencia y colocación estratégica de un
determinado discurso para ejercer poder e influencia y convertirse en garante
del archivo, la dimensión material del pensamiento que, inevitablemente,
siempre sobrevive en tanto parte del flujo material. Recordemos el “Cuadrado
negro” de Malévich: por más que algo sea destruido, nos quedan las cenizas.
La posibilidad del apocalipsis absoluto es el único límite de la materialidad
del archivo, pero la apertura de la promesa de que “el misil no llegue”, de que
el apocalipsis no se de porque existe el desvío y ningún camino puede ser
totalmente previsto, es el trasfondo, para Groys, de toda una disciplina, la
teoría literaria (derrideana):
La teoría literaria posmoderna se erige de esa manera en garante ante la aniquilación
total con la que amenaza la teoría literaria del estructuralismo clásico y racional, de
acuerdo con la cual todos los significados y todos los misiles alcanzan forzosamente
sus objetivos. El apocalipsis del apocalipsis se revela como amenaza y esperanza, cuya
tarea consistirá en mantener unida a la escuela o secta posmoderna y sostener la
autoridad de su líder –Derrida en persona-. [105]
Groys tiene que pensar el apocalipsis porque es, precisamente,
postapocalíptico: en su paisaje teórico, ya todo está muerto y sobrevive como
puede, a la manera de pequeños organismos que tratan de reproducirse
anárquicamente con tal de proliferar la vida sobre una tierra devastada.
Mundo postapocalíptico y paradójico, claro: por ejemplo, arte y filosofía no
son otra cosa que una mercancía que busca trascender su límite de mera cosa
ofrecida en el mercado difuminando todos los límites, pero en el mismo acto
se convierte en una mercancía más clara porque se integra así, con poca
mediación, a la “vida” (entendida como el escenario en donde las mercancías
desfilan, como sucede en una red social, por ejemplo). El problema central de
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Reseñas / 562
Introducción a la antifilosofía y Arte en flujo... – Boris Groys | Fernando Bogado [pp. 558-563] ISSN 2314-3894
la postura de Groys es que, a la hora de “elegir” ejemplos para hablar de la
muerte del arte, escoge siempre artes visuales, instalaciones y performances,
en donde es claro el vínculo de lo que dice con lo que sucede en prácticas
particulares. Pero, en un salto abrupto que parecería derrideano (aunque falto
de sutileza), transforma esa particularidad en regla general, pasando de las
artes al Arte, estableciendo principios que son de compleja aplicación a otras
disciplinas, como la literatura, por ejemplo. O mejor: prácticas literarias que
se acomodan a las observaciones de Groys conviven, sin oposición, con otras
que todavía viven bajo la lógica de ese mundo que el autor de estos dos libros
da por clausurado. Y de ahí saltamos a la propia formulación de Groys: ¿no
está buscando generar novedad con su propio discurso? ¿No es eso mismo lo
que resulta imposible después de Hegel/Kojève? ¿No son los artículos de
Introducción a la antifilosofía más crítica que acción? Obsesionado por el
apocalipsis, por el punto indecidible entre la vida y la muerte, los objetos que
Boris Groys elige son lo suficientemente elocuentes para mostrar su ambigua
postura, mejor, su performance: hace que hace.
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Reseñas / 563
La historia es una literatura contemporánea...– Ivan Jablonka | Lucía Di Salvo [pp. 564-571]
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Sobre La historia es una literatura
contemporánea. Manifiesto por las ciencias
sociales, de Ivan Jablonka
Lucía Di Salvo
Universidad de Buenos Aires / Universidad de Valparaíso
luciadisalvo@gmail.com
Reseña de Jablonka, Ivan, La historia
es una literatura contemporánea...,
traducción de Horacio Pons, Buenos
Aires: Fondo de Cultura Económica,
2016. 348 pp.
¿Se pueden imaginar textos que sean al mismo tiempo historia y literatura?
Este interrogante abre el debate que atraviesa el libro y como primera
respuesta se instaura la polémica: la historia y la literatura son la una a la otra
algo más que el caballo de Troya. Acto seguido, Ivan Jablonka señala que las
ciencias sociales pueden ser literarias pero la historia no es ficción, la
sociología no es novela, la antropología no es exotismo, y todas ellas
obedecen a exigencias del método (p. 11). A pesar de lo anterior, el
investigador escribe y en este acto se realiza un despliegue de la
investigación. Tal es la puerta de entrada al “manifiesto por las ciencias
sociales” que se introduce en el título del libro, un manifiesto que brega por
la conciliación de esta disciplina y la creación literaria como manera más
libre, más justa, más original y más reflexiva para fortalecer la cientificidad
de la investigación. El trabajo está estructurado sobre la base de las siguientes
preguntas: ¿de qué modo se puede renovar la escritura de la historia y las
ciencias sociales?, ¿es posible definir una escritura de lo real? y, finalmente,
¿se pueden concebir textos que sean tanto literatura como ciencias sociales?
De lo anterior se deduce que la historia es más literaria de lo que pretende y
la literatura, más historiadora de lo que supone (p. 13). En efecto, el autor
problematiza las relaciones de identidad entre la historia y la literatura,
asumiendo que ambas cuentan con una vocación narrativa. La historia se
asienta en una vasta literatura novelesca, lo cual no implica que se trate de
una saga llena de peripecias. Y la literatura no se restringe a giros agradables
y esteticidad pura. La ausencia de método, asignada supuestamente a la
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Reseñas /564
La historia es una literatura contemporánea...– Ivan Jablonka | Lucía Di Salvo [pp. 564-571]
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segunda, conduce en general a afirmar que un esfuerzo literario parasitaría el
trabajo del investigador. Bajo estos supuestos subyace la idea de que, por un
lado, existe la escritura “como diversión”, asociada a la literatura, y una
escritura “seria”, propia de la historia (p. 16).
El desafío de este libro es rechazar los anatemas. A partir de la recolección de
aportes de los intelectuales en este nicho temático en la segunda mitad del
siglo XIX (entre ellos, De Certeau, Hayden White, Richard Brown, etc.), el
autor señala que hay que considerar que la escritura es la forma que adopta la
demostración (un escribir-veraz) y, por ende, la historia produce
conocimiento justamente por ser literaria (p. 18). En este marco, el libro
propone otro modo de escribir las ciencias sociales y concebir la literatura de
lo real sin adherir a una forma nueva El postulado transdisciplinario del autor
se inspira en el hallazgo de un ensayo de biografía familiar, Historia de los
abuelos que no tuve, que cuenta la trayectoria de una pareja de judíos
comunistas. Este ensayo demuestra que, incluso defectuosamente, el lenguaje
es capaz de explicar lo que está afuera del texto y esto se constituye a la vez
como un problema y una solución. Un problema porque es necesario ver de
qué modo ingresa el mundo en el texto y una solución, porque otorga la
posibilidad de “contar historias” recurriendo al variopinto abanico de tropos
que ofrece la literatura (p. 23).
En la primera parte del libro se anuncia “la gran separación” que surgió como
consecuencia de guerras de la verdad en las que se han batido a duelo la
historia y la literatura (p. 27). En este punto, el autor realiza una periodización
de los diversos roles de la novela para narrar la historia, explica de qué modo
se produjo el traspaso de generación entre escritores-historiadores a
comienzos del siglo XIX a historiadores escritores y cómo esta transición
prefiguró formas nuevas de atender al plano narrativo, metodológico,
temático y narrativo de la historia. En este marco, el autor encuentra puntos
de confluencia entre escritores e historiadores ya que señala que los primeros
son demiurgos, crean personajes que ya existen y tanto la personificación, la
simbolización y los escorzos dramáticos, como la implicación del espectador,
pueden formar parte del relato histórico (puntualmente alude a las
divergencias entre los trabajos de Montgaillard y Carlyle en torno a la historia
de Francia en la primera parte del siglo XVII). Así como se ocupa de analizar
las tradiciones históricas, también dedica un apartado a la competencia de los
escritores en torno a las ciencias sociales. Particularmente se extiende en la
labor de Balzac en la novela realista y sus vínculos con la revolución scottiana
(se refiere a los postulados de Waverley et autres romans, 2003).
En la escritura histórica, señala Jablonka, ingresan “microbios literarios”(p.
77). En esta ocasión, el autor realiza una periodización de los modos de
escribir la historia desde el método naturalista (donde cita a Balzac y Zola,
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Reseñas /565
La historia es una literatura contemporánea...– Ivan Jablonka | Lucía Di Salvo [pp. 564-571]
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entre otros autores, y destaca que la capacidad de invención no puede opacar
el esfuerzo documental) pasando por el surgimiento de la historia-ciencia
(espacio en que se dedica a problematizar la diferencia entre un historiador
positivista y uno metódico). En este apartado adelanta cuestiones que
trabajará en los capítulos siguientes como, por ejemplo, de qué modo fueron
mutando las prácticas de la historia desde la antigüedad, la Edad Clásica y la
Edad Media hasta el siglo XIX, momento en que la historia, al constituirse
como ciencia, “conquista definitivamente su dignidad” (p. 84). En todo este
proceso, la aparición de los metódicos permitió por primera vez crear una
ilusión de separación entre ambas disciplinas que permitió a la historia
conquistar su autonomía intelectual. Esa transición caracterizada por el
abandono del compromiso del “yo” termina por instituirse, con el paso del
tiempo, con la preponderancia del modo objetivo.
¿Pero cómo conjugar un historiador que hace ciencia frente a un historiador
que, en su pretensión de escribir y su talento personal, corre el riesgo de
producir textos con menos cientificidad? Estas dificultades nacen por lo que
Jablonka denomina “el retorno de lo reprimido literario” encarnado por la
corriente de los narrativistas (Darnton, De Certeau, Danto, Gallie, entre otros)
quienes coinciden en que en la puesta en escena del pasado se ponen en juego
descripciones, intrigas, figuras de estilo, etc. (p. 107). En este marco, Jablonka
también le dedica un apartado al giro retórico, encumbrado por la
Metahistoria (1973) de Hayden White, donde prima la esencia del lenguaje
tropológico para la narración de la historia y tres modos de explicación, la
puesta en intriga (novelesca, trágica, cómica o satírica), la argumentación
(formista, mecanicista, organicista o contextualista) y la implicación
ideológica (anarquismo, radicalismo, conservadurismo o liberalismo).
Finalmente declara la muerte del linguistic turn que deja flotar en el debate el
hedor de su cadáver (p. 115). Y la reflexión sobre la poética de la historia se
encuentra contaminada por ese hedor. El punto de quiebre radica en la
dificultad de escribir ciencias sociales, ya sea añorando las bellas letras o ya
sea persiguiendo un relativismo panficcional. Como resulta evidente, estamos
ante una trampa pero somos advertidos por el autor: la historia que no es
ficción y el método tienen razones para desconfiar de cierta concepción de la
literatura. Será momento de apartarse del marco disciplinario que determina
aquello que es competencia de lo literario, aquello que se vincula con la figura
del escritor o aquello que resulta ser tarea del historiador para adentrarnos,
más bien, en lo que funda a la historia como ciencia social.
La segunda parte del libro recoge perspectivas respecto de qué es el
razonamiento histórico. En este punto, surge nuevamente la idea de historia
como relato y las dificultades que plantea narrar a partir de “efectos de la
verdad”. Allí, el autor se centra en el tema de la representación de lo real y en
un paneo que va desde la Mímesis de Auerbach, hasta el postulado del efecto
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Reseñas /566
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de lo real de Barthes; señala -en términos de Jakobson- que quien juzga sobre
el realismo es el lector cuando encuentra en lo que lee algo de sus hábitos.
Posteriormente, explica que la historia no solo cuenta y representa acciones,
sino que recurre a efectos de presencia que tienen como horizonte acortar la
distancia entre el objeto y el lector. La tarea del historiador es, entonces,
ver/hacer creer pero con algunas limitaciones, puesto que la historia no tiene
como horizonte reflejar de manera fiel la realidad sino explicarla. De ahí que
la divulgación no sea tan problemática para el historiador como para el
escritor. El primero, sabe todo y dice todo. Mientras que el segundo, destila y
sugiere su saber. Dentro de las diversas definiciones de la historia que rastrea
Jablonka, se incluye la propia que resulta ser transdisciplinaria: hacer historia
como ciencia social es tratar de comprender lo que los hombres hacen (p.
138). Esto requiere tratar al objeto de estudio como si fuésemos nosotros
mismos, es decir, abolir la idea de que lo que ellos hicieron está allá lejos en
el tiempo. Tal supuesto necesariamente implica asumir que la historia no es
una disciplina académica sino un conjunto de operaciones intelectuales que
apuntan a comprender lo que los hombres hacen de verdad. Por ende, la
historia (en tanto “razonamiento”) está presente en cuestiones que en
apariencia nada tienen que ver con lo histórico (el reportaje, relatos de vida,
relatos de viaje, periodismo, instrucciones judiciales, etc.). En un dejo de
esperanza, Jablonka señala que la historia supera por mucho a la Historia. Sin
embargo, y más allá de que todo se puede imaginar, creer y narrar, la
limitación final es la que fija el documento. Si la historia lucha contra el
silencio, a favor de la justicia y se opone a la mentira, entonces la historia
entabla también una lucha contra nosotros mismos.
La ficción aparece, también, en la constitución del método (en efecto, el
razonamiento de las ciencias sociales, según el autor, descansa en cierta
cantidad de elementos que son ficciones del método, es decir, postulados,
conceptos, explicaciones causales, etc.). Jablonka, en efecto, dedica un
apartado entero al estatus de lo ficcional y señala que en ello no se debate lo
verdadero ni lo falso y no es preciso esperar ninguna dilucidación
(concepción intransitiva de la ficción). Jablonka hipotetiza acerca de qué
sucedería si llevásemos a otro planeta a generaciones enteras que han visto el
mundo a través de La Fayette, Dickens, Balzac o Houellebecq. Es entonces
cuando desemboca en la idea de que irremediablemente la ficción remite al
mundo, lo refleja (concepción transitiva de la ficción de la que se ocupa
Jablonka del problema de la mímesis). La cuestión es identificar qué es lo que
nos enseña la ficción del mundo. A partir de lo anterior, el autor propone y
desarrolla tres géneros determinados por el tipo de vínculo que establezca la
ficción con la realidad: lo increíble, lo verosímil y las “verdades superiores”.
Otro punto interesante que recoge este libro es el tema de la plausibilidad. Al
respecto, Jablonka señala que la oposición entre poesía e historia (ateniéndose
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Reseñas /567
La historia es una literatura contemporánea...– Ivan Jablonka | Lucía Di Salvo [pp. 564-571]
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a la Poética de Aristóteles) se vincula con la de lo verosímil y lo efectivo.
Aristóteles introduce la noción de posibilidad que rompe con el dualismo
verdadero/falso. Este elemento es productivo a nivel de la poesía pero no a
nivel de la historia, puesto que esta última recurre a la forma de lo creíble o
lo verosímil. En este punto, la apuesta de Jablonka radica en la posibilidad de
que la historia pueda escribirse en condicional, ya que la plausibilidad
estructura un espacio de evaluación donde lo probable prevalece frente a lo
posible, “más aceptable que lo dudoso, superior a lo implausible” (p. 209).
Sin embargo, lo verosímil, aunque se apoye en lo universal, no puede
constituir una prueba. Más bien se trata de un escenario muy posible,
tributario de una realidad y regido por las fuentes existentes; en definitiva, se
trata de una ficción apuntalada. Ciertos elementos de las ciencias sociales
también cuentan con un razonamiento ficcional y entraman lo conocido como
las ficciones del método (postulados, conceptos, explicaciones causales, etc.).
Todo lo anterior sirve para entender que en las narraciones, por ejemplo de
un historiador, operan ficciones del método. En consecuencia, Jablonka
señala que existe una política de la ficción que para su activación requiere de
ser desintegrada en ficciones del método por medio de una escisión de la que
se desprenden elementos de la demostración. En este sentido, una ficción no
activada se constituye como mímesis del realismo pero jamás de la verdad.
