ÍNDICE
LOS PRIMEROS POBLADORES DE CASTILLA-LA MANCHA
I. LOS PRIMEROS TIEMPOS DE LA HUMANIDAD ................................................................. 10
II. LAS INVESTIGACIONES DEL PALEOLÍTICO EN CASTILLA-LA MANCHA ..................................... 18
III. VIDA Y SUBSISTENCIA ............................................................................................. 24
IV. PAISAJES ............................................................................................................ 48
V. LA TALLA LÍTICA .................................................................................................... 66
ESTUDIOS
I. EL ACHELENSE DE CASTILLA-LA MANCHA EN EL CONTEXTO PENINSULAR Y EUROPEO ............... 74
II. PALEOLÍTICO INFERIOR EN LA CUENCA DEL TAJO (CASTILLA LA MANCHA) ............................ 112
III. EL PLEISTOCENO Y LAS INDUSTRIAS PALEOLÍTICAS DE LA CUENCA ALTA Y MEDIA DEL RÍO GUADIANA
...........................................................................................................................142
EXPOSICIÓN
ORGANIZA
Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha
Consejería de Cultura
Dirección General de Patrimonio y Museos
Fundación de Cultura y Deporte de Castilla-La Mancha
COMISARIOS
Manuel Santonja
Mario López
COORDINACIÓN DE LA EXPOSICIÓN
Juan Ignacio Rello
Jorge Morín
COLABORADORES CIENTÍFICOS
Enrique Soto (Museo Nacional de Ciencias Naturales)
Carmen Sesé (Museo Nacional de Ciencias Naturales)
José Yravedra (UNED)
Laboratorio de Arqueología Experimental de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM)
Juan Antonio Martín (UAM)
Carlos Arteaga (UAM)
Virginia Rubio (UAM)
Trinidad Torres (Laboratorio de Estratigrafía Molecular. Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas)
DISEÑO Y PRODUCCIÓN
Grinve Trading
Súbito Red Desarrollos
RESTAURACIÓN
Centro de Restauración de Castilla La Mancha
ILUSTRACIONES
Dionisio Álvarez Cueto
Rodrigo de Balbín
Ángeles Querol
Gerardo Vega
Juan Rodríguez de Tembleque
Manuel Santonja
Mario Torquemada
Museo Arqueológico Nacional
Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid
CONTENIDOS AUDIOVISUALES
Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha
Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid
Súbito Red Desarrollos
COORDINACIÓN, PRODUCCIÓN MUSEOGRÁFICA Y MONTAJE
Grinve Trading
Escuela. Taller Judería Mayor
SEGUROS
AXA-Art
TRANSPORTE
Rubra
AGRADECIMIENTOS
Concepción Rodríguez (Museo de Cuenca)
Adela Muñoz (Museo de Cuenca)
Jesús Madero (Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha)
Fernando Aguado (Museo de Guadalajara)
Mª Luz Crespo (Museo de Guadalajara)
Manuel Osuna (Museo de Ciudad Real)
Pilar Molina (Museo de Ciudad Real)
Rafael García (Museo de Santa Cruz de Toledo)
Pilar Fernández (Museo de Santa Cruz de Toledo )
Blanca Gamo (Museo de Albacete)
Enrique Baquedano (Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid)
Mario Torquemada (Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid)
Antonio Dávila (Museo Arqueológico Regional de la Comunidad de Madrid)
Rubí Sanz (Museo Arqueológico Nacional)
Carmen Cacho (Museo Arqueológico Nacional)
Elias Terés (Museo Numantino de Soria)
Instituto El Greco
Laboratorio de Arqueología Experimental de la UAM:
Javier Baena, Susana Cano, Ana Lázaro, Diego Martín, Ester Moreno, Marta Roca, Laura Dapena, Alberto Risco, Daniel
Sanmartí, Marta Malagón, Fátima Montero, María Isidro, Ana Escobar, Elena Crespo, Manuel Lopeló, Manuel Alcaraz y
Verónica Escobar
José Yravedra (UNED)
Mª Ángeles Querol (Universidad Complutense de Madrid)
Gerardo Vega (Universidad Complutense de Madrid)
Rodríguez de Balbín (Universidad de Alcalá de Henares)
Juan Rodríguez de Tembleque
Familia de Máximo Martín Aguado
IN MEMORIAM MÁXIMO MARTÍN AGUADO
CATÁLOGO
PATROCINA
Caja Castilla La Mancha
COORDINACIÓN
Manuel Santonja
Jorge Morín
Juan Ignacio Rello
TEXTOS
Manuel Santonja
Jorge Morín
Mario López
DISEÑO GRÁFICO
Tres en Punto Diseño
GRÁFICA
Súbito Red Desarrollos
FOTOMECÁNICA/IMPRESIÓN
Gráficas San Miguel
DEPÓSITO LEGAL
En nuestro ajetreado y tecnológico presente, resulta a veces complicado imaginar un tiempo en el que los
mamuts y los elefantes recorrían los montes y llanuras de la región, mientras convivían con nuestros primeros
pobladores que, implicados en la aventura de su propia evolución, luchaban por controlar el medio, haciendo
sus primeras herramientas de piedra.
La evolución del hombre, la fauna y la flora que se pueden admirar en esta amplia exposición, que ahora les
presento, produce vértigo, sobre todo cuando reparamos en como hemos intervenido en el medio y como
hemos evolucionado con él. A través de textos, dibujos, recreaciones audiovisuales y talleres, nos aproximamos
a un periodo fundamental de la evolución humana. En su recorrido, los ciudadanos castellano-manchegos y
aquellos que nos visitan, tienen la oportunidad de conocer de un modo ameno y atractivo nuestro pasado más
remoto.
El origen de ésta muestra, que recorrerá toda la región, hemos de buscarlo en la labor investigadora del
recientemente fallecido, D. Máximo Martín Aguado. Este naturalista nos ha legado su colección particular,
resultado de muchos años de paciente investigación y estudio; una colección que supone un auténtico regalo
para la comunidad investigadora que podrá abundar más en nuestro pasado prehistórico, y para todos los
visitantes de esta exposición que podrán disfrutar con la contemplación de estas piezas líticas y paleontológicas
excepcionales. Lo que en un principio se pensó como una exposición para mostrar su legado, animados por su
inspiración, se ha convertido en una muestra que ofrece la visión regional de una época tan interesante como
desconocida, para la mayoría de nosotros. Con ella, deseamos brindar un homenaje póstumo a este profesor,
a su persona y a su trayectoria vital y profesional, dejando testimonio de nuestra gratitud porque su obra
siempre permanecerá ligada a nuestra tierra y a nuestros museos.
La Consejería de Cultura tiene entre sus principales objetivos fomentar y promocionar el conocimiento de
nuestro patrimonio, así como acercarlo y facilitar su acceso a todos los ciudadanos. Estamos seguros de que
esta exposición cumple ampliamente con ese objetivo. Magníficamente comisariada por Manuel Santonja y
Mario López y asesorada por expertos en cada uno de sus módulos temáticos, recorrerá los museos de la
región mostrándonos nuestro pasado prehistórico. Un pasado que esconde todavía bajo tierra múltiples tesoros por descubrir y que poco a poco, con el esfuerzo del gobierno regional, iremos sacando a la luz.
Paz López
Consejera de Cultura
LOS PRIMEROS
POBLADORES
de Castilla-La Mancha
I. LOS PRIMEROS TIEMPOS DE LA HUMANIDAD
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La primera parte de la historia de la humanidad transcurre
exclusivamente en el continente africano, extendiéndose desde
poco después de los dos millones de años por el próximo oriente
hasta la cordillera del Caúcaso y hacia el Este, por la Península
India, Java y el sur de China. Las primeras huellas humanas en
Europa datan de hace 1,2 millones de años y se registran en la
Península Ibérica, en Orce (Granada). Estamos ya en el tiempo de
la tecnología achelense portadas por seres del grupo Homo
antecessor / Homo heidelbergensis, o quizas por representantes
de la especie Homo erectus.
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
EVOLUCIÓN Y DISPERSIÓN GEOGRÁFICA DEL GÉNERO HOMO
Evolución por áreas geográficas
del género Homo en el
Pleistoceno.
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Hipótesis de la dispersión geográfica de Homo ergaster / Homo
erectus ( flechas
) y de
Homo antecessor / Homo
),
heidelbergensis (flechas
a partir de África oriental.
CRONOLOGÍA DE LOS HOMÍNIDOS FÓSILES Y DE LAS TECNOLOGÍAS LÍTICAS
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
CRONOLOGÍA DEL PALEOLÍTICO EN LA PENÍNSULA IBÉRICA
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
II. LAS INVESTIGACIONES DEL PALEOLÍTICO EN
CASTILLA-LA MANCHA
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
LOS PIONEROS
Las ideas acerca del origen del hombre experimentaron un profundo cambio en la nueva sociedad
burguesa surgida de la revolución industrial. Desde principios del siglo XIX en Inglaterra y en Francia se
fueron produciendo hallazgos que confirmaban la existencia de seres humanos y animales extinguidos
antes del Diluvio, sufriendo el creacionismo un golpe definitivo con la teoría evolucionista de Darwin
publicada en 1859.
En España tardaron poco en llegar estas interpretaciones, aunque no llegaron a consolidarse hasta
bastante tiempo después. De todas formas ya en 1840, Mariano de la Paz Graells realizaría la primera
excavación arqueológica sobre unos restos de elefante localizados en San Isidro (Madrid), dejando una
detallada descripción de lo que encontró. Poco después, en 1862, Casiano de Prado identificó en la
misma localidad hachas de sílex paleolíticas.
Las investigaciones sistemáticas no comenzaron hasta el siglo siguiente. En el ambiente propiciado
por la Institución Libre de Enseñanza, surgió una Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas que, bajo una perspectiva interdisciplinar, integraba reputados especialistas españoles y de
otras nacionalidades. El marqués de Cerralbo excavó en Torralba (Soria) y bajo la dirección de Hugo
Obermaier se emprendió la prospección y estudio del valle del Manzanares, procurando también alcanzar el resto de la Península, resultados que recogió en “El Hombre Fósil”, que se convirtió inmediatamente en una obra de referencia para el Paleolítico europeo. En este contexto hay que situar el
estudio que José Pérez de Barradas, en 1920, dedicó al yacimiento toledano de Buenavista, señalando
por primera vez, la presencia de fauna cuaternaria y hachas de piedra tallada en Toledo.
En 1850 el biólogo Mariano de la Paz Graells exhumó con sus alumnos en el cerro de San Isidro los restos de un elefante
(Elephas antiquus) en lo que constituye la primera excavación paleontológica de España.
EL DESPERTAR DE LA INVESTIGACIÓN MODERNA
Después de la Guerra Civil, hasta finales de los años cincuenta no comenzaría a recuperarse el
interés por la investigación de las primeras etapas de la humanidad en España. Un investigador norteamericano de gran prestigio, el profesor Clark Howell, reanudó las excavaciones de Torralba y Ambrona
y un destacado paleontólogo español, el profesor Emiliano Aguirre –colaborador de Howell en Torralbacomenzó a extender las investigaciones por el resto del país.
En este contexto surge en Toledo la dedicación de Máximo Martín Aguado al estudio de la geología
local, muy especialmente a las terrazas del Tajo a su paso por la ciudad, y su gran descubrimiento,
Pinedo, a cuyo estudio se dedicó con intensidad.
Martín Aguado propuso una primera interpretación general de la secuencia de terrazas del Tajo y
situó en ese contexto el yacimiento de Pinedo, identificando la fauna encontrada y realizando un
pormenorizado estudio de la industria, que presentó en congresos internacionales e hizo que otros
investigadores recogieran sus resultados.
Tareas de prospección en el yacimiento
de Pinedo, 1962 (de «El hombre
primitivo en Toledo» M. Martín
Aguado).
Defensa de elefante (E. trogontheii)
encontrada por M. Martín Aguado el
28 de febrero de 1961 en la gravera del
Campo de Tiro (imágenes de «El
hombre primitivo en Toledo»).
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
MÁXIMO MARTÍN AGUADO
D. Martín Aguado con R.D. Kahlke en el transcurso de una
excursión organizada en el I Congreso de Weimar (1966).
D. Martín Aguado con los paleontólogos R.D. Kahlke y H.
Matsumoto durante el II Congreso de Weimar (1968).
LOS TRABAJOS ARQUEOLÓGICOS DEL PALEOLÍTICO EN LA ACTUALIDAD
La investigación arqueológica en la actualidad se caracteriza por el trabajo de los equipos
interdisciplinares, donde profesionales procedentes de diferentes campos del conocimiento suman sus
esfuerzos para desentrañar el pasado: arqueólogos, paleontólogos, biólogos, geólogos, físicos, químicos, etc.
Así, se han podido documentar casi cien nuevos yacimientos de Paleolítico Inferior en Castilla-La
Mancha. Este magnifico conocimiento del medio, ha posibilitado que los investigadores eligiesen el
yacimiento de Puente Pino, donde las condiciones de conservación de los restos son excepcionales
(Alcolea del Tajo, Toledo). Las piezas arqueológicas se encuentran prácticamente en la misma posición
que cuando fueron abandonadas hace miles de años.
Trabajos de excavación en Pinedo (Toledo),
1972.
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Trabajos de prospección en el yacimiento de La
Atalaya (Ciudad Real), 2003.
Trabajos de excavación en el yacimiento de
Puente Pino (Toledo), 2002.
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
III. VIDA Y SUBSISTENCIA
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· MARCO GEOGRÁFICO
· PRINCIPALES YACIMIENTOS
· OBTENCIÓN DE ALIMENTOS
· FUEGO Y HÁBITAT
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
MARCO GEOGRÁFICO
CUENCA DEL TAJO
El río más largo de la Península, con 1.100 kilómetros, nace en la Muela de San Juan, en la sierra de
Albarracín (provincia de Teruel). Se introduce en la provincia de Guadalajara mediante profundas gargantas y zonas de altos páramos, y cruza la comarca de la Alcarria, tomando su aspecto de río de llanura,
con riberas fértiles y meandros típicos desde Aranjuez hasta Talavera de la Reina, pasando por Toledo,
y así llega a tierras extremeñas.
La cuenca del río Tajo es alargada y se enmarca entre el Sistema Central al Norte, los Montes de
Toledo al Sur y el Sistema Ibérico al Este. Son de gran importancia sus afluentes septentrionales, el río
Gallo, el Jarama (y sus afluentes Henares, Tajuña y Manzanares), el Guadarrama, el Alberche, el Tiétar y
el Alagón. Por su parte, los afluentes procedentes del Sur son cortos y de régimen torrencial, estando
prácticamente secos en verano.
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
ALTO GUADIANA
El río Guadiana nace en el Campo de Montiel, no en un manantial, sino más bien en una amplia
cuenca casi horizontal que constituye un amplio recipiente que recibe las aguas de las lluvias. Se dirige
hacia Noroeste llegando a las Lagunas de Ruidera, formadas por las aguas freáticas procedentes de los
terrenos calizos de la comarca. Existen 15 lagunas, siendo las altas (Colgada, Batana, Santos Morcillo,
Salvadora, Lengua, Redondilla, San Pedro, Tinaja, Tomilla, Conceja y Blanca) más profundas, presentan
el tono verde de sus aguas tan característico, con barreras de tobas y presencia de cascadas de agua
entre unas y otras, mientras que las bajas (Cueva Morenilla, La Coladilla y La Cenagosa) poseen cubetas
más reducidas y menos profundas, con una abundante vegetación ribereña y una gran riqueza faunística.
Al Norte de Ruidera se ubica el gran abanico aluvial del Alto Guadiana, una vez pasado el Embalse de
Peñarroya. Más adelante, el río recibe la aguas de sus afluentes más significativos, el Záncara y el
Cigüela, cuya cabecera se encuentra en los Altos de Cabreras (Cuenca), así como el río Córcoles (que
nace en Albacete, en el Campo de Montiel), y diversas cañadas y ramblas de funcionamiento estacional
(Cañada de lo Ancho y de Valdelobos), discurriendo en este punto por las calizas de la llanura manchega.
Si bien es cierto que el Guadiana es considerado uno de los ríos más grandes de la Península, cuenta
con un pobre caudal. Desaparecerá siguiendo escorrentías subterráneas, hasta resurgir a la superficie
en los “Ojos del Guadiana” (Villarrubia).
MARCO GEOGRÁFICO
CAMPO DE CALATRAVA
El Campo de Calatrava es una comarca natural ubicada en el sector central de la provincia de Ciudad
Real comprendida en la cuenca hidrográfica del río Guadiana, que separa dos zonas geomorfológicas
diferentes, la llanura manchega al Este y la penillanura extremeña al Oeste, limitando al norte con las
estribaciones meridionales de los Montes de Toledo y al Sur con Sierra Morena.
Se extiende a lo largo del valle del Guadiana y sus afluentes, desde Villarrubia (donde se ubica el
nacimiento del río denominado “Ojos del Guadiana”) hasta Pozuelos de Calatrava. Si recorremos el
Campo de Calatrava de Este a Oeste, observaremos que la topografía va cambiando, de zonas prácticamente llanas con encharcamientos contínuos o estacionales a terrenos quebrados por la presencia de
las sierras de cuarcita que producen el encauzamiento del Guadiana a partir de la capital ciudadrealeña,
uniéndose al caudal de este río las aguas procedentes de sus afluentes, los ríos Bañuelos y Bullaque al
Norte y el Jabalón al Sur.
El fenómeno del vulcanismo ofrece una singularidad a la comarca dando lugar hace tiempo a erupciones con coladas de lavas; de todo ello se conservan en la actualidad antiguos cráteres, en cuyos fondos
se han formado humedales de carácter endorreico, con niveles altos y medios de salinidad.
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
PRINCIPALES YACIMIENTOS: PINEDO (TOLEDO)
PINEDO 1963
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
EL YACIMIENTO DE PINEDO
Se encuentra en la orilla derecha del Tajo, un par de kilómetros antes de Toledo. Las primeras
cuarcitas talladas de Pinedo, de hace 300.000 años, fueron reconocidas por M. Martín Aguado a finales
de 1959. Se trata del primer yacimiento importante del Paleolítico inferior descubierto y estudiado en
la Meseta fuera de la región de Madrid, donde se conocen restos de esta época desde finales del siglo
XIX en los aluviones del Manzanares y del Jarama.
Paralelamente a las excavaciones realizadas por C. Howell en Ambrona y Torralba (Soria), de gran
proyección internacional, surgieron en España al comienzo de los años sesenta nuevas investigaciones
que renovaban el interés por los tiempos más antiguos de la humanidad en nuestro país. Entre ellas
destaca especialmente la excavación de Pinedo en las terrazas del Tajo en el entorno de Toledo, en la
que además de Máximo Martín Aguado intervinieron E. Aguirre y otros destacados especialistas.
PRINCIPALES YACIMIENTOS: PINEDO (TOLEDO)
LA INTERPRETACIÓN DEL YACIMIENTO
La enorme acumulación de industria y la presencia de fauna, despertaron la atención de los especialistas, organizándose un equipo interdisciplinar dirigido por A. Querol, con geólogos, paleontólogos y
arqueólogos, que entre 1972 y 1974 excavaron una superficie de 25 metros cuadrados, en la cual
aparecieron 5.000 artefactos tallados y restos faunísticos atribuidos a liebre (Lepus cf. europeus), conejo (Oryctolagus cuniculus), caballo (Equus sp.), hipopótamo (Hippopotamus amphibius), ciervo (Cervus
elaphus), uro (Bos primigenius) y elefante antiguo (Elephas Palaeoloxodon antiquus). En los años anteriores a la excavación los depósitos de Pinedo fueron explotados para la extracción de arena con
destino a la construcción. Es posible calcular que en toda la cantera, unas 3 hectáreas, existían más de
cinco millones de piezas talladas.
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
LA INDUSTRIA LÍTICA
La industria de Pinedo es el resultado de la acumulación en las gravas de las orillas y del fondo de varios
canales sucesivos del antiguo Tajo, hace alrededor de 300.000 años, de los núcleos, lascas, hachas de
piedra, picos triédricos y otros utensilios tallados por los grupos humanos en sus aproximaciones a la ribera
del río, repetidas en innumerables ocasiones a lo largo de milenios.
PRINCIPALES YACIMIENTOS: PUENTE PINO (TOLEDO)
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
EL YACIMIENTO DE PUENTE PINO
El yacimiento de Puente Pino, de hace 400.000 años, se localiza en el término municipal de Alcolea
de Tajo (Toledo), muy cerca del pueblo de El Bercial, en la margen derecha del Tajo, junto a la presa de
Azután. Fue descubierto en el año 2000, en el curso de una exploración dirigida a localizar las primeras
huellas de presencia humana en la región. Puente Pino fue el yacimiento más notable entre todos los
encontrados, emprendiéndose en los siguientes años su excavación y estudio.
El área constituye un enclave geográfico estratégico, justo a la salida del cañón labrado en granito
por el río Tajo y entre las desembocaduras de los ríos Gévalo y Uso. El corto tramo de valle, unos 7
kilómetros, comprendido entre el salto hidráulico y Puente del Arzobispo, donde se encaja nuevamente
el Tajo, constituiría un ecosistema óptimo para la subsistencia humana.
PRINCIPALES YACIMIENTOS: PUENTE PINO (TOLEDO)
Trabajos de excavación en el yacimiento de Puente Pino (Toledo), 2002.
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
LA EXCAVACIÓN
Las investigaciones en Puente Pino se encuentran todavía en una fase inicial. Se han realizado
sendas campañas de excavación en 2001 y 2002 que han permitido identificar dos niveles diferentes con
concentraciones de artefactos de piedra tallada. Hasta ahora no han aparecido restos óseos; es posible que las condiciones del medio no hayan favorecido su conservación. En todo caso la identificación
de las condiciones sedimentarias, el estudio del polen, de los gasterópodos y otros restos orgánicos, así
como las dataciones por luminiscencia que se están realizando, aportarán una información valiosa para
comprender el paleoambiente en el que transcurrió la ocupación humana.
Toma de datos en el yacimiento de Puente Pino (Toledo), 2002.
PRINCIPALES YACIMIENTOS: PUENTE PINO (TOLEDO)
LA INTERPRETACIÓN DEL YACIMIENTO
El corte abierto por la carretera en los depósitos del antiguo Tajo permitió reconocer, mezclados
con la grava y con la arena, artefactos de piedra que indicaban la existencia de un yacimiento paleolítico. Hace 400.000 años el Tajo circulaba a esta altura, 40 metros por encima del fondo de valle actual.
Atraídos por el agua, por la presencia de herbívoros y protegidos por la vegetación, los grupos de
homínidos merodeaban por sus orillas en busca de presas fáciles y aprovechaban los cantos rodados del
río para elaborar utensilios cortantes con los que podían desprender la carne.
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Concentraciones de industria lítica en el yacimiento de Puente Pino (Toledo).
LA ACTIVIDAD DE LA TALLA
La concentración de piezas talladas, acumuladas en el lecho de un canal fluvial, es elevadísima y
permite conocer el nivel tecnológico alcanzado en la talla de la piedra. También se ha puesto al descubierto una antigua superficie, protegida por finas arenas que la cubren y han facilitado una óptima
conservación de los materiales resistentes, como la piedra tallada, a la alteración que produce la
exposición al aire libre durante un largo período de tiempo. En este antiguo suelo se han conservado
hachas y otros utensilios de piedra, así como numerosas esquirlas y fragmentos producidos en su
elaboración.
PRINCIPALES YACIMIENTOS: ALBACETE, CIUDAD REAL, CUENCA Y GUADALAJARA
ALBACETE.
Los primeros talleres
Fruto de las prospecciones arqueológicas sistemáticas realizadas en diferentes áreas de la provincia
albaceteña, se conocen yacimientos de Paleolítico Inferior y Medio. En su mayoría se trata de talleres al
aire libre donde se fabricaban herramientas en sílex utilizando nuevos métodos de talla que permitían
aprovechar mejor la materia prima.
El primer yacimiento importante conocido es la Cueva del Niño (Ayna), excavado en 1973 por un equipo
internacional, en cuyo suelo aparecieron materiales líticos musterienses. Dicha cueva destaca sobre todo
por las pinturas de sus paredes, siendo uno de los pocos referentes de arte parietal de la Submeseta Sur.
Los abrigos del Palomar y Molino de Vadico (Yeste) son otros destacados yacimientos en proceso de investigación.
Abrigo del Palomar (Albacete).
Distribución de los yacimientos paleolíticos en la provincia de Ciudad Real.
CIUDAD REAL
La fabricación de las primeras herramientas
Es ampliamente conocida la importancia de la ocupación paleolítica en la provincia ciudadrealeña durante el Paleolítico, constatada por la abundancia de piezas talladas en la superficie de las formaciones
cuaternarias del Campo de Calatrava, el Campo de San Juan, Montes de Toledo y la zona de las Lagunas de
Ruidera. Aquí se fabricaron las primeras herramientas, aprovechando los cantos de río y los cantos de las
laderas de las sierras.
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
CUENCA
La ocupación de las cuevas y riberas
En la provincia de Cuenca se conocen ocupaciones paleolíticas en la zona noroccidental de la
provincia, en el río Mayor y Cuevas (Huete, Gascueña, Cuevas de Velasco y Caracenilla), en el entorno
de la capital, y en la zona centro y meridional, en las terrazas cuaternarias del río Júcar, Hinojosa y
Olivares del Júcar, y estaciones al aire libre situadas aguas abajo del Pantano de Alarcón.
El yacimiento mejor conocido es el abrigo de Verdelpino, con niveles de ocupación madgalenienses
(Paleolítico Superior). La abundancia de formaciones cársticas de los barrancos de los ríos ofrecen
cuevas, covachos y abrigos que posiblemente fueran ocupadas en momentos paleolíticos.
GUADALAJARA
Las primeras manifestaciones simbólicas
Guadalajara es una de las provincias castellano-manchegas con mayor tradición investigadora en
momentos paleolíticos, marcada por el descubrimiento a principios del siglo XX de las Cuevas de los
Casares y la Hoz (Riba de Saelices), con manifestaciones artísticas de grabados y pinturas en sus paredes.
Se han realizado posteriormente diferentes estudios en el alto valle del Jarama, Sorbe y terrazas del
río Tajo, documentándose yacimientos de Paleolítico Inferior en éstas últimas y estaciones de Paleolítico Medio en cueva.
Destaca el descubrimiento en la última década de nuevas estaciones con arte parietal, como en la
cueva del Turismo, la cueva del Reno y nuevas evidencias de arte mueble en la cueva de La Hoz.
Grabado de la Cueva del Reno (Guadalajara).
OBTENCIÓN DE ALIMENTOS: LA ALIMENTACIÓN
Grupo de heidelbergensis carroñeando un elefante.
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
LA ALIMENTACIÓN
Caza y carroñeo constituyeron las formas comunes para conseguir carne de la humanidad primitiva.
La obtención por medio de la recolección de otros productos alimenticios, miel, vegetales, frutos,
semillas, raíces e incluso insectos, actividades que dejan escasas huellas arqueológicas, ocuparía buena
parte del tiempo y serviría para completar la dieta paleolítica. No hay evidencias seguras de caza de los
animales más grandes, caso de elefantes, hipopótamos o rinocerontes, hasta el final del Pleistoceno
Medio, hace unos 150.000 años, pero sí de la de otros géneros de tamaño menor y por lo tanto más
asequibles, como caballos o ciervos. Los neandertales, en el Paleolítico medio (150.000/30.000 años) y
Homo sapiens desde el Paleolítico superior (30.000/10.000 años), practicaron la caza de manera generalizada. Gran parte de los utensilios y lascas característicos del Achelense se emplearon para desprender
y limpiar la carne y otras veces, cuando los carnívoros se habían anticipado a los humanos y no quedaba
más que la carcasa del animal, simples cantos incluso sin tallar servirían para quebrar los huesos y
extraer la médula.
OBTENCIÓN DE ALIMENTOS: CARROÑEO
Restos de elefante con industria achelense en el Jarama (Madrid). Pleistoceno Medio, hace 350.000 años.
CARROÑEO
Durante las sequías prolongadas que periódicamente se observan en la actualidad en África, mueren
numerosos herbívoros, acumulándose sus cadáveres en el curso seco de los ríos. Algo semejante pudo
suceder en el Pleistoceno Medio en la Meseta, accediendo los humanos, en competencia con los
carnívoros más peligrosos, a los cadáveres que previamente habrían ojeado, situados en los últimos
reductos con agua.
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
FUEGO Y HÁBITAT: EL FUEGO
EL FUEGO
Aunque hay indicios de un posible uso
ocasional del fuego en yacimientos muy
antiguos –entre 300.000 y 400.000 años-, la
capacidad de controlarlo sólo se ha registrado con seguridad en los últimos tiempos del Pleistoceno Medio, hace unos
150.000 años. El fuego significó un avance
importantísimo, ya que se relaciona no sólo
con la preparación de alimentos, sino también con los modos de habitación, favoreciendo la ocupación permanente de las
cuevas, en las que proporcionaba calor,
iluminación y seguridad al ahuyentar a los
animales más peligrosos.
Hogar. Nivel XI de la cueva de Bolomor (Tavernes de la Valldigna, Valencia).
Hace 160.000 años.
FUEGO Y HÁBITAT: HÁBITAT
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
HÁBITAT
Durante casi todo el Paleolítico los grupos humanos deambulaban por el territorio que ocupaban sin
necesidad de crear lugares de asentamiento estable. Los altos para descansar o para pasar la noche se
producirían en puntos que ofrecían mejor resguardo y protección, cambiando con frecuencia de
emplazamiento, aunque periódicamente volvieran a algunos de ellos. Se han llegado a identificar estructuras construidas muy sencillas en yacimientos del Pleistoceno Inferior o Medio. Las ocupaciones estables en cuevas empiezan a constatarse desde la mitad del Pleistoceno Medio, como por ejemplo en
Atapuerca; pero en Europa, hasta el Paleolítico Superior, con la llegada del Homo sapiens no se documentan verdaderas cabañas, construidas con elementos vegetales y a veces con huesos de paquidermos.
La relación con el paisaje de estos primitivos seres humanos se establecía a través de las actividades
que realizaban, y así han podido identificarse en el Paleolítico inferior zonas de talla de la piedra para
fabricar utensilios, escondrijos de hachas y utensilios selectos, que constituían verdaderas reservas de
artefactos y, finalmente, lugares de abatimiento o de procesado de las piezas conseguidas mediante la
caza o el carroñeo. Muchos de estos lugares eran reiteradamente visitados a lo largo de dilatados
períodos de tiempo, cumpliendo, como lugares de encuentro, una importante función complementaria
de aglutinación social.
IV. PAISAJES
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
FAUNA
En el Pleistoceno la vida de los seres humanos transcurría en plena naturaleza, en contacto con
todos los seres vivos que existían en su entorno. Los restos óseos de algunos de ellos se han conservado
y aportan una insustituible información no sólo para identificarlos, sino también para conocer el medio
ambiente y para establecer el rango temporal que corresponde a los depósitos en que aparecen.
FAUNA: RINOCERONTES E HIPOPÓTAMOS
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
RINOCERONTES E HIPOPÓTAMOS
Aunque hasta ahora apenas se han identificado restos de rinoceronte en el Pleistoceno de CastillaLa Mancha, tan sólo un fragmento de mandíbula de Stephanorhinus hemitoechus, es seguro que estas
enormes y poderosas bestias, adaptadas a la estepa arbolada y al matorral mediterráneos, recorrerían
también las llanuras de la región a lo largo de todo el Pleistoceno.
En zonas próximas, los valles del Manzanares y Jarama, se han identificado Dicerorhinus mercki,
Dicerorhinus hemitoechus y Dicerorhinus etruscus en las formaciones del Pleistoceno Medio, y Coelodonta
antiquitatis en el Pleistoceno Superior.
D. mercki, mayor que D. hemitoechus, podía alcanzar 2,5 m de alzada, mientras que D. etruscus, el
más pequeño, se quedaría en 1,5 m. El rinoceronte lanudo, C. antiquitatis, adaptado al frío y bien
conocido a partir de los cadáveres momificados hallados en los suelos helados siberianos, llegó en la
última glaciación, extinguiéndose hacia el final de la misma, hace unos 12.000 años.
En la actualidad sólo hay hipopótamos en el continente africano, y África es el origen de los que
llegaron a Europa en el Mioceno y, después de haberse extinguido en el Plioceno, de nuevo hace un
millón y medio de años en el Pleistoceno Inferior. Como es bien conocido estos animales pasan la mayor
parte del día dentro del agua, por lo que necesitan para subsistir la presencia de este elemento, lo cual
constituye una clara referencia ecológica, ya que son incompatibles con temperaturas bajas. En cualquier caso no son frecuentes en las faunas del Pleistoceno medio ibérico, lo cual probablemente
quiere decir que no disponían de masas de agua extensas que favorecieran su desarrollo. Hippopotamus
major, también denominado Hippopotamus antiquus, es la especie europea de mayor tamaño. Los
ejemplares registrados en el Tajo, que tendrían un volumen semejante o algo mayor que el Hippopotamus
amphibius africano actual, podría pertenecer a la especie Hippopotamus incognitus, identificada en
los ríos más caudalosos europeos, desde el sur de Alemania e Inglaterra a Italia.
FAUNA: ELEFANTES
ELEFANTES
La presencia de restos de elefante en los yacimientos paleolíticos españoles es un rasgo absolutamente característico, que compartimos con otros paises del sur de Europa, en especial con Italia.
Dentro de la cuenca del Tajo, en los valles del Manzanares y Jarama, se ha registrado con cierta
frecuencia la asociación de carcasas de un ejemplar adulto, macho o hembra, asociado con hachas
talladas y lascas. El estudio de estos lugares ha permitido concluir que se trata de animales muertos por
causas naturales, a los que un grupo de homínidos pudo llegar enseguida y aprovechar parte de su
enorme masa cárnica, la piel, tendones y en ocasiones los huesos para fabricar utensilios.
Excavación de un elefante en la cuenca del Tajo.
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Migración de elefantes en África (Hacia 1920).
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Hembra de elefante con cría (Reconstrucción).
En la Meseta sur la especie que se registra es el Elephas (Palaeoloxodon) antiquus, y los homínidos,
cuyos restos óseos hasta ahora no han aparecido, serían Homo heidelbergensis.
La familia Elephantidae está representada en el Pleistoceno de la Península ibérica por dos géneros,
Palaeoloxodon -quizás un subgénero de Elephas- y Mammuthus.
El primero de ellos, animales de piel lisa y con largas defensas rectas que podían medir hasta algo más
de tres metros, está representado por una sola especie, Palaeoloxodon antiquus, habitante de zonas
arboladas bajo clima templado durante todo el Pleistoceno Medio, y capaz de cierta adaptación al frío,
por lo que pudo llegar a convivir con sus parientes, los mamuts. Éstos, los mamut cuaternarios, corresponden a varias especies que se han sucedido en el tiempo.
A los Mammuthus meridionalis del Pleistoceno Inferior les sucedieron en el Pleistoceno Medio
Mammuthus trogontherii y otras formas derivadas, intermedias entre esta especie y Mammuthus
primigenius, característico del Pleistoceno Superior y bien conocido a través de los ejemplares completos congelados hallados en los suelos helados siberianos. Los mamuts, cuyo hábitat característico
era la estepa fría, presentaban defensas curvadas; las de M. primigenius, con una doble torsión hacia
arriba y hacia el exterior, podrían llegar a alcanzar más de 4,5 m de desarrollo.
Los depósitos fluviales del Tajo han proporcionado restos tanto de elefante como de mamuts del
Pleistoceno Medio, siendo particularmente significativos los hallados en el entorno de Toledo, en las
terrazas del Polígono industrial, Pinedo y Buenavista.
FAUNA: LA MESETA HACE 400.000 AÑOS
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
FAUNA: CABALLOS, BÓVIDOS Y CÉRVIDOS
CABALLOS
Desde el Plioceno Superior el género Equus está en Europa. A lo largo del Cuaternario se han
diferenciado un número relativamente elevado de formas y especies, demostrando una gran capacidad
de adaptación a las condiciones ambientales. Se agrupan en dos grandes grupos, los stenoninos y los
caballinos. Los primeros son exclusivos, en la Península ibérica, del Pleistoceno inferior, si bien alguna
especie, Equus altidens por ejemplo, alcanza el Pleistoceno Medio, y Equus hydruntinus, derivada de la
anterior, se extingue en el Holoceno. En Europa se han reconocido diez especies diferentes de Equus
caballinos, que se reúnen en tres grandes grupos de acuerdo con características de la dentición y con
las proporciones del cuerpo. En la Meseta y concretamente en las terrazas medias del Tajo, se registra
Equus caballus torralbae, que sería una versión en tamaño reducido de Equus taubachensis (Grupo I) y
Equus chosaricus (GII), un caballo de hocico corto con variedades de talla media y grande.Todos los
équidos viven en territorio abierto, pradera, estepa o sabana. También se encuentran en paisajes algo
arbolados, e incluso pueden adaptarse a terrenos arenosos, húmedos o con nieves persistentes en
topografías abruptas.
BÓVIDOS
Los bovinos constituyen una de las dos subfamilias en que se dividen los bóvidos. Comprende a su vez
seis géneros, dos de los cuales, Bison y Bos, sobre todo este último, se registran en los yacimientos
pleistocenos de la Meseta. En las terrazas medias del Tajo se han encontrado restos de Bos primigenius,
el uro o toro salvaje, distinto y considerablemente mayor que el toro bravo (Bos taurus), ya que llegaba
a alcanzar más de 2 m de altura en la cruz, superando los 2.000 Kg de peso. Su hábitat típico es la
pradera-parque. Mejor adaptado al clima templado, en el sur de Europa, donde las temperaturas no
descendían tanto como en el Norte, han llegado a subsistir, incluso durante períodos fríos, si bien en
estas etapas los grandes bisontes de la estepa europea (Bison priscus) ganaban terreno hacia el Sur, y
su mejor adaptación a los rigores climáticos provocaba que les fuera sustituyendo. Al sur del Sistema
Central se han registrado restos de bisonte en los aluviones del Manzanares datados en el Pleistoceno
Superior. El uro se extinguió en tiempos históricos muy recientes. El último individuo vivo registrado fue
abatido en una cacería en Lituania en el año 1628.
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
CÉRVIDOS
La familia Cervidae integra varias subfamilias fósiles anteriores al Cuaternario y otras desarrolladas en
el Pleistoceno. Ejemplares pleistocenos que corresponden a Cervinae, grupo que integra Cervini y
Megacerini, han sido registrados en depósitos fluviales de Castilla-La Mancha, en particular restos de
Cervus elaphus. Se trata del ciervo común en toda Europa y Asia desde el Pleistoceno Medio. Un animal
de talla media, que a veces sobrepasa los 1,50 m de alzada y los 400 kg de peso, capaz de recorrer
grandes distancias y adaptado a los bosques frondosos y de árboles resinosos, tanto en zonas llanas
como montañosas. Dada su gran versatilidad puede adaptarse bien a la estepa arbolada y al matorral
mediterráneo y a un amplio abanico de temperaturas.
