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ORLANDO SIERRA HERNÁNDEZ Y CARLOS HÉCTOR TREJOS REYES POESÍA DE LA MUERTE Y MUERTE DE LA POESÍA POR ALBEIRO MONTOYA GUIRAL DIRECTOR DEL TRABAJO: INVESTIGACIÓN PAUTADA Y ASESOSADA PARA LA MEMORIA VIRTUAL PORTAL LITERARIO Y CULTURAL DEL EJE CAFETERO

2012

Universidad Tecnológica de Pereira. Facultad de Ciencias de la Educación. Licenciatura en Español y Literatura

ORLANDO SIERRA HERNÁNDEZ Y CARLOS HÉCTOR TREJOS REYES POESÍA DE LA MUERTE Y MUERTE DE LA POESÍA POR ALBEIRO MONTOYA GUIRAL DIRECTOR DEL TRABAJO: WILLIAM MARÍN OSORIO MAGISTER EN LITERATURA HISPANOAMERICANA INSTITUTO CARO Y CUERVO INVESTIGACIÓN PAUTADA Y ASESOSADA PARA LA MEMORIA VIRTUAL PORTAL LITERARIO Y CULTURAL DEL EJE CAFETERO POR RIGOBERTO GIL MONTOYA DOCTOR EN LITERATUTA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MÉXICO TRABAJO PARA OPTAR AL TÍTULO DE LICENCIADO EN ESPAÑOL Y LITERATURA UNIVERSIDAD TECNOLÓGICA DE PEREIRA FACULTAD DE EDUCACIÓN ESCUELA DE ESPAÑOL Y COMUNICACIÓN AUDIOVISUAL LICENCIATURA EN ESPAÑOL Y LITERATURA 2012 1 LOS VERDADEROS POETAS SON DE REPENTE Los verdaderos poetas son de repente: nacen y desnacen, dicen misterio y son misterio, son niños en crecimiento tenaz, entran y salen intactos del abismo, ríen con .el descaro de los 15, saltan desde el tablón del aire al roquerío aciago del océano sin miedo al miedo, los hechiza el peligro. (…) Al éxtasis prefieren el sacrificio, dan sus vidas por otras vidas, van al frente cantando, a cada uno de los frentes, al abismo por ejemplo, al de la intemperie anarca, al martirio incluso, a las tormentas del amor… Gonzalo Rojas 2 CONTENIDO AGRADECIMIENTOS LOS HERALDOS NEGROS: A MANERA DE INTRODUCCIÓN Orlando Sierra Hernández Carlos Héctor Trejos Reyes LA POSIBILIDAD RENOVADORA DE LA POESÍA CAPÍTULO I DOS POETAS DOS VISIONES DE LO HUMANO 1.1. Orlando Sierra Hernández: El dolor de un poeta Cronología del autor 1.2. Carlos Héctor Trejos Reyes: Hagiografía de El Diablo riosuceño Cronología del autor CAPÍTULO II SEMBLANZAS SOBRE LA VIDA Y OBRA DE ORLANDO SIERRA Y CARLOS HÉCTOR TREJOS EN LA PERSPECTIVA DE SUS CONTEMPORÁNEOS 2.1. Orlando Sierra: Décimo aniversario de la impunidad Entrevista a Fernando Alonso Ramírez 2.2. Carlos Héctor Trejos: Reciedumbre y orfandad Entrevista a Conrado Alzate Valencia CAPÍTULO III EL VIAJE. APUNTES SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DE UNA CARTOGRAFÍA POÉTICA 3.1. El Amansador 3.2. El Diablo riosuceño: En busca de Comala CAPÍTULO IV DE AMOR Y MUERTE 4.1. De amor: Orlando Sierra Hernández 4.2. De muerte: Carlos Héctor Trejos Reyes ANEXOS 1. CRÍTICA LITERARIA 1.1. ORLANDO SIERRA HERNÁNDEZ 1.1.1. Roberto Vélez Correa: La necesidad del estilo 1.1.2. Roberto Vélez Correa: Amor y otras angustias 1.1.3. Juan Carlos Acevedo Ramos: El sol bronceado. Del sueño a la poesía 1.2. CARLOS HÉCTOR TREJOS REYES 1.2.1. Roberto Vélez Correa: Manos Ineptas: el candente abrazo de la palabra 1.2.2. Roberto Vélez Correa: Carlos Héctor Trejos: una voz errante 1.2.3. Carlos Arboleda Valencia: Carlos Héctor Trejos: entre la poesía y la sombra Sobre la muerte 2. PERFILES Y ACERCAMIENTOS 2.1. ORLANDO SIERRA 2.1.1. Entrevista a María Amparo Agudelo Zamora 2.1.2. Carlos Augusto Jaramillo Parra 2.2. CARLOS HÉCTOR TREJOS REYES 2.2.1. Sergio Acevedo Valencia: El poema aplazado de Carlos Trejos Reyes 2.2.2. César Valencia Trejos: Carlos Héctor Trejos Reyes: 5 6 7 10 14 17 17 19 21 24 25 25 26 29 30 34 34 37 41 43 47 47 47 48 49 51 53 56 56 60 60 63 65 3 vibrante humanista, con destino a mejor poeta de su tierra 3. PRESENTACIÓN DEL INFIERNO 3.1. Infierno Lento 4. ANTOLOGÍA POÉTICA 4.1 ORLANDO SIERRA HERNÁNDEZ 4.2 CARLOS HÉCTOR TREJOS REYES 5. GALERÍA FOTOGRÁFICA (ANEXOS 5. AL EXTERIOR DEL DOCUMENTO) BIBLIOGRAFÍA 68 71 72 81 88 118 4 AGRADECIMIENTOS Agradezco a Lilia Miriam Reyes y a Marina Hernández, madres de Carlos Héctor Trejos Reyes y Orlando Sierra Hernández respectivamente, por el apoyo incondicional y la credibilidad en esta investigación, por no aceptar que sus hijos salieron de sus casas una mañana para jamás volver y por esperarlos aún silenciosas en la mecedora de la memoria. A mis maestros Rigoberto Gil Montoya y William Marín Osorio por creer en la poesía, y condescender en que la academia debe hacer justicia con la vida y obra de autores regionales arrancados, por oscuras manos, del banquete de la vida que apenas comenzaba. A Beatriz Eugenia Sierra y Amparo Agudelo Zamora por abrir las puertas de su casa así como los libros de la esperanza y por querer cerrar las páginas de la injusticia colombiana. Al diario La Patria de Manizales y a los escritores y periodistas Gloria Luz Ángel, Juan Carlos Acevedo, Antonio Leyva y Fernando Alonso Ramírez por abrir los archivos de papel del recuerdo y por confiar en pro de la elaboración de este trabajo las fotografías espirituales de Orlando Sierra guardadas en sus corazones inrendibles. Al poeta Conrado Alzate Valencia por ir conmigo siguiendo las huellas de Ahasverus por su pueblo maldito, y al periodista Sergio Acevedo Valencia por acercarme al perfil de Carlos Héctor Trejos Reyes. A todas las personas que en Santa Rosa de Cabal, Manizales, Riosucio y Bogotá aportaron amor e información desinteresadamente sobre los poetas; y a mis amigos que bajo el nombre de Los Reflejos Automáticos anduvieron conmigo por aquellas ciudades mientras se hacía esta cartografía poética. Y a Daniela Jiménez Galeano, fotógrafa del viento. 5 LOS HERALDOS NEGROS A MANERA DE INTRODUCCIÓN “Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma... ¡Yo no sé!” César Vallejo Resumen: La presente investigación está enfocada a preservar la memoria de Orlando Sierra Hernández y Carlos Héctor Trejos Reyes, dos autores del Eje Cafetero arrebatados por la muerte a destiempo y en un país donde los verdaderos poetas comparten el cetro con los indigentes. Se dará cuenta de su vida y obra y de la importancia de su trabajo en el marco de la primera década de su desaparición en Colombia. La intención principal de este trabajo es, sin dejar de defender la seriedad de la poesía vista como una herramienta vital para el ser humano a la hora de preservar el lenguaje, acercar al lector a las semblanzas que de ellos hizo su contemporaneidad, facilitando imágenes de archivo familiar y periodístico, crítica literaria de su obra, así como antologías poéticas de sus libros para el disfrute y estudio, entrevistas de quienes los conocieron y toda una suerte de apuntes sobre la recolección de datos a lo largo de los viajes realizados para edificar un perfil pictórico de las ciudades influyentes en su formación y desenlace. Palabras Claves: Poesía, cultura, Eje Cafetero, muerte, biografía, libros, semblanza, Memoria, archivo, imagen, Cartografía Poética, recuperación. Abstract: The present investigation is focused on preserving the memory of Orlando Sierra Hernández and Carlos Héctor Trejos Reyes, two authors from the Eje Cafetero dead both inopportunely and in a country where the true poets share the sceptre with the indigents. This work will account of their life and builds within the framework and the importance of their work of the first decade of their disappearance in Colombia will occur. The main 6 intention of this work is, without stopping defending the seriousness of the poetry seen like a vital tool for the human being at the time of preserving the language, approaching the reader to the biographical sketch that made of them their contemporaneousness, facilitating images of familiar and journalistic file, literary critique of his work, as well as poetic anthologies of his books for the benefit and study, interviews of those who knew them and all a luck of notes on the data collection throughout the made trips to build a pictorial profile of the influential cities in their formation and unties. Key Words: Poetry, Culture, Eje Cafetero, death, biography, books, biographical sketch, Memory, file, image, Poetic Cartography, recovery. Orlando Sierra Hernández Lamentablemente cuando hablamos de Orlando Sierra Hernández hablamos de muerte. Muchas personas en su tierra natal, Santa Rosa de Cabal, se refieren a él como poeta y en su tierra adoptiva, Manizales, como periodista. Sin embargo, el dolor que se siente al pronunciar su nombre es colectivo porque éste sabe a injusticia, a falta de claridad sobre los motivos que lo Foto: Archivo La Patria pusieron en una lápida junto a dos fechas indeseables. A la 1: 49 de la tarde del 30 de enero de 2002 cuando departía con su hija, Luis Fernando Soto Zapata de una manera infame le disparó dos veces provocándole una agonía que desembocó en la muerte dos días después. Los medios de comunicación voltearon a mirar el suceso con la convicción de que se trataba de algo fatal para la comunidad y el periodismo colombiano, y aún las personas más humildes declararon su indignación. Como consta en la publicación del periódico La Patria del domingo 3 de abril de 2011, “ese doloroso sábado miles de personas salieron a las calles del centro de Manizales para decirle adiós a Orlando Sierra”. La familia, amigos y compañeros de trabajo encabezaron la marcha hacia el cementerio llevando una pancarta que decía en grandes letras: NO NOS CALLARÁN. Más que un entierro se trataba de una ciudad congregada para decirle adiós a un amigo fiel cuya partida había sido provocada tal vez por las carnicerías de la corrupción 7 de los politiqueros con vínculos con la suciedad del paramilitarismo de Caldas. El artífice de la vida en la columna inteligente y mordaz Punto De Encuentro había sido asesinado. Habían matado no sólo a un hombre de familia, a un poeta, a un periodista, sino a uno de los mejores amigos del pueblo, a quien éste había esperado, recordando las palabras de Miguel Hernández, “con la oreja y el alma tendidas al pie de cada siglo”. Y cuando uno de los mejores amigos del pueblo es silenciado, el pueblo se hace cargo de su voz y da continuidad a sus palabras inconclusas. Por lo tanto, cuando leemos la poesía de Sierra Hernández, de un modo idéntico, nos encontramos con el mismo sabor a muerte que nos deja el hacer memoria de su vida. En su primer libro, Hundido Entre La Piel (1978: p. 51), se encuentra un presentimiento y a la vez una ansiedad profética de morir, que parece haberlos escrito días antes del atentado, a pesar de haberlo publicado 24 años atrás: “Muerte: / no me llames/, voy a ti… ya mis pasos/ caminan hacia adentro, / ya mis sueños reclaman su partida.” Y En el poema Renacimiento del mismo libro (p. 53), está la siguiente confesión: “No me importan las tinieblas, / de mi sombra figurada: / he nacido, he nacido con la muerte. / ¡Ya viví!” Al parecer la muerte había puesto su huella en su poesía mucho antes que en su vida. ¿Presentiría años atrás que lo iban a matar? No deja de ser una hipótesis, pero sí es seguro que en el momento de morir él presentía quiénes lo obligarían a marcharse, según lo publicado por el periódico El Espectador el 01 de octubre de 2010: 8 En su columna PUNTO DE ENCUENTRO, Orlando Sierra, subdirector del diario La Patria de Manizales y uno de los periodistas más leídos de su momento, en medio de amenazas, escribió: "En un grafiti en Europa, un ángel del buen humor transformó la célebre sentencia del filósofo Descartes, cogito ergo sum, pienso luego existo, por cogito ergo ¡pum!, pienso luego ¡pum! (…) pum, a callar, chitón, a lo tuyo capullo, a otra cosa mariposa, pum. Dios mío, (…) Yo también, lo confieso, le temo al pum". La columna fue firmada el 12 de agosto de 2001. Cinco meses después, mientras se disponía a entrar a la sede del periódico, fue asesinado. El motivo: la denuncia de políticos corruptos con nombre y apellido en una época que, como se pudo sentir, no convenía ir en contra de la corriente. No obstante, el caso de Orlando Sierra no es sólo complicado por su desenlace sino porque había nacido en un pueblo sin tradición poética. Quizá los abuelos salgan en defensa de sus corazones a contarnos los cuentos de la arriería y las trochas del café, de las cacerías de animales en la montaña y de hombres rojos y azules en los pueblos, pero la de la ciudad de las araucarias es una historia de nostalgias de unos pocos. En este siglo no podemos pasarnos con sensiblerías y trovas. Debemos combatir el caos como lo entendió Orlando Sierra, apartándose de las temáticas provinciales tales como: escribir para los quince años de las muchachas más bonitas de la aldea, cantar al río San Eugenio, zona neurálgica de la región, a las montañas, los pájaros y las zarigüeyas. Este escudriñamiento tuvo en cuenta la vida y obra de Orlando Sierra Hernández para acercarlas a las personas que lo desconocen inclusive en la región y a los estudiosos de la palabra que quieran evaluar su lírica. El interés esencial de estas palabras es ir más allá de los archivos, los datos y la investigación que edifiquen la personalidad de un escritor regional, acuciado después de morir por una fama proveniente de la fatalidad más que de la escritura, con el fin de darle la importancia que se merece en el ámbito del Eje Cafetero y en el oficio de la poesía. Así pues, este trabajo buscará trascender los límites de la biografía de Orlando Sierra Hernández hasta los territorios donde la muerte física y la ideal son un solo paralelo, con el fin de conocer el factor específico que hace que en la región se esté empezando a considerar a este autor como un personaje histórico y, asimismo, aportar al incremento de la visión sobre el acontecer poético en Risaralda. 9 Carlos Héctor Trejos Reyes De la misma forma en el espejo de la muerte aparece el rostro de Carlos Héctor Trejos Reyes. Un Dadaísta a la colombiana de fin de siglo1 para usar la expresión de Henry Luque Muñoz. Había nacido en Riosucio, Caldas, al occidente de Colombia en 1969 y en menos de 25 años ya se había apropiado de la cultura universal. Conocía al derecho y al revés la poesía de Foto en la casa de Lilia Miriam Reyes, madre del poeta. Riosucio, Caldas, 2011. Hölderlin y el pensamiento de Nietzsche y sentía una simpatía excesiva por los personajes malditos de la historia como Caín, Judas y Ahasverus por quienes abogó ardientemente en sus versos ante los tribunales de la divinidad. No fue ateo, pero sí abdicó de Dios y de los dioses y no rindió pleitesía a nadie. La poesía, su único amor, la única mujer de su vida, lo condujo a la muerte. Había publicado tres libros de poesía: Poemas de amor y desamor, editado por el Instituto Caldense de Cultura y la Casa de Poesía Fernando Mejía Mejía en 1994; Ahasverus, ganador de los II Nuevos Juegos Florales de 1994 organizado por el Centro de Escritores de Manizales que dirigía entonces Orlando Sierra Hernández, y Manos ineptas, una obra sublime y auténtica en todo el panorama de la escritura poética colombiana y galardonado con el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia, en 1995. A la vez tenía inéditos los libros Escrito desde la amnesia y Al filo de las palabras entre manuscritos incontables de poemas y ensayos trabajados con rigurosidad. En 2006 la Corporación Encuentro de la Palabra de su tierra natal conformada por sus amigos y donde fuera Vicepresidente hasta días antes de morir, publicó un homenaje a su labor estética bajo el nombre de Obra Inédita. Selección, resultado de una ardua labor de lectura y relectura y de 1 En: Carlos Héctor Trejos Reyes. Obra inédita. Selección. Corporación Encuentro de la Palabra. Riosucio-Caldas. Editorial Andina, 2006. Pág. IV. 10 las asesorías de expertos reconocidos del país, con el fin de sacar a la luz sus textos más lúcidos y profundos y dejar en lo oscuro aquellos que él mismo hubiera deseado reservar, y para emprender el camino doloroso de rescatar a este poeta del olvido, empresa a la que humildemente este trabajo desea sumarse, no como un obituario, sino como una hagiografía de la nueva poesía colombiana. Con todo el panorama prometedor y los caminos abiertos del éxito, Carlos Héctor Trejos Reyes había logrado más que muchos de sus contemporáneos. Tenía la vitalidad, la inteligencia, la obra, el conocimiento y el amor por la escritura como para gozar de reconocimiento en el país. Sin embargo el 11 de septiembre de 1999 desaparece de este mundo. Foto: Archivo personal de Lilia Miriam Reyes. Cuando sus amigos conocen la noticia de su muerte lamentan que haya sido interrumpida la creación de uno de los intelectuales más grandes de Caldas, y queda en el aire de Riosucio la sensación de un vacío irrecuperable como cuando dice Plutarco en El laberinto De Las Sirenas que la muerte de Pan producía en el mundo una gran tristeza sólo con imaginar la naturaleza vacía. En una conversación en Bogotá el 05 de noviembre de 2011 con Juan Carlos Acevedo, Presidente del Centro de Escritores de Manizales en la actualidad, infirió que “Trejos Reyes, de estar vivo, hubiera sido un poeta tendiente a repetirse”, es decir, posiblemente hubiera dado vueltas alrededor de las mismas temáticas y su poesía por escribir no hubiera sido más profunda que la ya escrita, porque él, en su afán, había quemado talentosamente la poética reducida por los límites de su comarca. No obstante, es un autor que en sus publicaciones plantea la necesidad de abolir el romanticismo caduco de una vez por todas de nuestras letras, permeando sus versos de una vitalidad envidiable al hablar de la muerte y la desesperanza, lo que le hace meritorio el respeto y la dignidad de la lectura y la crítica. La poesía de Carlos Héctor Trejos tenía a sus lectores prevenidos con la idea de que su autor se iba a suicidar en el momento menos pensado. Para hacer alusión sólo a uno de los 11 poemas donde se habla de la muerte como una salida y necesidad y como la única reivindicación de la vida, leamos un fragmento de Ciudad Homicida (Manos Ineptas, 1995. p. 45): “Conozco las fronteras donde tal vez / Me esperen mejores vientos, pero, / Es imposible zafarme de las miradas / De la gente, que esperan mi suicidio / De un momento a otro…” Así pues podemos conjeturar que Toto, como era el apodo de los hombres de su familia y que recayó en él por la simpatía de sus coterráneos según nos cuenta Carolina Vargas Trejos, su sobrina, usaba la muerte como un ideal estético y un suicidio hubiera sido algo repudiable por él mismo, planteamiento cuyos límites quieren sondear este trabajo. A este buen Diablo, para usar sus propias palabras “Inclusive el abismo le será poco. / No será huésped en ninguna región, / Sólo será un viento acosado (Ahasverus, 1995. p. 23).” No nos adentraremos en su morada silenciosa ni osaremos querer despertarlo. Respetaremos su tumba vacía y seguiremos las huellas errantes de sus versos porque es necesario que en el Eje Cafetero y en Colombia como tal haya un acercamiento a su vida y obra, si no por la calidad Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia. Casa del poeta, Riosucio. de sus libros sí por las condiciones de ángel vulnerado con que los escribió, la consagración y la devoción neurótica y desinteresada con que los concibió en tierras donde era insospechable que pudieran escribirse, divinamente para nosotros, mortales apenas. A continuación se dará cuenta de la vida y obra de dos autores regionales escogidos con el corazón más que por razones académicas, y de la importancia de su trabajo en el marco de la primera década de su desaparición en el panorama colombiano. La intención principal de estas hagiografías malditas es la de acercar al lector a las semblanzas que de ellos hizo su contemporaneidad, facilitar imágenes de archivo familiar, crítica literaria de su obra, así como antologías poéticas de sus libros para el disfrute y/o el estudio, entrevistas de quienes los conocieron y toda una suerte de apuntes sobre la recolección de datos a lo largo de los viajes realizados por el Eje Cafetero y la capital del país, con el fin de hacer un perfil 12 pictórico de los lugares que educaron su mentalidad y que de una y otra manera tuvieron que ver consigo e influyeron en su desenlace. Esta investigación está enfocada a preservar la memoria de Orlando Sierra Hernández y Carlos Héctor Trejos Reyes, ambos arrebatados por la muerte a destiempo y en un país donde los verdaderos poetas comparten el cetro con los indigentes. Se incluye además en los anexos una corta pieza teatral llamada Infierno Lento nacida no a raíz de este trabajo sino inspirada en éste, que ha tenido la suerte de incluirse en las memorias de las III Residencias en Dramaturgia organizadas por la Universidad de Caldas a finales de septiembre e inicios de octubre de 2011, con el interés de compartir la experiencia de su creación y dar una idea desde la poesía de la cotidianidad que vivieron nuestros poetas. A la memoria de estos dos ángeles caídos está dedicada esta labor con la esperanza de que en Colombia deje de irrespetarse la expresión, y sean tenidos en cuenta los casos de hombres y mujeres que como a ellos a lo largo de nuestra historia los han silenciado, ofendiendo con vileza las letras y la dignidad humana 13 LA POSIBILIDAD RENOVADORA DE LA POESÍA “Nosotros, por el contrario, aún confiamos En el Hombre, en su salvación, Dándole lo mejor –así sea poco- que tenemos: La posibilidad renovadora de la poesía.” Carlos Héctor Trejos, Manifiesto2 Antes de ser escrita por primera vez ya la poesía iluminaba nuestros rostros. Invención humana para curar la frialdad que dejaba la ausencia de los dioses y para ahuyentar las fieras. Diálogo primitivo y estelar con la incertidumbre de existir sin una procedencia conocida. En la caverna, hombres y mujeres alrededor de las poéticas llamas asaban el amor. En los cultivos, los niños, poetas primigenios, jugaban a ser como los pájaros. Con el paso del tiempo y teniendo a mano el milagro de la escritura, fueron narradas las glorias de los pueblos, la valentía de los hombres y la belleza de algunas mujeres que provocaban confrontaciones entre imperios. Cuando el poeta sube al lado del político y el sabio la gente empieza a encontrar respuestas acerca de cómo subir al cielo, y es entonces que nace la filosofía y se propone que para el buen funcionamiento de la república la belleza debe ir al exilio. Esa es la instauración de la indigencia. El mundo se quedó a oscuras. No habrá noticias de la poesía por muchísimo tiempo hasta cuando un hombre en un día de los primeros años del Siglo XVII despierta con la idea de escribir un poema sobre la locura. En un personaje de brazo potente –quizás para vengar su manquedad- pone todo su resentimiento contra la mezquindad de una época creyente en dragones y caballeros. Muere en la pobreza total sin saber que su nombre va a suscitar por siglos la admiración y el merecido elogio de los estudiosos y amantes tanto como para pensar que el ser humano después de todo no es tan miserable. Los años van a traer al mundo guerras, pestes, incendios y de igual manera descubrimientos trascendentales. Acabarán las monarquías y se fundarán dictaduras que irán hasta nuestro tiempo. A los poetas los fusilarán, los mandarán a las cárceles, les pondrán mordazas, se 2 Manos Ineptas. