Nothing Special   »   [go: up one dir, main page]

Academia.eduAcademia.edu
Fundación Joaquín Costa n.O 14 Huesca 1997 La FUNDACIÓN JOAQUÍN COSTA figura debidamente inscrita en el Registro Especial del Ministerio de Cultura, al n.o 129, como Fundación cultural privada, con el carácter de benéfica de promoción, en virtud de la Orden de 5-3-84 (Boletín Oficial del Estado de 8-6-84). Se entiende que los distintos colaboradores expresan sus propias opiniones. La FUNDACIÓN admite los textos propuestos, sin identificarse, necesariamente con la totalidad de su contenido. La correspondencia debe dirigirse a la sede social: Del Parque, 10 - 22002 Huesca Teléfono 974 - 24 01 80 , Fundación Joaquín Costa Joaquín Costa ,. n° 14 Huesca 1997 ISSN : 0213 - 1404 Depósito Legal: HU - 54/98 Impres ió n: Grafic RM Color, S. L. ANALES DE LA FUNDACIÓN JOAQUÍN COSTA DIRECTORA: Milagros Ortega Cosa SECRETARIA: Pil ar Alcalde Arántegui Huesca 1997 SUMARIO ESTUDIOS SOBRE JOAQUÍN COSTA Pesqui sas sobre la actividad cul tural del joven Costa en Huesca, por Ju an Carlos Ara Ton'alba . . . . . . . ... ... . .. . .. . . ..... . ..... . .. 5 Joaquín Costa y el 98: Análi sis crítico de la obra Reconstitución y europeización de Espaíia y su incidencia en el proceso de moderni zación español, por Óscar Ignacio M ateos . . . . ......... . . . ...... .. ......... ... 53 La cuestión colonial del 98 en la conciencia aragonesa. Joaquín Costa y Lucas Mallada, por Alberto Gil Novales .. . . . ... . . . ... . ... . . . . . . . . . . . . . . . . ... 75 Notas sobre la interpretación mesiánica de la fi gura y obra de Joaqu ín Costa, por José Domingo Dueñas Lorente .. . . .. . .. ... . . . . . ... . ... . .. .. 97 La convulsa y contradictori a relac ión de Costa con la política y los periódicos, por Rafae l Bardají ...... . .... .. ..... . .. . ... . ... . .. .. ....... 123 M aterialismo patrimonialista y reformismo soci al. La c uestión de la propiedad de la tierra en el joven Costa ( 1868-1 87 1), por Cri stóbal Gómez Benito y Alfonso Ortí Benlloch . ... . . . . . . . . . . 131 Sesenta años en la brecha: la selección de artículos de Luis de Zulueta, por Lorenzo Martín-Retortillo Baquer ....... .. ................. 165 Una carta juvenil de Ortega y Gasset a Joaquín Costa, por Joaquín G. Lizana Salafranca . ................. . . . ... . . . .. 175 HOJAS DE ANTROPOLOGÍA SOCIAL En torno al milenio. Millenium, por Carmelo Lisón Tolosana 179 Antropología y antropólogos ante el milenio, por Carmelo Lisón Tolosana . .. .... .. ......... . .............. 181 El profetismo y la imposibilidad del milenarismo en la rebelión morisca de 1568, por José Antonio González Alcantud . ... . . . .. . ..... . ........... 201 Un lugar en el tiempo: el futuro, por Joan F. Mira ................. . . . . . . . .................. 217 Vive memor! No olvides, por Mikel Azurmendi ...... .... ............... . . . ...... . ... 225 Orca . Antropología del tiempo y la inexactitud, por Ignasi Terradas ......... . ... .. ....... . ........... . ..... 233 Tercer milenio: tiempo de utopía, por Luis Álvarez Munárriz ........... . ... . .............. . . . . 255 La production d'un événement: le trosieme millénaire, por Pierre Bidart ...................................... . ... 279 ACTOS CONMEMORATIVOS EN TORNO AL 150 ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE JOAQUÍN COSTA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 287 Triste admiración, por Jesús de la Hoya ............... . .. . .. . .. .. . . . . ... .... .. 299 Pesquisas sobre la actividad cultural del joven Costa en Huesca* POR JUAN CARLOS ARA TORRALBA ** Como en otro lugar y momento dijimos l , el joven Joaquín Costa amanece a la sociedad urbana y burguesa, la dominante de su siglo, cuando en las postrimerías de 1863, por la carretera de Barbastro, llega a Huesca de la mano de Hilarión Rubio. Hasta entonces sólo había conocido las rudezas derivadas de su humildísima origen, en Monzón (1846-1852) y Graus (1852-1863), y saboreado el veneno de la curiosidad y el conocimiento por la labor de algún que otro benemérito y malpagado maestro, amén del brillo, lejano brillo, de los destellos de la carrera eclesiástica de su tío José Salamero. En Huesca hay Instituto, buen Instituto, excelente Biblioteca regentada por Mateo Lasala Villanova, Escuela Normal, Teatro, Casino -el Sertoriano-, cafés y salones de sociedad. Animado por la convicción de que el esfuerzo y la tenacidad le podrían abrir las puertas de este nuevo mundo, trabaja, estudia y emprende un recorrido de "hombre de Sinaí", al estilo de Castelar, romántico, grandilocuente y redentor de sí y de sus orígenes. Para el estudio de esta época crucial en la forja y fundamentos del pensamiento de Costa sería deseable que de una vez por todas pudiera editarse el Diario íntimo en el que Joaquín fue anotando sus impresiones de juventud -desde el 15 de junio de 1864-, al cual, por desgracia, sólo han tenido acceso un puñado de investigadores. Hasta ese momento, la única fuente fiable de acercamiento a aquellos años sigue descansando en el cauce de los dos grandes libros de G. J. G. Cheyne, Joaquín Costa, el gran desconocido 2 , y el Estudio bibliográfico de la obra de Joaquín Costa (1846-1911)3 . En las páginas que siguen intentaremos aportar nuevos datos acerca de estos mal conocidos años de Costa transcurridos en Huesca y matizar, en su caso, algunas hipótesis de Cheyne aventuradas con tanta fe y entusiasmo como benevolencia pero que, como veremos, en ocasiones no se ajustaban a la realidad. HILARIÓN RUBIO Y PILAR, EL PRIMER AMOR DE COSTA EN HUESCA El tutor y jefe de Joaquín Costa cuando éste llega a la capital oscense en diciembre de 1863 era, según anunciamos y es suficientemente conocido, Hilarión Rubio González. Lo que no se había señalado hasta la fecha era que -5- Rubio era un bilbilitano nacido en la ciudad de Calatayud en 1833 y que, carente del título de arquitecto, ejercía como maestro de obras. Hilarión había pasado algunos años de su adolescencia en Huesca, junto a su padre, Eugenio Rubio. A principios de 1853, los Rubio se trasladaron a Barbastro, mientras el joven Hilarión estudiaba en Barcelona4 . La razón por la que el padre de Costa confió a Joaquín en manos de este zaragozano fue por la relación lejana que éste tenía con los Costa; cierto parentesco ganado poco antes de ese diciembre de 1863, cuando Hilarión Rubio hubo contraído matrimonio con la grausina Aniceta Romo. Al poco de llegar Costa a Huesca, en las postrimerías de la primavera de 1864, nacería el primer vástago del joven matrimonio, Carlos Rubio Romo. Que, como bien anota Cheyne, Rubio vivía con cierto desahogo lo demuestra el hecho de que el matrimonio se alojó en una de las zonas más modernas de la Huesca de 1863, la por entonces calle de Vega Armijo. Junto a Hilarión , Aniceta y Carlos, compartían casa la madre de Rubio, ya viuda, Margarita González (Villarluenga, 1807), y su hermana, Carlota Rubio (Calatayud, 1844). Otro síntoma del grado de acomodamiento familiar lo ofrece el hecho de que contaran con tres sirvientas, María Coscojuela (Huesca, 1843), Isabel Escudero (Barbastro, 1846) y Pilar Puerta (Graus, 1847)5. Es precisamente esta Pilar Puerta quien , con casi absoluta seguridad , se correspondería con la misteriosa Pilar que Costa anota en su diario como su benefactora y único cariño y amor dentro de un ambiente, según Costa, hostil y huraño. Las razones para esta tesis resultan obvias 6 : en primer lugar, la identidad geográfica (ambos provenían de Graus); en segundo, la cronológica (Costa tenía en enero de 1865 dieciocho años; Pilar, por las mismas calendas, diecisiete), y en tercero, y no menos importante, la sociológica (ambos compartían un estatuto de iguales en la pobreza y en la servidumbre?). Para entender mejor el ambiente en el que vivía Costa es conveniente conocer que el ultramontano Hilarión Rubio (hay que imaginar sus relaciones de vecindad con el médico liberal Rafael Montestruc, quien habitaba el mi smo inmueble que el bilbilitano) se había beneficiado de la política de moderantismo atroz que por entonces gobernaba España -y también , por ende, Huesca-, puesto que sus ideas conservadoras le habían valido lograr, con amaño, la plaza de Arquitecto Municipal con sueldo de 8.000 reales anuales que di sfrutaba cuando Costa se puso a sus órdenes. Rubio la había solicitado oficialmente en febrero de 1863 , pidiendo encarecidamente que su título de Maestro de Obras equivaliese al de Arquitecto y alegando, a este efecto, la "escasez" de arq uitectos en aquellos momentos 8 . Una verdad muy a medias, desde luego. El caso es que el 2 de julio de 1863, siendo alcalde el impresor Mariano Castanera y Alegre, se nombraba a Hilarión Maestro de Obras municipal , pero con sueldo y categoría de Arquitect0 9 . -6- La vida de Costa hasta su marcha a París 10 es la del trabajador a escaso sueldo del "Arquitecto" Rubio, y su vida profesional se puede rastrear en los Libros de Actas del Ayuntamiento de Huesca de aquellos años simplemente registrando los diferentes encargos realizados por Rubio (restauración de Montearagón, arreglo de los accesos a la nueva y flamante estación ferroviaria, proyecto del Mercado Nuevo, dirección del Cuerpo de Bomberos desde agosto de 1866 ... ). Al parecer, la gestión de Rubio no fue excesivamente diáfana, ya que en agosto de 1865 el Arquitecto Provincial denunció a Hilarión Rubio por "extralimitación" en su ejercicio, al mismo tiempo que solicitaba, en consecuencia, que saliese a concurso la plaza de Arquitecto Municipal sin amaño ni minusvaloración 11. Según era de suponer, la denuncia no prosperó. COSTA Y LOS PASOS INICIALES DEL ATENEO OSCENSE La tutela de Hilarión Rubio -y, en la distancia, la de José Salamero- condicionó el CÍrculo de notables oscenses que Costa trató en su primera estancia en Huesca (1863-1867). Conservador y católico, el joven Costa destaca prontamente en sus estudios secundarios y de Magisterio, ganándose el afecto de ese sector ideológicamente afín a Rubio que dominaba el Instituto y la Escuela Normal de Maestros a la sazón; destacaban en él los catedráticos del Instituto Carlos Soler y Arqués, Serafín Casas y Abad, León Abadías y Santolaria -su sustituto ocasional, Bartolomé Feliú- 12 y el director de la Normal, el profesor Julián Ochoa. Del primero, según veremos, aprendió Costa su historicismo arqueologista, romántico y monumental, plasmado por entonces en su Huesca Monumental (1864); del último, más importante, su afición a los estudios agrícolas, al fomento y al espíritu didáctico de los manuales. Porque, en verdad , la atención del joven Costa a las cuestiones pedagógicas y agrícolas no es afición precoz nacida por generación espontánea; la razón de esta tendencia debe buscarse en condiciones, tal vez, más prosaicas, como son las derivadas, sencillamente, de que Costa no hace, en esta etapa inicial de formación, sino imitar el modo de actuar y las aficiones de sus maestros. En este sentido, Julián Ochoa venía publicando en la Revista de Primera Enseñanza una interesante serie de artículos bajo el epígrafe general de "Agricultura", al menos desde 1863 13 . En esta misma Revista -en la que el montisonense terminaría colaborando- el joven Costa aprendería, con sólo leer los incesantes anuncios de manuales y cartillas editados por toda la geografía nacional, las prácticas habituales de los sufridos maestros y catedráticos entre las cuales destacaba la de edición de vademecum para el logro de un parvo sobresueldo. El mismo Costa, aprendiz de maestro, observa cómo las cuestiones acerca de la enseñanza y de la extensión de la educación ocupan por entonces las páginas de los periódicos y las plumas de sus mentores. Así, en el número 32 (25 de enero de 1863) de la Revista de Primera Enseñanza se lee un artículo sobre Instrucción -7- Primaria debido a Serafín Casas, inicialmente aparecido en El Alto Aragón, y en el 79 (10 de enero de 1865) otro de C. D. y G. (Cándido Domingo y Ginés) sobre las escuelas de párvulos, también publicado en primera instancia en El Alto Aragón. Asimismo, la relación entre el párroco y la escuela -obsesión del católico Costa en estos años y cuestión inexcusable para los militantes ultramontanos ocupados en dominar los impíos avances laicos- sería finalmente regulada a favor de los sectores más confesionales en el Proyecto de Ley sobre Instrucción Primaria presentado por Orovio en enero de 1868. Con todo, el estado de opinión educativo que tal vez más preocupó a Costa y a su círculo y sin el cual no se entiende el nacimiento del Ateneo Oscense fue el relativo fracaso en la implantación efectiva de las escuelas de adultos en noviembre de 1864 14 . A imitación del Ateneo Zaragozano de los Desiderio de la Escosura y Marceliano Isábal y su "saludable filosofía social"15, el núcleo de profesores frecuentado por Costa, y él mismo, deciden en las postrimerías del año de 1865 fundar en la capital oscense un establecimiento docente y cultural , alejado de las eutrapelias liceísticas de antaño, que fomentase los intereses locales. Con estos propósitos, no exactamente el día inaugural de 1866, como Costa aventuraba en su Diario el 24 de diciembre de 1865 16 , sino casi una semana después, exactamente el 6 de enero de 1866, echaba a caminar el Ateneo Oscense, con Costa como uno de sus socios más jóvenes y flamante orador: El Ateneo de Huesca ha celebrado su sesión inaugural de un modo solemne. Este hecho lo califica nuestro colega oscense [El Airo Aragón] de verdadero acontecimiento!7 Coincide la apertura del Ateneo con un clima favorable al fomento y a esa regeneración que, explícitamente, por cierto, se enarbolaría al poco como integrante del programa de España con honra defendido en el manifiesto del pronunciamiento de Prim y Topete dos años más tarde. Así, el año nuevo de 1866 ve cómo El Alto Aragón cambia de dirección y redacción , cayendo en manos de los ateneístas l8 ; el día 7 de enero el editorial del remozado periódico, titulado "Mejoras", clama por la creación de una "Caja de Ahorros" y de un "Montepío"19; por si fuera poco, el 3 de enero se reunía la sociedad "Crédito y Fomento del Alto Aragón", presidida