Antropología e historia en
la ciencia mexicana.
Dilemas y circunstancias
Editores:
Fernando López Aguilar
Mari Carmen Serra Puche
Joseina Bautista
Luis Barjau
Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas
Ciudad de México, octubre de 2016
ISBN: 978-607-95781-8-3
ÍNDICE
Introducción
1. TENSIONES Y CONFLICTOS
EN LAS INVESTIGACIONES
ANTROPOLÓGICAS
Las acechanzas externas e internas de la
antropología hipermoderna en México. Luis Vázquez
León
Antropología y ilosofía en la interpretación
transdisciplinaria de la diversidad cultural. Ambrosio
Velasco Gómez
La antropología mexicana, un proyecto de nación.
Rodolfo Stavenhagen
El por qué y para qué del video Trabajo de campo
en tiempos violentos. Presentación. Victoria Novelo
Arqueología, violencia e identidad. El patrimonio
arqueológico de la Sierra Madre Occidental en Durango.
José Luis Punzo
2. TEMAS Y DILEMAS
DISCIPLINARIOS
La lingüística mexicana: Ciencia básica y aplicada.
Luis Fernando Lara Ramos
El estudio de las poblaciones humanas, temas y
dilemas para la antropología física. María Eugenia Peña
Nuevas notas para la arqueología de Sonora (o Tan
lejos de Mesoamérica y tan cerca de los United States).
Elisa Villalpando
Cómo han pasado los siglos. La etnografía en
México. Dora Sierra
Arqueología en Campeche. Breve historia y
perspectivas. Antonio Benavides
Consideraciones sobre los orígenes del hombre,
del lenguaje y de la escritura. Rafael Tena
La antropología y la historia: entre lo lúdico y lo
tenebroso. Francisco Javier Guerrero M.
Introducción
Fernando López Aguilar1
La Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas es una
organización civil que busca reunir a la inteligencia de la
sociedad para elaborar interpretaciones y explicaciones
de nuestra cultura y poner a disposición de las ciencias y
del país los conocimientos que la antropología mexicana
ha generado, a in de promover y estimular el saber
cientíico sobre el hombre y sus obras.
La antropología y la historia se han caracterizado no
sólo por buscar comprender al hombre, sino por buscar
comprenderse a sí mismas, su quehacer, sus pensamientos
y sus prácticas. Desde una perspectiva crítica y
autorrelexiva, han buscado de forma permanente nuevas
maneras de comprender el fenómeno social y cultural. Es
característica de la antropología, la búsqueda de nuevas
teorías, herramientas de conocimiento, metodologías y
procedimientos analíticos para comprender los procesos
culturales del presente y del pasado.
Comprender y conocer la cultura enfrenta retos y dilemas
diferentes en cada época y, para cada momento, se han
generado las mejores acciones y respuestas con las que
ha contado la comunidad académica. Simposios, mesas
redondas, debates públicos, edición de maniiestos, han
sido característicos de la historia y de la práctica de la
antropología, y en ese marco se construyeron diversas
formas de organización académica.
1
Presidente de la Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas. Posgrado
en arqueología/ENAH.
7
En los últimos treinta años, las circunstancias que
eran favorables para la investigación antropológica
han cambiado paulatinamente. No sólo han emergido
críticas a los saberes que ha generado la antropología,
sino que existen dudas y se debate sobre la credibilidad
de sus narrativas, se ha perdido el espacio de acción
en la generación de políticas públicas y los espacios
académicos se han visto reducidos; incluso, en algunas
universidades han llegado a desaparecer. Tal es el caso
de la americanística alemana, pero, sin ser tan lejana,
el cierre de la carrera de arqueología en la Universidad
de las Américas en Puebla; ambos casos hacen patente
y reiteran el llamado que emitió en los años noventa la
Comisión Gulbenkian para la Reestructuración de las
Ciencias Sociales y que coordinó Immanuel Wallerstein:
abrir las ciencias sociales en el siglo XXI será imperativo
para su supervivencia.2
El Consejo Directivo de la Academia Mexicana de
Ciencias Antropológicas, con el invaluable apoyo de la
Coordinación Nacional de Antropología y del INAH,
organizó el coloquio La antropología y la historia en la ciencia
mexicana. Dilemas y circunstancias, que se llevó a cabo
en el auditorio Leonardo Manrique de la Coordinación
Nacional de Antropología los días 21 y 22 de octubre de
2015. El objetivo de esta reunión era construir un espacio
de interlocución académica sobre los dilemas y retos
que enfrenta la producción de saberes antropológicos
del país y proponer un camino de diálogo por el que la
voz antropológica se expresara ante sí misma y frente a
otras academias y comunidades cientíicas; asimismo,
que se construyera un espacio que abriera la relexión y
el debate sobre los problemas que nuestras disciplinas
2
Immanuel Wallerstein (ed.), Abrir las ciencias sociales: informe de la
Comisión Gulbenkian para la reestructuración de las ciencias sociales, Siglo XXI,
México, 1996.
8
y los investigadores enfrentan en la realización de sus
investigaciones de campo, archivo y gabinete.
Consideramos que esta relexión es necesaria por muchas
razones. La primera, que en los últimos cuarenta años las
teorías y las metodologías de estudio se han desarrollado
por caminos insospechados y la propia construcción de los
datos de cada disciplina ha sufrido cambios importantes
derivados de la revolución cientíica y tecnológica que
ocurrió durante la segunda mitad del siglo pasado. Esta
revolución, conocida como la revolución de las ciencias
y tecnologías de la información (CTI), ha hecho que los
procedimientos y las enseñanzas de la antropología y la
historia y su propia relación con sus objetos/sujetos de
estudio, cambien o se vuelvan obsoletos. Los sistemas
satelitales, los modelos de elevación basados en rayos láser
LIDAR (Light Detection And Ranging: detección por luz y
distancia), los estudios de ADN, los sistemas de registro
digital para las lenguas, los sistemas de visualización
tridimensional, los programas para lectura paleográica,
la digitalización de acervos históricos y de documentos
cuyos derechos de autor vencieron y su colocación en la
red para la consulta pública —muchas veces gratuita—,
son algunos de los fenómenos que impactaron en los
datos que construyen las disciplinas antropológicas y sus
prácticas de investigación.
Pero no sólo los aspectos teóricos y metodológicos
cambiaron. La característica más importante de la
antropología es el trabajo de campo, y las mismas
condiciones de obtención de información se han trastocado
y cada vez es más problemática su realización. Cambios
en la tenencia de la tierra y en el sistema del ejido, los
reconocimientos de autonomías territoriales a ciertas
comunidades, la migración y la movilidad de las personas,
la presencia del narcotráico y el empoderamiento de
9
ciertos grupos, así como la apropiación de los sujetos
de estudio de su historia y los objetos que la relejan,
han puesto en juego las prácticas académicas. Justo
en el momento de escribir esta introducción, circulaba
la noticia de que había sido baleado el vehículo que
transportaba a la doctora Noemí Castillo rumbo a la zona
arqueológica donde trabaja. La violencia, la inseguridad,
la transformación de las identidades, dejan entrever un
futuro no muy claro para nuestras disciplinas.
La sociología, la antropología y la historia de la ciencia
han sido útiles para entender el desarrollo y la situación
en la que se encuentran las comunidades académicas.
Este ámbito de investigación se ha desarrollado
recientemente en México buscando entender las
disciplinas y las instituciones de la antropología. Entender
el tipo de interacciones en la comunidad académica de
la antropología, sus relaciones con otras instituciones y
campos de investigación, los modos de organización de las
estructuras y de los proyectos, la distribución de recursos
que se destinan a la investigación y la infraestructura con
la que cuentan afecta la calidad de los resultados. Para
el caso de la antropología del INAH y de la UNAM,
resulta preocupante el envejecimiento de su plantel de
investigadores, lo cual es resultado de la implementación
de políticas sobre la apertura de plazas y los modos en que
éstas se destinan. En especial destaca un grave problema
de sucesión generacional, pero también se puede observar
una pérdida de hegemonía en el campo de las academias
(por ejemplo, el papel que jugamos en instancias como el
CONACYT y la Academia Mexicana de Ciencias o en la
implementación y aplicación de políticas públicas).
Precisamente se convocó a relexionar sobre algunos de
estos temas a prestigiados investigadores que expusieron
sus experiencias y relexiones a lo largo de los dos días
10
del coloquio, mismos que resultaron provechosos para
los antropólogos profesionales y los estudiantes que
pudieron asistir o ver la transmisión en vivo a través de
la red del INAH. El análisis de las circunstancias más
problemáticas que enfrentan la antropología y la historia
abrió nuevas líneas de investigación y trabajo que algunos
de los participantes propusieron seguir.
Coniamos que ese pequeño paso inicial, junto con este
libro digital que conjunta los ensayos derivados de las
conferencias, fructiique en la futura relexión que la
comunidad académica necesita para estar acorde con los
retos y dilemas que han emergido en el quehacer de la
antropología en el siglo XXI y que sea útil para (re)pensar
nuestras prácticas y labores académicas.
Quedó pendiente un gran tema que la antropología y la
historia de México no han debatido y que sólo tiene avances
en la antropología física por su vinculación con la biología:
la ética. Coniamos que en un futuro, la Academia pueda
organizar un evento donde las disciplinas construyan un
debate productivo sobre el tema y, con ello, coadyuve a
consolidar las prácticas académicas de los investigadores.
−oOo−
11
Este libro está dividido en dos apartados que integran
las cuatro sesiones de trabajo del coloquio. El primero,
“Tensiones y conlictos en las investigaciones
antropológicas”, incluye aquellas colaboraciones que
tratan sobre las situaciones de conlicto o problemáticas
en el trabajo de campo, en la estructura organizacional de
la Academia y en la implementación de políticas públicas.
El segundo, “Temas y dilemas disciplinarios”, agrupa las
colaboraciones que relexionan sobre aspectos de orden
teórico, metodológico o ilosóico y que actualmente
son, o deberían ser, asunto de debate al interior de las
disciplinas antropológicas e históricas.
El primer trabajo es de uno de los especialistas más
destacados en el estudio de las disciplinas antropológicas:
Luis Vázquez León. Su texto “Las acechanzas externas e
internas de la antropología hipermoderna en México”, nos
plantea varias situaciones que tensan hoy la investigación
antropológica en el quehacer del trabajo de campo, donde
la guerra del narcotráico, la guerrilla, los enfrentamientos
entre las comunidades, los derechos de los pueblos
originarios y la reestructuración misma de la tenencia de
la tierra, han ocasionado que el antropólogo se vea en la
disyuntiva de apoyar de forma irrelexiva e incondicional
a los grupos indígenas o habitantes de alguna comunidad
en contra de la objetividad de una narrativa de los
sucesos y acontecimientos, sin tomar partido más que
el de la cientiicidad. Pero estas mismas circunstancias
han generado limitaciones a la investigación de campo
en las zonas arqueológicas. Este entorno externo se ve
agravado por las circunstancias internas a la Academia
que implican las modiicaciones en las relaciones
contractuales y laborales de los investigadores, la pérdida
de la hegemonía antropológica en la deinición de
políticas públicas y limitaciones presupuestarias, todas
12
ellas circunstancias que se habían anticipado, al menos,
desde la última década del siglo XX.
En el trabajo “Antropología y ilosofía en la interpretación
transdisciplinaria de la diversidad cultural”, Ambrosio
Velasco Gómez nos coloca de frente al estado actual del
debate sobre la cuestión indígena, proponiendo que existe
un gran dilema sobre las perspectivas para abordar la
diversidad cultural en México. Este dilema toca aspectos
teóricos, metodológicos, políticos y axiológicos. En la
distinción teórica propone dos tipos extremos: una visión
interna que busca comprender las sociedades distantes
desde el punto de vista de sus agentes y otra que parte
desde los marcos teóricos del investigador. La primera
está asociada con los enfoques hermenéuticos y la
segunda con perspectivas que airman la validez universal
de conceptos y teorías. Polémicas como la de Winch y
MacIntyre o la de Habermas y Gadamer, ilustran ambas
posturas. Para este autor, estas miradas tienen su origen
en las controversias generadas desde el descubrimiento
de América en torno a las bulas alejandrinas y se destacan
los humanistas de la llamada Escuela de Salamanca, las
controversias de Valladolid entre Ginés de Sepúlveda
y Bartolomé de las Casas y los discursos de Alonso de
la Vera Cruz en la fundación de la Real Universidad de
México. El recorrido del indigenismo en México alcanza
un punto cumbre en el trabajo de Luis Villoro Los grandes
momentos del indigenismo. Sin embargo, a raíz del
movimiento zapatista, se renovó hacia una nueva visión
interna y multiculturalista.
En “La antropología mexicana. Un proyecto de nación”,
Rodolfo Stavenhagen hace un recorrido histórico a vuelo
de pájaro de la profesionalización de la antropología
para mostrar la manera en que desde su origen ha sido
un instrumento al servicio de las políticas públicas del
13
Estado, acorde con las tempranas políticas emergidas
de la Revolución mexicana de integración económica y
social de las poblaciones indígenas. Conceptos como el
de raza, cultura, etnia y mestizaje, estaban en el centro del
debate de los albores de la antropología profesionalizada.
Los estudios de comunidad fueron la marca de la
antropología social y cultural, y en las comunidades
la antropología aplicada optó por la alfabetización
y castellanización de los indígenas a través de las
escuelas rurales. A partir de los años setenta se cambió
la perspectiva por la de la liberación y la resistencia de
los pueblos sujetos y se buscó la descolonización, la lucha
contra la discriminación y los derechos de las minorías
étnicas y lingüísticas. El movimiento zapatista, diversas
modiicaciones constitucionales y los acuerdos irmados
en los últimos cuarenta años, plantean nuevas relaciones
entre el Estado y los pueblos indígenas. La antropología
mexicana de hoy debería estar a la altura de este desafío.
Los veinte años de investigación de José Luis Punzo en
la Sierra Madre Occidental del estado de Durango, le han
permitido una mirada relexiva sobre las circunstancias
cambiantes de la investigación arqueológica y el
resguardo del patrimonio del pasado en esos territorios.
En “Arqueología, violencia e identidad. El patrimonio
arqueológico de la Sierra Madre Occidental en Durango”,
escribe que los trabajos arqueológicos, iniciados en 1935,
se entreveraron con las cambiantes circunstancias del
narcotráico. El cambio en la política desarrollado durante
el sexenio de Felipe Calderón trajo como consecuencia la
limitación a la investigación en la sierra de Durango. Los
cárteles se disputaron el control de la región y el tejido
social se fracturó, vinculando a personas y familias con
un cártel especíico y, aunque en 2008 se dio inicio al
Proyecto de Investigación y Conservación de las Casas
en Acantilado de la Cueva del Maguey, éste tuvo que
terminarse de manera abrupta en el año 2010.
La violencia que afecta la investigación antropológica en
México se presentó en el video titulado Trabajo de campo
en tiempos violentos, con producción del CIESAS. En “El
por qué y para qué del video Trabajo de campo en tiempos
violentos. Presentación”, Victoria Novelo nos señala las
motivaciones y los riesgos a los que tiene que enfrentarse
el trabajo de campo hoy, como una serie de comentarios
al video que se encuentra en la página de YouTube.3
La violencia en el país ha afectado las investigaciones
antropológicas y las instituciones no han reaccionado a
esta circunstancia. Han sido los propios antropólogos
los que han desarrollado sus propias estrategias para
continuar con sus labores de investigación.
La lingüística es una ciencia que se puede considerar tanto
básica como aplicada. Luis Fernando Lara nos muestra
en “La lingüística mexicana: Ciencia básica y aplicada”,
que la falsedad de esta disyunción se basa en que la
lingüística es una ciencia empírica, no especulativa, que
requiere de grandes acumulaciones de datos y trabajo de
campo, con conocimientos taxonómicos asociados con la
fonética, fonología, morfología, morfosintaxis, sintaxis,
lexicología y semántica y que pueden ser independientes
de cualquier tendencia teórica. Las inluencias teóricas
en la lingüística han sido amplias, pero hoy destacan
las asociadas con la gramática generativa de Chomsky y
su confrontación con la lingüística descriptiva asociada
con el conductismo de Skinner. Además se encuentran la
sociolingüística y la psicolingüística que proponen una
etnografía del habla en tanto la lengua es un fenómeno
Hacer arqueología en el territorio de siembra y trasiego
de drogas no ha sido una labor fácil ni ajena al riesgo.
3
htps://youtu.be/pyZm_Dog-7c
14
15
social, o bien, que el campo de interés sea la manera en
que los niños adquieren la lengua materna. Todas estas
posturas teóricas han sido problemáticas en la formación
de los lingüistas pues han producido diferentes versiones
y corrientes, generando una amplia proliferación de
teorías inconmensurables entre sí. Uno de los dilemas
más importantes de la lingüística mexicana es el divorcio
entre “indigenistas” e “hispanistas” y que pese a la gran
diversidad de lenguas y fenómenos lingüísticos que
estudia, no ha producido un desarrollo teórico original
y sus investigaciones se han basado en la aplicación de
teorías generadas en otras regiones del mundo. El estudio
de las lenguas amerindias y el español con sus dialectos,
es un requisito necesario para entender el funcionamiento
de la facultad del lenguaje.
En “El estudio de las poblaciones humanas, temas y
dilemas para la antropología física”, María Eugenia Peña
destaca que esta disciplina, al ocuparse del estudio de
los orígenes y la evolución de las poblaciones humanas,
demanda conocimientos biológicos y culturales en
diferentes niveles de complejidad. La construcción
de los datos y los sistemas de medición, así como las
herramientas teórico-metodológicas que ayudan a
describir, analizar y explicar a los grupos humanos, se han
desarrollado de manera muy detallada y están asociados
con las técnicas más soisticadas de la informática. Esto ha
resaltado la importancia de conciliar los objetivos, metas
e intereses académicos con las necesidades, percepciones
y sentimientos sociales e individuales sobre los datos
y el destino, uso, manejo y manipulación de los datos
y resultados, ya sea que provengan de la intimidad de
sus genes o de su vida privada y sus emociones. Hoy es
necesario detenerse a relexionar sobre el destino de la
información que generamos en nuestras carreras y sobre
16
nuestra contribución al entendimiento de los grupos
humanos cuya historia tratamos de contar, bajo normas
de protección y códigos de ética.
El trabajo “Nuevas notas para la arqueología de Sonora
(o Tan lejos de Mesoamérica y tan cerca de los United
States)” de Elisa Villalpando, nos propone que la
arqueología en la frontera noroeste de México, sobre el
área cultural conocida como el Gran Suroeste, no sólo
introduce problemas de identiicación y ubicación de las
fronteras y territorios de los que trata la investigación,
sino también sobre el papel central o periférico de los
investigadores involucrados y de las culturas bajo análisis:
marginales a Mesoamérica, marginales al Gran Suroeste.
La comprensión de los grupos humanos que ocuparon
los desiertos de Sonora y Arizona ha tenido un carácter
binacional, con aportaciones de investigadores de ambos
lados de la frontera, con diferentes modelos teóricos y
ha sido de larga duración, desde la década de los años
setenta del siglo pasado. Se ha trabajado con modelos
teóricos como el de análisis de sistemas mundiales y
se ha buscado la explicación de procesos como el de la
domesticación del maíz. Sin embargo, el conocimiento
se ha visto en situaciones problemáticas por tratarse
de una zona de trasiego de drogas, en especial para el
sitio La Playa, por lo que ha sido necesario el desarrollo
de protocolos de seguridad, incluida la comunicación
constante con las oicinas del Centro INAH. Como una
solución a las tensiones, se inició la apertura de la zona
arqueológica Cerro de Trincheras.
El conocimiento desde dentro de los fenómenos sociales
ha sido el gran tema de la etnografía. Dora Sierra, en
“Cómo han pasado los siglos. La etnografía en México”,
nos convida un panorama de la etnografía en México,
cuyo origen puede rastrearse en la necesidad de conocer
17
la cultura de los pueblos conquistados por los españoles
en el siglo XVI; transita por los cronistas de los siglos XVII
y XVIII hasta alcanzar el proceso de profesionalización
durante el siglo XX. La creación del Museo Nacional de
Antropología en septiembre de 1964, motivó una amplia
variedad de expediciones etnográicas que fueron un
antecedente del gran trabajo colectivo e interdisciplinario
llamado Proyecto Etnografía de las Regiones Indígenas
de México, como una marca característica del nuevo
milenio.
En “Arqueología en Campeche. Breve historia y
perspectivas”, Antonio Benavides plantea que el
desarrollo de la arqueología en los últimos quince años
ha derivado de proyectos de investigación realizados
por el INAH y la Universidad Autónoma de Campeche,
así como por algunas instituciones extranjeras entre las
que se cuentan el Centro Nacional para la Investigación
Cientíica de Francia, la Academia de Ciencias de
Eslovenia, la Universidad de Bonn y el Instituto IberoAmericanista de Berlín. Además de la investigación, el
Centro INAH efectúa otras actividades, como rescates
y salvamentos arqueológicos que han ayudado a
profundizar en el conocimiento de la sociedad maya
prehispánica. La investigación arqueológica ha tenido
dos enfoques complementarios: el estudio de sitios
especíicos como Dzehkabtún, Calakmul o Uxul y las
investigaciones de carácter regional como los efectuados
en Río Bec y en el sureste de la entidad. Además, existe la
arqueología subacuática que busca sus objetos de estudio
tanto en aguas marinas como en cuevas y cenotes.
El trabajo de Rafael Tena, “Consideraciones sobre los
orígenes del hombre, del lenguaje y de la escritura”, se
introduce en el ámbito de interacción entre tres saberes
que deben de integrarse para comprender la escritura: la
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paleoantropología, la antropología física y la lingüística.
El autor hace un recorrido por los géneros Australopithecus
y Homo buscando entender la evolución del cerebro y su
capacidad de generar sonidos, sílabas, palabras, frases.
La evolución del cuerpo, asociado con la masticación y
expresión lingüística, avanzó de monosílabos con dos
consonantes a dos sílabas hasta llegar a pronombres y
adjetivos. La transmisión de las innovaciones tecnológicas
jugó un papel importante en el desarrollo de la lengua.
Este fue un prerrequisito necesario para el desarrollo de
la conciencia y de la conciencia releja, el ser consciente
de estar consciente. De ahí el paso al lenguaje escrito, un
evento que caracterizó a las sociedades mesoamericanas.
Finalmente, Francisco Javier Guerrero, en “La
antropología y la historia: entre lo lúdico y lo tenebroso”,
hace un recorrido por los movimientos antiautoritarios
de la antropología, emanados sobre todo de la ENAH
de 1968, donde se planteaban, con carácter festivo, las
luchas contra el “casismo” (de Alfonso Caso) o contra
las miradas oicialistas a las comunidades indígenas.
Los íconos de ese movimiento eran el Che Guevara y
Ho Chi Minh, en un ambiente mundial de optimismo y
cambio que alcanzó a tocar al propio Vaticano, donde se
realizó el Concilio Vaticano II, germen de la Teología de
la Liberación. Fue el momento de crear comisiones mixtas
y comités de lucha en las instituciones. La teoría que
guiaba a los movimientos era el materialismo histórico.
Hoy, el optimismo ha pasado. Es el paso de lo lúdico al
desencanto, lo tenebroso. Las luchas de liberación se han
parcializado y los que más han aprendido de la historia
son las clases dominantes. Las ciencias sociales se alejaron
de la ciencia y se aproximaron al misticismo.
19
1. TENSIONES Y
CONFLICTOS EN LAS
INVESTIGACIONES
ANTROPOLÓGICAS
20
21
Las acechanzas externas e
internas de la antropología
hipermoderna en México
Luis Vázquez León4
Antes que nada, deseo expresar mi más sincera gratitud
hacia la Academia Mexicana de Ciencias Antropológicas
por invitarme a participar en su coloquio La antropología
y la historia en la ciencia mexicana. En especial, vaya mi
agradecimiento al Consejo Directivo de la Academia
por tan valiosa oportunidad de ocupar un foro público,
hecho que se está tornando diicultoso dentro de la
hipermodernidad mexicana, tan llena de decadencias,
incertidumbres, intolerancias y conlictos, lo que aquí
denomino como acechanzas, y que en el mejor de los
casos pueden tornarse en sendos desafíos, pero en el peor
derivar en amenazas declaradas, si bien hay que advertir
que no todas son de origen externo al campo académico,
pues como mostraré adelante, en realidad algunas son
generadas desde dentro de éste. Precisamente por ser
doble su origen, sostengo que debemos esclarecer con
más luces lo que está ocurriendo en nuestra sociedad y en
sus interacciones con nuestra actividad cientíica.
Iniciaré con la descripción de un par de situaciones sociales,
tal como proponía Max Gluckman en 1938 a propósito de
la construcción de un puente en el reino de Zululandia
en la entonces Unión Sudafricana, un artículo que devino
en un clásico en el campo del análisis situacional. Se
4
22
CIESAS Occidente.
23
trataba, según decía él entonces, de reunir una serie de
observaciones extraídas del material etnográico en bruto,
previas a cualquier abstracción y tratamiento ulterior,
pero de las que se puede intuir poseen una estructuración
implícita. Una de esas situaciones está relacionada
directamente con la antropología sociocultural, que es mi
especialidad, y la otra con la arqueología, que es mi pasión
secreta. En ambos campos de conocimiento cientíico
tuve algún adiestramiento profesional como parte de mis
estudios de licenciatura bajo el entonces llamado “tronco
común”, esto es, aquella currícula integral que se ofrecía
en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, una
socialización que por cierto compartimos varios de los
ponentes.
Aclarada la fuente de mi inspiración primaria, entro en
materia. El primer escenario situacional se estructuró
en Pázcuaro, Michoacán, en la mañana del sábado 31
de enero de 2015. En el antiguo Colegio Jesuita —hoy
restaurado y donde alguna vez estuviera Francisco
Clavijero instruyendo a los nobles michoaques que a
poco se rebelarían contra el imperio español intentando
volver al pasado— se reúne cada dos meses el Grupo
Kwaniskuyarhni de Estudios del Pueblo Purépecha, una
agrupación en gran parte académica pero igualmente
formada por intelectuales nativos, aunque abierta
al público en general sin ninguna iliación política,
profesional o confesional. Como se viene haciendo
ininterrumpidamente desde hace dieciocho años, en cada
ocasión se exponen o discuten textos y/o experiencias
de los académicos o de los propios intelectuales nativos.
En la fecha citada, la reunión se denominó “Cherán:
pasado y presente”, y consistió en el contrapunteo de dos
investigadoras que han trabajado en dicho municipio, a
saber, Denisse Román Burgos, egresada del doctorado del
24
Colegio de Michoacán, y Verónica Velázquez, egresada
de la maestría del CIESAS, institución donde continúa
estudiando su doctorado gracias a que cuenta con la
aprobación del así llamado Consejo Mayor, que es el
“gobierno de usos y costumbres” electo desde 2012 a raíz
de los hechos violentos acaecidos un año atrás.
Yo comentaría el trabajo de Denisse, de quien además
había leído su tesis doctoral en 2014. Para Verónica el
comentario provendría de Celerino Felipe y Alicia Lemus,
ambos purépechas. Destaca el protagonismo de Alicia,
porque cuenta con estudios de maestría en antropología
en la Universidad Iberoamericana, la heredera actual
del Colegio Jesuita de Clavijero. Dado su entrenamiento
e ideología étnico-comunalista, y sin que nadie se lo
demandara, emprendió el contraste no sólo de las dos
exposiciones especíicas preparadas para la reunión, sino
de las tesis mismas de ambas jóvenes investigadoras, a
las que comparó para al inal concluir con ominosas
amenazas para Denisse y sus informantes, amén del
acompañamiento en segunda que le hizo la crítica
prejuiciosa de un abogado miembro del Consejo de Honor
y Justicia (el órgano vigilante del propio Consejo Mayor
y del que depende la “policía comunitaria”), tildándome
como un antropólogo libresco y teórico, cosa que no me
desagradó del todo. Recuerdo que ya intrigado por su
discurso descaliicador, le pregunté qué hacía Miguel
Osorio Chong durante sus visitas a Cherán –tan íntimas
les resultan a ellos, que lo llaman con familiaridad “el
chino”–, pero mi crítico despreció responderme. Es
evidente que la situación verbal prevaleciente no era la de
ningún diálogo. Lo que se pretendía era rebajarnos a la
ponente y a su comentarista.
Lo raro es que no siempre es así la reacción ante todos los
extraños profesionales que se acercan a Cherán. Inclusive
25
con no todos los libros. En efecto, en el escenario local los
libros sí importan, excepto que se les condiciona a que
los autores expresen las interpretaciones del gusto de los
nuevos actores instalados en el poder comunal, en especial
para una familia muy inluyente sobre el sistema de usos
y costumbres, herencia de una añeja tradición caciquil
investigada por Marco Antonio Calderón. Obviamente,
cuando un libro o tesis es desvirtuado, queda expurgado
y no debe ser leído ni por error. Tal como me dijo luego la
organizadora del Kuanis, el Consejo Mayor ha procurado
controlar a una veintena de estudiosos (procedentes del
CIESAS, COLEF, UNAM, etc.) para ines de seguridad no
del todo claros, pero coincidentes en el deber de preservar
su “verdad histórica”.
partidos políticos–, puede ser sólo una fase temporal, no
del pasado ni del presente, sino del futuro de Cherán. Eso
explicaría por qué en ese lugar, y sin tener enemigos a la
vista (excepto las rancias disputas limítrofes con Zacapu
y Aranza, nuliicado ya Tanaco y sus talamontes por la
fuerza militar federal), hay dos cuerpos paramilitares
dentro de la ciudad, así como dos retenes o check-points
en las carreteras, sitios donde hay armas automáticas
dispuestas a responder a todo enemigo que ose con sus
huellas introducirse a la autonomía armada. Esta no es
mera retórica mía. Dos cazadores de Chilchota tuvieron
la mala ocurrencia de adentrarse en este territorio y sus
cadáveres acribillados por la espalda aparecieron tirados
en el basurero de Cherán; como es la costumbre local, es
fecha que no se aclara su asesinato.5
Ahora bien, aunque en el orden del programa estaba al
revés, la exposición de Verónica sobre la reconstitución
del “territorio comunal” abrió boca. Sus comentaristas
elogiaron a la estudiante, pero el asunto no motivó ninguna
discusión entre los asistentes, una señal que puede ser de
aprobación o de indiferencia absoluta. Realmente el interés
estaba puesto en Denisse, quien abordó la inseguridad, la
diferenciación social y el faccionalismo político. Tal como
ya había hecho en su tesis doctoral, llevó su análisis hasta
el siglo XIX, pues halló documentación abundante en los
archivos. Repitió que su enfoque era el de una etnografía
histórica que hace preguntas antropológicas al pasado.
Demostró también que los conlictos faccionales en Cherán
no se limitan al sangriento año de 2011, sino que datan de
dos siglos atrás (quizás más), además de seguir patrones
repetitivos por el control de las instituciones con poder
local en las distintas épocas. Aunque ella no lo hace, uno
se percata al leerla de que la supuesta extinción de la lucha
faccional por decreto forzoso del actual gobierno de usos
y costumbres –el que además identiica a las facciones con
Los comentarios hacia Denisse fueron del todo negativos.
La “voz del nativo” la ijó otra autoridad que no era la del
etnógrafo. Nadie se quiso reconocer en su descripción y
siempre estuvieron argumentando que estaba equivocada.
En teoría, como se me dijo de modo reservado, ella
tuvo la culpa por haber tocado “temas sensibles”, como
las relaciones familiares entre los miembros de las
varias facciones en pugna. Fue entonces una sorpresa
menor observar que los más agresivos críticos eran
todos miembros del Consejo Mayor saliente, los cuales
fueron invitados no sólo para invalidar el conocimiento
antropológico expuesto, sino para justiicar al contrario. Si
ellos que eran los representantes comunales lo decían, qué
podía esperarse de los juicios vertidos por unos extraños
profesionales, tres de los cuales ahí presentes (incluido
el moderador) contábamos con estudios antropológicos,
habíamos estudiado a Cherán y a sus vecinos de tiempo
atrás, y coincidíamos en que la sociedad cheranense era
26
27
5
“Cazadores de venados, los ejecutados en Cherán”, Cambio de Michoacán,
8/2/2013.
muy violenta. Peor aún, a Denisse en el propio Colegio
de Michoacán la han acusado de ser “irrespetuosa
con el movimiento” por parte de los académicos más
comprometidos con Cherán, sólo por distinguir muy
claramente entre verdad y falsedad, algo que es propio
del ethos cientíico.6
En este mismo tenor hay varios antecedentes ominosos.7
En el estudio hecho por Ralph Beals entre 1940 y 1941,8 él
no pudo dejar de mencionar una masacre ocurrida en 1937
y luego documentada por Denisse con detalles penosos,
lo que no hizo Beals mismo, pues preirió soslayarlo para
asegurar su permanencia en el lugar. Sin embargo, los
intelectuales nativos de Cherán tomaron de Beals sólo
su descripción del funcionamiento del ritual religioso de
los barrios como símil de antigüedad y de organización
tradicional (no obstante su origen en las congregaciones
coloniales de los franciscanos que fundaron Cherán),
por lo que la violencia tampoco fue recordada. Dicho de
otra manera, fue la misma lectura selectiva aplicada a
Denisse, pero en su caso se eligió desecharla y censurarla.
Finalmente intervino largamente Alicia Lemus, quien
una vez más se extralimitó en su tarea de comentarista
y no dudó en declarar: “Has puesto otros nombres a las
personas, pero ya sabemos quiénes son”. Vale decir que
hay pasajes de la tesis de Denisse9 en los que relata varios
abusos violentos cometidos por la autodefensa hacia
otros pobladores que simplemente no están de acuerdo o
6
Harry G. Frankfurt, Sobre la verdad, Ediciones Paidós Ibérica, Madrid, 2007
y On Bullshit. Sobre la manipulación de la verdad, Ediciones Paidós Ibérica, Madrid, 2006.
7
Otro es el de Espín, quien temiendo por su seguridad personal en Cherán,
hubo de trasladarse a Uruapan para concluir su estudio. ¡Casi treinta años antes
de los sucesos de 2011! Jaime Espín Díaz, Tierra fría, tierra de conlictos en Michoacán,
COLMICH, Zamora, 1986.
8
Ralph L. Beals, Cherán: un pueblo de la sierra tarasca, COLMICH-Instituto
Michoacano de Cultura, Zamora, 1992.
9
Denisse Román Burgos, El espejismo del orden. Etnografía histórica sobre
política local en Cherán, Michoacán (1856-2014), Tesis de doctorado en antropología
social, Colegio de Michoacán, Zamora, 2014.
28
militan en facciones opuestas, no se diga en los partidos
políticos. Ella hizo esta etnografía sin ser su interés
primario; resulta que estaba en Cherán antes de 2011 –
cosa que no se repite en ninguno de los investigadores
recientes, atraídos por el exotismo propagandístico
posterior– y vio todo el proceso completo. Fue eso lo que
la llevó a interesarse en el conlicto faccional, pues antes
estudiaba la migración, un fenómeno muy amplio en
el lugar y que ha obligado a la Secretaría de Relaciones
Exteriores a abrir una oicina en el libramiento de Cherán.
Naturalmente yo me quejé con una de las organizadoras
de la reunión por la falta de respeto y las nada veladas
amenazas. No se hizo nada, por supuesto. Pero el eco
vino ampliado meses después, cuando otra estudiante del
doctorado del Colegio de la Frontera se quejó conmigo
de la “mala intervención” de Denisse. Ocurre que ella
ha venido a Cherán a estudiar el gloriicado gobierno de
usos y costumbres, y en una asamblea del barrio 4 fue
acusada de “oreja” por un joven comunalista radical,
quien argumentó que había que cuidar a quienes vienen
a estudiar porque luego dicen cosas que no deberían
saberse. Eso la puso en una crisis personal porque ella
creía en el experimento social desde que salió de Ciudad
Juárez, además de tener una relación personal con uno
de los numerosos abogados que asesoran a Cherán y
quien la recomendó ampliamente. Ya que hay un interés
activo de esta estudiante para seguir investigando en
Cherán, le parecía que no podía imitar la independencia
intelectual de Denisse como para ponerse en riesgo de
expulsión y que lo mejor era admitir que ellos tienen
muchos enemigos al acecho, de manera que lo prudente
era no criticarlos, sino reconocer su lucha. No obstante,
admitió que ya no le parecía un movimiento social, como
al inicio, sino algo mucho más burocrático, con asambleas
29
muy pobres en asistencia y un gran interés en los cargos
mejor pagados en el Consejo Mayor. Concedió al in que
no había avances en materia de justicia porque las viudas
de muertos y desaparecidos resultan ya irrelevantes
para la política comunalista, como sí lo fueron para la
propaganda durante la fase álgida del conlicto.
Hasta aquí Michoacán. Pasemos ahora a la segunda
situación, de la que también fui testigo. Ésta se constituyó
cuando Enrique Chacón Soria se involucró en la
actividad participativa de emitir peritajes, una tarea
que había venido haciendo mi amigo Augusto Urteaga
Castro Pozo desde el Centro INAH Chihuahua, pero
que él mismo acordaba con los gobernadores rarámuri.
Invariablemente, Augusto estaba comprometido con
su gestión y apoyo, lo que todos respetábamos y
reconocíamos. Era la época gloriosa del renacimiento
étnico y que muchos apoyábamos sin restricciones, no
sólo en Chihuahua sino en todo México. En cuanto a los
peritajes antropológicos posteriores, hay que advertir que
una vez que entraron en disputa los recursos, estos textos
empezaron a diferir de otros similares.10 Ocurre que en
los conlictos étnicos se requiere del concurso profesional
bajo el condicionamiento implícito de que serán útiles a
los interesados. Nadie puede llamarse a engaño en ellos,
aunque ese condicionamiento introduce la duda de hasta
qué grado son objetivos como dictámenes expertos.11
Volviendo a nuestro relato, la verdad es que todos
esperábamos que al morir Augusto, él fuera sustituido por
su alumno dilecto, Fausto Salgado Estrada, un abogado de
10
Remito a la discusión de Vinck sobre la cuestión del peritaje cientíico:
Dominique Vinck, Ciencias y sociedad. Sociología del trabajo cientíico, Gedisa Editorial,
Barcelona, 2014.
11
Esta observación no invalida moralmente la intención de los peritajes.
Pero no es lo mismo cuando se trata de las víctimas (como las muertas de Juárez),
que cuando se condiciona al conocimiento a priori. Aquí se trata por el contrario de
intereses presentes y en pugna.
30
formación y luego con maestría en antropología y quien se
distinguió por asesorar a los indígenas de Arareco.12 Por
alguna razón que se me escapa, intervino otro abogado
con estudios de antropología jurídica, Víctor Villanueva,
quien fuera un alumno incómodo en mi clase ya que no
vacilaba en airmar que un homicidio estaba justiicado
si ocurría bajo el sistema de usos y costumbres. Como
era de esperarse, tenía la mala costumbre de no escuchar
ninguna razón que lo contrariara, por lo que solía ir
sólo a irmar su asistencia al curso para retirarse de
inmediato. Villanueva no ocultaba tampoco su activismo
pro-zapatista, con la enorme pipa incluida. Sin embargo,
como en los conlictos agrarios se suele apelar al derecho
natural de “el primero en antigüedad, el primero en
derecho”, un principio inventado por el papa Bonifacio
VIII, se piensa que lo mejor es recurrir al juicio experto del
arqueólogo o del antropólogo. Pues bien, aquí entra en
escena Chacón, quien luego de hacer tres peritajes quedó
curado de por vida. Ahora habla de ellos con la amargura
del que se ha equivocado. No fue así desde el comienzo,
al contrario. Puso al principio toda su entereza en ello.
El primer peritaje lo llevó a cabo en un lugar de nombre
ominoso: “Mala Noche”, municipio de Guadalupe y
Calvo, donde debió adentrarse de incógnito con un
equipo de ingenieros de la CFE, pues los tepehuanos
armados no dejaron de amenazarlos a todos. Estaban
en el corazón mismo del Triángulo de Oro, del que no
hay ninguna etnografía ni ningún antropólogo cientíico
o activista que se atreva a describirlo. Las etnografías de
John Hobgood y de Campbell Pennington ya guardan
sus años y su olvido. Chacón hizo otro peritaje en
Mogotavo, municipio de Urique, y inalmente estuvo en
la comunidad de Choreachi, también en Guadalupe y
12
Por último, Francisco Lara Padilla obtuvo la plaza de Augusto, también
abogado con estudios en CIESAS.
31
Calvo. Este trabajo fue la gota que derramó el vaso de sus
buenas intenciones, si no es que su inocencia.
Ocurre que como profesional, Chacón es un experto en
la cultura arqueológica tubar, a la que dedicó toda una
tesis. Ésta era una sociedad que estaba ya por extinguirse
cuando Carl Lumholz visitó Chihuahua.13 Hoy ya son
historia, aunque el actual Tubares, cercano a Batopilas,
es una tierra de guerra, peligrosa para cualquiera que
meta ahí las narices. Las tierras ocupadas por este grupo
indígena, lo mismo que las de cocoyames y macoyahues,
son ahora parte del “territorio rarámuri”, el cual se ha
expandido hacia ellas por medio de rancherías que han
ido colonizando las tierras despobladas más agrestes con
su ganadería montaraz. Este fenómeno expansivo es poco
conocido, pero también es observado entre los wixaritari
de Zacatecas y Durango. El fenómeno le planteó un
problema inédito a Chacón, que incluso lo vivió como
un dilema desde su humilde perspectiva. Recuerdo
que nos lo comentó a varios amigos, al calor del sotol
ingerido en algún lugar de Nuevo Casas Grandes, luego
de un recorrido. Chacón descubrió que Choreachi había
sido un sitio de antiguo poblamiento tubar, no rarámuri.
Obviamente, no se podía hablar de “originalidad” y
menos aún de un supuesto derecho natural. Qué hacer
pues, ¿decir la verdad cientíica o manipular la verdad
según la interesada etnicidad actual? Al abogado le
pareció aconsejable falsear los datos arqueológicos, lo que
implicaba igual un asunto cientíico y ético de fondo, pero
que él pretendía sobredeterminar con su propia acción
político legal. Al inal Chacón se decidió por la primera
opción, y así le fue. Toda elección tiene consecuencias,
13
Andrés Molina Enríquez todavía los consignaba como tribu en 1906:
Andrés Molina Enríquez, “Datos de nuestra historia lejana. Los derechos territoriales
de las tribus indígenas”, en Luis Vázquez León, Historia de la etnología. La antropología
sociocultural mexicana, Editorial Primer Círculo, México, 2014, pp.129-151.
32
incluso las decisiones cientiicistas. Hasta la fecha, y a
pesar de los años que lleva siendo contratado una y otra
vez, no consigue su plaza en el INAH. Aún recuerdo su
expresión de felicidad cuando se licenció en la ENAH bajo
la dirección de “Ben” Brown (yo estuve presente en su
examen en 2010) disertando sobre los tubares, creyendo
que por in obtendría su reconocimiento deinitivo.
Luego, su tesis obtuvo un premio del INAH como
aportación cientíica. Pero de nada le sirvieron sus nuevas
credenciales académicas, pues de hecho dejó inconclusa
su maestría en antropología; en vez de su reconocimiento
académico prevaleció la falsedad de que había traicionado
a los rarámuri, especie esparcida por sus colegas más
interesados de forma activa en la situación presente. Los
tubares después de todo están muertos, así que no los
dañaría mentir un poco sobre ellos.
Para iniciar mi análisis creo preciso abundar en el contexto
de lo que estamos hablando. Desde 2006, cuando se
declaró de modo unilateral la guerra al narcotráico, los
arqueólogos y antropólogos nos desempeñamos en un
contexto de creciente violencia social. Yo mismo he dicho
en público que mientras esa guerra exista los riesgos son
muchos, peor aún si se le apuesta a la solución armada o
represiva de la delincuencia. Por una parte, sabemos que
la presencia militar o paramilitar no es garantía de paz,
como no lo fue en Juárez, Monterrey o Lázaro Cárdenas.
Por otra, que estamos ante una guerra sin in porque el
botín es inconmensurable, y éste se mide en miles de
millones de dólares. Dicho de otra manera, siempre habrá
quien sustituya a los caídos en todos los bandos y quien
quiera quedarse con la mayor tajada del pastel. Como
dijo la periodista canadiense Dawn Paley, estamos ante
el “capitalismo de la guerra a las drogas”, que involucra
33
la militarización y la paramilitarización de México.14 De
manera desmitiicadora, el propio capitán José Mireles lo
dice en un documental bien conocido, Cartel Land, donde
expresa que “ahora nosotros somos los delincuentes”. Si
esa guerra no tiene visos de parar en tanto el presidente
de México no declare la paz y a continuación legalice el
uso de las drogas, ¿qué vamos a hacer como antropólogos
y arqueólogos? Mientras la utopía de un México Digno se
hace real, yo diría que hay que emplear a fondo el sentido
común, organizarnos mejor para cooperar, y romper la
incomunicación y competencia entre nosotros como
estudiosos. Nuestra auto-segregación idiosincrásica no
nos ayuda en estas circunstancias, y por el contrario nos
hace a todos vulnerables gracias al “fuego amigo”.
Cuando todo esto comenzó en 2006, no hubo que esperar
a la operación militar en Michoacán. Recuerdo muy bien
que un mes antes hacía yo un recorrido en las rancherías
tarascas conocidas como Los Santos, que son “anexos” o
“tenencias” (originalmente son ranchos) de la comunidad
de Pamatácuaro, municipio de Los Reyes. Fui a observar
al equipo del Programa Focos Rojos de la SRA, secretaría
que nos había contratado para evaluar el programa
y que al inal lo desechó sin más. El punto es que me
sorprendieron dos cosas. De inmediato, me impresionó
que a partir de Tingüindín y hasta el rancho La Tinaja
había desaparecido del todo ese hijo bastardo llamado
maíz, ya que el paisaje en kilómetros a la redonda
era dominado por el verde brillante de los árboles de
aguacate. En seguida, que todos los habitantes de los
ranchos –que me resisto a llamar “campesinos” y menos
aún “pueblo purépecha”– estaban dotados de armas que
exhibían sin reparos, costumbre que sólo había visto en
Cuzamala de Pinzón, cuando las obras hidráulicas se
14
Dawn Paley, Drug War Capitalism, AK Press, Oakland, 2014.
34
construyeron a pesar de las protestas campesinas contra
la expropiación del agua de su río. Debo admitir que di
marcha atrás y volví a la cabecera municipal, lugar no
del todo seguro tampoco porque ahí el clima de violencia
llevó a choques armados entre los rancheros indígenas,
los propietarios y la policía llamada GOES. En Cherato,
una de las rancherías, esos hombres armados formaron
su autodefensa y a poco suscitaron una matanza en Los
Reyes, cuando todas las autodefensas llegaron a imponer
su ley sobre la cabecera municipal. Pero contra lo que la
propaganda dice, aquí el problema no es el narcotráico,
el tráico de minerales o el tráico de ganado robado; ni
siquiera el tráico de seres humanos. Más bien sobresale el
tráico de armas cortas y automáticas con un in evidente.
Lo que se estaban peleando los actores eran las huertas
de aguacate, lucrativa actividad formal donde se observa
un acelerado cambio de propietarios. Hay, de hecho, una
pulsión descarada por hacerse rico a como dé lugar, así sea
arrebatándose entre sí las propiedades, una práctica que
fue introducida por los narcotraicantes y luego repetida
por las autodefensas como si fuera un botín de guerra.
La experiencia de mi propia huida me hizo pensar luego
en Lucho Lumbreras, un arqueólogo peruano. Recuerdo
que una vez lo escuché quejarse del peligro que ellos
vivieron durante la guerra contrainsurgente con Sendero
Luminoso. Eligieron cancelar las investigaciones y
ponerse a buen recaudo, al punto de quedar paralizados
completamente. Sendero mismo era en extremo violento,
como muchos de los actores aquí. Pero lo que vino
después fue atroz. Entonces me asaltó la pregunta,
¿necesitamos acaso de un Fujimori o de una guerra de
tierra arrasada para sentirnos seguros? El costo puede
ser excesivo, por lo que me declaro desde ya paciista
políticamente. Realmente sopesamos muy poco el costo
35
de la “seguridad” en materia de derechos humanos y
de derechos ciudadanos, que son los primeros en caer
mortalmente heridos en medio de éstos los conlictos
armados que en teoría reducen los riesgos.
Lo digo con una gran preocupación porque ya nos hemos
habituado a la violencia y a “solucionar” los conlictos
por medio de las armas. La marea violenta ha subido
hasta cubrir a la academia. Hace poco un grupo de
académicos publicó un libro proclive a los “territorios
de poder” de la etnicidad del siglo XXI.15 Su portada es
alusiva. Se muestra a un personaje embozado con un rile
en la mano. En las páginas legales se acredita la fotografía
como “Defensores del bosque, 2011”. Ya sea que hablemos
de aguacate, de madera, de limón, de mango, de ganado
o de cualquier otro recurso que se traduzca en dólares,
siempre se elige a las armas para dominarlos sin disputa.
Se entiende entonces por qué tras la guerra al narcotráico
crecen los índices de injusticia y desigualdad, de violencia
y homicidio. Son los verdaderos efectos perversos de esta
guerra sucia.
¿Cómo afecta esta situación más amplia a eso que llamamos
la antropología mexicana? Sin duda se aprecian diferencias
entre la arqueología y la antropología sociocultural. A
simple vista, los arqueólogos están más expuestos y han
visto la violencia muy de cerca, cosa que en mi campo
no ocurre de manera generalizada. Desde luego estoy al
tanto de una colega que estudia los conlictos agrarios
y faccionales en el norte de Puebla y que ahora se han
complicado con la presencia de las compañías mineras,
propiciando protestas en su contra. En su último trabajo
de campo fue el ejército el que cuestionó su presencia,
pues es una zona de agitación social, no del narcotráico.
15
Octavio A. Montes Vega (ed.), Territorio y prácticas políticas, COLMICH,
Zamora, 2014.
36
En otro caso que guardo en el anonimato, una colega que
estudia organizaciones campesinas en Chihuahua ha
debido estar en la región bajo control de “La línea”, pero
a los que más teme es a los policías municipales y a un
grupo paramilitar llamado ERI. Obviamente, también la
han cuestionado sobre su investigación. Con todo, esta
carencia de inmunidad no es en nada comparable a lo que
han sufrido los periodistas, los abogados y los médicos,
que son los verdaderos “daños colaterales” de esta guerra,
con índices de mortalidad similares a la guerra de Irak.
Cuando preparaba esta ponencia, me permití hacer un
sondeo a través de la Red Mexicana de Arqueología, a la
que agradezco su gran apoyo. Me cayó encima un alud de
casos de vejaciones en Zacatecas, Chihuahua, Durango,
Michoacán y Jalisco, incluido el homicidio de Carlos
López Cruz. Conocí de cerca a Carlos durante mi estudio
doctoral, cuando era asistente de María Teresa Cabrero en
el Proyecto Cañón de Bolaños, que fue uno de los casos
analizados. Aún más, varias veces estuve invitado en su
casa y conocí a su familia. Lo vi poco antes de su muerte en
las oicinas del INAH en Jalisco, entusiasmado por aplicar
la idea de “regiones de refugio” al pasado prehispánico.
Quedamos de reunirnos para platicar sobre ello. Nunca
hubo esa otra reunión. Murió en circunstancias oscuras
mientras trabajaba. Nadie, que yo sepa, ha aclarado su
homicidio. Casos como el de él me conirman la sensación
de que en este país del horror, todos los mexicanos somos
susceptibles de ser desechados.
Asimismo se me repitieron los conlictos violentos en
las zonas arqueológicas de Chiapas y se mencionó el
nombre de Luis Alberto Martos, quien dirigía la zona
arqueológica de Plan de Ayala. Corre la versión de que
fue secuestrado por bases zapatistas de Ocosingo, pero no
todas las versiones lo conirman. Como yo mismo pude
37
observar en San Felipe los Alzati hace años, no hay zona
arqueológica donde no haya problemas de propiedad de
la tierra, disputas familiares y contiendas por el trabajo
de custodio. En las más complejas, como Monte Albán, se
agregan graves diicultades de uso del suelo y ocupación
irregular del mismo, algo que se repite hasta en Perú y
Egipto. El caso de Cholula es paradigmático, pues es de
las pocas zonas donde la ciudad moderna está plantada
sobre la ciudad antigua, lo que genera problemas de
afectación patrimonial con sólo introducir el drenaje o
poner cimientos. Pero aquí el problema es especulativo,
están involucrados políticos y afecta lo mismo al pasado
que al presente; hasta ha habido amenazas contra los
interesados en la preservación, un arqueólogo y un
etnólogo entre ellos.