En el ámbito de las ciencias sociales, según el autor, la ficción nunca es reina
sino súbdito, más bien está subordinada a otros fines de sí misma. Pero insiste
en que la ficción constituye una herramienta para construir y buscar lo
verdadero. En este contexto, ficción y conocimiento entablan un vínculo
estrecho, a tal punto que Jablonka se pregunta -hacia el final de la segunda
parte del libro, y tras una larga ejemplificación centrada en la obra de Perecsi la ficción puede producir conocimiento. Este interrogante anticipa la idea
del rol de la ficción en tanto medio para acceder a la verdad, supuesto que
exige una redefinición de la historia como de ficciones no ficcionales cuya
meta es sacar a la luz lo real.
En la tercera y última parte, Jablonka desarrolla los vínculos entre la literatura
y las ciencias sociales. En esta ocasión, anuncia el origen común de la historia
y la literatura y señala que la historia es literatura. También reconoce que a
fines del siglo XIX, la historia cortó sus lazos con el sistema de las bellas
letras cuando el mundo académico comenzó a relacionar a la literatura con la
fabulación, la parcialidad “y hasta la enfermedad” (p. 227). Al
institucionalizarse como disciplina, la historia comenzó a practicar una
escritura que ciertamente no era diferente a la literatura. Pero hacia 1970, el
postmodernismo tuvo la intención de teorizar sobre la literacidad de la
historia. Este hecho inauguró tensiones entre los dos campos de
conocimiento, al punto de considerar que ciertos trabajos no contribuyen al
conocimiento histórico de manera confiable. El desafío es, según Jablonka,
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Reseñas /568
La historia es una literatura contemporánea...– Ivan Jablonka | Lucía Di Salvo [pp. 564-571]
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inventar nuevas formas literarias para las ciencias sociales y gracias a ellas.
Esto no quiere decir retroceder hacia las bellas letras (momento en que la
historia aún no era una disciplina), tampoco se trata de reconciliar a la pareja
historia/literatura, sino de crear un encuentro entre método y texto (p. 228).
Páginas más adelante, el autor dedica un apartado a la literatura no ficcional
donde, entre otros textos, menciona a Operación Masacre de Rodolfo Walsh,
primera obra de no-ficción y en estrecho vínculo con el nuevo periodismo. A
partir de lo anterior, señala la dificultad de diferenciar las etiquetas que
vinculan lo literario a lo real (a saber: literatura de lo real, la novela verdadera,
la novela no ficcional, el nuevo periodismo, la creative nonfiction, etc.), pero
sí es posible mencionar cuáles son las propiedades intrínsecas de la ficción y
que todas ellas cuentan con elementos extratextuales. En efecto, el autor
reconoce cuatro marcadores de ficcionalidad: 1) la ficción recurre a los
diálogos, las escenas, las descripciones, los deícticos espaciotemporales
asociados al pasado; 2) la ficción no remite a datos verificables ni
documentación referencial, a diferencia de la historia, que se vale de este tipo
de recurso; 3) el estilo indirecto libre produce frases “impronunciables”
propias del relato de ficción así como también produce una intromisión en la
conciencia del otro, hecho que solo puede producirse en el ámbito ficcional;
4) las voces narrativas son independientes de la voz del autor y esa disyunción
entre autor y los narradores produce libertad de interpretación. Luego de un
análisis de los cuatro ítems mencionados con anterioridad, Jablonka destaca
que tanto el tercero como el cuarto ítem permiten notar puntos de confluencia
entre la historia y la literatura, ya que el historiador no vacila en entrar en la
mente de los “protagonistas” de su relato y también da voz a varios narradores
al margen de sí mismo.
Jablonka también se ocupa de la concepción facticista de la ficción, marcada
fuertemente con el sello del cientificismo. Por medio de las preguntas, las
fuentes y las pruebas, las ciencias sociales producen conocimiento sobre lo
real en vez de limitarse a mencionarlo. De esto se deduce que, aunque la
ficción y lo fáctico se refieran a lo real, se niegan a demostrar nada y esto
sucede porque “la verdad no es asunto suyo” (p. 248). El autor señala que es
necesario sustituir el par fáctico/ficción por una tripartición que incluya tres
tipos de relatos: la ficción, el texto fáctico y la investigación. Esta tripartición
decanta en tres tipos de descripción: una ficción realista donde domina la
mímesis, una reseña fáctica, caracterizada por los informes ficcionales
superficiales, y una investigación explicativa densa, en el sentido de Geertz.
Esto no implica que las ciencias sociales sean superiores a la novela o el
periodismo sino que, por el contrario, se trata de destacar que en materia de
la comprensión de lo real resulta más esclarecedor un texto que posea más
razonamiento. Por tal motivo, explica el autor, vale más leer una buena novela
que un mal libro de historia. Esta afirmación da lugar a preguntarse respecto
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Reseñas /569
La historia es una literatura contemporánea...– Ivan Jablonka | Lucía Di Salvo [pp. 564-571]
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de las posibilidades de conjugar la escritura de investigación con la escritura
literaria.
Sobre la base de lo anterior, Jablonka declara que la investigación se opone a
lo ficcional pero que, sin embargo, hay cierta “melancolía” en el investigador
de historia a quien le es dado “encontrar siluetas y abrazar sombras” de
aquello que está al borde del olvido (p. 251). En esas lagunas o vacíos con
que el historiador se encuentra, se trama un tipo de escritura teñido por la
seguridad de la ficción. En este contexto, Jablonka elabora una definición
extensa de lo literario que incluye cuatro supuestos: la literatura es forma, la
literatura es imaginación, la literatura es singularidad y la literatura es
literatura. En este último caso, señala que la definición de lo literario viene
acompañada necesariamente por conflictos de juicio y legitimación.
Finalmente, el autor señala que “la literatura es un texto considerado como tal
que, por medio de una forma, produce una emoción” (p. 255). Esta afirmación
es desarrollada en las páginas siguientes, donde se trata el comienzo de una
disputa entre lo utilitario y lo estético; la literatura es competencia de lo
segundo y la historia se apropia de lo primero. Hecho cuestionable, puesto
que el historiador trabaja, tal como señala el autor, en la composición de los
hechos, como hace el poeta según la concepción aristotélica. En definitiva, la
historia resulta ser un espacio de posibilidad para la experimentación literaria
donde pueden resonar los ecos del acontecimiento de la palabra. No se trata
solamente de la “intriga” que señala White, de la “escritura” como señala De
Certeau, de la “narración” destacada por Ricoeur; sino de producir un texto
que sea íntegramente literatura e íntegramente ciencias sociales. La historia
puede acercarse a la literatura cuando se constituye como un rumbo o un
develamiento, cuando no es otra cosa en sí misma y cuando permite que la
invadan los efectos de lo real y de la presencia. En este punto, la literatura es
una búsqueda.
Hacia el final del libro, el autor señala que el límite que impide el vínculo de
una búsqueda literaria en la historia, es un límite impuesto por el propio
historiador. Puesto que las ficciones del método tienen espacios de
vinculación con la fantasía epistemológica para echar a andar el
razonamiento: extrañamiento, desórdenes, ucronías, anacronismos que no son
activadas cuando la necesidad de lograr imparcialidad se impone al
historiador con un lenguaje aparentemente neutral (legado de la época
cientificista). Esto viene acompañado de un estilo de claridad y sobriedad que
resulta en elecciones particulares de escritura asociadas a posturas
epistemológicas (rigor, distanciamiento, rechazo a lo especulativo, etc.). Para
lograr un estilo semejante, el desafío del historiador es “contener la ira de la
verdad” (p. 269) para que no ser consumido y para que no se consuma el
fuego de la libido scendi. Y es justamente de la sobriedad, de la obstinación
y de la concisión que nace la emoción en las ciencias sociales (p. 270). En
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Reseñas /570
La historia es una literatura contemporánea...– Ivan Jablonka | Lucía Di Salvo [pp. 564-571]
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suma, la emoción en este campo proviene del esfuerzo por contener la
emoción. Esto decanta en un estilo que sueñe exacto y que Jablonka
esquematiza en seis posibilidades: un no-estilo, un estilo agradable,
romántico, irónico, ático y, finalmente, un estilo contenido. Estos estilos son
visibles en el formato habitual al que están autorizados a producir los
investigadores: artículos académicos o libros que serán leídos por obligación
profesional.
Las últimas páginas del libro giran en torno del interrogante acerca de
rehabilitar el placer del lector en las ciencias sociales, no solo en tanto
beneficio intelectual sino en su interés, curiosidad y pasión por la lectura. Este
interrogante viene acompañado de una propuesta de texto-investigación
donde se abunda en las posibilidades de trabajar con el “yo” de la
investigación como medio no tanto de estrategia de escritura sino de libertad
epistemológica. De este modo, se abriría el taller de investigación y se
mostrarían, afirma Jablonka, las vigas a la vista del conocimiento en
construcción. Se pondría a la vista “el coraje de la verdad” (p. 331) que no
solamente es la audacia de la palabra ni la libertad de creación, sino también
un esfuerzo por abandonar los propios hábitos, un esfuerzo por “huir del
academicismo modificando las reglas existentes” (p. 332) y, de este modo,
importunar.
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Reseñas /571
Transfiguring the Arts and Sciences... – Jon P. Klancher | Jerónimo Ledesma [pp. 572-575]
ISSN 2314-3894
Sobre Transfiguring the Arts and Sciences:
Knowledge and Cultural Institutions in the
Romantic Age, de Jon P. Klancher
Jerónimo Ledesma
Universidad de Buenos Aires
Reseña de Jon P. Klancher
Transfiguring the Arts and Sciences:
Knowledge and Cultural Institutions in
the Romantic Age, Madrid: Cambridge
University Press, 2016. 251 pp.
En 2016, Cambridge University Press publicó la edición económica del
segundo libro de Jon Klancher, Transfiguring the Arts and Sciences:
Knowledge and Cultural Institutions in the Romantic Age, cuya primera
edición data de 2013. Es un libro orientado a especialistas del romanticismo,
que descansa sobre los complejos territorios bibliográficos y debates
académicos de la disciplina, pero que tiene interés adicional para quienes
investigan el concepto de “institución”, la esfera cultural de las “Arts and
Sciences” (“artes y ciencias”) y los métodos de la historia social de la cultura
moderna.
Hace treinta años, en 1987, Klancher se convirtió en un referente tanto de los
romantic studies como de los print studies por su primer libro, The Making of
the English Reading Audiences, 1790-1832 (de aquí en más, Audiences).
Reelaboración de su tesis doctoral de 1981 (desarrollada y defendida en
UCLA), este libro se sumó a la reorientación historicista y sociológica de los
estudios sobre romanticismo que estaba teniendo lugar en la década del
ochenta, y funcionó como uno de sus motores. Los proyectos literarios de
autores románticos canónicos, Wordsworth, Coleridge y Shelley, aparecían
en Audiences como parte de un fluido tapiz de formaciones sociales y
discursivas que batallaban por obtener el monopolio de la interpretación en
sus contextos. Su trabajo mostraba convincentemente que no podían
entenderse los proyectos culturales de los “románticos” si no era en diálogo
con las prácticas y los discursos de sus contemporáneos.
Para Klancher no hay un contexto que se ensambla con los textos. En su
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Reseñas / 572
Transfiguring the Arts and Sciences... – Jon P. Klancher | Jerónimo Ledesma [pp. 572-575]
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perspectiva, la palabra siempre es un hecho dialógico de naturaleza social; y
comprender su historicidad significa poder captar adecuadamente el modo en
que se expresa esta naturaleza del lenguaje. En Audiences, el concepto mismo
de “audiencia”, un concepto poroso y flexible, le permitió entrecruzar
dialécticamente posiciones, retóricas e imaginarios representando la vida
cultural como un gran paisaje en movimiento. Más de veinte años después,
Klancher dirigió un manual de “la época romántica” en el que predominaba
un similar enfoque del período y una pareja exigencia de método: en vez de
un inventario de temas, formas y autores, el Concise Companion to the
Romantic Age (2009) reunió doce ensayos de especialistas que trataban
aspectos centrales del romanticismo a partir de una variada articulación de
temas sociales, políticos y económicos. Transfiguring the Arts and Sciences:
Knowledge and Cultural Institutions in the Romantic Age (de aquí en más,
Transfiguring), que puede traducirse como Transfiguraciones de las ciencias
y las Artes: conocimiento e instituciones culturales en la época romántica,
vino en 2013 a redoblar la apuesta en esta línea de trabajo.
El foco del libro está colocado sobre la transformación de los discursos y las
prácticas de “las artes y las ciencias” a comienzos del siglo diecinueve en
Inglaterra, y más particularmente sobre el papel desempeñado en dicha
transformación por la aparición de un tipo nuevo de entidades culturales, las
llamadas “instituciones”. La figura paradigmática de las instituciones de artes
y ciencias fue la Royal Institution o Real Institución, un proyecto de los
norteamericanos Thomas Bernard y Benjamin Rumford que se transformaría
en uno de los teatros fundamentales de la escena cultural londinense del 1800.
A diferencia de las universidades alemanas, que sentaron las bases para el
sistema universitario general, las instituciones no se concebían como un
recinto cerrado productor de saberes desde el cual los académicos “bajaban”
a ilustrar al público: las instituciones comenzaban en la arena pública de las
grandes ciudades, en el dominio de sus controversias, en los múltiples
mercados, en las disputas políticas. Lejos de ser un tema lateral o una rareza
histórica, Klancher ve en la figura de la institución el medio central de la
cultura del período, una inflexión específica en la historia de las artes y las
ciencias y el episodio originario del concepto mismo de institución en su
sentido moderno. Como lo grafica pintorescamente en el primer párrafo del
primer capítulo:
Imaginar Londres en el siglo diecinueve sin la nueva Royal Institution fundada en
1800, exigiría suprimir lo siguiente: la crítica romántica británica, al menos las
conferencias literarias de Coleridge y Hazlitt y los libros que surgieron de ellas; las
carreras científicas de Humphry Davy y Michael Faraday, que fueron fundamentales
para convertir la antigua “filosofía natural” en las nuevas ciencias, organizadas en
disciplinas y aclamadas por el público; la educación de las mujeres en las ciencias, la
crítica literaria, las bellas artes y la filosofía moral, ya que estas instituciones proveían
a las mujeres de lo que les estaba vedado en Cambridge u Oxford como formación
universitaria; libros de divulgación científica (como las Conversaciones sobre la
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Reseñas / 573
Transfiguring the Arts and Sciences... – Jon P. Klancher | Jerónimo Ledesma [pp. 572-575]
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química de Jane Marcet y otros); una redefinición más amplia del dominio discursivo
llamado “artes y ciencias” que tuvo lugar después de 1800; el modelado de
instituciones transdisciplinarias (como podemos decirles en esta época que aún se
encuentra definiendo qué son los campos disciplinarios de saber) para importantes
sucesores como la London Institution (1806), la Surrey Institution (1808), la Russell
Institution (1808) y muchas otras que constituyeron lo que los historiadores sociales
de la ciencia llamaron “el Imperio londinense de las conferencias” del temprano siglo
diecinueve. (27)
Para estudiar este “giro institucional” (12), el libro invierte mucha energía y
cuidado en el diseño de sus planteos, en las categorías que utiliza para
nombrar los fenómenos socioculturales, en sus estrategias de exposición y en
la formulación precisa de los interrogantes. Este rasgo, que por momentos
vuelve la lectura trabajosa, es consustancial a su tema y a su epistemología.
El estudio histórico de la cultura por disciplinas, sostiene Klancher, ha
fragmentado la apreciación de las instituciones románticas en su verdadero
funcionamiento. El método de su libro se propone evitar el anacronismo de
esas compartimentaciones.
Para hacer justicia al objeto, Klancher busca a la vez restituir el carácter
históricamente contingente de sus escenas, de las circunstancias que se
entrelazan en la existencia de estas primeras instituciones, y al mismo tiempo
ir revelando los hilos que anudan disciplinas, prácticas e ideas en un
panorama cultural dinámico, no reductible a ninguna de las “disciplinas”
implicadas. De hecho, el tipo de conocimientos que hacen circular las
instituciones románticas es una mezcla de conocimientos disciplinarios,
predisciplinarios y extradisciplinarios. Por ello Klancher emplea la categoría
más flexible de “campos de saber”, adaptada de los “campos de producción
cultural” de Bourdieu, para designar estos campos heterogéneos, lo literario,
lo científico, lo artístico, que aspiraban obtener estabilidad disciplinaria en
sus mismas acciones y disputas. En el mismo sentido, Klancher llama la
atención sobre el hecho de que nuestra época, a pesar de su tendencia
constructivista y antiesencialista, ha convertido al concepto de “institución”
en un concepto ahistórico para explicar la historia, como cuando se dice de
algo que se “institucionalizó”, queriendo decir que adquirió autoridad y
estabilidad. Para Klancher, la práctica histórica real desmiente este
significado del término, por lo que propone prestar atención, en el desarrollo
de su exposición, a la emergencia de un lenguaje ideológico de lo
institucional, una transformación semántica del primer cuarto del siglo
diecinueve.