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 1995. P. 61 14 refugiarán en el suicidio, morirán misteriosamente en las madrugadas de septiembre. Sin embargo, la poesía sobrevivirá. Un oficio solitario ¿Qué hace a la poesía importante para el ser humano? Creemos, con Richard Rorty, que el poeta es el portavoz de la humanidad y el explotador constante de la cantera milagrosa del lenguaje: Una percepción de la historia humana como la historia de metáforas sucesivas nos permitiría concebir al poeta, en el sentido genérico de hacedor de nuevas palabras, como el formador de nuevos lenguajes, como la vanguardia de la especie.3 Sin embargo, el hecho poético en primera instancia es un acto egoísta. Por ser el producto de un oficio solitario busca ante todo limpiar el inconsciente del autor, platicar con la historia desde una perspectiva personal donde influye la genética cultural, la familia y el entorno; preguntar por las causas de ciertos fenómenos humanos como la muerte, el amor, entre otros, tomados desde la propia experiencia y enfrentarlos a la hora de su llegada con conjuros de rechazo o bienvenida u olvidarlos –o aparentar olvidarlos- para el propio bien psíquico, cuando pasan. Este oficio de la soledad tendría un fin terapéutico, compartido con un género titán como la novela o uno perspicaz como el cuento, más allá de las implicaciones que estos tengan con la crítica académica o de los aportes a la técnica. El arte poético sería, en primer lugar, un arte terapéutico por excelencia. Además de esto, su practicante, antes de poner en cuestión su obra ante un público, está asumiendo consciente o inconscientemente que para sí mismo ésta tiene ya una motivación o un valor visceral, quiérase o no, puesto que no hay ninguna escritura para nadie si de entrada el mismo escritor es ya su primer lector. Por consiguiente, la lectura de poesía sería como la de toda manifestación artística, una reescritura. Y aquí está el punto de partida del egoísmo hacia la colectividad: cuando leemos colaboramos al autor para que termine de escribir y en la medida que hallemos en sus textos una clave para entendernos a nosotros mismos, estaremos entendiendo el universo personal de otros que simpatizarían de igual modo con el nuestro. El poeta al escribir, como individuo, exterioriza su percepción de mundo, y por 3 Rorty, Richard. Contingencia, ironía y solidaridad. Barcelona: Paidós, 1991, p. 40 15 lo mismo, exterioriza la percepción de mundo de quienes al leerlo se sienten identificados con sus versos. La obra perdería de este modo toda autoría, y la palabra estaría por encima de sí misma y de toda vanidad, llevando al creador a la calidad de simple intermediario entre el ser humano y la revaloración de su dignidad. En Colombia hace falta plantearse el hecho poético como una necesidad humana que traspase las estructuras estéticas. Para que la poesía pueda entenderse como una herramienta del lenguaje indiscutiblemente volcada a desenmarañar los secretos de nuestra existencia, más que a saturar los archivos de la memoria con inúmeras biografías interesantes, nos hace falta, según el espectáculo actual donde el arte se volvió glamur, no tanto esperar a que sigan pasando siglos y nazcan genios dignificantes, sino volver, con los ojos vendados, a la época de las cavernas. 16 CAPÍTULO I DOS POETAS DOS VISIONES DE LO HUMANO 1.1. Orlando Sierra Hernández: El dolor de un poeta. A veces los poetas se rehúsan a morir aferrándose a lo poco que les queda, a lo poco que van a dejar en esta tierra. Postulan una nueva manera de dominar el lenguaje, adquieren una manera de pensar comprometida más con el ser humano que con las letras y las pretensiones inherentes a la escritura. La muerte les anuncia su visita, sin embargo jamás se sientan a esperarla. Trabajan. Trabajan de día y de noche en su oficio desesperado de resistirse a la nada y a su propio vacío. Cuando unos disparos se hacen presentes los poetas salen a la puerta de su taller nunca cerrada sin darse cuenta de que la infamia los mandó a matar. Su último pensamiento, en contradicción con lo que se podría prever según sus actitudes y comportamientos convencionales de excéntricos, no ha de ser en un vocablo, una idea ni una música inconclusa sino en una mujer que los acompañara desde la juventud, una hija, una oficina, una patria que se van a quedar solas. El dolor de un poeta que se está muriendo no estriba en la inconclusión de las formas sino en que la humanidad con el aire que él va a dejar deshabitado se va a envenenar al respirar. Después viene aprensa extravagante con preguntas sobre el asesinato. La persecución de los medios, las palabras honorables de los funcionarios sin honor de la política, las honras fúnebres si puede ser honroso lo fúnebre, los homenajes, la inclusión en las revistas, la academización de su obra y toda clase de trabajos a posteriori sobre ésta. Orlando Sierra Hernández hijo de Gilberto Sierra Alzate y Marina Hernández, nació el 21 de septiembre de 1959, en un pueblo con 12 araucarias de cuyas ramas colgaban los líquenes del conservadurismo y el adormilamiento en el tiempo; en un pueblo con unos cuantos viejos caballos, innúmeras mujeres bonitas pero polisémicas, un alcalde que no sabía distinguir entre un carro y un animal endemoniado, muchos curas así como malos políticos y trovadores, y ningún poeta: Santa Rosa De Cabal, Risaralda. 17 Después de vagabundear por todos las instituciones educativas de su pueblo, obtuvo su grado de bachiller en el Colegio Cooperativo en 1979, en la jornada nocturna. Había roto los esquemas de la tradición familiar para irse detrás de la poesía, es decir, abandonó el seminario y prefirió enemistarse con Dios y su mamá para irse detrás de una mujer; Amparo Agudelo Zamora, su primer amor y madre de su única hija, Beatriz Sierra Agudelo. Se graduó en Filosofía y Letras de la Universidad de Caldas de Manizales en 1985 y como Comunicador Social y Periodista de la Universidad Tadeo Lozano en 1998. Fue profesor de la Universidad de Manizales y director de Extensión Cultural de la Universidad de Caldas. Publicó tres libros de poesía: Hundido Entre La Piel (1978), El Sol Bronceado (1985) y Celebración De La Nube (1992). En 1995 había sido becario de la Mansión de Escritores de Europa en Saint Nazaire, Francia, donde escribió la novela La Estación De Los Sueños, y momento de su vida que aprovechó para visitar París, Roma, Grecia y Venecia. En el año 2000 ganó una beca promovida por el Ministerio de Cultura y el Fondo Mixto de la Cultura de Caldas, para escribir la novela Para justificar a William Blake. Sin embargo, donde alcanzaría mejor reconocimiento en el ámbito cultural fue en La Patria, diario de Manizales donde trabajó desde 1986 como Redactor Cultural, Asistente de Dirección, y Director (e) hasta 1994, cuando obtuvo la columna Punto de Encuentro. Desde ese momento se distinguió por sus temáticas de combate contra la corrupción y “la propuesta de que en Manizales y Caldas hubiera mayores espacios de participación política”, tal vez sin saber que por ello el 30 de enero de 2002 a la 1:49 de la tarde, cuando se disponía a entrar a las instalaciones del periódico acompañado de su hija, Luis Fernando Soto Zapata pagado presuntamente por jerarcas regionales de la política, le disparara dos veces. El poeta se rehusó a la muerte, pero el primero de febrero falleció a las 8:35 p.m. en el Hospital de Caldas. En ese momento era Subdirector del diario. 18 Dejó inéditas las novelas: La copia del muro de Berlín, El club de la corbata roja y La maldición del oráculo y el libro de poesía Simulacro del Paraíso. Su obra poética después de morir se ha ido teniendo en cuenta en mayor proporción que cuando vivía. Por ejemplo, el 5 de octubre de 2008, en Manizales, se presentó La música callada. La soledad sonora. Antología de poemas al jazz, realizada por el poeta colombiano Federico Díaz-Granados en la que se ofrecen textos de 39 poetas internacionales como Jack Kerouak, Julio Cortázar y Gonzalo Rojas, entre otros. Y en mayo-junio de 2008, el poeta Mario Rivero dedicó una edición de su revista Golpe de Dados a su memoria. Además, el diario La Patria no ha dejado de persistir en la necesidad de que haya justicia sobre sus asesinos, por lo que ha publicado continuamente informes sobre el caso que vincula a Ferney Tapasco y a Dixon Ferney Tapasco en su crimen. La muerte de Orlando Sierra Hernández nos duele más que su vida, no tanto porque fuera un vehemente opositor del infortunio mal llamado política, sino porque fue un hombre respetuoso de la vida. No fue un poeta a la manera colombiana, es decir, no fue objeto del dinero ni de la comodidad. Él supo que las personas que jamás asisten al banquete de la vida, los humildes, quienes no cuentan con ninguna etiqueta para comerse la corrupción, necesitan desesperadamente como perros lamer a diario el fuego del lenguaje de las manos del poeta. Cronología del autor 1959: Nace en Santa Rosa de Cabal (Risaralda, Colombia), el 21 de septiembre. Hijo de Gilberto Sierra Alzate y Marina Hernández. 1979: Después de un peregrinaje inconcluso por todas las instituciones educativas de Santa Rosa de Cabal, provocado por su excentricidad, logra graduarse de bachiller en el Colegio Cooperativo de la misma ciudad, en la jornada nocturna. 1978: Publica su primer libro de poesía Hundido Entre La Piel. Manizales: Impresos Cardona. 19 1985: Publica El Sol Bronceado. Manizales: Casa De Poesía Mejía Mejía, y se gradúa en Filosofía y Letras de la Universidad de Caldas. 1986: Comienza a trabajar como Redactor Cultural en el periódico La Patria de Manizales, hecho que le impulsará a ser más adelante Asistente de Dirección, Director (e) y Subdirector del Diario. 1987-1990: Es profesor de la Universidad de Manizales en las facultades de Preescolar y Comunicación Social y Periodismo, así como director de Extensión Cultural de la Universidad de Caldas. 1991: Obtiene el Segundo Premio de Poesía organizado por la Casa De Poesía Mejía Mejía. Es nominado al Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. 1992: Publica Celebración De La Nube. Manizales: Casa De Poesía Mejía Mejía. 1993: En marzo conoce a Carlos Fuentes y a Gabriel García Márquez en Cartagena, escritores de su admiración y encuentro que lo animaría a escudriñar en su talento narrativo. 1994: Inicia labores en la columna Punto de Encuentro de La Patria, distinguiéndose desde ese momento por sus temáticas de combate contra la corrupción y “por proponer que en Caldas hubiera mayores espacios de participación política”. 1995: Es becario de la Mansión de Escritores de Europa en Saint Nazaire, Francia, ciudad donde escribió la novela La Estación De Los Sueños. Visita además a París, Roma, Grecia y Venecia. 1996: Es nominado nuevamente al Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Recibe el premio Claqueta de Cristal al mejor programa de opinión en la televisión por su espacio Al aire, emitido por Telecafé. 1998: Recibe el título de Comunicador Social y Periodista de la Universidad Tadeo Lozano. Ese mismo año publica en coautoría el libro de análisis político Democracia, política y paz. Elecciones en el Eje Cafetero. 20 2000: Gana una beca promovida por el Ministerio de Cultura y el Fondo Mixto de la Cultura de Caldas, para escribir la novela Para justificar a William Blake. 2002: El 30 de enero a la 1:49 de la tarde, es víctima de un atentado. El primero de febrero a las 8:35 pm muere en el Hospital de Caldas. Ese mismo año el periódico La Patria publica una antología de sus columnas bajo el nombre que las hizo famosas, Punto de encuentro. Deja inéditas las novelas: La copia del muro de Berlín, El club de la corbata roja y La maldición del oráculo. Y el libro de poesía Simulacro del Paraíso. 1.2. Carlos Héctor Trejos Reyes: Hagiografía de El Diablo riosuceño No coloquen mi nombre en losa alguna, Si yo jamás supe quién fui. Oficio de dolientes (Manos Ineptas. 1995, p. 49) La de Riosucio es una dualidad fatal. Sus plazas nos ofrecen dos versiones de la vida humana; una, la orfandad. Los hombres son abandonados por los dioses quienquiera que sean. Otra, la de la renuncia. El hombre escupe en la cara del dios que lo creó. Le hiere de muerte con la navaja con que se afeitara Ahasverus. Riosucio carnavalescamente angustiado, partido en dos. Dos historias, dos cementerios, dos sangres, dos entradas (y ninguna salida, oh laberinto). Un poeta: Carlos Héctor Trejos Reyes. Nació el 7 de noviembre de 1969. Sus padres fueron Esteban Alonso Trejos y Lilia Miriam Reyes. Hijo menor de 12 hermanos. Desde pequeño hasta el fin –podría decirse que aún mientras se leen estas palabras- amó a su madre como una cómplice de su dolor. Ella lo entendió como nadie, sólo ella sabe acerca de él lo que los estudiosos jamás han de saber por arte o por ciencia. Todavía hoy al recordarlo nos hace el perfil de una persona introspectiva, solitaria, alejada del bullicio de los carnavales, concentrado en su escritura. 21 Sin embargo, nos lo evoca como un hombre vivaz, fuerte, confiado en su familia y amigos, en la palabra y que convertía en fuego todo cuanto tocara como un Midas ardiente. Después de su paso todo se volvía conflagración. Por donde pasara su palabra se abría la tierra en dos surcos de llamas. Compleja personalidad, como si, por un capricho personal, pudiéramos escoger entre la biografía que nos enseña su poesía, sublime, Foto: Archivo personal de Lilia Miriam Reyes. musical, moderna, acelerada, o entre la que quedó en el aire maldito de Riosucio después de su muerte y que estas palabras intentan recoger como si fueran coleccionistas de huellas de un ángel apresurado. Según su mamá desde el primer instante despotricó de la educación. Apenas entró al primer establecimiento público en su vida, algo así como un Jardín Infantil, dio muestras de la acidez de su futura palabra. “No me gustan las rondas infantiles. No me enseñan a escribir sino a cantar. No me importa que el lobo se coma a caperucita ni dónde está la margarita” dijo, como nos lo recuerda ella. Y a los seis años ingresó a la escuela Francisco de Paula Santander de su pueblo, alternando su estudio con la venta de periódicos. Inició su bachillerato en el Instituto Nacional los Fundadores, colegio donde creció como hombre y persona y donde descubrió que los dioses, la vida, la moral y otras cosas menos importantes no le gustaban para nada, es decir, descubrió su vocación poética. En 1987 después de terminar su bachillerato ingresa a la Universidad de Caldas para estudiar Filosofía y Letras, carrera abandonada en el primer semestre. Ya en 1992 comenzó a realizar talleres de comprensión de lectura y en 1994 la Orquesta de Cámara de Caldas lo ocupó en sus filas como organizador, oficio que abandonó por no soportar “los sonidos maricones de aquellos ministriles”. Así, regresa a su ciudad después de su breve incursión por Manizales, para siempre. Ayudado por Carlos Arboleda publicó en octubre de 1994 su primer libro de poesía, Poemas de Amor y Desamor, Instituto Caldense de Cultura, Casa de Poesía Fernando Mejía Mejía. Su segundo libro de poesía, Ahasverus, Manizales: Imprenta Departamental de Caldas, 1995, le mereció el primer puesto de poesía en los Segundos Nuevos Juegos 22 Florales de Manizales. Y en el mismo año su libro Manos Ineptas recibe el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia, cerrando así un ciclo luminoso de dedicación lingüística y sombría a “su terco e iluso oficio” como él mismo lo denominaba. La segunda semana de septiembre de 1999 a la edad de 29 años Carlos Héctor Trejos Reyes fue al odontólogo por última vez. Tal vez le preocupaba morir con una bella La Patria. Mayo 24 de 1995. sonrisa o tal vez no le preocupaba morir. Las malas lenguas le adjudican un suicidio, la familia habla de un paro cardiaco. Quienes amamos la poesía sabemos que logró su cometido: vivir para la poesía y no para sí mismo. Vivir para escribir y no para presumir. Sabemos que no murió. Quienes no saben de estas cosas alegan, sin embargo, que el 11 de septiembre de aquel año fue arrebatado por los dioses envidiosos, el más grande y enigmático poeta caldense de los últimos tiempos. El 16 de mayo de 2003, el escritor Conrado Alzate Valencia, para honrar el nombre y la obra del insigne poeta fundó EL Taller de Poesía “Carlos Héctor Trejos Reyes”, que se mantiene en la actualidad con una asiduidad de 15 días. Del mismo modo, la Corporación Encuentro de la Palabra de Riosucio publicó en 2006 un homenaje a su poesía con el nombre de Obra Inédita. Selección, y entregará este año el VIII Premio Nacional de Poesía “Carlos Héctor Trejos Reyes”. Que las siguientes palabras del escritor Carlos Arboleda González, fragmento de la conferencia llamada: Carlos Héctor Trejos: entre la poesía y la sombra,4 nos acerquen a su perfil y nos sacudan para que vayamos a su poesía: Carlos Héctor Trejos no ha sido un poeta luctuoso, aunque muchos de sus versos lo sean. Le ha tocado vivir y encarnar una generación que como todas debe resolver o por lo menos los cuestionamientos fundamentales sobre el amor, la vida y la muerte. Hoy, cuando lamentablemente se apuesta hacia el caos, él se ha atrevido a apostarle a la poesía como evasión, ya que le apostó a la vida y perdió. Su 4 Conferencia leída en los VII Juegos Florales de Manizales, Biblioteca Municipal de Manizales, Teatro Los Fundadores, octubre 7 de 1999 y en Riosucio el 24 de abril del 2001. Cortesía de Conrado Alzate Valencia 23 despertar se convirtió en el morir y tuvo tiempo suficiente para enfrentarse a la sombra, para mirar de frente al verdugo, sin perder la razón, más bien la vida… Cronología del autor 1969: Nace en Riosucio (Caldas, al occidente de Colombia), el 7 de noviembre. Hijo menor de Esteban Alonso Trejos y Lilia Miriam Reyes. 1975: Ingresa a la escuela Francisco de Paula Santander de su pueblo. 1980: Inicia su bachillerato en el Instituto Nacional los Fundadores, lugar donde creció como hombre y persona y donde además de hacer sus amigos descubre su vocación poética. 1987: Ingresa a la Universidad de Caldas para estudiar Filosofía y Letras, carrera abandonada en el primer semestre. 1993: Es nombrado Secretario de la Corporación Encuentro de la Palabra de Riosucio. 1994: Entra a desempeñar el cargo de Organizador en la Orquesta de Cámara de Caldas de Manizales. Ayudado por Carlos Arboleda publica Poemas de Amor y Desamor. Instituto Caldense de Cultura, Casa de Poesía Fernando Mejía Mejía. Publica además Ahasverus. Manizales: Imprenta Departamental de Caldas. Libro que en marzo 24 recibe el primer puesto en el concurso de poesía de los II Nuevos Juegos Florales de Manizales. 1995: Recibe el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia por su libro Manos Ineptas. 1996: Con motivo de los 75 años del diario La Patria de Manizales, es seleccionado en el grupo interdisciplinario de “75 líderes Caldenses para el Siglo XXI”. Regresa a su pueblo natal para siempre. 1999: Muere el 11 de septiembre a la edad de 29 años a causa de lo que se presume fue un paro cardiaco provocado por la hipoglicemia. 2006: La Corporación Encuentro de la Palabra publica Obra inédita. Selección. RiosucioCaldas. Editorial Andina. 24 CAPÍTULO II SEMBLANZAS SOBRE LA VIDA Y OBRA DE ORLANDO SIERRA Y CARLOS HÉCTOR TREJOS EN LA PERSPECTIVA DE SUS CONTEMPORÁNEOS 2.1. Orlando Sierra: Décimo aniversario de la impunidad El 30 de enero de 2012 el atentado de muerte contra Orlando Sierra cumplió una década. Aún no se han publicado sus libros inéditos ni se han llevado a los autores del crimen a la cárcel, lo que quiere decir que tanto su memoria como su obra de lo único que gozan hoy, es de impunidad. El diario La Patria de Manizales insiste en seguidas publicaciones que deben ser condenados los asesinos, pero la estela de horror detrás del silenciamiento de Sierra Hernández es tan larga que el miedo no deja encontrar la pista para llegar al autor intelectual. Ha habido un muerto tras otro desde aquel mediodía de 2002. Por ejemplo, sólo para citar un caso, en los expedientes del CTI5 aparece el señor Iván de Jesús Ramírez, vendedor del puesto de dulces, ubicado al frente de La Patria – Orlando Sierra fue asesinado cuando pasaba por este sitio- como suicida. Se anota que “se suicidó lanzándose del puente Olivares de Manizales”. Y en otro informe de la misma entidad del 8 de diciembre de 2003, divulgan que el señor Néstor Iván Arboleda Franco fue asesinado por decir que el señor del puesto de dulces ubicado al frente de La Patria había sido lanzado en contra de su voluntad por el puente. Esta funesta situación ha hecho que en el país Sierra Hernández haya sido tenido en cuenta como periodista, y que su caso sea la encarnación de otros como el de Jaime Garzón y Guillermo Cano, entre tantos en Colombia y Latinoamérica. No obstante, cuando hablamos de él como poeta, el panorama es más desolado. Al parecer, el poeta muerto ha sido más olvidado que el periodista. 5 La Patria. Enero 29 de 2011. 25 La siguiente entrevista desea esbozar lo que fuera la personalidad de Orlando Sierra, y hacernos a una idea mínima de la inmensa falta que este periodista y poeta le hace a las letras en el ámbito regional y nacional. Fernando Alonso Ramírez Periodista de la Escuela Superior Profesional INPAHU con estudios en derecho de la Universidad de Manizales. Desde 1993 está vinculado al periódico La Patria, de Manizales. En ese medio de comunicación se ha desempeñado como reportero judicial y director de la Unidad Investigativa. Actualmente es el Editor General. Tiene experiencia docente por su trabajo en la Universidad de Manizales, institución donde ha orientado las asignaturas de Informe especial, Periodismo de investigación, Redacción Periodística y Ética. Hace 11 años es miembro de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) y actualmente integra el Consejo Directivo de Consejo de Redacción, una organización gremial que promueve el periodismo de investigación en Colombia. Compañero de trabajo y amigo de Orlando Sierra Hernández hasta el día de su muerte. Cómplice de sus lecturas y extravagancias, deudor, en su propia opinión, de la escuela de periodismo que formara en el diario Sierra Hernández en 1985 cuando ingresara como redactor. Fernando Alonso Ramírez, abogado y periodista, una de las personas más preocupadas por hacer de la prensa un espacio interesado por la ciudad -como consta en el lema “La Patria, el periódico de casa”-, por defenderla de los malos tratos gubernamentales, por ponerla en el papel cada mañana sin una palabra de exageración y con ética y veracidad. Conocedor del Viejo Caldas y de su cultura, así como de sus aconteceres e historia. Fue una de las personas más cercanas al poeta, una de las personas que más ha lamentado su muerte. Desde el periódico La Patria han defendido ustedes la memoria de Orlando Sierra Hernández, y han repudiado sin tregua su asesinato, poniendo siempre al tanto a la comunidad en lo relativo al desarrollo de la investigación. En comparación a ello poco 26 han escrito sobre él en cuanto a su obra poética, ¿podría decirnos como lo recuerda usted como poeta? Yo alcancé a trabajar diez años con él en el periódico, aparte de nuestros años de amistad, y siempre fue un poeta en todo el sentido de la palabra. Siempre estaba buscando una palabra precisa, persiguiendo una idea. Tenía en todo momento papel y lápiz consigo y anotaba versos que nos leía como si fueran de otra persona. Nos leía sus poemas como si fueran de otro poeta, “qué tal este bello poema”, nos decía. Le gustaba que lo escucharan, pero no le leía a todas las personas, escogía muy bien a quién leerle. Amaba la opinión de sus amigos; a veces hacía caso de las correcciones que éstos le hacían y cambiaba alguna línea o una palabra, y otras veces se encogía de hombros y no prestaba atención. Era muy jocoso al escribir, usaba términos poco comunes pero con precisión. Sus palabras nunca molestaban. En mi opinión Orlando Sierra Hernández era un muy buen poeta, más que novelista. Con relación a lo anterior ¿cree usted que todos los compañeros de trabajo lo recuerdan de igual manera? ¿Cómo lo recuerdan? Por supuesto. Estamos de acuerdo en La Patria en que Orlando era un poeta en todo momento, y en que no había que ser amigo suyo para saberlo. Y también estamos de acuerdo en que él era “un peligro público”, es decir, dentro de las instalaciones del diario, pues cuando se enojaba nos lanzaba algún zapato por la ventana haciéndonos ir a buscarlo en la calle, o concurríamos en el peligro de ser golpeados por algún objeto que nos lanzaba. Era una persona muy rara. Virgilio López (Editor Gráfico del periódico), recuerda que alguna vez Orlando muy exaltado le leyó un poema sobre un tema amoroso, cuyas palabras le movieron a risa no sin poder guardarse el comentario que “como poema era un buen chiste”. La única reacción del poeta fue perseguirlo a manera de venganza armado de una cosedora. También Virgilio recuerda que Sierra amaba las tertulias caseras más que los lugares públicos. Era amigo de lugares nocturnos sin ser asiduo nunca. Cuando lo conoció, es algo que dice no olvidará nunca, le llamó la atención, por sus rasgos menudos y su cordialidad, que se trataba de una persona muy joven. Siempre guardó esta apariencia. Lo miró a los ojos, a la cara, y se presentó: “Orlando Sierra”. Era una persona que “siempre miraba a los ojos, siempre nos miraba a la cara”. 