Los gamos, Dama dama y Dama clactoniana, con una característica cuerna plana, y el corzo, Capreolus
capreolus, también se han registrado en las formaciones fluviales pleistocenas de la Meseta. El gamo
tiene un hábitat parecido al del ciervo común, aunque también se adapta a espacios más abiertos. El
gamo tiene un hábitat parecido al del ciervo común, aunque también se adapta a espacios más abiertos.
El corzo es más sedentario que los anteriores, prefiere bosques de reducidas dimensiones y se adapta
aún mejor que el ciervo a las temperaturas extremas.
FAUNA: LA MESETA HACE 20.000 AÑOS
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
LA FORMACIÓN DE LOS YACIMIENTOS
El río Tajo a su paso por Toledo. En la parte superior de la imagen se pueden observar las terrazas fluviales en las que se sitúan
los yacimientos pleistocenos.
LA FORMACIÓN DE LOS YACIMIENTOS
Los restos arqueológicos y paleontológicos del Pleistoceno han llegado a nuestros días con distintos
grados de conservación. Los artefactos de piedra, muy resistentes, pueden encontrarse en la superficie, sin necesidad de sedimentos que los hayan protegido. Sin embargo los huesos sólo se pueden
conservar cuando quedaron enterrados antes de que las alteraciones producidas por su permanencia
a la intemperie acabaran con ellos.
Los conjuntos que encontramos en las excavaciones bien protegidos por sedimentos aportan más
información que los hallazgos superficiales, y con el grado de integridad crece la significación de los
datos que proporcionan.
Los sedimentos que mejor han conservado el registro arqueológico y paleontológico pleistoceno
son los depósitos fluviales. La red fluvial que conocemos comenzó a establecerse hace más de 2 millones
de años. Entonces los ríos de la Meseta circulaban a mayor altura que en la actualidad, el Tajo discurría
en estos primeros momentos unos 180 m por encima de la cota actual, y en el transcurso del tiempo ha
ido encajándose y excavando su valle, dejando en las laderas del mismo planos a distintas alturas que
reciben el nombre de terrazas fluviales.
Las terrazas fluviales equivalen a antiguas vegas y el escalonamiento que presentan es proporcional
a su edad, ya que se suceden en el tiempo, encajándose cada una en la anterior.
Las secuencias de terrazas aportan un marco cronológico relativo para los yacimientos pleistocenos
que contienen. Los depósitos sedimentarios acumulados en aguas tranquilas pueden recubrir los conjuntos de restos, preservándolos hasta el momento de su excavación moderna con muy pocas alteraciones a pesar del tiempo que haya transcurrido.
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Modelo de sistema de terrazas fluviales encajadas y escalonadas.
Tres fases sucesivas de la evolución del Tajo en las inmediaciones de Toledo,
LA FORMACIÓN DE LOS YACIMIENTOS:
LOS CAMBIOS CLIMÁTICOS EN EL PLEISTOCENO
Divisiones y escala paleomagnética del Pleistoceno.
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
LOS CAMBIOS CLIMÁTICOS EN EL PLEISTOCENO
A lo largo del Pleistoceno el clima del planeta ha conocido importantes fluctuaciones, alternado en
la Meseta española ciclos de bajas temperaturas y pocas lluvias con otros más húmedos y templados,
estos semejantes al período actual, que comenzó hace 11.000 años.
Durante las etapas frías aumentó la masa de hielo acumulado en los casquetes polares, llegando en
Europa, en el caso del hemisferio Norte, hasta la latitud de Londres o Berlín. En las principales cadenas
montañosas de la Península las nieves perpetuas se mantendrían en las cumbres más elevadas.
Paralelamente, al disminuir el volumen de agua líquida, el nivel de los océanos llegó a descender
hasta -120 m en los momentos más fríos, provocando cambios geográficos importantes, como, por ejemplo, en el caso de las Islas Británicas, unidas a Europa en estas fases. Gibraltar sin embargo no llegaría
nunca a cerrarse, si bien la anchura del estrecho se reduciría a tan sólo 6 o 7 Km, con algún islote
intermedio.
Los cambios ambientales provocaron en cada caso movimientos en la fauna. Las distintas especies,
adaptadas a un territorio, buscarían al variar el clima recuperar su hábitat, migrando hacia el sur al bajar
las temperaturas y extendiéndose de nuevo cuando estas se recuperaban.
La fauna, al estar adaptada en cada caso a unas condiciones ambientales determinadas, aporta
indicaciones valiosas para conocer las condiciones climáticas que se desarrollaron en el pasado.
Una información aún más directa nos proporciona el polen de las plantas, que se conserva bastante
bien en los sedimentos y aporta un conocimiento directo acerca de la vegetación del entorno. En
Toledo, los análisis polínicos realizados en Pinedo y Valdelobos nos muestran las características principales del clima en el Pleistoceno Medio avanzado y hacia la mitad del Pleistoceno Superior, hace 200.000
y 50.000 años respectivamente. En el primer caso la vegetación corresponde a un ambiente mediterráneo, algo más seco que el actual y con parecidas temperaturas.
En Valdelobos se identifican fluctuaciones importantes en las precipitaciones y temperaturas, y en
conjunto unas condiciones algo más húmedas y cálidas que las reflejadas en Pinedo.
Vegetación en el entorno de Valdelobos (Toledo) hace 50.000 años.
FORMACIÓN DE LOS YACIMIENTOS: RELOJES DEL PASADO
Toma de una muestra de Puente Pino (toledo) para la datación por termoluminiscencia.
RELOJES DEL PASADO
Desde mediados del siglo XX el progreso científico ha puesto a punto técnicas cada vez más exactas
para evaluar de manera cuantitativa la cronología del Pleistoceno. Estos modernos relojes están basados con frecuencia en la radiactividad de algunos elementos y en otras propiedades de las partículas
atómicas, así como en otras constantes planetarias cíclicas que es posible medir.
El primero y más conocido de estos métodos, el carbono-14, se basa en la determinación de la
cantidad de carbono radiactivo que queda en un material orgánico de origen natural. Con este método
se pueden fechar restos de hasta hace 50.000 años. Para los primeros momentos del Pleistoceno se
emplea otro método basado en el mismo principio, pero que utiliza el Potasio, un metal presente en las
cenizas volcánicas y cuyo rango cronológico llega más allá del Pleistoceno.
El inconveniente de este método es que no se puede aplicar en la Península ibérica, donde apenas
hubo emisiones volcánicas en el Cuaternario.
Los métodos aplicados en la Meseta y en concreto en las secuencias fluviales y yacimientos manchegos se basan en las series radiactivas del Uranio, en medidas de la excitación lumínica remanente
(técnicas de luminiscencia) y en la escala temporal de inversiones del campo magnético terrestre.
La orientación del campo magnético esta sometido de forma continua a pequeñas variaciones, pero
en el curso de los últimos millones de años ha experimentado variaciones totales, ocupando cada polo
una posición invertida respecto a la actual, es decir el Norte la posición del polo Sur y el Sur la del polo
Norte.
Se ha podido medir por procedimientos radiométricos la duración de cada uno de los intervalos de
polaridad positiva -igual a la actual- y negativa -la contraria-, y se ha podido construir una escala
paleomagnética de validez universal. Las fases de mayor duración se denominan épocas o crones, incluyendo cada una de ellas subfases de distinta polaridad, que se conocen como subcrones las más largas
y excursiones las más breves. Algunos minerales de hierro que conservan ciertos sedimentos quedaron
orientados de acuerdo con el campo magnético terrestre del momento de su deposición. Al medir las
sucesivas orientaciones en una secuencia sedimentaria se puede conocer como ha ido variando el
campo magnético en el tiempo que tardó en depositarse, y comparándola con la secuencia general es
posible establecer la edad absoluta.
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Ciclo del carbono 14 en la atmósfera
Principales métodos de datación
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
V. LA TALLA LÍTICA
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LA TALLA LÍTICA: LA FABRICACIÓN DE HERRAMIENTAS
LA FABRICACIÓN DE
HERRAMIENTAS
En los tiempos prehistóricos, los homínidos
realizaban herramientas en piedra, en madera
y en hueso para sus labores cotidianas de cortar, rascar, despiezar o descuartizar animales,
curtir pieles y cortar plantas o ramas de árboles, conservándose casi únicamente las piezas
elaboradas en piedra, ya que no se deterioran
con el paso del tiempo.
Las piezas no se analizan de forma individual, sino que se busca comprender cómo llegó a ser el proceso de talla en un lugar, desde
la adquisición de los cantos naturales o
“nódulos” en los lechos, orillas de los ríos o en
las laderas de las sierras de cuarcita, hasta su
propia talla, estudiando las diferentes formas
de tallar y, finalmente, su abandono.
Son diferentes las materias primas aptas para
ser talladas, siendo las más abundantes en el
territorio castellano-manchego las cuarcitas,
además del cuarzo, el sílex, la caliza de grano
fino e incluso, el basalto (roca de origen volcánico) en forma de cantos redondeados de
río, o de plaquetas planas o bien cantos angulosos de las laderas y piedemontes de las
sierras en las que existen en gran cantidad.
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
LA TALLA LÍTICA: PALEOLÍTICO ANTIGUO
LAS PRIMERAS HERRAMIENTAS
Las primeras evidencias de piezas talladas en piedra se documentan en África oriental hace 2,5
millones de años, momento en que los primeros representantes del género Homo fabrican sus herramientas. Estas industrias antiguas en piedra son de tecnología elemental, simples cantos golpeados con
otra piedra similar (“percutor”), en una o dos caras para crear un filo cortante, consiguiendo un útil
con extremo afilado llamado “canto trabajado”. Estos cantos trabajados servirían para múltiples tareas,
como cortar, machacar, fracturar, descuartizar o descarnar.
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
LA TALLA LÍTICA: ACHELENSE
LAS PRIMERAS HERRAMIENTAS COMPLEJAS
La industria achelense (denominada así por localizarse por primera vez en el yacimiento francés de
Saint-Acheul), es la que mejor representa el Paleolítico Inferior de la Península Ibérica, extendiéndose
por casi toda la geografía peninsular entre los 500.000 años y 100.000 años antes del presente. Su
protagonista es el Homo heidelbergensis.
Se produce una transformación importante en la tecnología lítica, convirtiendo los propios cantos
en útiles a base de golpeos intencionados con otro canto en una cara (“hendedores”), en las dos caras
(bifaces o “hachas de mano”) o incluso en tres caras (“triedros”). En cuanto a las hachas de mano, los
tipos más antiguos cuentan con un filo sinuoso, mientras que los más avanzados son de tendencia
simétrica y finalizados con el retoque de los bordes con un instrumento de hueso, asta o madera.
Los propios desechos debidos al golpeo de dichos cantos (pasarán así a denominarse “núcleos”) se
llaman “lascas”, que en estos momentos son normalmente de gran tamaño y sirven a su vez para cortar.
En ocasiones sus filos son retocados para la creación de un filo más efectivo para el trabajo de la
madera, pieles o alimentos de origen animal.
LA TALLA LÍTICA: MUSTERIENSE
LAS PRIMERAS INDUSTRIAS
La industria en piedra musteriense (llamado así por ser descubierta en el yacimiento de Le Moustier
en la Dordoña francesa) se documenta para el período comprendido entre los 250.000 años y los 30.000
años antes del presente, dentro del denominado Paleolítico Medio, cuyo autor es el Hombre de
Neandertal.
El Musteriense se diferencia del Achelense por la tendencia a aligerar y reducir el tamaño de los
útiles y economizar la materia prima. Para un mayor aprovechamiento de la materia prima, se agotan los
cantos (“núcleos”) de partida, siguiendo procesos de talla “discoide” y “levallois” preferentemente,
mediante los cuales se consiguen lascas y puntas con formas y tamaños determinados.
Además se logra una mayor diversidad del utillaje y la especialización en el retoque de las piezas
líticas conseguidas mediante la talla, buscando una mayor rentabilidad en el uso de útiles, que pueden
ser utilizados con o sin enmangue.
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
LA TALLA LÍTICA: INDUSTRIA LAMINAR
LA LLEGADA DE LA TECNOLOGÍA
La industria laminar es propia del Paleolítico Superior, que se desarrolla entre los 40.000 años y los
9.000 años antes del presente, momento en que ya se establece el Homo sapiens sapiens, la especie
actual. En este momento no sólo se conservan piezas elaboradas en piedra, sino que existe una industria diversificada en hueso y asta (puntas, azagayas, agujas, espátulas, arpones, etc.).
Las rocas utilizadas para la talla se seleccionan cada vez más, buscando optimizar las materias primas
mediante la consecución de un mayor número de filos y una mayor efectividad de corte, aprovechándose los bloques naturales hasta su agotamiento. Son propios de este momento las láminas (auténticos
cuchillos alargados), así como útiles tallados por las dos caras muy delgadas, denominadas hojas (de
laurel, sauce, etc.).
ESTUDIOS
I. EL ACHELENSE DE CASTILLA-LA MANCHA EN EL
CONTEXTO PENINSULAR Y EUROPEO
Manuel Santonja Gómez
Museo Arqueológico Regional. Alcalá de Henares
manuel.santonja@madrid.org
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Introducción
El estudio de las primeras etapas de la Prehistoria ha atravesado
fases de distinta intensidad en España. Después de los primeros estudios en los aluviones del Manzanares en Madrid protagonizados por
Mariano de la Paz Graells y por Casiano de Prado (Fig. 1), a principios
del pasado siglo H. Obermaier y dos de sus discípulos, P. Wernert y J.
Pérez de Barradas, realizaron trabajos sistemáticos que pusieron de
relieve una espectacular concentración de yacimientos paleolíticos
en el tramo de valle inmediatamente aguas abajo de Madrid. Estas
exploraciones se ampliaron al Jarama y a otros sectores inmediatos,
publicando Pérez de Barradas en 1920 unas primeras observaciones
relativas a los depósitos del Tajo en Buenavista, en el mismo Toledo
(Santonja y Vega 2002). Los yacimientos identificados pronto fueron
representativos y permitieron a Obermaier establecer un primer balance del Paleolítico de la Península en “El Hombre Fósil”, obra de
referencia durante varias décadas (Obermaier 1916).
Los últimos años de la II República y de manera definitiva la Guerra
Civil, provocaron la interrupción de estos estudios, que tardaron más
de una generación en volver a despegar. Cuando a partir de los años
sesenta la investigación del paleolítico en España comenzó tímidamente a recuperar el pulso, la inactividad anterior suponía que durante esos años no se habían formado especialistas y que los avances
metodológicos y en los conocimientos desarrollados en el resto de
Europa no habían tenido prácticamente efecto ni difusión en España.
Al volver en 1960 C. Howell a excavar en Torralba (Soria), un sitio
valorado internacionalmente del que después de Cerralbo (1845-1922)
ningún arqueólogo había vuelto a ocuparse, ni en la universidad española, ni en el CSIC existían proyectos que pudieran beneficiarse del
diseñado por Clark Howell, quién aplicaba a un yacimiento paleolítico
europeo por primera vez la estrategia interdisciplinar que había surgido en Olduvai y se había empezado a desarrollar en otros yacimientos africanos –en Isimila (Tanzania) bajo la dirección del mismo Howell-, y
que tantos resultados aportaría en lo sucesivo.
Figura 1
Restos de elefantes excavados por
Mariano de la Paz Graells en el año
1850 en San Isidro (Madrid).
Emiliano Aguirre sería prácticamente el único científico español
capaz de conectar con los nuevos objetivos de la disciplina. Integrado como paleontólogo en el equipo de Torralba y Ambrona, Aguirre
abrió nuevas líneas de trabajo en el Pleistoceno de España. Paralelamente fueron surgiendo diversas investigaciones regionales, entre las
que destacaba la iniciada por M. Martín Aguado en Toledo.
Ahora, cuando ya pueden establecerse valoraciones con cierta
perspectiva temporal, sabemos que la labor realizada en aquellos años,
sin una tradición investigadora en que apoyarse, tropezaba seriamente con el escaso conocimiento de las secuencias fluviales y de las
formaciones pleistocenas en general. No se disponía de un contexto
crono-estratigráfico válido para integrar los resultados que se iban
alcanzando. Martín Aguado, condicionado por todas estas circunstancias, fue prácticamente un pionero en el estudio detallado de las
formaciones del Tajo.
Tanto el sistema cronológico operativo en estos años como las
interpretaciones fundamentalmente antropocéntricas de los yacimientos entrarían en crisis en la década siguiente. El desarrollo de nuevas
técnicas de datación y la crítica desde perspectivas interdisciplinares
y procesuales de las interpretaciones determinaron importantes cambios metodológicos (Santonja y Vega 2002).
La cronología del Pleistoceno según las glaciaciones alpinas fue
sustituida por una escala climática mucho más detallada y de mayor
definición cronológica, basada en la significación climática de la relación entre dos isótopos del oxígeno (O16 y O 18) en la microfauna
marina de los fondos oceánicos (OIS, Oxyigen Isotope Scale). Junto
Figura 2
Escala cronológica del Neógeno Superior y del Cuaternario.
Divisiones geológicas.
Épocas paleomagnéticas.
Equivalencias relativas con la
secuencia basada en las glaciaciones
alpinas.
Estadios isotópicos (OIS).
Extensión cronológica de las
industrias líticas en África y Europa.
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con otra secuencia establecida a partir de los cambios de polaridad
de la corteza terrestre (GRTS, Geomagnetic Reversal Time Escale),
constituyen los sistemas cronológicos habitualmente empleados en la
actualidad (Fig. 2).
Los objetivos arqueológicos de la investigación también han experimentado profundos cambios. La interpretación del registro arqueológico paleolítico persigue determinar el sentido funcional de los
yacimientos y el contexto paleoambiental correspondiente, así como
el conocimiento del proceso de formación, marco de referencia imprescindible para establecer los límites de las hipótesis. Los artefactos de piedra tallada se intentan comprender desde una perspectiva
tecnomorfológica, intentando identificar y articular los pasos que
van desde la obtención de la materia prima hasta el abandono de los
utensilios, pasando por todas las fases intermedias de elaboración,
utilización y reparación.
El dominio fluvial es el ámbito más común de la arqueología
pleistocena peninsular. Mientras que en la Prehistoria reciente yacimiento arqueológico viene a ser sinónimo de asentamiento o zona de
actividad humana, los restos paleolíticos aparecen frecuentemente
sin embargo en posición derivada, incluidos en aluviones fluviales de
media o alta energía. Los yacimientos al aire libre a veces son simplemente puntos de localización de industrias líticas, acumuladas por
factores naturales a partir de sus posiciones originarias. En el mejor
de los casos, cuando conservan los restos en posición primaria, representan intervalos temporales cortos y registran acciones puntuales que a veces es posible reconocer. Las cuevas en cambio facilitarían ocupaciones más estables de media o larga duración, u otras más
breves, puntuales incluso –similares a las reconocidas al aire libre-,
pero repetidas a lo largo del tiempo en un espacio reducido,
palimpsestos de interpretación más ardua.
En Castilla-La Mancha conocemos algunos yacimientos del Paleolítico Medio y del Superior en cuevas y abrigos, pero no se ha identificado hasta ahora en este medio ninguno con restos del Paleolítico
inferior. Las primeras huellas humana en la región han permanecido
en las terrazas fluviales de la cuenca del Tajo y del Guadiana, y corresponden al Achelense pleno, si bien existen leves indicios de mayor antigüedad.
1. Presencia humana inicial en la Península ibérica y en Europa.
En el Mioceno superior y en el Plioceno aparecen en África los
antepasados de Homo. Los primeros seres incluidos en este género
datan de hace 2,5 millones de años (m.a.), momento a partir del cual
se documentan también artefactos de piedra tallada (Roche et al.
2003).
Antes de 1,75 m.a. los primeros Homo, quizás de la especie H.
habilis (Vekua et al. 2002), se habían extendido fuera de África, al
menos por el Próximo Oriente hasta el Cáucaso. En Dmanisi (Georgia)
se han registrado los restos más antiguo entre los actualmente conocidos. Otros de cronología ligeramente inferior, a partir de 1,66 m.a.,
se conocen en Israel (1,4 m.a.), India (1,2 m.a.), Java (>1,5 m.a.) y
China (1,66 m.a.) (Bar-Yosef 1994; Paddaya et al. 2002; Larick et al.
2001; Zhu et al. 2004). Mientras que en Dmanisi la industria lítica
asociada con los restos humanos corresponde a una tecnología primitiva, oldouvaiense, en otros puntos, caso de Ubeidiya (Israel,1,4 m.a.),
Isampur (India, 1,2 m.a.) o Bose (China, 0,803 m.a.) (Bar-Yosef y GorenInbar 1993; Paddaya et al. 2002; Hou et al. 2000), encontramos conjuntos industriales que corresponden ya al achelense, una tecnología más desarrollada que surgiría con Homo ergaster en África Oriental hace al menos 1,65 m.a. (Roche et al. 2003), caracterizada por la
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
producción de grandes lascas que pueden soportar el desarrollo de
cadenas operativas largas, permitiendo la fabricación de hachas y
otros instrumentos de siluetas estadarizadas y equilibradas (Isaac 1986;
Gowlett 1986).
Con arreglo a los datos actualmente disponibles la expansión humana tardó en alcanzar Europa, y no se ha establecido con precisión
el camino recorrido. Las únicas evidencias firmes del Pleistoceno
Inferior, anteriores a 0,8 m.a., se encuentran en la Península Ibérica,
en concreto algunas localidades situadas en Atapuerca (Burgos) –
Gran Dolina y Cueva Elefante- y en Orce (Granada) –Fuentenueva 3 y
Barranco León-.
Atapuerca, en el norte de la Meseta, cuenta con una cronología
(Figura 3) obtenida en Gran Dolina mediante paleomagnetismo (Parés
y Pérez-González, 1995 y 1999), corroborada por otras técnicas
(Falgueres et al. 1999, 2001) que sitúa los niveles inferiores de esta
cavidad, con industria, restos humanos y fauna (Carbonell et al.1995,
2001), al final del Pleistoceno inferior, entre el fin del subcrón Jaramillo
y el límite Matuyama-Brunhes (990 - 780 Ka). Una edad similar poseerían, de acuerdo con la microfauna aparecida y con la posición
morfoestratigráfica del karst (Pérez-González, com. personal), los niveles inferiores de Elefante, otra cueva del complejo de Atapuerca
que se ha comenzado a excavar recientemente. Otras dos localidades de la Depresión de Orce, Fuentenueva 3 y Barranco León, podrían tener de acuerdo con el nivel evolutivo de la fauna y el
paleomagnetismo, una cronología anterior, en torno a 1,2 millones de
años (Agustí et al. 2000; Oms et al. 2000).
Las fechas propuestas para los niveles inferiores de Atapuerca, y
las de Fuentenueva 3 y Barranco León, aunque no exenta de debate
en el primer caso (Kolfschoten 1998) y sólo preliminarmente publicadas hasta ahora las segundas, constituyen buenas referencias para
Figura 3
Cronología paleomagnética de Gran
Dolina –Atapuerca(según Parés y Pérez-González).
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aceptar que hubo humanos en la Península ibérica al menos desde el
final del Pleistoceno inferior, tiempo ya en el que la tecnología
achelense había adquirido un notable grado de desarrollo1 y difusión
geográfica (Bar-Yosef y Belfer-Cohen 2001; Villa 2001).
En el medio fluvial no se han registrado hasta ahora, pese a las
prospecciones realizadas, yacimientos de edad comparable. Hoy por
hoy Atapuerca y Orce constituyen casos prácticamente únicos desde el punto de vista cronológico en la Península ibérica, ya que en las
terrazas del Pleistoceno Inferior sólo han podido observarse hasta
ahora algunas piezas líticas de talla elemental y con frecuencia difícil
de interpretar (Raposo y Santonja 1995).
Por encima de cotas relativas en torno a los 40 o 60 metros en el
Duero y el Tajo, y a los 14 m en el Guadiana, únicamente se han
registrado artefactos aislados, respecto a los cuales a veces es difícil
descartar un origen natural. Algunos cantos tallados y lascas de terrazas a +74 y +80 m en la Submeseta Norte, en los ríos Duero,
Valderaduey, Esla y Pisuerga. En el Tajo elementos similares en cotas
relativas en torno a +100 m -Pueblanueva (Toledo) y Galisteo (Cáceres)y en el Guadiana y Jabalón en terrazas altas de +19 y +25 metros en la
provincia de Ciudad Real (Fig. 4 y 5).
Añadamos que tampoco en superficie se observan concentraciones cuyas características permitan plantear una edad anterior al
Achelense de las terrazas medias. Los conjuntos que se han descrito
en posiciones elevadas, caso por ejemplo de los páramos del Duero
Medio o en las rañas de la Submeseta Sur (Díez Martín 2000; Santonja
1981) pueden asociarse sin dificultad con el achelense de las terrazas
medias o incluso con etapas posteriores.
La necesidad de insistir en estos débiles elementos deriva de la
situación planteada por Atapuerca y Orce, pues si hay homínidos en
la Península Ibérica ya en el Pleistoceno Inferior, puede parecer sorprendente que no se reconozca su presencia en unas formaciones
geológicas como las fluviales que cubren un amplio territorio, intensamente exploradas y que han demostrado su capacidad para retener cierta cantidad de restos en el Pleistoceno Medio. Una densidad
humana muy baja en este extremo sur de Europa antes de la eclosión
achelense podría quizás explicar la situación, pero de manera complementaria sería conveniente contrastar si la ausencia de yacimientos junto a los cursos fluviales en el Pleistoceno Inferior podría tener
que ver con una predilección por otros ambientes, las cuevas y los
márgenes lacustres en concreto.
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Figura 4
Canto trabajado (?) de una
terraza alta del Tajo en las
inmediaciones de Talavera de la Reina
(Toledo).
Figura 5
Posible canto trabajado de la terraza
alta del Alagón.
La Mesa (Galisteo, Cáceres)
2. El Achelense de la Península Ibérica. Dispersión regional.
El marco temporal que en conjunto se maneja para las formaciones con industria achelense, como se ha expuesto en páginas anteriores, así como las dataciones obtenidas en Atapuerca, lleva a situar
las industrias achelenses de la Meseta entre los estadios isotópicos
13 y 6, desde hace medio millón hasta los 130.000 años aproximadamente. Estos límites podrán ser definidos con mayor precisión con
los resultados de los programas de datación actualmente en curso,
pero en cualquier caso marcan un prolongado vacío de por lo menos
300.000 años, entre las ocupaciones de Atapuerca (TD6) y el achelense
de las terrazas medias de la Península.
La existencia de industrias que respondieran a un nivel técnico cualitativamente pre-achelense en Iberia hace 1,2/0,8 m.a., margen en el que
se mueven las cronologías propuestas para Fuentenueva 3 y TD6, sería sin duda anómala, no ya sólo por la distancia temporal –y antropológicaque las separaría del oldouvaiense africano, sino valorando la edad de yacimientos netamente achelenses más próximos como Ubeidiya y Gesher
Banot Ya’aqov, en el Rift del Jordán, con edades c. 1,4 y 0,8/0,7 m.a. respectivamente, o Thomas-1, en Casablanca, del final del Pleistoceno inferior
(Bar-Yosef y Goren-Inbar, 1993; Goren-Inbar y Saragusti 1996; Raynal et al. 2001). Aún podrían añadirse otros sitios achelenses con cronologías
del mismo orden, como Evron (Israel), las localidades más antiguas del Nahr-el-Kebir (Líbano), Latamné (Siria) o Azych, en el Cáucaso y no lejos
de Dmanisi (Goren-Inbar y Saragusti 1996).
1
Para establecer el marco cronológico del achelense ibérico los
sistemas de terrazas, bien conocidos en los principales valles del sector estudiado, y la fauna relacionada proporcionan un primer punto
de partida para aproximarnos a la cronología de los yacimientos
Mucho más que en cualquier otra época más recientes, la conservación de yacimientos paleolíticos se ve condicionada por factores naturales, y la interpretación de la geografía de los hallazgos, o
de su mayor o menor densidad, siempre debe someterse a análisis
que ponderen las condiciones de conservación.
En el caso de la Península ibérica, de la escasez de yacimientos
paleolíticos en toda la vertiente mediterránea, incluso en la Depresión del Ebro, no es correcto deducir una baja densidad de ocupación humana en el Pleistoceno Medio y Superior. Los efectos del
clima mediterráneo sobre el régimen de los ríos, causando crecidas
catastróficas frecuentes, pueden explicar la ausencia de yacimientos en las formaciones fluviales del Pleistoceno Medio y Superior, al
margen de la mayor o menor presencia humana que pudiera existir en
estas zonas (Santonja y Pérez-González 1998). Existen yacimientos en
cueva (Cau del Duc en Gerona, Cova Bolomor en Valencia, entre otros)
y al aire libre –entre los mejor conocidos Cuesta de la Bajada, en
Teruel- reveladores. Estos sitios se han encontrado en zonas óptimas
para la conservación del registro arqueológico, cuevas en unos casos
y un área deposicional subsidente, en Teruel, que ha favorecido los
procesos sedimentarios de acumulación (Fig. 6), paliando el efecto
de la erosión.
Figura 6
Yacimiento de
Cuesta de la Bajada (Teruel),
vista general de los depósitos de la
terraza media del Alfambra,
con más de 40 m de espesor.
80 | 81
En la cornisa cantábrica (Montes 2003) e incluso en Galicia, donde los yacimientos achelenses y musterienses al aire libre no son muy
frecuentes, observamos como en muchos valles, especialmente en
los de menor recorrido, las fluctuaciones del nivel de base de los
ríos, controlado por la altura en que en cada momento se ha situado
el nivel del mar, han determinado ciclos erosivos que han hecho desaparecer parte de los depósitos correspondientes al Pleistoceno
Medio. En todo caso, aunque la densidad de yacimientos es menor
que la observada en la Meseta, se han localizado notables concentraciones de industria achelense en varias zonas. En Galicia destaca
el yacimiento de Gándarras de Budiño, en formaciones del Louro, un
afluente del Miño (Gracia et al. 2004), y en Asturias los yacimientos
del Nalón y sobre todo Bañugues, en las proximidades del cabo de
Peñas (Avilés). Hacia el Este, en Cantabria y el País Vasco, la situación
es semejante a la de Asturias, con algunos yacimientos singulares
como los registrados en el entorno de la ciudad de Santander, o
Irikaitz (Arrizabalaga, 2005), en depósitos del Urola (Cestona, San
Sebastián). En toda la región cantábrica se conocen importantes yacimientos en cueva del Paleolítico Medio y del Paleolítico superior,
estudiados con intensidad desde comienzos del siglo XX.
La concentración de industrias líticas del Paleolítico Medio que
se conoce en el interior de la Península ibérica no parece comparable a la de Cantabria o el País Vasco por el menor número de cavidades con niveles paleolíticos, pero las estaciones al aire libre –al margen de los problemas cronológicos que suelen presentar- sugieren
una presencia humana semejante. Las referencias achelenses resultan por el contrario muy superiores, debido también quizá a factores
de conservación. Expondremos a continuación, en líneas generales
las características de estas últimas, deteniéndonos en las áreas de la
cuenca del Tajo, Madrid y Extremadura, inmediatas a la región castellano-manchega, a cuyo estudio se dedican otros capítulos de este
volumen, así como en algunos yacimientos singulares cercanos –Áridos (Madrid), Ambrona y Torralba (Soria) o Cuesta de la Bajada (Teruel)que pueden orientarnos mejor acerca de la información que los yacimientos en medios exteriores, al aire libre, pueden aportar al conocimiento del Paleolítico más antiguo.
2.1 Cuenca del Tajo
Además de en el sector toledano, donde sobresalen los yacimientos de Pinedo y Puente Pino, el registro más notable corresponde a
la provincia de Madrid (valles del Manzanares y Jarama) y a la zona de
Galisteo-Coria en Extremadura (Fig. 7). En Portugal se han reconocido otros focos de yacimientos en Rodâo y en el estuario de Lisboa,
donde se ha excavado en Alpiarça yacimientos del final del Achelense
(Raposo 1987).
Valle del Manzanares
Los depósitos de las terrazas medias y bajas del último tramo del
río Manzanares, desde San Isidro, en pleno Madrid, hasta la confluencia con el Jarama, aproximadamente unos 22 Km, contienen la
mayor concentración de yacimientos paleolíticos conocida en la Península Ibérica. La alta densidad de restos está relacionada con los
procesos de subsidencia que han afectado al tramo final del valle
desde el Pleistoceno Medio (Pérez-González, 1971 y 1980), los cuales
han provocado grandes acumulaciones de sedimentos finos en ambientes de muy baja energía. En estos depósitos, que poseen espesores superiores a diez metros a partir de San Isidro, los restos de
fauna y la industria lítica se han conservado mucho mejor que en las
terrazas de gravas típicas de otros cursos fluviales de la Meseta o del
mismo Manzanares al Norte de Madrid.
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Figura 7
Principales yacimientos achelenses y
zonas prospectadas en las cuencas
del Tajo y del Guadiana.
Figuras 8
Bifaces de sílex del yacimiento
de San Isidro (Madrid).
Figuras 9
Hendedores de sílex del
yacimiento de San Isidro (Madrid).
El Manzanares desarrolló un importante sistema de terrazas, que
subsiste casi exclusivamente en la margen derecha. Al Norte de Madrid se conservan las secuencias más completas en La Zarzuela y la
Casa de Campo. Se han identificado en estos puntos trece niveles
escalonados a alturas relativas de +3/5 m (llanura aluvial), + 8 m, +10
m, +12/15 m, +18/20 m, +25/30 m, +35/40 m, +44/46 m, +52/54 m, +60
m, +68/72 m, + 80/85 m y +90/94 m. Aguas abajo, ya en plena ciudad,
entre el arroyo de Los Meaques y la depuradora de Butarque –por
donde se distribuían las localidades estudiadas antes de la Guerra
Civil-, se conservan sólo niveles medios y bajos, escalonados a cotas
de +8 m, +12/15 m, +18/20 m y +25/30 m (Goy et al. 1989).
Los yacimientos achelenses más notables, como San Isidro (Fig. 8 y
9), Transfesa u Orcasitas (Santonja, 1977; Santonja et al. 2001) se
emplazan en la terraza de +25/30 m. Presentan faunas caracterizadas
por Elephas (Palaeoloxodon) antiquus platyrinchus y Praedama sp.
Éste último megacerino, solamente señalado en Transfesa, posee cierto
carácter arcaico dentro del Pleistoceno Medio, y podría llevar la
cronología de la terraza hacia el límite Bihariense-Toringiense (Sesé y
Soto, 2000), en torno a los estadios isotópicos 11 (423 ka) o 13 (524 ka)
(Santonja et al. 2001).
Por las terrazas siguientes se reparten la gran mayoría de los yacimientos clásicos, dados a conocer por Pérez de Barradas y Wernert.
La industria de los niveles a +18/20 m carece de estudios modernos y,
aunque no se conoce con precisión, podría corresponder al final del
Pleistoceno Medio (128 ka). Los dos niveles siguientes, a + 12/15 y +8
m, se situarían ya en el Pleistoceno Superior (Panera et al., 2002). A
techo de la terraza inferior, + 8 m aparecen yacimientos del Paleolítico Superior, caso de El Sotillo (Martínez de Merlo, 1984), por lo que al
menos esta parte de la estratigrafía puede alcanzar el estadio isotópico
2 (24 ka).
Más adelante, desde el arroyo de Butarque, al penetrar el
Manzanares en terrenos yesíferos, las terrazas pierden su disposición
escalonada y aparecen sobreimpuestas, encajadas unas en otras,
82 | 83
dando lugar a la terraza compleja de Butarque (Goy et al. 1989), cuya
base está por debajo de la llanura aluvial actual. En ella continúan
apareciendo yacimientos de cronologías comprendidas en todo el
margen temporal abarcado por el conjunto anterior de terrazas, si
bien resulta difícil hasta ahora, en ausencia de fauna, establecer
correlaciones precisas con cada uno de los niveles de aguas arriba.
En depósitos de esta misma terraza se ha definido una asociación
faunística característica del Pleistoceno Superior, con Megaceros cf.
giganteus, Coelodonta antiquitatis y posiblemente Mammuthus
primigenius, si bien la procedencia de los restos de mamut conservados en algunos museos madrileños no se ha podido establecer con
certeza (Sesé y Soto 2000).
Tiene interés puntualizar que las industrias representadas en los
depósitos de las dos terrazas inferiores del Manzanares –que incluyen
conjuntos desde el Achelense superior (Fig. 10 y 11) al Paleolítico
Superior- nunca se han identificado en posición estratigráfica en las
formaciones fluviales del resto de la Meseta, con la posible excepción en cuanto al Achelense superior de El Basalito (Salamanca). Además del yacimiento salmantino, los demás posibles paralelos se refieren a conjuntos en superficie, caso de Porzuna (Ciudad Real) –López
Recio, en este volumen-, sobre la terraza inferior del Guadiana, o de
los talleres del Paleolítico Medio sensu lato en coluviones y abanicos
aluviales del Pleistoceno Superior conocidos especialmente en el sur
de región manchega (Santonja, 1981; Jiménez Manzanares et al. 1996).
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Figuras 10
Bifaz lanceolado y pico triédrico de
sílex. Terraza compleja de Butarque
(río Manzanares, Madrid).
Figuras 11
Hendedor de sílex sobre lasca
levallois. Terraza compleja de
Butarque (río Manzanares, Madrid).
Áridos y el Valle del Jarama
En las terrazas del Jarama también se señalaron localidades del
Paleolítico inferior en la etapa de actividad de Pérez de Barradas. Los
cambios experimentados en la interpretación del sistema de terrazas
de este valle ejemplifica bien la evolución de las ideas en el estudio
de los sistemas fluviales a lo largo del siglo XX. En una primera fase se
identificaban solamente cuatro niveles, conforme exigía el sistema
glacial alpino. Más adelante (Vaudour 1969) se empezó a reconocer
un número mayor de plataformas, hasta siete, que se asimilaban a los
ciclos pluviales del Norte de África. A partir de los años setenta del
pasado siglo los autores han insistido más en factores locales de índole estructural, y sin desdeñar el papel jugado por el clima, se ha
buscado explicación para las características de las secuencias de
terrazas de la Fosa del Tajo en los controles tectónicos y litológicos
a los que ha estado sometida la excavación de cada valle (vid. Pérez
González 1994: 400 ss.).
Figura 12
Vista general del yacimiento de Áridos, en la terraza compleja de “+15/
20” m del Jarama. Al fondo se observan, superpuestas, las unidades
estratigráficas Arganda I, II, III y IV.
Figura 13
Plano de dispersión de restos de
elefante en el yacimiento Áridos 1
(Arganda, Madrid).