La elección del término “transfiguring” en el título del libro está en sintonía
con estas reflexiones. Por un lado, el término alude a la representación
ascendente de procesos de “superación”, “idealización” y “abstracción” con
los que se suele relacionar las distintas “autonomizaciones” de saberes y
disciplinas del espacio cultural de las “artes y las ciencias”. Por otro lado, el
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Reseñas / 574
Transfiguring the Arts and Sciences... – Jon P. Klancher | Jerónimo Ledesma [pp. 572-575]
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término, en su partícula “trans”, también alude a las transformaciones
laterales y recíprocas entre los distintos campos de saber. En este sentido se
busca indagar las escenas históricas que dan sentido al “y” de la frase “artes
y ciencias”. Un tercer sentido del término está presente en el libro, a saber: la
reconfiguración del tipo de “progreso” que puede reconocerse en el ejercicio
de las artes. Contra el lugar común de la idea de que no hay progreso en las
artes, el término apunta a reconocer las reflexiones diversas sobre el tiempo,
el cambio y el progreso que se asignan a las artes y las ciencias en el contexto
conflictivo del giro institucional.
Transfiguring se organiza en dos partes, una más larga llamada “Questions of
Arts and Sciences” (“Cuestiones de Artes y Ciencias”), que reconstruye el
tejido institucional y focaliza en ciertos campos de saber particulares, y otra
llamada “Questions of the literary” (“Cuestiones de lo literario”), destinada a
leer las posiciones y proyectos de Coleridge, Bentham, Leigh Hunt, Godwin
y Shelley sobre el trasfondo de la primera parte y con el mismo método.
Mientras que esta segunda parte es notable por su reconsideración de los
grandes nombres, grupos y categorías del romanticismo inglés (el trabajo de
Klancher esclarece propuestas oscuras como la de Coleridge en On the
Constitution of the Church and the State, imprime nuevos sentidos a la idea
de Shelley de que los poetas son los ‘legisladores no reconocidos del mundo’
y reconstruye el papel de los intelectuales dissenters en el escenario cultural),
la primera parte es la que contiene el aporte más sustantivo, general y
desafiante del libro. “Cuestiones de Artes y Ciencias” está compuesta por
cinco capítulos. El primero reconstituye el arco y el desplazamiento que va
desde los “proyectos” del siglo XVII (esos planes de difícil ejecución de que
se burla Swift en Gulliver’s Travels) a la recuperación y puesta en práctica
del espíritu del proyectismo en las instituciones del 1800. El capítulo 2 es
crucial en el armado de Transfiguring, en tanto se concentra en la inusual
figura del “administrador cultural”, encarnado por Thomas Bernard, y las
agendas multidisciplinarias y cambiantes de la Royal Institution. La práctica
de la conferencia pública, un arte en que destacaron el químico Humphry
Davy y S. T. Coleridge, es devuelta a este contexto mayor de la acción
multimedial de las instituciones, orientada a la construcción de audiencias en
el espacio público moderno. Los tres capítulos siguientes indagan tres campos
de producción de conocimiento del temprano siglo diecinueve, el científico,
el artístico y el bibliográfico, a la luz de controversias sobre la naturaleza de
los libros, las disputas sobre quién sabe y puede decidir sobre las artes, y la
idea de que en el período se estaba produciendo una “segunda revolución
científica”.
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Reseñas / 575
Polifemo. Drama satírico... – Leopoldo Marechal | Hernán Martignone [pp. 576-578]
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Sobre Polifemo. Drama satírico en clave
criolla, de Leopoldo Marechal
Hernán Martignone
Universidad de Buenos Aires
hmartignone44@gmail.com
Reseña de Leopoldo Marechal,
Polifemo. Drama satírico en clave
criolla. Edición, estudio preliminar y
notas de Marisa Martínez Pérsico.
Chieti: Edizioni Solfanelli, 2016. 136
pp.
El rescate de una pieza dramática inédita de Leopoldo Marechal (1900-1970)
constituye una excelente noticia para el panorama literario y teatral argentino.
Fechado el 29 de mayo de 1948, Polifemo nos permite ingresar en esta zona
del corpus del autor de Antígona Vélez a través de un texto hasta cierto punto
“extraño”, ya que se propone reescribir “en rioplatense” el único drama
satírico griego conservado en su totalidad (El cíclope, de Eurípides, c. 408 a.
C.). De modo que esta buena nueva alcanza también a los amantes de la
cultura clásica y a los muy numerosos estudiosos de las proyecciones
modernas de obras de la Antigüedad.
La cuidadosa edición anotada estuvo a cargo de Marisa Martínez Pérsico y
contó con el apoyo de la Fundación Leopoldo Marechal. Además de tratarse
de un libro bilingüe (español-italiano con texto enfrentado), cuenta con un
detallado estudio preliminar en español de la propia Martínez Pérsico (pp. 751). En él se recorren las diferentes facetas de esta particular producción
marechaliana inserta en la rica tradición nacional de piezas teatrales que
reversionan clásicos, al tiempo que parece ser una de las pocas obras (si no la
única) en trabajar de modo evidente sobre El cíclope euripideo en la literatura
de lengua española. Primeramente, el estudio se detiene en las dos vertientes
que adopta en la historia de la literatura el mito de Polifemo: la línea ovidianogongorina y tardorrenacentista italiana (que incluye los amores del Cíclope
con Galatea) y la línea homérica-luciánica-euripidea (a la que pertenece el
texto de Marechal). A continuación, recorre “el motivo gastronómico”
presente en la obra, retomando el concepto griego de “hospitalidad”. El
argumento mismo de la obra así lo requiere: Ulises (Odiseo) y sus
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Exlibris #5 (2016)
Reseñas / 576
Polifemo. Drama satírico... – Leopoldo Marechal | Hernán Martignone [pp. 576-578]
ISSN 2314-3894
compañeros llegan hambrientos a Sicilia desde Troya y allí encuentran a
Sileno esclavizado por el Cíclope. Le solicitan alimentos y propondrán
intercambiarlos por vino, hasta que la aparición del monstruoso amo da lugar
al desencadenamiento de la acción ya conocida desde el canto IX de la
Odisea: el encierro de Ulises y sus compañeros, la antropofagia del salvaje,
la astucia del cambio de nombre (Nadie) y el cegamiento de Polifemo. El
“ritual” de la preparación del asado se vuelve significativo como marca del
tono general de lo que será el “aquerenciamiento criollo del mito”. Por su
parte, resulta de sumo interés la sección “Alegoría de clase y alegoría
política”, donde a partir de la relación con el contexto de producción de
Polifemo y por medio de un fino análisis lingüístico se abren interesantes
puertas para pensar diversos cruces con el primer peronismo. Los dos
apartados siguientes sirven para identificar este drama satírico como parte de
la “pulsión humorística” de Marechal (pp. 38-41) y para vincularlo con la
“línea de renovación del bestiario hispanoamericano” (bestiarios reales de
signo positivo y de signo negativo y bestiarios irreales o fantásticos de signo
positivo o negativo). Al estudio preliminar le sigue la lista de la bibliografía
citada y consultada para el análisis de los diferentes aspectos abordados.
En cuanto a la constitución textual de esta obra de Marechal, que se divide en
dos actos (pp. 60-101), cabe destacar primero que existe un único manuscrito
(treinta y dos páginas de un cuaderno cuadriculado) con “tachaduras,
sustituciones, omisiones y adiciones” (pp. 48-49). Estas han sido registradas
en nota al pie (junto con otros comentarios) para no entorpecer la lectura; se
nos brinda así un acercamiento de carácter genético (pp. 48-50). Respecto del
contenido literario, más allá de las cuestiones ya señaladas en el estudio
preliminar, podemos apreciar en primer lugar la calidad verbal de la pieza. Su
trabajo con el lenguaje rioplatense para adaptar el tono jocoso del hipotexto
euripideo a nuestro dialecto brilla con fuerza y genera múltiples resonancias.
Además, es destacable el trabajo poético en las intervenciones del Coro. En
el original griego, los pasajes dialogados y los líricos se distinguen
métricamente (todo el teatro antiguo está escrito en verso). La adaptación
marechaliana reelabora en prosa los diálogos (como es usual en las
traducciones de dramas clásicos), pero utiliza variados metros (sobre todo
heptasílabos, endecasílabos y alejandrinos) para las secciones corales. En
segundo lugar, hay que notar que si bien el Polifemo se ciñe en gran medida
a la trama del Cíclope, el trabajo de “distanciamiento” es evidente en lo que
a reelaboración personal se refiere, sobre todo –como se ha señalado– en lo
tocante al registro del habla rioplatense, pero también en eliminaciones,
agregados y sutiles modificaciones.
La traducción al italiano, de Giuseppe Gatti, ha sido realizada con minuciosa
dedicación para captar en la lengua de llegada la “intención del texto”, y
recurre a la “nota de traductor” cuando se vuelve estrictamente necesario
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Reseñas / 577
Polifemo. Drama satírico... – Leopoldo Marechal | Hernán Martignone [pp. 576-578]
ISSN 2314-3894
aclarar alguna rica ambigüedad o explicar frases idiomáticas de la lengua de
partida. Por último, el libro se clausura con un breve pero interesante epílogo
de Juan Torbidoni (Universidad de Harvard), en el que recupera el concepto
griego de “astucia” (fundamental en el mito de Ulises) y lo pone en relación
con la tan mentada “viveza criolla” y con esta reversión acriollada de
Marechal. En el apéndice se incluyen imágenes del manuscrito de Polifemo y
dos textos sobre la vida de Marechal (ambos en italiano): el primero, el escrito
autobiográfico “Los puntos fundamentales de mi vida”; el segundo, una
“biocronología” de Marechal firmada por su hija María de los Ángeles.
Estamos, pues, ante un texto y una edición que nos acercan a un autor
fundamental de nuestra literatura, a la vez que nos ayudan a tender nuevos
puentes hacia la rica tradición de reescrituras de mitos y de obras de la
Antigüedad griega.
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Reseñas / 578
Vivir entre lenguas – Sylvia Molloy | Ana Sofía Castellá [pp. 579-581]
ISSN 2314-3894
Sobre Vivir entre lenguas, de Sylvia Molloy
Ana Sofía Castellá
Universidad de Buenos Aires
anasofiacastella@gmail.com
Reseña de Molloy, Sylvia, Vivir entre
lenguas, Buenos Aires: Eterna
Cadencia, 2015. 80 pp.
La última publicación de Sylvia Molloy nos interpela como una nueva
invitación a reflexionar sobre la identidad que se construye a partir de la
lengua. De aquella que hablamos primero, de aquellas que adquirimos
después, de la lengua que se aprende, de la que se usa, de la que se elige, de
la lengua que se pierde, se reprime, se olvida y hasta de la que, de alguna
forma, se recupera. Porque mientras que en la primera página del libro la
adquisición de una segunda lengua se define como “otra manera de romper
con lo seguro”, hacia el final acabamos por saber que para el sujeto
plurilingüe, al menos para quien nos convoca en este caso, nada nunca es
seguro. A lo largo de apenas ochenta páginas, la autora reflexiona con
insistencia sobre este problema en una serie de relatos breves que recuperan
episodios de su vida personal, de su historia familiar y de otros sujetos
bilingües célebres, sobre todo escritores, con quienes se identifica o por
quienes se confiesa atravesada. Estos apuntes del pensamiento no se alejan de
las preocupaciones sobre la identidad que afrontaba el protagonista de su
novela El común olvido (2002); ni de las conmovedoras reflexiones de la
autora sobre la pérdida de memoria de una amiga con mal de Alzheimer en
Desarticulaciones (2010), otra breve recopilación de textos no ficcionales.
Pensarse en términos de lengua es ya una marca en la escritura y en la voz
literaria de Molloy, es parte de su identidad.
Molloy nació en Buenos Aires, pero su familia paterna era inglesa y su familia
materna había sido francesa. De niña asistió a un colegio inglés, luego realizó
sus estudios en Francia y desde hace ya aproximadamente cuatro décadas
reside en el exterior. Al igual que ella, Daniel, el personaje principal de
aquella novela, es un académico argentino instalado en los Estados Unidos,
que confiesa no estar seguro de poder identificarse con alguna de las dos
nacionalidades que le ha tocado transitar. Vuelve a Argentina, al comienzo
del libro, para reconstruir un pasado que le ha sido heredado pero no
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Reseñas /579
Vivir entre lenguas – Sylvia Molloy | Ana Sofía Castellá [pp. 579-581]
ISSN 2314-3894
compartido, la historia de su madre exiliada. En la memoria y biografía de sus
personajes aparecen ya algunas cuestiones y anécdotas que se revelan en este
nuevo libro como parte de la vida personal de la autora, como episodios de su
propio pasado. Como Daniel, por ejemplo, Sylvia tampoco está segura de ser
del todo la english girl que creía y reconoce no sentirse del todo de aquí,
cuando vuelve a la Argentina.
Hay una tensión constante en las consideraciones de Molloy en cuanto a ser
bilingüe a partir de una lengua. ¿Representa esta un lugar seguro o, en
cambio, un permanente estado de ausencia y necesidad? ¿No está el sujeto,
acaso, preso de un vaivén eterno? Pareciera que el bilingüe acaba por pagar
el precio de necesitar, a pesar de todo, ir un paso más allá de su umbral y pisar
tierra firme. La autora se pregunta, ¿no se percibe éste siempre como un
impostor? En ese sentido, y en relación al lugar que ocupa el sujeto en tanto
poseedor de más de una lengua, es interesante pensar el problema de la
escritura y de la producción literaria. Vivir entre lenguas está compuesto por
treinta y tres piezas que, incluso cuando la primera se llama “Infancia” y la
última lleva “La lección” en su nombre, pueden no ser leídas linealmente. Sus
títulos, además, varían entre el español, el inglés y el francés. En ese conjunto
se forman series de sentido que nos involucran directamente en el problema
mismo de su concepción.
Varias son las escenas de iniciación de escritura, propias y ajenas, que Molloy
recupera en Vivir entre lenguas, y que permiten pensar la naturaleza de esta
complejidad. Sin dudas, se pone en cuestión una toma de decisión: desde qué
lengua posicionarse en cada circunstancia. Vale destacar que mientras que los
libros de Molloy mencionados antes fueron originalmente escritos en español,
parte de su obra crítica se publicó en inglés y leímos aquí su traducción. En
“Punto de apoyo” vuelve sobre esto: “¿Por qué hablo de bilingüismo, de mi
bilingüismo, desde un solo idioma y por qué he elegido hacerlo desde el
español?”. Esta pregunta, y su consiguiente falta de respuesta, permite reparar
en el diálogo establecido con uno de los autores cuya obra sirve de epígrafe a
Vivir entre lenguas: Fabio Morábito. Nacido en Egipto, de padres italianos,
Morábito vivió en México y adoptó para su vida el español. En este idioma
escribió y publicó, en 2014, El idioma materno, otro conjunto de textos
breves, de donde Molloy extrae la cita: "Solo podemos hablar porque nuestro
idioma no está solo". Hablar de bilingüismo desde el idioma materno y
escribir sobre el idioma materno desde una lengua extranjera adoptada
representan las dos caras de una moneda que nunca deja de girar en el aire.
Ciertamente hay un misterio abierto en torno a las perplejidades de la lengua
y a lo que los hablantes hacemos con ella (y ¿por qué no? lo que ella hace con
nosotros). El sujeto plurilingüe se sitúa en ese umbral.
