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Las Capitanías Generales de Cuba y Puerto Rico en el “gran Caribe”, 1808-1812 Michael Zeuske (última versión) Universidad de Colonia, Alemania Publicado bajo: Zeuske, “Las capitanías generales de Cuba y Puerto Rico en el ‘Gran Caribe’, 1808-1812”, en: Chust, Manuel; Frasquet, Ivana (eds.), Los colores de las independencias iberoamericanas. Liberalismo, etnia y raza, Madrid: CSIC, 2009 (Colección América), pp. 21-48. (primera versión) Zeuske, “Las capitanías generales de Cuba y Puerto Rico, 1808-1812”, en: Chust, Manuel (coord.), 1808. La eclosión juntera en el mundo hispano, México, D.F.: Fondo de Cultura Económica; Comex, 2007, pp. 356-404 (ISBN: 978-968-16-8515-7). Cuba y el Caribe español 1800-1820 Para Europa y América del Norte en 1800 la isla de Cuba apenas era conocida como un país del azúcar. Alexander von Humboldt, quién pasó por la isla en 1799/1800 y 1804, la describió como “un desierto con una cabeza de agua [La Habana]”. Humboldt, Reise auf dem Río Magdalena, durch die Anden und durch Mexico, aus den Reisetagebüchern, comp. y ed. Margot Faak, 2 vols., Berlin: Akademie-Verlag, 1986/1990, p. 87. Projekt CEHI 14/03 der „Fundación Carolina“ (Madrid, Spanien), Titel „Liberalismo y protonacionalismo en el mundo hispánico“. La expresión “un desierto” se refiere al monte y a las divulgadas economías de subsistencia, tabaco y de ganadería extensa fuera de la capital, junto con un comercio clandestino, vulgarmente conocido como contrabando. Los extranjeros, aunque sea un científico excelente como Humboldt (quién era un ferreo enemigo de la esclavitud), en la historia real apenas reconocieron las potencialidades de un renovada esclavitud (lo que más tarde Tomich llamó “segunda esclavitud” Tomich, Dale W., Slavery in the Circuit of Sugar: Martinique and the World Economy, 1830-1848, Baltimore and London: Johns Hopkins University Press, 1990; Tomich, „The ‚Second Slavery‘: Bonded Labor and the Transformations of the Nineteenth-century World Economy“, en: Tomich, Through the Prism of Slavery. Labor, Capital, and World Economy, Boulder [etc.]: Rowman & Littlefield Publishers, Inc. 2004, pp. 56-71; Tomich, „World Slavery and Caribbean Capitalism: The Cuban Sugar Industry, 1760-1868“, en: Ibíd., pp. 75-94; Tomich, “Spaces of Slavery, Times of Freedom: Rethinking Caribbean History in World Perspective”, en: Ibíd., pp. 95-119; Tomich, “The Wealth of the Empire: Francisco de Arango y Parreño, Political Economy, and the Second Slavery in Cuba“, en: Comparative Studies in Society and History, No. 1 (2003), pp. 4-28; Zeuske, Michael, Schwarze Karibik. Sklaven, Sklavereikulturen und Emanzipation, Zürich: Rotpunktverlag, 2004 [Caribe Negro. Esclavos, culturas de la esclavitud y emancipación]; en cuanto a Humboldt y la esclavitud en Cuba véase mi artículo sobre la parte del diario humboldtiano (Cuba 1804), recientemente hallado en Cracóvia (Polonia): Alexander von Humboldt y la comparación de las esclavitudes en las Américas, in: HiN, VI, 11, Potsdam (2005), S. 65-89. www.unipotsdam.de/u/romanistik/humboldt/hin/hin11/inh_zeuske.htm.). Eso quiere decir que los procesos encaminados en España en 1808 encontraron a la Cuba “grande”, la Cuba del azúcar y de la esclavitud masiva, en un proceso sumamente complicado de desarrollo. Mucho más que Cuba, la isla de Puerto Rico hubiera merecido la expresión fisiocráta de “un desierto”, porque si parecia a Cuba, pero tenía (y tiene) el tamaño de Jamaica (un poco menos), tenía una economía mucho más caracterizada por subsistencia, contrabando y ganadería extensiva. De Santo Domingo (la parte española) ni hablar. Marte, Roberto, Cuba y la República Dominicana. Transición económica en el Caribe del siglo XIX, Santo Domingo, R.D.: Editorial CENAPEC, s.a. [1989]; no en balde en las Cortes de Cádiz se contempló una excepción a la isla de Santo Domingo, véase: Chust, Manuel, “La Junta Central : Sendas revolucionarias en caminos independientes”, en : Chust, La cuestión nacional americana en las Cortes de Cádiz, Valencia : Centro Francisco Tomás y Valiente UNED Alzira-Valencia Fundación Instituto Historia Social, 1999 (Biblioteca Historia Social, 2), p. 176. Sólo después del ataque de “amphibious warfare” británico en 1797 a San Juan comenzó en Puerto Rico un proceso en algo parecido al desarrollo de Cuba. Torres Ramírez, Bibiano, La isla de Puerto Rico (1765-1800). Prólogo de don José Antonio Calderón Quijano, San Juan de Puerto Rico: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1968; Scarano, Francisco A., Sugar and Slavery in Puerto Rico. The Plantation Economy of Ponce, 1800-1849, Madison: The University of Wisconsin Press, 1984, Picó, Fernando, Historia general de Puerto Rico, Río Piedras: Ediciones Huracán, 1988, pp. 136-149. En la más importante isla hispánica de la Antillas, Cuba, los problemas más candentes para la élite antes del intento de formar una junta fueron dos: la cuasi-guerra entre los Estados Unidos y Francia , el llamado “embargo de Jefferson” (22 de diciembre de 1807 hasta 1809) y la falta temporal del situado mexicano. Kuethe, Allan J., „El situado mexicano, los azucareros y la fidelidad cubana: comparaciones con Puerto Rico y Nueva Granada“, en: Piqueras, José A. (ed.), Las Antillas en la era de las Luces y la Revolución, Madrid: Siglo XXI de España Editores, S.A., 2005, pp. 301-318. En total, junto con los problemas del llamado “comercio libre” Lucena Salmoral, Manuel, “La orden apócrifa de 1810 sobre la ‘Libertad de Comercio’ en América”, en: Boletín Americanista (BA) 28 (1978), Universidad de Barcelona, pp. 123-145; Marrero, Leví, “El comercio libre con extranjeros: alternativa a la independencia política de la América Española”, en: Marrero, Cuba: economía y sociedad, 15 toms., Madrid: Editorial Playor, S.A., 1972-1992, Vol. XII, pp. 82-90. , el centralismo estatal y ecclesiástico del imperio, para la oligarquía de La Habana hubiera sido muy deseable un “autonomismo”, pero un “autonomismo” realista muy cercano al absolutismo, como era de tradición desde 1763 (con la cual, los hacendados azucareros y los comerciantes esclavistas ya habían adquirido el comercio libre de esclavos, además de ganar la llamada “guerra de los diezmos” contra la iglesia). Pues, en comparación con otros territorios americanos, la isla de Cuba alrededor de 1800 tenía tres especifidades. Primero, su territorio o, más bien, sus ciudades portuarias más importantes (La Habana/Matanzas y Santiago de Cuba) – junto con el puerto de San Juan en Puerto Rico Reilly, Alejandro de, „Memoria de D. Alejandro O’Reilly sobre la isla de Puerto Rico“, en: Tapia y Rivera, Alejandro (comp.), Biblioteca histórica de Puerto Rico, San Juan: Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1970, pp. 624-621. (y la isla de Santo Domingo español) – se hallaban más cercano a dos polos revolucionarios que otros territorios españoles en América: él de los Estados Unidos de América del Norte Rodríguez Vicente, Encarnación, „El comercio cubano y la guerra de emancipación norteamericana“, en: Anuario de Estudios Americanos, XI Sevilla (1954), pp. 61-106; Knight, Allan J., “The American Revolution and the Caribbean”, en: Berlin, Ira; Hoffman, Ronald (eds.), Slavery and Freedom in the Age of American Revolution, Urbana: University of Illinois Press, 1986, pp. 237-261; Torres-Cuevas, Eduardo, “Lo que debe la independencia de los Estados Unidos a Cuba. Una ayuda olvidada”, en: Casa de la Américas, Año XL, No. 218 (Enero-Marzo del 2000), pp. 28-63; Fernández de Pinedo Echevarría, Nadia, “Commercial relations between USA and Cuba in times of Peace and War, 1803-1807”, in: Illes i Imperis, 4 (Primavera 2001), S. 5-23. y él de la colonia francesa de Santo Domingo, Saint-Domingue. Ferrer, Ada, “La société esclavagiste cubaine et la révolution haïtienne”, en : Annales. Histoire, Sciences sociales, 58e année, no 2 (mars-avril 2003), pp. 333-356; Ferrer, “Noticias de Haití en Cuba”, en : Revista de Indias (RI), Vol. LXIII, núm. 229 (2003), pp. 675-693; Gonzalez-Ripoll Navarro, María Dolores; Naranjo Orovio, Consuelo; Ferrer, Ada, Garcia Rodriguez, Gloria; Opartný, Josef (eds.), El rumor de Haiti en Cuba. Temor, raza y rebeldia, 1789-1844, Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Cientificas (CSIC), 2005 (Coleccion Tierra Nueva e Cielo Nuevo, nº 50). Segundo, Cuba era parte de un territorio especial dentro del concepto del imperio de la corona española (“isla de los ensayos” González-Ripoll Navarro, María Dolores, Cuba, la isla de los ensayos : cultura y sociedad, 1790-1815, Madrid : Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Centro de Humanidades, Instituto de Historia, Departamento de Historia de América, 1999.); y tercero: La Habana, su puerto y en cierto sentido toda Cuba eran puntos importantísimos de intersección imperial y, por lo tanto, puntos estratégicos de más alto rango, tanto para la comunicación con Sevilla/Cádiz, como para la comunicación con el país de la plata, Nueva España y su puerto Veracruz. Grafenstein Gareis, Nueva España en el circuncaribe, 1779-1808. Revolución, competencia imperial y vínculos intercoloniales, México: UNAM, 1997; González-Ripoll Navarro, María Dolores, Cuba, la isla de los ensayos : cultura y sociedad, 1790-1815, Madrid : Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Centro de Humanidades, Instituto de Historia, Departamento de Historia de América, 1999; Kuethe, „La fidelidad cubana durante la edad de las revoluciones“, en: Anuario de Estudios Americanos (AEA), Vol. 55 (1998), pp. 209-220; Grafenstein Gareis, Johanna von, “El Caribe en la política imperial de España, siglo XVIII”, en: Tzintzun. Revista de Estudios Históricos 32 (Julio-Dic. del 2000), pp. 111-138; Piqueras, Sociedad civil y poder en Cuba. Colonia y poscolonia, Madrid: Siglo XXI de España Editores, S.A., 2005. San Juan de Puerto Rico era el apostadero y la base de la marina militar y, por eso, algo como un “Gibraltar español” del Caribe durante las guerras contra las independencias americanas (aunque el apostadero de la Habana era mucho más importante). De estas especifidades resultaron, en Cuba enmarcado en lo local, puramento económico y estructural en un proceso de larga duración ya desde alrededor de 1740 (formación de nuevos ingenios azucareros con esclavitud masiva), pero claramente visible desde la recuperación de La Habana de los ingleses en 1763, tres tendencias obvías. Cuba vivía profundos procesos de reforma exitosa dentro de lo que se ha llamado “reformismo carolino”, sobre todo en lo militar, demográfico y económico-social. Johnson, M. Sherry, The social transformation of eighteenth century Cuba, Gainesville : University Press of Florida, 2001. Las élites, sobre todo la élite de La Habana, una oligarquía profundamente hispano-americana, ya en el siglo XIX denominada “sacarocracia” (José Antonio Saco), jugaba un papel sumamente activo en la realización de estas reformas. Por eso, en la isla, como en cierto sentido también en Puerto Rico (en Santo Domingo Schaeffer, Wendell, “The delayed Cession of Spanish Santo Domingo to France, 1795-1800”, en: HAHR, vol. XXIX (Febr. 1949), pp. 46-68. Porras Muñoz, Guillermo, “El fracaso del Guarico”, en: AEA Vol. XXV (1968), pp. 601-618. Aunque la corona, como se puede apreciar en el “Código Negro Carolino” de 1785 para Santo Domingo, tenia la idea de “desarrollar” justamente la parte oriental de la vieja isla La Española, véase: Malagón Barceló, Javier, Código Negro carolino o Código Negro español, Santo Domingo, 1784, Santo Domingo: Ediciones Taller 1974; Lucena Salmoral, Manuel, “El texto del segundo Código Negro español, también llamado Carolino, existente en el Archivo General de Indias”, en: Estudios de Historia Social y Económica de América, Nr. 12 (1995), Alcalá de Henares, pp. 267-324., en primera parte por razones exteriores, no), las reformas carolinas, tanto las de Carlos III, como las de Carlos IV, resultaron un éxito – lo repito. En Cuba se reorganizó las milicias y el ejército fijo, se creyó la primera intendencia americana y se construyó la gigantesca fortaleza de La Cabaña. Para eso, la corona necesitaba la participación de las élites locales, sobre todo la de los patricios de La Habana. El proceso de reformas que surgió de todo esto duró por lo menos de 1763 hasta 1825, con problemas, claro, pero a pesar de esto casi ininterrumpido por los cambios de reyes y sistemas en la “madre patria” (Carlos III, Carlos IV, primer Fernando VII, Regencia-Cortes de Cádiz-José Napoleón, segundo Fernando VII, Trienio Liberal, último Fernando VII). Todo esto sólo se acabó con las “facultades omnímodas” para los capitanes generales (1825), verdaderos proconsules imperiales y, finalmente con la expulsión de los diputados cubanos por parte de los liberales penísulares en 1837. Fradera, Josep María, „¿Por qué no se promulgó las leyes Especiales de Ultramar?