ARTÍCULOS
Mundo Agrario, agosto-noviembre 2023, vol. 24, núm. 56, e214. ISSN 1515-5994
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Historia Argentina y Americana
Transversalización del género y desarrollo agropecuario. Aportes
para el abordaje sistémico desde un enfoque psicosocial
Gender mainstream and agricultural development. Contributions towards a systemic approach from
a psychosocial perspective
Santiago Conti
Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y
Procesos de Cambio (URNR-CONICET), Universidad
Nacional de Río Negro, Argentina
santiago.conti@gmail.com
https://orcid.org/0000-0003-0383-3254
Suzette Melisa Sánchez Iudicello
Instituto de Investigaciones en Diversidad Cultural y
Procesos de Cambio (URNR-CONICET), Universidad
Nacional de Río Negro, Argentina
suzettesanchez@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-9849-6635
Resumen
La agenda de género viene siendo incorporada a las políticas en las ruralidades latinoamericanas. Sin embargo, se identifica en
ellas un sesgo en relación con comprender el género como un problema del otro: de la población rural.
El artículo procura contribuir a las políticas del desarrollo agropecuario sosteniendo que la transversalización del género debe
atender a las dinámicas institucionales y de las prácticas de intervención territorial. Se propone un modelo analítico psicosocial
desde un abordaje sistémico para identificar desigualdades de género en dinámicas institucionales y territoriales. Con
metodologías cualitativas de observación participante, registros de campo y una encuesta abierta, se generaron datos y analizaron
resultados para comprender los obstáculos en términos de género en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).
Posteriormente, se discuten los resultados y características del modelo propuesto; finalmente, se concluye destacando aportes,
limitaciones y desafíos para la transversalización de género en el ámbito agropecuario.
Palabras clave: Perspectiva de género, Transversalización, Psicología rural, Desarrollo agropecuario, Extensión rural.
Abstract
The gender agenda is being incorporated into rural policies in Latin American. However, a bias is identified in them in relation
to understanding gender as one problem of the other: of the rural population.
This paper aims to contribute to agricultural development policies, based on the argument that gender mainstreaming must
address both institutional dynamics and territorial intervention practices. For this purpose, we propose a psychosocial analytical
model from a systemic approach to identify gender inequalities in institutional and territorial dynamics. From a qualitative
perspective, data were generated through participant observation, field records and a survey. Results were analyzed to
understand the obstacles associated to gender gaps at the National Institute of Agriculture Technology (INTA). Subsequently,
the main results and characteristics of the proposed model are discussed; Finally, we conclude by highlighting the proposed
model’s contributions and limitations, and addressing challenges for the gender mainstreaming agenda in agricultural
development.
Keywords: Gender perspective, Gender mainstreaming, Rural psychology, Agricultural development, Rural extension.
Recepción: 08 Marzo 2022 | Aceptación: 18 Julio 2023 | Publicación: 01 Agosto 2023
Cita sugerida: Conti, S. y Sánchez Iudicello, S. M. (2023). Transversalización del género y desarrollo agropecuario. Aportes para el
abordaje sistémico desde un enfoque psicosocial. Mundo Agrario, 24(56), e214. https://doi.org/10.24215/15155994e214
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Santiago Conti, et al. Transversalización del género y desarrollo agropecuario. Aportes para el abordaje
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sistémico desde un enfoque psicosoc...
Introducción y presentación del problema
El abordaje de género, particularmente las desigualdades genéricas, han tomado gran impulso y
relevancia en las agendas institucionales de una gran mayoría de Estados, instituciones y organizaciones
sociales a nivel mundial en los últimos años. A nivel institucional, las principales temáticas abordadas se
vinculan con la representación y participación de mujeres a nivel cuantitativo en distintos estamentos
organizacionales, la distribución de tareas con base en la división sexual del trabajo y las violencias por
motivos de género (Anzorena, 2019; Lopreite y Rodríguez Gustá, 2021). Particularmente en el ámbito de
la ruralidad, las agendas se enfocan en temáticas como las condiciones de vida de mujeres rurales,
expresadas en el acceso a recursos como el agua o la tierra, las condiciones de inserción mercantil o las
formas de violencia doméstica presentes en los territorios (Aguinaga, 2011; Biaggi, Canevari y Tasso, 2007;
de Arce, 2021; León, 2011).
En el ámbito del desarrollo agropecuario los abordajes del género se centran en el análisis de las
situaciones de desigualdad casi exclusivamente en el contexto de los territorios. Ahora bien, una cualidad
de estos es que generalmente las estrategias de innovación en clave de género privilegian enfoques
orientados a visibilizar las desigualdades genéricas desde una perspectiva que las entiende como un aspecto
más a considerar. En numerosas ocasiones, los programas entienden la “temática” de género como un
“componente”, como una herramienta más, “accesoria”, que debe complementar las estrategias de
intervención o las competencias de los agentes (BM, FAO y FIDA, 2012; FAO, 2009; Fawaz-Yissi, Cartes
y Arellano, 2018). A partir de allí, se plantea la adaptación de técnicas e instrumentos y de prácticas
recomendadas para la intervención, ajustadas a dichas realidades. Así, los programas y proyectos adquieren,
respecto de sus destinatarias, criterios de segregación por sexo y estrategias de afirmación positivas, cupos,
entre otras (FAO, 2022; INDAP y Universidad de Bío Bío, 2018; Rojo y Blanco, 2014). Sin menospreciar
este tipo de abordajes, pero desde un enfoque psicosocial, sostenemos que, en la dimensión institucional,
entendida como el conjunto de pautas, normativas, jerarquías que organizan las relaciones laborales,
también se juegan desigualdades de género que inciden en el trabajo que personal técnico lleva adelante y
que suelen quedar soslayadas en las políticas y abordajes de género. De este modo, se ha privilegiado una
concepción de agenda de género más como un enfoque teórico externo, caracterizado por su aplicabilidad
sobre un territorio/personas, que como una cuestión o matriz de revisión hacia el interior de las
instituciones y sus prácticas, que son consideradas neutrales al género. Esto implica que dichos abordajes
consideren la temática de género como una variable o atributo de los territorios en los que se interviene.