por Gregorio Campaña, nuevo director del periódic0 20 . Con estos datos el lector comprenderá con facilidad que el Ateneo Oscense no es, en cierto modo, sino un antecedente de lo que, doce años más tarde, se convertirá en el primer Círculo Católico de Obreros de Aragón, el de Huesca. Fue Joaquín Costa el encargado de leer el discurso de la solemne inauguración del Ateneo Oscense. La oración -que por cierto se abre con una cita del romántico francés Lamartine-, muy acorde con las ideas conservadoras que promovieron la fundación del establecimiento, acusa un notable providencialismo populista redentor por el progreso que, en cierto modo, acompañaría a Costa hasta su muerte: -8- Era imposible [permanecer impasibles ante el progreso], nos hemos unido y hemos constituido una Sociedad con el nombre de Ateneo Oscense y que bien pudiera llamarse Sociedad de Hermanos del pueblo. No creáis, señores, que viene con pretensiones de ilustrar las altas clases del mundo literario [ ... ] No quiere el Ateneo formar el bosque cubriendo el terreno de follage [sic] , sólo busca y tal vez conseguirá la fusión en un solo miembro, del obrero de la inteligencia y el obrero del trabajo [ ... ] Al tratar el Ateneo de ilustrar al pueblo por medio del mismo pueblo, al tratar, digo, de diseminar la ilustración entre los artesanos agricultores y demás, cree prestar un gran servicio a la localidad, pues pretende de esta manera alimentar el árbol por sus raíces. Así pues, jóvenes, ¡esperanza en el porvenir!, que vuestras rutinas desaparecerán corridas y avergonzadas a la impotente voz de los profesores que bien pronto resonará en este recinto [ ... ] ¡Jóvenes! amad el trabajo y el estudio, porque son bienes que jamás se agotan [ ... ] y no nos avergoncemos , artesanos, de ser hijos del trabajo salidos del pueblo, que la nobleza no consiste hoy día en polvorosos y roídos pergaminos sino en la hidalguía de proceder y sentimientos, en la virtud, en la instrucción, en la honradez y en el trabajo [ ... ] Nuestro Ateneo ha merecido una cariñosa acogida y una predilección que le honra, de las celosas Autoridades y de nuestro digno Prelado, a quienes dirigimos los más sinceros afectos en nombre de todos los Socios y de todos los amantes del bien [ ... ] Así pues, adelantemos, y que cedan livianos los obstáculos que pudieran impedir nuestra marcha. ¡Atrás los sombríos espectros que amenazan envolver a la sociedad! ¡Paso a la juventud por cuyas venas corre el sagrado fuego de la fraternidad , de la ciencia y de la patria! ¡Paso a la juventud que sólo se cuida de marchar en alas de la civilización' ¡Atrás la rutina y los errores que oscurecían las mentes del pueblo! ¡Paso a los jóvenes que ardientes yenérgicos van en busca de la ignorancia para derribarla, de la ciencia para ensalzarla' corramos, señores, volemos todos a ilustrarnos, porque esta es la prerrogativa más noble, que le plugo concedernos al Criador 21 . Estos párrafos, habrá observado el lector, constituyen una excelente radiografía del estado de ánimo e intenciones del joven Costa estudiante y esperanzado en el porvenir de la ciencia y del trabajo redentores de los "hijos del trabajo salidos del pueblo". El Ateneo Oscense, cuyo primer presidente fue el director de la Escuela Normal, Julián Ochoa y Sánchez, con dificultades -el 9 de enero se declara en la provincia el estado de sitio por las algaradas revolucionarias de Aranjuez, lejano preludio de la Gloriosa- irá abriendo sus cátedras y secciones. Una de las primeras será la de Literatura, inaugurada la noche del domingo 10 de febrero de 1866 22 . El presidente de la sección, el catedrático Carlos Soler y Arqués, dictó una conferencia acerca de la novela, cuyas ideas a buen seguro calarían en el romántico magín literario de Costa, según veremos. El Ateneo Oscense tenía por primer propósito la instrucción popular, como bien rezaba en el artículo inaugural de sus estatutos: El objeto inmediato, directo y único del Ateneo Oscense, es la instrucción popular, sólida base de toda civilización 23 . -9- Joaquín Costa, profesor de Agricultura primero -de ahí su constante obsesión por elaborar un manual de Agricultura en estos sus años de juventud- y luego de Francés 24 , dado su escaso numerario, sería Socio fundador, pero no de número, del Ateneo Oscense, tal como contemplaba el artículo 7° de la Sociedad. Por ser profesor del Ateneo, y así rezaba el artículo 38° de la Sociedad, Costa no cobraba sueldo alguno, aunque, eso sí, podía recibir alguna gratificación de mérito . Como profesor de Francés, estaba encuadrada su cátedra dentro de la enseñanza Superior del Ateneo (artículo 41°) ; en cuanto docente de Agricultura, regía una as ignatura de aplicación (artículo 41 0). Los cursos del Ateneo daban comienzo el 1 de octubre y terminaban el 15 de mayo del año siguiente (artículo 42°) ; las sesiones diarias se impartían por la noche, y las extraordinarias, a modo de conferencia, tras convocatoria del Socio docente (artículo 46°). Una de estas sesiones extraordinarias, pero encardinada en la sección de CienCias, fue impartida por Costa. Fue el 23 de marzo de 1866 y versó sobre "Meteoros acuosos". Su texto sería editado en el número 111 , del 10 de mayo de 1866, de la Revista de Primera Enseñanza. En la exposición del joven Costa sigue palpable la impronta providencialista y religiosa, como lo demuestra la reiteración de la consigna "¡Hay un Dios!" dentro del discurso. El Ateneo Oscense caló en la sociedad de la capital, llegando en su instrucción popular a aquellas capas de la población imposibilitadas para el acceso a la enSC l1;lIlza elemental, superior o aplicada. Así, el 17 de abril de 1866, el presidenlL' de la Sociedad, Julián Ochoa, publicó en El Alto Aragón una carta ensalzando el proyecto que dirigía: Algo más de tres meses hace que se ha in stalado en esta Capital una soc iedad con e l título de Ateneo Oscense, que tiene por objeto proporcionar a sus individuos la ocasión de instruirse mutuamente. En el corto tiempo transc urrido desde su creación, son numerosos los socios que se han apresurado a ingresar en la misma. Yen los diferentes ac tos y reuniones que se han celebrado, todos sin distinción, han contribuido a lograr e l fin que los fundadores del Ateneo se propusieron. Jóvenes de todas las profesiones y oficios se reúnen por las noches en el local de la soc iedad para instruirse e instruir a la vez [,..1 Aunque tanto las sesiones diarias como las de los domingos continúan siendo concurridas, y en todas e llas los soc ios sin distinción de clases ni categorías manifiestan unánimemente el propósito de fomentar la naci ente institución , la Junta directiva, considerando que hay en Huesca muchas personas que necesitan aprovecharse de las ventajas que ofrece la sociedad, y que indudablemente desean pertenecer a e lla pero que no pueden satisfacer la cuota mensual fijada en los estatutos, y deseando por otra parte prestar un se rvicio a las clases menos acomodadas, abre sus puertas del Ateneo, sin exigir ningún estipendi o. a todos los mayores de quince años que, estando verdaderamente faltos de rec ursos, reún an las cualidades de probidad y honradez que exige el reg lamento del mi smo [oo .1. Pasados estos momentos de instalación y prueba, el verdadero primer curso del Ateneo Oscense se inauguraría elide octubre de 1866. A mediados de ese mes se "nombra presidente del Ateneo de Huesca el joven e ilustrado catedráti- - 10- co de dibujo de aquel instituto, D. León Abadía[s]"25. El día 16 Joaquín Costa, para la misma nueva Junta Directiva, es nombrado voca¡26. Con estas elecciones por las que la Sociedad pasaba a ser dirigida por el carlista Abadías, Costa participaba y certificaba voluntariamente el sesgo ultramontano que el Ateneo Oscense tomaría hasta su conversión en Círculo Católico, muchos años más tarde 27 . De hecho, tras León Abadías, sería otro significado carlista oscense, a quien también frecuentaría Costa en aquellos años, Francisco Bescós, quien regiría los destinos del Ateneo Oscense durante los tiempos de la Gloriosa 28 . Curiosamente, el hijo de Francisco Bescós Lascorz, Manuel Bescós Almudévar ("Silvio Kossti"), republicano impenitente, sería uno de los mejores amigos del Costa senescente. Los primeros pinitos literarios de Costa, verdaderos ejercicios estéticos tal vez dirigidos por el presidente de la sección literaria del Ateneo, Carlos Soler y Arqués, estarán directamente informados por esta atmósfera tradicionalista que rodeaba el establecimiento de la capital altoaragonesa. Desconocemos si Costa participó en la constitución de la sociedad El Centro Literario, instalada elide enero de 1867 en la calle de Vega Armij 0 29 -calle en la que residía, no lo olvidemos, Hilarión Rubio-, a segura imitación del [segundo] Liceo Artístico y Literario de Zaragoza, o si bien esta nueva sociedad era una respuesta liberal -de los Montestruc, Camo y compañía- a los propósitos del Ateneo; por fortuna sí nos ha llegado hasta nosotros buena parte de los ejercicios literarios del Costa oscense. EL COSTA ROMÁNTICO: "UNA NOCHE EN MONTE-ARAGÓN" (1866)30 Uno de los ejercicios literarios del joven Costa es esta ensoñación romántica que el futuro autor de La vida del Derecho escribió durante su estancia en Huesca para las páginas del periódico El Alto Aragón. Trabajando a las órdenes de Hilarión Rubio, Costa hubo de participar en la contrata de la reconstrucción parcial del castillo de Montearagón 31 . Parece seguro que en junio de 1864 Costa estuvo en el monumental edificio pues en esa fecha comenzaron, a las órdenes de Rubio, las tareas de rehabilitación, las cuales continuaron hasta agosto del siguiente año de 1865. La inquietud literaria de Costa, tan incipiente como efímera, se plasma en este curioso cuento aparecido el día 17 de abril de 1866 en el diario El Alto Aragón, publicación sostenida, significativamente, por el propietario del castillo de Montearagón, Gregorio Campaña32 . Conocido el CÍrculo de amistades de Costa en este primer periodo de su vida pasado en Huesca (18631867) -el segundo periodo estará marcado, sobre todo, por la liquidación de muchas amistades a causa, entre otras, del cambio ideológico y del fracaso en los amores con Conchita Casas Soler, según señalaremos-, compuesto por la parte del profesorado más culta e inquieta del Instituto y la Normal y los compañeros discentes de Joaquín, parroquianos de la pequeña cultura oscense de aquellos - 11 - momentos, resulta muy revelador que, junto a las iniciales de Costa que firman "Una noche en Monte-Aragón" de la sección de "Variedades" de El Alto Aragón, aparezcan en el mismo número las de Cándido Domingo y Ginés (c. D. G.) y Carlos Soler y Arqués (c. S. A.). El pedagogo zaragozano Domingo (nacido en 1835) profesaba en la Normal, mientras que el catalán Soler (1837), autor de la Huesca Monumental, lo hacía en el Instituto, según bien sabemos. El hecho de que alguna que otra carta se conserve entre los papeles de Costa de los profesores León Abadías Santolaria (Huesca, 1836) -muy vinculado por su ideología ultramontana con el tío de Costa, José Salamero- y de Serafín Casas Abad (Huesca, 1829) corrobora la ya tratada relación de Costa con los miembros del claustro. Entre los compañeros de Instituto que más habrían de rozar la cultura bajo los auspicios y modelo de tales docentes, y con los que Costa tuvo, sin duda, relación -se conservan cartas de ellos-, cabe destacar a Pedro Laín Sorrosal (Escarrilla, 1847), Antonio Gasós Espluga (Huesca, 1850) y el jovencísimo por entonces Rafael Salillas Panzano (Angüés, 1854)33. El cuento de Costa es rigurosamente romántico, en el sentido histórico y monumental que se desprende de su vocación ruinista, arqueológica, legendaria y evocadora de la historia medieval. Modelos literarios de género no le faltaban a Costa, tanto el inmediato de Soler y Arqués como el mediato de unas casi contemporáneas Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer -que habían ido apareciendo en determinadas revistas entre 1858 y 1864-. Costa, rodeado de conservadores y carlistas en el Instituto y en el círculo de trabajo -Soler, Casas, Abadías , Feliú, Rubio ... -, desarrolla una escritura informada por la peculiar recepción del llamado paisaje "cristiano feudal"34 que le brindan las ruinas del viejo monasterio. Halaga el gusto local, por supuesto, y no deja de sobrentenderse un propósito conservacionista del patrimonio, en el que había, literalmente, trabajado como operario y en el que ahora lo hacía ideológicamente habland0 35 . Ahora bien, el tono eminentemente lírico y la forma de prosa poética -tosca en algunos casos, brillante en otros, engolada y forzada casi siempre- de la narración la emparentan con las Leyendas becquerianas en punto a la superación del subgénero del "cuento legendario" -obsoleto ya hacia 1860- y su sustitución por la "leyenda lírica"36. Así debe entenderse este relato de ensoñación y misterio sellado por la impronta lírica y sentimental de un yo que se nos muestra impresionado por el carácter irreal y evanescente de lo que describe. Por entonces Costa pretendía recoger sus primeros escritos bajo el revelador título de Mis ensayos literarios 37 , y su literatura se ubicaba bajo los esperables auspicios de Lamartine (a quien citaba en el comienzo de su Discurso de apertura del Ateneo Oscense), de Chateaubriand 38 , de Espronceda y Bécquer39 , y de Víctor Hug0 40 . En todo caso, "Una noche en Monte-Aragón" se inspira cercanamente en pasajes conocidos de la Huesca Monumental de Carlos Soler y Arqués y, cómo no, en La Campana de Huesca de Antonio Cánovas del Castillo. - 12- Modernizadas las peculiaridades ortográficas de la época, ofrecemos al lector esta pequeña rareza literaria de Costa sobre Montearagón para que pueda comprobar el grado de romanticismo que alcanzaba el de Monzón cuando participaba activamente en la andadura del Ateneo Oscense: UNA NOCHE EN MONTE-ARAGÓN ¡Silenciosa estaba la noche, durmiendo envuelta entre el argentino manto de la luna que alumbraba la luna! ¡Agradable estaba el ambiente refrescado por imperceptible brisa, yembalsamado por el néctar que se desprendía de mil cálices