Volviendo a nuestro interés central, hay versiones que
hablan de problemas laborales y racistas propiciados
por el administrador de la zona arqueológica Plan de
Ayala, que Alberto Martos no quiso despedir. Ello
desató la violencia intolerante, susceptible a la menor
provocación. El fenómeno se repite en otras zonas de
Chiapas y creo que alguien las debería indagar a detalle
con ines de regularización. Un diagnóstico puntual de
todas las zonas arqueológicas sería muy recomendable,
así como la ijación geográica de los puntos peligrosos a
evitar. Un arqueólogo de Tamaulipas, Gustavo Ramírez,
ha aconsejado la manufactura de bases de datos de los
incidentes, pero es preciso el respaldo institucional
pertinente. No hay que descartar a propósito de ello una
detección centralizada constante de cada actividad de
campo que se desempeñe, aun la más habitual y rutinaria.
En la antropología sociocultural, como ya vimos en la
primera situación descrita, las cosas son más complejas
porque estamos tratando con personas interesadas en
38
decir una cosa y hacer otra. No es fácil tampoco englobar
todos los comportamientos bajo la burda etiqueta del
“crimen organizado”. Es más, siempre hay que explicar
por qué se emplea ese lenguaje policial en su contexto
de uso. Por ejemplo, a Tanaco y a varias comunidades
indígenas vecinas a Cherán —de población incluso más
conservadora de su lengua puhré—,16 los comunalistas
armados los acusaron ante las fuerzas federales de que el
robo de madera, o sea, su tala clandestina, era sostenida
por el narcotráico, lo mismo que los secuestros. La verdad,
ellos mismos eran extorsionados por la delincuencia. En
Tanaco también se vivía con miedo y el control social lo
hacían civiles con radios portátiles, lo que implicaba que
no estaba lejos el monitor, al parecer en Rancho Morelos.
Pero luego de la muerte violenta del presunto secuestrador
y su guardaespaldas en las inmediaciones de Urapicho,
los secuestros decrecieron, no así el clandestinaje, que
es un problema social porque se trata de una economía
informal que se practica de manera cotidiana en todas las
comunidades tarascas de la sierra. Los expertos estiman
que entre 30 y 60% del producto maderable es de origen
clandestino en todo México, pero la causa principal de
la deforestación en Michoacán es el cambio de uso del
suelo para sembrar aguacate.17 Asimismo, la Cámara
Nacional de la Industria Maderera tiene muy claro que
en Michoacán se requiere de una “normalización del
16
Luis Vázquez León, “Ethnomethodology and Mestizaje: The Cherán
Connection”, en Tomás Mario Kalmar, Illegal Alphabets and Adult Biliteracy. Latino
Migrants Crossing the Linguistic Border, Routledge, New York, 2015, pp. 145-152.
17
El Gobierno del Estado de Michoacán (2002:10) admitía que la gran
amenaza de la tala clandestina implicaba sólo el 10% de las causas de la deforestación
de su estado. Esto ha sido conirmado en el último inventario forestal de la Comisión
Forestal de Michoacán, que indica que es mayor la pérdida de la cubierta de selvas,
que es donde operan los traicantes de maderas inas. En los bosques templados,
más del 50% han sido arrasados para introducir aguacate. No obstante, el director
de COFOM insiste en que el ejército persiga a ejidatarios y comuneros junto con el
“crimen organizado”. “Anualmente se pierden 70 mil hectáreas de bosques y selvas de
Michoacán: COFOM”, La Jornada Michoacán, 24/09/2015.
39
empresariado” de los pequeños talleres para que éste cese
de consumir la madera ilegal, la que en consecuencia es
una práctica depredadora de un campesinado pobre sin
opciones económicas.18
No obstante los datos, desde la razón de Estado se arguye
en contra de este campesinado pobre la superioridad
del bien ecológico como un valor abstracto, excepto que
el prurito proteccionista llega a tales absurdos como
el declarar como delito penal el cortar leña, tejamanil y
aun transportar tierra para macetas. Así, lo que era un
uso tradicional de la madera para ines constructivos
domésticos, se convirtió en un crimen bajo esta cultura
indígena. Lo raro es que en Cherán esa conservación radical
coincide con la actividad de un aserradero en funciones,
con una resinadora enorme, y con los 139 “talleristas” que
cortaban madera al mismo tiempo que los talamontes,
todavía en 1998.19 Quiere esto decir que lo que en verdad
les agravió a los actores interesados no es la preservación
del bosque, sino que otros lo aprovecharan también. Fue
así como se construyó la representación contradictoria
del enemigo llamado “crimen organizado”.20 Huelga
decir que el estigma se aplicó a otros indígenas de Tanaco,
Capácuaro y San Lorenzo. Para ello la creación de un
“territorio armado” donde monopolizar el recurso, aun
con el uso de armas reservadas al ejército.
Luego hay que sopesar aparte que durante muchos años
los antropólogos socioculturales nos acostumbramos al
conlicto de interpretaciones. No necesitábamos leer a
18
“En Michoacán, la producción de madera ilegal supera en 233.33% a la
lícita”, Cambio de Michoacán, 14/09/2015.
19
INEGI-Ayuntamiento de Cherán-Gobierno de Michoacán, Cherán, estado de
Michoacán. Cuaderno estadístico municipal, Aguascalientes, 1998, p. 87.
20
Cfr. Günther Schlee, How Enemies Are Made. Towards a Theory of Ethnic and
Religious Conlicts, Berghan Books, New York, 2008 y Jack Goody, Representaciones
y contradicciones. La ambivalencia hacia las imágenes, el teatro, la icción, las reliquias y la
sexualidad, Ediciones Paidós Ibérica, 1999.
40
Paul Ricoeur ni saber de su hermenéutica para asumir
que nunca nos pondríamos de acuerdo en un mismo
paradigma, esto es, en una misma interpretación teórica
de los fenómenos. Hubo un momento en nuestra historia
cientíica en que prevaleció un pluralismo teórico y
metodológico que abarcaba desde el evolucionismo hasta
la economía política. Los partidarios de cada teorización
o modo de interpretar la realidad vivían la controversia
como algo normal, aunque tuvieran que polemizar
para competir.21 Y cuando en México a dos de esas
teorizaciones se les quiso imponer como un pensamiento
único (caso del marxismo militante y del indigenismo
ortodoxo), no vacilamos en contradecirlo. Gracias a dicha
libertad de pensamiento ganada con esfuerzo, algunos
reconsideraron sus concepciones previas y las condujeron
a renovaciones teoréticas a modo de un coevolucionismo,
de un marxismo humanista, de un nuevo funcionalismo
y hasta de un nuevo difusionismo.22 Lastimosamente,
hay pruebas de que este proceso cognitivo normal está
ya atroiado, pues tal parece que los últimos “ismos”
(posmodernismo, feminismo y poscolonialismo) han
llegado para poner in a la historia. Es muy extraño
entonces que en nuestra antropología esté creciendo la
fuerza de ese pensamiento único, en extremo intolerante
hacia otras interpretaciones y a su competencia bajo el
normal conlicto de interpretaciones. Habría por lo tanto
una correspondencia entre lo que ocurre allá afuera con
lo que ocurre acá adentro. Es decir, mientras en nuestra
sociedad se coarta la libertad de prensa, se imponen
“verdades históricas” y se violan sin vergüenza los
21
Elman Service, A Century of Controversy. Ethnological Issues from 1860 to 1960,
Academic Press, Orlando, 1985.
22
Cfr. Paul A. Roth, Meaning and Method in the Social Sciences. A Case for
Methodological Pluralism, Cornell University, Ithaca, 1989; Paul A. Erickson y Liam
D. Murphy, A History of Anthropological Theory. Fourth Edition, University of Toronto
Press, Toronto, 2013.
41
derechos humanos, en nuestra academia se ha desatado
la cacería de brujas. Hace no mucho, el nombre de
Arturo Warman era el blanco favorito. Hoy, un grupo de
antropólogos afectos a las redes sociales la han tomado
contra Roger Bartra como objeto predilecto de su ira.
Podemos estar en desacuerdo o no con esos conspicuos
colegas, lo que no podemos hacer es perseguirlos como
una “desviación de pensamiento”. Pero es sintomático
que a ellos y a otros se les esté aplicando el estigma de
“enemigo de los pueblos indígenas”. En efecto, cuando
se llama al “cheranicemos México” en la propaganda
paramilitar, a mí me suena a “tiranicemos México”.
por pronunciamientos abstractos y poco efectivos que
no cambian nada, excepto que ayudan a tranquilizarnos
al darnos un efímero sentimiento de comunidad. Al
respecto, y por largo tiempo, confundimos nuestro
comportamiento corporativista (el “espíritu de cuerpo”
que nos uniicaba en algún grado en torno a nuestras
instituciones respectivas) con las tradiciones nacidas
en las diferentes escuelas de antropología, que por otra
parte nunca ofrecieron un peril único de estudiante
equivalente en todo México, pues ni podían ni pretendían
hacerlo. ¿Aparte del nombre de antropología, qué tiene
en común un antropólogo graduado en la UQROO con
otro egresado de la EAHNM?
Se apreciará que sea hasta aquí donde las dos situaciones
sociales descritas indican que estamos ante lo que Karl
Mannheim llamó un condicionamiento social de las
ideas.23 Ambas nos muestran que las acechanzas, aun
siendo externas inluyen sobre las internas y a su vez éstas
interactúan de modo propiciatorio sobre las primeras.
Ambas parecen conirmar también la conclusión de la
historia social de Thomas C. Paterson para la antropología
cultural e incluso para la arqueología en EU.24 Recordemos
que Paterson concluye airmando que los antropólogos
culturales en su contexto nunca han estado del mismo
lado, sea en teoría, sea en política, sea en amistades o
sea en posiciones estructurantes y estructurales en todo
tipo de interacciones sociales. Su decir, a mi modo de
ver, muestra que la pulverización idiosincrásica tiene
implicaciones éticas, epistemológicas y muy vastas sobre
la acción social. Por ejemplo, ello señala de inmediato hacia
nuestros colegios profesionales, que rara vez consiguen
concordar y menos aún consensuar. Optan casi siempre
Prestemos ahora mayor atención a las instituciones,
que en las situaciones descritas aparecen como meras
referencias para los individuos involucrados en dichas
interacciones momentáneas. La verdad es que el cómo
piensan esos individuos está conectado de múltiples
formas al cómo “piensan las instituciones” en los términos
de Mary Douglas.25 Si la cientiicidad está en aprietos es
porque también en las instituciones que constituimos
se preiere compartir ideas, intereses y valores que a su
vez cuestionan al ethos cientíico. Un crítico, cientíico
él mismo, ha caracterizado a este fenómeno como una
especie de “locura doble”.26 Al respecto, no es sólo que los
académicos se sumen al activismo político, supeditando
su cientiicidad a los intereses de conocimiento de
los actores. Muy distinto es que sus miembros más
conspicuos digan que la antropología es una ciencia
colonial, lo que resulta grave porque al hacerlo eligen
otra visión interpretativa de la realidad que ya no
23
Karl Mannheim, Ideology and Utopia. An Introduction to the Sociology of
Knowledge, Harcourt Inc., Orlando-San Diego, 1985 (1a. ed. 1936).
24
Thomas C. Paterson, Social History of Anthropology in the U.S., Bloomsbury
Academic, New York, 2003 y Toward a Social History of Archaeology in the United States,
Harcourt Brace College Publishers, Orlando, 1997.
25
Mary Douglas, Cómo piensan las instituciones, Alianza Universidad, Madrid,
1996.
26
Marcelino Cereijido, Ciencia sin seso, locura doble. ¿Estás seguro de que te
quieres dedicar a la investigación cientíica en un país subdesarrollado?, Siglo XXI Editores,
México, 1994.
42
43
corresponde a su inserción institucional, no se diga con
algún control epistemológico de su práctica. Así, en tanto
el recorte presupuestal externo merma las funciones
institucionales, sus miembros más conspicuos debilitan
más aún al “espíritu cientíico”.27 Ellos han optado por
una y sólo una de las posturas interpretativas, y de paso
relativizando su limitación mayor: que ya metidos en ese
orden de conocimiento egocentrado todo se vale, como
en Feyerabend.28 Pero en realidad, también usando una
versión interpretativa elemental, la cual ha prescindido
del método hermenéutico, tan exigente como el cientíico.29
Precisemos entonces que en la situación actual las
instituciones donde se posicionan los antropólogos y los
arqueólogos están sometidas a una tensión presupuestal
básica con los recortes y la austeridad del gobierno
central. Es importante destacar que aun la llamada
antropología académica (en contraste con la antropología
gubernamental)30 no escapa a este condicionamiento de
efectos perversos. Planteo sólo uno, y que coincide con las
valorizaciones positivas hacia la justicia por cuenta propia
que involucra a una guerrilla y a varios grupos armados más
en el sur y el occidente del país. La siguiente pregunta de
inmediato asalta al estudioso: ¿Es permisible ideologizar
el trabajo académico y al propio tiempo aparentar que
se cumple con la forma cientíica de pensar, adecuada
para el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología? Desde
luego me hago cargo de que la contradicción de términos
pasa por muchos iltros atenuantes y más aún por las
27
Gaston Bachelard, El nuevo espíritu cientíico, Editorial Nueva Imagen,
México, 1981.
28
Paul K. Feyerabend, Contra el método. Esquema de una teoría anarquista del
conocimiento, Planeta-Agostini, Madrid, 1994.
29
Cfr. Karl Popper, El mito del marco común. En defensa de la ciencia y la
racionalidad, Ediciones Paidós Ibérica, Madrid, 2005. Hans-Georg Gadamer, Verdad y
método, Ediciones Sígueme, Salamanca, 1977.
30
La he utilizado para ines analíticos como tipos ideales para referirme al
CIESAS y al INAH en Vázquez (2014).
44
conveniencias diversas de mucha gente involucrada.
Una de ellas es penosa, pero ilustra bien la condición
en que vivimos. Por un lado, CONACYT cumple con la
valiosa contratación de 225 nuevos investigadores a pesar
de los recortes presupuestales, pero al mismo tiempo
cunde la desazón en las escuelas de la antropología
gubernamental por el inminente despido del personal
supernumerario bajo contratación temporal. De ser cierto
el ajuste, signiicará un golpe bajo para esta forma de
hacer y pensar la antropología en sus diferentes ramas,
sin mencionar el desempleo de colegas que de por sí
trabajaban en condiciones precarias. Pero si hubiera
alguna moraleja encerrada en esta contradictoria historia,
querría decir que hay que cientiizarse para subsistir en la
adversidad.
El solo anuncio de la integración del INAH a la Secretaría
de Cultura ha venido acompañado de muy probables
recortes presupuestales y otras afectaciones.31 Aunque
haya señalamientos destacables en la estrategia de fusión
del INAH a la SC –en especial lo que Ramírez Castilla
llama “la cuarta iniciativa” y el reposicionamiento de
la imagen de México, obsesión que no deja dormir a la
clase política–, a nadie pasa desapercibido que hay un
ingrediente simbólico que comparten las instituciones de
la educación pública, de la salud social, de la agricultura
campesina y de la industria petrolera nacionalizada.
Como digo, todas ellas viven igualmente diicultades
presupuestales graves, sus miembros padecen desajustes
y malestares, y todas han sufrido reformas legales desde
hace dos décadas, y que una y otra vez se dijo era para
el bien de su propia modernización. Podemos convenir a
continuación en que todas estas instituciones requieren en
31
Gustavo A. Ramírez Castilla, “La Secretaría de Cultura: sus implicaciones
jurídicas y laborales en el quehacer del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
La cuarta iniciativa como opción”, Red Mexicana de Arqueología, 20/09/2015.
45
verdad de cambios en sus estructuras y modo de pensar.
Excepto que la cancelación y in de la reforma agraria
ha generado nuevos conlictos apenas imaginados, pero
no la gran revolución campesina anunciada por sus
críticos.32 También es sabido que el déicit educativo
ya no puede ser disimulado para el propio beneicio
de México y los mexicanos. Pero mucha gente ve con
suspicacia que la reforma energética, lejos de eliminar las
peores corruptelas de PEMEX, las ha dejado en suspenso
mientras las petroleras se reparten, otra vez como en la
guerra al narco, el botín del petróleo.
Pero ocurre que todas ellas surgieron como productos
genuinos del nacionalismo revolucionario, y en el caso del
INAH y la SEP, del nacionalismo cultural. Es decir, de otra
ideología que en sus momentos cumbre era tan poderosa
que servía de motor a una economía mixta, a un estado de
bienestar inspirado en las causas de una revolución y a un
deseo de hacer de México un lugar digno de ser vivido.
Y quizá lo fue por algún corto tiempo entre 1938 y 1968.
Pero por razones que huelga repetir aquí, el nacionalismo
ha perdido vigencia ideológica como una idea o conjunto
de ideas fuerza, y no sólo en México. Ahora resulta que
mientras más globales seamos, mejor. Aunque siempre
habrá quien deba pagar las consecuencias de esa decisión
de economía política mayor.
Feminista o no, decía Popper que el hombre no parece
ser tanto un animal racional como un animal ideológico.
Pero los antropólogos también sabemos que desde el
estudio clásico del kula por Bronislaw Malinowski –para
variar denunciado como racista por los posmodernos–,
la actividad del intercambio económico racional también
32
Esperanza Penagos Belman, Con la tierra entre las manos. Análisis de dos
organizaciones campesinas del noroeste de Chihuahua y su lucha por la supervivencia,
EAHNM-INAH, Chihuahua, 2015.
46
se mezcla con la ideología religiosa. La línea que separa
a ambas, racionalidad e ideología, y como he mostrado
para la antropología académica, no es tan tajante como
suponemos. Pero ahora hay que pensar en otro sentido, el
de si podemos retornar a un replanteamiento de la nación
en términos aceptables para que incluya el respeto para
todos, el vivir en paz y el buscar el bien común sin cuotas
para unos y desprecio para los demás. ¿Un nacionalismo
como el indio o el chino, que haga compatibles nación y
globalidad?
¿Cuál es pues nuestro reto en estas condiciones adversas?
Quisiera concluir diciendo que efectivamente la nueva
sociedad mexicana requiere de más ingenierías y de más
tecnologías. Eso no está a discusión, y más vale que no lo
esté so pena de caer en el extremo de Japón de eliminar
el gasto educativo en las humanidades y ciencias sociales.
Pero si debe haber una nueva educación pública tendrá
que haber un renacimiento cultural sustentado en una
racionalidad cientíica amplia y de acceso irrestricto
para todos. Quiero decir con ello, desarrollar una cultura
cientíica desde la enseñanza básica. Esto, en el caso del
INAH, podría ser algo más que una epistemología o
un control sobre la propia indagación. No pocos de sus
investigadores están conscientes de que se debaten en
un medio similar al de Cereijido, el de la ciencia tirando
hacia la racionalidad y el de una ideología tirando hacia
el pasado del otro. Pero no pocos han elegido reproducir
la tradición cientíica.33 Aquí sugiero algo más. Hasta hace
pocos años, hubo un conlicto entre cientíicos (físicos
para mayor referencia) y antropólogos de la ciencia de
inspiración posmoderna.34 Hubo agrios comentarios
33
Luis Vázquez León, El leviatán arqueológico. Antropología de una tradición
cientíica en México, CIESAS-Porrúa Editor, México, 2003.
34
Cfr. Laura Nader (ed.), Naked Science. Anthropological Inquiry into Boundaries,
Power and Knowledge, Routledge, New York, 1996; Steven Weinberg, Plantar cara. La
ciencia y sus adversarios culturales, Ediciones Paidós Ibérica, Madrid, 2003; Alan Sokal y
47
entre ambos grupos, y por cierto cada vez más alejados
de lo que un físico y escritor llamó “las dos culturas” y
luego una “tercera cultura”, producto de la fusión de
ciencias y humanidades, las ciencias sociales incluidas.35
Ocurre empero que, sin pretenderlo, los posmodernos
en su crítica no pudieron evitar el reintroducir al debate
la noción de cultura cientíica, inexistente en la ciencia
de la ciencia o en la sociología cientíica más respetada,
donde el límite cognoscitivo de mayor rango social era
la comunidad cientíica, las redes de investigación y las
masas críticas de investigadores. Sin embargo, esa misma
noción estaba implícita en la “tercera cultura” sintética de
Snow y Kagan.
BIBLIOGRAFÍA
Por supuesto que la consecución de esa cultura cientíica
nunca será una panacea ni la tercera vía de salida.36 Pero
como ha señalado un arqueólogo, es una opción posible.
Si ya nos han amputado la ideología nacionalista, quizá
llegó el momento de llevar a sus últimas consecuencias la
elaboración efectiva de una cultura cientíica a gran escala,
haciendo precisamente una ciencia de vanguardia en vez
de una simplemente normal o habitual. A circunstancias
extraordinarias, medidas extraordinarias.
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35
C.P. Snow, Las dos culturas y un segundo enfoque, Alianza Editorial, Madrid,
1997 y Jerome Kagan, The Three Cultures. Natural Sciences, Social Sciences, and the
Humanities in the 21st Century, Cambridge University Press, Cambridge, 2009.
36
Aclaro que la “tercera vía” viene de la socialdemocracia inglesa y fue una
opción propuesta por Giddens a ese contexto. Anthony Giddens, La tercera vía. La
renovación de la socialdemocracia, Taurus, Madrid, 1998.
48
Gadamer, Hans-Georg, Verdad y método, Ediciones
Sígueme, Salamanca, 1977.
Giddens, Anthony, La tercera vía. La renovación de la
socialdemocracia, Taurus, Madrid, 1998.
49
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Paterson, Thomas C. Toward a Social History of Archaeology
in the United States, Harcourt Brace College Publishers,
Orlando, 1997.
50
51
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Antropología y ilosofía
en la interpretación
transdisciplinaria de la
diversidad cultural37
Weinberg, Steven, Plantar cara. La ciencia y sus adversarios
culturales, Ediciones Paidós Ibérica, Madrid, 2003.
Ambrosio Velasco Gómez38
Introducción: México, el trauma de
una nación
Edmundo O’Gorman consideró que el trauma de la historia
de México reside en la contradicción entre sus aspiraciones
y proyectos liberales como nación independiente que
miran hacia el norte, esencialmente hacia nuestro país
vecino, para avanzar en su modernización y, por otro lado,
su legado histórico, colonial, hispanista y conservador.
Considero que hay un trauma más profundo y trascendente
que va más allá de los grupos y clases dirigentes que
luchan por dirigir el Estado mexicano. Se remonta a los
tiempos de la conquista y perdura hasta nuestros días. Es
el trauma originado por la valoración y persistencia de la
diversidad cultural; principalmente la diversidad étnica
que los proyectos y las aspiraciones de los dirigentes del
Estado han tratado de negar e incluso de destruir para
conformar una nación moderna y homogénea.
52
37
Este trabajo se desarrolló en el marco del proyecto PAPIIT IN 40 22 16,
“Nación, democracia y diversidad cultural”.
38
Instituto de Investigaciones Filosóicas, UNAM.
53
Los debates sobre la diversidad cultural en México han
sido durante siglos un acontecimiento central no sólo
en el ámbito académico, sino en el proceso mismo de
la construcción y el debate de la identidad nacional. El
ya clásico libro de Luis Villoro Los grandes momentos del
indigenismo (1950), desarrolla ampliamente la forma en
que las concepciones sobre lo indígena por parte de los
no indígenas han contribuido a deinir la idea de nación
desde la conquista de América hasta nuestros días.
El propósito de este trabajo es hacer una revisión crítica
y relexiva de diferentes perspectivas desde las que se ha
abordado el problema de la diversidad cultural en relación
a la conformación de la nación mexicana. En esta relexión
se enfatizan dos aspectos o dimensiones. Por una parte,
cuestiones teóricas, metodológicas y epistemológicas en la
interpretación de la diversidad cultural. Por otra, aspectos
axiológicos, ideológicos y políticos del tratamiento de la
diversidad cultural en relación al proyecto de nación.
Para formular el abordaje teórico-metodológico de la
diversidad cultural propongo un esquema que opone
dos tipos ideales. Por un lado, una visión interna de la
diversidad cultural que se esfuerza por comprender
las sociedades distintas y distantes desde el punto de
vista de los propios agentes, de sus lenguas, culturas y
concepciones del mundo, tratando de suspender o limitar
la inluencia de las preconcepciones, los prejuicios, los
conceptos y las teorías del intérprete. Por el otro lado,
y en oposición al primero, una perspectiva que parte de
marcos teóricos y criterios valorativos del investigador
para describir, interpretar, explicar y evaluar las culturas
distantes. La primera perspectiva valora la diversidad
cultural y reconoce la irreductibilidad de cada cultura,
concepciones del mundo, formas de vida, valores y criterios
de racionalidad, objetividad, belleza, justicia, etc., bajo un
54
principio de equidad axiológica entre culturas distintas.
Por el contrario, la perspectiva externa busca explicar
la diversidad cultural a través de subsumirla en leyes y
teorías universales. Este enfoque tiende a asumir no sólo
una superioridad de la racionalidad y objetividad de los
marcos teóricos del investigador, sino una superioridad
en términos de racionalidad práctica (moral y política) de
la visión cientíica sobre las culturas que se estudian.
La primera perspectiva “internalista” se identiica en
el plano ilosóico con los enfoques hermenéuticos
desarrollados desde el siglo XIX principalmente en
Alemania (Herder, Humboldt, Dilthey) y se extienden
después al mundo anglosajón e iberoamericano. En
el campo de la antropología cultural se asocia con los
enfoques “emic”. La segunda perspectiva se relaciona con
posiciones epistemológicas y metodológicas “naturalistas”
que airman la validez de conceptos y teorías universales,
y reconocen como único modelo de cientiicidad el de las
ciencias naturales que buscan explicar y predecir con base
en leyes y teorías los acontecimientos particulares. Esta
perspectiva teórica se asocia con los enfoques “etic”.
Controversias entre perspectivas
hermenéuticas y naturalistas
Las confrontaciones de estas perspectivas han dado
lugar a intensos debates en la ilosofía de las ciencias
sociales: explicación-comprensión, monismo-dualismo
metodológico, naturalismo-hermenéutica. Los debates
más interesantes son precisamente donde conluyen la
ilosofía y la antropología, como en el caso del debate
entre Peter Winch y Alasdair MacIntyre a propósito de la
cultura de los azande. Esta polémica se inicia con el libro
La rama dorada de Frazer, sobre el que opinan Witgestein,
55
Evans Pritchard y posteriormente Winch y MacIntyre,
entre otros. Estos debates ponen de maniiesto no sólo
los diferentes presupuestos teóricos, metodológicos y
epistemológicos, sino los distintos y opuestos juicios
valorativos sobre la diversidad cultural y las diferencias
en torno a supuestas jerarquías entre la “cultura cientíica”
del intérprete y la cultura local de quienes constituyen el
objeto de estudio.
Veamos por ejemplo el debate entre Peter Winch y Alasdair
MacIntyre a propósito del tema de los azande. Winch
deiende la irreductibilidad de las diferencias culturales y
por ello cuestiona la imposición de esquemas teóricos que
subsumen la diversidad en categorías y leyes generales
como un error epistemológico y metodológico. Pero no
sólo eso: también deiende la equidad de la racionalidad
y objetividad de las creencias y prácticas de los azande
y de los europeos, esto es, la equidad epistémica, moral
y política de la comunidad europea a la que pertenecen
los antropólogos que estudian esta tribu y la propia
comunidad de los azande.
Por su parte, MacIntyre deiende desde una perspectiva
externalista que la explicación teórica es indispensable
como complemento crítico a la visión internalista, a in
de asegurar una interpretación objetiva e incluso para
cuestionar los elementos ideológicos que puedan contener
las concepciones de los propios actores. Desde esta
posición, MacIntyre asume la superioridad epistémica,
moral y política de la perspectiva del cientíico, quien
al inal de cuentas explica objetivamente y juzga la
racionalidad y corrección de las creencias y prácticas de
las comunidades bajo estudio:
El valor positivo del libro de Winch estriba, en
parte, en ser un correctivo de la posición de
56
Durkheim a la cual castiga con justicia. Pero
es más que un correctivo, pues lo que Winch
caracteriza como la tarea total de las ciencias
sociales es, en realidad, el verdadero punto de
partida de las mismas. A menos que comencemos
por una caracterización de una sociedad en sus
propios términos, no podemos identiicar el
objeto que requiere explicación. La atención a
las intenciones, motivaciones y razones, debe
preceder a la atención a las causas; la descripción
en términos de los conceptos y creencias del sujeto,
debe preceder a la descripción según nuestros
conceptos y creencias.39
La respuesta de Winch a MacIntyre desde una posición
internalista es radical, pues carece de sentido juzgar la
racionalidad de las acciones o creencias de otra cultura
desde nuestros criterios de racionalidad: “Si nuestro
concepto de racionalidad diiere del de otro, entonces
carece de sentido decir que a ese otro algo le resulta o
no racional en nuestro sentido.”40 Esto se debe a que no
hay criterios transculturales ni menos universales de
racionalidad, objetividad, justicia, etc. Todo criterio es
intrínseco a una cultura especíica.
Así pues, Winch rechaza la tesis de MacIntyre de que la
ciencia social debe criticar desde los conceptos del propio
cientíico social, los estándares, las normas y las formas de
vida de la comunidad bajo estudio. Pero este rechazo a la
evaluación y crítica externa no implica de manera alguna
que una determinada comunidad no pueda evaluar,
cuestionar y transformar sus propias normas y criterios
de racionalidad desde su propio sentido común:
39
Alasdair MacIntyre, “La idea de una ciencia social”, en A. Ryan (comp.), La
ilosofía de la explicación social, FCE, México, 1976, pp. 43-44.
40
Peter Winch, Comprender una sociedad primitiva, Paidós, Buenos Aires, 1994,
p. 62.
57
Lo que podemos aprender al estudiar otras culturas
no son sólo posibilidades de maneras diferentes
de hacer las cosas, otras técnicas. Aún más
importante es que podemos aprender diferentes
posibilidades de hallar sentido a la vida humana,
diferentes ideas acerca de la posible importancia
que el llevar a cabo ciertas actividades pueda
tener para un hombre que trata de contemplar el
sentido de su vida como un todo.41
Al comprender una cultura ajena en sus propios términos,
tenemos la posibilidad de confrontar presupuestos,
creencias y estándares de la nuestra para relexionar
crítica y racionalmente sobre ellos.
Esta polémica entre Winch y MacIntyre se replica en
términos muy semejantes en aquella entre Habermas y
Gadamer sobre la capacidad de la hermenéutica para
criticar las ideologías de las tradiciones culturales.
Habermas airma que “la conciencia hermenéutica
se revela insuiciente en los casos de comunicación
sistemáticamente distorsionada”,42 pues carece de
criterios para distinguir los falsos prejuicios de los
verdaderos. En contra de la pretensión de universalidad
de la hermenéutica, Habermas considera que las
acciones sociales sólo pueden ser comprendidas desde
una “hermenéutica profunda” capaz de esclarecer
“la inteligibilidad especíica de la comunicación
sistemáticamente distorsionada”.43 Para ello es necesario
explicar causalmente el origen y funcionamiento de
tales mecanismos, con el in de desarticular sus efectos
distorsionantes. Ejemplos de teorías que desarrollan
esta crítica hermenéutica profunda son para Habermas
41
Ibidem, p. 77.
42
J. Habermas, “La pretensión de universalidad de la hermenéutica”, en J.
Habermas, Lógica de las ciencia sociales, Editorial Rei, México, 1993, p. 287.
43
Ibidem, p. 297.
58
el psicoanálisis de Freud y el materialismo histórico de
Marx. Gadamer replica que recurrir a supuestos criterios
meta-tradicionales, externos a la comunidad, “implica
forzosamente el rol del ingeniero social que actúa sin
dejar opción. Esto otorgaría al ingeniero social como
proveedor de los recursos publicitarios y de la verdad
por el pretendido poder de un monopolio de la opinión
pública”.44 Por ello, Gadamer preiere quedarse con la
incertidumbre y ambigüedad del diálogo y la relexión
hermenéutica en la que en principio todo puede ser
discutido y revisado.
Estas confrontaciones de perspectivas internalistas y
externalistas no son exclusivas de la ilosofía y las ciencias
sociales contemporáneas, sino que se desarrollaron
con mucha anterioridad en México, justamente en la
confrontación entre los críticos y los defensores de la
conquista y la dominación europea en América.
Controversias entre la visión interna
y externa de la conquista y la
dominación de México
El debate sobre la legitimidad de la conquista se desarrolló
inmediatamente después del llamado descubrimiento de
América por Colón. A solicitud de los Reyes Católicos,
el papa Alejandro VI emitió varias bulas en 1493,
concediéndoles a aquellos y a sus herederos, perpetuo
y absoluto dominio sobre las tierras recién descubiertas.
Estas bulas se convertirán en el principal título de
legitimidad del dominio de España sobre América, pero
serán objeto de cuestionamientos e intensos debates.
44
H.G. Gadamer, “Réplica a hermenéutica y crítica de la ideología”, en H.G.
Gadamer, Verdad y método II, Editorial Sígueme, Salamanca, 1994, p. 264.
59
En la disputa sobre la legitimidad de las bulas alejandrinas
y en general de la guerra de conquista y la dominación
española, se confrontarán principalmente una posición
que interpreta y juzga a los pueblos originarios del Nuevo
Mundo —llamados desde entonces equivocadamente
“indios”— desde la visión europea, que es la de los
vencedores y por ende la dominante; y en resistencia a
esta perspectiva externa se desarrolla un visón crítica
de la conquista y el dominio desde la comprensión
misma de las culturas de los pueblos indígenas. En esta
perspectiva se distinguen humanistas como Francisco de
Vitoria, Domingo de Soto y Alonso de la Vera Cruz, que
conformaron la llamada Escuela de Salamanca. Todos
ellos escribieron relecciones en el marco de las cátedras
impartidas en las que cuestionan con argumentos sólidos
la autoridad terrenal del Papa, así como la justicia de la
guerra de conquista y el dominio de la corona española.
Las disputas alcanzan un punto álgido hacia mediados
del siglo XVI, tanto en España con las controversias de
Valladolid entre Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de
las Casas, como en México con Alonso de la Vera Cruz
al momento de la fundación de la Real Universidad de
México. Me referiré a este último por ser menos conocido
y a mi manera de ver el más radical y lúcido crítico de la
conquista y el dominio español del siglo XVI. En especial
aludiré al curso de Teología en la Universidad de México
al momento de su inauguración en 1553 y que dio origen
a su relección Sobre el dominio de los indios y la guerra justa.
La formación académica de Alonso de la Vera Cruz se
distingue en lo ilosóico por un fuerte nominalismo que lo
inclina a valorar los particulares y dudar de la realidad de
los conceptos universales. Esta concepción epistemológica
y ontológica lo inclina a valorar las diferencias entre los
entes, especialmente entre personas, pueblos y naciones,
60
fundamentando una perspectiva que hoy podríamos
llamar multiculturalista.
Desde esta perspectiva, Alonso de la Vera Cruz se
preocupa por comprender la particularidad de las culturas
indígenas y desde su comprensión interna juzga que tan
racionales son los pueblos originarios como los europeos,
no obstante que sus diferencias sean irreductibles.
Los habitantes del Nuevo Mundo no sólo no son
niños o amentes sino que a su modo sobresalen,
y por lo menos algunos de entre ellos son de los
más eminentes. Es evidente lo anterior porque
antes de la llegada de los españoles, y aún ahora
lo estamos viendo, hay entre ellos magistrados,
gobiernos y ordenamientos de lo más conveniente
[…] luego no eran tan infantes y amentes como
para que fueran incapaces de dominio propio.45
Estas diferencias deben ser reconocidas por los españoles
para poder entablar una comunicación ediicante y
eventualmente un entendimiento. El entendimiento de
la diversidad cultural debe trascender las disciplinas
teológicas y ilosóicas europeas y retomar el punto de
vista de los propios indígenas, de su propio lenguaje y
cosmovisiones, asumiendo una equidad cultural.
La propuesta hermenéutica, humanista y multiculturalista
de fray Alonso y en general de los salamantinos coincide
con la que sostuvo Alonso de la Vera Cruz. Todos ellos
adoptaron la situación hermenéutica de los vencidos que
les permitió el pleno reconocimiento de sus identidades
culturales y sus derechos a la autodeterminación. Este
reconocimiento implica negar toda justicia y legitimidad
a la guerra de conquista y a la dominación colonial:
45
Alonso de la Vera Cruz, Sobre el dominio de los indios y la guerra justa
(traducción de Roberto Heredia), Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional
Autónoma de México, México, 2004, cuestión X, p. 329.
61
[…] no hay razón justa para atacar a los inieles
bárbaros recientemente descubiertos con base en
que sean inieles, ni tampoco, con base en que
por derecho sean súbditos del emperador, ni con
base en que, si no quieren prestar obediencia ni
someterse, deben ser compelidos. Esta razón,
digo, no es suiciente; ya que por derecho no son
súbditos, porque el emperador no es el señor de
todo el orbe.46
Estas ideas críticas, sustentadas tanto en España como en
América en contra del proyecto imperial de Carlos V y
Felipe II, constituyen el núcleo central de una tradición
humanista que se desarrollará con diferentes matices y
variantes en los siglos subsiguientes, en confrontación con
proyectos, ideas, prácticas e instituciones autoritarias. En
ciertos momentos, esta tradición adquiere una relevancia
determinante en el mundo hispanoamericano, como es el
caso de los procesos de independencia hacia inales del
siglo XVIII y principios del XIX.
En oposición a la perspectiva interna y multiculturalista de
fray Alonso, Ginés de Sepúlveda, el defensor más brillante
de la guerra de conquista y el imperio español, sustenta
una visión externa a las culturas indígenas, asumiendo que
las teorías, instituciones y formas de organización social y
política europeas son las únicas racionales y justas y, por
ende, las grandes diferencias que presentan los pueblos
indígenas son evidencia de su barbarie. Los argumentos
que utiliza parten de premisas supuestamente universales
y pretenden conclusiones incuestionables, parecidas a
las de la geometría. La conclusión de su libro Demócrates
segundo es una apretada síntesis de este tipo de premisas y
demostraciones que emulan falazmente al razonamiento
46
Ibidem, cuestión XI, p. 391.
matemático al presuponer orden universal inmutable e
incluso eterno que puede representarse a través de una
teoría sistemática compuesta por axiomas, deiniciones y
teoremas.
Cuatro son las causas en que fundas la justicia de
la guerra hecha por los españoles a los bárbaros.
La primera es que siendo por naturaleza siervos,
los hombres bárbaros, incultos e inhumanos se
niegan a admitir la dominación de los que son
más prudentes, poderosos y perfectos que ellos;
dominación que les traería grandísimas utilidades,
siendo además cosa justa por derecho natural que
la materia obedezca a la forma, el cuerpo al alma,
el apetito a la razón, los brutos al hombre, la mujer
al marido, los hijos al padre, lo imperfecto a lo
perfecto, lo peor a lo mejor, para bien universal de
todas las cosas. Este es el orden natural que la ley
divina y eterna manda observar siempre.47
Como puede observarse, la justiicación de la guerra
contra los indios se presenta como un teorema de
principios que relejan ese orden natural donde los
españoles son conceptualizados categórica y realmente
como prudentes y perfectos y los indios como bárbaros,
y por eso deben ser sometidos por los españoles. En la
visión de humanistas como Domingo de Soto y Alonso
de la Vera Cruz, esta forma de argumentación categórica
y demostrativa no es aplicable a problemas jurídicos,
teológicos y políticos como la conquista de América, pues
emplean indebidamente conceptos ajenos a la realidad
de los pueblos indígenas, bajo una falaz apariencia de
universalidad.
El caso de Ginés de Sepúlveda resulta, pues, paradigmático
47
Ginés de Sepúlveda, Tratado sobre las justas causas de la guerra, FCE, México,
1996, pp. 153-154.
62
63
para mostrar la asociación entre argumentación con
pretensión demostrativa y falaz justiicación de la guerra
y el dominio imperial. Incluso, siguiendo a Silvio Zavala,
un humanista como Vasco de Quiroga también sustenta
una visión externa y despectiva de las culturas indígenas.
Al respecto, nos dice don Silvio Zavala:
Quiroga no tiene como Las Casas un concepto
muy favorable de los caciques nativos, para él son
tiranuelos que carecen de formas razonables de
gobierno. De aquí que en última instancia, cuando
don Vasco examina la actitud que debe adoptarse
si los indios resisten irracionalmente a la religión
y a la cultura de los españoles, diga con san Pablo
que la iglesia debe rogar por los bárbaros “pero
no para destruirlos, sino para humillarlos de su
fuerza y bestialidad, y humillados, convertirlos y
traerlos al gremio y misterio de ella al verdadero
conocimiento de su criador y de las cosas criadas.
Contra estos tales y para este in y efecto, cuando
fuerzas hubiese, por justa, lícita y santa, servatis
servandis, tenía yo la guerra, o por mejor decir,
la paciicación o compulsión de aquestos, non in
destructionem sed in ediicationem”.48
Tanto los comentarios de Silvio Zavala como la misma
cita que hace de Quiroga muestran claramente el
desprecio de don Vasco por los indios, no tanto dignos
de reconocimiento y respeto sino de caridad y redención.
Aunque Villoro no trata en su libro sobre el indigenismo
a Vasco de Quiroga, éste representa la visión externa
típica del indigenismo mexicano, entendida como la
actitud y política paternalistas de los no indígenas,
quienes asumen una superioridad racional, moral,
48
Silvio Zavala, El ideario de Vasco de Quiroga, Instituto de Investigaciones
Históricas UMSNH, Morelia, 2015, p. 22.
64
intelectual y política sobre los indígenas que los autoriza
a convertirse en sus redentores para sacarlos de su
barbarie, aun a costa de humillarlos a través de una
“guerra ediicante”. Esta visón no dista mucho de la de
Ginés de Sepúlveda, pero es diametralmente opuesta a
la de Las Casas y los salamantinos que a diferencia de
Quiroga aprecian y reconocen la plena racionalidad
de los pueblos indígenas y por lo tanto su capacidad a
gobierno propio. Desafortunadamente, Villoro tampoco
trata en su libro sobre indigenismo, que analizaremos a
continuación, esta visión interna no indigenista pero a
favor del reconocimiento de los indígenas y la defensa de
sus derechos políticos como la que hemos visto de Alonso
de la Vera Cruz.
Así pues, en estas controversias entre la visión interna,
hermenéutica y multiculturalista de humanistas como
Alonso de la Vera Cruz y Bartolomé de las Casas, por un
lado, y la perspectiva externa, universalista de Sepúlveda
e incluso del indigenismo de Vasco de Quiroga o del
propio Sahagún, se maniiestan claramente dos modelos
o paradigmas opuestos sobre la diversidad cultural
que incluyen aspectos tanto epistémicos, teóricos y
metodológicos, como éticos, ideológicos y políticos.
El primer modelo hermenéutico, multiculturalista
y anticolonialista predominó como pensamiento de
resistencia en el humanismo criollo de la época colonial
en iguras como Zapata y Sandoval, Sigüenza y Góngora
y Sor Juana en el siglo XVII; Eguiara y Eguren, Clavijero,
Márquez y Alegre en el XVIII; y Fray Servando y
Bustamante en el XIX. Pero a partir de la Independencia,
el humanismo criollo decae y en su lugar predomina una
visión externalista marcadamente positivista y liberal
orientada a la superación de las diferencias culturales
para la construcción desde el poder estatal de una nación
65
mestiza homogénea que ha predominado con diferentes
matices en el siglo XX, como lo ha mostrado Luis Villoro
en Los grandes momentos del indigenismo. En este gran
libro, Villoro analiza las tensiones entre la visión interna
y externa de los indígenas y sobre todo reconstruye
históricamente el predominio de la perspectiva externa
que constituye precisamente el indigenismo.
clase dominante para justiicar sus proyectos y el ejercicio
de su dominación:
El indigenismo se presenta como un proceso
histórico en la conciencia, en el cual el indígena
es comprendido y juzgado (“revelado”) por el no
indígena (“la instancia revelante”). Ese proceso
es manifestación de otro que se da en la realidad
social, en el cual el indígena es dominado y
explotado por el no indígena […] Toda la dialéctica
de la conciencia, que descubre mi trabajo, es una
manifestación de una lucha, mencionada pero no
tratada expresamente: el conlicto entre clases y
grupos dominantes y dominados.50
El indigenismo como visión externa y
etnocéntrica de los indígenas
Luis Villoro señala que la contradicción entre las visiones
interna y externa de los indígenas está presente desde Colón
y la conquista de América. Cuando predomina la visión
hermenéutica y se interpreta a las culturas originarias en
sus propios términos, resultan civilizaciones grandiosas,
tan desarrolladas como las europeas. Pero cuando se
imponen las categorías ilosóicas y teológicas europeas,
las culturas originarias son demoniacas y bárbaras:
Presenta América dos supericies en un mismo
ser. Una que llamaremos interna escapa como tal
a la iluminación de la historia universal y adquiere
sentido por sus propias signiicaciones. Otra
que rebasa la individualidad para trascenderla
hacia una realidad más amplia que la engloba, la
designaremos como cara “externa” de su ser […]
en la primera dimensión de su ser el indio aparece
inocente, en la segunda culpable y demoniaco...”49
Una de las tesis más importantes del libro, no
suicientemente desarrollada a juicio del propio Luis
Villoro, es que la visión externa que interpreta a América
en el contexto universal es promovida por el grupo o
49
Luis Villoro, Los grandes momentos del indigenismo, Colegio de México,
Colegio Nacional, FCE, México, 1998, p. 102.
66
La visión externa que interpreta y condena a las culturas
indígenas de América justiica así la dominación y
explotación de los indígenas y por ello esta visión es de
hecho una ideología dominante que deforma o disfraza la
realidad. En este sentido, nos dice Villoro: “El libro debe
verse, así, como una historia del encubrimiento ideológico
y de su descubrimiento inal. Creo que en esta tarea acertó
en lo esencial. No así en otro punto: no logra mostrar el
carácter ideológico de las concepciones indigenistas.”51
Sin embargo, como veremos más adelante, a partir de la
insurrección indígena de 1994 en Chiapas, Villoro cobró
conciencia de que la supuesta superación del indigenismo
como falsa conciencia del indígena no representó su
liberación. Sólo la autonomía de los pueblos indígenas
de acuerdo a sus propias concepciones y luchas puede
alcanzar esa liberación. Con estas prevenciones, veamos
por lo pronto los principales momentos de la historia del
indigenismo.
50
51
Ibidem, p. 8.
Ibidem, p. 9.
67
Villoro realiza el análisis del indigenismo en tres momentos
históricos que representan la totalidad de la historia de
México: primero, la conquista (Cortés y Sahagún); segundo,
la Ilustración que divide en una etapa del humanismo
criollo a inales de la colonia (Clavijero), la Independencia
(Mier) y una tercera etapa del mismo segundo momento
muy diferente: el cientiicismo decimonónico (Orozco
y Berra). El tercer momento corresponde al México
revolucionario y posrevolucionario, donde incluye a
iguras como Pimentel, Bulnes y Molina Enríquez, y
después a Gamio y Mendizábal.
libre, pero de hecho, lo trata como esclavo. Tal es
la antinomia verdadera.52
Luis Villoro no ve una salida equilibrada a esta antinomia
del indigenismo e incluso él mismo se inclina por la
propuesta de Gamio que trata de contemporizar la libertad
del indígena en sus expresiones artísticas y la imposición
de una cultura cientíica, necesaria para tomar conciencia
de la explotación y decidir los medios efectivos para su
emancipación:
Comprendemos, siguiendo a Gamio, que en el arte
haya que respetar plenamente su libre arbitrio […]
la independencia del artista no nos hará temer, por
otro lado, que llegara a convertirse en instrumento
de sujeción voluntaria. Pero otro caso bien distinto
es el de la ciencia. Allí, si acordáramos libertad
absoluta del indio, se volvería ésta contra él y lo
haría incapaz de una lucha ventajosa frente a otros
elementos sociales. Por eso habrá que reemplazar
su vida propia por otra más civilizada. En el fondo,
el civilizado resuelve desde fuera los asuntos del
indígena, decide por él, de aquellos objetos, ideas
o técnicas que deberá conservar y de aquellos
otros que deberá destruir o modiicar. Aquí no
será el libre arbitrio del indígena quien decida
de su progreso, sino que desde fuera deberemos
enajenar su voluntad para resolver por él sus
problemas. Que tal es la inevitable paradoja de
toda lucha libertaria. Tener que prescindir —así
fuera por un instante— de la libertad del oprimido
para liberarlo de su opresión. Pues mientras no
tenga conciencia plena de su situación de esclavo,
mientras no conozca ni sepa utilizar los medios
para liberarse, habrá que liberarlo aun en contra
Luego del minucioso recorrido por los tres momentos
del indigenismo, Villoro plantea una antinomia que es
más bien una aporía en el intento de combinar respeto
a la cultura de los indios y promover el progreso de su
condición social. Este es el problema más grave de la
diversidad cultural que enfrenta el indigenismo en su
etapa más evolucionada:
Creemos nosotros que la antinomia entre culturas
encierra en su fondo otra antinomia más grave
y radical: la de la liberación o sojuzgamiento del
indio. Según el primer miembro de la oposición,
habrá que dejar al indio en sus costumbres y
cultura; habría que dejarle incluso la libertad
de elegir para sí la ignorancia y el atraso. Según
el segundo miembro, habría que sojuzgarlo
enteramente, abolir su libertad con tal de que así
logre la total liberación de su ignorancia y sus
prejuicios. Las dos posiciones extremas hablarían
en nombre de la libertad del aborigen, pero
desembocarían en realidad en su esclavitud. El
indianista fanático trata al indio como hombre
libre, pero en el fondo quiere que permanezca
esclavo. El occidentalista exaltado quiere al indio
68
52
Ibidem, p. 242.
69
de su propia voluntad.53
A in de cuentas, en la conclusión del libro Villoro se
inclina por la visión externalista, propia del indigenismo
que ha criticado con agudeza, pero que resulta
desafortunadamente la única solución que alcanza a
vislumbrar. Sin embargo, a raíz del movimiento del
EZLN, en décadas recientes por fortuna ha resurgido
con nuevas luces la visión interna y multiculturalista que
respalda las luchas y los proyectos de los vencidos. En esta
labor destacan Miguel León Portilla, Carlos Montemayor,
Pablo González Casanova, Rodolfo Stavenhagen, Bolívar
Echeverría, León Olivé y el propio Luis Villoro, en cuya
obra reciente sobre los indígenas y la nación mexicana
nos centraremos a continuación.
Del indigenismo a la autonomía de
los pueblos indígenas
Desde los inicios de la insurrección neozapatista,
Luis Villoro se convierte no sólo en un estudioso del
movimiento, sino también en un defensor decidido, en
una especie de intelectual orgánico del zapatismo. Es
memorable su artículo en el periódico La Jornada a escasos
meses de iniciada la insurrección, instando al presidente
Salinas a buscar la solución pacíica del conlicto y evitar
la represión. Como promotor del diálogo, se convierte
en integrante de una comisión para el diálogo y la
paciicación con justicia y dignidad y en asesor del EZLN.
Este giro hacia la movilización indígena y la transformación
de la nación y el Estado representa un regreso a los temas
centrales de su etapa indigenista: ya no es el estudio de
las ideas y concepciones de los no indígenas sobre los
53
Ibidem, pp. 242-243.
70
indígenas y su inluencia en la conformación de una
nación, sino las concepciones, demandas y luchas de los
mismos indígenas sobre su identidad, sus derechos, su
papel en la nación, el Estado y la historia pasada y por
venir. Ya no son los indígenas deinidos, incorporados o
excluidos por otros, sino los propios indígenas los que se
determinan y deinen a sí mismos por primera vez en la
historia del México independiente.