Así, se invisibiliza la incidencia de las perspectivas y subjetividades tanto del personal técnico como de las
culturas institucionales en la (de)construcción del género en ruralidades y, más aún, su incidencia en la
cotidianeidad de los espacios institucionales.
Desde la mirada de la psicología social comunitaria (Montero, 2004), y abonando el camino de la
psicología rural (Conti, Olivera-Méndez, Landini y Monteiro, 2020; Landini, 2015), el presente artículo
ofrece una propuesta teórico-metodológica que, desde una perspectiva sistémica y relacional del género,
concibe las dimensiones institucionales y territoriales, y las subjetividades de los agentes de intervención y
las culturas institucionales, como aspectos necesarios a problematizar para promover la equidad y el cambio
social en las ruralidades. Entendemos la importancia de diseñar abordajes psicosociales de género con una
visión sistémica, que integren los modos de intervención territorial y los vínculos personales/profesionales
en la vida institucional de quienes intervienen.
Para ello, a partir de la construcción de un marco teórico original, elaboramos un modelo teóricometodológico orientado a reconocer el abordaje de género en las dimensiones institucionales y territoriales
del desarrollo agropecuario. La operacionalización y contrastación de dicho modelo se realizó
preliminarmente con dos estrategias de relevamiento: 1) la elaboración de una encuesta, administrada a
personal técnico de extensión rural y de investigación agropecuaria del Instituto Nacional de Tecnología
Agropecuaria (INTA), Patagonia Norte, de la Argentina, y 2) la observación participante en instancias de
talleres y seminarios, y acompañando la implementación de proyectos junto a personal técnico de la misma
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institución. Los datos producidos fueron analizados cualitativamente mediante la técnica de análisis de
contenido, con lo que se arribó a distintas categorías de análisis vinculadas a obstáculos y desafíos, desde la
perspectiva del personal técnico de investigación y de extensión rural, para la incorporación de una agenda
y política transversal de género en el desarrollo agropecuario que contemple las dimensiones institucionales
y territoriales.
Antecedentes
Diversas autoras han estudiado el modo en el que la perspectiva de género se fue incorporando en las
distintas agendas de la arena política, desde instancias internacionales y regionales y su incidencia en
distintos países (Anzorena, 2019; Rodríguez Gustá, 2019). Desde estos estudios se ha visibilizado que el
proceso de institucionalización comenzado en la década de 1960 devino en un proceso de diálogo regional,
con más de 30 años de intercambio entre los diversos actores involucrados en el desarrollo de políticas
públicas; discusiones que derivaron en la conquista de múltiples derechos, desde el acceso al mundo de
trabajo hasta las recientes incorporaciones en leyes de paridad laboral.
Dentro de los estudios rurales y feministas, León (2011) sostiene que las ideas de desarrollo para
Latinoamérica han reproducido un orden de género preestablecido, asociando a las mujeres con los
espacios privados, y fortalecido las desigualdades como el acceso a recursos, derechos y condiciones de vida.
En relación con la agenda de género en el desarrollo agropecuario, encontramos que el principal interés de
los programas se centró en los abordajes territoriales, focalizando en el rol de la mujer en la actividad
productiva, a nivel global y latinoamericano (Banco Mundial, 2012; CEPAL, 2010; Barrera Gutiérrez y
Millán Guzmán, 2022). La incorporación del género en el desarrollo ha sido conceptualizada desde
distintas corrientes, como las de equidad de género, o de género y desarrollo; así, la feminización de la
agricultura (AECID-MERCOSUR, 2009; FAO, 2018; Tiscornia y Alonso, 2012; Rodríguez, López, Meza
y Loboguerrero, 2015). De aquí, las estrategias de incorporación de perspectiva de género han privilegiado
el ámbito de la intervención territorial, con un fuerte sesgo instrumental. No se problematiza el género
como construcción interpersonal, entre el personal técnico y quienes producen, sino que es el agente el que
opera sobre las relaciones que se dan en el territorio, apoyado en fundamentos de género definidos a priori,
generalmente desde una óptica que se refiere a la mujer como en condición de vulnerabilidad (FAO, 2018),
con un sesgo esencialista. Nos referimos, entonces, a una concepción “accesoria” o de “componente del
género”. Por ejemplo, cuando se denominan programas con perspectiva o abordaje de género sólo por
solicitar en sus bases o en sus metodologías la desagregación por identidades sexo-genéricas, y luego la
cuantificación de mujeres y disidencias no impacta en propuestas concretas que aumenten calidades de vida
y autonomías, y discutan el orden de género establecido.
En cuanto a los abordajes institucionales de género en la Argentina, hay programas y leyes muy recientes
que proponen de manera muy incipiente el análisis y revisión de las relaciones de género hacia el interior de
los organismos estatales; más incipiente aún, en instituciones ligadas al desarrollo agropecuario. Entre ellas
se destacan las leyes de cupo laboral, sindical y política en pos de la igualdad de género (ley 25.674 y
27.412), así como la ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las
mujeres en los ámbitos en los que desarrollen sus relaciones interpersonales (ley 26.485), y la ley 27.499, o
Ley Micaela, de capacitación obligatoria en perspectiva de género para todas las personas que se
desempeñan en la función pública sancionada en 2019. Como marco institucional, cabe destacar otras
iniciativas, como el cupo laboral trans (ley 27.636) y la ley 27.610 de Acceso a la Interrupción Voluntaria
del Embarazo, entre otras. Desde aquí, se puntualizan cuestiones relativas a la desigualdad genérica en la
composición del personal, a las segregaciones verticales y horizontales, como el fenómeno denominado
“techo de cristal”, a la deconstrucción de los estereotipos de género y la socialización de acuerdo a ellos
como principio a problematizar, la justicia de género, la redistribución de los roles de cuidados,
micromachismos, entre otras nociones (Ferro, 2014; Nocetti, Palioff y Della Torre, 2018). Desde una
perspectiva más específica, y de modo reciente, el INTA impulsó la creación de la Plataforma de Géneros,
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Infancias y Adolescencias, desde la cual se propone construir una mirada institucional distinta en relación
con el género.
En otro sentido, cabe destacar la creciente atención que desde la psicología se viene brindado hacia
distintas temáticas del mundo rural y agrario, particularmente en América Latina. Hay distintos artículos
científicos que identifican la amplia variedad de aportes y enfoques en los que la psicología ha contribuido a
la comprensión de los procesos de desarrollo rural (Landini, González-Cowes y Leite, 2022; Logiovine,
2017; Roberti y Mussi, 2014).