27 ¿Qué clase de lector era Sierra Hernández? ¿Cuáles eran sus lecturas? Era muy buen lector, sumamente apasionado por la lectura tanto como por la escritura. Tenía una memoria prodigiosa, una memoria como la de Funes. Una memoria “funesta”. Era muy concentrado al leer, como con todo lo que hacía. Conocía autores poco comunes, influyentes, me parece, en su obra. Tenía una tremenda afición por la literatura erótica. Por él yo conocí a Guy Talesse, Fama y oscuridad, por ejemplo, a Jaime Sabines y a Giovanni Quessep. Según lo que cuenta José Leonel Orozco, uno de sus libreros de confianza desde sus épocas de estudiante, quien actualmente tiene una librería llamada “Leo Libros”, al frente de la Universidad de Caldas de la sede Palogrande, le gustaba la poesía de Neruda, Miguel Hernández, César Vallejo, y la literatura de Cortázar, Carlos fuentes, e innegablemente, Gabriel García Márquez. Sabemos que es más cómodo para usted hablarnos del periodista Sierra Hernández. ¿Qué nos puede decir sobre él? En los años de 1985-1986, Orlando se dio a conocer en La Patria con una columna llamada El Rincón de la Crítica. Allí escribía sobre la cultura de la región, comentaba las nuevas publicaciones y entrevistaba a los autores, entre otras cosas pertinentes a la investigación cultural. A partir de ahí se enamora del periodismo. Me parece sorprendente cómo él se involucró en la literatura, en la poesía, hasta que lo picó el bicho del periodismo. Formó escuela con jóvenes periodistas entre quienes me cuento yo, combatiendo el periodismo anacrónico muy común en la época, para despertar el germen de un periodismo más maduro como el que, creo, es el que anima las publicaciones del diario en la actualidad. De esa manera le debemos mucho a Orlando Sierra. Era un reportero cultural, cronista y entrevistador excelente. Preocupado por las formas de narrar. Se demoraba mucho con las notas, pero era por su necesidad de entregar a la comunidad un buen trabajo. En la columna Punto de Encuentro trabajábamos en conjunto, yo aportaba las investigaciones y él la redacción. También, a manera de anécdota hay que decir que tenía una pésima ortografía debido a su mal oído quizá, sobre todo con la acentuación, por esto se hacía leer y corregir tanto antes de publicar. Sin embargo, lo considero dentro del periodismo caldense, el maestro de una generación. 28 ¿Le gustaba implementar los recursos de la literatura de No-ficción? Por supuesto: era periodista. ¿Quiénes eran los amigos del poeta? Tenía muchos amigos entre quienes se cuentan sus compañeros de trabajo del periódico, todos preocupados por divulgar su obra y esclarecer su muerte, y amigos y camaradas de sus travesuras culturales con quienes, por ejemplo apoyaba Los Juegos Florales de Manizales (es una lástima que éstos y la Casa de Poesía Mejía Mejía hayan desaparecido), Octavio Escobar y Flóbert Zapata, hoy representantes de la literatura caldense. Van a quedarse sin nombrar muchas personas, pero entre sus amigos también se cuentan Juan Carlos Acevedo, Gloria Luz Ángel, Antonio Leyva, actualmente profesor de la Universidad de Caldas, Octavio Escobar, Orlando Mejía, sin lugar a dudas La Patria y todo el pueblo de Caldas. Manizales, 8 de agosto de 2011 2.2. Carlos Héctor Trejos: Reciedumbre y orfandad El vacío que dejó Carlos Héctor Trejos en Riosucio, su pueblo natal, después de su muerte es insondable; una aproximación a éste puede ser la columna publicada como recuerdo del décimo primer aniversario de la muerte del poeta, llamada El poema aplazado de Carlos Trejos Reyes6 por Sergio Acevedo Valencia, de donde se extrajo este fragmento: “Han sido muchos años de tu ausencia corpórea. En la dentistería de Guillermo Trejos, en la Plaza de La Candelaria, las mañanas en los sábados de mercado nos hizo falta a Juan Barrera y a mí tu ideas, tus apuntes agudos sobre la realidad de nuestra cognición riosuceña, caldense y colombiana.” Del mismo modo, y no sólo porque era un hombre culto y dedicado con rigurosidad al oficio de la poesía, sino porque la muerte lo arrebató del mundo en el mejor punto de su 6 La Patria. Septiembre 11 de 2010. 29 juventud, Trejos Reyes dejó en el aire colombiano la idea de que su obra, ya brillante, no alcanzó todo su esplendor, y que su mente, muy lúcida para su tiempo y región, no alcanzó su máxima expresión. Nunca habría dejado la poesía –de hecho dejarla es imposible-, pero desertó en contra de su voluntad como sí lo hiciera el poeta francés Arthur Rimbaud, y dejó tras de sí una estela de hipótesis sobre su muerte que aún hoy no se ha precisado. En 1998 el poeta Rogelio Echavarría incluyó su nombre en la antología Quién es quién en la poesía colombiana publicada por Él Áncora Editores, lo que era un vaticinio de su grandeza. Sin embargo, un año después, con todo este panorama prometedor, con tres libros publicados y dos premios nacionales, muere en circunstancias que nos hacen pensar en una maquinación personal o simplemente, en una fatalidad. A aquella personalidad compleja y a su palabra ardiente buscará acercarnos la siguiente entrevista. Conrado Alzate Valencia Uno de las poetas más representativas de Caldas. Un hombre preocupado por la poesía y por su memoria, como lo demuestra el haber fundado y dirigido el Taller de Poesía Carlos Héctor Trejos Reyes y el Festival Nacional de Poesía de Amor y Desamor, de Riosucio, Caldas, y asimismo estar en la dirección de la Biblioteca Municipal Otto Morales Benítez de la misma ciudad. Además de estar presente en muchas Cantos para anunciar la luz. Ibagué: Caza de Libros, 2010. publicaciones del país, como las de las revistas La pipa de Magritte, Hipsipila, Juegos Florales, Mefisto, Luna Nueva, entre otras, y de ser el autor de los libros de poesía Paraísos inexistentes (2000), Canción de Ahasverus (2000), Versos de Amor y Desamor (2004), Sílabas humanas (2004), Memoria de la sangre (2006), y de dos ediciones de Apología de los dragones (Primer Premio de Poesía Concurso de Literatura, Caldas, 2007), y sin olvidar la calidad de sus ensayos y la merecida confianza que ha suscitado entre sus lectores y demás personas de la región y del país su palabra provocadora y ávida de la reforma de la vida, su aire 30 legendario y su triunfo poético se acentúan debido a la relación de estrecha amistad que tuvo, tiene y ha de tener por siempre, mientras haya humanidad y aún sin ésta, con el insigne poeta de las letras colombianas y riosuceñas, Carlos Héctor Trejos Reyes. Exceptuando su primer libro Poemas de amor y desamor, pero teniendo en cuenta que el mayor vigor e innovación de su palabra se encuentra en sus posteriores publicaciones, al leer la poesía de Carlos Héctor Trejos nos encontramos frente a la ausencia del tema amoroso, como si el poeta concibiera el amor como “una magia cósmica” -para recordar uno de los versos del poema Lucero (Manos ineptas) - a la que no había podido abrazarse. ¿Esa misma ausencia se encontraba en su vida? Sí, y no. A pesar de que en su poesía hay orfandad, desesperanza, desencanto, heridas, etc., también está llena de reciedumbre. Por ejemplo: cuando él remata uno de sus poemas diciendo: “De mis desatinos no me arrepiento”, o cuando habla así de la amada: “pero tú gracias a Dios no vuelves”, se desinhibe del tema amoroso. Esa reciedumbre permite que sus textos no sean llorones. Aquel tema no está ausente de su obra, como no lo estuvo en su vida, sólo que en una y otra, cuando no era relevante, aparecía como una alegoría. ¿De dónde emprender para entender la poesía de Carlos Héctor Trejos? Algo que explica la esencia de su poesía, es la corta vida del poeta. Su clarividencia, como si él supiera que debe irse pronto y debe entregar lo mejor. La fugacidad vital. De ahí la urgencia por publicar. Sus poemas son testamentarios, siempre se están despidiendo. El poeta se imagina muerto, se pregunta por “la tardanza de su asesino que impacienta a la muerte”. Pero su poesía no es frenéticamente romántica, no pide misericordia. Carlos fue “un defensor de las causas perdidas”, un abogado de aquellos personajes a quienes la historia les ha echado el agua sucia, se solidariza con los abandonados, patrocina la contrahistoria. Carlos Héctor hubiera aportado más a las letras vivo que muerto. Su obra quedó inconclusa, sin embargo, la lucidez de sus libros es evidente, y su memoria debe defenderse de los malos lectores que abundan, aún aquí en su propia tierra. 31 Cuando en Colombia se ha comparado a un poeta con Rimbaud, se ha tendido hacia Dariolemos, el poeta Nadaísta, pero más por su excentricidad y por su pierna gangrenada que por su lucidez poética. A Carlos Héctor Trejos, por su obra clarividente, como dictada por fuerzas iluminadas y por su vida fugaz, como si, los Dioses de quienes despotricó lo hubieran reclamado con muchísima anticipación para nuestro pesar, ¿lo podremos acercar al perfil de este poeta francés? Por supuesto. Para entender la poesía de Carlos Héctor hay que saber qué autores leía. No obstante él se alejó de toda sensiblería a secas. Leyó a Rimbaud, innegablemente, y a F. Hölderlin, Nietzsche, Franz Kafka, Homero, entre otros muchos. En mi concepto, su poesía es existencialista, y Henry Luque Muñoz, planteó que Carlos Héctor Trejos era “un Dadaísta a la colombiana de fin de siglo”. Su poesía parte de lo más elemental, como la de T. Tzara. No podríamos acercarlo a un perfil específico. Él era él. No eligió dejar la poesía como Rimbaud. Carlos jamás lo hubiera hecho. No fue un desertor, no salió voluntariamente de este mundo. Sabía de todo lo que podía hacer con la palabra y de lo que ya estaba haciendo. Él dejó este mundo involuntariamente. Recuerdo que la misma semana de su muerte había visitado al odontólogo, ¿para qué preocuparse por la sonrisa cuando nos vamos a morir? No obstante de ser uno de los poetas colombianos que más invocan la muerte y le cantan, como José Asunción Silva y Porfirio Barba Jacob, Carlos Héctor Trejos no provocó la suya propia. Insisto: nos dejó involuntariamente. ¿Por qué un poeta de alta factura evidentemente como él, no viajó en búsqueda del amparo de una metrópolis más que con la imaginación? Éste es un aspecto que influyó en la obra y en la misma vida del poeta, y en su desenlace: Riosucio. Todo tuvo que ver con su personalidad y con la parte económica. En primer lugar; amaba el encierro. Se encerraba a leer y a escribir durante seis días, a cuyo fin salía a ver cómo iba su pueblo, a recorrer sus calles y a sentarse en sus dos plazas. Y en segundo lugar; en su estadía en Manizales durante dos años abandonó dos oficios para regresar a su tierra: el de utilero de la Orquesta de Cámara de Caldas, porque consideró “maricones” los sonidos de aquellos músicos, y el de estudiante de primer semestre de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Caldas, porque creía “intelectualmente deshonesto” 32 elaborar un análisis filosófico, como pedían sus profesores, sobre un fragmento de “El Coronel no tiene quien le escriba” de García Márquez. Hoy, en vísperas de septiembre de 2011, ¿cómo sería Carlos Héctor Trejos Reyes, si viviera? Su destino era el de ser el mejor poeta de nuestra tierra, como lo postuló César Valencia Trejos en el discurso de sus exequias. Y lo hubiera cumplido aunque la muerte lo hubiera encontrado de otra manera tiempo después. Esta ciudad ya no tenía calles para él Riosucio, Caldas. Agosto 26 de 2011. Carlos7 Carlos, hoy tengo ganas de sacarte de la tumba, invitarte a unas cervezas, reír y hablar sin parar de cosas que hemos callado mucho tiempo. Y después escuchar una canción de Jacques Brel que me regaló, en este invierno, un buen amigo. Tengo ganas de ir a tu otra casa, esa donde vives taciturno y solo, lejos de la familia y los amigos. Y luego pedirle a tus huesos que desandemos juntos las calles que un día le restaste a tu vida. Hoy tengo ganas de escribirte un poema torrencial que brota de mis ojos y mi piel. 7 Alzate Valencia, Conrado. Cantos para anunciar la luz. Ibagué: Caza de Libros, 2010. Pág. 33. 33 CAPÍTULO III EL VIAJE APUNTES SOBRE LA CONSTRUCCIÓN DE UNA CARTOGRAFÍA POÉTICA 3.1. El Amansador Orlando Sierra Hernández es un hombre hecho de palabras y las palabras son milenarias. Juan Carlos Acevedo En la década de los 60’s, cuando en Europa y Norteamérica los jóvenes hacían de las cuatro estaciones una sola primavera, cuando Jean Paul Sartre y Simone de Bouvoir apenas si presentían el papel que iban a tener en la revolución estudiantil de Mayo 68, cuando las mujeres del mundo acompañadas de unos pocos hombres sensatos salían a la calle a decirle a la indignidad unas cuantas verdades a la cara sobre sus derechos, y cuando el niño Orlando no imaginaba el destino de letras que le esperaba, ni sabría que la violencia que le empezaba a subir pierna arriba a Colombia iba a ser la causa de su crítica en la plazuela del periodismo y, asimismo, el motivo de su muerte, sus padres, Gilberto Sierra Alzate y Marina Hernández lo trajeron desde las montañas frías de Santa Rosa de Cabal, al pie de los páramos donde la tierra tiene siempre un olor a boñiga de caballo y un sabor de queso con panela, a la zona urbana. Contraste sin Beatles, Woodstock, existencialismo ni conciencia. Frialdad de araucarias en la niebla donde el mayor cargo político desempeñado por la mujer era el de cocinar fríjoles y arreglar la casa. Pueblo de caballos y hombres con sombrero negro y látigos de cuero que aún desconocían la muerte de Gardel esperándolo arribar a Medellín. Niños corriendo descalzos por unas calles que tenían un solo punto de llegada: el templo católico, e instruidos en la literatura de los devocionarios y misales que, al crecer, iban a hacer sonar a los cuatro vientos su amplia percepción de mundo: “Es esta la ciudad modelo”, para recordar las palabras que pronunciara Jorge Eliécer Gaitán sobre nuestro pueblo –quizá pasado de copas de aguardiente de Manzanaresen su visita de 1945 cuando aún el Eje Cafetero era solo Caldas. 34 Foto: Daniela Jiménez Galeano, 2011. En este espacio desfavorecido, Orlando Sierra, hijo de un buen hombre amansador de caballos, iba a encontrar su vocación de amansador de palabras. La única casa urbana, final de una expedición por más de 10 sitios rurales en menos de cinco años lo vio salir con su mochila y su saco humilde hacia Manizales a finales de los años 70’s, lo vio volver de visita luciendo un saco elegante y una corbata roja a finales de los 90’s con un portafolio grávido de europeos recuerdos, y a comienzos del siglo veintiuno, cuando sintió el frío de su muerte, empezó a marchitarse adentrándose en sus recuerdos como un animal de monte herido fatalmente en lo profundo de su madriguera. “El amor, esa casa grande8”. En el año de 2008 Gilberto Sierra Alzate decidió morir. No más desconocido que su hijo para sus coterráneos, salió de su casa silenciosamente y volvió a la tierra con sus manos cruzadas ya sin látigo. Así como el 29 de enero de 2002, cuando la poesía colombiana fuera puesta entre flores 8 Sierra Hernández, Orlando. La obra negra. En: Revista de Poesía Golpe de Dados. Bogotá, 2008. Pág. 51. 35 amordazada con una cinta morada, y las palabras lamentaran la ausencia de su amansador, aquella tarde los caballos de Santa Rosa de Cabal empezaron a tener una mirada de paloma triste. Foto: Daniela Jiménez Galeano, 2011. Hoy, cuando Caldas es apenas una tercera fracción de mariposa y nuestro pueblo, según los especialistas en exageración e ingenuidad, es uno de los más grandes de Risaralda después de Pereira, grandes edificios nos impiden la vista a los páramos. Muchos templos católicos y alternativos comparten el punto de llegada de las calles, la gran minoría de las mujeres y una parte aún más pequeña de los hombres, al menos, van a la universidad y leen cuanto se les antoje o viajan dondequiera en el mundo gracias a la internet, por lo que sabemos que los Beatles eran unos mentirosos, que “L’imagination au pouvoir” fue una bella utopía, que no tuvimos Woodstock pero pasando las montañas hay Carnaval del Diablo, que Gardel murió en 1935 – aunque hayan quienes aún lo esperemos- y que el doctor Gaitán pudo ni siquiera habernos visitado. Sin embargo, sentándose en la sala de la casa de juventud de Orlando Sierra, al hablar con la única sobreviviente de la angustia, doña Marina Hernández, puede notarse que el tiempo puede ser lo que queramos que sea. Ella estará leyendo siempre para distraer la soledad, desde la poesía de su hijo o la de Gracián hasta las publicaciones recientes del diario La Patria, huérfanas también. Prepara el mejor tinto conocido con base en un secreto personal indescifrable que 36 comparte con sus visitas orgullosamente, y sabe más acerca de su hijo que cualquiera de sus amigos, estudiosos o pasados amores. Al mirarla, uno entiende por qué Orlando Sierra fue poeta y periodista, y al despedirse de ella le damos la espalda a todo el antagonismo del tradicionalismo de un pueblo. Bajamos la escalera, cerramos la puerta y allí esta otra vez, imperecedero, el olvido. Foto: Daniela Jiménez Galeano, 2011 3.2. El Diablo riosuceño: En busca de Comala Me quedan estas palabras Y las estoy gastando. Desgano (Ahasverus, Pág. 28) La noche anterior al 26 de agosto de 2011 sentí la necesidad irrefutable de matarme. Quería entregar mi vida a cambio de no conocer el secreto de la muerte de Carlos Héctor Trejos Reyes. Todos los comentarios sobre éste a los que había estado acostumbrado desde niño, llegados en las alas imprecisas de las palomas riosuceñas hasta mi pueblo, indicaban un suicidio. Las biografías precarias y hasta insuficientes que traían las ediciones de sus libros ni lo mencionaban siquiera. Sencillamente, acuciado por el insomnio me sentí innecesario en el mundo. Iba a toparme con una verdad cruel, iba a saber el cómo de una muerte presentida y anhelada en su poesía. Y al parecer era lo único que no sabía sobre el autor, lo que me hacía a la vez el hombre 37 más ignorante del mundo. Creía que entender su muerte era la clave para entender sus versos, pero como supe más adelante, la clave para entenderlos era entender su vida, por lo tanto, éstos no tendrían jamás para mí explicación alguna. Su vida, impiedad imperdonable. Al amanecer, sintiéndome un traidor por estar vivo, viajaba hacia Riosucio acompañado de Manos Ineptas, una cámara fotográfica y una rosa blanca que pensaba dejar sobre la tumba más triste del cementerio de San Sebastián. ¿Qué sabía sobre este pueblo? Sólo que cada dos años se realizaba allí el prestigioso Carnaval del Diablo, donde miles de personas se arrellanaban increíblemente en las estrechas plazas, embriagados de la andinidad y enardecidos por fuerzas báquicas. Es decir, para encontrar la familia Trejos Reyes no sabía nada. El pequeño bus me dejó cerca de la Plaza de La Candelaria rodeada de las montañas acusadoras, esas enormes rejas de piedra viva que encerraron a Ahasverus para siempre. Me sorprendió que a sólo unos pasos de allí se encontrara otra plaza central que compartía nombre con el cementerio. ¿Qué hacer? Giré mirando a todas direcciones y me sentí solo, inútil y, sobre todo, ingenuo. ¿Qué hacer? Me pregunté de nuevo. Empecé a caminar a la derecha del templo, descendí por la calle lo que me pareció suficiente, giré a la izquierda y subí. Como un Juan Preciado en busca de su padre había llegado a Riosucio una mañana soleada y fría, para encontrarme de manera similar que el personaje de Rulfo, tocando las antiguas puertas construidas por manos anónimas de los colonizadores antioqueños. Como un vendedor puerta a puerta comencé a preguntar por la familia del poeta hasta que una mujer me dijo: “El señor que usted busca es mi hermano”, mirándome con extrañeza, “pero no puedo atenderlo en este momento”. A pesar de esto no perdí el ánimo y de vuelta al parque sentí el impulso de preguntar en una última casa. “Buenos días, ¿sabe usted dónde vive algún familiar de Carlos Héctor Trejos?” La buena señora me dijo que su hijo había sido muy buen amigo de él. “Hace poco me contó que no hace sino soñarlo”, explicó. Me regaló su número telefónico agregando que por favor le dijera que viniera a almorzar. Marqué y esperé hasta que oí la voz amable de Conrado Alzate Valencia que aceptaba una cita sólo hasta después de mediodía para una entrevista. 38 Mientras esperaba fui a tientas al cementerio de San Sebastián con el objeto de llevar la rosa blanca. Lugar misterioso donde pareciera que estuviera sepultada solamente una gran familia Trejos. No iba a ser fácil, de hecho ni siquiera lo fue, lograr mi cometido. “No he visto una tumba con ese nombre en los once años que llevo trabajando acá”, me dijo el sepulturero. “Jamás he enterrado a nadie llamado así.” Y tenía razón: aquel entierro poético le había correspondido a su antecesor si no me mentía. Tuve que regresar con mi deseo frustrado después de mucho buscar, y con el alma partida y amedrentada – o lo que quedaba de ella- por los avisos funestos escritos en las paredes: “Si viene a dañar el jardín, mejor no venga”, “Aquí no hay pero que valga”, entre otros. Por lo tanto, decepcionado, le regalé la rosa a una muchacha viva. Por fin conocí a Conrado Alzate Valencia de quien había leído una reseña de su obra en las antologías poéticas de Caldas, y cuya personalidad no distaba mucho de su poesía: vitalista, onírica y amable. Nos reunimos en el café Los Arrayanes. Puedo decir que aquella fue la primera vez que tomé un tinto en compañía de alguien que amaba la poesía de Trejos Reyes de la misma manera que yo, y la primera vez que alguien me dijo que, El Diablo, no es Foto: Cortesía del poeta. Riosucio, 2011. como lo pintan. Nuestro poeta, según lo referido por mi entrevistado, con sus propios versos sólo tenía algo en común: la extrema lucidez. Porque había sido una persona enamorada de la vida, de las letras, de la amistad. Buen conversador y humilde. Jamás imaginé que Ahasverus tuviera un corazón tan bondadoso, y que hubiera defendido a los segregados y malditos con tanta vehemencia, tratándose de un ser divino. Me contó el por qué y el cómo de su muerte y alegó que un suicidio suyo sólo podría ser postulado por detractores, pues su amigo se había ido en contra de su voluntad. Extrañamente sentí que era bueno no haberme matado la noche anterior. De todas las hipótesis sobre la muerte del insigne bardo riosuceño me quedo con la escuchada en aquel café. Desprecio las que apuntan a una muerte buscada en la embriaguez y aunque a mí mismo me hubiera tocado verlo muerto al lado de una botella vacía la mañana del sábado 11 de septiembre de 1999, seguiría empeñado en creer en el secreto que guardo desde esa tarde so pena de excomunión del Malditismo. 