“, en: Fradera, Gobernar colonias, Barcelona: Ediciones Península, 1999, pp. 71-94. Al comienzo, en 1775, para la Cuba del azúcar y de la esclavitud se abrieron vastos horizontes de comercio y crecimiento, prácticamente un horizonte de utopias de crecimiento eterno (la esencia de esta utopia, acomañado de un programa de desarrollo de la hasta aquel entonces periferias mediente la esclavitud masiva, se encuentra en el famoso discurso del “Adam Smith de las plantaciones”, Francisco de Arango y Parreño: “Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla”, 1792) Arango y Parreño, Francisco, “Representación hecha a S.M. con motivo de la sublevación de los esclavos en los dominios de la Isla de Santo Domingo“ (20 de noviembre de 1791), en: Arango y Parreño, Francisco, Obras de D. Francisco de Arango y Parreño, 2 toms., La Habana: Publicaciones de la Dirección de Cultura del Ministerio de Educación, 1952 (Obras), I, pp. 111-112 ; Arango y Parreño, “Discurso sobre la agricultura de La Habana y medios de fomentarla” (1792), in : Documentos para la historia de Cuba, 5 Vols. in 4 Toms., Pichardo, Hortensia (ed.), La Habana: Editorial de Ciencias Sociales 1973, I, pp. 162-197; sobre Arango véase los trabajos de Amores Carredano, Juan B., „El joven Arango y Parreño: Origen del proyecto político-económico de la sacarocracia habanera (1786-1794), en: Temas Americanistas 12, Sevilla (1995), pp. 25-33; Amores Carredano, Juan B., “Francisco de Arango y Parreño: la transición hacia la modernidad en Cuba”, en: Fisher, John R. (ed.), Actas del XI Congreso Internacional de AHILA, 3 Toms., Liverpool: University of Liverpool, 1998, T. II, pp. 507-521; Amores Carredano, “Las élites cubanas y la estrategia imperial borbónica en la segunda mitad del siglo XVIII”, en: Navarro García, Luis (ed.), Elites urbanas en Hispanoamérica, Sevilla: Universidad de Sevilla, 2004, pp. 189-196., con las guerras alrededor de la independencia de la trece colonias británicas al norte de América y la siguiente apertura del comercio con neutrales, con las guerras contra Francia, la rebelión de los esclavos en el Guarico (el viejo nombre de Le Cap en Saint-Domingue), con las guerras para sacar la “parte francesa” de Santo Domingo (“vendido” a Francia prácticamente en 1795) de Francia Olivares, Itamar, „La cession de Santo-Domingo à la France (1795-1802)“, en: Mélanges de la Casa de Velázquez, Tome XXX-2, Madrid (1994), pp. 49-75; Yacou, Alain, „La stratégie espagnole d’éradication de Saint-Domingue français, 1790-1804”, en : L’Espace Caraïbe. Théâtre et Enjeu des Luttes Impériales (XVIe - XIXe Siècle), coord.. Butel, Paul ; Lavallé, Bernard (Collection de la Maison des Pays Ibériques, 70), Bordeaux: Maison des Pays Ibériques, 1996, pp. 277-293. y , finalmente, con las interminables guerras napoleonicas. Bajo estas condiciones, la corona imperial de las Españas (respectivamente la Regencia) era dispuesto a dar mucho dinero y mucha plata a Cuba: la isla era el territorio americano con las más grandes sumas de situados (hasta 1811) Marichal, Carlos; Souto Mantecón, Matilde, “Silver and Situados: New Spain and the financing of Spanish Empire in the Caribbean in the Eighteenth Century“, en: Hispanic American Historical Review (HAHR) Vol. 74:4 (1994), pp. 587-613; Kuethe, „La fidelidad cubana ...”, pp. 209-220, en especial pp. 213-214; Kuethe, „El situado mexicano, los azucareros y la fidelidad cubana: comparaciones con Puerto Rico y Nueva Granada“, pp. 301-318. y las élites, tanto “españoles” como “criollas”, eran la más privilegiadas en cuanto al “comercio de neutrales”. Zeuske, “¿Padre de la Independencia? Humboldt y la transformación a la modernidad en la América española”, en: Debate y perspectivas. Cuadernos de Historia y Ciencias Sociales, Madrid, No. 1 (Diciembre de 2000), pp. 67-100. La élite de La Habana era el beneficiario del derrumbe imperial y de las presiones para mantener un esqueleto esencial de comunicaciones entre la península (Cádiz) y América (La Habana). Los cambios políticos se dieron, como ya he resaltado, sobre el trasfondo de cambios económicos y estructurales de larga duración a partir de más o menos 1740, cuando la Guerra del Asiento demostró, que las élites cubanas y las élites imperiales eran dispuestas a hacer cambios profundos y se vieron frenados por una corona tímida y un adversario inglés poderoso, igualmente en auge. La relación íntimamente entrelazada de política imperial, pérdida de territorios (1795-1830: Santo Domingo 1795/1822, Louisiana 1804 Smith, Ronald D., “Napoleon and Louisiana: Failure of the Proposed Expedition to Occupy and Defend Louisiana, 1801-1803”, en: Louisiana History 12 (1971), pp. 21-40., las Floridas 1763-1783, 1810/1820, las colonias continentales 1813/1821/1830), mentalidad emprendedora criolla, militarización de las élites tanto cubanas como metropolitanas con estos procesos de larga duración se demuestran claramente en cuanto a las ganacias surgidas del comercio de neutrales. Leví Marrero resalta: “Las casas de comercio habaneras, beneficiarias directas de este comercio de neutrales, estuvieron en condiciones óptimas para financiar, en relativa gran escala, el boom azucarero iniciado en la última década del Setecientos, al punto de que entre 1797 y 1801, prestaron a los hacendados fomentistas un total de 15.000.000 de pesos.” Marrero, “Los comerciantes prestamistas en la Cuba pre-bancaria”, en : Marrero, Cuba …, XII, pp. 255-260. Y otro de los grandes historiadores de esta época cubana, Allan J. Kuethe, nos advierte en cuanto a los situados: “Franklin Knight y Manuel Moreno Fraginals han postulado que gran parte del capital que financió la revolución azucarera de estos años se originó en el situado mejicano, algo que parece indiscutible”. Kuethe, „La fidelidad cubana ...”, pp. 209-220, en especial p. 214. Pero no fue solamente capital real, sino también capital humano (olas de emigración hacia Cuba a partir de 1763 y la apertura del comercio de esclavos a partir de 1789, cesión de las Floridas a Inglaterra primero, a Estados Unidos después, de 1790 a 1804 las turbulencias en Saint-Domingue y la cesión de Santo Domingo española a Francia en 1795) y capital simbólico – la acceleración del desarrollo de Cuba como una sociedad de un “boom” económico y de ricas ganacias en tiempos de crisis del “gran” imperio, de “felicidad” para todos (las élites y los pobladores blancos de Cuba) como lo decia Arango en su Discurso de 1792 se debe casi directamenta estas trasferencias culturales, humanos y financieros de otras partes del imperio español y del imperio francés. La Cuba “grande” surgió de trasferencias, reunidas y dirigidas por una élite muy hábil. Para no olvidar algo muy importante: eso no era nada ajeno, exterior, para la élite local de La Habana. Por ejemplo de su seno salieron las propuestas de utilizar los resultados de la ciencias más avanzadas de su tiempo y de promover lo que era en aquel entonces lo más importante para ellos: una revolución botánica, agricultural y en general, científica. Puig-Samper, Migue Ángel, „La ciencia de los señores del azúcar“, in: Puig-Samper; Valero, Historia del Jardín Botánico de la Habana, Madrid (Aranjuez): Ediciones Doce Calles, CSIC, 2000, pp. 19-35. El nucleo del cambio económico y social de la formación del complejo regional de producción azucarera con esclavitud masiva, la llamada „Cuba grande“ alrededor de La Habana, había surgido entre 1740 y 1790. Un primer impulso se manifestó ya entre 1701 y 1715 con el comercio relativamente “libre” con los franceses (también los franceses de Saint-Domingue), según el modelo “tabaco contra esclavos”. A partir del segundo tercio del siglo XVIII se expandió la producción azucarera en ingenios alrededor de La Habana. Los paisajes del azúcar todavía eran relativamente pequeñas, en 1800 contaban con un 4% del territorio cubano. Se hallaban al sur y al oeste de La Habana y entre esta ciudad y Matanzas al este, además de algunas regiones en Oriente (Santiago de Cuba) y en el centro de Cuba (Trinidad), así como Puerto del Príncípe. La cuna local de la “gran” Cuba, una Cuba de ingenios, economía de exportación y eslavitud rural (y diferentes culturas afroamericanas) se encuentra en el „hermoso valle de Güines“ „Das Tal von Güines auf der Südostseite Havannas, eine der herrlichsten Gegenden der Neuen Welt“ (El valle de Güines en la parte sudoriental de La Habana, uno de los paisajes más bellos del Nuevo Mundo), en: Humboldt, Alexander von, Mexiko-Werk. Politische Ideen zu Mexico. Mexicanische Landeskunde, ed. y comentarios de Beck, Hanno [et al.], Darmstadt: Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1991 (Studienausgabe, Vol. IV), p. 341. Humboldt lo utiliza para analizar las diferencias del concepto de „agricultura“ entre México y Cuba. al sudeste de La Habana. Alexander von Humboldt lo describió varias veces (con lo cual seguió a Arango García, Gloria, „El despegue azucarero cubano: la versión de Arango y Parreño”, en: Balboa, Imilcy ; Piqueras (eds.), La excepción americana. Cuba en el ocaso del imperio continental, Valencia: Centro Francisco Tomás y Valiente UNED Alzira; Fundación Instituto de Historia Social, 2006, pp. 155-175. ). Él utilizó esta “foto de un paisaje” varias veces para compararlo con otros paisajes agriculturales en América. Casi todos los actores que actuaron en 1808 tenían ingenios y esclavos en este nuevo paisaje de la esclavitud. Para pincelar algunas linéas del futuro: a partir de 1837 se mueve el primer ferrocarril de América entre La Habana, Bejucal y Güines, el centro de la Cuba grande de aquel entonces. Y otros veinte años más existía una red de ferrocarriles que comunicaba todas las zonas de plantaciones y los puertos más importantes de la isla – en Cuba se había desarrollado la agricultura más eficaz del occidente, por supuesto una agricultura que se basaba en la esclavitud másiva. Moreno Fraginals, Manuel, El Ingenio. Complejo económico social cubano del azúcar, 3 Bde., La Habana: Ed. de Ciencias Sociales, 1978, Bd. I, S. 151; siehe auch: Zanetti Lecuona, Oscar; García Álvarez, Alejandro, Caminos para el azúcar, La Habana: Ed. de Ciencias Sociales, 1987; Zeuske, „‘Geschichtsschreiber von Amerika‘: Alexander von Humboldt, Deutschland, Kuba und die Humboldteanisierung Lateinamerikas“, in: Humboldt in Amerika, ed. Zeuske, Leipzig: Leipziger Universitätsverlag, 2001 (=Comparativ, 11 Jg., Heft 2), S. 30-83; Santamaría García, Antonio, “El ferrocarril en las Antillas españolas (Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana, 1830-1995”, in: Historia de los ferrocarriles de Iberoamérica (1837-1995), Sanz Fernández, Jesús (coord.), Madrid: Ministerio de Fomento, 1998, S. 289-334; Fernández de Pinedo Echevarría, Comercio exterior y fiscalidad: Cuba 1794-1860, Bilbao: Servicio Editorial. Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertstatea, 2002. La más tarde provincia de Matanzas se hizo el corazón de la „Cuba grande“. Ruiz, Raúl R., Matanzas. Surgimiento y esplendor de la plantación esclavista (1793-1887), Matanzas : Ediciones Matanzas, 2001. El corazón de este desarrollo era - según las palabras de Arango en su Discurso – la libertad de comerciar y explotar negros esclavos de Africa – eso era el límite de la libertad. En 1796 habia surgido un conflicto entre las élites en cuanto a la esclavitud africana y el comercio de esclavos – por razón de la revolución de esclavos al lado de Cuba. En el Real Consulado (la institución misma era un resultado importante de las reformas) hubo una profunda discusión entre los propagadores de una „inmigración blanca“ (Capitán general Luis de las Casas), un aumento masivo del comercio de esclavos (Arango) y la introducción de indios mexicanos y yucatecos (mecos, mayas – el marqués de Casa Peñalver). Naranjo Orovio, Consuelo, „Humboldt en Cuba: reformismo y abolición“, en: Debate y perspectivas. Cuadernos de Historia y Ciencias Sociales, Madrid, No. 1 (Diciembre de 2000): Alejandro de Humboldt y el mundo hispánico. La Modernidad y la Independencia americana, coord. por Puig-Samper, pp. 183-201, aqui p. 188. Arango ganó. Nicolás Calvo del grupo alrededor de Arango sabía muy bien, a pesar de la revolución de esclavos en Haití: “A los franceses no es facil fabricar tan pronto aquella porcion de azúcar; porque sus Negros sublevados y hechos á la guerra, aborrecerán por mucho tiempo todo trabajo, sujecion y buen órden. Los Yngleses no tienen ya en sus pedregonas islas, ni un palmo de tierra buena que no esté cultivado, y así no es de creer puedan ya acrecentar mucho mas su producto”. A los hacendados cubanos, como Calvo lo explica en el mismo texto, les gustó importar “franceses” expertos de la producción de azúcar con los métodos más modernos de aquel entonces “Informe de Nicolás Calvo al Real Consulado” (6 de Septiembre de 1797), en: Archivo Nacional de Cuba, La Habana (ANC), Real Consulado y Junta de Fomento de la Isla de Cuba, leg. 85, No. 3489, f. 2r-3r, 7v -8r; véase también: RC 92/3921: “Expediente ofreciendo seguir por el metodo frances el cultivo de la caña de azucar y la elaboracion de este fruto, y solicitando licencia del gobernador para traer a su costo varios artefices y agricultores franceses”, 26 de Agosto de 1795. – una base muy fuerte (junto con las tradiciones de la „amistad borbónica“) de una posible „carta francesa“ en 1808. Esto quiere decir también, que las élites cubanas, prácticamente con una revolución de esclavos en la isla vecina, decidieron de desarrollar más la esclavitud en su propia isla – algo muy fuerte en contra de la tesis del “temor ante los esclavos”. También otras partes de la isla de Cuba y sus élites se vieron en un profundo cambio: por ejemplo la parte de Santiago de Cuba por la masiva inmigración francesa desde Saint Domingue (de ahí surgió, entre otro, la economía del café en el oriente de Cuba). O en la parte central de Cuba, en Puerto del Príncipe (hoy Camagüey), por el traslado de la Audiencia de Santo Domingo a Cuba (1804) además de muchos vecinos de la parte española de Santo Domingo. La cuestión para nosotros entonces aqui en el artículo presente es: ¿como pasaron, como sobrevivieron, los lideres y actores de este “boom” la crisis imperial de 1808 a 1814 y que pasó con su proyecto de autonomía? ¿Qué pasó en 1808? No sabemos mucho. Por otra parte, es algo raro, que Cuba hasta hoy en los libros sobre los procesos de formación de los Estados en la América española no tiene casi ninguna importancia, a pesar de que la élite criolla jugó un papel importantísimo en las luchas por el “autogobierno”. Zoraida Vázquez, Josefina (coord.), El nacimiento de las naciones iberoamericanas / síntesis histórica, Madrid: Fundación Mapfre Tavera, 2004 ; Piqueras, “El afán de un gobierno provincial”, en: Piqueras, Sociedad civil y poder en Cuba ..., pp. 95-124. Para decirlo de antemano: si en el día de 26 de julio o en la noche del 27 de 1808 se hubiese formado una Junta de gobierno en La Habana, la élite criolla de La Habana hubiera protagonizado tanto económica- como políticamente el futuro de Cuba y, en cierto sentido (como un centro con éxito económico y una isla de ensayos), también de la América española entera. Eso nos lleva a criticar una tengiversión muy divulgada entre los historiadores latinoamericanos: como las guerras de independencia han tomado, desde más a menos, los años 70 del siglo XIX, el estatus de un acto de nacimiento en la ideologia nacional, se traspasa ese estatus místico también a la formación de juntas. Pero eso no fue así. Primero hay que resaltar la idea de Juan B. Amores que las élites de Cuba no tenían una posición tan estable y estratégica, como muchas veces se les atribuye. Amores Carredano, “Las élites cubanas y la estrategia imperial borbónica en la segunda mitad del siglo XVIII”, pp. 189-196. Las juntas de las élites oligarcas locales eran meros intentos de reforzar sus posiciones y de estabilizar el panorama político bajo los duros golpes de la noticias de la madre patria y además el intento de ganar nuevos espacios en las negociaciones con las élites imperiales (¡también con las élites napoleónicas!). Es decir realizar, cuando posible, los deseos autonómicos o, por los menos de igualdad política; como dijiera Arango: “Somos españoles, no de las perversas clases de que las demás naciones formaron muchas de sus factorías mercantiles ... sino de la parte sana de la honradísima España”. Arango, “Manifiesto del Ayuntamiento de la Habana a la Suprema Junta Central, antes de recibir de oficio la noticia de su instalación”, en: Arango, Obras …, II, pp. 108-114 (publicado así el 20 de septiembre de 1821 en el “Diario del Gobierno Constitucional de la Habana”). Arango utilizó, un poco más tarde (1811) también el concepto de “Nuestra América” – para legitimar un “gobierno provincial” ante los “terribles riesgos de la vecindad del negro Rey Enrique Cristóbal [Henry Christoph] y de los Estados Unidos”. Representación de la Ciudad de la Habana a las Cortes, el 20 de julio de 1811, con motivo de las proposiciones hechas por D. José Miguel Guridi Alcocer y D. Agustín de Argüelles, sobre el tráfico y esclavitud de los negros; extendida por el Alférez Mayor de la Ciudad, D. Francisco de Arango, por encargo del Ayuntamiento, Consulado y Sociedad Patriótica de la Habana, en: Arango, Obras …, II, pp. 145-189, aqui p. 173. Los mismos argumentos como Bolívar hasta 1815. Autonomía: nada más y nada menos. El problema fue que las reformas en Tierra Firme, Buenos Aires y otros lugares del continente no llegaron a cumplir con sus propósitos y los conflictos entre las diferentes élites urbanas e imperiales llevaron a guerras cíviles primero y anticoloniales después. Sólo después de 1821, cuando se conocieron los resultados de la batalla de Carabobo, los enemigos de un Arango y Parreño empezaron a acusarle a él (que había lidereado el intento de formar la Junta Suprema de La Habana en 1808, lo que vamos a describir en lo siguiente). Pero repito: en si las Juntas de 1808-1810 o los intentos de formarlas como en Caracas en 1808 Quintero, Inés, La Conjura de los Mantuanos. Último acto de fidelidad a la monarquía española. Caracas 1808, Caracas : Universidad Católica Andrés Bello, 2002., no tenían nada que ver con algo llamado “independencia”. Pero era más; debo esta idea a Olga Portuondo. Todas la explicaciones posteriores fueron algo como una cortina de humo histórico y textual para cubrir que la cúpula de los gobernantes, en primer lugar Someruelos en La Habana y Kindelán en Santiago, más una parte de las élites cubanas, tanto habaneras como santiagueras, jugaron la “carta de los franceses” (como los otros miembros de la llamada “generación del 92” (Eduardo Torres-Cuevas) en España, Gonzalo O’Farill y el marqués de Casa Calvo que pasaron a cooperar con Napoleón). Portuondo Zúñiga, Olga, “Sin sombra donde apoyarse“, in: Del Caribe, Núm. 45, Santiago de Cuba (2004), pp. 100-104. Regresando a Cuba: el 17 de Julio de 1808 “saltó en tierra D. Juan de Aguilar Amat”, nuevo intendente de Cuba. El Capitán General Salvador Muro y Salazar, marqués de Someruelos, hasta este día todavía en pugna con los pueblos comarcanos de las costas de Cuba para que estos repelen más y más duro los piratas (y contrabandistas) ingleses y en buenas relaciones con el General francés Ferrand en la ciudad de Santo Domingo en la isla vecina (cedida oficialmente a Francia en 1795), recibió las asambrosas noticias de la formación de la Junta de Sevilla. Pezuela, Jacobo de la, Historia de la Isla de Cuba, 4 toms., Madrid: Carlos Bailly-Baillière, 1868-78, III, pp. 380-384 ; véase también el estudio más reciente : Vázquez Cienfuegos, Sigfredo, “Cuba ante la crisis de 1808: el proyecto juntista de La Habana”, en: Serrano Mangas, Fernando; Álvaro Rubio, Joaquín; Sánchez Rubio, Rocío; Testón Núñez, Isabel (coords.), IX Congreso Internacional de Historia de América, 2 Toms., Mérida (Badajoz): Editora Regional de Extremadura, 2002, T. I [Documentos/Actas], pp. 263-269. Aqui hay que introducir una observación muy justa de Allan Kuethe: “La situación militar de España en Cuba se deterioraba año tras año. La estructura del estado del antiguo régimen podía sostener un estado de guerra seis, siete, quizás ocho años o un poco más; pero quince años, casi sin interrupción, era más de los posible”. Kuethe, „La fidelidad cubana ...”, pp. 209-220, aqui p. 217. Someruelos, en una primera reacción, convocó al palacio del Capitán General al general Villavivencio, al obispo Espada, á los acesores de gobierno y al teniente Rey brigadier Francisco Montalvo, el subinspector de las tropas y segundo cabo. Las tropas y las milicias de la isla de Cuba eran casi todos controlados por oficiales, clases y soldados criollos. Para decirlo claro: “las milicias disciplinadas otra vez asumieron la responsabilidad mayor de la defensa de la isla”. Kuethe, “El ejército criollo y la fidelidad cubana durante la época del libertador”, en: Revista de Occidente 30-31 (1983), pp. 43-55; Kuethe, “Los Llorones Cubanos: The Socio-Military Basis of Commercial Privilege in the American Trade under Charles IV”, en: Barbier, Jacques; Kuethe (eds.), The North American Role in the Spanish American Imperial Economy, 1760-1819, Cambridge: Cambridge University Press, 1984, pp. 142-156; Kuethe, “Guns, Subsidies, and Commercial Privilege: Some Historical Factors in the Emergence of the Cuban National Character, 1763-1815”, en: Cuban Studies 16 (1986), pp. 123-138; Kuethe, Cuba, 1753-1815. Crown, Military, and Society, Knoxville: The University of Texas Press, 1986, pp. 143-146; Kuethe, “Havana in the eighteenth century”, en: Knight; Liss, Peggy K. (eds.), Atlantic Port Cities: Economy, culture and society in the Atlantic World, 1650-1850, Knoxville: The University of Tennessee Press, 1991, pp. 13-39. Esto es sumamente importante, porque demuestra dos cosas en el caso especial de Cuba. Primero: eran las élites privilegiadas del pacto especial entre ellos y la corona imperial que controlaban la isla militarmente. Y segundo: no se trataba de toda la élite, sino representantes de la mayor parte de esta élite, la generación de Montalvo (nacido más o menos en 1750 Moreno Fraginals, Manuel, Cuba/España España/Cuba. Historia común, pres. Josep Fontana, Barcelona: Crítica (Grijalbo Mondadori, S.A.), 1996, pp. 145-156; véase el ejemplo de uno de ellos: “Documentos que acreditan los servicios prestados al Rey y á la patria, por el Sr. Dn. José de Zaldivar y Murquía, 1er Conde de Zaldívar, Coronel de Milicias Disciplinadas de la Habana, Caballero profeso en la Orden de Santiago, Alcalde ordo. por S.M., Regidor Décano, Receptor de penas de Cámara, Juez calificado de esclavos prófugos, teniente de prior y consiliario del Real Consulado, Director de caminos, diputado de varias corporaciones, vocal de la junta de Maderas &.&, en los años de 1792 á 1815” (6 folders), en : The Lilly Library, University of Indiana, Bloomington, Indiana, Manuscript Department (LLIUB, MD), 1792, Dec. 1 – 1815, Sept. 23. Latin American mss. Cuba.), muchos con títulos aristocráticos (hasta títulos de Castilla) y puestos militares (muchas veces adquiridos mediante “venta de nombramientos”). Kuethe, „La fidelidad cubana ...”, pp. 209-220, aqui pp. 217-218. Eran también, en su mayoría, la clase promedia de los poseedores de ingenios y la mayoría de los esclavos de la isla, que un poco antes se veían dispuestos de formar una nueva colonia de su “Cuba grande” en su propia isla (la fundación de Guantánamo mediante una “expedición científica” Higueras, Dolores (ed.), Cuba Ilustrada. Real Comisión de Guantánamo (1796-1802), 2 Vols., Barcelona: Lunwerg, 1991.). Humboldt los había conocido casi a todos durante sus estancias en la isla (1799/1800 y 1804). Zeuske, “¿Padre de la Independencia? Humboldt y la transformación a la modernidad en la América española”, en: Debate y perspectivas. Cuadernos de Historia y Ciencias Sociales, Madrid, No. 1 (Diciembre de 2000): Alejandro de Humboldt y el mundo hispánico. La Modernidad y la Independencia americana, coord. por Puig-Samper, pp. 67-100; Zeuske, “Humboldt, Historismus, Humboldteanisierung“, en: Humboldt im Netz. Humboldt en la Red (HiN), II, 3 (Ira parte), (2001; www.unipotsdam.de/u/romanistik/humboldt/hin/hin3.htm); Zeuske, „Humboldt, Historismus, Humboldteanisierung“, en: HiN), III, 4 (2a parte) (2002; www.unipotsdam.de/u/romanistik/humboldt/hin/hin_4.htm). Los otros pasajeros del barco con que había llegado el nuevo intendente propagaron de inmediato las nuevas de España en la ciudad de La Habana. El centro de la ciudad y las instituciones eran llenas de personas y la presión del publico de la población de la Habana fuera de las instituciones imperiales, el cabildo y las iglesias, llegaba a puntos inesperados. Véase el trasfondo en : Guerra, François-Xavier, “’Voces del Pueblo’. Redes de comunicación y orígenes de la opinión en el mundo hispánico (1808-1814)”, en : Revista de Indias Vol. LXII, núm. 225 (2002), pp. 357-384. El cabildo acordó ocuparse “seriamente de conservar esta Isla durante la presente crisis”. “Acuerdo del Cabildo, de 22 de Julio de 1808”, en : Arango, Obras …, II, pp. 115-117. Someruelos publicó una “Proclama á los habitantes de la isla de Cuba” en la cual proclamó la fidelidad hacia Fernando VII y las hostilidades contra los franceses. “Á la Suprema Junta de Sevilla en 28 de julio de 1808” [Someruelos], en : Pezuela, Historia de la Isla de Cuba …, III, (Apéndices, I), pp. 431-432. Además excitó