Aguas arriba de la facies evaporítica central, el Jarama, al igual
que el Henares, presenta en realidad una secuencia formada por un
elevado número de terrazas escalonadas. Este dispositivo no se conserva para las terrazas inferiores al sur de Mejorada del Campo (Pérez
González 1971; 1994), ya que todas ellas acaban fundiéndose en una
serie continua, en la que se superponen los sedimentos, produciéndose una verdadera inversión de la secuencia fluvial habitual, pues
los depósitos más antiguos se encuentran literalmente debajo de los
más recientes. En la llanura de Arganda se acumulan todos los depósitos posteriores a la terraza de +40-41 m, en una formación compleja
con techo a +15-20 m (Pérez-González 1980), en la que se han descrito las unidades estratigráficas Arganda I, II, III y IV (Fig. 12).
Materiales líticos de características achelenses se han registrado
en altas superficies, especialmente entre este valle y el del
Manzanares, y sobre las terrazas medias (Santonja y Villa 1990); pero
las localizaciones más importantes corresponden a la llanura de
Arganda, ya en el ámbito de la terraza compleja de “+15-20 m”. Una
primera localidad es la de Las Acacias (Mejorada del Campo), en la
unidad Arganda II (Santonja y Querol 1980), si bien los yacimientos
más destacados son sin duda los de la cantera de Áridos S.A., excavados
en 1976 (Santonja et al., eds., 1980). Las extracciones de arenas y
gravas que allí se desarrollaban pusieron al descubierto los sitios conocidos como Aridos 1 y Aridos 2, a techo de la formación Arganda I.
Los restos de elefante recuperados en Áridos 1 (Soto 1980) correspondían a una hembra adulta y estaban diseminados por una superficie de unos 50 m2: partes del cráneo y mandíbula, molares, ambas defensas, 12 vértebras, restos de 9 ó 10 costillas, las dos escápulas,
parte de la pelvis y un metacarpiano (Fig. 13). Junto a ellos se recogieron 331 piezas líticas, de sílex y cuarcita, sin trazas de rodamiento, procedentes de afilar reiteradamente al menos dos bifaces y de
la talla para obtener lascas de filo cortante de otros 19 nódulos o
utensilios.
La quinta parte de estos elementos líticos, de muy pequeño tamaño en ocasiones, encajaban con algún otro (Fig. 14), demostrando
84 | 85
que permanecían en el mismo sitio desde el momento de su elaboración y uso. Se encontraron cuatro percutores y otros cinco grandes
cantos tallados de cuarcita, aprovechados como núcleos y también
como utensilios. Estos cantos cuarcíticos, a diferencia del sílex, traído desde el Manzanares, a dos o tres kilómetros de distancia, podían
encontrarse en las inmediaciones, lo que explica el uso inmediato
como percutores, o la talla poco intensa que, a diferencia de los
nódulos de sílex, experimentaron.
Áridos 1 destaca también por el conjunto faunístico. Más de 200
individuos, correspondientes a 54 especies diferentes, en los 110
metros cuadrados excavados. Se registraron peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos. La fauna acuática resultó bastante sorprendente, pues incluye por ejemplo lucio (Esox lucius), una especie
reintroducida a mediados del siglo XX en los ríos ibéricos, pero que
ya habría vivido en ellos en el Pleistoceno. La presencia de sábalo o
saboga (Alosa sp.), a más de 500 Km de la costa atlántica, obedece sin
duda a que el Jarama y el Tajo eran ríos caudalosos y a la existencia
de unas condiciones ambientales especialmente favorables. Junto a
una batracofauna variada, con varias especies de sapos y ranas, aparecieron también diversos reptiles -lagartijas, lagartos, culebras y
galápagos- y aves, como perdices, gavilanes, cárabos, aves acuáticas
–patos, polluela pintoja- y arborícolas. Los mamíferos grandes, elefante aparte, estaban representados por formas de bosque -cérvidos y
bóvidos-, así como algún resto de cánido, suido e hipopótamo. Abundaban los lagomorfos –conejos en especial- y también los roedores
ripícolas y de pradera. Este amplio conjunto faunístico, uno de los
más variados del Pleistoceno peninsular, permite múltiples deducciones sobre las condiciones ambientales, tanto sobre el clima, parecido al actual, aunque con precipitaciones algo más abundantes, como
sobre la vegetación (Santonja et al., eds., 1980).
Muy cerca del anterior, se situaba Áridos 2, en una posición
estratigráfica similar, dentro de la unidad Arganda I. El yacimiento fue,
antes de su descubrimiento, intensamente afectado por los trabajos
desarrollados en la gravera, que respetaron tan sólo unos 12 m2 de la
superficie original. En esta segunda localidad se conservaba en conexión la parte central del esqueleto de otro elefante macho adulto
(Fig. 15), de la misma especie –Palaeoloxodon antiquus- que el anterior: 24 vértebras -cervicales, dorsales y lumbares- y las costillas correspondientes del lado derecho, mientras que la mayor parte de las
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Figura 14
Canto trabajado de cuarcita y lascas
desprendidas al tallarlo, encajadas
para reconstruir la forma inicial del
canto. Áridos 1 (Arganda, Madrid).
Figura 15
Vista general de los restos de elefante encontrados en el yacimiento de
Áridos 2 (Arganda, Madrid).
Cortesía Museo Arqueológico Regional de Madrid.
Figuras 16
Bifaz de cuarcita.
Aridos 2 (Arganda, Madrid).
Figuras 17
Hendedor de cuarcita.
Aridos 2 (Arganda, Madrid).
Figura 18
Bifaz sobre lasca. Cuarcita.
Los Mármoles (Valdecañas, Cáceres).
del lado izquierdo, salvo tres, fueron destruidas por la actividad de la
gravera. Los restos aparecían apoyados sobre una antigua superficie
de llanura de inundación, recubiertos y erosionados parcialmente
por depósitos de gravas y arenas.
La carcasa parcial de Aridos 2 permaneció en conexión anatómica, sin experimentar dispersión alguna ni por la energía fluvial, ni
como consecuencia de la posible intervención humana, sugerida, como
en el caso de Arriaga IIa (Rus y Vega 1984), por la presencia de industria lítica (Fig. 16 y 17). Un canal fluvial establecido posteriormente
pudo someter a arrastres las piezas líticas asociadas, haciendo desaparecer algunas o incluso aportando otras procedentes de otras
áreas de actividad. El grado de integridad de esta localidad es menor
que el de Áridos 1, y aunque la superficie excavada es bastante más
reducida, resulta en todo caso patente que la hipotética actividad
humana no produjo en Áridos 2 una disgregación de restos comparable a la observada en Áridos 1.
El tramo extremeño
Además de los yacimientos del sector de Toledo y Talavera de la
Reina (Rodríguez de Tembleque, en este volumen), otro núcleo todavía mal conocido se sitúa en el embalse de Valdecañas, en Peraleda
de la Mata, con industria en el nivel de +30 m, en los alrededores del
puente de Los Mármoles (Fig. 18). Las series reunidas no son amplias,
pero incluyen bifaces, hendedores y algún producto levallois que
confirman una amplia ocupación a lo largo del curso medio del Tajo
en el momento de formación de la terraza de +30 m (Santonja 1981:
341 ss.).
Antes de entrar en Portugal, en la zona de unión del Jerte y el
Alagón, entre Galisteo y Casillas de Coria (Cáceres), se conocen otros
conjuntos achelenses notables, especialmente en la terraza de +26 m
(Santonja 1981: 346-391; 1985). El sistema de terrazas del Alagón en la
zona (Goy y Zazo 1987) comprende niveles a +2-4 m, +6-7 m, +10-12 m,
+16 m, +18 m, +26 m, +35 m, +40-45 m, +55-60 m, +70 m, +75-80 m, +8590 m, +100-110 m y +125-130 m. Si prescindimos de algunas plataformas
a alturas muy próximas, quizás la misma terraza, la secuencia coincide
prácticamente con la reconocida en el Tajo en Toledo. En ausencia
de fauna y de dataciones de cualquier tipo, esta escala geomorfológica
constituye el único instrumento que permite correlaciones con otros
yacimientos de la cuenca y del interior peninsular.
Como en el entorno de Talavera de la Reina, en los niveles superiores se ha reconocido alguna pieza con elementales estigmas de
talla -un canto con alguna extracción del nivel a +125 m (Fig. 4), y una
lasca con retoque irregular en el de +100 m-, que tampoco deben
tomarse por ahora más que como un posible indicio de presencia
humana (Raposo y Santonja 1995). Los primeros elementos claros corresponden al de +40-45 m -un núcleo discoidal y varias lascas, en la
ermita de Argeme-, y especialmente en el nivel de +24-26 m del Alagón.
Los restos continúan observándose en el nivel de +18-20 m, en particular en el Jerte, en Galisteo.
El Sartalejo (Galisteo), en la terraza de +24-26 m, ofrece el conjunto más amplio del Alagón, integrado por 2723 piezas (Santonja,
1985; Moloney, 1992). Su tamaño permite comparaciones interesantes con Pinedo, en las que, si tenemos en cuenta la posible contemporaneidad de ambas terrazas, merece la pena detenerse. Además la representatividad de ambas series es alta, aunque distinta, al
haber sido obtenida mediante la prospección sistemática de un área
de 9,2 hectáreas terraplenadas por trabajos agrícolas en el caso de El
Sartalejo (Fig. 19) y en la excavación de 25 m2 la de Pinedo.
En el plano tecnológico las diferencias son relativamente sensibles. En Pinedo el sistema levallois parece totalmente ausente, mien-
86 | 87
tras que en El Sartalejo si se observan algunos núcleos y lascas, varias
de gran tamaño, lo que indica cierto dominio del método. En todo
caso los núcleos discoidales alcanzan un tercio del total en ambos
sitios. En El Sartalejo se practicó con más asiduidad cierta preparación de los planos de percusión, a tenor del 11% de talones diedros
que se aprecia en las lascas.
Los procesos de formatización de utensilios difieren más. Los utensilios sobre lasca de menor tamaño se ajustan mejor en el yacimiento
extremeño a patrones normalizados, como consecuencia de la aplicación del retoque de manera más regular y sistemática. Con la
formatización del macro utillaje sucede algo parecido. En El Sartalejo
hay incluso algunos bifaces planos, con frecuencia tallados a partir
de lascas, y aunque los de estilo abbevilliense sean habituales en
ambos sitios, las siluetas y aristas tienden a ser en este más regulares en
Pinedo (Fig. 20).
En los hendedores se acusa aún más el aspecto progresivo de
aquella serie, con ejemplares muy simétricos, incluso sobre lasca
kombewa, levallois o incluso totalmente definidos en el núcleo, antes
de su extracción (Fig. 21–23)
La cadena operativa puede estudiarse desde los núcleos empleados para la obtención de grandes lascas (Fig. 24) que sirvieron como
soporte del utillaje bifacial (Santonja y Villa 1990: 76), rara vez descritos en otros yacimientos achelenses. El “aire africano” que en ocasiones se apunta para las industrias del Pleistoceno Medio de la Península resulta particularmente acusado en este caso, y podría estar
condicionado precisamente por la facilidad de la materia prima para
dispensar lascas de grandes dimensiones.
Otro yacimiento que ha aportado una amplia serie es el de El
Rincón del Obispo, situado en las inmediaciones de Coria (Gutiérrez
Morillo 1985). La industria es perfectamente comparable a la de El
Sartalejo, pero aparece en una posición absolutamente insólita, en
una terraza de +4 m, en la que se encaja el cauce actual del Alagón.
Un fenómeno parecido se observa en Galisteo (Fig. 25), en la terraza
más baja del Jerte, en la que sin embargo la industria no es tan
abundante como en el yacimiento de Coria y podría tratarse simplemente de materiales heredados del nivel anterior, el cual contiene
industria achelense en las inmediaciones. En el anómalo caso de El
Rincón cabría la posibilidad de un movimiento de masa de una terraza
superior, que hubiera afectado a algún yacimiento situado en ella en
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Figura 19
Planta de la zona sometida a
prospección intensiva
en el yacimiento de El Sartalejo
(Galisteo, Cáceres).
Figura 20
Bifaz. Cuarcita. El Sartalejo
(Galisteo, Cáceres).
Figura 21
Hendedor sobre lasca ordinaria o
levallois con talla bifacial invasora.
Cuarcita. El Sartalejo
(Galisteo, Cáceres).
un punto cercano aguas arriba de El Rincón. A pesar de haber sido
redistribuidos de nuevo por la corriente fluvial, una parte importante
del conjunto original habría permanecido bastante concentrado en
la zona inmediata al punto en que los depósitos heredados se hubieran incorporado al nivel de terraza en que han sido registrados.
Aguas abajo, ya en Portugal, en las terrazas medias del Tajo en
Rodao y en Alpiarça han sido descritos otros conjuntos (Raposo, 1987),
que es conveniente contemplar junto a los del sector español del
río.
2.2 La cuenca del Duero
Figura 22
Hendedor sobre lasca cortical.
Cuarcita. El Sartalejo
(Galisteo, Cáceres).
Figura 23
Hendedor sobre lasca especial, formalizada en el núcleo. Cuarcita.
El Sartalejo
(Galisteo, Cáceres).
Los yacimientos con industrias achelenses se reparten prácticamente por toda la Submeseta Norte (Figura 26), fundamentalmente
en formaciones de la red secundaria, con la característica común de
presentar casi exclusivamente artefactos líticos, no conservándose
en ellos fauna. Una excepción la constituyen los yacimientos de
Ambrona y Torralba (Soria), en los que nos detendremos especialmente, y otra Atapuerca, donde Sima de los Huesos ha proporcionado un excepcional conjunto de restos humanos correspondientes a
Homo heidelbergensis, 28 individuos, cuya edad podría ser superior a
400.000 años (Bermúdez de Castro et al. 2004; Bischoff et al. 2003).
Las ocupaciones del Pleistoceno Medio registradas en Atapuerca
-Galería y niveles superiores de Gran Dolina- nos permitirán profundizar en una importante cuestión, la coincidencia al final del Pleistoceno
Medio de industrias achelenses y otras más progresivas, en la órbita
del Paleolítico medio, un asunto que reservamos para un capítulo
posterior.
88 | 89
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Figura 24
Núcleo especial para producir
hendedores. Cuarcita.
El Sartalejo (Galisteo, Cáceres).
El Norte de la región
En la mitad occidental se registran concentraciones importantes
en torno a León, en terrazas de los ríos Bernesga, Torio, Porma,
Órbigo y Esla (Castellanos 1986), y Benavente (Zamora), donde las
terrazas medias de los principales cursos fluviales han sido objeto de
intensas prospecciones (Martín Benito 1990; 2000) centradas en los
últimos tramos de los ríos Órbigo y Tera antes de la confluencia con
el Esla, y en este último entre la unión con el Tera y San Cebrián de
Castro (Fig. 27). Dentro de la provincia de Zamora otras series de
carácter achelense se registran en formaciones del Sequillo y el
Valderaduey (Santonja y Pérez-González, 1984: 66-74).
Los indicios señalados en la terraza de +70/75 m del Valderaduey,
en un punto próximo a la confluencia con el Duero (Santonja y PérezGonzález, 1984: 33-36), reducidos a cinco cantos trabajados y una
lasca, ofrecen un interés derivado de la posición morfoestratigráfica,
que sugiere una edad sensiblemente anterior a la mayor parte de las
series achelenses reconocidas en el interior peninsular.
En el Pisuerga (Arnáiz 1991; 1995) se exploró de forma sistemática
e intensiva un área en torno a 2500 km2, a lo largo de unos 60 km de
valle, entre el cañón de La Horadada y Astudillo, en las provincias de
Burgos y Palencia. Se identificaron 25 concentraciones de restos en
superficie, una cada 10 km2 por término medio, y un yacimiento en
estratigrafía, en la terraza de + 35 m, San Quirce de Río Pisuerga
(Arnáiz 1991; 1995). Un área de talla, en las que no se explotaron
solamente cuarcitas locales, sino también sílex. Otro elemento interesante registrado en San Quirce es una acumulación de cenizas –un
hoyo oval de 20 cm de longitud, 10 cm de ancho y 7 cm de profundidad- quizás restos de un hogar, aunque no se ha descrito ninguna
estructura ni alteración asociada.
También en el Pisuerga se conoce la existencia de fauna –“Elephas,
Equus y Bos”- en el sitio de Canterac, en Valladolid (Sáez Martín 1956),
una terraza, revisada años después en el marco de un estudio más
amplio de la secuencia del Pisuerga a su paso por dicha ciudad (Rojo
y Moreno 1979). En el mismo se reconocían ocho niveles de terraza,
situadas a +5 m, +10 m, +20 m, +30 m, +40 m, +60 m, +80 m y +120 m.
Salvo en la inferior y en la más elevada, en todas aparecía industria
lítica, y lo que es más importante, en posición estratigráfica.
Figura 25
Hendedor sobre lasca ordinaria.
Cuarcita. Puente de Galisteo
(Cáceres).
Figura 26
Yacimientos achelenses en la región
del Duero.
Figura 27
Bifaz de estilo achelense superior.
Cuarcita. Burganes de Tera (Zamora).
Figura 28
Bifaz de cuarcita. Castronuño (Valladolid)
Estas notables referencias se ven corroboradas al sur de Valladolid. Las terrazas de +18/20 y +30/35 m del Duero2 han aportado también algunas piezas en estratigrafía en Puente Duero y Boecillo, áreas
en las que ocasionalmente aparece fauna3 . Un yacimiento de mayor
entidad se señala cerca de la confluencia del Trabancos –en cuyo
curso medio alto también se conoce achelense en terrazas medias de
la provincia de Ávila-, a +24/30 m, con utillaje bifacial achelense (Fig.
28) y elementos levallois (Santonja y Pérez-González 1984: 79-87).
Las prospecciones sistemáticas recientemente realizadas en los
páramos calizos de Valladolid, Burgos y Segovia (Díez Martín 2000) han
permitido identificar más de 40 concentraciones de industria lítica,
elaborada sobre cantos rodados cuarcíticos transportados desde los
fondos de valle inmediatos.
La zona al sur del Duero
Entre Alba de Tormes y Salamanca el río Tormes conserva una
amplia secuencia de terrazas, con niveles sucesivos situados a +1-3 m,
+3-5 m, +8 m, +10-12 m, +18-20 m, +22-24 m, +34 m, +40-42 m, +50 m, +62
m, +78-80 m, +108 m y +120 m. Salvo en los dos inferiores, prácticamente en todos los demás se ha señalado industria lítica, si bien en
los tres superiores exclusivamente en posición superficial y en un
estado que no permite considerar que proceda del depósito fluvial
(Santonja y Pérez-González 1984: 99-104). La ausencia de fauna es de
nuevo una constante repetida en todas ellas.
Los indicios más primitivos pudieran estar relacionados con la terraza de +62 m (Gargabete), aunque los primeros conjuntos representativos aparecen en el nivel de +22-24 m (Azucarera de Salamanca) y
en Baños de Ledesma, al Oeste de Salamanca. El yacimiento mejor
situado estratigráficamente es el de Villagonzalo I, en el depósito
fluvial de +10-12 m, un nivel que aguas arriba presenta otros yacimientos significativos y cuyos caracteres, en especial el pobre desarrollo
del grupo bifacial, hace considerar que nos encontramos ante series
post-achelenses (Santonja y Pérez-González 1984:105-115 y 161-166),
aún con bifaces, pero con un componente sensiblemente mayor de
utillaje sobre lasca. Calvarrasa I, sobre la terraza de +8 m, pero probablemente en relación con la misma a juzgar por el rodamiento de la
serie principal, ofrece caracteres más evolucionados, como la presencia de un utillaje bifacial de pequeño tamaño, muy equilibrado y
retocado en ocasiones mediante percutor blando (Fig. 29).
En el sector anterior del valle, de Alba de Tormes al embalse de La
Maya, subsisten en la ladera oriental amplios planos aluviales escalonados a alturas comparables con las mencionadas, si bien en menor número, quizás porque alguna de estas amplias plataformas comprende
más de un nivel. En la vertical de Santa Teresa de Tormes (Figura 30) se
registra industria en cuatro posiciones diferentes, a + 8 m, + 12-14 m,
+30-32 m y +50-54 m (Santonja y Pérez-González 1984: 217-324). En las
dos inferiores se conocen series en estratigrafía4 , excavadas en La
Maya I (Santonja y Pérez-González 1984), que confirman las apreciaciones apuntadas en el párrafo anterior en relación con Villagonzalo I y
Calvarrasa I.
2
En el sector Tordesillas-Castronuño el Duero presenta niveles de terraza a +3-5 , +8-12, +18-22, +24-30, +40-48, +54-56, +62, +74-80, +82-84, +96100, +102-107, +110-114, +126-134 y +141-144 m (Pérez-González 1982).
3
Una defensa de elefante, posiblemente Elephas antiquus, aparecida en una gravera de Puente Duero se conserva en el Museo de Valladolid.
4
Algo más de 500 piezas de una superficie de 8 m2 excavada en la terrraza de +8 m, y 949 de 12 m2 excavados en el nivel basal del de +14 m,
con densidades en ambos casos superiores a 100 piezas por m3. En esta última M. C. Jiménez excavó en 1988-89 una superficie de 6 m2 con
una amplia serie que permanece inédita.
90 | 91
Las series de las terrazas a +32 m (La Maya II) y +50/54 m (La Maya III),
en superficie, si bien con aspecto rodado y con alguna pieza en posición estratigráfica en ambos casos (Santonja 1994) corresponden a
industrias netamente achelenses (Fig. 31) caracterizadas por lascas
soporte de tamaño grande y utillaje bifacial –hendedores y triedros
incluidos- representativo. Pese a su carácter fragmentario, que dificulta analizar en detalle las cadenas operativas, desde una perspectiva
tecnológica general el parecido entre ellas es muy fuerte, condicionado en apariencia por la naturaleza de la materia prima, cuarcitas y
cantos de morfología repetitiva. Los núcleos regulares más frecuentes
son los discoides, con una explotación recurrente a partir de plataformas de percusión lisas o naturales que da lugar a bajos índices de
talones facetados. En la terraza de +18/20 m, reconocida en Galisancho,
se mantienen estas características, que dejan de observarse en la
terraza de +14 m.
La vertiente septentrional del sistema montañoso Peña de FranciaSierra de Gata acaba en una serie escalonada de abanicos aluviales,
superficies tipo raña, cuya génesis puede alcanzar el Pleistoceno Inferior (Molina y Jordá Pardo 1984). Por debajo se desarrollaron terrazas
cuya cota relativa sobre los cauces actuales no supera los 60 m, for-
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Figura 29
Bifaz lanceolado. Cuarcita.
Calvarrasa de Abajo (Salamanca).
Figura 30
Valle del Tormes. Secuencia de terrazas en Pelayos (Salamanca). Yacimientos de La Maya I, II y III.
Figura 31
Hendedor de cuarcita. La Maya II
(Pelayos, Salamanca)
Tabla 1
Secuencias de terrazas en el sector
sur-oriental de la cuenca del Duero.
Se han recuadrado las posiciones en
que aparecen las mayores concentraciones de industria en superficie.
Con negrita los niveles en que se ha
observado industria en posición
estratigráfica. (Basado en Rodríguez
de Tembleque et al. 1999).
DUERO
ERESMA
mando una secuencia con características propias, diferente a la del
Tormes o el Agueda.
Algunas concentraciones de industria achelense se han reconocido en los ríos Huebra y Yeltes (Jiménez 1987; Jiménez y Martín Benito
1991). En este último, sobre una superficie a +37 m, en la Mesa Grande
de Castraz (Salamanca), se ha implantado una pequeña red fluvial afluente
del Yeltes, con canales a veces de cierta anchura, que presentan a su
vez depósitos asociados (Santonja y Pérez-González 2004). En una de
estas formaciones, relacionada con el arroyo del Valle Tiendas, se sitúa
el yacimiento de El Basalito (Benito del Rey 1978; Martín Benito 2000),
un sitio Achelense del final del Pleistoceno Medio, caracterizado por la
presencia de bifaces muy equilibrados, tallados en ocasiones mediante
percutor blando y con retoque de regularización final, que fueron
tallado y utilizados en el propio lugar (Santonja y Pérez-González 2004).
El Agueda presenta en su tramo medio a la altura de Ciudad Rodrigo,
antes de penetrar en el paleozoico, un desarrollo de terrazas de nuevo comparable al del Tormes y otros afluentes importantes del Duero.
Concentraciones en superficie de industria achelense característica
se han señalado en las terrazas medias, a +60 m, +45 m, +30 m y +20 m
(Martín Benito 2000: 178-199).
El sector oriental de la Submeseta Norte
Prospecciones recientes de carácter extensivo y selectivo, enfocadas expresamente a comprobar la realidad de la escasa cantidad
de industrias observada previamente en la parte oriental de la
Submeseta Norte (Santonja 1981), han puesto de relieve la existencia
en el sector sur-oriental de la Submeseta Norte de yacimientos en
terrazas medias, en posiciones equivalentes a las registradas en el
sector occidental (Rodríguez de Tembleque et al. 1999). Junto a numerosas localizaciones en posición superficial, se constataron también materiales en estratigrafía en terrazas en torno a +30 m (Tabla 1).
CUENCA DEL RIAZA
MONTEJO CAÑAMARES HENARES
Almazán
Codo
Armuña
Serrezuela
+1-7 m
+1-7 m
+3 m
+3-9 m
+5-7 m
+5-6 m
+10-12 m
+10-12 m
+12 m
+14 m
+11-12 m
+12 m
+15-18 m
+15-18 m
+19 m
+16-18 m
+15 m
+16 m
+20-25 m
+22-25 m
+26 m
+24 m
+28 m
+20 m
+25 m
+30-32 m
+30-32 m
+30-35 m
+ 33 m
+33 m
+33 m
+35-40 m
+35-40 m
+40 m
+40 m
+40-45 m
Ayllón
PEDRO
Grado-Pela
Atienza
Sigüenza
+5 m
+9 m
+33 m
+45 m
+40-48 m
¿+45m?
+44 m
+40-45 m
+52 m
+52 m
+50-55 m
+60 m
+55-60 m
+54-55 m
+52 m
+65-68 m
+65-68 m
+60-64 m
+60 m
+68 m
+70 m
¿+ 60 m?
¿+60 m?
+70 m
+77 m
+84 m
92 | 93
Una de las concentraciones mayores se sitúa en Armuña (Segovia),
en una terraza del Eresma a +26 m. Esta localidad presenta gran densidad de restos, algunos de ellos recogidos en posición estratigráfica.
Otros puntos destacables son La Mata (+33 m), en un afluente del río
Riaza, con materiales incluidos en la terraza, al igual que los indicios
de La Nava (+60 m), en el Duero a su paso por la cuenca terciaria de
Almazán (Soria).
Los resultados alcanzados dibujan una situación no muy diferente
de la conocida en la mitad occidental de la región. La menor densidad de concentraciones de industria pudiera obedecer a factores
relacionados con la formación y conservación de los depósitos
pleistocenos. Aunque es necesario incrementar la intensidad de las
prospecciones específicas, centradas en el Paleolítico, el desequilibrio que parecía presentar la ocupación humana de esta vasta región
en el Pleistoceno Medio puede definitivamente descartarse.
2.3. Yacimientos singulares excavados en el entorno de la
Meseta.
Torralba y Ambrona (Soria)
Estos dos conocidos yacimientos sorianos se encuentran en un
paso natural del Sistema Ibérico, en el borde oriental de la Submeseta
Norte, entre tres grandes cuencas fluviales, las de los ríos atlánticos
Duero y Tajo, y la del Ebro-Jalón, que vierte al Mediterráneo. Desde
el Pleistoceno Inferior, el Jalón y su red, debido a la cota inferior de
su nivel de base, han capturado terreno en las cabeceras de los
afluentes del Tajo y del Duero, un fenómeno que se ha manifestado
en el entorno de Ambrona y Torralba de forma intensa.
Desde un punto de vista geomorfológico, Ambrona y Torralba se
relacionan con el desarrollo del polje anticlinal de ConquezuelaAmbrona-Torralba (Pérez-González et al. 1999; 2001), que evolucionó
desde el Mioceno hasta el Pleistoceno Inferior. El nivel de erosión
creado entonces en el contacto entre el Keuper y las dolomías del
Triásico Superior (Formación Imón), situado alrededor de los 1140 m,
constituye la denominada Superficie Ambrona, sobre la que se acumularían en el Pleistoceno Medio depósitos fluviales y lacustres que
contienen la fauna y la industria lítica del yacimiento de Ambrona.
En cotas más bajas, el arroyo Masegar ha modelado un valle
policíclico, con terrazas rocosas a +7-9 m, +15 m, +22 m y +35 m y una
llanura aluvial a +1 m. Torralba, también con industria y fauna, ocupa
una posición morfológica intermedia entre las terrazas de +35 m y +22
m, siendo por tanto claramente posterior a Ambrona (Fig. 32).
El sistema de terrazas del Masegar ha sido puesto en relación con
los de otros valles cercanos, en concreto con el Alto Henares y sus
afluentes principales (Benito et al. 1998), lo cual permite emplear
como referencia para Torralba y Ambrona las fechas absolutas obtenidas en terrazas equivalentes (Benito et al. 1998 a). Torralba sería
anterior a la datación de la terraza T4 del Henares (+22 m), comprendida entre 243 + 18 ka (230 Th / 234 U) y 202 + 18 ka (234 U / 238 U),
mientras que Ambrona se puede relacionar con la fecha obtenida
para el nivel T2 (+40-45 m) en el Alto Henares, >350 ka (230 Th / 234 U)
(Pérez-González et al. 2001).
Las investigaciones realizadas en estos últimos años han aportado información fundamental para comprender los procesos
sedimentarios relacionados con las primeras ocupaciones humanas
de Ambrona (Pérez-González et al.1999). En el sector central (Figura
32) se ha establecido una columna estratigráfica de 6,5 m subdividida en seis miembros, AS1 a AS6. Todas las facies identificadas remiten a ambientes fluviales o lacustres-palustres. Los depósitos AS1 a
AS2, compuestos por gravas, arenas y arcillas llegadas desde el N.E.
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Figura 32
Posición de los yacimientos de
Ambrona y Torralba (Soria) en relación con la secuencia de terrazas del
río Bordecorex. Estratigrafía del
yacimiento de Ambrona.
(AS1) o el E. (AS1/2-AS2) del yacimiento, corresponden a alluvial
fans en posición medial o distal. Los depósitos AS3 fueron acumulados en un medio lacustre somero. Este nivel contiene abundantes
restos de Elephas y artefactos líticos dispersos que pueden hallarse, desde el punto de vista sedimentario, en posición primaria (Figura 33). Algunas corrientes canalizadas de dirección N.E., aportan
gravas e industria lítica, en el nivel AS4, fluvio-lacustre en conjunto,
mientras que en AS5 y AS6 no se registran apenas restos en la parte
oeste del yacimiento.
A partir de AS6, en el sector Este, cambia el componente faunístico
–Elephas deja de ser el taxón dominante, sustituido por Equus caballusy la industria, que se ha interpretado como Achelense superior (Panera y Rubio 1997) ofrece claros componentes progresivos.
Tanto Torralba como Ambrona han proporcionado abundantes restos faunísticos, con similares especies de macromamíferos en ambos,
aunque sólo en los niveles inferiores de Ambrona se han obtenido
micromamíferos. El conjunto mejor conocido procede de los niveles
inferiores de Ambrona (Soto et al. 2001), la fauna de micromamíferos
registrada incluye Crocidura sp., Microtus brecciensis, Arvicola aff.
sapidus, Apodemus aff. sylvaticus y Oryctolagus sp, asociación que
corresponde en la Península ibérica al Pleistoceno Medio típico o
avanzado (Sesé y Sevilla 1996). Los macromamíferos -Canis lupus,
Panthera sp., Elephas (Palaeoloxodon) antiquus, Equus caballus
94 | 95
torralbae, Dicerorhinus hemitoechus, Capreolus sp., Cervus elaphus,
Dama cf. dama y Bos primigenius-, en concreto la asociación de
Elephas antiquus, Dicerorhinus hemitoechus, Equus caballus torralbae
y Bos primigenius, también presente en Torralba, confirma una edad
del Pleistoceno Medio para ambas localidades.
El conocimiento del proceso de formación del yacimiento de
Ambrona aportado por las últimas campañas de excavación (1993-2000)
han permitido proponer una nueva línea interpretativa para Ambrona,
en buena medida opuesta a las anteriores (Howell 1966; Binford 1987;
Howell et al. 1995).
Como se ha dicho, fauna e industria se encuentran contextos
sedimentarios variados. Los restos en AS3 son los que con mayor frecuencia se encuentran en posición primaria, y tampoco aquí ha podido establecerse el origen humano de las principales acumulaciones
de fauna (Villa et al. 2005). Sólo algunas marcas de cortes en huesos
de elefante y la propia industria revelan la intervención humana, pero
el conjunto de restos parece haberse formado en condiciones naturales, sin un protagonismo destacado de los homínidos, y sin que las
hipótesis anteriores, que veían Ambrona como el escenario de partidas de caza o el resultado de la práctica sistemática del carroñeo, se
puedan seguir manteniendo (Pérez-González et al. 1999).
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Figura 33
Bifaz de sílex del yacimiento de
Ambrona (Soria). Nivel AS3.
Cuesta de la Bajada
Situado en las inmediaciones de Teruel, el yacimiento de Cuesta
de la Bajada es un descubrimiento reciente, realizado por E. y N.
Moissenet, paleontólogos franceses que dedicaron buena parte de
su actividad investigadora a las faunas neógenas y pleistocenas del
Sistema Ibérico. Las campañas de campo y los estudios realizados
desde 1990 permiten conocer algunas de sus características generales y establecer aproximaciones a la cronología y a los paleoambientes
en que se observa presencia humana (Santonja et al. 2000).
La terraza fluvial de Cuesta de la Bajada, cuyo techo se eleva a
+50-60 m sobre el río Alfambra, aparece en este punto engrosada por
procesos de subsidencia (Fig. 6), quizás en relación con la génesis de
un karst, pues el sustrato está constituido por calizas, margas pliocenas
y evaporitas triásicas que forman el bloque hundido de la falla de
Teruel (Santonja et al. 1992; Gutiérrez Santolalla 1998). El sistema de
terrazas del valle lo integran niveles a +3 m (llanura aluvial), +18-20 m,
+30 m, +50-60 m (yacimiento), +70-75 m, +80-85 m y +145 m. La posición
intermedia, desde un punto de vista morfológico, de la terraza de
Cuesta de la Bajada invita a suponer una edad hacia la mitad del
Pleistoceno Medio. Esta hipótesis, que puede apoyarse también en la
asociación faunística reconocida5 , sugiere una edad netamente más
antigua que la fecha mínima, 137,90 + 10,07 Ka, establecida por luminiscencia6 .
La actividad humana se desarrolló bajo un clima templado, algo
más frío y seco que el actual, especialmente al principio de la secuencia excavada, en el marco general de la llanura aluvial, ya en el
lecho seco de alguno de los pequeños canales que la surcaban, ya en
la propia llanura (facies de overbank) o en relación con las charcas
(facies de backswamp) formadas en someras depresiones o en el seno
de arcos de meandro abandonados. Estos últimos ambientes son adecuados, desde una perspectiva sedimentaria, para conservar restos
en posición primaria y de hecho las últimas campañas se han desarro-
Palaeoloxodon antiquus, Equus cf. chossaricus, Dicerorhinus hemitoechus, Cervus sp., Erinaceus sp., Crocidura sp., Oryctolagus cf. cuniculus,
Arvicola cf. sapidus, Eliomys quercinus, Microtus brecciensis-cabrerae, Allocricetus bursae y Apodemus sylvaticus (según Soto y Sesé, en
Santonja et al. 2000).
6
Resultados obtenidos por el Dr. T. Calderón, laboratorio de Datación y Geoquímica, Facultad de Ciencias, Universidad Autónoma de Madrid y la
Drª H. Rendell, del laboratorio de Geografía de la Universidad de Sussex (Brighton).
5
Figura 34
Utensilios retocados sobre lasca del
yacimiento de Cuesta de
la Bajada (Teruel).
llado sobre una zona con restos faunísticos –Equus fundamentalmente- e industria, que en principio podrían estar directamente relacionados.
La industria estudiada ofrece unas características particulares,
en primera instancia, muy en relación con la naturaleza de la materia
prima disponible en el entorno, caliza y pequeños nódulos de chert
sometidos a una intensa explotación (Fig. 34). Esta circunstancia puede, por ejemplo, explicar por si sola la ausencia casi total de macroutillaje, al margen de bloques y cantos calcáreos someramente modificados, y eso aún cuando a un par de kilómetros, en las formaciones
del Guadalaviar, las cuarcitas de buen tamaño, aptas para la elaboración de aquella clase de piezas, son corrientes.
Los nódulos de materia prima de Cuesta de la Bajada se gestionaron a veces mediante sistemas de remoción regulares, poliédrico,
discoide y levallois en algún caso aislado. El pequeño tamaño de los
cantos determinaría una escasez marcada de lascas corticales, mientras que la respuesta a la talla del chert fue a su vez responsable de
la elevada presencia de fragmentos y chunks, que la economía de
esta roca impuso en ocasiones retocar.
El conjunto estudiado carece casi totalmente del macro-utillaje
(bifaces, hendedores, grandes lascas retocadas, cantos trabajados,
triedros) habitual en las series achelenses del Pleistoceno Medio de
la Península ibérica, pero los sistemas de producción de lascas y de
configuración de los utensilio se aproximan a los conocidos en aquellas industrias.
2.4 Depresión del Guadalquivir
Finalmente, para completar el panorama del paleolítico inferior
español que estamos trazando, presentaremos un breve balance de
los resultados alcanzados en Andalucía.
La cuenca del Guadalquivir es un área compleja desde el punto
de vista estructural, constituida por distintas unidades. Las depresio-
96 | 97
nes neógenas situadas al Oeste de Granada –Granada, Guadix-BazaOrce, Huercal-Overa y Vera-, contienen depósitos marinos y continentales, en los que se han reconocido yacimientos de gran importancia, muchos de ellos exclusivamente paleontológicos, pero otros,
como los de Orce antes mencionados, también con registro arqueológico de suma importancia.
Los depósitos acumulados en estas cuencas granadinas constituyen una de las zonas de mayor interés para la arqueología del paleolítico peninsular, en donde sin duda aparecerán nuevos yacimientos.
Ya se han registrado algunos de edad más reciente que los de Orce.
En Cúllar-Baza I se excavó un área con algunas piezas líticas asociadas
a fauna del Pleistoceno Medio (Ruiz Bustos y Michaux 1976), mientras
que en Solana del Zamborino, cerca de Guadix, se excavó hace algún
tiempo un notable yacimiento, de interpretación compleja en el que
la industria del Achelense superior, del final del Pleistoceno Medio,
aparecía asociada a fauna de grandes mamíferos (Botella et al. 1976).
