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Antropología e historia en la ciencia mexicana. Dilemas y circunstancias Editores: Fernando López Aguilar Mari Carmen Serra Puche Joseina Bautista Luis Barjau Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas Ciudad de México, octubre de 2016 ISBN: 978-607-95781-8-3 ÍNDICE ฀ Introducción 1. TENSIONES Y CONFLICTOS EN LAS INVESTIGACIONES ANTROPOLÓGICAS ฀ Las acechanzas externas e internas de la antropología hipermoderna en México. Luis Vázquez León ฀ Antropología y ilosofía en la interpretación transdisciplinaria de la diversidad cultural. Ambrosio Velasco Gómez ฀ La antropología mexicana, un proyecto de nación. Rodolfo Stavenhagen ฀ El por qué y para qué del video Trabajo de campo en tiempos violentos. Presentación. Victoria Novelo ฀ Arqueología, violencia e identidad. El patrimonio arqueológico de la Sierra Madre Occidental en Durango. José Luis Punzo 2. TEMAS Y DILEMAS DISCIPLINARIOS ฀ La lingüística mexicana: Ciencia básica y aplicada. Luis Fernando Lara Ramos ฀ El estudio de las poblaciones humanas, temas y dilemas para la antropología física. María Eugenia Peña ฀ Nuevas notas para la arqueología de Sonora (o Tan lejos de Mesoamérica y tan cerca de los United States). Elisa Villalpando ฀ Cómo han pasado los siglos. La etnografía en México. Dora Sierra ฀ Arqueología en Campeche. Breve historia y perspectivas. Antonio Benavides ฀ Consideraciones sobre los orígenes del hombre, del lenguaje y de la escritura. Rafael Tena ฀ La antropología y la historia: entre lo lúdico y lo tenebroso. Francisco Javier Guerrero M. Introducción Fernando López Aguilar1 La Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas es una organización civil que busca reunir a la inteligencia de la sociedad para elaborar interpretaciones y explicaciones de nuestra cultura y poner a disposición de las ciencias y del país los conocimientos que la antropología mexicana ha generado, a in de promover y estimular el saber cientíico sobre el hombre y sus obras. La antropología y la historia se han caracterizado no sólo por buscar comprender al hombre, sino por buscar comprenderse a sí mismas, su quehacer, sus pensamientos y sus prácticas. Desde una perspectiva crítica y autorrelexiva, han buscado de forma permanente nuevas maneras de comprender el fenómeno social y cultural. Es característica de la antropología, la búsqueda de nuevas teorías, herramientas de conocimiento, metodologías y procedimientos analíticos para comprender los procesos culturales del presente y del pasado. Comprender y conocer la cultura enfrenta retos y dilemas diferentes en cada época y, para cada momento, se han generado las mejores acciones y respuestas con las que ha contado la comunidad académica. Simposios, mesas redondas, debates públicos, edición de maniiestos, han sido característicos de la historia y de la práctica de la antropología, y en ese marco se construyeron diversas formas de organización académica. 1 Presidente de la Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas. Posgrado en arqueología/ENAH. 7 En los últimos treinta años, las circunstancias que eran favorables para la investigación antropológica han cambiado paulatinamente. No sólo han emergido críticas a los saberes que ha generado la antropología, sino que existen dudas y se debate sobre la credibilidad de sus narrativas, se ha perdido el espacio de acción en la generación de políticas públicas y los espacios académicos se han visto reducidos; incluso, en algunas universidades han llegado a desaparecer. Tal es el caso de la americanística alemana, pero, sin ser tan lejana, el cierre de la carrera de arqueología en la Universidad de las Américas en Puebla; ambos casos hacen patente y reiteran el llamado que emitió en los años noventa la Comisión Gulbenkian para la Reestructuración de las Ciencias Sociales y que coordinó Immanuel Wallerstein: abrir las ciencias sociales en el siglo XXI será imperativo para su supervivencia.2 El Consejo Directivo de la Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas, con el invaluable apoyo de la Coordinación Nacional de Antropología y del INAH, organizó el coloquio La antropología y la historia en la ciencia mexicana. Dilemas y circunstancias, que se llevó a cabo en el auditorio Leonardo Manrique de la Coordinación Nacional de Antropología los días 21 y 22 de octubre de 2015. El objetivo de esta reunión era construir un espacio de interlocución académica sobre los dilemas y retos que enfrenta la producción de saberes antropológicos del país y proponer un camino de diálogo por el que la voz antropológica se expresara ante sí misma y frente a otras academias y comunidades cientíicas; asimismo, que se construyera un espacio que abriera la relexión y el debate sobre los problemas que nuestras disciplinas 2 Immanuel Wallerstein (ed.), Abrir las ciencias sociales: informe de la Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales, Siglo XXI, México, 1996. 8 y los investigadores enfrentan en la realización de sus investigaciones de campo, archivo y gabinete. Consideramos que esta relexión es necesaria por muchas razones. La primera, que en los últimos cuarenta años las teorías y las metodologías de estudio se han desarrollado por caminos insospechados y la propia construcción de los datos de cada disciplina ha sufrido cambios importantes derivados de la revolución cientíica y tecnológica que ocurrió durante la segunda mitad del siglo pasado. Esta revolución, conocida como la revolución de las ciencias y tecnologías de la información (CTI), ha hecho que los procedimientos y las enseñanzas de la antropología y la historia y su propia relación con sus objetos/sujetos de estudio, cambien o se vuelvan obsoletos. Los sistemas satelitales, los modelos de elevación basados en rayos láser LIDAR (Light Detection And Ranging: detección por luz y distancia), los estudios de ADN, los sistemas de registro digital para las lenguas, los sistemas de visualización tridimensional, los programas para lectura paleográica, la digitalización de acervos históricos y de documentos cuyos derechos de autor vencieron y su colocación en la red para la consulta pública —muchas veces gratuita—, son algunos de los fenómenos que impactaron en los datos que construyen las disciplinas antropológicas y sus prácticas de investigación. Pero no sólo los aspectos teóricos y metodológicos cambiaron. La característica más importante de la antropología es el trabajo de campo, y las mismas condiciones de obtención de información se han trastocado y cada vez es más problemática su realización. Cambios en la tenencia de la tierra y en el sistema del ejido, los reconocimientos de autonomías territoriales a ciertas comunidades, la migración y la movilidad de las personas, la presencia del narcotráico y el empoderamiento de 9 ciertos grupos, así como la apropiación de los sujetos de estudio de su historia y los objetos que la relejan, han puesto en juego las prácticas académicas. Justo en el momento de escribir esta introducción, circulaba la noticia de que había sido baleado el vehículo que transportaba a la doctora Noemí Castillo rumbo a la zona arqueológica donde trabaja. La violencia, la inseguridad, la transformación de las identidades, dejan entrever un futuro no muy claro para nuestras disciplinas. La sociología, la antropología y la historia de la ciencia han sido útiles para entender el desarrollo y la situación en la que se encuentran las comunidades académicas. Este ámbito de investigación se ha desarrollado recientemente en México buscando entender las disciplinas y las instituciones de la antropología. Entender el tipo de interacciones en la comunidad académica de la antropología, sus relaciones con otras instituciones y campos de investigación, los modos de organización de las estructuras y de los proyectos, la distribución de recursos que se destinan a la investigación y la infraestructura con la que cuentan afecta la calidad de los resultados. Para el caso de la antropología del INAH y de la UNAM, resulta preocupante el envejecimiento de su plantel de investigadores, lo cual es resultado de la implementación de políticas sobre la apertura de plazas y los modos en que éstas se destinan. En especial destaca un grave problema de sucesión generacional, pero también se puede observar una pérdida de hegemonía en el campo de las academias (por ejemplo, el papel que jugamos en instancias como el CONACYT y la Academia Mexicana de Ciencias o en la implementación y aplicación de políticas públicas). Precisamente se convocó a relexionar sobre algunos de estos temas a prestigiados investigadores que expusieron sus experiencias y relexiones a lo largo de los dos días 10 del coloquio, mismos que resultaron provechosos para los antropólogos profesionales y los estudiantes que pudieron asistir o ver la transmisión en vivo a través de la red del INAH. El análisis de las circunstancias más problemáticas que enfrentan la antropología y la historia abrió nuevas líneas de investigación y trabajo que algunos de los participantes propusieron seguir. Coniamos que ese pequeño paso inicial, junto con este libro digital que conjunta los ensayos derivados de las conferencias, fructiique en la futura relexión que la comunidad académica necesita para estar acorde con los retos y dilemas que han emergido en el quehacer de la antropología en el siglo XXI y que sea útil para (re)pensar nuestras prácticas y labores académicas. Quedó pendiente un gran tema que la antropología y la historia de México no han debatido y que sólo tiene avances en la antropología física por su vinculación con la biología: la ética. Coniamos que en un futuro, la Academia pueda organizar un evento donde las disciplinas construyan un debate productivo sobre el tema y, con ello, coadyuve a consolidar las prácticas académicas de los investigadores. −oOo− 11 Este libro está dividido en dos apartados que integran las cuatro sesiones de trabajo del coloquio. El primero, “Tensiones y conlictos en las investigaciones antropológicas”, incluye aquellas colaboraciones que tratan sobre las situaciones de conlicto o problemáticas en el trabajo de campo, en la estructura organizacional de la Academia y en la implementación de políticas públicas. El segundo, “Temas y dilemas disciplinarios”, agrupa las colaboraciones que relexionan sobre aspectos de orden teórico, metodológico o ilosóico y que actualmente son, o deberían ser, asunto de debate al interior de las disciplinas antropológicas e históricas. El primer trabajo es de uno de los especialistas más destacados en el estudio de las disciplinas antropológicas: Luis Vázquez León. Su texto “Las acechanzas externas e internas de la antropología hipermoderna en México”, nos plantea varias situaciones que tensan hoy la investigación antropológica en el quehacer del trabajo de campo, donde la guerra del narcotráico, la guerrilla, los enfrentamientos entre las comunidades, los derechos de los pueblos originarios y la reestructuración misma de la tenencia de la tierra, han ocasionado que el antropólogo se vea en la disyuntiva de apoyar de forma irrelexiva e incondicional a los grupos indígenas o habitantes de alguna comunidad en contra de la objetividad de una narrativa de los sucesos y acontecimientos, sin tomar partido más que el de la cientiicidad. Pero estas mismas circunstancias han generado limitaciones a la investigación de campo en las zonas arqueológicas. Este entorno externo se ve agravado por las circunstancias internas a la Academia que implican las modiicaciones en las relaciones contractuales y laborales de los investigadores, la pérdida de la hegemonía antropológica en la deinición de políticas públicas y limitaciones presupuestarias, todas 12 ellas circunstancias que se habían anticipado, al menos, desde la última década del siglo XX. En el trabajo “Antropología y ilosofía en la interpretación transdisciplinaria de la diversidad cultural”, Ambrosio Velasco Gómez nos coloca de frente al estado actual del debate sobre la cuestión indígena, proponiendo que existe un gran dilema sobre las perspectivas para abordar la diversidad cultural en México. Este dilema toca aspectos teóricos, metodológicos, políticos y axiológicos. En la distinción teórica propone dos tipos extremos: una visión interna que busca comprender las sociedades distantes desde el punto de vista de sus agentes y otra que parte desde los marcos teóricos del investigador. La primera está asociada con los enfoques hermenéuticos y la segunda con perspectivas que airman la validez universal de conceptos y teorías. Polémicas como la de Winch y MacIntyre o la de Habermas y Gadamer, ilustran ambas posturas. Para este autor, estas miradas tienen su origen en las controversias generadas desde el descubrimiento de América en torno a las bulas alejandrinas y se destacan los humanistas de la llamada Escuela de Salamanca, las controversias de Valladolid entre Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas y los discursos de Alonso de la Vera Cruz en la fundación de la Real Universidad de México. El recorrido del indigenismo en México alcanza un punto cumbre en el trabajo de Luis Villoro Los grandes momentos del indigenismo. Sin embargo, a raíz del movimiento zapatista, se renovó hacia una nueva visión interna y multiculturalista. En “La antropología mexicana. Un proyecto de nación”, Rodolfo Stavenhagen hace un recorrido histórico a vuelo de pájaro de la profesionalización de la antropología para mostrar la manera en que desde su origen ha sido un instrumento al servicio de las políticas públicas del 13 Estado, acorde con las tempranas políticas emergidas de la Revolución mexicana de integración económica y social de las poblaciones indígenas. Conceptos como el de raza, cultura, etnia y mestizaje, estaban en el centro del debate de los albores de la antropología profesionalizada. Los estudios de comunidad fueron la marca de la antropología social y cultural, y en las comunidades la antropología aplicada optó por la alfabetización y castellanización de los indígenas a través de las escuelas rurales. A partir de los años setenta se cambió la perspectiva por la de la liberación y la resistencia de los pueblos sujetos y se buscó la descolonización, la lucha contra la discriminación y los derechos de las minorías étnicas y lingüísticas. El movimiento zapatista, diversas modiicaciones constitucionales y los acuerdos irmados en los últimos cuarenta años, plantean nuevas relaciones entre el Estado y los pueblos indígenas. La antropología mexicana de hoy debería estar a la altura de este desafío. Los veinte años de investigación de José Luis Punzo en la Sierra Madre Occidental del estado de Durango, le han permitido una mirada relexiva sobre las circunstancias cambiantes de la investigación arqueológica y el resguardo del patrimonio del pasado en esos territorios. En “Arqueología, violencia e identidad. El patrimonio arqueológico de la Sierra Madre Occidental en Durango”, escribe que los trabajos arqueológicos, iniciados en 1935, se entreveraron con las cambiantes circunstancias del narcotráico. El cambio en la política desarrollado durante el sexenio de Felipe Calderón trajo como consecuencia la limitación a la investigación en la sierra de Durango. Los cárteles se disputaron el control de la región y el tejido social se fracturó, vinculando a personas y familias con un cártel especíico y, aunque en 2008 se dio inicio al Proyecto de Investigación y Conservación de las Casas en Acantilado de la Cueva del Maguey, éste tuvo que terminarse de manera abrupta en el año 2010. La violencia que afecta la investigación antropológica en México se presentó en el video titulado Trabajo de campo en tiempos violentos, con producción del CIESAS. En “El por qué y para qué del video Trabajo de campo en tiempos violentos. Presentación”, Victoria Novelo nos señala las motivaciones y los riesgos a los que tiene que enfrentarse el trabajo de campo hoy, como una serie de comentarios al video que se encuentra en la página de YouTube.3 La violencia en el país ha afectado las investigaciones antropológicas y las instituciones no han reaccionado a esta circunstancia. Han sido los propios antropólogos los que han desarrollado sus propias estrategias para continuar con sus labores de investigación. La lingüística es una ciencia que se puede considerar tanto básica como aplicada. Luis Fernando Lara nos muestra en “La lingüística mexicana: Ciencia básica y aplicada”, que la falsedad de esta disyunción se basa en que la lingüística es una ciencia empírica, no especulativa, que requiere de grandes acumulaciones de datos y trabajo de campo, con conocimientos taxonómicos asociados con la fonética, fonología, morfología, morfosintaxis, sintaxis, lexicología y semántica y que pueden ser independientes de cualquier tendencia teórica. Las inluencias teóricas en la lingüística han sido amplias, pero hoy destacan las asociadas con la gramática generativa de Chomsky y su confrontación con la lingüística descriptiva asociada con el conductismo de Skinner. Además se encuentran la sociolingüística y la psicolingüística que proponen una etnografía del habla en tanto la lengua es un fenómeno Hacer arqueología en el territorio de siembra y trasiego de drogas no ha sido una labor fácil ni ajena al riesgo. 3 htps://youtu.be/pyZm_Dog-7c 14 15 social, o bien, que el campo de interés sea la manera en que los niños adquieren la lengua materna. Todas estas posturas teóricas han sido problemáticas en la formación de los lingüistas pues han producido diferentes versiones y corrientes, generando una amplia proliferación de teorías inconmensurables entre sí. Uno de los dilemas más importantes de la lingüística mexicana es el divorcio entre “indigenistas” e “hispanistas” y que pese a la gran diversidad de lenguas y fenómenos lingüísticos que estudia, no ha producido un desarrollo teórico original y sus investigaciones se han basado en la aplicación de teorías generadas en otras regiones del mundo. El estudio de las lenguas amerindias y el español con sus dialectos, es un requisito necesario para entender el funcionamiento de la facultad del lenguaje. En “El estudio de las poblaciones humanas, temas y dilemas para la antropología física”, María Eugenia Peña destaca que esta disciplina, al ocuparse del estudio de los orígenes y la evolución de las poblaciones humanas, demanda conocimientos biológicos y culturales en diferentes niveles de complejidad. La construcción de los datos y los sistemas de medición, así como las herramientas teórico-metodológicas que ayudan a describir, analizar y explicar a los grupos humanos, se han desarrollado de manera muy detallada y están asociados con las técnicas más soisticadas de la informática. Esto ha resaltado la importancia de conciliar los objetivos, metas e intereses académicos con las necesidades, percepciones y sentimientos sociales e individuales sobre los datos y el destino, uso, manejo y manipulación de los datos y resultados, ya sea que provengan de la intimidad de sus genes o de su vida privada y sus emociones. Hoy es necesario detenerse a relexionar sobre el destino de la información que generamos en nuestras carreras y sobre 16 nuestra contribución al entendimiento de los grupos humanos cuya historia tratamos de contar, bajo normas de protección y códigos de ética. El trabajo “Nuevas notas para la arqueología de Sonora (o Tan lejos de Mesoamérica y tan cerca de los United States)” de Elisa Villalpando, nos propone que la arqueología en la frontera noroeste de México, sobre el área cultural conocida como el Gran Suroeste, no sólo introduce problemas de identiicación y ubicación de las fronteras y territorios de los que trata la investigación, sino también sobre el papel central o periférico de los investigadores involucrados y de las culturas bajo análisis: marginales a Mesoamérica, marginales al Gran Suroeste. La comprensión de los grupos humanos que ocuparon los desiertos de Sonora y Arizona ha tenido un carácter binacional, con aportaciones de investigadores de ambos lados de la frontera, con diferentes modelos teóricos y ha sido de larga duración, desde la década de los años setenta del siglo pasado. Se ha trabajado con modelos teóricos como el de análisis de sistemas mundiales y se ha buscado la explicación de procesos como el de la domesticación del maíz. Sin embargo, el conocimiento se ha visto en situaciones problemáticas por tratarse de una zona de trasiego de drogas, en especial para el sitio La Playa, por lo que ha sido necesario el desarrollo de protocolos de seguridad, incluida la comunicación constante con las oicinas del Centro INAH. Como una solución a las tensiones, se inició la apertura de la zona arqueológica Cerro de Trincheras. El conocimiento desde dentro de los fenómenos sociales ha sido el gran tema de la etnografía. Dora Sierra, en “Cómo han pasado los siglos. La etnografía en México”, nos convida un panorama de la etnografía en México, cuyo origen puede rastrearse en la necesidad de conocer 17 la cultura de los pueblos conquistados por los españoles en el siglo XVI; transita por los cronistas de los siglos XVII y XVIII hasta alcanzar el proceso de profesionalización durante el siglo XX. La creación del Museo Nacional de Antropología en septiembre de 1964, motivó una amplia variedad de expediciones etnográicas que fueron un antecedente del gran trabajo colectivo e interdisciplinario llamado Proyecto Etnografía de las Regiones Indígenas de México, como una marca característica del nuevo milenio. En “Arqueología en Campeche. Breve historia y perspectivas”, Antonio Benavides plantea que el desarrollo de la arqueología en los últimos quince años ha derivado de proyectos de investigación realizados por el INAH y la Universidad Autónoma de Campeche, así como por algunas instituciones extranjeras entre las que se cuentan el Centro Nacional para la Investigación Cientíica de Francia, la Academia de Ciencias de Eslovenia, la Universidad de Bonn y el Instituto IberoAmericanista de Berlín. Además de la investigación, el Centro INAH efectúa otras actividades, como rescates y salvamentos arqueológicos que han ayudado a profundizar en el conocimiento de la sociedad maya prehispánica. La investigación arqueológica ha tenido dos enfoques complementarios: el estudio de sitios especíicos como Dzehkabtún, Calakmul o Uxul y las investigaciones de carácter regional como los efectuados en Río Bec y en el sureste de la entidad. Además, existe la arqueología subacuática que busca sus objetos de estudio tanto en aguas marinas como en cuevas y cenotes. El trabajo de Rafael Tena, “Consideraciones sobre los orígenes del hombre, del lenguaje y de la escritura”, se introduce en el ámbito de interacción entre tres saberes que deben de integrarse para comprender la escritura: la 18 paleoantropología, la antropología física y la lingüística. El autor hace un recorrido por los géneros Australopithecus y Homo buscando entender la evolución del cerebro y su capacidad de generar sonidos, sílabas, palabras, frases. La evolución del cuerpo, asociado con la masticación y expresión lingüística, avanzó de monosílabos con dos consonantes a dos sílabas hasta llegar a pronombres y adjetivos. La transmisión de las innovaciones tecnológicas jugó un papel importante en el desarrollo de la lengua. Este fue un prerrequisito necesario para el desarrollo de la conciencia y de la conciencia releja, el ser consciente de estar consciente. De ahí el paso al lenguaje escrito, un evento que caracterizó a las sociedades mesoamericanas. Finalmente, Francisco Javier Guerrero, en “La antropología y la historia: entre lo lúdico y lo tenebroso”, hace un recorrido por los movimientos antiautoritarios de la antropología, emanados sobre todo de la ENAH de 1968, donde se planteaban, con carácter festivo, las luchas contra el “casismo” (de Alfonso Caso) o contra las miradas oicialistas a las comunidades indígenas. Los íconos de ese movimiento eran el Che Guevara y Ho Chi Minh, en un ambiente mundial de optimismo y cambio que alcanzó a tocar al propio Vaticano, donde se realizó el Concilio Vaticano II, germen de la Teología de la Liberación. Fue el momento de crear comisiones mixtas y comités de lucha en las instituciones. La teoría que guiaba a los movimientos era el materialismo histórico. Hoy, el optimismo ha pasado. Es el paso de lo lúdico al desencanto, lo tenebroso. Las luchas de liberación se han parcializado y los que más han aprendido de la historia son las clases dominantes. Las ciencias sociales se alejaron de la ciencia y se aproximaron al misticismo. 19 1. TENSIONES Y CONFLICTOS EN LAS INVESTIGACIONES ANTROPOLÓGICAS 20 21 Las acechanzas externas e internas de la antropología hipermoderna en México Luis Vázquez León4 Antes que nada, deseo expresar mi más sincera gratitud hacia la Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas por invitarme a participar en su coloquio La antropología y la historia en la ciencia mexicana. En especial, vaya mi agradecimiento al Consejo Directivo de la Academia por tan valiosa oportunidad de ocupar un foro público, hecho que se está tornando diicultoso dentro de la hipermodernidad mexicana, tan llena de decadencias, incertidumbres, intolerancias y conlictos, lo que aquí denomino como acechanzas, y que en el mejor de los casos pueden tornarse en sendos desafíos, pero en el peor derivar en amenazas declaradas, si bien hay que advertir que no todas son de origen externo al campo académico, pues como mostraré adelante, en realidad algunas son generadas desde dentro de éste. Precisamente por ser doble su origen, sostengo que debemos esclarecer con más luces lo que está ocurriendo en nuestra sociedad y en sus interacciones con nuestra actividad cientíica. Iniciaré con la descripción de un par de situaciones sociales, tal como proponía Max Gluckman en 1938 a propósito de la construcción de un puente en el reino de Zululandia en la entonces Unión Sudafricana, un artículo que devino en un clásico en el campo del análisis situacional. Se 4 22 CIESAS Occidente. 23 trataba, según decía él entonces, de reunir una serie de observaciones extraídas del material etnográico en bruto, previas a cualquier abstracción y tratamiento ulterior, pero de las que se puede intuir poseen una estructuración implícita. Una de esas situaciones está relacionada directamente con la antropología sociocultural, que es mi especialidad, y la otra con la arqueología, que es mi pasión secreta. En ambos campos de conocimiento cientíico tuve algún adiestramiento profesional como parte de mis estudios de licenciatura bajo el entonces llamado “tronco común”, esto es, aquella currícula integral que se ofrecía en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, una socialización que por cierto compartimos varios de los ponentes. Aclarada la fuente de mi inspiración primaria, entro en materia. El primer escenario situacional se estructuró en Pázcuaro, Michoacán, en la mañana del sábado 31 de enero de 2015. En el antiguo Colegio Jesuita —hoy restaurado y donde alguna vez estuviera Francisco Clavijero instruyendo a los nobles michoaques que a poco se rebelarían contra el imperio español intentando volver al pasado— se reúne cada dos meses el Grupo Kwaniskuyarhni de Estudios del Pueblo Purépecha, una agrupación en gran parte académica pero igualmente formada por intelectuales nativos, aunque abierta al público en general sin ninguna iliación política, profesional o confesional. Como se viene haciendo ininterrumpidamente desde hace dieciocho años, en cada ocasión se exponen o discuten textos y/o experiencias de los académicos o de los propios intelectuales nativos. En la fecha citada, la reunión se denominó “Cherán: pasado y presente”, y consistió en el contrapunteo de dos investigadoras que han trabajado en dicho municipio, a saber, Denisse Román Burgos, egresada del doctorado del 24 Colegio de Michoacán, y Verónica Velázquez, egresada de la maestría del CIESAS, institución donde continúa estudiando su doctorado gracias a que cuenta con la aprobación del así llamado Consejo Mayor, que es el “gobierno de usos y costumbres” electo desde 2012 a raíz de los hechos violentos acaecidos un año atrás. Yo comentaría el trabajo de Denisse, de quien además había leído su tesis doctoral en 2014. Para Verónica el comentario provendría de Celerino Felipe y Alicia Lemus, ambos purépechas. Destaca el protagonismo de Alicia, porque cuenta con estudios de maestría en antropología en la Universidad Iberoamericana, la heredera actual del Colegio Jesuita de Clavijero. Dado su entrenamiento e ideología étnico-comunalista, y sin que nadie se lo demandara, emprendió el contraste no sólo de las dos exposiciones especíicas preparadas para la reunión, sino de las tesis mismas de ambas jóvenes investigadoras, a las que comparó para al inal concluir con ominosas amenazas para Denisse y sus informantes, amén del acompañamiento en segunda que le hizo la crítica prejuiciosa de un abogado miembro del Consejo de Honor y Justicia (el órgano vigilante del propio Consejo Mayor y del que depende la “policía comunitaria”), tildándome como un antropólogo libresco y teórico, cosa que no me desagradó del todo. Recuerdo que ya intrigado por su discurso descaliicador, le pregunté qué hacía Miguel Osorio Chong durante sus visitas a Cherán –tan íntimas les resultan a ellos, que lo llaman con familiaridad “el chino”–, pero mi crítico despreció responderme. Es evidente que la situación verbal prevaleciente no era la de ningún diálogo. Lo que se pretendía era rebajarnos a la ponente y a su comentarista. Lo raro es que no siempre es así la reacción ante todos los extraños profesionales que se acercan a Cherán. Inclusive 25 con no todos los libros. En efecto, en el escenario local los libros sí importan, excepto que se les condiciona a que los autores expresen las interpretaciones del gusto de los nuevos actores instalados en el poder comunal, en especial para una familia muy inluyente sobre el sistema de usos y costumbres, herencia de una añeja tradición caciquil investigada por Marco Antonio Calderón. Obviamente, cuando un libro o tesis es desvirtuado, queda expurgado y no debe ser leído ni por error. Tal como me dijo luego la organizadora del Kuanis, el Consejo Mayor ha procurado controlar a una veintena de estudiosos (procedentes del CIESAS, COLEF, UNAM, etc.) para ines de seguridad no del todo claros, pero coincidentes en el deber de preservar su “verdad histórica”. partidos políticos–, puede ser sólo una fase temporal, no del pasado ni del presente, sino del futuro de Cherán. Eso explicaría por qué en ese lugar, y sin tener enemigos a la vista (excepto las rancias disputas limítrofes con Zacapu y Aranza, nuliicado ya Tanaco y sus talamontes por la fuerza militar federal), hay dos cuerpos paramilitares dentro de la ciudad, así como dos retenes o check-points en las carreteras, sitios donde hay armas automáticas dispuestas a responder a todo enemigo que ose con sus huellas introducirse a la autonomía armada. Esta no es mera retórica mía. Dos cazadores de Chilchota tuvieron la mala ocurrencia de adentrarse en este territorio y sus cadáveres acribillados por la espalda aparecieron tirados en el basurero de Cherán; como es la costumbre local, es fecha que no se aclara su asesinato.5 Ahora bien, aunque en el orden del programa estaba al revés, la exposición de Verónica sobre la reconstitución del “territorio comunal” abrió boca. Sus comentaristas elogiaron a la estudiante, pero el asunto no motivó ninguna discusión entre los asistentes, una señal que puede ser de aprobación o de indiferencia absoluta. Realmente el interés estaba puesto en Denisse, quien abordó la inseguridad, la diferenciación social y el faccionalismo político. Tal como ya había hecho en su tesis doctoral, llevó su análisis hasta el siglo XIX, pues halló documentación abundante en los archivos. Repitió que su enfoque era el de una etnografía histórica que hace preguntas antropológicas al pasado. Demostró también que los conlictos faccionales en Cherán no se limitan al sangriento año de 2011, sino que datan de dos siglos atrás (quizás más), además de seguir patrones repetitivos por el control de las instituciones con poder local en las distintas épocas. Aunque ella no lo hace, uno se percata al leerla de que la supuesta extinción de la lucha faccional por decreto forzoso del actual gobierno de usos y costumbres –el que además identiica a las facciones con Los comentarios hacia Denisse fueron del todo negativos. La “voz del nativo” la ijó otra autoridad que no era la del etnógrafo. Nadie se quiso reconocer en su descripción y siempre estuvieron argumentando que estaba equivocada. En teoría, como se me dijo de modo reservado, ella tuvo la culpa por haber tocado “temas sensibles”, como las relaciones familiares entre los miembros de las varias facciones en pugna. Fue entonces una sorpresa menor observar que los más agresivos críticos eran todos miembros del Consejo Mayor saliente, los cuales fueron invitados no sólo para invalidar el conocimiento antropológico expuesto, sino para justiicar al contrario. Si ellos que eran los representantes comunales lo decían, qué podía esperarse de los juicios vertidos por unos extraños profesionales, tres de los cuales ahí presentes (incluido el moderador) contábamos con estudios antropológicos, habíamos estudiado a Cherán y a sus vecinos de tiempo atrás, y coincidíamos en que la sociedad cheranense era 26 27 5 “Cazadores de venados, los ejecutados en Cherán”, Cambio de Michoacán, 8/2/2013. muy violenta. Peor aún, a Denisse en el propio Colegio de Michoacán la han acusado de ser “irrespetuosa con el movimiento” por parte de los académicos más comprometidos con Cherán, sólo por distinguir muy claramente entre verdad y falsedad, algo que es propio del ethos cientíico.6 En este mismo tenor hay varios antecedentes ominosos.7 En el estudio hecho por Ralph Beals entre 1940 y 1941,8 él no pudo dejar de mencionar una masacre ocurrida en 1937 y luego documentada por Denisse con detalles penosos, lo que no hizo Beals mismo, pues preirió soslayarlo para asegurar su permanencia en el lugar. Sin embargo, los intelectuales nativos de Cherán tomaron de Beals sólo su descripción del funcionamiento del ritual religioso de los barrios como símil de antigüedad y de organización tradicional (no obstante su origen en las congregaciones coloniales de los franciscanos que fundaron Cherán), por lo que la violencia tampoco fue recordada. Dicho de otra manera, fue la misma lectura selectiva aplicada a Denisse, pero en su caso se eligió desecharla y censurarla. Finalmente intervino largamente Alicia Lemus, quien una vez más se extralimitó en su tarea de comentarista y no dudó en declarar: “Has puesto otros nombres a las personas, pero ya sabemos quiénes son”. Vale decir que hay pasajes de la tesis de Denisse9 en los que relata varios abusos violentos cometidos por la autodefensa hacia otros pobladores que simplemente no están de acuerdo o 6 Harry G. Frankfurt, Sobre la verdad, Ediciones Paidós Ibérica, Madrid, 2007 y On Bullshit. Sobre la manipulación de la verdad, Ediciones Paidós Ibérica, Madrid, 2006. 7 Otro es el de Espín, quien temiendo por su seguridad personal en Cherán, hubo de trasladarse a Uruapan para concluir su estudio. ¡Casi treinta años antes de los sucesos de 2011! Jaime Espín Díaz, Tierra fría, tierra de conlictos en Michoacán, COLMICH, Zamora, 1986. 8 Ralph L. Beals, Cherán: un pueblo de la sierra tarasca, COLMICH-Instituto Michoacano de Cultura, Zamora, 1992. 9 Denisse Román Burgos, El espejismo del orden. Etnografía histórica sobre política local en Cherán, Michoacán (1856-2014), Tesis de doctorado en antropología social, Colegio de Michoacán, Zamora, 2014. 28 militan en facciones opuestas, no se diga en los partidos políticos. Ella hizo esta etnografía sin ser su interés primario; resulta que estaba en Cherán antes de 2011 – cosa que no se repite en ninguno de los investigadores recientes, atraídos por el exotismo propagandístico posterior– y vio todo el proceso completo. Fue eso lo que la llevó a interesarse en el conlicto faccional, pues antes estudiaba la migración, un fenómeno muy amplio en el lugar y que ha obligado a la Secretaría de Relaciones Exteriores a abrir una oicina en el libramiento de Cherán. Naturalmente yo me quejé con una de las organizadoras de la reunión por la falta de respeto y las nada veladas amenazas. No se hizo nada, por supuesto. Pero el eco vino ampliado meses después, cuando otra estudiante del doctorado del Colegio de la Frontera se quejó conmigo de la “mala intervención” de Denisse. Ocurre que ella ha venido a Cherán a estudiar el gloriicado gobierno de usos y costumbres, y en una asamblea del barrio 4 fue acusada de “oreja” por un joven comunalista radical, quien argumentó que había que cuidar a quienes vienen a estudiar porque luego dicen cosas que no deberían saberse. Eso la puso en una crisis personal porque ella creía en el experimento social desde que salió de Ciudad Juárez, además de tener una relación personal con uno de los numerosos abogados que asesoran a Cherán y quien la recomendó ampliamente. Ya que hay un interés activo de esta estudiante para seguir investigando en Cherán, le parecía que no podía imitar la independencia intelectual de Denisse como para ponerse en riesgo de expulsión y que lo mejor era admitir que ellos tienen muchos enemigos al acecho, de manera que lo prudente era no criticarlos, sino reconocer su lucha. No obstante, admitió que ya no le parecía un movimiento social, como al inicio, sino algo mucho más burocrático, con asambleas 29 muy pobres en asistencia y un gran interés en los cargos mejor pagados en el Consejo Mayor. Concedió al in que no había avances en materia de justicia porque las viudas de muertos y desaparecidos resultan ya irrelevantes para la política comunalista, como sí lo fueron para la propaganda durante la fase álgida del conlicto. Hasta aquí Michoacán. Pasemos ahora a la segunda situación, de la que también fui testigo. Ésta se constituyó cuando Enrique Chacón Soria se involucró en la actividad participativa de emitir peritajes, una tarea que había venido haciendo mi amigo Augusto Urteaga Castro Pozo desde el Centro INAH Chihuahua, pero que él mismo acordaba con los gobernadores rarámuri. Invariablemente, Augusto estaba comprometido con su gestión y apoyo, lo que todos respetábamos y reconocíamos. Era la época gloriosa del renacimiento étnico y que muchos apoyábamos sin restricciones, no sólo en Chihuahua sino en todo México. En cuanto a los peritajes antropológicos posteriores, hay que advertir que una vez que entraron en disputa los recursos, estos textos empezaron a diferir de otros similares.10 Ocurre que en los conlictos étnicos se requiere del concurso profesional bajo el condicionamiento implícito de que serán útiles a los interesados. Nadie puede llamarse a engaño en ellos, aunque ese condicionamiento introduce la duda de hasta qué grado son objetivos como dictámenes expertos.11 Volviendo a nuestro relato, la verdad es que todos esperábamos que al morir Augusto, él fuera sustituido por su alumno dilecto, Fausto Salgado Estrada, un abogado de 10 Remito a la discusión de Vinck sobre la cuestión del peritaje cientíico: Dominique Vinck, Ciencias y sociedad. Sociología del trabajo cientíico, Gedisa Editorial, Barcelona, 2014. 11 Esta observación no invalida moralmente la intención de los peritajes. Pero no es lo mismo cuando se trata de las víctimas (como las muertas de Juárez), que cuando se condiciona al conocimiento a priori. Aquí se trata por el contrario de intereses presentes y en pugna. 30 formación y luego con maestría en antropología y quien se distinguió por asesorar a los indígenas de Arareco.12 Por alguna razón que se me escapa, intervino otro abogado con estudios de antropología jurídica, Víctor Villanueva, quien fuera un alumno incómodo en mi clase ya que no vacilaba en airmar que un homicidio estaba justiicado si ocurría bajo el sistema de usos y costumbres. Como era de esperarse, tenía la mala costumbre de no escuchar ninguna razón que lo contrariara, por lo que solía ir sólo a irmar su asistencia al curso para retirarse de inmediato. Villanueva no ocultaba tampoco su activismo pro-zapatista, con la enorme pipa incluida. Sin embargo, como en los conlictos agrarios se suele apelar al derecho natural de “el primero en antigüedad, el primero en derecho”, un principio inventado por el papa Bonifacio VIII, se piensa que lo mejor es recurrir al juicio experto del arqueólogo o del antropólogo. Pues bien, aquí entra en escena Chacón, quien luego de hacer tres peritajes quedó curado de por vida. Ahora habla de ellos con la amargura del que se ha equivocado. No fue así desde el comienzo, al contrario. Puso al principio toda su entereza en ello. El primer peritaje lo llevó a cabo en un lugar de nombre ominoso: “Mala Noche”, municipio de Guadalupe y Calvo, donde debió adentrarse de incógnito con un equipo de ingenieros de la CFE, pues los tepehuanos armados no dejaron de amenazarlos a todos. Estaban en el corazón mismo del Triángulo de Oro, del que no hay ninguna etnografía ni ningún antropólogo cientíico o activista que se atreva a describirlo. Las etnografías de John Hobgood y de Campbell Pennington ya guardan sus años y su olvido. Chacón hizo otro peritaje en Mogotavo, municipio de Urique, y inalmente estuvo en la comunidad de Choreachi, también en Guadalupe y 12 Por último, Francisco Lara Padilla obtuvo la plaza de Augusto, también abogado con estudios en CIESAS. 31 Calvo. Este trabajo fue la gota que derramó el vaso de sus buenas intenciones, si no es que su inocencia. Ocurre que como profesional, Chacón es un experto en la cultura arqueológica tubar, a la que dedicó toda una tesis. Ésta era una sociedad que estaba ya por extinguirse cuando Carl Lumholz visitó Chihuahua.13 Hoy ya son historia, aunque el actual Tubares, cercano a Batopilas, es una tierra de guerra, peligrosa para cualquiera que meta ahí las narices. Las tierras ocupadas por este grupo indígena, lo mismo que las de cocoyames y macoyahues, son ahora parte del “territorio rarámuri”, el cual se ha expandido hacia ellas por medio de rancherías que han ido colonizando las tierras despobladas más agrestes con su ganadería montaraz. Este fenómeno expansivo es poco conocido, pero también es observado entre los wixaritari de Zacatecas y Durango. El fenómeno le planteó un problema inédito a Chacón, que incluso lo vivió como un dilema desde su humilde perspectiva. Recuerdo que nos lo comentó a varios amigos, al calor del sotol ingerido en algún lugar de Nuevo Casas Grandes, luego de un recorrido. Chacón descubrió que Choreachi había sido un sitio de antiguo poblamiento tubar, no rarámuri. Obviamente, no se podía hablar de “originalidad” y menos aún de un supuesto derecho natural. Qué hacer pues, ¿decir la verdad cientíica o manipular la verdad según la interesada etnicidad actual? Al abogado le pareció aconsejable falsear los datos arqueológicos, lo que implicaba igual un asunto cientíico y ético de fondo, pero que él pretendía sobredeterminar con su propia acción político legal. Al inal Chacón se decidió por la primera opción, y así le fue. Toda elección tiene consecuencias, 13 Andrés Molina Enríquez todavía los consignaba como tribu en 1906: Andrés Molina Enríquez, “Datos de nuestra historia lejana. Los derechos territoriales de las tribus indígenas”, en Luis Vázquez León, Historia de la etnología. La antropología sociocultural mexicana, Editorial Primer Círculo, México, 2014, pp.129-151. 32 incluso las decisiones cientiicistas. Hasta la fecha, y a pesar de los años que lleva siendo contratado una y otra vez, no consigue su plaza en el INAH. Aún recuerdo su expresión de felicidad cuando se licenció en la ENAH bajo la dirección de “Ben” Brown (yo estuve presente en su examen en 2010) disertando sobre los tubares, creyendo que por in obtendría su reconocimiento deinitivo. Luego, su tesis obtuvo un premio del INAH como aportación cientíica. Pero de nada le sirvieron sus nuevas credenciales académicas, pues de hecho dejó inconclusa su maestría en antropología; en vez de su reconocimiento académico prevaleció la falsedad de que había traicionado a los rarámuri, especie esparcida por sus colegas más interesados de forma activa en la situación presente. Los tubares después de todo están muertos, así que no los dañaría mentir un poco sobre ellos. Para iniciar mi análisis creo preciso abundar en el contexto de lo que estamos hablando. Desde 2006, cuando se declaró de modo unilateral la guerra al narcotráico, los arqueólogos y antropólogos nos desempeñamos en un contexto de creciente violencia social. Yo mismo he dicho en público que mientras esa guerra exista los riesgos son muchos, peor aún si se le apuesta a la solución armada o represiva de la delincuencia. Por una parte, sabemos que la presencia militar o paramilitar no es garantía de paz, como no lo fue en Juárez, Monterrey o Lázaro Cárdenas. Por otra, que estamos ante una guerra sin in porque el botín es inconmensurable, y éste se mide en miles de millones de dólares. Dicho de otra manera, siempre habrá quien sustituya a los caídos en todos los bandos y quien quiera quedarse con la mayor tajada del pastel. Como dijo la periodista canadiense Dawn Paley, estamos ante el “capitalismo de la guerra a las drogas”, que involucra 33 la militarización y la paramilitarización de México.14 De manera desmitiicadora, el propio capitán José Mireles lo dice en un documental bien conocido, Cartel Land, donde expresa que “ahora nosotros somos los delincuentes”. Si esa guerra no tiene visos de parar en tanto el presidente de México no declare la paz y a continuación legalice el uso de las drogas, ¿qué vamos a hacer como antropólogos y arqueólogos? Mientras la utopía de un México Digno se hace real, yo diría que hay que emplear a fondo el sentido común, organizarnos mejor para cooperar, y romper la incomunicación y competencia entre nosotros como estudiosos. Nuestra auto-segregación idiosincrásica no nos ayuda en estas circunstancias, y por el contrario nos hace a todos vulnerables gracias al “fuego amigo”. Cuando todo esto comenzó en 2006, no hubo que esperar a la operación militar en Michoacán. Recuerdo muy bien que un mes antes hacía yo un recorrido en las rancherías tarascas conocidas como Los Santos, que son “anexos” o “tenencias” (originalmente son ranchos) de la comunidad de Pamatácuaro, municipio de Los Reyes. Fui a observar al equipo del Programa Focos Rojos de la SRA, secretaría que nos había contratado para evaluar el programa y que al inal lo desechó sin más. El punto es que me sorprendieron dos cosas. De inmediato, me impresionó que a partir de Tingüindín y hasta el rancho La Tinaja había desaparecido del todo ese hijo bastardo llamado maíz, ya que el paisaje en kilómetros a la redonda era dominado por el verde brillante de los árboles de aguacate. En seguida, que todos los habitantes de los ranchos –que me resisto a llamar “campesinos” y menos aún “pueblo purépecha”– estaban dotados de armas que exhibían sin reparos, costumbre que sólo había visto en Cuzamala de Pinzón, cuando las obras hidráulicas se 14 Dawn Paley, Drug War Capitalism, AK Press, Oakland, 2014. 34 construyeron a pesar de las protestas campesinas contra la expropiación del agua de su río. Debo admitir que di marcha atrás y volví a la cabecera municipal, lugar no del todo seguro tampoco porque ahí el clima de violencia llevó a choques armados entre los rancheros indígenas, los propietarios y la policía llamada GOES. En Cherato, una de las rancherías, esos hombres armados formaron su autodefensa y a poco suscitaron una matanza en Los Reyes, cuando todas las autodefensas llegaron a imponer su ley sobre la cabecera municipal. Pero contra lo que la propaganda dice, aquí el problema no es el narcotráico, el tráico de minerales o el tráico de ganado robado; ni siquiera el tráico de seres humanos. Más bien sobresale el tráico de armas cortas y automáticas con un in evidente. Lo que se estaban peleando los actores eran las huertas de aguacate, lucrativa actividad formal donde se observa un acelerado cambio de propietarios. Hay, de hecho, una pulsión descarada por hacerse rico a como dé lugar, así sea arrebatándose entre sí las propiedades, una práctica que fue introducida por los narcotraicantes y luego repetida por las autodefensas como si fuera un botín de guerra. La experiencia de mi propia huida me hizo pensar luego en Lucho Lumbreras, un arqueólogo peruano. Recuerdo que una vez lo escuché quejarse del peligro que ellos vivieron durante la guerra contrainsurgente con Sendero Luminoso. Eligieron cancelar las investigaciones y ponerse a buen recaudo, al punto de quedar paralizados completamente. Sendero mismo era en extremo violento, como muchos de los actores aquí. Pero lo que vino después fue atroz. Entonces me asaltó la pregunta, ¿necesitamos acaso de un Fujimori o de una guerra de tierra arrasada para sentirnos seguros? El costo puede ser excesivo, por lo que me declaro desde ya paciista políticamente. Realmente sopesamos muy poco el costo 35 de la “seguridad” en materia de derechos humanos y de derechos ciudadanos, que son los primeros en caer mortalmente heridos en medio de éstos los conlictos armados que en teoría reducen los riesgos. Lo digo con una gran preocupación porque ya nos hemos habituado a la violencia y a “solucionar” los conlictos por medio de las armas. La marea violenta ha subido hasta cubrir a la academia. Hace poco un grupo de académicos publicó un libro proclive a los “territorios de poder” de la etnicidad del siglo XXI.15 Su portada es alusiva. Se muestra a un personaje embozado con un rile en la mano. En las páginas legales se acredita la fotografía como “Defensores del bosque, 2011”. Ya sea que hablemos de aguacate, de madera, de limón, de mango, de ganado o de cualquier otro recurso que se traduzca en dólares, siempre se elige a las armas para dominarlos sin disputa. Se entiende entonces por qué tras la guerra al narcotráico crecen los índices de injusticia y desigualdad, de violencia y homicidio. Son los verdaderos efectos perversos de esta guerra sucia. ¿Cómo afecta esta situación más amplia a eso que llamamos la antropología mexicana? Sin duda se aprecian diferencias entre la arqueología y la antropología sociocultural. A simple vista, los arqueólogos están más expuestos y han visto la violencia muy de cerca, cosa que en mi campo no ocurre de manera generalizada. Desde luego estoy al tanto de una colega que estudia los conlictos agrarios y faccionales en el norte de Puebla y que ahora se han complicado con la presencia de las compañías mineras, propiciando protestas en su contra. En su último trabajo de campo fue el ejército el que cuestionó su presencia, pues es una zona de agitación social, no del narcotráico. 15 Octavio A. Montes Vega (ed.), Territorio y prácticas políticas, COLMICH, Zamora, 2014. 