Sobre el andamiaje conceptual
El presente apartado oficia de marco conceptual y se apoya en categorías analíticas que consideran
importante el estudio de los procesos de incorporación de políticas transversales de género en el ámbito
agropecuario. Se presentan, inicialmente, categorías desde las cuales elegimos construir el andamiaje
conceptual primario que, por su potencia analítica, brindan inteligibilidad para un abordaje psicosocial y
relacional del género, a saber: transversalización, género, representación social e interfaz social.
En el marco de las políticas públicas orientadas a la revisión de estándares de género en instituciones, el
concepto de transversalización viene siendo una de las estrategias nodales. Según Casas Varez (2017), la
transversalización o gender mainstreaming del género en políticas públicas refiere al proceso sistemático
que recorre todas las áreas y niveles de una acción política o programa en el cual se evalúa o pondera el
impacto diferencial de dichas acciones en términos de desigualdad genérica. Esto es así porque se parte del
supuesto de que las instituciones no son neutras en su organización genérica y que, por el contrario,
tienden a reproducir desigualdades y jerarquías androcéntricas. Ahora bien, distintos estudios plantean
limitaciones en los procesos de transversalización del género (Moser y Moser, 2005; Rodríguez Gustá,
2019). En ocasiones se refiere que la transversalización generalmente adquiere más un carácter más
particular, sincrónico y sujeto a procedimientos burocráticos que una dinámica estructurante de los
procesos de planificación e implementación. Por ello, adherimos a una concepción de transversalización
que implique procedimientos y ámbitos de inclusión democrática, con la participación protagónica de
mujeres y disidencias sexogenéricas como grupo históricamente en posición desventajosa, y que promueva
la reivindicación de la igualdad. La transversalización de género, en un sentido transformador, implicaría
tanto el reconocimiento del carácter no neutral de cualquier institución como la modificación de sus
estándares organizativos asociados a lo masculino y femenino, y la revisión de vínculos y valoraciones
culturales, haciendo del género un atributo no significativo para establecer roles y privilegios.
En este punto, resulta fundamental definir qué entendemos por género en este artículo, ya que dicho
concepto se encuentra en la actualidad atravesado por múltiples acepciones y discusiones desde amplios
espacios sociales (Conway, Bourque y Scott, 2018). Proponemos retomar la noción elaborada por la
historiadora Joan Scott (2018), quien enuncia el género como una categoría analítica. Desde una
perspectiva histórica, se lo concibe por su carácter relacional y sistémico, en tanto organiza y define
posiciones sociales según atributos basados en la diferencia sexual, al tiempo que establece un orden de
poder primario y jerárquico que determina el mundo simbólico, normativo, supuestamente fijo y
ahistórico, y construcciones identitarias subjetivas basadas en una división binaria. Así, se consideran lo
masculino, lo femenino y sus derivados (naturaleza/cultura, pasivo/activo, público/privado, etc.) como
categorías dicotómicas, posicionando al sujeto masculino, blanco, como superior y referente universal, y a la
heterosexualidad como norma, negando otras identidades (Espinoza-Miñoso, 2022; Mohanty, 2020). Por
lo tanto, el estudio del género implica directamente un abordaje de la diferencia sexual y de la organización
jerárquica del poder en cualquier espacio social e institucional. Abrevando en teorizaciones foucaultianas y
postestructuralistas, el género como categoría de análisis es inmanente a las relaciones de poder en clave de
diferencia sexual configurada binariamente. El género sería una forma fundante de la articulación del poder
en las relaciones sociales (Scott, 2018), con efecto estructurante de las formas de percepción,
representación y organización de lo social.
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Desde una perspectiva psicosocial y problematizadora del género en tanto construcción relacional,
interesa destacar el papel que las distintas percepciones y representaciones sociales del género entran en
juego en una dinámica institucional, específicamente desde la perspectiva de quienes integran las
instituciones. Las representaciones sociales, además de su contenido, cargan en su interior, explícita o
implícitamente, el reconocimiento de determinadas lógicas y procesos, actores y circunstancias, así como
una mayor o menor apertura a ciertas racionalidades y lógicas de organización (Jodelet, 2018; Lapalma,
2001). Parten de supuestos de cómo funciona el mundo, qué es “lo normal” y “lo anormal”;
específicamente, qué es el “género”, qué es “lo masculino”, “lo femenino” y, para pensar en el ámbito
agropecuario, sobre cómo se genera “desarrollo” rural y cuál es el rol de los equipos técnicos en dicho
proceso, entre otras cuestiones (Landini, 2021). Se trata de un enfoque que torne comprensible la
diversidad de racionalidades, creencias y representaciones, en tanto construcciones sociales-históricas, de
quienes integran las instituciones del desarrollo rural y de la población diversa que habita en la ruralidad.
Para abordar el análisis de las representaciones y miradas sobre el género en el marco de una institución
orientada al desarrollo rural, recurrimos al concepto de interfaz social (Long, 2007). Desde el
postestructuralismo, la noción de interfaz social refiere a la configuración analítica de un espacio o
instancia social en el que se producen desencuentros entre actores a partir de distintos sistemas de valores,
lógicas de interés, matrices de conocimientos y dinámicas de poder (Long, 2007). Una interfaz social es
constituida como un campo o arena en la cual distintas posiciones interactúan, confrontan, negocian
sentidos y significados a partir del cruce de mundos de vida y racionalidades distintas. Por lo tanto, se trata
de una zona de conflictividad en la que, desde cada actor y sus capacidades de agenciamiento, se producen
argumentaciones y estrategias, en una dinámica de transformación y adaptación de conocimientos y
sentidos. En este sentido, la implementación de políticas públicas constituye espacios típicamente de
interfaz (Landini, Long, Leeuwis y Murtagh, 2014), en tanto involucran a personas, grupos, instituciones y
distintos niveles de organización social.
Sobre el modelo teórico-metodológico propuesto
La adopción o construcción de la perspectiva de género, como corriente o exigencia contemporánea
demandada desde arriba y desde abajo, se ha incorporado en las agendas públicas de los Estados y, en tanto
sistema primario de articulación del poder (Scott, 2018), moviliza posiciones, roles, identidades,
individuales-sociales de larga data, en tanto asignaciones y performatividades naturalizadas en
representaciones sociales de forma fija y ahistóricas.