El libro hace eco también de lo inesperado: en medio de tanto switching,
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Reseñas /580
Vivir entre lenguas – Sylvia Molloy | Ana Sofía Castellá [pp. 579-581]
ISSN 2314-3894
advierte que no solo es posible adquirir un nuevo idioma, ser bilingüe,
trilingüe, políglota. Su madre, dice, se volvió monolingüe. El proceso inverso
resulta, también, una forma de ruptura que Molloy presenta, en
contraposición a la imagen que ofrece de sí misma, como una versión más
“lingüísticamente desamparada” del sujeto. Mientras que, tras la inmigración
de la familia, su padre mantenía su condición de inglés y extendía el idioma
a sus hijas; su madre “se había vuelto argentina”, perdiendo el francés. Para
Molloy, aprender a hablarlo fue una recuperación, aquella que le devolvió,
en nombre de su madre, el bilingüismo “que hubiera podido ser suyo”, pero
que le fue negado. Y es que, en parte, en Vivir entre lenguas se piensa al
sujeto hablante desde la posesión, por un lado, y la falta, por otro. Tener más
de una lengua pareciera garantizar una riqueza que es propia de poseer
diversas maneras de ver al mundo. La ausencia de esa posibilidad
representaría, en cambio, una escasez indeseada. Otra forma de volverse
monolingüe se da en la instancia material de la circulación de una obra, cosa
que sucedió con otro (no tan) english boy, el famoso escritor inglés oriundo
de la pampa, William H. Hudson. Es interesante cómo Molloy recupera su
caso poniendo en evidencia un determinado modo de traducción (dado por
aparentes decisiones de carácter político y editorial) y destacando cómo fue
leída su obra hasta llegar a que se lo nacionalizara escritor argentino.
“La diferencia está en la escala: en cuanto hago una pausa en el vuelo y
reflexiono –es decir, me pongo a escribir–, se esfuma la despreocupación
lingüística”, apunta la autora en el apartado “Vuelo directo”. Y es que escribir
es una forma de enfrentarse con su realidad, una forma de estar frente a frente
con el vaivén de su conciencia y darle un punto de apoyo. Leerla también. La
escritura de Sylvia Molloy siempre involucra al lector en una reflexión
explícita que tiende a la desautomatización y el reconocimiento de uno
mismo. Y ese camino se transita de una manera deliciosa, siguiendo la
cadencia de su escritura, como escuchando su voz, entregándose a su pensar.
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Reseñas /581
Lectura distante – Franco Moretti | Marcelo G. Burello [pp. 582-584]
ISSN 2314-3894
Sobre Lectura distante, de Franco Moretti
Marcelo G. Burello
Universidad de Buenos Aires
margbur@gmail.com
Reseña de Moretti, Franco, Lectura
distante. Traducción de Lilia Mosconi.
Buenos Aires: Fondo de Cultura
Económica, 2015. 274 pp.
Antes que un crítico o un teórico literario stricto sensu, Franco Moretti
(Sondrio, 1950) es un historiador de la literatura, y más específicamente, un
historiógrafo y un epistemólogo de la literatura comparada. Doctorado en la
Sapienza romana y actualmente activo en California, su método alternativo
para abordar la dimensión letrada se basa en opciones por el momento muy
discutibles y en todo caso históricamente refractarias a las Humanidades
tradicionales, tales como la de hacer prevalecer lo topográfico por sobre lo
cronológico y la de introducir datos cuantitativos en los análisis de casos.
Opciones, en suma, que atienden a una versión actualizada del programa
positivista y que reavivan el debate sobre las dos culturas, que en el siglo XXI
parece haber quedado aletargado por una pax romana en la que las ciencias
“naturales/duras” se impusieron sobre las ciencias “humanas/sociales” (ante
todo en los sistemas de evaluación y calificación de los respectivos logros).
Y este rasgo polémico del investigador italiano, que le ha granjeado cierta
fama mundial en tiempos recientes, tiende a aflorar en su escritura bajo la
forma de la apología y la autojustificación, como si el innovador autor sintiera
cada vez más que ha de reivindicar su idiosincrática labor y de paso
aprovechar para difundirla y promoverla, consciente de que es un pionero.
En su exitoso estudio The Bourgeois. Between History and Literature
(publicado en español en 2014) no teníamos aún una explicación precisa –y
quizás ni siquiera una aplicación concreta y sistemática– de su metodología.
Sin embargo, la breve “nota sobre las fuentes” del inicio llamaba ya la
atención sobre las bondades de las consultas hechas en bases virtuales y
formatos digitales. Ahora, en Lectura distante (Distant Reading, 2013),
finalmente sí tenemos un conjunto de trabajos que –sin ánimo alguno de
sistematicidad– bastan para reconstruir los lineamientos de su perspectiva,
que no teme profanar el acervo poético con mapas, glosarios de términos y
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Reseñas / 582
Lectura distante – Franco Moretti | Marcelo G. Burello [pp. 582-584]
ISSN 2314-3894
hasta tablas estadísticas en pos de catálogos (exhaustivos o representativos)
de temas, personajes o estructuras narrativas de la literatura mundial, acotada
en los marcos espacio-temporales que se desee. El solo hecho de que Moretti
conduzca actualmente un “laboratorio literario” en la Universidad de
Stanford, más poblado de computadoras que de libros, delata por sí solo el
novedoso abordaje en cuestión. En sus propias palabras, enunciadas aquí con
una pizca de orgullo, su premisa de trabajo en el laboratorio es ésta: “En los
últimos años, los estudios literarios han experimentado algo que podríamos
llamar ‘auge de la evidencia cuantitativa’. Es cierto que ya había ocurrido
antes, sin efectos duraderos; sin embargo, todo indica que esta vez será
diferente, porque hoy contamos con bases de datos digitales y herramientas
de búsqueda automatizada. […] hoy podemos replicar en pocos minutos las
investigaciones que a un gigante como Leo Spitzer le llevaron meses y años
de trabajo” (pág. 240).
Este método cuantitativo, por cierto, viene a dar solución a su proyecto
transversal de “lectura distante” mentado en el título y ya anunciado entre
nosotros en 2007 por su La literatura vista de lejos. Pues “distant reading”,
nombre maliciosamente opuesto al de la técnica de close reading (tan
instalada en el mundo anglosajón, al menos del lado americano), es en
realidad la propuesta metodológica de Moretti, y el llamativo hardware del
que hace uso en principio no es sino un medio para acortar caminos y abreviar
plazos. Por tanto, es importante no confundir sus herramientas, tan vistosas y
novedosas, con el fundamento epistemológico de su investigación, a saber:
“La distancia […] es una condición del conocimiento; es lo que permite
colocar el foco en unidades mucho más pequeñas o mucho más grandes que
el texto: recursos, temas, tropos, o bien géneros y sistemas. Y si entre lo
pequeño y lo grande desaparece el texto propiamente dicho, estaremos en uno
de esos casos que justifican la consigna de ‘menos es más’” (pág. 63). En
síntesis, se trata de encontrar patterns, sistemas y redes en la literatura
mundial, superando los análisis estilísticos o ideológicos a los que la crítica
más refinada suele apelar para evaluar un texto literario. En términos
metodológicos, se trata de la prevalencia de lo macroscópico por sobre lo
microscópico, o si se quiere, de los paradigmas por sobre los sintagmas, pero
de ninguna manera puede hablarse de que el contenido eclipse a la forma (por
apelar a una trillada dicotomía), pues las indagaciones bien pueden detenerse
en detalles estilísticos, léxicos o sintagmáticos, si se busca ese tipo de
información.
Más allá de la marca registrada de la prosa morettiana, que oscila entre la
provocación y el hallazgo, el volumen que aquí evaluamos tiene todos los
méritos y deméritos propios de un informe de un trabajo en curso –no exento
de autocorrecciones introducidas sobre la marcha– y compuesto por artículos
sueltos (publicados en la New Left Review y otras revistas durante las últimas
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Reseñas / 583
Lectura distante – Franco Moretti | Marcelo G. Burello [pp. 582-584]
ISSN 2314-3894
dos décadas). El autor mismo compensa la indisimulada falta de cohesión
inherente a esta compilación acompañando cada uno de los diez textos
incluidos con reflexiones autocríticas y comentarios autobiográficos, dándole
así a la antología un carácter de unidad (si bien una unidad deliberadamente
provisoria). Tanto los artículos recogidos como los paratextos que los
enmarcan no carecen de ironía, y el tono, la fluidez del investigador lombardo
hacen que sus hipótesis ambiciosas y su enorme erudición capturen de
inmediato al lector, lejos de apabullarlo (es indicativo del estilo del libro que
haya obtenido el premio del National Book Critics Circle Award y no una
distinción estrictamente académica). De esta forma, intrincadas cuestiones de
la teoría y la historia de la literatura desfilan como problemas atractivos,
actuales, y lo que es más importante, dignos de ser transmitidos y compartidos
con quien quiera atrevérseles. Porque antes que desactivar enigmas, Moretti
los crea o los recrea, y su humor y su carisma –por así decirlo– lo salvan del
fracaso y de la indiferencia en el campo de las Letras (no será en vano recordar
aquí que de hecho hasta ha actuado en un par de filmes de su hermano, el
consagrado cineasta Nanni Moretti).
Lectura distante, en síntesis, se lee más como un reporte de un estudiante
entusiasta que como un tratado o un manual de un erudito consagrado. Las
ausencias y los déficits de la propuesta morettiana (por caso, su omisión del
clásico ensayo de Victor Klemperer al analizar la idea de Weltliteratur o
“literatura mundial”) parecen sumar a su causa antes que restarle, porque por
el momento su programa de investigación está más determinado por la
curiosidad heurística que por la constatación certera, y el vértigo de lo que
reconocidamente aún falta por leer y consultar abre una perspectiva sublime
en su empresa. Así, si se la lee como desafío metodológico, o incluso como
propaganda, esta antología bajo forma de libro unitario cumple el objetivo de
suscitar interés y promover discusiones. Pero más allá de la sociología de la
cultura, el impacto de las pericias del laboratorio morettiano todavía se hace
esperar, al menos en lo que respecta al beneficio diferencial de operar con
enormes masas de datos procesados por canales informáticos. Cantidad no es
calidad, dice un refrán, y en el campo de los estudios literarios, la formulación
de hipótesis de lectura no parece perder su preeminencia frente a la
accesibilidad infinita de los materiales y la disponibilidad inagotable de los
recursos. En el campo de las Humanidades, los años venideros avalarán o
impugnarán la innovadora propuesta de Franco Moretti, que por ahora
aparece una aventura personal, a la búsqueda de socios y adherentes, ya que
no de fieles.
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Reseñas / 584
De regreso a Marx: nuevas lecturas y vigencia... – Marcello Musto | Esteban Ruiz [pp. 585-589] ISSN 2314-3894
Sobre De regreso a Marx: nuevas lecturas y
vigencia en el mundo actual, de Marcello
Musto (ed.)
Esteban Ruiz
Universidad de Buenos Aires
Reseña de Marcello Musto (ed.), De
regreso a Marx: nuevas lecturas y
vigencia en el mundo actual.
Traducción de Francisco T. Sobrino,
Buenos Aires: Editorial Octubre, 2015.
432 pp.
El incansable trabajo de Marcello Musto, uno de los principales impulsores a
nivel mundial de los estudios marxianos, ha dado otro fruto: De regreso a
Marx: nuevas lecturas y vigencia en el mundo actual (2015). El libro cuenta
con una introducción del mismo Musto, que contiene una cronología muy
interesante de los textos de Marx, tanto de los manuscritos como de los textos
finalizados para la imprenta, luego le sigue una primera parte, donde se
recopilan diversos ensayos de distintos especialistas que configuran
relecturas actuales de temas como el socialismo, la alienación, el mal menor,
la crisis capitalista, entre otros. Finalmente, la segunda parte contiene una
serie de estudios sobre la recepción actual de Marx en diferentes ámbitos
lingüísticos.
En la introducción, el profesor napolitano plantea la pregunta: ¿Por qué otra
vez Marx? La respuesta es contundente: “El redescubrimiento de Marx se
basa en su persistente capacidad de explicar el presente: sigue siendo un
instrumento indispensable para comprenderlo y transformarlo”. Y menciona
dos aspectos de la obra marxiana que, en su opinión, siguen siendo
verdaderamente indispensables: en primer lugar, el Marx crítico del modo
capitalista de producción, el pensador que define el capitalismo y el régimen
de la propiedad privada como históricos y no como inherentes a la naturaleza
humana, y que, por ello, todavía hoy ofrece propuestas para quienes buscan
alternativas. En segundo lugar, el Marx teórico del socialismo, el cual
defiende la posibilidad de una transformación completa de las relaciones
sociales y de producción, y repudia la idea de un “socialismo de Estado” que
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Reseñas / 585
De regreso a Marx: nuevas lecturas y vigencia... – Marcello Musto | Esteban Ruiz [pp. 585-589] ISSN 2314-3894
ofrezca paliativos para los conflictos de la sociedad capitalista.
Si esto no fuera suficiente para persuadir al lector, Musto ofrece aún toda una
serie de buenas razones por las cuales retornar a Marx. En primer lugar, hoy
el legado teórico marxiano no se encuentra confiscado por los marxismos
dominantes del siglo XIX y XX, que tendieron a simplificar y falsificar las
ideas de Marx. Ya no hay cadenas que restrinjan la interpretación de su
pensamiento. En segundo lugar, el legado marxiano se ve constantemente
ampliado por las nuevas ediciones Marx-Engels-Gesamtausgabe (MEGA), a
punto tal de configurar un nuevo objeto de estudio. En tercer lugar, existe de
hecho una generación emergente de jóvenes estudiosos y activistas políticos
marxistas: la obra de Marx se está leyendo otra vez en todo el mundo. Por
último, las denominadas corrientes posmodernas de pensamiento (fin de la
historia, biopolítica) han demostrado su impotencia para comprender el
presente y, mucho más, para transformarlo.
En la primera parte del libro, “Relecturas actuales de Marx”, se incluyen diez
ensayos con enfoques y metodologías diferentes sobre temáticas variadas, los
cuales constituyen la mejor demostración de que, por una parte, el renovado
interés internacional en la obra marxiana no es una ilusión sino una verdad y,
por otra, de la riqueza y diversidad del pensamiento marxista actual.
Mencionaremos los lineamientos generales de cada ensayo.
En “No solo el capital y la clase: Marx sobre las sociedades no occidentales,
el nacionalismo y la etnicidad”, Kevin B. Anderson intenta demostrar, a partir
de un trabajo riguroso con las fuentes marxianas, algunas inéditas, que es
posible pensar desde Marx problemas como la raza, la etnicidad y el
nacionalismo, refutando la opinión de ciertos académicos progresistas y de
izquierda (Edward Said, por ejemplo). En “El mito del socialismo del siglo
XX y la permanente relevancia de Karl Marx”, Paresh Chattopadhyay afirma
que el socialismo tal como lo concebía Marx es muy diferente, incluso lo
opuesto, del que se desprende de las concepciones teóricas más habituales del
socialismo, y también de la práctica real que tuvo lugar en la Unión soviética
(como prototipo de todos los socialismos posteriores), concluyendo que el
proyecto emancipador socialista marxiano no ha perdido nada de su esplendor
y aún vale la pena luchar por él. En “¡Cambiemos al sistema, no a sus
barreras!”, Michael Lebowitz sostiene que todos los intentos por regular y
mitigar los problemas que el capitalismo ocasiona tanto al medioambiente
como a los seres humanos tienen por base la incomprensión de la verdadera
naturaleza del sistema capitalista, el cual sigue la “lógica del cáncer: la
tendencia a expandirse sin límites”. Por ello, no alcanza con colocar nuevas
barreras, que serán superadas por el capitalismo, sino que, para cambiar el
sistema, hay que desarrollar la visión de una alternativa. Finalmente, analiza
el desarrollo de la experiencia venezolana reciente. En “Marx, la teoría social
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Reseñas / 586
De regreso a Marx: nuevas lecturas y vigencia... – Marcello Musto | Esteban Ruiz [pp. 585-589] ISSN 2314-3894
y la libertad humana”, George Comninel desarrolla los avatares del
pensamiento marxiano respecto de la evolución histórica del antagonismo
entre aquellos que producen y aquellos que tienen el poder de apropiarse del
producto del trabajo ajeno. El autor subraya la necesidad de distinguir las
ideas heredadas de los historiadores liberales y Hegel, por ejemplo, y la crítica
y reelaboración que de ellas realiza Marx en sus últimos escritos sobre India,
China y Rusia, entre otros.
