La traducción de las Odas de Anacreonte y de Museo
de Graciliano Afonso: concepto y métodos
Graciliano Afonso’s translation of Anacreonte’s and
Musaeus’ Odes: concept and methods
FRANCISCO SALAS SALGADO
Universidad de La Laguna. Departamento de Filología Clásica, Francesa, Árabe y
Románica. Sección de Filología. Facultad de Humanidades. C/ Profesor José Luis
Moreno Becerra, s/n. Campus de Guajara. Universidad de La Laguna. 38200 San
Cristóbal de La Laguna. Tenerife.
Dirección de correo electrónico: frasalas@ull.edu.es
ORCID: https://orcid.org/0000-0001-5971-2668.
Recibido/Received: 10/3/2021. Aceptado/Accepted: 16/5/2022.
Cómo citar/How to cite: Salas Salgado, Francisco, «La traducción de la Odas de
Anacreonte y de Museo de Graciliano Afonso: concepto y métodos», Hermēneus. Revista
de Traducción e Interpretación, 2023 (25): pp. 365-391.
DOI: https://doi.org/10.24197/her.25.2023.365-391
Artículo de acceso abierto distribuido bajo una Licencia Creative Commons Atribución
4.0 Internacional (CC-BY 4.0). / Open access article under a Creative Commons
Attribution 4.0 International License (CC-BY 4.0).
Resumen: El prolífico literato y humanista canario Graciliano Afonso Naranjo publicó en Puerto
Rico, en el año 1838, una traducción cuyo título es Odas de Anacreon. Los Amores de Leandro y
Hero, la cual apareció junto a una obra de creación El beso de Abibina. El texto de esta edición
puertorriqueña, lleno de erratas, fue posteriormente transcrito en un volumen manuscrito que
conserva la obra de este traductor y que se encuentra en los fondos de «El Museo Canario» de
Las Palmas de Gran Canaria. El presente artículo trata de analizar los aspectos teóricos que
aparecen de forma clara o latente en todas las partes que guardan relación con la traducción, en
un intento de conocer y sistematizar los principios que guían a este traductor y su vinculación con
el contexto en que se encuadran.
Palabras clave: Estudios de traducción; Anacreonte y Museo; Humanismo; Graciliano Afonso; siglo
XIX.
Abstract: Graciliano Afonso Naranjo, Canarian humanist, and prolific writer, published his first
translated work in Puerto Rico in 1838: the Odas de Anacreonte. Los amores de Leandro y Hero,
was issued along with Afonso’s own literary work El beso de Abibina. The Puerto Rican text was
later transcribed and included into one of the five manuscript volumes containing his works,
currently kept at the Museo Canario de las Palmas de Gran Canaria. This article analyses the
theoretical aspects that run through these notes either in a latent or an explicit way. Its aim is to
ascertain their relation to Graciliano Afonso’s translations and to the specific context where they
emerged to identify and systematize the translation principles inspiring him.
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Keywords: Translation Studies; Anacreon and Musaeus; Humanism; Graciliano Afonso; 19th
Century.
Sumario: 1. Introducción; 2. Graciliano Afonso, traductor y traductólogo; 3. El contexto
traductológico; 4. Precisiones sobre el corpus de trabajo; 5. La traducción de Anacreonte y de
Museo: cuestiones de traductología, 5.1. Los traductores. Aciertos y problemas de las
traducciones anteriores, 5.2. Dificultad de la traducción. Tópicos, 5.3. Preparación del traductor:
conocimiento del género, la materia y las fuentes, 5.4. Tipología de las traducciones, 5.5.
Traducción y poesía; 6. Conclusiones; Referencias bibliográficas.
Summary: 1. Introduction; 2. Graciliano Afonso as a translator and translation researcher; 3:
Translation context; 4. Corpus specifics; 5. Anacreonte’s and Musaeus’ Translation Studies
matters, 5.1. The translators, 5.2. Previous problems and successes, 5.2. Degree of difficulty and
translation issues, 5.3. Acquaintance with genre, matters and sources, 5.4. Typology, 5.5.
Translation and poetry; 6. Conclusions; Works cited.
1. INTRODUCCIÓN
En 1838 apareció publicada en Puerto Rico, en la imprenta de
Santiago Dalmau, una traducción de las Odas de Anacreonte (ca. 574-485
a. C) y de los Amores de Leandro y Hero de Museo, poeta griego del siglo
V o VI d. C., al que se dio el epíteto de «el gramático», realizada por
Graciliano Afonso Naranjo (La Orotava de Tenerife, 1775-Las Palmas de
Gran Canaria, 1861), prolífico escritor canario que dejó una ingente obra
escrita, pero también una huella profunda en la sociedad insular de su
época. De su dilatada biografía conviene ofrecer algunos datos.
Realizó este literato sus primeros estudios en el Colegio San Luis
Gonzaga, que fue de los jesuitas en su ciudad natal, antes de que fueran
expulsados. Aquí comenzó su especial relación, que continuará durante
toda su vida, con los clásicos grecolatinos, cuya huella es constante en toda
su obra. En este colegio fue su preceptor de latinidad el humanista José de
Acosta y Brito, a quien se deben también traducciones y comentarios de
algunas obras de Virgilio. Posteriormente, a los quince años, ingresó en el
Seminario Conciliar de las Palmas de Gran Canaria, institución fundada
por el obispo ilustrado Antonio Tavira y Almazán, que se caracterizó por
ser foco constante de innovadoras teorías filosóficas. Fue nombrado en
1796 clérigo tonsurado, desempeñando, además, interinamente la cátedra
de Filosofía del Seminario. Prosigue más tarde sus estudios universitarios
en la Universidad de Alcalá donde completaría su formación. Regresa de
nuevo a Las Palmas en 1799 donde ocupó las cátedras de Lógica,
Metafísica y Física, retornando de nuevo a la Península donde en 1800
obtuvo el grado de bachiller en derecho civil. Fue, en 1807, canónigo
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doctoral de la Santa Iglesia Catedral de Canarias, primer diputado a Cortes
por la provincia, en 1821, tuvo problemas con la Inquisición y emigró a
tierras americanas, desterrado por cuestiones políticas, de donde regresó
tras la amnistía promulgada en 1834, ocupando de nuevo su antiguo puesto
y haciéndose cargo de diversas tareas concernientes al Cabildo
catedralicio. Ejerció de nuevo la docencia en el recién creado Colegio de
San Agustín de Gran Canaria. Desde 1854 hasta la fecha de su muerte se
retira de sus ocupaciones y dedica sus esfuerzos a la publicación de sus
obras, especialmente sus traducciones de la Eneida y las Églogas de
Virgilio y del Ars poetica de Horacio.
De su amplia producción, tanto literaria como humanística, ya se han
realizado algunos estudios meritorios desde diferentes puntos de vista. 1
Sin embargo, no abundan las ediciones de esta pues todavía la mayor parte
de su obra permanece inédita, repartida en sendas copias manuscritas que
conserva la sociedad científica «El Museo Canario» de las Palmas de Gran
Canaria, además de algunos archivos particulares. También, al parecer,
varios escritos de este autor se perdieron. 2
Uno de los pocos textos que tuvo la suerte de ser publicado, en
concreto el primero de ellos, es la traducción sobre la que va a tratar el
presente trabajo. Aparte del indudable valor literario que tiene y de su más
que probada relación con el sugestivo campo de estudio de la recepción
clásica, cobra interés, asimismo, en el terreno de la traductología, pues en
no pocas partes se encuentran referencias que, aunque singularmente
referidas a unos autores y obras concretos, abordan de forma teórica
(también práctica) el concepto y el método (o métodos) que ha seguido
para realizar esta traducción.
1
Cf. especialmente Armas Ayala (1963, 1993) y Becerra Bolaños (2010).