a los habitantes de la isla a socorrer con donativos a la “madre patria” y decidió despachar los más prontos avisos de la ocurrencias de España a Veracruz, Cartagena, San Agustín de la Florida y otros puertos caribeños. Ibíd., p. 382. Dejó informar a los cuatro virreinatos y todas la capitanías generales de Indias, el Cónsul general y encargado de los negocios en “los Estados-Unidos del norte de América”, así como también a los capitanes de barcos ingleses que hasta ese momento habían hostigado la isla (para que estos informen a los gobernadores de Jamaica y Providencia). Ibíd. (Apéndice I), p. 432. En los próximos dias, digamos entre los días 18 de julio y 25 de julio de 1808, cuando se esparcieron por La Habana impresos de la Junta Suprema de Sevilla, pero también impresos y proclamas de otras juntas (más tarde también un ejemplar de la “Constitución de Bayona” Marrero, “La primera ejecución en Cuba por razones políticas”, en : Marrero, Cuba …, XV, p. 8.), surgió la idea de formar una junta de gobierno en la misma Cuba, sobre todo bajo la inicial concepción burocrática de uniformar los diferentes ramos de gobierno existentes en la isla (Capitanía general, Intendencia, Superintendencias de tabacos y marina, Audiencia, un poco alejada). El marqués de Someruelos explicaba poco tiempo después: “Yo era de parecer de que convenia esta junta”, bajo la condición de que él mismo, el actual capitán general quedaría el “jefe de la isla”. Pezuela, Historia de la Isla de Cuba …, III, (Apéndices, I), p. 383. Opuestos a esta idea se manifestaban – según la opinión de Someruelos – todos “aquellos que conocían que, si se llegase á establecer la junta, habian de reformarse desde luego los exorbitantes gastos que hay en sus ramos, eran los que más hablaban contra el establecimiento de ella; suponiendo que esto era suscitado por algunos pocos que, decian ellos, querian mandar” Ibíd. – ¡la junta como medida contra la corrupción! Los que criticaban más estos gastos elevados de la administración imperial (y “otros ramos”, es decir, también iglesia y ejército) eran los hacendados azucareros más avanzados, sobre todo en cuanto a impuestos, los diezmos y los costos de la iglesia en general. También por eso habia un debate muy intenso entre las élites de la isla – en el cual los sacarocrátas habían ganado en una verdadera “guerra de los diezmos”, en cuanto a impuestos, los diezmos y en cuanto a la iglesia. Moreno Fraginals, El Ingenio. Complejo económico social cubano del azúcar, 3 toms., La Habana: Ed. de Ciencias Sociales, 1978; Vol. I, pp. 112-126. Con los dineros ganados podían invertir más en el desarrollo de la industria azucarera y en el comercio “libre” de esclavos. Esa “libertad”, no de los esclavos, sino de comercio de eslavos, marcaba uno de los trasfondos más importantes del fracaso del liberalismo en el imperio español. Marchena Fernández, Juan, “El día que los negros cantaron la marsellesa. El fracaso del liberalismo español en América, 1790-1823”, en: Álvarez Cuartero, Izaskún; Sánchez Gómez, Julio (eds.), Visiones y revisiones de la independencia americana, Salamanca: Ediciones de la Universidad de Salamanca, 2003, pp. 145-181. Juan José Díaz de Espada y Fernández de Landa (1756 Arroyave, Álava - 1832 La Habana), el obispo Espada (segundo obispo de La Habana, 1800-1832), regalista y monárquico, protestaba contra los planes de la élite criolla de La Habana en su escrito “ Diezmos reservados ” (1808). Torres-Cuevas, „Hacia una interpretación del Obispo de Espada y su influencia en la sociedad y el pensamiento cubanos“, en: Obispo de Espada, Papeles, ensayo introductorio, compilación y notas: Torres-Cuevas, La Habana: IMAGEN CONTEMPORÁNEA, 1999 (Biblioteca de Clásicos Cubanos), pp. 1-153; „Diezmos reservados“, en: Ibíd., pp. 206-256. Francisco de Arango y Parreño, la voz de los hacendados más modernos (nacidos alrededor de 1770), “la generación del 92” y enemigo de la fracción militar de la élite criolla (como Montalvo), fue el centro de un grupo de la oligarquía habanera, que empezó a preparar la formación de una junta de gobierno en Cuba. Con el apoyo del capitán general. Para su propuesta de una junta empezaron a coleccionar votos entre las familias más importantes. Véase el texto del Memorial del 26 de Julio de 1808 y la lista de los firmantes: Morales y Morales, Vidal, Iniciadores y primeros mártires de la revolución Cubana (Colección de libros cubanos, vols. XXIV-XXVI), 3 toms., La Habana: Cultural S.A., 1931, I, pp. 22-25, nota1; González-Ripoll Navarro, „Vínculos y redes de poder entre Madrid y La Habana: Francisco de Arango y Parreño (1765-1837), ideólogo y mediador”, in: RI, Vol. LXI (Mayo-Agosto, 2001), Núm. 222, S. 291-305; González-Ripoll Navarro, “Dos viajes, una intención: Francisco de Arango y Alejandro Olivan en Europa y las Antillas azucareras (1794 y 1829)”, in: RI, Vol. LXII, núm. 224 (Enero-Abril, 2002), S. 85-101. En una nueva conferencia en el palacio del Capitán General en la noche del 27 de julio de 1808 Arango manifestó oficialmente la idea de la junta de La Habana. Los opositores más acerrimos de la idea de la junta eran el teniente general Juan Villavivencio, jefe militar del apostadero de La Habana, el ex intendente Rafael Gómez Roubaud (todavía jefe de la Factoria de Tabacos), el regidor Nicolás Barreto y otros regidores del Ayuntamiento, así como el enemigo más importante “con muchos militares el brigadier Montalvo”. Pezuela, Historia de la Isla de Cuba …, III, pp. 384-385. Este militar criollo, al escuchar por primera vez la propuesta de la junta de gobierno: “interrumpió á Arango en su lectura y, descargando una puñada sobre la mesa de conferencia, protestó que no se instalaria junta suprema ni provincial mientras él ciñese espada y estuviese vivo. Con mejores argumentos y no menos ardor se mostró Barreto, obteniendo su dictámen los sufragios de la gran mayoría de los concurrentes. Ni libertad dejaron a Arango para que explicase los motivos de su proposición ...”. Ibíd., p. 385 El intento de formar una junta de gobierno en La Habana fracasó – no por la resistencia de españoles, instituciones (que normalmente se resalta en la historiografía cubana) o del ejército imperial, sino en primer lugar por la resistencia de militares criollos y sus aliados del aparato burocrático imperial. El capitán general mismo y la fracción no-militar de la élite habanera. Arango y Parreño, los herederos de Nicolás Calvo, José de Ilincheta y otros – digamos, la élite civil afrancesada aliada con el capitán general perdió la lucha por formar una junta en 1808. Pero tampoco perdió muy profundamente, porque sólo cinco años después se hicieron visibles los resultados a largo plazo. Allan J. Kuethe, que ha analizado este proceso, escribe resumiendo: “La revolución que intentó iniciar Francisco Arango y Parreño en 1808, con la monarquía ya prisionera de Napoleón, tuvo el objetivo concreto de poner bajo una sola autoridad, una Junta Suprema de Gobierno, las istituciones autónomas de la intendencia de marina, que protegía los montes para la construcción naval contra los intereses azucareros; el monopolio de tabaco, un impedimiento a un mercado libre; y la intendencia constituía un obstáculo irritante a la dominación política habanera. Este movimiento tuvo el tono de la ilustración y el nuevo concepto de ciudadano, con énfasis en la igualdad de oportunidad para blancos. El desprecio de Arango y Parreño hacia los privilegios militares, tan sagrados para los oficiales veteranos y para los milicianos, y la de su aliado principal, el teniente de gobernador José Ilincheta, no fue bien recibido por la mayor parte de las familias principales.” Kuethe, „La fidelidad cubana ...”, pp. 209-220, aqui pp. 218-219, véase también: Kuethe, Cuba, 1753-1815 ..., pp. 155-170 y la interpretación tradicional: Ponte Domínguez, Francisco, La junta de la Habana en 1808, La Habana: Editorial Guerrero, 1947. También: Instituto de Historia de Cuba, Historia de Cuba, 3 toms., La Habana: Editora Política, 1994-1998, Vol. I: La Colonia. Evolución socioeconómica y formación nacional de los origenes hasta 1867, pp. 327-232; la última voz es: Kuethe, „El situado mexicano, los azucareros y la fidelidad cubana: comparaciones con Puerto Rico y Nueva Granada“, pp. 301-318. A esto hay que sumar que los militares de las grandes familias y los jefes de la burocracía imperial temían juntos la falta de los situados mexicanos (y no creían en los valientes planes de Arango de reemplazar los situados - verdadero proteccionismo estatal - por propias ganacias), como también lo ha investigado Kuethe. Los burocrátas temían un rebajamiento de los gastos de su ramo, como lo advertió Someruelos. En suma: la mayoría de la oligarquía habanera prefirió el pacto con el absolutismo imperial, en este momento algo como un “autonomismo real” (en su doble sentido en castellano), antes de un autonomismo (en este caso económico, vulgarmente llamado capitalismo “libre”) inseguro. Sólo pocas voces se atrevieron, en aquel tiempo de defender el intento político de formar esta junta de 1808, pero sin decir la verdad sobre las motivaciones (como el primo de Arango, José de Arango y Núñez del Castillo en 1813 “Una oportunidad pérdida: La junta de la Habana, una puerta a la libertad”, en : Marrero, Cuba …, XV, p. 12 (Testimonios).). En Santiago de Cuba no hubo intento de formar una junta de gobierno, pero si hubo muchos conflictos entre el arzobispo de Cuba Osés Alzúa y Cooperacio (detrás de él los hacendados criollos, asi como los comerciantes y negreros catalanes) y el gobernador Sebastián de Kindelán por el fomento de la moderna caficultura y el papel de los “franceses” (muchos de ellos no fueron hacendados blancos o mulatos, sino marineros mulatos y negros en barcos cubanos). No por azar en Santiago apareció una proclama anónima de formar una “junta popular”. Portuondo Zúñiga, Santiago de Cuba. Desde su fundación hasta la guerra de los diez años, Santiago de Cuba: Editorial Oriente, 1996, pp. 115-119; “Un documento audaz lama a constuir una junta popular”, en : Marrero, Cuba …, XV, p. 14 (Documentos); Irisarri Aguirre, Ana, “Las primeras elecciones “modernas” en el Oriente cubano”, en: Serrano Mangas; Álvaro Rubio; Sánchez Rubio; Testón Núñez (coords.), IX Congreso Internacional de Historia de América ..., T. I [Documentos/Actas], pp. 277-283. ¿Quién representa a quién? El 25 de septiembre de 1808 se constituyó la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino – en una España primero cerrada, después ocupada. Esto era una revolución – ante una situación de multiples revoluciones posibles en el imperio hispánico. Chust, “La Junta Central : Sendas revolucionarias en caminos independientes”, en : Chust, La cuestión nacional americana …, pp. 29-38. El más revolucionario de los decretos de la Junta Central trata de la igualdad - teórica - de América y Europa (22 de febrero de 1809): “América”, un nuevo concepto con un cargamento de nuevas ideas La más interesante interpretación criolla- revolucionaria, ya separada de todas ilusiones de autonomismo (pero con el mismo sentido, digamos técnico, de representar todos “los pobres Americanos” por parte de la élite criolla), da Simón Bolívar bajo la presión de la “guerra a muerte” – él integra a indios, esclavos y labradores dentro de su concepto de “americano”, véase la “Carta de Jamaica”: Simón Bolívar, “Contestación de un americano meridional a un caballero de esta isla” [“Carta de Jamaica”], 6 de septiembre de 1815, en: Sociedad Bolivariana de Venezuela, Escritos del Libertador, Cuatricentenario de la Ciudad de Caracas, Caracas, 1972, tomo VIII, pp. 98-125 (Doc. 1302), aqui p. 107 : “¿Quién será capaz de formar una estadística completa de semejantes comarcas [hablando de la población de América] ? Además los tributos que pagan los indígenas; las penalidades de los esclavos; las primicias, diezmos y derechos que pesan sobre los labradores, y otros accidentes, alejan de sus hogares a los pobres americanos” – he aqui toda una lista del colonialismo feudal en América., es “parte esencial é integrante de la monarquía española”. Chust, “La Junta Central : Sendas revolucionarias en caminos independientes”, en : Chust, La cuestión nacional americana …, pp. 32-33, nota 5. Pero de esto no se supo nada (de oficio) en la Habana o Cuba hasta el 9 de diciembre de 1808. La flota inglesa, hasta aquel entonces enemiga, se declaraba “principal protectora de sus costas”. La constitución de Bayona (que llevaba la firma de Gonzalo O’Farill y del marqués de Casa Calvo, “afrancesados” cubanos Artola, Miguel, Los afrancesados, Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1953; ), llegada en algunos ejemplares a La Habana y Santiago de Cuba fue quemada oficialmente, junto con declaraciones del general