hermosos! Era una noche de estío. Yo había sa lido de la romántica Huesca, sin rumbo fijo , sin dirección determinada, a explayar mi espíritu en horizontes sin límites; mi alma sufría, pues la saña de la fortuna la había destrozado, y odiaba la compañía de los hombres. Me placía en verme frente a frente con el ímpetu del huracán o con la majestuosidad de la tempestad; me deleitaba con la imponente calma de una noche serena bajo el pavimento del cielo con sus lucientes infinitas candelas. Y marchaba, marchaba, entre matas y yerbas , absorto en la contemplación de la naturaleza y de su Criador. ¡Tantas maravillas me extasiaban! ¡Tanta grandeza me confundía! ¡Tanto poder me anonadaba! Hubo un momento en que levanté la vista y divisé delante de mí una mole inmensa que se destacaba como atalaya sobre la cresta de una montaña. Asustéme al pronto, mas considerando qué objeto pudiera ser aquel , me orienté, discurrí un momento, y .. ¡Monte-Aragón! exclamé, prorrumpiendo en un grito de alegría o terror, de compasión o de ira. Muchos años han pasado desde este acontecimiento, y la memoria de aquella noche no se ha borrado todavía de mi mente, cual si un daguerrotipo hubiera fijado su imagen en mi cerebro. Dirigí maquinalmente mis pasos hacia el abatido gigante que se conservaba en pie aguardando tal vez alguna cosa . Más de 700 años ha que levantó Sancho Ramírez aquell a fortaleza inexpugnable en los intervalos de un sitio, para desollar el poder del orgu ll oso emir de Weschka Ehm-Bud, consagrándola a Jesús Nazareno y estableciendo en ella los canónigos seglares de S. Agustín ¡700 años y aún está en pie! ¡Ah! es que sus murallas de doce palmos de espesor no han cedido a las contingencias de mil revoluciones n a la guadaña asoladora del tiempo; pronto ésta habrá igualado sus paredes con el suelo, y entonces nuestros descendientes, acostumbrados a vivir en estrechísimos ámbitos, se quedarán atónitos, discurriendo sobre el objeto de aquel grosor desmedido. Había yo llegado a Monte-Aragón y penetrado en él por un portillo. ¡Conocía tan bien sus avenidas y su disposición! Mas , ¡qué emociones oprimían mi alma, al contacto de aquellas piedras pisadas mil veces por denodados guerreros e ilustres aragoneses! ¡Parecíame ver pasar delante de mí a Sancho Ramírez, cubierto de hierro, dirigiéndose hacia Occidente! ¡Parecíame oir el clarín guerrero que convocaba a los iberos para el sitio de Huesca! Y mi s ojos se arrasaban de lágrimas y me anegaba en llanto considerando los sucesos que habían pasado hacía poco tiempo. y luego retrocedía mi fantástica imagnación a los tiempos en que Monte-Aragón rey de los Pirineos, peleaba entre aquella raza de monarcas acostunbrados a morir en defensa y en prez de sus fieles vasallos, de aquella raza que se acabó para siempre. - 13- ¡Ah! Impresiones fuert es había sufrido, pero jamás como aquel día. La luna hacía destacar los altos torreones y las innumerabl es ventanas que se reproducían sobre sí, perfilando fantást¡cas fi guras que me mareaban. Y sólo se oía de vez en cuando e l silbido de la serpiente que se arrastraba cautelosa por entre la espesa hojarasca y el aullido monótono de la lec huza. únicos moradores de aquella des ierta man sión. El viento arreciaba por momentos. ¡Lúgubres eran sus gritos al pen etrar por entre las escabrosas hendiduras de las murallas' ¡Lúgubre era su agudo y prolongado silbido al chocar contra los sa li entes ángulos del edificio' ¡Lúgubre era su imponente trueno al empujar las entreabi ertas y carcomidas puertas que se destrozaban atadas a sus goznes' ¡y lúgubre, fatídico , y aterrador era el canto de los búhos que se perseguían a través de los larguísimos y solitarios claustros cubiertos de pol vo y exc rementos de aves de rapiña' ¡Orquesta extraña que improvisaba accidentalmente mil y mil ex traños rumores que hubi eran podido traducirse con aparente exactitud por gritos de aparecido o almas en pena, por algún sábado de bruj as o por algún baile infernal de es pectros ! Y yo no tenía miedo en aquel momento, pues mi alma estaba embargada , no ya con los pesares que antes la devoraban , sino con recuerdos que entonces se reproduj eron y que no me atrevería a narrar. Un ruido diferente de todos aquellos me quitó de mi enaj enación y esc uché. El viento apagado unas veces , impetuoso otras, conducía a mi s oídos armonías embelesadoras, cual si resonaran en la atmósfera, descendi endo de l Empíreo. Los acompasados sonidos me sirvieron de guía , y fuime aproximando; detrás de una pared ruinosa un bulto vestido de blanco , se ntado sobre una piedra , pasaba como al descuido sus descarnados dedos sobre las cuerdas de un laúd que sos tenía entre sus rodillas. La luna daba de lleno sobre su rostro y yo en la sombra, junto a una higuera, le observaba atentamente. Parecía un religioso, su rostro de macrado y pálido ex presaba una situación de alma fluctuante entre la emoción del momento y la costumbre , entre el temor y la desconfianza, entre la rabia y el perdón , como te miendo quedarse, como temiendo abandonar su sitio; conformado parecía con el destino que indudablemente había descargado su saña sobre él como sobre mí: por esto nacieron en mi pecho ciertas simpatías. Mas de pronto , pareció animarse su rostro; un ¡ay! prolon gado y tri ste , como saliendo del fondo de su alma, me indicó que padecía, y dos guresas lágrimas brillaron en sus pupilas, brotando lentas y deslizándose por sus mejillas. También yo lloraba. Mas ¡qué me lodía tan ex traija nació en este momento del se no de su laúd' Ni e l rui señor que deplora la ingratitud de su amada, ni la tortolilla que se lamenta del robo de su nido, ni el trovador que gime lastimero al pie de las almenadas torres en que mora su amante, son capaces de tan atrevidas notas. Y luego se pu so a cantar con voz temblorosa por el temor y entrecortada por e l viento. " ¡Pobre águila que te mecías al sa lir el alba entre las ardorosas saetas del naciente Febo, mi entras tu s hijos, revolviéndose en su nido, empezaban presurosos a cantar las glorias del Altísimo' ¿Dónde está tu poderío absoluto? ¿Y cuándo, cuándo volverán a resonar sus cánticos en estos clau stros, cuya muda elocuencia es más ex presiva todavía que la de los oradores más ilustres?" - 14- " ¡Monte-Aragón' aquellos a quienes acariciabas en tu agradable regazo, están proscritos y hasta su nombre sirve de befa y de irrisión a los malvados; cual triste desecho de la naturaleza, no puede venir a adormecerse en tus brazos errantes, fugitivos, sin hogar, que los recoja ni aun han conservado la prerrogativa de conversar con los demás hombres de los cuales parece no formar ya parte. Ya no volverán a verte, ya no volverás a percibir el eco de sus pisadas" "¡Infortunado mendigo' no penetres el umbral de esa puerta, pues la soledad más triste y el chillido de algún ave de rapiña contestarán a tus quejidos ; ni aun hallarás un ojo que pueda derramar una lágrima para compadecerte" " ¡Monte-Aragón' atleta formidable en otro tiempo; ¿qué ha sido de ti? Aquí, solitario, desierto, en la cima de un monte que parece sostener el anatema y la maldición, y como segregado de las demás mentes nadie se acerca a ti , nadie te mira aun de lejos sino con horror, semejantes a aquellos lugares ,heridos por el rayo" "¡Cómo siento el agudo silbar del huracán que se ha apoderado de ti! ¡Cómo siento las puertas que giran rabiosas sobre sus goznes para saltar de ellos como queriendo buscar a sus amorosos dueños! ¡Cómo siento desvanecerse para siempre a esas páginas de piedra que estaban destinadas a causar la admiración de cien generaciones! " "Y yo me acuerdo todavía de mi alegre infancia, cuando tanto me deleitaba en mis infantiles juegos el bullicio de las gentes, la alegría de las campanas y las sagradas entonaciones, que cual purificado ambiente iban desde aquí a perderse hasta el seno del Omnipotente. Yo no puerdo permanecer aquí un solo instante, pues un puñal traidor y sacrílego está siempre pronto a hundirse en mi pecho" "¡Oh luna, espejo clarísimo, donde se han mirado innumerables hijos de este viejo guerrero: tú que ves las tinieblas en que yace sumido, recuerda a las venideras generaciones la maldad de las presentes y nuestra propia desventura. Y vosotras , aves solitarias que le acompañáis en su desgracia, enseñad a vuestros hijos que cuando vean caer la última piedra de este religioso asilo dirijan su vuelo a otros mundos donde se conozca la impiedad, la doblez y el engaño' " "¡Monte-Aragón' mi familia ha muerto; de todos mis recuerdos, de todas mis esperanzas, sólo tú me quedas en este mundo corrompido y ateo. Pues bien, no temamos; que vengan puñales, que me asesinen; al menos tengo la satisfacción de que tú recogerás mis cenizas; hemos vivido juntos, muramos también" - 15- Un vivísimo golpe de l laúd acompañó estas úl tim as palabras, un gemido en que se reasumían los sentimientos de su desgrac ia, un ¡ay' desgarrador salido del laúd al que acompa ñó un grito genera l de lechuzas de campanari o y un repentino empuj e del fiero huracán, un sonido inex plicabl e, escapado de los dedos de l re li gioso trovador, emanado de su alma sentimental y que traspasó la mía hasta lo más recóndito de su espiritualidad. Yo ll oraba y sobre mi pec ho pesaba un a emoción semej ante a un a montaña que descansara sobre mi s hombros. Mucho me había enternec ido aquel ser que se lamentaba con las exc lamaci ones a que le insp iraba la presenc ia de aq uellos lugares tan queridos para él<; Yo no podía detenerme más sin contempl ar de cerca aquel hombre tan desgrac iado tal vez como yo . Ya continu aba su lastimero canto, sus himnos eran por cada momento más penet rantes, más pl añideros, más dulces .. . más arrebatadores . Al ruido que hice yo al pasar apartando las ramas de la hi guera, levantó la cabeza y vio cerca de sí un bulto que ca minaba hacia é l; aque l bulto era yo; al verse de tal modo sorprendido en aquella so ledad, se levantó cual frenético, y ec hó a correr; yo le seguía corri endo tambi én, pero sin acertar a proferir una palabra; ital era la opres ión que suj etaba mi pecho ' El religioso trovador en su veloz carrera de pocos segundos parecía un fantas ma; cual si no tocara el sue lo con sus pies no producía ruido de ningún género, y con sus ves tiduras bl ancas que ondul antes por el viento caracoleaban y se arremolin aban en mil grac iosos contornos y fa ntásti cos perfil es, parecía un espectro sa lido de su tumba, y aun ll egué un instante a figurarme si sería algún ente inmateri al .. imag inario .. Hubo un momento en que si n saber cómo desapareció de mi vista; o estaba yo fasc inado y aluci nado por completo ; o había un mi steri o en esta desaparic ión tan repentina. Y mis sent idos embotados por tal acontec imi ento, sobrenatural entonces para mí, no daban lugar a la re fl ex ión; mas no me quedé inmóvil , sin o que solícito buscaba sin saber qué; quería filtrarme en las entrañas de la ti erra sin saber cómo, sin refl ex ionar co n qué obj eto. De pronto observé en el ángul o que fo rmaba el sue lo co n la pared una pi edra negruzca perfec tamente unid a, pero que no fo rm aba compl eta li gazón con el resto. La levanté sin gran es fu erzo y me zambullí por su hu eco . "¿Dónde estaba? ¿Qu é hab ía de ntro? ¿Qu é iba yo a hacer allí? ¿Qui én me serviría de guía en aqu ell a tenebrosa osc urid ad?" Nin guna de estas consideraci ones vin o a alumbrar mi mente más osc urec ida todav ía que e l subterráneo. Y esto no obs tante, cual si en aqu el momento hubi era quedado sonámbulo con la fac ultad de di stin guir los objetos en las tini eb las, cual si el sentido de la vista hubi era rec ibi do entonces en mí una ex qui s ita sensibilidad para poder di visar a l través de la osc urid ad , corría yo cual desesperado, baj ando peldaños unas veces y subi endo otras, cuid ando la cabeza en ocasiones dadas y sin tropezar en los innumerabl es recodos de aquel camin o endi ab lado . Cuántas rev ue ltas di por él, cuántas veces subí y bajé, cuán to rato anduve a la ventura en bu sca de aque l hombre-sombra que me hab ía entu sias mado, no puedo decirlo ni me ha sido j amás posible, después de es ta aventura, averi guarl o. Sólo me acuerdo que ll egué a un a gran concav idad, que pasé trepando por un os peñascos ca ídos sin duda a consec uenc ia de algún pequeño trastorn o geológ ico en el cri adero, concav id ad en - 16- que principié a respirar un aire que se asemejaba con el puro y libre del exterior, y que enseguida distinguí en aquella lobreguez una luz a lo lejos , que me indicaba tal vez la proximidad del final del subterráneo. Dupliqué mi carrera y llegué pronto a un arco natural abierto en la peña con algunos toscos salientes que tal vez eran estalactitas, y aquí mi asombro subió de punto. Armoniosas melodías de voces humanas se elevaban de un grupo de árboles que rodeaban la boca de la gruta, y algunas luces esparcidas entre el follaje , contribuyeron a aumentar el asombro que todo esto me ocasionaba. Maquinalmente y sin voluntad propia, me aproximé, y vi un altarcito tosco levantado sobre unas piedras, con un crucifijo y algunas otras efigies alumbradas por luces de aceite, y a su alrededor, postrados de hinojos, algunos religiosos que entonaban cánticos al Señor. "¿Quiénes eran aquellos hombres y cómo estaban allí? ¿Qué misterio encerraba aquel sencillo espectáculo en medio de precipicios y de bosques?" Ninguno de estos problemas pasó por mi mente el resolver, pero he dicho que no era dueño de mí mismo. No sentía la menor impresión de frío ni de calor ni de cansancio, ni calculaba la hora que podía ser, ni consideraba en ninguno de los acontecimientos que pasaban sobre mí; ni la más remota idea de preguntar asaltó mi imaginación. tal vez no sabía entonces que era yo mismo ... que yo existía .. Levantáronse aquellos religiosos, con prolongados esfuerzos abrazáronse , besaron el crucifijo , y caminaron hacia la cueva. No recuerdo ya más que entonces mis pies se dirigieron por entre unas matas espinosas que hirieron mis sensibles carnes, pues no sentí el más ligero dolor; que trepé por espesísimos riscos; que salvé barrancos y precipicios, que pasé al través de bosques