39 El otro Ahasverus, como recuerdo a Alzate Valencia, sin saberlo me enseñó que Carlos Héctor Trejos había sido solamente un hombre en algún lugar del mundo que había muerto a la hora equivocada, y que su único mérito había sido dedicarse a lo que deberían los poetas en este país infame: a escribir poesía y no a hacer sonar su nombre. Cuando nos despedimos recordé una promesa. “Maestro”, le dije, “se me olvidaba: su mamá mandó a decir que si hoy puede pasar a almorzar con ella”. Me miró extrañado. “Ella me contactó con usted”, le dije. “¿Cómo llegó a ella?”, me preguntó. Le expliqué mi procedimiento ambulatorio y él me dijo, sonriendo, que era muy fácil de explicar cómo lo encontré, que no se trataba de ninguna casualidad ni brujería, pues yo había ido a buscar información por la única calle que le restaba a su ciudad. Antes de partir encontré la casa de Lilia Miriam Reyes, madre del poeta, de quien recibí el invaluable regalo de la obra inédita seleccionada y publicada por la Corporación Encuentro de la Palabra en 2006. Y cuya presencia para mí consistió en algo sagrado, como si verla fuera estar ante la mirada de su hijo, y recordé los versos de La Oveja Negra: “Madre: / tu hijo quiso ser/ lo más humano posible…” Al despedirme, referí que no había podido encontrar la tumba del poeta en la mañana, por lo que Carolina Vargas Trejos, una de sus sobrinas, decidió acompañarme al cementerio. Al llegar saludó al sepulturero diciéndole: “venimos a ver la tumba de mi tío”. Él me miró. “Me hubiera dicho que era la tumba de Toto, muchacho”, dijo. Caminamos un poco hasta el lugar donde dormía el hijo negado de los dioses y entendí que el tiempo es un engranaje de perfecta sincronía cuando leí: “No me lleven flores… Ni coloquen mi nombre en losa alguna...” Por tal razón aquella muchacha desconocida fue la destinataria de una rosa blanca, y no la tumba del poeta anónimo de aquel cementerio hundido en el costado izquierdo de Riosucio, un pueblo custodiado por enormes rejas de piedra viva. 40 CAPÍTULO IV DE AMOR Y MUERTE 4.1. De amor: Orlando Sierra Hernández “Laborioso maestro de obra, el amor sabe barrer los escombros de la amargura…” La obra blanca (Revista de Poesía Golpe de dados, Pág. 51) La poesía de Orlando Sierra se caracteriza por un constante llamado al amor. El poeta se muestra como un apologista de éste, como si encontrara en la palabra, a fuerza de sensibilidad, el modo de apartarlo de la puerta de la otra habitación de la vida donde duermen la muerte y el olvido: Que todo cuanto recibas en tu contra tenga su punto final al borde del corazón. Que él sea ciego, como espejo en la noche, a las evidencias que reciben tus ojos. No emborrones la página destinada al amor con textos de sangre o de miseria. Mantenlo –como a un hijo– al margen de tus arduas batallas. Déjalo ser feliz.9 Este autor ve en el cuerpo femenino una cantera inagotable de imagen, como en el poema Tus pechos en tierra firme10, donde con sencillas palabras acerca al lector a su concepción de erotismo: 9 10 Sierra Hernández, Orlando. El corazón aparte. En: Revista de Poesía Golpe de Dados. Bogotá, 2008. Pág. 53. En: Novísima poesía. Manizales: Editorial Manigraf, 2000. Pág. 45 41 Abres tu blusa Y avanzan tus pechos Como navíos En el océano del aire. Mis manos, Islotes donde encallan. Pero luego Te vienes hasta mi pecho Y es como si llegaran a puerto, Como si desembocaran En tierra firme. En mi boca -cuando los abandonas a mis besosSe embriagan Como un marinero en un burdel. Sus imágenes son transparentes, no son intrincadas y por lo mismo, bellas. Prefiere entregar la desnudez de su sentimiento. Cuando uno entra a sus versos se asoma a su intimidad, pues Sierra Hernández se muestra en su aposento acompañado de su amada cuando escribe. Se ve en la habitación nupcial pensando en las delicias del amor, asimismo, nos las presenta: Cuando recuerdo nuestros cuerpos enlazados, pienso en un globo festivo que se eleva: Tú el orificio para el fuego, yo la llama. Y en torno, amor, buen viento y cielo azul.11 Sin embargo, esta poesía nos muestra una faceta amable de un hombre que para su posteridad ha sido controversial. Nos muestra una cara de Orlando Sierra como persona conforme con el 11 Sierra Hernández, Orlando. Al vuelo. En: Revista de Poesía Golpe de Dados. Bogotá, 2008. Pág. 47 42 mundo y con los ofrecimientos que le hacía la vida. Se muestra a gusto con su trabajo y no da índices para encontrar al periodista de Punto de Encuentro, mordaz, encolerizado contra el infortunio personal y colectivo y que no sintió miedo de nada, ni siquiera, como sabemos, de la muerte. El poeta Sierra Hernández carece de la profundidad que sí tuvo el periodista, pero es preciso aclarar que aquí se entiende profundidad como la necesidad de sobrepasar las formas tradicionales, incluyendo como tales el verso libre y la prosa poética cortada, sin dejar de lado, jamás, la tradición, de donde deviene la fuerza de la poesía y la literatura. La poesía amorosa que es como una síntesis de la totalidad de este autor es más el testimonio personal de un hombre que el acontecer de un país o una época. Algunos poetas, como este, dejan claro que la manera de poner la vida al servicio de la expresión es una forma de justificar la poesía, y que como anotara Eduardo Castillo: “…la gloria es mito, / y el verso más hermoso del poeta / queda en el agua y en la arena escrito.” 4.2. De muerte: Carlos Héctor Trejos Reyes “Lo que la muerte ha olvidado A su paso, yo lo escribo…” Agencia de olvidos (Ahasverus, Pág. 17) No se puede hablar de la poesía de Carlos Héctor Trejos sin hablar de muerte. Su desaparición prematura lo encanta y lo viste de misterio, pero no es siquiera necesario tener noticia de su vida para que sea su obra la que encante y atraiga. Tal vez como él mismo lo quiso, hasta hoy, salvo sus amigos empecinados en la memoria, su nombre ha estado oculto de los ojos de los lectores, aunque sus poemas estén sin lugar a dudas a la altura de la mejor lírica colombiana. Inclusive, el Concurso Nacional de Poesía Carlos Héctor Trejos Reyes de Riosucio, ha servido más para sacar a la luz a sus organizadores y a los autores premiados que a él mismo. A pesar de todo, su obra aprendió a defenderse sola en el país y a presentarse a sí misma sin necesidad de la intervención de su artífice. Pero, ¿en qué radica su especialidad? En que el amor, ese afluente raquítico emergido de la moda y promocionado por la empresa editorial, para Trejos 43 Reyes carecía de importancia. Puede decirse que era un filósofo existencialista que recurría al arte poético para preguntar, no por la finalidad de su vida, sino de la vida en general, lo que le produjo una exquisita inclinación hacia la herejía, el desapego del mundo y del cuerpo, inclusive de la mujer como tal, yéndose detrás de la muerte por la impotencia de no encontrar respuestas. Y si el poeta murió no fue voluntariamente sino por una enfermedad cruel: no la hipoglicemia mezclada con el alcohol, sino la de haber escrito una obra invocadora de la muerte cuya llegada sería la única reivindicación de la vida. Él tenía que morir después de escribir un libro como Manos Ineptas, porque no podía estar vivo siendo el responsable de una obra cuya única justificación era el suicidio. Y si no se justifica una obra así, ésta se hace justificar a cualquier precio, valiéndose de las armas de la culpa y el inconsciente. En la contraportada de la edición referida anteriormente12, Mario Escobar Velázquez, insinúa lo que pudiera ser la revelación que hizo este autor como para ser condecorado con el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia: Muy difícilmente hubiera podido creer, antes del libro Manos Ineptas, de Carlos Héctor Trejos Reyes, que pudiera hacerse poesía verdadera y honda sin una sola palabra untada de belleza o de bondad o de optimismo o de salud o de cielo o de esperanza o de verde. Y es que el poeta estaba acorralado. Se sabía perdedor de un juego creado por él mismo cuando escribió el primer verso de su vida. Se admitía perseguido por la obstinación de ser consecuente: Podrías ayudarme cuando te diga Que me siento mal. Que algo me amenaza sin saber por qué. Que alguien día y noche Busca decapitarme con su espada. Podrías ayudarme si te digo Que no confío en nada, Porque todo me acorrala y del laberinto En el que pensé burlar a quien me fustiga 12 Trejos Reyes, Carlos Héctor. Manos Ineptas. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 1995. 44 Sólo me queda una pared En donde apoyar la cabeza. Me podrías ayudar si te digo Que soy esa espada y esa pared.13 Además su pueblo para él se constituyó en una cárcel. Sus continuos encierros en pro de la escritura solo le dejaban una salida y era morir. Había viajado a Manizales por espacio de dos años, ciudad también pequeña para sus ideales, y había regresado a Riosucio para siempre, a la cuna precaria que le escondía el papel para escribir y al amor insuficiente que no le correspondía. Como nos deja ver en su poema La ciudad homicida14, no sólo el lenguaje lo recluía: Esta ciudad me matará de todos modos. Llevo sus calles como una infección Que entró por mis pasos lentamente Y ahora impiden darme a la fuga. Conozco las fronteras donde tal vez Me esperen mejores vientos, pero, Es imposible zafarme de las miradas De la gente, que esperan mi suicidio De un momento a otro, Y no quiero que sean El nudo corredizo de mi soga, No se lo merecen. Me he dado desde hace tiempo a olvidar, Olvidar las casas, los rostros de mis vecinos, Ese maldito cielo siempre encima de mi cabeza Y los barrotes estáticos de los montes Que me encierran como a un raro animal. Pero, nada cambia ahí adelante. Siguen atormentándome con su presencia. Yo también agrego mi cuota de tormento Al verme en el espejo Cuánto quisiera ver otro en él y no a mí, Otro que se pasee en mi lugar Por esta ciudad que me va matando En cada esquina. 13 14 Entre la espada y la pared. Op. Cit., Pág. 41. Manos Ineptas. Op. Cit., Pág. 45. 45 Carlos Héctor Trejos es en Colombia una de las voces poéticas más consecuentes de los últimos tiempos. No perteneció a un círculo; es quizás el poeta más individual de finales de milenio, y aunque pueda comparársele con Rimbaud y haya quienes le adjudiquen el título de vanguardista, no va a dejar de ser por muchísimo tiempo el exponente de la autenticidad de nuestra poesía, pues dedicó con meticulosidad y encierro su vida a escribirla, la hizo su única mujer, negó a los dioses, los amigos y la familia para adorarla. Es apenas justo que su trabajo merezca la crítica y la difusión y ante todo, el respeto de una posteridad incapaz de imitarlo. 46 ANEXOS 1. CRÍTICA LITERARIA 1.1. ORLANDO SIERRA HERNÁNDEZ 1.1.1. Roberto Vélez Correa: La necesidad del estilo15 Orlando Sierra Hernández (1959-2002) en Celebración de la nube16, se destacó, para algunos negativamente, por una obra irreverente, de abierta intención ultrajante de la estética tradicional. Como en la posmodernidad la pose es lo de menos y sin embargo, en medio de su voluntad por violentar la gramática lírica, ahora configura un proyecto personal. Su yo lírico establece un diálogo constante con la silueta sugestiva, pero evanescente de la amada y entonces, a través de exhortaciones, interrogantes y declaraciones íntimas, le transmite la fe de su fuego, cuya llama quema la atmósfera, no para contaminarla, sino para iluminar el rito del hombre de letras que asedia el amor mediante el encanto de la palabra: Ahora que sé que el aire más puro que respiro es el que ya viene de tu aliento, reconozco que te amo. En Permanencia de la rosa, surge el eterno enamorado de una incógnita llamada mujer. Habla la soledad o la esperanza; en todo caso, la penetración panteísta le da lucidez a las imágenes de Sierra: En el petróleo del pebetero sobrevive el recuerdo de los dinosaurios y de las grandes especies. Yo, pequeño en esta tierra, que sobreviva en la rosa Y en el recuerdo que permanezca de ella en la mujer que la reciba. 15 Vélez Correa, Roberto. Literatura de Caldas: 1967–1997. Historia crítica. Manizales, Universidad de Caldas, 2003. Págs. 212-213. 16 Orlando Sierra Hernández. Celebración de la nube. Manizales; Ediciones Casa de Poesía Fernando Mejía Mejía, 1992. 47 Y la insistencia del yo poético combina naturaleza e ilusión en Preguntando por el aire: ¿Botan las alas del pájaro este aire antes de llegar al otro o simplemente va de mi boca a sus pulmones como me llega el agua del río por el grifo de la ducha? ¿Qué de mí se va en el aire; qué me lleva? ¿Qué último aliento tocará el poema? Sin lugar a dudarlo, nos hallamos con un camino recién descubierto por Orlando Sierra, sobre todo cuando alcanza a atrapar sinestesias de calidad, ahora que le ha dado tregua a la fogosidad del desplante versificado, para insistir en motivos y formas que, al parecer, le insuflan ninfas más reales de lo pensado. 1.1.2. Roberto Vélez Correa: Amor y otras angustias 17 El reconocido poeta de Aranzazu (Caldas) Javier Arias Ramírez se refiere así, en la presentación, al primer libro de Orlando Sierra Hernández, Hundido entre la piel: 18 “Poesía sin artificio, de elemental confección, pero llena de magia, de fuerza cósmica y de entidad ontológica.” Es un texto que vislumbra la madurez intelectual y artística que irá a alcanzar más tarde el poeta. En él, el tiempo, el amor, la entrega, el reconocimiento de la piel, la soledad y la ausencia de origen, marcarán la voz lírica hasta llegar a un estilo de versos que se asemejan a cavilaciones, interpelaciones y homenajes a “los hijos de nadie” en un lenguaje sin estridencias sintácticas y adjetivas, pero sí mentales. “Esperemos la noche: Amada:/ deja ya que el reloj remate al día y/ que siga su tic tac la estrategia de/ la luna y que duerma el crepúsculo/ en mi alcoba, mientras palpo ansiosamente tu figura”19 El amor compromete al tiempo hasta fundirse con el olvido. A veces ni la ablución divina resuelve la ansiedad del poeta: “Cavilación suprema/ Dios mío:/ este cavar tan hondo en el 17 18 19 Vélez Correa, Roberto. Op. cit. Págs. 276-277. Orlando Sierra Hernández. Hundido entre la piel. Manizales: Impresos Cardona, 1978. Hundido entre la piel. Op. cit. 48 olvido/ para ahuyentar el tiempo/ ya me pesa”20. Esto no obsta para que el poeta desvíe su mirada hacia otro tipo de amor, hacia el amor social que se conduele por las necesidades del prójimo, donde no puede soslayarse del ripio cristiano de una ética de entrega y servicio. De impronta necesariamente autobiográfica, el poema siguiente es producto de una voz que se levanta para llamar la atención de los semejantes: “A los gamines… Hijos de nadie, / llevando en la mirada/ la edad del sufrimiento; / luchan/ hasta donde es posible/ tomar posesión de la existencia”21.Palpita en el lector esa “edad del sufrimiento”, como una parábola injusta a la tierna evocación de la inocencia. Nota necesaria: Hasta unos cinco días del magnicidio de Orlando Sierra Hernández (1 de febrero de 2002), estuve detrás de su anuencia para incluir su libro El sol bronceado (1985). Nunca supe si su mamagallismo era el reflejo de un sino trágico, como cruel paradoja, o si simplemente lo tenía sin cuidado la inclusión del poemario que tanto á el como a mí se nos había embolatado. Durante las elegías de su sepelio y luego, cuando el remordimiento colectivo volvió su mirada hacia el poeta, apareció la obra en manos de uno de mis amigos. Una sensación extraña, a pesar de mi inveterado escepticismo, hizo que definitivamente acatara esa voluntad negativa que flotó entre los dos, con respecto a El sol bronceado. Si en vida no le sirvió, ¿qué sentido habría de tener con su muerte? Dejo esa omisión, mezcla de acatamiento a la voluntad de un muerto bueno y con el deseo porque sea mejor reivindicada en otros espacios. 1.1.3. Juan Carlos Acevedo Ramos: El sol bronceado. Del sueño a la poesía22. Casi a la par con su ingreso al periódico La Patria, aparece en 1985 el pequeño (en volumen) libro de poesía El Sol Bronceado del entonces licenciado en filosofía Orlando Sierra Hernández (Santa Rosa de Cabal 1959) quien más tarde sería director del dominical Papel Salmón. Si hago énfasis en la aparición del libro es por aclarar (para muchos lectores) que el afamado columnista Sierra Hernández siempre ha sido poeta. “Los poetas no se mueren".” 20 21 22 Hundido entre la piel. Op. Cit. Hundido entre la piel. Op. Cit. Juan Carlos Acevedo Ramos. Texto cedido por el autor. Presidente del Centro de Escritores de Manizales. 49 Su primer libro Hundido en la piel lo publica muy joven a los 19 años. Aparece después El sol bronceado23 de poesía madura, coloquial y apostándole (como siempre) a un lenguaje sencillo. Sin trucos, poética que no pretende; sugiere: un recuerdo, una lágrima, otro poema. Un libro conformado por 22 poemas entre breves y muy breves, reunidos en cuatro etapas. En Corpus, la primera etapa, el poeta toca con la magia propia del amor hecho palabra a la poesía amorosa, siempre clave en su obra poética, lo podemos notar en Celebración de la nube su tercer libro de poemas. Con Azares y divertimentos el giro poético llega al del hombre escéptico ante los cambios ¿sociales? Pero asombrando con los cambios de la vida, con la vida misma, que se vierte poema y poética, pregunta y reflexión, observación y memoria. Es en Invocaciones cuando Orlando Sierra nos deja desnudos como el poema frente la música: empezamos a escuchar la trompeta de Louis Armstrong, un bandoneón que envuelve la voz de Gardel y la demoledora imagen de Daniel Santos en poemas que nos aproximen a un universo musical propicio para el poeta, es decir, jazz, tango y bolero. Pero no solo su admiración por reconocidos músicos se leen en esta etapa del libro sino por maestros de la literatura: Pessoa, Whitman, Lowel, Lorca... para cerrar magistralmente con el poema Diciendo Manizales un bello y juguetón poema para una ciudad que lo ha acogido como uno de sus hijos, recordará el lector que el poeta nació en Santa Rosa de Cabal. Luego de 21 poemas y tres innovadoras Pausas -respiro para el lector- el poeta y sus poemas llegan a El Final (última etapa) de su Sol Bronceado, su "sol de sombra”, donde nos deja en silencio a leer su poema Señales de difunto" en el cual hace presencia una de las obsesiones ineludibles que persiguen a muchos poetas: la muerte. Orlando Sierra Hernández es un hombre hecho de palabras y las palabras son milenarias. Q.e.p.d. 23 Sierra H. Orlando. El sol bronceado. Manizales: Casa De Poesía Mejía Mejía, 1985. 50 1.2. CARLOS HÉCTOR TREJOS REYES 1.2.1 Roberto Vélez Correa: Manos Ineptas: el candente abrazo de la palabra24 La carrera literaria de Carlos Héctor Trejos Reyes (Riosucio, Caldas, 1969-2000) se puede considerar todo un suceso, desde cuando ganó en los Juegos Florales, modalidad de poesía, en 1994. De lo regional, incluido un curioso certamen declamatorio por votación popular, Trejos ascendió a los altos estrados de los consagrados líricos, al obtener en 1995 el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia, justa que promueve los valores más representativos de la lírica colombiana actual. A pesar de su juventud, Carlos Héctor recoge las postas dejadas por los anteriores galardonados: Juan Manuel Roca, Víctor Manuel Gaviria, Rubén Vélez, Rubén Darío Lotero, Meira Delmar, Flóbert Zapata y Omar Ortiz Forero. El libro ganador del evento, Manos Ineptas, 25 llamó la atención por su voz renegada de viejos anhelos, consistente en su aliento desencantado. Un poeta que cuestiona el poder expresivo de la palabra y acude a las voces bastardas para controvertir a los teóricos que han querido definir la palabra poética por su esencialidad, sesgo temporal, filiación ontológica, virginidad; en últimas, el poder adánico (original) de nombrar las cosas, como lo piensa Bajtín: “Sólo el mítico Adán, el Adán solitario, al abordar con la primera palabra el mundo virgen, que todavía no había sido puesto en cuestión, pudo, de verdad, evitar totalmente, en relación con el objeto, esta interacción dialogística con la palabra ajena. Esto no pasa humana histórico-concreta, que sólo de manera convencional y hasta cierto punto, puede sustraerse a ese fenómeno” (Bajtín, 1991:96).26 En los cuarenta y cinco poemas de Carlos Héctor Trejos no sólo persiste el desafío de “hacer poesía verdadera y honda sin una sola palabra untada de belleza o de bondad o de optimismo o de cielo o de esperanza” como lo apunta, Mario Escobar Velázquez en la contraportada. También encontramos un ser que se sitúa en la otra orilla y se niega a regresar con un vozarrón que amenaza enfurecer aún más las aguas que nos separan. Coincido con Escobar Velázquez: esta 24 Vélez Correa, Roberto. Literatura de Caldas: 1967–1997. Historia crítica. Manizales, Universidad de Caldas, 2003. Págs. 227-229. 25 Trejos Reyes, Carlos Héctor. Manos Ineptas. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 1995. 26 Mijaíl Bajtín. Teoría y estética de la novela. Madrid: Alfaguara, 1991. 51 poesía habla de tinieblas, ahorcamientos, naufragios, condenas, amputaciones, muertes y fantasmas. Y muchas otras cosas sobrecogedoras. La mejor virtud del poemario es la nitidez de sus textos, incluso cuando se refiere a las tinieblas que envuelven la humanidad del Otro. Sus confesiones líricas son comprensibles, por más que cueste dificultad digerirlas en su pócima de escepticismo. De las palabras, acepta que cumplan su voluntad. En adelante surgen renuncias y despedidas sin esperanza de regreso; o seres intoxicados por la austeridad y la duda frente a los encantos oficiales de la existencia. Por eso, “La única acepción a la que daba validez/ Era la de destrucción”27. No obstante, también encontramos lúcidas parábolas, con la moraleja engastada en la ironía, como en el bello poema: Los capitanes del naufragio: “Que vaya otro”, nos decíamos con la mirada/ El hundimiento fue irreversible y sucumbimos/ Faltamos marineros”28 Donde mejor concentra el hablante su arte poético y su perspectiva ideológica, es en la obra que le da título al libro: Manos Ineptas. Al comprender que en las propias manos no está el fin, hay desconsuelo, pena y lástima, frente a unos adminículos que “Ni siquiera saben empuñar un cuchillo, ni jamás han acariciado un rostro”. Sin embargo, les reconoce un destino de sometimiento a la escritura: “…sólo para eso/ sirven/ Para escribir palabras y voltear páginas”. Entonces, hay una invocación decidida por parte del bardo, quien a manera de declaración herética y ritual, afirma que: “Dichoso me sentiría si tuviera/ las manos metidas en el fuego, / pero para mi mala suerte/ Las llevo metidas en la poesía”29 . El admitir su vocación temprana para los hábitos del sacerdocio literario, resulta ser una de las constantes que el poeta proyecta en la lectura de sus versos. La ofrenda candente de introducir sus inútiles manos entre las brazas tiene un origen: el de la oveja negra que más allá de los tiempos le habla a su progenitora para explicarle el porqué de su abandono: “Perdónalo, tal vez no quiso 27 28 29 Manos Ineptas. Op. cit. Pág. 15. Manos Ineptas. Op. cit. Pág. 17 Manos Ineptas. Op. cit. Pág. 35 52 vivir/ Y tú le decías una y otra vez/ Que recapacitara/ Que no perdiera la vida en tonterías/ Él te desobedecía siempre/ Apostándole todo a los sueños”30. Otro fuego es el que busca el poeta en el Monólogo de Hölderlin: “Inconsciente o no, emprendía el viaje/ Hacia los Dioses de la inspiración/ Para robarles el verbo divino/ Que no pusieron en nuestros labios (…) Lo que intenté hurtar y me devastó/ Algún día, con el tiempo –así no lo quieran/ Los mismos dioses- se reconocerá como poesía”31. Hay en este poema que cierra el libro un manifiesto personal del proyecto del bardo que hace todo a un lado, con tal de obtener el fuego prometeico, a pesar del rumbo errático conque lo engañan los Dioses para castigar su osadía. Es la metáfora del abandono al que se ve sometido todo ser que, como el poeta, renuncia a los boletos de regreso e inscribe su nombre en la secta de los estoicos para declarar que: “Si pierdo mis huesos y alguien decide/ Arrebatarme los sueños, me dará los mismo/ Jamás fui dueño de nada, / Ni de estas palabras” 32. 