En la Depresión del Guadalquivir se conocen industrias achelenses
a lo largo del curso medio y bajo, entre Jaén y Sevilla, tanto en el río
principal como en varios de sus afluentes. La secuencia de terrazas del
Guadalquivir en Sevilla está compuesta por 14 niveles, en relación con
los cuales se han podido efectuar dataciones por U/Th y determinaciones paleomagnéticas que permiten establecer su edad relativa (Baena
y Díaz del Olmo 1994). El subcrón Jaramillo (c. 0,95 – 0,89 m.a.) se sitúa
entre las terrazas T3 (+169 m) y T4 (+142 m), mientras que T6 (+115/110),
con polaridad normal, correspondería ya al Pleistoceno Medio (crón
Brunhes). Para T10 (+55 m) se propone una fecha en torno a 0,3 m.a., y
80.000 años para los depósitos carbonatados a techo de T12 (+29 m).
Las muestras de industria más antiguas, ya achelenses, se registran en T5 y T6, y podrían corresponder a un momento inicial del
Pleistoceno Medio (Caro Gómez 1999; Caro Gómez et al. 2005). Se
conocen otras series con utillaje bifacial claramente achelense desde T8 a T11. La industria de la terraza T12, ya del Pleistoceno Superior, correspondería al Achelense final. Todas estas industrias se realizaron a partir de cantos cuarcíticos locales; a partir de T10 las
cargas fluviales contienen sílex, que también es tallado.
Otro importante conjunto de yacimientos se ha señalado en el
Guadalete (Cádiz). La industria achelense, también fechada en el
Pleistoceno Medio, reconocida en tres niveles de terraza sucesivos,
se elaboró a partir de cantos de caliza compacta y de cuarcita (Giles
et al. 1989). A lo largo de la costa de Cádiz se conocen otros yacimientos del Pleistoceno Medio caracterizados por la talla de pequeños
cantos de cuarcita local (Querol y Santonja 1983).
3. El final del ciclo Achelense
Para establecer la cronología y características del proceso final de
la etapa achelense en la Península ibérica, y más en concreto en las
tierras interiores de las cuencas del Duero, Tajo y Guadiana, si nos
centramos en los yacimientos al aire libre, apenas disponemos de otra
información que la referida a las transformaciones que experimenta la
industria lítica, y no es fácil establecer si son expresión de alteraciones significativas en el comportamiento de los grupos humanos.
Los yacimientos más significativos en los que se acusan cambios –
El Basalito, La Maya I, Calvarrasa I (Salamanca), los niveles superiores
de Ambrona (Soria), la terraza compleja de Butarque (Manzanares,
Madrid) y Porzuna (Ciudad Real)- continúan vinculados a ambientes
idénticos a los del momento anterior. En Arriaga II a (Rus y Vega 1984),
en el Bajo Manzanares, con industria Achelense Superior, se documentó una posible intervención sobre los restos de un elefante en
principio similar a la observada en Aridos 2 (Santonja et al. 2001), ésta
en un momento plenamente achelense. La continuidad del espacio
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
físico es obvia en Ambrona, donde la sustitución de especies que se
observa, elefante dominante en los niveles inferiores y caballo en los
superiores (Howell y Freeman 1982), puede perfectamente obedecer
a cambios ambientales no relacionados con estrategias de captación
de recursos. Solana del Zamborino (Botella et al. 1976), constituye
otro caso de asociación entre megafaunas e industrias evolucionadas, de estilo Achelense Superior. De manera palpable se insinúa en
todos estos casos una continuidad en las formas de aprovechamiento
de los recursos, que se prolongaría, a tenor de estos ejemplos, al
menos hasta el final del Pleistoceno Medio.
En la industria las transformaciones reconocidas se reflejan en
especial en las secuencias de formatización del utillaje bifacial y sobre lasca, pero falta profundizar en el estudio de los procesos de
talla (débitage), aparentemente mal registrados en las series procedentes de yacimientos al aire libre. En el primer caso los bifaces
planos y las formas cordiformes y lanceoladas perfectamente equilibradas, con filos regularizados mediante retoque secundario, dejan
de ser excepción y en algunos casos se observa además como el
utillaje bifacial puede ser transformado mediante retoque en utensilios especializados diversos (Santonja y Pérez-González 2004). A su vez,
los utensilios sobre lasca corresponden a patrones repetitivos y
estandarizados, y no acusan tanto la indefinición patente en las series achelenses. La implantación de cadenas de producción levallois
se da sobre todo en donde la materia prima explotada fue el sílex,
caso de los niveles superiores de Ambrona (Panera y Rubio 1997) y
probablemente también en la terraza de Butarque (Rus y Vega 1984;
Baena 1992; Rubio et al. 2002), donde la información disponible no es
tan precisa. Estas novedades configuran un horizonte industrial que
desde el punto de vista del utillaje bifacial puede identificarse como
Achelense Superior, acompañado de útiles de menor tamaño de aspecto seriado, similares a los musterienses, habitualmente considerados propios del Paleolítico Medio.
3.1. La perspectiva de los yacimientos en cueva (Atapuerca,
Bolomor)
Los yacimientos al aire libre conocidos no permiten profundizar
en la cronología de estas innovaciones, pero en nuestro auxilio podemos recurrir a las referencias que aportan Atapuerca (Burgos) y la
cueva de Bolomor (Tavernes de la Valldigna, Valencia). Existen indudablemente dificultades básicas que nos harían desistir de establecer
comparaciones estrechas entre industrias procedentes de ocupaciones en cueva y al aire libre. Sin embargo la información cronológica
obtenida en aquellas dos localidades, esta última no lejos de nuestra
zona de estudio, puede tenerse en cuenta en relación con el fenómeno mismo de la mutación tecnológica, sin pretender entrar en
comparaciones detalladas.
TD10 y TD11, niveles superiores de Gran Dolina7 , se datan en los
estadios isotópicos 11 al 9 –fechas medias ponderadas de 372+33 ka
TD10 y 337+29 ka TD11 (Falgueres et al. 2001)-, y presentan industrias
que se han considerado próximas al Musteriense (Carbonell et al.
1999: 346), valorando la definición del pequeño utillaje sobre lasca y
el desarrollo del método levallois, a la vez que la ausencia de macro
industria achelense (Mosquera 1998; Carbonell et al. 1998). Últimamente se ha referido al Paleolítico Medio (“Modo 3”) el conjunto
lítico de TD11, insistiendo en que TD10, donde aún se observan algu-
7
Aunque para Pérez-González, Parés, Carbonell et al., 2001, las fechas referidas hasta ahora a TD11 de hecho deben considerarse como del techo
de TD10, siendo TD11 una unidad sin presencia de fauna ni industria.
98 | 99
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
nos bifaces y lascas de formato grande, representaría una especie de
transición entre el Modo 2 y el Modo 3 (Carbonell et al. 2001).
En Galería sin embargo la industria, en la órbita del achelense o
Modo 2, quedaría caracterizada por la generalización de la preparación centrípeta de los núcleos, la ausencia de levallois y la presencia
neta de utillaje bifacial, a veces formatizado a partir de lascas (Carbonell
et al. 1999; Carbonell et al. 2001). La edad de Galería parece ser algo
más reciente que la de TD10 y TD11, a partir de 350/300 Ka la base de
GII, situándose todo el complejo estratigráfico entre los estadios
isotópicos 10 y 7 (Pérez-González, Parés et al. 2001; Falgueres et al.
2001).
La cueva de Bolomor se excava desde 1989 (Fernández Peris et al.
1994) y presenta una secuencia superior a 10 m, en los que se han
distinguido 17 niveles agrupados en cuatro fases (Bolomor I a IV). La
cronología de este complejo estratigráfico estaría comprendida entre 350 Ka para el nivel XVII8 y los 100 Ka estimados para el nivel I. Las
tres fases inferiores con algo de macro-industria en caliza, pero sin
componentes achelenses característicos, presentan cierta variabilidad en los utensilios. En la superior, Bolomor IV, que comprende los
niveles I a VII, se producen cambios importantes. La serie lítica del
nivel II, fechado por TL en 121+18 Ka, más de 15.000 piezas, el 10%
aproximadamente utensilios retocados, es definida como Musteriense
de tipo charentiense, y por primera vez en la Península se puede
fechar con seguridad una industria musteriense hacia el final del
Pleistoceno Medio. Otro aspecto de singular importancia es la evidencia de uso sistemático del fuego desde el principio de Bolomor IV
(c. 150 Ka), en contraste con lo que ocurre en los niveles anteriores,
en los que no se detecta.
Desde finales del Pleistoceno Medio vemos en la Península, como
los datos de Bolomor prueban, que existen conjuntos líticos perfectamente definibles como Musterienses, asociados además con un nuevo
patrón de asentamiento, revelado por el uso sistemático del fuego.
En Atapuerca la edad propuesta para los niveles superiores de Dolina
-estadios isotópicos 11 a 9-, sitúa unas industrias con caracteres que
se juzgan próximos al Musteriense en cronologías semejantes a las
que hemos manejado para la unidad estratigráfica inferior de Ambrona,
Áridos o San Isidro, y más antigua que la de Torralba.
Aunque el tamaño de los conjuntos líticos de Atapuerca9 debe
llevar a adoptar cierta cautela en las interpretaciones -sobre todo
cuando estas se apoyan en la ausencia de un determinado utillaje, el
grupo bifacial por ejemplo, como sucede respecto a TD11-, la presencia de técnica levallois desarrollada y, sobre todo, de pequeño
utillaje estandarizado en las ocupaciones superiores de Gran Dolina
(TD11), cobra un significado posiblemente importante, puesto que
lleva a constatar un proceso de transformación hacia una mayor definición formal del utillaje lítico en fechas del mismo orden que las
de los conjuntos achelenses de los ambientes fluviales.
Los progresos tecnológicos datados en Dolina y Galería no se acusan en las industrias al aire libre hasta los niveles superiores de Ambrona
(Panera y Rubio 1997) o los conjuntos descritos como Achelense Superior, que en el Manzanares pueden llevarse a finales del Pleistoceno
Medio, pero por ejemplo no se han registrado en Torralba.
8
Hay una datación de 525+125 Ka para el nivel XVII obtenida por racemización por Belloumini . La fecha de 350 Ka se adopta en función del grado
evolutivo de la microfauna (Fernández Peris et al. 1994)
9
Todos los niveles de Galería han dado en conjunto 1427 piezas, incluyendo 68 “bases naturales” y otras 456 piezas no determinables por el avanzado
estado de alteración (Carbonell et al. 1999). Los niveles superiores de Gran Dolina (Carbonell et al. 2001) han aportado 503 piezas –restando 23 bases
negativas y 210 indeterminables. Por otro lado hay que tener en cuenta que la zona excavada en Galería no corresponde al vestíbulo de la cavidad,
sino a una zona próxima, pero interior, un enclave secundario que sería objeto de visitas esporádicas, en el que se supone una representación
fragmentada y aleatoria de la cadena operativa (Carbonell et al 2001: 268).
La información actual parece reflejar un proceso paulatino en el
que algunos indicadores –yacimientos como Arriaga II a- sugieren el
mantenimiento de ciertas formas de adquisición de recursos en todo
el Pleistoceno Medio. En los depósitos fluviales hay que constatar
además la marcada ausencia de yacimientos que puedan ser definidos
como musterienses en la segunda parte del Pleistoceno Medio, excluidas las amplias concentraciones superficiales (facies de taller),
que carecen de fecha. Conjugar los datos de los yacimientos al aire
libre con las observaciones de Bolomor y Atapuerca es una tarea
imposible mientras no se disponga de dataciones más precisas en las
formaciones fluviales.
4. El carácter africano del Achelense de la Península ibérica
y del S.O. de Europa
Por encima de matices en la composición industrial, los conjuntos
achelenses que conocemos en la Meseta representan un fenómeno
unitario. El conocimiento algo más preciso de la cronología global
pone de relieve el corto período de tiempo en que se manifiestan
estas industrias en Europa en comparación con África, donde existiría desde momentos sensiblemente anteriores.
En el plano tecnológico en el Achelense de la Meseta, como en el
africano, dominaba la configuración de bifaces y hendedores, así como
la preparación de grandes núcleos –a veces aplicando el método
levallois- de los que se podían obtener soportes aptos para el desarrollo de cadenas de conformación complejas. La variabilidad que se
observa puede derivar en algunas ocasiones, si no exclusivamente sí
de manera fundamental, de la materia prima, y en otras de la actividad desarrollada o del tramo de la cadena operativa representada.
Las particularidades tecno-tipológicas observadas pueden otras veces resultar condicionadas por el bajo número de efectivos de las
muestras estudiadas o estar relacionadas con la naturaleza de la ocupación y con factores medioambientales, carentes en suma de valor
taxonómico.
La industria achelense, sin duda originaria de África, presenta en
Eurasia una dispersión muy definida. La encontramos desde la Península Ibérica e Italia hasta Inglaterra y el centro de Alemania. Al norte
de los 52º de latitud y más allá de los 11º E de longitud en Europa
central y en la llanura rusa, no se reconocen conjuntos industriales
pleistocenos con bifaces y lascas de carácter achelense (Kozlowski
2003). De nuevo vuelven a encontrarse a partir de Georgia, al sur del
Cáucaso, de forma ininterrumpida hasta Israel y la Península Arábiga,
conectando con África oriental, y manifestándose en dirección este
hasta India.
Las vías y las fechas de las expansiones humanas plio-pleistocenas
son, como se sabe, un sujeto de la investigación bastante actual y
recurrente. Aunque Gibraltar puede parecer, al menos desde una
perspectiva simplemente intuitiva, uno de los caminos más directos,
amplios sectores de la investigación se han mostrado reacios a admitirlo ante el peso de argumentos como la independencia de las faunas
de una y otra orilla del mediterráneo y la falta de pruebas geológicas
del cierre. Otra circunstancia negativa que se ha valorado es el que
tampoco se hayan comprobado casos en que humanos modernos del
Paleolítico superior se aventuraran en estas travesías, ni por Gibraltar
ni por otros estrechos, como corrobora la ausencia de población en
las islas mediterráneas hasta etapas avanzadas del Paleolítico superior
(Mussi 2001).
La geografía del achelense extra-africano recién comentada apoyaría sin embargo la idea, como subraya Kozlowski (2003), de una
expansión a través de Gibraltar o de otro istmo emergido en el Me-
100 | 101
diterráneo occidental, en algún momento de máximo descenso del
nivel marino y obviamente desde al menos un momento anterior a las
cronologías que se apuntan para los yacimientos achelenses europeos. Los descubrimientos de Dmanisi, en el sur de Georgia (BarYosef y Belfer-Cohen 2001) marcarían, con referencia a este mismo
problema, una fase primitiva de expansión también frenada en la cordillera caucásica. En Iberia, Orce y Atapuerca serían los mas antiguos
testimonios de contactos directos entre África y Europa en el extremo occidental del Mediterráneo, posteriores del orden de 600 a 1000
Ka a Dmanisi, ya que la ausencia de indicios consistentes a favor de
un camino terrestre europeo en estos tiempos es total.
El mapa europeo del achelense nos lo presenta como un fenómeno occidental y meridional, y en definitiva lleva a considerar que no
es coherente descartar radicalmente una dispersión directa desde
el Mahgreb. En esta clave hay que considerar posibles movimientos
mas o menos puntuales en los máximos fríos desde el estadio isotópico
16 (659 ka b.p.), a tenor de las cronologías europeas más firmes. Las
fechas anteriores de Gran Dolina (Atapuerca), y, si se confirman, las
propuestas para Fuentenueva 3 y Barranco León (Orce), requerirían
contactos anteriores que pudieran explicar al menos una incipiente
presencia humana, quizás reducida al sur de Europa, anterior a la
eclosión achelense.
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
II. PALEOLÍTICO INFERIOR EN LA CUENCA DEL
TAJO (CASTILLA-LA MANCHA)
Juan M. Rodríguez de Tembleque Moreno
Museo Arqueológico Regional de Madrid. Alcalá de Henares
puentepino@yahoo.es
A Máximo Martín Aguado, por su contribución al Paleolítico inferior
112 | 113
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
En la cuenca media del Tajo se tienen noticias, desde hace tiempo, de numerosos hallazgos y yacimientos inferopaleolíticos, la mayoría localizados en la región de Madrid, fundamentalmente en los valles
del Manzanares y del Jarama, pero también en el valle del Tajo, en el
entorno de Aranjuez, Añover, Toledo, Talavera de la Reina y embalse
de Valdecañas, y en los tramos finales de los valles de algunos de sus
afluentes (Santonja y Pérez-González, 2002). Por otra parte, en los
últimos años, la cuenca del Tajo en la provincia de Toledo ha sido
objeto de intensas prospecciones para la realización de la Tesis Doctoral del autor, actualmente muy avanzada, a través de las cuales se
han registrado numerosos sitios con industria en posición estratigráfica,
entre los que cabe destacar el yacimiento achelense de Puente Pino
(Alcolea de Tajo), con industria aparentemente in situ (Rodríguez de
Tembleque et alii, e.p.; Rodríguez de Tembleque, 2004), y las relacionadas con terrazas fluviales altas, cuya cronología estimada ronda el
millón de años. También en la cuenca alta del Henares, zonas de
Sigüenza y de Atienza, provincia de Guadalajara, se han localizado,
recientemente, hallazgos y yacimientos de este periodo (Rodríguez
de Tembleque, 1997), algunos de gran interés por la densidad de
industria, así como por su proximidad a Torralba y Ambrona, pues
constituyen las referencias inferopaleoliticas más cercanas de estos
paradigmáticos yacimientos.
Antecedentes y descubrimiento de Pinedo. La figura y las aportaciones de Martín Aguado
El interés de los investigadores del Paleolítico por el curso medio
del valle del Tajo se despierta, sobre todo, con el descubrimiento de
Pinedo (Toledo) en 1959 (Martín Aguado, 1960) y su posterior excavación en 1972-1974 (Querol y Santonja, 1979). El carácter aparentemente arcaico de la industria de este yacimiento, con gran profusión
de cantos trabajados y de triedros (Fig. 1), y la coexistencia de
macrofauna, aumentó dicho interés, llevándose a cabo, a partir de
entonces, periódicas revisiones de los escasos indicios paleolíticos
conocidos en la zona y algunas prospecciones, a veces de cierta
envergadura, dirigidas específicamente a la localización de industria
de este periodo en el citado valle, tanto aguas arriba como aguas
abajo del Torno de Toledo.
El yacimiento de Pinedo fue descubierto por Máximo Martín Aguado (1960), licenciado en Ciencias Naturales, cuando ejercía de profesor en el Instituto de Toledo1 . Entre 1959 y 1963 localizó y recogió
industria lítica y restos de fauna de la explotación de áridos que se
realizaba en dicho lugar de las afueras de Toledo, llegando a publicar
en 1963 una monografía que recoge “lo más esencial” de sus trabajos
(Martín Aguado, 1963a) y que, posteriormente, completaría con otras
aportaciones (Martín Aguado, 1963b, 1966a, etc.).
Dicho autor se interesó por el estudio de las terrazas fluviales del
sector toledano del Tajo al conocer la frecuente aparición de industria y, sobre todo, de restos de elefantes y otros grandes mamíferos
en las graveras próximas a Toledo, de los cuales se tenía constancia
desde principio de siglo2 . De tales depósitos y hallazgos hay algunas
referencias en Gómez de Llarena (1913), Pérez de Barradas (1920),
Figura 1
Yacimiento de Pinedo: Cuatro macroutensilios triedros de cuarcita.
Contribuyeron al descubrimiento Gómez de Llarena, Aguirre y otros (Martín Aguado, 1960-1962)
Según el propio Martín Aguado (1960-1962), antes de la explotación a gran escala de las gravas y de las arenas de las terrazas fluviales de los
alrededores de Toledo, que tuvo lugar durante la guerra civil y después de la contienda hasta nuestros días; ya se conocían hallazgos de restos
de fauna, como un molar de elefante, que fue recogido entre 1911 y 1918. Probablemente los restos de elefantes depositados en el Gabinete de
Historia Natural del Instituto de Toledo y estudiados por Del Pan (1925), tendrían la misma procedencia. Los huesos se encontraron, en todos los
casos, en las gravas inferiores, nunca en las superiores.
1
2
Román (1922), Aranegui (1927), Del Pan (1928), Hernández Pacheco
(1946) y Alía Medina y Riba (1957). Pérez de Barradas y Del Pan localizaron algo de industria lítica, el primero en Buenavista, donde probablemente se desplazó atraído por las noticias de exhumaciones de
huesos de macrofauna extinguida, y el segundo, en un cerro próximo
al anterior y en el de Valdecubas, si bien le asigna una cronología
musteriense. La citada industria fue hallada en superficie, lo que
impedía datarla (Del Pan, 1928: 14), pero algunos utensilios fueron
encontrados, al parecer, “en revuelta confusión con el material de
las graveras”.
Así mismo se conocen otras referencias antiguas al Paleolítico de
la provincia en De Combes (1906), Fernández Navarro (1908), Fernández
Navarro y Wernert (1917) y Pérez de Barradas y Fuidio (1928). El primer autor localizó restos de grandes mamíferos e instrumentos de
piedra tallada “en terreno diluviano” de Mesegar del Tajo. Los otros
mencionan industria de sílex (varias decenas de piezas) recogida en la
superficie de los Cerros del Prado, muy cerca de Illescas, a la cual
confieren un carácter musteriense (Fernández Navarro, 1908;
Fernández Navarro y Wernert, 1917); y en la finca de Hontalba, municipio de Azaña (actualmente Numancia de la Sagra), en este caso
también de procedencia superficial, pero con algunos elementos en
cuarcita (Pérez de Barradas y Fuidio, 1928), éstos últimos adscritos al
Paleolítico inferior por Martínez de Santa-Olalla (Anuario de Prehistoria Madrileña I, p. 1257).
Martín Aguado iniciaría sus investigaciones en Buenavista, situada
como Pinedo en la margen derecha del Tajo, tras el descubrimiento,
en las gravas inferiores de la terraza fluvial, de un cráneo de
paquidermo, que dicho autor identifica como Elephas antiquus (Mar3
tín Aguado, 1959) . A finales de la década de los cincuenta prospectará
dicha gravera y otras de sus alrededores, localizando fauna, sobre
todo elefante, en diversos puntos: Campo de Tiro (Elephas antiquus),
Observatorio Central Geofísico (Elephas antiquus), Buenavista (Elephas
antiquus e Hippopotamus) y, en mayor proporción de restos y variedad de especies, en Pinedo (Elephas antiquus, Cervus, Bos, Equus,
Hippopotamus, y tal vez Rhinoceros). Todos estos hallazgos los sitúa
en una terraza del Tajo a +35 m, hasta entonces no reconocida en
dicho sector del río (Martín Aguado, 1960-1962). Pinedo sería el yacimiento más importante y el único con fauna e industria abundante.
Con motivo del I Congreso de Arqueología de la Provincia de Toledo
celebrado, en la ciudad del mismo nombre, en 1988; Martín Aguado
(1990) hace un resumen de sus investigaciones4 , entre las que destaca, además del descubrimiento y estudio preliminar de Pinedo, el
establecimiento de un sistema “coherente” de cuatro terrazas “fundamentales” para este sector del Tajo con cotas relativas de +17 m
(Würm), +35 m (Riss), +52 m (Mindel) y +86 m (Günz). Dichos depósitos
los vincula, respectivamente, a las cuatro últimas glaciaciones, y toda
la secuencia abarcaría un periodo de unos 600.000 años (Martín Aguado, 1959, 1960), alrededor de 1’2 ma aplicando los criterios de datación
modernos (Martín Aguado, 1990). Así mismo señala el carácter estratégico que iba adquiriendo el peñón toledano durante el Pleistoceno
a medida que era desenterrado por la erosión fluvial5, y expone la
3
A decir de Martín Aguado (1963a), los restos que anteriormente habían aparecido en esta gravera y en otras se encontraban en una situación
muy semejante.
4
Además de reafirmarse en sus postulados, realiza una valoración crítica de publicaciones de otros autores como Aguirre (1964), Alférez (1977),
y Querol y Santonja (1979), con los que discrepa en gran medida (Martín Aguado, 1990: 78-83).
5
Sin embargo, también asume la hipótesis del origen tectónico del Torno, que explicaría el encajamiento del río Tajo en dicha área como
consecuencia de la fractura producida (Martín Aguado, 1963b: 23-24, 1990: 87), por lo que parece conferir un origen poligénico a las terrazas
del Tajo en este sector. El Torno sería el responsable de que las terrazas aguas abajo del mismo queden a mayor altura sobre el lecho del río, por
la tendencia creciente de éste a ahondar su cauce en dicho sector (Martín Aguado, 1963b).
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
teoría del poblamiento humano de la Península Ibérica y, en general
del occidente europeo, a partir del Magreb, a través del Estrecho de
Gibraltar y penetrando hacia el interior por las principales vías fluviales (Martín Aguado, 1960-1962, 1963d, 1966a). Finalmente apunta la
hipótesis de que los hombres que elaboraron y manejaron los útiles
de Pinedo eran ambidiestros (Martín Aguado, 1963d, 1966b)6 .
Aunque Martín Aguado encontró industria en cuarcita, de aspecto semejante (forma y alteración), en todas las graveras que prospectó,
tanto en la terraza media como en la baja, nunca fue, como ya se ha
comentado, en cantidad tan abundante como en Pinedo7. Este hecho, la presencia de útiles aparentemente en proceso de fabricación y el elevado porcentaje de productos de desbastado, le llevó a
interpretar el yacimiento, en un primer momento, como taller8 , hipótesis que más tarde también barajará Freeman (1975), aunque en
general confiere a la zona un carácter de cazadero por la abundancia
de restos de grandes herbívoros conservados en los depósitos y por
representar el Torno un lugar de paso angosto para las migraciones
de fauna, desde el cual otearían y acecharían a los animales (Martín
Aguado,1960-1962, 1990: 73 y 88). Dicho accidente geográfico y, en
bastante menor medida, el estrechamiento del Salto de la Zorra,
aguas abajo de aquel, jugarían para él un papel importante en la
ocupación humana y en la formación y conservación de los depósitos
al actuar como niveles de base y obstaculizar el drenaje del río durante las crecidas y avenidas (Martín Aguado, 1990).
Por otra parte, al principio de su investigación, vinculó la industria de Pinedo con un Achelense antiguo peculiar, “de estilo toledano”, que caracterizaba, sobre todo, por la abundancia de triedros
(Martín Aguado, 1960). A estos últimos prestó especial atención, llegando a elaborar una tipología (Martín Aguado, 1963c)9, en detrimento del resto de las piezas que componían la serie, pues no realizó, o
al menos no publicó, un estudio completo de la misma, entre la que
se contaban diversos utensilios sobre lasca, cantos trabajados, bifaces
y hendedores10. Atendiendo a la proporción y las características de
los triedros, asignó a dicha industria un origen africano (Martín Aguado, 1966a), relacionándola con los complejos industriales portugueses, tanto fluviales como del litoral (Martín Aguado, 1960-1962), y terminó adscribiéndola al Achelense medio al apreciar caracteres evolucionados en una porción significativa de las piezas (Martín Aguado,
1963a).
El profesor Martín Aguado, como ya se ha apuntado, no sólo exploró Pinedo, sino también otras graveras de la margen derecha del
río Tajo abiertas en las terrazas y enclaves arriba mencionados. Para
dicho autor existe una correspondencia entre los distintos niveles11 de
las terrazas medias, sobre todo entre los depósitos del nivel de +35 m,
a uno y otro lado del Torno, que considera sincrónicos. Sin embargo,
6
Distingue útiles diestros, siniestros y ambidiestros, y considera que triedros y bifaces tienen la misma morfología, pero distinta posición de
trabajo, de manera que “picos izquierdos” se corresponden con “hachas derechas”, y viceversa.
7
Si bien la industria está, en general, rodada, observa un mayor desgaste en las piezas procedentes de la terraza inferior, cuyo techo sitúa a
+17 m. Posteriormente, en 1965, encontrará el mismo tipo de industria en el sector del Tajo comprendido entre Aranjuez y Toledo, y aguas abajo
de esta localidad, en la zona de La Pueblanueva y Talavera de la Reina (Martín Aguado, 1966c). Más tarde parece hacer extensible estos hallazgos
a toda la provincia de Toledo situándolos “casi siempre” en niveles más altos que Pinedo, como es el caso de la terraza alta del Polígono (Martín
Aguado, 1990).
8
Posteriormente reconsiderará esta interpretación, admitiendo que sólo la industria no rodada podría haber sido tallada allí mismo (Martín
Aguado, 1990: 77-78)
9
En los triedros diferencia la “talla principal”, dos o tres facetas amplias para conformar la punta funcional, y la “talla de empuñadura”, para
facilitar la prensión del útil, mucho más variable y circunstancial que la anterior, a menudo ausente por innecesaria.
10
Martín Aguado (1960-1962), no sólo recogió industria en los cortes de la gravera de Pinedo, sino en las distintas fases del procesado de la grava
extraída durante su explotación, recolectando una ingente cantidad de piezas, de las cuales sólo dos o tres de cada cien, merecen, a juicio de
dicho autor, ser consideradas selectas. Sin embargo, salvo excepción, no recogió las piezas talladas de gran tamaño y peso localizadas en las
acumulaciones de grava gruesa, ni los materiales muy pequeños procedentes del cribado, a los que no les prestó mucho interés.
11
Cuatro de gravas, uno de arenas eólicas y otro de arcillas de inundación.
Aguirre (1964) no comparte dicha hipótesis, ya que aguas abajo del
Torno, no localiza apenas industria en la terraza de +35 m (misma cota
que la de Pinedo) –al contrario de lo que ocurre al otro lado- y sí E.
trogontherii, que se desenvuelve en un ecosistema frío y seco (estepa), mientras que el E. antiquus, presente en Pinedo y otros depósitos fluviales con la misma cota, pero aguas arriba del Torno, es un
animal de bosque templado y húmedo12. En base a estos datos sitúa la
formación de las gravas de la terraza de +35 m al Oeste de Toledo, en
la glaciación Riss, al igual que los niveles superiores (arenas y limos
eólicos) de Pinedo, sin elefante y con Bos Primigenius, Equus sp. y
Cérvidos. En consecuencia, las gravas de este último yacimiento se
habrían depositado durante el interglaciar Mindel-Riss (trangresión
marina), fenómeno de acumulación favorecido por la estrechez del
Torno. Con la regresión rissiense se reactivaría la erosión de la terraza de Pinedo y sus gravas serían arrastradas y depositadas aguas abajo, como, por ejemplo, en Buenavista. La causa de la diferente distribución y disposición de los citados depósitos se explicaría por constituir el Torno un nivel de base del curso fluvial, tal como habían
referido antes Aranegui (1927), entre otros autores13.
La secuencia estratigráfica que mantiene Martín Aguado (1963a,
1990: 77) para Pinedo es la siguiente: Sobre el sustrato (“alcaén”),
gravas y arenas depositadas al final del Mindel-Riss (“gravas inferiores”); encima de éstas, gravas y arenas del comienzo del Riss (“gravas
superiores”); y cubriendo los anteriores sedimentos, materiales finos
(principalmente “arenas voladoras” y arcillas de inundación), también
del Riss. Aguirre (1964), como ya se ha adelantado, considera que
dichas arcillas de inundación no son tales, sino limos eólicos o loes, y
no comparte las asignaciones cronológicas de Martín Aguado para los
depósitos.
Las investigaciones en la provincia de Toledo a partir de 1970
Figura 2
Yacimiento de Pinedo: Vista general
durante su excavación.
Excavación y estudio de Pinedo
Pinedo (Fig. 2) fue el primer yacimiento inferopaleolítico en terraza fluvial de la Península Ibérica excavado con metodología arqueológica. La excavación del yacimiento se llevó a cabo entre 1972 y 1974,
en diversas etapas (Querol y Santonja, 1979). Los nuevos investigadores de este yacimiento situaron Pinedo en la terraza de +22 m, cota
referida a su base (Díaz y Pérez-González, 1979: 23)14 , cuya secuencia
estratigráfica, en la zona excavada, estaba formada por una sucesión
de niveles de arcillas, arenas y gravas acumulados de forma continua
“en un lapsus de tiempo relativamente breve” y con una sola interrupción hacia la mitad de la secuencia sedimentaria. Sobre los depósitos fluviales de la terraza propiamente dicha, se ha desarrollado un
abanico aluvial, sellado por limos eólicos (Díaz y Pérez-González, 1979:
28)15.
Durante su excavación se registraron cerca de 6.000 restos en
una extensión de 25 m2, fundamentalmente industria lítica (5.942 unidades), pues el número de piezas óseas, en general de reducido
tamaño, fue discreto. Tanto la industria como la fauna se encontra-
Para Martín Aguado (1990: 78) ambas especies coexisten en los mismos yacimientos y son una constante en las graveras de Toledo.
Dichos autores consideran que las gargantas de rocas duras modifican el régimen erosivo de los ríos que las atraviesan afectando a la
distribución y potencia de los depósitos fluviales.
14
Estudios posteriores sobre la secuencia de terrazas del Tajo en Toledo sitúan la terraza de Pinedo a +25-30 m (Santonja y Pérez-González, 2002:
59), cota referida al techo de la misma.
15
De muro a techo, se identificaron los siguientes depósitos: gravas y arenas gruesas (4’5 m); arenas de tamaño medio, y arenas finas y limos
(1 m); alternancia de limos rojizos y arcillas limosas, a veces con arenas y lentejones o hiladas de gravas (10 m); cantos muy angulosos, de diverso
origen, con matriz arenosa (0’6-0’8 m), sobre el que se había desarrollado una cicatriz de erosión; arenas coluvionares de origen lateral (0’40
m), selladas por un encostramiento (0’25 m) que comprende a techo cantos muy dispersos con restos de un suelo rojo removido y transportado;
y arenas arcillosas y masivas, también de origen lateral, sobre la que descansan limos eólicos muy carbonatados (1’5 m).
12
13
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
ban en posición derivada. A partir de la información obtenida en la
excavación y en la prospección de los perfiles de la cantera, y considerando “una potencia media” de 3 a 4 m para el conjunto de niveles
de gravas y arenas fluviales, se ha estimado una densidad de industria
en torno a 50 piezas por m3 (Santonja y Pérez-González, 2002).
La mayoría de los restos óseos no se pudieron identificar por el
extraordinario grado de fragmentación y desgaste producido por la
acción fluvial. No obstante fue posible registrar la siguiente fauna
(Soto, 1979: 39-42): Aves, gen. sp. indet, lepus cf. europaeus, Orictolagus
cuniculus, Equus sp., Hippopotamus amphibius (canino procedente
de la colección de Martín Aguado), Cervus elaphus, Gran bóvido gen.
sp. indet.16 . Dicha fauna tiene elementos característicos de estepa,
como el caballo y los grandes bóvidos, mientras que otras especies,
como el Cervus elaphus, especie típicamente silvícola, y el
Hippopotamus amphibius; se relacionan con un ecosistema húmedo
y más bien cálido, especialmente la última17 .
La industria procedente de la excavación sistemática (Querol et
alii, 1979a) está elaborada fundamentalmente en cuarcita (68%), y el
resto en sílex (25 %) y en cuarzo (7%). La segunda roca es muy escasa
en los aluviones (0-2 %), lo que parece indicar un proceso de selección de las materias primas. Dicha industria presenta distinto grado
de rodamiento, predominando el moderado (5.142 unidades), y sólo
algo más del 5% del total de las piezas no presenta ninguna alteración.
Aunque se distinguieron dos unidades estatrigráficas, no se observaron diferencias apreciables entre los conjuntos de una y otra, salvo
pequeños matices impuestos por el tamaño de las piezas, siempre
acorde con el de la grava de procedencia, que era mayor en la unidad inferior. En todos los casos, el índice de facetado es muy bajo y
la proporción de lascas de descortezado notable, lo que se relaciona
con una explotación poco intensiva de los nódulos de cuarcita y de
cuarzo, pues en el sílex ocurre lo contrario.
Se registraron 481 utensilios sobre lascas18 , la inmensa mayoría de
cuarcita (67’1%). El estudio de estos elementos planteó algunos problemas tipológicos debido a su atipicidad, rasgo que, constituye su
principal característica (Querol et alli, 1979a: 57 y 78) y a la que
contribuye en gran medida el retoque, que, salvo excepción, es simple y, frecuentemente, irregular y somero, si bien, a veces, es amplio. Los atributos descritos y el hecho de que gran parte de estos
útiles presentaran cortex, les confería un aspecto primitivo y tosco.
Por otra parte, sólo en veintidós de estas piezas, trece de ellas de
sílex, se señala técnica levallois, la cual también tiene un carácter
atípico, mientras que los instrumentos laminares son meramente
anecdóticos. Si bien se identificó cierta variedad de útiles sobre
lasca, hay un predominio absoluto de raederas (189)19 , a las que le
siguen, muy de lejos, cuchillos de dorso natural (62), escotaduras
(55), lascas con retoque (55) y denticulados (33).
En el conjunto hay 261 núcleos, 163 de cuarcita, 84 de sílex, 3 de
chert y 11 de cuarzo; de los cuales veinte no muestran, aparentemente, alteración fluvial. Los más comunes son los discoides y
discoidales (96), pero un número significativo son elementales o simples (47). Entre los que acusan desgaste fluvial moderado hay tres
núcleos protolevallois (uno de puntas) y diez con preparación
periférica y extracción central.
Bos primigenius para Aguirre.
A la lista de especies identificadas en el área excavada, habría que añadir los numerosos restos de elefantes recuperados con anterioridad y
que Aguirre (1964) atribuye a Palaeoxodon antiquus.
18
También se inventariaron 13 fragmentos retocados y 11 diversos, que unidos a las lacas retocadas, representan cerca del 30’5% de los utensilios
líticos y el 8% del total de las piezas registradas.
19
Se incluyen dos diversos clasificados como “raederas múltiples”.
16
17
Sin lugar a dudas, el macro-elemento más abundante en Pinedo es el
canto trabajado, del que, en un «principio» se catalogaron 944 ejemplares, 826 de cuarcita (87’5%), 76 de cuarzo (8’1%) y 42 de sílex
(4’4%), destacando, por su tamaño netamente mayor, los de cuarcita.
De todos ellos, 74 (7’8%) presentan sus aristas frescas, siendo predominantes, como en toda la serie, los que exhiben rodamiento moderado (677 unidades, 71’8%). Casi el 70 % de los cantos trabajados son
unifaciales, en los que predominan los filos simples sobre los convergentes.
Por lo que respecta a los bifaces, se registraron 74 unidades –
todos de cuarcita menos dos de sílex- de los cuales un par están sin
alterar, y se identificaron hasta dieciocho variedades, siendo los más
frecuentes los amigdaloides (18%), seguidos de los fricrones lanceolados
(14’80%). La mayoría se elaboró a partir de un canto rodado, aunque
también los hay sobre lasca. Salvo uno, todos son espesos. Además se
han descrito dos puntas de bifaz. Es de destacar que en ningún caso
se ha documentado el uso de percutor blando en el retoque, así
como la abundancia de bifaces parciales (14’85%) y los rasgos toscos
(asimetría, talla sumaria, etc.) que, en general, muestran los bifaces
de este yacimiento.