impenetrables e intransitables malezas, y que cuando llegué a la plaza de Sto. Domingo, ya el alba asaltaba las murallas del Oriente y los trabajadores marchaban a los campos para principiar sus faenas ordinarias. Cuando llegué a mi casa, caí rendido en la cama sin sentido y sin conocimiento de mí mismo. Las nueve serían de la mañana cuando el sueño y su acompañamiento triste abandonaron mis pestañas que se entreabrieron lentamente. Mucho me extrañé de ver mi cuerpo todo cubierto de sangre, cardenales y magullamientos, y de la pesadez y fatiga que me embargaba; media hora estuve discurriendo seriamente, antes que pude ir recordando alternativamente los sucesos que acabo de referir. Pero, "¿hacia qué parte estaba la salida de la cueva? ¿En qué sitio la entrada de la misma?" He buscado varias veces y por espacio de días enteros, pero no me ha sido posible dar otra vez con el lugar de tan extraña aventura. J. C. M. OTRO EJEMPLO DEL ROMANTICISMO HISTORICISTA DE COSTA: "UN 25 DE NOVIEMBRE" No faltan en el peculiar tramo oscense de la literatura evocaciones más o menos afortunadas de la batalla del A1coraz. El siglo historicista por excelencia, el decimonoveno, aquel en que se troqueló la vida, en todos sus aspectos, en la -17- sucesión de momentos, en la definición lineal de continuos enciclopédicos de efemérides, etapas, fases , desarrollos y decadencias de naciones, pueblos y razas, fue propicio para el uso social de las conmemoraciones, exposiciones y fastos y nefastos de los tan manidos eventos. Costa, nacido a la escritura en pleno apogeo de este modo de conocimiento historicista y teniendo como maestro cercano y próximo a Carlos Soler y Arqués y como lejano y olímpico a todo un Víctor Hugo, escribió también en su época oscense la recreación romántica "Un 25 de noviembre" para las páginas de El Alto Aragón. Es "Un 25 de noviembre" prosa muy retórica, auténtico ejercici o escolar en el que el casi veinteañero Joaquín Costa demuestra manejar a la perfección el llamado estilo asiático; modo y práctica comunes y exitosas en todo ateneísta, político u orador que qui siese triunfar en cualquier foro -Ateneo, Casino, Parlamento, periódico de lucha ... - de la España decimonónica. Es el estilo de Castelar, y aun, en parte, del Cánovas de La Campana de Huesccl, libro imitado , según sabemos, por el propio Costa en ocasión cercana. A pesar de que con el tiempo Costa fue escorándose, al compás de su vida, hacia el estilo contrario, el ático, que ya en la penúltima década del siglo se sentía como el propio de la regeneración literaria, cuando llegó la hora de las campañas políti<::as finiseculares, el montisonense, astuto, en más de una ocasión recobró el uso de este modo frondoso, de comparaciones runflantes y de largos e interminabl es periodos sintácticos. Era el estilo, repito, brillante, hueco, del fácil hal ago al sentido del lector u oyente, quien se aletargaba, sedado, ante tanta balumba. Pero, como deCÍamos en el párrafo anterior, " Un 25 de nov iembre" resulta, ante todo, un ejercicio. Puestos a escribir un texto que eri gía, tal que un friso , un monumento a la hazaña del 1096, se imponía la épica como género inexcusable. Dentro de la épica, su modelo más grandilocuente, el homérico. Y así podrá deleitarse el lector con multitud de comparaciones homéricas, de lo más grandiosas, ideales para un lector ávido de universales leyendas de siglos hugolinas o, si se me permite la homologación , para un contemplador de los sublimes cuadros hi storic istas de Casado del Alisal o de Madrazo. Hay, asimismo, aliteraciones rebuscadas, románticas exclamac iones y apóstrofes vehementes, exigidas figuras del tono sublime y aun necesari as en este, en parte, ejercicio de écphrasis homérica. En punto a contenido, se observa ya, en germen, la obsesión racial iberi sta de Costa, aunque a esta sobresale la intención maniquea por la cual, elevando la batalla a los ni veles celesti ales, los cristianos eran adalides del Bien y los islam itas pérfidos ángeles caídos de Satán. En este marco se incrusta la hiperbólica intervención de san Jorge en la batalla, descrita de una manera muy reveladora de los principios católicos que por entonces todavía informaban la ideología del juvenil Joaquín Costa. Qui zá releyendo este texto el lector o estudioso pueda formarse una idea más cabal de esos proyectos novelísticos que Costa siempre tu vo en el telar y que constituirían una leyenda de los siglos española41 . - 18- UN 25 DE NOVlEMBRE42 En Alcoraz, en Weska ¿Qué sucede? ¡conmoción terrible' y cabezas partidas En la sangre flotaban y guerreros celestes descendían y celestes guerreros peleaban. J.c. Satán había batido sus horribles alas de murciélago; y, abandonando su trono flotante en mares de fuego , traspasó los límites del mundo, y vino a tender sus lazos infernales sobre la desdichada Weska. Yen tanto los patronos de esta nación noble y guerrera de iberos , San Jorge y Santiago, dirigieron su camino volando más rápidos que los mundos en sus órbitas, atropellando el infinito arenal de estrellas y sus ignoradas rutas, saltando praderas de záfiro y de calcedonia, atravesando mares de oro y púrpura disueltos en el sutil éter embalsamado con el amor divino, hasta los tabernáculos eternos del Omnipotente, cuyo solio está fundado sobre el eje del Universo, que tiene a su vez por cimientos el infinito. ¿Qué objeto les habrá movido para esta escursión [sic] celeste? Era el año de 1096. Los valientes hijos de Agar que se hallaban hacía siglos en posesión de la antigua ri val de la Señora del mundo , andaban solícitos, practicando considerables preparativos que debían dar gran resultado según su grandeza. Las poéticas hijas del profeta tejían afanosas y tristes, fuertes y elásticas cuerdas, y envolvían con dorado manto coronas de laurel y de victoria. ¿Qué significaba todo esto? Un escojido [sic] pero reducido ejército de iberos mandados por Pedro l , acampaba al pie de las murallas de la ciudad antes victoriosa, y miraba sus almenadas torres con ojos de fuego , y despedía iracundos rugidos y voces amenazantes, que sordas se escapaban de su pecho de bronce, a la manera que el trueno se deja sentir sonoro y retumbante en el horizonte , a la llegada de la tempestad. Como el toro salvaje retrocede algunos pasos para que sea mayor la furia de su embestida, como el cóndor se cierne sobre las nevadas cumbres de los Alpes [sic] para descender con más velocidad sobre su víctima; así sitiadores y sitiados se preparaban con solicitud estrema [sic] para la pelea. Era el 25 de Noviembre del citado año. Un mar de turbantes rojos interrumpido de cuando en cuando por estandartes en que se retrataba el límpido espejo de la creciente luna, apareció al amanecer cubriendo las llanuras del Alcoraz, cerca del campamento de los cristianos. Cristo y el profeta, el Evangelio y el Corán, la verdad y la mentira, iban a disputarse un trono. - 19- Cuando se aparta el obstácul o que por algún tiempo ha interceptado e l curso de un torrente, arrójase éste impetuoso, bramando con furia , despidiendo cascadas de rabiosa espuma, esparciéndose por las márgenes y esplanadas [sic] y arrastrando delante de sí hombres y árbo les, cabañas y rocas. No de otro modo los dos ejércitos al darse vista, se arroja n sañudos y sedientos de sangre, chocando con inferna l fu ror, y sembrando el suelo de cadáveres y charcos de sangre. Pero esto encon a más y más el ánimo de los combatientes, vuelven con mayor empeño a la pelea. Por cada moro que muerde la arena salen millares, como por ensa lmo, ll egando de la ciudad vecina. Como si encontrados sentimientos no animaran suficientemente a los guerreros, gran número de trompetas, tambores y añafiles atruenan e l aire con sus bélicos compases, que reproducidos por el eco de las montañas, forman infernal orquesta semejante al horrísono trueno, o a la carcajada espantosa de Satán. La tierra del campo de batalla no es sufic iente para absorber tanta sangre como brota de las cerv ices agarenas, y corre formando arroyuelos, en los suelos tropiezan los iracu ndos combatientes, tiñendo su cabellos y rostro de un color rojo purpúreo. iQué horror! Ya no se pelea sobre la tierra, pues todo el campo está envuelto en un manto de cabezas partidas que flotan en los rojos charcos, de brazos rotos que empuñan aun la cimitarra, de troncos mutilados y entrañas palpitantes. El sol alumbraba tan desesperado acto, y habíase revestido de las más brillantes armaduras que forjó jamás Vulcano para Marte, y los caballos de su carro parecían haberse deten ido, según los resplandecimientos rayos que lanzaba sobre la tierra. Y las aves de rapiña, posadas en los alrededores , observaban, lanzando ahull idos roncos de alegría, en que se retrataba la de Satán . Y de los charcos de sangre hirviente se elevan ardientes y humeantes vapores que desecan la atmósfera, y purpúreas exhalaciones suben lentas de los moribundos, y ll egando hasta los guerreros, enc ienden más y más su furor, at izando el fuego que voraz arde en el fuego de cada uno. iQué horrible conjunto inesplicable [sic] forman , el lugar de la batalla y los millares de ancianos, mujeres y niños que en confusa y horrible gritería observan desde el interior de los muros ! Los enconados soldados, decididos a volver ceñ ida su cabeza con coronas de gloria inmarcesible o a quedar en e l campo de batalla durmiendo el sueño eterno, y los observadores ll evados ora gradualmente, ora en bruscos empujes de la esperanza a la desesperac ión , no de otro modo que las olas de un mar embravecido al buque náufrago, ya elevándolo a las nubes o sumergiéndolo en el abismo. iOh desesperación' Ya cada cristiano había de defender su pecho de veinte saetas qeu se disparaban a una contra él; ya voces suplicantes indicaban el mal estado de los hij os de Pelayo, de los nacidos en Covadonga. "i Dios de los fieles! tú que socorri ste a tu pueblo conducido por Moisés. libertándolo de las garras de Faraón, socorre ahora a tu nuevo pueblo que está en peli gro; ved que los que te od ian - 20- van a oprimirle, y hollarán tus leyes, y llenarán de oprobios a los que la siguen. Acordaos de vuestro pueblo, Dios de Israel". En tanto que la sarracena gente, embriagada con el vapor de la sangre, principiaba a cebarse impelida por la victoria, una blanquísima nube que aparece en lontananza, vomita un rayo de guerra, un Marte celeste. Dos gritos generales confundidos en uno, aunque en sí bien diferentes, son el preludio de sangriento drama. Un grito preñado de alegría habíase escapado de la boca de los cristianos, y otro de terror de la de los moros. ¿Cuál era la causa de esta confusión inesperada, de esta metamorfosis tan repentina? U n gallardo mancebo montado sobre brioso alazán hendía los aires, repartiendo tajos y reveses con tan rápidos movimientos que por donde pasaba dejaba un rastro tal que no parecía sino que la fiera Parca se había identificado con su sombra. Cual la mies dobla su cuello bajo la guadaña del segador, cual el huracán furioso derriba con su irresistible ímpetu cuanto encuentra a su paso, no de otra manera en el ejército moro se abren caminos al pasar el valiente guerrero, derribando escuadrones, cortando cabezas, mutilando troncos, y esparciendo la confusión y el desorden entre los adoradores de Mahoma. Según la tradición, era San Jorge aquel arrogante caballero, enviado por el Dios cuya religión adoraban, su rostro juvenil y encendido, su aire marcial y guerrero, su cabeza rodeada de una aureola de gloria, su cuerpo cubierto de relucientes armas que despiden rayos de luz penetrante, su destreza en manejarles; la velocidad de su caballo que apenas toca el suelo, todo contribuye a desanimar a los que imploran en vano el auxilio de su Profeta. Ya los moros que sobrevivían no podían sostener por más tiempo tan desesperada lucha, y por distintas rutas, cual manadas de ciervos asustados por tenaces cazadores, tomaron veloz carrera hacia la ciudad, sedientos y cansados, bañados en su propia sangre humeante aún, con la desesperación y la rabia rugiendo en su pecho, y blasfemando hasta el mismo Profeta. ¡Desgraciados vencidos! ¡qué suerte les espera! sus esposas e hijas clavarán las uñas en sus pechos, porque no han sabido sostener su honor, y los cristianos que luego penetrarán en la ciudad , deshonrarán sus hogares, su familia , sus templos, sus sacerdotes y sus harenes. ¡Fatales resultados de la ambición desenfrenada! ¡Qué carnicería más espantosa' Treinta mil moros yacían en tierra para no levantarse; y ¡oh glorias fugaces terrenales! Cuatro reyes moros habían sido víctimas de la triunfante espada de San Jorge, y no volvieron a ver los sitios de donde orgullosos habían salido en busca de una segura victoria. ¡Tan cierto es que el hombre no tiene otro enemigo más encarnizado ni más temible que el mismo hombre' Habiéndose arrojado los cristianos sobre los despojos de la batalla que según antiguas historias bastaron para enriquecer a los soldados que en ella tomaron parte. Mas como al repartir el botín no se encontrara en todo el campamento al valiente guerrero que los librara de segura derrota, y si sólo un hombre que según su relación había sido traído por los aires desde el Asia donde -21- a la sazón tenían también guerra los cri stianos con el Islami smo, conocieron que había intervenido la mano de Dios, y su reconocimiento y gratitud subió de punto. Todo esto recuerd a la tradición . Tres días después de esta batall a, entraban triunfantes los cri stianos iberos en la c iud ad mu slímica, que desde aque l día estab destinada para servir de morada a los adoradores de l verdadero Dios hasta la consumación de los siglos. El rey D. Pedro en conmemoración de favor tan dist inguido que había merec ido del cielo, hizo levantar una ermita ded icada a San Jorge, sobre un cerro, en el mi smo sitio donde se diera la batalla. En ella entonaron los cristianos himnos de gratitud al Señor por los favores que de continuo les dispen saba y sus cánticos ll egaron a los pies del Todopoderoso. CÁNTICO Can/emus Domillo. MOISÉS Cantemos al Señor que oyó c lemente el férvido rogar del pueblo hi spano, exaltando al humilde con su mano , y humillando el