Ahora bien, como se presentó anteriormente, las guías, prácticas recomendadas y directrices de
organismos internacionales y agencias de promoción del desarrollo agropecuario se apoyan mayormente en
una concepción y estrategia de incorporación del género que apunta a modificar las relaciones sociales de
los otros: la población rural. Desde aquí se asume el supuesto de institución “neutra”, donde agentes a cargo
de las intervenciones, mediante capacitaciones o guías, desarrollan actividades en clave de género, pero
cuyas subjetividades (y la cultura institucional que da marco a su trabajo) no forman parte del “escenario de
intervención” (Lapalma, 2001). Por ello proponemos, para salir de una perspectiva de institución neutra y
de un enfoque tecnocrático, la configuración de un modelo analítico psicosocial de tipo sistémico y
relacional que permita visibilizar y complejizar el conjunto de desafíos que implica una política de
transversalización del género en el ámbito agropecuario. De este modo, se parte de dos subsistemas
contextuales para la implementación de políticas transversales de género: (1) la institución a cargo de
implementar políticas de promoción del desarrollo rural y (2) uno o más territorio/os caracterizado por
dinámicas sociales en donde se relacionan agentes de intervención y actores del mismo. Así, identificamos
inicialmente dos interfaces sociales teóricas, como arenas de conflictividad, para una política
transversalizadora del género en instituciones del ámbito agropecuario: la interfaz institucional y la interfaz
territorial.
La interfaz institucional hace referencia a la arena social que emerge a partir de los arreglos
institucionales desplegados para cumplir con los objetivos de las políticas de género, y al encuentro-
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desencuentro respecto del modo en que los agentes se relacionan con dichos cambios a partir de sus
representaciones, modelos y prácticas de intervención. Esto implica estudiar desde la perspectiva de los
actores (Long, 2007) que configuran esta interfaz (autoridades, jefaturas, coordinadores de grupos,
extensionistas, investigadores/as, entre otros) de qué manera conciben los cambios y procesos
institucionales en relación con sus prácticas laborales, atendiendo a los encuadres temporales y espaciales
del trabajo, al diseño de proyectos y a la asignación de recursos, en tanto den cuenta de su apertura
institucional y operativa hacia la discusión/revisión de las relaciones de género.
La interfaz territorial dice respecto del modo en que el enfoque de género incide en la forma en que se
conciben y llevan adelante las intervenciones en territorio por parte de los agentes y su efecto en sus
destinatarios/as. Esta interfaz supone la problematización a partir del encuentro-desencuentro entre
miradas de mundo y conocimientos de agentes y actores definidos territorialmente (pobladores, familias y
comunidades, organizaciones y entidades, políticos, etc.), y de la caracterización de aquellos factores que
inciden positiva y negativamente en la práctica de intervención desde una perspectiva de género.
Este modelo analítico y el tipo de procesos que se propone complejizar justifican la adopción de un
abordaje psicosocial que permita comprender las dinámicas relacionales que movilizan representaciones
sociales y racionalidades en torno a la construcción del género desde la perspectiva de los actores (Long,
2007) y a partir de la configuración de diversos escenarios de intervención (Lapalma, 2001), así como el
impacto en los significados, las relaciones y las prácticas de dichos actores. En este sentido, diversos
antecedentes académicos avalan la importancia de los abordajes psicosociales y relacionales en la
comprensión de los procesos de desarrollo rural (Conti et al., 2020; Landini, 2015). A continuación, la
Figura 1 presenta un esquema simplificado del modelo analítico propuesto:
Figura 1
Modelo analítico psicosocial
El esquema presenta los dos subsistemas contextuales sobre los cuales cabe operacionalizar una política
transversal de género, en el marco de las instituciones de desarrollo agropecuario, considerando los
macromodelos de desarrollo regionales/nacionales y sus directrices, y atendiendo al contexto en términos
sociales y políticos. A cada subsistema, entendido como interfaz social teórica, le corresponde un conjunto
de actores atravesados por prácticas y normas (implícitas y explícitas) que organizan la vida institucional y/
o territorial.
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Cabe precisar que en esta modelización las flechas bidireccionales del esquema refieren a interfaces
sociales teóricas que, si bien tienen cualidades y lógicas específicas, estarían en permanente contacto y
dinamismo. Por ejemplo, hay actores que integran dinámicas institucionales (ejemplo: representantes de
organizaciones en instancias asesoras de organismos, como consejos), así como distintos perfiles
institucionales que interactúan de diferente modo, frecuencia e intensidad con actores territoriales
(ejemplo: extensionistas, investigadores, directivos). Por tanto, la distinción es teórica y se apoya en que, en
relación con la implementación de una perspectiva transversal, cabe identificar la primacía de determinadas
lógicas de organización del trabajo, reglas, y de la vida cotidiana, que distinguen los contextos/subsistemas
territoriales de los institucionales, y que configuran interfaces sociales diferenciadas.
Marco y proceso metodológico
El proceso de investigación realizado responde al tipo exploratorio-descriptivo, con enfoque cualitativo
(Smith y Smith, 2018). Para ello nos apoyamos en el paradigma histórico-crítico (Guba y Lincoln, 2002),
que no concibe la experimentación y la cuantificación como prioridades, y sostiene un criterio dialógicodialéctico de construcción de conocimiento. La estrategia metodológica y las técnicas de producción de
datos, a los fines de construir y contrastar preliminarmente un modelo analítico psicosocial propuesto,
fueron dos: a) observación participante y registros, y b) encuesta al personal técnico de extensión y de
investigación.
En cuanto a la operacionalización del modelo y técnicas de construcción de datos, la observación
participante (Jociles Rubio, 2018), complementada con registros al estilo del diario de campo (Guber,
2011), se realizó a partir de la asistencia a talleres y seminarios (15 en total) y de salidas a terreno (10 en
total), acompañando la implementación de acciones con perspectiva de género, en vinculación con
extensionistas del INTA. Se recurrió a esta técnica para identificar qué problemáticas identificaban quienes
conducían las intervenciones, y caracterizar los enfoques de género que se planteaban institucionalmente y
para el trabajo de intervención territorial.