A escasos tres años del estallido de la revolución zapatista,
Luis Villoro publica en 1997 El poder y el valor. El libro
inicia con un minucioso análisis del concepto de valor y
prosigue con una revisión histórica de autores clásicos
sobre el tema del lenguaje del poder frente al lenguaje de
los valores. A partir de esta confrontación, Villoro postula
dos concepciones de la asociación política: la asociación
para el orden, propio de las democracias liberales, y la
asociación para la libertad, por la cual luchan pueblos
y comunidades de todo el mundo, especialmente el
movimiento zapatista con el cual Villoro se involucra
radicalmente. De ese involucramiento resulta su libro
Estado plural, pluralidad de culturas (1998), donde además
del problema indígena se plantea en toda su amplitud la
cuestión de la diversidad cultural y el Estado-nación. En
este libro, escrito al compás de la insurrección indígena del
EZLN, Luis Villoro nos ofrece una nueva interpretación
de la relación entre los pueblos indígenas y el Estado
mexicano que supera deinitivamente las aporías y
antinomias del indigenismo. Precisamente en el capítulo
sobre el derecho de los pueblos indios a la autonomía,
Villoro retoma esta crítica al indigenismo que ya había
esbozado casi medio siglo atrás en Los grandes momentos
del indigenismo:
Desde el siglo XVI, los pueblos indios de América
han sido, para criollos y mestizos, lo otro, lo otro
71
juzgado y manipulado para su explotación o, por
lo contrario, para su redención. Nosotros somos
quienes los utilizamos, pero también quienes
pretendemos salvarlos, pero también lo es el
indigenismo, que pretende ayudar a su liberación.
Mientras seamos nosotros quienes decidamos por
ellos, seguirán siendo objeto de la historia que
otros hacen. La verdadera liberación del indio es
reconocerlo como sujeto, en cuyas manos está su
propia suerte; sujeto capaz de juzgarnos a nosotros
según sus propios valores, como nosotros los
hemos siempre juzgado; sujeto capaz de ejercer su
libertad sin restricciones, como nosotros exigimos
ejercerla. Ser sujeto pleno es ser autónomo. El
«problema» indígena sólo tiene una solución
deinitiva: el reconocimiento de la autonomía de
los pueblos indios.54
Pero como podemos ver, más allá de la crítica al
indigenismo, lo novedoso en este libro es precisamente
una propuesta de solución: el reconocimiento del derecho
de autonomía de las comunidades indígenas. El trágico
tono de Los grandes momentos del indigenismo y lo irresoluble
de las antinomias del indigenismo a las que nos hemos
referido, se tornan ahora en una nueva esperanza, en una
alternativa vislumbrada desde la conquista misma pero
que ha sido postergada durante cinco siglos.
Villoro desarrolla una teoría multiculturalista de la nación
y el Estado basada en la autonomía de los pueblos indios.
Frente al Estado homogéneo y una nación monocultural
que se ha tratado de imponer desde los inicios mismos
del México independiente, proyecto para el cual ha sido
funcional el indigenismo en diferentes momentos, Luis
54
Luis Villoro, Estado plural, pluralidad de culturas, Paidós-UNAM, México,
1998, p. 79.
72
Villoro apoya las demandas de las luchas de los pueblos
indígenas a favor de una redeinición de la nación que
reconozca su carácter multicultural. Ya no se trata de una
nación criolla, ni de una nación mestiza, sino de una nación
culturalmente plural que sólo podría ser representada por
un Estado igualmente plural que dé cabida a la autonomía
de los pueblos indígenas. El Estado plural representa la
transformación del Estado-nación homogéneo que se ha
intentado construir en todo el mundo durante los dos
últimos siglos y que revela actualmente una profunda
crisis, pues las naciones imaginarias impuestas desde
el poder estatal no representan la diversidad cultural
inherente a todos los países contemporáneos. Es decir,
el Estado-nación homogéneo se ha construido a través
de la negación de la diversidad cultural de las naciones
realmente existentes y por ello no las representa. En
México, el indigenismo del periodo independiente y
especialmente en su expresión liberal decimonónica
ha sido una ideología del Estado-nación homogéneo,
concretado en su proyecto mestizo que se ha extendido
durante la mayor parte del siglo XX, desembocando en
una profunda crisis:
Si algo nos ha revelado estos años, es una crisis
profunda del modelo de Estado-nación de nuestra
tradición liberal. La política neoliberal es la última
versión del proyecto modernizador. Llevado a
su extremo ha acrecentado más que nunca la
distancia entre el “México occidentalizado” y el
“México profundo.55
Villoro considera que la única vía para superar la crisis
del Estado-nación homogéneo es la propuesta del
movimiento indígena de reconocer la diversidad de
culturas de la nación mexicana y en consecuencia transitar
55
Ibidem, p. 46.
73
hacia un Estado plural con pleno reconocimiento de las
autonomías locales:
De lo que se trata es de aceptar una realidad: la
multiplicidad de las diversas culturas, de cuya
relación autónoma nacería esa unidad. Frente
al Estado-nación homogéneo se abre ahora la
posibilidad de un Estado plural que se adecúe a la
realidad social, constituida por una multiplicidad
de etnias, culturas, comunidades.56
El proyecto de una nueva nación multicultural y de un
Estado plural alcanzó su concreción en los acuerdos de
San Andrés y en la propuesta legislativa de la COCOPA,
en los cuales Villoro tuvo una participación destacada.
Villoro deiende las propuestas autonómicas del
movimiento indígena frente a las objeciones del gobierno
federal a reconocer autonomía a los pueblos indígenas por
el riesgo de un deterioro de la autonomía nacional. Con
rigor analítico y precisión histórica, Villoro argumenta
que la autonomía es una forma restringida, local y parcial
de autodeterminación, diferente a la total y nacional
que es la soberanía. Esta distinción es fundamental para
entender el debate entre el gobierno federal y el EZLN
a propósito de la autonomía: “Autonomía no es para
ellos [los pueblos indígenas] soberanía. Lo que plantean
es su derecho a pactar con el Estado las condiciones que
permitan su sobrevivencia y desarrollo como pueblos,
dentro de un Estado multicultural.”57
Con la autonomía, por primera vez los pueblos indígenas
proponen y luchan directamente por insertarse a su
manera en el Estado nacional, de acuerdo a sus propios
ideales, necesidades y valores. Ya no se trata como en el
indigenismo de que los no indígenas les impongan su
56
57
Ibidem, p. 47.
Ibidem, p. 95.
74
futuro y su modo de inserción en la historia nacional
y en la historia universal. Ya no se trata de una política
indigenista, sino precisamente autonomista.
La estrategia de lucha de los pueblos indígenas a favor
de la autonomía es un “contrapoder” donde el valor de
la dignidad y la libertad se oponen al poder estatal. Esta
categoría de contrapoder nos la presenta Luis Villoro
desde su libro El poder y el valor, y es la clave de su giro
ilosóico hacia la esperanza de un mundo mejor, de un
buen vivir, no sólo para los indígenas sino para todos los
mexicanos y para el mundo entero, como nos lo expone en
sus últimas publicaciones: Los retos de la sociedad por venir
(2007) y Tres retos de la sociedad por venir (2009). Ambos
libros (el segundo es una versión sintética del primero)
tratan de tres conceptos fundamentales en el estudio de
los pueblos indígenas de América y África, y sus luchas
emancipadoras como alternativa a la crisis del Estadonación y de las sociedades contemporáneas dominadas
por el capitalismo. Estos tres conceptos son justicia,
democracia y multiculturalismo (o pluralismo).
En estos libros deiende la necesidad de un enfoque local y
contextual sobre la justicia, a partir de la experiencia de la
injusticia predominante en las sociedades donde persisten
los pueblos indígenas, como en México. Este punto de
vista vuelve poco pertinentes enfoques liberales como el
de Rawls, Habermas o Dworkin, pensadores para otro
tipo de sociedades. El punto de partida para el estudio de
la justicia no es una teoría sistemática, sino la experiencia
de la injusticia, la vivencia solidaria de la injusticia. Esta
posición contradice lo airmado en la segunda etapa en
relación a la universalidad del pensamiento ilosóico,
especialmente de los modelos de la ilosofía alemana y
anglosajona y al rigor como valor principal de la ilosofía.
Frente a la universalidad abstracta de estos modelos
75
teóricos europeos o norteamericanos, la autenticidad,
pertinencia local y fuerza crítica de la ilosofía son valores
más importantes:
Este camino teórico sería el contrario al que
siguieron tanto Rawls como Habermas en
Occidente. Porque para ambos los principios de
justicia expresan en último término la posibilidad
de un consenso racional entre sujetos libres e
iguales que se comunican entre sí. El concepto de
injusticia puede presentarse como la negación de
la posibilidad de ese consenso. Bastaría comprobar
un hecho: la realidad de la injusticia existente.
Partamos entonces de una realidad: la vivencia
del sufrimiento causado por la injusticia.58
A partir de la experiencia de injusticia, Villoro busca
inferir relexivamente cuál es la causa del sufrimiento de
injusticia. Entre las causas que producen el sufrimiento de
la injusticia, Luis Villoro destaca al poder como deseo de
dominación para la satisfacción de intereses personales.
Consecuentemente, en toda sociedad donde los hombres
buscan dominar a otros se genera injusticia y la única
manera de evitarlo es prescindir del deseo de poder. Este
esfuerzo constituye lo que Villoro denomina contrapoder:
“Podemos llamar contrapoder a toda fuerza de resistencia
frente a la dominación. El contrapoder se maniiesta
en todo comportamiento que se deiende y resiste al
poder.”59 La historia puede verse como una confrontación
entre poder y contrapoder, entre dominación y libertad,
entre sometimiento y autodeterminación. En esta práctica
se distinguen tres etapas de la lucha contra el poder:
experiencia de la exclusión, exclusión como injustica
58
Luis Villoro, Tres retos de la sociedad por venir. Justicia, democracia y pluralidad,
Siglo XXI, México, 2009, p. 14.
59
Ibidem, p. 18.
76
e indignación y proyección de un nuevo concepto de
justicia como inclusión. En la lucha contra la exclusión,
Villoro menciona a ilósofos como Las Casas y John
Locke y las revoluciones republicanas del siglo XVIII que
desembocan en la democracia. Se trataría de un modelo
teleológico que apunta hacia una situación ideal en la que
todos los miembros de la sociedad puedan alcanzar los
ines valiosos que se propongan tanto en lo individual
como en lo colectivo, atendiendo a las peculiaridades de
cada grupo pero evitando que la realización de los ines
de unos excluya la posibilidad de que otros también
realicen sus propósitos. En otros términos, la realización
de los ines e intereses de cada uno está supeditada a que
todos puedan realizar sus objetivos; esto es precisamente
el bien común.60 Desde esta interpretación de equidad,
Luis Villoro concluye con la siguiente propuesta:
La justicia podría expresarse mediante un
enunciado negativo: la no exclusión de la
pluralidad de culturas, no exclusión del bien
común de la sociedad, no exclusión en el
cumplimiento universal de lo debido. La justicia
como no exclusión […] abre un horizonte […].61
La idea de justicia como no exclusión que propone Villoro,
al aplicarla al ámbito de la participación ciudadana, o
bien a la relación entre diferentes culturas que componen
una nación dentro de un Estado, le permite extender y
articular la discusión a problemas como democracia y
multiculturalismo.
Con gran optimismo, pero también con fundamento
histórico y ilosóico y con compromiso social, Luis Villoro
ve en el actual movimiento indígena una coyuntura
y una esperanza histórica excepcional para México y
60
61
Luis Villoro, Los retos de la sociedad por venir, FCE, México, 2007, p. 105.
Ibidem, p. 113.
77
las naciones latinoamericanas: lograr por primera vez
superar la ilusión de la división de su ser entre una cara
interna, un pueblo ante sí, y una cara externa, un pueblo
“ante la historia”. Como humanista, Villoro se suma a esta
lucha de los pueblos indios por construirse libremente su
lugar en la nación mexicana y en la historia universal, sin
que para ello tengan que pagar el alto costo de renunciar
a sus identidades indígenas como lo ha exigido el Estado
mexicano.
Conclusiones
Los debates sobre los retos de la diversidad cultural
que representan los pueblos indígenas de México para
la conformación de una nación plural y un estado
democrático se han extendido a lo largo de cinco siglos. La
visión externalista para superar la diversidad y construir
una nación homogénea cultural y hasta racialmente,
ha sido la hegemónica y dominante. Pero la visión
interna desde la perspectiva de los pueblos indígenas ha
persistido desde la conquista hasta nuestros días como
una concepción de resistencia, e incluso ha alcanzado
momentos de gran importancia como el humanismo
criollo que logró vincularse orgánicamente a las culturas,
valores y aspiraciones de los pueblos indígenas. Esta
articulación orgánica es el origen del proyecto de nación
multicultural que estuvo en la base de los movimientos
de independencia. Pero a partir de su consumación,
este humanismo que valoraba a las culturas originarias
y las integraba como parte esencial de la identidad
nacional decayó hasta casi desaparecer. En su lugar se
consolidó una visión externa basada en el positivismo y el
liberalismo, visión típicamente indigenista que promovió
la desaparición de la diversidad de lenguas, pueblos y
78
culturas indígenas para la conformación desde el Estado
de una nación moderna y homogénea basada en el mito
del mestizaje. Como bien señala Miguel León Portilla,
la lucha contra los pueblos indígenas por parte del
Estado mexicano ha sido una constante de dos siglos de
independencia que ha producido un verdadero etnocidio:
[…] consumada la Independencia y establecida
la República, los indígenas fueron perdiendo
los derechos en que se fundaba su personalidad
jurídica. Al hacerse a un lado las distinciones
étnicas, poco a poco fueron desapareciendo las
antiguas repúblicas de indios. La imposibilidad
de esgrimir derechos que le reconocían las
Leyes de Indias trajo consigo nuevas formas de
marginación. La propiedad comunal de las tierras,
las formas de gobierno indígena, la salvaguarda de
sus lenguas y de sus usos y costumbres quedaron
en grave peligro de desaparecer.62
Pese a los esfuerzos de los gobiernos liberales
decimonónicos, incluyendo los de la Reforma, por crear y
consolidar desde el Estado una nueva nación homogénea,
esencialmente mestiza, para principios del siglo XX, los
intelectuales más desatacados como Justo Sierra y Andrés
Molina Enríquez reconocían el fracaso, pues no existía
una unidad nacional. Para Molina Enríquez lo que había
era una pluralidad de patrias indígenas, pero no una
nación mexicana. No obstante, tanto él como la mayoría
de los liberales insistieron en el proyecto mestizo,
excluyente de lo indígena y de la diversidad. Un siglo
después, esto es en nuestros días, el fracaso del proyecto
mestizo de nación es aún más grave. Al menos, y apenas,
la Constitución mexicana reconoce a partir de 1992 el
62
Miguel León Portilla, Independencia, Reforma y Revolución. ¿Y los indios qué?,
CONACULTA–Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, México, 2011, p. 68.
79
carácter multicultural de la nación; nación que aún está
por construirse y que constituye una de las demandas más
importantes no de la clase política, ni de los gobiernos,
sino de los movimientos indígenas que demandan el
reconocimiento de sus autonomías.
BIBLIOGRAFÍA
Afortunadamente, en las últimas décadas el humanismo
no indigenista a favor de las luchas indígenas ha resurgido
con nuevas luces en iguras como Miguel León Portilla,
Guillermo Bonil Batalla, Pablo González Casanova, Luis
Villoro, Rodolfo Stavenhagen y Carlos Montemayor.
Todos ellos han adoptado el punto de vista propio de los
pueblos indígenas en lucha y han adaptado sus categorías,
teorías e interpretaciones al punto de vista interno de los
indígenas. En especial todos ellos respaldan las demandas
y luchas por la autonomía de los pueblos indios de hoy
frente al Estado mexicano; de manera muy semejante
lo hicieron humanistas como Bartolomé de las Casas y
Alonso de la Vera Cruz ante el imperio español. En este
sentido, tomando la expresión de Luis Villoro, todos ellos
son intelectuales del contrapoder, o bien, en términos
de Boaventura de Sousa Santos, son “intelectuales de
retaguardia” de los pueblos indígenas en lucha.
Habermas, J., “La pretensión de universalidad de la
hermenéutica”, en J. Habermas, Lógica de las ciencia
sociales, Editorial Rei, México, 1993.
Gadamer, H.G., “Réplica a hermenéutica y crítica de la
ideología”, en H. G. Gadamer, Verdad y método II, Editorial
Sígueme, Salamanca, 1994.
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de Filosofía y Letras, Universidad Nacional Autónoma de
México, México, 2004.
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de México, Colegio Nacional, FCE, México, 1998.
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Winch, Peter, Comprender una sociedad primitiva, Paidós,
Buenos Aires, 1994.
Zavala, Silvio, El ideario de Vasco de Quiroga, Instituto de
Investigaciones Históricas UMSNH, Morelia, 2015.
80
81
La antropología mexicana:
un proyecto de nación
Dr. Rodolfo Stavenhagen63
Las disciplinas académicas en las ciencias sociales se forman
en un proceso paulatino de identiicación a través de la
investigación empírica, la enseñanza institucionalizada, el
desarrollo de un corpus de conceptos, teorías y métodos,
además de un espacio considerado como propio y un
lenguaje que las distingue con mayor o menor rigor de
otras disciplinas y ciencias. A lo largo de este proceso de
formación, las disciplinas en cuestión se esfuerzan por
establecer su propia singularidad y legitimidad, así como
las barreras y fronteras que las diferencian de las otras
y que en las últimas décadas han sido impuestas con
criterios más burocráticos que académicos. En nuestro
medio, este proceso ha sido reforzado por los lineamientos
y restricciones erigidos por quienes reglamentan y
deciden sobre las características de las tesis de grado
o los proyectos de investigación, y last but not least, los
presupuestos.
Pero con el tiempo surge la necesidad de saltarse estas
barreras icticias, reanudar el diálogo con las demás
disciplinas, procurar la integración y las síntesis. ¿Con
qué objetivo? Pues simplemente para profundizar
el conocimiento y los saberes, que son el propósito
primordial de toda actividad cientíica.
82
63
Rodolfo Stavenhagen es profesor-investigador emérito en El Colegio
de México. Una versión ligeramente distinta de este texto fue pronunciada en una
Conferencia Magistral en la UNAM el 31 de agosto de 2015.
83
El proceso indicado ha tenido lugar durante el desarrollo
de la antropología en México, con variaciones muy propias
de nuestra situación como país. ¿Por qué es importante
esto? Porque a veces se proclama que la “ciencia es –o
tiene que ser—universal”, independientemente de las
características particulares de las sociedades en las que se
desenvuelve.
Entre antropólogos es común distinguir la antropología
en los países metropolitanos y la que se practica en los
países periféricos. Esta distinción releja, desde luego, la
que se ha dado entre países ricos y poderosos, por una
parte, y los países pobres y débiles, por la otra, tema que
no nos es posible abordar en esta conferencia. Basta con
citar al reputado antropólogo brasileño Roberto Cardoso
de Oliveira, quien escribió hace algunos años, reiriéndose
a Brasil y México, que es “el contexto nacional envolvente
el que se impone con mucha fuerza en el horizonte de
la disciplina y, por consecuencia, en la construcción
del punto de vista del investigador, quien se preocupa
por el lugar que ocupa, y desde el cual habla, y por las
responsabilidades éticas de su ciudadanía… Quizás
encontremos aquí, en la imposición casi compulsiva de esa
dimensión política, la peculiaridad de uno de los estilos
más marcantes de la antropología en América Latina”.64
Veamos pues cómo ha ocurrido este proceso en la
patria del agave y del maíz. Me referiré por lo pronto a
la rama que ahora llamamos “antropología social”, que
surgió como un instrumento al servicio del colonialismo
durante las primeras décadas del siglo XX, con algunos
antecedentes en el XIX.
En Estados Unidos, la expansión colonial se extendió del
este al oeste, desde los primeros asentamientos ingleses en
la costa atlántica a la llamada “conquista de la frontera”,
con el paulatino genocidio de los pueblos originarios y
la esclavitud de los africanos como modo de producción
fundamental. La incorporación de lo que antes fuera el
norte de México jugó un papel esencial en este proceso
colonizador.
Los primeros antropólogos norteamericanos querían
conocer y salvar lo que se podía de las culturas originarias
(indígenas) en los territorios ocupados y colonizados,
antes de que éstas desaparecieran totalmente. Desde ines
del siglo XIX, la antropología cultural se fue conformando
como una disciplina con identidad propia, abriéndose
camino en algunas universidades y contando desde el
inicio con el apoyo del gobierno y de fundaciones privadas
para sus expediciones de campo.
Un estudioso de origen alemán quien enseñaba en
la Universidad de Columbia en Nueva York, Franz
Boas, es considerado el fundador de la antropología
norteamericana en tanto disciplina académica, aunque no
debemos olvidar a los distintos precursores. Al día de hoy,
en la mayoría de los programas docentes se mantiene su
esquema de una antropología integral, dividida en cuatro
grandes ramas: arqueología y prehistoria, antropología
física, lingüística y antropología sociocultural o etnología.
64
Roberto Cardoso de Oliveira, “O movimento dos conceitos na antropología”,
en Revista de Antropología, vol. 36, 1993, pp. 13-31. Reproducido en O trabalho do
antropólogo, Sao Paulo, Editora UNESP, 2000, pp. 37-52.
Sus principios, que siguen orientando la práctica de
la antropología, consistían en: Primero, rechazar los
grandes esquemas evolucionistas que eran entonces muy
apreciados por los teóricos europeos y también fueron
adoptados por los pensadores marxistas en una primera
etapa. Segundo, rechazar la idea racista de la superioridad
e inferioridad de pueblos y culturas por factores biológico-
84
85
raciales. Tercero, adoptar la teoría del “relativismo
cultural” en contraste con la visión “eurocéntrica” y
generalmente racista que prevaleció durante las primeras
décadas del siglo XX. Cuarto, sustituir el conocimiento
especulativo por la investigación empírica de los hechos
en el terreno.
Manuel Gamio hace un llamado poderoso a la antropología
como un elemento clave para una visión nacionalista del
desarrollo de México, mismo que es retomado luego
por Alfonso Caso, quien funda el Instituto Nacional de
Antropología e Historia en 1939 y el Instituto Nacional
Indigenista diez años más tarde.
Boas y su estudiante Manuel Gamio contribuyeron
a formar la Escuela Internacional de Arqueología y
Etnología Americana con sede en México hace poco más
de cien años. El joven antropólogo mexicano Manuel
Gamio inició entonces su amplio estudio integral sobre la
población del valle de Teotihuacán (publicado en 1922),
en el cual aplicó el enfoque boasiano, incluyendo datos
arqueológicos, lingüísticos, etnológicos y biológicos sobre
la población. Este enfoque regional sirvió de modelo
para estudios realizados por antropólogos mexicanos
posteriormente. Aunque algunos antropólogos se habían
distinguido con anterioridad —en particular en el área de
la arqueología—, Gamio es considerado como el fundador
de la antropología cientíica en México.65
La antropología académica e institucionalizada nace en
el México de la época revolucionaria con un proyecto
cultural y social de tinte francamente nacionalista. Creció
el interés por la arqueología, el análisis sistemático de los
códices y las fuentes documentales de la época colonial
para rescatar una visión del México antiguo que había
sido excluida de la visión hegemónica durante el periodo
de la República independiente.
La obra por la que más se reconoce a Gamio es Forjando
patria, Pro nacionalismo, de 1916, en la cual propone que la
antropología debe servir para incorporar a las poblaciones
indígenas y marginadas a la nación mexicana mestiza, y
debe ayudar al Estado a gobernar mejor.66
Excavaciones, estudios estratigráicos de sitios
arqueológicos,
mantenimiento,
reconstrucción,
inventarios regionales y nacionales, análisis comparativos,
teorías sobre cambios culturales, migraciones de los
pueblos originarios, la difusión de rasgos y elementos
lingüísticos, artísticos, arquitectónicos, etc., pronto
formaron parte de una visión nueva del México
prehispánico, acompañada de una revaloración de ese
México antiguo tan despreciado por la sociedad hispana
y criolla que dominó el escenario nacional a lo largo del
siglo XIX.
65
Dejamos de lado, para esta breve presentación, la importancia que para
el futuro desarrollo de la antropología en nuestro país tuvo la labor de investigación
realizada al principio de la colonia por Sahagún, Motolinía y otros cronistas, algunos
incluso de origen indígena. Véase Guillermo de la Peña, “Introducción. Pluralidad e
interdisciplina en la antropología mexicana”, en Virginia García Acosta y Guillermo
de la Peña (coord.), Miradas concurrentes. La antropología en el diálogo interdisciplinario.
Publicaciones de la Casa Chata, 2013, pp. 13-67.
66
Para una buena introducción a la obra de Gamio, véase Guillermo Castillo
Ramírez, “La propuesta de proyecto de nación de Gamio en Forjando patria (Pro
nacionalismo) y la crítica del sistema jurídico-político mexicano de principios del siglo
XX”, en Desacatos, núm. 43, septiembre-diciembre 2013, pp. 111-126.
De los estudios culturales emergió el concepto etnológico
de Mesoamérica como un área cultural o espacio
territorial con rasgos identitarios propios, en contraste
con otras zonas tanto al norte como al sur del país.
Esta visión encajaba bien en la ideología nacionalista
postrevolucionaria que se fue consolidando hasta la
década de los treinta y en la cual pronto encontró su
sitio la incipiente antropología mexicana. La idea de
86
87
Mesoamérica, acuñada por el antropólogo Paul Kirchof,
incluía a las grandes civilizaciones antiguas como el
imperio azteca, la región zapoteca-mixteca y el área maya
en su conjunto.
Orgullosos del pasado indígena revalorizado, los
mexicanos contemporáneos podíamos ahora invocar a
las civilizaciones indígenas como parte de un patrimonio
cultural común, al mismo nivel que las grandes
civilizaciones mediterráneas (grecorromana, egipcia) y
orientales (India, China). El concepto de Mesoamérica,
aunque haya sido criticado por nuevas generaciones de
arqueólogos, sirvió también para ines ideológicos y tuvo
su momento de gloria.
Hasta la fecha, el discurso nacionalista hegemónico se
alimenta más de las grandezas del México prehispánico
que de las raíces del mundo mediterráneo y renacentista
(del que formaba parte la España monárquica).
En efecto, el cordón umbilical de nuestra antropología
conduce al Estado mexicano, que la mantiene bien sujeta
al vientre materno proveedor y controlador a lo largo de
todo el siglo XX desde los días de Gamio en la Dirección
de Antropología de la Secretaría de Agricultura. En los
años treinta, la Secretaría de Educación auspició algunos
estudios de lingüística y diagnósticos socioeconómicos
para impulsar la educación rural e indígena en el campo.
En este proceso se distinguió Moisés Sáenz, maestro con
estudios de antropología.
Pero no fue sino hasta 1939 que se fundó el Instituto
Nacional de Antropología e Historia, al cual pronto
fue incorporada la Escuela Nacional de Antropología e
Historia, cuyo propósito principal era formar a los técnicos
que le servirían al INAH en sus objetivos de conocer y
preservar el patrimonio cultural del país.
88
El estrecho vínculo entre la antropología y la
administración pública dejó su marca en los planes de
estudio, los proyectos de investigación, la orientación
teórica y las obras publicadas por el INAH y la ENAH
en las décadas siguientes. Este vínculo se fortaleció al
nacer el Instituto Nacional Indigenista en 1948, en el cual
se lograron colocar numerosos egresados de la ENAH
durante las décadas de los años cincuenta y sesenta.
hasta la década de los treinta El INI, que formaba parte
de la estructura del gobierno federal, respondió a los
objetivos trazados por el Primer Congreso Indigenista
Interamericano que fue convocado por México y se realizó
en Pázcuaro, Michoacán, en 1940.
Dirigido primero por el conocido estudioso del pasado
indígena de México, Alfonso Caso, y luego por el médico
y antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán, el INI diseñó
la política indigenista del Estado mexicano durante sus
primeros treinta años de existencia. En este proceso
destaca sobre todo el papel de Aguirre Beltrán como líder
teórico del indigenismo mexicano y latinoamericano.
“El indigenismo —decía Caso— trata de una aculturación
planiicada por el gobierno mexicano para llevar a las
comunidades indígenas los elementos culturales que se
consideren de valor positivo para sustituir los elementos
culturales que se consideren negativos en las propias
comunidades indígenas.”67
La política indigenista tenía como objetivo promover el
desarrollo y el bienestar de las poblaciones indígenas,
las cuales en 1950 representaban el 12% de la población
nacional con un total de 2,5 millones de hablantes de
lenguas indígenas (el uso de la lengua era el principal
67
Alfonso Caso, Los centros coordinadores indigenistas, Instituto Nacional
Indigenista, México, 1962.
89
criterio para distinguir a los indígenas de los no indígenas
en el país).
Más allá de fomentar el mejoramiento de las condiciones
de vida de estos pueblos, el principal propósito político y
social del indigenismo ha sido la “incorporación” de los
indígenas a la nación para lograr el objetivo mayor que
era la “integración nacional”.
Este concepto de “integración nacional” tiene diversas
interpretaciones, pero como idea central de la política
indigenista en aquella época (hace medio siglo)
consistía sobre todo en la aplicación de un conjunto de
programas y proyectos del Estado tendientes a fortalecer
la “cultura nacional” mediante adecuadas políticas
lingüísticas y educativas. Así, uno de los objetivos fue
la “castellanización” de los indígenas, la diseminación
de los “valores nacionales” compartidos por todos
los mexicanos, a cargo de los cuales estaría el Estado
benefactor y paternalista. A través del indigenismo oicial,
la antropología fue llamada a jugar un papel importante y
creativo en este proceso.
Recordemos que a lo largo del siglo XIX prevaleció una
visión ambigua, pero al in y al cabo profundamente
racista de la sociedad mexicana.
Si bien hubo quienes idealizaban a las culturas indígenas
precoloniales (sobre todo el imperio azteca) como
precursores del Estado mexicano independiente, en la
vida cotidiana y en el nuevo discurso nacionalista, la
“raza indígena” (como se le llamaba con frecuencia)
fue despreciada y excluida de la vida pública (con la
notable excepción de la señera igura del presidente
Benito Juárez). Aunque todos los mexicanos disfrutaban
constitucionalmente de los mismos derechos ciudadanos,
en la realidad ello no incluía a los indígenas. El discurso
90
oicialista hizo frente a esta sociedad polarizada
reconociendo la creciente importancia del mestizaje en la
conformación socio-racial de la población mexicana.
Desde los escritos de Andrés Molina Enríquez a
principios del siglo XX, pasando por el llamado de
Manuel Gamio, hasta el indigenismo de hace medio siglo,
la igura del mestizo emerge como símbolo y síntesis de
la pujante sociedad mexicana en su periodo republicano
independiente y luego durante la fase revolucionaria.
Algunos historiadores insisten en que poco después de
la conquista española, la Nueva España ya estaba en vías
de devenir una sociedad mestiza, proceso que se fue
intensiicando en los siglos posteriores.
El mestizaje tiene dos vertientes que siempre han
coexistido. Primero, la mezcla biológica racial de
poblaciones genéticamente diferenciadas (indígenas,
europeos y africanos). En segundo lugar, la mezcla de
elementos culturales provenientes de estas mismas
fuentes, que tuvieron como resultado un proceso de
“aculturación”, la emergencia de una novedosa cultura
que se expresó fundamentalmente en el plano religioso,
gracias a la diligente y persistente labor de los curas y
frailes que acompañaron a los conquistadores.
La antropología retoma la igura del mestizo y el proceso
de mestizaje no sólo como parte de una dinámica
sociocultural existente e innegable, sino también como
una meta a alcanzar a través de las políticas públicas
del indigenismo. Las controversias en torno al mestizaje
siguen dándose en el medio académico hasta nuestros
días.68
68
Agustín Basave Benítez, México mestizo: análisis del nacionalismo mexicano en
torno a la mestizoilia de Andrés Molina Enríquez, FCE, México, 2002.
91
Para algunos estudiosos, el mestizaje tiende a desplazar
a los indígenas del escenario nacional (y en todo caso,
encerrarlos en los museos); para otros, los mestizos serían
una categoría intermedia más entre los distintos estratos
sociales que conforman a la sociedad mexicana. Y desde
otra perspectiva, los mestizos representarían a la clase
media que comienza a surgir precisamente a partir de la
segunda mitad del siglo XIX y se desenvuelve a lo largo
del siglo pasado.
Para quienes quieren esquematizar, el mestizaje racial
se puede colocar a lo largo de un continuum en cuyos
extremos se encuentran los indígenas y los blancos. Y en
términos culturales, la antropología ha hecho uso también
del “continuum folk-urbano” acuñado por Robert
Redield, quien hizo trabajos de campo en Yucatán y en
Tepoztlán en la década de los treinta.
El mestizaje como concepto analítico en la antropología
se sitúa en la intersección del concepto de “raza”
(ampliamente usado por los primeros antropólogos),
el de “cultura” (que vino a desplazar al anterior) y el
de “clase” que proviene de la sociología. Hasta la fecha
existen animados debates entre los académicos en torno
al signiicado del mestizaje en relación con estos tres
conceptos.
Pero para los políticos e ideólogos del siglo XX no había
dudas: México era y debía ser un país mestizo, y el mestizaje
de la población seguía siendo un objetivo de política
pública. Así, Gonzalo Aguirre Beltrán, el principal teórico
y ejecutor del indigenismo en nuestro país, escribió: “La
base orgánica de la ideología del indigenismo no es el
indio sino el mestizo.”69
69
Gonzalo Aguirre Beltrán, Obra antropológica, XV volúmenes, FCE, México,
1991-1992.
92
El discurso del indigenismo oicial adopta algunas
categorías de la antropología cultural norteamericana de
mediados del siglo XX y las coloca en el centro de sus
preocupaciones.
En primer lugar, desecha el enfoque racial (y racista) de
las generaciones anteriores, para incar “lo indígena”
irmemente en el mundo de la cultura (el uso de la lengua,
el concepto de “comunidad”, la vigencia de distintas
tradiciones, el ciclo de iestas y ceremonias religiosas —
las cuales son producto de la evangelización, es decir,
del mestizaje cultural—, formas propias de impartir
justicia y solucionar conlictos, nombramiento y respeto
a autoridades locales propias distintas a la estructura
política nacional, etc.). Los “estudios de comunidad”
fueron durante varias décadas la marca de la antropología
social y cultural en el mundo anglosajón.
Así, el indigenismo reconoce la singularidad de las
culturas indígenas, pero su objetivo sigue siendo
impulsar el proceso de aculturación para alcanzar la
deseada integración nacional. Viéndolo de cerca, este
proceso acabaría en la desindigenización de México. Para
alcanzar esta meta, el indigenismo se propuso crear un
cuerpo especializado de intermediarios, conocidos como
promotores culturales y maestros bilingües reclutados en
las comunidades indígenas con la tarea de impulsar los
cambios culturales requeridos para la modernización de
sus pueblos.
El principal escenario para lograr estos cambios era la
escuela rural, promovida desde los años veinte por la
Secretaría de Educación encabezada por José Vasconcelos,
cuya orientación hispanóila le llevó a gloriicar la “raza
cósmica” de los mestizos. El auge de la educación rural
indígena se dio durante el gobierno de Lázaro Cárdenas.
93
Desde entonces, maestros, lingüistas y antropólogos
han debatido en torno a los conceptos y métodos que
debían emplearse en la educación de los niños y jóvenes
indígenas.
El sistema más utilizado durante años fue el de la
alfabetización y castellanización directas, pero las
evaluaciones que se hicieron demostraron que si bien se
lograba disminuir el monolingüismo en lengua indígena,
la deserción escolar se mantenía alta.
Surgió entonces la teoría de que lo mejor sería alfabetizar
a los escolares en sus propias lenguas y proseguir con
una escolarización en lenguas indígenas al menos hasta el
tercer año de primaria, para luego pasar a la enseñanza en
castellano y lograr así un proceso de educación bilingüe.
Para ello se produjo con el tiempo un gran número de
cartillas de alfabetización en las distintas lenguas indígenas
y fueron formados miles de profesores en estas lenguas.
Sin embargo, la educación indígena no logró consolidarse,
hasta que en una tercera etapa la SEP comenzó a construir
un sistema de educación multicultural e intercultural
con el cual se espera aumentar la eiciencia terminal
de la enseñanza básica y encarrilar a los estudiantes
hacia niveles superiores de educación (como serían las
universidades interculturales que se han establecido por
ahora en solamente unas cuantas regiones del país). El
debate sobre la educación indígena que fue abierto en los
años veinte y en el cual la antropología mexicana juega
un papel importante, no ha terminado hasta la fecha.
El enfoque culturalista, impulsado por los antropólogos,
reconoce que México es un país pluriétnico y multicultural,
pero que debe dejar de serlo si quiere integrarse
plenamente al mundo moderno. De esta manera, el
indigenismo generó sus propias contradicciones que
94
estallaron a partir de la década de los setenta del siglo
pasado.
Por aquellos años también comenzó a expresarse la
antropología de la liberación y la resistencia en los
entonces llamados países del Tercer Mundo. Los pueblos
sujetos a distintas formas de explotación y sometimiento
encontraron en las diversas teorías postcoloniales y
otros enfoques sobre la descolonización y la liberación,
nuevas perspectivas para la aplicación de conocimientos
antropológicos a las luchas por los derechos humanos.
Recuerdo que formé parte de una Asociación de
Antropólogos del Tercer Mundo que se proponía
modiicar los parámetros de la antropología académica
predominante. La antropología fue utilizada por muchos
de sus exponentes como un instrumento más en estas
luchas, que se concentraron sobre todo en cuatro grandes
vertientes a nivel internacional:
a. La descolonización
b. La lucha contra la discriminación y el racismo
c. Los derechos de las minorías étnicas, lingüísticas,
religiosas, etc.
d. Los derechos colectivos de los pueblos indígenas
Estos planteamientos se dieron en el ámbito internacional,
sobre todo en los organismos de las Naciones Unidas, a
raíz de la adopción por la ONU de los dos grandes pactos
internacionales de derechos humanos: el de los derechos
civiles y políticos, y el de los derechos económicos, sociales
y culturales, ambos aprobados en 1966 y ratiicados por
México apenas en 1981.
El movimiento internacional por los derechos humanos,
en el cual se insertaron las demandas que con creciente
95
fuerza realizaban los pueblos indígenas del mundo, hizo
buen uso de los aportes de los estudios antropológicos,
y esto llegó a ser relejado también en el incipiente
movimiento indígena mexicano.
Desde los años veinte, algunos indígenas norteamericanos
se habían acercado a la Sociedad de Naciones (precursora
de la ONU) para solicitar su reconocimiento como pueblos
con derechos propios, pero fueron rechazados. Después de
la Segunda Guerra Mundial, ya creada la ONU, la postura
de los estados-miembros privilegiaba la idea de que los
derechos humanos universales de cada individuo eran
suicientes para garantizar los derechos de los indígenas
como de otros grupos sociales, raciales y culturales.
En los estudios previos a la redacción de los convenios
internacionales sobre derechos humanos participaron
numerosos antropólogos de diversos países. Era preciso
expulsar el racismo y toda clase de discriminaciones del
vocabulario ideológico internacional. (Recordemos que
habían pasado sólo pocos años desde el inal de la guerra
mundial, y que en Estados Unidos la discriminación
racial tenía sanción oicial y el apartheid dominaba
en Sudáfrica.) En uno de esos grupos de trabajo de la
ONU participó un distinguido antropólogo mexicano,
el Dr. Santiago Genovés, del Instituto de Investigaciones
Antropológicas de la UNAM.
Durante más de veinte años, los representantes de los
pueblos indígenas de distintas partes del planeta llegaron
a la ONU a plantear su derecho a la libre determinación
como pueblos, incluyendo diversos derechos colectivos,
además de los derechos individuales universales ya
consagrados desde la Declaración Universal de los
Derechos Humanos de 1948. Por su parte, la Organización
Internacional del Trabajo reconoció estos derechos
colectivos indígenas en su Convención 169 de 1989, que
96
México ratiicó en 1990. (Me tocó presidir el grupo de
trabajo que redactó el primer borrador de este convenio
en 1986.)
En México, los pueblos indígenas comenzaron a
organizarse sistemáticamente desde la década de los
setenta, algunos al amparo del Instituto Nacional
Indigenista o de la Secretaría de Educación Pública, y
otros más de manera espontánea e independiente. Entre
otras demandas, ahora reclamaban el derecho a ser
reconocidos como pueblos con identidad histórica, social,
cultural y territorial propia; en otras palabras, reclamaban
el derecho a la libre determinación y la autonomía en el
marco de un estado multicultural y pluriétnico.
La idea de que México es un país multicultural y
pluriétnico, y que esto constituye un patrimonio de toda
la nación, poco a poco se abrió camino en el discurso
oicial y comenzó a desplazar el viejo discurso indigenista
integracionista. En este cambio de visión, impulsado por
el creciente movimiento indígena, intervinieron no pocos
antropólogos. Aguirre Beltrán polemizó durante varios
años con los jóvenes antropólogos “comprometidos” que
le cuestionaban. Con todo, en la actualidad hay quienes
preieren atenerse al discurso indigenista antes que
adoptar el paradigma de una sociedad intercultural. La
polémica sigue viva.
Sin embargo, el discurso hegemónico está cambiando,
sostenido ahora por los nuevos textos constitucionales y
los instrumentos internacionales que México ha suscrito.
Las diferencias culturales entre los pueblos indígenas y
el resto de la población nacional (en su mayoría mestiza,
aunque ahora también se reconoce a la población
afromexicana que durante mucho tiempo estuvo
invisibilizada), ya no podían ser consideradas como
97
un obstáculo a la integración nacional, sino debían ser
tomadas como una parte importante de la rica diversidad
cultural del país.
Varios factores contribuyeron al cambio del discurso, del
cual no eran ajenos los numerosos planteamientos hechos
por los estudiosos de la antropología a lo largo de varias
décadas. Es preciso señalar en primer lugar el impacto
que en la sociedad mexicana —y a nivel mundial— causó
el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN) en 1994. Después de dos años de
negociaciones entre el EZLN y el gobierno federal, fueron
irmados los Acuerdos de San Andrés, que hasta la fecha
siguen incumplidos por parte del gobierno. Sin embargo,
abrieron una pequeña rendija en la estructura autoritaria
que había mantenido a los indígenas apartados de una
efectiva participación en la vida pública del país. Varios
años después, en 2001, el Senado adoptó la reforma
constitucional en materia indígena. Y en 2011 se aprobó
un nuevo artículo primero de la Constitución en materia
de derechos humanos. En el poder judicial poco a poco
se han abierto las puertas a la protección y defensa de los
derechos de los pueblos indígenas, antes ignorados.
tramitando ante la UNESCO que sean declaradas como
patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
Entre otros muchos congresos, coloquios y seminarios
que han tenido lugar en años recientes, vale la pena
mencionar el Encuentro Nacional Agenda Indígena de
julio de 2015, que hace el siguiente pronunciamiento: “La
demanda política común de los diversos movimientos
indígenas de México es el reconocimiento pleno de
nuestros derechos colectivos como sujetos de derecho
público, como sujetos políticos colectivos integrantes del
pacto federal de los tres poderes, con identidad propia,
con capacidad de gobernarse autónomamente conforme a
nuestros sistemas normativos internos; con personalidad
jurídica, territorio y patrimonio propio.”
En el campo de la educación pública, desde hace varios
lustros ya se implementa alguna forma de educación
bilingüe multicultural en las regiones indígenas, y
durante la última década han comenzado a funcionar en
el país algunas universidades indígenas interculturales.
Este texto, junto con otros que van en el mismo sentido,
plantea una problemática teórica no resuelta en la que
también han estado involucradas la antropología y otras
ciencias sociales. Así, desde la antropología cultural
resultaba común clasiicar a los pueblos según su grado de
desarrollo tecnológico, en “primitivos” o “tradicionales”
en un extremo y “modernos” o “avanzados” en el otro.
Cuando esta visión se vinculó a la ecología cultural (es
decir, la relación entre sociedad y medio ambiente) se
produjeron algunas seductoras teorías sobre la evolución
de las sociedades humanas que encajaban bien con las
escuelas evolucionistas del siglo XIX, en las que abrevaron
durante mucho tiempo los antropólogos marxistas.
En 2003, el Congreso adoptó la Ley General de Derechos
Lingüísticos, al amparo de la cual fue creado el Instituto
Nacional de Lenguas Indígenas (INALI) que hasta ahora
ha identiicado más de 60 lenguas indígenas vivas en el
país, aunque algunas están en serio peligro de desaparecer
porque ya casi no tienen hablantes. El gobierno está
Aguirre Beltrán analiza la estructura y dinámica de las
“regiones de refugio” en las que coexisten los ladinos
(mestizos y criollos dominantes) y los indígenas y ladinos
pobres subordinados, en un sistema de dominación que
él denomina “proceso dominical”. En vez de aplicar un
análisis de clases sociales (como haría el marxismo),
98
99
toma de la sociología norteamericana el esquema de
“castas y clases” en un sentido de estratiicación y no de
enfrentamiento estructural de clases sociales.
Otra vertiente del marxismo emplea un esquema clásico y
clasista, es decir, considera a los pueblos indígenas como
una parte sobreexplotada del campesinado en su aspecto
de proletariado agrícola (¿jornaleros yaquis, tarahumaras,
mixtecos y otros en el Valle de San Quintín, B.C.?). Esta
vertiente descarta la teoría de la modernización y privilegia
la lucha de clases en el marco de una sociedad agraria,
como fue la de México al principio de la Revolución hasta
bien entrado el siglo XX.
Efectivamente, la alternativa entre un México pluricultural
que opta por la modernización y un México rural dividido
en clases sociales opuestas que luchan por el control de
la tierra y los recursos naturales, sigue confrontando a
los distintos enfoques de las ciencias sociales. González
Casanova y Stavenhagen introducen el concepto de
“colonialismo interno” para referirse a estos procesos
de explotación y dominación en los cuales los pueblos
indígenas han sido las víctimas desde la conquista.
Una de las áreas más conlictivas en las regiones indígenas
de México es la lucha por el control del territorio y
los recursos naturales. Mientras que el artículo 2º
constitucional (aprobado en 2001) reconoce el derecho de
los pueblos indígenas a sus territorios ancestrales, la ley
agraria sigue hablando de derechos ejidales y comunales,
parcelas y propiedades privadas.
Entre los puntos conlictivos no resueltos tenemos el
derecho de libre determinación y la demanda indígena por
la autonomía. En estos debates ya no se trata solamente
de privilegiar algún enfoque teórico de moda, sino de
rediseñar la estructura del Estado y una nueva visión de
100
la nación mexicana. ¿Estará la antropología de hoy en día
a la altura del desafío?
Cuando el Estado enfrenta las demandas indígenas con
dos enfoques jurídicos diferentes que provienen de dos
tradiciones distintas (las luchas agrarias y los derechos
humanos colectivos), entonces no debe extrañar que
la situación de los pueblos indígenas en el país aún sea
complicada. Ni siquiera las teorías más modernas de la
antropología han propuesto soluciones a estos problemas.
Como resultado de estos debates y la ineicacia, hasta
ahora, de la nueva jurisprudencia en materia de derechos
indígenas, el Congreso enfrenta el desafío de proceder a
la armonización legislativa en esta materia.
Una vez superado el enfoque de las “regiones de refugio”,
que sirvió de legitimación a la política indigenista de
hace medio siglo, hoy se habla de nuevas identidades
indígenas vinculadas a los procesos migratorios, a las
luchas por conservar un medio ambiente sano y evitar el
ecocidio, así como la defensa de las tierras y los recursos
naturales contra los intereses privados de compañías
mineras globales y otros consorcios.
En México, una nueva generación de intelectuales
indígenas (incluyendo antropólogos) ejerce su activismo
en derechos humanos y resiste los ataques que provienen
de distintos sectores. En estos conlictos destaca el papel
activo que han asumido las mujeres indígenas en todos
los niveles.
El enfoque postmodernista en la antropología dice que
es preciso colocar los argumentos en su sitio preciso.
Así, quien discurre debe aclarar desde dónde habla y en
dónde se coloca. No existen las verdades absolutas.
En consecuencia, la antropología indigenista aporta una
101
visión desde fuera; la antropología indígena una visión
desde dentro.
Ello nos debe conducir a la reconiguración de las
metodologías de trabajo, de los conceptos orientadores
de las teorías interpretativas, etc., pero sin caer en
etnometodologías mutuamente excluyentes.
Lo que hace treinta años comenzó como un programa
de formación de etnolingüistas ligado al Centro de
Investigación y Estudios Superiores en Antropología
Social (CIESAS), hoy se ha transformado en diversos
programas de formación de antropólogos indígenas (en
sus distintas especialidades) en numerosas universidades
del país.
En la ONU han seguido los esfuerzos de los pueblos
indígenas por incar sus derechos en el derecho
internacional. Fue una gran victoria que la Asamblea
General de la ONU proclamara la Declaración de los
Derechos de los Pueblos Indígenas en 2007, proceso al que
contribuyó la diplomacia mexicana, así como la adopción
de resoluciones semejantes en varios de sus organismos
especializados. Sin embargo, queda mucho por hacer.
Como hemos visto, la antropología mexicana se fue
conformando como disciplina académica en estrecha
vinculación con una visión nacionalista del país y con una
política de Estado conocida como “indigenismo”. Esto no
habría sido posible sin el compromiso social adquirido
por los primeros antropólogos a principios del siglo
pasado y sus estudiantes y colaboradores a lo largo de los
años subsiguientes.
También vimos que esta visión nacionalista cambió de
perspectiva y que los objetivos de las políticas públicas
se fueron adaptando a estos cambios. En este movimiento
tuvieron su papel algunos antropólogos y antropólogas
102
destacadas de la segunda y tercera generación,
quienes asumieron la responsabilidad que venía con la
oportunidad de formarse en las ciencias antropológicas
en una institución pública como lo es la ENAH.
Pero, ¿qué signiica hoy en día hablar de la responsabilidad
social de la antropología y del compromiso social
de quienes la ejercen profesionalmente ya sea en la
academia, en el servicio público o incluso en una empresa
de encuestas de mercado?
El problema puede reducirse a una cuestión de ética, es
decir, de valores morales. Esto no signiica decir que cada
antropólogo tiene que ser una “buena” persona, aunque
desde luego sería deseable que lo fuera.
En nuestro campo también se dan numerosos incidentes
en los que está en cuestión la integridad ética del
profesionista. Si le corresponde, por ejemplo, a los
arqueólogos preservar y proteger el patrimonio nacional
de la época precolonial, ¿qué pueden hacer cuando
se instala un supermercado en medio de una zona
arqueológica, destruyendo parte de ese patrimonio?
Comencé a hacerme estas preguntas cuando, siendo aún
estudiante, fui a trabajar a la Cuenca del Papaloapan
con la tarea de convencer a las familias mazatecas que
debían aceptar ser reubicadas del vaso de la gran presa
que pronto inundaría sus tierras y casas. Mis compañeros
y yo, apodados “técnicos en relocación”, integramos un
cuerpo llamado “brigadas de convencimiento”. Todo ello
en nombre del progreso y del desarrollo que el gobierno
quería ofrecer a los mazatecos, pero sin haberlos siquiera
consultado con anterioridad.
Hoy con tantos focos de violencia en distintas partes del
mundo, hay quienes anuncian que existen culturas más o
menos propicias a la intolerancia y al rechazo de los que no
103
piensan como ellos, mientras que hay culturas más abiertas
y tolerantes, basadas en los conceptos de las libertades
individuales y los derechos humanos universales. ¿Será?
¿Qué papel han jugado los investigadores de lo social y lo
cultural en la creación de ciertos mitos o estereotipos que
se extienden y se perpetúan en el imaginario público?
Si en la actualidad el Estado y las empresas privadas
contratan a los antropólogos como asesores para
proyectos de desarrollo que inciden en las condiciones
de vida de la población afectada, en el medio ambiente,
en la alimentación y la salud, mientras que del otro lado
se juegan los poderosos intereses económicos de las
empresas involucradas (como las mineras o los polos
turísticos, por ejemplo), ¿cómo puede o debe ejercerse
la ética profesional, o bien la responsabilidad social de
aquel profesionista? ¿Es el consejo del antropólogo una
mercancía más en el mercado, o expresa también una
visión del mundo que se traduce en un compromiso
humano y social?