En cuanto a los hendedores, se identificaron 38, todos de cuarcita,
de los que tan sólo uno no presenta rodamiento. Siguiendo a Tixier
(1956), el tipo más frecuente es el 0 (70’27%), es decir sobre lasca
cortical, y a continuación el I (21’05%), pero también hay tres del tipo
II (7’89%) y uno que comparte características de los tipos II y V. La
lasca soporte de estos utensilios apenas ha sido modificada mediante
el retoque, y en dieciséis de ellos se observaron huellas de uso en el filo.
Otros de los macro-utensilios característicos de este yacimiento
son los triedros o picos, con 108 ejemplares, la mayoría con rodamiento fluvial moderado, más de la mitad típicos. En estos últimos,
como en los bifaces, el soporte más utilizado fue el canto rodado
(74%). El resto son simples cantos trabajados apuntados, con siluetas
muy variables, que elaboraron, casi exclusivamente, sobre cantos
rodados (sólo un 3% se realizaron a partir de una lasca).
En resumen, la industria de Pinedo se caracteriza por la presencia
mínima de lascas levallois e inexistencia de núcleos claramente levallois,
diversidad de utensilios sobre lascas, con predominio absoluto de
raederas, ausencia casi total de bifaces planos y mayoría de bifaces
toscos (amigdaloides, ficrones, abbebillenses y parciales) y de
hendedores primitivos (tipos 0 y 1), y abundancia de triedros y, especialmente, de cantos trabajados. Dicha industria, sin paralelos en la
secuencia clásica del valle del Somme ni tampoco en los yacimientos
entonces conocidos de la Meseta española como Galisancho, San
Isidro, Las Acacias, e incluso Torralba y Ambrona, aunque con algunas
similitudes con las industrias de los yacimientos del valle del Tarn, en
el Sudoeste francés, y con las Ternifine, en Argelia; parecía representar un momento anterior al Achelense pleno de la Península ibérica, interpretación que se ha mantenido durante un tiempo (Santonja
y Villa, 1990; Carbonell et alli, 1995).
De la terraza de Pinedo no se dispone de dataciones absolutas.
Las aproximaciones cronologías para dicho yacimiento se han realizado a partir de su posición morfoestratigráfica y de su fauna, y de
datos indirectos. Martín Aguado, como hemos visto, adscribe las gravas y arenas inferiores al final del Mindel-Riss, y las superiores, al Riss;
mientras que Aguirre se inclina porque todas las gravas se depositaron durante la citada interglaciación. Por su parte, los excavadores
sitúan la terraza de Pinedo en un momento anterior a Áridos, que se
encuentra en la terraza compleja de +15-20 m del cercano río Jarama,
por lo que estiman para Pinedo una edad del final del Mindel (Querol
et alli, 1979b: 179-180).
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Recientemente, se han obtenido dataciones por luminiscencia en
el nivel de +20 m, inmediatamente inferior al de Pinedo, cuyos valores
son ya del Pleistoceno superior (Santonja y Pérez-González, 1997), y
algunas dataciones paleomagnéticas permiten emplazar el límite
Bruhnes/Matuyama (780 ka) en el nivel de +60 m (Pinilla et alli, 1995),
donde se ha registrado Mammuthus meridionalis, tipo Valdarno no
evolucionado, que Alférez (1977) ubica al final de Pleistoceno inferior
y que, en todo caso, parece que se extingue a comienzos del
Pleistoceno medio (Aguirre, 1989). Entre dicha terraza y la del yacimiento hay dos pisos fluviales a +40 m y +50 m, el primero con
Mammuthus trogontherii y micromamíferos que lo situarían en una
edad similar a la de Áridos, o quizás algo más antigua, y posterior a
Cullar-Baza (Sesé et alli, 2000)20. Teniendo en cuenta estos datos, la
formación del aluvial de la terraza de Pinedo tendría lugar durante el
último tercio del Pleistoceno medio.
Por último, la concentración de industria en este y otros depósitos similares se explica como resultado de visitas reiteradas de los
humanos a las playas de cantos rodados y de arena, salpicadas de
charcos de aguas residuales, durante los periodos secos o de estiaje,
donde abandonarían sus artefactos que, posteriormente, con las crecidas del río serían desplazados aguas abajo y, dependiendo de las
circunstancias, enterrados total o parcialmente, fenómeno que se
repetiría una y otra vez (Santonja, 1992).
Otras investigaciones y hallazgos
Durante cierto tiempo, los escasos intentos de continuar la investigación iniciada por Martín Aguado en el sector de la cuenca del
Tajo que nos ocupa, entre los que, quizás, el más destacable, si no el
único de tal consideración, sea el proyecto de Enamorado (1990); no
han fructificado y sólo han tenido un carácter anecdótico.
Dicha autora realizó, al final de la década de los ochenta del pasado siglo, una revisión de los yacimientos conocidos y de la bibliografía
existente, y elaboró una síntesis de los datos recopilados, centrándose fundamentalmente en la Comarca de Talavera de la Reina (Enamorado, 1992), donde ya, a principios de esa década, A. Moraleda, A.
Rodríguez Santamaría y, ocasionalmente, otros miembros del Seminario de Datos Históricos de Talavera y su Comarca, habían prospectado
los alrededores de dicha ciudad, localizando industrias de aspecto
achelense en Arroyo del Canal y Arroyo Malojo (Casar de Talavera),
Arroyo de los Frailes (Las Herencias), y Cabeza del Moro y Cornicabral
(Talavera de la Reina). Estos hallazgos se publicaron en prensa local,
la casi totalidad en La Voz del Tajo, y salvo Arroyo de los Frailes, se
relacionan con aluviones de la terrazas del Tajo erosionados por los
arroyos respectivos. La industria, básicamente en cuarcita, presenta, en general y en todos los casos, rasgos homogéneos que encajan
en el Achelense, si bien algunos tipos se consideran musterienses.
En su síntesis, Enamorado destaca el número reducido y el carácter disperso de los hallazgos, en general fortuitos, de industria lítica,
apenas algunas piezas, en raras ocasiones en estratigrafía, y siempre
en depósitos fluviales y en posición derivada. En consecuencia apunta la posibilidad de que se trate de conjuntos heterogéneos mezclados por la corriente fluvial. La industria, por lo común de gran tamaño y en cuarcita, con representación de lascas de distintos tipos,
cantos trabajados, bifaces y triedros, se encuadra en el Achelense o,
de forma más general, en el Paleolítico inferior.
Alférez (1977), que estudió a fondo las terrazas del Tajo aguas abajo del Torno, donde, según él no se conserva la de Pinedo, considera,
igualmente por criterio faunísticos, que el nivel de +40 m es atribuible al Mindel.
20
En esta área, además de los yacimientos mencionados, se ha registrado industria en diversos puntos, la mayoría recogidos en los
inventarios provinciales, pero sólo nos detendremos aquí en los más
interesantes por haberse señalado industria en posición estratigráfica
y, en ocasiones, fauna.
Quizás unos de los hallazgos más relevantes, sobre todo desde el
punto de vista paleontológico, sean los de Vaciatrojes, en Alcolea de
Tajo. Entre 1979 y 1980, durante la explotación de una gravera, situada al Sur de dicha localidad y abierta en una terraza alta de la margen
derecha del Tajo, aparecieron cuatro colmillos de elefante antiguo
(tres de ejemplar adulto y uno de joven), así como trozos de mandíbulas, dientes y cornamenta de, al menos, un cérvido (Jiménez de
Gregorio, 1989). Según parece, no todos los restos se encontraban
en el mismo nivel, ya que la cornamenta se localizó a 12 m de profundidad, y los demás, a 1’5 m de la superficie. Concretamente, las defensas de elefante se sitúan en un “estrato de arena y grava”.
Jiménez de Gregorio, tras tener noticia de los hallazgos21 y verlos,
prospectó detenidamente22, en compañía de tres colaboradores, la
gravera, con el fin de encontrar industria en sus potentes depósitos23. Sin embargo, tan sólo pudo encontrar una única piedra tallada,
un “hacha bifacial” de cuarcita24 (Jiménez de Gregorio, 1989), aunque De la Torre y Domínguez (2001: 44), citando a la misma fuente,
refieren “varias piezas en cuarcita”. También Portela (1993: 53) hace
alusión al hallazgo de una defensa de Elephas antiquus en Alcolea de
Tajo, descubrimiento que atribuye al Seminario de Datos Históricos
de Talavera y su comarca.
En la misma publicación, Jiménez de Gregorio (1989: 11) menciona
hallazgos de industria y de restos de cérvido en Manzanas (Las Herencias), en la que llama “terraza media del Tajo” y “en una densa formación arenosa”. Refiere expresamente un fragmento de diente de Cervus
elaphus y tres piezas líticas de cuarcita, entre ellas dos bifaces, que
adscribe al Paleolítico inferior. También el mismo autor cita restos
paleolíticos en otros puntos de la parte occidental de la provincia de
Toledo: Aldeanueva de San Bartolomé, Calera y Chozas, Belvis de la
Jara25, Talavera y Castillo de Bañuela (Jiménez de Gregorio, 1992).
Un hallazgo muy citado por su antiguedad es el referido a la terraza de +140 m del río Tajo. En un corte próximo a Talavera, abierto en
dicha terraza, se recogió una lasca ordinaria completamente cortical,
en posición estratigráfica, y un canto trabajado unifacial, junto al
perfil, si bien su intenso rodamiento fluvial y rubefacción indujeron a
pensar que procedía del mismo depósito (Santonja, 1980; Santonja y
Querol, 1982). Además, en dicho lugar, se recolectaron en superficie
siete piezas más con huellas de acción fluvial: dos lascas simples y dos
retocadas (raederas), un canto trabajado unifacial, un pequeño bifaz
nucleiforme y un posible percutor (Santonja, 1981: 312).
21
Al parecer, la primera noticia que tenemos de este yacimiento se publicó en el diario Ya de Toledo, el 2-11-1983, con el título “Un colmillo de
elefante de la fauna prehistórica talaverana”. En ella se hace referencia al lugar del hallazgo, al momento (principios de 1980) y a sus
características, dos partes de un colmillo, cuya conservación era bastante buena. Por otra parte, también se menciona que, a la vez,
aparecieron molares que podían pertenecer al mismo animal y algunos útiles, extremos que no se habían podido certificar.
22
La exploración debió ser muy intensa tal como se desprende de sus propias palabras: “Por más que buscamos, no logramos encontrar, en el
enorme montón de grava, nada más que un biface...” (Jiménez de Gregorio, 1989: 11).
23
Jiménez de Gregorio señala varios niveles entre la “visera” caliza, a techo, y las arenas y gravas cementadas, situadas en la parte inferior
de los perfiles a partir de los 8 m de profundidad. Por otra parte, en un “pozo” de 20 m de potencia, observa capas alternantes de grava y arcilla.
Y por último refiere “manchas negruzcas y grasientas” visibles en los estratos de la gravera (Jiménez de Gregorio, 1989: 11).
24
Del dibujo que figura en la publicación, parece que se trata un canto rodado tallado mediante pocas extracciones, dos o tres, en su mitad distal,
y probablemente en una sola cara, para conformar una punta.
25
En este caso sabemos, y ello nos puede dar una idea del tipo de noticia que refiere, que se trata de “piezas paleolíticas” (Jiménez de Gregorio,
1962), entre éstas un “hacha” de cuarcita que se encontró en 1960 en El Viñazo, labranza “regada” por el Jébalo, a unos 2 km de dicho río y
en superficie.
120 | 121
En los alrededores de Toledo se ha encontrado industria en posición estratigráfica en varios puntos: En El Espinar (Almoacid de Toledo),
en un depósito de grava de la terraza de +70 m del Tajo26, se localizaron dos cantos trabajados y un denticulado sobre placa natural
(Santonja, 1981; Santonja y Querol, 1982). En la misma terraza que
Pinedo, en Cañete Bajo (Aranjuez), lugar situado en la provincia de
Madrid, pero limítrofe con la de Toledo, y sólo 10 km aguas arriba del
citado yacimiento27, pero en la margen izquierda del Tajo; se han
registrado restos de fauna y abundante industria lítica (Fig. 3), con
densidades similares a las de Pinedo, también en posición derivada,
sobre todo en depósitos de carga de fondo (Santonja y Pérez-González,
1997, 2002). En 1993, tras la aparición de restos de P. antiquus, se
llevó a cabo una excavación de urgencia bajo la dirección de
Inmaculada Rus, recogiéndose en estratigrafía un importante número
de piezas. En la misma terraza está Cañete Alto (Toledo), próximo al
anterior y así mismo con bifaces y triedros (De la Torre y Domínguez,
2001). Por otra parte, como ya se ha comentado, también en las
graveras clásicas de Buenavista inferior y Salchicha inferior, situadas,
aguas abajo del Torno de Toledo, en la terraza de +40 m conservada
en la margen derecha del río Tajo, se ha registrado presencia, aparentemente inequívoca, pero esporádica de industria (Martín Aguado, 1960; Aguirre et alii, 1962; Aguirre, 1964; y Alférez, 1977), entre las
que se cuentan cantos trabajados (Santonja, 1981: 331), incluso, al
parecer, algunos unifaces, bifaces y triedros (Alférez, 1977: 248)28 . En
depósitos con una posición similar, vinculados a “la siguiente terraza
más elevada a la de Pinedo”, y en el Polígono Industrial de Toledo,
margen izquierda del Tajo, se realizó una excavación de urgencia en
1973 tras el hallazgo casual de un cráneo de proboscídeo que se
encontraba al parecer en un nivel medio, de arenas, erosionado por
sedimentos arenosos (Santonja, 1981: 313; Santonja y Querol, 1982).
Dicho ejemplar fue atribuido en principio a Mammuthus sp. y, posteriormente, a Mammuthus trogontherii (Sesé et alii, 2000). Durante la
intervención se recogieron en el lugar piezas en posición estratigráfica
(Santonja y Pérez-González, 2002), entre éstas un núcleo globular de
gran tamaño y con extracciones bifaciales procedente de una barra
de grava, encostrada a techo, situada sobre los depósitos referidos
(Santonja, 1981: 313).
Otras zonas donde se ha señalado industria de posible adscripción mesopleistocena, incluso claramente achelense en algunos casos, pero exclusivamente en superficie, son las de Mesegar de Tajo-El
Carpio de Tajo y Pantonja (Santonja, 1974, 1976; Enamorado,1988; y
De la Torre y Domínguez, 2001). También aguas abajo de Puente del
Arzobispo, en los alrededores del embalse de Valdecañas, ya en el
sector extremeño del valle del Tajo, se conocen hallazgos de industria achelense vinculados a depósitos coluvio-aluviales (Santonja y
Querol, 1975), la mayoría asociados, al parecer, a la terraza de +30 m
del río Tajo. Dicha industria presenta afinidades con la del cercano
yacimiento de El Sartalejo, en terraza de +28 m del río Alagón (Santonja
y Pérez-González, 1997: 8).
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Figura 3
Yacimiento de Cañete Bajo: Industria
bifacial en cuarcita.
Las últimas publicaciones dan para dicha terraza la cota de +75-80 m (Santonja y Pérez-González, 1997, 2002).
Según nuestros cálculos, el yacimiento se localiza, aproximadamente, en el km 13 de dicha carretera, dato obtenido del Mapa Topográfico del
Ejército E. 1:50.000 Hoja 629 (Toledo). Santonja (1976) refiere el hallazgo de 1 núcleo atípico, 5 cantos trabajados y 1 bifaz parcial ovalar, en la
margen izquierda de una terraza del Tajo equivalente a la de Pinedo, a la altura del Km 14 de la carretera de Toledo-Aranjuez, el cual podría estar
relacionado con dicho yacimiento.
28
Prospecciones posteriores, realizadas con minuciosidad, no han registrado industria (Santonja, o.c.).
26
27
Investigaciones sistemáticas recientes
Cuenca media del Tajo. El yacimiento de Puente Pino
A mediados de los noventa se realizaron algunas investigaciones
sobre el Pleistoceno en la provincia de Toledo dentro del proyecto
europeo “Cambio Global en la Geosfera” y, también, con motivo de la
elaboración de las hojas geológicas E 1:50.000 de Talavera de la Reina
y Toledo (Proyecto MAGNA).
Entre los resultados obtenidos y publicados cabe resaltar, a nuestros efectos, el descubrimiento de dos yacimientos de micromamíferos,
uno en Salchicha inferior y otro en Buenavista inferior, ambos, por lo
tanto, en la terraza de +40 m del Tajo, pero en depósitos situados por
encima de las gravas y arenas fluviales (Sesé et alii, 2000). El estado
evolutivo de algunos de los micromamíferos presentes en las asociaciones de estos yacimientos, posibilita, como hemos visto, realizar
una aproximación cronológica al yacimiento de Pinedo. También son
interesantes los estudios palinológicos realizados en depósitos desarrollados sobre dicha terraza (Salchicha inferior) y la de Pinedo, a
partir de los cuales se ha caracterizado la zona, durante el Pleistoceno
medio, por el dominio de paisajes abiertos de tipo mediterráneo, con
pobre representación herbácea, y vegetación de ribera (bosque galería) en las márgenes del río (Ruiz et alii, 2004).
Desde el punto de vista estrictamente arqueológico, prospecciones intensivas de amplias secciones abiertas en las terrazas de +185
m, +155 m y +130 m del río Tajo, realizadas entre Talavera y Malpica,
han registrado indicios de industria, concretamente, piezas con levantamientos escasos y posibles lascas, siempre corticales (Santonja
y Pérez-González, 1997: 5). No obstante, el carácter dudoso de estas
piezas y el medio del que proceden, depósitos muy tractivos, inclinan
a desechar, por ahora, la idea de que se trate de verdaderos artefactos. Quizás algunos de estos hallazgos estén en relación con el realizado hace tiempo en la terraza de +140 m del río Tajo, al que ya se ha
hecho mención. También se ha identificado una lasca con retoque
irregular en posición estratigráfica de la terraza de +95 m (Santonja y
Pérez-González, 2002: 60).
Por otra parte, en los inmediaciones de La Pueblanueva, se han
registrado tres piezas en la terraza de +105 m del río Tajo (Santonja y
Pérez-González, 1997). Se trata de un fragmento de lasca muy rodada,
un núcleo agotado y un canto trabajado unifacial. Y más al Este, en
los alrededores de Malpica se ha señalado industria achelense en las
terrazas del río Tajo de +60-65 m (Coscoja) -sólo una lasca semicortical
y un resto de núcleo- de +40-45 m (Hornaguera), de +30 m (Confluencia con el río Cedena) y de +20 m, en este último caso piezas aisladas
(Santonja y Pérez-González, 1997). En Hornaguera es donde mayor
número de piezas se han registrado, hasta catorce, algunas de las
cuales, no obstante, se recogieron a pie de corte. En dicha serie se
han identificado lascas sin retocar, núcleos (uno poliédrico, otro
bifacial y uno más, especial, para extraer soportes de hendedores) y
tres macro-utensilios: un canto trabajado unifacial, un bifaz subovalar
espeso y un hendedor tipo II.
En San Bartolomé de las Abiertas, se ha localizado industria, en
algún caso dudosa, en la terraza de +60-65 m del río Sangrera29, recogiéndose dieciocho piezas con rasgos achelenses: doce lascas, cuatro retocadas (dos raederas y un par con retoque amplio), cinco
En nuestras investigaciones no hemos podido reconocer perfiles estatrigráficos vinculados a dicho nivel en dicha zona, y sí, en cambio, otros
a +25 m, +32 m y +90 m sobre el río Sangrera.
29
122 | 123
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
núcleos (dos discoides, otros dos bifaciales y uno poliédrico) y un
bifaz nucleiforme (Santonja y Pérez-González, 1997, 2002). En esta
misma zona también se ha encontrado industria en cuarcita (seis lascas,
tres de ellas retocadas, y cuatro núcleos) sobre la terraza de +30 m
del río Sangrera (Santonja, 1981: 340).
Sin embargo, no será hasta el segundo lustro de la década de los
noventa del pasado siglo, cuando, en el marco de la Tesis Doctoral
del autor, se reactive realmente la investigación del Paleolítico inferior en la provincia de Toledo y en la región. En las prospecciones de
depósitos fluviales pleistocenos que, desde hace años, estamos realizando en la cuenca media del Tajo comprendida en dicha provincia,
hemos estudiado en torno a setenta localizaciones diferentes con
industria en posición estratigráfica, algunas ya conocidas anteriormente, pero la mayoría registradas durante la ejecución de nuestro
proyecto, las cuales están vinculadas a terrazas bajas, medias y altas
del río Tajo y de sus afluentes, y entre las que destaca el yacimiento
de Puente Pino (Alcolea de Tajo). Las características excepcionales
de este yacimiento incentivaron a plantear un proyecto de excavación, habiéndose realizado hasta la fecha dos campañas de excavación, una en septiembre de 2001 y otra en agosto de 2002, con una
duración de 15 y 20 días, respectivamente (Rodríguez de Tembleque
et alii, prensa; Rodríguez de Tembleque, 2004)30 .
Yacimiento de Puente Pino
El yacimiento de Puente Pino se localiza muy cerca del pueblo El
Bercial, junto a la presa del pantano de Azután (Fig. 4), unos metros
aguas abajo de la desembocadura del río Uso. En este punto, el valle
del río Tajo, que discurre encajado entre granitos desde la confluencia del río Gévalo, se ensancha para volverse a encajar de nuevo,
poco después, en Puente del Arzobispo.
Dicho yacimiento contiene, al menos, dos niveles arqueológicos
diacrónicos, PNA y TGS. Ambos están relacionados con depósitos fluviales que cuelgan unos 40 m sobre el cauce actual del río Tajo.
Dentro de la secuencia sedimentaria, PNA tiene, aparentemente, una
posición estratigráfica inferior a la del nivel TGS.
El nivel PNA se encuentra sobre un depósito de arenas fluviales.
En el área excavada, dicho nivel puede considerarse, prácticamente,
una única capa de material arqueológico, más o menos horizontal,
cubierta por limo-arcillas, con arenas muy finas, los cuales alcanzan
una altura total de unos 3 m y están muy carbonatados y endurecidos
(Fig. 5).
Salvo, quizás, en algunos debris, no se han observado pátinas fluviales en la industria, tan sólo y no siempre, leve o moderada erosión
eólica. Además, no se aprecia ninguna dirección preferente en la
orientación de las piezas, muchas de las cuales yacen en clara posición horizontal, y coexisten, próximas, piezas líticas de dimensiones
muy dispares; lo que parece apoyar la hipótesis anterior y de que el
depósito que sepultó la industria, en todo caso de baja energía, no
ha influido en la formación y distribución del agregado industrial, al
menos de forma sensible. Así mismo, la presencia de industria y de
algunos cantos rodados de gran tamaño en este nivel tiene difícil
explicación desde un punto de vista geológico.
La primera campaña de excavación fue financiada por IBERDROLA, S.A. y el Ayuntamiento de Alcolea de Tajo, y la segunda por dicho
Ayuntamiento en el marco de un campo de trabajo subvencionado por la Consejería de Bienestar Social de la JCCLM. Especial agradecimiento a
todos ellos y, como no, a Daniel Martín, Teresa Saldaña, Ester Moreno, Laura Ramírez, Marta Roca, Laura Dapena y Alejandro Navares, por su
participación en los trabajos de campo y de laboratorio. La Dirección General de Patrimonio y Museos concedió los permisos de prospección y
de excavación pertinentes.
30
Figura 4
Yacimiento de Puente Pino: Situación
124 | 125
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Figura 5
Yacimiento de Puente Pino: Columna
estratigráfica del Sector Pinar con la
posición del nivel arqueológico PNA.
(1) Industria lítica. (2) Discontinuidad
estratigráfica mayor.
Figura 6
Yacimiento de Puente Pino: Columna
estratigráfica del Sector Torreta con la
posición del nivel arqueológico TGS.
(1) Industria lítica. (2) Estratificación
cruzada. (3) Discontinuidad
estratigráfica mayor.
De PNA se han excavado algo más de 7 m2, habiéndose registrado
una densidad media de industria de unas 55 piezas por m2. Además de
no tener, como hemos visto, ninguna evidencia de que la industria de
este nivel haya experimentado transporte fluvial, se observa cierta
correspondencia entre las materias primas, y la proporción entre
núcleos, lascas y otros elementos es congruente, lo que parece reforzar dicha hipótesis. Por otra parte, aunque todavía no se ha realizado una búsqueda sistemática de remontajes, durante la intervención se ha podido constatar alguno. Todo parece indicar, pues, que
al menos parte de los restos de PNA podrían conservarse in situ.
Por lo que respecta al nivel TGS, es un depósito de gravas fluviales
cubierto por un paquete de limo-arcillas con arenas muy finas, de
origen eólico, que se encuentra, así mismo, carbonatado (Fig. 6). En
la zona excavada presenta un espesor, aproximadamente constante,
de unos 20 cm.
Al igual que en PNA, la mayoría de la industria y de la grava en
general, presenta local, parcial o totalmente, concreciones de carbonato, a veces gruesas, que dificultan la identificación de los restos
arqueológicos. Al ser un depósito de alta energía, la mayor parte de
la industria contenida en él ha debido sufrir arrastre hídrico. No
obstante, más de la mitad de las piezas se localizan a techo, acusando
intensas pátinas eólicas, y se tienen testimonios, sobre todo a través
de hallazgos superficiales y de las prospecciones del perfil
estratigráfico, de industria con alteración nula a baja aparentemente
asociada a dicho nivel.
En TGS se han excavado cerca de 10 m2. La densidad media de
industria es de unas 425 piezas por m3 y la distribución de la misma es,
en general, bastante homogénea en todo el área de actuación. También en este nivel la relación entre los diferentes elementos que
componen la serie es razonable, aunque hay un déficit notable de
restos de talla y lascas de pequeño tamaño que refleja una selección
del medio en detrimento de tales elementos.
Ambos niveles contienen, por lo tanto, abundante industria lítica,
entre la que se cuentan lascas simples y retocadas, núcleos, cantos
trabajados, percutores, bifaces, hendedores, etc. (Tablas 1 y 2), así
como algunas piezas singulares. Destacamos aquí dos de éstas procedentes de PNA. Una de ellas, que es de cuarcita, subparalelepipédica
y mide 117x71x50 mm, ha sido interpretada por su forma y la situación
de las huellas de impacto que exhibe, como yunque o, tal vez, percutor (Fig. 7); aunque en este último caso, no parece muy adecuada
para tallar roca y es probable que se empleara para golpear otro tipo
Figura 7
Yacimiento de Puente Pino: Pieza de
cuarcita, procedente del nivel PNA,
interpretada como yunque o, tal vez,
percutor de material duro.
126 | 127
de material duro. La otra pieza, localizada muy próxima a la anterior y
que es de cuarcita, barquiforme y de grandes dimensiones (Fig. 8),
debió ser seleccionada por su peculiar forma y llevada al lugar de
acampada, bien para sentarse sobre ella (sillín), sea para utilizarla
como yunque o molino de mano, en relación, quizás, con el aprovechamiento de frutos secos o semillas. En un momento dado, se extrajeron unas pocas lascas en uno de sus extremos, probablemente de
manera circunstancial dadas las posibilidades (materia prima, volumen
y forma) que presenta para una explotación más intensiva como núcleo.
Las industrias están elaboradas sobre todo en cuarcita, pero también en cuarzo y, en mucho menor medida, en sílex y otras rocas; y
presentan netas afinidades con los complejos achelenses (Lám. 1,
Fig. 9 y Fig. 10). Se trata de industrias débilmente estandarizadas con
bifaces, hendedores y útiles triedros, en la que conviven distintos
sistemas de producción, así como algunos utensilios bastante elaborados con otros muy simples, predominando estos últimos. El retoque, por lo general, es somero, a veces dudoso. Varios artefactos y
elementos parecen polivalentes y debieron tener más de una función. En los dos conjuntos se han identificado denticulados, raederas,
muescas, perforadores y algún buril (Bordes, 1961), además de formas
intermedias de éstos e instrumentos atípicos.
Por lo general, los núcleos no elementales están agotados, se
encuentran en fase terminal de explotación o presentan numerosas
extracciones y poco o nada de cortex, lo que pudiera ser indicativo
de una reducción intensiva de los nódulos o soportes de partida,
cuyo volumen original, obviamente, se desconoce.
La concentración y diversidad de industria y de utensilios en PNA,
la existencia de piezas singulares, así como la representación, en
proporciones coherentes, de todos los elementos habituales en los
procesos de producción lítica, parecen indicar que se trata de un
área en la cual los homínidos, además de fabricar instrumentos, realizaron otras actividades.
Los estigmas de acción eólica observados en la industria –en TGS
de manera más generalizada e intensa que en PNA- sugieren la hipótesis de que ésta estuvo expuesta a la intemperie durante cierto
tiempo, y probablemente en el caso de TGS, en diferentes posiciones, antes de quedar sepultada.
No se ha localizado por ahora fauna en ninguno de los niveles arqueológicos, aunque sí algo de malacofauna vinculada al nivel PNA, quizás
en relación con el depósito que selló el nivel arqueológico.
Al menos parte de la ocupación asociada al nivel PNA fue sobre
arenas fluviales, probablemente en las márgenes de un pequeño canal en su confluencia con el río Tajo.
La singular ubicación del yacimiento, justo al final del cañón que
labra el río Tajo en la formación granítica comprendida entre los ríos
Gévalo y Uso, y por tanto cerca de la desembocadura de este último,
parece responder a un patrón de ocupación frecuente durante todo
el Pleistoceno medio, del que tenemos varios testimonios gracias a
las condiciones favorables para la formación y preservación de depósitos que se derivan de dicha situación geográfica (Rodríguez de Tembleque, 1997; Rodríguez de Tembleque et alii, 2000). En situaciones
parecidas, a la salida o a la entrada de valles fluviales más o menos
encajados, se encuentran, por ejemplo, Majada de la Tía Elena
(Rodríguez de Tembleque, 1998), San Quirce (Arnáiz, 1991), El Sartalejo
(Santonja, 1985), La Maya (Santonja y Pérez-González, 1984), y sin ir
más lejos, Pinedo (Querol y Santonja, 1979). En Puente Pino, además,
el fenómeno se presenta por partida doble, ya que, unos 7 km aguas
abajo del yacimiento, el valle se vuelve a encajar, viéndose afectada
dicha área durante las crecidas y avenidas, al mismo tiempo, por el
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Figura 8
Yacimiento de Puente Pino: Pieza
barquiforme, de cuarcita, registrada
en el nivel PNA, interpretada como
sillín o, más probablemente, como
yunque o molino de mano en relación
con el aprovechamiento de frutos
secos o semillas, y núcleo ocasional.
TABLA I
Yacimiento de Puente Pino: Síntesis
de la industria del nivel PNA.
(*) Excluidas lascas de hendedor y afín, lascas soportes de núcleo, bifaz o triedro.
TABLA II
Yacimiento de Puente Pino: Síntesis
de la industria del nivel TGS.
(*) Excluidas lascas de hendedor y afín, lascas soportes de núcleo, bifaz o triedro.
128 | 129
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
a
b
Lámina I
Yacimiento de Puente Pino: Bifaz de
dorso (a), lasca con extracciones
amplias en la cara inferior (b), bifaz
parcial sobre lasca con silueta ovalar
(c), y bifaz parcial con forma
amigdaloide (d).
Todas las piezas son de cuarcita y
proceden del nivel PNA, menos la (d),
que proviene de TGS. (Dibujos: Daniel
Martín).
c
d
Figura 9
Yacimiento de Puente Pino: Bifaces del
nivel PNA.
Figura 10
Yacimiento de Puente Pino: Piezas
procedentes del nivel TGS.
efecto difusor y el efecto embudo: al abrirse el valle, las aguas pierden energía, se dispersan y depositan su carga, mientras que el estrechamiento del valle impide una drenaje rápido y adecuado de las
aguas y de su carga, que se embalsan y acumula, respectivamente
(Rodríguez de Tembleque, e.p.). Al disminuir el caudal del río,
remansarse las aguas y bajar su nivel, se formaría un ecosistema óptimo para la vida, incluida la de los homínidos, con aguas someras y
vegetación, a donde acudiría la fauna a abrevar y alimentarse.
Por otra parte, la proximidad aquí del valle del río Tajo a las
estribaciones de una sierra menor, la de La Estrella, que además es
cuarcítica, y las características geológicas y topográficas del relieve
en general, determinan una gran variedad de paisajes y ecosistemas
en un espacio relativamente reducido, circunstancia ésta que debió
favorecer una ocupación humana más o menos estable de la zona
gracias a la disponibilidad de recursos diversificados. Especialmente
determinante para la ocupación del lugar debió de ser la existencia
de un espacio relativamente abierto, restringido y no abrupto, consecuencia del fugaz ensanchamiento del valle en un sector en el que
el Tajo va confinado entre paredes rocosas durante varios kilómetros.
Debido a dichos factores, en este tramo de valle se han conservado importantes depósitos fluviales pleistocenos, en muchos de los
cuales se ha registrado industria achelense tanto en superficie como
en posición estratigráfica, e incluso en uno de ellos, Vaciatrojes, se
ha encontrado fauna.
Varias de las consideraciones anteriores (situación geográfica estratégica, existencia de, al menos, dos niveles diacrónicos en el mismo emplazamiento y de varios yacimientos achelenses en diferentes
depósitos de su entorno, cantidad y variedad de industria, etc.) apuntan a que la zona era frecuentada por los homínidos de forma recurrente.
130 | 131
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Cuenca alta del Tajo
Las investigaciones que hemos llevado a cabo en el extremo Norte
de la provincia de Guadalajara (Rodríguez de Tembleque, 1997: 141161), han puesto en evidencia la riqueza paleolítica de dicha zona, de
la cual sólo se tenía alguna que otra referencia, vaga y escueta,
sobre industrias inferopaleolíticas, en la vega de Atienza (Cabré, 1941;
Balbín et alii, 199531 ) y al Este de Sigüenza (Santonja, 1994). Como se
ha indicado más adelante, un interés añadido de esta zona, cabeceras de los ríos Henares (área de Sigüenza) y de su afluente, por la
margen derecha, La Respenda-Cañamares (área de Atienza), es su
proximidad a los yacimientos de Torralba y Ambrona.
Efectivamente, unos pocos kilómetros al Sudoeste de dichos yacimientos, y al Este de Sigüenza, entre el río Quinto y el arroyo del
Barrancazo-La Calera, ambos afluentes por la margen izquierda del
Henares, se ha registrado industria, principalmente en superficie,
pero también alguna pieza en posición estratigráfica, en depósitos
fluviales colgados sobre el río Henares entre los +16 m y los +25 m,
incluso en algunos casos en cotas superiores. En general, la industria
parece concentrarse en los lugares más arenosos y/o arcillosos y
existen indicios de industria en posición primaria vinculada a depósitos de baja energía. Cabe destacar la localización de una lasca retocada en un perfil de la terraza de +40-45 m del Henares (Rodríguez de
Tembleque et alii, 1998: 29), cuya cronología sería más antigua que
350 ka (Benito et alii, 1998). Así mismo se ha señalado alguna pieza más
en conexión con el depósito en terraza indeterminada del mismo río
(Santonja, 1994). La industria presenta, en general, rodamiento bajo
o muy bajo, incluso nulo, relativa abundancia de núcleos y de lascas
conformados, y escasez de utensilios, aunque se ha registrado un
percutor globular y una raedera sobre cara plana con retoque
escaleriforme. No obstante, también se ha localizado industria con
rodamiento fluvial medio y, más excepcionalmente, alto, así como
algún bifaz o pieza bifacial de aspecto achelense (Rodríguez de Tembleque et alii, 2000: Lám. II), grandes lascas corticales y núcleos durmientes, o de gran volumen, elementales (con una o dos extracciones). Casi toda la industria está elaborada en cuarcita.
En esa misma zona, al Sur de Mojares y en la terraza de +20 m de
la margen derecha del Henares (Benito Calvo et alii, 1998) se han
hallado restos óseos (Cabré, 1941) de Elephas, sp. (Aguirre en Benito
Calvo et alii, 1998) y de Equus, sp. (Gladfelter, 1971). Sin embargo,
prospecciones intensivas del lugar, sólo han podido registrar una pequeña lasca de sílex, levemente rodada, en superficie (Rodríguez de
Tembleque, 1997: 154-155).
Más al Oeste, en la zona de Atienza-Cañamares, al Sur de la Sierra
del Bulejo, a unos 30 km de Torralba y Ambrona, y en un relieve que
comparte con el entorno de dichos yacimientos latitudes y altitudes
semejantes, e incluso un paisaje parecido, se han registrado yacimientos achelenses muy interesantes, que merecen se profundice
en ellos en futuras investigaciones. Gran parte de este área se encuentra bajo el dominio del Buntsandstein (areniscas y conglomerados), y un aspecto geológico singular de la misma son los afloramientos de andesita, roca volcánica.
Probablemente el yacimiento más relevante en este área sea Majadas del Bulejo (La Miñosa). Se localiza en terraza de +20-22 m del
arroyo de Valdegómez, afluente de la margen derecha del río
Cañamares, sobre el que cuelga unos 30 m. Dicha terraza, adosada a
afloramientos de andesita, presenta abundante grava de litología va-
31
La industria referida por estos autores se localizó en lo alto del Cerro de la Bragadera, pero por las características del lugar podría tratarse
de material postpaleolítico (Rodríguez de Tembleque, 1997: 142).
a
b
Lámina II
Industria achelense de la zona de
Atienza (Guadalajara).
Las piezas (a) y (b) proceden de
Majadas de Bulejo, y la (c) de El Peral.
c
riada, en la que predominan los materiales metamórficos de gran aptitud para la talla, aunque con frecuentes planos de esquistosidad.
La industria presenta distintos grados de rodamiento y se ha elaborado en diferentes tipos de materia prima: cuarcita, cuarzo, lidita y
roca volcánica (basalto y tal vez andesita). En este yacimiento se ha
registrado abundante industria, frecuentemente de gran tamaño,
entre la que se cuentan lascas simples y retocadas, diferentes tipos
de núcleos, como, por ejemplo, grandes núcleos discoides, un núcleo levallois agotado y algunos núcleos durmientes de hasta 30-40
cm de longitud, bifaces, triedros y hendedores, estos últimos muy
bien representados, incluso un percutor. Aunque, debido a la inexistencia de secciones, la industria se halló exclusivamente en superfi-
132 | 133
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
cie, no hay ninguna duda de que, si no toda, la mayor parte está
vinculada con el depósito. Por su posición morfoestratigráfica y por
los rasgos de su industria, típicamente achelenses (Lám. II a y b), este
yacimiento se sitúa en un momento avanzado del Pleistoceno medio.
El yacimiento, por las características del depósito y de la industria,
recuerda a El Sartalejo.