orgu ll o del potente. El moro, alzando su atrevida frente "mi fuerza, exclama, abatiní al cristiano; le oprimiré, y en su tormento , ufano, haré mi fama eterna y reful gente" . San Jorge de Dios buen mensajero desciende volador, la espada muestra, y vence en Alcoraz al Islami smo. Gracias mil al Señor que con su diestra, cua l gruesa roca en el profundo abismo, al caballo envolvió y al caballero. Satán horrorizado por los cánticos sagrados, le vanta su cauteloso vuelo , seg uido de los demonios de la fama y de la Fa lsa gloria; tremenda y di scordante orquesta forman los rugidos infernales lanzados por sus pechos diabólicos, retumbando sin eco en e l vacío, y los espantosos -22- ahullidos que preludian guerras de renovado brío. Satán, abandonando a sus dignos consortes en la mansión humana, para dignos atropellos , atraviesa los límites de la vida, sin atreverse a mirar los del infinito; conmueve hasta los más recónditos rincones del infierno con los resop lidos lanzados por su pecho que despide cólera y fuego; ceba su rabia en los infelices moros que había visto caer en Alcoraz y desencadena el infierno entero contra la tierra. y los ángeles protectores de la cristiandad y de la España montan los sutiles corceles en que viajan las almas libres de los justos, y envueltos en nubes de púrpura y diamantes , dan vue lta del Polo al Mediodía para contrarrestar el pernicioso influjo de las pas iones lanzadas del infierno, y permanecen luego suspendidos de una rama del árbol celeste de la vida con el oído aplicado de continuo en las cumbres de las más altas montañas, para volar a los gemidos que escuchan de estos pueblos guerreros y llenos de genio , de cuyo patrocinio se han encargado para siempre. J. C. M. JOAQUÍN COSTA NO FUE EL AUTOR DE EL FARO DE LOS NIÑOS (1868) Costa pasa la mayor parte del año de 1867 en la Exposición Universal de París. Comparada con el humilde Ateneo Oscense, la convocatoria francesa se le apareció a Costa como ciclópeo fruto de la civilización y del progreso occidentales. Por si fuera poco, observa las corruptelas y miserias propias de la delegación española, lo que merma su coeficiente de ingenuidad y fe en el porvenir de su país. Sigue echando de menos a su amor, a Pilar Puerta. A pesar de que a su vuelta apenas pasará unos días de 1868 y 1869 en Huesca, Costa continuó vinculado con la vida oscense. En enero de 1868 comienza la escritura de sus Ideas apuntadas en la Exposición Universal de 1867, trabajo que termina al mes siguiente. El 19 de marzo entra el libro en los talleres de Antonino Arizón, saliendo por fin a la calle a principios de mayo. Al parecer, los ateneístas oscenses solicitaron a Costa que escribiese el libro . Esta petición explica que una buena parte del mismo no sea propiamente la exposición de las Ideas parisinas, sino un plan de regeneración material de la provincia. De esta manera, la "Segunda Parte" del follet0 43 se subdividía en los siguientes capítulos: "Estado de la provincia de Huesca", "El porvenir del Alto-Aragón" e "Inconvenientes agrícolas". Al poco de editado el libro, surge la idea, promovida, entre otros , por Antonino Arizón , de dotar de periódico al Ateneo y a la vida cultural oscense. Nace entonces, el primer día de agosto de 1868, El Oscense . En este periódico colaboraría Costa, a pesar de residir mucho tiempo , por razones de trabajo, en Barbastro. Por aquellos años todavía no se habían invertido las querencias de Costa respecto del tándem Huesca-Barbastro, pues a la sazón Costa prefería la capital a la ciudad del Vero. Buena muestra de ello es la inquina del de Monzón hacia el periódico rival de El Oscense, El Barbastrense; rabia aumentada por las - 23- desavenencias mantenidas e'ntre Costa y el director de El Barbastrense, Arturo Zancada y Conchillos, a raíz de la publicación de la serie costista "Transeúntes" en el periódico del militar zaragozano durante el mes de agosto de 1868 y con el seudónimo "Nir"44. En estos parámetros debe analizarse un lapsus bibliográfico de G. 1. G. Cheyne, por el que el investigador inglés atribuía la autoría de El fa ro de los niños a Joaquín Costa. Según Cheyne, El fa ro de los niños habría sido publicado por Costa en Huesca y 1868 bajo el seudónimo de "Félix de Antonio", y para argumentar esta tesis aduce que los dos artículos firmados por Costa en El Oscense con el acrónimo "A. Q." no serían sino contestación a una supuesta crítica desfavorable al libro aparecida en El Barbastrense 45 . La tesis de Cheyne se desmonta con facilidad si se conoce un dato irrebatible: Félix de Antonio era un escritor nacido en Pertusa en 1818, socio en su día del Liceo Artístico y Literario de Huesca, autor en 1841 de su primera pieza dramática, Urrea o la Unión, y destacado miembro de la Junta barbastrense que en 1843 se opuso a la oscense favoreciendo el reconocimiento de capital provincial a la ciudad del Vero y que en ese mismo año fundaría La Atalaya. Contaba con familiares en Barbastro y por los años 60 y 70 del pasado siglo todavía escribía obras de teatro. Incluso en el epistolario de Víctor Balaguer es mencionado en alguna ocasión 46 . Expuestas así las cosas, la cuestión de El faro de los niños se nos antoja sencilla en su resolución. Félix de Antonio publica en Barcelona47 un manual típico para la infancia, ad usum epocae, y en El Barbastrense, debido a sus relaciones con la ciudad, se aprestan a reseñar el libro. Costa, perito en cuestiones pedagógicas y todavía tocado de cierto integrismo confesional, no gusta del libro y con cierta malevolencia, agravada por su conflicto con Zancada, escribe en El Oscense una agria revista de El faro de los niíios . Esta reseña es contestada por los barbastrenses y Costa alarga la polémica con un nuevo artículo. El primer artículo de Costa CA. Q.") en El Oscense se titula "El faro de los niños"48 y es, en efecto, una réplica a la reseña de El Barbastrense. Si difícil sería entender, siguiendo a Cheyne, que el mismo Costa reseñase su propio e hipotético libro, más complicado es sostener la tesis del llorado investigador inglés leyendo el contenido del artículo. Costa ironiza acerca de que el autor de El fa ro de los niños y su revistero en El Barbastrense "no parece sino que [son] parientes", sarcasmo del joven Joaquín que coincidiría con la realidad, pues el autor de El faro, Félix de Antonio, y su seguro reseñador -no se conserva el número de El Barbastrense-, Estanislao de Antonio, eran tío y sobrino. Por lo demás, el texto de Costa arremete contra El faro por su liberalismo, por no condecir con los principios de criterio balmesianos, que Costa cita con profusión. En el número 8 de El Barbastrense se contestó a la malevolencia de Costa y este replicó en el número 22 de El Oscense (l7-IX-1868) con el artículo "Dos palabras al. .. nuevo Zurita. Queriendo fablar el Bu, se equivocó y dijo ... Mu", - 24- demoledora diatriba en la que, lógicamente, se motejaba de burro al redactor de El Barbastrense. En descargo de Cheyne, hay que apuntar que el error de atribución en la autoría de Elfaro de los niños, por la ignorancia de la existencia real del escritor Félix de Antonio, ya lo habían asumido, desgraciadamente, Marcelino Gambón y Tomás Costa a principios de siglo, perpetuándolo hasta nuestros días 49 . SUSANA LACAS A TAMPOCO FUE UN SEUDÓNIMO DE COSTA, SINO UNA ESCRITORA DE CARNE Y HUESOSO En poco se parece el Joaquín Costa que regresa a Huesca el 19 de junio de 1877 a aquel que la había abandonado casi una década antes. Se ha producido un cambio radical en sus ideas, principios e intenciones tras años de lucha académica y profesional en Madrid. No es de repetir aquí cómo influyó en Costa el trato con los profesores de la Institución Libre de Enseñanza. Huesca ya no es el trampolín de sus juveniles quimeras SI , sino una pequeña y provisional plaza de paso en la que intenta lograr prosélitos y suscripciones para la Institución. Apenas colabora con empresas culturales de la localidad, pues le parecerían mezquinas y provincianas comparadas con los órganos de la intelectualidad madrileña, y los rescoldos románticos, en su faceta lírica, se han apagado. En esta sazón, siempre me pareció poco creíble que Costa firmase poemas con el seudónimo de "Susana Lacasa" durante su segunda estancia prolongada en Huesca (1877-1880), tesis que había aventurado apresuradamente Cheyne en sus estudios. En efecto, en su monumental y ya citado libro Estudio bibliográfico de la obra de Joaquín Costa (1846-1911), Cheyne arriesgó una hipótesis acerca del puñado de poemas que conservó el autor de La vida del Derecho entre sus papeles y que aparecían firmados con el nombre de Susana Lacasa. El hispanista inglés, tras examinarlos, comentaba que sólo puede conjeturarse el motivo de escoger Susana Lacasa como pseudónimo. Lacasa es clara referencia a Casas. En Susana se halla el nombre de Ana [ ... ] Ana es también el nombre de la esposa de San Joaquín, padre de la Virgen María. Ya que Costa se llamaba Joaquín , quizá pueda interpretarse Susana Lacasa como sigue: Su Ana (esto es, su mujer) es La Casa (esto es, Concepción Casas). Es cuando menos algo que explicaría el sorprendente pseudónimo femenino 52 . No creemos que Cheyne creyese mucho en su teoría, de todo punto fantasiosa e inverosímil. De lo que sí estamos bien seguros es de que se hubiera alegrado -conociendo su curiosidad infinita acerca de la más mínima actividad de Costa y de sus próximos contemporáneos- al leer esta aportación en la que se certifica la existencia real, no ficticia, de la poetisa Susana Lacasa. - 25- Susana Lacasa Catevilla había nacido en Huesca el 22 de octubre de 1858. Sus padres, oriundos de Barluenga, eran José Lacasa López, escribiente y agente de negocios, y Simona Catevilla Bergua. Susana, doce años menor que Joaquín Costa, fue la primogénita de cuatro hermanos, pues a ella le seguían, por orden de edad, Nicolás, Petra y Justo . Nicolás Lacasa (1861), farmacéutico y rico propietario, sería director de El Diario de Huesca durante algunos años y luego colaborador de La Campana de Huesca, donde incitaría a su hermana mayor a colaborar con alguna de sus poesías de madurez ; murió en Huesca el 18 de agosto de 1928. Petra Lacasa (1863) casaría con el interventor de Hacienda de la capital oscense León Carrillo de Albornoz y moriría el 8 de junio de 1934, ya viuda, en Valladolid. Justo Lacasa (1865) tomó los hábitos y acabaría su vida en Madrid como capellán del cuerpo de Prisiones el 17 de diciembre de 1923. Susana Lacasa, por su parte, ingresó como alumna en la Escuela de Magisterio de Huesca en el año de 1872. Allí coincidiría con la que sería gran amiga suya, Concepción Casas Soler, la amada del joven Costa. Su afición por la poesía se desarrolló precozmente en la adolescente, quien pronto comenzó a estampar su firma en composiciones publicadas en El Diario de Huesccl desde la fundación del periódico de Camo. Gregorio Gota Hernández recordaba cómo le corrigió sus primeras poesías en 1876, cuando el después erudito contaba sólo trece años de edad 53 . Por entonces Susana frecuentaba las amistades de Juliana Miravé -hija del comerciante don Emilio-, Ascensión Lafuente -hermana del pintor Félix Lafuente e hija de la más famosa modista de la ciudad, Rosa Tobeñas-, Orencia Chías -hermana del inquieto Matías Chías Pano-, las hermanas Fuyola -la pequeña de las cuales casaría con el conocido masón Bernabé Morera Pablo, autor del poemario Huesca por fuera (1887)- y la mencionada Conchita Casas. Con el tiempo, Susana contraería matrimonio con el rico hacendado jaqués José González y moriría en la ciudad pirenaica el 11 de enero de 1926, dejando tres hijos, José, Francisco y Teresa. La amistad de Susana con Conchita Casas explica no sólo que Costa conservase algunas de las poesías de Lacasa, sino también, y es algo que no apuntó , lógicamente, Cheyne, cómo a la altura de 1879 Costa seguía conservando interés por el frustrado amor. Como hemos señalado, Costa residió en la capital oscense durante dos periodos bien diferenciados. El primero se inicia en diciembre de 1863, cuando Costa llega a Huesca para trabajar a las órdenes de Hilarión Rubio, y da fin en 1867, año en el que se traslada a París con motivo de la Exposición Universal. A sabiendas de que Costa menudeó la amistad de los catedráticos del Instituto Soler, Blasco, Romeo, Casas . . . , es de suponer que el joven escritor conociese, en alguna de sus visitas al domicilio del médico Serafín Casas y Abad, a una chiquilla que no alcanzaba la decena llamada María de la Concepción Petra Casas Soler. Ésta había nacido en Huesca el 8 de diciembre de 1857 54 , hija de Serafín y de Leonisa -oriunda de Altafulla (Tarragona)-. En 1873 cursó su primer año en la Escuela de Magisterio para la obtención del título de Maestra Elemental. Tal vez el temprano ensayo manuscrito inédito de Costa Desaparición súbita (sobre el - 26- nombre Conchita) tuviera como inspiración inmediata el trato con la hija de los Casas. Sea como fuere , Costa se enamoró perdidamente de Conchita en el segundo periodo de residencia en Huesca, que transcurre entre los años de 1877 y 1880. El montisonense, a la sazón, era ya muy otro, según sabemos. Desde mediados de 1870 Costa no puede considerarse un católico practicante y, en punto a ideas políticas, distan bastante de las que profesaban los tradicionalistas Casas -tanto Serafín como su hermano, canónigo de la catedral, Bruno-. En principio, Costa no se arredró ante estas circunstancias y por ello pidió varios traslados en su destino de oficial letrado -Cuenca, San Sebastián 55 , Guadalajara- para acercarse a Huesca y a Conchita, algo que conseguiría el 19 de junio de 1877, fecha en la que Costa se instalaba en la capital. Muchos de los detalles del fracaso de la relación, causado por la incompatibilidad ideológica entre Serafín y Joaquín, han sido relatados por Cheyne, quien, con fundamento documental, data la ruptura definitiva en el mes de julio de 1878. Conchita Casas -nos cuenta el hispanista inglés- casaría, al fin, con un fiscal 56 y moriría de sobreparto en Puerto Rico en 1893 57 . Decíamos más arriba que los textos de Susana Lacasa conservados por Costa indician que nuestro erudito no había olvidado todavía a Conchita Casas tras la ruptura oficial. El primero de los textos conservados es una prosa festiva titulada "Dos palabras ... bailables" que salió en las páginas de El Diario de Huesca el 5 de septiembre de 1879. Por entonces Costa todavía residía en Huesca, pero desde el 25 de julio ya no era oficial letrado con destino en Huesca y en las fechas de composición de la colaboración de Lacasa andaba rumiando pedir la excedencia por enfermedad, lo que conseguiría el 6 de noviembre. Resulta de interés la prosa de Lacasa porque está escrita en forma de ficticia carta dirigida a una "amiga" suya, tal vez Conchita Casas, en la que la autora le comenta jocosamente cómo los hombres no tienen la costumbre de bailar en las fiestas. Tal dato nos recuerda que Costa frecuentaba las fiestas del Sertoriano y que su deformidad en el pie -causa de más de un complejo para Costa- le impediría bailar con propiedad. Aparte de las veladas en el Sertoriano, Costa debió de frecuentar la tertulia de la casa de don Feliciano Tolosana -estos, los Tolosana, junto con los Vidal, serían las dos familias oscenses más queridas por Costa en esta su segunda etapa oscense; afecto, compartido con Rafael Salillas, que seguiría cultivando desde Madrid años más tarde-, en la calle de San Martín, 37, a la que concurrían los hermanos López Allué, los Bescós -padre e hijo-, Leonisa Soler, Serafín Casas y su hija Conchita Casas Soler, León Abadías, Susana Lacasa ... 