En concreto, se sabe de la existencia de textos manuscritos que se conservan en el
Archivo Mesa y López, actualmente en posesión de la familia Mesa de León, y en el de
la familia Martínez de Escobar. Debió consultar este material el ilustre investigador
Agustín Millares Carlo, quien los cita en su imprescindible Bibliografía de escritores
canarios (cf. Millares Carlo-Hernández Suárez, 1975, vol. I, pp. 42, 44 y 46). Otras obras,
como sugiere Becerra Bolaños (2007, p. 15) debieron perderse, es decir, la producción
escrita entre 1797 (fecha de su primer texto conocido) y 1823, a causa del oficio
promulgado por el corregidor y subdelegado de Policía, José Bérriz de Guzmán y que
envió al Cabildo Catedral, donde recuerda la pena de garrote vil que pesaba sobre
Graciliano Afonso y solicita que se sigan con todas las diligencias para encontrar y
descubrir sus bienes.
2
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Nuestra intención es analizarla, junto con otros materiales
relacionados que se describen posteriormente, 3 contextualizarla en el
momento en que fue realizada con otros textos contemporáneos y, luego,
estructurar y sistematizar las aportaciones que hace. Creemos que esta
clase de trabajos, aunque esté relacionada con un autor y una obra
concretos, responde al enfoque integrador que se busca en los estudios de
teoría de la traducción, aparte de que permite acceder al conocimiento que
un traductor particular tiene de este proceso lingüístico en un momento
determinado, establecer las características que aporta esa traducción (o
traducciones), que pueden estar más o menos en consonancia con los
criterios formulados en el momento en que fue realizada, e incluso
comparar, si es posible, los diferentes criterios que pudieran existir en otras
traducciones que haya podido realizar ese traductor.
2. GRACILIANO AFONSO, TRADUCTOR Y TRADUCTÓLOGO
Muchos son los traductores cuyo nombre y cuya obra son totalmente
desconocidos. No es el caso de Graciliano Afonso cuya labor en este
sentido ha sido objeto de atención desde el ya lejano juicio que hiciera
Menéndez Pelayo sobre algunas de sus traducciones (cf. 1951, vol. vi, p.
149; 1952, vol. VIII, p. 245 y vol. IX, p. 57).
Esta tarea, de forma desigual y no continuada, la han llevado a cabo
investigadores vinculados sobre todo a las universidades canarias, con
estudios diversos, no solo relacionados con las lenguas clásicas (cf.
Castillo Martín, 1993; Martínez Hernández-Santana Henríquez, 2008 y
2009; Sánchez Jiménez-García Calderón, 2018; Salas Salgado, 19891990, 1999, 2011). Sin embargo, ello no supone que el tema esté agotado
y que tales investigaciones hayan permitido que la labor de este traductor
3
Advertimos que los textos que se citan, tanto de la edición impresa como de los
manuscritos, mantienen la ortografía y la puntuación originales. En relación con los
manuscritos, cabe indicar que el copista, Juan Padilla, no debió entender en ocasiones el
texto afonsiano, de ahí que aparezcan deslices, sobre todo en palabras de otras lenguas,
los cuales hemos señalado oportunamente. Debido a la alteración que ha sufrido el orden
de estos poemas en las diferentes ediciones, hacemos acompañar la referencia que se hace
de las Odas de esta traducción del número correspondiente, en romano y entre corchetes,
que aparece en la edición moderna de Brioso (1981) a fin de que el lector interesado pueda
hacer las oportunas comparaciones.
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sea conocida en todas partes. 4 Valgan aquí algunos datos a modo de
presentación.
Ciertamente, fue Graciliano Afonso autor de muchas traducciones
realizadas al castellano desde lenguas (griego, latín, francés, inglés e
italiano) y géneros diversos, que, conviene insistir, reclaman todavía, amén
de su obra de creación, el esfuerzo de los estudiosos. 5 Entre los autores
clásicos (cf. Millares Carlo, 1975, pp. 28-64; Salas Salgado, 1999, vol. II,
pp. 90-100) encontramos versiones de Homero, Esquilo, Píndaro,
Anacreonte, Sófocles, Horacio y Virgilio. También hizo traducciones de
los ingleses Pope, Chaucer, Milton, Byron y Ossian; de los italianos Juan
Bautista Casti, Gianni, Manzoni, Metastasio y Chiabrera; y de los
franceses Bernard, Béranger y Voltaire. A estos se debe añadir la
traducción de los Basia del humanista Juan Segundo, de una oda de
Ménage y de varios himnos litúrgicos latinos. Se tienen noticias, además,
de otras que, sin embargo, hasta la fecha no se han podido localizar, en
concreto de las que realizó de Ovidio, Cicerón y Tibulo, y que, según
parece, se encontraban en un «Cuaderno de traducciones», fechado en
octubre de 1853 (cf. Armas Ayala, 1993, pp. 99-100). 6 Tal cantidad de
textos y autores distintos, dados a conocer por este literato en estas
versiones, confirma la amplia labor de divulgación que llevó a cabo.
Esta tarea está relacionada, en algunos casos, con su labor como
profesor. Las lenguas clásicas, el griego y el latín, además del inglés, tuvo
4
Encontramos, por ejemplo, citada la traducción de Museo, que realizó Afonso, en
Guillermo Montes Cala (1994, p. 46). No aparece, sin embargo, en el importante y ya
necesario Diccionario histórico de la traducción en España, editado por Lafarga y
Pegenaute, aunque se incorpora en algunas entradas en el formato digital de esta obra,
alojado en el portal http://phte.upf.edu.
5
Han conocido la impresión hasta este momento algunas traducciones de autores clásicos
grecolatinos. Aparte de Anacreonte y Museo, contamos con la traducción de la Eneida de
Virgilio (Las Palmas de Gran Canaria, 1854), con edición moderna en Salas Salgado
(2008), las Églogas de Virgilio (Las Palmas de Gran Canaria, 1855) y la traducción del
Arte Poética de Horacio con notas (Las Palmas de Gran Canaria, 1856). También se ha
editado la versión de una obra del abate Giambattista Casti (cf. Afonso, 2003). Las otras
traducciones se conservan manuscritas y son copia de Juan Padilla, quien pudo quizás
haber utilizado para ello los autógrafos del doctoral. Sobre otros textos publicados véase
Martínez (2003, pp. 73-74).
6
Debió conocer Armas Ayala este manuscrito ya que refiere parte de su contenido y
valora la fidelidad y el carácter escolar de estas composiciones. Fueron, seguramente, una
tarea que realizó para sus clases, lo que demuestra la existencia de materiales de este autor
que continúan dispersos y la necesidad de recuperarlos para uso de los estudiosos e
investigadores. Cf. la nota 2 del presente trabajo.
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oportunidad de enseñarlas en el Colegio de San Agustín. Armas Ayala
(1993, p. 99) señala, además, que algunas traducciones, como las de Byron
y Milton, fueron ejercicios de clase realizados por los hermanos Martínez
de Escobar, 7 alumnos suyos en esta institución. Y lo mismo cabe decir de
la traducción de las Geórgicas de Virgilio, realizada por uno de esos
hermanos, Amaranto Martínez de Escobar, que luego corrigiera Graciliano
Afonso (Armas Ayala, 1963, p. 402), y de la de Ossian, heterónimo de
James Macpherson, en cuyo cometido colaboraron también ambos (Armas
Ayala, 1993, p. 53).