En “El ‘mal menor’ como argumento y táctica, desde Marx hasta el presente”,
Victor Wallis señala que, en general, la determinación del mal menor (o la
menor cantidad de daño) está presente en toda decisión que implique cálculos
defensivos, y analiza su implementación en diversos contextos políticos,
desde su utilización por Marx y Engels, Lenin, pasando por la elección
presidencial alemana de 1932, hasta el interesante análisis del
“malmenorismo” como un imperativo inducido por el sistema electoral de los
EE.UU. para debilitar las opciones de izquierda. En la actualidad, según
Wallis, el mal menor también se emplea como justificación del capitalismo
frente al “mal mayor” del terrorismo. En “Revisitando la concepción de la
alienación en Marx”, Marcello Musto, luego de brindar un panorama
exhaustivo de las distintas concepciones de la alienación a lo largo del siglo
XX, y subrayar la influencia que en ellas tuvieron, primero, la publicación de
los Manuscritos económico-filosóficos de 1844 en la década de 1930, y en
segundo lugar, la difusión de los Grundrisse y los manuscritos preparatorios
para El capital en la de 1960, concluye que aquello que distingue la
concepción marxiana de la alienación es su énfasis en lo social, el
considerarla una dominación real y concreta que tiene lugar en la economía
de mercado una vez consumada la transformación del objeto en sujeto, y no
una problemática individual. En “Marx y las formas actuales de la alienación:
las cosificaciones inocentes y las cosificaciones extrañadas”, Ricardo
Antunes reflexiona acerca de algunas dimensiones de la alienación
contemporánea (pasaje del fordismo a la flexibilidad liofilizada) y concluye
que, debido a la complejidad que adquiere hoy en día el fenómeno de la
alienación, es importante recuperar los análisis de Marx sobre el complejo
social de la alienación y retomar la distinción entre cosificaciones inocentes
y cosificaciones extrañadas (o alienantes) propuesta por Lukács en la
Ontología.
En “Marx y el género”, Terrell Carver interpreta algunos pasajes de La
ideología alemana y de El capital para concluir que Marx, en su narrativa,
describe a los hombres como víctimas del sistema económico, pero también
como amos de esclavos en el contexto familiar, que nunca se plantea la
sexualidad masculina como un tema de discusión, que describe la sexualidad
reproductiva como igualitaria en “el acto” y el cuidado infantil como trabajo
de las mujeres. Finalmente, observa que desestimar la lectura de Marx por ser
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Exlibris #5 (2016)
Reseñas / 587
De regreso a Marx: nuevas lecturas y vigencia... – Marcello Musto | Esteban Ruiz [pp. 585-589] ISSN 2314-3894
otro texto “masculino” y lamentar su misoginia como algo endémico equivale
a entrar en un callejón sin salida. En “El redescubrimiento de Marx en la crisis
capitalista”, Richard D. Wolff plantea que el estallido de la crisis económica
de 2008 en EE.UU. puso de manifiesto el rotundo fracaso tanto de la escuela
neoclásica como de la keynesiana para prevenir crisis económicas futuras, y
que ni una ni la otra han podido siquiera morigerar “la creciente desigualdad
en la riqueza y los ingresos, la especulación financiera, los auges económicos
y las burbujas, hasta que estallan en crisis”. Surge, entonces, con fuerza una
alternativa micropolítica de corte marxista que consistiría en colocar a los
trabajadores en la posición de receptores y, por lo tanto, distribuidores de los
excedentes que producen en la empresa. Estas empresas de autogestión
trabajadora serían un paso importante hacia una democratización económica
en EE.UU. En “El capitalismo universal”, Ellen Meiksins Wood sostiene que
el momento histórico que estamos viviendo (1997), marcado por una
completa universalización del sistema capitalista, cuya lógica se ha trasladado
a todos los aspectos de la vida humana y de la naturaleza, es el más propicio
para un regreso a las ideas marxianas, ya que el autor de El capital dedicó su
vida a explicar el capitalismo en su calidad de sistema cerrado, como una
totalidad sistémica que se rige por su propia lógica.
En la segunda parte, “La recepción de Marx en el mundo actual”, se incluyen
10 estudios que abordan la situación actual del redescubrimiento de Marx en
las siguientes áreas lingüísticas: América hispana (Francisco T. Sobrino),
Brasil (Armando Boito y Luiz Eduardo Motta), mundo anglófono (Paul
Blackledge), Francia (Jean-Numa Ducange), Alemania (Jan Hoff), Italia
(Gianfranco Ragona), Rusia (Vesa Oittinen), China (Xu Changfu), Corea del
Sur (Seongjin Jeong) y Japón (Hiroshi Uchida). Respecto de estos estudios
haremos solo algunos comentarios.
Resulta admirable el esfuerzo de Francisco T. Sobrino por condensar en pocas
páginas, además de traducir y revisar todo el libro, las corrientes principales
de la recepción marxiana en el mundo hispano. Cabría, tal vez, mencionar la
publicación de la primera traducción argentina de la tesis doctoral de Marx
(Buenos Aires: Gorla, 2013) y la publicación de una selección de sus artículos
periodísticos (Barcelona: Alba editorial, 2013), también como efectos del
redescubrimiento de Marx. En el estudio de Xu Changfu sobre China 1 es
posible observar la problemática convivencia entre el tibio surgimiento de
1
Aprovechamos esta ocasión para expresar nuestro desacuerdo con el criterio del traductor,
común a ambas partes del libro, de eliminar las referencias bibliográficas utilizadas por los
autores particulares. Así como resulta extraño que Xu Changfu haya tenido acceso a la
traducción de Miguel Vedda de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, por
ejemplo, para los lectores resulta imposible poder acceder a la verdadera fuente utilizada
por el autor.
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Reseñas / 588
De regreso a Marx: nuevas lecturas y vigencia... – Marcello Musto | Esteban Ruiz [pp. 585-589] ISSN 2314-3894
relecturas de Marx, a cargo de profesores independientes o bien de figuras
intelectuales consagradas muchas veces fuera del país, y la proliferación de
materiales en sintonía con la ideología del PCC, que utiliza todavía una
versión simplificada y contradictoria del marxismo como instrumentum
regni. El autor es perfectamente consciente de que, por ello, su estudio no
podrá ser publicado en territorio chino. En cuanto al caso francés, son
llamativas las declaraciones de Jean-Numa Ducange de que, por una parte,
“hay un importante hiato entre la profusión de contribuciones y referencias a
Marx y la disponibilidad y calidad de sus textos”, y, por otra, “al día de hoy,
no hay un equivalente francés de las Collected Works”.
De regreso a Marx: nuevas lecturas y vigencia en el mundo actual refuerza
la idea de que, en la actualidad, no es posible ya leer a Marx ingenuamente,
no es posible leer a Marx sin preguntarnos qué Marx estamos leyendo y qué
Marx queremos leer. La respuesta a la primera pregunta nos pone en contacto
con el titánico esfuerzo de investigación llevado a cabo en las ediciones MarxEngels-Gesamtausgabe (MEGA). Caso paradigmático es el de Das Kapital:
los materiales que dieron origen a la edición clásica de 3 tomos fueron
recuperados por la edición MEGA en 15 tomos (23 volúmenes), cuya
publicación finalizó en 2012. La inmediatez temporal con este logro
intelectual nos orienta acerca de la segunda pregunta: de ningún modo leemos
un filósofo olvidado, pasado de moda, sino que tenemos frente a nosotros una
obra in statu nascendi, que tiene todas las marcas de lo provisorio e
inacabado.
Es sabido que el principio fundamental que rige la edición MEGA es el de la
totalidad: todo debe conservarse. También parece ser éste el principio que
rige la labor de Marcello Musto como editor y la de los diversos ensayistas y
estudiosos. Un gesto que los caracteriza es el del trabajo esforzado, minucioso
con las fuentes, ya sean manuscritos, reediciones en otros idiomas, o bien,
materiales ocultados, censurados, casi desconocidos. Este gesto, que aplicado
sobre un legado teórico ampliado posibilita la emergencia de relecturas,
rectificaciones, nuevas visiones, etcétera, es también un gesto distintivo de
Marx al menos desde su tesis doctoral.
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Reseñas / 589
Cuando la ciencia despertaba fantasías... – Soledad Quereilhac | Martín Servelli [pp. 590-593]
ISSN 2314-3894
Sobre Cuando la ciencia despertaba
fantasías: prensa, literatura y ocultismo en la
Argentina de entresiglos, de Soledad
Quereilhac
Martín Servelli
Universidad de Buenos Aires
servelli@gmail.com
Reseña de Soledad Quereilhac,
Cuando la ciencia despertaba
fantasías..., Buenos Aires: Siglo XXI,
2016. 310 pp.
El libro de Soledad Quereilhac aborda un conjunto de textos literarios de
Eduardo Holmberg, Leopoldo Lugones, Atilio Chiappori y Horacio Quiroga,
todos pertenecientes al difuso género fantástico o, con mayor precisión, a la
autodenominada “fantasía científica” de fines del siglo XIX. Pero en el
desarrollo del libro (que deriva de la tesis de doctorado de la autora) la
literatura termina cediendo su rol protagónico para dar paso a un universo
mucho más vasto que el de los escritos de imaginación. En efecto, la
investigación se impone la ambiciosa tarea de relevar una característica
central del período cultural de entresiglos (XIX-XX), que la autora denomina,
siguiendo a Raymond Williams, “una estructura de sentimiento respecto de
lo científico” (2016: 24). ¿Cómo se vivían y se experimentaban los avances
de la ciencia? ¿Cómo los discursos sobre la ciencia modelaban la sensibilidad
de una época? ¿Cómo eran recibidos estos discursos por parte de los lectores
legos? Estas son algunas de las preguntas que se formula el trabajo de
Quereilhac. Las respuestas descubren un mundo fascinante, asombroso y de
tintes mágicos.
El trabajo de Quereilhac se aventura más allá de los límites estrictos del
análisis literario, algo que se viene produciendo cada vez con mayor
frecuencia dado el auge de los estudios culturales, que imponen un abordaje
interdisciplinario. Esto supone, por un lado, un ejercicio saludable, como es
el de buscar las relaciones que la literatura instaura con otros discursos y otras
prácticas culturales, pero también conlleva el riesgo de trabajar con
materiales, textos y disciplinas ajenos al campo de estudio específico en el
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Reseñas / 590
Cuando la ciencia despertaba fantasías... – Soledad Quereilhac | Martín Servelli [pp. 590-593]
ISSN 2314-3894
que se forman los investigadores. De ahí que la mayor dificultad que la
investigación de Quereilhac enfrenta y salva con éxito es el modo en que se
aproxima a un concepto extremadamente complejo como es el de ciencia.
A partir de una propuesta de trabajo que busca comprender la presencia de
argumentos científicos y pseudocientíficos en textos literarios, y del hallazgo
central respecto de la coexistencia de esos mismos argumentos en la prensa
periódica, la investigación encuentra un modo preciso de abordar ese
conjunto inmanejable de saberes científicos (sobre todo para un crítico
literario) recortando no las teorías en sí mismas, sino la divulgación de estas
teorías en los medios de prensa de circulación masiva. El deslinde es central:
no la ciencia dura (lo que expondría la tesis a un sinfín de críticas del campo
científico), sino las representaciones sobre la ciencia que construye la
sociedad, vulgarizándola y tornándola accesible al lego. Lo que la autora
denomina “lo científico”: “Una dimensión del imaginario científico generada
y retroalimentada por ámbitos no científicos” (20), tales como el periodismo
y la literatura.
El objeto de estudio termina de perfilarse a partir de otra operación central,
como es la de incluir en un mismo conjunto a las ciencias con lo que hoy se
sabe que está fuera de sus esferas: el espiritismo, la magnetología y la
teosofía. Esto supone abandonar la presunción de que en la época existía una
clara delimitación entre lo que era materia de incumbencia científica respecto
de lo que no lo era, para trabajar con lo que efectivamente eran limites o
fronteras lábiles y porosas, tal como el libro se encarga de demostrar.
El trabajo con los órganos periodísticos de las sociedades espiritistas y
teosóficas permite corroborar que los adeptos a las ciencias ocultas también
tenían pretensiones cientificistas y suponían que la ciencia aún no se había
aventurado a explorar otras dimensiones (espirituales) que producirían
seguramente nuevos y espectaculares hallazgos. Y medios como Caras y
Caretas confirman que lo científico y lo pseudo-científico aparecían
amalgamados y nivelados en una jerarquía indistinta en el discurso
periodístico de entresiglos.
Pero no sólo se trata de rastrear los avances de un siglo incomparable en
cuanto a nuevos desarrollos científicos, sino de relevar la expectativa que
estos avances suscitaban respecto de un futuro que se vislumbraba repleto de
prodigios. Estos recorridos por los relatos –también fantásticos– de la prensa,
que la investigación sigue con minuciosidad, tienen el añadido de ofrecer un
verdadero placer de lectura, algo no muy usual en los textos académicos.
Los capítulos dedicados al espiritismo, el magnetismo y la teosofía son
verdaderas reconstrucciones históricas del desembarco en Argentina de esas
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Reseñas / 591
Cuando la ciencia despertaba fantasías... – Soledad Quereilhac | Martín Servelli [pp. 590-593]
ISSN 2314-3894
corrientes de pensamiento internacionales. El trabajo de archivo es prolijo y
detallado cuando sigue las publicaciones de las diversas sociedades fundadas
para el estudio de estos fenómenos paranormales. Publicaciones ya no
masivas pero que resultan fundamentales para perfilar el ámbito de creencias
en el que se movían algunos de los escritores estudiados en la segunda parte
del libro. En este punto, la investigación aborda las revistas como un objeto
de estudio en sí mismo y no como simples soportes o fuentes de la
investigación.
El interés por las revistas culturales no ha dejado de incrementarse y tuvo un
impulso notable en las últimas décadas, que se verifica en las incontables
ediciones facsimilares o reproducciones de revistas y en los diversos
proyectos de digitalización, como el que está llevando adelante la cátedra de
Literatura Argentina II de la Universidad de Buenos Aires (AHIRA). ¿Por
qué este interés? Las revistas culturales son una fuente privilegiada para la
historia intelectual. Son los objetos más adecuados para una lectura sociohistórica del campo intelectual, para establecer mapas de relaciones
intelectuales, redes de comunicación entre la dimensión cultural y la política,
o entre la dimensión cultural y la científica, como en este caso.
La tesis toma como objeto de estudio a revistas como Constancia,
Philadelphia o la Revista Magnetológica, entre otras, y de esta manera
ilumina bordes poco conocidos del campo intelectual. La perspectiva elegida
deriva en hallazgos destacados, como el de las breves líneas donde la autora
identifica el trasfondo teosófico de la lectura que realiza Lugones del Martín
Fierro como esencia y espíritu nacional, en sus conferencias reunidas en el
libro El payador.
La segunda parte del libro se concentra en las lecturas literarias, que a la luz
del aparato histórico, teórico y crítico desplegado en los capítulos anteriores
resultan innovadoras y enseñan que siempre es posible volver a transitar
textos ampliamente revisitados por la crítica, como los cuentos de Lugones y
Quiroga. La perspectiva elaborada por Querehilac permite dar con el subtexto
histórico común que agrupa a una serie de cuentos dispersos bajo la hipótesis
central de que la fantasía científica, como género, responde a reelaboraciones
literarias de la dimensión imaginaria de las ciencias y las pseudociencias en
la cultura de entresiglos.
Incluso el libro da un paso más y deduce de este cúmulo de lecturas una suerte
de macroestructura narrativa común a muchos de los cuentos: un fenómeno
extraño de síntesis espiritual-material; la verificación empírica de ese
fenómeno; y su explicación racional, que no elimina la perturbación que
produce sino que la incrementa al otorgarle estatuto real. Esta estructura
aparece en la tesis asociada a la forma de un ideologema: una resolución
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Reseñas / 592
Cuando la ciencia despertaba fantasías... – Soledad Quereilhac | Martín Servelli [pp. 590-593]
ISSN 2314-3894
simbólica de una situación histórica concreta, una solución imaginaria de
ciertas contradicciones objetivas, representadas, en este caso, por ese
oxímoron de época que concibe al espíritu como una fuerza material.
Por último, el trabajo es una muestra más de la trama inextricable que asocia
a la literatura de entresiglos con la prensa periódica. Y de la necesidad, hoy
insoslayable, de trabajar el discurso periodístico y el literario del período de
manera interrelacionada.