francés Ferrand que seguía ocupando la ciudad de Santo Domingo. El gobernador de Santiago de Cuba, Sebastián de Kindelan, se abstuvo - no sin lamentos - en lo adelante de mantener comunicación amistosa con los franceses en parte ex-española de la isla vecina. Con apoyo portorriqueño (bajo el mando del capitán de fragata Ramón Power y Giralt, de San Juan) se levantaron en Santo Domingo hacendados y milicianos bajo el mando de Juan Sánchez Ramírez contra la ocupación por parte de tropas francesas. Oficialmente el dominio de los españoles americanos sobre la ciudad de Santo Domingo y algunas ciudades del sur fue restablecido el 11 de julio de 1809. Pero la audiencia para las grandes Antillas hispánicas, Luisiana y Las Floridas desde 1804 quedó en Puerto del Príncipe en Cuba (más tarde fue trasladada a La Habana). Y Santo Domingo quedó dependiente de Cuba. Pezuela, Historia de la Isla de Cuba …, III, pp. 387-392. El 18 de febrero de 1809 la Junta Central aprobó y sancionó la llamada “expulsión de los franceses” (es decir, los “franceses” quienes eran en su mayoría habitantes de color y hacendados de Saint-Domingue, que carecian de cartas de naturalización) de Cuba, en realidad ya en proceso por ordenes del capitán general Someruelos en la Habana y el gobernador Kindelán en Santiago de Cuba (Bando oficial 10 de abril de 1809). Pezuela menciona lo siguiente: “... en el espacio de tres meses, solo de Santiago salieron para Nueva Orleans y otras colonias mas de veinte mil franceses”. Ibíd., III, p. 399. Esa cifra se refiere más a Cuba en total, porque de Santiago salieron en total 8870 personas. Portuondo Zúñiga, Santiago de Cuba …, p. 118. La mayoría se dirigió a Louisiana. Paquette, Robert L., “Revolutionary Saint Domingue in the Making of Territorial Louisiana”, in: Gaspar, Barry A.; Geggus, Patrick D., A Turbulent Time. The French Revolution and the Greater Caribbean, Bloomington and Indianapolis: Indiana University Press, 1997, pp. 204-225. Cuba perdió una de las trasferencias humanas y culturales importantes (la víctima era el oriente de Cuba). Alain Yacou ha contado que sólo entre Junio de 1803 y el 31 de enero de 1804 habian llegado 18213 personas desde Saint-Domingue a Santiago de Cuba (en un censo de 1808 habia en Santiago cerca de 7500 Franceses, 22% de la población urbana, de estos solamente 28% nacieron realmente en Francia); entre 1791 y 1803 ascendieron los que ingresaron y permanecieron en Santiago. Portuondo Zúñiga, Santiago de Cuba …, p. 111; véase también: Badura, Bohumil, “Los Franceses en Santiago de Cuba a mediados del año de 1808”, en: Ibero-Americana Pragensia 5 (1971), pp. 157-160; Debien, Gabriel, “Les réfugiés de Saint-Domingue expulsés de La Havane en 1809”, en: AEA 35 (1978), pp. 555-610 ; Yacou, “L’expulsion des Français de Saint-Domingue réfugiés dans la région orientale de l’île de Cuba, 1808-1810”, en: Caravelle. Cahiers du Monde Hispanique et Luso-Brésilien 39, Le Mirail, Université de Toulouse (1982), pp. 49-64 ; Lachance, Paul, “The 1809 Immigration of Saint-Domingue Refugees to New Orleans: Reception, Integration and Impact”, en: Louisiana History XXIX/2 (Spring 1988), pp. 114–124 ; Yacou, “La expulsión de los franceses del Oriente de Cuba”, en: Del Caribe 6, Santiago de Cuba (1989), pp. 76–88; Yacou, “Santiago de Cuba a la hora de la revolución de Santo Domingo (1790-1804)”, en: Del Caribe, Santiago de Cuba, No. 26 (1997), pp. 73-80; Orozco, María Elena, ”Juan Bautista Vaillant y la ciudad de Santiago de Cuba (1788-1795)”, en: Santiago 79, Santiago de Cuba (Julio-Dic. de 1999), pp. 93-111. Parece que en total llegaron desde Santo Domingo a Cuba hasta 30000 hombres, de los cuales ahora salieron dos terceras partes. Morales, José, The Hispaniola diaspora, 1791-1850 : Puerto Rico, Cuba, Louisiana and other host societies, Thesis (Ph.D.) - University of Connecticut, 1986; Ann Arbor, Mich. : University Microfilms International [1990], S. 274. Antes de tratar de analizar los eventos mismos en Cuba, cabe un raciocinio historiográfico: ni la historiografía española colonial-liberal (o conservador) del siglo XIX ni la vertiente historiográfica cubana del independentismo tenía (y tiene) mucho interés en los procesos de Cádiz, es decir, mantener el imperio español por una vía revolucionaria y parlamentaria. Por eso este proceso en Cuba hasta hoy está por investigar. Torres-Cuevas, Eduardo; Loyola Vega, Oscar, Historia de Cuba 1492-1898. Formación y Liberación de la Nación, La Habana: Editorial Pueblo y Educación, 2001, pp. 130-135. En la realidad histórica las élites del Caribe español participaron en el proceso de elección de miembros de la Junta Central. A pesar de protestas americanas contra la desigualdad práctica de integrantes de la Junta Central (36 peninsulares : 9 americanos). Sevilla Soler, María Rosario, Las Antillas y la independencia de la América española (1808-1826), Madrid-Sevilla: Consejo Superior de Investigaciones Científicas/Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1986. Con la fama de la victoria de 1809 el militar (y hacendado) Ramón Power y Giralt de Puerto Rico fue eligido vocal y miembro americano de Junta Central, legitimado prácticamente por el obispo criollo Arizmendi. Berruezo León, María Teresa, La participación americana en las Cortes de Cádiz, Madrid : Centro de Estudios Constitucionales, 1986, pp. 277-287, aqui p. 278; Castro Arroyo, Maria de los Ángeles, “La lealtad anticolonial: Ramón Power en las Cortes de Cádiz”, in: Piqueras (ed.), Las Antillas en la era de las Luces y la Revolución ..., pp. 277-300. En enero de 1810, la Junta Central – cuerpo demasiado grande para la defensa de un país y más para la defensa de un imperio ultramarino – cedió el poder a una Regencia. Antes de cedir el poder, la Junta preparó el terreno para la convocatoria de las Cortes. La Regencia emitió los decretos para la convocación de las Cortes extraordinarias. Rieu-Millan, Marie Laure, Los diputados americanos en las Cortes de Cádiz (Igualdad o Independencia), Madrid : Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1990, pp. XX-XXI ; Guerra, François-Xavier, Modernidad e Independencias. Ensayos sobre las revoluciones hispánicas, Madrid: Ed. Mapfre, 1992; Rodríguez, Jaime O., La independencia de la América española, México : Fondo de Cultura Económica, 1996; Chust Calero, Manuel (ed.), Revoluciones y revolución en el mundo hispano, Castelló de la Plana: Publicacions de la Universitat Jaume I, 2000. En Cuba (y en Puerto Rico, claro) si hubo conflictos y pequeñeces en el proceso de elección “Un falso santiaguero accede, con impostura, a las Cortes de Cádiz”, en : Marrero, Cuba …, XV, pp. 28 (Testimonios)., rodeado de muchas batallas periodísticas “La libertad de imprenta : brecha polémica entre criollos y peninsulares”, en : Marrero, Cuba …, XV, pp. 21-27., pero no hubo la división real (discursiva si) en la élite reinante como en otros reinos americanos (“españoles vs. criollos” o “americanos vs. peninsulares”) o, mejor dicho, abiertamente sólo en casos muy minoritarios. Valdés Domínguez, Eusebio, Los antiguos diputados de Cuba. Apuntes para una historia constitucional de esta isla, La Habana : Imprenta El Telégrafo, 1879; Entralgo Vallina, Elías, Los diputados por Cuba en Las Cortes de España durante los tres períodos constitucionales, La Habana : Imprenta El Siglo XX, 1945. Los representantantes (suplentes) cubanos en las Cortes extraordinarias fueron primero los militares Juan Clemente Núñez del Castillo, marqués de San Felipe y Santiago (su padre era uno de los nueve propietarios de ingenios de azúcar más poderosos de Cuba Kuethe, Cuba, 1753-1815 …, p. 59.) y el colonel supernumerario del regimiento de voluntarios de caballería Joaquín de Santa Cruz (que había comprado este rango por 10 000 pesos en 1799), antiguos miembros de familias más viejas de la élite de La Habana. Kuethe, “Los Llorones Cubanos: The Socio-Military Basis of Commercial Privilege in the American Trade under Charles IV”, en: Barbier, Jacques, Kuethe (eds.), The North American Role in the Spanish American Imperial Economy, 1760-1819, Cambridge: Cambridge: Cambridge University Press, 1984, pp. 142-156; Kuethe, Cuba, 1753-1815 …, pp. 150, 161, 187, 189; Torres-Cuevas, Eduardo; Loyola Vega, Oscar, Historia de Cuba 1492-1898. Formación y Liberación de la Nación, La Habana: Editorial Pueblo y Educación, 2001, p. 129. Ninguno de los dos había firmado la propuesta de Arango de formar la junta en 1808. Aunque Arango en la primera elección había adquirido más votos, a causa del sorteo final (algo como un “lotería constitucional”) fungieron como electos propietarios Andrés de Jauregui (por La Habana, teniente regidor y alguacil del cabildo de La Habana), amigo íntimo de Arango Arango, Obras …, II, p. 257; los detalles de la elección, véase : “Acuerdo de 6 de agosto de 1810”, en : Ibíd., pp. 126-127., y el clérigo habanero, auque nacido en Santiago, Juan Bernardo O’Gavan (por Santiago de Cuba). Como apoderado benemérito del Ayuntamiento y enviado especial fue designado el capitán Claudio Martínez de Pinillos (futuro Conde de Villanueva), mandado para luchar por algo que las élites cubanas en aquel consideraron casi más importante que las mismas Cortes: la libertad de comercio. Arango, Obras …, II, p. 137; “Audaz escaramuza cubana por la libertad comercial en las Cortes (1810)”, en: Marrero, Cuba ..., XV, p. 30; Marrero, Cuba ..., XII, pp. 82-84. Los diputados propietarios cubanos fueron admitidos á las Cortes extraordinarias el 27 de febrero de 1811 y el 15 de marzo de 1812, respectivamente. Rieu-Millan, Los diputados americanos …, pp. 36-38. Por Puerto Rico fue elegido, otra vez y a pesar de profundos conflictos con el gobernador Meléndez, Ramón Power (17 de abril de 1810). Este militar y miembro de la élite “importada” En una memoria de 1818, título “La isla española de Portocrico”, un comerciante alemán, Heinrich Rötgers, escribió a Berlin (para recordar al gobierno de Prusia que comprara la isla de Puerto Rico): “Los propietarios de las plantaciones más grandes son extrajeros: Alemanes, Daneses, Ingleses, Franceses, Italianos y Americanos”, olvidando los irlandeses, véase: Geheimes Staatsarchiv Preußischer Kulturbesitz, Berlin-Dahlem (GStAPK-D), AA II, 2.4.1., nº 668, f. 36-44, aqui f. 41. de San Juan fue, sin duda (y como Arango no fue diputado de las Cortes extraordinarias), el más activo y brillante de los diputados del Caribe español. Fue eligido vicepresidente de las Cortes. Llevaba instrucciones algo contradictorias de los ayuntamientos de San Juan, San Germán, Aguada y Coamo Caro, Aida R. (ed.), Ramón Power y Giralt, San Juan: 1969, pp. 71-128; Picó, Historia general de Puerto ..., pp. 126-127. que, a pesar de esto, demostraron que en Puerto Rico todavía no había algo como la “cabeza de agua” (La Habana) con una élite que por presión, redes de poder y peso social trató de representar la isla entera como una Cuba “grande”. Ramón Power lideró en las Cortes sobre todo por la “igualdad” entre americanos y españoles, así como por Puerto Rico y, en cierto sentido, contra un Caribe esclavista, por lo menos por un “pequeño” Caribe con una esclavitud patriarcal, como demuestran sus esfuerzos de instalar al intendente Alejandro Ramírez en Puerto Rico, lo que consiguió en 1813. González Vales, Luis E., “Alejandro Ramírez y el establecimiento de la intendencia en Puerto Rico 1813-1816”, en : González Vales, Alejandro Ramírez y su tiempo. Ensayos de Historia Económica e Institucional, San Juan de Puerto Rico : Editorial Universitaria, Universidad de Puerto Rico, 1978, pp. 9-30. En cuanto a otros “autonomismos” combatió también el decreto de la Regencia del 4 de septiembre de 1810 en contra de la “independencia” de Caracas (porque este decreto le dió “poderes omnimodos” al gobernador de Puerto Rico, en esto la isla si fue una “isla de los ensayos” para todo el Caribe español). Berruezo León, La participación americana …, pp. 280-283; Navarro García, Jesús Raúl, “Grupos de poder y tensiones sociales en Puerto Rico durante la crisis del imperio (1815-1837): un intento de síntesis”, en: Navarro García, Jesús Raúl, Puerto Rico a la sombra de la independencia continental (Fronteras ideológicas y políticas en el Caribe, 1815-1840), Sevilla - San Juan: CEAPRC, CSIC, 1999, pp. 19-39; Castro Arroyo, “La lealtad anticolonial: Ramón Power en las Cortes de Cádiz”, pp. 277-300. Las élites de La Habana y Matanzas (y, en cierto sentido Santiago y Trinidad) tenían, al lado de la abolición de los monopolios y del comercio “libre” (como el estanco del tabaco o él del comercio en general Costeloe, Michael P., “Spain and the Latin American Independence. The Free Trade Controversy”, en: HAHR 61:2 (1981), pp. 209-234; Rieu-Millan, Los diputados americanos …, pp. 188-194.) dos problemas