La segunda técnica de producción de datos, debido a la escasez de estudios que incorporan una
perspectiva institucional y territorial para el abordaje del género en el ámbito agropecuario,
específicamente desde un enfoque psicosocial, se apoyó en la construcción de una encuesta administrada en
el año 2020. Se realizó un diseño y operacionalización del modelo analítico a partir de sus dimensiones de
análisis: la dimensión institucional y la dimensión territorial. El objetivo de la encuesta era caracterizar las
problemáticas y desafíos de la temática del género en ambas dimensiones desde la perspectiva del personal
de investigación y de extensión.
La construcción de la encuesta se basó en un diseño no probabilístico bajo un enfoque de investigación
cualitativo y de tipología exploratorio-descriptiva, con preguntas abiertas. Su administración se realizó de
forma online, bajo criterio de participación voluntaria y anónima, y se dirigió a personal de investigación y
de extensión del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria1 (INTA) de la Norpatagonia argentina.
El proceso de construcción de la encuesta contó con el apoyo y retroalimentación constante de una jefa de
Agencia de Extensión Rural de INTA. Luego, se solicitó la revisión crítica de la herramienta a un
especialista latinoamericano en Extensión Rural e investigador del CONICET, quien realizó aportes que
permitieron arribar a una versión final.
A continuación, se presentan en la Tabla 1 las partes dimensionadas de la encuesta y las temáticas a las
que se dirigía cada pregunta.
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Tabla 1
Dimensiones y preguntas de la encuesta
Se han destacado en otro color las preguntas 2, 3, 4 y 7, ya que a partir de las respuestas obtenidas en ellas
se delimitaron el alcance y los objetivos del presente escrito.
De un universo muestral estimado de 130 agentes, se obtuvieron 17 encuestas respondidas. El tamaño de
la muestra, al tratarse de un relevamiento inicial y exploratorio, si bien pequeño no resultó un limitante, en
tanto los resultados no pretendían ni pretenden un carácter generalizable; por el contrario, se buscaba
poner a prueba el marco analítico elaborado y aportar elementos para nuevas discusiones en relación con la
perspectiva de género en el desarrollo agropecuario. Así, el 35 % de los participantes fueron varones,
mientras que el 65 % mujeres. Respecto de su inserción en INTA, el 53 % de las personas encuestadas
realizan actividades de Investigación, mientras que el 47 % se desempeñan como extensionistas. En cuanto
a la formación, el 29 % informó contar con grado universitario, mientras que el 71 % indicó haber realizado
estudios de posgrado. La edad promedio es de 44 años (mínimo: 30; máximo: 65), mientras que la
antigüedad promedio en la actividad informada es de 15,5 años (mínimo: 1; máximo: 40).
El proceso de análisis de datos generados a partir de las técnicas mencionadas se apoyó en el análisis
cualitativo de contenido mediante codificación abierta y axial con base en la Grounded Theory (Lora,
Cavadias y Miranda, 2017), organizados preliminarmente a partir de las dos dimensiones consideradas para
la encuesta: dimensión institucional y dimensión territorial.
Resultados
Este apartado presenta una diversidad de tensiones (entendidas como obstáculos y desafíos) que desde la
perspectiva del personal de investigación y extensión se presentan en sus contextos de trabajo. A partir del
análisis realizado, se elaboraron distintas categorías dentro de lo que se ha conceptualizado,
respectivamente, como interfaz institucional e interfaz territorial.
De la Interfaz Institucional
En lo que respecta a la interfaz institucional, nos referiremos a la arena social que se configura a partir de
distintas posiciones alrededor del conjunto de arreglos institucionales, normativas y encuadres de trabajo,
de tipo históricos, y de las tensiones en la puesta en práctica de acciones y políticas con perspectiva de
género (o en la ausencia de políticas o acciones). Desde la perspectiva del personal de investigación y de
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extensión, y sus vivencias como trabajadores/as, se identificó y categorizó un conjunto de dificultades (y, al
mismo tiempo, desafíos para una política de género) en la institución.
Es factible sostener que, a nivel general y como termómetro de las necesidades contextuales e
institucionales, una gran parte del personal concibe como importante la incorporación de la perspectiva de
género en la institución. Aunque cabe apreciar que, respecto a cómo se debería abordar, se identificaron
concepciones diversas. En un extremo, propuestas y perspectivas de orden reformistas, en términos de
reconocer situaciones de inequidad, pero sin profundizar en el orden de género de las dinámicas
institucionales; y en otro, propuestas más transformadoras que pretenden un cambio cultural a partir de la
desigualdad de género en todas las dinámicas institucionales.
Las problemáticas y obstáculos identificados en la interfaz institucional fueron analizados y agrupados
en tres categorías, a saber: a) relaciones interpersonales, b) dinámicas institucionales y c) lógicas de la
cultura institucional.
Relaciones Interpersonales
Los vínculos interpersonales son un aspecto problemático en términos de la existencia de diferencias
genéricas en el trato y relacionamiento que se da entre colegas dentro de la institución. Se pudieron
identificar dos tipos de vínculos:
• Vínculos entre pares. La dinámica cotidiana de las relaciones entre pares evidencia situaciones de
discriminaciones por género en contexto de compartir un lugar de trabajo, en la oficina, en
reuniones de grupos de trabajo. Se mencionan frecuentemente los chistes y comentarios sexistas,
entre otras formas de inferiorización.
• Vínculos con personal jerárquico. Este tipo de vínculo se expresa como desigualdad en términos del
reconocimiento, respeto y trato diferenciado por parte del personal jerárquico para con
investigadoras o extensionistas, respecto de sus pares varones (ej., entre jefes y personal técnico, entre
directores y personal becario), como modulador de la verticalidad.
Dinámicas institucionales
Las dinámicas institucionales se establecen a partir de mecanismos que reproducen miradas sexistas y que
se expresan como rasgos naturalizados de la institución. El análisis permitió diferenciar tres tipos de
dinámicas:
• Composición desigual entre trabajadoras/es. Si bien históricamente la institución ha tenido una
gran mayoría de trabajadores varones, ha habido una mayor incorporación de mujeres en las últimas
décadas. La distribución de dicha diferencia hace a dinámicas de desigualdad como la segregación
horizontal, que refiere a la sobrerrepresentación femenina en puestos asociados a roles de género
como puestos administrativos; y la segregación vertical, referida a las limitaciones de mujeres para
acceder a puestos jerárquicos, sea por las evaluaciones de desempeño con sesgos de género, sea por el
escaso acceso a la dirección de proyectos o por planes de desarrollo de carrera profesional
diferenciados por género, entre otros.