36 En otro caso que guardo en el anonimato, una colega que estudia organizaciones campesinas en Chihuahua ha debido estar en la región bajo control de “La línea”, pero a los que más teme es a los policías municipales y a un grupo paramilitar llamado ERI. Obviamente, también la han cuestionado sobre su investigación. Con todo, esta carencia de inmunidad no es en nada comparable a lo que han sufrido los periodistas, los abogados y los médicos, que son los verdaderos “daños colaterales” de esta guerra, con índices de mortalidad similares a la guerra de Irak. Cuando preparaba esta ponencia, me permití hacer un sondeo a través de la Red Mexicana de Arqueología, a la que agradezco su gran apoyo. Me cayó encima un alud de casos de vejaciones en Zacatecas, Chihuahua, Durango, Michoacán y Jalisco, incluido el homicidio de Carlos López Cruz. Conocí de cerca a Carlos durante mi estudio doctoral, cuando era asistente de María Teresa Cabrero en el Proyecto Cañón de Bolaños, que fue uno de los casos analizados. Aún más, varias veces estuve invitado en su casa y conocí a su familia. Lo vi poco antes de su muerte en las oicinas del INAH en Jalisco, entusiasmado por aplicar la idea de “regiones de refugio” al pasado prehispánico. Quedamos de reunirnos para platicar sobre ello. Nunca hubo esa otra reunión. Murió en circunstancias oscuras mientras trabajaba. Nadie, que yo sepa, ha aclarado su homicidio. Casos como el de él me conirman la sensación de que en este país del horror, todos los mexicanos somos susceptibles de ser desechados. Asimismo se me repitieron los conlictos violentos en las zonas arqueológicas de Chiapas y se mencionó el nombre de Luis Alberto Martos, quien dirigía la zona arqueológica de Plan de Ayala. Corre la versión de que fue secuestrado por bases zapatistas de Ocosingo, pero no todas las versiones lo conirman. Como yo mismo pude 37 observar en San Felipe los Alzati hace años, no hay zona arqueológica donde no haya problemas de propiedad de la tierra, disputas familiares y contiendas por el trabajo de custodio. En las más complejas, como Monte Albán, se agregan graves diicultades de uso del suelo y ocupación irregular del mismo, algo que se repite hasta en Perú y Egipto. El caso de Cholula es paradigmático, pues es de las pocas zonas donde la ciudad moderna está plantada sobre la ciudad antigua, lo que genera problemas de afectación patrimonial con sólo introducir el drenaje o poner cimientos. Pero aquí el problema es especulativo, están involucrados políticos y afecta lo mismo al pasado que al presente; hasta ha habido amenazas contra los interesados en la preservación, un arqueólogo y un etnólogo entre ellos. Volviendo a nuestro interés central, hay versiones que hablan de problemas laborales y racistas propiciados por el administrador de la zona arqueológica Plan de Ayala, que Alberto Martos no quiso despedir. Ello desató la violencia intolerante, susceptible a la menor provocación. El fenómeno se repite en otras zonas de Chiapas y creo que alguien las debería indagar a detalle con ines de regularización. Un diagnóstico puntual de todas las zonas arqueológicas sería muy recomendable, así como la ijación geográica de los puntos peligrosos a evitar. Un arqueólogo de Tamaulipas, Gustavo Ramírez, ha aconsejado la manufactura de bases de datos de los incidentes, pero es preciso el respaldo institucional pertinente. No hay que descartar a propósito de ello una detección centralizada constante de cada actividad de campo que se desempeñe, aun la más habitual y rutinaria. En la antropología sociocultural, como ya vimos en la primera situación descrita, las cosas son más complejas porque estamos tratando con personas interesadas en 38 decir una cosa y hacer otra. No es fácil tampoco englobar todos los comportamientos bajo la burda etiqueta del “crimen organizado”. Es más, siempre hay que explicar por qué se emplea ese lenguaje policial en su contexto de uso. Por ejemplo, a Tanaco y a varias comunidades indígenas vecinas a Cherán —de población incluso más conservadora de su lengua puhré—,16 los comunalistas armados los acusaron ante las fuerzas federales de que el robo de madera, o sea, su tala clandestina, era sostenida por el narcotráico, lo mismo que los secuestros. La verdad, ellos mismos eran extorsionados por la delincuencia. En Tanaco también se vivía con miedo y el control social lo hacían civiles con radios portátiles, lo que implicaba que no estaba lejos el monitor, al parecer en Rancho Morelos. Pero luego de la muerte violenta del presunto secuestrador y su guardaespaldas en las inmediaciones de Urapicho, los secuestros decrecieron, no así el clandestinaje, que es un problema social porque se trata de una economía informal que se practica de manera cotidiana en todas las comunidades tarascas de la sierra. Los expertos estiman que entre 30 y 60% del producto maderable es de origen clandestino en todo México, pero la causa principal de la deforestación en Michoacán es el cambio de uso del suelo para sembrar aguacate.17 Asimismo, la Cámara Nacional de la Industria Maderera tiene muy claro que en Michoacán se requiere de una “normalización del 16 Luis Vázquez León, “Ethnomethodology and Mestizaje: The Cherán Connection”, en Tomás Mario Kalmar, Illegal Alphabets and Adult Biliteracy. Latino Migrants Crossing the Linguistic Border, Routledge, New York, 2015, pp. 145-152. 17 El Gobierno del Estado de Michoacán (2002:10) admitía que la gran amenaza de la tala clandestina implicaba sólo el 10% de las causas de la deforestación de su estado. Esto ha sido conirmado en el último inventario forestal de la Comisión Forestal de Michoacán, que indica que es mayor la pérdida de la cubierta de selvas, que es donde operan los traicantes de maderas inas. En los bosques templados, más del 50% han sido arrasados para introducir aguacate. No obstante, el director de COFOM insiste en que el ejército persiga a ejidatarios y comuneros junto con el “crimen organizado”. “Anualmente se pierden 70 mil hectáreas de bosques y selvas de Michoacán: COFOM”, La Jornada Michoacán, 24/09/2015. 39 empresariado” de los pequeños talleres para que éste cese de consumir la madera ilegal, la que en consecuencia es una práctica depredadora de un campesinado pobre sin opciones económicas.18 No obstante los datos, desde la razón de Estado se arguye en contra de este campesinado pobre la superioridad del bien ecológico como un valor abstracto, excepto que el prurito proteccionista llega a tales absurdos como el declarar como delito penal el cortar leña, tejamanil y aun transportar tierra para macetas. Así, lo que era un uso tradicional de la madera para ines constructivos domésticos, se convirtió en un crimen bajo esta cultura indígena. Lo raro es que en Cherán esa conservación radical coincide con la actividad de un aserradero en funciones, con una resinadora enorme, y con los 139 “talleristas” que cortaban madera al mismo tiempo que los talamontes, todavía en 1998.19 Quiere esto decir que lo que en verdad les agravió a los actores interesados no es la preservación del bosque, sino que otros lo aprovecharan también. Fue así como se construyó la representación contradictoria del enemigo llamado “crimen organizado”.20 Huelga decir que el estigma se aplicó a otros indígenas de Tanaco, Capácuaro y San Lorenzo. Para ello la creación de un “territorio armado” donde monopolizar el recurso, aun con el uso de armas reservadas al ejército. Luego hay que sopesar aparte que durante muchos años los antropólogos socioculturales nos acostumbramos al conlicto de interpretaciones. No necesitábamos leer a 18 “En Michoacán, la producción de madera ilegal supera en 233.33% a la lícita”, Cambio de Michoacán, 14/09/2015. 19 INEGI-Ayuntamiento de Cherán-Gobierno de Michoacán, Cherán, estado de Michoacán. Cuaderno estadístico municipal, Aguascalientes, 1998, p. 87. 20 Cfr. Günther Schlee, How Enemies Are Made. Towards a Theory of Ethnic and Religious Conlicts, Berghan Books, New York, 2008 y Jack Goody, Representaciones y contradicciones. La ambivalencia hacia las imágenes, el teatro, la icción, las reliquias y la sexualidad, Ediciones Paidós Ibérica, 1999. 40 Paul Ricoeur ni saber de su hermenéutica para asumir que nunca nos pondríamos de acuerdo en un mismo paradigma, esto es, en una misma interpretación teórica de los fenómenos. Hubo un momento en nuestra historia cientíica en que prevaleció un pluralismo teórico y metodológico que abarcaba desde el evolucionismo hasta la economía política. Los partidarios de cada teorización o modo de interpretar la realidad vivían la controversia como algo normal, aunque tuvieran que polemizar para competir.21 Y cuando en México a dos de esas teorizaciones se les quiso imponer como un pensamiento único (caso del marxismo militante y del indigenismo ortodoxo), no vacilamos en contradecirlo. Gracias a dicha libertad de pensamiento ganada con esfuerzo, algunos reconsideraron sus concepciones previas y las condujeron a renovaciones teoréticas a modo de un coevolucionismo, de un marxismo humanista, de un nuevo funcionalismo y hasta de un nuevo difusionismo.22 Lastimosamente, hay pruebas de que este proceso cognitivo normal está ya atroiado, pues tal parece que los últimos “ismos” (posmodernismo, feminismo y poscolonialismo) han llegado para poner in a la historia. Es muy extraño entonces que en nuestra antropología esté creciendo la fuerza de ese pensamiento único, en extremo intolerante hacia otras interpretaciones y a su competencia bajo el normal conlicto de interpretaciones. Habría por lo tanto una correspondencia entre lo que ocurre allá afuera con lo que ocurre acá adentro. Es decir, mientras en nuestra sociedad se coarta la libertad de prensa, se imponen “verdades históricas” y se violan sin vergüenza los 21 Elman Service, A Century of Controversy. Ethnological Issues from 1860 to 1960, Academic Press, Orlando, 1985. 22 Cfr. Paul A. Roth, Meaning and Method in the Social Sciences. A Case for Methodological Pluralism, Cornell University, Ithaca, 1989; Paul A. Erickson y Liam D. Murphy, A History of Anthropological Theory. Fourth Edition, University of Toronto Press, Toronto, 2013. 41 derechos humanos, en nuestra academia se ha desatado la cacería de brujas. Hace no mucho, el nombre de Arturo Warman era el blanco favorito. Hoy, un grupo de antropólogos afectos a las redes sociales la han tomado contra Roger Bartra como objeto predilecto de su ira. Podemos estar en desacuerdo o no con esos conspicuos colegas, lo que no podemos hacer es perseguirlos como una “desviación de pensamiento”. Pero es sintomático que a ellos y a otros se les esté aplicando el estigma de “enemigo de los pueblos indígenas”. En efecto, cuando se llama al “cheranicemos México” en la propaganda paramilitar, a mí me suena a “tiranicemos México”. por pronunciamientos abstractos y poco efectivos que no cambian nada, excepto que ayudan a tranquilizarnos al darnos un efímero sentimiento de comunidad. Al respecto, y por largo tiempo, confundimos nuestro comportamiento corporativista (el “espíritu de cuerpo” que nos uniicaba en algún grado en torno a nuestras instituciones respectivas) con las tradiciones nacidas en las diferentes escuelas de antropología, que por otra parte nunca ofrecieron un peril único de estudiante equivalente en todo México, pues ni podían ni pretendían hacerlo. ¿Aparte del nombre de antropología, qué tiene en común un antropólogo graduado en la UQROO con otro egresado de la EAHNM? Se apreciará que sea hasta aquí donde las dos situaciones sociales descritas indican que estamos ante lo que Karl Mannheim llamó un condicionamiento social de las ideas.23 Ambas nos muestran que las acechanzas, aun siendo externas inluyen sobre las internas y a su vez éstas interactúan de modo propiciatorio sobre las primeras. Ambas parecen conirmar también la conclusión de la historia social de Thomas C. Paterson para la antropología cultural e incluso para la arqueología en EU.24 Recordemos que Paterson concluye airmando que los antropólogos culturales en su contexto nunca han estado del mismo lado, sea en teoría, sea en política, sea en amistades o sea en posiciones estructurantes y estructurales en todo tipo de interacciones sociales. Su decir, a mi modo de ver, muestra que la pulverización idiosincrásica tiene implicaciones éticas, epistemológicas y muy vastas sobre la acción social. Por ejemplo, ello señala de inmediato hacia nuestros colegios profesionales, que rara vez consiguen concordar y menos aún consensuar. Optan casi siempre Prestemos ahora mayor atención a las instituciones, que en las situaciones descritas aparecen como meras referencias para los individuos involucrados en dichas interacciones momentáneas. La verdad es que el cómo piensan esos individuos está conectado de múltiples formas al cómo “piensan las instituciones” en los términos de Mary Douglas.25 Si la cientiicidad está en aprietos es porque también en las instituciones que constituimos se preiere compartir ideas, intereses y valores que a su vez cuestionan al ethos cientíico. Un crítico, cientíico él mismo, ha caracterizado a este fenómeno como una especie de “locura doble”.26 Al respecto, no es sólo que los académicos se sumen al activismo político, supeditando su cientiicidad a los intereses de conocimiento de los actores. Muy distinto es que sus miembros más conspicuos digan que la antropología es una ciencia colonial, lo que resulta grave porque al hacerlo eligen otra visión interpretativa de la realidad que ya no 23 Karl Mannheim, Ideology and Utopia. An Introduction to the Sociology of Knowledge, Harcourt Inc., Orlando-San Diego, 1985 (1a. ed. 1936). 24 Thomas C. Paterson, Social History of Anthropology in the U.S., Bloomsbury Academic, New York, 2003 y Toward a Social History of Archaeology in the United States, Harcourt Brace College Publishers, Orlando, 1997. 25 Mary Douglas, Cómo piensan las instituciones, Alianza Universidad, Madrid, 1996. 26 Marcelino Cereijido, Ciencia sin seso, locura doble. ¿Estás seguro de que te quieres dedicar a la investigación cientíica en un país subdesarrollado?, Siglo XXI Editores, México, 1994. 42 43 corresponde a su inserción institucional, no se diga con algún control epistemológico de su práctica. Así, en tanto el recorte presupuestal externo merma las funciones institucionales, sus miembros más conspicuos debilitan más aún al “espíritu cientíico”.27 Ellos han optado por una y sólo una de las posturas interpretativas, y de paso relativizando su limitación mayor: que ya metidos en ese orden de conocimiento egocentrado todo se vale, como en Feyerabend.28 Pero en realidad, también usando una versión interpretativa elemental, la cual ha prescindido del método hermenéutico, tan exigente como el cientíico.29 Precisemos entonces que en la situación actual las instituciones donde se posicionan los antropólogos y los arqueólogos están sometidas a una tensión presupuestal básica con los recortes y la austeridad del gobierno central. Es importante destacar que aun la llamada antropología académica (en contraste con la antropología gubernamental)30 no escapa a este condicionamiento de efectos perversos. Planteo sólo uno, y que coincide con las valorizaciones positivas hacia la justicia por cuenta propia que involucra a una guerrilla y a varios grupos armados más en el sur y el occidente del país. La siguiente pregunta de inmediato asalta al estudioso: ¿Es permisible ideologizar el trabajo académico y al propio tiempo aparentar que se cumple con la forma cientíica de pensar, adecuada para el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología? Desde luego me hago cargo de que la contradicción de términos pasa por muchos iltros atenuantes y más aún por las 27 Gaston Bachelard, El nuevo espíritu cientíico, Editorial Nueva Imagen, México, 1981. 28 Paul K. Feyerabend, Contra el método. Esquema de una teoría anarquista del conocimiento, Planeta-Agostini, Madrid, 1994. 29 Cfr. Karl Popper, El mito del marco común. En defensa de la ciencia y la racionalidad, Ediciones Paidós Ibérica, Madrid, 2005. Hans-Georg Gadamer, Verdad y método, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1977. 30 La he utilizado para ines analíticos como tipos ideales para referirme al CIESAS y al INAH en Vázquez (2014). 44 conveniencias diversas de mucha gente involucrada. Una de ellas es penosa, pero ilustra bien la condición en que vivimos. Por un lado, CONACYT cumple con la valiosa contratación de 225 nuevos investigadores a pesar de los recortes presupuestales, pero al mismo tiempo cunde la desazón en las escuelas de la antropología gubernamental por el inminente despido del personal supernumerario bajo contratación temporal. De ser cierto el ajuste, signiicará un golpe bajo para esta forma de hacer y pensar la antropología en sus diferentes ramas, sin mencionar el desempleo de colegas que de por sí trabajaban en condiciones precarias. Pero si hubiera alguna moraleja encerrada en esta contradictoria historia, querría decir que hay que cientiizarse para subsistir en la adversidad. El solo anuncio de la integración del INAH a la Secretaría de Cultura ha venido acompañado de muy probables recortes presupuestales y otras afectaciones.31 Aunque haya señalamientos destacables en la estrategia de fusión del INAH a la SC –en especial lo que Ramírez Castilla llama “la cuarta iniciativa” y el reposicionamiento de la imagen de México, obsesión que no deja dormir a la clase política–, a nadie pasa desapercibido que hay un ingrediente simbólico que comparten las instituciones de la educación pública, de la salud social, de la agricultura campesina y de la industria petrolera nacionalizada. Como digo, todas ellas viven igualmente diicultades presupuestales graves, sus miembros padecen desajustes y malestares, y todas han sufrido reformas legales desde hace dos décadas, y que una y otra vez se dijo era para el bien de su propia modernización. Podemos convenir a continuación en que todas estas instituciones requieren en 31 Gustavo A. Ramírez Castilla, “La Secretaría de Cultura: sus implicaciones jurídicas y laborales en el quehacer del Instituto Nacional de Antropología e Historia. La cuarta iniciativa como opción”, Red Mexicana de Arqueología, 20/09/2015. 45 verdad de cambios en sus estructuras y modo de pensar. Excepto que la cancelación y in de la reforma agraria ha generado nuevos conlictos apenas imaginados, pero no la gran revolución campesina anunciada por sus críticos.32 También es sabido que el déicit educativo ya no puede ser disimulado para el propio beneicio de México y los mexicanos. Pero mucha gente ve con suspicacia que la reforma energética, lejos de eliminar las peores corruptelas de PEMEX, las ha dejado en suspenso mientras las petroleras se reparten, otra vez como en la guerra al narco, el botín del petróleo. Pero ocurre que todas ellas surgieron como productos genuinos del nacionalismo revolucionario, y en el caso del INAH y la SEP, del nacionalismo cultural. Es decir, de otra ideología que en sus momentos cumbre era tan poderosa que servía de motor a una economía mixta, a un estado de bienestar inspirado en las causas de una revolución y a un deseo de hacer de México un lugar digno de ser vivido. Y quizá lo fue por algún corto tiempo entre 1938 y 1968. Pero por razones que huelga repetir aquí, el nacionalismo ha perdido vigencia ideológica como una idea o conjunto de ideas fuerza, y no sólo en México. Ahora resulta que mientras más globales seamos, mejor. Aunque siempre habrá quien deba pagar las consecuencias de esa decisión de economía política mayor. Feminista o no, decía Popper que el hombre no parece ser tanto un animal racional como un animal ideológico. Pero los antropólogos también sabemos que desde el estudio clásico del kula por Bronislaw Malinowski –para variar denunciado como racista por los posmodernos–, la actividad del intercambio económico racional también 32 Esperanza Penagos Belman, Con la tierra entre las manos. Análisis de dos organizaciones campesinas del noroeste de Chihuahua y su lucha por la supervivencia, EAHNM-INAH, Chihuahua, 2015. 46 se mezcla con la ideología religiosa. La línea que separa a ambas, racionalidad e ideología, y como he mostrado para la antropología académica, no es tan tajante como suponemos. Pero ahora hay que pensar en otro sentido, el de si podemos retornar a un replanteamiento de la nación en términos aceptables para que incluya el respeto para todos, el vivir en paz y el buscar el bien común sin cuotas para unos y desprecio para los demás. ¿Un nacionalismo como el indio o el chino, que haga compatibles nación y globalidad? ¿Cuál es pues nuestro reto en estas condiciones adversas? Quisiera concluir diciendo que efectivamente la nueva sociedad mexicana requiere de más ingenierías y de más tecnologías. Eso no está a discusión, y más vale que no lo esté so pena de caer en el extremo de Japón de eliminar el gasto educativo en las humanidades y ciencias sociales. Pero si debe haber una nueva educación pública tendrá que haber un renacimiento cultural sustentado en una racionalidad cientíica amplia y de acceso irrestricto para todos. Quiero decir con ello, desarrollar una cultura cientíica desde la enseñanza básica. Esto, en el caso del INAH, podría ser algo más que una epistemología o un control sobre la propia indagación. No pocos de sus investigadores están conscientes de que se debaten en un medio similar al de Cereijido, el de la ciencia tirando hacia la racionalidad y el de una ideología tirando hacia el pasado del otro. Pero no pocos han elegido reproducir la tradición cientíica.33 Aquí sugiero algo más. Hasta hace pocos años, hubo un conlicto entre cientíicos (físicos para mayor referencia) y antropólogos de la ciencia de inspiración posmoderna.34 Hubo agrios comentarios 33 Luis Vázquez León, El leviatán arqueológico. Antropología de una tradición cientíica en México, CIESAS-Porrúa Editor, México, 2003. 34 Cfr. Laura Nader (ed.), Naked Science. Anthropological Inquiry into Boundaries, Power and Knowledge, Routledge, New York, 1996; Steven Weinberg, Plantar cara. La ciencia y sus adversarios culturales, Ediciones Paidós Ibérica, Madrid, 2003; Alan Sokal y 47 entre ambos grupos, y por cierto cada vez más alejados de lo que un físico y escritor llamó “las dos culturas” y luego una “tercera cultura”, producto de la fusión de ciencias y humanidades, las ciencias sociales incluidas.35 Ocurre empero que, sin pretenderlo, los posmodernos en su crítica no pudieron evitar el reintroducir al debate la noción de cultura cientíica, inexistente en la ciencia de la ciencia o en la sociología cientíica más respetada, donde el límite cognoscitivo de mayor rango social era la comunidad cientíica, las redes de investigación y las masas críticas de investigadores. Sin embargo, esa misma noción estaba implícita en la “tercera cultura” sintética de Snow y Kagan. BIBLIOGRAFÍA Por supuesto que la consecución de esa cultura cientíica nunca será una panacea ni la tercera vía de salida.36 Pero como ha señalado un arqueólogo, es una opción posible. Si ya nos han amputado la ideología nacionalista, quizá llegó el momento de llevar a sus últimas consecuencias la elaboración efectiva de una cultura cientíica a gran escala, haciendo precisamente una ciencia de vanguardia en vez de una simplemente normal o habitual. A circunstancias extraordinarias, medidas extraordinarias. Erickson, Paul A. y Liam D. Murphy, A History of Anthropological Theory. Fourth Edition, University of Toronto Press, Toronto, 2013. Bachelard, Gaston, El nuevo espíritu cientíico, Editorial Nueva Imagen, México, 1981. Beals, Ralph L., Cherán: un pueblo de la sierra tarasca, COLMICH-Instituto Michoacano de Cultura, Zamora, 1992. 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Natural Sciences, Social Sciences, and the Humanities in the 21st Century, Cambridge University Press, Cambridge, 2009. 36 Aclaro que la “tercera vía” viene de la socialdemocracia inglesa y fue una opción propuesta por Giddens a ese contexto. Anthony Giddens, La tercera vía. La renovación de la socialdemocracia, Taurus, Madrid, 1998. 48 Gadamer, Hans-Georg, Verdad y método, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1977. Giddens, Anthony, La tercera vía. La renovación de la socialdemocracia, Taurus, Madrid, 1998. 49 Goody, Jack, Representaciones y contradicciones. La ambivalencia hacia las imágenes, el teatro, la icción, las reliquias y la sexualidad, Ediciones Paidós Ibérica, 1999. INEGI-Ayuntamiento de Cherán-Gobierno de Michoacán, Cherán, estado de Michoacán. Cuaderno estadístico municipal, Aguascalientes, 1998. Kagan, Jerome, The Three Cultures. Natural Sciences, Social Sciences, and the Humanities in the 21st Century, Cambridge University Press, Cambridge, 2009. 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Antropología y ilosofía en la interpretación transdisciplinaria de la diversidad cultural37 Weinberg, Steven, Plantar cara. La ciencia y sus adversarios culturales, Ediciones Paidós Ibérica, Madrid, 2003. Ambrosio Velasco Gómez38 Introducción: México, el trauma de una nación Edmundo O’Gorman consideró que el trauma de la historia de México reside en la contradicción entre sus aspiraciones y proyectos liberales como nación independiente que miran hacia el norte, esencialmente hacia nuestro país vecino, para avanzar en su modernización y, por otro lado, su legado histórico, colonial, hispanista y conservador. Considero que hay un trauma más profundo y trascendente que va más allá de los grupos y clases dirigentes que luchan por dirigir el Estado mexicano. Se remonta a los tiempos de la conquista y perdura hasta nuestros días. Es el trauma originado por la valoración y persistencia de la diversidad cultural; principalmente la diversidad étnica que los proyectos y las aspiraciones de los dirigentes del Estado han tratado de negar e incluso de destruir para conformar una nación moderna y homogénea. 52 37 Este trabajo se desarrolló en el marco del proyecto PAPIIT IN 40 22 16, “Nación, democracia y diversidad cultural”. 38 Instituto de Investigaciones Filosóicas, UNAM. 53 Los debates sobre la diversidad cultural en México han sido durante siglos un acontecimiento central no sólo en el ámbito académico, sino en el proceso mismo de la construcción y el debate de la identidad nacional. El ya clásico libro de Luis Villoro Los grandes momentos del indigenismo (1950), desarrolla ampliamente la forma en que las concepciones sobre lo indígena por parte de los no indígenas han contribuido a deinir la idea de nación desde la conquista de América hasta nuestros días. El propósito de este trabajo es hacer una revisión crítica y relexiva de diferentes perspectivas desde las que se ha abordado el problema de la diversidad cultural en relación a la conformación de la nación mexicana. En esta relexión se enfatizan dos aspectos o dimensiones. Por una parte, cuestiones teóricas, metodológicas y epistemológicas en la interpretación de la diversidad cultural. Por otra, aspectos axiológicos, ideológicos y políticos del tratamiento de la diversidad cultural en relación al proyecto de nación. Para formular el abordaje teórico-metodológico de la diversidad cultural propongo un esquema que opone dos tipos ideales. Por un lado, una visión interna de la diversidad cultural que se esfuerza por comprender las sociedades distintas y distantes desde el punto de vista de los propios agentes, de sus lenguas, culturas y concepciones del mundo, tratando de suspender o limitar la inluencia de las preconcepciones, los prejuicios, los conceptos y las teorías del intérprete. Por el otro lado, y en oposición al primero, una perspectiva que parte de marcos teóricos y criterios valorativos del investigador para describir, interpretar, explicar y evaluar las culturas distantes. La primera perspectiva valora la diversidad cultural y reconoce la irreductibilidad de cada cultura, concepciones del mundo, formas de vida, valores y criterios de racionalidad, objetividad, belleza, justicia, etc., bajo un 54 principio de equidad axiológica entre culturas distintas. Por el contrario, la perspectiva externa busca explicar la diversidad cultural a través de subsumirla en leyes y teorías universales. Este enfoque tiende a asumir no sólo una superioridad de la racionalidad y objetividad de los marcos teóricos del investigador, sino una superioridad en términos de racionalidad práctica (moral y política) de la visión cientíica sobre las culturas que se estudian. La primera perspectiva “internalista” se identiica en el plano ilosóico con los enfoques hermenéuticos desarrollados desde el siglo XIX principalmente en Alemania (Herder, Humboldt, Dilthey) y se extienden después al mundo anglosajón e iberoamericano. En el campo de la antropología cultural se asocia con los enfoques “emic”. La segunda perspectiva se relaciona con posiciones epistemológicas y metodológicas “naturalistas” que airman la validez de conceptos y teorías universales, y reconocen como único modelo de cientiicidad el de las ciencias naturales que buscan explicar y predecir con base en leyes y teorías los acontecimientos particulares. Esta perspectiva teórica se asocia con los enfoques “etic”. Controversias entre perspectivas hermenéuticas y naturalistas Las confrontaciones de estas perspectivas han dado lugar a intensos debates en la ilosofía de las ciencias sociales: explicación-comprensión, monismo-dualismo metodológico, naturalismo-hermenéutica. Los debates más interesantes son precisamente donde conluyen la ilosofía y la antropología, como en el caso del debate entre Peter Winch y Alasdair MacIntyre a propósito de la cultura de los azande. Esta polémica se inicia con el libro La rama dorada de Frazer, sobre el que opinan Witgestein, 55 Evans Pritchard y posteriormente Winch y MacIntyre, entre otros. Estos debates ponen de maniiesto no sólo los diferentes presupuestos teóricos, metodológicos y epistemológicos, sino los distintos y opuestos juicios valorativos sobre la diversidad cultural y las diferencias en torno a supuestas jerarquías entre la “cultura cientíica” del intérprete y la cultura local de quienes constituyen el objeto de estudio. Veamos por ejemplo el debate entre Peter Winch y Alasdair MacIntyre a propósito del tema de los azande. Winch deiende la irreductibilidad de las diferencias culturales y por ello cuestiona la imposición de esquemas teóricos que subsumen la diversidad en categorías y leyes generales como un error epistemológico y metodológico. Pero no sólo eso: también deiende la equidad de la racionalidad y objetividad de las creencias y prácticas de los azande y de los europeos, esto es, la equidad epistémica, moral y política de la comunidad europea a la que pertenecen los antropólogos que estudian esta tribu y la propia comunidad de los azande. Por su parte, MacIntyre deiende desde una perspectiva externalista que la explicación teórica es indispensable como complemento crítico a la visión internalista, a in de asegurar una interpretación objetiva e incluso para cuestionar los elementos ideológicos que puedan contener las concepciones de los propios actores. Desde esta posición, MacIntyre asume la superioridad epistémica, moral y política de la perspectiva del cientíico, quien al inal de cuentas explica objetivamente y juzga la racionalidad y corrección de las creencias y prácticas de las comunidades bajo estudio: El valor positivo del libro de Winch estriba, en parte, en ser un correctivo de la posición de 56 Durkheim a la cual castiga con justicia. Pero es más que un correctivo, pues lo que Winch caracteriza como la tarea total de las ciencias sociales es, en realidad, el verdadero punto de partida de las mismas. A menos que comencemos por una caracterización de una sociedad en sus propios términos, no podemos identiicar el objeto que requiere explicación. La atención a las intenciones, motivaciones y razones, debe preceder a la atención a las causas; la descripción en términos de los conceptos y creencias del sujeto, debe preceder a la descripción según nuestros conceptos y creencias.39 La respuesta de Winch a MacIntyre desde una posición internalista es radical, pues carece de sentido juzgar la racionalidad de las acciones o creencias de otra cultura desde nuestros criterios de racionalidad: “Si nuestro concepto de racionalidad diiere del de otro, entonces carece de sentido decir que a ese otro algo le resulta o no racional en nuestro sentido.”40 Esto se debe a que no hay criterios transculturales ni menos universales de racionalidad, objetividad, justicia, etc. Todo criterio es intrínseco a una cultura especíica. Así pues, Winch rechaza la tesis de MacIntyre de que la ciencia social debe criticar desde los conceptos del propio cientíico social, los estándares, las normas y las formas de vida de la comunidad bajo estudio. Pero este rechazo a la evaluación y crítica externa no implica de manera alguna que una determinada comunidad no pueda evaluar, cuestionar y transformar sus propias normas y criterios de racionalidad desde su propio sentido común: 39 Alasdair MacIntyre, “La idea de una ciencia social”, en A. Ryan (comp.), La ilosofía de la explicación social, FCE, México, 1976, pp. 43-44. 40 Peter Winch, Comprender una sociedad primitiva, Paidós, Buenos Aires, 1994, p. 62. 57 Lo que podemos aprender al estudiar otras culturas no son sólo posibilidades de maneras diferentes de hacer las cosas, otras técnicas. Aún más importante es que podemos aprender diferentes posibilidades de hallar sentido a la vida humana, diferentes ideas acerca de la posible importancia que el llevar a cabo ciertas actividades pueda tener para un hombre que trata de contemplar el sentido de su vida como un todo.41 Al comprender una cultura ajena en sus propios términos, tenemos la posibilidad de confrontar presupuestos, creencias y estándares de la nuestra para relexionar crítica y racionalmente sobre ellos. Esta polémica entre Winch y MacIntyre se replica en términos muy semejantes en aquella entre Habermas y Gadamer sobre la capacidad de la hermenéutica para criticar las ideologías de las tradiciones culturales. Habermas airma que “la conciencia hermenéutica se revela insuiciente en los casos de comunicación sistemáticamente distorsionada”,42 pues carece de criterios para distinguir los falsos prejuicios de los verdaderos. En contra de la pretensión de universalidad de la hermenéutica, Habermas considera que las acciones sociales sólo pueden ser comprendidas desde una “hermenéutica profunda” capaz de esclarecer “la inteligibilidad especíica de la comunicación sistemáticamente distorsionada”.43 Para ello es necesario explicar causalmente el origen y funcionamiento de tales mecanismos, con el in de desarticular sus efectos distorsionantes. Ejemplos de teorías que desarrollan esta crítica hermenéutica profunda son para Habermas 41 Ibidem, p. 77. 42 J. Habermas, “La pretensión de universalidad de la hermenéutica”, en J. Habermas, Lógica de las ciencia sociales, Editorial Rei, México, 1993, p. 287. 43 Ibidem, p. 297. 58 el psicoanálisis de Freud y el materialismo histórico de Marx. Gadamer replica que recurrir a supuestos criterios meta-tradicionales, externos a la comunidad, “implica forzosamente el rol del ingeniero social que actúa sin dejar opción. Esto otorgaría al ingeniero social como proveedor de los recursos publicitarios y de la verdad por el pretendido poder de un monopolio de la opinión pública”.44 Por ello, Gadamer preiere quedarse con la incertidumbre y ambigüedad del diálogo y la relexión hermenéutica en la que en principio todo puede ser discutido y revisado. Estas confrontaciones de perspectivas internalistas y externalistas no son exclusivas de la ilosofía y las ciencias sociales contemporáneas, sino que se desarrollaron con mucha anterioridad en México, justamente en la confrontación entre los críticos y los defensores de la conquista y la dominación europea en América. Controversias entre la visión interna y externa de la conquista y la dominación de México El debate sobre la legitimidad de la conquista se desarrolló inmediatamente después del llamado descubrimiento de América por Colón. A solicitud de los Reyes Católicos, el papa Alejandro VI emitió varias bulas en 1493, concediéndoles a aquellos y a sus herederos, perpetuo y absoluto dominio sobre las tierras recién descubiertas. Estas bulas se convertirán en el principal título de legitimidad del dominio de España sobre América, pero serán objeto de cuestionamientos e intensos debates. 44 H.G. Gadamer, “Réplica a hermenéutica y crítica de la ideología”, en H.G. Gadamer, Verdad y método II, Editorial Sígueme, Salamanca, 1994, p. 264. 59 En la disputa sobre la legitimidad de las bulas alejandrinas y en general de la guerra de conquista y la dominación española, se confrontarán principalmente una posición que interpreta y juzga a los pueblos originarios del Nuevo Mundo —llamados desde entonces equivocadamente “indios”— desde la visión europea, que es la de los vencedores y por ende la dominante; y en resistencia a esta perspectiva externa se desarrolla un visón crítica de la conquista y el dominio desde la comprensión misma de las culturas de los pueblos indígenas. En esta perspectiva se distinguen humanistas como Francisco de Vitoria, Domingo de Soto y Alonso de la Vera Cruz, que conformaron la llamada Escuela de Salamanca. Todos ellos escribieron relecciones en el marco de las cátedras impartidas en las que cuestionan con argumentos sólidos la autoridad terrenal del Papa, así como la justicia de la guerra de conquista y el dominio de la corona española. Las disputas alcanzan un punto álgido hacia mediados del siglo XVI, tanto en España con las controversias de Valladolid entre Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas, como en México con Alonso de la Vera Cruz al momento de la fundación de la Real Universidad de México. Me referiré a este último por ser menos conocido y a mi manera de ver el más radical y lúcido crítico de la conquista y el dominio español del siglo XVI. En especial aludiré al curso de Teología en la Universidad de México al momento de su inauguración en 1553 y que dio origen a su relección Sobre el dominio de los indios y la guerra justa. La formación académica de Alonso de la Vera Cruz se distingue en lo ilosóico por un fuerte nominalismo que lo inclina a valorar los particulares y dudar de la realidad de los conceptos universales. Esta concepción epistemológica y ontológica lo inclina a valorar las diferencias entre los entes, especialmente entre personas, pueblos y naciones, 60 fundamentando una perspectiva que hoy podríamos llamar multiculturalista. Desde esta perspectiva, Alonso de la Vera Cruz se preocupa por comprender la particularidad de las culturas indígenas y desde su comprensión interna juzga que tan racionales son los pueblos originarios como los europeos, no obstante que sus diferencias sean irreductibles. Los habitantes del Nuevo Mundo no sólo no son niños o amentes sino que a su modo sobresalen, y por lo menos algunos de entre ellos son de los más eminentes. Es evidente lo anterior porque antes de la llegada de los españoles, y aún ahora lo estamos viendo, hay entre ellos magistrados, gobiernos y ordenamientos de lo más conveniente […] luego no eran tan infantes y amentes como para que fueran incapaces de dominio propio.45 Estas diferencias deben ser reconocidas por los españoles para poder entablar una comunicación ediicante y eventualmente un entendimiento. El entendimiento de la diversidad cultural debe trascender las disciplinas teológicas y ilosóicas europeas y retomar el punto de vista de los propios indígenas, de su propio lenguaje y cosmovisiones, asumiendo una equidad cultural. La propuesta hermenéutica, humanista y multiculturalista de fray Alonso y en general de los salamantinos coincide con la que sostuvo Alonso de la Vera Cruz. Todos ellos adoptaron la situación hermenéutica de los vencidos que les permitió el pleno reconocimiento de sus identidades culturales y sus derechos a la autodeterminación. Este reconocimiento implica negar toda justicia y legitimidad a la guerra de conquista y a la dominación colonial: 45 Alonso de la Vera Cruz, Sobre el dominio de los indios y la guerra justa (traducción de Roberto Heredia), Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2004, cuestión X, p. 329. 61 […] no hay razón justa para atacar a los inieles bárbaros recientemente descubiertos con base en que sean inieles, ni tampoco, con base en que por derecho sean súbditos del emperador, ni con base en que, si no quieren prestar obediencia ni someterse, deben ser compelidos. Esta razón, digo, no es suiciente; ya que por derecho no son súbditos, porque el emperador no es el señor de todo el orbe.46 Estas ideas críticas, sustentadas tanto en España como en América en contra del proyecto imperial de Carlos V y Felipe II, constituyen el núcleo central de una tradición humanista que se desarrollará con diferentes matices y variantes en los siglos subsiguientes, en confrontación con proyectos, ideas, prácticas e instituciones autoritarias. En ciertos momentos, esta tradición adquiere una relevancia determinante en el mundo hispanoamericano, como es el caso de los procesos de independencia hacia inales del siglo XVIII y principios del XIX. En oposición a la perspectiva interna y multiculturalista de fray Alonso, Ginés de Sepúlveda, el defensor más brillante de la guerra de conquista y el imperio español, sustenta una visión externa a las culturas indígenas, asumiendo que las teorías, instituciones y formas de organización social y política europeas son las únicas racionales y justas y, por ende, las grandes diferencias que presentan los pueblos indígenas son evidencia de su barbarie. Los argumentos que utiliza parten de premisas supuestamente universales y pretenden conclusiones incuestionables, parecidas a las de la geometría. La conclusión de su libro Demócrates segundo es una apretada síntesis de este tipo de premisas y demostraciones que emulan falazmente al razonamiento 46 Ibidem, cuestión XI, p. 391. matemático al presuponer orden universal inmutable e incluso eterno que puede representarse a través de una teoría sistemática compuesta por axiomas, deiniciones y teoremas. Cuatro son las causas en que fundas la justicia de la guerra hecha por los españoles a los bárbaros. La primera es que siendo por naturaleza siervos, los hombres bárbaros, incultos e inhumanos se niegan a admitir la dominación de los que son más prudentes, poderosos y perfectos que ellos; dominación que les traería grandísimas utilidades, siendo además cosa justa por derecho natural que la materia obedezca a la forma, el cuerpo al alma, el apetito a la razón, los brutos al hombre, la mujer al marido, los hijos al padre, lo imperfecto a lo perfecto, lo peor a lo mejor, para bien universal de todas las cosas. Este es el orden natural que la ley divina y eterna manda observar siempre.47 Como puede observarse, la justiicación de la guerra contra los indios se presenta como un teorema de principios que relejan ese orden natural donde los españoles son conceptualizados categórica y realmente como prudentes y perfectos y los indios como bárbaros, y por eso deben ser sometidos por los españoles. En la visión de humanistas como Domingo de Soto y Alonso de la Vera Cruz, esta forma de argumentación categórica y demostrativa no es aplicable a problemas jurídicos, teológicos y políticos como la conquista de América, pues emplean indebidamente conceptos ajenos a la realidad de los pueblos indígenas, bajo una falaz apariencia de universalidad. El caso de Ginés de Sepúlveda resulta, pues, paradigmático 47 Ginés de Sepúlveda, Tratado sobre las justas causas de la guerra, FCE, México, 1996, pp. 153-154. 62 63 para mostrar la asociación entre argumentación con pretensión demostrativa y falaz justiicación de la guerra y el dominio imperial. Incluso, siguiendo a Silvio Zavala, un humanista como Vasco de Quiroga también sustenta una visión externa y despectiva de las culturas indígenas. Al respecto, nos dice don Silvio Zavala: Quiroga no tiene como Las Casas un concepto muy favorable de los caciques nativos, para él son tiranuelos que carecen de formas razonables de gobierno. De aquí que en última instancia, cuando don Vasco examina la actitud que debe adoptarse si los indios resisten irracionalmente a la religión y a la cultura de los españoles, diga con san Pablo que la iglesia debe rogar por los bárbaros “pero no para destruirlos, sino para humillarlos de su fuerza y bestialidad, y humillados, convertirlos y traerlos al gremio y misterio de ella al verdadero conocimiento de su criador y de las cosas criadas. Contra estos tales y para este in y efecto, cuando fuerzas hubiese, por justa, lícita y santa, servatis servandis, tenía yo la guerra, o por mejor decir, la paciicación o compulsión de aquestos, non in destructionem sed in ediicationem”.48 Tanto los comentarios de Silvio Zavala como la misma cita que hace de Quiroga muestran claramente el desprecio de don Vasco por los indios, no tanto dignos de reconocimiento y respeto sino de caridad y redención. Aunque Villoro no trata en su libro sobre el indigenismo a Vasco de Quiroga, éste representa la visión externa típica del indigenismo mexicano, entendida como la actitud y política paternalistas de los no indígenas, quienes asumen una superioridad racional, moral, 48 Silvio Zavala, El ideario de Vasco de Quiroga, Instituto de Investigaciones Históricas UMSNH, Morelia, 2015, p. 22. 64 intelectual y política sobre los indígenas que los autoriza a convertirse en sus redentores para sacarlos de su barbarie, aun a costa de humillarlos a través de una “guerra ediicante”. Esta visón no dista mucho de la de Ginés de Sepúlveda, pero es diametralmente opuesta a la de Las Casas y los salamantinos que a diferencia de Quiroga aprecian y reconocen la plena racionalidad de los pueblos indígenas y por lo tanto su capacidad a gobierno propio. Desafortunadamente, Villoro tampoco trata en su libro sobre indigenismo, que analizaremos a continuación, esta visión interna no indigenista pero a favor del reconocimiento de los indígenas y la defensa de sus derechos políticos como la que hemos visto de Alonso de la Vera Cruz. Así pues, en estas controversias entre la visión interna, hermenéutica y multiculturalista de humanistas como Alonso de la Vera Cruz y Bartolomé de las Casas, por un lado, y la perspectiva externa, universalista de Sepúlveda e incluso del indigenismo de Vasco de Quiroga o del propio Sahagún, se maniiestan claramente dos modelos o paradigmas opuestos sobre la diversidad cultural que incluyen aspectos tanto epistémicos, teóricos y metodológicos, como éticos, ideológicos y políticos. El primer modelo hermenéutico, multiculturalista y anticolonialista predominó como pensamiento de resistencia en el humanismo criollo de la época colonial en iguras como Zapata y Sandoval, Sigüenza y Góngora y Sor Juana en el siglo XVII; Eguiara y Eguren, Clavijero, Márquez y Alegre en el XVIII; y Fray Servando y Bustamante en el XIX. Pero a partir de la Independencia, el humanismo criollo decae y en su lugar predomina una visión externalista marcadamente positivista y liberal orientada a la superación de las diferencias culturales para la construcción desde el poder estatal de una nación 65 mestiza homogénea que ha predominado con diferentes matices en el siglo XX, como lo ha mostrado Luis Villoro en Los grandes momentos del indigenismo. En este gran libro, Villoro analiza las tensiones entre la visión interna y externa de los indígenas y sobre todo reconstruye históricamente el predominio de la perspectiva externa que constituye precisamente el indigenismo. clase dominante para justiicar sus proyectos y el ejercicio de su dominación: El indigenismo se presenta como un proceso histórico en la conciencia, en el cual el indígena es comprendido y juzgado (“revelado”) por el no indígena (“la instancia revelante”). Ese proceso es manifestación de otro que se da en la realidad social, en el cual el indígena es dominado y explotado por el no indígena […] Toda la dialéctica de la conciencia, que descubre mi trabajo, es una manifestación de una lucha, mencionada pero no tratada expresamente: el conlicto entre clases y grupos dominantes y dominados.50 El indigenismo como visión externa y etnocéntrica de los indígenas Luis Villoro señala que la contradicción entre las visiones interna y externa de los indígenas está presente desde Colón y la conquista de América. Cuando predomina la visión hermenéutica y se interpreta a las culturas originarias en sus propios términos, resultan civilizaciones grandiosas, tan desarrolladas como las europeas. Pero cuando se imponen las categorías ilosóicas y teológicas europeas, las culturas originarias son demoniacas y bárbaras: Presenta América dos supericies en un mismo ser. Una que llamaremos interna escapa como tal a la iluminación de la historia universal y adquiere sentido por sus propias signiicaciones. Otra que rebasa la individualidad para trascenderla hacia una realidad más amplia que la engloba, la designaremos como cara “externa” de su ser […] en la primera dimensión de su ser el indio aparece inocente, en la segunda culpable y demoniaco...”49 Una de las tesis más importantes del libro, no suicientemente desarrollada a juicio del propio Luis Villoro, es que la visión externa que interpreta a América en el contexto universal es promovida por el grupo o 49 Luis Villoro, Los grandes momentos del indigenismo, Colegio de México, Colegio Nacional, FCE, México, 1998, p. 102. 66 La visión externa que interpreta y condena a las culturas indígenas de América justiica así la dominación y explotación de los indígenas y por ello esta visión es de hecho una ideología dominante que deforma o disfraza la realidad. En este sentido, nos dice Villoro: “El libro debe verse, así, como una historia del encubrimiento ideológico y de su descubrimiento inal. Creo que en esta tarea acertó en lo esencial. No así en otro punto: no logra mostrar el carácter ideológico de las concepciones indigenistas.”51 Sin embargo, como veremos más adelante, a partir de la insurrección indígena de 1994 en Chiapas, Villoro cobró conciencia de que la supuesta superación del indigenismo como falsa conciencia del indígena no representó su liberación. Sólo la autonomía de los pueblos indígenas de acuerdo a sus propias concepciones y luchas puede alcanzar esa liberación. Con estas prevenciones, veamos por lo pronto los principales momentos de la historia del indigenismo. 50 51 Ibidem, p. 8. Ibidem, p. 9. 67 Villoro realiza el análisis del indigenismo en tres momentos históricos que representan la totalidad de la historia de México: primero, la conquista (Cortés y Sahagún); segundo, la Ilustración que divide en una etapa del humanismo criollo a inales de la colonia (Clavijero), la Independencia (Mier) y una tercera etapa del mismo segundo momento muy diferente: el cientiicismo decimonónico (Orozco y Berra). El tercer momento corresponde al México revolucionario y posrevolucionario, donde incluye a iguras como Pimentel, Bulnes y Molina Enríquez, y después a Gamio y Mendizábal. libre, pero de hecho, lo trata como esclavo. Tal es la antinomia verdadera.52 Luis Villoro no ve una salida equilibrada a esta antinomia del indigenismo e incluso él mismo se inclina por la propuesta de Gamio que trata de contemporizar la libertad del indígena en sus expresiones artísticas y la imposición de una cultura cientíica, necesaria para tomar conciencia de la explotación y decidir los medios efectivos para su emancipación: Comprendemos, siguiendo a Gamio, que en el arte haya que respetar plenamente su libre arbitrio […] la independencia del artista no nos hará temer, por otro lado, que llegara a convertirse en instrumento de sujeción voluntaria. Pero otro caso bien distinto es el de la ciencia. Allí, si acordáramos libertad absoluta del indio, se volvería ésta contra él y lo haría incapaz de una lucha ventajosa frente a otros elementos sociales. Por eso habrá que reemplazar su vida propia por otra más civilizada. En el fondo, el civilizado resuelve desde fuera los asuntos del indígena, decide por él, de aquellos objetos, ideas o técnicas que deberá conservar y de aquellos otros que deberá destruir o modiicar. Aquí no será el libre arbitrio del indígena quien decida de su progreso, sino que desde fuera deberemos enajenar su voluntad para resolver por él sus problemas. Que tal es la inevitable paradoja de toda lucha libertaria. Tener que prescindir —así fuera por un instante— de la libertad del oprimido para liberarlo de su opresión. Pues mientras no tenga conciencia plena de su situación de esclavo, mientras no conozca ni sepa utilizar los medios para liberarse, habrá que liberarlo aun en contra Luego del minucioso recorrido por los tres momentos del indigenismo, Villoro plantea una antinomia que es más bien una aporía en el intento de combinar respeto a la cultura de los indios y promover el progreso de su condición social. Este es el problema más grave de la diversidad cultural que enfrenta el indigenismo en su etapa más evolucionada: Creemos nosotros que la antinomia entre culturas encierra en su fondo otra antinomia más grave y radical: la de la liberación o sojuzgamiento del indio. Según el primer miembro de la oposición, habrá que dejar al indio en sus costumbres y cultura; habría que dejarle incluso la libertad de elegir para sí la ignorancia y el atraso. Según el segundo miembro, habría que sojuzgarlo enteramente, abolir su libertad con tal de que así logre la total liberación de su ignorancia y sus prejuicios. Las dos posiciones extremas hablarían en nombre de la libertad del aborigen, pero desembocarían en realidad en su esclavitud. El indianista fanático trata al indio como hombre libre, pero en el fondo quiere que permanezca esclavo. El occidentalista exaltado quiere al indio 68 52 Ibidem, p. 242. 69 de su propia voluntad.53 A in de cuentas, en la conclusión del libro Villoro se inclina por la visión externalista, propia del indigenismo que ha criticado con agudeza, pero que resulta desafortunadamente la única solución que alcanza a vislumbrar. Sin embargo, a raíz del movimiento del EZLN, en décadas recientes por fortuna ha resurgido con nuevas luces la visión interna y multiculturalista que respalda las luchas y los proyectos de los vencidos. En esta labor destacan Miguel León Portilla, Carlos Montemayor, Pablo González Casanova, Rodolfo Stavenhagen, Bolívar Echeverría, León Olivé y el propio Luis Villoro, en cuya obra reciente sobre los indígenas y la nación mexicana nos centraremos a continuación. Del indigenismo a la autonomía de los pueblos indígenas Desde los inicios de la insurrección neozapatista, Luis Villoro se convierte no sólo en un estudioso del movimiento, sino también en un defensor decidido, en una especie de intelectual orgánico del zapatismo. Es memorable su artículo en el periódico La Jornada a escasos meses de iniciada la insurrección, instando al presidente Salinas a buscar la solución pacíica del conlicto y evitar la represión. Como promotor del diálogo, se convierte en integrante de una comisión para el diálogo y la paciicación con justicia y dignidad y en asesor del EZLN. Este giro hacia la movilización indígena y la transformación de la nación y el Estado representa un regreso a los temas centrales de su etapa indigenista: ya no es el estudio de las ideas y concepciones de los no indígenas sobre los 53 Ibidem, pp. 242-243. 