En estas traducciones, algunas de la cuales han conocido una edición
moderna (cf. Afonso, 2003 y 2008), pocas son las reflexiones que hay en
relación con este proceso lingüístico, lo que se ha denominado «discurso
de la traducción», parte tópica y típica que se desarrolla normalmente en
los prólogos introductorios, donde se delinean las líneas teóricas que se
han seguido. Normalmente, las menciones que hace están dentro de un
contexto más amplio, que muchas veces no tiene que ver directamente con
la traducción, ni se encuentra en obras de esta clase. Una lectura atenta es
la que permite ir encontrando referencias. Algún trabajo se ha hecho, de
manera general y diacrónica, intentando hilvanar las consideraciones que
se han podido encontrar para establecer los criterios que guiaron esta tarea
en el tiempo largo que se dedicó a la misma (cf. Salas Salgado, 2003, pp.
49-65). Cuestiones como el papel de la traducción para acceder a otra
cultura y el enriquecimiento así de la lengua de llegada, la dificultad
general de realizar esta tarea en contraste con la posibilidad de realizar la
traducción literal de sintagmas pequeños, o la mayor fidelidad que existe
en los textos traducidos en prosa frente a los de verso, entre otros aspectos,
se mencionan claramente o se pueden deducir del examen de su obra
literaria. 8
Sin embargo, teniendo en cuenta la diversidad de las traducciones, la
finalidad de las mismas y las diferentes lenguas en las que fueron escritas
7
Bartolomé Martínez de Escobar y sus hijos, Emiliano, Teófilo y Amaranto, se
convirtieron en una segunda familia para nuestro autor tras su regreso a Canarias, después
del destierro político que sufrió. Graciliano Afonso había colaborado desde los años
veinte del siglo XIX con D. Bartolomé en montajes teatrales, y este le ayudó como
abogado en múltiples ocasiones. Además, los hijos de este prócer grancanario fueron unos
discípulos suyos constantes en el tiempo, como recuerda Armas Ayala (1993, pp. 52-55).
8
Para un análisis panorámico del papel de la traducción en el desarrollo de la literatura y
las ideas literarias véase Sánchez Robayna (2005, pp. 21-44), y más concretamente las
págs. 34-35, dedicadas a nuestro traductor.
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las obras originales, 9 parece conveniente la realización de estudios menos
generales con análisis más concretos, donde se considere el hecho de que
fueron realizadas en momentos diferentes y condicionadas por una estética
determinada, con lo que es razonable pensar que la intención, propósitos y
la calidad de esas versiones sean diferentes. A todo esto, debe añadirse el
público al que iban dirigidas. 10
3. EL CONTEXTO TRADUCTOLÓGICO
En la ingente obra que dejó escrita Graciliano Afonso se han
destacado elementos que pertenecen a diversos movimientos estéticoliterarios. En concreto, neoclasicismo, prerromanticismo, ilustración y
rococó son las corrientes en las que se ha encuadrado su producción
literaria. 11 De esos movimientos es el neoclasicismo el que seguramente
más relación tiene con la presencia manifiesta de los autores de Grecia y
Roma. Este movimiento que, en esencia, planteaba la vuelta a la estética
literaria del clasicismo renacentista y propiciaba, a partir de ahí, el vínculo
con los escritores grecolatinos, considerados modelos a los que había que
imitar, supuso la recuperación de muchos de los elementos formales de
aquellos textos. Esta recuperación pasaba por el estudio más o menos
exhaustivo de las obras clásicas, donde la traducción tenía una situación
de privilegio: al tiempo que se trasladaba su contenido a las diferentes
lenguas vernáculas, se ayudaba a la difusión de aquellas obras. Esta idea
ya aparece en textos de la época. Concretamente, muy relacionado con lo
que aquí se trata, en la traducción de Anacreonte que hicieran los hermanos
9
Como ejemplo de análisis desde diferentes puntos de vista (sintáctico, semántico,
métrico y retórico) de una de las traducciones realizadas por el doctoral, en concreto, la
traducción de la Eneida de Virgilio, véase Salas Salgado (1988-1989, pp. 325-334). Las
conclusiones a que se llegan aquí, donde se considera esta traducción ejemplo de
traducción libre que atiende al sentido en lo fundamental, y no a la sintaxis, pueden diferir
(de hecho, lo hacen) con las que se sugieren en otras investigaciones que tratan otras
versiones realizadas desde otras lenguas. A este respecto puede servir de ejemplo la
conclusión a la que llega Becerra Bolaños (cf. Afonso, 2003, p. 40) al respecto de la
traducción que hiciera el doctoral de Las bragas de San Grifón de Casti, la cual no
considera ni siquiera paráfrasis del original italiano, sino una nueva reelaboración del
material literario.
10
Es lo que refiere Sánchez Robayna (2005, p. 35) en el sentido de valorar estas
traducciones a la luz de la obra poética del autor y de sus principios estéticos, los cuales,
como es lógico pensar, también tienen que ver con su obra de traducción.
11
Una síntesis en Martínez (2003, pp. 78-85).
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Canga Arguelles en 1795, obra que por otro lado conoce y cita Graciliano
Afonso, se dice que «uno de los medios más eficaces para introducir el
bueno gusto en una nación es hacerle familiar, por medio de las
traducciones, las obras de los autores más célebres de la Antigüedad»: la
traducción de estos autores no solo servía para el aprendizaje de las lenguas
clásicas, sino para conocer la cultura que en ellas se contenía. 12
Parece lógico considerar que, aunque la traducción de Anacreonte y
de Museo que aquí se estudia apareciera publicada en 1838 y en tierras
extranjeras, los principios metodológicos y la finalidad con que fue
concebida tengan que ver más con el contexto anterior, los finales del siglo
XVIII y principios del siglo XIX, especialmente si tenemos en cuenta lo que
se indica en el prólogo de la edición puertorriqueña, titulado «Compendio
de la vida de Anacreonte» (1838, pp. 3-12). Aquí, entre otras cosas, se
refiere al proceso que dio lugar a esta traducción, realizado en un momento
en que los autores que estudió en su juventud, singularmente los autores
clásicos, le sirvieron para atenuar la desazón que le provocaba verse
desterrado en tierras lejanas (de paso insiste en la presencia que todavía
entonces tenían las humanidades clásicas):
Emigrado en una Colonia inglesa hace doce años, lejos de comunicacion
con literatos españoles, sin mas libros, que los pocos que podian hallarse en
un pueblo naciente, y todo mercantil, reservados á personas de alto carácter;
solo me podían servir de guía los recuerdos de mi juventud debilitados en la
edad de 60 años: cuando en una Almoneda-pública encontré un Anacreonte
en griego y latin de Gail; al punto resolví recordar mis antiguas
lucubraciones griegas, que habían sido mi principal ocupacion en mi
destierro (…) (Afonso, 1838, p. 10).
Desde el punto de vista traductológico (cf. Vega, 1994, pp. 44-46), los
años que están alrededor de 1800 fueron fértiles para la teoría de la
traducción. Es el momento de teóricos como Alexander F. Tytler, autor en
1790 de un Essay on the Principles of Translation, o de Friedrich
Schleiermacher, a quien se debe Über die verschiedenen Methoden des
Übersetzens, fechada en 1813.
Se sigue, además, traduciendo a los clásicos grecolatinos, aunque con
menos asiduidad. De hecho, algunas de estas traducciones sirvieron, en
algunos lugares, para afianzar el culto a esos autores, caso de las versiones
12
Cf. García Garrosa- Lafarga, 2004: 61. De manera particular, para la traducción de los
hermanos Canga Argüelles, véase Rodríguez Alonso (1984-1985, pp. 232-247).
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que realizara Johann Heinrich Voss de los poemas homéricos (Ilíada en
1781 y Odisea en 1793), que darán el impulso definitivo al clasicismo
alemán. No habría que olvidar tampoco otros nombres como Friedrich
Hölderlin, traductor de Sófocles, o Alexander von Humboldt, autor de
versiones de Píndaro y Esquilo. 13
Pero también estos años conocen la ampliación del horizonte
lingüístico del que se traduce, la traducción especializada y las estilísticas
sobre la traducción que enseñan cómo trasladar a determinados autores e,
incluso, tratan sobre las dificultades de traducción de determinadas
lenguas.