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Reseñas / 593
Se nos ve de negro vestidos... – Emiliano Scaricacciottoli | Carla Fumagalli [pp. 594-597]
ISSN 2314-3894
Sobre Se nos ve de negro vestidos. Siete
enfoques sobre el heavy metal argentino, de
Emiliano Scaricacciottoli (comp.)
Carla Fumagalli
Universidad de Buenos Aires – CONICET
carlaafumagalli@gmail.com
Reseña de Emiliano Scaricacciottoli
(comp.), Se nos ve de negro vestidos.
Siete enfoques sobre el heavy metal
argentino, Buenos Aires: La parte
maldita, 2016. 144 pp.
El Grupo de Investigación Interdisciplinario sobre el Heavy Metal Argentino
(GIIHMA) se formó en el año 2013 luego de que en el Centro Cultural La
Imaginería de Boedo se celebrara la 1° Feria del Libro Heavy organizada por
Gito Minore, quien luego se transformó en integrante del Grupo. Como
resultado de las discusiones generadas en las Ferias (que en la actualidad
cuenta ya con seis ediciones), se publicaron los libros Cultura Metálica I y II
(2014 y 2015) en la editorial Clara Beter de Minore. El GIIHMA brindó en
abril y mayo del 2015 un curso de extensión en la Facultad de Filosofía y
Letras (UBA) llamado “Evitando El Ablande: una aproximación al Heavy
Metal argentino como objeto de cruces”.
Estos antecedentes contextualizan la producción de este libro de ensayos como su compilador prefiere que sean leídos- en un conjunto de prácticas
grupales y de difusión que funcionan como motor y justificativo de su propia
práctica de escritura. Quienes participan del volumen tienen orígenes diversos
pero encontrados en la educación. Aquí está quizás el meollo de la cuestión.
Tanto el Grupo, como el seminario, las Ferias y los libros surgen de la
necesidad de un colectivo de mirarse a sí mismo como parte de la historia y
difundir esa mirada, ese análisis. En su introducción, titulada sugestivamente
“Ajuste de cuentas”, Emiliano Scaricacciottoli propone la idea de vacancia
para justificar también la propia existencia del libro. Es ahí donde surgen las
preguntas sobre un objeto al que le sobran lectores (o, mejor dicho, escuchas)
pero al que le faltan historiadores, analistas, politólogos. El ensayo les
permitiría la cintura crítica y analítica de quienes, mientras producen,
construyen aquello que analizan. La multidisciplinariedad surge a lo largo del
libro pero también hacia adentro de cada texto, evidencia de que aún hay
mucho camino por recorrer y de que la tradición del Heavy Metal argentino
puede ser escuchada/leída desde varios enfoques: la historia nacional, la
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Reseñas / 594
Se nos ve de negro vestidos... – Emiliano Scaricacciottoli | Carla Fumagalli [pp. 594-597]
ISSN 2314-3894
política, la literatura actual, la literatura nacional, la historia de la música, la
sociología, la filosofía.
El prólogo de Sandra Gasparini incluye un tercer aspecto y es la idea de
pasión. Dice: “¿Es posible abordar un objeto de estudio sin pasión? Y al revés:
¿puede transformarse en objeto de estudio aquello que nos apasiona?” (p. 9)
Si bien esta es la capa superficial que demuestra el libro, hay algo por detrás
de esta pasión o gusto y es una exigencia por el análisis, el conocimiento y la
lectura. En una entrevista con Clarín en abril de 2015, Scaricacciottoli dice
que en el Grupo comprendieron que detrás del Heavy Metal funcionaba una
biblioteca enorme. Quizás un objetivo de estos ensayos sea, de algún modo,
descubrir qué otros libros o qué otros géneros hay en esa “biblioteca enorme”.
Varios interrogantes se repiten a lo largo del libro. Uno de ellos es la
identidad. ¿Qué es el Heavy Metal argentino? Y la reflexión sobre el original
y la copia, asunto tan debatido de este lado del Atlántico, se pone de pie, ya
que si bien el Heavy Metal conoce sus orígenes en Inglaterra en la década del
60, en Argentina existe una inflexión territorial que lo diferencia de otras
manifestaciones. La segunda pregunta, derivada de la primera, es por los
géneros. ¿Es el Heavy Metal un género? ¿Es una sub-cultura? ¿Es un campo
cultural? Pareciera que a lo largo de los ensayos todas estas preguntas reciben
una respuesta afirmativa. El Heavy Metal es todo eso y más. Y la tercera es
por sus referencias y sus interlocutores. ¿De quién habla el Metal? ¿A quién
le habla?
Se nos ve de negro vestidos... abre con un ensayo de Gustavo Torriero en el
que se propone una periodización y una metodología para la resistencia. Este
concepto también atravesará los trabajos como punto de contacto inevitable.
En la primera periodización, de 1976 hasta 1983, se describe el origen del
género en la Argentina y las diferenciaciones que, desde las letras, hacían
bandas como V8. Primero contra la represión, pero también contra el
pacifismo social alrededor de estas prácticas de opresión estatal. El segundo
período es el de recuperación democrática desde 1983 hasta 1989. Otras
bandas hacen su aparición, como Hermética, y se resisten a confiar en la clase
media que festeja esta recuperación, ya que no significó una mejora
significativa en la calidad de vida de la clase trabajadora. El último período
abarca la década del ’90 con Tren Loco, Horcas y nuevamente Hermética. La
resistencia en este caso será contra una democracia corrupta y anti-popular.
Sigue el ensayo de Luciano Scarrone que se aproxima al problema del género,
el estilo y el mercado. Parte de la premisa de que el Heavy Metal es música
popular y un campo cultural cuyos actores y mercado deben ser analizados.
Recupera valiosas muestras de la apropiación del fenómeno en distintos
medios más o menos populares, como los programas de radio Heavy Rock,
Tiempos Violentos o Vorterix Metal o las revistas y fanzines Madhouse o
Jedbangers. Scarrone relativiza así la noción de género como un modo de
clasificación supeditado más a las bateas de las disquerías que a la función y
clase social o grupos de los que participa. El ensayo culmina mirando hacia
el futuro del Heavy Metal, y recuperando el dinamismo y fortaleza de una
escena estridente y musicalmente violenta que corre por la tangente de un
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Reseñas / 595
Se nos ve de negro vestidos... – Emiliano Scaricacciottoli | Carla Fumagalli [pp. 594-597]
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mercado que busca la masividad, pero sin perderse la profesionalización, la
comercialización y la difusión de cualquier otro estilo actual.
El ensayo de Gito Minore profundiza sobre un hito musical como fue El fin
de los inicuos, “el disco cristiano de V8”. En Estados Unidos, en 1985 con la
aparición del PMRC (Centro de Investigación Musical para Padres), surgió,
capitalizando las represiones del Centro, el White Metal, o metal cristiano con
Stryper. En 1986, se edita en Argentina El fin de los inicuos, luego de que
Miguel Roldán y Alberto Zamarbide se convirtieran al evangelismo. La
pregunta de Minore entonces se vuelve clara, ¿Es este disco de V8 el
antecedente del White metal en Argentina? Y su respuesta, contundente, es:
no. La justificación tiene que ver con quien parece deambular todos los
ensayos como el máximo referente del Heavy Metal en Argentina: Ricardo
Iorio. De él parten y a él llegan todos los ensayos, y es lógico, ya que V8,
Hermética y Almafuerte son las tres bandas más importantes del género. El
fin de los inicuos no es un antecedente del White Metal argentino,
simplemente porque la mayoría de las letras fueron escritas por Iorio, en ese
momento muy interesado en la Escuela Científica Basilio, cuya resistencia a
la mediación institucional de la religión cristiana choca de bruces con las
iglesias evangélicas que hacen de la experiencia mediatoria un espectáculo de
necesidades y milagros. El disco, bien leído/escuchado, es en sí más un ataque
a la Iglesia que una alabanza de Cristo. Luego de la separación de V8,
Hermética y Logos, toman caminos opuestos. Minore concluye su ensayo con
una vuelta al mercado. El Heavy Metal no convocó tanto como otros géneros,
por lo que la tarea de difundir las ideas cristianas no le toco a él, sino al rock.
Tanto los textos de Manuel Bernal y Diego Caballero como el de Juan Ignacio
Pisano leen en Ricardo Iorio un sujeto interpelable en tanto él y su obra
parecieran confluir. El primero de los ensayos analiza el ethos del viaje en sus
letras y encuentra en el interior y en la ciudad un camino que tanto las letras
como el músico recorren, aunque a destiempo. La evasión, la fuga activa y la
amistad son las figuras que los autores reconocen en la lírica y que analizan
en las letras. Pero por otro lado, reconocen una puesta en vida, o un vivir la
escritura en la mudanza de Iorio a Coronel Suárez. Muchas de sus letras
encuentran en el campo, en Larralde, en el folklore, un motivo de esperanza
y un destino posible, pero ¿qué pasa cuando ese destino se transforma en
presente? La escritura y el sujeto son promesa y cumplimiento.
Mientras tanto, Pisano lee en Iorio la tradición del cantor que antepone una
ética a su escritura. La relación de Iorio con el lenguaje lo acerca al folklore
y a la gauchesca, especialmente al Martín Fierro, ya que tanto el protagonista
que le da el nombre al poema como el músico exponen la veridicción
foucaultiana como un procedimiento básico de la escritura. La relación entre
las palabras y las cosas es en la gauchesca y en la letrística de Iorio, mediada
por una performance ética que no debe ser ocultada. Ahora bien, el vínculo
Iorio-gauchesca no termina en la escritura. Desde que Lugones determinó que
el Martín Fierro era el poema nacional, es inevitable la vinculación con el ser
argentino. Pisano identifica también este tópico en las letras de Iorio un
pathos ético del deber ser que se relaciona con la ruralidad y que puede
derivar en una identidad rígida. Cuando Iorio cumple su promesa y hace su
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Reseñas / 596
Se nos ve de negro vestidos... – Emiliano Scaricacciottoli | Carla Fumagalli [pp. 594-597]
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destino, “ha asumido el riesgo de la verdad enunciada en carne propia” (p.
97). El cantar (a) la verdad (siempre contextual) es la herencia que Iorio deja
a la música argentina, especialmente porque esa poética se mantiene bajo la
directriz compositiva de lo que se registra, lo que se escribe y lo que se vive.
Ezequiel Alasia analiza la recurrencia de las referencias a la enfermedad en
las letras de Heavy Metal argentino. Encuentra en la resistencia de la poética
metalera una poética de la existencia y sugiere que el Metal utiliza las
metáforas de la enfermedad, apelando al análisis de Susan Sontag en La
enfermedad y sus metáforas (1996), para deconstruir el mundo que lo rodea.
La cura para la enfermedad que padece la sociedad es la conciencia de clase
que el Heavy Metal otorga a través de sus letras en cuatro soluciones
diferentes: la destrucción, la resistencia, el escape y la purificación. Destruir
las fuentes de contagio (las instituciones hegemónicas), resistir su posibilidad,
escapar del foco de la enfermedad, y purificar cuerpo y alma.
Cierra el volumen Emiliano Scaricacciottoli con un ensayo acerca de las
referencias en las letras del Heavy Metal a la crisis política de los años 2001
y 2002. Un símbolo que repite en la entrevista citada más arriba y que resurge
en este trabajo es la imagen de Darío Santillán fusilado con la remera de
Hermética, y que pareciera ser punto de partida y de llegada del ensayo, ya
que en esa imagen conviven las dos tensiones que Scaricacciottoli propone al
comienzo de su trabajo: las tensiones simbólicas y abstractas y las tensiones
referenciales acentuadas en la clase. El recorrido por las letras de Tren Loco,
Horcas, O’Connor, Almafuerte, A.N.I.M.AL., Harpoon o Visceral da cuenta
de una serie de referencias a la crisis política que plantean una escena musical
que no puede quedarse ajena a lo que sucede a su alrededor. En esa actitud
militante y de resistencia, Scaricacciottoli detecta un exceso de la estética que
se detiene a reflexionar sobre su propia praxis cuando la vida a la que interpela
no hace más que convertir a sus oyentes en cadáveres.
El libro empieza con la dictadura y termina con la crisis de 2001. Y no es
casual. Los análisis que se despliegan en Se nos ve de negro vestidos...
analizan representaciones, motivos, tradiciones, pero particularmente se
alinean con un análisis ineludible en este género y es el de la relación arte/vida
o, mejor, la relación entre el sujeto de la experiencia y el sujeto de la
enunciación. Es por eso también que Ricardo Iorio ilustra con tal precisión
este problema del arte. Es el artista que vive lo que pregona y cuestiona su
entorno, y así lo analizan estos ensayos que construyeron su objeto de estudio
y desplegaron su propia biblioteca para poder leer lo que detrás de él podían
encontrar.
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Reseñas / 597
Dios en el laberinto. Crítica... – Juan José Sebreli | Mariano Sverdloff [pp. 598-605]
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Sobre Dios en el laberinto. Crítica de las
religiones, de Juan José Sebreli
Mariano Sverdloff
Universidad de Buenos Aires
marianojavs@yahoo.com.ar
Reseña de Juan José Sebreli. Dios en el
laberinto.Crítica de las religiones,
Buenos Aires: Sudamericana-Random
House Mondadori, 2016. 738 pp.
Sebreli, en las primeras páginas de Dios en el laberinto, presenta esta obra
como la coronación de su labor ensayística. Y podríamos decir que lo es, pero
por malas razones. En este libro el autor de Buenos Aires, vida cotidiana y
alienación intenta una audaz genealogía, que puede resumirse en la
contraposición de dos series: por un lado, Oriente, Parménides, Platón,
Aristóteles, cristianismo, religión, Edad Media, Iglesia, panteísmo,
romanticismo, fascismo, populismo, peronismo, kirchnerismo, Bergoglio;
por el otro, Occidente, Heráclito, cinismo, estoicismo, epicureísmo,
racionalismo, secularización, Ilustración, Revolución Francesa, liberalismo.
A la primera serie Sebreli la identifica con el holismo totalitario; a la segunda,
con el individualismo democrático. El lector podrá advertir lo desmesurado
de estas series: incluir en una misma línea a elementos tan disímiles como
“Oriente”, la “Edad Media” y el “populismo” no parece racionalmente
posible. Sebreli sin embargo lo hace, a través del momento “filosófico” de su
interpretación, que intenta una relectura general de las relaciones entre
historia y religión en “Occidente”. Se trata de un verdadero salto cualitativo
en relación a sus obras anteriores, que trataban sobre diversos aspectos
culturales o filosóficos del siglo XX o de la Argentina. Un salto hacía al vacío,
podríamos decir. En efecto, en libros como Asedio a la modernidad, La era
del fútbol o Comediantes y mártires, por más que se adviertan obvios
problemas de metodología, Sebreli habla sobre objetos que conoce. De este
modo, la lectura de Las aventuras de la vanguardia permite suponer que
Sebreli leyó a los surrealistas, que sabe quién fue André Breton, que tiene una
cierta idea de Marinetti y el futurismo. Lo mismo puede decirse de los libros
en los que Sebreli desarrolla sus tesis sobre el peronismo o sobre los mitos
populares argentinos: se concuerde o no con tales tesis, estas se basan en la
investigación de fuentes y en una interpretación polémica pero plausible de
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Reseñas / 598
Dios en el laberinto. Crítica... – Juan José Sebreli | Mariano Sverdloff [pp. 598-605]
ISSN 2314-3894
la experiencia histórica. El lector de estas obras podría reprocharle a Sebreli
un acercamiento parcial a sus fuentes, pero hay al menos un acercamiento a
las fuentes, y esa parcialidad es, por lo demás, una posibilidad de la escritura
ensayística.