58. El mismo tono de confidencia femenil se observa en las siguientes colaboraciones de Lacasa para El Diario, los poemas "Dos sueños" y "Nevando" y la prosa "¡Qué bonita es Usted!" , en la que también se queja de la inelegancia masculina. Pasa casi medio año entre la fecha de publicación de este último texto de Lacasa conservado por Costa y el siguiente. Trátase de un poema dedicado a la ciudad con ocasión de celebrarse la festividad de san Lorenzo, patrón local , y - 27- es muestra inequívoca de que Costa, ya en Madrid en compañía de Rafael Salillas, no olvidaba su próxima estancia en la capital altoaragonesa. El siguiente poema conservado es todavía más revelador, pues es la poesía en la que Lacasa felicita a dos Conchitas oscenses -una de las cuales es Con chita Casas, la otra, tal vez, Conchita Orús- y que lleva por fecha el 8 de diciembre de 1880. Otras poesías de Lacasa que Costa guardó en recuerdo de aquel círculo de amistades que rodeaba a Conchita Casas y que tanto frecuentó en este segundo periplo oscense son la dedicada a Salvador Carrera -Salvador Carrera Balda era un leridano de Rialp que residía en Huesca desde principios de los años setenta, con su hermano Joaquín, y que en 1880 había leído el poema Tres Coronas en el Teatro Principal con ocasión del estreno del drama de Félix Bescós Al toque de la oración- y a Joaquina Marco Bayona -nacida en 1862 en Esplús- con ocasión de su marcha a Madrid, ocurrida en ese mismo año de 1880. Indudablemente, Costa siempre contó con un motivo personal, de identidad con alguna situación emocional de especial significado para su autobiografía, a la hora de seleccionar los recortes de prensa que iba guardando con celo. En el caso que nos ocupa, es muy revelador que entre los papeles donde mantenía vivo su recuerdo de Conchita Casas se halle un pequeño ensayo del poeta Abdón de Paz, publicado también en El Diario de Huesca y titulado "La coqueta", en el que determinados párrafos parecen proyectar un estado de ánimo similar al que podía sentir a la altura de 1880 Costa cuando a su mente volvía la imagen de Conchita Casas. No es difícil detectar las posibles resonancias autobiográficas si leemos los siguientes fragmentos extraídos de "La coqueta": -Amaste a quien no era digno de ti, desdeñaste a quien te hubiera hecho feliz y te burlaste de ambos , sin comprender que la belleza del cuerpo es fugaz como el vuelo de la gaviota, mientras que la del alma, la virtud, es como Dios, eterna. Sufre, pues , tu justo castigo [Oo.] ¡Ojalá comprendieran esto las jóvenes que a un momento de necia vanidad sacrifican su porvenir, la felicidad de toda su vida' ¡Ojalá que , ocultas bajo la mesa de un café, oyeran las conversaciones que inspiran a los que poco antes quizá las galanteaban sin mesura! De seguro que entonces no se hallaría una coqueta por un ojo de la cara. La que continuara mereciendo semejante dictado daría prueba de ser .. lo que será la que , después de leer estas líneas, no procure seguir otro camino. Para finalizar este epígrafe, reproducimos a continuación algunas de las poesías citadas de Susana Lacasa, donde podemos apreciar su romántico quehacer poético en ocasiones, y en otras su no mala aptitud para componer poemas de circunstancias. En todo caso, sirvan de ilustración a lo que hemos venido apuntando en estas líneas. - 28- DOS SUEÑOS59 Una lágrima brilla en sus ojos, Que nublara, menguado el dolor, y sonríe feliz ... ¡porque sueña Lo que, en vano, despierta buscó I Otro sueño más largo, ¡el eterno! De su vida las penas cortó, y sonríe también .. ¡porque espera Despertar en un mundo mejor! NEVAND060 En vano el sol, generosa, Mostrar su luz ha intentado. ¡Densa nube le ha cercado, De sus rayos envidiosa I Desde mi alto mirador Estoy los tejados viendo .. Los va la nieve cubriendo Todos de su albo color. Pero ... ¡no te estoy contando Todas estas .. frioleras I ¡Como si tú no supieras Lo que es un día nevando I ¡Nieva ' ¡nieva! ya del suelo Se va la faz ocultando .. ¡Parece que está llorando Lágrimas de plata el cielo I ¡Nieva ' nuestros corazones Hoya separar se atreve La inmensidad de esa nieve i Me chocan sus pretensiones! Trabajo inútil ipor Dios! Es el suyo, en este dúa, - 29- A fe es menguada porfía Poner nieve entre las dos. ¿Podrá acaso resistir Esa nieve, ahora inclemente , Un rayo de sol ardiente Que luego empiece a lucir? S i nos cerca en derredor De nieve la indiferencia, ¿ Tendrá ella acaso ... potencia para entibiar nuestro amor? Hoy só lo a di stinguir llego Nieve a do alcanza mi vista .. ¡Pero no le hay que resi sta De nuestro cariño al fuego' HUESCA61 ¡Vedla .. cómo engalanada, dando al olvido su pena, alza la frente serena de cien torres coronada' ¡Vedla, tras duelos prolijos, hoy sus calles adornar, el triunfo por celebrar del primero de sus hijos' ¡Vedla .. . cómo a honrar aspira a aquel de quien su honra viene .. ' prueba que en mucho le tiene porque si le honra le admira. y como la admiración ya es un principio del bien, tal vez despierte tambi én en ella la emulación. ¡Sí. . despierta patria amada! de tu escudo en los cuarteles deja el polvo de laureles en que yaces sepultada. - 30- ¡Y marcha' , que el mundo avanza y no ha de retroceder la que la gloria de ser cuna de Lorenzo alcanza. ¡Adelante! y por si acaso, ante tu marcha ligera alguien trabas te pusiera que dificulten tu paso , abre tu historia y le enseña los lauros, hoja por hoja, de un pueblo que, aunque le enoja, nunca el combate desdeña. De un pueblo cuyos blasones son los hijos de su seno, de un pueblo insensato, ajeno a rencillas y ambiciones. ¡Adelante! ¡Huesca, avanza! desprecia necios antojos ¡fija en tu historia los ojos, y en Lorenzo tu esperanza' y así, al mirar los destellos de tu Gloria hasta Él subir podrá orgulloso decir: "¡ Aún son mis hijos aquellos! " FELICITACIÓN62 (AC. C. yc. O.) Entre dos Conchas estoy .. (sin que esto sea inmodestia, ¡que no siempre se ha de hallar entre las Conchas la perla') Lejos las dos , vuestro Santo felicitaros quisiera, - 31- pues sabéis que, de antiguo, es mi amistad verdadera ... Ahora vendría de molde deciros cuatro finezas, y a vuelto de mil rodeos decir que sois hechiceras, que es vuestra boca una rosa, que es vuestra tez de azucenas, que tenéis una mirada capaz de incendiar a Alquézar, pero ha tiempo que mi lira (como no hay fábrica en Huesca) con el fin, la mandé a Italia, de que le cambien las ruedas. y por eso me contento con decir que iójala tenga tantos años vuestra vida, y si no tantas docenas como objetos se han vendido, de real y medio, en la ferial LAS "DIVINETAS RIBAGORZANAS", TEMPRANA LABOR DE RECOPILACIÓN FOLKLÓRICA DE COSTA EN SUS AÑOS OSCENSES63 Como colofón a estas pesquisas sobre el joven Costa hemos creído conveniente exhumar uno de los escasos textos de Costa que el historiador inglés no anotó en su monumental Estudio Bibliográfico 64 . Trátase de las "Di vi netas Ribagorzanas" recopiladas en su juventud por Costa que el folklorista Antonio Machado y Álvarez tuvo a bien editar en su Colección de Enigmas y Adivinanzas en forma de Diccionario (Sevilla, Imprenta de R. Baldaraque, 1880). Como hemos analizado en otro lugar, Joaquín Costa se dedicó a la busca y rebusca de material folklórico de literatura popular en la temprana década de los setenta del siglo pasado 65 . Podemos fechar la recopilación de estas "divinetas" en los veranos de 1875, 1876 Y 1877, cuando Costa efectuó excursiones por el Pirineo66 anotando detalles etnográficos y a imitación de los modelos y prácticas institucionistas. En esta sazón, las trayectorias de Costa y la de otro precursor de los estudios etnográficos, Antonio Machado (Demófilo), se cruzan. Esto ocurre en - 32- el verano de 1879. En esta intersección se sitúa la correspondencia cruzada entre los dos polígrafos, fruto de la efímera afinidad de intereses de ambos, quebrada a los pocos años . El 25 de agosto de 1879 Antonio Machado envía una carta a Joaquín Costa en la que le agradece el envío -del 19 del mismo mes- de ochenta y cinco "adivinanzas ribagorzanas". De este dato se deduce que Joaquín Costa las había recogido con anterioridad en alguna de sus excursiones eruditas por la Ribagorza natal. Al año siguiente, según conocemos, 66 de las 85 divinetas fueron transcritas en las páginas 381-396 del libro citado, como apéndice número VII. La Colección de Machado, que iba dedicada "A la Institución Libre de Enseñanza", comenzaba con un "Prólogo" de Demófilo -firmado en Sevilla y junio de 1880- acerca de la definición de enigma y adivinanza, que contenía, a su vez, varias peticiones de principio en torno a la recopilación en sí. Ésta, que comienza propiamente tras el "Prólogo" , se ordena alfabéticamente según las palabras-solución de unos enigmas y adivinanzas recogidos en colectáneas anteriores, en autores clásicos o bien, como es el caso de la mayoría, como resultado de la labor de campo del propio Demófilo. La colección es continuada por una serie de apéndices. El primero, sobre los "Cuentos de adivinanzas", de Demófilo, pretexto de la edición de Las Tres Adivinanzas. Cuento popular, anotado por Francisco Rodríguez Marín , y de la "Ilustración" a este primer apéndice, con la noticia de la edición del adivinacero alemán a cargo de Karl Simrock y la traducción de alguno de estos cuentos de adivinanzas . El primer capítulo del segundo apéndice recoge los "Acertijos Gallegos", adiviñas compiladas por Marcial Valladares , Juan Saco y Arce, José Pérez Ballesteros y Manuel Murguía. El segundo hace lo propio con las "Endevinallas Catalanas" de Manuel Milá y Fontanals. El tercero con las "Mallorquinas", debidas a León Carnicer. El cuarto con las "Endevinalles Valencianas", remitidas por el profesor José Villó. El quinto con las "Vascongadas", de un anónimo "ilustrado joven bilbaíno". El sexto con las Cosadielles o "Adivinanzas Asturianas", enigmas populares recogidos por el médico Calixto de Rato. El séptimo lo ocupan nuestras conocidas Divinetas de Costa. El libro lo cierran el apéndice número tres, que completa la primera recopilación, los solucionarios de ésta y del apéndice tres y, por último, sendos capítulos dedicados a la "Bibliografía" primaria y a la "Bibliografía Extranjera" . Joaquín Costa participó en este pionero proyecto nacional de investigación folklórica de literatura popular, cooperando desde su Ribagorza natal. Observará el lector de este artículo, si repara en las acotaciones de Demófilo, que Costa tenía como proyecto preparar un estudio acerca de la poesía popular ribagorzana. Esta intención puede documentarse en otros textos contemporáneos del montisonense, pero nunca se llevó a cabo. A cambio, Costa editaría en 1881 una Introducción a un tratado de política sacado textualmente de los refraneros, romanceros y gestas de la Península , que no agradó a Machado y que supone el canto de cisne de Costa en los estudios folklóricos, al menos en el interés inmanente de Costa por - 33- lo antropológico. Por su parte, suponemos que Costa tampoco gustó del tratamiento que Machado hizo de sus Divinetas, pues sólo editó una parte. Del resto de ellas, que se conserva en forma de borrador manuscrito en el Archivo Histórico Provincial de Huesca, hacemos una selección, para que el lector observe las razones por las que Machado no tuvo a bien editarlas al completo. A nadie se le escaparán las más explícitas. Seguramente, a Cheyne no se le hubiera escapado ninguna. VII. DIVINETAS RIBAGORZANAS67 Una caseta, etc .. En una con'aleta de vacas rosas, en dentro una moscarda y las ne saca todas. -El horno y la pala 68 . 2 En el monte viví yo, Niño mancebo y soltero y padezco los martirios De Bartolomé y Lorenzo, Ni soy santo ni soy diablo Ni puedo entrar en el cielo. -Conejo. 3 Divineta, divinalla; ¿Cuá l es la que pone en la palla? -La ga llina. 4 Esfuruguet esfurugaba, Codall arga lo engalzaba Si no fuese por cu lestret Muerto estaba Esfuruguet. -El cerdo, el lobo y el perro69. s Una caseta .. que cuan va ta casa, mira ta fuera, y cuan va ta'l monte, mira ta casa. -Cuernos de la cabra. - 34- 6 Dos peludos y un pelón y el farandullo al lau. -Bueyes, arado y labrador aludiendo a que este va vestido. 7 Cuatro terrosas Cuatro melosas Dos huixaracans y un huixaramoscas. - Patas, pechos, cuernos y rabo de la vaca. 8 Cuatro chafacharcos Dos muriciegos Dos miralcels y un huixamoscas. - Patas, orejas, cuernos y rabo de la vaca o buey. 9 Una negra de Guinda70 Siempre bebe y nunca orina Siempre come carne cruda y a todo el mundo importuna. - Pulga. 10 Estudiante que estudias filo sofía: ¿Cuál es el ave que tiene pechos71 y cría? -Murciélago. 11 El penchut, penchut, penchabe El pelut, pelut, minabe, El penchut, penchut, penchabe y el pelut se las minchabe , -Cerdo comiendo bellotas debajo de una encina. 