importantes: la lucha por un comercio libre de esclavos y la lucha por la defensa de la esclavitud, ya que su “fortuna”, una economía boom de esclavos e ingenios, databa apenas una generación. Aqui los diputados cubanos no representaron las (otras) élites de Cuba (como la de Puerto del Príncipe o otras ciudades ganaderas, como Sancti Spíritus, Santa Clara, Holguín o Bayamo), pero argumentaban en la misma linéa como el representante de Maracaibo, José Domingo Rus y el suplente de Cartagena, Juan Nicasio Gallego. Rieu-Millan, “Los esclavos”, en: Rieu-Millan, Los diputados americanos …, pp. 168-172; Chust, “La cuestión esclavista”, en : Chust, La cuestión nacional en las Cortes de Cádiz …, pp. 102-114, aqui p. 109. El habanero Jauregui y los otros utilizaban estos argumentos para defender los intereses de los por ellos representados para contrarrestar las propuestas antiesclavistas de José Miguel Guridi Alcocer y de Agustín de Argüelles en las Cortes 1811 (hasta se propuso que “los esclavos tendrán un apoderado” en el Congreso). Véase “Documentos”, en : Arango, Obras …, II, pp. 224-233 ; véase también : Chust, La cuestión nacional en las Cortes de Cádiz …, pp. 102-114 ; sobre el apoderado de los esclavos, véase : Marrero, Cuba …, XV, p. 352 (nota 79). En cuanto al rechazo de la discusión de estos planteamientos y del silencio fundamental en las Cortes de Cádiz la cuestión ha sido investigada y descrita profundamente por Manuel Chust. Chust, “De esclavos, encomenderos y mitayos. El anticolonialismo en las Cortes de Cádiz”, in: Mexican Studies/Estudios Mexicanos, 11 (2), Summer 1995, S. 179-202 ; Chust, “La cuestión esclavista”, en : Chust, La cuestión nacional en las Cortes de Cádiz …, pp. 102-114 ; véase también : Maldonado Polo, J. Luis, “Científicos americanos en las cortes constitucionales. La cuestión ultramarina”, en: Revista de Indias Vol. LXIII, núm. 227 (Enero-Abril 2003), pp. 275-302. Lo que es menos conocido es la labor conceptual, teórica, demográfica, empirica y discursiva del grupo que ellos representaron detrás de la negativa de los diputados cubanos. Desde los finales del siglo XVIII Francisco de Arango y otros de la “generación del 92”, entre ellos Antonio del Valle Hernández, secretario del Consulado, se dedicaban a la demografía colonial y esclavista – una de las consecuencias de la revolución de esclavos en Saint-Domingue. En 1800 del Valle Hernández había elaborado un memorial sobre la situación demográfica de la isla de Cuba según los deseos de los representantes y de los representados cubanos en las Cortes de Cádiz: la “Sucinta noticia de la situación presente de esta colonia. 1800“. Antonio del Valle Hernández, Sucinta noticia de la situación presente de esta colonia. 1800, ed. E. Chávez Álvarez, La Habana: Ed. Ciencias Sociales, 1977; véase también : Sucinta noticia de la Situacion de la Colonia de la Havana en Agosto de 1800, en : LLIUB, MD, 1800, Aug. 7. Latin American mss. Cuba (copia original). Mucho de este material empírico Humboldt utilizó para su famoso “Ensayo sobre la isla de Cuba” (sin mencionar a del Valle Hernández). Pero lo más importante para nosotros aqui es que Arango desarrolló este material demográfico y empírico hacia una teoria de la esclavitud masiva y abiertamente racista, beneficiada por la labor de muchos esclavos y beneficiada por un amplio comercio de esclavos para mantener “la felicidad” (de una sociedad esclavista). Por eso elaboraron Arango y Valle Hernández su “Representación” Representación de la Ciudad de la Habana a las Cortes, el 20 de julio de 1811, con motivo de las proposiciones hechas por D. José Miguel Guridi Alcocer y D. Agustín de Argüelles, sobre el tráfico y esclavitud de los negros; extendida por el Alférez Mayor de la Ciudad, D. Francisco de Arango, por encargo del Ayuntamiento, Consulado y Sociedad Patriótica de la Habana, en: Arango, Obras …, II, pp. 145-189, también en: Pichardo, Documentos ..., I, pp. 219-251., tantas veces silenciada. A primera vista este texto fundamental se lee como una contestación a las propuestas y debates en las Cortes. Pero era más, mucho más. De veras era parte de una teoria de la “segunda esclavitud” Tomich, “The Wealth of the Empire: Francisco de Arango y Parreño, Political Economy, and the Second Slavery in Cuba“, en: Comparative Studies in Society and History, No. 1 (2003), pp. 4-28. a largo plazo. Con esta teoria representaron – como lo dice en el título del texto de la “Representación” – al ayuntamiento de la Habana “Acuerdo del ayuntamiento de la Habana, de 16 de agosto de 1811, sobre la Representación de la Ciudad, extendida por D. Francisco de Arango”, en: Arnago, Obras …, II, pp. 235-236., al Real Consulado y a la Sociedad Patriótica – todas instituciones surgidas desde una vertiente más o menos anticentralista de las reformas borbónicas. González-Ripoll Navarro, Cuba, la isla de los ensayos …, passim; Álvarez Cuartero, Izaskun, Memorias de la Ilustración: Las Sociedades Económicas de Amigos del País en Cuba (1783-1832), Madrid: Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, 2000. La carta acompañante del Capitán General demuestra que la “Representación” también representaba al máximo poder político y militar de la isla de Cuba (que amenaza en su carta directamente y sin muchas piruetas con la falta de dinero cubano: “En aquellos días [antes de saber de las discusiones en las Cortes sobre la abolición del comercio de esclavos] se hablaba de la suscripción para sostener soldados en España; ahora sólo se habla de la sesión citada de las Cortes”). “Representación que el Capitán General de la isla de Cuba, Marqués de Someruelos, elevó a las Cortes, el 27 de mayo de 1811, sobre la proposición de abolir el comercio de negros”, en : Arango, Obras, II, pp. 233-234. La “Representación” del “gran Pancho” arranca prácticamente con la cuestión de la propiedad privada: “¿Puede ponerse la mano en el sagrado de la propiedad, ya adquirida en conformidad de la leyes; de la propiedad, decimos, cuya inviolabilidad es uno de los grandes objetos de toda asociación política, y uno de los primeros capítulos de toda Constitución?”. Arango y Parreño, “Representación de la Ciudad de la Habana a las Cortes, el 20 de julio de 1811”, pp. 145-189, aqui p. 151. El corazón discursivo de esta “Representación” histórica es un racismo racional y funcional; Arango y del Valle Hernández con este racismo estaban a la altura del pensamiento “moderno” de aquel entonces (Kant etc.): demandaron en 1811 que se impidiera en toda época futura que los esclavos y sus descendientes se integraran social o incluso culturalmente: “Blancos, como sus dueños, y a veces más capaces que ellos, eran en general los siervos de la antigüedad [...]. De color negro, de pelo, de facciones diversas y de costumbres salvajes, son en su origen los esclavos modernos [...] la naturaleza quiso que el hombre negro se distinguese del blanco; pero, - dando por sentado que por ellas mereciese toda la humillación, o toda la degradación, en que de conformidad la han puesto las naciones cultas [...] las naciones cultas subsisten en la opinión de que para las ventajas políticas debe considerarse igual al bozal liberto, que el cuarterón despejado, aunque sea hijo o sea nieto de ingenuos muy meritorios, --ya que prevalece el concepto de que una gota de sangre negra debe inficionar la blanca hasta el grado más remoto, en términos de que, aún cuando nuestros sentidos, ni nuestra memoria la descubran, se ha de ocurrir todavía al testimonio de los muertos, conservado en tradición, o en apolillados pergaminos [es decir, la historia – M.Z.], --parece de toda evidencia--, cerradas de esa suerte las puertas de la identificación con nosotros a todos los descendientes de nuestros actuales esclavos, --también debieran cerrarse las de la libertad civil...”. Arango y Parreño, “Representación”, pp. 158-159. Nada de “apoderado de los esclavos” en las Cortes o experimentos con los censos – aqui hemos una clara demografía racial del poder esclavista. Fradera, “Raza y ciudadanía. El factor racial en la deliminación de los derechos de los americanos”, en: Fradera, Gobernar colonias …, pp. 51-69 ; O’Phelan, Scarlett, “Ciudadanía y etnicidad en las Cortes de Cádiz”, in: Elecciones 1 (2002), pp. 1-16; Marchena Fernández, “El día que los negros cantaron la marsellesa. El fracaso del liberalismo español en América, 1790-1823”, pp. 145-181. Arango y su demógrafo marcaban a la “clase” económica de los esclavos como “negra” y proponían que se mantuviera a sus descendientes en la prisión cultural de lo negro, social- y culturalmente estigmatizado; científicamente también (ya que este racismo se entendía en aquel entonces como lo más avanzado de la ciencia universal). Integración económica si, integración cultural y social, no. Nunca. Esta postura ideológica difería totalmente de la posición patriarcal del santiaguero Nicolás Joseph de Ribera cincuenta años antes: “Muy poco importa al Estado que los havitantes de Cuba sean blancos ó negros, como trabagen mucho y le sean fieles”. Nicolás Joseph de Ribera, Descripción de la Isla de Cuba. Con algunas consideraciones sobre sus población y comercios. Estudio preliminar y notas de Hortensia Pichardo Viñals, La Habana : Ed. de Ciencias Sociales, 1973, p. 165. La “Representación” termina con palabras políticas también absolutamente claras: “Sólo en las frenéticas páginas de la Revolución Francesa, y en sus guillotinadoras leyes, sabemos que se haya abolido la esclavitud existente” y : “sin esclavos, no pudiera haber colonias”. Arango y Parreño, “Representación”, pp. 179 y 185. Es decir, con relación a nuestro tema, era mucho más que un simple rechazo de discusión parlamentaria sobre el asunto de la esclavitud o un silencio táctico sobre problemas de una economía en auge, sino era una estrategía activa del desarrollo del trabajo barato y esclavizado, legitimado por una teoria racial (que tuvo sus antecendentes en los “códigos negros” españoles y europeo-atlánticos Sala-Molins, Louis, L’Afrique aux Amériques : Le “Code noir” espagnol, Paris : Presses Universitaires de France, 1992 ; Lucena Salmoral, Los Códigos Negros de la América española, Alcalá de Henares: Ediciones UNESCO, 1996.) en las periferías americanas que estaban en un proceso de auge económico. En cierto sentido esto fue el alma del proyecto autonomista de la oligarquía habanera (aunque algunos de sus miembros etaban en contra de la esclavitud masiva) – con este proyecto en cierto sentido representaron todas las élites esclavistas de América. En cuanto a las deliberaciones de las Cortes de Cádiz nos hallamos ante una tradición escrita, imprimida y visible; en cuanto a sus tradiciones y consecuencias entre la gente no letrada de América sabemos menos aún. Forma una dimensión tanto gigantesca como desconocida. Por eso tampoco sabemos mucho sobre las historias entrelazadas en el “gran” Caribe, entre las llamadas “castas pardas” que representaban 80 o 90 por ciento de las poblaciones urbanas y costeras de este Caribe, el proyecto de las élites cubanas y los diferentes proyectos de autonomías. En cuanto a la relación entre Cuba y Cartagena podemos desprender de las investigaciones de Alfonso Múnera que el lider de las tropas de milicias pardas de Cartagena, Pedro Romero, provenia de Matanzas, la importante ciudad portuaria al lado oriental de La Habana, con una importante población de “castas de color” libres. Múnera, Alfonso, El fracaso de la nación. Región, clase y raza en el Caribe colombiano (1717-1810), Santa Fe de Bogotá: Banco de la República/El Áncora Editores, 1998, pp, 178ss; pp. 200ss. No sabemos si existe una relación directa entre las propuestas racistas de la “Representación” de Arango y del Valle Hernández y la decisión de excluir los “originarios del Africa” - y con eso en cierto sentido todas las “castas” - de la ciudadanía activa española en las discusiones de las Cortes en 1811 (y en la constitución de 1812 King, James F., “The Colored Castes and American Representation”, en: HAHR 33:1 (1953), pp. 33-64; Fradera, “Raza y ciudadanía. El factor racial en la deliminación de los derechos de los americanos”, en: Fradera, Gobernar colonias …, pp. 51-69 ; Calderón, Jorge, „Castas y conflictos en la provincia de Cartagena del Reino de Nueva Granada a finales del siglo XVIII“, in: Historia y Sociedad, Medellín, Univ. Nac. de Colombia (1996), pp. 83-102; Chust, “La exclusión de las castas”, en: Chust, La custión nacional americana …, pp. 163-168.): „A los españoles que por qualquiera línea son habidos y reputados por originarios del Africa, les queda abierta la puerta de la virtud y del merecimiento para ser ciudadanos : en su conseqüencia las Córtes concederán carta de ciudadano á los que hicieren servicios calificados á la Patria, ó á los que se