1.2.2 Roberto Vélez Correa: Carlos Héctor Trejos: una voz errante33 El precoz poeta riosuceño Carlos Héctor Trejos se hizo acreedor al Premio de Poesía de los Segundos Juegos Florales, 1994, con su obra Ahasverus34. Su irrupción en las letras comarcanas fue una verdadera sorpresa literaria, pues pocas veces alguien había incursionado con una obra tan sólida desde el punto de vista poético como ésta que ganó el certamen. Más tarde iría a confirmar su talento con el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia, con Manos Ineptas, ya reseñado en estas páginas. El título del poemario anticipa un viaje de asombro y admiración, que la voz hablante hará por los rincones insospechados del planeta, sin importar que su autor real de carne y hueso 30 31 32 33 34 Manos Ineptas. Op. cit. Pág. 55. Manos Ineptas. Op. cit. Pág. 100. Manos Ineptas. Op. Cit. Pág. 83. Vélez Correa, Roberto. Op. cit. Págs. 258-260. Carlos Héctor Trejos. Ahasverus. Manizales: Imprenta Departamental de Caldas, 1995. 53 escasamente haya salido de su pueblo natal Riosucio para instalarse unos pocos años en Manizales. Quizás la existencia para Carlos Héctor haya sido un extravío, y contemplar desde su sensibilidad al Judío Errante se pudo convertir en un asomo al espejo de sus pesadillas, sin más rostro que el que le permitió diseñar en sus notables poemas. “Quien se ha extraviado a sí mismo/ No puede encontrar alivio en ningún estadio… / Ni siquiera lo detendrá la muerte/ Debe seguir hacia su desencuentro”35. La temprana muerte de Carlos Héctor fue una sorpresa para quienes desconocían la intensidad de su existencia, ese beberse sorbo a sorbo las horas y apurar el final por una sed de aturdimiento que apenas si pudo apagar. Cuando sus lectores supieron las circunstancias de su fallecimiento, quedó flotando en el ambiente la certeza de una autodeterminación fatal, la de un esteta posmoderno que considera inmoral superar la barrera de los treinta años y decide cortar. Trejos no sólo fue precoz sino autodidacta. No tuvo una formación académica oficial más allá del bachillerato y, sin embargo, derrochaba una cultura envidiable, alternada de una neurosis crítica que lo aisló en su provincia, sin que por ello dejara de escribir y de hurgar en los papeles de sus favoritos, como Nietzsche, Schopenhauer, Hölderlin, Benjamin, Rimbaud, Verlaine. Sus paisajes estaban en otra parte, Europa y Asia. De allí absorbió los mejores motivos para sus más mejores poemas, dictados en un lenguaje llano, pero de circunvoluciones profundas y a veces indescifrables. Señor Rimbaud es un ejemplo de la poesía adherida a las herencias malditas, que invitan los recuerdos del poeta maldito y al mismo tiempo permiten plantear un arte poético: “Señor Rimbaud: Le doy la razón/ Preferible cazar elefantes/ A cazar palabras. / Ir en busca de palabras/ es como ir en busca de fortuna/ Dispararles, es dispararles a sombras. Y sucede muchas veces, / Que la nuestra se atraviesa”36. Todo un designio fatal para el arte que proviene del determinismo individual, de esa resolución ciega que no atiende ruegos ni concejos; sólo obedece al instinto ciego de la autodestrucción, o por qué no, de la reivindicación del ser en libertad al costo que sea. Este revolverse contra sí del poema anterior, pasa de la posibilidad a la certeza, cuando No es de fiar dice: “Un lazarillo vestido de mí, me dice/ Que avance, que no baje la guardia, / Que cuenta 35 36 Ahasverus. Op. cit. Pág. 23. Ahasverus. Op. cit. Pág. 16. 54 con un amigo/ Para afrontar lo que venga. / No le creo. / Ya lo he visto antes darme la espalda/ Cuando doy la vuelta en el espejo”37. Es difícil entender hasta dónde llegó el destrozo interior del hombre, si el burlarse de sí mismo no fue suficiente para la restitución de su deseo de vivir. Pero, en este poema, hay una declaración de fracaso abierta, de un fracaso que se contempla y proyecta en el espejo, aquella posibilidad material de contemplar nuestro yo oculto. No es el cristal el frágil, el que puede hacer añicos, es el yo sustentador que entrega sus alforjas. En esa dimensión fatalista, escéptica, Carlos Héctor también tuvo momentos en que se sintió atraído por el amor. Un amor idealizado, romántico, por la humanidad, y un amor hacia sus congéneres. Hacia una etnia que es la América redescubierta por los españoles. En Para un día cuyo año ni fecha quiero acordarme, además de la evocación cervantina, viene el reclamo, la advertencia: “Allá vienen con sus velas/ Sedientos de riqueza/ Allá vienen con sus pensamientos oscuros/ Se acercan a nuestras costas/ A fundar hipocresía/ A intimidar a nuestro hermano. / Con sus juguetes mortíferos”38. Solidaridad hacia una etnia, que se que se pronuncia contra un pasado innoble y resuelve evitar las celebraciones. Otro Carlos Héctor es el de Respuesta: “Lo único que sé del amor/ Es que alguien se tiende en la noche/ A reparar una a una las estrellas/ Hasta aprender de memoria/ Que no está solo”39. Una definición y una respuesta que se complementan en una sola imagen. Pero además es un amor que rompe las barreras de lo cotidiano y se torna cósmico, no tanto por las estrellas, sino por las distancias eternas que convoca y conjura con la posibilidad de una compañía. Leer la escasa, pero sólida obra que dejó al morir Carlos Héctor Trejos Reyes, es tener la certeza de que la región estaba ante un auténtico talento literario. Una obra que resiste muchas lecturas y miradas, sobre la que es indispensable insistir, sin importar el sino trágico que tampoco alcanzó a ser leyenda, en bien de su producción, que se defiende sola. 37 38 39 Ahasverus. Op. cit. Ahasverus. Op. cit. Págs. 8-9. Ahasverus. Op. cit. Pág. 10. 55 1.2.2 Carlos Arboleda Valencia: Carlos Héctor Trejos: entre la poesía y la sombra40 Sobre la muerte Existe un peligroso juego entre el poeta y la muerte, como una continua confidencia, un desafío. Entre él y ella existe un romance, el verdadero, porque ya no podrá evadirse, porque no podrá seguir construyendo con palabras su castillo de sombras, porque ese castillo de sombras pertenece a la muerte y no al poeta. Carlos Héctor Trejos no puede hurtarse a esta boda con la parca y, a veces, sabe que ha ido demasiado lejos, pero al mismo tiempo reconoce que no existe regreso hacia la vida. Vivencial y poéticamente Carlos Héctor es un decadente en el sentido en que lo fueron los poetas malditos que se enamoraron de la oscuridad, del brillo de la copa, sin creer en el otro mundo y casi ni siquiera en esta vida. Por eso todos son faltos de sentido religioso, son irreverentes y altivos. Dios, en su poesía, no es más que un interlocutor al que se puede aun agredir, porque después de todo no contesta. Prefiere el poeta referirse en su coloquio incendiario a dioses que puede tratar también como a semejantes que muchas veces comparten con nosotros la desgracia con un extraño sino. La muerte sigue siendo ese fantasma que ya no atemoriza sino que le da fuerza al poeta para seguir negando la vida. Carlos Héctor Trejos seguirá creyéndose hasta lo último víctima de una extraña conjura, como los Románticos, por su atrevimiento frente al hado y frente a la poesía. En el poema La conspiración, escribe: Puede que haya sido un tirano de mis decires y de mis soledades; un dictador de mí mismo, y un escaso dueño de mis sueños; pero no tengo poder sobre los Hados. Yo, que le he guardado fidelidad a la vida y la he administrado lo mejor posible, nada puedo hacer contra las horas, que irremediablemente corren tan aprisa, ni con el día señalado 40 Tercera parte de la conferencia. Leída en los VII Juegos Florales de Manizales, Biblioteca Municipal de Manizales, Teatro Los Fundadores, octubre 7 de 1999 y en Riosucio el 24 de abril del 2001. Cortesía de Conrado Alzate Valencia. 56 que ya está en la cuenta regresiva; además que cada mes trae sus idus. Por ahí me debe venir buscando la muerte vestida de Casio o de Bruto. (Escrito desde la amnesia, La conspiración. Pág. 5) 41 El ejercicio de la poesía es un magisterio, porque el poeta es un hacedor, un mago, que invoca y convoca las fuerzas que menciona; porque al conjuro de su verbo concurren los dioses, los ángeles y los demonios, y peor si lo ignora como el atrevido Fausto, porque Mefistófeles habrá de cobrarle muy cara la cuenta. Mefistófeles quiere decir mentira y engaño, y en la poesía no cuentan, así como no puede caber el frío en el fuego y todo malabarismo con el verbo y la palabra genera desequilibrio en el ejecutante. La mentira en la poesía es como la estridencia en la música, la niega. No existen pues malos poetas, porque sólo se es o no se es, así como decir que en el comienzo era el caos y el verbo lo fecundó, porque así la poesía fecunda al poeta y en ello no existe ningún dilema. Todos los sueños del filósofo, del cantor, del sabio, del artista, del monje, del monarca, del mendigo, del prestidigitador, del embaucador, del flautista, del poderoso, del ermitaño, del campesino, del oficiante, del soldado, del hombre manso y del verdugo, consisten en la búsqueda incesante del amor para lo cual conspira con el poder, la riqueza, la sabiduría, el engaño, el arte, la poesía, la vanidad, la mentira y el crimen. Por eso todos andamos a medias hacia el pecho o de regreso hacia la muerte; derrotados, insatisfechos y frustrados. Tal es el paisaje de la existencia que puede observarse desde la atalaya de la misma muerte. En la música y en la poesía existen ecos profundamente bellos y sentidos de esta experiencia y la consternación. La sensibilidad y las palabras le revisten con un vuelo que pretende redimirnos y que generalmente no alcanza o no cabe en el mármol en el que pretendimos resumir la vida en forma de epitafio. Tal vez para Carlos Héctor Trejos se revelara esta verdad en sus últimos días y así está escrito: 41 La cita que incluye el expositor sobre este poema es un extracto de un libro inédito de Trejos Reyes que más adelante, en conjunto con Escrito desde la amnesia y otros manuscritos, reunió bajo el nombre de Obra inédita. Selección, la Corporación Encuentro de la Palabra (Riosucio: Editorial Andina, 2006). En esta antología aparece en la página 105. 57 Sólo un verso mal aprendido, que no sabré si es mío o ajeno, quedará como resumen de mi extravío y de mi merodeo en la poesía. No será útil como epígrafe para saber de mi vida, ni servirá de epitafio para cuando me llegue la muerte. Sólo será un verso que a cada rato olvido y que a cada instante recupero más maltrecho, sugiriéndome siempre otro dueño. Verso que no hará parte de ninguna antología, y con el que no ganaré una palmada en el hombro, un corazón o0 un premio. No servirá para nada. No valdrá siquiera de contraseña para entrar al infierno. Sólo unas cuantas palabras que incesantemente pierdo y encuentro. (Al filo de las palabras, Verso inútil e incesante. Pág. 39)42 Quizá la poesía sea la justificación de la vida del poeta como hombre porque, después de todo, la poesía también trata sobre la actitud del alma que es el verdadero hombre frente al destino, que es su vida y su muerte. Cada ser se va ubicando en las gradas para contemplar el espectáculo: allí presentan, en el teatrino de la historia, dramas, tragedias y comedias. Muchos quieren dejar de ser espectadores para convertirse en actores, pero la mayoría, aunque sea imaginativamente, escoge el papel de reyes, sabios y poderosos. Nadie quiere el papel del malo, del que lleva la peor parte y el que gana menos. El suicidio por reflexión se refiere a la escogencia de ese lugar, del último, del que llega tarde a esta feria, por espíritu de negación, porque esa es la forma de empezar a morir, porque ese es el sentido profundo de la evasión, de aquél que reemplaza a la víctima del patíbulo, tal vez porque no teme al verdugo o porque siente una extraña fascinación por su hacha. Carlos Héctor Trejos también ha preferido el peor papel en este monólogo, el de Judas: Vengo a devolver las treinta monedas que no he podido gastar en todo este tiempo. Pero antes debo aclarar algunas cosas. 42 De igual modo que el poema anterior, en la antología aparece en la página 1. 58 No fui aquel que enajenó al Supremo fui sólo su médium, su conejillo de indias puente para que alcanzara la gloria, según Él mismo decía lo disponían las escrituras. Ambos reconocimos en la playa nuestros destinos en contravía, pero decidimos callar lo fatal que no nacía de nosotros sino de los tercos designios de la altura para que más tarde Él fuera el mártir y yo el discípulo cuervo hambriento en la vara de la cruz, esperando su muerte. Sin mí –así no lo diga la biblia– Él no hubiera podido llegar donde está ahora. Al lado de su Padre que tanto añoraba en los aposentos custodiados y carísimos del cielo. No me parece tan grande su sacrificio. Al fin logró su cometido, iba sobre seguro, en cambio yo, sigo arrastrándome en la memoria de la humanidad con la fama más oscura que pueda acompañar a la peor víbora. Por mi parte, era en verdad el Maestro. No tenía nada qué objetar a sus enseñanzas; al contrario aprendí mucho de Él y creo que de mí jamás le oí pronunciar un reproche, pero la historia se encargaría de poner la palabra traidor enseguida de mi nombre y los caminos que tanto peregrinamos se partieron sin remedio. No es una apología la que hago para lavar mis manos ya lo ha hecho otro y de nada le ha valido (conozco el ejemplo) sólo he venido a devolver estas monedas que no me han servido, ni siquiera para acallar a mis perseguidores, porque aunque las malgaste siempre vuelven a mi zurrón. Monedas que créanlo o no, pesan más que mi conciencia. (Ahasverus, Monólogo de Judas. Págs. 58-59) 59 2. PERFILES Y ACERCAMIENTOS 2.1 ORLANDO SIERRA 2.1.1 Entrevista a María Amparo Agudelo Zamora La mujer que enamoró al poeta en la juventud, quien le instó a enemistarse con Dios y su familia por un tiempo a favor de la poesía y el periodismo colombiano, es decir, quien lo hizo abandonar las ideas de irse al seminario. Mujer que lo acompañó en sus primeros sueños y madre de su única hija: Beatriz Eugenia Sierra Agudelo. Estuvo presente en todas las etapas de su vida: lo vio crecer intelectualmente, reír y llorar, triunfar y fracasar. Fue partícipe de su buen humor, de su solidaridad por la vida humana. Amiga de sus innumerables amigos y enemiga silenciosa de quienes no lo quisieron. María Amparo Agudelo Zamora reside aún en Santa Rosa de Cabal. Recuerda que conoció a Orlando Sierra en una Fuente de Soda de la pequeña provincia de entonces y que inmediatamente le robó la juventud. Vivieron juntos por un tiempo hasta que el poeta quiso estudiar Filosofía y Letras en Manizales; sin embargo, nunca dejó de recibir las visitas de su amistad y de oír las quejas que él hacía de la vida. Hasta el último momento estuvo pendiente de él y alega que, a pesar de todo, Orlando Sierra Hernández fue para ella su verdadero amor. Sus respuestas nos acercarán a la irreverente personalidad del autor santarrosano más reconocido en el momento. En estos tiempos cuando se habla de Orlando Sierra Hernández se habla de periodismo, de la transparencia en los manejos de la democracia que él defendió y que le pudo haber causado la muerte, sin embargo ¿cómo lo recuerda usted como poeta? Siempre lo recuerdo como poeta, desde el primer momento en que lo vi, desde que empecé a recibir sus constantes cartas en el internado donde estudiaba, hasta el último día. Era una persona muy diferente de los demás, muy lúcida, inquieta, de una gran curiosidad, con un sentido del 60 humor extraordinario. A cada momento nos recordaba versos, citaba a sus autores favoritos con ocurrencias que nunca le he escuchado a otra persona. Por lo mismo, cuando me preguntan sobre su muerte prefiero guardar silencio. No me gustan las entrevistas acerca de ese tema, ni aparecer en los diarios hablando de algo que no fuera su verdadera pasión: la escritura. Todos mis recuerdos sobre él son los de un hombre enamorado y sencillo, dedicado a su trabajo, sumamente responsable, lector persistente y preocupado por los demás, características que son muy afines a lo que creo es un poeta. ¿Nos podría hablar de los enemigos de Orlando Sierra Hernández? No creo que considerara a nadie como enemigo suyo. Me parece que sus enemigos eran la corrupción, el conservadurismo y los malos actos de ciertas personas en contra de la región, pero no se puede negar que esto mismo le hizo ser una persona molesta en el panorama político, ayudado por sus publicaciones en la columna Punto de Encuentro de La Patria. Tiempo antes de morir me contó que Ferney Tapasco le había dañado las gafas en una cita, amenazándolo de muerte. Yo las tengo conmigo, no puedo olvidar ese acto, me parece algo totalmente comprometedor, algo que puede hablar por sí mismo acerca de cómo y quiénes eran los enemigos de Orlando Sierra… Usted mencionó anteriormente que él “citaba a sus autores favoritos” constantemente. ¿Quiénes eran éstos? Es una pregunta difícil. Él leía mucho, tanto que aún cuando éramos novios iba de mi mano por la calle conmigo leyendo algún libro, una manía suya a la que casi no logro acostumbrarme. Como sabe, su biblioteca es una cosa inusual, se encuentran en ella desde libros de historia, filosofía, literatura, hasta psicología, teoría literaria y periodismo (sin distinción de géneros ni épocas). No obstante Fotografía de Daniela Jiménez Galeano. Biblioteca de Orlando Sierra en la casa de la entrevistada. admiraba a Vicente Huidobro, la literatura francesa contemporánea y, especialmente, a Gabriel García Márquez, 61 porque éste “hacía su literatura como un periodista y su periodismo como un literato”. Sin olvidar, por supuesto a Álvaro Mutis. En marzo de 1993 recuerdo que almorzó con García Márquez y Carlos Fuentes en Cartagena. Me lo contó con picardía: no sólo logró que los maestros le invitaran a sentarse con ellos Con G. G. Márquez. Cortesía: M. Amparo Agudelo Z. valiéndose de su memoria al recitar fragmentos enteros de Cien Años de Soledad, sino que le dedicaron unas palabras de recuerdo escritas en trozos del mantel de la mesa, a falta de papel en el momento. Las mandó a copiar y a enmarcar y las colgó en su habitación como si fueran pinturas famosas. ¿Cuándo empezó a leer usted la obra de su esposo? ¿Nos podría decir qué sensación le causaba hacerlo? Como le digo yo empecé a leer a Orlando desde la misma semana en que nos conocimos, sino fue desde la misma noche. Al Internado donde estudiaba me llegaban sus cartas con una constancia sagrada. Él me escribió toda la vida. Desde que no está con nosotros he tenido que desprenderme de muchas cosas suyas, de algunos libros y objetos pero jamás de sus cartas; las conservo y a veces las leo no sé si para hacerme mal o bien. Pienso tenerlas conmigo hasta que muera Con Álvaro Mutis. Cortesía: M. Amparo Agudelo Z. y que mi hija las tenga consigo hasta que encuentre a quien sucederlas. No las publicaría por ningún precio aunque me atrevo a pensar que todas son poesía, y en verdad algunas son poemas que luego él introdujo en algún libro. He leído todos sus libros, tanto los publicados como los inéditos. Me gusta su poesía, sus artículos, entrevistas y novelas. Por ejemplo, siempre que leo El club de la corbata roja me maravillo y me parece increíble haber compartido con una persona tan inteligente como él, tan imaginativa y crítica, me da lástima que en Colombia se hable tanto de él no como escritor sino por haber muerto de esa manera, y me gustaría que tanto esta novela como las demás fueran 62 publicadas por una editorial reconocida en el país o fuera de éste, ya que como a él no se le ha podido hacer justicia, es necesario que sí se le haga a su escritura. Santa Rosa de Cabal, 2011 2.1.2 Carlos Augusto Jaramillo Parra43 Viví durante cuatro años bajo su yugo. La Patria me contrató sin un día de experiencia y le impuso mi adiestramiento al jefe de redacción; un tipo extraño, una especie de niño grande que hacía pataletas cuando las cosas no salían o no se hacían como él quería. Su frase de combate era: “no entiendo”. Todo había que explicárselo tres o cuatro veces, escogiendo muy bien las palabras. Si no le gustaba lo que escuchaba, uno terminaba a toda carrera, con él detrás blandiendo su zapato. Así, la sala mantenía en un constante hervor que hacía que trabajar allí fuera la cosa más divertida del mundo. Orlando Sierra era encantador cuando estaba de buen humor y entretenido cuando estaba enojado. Con otros. Alguna vez le pedí ayuda con una entrevista en la que yo creía que no lograba ser justo con el personaje. Se sentó en mi computador, la volteó, la moldeó como si fuera arcilla en manos de un alfarero y convirtió mi chapucera y clásica pregunta-respuesta en algo lleno de color y magia. Terminó y se fue sin decir nada. Cuando iba a mitad de camino entre mi cubículo y su oficina le grité medio histérico: “así no tiene gracia”. Paró en seco y se quedó mirándome. “No entiendo”, me dijo, mientras se iba devolviendo lentamente, esperando oír algo que mínimamente no le gustara, para embestir. 43 En: Lo que sobra del silencio. Entrevistas de Orlando Sierra Hernández. Universidad de Caldas, La Patria. Manizales: 2009. Págs. 9-11. 63 “Pues la entrevista quedó muy bien, pero yo no aprendí nada”. Cuando terminé dio media vuelta sobre sus talones, un gesto muy suyo, y se fue hacia su oficina. Regresó con un casete en las manos: “esta es la entrevista con Mario Vargas llosa, me dijo, desgrábela”. Para cualquier periodista de la sala de redacción desgravar algo de otro era trabajo de secretaria. Sin embargo, en el proceso entendí varias cosas: la magia de mi jefe escribiendo entrevistas estaba en su fingida ingenuidad. Una vez presencié en la casa de Carlos Arboleda un duelo entre el escritor Santiago Gamboa y Orlando, para ver cuál de los dos era capaz de citar de memoria más comienzos de libros de Vargas Llosa; se tuvo que declarar un empate al final, porque se acabaron los títulos. Mi jefe conocía a Vargas Llosa al derecho y al revés, era un ferviente admirador. Sin embargo, al comienzo de la entrevista era como si no lo conociera. Yo no entendía. Le preguntaba cosas que era obvio que Orlando sabía. Tuvo que pasar más de una hora para que me diera cuenta de qué ocurría. Él tejía una red de preguntas, de palabras, en la que se iba ganando al personaje. Les preguntaba por las cosas que ellos ya habían contado hasta el cansancio, pero siempre lograba sacarles algún detalle que no habían dado nunca. Después, con su sed de palabras, convertía cualquier entrevista en una conversación. En la segunda parte de sus sesiones interrogatorias (no se me ocurre otro nombre), cambiaba de estrategia: dejaba de preguntar y se dedicaba a hacer afirmaciones largas y bien elaboradas con el ánimo de picar la lengua, de que el personaje dijera lo que quisiera, para conocerlo también en su personalidad, a través de sus preguntas, la mayoría de las veces, eran más largas que las respuestas de su personaje. Esa era la primera etapa. La segunda era la escritura. No sé cómo lo hacía en todas pero sí puedo decir como lo hizo muchas veces. Tomaba un puñado de frases que le parecían importantes, contundentes o simplemente con color y las ponía a un lado. Eso lo usaba para las respuestas. Lo demás lo aprovechaba para describir la personalidad de su entrevistado, para crear largas digresiones y contextualizar. 