70 indígenas y su inluencia en la conformación de una nación, sino las concepciones, demandas y luchas de los mismos indígenas sobre su identidad, sus derechos, su papel en la nación, el Estado y la historia pasada y por venir. Ya no son los indígenas deinidos, incorporados o excluidos por otros, sino los propios indígenas los que se determinan y deinen a sí mismos por primera vez en la historia del México independiente. A escasos tres años del estallido de la revolución zapatista, Luis Villoro publica en 1997 El poder y el valor. El libro inicia con un minucioso análisis del concepto de valor y prosigue con una revisión histórica de autores clásicos sobre el tema del lenguaje del poder frente al lenguaje de los valores. A partir de esta confrontación, Villoro postula dos concepciones de la asociación política: la asociación para el orden, propio de las democracias liberales, y la asociación para la libertad, por la cual luchan pueblos y comunidades de todo el mundo, especialmente el movimiento zapatista con el cual Villoro se involucra radicalmente. De ese involucramiento resulta su libro Estado plural, pluralidad de culturas (1998), donde además del problema indígena se plantea en toda su amplitud la cuestión de la diversidad cultural y el Estado-nación. En este libro, escrito al compás de la insurrección indígena del EZLN, Luis Villoro nos ofrece una nueva interpretación de la relación entre los pueblos indígenas y el Estado mexicano que supera deinitivamente las aporías y antinomias del indigenismo. Precisamente en el capítulo sobre el derecho de los pueblos indios a la autonomía, Villoro retoma esta crítica al indigenismo que ya había esbozado casi medio siglo atrás en Los grandes momentos del indigenismo: Desde el siglo XVI, los pueblos indios de América han sido, para criollos y mestizos, lo otro, lo otro 71 juzgado y manipulado para su explotación o, por lo contrario, para su redención. Nosotros somos quienes los utilizamos, pero también quienes pretendemos salvarlos, pero también lo es el indigenismo, que pretende ayudar a su liberación. Mientras seamos nosotros quienes decidamos por ellos, seguirán siendo objeto de la historia que otros hacen. La verdadera liberación del indio es reconocerlo como sujeto, en cuyas manos está su propia suerte; sujeto capaz de juzgarnos a nosotros según sus propios valores, como nosotros los hemos siempre juzgado; sujeto capaz de ejercer su libertad sin restricciones, como nosotros exigimos ejercerla. Ser sujeto pleno es ser autónomo. El «problema» indígena sólo tiene una solución deinitiva: el reconocimiento de la autonomía de los pueblos indios.54 Pero como podemos ver, más allá de la crítica al indigenismo, lo novedoso en este libro es precisamente una propuesta de solución: el reconocimiento del derecho de autonomía de las comunidades indígenas. El trágico tono de Los grandes momentos del indigenismo y lo irresoluble de las antinomias del indigenismo a las que nos hemos referido, se tornan ahora en una nueva esperanza, en una alternativa vislumbrada desde la conquista misma pero que ha sido postergada durante cinco siglos. Villoro desarrolla una teoría multiculturalista de la nación y el Estado basada en la autonomía de los pueblos indios. Frente al Estado homogéneo y una nación monocultural que se ha tratado de imponer desde los inicios mismos del México independiente, proyecto para el cual ha sido funcional el indigenismo en diferentes momentos, Luis 54 Luis Villoro, Estado plural, pluralidad de culturas, Paidós-UNAM, México, 1998, p. 79. 72 Villoro apoya las demandas de las luchas de los pueblos indígenas a favor de una redeinición de la nación que reconozca su carácter multicultural. Ya no se trata de una nación criolla, ni de una nación mestiza, sino de una nación culturalmente plural que sólo podría ser representada por un Estado igualmente plural que dé cabida a la autonomía de los pueblos indígenas. El Estado plural representa la transformación del Estado-nación homogéneo que se ha intentado construir en todo el mundo durante los dos últimos siglos y que revela actualmente una profunda crisis, pues las naciones imaginarias impuestas desde el poder estatal no representan la diversidad cultural inherente a todos los países contemporáneos. Es decir, el Estado-nación homogéneo se ha construido a través de la negación de la diversidad cultural de las naciones realmente existentes y por ello no las representa. En México, el indigenismo del periodo independiente y especialmente en su expresión liberal decimonónica ha sido una ideología del Estado-nación homogéneo, concretado en su proyecto mestizo que se ha extendido durante la mayor parte del siglo XX, desembocando en una profunda crisis: Si algo nos ha revelado estos años, es una crisis profunda del modelo de Estado-nación de nuestra tradición liberal. La política neoliberal es la última versión del proyecto modernizador. Llevado a su extremo ha acrecentado más que nunca la distancia entre el “México occidentalizado” y el “México profundo.55 Villoro considera que la única vía para superar la crisis del Estado-nación homogéneo es la propuesta del movimiento indígena de reconocer la diversidad de culturas de la nación mexicana y en consecuencia transitar 55 Ibidem, p. 46. 73 hacia un Estado plural con pleno reconocimiento de las autonomías locales: De lo que se trata es de aceptar una realidad: la multiplicidad de las diversas culturas, de cuya relación autónoma nacería esa unidad. Frente al Estado-nación homogéneo se abre ahora la posibilidad de un Estado plural que se adecúe a la realidad social, constituida por una multiplicidad de etnias, culturas, comunidades.56 El proyecto de una nueva nación multicultural y de un Estado plural alcanzó su concreción en los acuerdos de San Andrés y en la propuesta legislativa de la COCOPA, en los cuales Villoro tuvo una participación destacada. Villoro deiende las propuestas autonómicas del movimiento indígena frente a las objeciones del gobierno federal a reconocer autonomía a los pueblos indígenas por el riesgo de un deterioro de la autonomía nacional. Con rigor analítico y precisión histórica, Villoro argumenta que la autonomía es una forma restringida, local y parcial de autodeterminación, diferente a la total y nacional que es la soberanía. Esta distinción es fundamental para entender el debate entre el gobierno federal y el EZLN a propósito de la autonomía: “Autonomía no es para ellos [los pueblos indígenas] soberanía. Lo que plantean es su derecho a pactar con el Estado las condiciones que permitan su sobrevivencia y desarrollo como pueblos, dentro de un Estado multicultural.”57 Con la autonomía, por primera vez los pueblos indígenas proponen y luchan directamente por insertarse a su manera en el Estado nacional, de acuerdo a sus propios ideales, necesidades y valores. Ya no se trata como en el indigenismo de que los no indígenas les impongan su 56 57 Ibidem, p. 47. Ibidem, p. 95. 74 futuro y su modo de inserción en la historia nacional y en la historia universal. Ya no se trata de una política indigenista, sino precisamente autonomista. La estrategia de lucha de los pueblos indígenas a favor de la autonomía es un “contrapoder” donde el valor de la dignidad y la libertad se oponen al poder estatal. Esta categoría de contrapoder nos la presenta Luis Villoro desde su libro El poder y el valor, y es la clave de su giro ilosóico hacia la esperanza de un mundo mejor, de un buen vivir, no sólo para los indígenas sino para todos los mexicanos y para el mundo entero, como nos lo expone en sus últimas publicaciones: Los retos de la sociedad por venir (2007) y Tres retos de la sociedad por venir (2009). Ambos libros (el segundo es una versión sintética del primero) tratan de tres conceptos fundamentales en el estudio de los pueblos indígenas de América y África, y sus luchas emancipadoras como alternativa a la crisis del Estadonación y de las sociedades contemporáneas dominadas por el capitalismo. Estos tres conceptos son justicia, democracia y multiculturalismo (o pluralismo). En estos libros deiende la necesidad de un enfoque local y contextual sobre la justicia, a partir de la experiencia de la injusticia predominante en las sociedades donde persisten los pueblos indígenas, como en México. Este punto de vista vuelve poco pertinentes enfoques liberales como el de Rawls, Habermas o Dworkin, pensadores para otro tipo de sociedades. El punto de partida para el estudio de la justicia no es una teoría sistemática, sino la experiencia de la injusticia, la vivencia solidaria de la injusticia. Esta posición contradice lo airmado en la segunda etapa en relación a la universalidad del pensamiento ilosóico, especialmente de los modelos de la ilosofía alemana y anglosajona y al rigor como valor principal de la ilosofía. Frente a la universalidad abstracta de estos modelos 75 teóricos europeos o norteamericanos, la autenticidad, pertinencia local y fuerza crítica de la ilosofía son valores más importantes: Este camino teórico sería el contrario al que siguieron tanto Rawls como Habermas en Occidente. Porque para ambos los principios de justicia expresan en último término la posibilidad de un consenso racional entre sujetos libres e iguales que se comunican entre sí. El concepto de injusticia puede presentarse como la negación de la posibilidad de ese consenso. Bastaría comprobar un hecho: la realidad de la injusticia existente. Partamos entonces de una realidad: la vivencia del sufrimiento causado por la injusticia.58 A partir de la experiencia de injusticia, Villoro busca inferir relexivamente cuál es la causa del sufrimiento de injusticia. Entre las causas que producen el sufrimiento de la injusticia, Luis Villoro destaca al poder como deseo de dominación para la satisfacción de intereses personales. Consecuentemente, en toda sociedad donde los hombres buscan dominar a otros se genera injusticia y la única manera de evitarlo es prescindir del deseo de poder. Este esfuerzo constituye lo que Villoro denomina contrapoder: “Podemos llamar contrapoder a toda fuerza de resistencia frente a la dominación. El contrapoder se maniiesta en todo comportamiento que se deiende y resiste al poder.”59 La historia puede verse como una confrontación entre poder y contrapoder, entre dominación y libertad, entre sometimiento y autodeterminación. En esta práctica se distinguen tres etapas de la lucha contra el poder: experiencia de la exclusión, exclusión como injustica 58 Luis Villoro, Tres retos de la sociedad por venir. Justicia, democracia y pluralidad, Siglo XXI, México, 2009, p. 14. 59 Ibidem, p. 18. 76 e indignación y proyección de un nuevo concepto de justicia como inclusión. En la lucha contra la exclusión, Villoro menciona a ilósofos como Las Casas y John Locke y las revoluciones republicanas del siglo XVIII que desembocan en la democracia. Se trataría de un modelo teleológico que apunta hacia una situación ideal en la que todos los miembros de la sociedad puedan alcanzar los ines valiosos que se propongan tanto en lo individual como en lo colectivo, atendiendo a las peculiaridades de cada grupo pero evitando que la realización de los ines de unos excluya la posibilidad de que otros también realicen sus propósitos. En otros términos, la realización de los ines e intereses de cada uno está supeditada a que todos puedan realizar sus objetivos; esto es precisamente el bien común.60 Desde esta interpretación de equidad, Luis Villoro concluye con la siguiente propuesta: La justicia podría expresarse mediante un enunciado negativo: la no exclusión de la pluralidad de culturas, no exclusión del bien común de la sociedad, no exclusión en el cumplimiento universal de lo debido. La justicia como no exclusión […] abre un horizonte […].61 La idea de justicia como no exclusión que propone Villoro, al aplicarla al ámbito de la participación ciudadana, o bien a la relación entre diferentes culturas que componen una nación dentro de un Estado, le permite extender y articular la discusión a problemas como democracia y multiculturalismo. Con gran optimismo, pero también con fundamento histórico y ilosóico y con compromiso social, Luis Villoro ve en el actual movimiento indígena una coyuntura y una esperanza histórica excepcional para México y 60 61 Luis Villoro, Los retos de la sociedad por venir, FCE, México, 2007, p. 105. Ibidem, p. 113. 77 las naciones latinoamericanas: lograr por primera vez superar la ilusión de la división de su ser entre una cara interna, un pueblo ante sí, y una cara externa, un pueblo “ante la historia”. Como humanista, Villoro se suma a esta lucha de los pueblos indios por construirse libremente su lugar en la nación mexicana y en la historia universal, sin que para ello tengan que pagar el alto costo de renunciar a sus identidades indígenas como lo ha exigido el Estado mexicano. Conclusiones Los debates sobre los retos de la diversidad cultural que representan los pueblos indígenas de México para la conformación de una nación plural y un estado democrático se han extendido a lo largo de cinco siglos. La visión externalista para superar la diversidad y construir una nación homogénea cultural y hasta racialmente, ha sido la hegemónica y dominante. Pero la visión interna desde la perspectiva de los pueblos indígenas ha persistido desde la conquista hasta nuestros días como una concepción de resistencia, e incluso ha alcanzado momentos de gran importancia como el humanismo criollo que logró vincularse orgánicamente a las culturas, valores y aspiraciones de los pueblos indígenas. Esta articulación orgánica es el origen del proyecto de nación multicultural que estuvo en la base de los movimientos de independencia. Pero a partir de su consumación, este humanismo que valoraba a las culturas originarias y las integraba como parte esencial de la identidad nacional decayó hasta casi desaparecer. En su lugar se consolidó una visión externa basada en el positivismo y el liberalismo, visión típicamente indigenista que promovió la desaparición de la diversidad de lenguas, pueblos y 78 culturas indígenas para la conformación desde el Estado de una nación moderna y homogénea basada en el mito del mestizaje. Como bien señala Miguel León Portilla, la lucha contra los pueblos indígenas por parte del Estado mexicano ha sido una constante de dos siglos de independencia que ha producido un verdadero etnocidio: […] consumada la Independencia y establecida la República, los indígenas fueron perdiendo los derechos en que se fundaba su personalidad jurídica. Al hacerse a un lado las distinciones étnicas, poco a poco fueron desapareciendo las antiguas repúblicas de indios. La imposibilidad de esgrimir derechos que le reconocían las Leyes de Indias trajo consigo nuevas formas de marginación. La propiedad comunal de las tierras, las formas de gobierno indígena, la salvaguarda de sus lenguas y de sus usos y costumbres quedaron en grave peligro de desaparecer.62 Pese a los esfuerzos de los gobiernos liberales decimonónicos, incluyendo los de la Reforma, por crear y consolidar desde el Estado una nueva nación homogénea, esencialmente mestiza, para principios del siglo XX, los intelectuales más desatacados como Justo Sierra y Andrés Molina Enríquez reconocían el fracaso, pues no existía una unidad nacional. Para Molina Enríquez lo que había era una pluralidad de patrias indígenas, pero no una nación mexicana. No obstante, tanto él como la mayoría de los liberales insistieron en el proyecto mestizo, excluyente de lo indígena y de la diversidad. Un siglo después, esto es en nuestros días, el fracaso del proyecto mestizo de nación es aún más grave. Al menos, y apenas, la Constitución mexicana reconoce a partir de 1992 el 62 Miguel León Portilla, Independencia, Reforma y Revolución. ¿Y los indios qué?, CONACULTA–Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, México, 2011, p. 68. 79 carácter multicultural de la nación; nación que aún está por construirse y que constituye una de las demandas más importantes no de la clase política, ni de los gobiernos, sino de los movimientos indígenas que demandan el reconocimiento de sus autonomías. BIBLIOGRAFÍA Afortunadamente, en las últimas décadas el humanismo no indigenista a favor de las luchas indígenas ha resurgido con nuevas luces en iguras como Miguel León Portilla, Guillermo Bonil Batalla, Pablo González Casanova, Luis Villoro, Rodolfo Stavenhagen y Carlos Montemayor. Todos ellos han adoptado el punto de vista propio de los pueblos indígenas en lucha y han adaptado sus categorías, teorías e interpretaciones al punto de vista interno de los indígenas. En especial todos ellos respaldan las demandas y luchas por la autonomía de los pueblos indios de hoy frente al Estado mexicano; de manera muy semejante lo hicieron humanistas como Bartolomé de las Casas y Alonso de la Vera Cruz ante el imperio español. En este sentido, tomando la expresión de Luis Villoro, todos ellos son intelectuales del contrapoder, o bien, en términos de Boaventura de Sousa Santos, son “intelectuales de retaguardia” de los pueblos indígenas en lucha. Habermas, J., “La pretensión de universalidad de la hermenéutica”, en J. Habermas, Lógica de las ciencia sociales, Editorial Rei, México, 1993. Gadamer, H.G., “Réplica a hermenéutica y crítica de la ideología”, en H. G. Gadamer, Verdad y método II, Editorial Sígueme, Salamanca, 1994. MacIntyre, Alasdair, “La idea de una ciencia social”, en A. Ryan (comp.), La ilosofía de la explicación social, FCE, México, 1976. Sepúlveda, Ginés de, Tratado sobre las justas causas de la guerra, FCE, México, 1996. Vera Cruz, Alonso de la, Sobre el dominio de los indios y la guerra justa (traducción de Roberto Heredia), Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2004. Villoro, Luis, Los grandes momentos del indigenismo, Colegio de México, Colegio Nacional, FCE, México, 1998. Villoro, Luis, Estado plural, pluralidad de culturas, PaidósUNAM, México, 1998. Villoro, Luis, Tres retos de la sociedad por venir. Justicia, democracia y pluralidad, Siglo XXI, México, 2009. Winch, Peter, Comprender una sociedad primitiva, Paidós, Buenos Aires, 1994. Zavala, Silvio, El ideario de Vasco de Quiroga, Instituto de Investigaciones Históricas UMSNH, Morelia, 2015. 80 81 La antropología mexicana: un proyecto de nación Dr. Rodolfo Stavenhagen63 Las disciplinas académicas en las ciencias sociales se forman en un proceso paulatino de identiicación a través de la investigación empírica, la enseñanza institucionalizada, el desarrollo de un corpus de conceptos, teorías y métodos, además de un espacio considerado como propio y un lenguaje que las distingue con mayor o menor rigor de otras disciplinas y ciencias. A lo largo de este proceso de formación, las disciplinas en cuestión se esfuerzan por establecer su propia singularidad y legitimidad, así como las barreras y fronteras que las diferencian de las otras y que en las últimas décadas han sido impuestas con criterios más burocráticos que académicos. En nuestro medio, este proceso ha sido reforzado por los lineamientos y restricciones erigidos por quienes reglamentan y deciden sobre las características de las tesis de grado o los proyectos de investigación, y last but not least, los presupuestos. Pero con el tiempo surge la necesidad de saltarse estas barreras icticias, reanudar el diálogo con las demás disciplinas, procurar la integración y las síntesis. ¿Con qué objetivo? Pues simplemente para profundizar el conocimiento y los saberes, que son el propósito primordial de toda actividad cientíica. 82 63 Rodolfo Stavenhagen es profesor-investigador emérito en El Colegio de México. Una versión ligeramente distinta de este texto fue pronunciada en una Conferencia Magistral en la UNAM el 31 de agosto de 2015. 83 El proceso indicado ha tenido lugar durante el desarrollo de la antropología en México, con variaciones muy propias de nuestra situación como país. ¿Por qué es importante esto? Porque a veces se proclama que la “ciencia es –o tiene que ser—universal”, independientemente de las características particulares de las sociedades en las que se desenvuelve. Entre antropólogos es común distinguir la antropología en los países metropolitanos y la que se practica en los países periféricos. Esta distinción releja, desde luego, la que se ha dado entre países ricos y poderosos, por una parte, y los países pobres y débiles, por la otra, tema que no nos es posible abordar en esta conferencia. Basta con citar al reputado antropólogo brasileño Roberto Cardoso de Oliveira, quien escribió hace algunos años, reiriéndose a Brasil y México, que es “el contexto nacional envolvente el que se impone con mucha fuerza en el horizonte de la disciplina y, por consecuencia, en la construcción del punto de vista del investigador, quien se preocupa por el lugar que ocupa, y desde el cual habla, y por las responsabilidades éticas de su ciudadanía… Quizás encontremos aquí, en la imposición casi compulsiva de esa dimensión política, la peculiaridad de uno de los estilos más marcantes de la antropología en América Latina”.64 Veamos pues cómo ha ocurrido este proceso en la patria del agave y del maíz. Me referiré por lo pronto a la rama que ahora llamamos “antropología social”, que surgió como un instrumento al servicio del colonialismo durante las primeras décadas del siglo XX, con algunos antecedentes en el XIX. En Estados Unidos, la expansión colonial se extendió del este al oeste, desde los primeros asentamientos ingleses en la costa atlántica a la llamada “conquista de la frontera”, con el paulatino genocidio de los pueblos originarios y la esclavitud de los africanos como modo de producción fundamental. La incorporación de lo que antes fuera el norte de México jugó un papel esencial en este proceso colonizador. Los primeros antropólogos norteamericanos querían conocer y salvar lo que se podía de las culturas originarias (indígenas) en los territorios ocupados y colonizados, antes de que éstas desaparecieran totalmente. Desde ines del siglo XIX, la antropología cultural se fue conformando como una disciplina con identidad propia, abriéndose camino en algunas universidades y contando desde el inicio con el apoyo del gobierno y de fundaciones privadas para sus expediciones de campo. Un estudioso de origen alemán quien enseñaba en la Universidad de Columbia en Nueva York, Franz Boas, es considerado el fundador de la antropología norteamericana en tanto disciplina académica, aunque no debemos olvidar a los distintos precursores. Al día de hoy, en la mayoría de los programas docentes se mantiene su esquema de una antropología integral, dividida en cuatro grandes ramas: arqueología y prehistoria, antropología física, lingüística y antropología sociocultural o etnología. 64 Roberto Cardoso de Oliveira, “O movimento dos conceitos na antropología”, en Revista de Antropología, vol. 36, 1993, pp. 13-31. Reproducido en O trabalho do antropólogo, Sao Paulo, Editora UNESP, 2000, pp. 37-52. Sus principios, que siguen orientando la práctica de la antropología, consistían en: Primero, rechazar los grandes esquemas evolucionistas que eran entonces muy apreciados por los teóricos europeos y también fueron adoptados por los pensadores marxistas en una primera etapa. Segundo, rechazar la idea racista de la superioridad e inferioridad de pueblos y culturas por factores biológico- 84 85 raciales. Tercero, adoptar la teoría del “relativismo cultural” en contraste con la visión “eurocéntrica” y generalmente racista que prevaleció durante las primeras décadas del siglo XX. Cuarto, sustituir el conocimiento especulativo por la investigación empírica de los hechos en el terreno. Manuel Gamio hace un llamado poderoso a la antropología como un elemento clave para una visión nacionalista del desarrollo de México, mismo que es retomado luego por Alfonso Caso, quien funda el Instituto Nacional de Antropología e Historia en 1939 y el Instituto Nacional Indigenista diez años más tarde. Boas y su estudiante Manuel Gamio contribuyeron a formar la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americana con sede en México hace poco más de cien años. El joven antropólogo mexicano Manuel Gamio inició entonces su amplio estudio integral sobre la población del valle de Teotihuacán (publicado en 1922), en el cual aplicó el enfoque boasiano, incluyendo datos arqueológicos, lingüísticos, etnológicos y biológicos sobre la población. Este enfoque regional sirvió de modelo para estudios realizados por antropólogos mexicanos posteriormente. Aunque algunos antropólogos se habían distinguido con anterioridad —en particular en el área de la arqueología—, Gamio es considerado como el fundador de la antropología cientíica en México.65 La antropología académica e institucionalizada nace en el México de la época revolucionaria con un proyecto cultural y social de tinte francamente nacionalista. Creció el interés por la arqueología, el análisis sistemático de los códices y las fuentes documentales de la época colonial para rescatar una visión del México antiguo que había sido excluida de la visión hegemónica durante el periodo de la República independiente. La obra por la que más se reconoce a Gamio es Forjando patria, Pro nacionalismo, de 1916, en la cual propone que la antropología debe servir para incorporar a las poblaciones indígenas y marginadas a la nación mexicana mestiza, y debe ayudar al Estado a gobernar mejor.66 Excavaciones, estudios estratigráicos de sitios arqueológicos, mantenimiento, reconstrucción, inventarios regionales y nacionales, análisis comparativos, teorías sobre cambios culturales, migraciones de los pueblos originarios, la difusión de rasgos y elementos lingüísticos, artísticos, arquitectónicos, etc., pronto formaron parte de una visión nueva del México prehispánico, acompañada de una revaloración de ese México antiguo tan despreciado por la sociedad hispana y criolla que dominó el escenario nacional a lo largo del siglo XIX. 65 Dejamos de lado, para esta breve presentación, la importancia que para el futuro desarrollo de la antropología en nuestro país tuvo la labor de investigación realizada al principio de la colonia por Sahagún, Motolinía y otros cronistas, algunos incluso de origen indígena. Véase Guillermo de la Peña, “Introducción. Pluralidad e interdisciplina en la antropología mexicana”, en Virginia García Acosta y Guillermo de la Peña (coord.), Miradas concurrentes. La antropología en el diálogo interdisciplinario. Publicaciones de la Casa Chata, 2013, pp. 13-67. 66 Para una buena introducción a la obra de Gamio, véase Guillermo Castillo Ramírez, “La propuesta de proyecto de nación de Gamio en Forjando patria (Pro nacionalismo) y la crítica del sistema jurídico-político mexicano de principios del siglo XX”, en Desacatos, núm. 43, septiembre-diciembre 2013, pp. 111-126. De los estudios culturales emergió el concepto etnológico de Mesoamérica como un área cultural o espacio territorial con rasgos identitarios propios, en contraste con otras zonas tanto al norte como al sur del país. Esta visión encajaba bien en la ideología nacionalista postrevolucionaria que se fue consolidando hasta la década de los treinta y en la cual pronto encontró su sitio la incipiente antropología mexicana. La idea de 86 87 Mesoamérica, acuñada por el antropólogo Paul Kirchof, incluía a las grandes civilizaciones antiguas como el imperio azteca, la región zapoteca-mixteca y el área maya en su conjunto. Orgullosos del pasado indígena revalorizado, los mexicanos contemporáneos podíamos ahora invocar a las civilizaciones indígenas como parte de un patrimonio cultural común, al mismo nivel que las grandes civilizaciones mediterráneas (grecorromana, egipcia) y orientales (India, China). El concepto de Mesoamérica, aunque haya sido criticado por nuevas generaciones de arqueólogos, sirvió también para ines ideológicos y tuvo su momento de gloria. Hasta la fecha, el discurso nacionalista hegemónico se alimenta más de las grandezas del México prehispánico que de las raíces del mundo mediterráneo y renacentista (del que formaba parte la España monárquica). En efecto, el cordón umbilical de nuestra antropología conduce al Estado mexicano, que la mantiene bien sujeta al vientre materno proveedor y controlador a lo largo de todo el siglo XX desde los días de Gamio en la Dirección de Antropología de la Secretaría de Agricultura. En los años treinta, la Secretaría de Educación auspició algunos estudios de lingüística y diagnósticos socioeconómicos para impulsar la educación rural e indígena en el campo. En este proceso se distinguió Moisés Sáenz, maestro con estudios de antropología. Pero no fue sino hasta 1939 que se fundó el Instituto Nacional de Antropología e Historia, al cual pronto fue incorporada la Escuela Nacional de Antropología e Historia, cuyo propósito principal era formar a los técnicos que le servirían al INAH en sus objetivos de conocer y preservar el patrimonio cultural del país. 88 El estrecho vínculo entre la antropología y la administración pública dejó su marca en los planes de estudio, los proyectos de investigación, la orientación teórica y las obras publicadas por el INAH y la ENAH en las décadas siguientes. Este vínculo se fortaleció al nacer el Instituto Nacional Indigenista en 1948, en el cual se lograron colocar numerosos egresados de la ENAH durante las décadas de los años cincuenta y sesenta. hasta la década de los treinta El INI, que formaba parte de la estructura del gobierno federal, respondió a los objetivos trazados por el Primer Congreso Indigenista Interamericano que fue convocado por México y se realizó en Pázcuaro, Michoacán, en 1940. Dirigido primero por el conocido estudioso del pasado indígena de México, Alfonso Caso, y luego por el médico y antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán, el INI diseñó la política indigenista del Estado mexicano durante sus primeros treinta años de existencia. En este proceso destaca sobre todo el papel de Aguirre Beltrán como líder teórico del indigenismo mexicano y latinoamericano. “El indigenismo —decía Caso— trata de una aculturación planiicada por el gobierno mexicano para llevar a las comunidades indígenas los elementos culturales que se consideren de valor positivo para sustituir los elementos culturales que se consideren negativos en las propias comunidades indígenas.”67 La política indigenista tenía como objetivo promover el desarrollo y el bienestar de las poblaciones indígenas, las cuales en 1950 representaban el 12% de la población nacional con un total de 2,5 millones de hablantes de lenguas indígenas (el uso de la lengua era el principal 67 Alfonso Caso, Los centros coordinadores indigenistas, Instituto Nacional Indigenista, México, 1962. 89 criterio para distinguir a los indígenas de los no indígenas en el país). Más allá de fomentar el mejoramiento de las condiciones de vida de estos pueblos, el principal propósito político y social del indigenismo ha sido la “incorporación” de los indígenas a la nación para lograr el objetivo mayor que era la “integración nacional”. Este concepto de “integración nacional” tiene diversas interpretaciones, pero como idea central de la política indigenista en aquella época (hace medio siglo) consistía sobre todo en la aplicación de un conjunto de programas y proyectos del Estado tendientes a fortalecer la “cultura nacional” mediante adecuadas políticas lingüísticas y educativas. Así, uno de los objetivos fue la “castellanización” de los indígenas, la diseminación de los “valores nacionales” compartidos por todos los mexicanos, a cargo de los cuales estaría el Estado benefactor y paternalista. A través del indigenismo oicial, la antropología fue llamada a jugar un papel importante y creativo en este proceso. Recordemos que a lo largo del siglo XIX prevaleció una visión ambigua, pero al in y al cabo profundamente racista de la sociedad mexicana. Si bien hubo quienes idealizaban a las culturas indígenas precoloniales (sobre todo el imperio azteca) como precursores del Estado mexicano independiente, en la vida cotidiana y en el nuevo discurso nacionalista, la “raza indígena” (como se le llamaba con frecuencia) fue despreciada y excluida de la vida pública (con la notable excepción de la señera igura del presidente Benito Juárez). Aunque todos los mexicanos disfrutaban constitucionalmente de los mismos derechos ciudadanos, en la realidad ello no incluía a los indígenas. El discurso 90 oicialista hizo frente a esta sociedad polarizada reconociendo la creciente importancia del mestizaje en la conformación socio-racial de la población mexicana. Desde los escritos de Andrés Molina Enríquez a principios del siglo XX, pasando por el llamado de Manuel Gamio, hasta el indigenismo de hace medio siglo, la igura del mestizo emerge como símbolo y síntesis de la pujante sociedad mexicana en su periodo republicano independiente y luego durante la fase revolucionaria. Algunos historiadores insisten en que poco después de la conquista española, la Nueva España ya estaba en vías de devenir una sociedad mestiza, proceso que se fue intensiicando en los siglos posteriores. El mestizaje tiene dos vertientes que siempre han coexistido. Primero, la mezcla biológica racial de poblaciones genéticamente diferenciadas (indígenas, europeos y africanos). En segundo lugar, la mezcla de elementos culturales provenientes de estas mismas fuentes, que tuvieron como resultado un proceso de “aculturación”, la emergencia de una novedosa cultura que se expresó fundamentalmente en el plano religioso, gracias a la diligente y persistente labor de los curas y frailes que acompañaron a los conquistadores. La antropología retoma la igura del mestizo y el proceso de mestizaje no sólo como parte de una dinámica sociocultural existente e innegable, sino también como una meta a alcanzar a través de las políticas públicas del indigenismo. Las controversias en torno al mestizaje siguen dándose en el medio académico hasta nuestros días.68 68 Agustín Basave Benítez, México mestizo: análisis del nacionalismo mexicano en torno a la mestizoilia de Andrés Molina Enríquez, FCE, México, 2002. 91 Para algunos estudiosos, el mestizaje tiende a desplazar a los indígenas del escenario nacional (y en todo caso, encerrarlos en los museos); para otros, los mestizos serían una categoría intermedia más entre los distintos estratos sociales que conforman a la sociedad mexicana. Y desde otra perspectiva, los mestizos representarían a la clase media que comienza a surgir precisamente a partir de la segunda mitad del siglo XIX y se desenvuelve a lo largo del siglo pasado. Para quienes quieren esquematizar, el mestizaje racial se puede colocar a lo largo de un continuum en cuyos extremos se encuentran los indígenas y los blancos. Y en términos culturales, la antropología ha hecho uso también del “continuum folk-urbano” acuñado por Robert Redield, quien hizo trabajos de campo en Yucatán y en Tepoztlán en la década de los treinta. El mestizaje como concepto analítico en la antropología se sitúa en la intersección del concepto de “raza” (ampliamente usado por los primeros antropólogos), el de “cultura” (que vino a desplazar al anterior) y el de “clase” que proviene de la sociología. Hasta la fecha existen animados debates entre los académicos en torno al signiicado del mestizaje en relación con estos tres conceptos. Pero para los políticos e ideólogos del siglo XX no había dudas: México era y debía ser un país mestizo, y el mestizaje de la población seguía siendo un objetivo de política pública. Así, Gonzalo Aguirre Beltrán, el principal teórico y ejecutor del indigenismo en nuestro país, escribió: “La base orgánica de la ideología del indigenismo no es el indio sino el mestizo.”69 69 Gonzalo Aguirre Beltrán, Obra antropológica, XV volúmenes, FCE, México, 1991-1992. 92 El discurso del indigenismo oicial adopta algunas categorías de la antropología cultural norteamericana de mediados del siglo XX y las coloca en el centro de sus preocupaciones. En primer lugar, desecha el enfoque racial (y racista) de las generaciones anteriores, para incar “lo indígena” irmemente en el mundo de la cultura (el uso de la lengua, el concepto de “comunidad”, la vigencia de distintas tradiciones, el ciclo de iestas y ceremonias religiosas — las cuales son producto de la evangelización, es decir, del mestizaje cultural—, formas propias de impartir justicia y solucionar conlictos, nombramiento y respeto a autoridades locales propias distintas a la estructura política nacional, etc.). Los “estudios de comunidad” fueron durante varias décadas la marca de la antropología social y cultural en el mundo anglosajón. Así, el indigenismo reconoce la singularidad de las culturas indígenas, pero su objetivo sigue siendo impulsar el proceso de aculturación para alcanzar la deseada integración nacional. Viéndolo de cerca, este proceso acabaría en la desindigenización de México. Para alcanzar esta meta, el indigenismo se propuso crear un cuerpo especializado de intermediarios, conocidos como promotores culturales y maestros bilingües reclutados en las comunidades indígenas con la tarea de impulsar los cambios culturales requeridos para la modernización de sus pueblos. El principal escenario para lograr estos cambios era la escuela rural, promovida desde los años veinte por la Secretaría de Educación encabezada por José Vasconcelos, cuya orientación hispanóila le llevó a gloriicar la “raza cósmica” de los mestizos. El auge de la educación rural indígena se dio durante el gobierno de Lázaro Cárdenas. 93 Desde entonces, maestros, lingüistas y antropólogos han debatido en torno a los conceptos y métodos que debían emplearse en la educación de los niños y jóvenes indígenas. El sistema más utilizado durante años fue el de la alfabetización y castellanización directas, pero las evaluaciones que se hicieron demostraron que si bien se lograba disminuir el monolingüismo en lengua indígena, la deserción escolar se mantenía alta. Surgió entonces la teoría de que lo mejor sería alfabetizar a los escolares en sus propias lenguas y proseguir con una escolarización en lenguas indígenas al menos hasta el tercer año de primaria, para luego pasar a la enseñanza en castellano y lograr así un proceso de educación bilingüe. Para ello se produjo con el tiempo un gran número de cartillas de alfabetización en las distintas lenguas indígenas y fueron formados miles de profesores en estas lenguas. Sin embargo, la educación indígena no logró consolidarse, hasta que en una tercera etapa la SEP comenzó a construir un sistema de educación multicultural e intercultural con el cual se espera aumentar la eiciencia terminal de la enseñanza básica y encarrilar a los estudiantes hacia niveles superiores de educación (como serían las universidades interculturales que se han establecido por ahora en solamente unas cuantas regiones del país). El debate sobre la educación indígena que fue abierto en los años veinte y en el cual la antropología mexicana juega un papel importante, no ha terminado hasta la fecha. El enfoque culturalista, impulsado por los antropólogos, reconoce que México es un país pluriétnico y multicultural, pero que debe dejar de serlo si quiere integrarse plenamente al mundo moderno. De esta manera, el indigenismo generó sus propias contradicciones que 94 estallaron a partir de la década de los setenta del siglo pasado. Por aquellos años también comenzó a expresarse la antropología de la liberación y la resistencia en los entonces llamados países del Tercer Mundo. Los pueblos sujetos a distintas formas de explotación y sometimiento encontraron en las diversas teorías postcoloniales y otros enfoques sobre la descolonización y la liberación, nuevas perspectivas para la aplicación de conocimientos antropológicos a las luchas por los derechos humanos. Recuerdo que formé parte de una Asociación de Antropólogos del Tercer Mundo que se proponía modiicar los parámetros de la antropología académica predominante. La antropología fue utilizada por muchos de sus exponentes como un instrumento más en estas luchas, que se concentraron sobre todo en cuatro grandes vertientes a nivel internacional: a. La descolonización b. La lucha contra la discriminación y el racismo c. Los derechos de las minorías étnicas, lingüísticas, religiosas, etc. d. Los derechos colectivos de los pueblos indígenas Estos planteamientos se dieron en el ámbito internacional, sobre todo en los organismos de las Naciones Unidas, a raíz de la adopción por la ONU de los dos grandes pactos internacionales de derechos humanos: el de los derechos civiles y políticos, y el de los derechos económicos, sociales y culturales, ambos aprobados en 1966 y ratiicados por México apenas en 1981. El movimiento internacional por los derechos humanos, en el cual se insertaron las demandas que con creciente 95 fuerza realizaban los pueblos indígenas del mundo, hizo buen uso de los aportes de los estudios antropológicos, y esto llegó a ser relejado también en el incipiente movimiento indígena mexicano. Desde los años veinte, algunos indígenas norteamericanos se habían acercado a la Sociedad de Naciones (precursora de la ONU) para solicitar su reconocimiento como pueblos con derechos propios, pero fueron rechazados. Después de la Segunda Guerra Mundial, ya creada la ONU, la postura de los estados-miembros privilegiaba la idea de que los derechos humanos universales de cada individuo eran suicientes para garantizar los derechos de los indígenas como de otros grupos sociales, raciales y culturales. En los estudios previos a la redacción de los convenios internacionales sobre derechos humanos participaron numerosos antropólogos de diversos países. Era preciso expulsar el racismo y toda clase de discriminaciones del vocabulario ideológico internacional. (Recordemos que habían pasado sólo pocos años desde el inal de la guerra mundial, y que en Estados Unidos la discriminación racial tenía sanción oicial y el apartheid dominaba en Sudáfrica.) En uno de esos grupos de trabajo de la ONU participó un distinguido antropólogo mexicano, el Dr. Santiago Genovés, del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM. Durante más de veinte años, los representantes de los pueblos indígenas de distintas partes del planeta llegaron a la ONU a plantear su derecho a la libre determinación como pueblos, incluyendo diversos derechos colectivos, además de los derechos individuales universales ya consagrados desde la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948. Por su parte, la Organización Internacional del Trabajo reconoció estos derechos colectivos indígenas en su Convención 169 de 1989, que 96 México ratiicó en 1990. (Me tocó presidir el grupo de trabajo que redactó el primer borrador de este convenio en 1986.) En México, los pueblos indígenas comenzaron a organizarse sistemáticamente desde la década de los setenta, algunos al amparo del Instituto Nacional Indigenista o de la Secretaría de Educación Pública, y otros más de manera espontánea e independiente. Entre otras demandas, ahora reclamaban el derecho a ser reconocidos como pueblos con identidad histórica, social, cultural y territorial propia; en otras palabras, reclamaban el derecho a la libre determinación y la autonomía en el marco de un estado multicultural y pluriétnico. La idea de que México es un país multicultural y pluriétnico, y que esto constituye un patrimonio de toda la nación, poco a poco se abrió camino en el discurso oicial y comenzó a desplazar el viejo discurso indigenista integracionista. En este cambio de visión, impulsado por el creciente movimiento indígena, intervinieron no pocos antropólogos. Aguirre Beltrán polemizó durante varios años con los jóvenes antropólogos “comprometidos” que le cuestionaban. Con todo, en la actualidad hay quienes preieren atenerse al discurso indigenista antes que adoptar el paradigma de una sociedad intercultural. La polémica sigue viva. Sin embargo, el discurso hegemónico está cambiando, sostenido ahora por los nuevos textos constitucionales y los instrumentos internacionales que México ha suscrito. Las diferencias culturales entre los pueblos indígenas y el resto de la población nacional (en su mayoría mestiza, aunque ahora también se reconoce a la población afromexicana que durante mucho tiempo estuvo invisibilizada), ya no podían ser consideradas como 97 un obstáculo a la integración nacional, sino debían ser tomadas como una parte importante de la rica diversidad cultural del país. Varios factores contribuyeron al cambio del discurso, del cual no eran ajenos los numerosos planteamientos hechos por los estudiosos de la antropología a lo largo de varias décadas. Es preciso señalar en primer lugar el impacto que en la sociedad mexicana —y a nivel mundial— causó el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en 1994. Después de dos años de negociaciones entre el EZLN y el gobierno federal, fueron irmados los Acuerdos de San Andrés, que hasta la fecha siguen incumplidos por parte del gobierno. Sin embargo, abrieron una pequeña rendija en la estructura autoritaria que había mantenido a los indígenas apartados de una efectiva participación en la vida pública del país. Varios años después, en 2001, el Senado adoptó la reforma constitucional en materia indígena. Y en 2011 se aprobó un nuevo artículo primero de la Constitución en materia de derechos humanos. En el poder judicial poco a poco se han abierto las puertas a la protección y defensa de los derechos de los pueblos indígenas, antes ignorados. tramitando ante la UNESCO que sean declaradas como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Entre otros muchos congresos, coloquios y seminarios que han tenido lugar en años recientes, vale la pena mencionar el Encuentro Nacional Agenda Indígena de julio de 2015, que hace el siguiente pronunciamiento: “La demanda política común de los diversos movimientos indígenas de México es el reconocimiento pleno de nuestros derechos colectivos como sujetos de derecho público, como sujetos políticos colectivos integrantes del pacto federal de los tres poderes, con identidad propia, con capacidad de gobernarse autónomamente conforme a nuestros sistemas normativos internos; con personalidad jurídica, territorio y patrimonio propio.” En el campo de la educación pública, desde hace varios lustros ya se implementa alguna forma de educación bilingüe multicultural en las regiones indígenas, y durante la última década han comenzado a funcionar en el país algunas universidades indígenas interculturales. Este texto, junto con otros que van en el mismo sentido, plantea una problemática teórica no resuelta en la que también han estado involucradas la antropología y otras ciencias sociales. Así, desde la antropología cultural resultaba común clasiicar a los pueblos según su grado de desarrollo tecnológico, en “primitivos” o “tradicionales” en un extremo y “modernos” o “avanzados” en el otro. Cuando esta visión se vinculó a la ecología cultural (es decir, la relación entre sociedad y medio ambiente) se produjeron algunas seductoras teorías sobre la evolución de las sociedades humanas que encajaban bien con las escuelas evolucionistas del siglo XIX, en las que abrevaron durante mucho tiempo los antropólogos marxistas. En 2003, el Congreso adoptó la Ley General de Derechos Lingüísticos, al amparo de la cual fue creado el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) que hasta ahora ha identiicado más de 60 lenguas indígenas vivas en el país, aunque algunas están en serio peligro de desaparecer porque ya casi no tienen hablantes. El gobierno está Aguirre Beltrán analiza la estructura y dinámica de las “regiones de refugio” en las que coexisten los ladinos (mestizos y criollos dominantes) y los indígenas y ladinos pobres subordinados, en un sistema de dominación que él denomina “proceso dominical”. En vez de aplicar un análisis de clases sociales (como haría el marxismo), 98 99 toma de la sociología norteamericana el esquema de “castas y clases” en un sentido de estratiicación y no de enfrentamiento estructural de clases sociales. Otra vertiente del marxismo emplea un esquema clásico y clasista, es decir, considera a los pueblos indígenas como una parte sobreexplotada del campesinado en su aspecto de proletariado agrícola (¿jornaleros yaquis, tarahumaras, mixtecos y otros en el Valle de San Quintín, B.C.?). Esta vertiente descarta la teoría de la modernización y privilegia la lucha de clases en el marco de una sociedad agraria, como fue la de México al principio de la Revolución hasta bien entrado el siglo XX. Efectivamente, la alternativa entre un México pluricultural que opta por la modernización y un México rural dividido en clases sociales opuestas que luchan por el control de la tierra y los recursos naturales, sigue confrontando a los distintos enfoques de las ciencias sociales. González Casanova y Stavenhagen introducen el concepto de “colonialismo interno” para referirse a estos procesos de explotación y dominación en los cuales los pueblos indígenas han sido las víctimas desde la conquista. Una de las áreas más conlictivas en las regiones indígenas de México es la lucha por el control del territorio y los recursos naturales. Mientras que el artículo 2º constitucional (aprobado en 2001) reconoce el derecho de los pueblos indígenas a sus territorios ancestrales, la ley agraria sigue hablando de derechos ejidales y comunales, parcelas y propiedades privadas. Entre los puntos conlictivos no resueltos tenemos el derecho de libre determinación y la demanda indígena por la autonomía. En estos debates ya no se trata solamente de privilegiar algún enfoque teórico de moda, sino de rediseñar la estructura del Estado y una nueva visión de 100 la nación mexicana. ¿Estará la antropología de hoy en día a la altura del desafío? Cuando el Estado enfrenta las demandas indígenas con dos enfoques jurídicos diferentes que provienen de dos tradiciones distintas (las luchas agrarias y los derechos humanos colectivos), entonces no debe extrañar que la situación de los pueblos indígenas en el país aún sea complicada. Ni siquiera las teorías más modernas de la antropología han propuesto soluciones a estos problemas. Como resultado de estos debates y la ineicacia, hasta ahora, de la nueva jurisprudencia en materia de derechos indígenas, el Congreso enfrenta el desafío de proceder a la armonización legislativa en esta materia. Una vez superado el enfoque de las “regiones de refugio”, que sirvió de legitimación a la política indigenista de hace medio siglo, hoy se habla de nuevas identidades indígenas vinculadas a los procesos migratorios, a las luchas por conservar un medio ambiente sano y evitar el ecocidio, así como la defensa de las tierras y los recursos naturales contra los intereses privados de compañías mineras globales y otros consorcios. En México, una nueva generación de intelectuales indígenas (incluyendo antropólogos) ejerce su activismo en derechos humanos y resiste los ataques que provienen de distintos sectores. En estos conlictos destaca el papel activo que han asumido las mujeres indígenas en todos los niveles. El enfoque postmodernista en la antropología dice que es preciso colocar los argumentos en su sitio preciso. Así, quien discurre debe aclarar desde dónde habla y en dónde se coloca. No existen las verdades absolutas. En consecuencia, la antropología indigenista aporta una 101 visión desde fuera; la antropología indígena una visión desde dentro. Ello nos debe conducir a la reconiguración de las metodologías de trabajo, de los conceptos orientadores de las teorías interpretativas, etc., pero sin caer en etnometodologías mutuamente excluyentes. Lo que hace treinta años comenzó como un programa de formación de etnolingüistas ligado al Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), hoy se ha transformado en diversos programas de formación de antropólogos indígenas (en sus distintas especialidades) en numerosas universidades del país. En la ONU han seguido los esfuerzos de los pueblos indígenas por incar sus derechos en el derecho internacional. Fue una gran victoria que la Asamblea General de la ONU proclamara la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas en 2007, proceso al que contribuyó la diplomacia mexicana, así como la adopción de resoluciones semejantes en varios de sus organismos especializados. Sin embargo, queda mucho por hacer. Como hemos visto, la antropología mexicana se fue conformando como disciplina académica en estrecha vinculación con una visión nacionalista del país y con una política de Estado conocida como “indigenismo”. Esto no habría sido posible sin el compromiso social adquirido por los primeros antropólogos a principios del siglo pasado y sus estudiantes y colaboradores a lo largo de los años subsiguientes. También vimos que esta visión nacionalista cambió de perspectiva y que los objetivos de las políticas públicas se fueron adaptando a estos cambios. En este movimiento tuvieron su papel algunos antropólogos y antropólogas 102 destacadas de la segunda y tercera generación, quienes asumieron la responsabilidad que venía con la oportunidad de formarse en las ciencias antropológicas en una institución pública como lo es la ENAH. Pero, ¿qué signiica hoy en día hablar de la responsabilidad social de la antropología y del compromiso social de quienes la ejercen profesionalmente ya sea en la academia, en el servicio público o incluso en una empresa de encuestas de mercado? El problema puede reducirse a una cuestión de ética, es decir, de valores morales. Esto no signiica decir que cada antropólogo tiene que ser una “buena” persona, aunque desde luego sería deseable que lo fuera. En nuestro campo también se dan numerosos incidentes en los que está en cuestión la integridad ética del profesionista. Si le corresponde, por ejemplo, a los arqueólogos preservar y proteger el patrimonio nacional de la época precolonial, ¿qué pueden hacer cuando se instala un supermercado en medio de una zona arqueológica, destruyendo parte de ese patrimonio? Comencé a hacerme estas preguntas cuando, siendo aún estudiante, fui a trabajar a la Cuenca del Papaloapan con la tarea de convencer a las familias mazatecas