distingan por su talento, aplicacion y conducta, con la condicion de que sean hijos de legítimo matrimonio de padres ingenuos, de que esten casados con muger ingenua, y avecindados en los dominios de las Españas, y que exerzan alguna profesion, oficio ó industria útil con un capital propio“. Colección de decretos y ordenes de las Cortes de Cádiz, 2 toms, Madrid : Publicaciones de las Cortes Generales, 1987, Vol. I, p. 396. Pero más importante aún es la si conocida relación directa entre estas decisiones de las Cortes (entre el 18 de agosto y el 10 de septiembre de 1811 se discutieron los artículos 1o, 5, 18 y 22 de la constitución Ibíd., pp. 395s. Aunque después las Cortes hicieron esfuerzos para paliar esta decisión fatal : “Las Cortes abren el acceso a los estudios y la iglesia a los originarios de África”, en: Marrero, Cuba ..., XV, p. 30 (Documentos); ANC, AP, legajo 214, Nr. 118 (1812): “Documento que se refiere a la correspondencia del Capitán General al Gobernador de Santiago de Cuba, fecha Habana 21 de abril de 1812, transcribiendo Real Decreto que ordena cumplimentar la resolución de las Cortes que facilita a los españoles de origen africano el ingreso en universidades, seminarios y órdenes religiosas”.) y la presión violenta de los “Lanceros del Rey”, es decir las milicias pardas, de Cartagena de Indias en cuanto a la formación de una junta autónoma de gobierno en 1810 (y verdaderamente autonoma, porque no reconoció ni la Regencia, ni la junta de Bogotá), el rechazo armado de un contragolpe “español” a comienzos de 1811 y la declaración final de la independencia de la plaza más fuerte de las Américas españolas (después de La Habana) en 1811 (11 de noviembre). Múnera, El fracaso de la nación …, pp. 176-203. “Las castas” a finales de octubre de 1811 supieron de las discusiones y decisiones en las Cortes: una gran parte de las “burguesías mulatas”, muchas veces enriquecidas por el contrabando (como Santa Marta y Mompox en Nueva Granada o Matanzas en Cuba), se vieron excluidas del proceso de Cádiz. Por eso su proyecto de “autonomía” y libertad en esta situación de crisis se apartaba de la ciudadanía española (y, por lo tanto, del imperio) – y viraba hacia conceptos de una autonomia independentista. Historias etrelazadas de autonomismos, revoluciones y contrarrevoluciones en el gran Caribe: la Regencia, las Cortes, Cuba y Venezuela 1810-1812 No fue este el único trasfondo. El padre José Agustín Caballero y Rodríguez de la Barrera (1762-1835), criollo del seno de la oligarquía habanera (y enemigo de la esclavitud masiva) formuló un texto (parece que junto con Arango) que se puede ver como fundamental para una de las vertientes autonomistas en Cuba, América (y España). Franco Pérez, Antonio, “La eclosión del particularismo cubano: el proyecto descentralizador de José Agustín Caballero (1811)”, en: Revista Electrónica de Historia Constitucional, 1 de junio 2000 (http:constitucion.rediris.es/revista/hc/uno/cuba2.html); “Proyecto de Gobierno Autonómico para Cuba“ (1811), en: Pichardo, Documentos ..., I, pp. 211-216; Piqueras, “El afán de un gobierno provincial”, pp. 95-124, en especial pp. 100 y ss. Otra propuesta en cuanto a otro “autonomismo”, ya independentista, era la “Constitución de Infante”. Infante, Joaquín, Proyecto de Constitución para la Isla de Cuba (Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 15), Estudio Preliminar por E. S. Santovenia, Caracas 1959 ; Pichardo, Documentos …I, pp. 253-260. Parece seguro que el doctor y francmasón Joaquín Infante (Bayamo) había participado en la conspiración de los oficiales criollos Román de la Luz und Luis Francisco Bassave y Cárdenas en 1810. En el Oriente de Cuba circulaban también ideas autonomistas (muchas de ellas se centraban en un autonomismo de esta parte de la isla – en contra de La Habana), aunque no había habido intento de formar una junta de gobierno en 1808. La conspiración a su vez tenía lazos con la “conspiración de Aponte” de 1812 ANC, AP, legajo 12, expediente 17 (24 marzo 1812): “Expediente sobre declarar José Antonio Aponte el sentido de pinturas que se hayan en el L. [ibro] que se aprehendió en su casa. Consp.on de José Antonio Aponte”; ANC, AP, leg. 12, exp. 26 (15 de abril de 1812): “Expediente sobre el embargo hecho a la casa de José Antonio Aponte. (Conspiración de Aponte. (trunco)”. La conspiración de Aponte ha sido analizada en relación con las tradiciones haitianas: Childs, Matt D., “'A Black French General Arrived to Conquer the Island'. Images of the Haitian Revolution in Cuba's 1812 Aponte Rebellion“, en: Geggus, David P. (ed.), The Impact of the Haitian Revolution in the Atlantic World, Columbia: University of South Carolina Press, 2001, pp. 135-156. – el más amplio intento de una rebelión de esclavos negros y libertos antes de 1843/44 (que hasta que yo conociera la materia hasta ahora – por la tradición española/cubana del siglo XIX y XX de silenciar la participación cubana en el proceso de Cádiz – nadie ha analizado en su relación con las discusiones en las Cortes de Cádiz). Claro que Aponte también tuvo ideas autonomistas – que se dirigieron contra la “autonomía con esclavos” de las oligarquías. Los aspectos reconocibles de la conspiración de Aponte tenía muchas semejanzas con la “revolución de los lanceros de Getsemani” en el proceso de independencia en Cartagena de las Indias. En suma, circulaban muchos “autonomismos”, muchas ideas, textos y palabras, alugunas perdidas, algunas oidas - autonomismos que en aquel entonces se conceptualizaba como “soberanidad”. Verdaderamente estas “via[s] autonomista[s] [constituían]… una estrategía revolucionaria”. Chust, La cuestión nacional americana …, p. 167; Breña, Roberto, “Un momento clave en la historia política moderna de la América hispana: Cádiz, 1812”, en: Zoraida Vázquez, Josefina (coord.), El nacimiento de las naciones iberoamericanas / síntesis histórica, Madrid: Fundación Mapfre Tavera, 2004, pp. 53-98. El problema para las Cortes era – hasta que punto reconocer las diferentes “soberanidades”, es decir autonomismos, como base fundamental y constitucional del imperio; el problema para las oligarquías criollas era como evitar “autonomismos” desde abajo, desde “las castas” o de “los pardos”, y como contar estas “castas inferiores” en lo númerico para sus propios planes, sin aceptar sus proyectos de “soberania” y libertades (es decir, construir una ciudadanía pasiva y activa). Ya que varios diputados liberales en las Cortes mismos eran dispuestos a aceptar algunas de las diferentes “soberanidades” en lo teórico (como base de una constitución para “Las Españas”). Pero esto quedaba siempre algo peligroso, sobre todo en la realidad política fuera del parlamento. Tres de los autonomismos separaban el seno de las Cortes, sin que la mayoría de los diputados, que al fin fueron liberales, pero liberales españoles en España, hubiesen sido dispuestos a aceptarlos : primero el autonomismo constitucional con la inclusión de las castas y los indios americanos (es decir “16 vs 11 millones”), segundo el autonomismo herárquico-aristocrático de sendos centros urbanos americanos (con tendencia hacia el independentismo), como Caracas, Charcas o Quito; y tercero: cualquier “soberanía popular” (cuando el concepto de “pueblo” Chust; Frasquet, Ivana, “Soberanía, nación y pueblo en la Constitución de 1812”, en: Secuencia, núm. 57 (septiembre-diciembre 2003), pp. 39-60. se refería a “las castas” urbanas o la populación rural). Parece que fue una tragedia para la gigantesca reforma constitucional del imperio español que los llamados “españoles americanos”, sobre todo en el continente, no podían olvidar la tradición centralista-borbónica de más de cincuenta años. Los cubanos tampoco podían olvidarla, ya que este centralismo los había privilegiado. Y la Regencia, a diferencia de las Cortes, todavía obraba totalmente en esta tradición. Ya el 29 de julio de 1810 el Consejo de la Regencia había dado una orden mediante la cual se exhortaba al Virreinato de Nueva Granada En Bogotá el 20 de julio de 1810 una junta de gobierno había sido formada que exigía el supremo poder en el virreinato., al de Nueva España así como a las Capitanías Generales de Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico a brindar ayuda inmediata de todo tipo al Brigadier Don Francisco Miyares, Capitán General interino de Caracas. ANC, Asuntos Políticos (AP), leg.212, nº 13 (1810). Con ésto la regencia intentó pasar a una política de contragolpe militar para aplastar intentos “autonomistas” (primero más en teoria o en los temores de la Regencia que en realidad). España después de quince años de guerra no disponía en efecto de medios suficientes para operaciones militares de gran escala. La Regencia fundamentó la legalidad del contragolpe a partir del concepto tradicional de la unidad de la nación española, como comunidad de leales vasallos de la Casa de Borbón a uno y otro lado del Atlántico. Ibíd; Costeloe, Response to Revolution: Imperial Spain and the Spanish-American Revolution, 1810-1840, Cambridge 1986, pp. 8 y ss se refiere a la “controversia por la mejor vía” para el mantenimiento del imperio colonial español. El autor menciona cinco variantes. La línea dura del contragolpe militar estaba representada de forma más evidente por la Comisión de Reemplazos del Consulado de Cádiz fundada en 1811. La Regencia y el Consejo de Indias se mostraron dispuestos a restaurar el “orden” en Venezuela con todos los medios a partir de septiembre de 1810. Se tomaron medidas preventivas contra una eventual declaración de independencia (que tal vez por eso se produjo el 5 de julio de 1811). Al principio estas medidas permanecieron sin efecto. Cuando llegaron noticias procedentes de América sobre otras sublevaciones y sobre los acontecimientos en Nueva España, se descubrió toda la dimensión del dilema. Como consecuencia entonces, aumentó la presión de los comerciantes de Cádiz sobre la Regencia (y las Cortes). Malamud Rikles, Carlos D., “La Comisión de Reemplazos de Cádiz y la financiación de la reconquista americana”, en: V Jornadas de Andalucía y América, Vol. I, Sevilla 1986, p. 320ss. Pero la fase inicial conservadora de la independencia venezolana, la tradicional competencia particularista de las oligarquías criollas y el rechazo hacia los patriotas aristocráticos de Caracas por parte de otras ciudadades costeras (como Coro o Maracaibo) y por parte de la masa de las “castas”, posibilitaron un contraataque español. Oficiales españoles, obrando con bastante autónoma pusieron en marcha un viejo mecanismo de dominación así como una activación militar de las diferencias entre “castas” y la oligarquía mantuana a partir de mediados de 1811. Zeuske, “Regiones, espacios e hinterland en la independencia de Venezuela. Lo espacial en la política de Simón Bolívar”, en: Revista de las Américas. Historia y presente (RAs), Número 1 (primavera 2003), pp. 39-58. Unidades militares españolas bastante pequeñas, constituidas en Puerto Rico por orden de la Regencia (entre otros por el decreto del 4 de septiembre de 1810 contra el cual luchaba Ramón Power en las Cortes), desembarcaron en la ciudad venezolana de Coro. Allí y en Maracaibo se unieron con los adversarios de los proyectos de la oligarquía criolla de Caracas. Eran muchos adversarios. Se desencadenó así una guerra civil y se llevó a cabo la avanzada “canaria” de Domingo Monteverde. Con esto se inició la ofensiva guerrera, no parlamentaria, contra la “autonomía” de los “insurgentes nobles” en Caracas – con apoyo de la oligarquía americana de La Habana y la enemistad de una parte de la élite portorriqueña, que a su vez también tenían sus planes “autonomistas”. Con alguna razón la Regencia y las Cortes dieron el éxito por seguro hacia 1812, “porque según las últimas noticias ni la Capital ni la provincia de Maracaibo ni la de Coro, ni el interior de Caracas” ANC, AP, leg. 290, nº 7. participaron en el movimiento capitaneado por los mantuanos. Paralelamente a las operaciones en el país se hizo el anuncio de un riguroso bloqueo de los puertos venezolanos. Este bloqueo afectó considerablemente al comercio legal de Venezuela con España (el mercado de cacao más importante) Lucena Salmoral, Manuel, Características del comercio exterior de la provincia de Caracas, Madrid: Alhambra, 1990, pp. 453ss. como el comercio de contrabando con Cuba. Todo esto conllevó a que se agravara la paralización del comercio en la región del Caribe. Documentos para la historia de Venezuela, existentes en el Archivo Nacional de Cuba, comp. y ordenados por Franco, José Luciano, La Habana: Publicaciones del Archivo Nacional de Cuba, 1960, p. XXXIII. En aquel entonces, los comerciantes y productores en Cuba esperaban inútilmente una reforma del comercio de la Isla reclamada y anunciada