64 Además era un observador de los gestos. Podía ver los nervios en el mover de las manos, la ira en el temblar del labio, la soberbia en una ceja que se levantaba, y hacérselo ver al lector. Esta selección de textos, que no antología, recoge acerca de 15 años de entrevistas suyas, la mayoría de índole político. El lector seguramente las disfrutará al darse cuenta que nada parece cambiar, por lo que algunas están tan vigentes como el día que se escribieron. Era fácil reconocer el valor de Orlando en su Punto de Encuentro, pero muchas veces hubo más coraje en las entrevistas la columna era escrita en la intimidad, mientras que éstas aparecían como fruto de un diálogo en el que no se amilanaba frente a su compañero de conversación, sin importar si era un político – que regía como una especie de pequeño dios estas tierras- o el hombre fuerte del café. Después de terminar la transcripción de Mario Vargas Llosa, se sentó a mi lado y comenzó a editar, dándome una clase de cómo se hace. Sobre todo, entendí que hay cosas que se aprenden y hay cosas que se hacen por intuición, y la de él era increíble. (…) 2.2 CARLOS HÉCTOR TREJOS REYES 2.2.1 Sergio Acevedo Valencia El poema aplazado de Carlos Trejos Reyes 44 Dicen que los genios fallecidos jóvenes pasan a la eternidad, pero creo que le faltó vivir más para encontrar una eternidad un poco mejor. Carlos Héctor Trejos Reyes se nos fue cuando lo deseaba y nosotros lo esperábamos. Las limitaciones provincianas le acabaron por colmar su paciencia, el occidente colombiano ya le quedaba pequeño, era necesario que volara fuera de nuestras fronteras. Siempre lamentamos que nunca pudiera estudiar como quiso, aunque su intelecto sobrepasaba cualquier estudio formal al que optara. 44 Columna de opinión publicada el 11 de septiembre de 2010 en el periódico La Patria de Manizales. 65 A los 25 años de vida ya había ganado varios concursos de poesía, entre ellos el prestigioso Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia, con su obra “Manos ineptas”. Trejos no elegía los concursos por ganarle a los demás poetas o engordar su currículo, solo los buscaba por ser la única forma de publicar sus obras, porque el mundo es miserable, la cultura no tiene cabida y Por el pintor Gonzalo Díaz. Biblioteca Municipal Otto Morales Benítez de Riosucio, Caldas. presupuesto decente en Colombia. Amigo, te fuiste como querías, en medio de una buena embriaguez. Esa noche disfrutaste del dulce aroma del ron añejado de nuestra tierra caldense. Te fuiste en ese sueño que llaman la dulce muerte, ni cuenta te diste y nosotros nos dimos cuenta tarde. Después de muchos años escribo para recordarte, aunque claramente dijiste que no lo querías. Siempre fuiste incomprendido hasta después de tu partida física. Recuerdo gratamente cuando te pasaste por mi colegio, en un día del idioma para leer tu ensayo sobre las bibliotecas y esas mentes ignorantes no atinaron a escucharte. Dejaron ir al único que les pudo dar algo de sapiencia en pequeña comarca. Han sido muchos años de tu ausencia corpórea. En la dentistería de Guillermo Trejos, en la Plaza de La Candelaria, las mañanas en los sábados de mercado nos hizo falta a Juan Barrera y a mí tu ideas, tus apuntes agudos sobre la realidad de nuestra cognición riosuceña, caldense y colombiana. Lamento no hubieras visto las carreras de uno de los pocos colombianos que te hubieran caído bien: Juan Pablo Montoya, en la Fórmula 1. No te perdías las transmisiones de esta categoría en directo por el canal brasileño de OGlobo, así las carreras fueran de madrugada, tiempos cuando a nadie le gustaba eso. Pero te cuento que con Montoya en las pistas los colombianos nos volvimos aficionados, aunque vos sabías más de la F1 que millones de colombianos juntos. 66 Pero qué más se puede hacer, quién sabe qué pasaría con el gato que estabas amaestrando para que recuperara los poemas de amor que le escribiste a tu amada ingrata. Quién sabe qué pasó con tus baúles y tus agendas donde escribías los versos con tus “Manos ineptas”. Ahora han desaparecido los sitios donde te gustaba ir cuando salías de esos encierros de dos semanas dedicados a la creación literaria. No sé ni dónde quedaron tus libros que con alegría me donaste con tu rúbrica. Demás que alguna fémina pilla se los llevó. El único que guardo como tesoro es el de tu obra inédita, publicada con gran esfuerzo por tus amigos de la Corporación del Encuentro de la Palabra y en el cual honrosamente colocaron mi nombre como colaborador. Sufriste mucho por no tener papel para escribir. Te cuento que ahora ya poco se escribe en cuadernos de papel. Hay computadores en todas partes y otros artilugios. Alguien te hubiera regalado uno para que no siguieras sufriendo por las malditas hojas que no podías tener para plasmar tus poesías. Tu velorio fue multitudinario, así no lo querías. Eso sí algunos seguimos tus indicaciones: “Dejadme a los buitres, ellos saben más de cadáveres”. Tampoco me interesó saber dónde estaba tu tumba, pero después de cinco años por coincidencia me la tope. Cuando hacía la visita anual a mis familiares en el cementerio del pueblo endiablado, encontré tu morada sepulcral, dos abajo de la mi abuelo. Qué falta haces en agosto en el Encuentro de la Palabra. Ahora en tu memoria hay un concurso de poesía que lleva tu nombre, -así no te guste-. ¿Y cómo te va ahora? Sinceramente creo que eres feliz. Mientras a muchos nos dejaste desdichados aquí, ya estás en el mundo de los sueños y las ideas donde siempre aspiraste ir. Aquí la luna todavía no se ahoga en la fuente. Judas sigue sin poder devolver las monedas: nadie se las recibe ni cambia, aunque es un santo comparado con los genocidas de los últimos siglos. 67 Lo único personal que tengo de ti es el manuscrito que me escribiste para pedir una ayuda, casi una limosna a la alcaldía. Pero como lo dijiste, tú no eras amuleto de suerte y nunca me arrimaron el hombro con la pequeñez que pedía. Gracias al destino, ello no fue indispensable en mi vida. En tu memoria lo más honroso es que tu nombre aparece en el libro “Quién es quién en la poesía colombiana”, de El Áncora Editores. Estás al lado de los mejores poetas de Colombia en toda su vida republicana. Hoy en día de lo que conocimos juntos de nuestro pueblo ya no queda mucho. Después de tu ida, ya no había con quien conversar. Es más, al igual que tú, me siento muerto para nuestro terruño. Hace dos años que no lo camino, sólo esta en mis añoranzas y pensamientos diarios. ‘Toto’, no sabes la falta que nos haces, ya sea para hablar de pendejadas y no de poesía, porque los versos fueron tu tormento. 2.2.2. César Valencia Trejos Carlos Héctor Trejos Reyes: vibrante humanista, con destino a mejor poeta de su tierra 45 Son momentos conmovedores, de pleno estremecimiento humano, que parecen confusos y hasta oscuros. Nuestras mortales lágrimas se congelaron al final de este siglo, cuando con Carlos Héctor, soñábamos un nuevo milenio, repleto de inteligentes palabras y estrictos actos. Sin embargo, con el verbo, con la misteriosa voz de todos, queremos entregarle el último legado de amistad, solidaridad y admiración. No por forzosa entrega o como él lo señalara tantas veces: por encargo. Lo sentimos obedeciendo el mandato de dignidad, merecimiento y respeto para con el hombre, que estaba sediento, auscultando, intuyendo mundos ignotos e imágenes reales de la irrealidad que nos describía con frecuencia. 45 Palabras pronunciadas por César Valencia Trejos, en las exequias de Carlos Héctor Trejos Reyes, el 12 de septiembre de 1999, en el templo de La Candelaria de Riosucio. 68 Se ha ido un gran valor intelectual: Poeta y Ensayista; del que se dará noticia más adelante, cuando estudiemos y analicemos su obra con más calma, rigor y sobre todo de manera transparente, sin elementos ensordecedores o parroquiales. No fue el poeta de versos populares que muchos hubiesen querido, era dueño de una palabra que esculpía, con textos y visiones de remotos, extraños lugares y tiempos, olvidados por algunos. Estamos en este tránsito acompañando hasta su última morada a Carlos Héctor, de quien su ensoñador, rebelde carácter y limpia actitud, mantenía en vigilia con su espíritu y asombrosas revelaciones. Su indeclinable amor por la palabra, que traducía en poemas, su reverencia a los libros, su irreverencia a los hombres y su apasionada vocación por los actos poéticos, la continuaremos sintiendo y exaltando por generaciones. Su Obra de vida juvenil, quien tempranamente se asomó a la madurez, perdurará a través de sus libros publicados y los que dejó secretamente en los interminables e íntimos instantes, que vivía aquí en su natal Riosucio. Hace apenas 27 días, los jóvenes de esta comarca en el marco del XV Encuentro de la Palabra, sembraron sus versos en los parques para que retoñara el fervor por la lírica. Sus reveladores poemas colgaban de los árboles como hojas frescas y premonitorias a su fugaz existencia y profunda obra. Carlos Héctor: El enamorado de la poesía, quien recorría con disciplina y constancia las páginas de los antiguos griegos, los clásicos, los escritores contemporáneos; sólo con el deseo palpitante de verificar y constatar sus aciertos, hallazgos y búsquedas. Su riguroso, sistemático y metódico estilo de trabajo, en un medio avaro y con el dolor de las carencias, intuía versos a cambio de espadas para la muerte. La vida es bella y por lo hermosa cruel, no entenderemos nunca la partida o huida o ausencia de los entrañables, de los que nos cuentan al oído el sonido del viento, las alucinaciones al 69 amanecer, el misterio del silencio o el ardor de la herida del mundo, que nos persigue como lobos en la noche fría y desierta. Carlos Héctor, el hijo que amó a su Madre, con venerable fervor, está hoy aquí para contarnos lo frágil de la existencia, lo incierto de la materia, lo efímero del espejo que nos retrata diariamente; lo insignificante y a la vez portentoso y perdurable de la palabra: La que él cinceló para dejarnos como herencia perdurable. Tumba del poeta en el cementerio de San Sebastián de Riosucio, Caldas. El 1 de agosto, quizá en su última carta, al adelantarse a renunciar como Vice-Presidente del Encuentro de la Palabra, escribió: “César no crea que es fácil exponer una determinación como la anterior, aunque, tanto usted como yo, la veíamos venir y la sabíamos latente debido a mi naturaleza, que me reclama a la soledad, a los libros y a la escritura”. Y agrega: Nietzsche llegó a expresar: “El que quiera disfrutar de gloria debe despedirse a tiempo de los honores y ejercer el arte difícil de retirarse oportunamente”. Pero la vida y su propia decisión de asumirla, le jugo sin desvelo y le arrancó la ilusión y la luz a pleno medio día. Cicerón lo sentenció: “La vida del muerto está en la memoria del vivo”. 70 3. PRESENTACIÓN DEL INFIERNO “Cada uno de los que estuvimos en la Residencia somos un pequeño eslabón de la construcción del futuro de la dramaturgia colombiana, un hallazgo fortuito que el destino tenía planeado como un capricho travieso46.” Felipe Rendón Desde el 29 de septiembre hasta el 3 de octubre de 2011, la Universidad de Caldas y la Red Nacional de Dramaturgia Colombiana realizaron en Manizales las III Residencias en Dramaturgia donde jóvenes de diferentes partes del país se reunían por este espacio a las afueras de la ciudad, para pensar y escribir un texto dramatúrgico breve bajo la tutoría de expertos en el área. La finalidad del evento era compartir la experiencia de creación y los puntos de vista sobre la escritura teatral de todos los participantes. Tuve la fortuna de ser uno de los participantes por Risaralda y mi texto, Infierno Lento, basado en la vida de Orlando Sierra Hernández, fue seleccionado para la publicación de las memorias. Infierno Lento, es un proyecto de vida más que de escritura que busca aplicar una dosis de memoria a la posteridad del poeta. En la actualidad, el texto cuenta con un aparte más, dedicado a Carlos Héctor Trejos Reyes. El objeto de anexarlo en este trabajo es apenas el de compartir una 46 Al final del vientre. En: Memorias III Residencia Artística en Dramaturgia 2011. Universidad de Caldas. Pág. 12. 71 mirada poética sobre la cotidianidad de la ciudad de Manizales de comienzos de milenio donde ocurrió el crimen de Sierra Hernández, postular varias hipótesis sobre el mismo, pero ante todo, recrear la atmósfera de vida de un hombre aquejado por las amenazas, soledades y envidias. INFIERNO LENTO47 A la memoria de Orlando Sierra Hernández “Si mis enemigos me difaman, No encontrarán respaldo. Si buscan consenso para darme muerte, Podrán tener todos los votos, Mas habrá siempre Minoría en sus filas. Si se marchan todos para dejarme solo, Terminarán todos burlados. Yo cuento contigo, amor, Y tú sola haces mi mayoría.” Orlando Sierra Hernández, Proclama por ti PERSONAJES: Orlando Redactor Asesino Señora Niño I- El rincón de la crítica Orlando con gafas rotas y Redactor, cada cual en su escritorio de extremo a extremo de la oficina. Una ventana. REDACTOR: (Mirando lo que va escribiendo en la máquina) Me va a angustiar si sigue pensando en eso. ORLANDO: (Mirando a lo alto) Yo no he dicho nada. REDACTOR: Hablo de lo que piensa, no de lo que dice. Me importaría un carajo lo que dijera, ya estoy acostumbrado a que hable a solas. Pero hoy me tiene fastidiado con lo que piensa para los dos. 47 En: Memorias III Residencia Artística en Dramaturgia 2011. Universidad de Caldas. Págs. 13-19 72 ORLANDO: (Se levanta de la silla y camina por el salón con la mirada perdida) Yo quiero dejar de pensar en eso, pero no puedo. Hay pájaros por todas partes. REDACTOR: (Va hacia él y lo golpea en la cabeza con un periódico envuelto) El problema no son los pájaros que usted tiene por todas partes, sino sus chillidos. Piense para usted mismo, por favor. ORLANDO: (Angustiado, va a su escritorio y empieza a lanzarle huevos a Redactor) El problema no es su sonido, son ellos como tal. Las palomas son peces emplumados, por ejemplo. ¿Nunca las ha mirado a los ojos? Me dan asco REDACTOR: (Tapándose los oídos) Ya no soporto su mente, cállela, déjeme trabajar en paz. ORLANDO: (Con una cocedora comienza a amenazar el aire) No se preocupe: ya estoy buscando quien me mate. (Silencio) REDACTOR: (Vuelve a su escritorio) Para qué se pone en esa tarea si en cualquier momento lo van a hacer. ORLANDO: Usted no entiende, yo quiero ser libre de escoger quién lo haga, dónde, cuándo. Me indigna tener que caminar por la ciudad pensando que me van a matar en cualquier momento. REDACTO: ¿Y por qué no lo hace usted mismo? ORLANDO: No puedo. Me duele más imaginar a mi mamá llorando un suicida que el mismo dolor de la muerte REDACTOR: (Se dirige al escritorio de Orlando y pone sobre éste sus zapatos) Póngase de acuerdo con Mirlo, de esa manera ambos se ahorran el trabajo de encontrar un asesino para usted, e inclusive pueden dividirse costos. ORLANDO: (Lanza uno de los zapatos por la ventana) No quiero tener nada en común con ese señor más que el recuerdo vergonzoso de cuando me rompió estas gafas. ¿Usted cómo sabe que él me amenazó si no lo he contado? REDACTOR: Nadie me lo dijo, pero es obvio que a las personas que piensan chillidos de pájaros terminan odiándolos de muerte. Yo a usted lo veo muerto desde muchos meses atrás. No es el único, no sea presumido. (Se toca el hombro como si lo hubiera cagado una paloma) Usted no es capaz de dejar la mente quieta, Orlando. ORLANDO: (Lanza el otro zapato por la ventana) Lo que sucede es que pensé un poema. Siempre que pienso un poema a alguien lo caga una paloma. 73 REDACTOR: (Vuelve a su escritorio limpiándose la camisa) No sea cagada, Orlando, cuántas personas de esta ciudad no habrán perdido una camisa por su culpa. Y uno que imaginaba que las palomas lo hacían por casualidad. Orlando Sierra: usted es un peligro público. ORLANDO: No es para tanto. Cuando duermo no pienso poemas. Estoy planeando en sueños todas las noches el asesinato de un francés que me jodió la vida. REDACTOR: A mí me parece que usted no debería gastar su tiempo libre soñando con extranjeros. ¿Por qué no lo dedica a buscar su asesino? ORLANDO: Ya lo intenté, pero nadie quiso serlo. Quise persuadir a Carlos Héctor Trejos para que lo fuera pero aún después de muerto sigue siendo muy terco. REDACTOR: (Dibuja una paloma en la pared con un lapicero) Qué mañana tan larga. ORLANDO: (Va hasta Redactor con el cenicero en la mano, escribe bajo la paloma con ceniza, el verso final del poema Poética):“La palabra es tan sólo lo que sobra del silencio” REDACTOR: Tengo lástima por usted. ORLANDO: Ojalá que el tubo que arregló hoy temprano el plomero en mi apartamento no vuelva a romperse. Vine a trabajar sin desayunar. REDACTOR: ¿Vamos por un café? ORLANDO: Qué más da. REDACTOR: (Recuerda que está descalzo) Tomar café significa ir todas las mañanas por mis zapatos a la calle. ORLANDO: Vamos. (Se quita los zapatos y se los ofrece a Redactor) Tome, póngase los míos. REDACTOR: No señor, muchas gracias. Yo no quisiera estar en sus zapatos. (Silencio). ORLANDO: Hubiera sido mejor no haber hecho esas denuncias contra Mirlo, así no le habrían quitado la investidura. (Deja los zapatos en el escritorio y salen). II- Hundido entre la piel Orlando y Asesino. Un lugar cualquiera. 74 ASESINO: No don Orlando, no me ponga en esas. A mí me daría mucha vergüenza, la verdad. ORLANDO: Mire, no es nada complicado. Además hace parte de su oficio. Hágame el favor que yo le pago lo que me pida. ASESINO: No hombre don Orlando, cómo le hago entender. No se trata de plata. ORLANDO: ¿No va a ser capaz de matarme usted que tiene tantos muertos encima? ASESINO: Yo no mato a personas como usted. ORLANDO: ¿Qué quiere decir? ¿A alguien amenazado por Mirlo? ASESINO: No señor, ¿cómo se le ocurre? Yo no mato a personas conocidas. Y no lo tome a mal, pero no me importa quiénes son los enemigos de mis trabajos. A mí me da igual matar a alguien pagado por Mirlo o por alguien de su periódico sólo si es un desconocido. ORLANDO: Es alguien de mi periódico quien se lo pide, míreme, hágame el favor. ASESINO: (Se ríe con malicia) Alguien de su periódico… Está bien hombre don Orlando, pero con una condición: lo hago gratis. ORLANDO: Déjeme que le pague por su trabajo. ASESINO: Ah no señor. Usted verá, lo hago gratis o no lo hago. ORLANDO: ¿Y no hay nada que pueda hacer por usted? ASESINO: No va a escribir mi nombre en su columna un día después. Eso ya es hacer mucho por mí. ORLANDO: El jueves, antes de las dos de la tarde, cuando vaya a entrar al periódico. ¿Le parece bien? ASESINO: Sólo me queda fácil el miércoles. ¿O esperamos hasta la otra semana? ORLANDO: No, el miércoles no puedo. Voy a almorzar con mi hija. Y el viernes un muchacho de mi pueblo va a venir a hacerme una entrevista. Hágame el favor el jueves. ASESINO: Usted no me entiende, en esos días tengo muchas cosas qué hacer. No le dé vueltas al asunto, si quiere lo hacemos cuando termine de almorzar el miércoles. 75 ORLANDO: ¿Qué le pasa? ¡En presencia de mi hija jamás! ASESINO: En ese caso hasta luego don Orlando, no me quite más tiempo. Con permiso. ORLANDO: (Desilusionado) ¿De verdad no puede el jueves? ASESINO: No señor. ¡Que no! Cómo quiere que le hable. Hasta luego. (Sale) ORLANDO: (Se queda en silencio un breve momento) Tendré que vivir unos días más con mis malditos pájaros. III- EL CLUB DE LA CORBATA ROJA Redactor y Señora Entrada de las instalaciones del periódico. REDACTOR: Caminó con su hija de la mano calle abajo, hasta el norte de la ciudad. SEÑORA: ¿Y a qué hora regresa? REDACTOR: La hora de almuerzo termina a las dos de la tarde y falta todavía más de media hora. SEÑORA: Necesito hablar urgentemente con él. REDACTOR: Y sobre qué si se puede saber. SEÑORA: Necesito prevenirlo de algo. REDACTOR: ¿De qué, de su muerte? No me haga reír, señora. SEÑORA: De algo peor. ¿Está seguro de que va a volver? REDACTOR: La verdad no. Pero normalmente estaría aquí faltando veinte minutos para las dos, entraría silbando como un gorrión y me tomaría del pelo antes de seguir la jornada. (Silencio). Bueno ¿y usted qué es de él? SEÑORA: ¿Que qué soy de él? Yo lo amo. REDACTOR: Lo dudo. SEÑORA: ¿Por qué? REDACTOR: ¿Usted sí conoce a Orlando? 76 SEÑORA: (Irónicamente). Claro que sí. Acabo de decirle que lo amo. REDACTOR: Pues no parece. A ver, ¿de qué color era la corbata que llevaba la última vez que lo vio? SEÑORA: (Sorprendida) Eh… no lo recuerdo. (Silencio) REDACTOR: Cómo no lo va a recordar, si Orlando siempre lleva una corbata del mismo color. SEÑORA: No lo recuerdo, nunca me fijo en ese tipo de cosas. REDACTOR: ¿Qué está buscando aquí? Váyase. SEÑORA: Ya le dije que lo voy a prevenir de algo. REDACTOR: Si no es sobre su muerte cualquier prevención es estúpida. SEÑORA: Es sobre algo peor. REDACTOR. ¿Qué puede ser peor que eso? SEÑORA: El motivo de la misma. REDACTOR: (Riéndose) Usted es simpatiquísima. Todo el mundo sabe que Mirlo lo va a mandar a matar por las denuncias publicadas en la columna Punto de Encuentro. SEÑORA: Yo soy simpatiquísima y usted muy ingenuo. Mirlo no tiene velas en este entierro. REDACTOR: ¿Entonces de quién se trata y por qué? (Silencio. Empieza a burlarse de ella comenzando en una risa breve hasta llegar a una carcajada) SEÑORA: (Se toca el hombro y se lleva la mano a la nariz) Maldita paloma. REDACTOR: No fue una paloma. (Le entrega un pañuelo) SEÑORA: (Se limpia la blusa) Es mierda de paloma. Huela y verá. REDACTOR: No señora. Es mierda de poema. SEÑORA: Los periodistas de esta ciudad están locos. REDACTOR: No lo estamos, sólo que Orlando la mandó a cagar desde lejos. 77 SEÑORA: No más. ¿Le podría dar mi razón apenas regrese? Me urge que la sepa hoy. REDACTOR: Está bien, dígame de qué se trata porque tengo afán. SEÑORA: Acérquese (Se la dice al oído). REDACTOR: (Sonríe irónicamente) Ah, era eso… Tanto misterio para nada. SEÑORA: Es algo muy grave. No se burle que le nace un hijo poeta. REDACTOR: No es para tanto. Pero increíble que la causa sea esa. Siempre pensé que era por sus pensamientos. SEÑORA: ¿En qué piensa pues el doctor? REDACTOR: No piensa más que en pájaros. SEÑORA: Eso está muy mal. REDACTOR: Y lo peor es que él piensa en pájaros que todos escuchamos. SEÑORA: ¡Dios mío! ¡Qué horror! Los pájaros son una cosa espantosa. ¡Qué colombiano no los detesta! REDACTOR: Nunca pensé que usted fuera una persona sensata. Pero todo colombiano que no los deteste debe ser sencillamente pájaro también. (Silencio) Conque a un gran hombre no siempre lo matan por un gran motivo. SEÑORA: Si al menos él pudiera saberlo. REDACTOR: Y ya se está demorando. SEÑORA: ¿Usted cree que va a volver? REDACTOR: Uno nunca sabe. SEÑORA: No se le olvide darle mi razón. REDACTOR: Si regresa se la daré. SEÑORA: (Se despide dándole la mano) Hasta luego. Que no me dé cuenta que me falló. 