que debían aceptar ser reubicadas del vaso de la gran presa que pronto inundaría sus tierras y casas. Mis compañeros y yo, apodados “técnicos en relocación”, integramos un cuerpo llamado “brigadas de convencimiento”. Todo ello en nombre del progreso y del desarrollo que el gobierno quería ofrecer a los mazatecos, pero sin haberlos siquiera consultado con anterioridad. Hoy con tantos focos de violencia en distintas partes del mundo, hay quienes anuncian que existen culturas más o menos propicias a la intolerancia y al rechazo de los que no 103 piensan como ellos, mientras que hay culturas más abiertas y tolerantes, basadas en los conceptos de las libertades individuales y los derechos humanos universales. ¿Será? ¿Qué papel han jugado los investigadores de lo social y lo cultural en la creación de ciertos mitos o estereotipos que se extienden y se perpetúan en el imaginario público? Si en la actualidad el Estado y las empresas privadas contratan a los antropólogos como asesores para proyectos de desarrollo que inciden en las condiciones de vida de la población afectada, en el medio ambiente, en la alimentación y la salud, mientras que del otro lado se juegan los poderosos intereses económicos de las empresas involucradas (como las mineras o los polos turísticos, por ejemplo), ¿cómo puede o debe ejercerse la ética profesional, o bien la responsabilidad social de aquel profesionista? ¿Es el consejo del antropólogo una mercancía más en el mercado, o expresa también una visión del mundo que se traduce en un compromiso humano y social? En México no nos han faltado situaciones delicadas. El presidente Cárdenas invitó a una organización norteamericana de misioneros evangelistas para que ayudaran a la alfabetización de las poblaciones indígenas. Compuesto de lingüistas profesionales, el Instituto Lingüístico de Verano se instaló en varias regiones del país y en pocos años produjo cartillas, manuales y diccionarios en lenguas indígenas que antes carecían de escritura propia y que eran muy apreciados por las autoridades educativas e indigenistas. de México había irmado un convenio de colaboración con el SIL (por sus siglas en inglés) y estaba satisfecho con su obra lingüística, pero la comunidad de antropólogos profesionales le dio la espalda aunque reconocía el valor de sus trabajos de lingüística aplicada. En México se ha debatido en distintas épocas si las culturas indígenas (tan cuidadosamente estudiadas por la antropología) constituyen un obstáculo al desarrollo y al progreso, o bien si pueden ser portadoras de valores que les permitan incorporarse al mundo moderno. Durante la etapa racista del poririato prevaleció la primera vertiente, mientras que en la época postrevolucionaria del indigenismo se impuso la segunda corriente. Ambos enfoques coincidían, sin embargo, en que las culturas indígenas como se conocían entonces tenían que desaparecer para bien del país. Nadie se había molestado en preguntar a los pueblos indígenas qué pensaban de esta controversia. La materia prima para esta polémica la proporcionaban los antropólogos. Ahora que los pueblos indígenas han asumido un papel cada vez más activo en la defensa de sus derechos, hay quienes plantean a su vez la necesidad de resolver problemas enraizados desde tiempos atrás, como es la desigualdad de género al interior de las comunidades y los derechos, muchas veces ignorados, de las mujeres indígenas. ¿Qué puede hacer la antropología en la defensa y promoción de los derechos de la mujer en el contexto de las culturas indígenas? Sin embargo, durante los años de la Guerra Fría circuló la noticia de que el Instituto servía a los intereses geopolíticos del gobierno de Estados Unidos y sus agentes fueron expulsados de varios países latinoamericanos. El gobierno Más preocupante todavía es el panorama generalizado de violaciones persistentes de los derechos humanos de los pueblos indígenas, ampliamente documentado por organismos nacionales e internacionales de defensa de estos derechos. En el marco de sus luchas por la defensa 104 105 de sus tierras y recursos y del medio ambiente, numerosos líderes indígenas (hombres y mujeres) sufren vejaciones, encarcelamientos y juicios injustos e ilegales. Otros son víctimas de persecuciones, desapariciones forzadas y asesinatos que las autoridades son incapaces de resolver, o en los cuales incluso se encuentran involucradas. a la resistencia, y algunos se desesperaron tanto que dejaron la pluma y el pincel para intentar sobrevivir de cualquier manera posible. Otros pocos se sometieron bien que mal (o hasta con convicción y entusiasmo) a las dictaduras (como también lo hicieron bajo el estalinismo en la Unión Soviética). Hoy en día México es uno de los países más violentos en el mundo, con mayores violaciones de los derechos humanos de su población, entre la cual los indígenas aparecen como víctimas en proporción elevada. Esto lo han documentado diversas organizaciones de derechos humanos del sistema interamericano y de Naciones Unidas. El caso más dramático de los últimos años es la desaparición forzada de los estudiantes de la escuela normal de Ayozinapa en Guerrero, que hasta la fecha las autoridades competentes han sido incompetentes para resolver. En aquellos años de oscurantismo y muerte quedó siempre pendiente una respuesta a la pregunta: ¿Cuál es la responsabilidad social del intelectual? La misma interrogante se han de hacer hoy en día los intelectuales universalistas de los países musulmanes ante la embestida fanática de un fascismo islamista que niega todos los valores humanos que la sociedad mundial ha podido conservar y erigir en normas de conducta a raíz de la Segunda Guerra Mundial. ¿Son culpables las culturas? Junto con el resto de la ciudadanía, la comunidad académica de antropología tiene la oportunidad –y yo agregaría, la responsabilidad— de levantar su voz en defensa de estas y muchas otras víctimas de graves violaciones a sus derechos humanos. Ya no estamos en la época del Estado benefactor, sino del Estado corresponsable de la violencia que impera en el país. El proyecto nacional que la antropología de otra época quiso lograr, se ha desvanecido. El desafío que hoy enfrenta exige que la antropología redeina sus objetivos y su compromiso con la sociedad y el pueblo de México. ¿Cómo hacer efectivo un compromiso social en la vida cotidiana? Esto es algo que no aprendimos en la Escuela de Antropología, salvo a través de algunos maestros que supieron transmitir no solamente conocimientos sino también valores éticos y compromisos humanos (recuerdo en particular al maestro Ricardo Pozas). Pero sobre todo, lo aprendimos en la práctica del trabajo con nuestros semejantes, ante las injusticias y abusos de los que fuimos testigos todos los días. Yo sigo airmando hasta hoy que aprendí más en los meses de trabajo de campo en distintas partes de la República, que durante los años en el aula. Durante la época del nazi-fascismo en Europa, los intelectuales (cientíicos, escritores, artistas, músicos, periodistas y otros muchos) se preguntaban cuál era su papel en la vida pública. Como sabemos, muchos salieron al exilio, otros perdieron la vida, otros más se incorporaron 106 107 BIBLIOGRAFÍA Aguirre Beltrán, Gonzalo, Obra volúmenes, FCE, México, 1991-1992. antropológica, El por qué y para qué del video Trabajo de campo en tiempos violentos. Presentación XV Basave Benítez, Agustín, México mestizo: análisis del nacionalismo mexicano en torno a la mestizoilia de Andrés Molina Enríquez, FCE, México, 2002. Cardoso de Oliveira, Roberto, “O movimento dos conceitos na antropología”, en Revista de Antropología, vol. 36, 1993, pp. 13-31. Reproducido en O trabalho do antropólogo, Sao Paulo, Editora UNESP, 2000, pp. 37-52. Caso, Alfonso, Los centros coordinadores indigenistas, Instituto Nacional Indigenista, México, 1962. Victoria Novelo O.70 Créditos del video: Idea y dirección de la serie: Victoria Novelo, CIESAS Dirección: Andrés Villa y Victoria Novelo Producción ejecutiva, de campo y entrevistas: Victoria Novelo Producción: Juan Carlos Robles Guion: Victoria Novelo y Andrés Villa Fotografía: Carlos Cárdenas Edición: Jorge Urzúa Ortiz Animación: Simbiosis Estudio de Diseño Sonido en locación: Jorge Urzúa Ortiz Música: Fernando Sandoval Coproducción: CIESAS y Gorila Audiovisual Duración: 52 minutos Castillo Ramírez, Guillermo, “La propuesta de proyecto de nación de Gamio en Forjando patria (pro nacionalismo) y la crítica del sistema jurídico-político mexicano de principios del siglo XX”, en Desacatos, núm. 43, septiembre-diciembre 2013, pp. 111-126. De la Peña, Guillermo, “Introducción. Pluralidad e interdisciplina en la antropología mexicana”, en Virginia García Acosta y Guillermo de la Peña (coord.), Miradas concurrentes. La antropología en el diálogo interdisciplinario. Publicaciones de la Casa Chata, 2013, pp. 13-67. Realicé el video “Trabajo de campo en tiempos violentos”71 como parte de la serie Antropovisiones que dirigí en el CIESAS, D.F., a manera de alerta para los profesionales y estudiantes de las ciencias sociales que acostumbran hacer trabajo de campo en sus indagaciones. Me pareció necesario tocar el espinoso tema de la violencia que 108 70 71 CIESAS, D.F. YouTube: htps://youtu.be/pyZm_Dog-7c. 109 empezaba a envolver a México de manera creciente y terrible. Era el año 2011 cuando se hizo el video (reeditado en 2013) y hasta entonces poco nos habíamos preocupado los antropólogos de analizar los peligros que la guerra contra el narco, como entonces se le denominaba, estaba ya teniendo en las maneras de estudiar los procesos sociales y de convivir con las personas, especialmente en aquellos lugares de la República donde la violencia desbordaba límites inimaginables. estudiando a los nativos. Aunque se han agregado procedimientos más soisticados y especializados para la recolección de información que la infaltable “libreta de campo” y el paradigma etnográico se ha ampliado con énfasis interpretativos divergentes, la idea del trabajo de campo con observación participante no ha cambiado para los etnógrafos. Según la practicamos los antropólogos, la etnografía actual sigue gobernada por un paradigma originado en la imagen que describe a los antropólogos bajando de un barco, avión o automóvil para dirigirse a algún poblado inhóspito y exótico donde pasará una prolongada estancia Esteban Kroz, analizando los contenidos disímbolos del término “trabajo de campo”,73 señala que en una de sus acepciones, la más sencilla, el trabajo de campo se hace, pues el objeto de estudio “no se encuentra en el espacio de la cotidianidad del antropólogo, por lo que éste debe trasladarse a otro sitio para realizar su pesquisa”. También se le puede entender como una técnica o conjunto de técnicas entre las que sobresale la observación participante; y aún más, el trabajo de campo es el método central de la antropología donde la realidad es en parte construcción del investigador y resultado de su pertenencia a un contexto cultural distinto al que estudia. Aunque diferentes, las ideas sobre el trabajo de campo subsumen la posibilidad del viaje; el trasladarse transitoriamente a otras culturas y comunicar posteriormente las observaciones hechas o el viaje como metáfora de un nuevo conocimiento. Kroz señala algo que puede sonar a título de película pero es de una gran certeza: “El viaje antropológico es un viaje hacia lo desconocido –si no, resultaría innecesario”, y el fenómeno desconocido hacia el cual se dirige el viajero no es de cualquier clase. No solamente experimentará cambios comunes a los viajeros –de clima, paisaje, sonidos, olores, colores–, sino que la alteridad a la que se enfrenta es una alteridad cultural. Una cultura que a veces ni siquiera es tan diferente, pero como viajero, el antropólogo se presenta como miembro de una colectividad con algún 72 Catalina A. Denman y Jesús Armando Haro, Por los rincones. Antología de métodos cualitativos en la investigación social, El Colegio de Sonora, México, 2002, p. 14. 73 Esteban Kroz, “Viaje, trabajo de campo y conocimiento antropológico”, Alteridades, 1991 1(1), pp. 50-57. 110 111 El programa se construyó a partir de las entrevistas con los doctores Juan Luis Sariego (q.e.p.d.), de la Escuela de Antropología e Historia del Norte de México en Chihuahua; Séverine Durin, del Programa Noreste del CIESAS en Monterrey; María Eugenia de la O Martínez y Luis Vázquez León, del CIESAS Occidente en Guadalajara; Gabriel Ascencio Franco, de Proimmse-IIA, UNAM en Chiapas, y Marco Antonio Calderón Mólgora, del Colegio de Michoacán en Zamora. Como ciencia cualitativa, la antropología, desde su profesionalización como disciplina, hizo del trabajo de campo u observación participante “la prueba de fuego del quehacer etnográico”.72 Las técnicas desarrolladas en el trabajo de campo han sido muy variadas y han incluido preferentemente las entrevistas, la recopilación de historias de vida, el trabajo con grupos, el uso de documentación escrita, la grabación de conversaciones, la fotografía, el cine y las nuevas tecnologías. tipo de identidad que conocerá a otro tipo de grupos o personas con identidades conformadas en otros universos simbólicos; de ese modo, su acercamiento a lo desconocido lo hace con el reconocimiento de esa alteridad. Y entonces comenzará un trabajo donde se ponen en juego las habilidades y destrezas del antropólogo para conocer lo que hasta entonces desconoce, para lo que requiere de interacciones, comunicaciones, adaptaciones. Kroz dice que en esa adaptación “tiene que aspirar a convertirse en interlocutor de aquellos en cuya realidad sociocultural se interesa”.74 Sin entrar en discusiones de las técnicas que debe desplegar el antropólogo en el trabajo de campo, la duración de la estadía, las formas que elige para registrar sus observaciones, las relaciones sociales que entabla y los cambios que van tomando sus percepciones, el hecho es que el antropólogo requiere de una cercanía con quienes viven en la realidad social en que se interesa. El ambiente que circunda al antropólogo tiene un papel muy importante al crear la comodidad, facilidad y seguridad con que puede ir desarrollando su investigación. Es difícil que una estadía en el campo esté exenta de problemas y conlictos. Las divisiones sociales, los celos de algunos grupos, el comportamiento de las autoridades administrativas o rituales frente al investigador y su investigación, los conlictos locales de índole religiosa, agraria, política, sindical. En in, son muchos los desafíos y hasta no hace mucho los investigadores de campo mexicanos llevaban en su equipaje de viajero una serie de cartas institucionales dirigidas a autoridades de todo tipo para que se les franqueara la entrada a su lugar de destino. Los conlictos agrarios y de persecuciones políticas o religiosas, los movimientos y huelgas de 74 Ibidem, p. 55. 112 trabajadores, los ediicios, carreteras, puentes o presas custodiados por ejército y policías no son eventos raros en la historia de los trabajos de campo en México. Tampoco ha sido raro el conlicto con caciques y sus lugartenientes. Pero esa clase de conlictos se ven empequeñecidos a la luz de una terroríica violencia desatada en muchas porciones del territorio mexicano que nos hace hablar no ya de diicultad para hacer trabajo de campo, sino de imposibilidad. Y aquí no hay carta institucional que valga para franquear una entrada. ¿A quién se dirigiría? ¿Al ejército?, ¿a los marinos?, ¿a los judiciales?, ¿a los Zetas?, ¿a la Familia Michoacana?, ¿a la línea?, ¿a los “narcos” a secas?, ¿a la Virgen de Guadalupe? Hay varios estudios que analizan los hilos que se mueven en el amplísimo tejido de la corrupción y la violencia del tráico de drogas en nuestro territorio que están produciendo muertos a niveles nunca antes vistos, entre los que desafortunadamente se incluyen los civiles que nada tienen que ver con la guerra desatada. Pero nuestras instituciones, para las que trabajamos, no han desarrollado ninguna política de protección hacia sus investigadores de campo; han sido ellos mismos quienes han aprendido a moverse de otra manera en su trabajo. Tampoco hay muchas obras publicadas sobre el tema de los peligros en el trabajo de campo. COMECSO Región Sur-Sureste, en su serie Pequeñas bibliografías comentadas, publicó en 2013 la que realizó la antropóloga austriaca Carina Deubner después de su trabajo de campo etnográico en Colombia titulado “Posibilidades y límites del trabajo de campo etnográico en contextos violentos”. Comenta 24 textos referidos a América Latina entre los que hay dos sobre México, escritos por mexicanos, ambos de 2012.75 75 htp://www.comecso.com/wp-content/uploads/2013/11/Comecso_PPC3_ SSE_Violencia_y_trabajo_de_campo.pdf 113 Para conocer las preguntas detrás de las respuestas que se escuchan en el video documental, me pareció que sería interesante que les compartiera el guion de la entrevista que preparé para mis colegas. Preguntas: —¿Cuál es para ti la importancia del trabajo de campo en el quehacer del antropólogo(a)? —¿Podrías resumir los trabajos de campo de los que has sacado más satisfacciones (personales, profesionales, ambos, otros)? —¿Te parece que las tradiciones antropológicas que se han desarrollado en México, desde el paradigma indígena a los actuales y que subrayan el trabajo de campo como esencial, muestran diferencias con las tradiciones en otros países? enfrentas cotidianamente? ¿Desde cuándo? ¿Cuáles han sido tus respuestas profesionales (cambio de región de estudio, suspensión del trabajo de campo, otros…)? ¿De qué manera ha cambiado tu vida diaria? —En el caso de los antropólogos docentes, ¿qué está sucediendo con la tradicional “práctica de campo” de los estudiantes? ¿Cómo protegen a los alumnos? ¿Qué caminos han ideado? ¿Se han debido cambiar los planes de estudio? —¿Ves un futuro cercano donde las condiciones actuales cambien y se pueda de nuevo respirar un clima donde no exista la guerra actual? ¿Qué podemos desarrollar en nuestro quehacer como antropólogos si nos vemos obligados a abandonar el trabajo de campo tradicional? ¿Podremos inventar un nuevo trabajo de campo que no contenga los riesgos y peligros actuales? —¿Piensas que todos los antropólogos deben hacer trabajo de campo? ¿Por qué sí o por qué no? —En tu experiencia como investigador(a) en el campo de la antropología en México, ¿has tenido que pasar por eventualidades que afectan la tranquilidad y seguridad al hacer trabajo de campo en las regiones que has estudiado? —Cuando te has enfrentado a tensiones para el trabajo de campo, ¿de qué tipo de situaciones estarías hablando? ¿Involucra a los investigadores y también a los sujetos bajo estudio? —El tema de la violencia, sea dirigida por organismos del aparato del Estado, por grupos criminales u otros, no es nuevo en el país. ¿Has sido objeto de alguna persecución al estar haciendo trabajo de campo? ¿Cómo lo enfrentaste? —¿Qué problemas, riesgos, inseguridades, peligros, 114 115 BIBLIOGRAFÍA Arqueología, violencia e identidad. El patrimonio arqueológico de la Sierra Madre Occidental en Durango Denman, Catalina A. y Jesús Armando Haro, Por los rincones. Antología de métodos cualitativos en la investigación social, El Colegio de Sonora, México, 2002. Deubner, Carina, “Posibilidades y límites del trabajo de campo etnográico en contextos violentos”, Pequeñas bibliografías comentadas, COMECSO Región Sur-Sureste, htp://www.comecso.com/wp-content/uploads/2013/11/ Comecso_PPC3_SSE_Violencia_y_trabajo_de_campo. pdf. Kroz, Esteban, “Viaje, trabajo de campo y conocimiento antropológico”, Alteridades, 1991, 1(1), pp. 50-57. José Luis Punzo Díaz76 El presente trabajo se basa en la experiencia de campo que tuve en casi veinte años de trabajos arqueológicos en la Sierra Madre Occidental en el estado de Durango. De esta forma he podido ver cambios importantes en las relaciones sociales y en el nivel y tipo de violencia entre los habitantes de la zona, lo cual ha trastocado directamente la posibilidad de llevar a cabo estudios arqueológicos en la región y además ha impactado en la conservación del vasto y frágil patrimonio arqueológico que se encuentra en estas montañas del septentrión mexicano. La Sierra Madre Occidental La Sierra Madre Occidental es un gran macizo montañoso que corre por cerca de 1,200 kilómetros de longitud desde el estado de Jalisco hasta Chihuahua, abarcando partes de los estados de Nayarit, Sinaloa, Durango y Sonora. Es una sierra muy diversa, con particularidades importantes en cada una de sus regiones, siendo de manera muy general 76 116 Centro INAH Michoacán. 117 mucho más seca en los estados norteños que en los del sur. En Durango, la Sierra Madre abarca el tercio oeste del estado, aproximadamente unos 40,000 kilómetros cuadrados. Este amplio territorio está cubierto en su mayoría por un denso bosque de pinos y encinos, uno de los más grandes del país, y surcado por profundas barrancas que en su mayoría forman importantes cauces de ríos que desembocan en el océano Pacíico. Esta abrupta serranía posee grandes desniveles que pasan desde la montaña más alta en el estado, el Cerro Gordo con un poco más de 3,300 msnm, hasta menos de 200 msnm en lo más profundo de las barrancas. Lo anterior trae consigo una enorme biodiversidad por la gran cantidad de pisos ecológicos, donde conviven especies de las selvas bajas del fondo de la barranca con las que habitan los fríos bosques de pinos de las alturas. Por otra parte, esta difícil topografía la hace una zona muy poco poblada y por tanto escasamente comunicada. Los primeros acercamientos arqueológicos a la región y el comienzo del problema del narcotráico Las investigaciones arqueológicas en la sierra de Durango comenzaron con la llegada en 1935 de John Alden Mason, quien hizo un amplio recorrido desde Chalchihuites en Zacatecas hasta el Zape al norte de Durango, llevando a cabo visitas puntuales a distintas zonas. Destaca la inspección que realizó en el área de Sotolitos, donde reportó interesantes hallazgos de arte rupestre, así como pequeños sitios habitacionales al aire libre con canchas de juego de pelota.77 En esos mismos años, el profesor duranguense Everardo Gamiz publicó en los periódicos locales el hallazgo de importantes casas en acantilado en el sureño municipio de Mezquital, en el Cerro Blanco, donde localizó un par de momias que él interpreta como de pigmeos.78 El Departamento de Monumentos Prehispánicos de la Secretaría de Educación Pública envió al arqueólogo Daniel Rubín de la Borbolla a veriicar estos hallazgos79 y, derivado de ese viaje y estudio, se desmintió la existencia de los pigmeos que propuso Gamiz, ya que se vio que se trataba de niños de entre 5 y 6 años de edad.80 Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, a inales de 118 77 Alden Mason, “Late Archaeological Sites in Durango, Mexico, from Chalchihuites to Zape”, en Twenty Fifth Anniversary Studies, 127-46, Philadelphia Anthropological Society, Filadelia, 1937, p. 135. 78 Everardo Gamiz, Historia del estado de Durango, Gobierno del Estado de Durango, México, 1953, p. 15. 79 Daniel Rubín de la Borbolla, “Arqueología del sur de Durango”, Revista Mexicana de Estudios Antropológicos 8, no. 1-3, 1946. 80 Roberto Palazuelos, “Informe antropológico sobre dos momias de Durango”, Boletín del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía I, no. 3, 1934. 119 la década de los años treinta, la expansión de la Alemania nazi y de los países del Eje cortó el lujo para las potencias aliadas de amapola y hachís que llegaba a Occidente desde Turquía. Éstas eran la materia prima de la morina necesaria en los hospitales, la cual era de vital importancia para el desarrollo de la guerra. Fue en ese sentido que Estados Unidos promovió los sembradíos de amapola en la Sierra Madre Occidental. En las sierras de Sinaloa y Durango, las profundas barrancas se constituyeron como lugares ideales para la siembra de la amapola y la extracción de la goma de opio. Nació así lo que se ha llamado el triángulo dorado, cuyos vértices se hallan en Chihuahua, Culiacán y Durango. La Segunda Guerra Mundial terminó y ya no fueron necesarios los productos que los rancheros de la sierra cosechaban, por lo que la siembra de amapola y marihuana se criminalizó de forma más dura en los años cuarenta.81 Pero eso no impidió que los propios rancheros tomaran el control del cultivo y la industrialización de estas plantas en Sinaloa, Chihuahua y Durango. Así continuó la vida en la sierra por los años cincuenta y sesenta. Al ser una región poco habitada e incomunicada, con una casi inexistente presencia de las autoridades gubernamentales, estas sociedades rancheras formaron su propia identidad, con códigos de justicia particulares que hicieron parecer esta zona como extremadamente violenta para los fuereños. A principios de los años cincuenta se dio una nueva presencia de proyectos arqueológicos en la sierra de Durango, liderados por Charles Kelley, de la Universidad del Sur de Illinois. En este sentido destacan las excavaciones en el sitio de Santa Bárbara (Weicker) en 195282 y los recorridos realizados por Glen Cole en la región de las Ánimas en 1956.83 Más allá de los resultados arqueológicos que ambos proyectos publicaron, es imperativo mencionar que durante esos años en la Sierra Madre, compañías norteamericanas se habían apropiado de importantes ranchos para la explotación de la madera y fueron los dueños norteamericanos y sus lugartenientes en la sierra los que les permitieron a estos arqueólogos llevar a cabo sus investigaciones, debido al fuerte control que aquéllos tenían sobre grandes áreas. Tras estos estudios, los proyectos arqueológicos en la sierra sufrirían un amplio periodo de suspensión. Desde 1975 y tras el in de la guerra de Vietnam, el gobierno mexicano lanzó sobre las barrancas de la Sierra Madre la llamada Operación Cóndor, una agresiva campaña de erradicación de cannabis y amapola. Helicópteros artillados, o el boludo como lo llaman los rancheros, sobrevolaban la sierra rociando defoliantes sobre los plantíos. De esta segunda parte de los años setenta pudimos obtener una fotografía tomada por uno de estos pilotos de un importante complejo de casas en acantilado, la Cueva Larga, el cual se podía observar aún en excelente estado de conservación. 81 José Schievenini, “La prohibición de la marihuana en México 1920-1940”, Universidad de Querétaro, México, 2012, p. 101-135. 82 Michael Foster, “Weicker Site: A Loma San Gabriel Hamlet in Durango, Mexico”, Journal of Field Archaeology 13, 1986. 83 Michel Spence, “A Cultural Sequence from the Sierra Madre of Durango, Mexico”, en Carroll Riley y Hedrick Basil (eds.), Across the Chichimec Sea: Papers in Honor of J. Charles Kelley, Southern Illinois University Press, Carbondale, 1978. 120 121 la arqueología, registrando una gran cantidad de sitios arqueológicos, especialmente de arte rupestre en la sierra, así como importantes casas en acantilado, como la Cueva del Maguey,86 a la que volveremos más adelante en el texto. En los años ochenta apareció un importante actor, el sinaloense Félix Gallardo, traicante de la savia de la amapola, o como la llaman por los arroyos de Durango, goma o tecata, base de la heroína. Un hecho que hizo que la problemática del tráico de drogas saltara a la luz pública fueron los asesinatos del agente de la DEA Enrique Camarena Salazar y de su piloto mexicano Alfredo Zavala Avelar en Guadalajara, en febrero de 1985, a manos de Rafael Caro Quintero, ahijado, socio y protegido de Félix Gallardo. En los años noventa inició la militarización más fuerte de la sierra con la capacitación en Estados Unidos de miles de integrantes del recién formado Grupo Aeromóvil de Fuerzas Especiales (GAFE). En ese momento comenzó el llamado Operativo Sierra Madre, el cual fue reforzado por unidades militares foráneas que provenían del centro de México y duró tres temporadas coincidentes con el ciclo de producción de la marihuana y la amapola: febrero-abril, mayo-julio y octubre-diciembre. En esa época en la décima zona militar en Durango, operaban unos 2,800 elementos para erradicar plantíos, por lo que ya en los noventa era frecuente toparnos con las patrullas de soldados —o guachos, como los llaman allá los campesinos— que hacían recorridos, o incluso con los campamentos que los militares hacían en regiones muy alejadas. Durante estos años, la sierra de Durango era un territorio bajo el control de los capos sinaloenses, lo que permitía de alguna manera la visita a la región, existiendo cierta calma social. Esto dio pie a que Jesús Lazalde,84 Jaime Ganot y Alfonso Peschard,85 un grupo de médicos de la ciudad de Durango, pudieran hacer recorridos como aicionados a Así, en los noventa se vivía en la región un clima de violencia que podríamos clasiicar como institucionalizada,87 ya que ésta usó los aparatos propios del Estado con una fuerte presencia militar y policial que presionó a los pobladores, quienes a través de las armas y el poder del dinero arreglaron sus rencillas internas, las más de las veces con la complacencia de las instituciones. La identidad de estos rancheros serranos se fundaba en una cultura de la violencia basada en una libertad fuera de la ley del gobierno. 84 Jesús Lazalde, Durango indígena, Museo de Historia-UJED, Durango, 1987. 85 Jaime Ganot y Alejandro Peschard, Aztatlán: Apuntes para la historia y arqueología de Durango, Secretaría de Educación, Cultura y Deporte, Gobierno del Estado de Durango, Durango, 1997. 86 Lazalde, 1987, p. 127. 87 Alejandro Tomassini, “Violencia, ética, legalidad y racionalidad”, en Witold Jacorzynski (ed.), Estudios sobre la violencia. Teoría y práctica, CIESAS-Porrúa, México, 2002, p. 25. 122 123 Los años noventa marcaron en Durango una nueva dinámica sobre las investigaciones arqueológicas derivado de dos acciones. En primer lugar, la creación y el fortalecimiento del Centro INAH Durango, lo que hizo que, a través de los estudios arqueológicos de Arturo Guevara,88 se reactivara la presencia institucional mediante la atención a denuncias de afectación al patrimonio arqueológico en el estado, además de que su proyecto se centró en el estudio y la conservación de la zona arqueológica de la Ferrería. En segundo lugar, en ese momento dio inicio el Proyecto de Investigaciones Arqueológicas en Hervideros Durango, dirigido por Marie-Areti Hers, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM,89 en el cual se estudió una amplia región del noroccidente del estado, con varios proyectos que trabajaron en la Sierra Madre: el de registro del arte rupestre, el del estudio de los cazadores recolectores del alto río de los Lobos, el de investigaciones en el alto río Tepehuanes y el del estudio arqueológico de la Mesa de Tlahuitoles; este último con el que inicié mis primeros estudios en la sierra en 1994. 88 Arturo Guevara, Ferrería. Conservación y estudio del sitio arqueológico, ICED, Durango, 2003. 89 Marie-Areti Hers y Oscar Polaco, “Le Project Hervideros. Un Regard sur le Passé Prehispanique de la Sierra Madre Occidentale du Durango, Mexique”, en Luc Descroix, Juan Estrada y José Luis Barrios (eds.), La Sierra Madre Occidentale, un chateau d´eau menacé, IRD Editions, París, 2005. 124 Límites y posibilidades de la investigación arqueológica en la Sierra de Durango, vistos a través del proyecto Arqueología de la Mesa de Tlahuitoles Como se mencionó, el proyecto del estudio arqueológico en la Mesa de Tlahuitoles90 formaba parte del trabajo conjunto coordinado por Marie-Areti Hers, y éste surgió a partir de las notas que publicó en los años treinta Alden Mason sobre la región de Sotolitos, la cual correspondía al lanco sur de la Mesa de Tlahuitoles, en el alto río San Lorenzo. En estos años noventa, pese a que la percepción de la gente de la ciudad de Durango era de una zona altamente peligrosa, podíamos llegar a cualquier poblado y después de las cortesías de rigor, de explicar lo que hacíamos y al ver que éramos simplemente unos “locos”, se nos invitaba a pasar, a comer, a tomar un aromático hierbanis y a dormir, estableciéndonos con las familias y haciendo temporadas de campo de varios meses, lo que nos permitió evidentemente formar lazos muy estrechos con muchas personas en la sierra. Así, como nos decían, medio día éramos arqueólogos y el resto rancheros ayudando en todas las labores de la comunidad. La cohesión social de la sierra se estructuraba a través de las familias y las relaciones de parentesco en los pueblos, lo que nos permitía transitar con seguridad a “nosotros los lugareños” y entrar prácticamente a cualquier predio sin ningún tipo de problema. Así, por ejemplo, planeábamos 90 José Luis Punzo, Arqueología de la Mesa de Tlahuitoles. Apuntes para la historia xixime, Tesis de licenciatura, ENAH, 1999. 125 los recorridos arqueológicos en conjunto con nuestros amigos serranos, quienes nos daban acceso a distintas zonas y a otras no, donde ellos nos decían: “siembran los de Sinaloa”. Esa otredad que siempre se encontraba en el discurso y no dejaba nunca de remarcarnos que nos encontrábamos en una región marcada por la violencia. El estudio más amplio de recorrido de campo que pudimos llevar a cabo fue una cabalgata a lomo de mula de más de 100 kilómetros entre las primeras estribaciones de la Sierra Madre por el oriente en el poblado de San Miguel de Papasquiaro y culminar tras cruzar la sierra por el área de la Mesa de Tlahuitoles, bajando la barranca del río Piaxtla hasta los límites con Sinaloa, en el poblado minero de Tayoltita. Durante este recorrido arqueológico que duró ocho días conforme íbamos avanzando por la sierra y la barranca, las mismas familias que nos iban alojando, así como nuestro guía don Luisito Soto, un antiguo arriero de más de setenta años por aquellos días, nos recomendaban con los habitantes de los ranchos siguientes, las más de las veces familiares suyos o compadres, sin tener nunca sensación de inseguridad, salvo los momentos en que nos llegábamos a encontrar con “troceros”, es decir, trabajadores de madera, soldados o policías. Durante ese recorrido pudimos localizar una gran cantidad de sitios arqueológicos, entre ellos la Cueva Larga, esa casa en acantilado fotograiada en los años setenta por un piloto antinarcóticos y destruida en los años ochenta con maquinaria pesada que los ingenieros que construían el camino entre Coyotes y San Miguel de Cruces desviaron en búsqueda de tesoros; además de sitios muy grandes como el Cerro Morado, una cumbre inaccesible completamente modiicada con terrazas y un pequeño montículo en la punta, o el Guarisamey prehispánico, un poblado posiblemente del momento del contacto con los 126 españoles, conformado por más de una decena de patios que ordenan una gran cantidad de estructuras a sus lados y que muestra la enorme población que vivió en época prehispánica en esas barrancas y que los jesuitas en el siglo XVII relataron en sus cartas.91 De esta manera, la sierra en los años noventa era un lugar que mediante la negociación y el vínculo comunitario nos permitía hacer excavaciones en distintos lugares, realizar estancias de campo de hasta seis meses al año y largos recorridos sorteando arroyos y montañas. Así pudimos trabajar sin mayores sobresaltos desde 1994 hasta 1999 cuando culminó el proyecto. Límites y posibilidades de la investigación arqueológica en la Sierra de Durango, vistos a través del proyecto de Conservación e Investigación de las Casas en Acantilado de la Cueva del Maguey Con la llegada del nuevo siglo y el cambio de gobierno federal, Vicente Fox no sólo mantuvo la política de incorporar a las Fuerzas Armadas en operativos antidrogas, sino que aumentó la presencia militar en las policías federales. El punto de mayor ruptura vino cuando Felipe Calderón en 2006 intensiicó la política de la “guerra contra las drogas”, para la cual la estrategia básica de todas las acciones libradas fue la recuperación de territorios dominados por el narcotráico. Pocas semanas después de iniciado su gobierno, Calderón apareció con camisola y gorra militar en Michoacán al inicio de los 91 Ibidem. 127 llamados operativos conjuntos, en una estrategia que se basó en el despliegue de decenas de miles de soldados en las calles y en la captura o muerte de líderes de las organizaciones criminales, ejerciendo así una supuesta violencia “justiicada”.92 Hasta ahora el saldo es de más de 70,000 muertes durante este gobierno, con la participación de más de 50,000 soldados en los operativos. Durante dicho sexenio se erradicaron 97,000 hectáreas en trece estados; Sinaloa, Durango y Chihuahua tuvieron el 71% del total. La violencia en la zona de la sierra de Durango aumentó desde 2007 con la disputa entre los cárteles de Sinaloa y los Zetas. Los propios cárteles comenzaron un proceso de militarización de sus integrantes, cambiando las estrategias, formando lo que se ha conocido popularmente en esas regiones como la “maia nueva”. Esto se puede apreciar por ejemplo en el cambio en las letras de los corridos que se escuchan por la sierra. En los ochenta y noventa las letras hablaban de una vida ranchera ligada al narcotráico, como por ejemplo: “Me gusta andar por la sierra, me crie entre los matorrales, ahí aprendí a hacer las cuentas, nomás contando costales.”93 Ahora las canciones de la maia nueva tratan sobre un narco más urbano que vive en cualquiera de las capitales del triángulo dorado, como ilustra este fragmento de canción: “Maia nueva sinaloense, pura plebada de arranque, carros de lujo y billetes, ropa de marca Ferrari, traen la herencia de los viejos comandando las ciudades.”94 Estos cambios y la escalada de la violencia de esos años provocaron en la sierra una fuerte ruptura en el tejido social, que como se mencionó funcionaba a través de 92 93 94 Tomassini, 2002, p. 27. “Pacas de a kilo”, Los Tigres del Norte. “Maia nueva”, El Komander de Sinaloa. 128 relaciones de parentesco a escala regional; ahora los jóvenes aspiraban más que nunca a vivir en las ciudades cercanas como Culiacán o Durango, para hacer fortuna en el narco. Estos “citadinos” controlaban muchos de los aspectos económicos y hasta relaciones sociales de la zona. Los habitantes del lugar trabajaban para éstos y todos se vinculaban entonces a un cártel especíico, lo que ha generado enormes conlictos sociales y muchas muertes en los ranchos. Esta nueva realidad social nos llevó a cambiar completamente las estrategias para desarrollar la investigación arqueológica. En primer lugar privaron ya los recorridos coninados a pequeñas áreas de la sierra y a realizar breves estancias de campo. Fue en 2007, al año siguiente del inicio de la “guerra contra el narco”, cuando derivado de la atención de una denuncia se relocalizó el importante sitio de casas en acantilado de la Cueva del Maguey, reportada en los años ochenta, iniciando así un proyecto intensivo de investigación y conservación de dicho lugar. Este proyecto se basó en el pequeño poblado del Maguey, parte de la comunidad tepehuana de San Bernardino de Milpillas Chico, municipio de Pueblo Nuevo, al sur del estado de Durango. Para iniciar el trabajo fue fundamental el realizar un agudo consenso con la comunidad y con las autoridades tradicionales para iniciar las investigaciones centradas en las cuevas de la barranca, zona muy importante de siembra de droga. El Proyecto de Investigación y Conservación de las Casas en Acantilado de la Cueva del Maguey, Durango (PROCUMA), inició su primera temporada de campo en 2008 y culminó abruptamente como vamos a ver en 2010. Se localizaron cinco cuevas con restos arquitectónicos en 129 la barranca del río San Pablo, hechos de tierra compactada y de bajareque, localizándose en la cueva principal nueve estructuras habitacionales, tres de dos niveles de altura y nueve pequeñas posiblemente para almacenaje. Este lugar es uno de los contextos mejor conservados de su tipo en el país, además de ser un espacio único para el estudio de las antiguas técnicas constructivas en tierra, que pudimos fechar iniciaron hacia el año 1000 d.C. y culminaron con la llegada de los españoles a la región casi al inicio del siglo XVII. 95 y con ello graves problemas sociales al interior de las comunidades. Lo anterior llevó a la implementación de estrategias de seguridad en varios niveles: • El institucional, a través de ser mucho más visibles como trabajadores del INAH mediante el reiterado uso de logos y de la formalización de nuestra presencia. • El estatal y municipal, con una continua comunicación con las autoridades policiales y militares destacadas en la región sobre nuestras acciones y presencia. • Y el más importante, el comunitario, que tenía que ver con continuas reuniones con los comités comunitarios y con la autoridad local. Esto funcionó al grado de que en una ocasión unos muchachos que estaban “pizcando” en la zona, bajaron al sitio arqueológico e hicieron destrozos en una de las estructuras arqueológicas, cuestión que comenté en estas reuniones comunitarias. Como consecuencia, las autoridades locales tomaron acciones demasiado severas, llegando hasta el castigo corporal en contra de estos jóvenes. La situación en la sierra había cambiado bastante desde los noventa. Existían ya muchos actores que detentaban poderes muy difíciles de visualizar en el momento. Esto generaba cambios frecuentes en el control de las zonas 95 José Luis Punzo, Los moradores de las casas en acantilado de Durango. Rememorando el mundo de la vida de los grupos serranos en el siglo XVII, Tesis de doctorado, Escuela Nacional de Antropología e Historia, 2013. 130 El proyecto inició de manera formal en la primavera del año 2008 con la participación de un pequeño grupo de estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e Historia y de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Cabe mencionar las duras condiciones de trabajo en la sierra por las bajas temperaturas, de hasta -15°C. Las temporadas muy cortas de trabajo por la problemática de inseguridad que se percibía y la instalación de un campamento aislado, no nos permitieron tener la integración lograda en los noventa con la comunidad; ahora las condiciones eran muy distintas: ya no existía la conianza que se experimentaba años atrás entre la gente. Incluso durante este proyecto 131 nunca pudimos establecernos en una estancia de campo en casa de alguno de los vecinos del poblado, además de las fuertes divisiones que existían ya dentro de la propia comunidad por la lucha entre los cárteles. Durante distintas temporadas de trabajo en los años 2008 y 2009 se hicieron detallados estudios arquitectónicos, así como un minucioso estudio de los materiales arqueológicos, además de iniciar labores de conservación de las estructuras arqueológicas. Con esto se pudieron hacer importantes estudios únicos en su tipo en estas regiones del norte de México. Otra de las tareas signiicativas fue un programa intenso y permanente de trabajo de divulgación en las escuelas rurales de las comunidades vecinas, lo que resultó muy importante en dos sentidos: el primero por supuesto para la difusión de la protección del sitio y del patrimonio arqueológico de la región, y el segundo a nivel de seguridad que nos permitió ser más visibles y que los habitantes de todas las comunidades aledañas entendieran de mejor manera la labor que hacíamos. Durante 2008 y principios de 2009 el proyecto funcionó muy bien, hasta que en verano de 2009 recibimos una amenaza directa de abandonar los trabajos arqueológicos en la Cueva del Maguey por parte del grupo de sicarios relacionados con los Zetas en la región. La comunidad abogó por nosotros y se llegó al acuerdo de que el proyecto continuara, ya que justamente en esos momentos logramos después de mucho trabajo comunitario que se declarara a la zona de casas en acantilado como Bosque de Alto Valor Cultural para la comunidad indígena de San Bernardo de Milpillas Chico, en diciembre de 2009. Ya para entonces existían graves problemas de inseguridad por la iniltración de grupos de sicarios, 132 ajenos a las comunidades, que hicieron mucho más difícil el trabajo de campo. Fue gracias a que los miembros de la comunidad, con quienes estábamos mucho más cercanos en temas de seguridad, ayudaron en las negociaciones con los distintos poderes que no nos eran visibles a nosotros. Se decidió hacer una nueva temporada en 2010, cuando en conjunto con toda la comunidad se trazó el polígono de protección de los vestigios culturales; se crearon barreras iltrantes y antideslave para proteger la zona de la barranca; se hicieron barreras cortafuego ya que éste es el principal problema de conservación de las casas en acantilado, pues un fuerte incendio forestal afectó las estructuras arqueológicas de la cueva, y se formó y equipó una cuadrilla comunitaria contra incendios. En conjunto con la comunidad se limitó el acceso al sitio y se hicieron letreros restrictivos e informativos en los que se daba cuenta del porqué de la importancia para la comunidad indígena de dichos asentamientos arqueológicos. Cabe mencionar que dentro de la visión del mundo de los tepehuanes que viven actualmente en las comunidades cercanas, estas cuevas son muy importantes ya que en ellas se refugiaron los hombres96 cuando un humo cubrió toda la tierra que era habitada por gigantes, quienes murieron a consecuencia de dicho humo.97 Además se estableció en una reunión de la comunidad que cualquier visita a este predio debía ser bajo autorización de la comunidad de San Bernardino de Milpillas Chico, tendrían que estar acompañados 96 Y en otros casos nos dijeron que eran pigmeos, una especie de gente pequeña, esto obviamente relacionado con la idea que tomó seguramente Gamiz en los años treinta del siglo XX para aseverar la existencia de estos pigmeos que vivían en las cuevas con casas de la sierra y que como ya se mencionó se trataba de cuerpos momiicados de niños que hemos visto se colocaban en ciertas urnas funerarias en cuevas elegidas para ese propósito. 97 Relato contado entre otras personas por Román de la Cruz, habitante de la comunidad del Maguey. 133 por personas de la comunidad del Maguey y notiicar al Centro INAH Durango. Sin embargo, al subir a la sierra, durante el trayecto pudimos ver los primeros pueblos quemados por la guerra entre cárteles; éstos fueron los poblados del Reten y Tableteros. En diciembre de 2010, la guerra golpeó la región de forma directa con el ataque y la quema de pueblos, entre ellos San Manuel y la comunidad donde trabajábamos, el Maguey, por lo que tuvimos que cancelar el proyecto. Una última relexión Usando el triángulo de la violencia propuesto por Galtung98 en su teoría del conlicto, a la violencia en la región la podemos dividir en tres: • Primeramente la violencia cultural, la cual a través de estas identidades serranas y mecanismos sociales de sus habitantes busca una legitimación, que ha modiicado en innumerables sentidos las relaciones sociales que habían existido por muchos años entre los habitantes de la región. • En segundo lugar la violencia estructural, propiciada por el propio Estado, siendo la más complicada de todas, ya que redunda en la falta de oportunidades de desarrollo y ha llevado a engrosar las ilas de los grupos delincuenciales. Esto ha hecho que dicha violencia se torne invisible y trastoque todos los aspectos de la vida en la sierra. • Y inalmente la violencia directa, retratada a todo color y a todas luces, narrada por los medios de 98 Johan Galtung, Paz por medios pacíicos. Paz y conlicto, Desarrollo y civilización, Gernika Gogoratuz, Bilbao, 2003. 134 comunicación que la exacerban hasta el absurdo, aunque ésta sea sólo la parte más supericial del problema; sin abordar los factores de inequidad social, desigualdad y pobreza de la región. Pese a la gran complejidad del problema en la zona serrana de Durango y Sinaloa, los medios han simplemente presentado esto como una violencia injustiicada, no institucionalizada, cuestión que permite fácilmente identiicar a estos rancheros narcotraicantes como los “malos”, gente irracional, bárbara y sanguinaria. Algo muy similar a la que los propios jesuitas habían ya presentado casi 400 años antes, caliicando a los habitantes indígenas de la sierra, diciendo de ellos que eran las gentes más ieras y bárbaras del nuevo orbe, además de ser unos caníbales con gran sed de carne humana.99 Sin embargo, pese al clima de violencia y a las graves problemáticas sociales, la vida sigue en la sierra, igual que los proyectos de investigación, donde habita una gran cantidad de gente que ha tenido que implementar estrategias que nos son a veces difíciles de comprender, en una zona que es la más necesitada del estado y donde algunos de sus municipios se hallan entre los más pobres del país, especialmente aquellos con alta población indígena.100 Quisiera terminar relexionando sobre el hecho de cómo ciertos mecanismos sociales estudiados por la psicología, como la autocaracterización y la aceptación social, llevan a las personas a tender a ubicarnos siempre en la media en cualquier situación;101 en nuestro caso, a normalizar 99 Andrés Pérez de Ribas, Historia de los triunfos de nuestra santa fe entre gentes las más bárbaras y ieras del nuevo orbe, Siglo XXI-Difocur, México, 1992. 100 CONEVAL, Medición de la pobreza en los municipios de México 2010, CONEVAL, México, 2010, p. 16. 101 Juan del Val, “La construcción de la representación del mundo social en el niño”, en I. Enesco, E. Turiel y J. Linaza (eds.), El mundo social en la mente de los niños, 135 la violencia y a compararnos de manera imaginaria con otras realidades, siempre caliicando al otro como mejor o peor. Por ejemplo, los habitantes del Distrito Federal ven a Durango como un estado peligroso al que no se quiere ir; los pobladores de la capital del estado ven a la sierra como intransitable; los habitantes de las rancherías ven el peligro en los ranchos más alejados, llenos de extraños “fuereños”, y ahí en medio de esta bellísima sierra los arqueólogos y antropólogos nos hallamos aún haciendo trabajo de campo. BIBLIOGRAFÍA CONEVAL, Medición de la pobreza en los municipios de México 2010, CONEVAL, México, 2010. Del Val, Juan, “La construcción de la representación del mundo social en el niño”, en I. Enesco, E. Turiel y J. Linaza (eds.), El mundo social en la mente de los niños, Alianza, Madrid, 1989. 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Alianza, Madrid, 1989, p. 155. 136 137 Mason, Alden, “Late Archaeological Sites in Durango, Mexico, from Chalchihuites to Zape”, en Twenty Fifth Anniversary Studies, Philadelphia Anthropological Society, Filadelia, 1937. Pérez de Ribas, Andrés, Historia de los triunfos de nuestra santa fe entre gentes las más bárbaras y ieras del nuevo orbe, Siglo XXI-Difocur, México, 1992. 2. TEMAS Y DILEMAS DISCIPLINARIOS Punzo, José Luis, Arqueología de la Mesa de Tlahuitoles. Apuntes para la historia xixime, Tesis de licenciatura, ENAH, 1999. Punzo, José Luis, Los moradores de las casas en acantilado de Durango. Rememorando el mundo de la vida de los grupos serranos en el siglo XVII, Tesis de doctorado, ENAH, 2013. Palazuelos, Roberto, “Informe antropológico sobre dos momias de Durango”, Boletín del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía I, no. 3, 1934. Rubín de la Borbolla, Daniel, “Arqueología del sur de Durango”, Revista Mexicana de Estudios Antropológicos 8, no. 1-3, 1946. 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Teoría y práctica, CIESAS-Porrúa, México, 2002. 138 139 La lingüística mexicana: Ciencia básica y aplicada Luis Fernando Lara102 Se suele entender por “ciencia básica” aquella que tiene por objetivo central lograr un conocimiento profundo de los fenómenos naturales y sociales; por lo general y, a mi juicio, equivocadamente, se la opone a la “ciencia aplicada”, que sería aquella que sólo persigue ines utilitarios y, por esa naturaleza, capaz de “degradar” el conocimiento “puro” de la naturaleza y la sociedad, unciéndolo a inalidades espurias, contrarias a la “pureza” de la investigación básica. Esta caricatura de las relaciones entre ciencia básica “pura” y aplicada “espuria” es falsa y desorientadora. Si bien para la mayor parte de la gente la ciencia básica es, por antonomasia, la que se dedica al conocimiento de la naturaleza, como la física, la química o la biología, lo cierto es que también la lingüística ofrece conocimiento profundo, no sólo de las lenguas y los fenómenos sociales relacionados con ellas, sino que contribuye a desentrañar la capacidad humana del lenguaje y su residencia cerebral en colaboración con la genética, la neuroisiología y la psicología. En este sentido me parece importante subrayar que la lingüística también hace ciencia básica. La región de la Tierra en que se forjó nuestro país forma parte del cinturón de los trópicos en que apareció la especie homo sapiens sapiens (al decir de los paleoantropólogos, entre Tanzania y Sudáfrica) y en donde se gestaron las 102 140 El Colegio de México. Miembro de El Colegio Nacional. 