Centrándonos ya en la reflexión teórica, desde la segunda mitad del
siglo XVIII se empieza a establecer diferencias conceptuales (así
Marmontel en el artículo sobre la traducción que aparece en la
Enciclopedia distingue entre versión o traducción literal y traducción o
adaptación), 14 se continúa con la crítica a la traducción literal (caso de
D’Alembert en la introducción a su traducción de Tácito) o la crítica a las
malas traducciones por el desconocimiento de la lengua patria (como hace
José Cadalso) (cf. Hurtado Albir, 2011, pp. 111-114). Por su parte, el
Romanticismo y el Posromanticismo europeos reaccionan contra el gusto
francés de la época anterior y defienden el literalismo 15 –paradójicamente
reivindican la individualidad del traductor como creador– y el respeto de
los elementos formales del original, que o bien se deben asumir, lo cual
provocaría una artificialidad en la lengua a la que se traduce, o bien pueden
13
Resulta interesante, por los datos que aporta, la breve historia que realiza Van Hoof
(1986, pp. 58-99) sobre los traductores y las traducciones de esta época, entre las que se
encuentran las que se hicieron de autores clásicos, si bien se limita en exclusividad a los
ámbitos francés, inglés y alemán.
14
Algo que ya había realizado antes, en 1732, el alemán Georg Venzky en su Das Bild
eines geschickten Übersetzers, quien distingue cinco maneras de traducir (cf. Hurtado
Albir, 2011, p. 112).
15
Este principio metodológico no es exclusivo de este momento. Por ejemplo, Antonio
de Capmany, en 1776, en su Arte de traducir el idioma francés al castellano, aboga por
la fidelidad al sentido y si es posible a la letra del autor (Hurtado Albir, 2011, p. 113).
Muy cercana a la fecha en que apareció la traducción de Afonso es la reflexión de Andrés
Bello, de 1824, que propone que «el traductor de una obra de imaginación, si aspira a la
alabanza de una verdadera fidelidad, está obligado a representarnos, cuan
aproximadamente pueda, todo lo que caracterice al país, y el siglo, y el genio particular
de su autor» (Hurtado Albir, 2011, p. 116). Sin embargo, a renglón seguido, afirma que
esta empresa es ideal, casi imposible, ante autores como Homero «cuando la traducción
ha de hacerse en una lengua como la castellana, según se habla y escribe en nuestros días»
(Hurtado Albir, 2011, p. 116).
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obviarse y atender solo a la lengua terminal (cf. Hurtado Albir, 2011, pp.
115-116).
En España la segunda mitad del siglo XVIII y el primer tercio del siglo
XIX conocieron una gran actividad traductora (cf. Lafarga, 1999, p. 11).
Fueron varios los motivos que se apuntan como causa de ello:
multiplicación de las relaciones culturales, facilidad de acceso a las
lenguas extranjeras, aumento y calidad de herramientas de aprendizaje y
un ansia de saber generalizado.
Sin embargo, los estudiosos no se atreven a afirmar que existieran
entonces unas líneas bien definidas de pensamiento. Lo que sí hubo fue un
interés sobre esta disciplina lingüística que iba a favorecer el debate y la
exposición de algunos planteamientos más o menos rigurosos (cf. Lafarga,
1999, p. 14). De esta manera se mencionan aspectos e intenciones
diversos, 16 que van desde considerar las dificultades de este proceso
lingüístico, pasando por los problemas que atañen a las lenguas y a la
forma en que se realizan las traducciones, hasta tratar cuestiones como la
defensa de la lengua patria o realizar una crítica severa a otras traducciones
para señalar los problemas y fallos que tienen estas a fin de justificar las
versiones propias. 17
Las traducciones a partir de las lenguas clásicas siguieron realizándose
(especialmente desde el latín) «a pesar del definitivo asentamiento de las
lenguas vulgares y su reconocimiento como vehículo de transmisión de la
cultura y la ciencia» (Lafarga, 1999, p. 11). La intención última era acceder
a un público amplio porque la traducción se consideraba el mejor medio
para asimilar las lenguas extranjeras, y era fundamental en el aprendizaje
las lenguas clásicas. 18 Recordemos que Afonso ofrece su versión de las
16
Sobre ello se trata de forma detenida en García Garrosa y Lafarga (2004, pp. 3-77).
Cf. Hurtado Albir (2011, p. 113). Por su parte García Garrosa y Lafarga (2004, pp. 56) consideran que son la fidelidad o la libertad con que un original es vertido al español
y las repercusiones de esta actividad en la lengua de llegada los dos temas principales que
centran las reflexiones traductológicas en el siglo XVIII y comienzos de la centuria
siguiente. En torno a estos temas se teje un enramado de cuestiones, más o menos afines,
entre las que destacan la esencia misma de la traducción y los requisitos para realizarla
con perfección, la ponderación de la dificultad de traducir y el desprestigio de que es
objeto la labor del traductor, las motivaciones, objetivos y utilidades que determinan su
trabajo, las comparaciones entre lenguas o las peculiaridades de la traducción en los
diferente temas o géneros literarios.
18
Cf. García Garrosa-Lafarga (2004, p. 60). Algunos de estos traductores fueron Oviedo,
traductor de Nepote; Alejandro Gómez, en su «Introducción» a su Ensayo de buena
versión en prosa y verso de latín a castellano (Madrid, 1775), o Pablo Lozano y Casela
17
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Anacreónticas a los lectores en general, pero tiene una especial
preocupación por que fuera especialmente útil (por ende, leída) para la
juventud.
Por lo que concierne a la lengua griega fue a partir de la llegada de
Carlos III al poder cuando la situación cambió sustancialmente en la
enseñanza, destacando en esta recuperación la figura de Pedro Rodríguez
de Campomanes, quien también jugó un papel fundamental para el
afianzamiento de los estudios helénicos. Ello favoreció la traducción de
textos griegos clásicos al castellano sobre todo en la última década (cf.
Martínez, 2009, pp. 492-493).
A lo anterior se suma la importancia que se concede a las traducciones
realizadas en otros países (Francia e Inglaterra, sobre todo), que
normalmente eran consultadas y servían de referente en las traducciones
patrias.
Evidentemente, no todas estas características tienen que verse
reflejadas en la traducción que aquí se analiza ni tampoco tuvieron que ser
conocidas por nuestro traductor todas las reflexiones teóricas que se
hicieron. Pasemos, pues, a considerarlas.
4. PRECISIONES SOBRE EL CORPUS DE TRABAJO
Como se dijo antes, la traducción de Anacreonte y de Museo apareció
impresa en Puerto Rico, coincidiendo con el destierro que sufrió por
motivos políticos. En la traducción no aparece referencia a su autor, solo
las abreviaturas G. A. D. de C. («Graciliano Afonso, Doctoral de
Canarias»), 19 motivo por el que su nombre debió pasar desapercibido entre
los compiladores y estudiosos de este género y su pervivencia. 20 Pero
tampoco, cuando se conoce su autoría, recibe esta traducción alabanzas
unánimes. A este respecto Marcos Martínez (2003, pp. 74-77) realizó una
en su «Prólogo del traductor» de su traducción al árabe de la Tabla de Cebes (Madrid,
1793). Cf. para estos autores, respectivamente, García Garrosa-Lafarga (2004, pp. 154158; 2004, pp. 158-160; y 2004, p. 271).
19
En efecto, en la portada se lee: ODAS | DE ANACREON | los Amores de Leandro y
Hero | TRADUCIDOS DEL GRIEGO; | y el Beso de Abibina | por | G. A. = =D. de C. |
(Grabado) | CON PERMISO DEL GOBIERNO| (Filete) | PUERTO-RICO. | IMPRENTA
DE DALMAU. | AÑO DE 1838. Es probable que el uso de las abreviaturas se deba al
temor que tenía este literato de verse censurado dada su condición de exiliado político.