• Escaso compromiso de autoridades y de cargos de coordinación. Se hace referencia a esta dinámica
como crítica o denuncia, ya que el sostenimiento de situaciones de desigualdad o segregación
femenina es atribuido a que autoridades no se sienten implicados como partes y roles que hacen a las
desigualdades. Se les asignan argumentaciones en las que se concebiría el cambio como una cuestión
azarosa o de proceso evolutivo “natural”, del cual la institución ya es parte.
• Limitaciones en el abordaje de diversas situaciones de violencia por motivos de género. Este
obstáculo como parte de la dinámica institucional es comprendido por trabajadoras/es que
denuncian falta de formación del personal y de recursos para conducir políticas de género, o de
dispositivos específicos y contextualizados. Incluso, respecto de cómo se da tratamiento a las
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violencias por motivos de género, equiparándolas con otras situaciones de conflictividad, o
relativizando situaciones, lo que daría lugar a potenciales procesos de revictimización o de
complicidad masculina.
Lógicas de la cultura institucional
Se identificaron cuatro lógicas a partir del modo en el que el personal de investigación y extensión refería
a formas propias de la cultura institucional, tradiciones, que invisibilizan situaciones y cristalizan un orden
de género preestablecido.
• La institución es neutral al género. Esto refiere a una racionalidad institucional que concibe
neutralmente los procesos y lógicas jerárquicas, de selecciones de personal, o de evaluación y
recompensa y de acceso a cargos jerárquicos. Esta lógica invisibiliza la desigualdad y las dificultades
diferenciales para las trabajadoras.
• Invisibilización de las tareas de cuidado. Se identifica como lógica de desigualdad el hecho de que
sean investigadoras y extensionistas quienes, por las asignaciones de roles de cuidado históricos, se
consideran responsables “naturales” de dichas tareas, por la sociedad en general y por la institución
en particular. Esta desigualdad se caracteriza a partir de la ausencia de registro institucional sobre la
necesidad de jardines maternales, o sobre cómo se compatibilizarían las salidas a campo con los
horarios escolares de las infancias o los horarios de reuniones durante la pandemia.
• Mirada histórica del rol de las mujeres en el territorio. Se concibe que la institución sostiene una
lógica de reconocimiento diferenciada entre varones y mujeres de campo que reproduce los
estereotipos de género históricamente asignados. De acuerdo con ello, la masculinidad estaría
asociada al rol proveedor y de actor productivo, mientras que “la mujer rural”2 quedaría fijada a lo
reproductivo-doméstico y a las prácticas de cuidado. Esta lógica incide en el reconocimiento sesgado
del género y de procesos productivos, actores y dinámicas económicas, lo cual invisibilizaría modelos
alternativos de desarrollo y prácticas de intervención por fuera de estas lógicas.
• El rol de la institución en/para la sociedad. Esta problemática refiere al desafío de interpelar los
objetivos y roles de la institución, tanto en lo que respecta a su carácter conservador como a la
porosidad-clausura respecto de demandas que movimientos políticos, sociales, culturales, urbanos y
rurales vienen expresando en términos de cambios de paradigmas patriarcales.
De la interfaz territorial
Como se evidenció en los antecedentes, gran parte de los abordajes y propuestas identificados en la
bibliografía sobre la temática ponen énfasis en lo que nosotros hemos denominado dimensión territorial.
Es decir, sobre cómo abordar la realidad de las ruralidades desde la incorporación de una mirada o
perspectiva de género, generalmente alrededor de pasos y procedimientos, en lo que respecta a los modelos
y prácticas de intervención social (perspectiva instrumental). Ahora bien, como nuestra propuesta se centra
en un abordaje sistémico y relacional del género, la operacionalización de lo territorial presenta
coordenadas diferentes. Por lo tanto, el objetivo se vincula principalmente con las dificultades, obstáculos y
desafíos que el personal de investigación y de extensión encuentra a partir de las formas de trabajo y
prácticas actuales de intervención territorial en las que la cuestión de género incide en sus intervenciones, y
que no se reducen a la organización genérica de la población rural destinataria. Así, desde la interfaz
territorial del modelo propuesto, se esperaba identificar un conjunto de aspectos relacionales-vinculares
como emergentes de la interacción entre el personal técnico y quienes se encuentran en el territorio, que
desde la perspectiva del personal técnico significasen una dificultad u obstáculo a superar en términos de
equidad de género.
Antes de presentar la categorización de obstáculos, cabe mencionar un aspecto central y transversal a
todo obstáculo y desafío, de amplio consenso entre las personas encuestadas: de acuerdo con la identidad de
género (en palabra del propio personal técnico), el hecho de ser ‘hombre’ o ‘mujer’, implica diferentes
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obstáculos y desafíos a la hora de intervenir en territorio. Esta cuestión no es menor y refleja una cualidad o
característica de las intervenciones: las dificultades serían diferentes según la identidad de género de quien
las implemente.
Las dificultades y obstáculos que se presentan en la ejecución del trabajo en terreno fueron organizados
en tres tipos: a) la construcción de vínculos interpersonales; b) dificultades que afectan específicamente a
las mujeres técnicas,3 y c) característicos de las realidades de la población rural.
En la construcción de vínculos interpersonales
Al momento de desarrollar actividades en terreno, hay temáticas en el vínculo técnico/a-productor/a
que sólo se tratan y conversan entre varones, y otras, sólo entre mujeres. Por ello, los técnicos varones
tienen mayores dificultades para obtener información sobre situaciones de difícil abordaje (como casos de
violencia), ya que acceden a información parcial por parte de las “mujeres de campo”.