141 grandes civilizaciones antiguas: Medio Oriente, la cuenca del Mediterráneo, Mesoamérica, Perú, la India. Por su clima, su suelo, México es todavía una región de gran riqueza natural, tanto de especies vivientes como de minerales. Igualmente es una zona muy rica en pueblos de lenguas antiguas, prehispánicas, cuyos hablantes han podido sobrevivir a los procesos de colonización occidental desde el siglo XVI hasta el presente, así como también es asiento de una rica lengua española que hoy constituye la lengua materna del 90% de la población mexicana. La lingüística es una ciencia empírica y no especulativa; requiere de grandes acumulaciones de datos y de estudios de esos datos para dar como resultado el conocimiento que deseamos acerca de la facultad del lenguaje y de las lenguas. Como tal, los cimientos del conocimiento lingüístico corresponden a la taxonomía. Entiendo por taxonomía una descripción y clasiicación de los sistemas fonológicos de las lenguas con sus realizaciones fonéticas, de sus paradigmas morfológicos, del núcleo de sus léxicos y de los principales patrones oracionales que constituyen las lenguas. Lograr tal taxonomía de cada lengua supone dedicarse, como primer paso del estudio lingüístico, al levantamiento amplio, paciente y lo más profundo posible, de esos datos de las maneras de hablar las lenguas y del modo en que sus hablantes las saben. Para poder llevar a cabo ese levantamiento de datos y las clasiicaciones y estructuraciones correspondientes que dan lugar a la taxonomía, la lingüística requiere de los llamados por los lingüistas angloparlantes “procedimientos de descubrimiento” (discovery procedures), es decir, los métodos por los cuales el lingüista educe el habla de sus informantes –procedimientos característicos de la investigación antropológica en general, etnológica 142 en particular– y además un conjunto de instrumentos conceptuales que lo llevan a describir la fonética, abstraer su correspondiente fonología, listar los morfemas y los sistemas de construcción de palabras en cada lengua, clasiicar los patrones oracionales y obtener un léxico suicientemente representativo del conocimiento de los hablantes. Son éstos los conocimientos obligatorios de la carrera profesional del lingüista; sin ellos, el interés por las lenguas, que es natural y legítimo en cualquier ser humano, sólo alcanza un nivel de aicionado y de diletante, que no contribuye al conocimiento cientíico y, en cambio, suele estorbar tanto al lingüista profesional como a los hablantes mismos, que aceptan explicaciones y creencias falsas. Pensemos en el daño que ha hecho a nuestros compatriotas la idea errónea de que las lenguas amerindias “no tienen gramática”, simplemente porque sus gramáticas no son como la del español, o que son “dialectos”, como si esa palabra quisiera decir que no merecen el rango de lenguas. Para todos mis colegas, lo anterior es una obviedad; sin embargo, hay una falla permanente en las carreras de lingüística de nuestras universidades: no se enseña orgánica y seriadamente fonética, fonología, morfología, morfosintaxis, sintaxis, lexicología y semántica; y cuando se enseñan, a veces comprobamos que los profesores de esas materias ofrecen conocimientos parciales o previamente sesgados por alguna de las varias tendencias teóricas de la lingüística. Esa falla es atribuible a defectos de formación de los profesores y también a falta de claridad acerca de la absoluta necesidad de los métodos taxonómicos. ¿Es posible enseñar esas materias sin tomar en cuenta o adherirse a alguna tendencia teórica? Sostengo que sí; precisamente cuando se habla de elaborar “gramáticas de referencia” se está diciendo que el objetivo es lograr una 143 taxonomía que ofrezca datos objetivos y veriicados acerca de cada lengua, a partir de los cuales se pueda avanzar, tanto en la construcción de teorías de esas lenguas, como de teorías del lenguaje, hecho universal. El INALI cuenta 364 “variantes” de lenguas amerindias en territorio mexicano, correspondientes a lo que llama 68 “agrupaciones” de lenguas –una pareja de designaciones que trata de no comprometerse con las de dialecto y lengua–; eso quiere decir que hay al menos 364 maneras de hablar lenguas amerindias en territorio mexicano, que necesitan levantamiento y estudio. Como se puede ver en la bibliografía lingüística mexicana Lingmex, dirigida por Rebeca Barriga (lingmex.colmex.mx), hay lenguas mejor estudiadas que otras: el náhuatl en primer lugar, sustento principal de nuestra ideología nacional; después el maya, las lenguas zapotecas, el purépecha y el hñahñú. Muchas lenguas han sido objeto de estudio por parte de los lingüistas mexicanos y, de manera central, por lingüistas extranjeros, sobre todo estadounidenses; sin embargo, de la mayoría de ellas contamos con estudios parciales y, que yo sepa, ninguna descripción completa, ninguna taxonomía de sus estados actuales. Estos estudios de carácter taxonómico requieren, en consecuencia, completarse, para que podamos contar con un catálogo íntegro y útil de las lenguas amerindias que se conservan y se hablan en México. Sólo con fuentes completas de estudio de las lenguas amerindias –ciencia básica– es posible después desarrollar la ciencia aplicada que requieren nuestros pueblos para mejorar sus condiciones de vida en un ambiente de respeto y apoyo a sus lenguas. La lingüística mexicana recibe, como el resto del mundo, inluencias ideológicas, teóricas y metodológicas de todas partes. Si bien las metodologías descriptivas han sido siempre estadounidenses (Bloomield, Bloch y Trager, 144 Pike, Swadesh, Hocket), un poderoso movimiento en la lingüística angloamericana de la segunda mitad del siglo XX logró marginar el interés descriptivo taxonómico, que deinía el núcleo de los programas universitarios de lingüística antropológica, en favor de un cientiicismo positivista, naturalista, formalista y solipsista: el chomskyanismo, que se ocupó de derruir el supuesto “conductismo” de la lingüística descriptiva (pues la crítica de Chomsky a los métodos taxonómicos descriptivos fue desenfocada y basada en una falsa imputación del conductismo psicológico de Skinner a la lingüística de su tiempo) y de trasladar los intereses centrales de la ciencia a un ideal de gramática formal universal, sustentada en un ingenuo innatismo cartesiano y en una relexión individual acerca de la lengua (la “competence” chomskyana), en vez de basarse en datos: la introspección como sustituta de la taxonomía. Así, del interés por conocer las peculiaridades de las lenguas del mundo, en un lento proceso de acumulación de datos, se pasó al interés por la naturaleza universal de la capacidad de hablar, basado en una hipótesis de trabajo de origen matemático: los lenguajes de Turing, desarrollados en el ámbito de la computación electrónica y –vergonzantemente ocultada– en las necesidades de la traducción automática, impulsada por la Guerra Fría. Es verdad que la facultad de hablar una lengua, la facultad del lenguaje, es el fenómeno deinitorio del homo sapiens: aunque compartimos nuestra herencia genética en un 98.77% con el chimpancé, son las características físicas del ser humano –el andar erguido, la oposición del dedo pulgar, el tamaño del cerebro y la facultad del lenguaje– lo que nos distingue a tal grado del resto de las especies animales que todavía ahora se preguntan muchos si hubo un salto en la evolución. La lingüística de Chomsky, a 145 pesar de lo que airmé antes y sigo sosteniendo ahora, abrió la puerta a los interrogantes a propósito de lo que es la facultad del lenguaje, su residencia cerebral y sus fundamentos biológicos, en particular, genéticos. Junto y frente al predominio universitario de la gramática generativa chomskyana, aparecieron en Estados Unidos de América dos corrientes diferentes: la de la sociolingüística y la de la psicolingüística. La primera, como una marcada oposición a la concepción chomskyana de la lengua –véase, por ejemplo, las obras de Dell Hymes y John Gumperz–, sostenía la necesidad de estudiar las lenguas detalladamente en sus condiciones sociales –una etnografía del habla– y también un detallado estudio de las correlaciones entre variables sociales y variables lingüísticas, como se ve en la corriente impulsada por William Labov; la segunda abría un campo nuevo de interés, orientado en un principio al estudio de las maneras en que los niños adquieren su lengua materna y a los modos en que se produce el bilingüismo. En México, la inluencia chomskyana no fue tan pronunciada como en otros países, pero sí dio como resultado una buena cantidad de estudios sintácticos que intentaban aplicar las hipótesis y el modo de trabajo de la gramática generativa al español; sobre el estudio de las lenguas indígenas, hasta donde llega mi información, la inluencia fue aún menor, restringida a la fonología – Lingmex da cuenta de sólo cuatro estudios sobre matlazinca, amuzgo, náhuatl clásico–, precisamente porque llevar a cabo una investigación de esa clase presupone, o bien hablar suicientemente bien la lengua en cuestión, o bien una buena taxonomía previa. La introspección, que consiste en desencadenar un largo proceso de relexión objetivante de la propia lengua, es la tarea más difícil del lingüista, pues ninguna persona está acostumbrada 146 a ello. Esta peculiaridad de la formación de un lingüista no se suele tratar durante los estudios universitarios; es uno de los casos en que la lingüística se debe relacionar con el psicoanálisis y el pensamiento ilosóico acerca del reconocimiento del Otro. En mi experiencia, el problema es más agudo cuando se trata de hablantes de lenguas amerindias a los que se prepara como lingüistas, pues me parece que la relexión sobre la propia lengua de nuestros pueblos indígenas se debe haber visto, primero, interrumpida por el largo proceso de adaptación a la cultura hispánica dominante; después, porque el español se les presenta como el único “espejo” a su disposición para “mirar” su propia lengua y, además, es la lengua en que transmitimos el conocimiento lingüístico en nuestro medio. Este problema, serio y por demás interesante, sólo se puede tratar como un fenómeno propio de todo ser humano y no reduciéndolo a la llamada “etnolingüística”, esa disciplina “folk” –como se ha llamado por mucho tiempo en Estados Unidos– que es un eufemismo con que se discrimina cualquier idea acerca de las lenguas que no corresponda a las ideas occidentales, y es más bien propio del racismo. La lingüística que conocemos es una invención de Occidente y, como tal, para transmitirse a hablantes de lenguas muy alejadas de ese ámbito de la civilización, es ante todo necesario llevar a cabo un dilatado trabajo de apoyo a la introspección por parte de los futuros lingüistas indios. En cambio, la sociolingüística, como se ve en Lingmex, parece haber tenido un amplio desarrollo, aunque de las 2,719 entradas registradas la gran mayoría son trabajos introductorios, programáticos y reseñas. Y es que para poder hacer una sociolingüística verdadera, hacen falta detallados estudios taxonómicos, tanto más profundos como lo exige el estudio de la variación en relación con 147 diversas agrupaciones de hablantes. La psicolingüística, por su parte, ha dado varios buenos resultados de investigación, como lo demuestran las 1,250 entradas de Lingmex, sobre todo en el estudio de la adquisición de la lengua materna, el aprendizaje de la escritura, el habla infantil y el bilingüismo. Lamentablemente, en todo el mundo la psicolingüística y su consecuencia lógica, la lingüística cognoscitiva, han eludido un compromiso necesario con el laboratorio de psicología experimental. Las ciencias no se construyen al margen de las épocas, los vaivenes ideológicos y políticos, y de la moda. Si Chomsky dio lugar a la formación de una especie de doctrina, con acólitos, apóstatas y herejes, también impulsó el afán de varios lingüistas por alcanzar la notoriedad del maestro del MIT; como si cada uno deseara convertirse en profeta o sumo sacerdote de su propia corriente cientíica. El resultado de este fenómeno, que toca estudiar a una sociología de la lingüística, fue la proliferación de corrientes, la fragmentación de los temas de investigación y la imposibilidad de contrastar unos resultados con otros. La lingüística contemporánea ha perdido el compromiso con el diálogo cientíico y, en esa medida, mucha de la investigación se reduce a la publicación de artículos de poca trascendencia, impulsados por esa perversión que ha introducido el neoliberalismo en la cultura: publicar, cumplir con una cuota de artículos al año, hacerlo en las llamadas “revistas de alto impacto” y depender de lo que registren los índices internacionales de cita. Si inalmente Chomsky y sus seguidores no lograron construir un gran sistema generativo que modelara la capacidad de hablar, sí dieron lugar al interés por los fundamentos biológicos del lenguaje, al desarrollo posterior de las corrientes cognitivistas (como Langacker e, incluso, Lakof), a la fonología formal autosegmental 148 y a un nutrido estudio de casos especiales de la sintaxis, sobre todo de las lenguas de Occidente. De la sociolingüística originaria también se produjeron diferentes versiones: la etnografía del habla –quizá la más antropológica de toda la corriente–, el variacionismo de Labov y varias derivaciones más. En Francia, en cambio, caracterizada su lingüística desde principios del siglo XX como más social (Antoine Meillet), un grupo de lingüistas de la universidad de Rouen, con Jean Baptiste Marcellesi a la cabeza, intentó dar cuerpo a una verdadera “lingüística social” en la que el acento no se ponía en la medida de las correlaciones estadísticas entre variables sociales y lingüísticas, sino en una verdadera redeinición de la lingüística. La sociolingüística actual, a mi entender, ha desarrollado más los métodos estadísticos que una comprensión integral de la socialidad de la lengua, como lo proponían los lingüistas de Rouen. El resultado de esa ebullición de planteamientos y corrientes diversas, de la cual sólo he señalado los que me parecen de mayor trascendencia, insisto, no ha sido un cuerpo de datos y observaciones amplios de las maneras de hablar las lenguas del mundo, sino una proliferación de supuestas teorías inconmensurables entre sí, parcialmente ejempliicadas, que impiden la crítica y la búsqueda de consensos, así como la necesaria veriicación. En las revistas internacionales encontramos, cada día más, pequeños tratamientos de temas lingüísticos, muchas veces con desconocimiento de lo que ya se sabía desde el siglo XIX y, en cambio, con un afán persistente por atribuir nuevos nombres a los fenómenos (por ejemplo: “verbo soporte” a lo que llamábamos “verbo auxiliar”) y a las tendencias. Un campo de investigación absolutamente necesario 149 para el conocimiento auténtico de las lenguas es el de la semántica. Expulsada del ediicio descriptivo estadounidense desde la obra de Leonard Bloomield, hoy ha reaparecido como parte de los intereses de la sintaxis con muy poca consideración de lo que Louis Hjelmslev llamó “sustancia del contenido” del signo lingüístico, es decir, de “lo que se signiica” al hablar. Así por ejemplo, en la discusión de temas morfológicos y sintácticos de las lenguas, la sustancia del contenido de las oraciones se ve maniiesta apenas por una glosa que malamente traduce lo que quiere decir la oración. No podremos tratar adecuadamente ninguna lengua mientras no nos ocupemos en profundidad de lo que dice su léxico y de la construcción del sentido en cada oración. En su artículo “Tradición y novedad en la ciencia del lenguaje”,103 publicado en 1968 y traducido en 1977, el famoso lingüista rumano Eugenio Coseriu notaba, entre varias características de nuestra lingüística hispanoamericana en general, el divorcio que había entre los lingüistas dedicados a las lenguas amerindias –digamos “indigenistas” – y los dedicados al estudio del español o “hispanistas”;104 pero también notaba lo que el ilósofo Carlos Pereda llama “afán sucursalero”, es decir, la persistente costumbre entre nosotros de limitarnos a tratar de aplicar los esquemas y las teorías de lingüistas de otras regiones del mundo –hoy en día, sobre todo, angloamericanos–, sin relexionar en el sentido que puedan tener para las condiciones y las características de nuestras sociedades y nuestras lenguas; y advertía, además, la 103 Louis Hjelmslev, “Tradición y novedad en la ciencia del lenguaje”, en Estudios de historia de la lingüística, Gredos, Madrid, 1977, pp. 264-364, traducción del que apareció en T.A. Sebeok (ed.), Current Trends in Linguistics, Mouton, La Haya, 1968, Vol. IV, pp. 5-62. 104 Véase también Claudia Parodi, La investigación lingüística en México (19701980), UNAM, México, 1981 y de ella misma con Rebeca Barriga, La lingüística en México (1981-1996), El Colegio de México, México, 1997. 150 falta de pensamiento teórico en Hispanoamérica. A mí me parece que ese diagnóstico sigue siendo válido, debido a una persistente desconianza en nosotros mismos y nuestra capacidad de pensamiento original, y al efecto publicitario de las corrientes teóricas que se ponen de moda. En los últimos treinta años, las perspectivas de la lingüística mexicana, que debieran tener su fundamento en la asombrosa variedad de fenómenos de lengua que experimentamos y en nuestra tradición intelectual, se han reducido a la copia forzada de lo que se publica en inglés. Hoy nuestros alumnos tienden a abrazar sin criterio concepciones y propuestas restringidas, limitadas, pero dotadas de gran aparato formalista, que no ofrecen pensamientos sólidos ni conocimientos profundos. Es decir, además de sucursaleros, la sociedad de consumo en que vivimos se maniiesta también en el campo cientíico. La lingüística, como he venido sosteniendo, es una ciencia acumulativa: no hace descubrimientos como lo hace la cosmología contemporánea o la genética, pero en cambio ha venido acumulando experiencia y conocimiento de la diversidad de las lenguas, que deben nutrir nuestro propio conocimiento. Cuando se trata de las lenguas amerindias, hay en México experiencia desde el siglo XVI, con el gran acervo que nos heredaron los misioneros y que muchas veces no se ha superado. Tomo por caso los diccionarios náhuatl-español y español-náhuatl de fray Alonso de Molina, cuya información sobre el náhuatl sigue siendo la base de conocimiento de esa lengua. En el caso del español, la larga tradición de pensamiento lingüístico, que comienza en el siglo XV, sigue siendo un fundamento para comprender mejor la historia de la lengua y sus características. Esos conocimientos, esas herencias, debieran ser la base de la formación de tradiciones cientíicas propias de los mexicanos, 151 arraigadas en el conocimiento de nuestro mundo y de nuestras sociedades. La diversidad de las lenguas amerindias debiera ser una fuente constante de trabajo y pensamiento originales. Con su conocimiento podemos contribuir novedosamente a la ciencia básica internacional, pero sin dejarnos arrastrar por sus modas y sus modos, sino buscando un acercamiento genuino y comprometido. Nuestras lenguas de origen prehispánico, debido a nuestra historia están, en su gran mayoría, en relación con el español. Esta lengua las ha venido penetrando, alterando, por ejemplo, sus sistemas de relaciones actanciales mediante la introducción de preposiciones del español, o adoptando la numeración y muchas nomenclaturas de la vida diaria. En consecuencia, el conocimiento serio del español debiera ser materia obligatoria de la formación de un lingüista mexicano. Desde hace mucho tiempo debiéramos haber conciliado el estudio de las lenguas amerindias y del español. A la vez, hay que reconocer, como dije al comienzo, que el español es lengua materna del 90% de los mexicanos; es también nuestra lengua nacional –independientemente de que nunca se haya declarado como tal– y lengua de otros 21 países, lo cual la coloca como la segunda lengua materna más extendida por la Tierra, después del chino, aunque sea tercera después del inglés como lengua de comunicación. Si es conveniente hablar de los “españoles nacionales” y no de una lengua española, metropolitana y académica, no se puede dejar de lado la multitud de dialectos en que está repartida, como efecto de la historia de su expansión por la península ibérica y el continente americano. En cuanto al español en general, sus hablantes enfrentamos serias diicultades en los ámbitos del comercio y la economía internacionales, así como en la comunicación intelectual y cientíica, debido al efecto 152 avasallador del inglés en el mundo contemporáneo. Por eso hace falta reanudar la investigación dialectológica, conocer mejor nuestras variedades nacionales, llevar a cabo una política lingüística de entendimiento con el resto de los países de lengua española y de impulso a la producción cientíica en general en español orientada a defender nuestro derecho a hablar español en ciencia, economía y comercio. Sólo el conocimiento profundo de las lenguas nos puede llevar a entender el funcionamiento de la facultad del lenguaje. Su residencia en el cerebro plantea interrogantes y enigmas que retan la comprensión de sus características y fuerzan a imaginar y poner en práctica métodos para establecer relaciones causales entre el funcionamiento del cerebro y las lenguas. La neurología ha venido ofreciendo importantes propuestas a la lingüística, derivadas del estudio de ciertos daños cerebrales que dan lugar a las llamadas “afasias”, maniiestas tanto con diicultades físicas como con diversas diicultades del habla: quienes pierden la capacidad de utilizar sustantivos; quienes pierden la capacidad de lexionar vocablos o conjugar verbos; quienes encabalgan los morfemas de una palabra, alterando su posición y su secuencia, etc. Roman Jakobson, el famoso lingüista ruso, en un estudio pionero acerca de estos temas, relacionó la pérdida de la facultad con los procesos inversos de adquisición de la lengua en los niños. Hoy la neuroisiología avanza sobre esos datos y propone, por ejemplo, la existencia de ciertas “neuronas espejo”,105 cuya función es producir la imitación de los movimientos y comportamientos de una parte del cuerpo por otra –por ejemplo, el brazo izquierdo imita 105 Pier Francesco Ferrari y Rizzolati, Giacomo (ed.), New frontiers in mirror neurons research, Oxford University Press, USA, 2015; y L.M. Pineda, J.A. Oberman y V.S. Ramachandran, “The human mirror neuron system: a link between action observation and social skills”, en Social cognitive and afective neuroscience, 2(1), 2007, pp. 62-66. 153 al derecho–, de una persona por otra, o incluso dando lugar a los fenómenos de la sinestesia y de la metáfora. La investigación neuroisiológica de la capacidad de imitación puede ayudar a comprender la manera en que un niño aprende a hablar, ampliando la perspectiva de los procesos de construcción de esquemas senso-motores propuesta por el psicólogo suizo Jean Piaget; la de la metáfora ayuda a situar lo que viene siendo la principal ventaja de las lenguas: poder nombrar acontecimientos y objetos nunca antes concebidos o experimentados. Estas observaciones toman como elemento de partida, como fenómeno evidente a nuestros ojos, la expresión verbal; es decir, para poder relacionar los procesos cerebrales con la facultad del lenguaje, el punto de partida es el dato lingüístico, de donde resulta que es la lingüística la que puede presidir la investigación neurolingüística, un campo en el cual son muy pocos los colegas que trabajan en México. Ya la psicología experimental, al menos desde que se formó la escuela gestaltista a principios del siglo XX y los estudios fenomenológicos, ofrecía a la lingüística valiosos datos acerca de la percepción y la formación de conceptos. Hoy debiera ser posible establecer sistemáticamente las relaciones con la psicología y la neurología: deinir, en una verdadera interdisciplina, las “interfaces” – para hablar como está de moda– entre el dato verbal, el comportamiento psicológico y las excitaciones neuronales. Los estudios genéticos de los últimos veinte años han abierto la puerta para que podamos plantearnos de nuevo, pero ahora sobre bases cientíicas y no a partir de los mitos del Génesis, el origen del lenguaje; de la facultad de hablar. Tales estudios van en dos direcciones: de un lado, la prueba de correlaciones entre haplotipos de pueblos antiguos y diversos troncos lingüísticos, como se ha 154 venido intentando a propósito del llamado indoeuropeo; del otro, la búsqueda en los procesos morfogenéticos a que da lugar el ADN de elementos que sirvan para comprender las formas de las lenguas, es decir, una vuelta a los planteamientos chomskyanos antes señalados, pero ahora sobre bases más sólidas y menos especulativas. Todo lo anterior debe ser muestra suiciente de que la lingüística es ciencia básica y que para ponerla en práctica necesitamos una formación rigurosa en los métodos de educción de los datos y en los instrumentos conceptuales que nos llevan a formular el sistema dinámico complejo que es una lengua. La formación de los estudiantes debiera tomar esto en cuenta. Todas las profesiones y los oicios, por más humildes que parezcan, tienen un compromiso ético: al menos, hacer las cosas bien. En el caso de los lingüistas mexicanos nuestro compromiso consiste, además, en contribuir con nuestros conocimientos a que las sociedades vivan mejor. Durante mucho tiempo –pensemos, por ejemplo, en la actitud de Francisco Pimentel, pionero de los estudios de las lenguas indígenas en el México independiente–, el objetivo del estudio de estas lenguas era su conocimiento de carácter genealógico, como contribución a las colecciones etnográicas de los museos; es decir, las lenguas amerindias como objeto de museo, desligadas por completo de la vida real de sus hablantes. Hoy, cuando al menos constitucionalmente se reconoce la “composición pluricultural” de México, los lingüistas debemos trascender los objetivos museísticos para tratar de contribuir al respeto de la dignidad de los indios y al mejoramiento de sus condiciones de vida. Obviamente, lo mismo airmo en relación con los hispanohablantes. Tales condiciones suponen poner la lingüística a su 155 servicio, en una honrada y generosa lingüística aplicada, para ayudar a los pueblos indígenas a revalorar sus lenguas, a conocerlas mejor, a utilizarlas en todos los aspectos prácticos de la vida, como lo son los procesos judiciales sobre conlictos de tenencia de la tierra o sobre delitos de diversos tipos. En cuanto al español, la lengua requiere observación permanente, amplitud y profundidad en el estudio de sus dialectos y claros objetivos de política lingüística, tanto en el ámbito nacional como en el internacional. Se tiene la falsa idea de que la lingüística aplicada se reduce a los métodos de enseñanza de lenguas extranjeras. Es lingüística aplicada toda orientación hacia la solución de cuestiones que atañen al uso de las lenguas; como tal, sólo puede haber buena lingüística aplicada si tenemos buena lingüística básica. Si uno desea escribir un diccionario monolingüe de cualquiera de nuestras lenguas, necesita contar con una buena taxonomía previa de sus elementos y su sistema (sistema de escritura, fonología, gramática, léxico), junto con instrumentos de método, como el análisis cuantitativo, el uso de sistemas de cómputo para producir concordancias de los signos en cuestión y una sólida teoría de la signiicación. Si uno desea escribir libros de texto, necesita conocer vocabularios disponibles para cada edad de los escolares y conocimientos pedagógicos; si uno desea elaborar un sistema de diagnóstico de la sordera o de la afasia, necesita conocer bien la lengua de los pacientes y adentrarse en la colaboración con neurólogos y audiólogos; si uno desea que el diálogo entre médico y paciente sea claro y no produzca errores de interpretación, es necesario poner en práctica ideas del análisis conversacional y de la sociolingüística; lo mismo si uno quiere contribuir a la formación lingüística en inglés de los pilotos aviadores mexicanos –una necesidad 156 muy delicada, puesto que ha habido accidentes fatales por errores de entendimiento entre los controladores del vuelo y los pilotos–, necesita buen conocimiento contrastivo de las fonologías del español y del inglés, así como clara comprensión del vocabulario y los patrones oracionales más comunes de la comunicación entre la torre de control y el avión. Hace ya treinta años fundamos la Asociación Mexicana de Lingüística Aplicada para reunir en una sola agrupación indigenistas e hispanistas, lingüistas dedicados a la ciencia básica y los dedicados a diversas áreas de la lingüística aplicada. La Asociación ha organizado ya trece congresos nacionales de lingüística, publica la revista Lingüística mexicana (ahora en línea) y fomenta la formación de grupos de interés. Si bien reúne a cerca de ciento cincuenta personas que practican la lingüística en México y suele acoger a muchos estudiantes, todavía hace falta llegar a tener la masa crítica necesaria para que podamos juzgar que nuestra disciplina está tan consolidada como la física, la medicina o la ingeniería. A mi juicio hace falta, ante todo, reformar los planes de estudio de las pocas licenciaturas en lingüística que se ofrecen en México: brindar una sólida formación en métodos descriptivos; ampliar la formación a la experiencia en métodos de trabajo de campo y en el uso intensivo de la computadora electrónica; seleccionar cuidadosamente, y de acuerdo con las diversas sociedades regionales, las materias especializadas que ofrezca cada licenciatura. Por ejemplo: quizá en Nuevo León no haga mucha falta dar experiencia a los estudiantes en una lengua indígena, pero en cambio sí orientar su formación hacia la lingüística computacional y la neurolingüística; el modo en que la Universidad de Sonora se ha dedicado al estudio de las lenguas indígenas de la región es ejemplar, 157 así como el modo en que la Universidad de Sinaloa se ha enfocado al conocimiento del español en el noroeste de México; el grupo de estudio del huichol en Guadalajara o los estudios de adquisición del zozil en Chiapas son ejemplo de lo que se puede lograr si los programas de enseñanza se reforman y se sistematizan. Hace falta una especialización en psicolingüística cuando lo que se busca es comprender cómo adquieren los niños su lengua materna, cómo se produce primero la interferencia de otras lenguas y cómo se alcanza un bilingüismo o multilingüismo tan notables como lo comprobamos, por ejemplo, entre los habitantes de la sierra de Puebla, Guerrero y Oaxaca. Un campo muy importante para las posibilidades de que México siga formando parte de las regiones del mundo que hacen investigación cientíica es el estudio de la terminología. Otro, posible y deseable para ayudar a las lenguas amerindias a ponerse al día con el conocimiento contemporáneo, es el estudio de procesos neológicos tan exitosos como el del hebreo moderno en el Estado de Israel. Convendría que los lingüistas lleváramos a cabo un congreso nacional dedicado exclusivamente a la discusión de planes de estudio. ilimitadas de hacer buena ciencia. La discriminación, la pobreza, la ignorancia que padece la mayoría de nuestros compatriotas requiere un compromiso ético de nuestra ciencia con la posibilidad de ayudar a eliminar la discriminación, ofrecerles educación en sus lenguas, que les permita apoderarse del conocimiento contemporáneo y, de esa manera, salir de la pobreza y alcanzar la libertad y la felicidad. Hace falta también apoyar la discusión cientíica entre nosotros mediante la formación de grupos de especialistas; por ejemplo, lograr que los dedicados al purépecha compartan sus conocimientos y se avoquen a la escritura de una gramática de referencia, que luego dé lugar a la escritura de libros de texto y diccionarios; invitar a quienes estudian la adquisición de la lengua materna amerindia y española a que se comuniquen y establezcan conocimientos compartidos, etc. El campo de la lingüística es tan vasto como el comportamiento humano. La diversidad de las lenguas en México es tan asombrosa, que nos ofrece posibilidades 158 159 BIBLIOGRAFÍA El estudio de las poblaciones humanas, temas y dilemas para la antropología física Ferrari, Pier Francesco y Giacomo Rizzolati (ed.), New Frontiers in Mirror Neurons Research, Oxford University Press, USA, 2015. Hjelmslev, Louis, “Tradición y novedad en la ciencia del lenguaje”, en Estudios de historia de la lingüística, Gredos, Madrid, 1977, pp. 264-364, traducción del que apareció en T.A. Sebeok (ed.), Current Trends in Linguistics, Mouton, La Haya, 1968, Vol. IV, pp. 5-62. Pineda, L.M., J.A. Oberman y V.S. Ramachandran, “The Human Mirror Neuron System: a Link Between Action Observation and Social Skills”, en Social Cognitive and Afective Neuroscience, 2(1), 2007, pág. 62-66. Parodi, Claudia, La investigación lingüística en México (1970-1980), UNAM, México, 1981. Parodi, Claudia y Rebeca Barriga, La lingüística en México (1981-1996), El Colegio de México, México, 1997. María Eugenia Peña Reyes106 La búsqueda de datos que contribuyan al conocimiento del origen y la evolución del ser humano ha ocupado una gran parte de la investigación en el campo de la antropología física o biología humana, por lo que las líneas de investigación que la deinen se encuentran estrechamente ligadas a los contextos ecológicos, sociales y culturales en los que surgen las poblaciones, sus necesidades y dinámica demográica, así como a la disponibilidad de recursos técnicos y metodológicos para su estudio. El surgimiento y desarrollo de la antropología física, si bien se nutre de las ciencias sociales, se mantiene en un constante intercambio con otras disciplinas con las que comparte la construcción del conocimiento sobre los grupos humanos. La complejidad de los procesos que nos dan sentido como individuos precisa conocer la historia evolutiva de los humanos, por lo que el antropólogo físico tendrá que adquirir los conocimientos que le ayuden a entender cómo se construyen los individuos desde su 106 160 Posgrado en antropología física de la ENAH. 161 base genética, así como la naturaleza de los cambios morfológicos y funcionales que ocurren en el curso de la vida. Por ello tiene que aprender anatomía, isiología y genética en su formación, que junto con el conocimiento de los mecanismos de la ontogenia deinen las historias individuales. Igualmente importante es el reconocimiento del papel del ambiente físico geográico y el de los elementos económicos, sociales y culturales que coadyuvan a la expresión de sus capacidades y formas de vida, lo que nos lleva al ámbito de lo colectivo, ya que los individuos forman parte de comunidades, las que a su vez son responsables de garantizar su sobrevivencia. La interacción entre los individuos y grupos es fundamental para entender el comportamiento humano en todas las esferas de la vida. A lo largo de más de cien años se han propuesto nuevas teorías y se ha modiicado el sentido y la importancia de los datos morfométricos; si bien no prescindimos completamente de ellos, la manera en la que se registran y la forma de analizarlos ha cambiado de manera considerable. El interés de contar con datos precisos y coniables se releja en la deinición y difusión de las normas y los criterios de medición, así como en la sistematización de protocolos de medición y análisis de los datos, que se revisan y actualizan de manera constante. La vinculación entre las técnicas y los métodos con la deinición de criterios que llevarán a lograr la comparabilidad de los estudios, ocupa un espacio importante en las publicaciones cientíicas, además de ser motivo de reuniones de especialistas en distintos momentos de la historia de la antropología, como las convenciones de Mónaco en 1906 y Ginebra en 1912.107 Igualmente, en su relación con el tipo de estudios en los que la descripción de las características biológicas 107 Juan Comas, Manual de antropología física, UNAM, México, 1976, p. 263-264. 162 de las poblaciones humanas y sus respuestas a diversos factores en la realización de sus actividades cotidianas, ocupacionales o en ambientes especíicos,108 así como en su aplicación a otros campos de conocimiento — particularmente de la biomedicina o la ergonomía—, llevaron a la diversiicación de los protocolos, el diseño y la construcción de equipos de medición y aparatos para realizar mediciones en el campo, o bien en condiciones controladas de laboratorio, siendo las primeras las más frecuentes y, por lo mismo, las que generaron múltiples cuestionamientos por la manera en la que se conducían los estudios. En razón de los procedimientos empleados para recabar la información y de la manera de acceder a las personas en diversas situaciones, llevó a una falta de control y claridad de los objetivos y riesgos asociados a la realización de los estudios. Si bien gran parte de los problemas surgió en estudios clínicos y en el campo de la medicina,109 la participación de algunos antropólogos en ciertos estudios donde se han recabado datos biológicos susceptibles de ser manejados de manera insegura o inadecuada, o con objetivos distintos a los que se comunicaron a los participantes, condujo a la deinición de criterios de regulación, así como a la elaboración y puesta en marcha de normas de vigilancia y mecanismos de protección para las personas que participan en esos grupos de estudio.110 Por su naturaleza y la magnitud del impacto que han 108 Frederick E. Smith, “The International Biological Program and the Science of Ecology”, en Proceedings of the National Academy of Science, vol. 60, núm. 1, 1968, p. 5.; J. S. Weiner y J.A. Lourie (eds.), Human Biology. A guide to ield methods. IBP Handbook No. 9, Blackwell Scientiic Publications, London, 1969, p. XVIII. 109 National Institutes of Health, “Informe Belmont. Principios y guías éticos para la protección de los sujetos humanos de investigación”, 2003 htp://www.unav. es/cdb/usotbelmont.html. Consultado el 28 de enero de 2016. 110 World Medical Association, “Declaration of Helsinki: Ethical principles for Medical Research involving human subjects”, 2002 htp://ohsp.od.nih.gob/guidelines/ helsinki.htlm. Descargado el 28 de enero de 2016. 163 tenido en los participantes o sus condiciones, algunos casos han sido emblemáticos respecto de lo que no debería ocurrir en la investigación cuando incluye la participación de personas y la recopilación de datos biológicos personales. Tal es el caso del estudio realizado en una tribu por investigadores de la Universidad de Arizona en el que se obtuvo ADN con el propósito de indagar sobre los marcadores para diabetes, ya que se sabía que las tasas eran muy elevadas en ese grupo. Los resultados iniciales no arrojaron información concluyente sobre los marcadores de diabetes y sus causas. En cambio, el énfasis se puso en los datos sobre enfermedades mentales y teorías construidas por los investigadores sobre el origen del grupo, mismas que contrariaban las versiones aceptadas por los miembros de la tribu. El reclamo de la comunidad de haber sido violentados sus derechos y mentir sobre los objetivos reales, alertó sobre los alcances del supuesto consentimiento informado.111 Es de llamar la atención la respuesta de la investigadora a cargo del proyecto, quien ante los cuestionamientos de un mal uso de la información recolectada señaló que había obtenido “un consentimiento amplio para estudios de genética”. Las demandas de la comunidad llevaron al otorgamiento de una compensación económica a un número importante de miembros de la comunidad, así como a otras formas de asistencia. Los casos de manejo inadecuado de los datos recabados en estudios de población hacen que el impulso del consentimiento libre e informado112 sea una conquista de la bioética contemporánea. Se habla de que hay un reconocimiento creciente de la propiedad intelectual, a la 111 American Indian and Alaska native genetics resource center, Havasupai Tribe and the lawsuit setlement aftermath, htp://genetics.ncai.org/case-study/ havasupai-Tribe.cfm. Descargado el 16 de enero de 2016. 112 Salvador Darío Bergel, “La declaración universal de la UNESCO sobre el genoma humano y los derechos humanos”, en Cuadernos de Bioética, 2, 1998, pp. 387405. 164 par de la discusión respecto de quién debería tener acceso o beneiciarse de la herencia cultural del pasado y el presente. En la situación descrita por McIntosh113 sobre la recolección de material genético en poblaciones indígenas a través de los proyectos Genographic (con el objetivo de describir las corrientes migratorias de los grupos indígenas a través del globo) y HapMap (con el propósito de describir los patrones genéticos de variación que daría información respecto a la relación de las características genéticas de las poblaciones con ciertas enfermedades), el manejo inadecuado de los datos y el uso de la información para propósitos distintos a los que se comunicaron a los participantes generó serios conlictos. Autores como Nicholas et al.114 señalan que las investigaciones de corte antropológico estarían comprometidas a resguardar los valores culturales de los grupos humanos, cualquiera que sea su condición, las relaciones y el signiicado de sus conexiones y las dimensiones simbólicas de la herencia cultural en la que se insertan las personas cuyas características biológicas y condiciones de vida intentamos conocer. Entre otros casos se encuentra el reclamo de un grupo indígena en Vancouver, cuyos participantes irmaron un consentimiento para analizar biomarcadores para artritis; el investigador responsable realizó otros estudios, además de dar acceso a otros investigadores para propósitos distintos a los aprobados por los participantes, lo que condujo a la exigencia del grupo afectado de que las muestras fueran devueltas a la comunidad indígena.115 La 113 Constance McIntosh, “Indigenous self-determination and research on human genetic material: a consideration of the relevance of debates on patents and informed consent, and the political demands on researchers”, en Health Law Journal, vol. 13, 2005, p. 213. 114 George Nicholas, J.R. Welch, A. Goodman y Dandal McGuire, “Beyond the tangible”, en Anthropology News, 2010, p.11. 115 Charles W. Schmidt, “Spheres of Inluence Indigenous conlicts”, en Environmental Perspectives of Health, vol, 109, 2001 www.ncbi.nlm_nih.gov/pmc/ 165 desconianza creciente de los grupos indígenas respecto de los genetistas ha ido en aumento y contribuyó, al menos en países como Canadá y Estados Unidos, a la conformación de asociaciones para la defensa de los derechos de estos grupos ante lo que ellos describen como la “ignorancia cultural y arrogancia de los investigadores”.116 Esta percepción se resume en la frase retomada por Smith de las declaraciones de Judy Gobert: “Lo que ellos quieren no es ayudarnos a preservar la cultura o la lengua en la que hemos evolucionado. Ellos sólo quieren nuestro ADN.” Una gran cantidad de técnicas, procedimientos y deinición de pruebas y estrategias, así como de recursos empleados en la investigación cientíica, se han perfeccionado y actualizado desde inales del siglo pasado. En este sentido, es importante apuntar que la generación de muchos de los conocimientos sobre las respuestas a condiciones de vida en ambientes extremos se produjeron a partir de estudios que datan, por una parte, del periodo de la Segunda Guerra Mundial, así como de proyectos internacionales como el Programa Biológico Internacional y el Proyecto Genoma Humano, entre otros, por lo que han tenido un enorme impacto en la forma de medir y explicar las respuestas humanas a circunstancias adversas desde la biología humana, y sobre todo en la construcción del dato. Derivado de los problemas y excesos generados en la implementación de algunos de esos estudios, se vuelve imperioso establecer normas de protección y códigos de ética que regulen los procedimientos y el manejo de los datos biológicos, así como la protección de los participantes. La literatura sobre estos temas y los ejemplos de lo que no debería ocurrir o no tendría que permitirse es muy amplia, por lo que se convoca de manera recurrente articles/PMC1240322/pdf/ehpoig_a00216.pdf. Descargado el 30 de enero de 2016. 116 Ibidem, pág. 4. 166 a organizaciones e instituciones internacionales para establecer códigos y procedimientos a in de evitar que esos abusos sigan ocurriendo. Una serie de documentos resultado de diversas reuniones convocadas por la fundación Wenner-Gren se ocupa de discutir los problemas éticos en las investigaciones de biología humana que abarcan distintos ángulos: la formación de los profesionales, el respeto y cuidado de los participantes en cuanto a riesgos asociados al uso de ciertas técnicas y métodos, el manejo de los datos, su resguardo y propiedad intelectual, a la par de los compromisos de retribuir a los participantes y/o comunidades, así como la importancia de compartir y difundir los resultados. Aunque esta larga relación de temas parecería corresponder a distintas fases de la investigación, considero que todos ellos son materia del proceso de formación de profesionales. Además de proveerles el conocimiento sobre la biología humana y los factores que en ella inciden, se requiere de abordar los aspectos relativos al diseño de la investigación, la elección de los indicadores apropiados para el estudio del problema que nos interesa y la importancia de conocer cómo acceder a las personas a quienes se incluirá en el estudio. En ese sentido hemos cambiado la deinición de los mismos, al pasar de ser los sujetos de estudio a participantes en el mismo, en tanto que habría el compromiso de proporcionarles toda la información sobre éste y la naturaleza de su participación y aceptación, así como de hacerles copartícipes de los resultados, más allá de los objetivos cientíicos. También es cierto que vivimos en una época en la que se promueve la posibilidad de casi ser autodidacta a partir de allegarse un manual, un complejo software, una versión sencilla de acceso libre, y a partir de la estrategia 167 de ensayo y error entrenarnos en el manejo de ciertas técnicas. Esto que puede funcionar para las artes gráicas o visuales, no es necesariamente cierto para el caso de los indicadores que se emplean en los estudios morfométricos. Como mencioné al inicio, es necesario tener una base de conocimientos sobre biología humana para construir datos válidos y coniables a in de responder las preguntas y probar las hipótesis. Como señalan Weiner y Lourie117 en la introducción al amplio manual de métodos y técnicas, elaborado a partir de las contribuciones de más de cien biólogos humanos, resultado de reuniones y sesiones cientíicas de discusión en la preparación de los estudios del Programa Biológico Internacional, “no se trata de un libro de cocina” que cualquiera puede poner en práctica; no es un estuche del tipo “hágalo usted mismo”. Se requiere de una serie de conocimientos y habilidades prácticas para garantizar que los datos que se recaben cumplan con las condiciones de comparabilidad y rigor cientíico para integrarse al cúmulo de conocimientos que se producirían en grupos con diferencias geográicas, sociales, culturales y de salud, rescatando las especiicidades en la deinición de los grupos y etapas de la vida que se enfrentan en todas las comunidades humanas. El apartado sobre recursos técnicos y herramientas atraviesa tanto por la deinición de un enfoque teórico que guíe la planeación de los proyectos y la elección de los participantes, como por el manejo de las técnicas y los métodos de registro, así como el análisis y la presentación de resultados. Cada una de estas tareas en la investigación tiene asociado un conjunto de conocimientos, cuyas bases tendrán que establecerse a lo largo de la formación profesional. Tan importante es contar con las bases 117 J.S. Weiner y J.A. Louri, op. cit. 168 para entender la biología humana y sus implicaciones en el día a día de los individuos, como contar con la sensibilidad y el conocimiento para reconocer el papel de los factores sociales y culturales que deinen a una comunidad y encontrar la mejor manera de vincularse con los integrantes del grupo o los individuos, según sea el caso, para explicar las características y los objetivos del estudio, de tal manera que acepten participar con pleno conocimiento y respeto de su individualidad. El registro y manejo de los datos se menciona más adelante, ya que es uno de los grandes temas en el proceso de generación y uso de los datos de las personas y grupos bajo observación, cuando se trata de preservar el anonimato y la privacidad de la información. Conciliar los objetivos cientíicos con las necesidades sociales y la manera en la que construimos el objeto de estudio Las estrategias de investigación y la recolección de datos para el estudio de los problemas de interés para la biología humana suelen encontrarse en un punto de conluencia con la biomedicina, las ciencias sociales y la bioestadística, debido al propio carácter bio-social de la disciplina. En este sentido, una diferencia fundamental entre los estudios antropológicos y los biomédicos o clínicos es que la investigación se realiza con ines no curativos; sin embargo, encierra un compromiso con las personas que conforman los grupos de estudio en cuanto a los principios éticos en la planeación, organización, presentación de resultados y difusión y publicación de los mismos. Aun en los contextos biomédicos, las necesidades 169 técnicas y metodológicas que deinen la naturaleza de los procedimientos de la investigación pueden generar problemas cuando participan profesionales de diferentes disciplinas y no hay objetivos comunes.118 En la fase de presentación de los resultados que se producen a partir de proyectos multidisciplinarios, habrá que buscar formas alternativas de publicación para que los profesionales de las distintas disciplinas involucradas se encuentren en posibilidades de acceder a la información, ya que es frecuente que las publicaciones biomédicas no incluyan los elementos socioculturales que amplían el contexto de análisis para los temas de la biología humana.119 Trudy Turner, en su exposición en un simposio sobre ética organizado por la fundación Wenner-Gren, apunta que un investigador debería pensar en el impacto que una investigación puede tener en una población, ya sea que se descubran condiciones que no resultan favorables para su salud, su condición de vida o su empleo. Enfatiza que a diferencia de lo que ocurre con la investigación biomédica, en que las pruebas o exámenes y riesgos suelen estar descritos de manera puntual y reconocible, en el caso de los estudios antropológicos o conductuales puede resultar ambiguo el alcance de los resultados o de la participación de las personas en ciertos estudios. Entre otras condiciones, reiere que los individuos pueden sufrir daño emocional, psicológico o social, vergüenza o estigma debido a su participación en una investigación o a que sus respuestas sean conocidas.120 Así, entre los principios establecidos a 118 Jens Aagaard-Hansen y Maria Vang Johansen, “Research ethics across disciplines”, en Anthropology Today, vol. 26, 2008, p. 15. 119 Curtis Wienker, “Physical anthropology in multidisciplinary biomedical research”, en Medical Anthropology Quarterly, vol.3, núm 4, 1989, p. 368; Meinhard Robinow, “Clinical applications of physical anthropology”, en Yearbook of Physical Anthropology, vol. 25, 1982, p. 169. 120 Trudy Turner, “Ethical issues in human population biology”, en Current Anthropology, vol. 53, supl. 5, 2012, p. S22. 170 partir del reporte Belmont se plantea la protección de las personas que participan en estudios antropológicos.121 El que la decisión de participar recaiga en el individuo o en un colectivo, puede hacer la diferencia en cuanto a las repercusiones para los participantes. Este señalamiento adquiere importancia porque la manera de realizar, planear y llevar a cabo el trabajo de campo se ha vuelto sumamente complejo tanto para el investigador como para las personas que participan en los estudios, lo que en muchos casos podría afectar las posibilidades de obtener la cantidad y calidad de información que se propuso como imprescindible para la construcción de los datos y la comprobación de hipótesis. Cuando investigamos colectivos o comunidades con formas de organización distintas, es primordial identiicar quién o quiénes toman la decisión cuando se solicita la participación ya sea individual o de grupos, familias o comunidades, si se trata de menores, personas de edad o con alguna discapacidad. ¿Quién es la voz del grupo, cuáles son los mecanismos de comunicación y decisión, cuáles son los límites del grupo y cómo se explican o comunican los objetivos del proyecto, los riesgos que conlleva y los beneicios potenciales para el colectivo? Aun cuando por lo general los permisos se obtienen a través del líder de la comunidad, los consejos de ancianos, las autoridades educativas, los padres u otra igura de autoridad, eso no descarta que los investigadores deban comunicar de manera amplia y completa a cada participante la naturaleza del estudio, con el compromiso de que cuente con toda la información pertinente antes de decidir si participa o no. Al preparar los documentos y las 121 National Institutes of Health, “Informe Belmont. Principios y guías éticos para la protección de los sujetos humanos de investigación”, 2003 htp://www.unav. es/cdb/usotbelmont.html. Consultado el 28 de enero de 2016. 