Con Dios en el laberinto Sebreli se interna, sin embargo, en una zona que no
sabríamos cómo calificar. En este libro el autor expone una serie de opiniones
atendibles sobre el lugar de la religión en un mundo secularizado, discutiendo
cuestiones tales como la libertad individual, el totalitarismo, la laicidad, el
papado de Bergoglio o la separación Iglesia-Estado. El problema es que para
fundamentar estos pareceres Sebreli presenta, con ropajes de indagación
histórica, una ristra de apreciaciones arbitrarias, hechas a partir de lecturas de
segunda mano, que desconocen o falsean datos básicos. En efecto, lo primero
que salta a la vista es una ignorancia total de las fuentes antiguas y modernas,
que le permite al autor extrapolar su agenda ideológica a períodos tan
dilatados como la antigüedad grecolatina, la Edad Media o el siglo de la
Ilustración, a zonas geográficas tan distantes como Egipto, Afganistán o el
extremo Oriente. Seamos claros: si La aventura de las vanguardias podía
suscitar (todavía) alguna polémica, totalmente otro es el panorama con Dios
en el laberinto. No hay debate posible con este libro, que pretende recorrer la
historia antigua y moderna de “Occidente” y “Oriente” -de lo que Sebreli
entiende por tales-, a partir de las premisas extravagantes de un liberalismo
alucinatorio. Las articulaciones históricas de la obra están por debajo del
umbral mínimo que se necesita para una discusión racional. Hay que decir en
este punto que también les cabe una cuota de responsabilidad a los editores,
quienes no vacilaron en exponer al ridículo a un autor importante y digno de
respeto. Martínez Estrada: una rebelión inútil, Ciudades sobre ciudades, El
tiempo de una vida, ofrecen páginas agudas sobre la vida intelectual
argentina. Lo mismo podría decirse de los momentos en primera persona de
Dios... (capítulos 1, 27 y 28), en los cuales Sebreli analiza con lucidez su
relación con la religión y con los representantes argentinos del catolicismo.
Una figura como Sebreli habría merecido, al menos, una corrección
esmerada.
Un buen trabajo de edición quizá hubiese atemperado en algo los defectos de
Dios…, que son coherentes con la interpretación “filosófica” del libro. Una
interpretación que se funda básicamente en el hecho de que Sebreli llama
“reaccionario" a todo aquello que le disgusta. “Origen del error es el influjo
de la sensibilidad sobre el juicio del entendimiento. Por ese influjo,
fundamentos subjetivos del juicio se tienen por objetivos, y la mera apariencia
de verdad se confunde con la verdad”, define en la entrada “Error” un léxico
kantiano de reciente aparición1. Tal sería una ajustada descripción del exótico
1
Mario Caimi, Marcos Thisted, Hernán Pringe, Mariela Paolucci, Fernando Moledo,
Macarena Marey, Héctor José González Ríos, Ileana Beade. Diccionario de la filosofía
critica kantiana (Mario Caimi) coord. Buenos Aires: Colihue, 2017.
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Reseñas / 599
Dios en el laberinto. Crítica... – Juan José Sebreli | Mariano Sverdloff [pp. 598-605]
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trayecto de la obra, que va desde el Baghavad Ghita hasta el populismo
latinoamericano, pasando por Filón de Alejandría, el romanticismo y los
Beatles. Sebreli tiene opiniones sorprendentes sobre antropología, filosofía,
teología, historia, religión comparada, estudios bíblicos, sobre todo. Veamos
algunos ejemplos, extraídos de la tercera parte (“El canon de las grandes
religiones”), en el cual Sebreli estudia la génesis de su principal objeto de
análisis, el cristianismo:
“Si bien los griegos significaban una ruptura con la filosofía oriental, desconocían o
negaban la subjetividad humana: el sujeto era todavía una partícula del gran todo, ya
fuera la Naturaleza, el Cosmos o Dios”.
¿A qué “filosofía oriental” se refiere exactamente Sebreli? ¿En qué se basa
para decir que los griegos “negaban la subjetividad humana”? ¿Está enterado
Sebreli de la existencia del Filebo? ¿No leyó alguna vez un solo texto de
Platón? ¿Y el De anima de Aristóteles? ¿Y La comprensión del sujeto
humano en la cultura antigua, de Rodolfo Mondolfo, de quien Sebreli
seguramente habrá escuchado hablar? ¿En serio piensa Sebreli que “el sujeto”
para los griegos podía ser una “partícula” de “Dios”, así, en mayúscula, como
si se tratase del dios de una religión monoteísta? Otra perla:
“La filosofía griega tardía, forjada en Alejandría -epicúreos, estoicos, escépticos-, fue
igualmente menospreciada o considerada como un mero epílogo de la era de oro de
la filosofía clásica. Todo lo contrario, los helénicos -en especial los epicúreosconstituyeron el pasaje de la filosofía clásica a la moderna, dejando de lado a Dios y
a la Naturaleza para volcar su atención al hombre”.
¿Por quién fue menospreciada exactamente esta “filosofía”? ¿Piensa Sebreli
que la filosofía que llama “tardía” fue “forjada” solamente en Alejandría?
Quizá ignore nuestro autor que Epicuro y Zenón de Citio enseñaron en
Atenas, y que sus filosofías presentan diferencias significativas con varias de
las corrientes que nutrieron la vida cultural de Alejandría, entre las cuales se
cuenta el neoplatonismo, escuela esta que Sebreli debería conocer, dado que
cita a Filón y a Plotino. Igualmente insostenible es la afirmación de que el
epicureísmo “deja de lado” a la “Naturaleza”. Por lo demás: ¿qué entiende
exactamente Sebreli por “filosofía moderna”? (suponemos que no lo que
cualquier historia de la filosofía, que la hace comenzar en la época de
Descartes). Nada digamos sobre la disparatada confusión entre filósofos
“helenísticos” (adjetivo que, como cualquiera sabe, alude a la época que
comienza con la muerte Alejandro Magno) y “helénicos”, que significa
simplemente “griegos” a secas. Sebreli, que pretende ir directo a las ideas,
evitando las complicaciones de las diversas disciplinas particulares, es
sistemático solamente en la confusión de los tiempos, lugares y conceptos.
Así se advierte en este memorable pasaje en el que parece hacer a los cínicos
y epicúreos contemporáneos del cristianismo, atribuyéndoles además a los
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Reseñas / 600
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epicúreos de forma excluyente el paso del “mito” a la “ciencia”:
“Los epicúreos y los cínicos eran humanistas, con una ética basada en el razonamiento
y el goce de los bienes terrenales que contradecía a la moral cristiana, cuyos
fundamentos estaban en el ascetismo. El repudio a los placeres de la vida, sobre todo
de la sexualidad, surgían del miedo al infierno, al castigo de Dios, cuando no a las
amenazas de penalidades en la Tierra impuestas por la Iglesia. El conocimiento del
hombre y el mundo por medio de la razón, el paso del mito a la ciencia se inició con
los epicúreos”.
Otro fragmento notable: “Consecuente con su individualismo, la concepción
política de los epicúreos era democrática y liberal, contraria a la de los
clásicos griegos, cuya versión organicista del universo era conservadora y
autoritaria”. Los griegos son organicistas “autoritarios” y “conservadores”:
evidentemente M.I. Finley, cuando escribió Democracy Ancient and Modern
o Politics in the Ancient World, no había entendido nada. Y qué decir del
Epicuro “liberal”… ¿liberal como quién? ¿como Adam Smith, como Juan
Bautista Alberdi, como Jeremy Bentham, como el dirigente argentino Ricardo
López Murphy? Sebreli va más allá y también se anima a explicar de qué
modo el liberalismo que dice defender ha despreciado a Aristóteles:
“Mientras Aristóteles quedaba relegado a los profesores de filosofía antigua
o a los teólogos católicos, los liberales ingleses del siglo XIX se interesaban
por Epicuro”. Por un motivo que ignoramos, el estagirita parece hundirse en
el mismo fango que el odiado populismo. Sebreli “olvida”, por ejemplo, que
John Rawls dialoga con Aristóteles en Theory of Justice o que una filósofa
liberal y progresista como Martha Nussbaum le ha dedicado páginas
luminosas a la Ética Nicomaquea, por no hablar de Hanna Arendt o Leo
Strauss. Sebreli, quien ignora el griego, el latín, presumiblemente el alemán
y por supuesto el hebreo o el arameo, tiene el raro talento de usar mal todos
los conceptos que cita: humanismo, epicureísmo, mito. El origen del dislate
se aclara cuando verificamos las fuentes que se declaran en la bibliografía:
para el capítulo sobre los orígenes del cristianismo, por ejemplo, Le monde
juif vers le temps de jesus [sic] de Charles Guignebert, editado en 1935; una
traducción al castellano de 1956 de la Histoire de la philosophie de Bréhier;
la traducción de Wenceslao Roses de FCE de la Historia de la filosofía de
Hegel, de 1955.
Lamentablemente Sebreli no corona en estas 738 páginas la “demolición del
fenómeno religioso” que promete la publicidad de Random House
Mondadori, sino la destrucción de su espíritu crítico e histórico en aras de la
propaganda ideológica2. La cual enloda conceptos clave para la
argumentación, tales como “panteísmo”, “revolución”, “secularización”,
2
“Parece que Sebreli establece jerarquías, privilegios, bulas y beneficios emulando el rostro
más evidente de la experiencia religiosa”. Andrés Tejada Gómez, “Dios no ha muerto”,
reseña
aparecida
en
Página/12,
25/03/2017.
Disponible
en
https://www.pagina12.com.ar/27707-dios-no-ha-muerto .
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Reseñas / 601
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“romanticismo” o “modernidad” (dejamos al lector la penosa tarea de relevar
las incoherencias y falsedades desplegadas en el abordaje de cada uno estos
temas; digamos solamente, para ejemplificar, que Sebreli sostiene la idea
superada de que el romanticismo es una “reacción” a la Ilustración3; que
hace, de forma insólita, al panteísmo lo contrario de la Aufklärung 4; o que
enuncia disparates tales como que Mallarmé “afirmaba que la decadencia de
la poesía comenzaba con los griegos y que había que retomar los Vedas”,
ignorando de paso aquí la importancia de términos como onyx o Styx en la
lengua del poeta). Es paradójico que este libro, que se reclama heredero de la
Ilustración, tenga tantos parecidos con las desfiguraciones fascistas de la
Antigüedad y la Edad Media que han estudiado, entre otros, Luciano Canfora,
Johann Chapoutot o Jan Nelis5. La “crasa mitología” de Sebreli determina el
tratamiento fantasioso de las pocas fuentes citadas, procesadas a partir de un
asociacionismo sesgado, que en los capítulos sobre la Antigüedad hace
recordar al género cinematográfico peplum (Sebreli no se priva de hablar de
los “decadencia romana”, ignorando que tal denominación del período
tardoantiguo hace largas décadas que no se utiliza, más allá de las películas
como Spartacus o Gladiator). Al lado de Dios en el laberinto, La cosa y la
cruz, el ensayo sobre Agustín de León Rozitchner, parece un riguroso
comentario de Étienne Gilson. Claro que Rozitchner tuvo el tino de dedicarse
a un solo autor y Sebreli tiene ambiciones mucho mayores.
El lector podrá sorprenderse por el tono de esta reseña, infrecuente en una
publicación académica. Pero entiéndase que no estamos hablando aquí de tal
o cual interpretación, sino de la renuncia a la racionalidad, a los efectos de
condenar a un quimérico “peronismo-bergoglismo” eterno que habría estado
conspirando contra el liberalismo desde tiempos inmemoriales, y que también
3
“Like so many generalizations in the history of ideas, this commonplace is a very misleading
oversimplification. (..) It is not only that German romanticism underwent great change, so
that what is true of one period is not necessarily true of another. The issue is even more
complicated than that because, within each period, the attitude of the romantics toward the
Aufklärung was never a simple and straightforward rejection but a much more complex and
subtle ambivalence. If the romantics were the critics of the Aufklärung, they were also its
disciples. The problem is then to determine, for each period, in what respects the romantics
accepted and rejected the Aufklärung”. (Frederick C. Beiser, The Romantic Imperative.
The Concept of Early German Romanticism. Cambridge, Massachusetts, and London:
Harvard U P 2003).
4
“También Baruch Spinoza (siglo XVII) circuló por el panteísmo y sus teorías fueron
difundidas por los idealistas alemanes. (..) El panteísmo impregnó el romanticismo alemán
y el posrromanticismo, Lessing, Goethe, Novalis, y culminó a fines del siglo XIX con
Schopenhauer...”. etc. Nótese el hallazgo de que “Spinoza...circuló por el panteísmo” y la
inclusión de Lessing (muerto en 1781!) en el “romanticismo” o “posrromanticismo”. Para
una versión informada del asunto, cfr. por ejemplo Jimena Solé. Jacobi, Mendelssohn,
Wizenmann, Kant, Goethe, Herder. La polémica del spinozismo. Bernal: Universidad de
Quilmes-Prometeo, 2013.
5
Johann Chapoutot, Le National-Socialisme et l’Antiquité. Paris: PUF, 2008; Jan Nelis, From
Ancient to Modern : the Myth of Romanità During the Ventennio Fascista. The Written
Imprint of Mussolini’s Cult of the Third Rome. Bruxelles-Brussel-Roma: Institut historique
belge de Rome, 2011; Luciano Canfora, Ideologie del classicismo. Turín: Einaudi, 1980.
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Reseñas / 602
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acecharía en la China, en el Islam o en Novalis. Ficción esta que se apoya en
la ignorancia de las fuentes históricas, en el desconocimiento de los
rudimentos básicos de la filología, en la confusión de la cronología y la
geografía. Con todo, Dios... tiene partes aprovechables: si lo leemos con
ánimo benigno, encontramos momentos francamente humorísticos. Por
ejemplo:
“No es extraño que la doctrina de la Trinidad haya sido formulada por primera vez en
el siglo III por Tertuliano, sacerdote de Cartago, y que este a la vez fuera creador de
la tradición dogmática e irracionalista de la Iglesia -´creo porque es absurdo´- y
conductor de los montanistas del Asia Menor contra la tendencia a la secularización
en Occidente. Ultramontanos se considera hoy a los católicos fanáticos e
intransigentes”.
Un párrafo notable, sin dudas. Dejemos a un costado sutilezas tales
como la discusión acerca de si el uso del término técnico “trinitas” en
Adversus Praxean y De pudicitia permite decir que Tertuliano fue quien
primero formuló la idea de trinidad; como la insostenible imputación del
“dogmatismo” y el “irracionalismo” cristiano in toto a Tertuliano; como la
idea extravagante de que existía un conflicto -¡en pleno siglo III!- entre los
“montanistas del Asia Menor” y la “tendencia a la secularización de
Occidente”; como la necesaria aclaración de que Tertuliano no era un líder
fascista, y por tanto no era “conductor” de los montanistas, si es que
efectivamente llegó a liderarlos, cosa muy discutida. Lo verdaderamente
original de este pasaje es que Sebreli hace descender al adjetivo
“ultramontano” del heresiarca del siglo II Montanus. Nadie le avisó a Sebreli
que en realidad “ultramontano” viene de ultramontanus, o sea de más allá de
las montañas, y que el vocablo surgió en el medioevo para denominar a los
papas que vienen más allá de los Alpes, es decir de fuera de Italia, y que
después pasó a denominar a quienes sostenían la superioridad papal frente a
otros poderes religiosos o políticos. Con excepción quizá de las partes que se
refieren a la Argentina más contemporánea, todas las páginas presentan
hallazgos similares: “lego quia absurdum” puede pensar el lector, y entregarse
así a un texto que tiene mucho de esa incoherencia deshilachada que Sebreli
denuncia en las vanguardias. En ese espíritu de ready made, permítasenos una
nota floral: comentando a Lucrecio, en lugar de “clinamen”, la forma
empleada en De rerum natura 2.292, nuestro autor utiliza el vocablo
“ciclamen”, que por lo demás traduce inexplicablemente como “brecha”, y no
por “inclinación” o “desvío” (“Consideraban que existía una ´brecha´ llamada
por Lucrecio ciclamen”). El ciclamen nada tiene que ver con la filosofía
atomista: es una planta de la familia de las primuláceas que da una muy bella
flor de cinco pétalos, es mencionada cada tanto por los autores simbolistas
y “decadentes” del fin del siglo XIX, como el apócrifo Adoré Floupette o Jean
Moréas y posee, según el famoso catálogo de Dioscórides, diversos efectos
medicinales, tales como “purgar la cabeza” (ἐγχυματίζεταί τε ὁ χυλὸς αὐτῆς
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Reseñas / 603
Dios en el laberinto. Crítica... – Juan José Sebreli | Mariano Sverdloff [pp. 598-605]
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μετὰ μέλιτος εἰς τὰς ῥῖνας πρὸς κάθαρσιν κεφαλῆς, 2.164); la plantita, por lo
demás, se consigue fácilmente en cualquier florería de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires.