hacia tiempo, así como del sistema de impuestos y aduana (parte de sus conceptos de autonomia). Las ciudades venezolanas de Coro y Maracaibo fueron excluidas del bloqueo. El bloqueo fue abolido después de la caida de la llamada “Ia república” venezolana, véase: ANC, AP, leg. 12, nº 6 (1812); así como: Lucena, Características..., pp.506ss. También se produjo de nuevo una oferta de compromiso. ANC, AP, leg. 290, nº 6 (1812). El Capitán General de Cuba, Someruelos, conocedor profundo de las condiciones americanas, intentó aprovechar la oferta de compromiso a favor de negociaciones con los autonomistas de Caracas. Someruelos autorizó a Don José Francisco de Heredia a negociar. Heredia, con importante familia en Cuba, ya había sido nombrado Oidor de la Audiencia de Caracas La Real Audiencia de Caracas en la historiografía venezolana (Materiales para su estudio), ed. A.E.López Bohórquez, Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1986. Heredia fue a partir de agosto 1812 intendente interino (decano) de la Real Audiencia de Caracas. el 15 de octubre de 1809. Debido a la destitución del Capitán General de Venezuela, Emparán (amigo íntimo de Humboldt) en 1810 no podía ejercer inmediatamente su cargo. ANC, AP, leg. 212, nº 68 (1810). Véase también: López Bohórquez, Los ministros de la audiencia de Caracas (1786-1810), Caracas 1984, p.96; Heredia, José Francisco, Memorias del Regente Heredia. Prólogo Blas Bruno Celli, Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1986 (Fuentes para la Historia Colonial de Venezuela; Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia, 186), pp.24ss; M.Briceño Iragorry, El regente Heredia o la piedad heroica, Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1986, pp. 68 y 93. Someruelos propuso a los “insurgentes” la participación en el poder imperial (el proceso de Cádiz) en lugar de insurrección o revolución y algo como “salvar lo esencial”. ANC, AP, leg. 212, nº 68 (1810). De no reconocer la posición oficial de Heredia como uno de los funcionarios reales más importantes, pudiera el oidor hacerse pasar también como enviado personal de Someruelos. Heredia tenía además parientes y amigos en Caracas. La misión fracasó a causa de la rígida política del Consejo de Regencia y su representante militar en Venezuela y debido a la resistencia de la oligarquía criolla de Coro y Maracaibo. A pesar de todo agradecemos a Heredia importantes testimonios sobre el período de la primera y segunda república en Venezuela (1810-1814). En nuestro contexto, el contenido principal de estos testimonios, radica en la crítica de una agrupación reformista dentro de las autoridades coloniales españoles contra la política de mano dura de la Regencia y la Comisión de reemplazos. Heredia, Memorias..., passim, ver también: Biblioteca Nacional de Cuba, La Habana (BNC), Sala Cubana (SC), C.M.Bachiller, nº 448a; ibíd., C.M.Pérez, nº 437, esp. folio 6. Las autoridades políticas y militares de Venezuela, Miyares y Monteverde en particular, ejercieron en 1811/12 una dura línea de política contrarrevolucionaria, sin que hubiera habido una verdadera revolución, sino más bien un autonomismo más como una estrategía revolucionaria. En diciembre de 1811 Miyares pudo informar al Gobernador de Santiago de Cuba, Pedro Suárez de Urbina, sobre los éxitos militares que habían sido alcanzados “por los valientes corianos (habitantes de Coro)... contra los ingratos y desconocidos habitantes de Caracas”. ANC, AP, leg. 212, nº 128 (1811). Pocos años después Miyares escribió al Arzobispo de Santiago de Cuba rogándole que destruyese las cartas suyas al coronel Pedro Suárez de Urbina, véase: Ibid., leg. 215, nº 33 (1815). La victoria de Monteverde y el desmembramiento de la llamada “Primera República” Parra-Pérez, Carraciolo, Historia de la Primera República de Venezuela, 2 toms., Caracas 1959, II, pp. 412ss, véase también: Lucena, Características..., pp389ss. parecían confirmar, en un primer instante, la estrategia y los medios utilizados. Después de la capitulación de los patriotas venezolanos bajo el mando de Miranda (1812), fue nombrado Monteverde Capitán General de la Provincia de Caracas y Presidente de la Audiencia. Desde 1810 Miyares y otros militares de Venezuela habían exhortado reiteradamente a las autoridades cubanas a ayudarlos con dinero, armas, tropas y equipamiento. El volumen de la ayuda, que en 1810 exigía Miyares a Cuba, ascendía concretamente a 500 fusiles y las municiones correspondientes, 4 cañones de campo de bronce y 30 000 pesos en oro. Dicha ayuda fue concedida. ANC, AP, leg.212, nº 128 (1810). El apoyo provino de La Habana y Santiago de Cuba, además de Puerto Rico Ibid., nº 142, 163 y 176. y fue llevada a Coro por el Brigadier Juan Manuel de Cagígal. Pero esto no fue empresa fácil debido a las inflexibles estructuras de la administración colonial española. La Regencia nombró a Don Antonio Ignacio de Cortabarría Comisario Real. Ibid., leg. 213, nº 103 (1810); ver también: Parra-Pérez, Historia..., I, pp. 482ss; Lucena, Características..., pp. 454ss. Cortabarría primeramente tuvo que servir como mediador; cuando esto fracasó, intentó coordinar la política española en la cuenca del Caribe, regular los asuntos referentes al suministro y asegurar la importante Provincia de Guayana, es decir, el hinterland estratégico de Caracas y el Orinoco. Documentos para la historia de Venezuela …, p. XXX. El Comisario, miembro del Consejo de Indias con rango de ministro, agotó pronto todos sus medios en una infructuosa guerra propagandística. Habrá que investigar con detalle en qué medida el conocimiento de las dificultades, considerando la reacción de la oligarquía criolla y sus afanes “autonomistas” y hasta más y más independentistas, creó un clima apropiado para las reformas dentro de la burocracia y hasta los altos funcionario imperiales (por ejemplo para las reformas en Cuba y Puerto Rico a partir de 1815). Los éxitos provisionales de la contrarrevolución encubrieron algunos inicios prácticos de reformas, surgidos por la necesidad de las circunstancias en Venezuela. Parecen ser asombrosos, pero tienen una explicación relativamente simple. Heredia señaló en sus memorias que, de igual forma que en Caracas, la oligarquía coriana, sobre todo el ayuntamiento de Coro - que aparentemente perteneció al sector realista - asumió el gobierno superior en la región. Algo similar sucedió en Maracaibo. Heredia escribió: “A la manera de ellos también hubo una revolución en el territorio reconocido por la Regencia. En Guayana siempre hicieron lo que les agredaba sin respetar a nadie”. Heredia, Memorias..., p. 12, nota 1. Heredia afirma con esto al autonomismo en si mismo como estrategía revolucionaria. En las regiones que estaban del lado de España también se aprovechó la situación para intentar reformas de las estructuras centralizadas. Pensándolo bien tampoco pudo ser de otra forma, si se considera el estado de los vínculos entre España y los reinos ultramarinos “declarados en sublevación”, así como sobre la base del hecho de que los centros realistas de Coro y Maracaibo prácticamente casi no tuvieron otro apoyo que sus propias recursos y fuerzas, más algún apoyo del Caribe hispánico. ANC, AP, leg.14, nº 18 y 19. Resumiendo se puede decir que entre los autonomismos había muchos entrelazamientos: en el parlamento mismo, entre parlamento y los reprensentados en el parlamento, también con los no representados con su propio autonomismo (más bien relaciones violentas), pero también entre los diferentes autonomismos fuera del parlamento. Francisco de Miranda, por ejemplo, viejo revolucionario independentista (pero tan centralista como toda la Regencia Zeuske, “Introducción”, en: Francisco de Miranda y la modernidad en América, introducción, selección, transcripción y notas de Zeuske, Madrid: Fundación Mapfre Tavera; Ediciones Doce Calles, S.L., 2004 (Prisma Histórico: Viejos documentos, Nuevas lecturas; Velhos Documentos, Novas Leituras), pp. 13-106.) después de la derrota contra Monteverde y los corianos (y valencianos) estaba dispuesto al compromiso a base de la constitución de 1812 que incluía formas parlamentarias de autonomismo – ¡algo es algo! Como es bien sabido, en 1812, la rebelión autonomista de los aristócratas mantuanos de Caracas era aplastada y pacificada – no pacificadas fueron las “castas” de Venezuela, hasta este momento aliados de Monteverde contra la “diablocracia” de Caracas. Las milicias “pardas” controlaron temporalmente Valencia en el centro esclavista de Venezuela y a la ciudad autonoma de Cartagena de Indias. Bolívar pudo salvarse a ese centro transracial. En Cuba, al contrario, en 1812 fue aplastada la conspiración de negros y mulatos. Conclusión La esclavitud y el racismo eran más fuertes que el parlamentarismo. La isla de Cuba era la primera sociedad del mundo occidental que desarrollaba un expreso proyecto elitista económico, social y político, basándolo en la teoria de un racismo “moderno” y bajo condiciones exteriores de un cáos de las relaciones transatlánticas: utilización de “los negros” para la acumulación de capitales y como trabajadores baratos por un lado, evitar la inclusión cultural y social de estos esclavos y todos sus descendientes (aún que sean libres) por otro, utilizando un icono de miedo, surgido con la revolución de Haití: el esclavo rebelde que mata todos los blancos y viola a sus mujeres. No por azar en Cádiz se publicó la primera historia de la revolución de Haití en español. López Cancelada, Juan, Código formado por los negros de la Isla de Santo Domingo de la parte francesa hoi estado de Haytí, Cádiz: Quintana, 1810. Por eso los diputados cubanos en las Cortes extraordinarias se hallaron casi inactivo en lo político, defendieron el estatus alcanzado en 1805; el diputado más activo en el sentido político del liberalismo revolucionario-parlamentario, defensor de la unidad del imperio sobre estas bases, fue el portorriqueño Ramón Power, antiesclavista y enemigo del comercio de esclavos. La consecuencia más lógica de este antiparlamentarismo elitista cubano era – brincando un poco por los tiempos históricos – fue la expulsión de los parlamentarios cubanos en 1837. Yo creo firmemente que Arango en los últimos años de su vida tuvo una idea de esta conexión entre esclavitud, racismo y “colonialismo” liberal de España en Cuba. Fradera, “Raza y ciudadanía. El factor racial en la deliminación de los derechos de los americanos”, pp. 51-69. En la realidad las élites azucareras no tenían ningún miedo a los esclavos (como no cansa de explicar Allan J. Kuethe en sus trabajos), sobre todo porque habían desarrollado una eficiente demografía colonial, una verdadera ciencia de dominación – y un racismo bien funcional dentro de las linéas “científicas” de aquel entonces (Humboldt lo rechazaba con argumentos científicos). Con las ganacias de la economía “boom” del azúcar y de los esclavos (que a su vez se hizo modelo para la isla de Puerto Rico bajo su intendente genial Alejandro Ramírez) desarrollaron tanto su propio modelo de “autonomía”, llegando, con muchos conflictos, hasta 1837. Fradera, Colonias para después de un imperio, Barcelona: edicions bellaterra, 2005. Las partes económicas y sociales de este proyecto se realizaron directamente, en contra de los liberales en las Cortes y en alianza con el absolutismo antes y después del primer periódo constitucional 1808 a 1814, las partes políticas, indirectamente, sobre todo entre 1815 y 1833 (con un Arango en 1824 superintendente y administrador de la finanzas de Cuba). Con el dinero y las redes de influencia callaron las voces antiesclavistas en las Cortes. Con dinero financieron también una buena parte de las expediciones militares Zeuske, “Política colonial y revolución. Cuba y la independencia de la Tierra Firme”, en: TRIENIO 24, Madrid (Noviembre de 1994), pp. 97-164. contra otros “autonomismos” fuera del parlamento en la lejana Europa, bajo cierto control de los políticos y comerciantes españoles. Los deseos autonomistas de las mayorías de la otras oligarquías americanas se esfumaron muy rápido y con pocas excepciones en 1812-1815; sólo el autonomismo aristocrático de un Bolívar (y un muy reducido grupo de criollos) ante la expectativa de una muerte como radical ante un pelotón de Morillo Quintero Saravia, Gonzalo M., Pablo Morillo. General de dos mundos, Bogotá : Editorial Planeta Colombiana, S.A., 2005. (o “pasado por las armas” de los llaneros) lo llevó a una alianza temporal de un autonomismo desde abajo – aqui el apoyo de los cubanos con su economía esclavista en auge al absolutismo y a los militares de mano dura llevó a la radicalización y volcó a los autonomismos inpendizantes hacía una lucha anticolonial por “la nación”, separada de España y de la “nación a ambos lados del Atlántico”.