En las otras portadas, la de la traducción de Museo y la de «El beso de Abibina», solo
aparecen las abreviaturas «G. A.».
20
Cf. González Delgado (2005, p. 177).
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exhaustiva relación de los juicios que esta traducción ha merecido, desde
las indagaciones que hiciera Rubió y Lluc para conocer el nombre del
anónimo traductor, pasando por las apreciaciones de Baráibar, que la
considera defectuosa, amplificadora y prosaica, hasta llegar a la
contundente opinión de Menéndez Pelayo, quien descubrió el nombre del
traductor y su ocupación en esas abreviaturas que aparecen en la portada,
si bien las soluciona como «Graciliano Alfonso, deán de Canarias»,
cometiendo el dislate de atribuirle un apellido y cargo incorrectos. A
Menéndez Pelayo se debe una crítica ácida a la labor traductora del
doctoral, que solo parece endulzarse en la valoración que hace de la
traducción de estos autores griegos en su Historia de la poesía
hispanoamericana. 21
Por lo demás, la edición puertorriqueña consta de las siguientes partes,
normales en esta clase de obras. Tras la portada aparecen la «Fe de
erratas», una «Nota», el «Compendio de la vida de Anacreonte» y el texto
de la traducción («Anacreon traducido del griego»). Continúa luego la
portada de la segunda obra, a la que sigue una «Advertencia» y la
traducción de los «Amores de Leandro y Hero» de Museo. En tercer lugar,
se encuentra una tercera pieza, obra de creación, titulada «El Beso de
Abibina». Las partes donde aparecen referencias sobre el proceso traductor
son especialmente el «Compendio de la vida de Anacreonte» y la
«Advertencia». La edición, asimismo, tiene muchos errores, reconocidas
por el propio autor en esa «Nota» que acompaña a la «Fe de erratas», donde
indica que no pudo realizar la corrección del texto como debía al
encontrarse fuera ya de ese país
Sin embargo, esta traducción es solo una parte de un trabajo más
amplio que llevaría a cabo el doctoral canario. Ello ya se da a entender en
ese «Compendio de la vida de Anacreonte», donde apunta que esta
«traduccion, salió en cuatro columnas griegas, latinas, prosa y verso
español con algunas notas que me parecieron indispensables; y asi existe
una copia, que será impresa luego que el público haya manifestado su
opinion sobre la presente» (Afonso, 1838, pp. 70-71).
Podrían estar relacionados con dicha copia 22 unos materiales que se
localizan en la sociedad científica «El Museo Canario» de Las Palmas de
Gran Canaria, donde se conservan cinco gruesos tomos manuscritos que
21
Refiere de esta manera: «El Anacreonte y el Museo son de lo mejor o de lo menos malo
que hizo» (la cita en Martínez, 2003, p. 77).
22
Cf. la nota 5 del presente trabajo.
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contienen la práctica totalidad de la obra de Graciliano Afonso, tanto la
producción relacionada con su faceta de humanista como su producción
literaria.
Se trata de un manuscrito apógrafo, una copia que hiciera el médico
Juan Padilla (Las Palmas de Gran Canaria, 1826-1891), secretario que fue
de dicha institución, la cual desde los comienzos tuvo entre sus objetivos
la creación de un fondo documental relacionado con las islas.
Personalidades de la época que estuvieron vinculadas a Graciliano Afonso,
como fueron Diego Mesa de León o la familia Martínez de Escobar, quizás
pudieron facilitar los originales a este amanuense para esta tarea, a quien
se debe también la copia de obras de otros autores isleños, caso de Mariano
Romero o Rafael Bento y Travieso.
Dejando de lado estas cuestiones que necesitarían por sí solas de un
estudio más detenido, conviene centrarnos en el asunto que aquí nos ocupa.
En efecto, el tomo II de esta colección manuscrita, que lleva por título
Poesias de D. Graciliano Afonso, Doctoral de la Santa Yglesia Catedral
de Canarias,23 contiene una copia más correcta de los textos que aparecen
en la edición americana, a la que se han añadido otras partes, entre ellas
unas «Notas a las Odas de Anacreonte» que bien pudieran tener relación
con aquellas notas que se mencionaron antes. 24 En este manuscrito, por
tanto, aparece el texto de la edición puertorriqueña con otros añadidos.
Encontramos así tras la portada, 25 el «Compendio de la vida de
Anacreonte», una «Vida de Anacreonte», 26 un «Breve discurso sobre la
Poesia Anacreontica», la traducción con correcciones, una «Nota de
Anacreonte» (Oda 3. Cuando Bootes lúcido), además de unas «Notas á las
Odas de Anacreonte» que no están completas, la traducción de Museo y
«El Beso de Abibina».
Algunas de estas partes fueron añadidas posteriormente, hecho que se
constata por la diferente numeración que aparece en los márgenes
superiores. Actualmente se han vuelto a foliar todos los volúmenes de
forma correlativa lo que ha permitido darles uniformidad.
23
La signatura actual es: ES 35001 AMC / Gch 1652.
Cf. para más detalles, González Galván-Salas Salgado (2017-2018, pp. 97-98).
25
Para independizar el texto relacionado con las Odas de Anacreonte se ha tachado en el
manuscrito el título de los Amores de Leandro y Hero de Museo y El beso de Abibina.
No se transcribe, como es lógico, la «Fe de erratas», pero aparece en cambio la «Nota».
26
En nota al pie (Afonso, 1833-1853, p. 87r) se lee: «Esta biografía [aparece sobre
fragmento que se tacha] la dejó el autor sin terminar. El autor no terminó esta biografía».
24
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5. LA
TRADUCCIÓN DE
TRADUCTOLOGÍA
Francisco Salas Salgado
ANACREONTE
Y DE
MUSEO:
CUESTIONES DE
Pasamos a sistematizar los puntos fundamentales relacionados con
este proceso lingüístico, los cuales, aunque centrados en estos dos autores
clásicos, consideramos que tienen validez general. Los diferentes
apartados que se tratan no aparecen en los textos de forma continua, sino
en partes diferentes. Aquí hemos intentado darles cierta unidad.
5.1. Los traductores. Aciertos y problemas de las traducciones
anteriores
Es frecuente encontrar en introducciones y prólogos una mención a la
labor realizada por otros traductores, normalmente con afán crítico o, en el
mejor de los casos, comparativo. Aunque muchos son los problemas a los
que se enfrenta un traductor y que pueden verse como obstáculo para
realizar esta tarea, ello no ha impedido la existencia de versiones a las
diferentes lenguas nacionales, que son muestra de la diversa respuesta y
las varias soluciones que los traductores han adoptado y aportado.
La relación que hace Graciliano Afonso de los traductores y de
traducciones, sobre todo de Anacreonte, 27 es realmente amplia. Menciona
tanto a traductores españoles, como a extranjeros, sobre todo, franceses,
ingleses e italianos. Pero no se trata de una simple cita erudita, sino que
hace un verdadero análisis de la labor de aquellos, donde mezcla elogios y
censuras que deben ser considerados como elementos a seguir o a evitar.
Empero abundan más los problemas que presentan esas traducciones, no
pocas renombradas en el ámbito literario.
Esta circunstancia se da sobre todo en las que fueron realizadas al latín
(bastantes desde la inacabada de Stephanus) «que estan en casi todas las
públicas bibliotecas, acompañadas del testo griego, con grandes
comentarios, que embarazan mas que ayudan [a] la juventud que las
consulta» (Afonso, 1833-1853, p. 84r), aunque es manifiesto que el reparo
que observa no tiene que ver concretamente con la traducción en sí. Entre
estas versiones menciona elogiosamente la que hizo M. J. B. Gail,
«profesor de Lit. en el Colej. de Francia», por ser la más justa y exacta,
que además va acompañada de una traducción al francés.