En México no nos han faltado situaciones delicadas.
El presidente Cárdenas invitó a una organización
norteamericana de misioneros evangelistas para que
ayudaran a la alfabetización de las poblaciones indígenas.
Compuesto de lingüistas profesionales, el Instituto
Lingüístico de Verano se instaló en varias regiones
del país y en pocos años produjo cartillas, manuales y
diccionarios en lenguas indígenas que antes carecían
de escritura propia y que eran muy apreciados por las
autoridades educativas e indigenistas.
de México había irmado un convenio de colaboración
con el SIL (por sus siglas en inglés) y estaba satisfecho con
su obra lingüística, pero la comunidad de antropólogos
profesionales le dio la espalda aunque reconocía el valor
de sus trabajos de lingüística aplicada.
En México se ha debatido en distintas épocas si las
culturas indígenas (tan cuidadosamente estudiadas por la
antropología) constituyen un obstáculo al desarrollo y al
progreso, o bien si pueden ser portadoras de valores que
les permitan incorporarse al mundo moderno. Durante
la etapa racista del poririato prevaleció la primera
vertiente, mientras que en la época postrevolucionaria
del indigenismo se impuso la segunda corriente. Ambos
enfoques coincidían, sin embargo, en que las culturas
indígenas como se conocían entonces tenían que
desaparecer para bien del país. Nadie se había molestado
en preguntar a los pueblos indígenas qué pensaban de
esta controversia. La materia prima para esta polémica la
proporcionaban los antropólogos.
Ahora que los pueblos indígenas han asumido un papel
cada vez más activo en la defensa de sus derechos,
hay quienes plantean a su vez la necesidad de resolver
problemas enraizados desde tiempos atrás, como es la
desigualdad de género al interior de las comunidades
y los derechos, muchas veces ignorados, de las mujeres
indígenas. ¿Qué puede hacer la antropología en la defensa
y promoción de los derechos de la mujer en el contexto de
las culturas indígenas?
Sin embargo, durante los años de la Guerra Fría circuló la
noticia de que el Instituto servía a los intereses geopolíticos
del gobierno de Estados Unidos y sus agentes fueron
expulsados de varios países latinoamericanos. El gobierno
Más preocupante todavía es el panorama generalizado
de violaciones persistentes de los derechos humanos de
los pueblos indígenas, ampliamente documentado por
organismos nacionales e internacionales de defensa de
estos derechos. En el marco de sus luchas por la defensa
104
105
de sus tierras y recursos y del medio ambiente, numerosos
líderes indígenas (hombres y mujeres) sufren vejaciones,
encarcelamientos y juicios injustos e ilegales. Otros son
víctimas de persecuciones, desapariciones forzadas y
asesinatos que las autoridades son incapaces de resolver,
o en los cuales incluso se encuentran involucradas.
a la resistencia, y algunos se desesperaron tanto que
dejaron la pluma y el pincel para intentar sobrevivir de
cualquier manera posible. Otros pocos se sometieron
bien que mal (o hasta con convicción y entusiasmo) a las
dictaduras (como también lo hicieron bajo el estalinismo
en la Unión Soviética).
Hoy en día México es uno de los países más violentos
en el mundo, con mayores violaciones de los derechos
humanos de su población, entre la cual los indígenas
aparecen como víctimas en proporción elevada. Esto lo
han documentado diversas organizaciones de derechos
humanos del sistema interamericano y de Naciones
Unidas. El caso más dramático de los últimos años es
la desaparición forzada de los estudiantes de la escuela
normal de Ayozinapa en Guerrero, que hasta la fecha las
autoridades competentes han sido incompetentes para
resolver.
En aquellos años de oscurantismo y muerte quedó
siempre pendiente una respuesta a la pregunta: ¿Cuál
es la responsabilidad social del intelectual? La misma
interrogante se han de hacer hoy en día los intelectuales
universalistas de los países musulmanes ante la embestida
fanática de un fascismo islamista que niega todos los
valores humanos que la sociedad mundial ha podido
conservar y erigir en normas de conducta a raíz de la
Segunda Guerra Mundial. ¿Son culpables las culturas?
Junto con el resto de la ciudadanía, la comunidad académica
de antropología tiene la oportunidad –y yo agregaría,
la responsabilidad— de levantar su voz en defensa de
estas y muchas otras víctimas de graves violaciones a sus
derechos humanos. Ya no estamos en la época del Estado
benefactor, sino del Estado corresponsable de la violencia
que impera en el país.
El proyecto nacional que la antropología de otra época
quiso lograr, se ha desvanecido. El desafío que hoy
enfrenta exige que la antropología redeina sus objetivos
y su compromiso con la sociedad y el pueblo de México.
¿Cómo hacer efectivo un compromiso social en la vida
cotidiana? Esto es algo que no aprendimos en la Escuela
de Antropología, salvo a través de algunos maestros
que supieron transmitir no solamente conocimientos
sino también valores éticos y compromisos humanos
(recuerdo en particular al maestro Ricardo Pozas). Pero
sobre todo, lo aprendimos en la práctica del trabajo con
nuestros semejantes, ante las injusticias y abusos de los
que fuimos testigos todos los días. Yo sigo airmando
hasta hoy que aprendí más en los meses de trabajo de
campo en distintas partes de la República, que durante
los años en el aula.
Durante la época del nazi-fascismo en Europa, los
intelectuales (cientíicos, escritores, artistas, músicos,
periodistas y otros muchos) se preguntaban cuál era su
papel en la vida pública. Como sabemos, muchos salieron
al exilio, otros perdieron la vida, otros más se incorporaron
106
107
BIBLIOGRAFÍA
Aguirre Beltrán, Gonzalo, Obra
volúmenes, FCE, México, 1991-1992.
antropológica,
El por qué y para qué
del video Trabajo de
campo en tiempos violentos.
Presentación
XV
Basave Benítez, Agustín, México mestizo: análisis del
nacionalismo mexicano en torno a la mestizoilia de Andrés
Molina Enríquez, FCE, México, 2002.
Cardoso de Oliveira, Roberto, “O movimento dos
conceitos na antropología”, en Revista de Antropología,
vol. 36, 1993, pp. 13-31. Reproducido en O trabalho do
antropólogo, Sao Paulo, Editora UNESP, 2000, pp. 37-52.
Caso, Alfonso, Los centros coordinadores indigenistas,
Instituto Nacional Indigenista, México, 1962.
Victoria Novelo O.70
Créditos del video:
Idea y dirección de la serie: Victoria Novelo, CIESAS
Dirección: Andrés Villa y Victoria Novelo
Producción ejecutiva, de campo y entrevistas:
Victoria Novelo
Producción: Juan Carlos Robles
Guion: Victoria Novelo y Andrés Villa
Fotografía: Carlos Cárdenas
Edición: Jorge Urzúa Ortiz
Animación: Simbiosis Estudio de Diseño
Sonido en locación: Jorge Urzúa Ortiz
Música: Fernando Sandoval
Coproducción: CIESAS y Gorila Audiovisual
Duración: 52 minutos
Castillo Ramírez, Guillermo, “La propuesta de
proyecto de nación de Gamio en Forjando patria (pro
nacionalismo) y la crítica del sistema jurídico-político
mexicano de principios del siglo XX”, en Desacatos, núm.
43, septiembre-diciembre 2013, pp. 111-126.
De la Peña, Guillermo, “Introducción. Pluralidad e
interdisciplina en la antropología mexicana”, en Virginia
García Acosta y Guillermo de la Peña (coord.), Miradas
concurrentes. La antropología en el diálogo interdisciplinario.
Publicaciones de la Casa Chata, 2013, pp. 13-67.
Realicé el video “Trabajo de campo en tiempos violentos”71
como parte de la serie Antropovisiones que dirigí en el
CIESAS, D.F., a manera de alerta para los profesionales
y estudiantes de las ciencias sociales que acostumbran
hacer trabajo de campo en sus indagaciones. Me pareció
necesario tocar el espinoso tema de la violencia que
108
70
71
CIESAS, D.F.
YouTube: htps://youtu.be/pyZm_Dog-7c.
109
empezaba a envolver a México de manera creciente y
terrible. Era el año 2011 cuando se hizo el video (reeditado
en 2013) y hasta entonces poco nos habíamos preocupado
los antropólogos de analizar los peligros que la guerra
contra el narco, como entonces se le denominaba, estaba
ya teniendo en las maneras de estudiar los procesos
sociales y de convivir con las personas, especialmente
en aquellos lugares de la República donde la violencia
desbordaba límites inimaginables.
estudiando a los nativos. Aunque se han agregado
procedimientos más soisticados y especializados para la
recolección de información que la infaltable “libreta de
campo” y el paradigma etnográico se ha ampliado con
énfasis interpretativos divergentes, la idea del trabajo de
campo con observación participante no ha cambiado para
los etnógrafos.
Según la practicamos los antropólogos, la etnografía
actual sigue gobernada por un paradigma originado en
la imagen que describe a los antropólogos bajando de un
barco, avión o automóvil para dirigirse a algún poblado
inhóspito y exótico donde pasará una prolongada estancia
Esteban Kroz, analizando los contenidos disímbolos del
término “trabajo de campo”,73 señala que en una de sus
acepciones, la más sencilla, el trabajo de campo se hace,
pues el objeto de estudio “no se encuentra en el espacio
de la cotidianidad del antropólogo, por lo que éste debe
trasladarse a otro sitio para realizar su pesquisa”. También
se le puede entender como una técnica o conjunto de
técnicas entre las que sobresale la observación participante;
y aún más, el trabajo de campo es el método central de la
antropología donde la realidad es en parte construcción del
investigador y resultado de su pertenencia a un contexto
cultural distinto al que estudia. Aunque diferentes, las
ideas sobre el trabajo de campo subsumen la posibilidad
del viaje; el trasladarse transitoriamente a otras culturas
y comunicar posteriormente las observaciones hechas o
el viaje como metáfora de un nuevo conocimiento. Kroz
señala algo que puede sonar a título de película pero es
de una gran certeza: “El viaje antropológico es un viaje
hacia lo desconocido –si no, resultaría innecesario”, y el
fenómeno desconocido hacia el cual se dirige el viajero
no es de cualquier clase. No solamente experimentará
cambios comunes a los viajeros –de clima, paisaje, sonidos,
olores, colores–, sino que la alteridad a la que se enfrenta es
una alteridad cultural. Una cultura que a veces ni siquiera
es tan diferente, pero como viajero, el antropólogo se
presenta como miembro de una colectividad con algún
72
Catalina A. Denman y Jesús Armando Haro, Por los rincones. Antología de
métodos cualitativos en la investigación social, El Colegio de Sonora, México, 2002, p. 14.
73
Esteban Kroz, “Viaje, trabajo de campo y conocimiento antropológico”,
Alteridades, 1991 1(1), pp. 50-57.
110
111
El programa se construyó a partir de las entrevistas con
los doctores Juan Luis Sariego (q.e.p.d.), de la Escuela
de Antropología e Historia del Norte de México en
Chihuahua; Séverine Durin, del Programa Noreste del
CIESAS en Monterrey; María Eugenia de la O Martínez y
Luis Vázquez León, del CIESAS Occidente en Guadalajara;
Gabriel Ascencio Franco, de Proimmse-IIA, UNAM en
Chiapas, y Marco Antonio Calderón Mólgora, del Colegio
de Michoacán en Zamora.
Como ciencia cualitativa, la antropología, desde su
profesionalización como disciplina, hizo del trabajo de
campo u observación participante “la prueba de fuego
del quehacer etnográico”.72 Las técnicas desarrolladas
en el trabajo de campo han sido muy variadas y han
incluido preferentemente las entrevistas, la recopilación
de historias de vida, el trabajo con grupos, el uso de
documentación escrita, la grabación de conversaciones, la
fotografía, el cine y las nuevas tecnologías.
tipo de identidad que conocerá a otro tipo de grupos o
personas con identidades conformadas en otros universos
simbólicos; de ese modo, su acercamiento a lo desconocido
lo hace con el reconocimiento de esa alteridad. Y entonces
comenzará un trabajo donde se ponen en juego las
habilidades y destrezas del antropólogo para conocer lo
que hasta entonces desconoce, para lo que requiere de
interacciones, comunicaciones, adaptaciones. Kroz dice
que en esa adaptación “tiene que aspirar a convertirse en
interlocutor de aquellos en cuya realidad sociocultural se
interesa”.74
Sin entrar en discusiones de las técnicas que debe
desplegar el antropólogo en el trabajo de campo, la
duración de la estadía, las formas que elige para registrar
sus observaciones, las relaciones sociales que entabla y los
cambios que van tomando sus percepciones, el hecho es
que el antropólogo requiere de una cercanía con quienes
viven en la realidad social en que se interesa.
El ambiente que circunda al antropólogo tiene un papel
muy importante al crear la comodidad, facilidad y
seguridad con que puede ir desarrollando su investigación.
Es difícil que una estadía en el campo esté exenta de
problemas y conlictos. Las divisiones sociales, los celos
de algunos grupos, el comportamiento de las autoridades
administrativas o rituales frente al investigador y su
investigación, los conlictos locales de índole religiosa,
agraria, política, sindical. En in, son muchos los desafíos
y hasta no hace mucho los investigadores de campo
mexicanos llevaban en su equipaje de viajero una serie
de cartas institucionales dirigidas a autoridades de todo
tipo para que se les franqueara la entrada a su lugar
de destino. Los conlictos agrarios y de persecuciones
políticas o religiosas, los movimientos y huelgas de
74
Ibidem, p. 55.
112
trabajadores, los ediicios, carreteras, puentes o presas
custodiados por ejército y policías no son eventos raros en
la historia de los trabajos de campo en México. Tampoco
ha sido raro el conlicto con caciques y sus lugartenientes.
Pero esa clase de conlictos se ven empequeñecidos a
la luz de una terroríica violencia desatada en muchas
porciones del territorio mexicano que nos hace hablar
no ya de diicultad para hacer trabajo de campo, sino de
imposibilidad. Y aquí no hay carta institucional que valga
para franquear una entrada. ¿A quién se dirigiría? ¿Al
ejército?, ¿a los marinos?, ¿a los judiciales?, ¿a los Zetas?,
¿a la Familia Michoacana?, ¿a la línea?, ¿a los “narcos” a
secas?, ¿a la Virgen de Guadalupe?
Hay varios estudios que analizan los hilos que se mueven
en el amplísimo tejido de la corrupción y la violencia
del tráico de drogas en nuestro territorio que están
produciendo muertos a niveles nunca antes vistos, entre
los que desafortunadamente se incluyen los civiles que
nada tienen que ver con la guerra desatada. Pero nuestras
instituciones, para las que trabajamos, no han desarrollado
ninguna política de protección hacia sus investigadores
de campo; han sido ellos mismos quienes han aprendido
a moverse de otra manera en su trabajo. Tampoco hay
muchas obras publicadas sobre el tema de los peligros en
el trabajo de campo. COMECSO Región Sur-Sureste, en
su serie Pequeñas bibliografías comentadas, publicó en 2013
la que realizó la antropóloga austriaca Carina Deubner
después de su trabajo de campo etnográico en Colombia
titulado “Posibilidades y límites del trabajo de campo
etnográico en contextos violentos”. Comenta 24 textos
referidos a América Latina entre los que hay dos sobre
México, escritos por mexicanos, ambos de 2012.75
75
htp://www.comecso.com/wp-content/uploads/2013/11/Comecso_PPC3_
SSE_Violencia_y_trabajo_de_campo.pdf
113
Para conocer las preguntas detrás de las respuestas que
se escuchan en el video documental, me pareció que sería
interesante que les compartiera el guion de la entrevista
que preparé para mis colegas.
Preguntas:
—¿Cuál es para ti la importancia del trabajo de campo en
el quehacer del antropólogo(a)?
—¿Podrías resumir los trabajos de campo de los que has
sacado más satisfacciones (personales, profesionales,
ambos, otros)?
—¿Te parece que las tradiciones antropológicas que se
han desarrollado en México, desde el paradigma indígena
a los actuales y que subrayan el trabajo de campo como
esencial, muestran diferencias con las tradiciones en otros
países?
enfrentas cotidianamente? ¿Desde cuándo? ¿Cuáles han
sido tus respuestas profesionales (cambio de región de
estudio, suspensión del trabajo de campo, otros…)? ¿De
qué manera ha cambiado tu vida diaria?
—En el caso de los antropólogos docentes, ¿qué está
sucediendo con la tradicional “práctica de campo” de
los estudiantes? ¿Cómo protegen a los alumnos? ¿Qué
caminos han ideado? ¿Se han debido cambiar los planes
de estudio?
—¿Ves un futuro cercano donde las condiciones actuales
cambien y se pueda de nuevo respirar un clima donde
no exista la guerra actual? ¿Qué podemos desarrollar
en nuestro quehacer como antropólogos si nos vemos
obligados a abandonar el trabajo de campo tradicional?
¿Podremos inventar un nuevo trabajo de campo que no
contenga los riesgos y peligros actuales?
—¿Piensas que todos los antropólogos deben hacer
trabajo de campo? ¿Por qué sí o por qué no?
—En tu experiencia como investigador(a) en el campo
de la antropología en México, ¿has tenido que pasar por
eventualidades que afectan la tranquilidad y seguridad al
hacer trabajo de campo en las regiones que has estudiado?
—Cuando te has enfrentado a tensiones para el trabajo
de campo, ¿de qué tipo de situaciones estarías hablando?
¿Involucra a los investigadores y también a los sujetos
bajo estudio?
—El tema de la violencia, sea dirigida por organismos del
aparato del Estado, por grupos criminales u otros, no es
nuevo en el país. ¿Has sido objeto de alguna persecución
al estar haciendo trabajo de campo? ¿Cómo lo enfrentaste?
—¿Qué problemas, riesgos, inseguridades, peligros,
114
115
BIBLIOGRAFÍA
Arqueología, violencia e
identidad. El patrimonio
arqueológico de la Sierra
Madre Occidental en
Durango
Denman, Catalina A. y Jesús Armando Haro, Por los
rincones. Antología de métodos cualitativos en la investigación
social, El Colegio de Sonora, México, 2002.
Deubner, Carina, “Posibilidades y límites del trabajo
de campo etnográico en contextos violentos”, Pequeñas
bibliografías comentadas, COMECSO Región Sur-Sureste,
htp://www.comecso.com/wp-content/uploads/2013/11/
Comecso_PPC3_SSE_Violencia_y_trabajo_de_campo.
pdf.
Kroz, Esteban, “Viaje, trabajo de campo y conocimiento
antropológico”, Alteridades, 1991, 1(1), pp. 50-57.
José Luis Punzo Díaz76
El presente trabajo se basa en la experiencia de campo
que tuve en casi veinte años de trabajos arqueológicos
en la Sierra Madre Occidental en el estado de Durango.
De esta forma he podido ver cambios importantes en las
relaciones sociales y en el nivel y tipo de violencia entre los
habitantes de la zona, lo cual ha trastocado directamente
la posibilidad de llevar a cabo estudios arqueológicos en
la región y además ha impactado en la conservación del
vasto y frágil patrimonio arqueológico que se encuentra
en estas montañas del septentrión mexicano.
La Sierra Madre Occidental
La Sierra Madre Occidental es un gran macizo montañoso
que corre por cerca de 1,200 kilómetros de longitud desde
el estado de Jalisco hasta Chihuahua, abarcando partes de
los estados de Nayarit, Sinaloa, Durango y Sonora. Es una
sierra muy diversa, con particularidades importantes en
cada una de sus regiones, siendo de manera muy general
76
116
Centro INAH Michoacán.
117
mucho más seca en los estados norteños que en los del
sur.
En Durango, la Sierra Madre abarca el tercio oeste
del estado, aproximadamente unos 40,000 kilómetros
cuadrados. Este amplio territorio está cubierto en su
mayoría por un denso bosque de pinos y encinos, uno
de los más grandes del país, y surcado por profundas
barrancas que en su mayoría forman importantes cauces
de ríos que desembocan en el océano Pacíico. Esta abrupta
serranía posee grandes desniveles que pasan desde la
montaña más alta en el estado, el Cerro Gordo con un
poco más de 3,300 msnm, hasta menos de 200 msnm en lo
más profundo de las barrancas. Lo anterior trae consigo
una enorme biodiversidad por la gran cantidad de pisos
ecológicos, donde conviven especies de las selvas bajas
del fondo de la barranca con las que habitan los fríos
bosques de pinos de las alturas. Por otra parte, esta difícil
topografía la hace una zona muy poco poblada y por
tanto escasamente comunicada.
Los primeros acercamientos
arqueológicos a la región y el
comienzo del problema del
narcotráico
Las investigaciones arqueológicas en la sierra de Durango
comenzaron con la llegada en 1935 de John Alden Mason,
quien hizo un amplio recorrido desde Chalchihuites en
Zacatecas hasta el Zape al norte de Durango, llevando
a cabo visitas puntuales a distintas zonas. Destaca la
inspección que realizó en el área de Sotolitos, donde
reportó interesantes hallazgos de arte rupestre, así como
pequeños sitios habitacionales al aire libre con canchas de
juego de pelota.77
En esos mismos años, el profesor duranguense Everardo
Gamiz publicó en los periódicos locales el hallazgo de
importantes casas en acantilado en el sureño municipio
de Mezquital, en el Cerro Blanco, donde localizó un
par de momias que él interpreta como de pigmeos.78
El Departamento de Monumentos Prehispánicos de la
Secretaría de Educación Pública envió al arqueólogo
Daniel Rubín de la Borbolla a veriicar estos hallazgos79 y,
derivado de ese viaje y estudio, se desmintió la existencia
de los pigmeos que propuso Gamiz, ya que se vio que se
trataba de niños de entre 5 y 6 años de edad.80
Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, a inales de
118
77
Alden Mason, “Late Archaeological Sites in Durango, Mexico, from
Chalchihuites to Zape”, en Twenty Fifth Anniversary Studies, 127-46, Philadelphia
Anthropological Society, Filadelia, 1937, p. 135.
78
Everardo Gamiz, Historia del estado de Durango, Gobierno del Estado de
Durango, México, 1953, p. 15.
79
Daniel Rubín de la Borbolla, “Arqueología del sur de Durango”, Revista
Mexicana de Estudios Antropológicos 8, no. 1-3, 1946.
80
Roberto Palazuelos, “Informe antropológico sobre dos momias de
Durango”, Boletín del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía I, no. 3, 1934.
119
la década de los años treinta, la expansión de la Alemania
nazi y de los países del Eje cortó el lujo para las potencias
aliadas de amapola y hachís que llegaba a Occidente
desde Turquía. Éstas eran la materia prima de la morina
necesaria en los hospitales, la cual era de vital importancia
para el desarrollo de la guerra. Fue en ese sentido que
Estados Unidos promovió los sembradíos de amapola
en la Sierra Madre Occidental. En las sierras de Sinaloa
y Durango, las profundas barrancas se constituyeron
como lugares ideales para la siembra de la amapola y
la extracción de la goma de opio. Nació así lo que se ha
llamado el triángulo dorado, cuyos vértices se hallan en
Chihuahua, Culiacán y Durango.
La Segunda Guerra Mundial terminó y ya no fueron
necesarios los productos que los rancheros de la sierra
cosechaban, por lo que la siembra de amapola y marihuana
se criminalizó de forma más dura en los años cuarenta.81
Pero eso no impidió que los propios rancheros tomaran el
control del cultivo y la industrialización de estas plantas
en Sinaloa, Chihuahua y Durango.
Así continuó la vida en la sierra por los años cincuenta y
sesenta. Al ser una región poco habitada e incomunicada,
con una casi inexistente presencia de las autoridades
gubernamentales, estas sociedades rancheras formaron
su propia identidad, con códigos de justicia particulares
que hicieron parecer esta zona como extremadamente
violenta para los fuereños.
A principios de los años cincuenta se dio una nueva
presencia de proyectos arqueológicos en la sierra
de Durango, liderados por Charles Kelley, de la
Universidad del Sur de Illinois. En este sentido destacan
las excavaciones en el sitio de Santa Bárbara (Weicker)
en 195282 y los recorridos realizados por Glen Cole en la
región de las Ánimas en 1956.83 Más allá de los resultados
arqueológicos que ambos proyectos publicaron, es
imperativo mencionar que durante esos años en la Sierra
Madre, compañías norteamericanas se habían apropiado
de importantes ranchos para la explotación de la madera
y fueron los dueños norteamericanos y sus lugartenientes
en la sierra los que les permitieron a estos arqueólogos
llevar a cabo sus investigaciones, debido al fuerte control
que aquéllos tenían sobre grandes áreas. Tras estos
estudios, los proyectos arqueológicos en la sierra sufrirían
un amplio periodo de suspensión.
Desde 1975 y tras el in de la guerra de Vietnam, el
gobierno mexicano lanzó sobre las barrancas de la Sierra
Madre la llamada Operación Cóndor, una agresiva
campaña de erradicación de cannabis y amapola.
Helicópteros artillados, o el boludo como lo llaman los
rancheros, sobrevolaban la sierra rociando defoliantes
sobre los plantíos. De esta segunda parte de los años
setenta pudimos obtener una fotografía tomada por uno
de estos pilotos de un importante complejo de casas en
acantilado, la Cueva Larga, el cual se podía observar aún
en excelente estado de conservación.
81
José Schievenini, “La prohibición de la marihuana en México 1920-1940”,
Universidad de Querétaro, México, 2012, p. 101-135.
82
Michael Foster, “Weicker Site: A Loma San Gabriel Hamlet in Durango,
Mexico”, Journal of Field Archaeology 13, 1986.
83
Michel Spence, “A Cultural Sequence from the Sierra Madre of Durango,
Mexico”, en Carroll Riley y Hedrick Basil (eds.), Across the Chichimec Sea: Papers in
Honor of J. Charles Kelley, Southern Illinois University Press, Carbondale, 1978.
120
121
la arqueología, registrando una gran cantidad de sitios
arqueológicos, especialmente de arte rupestre en la sierra,
así como importantes casas en acantilado, como la Cueva
del Maguey,86 a la que volveremos más adelante en el
texto.
En los años ochenta apareció un importante actor, el
sinaloense Félix Gallardo, traicante de la savia de la
amapola, o como la llaman por los arroyos de Durango,
goma o tecata, base de la heroína. Un hecho que hizo
que la problemática del tráico de drogas saltara a la luz
pública fueron los asesinatos del agente de la DEA Enrique
Camarena Salazar y de su piloto mexicano Alfredo Zavala
Avelar en Guadalajara, en febrero de 1985, a manos de
Rafael Caro Quintero, ahijado, socio y protegido de Félix
Gallardo.
En los años noventa inició la militarización más fuerte de
la sierra con la capacitación en Estados Unidos de miles
de integrantes del recién formado Grupo Aeromóvil de
Fuerzas Especiales (GAFE). En ese momento comenzó el
llamado Operativo Sierra Madre, el cual fue reforzado
por unidades militares foráneas que provenían del centro
de México y duró tres temporadas coincidentes con
el ciclo de producción de la marihuana y la amapola:
febrero-abril, mayo-julio y octubre-diciembre. En esa
época en la décima zona militar en Durango, operaban
unos 2,800 elementos para erradicar plantíos, por lo
que ya en los noventa era frecuente toparnos con las
patrullas de soldados —o guachos, como los llaman allá
los campesinos— que hacían recorridos, o incluso con los
campamentos que los militares hacían en regiones muy
alejadas.
Durante estos años, la sierra de Durango era un territorio
bajo el control de los capos sinaloenses, lo que permitía de
alguna manera la visita a la región, existiendo cierta calma
social. Esto dio pie a que Jesús Lazalde,84 Jaime Ganot y
Alfonso Peschard,85 un grupo de médicos de la ciudad de
Durango, pudieran hacer recorridos como aicionados a
Así, en los noventa se vivía en la región un clima de violencia
que podríamos clasiicar como institucionalizada,87 ya
que ésta usó los aparatos propios del Estado con una
fuerte presencia militar y policial que presionó a los
pobladores, quienes a través de las armas y el poder
del dinero arreglaron sus rencillas internas, las más de
las veces con la complacencia de las instituciones. La
identidad de estos rancheros serranos se fundaba en una
cultura de la violencia basada en una libertad fuera de la
ley del gobierno.
84
Jesús Lazalde, Durango indígena, Museo de Historia-UJED, Durango, 1987.
85
Jaime Ganot y Alejandro Peschard, Aztatlán: Apuntes para la historia y
arqueología de Durango, Secretaría de Educación, Cultura y Deporte, Gobierno del
Estado de Durango, Durango, 1997.
86
Lazalde, 1987, p. 127.
87
Alejandro Tomassini, “Violencia, ética, legalidad y racionalidad”, en Witold
Jacorzynski (ed.), Estudios sobre la violencia. Teoría y práctica, CIESAS-Porrúa, México,
2002, p. 25.
122
123
Los años noventa marcaron en Durango una nueva
dinámica sobre las investigaciones arqueológicas
derivado de dos acciones. En primer lugar, la creación
y el fortalecimiento del Centro INAH Durango, lo que
hizo que, a través de los estudios arqueológicos de
Arturo Guevara,88 se reactivara la presencia institucional
mediante la atención a denuncias de afectación al
patrimonio arqueológico en el estado, además de que su
proyecto se centró en el estudio y la conservación de la
zona arqueológica de la Ferrería. En segundo lugar, en
ese momento dio inicio el Proyecto de Investigaciones
Arqueológicas en Hervideros Durango, dirigido por
Marie-Areti Hers, del Instituto de Investigaciones
Estéticas de la UNAM,89 en el cual se estudió una amplia
región del noroccidente del estado, con varios proyectos
que trabajaron en la Sierra Madre: el de registro del arte
rupestre, el del estudio de los cazadores recolectores del
alto río de los Lobos, el de investigaciones en el alto río
Tepehuanes y el del estudio arqueológico de la Mesa de
Tlahuitoles; este último con el que inicié mis primeros
estudios en la sierra en 1994.
88
Arturo Guevara, Ferrería. Conservación y estudio del sitio arqueológico, ICED,
Durango, 2003.
89
Marie-Areti Hers y Oscar Polaco, “Le Project Hervideros. Un Regard sur le
Passé Prehispanique de la Sierra Madre Occidentale du Durango, Mexique”, en Luc
Descroix, Juan Estrada y José Luis Barrios (eds.), La Sierra Madre Occidentale, un chateau
d´eau menacé, IRD Editions, París, 2005.
124
Límites y posibilidades de la
investigación arqueológica en la
Sierra de Durango, vistos a través del
proyecto Arqueología de la Mesa de
Tlahuitoles
Como se mencionó, el proyecto del estudio arqueológico
en la Mesa de Tlahuitoles90 formaba parte del trabajo
conjunto coordinado por Marie-Areti Hers, y éste surgió
a partir de las notas que publicó en los años treinta Alden
Mason sobre la región de Sotolitos, la cual correspondía
al lanco sur de la Mesa de Tlahuitoles, en el alto río San
Lorenzo.
En estos años noventa, pese a que la percepción de la
gente de la ciudad de Durango era de una zona altamente
peligrosa, podíamos llegar a cualquier poblado y después
de las cortesías de rigor, de explicar lo que hacíamos y
al ver que éramos simplemente unos “locos”, se nos
invitaba a pasar, a comer, a tomar un aromático hierbanis
y a dormir, estableciéndonos con las familias y haciendo
temporadas de campo de varios meses, lo que nos permitió
evidentemente formar lazos muy estrechos con muchas
personas en la sierra. Así, como nos decían, medio día
éramos arqueólogos y el resto rancheros ayudando en
todas las labores de la comunidad.
La cohesión social de la sierra se estructuraba a través de
las familias y las relaciones de parentesco en los pueblos,
lo que nos permitía transitar con seguridad a “nosotros los
lugareños” y entrar prácticamente a cualquier predio sin
ningún tipo de problema. Así, por ejemplo, planeábamos
90
José Luis Punzo, Arqueología de la Mesa de Tlahuitoles. Apuntes para la historia
xixime, Tesis de licenciatura, ENAH, 1999.
125
los recorridos arqueológicos en conjunto con nuestros
amigos serranos, quienes nos daban acceso a distintas
zonas y a otras no, donde ellos nos decían: “siembran los
de Sinaloa”. Esa otredad que siempre se encontraba en
el discurso y no dejaba nunca de remarcarnos que nos
encontrábamos en una región marcada por la violencia.
El estudio más amplio de recorrido de campo que pudimos
llevar a cabo fue una cabalgata a lomo de mula de más
de 100 kilómetros entre las primeras estribaciones de la
Sierra Madre por el oriente en el poblado de San Miguel de
Papasquiaro y culminar tras cruzar la sierra por el área de
la Mesa de Tlahuitoles, bajando la barranca del río Piaxtla
hasta los límites con Sinaloa, en el poblado minero de
Tayoltita. Durante este recorrido arqueológico que duró
ocho días conforme íbamos avanzando por la sierra y la
barranca, las mismas familias que nos iban alojando, así
como nuestro guía don Luisito Soto, un antiguo arriero de
más de setenta años por aquellos días, nos recomendaban
con los habitantes de los ranchos siguientes, las más de
las veces familiares suyos o compadres, sin tener nunca
sensación de inseguridad, salvo los momentos en que
nos llegábamos a encontrar con “troceros”, es decir,
trabajadores de madera, soldados o policías. Durante
ese recorrido pudimos localizar una gran cantidad de
sitios arqueológicos, entre ellos la Cueva Larga, esa casa
en acantilado fotograiada en los años setenta por un
piloto antinarcóticos y destruida en los años ochenta con
maquinaria pesada que los ingenieros que construían
el camino entre Coyotes y San Miguel de Cruces
desviaron en búsqueda de tesoros; además de sitios muy
grandes como el Cerro Morado, una cumbre inaccesible
completamente modiicada con terrazas y un pequeño
montículo en la punta, o el Guarisamey prehispánico, un
poblado posiblemente del momento del contacto con los
126
españoles, conformado por más de una decena de patios
que ordenan una gran cantidad de estructuras a sus lados
y que muestra la enorme población que vivió en época
prehispánica en esas barrancas y que los jesuitas en el
siglo XVII relataron en sus cartas.91
De esta manera, la sierra en los años noventa era un lugar
que mediante la negociación y el vínculo comunitario nos
permitía hacer excavaciones en distintos lugares, realizar
estancias de campo de hasta seis meses al año y largos
recorridos sorteando arroyos y montañas. Así pudimos
trabajar sin mayores sobresaltos desde 1994 hasta 1999
cuando culminó el proyecto.
Límites y posibilidades de la
investigación arqueológica en la
Sierra de Durango, vistos a través
del proyecto de Conservación
e Investigación de las Casas en
Acantilado de la Cueva del Maguey
Con la llegada del nuevo siglo y el cambio de gobierno
federal, Vicente Fox no sólo mantuvo la política de
incorporar a las Fuerzas Armadas en operativos
antidrogas, sino que aumentó la presencia militar en
las policías federales. El punto de mayor ruptura vino
cuando Felipe Calderón en 2006 intensiicó la política de
la “guerra contra las drogas”, para la cual la estrategia
básica de todas las acciones libradas fue la recuperación de
territorios dominados por el narcotráico. Pocas semanas
después de iniciado su gobierno, Calderón apareció con
camisola y gorra militar en Michoacán al inicio de los
91
Ibidem.
127
llamados operativos conjuntos, en una estrategia que se
basó en el despliegue de decenas de miles de soldados
en las calles y en la captura o muerte de líderes de las
organizaciones criminales, ejerciendo así una supuesta
violencia “justiicada”.92 Hasta ahora el saldo es de más de
70,000 muertes durante este gobierno, con la participación
de más de 50,000 soldados en los operativos. Durante
dicho sexenio se erradicaron 97,000 hectáreas en trece
estados; Sinaloa, Durango y Chihuahua tuvieron el 71%
del total.
La violencia en la zona de la sierra de Durango aumentó
desde 2007 con la disputa entre los cárteles de Sinaloa y
los Zetas. Los propios cárteles comenzaron un proceso
de militarización de sus integrantes, cambiando las
estrategias, formando lo que se ha conocido popularmente
en esas regiones como la “maia nueva”. Esto se puede
apreciar por ejemplo en el cambio en las letras de los
corridos que se escuchan por la sierra. En los ochenta y
noventa las letras hablaban de una vida ranchera ligada
al narcotráico, como por ejemplo: “Me gusta andar por la
sierra, me crie entre los matorrales, ahí aprendí a hacer las
cuentas, nomás contando costales.”93 Ahora las canciones
de la maia nueva tratan sobre un narco más urbano que
vive en cualquiera de las capitales del triángulo dorado,
como ilustra este fragmento de canción: “Maia nueva
sinaloense, pura plebada de arranque, carros de lujo y
billetes, ropa de marca Ferrari, traen la herencia de los
viejos comandando las ciudades.”94
Estos cambios y la escalada de la violencia de esos años
provocaron en la sierra una fuerte ruptura en el tejido
social, que como se mencionó funcionaba a través de
92
93
94
Tomassini, 2002, p. 27.
“Pacas de a kilo”, Los Tigres del Norte.
“Maia nueva”, El Komander de Sinaloa.
128
relaciones de parentesco a escala regional; ahora los
jóvenes aspiraban más que nunca a vivir en las ciudades
cercanas como Culiacán o Durango, para hacer fortuna
en el narco. Estos “citadinos” controlaban muchos de
los aspectos económicos y hasta relaciones sociales de
la zona. Los habitantes del lugar trabajaban para éstos
y todos se vinculaban entonces a un cártel especíico, lo
que ha generado enormes conlictos sociales y muchas
muertes en los ranchos.
Esta nueva realidad social nos llevó a cambiar
completamente las estrategias para desarrollar la
investigación arqueológica. En primer lugar privaron ya
los recorridos coninados a pequeñas áreas de la sierra y a
realizar breves estancias de campo.
Fue en 2007, al año siguiente del inicio de la “guerra
contra el narco”, cuando derivado de la atención de una
denuncia se relocalizó el importante sitio de casas en
acantilado de la Cueva del Maguey, reportada en los
años ochenta, iniciando así un proyecto intensivo de
investigación y conservación de dicho lugar. Este proyecto
se basó en el pequeño poblado del Maguey, parte de la
comunidad tepehuana de San Bernardino de Milpillas
Chico, municipio de Pueblo Nuevo, al sur del estado
de Durango. Para iniciar el trabajo fue fundamental el
realizar un agudo consenso con la comunidad y con las
autoridades tradicionales para iniciar las investigaciones
centradas en las cuevas de la barranca, zona muy
importante de siembra de droga.
El Proyecto de Investigación y Conservación de las
Casas en Acantilado de la Cueva del Maguey, Durango
(PROCUMA), inició su primera temporada de campo en
2008 y culminó abruptamente como vamos a ver en 2010.
Se localizaron cinco cuevas con restos arquitectónicos en
129
la barranca del río San Pablo, hechos de tierra compactada
y de bajareque, localizándose en la cueva principal nueve
estructuras habitacionales, tres de dos niveles de altura y
nueve pequeñas posiblemente para almacenaje. Este lugar
es uno de los contextos mejor conservados de su tipo en
el país, además de ser un espacio único para el estudio de
las antiguas técnicas constructivas en tierra, que pudimos
fechar iniciaron hacia el año 1000 d.C. y culminaron con
la llegada de los españoles a la región casi al inicio del
siglo XVII. 95
y con ello graves problemas sociales al interior de las
comunidades.
Lo anterior llevó a la implementación de estrategias de
seguridad en varios niveles:
• El institucional, a través de ser mucho más visibles
como trabajadores del INAH mediante el reiterado uso
de logos y de la formalización de nuestra presencia.
• El estatal y municipal, con una continua comunicación
con las autoridades policiales y militares destacadas
en la región sobre nuestras acciones y presencia.
• Y el más importante, el comunitario, que tenía
que ver con continuas reuniones con los comités
comunitarios y con la autoridad local. Esto funcionó
al grado de que en una ocasión unos muchachos
que estaban “pizcando” en la zona, bajaron al sitio
arqueológico e hicieron destrozos en una de las
estructuras arqueológicas, cuestión que comenté en
estas reuniones comunitarias. Como consecuencia,
las autoridades locales tomaron acciones demasiado
severas, llegando hasta el castigo corporal en contra
de estos jóvenes.
La situación en la sierra había cambiado bastante desde
los noventa. Existían ya muchos actores que detentaban
poderes muy difíciles de visualizar en el momento. Esto
generaba cambios frecuentes en el control de las zonas
95
José Luis Punzo, Los moradores de las casas en acantilado de Durango.
Rememorando el mundo de la vida de los grupos serranos en el siglo XVII, Tesis de doctorado,
Escuela Nacional de Antropología e Historia, 2013.
130
El proyecto inició de manera formal en la primavera del
año 2008 con la participación de un pequeño grupo de
estudiantes de la Escuela Nacional de Antropología e
Historia y de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Cabe
mencionar las duras condiciones de trabajo en la sierra por
las bajas temperaturas, de hasta -15°C. Las temporadas
muy cortas de trabajo por la problemática de inseguridad
que se percibía y la instalación de un campamento aislado,
no nos permitieron tener la integración lograda en los
noventa con la comunidad; ahora las condiciones eran muy
distintas: ya no existía la conianza que se experimentaba
años atrás entre la gente. Incluso durante este proyecto
131
nunca pudimos establecernos en una estancia de campo
en casa de alguno de los vecinos del poblado, además de
las fuertes divisiones que existían ya dentro de la propia
comunidad por la lucha entre los cárteles.
Durante distintas temporadas de trabajo en los años 2008
y 2009 se hicieron detallados estudios arquitectónicos,
así como un minucioso estudio de los materiales
arqueológicos, además de iniciar labores de conservación
de las estructuras arqueológicas. Con esto se pudieron
hacer importantes estudios únicos en su tipo en estas
regiones del norte de México.
Otra de las tareas signiicativas fue un programa intenso
y permanente de trabajo de divulgación en las escuelas
rurales de las comunidades vecinas, lo que resultó muy
importante en dos sentidos: el primero por supuesto para
la difusión de la protección del sitio y del patrimonio
arqueológico de la región, y el segundo a nivel de seguridad
que nos permitió ser más visibles y que los habitantes de
todas las comunidades aledañas entendieran de mejor
manera la labor que hacíamos.
Durante 2008 y principios de 2009 el proyecto funcionó
muy bien, hasta que en verano de 2009 recibimos una
amenaza directa de abandonar los trabajos arqueológicos
en la Cueva del Maguey por parte del grupo de sicarios
relacionados con los Zetas en la región. La comunidad
abogó por nosotros y se llegó al acuerdo de que el
proyecto continuara, ya que justamente en esos momentos
logramos después de mucho trabajo comunitario que se
declarara a la zona de casas en acantilado como Bosque
de Alto Valor Cultural para la comunidad indígena de
San Bernardo de Milpillas Chico, en diciembre de 2009.
Ya para entonces existían graves problemas de
inseguridad por la iniltración de grupos de sicarios,
132
ajenos a las comunidades, que hicieron mucho más difícil
el trabajo de campo. Fue gracias a que los miembros de la
comunidad, con quienes estábamos mucho más cercanos
en temas de seguridad, ayudaron en las negociaciones con
los distintos poderes que no nos eran visibles a nosotros.
Se decidió hacer una nueva temporada en 2010, cuando
en conjunto con toda la comunidad se trazó el polígono
de protección de los vestigios culturales; se crearon
barreras iltrantes y antideslave para proteger la zona de
la barranca; se hicieron barreras cortafuego ya que éste
es el principal problema de conservación de las casas
en acantilado, pues un fuerte incendio forestal afectó
las estructuras arqueológicas de la cueva, y se formó y
equipó una cuadrilla comunitaria contra incendios.
En conjunto con la comunidad se limitó el acceso al
sitio y se hicieron letreros restrictivos e informativos
en los que se daba cuenta del porqué de la importancia
para la comunidad indígena de dichos asentamientos
arqueológicos. Cabe mencionar que dentro de la visión
del mundo de los tepehuanes que viven actualmente
en las comunidades cercanas, estas cuevas son muy
importantes ya que en ellas se refugiaron los hombres96
cuando un humo cubrió toda la tierra que era habitada
por gigantes, quienes murieron a consecuencia de dicho
humo.97 Además se estableció en una reunión de la
comunidad que cualquier visita a este predio debía ser
bajo autorización de la comunidad de San Bernardino
de Milpillas Chico, tendrían que estar acompañados
96
Y en otros casos nos dijeron que eran pigmeos, una especie de gente
pequeña, esto obviamente relacionado con la idea que tomó seguramente Gamiz en
los años treinta del siglo XX para aseverar la existencia de estos pigmeos que vivían
en las cuevas con casas de la sierra y que como ya se mencionó se trataba de cuerpos
momiicados de niños que hemos visto se colocaban en ciertas urnas funerarias en
cuevas elegidas para ese propósito.
97
Relato contado entre otras personas por Román de la Cruz, habitante de la
comunidad del Maguey.
133
por personas de la comunidad del Maguey y notiicar al
Centro INAH Durango.
Sin embargo, al subir a la sierra, durante el trayecto
pudimos ver los primeros pueblos quemados por la
guerra entre cárteles; éstos fueron los poblados del Reten
y Tableteros. En diciembre de 2010, la guerra golpeó
la región de forma directa con el ataque y la quema de
pueblos, entre ellos San Manuel y la comunidad donde
trabajábamos, el Maguey, por lo que tuvimos que cancelar
el proyecto.
Una última relexión
Usando el triángulo de la violencia propuesto por
Galtung98 en su teoría del conlicto, a la violencia en la
región la podemos dividir en tres:
• Primeramente la violencia cultural, la cual a través
de estas identidades serranas y mecanismos sociales
de sus habitantes busca una legitimación, que ha
modiicado en innumerables sentidos las relaciones
sociales que habían existido por muchos años entre
los habitantes de la región.
• En segundo lugar la violencia estructural, propiciada
por el propio Estado, siendo la más complicada de
todas, ya que redunda en la falta de oportunidades
de desarrollo y ha llevado a engrosar las ilas de los
grupos delincuenciales. Esto ha hecho que dicha
violencia se torne invisible y trastoque todos los
aspectos de la vida en la sierra.
• Y inalmente la violencia directa, retratada a todo
color y a todas luces, narrada por los medios de
98
Johan Galtung, Paz por medios pacíicos. Paz y conlicto, Desarrollo y civilización,
Gernika Gogoratuz, Bilbao, 2003.
134
comunicación que la exacerban hasta el absurdo,
aunque ésta sea sólo la parte más supericial del
problema; sin abordar los factores de inequidad social,
desigualdad y pobreza de la región.
Pese a la gran complejidad del problema en la zona serrana
de Durango y Sinaloa, los medios han simplemente
presentado esto como una violencia injustiicada, no
institucionalizada, cuestión que permite fácilmente
identiicar a estos rancheros narcotraicantes como los
“malos”, gente irracional, bárbara y sanguinaria. Algo
muy similar a la que los propios jesuitas habían ya
presentado casi 400 años antes, caliicando a los habitantes
indígenas de la sierra, diciendo de ellos que eran las
gentes más ieras y bárbaras del nuevo orbe, además de
ser unos caníbales con gran sed de carne humana.99
Sin embargo, pese al clima de violencia y a las graves
problemáticas sociales, la vida sigue en la sierra, igual
que los proyectos de investigación, donde habita una
gran cantidad de gente que ha tenido que implementar
estrategias que nos son a veces difíciles de comprender,
en una zona que es la más necesitada del estado y donde
algunos de sus municipios se hallan entre los más pobres
del país, especialmente aquellos con alta población
indígena.100
Quisiera terminar relexionando sobre el hecho de cómo
ciertos mecanismos sociales estudiados por la psicología,
como la autocaracterización y la aceptación social, llevan
a las personas a tender a ubicarnos siempre en la media
en cualquier situación;101 en nuestro caso, a normalizar
99
Andrés Pérez de Ribas, Historia de los triunfos de nuestra santa fe entre gentes
las más bárbaras y ieras del nuevo orbe, Siglo XXI-Difocur, México, 1992.
100
CONEVAL, Medición de la pobreza en los municipios de México 2010,
CONEVAL, México, 2010, p. 16.
101
Juan del Val, “La construcción de la representación del mundo social en el
niño”, en I. Enesco, E. Turiel y J. Linaza (eds.), El mundo social en la mente de los niños,
135
la violencia y a compararnos de manera imaginaria con
otras realidades, siempre caliicando al otro como mejor o
peor. Por ejemplo, los habitantes del Distrito Federal ven
a Durango como un estado peligroso al que no se quiere
ir; los pobladores de la capital del estado ven a la sierra
como intransitable; los habitantes de las rancherías ven
el peligro en los ranchos más alejados, llenos de extraños
“fuereños”, y ahí en medio de esta bellísima sierra los
arqueólogos y antropólogos nos hallamos aún haciendo
trabajo de campo.
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136
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138
139
La lingüística mexicana:
Ciencia básica y aplicada
Luis Fernando Lara102
Se suele entender por “ciencia básica” aquella que tiene
por objetivo central lograr un conocimiento profundo
de los fenómenos naturales y sociales; por lo general y,
a mi juicio, equivocadamente, se la opone a la “ciencia
aplicada”, que sería aquella que sólo persigue ines
utilitarios y, por esa naturaleza, capaz de “degradar”
el conocimiento “puro” de la naturaleza y la sociedad,
unciéndolo a inalidades espurias, contrarias a la “pureza”
de la investigación básica. Esta caricatura de las relaciones
entre ciencia básica “pura” y aplicada “espuria” es falsa y
desorientadora.
Si bien para la mayor parte de la gente la ciencia básica
es, por antonomasia, la que se dedica al conocimiento de
la naturaleza, como la física, la química o la biología, lo
cierto es que también la lingüística ofrece conocimiento
profundo, no sólo de las lenguas y los fenómenos sociales
relacionados con ellas, sino que contribuye a desentrañar
la capacidad humana del lenguaje y su residencia cerebral
en colaboración con la genética, la neuroisiología y la
psicología. En este sentido me parece importante subrayar
que la lingüística también hace ciencia básica.
La región de la Tierra en que se forjó nuestro país forma
parte del cinturón de los trópicos en que apareció la especie
homo sapiens sapiens (al decir de los paleoantropólogos,
entre Tanzania y Sudáfrica) y en donde se gestaron las
102
140
El Colegio de México. Miembro de El Colegio Nacional.
141
grandes civilizaciones antiguas: Medio Oriente, la cuenca
del Mediterráneo, Mesoamérica, Perú, la India. Por su
clima, su suelo, México es todavía una región de gran
riqueza natural, tanto de especies vivientes como de
minerales. Igualmente es una zona muy rica en pueblos
de lenguas antiguas, prehispánicas, cuyos hablantes
han podido sobrevivir a los procesos de colonización
occidental desde el siglo XVI hasta el presente, así como
también es asiento de una rica lengua española que hoy
constituye la lengua materna del 90% de la población
mexicana.
La lingüística es una ciencia empírica y no especulativa;
requiere de grandes acumulaciones de datos y de estudios
de esos datos para dar como resultado el conocimiento
que deseamos acerca de la facultad del lenguaje y de
las lenguas. Como tal, los cimientos del conocimiento
lingüístico corresponden a la taxonomía. Entiendo
por taxonomía una descripción y clasiicación de los
sistemas fonológicos de las lenguas con sus realizaciones
fonéticas, de sus paradigmas morfológicos, del núcleo de
sus léxicos y de los principales patrones oracionales que
constituyen las lenguas. Lograr tal taxonomía de cada
lengua supone dedicarse, como primer paso del estudio
lingüístico, al levantamiento amplio, paciente y lo más
profundo posible, de esos datos de las maneras de hablar
las lenguas y del modo en que sus hablantes las saben.