78 IV- La estación de los sueños Orlando. La oficina. Una mesa en la mitad con una máquina de escribir y una silla vacía. Orlando está vestido y peinado impecablemente, usa corbata roja y esta vez lleva un sombrero negro, guantes de seda. ORLANDO: Plumas envejecidas. Racimos pudriéndose en la habitación donde guardamos los mejores recuerdos de nuestra vida, que son los peores. Estoy acurrucado detrás de la posibilidad del olvido. Todos los perros duermen. Ciegas gallinas escarban la tierra llovida de mi cuerpo. Si por lo menos pudiera retrasar mi muerte una hora más. Pausa. (Anda de un lado a otro de la oficina, se quita el sombrero como en respeto a un difunto) ORLANDO: Qué hará mi viejita hermosa en este momento. Acaso se preparará un café para sí misma y sintonizará en la radio un programa aburrido. Tal vez mañana se inmiscuyan en esa sintonización negras palabras sobre mí. Puedo imaginarlo. Noticia de última hora. Ayer miércoles a la 1.49 de la tarde Orlando Sierra Hernández murió en circunstancias difíciles de precisar. Entra Niño. Igualmente vestido como Orlando. Trae un ramo de rosas blancas que le entrega. ORLANDO: ¿Quién me manda esto? (Silencio). Niño se sienta a la mesa. ORLANDO: Vienes en muy mal momento. Estoy de salida. Cruzar esa puerta significará no volver jamás a esta oficina. Tengo miedo. ¿Quieres venir conmigo? Niño saca un reloj de bolsillo y se le queda viendo por un momento, lo guarda y hace ante la máquina ademanes de pianista que se prepara para dar un concierto. ORLANDO: Plumas separando las páginas de Altazor. ¿Quién le está echando maíz picado a las tórtolas de la angustia? Tengo nidos de dolor envejecidos en los racimos de mi palabra. Niño empieza a fingir que toca un piano sobre la máquina de escribir. Suena una nota de piano cada vez que él oprime una tecla (canción sugerida: Slow Hell, ToscaDelhi). ORLANDO: (Bailando a lo ancho de la oficina con el sombrero en la mano) Voy a comenzar a caer interminablemente por el conducto de un sueño sin final. Muchas personas van a romper sus guitarras contra sus comedores. Muchos dejarán caer el pan súbitamente al escuchar la noticia de mi muerte, pero sé de alguien que se va a llevar lentamente las manos a las canas y así se quedará para siempre porque no podrá creerlo. 79 Niño deja de tocar la máquina como si fuera un piano. Orlando deja el baile y va hasta él a vendarlo con una cinta negra que saca del chaleco. Lo sube a la silla. ORLANDO: No va a quedar nada de todo esto. Niño saca una cauchera del chaleco y mira el bombillo. Orlando toma su sombrero contra el pecho de nuevo como en actitud de respeto a un difunto y le hace una señal de autorización con la cabeza. Niño revienta el bombillo de un caucherazo. Fin EPÍLOGO Si por un error del viento que viene del sur llegaras a morir, o si de bruces cayeras de pronto en el olvido, en algún lugar no difícil de precisar deja un poema voluntario que se encargue de distribuir la vida y la palabra que dejes inconclusas. Aunque quisieras irte silenciosamente no tendrías otra opción porque la palabra es esto: postergar la vida. Y la vida, postergar la esperanza. 80 4. ANTOLOGÍA POÉTICA 4.1. Orlando Sierra Hernández De la Revista de Poesía Golpe de Dados48 CAPTANDO EL MUNDO (Pág. 43) ¿Qué cosa es un pájaro en vuelo, si no el emplumado corazón del aire? ¿Qué la luciérnaga en la noche si no el vivo girasol de las estrellas? ¿Qué el aroma del limonero, si no la suave transpiración de su semilla? ¿Qué el amor – el dulce amor – si no la madura cosecha de los sueños? CONFESIÓN (Pág. 49 ) Puedo ser de lo peor simplemente porque soy tan frágil como una luciérnaga atrapada en un puño. Si meto miedo con mis gritos quizá es que no ha habido para mí 48 Sierra Hernández, Orlando. Revista de Poesía Golpe de Dados. Bogotá, 2008. 81 una frase de cariño en las últimas 24 horas. El hombre de la calle a quien armo bronca porque me ha rozado el hombro en su prisa, sólo es culpable de no ser mi tierna madre para ofrecerme el hombro y recostar en él mi llanto. Yo reto a duelo a muerte a quien siento que está feliz tan solo por soltarle un aguacero en el alma, por contrariar su risa y que sea mi par – por un segundo – en la desgracia. Yo soy un niño terco metido en ropa de hombre mayor. Alguien que se da de golpes contra el mundo por no desnudar sus miedos, sus carencias. ¡Ah, Dios mío! LA OBRA BLANCA (Pág. 51) Una casa en obra negra es inhabitable o por lo menos es un espacio para mal vivir. Igual a ella el corazón mientras no reciba la mano piadosa del amor. Laborioso maestro de obra, el amor sabe barrer los escombros de la amargura, poner por las paredes internas un verde de esperanza. El amor, esa casa grande. PARA OLVIDARTE (Pág. 58) Voy a emprender una cruzada contra el gobierno de tu recuerdo en mi corazón. Será un sitio asfixiante. Te haré desfallecer tras ese palpitante 82 muro rojo. Aislaré tus rutas. Ni un suspiro, ni una lágrima y ni siquiera la más leve sombra de tristeza recibirán tus fuerzas. Cubriré tus salidas. Veré que nunca baje tu puente levadizo. Incluso mi voluntad será vigía para impedir que te lances al río de mi sangre. No me herirán las piedras catapultadas de tus ojos, no caeré de nuevo en la oscura trampa de tu sexo. Te depondré, mujer. Te haré marchar definitivamente hacia las áridas tierras del olvido. De Hundido entre la piel 49 ESPEREMOS LA NOCHE Amada: deja ya que el reloj remate el día y que siga su tic-tac la estrategia de la luna y que duerma el crepúsculo en mi alcoba, mientras palpo ansiosamente tu figura. PORDIOSERO 49 Sierra Hernández, Orlando. Hundido entre la piel. Manizales: Impresos Cardona, 1978. 83 Alguien grita en la calle a voz en cuello: hasta aquí llegó. Todos ponen cerrojo a sus miradas. Un cuerpo en el vacío derrama su nostalgia entre las venas. Unas manos sostienen la rutina de implorar. Y alguien mancha la acera con la tinta de anónimo dolor. PERSPECTIVA A Javier Arias Ramírez Un día marcharé, a un sitio sin lugar, a cualquier parte pidiendo a gritos valor para mi angustia. Llevaré cuatro lustros de cansancio, un ajado recuerdo del olvido y quizá tres vocablos hechos de tierra donde pueda sembrar mi yo vivido. De El sol bronceado50 50 Sierra Hernández, Orlando. El sol bronceado. Manizales: Casa De Poesía Mejía Mejía, 1985. 84 HOMENAJE A UN MÚSICO Saliva blanca de boca negra inflando sonidos que revientan como burbujas en el aire de una multitud fanática del Jazz. Louis Armstrong es el trompeta. Su música la sienten los gangsters de la época -las gentes de la épocacon un aire más familiar que escuchar el trino de un pájaro en verano. Un reloj va empujando el tiempo en su carrera y la boca negra que se fué con su filtro dorado hasta la gloria en la época de la depresión sigue aún con su música prendiendo los salones. VOZ DE SIEMPRE Ciertamente puede decirse que aún es hoy aquel lejano día de 1935 en que debes arribar a Medellín Carlos Gardel. Quienes añoramos conocer tu voz llena de tangos y ese sombrero que corona tu cabeza -invariablemente inclinado a la derecha como una dictaduraseguimos esperándote pues aún no eres ausencia y bien sabemos “que veinte años no es nada” para que se afirme que nunca llegarás. Guayaquil es un barrio ruinoso que siempre te venera. Hombres hay que llegan a sus bares con la piedra de la fatalidad pegada al cuello y al escucharte reconocen que viven, que tu existes y que no todo esta perdido. Aún no eres ausencia Carlos y es por eso que te esperamos, te seguimos esperando, muy a pesar de que por ahí se diga que andas tomando mate con Contursi en el cielo. 85 SEÑALES DE DIFUNTO Empezaré por decirles que no me importa el refugio. Sé de antemano donde se halla el lugar, no sabiendo exactamente el sitio determinado. Sin embargo (lo más seguro) iré a ojos cerrados. Reviviré mi antigua severidad de rostro (ahora por razones valederas). No llevaré etiqueta, boletos, mucho menos recados; tampoco preguntaré qué se hubo de hipotecar para conseguir la caja (será incómodo hablar en ese instante), además ya no tendría palabras. Al fin soy la figura central en el entierro. De Celebración de la nube51 ANHELO Sé que hay una edad en que se empieza a amar sin impaciencias. No aspiro a ella. Que nunca deje de levitar mi corazón ante el rostro, 51 Sierra Hernández, Orlando. Celebración de la nube. Manizales: Casa De Poesía Mejía Mejía, 1992. 86 la fragancia, el paso garboso de una muchacha. Ese es mi anhelo. CARIDAD En el cuenco de la mano de la estatua del mendigo beben los pájaros. CERTEZA Ahora que sé que el aire más puro que respiro es el que viene de tu aliento reconozco que te amo. ASÍ SERÁ Cuando haya un motín de estrellas que deje la noche ciega; cuando pierdan la brújula todos los espejos y mi lenguaje ya no lo entienda sino Dios, no hay duda, es que te habré dejado de amar. TUS PECHOS EN TIERRA FIRME52 Abres tu blusa Y avanzan tus pechos Como navíos En el océano del aire. Mis manos, Islotes donde encallan. Pero luego Te vienes hasta mi pecho Y es como si llegaran a puerto, Como si desembocaran En tierra firme. 52 En: Novísima poesía. Manizales: Editorial Manigraf, 2000. Pág. 45. 87 En mi boca -cuando los abandonas a mis besosSe embriagan Como un marinero en un burdel. 4.2. Carlos Héctor Trejos Reyes De Poemas de amor y desamor53 ERÓTICA Tengo miedo de entrar En tu pasadizo secreto y perderme. Sé que no tiene salida. Que no conduce a ninguna parte Y que luego de estar adentro -sin embargoCelebraré a cada nuevo instante Mi hundimiento. (Pág. 13) BORRANDO LETRAS Recorté para ti Un poema que encontré en el periódico. 53 Trejos, Carlos Héctor. Poemas de amor y desamor. Instituto Caldense de Cultura, Casa de Poesía Fernando Mejía Mejía. Manizales, 1994. 88 Supe al leerlo que yo sólo seria el emisario (Ya que mi precariedad de palabras Me impide escribirte lo que él dice) Pero que tú eras la mujer A quien se remitía el poeta. Tal vez Juntos lo entonaríamos Una y otra vez hasta aprenderlo. Celebraríamos el nombre del poema, El de su autor. Sería para los dos como la oración De todos los días. Pero alguien, lo ha venido borrando Letra a letra Sin poder saber ahora Qué es lo que guardo en ese papel deshecho Alguien que no puede ser más Que tu ausencia. (Pág. 14) EL CONFINADO En tus ojos me llevas a todas partes Pero yo no me hallo en ningún lado. Dónde estaré -me preguntoAhora que nadie me reconoce, ni me escucha. Ni siquiera me señalan los espejos. Soy un desaparecido. Sólo existo en ti, ojos adentro Como un sueño. (Pág. 15) ALQUIMISTA La ardua tarea de destilar, De fundir una y otra vez Y no se cuántas veces más Las palabras en una hoja de papel, Aún perdura en mí. Como si lo hiciera por primera vez Con el método más risible Pretendo alcanzar lo más valioso. Sé que estoy metido en terrenos ajenos Y que esta profesión no es muy clara. Pero aunque parezca imposible a ojos De la demás gente; yo te convertiré De un momento a otro en verdad. 89 Confío que no estoy muy lejos De tu cuerpo, de tus besos. (Pág. 18) NOTICIA Alguien, sube al último piso De un rascacielos y decide lanzarse Alguien, sin paracaídas ni alas Desde una gran altura Decide venirse a pique. Alguien, al borde de un precipicio Decide atender el llamado del vacío. La prensa, la radio, Los tilda de suicidas No sé qué dirían de mí. Yo me asomo al bello abismo de tus ojos Y caigo sin remedio. (Pág. 27) ORACIÓN PARA TODAS LAS NOCHES Ángel de mí Insomnio No me dejes dormir. Podría soñar con ella. (Pág. 52) EXCEPCIÓN En casa de este suicida Está permitido hablar de sogas, De armas, de venenos, de precipicios, De aguas profundas, de todo que a bien Sirva para consumar una existencia, Menos de amor. Alguien podría incomodarse Desde mi adentro. (Pág. 63) VASIJA PERFECTA Me gusta tu cabeza hueca, Porque en ella, Puedo meter cosas Tan sin sentido 90 Como el amor. (Pág.69) De Ahasverus54 PARA UN DÍA DE CUYO AÑO NI FECHA QUIERO ACORDARME Allá vienen con sus velas Sedientas de riquezas, Allá vienen con sus pensamientos oscuros Se acercan a nuestras costas. A fundar la hipocresía. A intimidar a nuestro hermano Con sus juguetes mortíferos. El mar no pudo tragárselos Y nosotros nos vemos obligados A recibirlos sin haberlos invitado, Nos vemos obligados a alzar las manos Y dejarnos robar. Llegan con su raro idioma A burlarse de nuestra lengua Con sus pies blancos nos patean, Porque no usamos ropa Y porque no adoramos a un tal Dios. Hasta este momento fue santa nuestra tierra Sin conocer santos. Hasta este momento tuvimos patria Sin conocer su significado Hasta este momento el sol nos gobernó Y la luna nos educó. Ahora la sombra ha entrado a tomar su trono, La mano asesina entra con su puñal hambriento. De carne inocente. 54 Trejos, Carlos Héctor. Ahasverus. Manizales: Imprenta Departamental de Caldas, 1995 91 Ahora al invasor se le rinde culto Se trabaja para ellos y se muere por ellos. Ahora los animales y los bosques lloran Porque nunca se vio tanta sangre, Porque la desgracia llegó a nuestras playas Y se extendió como la noche. Allá vienen los barcos, Los látigos, las cadenas; Allá vienen, los veo. (Págs. 8-9) RESPUESTA Lo único que sé del amor, Es que alguien se tiende en la noche A repasar una a una las estrellas Hasta aprender de memoria Que no está solo. (Pág. 10) ABRIL 15 DE 1938 En las Galias, Confabulado con el tiempo Agoniza César Vallejo. Su alma bruja baila la danza india Alrededor del su cigarrillo encendido, Para que la lluvia lo acompañe En su hora final. La hoguera ha dado resultado. Sus pronósticos empiezan a encasillar Letra a letra, “Me moriré en París con aguacero”. (Pág. 13) SEÑOR RIMBAUD Le doy la razón. Preferible cazar elefantes A cazar palabras, Ir en busca de palabras, Es como ir en busca de fantasmas. Dispararles, es dispararle a sombras Y sucede muchas veces, Que la nuestra se atraviesa 92 Y quien recibe todos los impactos Es nuestro propio cuerpo. África no está lejos Pastan más lejos los sueños Y de esa larga correría, Nada se trae útil, ni un trofeo. Es más valioso el marfil. No me volveré a armar Contra los espejos oscuros de la poesía, No me volveré a enfrentar contra mí mismo. Preferible, hundirse sobrio Con armas y pieles En un mal negocio. (Pág. 16) AGENCIA DE OLVIDOS Lo que la muerte ha olvidado A su paso, yo lo escribo Y lo anuncio en voz alta Para que vuelva y no deje nada. He abierto y he llenado varios libros Con sus olvidos. Las cuentas son muy claras. Cada día apunto lo que ha dejado atrás Por andar a las carreras. Así conmigo, cuando me veo en el espejo, De inmediato me incluyo. Soy a quien más olvida. (Pág. 17) AHASVERUS Quien se ha extraviado a sí mismo, No puede encontrar alivio en ningún estadio. Como marea movida al incierto No tendrá playa para escoger. Descansarán las palabras en un papel, Pero el errar de su alma a cada rato Le mostrará una nueva bifurcación. Inclusive el abismo le será poco. No será huésped en ninguna región, Sólo será un viento acosado. No tendrá padres, ni nombre común. 93 Su sombra apenas lo podrá seguir. La posada siempre estará más adelante, En dirección del nunca, del jamás, Para él, no habrá paraíso, No habrá infierno; ambas moradas Serán despreciadas por su andar. Ni siquiera lo detendrá la muerte. Debe seguir hacia su desencuentro. (Pág. 23) DESGANO Mis asuntos de hombre, Esas pequeñas necesidades Ya no me interesan. Jamás sabré si subiré al cielo O bajaré como una rata de alcantarilla Al mismísimo infierno. Me quedan estas palabras Y las estoy gastando. Quien me ha de juzgar Que las tenga bien presentes. La vida me ha corrompido. (Pág. 28) LA VERDAD DE CAÍN Llegada la hora de la ofrenda Mi hermano y yo, (cada quien por separado) Reuníamos leña seca para hacer la hoguera. Él por sus habilidades de cazador Lograba sacrificar los más hermosos Y robustos ciervos. Sus oraciones, De inmediato eran escuchadas. Yo me la pasaba en el campo Anotando cuanto veía, o en la noche Preocupado más por las estrellas que por la caza… Yo que a solas anotaba cuánto sentía en mí O en mis sueños; no encontraba otra cosa más Qué ofrendar. Entonces llevaba Mis manuscritos a la hoguera, pero por suerte atroz No subían mis oraciones al cielo. Nadie me atendía. El humo se esparcía por el suelo Y me rodeaba hasta asfixiarme. 94 A cada rato sucedía lo mismo. Mientras mi hermano Se burlaba de mí en medio de sus oraciones; Pero yo no tenía más qué ofrendar que mis sueños. Hasta que un día, por el cual Seguiré señalado siempre, comprendí Que no hay mejor arma que las palabras Y asesté el golpe. Mi hermano decide suicidarse al escuchar, Cómo lo comparaba con un servil asno Porque allá arriba un obeso dios Manipula sus actos. (Pág. 31) EL HILO DE ARIADNA No desmadejes más tu amor por mí. Recobra tus cosas Y pide al olvido que llegue pronto. Tu Teseo te ha venido engañando. Yo soy el minotauro Y llevo mi propio laberinto A todas partes. Jamás saldré de él. Vivo perdido. Ninguna puerta me dará el alivio. Ninguna muerte alejará La bestia que visto. Detente antes que sea tarde. Corta lo que nos une. No quiero que escuches Mis bramidos a la noche. No quiero que me veas Devorar palabras. (Pág. 39) VIRGINIA WOOLF En cualquier río, reconocería Al río Ouse que no he visto. El tiempo no cambia de agua; Sólo los hombres creemos bañarnos A diario con otra. Da vuelta el invierno Por la manzana de mi casa. La calle se ha convertido en un río 95 A fuerza de lluvia. Sus aguas llevan a la ahogada Que inmutable pasa frente a mis ojos; Pues ya le ha escrito a su esposo La carta de despedida. Carta que aún no sé Si ha leído. (Pág. 45) COARTADA Pronto, que venga el cuchillo, La ráfaga y dé en el blanco. Sé que estoy en el lugar indicado. Los vaticinios concuerdan. La hora no importa. Estoy solo y si caigo, cae mi sombra. No hay forma que alguien sea el delator. Las alternativas son pocas para huir. La vida me tiene en el callejón perfecto Para realizar el crimen. No sé qué espera mi asesino. La muerte igual que yo También se impacienta. (Pág. 46) LA FAENA No está lejos la sangre y la arena, Aquí también mi alma capotea Las embestidas de la vida. Esta tarde sin luces, sin palmas Se enfrenta como siempre al coloso Que por todas partes aparece. Redoblan los segundos en el reloj. (La hora no dejará de ser incierta) Lo único que se sabe, es que Habrá víctima y victimario, Y la puerta grande sólo se abrirá Para el triunfador. La muerte en el centro de la plaza, En los tercios y al hilo de las tablas. La alternativa hace tiempo fue tomada, No hay manera de echar atrás. Acaso el indulto salve a ambas, 96 Pero no, la vida no se lo merece Y mi alma no sé qué tanto Cargue la suerte. Pasa y pasa la faena y aún No aparece la estocada, Ni la herida de muerte. (Pág. 48) APOLOGÍA DEL DIABLO No me arrepiento de nada. Aún sigo siendo bello. Qué importa que los espejos No me quieran reflejar. Sé que me adornan tres rostros Que si quiero volar llevo mis propias alas. Que mis colmillos son tan útiles como mis garras. Que no sufro de frío o de calor, Porque mi piel está hecha para la intemperie. Que mi cola es un arma más a mi favor. No he perdido nada. Tengo mi propio reino Y hago de él lo que se me antoje. Soy temido y venerado como cualquier dios Pero exijo más que los otros, para llegar a mí Se necesitan los peores méritos. Bienvenidos todos los que consigan Quitarse el disfraz de santo, de ángel. (Pág. 52) HACIA EL CIELO DEL CAOS Esta búsqueda inaplazable Tiene que llevarme a alguna parte. Si bien ya no creo en la vida La muerte es el acicate Que espolea mi alma. Voy por ella, a la inversa de los demás hombres, Sin temor, sin espanto, Como quien va a la comunión A probar la hostia que nunca lo redimirá. Quiero el cáliz repleto, tanto, Como para embriagarme y bañarme. Escucho las campanas del secreto templo Que me llaman. 97 No me interesa quién las hace sonar. Ambos nos derrumbaremos. (Pág. 54) De Manos Ineptas55 Texto escrito en la contraportada de la edición, por Mario Escobar Velázquez Muy difícilmente hubiera podido creer, antes del libro Manos ineptas, de Carlos Héctor Trejos Reyes, que pudiera hacerse poesía verdadera y honda sin una sola palabra untada de belleza o de bondad o de optimismo o de salud o de cielo o de esperanza o de verde. Podido creer que entre los muchos cuarenta y tres poemas de un libro de poesía verdadera y honda, pudiera haber apenas un poema, solitario como un purulento de puses hermosísimas, que dijera nada más que tenuemente del amor. Y que ese leproso enamorado dijera apenas de la constancia y no del amor, de la vuelta desde la agonía hasta el rostro, la puerta y el puerto de una que, como el imán, no suelta al aferrado. Podido creer que los otros cuarenta y dos hablaran de cosas lúgubres, solamente, comotinieblas, ahorcamientos, Judas de Kerioth, condenamientos a fracturas y amputamientos, y malos tinos de la vida, y destrucciones, y naufragios, y trampas y muertes y fantasmas y partidas y muertes – para los de las buenas venturas- y ebriedades y sentencias y herencias de miserias y dolores y manos ineptas – como tullidas y engarabatadas-, e infiernos… Podido creer, digo que así y todo, ese báratro fuera poesía, es decir lo que hemos creído puro y celeste y elevado y luminoso. Pero es. Tremendamente es, y uno acabó aprendiendo que las tinieblas son luz y las puses belleza y las maldiciones edificantes. Eso lo logrado por Carlos Héctor, a quien Dios guarde. Karma De lo hecho en esta vida, En balance, agradezco mi mal tino 55 Carlos Héctor Trejos Reyes. Manos ineptas. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 1995. 98 De lo contrario me arrepentiría. Siquiera odié a mis semejantes Siquiera tuve los más oscuros pensamientos Siquiera maldije cualquier bondad Siquiera me apresuré a ir contra mis padres Siquiera mis amigos me negaron Siquiera las mujeres a las que me aproximé Se dieron cuenta, que cuando hablaba de amor La única acepción a la que daba validez Era la de destrucción. Siquiera comí con avidez cualquier pedazo de carne Que me sirvieron, sin importar la víctima. Siquiera huí de los templos. Siquiera tengo ganado otro infierno. (Pág. 15) Trampas La poesía tal vez la deba A mis años de infancia. Yo de pequeño, en vez de cazar pájaros, Construía jaulas para atrapar nubes. Las observaba en el cielo Y me parecían aves más exóticas; Porque podían de un momento a otro Transformarse en más animales O tomar diferentes formas. Ahora que sé que no hay musas o hadas Construyo palabras, para atrapar del aire Lo que dice el silencio. (Pág. 19) Nueva profecía Sólo los malditos sobrevivirán, Porque ellos son, al mismo tiempo, El incendio y la mano que tira el fósforo. De nada servirá otro diluvio. Todo será quemado. No habrá quién escuche súplicas Sólo los blasfemos serán salvados. Quienes porten aureolas serán perseguidos Y no tendrán paz en ninguna parte. Su cielo, su Paraíso, se les habrá transformado 99 En un montón de cenizas, En un bosque de humo. De nada les servirá vomitar Sus consabidos responsos, sus oraciones. La verdad estaba al revés Y fueron ellos los que se equivocaron. La consigna será: “Muerte a los bienaventurados”. Yo, siempre fui señalado por ellos Como un condenado; bailaré en medio del fuego Al verlos caer de sus tronos Y estas palabras que pronuncio Arderán más que antes. (Pág. 25) Alma ebria Ebria mi alma Maldice a todos los dioses Que debieron haber existido al menos Para echarles la culpa De lo sucedido en la vida. Pero no; nadie aparece. Ni una voz o un rayo o una tormenta responde Al paso zigzagueante de mi alma. Cobardes todos. Qué sobriedad tan vana Guardan allá en la altura. Son peores que los hombres. Fingen ser grandes y no son nada. Mal nacidos sean todos los Dioses, Por haber nacido sólo en la imaginación. Maldito Baco, por no brindar con mi alma. Por qué he de ser siempre El perdedor, el culpable. (Pág. 29) Sentencia Amantes de la luz Mirad sin descanso al sol, Y si en vuestra profesión existe ética No cerréis los ojos, 100 No busquéis a la sombra. Tarde y vana será la búsqueda. Ella, ya no os prestará su alivio. (Pág. 31) Herencia de otros De quién habré heredado, Tanto dolor, tanta miseria Si hubiese pedido mi parte Bien la recibiría; mas a nadie Le he reclamado ni una moneda; porque, Tampoco a nadie le sugerí la vida. Es pues que tanta bondad para conmigo La pueden retirar y dejarme solo, Contemplando la noche, Que no sé que me recuerda. Y a qué me llama, Que no sé qué lleva de mí en su gabán; Si mi antigua apariencia O mi falta de no-ser. Lo que sí sé, es que todavía hay tiempo Para que alguien me diga dónde firmo Y renunciar de una vez por todas A lo que me fue estipulado En este anónimo testamento. Porque quizá conmigo… Se equivocaron de heredero. (Pág. 33) Manos ineptas Me acuerdo que alguien decía Que en nuestras propias manos está el fin. Yo busco las mías y me desconsuelo Al ver lo que hacen. Me dan pena. Son tan ineptas Que hasta para consumar mi vida No atinan en el blanco. Ni siquiera saben empuñar un cuchillo. Si jamás han acariciado un rostro, Cómo pedirles que me dejen acariciar la muerte. Son unas inútiles; semejan aburridas alumnas Esperando el dictado; porque sólo para eso sirven Para escribir palabras y voltear páginas. 