27
Cf. González Galván-Salas Salgado (2017-2018, pp. 101-106).
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La traducción de las Odas de Anacreonte y de Museo
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Menos indulgente se muestra con las que fueron hechas en las lenguas
nacionales, en concreto en lengua inglesa. Critica así la realizada por el
inglés Thomas Moore, que, si bien entre los de su país pasaba por
sobrepujar con el propio texto griego (así aparecía en la «Enciclopedia
Edinense»), un lector imparcial y una lectura objetiva valorarían en su justa
medida dando cuenta de la enorme diferencia que existe entre el texto
griego y el texto inglés.
Entre los logros patrios se detiene a juzgar la traducción que realizó
Esteban Manuel Villegas, aunque también menciona la traducción de los
hermanos Canga Argüelles, de la que no emite ninguna valoración.
Considera a Villegas el traductor por excelencia de Anacreonte al
castellano y alaba la maestría con que hizo esta tarea, aunque a veces en
esta traducción se descubra más como poeta por la literalidad de la que
hace gala, 28 criticando también lo insufribles que eran los versos largos
que usa. Muchos autores, antes y después de Villegas, han escrito
anacreónticas, pero este los ha superado a todos, antiguos, contemporáneos
y posteriores, hasta la llegada de Juan Meléndez Valdés, el autor de este
género más leído por literatos y poetas, sobre todo jóvenes, y por el común
de lectores (aunque considera que Meléndez es más discípulo de Horacio
que del cantor de Teos).
De Villegas alaba también su abandono, dulzura, molicie y elegancia,
cualidades que hacen olvidar sus descuidos de arte y de lenguaje,
características que aparecían en sus eróticas y cantinelas. De estas
cualidades está exenta su traducción, pero en ella el joven poeta hallará
más exactitud y aproximación, además de ser más completa «pues Villegas
omitió algunas odas sin que se alcance la razon, ó de decencia ó de
dificultad» (Afonso, 1833-1853, p. 85r).
Otro ejemplo de esta crítica a traducciones y traductores se encuentra
en la nota que realiza a la Oda 21.ª «De si mismo» [=XVIIIA] donde
advierte que «ninguno de los traductores españoles ha percibido el
delicado contraste que hace Anacreon en esta oda, entre el estio
propiamente dicho y el metafórico del Amor» (Afonso, 1833-1853,
pp.156r-v), «bellisima oposicion» que sí se encuentra en las traducciones
de Moore o el italiano Elías Andrés. 29
28
Así lo refiere al final de la nota a la Oda 20.ª «A su querida» [=XXII] (cf. Afonso, 18331853, p. 156r).
29
Se refiere a Élie André (Helias Andreas), quien tradujo al latín todas odas contenidas
en la edición de Stephanus: Anacreontis Teii Odae Latinae factae ab Helia Andrea ad
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Tampoco considera esencial la presencia exhaustiva de notas
complementarias para el mejor entendimiento de los textos traducidos.
Prefiere remitir a manuales al uso y no convertir sus comentarios «en una
teneria de los Autores Españoles y de otras naciones, y aun de los paises,
sólo porque son pobres» evitando así lo que hizo un anónimo «traductor y
comentador de un Clásico, tan comentado y recomendado por las naciones
cultas» (Afonso, 1833-1853, p. 133v), como refiere en la nota a la Oda 3.ª
«El Amor mojado» [=XXXIII], la única que encontramos en la traducción
impresa.
5.2. Dificultad de la traducción. Tópicos
Un problema fundamental que plantea en la traducción de estos
autores clásicos se encuentra en la lengua de partida, y se debe a la
dificultad que tiene el castellano (como cualquier otra de las lenguas
nacionales) en reflejar las peculiaridades estilísticas del original.
El lenguaje de Anacreonte «libre, sin trabas, melódico», que encanta
al lector por su musicalidad, belleza y simplicidad de sus descripciones
(Afonso, 1833-1853, p. 83v), cualidades difíciles de encontrar en ningún
otro poeta griego, complica la traducción.
Hay poemas como la Oda 22.ª «A Batilo» [=XVIIIB], que se han
convertido en un verdadero tour de force para los traductores, españoles y
extranjeros, al contener «tantas gracias de estilo» y estar llena «de
sentimiento y delicadeza» (Afonso, 1833-1853, p. 157r). En otros casos,
la traducción hace que se pierda la belleza de la lengua griega (Afonso,
1833-1853, p. 185v), como refiere en la nota que hace a la Oda 46.ª «Al
Amor» [=XXIX].
Sin embargo, ello no debe ser obstáculo para que se pueda (y se deba)
llevar a cabo esta empresa que, por lo menos, permite que se perciba con
sus limitaciones la belleza del original. 30 De ahí que califique de más o
menos felices (cf. Afonso, 1854, p. 96v) los intentos que han realizado los
españoles (Villegas, Romanillos, y antes Zeladas, Castillo y Conde) como
podrá comprobar cualquier crítico que las compare.
clariss. virum Petrum Montaureum, consiliarium, et bibliothecarium Regium (...),
Parisiis, Apud Thomam Richardum, 1555.
30
Se trata de una traducción suya de un epigrama de la Antología griega, que cita
Longepiérre, lleno de sentimiento y delicadeza, y que aparece en el comentario que hace
en la nota a la Oda 33.ª «A la Golondrina» [=XXV] (Afonso, 1833-1853, p. 174r).
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Una cuestión que le preocupa es la mejor manera en que se podrían
traducir estas Odas, especialmente cómo trasmitir en una traducción sus
cualidades y calidades, sobre todo «la gracia y la blandura de un canto de
inspiracion, todo imájenes, todo sentidos, retratados en su divino idioma,
en la pobreza y sequedad de nuestras lenguas modernas» (Afonso, 18331853, p. 84r), insinuando uno de los tópicos relacionados con este proceso
de gran resonancia clásica, la patrii serminis egestas, que ha sido una
constante en el pensamiento traductológico. 31
El problema de las lenguas en general, unido a las varias traducciones
que se han realizado de las anacreónticas, llevaría a nuestro doctoral a
considerar esta tarea como un «dudoso e imposible trabajo» (calificativos
que insisten en la dificultad de la traducción), sin embargo,
libre de amor propio, para creer mi obra digna del orijinal, solo es mi intento,
que algun maestro del arte se encargue de esta empresa, y aleje de las manos
de los jovenes poetas, esta, que solo puede estimular sus deseos á que
aparezca otra mas pulida, mas imitativa y mas perfecta traduccion (Afonso,
1833-1853, pp. 86 r-v).
El temor que expresa (general en todo traductor) sobre su capacidad
para este ejercicio no logra esconder otro de los recursos que aparece
comúnmente en esta clase de escritos, el tópico de la falsa modestia, que
provenía del discurso forense cuando el orador debía ganarse la atención
de los oyentes y que pasa luego a otros géneros.
5.3. Preparación del traductor: conocimiento del género, la materia y
las fuentes
Graciliano Afonso insiste de forma particular en el estudio de la obra
original a fin de distinguir el genio particular del autor y lo que es propio
de un género determinado. Antes que Homero realizara sus dos grandes
poemas, nadie había establecido las reglas que debían seguir quienes
quisieran escribir un poema épico. Tomó a su cargo esta empresa
Aristóteles estableciendo así las cualidades del poema épico y del resto de
composiciones poéticas. Lo mismo ha sucedido con el género
anacreóntico, y de esta manera
31
Cf. sobre ello, Salas Salgado, (1999, pp. 178-195).