Para poder llevar a cabo ese levantamiento de datos y
las clasiicaciones y estructuraciones correspondientes
que dan lugar a la taxonomía, la lingüística requiere
de los llamados por los lingüistas angloparlantes
“procedimientos de descubrimiento” (discovery procedures),
es decir, los métodos por los cuales el lingüista educe el
habla de sus informantes –procedimientos característicos
de la investigación antropológica en general, etnológica
142
en particular– y además un conjunto de instrumentos
conceptuales que lo llevan a describir la fonética, abstraer
su correspondiente fonología, listar los morfemas y los
sistemas de construcción de palabras en cada lengua,
clasiicar los patrones oracionales y obtener un léxico
suicientemente representativo del conocimiento de los
hablantes. Son éstos los conocimientos obligatorios de
la carrera profesional del lingüista; sin ellos, el interés
por las lenguas, que es natural y legítimo en cualquier
ser humano, sólo alcanza un nivel de aicionado y de
diletante, que no contribuye al conocimiento cientíico y,
en cambio, suele estorbar tanto al lingüista profesional
como a los hablantes mismos, que aceptan explicaciones
y creencias falsas. Pensemos en el daño que ha hecho a
nuestros compatriotas la idea errónea de que las lenguas
amerindias “no tienen gramática”, simplemente porque
sus gramáticas no son como la del español, o que son
“dialectos”, como si esa palabra quisiera decir que no
merecen el rango de lenguas. Para todos mis colegas,
lo anterior es una obviedad; sin embargo, hay una falla
permanente en las carreras de lingüística de nuestras
universidades: no se enseña orgánica y seriadamente
fonética, fonología, morfología, morfosintaxis, sintaxis,
lexicología y semántica; y cuando se enseñan, a veces
comprobamos que los profesores de esas materias ofrecen
conocimientos parciales o previamente sesgados por
alguna de las varias tendencias teóricas de la lingüística.
Esa falla es atribuible a defectos de formación de los
profesores y también a falta de claridad acerca de la
absoluta necesidad de los métodos taxonómicos.
¿Es posible enseñar esas materias sin tomar en cuenta o
adherirse a alguna tendencia teórica? Sostengo que sí;
precisamente cuando se habla de elaborar “gramáticas de
referencia” se está diciendo que el objetivo es lograr una
143
taxonomía que ofrezca datos objetivos y veriicados acerca
de cada lengua, a partir de los cuales se pueda avanzar,
tanto en la construcción de teorías de esas lenguas, como
de teorías del lenguaje, hecho universal.
El INALI cuenta 364 “variantes” de lenguas amerindias
en territorio mexicano, correspondientes a lo que llama 68
“agrupaciones” de lenguas –una pareja de designaciones
que trata de no comprometerse con las de dialecto y
lengua–; eso quiere decir que hay al menos 364 maneras
de hablar lenguas amerindias en territorio mexicano, que
necesitan levantamiento y estudio. Como se puede ver
en la bibliografía lingüística mexicana Lingmex, dirigida
por Rebeca Barriga (lingmex.colmex.mx), hay lenguas
mejor estudiadas que otras: el náhuatl en primer lugar,
sustento principal de nuestra ideología nacional; después
el maya, las lenguas zapotecas, el purépecha y el hñahñú.
Muchas lenguas han sido objeto de estudio por parte
de los lingüistas mexicanos y, de manera central, por
lingüistas extranjeros, sobre todo estadounidenses; sin
embargo, de la mayoría de ellas contamos con estudios
parciales y, que yo sepa, ninguna descripción completa,
ninguna taxonomía de sus estados actuales. Estos estudios
de carácter taxonómico requieren, en consecuencia,
completarse, para que podamos contar con un catálogo
íntegro y útil de las lenguas amerindias que se conservan
y se hablan en México. Sólo con fuentes completas de
estudio de las lenguas amerindias –ciencia básica– es
posible después desarrollar la ciencia aplicada que
requieren nuestros pueblos para mejorar sus condiciones
de vida en un ambiente de respeto y apoyo a sus lenguas.
La lingüística mexicana recibe, como el resto del mundo,
inluencias ideológicas, teóricas y metodológicas de todas
partes. Si bien las metodologías descriptivas han sido
siempre estadounidenses (Bloomield, Bloch y Trager,
144
Pike, Swadesh, Hocket), un poderoso movimiento
en la lingüística angloamericana de la segunda mitad
del siglo XX logró marginar el interés descriptivo
taxonómico, que deinía el núcleo de los programas
universitarios de lingüística antropológica, en favor de
un cientiicismo positivista, naturalista, formalista y
solipsista: el chomskyanismo, que se ocupó de derruir
el supuesto “conductismo” de la lingüística descriptiva
(pues la crítica de Chomsky a los métodos taxonómicos
descriptivos fue desenfocada y basada en una falsa
imputación del conductismo psicológico de Skinner a
la lingüística de su tiempo) y de trasladar los intereses
centrales de la ciencia a un ideal de gramática formal
universal, sustentada en un ingenuo innatismo cartesiano
y en una relexión individual acerca de la lengua (la
“competence” chomskyana), en vez de basarse en
datos: la introspección como sustituta de la taxonomía.
Así, del interés por conocer las peculiaridades de las
lenguas del mundo, en un lento proceso de acumulación
de datos, se pasó al interés por la naturaleza universal
de la capacidad de hablar, basado en una hipótesis de
trabajo de origen matemático: los lenguajes de Turing,
desarrollados en el ámbito de la computación electrónica
y –vergonzantemente ocultada– en las necesidades de la
traducción automática, impulsada por la Guerra Fría.
Es verdad que la facultad de hablar una lengua, la facultad
del lenguaje, es el fenómeno deinitorio del homo sapiens:
aunque compartimos nuestra herencia genética en un
98.77% con el chimpancé, son las características físicas
del ser humano –el andar erguido, la oposición del dedo
pulgar, el tamaño del cerebro y la facultad del lenguaje–
lo que nos distingue a tal grado del resto de las especies
animales que todavía ahora se preguntan muchos si hubo
un salto en la evolución. La lingüística de Chomsky, a
145
pesar de lo que airmé antes y sigo sosteniendo ahora,
abrió la puerta a los interrogantes a propósito de lo que
es la facultad del lenguaje, su residencia cerebral y sus
fundamentos biológicos, en particular, genéticos.
Junto y frente al predominio universitario de la gramática
generativa chomskyana, aparecieron en Estados
Unidos de América dos corrientes diferentes: la de la
sociolingüística y la de la psicolingüística. La primera,
como una marcada oposición a la concepción chomskyana
de la lengua –véase, por ejemplo, las obras de Dell Hymes
y John Gumperz–, sostenía la necesidad de estudiar las
lenguas detalladamente en sus condiciones sociales –una
etnografía del habla– y también un detallado estudio
de las correlaciones entre variables sociales y variables
lingüísticas, como se ve en la corriente impulsada por
William Labov; la segunda abría un campo nuevo de
interés, orientado en un principio al estudio de las
maneras en que los niños adquieren su lengua materna y
a los modos en que se produce el bilingüismo.
En México, la inluencia chomskyana no fue tan
pronunciada como en otros países, pero sí dio como
resultado una buena cantidad de estudios sintácticos que
intentaban aplicar las hipótesis y el modo de trabajo de
la gramática generativa al español; sobre el estudio de
las lenguas indígenas, hasta donde llega mi información,
la inluencia fue aún menor, restringida a la fonología –
Lingmex da cuenta de sólo cuatro estudios sobre matlazinca,
amuzgo, náhuatl clásico–, precisamente porque llevar
a cabo una investigación de esa clase presupone, o bien
hablar suicientemente bien la lengua en cuestión, o
bien una buena taxonomía previa. La introspección, que
consiste en desencadenar un largo proceso de relexión
objetivante de la propia lengua, es la tarea más difícil
del lingüista, pues ninguna persona está acostumbrada
146
a ello. Esta peculiaridad de la formación de un lingüista
no se suele tratar durante los estudios universitarios; es
uno de los casos en que la lingüística se debe relacionar
con el psicoanálisis y el pensamiento ilosóico acerca del
reconocimiento del Otro. En mi experiencia, el problema
es más agudo cuando se trata de hablantes de lenguas
amerindias a los que se prepara como lingüistas, pues
me parece que la relexión sobre la propia lengua de
nuestros pueblos indígenas se debe haber visto, primero,
interrumpida por el largo proceso de adaptación a la
cultura hispánica dominante; después, porque el español
se les presenta como el único “espejo” a su disposición
para “mirar” su propia lengua y, además, es la lengua en
que transmitimos el conocimiento lingüístico en nuestro
medio. Este problema, serio y por demás interesante, sólo
se puede tratar como un fenómeno propio de todo ser
humano y no reduciéndolo a la llamada “etnolingüística”,
esa disciplina “folk” –como se ha llamado por mucho
tiempo en Estados Unidos– que es un eufemismo con
que se discrimina cualquier idea acerca de las lenguas
que no corresponda a las ideas occidentales, y es más
bien propio del racismo. La lingüística que conocemos es
una invención de Occidente y, como tal, para transmitirse
a hablantes de lenguas muy alejadas de ese ámbito de
la civilización, es ante todo necesario llevar a cabo un
dilatado trabajo de apoyo a la introspección por parte de
los futuros lingüistas indios.
En cambio, la sociolingüística, como se ve en Lingmex,
parece haber tenido un amplio desarrollo, aunque de las
2,719 entradas registradas la gran mayoría son trabajos
introductorios, programáticos y reseñas. Y es que para
poder hacer una sociolingüística verdadera, hacen falta
detallados estudios taxonómicos, tanto más profundos
como lo exige el estudio de la variación en relación con
147
diversas agrupaciones de hablantes. La psicolingüística,
por su parte, ha dado varios buenos resultados de
investigación, como lo demuestran las 1,250 entradas de
Lingmex, sobre todo en el estudio de la adquisición de la
lengua materna, el aprendizaje de la escritura, el habla
infantil y el bilingüismo. Lamentablemente, en todo el
mundo la psicolingüística y su consecuencia lógica, la
lingüística cognoscitiva, han eludido un compromiso
necesario con el laboratorio de psicología experimental.
Las ciencias no se construyen al margen de las épocas, los
vaivenes ideológicos y políticos, y de la moda. Si Chomsky
dio lugar a la formación de una especie de doctrina, con
acólitos, apóstatas y herejes, también impulsó el afán de
varios lingüistas por alcanzar la notoriedad del maestro
del MIT; como si cada uno deseara convertirse en profeta
o sumo sacerdote de su propia corriente cientíica. El
resultado de este fenómeno, que toca estudiar a una
sociología de la lingüística, fue la proliferación de
corrientes, la fragmentación de los temas de investigación
y la imposibilidad de contrastar unos resultados con otros.
La lingüística contemporánea ha perdido el compromiso
con el diálogo cientíico y, en esa medida, mucha de la
investigación se reduce a la publicación de artículos de
poca trascendencia, impulsados por esa perversión que
ha introducido el neoliberalismo en la cultura: publicar,
cumplir con una cuota de artículos al año, hacerlo en las
llamadas “revistas de alto impacto” y depender de lo que
registren los índices internacionales de cita.
Si inalmente Chomsky y sus seguidores no lograron
construir un gran sistema generativo que modelara
la capacidad de hablar, sí dieron lugar al interés por
los fundamentos biológicos del lenguaje, al desarrollo
posterior de las corrientes cognitivistas (como Langacker
e, incluso, Lakof), a la fonología formal autosegmental
148
y a un nutrido estudio de casos especiales de la sintaxis,
sobre todo de las lenguas de Occidente.
De la sociolingüística originaria también se produjeron
diferentes versiones: la etnografía del habla –quizá la más
antropológica de toda la corriente–, el variacionismo de
Labov y varias derivaciones más. En Francia, en cambio,
caracterizada su lingüística desde principios del siglo
XX como más social (Antoine Meillet), un grupo de
lingüistas de la universidad de Rouen, con Jean Baptiste
Marcellesi a la cabeza, intentó dar cuerpo a una verdadera
“lingüística social” en la que el acento no se ponía en la
medida de las correlaciones estadísticas entre variables
sociales y lingüísticas, sino en una verdadera redeinición
de la lingüística. La sociolingüística actual, a mi entender,
ha desarrollado más los métodos estadísticos que una
comprensión integral de la socialidad de la lengua, como
lo proponían los lingüistas de Rouen.
El resultado de esa ebullición de planteamientos y
corrientes diversas, de la cual sólo he señalado los que me
parecen de mayor trascendencia, insisto, no ha sido un
cuerpo de datos y observaciones amplios de las maneras
de hablar las lenguas del mundo, sino una proliferación de
supuestas teorías inconmensurables entre sí, parcialmente
ejempliicadas, que impiden la crítica y la búsqueda
de consensos, así como la necesaria veriicación. En las
revistas internacionales encontramos, cada día más,
pequeños tratamientos de temas lingüísticos, muchas
veces con desconocimiento de lo que ya se sabía desde
el siglo XIX y, en cambio, con un afán persistente por
atribuir nuevos nombres a los fenómenos (por ejemplo:
“verbo soporte” a lo que llamábamos “verbo auxiliar”) y
a las tendencias.
Un campo de investigación absolutamente necesario
149
para el conocimiento auténtico de las lenguas es el
de la semántica. Expulsada del ediicio descriptivo
estadounidense desde la obra de Leonard Bloomield, hoy
ha reaparecido como parte de los intereses de la sintaxis
con muy poca consideración de lo que Louis Hjelmslev
llamó “sustancia del contenido” del signo lingüístico, es
decir, de “lo que se signiica” al hablar. Así por ejemplo,
en la discusión de temas morfológicos y sintácticos de
las lenguas, la sustancia del contenido de las oraciones
se ve maniiesta apenas por una glosa que malamente
traduce lo que quiere decir la oración. No podremos
tratar adecuadamente ninguna lengua mientras no nos
ocupemos en profundidad de lo que dice su léxico y de la
construcción del sentido en cada oración.
En su artículo “Tradición y novedad en la ciencia del
lenguaje”,103 publicado en 1968 y traducido en 1977,
el famoso lingüista rumano Eugenio Coseriu notaba,
entre varias características de nuestra lingüística
hispanoamericana en general, el divorcio que había
entre los lingüistas dedicados a las lenguas amerindias
–digamos “indigenistas” – y los dedicados al estudio del
español o “hispanistas”;104 pero también notaba lo que el
ilósofo Carlos Pereda llama “afán sucursalero”, es decir,
la persistente costumbre entre nosotros de limitarnos a
tratar de aplicar los esquemas y las teorías de lingüistas
de otras regiones del mundo –hoy en día, sobre todo,
angloamericanos–, sin relexionar en el sentido que puedan
tener para las condiciones y las características de nuestras
sociedades y nuestras lenguas; y advertía, además, la
103
Louis Hjelmslev, “Tradición y novedad en la ciencia del lenguaje”, en
Estudios de historia de la lingüística, Gredos, Madrid, 1977, pp. 264-364, traducción del
que apareció en T.A. Sebeok (ed.), Current Trends in Linguistics, Mouton, La Haya, 1968,
Vol. IV, pp. 5-62.
104
Véase también Claudia Parodi, La investigación lingüística en México (19701980), UNAM, México, 1981 y de ella misma con Rebeca Barriga, La lingüística en
México (1981-1996), El Colegio de México, México, 1997.
150
falta de pensamiento teórico en Hispanoamérica. A mí me
parece que ese diagnóstico sigue siendo válido, debido
a una persistente desconianza en nosotros mismos y
nuestra capacidad de pensamiento original, y al efecto
publicitario de las corrientes teóricas que se ponen de
moda. En los últimos treinta años, las perspectivas de la
lingüística mexicana, que debieran tener su fundamento
en la asombrosa variedad de fenómenos de lengua que
experimentamos y en nuestra tradición intelectual, se han
reducido a la copia forzada de lo que se publica en inglés.
Hoy nuestros alumnos tienden a abrazar sin criterio
concepciones y propuestas restringidas, limitadas, pero
dotadas de gran aparato formalista, que no ofrecen
pensamientos sólidos ni conocimientos profundos. Es
decir, además de sucursaleros, la sociedad de consumo en
que vivimos se maniiesta también en el campo cientíico.
La lingüística, como he venido sosteniendo, es una ciencia
acumulativa: no hace descubrimientos como lo hace la
cosmología contemporánea o la genética, pero en cambio
ha venido acumulando experiencia y conocimiento de
la diversidad de las lenguas, que deben nutrir nuestro
propio conocimiento. Cuando se trata de las lenguas
amerindias, hay en México experiencia desde el siglo
XVI, con el gran acervo que nos heredaron los misioneros
y que muchas veces no se ha superado. Tomo por caso
los diccionarios náhuatl-español y español-náhuatl de
fray Alonso de Molina, cuya información sobre el náhuatl
sigue siendo la base de conocimiento de esa lengua. En
el caso del español, la larga tradición de pensamiento
lingüístico, que comienza en el siglo XV, sigue siendo
un fundamento para comprender mejor la historia de
la lengua y sus características. Esos conocimientos,
esas herencias, debieran ser la base de la formación
de tradiciones cientíicas propias de los mexicanos,
151
arraigadas en el conocimiento de nuestro mundo y de
nuestras sociedades.
La diversidad de las lenguas amerindias debiera ser una
fuente constante de trabajo y pensamiento originales. Con
su conocimiento podemos contribuir novedosamente a la
ciencia básica internacional, pero sin dejarnos arrastrar por
sus modas y sus modos, sino buscando un acercamiento
genuino y comprometido. Nuestras lenguas de origen
prehispánico, debido a nuestra historia están, en su gran
mayoría, en relación con el español. Esta lengua las ha
venido penetrando, alterando, por ejemplo, sus sistemas
de relaciones actanciales mediante la introducción de
preposiciones del español, o adoptando la numeración y
muchas nomenclaturas de la vida diaria. En consecuencia,
el conocimiento serio del español debiera ser materia
obligatoria de la formación de un lingüista mexicano.
Desde hace mucho tiempo debiéramos haber conciliado
el estudio de las lenguas amerindias y del español.
A la vez, hay que reconocer, como dije al comienzo, que
el español es lengua materna del 90% de los mexicanos; es
también nuestra lengua nacional –independientemente
de que nunca se haya declarado como tal– y lengua de
otros 21 países, lo cual la coloca como la segunda lengua
materna más extendida por la Tierra, después del chino,
aunque sea tercera después del inglés como lengua de
comunicación. Si es conveniente hablar de los “españoles
nacionales” y no de una lengua española, metropolitana
y académica, no se puede dejar de lado la multitud de
dialectos en que está repartida, como efecto de la historia
de su expansión por la península ibérica y el continente
americano. En cuanto al español en general, sus hablantes
enfrentamos serias diicultades en los ámbitos del
comercio y la economía internacionales, así como en la
comunicación intelectual y cientíica, debido al efecto
152
avasallador del inglés en el mundo contemporáneo. Por
eso hace falta reanudar la investigación dialectológica,
conocer mejor nuestras variedades nacionales, llevar
a cabo una política lingüística de entendimiento con el
resto de los países de lengua española y de impulso a la
producción cientíica en general en español orientada a
defender nuestro derecho a hablar español en ciencia,
economía y comercio.
Sólo el conocimiento profundo de las lenguas nos puede
llevar a entender el funcionamiento de la facultad del
lenguaje. Su residencia en el cerebro plantea interrogantes
y enigmas que retan la comprensión de sus características
y fuerzan a imaginar y poner en práctica métodos para
establecer relaciones causales entre el funcionamiento del
cerebro y las lenguas. La neurología ha venido ofreciendo
importantes propuestas a la lingüística, derivadas del
estudio de ciertos daños cerebrales que dan lugar a las
llamadas “afasias”, maniiestas tanto con diicultades
físicas como con diversas diicultades del habla: quienes
pierden la capacidad de utilizar sustantivos; quienes
pierden la capacidad de lexionar vocablos o conjugar
verbos; quienes encabalgan los morfemas de una
palabra, alterando su posición y su secuencia, etc. Roman
Jakobson, el famoso lingüista ruso, en un estudio pionero
acerca de estos temas, relacionó la pérdida de la facultad
con los procesos inversos de adquisición de la lengua en
los niños. Hoy la neuroisiología avanza sobre esos datos
y propone, por ejemplo, la existencia de ciertas “neuronas
espejo”,105 cuya función es producir la imitación de
los movimientos y comportamientos de una parte del
cuerpo por otra –por ejemplo, el brazo izquierdo imita
105
Pier Francesco Ferrari y Rizzolati, Giacomo (ed.), New frontiers in mirror
neurons research, Oxford University Press, USA, 2015; y L.M. Pineda, J.A. Oberman
y V.S. Ramachandran, “The human mirror neuron system: a link between action
observation and social skills”, en Social cognitive and afective neuroscience, 2(1), 2007,
pp. 62-66.
153
al derecho–, de una persona por otra, o incluso dando
lugar a los fenómenos de la sinestesia y de la metáfora.
La investigación neuroisiológica de la capacidad de
imitación puede ayudar a comprender la manera en que
un niño aprende a hablar, ampliando la perspectiva de
los procesos de construcción de esquemas senso-motores
propuesta por el psicólogo suizo Jean Piaget; la de la
metáfora ayuda a situar lo que viene siendo la principal
ventaja de las lenguas: poder nombrar acontecimientos y
objetos nunca antes concebidos o experimentados. Estas
observaciones toman como elemento de partida, como
fenómeno evidente a nuestros ojos, la expresión verbal;
es decir, para poder relacionar los procesos cerebrales
con la facultad del lenguaje, el punto de partida es el
dato lingüístico, de donde resulta que es la lingüística la
que puede presidir la investigación neurolingüística, un
campo en el cual son muy pocos los colegas que trabajan
en México.
Ya la psicología experimental, al menos desde que se
formó la escuela gestaltista a principios del siglo XX y los
estudios fenomenológicos, ofrecía a la lingüística valiosos
datos acerca de la percepción y la formación de conceptos.
Hoy debiera ser posible establecer sistemáticamente
las relaciones con la psicología y la neurología: deinir,
en una verdadera interdisciplina, las “interfaces” –
para hablar como está de moda– entre el dato verbal, el
comportamiento psicológico y las excitaciones neuronales.
Los estudios genéticos de los últimos veinte años han
abierto la puerta para que podamos plantearnos de nuevo,
pero ahora sobre bases cientíicas y no a partir de los
mitos del Génesis, el origen del lenguaje; de la facultad de
hablar. Tales estudios van en dos direcciones: de un lado,
la prueba de correlaciones entre haplotipos de pueblos
antiguos y diversos troncos lingüísticos, como se ha
154
venido intentando a propósito del llamado indoeuropeo;
del otro, la búsqueda en los procesos morfogenéticos
a que da lugar el ADN de elementos que sirvan para
comprender las formas de las lenguas, es decir, una vuelta
a los planteamientos chomskyanos antes señalados, pero
ahora sobre bases más sólidas y menos especulativas.
Todo lo anterior debe ser muestra suiciente de que la
lingüística es ciencia básica y que para ponerla en práctica
necesitamos una formación rigurosa en los métodos de
educción de los datos y en los instrumentos conceptuales
que nos llevan a formular el sistema dinámico complejo
que es una lengua. La formación de los estudiantes
debiera tomar esto en cuenta.
Todas las profesiones y los oicios, por más humildes que
parezcan, tienen un compromiso ético: al menos, hacer
las cosas bien. En el caso de los lingüistas mexicanos
nuestro compromiso consiste, además, en contribuir
con nuestros conocimientos a que las sociedades
vivan mejor. Durante mucho tiempo –pensemos, por
ejemplo, en la actitud de Francisco Pimentel, pionero
de los estudios de las lenguas indígenas en el México
independiente–, el objetivo del estudio de estas lenguas
era su conocimiento de carácter genealógico, como
contribución a las colecciones etnográicas de los museos;
es decir, las lenguas amerindias como objeto de museo,
desligadas por completo de la vida real de sus hablantes.
Hoy, cuando al menos constitucionalmente se reconoce
la “composición pluricultural” de México, los lingüistas
debemos trascender los objetivos museísticos para tratar
de contribuir al respeto de la dignidad de los indios y al
mejoramiento de sus condiciones de vida. Obviamente, lo
mismo airmo en relación con los hispanohablantes.
Tales condiciones suponen poner la lingüística a su
155
servicio, en una honrada y generosa lingüística aplicada,
para ayudar a los pueblos indígenas a revalorar sus
lenguas, a conocerlas mejor, a utilizarlas en todos los
aspectos prácticos de la vida, como lo son los procesos
judiciales sobre conlictos de tenencia de la tierra o
sobre delitos de diversos tipos. En cuanto al español,
la lengua requiere observación permanente, amplitud
y profundidad en el estudio de sus dialectos y claros
objetivos de política lingüística, tanto en el ámbito
nacional como en el internacional.
Se tiene la falsa idea de que la lingüística aplicada se reduce
a los métodos de enseñanza de lenguas extranjeras. Es
lingüística aplicada toda orientación hacia la solución de
cuestiones que atañen al uso de las lenguas; como tal, sólo
puede haber buena lingüística aplicada si tenemos buena
lingüística básica. Si uno desea escribir un diccionario
monolingüe de cualquiera de nuestras lenguas, necesita
contar con una buena taxonomía previa de sus elementos
y su sistema (sistema de escritura, fonología, gramática,
léxico), junto con instrumentos de método, como el
análisis cuantitativo, el uso de sistemas de cómputo para
producir concordancias de los signos en cuestión y una
sólida teoría de la signiicación. Si uno desea escribir libros
de texto, necesita conocer vocabularios disponibles para
cada edad de los escolares y conocimientos pedagógicos;
si uno desea elaborar un sistema de diagnóstico de la
sordera o de la afasia, necesita conocer bien la lengua
de los pacientes y adentrarse en la colaboración con
neurólogos y audiólogos; si uno desea que el diálogo
entre médico y paciente sea claro y no produzca errores
de interpretación, es necesario poner en práctica ideas del
análisis conversacional y de la sociolingüística; lo mismo
si uno quiere contribuir a la formación lingüística en
inglés de los pilotos aviadores mexicanos –una necesidad
156
muy delicada, puesto que ha habido accidentes fatales
por errores de entendimiento entre los controladores
del vuelo y los pilotos–, necesita buen conocimiento
contrastivo de las fonologías del español y del inglés, así
como clara comprensión del vocabulario y los patrones
oracionales más comunes de la comunicación entre la
torre de control y el avión.
Hace ya treinta años fundamos la Asociación Mexicana de
Lingüística Aplicada para reunir en una sola agrupación
indigenistas e hispanistas, lingüistas dedicados a la ciencia
básica y los dedicados a diversas áreas de la lingüística
aplicada. La Asociación ha organizado ya trece congresos
nacionales de lingüística, publica la revista Lingüística
mexicana (ahora en línea) y fomenta la formación de
grupos de interés. Si bien reúne a cerca de ciento cincuenta
personas que practican la lingüística en México y suele
acoger a muchos estudiantes, todavía hace falta llegar a
tener la masa crítica necesaria para que podamos juzgar
que nuestra disciplina está tan consolidada como la física,
la medicina o la ingeniería.
A mi juicio hace falta, ante todo, reformar los planes
de estudio de las pocas licenciaturas en lingüística que
se ofrecen en México: brindar una sólida formación
en métodos descriptivos; ampliar la formación a la
experiencia en métodos de trabajo de campo y en el uso
intensivo de la computadora electrónica; seleccionar
cuidadosamente, y de acuerdo con las diversas sociedades
regionales, las materias especializadas que ofrezca cada
licenciatura. Por ejemplo: quizá en Nuevo León no haga
mucha falta dar experiencia a los estudiantes en una
lengua indígena, pero en cambio sí orientar su formación
hacia la lingüística computacional y la neurolingüística; el
modo en que la Universidad de Sonora se ha dedicado al
estudio de las lenguas indígenas de la región es ejemplar,
157
así como el modo en que la Universidad de Sinaloa se ha
enfocado al conocimiento del español en el noroeste de
México; el grupo de estudio del huichol en Guadalajara
o los estudios de adquisición del zozil en Chiapas son
ejemplo de lo que se puede lograr si los programas de
enseñanza se reforman y se sistematizan. Hace falta
una especialización en psicolingüística cuando lo que se
busca es comprender cómo adquieren los niños su lengua
materna, cómo se produce primero la interferencia
de otras lenguas y cómo se alcanza un bilingüismo o
multilingüismo tan notables como lo comprobamos,
por ejemplo, entre los habitantes de la sierra de Puebla,
Guerrero y Oaxaca. Un campo muy importante para las
posibilidades de que México siga formando parte de las
regiones del mundo que hacen investigación cientíica
es el estudio de la terminología. Otro, posible y deseable
para ayudar a las lenguas amerindias a ponerse al día con
el conocimiento contemporáneo, es el estudio de procesos
neológicos tan exitosos como el del hebreo moderno en el
Estado de Israel. Convendría que los lingüistas lleváramos
a cabo un congreso nacional dedicado exclusivamente a
la discusión de planes de estudio.
ilimitadas de hacer buena ciencia. La discriminación,
la pobreza, la ignorancia que padece la mayoría de
nuestros compatriotas requiere un compromiso ético de
nuestra ciencia con la posibilidad de ayudar a eliminar la
discriminación, ofrecerles educación en sus lenguas, que
les permita apoderarse del conocimiento contemporáneo
y, de esa manera, salir de la pobreza y alcanzar la libertad
y la felicidad.
Hace falta también apoyar la discusión cientíica
entre nosotros mediante la formación de grupos de
especialistas; por ejemplo, lograr que los dedicados al
purépecha compartan sus conocimientos y se avoquen
a la escritura de una gramática de referencia, que luego
dé lugar a la escritura de libros de texto y diccionarios;
invitar a quienes estudian la adquisición de la lengua
materna amerindia y española a que se comuniquen y
establezcan conocimientos compartidos, etc.
El campo de la lingüística es tan vasto como el
comportamiento humano. La diversidad de las lenguas
en México es tan asombrosa, que nos ofrece posibilidades
158
159
BIBLIOGRAFÍA
El estudio de las
poblaciones humanas,
temas y dilemas para la
antropología física
Ferrari, Pier Francesco y Giacomo Rizzolati (ed.), New
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Parodi, Claudia y Rebeca Barriga, La lingüística en México
(1981-1996), El Colegio de México, México, 1997.
María Eugenia Peña Reyes106
La búsqueda de datos que contribuyan al conocimiento
del origen y la evolución del ser humano ha ocupado
una gran parte de la investigación en el campo de la
antropología física o biología humana, por lo que las
líneas de investigación que la deinen se encuentran
estrechamente ligadas a los contextos ecológicos,
sociales y culturales en los que surgen las poblaciones,
sus necesidades y dinámica demográica, así como a la
disponibilidad de recursos técnicos y metodológicos para
su estudio.
El surgimiento y desarrollo de la antropología física, si
bien se nutre de las ciencias sociales, se mantiene en un
constante intercambio con otras disciplinas con las que
comparte la construcción del conocimiento sobre los
grupos humanos.
La complejidad de los procesos que nos dan sentido
como individuos precisa conocer la historia evolutiva
de los humanos, por lo que el antropólogo físico
tendrá que adquirir los conocimientos que le ayuden a
entender cómo se construyen los individuos desde su
106
160
Posgrado en antropología física de la ENAH.
161
base genética, así como la naturaleza de los cambios
morfológicos y funcionales que ocurren en el curso
de la vida. Por ello tiene que aprender anatomía,
isiología y genética en su formación, que junto con el
conocimiento de los mecanismos de la ontogenia deinen
las historias individuales. Igualmente importante es el
reconocimiento del papel del ambiente físico geográico y
el de los elementos económicos, sociales y culturales que
coadyuvan a la expresión de sus capacidades y formas de
vida, lo que nos lleva al ámbito de lo colectivo, ya que los
individuos forman parte de comunidades, las que a su
vez son responsables de garantizar su sobrevivencia. La
interacción entre los individuos y grupos es fundamental
para entender el comportamiento humano en todas las
esferas de la vida. A lo largo de más de cien años se han
propuesto nuevas teorías y se ha modiicado el sentido
y la importancia de los datos morfométricos; si bien no
prescindimos completamente de ellos, la manera en la
que se registran y la forma de analizarlos ha cambiado de
manera considerable.
El interés de contar con datos precisos y coniables se releja
en la deinición y difusión de las normas y los criterios de
medición, así como en la sistematización de protocolos
de medición y análisis de los datos, que se revisan y
actualizan de manera constante. La vinculación entre las
técnicas y los métodos con la deinición de criterios que
llevarán a lograr la comparabilidad de los estudios, ocupa
un espacio importante en las publicaciones cientíicas,
además de ser motivo de reuniones de especialistas en
distintos momentos de la historia de la antropología,
como las convenciones de Mónaco en 1906 y Ginebra en
1912.107 Igualmente, en su relación con el tipo de estudios
en los que la descripción de las características biológicas
107
Juan Comas, Manual de antropología física, UNAM, México, 1976, p. 263-264.
162
de las poblaciones humanas y sus respuestas a diversos
factores en la realización de sus actividades cotidianas,
ocupacionales o en ambientes especíicos,108 así como
en su aplicación a otros campos de conocimiento —
particularmente de la biomedicina o la ergonomía—,
llevaron a la diversiicación de los protocolos, el diseño y
la construcción de equipos de medición y aparatos para
realizar mediciones en el campo, o bien en condiciones
controladas de laboratorio, siendo las primeras las más
frecuentes y, por lo mismo, las que generaron múltiples
cuestionamientos por la manera en la que se conducían
los estudios. En razón de los procedimientos empleados
para recabar la información y de la manera de acceder a
las personas en diversas situaciones, llevó a una falta de
control y claridad de los objetivos y riesgos asociados a la
realización de los estudios.
Si bien gran parte de los problemas surgió en estudios
clínicos y en el campo de la medicina,109 la participación
de algunos antropólogos en ciertos estudios donde se han
recabado datos biológicos susceptibles de ser manejados
de manera insegura o inadecuada, o con objetivos
distintos a los que se comunicaron a los participantes,
condujo a la deinición de criterios de regulación, así
como a la elaboración y puesta en marcha de normas de
vigilancia y mecanismos de protección para las personas
que participan en esos grupos de estudio.110
Por su naturaleza y la magnitud del impacto que han
108
Frederick E. Smith, “The International Biological Program and the Science
of Ecology”, en Proceedings of the National Academy of Science, vol. 60, núm. 1, 1968, p.
5.; J. S. Weiner y J.A. Lourie (eds.), Human Biology. A guide to ield methods. IBP Handbook
No. 9, Blackwell Scientiic Publications, London, 1969, p. XVIII.
109
National Institutes of Health, “Informe Belmont. Principios y guías éticos
para la protección de los sujetos humanos de investigación”, 2003 htp://www.unav.
es/cdb/usotbelmont.html. Consultado el 28 de enero de 2016.
110
World Medical Association, “Declaration of Helsinki: Ethical principles for
Medical Research involving human subjects”, 2002 htp://ohsp.od.nih.gob/guidelines/
helsinki.htlm. Descargado el 28 de enero de 2016.
163
tenido en los participantes o sus condiciones, algunos
casos han sido emblemáticos respecto de lo que no debería
ocurrir en la investigación cuando incluye la participación
de personas y la recopilación de datos biológicos
personales. Tal es el caso del estudio realizado en una
tribu por investigadores de la Universidad de Arizona
en el que se obtuvo ADN con el propósito de indagar
sobre los marcadores para diabetes, ya que se sabía que
las tasas eran muy elevadas en ese grupo. Los resultados
iniciales no arrojaron información concluyente sobre
los marcadores de diabetes y sus causas. En cambio, el
énfasis se puso en los datos sobre enfermedades mentales
y teorías construidas por los investigadores sobre el
origen del grupo, mismas que contrariaban las versiones
aceptadas por los miembros de la tribu. El reclamo de
la comunidad de haber sido violentados sus derechos y
mentir sobre los objetivos reales, alertó sobre los alcances
del supuesto consentimiento informado.111 Es de llamar
la atención la respuesta de la investigadora a cargo del
proyecto, quien ante los cuestionamientos de un mal uso
de la información recolectada señaló que había obtenido
“un consentimiento amplio para estudios de genética”.
Las demandas de la comunidad llevaron al otorgamiento
de una compensación económica a un número importante
de miembros de la comunidad, así como a otras formas de
asistencia. Los casos de manejo inadecuado de los datos
recabados en estudios de población hacen que el impulso
del consentimiento libre e informado112 sea una conquista
de la bioética contemporánea. Se habla de que hay un
reconocimiento creciente de la propiedad intelectual, a la
111
American Indian and Alaska native genetics resource center, Havasupai
Tribe and the lawsuit setlement aftermath, htp://genetics.ncai.org/case-study/
havasupai-Tribe.cfm. Descargado el 16 de enero de 2016.
112
Salvador Darío Bergel, “La declaración universal de la UNESCO sobre el
genoma humano y los derechos humanos”, en Cuadernos de Bioética, 2, 1998, pp. 387405.
164
par de la discusión respecto de quién debería tener acceso
o beneiciarse de la herencia cultural del pasado y el
presente. En la situación descrita por McIntosh113 sobre la
recolección de material genético en poblaciones indígenas
a través de los proyectos Genographic (con el objetivo
de describir las corrientes migratorias de los grupos
indígenas a través del globo) y HapMap (con el propósito
de describir los patrones genéticos de variación que daría
información respecto a la relación de las características
genéticas de las poblaciones con ciertas enfermedades), el
manejo inadecuado de los datos y el uso de la información
para propósitos distintos a los que se comunicaron a los
participantes generó serios conlictos.
Autores como Nicholas et al.114 señalan que las
investigaciones de corte antropológico estarían
comprometidas a resguardar los valores culturales de
los grupos humanos, cualquiera que sea su condición,
las relaciones y el signiicado de sus conexiones y las
dimensiones simbólicas de la herencia cultural en
la que se insertan las personas cuyas características
biológicas y condiciones de vida intentamos conocer.
Entre otros casos se encuentra el reclamo de un grupo
indígena en Vancouver, cuyos participantes irmaron un
consentimiento para analizar biomarcadores para artritis;
el investigador responsable realizó otros estudios, además
de dar acceso a otros investigadores para propósitos
distintos a los aprobados por los participantes, lo que
condujo a la exigencia del grupo afectado de que las
muestras fueran devueltas a la comunidad indígena.115 La
113
Constance McIntosh, “Indigenous self-determination and research on
human genetic material: a consideration of the relevance of debates on patents and
informed consent, and the political demands on researchers”, en Health Law Journal,
vol. 13, 2005, p. 213.
114
George Nicholas, J.R. Welch, A. Goodman y Dandal McGuire, “Beyond the
tangible”, en Anthropology News, 2010, p.11.
115
Charles W. Schmidt, “Spheres of Inluence Indigenous conlicts”, en
Environmental Perspectives of Health, vol, 109, 2001 www.ncbi.nlm_nih.gov/pmc/
165
desconianza creciente de los grupos indígenas respecto de
los genetistas ha ido en aumento y contribuyó, al menos en
países como Canadá y Estados Unidos, a la conformación
de asociaciones para la defensa de los derechos de estos
grupos ante lo que ellos describen como la “ignorancia
cultural y arrogancia de los investigadores”.116 Esta
percepción se resume en la frase retomada por Smith de
las declaraciones de Judy Gobert: “Lo que ellos quieren no
es ayudarnos a preservar la cultura o la lengua en la que
hemos evolucionado. Ellos sólo quieren nuestro ADN.”
Una gran cantidad de técnicas, procedimientos y deinición
de pruebas y estrategias, así como de recursos empleados
en la investigación cientíica, se han perfeccionado y
actualizado desde inales del siglo pasado. En este sentido,
es importante apuntar que la generación de muchos de los
conocimientos sobre las respuestas a condiciones de vida
en ambientes extremos se produjeron a partir de estudios
que datan, por una parte, del periodo de la Segunda
Guerra Mundial, así como de proyectos internacionales
como el Programa Biológico Internacional y el Proyecto
Genoma Humano, entre otros, por lo que han tenido
un enorme impacto en la forma de medir y explicar las
respuestas humanas a circunstancias adversas desde la
biología humana, y sobre todo en la construcción del dato.
Derivado de los problemas y excesos generados en la
implementación de algunos de esos estudios, se vuelve
imperioso establecer normas de protección y códigos
de ética que regulen los procedimientos y el manejo
de los datos biológicos, así como la protección de los
participantes. La literatura sobre estos temas y los ejemplos
de lo que no debería ocurrir o no tendría que permitirse es
muy amplia, por lo que se convoca de manera recurrente
articles/PMC1240322/pdf/ehpoig_a00216.pdf. Descargado el 30 de enero de 2016.
116
Ibidem, pág. 4.
166
a organizaciones e instituciones internacionales para
establecer códigos y procedimientos a in de evitar que
esos abusos sigan ocurriendo.
Una serie de documentos resultado de diversas reuniones
convocadas por la fundación Wenner-Gren se ocupa
de discutir los problemas éticos en las investigaciones
de biología humana que abarcan distintos ángulos: la
formación de los profesionales, el respeto y cuidado
de los participantes en cuanto a riesgos asociados al
uso de ciertas técnicas y métodos, el manejo de los
datos, su resguardo y propiedad intelectual, a la par
de los compromisos de retribuir a los participantes y/o
comunidades, así como la importancia de compartir
y difundir los resultados. Aunque esta larga relación
de temas parecería corresponder a distintas fases de la
investigación, considero que todos ellos son materia
del proceso de formación de profesionales. Además de
proveerles el conocimiento sobre la biología humana y
los factores que en ella inciden, se requiere de abordar
los aspectos relativos al diseño de la investigación, la
elección de los indicadores apropiados para el estudio del
problema que nos interesa y la importancia de conocer
cómo acceder a las personas a quienes se incluirá en el
estudio. En ese sentido hemos cambiado la deinición
de los mismos, al pasar de ser los sujetos de estudio
a participantes en el mismo, en tanto que habría el
compromiso de proporcionarles toda la información sobre
éste y la naturaleza de su participación y aceptación, así
como de hacerles copartícipes de los resultados, más allá
de los objetivos cientíicos.
También es cierto que vivimos en una época en la que
se promueve la posibilidad de casi ser autodidacta a
partir de allegarse un manual, un complejo software, una
versión sencilla de acceso libre, y a partir de la estrategia
167
de ensayo y error entrenarnos en el manejo de ciertas
técnicas. Esto que puede funcionar para las artes gráicas
o visuales, no es necesariamente cierto para el caso de los
indicadores que se emplean en los estudios morfométricos.
Como mencioné al inicio, es necesario tener una base de
conocimientos sobre biología humana para construir
datos válidos y coniables a in de responder las preguntas
y probar las hipótesis.
Como señalan Weiner y Lourie117 en la introducción al
amplio manual de métodos y técnicas, elaborado a partir
de las contribuciones de más de cien biólogos humanos,
resultado de reuniones y sesiones cientíicas de discusión
en la preparación de los estudios del Programa Biológico
Internacional, “no se trata de un libro de cocina” que
cualquiera puede poner en práctica; no es un estuche del
tipo “hágalo usted mismo”. Se requiere de una serie de
conocimientos y habilidades prácticas para garantizar
que los datos que se recaben cumplan con las condiciones
de comparabilidad y rigor cientíico para integrarse al
cúmulo de conocimientos que se producirían en grupos
con diferencias geográicas, sociales, culturales y de
salud, rescatando las especiicidades en la deinición de
los grupos y etapas de la vida que se enfrentan en todas
las comunidades humanas.
El apartado sobre recursos técnicos y herramientas
atraviesa tanto por la deinición de un enfoque teórico
que guíe la planeación de los proyectos y la elección de
los participantes, como por el manejo de las técnicas y los
métodos de registro, así como el análisis y la presentación
de resultados. Cada una de estas tareas en la investigación
tiene asociado un conjunto de conocimientos, cuyas
bases tendrán que establecerse a lo largo de la formación
profesional. Tan importante es contar con las bases
117
J.S. Weiner y J.A. Louri, op. cit.
168
para entender la biología humana y sus implicaciones
en el día a día de los individuos, como contar con la
sensibilidad y el conocimiento para reconocer el papel
de los factores sociales y culturales que deinen a una
comunidad y encontrar la mejor manera de vincularse
con los integrantes del grupo o los individuos, según sea
el caso, para explicar las características y los objetivos del
estudio, de tal manera que acepten participar con pleno
conocimiento y respeto de su individualidad. El registro
y manejo de los datos se menciona más adelante, ya que
es uno de los grandes temas en el proceso de generación y
uso de los datos de las personas y grupos bajo observación,
cuando se trata de preservar el anonimato y la privacidad
de la información.
Conciliar los objetivos cientíicos con
las necesidades sociales y la manera
en la que construimos el objeto de
estudio
Las estrategias de investigación y la recolección de
datos para el estudio de los problemas de interés para
la biología humana suelen encontrarse en un punto de
conluencia con la biomedicina, las ciencias sociales y la
bioestadística, debido al propio carácter bio-social de la
disciplina. En este sentido, una diferencia fundamental
entre los estudios antropológicos y los biomédicos o
clínicos es que la investigación se realiza con ines no
curativos; sin embargo, encierra un compromiso con las
personas que conforman los grupos de estudio en cuanto
a los principios éticos en la planeación, organización,
presentación de resultados y difusión y publicación de los
mismos. Aun en los contextos biomédicos, las necesidades
169
técnicas y metodológicas que deinen la naturaleza de
los procedimientos de la investigación pueden generar
problemas cuando participan profesionales de diferentes
disciplinas y no hay objetivos comunes.118
En la fase de presentación de los resultados que se
producen a partir de proyectos multidisciplinarios,
habrá que buscar formas alternativas de publicación
para que los profesionales de las distintas disciplinas
involucradas se encuentren en posibilidades de acceder a
la información, ya que es frecuente que las publicaciones
biomédicas no incluyan los elementos socioculturales
que amplían el contexto de análisis para los temas de
la biología humana.119 Trudy Turner, en su exposición
en un simposio sobre ética organizado por la fundación
Wenner-Gren, apunta que un investigador debería
pensar en el impacto que una investigación puede tener
en una población, ya sea que se descubran condiciones
que no resultan favorables para su salud, su condición
de vida o su empleo. Enfatiza que a diferencia de lo
que ocurre con la investigación biomédica, en que las
pruebas o exámenes y riesgos suelen estar descritos de
manera puntual y reconocible, en el caso de los estudios
antropológicos o conductuales puede resultar ambiguo
el alcance de los resultados o de la participación de las
personas en ciertos estudios. Entre otras condiciones,
reiere que los individuos pueden sufrir daño emocional,
psicológico o social, vergüenza o estigma debido a su
participación en una investigación o a que sus respuestas
sean conocidas.120 Así, entre los principios establecidos a
118
Jens Aagaard-Hansen y Maria Vang Johansen, “Research ethics across
disciplines”, en Anthropology Today, vol. 26, 2008, p. 15.
119
Curtis Wienker, “Physical anthropology in multidisciplinary biomedical
research”, en Medical Anthropology Quarterly, vol.3, núm 4, 1989, p. 368; Meinhard
Robinow, “Clinical applications of physical anthropology”, en Yearbook of Physical
Anthropology, vol. 25, 1982, p. 169.
120
Trudy Turner, “Ethical issues in human population biology”, en Current
Anthropology, vol. 53, supl. 5, 2012, p. S22.
170
partir del reporte Belmont se plantea la protección de las
personas que participan en estudios antropológicos.121
El que la decisión de participar recaiga en el individuo o
en un colectivo, puede hacer la diferencia en cuanto a las
repercusiones para los participantes. Este señalamiento
adquiere importancia porque la manera de realizar,
planear y llevar a cabo el trabajo de campo se ha vuelto
sumamente complejo tanto para el investigador como
para las personas que participan en los estudios, lo que en
muchos casos podría afectar las posibilidades de obtener
la cantidad y calidad de información que se propuso
como imprescindible para la construcción de los datos
y la comprobación de hipótesis. Cuando investigamos
colectivos o comunidades con formas de organización
distintas, es primordial identiicar quién o quiénes toman
la decisión cuando se solicita la participación ya sea
individual o de grupos, familias o comunidades, si se trata
de menores, personas de edad o con alguna discapacidad.
¿Quién es la voz del grupo, cuáles son los mecanismos de
comunicación y decisión, cuáles son los límites del grupo
y cómo se explican o comunican los objetivos del proyecto,
los riesgos que conlleva y los beneicios potenciales para
el colectivo?
Aun cuando por lo general los permisos se obtienen a
través del líder de la comunidad, los consejos de ancianos,
las autoridades educativas, los padres u otra igura
de autoridad, eso no descarta que los investigadores
deban comunicar de manera amplia y completa a cada
participante la naturaleza del estudio, con el compromiso
de que cuente con toda la información pertinente antes de
decidir si participa o no. Al preparar los documentos y las
121
National Institutes of Health, “Informe Belmont. Principios y guías éticos
para la protección de los sujetos humanos de investigación”, 2003 htp://www.unav.
es/cdb/usotbelmont.html. Consultado el 28 de enero de 2016.
171
declaraciones para solicitar el consentimiento, habrá que
contemplar la existencia de diferencias sociales, culturales
o lingüísticas que interieran con una comunicación
suicientemente clara. Esto es particularmente importante
cuando se trata de niños, personas enfermas, con bajos
niveles educativos o de grupos indígenas, puesto
que las diferencias lingüísticas podrían convertirse
en una barrera para la comunicación. En estos casos
es importante prever la colaboración de intérpretes o
miembros de las comunidades de estudio para lograr
claridad en relación a la naturaleza de su participación,
así como las ventajas o desventajas asociadas a la misma.
Cabe señalar que en muchas ocasiones el tiempo que se
requiere para realizar las gestiones y comunicación que
precede a la aceptación del grupo de participantes, no se
prevé en la calendarización de los proyectos, lo que puede
comprometer seriamente los objetivos, la integración del
grupo o la recolección de todos los datos.
Esto último me lleva a la relexión sobre la composición y el
tamaño del grupo de estudio; la metodología del proyecto
deberá contemplar el diseño, el tipo de datos y el universo
en función del problema de estudio. En comparación
con los transversales, los estudios longitudinales no sólo
corren el riesgo de ir perdiendo a los participantes en el
curso de la investigación, sino que enfrentan el reto de
incorporar un número suiciente de participantes que
garantice la representatividad del grupo de interés,
además de prever los recursos para el almacenamiento
y análisis del conjunto de datos que se generan en cada
fase del estudio, lo que va más allá de tener un sistema
informático para la captura y el procesamiento.
172
La formación de colecciones de datos conlleva una
responsabilidad que se ha venido cuestionando cada
vez con mayor seriedad y preocupación en el caso
de las muestras biológicas, pero que es igualmente
importante para otro tipo de información, como los
datos radiográicos, métricos, fotográicos, encuestas,
entrevistas, audios y todo aquello que se produzca en el
futuro con el uso de las nuevas tecnologías, mismas que
ofrecen formas alternativas de acceder a las personas.
Para los profesionales entrenados en la etapa previa
a la revolución informática, sigue siendo importante
contar con el registro de datos y no sólo capturarlos en
un dispositivo móvil, pues la manera en la cual éstos se
visualizan y los registran todos nuestros sentidos, los
observamos, los medimos y plasmamos su representación
numérica en un documento, genera un proceso distinto
de proximidad con ellos. Los lectores digitales y el
contacto cada vez menor con el reconocimiento de las
estructuras anatómicas, como en el caso de la propuesta
de medición a partir sólo de registros fotográicos, ofrece
una dimensión limitada de la morfología humana, lo que
contrasta con lo que alcanzamos a identiicar a través de
la observación directa, pues pareciera que cada vez nos
conocemos y nos reconocemos menos, lo que inluye en la
manera en la que aprehendemos la realidad que tratamos
de explicar. Es importante ir más allá de la métrica per
se, pues las mediciones o las descripciones no son más
que un medio para acceder al fenómeno que se trata de
explicar empleando recursos simples o complejos. No
hay que ceder a la tentación de perdernos en la técnica.