12 Un cazador fue a cazar, -cazó de lo que no vio y comió de lo que no había nacido; -durmió entre dos aires, - y vio que un muerto llevaba un vivo. - 3S- -Cazó liebre preñada, com ió la cría, durmió en un árbol, vio un cuervo que comía de un burro muerto arrastrado por la corriente de un río 72 . 13 Una señora, muy aseñorada Con muchos remi endos y ninguna puntada. - La gal lina 73 . 14 Una cosa colorada Tiene pelos y no es lana Pica y la come el Señor; Usted que es tan resabido Adivine este primor. -Rábano. 15 Por las montañas de Jaca Se pasea un montañés Tiene barbas y no brazos Tiene cabeza y no pies. -Ajo. 16 Una coseta, etc ., L1arga como un a soga, Redonda como una poma, Dulce como un a mel y amargo como un a fel. -Oliv0 74 17 Alta como una casa, Redonda como una cuba, Dulce como una mel, Amarga como una fel. -Nogal. 18 Una pata con dos pies, ¿qué cosa es? - Hembra del pato. - 36- 19 Van al cabo de una sierra, cogen un palo y del palo sale una mesa, una arquimesa y un canastillo y una usteta para coger cerezas. -Caixigo o roble: madera , rama y glande. 20 Yo llegué a una perera 75 , ñ' habeba peras , no me llevé peras, ni comí peras, ni dejé peras. -Había tres, comió una dejó una. 21 De día mata ; de noche espanta. -Bojes 76 y romeros; de día es mata, etc. 22 Ciento en un campo, todos tienen lo culo blanco. -Junco. 23 Capote sobre capote, Capote de un blanco paño, Por más agudo que seigas77 N'ol devinarás 'n un añ0 78 . -Cebolla. 24 Aquí te traigo buen rey -una copa de vino- que una paloma blanca-la tuvo en su nido. Vengo a caballo en lo que nunca ha nacido, y traigo las piernas encima de su madre. - Le presenta una copa de vino de sarmiento que había estado en el nido de una paloma; venía a caballo en una borrica nonnata, que llevaba por aparejo la piel de su madre.7 9 25 Alta estoy y baja estoy, De rey llevo la corona; Cuando me coge la gente Entonces es cuando muero. -La granada. 26 Un campo bien labrado No gasta reja ni arado. -El tejado. - 37- 27 Un camp llabrat, Punta de rella no hi ha toe al. -Idem. 28 Un campo bien labrado, bien endrijado, Punta de aladro no hi ha entrado. - Idem. 29 Un vestido bien apedazado, Punta de aguja no hi ha entrado o tocado. -Idem. 30 Una coseta, etc., que to lo día fa ceclleta 80 y a la noche n' on tiene mas qu'una. -Arado que abre surcos y los va cerrando al mismo tiempo. 31 El pastor desde su cabaña, Vio lo que Dios, con ser Dios, No ha visto ni puede ver. -Otro yo. 32 Hacienda blanca, simiente negra, Cinco bueyes a una reja. -Papel, tinta, dedos, pluma 8 /. 33 En pepitoria me hicieron En torta vine a parar Para hacerme me deshacen ¿No lo sabrás devinar? -Chocolate. - 38- 34 Allá arriba en un rincón Hay unflaire motilón, Lleva los hábitos blancos y amarillo el corazón. -Huevo. 35 El cirujano y su filia , El médico y su mullé Se van comé nueve guegos y en van salí toz a tres. - La mujer del médico era hija del boticario. 36 Dos peus comeba un peu encima de tres peus, viene Cuatropeus y le furta el peu; se levanta el Dospeus, coge el Trespeus, lo hi tirá a Cuatropeus y le rompe un peu. -Dospeus, hombre; Trespeus, banquete de tres pies; Cuatropeus, gato; Unpeu, un pie. 37 Acurrucau hi llega, Estirau no alcanza. -La mano a la boca. 38 Una señoriqueta 82 , Ben enseñoricada, Siempre va en el coche, y siempre está mojada. -Lengua. 39 Una coseta, etc., que lo rico lo recoge y lo pobre lo tira. -Mocos. 40 Una coseta .. que cuan va al monte va farteta y cuan torna a casa va lIaseta. - La bota de vino. - 39- 41 Una coseta .. que a cada paset deja un cagallonet. -La aguja cuando cose. 42 U na coseta .. que de fuera verdea y en casa codea. -Escoba de palma. 43 Una coseta .. que toda está llena de retazos y no tiene ningún punto. -Tejado. 44 Una coseta .. que lleva la camisa por dentro y la carne por afuera. -Vela. 45 Una coseta .. que no es Dios ni lo puede ser y lo (hilo) es. 46 Una señora muy maja Que en Valenci", está bailando Al son de las castañetas Las tripas le van quitando. -Rueca 83 . 47 Una tableta como la má Puya ta la montaña Yen fa baixa '1 bestiá. -Peine 84 48 Cuatro caballos Corren a Francia, Corren y corren y nunca se alcanzan. -Las devanaderas. - 40- 49 Mi cara son muchos ojos, Mi barriga todo fuego, Sin quemar ni ofender a nadie Entre telas me paseo. -Ca lentador de cobre y mango de madera. 50 Una coseta .. que cuanto más grande, menos pesa. - Los rasgones de la ropa 85 . 51 Un redoldico 86 y un redoldán 87 , Un ficadico 88 y un tira atrás 89 . -Enseres del horno. 52 Cuatro suben , Cuatro bajan, Siempre corren y nunca se alcanzan. -Telar90 . 53 Una sacristía oscura, Llena de gente menuda y el sacristán de palo. -Escopeta. 54 U na sala muy oscura, Toda llena de embarazos, Todo el mundo le tiembla y un hombre la lleva en brazos. -Escopeta. 55 Cuatro galgos a una liebre, Todos de una confianza, - 41- Aquel que corre la pierde, El que está quieto la alcanza, -Escopeta de los cazadores. 56 Una caseta ... como una almendra, entra en un cuarto y todo lo llena. -Luz del candil. 57 Vari varilleta Ni verde ni seca Ni en monte cogida Ni en valle cogida. -Rayos de so191. 58 En altas torres Tocan tambores, En salas bajas Bailan madamas. -Tempestad, truenos, gotas de lluvia saltando en los charcos. 59 Una caseta De Dios divineta, Cuanto más n' hay de martas Más tocan fortas. -Campanas. 60 Altas son vivas, Cantan cabridas (cabritillas), Cuan son más martas Más tocan fortas. -Campanas. 61 Una vieja remolona Tiene un diente en la corona y con aquel diente Llama a toda la gente. -Campana92 -42 - 62 En medio del campo hay93 un tronco (torre) En medio del tronco una astilla (campana), En medio de la astilla una cuerda; Tira la cuerda y canta el hueso (badajo). 63 Una caseta De Dios divineta, El que la compra la llora El que la ve la canta. -Ataúd 94 . 64 Una caseta ... que aunque cayese del cielo no se rompería y si entrase en I'aigua, l'estrociaría (destrozaría). -Carta. 65 La tinta, la tanta, la dona cordellanta y el caballo sin escuti. (Vino, pan, culebra, demonio )95. 66 Peludo per de fora Peludo per dintro, Viene 96 la garra y se hi fica dentr0 97 -Media de lana. ALGUNAS DIVINETAS NO PUBLICADAS POR ANTONIO MACHAD098 Sobre pino, lana; sobre lana, lino; sobre lino, flores; sobre flores, amores. (La cama). Yo soy el mapa del mundo, sin mí no puede haber Dios; sí papas y cardenales, pero pontífices, no. (Letra 0)99. Delante de mi señor me suelo yo arrodillar; cuando fico, cuando saco, cuando yo garrig garrag. (El arca y la llave). Por un palmo de abertura entra un palmo de carne cruda. (La mano en el bolsillo). Caseta es ... Llarga to lo que puede sé; tiene pelos en la punta, y de pequeños también. (La pinocha o panoja de maíz). -43 - Una dama bien compuesta, doce galanes se acuestan, el uno la toma, el otro la deja; el uno por muy joven, el otro por muy viejo. (La luna, los 12 meses, las fases lunares). Una caseta ... que de noche está estirada, de día acurrucadeta, y en el [dos palabras ilegibles] tranqueta. (La encordonadera, cuerda con que sujetan el corsé las mujeres). Dos punchas, cuatro tripatrapos y un huichamoscas. (Buey). Patanteta está preñada con ciento mil patantés, no ' n parirá patanteta sin tení cul ni baqueta. (Minglana o granada). (Variante) Patanteta está preñada con 25 mil patantés, patanteta, patanteta, saltan por un foradé. (La granada que se abre espuntando). Una cosa larga de un palmo, recia ha menester, los pelitos a la punta, qué cosa podrá ser. (Panoja de maíz). Nace cantando y muere sin piel. (El pedo). Entre dos montañas atroces sale un hombre dando voces. (Ídem). (Éste es de un castellano). Altos alteros, altos caballeros, capa de grana y capuchos negros. (Fuego, que sube, llamas rojas y humo negro). Una caseta llisa llisa, que la tienen los hombres cuando picha. (El pico del porrón). Mi padre me [ilegible], tengo una pieza que me endreza, siempre la quito y la pongo, y siempre tira. (La baqueta de la escopeta). Delante de Dios estoy, entre cadenas metida, cuando arriba, cuando abajo, cuando muerta, cuando vida. (Campana). La coda en la boca y los cuernos en el culo. (Saco). Tiene brazos y no tiene manos, tiene culo y no tiene pies, tiene tripa y no tiene codillos (intestinos). = El cántaro. Por las montañas de Jaca, sube y baja un montañés; habla y no tiene boca, anda y no tiene pies. (Cartas que lleva el correo). Junté mi tripa con Juana, metí mi negocio dentro, ella se quedó menguando , y yo me quedo escurriendo. (Tinaja, puchero o jarra con que se extrae el agua). En el monte nace (madera), en el prado pace (piel de oveja), Mariquita la hila (cuerda), y el herrero lo hace (aro). (El tambor). Fui al campo, clavé una estaca y me traje el agujero. (Culo cagando). El pañuelo de Leonor que al monte cubre y al río no. (Nieve). Los enemigos del alma son tres: Betrán, Vi llegó y Barrabés. (Las tres casas que componen Biescas de Obarra)IOO. -44- A principios de 1880 Joaquín Costa, con 33 años de edad, decide trasladarse definitivamente a Madrid. Convence a su joven amigo Rafael Salillas para que le acompañe. Durante un tiempo, ambos oscenses comparten alojamiento y pensión en la capital de la nación. En más de una ocasión recordarán los años pasados en Huesca. Sin embargo, diversos avatares de la vida de Costa (especialmente los roces con el cacique de Huesca durante la Restauración, Manuel Camo) terminarán invirtiendo el aludido eje de querencias cronotópicas del montisonense. De resultas, Barbastro prevalecerá sobre Huesca en el amor de su magín y recuerdos. Apergaminados en la correspondiente carpeta que se arrincona en el desván erudito, los recuerdos de juventud pasados en Huesca apenas reflorecerán en la rica producción escrita de Joaquín Costa. No habría más noches evocadoras al socaire de los muros de Montearagón, ni veladas en las que la música de piano de Felisa Tolosana acompasase las miradas furtivas de un joven robusto e inteligente muchacho dirigidas a la hija del médico Casas. Ahora bien, ocasión tuvo Costa en su madurez de reproducir los mismos actos oratorios, encendidos y redentores trenos, que, con tan sólo diecinueve años, aprendió a ejecutar en los salones del Ateneo Oscense. Sin duda, la andadura de este peculiar «Hombre del Sinaí» tuvo a Huesca como inicial punto de salida. NOTAS Artículo aparecido originalmente en el número 24 de los Cuadernos del CEHIMO (1997), aumentado en esta versión de Anales, señaladamente en su apartado de notas. ** Universidad de Zaragoza. Juan Carlos Ara Ton'alba, "Joaquín Costa, entre el hombre del Sinaí y el fabricante de eslóganes. Dos libros y un sesquicentenario", 4 Esquinas. Revista de Huesca , n° 101 (septiembre-octubre de 1996), págs. 16-19. 2 G. J. G. Cheyne, Joaquín Costa, el gran desconocido , Barcelona, Ariel, 1972. G. 1. G. Cheyne, Estudio bibliográfico de la obra de Joaquín Costa (1846-1911) , Zaragoza, Guara, 1981. 4 En el Libro de Actas del Ayuntamiento de Huesca, 1853, Sesión del 6 de mayo, se leía un oficio de Eugenio Rubio acerca de un asunto de quintas referido a su hijo Hilarión, de donde extraemos esta información acerca del joven Hilarión Rubio. Todos estos datos del entorno familiar de Hilarión Rubio están extraídos del Padrón de vecinos correspondiente a 1865 [elaborado en enero de aquel año], Archivo Histórico Municipal de Huesca, Caja 58 (4). 6 Lo que parece evidente es que Pilar Puerta no tenía ningún parentesco directo con Hilarión Rubio, como aventuraba Cheyne (Joaquín Costa ... , op. cit. , pág. 39). - 45- 7 En este sentido, hay que hacer poco caso, como en otras ocasiones, a lo que aventura Luis Antón del Olmet (Los grandes españoles. Costa, Madrid, 1917, pág. 53) en su biografía de Costa. Allí dice que esta Pilar era "rica". Como bien señaló Cheyne, el índice de fiabilidad de este libro de Olmet es bastante escaso. 8 Libro de Actas de las sesiones del Ayuntamiento de Huescc/. 1863, sesión del 26 de febrero de 1863. 9 Libro de Actas de las sesiones del Ayuntamiento de Huescc/. 1863, sesión del 2 de julio de 1863. 10 Tampoco en París pudo librarse Joaquín Costa de la presencia de Hilarión Rubio, pues el bilbilitano solicitó permiso de dos meses al Concejo para ir a la Exposición Universal elide agosto de 1867. Lucró tal licencia desde el 31 de agosto hasta el 1 de noviembre de ese año de 1867 (Libro de Actas de las sesiones del Ayuntamiento de Huesca. 1867, sesión del 12 de septiembre de 1867). II Libro de Actas de las sesiones del Ayuntamiento de Huesca. J865, sesión del 31 de agosto de 1865. 12 El por entonces joven Bartolomé Feliú y Pérez, amigo de Costa y frecuentemente citado en su Diario, llegaría a ser representante del carlismo en la Junta Central de Acción Católica a principios del siglo XX (fosé Andrés Gállego, La política religiosa en España, Madrid, Ed. Nacional , 1975, pág. 313). Brillante en sus estudios, como Costa, después de sustituir a León Abadías en la cátedra de Dibujo, haría lo propio con el bibliotecario Mateo Lasala en mayo de 1866 (Archivo Histórico Provincial de Huesca, Sección Instituto, Caja 774 -Correspondencia ([1866-67]-). 13 Entre los escasos números conservados de la Revista, encontramos el primer artículo de la serie en el 49, del 10 de octubre de 1863. 14 Cfr. la Revista de Primera Enseñanza, n° 74 (25 de octubre de 1864), acerca de la implantación de las escuelas de adultos promovida por la Junta de Instrucción Pública de la Provincia. 15 El Eco de Aragón, 31 de octubre de 1866. 16 Apud Luis Antón del Olmet, Los grandes españoles ... , op. cit., pág. 35. 17 El Correo de Aragón [Zaragoza], 10 de enero de 1866. 18 El Correo de Aragón, 4 de enero de 1866. 19 El Correo de Aragón, 8 de enero de 1866. 20 Boletín Oficial de la Provincia, 3 de enero de 1866. 21 Discurso pronunciado en el Acto solemne de la inauguración del Ateneo Oscense, por el Socio D. Joaquín Costa y Martínez. Se imprime por acuerdo de la Junta General y a expensas de varios socios, Huesca, Imprenta de Antonino Arizón y Compañía, 1866, págs. 7-10. 22 El Correo de Aragón, 14 de febrero de 1866. -46 - 23 Reglamento del Ateneo Oscense, Huesca, Imprenta de Mariano Castanera, 1869. 