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si ninguno de los poetas griegos habia hecho una coleccion de poesias de
este género que sirviendo de modelo con un estilo particular propio suyo
para estudiarlo como Homero en la Epopeya, el viejo de Teos nos ha dejado
este modelo que deben estudiar continuamente sus imitadores y traductores
para distinguir de una manera inequívoca el genio particular que le
constituye (Afonso, 1833-1853, pp. 93v-94r).
Esta condición evitaría deslices de traducción como los que
ejemplifica nuestro doctoral en alguna de sus notas. Así, aparte del
conocimiento que se debiera tener del género literario que se traduce y de
las singularidades que en ese género ha introducido el autor traducido (en
el caso de que existieran), algunos errores podrían evitarse con el
conocimiento de otras materias relacionadas. Así en la nota a la Oda 1.ª
«A su Lira» [=XXIII] refiere:
Muchos traductores en vez de lira dicen laud; pero estoy convencido que
no puede confundirse la una con el otro. La palabra griega Antephonei
manifiesta que la lira no se tocaba para acompañar, sino para responder al
canto: en cuyo caso no era tono errado el de la lira, sino ella sonaba en tono
diferente. Es sabido que la música griega tenia tres tonos, Dórico, Frijio y
Lidio; el primero era el mas grave y en el que tal vez querria cantar
Anacreonte y la lira respondia en el Lidio, que era el mas blando y
afeminado, siendo el Frijio el intermedio entre el uno y el otro (Afonso,
1833-1853, p. 135r.).
La lectura de otros textos clásicos podría perfectamente ayudar a
asimilar los rasgos propios de un determinado género, 32 y también la
consulta a fuentes diversas (comentarios y traducciones) propiciaría
versiones más correctas. Así lo señala Afonso en el comentario de la Oda
12.ª «La Golondrina» [=X], la cual ha tenido muchos imitadores, a
propósito del uso de un término:
Descuaje. Enrique Estevan? traduce iman (sic) linguam secen (sic); y
Gail y otros linguam (sic) demetam, lo que no es cortar como quiera sino de
32
Recomienda a los que quieran ejercitarse en el género anacreóntico la lectura de las
odas 27, 30 y 38 del libro 1.º de Horacio, y las 11 y 12 del libro 2.º, aunque advierte, en
un nuevo ejemplo de cortedad de la lengua patria, «al que lea estas odas traducidas por
nuestro Burgos, que echará de ver, que es tal la belleza de estas odas que ha tenido el
poder de variar el estilo seco y duro del Traductor de Horacio en blando y fácil imitador
de nuestro Villegas» (Afonso, 1833-1853, p. 96r).
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cuajo (εκθρι Εων [sic]). Moore dice Shall y tear that tongue away. Villegas,
serrarete; Conde, despedace; Castillo, arranque, y nada denota tanto la ira
que sentia Anacreon como el iman (sic) linguan y el demetam de Gail; por
eso yo hé traducido descuaje (Afonso, 1833-1853, p. 147v).
5.4. Tipología de las traducciones
Es evidente que no existe un término que de forma unitaria denomine
esta actividad lingüística. 33 Tampoco encontramos en el corpus que hemos
establecido ninguna definición clara de este proceso por parte de este
traductor. Más bien lo que existen son referencias veladas a diferentes tipos
o modalidades de traducción.
En efecto, en los comentarios que hace en las notas se encuentra de
forma repetida la consideración de que la traducción sirve para tener,
aunque sea de forma parcial, una «idea» de un determinado texto (se
entiende con ello el contenido de ese texto). Por tanto, este probable
acercamiento a la lengua original, evidentemente, tiene que ver más con el
sentido que con la forma.
Un ejemplo de esto se observa en la nota a la Oda 6.ª «Una orjia»
[=XLIII] que define al tirso como una lanza guarnecida con hojas de yedra,
a veces con parra, que llevaban los que asistían a las fiestas de Baco. Esta
acepción la expresa el barón de Longepièrre, título que ostentaba el
dramaturgo francés Hilaire-Bernard de Requeleyne (1659-1721), en un
epigrama de la Antología, que el propio Afonso traduce en esa nota para
que el lector se pueda acercarse mínimamente al pensamiento que se
expresa (cf. Afonso, 1833-1853, p. 140r).
Otras veces se refiere a ello en la crítica a determinadas traducciones,
o a traductores, como ocurre con la versión que Villegas y Conde hacen
del v. 6 de la Oda 25.ª [=XLV], donde no han sabido expresar el
significado que Anacreonte daba a entender, esto es, que no quería que su
vida saliera de la senda del placer.
No obstante, también aparecen referencias a la traducción literal. En
el comentario a la Oda 5.ª «A la Rosa» [=XLIV] menciona este método
para justificar y criticar las aportaciones de otros traductores. Así dice:
La palabra Bathycolcos espresa literalmente seno colmado; y Moore en
su traduccion de Anacreonte Oda 44. dice sobre este gusto de nuestro poeta,
33
Cf. como ejemplo Folena, 1973.
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que seria muy apropósito (sic) para ser recompensado por Mahoma con las
Huris de que habla el capitulo 72 del Coran, (Afonso, 1833-1853: 139v).
Plantea alguna circunstancia en que esta traducción literal debiera
evitarse, especialmente cuando tiene que ver con la moral (no olvidemos
la condición eclesiástica de nuestro traductor). 34 De esta manera se lee en
la nota a la Oda 13.ª «El Furor» [=XII] a propósito de los versos finales:
Estos perfumes quieren algunos sea de la amiga y que se traduzca:
Saciado de perfumes, de vino y de mi amiga, quiero me acometa el furor. La
decencia prohibe esta version aunque fuese la mas literal: pero no ha de ser
tanta la modestia que la oda sea de hielo como hace Castillo, ó añadiendo
superfluidades como Conde que producen el mismo efecto. Cuanto mas
valen los tercos frenecies y el capadillo de nuestro Villegas. Moore el ingles,
como siempre, suelta la rienda y la traduce á su modo como lo tiene de
costumbre, pero siempre amable y elegante (Afonso, 1833-1853, pp. 148rv).
Otras denominaciones que aparecen en el corpus son los términos
imitación y adaptación (sobre todo el primero, puede corresponder con el
concepto moderno de intertextualidad) diferenciándolos de la traducción
en sí. En alguna ocasión se refiere a los imitadores de Anacreonte y de la
musa eolia, como Horacio, primero en imitarla, Escalígero y, sobre todo,
Moore «que ha formado un nuevo Anacreon con el traje y manera del
Norte» (Afonso, 1833-1853, p. 93r) y que leerán siempre con el mismo
interés los poetas de la nación inglesa, clara alusión a la adaptación que ha
sufrido la obra griega a un contexto cultural diferente.
Otro tanto ocurre con Meléndez Valdés, a quien considera imitador de
la Oda 19.ª «Motivos de beber» [=XXI] en la oda 25.ª de sus anacreónticas.
Incluso, a veces, usa ambos términos para definir la labor de alguna de las
fuentes que ha leído, caso de La Fontaine quien ha imitado «ó si se quiere
34
No obstante, no deja de reconocer que rígidos cristianos han sabido distinguir el estilo
de Anacreonte, lo han leído y lo han imitado. Entre estos apasionados de Anacreonte
nombra a Gregorio Nacianceno, también «dos discípulos que leían con frecuencia los
ejercicios de San Ignacio, Carlos Aquino que floreció en 1701, y Patriñano en su
Anacreon recantado y el Anacreon cristiano, aunque obras de gusto ridículo y detestable,
prueban bien que conocían la fuerza de la persuasión del estilo de Anacreonte pues
querian hacerle cantar un himno en cada festividad como pudiera hacerlo San Prudencio
celebrando á Baco y al Amor» (Afonso, 1833-1853, pp. 92v-93r).
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la ha traducido y ciertamente es una de las que mas agradan» (Afonso,
1833-1853, p. 136r), en referencia a la Oda 3.ª antes mencionada.