173
El manejo de los datos
Los proyectos de investigación en antropología suelen
abarcar varias etapas y en algunos casos amplios periodos
de tiempo; o bien se consideran otras interrogantes a la
luz de nuevos hallazgos o con el acceso a otras técnicas
o distintas metodologías, para lo que se plantean otros
proyectos con objetivos distintos a los del proyecto
inicial, lo que en algún sentido se ha descrito en los
ejemplos previos sobre los conlictos en los estudios de
grupos indígenas. Se ha debatido si, para llevar a cabo
esas investigaciones, se requeriría de la actualización de
los consentimientos para tales proyectos; se ha sugerido
que en tal situación sería deseable que los integrantes de
las comunidades de estudio tuvieran una participación
activa en el diseño, implementación y presentación de
resultados.122
Una vez formalizados los procedimientos para obtener la
información, también se requiere saber si la participación
de las personas implica su traslado y un tiempo para
participar en procedimientos o encuestas; se tendría que
considerar el tiempo en el que el participante se distrajo de
otras actividades personales u ocupacionales. En algunos
proyectos se prevé otorgar compensaciones por costos
de transporte y servicios médicos, dependiendo de la
naturaleza del estudio y de los recursos e infraestructura
de los sitios en los que se lleva a cabo la recolección
de los datos; en otros casos se ofrecen alimentos. La
disponibilidad de recursos y el tiempo requerido son
muy diversos. En ocasiones se comparten fotografías o se
hacen donaciones, o se contribuye con algún programa
de entrenamiento técnico o de diagnóstico de necesidades
para la comunidad de que se trate.
122
Trudy Turner, op. cit.
174
Propiedad de los datos. De lo privado
a lo público, control de los datos
En general se considera que las investigaciones inanciadas
por entidades federales son de uso público, lo que lleva a
la discusión de cómo se deine la naturaleza de los datos.
En el caso de agencias inanciadoras de proyectos de
investigación, como la National Science Foundation (NSF), el
Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) y
otro tipo de inanciamientos con recursos internacionales,
se establece que es de esperarse que los investigadores
compartan los datos de muestras y colecciones con otros
investigadores, haciendo referencia tanto a los materiales
creados y recolectados en el curso de la investigación como
a los productos. El compartir implica más que sólo publicar
los resultados; no obstante, este tipo de disposiciones
serían relativamente nuevas para las investigaciones en
antropología física, a diferencia de lo que ocurre en los
estudios de genética y genética de poblaciones, áreas en
las que se ha avanzado en la construcción de bio-bancos y
los estudios de células troncales. Las secuencias de datos
de secuenciación de nucleótidos, en los que se encuentra
GBANK DNA de Japón y el laboratorio de biología
molecular europea.
Debido al auge de los estudios sobre genética, no sólo
en la biomedicina, sino también en la antropología, ha
surgido una nueva entidad que reúne la información de
tipo genético que se produce en los estudios realizados
en distintos países. La deinición de los bio-bancos para
el consejo europeo es una colección con las siguientes
características:123
123
Tomado de Susan Wallace, Stephanie Lazor y Bartha Maria Knoppers,
“Consent a population genomics: The creation of generic tools”, IRB Ethics and Human
Research, 2009, pp. 15-29.
175
1. Se basa en datos poblacionales.
2. La información que lo conforma provee el material
biológico o datos derivados para múltiples proyectos
de investigación con líneas abiertas a futuro.
3. Contiene materiales biológicos y datos personales
asociados que pueden incluir o ser vinculados a los
datos genealógicos, médicos, estilos de vida y que se
actualizarían regularmente.
4. Recibe materiales
organizada.124
complementarios
de
manera
En tanto, Turner describe que existirían dos tipos de
bancos de datos:125
1. Los pequeños, que contienen miles de datos generados
por uno o varios investigadores y que estarían
relacionados con una condición médica especíica o
una sola población.
2. Los grandes, que contienen cientos o miles de
millones de muestras, con objetivos múltiples. En
estos casos, el propósito es que tiendan a volverse
longitudinales; en muchas ocasiones habrían surgido
en tiempos de complejas discusiones éticas, en
términos de consentimiento informado, en cuanto a la
conidencialidad de la información y poder regresar a
la población de la que se obtuvieron con el propósito
de refrendar el consentimiento de los participantes,
ya que se trata de llevar a cabo nuevos análisis, con
objetivos distintos a los que dieron origen al primer
proyecto.
Entre otros proyectos se encuentra el denominado The
Public Population Project (P3G). Este es un consorcio
124
125
Ver Susan Wallace et al., op. cit.
Trudy Turner, op. cit.
176
internacional de 25 miembros de distintos países que se
han dedicado a construir una infraestructura colaborativa
mundial que incluye un depósito de herramientas e
información para promover la operación entre estudios
en genética de población.126
Para proceder con la formación de estas amplias
colecciones en los bio-bancos de datos, la estrategia elegida
fue la de contar con un consentimiento de tipo amplio, en
la medida en la que se parte de la idea de que se trata de
un tipo de proyecto abierto a enfoques nuevos y distintos
a futuro, en continua elaboración, lo que requiere de
mecanismos que aseguren la privacidad, contando con
estrecha vigilancia en su estructura de gobierno. Esto
contrasta de manera importante con el Proyecto sobre el
genoma humano, “Human Genome Diversity”, ya que se
reconoció que la secuencia del genoma no representa a
todas las personas a nivel del mundo. El proyecto con
Cavalli-Sforza a la cabeza, se concibió con el propósito de
estudiar la variación genómica humana. Los encuentros
realizados por el grupo de investigaciones realizadas
entre 1991 y 1994, encontrarían seria oposición de las
poblaciones indígenas.127 A decir del autor, los asuntos
legales, éticos y culturales no se abordaron de manera
adecuada en ese proyecto; la lista de poblaciones fue
elaborada por investigadores con muy poca o sin
participación o retroalimentación de la comunidad, por
lo que se señala que temas como el acceso, la propiedad y
el compartir los beneicios que son fundamentales, nunca
se abordaron.
Para estos autores, el bien común, la responsabilidad, el
respeto mutuo, la transparencia y la rendición de cuentas
126
Bartha Maria Knoppers, Isabel Fortier, Denis Legault y P. Burton, “The
public population project genomics (P3G): a proof of concept?”, en European Journal of
Human Genetics, 2008, p. 664.
127
Constance McIntosh, op. cit.
177
y proporcionalidad, son principios que extienden de
manera crítica los límites a través de las culturas y los
sistemas legales. El anonimato y la obligación de alertar
a los individuos que contribuyen a los bancos, que habría
posibles riesgos. En los bio-bancos, los investigadores
acuerdan que los datos generados en cualquier estudio
son del dominio público.
El uso de los datos implica el compromiso de compartir los
resultados. Se comparten los beneicios como grupo base
y por lo tanto la participación individual no se compensa.
Colecciones
proyecto y así asegurar que se empodere; esto es parte del
proceso en la actualidad. En el caso de los bio-bancos, la
comunidad está representada en la comunidad mundial
y la investigación se describe como un bien público.129
¿Cómo investigamos, a quién y para
qué?
Existe una responsabilidad en la construcción de los
datos, en cuanto a que verdaderamente representen a
los individuos y a los grupos de la realidad, sin afectar la
propia percepción con sentido social y cultural.
Se ha venido discutiendo en distintos países qué se hace
con las colecciones, cómo se resguardan, quién tiene
acceso a ellas. Como antropólogos físicos manejamos
colecciones de restos óseos humanos, restos materiales,
depósitos de ADN, cédulas o notas de campo. Trudy
Turner llama la atención respecto de llevar el anonimato
al extremo, de tal suerte que como la información que
se maneja y analiza no identiica a los sujetos, en la
eventualidad de un intento de devolverla a su dueño, no
sería posible proceder a tal devolución.128 Sin embargo, el
tema central de la bioética se mantiene en tanto preserve
los principios de autonomía, beneicio y justicia; la noción
del consentimiento se extiende más allá de lo individual.
El lugar de un individuo en una comunidad signiica que
el investigador tendrá que vincularse con esta comunidad
a distintos niveles, al involucrarla en la planeación de un
Los compases, las cintas y las escalas están siendo
desplazados por el uso progresivo de equipos más
soisticados que incluyen lectores digitales que “reducen
el error en el registro” pero que al mismo tiempo conducen
al distanciamiento de la interacción con la persona o las
personas a quienes se intenta conocer. Las habilidades
para el manejo del equipo antropométrico tradicional
están siendo desplazadas por la demanda de nuevas
habilidades caracterizadas por un elevado alfabetismo
informático. Se emplean programas diseñados no sólo
para cuantiicar los rasgos métricos o morfológicos que
se ingresan, sino además para agregar los componentes
faltantes en una reconstrucción que nos ofrece una
imagen de cómo habría sido el individuo, si se trata de
un esqueleto incompleto o sólo algunos elementos de la
región cráneo-facial. La descripción de las dimensiones y
los índices morfométricos fueron complementados con la
elaboración primero de los modelos en yeso y ahora de
los modelos virtuales, tridimensionales y dinámicos, a los
que accedemos con la creación de soisticados programas
interactivos que producen una reconstrucción, las pruebas
128
129
¿Qué haremos con la información que generamos a lo
largo de nuestras carreras profesionales y cuál es nuestra
contribución al entendimiento de los grupos humanos
cuya historia tratamos de contar?
Trudy Turner, op. cit.
178
Wallace et al., op. cit.
179
estadísticas y los resultados de un primer análisis en una
mínima inversión de tiempo, con reportes casi listos para
incluirlos en el texto que someteremos a publicación. En
otros casos, basta enviar los datos o las muestras biológicas
a los “especialistas” que devolverán la interpretación de
los resultados de las diversas pruebas y que el investigador
traducirá al lenguaje cientíico en la preparación de la
difusión y presentación de conclusiones. ¿A qué nos lleva
esta descripción? A pensar en el tipo de habilidades que
habrán de tener los antropólogos del futuro para acceder
a estas herramientas para el estudio de los individuos,
los datos producto de las observaciones en el campo, los
restos esqueléticos, con el grado de detalle que se logra
con esos lentes de aumento que permiten descubrir
detalles que la observación macroscópica del simple ojo
humano es incapaz de registrar.
de los grupos humanos actuales como desaparecidos.
La hiperespecialización que lleva a profundizar en la
identiicación de los componentes celulares nos da una
visión de profundidad al máximo nivel de desagregación
de los componentes de la unidad biológica, dejando de
lado las condiciones sociales, económicas y culturales en
las que viven los individuos cuyos genes analizamos, a
pesar de saber que son esas condiciones las que inluyen
en la expresión. Los rasgos que aislamos en una suerte
de depuración para eliminar todo aquello que pudiera
interferir con la observación de los detalles más profundos
de nuestra identidad genética, se alejan cada vez más del
entorno donde ocurre la vida. La unidad de observación
ya no es el grupo o el individuo, sino una secuencia
de bases que deine sus trayectorias de vida e historia
evolutiva.
Pasamos de la instalación de laboratorios con voluminosos
equipos que requieren de la presencia de técnicos
especializados para procesar la información y conducir
a los participantes en el estudio paso a paso, al uso de
equipos compactos de gran complejidad, pero que con el
avance tecnológico actual nos ofrecen la versatilidad de
una suerte de laboratorios ambulantes que integran todo
en uno, con los equipos de última generación que los
participantes pueden llevar consigo y que están diseñados
para almacenar información recabada por horas o hasta
días de actividad, o generar los datos que se transmiten
sin necesidad de cables o dispositivos adicionales.
Cada una de las fases de la investigación ha experimentado
una rápida transformación que despersonaliza cada vez
más al “investigador” en la construcción del objeto de
estudio. También es necesario señalar que las temáticas de
estudio se han diversiicado de tal manera que las fronteras
disciplinares parecen desdibujarse, tanto en los estudios
180
181
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184
Nuevas notas para la
arqueología de Sonora (o
Tan lejos de Mesoamérica y
tan cerca de los
United States)
M. Elisa Villalpando Canchola130
Introducción
Muchas fronteras separan el norte de México y el suroeste
de Estados Unidos, y dividen esta área en segmentos a
veces intraspasables; sin embargo, algunos investigadores
consideramos que para entender los procesos sociales
ocurridos con anterioridad, los límites y las divisiones
actuales son irrelevantes pero tienen profundos
signiicados y consecuencias en los arqueólogos que
estudiamos los vestigios del pasado. Sin lugar a dudas
se destaca la frontera internacional, pero también existen
otras fronteras que le dan forma a la arqueología de esta
área: las fronteras entre los distintos estados norteños;
aquellas entre la ecúmene mesoamericana y el norte
prehispánico y, más recientemente, la que existe entre la
violencia y el sosiego.131 En este texto presentaré algunas de
las circunstancias que han caracterizado esta arqueología
130
Centro INAH Sonora.
131
Elisa Villalpando y Randall McGuire (eds.), Building Transnational
Archaeologies/Construyendo arqueologías transnacionales, State Museum Archaeological
Series, The University of Arizona, Tucson, 2014, p. xii.
185
de fronteras, en particular temas y situaciones que se han
presentado en las décadas pasadas, y señalaré algunos de
los dilemas que enfrentamos al llevar a cabo la práctica de
la disciplina.
De norte a sur y viceversa
Existe una diferencia sustancial hacia ambos lados de
la frontera internacional en cuanto a la legislación que
condiciona las formas de hacer arqueología. Al norte está
NAGPRA, ley que desde 1990 ha modiicado de manera
profunda la práctica arqueológica, ya que al excavarse
los restos humanos y objetos rituales, éstos deben ser
devueltos a los descendientes indígenas contemporáneos,
y excepcionalmente pueden realizarse estudios o análisis
más allá de los datos recolectados en campo. Fuera de los
territorios nativos o tierras correspondientes al Servicio
de Parques Nacionales, las evidencias arqueológicas
pertenecen al propietario del terreno y no existe control
sobre las investigaciones arqueológicas en terrenos
privados que se realizan con recursos no estatales, a
más de que la mayoría de los arqueólogos marcan una
diferencia entre su herencia cultural y la de las naciones
originarias.
Al sur de la frontera, la arqueología es —como mis colegas
bien saben— mucho más centralizada. En el México
posrevolucionario se usó activamente en la difusión de
los ideales nacionalistas y ha desempeñado un papel
importante en la construcción de la identidad nacional y la
valoración del patrimonio cultural; patrimonio reconocido
por su génesis en el pasado indígena monumental, al cual
se le integraron elementos coloniales que se mezclaron
a través de los años para conformar la identidad de
una nación mestiza. A diferencia de los anglosajones, la
186
mayoría de los arqueólogos mexicanos nos consideramos
herederos de ese mestizaje y estudiamos nuestro pasado
para saber sobre nuestros antepasados, sin importar si
somos oriundos o no de las zonas donde trabajamos.
Debido a estos postulados nacionalistas, no existe
el reconocimiento en la legislación mexicana sobre
derechos especíicos al patrimonio arqueológico para las
comunidades indígenas o pueblos originarios, de no ser
dentro del concepto de “organismos coadyuvantes” en el
Reglamento de la Ley Federal (INAH, 1972), lo cual se
vuelve complicado en el ejercicio de la arqueología de
fronteras.
Un poco de historia en la arqueología
de fronteras: la experiencia sonorense
La historia de la arqueología de la frontera Arizona/Sonora
se remonta a 1973 con la apertura del Centro Regional
del Noroeste del Instituto Nacional de Antropología e
Historia, creado para ines de investigación, protección y
divulgación del patrimonio de la cultura mexicana en la
península de Baja California, Sonora y Sinaloa.
Una de las actividades iniciales emprendidas por los
primeros arqueólogos “norteños”, Beatriz Branif y
Arturo Oliveros, fue la organización de un simposio con
la presencia de especialistas en antropología, geología,
ecología e historia, aquellos que trabajaban o habían
trabajado en Sonora, principalmente profesores de
universidades del suroeste de Estados Unidos. Branif
escribió en la introducción de la obra que compila
las ponencias y discusiones del simposio cuyo título
es Sonora: Antropología del desierto,132 que en aquel
132
Beatriz Branif y Richard S. Felger, Sonora: Antropología del desierto. Primera
reunión de antropología e historia del noroeste, Colección Cientíica No. 27, INAH, México,
187
momento se había escrito muy poco de Sonora y menos
se había investigado. Lo que hacía más triste el panorama
era que casi todo se había escrito en inglés; pero debía
de servir de consuelo que los autores eran un segmento
de la cultura de Sonora y, a pesar de estar separados por
una línea (la frontera internacional), eran como la tierra
misma, parte de una misma unidad geográica y cultural.
En el lapso de publicación de Sonora: Antropología del
desierto, Branif compiló sus Notas para la arqueología
de Sonora, como el sumario del conocimiento sobre la
materia,133 para ser divulgado en español. Para el presente
texto retomo el sentido de esas Notas, con consideraciones
propias sobre la actual arqueología sonorense.
Las tradiciones arqueológicas de
Sonora
Para esas primeras décadas de investigación arqueológica,
la Sonora prehispánica se concebía “siempre en razón de
otras culturas […] como marginal o como lugar de paso, sin
producciones ni personalidad propia”.135 Lo más antiguo
se relacionaba con las áreas desérticas al norte y lo “muy
reciente” con Hohokam, Mogollón, lo Yumano y Casas
Grandes, concibiendo “un gran vacío” hacia el sur, “hacia
Mesoamérica, donde a priori, debiéramos encontrar la
solución de muchos problemas enfocados básicamente
a los procesos de cambio cultural”.136 Ya que la relación
entre el suroeste y Mesoamérica era para Branif obvia,
Sonora y Chihuahua debían de haber participado “de
esos movimientos e inluencias”, y aunque se consideraba
que la cadena no estaba completa (pues no se conocían las
particularidades de tales movimientos), los proyectos de
la época —incluyendo los de Branif— se enfocaban en la
búsqueda de dichas relaciones.
Por las culturas nomádicas se refería a las evidencias de
los Complejos Llano, Malpaís-San Dieguito, Amargosa,
Cochise, Costa Central y la Sierra Madre Occidental; en
las sedentarias diferenció entre la Cultura Trincheras y la
Cultura Río Sonora, con apartados para las inluencias de
Casas Grandes y el Complejo Huatabampo.
En las siguientes décadas, se reconocieron cinco
tradiciones arqueológicas en Sonora:137 Huatabampo en
la planicie costera del sur de Sonora y norte de Sinaloa;
la Costa Central como el territorio ancestral de los
cazadores, recolectores y pescadores de las islas y la costa
sonorense del Golfo de California; la tradición Trincheras,
con aldeas de casas semisubterráneas y construcciones
en los cerros que ocupan el desierto desde la costa hasta
los valles luviales y casi al límite de la actual frontera
internacional; la tradición Casas Grandes, con la presencia
de las comunidades chihuahuenses en la vertiente oeste
de la Sierra Madre Occidental; y la tradición Río Sonora
que se ubica en la provincia de sierras y valles de Sonora
y la tradición Serrana que se concibió originalmente como
1976.
133
Beatriz Branif, Notas para la arqueología de Sonora, Cuadernos de los Centros
No. 25, Instituto de Antropología e Historia, Dirección de Centros Regionales, México,
1976.
134
Ibidem.
135
Ibidem, p. 17.
136
Ibidem, p. 22.
137
Randall H. McGuire y Elisa Villalpando, “Prehistory and the Making of
History in Sonora”, en David Hurst Thomas (ed.), Columbian Consequences, vol. I,
Smithsonian Institution Press, Washington D.C., 1989, pp. 159-178.
Branif destacó que sus Notas eran producto de una
maternidad intelectual de relaciones “promiscuas” de
varios progenitores,134 pues la síntesis del conocimiento
prevaleciente a esas fechas sobre el pasado prehispánico
de Sonora, desglosado en dos grandes temáticas: las
culturas nomádicas y las culturas sedentarias, había sido
concebida por la aportación de diversos autores.
188
189
sinónimo de Río Sonora y llegó a utilizarse el concepto
para el conjunto de evidencias prehispánicas de toda la
sierra,138 pero fue identiicada posteriormente como una
tradición diferente, localizada en las sierras y valles del
piedemonte del sureste de Sonora y noreste de Sinaloa.139
Durante los años setenta y ochenta del siglo XX, la teoría
de los sistemas mundiales como interpretación de los
fenómenos del pasado tuvo gran auge en la arqueología
del suroeste de Estados Unidos, con explicaciones cuyas
orientaciones teóricas y argumentos tendían a centrarse
en la naturaleza de las interacciones entre centros
hegemónicos y periferias, y en el grado de impacto que
éstos tuvieron en el pasado. Dentro de esta explicación
teórica, Sonora se concebía sólo como un área de paso
entre los centros de primer orden mesoamericanos y sus
correlativos del suroeste americano;140 sin embargo, un
punto clave en el aspecto teórico de ese debate, al menos
en el noroeste de México, era entender la naturaleza de
tales interacciones.
Durante las últimas décadas del siglo XX, en el área
de la Tradición Trincheras decidimos usar un enfoque
de múltiples escalas que nos permitiera cambiar
alternativamente nuestra escala de análisis y examinar
el mundo prehispánico “sonorense” como un complejo
producto de procesos e interacciones a diferentes
138
Beatriz Branif, “The West Mexican Tradition and the Southwestern United
States”, en The Kiva, vol. 41(2), 1975, pp. 215-22.
139
John P. Carpenter, “The Prehispanic Occupation of the Río Fuerte
Valley, Sinaloa”, en R.H. McGuire y M.E. Villalpando (eds.), Building Transnational
Archaeologies/Construyendo arqueologías transnacionales, Arizona State Museum
Archaeological Series 209, University of Arizona, Tucson, 2014, pp. 133-147.
140
Entre otros por Beatriz Branif, 1975; William E. Doolitle, Pre-Hispanic
Occupance of the Valley of Sonora, Mexico, University of Arizona Press, Tucson, 1988;
Richard A. Pailes, The Río Sonora Culture in Prehistoric Trade Systems, en C.L. Riley y
B.C. Hedrick (eds.), Across the Chichimec Sea: Papers in honor to J. Charles Kelley, Southern
Illinois University Press, Carbondale, 1978. pp. 134-143.
190
escalas.141
Dentro de este enfoque, propusimos que los grupos
sociales existen y actúan en un mundo de escalas
variables, y su posición frente a otros grupos cambia en
la medida en que varía su escala de referencia; por lo
tanto, la escala seleccionada delimita un área de estudio
permitiéndonos observar de esta manera un conjunto
particular de relaciones sociales, mientras que al mismo
tiempo nos impide el acceso a conjuntos de relaciones
visibles desde otras escalas. Podemos darnos cuenta que
algunos modelos teóricos proporcionan más información
dentro de cierta escala, mientras que otros lo hacen a
escala diferente, de tal manera que la elección del modelo
depende en parte también de la escala del análisis que
pretendemos aplicar.
Por otro lado, en consideración de que el norte de México
no puede ser entendido con un criterio estático enfocado
de manera atemporal en un área cultural, sino desde una
perspectiva dinámica con un énfasis en el contexto cultural
de la región, McGuire propuso en 1998 la denominación
Southwest/Northwest,142 que retomamos como Noroeste/
Suroeste. Al enfocarnos de manera particular en Sonora,
hemos tenido en cuenta que cuando la deinimos como
una unidad espacial, proyectamos una percepción de
tiempo global que data de mucho antes de la existencia de
cierto patrón cultural. En ese sentido es que por Noroeste/
Suroeste no nos referimos necesariamente a una unidad
espacial, sino a un conjunto de relaciones entre grupos de
141
Randall H. McGuire y Elisa Villalpando, An Archaeological Survey of the Altar
Valley, Sonora, Mexico, Arizona State Museum Archaeological Series 184, Arizona State
Museum, University of Arizona, Tucson, 1993.
142
Randall H. McGuire, “The Meanings and Limits of the Southwest/
Northwest”, en Elisa Villalpando (ed.), Boundaries and Territories Prehistory of the U.S.
Southwest and Northern Mexico, Arizona State University Anthropological Research
Papers 54, Tempe, 2002, pp. 173-183.
191
diversas complejidades a lo largo del tiempo.
La emergencia de los centros
regionales en Sonora
La prospección arqueológica de cobertura total del Valle
de Altar a inales de la década de los ochenta143 fue el
primer intento de establecer una arqueología de fronteras
al combinar entrenamientos profesionales diferentes de
Estados Unidos y México, uniendo distintas habilidades,
idiomas y perspectivas teóricas en un proyecto de
dirección conjunta (y binacional) encaminado a registrar
las evidencias prehispánicas y asentamientos históricos en
un valle especíico, con el in de establecer las interacciones
humanas–ambientales del pasado, en la tranquilidad de
investigación que caracterizaba el medio rural sonorense.
El registro de más de noventa sitios fechados desde
el Arcaico hasta principios del siglo XX, incluyendo
asentamientos O’odham históricos y del siglo XIX, nos
permitió reairmar la cronología propuesta que Branif
había retomado en sus Notas144 y asignar las evidencias
arqueológicas a seis fases cronológicas, reinando las
tipologías cerámicas mediante seriación. Pese a que
varios cerros de trincheras fueron registrados, ninguno se
consideró como centro regional.
En 1991, el Proyecto de Reconocimiento del Valle de
Altar se convirtió en el Proyecto de Reconocimiento de
Supericie de Cerro de Trincheras,145 al considerar que era
143
Randall H. McGuire y Elisa Villalpando, “Prehistory and the Making of
History in Sonora”, en David Hurst Thomas (ed.), Columbian Consequences, vol. I,
Smithsonian Institution Press, Washington D.C., 1989, pp. 159-178.
144
Branif, 1976, op. cit.
145
Randall McGuire y Elisa Villalpando, “Cerro de Trincheras, un sitio
arqueológico en el noroeste de Sonora”, en Arqueología 17, Coordinación Nacional de
Arqueología INAH, México, 1997, pp. 49-62.
192
necesario sustentar o refutar lo que se había asumido en la
década de 1960 sobre el tipo de sitio especíico que marca
el paisaje del desierto sonorense, los cerros de trincheras.
Un mapa topográico de restitución fotogramétrica de
Cerro de Trincheras, más el registro y la recolección
controlada de materiales arqueológicos en las más de
900 terrazas del cerro, fueron los primeros productos
que nos permitieron proponer la existencia de un centro
regional para las comunidades del valle medio del río
Magdalena.146
Las excavaciones en Cerro de Trincheras en 1995 y 1996,
conirmaron su posición preponderante y de dominio
político sobre las comunidades agrícolas de los siglos XIV
y XV.147 Las evidencias demostraron que se trataba de un
pueblo en el que sus habitantes construyeron terrazas
formadas con muros de piedras sin el uso de cementante,
comunicadas por medio de senderos, rampas y escaleras;
con casas tipo jacal sobre las terrazas, con grabados en
las rocas de algunas de éstas y en localidades especíicas
de la cima y los cerros más pequeños de los alrededores.
La producción cerámica de contenedores monocromos
de grandes dimensiones y de ollas, tecomates y cuencos
sustituyó la cerámica pintada con hematita especular que
había caracterizado a la tradición siglos antes. Nuevas
especies de gasterópodos fueron incorporadas en la
146
McGuire y Villalpando, 1997, op. cit.; Maria O’Donovan, New Perspectives on
Site Function and Scale of Cerro de Trincheras, Sonora, Mexico: The 1991 Surface Survey,
Arizona State Museum Archaeological Series 195, University of Arizona Press, Tucson,
2002; Maria O´Donovan, “The Role of Cerro de Trincheras Sites in the Northwest
Mexican and American Southwest Landscape”, en E. Newell y E. Gallaga (eds.),
Surveying the Archaeology of Northwest Mexico, University of Utah Press, Salt Lake City,
2004, pp. 27-45.
147
McGuire y Villalpando, 1997, op. cit.; Randall McGuire y Elisa Villalpando,
“Excavations at Cerro de Trincheras”, en Suzanne K. Fish, Paul Fish y María Elisa
Villalpando (eds.), Enduring Borderlands Traditions: Trincheras Sites in Time, Space, and
Society, The University of Arizona, Tucson, 2007a, pp. 167-174; Randall McGuire y
Elisa Villalpando, Excavations at Cerro de Trincheras, Sonora, Mexico, 2 vols., Arizona
State Museum Archaeological Series 204, Arizona State Museum, The University of
Arizona, Tucson, 2011.
193
manufactura de adornos de conchas marinas, elaborados
en localidades especíicas del asentamiento, destacando la
producción de aros tallados sobre Glycymeris gigantea. La
tecnología lítica se caracterizó por la talla de herramientas
masivas como machacadores y una profusión de
herramientas líticas de uso inmediato. Además del cultivo
de maíz, frijol y calabaza, sus habitantes cultivaron
agave y algodón, pero nunca abandonaron la caza ni la
recolección.
En el valle medio del Magdalena, la fase El Cerro está
marcada por la ocupación del Cerro de Trincheras con
numerosas aldeas dispersas en el valle, muchas más que
en los siglos anteriores. Los cerros de trincheras de la
fase El Cerro tienen “corrales” o recintos en las cimas con
una forma estandarizada, lo cual implica la replicación
e institucionalización de funciones especializadas,
sugiriendo que existió una red de nodos de integración
Trincheras que interconectaron de manera más nucleada
a la población.148 La valoración de las posibilidades
defensivas de estos asentamientos fue la temática del
reconocimiento puntual de dos de los cerros de trincheras
del Valle de Altar, aplicando Sistemas de Información
Geográica y evaluando la diicultad de desplazamiento
por las terrazas contra la pendiente natural de los cerros.149
Además de los aportes teóricos para la comprensión de la
región, para inales del siglo XX, la arqueología de Cerro
de Trincheras también cambió la percepción en el público
sobre el pasado prehispánico de Sonora. Hasta esos años
148
Suzanne K. Fish y Paul R. Fish, “Regional Heartlands and Transregional
Trends”, en S.K. Fish, P.R. Fish y M.E. Villalpando (eds.), Enduring Borderlands
Traditions: Trincheras Sites in Time, Space, and Society, Amerind Studies in Archaeology,
University of Arizona, Tucson, 2007, pp. 165-194.
149
Randall McGuire y Elisa Villalpando, “Evaluación de los aspectos defensivos
de los cerros de trincheras”, en Cristina García y Elisa Villalpando (eds.), Memoria
del Seminario de Arqueología del Norte de México, Centro INAH Sonora/Coordinación
Nacional de Arqueología, versión digital, Hermosillo, 2007b, pp. 130-146.
194
seguía prevaleciendo en el imaginario sonorense que
antes de la presencia del padre Kino, todos los nativos
eran nómadas y sus vestigios tan pobres y simples no
tenían ningún punto de comparación con las grandes
tradiciones mesoamericanas.
La arqueología de Cerro de Trincheras ha demostrado
también que para los siglos XIV y XV existieron interacciones
intrarregionales entre diferentes sociedades; es decir, que
las comunidades Trincheras no sólo interactuaron con los
vecinos inmediatos en la costa del Golfo de California, sino
allende la Sierra Madre Occidental. A través del análisis
de los contextos funerarios se pudo entender de manera
más clara la existencia de conexiones este-oeste entre
las comunidades Casas Grandes y Trincheras, con rutas
diferentes a las que había sugerido Di Peso en los años
sesenta150 dentro de su modelo de Sistemas Mundiales.
Parecería que después del 1250/1300 d.n.e., Hohokam y
Trincheras se identiicaron como grupos culturalmente
diferentes, teniendo al Valle de Altar como una zona
limítrofe entre ambas identidades.151 Esto implicó todo un
cambio de paradigmas en el conocimiento del área.
150
Charles C. Di Peso, “Archaeology and Ethnohistory of the Northern Sierra”,
en Handbook of Middle American Indians, vol. 4, University of Texas Press, Austin, 1966.
151
McGuire y Villalpando, 2007b, op. cit.; Randall McGuire y M. Elisa
Villalpando, “The Hohokam and Mesoamerica”, en Suzanne K. Fish y Paul Fish (eds.),
The Hohokam Millenium, School for Advanced Research Press, Santa Fe, New Mexico,
2008, pp. 57-64; Randall McGuire y María Elisa Villalpando, Excavations at Cerro de
Trincheras, Sonora, Mexico, 2 vols., Arizona State Museum Archaeological Series 204,
Arizona State Museum, The University of Arizona, Tucson, 2011; Randall McGuire
et al., “Cerro de Trincheras and the Casas Grandes World”, en C. Schaafsma y C.
Rilley (eds.), The Casas Grandes World, The University of Utah Press, Salt Lake City,
1999, pp.134-146; José Luis Punzo y M. Elisa Villalpando, “Paquimé: A revision of its
Relations to South and West”, en P. Minnis y M. Whalen (eds.), Ancient Paquimé and the
Casas Grandes World, University of Arizona Press, Tucson, 2015, pp. 172-191; James T.
Watson et al., “Death and Community Identity in the Trincheras Cremation Cemetery,
Sonora, Mexico”, en Christopher W. Schmidt y S.A. Syme (eds.), The Analysis of Burned
Human Remains, Academic Press, New York, 2015, pp. 339-354.
195
Orígenes de la agricultura
Si bien sobre el origen de la agricultura Branif apuntaba en
sus Notas que sólo se infería su presencia por las evidencias
“de cimientos de casas, generalmente localizadas en las
terrazas que lanquean los ríos”,152 más la presencia de
cerámica y el patrón de rancherías, sabemos que antes de
1980, el modelo preponderante para explicar el origen de
la agricultura proponía que el cultivo del maíz se había
difundido a través de la Sierra Madre Occidental desde
la Mesoamérica subtropical y que sólo se había cultivado
en las altas elevaciones de la Sierra Madre hasta que se
desarrollaron nuevas variedades de una raza con mejor
tolerancia a altas temperaturas y menor humedad.153 La
mayoría de los investigadores coincidían en que el cultivo
del maíz no había sido signiicativo en la vida de los
cazadores y recolectores que practicaban una horticultura
informal hasta el comienzo de nuestra era, cuando se
introdujo la tecnología de riego con cultígenos mejorados
y el establecimiento de aldeas permanentes.
Los nuevos modelos teóricos desarrollados en las
siguientes décadas y las fechas radiométricas obtenidas
deinieron que el maíz no habría necesitado una mayor
precipitación para desarrollarse, con lo que cambió la idea
de que la transición a la agricultura había sido gradual.
Las evidencias recuperadas de Sonora y Chihuahua a
inales de los noventa modiicaron la percepción que
la introducción de la tecnología agrícola tuvo en la
zona. Roney y Hard154 demostraron que en el noroeste
de Chihuahua existieron evidencias de agregación de
152
Branif, 1976, op. cit. p. 40.
153
Emil Haury, “The Greater American Southwest”, en R.J. Braidwood y G.R.
Willey (eds.), Courses Toward Urban Life, Aldine, Chicago, 1962, pp. 106-131.
154
John R. Roney y Robert J. Hard, “Transitions to Agriculture”, en Sarah H.
Schlanger (ed.), Traditions, Transitions, and Technologies, University Press of Colorado,
Boulder, 2002, pp. 129-136.
196
población y niveles de sedentarización importantes hacia
el 1250 a.n.e., con construcciones de terrazas y casas en
los cerros, como Cerro Juanaqueño en Chihuahua, e
indicadores de una población de cerca de 200 personas
que vivieron en un lapso de 200 a 300 años con evidencias
del cultivo de maíz y amaranto. Estos hallazgos son el
mejor ejemplo de agricultura temprana al noreste de la
Sierra Madre Occidental; sin embargo, y en contra de lo
que pudiera esperarse, no se han encontrado evidencias
de maíz antiguo en las cuevas secas de la misma sierra.
Al inicio del siglo XXI se destacó la importancia de Sonora
en la adopción de la agricultura fuera de Mesoamérica.
Estos hallazgos complementaron la diversidad de grandes
sitios abiertos donde se han encontrado los maíces
más antiguos en la cuenca de Tucson en Arizona (con
promedio de 12 fechas de 2244 +/-61 a.P.155) y permitieron
la caracterización del Periodo de Agricultura Temprana
con sus fases San Pedro (1500/1200 a 800 a.n.e.) y Ciénega
(800 a.n.e.-150/200 d.n.e.), lo que hasta entonces se había
denominado Arcaico Tardío, como aparece en las Notas
de Branif.156
La Playa con sus cientos de hornos, toneladas de piedras
rotas por fuego y miles de artefactos (entre ellos concha
marina como desecho de la producción de ornamentos),
da cuenta de la productividad de los agricultores más
antiguos del desierto que ocuparon el abanico aluvial
del río Boquillas. Fue ahí donde, empleando estrategias
tecnológicas, los primeros agricultores construyeron
canales para irrigar los campos de las bajadas de la Sierra
155
John P. Carpenter, M. Guadalupe Sánchez y María Elisa Villalpando, “Of
Maize and Migration: Mode and Tempo in the Difusion of Zea mayz in Northwest
Mexico”, en Sarah H. Schlanger (ed.), Traditions, Transitions and Technologies, University
Press of Colorado, Boulder, 2002, pp. 245-258. John P. Carpenter. M. Guadalupe
Sánchez y María Elisa Villalpando, “Sonora precerámica: del Arcaico y del surgimiento
de aldeas agrícolas”, en Arqueología, Segunda Época, INAH, México, 2003, pp. 5-30.
156
Branif, 1976, op. cit.
197
Boquillas y utilizaron las características geomorfológicas
del paisaje local para facilitar su soisticada forma de
agricultura de riego, formando bordos en campos de
cultivo y procesando el maíz en hornos recubiertos de
piedras.157
No fue sólo la existencia de los canales de riego en el
panorama de las primeras comunidades agrícolas del
norte de México lo que atrajo la atención a La Playa,
sino también la notable recuperación de inhumaciones
humanas que permiten conocer las características físicas,
las condiciones de salud, la personalidad social y las
evidencias de conlicto y violencia entre los primeros
agricultores del desierto sonorense.158 La Playa es
un proyecto que ejempliica de manera muy clara la
157
Carpenter et al., 2002, 2003, 2005, 2007a, 2007b, 2008, op. cit.; Alien C. Elliot,
Bret T. McLaurin, James T. Watson y M. Elisa Villalpando Canchola, “Genesis of an
Artifact Layer-Natural and Cultural Processes at the La Playa Archaeological Site,
Sonora, Mexico”, en B.M. McLaurin, A.C. Elliot y N. Torres (eds.), Reconstructing
Human-Landscape Interactions 1: Springer Briefs in Earth System Sciences, Springer Berlin
Heidelberg, New York, 2012, pp. 21-34.
158
James T. Watson, “Changes in Food Processing and Occlusal Dental Wear
during the Early Agricultural Period in Northwest Mexico”, en American Journal
of Physical Anthropology 135, 2008a, pp. 92-99; James T. Watson, “Prehistoric Dental
Disease and the Dietary Shift from Cactus to Cultigens in Northwest Mexico”,
International Journal of Osteoarchaeology 18, 2008b, pp. 202-212; James T. Watson, “The
Introduction of Agriculture and the Foundation of Biological Variation in the Southern
Southwest”, en B. Auerbach (ed.), Center for Archaeological Investigations: Archaeological
and Biological Variation in the New World, Occasional Papers No. 36, Southern Illinois
University Press, Carbondale, 2010, pp. 135-171; James T. Watson, Bioarchaeology of
the First Farmers in the Sonoran Desert, en The Latest Research on the Earliest Farmers,
Center for Desert Archaeology (www.cdarc.org), 2011; James T. Watson, Misty Fields
y Marijke Stoll, “Violence and Postmortem Signaling in Early Farming Communities
of the Sonoran Desert: An Expanded Taphonomic Approach”, en Landscapes of Violence
2 (2), 2012, p. 11; James T. Watson y Marijke Stoll, “Gendered Logistic Mobility among
the Earliest Farmers in the Sonoran Desert”, en Latin American Antiquity 24 (4), 2013,
p. 433-450; James T. Watson, Jessica I. Cerezo-Román, Silvia I. Nava Maldonado,
Carlos Cruz Guzmán y M. Elisa Villalpando, “Death and Community Identity in the
Trincheras Cremation Cemetery, Sonora, Mexico”, en Christopher W. Schmidt y S.A.
Syme (eds.), The Analysis of Burned Human Remains, Academic Press, New York, 2015,
pp. 339-354; James T. Watson, Misty Fields y Marijke Stoll, “Violence and Postmortem
Signaling in Early Farming Communities of the Sonoran Desert: An Expanded
Taphonomic Approach”, en Landscapes of Violence 2 (2), 2012, p. 11; James T. Watson y
Marijke Stoll, “Gendered Logistic Mobility among the Earliest Farmers in the Sonoran
Desert”, en Latin American Antiquity 24 (4), 2013, p. 433-450.
198
arqueología de fronteras. En él participan investigadores
de diversas disciplinas de diferentes universidades
nacionales y de Estados Unidos, cuyo interés está centrado
en la resolución de temas compartidos, desde el cambio
del Pleistoceno al Holoceno hasta la introducción de la
agricultura al desierto de Sonora.
Adicionalmente, por las restricciones que marca
NAGPRA en el manejo de restos óseos humanos, La Playa
ha ofrecido la posibilidad de múltiples análisis desde
diversos laboratorios y el fechamiento directo del colágeno
de hueso. Se han excavado más de 350 inhumaciones
y se han fechado 63; la mayoría corresponden a la fase
Ciénega (800 a.n.e.–200 d.n.e.) del periodo de Agricultura
Temprana; unas pocas son de la fase San Pedro y otras
más corresponden al periodo Cerámico Temprano dentro
de la tradición Trincheras (200-1100 d.n.e.).
Aunque en la actualidad continúa existiendo cierto
debate sobre la dispersión temprana del maíz fuera de
Mesoamérica, se ha avanzado considerablemente en
este tema desde diversas vertientes. Se ha propuesto
que el inicio de las prácticas agrícolas puede asociarse
a los hablantes de Proto uto-azteca que se movieron de
sus regiones de refugio en la Sierra Madre Occidental,159
donde habrían adquirido el conocimiento formal de la
agricultura de maíz de sus parientes en el Occidente de
México y de ahí haberlo compartido hacia el Noroeste/
Suroeste. Esto nos sitúa no en el cruce de caminos, sino
en la comprensión de los procesos que impactaron en
diferentes escalas los fenómenos locales, lo que a la vez
nos permite entender las interacciones de una escala
159
Carpenter et al., 2002, op. cit.; Jonathan Mabry, John P. Carpenter y
Guadalupe Sánchez, “Archaeological Models of Early Uto-Aztecan Prehistory in the
Arizona-Sonora Borderlands”, en L. Webster y M. McBrinn (eds.), Archaeology Without
Borders: Contact, Commerce, and Change in the U. S. Southwest and Northwestern Mexico,
University of Colorado Press, Boulder, 2008, pp. 155-184.
199
mayor que difuminan la frontera Occidente de MéxicoNoroeste/Suroeste.
Las circunstancias actuales de la
violencia
Así como La Playa ha resultado ser un sitio excepcional
en el conocimiento del pasado prehispánico, también nos
ha enfrentado a situaciones problemáticas en el ejercicio
de nuestra profesión, ya que ésta es una zona de disputa
de cárteles de narcotráico y movimientos migratorios
ilegales. Las características del paisaje, de donde proviene
el nombre del sitio, lo hacen idóneo para el aterrizaje
clandestino de avionetas y el movimiento de droga hacia
ranchos de resguardo.
El sitio adquirió la categoría de Zona de Monumentos
Arqueológicos con decreto federal en 2002, en un intento
por la protección de las evidencias arqueológicas que se
veían seriamente amenazadas desde 1996 y las que, en
sentido estricto, no son monumentales y por lo tanto
son más fácilmente desestimables. Las “aventuras” que
hemos tenido con sicarios, “puntos”, el ejército, etc.,
han sido numerosas y nos han sensibilizado sobre la
importancia de instituir protocolos de seguridad que
aplicamos siempre que estamos en campo.
El avance en el conocimiento de las primeras comunidades
de agricultores y el surgimiento de los centros regionales,
conllevó también modiicaciones en el ejercicio de la
profesión y el desarrollo de las actividades vinculadas
al campo. Durante el reconocimiento del Valle de Altar
a inales de los ochenta, o en el de Cerro de Trincheras
en 1991, ninguna situación medianamente violenta llegó
a presentarse. En 1996 las cosas empezaron a cambiar.
200
Primero ocurrió un enfrentamiento directo con uno de los
zarecillos locales que había adquirido los ranchos donde
se ubica el sitio La Playa, a diez kilómetros al norte de
Trincheras. La situación fue tensa durante los primeros
años pero se calmó con el encarcelamiento del individuo,
hasta que éste salió de la cárcel y fue asesinado.
Los años siguientes se fueron volviendo más complicados
para el trabajo de campo: desde la falta de trabajadores
por el monto del jornal ofrecido —ya que lo que
nuestros proyectos pagaban por mes lo obtenían en una
“burreada” cargando sesenta kilogramos de marihuana
a pie por la frontera— hasta la continua presencia de los
retenes militares en las carreteras y caminos vecinales,
el patrullaje militar del pueblo y, inalmente, las alertas
amarillas de los consulados americanos que hacia 2010
hicieron que las universidades de Arizona restringieran
la presencia de sus alumnos en Sonora y Chihuahua.
Hemos sido cautos en nuestras relaciones con el narco,
hemos aprendido a lo largo de estos años a no interferir
con sus actividades para continuar haciendo arqueología
y no ser molestados. Sin embargo, esto ha sido parte de
un proceso de aprendizaje, tanto para los arqueólogos
como para los trabajadores. En las localidades donde
tenemos campamento, el consumo de alcohol siempre ha
sido la actividad “recreativa” de los trabajadores los ines
de semana, pero en los años recientes se ha incrementado
de manera notable el consumo de cocaína y cristal, lo que
hace difícil mantener cuadrillas completas durante las
temporadas de campo. Adicionalmente, algunos de los
trabajadores, en alguna época del año, o han “burreado”
o han sido “puntos”.
Sin embargo, la ventaja de pueblo chico es que todos
conocen a todos y hemos tenido que ir seleccionando a
201
los más jóvenes, o a los más viejos, o a las mujeres para
trabajar como eventuales, tanto en excavación como en
los Programas de Empleo Temporal. En la actualidad,
para salir a campo seguimos las indicaciones que
hemos establecido en talleres con el Jefe de Seguridad
de Bienes Patrimoniales del Centro INAH, quien ha
desarrollado manuales no sólo para la protección de los
bienes culturales, sino de los mismos investigadores.
Al menos una vez al año organiza cursos de protección
civil, nos imparte talleres sobre seguridad y se encarga
de hacer llegar oicios a la zona militar cuando acudimos
a determinadas regiones. De igual forma monitorea los
fenómenos naturales y sube las alertas por internet para
que los investigadores se abstengan de salir a campo.
La preocupación y el trabajo del Jefe de Seguridad ha
procurado que cambie la forma de trabajar en el campo
y que pase de ser una cosa aislada de los arqueólogos en
medio de la nada, como ocurría al inicio de la presencia
del INAH en el norte, a una dinámica en permanente
comunicación entre el campo y el centro de trabajo.
Incluso, en el plan de manejo o Programa de Desarrollo y
Operación de Cerro de Trincheras como zona arqueológica
abierta a la visita pública, se han incorporado como anexos
del documento base, los programas de contingencias
por fenómenos naturales y por contingencia en caso de
enfrentamientos armados, para lo cual los trabajadores
han recibido el entrenamiento requerido.
Los salvamentos arqueológicos
No existe ninguna referencia en las Notas de Branif sobre
la problemática de los salvamentos arqueológicos; es más,
podría señalar que hasta principios de este siglo, sólo
sabíamos de ellos en el Noroeste/Suroeste por lo mucho
202
que como Cultural Resource Management (CRM) habían
aportado al conocimiento de los primeros agricultores en
la cuenca de Tucson.
Si bien estas acciones aparecen reglamentadas en la Ley
Federal sobre Monumentos, en Sonora no se implementaron
proyectos de salvamento sino hasta el sexenio 2003-2009,
involucrando a CFE, SCT o sus contrapartes estatales,
algunas creadas exprofeso mediante ideicomisos. En la
primera década de este siglo, el gobierno del estado de
Sonora dedicó una gran cantidad de recursos para crear
la infraestructura necesaria para la explotación minera
de oro por compañías canadienses, norteamericanas o
chilenas en lugares recónditos, para instalar cerca de la
frontera fuentes alternas de energía que no son permitidas
en el país vecino y, más recientemente, para habilitar o
construir presas y acueductos, además de kilómetros de
tuberías que comercializarán el gas natural, procedente
de Estados Unidos.
Es interesante que junto con las obras de infraestructura
proliferaron
las
consultorías
ambientales
que
tramitaron para las compañías extranjeras los permisos
correspondientes, dentro de los cuales, en algunos casos,
se solicitó el dictamen de no impacto al patrimonio
arqueológico. En todos los casos, las características de
estos salvamentos imposibilitaron que fueran atendidos
por el escaso personal de base del Centro INAH, por lo que
dos arqueólogos de base y los arqueólogos contratados
por Protección Técnica y Legal de Zonas Arqueológicas
(cuando las obras no son de gran envergadura) realizan las
inspecciones preliminares y posteriormente se contrata,
con cargo a las compañías, a los investigadores que
elaboran el proyecto y dirigen los salvamentos. Aunque
los responsables sean arqueólogos titulados, siempre
tienen como aval académico alguno de los arqueólogos
203
de base del Centro INAH.
Esta nueva modalidad en la arqueología de frontera ha
permitido, ciertamente, expandir el conocimiento del
pasado prehispánico y colonial, pero conlleva varios
bemoles: la protección al patrimonio cultural ha sido
realizada bajo compromisos explícitos (actas de acuerdos,
convenios, metodologías operativas) con CFE (y todas
sus formas de generación de energía), con SCT, con
ideicomisos y agencias estatales y, en menor medida, con
las mineras y compañías particulares.
Estas instancias gubernamentales y privadas son las que
proporcionan los recursos con los que se atienden las
solicitudes y posteriormente se realizan los salvamentos;
se viaja en sus vehículos, suministran la infraestructura
de equipo y herramientas necesarias, cubren los salarios
de los arqueólogos contratados y trabajadores eventuales
(desde el trabajo de campo, el análisis de materiales y la
redacción de informes). La consecuencia de este vínculo es
que las acciones del arqueólogo responsable no se limitan
a lo académico; debe acompañar al delegado en turno en
las juntas, negociaciones y reuniones de acuerdos —que
no son siempre fáciles—, y el proceder en los hechos se
vuelve muy complicado ya que una cosa son los acuerdos
irmados en el escritorio y otra las presiones por parte de
los encargados de obra en campo.
Sabemos que en algunos estados los recursos de los
salvamentos se depositan en la cuenta concentradora
del INAH, lo que –muchos se quejan– vuelve estas
intervenciones muy lentas y desfasadas de las obras. En
Sonora, todos los salvamentos, sin excepción, han sido en
especie, lo cual resulta paradójico, ya que en los hechos
son las nuevas iguras de outsourcing quienes asumen el
costo de los salvamentos. Los convenios son irmados con
204
las compañías que resultan ganadoras en las licitaciones
de CFE, la Secretaría de Energía, Comunicaciones y
Transportes, etc., aunque éstas a su vez subcontratan a otras
empresas prestadoras de servicios. En realidad, aunque
en los proyectos de salvamento se anexa un presupuesto
para ser aprobado por el Consejo de Arqueología y
los presupuestos son un anexo imprescindible de los
convenios, desconocemos cuál es el costo real de un
salvamento. Y lo más grave es que en muchas ocasiones
las empresas llegan a considerar que los arqueólogos
contratados trabajan para ellas y no que son parte de
nuestra institución, sugiriéndoles comportamientos que
no corresponden con su estatus profesional, o bien los
arqueólogos consideran que trabajan para las compañías.
Nuevas iguras deberán crearse a futuro para poder,
simultáneamente, hacer investigación y proteger el
patrimonio arqueológico en una región. En este caso, los
ejemplos al norte de la frontera son varios y bien valdría
la pena analizarlos.
Algunas últimas consideraciones
La investigación arqueológica no tendría sentido si no
compartimos con las comunidades el conocimiento
del pasado. En un esfuerzo por desvanecer la frontera
entre la violencia y el sosiego, concebimos en 2007 la
apertura de la zona arqueológica Cerro de Trincheras
para su visita pública.160 A la par de la investigación,
varios años se han dedicado a la gestión para lograr un
sitio con infraestructura adecuada de visita y protección.
Diseñamos el sendero interpretativo tomando en cuenta
las localidades que desde mediados de los noventa
habíamos consolidado para tal in y aquellas que pudieran
160
Elisa Villalpando, “La apertura para visita pública de Cerro de Trincheras,
Sonora”, en Anales de Antropología 48 (2), UNAM, México, 2014, pp. 97-117.