171 declaraciones para solicitar el consentimiento, habrá que contemplar la existencia de diferencias sociales, culturales o lingüísticas que interieran con una comunicación suicientemente clara. Esto es particularmente importante cuando se trata de niños, personas enfermas, con bajos niveles educativos o de grupos indígenas, puesto que las diferencias lingüísticas podrían convertirse en una barrera para la comunicación. En estos casos es importante prever la colaboración de intérpretes o miembros de las comunidades de estudio para lograr claridad en relación a la naturaleza de su participación, así como las ventajas o desventajas asociadas a la misma. Cabe señalar que en muchas ocasiones el tiempo que se requiere para realizar las gestiones y comunicación que precede a la aceptación del grupo de participantes, no se prevé en la calendarización de los proyectos, lo que puede comprometer seriamente los objetivos, la integración del grupo o la recolección de todos los datos. Esto último me lleva a la relexión sobre la composición y el tamaño del grupo de estudio; la metodología del proyecto deberá contemplar el diseño, el tipo de datos y el universo en función del problema de estudio. En comparación con los transversales, los estudios longitudinales no sólo corren el riesgo de ir perdiendo a los participantes en el curso de la investigación, sino que enfrentan el reto de incorporar un número suiciente de participantes que garantice la representatividad del grupo de interés, además de prever los recursos para el almacenamiento y análisis del conjunto de datos que se generan en cada fase del estudio, lo que va más allá de tener un sistema informático para la captura y el procesamiento. 172 La formación de colecciones de datos conlleva una responsabilidad que se ha venido cuestionando cada vez con mayor seriedad y preocupación en el caso de las muestras biológicas, pero que es igualmente importante para otro tipo de información, como los datos radiográicos, métricos, fotográicos, encuestas, entrevistas, audios y todo aquello que se produzca en el futuro con el uso de las nuevas tecnologías, mismas que ofrecen formas alternativas de acceder a las personas. Para los profesionales entrenados en la etapa previa a la revolución informática, sigue siendo importante contar con el registro de datos y no sólo capturarlos en un dispositivo móvil, pues la manera en la cual éstos se visualizan y los registran todos nuestros sentidos, los observamos, los medimos y plasmamos su representación numérica en un documento, genera un proceso distinto de proximidad con ellos. Los lectores digitales y el contacto cada vez menor con el reconocimiento de las estructuras anatómicas, como en el caso de la propuesta de medición a partir sólo de registros fotográicos, ofrece una dimensión limitada de la morfología humana, lo que contrasta con lo que alcanzamos a identiicar a través de la observación directa, pues pareciera que cada vez nos conocemos y nos reconocemos menos, lo que inluye en la manera en la que aprehendemos la realidad que tratamos de explicar. Es importante ir más allá de la métrica per se, pues las mediciones o las descripciones no son más que un medio para acceder al fenómeno que se trata de explicar empleando recursos simples o complejos. No hay que ceder a la tentación de perdernos en la técnica. 173 El manejo de los datos Los proyectos de investigación en antropología suelen abarcar varias etapas y en algunos casos amplios periodos de tiempo; o bien se consideran otras interrogantes a la luz de nuevos hallazgos o con el acceso a otras técnicas o distintas metodologías, para lo que se plantean otros proyectos con objetivos distintos a los del proyecto inicial, lo que en algún sentido se ha descrito en los ejemplos previos sobre los conlictos en los estudios de grupos indígenas. Se ha debatido si, para llevar a cabo esas investigaciones, se requeriría de la actualización de los consentimientos para tales proyectos; se ha sugerido que en tal situación sería deseable que los integrantes de las comunidades de estudio tuvieran una participación activa en el diseño, implementación y presentación de resultados.122 Una vez formalizados los procedimientos para obtener la información, también se requiere saber si la participación de las personas implica su traslado y un tiempo para participar en procedimientos o encuestas; se tendría que considerar el tiempo en el que el participante se distrajo de otras actividades personales u ocupacionales. En algunos proyectos se prevé otorgar compensaciones por costos de transporte y servicios médicos, dependiendo de la naturaleza del estudio y de los recursos e infraestructura de los sitios en los que se lleva a cabo la recolección de los datos; en otros casos se ofrecen alimentos. La disponibilidad de recursos y el tiempo requerido son muy diversos. En ocasiones se comparten fotografías o se hacen donaciones, o se contribuye con algún programa de entrenamiento técnico o de diagnóstico de necesidades para la comunidad de que se trate. 122 Trudy Turner, op. cit. 174 Propiedad de los datos. De lo privado a lo público, control de los datos En general se considera que las investigaciones inanciadas por entidades federales son de uso público, lo que lleva a la discusión de cómo se deine la naturaleza de los datos. En el caso de agencias inanciadoras de proyectos de investigación, como la National Science Foundation (NSF), el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) y otro tipo de inanciamientos con recursos internacionales, se establece que es de esperarse que los investigadores compartan los datos de muestras y colecciones con otros investigadores, haciendo referencia tanto a los materiales creados y recolectados en el curso de la investigación como a los productos. El compartir implica más que sólo publicar los resultados; no obstante, este tipo de disposiciones serían relativamente nuevas para las investigaciones en antropología física, a diferencia de lo que ocurre en los estudios de genética y genética de poblaciones, áreas en las que se ha avanzado en la construcción de bio-bancos y los estudios de células troncales. Las secuencias de datos de secuenciación de nucleótidos, en los que se encuentra GBANK DNA de Japón y el laboratorio de biología molecular europea. Debido al auge de los estudios sobre genética, no sólo en la biomedicina, sino también en la antropología, ha surgido una nueva entidad que reúne la información de tipo genético que se produce en los estudios realizados en distintos países. La deinición de los bio-bancos para el consejo europeo es una colección con las siguientes características:123 123 Tomado de Susan Wallace, Stephanie Lazor y Bartha Maria Knoppers, “Consent a population genomics: The creation of generic tools”, IRB Ethics and Human Research, 2009, pp. 15-29. 175 1. Se basa en datos poblacionales. 2. La información que lo conforma provee el material biológico o datos derivados para múltiples proyectos de investigación con líneas abiertas a futuro. 3. Contiene materiales biológicos y datos personales asociados que pueden incluir o ser vinculados a los datos genealógicos, médicos, estilos de vida y que se actualizarían regularmente. 4. Recibe materiales organizada.124 complementarios de manera En tanto, Turner describe que existirían dos tipos de bancos de datos:125 1. Los pequeños, que contienen miles de datos generados por uno o varios investigadores y que estarían relacionados con una condición médica especíica o una sola población. 2. Los grandes, que contienen cientos o miles de millones de muestras, con objetivos múltiples. En estos casos, el propósito es que tiendan a volverse longitudinales; en muchas ocasiones habrían surgido en tiempos de complejas discusiones éticas, en términos de consentimiento informado, en cuanto a la conidencialidad de la información y poder regresar a la población de la que se obtuvieron con el propósito de refrendar el consentimiento de los participantes, ya que se trata de llevar a cabo nuevos análisis, con objetivos distintos a los que dieron origen al primer proyecto. Entre otros proyectos se encuentra el denominado The Public Population Project (P3G). Este es un consorcio 124 125 Ver Susan Wallace et al., op. cit. Trudy Turner, op. cit. 176 internacional de 25 miembros de distintos países que se han dedicado a construir una infraestructura colaborativa mundial que incluye un depósito de herramientas e información para promover la operación entre estudios en genética de población.126 Para proceder con la formación de estas amplias colecciones en los bio-bancos de datos, la estrategia elegida fue la de contar con un consentimiento de tipo amplio, en la medida en la que se parte de la idea de que se trata de un tipo de proyecto abierto a enfoques nuevos y distintos a futuro, en continua elaboración, lo que requiere de mecanismos que aseguren la privacidad, contando con estrecha vigilancia en su estructura de gobierno. Esto contrasta de manera importante con el Proyecto sobre el genoma humano, “Human Genome Diversity”, ya que se reconoció que la secuencia del genoma no representa a todas las personas a nivel del mundo. El proyecto con Cavalli-Sforza a la cabeza, se concibió con el propósito de estudiar la variación genómica humana. Los encuentros realizados por el grupo de investigaciones realizadas entre 1991 y 1994, encontrarían seria oposición de las poblaciones indígenas.127 A decir del autor, los asuntos legales, éticos y culturales no se abordaron de manera adecuada en ese proyecto; la lista de poblaciones fue elaborada por investigadores con muy poca o sin participación o retroalimentación de la comunidad, por lo que se señala que temas como el acceso, la propiedad y el compartir los beneicios que son fundamentales, nunca se abordaron. Para estos autores, el bien común, la responsabilidad, el respeto mutuo, la transparencia y la rendición de cuentas 126 Bartha Maria Knoppers, Isabel Fortier, Denis Legault y P. Burton, “The public population project genomics (P3G): a proof of concept?”, en European Journal of Human Genetics, 2008, p. 664. 127 Constance McIntosh, op. cit. 177 y proporcionalidad, son principios que extienden de manera crítica los límites a través de las culturas y los sistemas legales. El anonimato y la obligación de alertar a los individuos que contribuyen a los bancos, que habría posibles riesgos. En los bio-bancos, los investigadores acuerdan que los datos generados en cualquier estudio son del dominio público. El uso de los datos implica el compromiso de compartir los resultados. Se comparten los beneicios como grupo base y por lo tanto la participación individual no se compensa. Colecciones proyecto y así asegurar que se empodere; esto es parte del proceso en la actualidad. En el caso de los bio-bancos, la comunidad está representada en la comunidad mundial y la investigación se describe como un bien público.129 ¿Cómo investigamos, a quién y para qué? Existe una responsabilidad en la construcción de los datos, en cuanto a que verdaderamente representen a los individuos y a los grupos de la realidad, sin afectar la propia percepción con sentido social y cultural. Se ha venido discutiendo en distintos países qué se hace con las colecciones, cómo se resguardan, quién tiene acceso a ellas. Como antropólogos físicos manejamos colecciones de restos óseos humanos, restos materiales, depósitos de ADN, cédulas o notas de campo. Trudy Turner llama la atención respecto de llevar el anonimato al extremo, de tal suerte que como la información que se maneja y analiza no identiica a los sujetos, en la eventualidad de un intento de devolverla a su dueño, no sería posible proceder a tal devolución.128 Sin embargo, el tema central de la bioética se mantiene en tanto preserve los principios de autonomía, beneicio y justicia; la noción del consentimiento se extiende más allá de lo individual. El lugar de un individuo en una comunidad signiica que el investigador tendrá que vincularse con esta comunidad a distintos niveles, al involucrarla en la planeación de un Los compases, las cintas y las escalas están siendo desplazados por el uso progresivo de equipos más soisticados que incluyen lectores digitales que “reducen el error en el registro” pero que al mismo tiempo conducen al distanciamiento de la interacción con la persona o las personas a quienes se intenta conocer. Las habilidades para el manejo del equipo antropométrico tradicional están siendo desplazadas por la demanda de nuevas habilidades caracterizadas por un elevado alfabetismo informático. Se emplean programas diseñados no sólo para cuantiicar los rasgos métricos o morfológicos que se ingresan, sino además para agregar los componentes faltantes en una reconstrucción que nos ofrece una imagen de cómo habría sido el individuo, si se trata de un esqueleto incompleto o sólo algunos elementos de la región cráneo-facial. La descripción de las dimensiones y los índices morfométricos fueron complementados con la elaboración primero de los modelos en yeso y ahora de los modelos virtuales, tridimensionales y dinámicos, a los que accedemos con la creación de soisticados programas interactivos que producen una reconstrucción, las pruebas 128 129 ¿Qué haremos con la información que generamos a lo largo de nuestras carreras profesionales y cuál es nuestra contribución al entendimiento de los grupos humanos cuya historia tratamos de contar? Trudy Turner, op. cit. 178 Wallace et al., op. cit. 179 estadísticas y los resultados de un primer análisis en una mínima inversión de tiempo, con reportes casi listos para incluirlos en el texto que someteremos a publicación. En otros casos, basta enviar los datos o las muestras biológicas a los “especialistas” que devolverán la interpretación de los resultados de las diversas pruebas y que el investigador traducirá al lenguaje cientíico en la preparación de la difusión y presentación de conclusiones. ¿A qué nos lleva esta descripción? A pensar en el tipo de habilidades que habrán de tener los antropólogos del futuro para acceder a estas herramientas para el estudio de los individuos, los datos producto de las observaciones en el campo, los restos esqueléticos, con el grado de detalle que se logra con esos lentes de aumento que permiten descubrir detalles que la observación macroscópica del simple ojo humano es incapaz de registrar. de los grupos humanos actuales como desaparecidos. La hiperespecialización que lleva a profundizar en la identiicación de los componentes celulares nos da una visión de profundidad al máximo nivel de desagregación de los componentes de la unidad biológica, dejando de lado las condiciones sociales, económicas y culturales en las que viven los individuos cuyos genes analizamos, a pesar de saber que son esas condiciones las que inluyen en la expresión. Los rasgos que aislamos en una suerte de depuración para eliminar todo aquello que pudiera interferir con la observación de los detalles más profundos de nuestra identidad genética, se alejan cada vez más del entorno donde ocurre la vida. La unidad de observación ya no es el grupo o el individuo, sino una secuencia de bases que deine sus trayectorias de vida e historia evolutiva. Pasamos de la instalación de laboratorios con voluminosos equipos que requieren de la presencia de técnicos especializados para procesar la información y conducir a los participantes en el estudio paso a paso, al uso de equipos compactos de gran complejidad, pero que con el avance tecnológico actual nos ofrecen la versatilidad de una suerte de laboratorios ambulantes que integran todo en uno, con los equipos de última generación que los participantes pueden llevar consigo y que están diseñados para almacenar información recabada por horas o hasta días de actividad, o generar los datos que se transmiten sin necesidad de cables o dispositivos adicionales. Cada una de las fases de la investigación ha experimentado una rápida transformación que despersonaliza cada vez más al “investigador” en la construcción del objeto de estudio. También es necesario señalar que las temáticas de estudio se han diversiicado de tal manera que las fronteras disciplinares parecen desdibujarse, tanto en los estudios 180 181 BIBLIOGRAFÍA Aagaard-Hansen, Jens y Maria Vang Johansen, “Research ethics across disciplines”, en Anthropology Today, vol. 26, 2008, p. 15. McIntosh, Constance, “Indigenous self-determination and research on human genetic material: a consideration of the relevance of debates on patents and informed consent, and the political demands on researchers”, en Health Law Journal, vol. 13, 2005, p. 213. American Indian and Alaska native genetics resource center. Havasupai Tribe and the lawsuit setlement aftermath. htp://genetics.ncai.org/case-study/havasupaiTribe.cfm Descargado el 16 de enero de 2016. National Institutes of Health, “Informe Belmont. Principios y guías éticos para la protección de los sujetos humanos de investigación”, 2003 htp://www.unav.es/ cdb/usotbelmont.html. Consultado el 28 de enero de 2016. 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Descargado el 28 de enero de 2016. 184 Nuevas notas para la arqueología de Sonora (o Tan lejos de Mesoamérica y tan cerca de los United States) M. Elisa Villalpando Canchola130 Introducción Muchas fronteras separan el norte de México y el suroeste de Estados Unidos, y dividen esta área en segmentos a veces intraspasables; sin embargo, algunos investigadores consideramos que para entender los procesos sociales ocurridos con anterioridad, los límites y las divisiones actuales son irrelevantes pero tienen profundos signiicados y consecuencias en los arqueólogos que estudiamos los vestigios del pasado. Sin lugar a dudas se destaca la frontera internacional, pero también existen otras fronteras que le dan forma a la arqueología de esta área: las fronteras entre los distintos estados norteños; aquellas entre la ecúmene mesoamericana y el norte prehispánico y, más recientemente, la que existe entre la violencia y el sosiego.131 En este texto presentaré algunas de las circunstancias que han caracterizado esta arqueología 130 Centro INAH Sonora. 131 Elisa Villalpando y Randall McGuire (eds.), Building Transnational Archaeologies/Construyendo arqueologías transnacionales, State Museum Archaeological Series, The University of Arizona, Tucson, 2014, p. xii. 185 de fronteras, en particular temas y situaciones que se han presentado en las décadas pasadas, y señalaré algunos de los dilemas que enfrentamos al llevar a cabo la práctica de la disciplina. De norte a sur y viceversa Existe una diferencia sustancial hacia ambos lados de la frontera internacional en cuanto a la legislación que condiciona las formas de hacer arqueología. Al norte está NAGPRA, ley que desde 1990 ha modiicado de manera profunda la práctica arqueológica, ya que al excavarse los restos humanos y objetos rituales, éstos deben ser devueltos a los descendientes indígenas contemporáneos, y excepcionalmente pueden realizarse estudios o análisis más allá de los datos recolectados en campo. Fuera de los territorios nativos o tierras correspondientes al Servicio de Parques Nacionales, las evidencias arqueológicas pertenecen al propietario del terreno y no existe control sobre las investigaciones arqueológicas en terrenos privados que se realizan con recursos no estatales, a más de que la mayoría de los arqueólogos marcan una diferencia entre su herencia cultural y la de las naciones originarias. Al sur de la frontera, la arqueología es —como mis colegas bien saben— mucho más centralizada. En el México posrevolucionario se usó activamente en la difusión de los ideales nacionalistas y ha desempeñado un papel importante en la construcción de la identidad nacional y la valoración del patrimonio cultural; patrimonio reconocido por su génesis en el pasado indígena monumental, al cual se le integraron elementos coloniales que se mezclaron a través de los años para conformar la identidad de una nación mestiza. A diferencia de los anglosajones, la 186 mayoría de los arqueólogos mexicanos nos consideramos herederos de ese mestizaje y estudiamos nuestro pasado para saber sobre nuestros antepasados, sin importar si somos oriundos o no de las zonas donde trabajamos. Debido a estos postulados nacionalistas, no existe el reconocimiento en la legislación mexicana sobre derechos especíicos al patrimonio arqueológico para las comunidades indígenas o pueblos originarios, de no ser dentro del concepto de “organismos coadyuvantes” en el Reglamento de la Ley Federal (INAH, 1972), lo cual se vuelve complicado en el ejercicio de la arqueología de fronteras. Un poco de historia en la arqueología de fronteras: la experiencia sonorense La historia de la arqueología de la frontera Arizona/Sonora se remonta a 1973 con la apertura del Centro Regional del Noroeste del Instituto Nacional de Antropología e Historia, creado para ines de investigación, protección y divulgación del patrimonio de la cultura mexicana en la península de Baja California, Sonora y Sinaloa. Una de las actividades iniciales emprendidas por los primeros arqueólogos “norteños”, Beatriz Branif y Arturo Oliveros, fue la organización de un simposio con la presencia de especialistas en antropología, geología, ecología e historia, aquellos que trabajaban o habían trabajado en Sonora, principalmente profesores de universidades del suroeste de Estados Unidos. Branif escribió en la introducción de la obra que compila las ponencias y discusiones del simposio cuyo título es Sonora: Antropología del desierto,132 que en aquel 132 Beatriz Branif y Richard S. Felger, Sonora: Antropología del desierto. Primera reunión de antropología e historia del noroeste, Colección Cientíica No. 27, INAH, México, 187 momento se había escrito muy poco de Sonora y menos se había investigado. Lo que hacía más triste el panorama era que casi todo se había escrito en inglés; pero debía de servir de consuelo que los autores eran un segmento de la cultura de Sonora y, a pesar de estar separados por una línea (la frontera internacional), eran como la tierra misma, parte de una misma unidad geográica y cultural. En el lapso de publicación de Sonora: Antropología del desierto, Branif compiló sus Notas para la arqueología de Sonora, como el sumario del conocimiento sobre la materia,133 para ser divulgado en español. Para el presente texto retomo el sentido de esas Notas, con consideraciones propias sobre la actual arqueología sonorense. Las tradiciones arqueológicas de Sonora Para esas primeras décadas de investigación arqueológica, la Sonora prehispánica se concebía “siempre en razón de otras culturas […] como marginal o como lugar de paso, sin producciones ni personalidad propia”.135 Lo más antiguo se relacionaba con las áreas desérticas al norte y lo “muy reciente” con Hohokam, Mogollón, lo Yumano y Casas Grandes, concibiendo “un gran vacío” hacia el sur, “hacia Mesoamérica, donde a priori, debiéramos encontrar la solución de muchos problemas enfocados básicamente a los procesos de cambio cultural”.136 Ya que la relación entre el suroeste y Mesoamérica era para Branif obvia, Sonora y Chihuahua debían de haber participado “de esos movimientos e inluencias”, y aunque se consideraba que la cadena no estaba completa (pues no se conocían las particularidades de tales movimientos), los proyectos de la época —incluyendo los de Branif— se enfocaban en la búsqueda de dichas relaciones. Por las culturas nomádicas se refería a las evidencias de los Complejos Llano, Malpaís-San Dieguito, Amargosa, Cochise, Costa Central y la Sierra Madre Occidental; en las sedentarias diferenció entre la Cultura Trincheras y la Cultura Río Sonora, con apartados para las inluencias de Casas Grandes y el Complejo Huatabampo. En las siguientes décadas, se reconocieron cinco tradiciones arqueológicas en Sonora:137 Huatabampo en la planicie costera del sur de Sonora y norte de Sinaloa; la Costa Central como el territorio ancestral de los cazadores, recolectores y pescadores de las islas y la costa sonorense del Golfo de California; la tradición Trincheras, con aldeas de casas semisubterráneas y construcciones en los cerros que ocupan el desierto desde la costa hasta los valles luviales y casi al límite de la actual frontera internacional; la tradición Casas Grandes, con la presencia de las comunidades chihuahuenses en la vertiente oeste de la Sierra Madre Occidental; y la tradición Río Sonora que se ubica en la provincia de sierras y valles de Sonora y la tradición Serrana que se concibió originalmente como 1976. 133 Beatriz Branif, Notas para la arqueología de Sonora, Cuadernos de los Centros No. 25, Instituto de Antropología e Historia, Dirección de Centros Regionales, México, 1976. 134 Ibidem. 135 Ibidem, p. 17. 136 Ibidem, p. 22. 137 Randall H. McGuire y Elisa Villalpando, “Prehistory and the Making of History in Sonora”, en David Hurst Thomas (ed.), Columbian Consequences, vol. I, Smithsonian Institution Press, Washington D.C., 1989, pp. 159-178. Branif destacó que sus Notas eran producto de una maternidad intelectual de relaciones “promiscuas” de varios progenitores,134 pues la síntesis del conocimiento prevaleciente a esas fechas sobre el pasado prehispánico de Sonora, desglosado en dos grandes temáticas: las culturas nomádicas y las culturas sedentarias, había sido concebida por la aportación de diversos autores. 188 189 sinónimo de Río Sonora y llegó a utilizarse el concepto para el conjunto de evidencias prehispánicas de toda la sierra,138 pero fue identiicada posteriormente como una tradición diferente, localizada en las sierras y valles del piedemonte del sureste de Sonora y noreste de Sinaloa.139 Durante los años setenta y ochenta del siglo XX, la teoría de los sistemas mundiales como interpretación de los fenómenos del pasado tuvo gran auge en la arqueología del suroeste de Estados Unidos, con explicaciones cuyas orientaciones teóricas y argumentos tendían a centrarse en la naturaleza de las interacciones entre centros hegemónicos y periferias, y en el grado de impacto que éstos tuvieron en el pasado. Dentro de esta explicación teórica, Sonora se concebía sólo como un área de paso entre los centros de primer orden mesoamericanos y sus correlativos del suroeste americano;140 sin embargo, un punto clave en el aspecto teórico de ese debate, al menos en el noroeste de México, era entender la naturaleza de tales interacciones. Durante las últimas décadas del siglo XX, en el área de la Tradición Trincheras decidimos usar un enfoque de múltiples escalas que nos permitiera cambiar alternativamente nuestra escala de análisis y examinar el mundo prehispánico “sonorense” como un complejo producto de procesos e interacciones a diferentes 138 Beatriz Branif, “The West Mexican Tradition and the Southwestern United States”, en The Kiva, vol. 41(2), 1975, pp. 215-22. 139 John P. Carpenter, “The Prehispanic Occupation of the Río Fuerte Valley, Sinaloa”, en R.H. McGuire y M.E. Villalpando (eds.), Building Transnational Archaeologies/Construyendo arqueologías transnacionales, Arizona State Museum Archaeological Series 209, University of Arizona, Tucson, 2014, pp. 133-147. 140 Entre otros por Beatriz Branif, 1975; William E. Doolitle, Pre-Hispanic Occupance of the Valley of Sonora, Mexico, University of Arizona Press, Tucson, 1988; Richard A. Pailes, The Río Sonora Culture in Prehistoric Trade Systems, en C.L. Riley y B.C. Hedrick (eds.), Across the Chichimec Sea: Papers in honor to J. Charles Kelley, Southern Illinois University Press, Carbondale, 1978. pp. 134-143. 190 escalas.141 Dentro de este enfoque, propusimos que los grupos sociales existen y actúan en un mundo de escalas variables, y su posición frente a otros grupos cambia en la medida en que varía su escala de referencia; por lo tanto, la escala seleccionada delimita un área de estudio permitiéndonos observar de esta manera un conjunto particular de relaciones sociales, mientras que al mismo tiempo nos impide el acceso a conjuntos de relaciones visibles desde otras escalas. Podemos darnos cuenta que algunos modelos teóricos proporcionan más información dentro de cierta escala, mientras que otros lo hacen a escala diferente, de tal manera que la elección del modelo depende en parte también de la escala del análisis que pretendemos aplicar. Por otro lado, en consideración de que el norte de México no puede ser entendido con un criterio estático enfocado de manera atemporal en un área cultural, sino desde una perspectiva dinámica con un énfasis en el contexto cultural de la región, McGuire propuso en 1998 la denominación Southwest/Northwest,142 que retomamos como Noroeste/ Suroeste. Al enfocarnos de manera particular en Sonora, hemos tenido en cuenta que cuando la deinimos como una unidad espacial, proyectamos una percepción de tiempo global que data de mucho antes de la existencia de cierto patrón cultural. En ese sentido es que por Noroeste/ Suroeste no nos referimos necesariamente a una unidad espacial, sino a un conjunto de relaciones entre grupos de 141 Randall H. McGuire y Elisa Villalpando, An Archaeological Survey of the Altar Valley, Sonora, Mexico, Arizona State Museum Archaeological Series 184, Arizona State Museum, University of Arizona, Tucson, 1993. 142 Randall H. McGuire, “The Meanings and Limits of the Southwest/ Northwest”, en Elisa Villalpando (ed.), Boundaries and Territories Prehistory of the U.S. Southwest and Northern Mexico, Arizona State University Anthropological Research Papers 54, Tempe, 2002, pp. 173-183. 191 diversas complejidades a lo largo del tiempo. La emergencia de los centros regionales en Sonora La prospección arqueológica de cobertura total del Valle de Altar a inales de la década de los ochenta143 fue el primer intento de establecer una arqueología de fronteras al combinar entrenamientos profesionales diferentes de Estados Unidos y México, uniendo distintas habilidades, idiomas y perspectivas teóricas en un proyecto de dirección conjunta (y binacional) encaminado a registrar las evidencias prehispánicas y asentamientos históricos en un valle especíico, con el in de establecer las interacciones humanas–ambientales del pasado, en la tranquilidad de investigación que caracterizaba el medio rural sonorense. El registro de más de noventa sitios fechados desde el Arcaico hasta principios del siglo XX, incluyendo asentamientos O’odham históricos y del siglo XIX, nos permitió reairmar la cronología propuesta que Branif había retomado en sus Notas144 y asignar las evidencias arqueológicas a seis fases cronológicas, reinando las tipologías cerámicas mediante seriación. Pese a que varios cerros de trincheras fueron registrados, ninguno se consideró como centro regional. En 1991, el Proyecto de Reconocimiento del Valle de Altar se convirtió en el Proyecto de Reconocimiento de Supericie de Cerro de Trincheras,145 al considerar que era 143 Randall H. McGuire y Elisa Villalpando, “Prehistory and the Making of History in Sonora”, en David Hurst Thomas (ed.), Columbian Consequences, vol. I, Smithsonian Institution Press, Washington D.C., 1989, pp. 159-178. 144 Branif, 1976, op. cit. 145 Randall McGuire y Elisa Villalpando, “Cerro de Trincheras, un sitio arqueológico en el noroeste de Sonora”, en Arqueología 17, Coordinación Nacional de Arqueología INAH, México, 1997, pp. 49-62. 192 necesario sustentar o refutar lo que se había asumido en la década de 1960 sobre el tipo de sitio especíico que marca el paisaje del desierto sonorense, los cerros de trincheras. Un mapa topográico de restitución fotogramétrica de Cerro de Trincheras, más el registro y la recolección controlada de materiales arqueológicos en las más de 900 terrazas del cerro, fueron los primeros productos que nos permitieron proponer la existencia de un centro regional para las comunidades del valle medio del río Magdalena.146 Las excavaciones en Cerro de Trincheras en 1995 y 1996, conirmaron su posición preponderante y de dominio político sobre las comunidades agrícolas de los siglos XIV y XV.147 Las evidencias demostraron que se trataba de un pueblo en el que sus habitantes construyeron terrazas formadas con muros de piedras sin el uso de cementante, comunicadas por medio de senderos, rampas y escaleras; con casas tipo jacal sobre las terrazas, con grabados en las rocas de algunas de éstas y en localidades especíicas de la cima y los cerros más pequeños de los alrededores. La producción cerámica de contenedores monocromos de grandes dimensiones y de ollas, tecomates y cuencos sustituyó la cerámica pintada con hematita especular que había caracterizado a la tradición siglos antes. Nuevas especies de gasterópodos fueron incorporadas en la 146 McGuire y Villalpando, 1997, op. cit.; Maria O’Donovan, New Perspectives on Site Function and Scale of Cerro de Trincheras, Sonora, Mexico: The 1991 Surface Survey, Arizona State Museum Archaeological Series 195, University of Arizona Press, Tucson, 2002; Maria O´Donovan, “The Role of Cerro de Trincheras Sites in the Northwest Mexican and American Southwest Landscape”, en E. Newell y E. Gallaga (eds.), Surveying the Archaeology of Northwest Mexico, University of Utah Press, Salt Lake City, 2004, pp. 27-45. 147 McGuire y Villalpando, 1997, op. cit.; Randall McGuire y Elisa Villalpando, “Excavations at Cerro de Trincheras”, en Suzanne K. Fish, Paul Fish y María Elisa Villalpando (eds.), Enduring Borderlands Traditions: Trincheras Sites in Time, Space, and Society, The University of Arizona, Tucson, 2007a, pp. 167-174; Randall McGuire y Elisa Villalpando, Excavations at Cerro de Trincheras, Sonora, Mexico, 2 vols., Arizona State Museum Archaeological Series 204, Arizona State Museum, The University of Arizona, Tucson, 2011. 193 manufactura de adornos de conchas marinas, elaborados en localidades especíicas del asentamiento, destacando la producción de aros tallados sobre Glycymeris gigantea. La tecnología lítica se caracterizó por la talla de herramientas masivas como machacadores y una profusión de herramientas líticas de uso inmediato. Además del cultivo de maíz, frijol y calabaza, sus habitantes cultivaron agave y algodón, pero nunca abandonaron la caza ni la recolección. En el valle medio del Magdalena, la fase El Cerro está marcada por la ocupación del Cerro de Trincheras con numerosas aldeas dispersas en el valle, muchas más que en los siglos anteriores. Los cerros de trincheras de la fase El Cerro tienen “corrales” o recintos en las cimas con una forma estandarizada, lo cual implica la replicación e institucionalización de funciones especializadas, sugiriendo que existió una red de nodos de integración Trincheras que interconectaron de manera más nucleada a la población.148 La valoración de las posibilidades defensivas de estos asentamientos fue la temática del reconocimiento puntual de dos de los cerros de trincheras del Valle de Altar, aplicando Sistemas de Información Geográica y evaluando la diicultad de desplazamiento por las terrazas contra la pendiente natural de los cerros.149 Además de los aportes teóricos para la comprensión de la región, para inales del siglo XX, la arqueología de Cerro de Trincheras también cambió la percepción en el público sobre el pasado prehispánico de Sonora. Hasta esos años 148 Suzanne K. Fish y Paul R. Fish, “Regional Heartlands and Transregional Trends”, en S.K. Fish, P.R. Fish y M.E. Villalpando (eds.), Enduring Borderlands Traditions: Trincheras Sites in Time, Space, and Society, Amerind Studies in Archaeology, University of Arizona, Tucson, 2007, pp. 165-194. 149 Randall McGuire y Elisa Villalpando, “Evaluación de los aspectos defensivos de los cerros de trincheras”, en Cristina García y Elisa Villalpando (eds.), Memoria del Seminario de Arqueología del Norte de México, Centro INAH Sonora/Coordinación Nacional de Arqueología, versión digital, Hermosillo, 2007b, pp. 130-146. 194 seguía prevaleciendo en el imaginario sonorense que antes de la presencia del padre Kino, todos los nativos eran nómadas y sus vestigios tan pobres y simples no tenían ningún punto de comparación con las grandes tradiciones mesoamericanas. La arqueología de Cerro de Trincheras ha demostrado también que para los siglos XIV y XV existieron interacciones intrarregionales entre diferentes sociedades; es decir, que las comunidades Trincheras no sólo interactuaron con los vecinos inmediatos en la costa del Golfo de California, sino allende la Sierra Madre Occidental. A través del análisis de los contextos funerarios se pudo entender de manera más clara la existencia de conexiones este-oeste entre las comunidades Casas Grandes y Trincheras, con rutas diferentes a las que había sugerido Di Peso en los años sesenta150 dentro de su modelo de Sistemas Mundiales. Parecería que después del 1250/1300 d.n.e., Hohokam y Trincheras se identiicaron como grupos culturalmente diferentes, teniendo al Valle de Altar como una zona limítrofe entre ambas identidades.151 Esto implicó todo un cambio de paradigmas en el conocimiento del área. 150 Charles C. Di Peso, “Archaeology and Ethnohistory of the Northern Sierra”, en Handbook of Middle American Indians, vol. 4, University of Texas Press, Austin, 1966. 151 McGuire y Villalpando, 2007b, op. cit.; Randall McGuire y M. Elisa Villalpando, “The Hohokam and Mesoamerica”, en Suzanne K. Fish y Paul Fish (eds.), The Hohokam Millenium, School for Advanced Research Press, Santa Fe, New Mexico, 2008, pp. 57-64; Randall McGuire y María Elisa Villalpando, Excavations at Cerro de Trincheras, Sonora, Mexico, 2 vols., Arizona State Museum Archaeological Series 204, Arizona State Museum, The University of Arizona, Tucson, 2011; Randall McGuire et al., “Cerro de Trincheras and the Casas Grandes World”, en C. Schaafsma y C. Rilley (eds.), The Casas Grandes World, The University of Utah Press, Salt Lake City, 1999, pp.134-146; José Luis Punzo y M. Elisa Villalpando, “Paquimé: A revision of its Relations to South and West”, en P. Minnis y M. 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Syme (eds.), The Analysis of Burned Human Remains, Academic Press, New York, 2015, pp. 339-354. 195 Orígenes de la agricultura Si bien sobre el origen de la agricultura Branif apuntaba en sus Notas que sólo se infería su presencia por las evidencias “de cimientos de casas, generalmente localizadas en las terrazas que lanquean los ríos”,152 más la presencia de cerámica y el patrón de rancherías, sabemos que antes de 1980, el modelo preponderante para explicar el origen de la agricultura proponía que el cultivo del maíz se había difundido a través de la Sierra Madre Occidental desde la Mesoamérica subtropical y que sólo se había cultivado en las altas elevaciones de la Sierra Madre hasta que se desarrollaron nuevas variedades de una raza con mejor tolerancia a altas temperaturas y menor humedad.153 La mayoría de los investigadores coincidían en que el cultivo del maíz no había sido signiicativo en la vida de los cazadores y recolectores que practicaban una horticultura informal hasta el comienzo de nuestra era, cuando se introdujo la tecnología de riego con cultígenos mejorados y el establecimiento de aldeas permanentes. Los nuevos modelos teóricos desarrollados en las siguientes décadas y las fechas radiométricas obtenidas deinieron que el maíz no habría necesitado una mayor precipitación para desarrollarse, con lo que cambió la idea de que la transición a la agricultura había sido gradual. Las evidencias recuperadas de Sonora y Chihuahua a inales de los noventa modiicaron la percepción que la introducción de la tecnología agrícola tuvo en la zona. Roney y Hard154 demostraron que en el noroeste de Chihuahua existieron evidencias de agregación de 152 Branif, 1976, op. cit. p. 40. 153 Emil Haury, “The Greater American Southwest”, en R.J. Braidwood y G.R. Willey (eds.), Courses Toward Urban Life, Aldine, Chicago, 1962, pp. 106-131. 154 John R. Roney y Robert J. Hard, “Transitions to Agriculture”, en Sarah H. Schlanger (ed.), Traditions, Transitions, and Technologies, University Press of Colorado, Boulder, 2002, pp. 129-136. 196 población y niveles de sedentarización importantes hacia el 1250 a.n.e., con construcciones de terrazas y casas en los cerros, como Cerro Juanaqueño en Chihuahua, e indicadores de una población de cerca de 200 personas que vivieron en un lapso de 200 a 300 años con evidencias del cultivo de maíz y amaranto. Estos hallazgos son el mejor ejemplo de agricultura temprana al noreste de la Sierra Madre Occidental; sin embargo, y en contra de lo que pudiera esperarse, no se han encontrado evidencias de maíz antiguo en las cuevas secas de la misma sierra. Al inicio del siglo XXI se destacó la importancia de Sonora en la adopción de la agricultura fuera de Mesoamérica. Estos hallazgos complementaron la diversidad de grandes sitios abiertos donde se han encontrado los maíces más antiguos en la cuenca de Tucson en Arizona (con promedio de 12 fechas de 2244 +/-61 a.P.155) y permitieron la caracterización del Periodo de Agricultura Temprana con sus fases San Pedro (1500/1200 a 800 a.n.e.) y Ciénega (800 a.n.e.-150/200 d.n.e.), lo que hasta entonces se había denominado Arcaico Tardío, como aparece en las Notas de Branif.156 La Playa con sus cientos de hornos, toneladas de piedras rotas por fuego y miles de artefactos (entre ellos concha marina como desecho de la producción de ornamentos), da cuenta de la productividad de los agricultores más antiguos del desierto que ocuparon el abanico aluvial del río Boquillas. Fue ahí donde, empleando estrategias tecnológicas, los primeros agricultores construyeron canales para irrigar los campos de las bajadas de la Sierra 155 John P. Carpenter, M. Guadalupe Sánchez y María Elisa Villalpando, “Of Maize and Migration: Mode and Tempo in the Difusion of Zea mayz in Northwest Mexico”, en Sarah H. Schlanger (ed.), Traditions, Transitions and Technologies, University Press of Colorado, Boulder, 2002, pp. 245-258. John P. Carpenter. M. Guadalupe Sánchez y María Elisa Villalpando, “Sonora precerámica: del Arcaico y del surgimiento de aldeas agrícolas”, en Arqueología, Segunda Época, INAH, México, 2003, pp. 5-30. 156 Branif, 1976, op. cit. 197 Boquillas y utilizaron las características geomorfológicas del paisaje local para facilitar su soisticada forma de agricultura de riego, formando bordos en campos de cultivo y procesando el maíz en hornos recubiertos de piedras.157 No fue sólo la existencia de los canales de riego en el panorama de las primeras comunidades agrícolas del norte de México lo que atrajo la atención a La Playa, sino también la notable recuperación de inhumaciones humanas que permiten conocer las características físicas, las condiciones de salud, la personalidad social y las evidencias de conlicto y violencia entre los primeros agricultores del desierto sonorense.158 La Playa es un proyecto que ejempliica de manera muy clara la 157 Carpenter et al., 2002, 2003, 2005, 2007a, 2007b, 2008, op. cit.; Alien C. Elliot, Bret T. McLaurin, James T. Watson y M. Elisa Villalpando Canchola, “Genesis of an Artifact Layer-Natural and Cultural Processes at the La Playa Archaeological Site, Sonora, Mexico”, en B.M. McLaurin, A.C. Elliot y N. Torres (eds.), Reconstructing Human-Landscape Interactions 1: Springer Briefs in Earth System Sciences, Springer Berlin Heidelberg, New York, 2012, pp. 21-34. 158 James T. Watson, “Changes in Food Processing and Occlusal Dental Wear during the Early Agricultural Period in Northwest Mexico”, en American Journal of Physical Anthropology 135, 2008a, pp. 92-99; James T. Watson, “Prehistoric Dental Disease and the Dietary Shift from Cactus to Cultigens in Northwest Mexico”, International Journal of Osteoarchaeology 18, 2008b, pp. 202-212; James T. Watson, “The Introduction of Agriculture and the Foundation of Biological Variation in the Southern Southwest”, en B. 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Syme (eds.), The Analysis of Burned Human Remains, Academic Press, New York, 2015, pp. 339-354; James T. Watson, Misty Fields y Marijke Stoll, “Violence and Postmortem Signaling in Early Farming Communities of the Sonoran Desert: An Expanded Taphonomic Approach”, en Landscapes of Violence 2 (2), 2012, p. 11; James T. Watson y Marijke Stoll, “Gendered Logistic Mobility among the Earliest Farmers in the Sonoran Desert”, en Latin American Antiquity 24 (4), 2013, p. 433-450. 198 arqueología de fronteras. En él participan investigadores de diversas disciplinas de diferentes universidades nacionales y de Estados Unidos, cuyo interés está centrado en la resolución de temas compartidos, desde el cambio del Pleistoceno al Holoceno hasta la introducción de la agricultura al desierto de Sonora. Adicionalmente, por las restricciones que marca NAGPRA en el manejo de restos óseos humanos, La Playa ha ofrecido la posibilidad de múltiples análisis desde diversos laboratorios y el fechamiento directo del colágeno de hueso. Se han excavado más de 350 inhumaciones y se han fechado 63; la mayoría corresponden a la fase Ciénega (800 a.n.e.–200 d.n.e.) del periodo de Agricultura Temprana; unas pocas son de la fase San Pedro y otras más corresponden al periodo Cerámico Temprano dentro de la tradición Trincheras (200-1100 d.n.e.). Aunque en la actualidad continúa existiendo cierto debate sobre la dispersión temprana del maíz fuera de Mesoamérica, se ha avanzado considerablemente en este tema desde diversas vertientes. Se ha propuesto que el inicio de las prácticas agrícolas puede asociarse a los hablantes de Proto uto-azteca que se movieron de sus regiones de refugio en la Sierra Madre Occidental,159 donde habrían adquirido el conocimiento formal de la agricultura de maíz de sus parientes en el Occidente de México y de ahí haberlo compartido hacia el Noroeste/ Suroeste. Esto nos sitúa no en el cruce de caminos, sino en la comprensión de los procesos que impactaron en diferentes escalas los fenómenos locales, lo que a la vez nos permite entender las interacciones de una escala 159 Carpenter et al., 2002, op. cit.; Jonathan Mabry, John P. Carpenter y Guadalupe Sánchez, “Archaeological Models of Early Uto-Aztecan Prehistory in the Arizona-Sonora Borderlands”, en L. Webster y M. McBrinn (eds.), Archaeology Without Borders: Contact, Commerce, and Change in the U. S. Southwest and Northwestern Mexico, University of Colorado Press, Boulder, 2008, pp. 155-184. 199 mayor que difuminan la frontera Occidente de MéxicoNoroeste/Suroeste. Las circunstancias actuales de la violencia Así como La Playa ha resultado ser un sitio excepcional en el conocimiento del pasado prehispánico, también nos ha enfrentado a situaciones problemáticas en el ejercicio de nuestra profesión, ya que ésta es una zona de disputa de cárteles de narcotráico y movimientos migratorios ilegales. Las características del paisaje, de donde proviene el nombre del sitio, lo hacen idóneo para el aterrizaje clandestino de avionetas y el movimiento de droga hacia ranchos de resguardo. El sitio adquirió la categoría de Zona de Monumentos Arqueológicos con decreto federal en 2002, en un intento por la protección de las evidencias arqueológicas que se veían seriamente amenazadas desde 1996 y las que, en sentido estricto, no son monumentales y por lo tanto son más fácilmente desestimables. Las “aventuras” que hemos tenido con sicarios, “puntos”, el ejército, etc., han sido numerosas y nos han sensibilizado sobre la importancia de instituir protocolos de seguridad que aplicamos siempre que estamos en campo. El avance en el conocimiento de las primeras comunidades de agricultores y el surgimiento de los centros regionales, conllevó también modiicaciones en el ejercicio de la profesión y el desarrollo de las actividades vinculadas al campo. Durante el reconocimiento del Valle de Altar a inales de los ochenta, o en el de Cerro de Trincheras en 1991, ninguna situación medianamente violenta llegó a presentarse. En 1996 las cosas empezaron a cambiar. 200 Primero ocurrió un enfrentamiento directo con uno de los zarecillos locales que había adquirido los ranchos donde se ubica el sitio La Playa, a diez kilómetros al norte de Trincheras. La situación fue tensa durante los primeros años pero se calmó con el encarcelamiento del individuo, hasta que éste salió de la cárcel y fue asesinado. Los años siguientes se fueron volviendo más complicados para el trabajo de campo: desde la falta de trabajadores por el monto del jornal ofrecido —ya que lo que nuestros proyectos pagaban por mes lo obtenían en una “burreada” cargando sesenta kilogramos de marihuana a pie por la frontera— hasta la continua presencia de los retenes militares en las carreteras y caminos vecinales, el patrullaje militar del pueblo y, inalmente, las alertas amarillas de los consulados americanos que hacia 2010 hicieron que las universidades de Arizona restringieran la presencia de sus alumnos en Sonora y Chihuahua. Hemos sido cautos en nuestras relaciones con el narco, hemos aprendido a lo largo de estos años a no interferir con sus actividades para continuar haciendo arqueología y no ser molestados. Sin embargo, esto ha sido parte de un proceso de aprendizaje, tanto para los arqueólogos como para los trabajadores. En las localidades donde tenemos campamento, el consumo de alcohol siempre ha sido la actividad “recreativa” de los trabajadores los ines de semana, pero en los años recientes se ha incrementado de manera notable el consumo de cocaína y cristal, lo que hace difícil mantener cuadrillas completas durante las temporadas de campo. Adicionalmente, algunos de los trabajadores, en alguna época del año, o han “burreado” o han sido “puntos”. Sin embargo, la ventaja de pueblo chico es que todos conocen a todos y hemos tenido que ir seleccionando a 201 los más jóvenes, o a los más viejos, o a las mujeres para trabajar como eventuales, tanto en excavación como en los Programas de Empleo Temporal. En la actualidad, para salir a campo seguimos las indicaciones que hemos establecido en talleres con el Jefe de Seguridad de Bienes Patrimoniales del Centro INAH, quien ha desarrollado manuales no sólo para la protección de los bienes culturales, sino de los mismos investigadores. Al menos una vez al año organiza cursos de protección civil, nos imparte talleres sobre seguridad y se encarga de hacer llegar oicios a la zona militar cuando acudimos a determinadas regiones. De igual forma monitorea los fenómenos naturales y sube las alertas por internet para que los investigadores se abstengan de salir a campo. La preocupación y el trabajo del Jefe de Seguridad ha procurado que cambie la forma de trabajar en el campo y que pase de ser una cosa aislada de los arqueólogos en medio de la nada, como ocurría al inicio de la presencia del INAH en el norte, a una dinámica en permanente comunicación entre el campo y el centro de trabajo. Incluso, en el plan de manejo o Programa de Desarrollo y Operación de Cerro de Trincheras como zona arqueológica abierta a la visita pública, se han incorporado como anexos del documento base, los programas de contingencias por fenómenos naturales y por contingencia en caso de enfrentamientos armados, para lo cual los trabajadores han recibido el entrenamiento requerido. Los salvamentos arqueológicos No existe ninguna referencia en las Notas de Branif sobre la problemática de los salvamentos arqueológicos; es más, podría señalar que hasta principios de este siglo, sólo sabíamos de ellos en el Noroeste/Suroeste por lo mucho 202 que como Cultural Resource Management (CRM) habían aportado al conocimiento de los primeros agricultores en la cuenca de Tucson. Si bien estas acciones aparecen reglamentadas en la Ley Federal sobre Monumentos, en Sonora no se implementaron proyectos de salvamento sino hasta el sexenio 2003-2009, involucrando a CFE, SCT o sus contrapartes estatales, algunas creadas exprofeso mediante ideicomisos. En la primera década de este siglo, el gobierno del estado de Sonora dedicó una gran cantidad de recursos para crear la infraestructura necesaria para la explotación minera de oro por compañías canadienses, norteamericanas o chilenas en lugares recónditos, para instalar cerca de la frontera fuentes alternas de energía que no son permitidas en el país vecino y, más recientemente, para habilitar o construir presas y acueductos, además de kilómetros de tuberías que comercializarán el gas natural, procedente de Estados Unidos. Es interesante que junto con las obras de infraestructura proliferaron las consultorías ambientales que tramitaron para las compañías extranjeras los permisos correspondientes, dentro de los cuales, en algunos casos, se solicitó el dictamen de no impacto al patrimonio arqueológico. En todos los casos, las características de estos salvamentos imposibilitaron que fueran atendidos por el escaso personal de base del Centro INAH, por lo que dos arqueólogos de base y los arqueólogos contratados por Protección Técnica y Legal de Zonas Arqueológicas (cuando las obras no son de gran envergadura) realizan las inspecciones preliminares y posteriormente se contrata, con cargo a las compañías, a los investigadores que elaboran el proyecto y dirigen los salvamentos. Aunque los responsables sean arqueólogos titulados, siempre tienen como aval académico alguno de los arqueólogos 203 de base del Centro INAH. Esta nueva modalidad en la arqueología de frontera ha permitido, ciertamente, expandir el conocimiento del pasado prehispánico y colonial, pero conlleva varios bemoles: la protección al patrimonio cultural ha sido realizada bajo compromisos explícitos (actas de acuerdos, convenios, metodologías operativas) con CFE (y todas sus formas de generación de energía), con SCT, con ideicomisos y agencias estatales y, en menor medida, con las mineras y compañías particulares. Estas instancias gubernamentales y privadas son las que proporcionan los recursos con los que se atienden las solicitudes y posteriormente se realizan los salvamentos; se viaja en sus vehículos, suministran la infraestructura de equipo y herramientas necesarias, cubren los salarios de los arqueólogos contratados y trabajadores eventuales (desde el trabajo de campo, el análisis de materiales y la redacción de informes). La consecuencia de este vínculo es que las acciones del arqueólogo responsable no se limitan a lo académico; debe acompañar al delegado en turno en las juntas, negociaciones y reuniones de acuerdos —que no son siempre fáciles—, y el proceder en los hechos se vuelve muy complicado ya que una cosa son los acuerdos irmados en el escritorio y otra las presiones por parte de los encargados de obra en campo. Sabemos que en algunos estados los recursos de los salvamentos se depositan en la cuenta concentradora del INAH, lo que –muchos se quejan– vuelve estas intervenciones muy lentas y desfasadas de las obras. En Sonora, todos los salvamentos, sin excepción, han sido en especie, lo cual resulta paradójico, ya que en los hechos son las nuevas iguras de outsourcing quienes asumen el costo de los salvamentos. Los convenios son irmados con 204 las compañías que resultan ganadoras en las licitaciones de CFE, la Secretaría de Energía, Comunicaciones y Transportes, etc., aunque éstas a su vez subcontratan a otras empresas prestadoras de servicios. En realidad, aunque en los proyectos de salvamento se anexa un presupuesto para ser aprobado por el Consejo de Arqueología y los presupuestos son un anexo imprescindible de los convenios, desconocemos cuál es el costo real de un salvamento. Y lo más grave es que en muchas ocasiones las empresas llegan a considerar que los arqueólogos contratados trabajan para ellas y no que son parte de nuestra institución, sugiriéndoles comportamientos que no corresponden con su estatus profesional, o bien los arqueólogos consideran que trabajan para las compañías. Nuevas iguras deberán crearse a futuro para poder, simultáneamente, hacer investigación y proteger el patrimonio arqueológico en una región. En este caso, los ejemplos al norte de la frontera son varios y bien valdría la pena analizarlos. Algunas últimas consideraciones La investigación arqueológica no tendría sentido si no compartimos con las comunidades el conocimiento del pasado. En un esfuerzo por desvanecer la frontera entre la violencia y el sosiego, concebimos en 2007 la apertura de la zona arqueológica Cerro de Trincheras para su visita pública.160 A la par de la investigación, varios años se han dedicado a la gestión para lograr un sitio con infraestructura adecuada de visita y protección. Diseñamos el sendero interpretativo tomando en cuenta las localidades que desde mediados de los noventa habíamos consolidado para tal in y aquellas que pudieran 160 Elisa Villalpando, “La apertura para visita pública de Cerro de Trincheras, Sonora”, en Anales de Antropología 48 (2), UNAM, México, 2014, pp. 97-117. 