La adaptación (técnica de traducción que consiste en reemplazar un
elemento cultural por otro propio de la cultura receptora a fin de lograr la
claridad) 35 la recomienda algunas veces en lugar de la traducción literal.
Así en la Oda 4.ª «De si mismo» [=XXXII] comenta:
Era muy fácil haber traducido atando al albo cuello con su papiro el palio,
pero como los versos deben ser claros en vez de la cinta de papiro y el palio
es mas obvio, y si he de decir menos pedantesco, la blanca cinta y el manto
(Afonso, 1833-1853, p. 138v).
Igualmente alude a la perífrasis, a la traducción perifrástica, técnica
que ya usó Aulo Gelio 36 cuando «tradujo ó mas bien perifraseó» un
epigrama que realizara Platón (cf. Afonso, 1833-1853, p. 142r), y, en
relación a las anacreónticas, Regnier en la traducción de la Oda 25.ª
[=XLV] y Villegas en la Oda 26.ª [=XLVIII]. Esta técnica de traducción
guarda relación con la ampliación lingüística a la que alude en la nota
referente a la Oda 63.ª [=III], poema de corta extensión y con lagunas
insalvables a la que «el traductor francés Mr. Lafosse ha creido dar mas
estension» y que Moore en su traducción casi cuatriplica y que confirma
el hecho de que este autor inglés «se habia penetrado del espiritu de su
original y que merece el nombre de Anacreon» (Afonso, 1833-1853, pp.
198v-199r).
5.5. Traducción y poesía
Cierta especificidad concede a la traducción de textos poéticos por la
dificultad que entraña y las diferentes técnicas de traducción que se
precisan. Este punto suscita no pocos comentarios de nuestro doctoral.
En la nota a la Oda 20.ª «A su querida» [=XXII] refiere, junto a las
cualidades de algunos traductores y las sensaciones que transmiten en sus
versiones, la dificultad que tiene la prosa para lograr esto:
De todos los traductores, Villegas me parece si no el mas literal, el mas
poeta; el final de Conde con la dulce mi enemiga, que recuerda á Dulcinea y
35
36
Hurtado Albir (2011, p. 633).
Cf. Gell. 19, 11, 2.
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D. Quijote, produce mas efectos; insoportable la prosa rimada de Castillo in
vita Minerva. (Afonso, 1833-1853, p. 156r)
A veces esta imposibilidad se debe al excesivo prurito filológico que
tienen algunas traducciones (también adaptaciones), donde el traductor
está más preocupado por la medida de las palabras, por la forma, en
definitiva, lo que impide que se pueda llegar al «espíritu» (sentido) del
original. De esta manera en la nota a la Oda 27.ª [=IL] se lee:
La misma causa hace que frios comentadores y mas frios poetas, midiendo
palabras y absortos en distinciones filolójicas no puedan jamás entrar en el
espiritu de Anacreon y parecer beodez sin serlo, danzarines y eternos
sacerdotes de Venus sin querer serlo ó tal vez sin poder serlo. ¿Por qué
Arriaza no fué el Anacreonte Español? Yo creo lo hubiera sido sin su maldita
ambicion literaria que le sacaba fuera del recinto de su genio (Afonso, 18331853, p. 160r).
A pesar de esa dificultad, el doctoral canario se arriesgó a usar el verso
en la traducción de Museo. Se trata en este caso del endecasílabo sin
consonantes, el mismo que usó Boscán en la traducción de esta obra. Su
uso es muy raro entre los poetas, aunque muchos autores, que cita, han
usado este metro en diferentes lenguas, y se pregunta:
¿Por qué, pues, nuestra lengua que tanta analojia con aquella tiene, no ha
de imitar un ejemplo que alargaria infinitamente el horizonte poético español?
¿por que se ha de andar siempre á caza de consonante, y el mas hermoso
pensamiento no se ha de espresar sino con ripios, porque no hay consonante
que lo esprese con fuerza y brevedad, en la lengua que con tanta lentitud se ha
formado; y obstáculos invencibles no la pemiten los números de la Griega ni
de la Latina?
Yo oigo á estos partidarios de la consonante, que si se quita este
suplemento de harmonia, se despoja á la lengua de un gran recurso, atenta su
pobreza. Sea asi, pero no se diga que tal obra no tiene mérito porque está en
verso blanco; cuando están cortados de tal modo que corre fácil, sin hiatos,
con las censuras (sic) oportunas; y las imajenes y otros requisitos de la poesía,
dan á la obra el carácter poético (Afonso, 1833-1853, p. 202v).
El hecho de que esté escrito en un determinado verso no debe ser
relevante ya que la capacidad poética está por encima de cualquier pie o
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medida. Estas reflexiones que no hacen sino justificar el uso de este verso
en su traducción de su Museo (la que califica de «ensayo»), sirven de paso
para censurar la traducción de Boscán, lejana del original, al que considera
más poeta que traductor, aparte de encontrar en ella «vulgaridad en el
lenguaje, perifrasis que desgracian todo el sentimiento y delicadeza que
exijian el asunto, por sí tierno y sentimental» (Afonso, 1833-1853, p.
203r).
Evidentemente, su versión no aspira a mejorar la que realizara el genio
que alabó Garcilaso, pero el uso de un lenguaje cercano y el cuidado por
mantener el espíritu, las gracias del original e igual número de versos,
como ha procurado en la traducción de Anacreonte, quizás sirvan para que
sea más leída, considerando así la recepción y el uso de esta traducción por
unos destinatarios cuyos gustos e intereses han de variar en el tiempo.
6. CONCLUSIONES
Estas últimas reflexiones creemos que describen bien la esencia y la
finalidad de esta primera traducción que se conoce de Graciliano Afonso
(añádase también aquí todos los materiales relacionados con ella),
caracterización que, debe entenderse, puede variar en las otras versiones
que luego verían la luz a través de su pluma. Se infiere sobre todo el interés
por la fidelidad, siempre que se pueda, al texto clásico, lo cual no debe
confundirse con literalidad, y la adaptación del texto a un momento y un
público determinados. Su atención, por tanto, se va a centrar en la lengua
de llegada, usando para ello los procedimientos que permitan la lectura
(general o particular) de esas obras.
Por lo demás, participa de las características que definen la actividad
traductora en esos momentos. Los diversos puntos que se han destacado
en esta traducción y que reflejan el concepto que tiene el doctoral de este
proceso lingüístico no difieren de los que se han descrito en el contexto
traductológico en el que se insertan. La preparación del traductor, la
traducción como medio de acercamiento y aprendizaje de otras obras y
culturas, la manera de trasladar el original, la singularidad de los textos
poéticos, la particularidad de las lenguas, el uso de herramientas y la
aceptación o crítica de textos reconocidos (sobre todo extranjeros) son
asuntos más o repetidos en los diversos escritos que tratan esta temática.
Conviene recordar también que esta traducción no es obra de un
teórico, sino de un traductor que se enfrenta a una complicada tarea y que,
con la ayuda y consulta de otras versiones y autores reconocidos, expone
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toda una serie de consideraciones que son resultado de un trabajo práctico
y a la vez crítico.
Fue también una labor realizada (casi impuesta, a tenor de lo que
comenta) en unas condiciones vitales complejas, que le llevaron a
recuperar unos conocimientos del pasado relacionados con la etapa de
estudios de su juventud y vinculados a los clásicos grecolatinos, cuya
presencia todavía es poderosa en estos momentos. Ello hace que muchas
de las reflexiones que aparecen no difieran de las de épocas anteriores. 37
Amén de las observaciones anteriores, creemos que se torna
imprescindible recuperar y dar a conocer obras de esta clase que no son
totalmente conocidas por los estudiosos y que ayudan a completar el
panorama de la traducción en una época determinada.
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