No muy lejos del anterior, al Norte de Tordelloso, se localiza El
Peral (Miedes de Atienza), también en el domino del Buntsandstein, y
cuyos depósitos se relacionan con vertientes-glacis (¿abanico aluvial?),
hoy día profundamente disectadas por barrancos (Rodríguez de Tembleque et alii, 1998, 2000). Su cota respecto al cercano arroyo de la
Respenda es de +40 m. Tampoco aquí pudieron prospectarse perfiles
estratigráficos. La industria está elaborada fundamentalmente en
cuarcita y, en general, acusa desgaste fluvial bajo. Muchos elementos son de gran tamaño, y es de resaltar la significativa presencia de
lascas con bulbos prominentes. Además de lascas ordinarias, se han
registrado lascas retocadas, núcleos (algunos, útiles ocasionales, frecuentemente con punta triedra), cantos trabajados, un macro-cuchillo de dorso natural, un bifaz (Lám. II c), un triedro de 190 mm de
longitud, éste junto a un monofaz, ambos con rodamiento bajo, etc.
El aspecto de la industria y las características de la formación sobre
la que se halla, induce a adscribir este yacimiento al Pleistoceno
medio, incluso a un momento meridiano de dicho periodo.
Otros yacimientos con industrias achelenses registrados en la misma
zona sobre terrazas del orden de los +15-20 m de arroyos tributarios
del Cañamares32, son: Barranco de Vallalavera, entre Cañamares y
Tordelloso, en el que destacan los hallazgos de dos bifaces, un triedro
y otros macroutensilios; La Castellana, al Este de esta última localidad, donde se registraron lascas, alguna retocada, núcleos, uno de
ellos levallois y otro discoide, y también un bifaz-triedro, otro
amigdaloide con talón, un hendedor tipo II y un canto trabajado
bifacial con filo transversal; y otro yacimiento más, Arroyo del Hontanar, situado unos 2 km al Sur de Atienza, de difícil interpretación, en
el que se recogió industria con alteraciones y características
heterogéneas, entre ella un bifaz de dorso muy tosco y un hendedor
tipo I, parte de la cual, en sílex y con rodamiento bajo a nulo, pudiera ser de periodos más recientes (Rodríguez de Tembleque, 1997:
142-148; Rodríguez de Tembleque et alii, 1998, 2000). En el primero de
los yacimientos citados, en un corte abierto en la carretera, se halló
una lasca en posición estratigráfica, aunque en un depósito aparentemente coluvional.
Resumen y Valoración de las investigaciones
Los trabajos y estudios realizados por Martín Aguado sobre el
Pleistoceno de la cuenca media del Tajo, representan el origen de la
renovación del Paleolítico inferior en España. Su labor fue continuada de una forma más especializada por Querol y Santonja, en Prehistoria y Arqueología, Aguirre y Soto, en Paleontología y Pérez-González
y Alférez, en Geología. Todos ellos son una referencia obligada para
cualquier investigación futura sobre dicho periodo.
La explotación de áridos y grava en los alrededores de Toledo
propició en el siglo pasado hallazgos de macrofauna, principalmente
elefante, que llamaron la atención de diversos investigadores de dife-
32
Es en los niveles con cotas de dicho orden donde se ha localizado la mayor parte de la industria, aunque también se han registrado piezas en
los niveles inmediatamente inferiores, algunas de las cuales, al menos, podrían proceder de los anteriores. En el Barranco de Vallalavera,
además, hay indicios de la existencia de un nivel superior comprendido entre los +30 m y los +40 m, que también puede haber aportado industria
a los niveles más bajos.
rentes disciplinas relacionadas con el estudio del Pleistoceno. No
obstante, tales restos, localizados, salvo rara excepción, en depósitos de grava, nunca fueron tan numerosos ni, por lo general, estaban
tan bien preservados como los registrados en los tramos finales de los
valles del Manzanares y del Jarama, donde las características del
sustrato (yeso, roca fácilmente soluble) han favorecido la formación
rápida de depósitos de baja energía (Pérez-González y Uribelarrea del
Val, 2002).
El descubrimiento de Pinedo y su posterior excavación fueron
acontecimientos relevantes de la Prehistoria ibérica que aglutinaron
a especialistas del Cuaternario antiguo, centraron por un tiempo la
investigación de Paleolítico inferior en la provincia de Toledo y aledaños, y mantuvieron vivo el debate sobre la antigüedad de las primeras
industrias que llegan a la Península ibérica, sus rasgos, origen y evolución. Sin embargo, el carácter secundario del yacimiento, la localización de industria semejante (Fig. 3) y con la misma densidad en varios
puntos de la misma terraza aguas arriba del Torno de Toledo, la constatación en otros lugares de la Meseta, especialmente en la cuenca
del Duero (Santonja y Pérez-González, 1984), de industria afín en
cuarcita (Fig. 11), aunque nunca con una densidad de restos y una
cantidad de cantos trabajados y triedros comparable, allí donde los
aluviones que la contenían eran de la misma naturaleza que en Pinedo
y de parecido tamaño, así como el descubrimiento de Aridos, en el
curso bajo del Jarama, con restos de fauna e industria asociados y en
posición primaria (Santonja et alli, eds., 1980); hicieron que dicho
yacimiento perdiera peso específico en el mundo de la investigación,
sin que por ello desmereciese en absoluto su importancia.
Aparte de Pinedo y de algún otro yacimiento de su entorno, y de
los registrados en la cuenca alya del Henares, sólo se han señalado,
por lo general, pequeños hallazgos en superficie. Las localizaciones
de posible industria en terrazas muy altas, por encima de los 100 m,
deben contemplarse con escepticismo mientras no se tengan más
elementos de juicio que alguna que otra pieza dudosa. Varios de los
sitios referidos con relativa abundancia de industria en conexión con
el depósito, pero en posición derivada, como Hornaguera, pueden
ayudar a comprender mejor la ocupación humana y los factores que la
determinan en el territorio que nos ocupa.
Figura 11
Triedro de cuarcita encontrado en la
terraza de +40 del río Tajo en las
proximidades de Alberche (Toledo).
134 | 135
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Pero sin duda son las investigaciones que estamos llevando a cabo
los últimos años en la cuenca media del Tajo, las que están cambiando significativamente el panorama del Paleolítico inferior en CastillaLa Mancha, uno de cuyos resultados ha sido el descubrimiento del
yacimiento achelense de Puente Pino. Las características excepcionales de dicho yacimiento (emplazamiento singular, elevada densidad
de industria, industria aparentemente in situ, etc.), han motivado su
excavación. Aunque el citado yacimiento se encuentra en fase inicial
de investigación, y por lo tanto nuestras conclusiones tienen, lógicamente, un carácter preliminar y provisional hasta que las mismas sean
suficientemente contrastadas y, en su caso, confirmadas por futuras
excavaciones y estudios; sobre la base de los resultados obtenidos,
pensamos que estamos ante un yacimiento de gran interés y con
grandes posibilidades interpretativas, que puede abrir nuevas perspectivas en el estudio del Paleolítico inferior en la Península Ibérica33 .
33
Mi agradecimiento a Manuel Santonja, quien hizo una lectura del borrador inicial de este artículo y realizó varias observaciones y sugerencias,
la mayoría incorporadas al texto definitivo. Luis Solance, como de costumbre, estuvo muy atento a las cuestiones gramaticales y de estilo.
Bibliografía
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edad de estos depósitos. Notas y Comunicaciones del Instituto
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
III.EL PLEISTOCENO Y LAS INDUSTRIAS
PALEOLÍTICAS DE LA CUENCA ALTA Y MEDIA
DEL RÍO GUADIANA
Rubio Fernández, V., Arteaga Cardineau, C., Baena Preysler, J., Escalante García, S., González Martín, J. A.,
López Recio, M., Marín Magaz, J. C. y Morín de Pablos, J.
Departamento de Geografía y Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de
Madrid
virginia.rubio@uam.es
142 | 143
Introducción
La cuenca alta y media del río Guadiana drena los territorios de
Castilla-La Mancha pertenecientes al dominio central y occidental de
la Llanura manchega, a extensos sectores del Campo de Montiel, al
Campo de Calatrava y a la comarca de los Montes, aguas abajo de las
inmediaciones de Ciudad Real.
Desde el punto de vista bioclimático dominan hoy los ambientes
mediterráneos degradados por la altitud y la interioridad, propias de
estos parajes peninsulares. Así, los inviernos son frescos (5º-7º de
temperatura media de Enero) y los veranos son muy calurosos, al
sobrepasar algunos meses la media de 22º. Las precipitaciones son
moderadas y fluctúan, sobre todo, en función de la altitud. Los sectores orientales, como la Mancha, reciben precipitaciones muy moderadas (400-500 m/año), mientras que las áreas más occidentales del
Campo de Calatrava y Los Montes registran precipitaciones que pueden rebasar los 700 mm/año. El régimen de lluvias es muy irregular,
aunque como es típico de los ambientes mediterráneos, domina una
prolongada y acentuada estación seca en verano. La variabilidad
interanual es ciertamente elevada con años húmedos y otros en los
que hacen acto de presencia pertinaces sequías, bastante frecuentes, sobre todo, en los parajes manchegos.
La vegetación natural se corresponde con el bosque mediterráneo y ofrece ciertas diferencias, impuestas por la naturaleza de los
substratos litológicos y por las condiciones de humedad. Así, en el
dominio occidental de la cuenca, sobre substratos silíceos y precipitaciones más cuantiosas, dominan las formaciones semi-caducifolias
compuestas por el rebollo (Quercus pyrenaica) y el quejigo (Quercus
faginea); en lugares con menor humedad en el suelo se disponen las
encinas (Quercus ilex sb ballota) y los alcornoques (Quercus suber),
casi siempre adehesados por la mano del hombre. A ellos, y en parajes poco antropizados, les acompañan ejemplares arbustivos o
arborescentes de madroño (Arbutus unedo), coscoja (Quercus
coccifera), jara (Cistus ladanifer), brezo (Erica scoparia), etc. En el
ámbito oriental de la Cuenca predominan los substratos calizos (La
Mancha, Campo de Montiel) y las precipitaciones son menores. Domina el bosque abierto de encinas (Quercus ilex sb ballota), aunque
muy degradado y casi totalmente eliminado en numerosos territorios
llanos por la actuación efectuada secularmente por el hombre. En las
inmediaciones de este bosque esclerófilo, o en aquellos parajes donde sus elementos arbóreos han desaparecido se instalan densas formaciones de coscojares (Quercus coccifera) y de espino (Rhamus
lycioides), aliagas (Genista scorpius) etc., constituyendo el estrato
arbustivo. En las zonas más altas, como en el Campo de Montiel, aparece un espléndido sabinar (Juniperus thurifera).
Los valles integrados en esta extensa red fluvial atlántica (Fig. 1)
han sido objeto de numerosos trabajos geomorfológicos. Sin embargo, se han realizado en ciertos tramos específicos o en determinados
afluentes no existiendo, todavía, una visión de conjunto, sistemática
y rigurosa, de su evolución pleistocena. El único trabajo de síntesis
corresponde a una Tesis Doctoral (Pérez-González, 1982) que tiene
algo más de veinte años y, ciertamente, nuestro conocimiento en
muchos parajes de la cuenca, no ha superado, como se advertirá en
este trabajo, aquellas observaciones. Además, la información de la
que se dispone ofrece un notable desequilibrio entre los distintos
ámbitos analizados. Las Lagunas de Ruidera, las Tablas de Daimiel o el
curso del Guadiana a su paso por el Campo de Calatrava han sido
notoriamente estudiados, mientras que muchos de sus afluentes
(Corcóles, Záncara, Cigüela, Azuer y tramos Altos del Jabalón y Bullaque,
etc.) ofrecen pocos datos o son muy fragmentarios. El último proble-
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
ma viene derivado del escaso número de dataciones absolutas realizadas en sus diferentes unidades pleistocenas: la mayoría han sido aplicadas a sedimentos holocenos o materiales de edad fini-terciaria.
Figura 1
Mapa de la Cuenca alta y media del
río Guadiana.
Comentario semejante puede efectuarse con respecto a las interpretaciones realizadas sobre las secuencias de materiales paleolíticos localizados en este ámbito regional de la Submeseta sur. Predominan los inventarios y la interpretación de los datos se encuentra
con una notable dificultad: por un lado, la ausencia de cavidades
kársticas donde se hayan podido preservar posibles estratigrafías con
evidencias de ocupaciones paleolíticas y, por otro, el hecho de que
la mayor parte de los yacimientos han sido localizados sobre la superficie de las distintas unidades geomorfológicas (terrazas, abanicos
aluviales, rañas, coluviones, etc.) de esta cuenca fluvial. Por tanto,
ofrecen pocas posibilidades para una precisa localización cronológica
y una correcta conceptualización de los múltiples conjuntos paleolíticos encontrados y estudiados.
También son poco numerosos los datos que se disponen sobre la
fauna y la flora pleistocena que se desarrolló en esta región. Para el
estudio de esta última, las turberas más importantes se remontan a
finales del Pleistoceno (Tardiglaciar) y al Holoceno. En lo que respecta a la fauna, los yacimientos paleontológicos son raros, se localizan
144 | 145
preferentemente en el Campo de Calatrava y poseen, en su mayoría,
una cronología concreta. Entre los más importantes destacan el de
Valverde, situado en las inmediaciones de Alcolea de Calatrava
(Hernández Pacheco, 1921 y 1932; Aguirre, 1971; Molina, 1975, etc.),
otro localizado en las proximidades del Castillo de Calatrava la Vieja,
en el yacimiento de Valverde de Calatrava II- (Aguirre, 1971) y finalmente, el de Las Higueruelas.
Los restos encontrados en el yacimiento de Valverde se localizaban en un pozo abierto y descansaban insertos en materiales aluviales
recubiertos, primero, por calizas tobáceas y, después, por cenizas
volcánicas. Entre ellos se identificó fauna pleistocena con la presencia de Mammuthus meridionalis, Hippopotamus, Equus y Cervus. Desde
el punto de vista cronológico fueron asociados al primer interglaciar
cuaternario (Hernández Pacheco, 1921 y 1932), edad Günz-Mindel,
que fue reafirmada tiempo después (Crusafont, 1961), y de un modo
más impreciso a “un nivel elevado del Pleistoceno inferior” (Alberdi,
1994). Por su parte, el yacimiento de Valverde de Calatrava II contenía
escasos restos faunísticos que fueron asimilados al Villafranquiense
medio (Aguirre, 1971). El de Las Higueruelas se sitúa sobre una caldera volcánica emplazada en la margen derecha del Arroyo de Benavente,
afluente del río Guadiana.
Los procesos de hundimiento de la caldera originaron una depresión en la que se instaló un ambiente palustre-lagunar y en cuyos
sedimentos fue advertida la presencia de tortugas, puercoespín
(Rodontia), varios proboscídeos (Anancus arvernensis), Hipparion
rocinantis, Rinoceronte (Rhinoceros), Cervus, etc. (Aguirre, 1971; Mazo
et alii, 1980; Hoyos et alii, 1994; Alberdi, 1994). Atendiendo a criterios
faunísticos, los restos de este yacimiento fueron asociados al
Villafranquiense inferior; semejante edad, aunque un poco más antigua, fue suministrada por el estudio geocronológico efectuado en las
“bombas volcánicas” encontradas entre los sedimentos donde se incluía la fauna: 3,5 millones de años M.A. (Bonadonna y Vila, 1984).
Desde el punto de vista arqueológico, la presencia del zócalo
hercínico de la Meseta explica la notable abundancia que los materiales cuarcíticos poseen en este dominio del centro peninsular. Su
frecuencia motivó que sea este grupo litológico la materia prima,
casi exclusivamente, trabajada por los grupos paleolíticos (tanto
para las industrias achelenses -Paleolítico Inferior-, como las industrias musterienses - Paleolítico Medio-) de esta región. En efecto,
diversas formaciones detríticas de naturaleza cuarcítica (Cuadro I),
con edades muy diferentes, sirvieron como soportes a la hora de
tallar la piedra. No obstante, también han sido identificados ciertos
artefactos elaborados sobre otras litologías como las areniscas, los
basaltos y “rocas volcánicas”, estos últimos localizados siempre en el
Campo de Calatrava (Ciudad Serrano, 1996). La presencia de sílex
resulta muy escasa, identificándose sólo en contextos epipaleolíticos
(Rico Sánchez, 1997) y en ámbitos como las Lagunas de Ruidera, sin
que existan estudios sobre áreas fuente para los mismos.
El ámbito morfoestructural de la cuenca alta y media del río
Guadiana.
Toda la cuenca del Guadiana, en las provincias de Albacete y Ciudad Real, se ubica sobre un vasto conjunto meseteño que ha sido
denominado “Antepaís Castellano Oriental de las Cordilleras Béticas”
(Rincón et alii, 1996). Se trata de un gran bloque paleozoico de edad
hercínica que ha soportado, desigualmente desde el Este al Oeste,
los esfuerzos compresivos alpinos (Mioceno) responsables del levantamiento de las Cordilleras Béticas y del cabalgamiento del Prebético
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Cuadro I
Procedencia geológica de los soportes
cuarcíticos de los yacimientos
paleolíticos en la Cuenca alta y
media del Guadiana.
CRONOLOGÍA
TIPOLOGÍA DE LOS MATERIALES
OBSERVACIONES
Parajes - Citas
NEÓGENO
(Mioceno)
Cubiertas detríticas de cuarcita
bien redondeada que cubren determinadas áreas del altiplano del Campo de Montiel.
Los Barreros
(López Recio et alii, en prensa, b)
NEÓGENO
(Plio-Villafranquiense)
Fanglomerados cuarcíticos en general poco rodados, asociados a las
superficies de las “rañas”.
Rañas de las estribaciones en la
comarca de Los Montes –Ciudad
Real- (Santonja Gómez, 1981,
Santonja y Pérez-González, 2001).
CUATERNARIO
(Pleistoceno)
Aluviones cuarcíticos, asociados a
las terrazas de los ríos
Terrazas del río Guadiana y tributarios, Córcoles, Bañuelos, Bullaque,
Jabalón, Tirteafuera y río Frío
(Santonja y Redondo, 1973, Santonja
y Querol, 1976, Vallespí et alii,
1980, Alañón Flox, 1980, Ciudad Serrano et alii, 1981, Santonja, 1981,
Alañón, 1982, Caballero et alii, 1983,
Ciudad Serrano, 1986a y 1986b, Ciudad Serrano et alii, 1987, Santonja y
Pérez-González, 1997 y 2001, Serna
López, 1999
Aluviones cuarcíticos emplazados en
abanicos aluviales
Gran abanico aluvial del Alto
Guadiana (Santonja, 1981; Martín
Blanco et alii, 1994; Jiménez
Manzanares, 1995)
Bañuelos: El Sotillo (Ciudad Serrano,
1986b)
Bullaque: Casa de los Castillejos (Ciudad Serrano, 1986b)
Jabalón: Camino del Picayuelo (Ciudad Serrano, 1986b)
Glacis y formaciones coluvionares al
pie de relieves cuarcíticos o de
cerros coronados por gruesos conglomerados del Trias Hespéricos.
Amarguillo: Cerro S. Cristóbal (López
Recio et alii, 2001)
Bullaque: La Fonteva (Ciudad Serrano, 1986b).
Tramo medio del Guadiana: La Atalaya y Dehesilla del Emperador
(Santonja y Redondo, 1973; Santonja
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prensa, a), Sierra S. Isidro (Ciudad
Serrano et alii, 1983) y Las Cañadas
(Ciudad Serrano, 1986b)
Jabalón: Los Habares y La Ecará
(Vallespí et alii, 1980), Arenales de
Turra (Ciudad Serrano, 1986a), Cabezuela, Casa Calares y La Rinconada
(Ciudad Serrano, 1986b)
Ruidera (Jiménez Ramírez et alii,
1982)
146 | 147
Externo sobre la Meseta. En este Antepaís, encima del basamento
paleozoico, afloran materiales de naturaleza y edad muy diferente:
a) La cobertera sedimentaria mesozoica del Campo de Montiel,
b) Los sedimentos neógenos, más o menos carbonatados, que
colmatan tanto la Llanura Manchega, como un conjunto
de pequeñas cuencas satélites ubicadas en sus confines
occidentales,
c) Los materiales volcánicos (neógenos-cuaternarios) del Campo de Calatrava y
d) Una amplia variedad de sedimentos cuaternarios fluviales,
fluvio-lacustres y palustres que se disponen en el interior
de valles y depresiones.
El protagonista fluvial que drena este área es el río Guadiana. El lugar
de su nacimiento ha sido tema de intensa controversia dado que, durante mucho tiempo, los manuales de Geografía incorporaron la vieja interpretación de Plinio, en la que el río “Anas” se infiltraba para volver a
aflorar en superficie, tras muchas leguas de flujo subterráneo. Así,
aquellos consideraron que el río Guadiana tenía su cabecera en las
Lagunas de Ruidera, en el valle del “Alto Guadiana”: sus aguas, tras
salir a la Llanura Manchega por el Estrecho de Peñarroya, se infiltraban en profundidad (al norte de Argamasilla de Alba), para volver a
aparecer en los denominados “Ojos del Guadiana”, no lejos de la
localidad de Daimiel. Hoy, esta visión ha sido superada, como advirtió
con sagacidad, primero, Juan de Villanueva (a finales del siglo XVIII) y,
más tarde en el XIX, Madoz (Marín Magaz, 2002), descartándose cualquier vínculo hidráulico subterráneo entre las aguas del Alto Guadiana
y las que fluían por la resurgencia de los “Ojos” de Daimiel (Torrens et
alii, 1976). De este modo, el Alto Guadiana es considerado un “afluente” del río Záncara hasta tal punto de que existen autores que identifican a este río como el “legítimo Guadiana” (Pérez-González, 1982:
487). El Záncara, El Cigüela y el Guadiana “manchego” (que nacía en
los Ojos de Daimiel) atraviesan, con mínimos caudales el territorio
absolutamente plano de Los Llanos de San Juan. Aguas arriba del
Puente de Alarcos, al oeste de Ciudad Real, el Guadiana entra, con
un corto valle de dirección Norte-Sur, en las litologías del zócalo de
la Meseta que afloran en el Campo de Calatrava. Después, su valle
adoptará un rígido trazado SE-NW con el que atravesará, a lo largo de
varias decenas de kilómetros, la comarca de “Los Montes”, encajándose progresivamente hasta salir del territorio de la Comunidad de
Castilla-La Mancha por el denominado “Portillo del Cijara”.
1.2. Objetivos
El presente trabajo posee como principal objetivo revisar los conocimientos que se tienen en este prolongado tramo de la cuenca
del Guadiana y ofrecer una visión de síntesis acerca de los diversos
conjuntos geomorfológicos existentes, así como contextualizar los
emplazamientos y caracterizar las industrias paleolíticas situadas en
sus valles.
Por ello, primero se abordarán las peculiaridades geomorfológicas
del Alto Valle del Guadiana, para después pasar al dominio de la Llanura aluvial de San Juan recubierta por aluviones y por materiales derramados desde los abanicos detríticos de su borde meridional -el
Altiplano del Campo de Montiel- . A continuación, se revisará el valle
del Guadiana en los parajes en los que, junto al Cigüela, remansan sus
aguas en el humedal de las Tablas de Daimiel. Finalmente, se analizará
el valle a su paso por el Campo de Calatrava y por la comarca de Los
Montes, tramos donde confluyen los valles de sus tributarios (Bañuelos,
Jabalón, Bullaque, Tirteafuera, etc.) y en cuyas terrazas han sido
identificados interesantes yacimientos paleolíticos.
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
2.- EL ALTO GUADIANA Y LAS LAGUNAS DE RUIDERA.
El Alto Guadiana nace en el Campo de Montiel y se encaja en el
borde noroeste de este notable altiplano de la Submeseta sur, cuyas
cimas han sido arrasadas por varias superficies de erosión de edad
terciaria escalonadas entre 1.100 y 950 m. (Pérez-González, 1982).
Este altiplano se constituye geológicamente por dos unidades
sedimentarias mesozoicas cuya disposición estratigráfica conforma
un extenso acuífero libre con más de 2.500 km2 (Montero y Martínez
Alfaro, 1995):
- El conjunto inferior (150 m) está formado por materiales
impermeables (arcillas y margas yesíferas del Trías.
- Sobre él se apoya el conjunto superior de naturaleza
permeable y carbonatada (dolomías y carniolas jurásicas).
En él se almacenan importantes cantidades de aguas kársticas
procedentes de la infiltración de las aguas de lluvia y que,
tras permanecer cierto tiempo en este acuífero, salen a la
superficie cargadas de carbonatos.
El valle del Alto Guadiana adopta la morfología de un corredor
fluvial estrecho y encajado. Su trazado posee, a su vez, un acentuado
carácter estructural y se adapta a una importante fractura tectónica
“el accidente de Ruidera” que, junto a otras, compartimenta el Campo de Montiel (Rincón et alii, 2001). En su fondo se emplaza el sistema
fluviolacustre de Ruidera, donde sus lagunas están represadas, de
modo natural, por distintas barreras tobáceas (Ordóñez et alii, 1986a
y 1986b; González et alii, 1987; Pedley et alii, 1996; García del Cura et
alii, 1997 y 2000). Éstas han sido construidas, en los últimos 15.000
años, por los flujos del Alto Guadiana al incorporar los carbonatos
transportados por las aguas del acuífero. La laguna más alta del sistema corresponde a la Laguna Blanca (870 m) y, a partir de ella, se
engarzan, de modo escalonado, más de una docena alojadas en un
perfil longitudinal que, en unos 25 km, salva un desnivel de cerca de
120 m hasta llegar a la última –Laguna del Cenegal (750 m)-.
Existen también terrazas tobáceas de edad Pleistocena que se
encuentran colgadas a diferentes cotas sobre la lámina de agua actual de las lagunas (+3-5 m; +8-12 m; +20-35 m). No obstante, la aplicación de métodos de cronología absoluta a sus sedimentos carbonatados
establece que su posición altimétrica no permite ningún tipo de aproximación, a la hora de identificar la edad relativa de los distintos niveles: algunos, muy antiguos, están ubicados por debajo topográficamente de otros más recientes cuyas superficies están colgadas a
mayor altura, hecho frecuente en este tipo de conjuntos fluviolacustres de naturaleza tobácea. Las primeras dataciones isotópicas,
realizadas en Ruidera, con Uranio/Thorio (U/Th), fueron efectuadas
a finales de la década de los años ochenta (Martínez Goytre et alii,
1988). Posteriormente, miembros del equipo que han elaborado este
trabajo distinguieron cuatro generaciones tobáceas (García del Cura
et alii, 1997; González et alii, 2004), genéticamente vinculadas a los
Estadios Isotópicos impares del Oxígeno (Imbrie et alii, 1984). Éstas
fueron:
- Estadio Isotópico 1 (<12.000 años B.P.: Holoceno);
- Estadio Isotópico 3 (25.000-59.000 años B.P.);
- Estadio Isotópico 5 (72.000-128.000 años B.P.) y
- Estadio Isotópico 7 (186.000-245.000 años B.P.).
Estas dataciones testifican que las terrazas tobáceas de Ruidera
originadas, en ambientes generalmente más húmedos que los actuales,
con cubiertas vegetales protegiendo con notable eficacia (“edafofitoestabilización”) al suelo de los procesos erosivos, se habrían formado en las etapas benignas del Pleistoceno medio y superior. Por el
contrario, durante los Estadios pares, las condiciones climáticas de
148 | 149
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
estos parajes se hicieron mucho más frías y secas. Entonces, los procesos de hielo-deshielo liberaron importantes acumulaciones de
gelifractos en las laderas del valle que fueron arrastrados por los procesos de ladera (gravedad, arroyada, solifluxión) hasta el fondo del
valle, impidiendo el desarrollo de las formaciones tobáceas (García del
Cura et alii, 1997 y González et alii, 2004). Así, lo testifican los depósitos de ladera (coluviones”) existentes en numerosos parajes del Alto
Guadiana: los más modernos son del Estadio Isotópico 2 (24.000-12.000
años B.P.) sirviendo de base o muro a las acumulaciones tobáceas
holocenas y los más antiguos pertenecen, posiblemente al Pleistoceno
medio, al ser anteriores a la primera generación cuaternaria de tobas,
fechada en unos 235.000 años B.P. (Estadio Isotópico 7). Se asocian a
un conjunto de replanos colgados a notable altura (+50 m) sobre las
aguas de las lagunas (Fig.2) y en cuya superficie hemos detectado la
existencia de algunos útiles paleolíticos.
Arqueológicamente, la escasez de material cuarcítico en el valle
no impide que hayan sido identificados numerosos yacimientos paleolíticos, aunque sin localizar de modo preciso en algunos trabajos
(Jiménez Ramírez y Chaparro Sabina, 1970). En posteriores investigaciones se abordan sus emplazamientos con mayor detalle destacando
numerosos parajes (La Vereda, Cornicabra, Fuente de Pajares, Maturras,
Los Toriles, Cañada Barbián, La Moraleja, etc.) (Tabla I), casi todos
ellos ubicados en las vertientes del Alto Guadiana, aguas abajo de la
Laguna del Rey (Jiménez et alii, 1982). Entre los conjuntos líticos
domina el utillaje achelense, con industria bifacial, y la posible existencia de industria musteriense en Maturras.
Figura 2
Perfil geomorfológico del Alto
Guadiana y evolución de los diferentes niveles de base locales (Ordoñez,
González, García del Cura y Pedley,
en prensa).
YACIMIENTO
UBICACIÓN
EMPLAZAMIENTO
GEOMORFOLÓGICO
POSICIÓN
Cornicabra
Ruidera
Loma cerca de laguna Cenagosa
Superficie
Fuente Pajares
Ruidera
Cerro sobre Embalse de Peñarroya
Superficie
Maturras
Argamasilla de Alba
Formación kárstica
Superficie
Sta. María del Guadiana
Argamasilla de Alba
Terraza +5/6 m. Guadiana
Estratigrafía
Tabla I
Principales yacimientos paleolíticos
de Lagunas de Ruidera (a partir de
los trabajos de Jiménez Ramírez et
alii, 1982; Ciudad Serrano, 1986a).
2.- LA CUENCA DEL GUADIANA EN LA MANCHA.
Esta enorme planicie integra los vastos y llanos territorios de la
Mancha central y occidental mientras que la oriental, también llamada por algunos autores “La Mancha de Albacete” está drenada,
esencialmente, por las aguas del río Júcar. La característica
hidrográfica esencial de este tramo de la Cuenca del Guadiana es la
pendiente mínima, que, en numerosos tramos, ofrece la mayoría de
los cursos fluviales. De aquí su escasa capacidad para ahondar sus
lechos y la facilidad para que se remansen sus aguas en “tablas” o
“tablazos”. Tampoco faltan sectores endorreicos donde aparecen
numerosas lagunas con aguas salobres que, al llegar los meses estivales, ven desaparecer su lámina de agua siendo sustituida por una
costra salina. Hasta ellos, todavía, no ha llegado la débil erosión
remontante desencadenada por las cabeceras de los cauces que,
con mínimos caudales, transitan por la llanura manchega. En ella
hemos individualizado un conjunto de planicies donde la fijación
estricta de sus límites se encuentra muy dificultada por la ausencia
de notables accidentes naturales que permitan establecer los nítidos confines de unas y otras.
2.1.- La llanura aluvial de San Juan y sus arenales eólicos.
Delimitada al sur por el Altiplano del Campo de Montiel y al norte
por un conjunto de relieves pequeños y aislados que, desde Campo
de Criptana, avanzan hacia el oeste (con dirección a Alcázar de San
Juan y Herencia), se localiza una amplia llanura, “Los Llanos de San
Juan”, de 40 km de longitud y unos 15 km de anchura (Hernández
Pacheco, 1928 y 1949). Presenta una altimetría comprendida entre los
740 y 600 m y está recubierta por numerosas formaciones
geomorfológicas (sedimentos fluviales, mantos arenosos y dunas eólicas,
conos aluviales, etc.) que impiden, salvo excepciones, el afloramiento en superficie de los estratos neógenos. Hoy está drenada por el
río Záncara, y sus confines orientales llegan hasta las inmediaciones
de la ciudad de Villarrobledo.
Sus sectores centrales fueron los parajes por los que discurrió,
hacia el oeste, una antigua red fluvial cuyas gravas y arenas adoptan,
cartográficamente, la morfología de una amplia banda aluvial. Ésta
recibió, a finales de la década de los años setenta, la denominación
de “El Sistema Fluvial del Guadiana” (Santonja et alii, 1977; I.G.M.E.,
1978a y 1978b; Pérez-González, 1982). Este extenso manto aluvial se
asocia a una pretérita red fluvial por la que, a pesar de la denominación dada, nunca circularon las aguas del Guadiana. Incluye un amplio conjunto de paleocanales y depósitos que, durante buena parte
de los tiempos pleistocenos, modelaron los parajes orientales y centrales de la Llanura Manchega. Así, el río Záncara y su afluente el Rus
150 | 151
serían los únicos cauces que se conservan de aquella pretérita red
que constituyó, en este ámbito territorial, la arteria fluvial más importante del Cuaternario. Cuatro niveles de terrazas han sido asociadas al “Sistema Fluvial del Guadiana” y sus cotas relativas, sobre el
cauce actual del Záncara, son (Pérez-González, 1982): T+2-3 m; T+6-8
m; T+10 m y T+18-20 m. Las dos más elevadas aumentan progresivamente su altura relativa hacia el este y así, pasan a ofrecer cotas de
+15-16 m. y +30-35 m, en los alrededores de El Provencio.
La relativa abundancia de materiales cuarcíticos en estos aluviones motiva que, entre ellos, fueran encontrados distintos conjuntos
industriales adscritos por Santonja (en Pérez-González, 1982), al
musteriense. De ellos, dos se emplazaban en las canteras próximas a
la Casa de los Bueyes y al SE de Los Arenales de la Moscarda; el último
se encontraba en las proximidades del Molino de La Torre y ofrecía
material en la superficie del depósito fluvial a +4-6 m sobre la Llanura
Aluvial de San Juan.
También, en estos sectores de los Llanos de San Juan, y de modo
especial en los más septentrionales, la actividad eólica ha generado
un paisaje de arenales y de dunas que ocupan extensos ámbitos de
esta planicie (Fig. 3). La constitución mineralógica de sus arenas (sobre todo con abundante cuarzo -71%- y carbonatos -22%- y la de los
minerales pesados (turmalina, circón, estaurolita y otros), sugieren
una procedencia muy cercana ya que han sido retomados por el
viento (Aleixandre et alii, 1977 y 1979; Pérez-González, 1982; PérezGonzález et alii, 1983 y Rendell et alii, 1994, etc.) a partir de:
- (a) sobre todo, de los materiales finos de la banda aluvial del
“Sistema Fluvial del Guadiana”,
- (b) los depósitos pliocenos que colmatan la depresión manchega
- (c) de las arenas y limos de los múltiples conos aluviales que
descienden por las vertientes del Campo de Montiel
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Figura 3
Mapa de situación de las dunas del
área de San Juan.
Tomado de Rendell et alii, 1994
Las dunas alcanzan alturas medias de 6-8 m ofreciendo, las más
altas, hasta 10-15 m. Su orientación indica que sus arenas fueron
movilizadas, durante etapas más o menos áridas, por paleovientos con
diversas direcciones pero, sobre todo, coincidentes con las actuales
del oeste, noroeste y suroeste (Pérez-González, 1982). Atendiendo a
criterios geomorfológicos, las dunas poseen edades muy modernas al
pertenecer al Pleistoceno superior y al Holoceno. Esta edad ha sido
corroborada hace una década (Rendell et alii, 1994) mediante métodos de Termoluminiscencia (TL) y de Luminiscencia Ópticamente Estimulada (OSL) aplicados a sus arenas. En efecto, tres importantes etapas secas, con movilización eólica de arenas, han sido identificadas
en estos parajes de la Submeseta Sur:
- 28.000 - 20.000 años B.P. (Final del Estadio Isotópico 3 y
Estadio Isotópico 2). Los análisis palinológicos reflejan un
paisaje abierto dominado por una vegetación herbácea de
tipo estepario. El estrato arbustivo es relativamente constante y estaba constituido, sobre todo, por Juniperus. En lo
que respecta a la vegetación arbórea, ésta siempre fue muy
escasa, aunque las fluctuaciones permiten diferenciar varias
subetapas dentro de este lapso árido: bajos valores de Pinus
sp (Pino) y Quercus sp caducifolio (Roble) y perennifolio (encina), y presencia de algunos taxones templados como Alnus
sp (aliso), Betula sp (abeto), Corylus sp (avellano), Fagus sp
(haya), Juglans sp (nogal) y Castanea sp (castaño), ubicados
en las zonas de refugio (Ruíz Zapata et alii, 2000).
- 11.000 - 10.000 años B.P. (Dryas reciente). Corto período con
importantes tasas de acumulación de arenas eólicas.
- 4.000 - 300 años B.P. (Holoceno superior). En esta etapa se
reactivaron los procesos eólicos, retomando material arenoso de los dispositivos anteriores.
La reciente cronología de estos mantos eólicos y el hecho de que
fosilicen, entre otras unidades geomorfológicas (depresiones kársticas,
vertientes, etc.), las terrazas de los valles (Pérez-González, 1982)
pudiera ocasionar el que cubriesen algunos yacimientos paleolíticos,
hecho que consideramos no debe ser muy frecuente, debido al pequeño tamaño de los gravas cuarcíticas que integran las acumulaciones fluviales de este sector, poco apropiadas para su talla.
2.2.- El Guadiana y las “Tablas de Daimiel”.
El magnífico humedal de las Tablas de Daimiel se emplaza en el
fondo de los valles de los ríos Cigüela y Guadiana cuya escasa pendiente (0,5 m de desnivel/km) provoca el remanso de las aguas. Ambos
han labrado amplias hondonadas, aunque apenas encajadas en la amplia superficie neógena.
Los primeros trabajos de geomorfología fluvial, efectuados en la
Península Ibérica (Hernández Pacheco, 1928), no advirtieron la presencia de terrazas del Guadiana en su tramo manchego, hecho que
sería reafirmado casi cincuenta años más tarde (Molina, 1974 y 1975).
Sin embargo, con edad pleistocena, y asociados al encajamiento mínimo de estos valles, fueron identificados, esporádicamente, una serie de replanos, en general siempre muy degradados por la erosión:
fueron interpretados como “terrazas fluviales” en la cartografía
geológica levantada en este sector (IGME, 1988a).