Concluyendo: ¿para quién se edita esta clase de libros? La respuesta no hay
que buscarla en el plano conceptual, sino en la sociología de los públicos
lectores y en la relación de estos con la mediación editorial6. Es evidente que
en momentos de alta polarización política parte del lectorado busca ante todo
textos que los confirmen en sus respectivas creencias. La de Sebreli es, en
realidad, una retórica agresiva e identitaria, cuyo objeto es definir de forma
polémica a un otro que debe ser rechazado: el “irracionalista”, el “populista”.
En el contexto de este humanismo de cartón piedra, las citas siempre erradas
de la tradición clásica y moderna sirven apenas como argumentos de
autoridad. Poco tienen que ver con una lectura, siquiera aproximativa, de las
fuentes históricas y filosóficas. Mucho menos con los studia humanitatis o
con el uso crítico de la razón. El interesado en la Ilustración y en el siglo
XVIII, más allá de la simpatía que pueda experimentar por la crítica al
autoritarismo religioso, no puede menos que sentir una desazón profunda ante
este libro, que podría ser definido como una parodia oscurantista y
desinformada del Dictionnaire philosophique de Voltaire.
Ilustración del ciclamen en el Dioscórides, tomado de la edición hecha por
6
Sobre este punto, cfr. Ezequiel Saferstein, E., Las transformaciones en el oficio del editor
de los grandes grupos: el armado de un best-seller sobre coyuntura política, Revista
Ensambles 2, 2015, pp.80-99. Disponible en http://www.revistaensambles.com.ar/ojs2.4.1/index.php/ensambles/article/view/42/17 .
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Reseñas / 604
Dios en el laberinto. Crítica... – Juan José Sebreli | Mariano Sverdloff [pp. 598-605]
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equipo de la Universidad de Salamanca coordinado por Alejandro Esteller.
(disponible en http://dioscorides.usal.es/p2.php?numero=364 )
Philippe
Rahmy,
Clinamen
suite,
http://remue.net/spip.php?article2999.
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2009.
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Reseñas / 605
Los orígenes de la narrativa policial...– Román Setton | Hernán Maltz [pp. 606-608]
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Sobre Los orígenes de la narrativa policial en
la Argentina: recepción y transformación de
modelos genéricos alemanes, franceses e
ingleses, de Román Setton
Hernán Maltz
Universidad de Buenos Aires/CONICET
hermaltz@gmail.com
Reseña de Román Setton. Los orígenes
de la narrativa policial en la
Argentina...,
Madrid-Frankfurt:
Iberoamericana/Veuvert, 2012. 288
pp.
La lectura de Los orígenes de la narrativa policial en la Argentina: recepción
y transformación de modelos genéricos alemanes, franceses e ingleses
(2012), de Román Setton, nos permite remarcar una división necesaria aunque
a menudo soslayada: la separación entre, por un lado, historia literaria y, por
el otro, operaciones programáticas de individuos que participan en ella.
Particularmente, la tesis doctoral de Setton, convertida en libro, nos habilita
a distinguir entre la historia del género policial en Argentina y la apuesta
estético-literaria de Jorge Luis Borges (y otros escritores nucleados en torno
a la revista Sur). Como apunta Setton, hasta hace poco tiempo la crítica
establecía los orígenes de la literatura policial nacional en la década de 1940,
con las producciones del propio Borges, Bioy Casares, Manuel Peyrou y
Leonardo Castellani, entre otros. Además de sus obras de ficción, sus
interpretaciones –con Borges a la cabeza– se habían convertido en las
versiones “institucionalizadas” del género.
Según Setton, Borges pergeñó su paradigma del género “[a] partir de una
lectura parcial basada, fundamentalmente, en algunos relatos de Poe y de
Chesterton” (59). Así, sólo a través de una des-cristianización de Chesterton
y una desensibilización de Poe, Borges puede plantear su “modelo abstractivo
y abstracto del policial” (59), con la figura del detective representado como
un razonador puro. Siguiendo esta lectura, la operación de Borges también
contempla la exaltación de una vertiente literaria en detrimento de otras:
determinados relatos de la literatura inglesa son indicados como fundadores
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Reseñas / 606
Los orígenes de la narrativa policial...– Román Setton | Hernán Maltz [pp. 606-608]
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del género policial, en tanto que las tradiciones francesa y alemana resultan
borradas del proceso de gestación. Sin embargo, como se afirma en la
introducción del libro, la tradición inglesa –o, mejor dicho, la versión que
Borges concibe de ella– no acaba de explicar el género en nuestro país, pues
“[l]a historia de la literatura policial argentina es más extensa, y los vínculos
con otras tradiciones de lo policial y la literatura criminal (la Kriminalnovelle,
el roman policier, la detective story, etcétera) más variados” (11). Un tercer
aspecto que Setton menciona en las interpretaciones parciales de Borges
consiste en la negación de las condiciones históricas y sociales ligadas al
surgimiento del género: “la irrupción de la prensa masiva, el abrupto
crecimiento de la ciudad, la difusión del sistema de pruebas indiciarios como
modo de indagación jurídico-policial luego de la abolición de la tortura, la
aparición de la policía secreta bajo el gobierno de Napoleón” (47). A través
del señalamiento de estos elementos (ponderados en distinta medida por
Borges, e incluso varios de ellos pasados por alto intencionalmente),
arribamos a la idea central que Setton postula: “un programa literario se ha
transformado en la interpretación de la historia del género en la Argentina”
(47).
En el final de la primera parte del estudio, se establecen algunas pautas para
una delimitación del género policial argentino entre fines del siglo XIX y
comienzos del XX, como la asunción de un modelo de lector de policiales o
la conformación de un imaginario social en torno a la creciente criminalidad
urbana. Asimismo, el autor propone una demarcación histórica e históricoliteraria del género en la literatura argentina entre 1877 y 1912. Entre los
factores históricos, Setton cuenta la inauguración de la primera Penitenciaría
de Buenos Aires, la abolición de la tortura, la unificación jurídica nacional y
la sanción de códigos de comercio, civil y penal; entre los factores históricoliterarios, por ejemplo, tenemos la difusión por parte de la prensa de una
multiplicidad de obras literarias extranjeras o la producción –también a cargo
de la prensa– de textos sobre crímenes célebres, descripciones de
delincuentes, crónicas de delitos diarios, etcétera. Dos textos literarios de los
que se ocupa Setton terminan de precisar los límites del período estudiado,
abierto en 1877 con la publicación de La huellla del crimen, la primera novela
policial argentina, escrita por Luis V. Varela –bajo el seudónimo de Raúl
Waleis– y cerrado en 1912, con la publicación del primer volumen de relatos
policiales publicado en el país, los Casos policiales de Vicente Rossi –
firmado como William Wilson–.
En la segunda parte de su estudio, Setton describe y analiza las obras de los
autores que practican el género policial en el período: Luis V. Varela, Carlos
Olivera, Carlos Monsalve, Paul Groussac, Eduardo L. Holmberg, Horacio
Quiroga, Vicente Rossi y Félix Alberto de Zabalía (este último es el presunto
autor escondido tras la firma “FAZ”, en las aventuras de Mr. Le Blond que
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Reseñas / 607
Los orígenes de la narrativa policial...– Román Setton | Hernán Maltz [pp. 606-608]
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aparecieron en el semanario ilustrado Papel y tinta en 1908). Se trata de un
estudio de autores mayormente soslayados y casi no leídos (como Luis V.
Varela o Vicente Rossi), aunque también hay un desarrollo sobre otros más
reconocidos en el marco de la historia literaria nacional (como Paul Groussac,
Eduardo L. Holmberg u Horacio Quiroga). Las lecturas y detallados análisis
de los distintos escritores son expuestos de manera independiente, en
capítulos separados, aunque esto no inhibe a Setton de establecer una serie
literaria centrada en determinados temas y motivos: “representación del
detective y de la ley, construcción de la figura del criminal, paradigmas
específicos de conocimiento y comportamiento, tratamiento de la cuestión
civilización-barbarie, representación del Estado, entre otros” (12).
Como apunta Setton en la introducción del libro, su estudio no pretende ni
puede “agotar un objeto casi sistemáticamente soslayado por la crítica
literaria” (12). Sin embargo, su condición inaugural no se rinde ante las
concesiones que se le podrían permitir a un estudio exploratorio; al contrario,
resulta muy valioso el carácter preciso y cuidado de la investigación y del
texto. Sumado a esto, ponderamos su apuesta consistente en sacar a la luz y
analizar un conjunto de escritores que permanecían total o parcialmente
invisibilizados (incluido, como ya mencionamos, al autor de la primera
novela policial escrita en castellano),1 así como el “irreverente” gesto de
trasladar el inicio del policial argentino a más de sesenta años antes del
momento en que comenzaban a publicar los presuntos primeros autores del
género en nuestro país.
1
Desde 2009, con la publicación de La huella del crimen (la segunda vez que se edita desde
la ocasión original en 1877), Setton lleva a cabo un trabajo de recuperación, edición y
publicación de textos policiales. A la novela indicada le siguieron Clemencia (2012),
también de Varela/Waleis, así como las antologías de relatos El candado de oro. 12 cuentos
policiales argentinos (1860-1910) (2013) y Fuera de le ley. 20 cuentos policiales
argentinos (1910-1940) (2015), todos ellos publicados por la editorial Adriana Hidalgo.
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Reseñas / 608
La teoría del drama burgués del siglo XVIII – Peter Szondi | Ana V. Flores [pp. 609-611]
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Sobre La teoría del drama burgués del siglo
XVIII, de Peter Szondi
Ana V. Flores
Universidad de Buenos Aires
Reseña de Peter Szondi, La teoría del
drama burgués del siglo XVIII.
Traducción de Agustina Salvaggio,
Buenos Aires: Prometeo, 2016. 288
pp.
En las últimas décadas, Peter Szondi (1929–1971) se ha convertido en una
figura central dentro de la teoría literaria en lengua alemana. La reciente
publicación de La teoría del drama burgués del siglo XVIII, incluido en la
colección “Arte & Estética” de la editorial Prometeo, es una verdadera
contribución a los estudios teatrales en lengua castellana, no solo por la
naturaleza sistemática y lúcida del análisis que contiene —que de algún modo
complementa la célebre Teoría del drama moderno—, sino porque se centra
en un género literario propio del siglo XVIII, siglo que, tal como señala Jorge
Dubatti en el prólogo a la edición en castellano, “es prácticamente omitido en
muchas historias teatrales, y en otras es apenas considerado como un rápido
pasillo para conectar el esplendor del siglo XVII con las grandes creaciones
del XIX” (pág. 10).
Cabe decir, en primer término, que La teoría del drama burgués constituye el
primero de los cinco tomos de la Edición crítica de las lecciones académicas,
publicada en 1973 por la editorial Suhrkamp, que transcribe las clases
impartidas por Szondi en Berlin, Göttingen y Heidelberg entre 1959 y 1971.
Sus editores, Bollack y Mattenklott, reconocidos filólogos, recopilaron los
textos de las lecciones, así como apuntes y resúmenes, y los publicaron dos
años después de la muerte de su autor, sabiendo, tal como el propio Bollack
aclara en el “Prefacio a la edición de las lecciones”, que Szondi jamás habría
aceptado que el texto se imprimiera tal como estaba, pero convencidos de que
la pérdida de una obra de tal envergadura sería inadmisible. La publicación
está justificada, asimismo, por el hecho de que Szondi redactó el material
completo de sus clases —convenientemente, a máquina—, de forma que el
texto puede presentarse de forma íntegra, con los cambios mínimos
indispensables para garantizar su legibilidad (omisión de formas de
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Reseñas / 609
La teoría del drama burgués del siglo XVIII – Peter Szondi | Ana V. Flores [pp. 609-611]
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tratamiento, supresión de repeticiones, etc.).
La teoría del drama burgués corresponde específicamente a un curso
impartido en Berlín en 1968, y está articulada en tres secciones: la primera se
basa en George Lillo y El mercader de Londres, la segunda se centra en
Diderot; y la tercera, en Lessing y Mercier. Siguiendo un camino cronológico
y geográfico que une a estos cuatro autores, y sustentándose tanto en los
textos críticos de los mismos como en las poéticas que se desprenden de sus
obras, Szondi busca desarrollar una teoría específica del drama [Trauerspiel]
burgués, de describir sus elementos constitutivos esenciales. Lejos de
establecer una definición desde el comienzo, construye y desarrolla su
análisis a partir de diferentes mecanismos, entendiendo al drama burgués no
como hecho aislado, sino dentro de la historia de la literatura —como
consecuencia de géneros anteriores y como antecedente de los que vendrían
después—, e indagando en el contexto social e histórico que dio lugar a su
aparición, pues, en palabras del autor, “al tratarse [...] de un género que ya
desde su nombre señala un momento social, no se puede renunciar a la
sociología de la literatura” (pág. 31). Sí se apresura, por el contrario, a echar
por tierra la idea de que un drama burgués sería sencillamente aquel en el que
los protagonistas son burgueses, así como la tesis, defendida por Lukács, de
que el género representaría directamente el conflicto de clases, con una
burguesía consciente de su condición. Como se desprende del análisis de
Szondi, la esencia del drama burgués es mucho más esquiva y varía de
acuerdo a su autor y a su ámbito de aparición. Así, las diferencias entre las
obras literarias pertenecientes al drama burgués son, de acuerdo a Szondi, tan
importantes como sus similitudes, en tanto dan cuenta de los disímiles
contextos históricos y sociales.
Respecto a la relación entre las tres partes que conforman el libro, diremos
que la primera y la segunda tienen un desarrollo claro y analizan en detalle
obras literarias concretas, y, aunque la segunda presupone a la primera, gozan
de cierta autonomía. En la tercera parte, sin embargo, se vuelve evidente el
carácter de texto no definitivo, sobre todo porque hacia el final se diluye la
unidad temática. De hecho, el comienzo del último párrafo, de estilo
conclusivo, no remite a Lessing ni a Mercier, sino a Lenz: “El mercader de
Londres, El padre de familia y El preceptor: tres estaciones en la historia del
drama burgués del siglo XVIII” (pág. 200). En verdad, Szondi planeaba
publicar un libro sobre el drama burgués centrado en Lillo, Diderot y Lenz,
en cuyo título —“El mercader de Londres, El padre de familia y El preceptor.
Para una psicología del drama burgués del siglo XVIII”— puede verse el
triple abordaje del género desde las literaturas inglesa, francesa y alemana. El
final de La teoría del drama burgués parece corresponder en parte a ese
proyecto de libro.
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Revista del Departamento de Letras
Exlibris #5 (2016)
Reseñas / 610
La teoría del drama burgués del siglo XVIII – Peter Szondi | Ana V. Flores [pp. 609-611]
ISSN 2314-3894
Por otro lado, a diferencia de las dos primeras partes, la tercera no analiza en
detalle ninguna obra literaria en particular, y si bien Szondi expone sus
razones para ello, tal ausencia se echa en falta; ante todo porque, pese a las
referencias eruditas y filólogas de su autor, el texto no necesita más
complemento que el de las obras literarias principales que allí se analizan, es
decir, El mercader de Londres, El padre de familia y El hijo natural. Y
ciertamente, parte de la relevancia pedagógica del libro es que permite armar
un pequeño corpus con textos literarios y críticos, cuya lectura garantiza una
genuina comprensión del texto y constituye una muestra representativa del
género estudiado.
La edición se completa con tres apéndices, el primero de los cuales explica
algunos problemas en la interpretación de la Poética de Aristóteles llevada a
cabo por Szondi a partir de errores en la traducción que manejaba. El segundo
apéndice consiste en citas de Miss Sara Sampson, de Lessing, ordenadas por
temas, con las que el autor planeaba realizar un artículo sobre la obra. El tercer
apéndice es una reconstrucción de un proyecto de libro sobre Molière y su
recepción en Francia, Inglaterra y Alemania, basada tanto en notas de Szondi
como en apuntes de los asistentes a un seminario del autor sobre El burgués
gentilhombre y El misántropo.
En suma, la edición de La teoría del drama burgués presenta las
ambivalencias esperables en una obra no cerrada de un crítico impecable: por
un lado, contiene algunos problemas de estructura, sobre todo en la forma que
concluye; por el otro, se trata sin lugar a dudas de un estudio eminente, de
relevancia para la crítica literaria, la teatrología y la sociología, y que aporta
mucho a la teoría de un género que con frecuencia es o bien desatendido o
bien interpretado superficialmente.
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