101 Dichoso me sentiría si tuviera Mis manos metidas en el fuego, Pero para mi mala suerte Las llevo metidas en la poesía. (Pág. 35) Entre la espada y la pared Podrías ayudarme cuando te diga Que me siento mal. Que algo me amenaza sin saber por qué. Que alguien día y noche Busca decapitarme con su espada. Podrías ayudarme si te digo Que no confío en nada, Porque todo me acorrala y del laberinto En el que pensé burlar a quien me fustiga Sólo me queda una pared En donde apoyar la cabeza. Me podrías ayudar si te digo Que soy esa espada y esa pared. (Pág. 41) Ciudad homicida Esta ciudad me matará de todos modos. Llevo sus calles como una infección Que entró por mis pasos lentamente Y ahora impiden darme a la fuga. Conozco las fronteras donde tal vez Me esperen mejores vientos, pero, Es imposible zafarme de las miradas De la gente, que esperan mi suicidio De un momento a otro, Y no quiero que sean El nudo corredizo de mi soga, No se lo merecen. Me he dado desde hace tiempo a olvidar, Olvidar las casas, los rostros de mis vecinos, Ese maldito cielo siempre encima de mi cabeza Y los barrotes estáticos de los montes Que me encierran como a un raro animal. Pero, nada cambia ahí adelante. Siguen atormentándome con su presencia. Yo también agrego mi cuota de tormento 102 Al verme en el espejo Cuánto quisiera ver otro en él y no a mí, Otro que se pasee en mi lugar Por esta ciudad que me va matando En cada esquina. (Pág. 45) Lucero Si miro la noche, buscándote Y no te encuentro, desconfío del universo. Si se expande o no, no me interesa. Es tu ausencia la que siento, No la distancia. Te quiero arriba solamente Llamando a mis ojos Para evaporar la tristeza que asoman. Levantando mi cabeza pesada, hundida Como mis pies en el lodo. Sin ti, no hay esta magia cósmica. Que me reanima, sino El mismo día incurable. (Pág. 47) Oficios de dolientes Dejad a los buitres mi descomposición. No me llevan flores. No me aturdan con sus oraciones mohosas Ni coloquen mi nombre en losa alguna, Si yo jamás supe quién fui. Dejadme sólo a los buitres. Ellos saben más de muertos Y se ahorran la hipocresía del llanto. (Pág. 49) Mujer suicida Ha escogido mis sueños Para llevar a cabo su último acto. Siempre la veo llegar Con ojos tristes y vestidos de luto Previendo quizá la muerte. Sabe muy bien que la noche Es cómplice de muchas cosas, 103 Por eso se acerca silenciosa a mi lado, En la hora que dan libre a las sombras. Extraviada en su oscura obsesión Busca al tanteo la soga, el puñal, El arsénico, algún precipicio llamativo O la profunda soledad del mar. Como un perro olfatea Cada rincón de mis sueños Buscando el lugar más seguro Donde guardar sus huesos. No sé por qué hace todo esto. Qué la lleva a tomar tal determinación. No es que quiera interferir, Al fin de cuentas es su vida, Pero por qué en mis sueños. Esta mujer se suicida todos los días Cuando despierto. (Pág. 51) La oveja negra Madre: Tu hijo quiso ser Lo más humano posible, Para que no pensaras Que se te había descarriado. Todo lo intentó. Siempre creyó Que no merecías recibir de pago un soñador. Pero mira, pudieron más sus visiones, No concretó la verdad. Para él su piel aunque diferente, Le pareció normal. Perdónalo, tal vez no quiso vivir Y tú le decías una y otra vez Que recapacitara. Que no perdiera la vida en tonterías. Él te desobedecía siempre Apostándolo todo a los sueños. (Pág. 55) Manifiesto Antes de que nos expulsaras de la “República”, Por qué no pensaste, que estábamos en otra, Quizá, más cerca a tu mundo imaginado. 104 No necesitábamos que lo dijeras a viva voz En tus largos “Diálogos”. Nosotros hacía rato, Nos habíamos trasladado a la eternidad, Pero nunca, como los embaucadores Dioses, Dejando a sus seres en el abandono, Incomunicados; con la desesperanza De no volver a verlos. Nosotros, por el contrario, aún confiamos En el Hombre, en su salvación, Dándole lo mejor –así sea poco- que tenemos: La posibilidad renovadora de la poesía. Esa era y sigue siendo la verdadera idea. Lástima que no se te pasó por la cabeza. (Pág. 61) Pagano Debe ser de noche en Atenas, Y los Dioses han olvidado esa tierra Donde rigieron a su antojo La voluntad de lo hombres. Lejos, sin conocerla, quisiera estar Junto a los templos destruidos E invocar de nuevo su presencia, Reparar el daño que les ha hecho el tiempo; Levantar los capiteles. Recordarle a los habitantes, que allí, Más que en ninguna otra ciudad El cielo estuvo más cerca que ahora. Que se debe volver a Ellos Y no al omnímodo señor Que sólo reina en las mentes Unilaterales y mezquinas. Que arda y se consuma mi casa A este otro lado del mundo, como ofrenda, Con tal que el Olimpo se levante de las ruinas. (Pág. 75) De la amada Si mi alma, que creo ya en al umbral Entre la vida y la muerte, Ha de volver a los viejos lugares Por donde la paseé. 105 Si ha de encontrar los mismos seres Que habitaron a su alrededor. No dudo en qué puerta Se detendrá por más tiempo, En qué puerto, en qué rostro. (Pág. 79) Memoria ajena Cuando espesan los recuerdos Y no fluyen tan fácil por la mente (Por cosas del tiempo) parece que Se ha perdido la vida. A un nuevo despertar nos vemos abocados. No hemos hecho nada. Debemos arrancar de cero: Este el primer paso, Esta la primera palabra. No sé si amé, si fui derrotado. No conozco rostros, ni el mío propio. Quién olvidó tan rápido mis actos anteriores. Quién borra el pizarrón mientras doy la espalda. Nada nos acompaña hasta el final, Sólo actuamos para otra memoria, Otro recopila lo mejor de nosotros Y tapa los rastros Para que no volvamos atrás. (Pág. 95) Monólogo de Hölderlin –El Faetón- Según Waiblinger “Ser devorado por el fuego Que no supimos dominar” Hölderlin Inconsciente o no, emprendí el viaje Hacia los Dioses de la inspiración Para robarles el verbo divino Que no pusieron en nuestros labios. Hombre pobre, a falta de carro de fuego Fabriqué mi propio motor de palabras (Qué mejor incendio para un alma atormentada) Subí con la mayor arrogancia que brindaba mi edad; 106 Así que hubo que abandonar A la familia y a los amigos, Abandonar al pequeño mundo conocido, Abandonarse a sí mismo. El reto lo asumí, sin advertir las consecuencias, Sin ni siquiera comprar el boleto de regreso, Y me aproximé, me aproximé tanto Que creí sentir en mis manos El poder de escribir lo sublime, Pero Ellos, que corrigen o incorrigen el rumbo Hicieron lo último conmigo. Castigaron mi osadía, devolviéndome abajo. Desbaratando mi cabeza. Perdido de la posibilidad de la luz, Caí a lo más hondo, Haciendo reverencias a todo aquel Que se me parase al frente, Inclusive, hasta autollamarme El más humilde de los seres. Lo que intenté hurtar y me devastó, Algún día, con el tiempo –así no lo quieran Los mismos Dioses- se reconocerá como Poesía. (Pág. 100) De Obra inédita. Selección56 56 Trejos Reyes, Carlos Héctor. Obra inédita. Selección. Corporación Encuentro de la Palabra. Riosucio-Caldas. Editorial Andina, 2006 107 CRITERIO DE LA EDICIÓN57 De las 665 páginas que comprenden la escritura lírica total de Carlos Héctor Trejos Reyes, proveniente de una caligrafía que tiende a la brevedad, seleccioné más de un centenar de poemas. La obra completa de un autor no se configura agrupando mecánicamente toda su producción, ni siquiera bajo la prioridad de lo publicado. Por obra entendemos lo válido, y por completa lo ya terminado, aunque las páginas de un autor muerto precozmente, como Trejos, sugieran el facsímil de lo inacabado. Así que nuestro criterio responde a la calidad, no a la cantidad. La destreza sensible a la memoria: el taller experimental y de aprendizaje, a la reserva. Hay otro ejercicio que pertenece al imaginario crítico, consistente en sospechar qué páginas habría recogido el propio poeta, en una auto-relectura: la estrategia de convertirse en enemigo riguroso de sí mismo. Ya lo sabemos: publicar todo lo escrito es un atajo hacia el extravío. Recuérdese la ejemplar experiencia de economía expresiva de Aurelio Arturo y Fernando Charry Lara: publicaron, no produjeron – alrededor de 40 poemas luminosos en más de medio siglo. La humildad del silencio formó parte de su técnica de creación. Dejar cerca de un centenar de páginas legibles a los 29 años de edad traduce un síntoma de lucidez. Por los poemas aquí reunidos comprendemos que Trejos intuía certeramente su desaparición temprana. De ahí la urgencia (neo) romántica de aplicarse a una creación amplia y de voluntad esmerada. Sus versos se consagraron a administrar aquel escepticismo desgarrado, propiciado tanto por vientos neoliberales que fomentan la marginalidad tanto por la fragmentación actual, versos que cultivan cierto misticismo pagano habituado a la nostalgia del paraíso perdido. La devota incredulidad del poeta se expresó en la bohemia militante, una celada acaso, impuesta en algo por el distanciamiento de los grandes centros culturales urbanos, que a la vez que exhiben un caos mayor, ofrecen, también, mayores salidas. El encierro en que la provincia lo sumió configuró una emboscada que propició su muerte por acosos semejantes, pero cualitativamente distintos a los múltiples que imponen las metrópolis. Y, sin embargo, ese aislamiento propició al mismo tiempo y, paradójicamente, una lucidez. Así que acabamiento y bohemia fueron recursos de su creación. El desengaño rotundo, orgánico de toda sacralidad es aquí ardor de la sangre escrita. El panteísmo crispado y la tensión cosmogónica, refugios. En el conjunto de su obra entera, incluyendo lo no insertado en esta edición, podría pensarse que estamos casi ante un dadaísta, en su versión crítica, un dadaísta a la colombiana de fin de siglo, o ante una suerte de nihilista consecuente. Y, sin embargo, no debemos suponerlo un descreído absoluto. Creyó, sí, en el lenguaje, al tiempo que le rindió culto a las cenizas. Si envió sus escritos a un premio nacional y lo ganó era porque creía en alguna justicia en la tierra, así fuera la lotería de los concursos. Pero ese triunfo no le impidió decir adiós por su propia mano. En el poema Trejos es a la vez acabamiento y resurrección. Cierto culto del martirio recuerda, cómo no, a la Edad Media, pero su énfasis contestatario y sus lecturas lo 57 Henry Luque Muñoz. Departamento de Literatura Pontificia Universidad Javeriana. Santafé de Bogotá, 9 de junio de 2000 (Págs. III-V). 108 enlazan con la modernidad. El sentido del desastre y la orfandad frente a los dioses otorgan unidad a su obra. Ojalá el título que hemos puesto a su obra interprete su visión de mundo, el vacío temerario de sus páginas y la extinguida luz de su vida. Una luz que da sombra. Verso inútil e incesante Sólo un verso mal aprendido, Que no sabré si es mío o ajeno, Quedará como resumen de mi extravío Y de mi merodeo en la poesía. No será útil como epígrafe Para saber de mi vida, Ni servirá de epitafio Para cuando me llegue la muerte. Sólo será un verso que a cada rato olvido Y que a cada instante recupero más maltrecho, Sugiriéndome siempre otro dueño. Verso que no hará parte de ninguna antología, Y con el que no ganaré Una palmada en el hombro, un corazón o un premio. No servirá para nada. No valdrá siquiera de contraseña Para entrar al infierno. Sólo unas cuantas palabras Que incesantemente pierdo y encuentro. (Pág. 1) Escalera a la poesía Algo así como beber Con un desgano infinito Las palabras que navegan En la imaginación. Algo así como naufragar Entre renglones Que auspician los sueños: Fogatas en el invierno. Todo puede parecer Mar, sueños, palabras, Todo son peldaños En la larga escalinata De la poesía. 109 (Pág. 19) Pregunta Si de cascarones Tan débiles y pequeños Nacen aves, Por qué no sale de la luna Un pájaro de plateadas plumas. Yo lo cuidaría, lo alimentaría en casa, Y le haría una jaula oscura Como la noche. (Pág. 26) Enseñanza “Pero en el país de los bienaventurados, quien habita es el silencio, y más arriba de las estrellas olvida el corazón su indigencia y su lenguaje” Hölderlin (Hiperión pág. 78) Tal vez el bienaventurado silencio Lo predijo todo, Lo nombró todo, lo dijo todo, Descubrió la palabra secreta De donde se otea el recinto de los dioses Y fue castigado al mutismo más incierto Cuando quiso volverla a repetir. O quizá al pronunciar la cifra de la verdad Se volvió como Ellos, indagable, Y prefirió tomar distancia Despreciando el diálogo con los mortales. Sin embargo llevamos algo de esa pena O de esa dicha cuando solemos callar, Sólo en este estado de abismo o de ascensión, Cuando no tenemos nada qué decir, Somos más sabios. (Pág. 29) El lenguaje de los abandonados Si después de tantas invocaciones. De haber repetido una y otra vez Rituales oraciones, intentando comunicación Con los ausentes Señores del universo, Nuestro empeño haya sido lanzado al vacío, Resulte fallido, porque aún no tenemos 110 Un punto común de encuentro en el lenguaje. Si tal vez sea otro el de los celestes Y el de los humanos no los alcanza. Si no contamos con un canal adecuado Para que nuestras súplicas y reproches Lleguen a sus oídos y sólo sigamos siendo Necios vociferantes. Si tal vez no hay nombre para nombrarlos -Los hemos pronunciado todos- y aún de Ellos Ni una sola respuesta a nuestras paupérrimas voces. Si la cifra o el signo que esperamos Hace rato nos lo han enviado Y no podemos traducirlo. (P. 31) Fábula Cierto dragón, mientras dormía, Soñaba plácidamente con un vasto incendio Provocado y avivado por las bocanadas De fuego y de humo que él mismo exhalaba. Pero no sabía que en medio de las llamas Estaba su humana doncella Con la que tanto quería desposarse. Enterado de lo que ocurría en su cabeza Ya su sueño, a esa altura, Se había convertido en una pesadilla, Por eso, sobresaltado, se despertó Buscando agua para salvar la vida en peligro, Buscando agua para apagar dentro su visión. Sólo al final logró ambas cosas; El dragón se bebió un río. (Pág. 49) Auto recriminación Me siento más culpable Por los pecados que no cometí, Que por los que hice Y que jamás pasaron a mayores. Hasta en eso fui mediocre. Me faltó haber sido más ladrón, más mentiroso. Necesité blasfemar más, odiar más; Ser más vengativo. Uno que otro asesinato se hubiera visto bien 111 En mi descolorido currículo. Debí haberme convertido en un hombre Realmente peligroso para la sociedad; Pero, en verdad, no hice nada malo. Cualquier niño travieso me hubiera aventajado. Deberán prenderme velas. Huelo a incienso. No me falta sino la aureola; qué decepción, Soy el más borrego de todos. Al menos debí haber aceptado Las propuestas de la carne; pero no, La poesía me hizo eunuco. No merezco ni la pena de muerte, Sería un premio a la inutilidad. Más vida para este desgraciado. (Págs. 52-53) Poema sin más razones Tomar la cerveza de Yorick Y, entre preguntas, recordar sus muecas Cuando ya se presenta desquijarado. Arremeter contra los molinos Aunque, una vez en el suelo, Se descubra que no son gigantes. Olvidar el nombre de pila Y llamarse por ejemplo Scardinelli, O algo parecido. Ser otro con la luna llena. Tirarle piedras a nuestra propia sombra Para que eche a correr Y se pierda de nuestra vista. Salir arrastrando, sin aburrirnos, Vasijas de lata por las calles. Creer sólo en los amigos fabricados del vacío Y hablarles de lo que no entendieron Aquellos que estuvieron a nuestro lado. No ser tan cuerdos, tan racionales, Sino ser el hazmerreír, el que no encaja, El que jamás darán de alta en el asilo. Tal vez eso, es lo que deberíamos Haber hecho desde hace tiempo. (Págs. 56-57) 112 Lo que dice un joven indio al anciano de la tribu Mañana vendrán malos vientos a la aldea Y tal vez nuestras miradas las lleven A un lugar desconocido. Sabíamos que volveríamos a la Madre Tierra, Pero no dónde de nuevo a germinar, Dónde para el viaje. La tropa de blancos vendrá (oscuros espíritus) A quemar nuestras cosechas y la danza Ante el fuego será de muerte, en vez De jolgorio por los frutos recibidos. Quién de nosotros quedará en pie luego de la guerra. ¿Volverán a salir las estrellas? (Pág. 63) Nuestra historia Al paso de banderas desteñidas Nos hemos visto Cultivar fusiles En una tierra que daba pan Pero de la que ahora Brotan muertos. Por eso hay más presos Que labriegos. (Pág. 126) A las escondidas La vida fue quién inventó el juego. Puso a la muerte a que cerrara los ojos Y a que contara hasta donde le diera la gana. Mientras los hombres corrían a esconderse Luego la misma muerte saldría a buscarlos. Cuando supe esto, me vi tan desorientado Que al único escondite donde acudí Fue al balcón abierto de la poesía, Algo así como refugiarme Al filo de la guadaña. (Pág. 137) 113 Cisma “…Porque uno no es el atril donde las gentes Quieren leer sus arrulladoras verdades”. Juan Manuel Roca Quien ha estado como yo en el Hades Forjando cual herrero el alma Entre fraguas inextinguibles y martilleos incesantes. No puede devolver loas a nadie en la tierra. Se me hizo de noche para amar Lo que estaba arriba, entonces Aprendí amar la noche. Me fui con las sombras malas consejeras A fabricar imprecaciones. La caída no me hizo levantar la cabeza Pidiendo explicación u ofreciendo disculpas. Hizo mirarme cara a cara Y confiar sólo en mis pasos. No mendigar, no orar. Creer sólo en mis palabras malditas Salidas de una lengua que arde Por ir contra apostolados… Vine sin padres, sin amigos, sin Virgilio Porque de allá de donde ellos son, fui -Tenía que serlo- serpiente y Caín. De un tajo los aparté a todos Y me quedé con la soledad y mis decires perversos. No en la comunión con la palabra afeminada, La que pide en contraprestación aplausos por adelantado. Mi reino no es de esta estirpe, aquí Para llegar a ser un buen poeta, duele. (Págs. 141-142) El último consejo Ser bueno para dar consejos a los amigos No alcanzó para dármelos a mí mismo; Pues, siempre dejaba para mí los peores. Claro que eso fue hace mucho tiempo Cuando todos estábamos juntos. Sin embargo, recuerdo con nitidez el último que les di Porque me previne de quedar también incluido. Debemos ser como veletas –les dije-; Pero no de las que mueve al antojo el viento, 114 Sino veletas a las órdenes de los sueños. Sí, que para donde los sueños soplaran Para allá nos dirigiéramos sin miedo. Sólo así, podríamos decir que éramos libres Y no unos sirvientes esclavos de la vida. Nuestros propios sueños nos señalarían Por dónde encaminar nuestros pasos. Pues ahora que no tengo a mis amigos cerca, Ahora que están convertidos en grandes hombres, En ejemplos indiscutidos de la sociedad, Sigo sin comprender por qué no corrí Con la misma suerte de ellos. Por qué a mí toda la soledad Y estos pobres infaltables poemas; Si yo seguí al pie de la letra El último consejo. (Págs. 166-167) Nietzsche en Weimar el año de 1900 A su lado no estará Lou ni el amor. Los habrá dejado huir, sin más, Después de haberlos perseguido con obstinación, Después de haber reconocido, al fin, Que no eran de su propiedad, Ya que al haber salido de sus manos Los habría creado un poco más perfectos, Igual si le hubiera correspondido hacer el mundo. No tendrá a Wagner, al amigo idolatrado Que la vida y la música pusieron en su camino Pero con el que rompería pronto para siempre Y de la manera más extraña y rotunda Hasta el punto de agradecer su muerte Pues le costaba demasiado seguir siendo adversario De aquel a quien había venerado tanto. No estará cerca su hermana Elizabeth Para auxiliarlo de sus múltiples dolencias Que no han dejado de perturbarlo a todas horas Y por las distintas ciudades de Europa. No contará con el fiel Overbeck, Ni podrá citar, para su defensa, A los hermanos y explosivos libros Que se escribió a sí mismo; Porque nadie en su siglo –quizá en venideros- 115 Quería saber de ellos y de su dueño. Estará solo, muy solo en un penumbroso cuarto Intentando encontrar frente al espejo Alguna imagen familiar -aunque sea la suyaQue venga a hacerle compañía. Sin embargo, nadie asomará. Riosucio, jueves 22 de julio de 1999 (Págs. 172-173) 5. GALERÍA FOTOGRÁFICA (Ver la carpeta Anexos 5. Al exterior de este documento) 116 117 BIBLIOGRAFÍA ORLANDO SIERRA HERNÁNDEZ Bibliografía del autor: Sierra Hernández, Orlando. Hundido entre la piel. Manizales: Impresos Cardona. (1978. ----------. El sol bronceado. Manizales: Casa De Poesía Mejía Mejía. 1985. ----------.Celebración de la Nube. Manizales: Casa De Poesía Mejía Mejía. 1992. ----------.Punto de encuentro. Manizales: Editorial La Patria, S.A. 2002. ---------. Lo que sobra del silencio. Entrevistas de Orlando Sierra Hernández. Universidad de Caldas, La Patria. Manizales: 2009 Bibliografía sobre el autor: Vélez, R. (2003) Poesía 1967-2000. En: Literatura de Caldas: 1967 – 1997 Historia crítica. Manizales: Universidad de Caldas. Obra Colectiva. (2008) Antología de Autores Santarrosanos. Santa Rosa De cabal: Fundación Cultural Benjamín Duque Henao. Zapata, F. (2000) Novísima poesía. Manizales: Editorial Manigraf. Memorias III Residencia Artística en Dramaturgia 2011. Universidad de Caldas. Págs. 13-19 Prensa: El Espectador, Bogotá, 01 de octubre de 2010. La Patria, Manizales, enero 29 de 2011. -------------. Abril 3 de 2011. CARLOS HÉCTOR TREJOS REYES Bibliografía del autor: Trejos, Carlos Héctor. Poemas de amor y desamor. Instituto Caldense de Cultura, Casa de Poesía Fernando Mejía Mejía. Manizales, 1994. -------------------------. Ahasverus. Manizales: Imprenta Departamental de Caldas, 1995 -------------------------. Manos Ineptas. Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 1995. -------------------------. Obra inédita. Selección. Corporación Encuentro de la Palabra. RiosucioCaldas. Editorial Andina, 2006 118 Bibliografía sobre el autor: Vélez Correa, Roberto. Literatura de Caldas: 1967–1997. Historia crítica. Manizales, Universidad de Caldas, 2003. Prensa: La Patria, Manizales, septiembre 11 de 2010. -------------------------. Mayo 24 de 1995 Conferencias: Arboleda González, Carlos. Carlos Héctor Trejos: entre la poesía y la sombra. Leída en los VII Juegos Florales de Manizales, Biblioteca Municipal de Manizales, Teatro Los Fundadores, octubre 7 de 1999 y en Riosucio el 24 de abril del 2001. Cortesía de Conrado Alzate Valencia. Valencia Trejos, César. Carlos Héctor Trejos Reyes: vibrante humanista, con destino a mejor poeta de su tierra. Pronunciada en las exequias de Carlos Héctor Trejos Reyes, el 12 de septiembre de 1999, en el templo de La Candelaria de Riosucio. BIBLIOGRAFÍA DE APOYO TEÓRICO Rorty, Richard. Contingencia, ironía y solidaridad. Barcelona: Paidós, 1991. Bajtín, Mijaíl. Teoría y estética de la novela. Madrid: Alfaguara, 1991. Echavarría, Rogelio. Quién es quién en la poesía colombiana. Bogotá: El Áncora Editores, 1998. 119