Más recientemente, los sondeos efectuados en los rellenos que
colmatan las citadas “tablas” han permitido estudiar sedimentos recientes que fueron asignados al Holoceno (García Hidalgo et alii,
1995) y, por tanto, demasiado modernos para contener industria paleolítica. Los más profundos pertenecerían a un ciclo fluvial con aguas
capaces de movilizar importantes cantidades de arenas. Posteriormente, aquellos cauces fueron sustituidos por ambientes de carác-
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
ter lacustre y palustre como testifica la presencia, hacia el techo, de
sedimentos carbonatados y con turba. Nuevos trabajos llevados a
cabo en este mismo área (Dorado Valiño et alii, 2002; Valdeolmillos et
alii, 2003), advirtieron la presencia de sedimentos más antiguos y de
edad pleistocena. En ellos se identificaron dos importantes etapas
frías y secas cuya cronología sería: la más antigua se remontaría hacia
los 28.000 años B.P. y la segunda tendría una duración de unos mil
años y quedaría comprendida entre el 22.000 y el 21.000 B.P. Estas
crisis climáticas se vincularían a los “Eventos Heinrich” (Dorado Valiño
et alii, 2002), detectados entre los lodos que yacen en el fondo del
Océano Atlántico y constituidos por sedimentos de origen glaciar
procedentes de Canadá, Groenlandia, Islandia. Éstos habrían navegado hasta latitudes cercanas a la de la Península Ibérica, sostenidos en
grandes convoyes de “icebergs” que, poco a poco, se fueron fundiendo en las aguas del Atlántico. La sucesión de estos eventos corresponde a las siguientes cronologías: 60.000 BP (H6), en torno a los
45.000 BP (H5), entre 35.300 y 33.900 BP (H4), entre 28.000 y 26.000 BP
(H3), entre 22.600 y 20.300 BP (H2) y entre 15.400 y 13.000 (H1)
(D´Errico, F. y Sánchez Goñi, M.A., 2003).
2.3.- El área endorreica de Alcázar de San Juan-Campo de Criptana:
Los valles del Cigüela y del Amarguillo.
El tramo final del río Cigüela, en los confines de las provincias de
Toledo y de Ciudad Real, ofrece pendientes mínimas semejantes a las
ya comentadas en el apartado de Las Tablas de Daimiel. Su valle se
abre paso en la planicie de Alcázar de San Juan, salpicada por un
notable número de lagunas (Taray, Peña Hueca, Grande, Chica, de la
Sal, Los Carros, Las Yeguas, Villafranca, etc). Disponen de un receptáculo de suaves contornos y de mínima profundidad lo que motiva que
sus aguas salobres sean evaporadas durante el verano y precipiten
una espectacular costra en verano. La ausencia de sedimentos fluviales, de naturaleza cuarcítica, es la principal razón justificativa de la
notable escasez y rareza de hallazgos de materiales paleolíticos existentes en estos parajes. Los escasos conjuntos paleolíticos del Cigüela
son elaborados en cuarcita y sílex, dirigidos a la producción de lascas,
con un fuerte componente levallois, siendo característicos de zonas
de talla del Paleolítico Medio (Santonja, inédito) (Tabla II).
Tabla II
Principales yacimientos del Cigüela y
Amarguillo (a partir de los trabajos
de Santonja, inédito;
López Recio et alii, 2001).
YACIMIENTO
UBICACIÓN
EMPLAZAMIENTO
GEOMORFOLÓGICO
POSICIÓN
Alto Cocedero Frailes
Alcázar de S. Juan
Terraza +25 m. Cigüela
Superficie
Laguna Camino
de Villafranca
Alcázar de S. Juan
Superficie con gravas cuarcíticas
que desciende hacia la laguna
Camino Villafranca
Superficie
Triviño
Campo de Criptana
Fondo de valle del Guadiana
Estratigrafía
Los Migueletes
Tomelloso
Depósito aluvial del Guadiana
Estratigrafía
El Toboso I y II
El Toboso
Mantos de cantos cuarcíticos
Superficie
Villafranca
de los Caballeros
Villafranca
de los Caballeros
Terraza del Amarguillo
Superficie
Cerro S. Cristóbal
Camuñas
Coluvión
Superficie
Mejores condiciones presenta el valle del río Amarguillo que incorpora aguas desde los Montes de Toledo y posee, en las inmediaciones de Camuñas, un nivel de terraza +7-10 m colgado sobre la
llanura de inundación del río Amarguillo (López Recio et alii, 2001).
Existen otros retazos, a mayor altura relativa (+18-20 m y +20-25 m)
que quizás pudieran asociarse a otros niveles fluviales más antiguos;
no obstante, la nula calidad de los depósitos detríticos, la ausencia
de estructuras fluviales y un notable coluvionamiento coronando estos retazos, aconsejan, inicialmente, no incluirlos como terrazas. Sin
embargo, en su vertiente septentrional, aparece un conjunto de
cerros de morfología tronco-cónica que salpican la tendida pendiente de esta margen del valle. Su génesis ha estado modelada por la
erosión diferencial ya que en su techo afloran gravas, cantos, y algunos bloques pequeños (<24 cm) muy bien redondeados y de naturaleza cuarcítica. Se asimilan a un conglomerado que se acumuló, en los
tiempos remotos del Trías, en la cabecera de un antiguo abanico
aluvial (López Recio et alii, 2001). A partir de su erosión y
desmantelamiento, durante el transcurso del Cuaternario, se ha constituido un coluvión en cuya superficie se han recogido numerosos
materiales líticos (núcleos, lascas, útiles y restos de talla) (Santonja,
inédito) (Tabla II), identificándose una variedad de métodos de explotación en la talla propios del débitage discoide comunes a los yacimientos de superficie con abundancia de materia prima (López Recio
et alii, 2001; López Recio y Baena Preysler, 2003). Estos restos se
integrarían en un contexto cultural de tipo regional semejante a los
detectados en otros parajes manchegos.
2.4.- El valle del Záncara aguas arriba de El Provencio (Cuenca)
El río Záncara nace en las lejanas estribaciones de la Sierra de
Altomira y su tramo alto está, en general poco estudiado. En su valle,
al norte de El Provencio, concretamente en el tramo de Muela Quebrada-Santiago de la Torre, se identificaron, además de la llanura de
inundación, tres terrazas: T +6-8 m; T +15-16 m y T +30-35 m. (PérezGonzález, 1982). En las inmediaciones de esta última localidad, además, existe un valle abandonado: sobre su fondo aluvial, hoy colgado
a varios metros sobre la llanura actual del Záncara, se recogió medio
centenar de piezas de sílex (lascas, núcleos y utensilios). Éstas ofrecían unas características generales semejantes a la de los complejos
industriales de la Llanura Aluvial de San Juan y de la terraza más baja
del río Córcoles (ver Apartado 3.5) y fueron atribuidas al musteriense,
en un trabajo inédito (Santonja, inédito).
En las inmediaciones de El Provencio, las terrazas del Záncara y
de su afluente el río Rus presentan una gran homogeneidad
geomorfológica y sedimentológica. Se trata de acumulaciones de
reducido espesor y situadas a cotas relativas muy próximas al cauce. Están constituidas por materiales, casi siempre muy homométricos
(<4 cm), donde dominan las litologías calizas siendo, pues, los porcentajes de cuarcitas, cuarzos y sílex muy bajos (< 2%). Cerca de
San Clemente, ciertas dunas, vinculadas a alguna de las generaciones más recientes de los Llanos de San Juan, fosilizan la terraza del
Pleistoceno superior situada a +3-6 m. sobre el cauce del río Rus
(Pérez-González, 1982).
En un perfil aguas abajo, ahora en los alrededores de El Provencio,
volvieron a ser identificados los tres niveles advertidos aguas arriba,
aunque con mínimas modificaciones de sus posiciones altimétricas relativas: T+ 2-3 m; T+15-16 m y T+30-35. Sin embargo, el nivel intermedio
ofreció, en su muro, fragmentos faunísticos asimilados a Mammuthus
trogonterii y quizás a Bos. Otro hecho de interés en esta terraza es el
notable incremento que experimentan las litologías de cuarcita y cuarzo
en sus aluviones. Este hecho fue asimilado a la llegada de aportes
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LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
alóctonos, procedentes de otro emisario fluvial y corresponderían a
los arrastres del antiguo Júcar que, durante el Pleistoceno inferior,
era un río atlántico y confluía con el “Sistema Fluvial del Guadiana”
en este tramo cercano a El Provencio. Así, la terraza +80-100 m del
Júcar de su actual valle, en Fuensanta, sería coetánea de la terraza
+15-16 m. de El Provencio. Ambas contienen restos de molares de
elefantes identificados como Mammuthus armeniacus (Mammuthus
trogontherii) lo que permite asignarlas a una cronología próxima al
Pleistoceno medio inferior (Pérez-González, 1982).
En el tramo emplazado aguas abajo de El Provencio, y hasta alcanzar la Llanura de San Juan, los desniveles mínimos (<20 m) existentes
entre las cotas de la planicie neógena y la de las terrazas alojadas en
las depresiones fluviales y apenas encajadas en aquellas, motiva todo
tipo de problemas geomorfológicos y estratigráficos (Pérez-González,
1982). Además, diferentes paleovalles, hoy no funcionales, como el de
Socuéllamos y el de Las Mesas complican, todavía más, la interpretación evolutiva de este sector. El río Záncara circula por esta vasta
llanura y, como en otros tramos de aguas arriba, discurre sobre un
lecho, frecuentemente seco, apenas encajado (2-3 m) en los materiales detríticos depositados, previamente, por aquella pretérita etapa pleistocena asimilada al “Sistema Fluvial del Guadiana”.
Por su parte, la Terraza más alta (+15-16 m) del “Sistema Fluvial
del Guadiana” ofrece espesores máximos de hasta 8 m. y está compuesta por gravas eminentemente calizas (59%-75%) y ciertos porcentajes de cuarcita (< 30%). Con posterioridad a la génesis de esta terraza, nuevos aportes aluvionares fueron transportados y acumulados en un sistema fluvial de múltiples canales y barras (“braided”).
Lateralmente fueron alimentados por los sedimentos arrastrados por
la Cañada de Valdelobos (ver Apartado 3.5) que, con cabecera ubicada en el altiplano del Campo de Montiel, aportó notables cantidades
de cuarcita (Pérez-González, 1982).
Los conjuntos paleolíticos del antiguo Guadiana, encontrados en
las formaciones cuaternarias del actual Záncara, corresponden a industrias de rasgos musterienses fundamentalmente, en las que destaca la producción de lascas a partir de núcleos con explotación centrípeta (discoides), sobre soportes tanto en cuarcita como en sílex
(Santonja, inédito) (Tabla III).
YACIMIENTO
UBICACIÓN
EMPLAZAMIENTO
GEOMORFOLÓGICO
Paraje comprendido
entre Pedro MuñozMota del Cuervo
Socuéllamos-Pedro
Muñóz
Afloramientos cuarcíticos en orilla
derecha del Záncara
Superficie
Paraje comprendido
entre Pedro MuñozMota del Cuervo
Socuéllamos-Pedro
Muñoz
Depósito de gravas + 4/6 m.
sobre el Záncara
Superficie
Canal del Guadiana
El Provencio
Aluvial del Guadiana (Záncara)
Estratigrafía
2.5.- Los confines meridionales: los abanicos aluviales que orlan
el Campo de Montiel y las terrazas de los ríos que descienden
desde este altiplano
En esta misma vertiente, y fosilizando extensas superficies neógenas
(centenares de kilómetros cuadrados) del sector meridional de la
Llanura manchega, se instala un amplio conjunto de abanicos aluviales.
POSICIÓN
Tabla III
Principales yacimientos paleolíticos
del área del Záncara
(a partir de los trabajos de Santonja,
inédito).
En ocasiones, ofrecen una cierta coalescencia y, a veces, superposición. Aunque se han formado en distintas fases cuaternarias, la ausencia de buenos cortes sólo ha permitido esquematizar su edad en
dos grandes generaciones (Pérez-González, 1982): una pleistocena y
otra holocena-actual.
Los abanicos más antiguos poseen una composición aluvial gruesa
constituida por cantos y gravas, unas veces de litologías carbonáticas
y otras, de naturaleza cuarcítica. Ambos grupos procederían del Campo
de Montiel: los primeros de sus estratos jurásicos y los segundos de
los materiales silíceos que, con edad imprecisa (Cretácico o Mioceno),
coronan algunos parajes de este altiplano. Habrían sido puestos en
marcha por flujos de agua semi-permanente desarrollados durante el
“Pleistoceno superior medio” (Pérez-González, 1982). Entre los abanicos aluviales más importantes, de esta etapa, hay que destacar:
- El de La Cañada del Verduzal. En éste se han advertido por un
lado, ciertos reajustes neotectónicos que han desviado las
líneas de drenaje (Pérez-González, 1982) y por otro, la presencia de retazos de un suelo rojo que cubre el abanico
pleistoceno, constituido por una notable proporción de cantos cuarcíticos (70%).
- El gran abanico del Alto Guadiana tiene una superficie de
unos 150 km2 y se extiende desde el Estrecho de Peñarroya
hasta parajes situados en las inmediaciones de Argamasilla de
Alba y de Tomelloso. Presenta ciertos retazos (localizados al
NE de Argamasilla), donde se advierte un aluvionamiento muy
antiguo cuya edad pudiera corresponder al “Pleistoceno
medio pleno o medio inferior” (Pérez-González, 1982). Está
constituido por abundante material grueso y su techo se
halla fosilizado por una espesa costra caliza. La mayor parte
del cuerpo del abanico se haya conformado por sedimentos
posteriores que, en su sector medio, incluye espesores de
unos 10 m. Sobre su superficie, y nunca en posición
estratigráfica, ha sido localizada una ingente cantidad de
materiales líticos, durante el transcurso de distintas campañas de prospección arqueológica superficial. La mayoría de
ellos presentan aristas originadas por el proceso de talla sin
que ofrezcan apenas muestras de rodamiento (Martín Blanco
et alii, 1994). Los parajes de la cabecera del abanico (ápice),
no lejos al E. de Peñarroya, son los que ofrecen mayor representación de elementos líticos debido a la abundancia de
aluviones cuarcíticos de cierto tamaño. Conforme nos alejamos de él, disminuye la granulometría y, con ello, el número
y tamaño de los artefactos líticos; son varios los enclaves
(Casa de la Mina I y II, Molino de Santa María, Casa Valera,
Cerro del Águila, El Pincho y Victoria) que corresponderían a
un “continuum” de yacimiento superficial (Jiménez
Manzanares et alii, 1995), siendo el área de Argamasilla de
Alba el más denso, tanto en el gran abanico aluvial como en
los glacis, en yacimientos y hallazgos paleolíticos superficiales (L. Benítez de Lugo y A. Ocaña, com. personal). En la
Tabla IV figuran los principales yacimientos localizados en esta
unidad geomorfológica y otros enclaves del área objeto de
estudio.
156 | 157
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
EMPLAZAMIENTO
GEOMORFOLÓGICO
YACIMIENTO
UBICACIÓN
Canal de Peñarroya
Argamasilla de Alba
Orilla derecha del canal. Gravas
cuarcíticas en arenas limo-arcillosas
/en parte superior, coluvión
Estratigrafía/
superficie
Casa de la Mina I y II,
Molino de Sta María, Casa
Valera, Cerro del Aguila,
El Pincho y Victoria
Argamasilla de Alba
+ 20 m. sobre Guadiana. Gran
abanico aluvial del Guadiana Alto
Superficie
Km. 5-6 Ctra.
Provencio-Villarrobledo.
La Capitana
Villarrobledo
Cañada de Valdelobos.
Gravas y arenas
Estratigrafía/
superficie
Los abanicos más recientes son funcionales desde los tiempos
holocenos y suelen corresponder a pequeños “conos aluviales secos”
(Pérez-González, 1982). Los integran materiales finos, puestos en marcha por chaparrones esporádicos. Con cierta asiduidad, por lo menos
entre el valle del río Córcoles y el del río Guadiana Alto, se superponen encima de los abanicos de la generación pleistocena.
En lo que respecta a los cauces que labran su valle en las vertientes del Altiplano del Campo de Montiel hay que señalar al río Córcoles.
En sus tramos medio y bajo presenta un nivel de terraza +6-7 m de
acentuada continuidad. Entre sus aluviones se localizaron dos yacimientos paleolíticos. Uno de ellos se emplaza en el cruce de la carretera de Villarrobledo a Tomelloso. En su seno, constituido por gravas
y arenas, fue identificado un centenar de piezas de cuarcita emplazadas en su muro, techo y, también, sobre su superficie. El otro
yacimiento se localiza en la misma unidad geomorfológica (T +6-7 m), a
unos tres kilómetros del anterior. Todos los hallazgos ofrecían características propias del musteriense (Santonja et alii, 1977). Otros yacimientos de interés han sido localizados en los siguientes parajes Tabla III- (Santonja et alii, 1977).
La Cañada de lo Ancho y la Cañada de Valdelobos son dos depresiones fluviales que, al igual que el río Córcoles aunque con cauces
mucho más cortos, descienden hacia el norte, camino de la Llanura
Aluvial de San Juan. La primera presenta ciertos retazos de terraza
muy discontinuos y degradados. Deben asimilarse, cronológicamente,
a la terraza +6-7 m. del Córcoles. Por su parte, La Cañada de Valdelobos
posee también una terraza a semejantes cotas (+6-10 m) en su tramo
medio y alto. La componen materiales gruesos y abundan los materiales cuarcíticos (<70%). En algún paraje (km 5-6 de la carretera de El
Provencio a Villarrobledo) posee hasta 3 m de espesor y en su masa
aluvial, al igual que sobre la superficie, aparecieron numerosas piezas
que también fueron adscritas al musteriense (Santonja et alii, 1977).
En el área del Córcoles destacan conjuntos aislados con un fuerte componente de “façonnage” o configuración directa sobre nódulos
de los útiles (gravas cuarcíticas), como son los cantos trabajados o
los bifaces. Las modalidades de talla más comunes para extraer grandes lascas, son los propios de núcleos bifaciales y discoides. Prueba
de ello son los conjuntos líticos localizados en superficie de Balneario de la Hijosa (Santonja et alii, 1977; Santonja, 1981), Las Beatas,
Castellanos, El Pajarón (Serna López, 1999) o El Gramal (López Recio
et alii, en prensa, b) (Tabla V).
POSICIÓN
Tabla IV
Relación de los principales
yacimientos ubicados en el Alto
Guadiana (a partir de los trabajos de
Santonja, inédito; Santonja et alii,
1977; Ciudad Serrano et alii, 1981,
Ciudad Serrano, 1986b, Martín Blanco et alii, 1994; Jiménez Manzanares
et alii, 1995).
EMPLAZAMIENTO
GEOMORFOLÓGICO
YACIMIENTO
UBICACIÓN
Balneario de la Hijosa
Socuéllamos
Depósito de gravas cuarcíticas.
Córcoles
Superficie
Cruce Ctra.
Villarrobledo-Sotuélamos
con Córcoles. Malagana
El Bonillo
Terraza +3 / 4 m. Córcoles
Superficie
Terraza +4 / 6 m. Córcoles.
Depósito fluvial con gravas de
cuarcitas, caliza y cuarzo
Estratigrafía
Ctra. Villarrobledo
a Ossa de Montiel
POSICIÓN
Las Beatas
Villarrobledo
Terraza +4 / 6 m. Córcoles.
Superficie
Castellanos
Villarrobledo
Terraza +4/ 6 m. Córcoles
Superficie
El Pajarón
Villarrobledo
Terraza +4/ 6 m. Córcoles
Superficie
El Gramal
El Bonillo
Raña miocena
Superficie
Tabla V
Localización de los yacimientos
paleolíticos en el valle del río
Córcoles (a partir de los trabajos
de Santonja et alii, 1977; Santonja,
1981; Serna López, 1999; López
Recio et alii, en prensa, b).
3.- El Valle del Guadiana atravesando el zócalo paleozoico de la
submeseta sur: El Campo de Calatrava y la comarca de los Montes.
En los parajes occidentales de la Llanura manchega, el río Guadiana
comienza a discurrir por una “Zona de Transición” (Molina, 1975) en
la que, entre los sedimentos neógenos, emergen un conjunto de
materiales endógenos que anuncian la llegada de sus aguas al Campo
de Calatrava. En efecto, esta comarca natural está constituida por
los afloramientos cuarcíticos y pizarrosos del basamento hercínico,
salpicados por numerosos relieves volcánicos entre los que se contabilizaron, hace mucho tiempo, cerca de 100 volcanes (Hernández
Pacheco, 1932), número que ha sido incrementado hasta más de 170,
en trabajos posteriores (Ancochea, 1983). De igual modo, el Guadiana
drena, también, un conjunto de pequeños recuencos sedimentarios:
unos conectados, hacia el este, con la gran Cuenca Manchega, y
otros alojados en los parajes deprimidos que, por tectónica o por la
acción de la erosión diferencial, separan los relieves cuarcíticos del
zócalo en este sector de la Submeseta sur. En ellos, y al pie de aquellos, se extienden rampas, más o menos extensas, cubiertas de
canturrales que, pertenecientes a varias generaciones, se disponen
colgadas a diferentes alturas sobre los cauces:
- Las “rañas” son depósitos pre-pleistoceno constituidos por
materiales, especialmente de litología cuarcítica (>90%), movidos por flujos de agua entrelazados y cuya sedimentación
tuvo lugar hace unos 2,0-2,5 M.A. (Molina, 1975). En su génesis habrían coincidido por un lado, una reactivación tectónica
que ocasionó ciertos desniveles (Fase Ibero-Manchega II) y
por otro, unas condiciones climáticas de talante seco y, quizás frío, que enrarecieron las cubiertas vegetales (Molina,
1975; Muñoz, 1976; Pérez-González, 1982, etc.). En algunos
parajes del sector (Macizo de Valronquillo y otros cercanos)
sólo se ha advertido la incidencia de los factores climáticos,
especialmente vinculados a los procesos de hielo-deshielo, a
158 | 159
la hora de explicar el origen de la fragmentación de los afloramientos cuarcíticos y no se ha percibido reajuste tectónico
alguno en los bloques paleozoicos (García Rayego y Muñoz,
1986).
- Otros canturrales muy semejantes son pleistocenos. Fueron,
unas veces, retomados de las “rañas” y otras, liberados y
sedimentados en etapas climáticas adversas para la vegetación. Se disponen, también, sobre rampas cuya topografía se
ciñe a la de antiguos abanicos aluviales y se hallan incididas
por los cauces de la red fluvial. En algunas hojas geológicas
han sido datados, de modo relativo, como pertenecientes al
Pleistoceno inferior y probablemente al medio (IGME, 1989b).
3.1- El Campo de Calatrava y los valles del Guadiana y del Jabalón
Los roquedos paleozoicos del Campo de Calatrava presentan una
notable fracturación, generada en épocas recientes, asociada a fallas de dirección NNW-SSE y ENE-WSW (Gallardo Millán et alii, 1998).
Por ellas se ha desarrollado el vulcanismo (Molina, 1975; Poblete, 1995,
Gallardo Millán et alii, 2000 y 2002, etc.) que confiere la personalidad
geográfica y geológica a esta comarca. Las dataciones radiométricas
efectuadas -Potasio/Argón (K/Ar)- en los materiales volcánicos de algunos de sus parajes han determinado la presencia de dos importantes fases de actividad magmática, separadas por otra de nula o escaso
funcionamiento (Ancochea et alii, 1979; Ancochea, 1983; Bonadonna
y Villa, 1986):
- La etapa más antigua se remonta al Mioceno superior (8,76,4 M.A.).
- La etapa más reciente sería la de mayor intensidad y estaría
comprendida entre el Plioceno y el Pleistoceno inferior (4,71,7 M.A.). Sin embargo, posteriores trabajos pusieron de
manifiesto la existencia de ciertas manifestaciones volcánicas más modernas en algunos parajes del Campo de Calatrava.
Así, mediante criterios de cronología relativa se ha atestiguado la presencia de diversos acontecimientos volcánicos,
desarrollados desde el Pleistoceno inferior hasta el superior
(Poblete, 1995 y 2000; Pobrete y Ruiz Fernández, 2002). Aplicando cronologías absolutas se han datado, emisiones ubicadas en las inmediaciones de la localidad de Poblete, cuya
edad estaría próxima a 1,3 M.A. (Gallardo Millán et alii, 2002).
En lo que respecta a las acumulaciones detríticas cuaternarias hay
que señalar que, en los trabajos del primer tercio del siglo XX, fueron
establecidos tres niveles de terrazas del río Guadiana (T+7 m, T+17 m y
T+80 m), localizadas en el tramo cercano a las tierras extremeñas
(Hernández Pacheco, 1928). Años más tarde, en el mismo valle a su paso
por el Campo de Calatrava, se estableció la presencia de cinco niveles
(T +2-3 m; T +5-6 m; T +11-13 m; T +16-18 m y T +22-28 m), cuya génesis
habría sido guiada por factores de índole tectónica (Molina, 1975).
Todos ellos están compuestos por cantos y gravas de litologías
paleozoicas (cuarcita, cuarzo y pizarras) y la casi totalidad de su carga
detrítica está determinada por la llegada de aportes traídos por los
pretéritos cauces de los afluentes más importantes del Guadiana (Molina,
1975).
Muy interesante resulta, también, el estudio de los frecuentes suelos
rojos que, en este sector, se disponen encima de numerosas formaciones geomorfológicas. Su origen se vinculó a etapas climáticas húmedas
y relativamente cálidas (Molina et alii, 1972; Molina, 1976). Mientras
que en otras zonas del Mediterráneo, e incluso de la Submeseta sur
(cuenca del Tajo, Jarama, Henares, etc.), estos períodos edafogenéticos
fueron asimilados a las fases climáticas benignas o interglaciares, en la
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Lámina 1
Bifaz de «La Atalaya», según M.
Santonja
cuenca del Guadiana se siguió un modelo distinto: se aplicaron los
criterios paleoclimáticos del Norte de África, suponiendo, sin demasiados argumentos, que las condiciones ambientales del Cuaternario,
en este sector meridional de la Meseta, se habrían asemejado más a las
del otro lado del Estrecho de Gibraltar que a las europeas. Así, los
suelos rojos fueron adscritos a las etapas “Pluviales” (con notables
precipitaciones) que se desarrollarían de modo coetáneo a las
“Glaciaciones” registradas en el dominio alpino. Por el contrario, en las
fases interpluviales (coincidentes con las interglaciares europeas), con
ambientes muy secos, se desarrollarían las costras carbonatadas, también frecuentes, en la comarca (Monturiol et alii, 1970).
Arqueológicamente, en la década de los años setenta, numerosos
yacimientos paleolíticos fueron identificados en todo este tramo de
la cuenca y en la de sus valles tributarios (Santonja y Redondo, 1973;
Molina, 1975; Santonja et alii, 1975; Santonja et alii, 1977 etc.). La
mayor parte del material aparecía en superficie aunque, en posición
estratigráfica, se había señalado la presencia de materiales líticos en
las terrazas T+5-6 m y T+11 –13 m (Molina, 1975), siendo el posible
indicio más antiguo, localizado en la terraza +19-21 m del río Jabalón.
Desde el punto de vista biológico hay que hacer notar la ausencia de
hallazgos faunísticos en el Pleistoceno superior en este sector de la
cuenca del Guadiana (Santonja et alii, 1975), sin que tengamos noticias de recientes descubrimientos.
Al Norte de Ciudad Real, en la ya citada “Zona de Transición”, la
presencia de algunos asomos volcánicos anuncia la proximidad del
Campo de Calatrava. En estos parajes, el Guadiana recibe las aguas,
por la margen derecha, del río Bañuelos. Este tributario, que nace en
los Montes de Toledo, ha desarrollado un pequeño sistema de terrazas, en las proximidades del actual Embalse de Gasset, con algunos
síntomas de rubefacción (Santonja y Redondo, 1973). En zonas cercanas, entre las localidades de Malagón y Fernancaballero, se diferenciaron, además de la llanura actual de inundación, dos terrazas dispuestas a pocos metros sobre el talweg T+6 y T+8 (Molina, 1975). Su
tributario, el río Becea, también posee un conjunto de terrazas similar sobre el que se ha advertido utillaje adscribible al Achelense superior (Ciudad Serrano, 2000).
Mientras, en la otra vertiente, en la Dehesilla del Emperador y al
pie del relieve de La Atalaya (714 m), fueron señalados un par de
niveles de terrazas. En el más bajo (+3 m), coronado por un suelo
pardo-calizo, se recogieron, tanto en su superficie como en posición
estratigráfica (1,70 m de profundidad), cierta cantidad de piezas paleolíticas (Santonja y Redondo, 1973). Estas terrazas, a pesar de que
su morfología se encuentra totalmente disimulada por los procesos
de regularización de vertientes, han vuelto a ser estudiadas, muy
recientemente, gracias al conjunto de catas realizadas en las inmediaciones del Molino del Emperador con motivo de trabajos de prospección arqueológica. Así se pudo establecer la presencia de dos
niveles, sin industria lítica en posición estratigráfica, y su cronología
absoluta (López Recio et alii, en prensa, a):
· El Nivel bajo (T1) se dispone a +3-6 m por encima del antiguo
cauce del río, hoy cubierto por las aguas de la cola del Embalse del Vicario. Su potencia visible era de 2,5 m y en una
muestra recogida, a 1 m de profundidad, se efectuó una
datación absoluta por Luminiscencia Ópticamente Estimulada (O.S.L.). La edad establecida ha sido de 20.679± 2.387 años
(Pleistoceno superior).
· El nivel superior (T2) se emplaza a una cota relativa de +13-16
m sobre el talweg y ofrecía un espesor visible superior a los
tres metros. En la estratigrafía realizada (Fig. 4) se tomaron
tres nuevas muestras para su datación mediante O.S.L., sumi-
160 | 161
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
nistrando edades pausibles, atendiendo a su posición de muro
a techo, e incluidas a finales del Pleistoceno medio. Así, en
las arenas masivas de su muro o base, la edad obtenida fue de
153.867 ± 12.448 años; un metro más arriba, y en el mismo
tipo de material, la muestra poseía una edad de 141.574 ±
9.950 años. La última, otra vez situada un metro por encima y
también en arenas masivas apoyadas sobre un horizonte calizo, arrojó una edad de 140.016 ± 9.405 años. El suelo desarrollado a techo, muy degradado por los fenómenos erosivos,
presentaba cierto color rojizo, aunque su grado de evolución era moderada.
Hay que señalar que, a cotas más o menos semejantes (+25 m), en
este paraje de Molino del Emperador (aunque sin señalar su emplazamiento preciso), se ha apuntado la presencia de piezas paleolíticas
(Santonja, 1981).
Fig. 4
Estratigrafía y cronología absoluta
establecida, por Luminiscencia Ópticamente Estimulada (O. S. L.), en
algunos niveles de la Terraza +13-16
m del Guadiana, en las inmediaciones
del Molino del Emperador
A escasas centenas de metros de la terraza +13-16 m se dispone el
cerro cuarcítico de La Atalaya (714 m). A su pie fueron localizados
gran cantidad de materiales pertenecientes a distintos conjuntos
paleolíticos (Santonja y Redondo, 1973) y se incluían en dos generaciones de depósitos de ladera que regularizan los segmentos medios
y basales de sus vertientes. Los coluviones estaban constituidos por
cantos muy angulosos generados, en su mayoría, por pretéritos procesos de hielo-deshielo (Santonja et alii, 1975). En las acumulaciones
más antiguas se desarrolló un espeso paleosuelo rojo que fue asignado, mediante criterios de cronología relativa, al último pluvial
norteafricano (“Pluvial Soltaniense”) concomitante del Würm (Santonja
y Redondo, 1973) y poco después, a los tiempos del Würm I o, quizás,
anteriores (Santonja et alii, 1975). Por su parte, otros investigadores
(Molina, 1975), por aquellas fechas y atendiendo a los criterios morfoedáficos establecidos en el Campo de Calatrava, estimaron que la
última etapa de formación de un suelo rojo -como el de La Atalaya-,
tendría lugar en momentos posteriores a la sedimentación, en el Campo
de Calatrava, de la Terraza +6 m del Guadiana y anterior a la sedimentación de la terraza +2-3 m. En La Atalaya se ha documentado un área
de talla musteriense, con industria característica y gran cantidad de
efectivos, donde destaca el número de núcleos discoides, de morfo-
logía poliédrica y levallois, así como un elevado número de lascas y un
repertorio muy diversificado de utillaje retocado sobre lascas (Santonja
y Redondo, 1973), en la que destaca el empleo de estas últimas (más
de un 30%) como soportes a partir de los cuales seguir la talla lítica
(López Recio et alii, en prensa, a).
A continuación se exponen los principales yacimientos paleolíticos
localizados en este tramo medio del valle del Guadiana.
Tabla VI
Relación de los principales yacimientos paleolíticos del tramo medio del
valle del Guadiana (a partir de los
trabajos de Molina, 1974; Santonja y
Redondo, 1973; Querol y Santonja,
1976; Santonja, 1976; Santonja et
alii, 1977; Santonja, 1981; Santonja y
Querol, 1983; Ciudad Serrano, 1986b;
Santonja y Pérez-González, 2001;
López Recio et alii, en prensa, a)
YACIMIENTO
UBICACIÓN
EMPLAZAMIENTO
Molino del Emperador
Ciudad Real
Depósito +20/25 m Guadiana. Nivel
inferior con matriz arcillo-arenoso
Estratigrafía
El Vicario
Ciudad Real
Terraza +6m Guadiana, ligada a un
manto detrítico que parece
apoyarse en la terraza 2/3 m.
Estratigrafía
El Martinete
Pozuelos de
Calatrava
Terraza +10/13 m Guadiana, en su
nivel de gravas gruesas
situadas a techo.
Estratigrafía
Puente Picón
Picón
Piedemonte
Superficie
Inmediaciones de
Valverde de Calatrava
Valverde
de Calatrava
Terraza +6 m Guadiana
Estratigrafía
Puente de las Ovejas
Corral de Calatrava
Terraza +7m Guadiana/
Terraza +3m Guadiana
Estratigrafía
Albalá
Poblete
Terraza +3/8 m Guadiana
Superficie
Sierra de San Isidro
Miguelturra
Piedemonte Sierra de Miguelturra
Superficie
Ctra. Badajoz-C.Real,
km. 167
Puebla de D.
Rodrigo
Terraza +30/40 m Guadiana
Superficie
Dehesa del Emperador
Ciudad Real
Depósito de ladera
Superficie
La Atalaya
Ciudad Real
Depósito de ladera/glacis
Superficie
La Celada
Ciudad Real
Depósito de origen volcánico en
Superficie
relación con el volcán de La Celada.
POSICIÓN
162 | 163
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
EMPLAZAMIENTO
GEOMORFOLÓGICO
YACIMIENTO
UBICACIÓN
Laguna de la Camacha
Picón
Inmediaciones de la Laguna
de la Camacha
Superficie
La Raña
Luciana
Terraza +5/6 m Guadiana
Superficie
Las Cañadas
Miguelturra
Piedemonte
Superficie
Dehesilla del Emperador
Ciudad Real
Terraza +2/3 m Guadiana.
Techo de la terraza inferior
Estratigrafía
Los yacimientos enclavados en los niveles de terrazas entre + 20
m y 10 m sobre el cauce actual del Guadiana (Tabla VI) contienen
industrias achelenses de macroutillaje (bifaces, cantos trabajados,
etc.), así como producción de lascas de gran formato en cuarcita a
partir de núcleos de explotación multidireccional y morfología
poliédrica y discoides. En cambio, las industrias dirigidas a la producción de lascas (Paleolítico Medio) se circunscriben a los niveles
más bajos de dicho sistema de terrazas (+ 5 m), así como en los
piedemontes, glacis y coluviones o depósitos de ladera de las sierras cuarcíticas. Predominan los núcleos discoides y un alto porcentaje de técnica levallois, para buscar la producción por retoque
de un amplio repertorio de utillaje sobre lasca (raederas, muescas,
denticulados, o directamente sobre soportes naturales, como los
cepillos), siendo zonas identificadas como áreas de aprovisionamiento
de materia prima y áreas de taller. Incluso, existe algún indicio de
industria del Paleolítico Superior en las terrazas bajas del Guadiana
(+2/3 m) (Santonja, 1981).
Del mismo modo, se exponen los yacimientos localizados en el
afluente septentrional del río Guadiana, el Bañuelos (Tabla VII):
POSICIÓN
Tabla VII
Relación de los yacimientos
paleolíticos existentes en el valle
del Bañuelos (a partir de los trabajos
de Ciudad Serrano et alii,
1981 y 1983)
YACIMIENTO
UBICACIÓN
EMPLAZAMIENTO
GEOMORFOLÓGICO
POSICIÓN
El Sotillo
Malagón
Depósitos de abanico aluvial
Superficie
El Jaroso
Los Cortijos
Arroyo Cortijo, subsidiario
del río Bañuelos
Superficie
El Molinillo
Los Cortijos
Arroyo Cortijo, subsidiario
del río Bañuelos
Superficie
Laguna Nava Grande
Malagón
Alrededores de la Laguna
Nava Grande. Zona endorreica
del Bañuelos
Superficie
Existen en el valle del Bañuelos y zonas cercanas tanto yacimientos de Achelense Superior como de Paleolítico Medio (musterienses),
con bifaces, hendedores, lascas y núcleos piramidales, poliédricos y
levallois, además de un repertorio amplio de útiles retocados; incluso
existen sobre la terraza baja de este río indicios de industrias de
Paleolítico Superior (C. Fernández Calvo y A. Gómez Laguna, com.
personal).
Lámina 2
Bifaz de «Albalá», según M. Santonja
Aguas abajo, en el valle del Guadiana aparecieron otros conjuntos
paleolíticos antes de llegar a la confluencia con el Jabalón (Santonja
y Redondo, 1973): en el paraje del Puente Picón, con industria en un
piedemonte con cantos muy angulosos, en la margen derecha del río,
en Valverde, en la misma margen, con elementos achelenses y finalmente en Albalá, en las inmediaciones de la desembocadura del
Jabalón, donde en la Terraza + 3 m se halló gran cantidad de piezas
achelenses con porcentajes elevados de macroutillaje.
En estos parajes de confluencia se ubican los perfiles de terrazas
más complejos de toda la cuenca (Santonja y Redondo, 1973, Santonja
et alii, 1977; Santonja y Querol, 1979; Molina, 1975; Pérez-González,
1982; Santonja y Pérez-González, 1997 y 2000-2001). Así, el valle del
Guadiana posee un sistema compuesto por seis niveles escalonados:
T1 +2-3 m; T2 +5-6 m; T3 +8 m; T4 +10-13 m; T5 +16-18 m y T6 +22-28 m. En
el Puente de las Ovejas, a pocos metros de la citada confluencia, la
T1 (+3) m muestra un espesor visible de unos 3 metros y posee cinco
niveles estratigráficos, donde todos incluyen industria paleolítica con
un fuerte índice de rodamiento (Santonja y Redondo, 1973).