205 ofrecer una visión complementaria sobre la historia del asentamiento. El centro de visitantes ofrece espacios de exhibición, áreas para talleres, recintos de resguardo de bienes muebles y laboratorios; falta aún el área de alojamiento de investigadores. Fuimos optimistas cuando iniciamos este proceso y hemos tenido grandes satisfacciones con los estudiantes de secundaria que ahora ven que no todo gira alrededor del narcotráico; pero, ciertamente, no controlamos los factores externos y el número de visitantes disminuye considerablemente cuando aumenta la violencia en la región. Finalmente, también estamos conscientes que como naciones, Estados Unidos, México y las naciones indias conciben su propio patrimonio y sus propias formas de hacer arqueología, por lo que concertarlas presenta un desafío que requiere más que el cruce de fronteras. México enfrenta un problema sin solución fácil porque requiere modiicar la legislación federal; no podemos adjudicar los restos humanos a las comunidades nativas y asumimos una posición institucional en su manejo y el de los artefactos asociados, dentro del mayor respeto que nos merecen. No obstante, para resolver estos problemas asociados con la arqueología de fronteras, los arqueólogos necesitamos comprometernos con las diicultades que requiere la construcción de una arqueología transnacional. Tal arqueología debe reconocer y aprovechar al máximo la diversidad de intereses nacionales, programas y contextos en los que nos desenvolvemos, pero también debemos encontrar elementos comunes y objetivos compartidos que faciliten la colaboración. En este sentido, apenas estamos empezando a diagnosticar el problema y mucho nos falta para resolverlo. 206 La construcción de la arqueología a través de la frontera no fue un proceso planiicado, sino una consecuencia lógica del interés común en una zona que no estuvo dividida en el pasado. Si pensamos que las fronteras son líneas o zonas de transición con diferentes grados de permeabilidad,161 la permeabilidad o la dureza proviene no sólo de factores económicos o políticos, sino de las redes sociales y actitudes hacia el “otro”. Arizona y Sonora tienen una frontera muy difícil y rígida en asuntos políticos y sociales, pero es “suave” para programas comerciales e intereses en investigación. Para inalizar este texto sólo agregaré que: Las arqueologías transnacionales superan o trascienden las fronteras nacionales, y lo hacen de maneras numerosas. Implican una amplia visión de los procesos históricos y culturales ocurridos en el Noroeste/Suroeste que no deben estar artiicialmente limitados por fronteras políticas, culturales o lingüísticas. Necesariamente implican una arqueología de situaciones múltiples, donde los investigadores trabajan desde diferentes “naciones” y se posicionan fuertes cuando sus cimientos descansan en colaboraciones a través de diversos grupos culturales. Esto requiere sin embargo de arqueólogos que examinen las contribuciones que la arqueología puede hacer a la sociedad y estén interesados en expandir la arqueología del Noroeste/Suroeste lingüística, cultural y regionalmente.162 161 William Doelle, Archaeology of the Borderlands: A view from Naco, Sonora. 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En sus inicios se pensó como una herramienta de trabajo o un método de estudio utilizado por los antropólogos para describir las costumbres y tradiciones de un grupo humano. Al pasar el tiempo se ha situado a la etnografía como una rama de la antropología en la que conluyen método y teoría. Su interés fundamental es el estudio y conocimiento de las sociedades humanas para obtener una visión integral de las mismas. En el quehacer etnográico, la observación participante 163 164 214 Dirección de Etnohistoria/INAH. Molina Enríquez, Andrés, 1913. 215 del antropólogo, quien entra en contacto directo con la comunidad, tiene una función fundamental, así como las notas de campo, que registran los datos observados, los procesos y los contextos para ser incluidos en las categorías adecuadas. Las entrevistas constituyen un buen complemento para ampliar o rectiicar determinada información. La etnografía se distingue por tener un carácter fenomenológico o émico, es decir, trata de interpretar los fenómenos sociales viendo “desde dentro” la perspectiva del contexto social de los participantes, permitiendo al investigador tener un conocimiento interno de su vida social. El carácter ético se reiere a la visión que se tiene desde el exterior, a la interpretación que se hace del estudio realizado “desde fuera”. Por ello, considerar las conductas humanas como fuente de información responde a un interés vital para quienes realizamos investigaciones sobre los diversos aspectos de la vida y la cultura de las distintas sociedades humanas que habitan el territorio nacional. Siglos XVI, XVII, XVIII El estudio de los diferentes grupos étnicos de nuestro país se inició prácticamente en el siglo XVI, al consumarse la conquista hispana en Mesoamérica. La necesidad de conocer la cultura de los pueblos conquistados para poder establecer un nuevo orden político, social, económico, pero sobre todo religioso, llevó a distintos personajes, como Acosta, Cortés, Díaz del Castillo, Durán, Landa, Mendieta, Motolinía, Sahagún y Zorita, entre otros, a averiguar “las costumbres idolátricas” y otras expresiones culturales que obstaculizaban la implantación del cristianismo. 216 Para el siglo XVII, las obras de Hernando Ruiz de Alarcón, Jacinto de la Serna, Pedro Sánchez de Aguilar y Gonzalo de Balsalobre, dan cuenta del serio problema que tenían los evangelizadores, quienes, un siglo después, descubrieron la verdadera realidad de los pueblos conquistados: la continuidad de prácticas prehispánicas como ofrendas y plegarias a sus antiguos dioses en hogares, cuevas y montes, así como la sobrevivencia de conjuros o invocaciones a las fuerzas de la naturaleza sacralizadas en el sistema de ideas y creencias de la población nativa. En este siglo también se hizo necesario el conocimiento de la propia sociedad novohispana. Para el estudio y mejor conocimiento de las sociedades indígenas, la Corona Española ordenó que se elaboraran las Relaciones Geográicas de la Nueva España, documentos que contenían una serie de preguntas sobre la vida y la cultura de esos pueblos. Esta enorme encuesta se llevó a cabo entre los siglos XVI, XVII y XVIII; en este último siglo, las relaciones fueron muy numerosas. Por otra parte, las obras de Francisco Javier Clavijero y Alexander Von Humboldt aportaron mayor información de esa época sobre los grupos originarios del actual territorio mexicano. Durante el siglo XVIII, los cronistas continuaron reseñando la labor evangelizadora que realizaron los religiosos, pero abundaron en la descripción del medio geográico, la ecología, las costumbres y la resistencia armada de diferentes grupos indígenas, sobre todo en el norte del país; visión que empezó a dar lugar a las historias regionales a inales de ese siglo.165 165 Leticia Reina A., “Las rebeliones indígenas y campesinas (periodo colonial y siglo XIX)”, en Carlos García Mora (coord.), La antropología en México. Panorama histórico, Instituto Nacional de Antropología e Historia (Colección Biblioteca del INAH), Vol. 4, México, 1988, p. 518. 217 De manera que el conocimiento de los pueblos indios, la descripción de sus costumbres, de sus lenguas, de su historia, son tareas que la etnografía del siglo XIX hereda de los cronistas coloniales. Siglos XIX, XX Las disciplinas antropológicas, como la etnografía, la lingüística y la antropología física, basadas en el trabajo de campo, así como algunas observaciones arqueológicas, datan de la última década del siglo XIX y las primeras del XX. En esta etapa, y por encargo de museos y universidades estadounidenses y europeas, se llevaron a cabo una serie de recorridos en diversas regiones de México. Los estudios etnográicos que realizaron los especialistas se concentraron principalmente en la cultura material, pues debían adquirir objetos para sus museos, y en la cuestión religiosa. Los nombres de León Diguet, Carl Lumholz, Alex Hrdlicka, W.J. McGee, Frederick Starr, Alfred M. Tozzer y Konrad T. Preuss, quedaron estrechamente vinculados al desarrollo histórico de la naciente etnografía mexicana. Dalhgren señala que: Las aportaciones de estos precursores son de un valor inestimable; a través de sus datos, dibujos, fotografías y colecciones, documentaron toda una época que de otro modo permanecería desconocida, coniriendo así a la etnografía mexicana una perspectiva en el tiempo.166 166 Barbro Dalhgren Jordán, “La 218 etnología”, en Carlos García Mora (coord.), La inluencia de la antropología cultural norteamericana La naciente etnografía mexicana tuvo una marcada inluencia de dos tradiciones norteamericanas: la antropología cultural y la Escuela de Chicago. Franz Boas y Bronislaw Malinowski representan la primera; ambos estudiosos plantearon los fundamentos de esta disciplina apoyada en el trabajo de campo y dejaron sentado el proceso básico de las primeras etnografías holísticas. Boas propuso un esquema de investigación que incluía diversos aspectos de la vida material y religiosa de los grupos a estudiar. Muchos de los antropólogos que estudiamos en las décadas de los sesenta hasta los ochenta del siglo XX, tuvimos siempre presente en el trabajo de campo dicho esquema. La Escuela de Chicago llevó a cabo, entre 1910 y 1940, investigaciones clásicas realizadas mediante métodos cualitativos: observación participante, entrevista en profundidad y documentos personales. El espíritu de esta Escuela ha permeado numerosas investigaciones a lo largo del siglo pasado hasta la época actual. Surgimiento de la etnografía en el marco institucional Los gobiernos del México independiente, basados en los dogmas de la libertad y la igualdad formales, no intervinieron, sino por excepción y aisladamente, en la formulación de una política indigenista especíica. Con la apertura del Museo Nacional en 1825, el pequeño La antropología en México. Panorama histórico, Instituto Nacional de Antropología e Historia (Colección Biblioteca del INAH), Vol. 5, México, 1988, p. 86. 219 universo antropológico de ese momento se abre a un nuevo panorama; esta institución fue clave para el desarrollo de la antropología en México y en otras partes del mundo. En diversos países, alrededor de los museos se integraron las primeras sociedades de especialistas.167 En 1887 se creó, dentro del Museo, la Sección de Etnografía, “para exhibir lo mucho que tenía la República procedente de los grupos indígenas”.168 Para 1904 se estableció en esta institución la clase de etnología, impartida por los profesores Nicolás León y Andrés Molina Enríquez y, bajo su tutela, se iniciaron una serie de salidas al campo con los estudiantes. Sin embargo, se puede decir que la etnografía y etnología mexicanas “nacieron” en plena revolución, al fundarse en 1911 la Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas, lo cual marca la transición de las disciplinas antropológicas y el estudio de la realidad nacional en forma sistemática y organizada. Entre sus directores iguraron Eduard Seler, Franz Boas y Manuel Gamio, entre otros. Fue Manuel Gamio quien propuso el conocimiento de la población mexicana básico para el desempeño del “buen gobierno”, como premisa fundamental en la que se fundó su política indigenista integral para observar a la antropología como producto institucional y comprender el paradigma indigenista dominante en las disciplinas antropológicas en esta etapa. La labor llevada a cabo por la Escuela trascendió las fronteras de su efímera vida –se cerró en 1920– al permanecer en el seno del quehacer antropológico. García señala que “a pesar de su desaparición física, el espíritu y orientación de la Escuela se encauzaron primeramente en la Dirección de Antropología dentro de la Secretaría de Cultura y más tarde en el Instituto Nacional de Antropología e Historia”.169 Durante la etapa cardenista hubo un fuerte auge del indigenismo y, con ello, nuevas propuestas y enfoques en la investigación etnográica: Othón de Mendizábal fue el primero en relacionar la cultura con el medio y la organización del trabajo. Señaló que la cultura estaba determinada por los fenómenos económicos y estaba formada por tradiciones, ritos y cultos religiosos, reglamentados por normas comunes o legislaciones escritas. Con la llegada a México de investigadores como Robert Redield y Elsie Parsons, comenzaron los estudios de comunidad basados en la escuela funcionalista de Chicago que proponía indagar las leyes del cambio cultural en las comunidades indígenas y su manera de operar. En estas investigaciones se emplearon por primera vez métodos y técnicas que permitieron el control cientíico de los datos. Los estudios sobre la realidad indígena continuaron al interior del Museo y se ampliaron a otras dependencias. Surgieron entonces el Instituto de Investigaciones Sociales (1930) en la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Indigenista Interamericano (1941) y posteriormente el Instituto Nacional Indigenista (1948). En este contexto surgió el Instituto Nacional de Antropología e Historia (1939) y el carácter profesional de las carreras de la antropología se estableció por decreto en 1940 al crearse la Escuela Nacional de Antropología e Historia dentro del propio Instituto. 167 Dora Sierra Carrillo, Cien años de etnografía en el Museo, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Colección Cientíica (Serie Etnohistoria), México, 1994, p. 23. 168 Ibidem. 169 Haydée García del Cueto, “Escuela Internacional de Arqueología y Etnología Americanas”, en Carlos García Mora, La antropología en México. Panorama histórico, coordinador general Instituto Nacional de Antropología e Historia (Colección Biblioteca del INAH), Vol. 7, México, 1988, p. 382. 220 221 La investigación etnográica en esta etapa tuvo nuevos enfoques; se criticó de manera severa que los estudios realizados hasta ese momento “aún conservaban ese sabor que se mantuvo durante muchos años, de exotismo, de cosa rara, curiosa, de museo”.170 El planteamiento teórico de Basauri señalaba que: […] al sistematizarse esta disciplina antropológica y crearse sus métodos, se había encontrado su verdadero valor como auxiliar de otras ciencias sociales y que su valor residía en la aplicación práctica derivada del conocimiento antropológico de la población.171 En la década de los sesenta del siglo XX, el antiguo Museo Nacional se cambiaba de casa. El magno proyecto de construir el nuevo ediicio del Museo Nacional de Antropología en Chapultepec, para albergar las colecciones arqueológicas y etnográicas, generó una serie de actividades académicas para analizar y actualizar la información antropológica que se tenía hasta ese momento del pasado y del presente de los grupos étnicos nacionales que se representarían en las nuevas instalaciones. Para ello: Se iniciaron una serie de recorridos por las comunidades indígenas. En un lapso aproximado de año y medio se realizaron setenta expediciones etnográicas para hacer la adquisición urgente de materiales que serían instalados en las salas, y al mismo tiempo, realizar un rescate considerando que el progreso del país llevaba a los grupos indígenas a un cambio fundamental de sus formas 170 Fernando Cámara Barbachano, “Teoría, métodos y técnicas en el rescate etnográico”, en Boletín del Instituto Nacional de Antropología e Historia, núm. 41, México, 1971, pp. 27-32, p. 45. 171 Ibidem. 222 de vida.172 El nuevo Museo Nacional de Antropología se inauguró el 17 de septiembre de 1964. A partir de entonces, las investigaciones etnográicas han continuado de manera ininterrumpida hasta nuestros días. El proyecto “Rescate etnográico” vertebra las actividades académicas de los investigadores de la actual Subdirección de Etnografía del Museo. A través de más de cincuenta años, se ha logrado reunir un valioso acervo de distintos objetos y colecciones que integran, hoy por hoy, el patrimonio etnográico más grande del país, y constituye la base de las exposiciones permanentes y temporales.173 La experiencia personal en el trabajo de campo me ha enseñado a descubrir el valor y el signiicado de cada uno de los objetos, así como la carga cultural y emocional que contienen. En una de mis primeras salidas traté de comprarle a una anciana nahua del estado de Morelos su antiguo huipil de boda; su respuesta fue: Mire maestra, con este huipil me casé y mi marido ya se murió, cuando yo me muera me lo tengo que poner para que él me reconozca en la otra vida, si no me lo pongo ¿cómo va a saber que soy su esposa?, ¿cómo me va a reconocer? Le puedo vender otro, pero este no se lo vendo. En el área purépecha, al comprar un telar de cintura en Ahuiran, Michoacán, la persona a quien se lo compré me dijo: Doña Dora, yo le puedo vender mi telar ahorita que acabe el rebozo, pero el machete no se lo vendo, porque era de mi abuela, ella se lo dejó 172 Dora Sierra, 1994, op. cit. p. 83. 173 Véase Fernando Cámara Barbachano, “Teoría, métodos y técnicas en el rescate etnográico”, en Boletín del Instituto Nacional de Antropología e Historia, núm. 41, México, 1971, pp. 27-32. 223 a mi madre y ahora yo lo tengo, él tiene todas las puntadas que hacemos en el telar, es nuestra memoria. Venga mañana y mi esposo le hará uno nuevo.174 Las investigaciones sobre los grupos indígenas representados en el Museo se han traducido en publicaciones de libros, artículos, catálogos, presentación de exposiciones permanentes y temporales, presentación de ponencias en congresos nacionales e internacionales, conferencias en instituciones públicas y privadas, en dirección de tesis profesionales y en asesorías sobre el material etnográico y su respectivo contexto. Siglo XXI. La creación de nuevas instancias académicas para ampliar el horizonte del trabajo etnográico: el proyecto “Etnografía de las Regiones Indígenas de México en el Nuevo Milenio” En los últimos años del siglo XX y los que han transcurrido en el presente siglo, la Coordinación Nacional de Antropología del Instituto Nacional de Antropología e Historia, ha llevado a cabo una magna empresa de investigación sobre la vida y la cultura de los grupos indígenas del país. La creación de un proyecto colectivo nacional para llevar a cabo distintos estudios en diversas líneas de trabajo, surgió de un equipo interdisciplinario de antropólogos convocado por Gloria Artís Mercadet, entonces titular de 174 El machete es un pedazo de madera liso que aprieta la labor que se va tejiendo en la urdimbre del telar. 224 la Coordinación, quien señaló que la experiencia de los participantes era fundamental para estructurarlo y, para ello, tenían que abocarse: [...] a la reorganización de la investigación en nuestra institución, basada en la construcción de proyectos colectivos de amplio alcance y de impacto nacional. La etnografía luego de un serio replanteamiento, habría de ser la herramienta fundamental del nuevo proyecto. La crítica a los estudios etnográicos tradicionales y la exploración de nuevos enfoques capaces de responder a las preguntas que la actual realidad indígena exige, serían tareas urgentes a desarrollar. El trabajo de campo, por tanto, se convertiría en el eje esencial de todos los trabajos.175 La colaboración de investigadores, pasantes y estudiantes conformó un grupo de profesionales que han enfrentado el reto de trabajar en este proyecto con nuevos enfoques en la investigación etnográica, con la inalidad de ampliar, profundizar y actualizar el conocimiento etnográico de los pueblos indígenas del territorio nacional para comprender la dinámica de la diversidad cultural y la formación de las regiones interétnicas en el México del siglo XXI. Para el logro de los objetivos trazados, los trabajos se organizaron mediante líneas de investigación concretas y se formaron equipos regionales para desarrollarlas de manera simultánea en las diferentes áreas de estudio a lo largo y ancho del país.176 Se consideraron los conceptos de 175 Gloria Artís Mercadet, “El proyecto nacional Etnografía de las Regiones Indígenas de México en el Nuevo Milenio: una experiencia académica y de gestión en la investigación antropológica”, en Diario de Campo, Etnografía de las regiones indígenas de México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Coordinación Nacional de Antropología, núm. 4-5, noviembre-diciembre, México, 2014, p. 45. 176 Ibidem, p. 48. 225 organización social, estructura comunitaria, territorio y el factor identidad, entre otros, como hilos conductores en la investigación etnográica. Una decisión importante fue no recurrir a la tradicional descripción holística de las culturas. La idea fue no tratar de abarcar todas las instituciones sociales, económicas, políticas y religiosas de manera integral, sino trabajar en diversos temas de investigación que a futuro pudieran proporcionar la visión holística y profunda de cada cultura o sociedad estudiadas. Otro aspecto esencial de este magno proyecto fue la integración del Seminario Permanente de Etnografía Mexicana, el cual se ha convertido en un referente fundamental para estudiantes e investigadores de diversas instituciones nacionales y extranjeras, vinculados por el interés común de conocer la cultura de los pueblos originarios de México. Las actuales relexiones sobre los quehaceres de etnografía señalan que: […] hoy en día no son los temas, ni los estudios de comunidad, ni el uso del método etnográico, los que hacen especíica a la antropología en el concierto de las otras ciencias sociales y humanísticas, sino recurrir a las cuestiones teóricas de su propia historia y recuperar los conceptos y conocimientos etnográicos de los clásicos, si se quiere para criticarlos o reelaborarlos, pero sobre todo para reproducir […] esa “mirada etnográica” sobre los hechos que ha caracterizado a la antropología.177 177 Alicia M. Barabas, “Los quehaceres de la etnografía latinoamericana”, en Diario de Campo, Etnografía de las regiones indígenas de México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Coordinación Nacional de Antropología, núm. 4-5, noviembre-diciembre, México, 2014, p. 79. 226 El trabajo etnográico realizado durante los quince años de vida de este proyecto se ha traducido en un valioso intercambio académico al socializar la información entre sus participantes, en la elaboración de tesis profesionales y en numerosas publicaciones que han permitido ampliar, profundizar y actualizar el conocimiento de los grupos étnicos nacionales.178 Las problemáticas que se enfrentan en la realización del quehacer profesional Fueron casi veinte años los que laboré en la Subdirección de Etnografía del Museo Nacional de Antropología; primero fui curadora de la Sala del Golfo, después de la Purépecha, y en el proyecto de la Sala Nahua participé con el estudio de los nahuas de Morelos. Aunque pasé algunos momentos difíciles y estresantes en el trabajo de campo, la situación de seguridad que se vivía en las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado era diferente a las circunstancias actuales del país. Sólo pasé un susto en la zona resinera de la Sierra de Michoacán, al quedar en medio de una balacera entre gente de la Forestal y los talamontes, en pleno bosque. Estaba con dos compañeras que perdieron el control y casi entraron en crisis. Como responsable de este recorrido, traté de calmarlas hasta que llegaron por nosotras los ingenieros que me habían invitado a conocer esta región del estado y que nos dejaron “un ratito solas, mientras iban a recoger zarzamoras” para regalarnos a cada una de nosotras. 178 La bibliografía completa se puede consultar en el Diario de Campo, núm. 4-5, noviembre-diciembre de 2014. 227 Las experiencias obtenidas en el trabajo de campo me permitieron relexionar en la importancia de: 1. Conocer a alguien de la comunidad, para entrar con mayor conianza. 2. Participar en las actividades de la vida diaria de los roles femeninos: ir al mercado, prender el fogón, ayudar a preparar la comida, lavado de trastos, etc. Asistir a los actos religiosos. 3. Mostrar respeto y mesura en las preguntas que surgen de la observación participante. 4. En ese tiempo, no sé ahora, vestir de acuerdo a las normas de las mujeres de cada población o grupo étnico. Es indudable que el panorama actual que se vive en México presenta otros riesgos, otros peligros para realizar el trabajo de campo, tanto al interior como al exterior de las poblaciones. Castilleja señala que es necesario, o más bien urgente, “prevenir y garantizar la integridad física de estudiantes, docentes e investigadores, pero también buscar aristas y compartir estrategias que posibiliten nuestro quehacer”.179 Relexiones inales La etnografía mexicana surgió a inales del siglo XIX y principios del XX. Se caracterizó por la recopilación y adquisición de datos y material etnográico para representar, en el Museo Nacional, aspectos de la cultura de la población indígena de nuestro país. 179 Aída Castilleja González, “Las circunstancias del trabajo de campo en antropología: experiencias y relexiones”, en Diario de campo. Etnografía de las regiones indígenas de México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Coordinación Nacional de Antropología, núm. 4-5, noviembre-diciembre, México, 2014, p. 100. 228 En la etapa porirista y postrevolucionaria predominó el criterio de integrar a la nación a estos grupos por medio de la castellanización. Posteriormente, Manuel Gamio planteó el paradigma indigenista y fue Othón de Mendizábal quien aplicó un análisis materialista a la realidad y marcó un cambio signiicativo en las investigaciones etnográicas. Las etapas de la antropología mexicana han coincidido históricamente con determinadas coyunturas de auge nacionalista. Algunos colegas han opinado que los trabajos etnográicos son hijos de su tiempo. Aunque esto suene obvio, conviene relexionar sobre las etapas históricas que se han vivido en nuestro país desde la conquista europea, los tres siglos de coloniaje y el México independiente: en el poririato, la etapa revolucionaria, en el cardenismo y la segunda mitad del siglo XX, hasta los años transcurridos del siglo XXI. Los estudios realizados en este campo han respondido a intereses políticos, sociales, económicos y religiosos diferentes en cada periodo; con las limitaciones que cada circunstancia impuso, los investigadores pioneros abrieron los caminos que recorreríamos las siguientes generaciones de especialistas y nos legaron una información que ha sido básica para continuar estos trabajos. Este recorrido de siglos nos lleva a relexionar que las líneas seguidas en la investigación etnográica pueden no ser excluyentes. Si las corrientes de pensamiento, las escuelas antropológicas fueron marcando los pasos en las nuevas rutas, me pregunto si se podrían integrar las dos corrientes predominantes en la actualidad: la investigación y el rescate etnográico que se realiza en los museos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, con el proyecto “Etnografía de las Regiones Indígenas en 229 el Nuevo Milenio”. La mayoría de los integrantes de dicho proyecto pertenecen a distintas dependencias del INAH, entre ellas la Subdirección de Etnografía del Museo Nacional de Antropología. Las preguntas que surgen en este contexto son: ¿Cómo lograr difundir en los museos los aportes de los nuevos estudios? ¿Cómo traducir al lenguaje museológico y exponer en estos recintos las problemáticas que viven los grupos indígenas en la actualidad? La experiencia reciente (2011) en el Museo Nacional de Antropología de la exposición temporal “Yumanos. Jalkutat, el mundo y la serpiente divina” a cargo de Donaciano Gutiérrez Gutiérrez,180 nos abre la puerta a un nuevo discurso. Donaciano me explicó que “a través de esta muestra etnográica se trató de rescatar la lengua kiliwa, de la que quedan sólo cinco hablantes, quienes junto con los cucapá, kumiai y pai-pai participaron en el montaje”. Una de las experiencias innovadoras fue que los mitos que se presentaron, se contaron en forma bilingüe: primero en la lengua indígena respectiva y luego se tradujeron al español. Por otra parte, dentro del discurso museológico, a manera de denuncia se expusieron los problemas de represión que enfrentan los pobladores que viven en esta zona fronteriza con los Estados Unidos.181 Posteriormente, esta exposición viajó a las ciudades de Mexicali y Tijuana. tienen que librar día a día para salvar y conservar su propia identidad y cultura. Para inalizar, sólo planteo el compromiso que tenemos antropólogos e historiadores mexicanos de transmitir a las nuevas generaciones el conocimiento real de la pluralidad étnica, lingüística y cultural de nuestro país. Si bien la información contenida en los libros es sumamente valiosa, la presentación de la misma en los museos, a través de exposiciones permanentes que sean actualizadas periódicamente, y temporales, que pudieran ser itinerantes, permite al público visitante acercarse y entrar en contacto con una realidad distinta a la suya, que, de otra forma, no estaría fácilmente a su alcance. Así, la “mirada urbana” ha podido apreciar al mundo indígena, el cual, a través de los siglos y por diferentes caminos, se vincula cada vez más a la realidad nacional. Esto nos demuestra el valor y la importancia del trabajo interdisciplinario, de la convergencia en la presentación de los rasgos culturales de una etnia, sus cambios y los retos que enfrentan sus integrantes ante los embates de la llamada “modernidad”, la lucha y la resistencia que 180 Esta exposición permaneció en el Museo Nacional de Antropología de diciembre de 2011 a marzo de 2012. 181 Donaciano Gutiérrez Gutiérrez, comunicación personal. 230 231 BIBLIOGRAFÍA Artís Mercadet, Gloria, “El proyecto nacional Etnografía de las Regiones Indígenas de México en el Nuevo Milenio: una experiencia académica y de gestión en la investigación antropológica”, en Diario de campo, Etnografía de las regiones indígenas de México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Coordinación Nacional de Antropología, núm. 4-5, noviembre-diciembre, México, 2014, pp. 45-59. 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Al igual que en el sureste del país, un ambiente cálido y húmedo fue la condición predominante para el surgimiento y desarrollo de la cultura maya en Campeche a través de muchos siglos. Los marcos de trabajo han sido diversos: densos y sofocantes manglares en gran parte de la costa; o bien mil tonos de verde y café en las húmedas selvas del interior, donde además de fauna peligrosa, hoy poco queda de chicle y maderas inas ampliamente explotados. Otras veces se labora en tupidos pastizales que se tragaron a la selva y en los que existen incontables ejércitos de garrapatas y una que otra serpiente venenosa. 234 182 Centro INAH Campeche. 235 El quehacer de los investigadores del pasado ha llevado a desempolvar sólo una pequeña parte de algunas ciudades antiguas y, como muchos sabemos, aún falta mucho por conocer, por estudiar y por conservar. Sin embargo, algunos valiosos elementos del tesoro campechano han comenzado a reconocerse y paulatinamente tienen mayor difusión. En tiempos recientes hay dos logros políticamente relevantes: el Centro Histórico de la Ciudad de Campeche y la Reserva de la Biosfera de Calakmul,183 donde se localiza la zona arqueológica de igual nombre. El primero ha sido reconocido como patrimonio mundial de la humanidad desde 1999; el segundo con la misma distinción desde 2002 pero a partir de 2014 también como patrimonio mixto. Debo señalar que la investigación arqueológica no siempre ha derivado de proyectos de investigación. En ocasiones la ejecución de rescates y de salvamentos arqueológicos ha permitido conocer nuevos asentamientos, deinir su distribución, su cronología y sus vínculos con otros sitios mejor conocidos. Independientemente de las incomodidades y pasajes difíciles, los viajes al pasado de Campeche han sido fructíferos. La mayoría de los proyectos arqueológicos ha contado con recursos suicientes para excavar, consolidar y restaurar inmuebles monumentales. Los materiales y los datos obtenidos han permitido conocer mejor no sólo las características y los desarrollos propios de los sitios intervenidos, sino plantear panoramas interregionales más completos y mejor explicados. La información derivada de piezas de las que conocemos su procedencia, asociaciones, temporalidad, composición química, etc., facilita las explicaciones y el entendimiento de las sociedades que las crearon. Ello también ha generado nuevas problemáticas de estudio y de conservación, aspectos cuya discusión y solución requieren, con mayor frecuencia, de la participación de equipos interdisciplinarios. En esta labor, el Centro INAH Campeche ha jugado un papel fundamental en la protección, estudio y conservación del patrimonio cultural precolombino. Pero también han participado otras dependencias, como la Universidad Autónoma de Campeche, el Instituto de Investigaciones Antropológicas y el Centro de Estudios Mayas de la UNAM; el Centro Nacional para la Investigación Cientíica de Francia (CNRS), la Universidad de Bonn, el Instituto Ibero-Americano de Berlín, la Academia de Ciencias de Eslovenia y otros centros de investigación. 183 723,000 hectáreas. 236 Lo anterior ha permitido recuperar no sólo patrimonio cultural mueble e inmueble, sino también su correspondiente información arqueológica, es decir, su pertenencia a contextos especíicos. Esto quiere decir que en los últimos años es mayor el número de objetos y de sitios conocidos en Campeche a través de investigaciones serias y no de operaciones furtivas o de incursiones de saqueo. A continuación intentamos presentar un resumen de lo que consideramos los programas de registro, investigación y conservación más relevantes en los últimos quince años. Nótese que no todos iniciaron en 2000, algunos comenzaron en años previos. La mayoría de los proyectos tiene una cobertura zonal, es decir que se circunscriben al propio sitio; dos laboran en un ámbito mayor o regional y otros dos tienen como objetivo atender la geografía estatal. 237 Proyectos 2000 a 2015 Proyecto Cobertura Sitios Responsable Calakmul Zonal Calakmul R. Carrasco V. El Tigre Zonal El Tigre Ernesto Vargas P. Oxpemul Zonal Oxpemul William Folan Uxul Zonal Uxul Nikolai Grube Dzehkabtún Zonal Dzehkabtún Iken Paap Dzibilnocac Zonal Dzibilnocac Heber Ojeda M. Edzná Zonal Edzná A. Benavides C. Xpujil/Xpuhil Zonal Xpuhil Vicente Suárez A. Kankí Zonal Kankí A. Benavides C. MANZANA Zonal Varios A. Benavides C. Río Bec Regional Varios D. Michelet Reconocimiento Sureste Regional Varios Ivan Sprajc Atlas Arqueológico Estatal “Nuevos” Vicente Suárez A. Arqueología Subacuática Estatal Pecios, cenotes y cuevas Helena Barba M. Lo anterior signiica que en Campeche ha proseguido el registro y el conocimiento paulatino de los asentamientos prehispánicos, si bien aún carecemos de un atlas preliminar o de una base de datos general que concentre la información acumulada por varios proyectos de investigación. Hay grandes avances en los sectores norte, poniente y sureste de la entidad, pero también existen 238 amplios territorios prácticamente desconocidos, como el poniente de la región de Calakmul y la parte centrooriental del estado. Algunos ejemplos de los proyectos antes mencionados son los siguientes: Calakmul Esta metrópoli fue una de las más poderosas entidades políticas y económicas de la antigua subárea central del mundo maya. De acuerdo con los epigraistas, su nombre fue Kaan o el Reino de la Serpiente y eclipsó a su gran rival, Tikal, durante los siglos VI y VII de nuestra era. William Folan, de la Universidad Autónoma de Campeche, dirigió diversas investigaciones en Calakmul de 1982 a 1994. La estafeta fue luego tomada por Ramón Carrasco, del INAH. El registro del asentamiento cubre 30 km² y buena parte de ello está rodeado por un gran bajo, aguadas y canales que conformaron un útil sistema hidráulico. Se ha calculado una población de 50,000 habitantes para su época de auge. A ese tiempo de esplendor corresponde la mayoría de las 117 estelas hasta hoy registradas. Gobernó entonces Yuknoom El Grande (636-686), a quien se debe un amplio programa de construcciones palaciegas, hábiles negociaciones políticas y económicas con buen número de ciudades peteneras como Dos Pilas, Naranjo, Cancuén y Piedras Negras. Parte de la riqueza acumulada por los jerarcas del Reino de la Serpiente se releja en las vasijas polícromas y en las máscaras de mosaico de jadeíta procedentes de ajuares funerarios. Entre los descubrimientos más llamativos de los últimos años se encuentran el friso de estuco modelado y los mascarones asociados (ca. 400 a.C.) de una subestructura del Ediicio 2 (Carrasco 2012a: 80). De tiempos más 239 tardíos, alrededor del 700 d.C., resalta la pintura mural en el ediicio Sub I-4. El Tigre Dominando buena parte del tráico luvial del Río Candelaria, la antigua Izamkanac prosperó a lo largo del Clásico y del Postclásico. No obstante, sus orígenes se remontan al Preclásico Medio, tiempo en el que surgieron allá las primeras construcciones monumentales con arquitectura Petén, el patrón triádico, grandes mascarones de estuco modelado y símbolos como la Montaña Sagrada, la Serpiente Visión y el Dios Bufón, temas que evolucionarían en los siglos por venir. En el Clásico Tardío, El Tigre participó del desarrollo Río Bec y después formó parte del mundo postclásico que conocerían los conquistadores españoles. Las investigaciones en El Tigre fueron dirigidas por Ernesto Vargas Pacheco, del IIA de la UNAM, desde ines de los noventa hasta 2005. Hasta ahora se ha trabajado en la mayoría de los inmuebles que conforman la Estructura 1, donde existe un rico agregado de construcciones a través del tiempo, circunstancia que ha facilitado entender la larga cronología del sitio. También se ha explorado el juego de pelota y la voluminosa Estructura 4. hallados en supericie y se inició el registro de más grupos arquitectónicos para complementar el mapa que publicaron Karl Ruppert y John Denison (1943) poco más de 60 años antes. En temporadas de campo más recientes ha proseguido el registro del asentamiento, se ha documentado la epigrafía aún existente en el sitio, se han excavado varios sectores del Grupo M y se ha iniciado la consolidación de algunos ediicios, en especial de los Grupos A, K y M. Las exploraciones también han registrado varios entierros con ofrendas. Los recorridos hasta ahora efectuados nos indican que la extensión mínima de Uxul es de unos 2 km². El asentamiento ocupa buena parte de amplias elevaciones naturales, donde se ha realizado el levantamiento topográico de una veintena de grupos arquitectónicos monumentales. En algunos se han localizado chultunes o cámaras subterráneas, pero no para captar agua sino para almacenar alimentos. También cuenta con dos grandes aguadas, una al oriente y otra al occidente del núcleo de la ciudad. El registro de construcciones incluye dos amplias calzadas que comunican grupos de ediicios internamente. Dzehkabtún Este sitio también fue un satélite de Calakmul, de la cual dista unos 32 km hacia el suroeste. El Proyecto Uxul es dirigido por Nikolai Grube, de la Universidad de Bonn. En 2006 y 2007, varios recorridos permitieron dar cuenta de los fuertes saqueos sufridos por los ediicios de Uxul, pero también se colectaron materiales cerámicos La zona arqueológica de Dzehkabtún se encuentra en el noreste de Campeche, a 90 km al oriente de la ciudad capital o bien a escasos 10 km al suroeste de Hopelchén. El proyecto arqueológico es coordinado por Iken Paap y el suscrito con inanciamiento del Instituto IberoAmericano de Berlín. Un primer paso ha sido el registro del asentamiento, labor que se ha desarrollado a partir de 2007. En ocasiones se han registrado esculturas, mismas que han sido protegidas en la comunidad de Santa Rita 240 241 Uxul Becanchén. Un segundo objetivo es conocer la cronología del sitio, que ahora sabemos inicia en el Preclásico Tardío, tiene su auge durante el Clásico Tardío con una fusión de las arquitecturas Chenes y Puuc para luego perder fuerza en el Clásico Terminal. También se han dedicado recursos a la conservación de los ediicios aún en pie, especialmente en un ediicio de planta circular y en otra construcción que conserva buena parte de una gran crestería. Edzná Esta antigua ciudad maya tuvo una larga ocupación prehispánica desde el año 600 antes de nuestra era hasta mediados del siglo XV. Una de las características fundamentales para el asentamiento fue la creación de un sistema hidráulico de gran extensión. A través de veinte siglos, los habitantes de Edzná desarrollaron varios modos para construir sus ediicios monumentales, hoy llamados estilos arquitectónicos Petén, Chenes, Puuc y Tardío. En los últimos años, la labor arqueológica se ha concentrado en el mantenimiento de las estructuras abiertas al público, así como a profundizar en la cronología del sector oeste del núcleo del asentamiento. Por ello se ha iniciado la intervención en la plaza poniente, justo al oeste del Nohochná o Casa Grande, ediicio de más de cien metros de longitud cuyos largos aposentos de múltiples entradas podrían haber sido usados para concentrar y en cierta medida mostrar la riqueza de los gobernantes. Esta construcción cuenta con amplias escalinatas en ambos costados y el análisis de sus pisos de estuco facilitará conocer su uso. Largos ediicios similares, adjuntos a grandes plazas, con buen número de habitaciones y suicientemente ventilados, han sido reportados en sitios 242 como Dzibilchaltún (Ediicio 44), Comalcalco (El Palacio), Altún Ha (Ediicio A6) Aguateca (M7-26) y Piedras Negras (Acrópolis Central). Conocemos poco más de treinta estelas en Edzná, pero no todas han conservado fechas legibles. Algunos monolitos fueron labrados durante el Clásico Temprano (250–600 d.C.) y solamente algunos nos indican registros entre los años 633 y 810 de nuestra era. El estudio epigráico (Pallán 2009) ha deinido una secuencia de diez gobernantes, entre ellos una mujer. Xpuhil En este caso nos referimos no sólo al mantenimiento que se ha proporcionado a las estructuras abiertas al público en el sector custodiado por el INAH. El interés por salvaguardar e investigar los vestigios prehispánicos aún existentes en el poblado de Xpujil ha llevado a Vicente Suárez A., del INAH Campeche, a conseguir recursos económicos para excavar y restaurar varios ediicios que de otra forma habrían sido ya destruidos por el crecimiento urbano. Otros asentamientos cercanos a Xpuhil en los que Suárez Aguilar ha brindado mantenimiento recientemente son Chicanná, Hormiguero y Becán. Estos asentamientos se encuentran prácticamente en medio de la base de la península yucateca, ubicación que debió facilitar su comunicación entre ambas costas y entre las regiones norte y sur del mundo maya. 243 MANZANA colapso de un ediicio. Este proyecto de conservación arquitectónica anualmente cambia de sitio pero siempre tiene los mismos objetivos: evitar que vengan a tierra ediicios aún en pie mediante su consolidación; frenar el deterioro causado por agentes naturales o por el saqueo y el vandalismo, y registrar y rescatar esculturas o inscripciones en peligro. Este mantenimiento menor a zonas arqueológicas no abiertas al público (de ahí las siglas MANZANA) ha atendido inmuebles en varios puntos de Campeche. En muchos lugares del estado de Campeche hay numerosas zonas arqueológicas que son poco conocidas y que sólo son visitadas ocasionalmente por quienes viven y trabajan en los alrededores, o bien por saqueadores y vándalos. La presencia del INAH en las varias regiones en las que se ha trabajado desde los noventa hasta la fecha, ha logrado que diversas comunidades adquieran mayor conciencia y tengan una mayor participación en la protección de los ediicios construidos por la sociedad maya antigua. Algunos ejemplos son Okolhuiz, Ramonal y Puerto Rico en el sur; Hwasil, Ichmac, Sabana Piletas, Xchan y Sisilá en el norte. De cada intervención se genera un banco de datos que incluye fotografías de los procesos de exploración y conservación arquitectónica, dibujos y materiales de supericie (principalmente cerámica y lítica). Cuando las condiciones y los recursos lo permiten, también se realizan levantamientos topográicos. Se trata de conservar el patrimonio arquitectónico prehispánico en peligro de desaparecer existente en remotos parajes. Solucionamos así los problemas de estabilidad de muros, dinteles, jambas y bóvedas en aquellos inmuebles que aún los conservan a pesar del paso del tiempo, de las vicisitudes del clima, del desarrollo agrícola o del saqueo. En Sisilá, por ejemplo, se proporcionó solidez a una portada jeroglíica y se restituyó la bóveda que originalmente le cubría. Otros casos atendidos por el proyecto MANZANA son Sabana Piletas, con la escalinata jeroglíica más larga en la región del Puuc; Xkankabil, donde se recuperaron diversas esculturas en estuco modelado; Hwasil, con otra portada jeroglíica, y Chunchimay, donde evitamos el 244 Año con año proponemos laborar en zonas arqueológicas de alguno de los once municipios del estado, contratando jornaleros y albañiles de comunidades cercanas al sitio a intervenir. Al mismo tiempo, notiicamos del programa de actividades a la comunidad correspondiente, establecemos contacto con las autoridades ejidales y municipales para informar de las tareas del INAH e intentamos sumar esfuerzos en la protección del patrimonio arqueológico de esa región de Campeche. De 1991 a la fecha, el proyecto MANZANA ha realizado labores de conservación en sitios tan lejanos y distintos como Balché, Chunchimay, Chundsinab, Chunyaxnic, Chelemí, Hwasil, Ichmac, Kansah, Okolhuiz, Puerto Rico, Ramonal, Sabana Piletas, Santa Rosa Xtampak, Sisilá, Tabasqueño, Yaxche-Xlabpak, Xcavil de Yaxché, Xchan y Xuelén. Las razones que han llevado a elegir esos lugares incluyen su valor patrimonial único, su importancia dentro del registro arqueológico y la elevada probabilidad de su mayor daño o desaparición. Aunque son muchos los puntos en donde hay diversas tareas por hacer, algunos inmuebles requieren de una urgente 245 intervención para lograr su adecuada preservación. Río Bec Este es el nombre de una antigua región del sureste campechano, citada por el austriaco Teobert Maler en 1904 pero dada a conocer, al igual que sus ediicios, por el francés Maurice de Perigny. Río Bec hoy designa también un estilo arquitectónico y una amplia zona arqueológica. Desde su descubrimiento a principios del siglo XX, los ediicios de Río Bec llamaron la atención por sus entradas que semejan bocas monstruosas, por sus elevadas torres, con escaleras impracticables y coronados por templos falsos. No obstante, la lejanía con respecto a comunidades con servicios suicientes y la inaccesibilidad buena parte del año por amplios sectores anegados y el deterioro de las brechas (que no caminos) existentes, mantuvieron a la región con un escaso número de investigaciones. Hoy esta situación va cambiando gradualmente y un equipo de arqueólogos franceses en el que participan Dominique Michelet, Pierre Becquelin, Charlote Arnauld, Eric Taladoire y Philippe Nondédéo, entre otros, prosigue los recorridos en la zona a in de registrar y fechar los varios grupos y ediicios con torres laterales. Ahora se conocen más conjuntos arquitectónicos, varias estelas y nuevos textos jeroglíicos. La única estela fechada registra el año 475 d.C., pero la cerámica indica que el sitio comenzó a poblarse en el Preclásico Tardío y perdió cohesión alrededor del 600 de nuestra era. Reconocimiento Arqueológico en el Sureste de Campeche Este proyecto es promovido y realizado por Ivan Sprajc, de la Academia de Ciencias y Artes de Eslovenia, desde 1996 hasta la fecha. Por restricciones presupuestales no ha laborado anualmente, pero ha realizado nueve temporadas de campo184 con muy útiles resultados en el sector sureste de Campeche. Su labor ha relocalizado buen número de asentamientos de los que se tenía noticia en el siglo XX, pero además ha reportado sitios “nuevos” en los que incluye registros topográicos y modelos tridimensionales, además de documentar epigrafía y cerámica cuando estos materiales se encuentran presentes. Atlas Arqueológico de Campeche La investigación arqueológica de una entidad se practica a partir del conocimiento de sus elementos, es decir, del conjunto de bienes patrimoniales existentes en un territorio dado. Idealmente deberíamos contar con la información de todos aquellos vestigios del pasado que se han generado, pero dicha documentación es una tarea en construcción, dado que formamos parte de un proceso histórico (imposible de asir en una sola mirada) y nuestra propia época va modiicando o destruyendo las múltiples huellas de actividad de quienes nos precedieron. De ahí la necesidad de contar con un registro, lo más completo posible, de los elementos diversos que nos hablan del quehacer y de los logros de las sociedades desaparecidas. En el caso especíico del estado de Campeche hay información asequible en diversas fuentes 184 Primera en 1996, segunda en 1998, tercera en 2001, cuarta en 2002, quinta en 2004, sexta en 2005, séptima en 2007, octava en 2013 y novena en 2014. 