205
ofrecer una visión complementaria sobre la historia del
asentamiento. El centro de visitantes ofrece espacios de
exhibición, áreas para talleres, recintos de resguardo
de bienes muebles y laboratorios; falta aún el área de
alojamiento de investigadores.
Fuimos optimistas cuando iniciamos este proceso y
hemos tenido grandes satisfacciones con los estudiantes
de secundaria que ahora ven que no todo gira alrededor
del narcotráico; pero, ciertamente, no controlamos los
factores externos y el número de visitantes disminuye
considerablemente cuando aumenta la violencia en la
región.
Finalmente, también estamos conscientes que como
naciones, Estados Unidos, México y las naciones indias
conciben su propio patrimonio y sus propias formas
de hacer arqueología, por lo que concertarlas presenta
un desafío que requiere más que el cruce de fronteras.
México enfrenta un problema sin solución fácil porque
requiere modiicar la legislación federal; no podemos
adjudicar los restos humanos a las comunidades nativas
y asumimos una posición institucional en su manejo y el
de los artefactos asociados, dentro del mayor respeto que
nos merecen. No obstante, para resolver estos problemas
asociados con la arqueología de fronteras, los arqueólogos
necesitamos comprometernos con las diicultades que
requiere la construcción de una arqueología transnacional.
Tal arqueología debe reconocer y aprovechar al máximo la
diversidad de intereses nacionales, programas y contextos
en los que nos desenvolvemos, pero también debemos
encontrar elementos comunes y objetivos compartidos
que faciliten la colaboración. En este sentido, apenas
estamos empezando a diagnosticar el problema y mucho
nos falta para resolverlo.
206
La construcción de la arqueología a través de la frontera
no fue un proceso planiicado, sino una consecuencia
lógica del interés común en una zona que no estuvo
dividida en el pasado. Si pensamos que las fronteras son
líneas o zonas de transición con diferentes grados de
permeabilidad,161 la permeabilidad o la dureza proviene
no sólo de factores económicos o políticos, sino de las
redes sociales y actitudes hacia el “otro”. Arizona y
Sonora tienen una frontera muy difícil y rígida en asuntos
políticos y sociales, pero es “suave” para programas
comerciales e intereses en investigación. Para inalizar
este texto sólo agregaré que:
Las arqueologías transnacionales superan o
trascienden las fronteras nacionales, y lo hacen de
maneras numerosas. Implican una amplia visión
de los procesos históricos y culturales ocurridos
en el Noroeste/Suroeste que no deben estar
artiicialmente limitados por fronteras políticas,
culturales o lingüísticas. Necesariamente implican
una arqueología de situaciones múltiples, donde
los investigadores trabajan desde diferentes
“naciones” y se posicionan fuertes cuando sus
cimientos descansan en colaboraciones a través
de diversos grupos culturales. Esto requiere
sin embargo de arqueólogos que examinen las
contribuciones que la arqueología puede hacer
a la sociedad y estén interesados en expandir la
arqueología del Noroeste/Suroeste lingüística,
cultural y regionalmente.162
161
William Doelle, Archaeology of the Borderlands: A view from Naco, Sonora.
Archaeology Southwest Magazine, vol. 20, no. 4, 2006.
162
Elisa Villalpando y Randall McGuire (eds.), Building Transnational
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339-354.
213
Cómo han pasado los siglos.
La etnografía en México
Dora Sierra Carrillo163
Sólo las personas que tienen una ilustración, a la
vez extensa y profunda, pueden darse cuenta de
la verdadera magnitud del trabajo que requiere
el estudio rigurosamente cientíico de un pueblo.
Este trabajo es de tal magnitud, que no le será
dable jamás a un solo hombre, ni siquiera a una
sola generación el hacerlo; dicho trabajo tiene que
ser forzosamente la obra persistente y continuada
de varias generaciones sucesivas.164
Introducción
La etnografía, del griego ethnos, pueblo, y graphos,
escritura o análisis, literalmente es la descripción de un
pueblo, el estudio sistemático de personas y culturas. En
sus inicios se pensó como una herramienta de trabajo
o un método de estudio utilizado por los antropólogos
para describir las costumbres y tradiciones de un grupo
humano. Al pasar el tiempo se ha situado a la etnografía
como una rama de la antropología en la que conluyen
método y teoría. Su interés fundamental es el estudio y
conocimiento de las sociedades humanas para obtener
una visión integral de las mismas.
En el quehacer etnográico, la observación participante
163
164
214
Dirección de Etnohistoria/INAH.
Molina Enríquez, Andrés, 1913.
215
del antropólogo, quien entra en contacto directo con la
comunidad, tiene una función fundamental, así como
las notas de campo, que registran los datos observados,
los procesos y los contextos para ser incluidos en las
categorías adecuadas. Las entrevistas constituyen un
buen complemento para ampliar o rectiicar determinada
información.
La etnografía se distingue por tener un carácter
fenomenológico o émico, es decir, trata de interpretar los
fenómenos sociales viendo “desde dentro” la perspectiva
del contexto social de los participantes, permitiendo al
investigador tener un conocimiento interno de su vida
social. El carácter ético se reiere a la visión que se tiene
desde el exterior, a la interpretación que se hace del
estudio realizado “desde fuera”.
Por ello, considerar las conductas humanas como fuente
de información responde a un interés vital para quienes
realizamos investigaciones sobre los diversos aspectos de
la vida y la cultura de las distintas sociedades humanas
que habitan el territorio nacional.
Siglos XVI, XVII, XVIII
El estudio de los diferentes grupos étnicos de nuestro
país se inició prácticamente en el siglo XVI, al consumarse
la conquista hispana en Mesoamérica. La necesidad de
conocer la cultura de los pueblos conquistados para poder
establecer un nuevo orden político, social, económico, pero
sobre todo religioso, llevó a distintos personajes, como
Acosta, Cortés, Díaz del Castillo, Durán, Landa, Mendieta,
Motolinía, Sahagún y Zorita, entre otros, a averiguar “las
costumbres idolátricas” y otras expresiones culturales
que obstaculizaban la implantación del cristianismo.
216
Para el siglo XVII, las obras de Hernando Ruiz de Alarcón,
Jacinto de la Serna, Pedro Sánchez de Aguilar y Gonzalo de
Balsalobre, dan cuenta del serio problema que tenían los
evangelizadores, quienes, un siglo después, descubrieron
la verdadera realidad de los pueblos conquistados: la
continuidad de prácticas prehispánicas como ofrendas
y plegarias a sus antiguos dioses en hogares, cuevas
y montes, así como la sobrevivencia de conjuros o
invocaciones a las fuerzas de la naturaleza sacralizadas
en el sistema de ideas y creencias de la población nativa.
En este siglo también se hizo necesario el conocimiento de
la propia sociedad novohispana.
Para el estudio y mejor conocimiento de las sociedades
indígenas, la Corona Española ordenó que se elaboraran las
Relaciones Geográicas de la Nueva España, documentos
que contenían una serie de preguntas sobre la vida y la
cultura de esos pueblos. Esta enorme encuesta se llevó
a cabo entre los siglos XVI, XVII y XVIII; en este último
siglo, las relaciones fueron muy numerosas. Por otra
parte, las obras de Francisco Javier Clavijero y Alexander
Von Humboldt aportaron mayor información de esa
época sobre los grupos originarios del actual territorio
mexicano.
Durante el siglo XVIII, los cronistas continuaron
reseñando la labor evangelizadora que realizaron los
religiosos, pero abundaron en la descripción del medio
geográico, la ecología, las costumbres y la resistencia
armada de diferentes grupos indígenas, sobre todo en
el norte del país; visión que empezó a dar lugar a las
historias regionales a inales de ese siglo.165
165
Leticia Reina A., “Las rebeliones indígenas y campesinas (periodo colonial
y siglo XIX)”, en Carlos García Mora (coord.), La antropología en México. Panorama
histórico, Instituto Nacional de Antropología e Historia (Colección Biblioteca del
INAH), Vol. 4, México, 1988, p. 518.
217
De manera que el conocimiento de los pueblos indios,
la descripción de sus costumbres, de sus lenguas, de su
historia, son tareas que la etnografía del siglo XIX hereda
de los cronistas coloniales.
Siglos XIX, XX
Las disciplinas antropológicas, como la etnografía, la
lingüística y la antropología física, basadas en el trabajo
de campo, así como algunas observaciones arqueológicas,
datan de la última década del siglo XIX y las primeras del
XX.
En esta etapa, y por encargo de museos y universidades
estadounidenses y europeas, se llevaron a cabo una
serie de recorridos en diversas regiones de México. Los
estudios etnográicos que realizaron los especialistas se
concentraron principalmente en la cultura material, pues
debían adquirir objetos para sus museos, y en la cuestión
religiosa. Los nombres de León Diguet, Carl Lumholz,
Alex Hrdlicka, W.J. McGee, Frederick Starr, Alfred M.
Tozzer y Konrad T. Preuss, quedaron estrechamente
vinculados al desarrollo histórico de la naciente etnografía
mexicana.
Dalhgren señala que:
Las aportaciones de estos precursores son de un
valor inestimable; a través de sus datos, dibujos,
fotografías y colecciones, documentaron toda
una época que de otro modo permanecería
desconocida, coniriendo así a la etnografía
mexicana una perspectiva en el tiempo.166
166
Barbro Dalhgren Jordán, “La 218
etnología”, en Carlos García Mora (coord.),
La inluencia de la antropología
cultural norteamericana
La naciente etnografía mexicana tuvo una marcada
inluencia de dos tradiciones norteamericanas: la
antropología cultural y la Escuela de Chicago. Franz Boas
y Bronislaw Malinowski representan la primera; ambos
estudiosos plantearon los fundamentos de esta disciplina
apoyada en el trabajo de campo y dejaron sentado el
proceso básico de las primeras etnografías holísticas. Boas
propuso un esquema de investigación que incluía diversos
aspectos de la vida material y religiosa de los grupos a
estudiar. Muchos de los antropólogos que estudiamos en
las décadas de los sesenta hasta los ochenta del siglo XX,
tuvimos siempre presente en el trabajo de campo dicho
esquema.
La Escuela de Chicago llevó a cabo, entre 1910 y 1940,
investigaciones clásicas realizadas mediante métodos
cualitativos: observación participante, entrevista en
profundidad y documentos personales. El espíritu de
esta Escuela ha permeado numerosas investigaciones a lo
largo del siglo pasado hasta la época actual.
Surgimiento de la etnografía en el
marco institucional
Los gobiernos del México independiente, basados en
los dogmas de la libertad y la igualdad formales, no
intervinieron, sino por excepción y aisladamente, en la
formulación de una política indigenista especíica.
Con la apertura del Museo Nacional en 1825, el pequeño
La antropología en México. Panorama histórico, Instituto Nacional de Antropología e
Historia (Colección Biblioteca del INAH), Vol. 5, México, 1988, p. 86.
219
universo antropológico de ese momento se abre a un
nuevo panorama; esta institución fue clave para el
desarrollo de la antropología en México y en otras partes
del mundo. En diversos países, alrededor de los museos
se integraron las primeras sociedades de especialistas.167
En 1887 se creó, dentro del Museo, la Sección de Etnografía,
“para exhibir lo mucho que tenía la República procedente
de los grupos indígenas”.168 Para 1904 se estableció en
esta institución la clase de etnología, impartida por los
profesores Nicolás León y Andrés Molina Enríquez y,
bajo su tutela, se iniciaron una serie de salidas al campo
con los estudiantes. Sin embargo, se puede decir que la
etnografía y etnología mexicanas “nacieron” en plena
revolución, al fundarse en 1911 la Escuela Internacional
de Arqueología y Etnología Americanas, lo cual marca la
transición de las disciplinas antropológicas y el estudio
de la realidad nacional en forma sistemática y organizada.
Entre sus directores iguraron Eduard Seler, Franz Boas y
Manuel Gamio, entre otros.
Fue Manuel Gamio quien propuso el conocimiento de
la población mexicana básico para el desempeño del
“buen gobierno”, como premisa fundamental en la que se
fundó su política indigenista integral para observar a la
antropología como producto institucional y comprender
el paradigma indigenista dominante en las disciplinas
antropológicas en esta etapa.
La labor llevada a cabo por la Escuela trascendió las
fronteras de su efímera vida –se cerró en 1920– al
permanecer en el seno del quehacer antropológico. García
señala que “a pesar de su desaparición física, el espíritu
y orientación de la Escuela se encauzaron primeramente
en la Dirección de Antropología dentro de la Secretaría
de Cultura y más tarde en el Instituto Nacional de
Antropología e Historia”.169
Durante la etapa cardenista hubo un fuerte auge del
indigenismo y, con ello, nuevas propuestas y enfoques
en la investigación etnográica: Othón de Mendizábal
fue el primero en relacionar la cultura con el medio
y la organización del trabajo. Señaló que la cultura
estaba determinada por los fenómenos económicos y
estaba formada por tradiciones, ritos y cultos religiosos,
reglamentados por normas comunes o legislaciones
escritas.
Con la llegada a México de investigadores como Robert
Redield y Elsie Parsons, comenzaron los estudios de
comunidad basados en la escuela funcionalista de Chicago
que proponía indagar las leyes del cambio cultural en las
comunidades indígenas y su manera de operar. En estas
investigaciones se emplearon por primera vez métodos y
técnicas que permitieron el control cientíico de los datos.
Los estudios sobre la realidad indígena continuaron al
interior del Museo y se ampliaron a otras dependencias.
Surgieron entonces el Instituto de Investigaciones
Sociales (1930) en la Universidad Nacional Autónoma
de México, el Instituto Indigenista Interamericano
(1941) y posteriormente el Instituto Nacional Indigenista
(1948). En este contexto surgió el Instituto Nacional de
Antropología e Historia (1939) y el carácter profesional de
las carreras de la antropología se estableció por decreto
en 1940 al crearse la Escuela Nacional de Antropología e
Historia dentro del propio Instituto.
167
Dora Sierra Carrillo, Cien años de etnografía en el Museo, Instituto Nacional de
Antropología e Historia, Colección Cientíica (Serie Etnohistoria), México, 1994, p. 23.
168
Ibidem.
169
Haydée García del Cueto, “Escuela Internacional de Arqueología y
Etnología Americanas”, en Carlos García Mora, La antropología en México. Panorama
histórico, coordinador general Instituto Nacional de Antropología e Historia (Colección
Biblioteca del INAH), Vol. 7, México, 1988, p. 382.
220
221
La investigación etnográica en esta etapa tuvo nuevos
enfoques; se criticó de manera severa que los estudios
realizados hasta ese momento “aún conservaban ese sabor
que se mantuvo durante muchos años, de exotismo, de
cosa rara, curiosa, de museo”.170 El planteamiento teórico
de Basauri señalaba que:
[…] al sistematizarse esta disciplina antropológica
y crearse sus métodos, se había encontrado su
verdadero valor como auxiliar de otras ciencias
sociales y que su valor residía en la aplicación
práctica derivada del conocimiento antropológico
de la población.171
En la década de los sesenta del siglo XX, el antiguo
Museo Nacional se cambiaba de casa. El magno proyecto
de construir el nuevo ediicio del Museo Nacional
de Antropología en Chapultepec, para albergar las
colecciones arqueológicas y etnográicas, generó una serie
de actividades académicas para analizar y actualizar la
información antropológica que se tenía hasta ese momento
del pasado y del presente de los grupos étnicos nacionales
que se representarían en las nuevas instalaciones. Para
ello:
Se iniciaron una serie de recorridos por las
comunidades indígenas. En un lapso aproximado
de año y medio se realizaron setenta expediciones
etnográicas para hacer la adquisición urgente de
materiales que serían instalados en las salas, y al
mismo tiempo, realizar un rescate considerando
que el progreso del país llevaba a los grupos
indígenas a un cambio fundamental de sus formas
170
Fernando Cámara Barbachano, “Teoría, métodos y técnicas en el rescate
etnográico”, en Boletín del Instituto Nacional de Antropología e Historia, núm. 41, México,
1971, pp. 27-32, p. 45.
171
Ibidem.
222
de vida.172
El nuevo Museo Nacional de Antropología se inauguró
el 17 de septiembre de 1964. A partir de entonces, las
investigaciones etnográicas han continuado de manera
ininterrumpida hasta nuestros días. El proyecto “Rescate
etnográico” vertebra las actividades académicas de los
investigadores de la actual Subdirección de Etnografía del
Museo. A través de más de cincuenta años, se ha logrado
reunir un valioso acervo de distintos objetos y colecciones
que integran, hoy por hoy, el patrimonio etnográico más
grande del país, y constituye la base de las exposiciones
permanentes y temporales.173
La experiencia personal en el trabajo de campo me ha
enseñado a descubrir el valor y el signiicado de cada
uno de los objetos, así como la carga cultural y emocional
que contienen. En una de mis primeras salidas traté de
comprarle a una anciana nahua del estado de Morelos su
antiguo huipil de boda; su respuesta fue:
Mire maestra, con este huipil me casé y mi marido
ya se murió, cuando yo me muera me lo tengo
que poner para que él me reconozca en la otra
vida, si no me lo pongo ¿cómo va a saber que soy
su esposa?, ¿cómo me va a reconocer? Le puedo
vender otro, pero este no se lo vendo.
En el área purépecha, al comprar un telar de cintura en
Ahuiran, Michoacán, la persona a quien se lo compré me
dijo:
Doña Dora, yo le puedo vender mi telar ahorita
que acabe el rebozo, pero el machete no se lo
vendo, porque era de mi abuela, ella se lo dejó
172
Dora Sierra, 1994, op. cit. p. 83.
173
Véase Fernando Cámara Barbachano, “Teoría, métodos y técnicas en el
rescate etnográico”, en Boletín del Instituto Nacional de Antropología e Historia, núm. 41,
México, 1971, pp. 27-32.
223
a mi madre y ahora yo lo tengo, él tiene todas
las puntadas que hacemos en el telar, es nuestra
memoria. Venga mañana y mi esposo le hará uno
nuevo.174
Las investigaciones sobre los grupos indígenas
representados en el Museo se han traducido en
publicaciones de libros, artículos, catálogos, presentación
de exposiciones permanentes y temporales, presentación
de ponencias en congresos nacionales e internacionales,
conferencias en instituciones públicas y privadas, en
dirección de tesis profesionales y en asesorías sobre el
material etnográico y su respectivo contexto.
Siglo XXI. La creación de nuevas
instancias académicas para ampliar el
horizonte del trabajo etnográico: el
proyecto “Etnografía de las Regiones
Indígenas de México en el Nuevo
Milenio”
En los últimos años del siglo XX y los que han transcurrido
en el presente siglo, la Coordinación Nacional de
Antropología del Instituto Nacional de Antropología
e Historia, ha llevado a cabo una magna empresa de
investigación sobre la vida y la cultura de los grupos
indígenas del país.
La creación de un proyecto colectivo nacional para llevar
a cabo distintos estudios en diversas líneas de trabajo,
surgió de un equipo interdisciplinario de antropólogos
convocado por Gloria Artís Mercadet, entonces titular de
174
El machete es un pedazo de madera liso que aprieta la labor que se va
tejiendo en la urdimbre del telar.
224
la Coordinación, quien señaló que la experiencia de los
participantes era fundamental para estructurarlo y, para
ello, tenían que abocarse:
[...] a la reorganización de la investigación en
nuestra institución, basada en la construcción
de proyectos colectivos de amplio alcance y de
impacto nacional. La etnografía luego de un serio
replanteamiento, habría de ser la herramienta
fundamental del nuevo proyecto. La crítica a los
estudios etnográicos tradicionales y la exploración
de nuevos enfoques capaces de responder a las
preguntas que la actual realidad indígena exige,
serían tareas urgentes a desarrollar. El trabajo de
campo, por tanto, se convertiría en el eje esencial
de todos los trabajos.175
La colaboración de investigadores, pasantes y estudiantes
conformó un grupo de profesionales que han enfrentado
el reto de trabajar en este proyecto con nuevos enfoques en
la investigación etnográica, con la inalidad de ampliar,
profundizar y actualizar el conocimiento etnográico
de los pueblos indígenas del territorio nacional para
comprender la dinámica de la diversidad cultural y la
formación de las regiones interétnicas en el México del
siglo XXI.
Para el logro de los objetivos trazados, los trabajos se
organizaron mediante líneas de investigación concretas
y se formaron equipos regionales para desarrollarlas de
manera simultánea en las diferentes áreas de estudio a lo
largo y ancho del país.176 Se consideraron los conceptos de
175
Gloria Artís Mercadet, “El proyecto nacional Etnografía de las Regiones
Indígenas de México en el Nuevo Milenio: una experiencia académica y de gestión en
la investigación antropológica”, en Diario de Campo, Etnografía de las regiones indígenas
de México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Coordinación Nacional de
Antropología, núm. 4-5, noviembre-diciembre, México, 2014, p. 45.
176
Ibidem, p. 48.
225
organización social, estructura comunitaria, territorio y el
factor identidad, entre otros, como hilos conductores en
la investigación etnográica.
Una decisión importante fue no recurrir a la tradicional
descripción holística de las culturas. La idea fue no tratar
de abarcar todas las instituciones sociales, económicas,
políticas y religiosas de manera integral, sino trabajar en
diversos temas de investigación que a futuro pudieran
proporcionar la visión holística y profunda de cada
cultura o sociedad estudiadas.
Otro aspecto esencial de este magno proyecto fue la
integración del Seminario Permanente de Etnografía
Mexicana, el cual se ha convertido en un referente
fundamental para estudiantes e investigadores de
diversas instituciones nacionales y extranjeras, vinculados
por el interés común de conocer la cultura de los pueblos
originarios de México.
Las actuales relexiones sobre los quehaceres de etnografía
señalan que:
[…] hoy en día no son los temas, ni los estudios
de comunidad, ni el uso del método etnográico,
los que hacen especíica a la antropología en
el concierto de las otras ciencias sociales y
humanísticas, sino recurrir a las cuestiones teóricas
de su propia historia y recuperar los conceptos
y conocimientos etnográicos de los clásicos, si
se quiere para criticarlos o reelaborarlos, pero
sobre todo para reproducir […] esa “mirada
etnográica” sobre los hechos que ha caracterizado
a la antropología.177
177
Alicia M. Barabas, “Los quehaceres de la etnografía latinoamericana”,
en Diario de Campo, Etnografía de las regiones indígenas de México, Instituto Nacional
de Antropología e Historia, Coordinación Nacional de Antropología, núm. 4-5,
noviembre-diciembre, México, 2014, p. 79.
226
El trabajo etnográico realizado durante los quince años
de vida de este proyecto se ha traducido en un valioso
intercambio académico al socializar la información entre
sus participantes, en la elaboración de tesis profesionales
y en numerosas publicaciones que han permitido ampliar,
profundizar y actualizar el conocimiento de los grupos
étnicos nacionales.178
Las problemáticas que se enfrentan
en la realización del quehacer
profesional
Fueron casi veinte años los que laboré en la Subdirección
de Etnografía del Museo Nacional de Antropología;
primero fui curadora de la Sala del Golfo, después de la
Purépecha, y en el proyecto de la Sala Nahua participé
con el estudio de los nahuas de Morelos. Aunque pasé
algunos momentos difíciles y estresantes en el trabajo
de campo, la situación de seguridad que se vivía en las
décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado era
diferente a las circunstancias actuales del país.
Sólo pasé un susto en la zona resinera de la Sierra de
Michoacán, al quedar en medio de una balacera entre
gente de la Forestal y los talamontes, en pleno bosque.
Estaba con dos compañeras que perdieron el control y casi
entraron en crisis. Como responsable de este recorrido,
traté de calmarlas hasta que llegaron por nosotras los
ingenieros que me habían invitado a conocer esta región
del estado y que nos dejaron “un ratito solas, mientras
iban a recoger zarzamoras” para regalarnos a cada una
de nosotras.
178
La bibliografía completa se puede consultar en el Diario de Campo, núm.
4-5, noviembre-diciembre de 2014.
227
Las experiencias obtenidas en el trabajo de campo me
permitieron relexionar en la importancia de:
1. Conocer a alguien de la comunidad, para entrar con
mayor conianza.
2. Participar en las actividades de la vida diaria de los
roles femeninos: ir al mercado, prender el fogón,
ayudar a preparar la comida, lavado de trastos, etc.
Asistir a los actos religiosos.
3. Mostrar respeto y mesura en las preguntas que surgen
de la observación participante.
4. En ese tiempo, no sé ahora, vestir de acuerdo a las
normas de las mujeres de cada población o grupo
étnico.
Es indudable que el panorama actual que se vive en
México presenta otros riesgos, otros peligros para realizar
el trabajo de campo, tanto al interior como al exterior de
las poblaciones. Castilleja señala que es necesario, o más
bien urgente, “prevenir y garantizar la integridad física
de estudiantes, docentes e investigadores, pero también
buscar aristas y compartir estrategias que posibiliten
nuestro quehacer”.179
Relexiones inales
La etnografía mexicana surgió a inales del siglo XIX y
principios del XX. Se caracterizó por la recopilación
y adquisición de datos y material etnográico para
representar, en el Museo Nacional, aspectos de la cultura
de la población indígena de nuestro país.
179
Aída Castilleja González, “Las circunstancias del trabajo de campo en
antropología: experiencias y relexiones”, en Diario de campo. Etnografía de las regiones
indígenas de México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Coordinación
Nacional de Antropología, núm. 4-5, noviembre-diciembre, México, 2014, p. 100.
228
En la etapa porirista y postrevolucionaria predominó
el criterio de integrar a la nación a estos grupos por
medio de la castellanización. Posteriormente, Manuel
Gamio planteó el paradigma indigenista y fue Othón
de Mendizábal quien aplicó un análisis materialista
a la realidad y marcó un cambio signiicativo en las
investigaciones etnográicas.
Las etapas de la antropología mexicana han coincidido
históricamente con determinadas coyunturas de auge
nacionalista. Algunos colegas han opinado que los
trabajos etnográicos son hijos de su tiempo. Aunque
esto suene obvio, conviene relexionar sobre las etapas
históricas que se han vivido en nuestro país desde la
conquista europea, los tres siglos de coloniaje y el México
independiente: en el poririato, la etapa revolucionaria,
en el cardenismo y la segunda mitad del siglo XX, hasta
los años transcurridos del siglo XXI.
Los estudios realizados en este campo han respondido
a intereses políticos, sociales, económicos y religiosos
diferentes en cada periodo; con las limitaciones que cada
circunstancia impuso, los investigadores pioneros abrieron
los caminos que recorreríamos las siguientes generaciones
de especialistas y nos legaron una información que ha
sido básica para continuar estos trabajos.
Este recorrido de siglos nos lleva a relexionar que las
líneas seguidas en la investigación etnográica pueden
no ser excluyentes. Si las corrientes de pensamiento,
las escuelas antropológicas fueron marcando los pasos
en las nuevas rutas, me pregunto si se podrían integrar
las dos corrientes predominantes en la actualidad: la
investigación y el rescate etnográico que se realiza en los
museos del Instituto Nacional de Antropología e Historia,
con el proyecto “Etnografía de las Regiones Indígenas en
229
el Nuevo Milenio”.
La mayoría de los integrantes de dicho proyecto
pertenecen a distintas dependencias del INAH, entre ellas
la Subdirección de Etnografía del Museo Nacional de
Antropología. Las preguntas que surgen en este contexto
son: ¿Cómo lograr difundir en los museos los aportes
de los nuevos estudios? ¿Cómo traducir al lenguaje
museológico y exponer en estos recintos las problemáticas
que viven los grupos indígenas en la actualidad?
La experiencia reciente (2011) en el Museo Nacional de
Antropología de la exposición temporal “Yumanos.
Jalkutat, el mundo y la serpiente divina” a cargo de
Donaciano Gutiérrez Gutiérrez,180 nos abre la puerta a
un nuevo discurso. Donaciano me explicó que “a través
de esta muestra etnográica se trató de rescatar la lengua
kiliwa, de la que quedan sólo cinco hablantes, quienes
junto con los cucapá, kumiai y pai-pai participaron en el
montaje”. Una de las experiencias innovadoras fue que los
mitos que se presentaron, se contaron en forma bilingüe:
primero en la lengua indígena respectiva y luego se
tradujeron al español. Por otra parte, dentro del discurso
museológico, a manera de denuncia se expusieron los
problemas de represión que enfrentan los pobladores que
viven en esta zona fronteriza con los Estados Unidos.181
Posteriormente, esta exposición viajó a las ciudades de
Mexicali y Tijuana.
tienen que librar día a día para salvar y conservar su
propia identidad y cultura.
Para inalizar, sólo planteo el compromiso que tenemos
antropólogos e historiadores mexicanos de transmitir
a las nuevas generaciones el conocimiento real de la
pluralidad étnica, lingüística y cultural de nuestro
país. Si bien la información contenida en los libros es
sumamente valiosa, la presentación de la misma en los
museos, a través de exposiciones permanentes que sean
actualizadas periódicamente, y temporales, que pudieran
ser itinerantes, permite al público visitante acercarse y
entrar en contacto con una realidad distinta a la suya, que,
de otra forma, no estaría fácilmente a su alcance. Así, la
“mirada urbana” ha podido apreciar al mundo indígena,
el cual, a través de los siglos y por diferentes caminos, se
vincula cada vez más a la realidad nacional.
Esto nos demuestra el valor y la importancia del trabajo
interdisciplinario, de la convergencia en la presentación
de los rasgos culturales de una etnia, sus cambios y los
retos que enfrentan sus integrantes ante los embates de
la llamada “modernidad”, la lucha y la resistencia que
180
Esta exposición permaneció en el Museo Nacional de Antropología de
diciembre de 2011 a marzo de 2012.
181
Donaciano Gutiérrez Gutiérrez, comunicación personal.
230
231
BIBLIOGRAFÍA
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(Colección Biblioteca del INAH), Vol. 5, México, 1988, pp.
83-110.
232
233
Arqueología en Campeche.
Breve historia y
perspectivas
Antonio Benavides C.182
El pasado de Campeche constituye un sólido fundamento
cultural cuyas raíces siguen nutriendo el quehacer
cotidiano de muchos mexicanos. La porción norte de
la entidad conserva muchos hablantes y costumbres
de origen maya. En contraste, el sur es un mosaico de
pobladores procedentes de casi todo el país. Ello se debe
a la generación de nuevos centros de población ejidal
iniciada en la década de 1970 ante la entonces muy poco
habitada porción meridional del estado. No obstante, los
orígenes precolombinos se encuentran a todo lo largo y
ancho del territorio campechano, mismo que cubre un
promedio de 56,800 km².
Al igual que en el sureste del país, un ambiente cálido
y húmedo fue la condición predominante para el
surgimiento y desarrollo de la cultura maya en Campeche
a través de muchos siglos. Los marcos de trabajo han sido
diversos: densos y sofocantes manglares en gran parte de
la costa; o bien mil tonos de verde y café en las húmedas
selvas del interior, donde además de fauna peligrosa,
hoy poco queda de chicle y maderas inas ampliamente
explotados. Otras veces se labora en tupidos pastizales
que se tragaron a la selva y en los que existen incontables
ejércitos de garrapatas y una que otra serpiente venenosa.
234
182
Centro INAH Campeche.
235
El quehacer de los investigadores del pasado ha llevado a
desempolvar sólo una pequeña parte de algunas ciudades
antiguas y, como muchos sabemos, aún falta mucho por
conocer, por estudiar y por conservar. Sin embargo,
algunos valiosos elementos del tesoro campechano
han comenzado a reconocerse y paulatinamente tienen
mayor difusión. En tiempos recientes hay dos logros
políticamente relevantes: el Centro Histórico de la Ciudad
de Campeche y la Reserva de la Biosfera de Calakmul,183
donde se localiza la zona arqueológica de igual nombre.
El primero ha sido reconocido como patrimonio mundial
de la humanidad desde 1999; el segundo con la misma
distinción desde 2002 pero a partir de 2014 también como
patrimonio mixto.
Debo señalar que la investigación arqueológica no siempre
ha derivado de proyectos de investigación. En ocasiones
la ejecución de rescates y de salvamentos arqueológicos
ha permitido conocer nuevos asentamientos, deinir su
distribución, su cronología y sus vínculos con otros sitios
mejor conocidos.
Independientemente de las incomodidades y pasajes
difíciles, los viajes al pasado de Campeche han sido
fructíferos. La mayoría de los proyectos arqueológicos ha
contado con recursos suicientes para excavar, consolidar
y restaurar inmuebles monumentales. Los materiales y
los datos obtenidos han permitido conocer mejor no sólo
las características y los desarrollos propios de los sitios
intervenidos, sino plantear panoramas interregionales
más completos y mejor explicados.
La información derivada de piezas de las que
conocemos su procedencia, asociaciones, temporalidad,
composición química, etc., facilita las explicaciones y el
entendimiento de las sociedades que las crearon. Ello
también ha generado nuevas problemáticas de estudio
y de conservación, aspectos cuya discusión y solución
requieren, con mayor frecuencia, de la participación de
equipos interdisciplinarios.
En esta labor, el Centro INAH Campeche ha jugado un
papel fundamental en la protección, estudio y conservación
del patrimonio cultural precolombino. Pero también han
participado otras dependencias, como la Universidad
Autónoma de Campeche, el Instituto de Investigaciones
Antropológicas y el Centro de Estudios Mayas de la
UNAM; el Centro Nacional para la Investigación Cientíica
de Francia (CNRS), la Universidad de Bonn, el Instituto
Ibero-Americano de Berlín, la Academia de Ciencias de
Eslovenia y otros centros de investigación.
183
723,000 hectáreas.
236
Lo anterior ha permitido recuperar no sólo patrimonio
cultural mueble e inmueble, sino también su
correspondiente información arqueológica, es decir, su
pertenencia a contextos especíicos. Esto quiere decir que
en los últimos años es mayor el número de objetos y de
sitios conocidos en Campeche a través de investigaciones
serias y no de operaciones furtivas o de incursiones de
saqueo.
A continuación intentamos presentar un resumen de lo
que consideramos los programas de registro, investigación
y conservación más relevantes en los últimos quince
años. Nótese que no todos iniciaron en 2000, algunos
comenzaron en años previos. La mayoría de los proyectos
tiene una cobertura zonal, es decir que se circunscriben al
propio sitio; dos laboran en un ámbito mayor o regional
y otros dos tienen como objetivo atender la geografía
estatal.
237
Proyectos 2000 a 2015
Proyecto
Cobertura
Sitios
Responsable
Calakmul
Zonal
Calakmul
R. Carrasco V.
El Tigre
Zonal
El Tigre
Ernesto Vargas P.
Oxpemul
Zonal
Oxpemul
William Folan
Uxul
Zonal
Uxul
Nikolai Grube
Dzehkabtún
Zonal
Dzehkabtún
Iken Paap
Dzibilnocac
Zonal
Dzibilnocac
Heber Ojeda M.
Edzná
Zonal
Edzná
A. Benavides C.
Xpujil/Xpuhil
Zonal
Xpuhil
Vicente Suárez A.
Kankí
Zonal
Kankí
A. Benavides C.
MANZANA
Zonal
Varios
A. Benavides C.
Río Bec
Regional
Varios
D. Michelet
Reconocimiento
Sureste
Regional
Varios
Ivan Sprajc
Atlas Arqueológico
Estatal
“Nuevos”
Vicente Suárez A.
Arqueología
Subacuática
Estatal
Pecios, cenotes
y cuevas
Helena Barba M.
Lo anterior signiica que en Campeche ha proseguido el
registro y el conocimiento paulatino de los asentamientos
prehispánicos, si bien aún carecemos de un atlas
preliminar o de una base de datos general que concentre
la información acumulada por varios proyectos de
investigación. Hay grandes avances en los sectores norte,
poniente y sureste de la entidad, pero también existen
238
amplios territorios prácticamente desconocidos, como
el poniente de la región de Calakmul y la parte centrooriental del estado. Algunos ejemplos de los proyectos
antes mencionados son los siguientes:
Calakmul
Esta metrópoli fue una de las más poderosas entidades
políticas y económicas de la antigua subárea central del
mundo maya. De acuerdo con los epigraistas, su nombre
fue Kaan o el Reino de la Serpiente y eclipsó a su gran rival,
Tikal, durante los siglos VI y VII de nuestra era. William
Folan, de la Universidad Autónoma de Campeche, dirigió
diversas investigaciones en Calakmul de 1982 a 1994.
La estafeta fue luego tomada por Ramón Carrasco, del
INAH.
El registro del asentamiento cubre 30 km² y buena
parte de ello está rodeado por un gran bajo, aguadas y
canales que conformaron un útil sistema hidráulico. Se
ha calculado una población de 50,000 habitantes para su
época de auge. A ese tiempo de esplendor corresponde la
mayoría de las 117 estelas hasta hoy registradas. Gobernó
entonces Yuknoom El Grande (636-686), a quien se debe
un amplio programa de construcciones palaciegas,
hábiles negociaciones políticas y económicas con buen
número de ciudades peteneras como Dos Pilas, Naranjo,
Cancuén y Piedras Negras. Parte de la riqueza acumulada
por los jerarcas del Reino de la Serpiente se releja en las
vasijas polícromas y en las máscaras de mosaico de jadeíta
procedentes de ajuares funerarios.
Entre los descubrimientos más llamativos de los últimos
años se encuentran el friso de estuco modelado y los
mascarones asociados (ca. 400 a.C.) de una subestructura
del Ediicio 2 (Carrasco 2012a: 80). De tiempos más
239
tardíos, alrededor del 700 d.C., resalta la pintura mural
en el ediicio Sub I-4.
El Tigre
Dominando buena parte del tráico luvial del Río
Candelaria, la antigua Izamkanac prosperó a lo largo
del Clásico y del Postclásico. No obstante, sus orígenes se
remontan al Preclásico Medio, tiempo en el que surgieron
allá las primeras construcciones monumentales con
arquitectura Petén, el patrón triádico, grandes mascarones
de estuco modelado y símbolos como la Montaña
Sagrada, la Serpiente Visión y el Dios Bufón, temas que
evolucionarían en los siglos por venir. En el Clásico
Tardío, El Tigre participó del desarrollo Río Bec y después
formó parte del mundo postclásico que conocerían los
conquistadores españoles. Las investigaciones en El Tigre
fueron dirigidas por Ernesto Vargas Pacheco, del IIA de la
UNAM, desde ines de los noventa hasta 2005.
Hasta ahora se ha trabajado en la mayoría de los
inmuebles que conforman la Estructura 1, donde existe
un rico agregado de construcciones a través del tiempo,
circunstancia que ha facilitado entender la larga cronología
del sitio. También se ha explorado el juego de pelota y la
voluminosa Estructura 4.
hallados en supericie y se inició el registro de más
grupos arquitectónicos para complementar el mapa que
publicaron Karl Ruppert y John Denison (1943) poco
más de 60 años antes. En temporadas de campo más
recientes ha proseguido el registro del asentamiento, se
ha documentado la epigrafía aún existente en el sitio,
se han excavado varios sectores del Grupo M y se ha
iniciado la consolidación de algunos ediicios, en especial
de los Grupos A, K y M. Las exploraciones también han
registrado varios entierros con ofrendas.
Los recorridos hasta ahora efectuados nos indican
que la extensión mínima de Uxul es de unos 2 km². El
asentamiento ocupa buena parte de amplias elevaciones
naturales, donde se ha realizado el levantamiento
topográico de una veintena de grupos arquitectónicos
monumentales. En algunos se han localizado chultunes
o cámaras subterráneas, pero no para captar agua sino
para almacenar alimentos. También cuenta con dos
grandes aguadas, una al oriente y otra al occidente del
núcleo de la ciudad. El registro de construcciones incluye
dos amplias calzadas que comunican grupos de ediicios
internamente.
Dzehkabtún
Este sitio también fue un satélite de Calakmul, de la cual
dista unos 32 km hacia el suroeste. El Proyecto Uxul es
dirigido por Nikolai Grube, de la Universidad de Bonn.
En 2006 y 2007, varios recorridos permitieron dar cuenta
de los fuertes saqueos sufridos por los ediicios de
Uxul, pero también se colectaron materiales cerámicos
La zona arqueológica de Dzehkabtún se encuentra en
el noreste de Campeche, a 90 km al oriente de la ciudad
capital o bien a escasos 10 km al suroeste de Hopelchén.
El proyecto arqueológico es coordinado por Iken Paap
y el suscrito con inanciamiento del Instituto IberoAmericano de Berlín. Un primer paso ha sido el registro
del asentamiento, labor que se ha desarrollado a partir de
2007. En ocasiones se han registrado esculturas, mismas
que han sido protegidas en la comunidad de Santa Rita
240
241
Uxul
Becanchén.
Un segundo objetivo es conocer la cronología del sitio,
que ahora sabemos inicia en el Preclásico Tardío, tiene
su auge durante el Clásico Tardío con una fusión de las
arquitecturas Chenes y Puuc para luego perder fuerza en
el Clásico Terminal. También se han dedicado recursos a
la conservación de los ediicios aún en pie, especialmente
en un ediicio de planta circular y en otra construcción
que conserva buena parte de una gran crestería.
Edzná
Esta antigua ciudad maya tuvo una larga ocupación
prehispánica desde el año 600 antes de nuestra era
hasta mediados del siglo XV. Una de las características
fundamentales para el asentamiento fue la creación de un
sistema hidráulico de gran extensión. A través de veinte
siglos, los habitantes de Edzná desarrollaron varios modos
para construir sus ediicios monumentales, hoy llamados
estilos arquitectónicos Petén, Chenes, Puuc y Tardío.
En los últimos años, la labor arqueológica se ha
concentrado en el mantenimiento de las estructuras
abiertas al público, así como a profundizar en la cronología
del sector oeste del núcleo del asentamiento. Por ello se
ha iniciado la intervención en la plaza poniente, justo al
oeste del Nohochná o Casa Grande, ediicio de más de cien
metros de longitud cuyos largos aposentos de múltiples
entradas podrían haber sido usados para concentrar y en
cierta medida mostrar la riqueza de los gobernantes. Esta
construcción cuenta con amplias escalinatas en ambos
costados y el análisis de sus pisos de estuco facilitará
conocer su uso. Largos ediicios similares, adjuntos a
grandes plazas, con buen número de habitaciones y
suicientemente ventilados, han sido reportados en sitios
242
como Dzibilchaltún (Ediicio 44), Comalcalco (El Palacio),
Altún Ha (Ediicio A6) Aguateca (M7-26) y Piedras Negras
(Acrópolis Central).
Conocemos poco más de treinta estelas en Edzná, pero no
todas han conservado fechas legibles. Algunos monolitos
fueron labrados durante el Clásico Temprano (250–600
d.C.) y solamente algunos nos indican registros entre los
años 633 y 810 de nuestra era. El estudio epigráico (Pallán
2009) ha deinido una secuencia de diez gobernantes,
entre ellos una mujer.
Xpuhil
En este caso nos referimos no sólo al mantenimiento que
se ha proporcionado a las estructuras abiertas al público
en el sector custodiado por el INAH. El interés por
salvaguardar e investigar los vestigios prehispánicos aún
existentes en el poblado de Xpujil ha llevado a Vicente
Suárez A., del INAH Campeche, a conseguir recursos
económicos para excavar y restaurar varios ediicios
que de otra forma habrían sido ya destruidos por el
crecimiento urbano.
Otros asentamientos cercanos a Xpuhil en los que Suárez
Aguilar ha brindado mantenimiento recientemente son
Chicanná, Hormiguero y Becán. Estos asentamientos
se encuentran prácticamente en medio de la base de la
península yucateca, ubicación que debió facilitar su
comunicación entre ambas costas y entre las regiones
norte y sur del mundo maya.
243
MANZANA
colapso de un ediicio.
Este proyecto de conservación arquitectónica anualmente
cambia de sitio pero siempre tiene los mismos objetivos:
evitar que vengan a tierra ediicios aún en pie mediante
su consolidación; frenar el deterioro causado por agentes
naturales o por el saqueo y el vandalismo, y registrar
y rescatar esculturas o inscripciones en peligro. Este
mantenimiento menor a zonas arqueológicas no abiertas
al público (de ahí las siglas MANZANA) ha atendido
inmuebles en varios puntos de Campeche.
En muchos lugares del estado de Campeche hay
numerosas zonas arqueológicas que son poco conocidas y
que sólo son visitadas ocasionalmente por quienes viven
y trabajan en los alrededores, o bien por saqueadores y
vándalos. La presencia del INAH en las varias regiones
en las que se ha trabajado desde los noventa hasta la
fecha, ha logrado que diversas comunidades adquieran
mayor conciencia y tengan una mayor participación en
la protección de los ediicios construidos por la sociedad
maya antigua.
Algunos ejemplos son Okolhuiz, Ramonal y Puerto
Rico en el sur; Hwasil, Ichmac, Sabana Piletas, Xchan
y Sisilá en el norte. De cada intervención se genera un
banco de datos que incluye fotografías de los procesos
de exploración y conservación arquitectónica, dibujos
y materiales de supericie (principalmente cerámica y
lítica). Cuando las condiciones y los recursos lo permiten,
también se realizan levantamientos topográicos.
Se trata de conservar el patrimonio arquitectónico
prehispánico en peligro de desaparecer existente en
remotos parajes. Solucionamos así los problemas de
estabilidad de muros, dinteles, jambas y bóvedas en
aquellos inmuebles que aún los conservan a pesar
del paso del tiempo, de las vicisitudes del clima, del
desarrollo agrícola o del saqueo. En Sisilá, por ejemplo,
se proporcionó solidez a una portada jeroglíica y se
restituyó la bóveda que originalmente le cubría.
Otros casos atendidos por el proyecto MANZANA son
Sabana Piletas, con la escalinata jeroglíica más larga en
la región del Puuc; Xkankabil, donde se recuperaron
diversas esculturas en estuco modelado; Hwasil, con otra
portada jeroglíica, y Chunchimay, donde evitamos el
244
Año con año proponemos laborar en zonas arqueológicas
de alguno de los once municipios del estado, contratando
jornaleros y albañiles de comunidades cercanas al sitio a
intervenir. Al mismo tiempo, notiicamos del programa de
actividades a la comunidad correspondiente, establecemos
contacto con las autoridades ejidales y municipales para
informar de las tareas del INAH e intentamos sumar
esfuerzos en la protección del patrimonio arqueológico
de esa región de Campeche.
De 1991 a la fecha, el proyecto MANZANA ha realizado
labores de conservación en sitios tan lejanos y distintos
como Balché, Chunchimay, Chundsinab, Chunyaxnic,
Chelemí, Hwasil, Ichmac, Kansah, Okolhuiz, Puerto
Rico, Ramonal, Sabana Piletas, Santa Rosa Xtampak,
Sisilá, Tabasqueño, Yaxche-Xlabpak, Xcavil de Yaxché,
Xchan y Xuelén. Las razones que han llevado a elegir
esos lugares incluyen su valor patrimonial único, su
importancia dentro del registro arqueológico y la elevada
probabilidad de su mayor daño o desaparición. Aunque
son muchos los puntos en donde hay diversas tareas
por hacer, algunos inmuebles requieren de una urgente
245
intervención para lograr su adecuada preservación.
Río Bec
Este es el nombre de una antigua región del sureste
campechano, citada por el austriaco Teobert Maler en
1904 pero dada a conocer, al igual que sus ediicios, por el
francés Maurice de Perigny. Río Bec hoy designa también
un estilo arquitectónico y una amplia zona arqueológica.
Desde su descubrimiento a principios del siglo XX, los
ediicios de Río Bec llamaron la atención por sus entradas
que semejan bocas monstruosas, por sus elevadas torres,
con escaleras impracticables y coronados por templos
falsos.
No obstante, la lejanía con respecto a comunidades con
servicios suicientes y la inaccesibilidad buena parte del
año por amplios sectores anegados y el deterioro de las
brechas (que no caminos) existentes, mantuvieron a la
región con un escaso número de investigaciones. Hoy
esta situación va cambiando gradualmente y un equipo
de arqueólogos franceses en el que participan Dominique
Michelet, Pierre Becquelin, Charlote Arnauld, Eric
Taladoire y Philippe Nondédéo, entre otros, prosigue los
recorridos en la zona a in de registrar y fechar los varios
grupos y ediicios con torres laterales. Ahora se conocen
más conjuntos arquitectónicos, varias estelas y nuevos
textos jeroglíicos. La única estela fechada registra el año
475 d.C., pero la cerámica indica que el sitio comenzó
a poblarse en el Preclásico Tardío y perdió cohesión
alrededor del 600 de nuestra era.
Reconocimiento Arqueológico en el
Sureste de Campeche
Este proyecto es promovido y realizado por Ivan Sprajc,
de la Academia de Ciencias y Artes de Eslovenia, desde
1996 hasta la fecha. Por restricciones presupuestales
no ha laborado anualmente, pero ha realizado nueve
temporadas de campo184 con muy útiles resultados en
el sector sureste de Campeche. Su labor ha relocalizado
buen número de asentamientos de los que se tenía noticia
en el siglo XX, pero además ha reportado sitios “nuevos”
en los que incluye registros topográicos y modelos
tridimensionales, además de documentar epigrafía y
cerámica cuando estos materiales se encuentran presentes.
Atlas Arqueológico de Campeche
La investigación arqueológica de una entidad se practica
a partir del conocimiento de sus elementos, es decir,
del conjunto de bienes patrimoniales existentes en un
territorio dado. Idealmente deberíamos contar con la
información de todos aquellos vestigios del pasado que
se han generado, pero dicha documentación es una tarea
en construcción, dado que formamos parte de un proceso
histórico (imposible de asir en una sola mirada) y nuestra
propia época va modiicando o destruyendo las múltiples
huellas de actividad de quienes nos precedieron.
De ahí la necesidad de contar con un registro, lo más
completo posible, de los elementos diversos que nos
hablan del quehacer y de los logros de las sociedades
desaparecidas. En el caso especíico del estado de
Campeche hay información asequible en diversas fuentes
184
Primera en 1996, segunda en 1998, tercera en 2001, cuarta en 2002, quinta
en 2004, sexta en 2005, séptima en 2007, octava en 2013 y novena en 2014.
246
247
históricas, así como en las narraciones e imágenes
de viajeros y exploradores de tiempos coloniales e
históricos. Sobre esa base se ha ido agregando una serie
de aportaciones derivadas de instituciones nacionales y
extranjeras, así como del quehacer cotidiano de quienes
laboramos en la entidad.
algunos sobresalen por permitir asomarnos a tiempos
prehistóricos. Uno de esos casos es la gruta de Miramar,
sita en el noreste de Campeche y donde se han registrado
pinturas de trazos sencillos pero eicientes en colores rojo
y negro. Algunos de los seres representados muestran
una escolopendra, un geco, una serpiente y un ave.
El registro de zonas arqueológicas de Campeche ha
proseguido en los últimos años. A veces por reportes de
campesinos, mediante denuncias de saqueo, por hallazgos
en prospecciones para obras diversas de infraestructura
(carreteras, líneas de transmisión de energía eléctrica)
o por proyectos de carácter regional en los que se
documentan más asentamientos antiguos.
Por lo que toca a la atención al público, en el ámbito
arqueológico contamos con 17 sitios abiertos al público:
Chunhuhub, Xcalumkín, Kankí, Edzná, Tohcok, Santa
Rosa Xtampak, Tabasqueño, Dzibilnocac, Hochob,
Balamkú, Becán, Chicanná, Xpuhil, Hormiguero, Río
Bec, El Tigre y Calakmul. Quince de ellos cuentan con
custodia del INAH, Tohcok es vigilado por personal del
municipio de Hopelchén y Río Bec está bajo el cuidado de
la comunidad de 20 de Noviembre. El INAH Campeche
mantiene cercana relación con estos dos últimos casos.
Arqueología Subacuática
Este es un proyecto de la Subdirección de Arqueología
Subacuática del INAH, con Helena Barba Meinecke
como responsable de las actividades en la península
yucateca desde 2003. Laboran en el mar registrando y
diagnosticando pecios de los siglos XVI al XX. Pero también
investigan cuerpos acuosos de tierra adentro. Aquí se
incluyen cenotes y cuevas, de los que se ha planteado
generar un atlas, dado que para los primeros habitantes
peninsulares, así como para los mayas, los cuerpos de
agua determinaron en gran medida el establecimiento de
sus asentamientos. Además, esos cuerpos de agua han
favorecido la conservación extraordinaria de vestigios
arqueológicos. Gracias a los avances tecnológicos y al
desarrollo del espeleobuceo en las últimas décadas, es
posible acceder a esos lugares y registrarlos de manera
sistemática, con el mismo rigor cientíico que los contextos
de supericie.