Por su parte, el valle del Jabalón procede de los confines occidentales del Altiplano de Montiel y, tras su paso sobre el relleno
fluvio-lacustre finineógeno que colmata el sector de Valdepeñas (Herrero et alii, 2004), penetra por el borde suroriental del Campo de
Calatrava. En su tramo de confluencia con el Guadiana dispone de un
sistema aluvial muy semejante pero más completo que este último, al
incluir tres niveles por encima de la cota relativa de más cuarenta y
cinco metros: T1 +2-3 m; T2 +7 m; T3 +10-12 m; T4 +19-21 m; T5 +25-27 m;
T6 +31-33 m; T7 +40-43 m y T8 +45-50 m (nivel dudoso por la baja calidad
de afloramiento).
Los niveles T +6 m y T +6-8 del Guadiana y el T +7 m del Jabalón
presentan piezas paleolíticas achelenses y su edad se correspondería
con el límite Pleistoceno medio-Pleistoceno superior; además, disponen coronando sus techos suelos rojos con un horizonte argílico
(Bt). Tampoco faltan efectivos líticos en superficie de edad
musteriense, en algunos lugares como los alrededores del Puente de
La Morena y los vallecitos de los Arroyos del Fraile y Valdeconejos
(Santonja y Redondo, 1973). El nivel T+10-13 del Guadiana y del Jabalón
contienen utillaje achelense y pertenecería al Pleistoceno medio;
finalmente, el nivel T+20-22 del Guadiana se incluyó, según las hipótesis barajadas en los años 70, en posibles etapas que corresponderían
al Pleistoceno inferior, dado que presentaban ciertos artefactos (cantos trabajados, etc.) de aspecto “pre-achelenses” (Santonja y Redondo, 1973; Santonja et alii, 1975 y 1977; Santonja y Querol, 1979; Molina,
1975; Pérez-González, 1982, IGME, 1988b).
Entre este sector de confluencia y los parajes de Aldea del Rey
fueron identificados varios yacimientos (Alañón Flox, 1980 y 1982;
Vallespí et alii, 1980), en la década de los años setenta, todos emplazados sobre la superficie de distintas unidades geomorfológicas de su
cuenca –valles de emisarios, terrazas, glacis- (Tabla VI). Además de la
cuarcita se advirtió la existencia de litologías volcánicas como materia prima de los elementos tallados. Los yacimientos paleolíticos del
Jabalón cuentan normalmente con un repertorio lítico escaso, compuesto por cantos trabajados, bifaces, lascas en los niveles de +15 m
a +30 m (Pleistoceno medio), como en Puente Morena. No obstante,
existen fuera del propio valle, en piedemontes, varios conjuntos del
Paleolítico Medio con un repertorio amplio de utillaje sobre lasca,
tras una talla discoide y levallois de los núcleos (Camino de Ciruela,
Casa Calares o Laguna de Caracuel) (Tramo VIII):
164 | 165
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
YACIMIENTO
UBICACIÓN
EMPLAZAMIENTO
GEOMORFOLÓGICO
POSICIÓN
Terraza 30 m. aguas
arriba de Puente Morena
Poblete
Terraza +30 m Jabalón
Estratigrafía
Terraza 19/20 m.
orilla dcha. Jabalón
Ciudad Real
Terraza +19/20 m Jabalón
Estratigrafía
Puente Morena
Ciudad Real
Tres niveles de terraza. Jabalón
Estratigrafía
Chiquero
Aldea del Rey
Depósito de ladera sobre
Terraza 6 m Jabalón
Superficie
Baños de Fuensanta
Pozuelo de
Calatrava
Depósitos fluviales. Jabalón
Superficie
El Zurrero
Aldea del Rey
Arroyos Saltillo y Peñapalomera,
subsidiarios del Jabalón
Superficie
La Ecará
Aldea del Rey
Piedemonte
Superficie
Valdarachas
Poblete
Terrazas Jabalón
Superficie
Cabezuela
Valdepeñas
Piedemonte cerro Cabezuela
Superficie
La Rinconada
Valenzuela de
Calatrava
Piedemonte cercano a la Fuente
de la Teja
Superficie
La Nava
Almagro
Terraza Jabalón
Superficie
Camino de Ciruela
Ciudad Real
Piedemonte Cabezo Jimeno
(volcánico)
Superficie
Casa Calares
Moral de Calatrava
Suelo pardo-rojizo sobre depósito
de piedemonte de sierra cuarcítica
Superficie
Laguna de Caracuel
Villamayor de
Calatrava
Depósito de ladera
Superficie
El tramo medio del río Jabalón discurre por una amplia depresión
terciaria abierta al Este hacia el Campo de Montiel. En su borde más
occidental, no lejos del antiguo Molino de Columba, ha sido examinado un interesante sistema de terrazas cuyas edades sólo son conocidas, de modo aproximado, mediante criterios geomorfológicos (Poblete
et alii, 2002). Entre ellas se encuentran los siguientes niveles: T+5-6
m; T+9 m (Pleistoceno superior), T+15 m; T+20 m (Pleistoceno medio)
y T+35-40 (Pleistoceno inferior). La complejidad cronológica y la aplicación de criterios crono-altimétricos crece de modo notorio en
algunos parajes de este corto tramo, donde emisiones lávicas
cuaternarias llegaron desde las vertientes y obturaron el pretérito
fondo de valle. Así acontece con las lavas emitidas, al menos en dos
fases distintas, por el volcán de Columba que, al alcanzar el cauce del
Tabla VIII
Yacimientos paleolíticos ubicados en
la cuenca baja del río Jabalón a
partir de los trabajos de Santonja y
Redondo, 1973; Santonja y Querol,
1977; González Ortiz, 1978; Alañón
Flox, 1980 y 1982; Vallespí et alii,
1980, Santonja, 1981; Ciudad Serrano
et alii, 1983; Ciudad Serrano, 1986b)
río, retuvieron las aguas y alteraron sus procesos de transporte y de
sedimentación. Esta circunstancia se traduce en:
(a) Hacia aguas arriba de las emisiones, la terraza +9 m
(Pleistoceno superior) y la terraza +20 m (Pleistoceno medio) ofrecen materiales de naturaleza represada o fluviolacustre.
(b) La posición altimétrica de las terrazas, con respecto al
cauce es mayor que la de los niveles de la misma edad,
situados aguas abajo, que se emplazan en cotas relativas
más bajas (Poblete et alii, 2002).
Antes de recibir las aguas del río Bullaque, el valle del Guadiana
ofrece otros dos interesantes perfiles muy cercanos: uno, se dispone en las inmediaciones del paraje de la central hidroeléctrica de
El Martinete -Pozuelos de Calatrava- y el otro, en el Puente de Valbuena.
El primero contiene abundante material lítico achelense en un nivel
de terraza a +11-13 m del Guadiana, con presencia de técnica levallois,
gran variedad de utensilios sobre lascas y un elevado índice bifacial
(Santonja et alii, 1975; Santonja y Querol, 1983). Por su parte, la
terraza + 6 m incluía industria de momentos más avanzados (Achelense
Superior) en los tramos superiores (coluvionares) o superficialmente
sobre terrazas equivalente a este nivel en otros parajes de la región
(Santonja et alii, 1983). Finalmente, en el Puente de Valbuena, tres
niveles de terrazas ciñen el valle del Guadiana: T+6 m; T+13-14 m y
T+27-28 m.
3.2.- El Valle del Bullaque
A continuación, el Guadiana incorpora, por su margen izquierda,
los caudales del río Bullaque. Este afluente procede de los Montes
de Toledo y drena un conjunto de hoyas de origen estructural separadas por estrechos umbrales en los que se encaja su cauce. Entre
ellas destacan El Molinillo (aguas arriba del Embalse de Torre de
Abraham), Retuerta, El Robledo y Piedrabuena, labradas por la erosión
diferencial en los materiales blandos del Paleozoico. Sus superficies
se hallan recubiertas por importantes mantos detríticos, desalojados
desde los relieves cuarcíticos circundantes. Sus derrames se acumularon en las vertientes de aquellos por procesos de coluvionamiento
y/o asociados a la génesis de abanicos aluviales. En su fondo aparecen importantes retazos aluviales que contienen una alta densidad
de yacimientos, sobre todo en las terrazas bajas, que corresponden
a fases finales del achelense (Santonja, 1992). Otra depresión digna
de mención es la que labra su afluente el Bullaquejo. Su pretérito
cauce ha dado lugar a algunos aterrazamientos en el paraje de El
Gargantón (al W. del cerro del Chaparral), con cotas relativas muy
bajas (García Rayego, 1994).
De todas las depresiones, las que reúnen un mayor interés
geomorfológico y arqueológico son la de El Robledo y la de Piedrabuena.
La primera incorpora tres niveles de terrazas colgadas por encima de
la actual llanura de inundación. Sus masas aluviales incorporan notables cantidades de materiales retomados por el cauce de los distintos aportes laterales (cantos y bloques subredondeados y aristados),
transportados durante las etapas de elaboración de abanicos aluviales
y de los segmentos de glacis, más o menos, asociados (Redondo y
Molina, 1980). Dichos materiales constituyeron la principal fuente de
materia prima para la abundante industria lítica achelense allí localizada (Ciudad Serrano, 2000). El interés de esta depresión se incrementa por el hecho de que este marco apenas ha sido retocado por
la erosión fluvial. Esta circunstancia permite hacerse una idea muy
aproximada de cómo era el paisaje en el que se desarrollaron los
distintos asentamientos paleolíticos (Redondo y Molina, 1980). Por su
166 | 167
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
parte, la de Piedrabuena se encuentra recubierta al noreste por
emisiones volcánicas y presenta, igualmente, varias terrazas dispuestas por debajo de los segmentos finales de las rañas, siendo la más
extensa, la T+20 m (García Rayego, 1994). Los yacimientos advertidos
en esta cuenca desde aguas arriba hacia abajo figuran en la Tabla IX.
EMPLAZAMIENTO
GEOMORFOLÓGICO
YACIMIENTO
UBICACIÓN
Las Tiñosillas, Casas del
Río y Solana de los
Monteros
Porzuna
Terraza +5 m. de la cuenca del
Bullaque
Superficie
Los Barrizales
Porzuna
Cuenca del Bullaque. Sin determinar
Superficie
Las Peñuelas
Luciana
Terraza de la cuenca del Bullaque.
Grava arenosa con cantos de
tamaño medio
Superficie
Las Coronillas
Porzuna
Depósito de abanico aluvial
en la cuenca del Bullaque
Superficie
Las Eras
Porzuna
Cuenca del Bullaque. Sin determinar
Superficie
Casa de los Castillejos
Piedrabuena
Abanico aluvial de la cuenca
del Bullaque
Superficie
La Fonteva
Piedrabuena
Terraza +11/13 m de la cuenca
del Bullaque
Superficie
La Dehesilla
Piedrabuena
Arroyo Valdefuentes, tributario
del Bullaque
Superficie
En las terrazas medias y bajas del río Bullaque se encuentra una
de las mayores concentraciones de piezas paleolíticas en superficie
de la Submeseta sur. Se trata de unos conjuntos líticos del Achelense
Superior y musteriense, elaborados en su totalidad en cuarcita local,
procedentes del desmoronamiento de las sierras y crestas de cuarcita
de las estribaciones cercanas. Presentan industrias de lascas y una
amplia muestra de útiles retocados, acompañados de un número importante de bifaces (estilizados, con retoques laterales buscando la
simetría entre sus dos caras talladas), hendedores y triedros (Vallespí
et alii, 1979 y 1985).
3.3.- El Guadiana en la depresión de Luciana-Puebla de Don Rodrigo:
ríos Tirteafuera y río Frío
A partir de Luciana, el cauce del Guadiana se asienta sobre una
prolongada estructura sinclinal denominada “Depresión de LucianaPuebla de Don Rodrigo”. Presenta una dirección SE-NW y ofrece una
longitud de varias decenas de kilómetros. En sus flancos se desarrollaron importantes mesas de raña que quedan progresivamente colgadas hasta más de 120 m conforme el cauce se va encajando de modo
lento pero progresivo (Hernández Pacheco y Cabañas, 1952). En su
valle se advirtió la existencia, primero, de cuatro niveles de terraza:
T1 +9-14 m; T2 +18-23 m; T3 +30-40 m y T4 +60-65 m (Mingarro, 1958 y
POSICIÓN
Tabla IX
Yacimientos paleolíticos en la cuenca
del río Bullaque, a partir de los
trabajos de Vallespí et alii, 1979 y
1985; Ciudad Serrano et alii, 1981 y
1983; Ciudad Serrano, 1986b y 2000).
Tabla X
Principales yacimientos del valle del
río Tirteafuera (a partir de los
trabajos de Ciudad Serrano, 1986b;
Ciudad Serrano et alii, 1987)
1959) y posteriormente, de ocho niveles, algunos de las cuales se
emplazan a cotas excepcionales en toda la cuenca: a más de cien
metros sobre el talweg (García Rayego, 1994).
Por la margen izquierda recibe, a unos 520 m de altura, las aguas
del río Tirteafuera. Su nacimiento tiene lugar en el sector meridional
del Campo de Calatrava (Argamasilla de Calatrava). En su confluencia
con el Guadiana presenta algunos pequeños aterrazamientos (García
Rayego, 1994) donde se ha apuntado la existencia de interesantes
hallazgos (Ciudad Serrano et alii, 1987), identificándose como pertenecientes al Achelense Superior (Ciudad Serrano, 2000).
YACIMIENTO
UBICACIÓN
EMPLAZAMIENTO
GEOMORFOLÓGICO
Laguna Blanca
Argamasilla de
Calatrava
Depósito de abanico aluvial.
Suelo rojo
Superficie
Camino del río
Almodóvar
del Campo
Piedemonte. Suelo pardo-rojizo
Superficie
Carril de la Encarnadilla
Argamasilla de
Calatrava
Piedemonte. Suelo pardo-rojizo
Superficie
Tabla XI
Yacimientos de la Comarca de Los
Montes (a partir de los trabajos de
Ciudad Serrano et alii, 1981 y 1983;
Ciudad Serrano, 1986b)
POSICIÓN
Dichos enclaves se localizan o bien en abanico aluvial o en
piedemonte (Tabla VIII), con industrias de lascas, siguiendo modelos
de explotación centrípetos, como los “levallois”, así como
macroutillaje (cantos trabajados, bifaces, etc.) (Ciudad Serrano, 1986b;
Ciudad Serrano et alii, 1987) (Tabla X).
También merece atención el área de Horcajo de los Montes, ya
en los confines de la provincia de Ciudad Real (Tabla XI). Se trata de
yacimientos vinculados con la explotación de materia prima cuarcítica,
muy abundante en forma de cantos angulosos en los depósitos de
ladera de la zona, sobre todo con conjuntos musterienses (Ciudad
Serrano et alii, 1981 y 1983; Ciudad Serrano, 1986b).
EMPLAZAMIENTO
GEOMORFOLÓGICO
POSICIÓN
Horcajo
de los Montes
Depósito de abanico aluvial
Superficie
La Granjera
Horcajo
de los Montes
Arroyos Rubial y Corazoncillo,
subsidiarios del Guadiana
Superficie
Los Rasos
Horcajo
de los Montes
Arroyos Rubial y Corazoncillo,
subsidiarios del Guadiana
Superficie
Navalahiguera
Horcajo
de los Montes
Arroyos Rubial y Corazoncillo,
subsidiarios del Guadiana
Superficie
YACIMIENTO
UBICACIÓN
Garganta
Aguas abajo tiene lugar, y por la vertiente derecha, la confluencia
del valle del Río Frío, en cuyo seno se han señalado ciertos hallazgos
paleolíticos en vías de estudio (Ciudad Serrano, 2000). En los alrededores de Puebla de Don Rodrigo, se han localizado indicios de indus-
168 | 169
tria paleolítica en distintos parajes. El de mayor interés se sitúa sobre
la superficie de la terraza +30-40 m de su vertiente izquierda existiendo una muestra escasa de lascas (Santonja y Querol, 1976). Poco a
poco, y sobre todo a partir de esta última localidad, su lecho se
interna entre auténticos murallones de cuarcitas y pizarras. Es célebre, entre los ribereños, el discurrir de sus aguas por un auténtico y
rudo desfiladero, El Estrecho de las Hoces, cuyo trazado está determinado por factores estructurales que se manifiestan, sobre todo, a
nivel tectónico. Desde allí alcanzará el Portillo del Cijara, lugar de
encuentro entre las cuatro provincias occidentales de Ciudad Real,
Toledo, Cáceres y Badajoz, para internarse finalmente en tierras extremeñas, donde desde principios del siglo pasado se conocen series
paleolíticas (Breuil, 1917).
ANTIGUO
1. El Martinete
2. Puente Pozuelos
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Mapa I
Mapa de distribución de Yacimientos
(Achelense Medio), a partir de Ciudad
Serrano, 1986b y García Huerta et
alli, 1994.
Mapa II
Mapa de distribución de Yacimientos
(Achelense Superior), a partir de
Ciudad Serrano, 1986b y García Huerta et alli, 1994.
169 | 170
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
Baños de Fuensanta.
Barrancos Blancos.
Barranco de Navalagrulla.
Cabezuela.
Camino de los Llanos.
Cañada de Barbián y La Moraleja.
Cta. Badajoz-Ciudad Real, Km. 167.
Cta. Badajoz-Ciudad Real, Km. 182.5
Cornicabra.
Chiquero (Vega del Cerro del Arzollar).
Depósito del Agua.
El Jaroso.
El Tesoro.
El Sotillo.
El Zurrero.
16.
17.
18.
19.
20.
21.
22.
23.
24.
25.
26.
27.
28.
29.
30.
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Entre Fernancaballero y Pantano de Gasset.
Km. 4 de la Cta. Corral-Los Pozuelos.
La Carnicera.
La Ecará.
La Granjera.
La Raña (Series más antiguas).
La Revueltilla.
La Rinconada.
La Vereda.
Porzuna.
Los Barrizales.
Puente Morena (terraza superior).
Puente de las Ovejas.
Sierra de S. Isidro.
Vereda Suroeste.
Mapa III
Mapa de distribución de Yacimientos
(Paleolítico Medio), a partir de Ciudad
Serrano, 1986b y García Huerta et
alli, 1994.
171 | 172
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
YACIMIENTOS DEL PALEOLITICO MEDIO
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
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13.
14.
15.
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17.
18.
19.
20.
21.
22.
23.
24.
25.
26.
27.
28.
29.
30.
31.
32.
33.
34.
35.
Alrededores de Villamayor de Calatrava.
Alrededores de la Cueva del Alguacil.
Alrededores del Deposito del Agua.
Arroyos del Fraile y Valdeconejos.
Balneario de la Hinojosa.
Barriada del Rio Ojailén.
Camino de Ciruela.
Camino del Picayuelo (Series mas recientes).
Cta. Murcia por Alcaraz Km. 4.
Carril del Motillón.
Casa Calares.
Casa de los Castillejos.
Colmenar de Chacaló.
Dehesa Ardales
Dehesilla del Emperador.
El Castillejo.
El Molinillo.
El Pincho.
El Puerto.
El Tevar.
El Vicario.
Embalse del Montoro.
Fuente Pajares.
Garganta.
Km. 13 de la Ctra. Puertollano-Almuradiel.
La Atalaya.
La Celada.
La Dehesa.
La Dehesilla.
La Fonteva.
La Laguna.
La Nava.
La Raña (Series más recientes).
La Tejeruela.
Las Cabezuelas.
YACIMIENTOS PALEOLÍTICO SUPERIOR
1. Dehesilla del Emperador.
2. Terrazas bajas del río Bañuelos.
36.
37.
38.
39.
40.
41.
42.
43.
44.
45.
46.
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48.
49.
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51.
52.
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55.
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59.
60.
61.
62.
63.
64.
65.
66.
67.
68.
69.
Las Cañadas.
Las Coronillas.
Las Eras.
Las Laborcillas.
Las Parejas.
Las Peñuelas (Luciana).
Las Peñuelas (Picón).
Los Barrancos.
Los Habares.
Los Rasos.
Laguna de la Camacha.
Laguna de Caracuel.
Laguna Nava Grande.
Laguna de Retamar.
Maturras.
Navalahiguera.
Porzuna.
Olivares.
Pueblo Nuevo del Bullaque.
Puente Mercedes.
Puente Morena.
Valdarachas.
Victoria.
Triviño
Los Migueletes
El Toboso I y II
Cerro San Cristobal
Canal de Peñarroya
Casa de la Mina I y II- Molino de Sta. María
Malagana
Las Beatas
Castellanos
El Pajarón
Las Tiñosillas.
4.- DISCUSIÓN
Los estudios sobre el Cuaternario y el Paleolítico de la cuenca del
Guadiana, a realizar en próximos tiempos, deberán tener en cuenta
una serie de hechos geomorfológicos que ayudarán a precisar y a
sistematizar nuestros conocimientos acerca de las ocupaciones humanas y de los marcos ambientales en las que aquellas se desarrollaron durante el Pleistoceno:
- Las diferentes crisis climáticas sucedidas a lo largo del
Cuaternario han generado en la región un conjunto de
morfologías y de acumulaciones de muy diferente naturaleza: glacis, depósitos de ladera, barreras y terrazas tobáceas,
abanicos aluviales, dunas y arenales y también, terrazas
detríticas.
- Los principales yacimientos de Paleolítico Inferior se localizan sobre los diferentes niveles de terrazas de la cuenca del
Guadiana siendo los únicos ríos que presentan importantes
dispositivos aluviales el mismo Guadiana (a partir del Campo
de Calatrava), el Jabalón, el Bullaque y, en menor medida, el
Záncara.
- Desde el punto de vista cronológico hay que señalar que en
la cuenca alta y media del Guadiana predominan las terrazas
fluviales escalonadas, apoyadas sobre el substrato geológico.
Son mucho más numerosas que las de tipo empotrado o encajado que aparecen, ocasionalmente, en ciertos lugares,
como el Puente de las Ovejas (al norte de Corral de Calatrava).
En las primeras, cada terraza (y su industria, si se encuentra
en posición estratigráfica) es más antigua que la que se emplaza a cotas inferiores, lo que facilita cualquier aproximación a su cronología. Por el contrario, en las del segundo
tipo, los aluviones de las terrazas más jóvenes se asientan
encima y fosilizan a los pertenecientes a las terrazas más
antiguas, conllevando mayores problemas a la hora de establecer su cronología, sobre todo si la visibilidad de los cortes
es limitada.
Industrias que se hallan en posición estratigráfica, en terrazas
situadas a la misma cota relativa sobre los cauces de los ríos, no
tienen porqué tener la misma edad o adscripción cronocultural. En
efecto, tal y como acontece en otras cuencas fluviales, las pendientes de los perfiles longitudinales de las terrazas con respecto a la de
los cauces actuales no son paralelas: niveles de terraza de la misma
edad pueden estar situados, en distintos tramos, a cotas relativas
muy diferentes sobre el cauce. Un buen ejemplo se localiza en las
terrazas del “Sistema Fluvial del Guadiana”: los niveles más altos (T
+15-16 y T +30-35 m) pierden progresivamente altura hacia aguas abajo, pasando a tener cotas relativas de + 7-10 m y +18-20 m en la
Llanura de San Juan.
Buena parte de estos fenómenos se vinculan a la acción de factores estructurales, asociados al progresivo levantamiento de la bóveda
del Campo de Calatrava. Su alzamiento ha determinado un umbral,
con roquedos resistentes, en los que el cauce del Guadiana no ha
sido capaz de ahondar su lecho, dificultando y ralentizando cualquier
acción de incisión en los territorios por los que circula aguas arriba:
por ello, en la Mancha, todas las terrazas están separadas por desniveles mínimos que, a veces, tan sólo alcanzan unos pocos metros. Sin
embargo, aguas abajo de este obstáculo paleozoico, el Guadiana, a
partir de la confluencia con el Bullaque, reforzado además por caudales más cuantiosos, ha logrado encajarse y vaciar un estrecho corredor aunque favorecido por factores estructurales y de tipo
tectónico: éste es el único tramo que ofrece terrazas situadas por
encima de los 60 metros, tan frecuentes en otras cuencas atlánticas.
173 | 174
Además, hay que considerar la interferencia de otros hechos:
unos (a), son de naturaleza tectónica y se relacionan con la existencia de ciertas fracturas originadas por las erupciones volcánicas, capaces de desnivelar las terrazas más altas y antiguas y ubicarlas en
posiciones más bajas y cercanas al talweg (IGME, 1988a). Algunas de
ellas han sido puestas de manifiesto en ciertos lugares de la cuenca
como es el caso de la Terraza +40-43 m del Jabalón, que desciende
rápidamente la cota de su techo en las inmediaciones del volcán de
Cabeza Parda (Molina, 1975). Otros (b) tienen que ver con la pretérita
presencia de barreras tobáceas y lávicas cerrando el fondo de algunos valles (Alto Guadiana, Jabalón). Éstas rompieron la continuidad
altimétrica de los niveles, una vez que el lecho fluvial logró incidir y
desarticular los cierres que remansaban sus flujos: el mismo nivel de
terraza ofrece, en las antiguas áreas represadas, una cota mucho
mayor que la que tiene aguas abajo.
Todas estas manifestaciones geomorfológicas motivan que las correlaciones entre los distintos niveles de terrazas pertenecientes a la
misma cuenca o a distintas subcuencas fluviales sólo sean posibles en
algunos lugares concretos y cercanos: en aquellos, como los parajes
de la confluencia del Guadiana y del Jabalón (Tabla XII) donde se
registra una homogeneidad en la disposición altimétrica de sus muros
y techos y la existencia de vestigios arqueológicos en posición
estratigráfica. No obstante, la utilización de criterios cronológicos
apoyados exclusivamente en las industrias líticas debe ser asumida
con precaución.
- Desde el punto de vista paleoclimático se advierte una notoria falta de datos ya que sólo se conocen con cierta precisión las secuencias paleoambientales registradas a partir del
Estadio Isotópico 5, que se inició hace unos 128.000 años.
De este modo, ambientes de características bastante secas han
sido invocados por numerosos autores para el final de los tiempos
pleistocenos y se han manifestado con nitidez en el territorio de esta
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
Tabla XII
Correlaciones entre las terrazas
del Guadiana y del Jabalón,
según diversos autores
cuenca. Así lo atestiguan por un lado, las asociaciones polínicas estudiadas en Las Tablas de Daimiel y por otro, los abundantes y extensos
arenales eólicos que cubren no sólo los parajes manchegos sino otros
cercanos. Éste es el caso de las importantes acumulaciones loéssicas
pleistocenas estudiadas en el valle del Tajo (González et alii, 1983;
García Jiménez, 2004) y en el borde septentrional de la Mesa de
Ocaña-Tarancón (Ruíz Zapata et alii, 2000). En la Mancha, estos mantos pueden ser responsables de la hipotética fosilización de algún
yacimiento paleolítico.
Pero también se registraron ambientes que sugieren la existencia
de unas condiciones frías bastante rigurosas, donde los procesos de
fragmentación por hielo-deshielo fueron dominantes. Así, se ha puesto de manifiesto en distintos ámbitos de la Submeseta sur, donde la
gelifracción funcionó de modo muy eficaz hasta los 700 m en la Alcarria (González, 1986; González y Pellicer, 1988; Asensio et alii, 1994;
González et alii, 2000), en el valle del Júcar, en la Manchuela
(Fernández, 1999), en las Lagunas de Ruidera (González et alii, 1987;
García del Cura et alii, 1997a) y en distintos parajes de la comarca de
Los Montes-Campo de Calatrava. Aquí, los procesos de fragmentación
generaron numerosos clastos, que flanquean los relieves cuarcíticos,
unas veces envueltos en una matriz fina y otras sin ella –canchales y
pedreras- (Muñoz, 1976; García Rayego, 1994 y 1997). Estos coluviones
sirvieron como soportes para la talla de los útiles paleolíticos. Los
procesos de transporte que movilizaron los gelifractos (arroyada,
solifluxión, gravedad, etc.) son responsables del hipotético
desmantelamiento de algunos yacimientos paleolíticos más antiguos,
instalados en el dominio de las laderas.
Los testigos geomorfológicos generados durante los momentos
húmedos y más o menos cálidos son las terrazas tobáceas. Éstas se
elaboraron durante las etapas benignas (Estadios Isotópicos impares), y bajo climas mediterráneos de ambientes muy semejantes al
actual. Así, lo demuestran las relaciones isotópicas de 18O/16O analizadas en los depósitos tobáceos de la Alcarria, Lagunas de Ruidera y
Valle del Júcar.
Un problema a solucionar en un futuro es el de precisar la edad
de los suelos rojos que, en el Campo de Calatrava, coronan el techo
de los niveles a partir de + 6 m en las cuencas del Guadiana, Jabalón
y Bullaque. Está claro que se formaron en ambientes húmedos favorecedores de un notable desarrollo de la vegetación (fitoestabilización).
Sin embargo, la supuesta asimilación genética, efectuada por distintos autores en la década de los años setenta, haciendo coincidir su
desarrollo con las fases pluviales norteafricanas se apoya sobre un
modelo muy elemental y que debe ponerse en duda con los datos
que disponemos en la actualidad: la génesis de todos los suelos rojos
del Campo de Calatrava no deben adscribirse a las etapas frías europeas (Würm I, Mindel, etc.) y los encostramientos a las fases
interglaciares, cuando la sequedad reinaba en los dominios del Norte
de África. De aquí que no nos parezca muy fiable la aplicación de
estimaciones edafológicas como criterio cronológico para establecer
la edad de algunas terrazas de este tramo de la cuenca, sobre todo,
a la vista de ciertas ambigüedades detectadas en el origen y posición
de los suelos rojos.
- En lo que respecta a la ocupación paleolítica de la cuenca
alta y media del Guadiana, en primer lugar, apuntar el hecho
de que no se ha documentado ningún tipo de restos de factura antrópica en el Pleistoceno Inferior. Durante el
Pleistoceno Medio se generaliza la ocupación de este área.
La mayor parte de los hallazgos del Paleolítico Inferior se
documentan en las terrazas medias del río Guadiana y sus
afluentes (Jabalón, Bullaque, etc.). Estos yacimientos
175 | 176
achelenses se caracterizan por ubicarse al aire libre, en los
que se advierten conjuntos líticos en superficie compuestos
fundamentalmente por macroutillaje de bifaces, hendedores,
triedros y cantos trabajados, así como productos derivados
de estrategias de explotación de lascas (“débitage”) siguiendo la modalidad discoide, levallois y las morfologías poliédricas.
Los núcleos clasificados como poliédricos atienden bien a
esquemas de carácter multidireccional o a la intensificación
en la explotación de núcleos pertenecientes a modalidades
de talla discoides o levallois. El poblamiento y ocupación del
Campo de Calatrava se generalizaría en el Riss, en opinión de
algunos autores, existiendo numerosos yacimientos de
Achelense Medio, como El Martinete o Albalá, ubicados en
terrazas de +10-13 m y +3-8 m del Guadiana respectivamente
(Santonja y Redondo, 1973; Santonja y Querol, 1976; Santonja,
1981; Santonja y Querol, 1983).
Otros enclaves con industria achelense en estratigrafía se ubican
en los niveles de terraza del Guadiana a + 3-7 m en Puente de las
Ovejas, con un escasa muestra de hendedores, bifaces y utillaje sobre lasca (Santonja y Querol, 1973), a + 6 m, tanto en Valverde de
Calatrava, con presencia de cantos trabajados, escasos núcleos e
instrumentos sobre lasca (Santonja y Redondo, 1973; Molina, 1974),
como en El Vicario, donde se localizaron bifaces parciales y picos
triédricos (Santonja, 1981). Del mismo modo, destacan los conjuntos
de Achelense Superior detectados en la superficie de terrazas fluviales del Bullaque, a + 5 m (Porzuna) (Vallespí et alii, 1979 y 1985).
Por su parte, los yacimientos musterienses, como ya se ha señalado en trabajos previos (Santonja, 1981 y 1992; Ciudad Serrano, 1986b
y 2000, entre otros), superan el número de localizaciones achelenses
y se distribuyen por una mayor extensión territorial penetrando, aún
más, por los valles de las redes de afluentes y rebordes de las lagunas
endorreicas e, incluso, ocupando áreas más o menos alejadas a los
fondos de los valles de la red fluvial (Santonja et alii, 1975), siempre y
cuando existan formaciones geomorfológicas suministradoras de material cuarcítico. Dichos yacimientos, cuya cronología se ubica a grandes rasgos entre el 120.000 B.P. y 35.000 B.P., entre el Estadio Isotópico
5 y el 3, presentan conjuntos industriales en superficie elaborados
en cuarcita de origen local, tomando la mayoría de estos enclaves el
carácter de zona de aprovisionamiento de materia prima y talla en
entornos con gran densidad y extensión de material cuarcítico en
forma de cantos subredondeados y angulosos de glacis, coluviones y
piedemontes, debido a la fracturación por hielo/deshielo de los afloramientos de las sierras cuarcíticas de la zona. Las estrategias de
explotación lítica de estos conjuntos es propiamente de “débitage”
discoide (trabajo centrípeto), levallois (lineal y recurrente) y
multidireccional a partir de las cuales se extrae gran número de lascas,
retocadas en algunos casos configurando útiles de sencillez tipológica (raederas, raspadores, denticulados, muescas, cuchillos de dorso,
etc.). Los yacimientos donde han aparecido evidencias de macroutillaje
tradicionalmente han sido adscritos al Musteriense de Tradición
Achelense. Destacan los yacimientos del gran abanico aluvial del Alto
Guadiana (Martín Blanco et alii, 1994; Jiménez Manzanares, 1995), los
conjuntos de La Mancha (Santonja, inédito), así como los enclaves
del Campo de Calatrava (Ciudad Serrano, 1986b).
Por último, las escasas evidencias de ocupación durante finales
del Pleistoceno Superior, materializadas en piezas del Paleolítico Superior encontradas en la superficie de las terrazas bajas del Guadiana
(en el paraje denominado “Molino del Emperador” - Santonja, 1981-)
y del Bañuelos (C. Fernández Calvo y A. Gómez Laguna, com. personal), auguran un futuro ciertamente prometedor en el conocimiento
LOS PRIMEROS POBLADORES de Castilla-La Mancha
de esta fase cronocultural, tan poco conocida en este ámbito geográfico, debido tanto a un incremento del rigor climático, a la ausencia de cavidades que pudieran ser habitadas, como a la falta de investigaciones al respecto (Ripoll López et alii, 1997).
CONCLUSIONES
Esta revisión pone de manifiesto que aún nos encontramos lejos
de poder ofrecer una visión de conjunto sistemática y rigurosa acerca del conocimiento del Pleistoceno de esta gran cuenca peninsular,
así como de las industrias líticas asociadas fundamentalmente a sus
múltiples formaciones superficiales, y en menor medida,
contextualizadas en estratigrafía. Los principales inconvenientes, como
se señaló en la introducción, vienen determinados por:
- La rareza de datos de cronología absoluta.
- Los fragmentarios conocimientos que poseemos de algunas
cuencas fluviales de esta red hidrográfica.
- La escasez de información acerca de los ambientes asociados
a prolongadas épocas del Cuaternario, como el Pleistoceno
inferior y el medio.
- La relativa ausencia de datos paleofaunísticos y paleobotánicos.
- La reiterativa disposición de los yacimientos paleolíticos en
la superficie de las formaciones geomorfológicas y por tanto,
sin contexto nítido de su estratigrafía y de las condiciones
ambientales en las que se desarrolló la actividad humana.
- La falta de interés prestado a los yacimientos de superficie
por parte de algunos investigadores, realizando un mero estudio tipológico de sus conjuntos industriales.
El emplazamiento de los distintos yacimientos se esparce por todo
el territorio de la cuenca del Guadiana y siempre, su mayor densidad,
está controlada por factores geomorfológicos, que, a su vez determinan la mayor o menor presencia de litologías cuarcíticas (Santonja et
alii, 1997; Santonja, 1981 y 1992; Ciudad Serrano, 1996 y 2000, Santonja
y Pérez-González, 2000-2001, etc). En efecto, la mayor parte de los
asentamientos paleolíticos, como ya se advierte en estos trabajos, se
localiza en las inmediaciones de los cauces actuales, fuente de recursos bióticos (animales y vegetales) como abióticos (rocas para elaborar útiles con filo cortante). Sobre todo se han documentado asentamientos paleolíticos en las terrazas fluviales debido a las buenas
condiciones de conservación del registro pleistoceno que presentan
sus depósitos (Santonja, 1992; Santonja y Pérez-González, 1997 y 20002001). Del mismo modo, se han registrado ocupaciones paleolíticas en
otras unidades geomorfológicas de enlace (coluviones, abanicos
aluviales, etc.), ya que en ellas afloraban los elementos cuarcíticos
que le servirían como materia prima para la elaboración de sus instrumentos líticos. Sería fundamental la realización de un estudio sistemático en estos dos tipos de conjuntos sobre la representatividad de
las categorías presentes de manera que fuera posible establecer distinciones funcionales entre los mismos. Si bien la calidad de la materia prima de los propios afloramientos situados en las cresterías cimeras de las sierras de cuarcita de la región es buena, no de “mala
calidad” (Ciudad Serrano, 2000), dichas comunidades de cazadoresrecolectores optaron por el aprovechamiento inmediato en depósitos agregrados de cantos rodados de los ríos y cantos subangulosos
coluvionares y de las rañas. Sólo los valles de aquellos ríos cuyas
cuencas-vertiente no presentan conjuntos detríticos de cuarcita o
el sílex es escaso evidencian una escasa ocupación paleolítica.
Por tanto, entre los yacimientos achelenses destacan los enclaves situados en las terrazas medias de los ríos Guadiana y Jabalón,
177 | 178
ubicadas a +10-13 m (El Martinete) y a + 8 m (Albalá) (Santonja y
Redondo, 1973; Santonja y Querol, 1976; Santonja, 1981; Santonja y
Querol, 1983), así como a + 5 m (conjuntos de Achelense Superior de
Porzuna – Vallespí et alii, 1979 y 1985-), si bien los primeros indicios se
contextualizan en sus niveles altos, a + 25 m (Molino del Emperador –
Santonja, 1981-) y + 19 m respectivamente (Puente Morena -Santonja y
Redondo, 1973; Santonja, 1981), recogido en diversas síntesis regionales (Santonja y Pérez-González, 1997 y 2000-2001). Más diversificado
es el patrón de asentamiento del Paleolítico Medio, documentándose
una presencia de estos grupos de homínidos en entornos
geomorfológicos (piedemontes, glacis, coluviones y rañas) con una
densidad importante de clastos y nódulos cuarcíticos en superficie,
con el objetivo de aprovechar dichos soportes líticos para su talla
(Santonja, 1981 y 1992; Ciudad Serrano, 1996; Santonja y PérezGonzález, 2000-2001), seguramente en respuesta a un cambio en los
modelos de explotación del medio como resultado de mayores requerimientos tecnológicos. Finalmente, son escasas las evidencias de
ocupación durante el Paleolítico Superior, documentándose en las
terrazas bajas (+ 2-3 m) del Guadiana (Dehesilla del Emperador -Santonja,
1981-) y del Bañuelos (C. Fernández Calvo y A. Gómez Laguna, com.
personal).
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