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La interfaz técnico extensionista - pequeño productor agropecuario. Un abordaje psicosocial.

Resumen El presente trabajo se propone desde una perspectiva centrada en el actor estudiar la dimensión psicosocial de la interfaz extensionista rural – pequeño productor agropecuario en el contexto de los procesos de extensión rural que tienen lugar en la provincia de Formosa. La investigación de tipo exploratorio-descriptivo incluyó la toma de entrevistas abiertas, semi-estructuradas y encuestas a agricultores familiares y extensionistas rurales. El análisis del material se basó en la perspectiva teórico-metodológica de la Teoría Fundamentada. En los resultados se desarrollan las características del conocimiento tecnológico local y se analiza cuáles son los saberes que extensionistas y productores se reconocen a sí mismos y al otro actor. A su vez se estudian las formas en las que se caracterizan mutuamente y las distintas racionalidades que se ponen de manifiesto en torno a distintas propuestas técnicas. Por otro lado, se enumeran las motivaciones y dificultades vivenciadas por los extensionistas en su trabajo. Para finalizar se plantean una serie de propuestas dirigidas a los extensionistas rurales, a las instituciones que los forman y a las organizaciones que diseñan y ejecutan programas orientados a la agricultura familiar, con el objetivo de generar aportes que permitan maximizar el impacto de las iniciativas orientadas al desarrollo. Palabras clave: Interfaz social - Extensión rural –Agricultura familiar - Conocimiento tecnológico local Abstract This thesis addresses the psychosocial dimension of the interface rural extensionist - small farmer from an Actor Oriented Approach (AOA) in the context of the rural extension processes that take place in the province of Formosa, Argentina. The research was exploratory and descriptive, and included open and semi-structured interviews as well as surveys to family farmers and rural extension workers. The material was analyzed using the theoretical and methodological support of Grounded Theory. The results section describes the characteristics of the technological local knowledge, and analyzes which type of knowledge extensionists and farmers acknowledge owning and recognize as characteristic of the other. Likewise, the study also addresses how extensionists and farmers describe each other and the rationales that underlie different productive proposals. Additionally, motivations and difficulties experienced by rural extensionists during their daily work are listed. Finally, proposals for rural extension agents and institutions, and for organizations that train them are presented, with the aim of increasing the impact of development proposals. Key words: social interface – Rural extension – family farming - technological local knowledge

TESIS DE DOCTORADO Universidad de Buenos Aires Facultad de Psicología Título LA INTERFAZ TÉCNICO EXTENSIONISTA – PEQUEÑO PRODUCTOR AGROPECUARIO. UN ABORDAJE PSICOSOCIAL Doctoranda: Lic. Sofía Murtagh Director de Tesis: Prof. Dr. Fernando Pablo Landini Consejera de Estudios: Prof. Dra. Elena Zubieta Fecha de Presentación: abril de 2017 1 INDICE Agradecimientos ............................................................................................................... 9 Resumen ......................................................................................................................... 11 Abstract ........................................................................................................................... 12 PRESENTACIÓN .......................................................................................................... 13 PARTE I ......................................................................................................................... 15 PROPUESTA DE INVESTIGACIÓN .......................................................................... 15 Capítulo 1: Delimitación del problema por investigar .................................................. 16 Capítulo 2: Marco Teórico General .............................................................................. 21 2.1. La Psicología Comunitaria como encuadre de la investigación ........................ 21 2.2. Las racionalidades de los actores ...................................................................... 22 2.3. Un abordaje novedoso para la Psicología: la interfaz social ............................ 24 2.4. Conocimiento tecnológico local: procesos de construcción y características ... 26 2.5. Contribuciones a la comprensión de los procesos de Enseñanza y Aprendizaje en la Extensión Rural ............................................................................ 29 2.6. ¿Campesinos, agricultores familiares o pequeños productores? ....................... 33 Capítulo 3: Objetivos y metodología de la investigación .............................................. 35 3.1. Objetivos de la investigación .............................................................................. 35 3.2. Abordaje metodológico ....................................................................................... 37 PARTE II ........................................................................................................................ 47 PRESENTACIÓN DE RESULTADOS ........................................................................ 47 Capítulo 4: Contextualización ....................................................................................... 51 4.1. La provincia de Formosa. Características generales......................................... 51 4.2. Algunas particularidades políticas ..................................................................... 56 4.3. Los pequeños productores formoseños ............................................................... 57 4.4. Programas y líneas de acción públicas orientadas a pequeños productores agropecuarios ............................................................................................................ 60 2 Capítulo 5: Conocimiento tecnológico local: Modalidades de aprendizaje y características de los saberes de los pequeños productores .......................................... 66 5.1. Cómo se aprende el trabajo de la chacra ........................................................... 67 5.2. La perspectiva de los productores sobre los conocimientos propios y los conocimientos de los extensionistas .......................................................................... 71 5.3. Los conocimientos de los pequeños productores desde la perspectiva del técnico ........................................................................................................................ 78 5.4. Pensar el conocimiento del productor desde diferentes perspectivas ................ 83 Capítulo 6: Caracterizaciones entre actores en la interfaz: ¿Cómo se perciben mutuamente extensionistas y pequeños productores? .................................................. 91 6.1. Caracterizaciones de los pequeños productores desde la mirada del extensionista .............................................................................................................. 