Entre
los
materiales
procedentes
248
de
cavernas,
Ha habido presiones políticas para abrir otros sitios al
público, en especial la Isla de Jaina. Ello interesa al gobierno
estatal, pero más que a nadie a los empresarios turísticos.
No obstante, consideramos que el sitio es muy vulnerable
y hemos planteado que primero se considere su adecuada
protección, se dote del personal y de la infraestructura
necesaria, así como de un sistema regulado de visita.
Creo que en este tema una de las principales controversias
es mi postura al recordar a muchos que los recursos que
genera cualquier sitio abierto al público no se quedan en
la población circundante ni beneician en mayor medida
al patrimonio precolombino. La derrama económica
es captada fundamentalmente por los prestadores de
servicios turísticos: hoteleros, restauranteros y grandes
transportistas (es decir, líneas aéreas, líneas de autobuses
y lotillas para turistas). Vuelvo a ser incómodo:
¿Cuánto dinero aportan todos estos empresarios para la
249
conservación e investigación arqueológica? Raramente
pagan ellos la difusión o promoción, que nuevamente les
ahorran las instancias federales y estatales.
Los problemas no sólo existen al exterior del
INAH. Esta institución ha crecido con los años,
pero desafortunadamente con mucho más personal
administrativo que el necesario. Soy de una generación
que aprendió a utilizar los bienes informáticos antes de
que éstos se popularizaran. Y sabemos que la computación
ahorra tiempo y trabajo. Entonces no entiendo por qué
cada vez hay cadenas más largas para la gestión de
recursos económicos a in de atender programas urgentes
de limpieza, consolidación, restauración, o bien tareas de
análisis de materiales.
No discutiré aquí la demora en los tiempos de entrega de
recursos y la consabida presión para su comprobación, a
pesar de incongruencias como sólo recibir los capítulos
2000 (compra de bienes aprobados) y 3000 (pago de
servicios aprobados), pero estando pendiente el capítulo
1000 (personal para efectuar diversas labores).
verdad se necesita a 3,000 personas para la administración?
Para ser justo, también debo hablar un poco más del
personal de investigación y técnico. Para nadie es un secreto
que la nave del INAH es impulsada más o menos por la
mitad de sus investigadores, restauradores, arquitectos
y especialistas asociados. Desafortunadamente tenemos
buen número de rémoras y algunos sólo son lastre,
personal inactivo pero que cobra quincenalmente. ¿Por
qué? Por la apatía y el desinterés tanto de parte de los
sindicatos como de las autoridades. Para muchos es mejor
hacerse “de la vista gorda”. Nadie quiere problemas, a
pesar de poder frenar la corrupción y construir mejores
ambientes laborales.
El gobierno federal ya anunció recortes económicos para lo
que resta del sexenio. Incluso hay una iniciativa para crear
una Secretaría de la Cultura dentro de la cual se contempla
al INAH desmembrándolo de la SEP. 2015 ha sido un año
de atrasos presupuestales y recalendarizaciones. ¿Qué
ocurrirá en los años venideros?
Por curiosidad me asomé al organigrama del INAH
(htp://www.normateca.inah.gob.mx/) y llama la atención
que necesitamos trece coordinaciones nacionales,
amén de buen número de direcciones, subdirecciones y
departamentos con los que cuenta la institución. Conieso
que ya no pasé revista a las delegaciones estatales ni a los
museos.
En términos generales se calcula que el INAH tiene
un promedio de 4,350 trabajadores. Tres mil son
administrativos, técnicos, manuales y de servicios; somos
800 investigadores, hay poco más de 150 arquitectos y
restauradores, y 400 son empleados de conianza.185 ¿En
185
Arturo Alcalde Justiniani, “Los indocumentados del INAH”, en
250
periódico La Jornada, 27 de agosto, México, 2011; Roberto E. Galindo Domínguez,
“Los contratados en el INAH: condiciones laborales indignas en el 75 aniversario
del Instituto”, Contralínea.mx (marzo 30), versión digital, 2014, htp://contralinea.
info/archivo-revista/index.php/2014/03/30/los-contratados-en-el-inah-condicioneslaborales-indignas-en-el-75-aniversario-del-instituto/
251
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272
273
Consideraciones sobre los
orígenes del hombre, del
lenguaje y de la escritura
Rafael Tena186
Preámbulo
Este trabajo lleva el ambicioso título de “Consideraciones
sobre los orígenes del hombre, del lenguaje y de la
escritura”. Para tratar el tema propuesto, o por mejor
decir, los temas propuestos, porque son tres, todos ellos
extensos y complejos, al no ser yo paleoantropólogo,
antropólogo físico ni lingüista, y al no haber por lo tanto
investigado o estudiado dichos temas en forma directa
e inmediata, es obvio que me voy a basar en lecturas
de textos elaborados por autores que sí han tenido una
mayor cercanía con esos problemas. Consulté, pues,
para informarme y para alimentar mis relexiones,
diversos artículos de La Enciclopedia, publicada en veinte
volúmenes por Salvat en el año 2004, así como la obra
Deinición del género humano, traducida y editada por Juan
Comas en 1968, y El lenguaje y la vida humana, de Mauricio
Swadesh, publicada por vez primera en 1966 y reeditada
en varias ocasiones. Los orígenes del hombre, del lenguaje
y de la escritura son sin duda temas fascinantes, que bien
pueden interesar a la mayoría de las personas y más si
se intenta abordarlos de manera conjunta, por la estrecha
relación que necesariamente existe entre los procesos
274
186
Dirección de Etnohistoria/INAH.
275
de conformación de la especie humana, de adquisición
del lenguaje y de invención de la escritura. Agradezco a
varios colegas investigadores el haber leído una redacción
previa de este trabajo, y haberme hecho útiles comentarios
y sugerencias. Ellos son: la bióloga Ania Mendoza Cantú;
los antropólogos físicos José Concepción Jiménez López
y Adrián Martínez Meza, y la lingüista María del Carmen
Herrera Meza. Los invito pues a acompañarme en esta
serie de relexiones.
Dentro del orden zoológico de los primates, la superfamilia
de los hominoideos comprende actualmente dos familias:
la de los hilobátidos o gibones y la de los homínidos, la
cual incluye por un lado a los póngidos, con especies como
las del orangután, el gorila o el chimpancé, y por otro a
la especie Homo sapiens. Las principales características
originales de los homínidos son las siguientes: un peso
que varía aproximadamente entre 45 y 270 kilogramos;
adaptaciones anatómicas que favorecen una postura
erguida y el bipedismo; oponibilidad de los pulgares
póllux y hállux (de la mano y del pie, respectivamente);
braquiación facilitada por la estructura de la cintura
escapular; una gran capacidad craneal relativa; dentición
de 32 piezas, con molares aptos para triturar hierbas, frutos
y semillas; convivencia gregaria, y comunicación entre
los individuos mediante señales vocalizadas, expresiones
faciales y ademanes corporales. Algunas de estas
características han evolucionado en diversas direcciones
en los diferentes géneros y especies de homínidos. Se
ha calculado que el hombre y el chimpancé —que es el
homínido más próximo al hombre— diieren sólo en
1.2% de su ADN, lo que permite suponer que los géneros
respectivos divergieron a partir de un antepasado común
hace unos seis millones de años; bajo este mismo respecto,
la diferencia entre el hombre y el gorila o el orangután es
276
mayor, y por lo tanto también es más antigua la época de
la divergencia.
Una vez separado del tronco de los grandes monos, el
tronco derivado que dio inalmente origen a la especie
Homo sapiens se fue subdividiendo en varias ramas,
tanto principales como secundarias, todas las cuales
terminaron extinguiéndose, excepto una; la única rama
de ese tronco que aún subsiste, representada por seres
actualmente vivientes, es la constituida por la especie
Homo sapiens. Desde el inicio del Paleolítico, es decir,
desde hace unos cuatro millones hasta un millón de años
a.C., se originaron, se desarrollaron y se extinguieron
varias especies del género Australopithecus, perteneciente
a la mencionada familia de los homínidos; las principales
de tales especies, todas originarias de África, son las
de Australopithecus afarensis (especie representada por
los restos fósiles de la famosa “Lucy”), Australopithecus
robustus y Australopithecus africanus. Es probable que de la
rama constituida por la especie Australopithecus africanus,
antes de que ésta terminara extinguiéndose hace un millón
de años, haya surgido una nueva especie, a la que ahora
se conoce como Homo habilis. Entre paréntesis, debemos
aceptar que los términos de “género” y “especie” son
hasta cierto punto convencionales y que su uso resulta
problemático en el contexto del estudio sobre la evolución,
pues existe el fenómeno de la “especiación”, es decir, el
proceso por el que de una especie surge otra especie que
a su vez da origen a otra especie, y así sucesivamente. La
especie Homo habilis emigró paulatinamente desde África
a Europa y Asia, y entre un millón y medio y medio
millón de años a.C. se fue diversiicando en otras especies,
las cuales asimismo se extinguieron y se fosilizaron en
el transcurso de la evolución. Las principales de tales
277
especies fueron Homo erectus187 y Homo antecessor; de
Homo antecessor se han descubierto restos fósiles en la
sierra de Atapuerca, en Burgos, España, a partir de 1978.
Desde medio millón de años hasta unos sesenta mil años
a.C., dentro del mismo género Homo y a partir de las
especies precedentes en la línea de la evolución, surgieron
sucesivamente las especies de Homo heidelbergensis, Homo
neanderthalensis y Homo cromagnonensis. De estas últimas
tres especies, las dos primeras también se extinguieron y
se fosilizaron, de manera que la especie cromagnonensis
es la única sobreviviente del género Homo, al poder
identiicarse plenamente con el Homo sapiens, o sea, con
el hombre actual. Más adelante trataremos de explicar o
justiicar esta identiicación entre el Homo cromagnonensis
y el Homo sapiens.
Aquí conviene hacer una precisión. Algunas de las
denominaciones que se han aplicado a las especies de
Homo para determinarlas, aunque justiicadas en el
momento en que se introdujeron en el lenguaje cientíico,
dado el grado de conocimiento que entonces se tenía,
actualmente no se consideran del todo exactas, pues se
sabe que, por ejemplo, la habilidad para usar y fabricar
utensilios o instrumentos fue anterior a la aparición del
llamado Homo habilis (ergaster o faber), ya que dicho uso
de utensilios o instrumentos se encuentra atestiguado
entre los Australopithecus africanus; de la misma manera, la
capacidad de adoptar una postura erguida se encuentra
ya entre los Homo habilis, es decir, antes de la aparición
del llamado Homo erectus. Por otra parte, atendiendo
a la relación entre neandertales y cromañones, se da
por hecho que las dos especies, muy próximas entre sí,
187
Las características del Homo erectus, como aparecen en los hallazgos
paleoarqueológicos de África y Europa, son compartidas asimismo por restos de
homínidos hallados en Asia, como el Pithecanthropus erectus de Java o el Sinanthropus
pekinensis.
278
convivieron en territorios comunes durante algunos
milenios, a partir de unos sesenta mil años a.C., y hasta se
considera probable que haya habido cruzamientos entre
individuos de ambas especies. Se dispone de algunos
datos que permiten colegir cuál fue el tipo de relaciones
que pudieron existir entre los neandertales y los
cromañones, pues, por ejemplo, parece que la laringe de
los neandertales era aún limitada en cuanto a la capacidad
de producir sonidos que favorecieran la adquisición de un
lenguaje articulado, y, por otro lado, resulta interesante el
hecho de que hasta ahora no se han encontrado evidencias
paleoarqueológicas de enfrentamientos o masacres entre
grupos de neandertales y cromañones.
Para explicar los cambios que se fueron dando en la
evolución de los homínidos hasta llegar a la constitución
de Homo sapiens, es decir, para tratar de explicar cómo
fue posible que algunas especies dieran sucesivamente
origen a nuevas especies, se han propuesto varios tipos
de soluciones. Por ejemplo, Jean-Baptiste Lamarck (1809)
postuló que ciertos caracteres adquiridos por algunos
individuos lograron transmitirse a sus descendientes;
sin embargo, esta hipótesis no ha podido comprobarse.
Por su parte, Charles Darwin (1859) postuló que, una vez
ocurridos en las células germinales algunos cambios, éstos
se transmitían a las generaciones subsiguientes, y que los
cambios benéicos tendían a aianzarse mediante lo que él
llamó “selección natural en la lucha por la vida”; asimismo,
señaló la inluencia determinante del aislamiento
geográico en la formación de nuevas especies. Gregor
Mendel (1865) formuló, a su vez, una serie de leyes para
explicar la variabilidad de los caracteres en las sucesivas
generaciones. Hugo de Vries (1903) explicó la evolución
mediante saltos o mutaciones accidentales ocurridas
dentro de las células germinales, o bien acaecidas durante
279
el complejo proceso de la fecundación; dichas mutaciones
lograron transmitirse, y de ellas, las que eran benéicas,
por la mencionada selección natural que favorece a los
individuos mejor adaptados se consolidaron en los
descendientes. Wilhelm Johannsen (1911) estableció la
distinción entre genotipo y fenotipo; el “genotipo” estaría
constituido por el conjunto de los caracteres hereditarios,
mientras que el “fenotipo” se referiría a las características
moldeadas por el contacto con el ambiente (por ejemplo,
a través de la alimentación y de las radiaciones, o por
contacto con sustancias químicas). Después de que en 1953
James Watson y Francis Crick describieron la estructura
y el esquema molecular del ADN, entre el año 2001 y el
2003 se pudo publicar la secuencia y codiicación de los
genes alojados dentro de los cromosomas de la especie
Homo sapiens, es decir, el genoma humano completo.
Recientemente se ha conirmado que el genoma haploide
del ser humano comprende alrededor de 20,500 genes,
constituidos por un total de alrededor de 3,200 millones
de nucleótidos, en el interior de los 23 cromosomas dobles
que se hallan en el núcleo de sus células.
De cualquier modo, el conjunto de las numerosas
modiicaciones que se han venido introduciendo
paulatinamente en el organismo de los humanos, cuando
se contemplan distribuidas a lo largo de un tiempo
considerable ofrecen el aspecto de una transformación
homogéneamente gradual y continua. Al inal del
proceso evolutivo puede apreciarse en forma nítida la
transformación efectuada en Homo sapiens a partir de sus
remotos ancestros, la cual se maniiesta en una serie de
notables cambios morfológicos y anatómicos. Inicialmente
se dio una reordenación del esqueleto axial y apendicular,
por la tendencia hacia la posición erecta permanente
y la marcha bípeda. Las extremidades posteriores se
280
alargaron y robustecieron para poder soportar el peso
total del cuerpo y facilitar la locomoción bípeda. El pie
perdió su capacidad prensil al alinearse el pulgar con
los otros dedos, aumentándose así la supericie plantar
de sustentación. La columna vertebral quedó anclada
en la pelvis para asegurar la estabilidad y el equilibrio.
Las extremidades anteriores, al quedar liberadas de la
función locomotora, fueron perdiendo tamaño y fuerza,
pero ganaron en movilidad y destreza, principalmente
en su parte distal, constituida por las manos y los
dedos. El cráneo quedó situado en la parte cenital y más
elevada del organismo, se volvió más ligero y aumentó
su capacidad, lo que facilitó el crecimiento del cerebro;
además, la corteza cerebral se desarrolló en un complejo
sistema de hemisferios, lóbulos y circunvoluciones, con
funciones especializadas en cada una de las diversas
regiones. El volumen medio del cerebro humano se ijó
en alrededor de 1,400 cm³ y su peso en alrededor de 1,400
gramos; experimentalmente se ha comprobado que existe
una conexión directa y estrecha entre ciertas áreas del
cerebro y los diferentes órganos motores y sensoriales del
cuerpo. Las mandíbulas redujeron considerablemente su
tamaño al diversiicarse las fuentes de alimentación, pues
el hombre se volvió prácticamente omnívoro; además,
la cocción previa de los alimentos redujo el tiempo y la
fuerza anteriormente requeridos en la masticación. La
cara adoptó una forma más vertical, lo que permitió un
mejor desarrollo y efectividad de los órganos sensoriales
que facilitan la visión, la fonación, la audición, el olfato,
el sentido del equilibrio y la autoubicación del individuo
en relación con el entorno inmediato. Todos los cambios
anatómicos anteriores favorecieron la coordinación
general del cuerpo e hicieron posible el desarrollo de la
inteligencia simbólica o abstracta, la imaginación creativa
y la memoria. Además de fabricar utensilios cada vez
281
más eicaces, que eran como una prolongación de su
cuerpo, el hombre aprendió a utilizar el fuego; quizá en
un principio, desde la época del Homo habilis, se trató
de un descubrimiento casual y de un uso oportunista
de ese elemento a partir de incendios que se producían
naturalmente, pero, con el correr del tiempo, el hombre
encontró la manera de producirlo a voluntad en forma
artiicial. El fuego proporcionó al hombre calor contra las
inclemencias del tiempo, ayuda en la preparación de los
alimentos, alumbramiento en la oscuridad y protección
contra los animales peligrosos.
En las últimas etapas de su evolución, el hombre fue
adquiriendo una cierta y progresiva independencia con
respecto a las condiciones ambientales y a las leyes de la
selección natural, a medida que la cultura incipiente pero
en crecimiento constante le permitía adaptarse mejor al
medio exterior, modiicándolo en su beneicio. Ahora el
hombre podía desaiar los más diversos y aun hostiles
ambientes, recurriendo al uso de refugios, vestidos y otros
medios protectores. La formación de grupos favoreció
el trabajo en equipo y la solidaridad, acrecentando la
eicacia del esfuerzo realizado; por otra parte, la vida en
común hizo necesaria una mejor comunicación entre los
individuos, lo que impulsó y aceleró la formación del
lenguaje.
Por analogía con los sonidos de la respiración, de la
masticación y de los gritos animales, o con los ruidos de
la naturaleza, y recurriendo principalmente al uso de
onomatopeyas, se creó un lenguaje simple pero eicaz.
El sonido del aire expulsado a través de las cuerdas
vocales, variadamente tensadas, pudo ser modiicado
a voluntad con la ayuda de otros órganos corporales,
algunos de los cuales fungían como cajas de resonancia.
A los monosílabos formados con una sola vocal o con una
282
consonante más vocal, siguieron los monosílabos con dos
consonantes y una vocal intermedia, para pasar luego a las
palabras de dos sílabas, y así sucesivamente; es probable
que inicialmente se hayan utilizado muchas consonantes
diferentes y que más tarde su número se haya reducido a
las indispensables. Después de los pronombres personales
y de los vocablos para indicar distancias y tamaños,
correspondientes a conceptos como los de “cerca”, “lejos”,
“chico”, “grande”, “pocos”, “muchos”, etc., vinieron los
sustantivos para nombrar cosas y los verbos para señalar
acciones, así como adjetivos para denotar cualidades
importantes, como “puntiagudo”, “redondo”, “plano”,
“frío”, “caliente”, etc. La gesticulación, las expresiones
faciales y la entonación vocal potenciaban y precisaban el
sentido de la comunicación.
Así pues, la transmisión de las innovaciones culturales no
se apoyó en la herencia genética, que proveía simplemente
de predisposiciones o aptitudes generales, sino en el
aprendizaje enseñado, que podía iniciarse desde una edad
temprana, acumularse a lo largo de la vida y legarse a las
siguientes generaciones. Para facilitar dicho aprendizaje
y la perpetuación de la experiencia, se revelaba muy
eicaz la posibilidad de transmitir información mediante
el lenguaje articulado. La formación del lenguaje pudo
originarse en un solo foco, o simultáneamente en dos
o más focos; y si las eventuales lenguas primordiales
entraron en contacto, algunas de tales lenguas pudieron
terminar imponiéndose sobre otras. Posteriormente, el
aislamiento prolongado en que se desarrollaron algunos
grupos humanos favoreció tanto la diversiicación
como la extinción de sus respectivas lenguas. En cierto
momento de la evolución cultural aparecieron los ritos
funerarios, expresión acabada de la solidaridad; el
hombre entendió entonces que la muerte no era un hecho
283
ajeno sino el término de su propio destino. A la par que
ejercitaba el pensamiento abstracto, el hombre aprendió
a comunicarse con sus semejantes mediante el lenguaje
articulado; tanto el pensamiento como el lenguaje se
basan en la representación simbólica y en convenciones
acordadas. Finalmente, la inteligencia y la conciencia se
hicieron maniiestas en formas cada vez más sutiles, como
el ingimiento, las bromas y la risa, la creación artística,
etc.
Llegados a este punto, es preciso afrontar una cuestión
crucial, a saber: ¿A partir de qué momento podemos
hablar de la aparición del hombre, de la constitución de
la especie Homo sapiens, de la existencia de individuos
con los que podemos identiicarnos plenamente? La
utilización de instrumentos y la postura erecta, así como
el desarrollo de la inteligencia, fueron pasos previos
indispensables, pero no creemos que sean determinantes
para acreditar la presencia del hombre en la Tierra.
André Soulairac inicia su artículo intitulado “Ensayo
de una deinición psicoisiológica del hombre”188 con
estas palabras: “La investigación de las diferencias
signiicativas entre lo humano y lo infrahumano en un
plano [meramente] neuroisiológico se presenta como
infructuosa.”189 Tampoco parecen concluyentes los datos
de la anatomía comparada, de la misma estructura
genética o de cualquiera otra condición corporal.
Debemos, pues, buscar en otro lado la diferenciación que
nos interesa precisar; quizá puedan sernos de ayuda, para
resolver este problema, las consideraciones o sugerencias
de la ilosofía y de la psicología.
Parece que lo que determina la aparición de la especie
188
André Soulairac, “Ensayo de una deinición psicoisiológica del hombre”,
en Juan Comas (ed.), Deinición del género humano, INAH, México, 1968, pp. 85-95.
189
Soulairac, op. cit., p. 87.
284
Homo sapiens es la capacidad de ejercitar una conciencia
releja. Es decir, no es suiciente, para alcanzar el rango
de hombre, poseer una conciencia que permita a los
individuos reaccionar ante los estímulos del exterior, o
tener un cierto grado de inteligencia que logre captar
asociaciones naturales, sino que se requiere, para
empezar, adquirir conciencia del propio cuerpo como
organismo extenso y diversiicado, luego, percibir la
dimensión espacial externa y el discurrir del tiempo, pero,
sobre todo, sentir o experimentar la propia autonomía
frente a los otros seres, incluidos los semejantes, para,
inalmente, ser capaces de tener y ejercitar esa conciencia
releja. La conciencia releja se da cuando el hombre no
sólo piensa con una inteligencia discursiva o quiere con
una voluntad libre, sino que además se da cuenta de que
está pensando y tomando decisiones, y de que lo hace
en forma individual, consciente y autónoma, puesto que
también podría decidir no hacerlo. Citemos nuevamente
a Soulairac, quien concluye el artículo mencionado con
la siguiente aseveración: “La función simbólica es lo que
caracteriza el acto humano, y su desarrollo da al hombre
la posibilidad del pensamiento no verbal, una de las
mayores conquistas de la función intelectual. Utilizando
una fórmula esquemática, podríamos admitir que la
característica intelectual del hombre es fundamentalmente
‘la posibilidad de ser consciente de tener conciencia’.”190
Mas, ¿cómo se dio esta radical toma de conciencia?
Podemos elegir entre dos formas alternativas de
explicación. Una de ellas consistiría en suponer el
decurso de un tiempo relativamente largo en el que
algunos de los futuros hombres, a partir de una
conciencia más bien difusa, semejante a la que se tiene
en la duermevela, o a la conciencia que puede tener un
190
Soulairac, op. cit., p. 95.
285
niño de 5 años, individualmente o en pequeños grupos
llegaron gradualmente, en un proceso de etapas casi
imperceptibles, como sucede aún ahora en los niños que se
encaminan a la adolescencia, a tener una conciencia releja
nítida, y tales individuos o grupos habrán podido ejercer
después una especie de adoctrinamiento o educación en
relación con el resto de los individuos del grupo mayor.
La otra forma de explicación consistiría en aceptar la
posibilidad de que en algunos individuos mejor dotados
se haya producido repentinamente un salto cualitativo,
consistente en una especie de intuición que luego se
transformó en un estado permanente de la conciencia, el
cual se convirtió en patrimonio generalizado de un grupo
humano o de la especie entera, siguiendo una vez más las
pautas de la selección natural.
Sea cual fuere la manera en que la conciencia releja hizo
su aparición en la mente de los nuevos hombres, nos
interesa seguir preguntándonos: ¿y cuándo pudo suceder
esto? Teniendo en cuenta los datos suministrados por
la paleoantropología, quizá no sería muy aventurado
suponer que algunos o todos los representantes de
la especie Homo cromagnonensis se convirtieron en los
primeros Homo sapiens alrededor de sesenta mil años a.C.,
al adueñarse de la conciencia releja.
Para completar el cuadro y enmarcarlo en el campo de
nuestro interés inmediato, dado que somos actuales
pobladores del continente americano, podemos añadir
que un gran contingente humano, distribuido en oleadas
sucesivas, pasó de Asia a América, seguramente a través
del estrecho de Bering, hará unos treinta mil años.
Asimismo, cada vez parece más probable que de la misma
Asia hayan venido otras gentes, aunque en número
más reducido, a poblar este continente, atravesando la
porción sur del océano Pacíico. Durante veinte mil años
286
los pobladores de América fueron nómadas, recolectores
de hierbas y frutos, cazadores y pescadores. Hacia el año
10000 a.C. o poco después, se empezaron a domesticar
en el territorio de la futura Mesoamérica algunas plantas,
como el maíz, el frijol, la calabaza y el chile, y algunos
animales, como el perro y el guajolote, y se implantaron
simultáneamente la agricultura y el sedentarismo. La
civilización mesoamericana pudo haber comenzado hacia
el año 1500 a.C. en las costas del Golfo de México, en el
territorio ocupado por los llamados olmecas. Hablando en
términos generales, podemos aceptar que una civilización
se caracteriza por la aparición conjunta y simultánea
de los siguientes logros: estado organizado, con un
poder centralizado; división del trabajo y producción de
excedentes; asentamientos urbanizados; control colectivo
sobre los recursos hidráulicos; religión con creencias, ritos
y ministros del culto; observaciones astronómicas que
permiten el establecimiento de un calendario; registros
gráicos situados en la línea evolutiva de la escritura, y
manifestaciones artísticas, etc.
Los elementos constitutivos de esa civilización
mesoamericana inicial se fueron perfeccionando,
difundiendo y transmitiendo, como si se tratara de una
estafeta, en las diversas áreas geográicas y culturales y
en tiempos sucesivos, a lo largo de tres mil años: primero
en el Preclásico y luego en el Clásico entre los mayas,
zapotecos y teotihuacanos; en el Epiclásico, entre toltecas,
mixtecos y otras etnias; y en el Posclásico, entre los
mexicas, los tarascos y sus contemporáneos. A la llegada
de los españoles se interrumpió el desarrollo autónomo de
la civilización mesoamericana y se produjo una compleja
fusión entre la civilización autóctona y la mediterránea,
representada ésta por los conquistadores y colonizadores
venidos de Europa y concretamente de España. La
287
experiencia del contacto no sólo fue desconcertante y
traumática en muchos aspectos, principalmente para los
conquistados, sino que también fue la ocasión para iniciar
un fecundo enriquecimiento mutuo.
Para el siglo XVI, tanto en el Viejo Mundo como en
Mesoamérica se había inventado y desarrollado la escritura,
entendida como registro gráico de formas lingüísticas;
pero había entre ambos tipos de escritura algunas
diferencias importantes. En el mundo mediterráneo
la escritura tenía para entonces unos cinco mil años de
antigüedad y, a partir de los jeroglifos egipcios, pasando
por la escritura silábica cuneiforme de los sumerios, había
logrado alcanzar el alto grado de abstracción implicado
por el alfabeto fenicio-grecorromano. En Mesoamérica,
la escritura de los nahua-mexicas permitía registrar los
nombres propios de personas y lugares, las cantidades,
los signos calendáricos, algunas homofonías y unos pocos
fonetismos silábicos. La escritura maya había logrado
mayores progresos, pues alcanzó el nivel del fonetismo
total silábico, según lo ha demostrado Yuri Knorosov
(1922-1999);191 pero ese descubrimiento se perdió tras el
colapso de las sociedades mayas del Clásico, de modo que
en el siglo XVI ya nadie podía leer esa escritura y quedó
pendiente para las futuras generaciones la tarea de su
desciframiento. Por otro lado, la invención de la imprenta
precedió por poco tiempo al descubrimiento de América,
de tal suerte que desde el inicio de la época colonial hubo
en Nueva España, principalmente en el territorio de la
antigua Mesoamérica, libros impresos y bibliotecas de
tipo europeo.
Mauricio Swadesh compara la comunicación que se
logra mediante el lenguaje hablado con la que se logra
191
Textos de Yuri Knorosov, en Compendio Xcaret de la escritura jeroglíica maya,
Universidad de Quintana Roo/Promotora Xcaret, vol. I, México, 1999, pp. 27-246.
288
mediante el lenguaje escrito, y formula al respecto una
serie de observaciones interesantes. El lenguaje se produce
mediante la acción de los músculos y otros órganos
corporales, se transmite mediante las ondas sonoras
y se capta mediante la audición. El habla directa se da
necesariamente en el tiempo presente, en una relación
de diálogo entre el hablante y el oyente. Al signiicado
propio de los vocablos se añaden algunas modulaciones y
modalidades que también son signiicativas, pues hay en
la voz viva una fuerza que puede ser mayor o menor, una
entonación, un ritmo, y una relación con las circunstancias
del contexto ambiental. Muchos de los elementos que
contribuyen a la coniguración de un signiicado preciso
en la comunicación oral se pierden cuando el lenguaje se
ija en los registros de la escritura, pero, por otro lado,
la escritura coniere a la comunicación otras ventajas.
El soporte de la escritura, en cuanto objeto material y
tangible, es transportable en el espacio y duradero en
el tiempo; por lo tanto, permite reproducir y actualizar
incontables veces el contenido del escrito, en muchos
lugares diferentes y distantes y en muchos momentos del
futuro. Además, si el escrito se lee en voz alta, mediante
una adecuada interpretación se pueden recuperar las
cualidades del habla que se perdieron al plasmar el
lenguaje en la escritura. Poner por escrito nuestros
pensamientos, es decir, el lujo de nuestro lenguaje
mental interior, nos da la oportunidad de discurrir con
más calma, de ensayar y corregir una y otra vez las
expresiones, hasta lograr una redacción satisfactoria,
en que los textos relejen ielmente las peculiaridades o
los matices del pensamiento, por complejo que éste sea.
La escritura de textos se complementa con la inclusión
de semagrafías o signos que representan directamente
conceptos, con independencia de las lenguas concretas
de los “escribientes” y de los “lectores”, como son, por
289
poner un ejemplo, los guarismos que indican cantidades;
y también pueden intercalarse en los escritos tablas,
gráicas, diagramas y mapas, todos los cuales admiten
una “lectura” en varias direcciones, o subtítulos e índices
que facilitan la localización de las materias en un escrito
extenso, etc. Swadesh concluye sus observaciones con el
siguiente párrafo:
Quizá lo más importante [de todo esto] es que la
escritura, más que cualquiera otra experiencia,
ha enseñado al hombre a planear, analizando
situaciones y buscando soluciones a toda clase
de problemas, tratando de evitar el fracaso o el
desperdicio de tiempo y materiales. [...] No cabe
duda de que la escritura ha abierto o ha ayudado
a abrir un sinnúmero de senderos que han llevado
al hombre siempre adelante. Por eso la grafía no
debe considerarse como un invento más, sino
como uno de los que más han contribuido al
progreso humano.192
Parafraseando y resumiendo lo dicho, podríamos airmar
que el lenguaje y la escritura le han facilitado al hombre
la tarea de pensar. Swadesh reiere las consideraciones
anteriores en forma inmediata a la escritura manuscrita;
¿y qué diremos entonces de las bondades de la escritura
impresa, y ahora de la escritura que se aloja virtualmente
en el ciberespacio? Los actuales soportes o vehículos de
la escritura hacen que la comunicación se esté volviendo
cada vez más económica, accesible, rápida, abundante y
eicaz.
Como de niños pequeños aprendemos a hablar aún antes
de ejercitar el pensamiento, después nos cuesta trabajo
tratar de pensar prescindiendo de la lengua aprendida,
192
Mauricio Swadesh, El lenguaje y la vida humana, FCE, México, 1984 [1966],
pp. 61-62.
290
es decir, sin expresar verbalmente el pensamiento;
normalmente pensar se convierte, pues, en hablar
interiormente. Constatamos que tanto el pensamiento
como el habla y la escritura son discursivas, es decir,
progresan en el tiempo. El pensamiento, el habla y la
escritura son actividades propias y exclusivas del hombre;
las tres presuponen operaciones de abstracción, la cual
supera la simple asociación sensorial y natural entre
una “señal” y la “cosa señalada”, para alcanzar el nivel
superior de la asociación simbólica y convencional entre el
“símbolo, signo o signiicante” y la “cosa signiicada”. Por
ejemplo, el hecho múltiple y sucesivo de que pensemos
en el “pan”, abstrayendo su idea a partir de nuestro
conocimiento previo de ese objeto en la realidad externa;
de que lo podamos representar en nuestra imaginación;
de que lo identiiquemos interiormente como “pan”, es
decir, denominándolo con un vocablo de la lengua que
hemos aprendido inicialmente; de que lo designemos
oralmente pronunciando los tres fonemas de la palabra
“pan” (/p/, /a/, /n/); y de que escribamos esa palabra con
los grafemas p, a y n, obedece a una serie de operaciones
abstractas y de convenciones simbólicas libremente
acordadas. Podemos ciertamente pensar, hablar y escribir
en solitario, pero casi siempre estaremos valiéndonos de
convenciones acordadas por la colectividad y entablando
un diálogo tácito con nuestros semejantes.
Juan Comas resume la duración de los tiempos
prehistóricos, desde la sustitución de los Australopithecus
por el Homo habilis hasta la actualidad, es decir, lo ocurrido
en relación con el hombre durante el último millón de
años, de la siguiente manera:
Cronológicamente y de manera aproximada,
puede decirse que al [inal del] Paleolítico inferior
le corresponde el 75% de la totalidad de los
291
tiempos prehistóricos, al Paleolítico medio el 20%
y al Paleolítico superior el 4% del millón de años
adjudicado a [la segunda mitad del] Cuaternario.
Los diez mil años calculados desde que se inició el
Mesolítico [o el Neolítico] hasta nuestros días [es
decir, sólo el 1% de dichos tiempos prehistóricos],
muestran el vertiginoso ritmo de aceleración
que ha sufrido la humanidad en su proceso de
evolución cultural.193
Quizá estas relexiones, en buena medida genéricas y
supericiales, poco podrán contribuir a encauzar en el
futuro por mejores caminos la evolución humana, pero,
en cuanto sinceras y responsables, sin duda se asemejan a
las operaciones de la conciencia releja, que es la que nos
ha conducido a convertirnos en Homo sapiens.
Es indudable que la especie Homo sapiens se ha revelado
exitosa en muchos aspectos; así, cuenta en la actualidad con
cerca de siete mil millones de individuos, distribuidos en
todos los ámbitos del planeta, y desde hace algún tiempo
se halla empeñada en explorar el universo, comenzando
por el entorno planetario inmediato. A causa de dicha
proliferación y de las estructuras sociales que el hombre
ha adoptado, no se vislumbran en el horizonte previsible
la ijación y la extinción natural de la especie, que pudieran
dar paso al desarrollo evolutivo de una forma superior. Así
pues, lo que debemos temer no es tanto una extinción de
la especie humana cuanto la autodestrucción que puede
sobrevenir si seguimos degradando irracionalmente
el planeta. Por otra parte, hay que reconocer que en el
transcurso de su evolución el hombre no sólo ha logrado
espectaculares avances en la cultura material, sino que
también ha descubierto e incursionado en zonas que
podríamos llamar “espirituales” y ha llegado a formular
y a expresar, en relación con sus semejantes y con el
resto de la naturaleza, los conceptos de respeto, justicia,
solidaridad, comprensión, amor y otros similares, si
bien en la práctica tales conceptos se reducen muchas
veces a meras utopías o metas ideales que están aún por
realizarse.
193
Juan Comas, citado por Mauricio Swadesh, op. cit, pp. 14-15.
292
293
BIBLIOGRAFÍA
Comas, Juan (ed.), Deinición del género humano, JC editor
(Traducción y prólogo), INAH, México, 1968.
La Enciclopedia, La Enciclopedia, 20 vol., Salvat Editores,
Madrid, 2004.
Knorosov, Yuri, Textos de Yuri Knorosov, en Compendio
Xcaret de la escritura jeroglíica maya, vol. I, Universidad de
Quintana Roo/Promotora Xcaret, México, 1999, pp. 27246.
Soulairac, André, “Ensayo de una deinición
psicoisiológica del hombre”, en Juan Comas (ed.),
Deinición del género humano, INAH, México, 1968, pp. 8595.
Swadesh, Mauricio, El lenguaje y la vida humana, FCE,
México, 1984 [1966].
La antropología y la
historia: entre lo lúdico y lo
tenebroso
Francisco Javier Guerrero194
En 1968 se dieron varios movimientos estudiantiles
en diversas partes del mundo. Aunque las demandas
eran muy variadas, todas se destacaban por un sello
inconfundible: el antiautoritarismo. Los que participamos
en esos movimientos —en mi caso particular, en el
mexicano— teníamos como guía de nuestra acción
nada menos que a la historia. Pensábamos que el futuro
demoledor del capitalismo se hallaba muy cercano y
sabíamos que Marx y Clío nos cobijaban en un amoroso
abrazo.
Por ello es que nuestras manifestaciones eran lúdicas,
iluminadas, festivas; nos estábamos despidiendo del
Ogro Filantrópico. Poco tiempo atrás, el ilósofo Carlos
Pereyra me había dicho que un movimiento estudiantil
como los que se llevaban a cabo en Europa era imposible
en México, y cuando el movimiento mexicano se inició, el
poeta Eduardo Lizalde me dijo que tal erupción estudiantil
era “fascista”. Nos pareció que ambos personajes carecían
de “conciencia histórica”.
En el caso de la Escuela Nacional de Antropología e
Historia (ENAH) y su involucración en el movimiento,
éste vino a catalizar un gran conjunto de requerimientos
y demandas que teníamos los estudiantes. Desde mucho
294
194
DEAS-INAH.
295
antes, estábamos hartos de orientaciones oicialistas que
nos imponían estudiar a las comunidades indígenas
de México —y un poco de América Latina— como
mundos autárquicos, aislados, con culturas rezagadas y
poblaciones a las que había que “rescatar”. Abominábamos
del “casismo” (en alusión a Alfonso Caso y sus cipayos) y
queríamos respirar aires más limpios.
Y si Hemingway proclamaba que París era una iesta, la
ENAH no lo era menos, ya que nos sabíamos paridores
de un brillante futuro. Además, muchas de las personas
que ingresan a la ENAH no lo hacen porque deseen tener
una abultada cantidad de billetes, o por llegar a pasear
en yate propio. No faltan en ese centro pecadores, sabios,
egresados de otras escuelas de enseñanza superior,
encaminadores de almas y otros diversos géneros
de entes extraños. En todo este embrollo lo lúdico se
transparentaba.
El optimismo no era para menos: aunque en esas
manifestaciones los Estados llamados socialistas de
la Unión Soviética y de Europa del Este ya habían
sido retirados de los altares juveniles, era radiante la
inluencia de la revolución cubana, en poco menos la
china, y los nombres del Che Guevara, que había sido
vilmente asesinado el año anterior, y de Ho Chi Minh, que
entonces encabezaba a un pueblo heroico en lucha contra
la agresión imperialista, coloreaban nuestras emisiones
sonoras.
En esos cálidos tiempos, muchos pueblos se libraban de
la opresión colonial. Incluso en el Vaticano se oían las
trompetas anunciando el “aggiornamiento” (la drástica
renovación) de ese imperio eclesiástico, el pontíice Juan
XXIII se caracterizaba por su posición progresista y en
el Concilio Vaticano II se plantaban las semillas de la
296
Teología de la Liberación.
Luchábamos sobre todo por lograr abatir el autoritarismo,
liberarnos de las caducas ideologías que nos transmitían
los mayores, por gritarle a nuestros ascendientes que
no éramos ejemplares de inmadurez ni “proyectos de
adulto”; exigíamos espacios para nuestras actividades
lúdicas, de esparcimiento y recreación y abogábamos por
la emancipación sexual; en nuestros oídos se escuchaban
los acordes de sinfonías libertarias.
Esos movimientos llegaron a su término —en México
debido a una abominable masacre—, pero los veteranos de
tales imposiciones juveniles invadimos nuestros centros
escolares de adopción y batiéndose supuestamente contra
el establishment impusimos en sus órganos de autoridad
“comisiones mixtas”, “comités de lucha”, “centros
de orientación revolucionaria” y otras “maravillas”
institucionales que devinieron en veleidades.
Pero hoy el espíritu del ‘68 parece haber fenecido; ya no
se oyen sus susurros y menos sus gritos. Me pregunto:
¿Tuvieron algún papel la historia y la antropología en
esas sublevaciones del espíritu juvenil?
En principio, prácticamente todos esos movimientos
se situaban a la izquierda del espectro político. La
izquierda, según mi punto de vista, consiste en una
serie de movimientos de carácter antisistémico (es decir,
luchan contra un sistema social determinado, incluso
por su abolición). Como señalaba Carlos Marx: “Llamo
comunismo al movimiento real que tiende a acabar con
el estado de cosas dado.” En este sentido, la izquierda
posee muchas variantes y todas se guían por ideologías
variopintas y armazones conceptuales disímbolas.
Sin duda, en los años sesenta, setenta y ochenta, el
marxismo fue la teoría mayormente proclamada como
297
arma de revolución y utilizada real o supuestamente
con tal in. Este controvertido invento de Carlos Marx y
Federico Engels, el materialismo histórico, fue consagrado
como el templo de la verdad absoluta (y cada variante
de esa teoría argüía ser poseedora de tal verdad). El
marxismo rechazaba las tesis historicistas que postulaban
que los hechos históricos son determinados por
elementos llamados “superestructurales” (la ideología,
la religión, las hazañas de los “grandes hombres”,
etc.) y sostenía que eran las condiciones materiales, las
estructuras económicas, las principales determinantes de
esos hechos. Los fundadores del materialismo histórico
argumentaban que el socialismo que se proclamaba era
cientíico, y que la ciencia demostraba que el capitalismo
era un sistema social que, dadas sus contradicciones,
terminaría por resquebrajarse y morir. Naturalmente, ese
derrumbamiento no sería automático, sino que requería
de las acciones revolucionarias de múltiples grupos de
trabajadores, encabezados por los de carácter proletario.
Y quienes participamos en los 68s estábamos convencidos
de ello; sí, la historia es una ciencia, ésta le ha dictado una
sentencia de muerte al capitalismo.
Parece que tales convicciones se han difuminado.
Recientemente, la famosa escritora Almudena Grandes
declaró que la democracia en España había envejecido
demasiado pronto. Después de la muerte del sanguinario
dictador Francisco Franco, el país emprendió un viaje a
las tierras áureas de la liberación, lo lúdico se apoderó de
los cuerpos y las mentes, y la patria de Cervantes y García
Lorca se embelesó en los nuevos escenarios jacarandosos
y bullangueros. Pero hoy los ánimos se han caído; no sólo
hay crisis económica, sino que la hay en todas las esferas
sociales y el desempleo juvenil es enorme.
Otro disipador de ilusiones, el famoso ilósofo Karl
298
Popper, escribió lo siguiente:
La historia de la humanidad no existe, sólo existe
un número indeinido de historias de toda suerte
de aspectos de la vida humana. Y uno de ellos es
la historia del poder político, que ha sido elevada a la
categoría de historia universal. Pero considero por
mi parte que éste es un agravio a cualquier forma
digna de entender el género humano y apenas es
mejor que considerar la historia del peculado, del
latrocinio, del envenenamiento como la historia
de la humanidad. En efecto, la historia de la política
no es sino la historia del crimen internacional y del
asesinato en masa (incluyendo, sin embargo, algunos
intentos hechos para suprimirlo). Esta historia se
enseña en las escuelas, y en ellas muchos de los
criminales más grandes son presentados como
héroes.195
Me parece que Popper, que criticó férreamente el
historicismo, no sabía mucho de la labor de los
historiadores. Es cierto, como él señala, que la mayor
parte de lo que se enseña en las escuelas como “historia
universal” son narraciones acerca de bergantes y
malhechores, sobre todo en la época que le tocó vivir
(1902-1994). Pero en ese tiempo ya habían aparecido
historiadores que no sólo se referían a las “hazañas” de
los ruianes, sino que analizaban otro tipo de hechos
históricos, como los referidos a hábitos y costumbres,
el arte, la ciencia, la tecnología, las luchas de muchos
grupos precisamente para oponerse a los crímenes
internacionales y los asesinatos en masa. Y hoy tenemos
hasta historiadores del cómic en México o del consumo de
Coca-Cola en algún país asiático. Sí, esas son las historias
particulares a que alude Popper. Pero a diferencia de
195
Karl R. Popper, Después de la sociedad abierta, Paidós, México, 2010, p. 119.
299
lo que él piensa, creo que son parte integrante de una
historia universal.
Según el autor que comentamos, la historia no tiene
signiicado. Y la antropología, ¿sí lo tiene? Un poco
después del ‘68, nosotros íbamos a probar con seres vivos
lo que los historiadores progresistas airmaban. Nuestros
trabajos de campo ya no eran simples incursiones de
forasteros en tierras ignotas; eran campañas políticas y
pedagógicas; íbamos a enseñar a los indígenas y a otros
trabajadores que eran miembros de clases explotadas y
que deberían arribar a una conciencia “para sí”, conocer
sus roles históricos. Imponíamos en los planes de estudio
de la ENAH y otros centros de enseñanza materias
sobre marxismo o que tuvieran relación directa con los
problemas de los “condenados de la tierra” actuales;
pronto se empezó a despreciar las materias aparentemente
desligadas de la lucha social y que habían sido pivotes
fundamentales en los trabajos de los antropólogos de la
“vieja guardia”: mitos, religión, parentesco, prehistoria,
etc. En particular, rechazábamos a la arqueología,
porque nos parecía algo inútil para torpedear un mundo
miserable.
Pero al igual que Popper y muchos historiadores, pasamos
de lo lúdico a lo tenebroso, al desencanto. Y por cierto,
aún en la época de la “guapachez” revolucionaria, los
antropólogos no nos librábamos del positivismo, típico
invento de las clases hegemónicas en el capitalismo. Nos
embriagábamos con un etnograismo barato, creyendo
que los datos que recogíamos eran signiicativos en sí
mismos, suponiendo que nos explicaban las estructuras y
dinámicas de los pueblos que estudiábamos. En vista de
ello, es por eso que también sobran las personas que a lo
popperiano piensan que la antropología no tiene ningún
signiicado.
300
¿Y el marxismo? Pues ya sólo algunos gilipollas se acuerdan
de él. Por eso, parafraseando al compositor mexicano José
Alfredo Jiménez, alguien podría cantar lo siguiente: “Los
marxistas callaron, de mi mano sin fuerzas cayó El Capital
sin darme cuenta.”
Olvidémonos de la superación del capitalismo, estamos
en El in de la historia, como escribió un semi-chale por ahí.196
El problema real reside en una suprema derrota de
las clases laboriosas explotadas en el mundo. Y como
consecuencia de ello, los miembros de estas clases han
adquirido una Visión de los vencidos.197
A través de la historia, muchos pueblos y grupos humanos
determinados han logrado conquistas sociales de
importancia: la intrusión de elementos democráticos en
el sistema burgués (la burguesía en sus inicios era liberal
pero no democrática), organizaciones como sindicatos y
partidos de los trabajadores (en clara decadencia hoy en
día), el Estado asistencialista (también en decadencia, ya
que las clases dominantes se vieron obligadas a constituir
una medicina socializada), sociedades civiles y otras
conquistas. Las luchas sociales populares son de todo tipo
y con variados actores: indígenas, mujeres, homosexuales,
migrantes, jóvenes, ecologistas, etc. Pero las luchas más
intensas e importantes son las de clase (por supuesto,
sobran quienes niegan que estas luchas existan; otros
alegan que las provocan los “subversivos” y no faltan
aquellos que admiten su existencia, pero consideran que
hoy son menos importantes).
Como señalaban varios autores, como el marxista
Antonio Gramsci, las clases dominantes logran el poder
196
Chale, en México se llama así a chinos, japoneses o en general a gente del
Lejano Oriente con ojos rasgados.
197
Título de un libro del historiador Miguel León-Portilla, referente al pueblo
mexica o azteca.
301
mediante lo que precisamente es la dominación, que
incluye la represión, y mediante la hegemonía cultural
(los elementos de la cultura son jerarquizados por la
ideología dominante).
Ciertamente, las luchas sociales a que nos referimos
previamente han hecho progresar a los seres humanos.
Pero hoy la lucha contra la dominación capitalista se
ha vuelto particularmente difícil porque los mismos
movimientos sociales progresivos pueden tener un efecto
boomerang parcial o total. Ello se debe a que las clases
dominantes son las que mejor aprenden de las enseñanzas
de la historia, las que asimilan con mayor eicacia los
signiicados de los embates clasistas.
No es que los miembros de esas clases sean más
inteligentes, aunque casi siempre cuentan con mayor
cultura y educación, poseen más conexiones sociales,
pululan por diversos ámbitos, por lo general viajan
más y sobre todo ocupan los puestos dirigentes en la
sociedad. Ello les permite no sólo contar con más bienes
materiales y servicios, sino realizar un gran conjunto de
aprehensiones cognitivas, conocer más nítidamente a sus
adversarios y someterlos. Un papel de magna importancia
en este proceso lo juegan los intelectuales orgánicos de
los grupos hegemónicos; no sólo crean las ideologías
de éstos, sino que actúan sobre las ideologías y culturas
populares erradicándolas, sometiéndolas o articulándolas
a los principios básicos del poder.
La oleada revolucionaria de ines del siglo XX pasó de ser
un tsunami a ser un conjunto de olitas poco perjudiciales
a los magnates del planeta.
ejemplo, se consideró como narrativa literaria o cuentos;
en otros casos, proliferaron y proliferan los falsiicadores
de la historia, bien denunciados por Pedro Salmerón en
México; se arguye que no existen leyes históricas, o que la
historia a in de cuentas no explica nada.
Mario Vargas Llosa, que se dice seguidor de Popper, alegaba
que en la sociedad no hay leyes; todo es incertidumbre,
reina el caos. Según él, los cientíicos sociales no somos
más que unos embaucadores; inventamos que en la
sociedad existe un orden, que hay leyes y regulaciones,
que priva lo estructural. Vana ilusión, según él.
Y muchos antropólogos estudian a sus colegas para
mostrar que la antropología es también un cuento.
Navegando en las aguas del posmodernismo, se ríen de
las supuestas sabidurías antropológicas.
A mi parecer, todo esto se da porque a principios del
siglo XXI los trabajadores han sufrido una derrota. Pero
ganarán la guerra. ¿Cómo? Posteriormente elaboraré una
hipótesis al respecto. La herencia de Marx será revitalizada
por la crítica cientíica a varios de sus fundamentos, pero
lo esencial de su aportación cobrará un mayor vigor.
Postularemos un pos-marxismo áureo que tenga como
pilares entre otros muchos a los argentíferos del marxismo.
Las ciencias sociales en el mundo contemporáneo han
devenido, según una expresión de pensadores seguidores
de Althusser en ideologías tecnocráticas, conjuntos
abigarrados de ideas y prácticas cuya meta sustancial es
la de reproducción del sistema social.
En este proceso, las ciencias sociales se descoloraron
y muchas dejaron su carácter cientíico para devenir
en creencias aproximadas a lo místico. La historia, por
302
303
BIBLIOGRAFÍA
Popper, Karl R., Después de la sociedad abierta, Paidós,
México, 2010.
304
305