Dificultades que afectan específicamente a las técnicas mujeres
Otros tipos de obstáculos identificados afectan específicamente o de una manera diferencial a las mujeres
técnicas. A saber:
• Desvalorización. Las mujeres técnicas, al realizar actividades en terreno, pueden encontrarse con
procesos de desvalorización respecto de sus conocimientos y potenciales aportes. Se la identifica
como una dinámica que se da tanto por parte de población rural destinataria como por parte de
técnicos varones y autoridades. Se identificaron tres tipos de dinámicas asociadas a este proceso: que
las mujeres técnicas son puestas a prueba respecto de sus capacidades, que sus opiniones
frecuentemente no son consideradas, y que esto es más intenso cuando se trata de mujeres técnicas
jóvenes. Esto implica, por parte de las éstas, la necesidad de desplegar medidas y acciones adaptativas
para modificar o sostener sus estrategias de trabajo, que fueron tipificadas en tres tipos: de
indiferencia o negación, de abstinencia o paciencia (dimensión temporal) hasta que el
reconocimiento se logre a partir de sostener procesos de trabajo, y/o de sobre-esforzarse para ser
reconocidas.
• Exposición a riesgos. Las salidas a terreno exponen diferencialmente a las mujeres técnicas a riesgos
que no afectarían (o en menor medida) a técnicos varones, bajo distintos escenarios. Un primer
escenario se da cuando se trata de salidas a terreno que una mujer técnica realiza sola: la exposición a
situaciones de maltrato/acoso por parte de productores varones es una preocupación frecuente; en
un segundo escenario, la preocupación se da también al compartir vehículo con un colega hombre,
particularmente cuando la diferencia etaria es significativa. Estas situaciones, en ocasiones, revisten
un carácter sutil y, en otras, explícito. Un tercer escenario: ante cualquier vicisitud o situación
inesperada que surja durante un traslado, mientras se conduce en una ruta, sea accidente o rotura de
alguna autoparte, la exposición al riesgo en caso de que una mujer técnica realice el viaje sola es
percibida como mayor que para los técnicos varones.
• Maternidad y cuidados. Los compromisos de maternidad y cuidado por parte de mujeres técnicas
son percibidos como limitantes de sus prácticas y actividades en terreno. Por ejemplo, las salidas a
terreno (las distancias, su duración) están condicionadas por los horarios de regreso, ya que se
encuentran atravesadas por compromisos de cuidado de las infancias.
• Asignación de recursos. Particularmente en lo que se refiere a disponibilidad de vehículos para salir a
terreno, se identificó una situación desventajosa o desigual en los criterios de asignación de recursos
que incide negativamente en las mujeres técnicas respecto de sus colegas varones.
Característicos de las realidades de la población rural
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• Inferiorización de las mujeres rurales. Por un lado, en el vínculo con familias productoras de base
campesina las personas entrevistadas identifican como obstáculo y desafío para las intervenciones la
posición secundaria o de menor jerarquía de las mujeres respecto de los varones. Así, en el marco de
visitas a campo, realizando actividades con familias productoras, se expresa la dinámica familiar a
partir de la inferiorización de la mujer por parte de su pareja masculina, aspecto que se plantea como
dificultad para la ejecución de un abordaje integral de la unidad doméstica y unidad productiva. Esta
dinámica se expresa desde el personal de investigación y extensión en distintas situaciones, como
cuando “el hombre de campo” toma hegemónicamente la palabra, o cuando se posiciona como
quien toma las decisiones productivas; y en general, cuando se recorren los campos y “la mujer
permanece en la casa” y alrededores. También identifican que las prácticas económicas realizadas por
las mujeres son desvalorizadas por la parte masculina. Por otro lado, otro escenario planteado como
dificultad refiere al trabajo con grupos de mujeres, en el que se identifica de forma frecuente cierta
posición de “pasividad” en éstas para tomar iniciativas en procesos interpersonales y colectivos.
• Violencia familiar. Las situaciones de violencia familiar son identificadas como una dificultad para la
ejecución del trabajo de forma adecuada en las visitas a campo, y para la cual, en términos generales,
no se cuenta con herramientas o conocimientos técnicos para su abordaje.
Discusiones
Entre los resultados logrados, cabe destacar algunos hallazgos que, por su vinculación con el marco
teórico o con el modelo analítico propuesto, poseen particular relevancia y pueden considerarse temas clave
para el estudio de políticas de género en el ámbito agropecuario, así como aportes para el diseño de nuevos
arreglos institucionales orientados a la transversalización.
La conceptualización del género como categoría relacional nos permitió visibilizar en la dimensión
institucional la incidencia de ciertos estereotipos de género representados como barreras para una
transformación institucional. Tanto en relación a las dificultades que encuentran las mujeres técnicas en
lugares históricamente ocupados por varones, sobre todo para el acceso a cargos jerárquicos, como en la
ausencia de reconocimiento de las tareas de cuidado que operan limitando actividades e incidiendo en el
crecimiento de la carrera profesional de mujeres técnicas, pareciera existir una tensión entre las líneas que
delimitan las esferas públicas y privadas, en sintonía con lo sostenido por Nocetti, Palioff y Della Torre
(2018), y que, según afirman Fiorito y Chuchco (2021), se agudizó durante la etapa del Aislamiento Social
Preventivo y Obligatorio en el marco de la pandemia por COVID-19. Si la división sexual del trabajo fue
naturalizada en términos de barreras inconexas, la visibilización de determinadas desigualdades en roles y
funciones institucionales sería parte elemental de una política de género transversal. Al mismo tiempo,
podría implicar una problematización de las mujeres en tanto figura reificada como “mujer de campo”, más
aún bajo su pertenencia campesina, y su rol en la sustentabilidad de los territorios rurales. Tanto es así, que
las respuestas obtenidas por parte de las personas entrevistadas referían a identidades y roles estereotipados
en clave binaria y monolítica (hombre/mujer de campo), aun cuando la pregunta abierta apuntaba al
género y su incidencia en el trabajo en territorio. Entonces, una discusión sobre estereotipos y
representaciones de género podría invitarnos tanto a pensar sobre nuevos modelos de desarrollo, algo
propio de la interfaz institucional, pero en función de quién es el Otro/a del territorio, como a desmontar
el supuesto de que una mujer, técnica (más aún joven), no dispone de saberes para aportar a los procesos de
desarrollo-innovación rural, en el trato con familias productoras y en reuniones institucionales de equipos
de trabajo (Ferro, 2014). Sobre este aspecto, en el último informe del PNUD (2023) se afirma que, a pesar
del avance en materia de políticas de igualdad de género, existe una persistencia en los sesgos de género que
repercute y atenta contra la igualdad sustantiva de mujeres y disidencias respecto de los varones.