246 247 históricas, así como en las narraciones e imágenes de viajeros y exploradores de tiempos coloniales e históricos. Sobre esa base se ha ido agregando una serie de aportaciones derivadas de instituciones nacionales y extranjeras, así como del quehacer cotidiano de quienes laboramos en la entidad. algunos sobresalen por permitir asomarnos a tiempos prehistóricos. Uno de esos casos es la gruta de Miramar, sita en el noreste de Campeche y donde se han registrado pinturas de trazos sencillos pero eicientes en colores rojo y negro. Algunos de los seres representados muestran una escolopendra, un geco, una serpiente y un ave. El registro de zonas arqueológicas de Campeche ha proseguido en los últimos años. A veces por reportes de campesinos, mediante denuncias de saqueo, por hallazgos en prospecciones para obras diversas de infraestructura (carreteras, líneas de transmisión de energía eléctrica) o por proyectos de carácter regional en los que se documentan más asentamientos antiguos. Por lo que toca a la atención al público, en el ámbito arqueológico contamos con 17 sitios abiertos al público: Chunhuhub, Xcalumkín, Kankí, Edzná, Tohcok, Santa Rosa Xtampak, Tabasqueño, Dzibilnocac, Hochob, Balamkú, Becán, Chicanná, Xpuhil, Hormiguero, Río Bec, El Tigre y Calakmul. Quince de ellos cuentan con custodia del INAH, Tohcok es vigilado por personal del municipio de Hopelchén y Río Bec está bajo el cuidado de la comunidad de 20 de Noviembre. El INAH Campeche mantiene cercana relación con estos dos últimos casos. Arqueología Subacuática Este es un proyecto de la Subdirección de Arqueología Subacuática del INAH, con Helena Barba Meinecke como responsable de las actividades en la península yucateca desde 2003. Laboran en el mar registrando y diagnosticando pecios de los siglos XVI al XX. Pero también investigan cuerpos acuosos de tierra adentro. Aquí se incluyen cenotes y cuevas, de los que se ha planteado generar un atlas, dado que para los primeros habitantes peninsulares, así como para los mayas, los cuerpos de agua determinaron en gran medida el establecimiento de sus asentamientos. Además, esos cuerpos de agua han favorecido la conservación extraordinaria de vestigios arqueológicos. Gracias a los avances tecnológicos y al desarrollo del espeleobuceo en las últimas décadas, es posible acceder a esos lugares y registrarlos de manera sistemática, con el mismo rigor cientíico que los contextos de supericie. Entre los materiales procedentes 248 de cavernas, Ha habido presiones políticas para abrir otros sitios al público, en especial la Isla de Jaina. Ello interesa al gobierno estatal, pero más que a nadie a los empresarios turísticos. No obstante, consideramos que el sitio es muy vulnerable y hemos planteado que primero se considere su adecuada protección, se dote del personal y de la infraestructura necesaria, así como de un sistema regulado de visita. Creo que en este tema una de las principales controversias es mi postura al recordar a muchos que los recursos que genera cualquier sitio abierto al público no se quedan en la población circundante ni beneician en mayor medida al patrimonio precolombino. La derrama económica es captada fundamentalmente por los prestadores de servicios turísticos: hoteleros, restauranteros y grandes transportistas (es decir, líneas aéreas, líneas de autobuses y lotillas para turistas). Vuelvo a ser incómodo: ¿Cuánto dinero aportan todos estos empresarios para la 249 conservación e investigación arqueológica? Raramente pagan ellos la difusión o promoción, que nuevamente les ahorran las instancias federales y estatales. Los problemas no sólo existen al exterior del INAH. Esta institución ha crecido con los años, pero desafortunadamente con mucho más personal administrativo que el necesario. Soy de una generación que aprendió a utilizar los bienes informáticos antes de que éstos se popularizaran. Y sabemos que la computación ahorra tiempo y trabajo. Entonces no entiendo por qué cada vez hay cadenas más largas para la gestión de recursos económicos a in de atender programas urgentes de limpieza, consolidación, restauración, o bien tareas de análisis de materiales. No discutiré aquí la demora en los tiempos de entrega de recursos y la consabida presión para su comprobación, a pesar de incongruencias como sólo recibir los capítulos 2000 (compra de bienes aprobados) y 3000 (pago de servicios aprobados), pero estando pendiente el capítulo 1000 (personal para efectuar diversas labores). verdad se necesita a 3,000 personas para la administración? Para ser justo, también debo hablar un poco más del personal de investigación y técnico. Para nadie es un secreto que la nave del INAH es impulsada más o menos por la mitad de sus investigadores, restauradores, arquitectos y especialistas asociados. Desafortunadamente tenemos buen número de rémoras y algunos sólo son lastre, personal inactivo pero que cobra quincenalmente. ¿Por qué? Por la apatía y el desinterés tanto de parte de los sindicatos como de las autoridades. Para muchos es mejor hacerse “de la vista gorda”. Nadie quiere problemas, a pesar de poder frenar la corrupción y construir mejores ambientes laborales. El gobierno federal ya anunció recortes económicos para lo que resta del sexenio. Incluso hay una iniciativa para crear una Secretaría de la Cultura dentro de la cual se contempla al INAH desmembrándolo de la SEP. 2015 ha sido un año de atrasos presupuestales y recalendarizaciones. ¿Qué ocurrirá en los años venideros? Por curiosidad me asomé al organigrama del INAH (htp://www.normateca.inah.gob.mx/) y llama la atención que necesitamos trece coordinaciones nacionales, amén de buen número de direcciones, subdirecciones y departamentos con los que cuenta la institución. Conieso que ya no pasé revista a las delegaciones estatales ni a los museos. En términos generales se calcula que el INAH tiene un promedio de 4,350 trabajadores. Tres mil son administrativos, técnicos, manuales y de servicios; somos 800 investigadores, hay poco más de 150 arquitectos y restauradores, y 400 son empleados de conianza.185 ¿En 185 Arturo Alcalde Justiniani, “Los indocumentados del INAH”, en 250 periódico La Jornada, 27 de agosto, México, 2011; Roberto E. Galindo Domínguez, “Los contratados en el INAH: condiciones laborales indignas en el 75 aniversario del Instituto”, Contralínea.mx (marzo 30), versión digital, 2014, htp://contralinea. info/archivo-revista/index.php/2014/03/30/los-contratados-en-el-inah-condicioneslaborales-indignas-en-el-75-aniversario-del-instituto/ 251 BIBLIOGRAFÍA Alcalde Justiniani, Arturo, “Los indocumentados del INAH”, en periódico La Jornada, 27 de agosto, México, 2011. Arnauld, Charlote, M.F. Fauvet-Berthelot, D. Michelet y P. 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Consulté, pues, para informarme y para alimentar mis relexiones, diversos artículos de La Enciclopedia, publicada en veinte volúmenes por Salvat en el año 2004, así como la obra Deinición del género humano, traducida y editada por Juan Comas en 1968, y El lenguaje y la vida humana, de Mauricio Swadesh, publicada por vez primera en 1966 y reeditada en varias ocasiones. Los orígenes del hombre, del lenguaje y de la escritura son sin duda temas fascinantes, que bien pueden interesar a la mayoría de las personas y más si se intenta abordarlos de manera conjunta, por la estrecha relación que necesariamente existe entre los procesos 274 186 Dirección de Etnohistoria/INAH. 275 de conformación de la especie humana, de adquisición del lenguaje y de invención de la escritura. Agradezco a varios colegas investigadores el haber leído una redacción previa de este trabajo, y haberme hecho útiles comentarios y sugerencias. Ellos son: la bióloga Ania Mendoza Cantú; los antropólogos físicos José Concepción Jiménez López y Adrián Martínez Meza, y la lingüista María del Carmen Herrera Meza. Los invito pues a acompañarme en esta serie de relexiones. Dentro del orden zoológico de los primates, la superfamilia de los hominoideos comprende actualmente dos familias: la de los hilobátidos o gibones y la de los homínidos, la cual incluye por un lado a los póngidos, con especies como las del orangután, el gorila o el chimpancé, y por otro a la especie Homo sapiens. Las principales características originales de los homínidos son las siguientes: un peso que varía aproximadamente entre 45 y 270 kilogramos; adaptaciones anatómicas que favorecen una postura erguida y el bipedismo; oponibilidad de los pulgares póllux y hállux (de la mano y del pie, respectivamente); braquiación facilitada por la estructura de la cintura escapular; una gran capacidad craneal relativa; dentición de 32 piezas, con molares aptos para triturar hierbas, frutos y semillas; convivencia gregaria, y comunicación entre los individuos mediante señales vocalizadas, expresiones faciales y ademanes corporales. Algunas de estas características han evolucionado en diversas direcciones en los diferentes géneros y especies de homínidos. Se ha calculado que el hombre y el chimpancé —que es el homínido más próximo al hombre— diieren sólo en 1.2% de su ADN, lo que permite suponer que los géneros respectivos divergieron a partir de un antepasado común hace unos seis millones de años; bajo este mismo respecto, la diferencia entre el hombre y el gorila o el orangután es 276 mayor, y por lo tanto también es más antigua la época de la divergencia. Una vez separado del tronco de los grandes monos, el tronco derivado que dio inalmente origen a la especie Homo sapiens se fue subdividiendo en varias ramas, tanto principales como secundarias, todas las cuales terminaron extinguiéndose, excepto una; la única rama de ese tronco que aún subsiste, representada por seres actualmente vivientes, es la constituida por la especie Homo sapiens. Desde el inicio del Paleolítico, es decir, desde hace unos cuatro millones hasta un millón de años a.C., se originaron, se desarrollaron y se extinguieron varias especies del género Australopithecus, perteneciente a la mencionada familia de los homínidos; las principales de tales especies, todas originarias de África, son las de Australopithecus afarensis (especie representada por los restos fósiles de la famosa “Lucy”), Australopithecus robustus y Australopithecus africanus. Es probable que de la rama constituida por la especie Australopithecus africanus, antes de que ésta terminara extinguiéndose hace un millón de años, haya surgido una nueva especie, a la que ahora se conoce como Homo habilis. Entre paréntesis, debemos aceptar que los términos de “género” y “especie” son hasta cierto punto convencionales y que su uso resulta problemático en el contexto del estudio sobre la evolución, pues existe el fenómeno de la “especiación”, es decir, el proceso por el que de una especie surge otra especie que a su vez da origen a otra especie, y así sucesivamente. La especie Homo habilis emigró paulatinamente desde África a Europa y Asia, y entre un millón y medio y medio millón de años a.C. se fue diversiicando en otras especies, las cuales asimismo se extinguieron y se fosilizaron en el transcurso de la evolución. Las principales de tales 277 especies fueron Homo erectus187 y Homo antecessor; de Homo antecessor se han descubierto restos fósiles en la sierra de Atapuerca, en Burgos, España, a partir de 1978. Desde medio millón de años hasta unos sesenta mil años a.C., dentro del mismo género Homo y a partir de las especies precedentes en la línea de la evolución, surgieron sucesivamente las especies de Homo heidelbergensis, Homo neanderthalensis y Homo cromagnonensis. De estas últimas tres especies, las dos primeras también se extinguieron y se fosilizaron, de manera que la especie cromagnonensis es la única sobreviviente del género Homo, al poder identiicarse plenamente con el Homo sapiens, o sea, con el hombre actual. Más adelante trataremos de explicar o justiicar esta identiicación entre el Homo cromagnonensis y el Homo sapiens. Aquí conviene hacer una precisión. Algunas de las denominaciones que se han aplicado a las especies de Homo para determinarlas, aunque justiicadas en el momento en que se introdujeron en el lenguaje cientíico, dado el grado de conocimiento que entonces se tenía, actualmente no se consideran del todo exactas, pues se sabe que, por ejemplo, la habilidad para usar y fabricar utensilios o instrumentos fue anterior a la aparición del llamado Homo habilis (ergaster o faber), ya que dicho uso de utensilios o instrumentos se encuentra atestiguado entre los Australopithecus africanus; de la misma manera, la capacidad de adoptar una postura erguida se encuentra ya entre los Homo habilis, es decir, antes de la aparición del llamado Homo erectus. Por otra parte, atendiendo a la relación entre neandertales y cromañones, se da por hecho que las dos especies, muy próximas entre sí, 187 Las características del Homo erectus, como aparecen en los hallazgos paleoarqueológicos de África y Europa, son compartidas asimismo por restos de homínidos hallados en Asia, como el Pithecanthropus erectus de Java o el Sinanthropus pekinensis. 278 convivieron en territorios comunes durante algunos milenios, a partir de unos sesenta mil años a.C., y hasta se considera probable que haya habido cruzamientos entre individuos de ambas especies. Se dispone de algunos datos que permiten colegir cuál fue el tipo de relaciones que pudieron existir entre los neandertales y los cromañones, pues, por ejemplo, parece que la laringe de los neandertales era aún limitada en cuanto a la capacidad de producir sonidos que favorecieran la adquisición de un lenguaje articulado, y, por otro lado, resulta interesante el hecho de que hasta ahora no se han encontrado evidencias paleoarqueológicas de enfrentamientos o masacres entre grupos de neandertales y cromañones. Para explicar los cambios que se fueron dando en la evolución de los homínidos hasta llegar a la constitución de Homo sapiens, es decir, para tratar de explicar cómo fue posible que algunas especies dieran sucesivamente origen a nuevas especies, se han propuesto varios tipos de soluciones. Por ejemplo, Jean-Baptiste Lamarck (1809) postuló que ciertos caracteres adquiridos por algunos individuos lograron transmitirse a sus descendientes; sin embargo, esta hipótesis no ha podido comprobarse. Por su parte, Charles Darwin (1859) postuló que, una vez ocurridos en las células germinales algunos cambios, éstos se transmitían a las generaciones subsiguientes, y que los cambios benéicos tendían a aianzarse mediante lo que él llamó “selección natural en la lucha por la vida”; asimismo, señaló la inluencia determinante del aislamiento geográico en la formación de nuevas especies. Gregor Mendel (1865) formuló, a su vez, una serie de leyes para explicar la variabilidad de los caracteres en las sucesivas generaciones. Hugo de Vries (1903) explicó la evolución mediante saltos o mutaciones accidentales ocurridas dentro de las células germinales, o bien acaecidas durante 279 el complejo proceso de la fecundación; dichas mutaciones lograron transmitirse, y de ellas, las que eran benéicas, por la mencionada selección natural que favorece a los individuos mejor adaptados se consolidaron en los descendientes. Wilhelm Johannsen (1911) estableció la distinción entre genotipo y fenotipo; el “genotipo” estaría constituido por el conjunto de los caracteres hereditarios, mientras que el “fenotipo” se referiría a las características moldeadas por el contacto con el ambiente (por ejemplo, a través de la alimentación y de las radiaciones, o por contacto con sustancias químicas). Después de que en 1953 James Watson y Francis Crick describieron la estructura y el esquema molecular del ADN, entre el año 2001 y el 2003 se pudo publicar la secuencia y codiicación de los genes alojados dentro de los cromosomas de la especie Homo sapiens, es decir, el genoma humano completo. Recientemente se ha conirmado que el genoma haploide del ser humano comprende alrededor de 20,500 genes, constituidos por un total de alrededor de 3,200 millones de nucleótidos, en el interior de los 23 cromosomas dobles que se hallan en el núcleo de sus células. De cualquier modo, el conjunto de las numerosas modiicaciones que se han venido introduciendo paulatinamente en el organismo de los humanos, cuando se contemplan distribuidas a lo largo de un tiempo considerable ofrecen el aspecto de una transformación homogéneamente gradual y continua. Al inal del proceso evolutivo puede apreciarse en forma nítida la transformación efectuada en Homo sapiens a partir de sus remotos ancestros, la cual se maniiesta en una serie de notables cambios morfológicos y anatómicos. Inicialmente se dio una reordenación del esqueleto axial y apendicular, por la tendencia hacia la posición erecta permanente y la marcha bípeda. Las extremidades posteriores se 280 alargaron y robustecieron para poder soportar el peso total del cuerpo y facilitar la locomoción bípeda. El pie perdió su capacidad prensil al alinearse el pulgar con los otros dedos, aumentándose así la supericie plantar de sustentación. La columna vertebral quedó anclada en la pelvis para asegurar la estabilidad y el equilibrio. Las extremidades anteriores, al quedar liberadas de la función locomotora, fueron perdiendo tamaño y fuerza, pero ganaron en movilidad y destreza, principalmente en su parte distal, constituida por las manos y los dedos. El cráneo quedó situado en la parte cenital y más elevada del organismo, se volvió más ligero y aumentó su capacidad, lo que facilitó el crecimiento del cerebro; además, la corteza cerebral se desarrolló en un complejo sistema de hemisferios, lóbulos y circunvoluciones, con funciones especializadas en cada una de las diversas regiones. El volumen medio del cerebro humano se ijó en alrededor de 1,400 cm³ y su peso en alrededor de 1,400 gramos; experimentalmente se ha comprobado que existe una conexión directa y estrecha entre ciertas áreas del cerebro y los diferentes órganos motores y sensoriales del cuerpo. Las mandíbulas redujeron considerablemente su tamaño al diversiicarse las fuentes de alimentación, pues el hombre se volvió prácticamente omnívoro; además, la cocción previa de los alimentos redujo el tiempo y la fuerza anteriormente requeridos en la masticación. La cara adoptó una forma más vertical, lo que permitió un mejor desarrollo y efectividad de los órganos sensoriales que facilitan la visión, la fonación, la audición, el olfato, el sentido del equilibrio y la autoubicación del individuo en relación con el entorno inmediato. Todos los cambios anatómicos anteriores favorecieron la coordinación general del cuerpo e hicieron posible el desarrollo de la inteligencia simbólica o abstracta, la imaginación creativa y la memoria. Además de fabricar utensilios cada vez 281 más eicaces, que eran como una prolongación de su cuerpo, el hombre aprendió a utilizar el fuego; quizá en un principio, desde la época del Homo habilis, se trató de un descubrimiento casual y de un uso oportunista de ese elemento a partir de incendios que se producían naturalmente, pero, con el correr del tiempo, el hombre encontró la manera de producirlo a voluntad en forma artiicial. El fuego proporcionó al hombre calor contra las inclemencias del tiempo, ayuda en la preparación de los alimentos, alumbramiento en la oscuridad y protección contra los animales peligrosos. En las últimas etapas de su evolución, el hombre fue adquiriendo una cierta y progresiva independencia con respecto a las condiciones ambientales y a las leyes de la selección natural, a medida que la cultura incipiente pero en crecimiento constante le permitía adaptarse mejor al medio exterior, modiicándolo en su beneicio. Ahora el hombre podía desaiar los más diversos y aun hostiles ambientes, recurriendo al uso de refugios, vestidos y otros medios protectores. La formación de grupos favoreció el trabajo en equipo y la solidaridad, acrecentando la eicacia del esfuerzo realizado; por otra parte, la vida en común hizo necesaria una mejor comunicación entre los individuos, lo que impulsó y aceleró la formación del lenguaje. Por analogía con los sonidos de la respiración, de la masticación y de los gritos animales, o con los ruidos de la naturaleza, y recurriendo principalmente al uso de onomatopeyas, se creó un lenguaje simple pero eicaz. El sonido del aire expulsado a través de las cuerdas vocales, variadamente tensadas, pudo ser modiicado a voluntad con la ayuda de otros órganos corporales, algunos de los cuales fungían como cajas de resonancia. A los monosílabos formados con una sola vocal o con una 282 consonante más vocal, siguieron los monosílabos con dos consonantes y una vocal intermedia, para pasar luego a las palabras de dos sílabas, y así sucesivamente; es probable que inicialmente se hayan utilizado muchas consonantes diferentes y que más tarde su número se haya reducido a las indispensables. Después de los pronombres personales y de los vocablos para indicar distancias y tamaños, correspondientes a conceptos como los de “cerca”, “lejos”, “chico”, “grande”, “pocos”, “muchos”, etc., vinieron los sustantivos para nombrar cosas y los verbos para señalar acciones, así como adjetivos para denotar cualidades importantes, como “puntiagudo”, “redondo”, “plano”, “frío”, “caliente”, etc. La gesticulación, las expresiones faciales y la entonación vocal potenciaban y precisaban el sentido de la comunicación. Así pues, la transmisión de las innovaciones culturales no se apoyó en la herencia genética, que proveía simplemente de predisposiciones o aptitudes generales, sino en el aprendizaje enseñado, que podía iniciarse desde una edad temprana, acumularse a lo largo de la vida y legarse a las siguientes generaciones. Para facilitar dicho aprendizaje y la perpetuación de la experiencia, se revelaba muy eicaz la posibilidad de transmitir información mediante el lenguaje articulado. La formación del lenguaje pudo originarse en un solo foco, o simultáneamente en dos o más focos; y si las eventuales lenguas primordiales entraron en contacto, algunas de tales lenguas pudieron terminar imponiéndose sobre otras. Posteriormente, el aislamiento prolongado en que se desarrollaron algunos grupos humanos favoreció tanto la diversiicación como la extinción de sus respectivas lenguas. En cierto momento de la evolución cultural aparecieron los ritos funerarios, expresión acabada de la solidaridad; el hombre entendió entonces que la muerte no era un hecho 283 ajeno sino el término de su propio destino. A la par que ejercitaba el pensamiento abstracto, el hombre aprendió a comunicarse con sus semejantes mediante el lenguaje articulado; tanto el pensamiento como el lenguaje se basan en la representación simbólica y en convenciones acordadas. Finalmente, la inteligencia y la conciencia se hicieron maniiestas en formas cada vez más sutiles, como el ingimiento, las bromas y la risa, la creación artística, etc. Llegados a este punto, es preciso afrontar una cuestión crucial, a saber: ¿A partir de qué momento podemos hablar de la aparición del hombre, de la constitución de la especie Homo sapiens, de la existencia de individuos con los que podemos identiicarnos plenamente? La utilización de instrumentos y la postura erecta, así como el desarrollo de la inteligencia, fueron pasos previos indispensables, pero no creemos que sean determinantes para acreditar la presencia del hombre en la Tierra. André Soulairac inicia su artículo intitulado “Ensayo de una deinición psicoisiológica del hombre”188 con estas palabras: “La investigación de las diferencias signiicativas entre lo humano y lo infrahumano en un plano [meramente] neuroisiológico se presenta como infructuosa.”189 Tampoco parecen concluyentes los datos de la anatomía comparada, de la misma estructura genética o de cualquiera otra condición corporal. Debemos, pues, buscar en otro lado la diferenciación que nos interesa precisar; quizá puedan sernos de ayuda, para resolver este problema, las consideraciones o sugerencias de la ilosofía y de la psicología. Parece que lo que determina la aparición de la especie 188 André Soulairac, “Ensayo de una deinición psicoisiológica del hombre”, en Juan Comas (ed.), Deinición del género humano, INAH, México, 1968, pp. 85-95. 189 Soulairac, op. cit., p. 87. 284 Homo sapiens es la capacidad de ejercitar una conciencia releja. Es decir, no es suiciente, para alcanzar el rango de hombre, poseer una conciencia que permita a los individuos reaccionar ante los estímulos del exterior, o tener un cierto grado de inteligencia que logre captar asociaciones naturales, sino que se requiere, para empezar, adquirir conciencia del propio cuerpo como organismo extenso y diversiicado, luego, percibir la dimensión espacial externa y el discurrir del tiempo, pero, sobre todo, sentir o experimentar la propia autonomía frente a los otros seres, incluidos los semejantes, para, inalmente, ser capaces de tener y ejercitar esa conciencia releja. La conciencia releja se da cuando el hombre no sólo piensa con una inteligencia discursiva o quiere con una voluntad libre, sino que además se da cuenta de que está pensando y tomando decisiones, y de que lo hace en forma individual, consciente y autónoma, puesto que también podría decidir no hacerlo. Citemos nuevamente a Soulairac, quien concluye el artículo mencionado con la siguiente aseveración: “La función simbólica es lo que caracteriza el acto humano, y su desarrollo da al hombre la posibilidad del pensamiento no verbal, una de las mayores conquistas de la función intelectual. Utilizando una fórmula esquemática, podríamos admitir que la característica intelectual del hombre es fundamentalmente ‘la posibilidad de ser consciente de tener conciencia’.”190 Mas, ¿cómo se dio esta radical toma de conciencia? Podemos elegir entre dos formas alternativas de explicación. Una de ellas consistiría en suponer el decurso de un tiempo relativamente largo en el que algunos de los futuros hombres, a partir de una conciencia más bien difusa, semejante a la que se tiene en la duermevela, o a la conciencia que puede tener un 190 Soulairac, op. cit., p. 95. 285 niño de 5 años, individualmente o en pequeños grupos llegaron gradualmente, en un proceso de etapas casi imperceptibles, como sucede aún ahora en los niños que se encaminan a la adolescencia, a tener una conciencia releja nítida, y tales individuos o grupos habrán podido ejercer después una especie de adoctrinamiento o educación en relación con el resto de los individuos del grupo mayor. La otra forma de explicación consistiría en aceptar la posibilidad de que en algunos individuos mejor dotados se haya producido repentinamente un salto cualitativo, consistente en una especie de intuición que luego se transformó en un estado permanente de la conciencia, el cual se convirtió en patrimonio generalizado de un grupo humano o de la especie entera, siguiendo una vez más las pautas de la selección natural. Sea cual fuere la manera en que la conciencia releja hizo su aparición en la mente de los nuevos hombres, nos interesa seguir preguntándonos: ¿y cuándo pudo suceder esto? Teniendo en cuenta los datos suministrados por la paleoantropología, quizá no sería muy aventurado suponer que algunos o todos los representantes de la especie Homo cromagnonensis se convirtieron en los primeros Homo sapiens alrededor de sesenta mil años a.C., al adueñarse de la conciencia releja. Para completar el cuadro y enmarcarlo en el campo de nuestro interés inmediato, dado que somos actuales pobladores del continente americano, podemos añadir que un gran contingente humano, distribuido en oleadas sucesivas, pasó de Asia a América, seguramente a través del estrecho de Bering, hará unos treinta mil años. Asimismo, cada vez parece más probable que de la misma Asia hayan venido otras gentes, aunque en número más reducido, a poblar este continente, atravesando la porción sur del océano Pacíico. Durante veinte mil años 286 los pobladores de América fueron nómadas, recolectores de hierbas y frutos, cazadores y pescadores. Hacia el año 10000 a.C. o poco después, se empezaron a domesticar en el territorio de la futura Mesoamérica algunas plantas, como el maíz, el frijol, la calabaza y el chile, y algunos animales, como el perro y el guajolote, y se implantaron simultáneamente la agricultura y el sedentarismo. La civilización mesoamericana pudo haber comenzado hacia el año 1500 a.C. en las costas del Golfo de México, en el territorio ocupado por los llamados olmecas. Hablando en términos generales, podemos aceptar que una civilización se caracteriza por la aparición conjunta y simultánea de los siguientes logros: estado organizado, con un poder centralizado; división del trabajo y producción de excedentes; asentamientos urbanizados; control colectivo sobre los recursos hidráulicos; religión con creencias, ritos y ministros del culto; observaciones astronómicas que permiten el establecimiento de un calendario; registros gráicos situados en la línea evolutiva de la escritura, y manifestaciones artísticas, etc. Los elementos constitutivos de esa civilización mesoamericana inicial se fueron perfeccionando, difundiendo y transmitiendo, como si se tratara de una estafeta, en las diversas áreas geográicas y culturales y en tiempos sucesivos, a lo largo de tres mil años: primero en el Preclásico y luego en el Clásico entre los mayas, zapotecos y teotihuacanos; en el Epiclásico, entre toltecas, mixtecos y otras etnias; y en el Posclásico, entre los mexicas, los tarascos y sus contemporáneos. A la llegada de los españoles se interrumpió el desarrollo autónomo de la civilización mesoamericana y se produjo una compleja fusión entre la civilización autóctona y la mediterránea, representada ésta por los conquistadores y colonizadores venidos de Europa y concretamente de España. La 287 experiencia del contacto no sólo fue desconcertante y traumática en muchos aspectos, principalmente para los conquistados, sino que también fue la ocasión para iniciar un fecundo enriquecimiento mutuo. Para el siglo XVI, tanto en el Viejo Mundo como en Mesoamérica se había inventado y desarrollado la escritura, entendida como registro gráico de formas lingüísticas; pero había entre ambos tipos de escritura algunas diferencias importantes. En el mundo mediterráneo la escritura tenía para entonces unos cinco mil años de antigüedad y, a partir de los jeroglifos egipcios, pasando por la escritura silábica cuneiforme de los sumerios, había logrado alcanzar el alto grado de abstracción implicado por el alfabeto fenicio-grecorromano. En Mesoamérica, la escritura de los nahua-mexicas permitía registrar los nombres propios de personas y lugares, las cantidades, los signos calendáricos, algunas homofonías y unos pocos fonetismos silábicos. La escritura maya había logrado mayores progresos, pues alcanzó el nivel del fonetismo total silábico, según lo ha demostrado Yuri Knorosov (1922-1999);191 pero ese descubrimiento se perdió tras el colapso de las sociedades mayas del Clásico, de modo que en el siglo XVI ya nadie podía leer esa escritura y quedó pendiente para las futuras generaciones la tarea de su desciframiento. Por otro lado, la invención de la imprenta precedió por poco tiempo al descubrimiento de América, de tal suerte que desde el inicio de la época colonial hubo en Nueva España, principalmente en el territorio de la antigua Mesoamérica, libros impresos y bibliotecas de tipo europeo. Mauricio Swadesh compara la comunicación que se logra mediante el lenguaje hablado con la que se logra 191 Textos de Yuri Knorosov, en Compendio Xcaret de la escritura jeroglíica maya, Universidad de Quintana Roo/Promotora Xcaret, vol. I, México, 1999, pp. 27-246. 288 mediante el lenguaje escrito, y formula al respecto una serie de observaciones interesantes. El lenguaje se produce mediante la acción de los músculos y otros órganos corporales, se transmite mediante las ondas sonoras y se capta mediante la audición. El habla directa se da necesariamente en el tiempo presente, en una relación de diálogo entre el hablante y el oyente. Al signiicado propio de los vocablos se añaden algunas modulaciones y modalidades que también son signiicativas, pues hay en la voz viva una fuerza que puede ser mayor o menor, una entonación, un ritmo, y una relación con las circunstancias del contexto ambiental. Muchos de los elementos que contribuyen a la coniguración de un signiicado preciso en la comunicación oral se pierden cuando el lenguaje se ija en los registros de la escritura, pero, por otro lado, la escritura coniere a la comunicación otras ventajas. El soporte de la escritura, en cuanto objeto material y tangible, es transportable en el espacio y duradero en el tiempo; por lo tanto, permite reproducir y actualizar incontables veces el contenido del escrito, en muchos lugares diferentes y distantes y en muchos momentos del futuro. Además, si el escrito se lee en voz alta, mediante una adecuada interpretación se pueden recuperar las cualidades del habla que se perdieron al plasmar el lenguaje en la escritura. Poner por escrito nuestros pensamientos, es decir, el lujo de nuestro lenguaje mental interior, nos da la oportunidad de discurrir con más calma, de ensayar y corregir una y otra vez las expresiones, hasta lograr una redacción satisfactoria, en que los textos relejen ielmente las peculiaridades o los matices del pensamiento, por complejo que éste sea. La escritura de textos se complementa con la inclusión de semagrafías o signos que representan directamente conceptos, con independencia de las lenguas concretas de los “escribientes” y de los “lectores”, como son, por 289 poner un ejemplo, los guarismos que indican cantidades; y también pueden intercalarse en los escritos tablas, gráicas, diagramas y mapas, todos los cuales admiten una “lectura” en varias direcciones, o subtítulos e índices que facilitan la localización de las materias en un escrito extenso, etc. Swadesh concluye sus observaciones con el siguiente párrafo: Quizá lo más importante [de todo esto] es que la escritura, más que cualquiera otra experiencia, ha enseñado al hombre a planear, analizando situaciones y buscando soluciones a toda clase de problemas, tratando de evitar el fracaso o el desperdicio de tiempo y materiales. [...] No cabe duda de que la escritura ha abierto o ha ayudado a abrir un sinnúmero de senderos que han llevado al hombre siempre adelante. Por eso la grafía no debe considerarse como un invento más, sino como uno de los que más han contribuido al progreso humano.192 Parafraseando y resumiendo lo dicho, podríamos airmar que el lenguaje y la escritura le han facilitado al hombre la tarea de pensar. Swadesh reiere las consideraciones anteriores en forma inmediata a la escritura manuscrita; ¿y qué diremos entonces de las bondades de la escritura impresa, y ahora de la escritura que se aloja virtualmente en el ciberespacio? Los actuales soportes o vehículos de la escritura hacen que la comunicación se esté volviendo cada vez más económica, accesible, rápida, abundante y eicaz. Como de niños pequeños aprendemos a hablar aún antes de ejercitar el pensamiento, después nos cuesta trabajo tratar de pensar prescindiendo de la lengua aprendida, 192 Mauricio Swadesh, El lenguaje y la vida humana, FCE, México, 1984 [1966], pp. 61-62. 290 es decir, sin expresar verbalmente el pensamiento; normalmente pensar se convierte, pues, en hablar interiormente. Constatamos que tanto el pensamiento como el habla y la escritura son discursivas, es decir, progresan en el tiempo. El pensamiento, el habla y la escritura son actividades propias y exclusivas del hombre; las tres presuponen operaciones de abstracción, la cual supera la simple asociación sensorial y natural entre una “señal” y la “cosa señalada”, para alcanzar el nivel superior de la asociación simbólica y convencional entre el “símbolo, signo o signiicante” y la “cosa signiicada”. Por ejemplo, el hecho múltiple y sucesivo de que pensemos en el “pan”, abstrayendo su idea a partir de nuestro conocimiento previo de ese objeto en la realidad externa; de que lo podamos representar en nuestra imaginación; de que lo identiiquemos interiormente como “pan”, es decir, denominándolo con un vocablo de la lengua que hemos aprendido inicialmente; de que lo designemos oralmente pronunciando los tres fonemas de la palabra “pan” (/p/, /a/, /n/); y de que escribamos esa palabra con los grafemas p, a y n, obedece a una serie de operaciones abstractas y de convenciones simbólicas libremente acordadas. Podemos ciertamente pensar, hablar y escribir en solitario, pero casi siempre estaremos valiéndonos de convenciones acordadas por la colectividad y entablando un diálogo tácito con nuestros semejantes. Juan Comas resume la duración de los tiempos prehistóricos, desde la sustitución de los Australopithecus por el Homo habilis hasta la actualidad, es decir, lo ocurrido en relación con el hombre durante el último millón de años, de la siguiente manera: Cronológicamente y de manera aproximada, puede decirse que al [inal del] Paleolítico inferior le corresponde el 75% de la totalidad de los 291 tiempos prehistóricos, al Paleolítico medio el 20% y al Paleolítico superior el 4% del millón de años adjudicado a [la segunda mitad del] Cuaternario. Los diez mil años calculados desde que se inició el Mesolítico [o el Neolítico] hasta nuestros días [es decir, sólo el 1% de dichos tiempos prehistóricos], muestran el vertiginoso ritmo de aceleración que ha sufrido la humanidad en su proceso de evolución cultural.193 Quizá estas relexiones, en buena medida genéricas y supericiales, poco podrán contribuir a encauzar en el futuro por mejores caminos la evolución humana, pero, en cuanto sinceras y responsables, sin duda se asemejan a las operaciones de la conciencia releja, que es la que nos ha conducido a convertirnos en Homo sapiens. Es indudable que la especie Homo sapiens se ha revelado exitosa en muchos aspectos; así, cuenta en la actualidad con cerca de siete mil millones de individuos, distribuidos en todos los ámbitos del planeta, y desde hace algún tiempo se halla empeñada en explorar el universo, comenzando por el entorno planetario inmediato. A causa de dicha proliferación y de las estructuras sociales que el hombre ha adoptado, no se vislumbran en el horizonte previsible la ijación y la extinción natural de la especie, que pudieran dar paso al desarrollo evolutivo de una forma superior. Así pues, lo que debemos temer no es tanto una extinción de la especie humana cuanto la autodestrucción que puede sobrevenir si seguimos degradando irracionalmente el planeta. Por otra parte, hay que reconocer que en el transcurso de su evolución el hombre no sólo ha logrado espectaculares avances en la cultura material, sino que también ha descubierto e incursionado en zonas que podríamos llamar “espirituales” y ha llegado a formular y a expresar, en relación con sus semejantes y con el resto de la naturaleza, los conceptos de respeto, justicia, solidaridad, comprensión, amor y otros similares, si bien en la práctica tales conceptos se reducen muchas veces a meras utopías o metas ideales que están aún por realizarse. 193 Juan Comas, citado por Mauricio Swadesh, op. cit, pp. 14-15. 292 293 BIBLIOGRAFÍA Comas, Juan (ed.), Deinición del género humano, JC editor (Traducción y prólogo), INAH, México, 1968. La Enciclopedia, La Enciclopedia, 20 vol., Salvat Editores, Madrid, 2004. Knorosov, Yuri, Textos de Yuri Knorosov, en Compendio Xcaret de la escritura jeroglíica maya, vol. I, Universidad de Quintana Roo/Promotora Xcaret, México, 1999, pp. 27246. Soulairac, André, “Ensayo de una deinición psicoisiológica del hombre”, en Juan Comas (ed.), Deinición del género humano, INAH, México, 1968, pp. 8595. Swadesh, Mauricio, El lenguaje y la vida humana, FCE, México, 1984 [1966]. La antropología y la historia: entre lo lúdico y lo tenebroso Francisco Javier Guerrero194 En 1968 se dieron varios movimientos estudiantiles en diversas partes del mundo. Aunque las demandas eran muy variadas, todas se destacaban por un sello inconfundible: el antiautoritarismo. Los que participamos en esos movimientos —en mi caso particular, en el mexicano— teníamos como guía de nuestra acción nada menos que a la historia. Pensábamos que el futuro demoledor del capitalismo se hallaba muy cercano y sabíamos que Marx y Clío nos cobijaban en un amoroso abrazo. Por ello es que nuestras manifestaciones eran lúdicas, iluminadas, festivas; nos estábamos despidiendo del Ogro Filantrópico. Poco tiempo atrás, el ilósofo Carlos Pereyra me había dicho que un movimiento estudiantil como los que se llevaban a cabo en Europa era imposible en México, y cuando el movimiento mexicano se inició, el poeta Eduardo Lizalde me dijo que tal erupción estudiantil era “fascista”. Nos pareció que ambos personajes carecían de “conciencia histórica”. En el caso de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y su involucración en el movimiento, éste vino a catalizar un gran conjunto de requerimientos y demandas que teníamos los estudiantes. Desde mucho 294 194 DEAS-INAH. 295 antes, estábamos hartos de orientaciones oicialistas que nos imponían estudiar a las comunidades indígenas de México —y un poco de América Latina— como mundos autárquicos, aislados, con culturas rezagadas y poblaciones a las que había que “rescatar”. Abominábamos del “casismo” (en alusión a Alfonso Caso y sus cipayos) y queríamos respirar aires más limpios. Y si Hemingway proclamaba que París era una iesta, la ENAH no lo era menos, ya que nos sabíamos paridores de un brillante futuro. Además, muchas de las personas que ingresan a la ENAH no lo hacen porque deseen tener una abultada cantidad de billetes, o por llegar a pasear en yate propio. No faltan en ese centro pecadores, sabios, egresados de otras escuelas de enseñanza superior, encaminadores de almas y otros diversos géneros de entes extraños. En todo este embrollo lo lúdico se transparentaba. El optimismo no era para menos: aunque en esas manifestaciones los Estados llamados socialistas de la Unión Soviética y de Europa del Este ya habían sido retirados de los altares juveniles, era radiante la inluencia de la revolución cubana, en poco menos la china, y los nombres del Che Guevara, que había sido vilmente asesinado el año anterior, y de Ho Chi Minh, que entonces encabezaba a un pueblo heroico en lucha contra la agresión imperialista, coloreaban nuestras emisiones sonoras. En esos cálidos tiempos, muchos pueblos se libraban de la opresión colonial. Incluso en el Vaticano se oían las trompetas anunciando el “aggiornamiento” (la drástica renovación) de ese imperio eclesiástico, el pontíice Juan XXIII se caracterizaba por su posición progresista y en el Concilio Vaticano II se plantaban las semillas de la 296 Teología de la Liberación. Luchábamos sobre todo por lograr abatir el autoritarismo, liberarnos de las caducas ideologías que nos transmitían los mayores, por gritarle a nuestros ascendientes que no éramos ejemplares de inmadurez ni “proyectos de adulto”; exigíamos espacios para nuestras actividades lúdicas, de esparcimiento y recreación y abogábamos por la emancipación sexual; en nuestros oídos se escuchaban los acordes de sinfonías libertarias. Esos movimientos llegaron a su término —en México debido a una abominable masacre—, pero los veteranos de tales imposiciones juveniles invadimos nuestros centros escolares de adopción y batiéndose supuestamente contra el establishment impusimos en sus órganos de autoridad “comisiones mixtas”, “comités de lucha”, “centros de orientación revolucionaria” y otras “maravillas” institucionales que devinieron en veleidades. Pero hoy el espíritu del ‘68 parece haber fenecido; ya no se oyen sus susurros y menos sus gritos. Me pregunto: ¿Tuvieron algún papel la historia y la antropología en esas sublevaciones del espíritu juvenil? En principio, prácticamente todos esos movimientos se situaban a la izquierda del espectro político. La izquierda, según mi punto de vista, consiste en una serie de movimientos de carácter antisistémico (es decir, luchan contra un sistema social determinado, incluso por su abolición). Como señalaba Carlos Marx: “Llamo comunismo al movimiento real que tiende a acabar con el estado de cosas dado.” En este sentido, la izquierda posee muchas variantes y todas se guían por ideologías variopintas y armazones conceptuales disímbolas. Sin duda, en los años sesenta, setenta y ochenta, el marxismo fue la teoría mayormente proclamada como 297 arma de revolución y utilizada real o supuestamente con tal in. Este controvertido invento de Carlos Marx y Federico Engels, el materialismo histórico, fue consagrado como el templo de la verdad absoluta (y cada variante de esa teoría argüía ser poseedora de tal verdad). El marxismo rechazaba las tesis historicistas que postulaban que los hechos históricos son determinados por elementos llamados “superestructurales” (la ideología, la religión, las hazañas de los “grandes hombres”, etc.) y sostenía que eran las condiciones materiales, las estructuras económicas, las principales determinantes de esos hechos. Los fundadores del materialismo histórico argumentaban que el socialismo que se proclamaba era cientíico, y que la ciencia demostraba que el capitalismo era un sistema social que, dadas sus contradicciones, terminaría por resquebrajarse y morir. Naturalmente, ese derrumbamiento no sería automático, sino que requería de las acciones revolucionarias de múltiples grupos de trabajadores, encabezados por los de carácter proletario. Y quienes participamos en los 68s estábamos convencidos de ello; sí, la historia es una ciencia, ésta le ha dictado una sentencia de muerte al capitalismo. Parece que tales convicciones se han difuminado. Recientemente, la famosa escritora Almudena Grandes declaró que la democracia en España había envejecido demasiado pronto. Después de la muerte del sanguinario dictador Francisco Franco, el país emprendió un viaje a las tierras áureas de la liberación, lo lúdico se apoderó de los cuerpos y las mentes, y la patria de Cervantes y García Lorca se embelesó en los nuevos escenarios jacarandosos y bullangueros. Pero hoy los ánimos se han caído; no sólo hay crisis económica, sino que la hay en todas las esferas sociales y el desempleo juvenil es enorme. Otro disipador de ilusiones, el famoso ilósofo Karl 298 Popper, escribió lo siguiente: La historia de la humanidad no existe, sólo existe un número indeinido de historias de toda suerte de aspectos de la vida humana. Y uno de ellos es la historia del poder político, que ha sido elevada a la categoría de historia universal. Pero considero por mi parte que éste es un agravio a cualquier forma digna de entender el género humano y apenas es mejor que considerar la historia del peculado, del latrocinio, del envenenamiento como la historia de la humanidad. En efecto, la historia de la política no es sino la historia del crimen internacional y del asesinato en masa (incluyendo, sin embargo, algunos intentos hechos para suprimirlo). Esta historia se enseña en las escuelas, y en ellas muchos de los criminales más grandes son presentados como héroes.195 Me parece que Popper, que criticó férreamente el historicismo, no sabía mucho de la labor de los historiadores. Es cierto, como él señala, que la mayor parte de lo que se enseña en las escuelas como “historia universal” son narraciones acerca de bergantes y malhechores, sobre todo en la época que le tocó vivir (1902-1994). Pero en ese tiempo ya habían aparecido historiadores que no sólo se referían a las “hazañas” de los ruianes, sino que analizaban otro tipo de hechos históricos, como los referidos a hábitos y costumbres, el arte, la ciencia, la tecnología, las luchas de muchos grupos precisamente para oponerse a los crímenes internacionales y los asesinatos en masa. Y hoy tenemos hasta historiadores del cómic en México o del consumo de Coca-Cola en algún país asiático. Sí, esas son las historias particulares a que alude Popper. Pero a diferencia de 195 Karl R. Popper, Después de la sociedad abierta, Paidós, México, 2010, p. 119. 299 lo que él piensa, creo que son parte integrante de una historia universal. Según el autor que comentamos, la historia no tiene signiicado. Y la antropología, ¿sí lo tiene? Un poco después del ‘68, nosotros íbamos a probar con seres vivos lo que los historiadores progresistas airmaban. Nuestros trabajos de campo ya no eran simples incursiones de forasteros en tierras ignotas; eran campañas políticas y pedagógicas; íbamos a enseñar a los indígenas y a otros trabajadores que eran miembros de clases explotadas y que deberían arribar a una conciencia “para sí”, conocer sus roles históricos. Imponíamos en los planes de estudio de la ENAH y otros centros de enseñanza materias sobre marxismo o que tuvieran relación directa con los problemas de los “condenados de la tierra” actuales; pronto se empezó a despreciar las materias aparentemente desligadas de la lucha social y que habían sido pivotes fundamentales en los trabajos de los antropólogos de la “vieja guardia”: mitos, religión, parentesco, prehistoria, etc. En particular, rechazábamos a la arqueología, porque nos parecía algo inútil para torpedear un mundo miserable. Pero al igual que Popper y muchos historiadores, pasamos de lo lúdico a lo tenebroso, al desencanto. Y por cierto, aún en la época de la “guapachez” revolucionaria, los antropólogos no nos librábamos del positivismo, típico invento de las clases hegemónicas en el capitalismo. Nos embriagábamos con un etnograismo barato, creyendo que los datos que recogíamos eran signiicativos en sí mismos, suponiendo que nos explicaban las estructuras y dinámicas de los pueblos que estudiábamos. En vista de ello, es por eso que también sobran las personas que a lo popperiano piensan que la antropología no tiene ningún signiicado. 300 ¿Y el marxismo? Pues ya sólo algunos gilipollas se acuerdan de él. Por eso, parafraseando al compositor mexicano José Alfredo Jiménez, alguien podría cantar lo siguiente: “Los marxistas callaron, de mi mano sin fuerzas cayó El Capital sin darme cuenta.” Olvidémonos de la superación del capitalismo, estamos en El in de la historia, como escribió un semi-chale por ahí.196 El problema real reside en una suprema derrota de las clases laboriosas explotadas en el mundo. Y como consecuencia de ello, los miembros de estas clases han adquirido una Visión de los vencidos.197 A través de la historia, muchos pueblos y grupos humanos determinados han logrado conquistas sociales de importancia: la intrusión de elementos democráticos en el sistema burgués (la burguesía en sus inicios era liberal pero no democrática), organizaciones como sindicatos y partidos de los trabajadores (en clara decadencia hoy en día), el Estado asistencialista (también en decadencia, ya que las clases dominantes se vieron obligadas a constituir una medicina socializada), sociedades civiles y otras conquistas. Las luchas sociales populares son de todo tipo y con variados actores: indígenas, mujeres, homosexuales, migrantes, jóvenes, ecologistas, etc. Pero las luchas más intensas e importantes son las de clase (por supuesto, sobran quienes niegan que estas luchas existan; otros alegan que las provocan los “subversivos” y no faltan aquellos que admiten su existencia, pero consideran que hoy son menos importantes). Como señalaban varios autores, como el marxista Antonio Gramsci, las clases dominantes logran el poder 196 Chale, en México se llama así a chinos, japoneses o en general a gente del Lejano Oriente con ojos rasgados. 197 Título de un libro del historiador Miguel León-Portilla, referente al pueblo mexica o azteca. 301 mediante lo que precisamente es la dominación, que incluye la represión, y mediante la hegemonía cultural (los elementos de la cultura son jerarquizados por la ideología dominante). Ciertamente, las luchas sociales a que nos referimos previamente han hecho progresar a los seres humanos. Pero hoy la lucha contra la dominación capitalista se ha vuelto particularmente difícil porque los mismos movimientos sociales progresivos pueden tener un efecto boomerang parcial o total. Ello se debe a que las clases dominantes son las que mejor aprenden de las enseñanzas de la historia, las que asimilan con mayor eicacia los signiicados de los embates clasistas. No es que los miembros de esas clases sean más inteligentes, aunque casi siempre cuentan con mayor cultura y educación, poseen más conexiones sociales, pululan por diversos ámbitos, por lo general viajan más y sobre todo ocupan los puestos dirigentes en la sociedad. Ello les permite no sólo contar con más bienes materiales y servicios, sino realizar un gran conjunto de aprehensiones cognitivas, conocer más nítidamente a sus adversarios y someterlos. Un papel de magna importancia en este proceso lo juegan los intelectuales orgánicos de los grupos hegemónicos; no sólo crean las ideologías de éstos, sino que actúan sobre las ideologías y culturas populares erradicándolas, sometiéndolas o articulándolas a los principios básicos del poder. La oleada revolucionaria de ines del siglo XX pasó de ser un tsunami a ser un conjunto de olitas poco perjudiciales a los magnates del planeta. ejemplo, se consideró como narrativa literaria o cuentos; en otros casos, proliferaron y proliferan los falsiicadores de la historia, bien denunciados por Pedro Salmerón en México; se arguye que no existen leyes históricas, o que la historia a in de cuentas no explica nada. Mario Vargas Llosa, que se dice seguidor de Popper, alegaba que en la sociedad no hay leyes; todo es incertidumbre, reina el caos. Según él, los cientíicos sociales no somos más que unos embaucadores; inventamos que en la sociedad existe un orden, que hay leyes y regulaciones, que priva lo estructural. Vana ilusión, según él. Y muchos antropólogos estudian a sus colegas para mostrar que la antropología es también un cuento. Navegando en las aguas del posmodernismo, se ríen de las supuestas sabidurías antropológicas. A mi parecer, todo esto se da porque a principios del siglo XXI los trabajadores han sufrido una derrota. Pero ganarán la guerra. ¿Cómo? Posteriormente elaboraré una hipótesis al respecto. La herencia de Marx será revitalizada por la crítica cientíica a varios de sus fundamentos, pero lo esencial de su aportación cobrará un mayor vigor. Postularemos un pos-marxismo áureo que tenga como pilares entre otros muchos a los argentíferos del marxismo. Las ciencias sociales en el mundo contemporáneo han devenido, según una expresión de pensadores seguidores de Althusser en ideologías tecnocráticas, conjuntos abigarrados de ideas y prácticas cuya meta sustancial es la de reproducción del sistema social. En este proceso, las ciencias sociales se descoloraron y muchas dejaron su carácter cientíico para devenir en creencias aproximadas a lo místico. La historia, por 302 303 BIBLIOGRAFÍA Popper, Karl R., Después de la sociedad abierta, Paidós, México, 2010. 304 305