24 Luis Antón del Olmet, op. cit., pág. 36. 25 El Correo de Aragón, 15 de octubre de 1866. 26 Según anota en su Diario el día 16 (apud Luis Antón del Olmet, op. cit. , pág. 39). 27 Se conserva en el Archivo de Joaquín Costa (A. H. P. de Huesca, C. 12, p. 21.6) una carta de Joaquín dirigida al Director del Círculo Católico, León Abadías y Santolaria, y su contestación, que pasamos a transcribir: "Sr. D. León Abadías: Estimado amigo: Dispénseme que me tome la libertad de molestarle en su calidad de miembro de la Junta Directiva del Círculo de Obreros: se halla en ésta, y mañana regresa a Graus, el Sr. Ibor, admini strador en esta provincia de La Lectura Católica , y quisiera cubrir las tres suscripciones que tomó el Círculo. No conozco de la Junta sino a Y.: ¿quiere Y. hacerme el obsequio de hablar de esto al tesorero? ¿y decirle al propio tiempo que no han traído los recibos del último mes a los socios protectores que estamos por aquí (Administración Económica)? Le anticipa las gracias y se reitera a sus órdenes su affmo. amigo y S.S. q.b.s.m. Joaquín Costa [Contestación de Abadías:] Huesca, 27 de mayo de 1879, Sr. D. Joaquín Costa. Estimadísimo amigo: empezaré por decir ¡pobre Dumas' ... Él fue quien hizo la suscripción y trajo el periódico al Círculo y a esta su casa diciéndome que me había suscrito a mí al propio tiempo que a la Sociedad, a mí para que me enterara, y a la Socidad para que tuviera un libro más, cuyos tres ejemplaes los regalaba al citado Círculo. Ahora veo con sentimiento que el regalo era como suyo. Dios sujeta aquella cabeza que creo le faltan algunos tornillos [ ... ] Ya haré yo que pase a esa Administración el Presidente, y le dirá Y. dónde vive el Sr. Ibor, al que pagaré un trimestre, cesando en la suscripción porque tenemos bastantes libros. Agradeciendo sus avisos y deseando servirle, tiene el gusto de reiterarle su amistad su affmo. ss. q. b. s. m. León Abadías". 28 En esta trayectoria tendría mucho que ver la creación , al poco de ser derribada Isabel n, de la beligerante «Asociación de Católicos». 29 El Correo de Aragón , 2 de enero de 1867. 30 Parte de lo recogido en este epígrafe fue publicado con el título de "Joaquín Costa y su 'Una noche en Monte-Aragón' (1866)", en La Campana de Huesca. Revista de Cultura , n° 4-5 (22-XII-1995) , págs. 26-28. 31 María del Mar Mairal Domínguez, "Obras en el monasterio de Montearagón (18591870)", en Don Antonio Durán Gudiol. Homenaje , Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, 1995, págs. 567-579 . 32 Alberto Gil Novales, "Huesca decimonónica. 1808-1874", en Carlos Laliena Corbera, ed. , Huesca, historia de una ciudad, Huesca, Ayuntamiento, 1990, pág. 353. 33 En cuanto a otros amigos del Costa oscense muy citados en su Diario , pero casi siempre mencionados sólo por su primer apellido, destacaban los hermanos Vicente y Francisco Castán Gil (oriundos de Graus) , José Espín Bon'ueI (de Santa Eulalia), los hermanos Alejandro y Enrique Coronas Lacasa (de Huesca), Pablo Mata Seas (de Salillas) , Juan Mairal Beired (de Huesca) y Vicente Miranda Bistuer (de Tamarite). - 47- 34 Antonio M. Contreras Martín, "G. A. Bécquer: la recepción del paisaje "cristiano feudal" en un romántico conservador", en Jesús Rubio Jiménez, ed., Actas del Congreso "Los Bécquer y el Moncayo ", Zaragoza, IFC, 1992, págs. 331-339. 35 Acerca de la relación entre Romanticismo, desamortización y Patrimonio, vid. las tres primeras entregas de nuestro artículo "Jóvenes, oscenses y liberales. El Liceo Artístico y Literario de Huesca", La Campana de Huesca. Revista de Cultura, n° 22, en prensa. 36 Pascual Izquierdo, Introducción a G . A. Bécquer, Leyendas, Madrid, Cátedra, 1989, págs. 25-30. 37 Luis Antón del Olmet, op. cit. , pág. 36. 38 Luis Antón del Olmet, op. cit., pág. 40. En el manuscrito y misceláneo Mosaico (Archivo Histórico Provincial, Sección Costa, Caja 118, Carpo 112.31), documento valioso donde los haya para conocer al joven Costa, y dentro del sumario del Nosce te ipsum, cita a Chateaubriand, anotando: "cuán bella figura es el sacerdote y la Religión' y cuán bello el poema Los Mártires y El genio del Cristianismo". También es citado Lamartine. 39 En el mismo Mosaico , pero en la sección dedicada a recoger fragmentos de su Yo. Ayer, hoy y m(//7ana, son citados los dos autores españoles, así como Lamartine. Todavía en 1873 Costa sentía los influjos del poeta sevillano, pues tuvo a bien editar la prosa lírica "El otoño de una golondrina" en el número del 10 de octubre de 1873 de La Lira Española. 40 En el Nosce te ipsum vertido en el citado Mosaico , cita de Víctor Hugo: " Poesía' fuego divino que circulas con la sangre por todas mis venas, que todo lo llenas en mí". 41 Cfr. Agustín Sánchez Vidal, Las novelas de Joaquín Costa. /. Justo de Valdediós , Zaragoza, Universidad de Zaragoza-Departamento de Literatura Española, 1981 , Y "Una patria de tinta: el legado novelístico de Costa", en G. J. G. Cheyne, ed., Ellegado de Costa, Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1984, págs. 29-68. 42 J[oaquín]. C[osta]. M[artínez]., "Un 25 de Noviembre", El Alto Aragón, 26 de abril de 1866, reproducido como "Guerras de y cristianos. Un 25 de Noviembre", en La Campana de Huesccl, n° 16, 19 de noviembre de 1893, págs. 2-5. 43 Ideas apuntadas en la Exposición Universal de 1867 para EspaHa y para Huesca, por D. Joaquín Costa y Martínez, Huesca, Imprenta de Antonino Arizón, 1868, págs. 84106. Se vendió a 6 reales en las librerías de Iglesias, Pérez y Castanera, amén de la propia imprenta de Arizón (cfr. El Oscense , 22, 19-IX-1868). 44 G. J. G. Cheyne, Estudio ... , op. cit., pág. 46. 45 Ibidem , págs. 52-53. 46 Cfr. las primeras tres entregas de nuestro, ya citado, artículo "Jóvenes, oscenses y liberales. El Liceo ... " que están en prensa para el número 22 de La Campana de Huescc/. Revista de Cultura. -48 - 47 Estando en plena fase de corrección de las pruebas de este artículo, he podido dar con un ejemplar de El faro de los niFíos, conservado en la Biblioteca de Catalunya y que, sin duda, Cheyne no alcanzó a localizar: El fa ro de los niíios. Lecciones de religión de un padre a sus hijos. Por D. Félix de Antonio. Juez de Primera Instancia , Barcelona, Establecimiento Tipográfico de Jaime Jepús, calle de Petritxol, 14, principal , 1868. 48 El Oscense, n° 16, 5 de septiembre de 1868. 49 G. J. G. Cheyne, Estudio ... , op. cit. , pág. 52. 50 Lo contenido bajo este epígrafe es ampliación del artículo "Quién fue en verdad Susana Lacasa y cómo Joaquín Costa no pudo jamás firmar poemas con ese nombre", La Campana de Hues ca. Revista de Cultura , n° 10 (2-II-1996), págs. 13-15. 51 Muestra del temprano estado de desánimo ante la perspectiva juvenil de ser un típico luchador periodístico es el manuscrito Receta para ser periodista, fechado en Graus y septiembre de 1870 (Archivo Histórico Provincial de Huesca, Sección Costa, Caja 114, Carpeta 110.27). 52 G. J. G. Cheyne, Estudio ... , op. cit. , p. 47. 53 Gregario Gota Hernández, "Notas oscenses. Recuerdos", El Diario de Huesca , 15 de junio de 1934. Artículo recopilado en nuestra edición de Notas oscenses (Primera Serie) , Huesca, La Val de Onsera, 1997, págs. 137-139. 54 Libro de Bautismos de la Parroquia de San Lorenzo , libro 12, folio 588. 55 En el Archivo Histórico Provincial de Huesca (Sección Costa, documento 2793), se conserva una carta de Serafín Casas dirigida a Joaquín Costa en la que el médico se congratula de que Costa resida en la capital guipuzcoana y haya dejado la "moderna Circe" que, según su mentalidad ultramontana, simbolizaba la metrópoli madrileña. 56 Lo que no dice Cheyne es que este joven fi scal era Martín Piracés, perteneciente a una adinerada familia de Almudévar. 57 G. J. G. Cheyne, Joaquín Costa .. . , op. cit., p. 99. 58 Gregario Gota Hernández, "Notas oscenses. Recuerdos", El Diario de Huesca, 28 de junio de 1936. Accesible en nuestra edición, ya citada, de Notas oscenses (Primera Serie), págs. 144-147. 59 Susana Lacasa, "Dos sueños", El Diario de Huesca, 20-XII-1879. 60 Susana Lacasa, "Nevando", El Diario de Huesca, 31-XII-1879. 61 Susana Lacasa, "Huesca", El Diario de Huesca , 10-VIII-1880. 62 Susana Lacasa, "Felicitación" , El Diario de Huesca , 8-XII-1880. 63 Parte de este epígrafe aparecerá en breve en un número especial de La Campana de Hues ca. Revista de Cultura dedicado a la memoria de G. J. G. Cheyne, con el título "Debemos a Cheyne: las "Divinetas Ribagorzanas", texto de Joaquín Costa no inventariado por el historiador inglés". -49 - 64 A fuer de sinceros, Cheyne pudo sospechar la existencia de alguno de estos textos folklóricos de Costa según se desprende de las palabras recogidas en las páginas 147-148 de su Estudio Bibliográfico. 65 Juan Carlos Ara Torralba, Del folklore a la acción política. Tres calas en el pensamiento nacional de Joaquín Costa a través de sus corresponsales (A. Machado, R. Salillas, P. Dorado), en Anales de la Fundación Joaquín Costa. /50 Aniversario, Huesca, I.E.A./Fundación "Joaquín Costa", 1996, págs. 7-208. 66 Puede consultarse, a este efecto, el Plan de un libro sobre mis excursiones por el Pirineo (Archivo Histórico Provincial de Huesca, Sección Costa, Caja 117, Carpeta 112. 18), o las notas "para Soter" tituladas En el Pirineo , fechadas en 1875 (Archivo Histórico Provincial de Huesca, Sección Costa, Caja 116, Carpeta 111. 19). Véanse, también, al respecto, las notas del Diario referidas por Luis Antón del Olmet en las páginas 101 Y 131 de su biografía costista, ya citada. Durante estas excursiones, que llegarían hasta el Sobrarbe (Arro, Aínsa, Boltaña), Costa debió de conseguir el raro manuscrito de Poesías del boltañés Antonio Puicercús del Campo y Portella (Archivo Histórico Provincial de Huesca, Sección Costa, Caja 116, Carpeta 111. 20). 67 [Nota de A. Machado] Principian todas generalmente con este estribillo: Una caseta de Dios divineta, qué es ... ? Debemos este dato y estas adivinanzas al distinguido y laborioso profesor de la Institución Libre de Enseñanza, Sr. D. Joaquín Costa, quien publicará muy en breve una obra sobre poesía popular ribagorzana. Las adivinanzas que no están en castellano, están en dialecto mestizo catalán-aragonés. 68 Manuscrito original de Costa: "En una canaleta de vacas rosas , n' entra una moscarda y las ne saca todas. En un canalet de crabas royas , hi va entrá una moscarda, que las ne va fe salí todas (horno, pala [ilegible] que saca los panes)" . 69 Variante en el original de Costa: "Si no fuere po'l foradet, muerto estaba el Furuguet (rata, gato, madriguera)". 70 Evidente error en la transcripción de Machado; es Guinea. 71 Original de Costa: "tetas". 72 [Nota de A. Machado] Véase la nota puesta en este libro página 315 al cuento de las Tres adivinanzas de nuestro querido amigo el Sr. Francisco Rodrígue z Marín. [La nota en cuestión hacía referencia al hecho de que una de las ochenta y cinco divinetas ribagorzanas remitidas por Costa, ésta en particular, era análoga al cuento mandado por Rodríguez Marín]. 73 [Nota de A. Machado] Esta adivinanza es procedente de Burgos. 74 Según el original de Costa, también lo dicen del nogal. 75 [Nota de A. Machado] Perera, peral. Esta composición es más bien un problema que una adivinanza; véase la Ilustración al Apéndice núm. I de este libro [donde se exponían las diferencias entre los dos subgéneros, el del problema respecto del de la adivinanza]. 76 En el original de Costa: "buixo". - 50- 77 [Nota de A. Machado] Seigas-seas, según el Sr. Costa. 78 Variante recogida por Costa en su original: "Ento'l año". 79 [Nota de A. Machado] Esta adivinanza forma también, indudablemente, en nuestra opinión, parte de un cuento análogo al publicado en el Apéndice 1 de esta obrita. 80 [Nota de A. Machado] Diminutivo de ceclla, cequia, según el Sr. Costa. 81 [Nota de A. Machado] El Sr. Costa nos hace observar que viene también en la Colección de refranes de Hemán Núñez. 82 Original de Costa: siñoriqueta. 83 Variante en el original de Costa: "Una señora bailando, bailando con un señor. El siñó venga bailando y se'l abaja el tripón. (La filosa y el fusa; o rueca y huso)". 84 Original de Costa: "el peine que mea los piojos". 85 El original del borrador de Costa reza aSÍ: "Qué cosa e, que cuanto más gran menos pesa (los foraus o esgan·ones)" . 86 [Nota de A. Machado] Lluneta. 87 [Nota de A. Machado] Fama. 88 [Nota de A. Machado] Pala con que se ponen los panes. 89 [Nota de A. Machado] El tira calibo. 90 Variante en el original de Costa: "Si suben, si bajan, siempre corren y nunca se alcanzan. (Telar)". 91 [Nota de A. Machado] Esta adivinanza es procedente de Burgos. 92 [Nota de A. Machado] También esta adivinanza es procedente de Burgos, según nos indica el Sr. Costa. 93 En el original de Costa: "n'hay". 94 Variante en el original de Costa: "Quien la hace no la quiera, quien la ve no la desea, quien la goza no la ve, estando metido en ella". 95 [Nota de A. Machado] Nos preguntaba el ilustre profesor de la Institución Libre si sería esta adivinanza resto de alguna fórmula mágica o conjuro. No lo sabemos, aunque nos parece posible; nos inclinamos sin embargo a creer que provenga de algún cuento. 96 Original de Costa, "Ficas". 97 Original de Costa: "dintro". - 51 l' • ,- 98 Carpeta "Folklore. Refranes ribagorzanos" , Archivo Histórico Provinci al de Huesca, Sección Costa, Caja 115, Carpeta 111.5). Del borrador de los "Enigmas y adivinanzas. Divinetas ribagorzanas", conservado en esta carpeta, sólo hemos reproducido aquellas adivinanzas no transc ritas por Machado en su libro y qu e, además, podían leerse con cierta propiedad , dada la peculiar caligrafía costista y la baja calidad de conservación del papel del manuscrito. De todas formas, el manuscrito es de interés subido para antropólogos y para filólogos preocupados por el habla de la Huesca oriental , por lo que deberían analizarlo con mayor detenimiento. Las páginas I y 2 del borrado r fueron transcritas en 1. C. Ara, Delfolklore ... , op. cit., págs. 54-55. 99 Hay, en el borrador de Costa, otra variante de es ta adivinanza, pero referida a la letra m. 100 Este dicho no es propiame nte una adivinanza sino un a "canción geográfica". - 52-