Respecto del enfoque de la transversalización del género, a partir de los resultados generados pareciera
que el supuesto “carácter neutral” institucional no es tal, coincidentemente con las advertencias realizadas
por Moser y Moser (2005) o Rodríguez Gustá (2019). Se identifican posiciones (de agentes) que conciben
una matriz reproductora de desigualdad genérica en los mecanismos y dinámicas institucionales, así como
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en los vínculos interpersonales laborales o territoriales. Entre el conjunto de obstáculos y desafíos, cabría
analizar si el compromiso de autoridades y coordinaciones podría incidir en potenciar los abordajes ante
situaciones de violencia dentro de la institución. Al mismo tiempo, una revisión de los criterios que
subyacen a las evaluaciones de desempeño (Ferro, 2014) podría aportar a disminuir brechas que configuran
los procesos de segregación vertical y horizontal, minimizando las jerarquías entre pares y respecto de jefes
o autoridades.
Por último, entre los resultados identificados en la interfaz territorial, dos de los principales obstáculos
que afectan a las mujeres técnicas en el trabajo en terreno son la ‘desvalorización por parte de productores/
as’ y la ‘exposición a diversas situaciones de riesgo’. Si bien se identifican como situaciones que ocurren en el
marco del trabajo en terreno, es factible pensar en procesos desde la interfaz institucional para
minimizarlas. Por ejemplo, revisando los encuadres de trabajo se podría pensar en estrategias de salida a
campo con un par, o acompañada por un referente territorial de confianza, o la disponibilidad de un botón
de alerta, como aspectos de un abordaje institucional preventivo. En otro sentido, la ‘desvalorización de la
mujer del campo’, así como las ‘situaciones de violencia doméstica’, configuran preocupaciones en el
trabajo en terreno. Avanzar en un abordaje de género podría considerar el desarrollo de capacidades de
intervención para trabajar la desnaturalización de estereotipos de género, la revalorización de los aportes de
mujeres y, desde la interfaz institucional, la capacitación institucional y la construcción de diseños
interinstitucionales de trabajo, o el intercambio con pares más experimentadas/os (Landini, 2022), podrían
ser estrategias a complejizar y atender a situaciones de violencia doméstica en el campo. Así, vemos que, si
bien se conceptualizaron interfaces teóricas diferentes, basadas en criterios ya explicitados, la adopción de
una perspectiva sistémica de análisis permite visualizar abordajes interdependientes entre dichas interfaces,
dando cuenta de continuidades y discontinuidades entre ellas. Esta cuestión, además de poner en valor las
potencialidades institucionales para un abordaje de género, evidencia que los subsistemas institucionales y
territoriales no funcionan como espacios estancos, tal como se planteó en el modelo analítico propuesto; al
mismo tiempo, permite discutir los modos actuales de implementación de las políticas de género que
priorizan sus acciones sobre la población rural (dimensión territorial y visión instrumental) o que conciben
lo institucional de modo aislado.
Conclusiones
El presente trabajo se propuso contribuir al proceso de construcción de políticas de género en el marco
del desarrollo agropecuario, a partir de un enfoque sistémico y relacional de transversalización del género,
que involucra tanto dimensiones institucionales como territoriales. En particular, se presentó un modelo
analítico que, a la luz de los resultados preliminares obtenidos y de los antecedentes revisados, permitió
visibilizar desde una perspectiva psicosocial obstáculos y desafíos novedosos en los que la marca del género
incide en las prácticas y relaciones institucionales y de intervención territorial. Consideramos que el
modelo analítico constituye una de las principales contribuciones, y que los procesos identificados en las
interfaces institucional y territorial, y sus interrelaciones, permiten abordajes innovadores, lo cual
incrementa la riqueza del artículo. Su utilidad se considera relevante para los actuales abordajes
institucionales del género en el ámbito agropecuario. Por otro lado, es posible proyectar dicho modelo
hacia otros contextos de intervención, considerando que para el ámbito agropecuario el vector desarrollo
modula racionalidades, instrumentos programáticos e intervenciones, que lo distinguen de otros contextos.
Desde otro ángulo, identificamos un aporte al campo de problemas que vincula la psicología con la
ruralidad, al incorporar un enfoque psicosocial que contempla la perspectiva de los agentes del desarrollo.
Los resultados generados evidencian el papel importante que podría tener la psicología comunitaria, social,
organizacional e institucional para un abordaje transversal del género en el desarrollo agropecuario.
Por último, en tanto exploración analítica inicial, sería relevante, para profundizar en la complejización
de la temática y del modelo, avanzar en un relevamiento más amplio, así como en una caracterización de
otros actores ligados al desarrollo agropecuario. Cabe advertir que abordajes complementarios permitirían
visibilizar múltiples desigualdades, como la interseccionalidad, que vincula atravesamientos étnicos y/o de
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Santiago Conti, et al. Transversalización del género y desarrollo agropecuario. Aportes para el abordaje
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sistémico desde un enfoque psicosoc...
clase. También cabría estudiar otras configuraciones jerárquicas de la propia cultura institucional (entre
investigación-extensión, o en los modos de vinculación con el territorio según los perfiles laborales) como
forma de contribuir a una mayor comprensión de los obstáculos y desafíos para una política transversal del
género en el ámbito agropecuario.
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Notas
1 El INTA es el organismo autárquico más importante y de mayor alcance territorial de la Argentina en lo que
respecta al desarrollo tecnológico y los procesos de cambio agropecuarios ligados al desarrollo rural.
2 De aquí en adelante se encontrarán entrecomillados los términos utilizados para referir a otro/a/e por parte del
personal de investigación y extensión. Las referencias a otro/a/e como “hombre del campo”, “mujer del campo”
fueron mantenidas, en tanto voz de dicho personal, para dar cuenta de la organización binaria y la representación
social esencializada enmarcadas en las respuestas obtenidas en la encuesta.
3 Optamos por la utilización del término “mujeres técnicas”, por más que pueda resultar redundante, para
diferenciar otro uso de la palabra “técnica” utilizada en el artículo, asociado al abordaje metodológico.
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