92 6.2. Caracterizaciones de los extensionistas desde la perspectiva de los pequeños productores .............................................................................................................. 111 6.3. Reflexiones sobre los resultados de las caracterizaciones de la interfaz técnico- productor ................................................................................................... 117 Capítulo 7: Perspectivas de los actores en torno a distintas propuestas técnicas ...... 122 7.1. Opiniones y actitudes de los pequeños productores respecto de distintas propuestas técnicas .................................................................................................. 122 7.2. Una reflexión sobre la percepción y valoración de las alternativas tecnológicas por parte de los pequeños productores y los extensionistas ............... 139 Capítulo 8: El trabajo del extensionista. Motivaciones, estrategias, dificultades y propuestas ..................................................................................................................... 144 8.1. Motivaciones de los técnicos para trabajar en Extensión Rural. ..................... 145 8.2. Estrategias de trabajo de los extensionistas ..................................................... 152 8.3. Dificultades en el trabajo de extensión desde la perspectiva de los técnicos ... 173 8.4. Propuestas de los extensionistas a sus instituciones de pertenencia ................ 184 3 PARTE III .................................................................................................................... 195 CONSTRUCCIÓN DE PROPUESTAS Y CONTRIBUCIONES DEL TRABAJO REALIZADO ................................................................................................................ 195 Capítulo 9. Conclusiones, construcción de propuestas y principales contribuciones196 9.1. Respuesta a los objetivos propuestos................................................................ 196 9.2. Construcción de propuestas.............................................................................. 200 9.3. Principales contribuciones del trabajo realizado............................................. 211 BIBLIOGRAFIA .......................................................................................................... 215 ANEXOS ....................................................................................................................... 232 Anexo 1. Datos entrevistas y encuestas ................................................................... 232 Anexo 2. Guía de preguntas para trabajo de campo ............................................... 237 Anexo 3. Protocolo de encuesta a extensionistas .................................................... 239 INDICE DE TABLAS Tabla 1. Ejes de análisis para extensionistas rurales ....................................................... 39 Tabla 2. Ejes de análisis para pequeños productores....................................................... 40 Tabla 3. Distribución de la población formoseña por departamentos ............................. 52 Tabla 4. Tipificación de Pequeños Productores Agropecuarios ...................................... 58 Tabla 5. Motivaciones de los técnicos para comenzar a trabajar con pequeños productores ............................................................................................................. 148 Tabla 6. Motivaciones de los técnicos para continuar trabajando en extensión rural .. 149 Tabla 7. Instituciones que se adapten a los tiempos y necesidades de los productores . 185 Tabla 8. Formularios adaptados a los productores y a las características locales ....... 187 Tabla 9. Articulación entre instituciones locales ............................................................ 188 Tabla 10. El abordaje interdisciplinario en el trabajo de extensión .............................. 190 Tabla 11. El seguimiento al productor ........................................................................... 191 Tabla 12. Reducir obligaciones del técnico para favorecer el seguimiento al productor ................................................................................................................. 192 Tabla 13. Reducir el número de familias, para hacer un mejor seguimiento ................. 192 Tabla 14. Promover institucionalmente encuentros entre extensionistas ....................... 193 4 Tabla 15. Entrevistas tomadas a Pequeños Productores Agropecuarios ....................... 232 Tabla 16. Entrevistas tomadas a Extensionistas Rurales ............................................... 234 Tabla 17. Encuestas realizadas a Extensionistas Rurales .............................................. 235 INDICE DE MAPAS Mapa 1. Distribución de la población formoseña por departamentos ........................... 51 Mapa 2. Ubicación de los departamentos Pilagás y Pilcomato en la provincia de Formosa .................................................................................................................. 54 Mapa 3. Departamento Pilcomayo ................................................................................. 55 Mapa 4. Departamento Pilagás ...................................................................................... 55 INDICE DE FIGURAS Figura 1. “Que el productor diga que los técnicos sabemos de los libros pero no de la práctica”.. ........................................................................................................... 79 Figura 2. “Tienen conocimiento sobre los rubros con los que trabajan” ...................... 80 Figura 3. “Tienen habilidades y capacidades para manejar su producción” ................ 80 Figura 4. “Pese a que muchas veces se enfrentan a situaciones difíciles en su vida, consiguen sobreponerse” ........................................................................................ 93 Figura 5.“Son hospitalarios”. ......................................................................................... 94 Figura 6. “Son gente generosa”.. ................................................................................... 95 Figura 7. “Son gente buena”.. ........................................................................................ 95 Figura 8. “No disponen de capital o de recursos financieros para poder invertir en su producción”.. ...................................................................................................... 97 Figura 9. “Son dejados de lado por las instituciones públicas” .................................... 98 5 Figura 10. “Priorizan resultados inmediatos o de corto plazo y no se comprometen con los objetivos de largo plazo”.......................................................................... 102 Figura 11. “Han perdido la cultura del trabajo” ......................................................... 105 Figura 12. “No tienen iniciativa propia”...................................................................... 106 Figura 13. “A veces al técnico le dicen todo que sí, aunque no tengan interés. Lo hacen para dejar contento al técnico o para caerle bien” ................................... 108 Figura 14. Factores determinantes en la incorporación de propuestas tecnológicas .. 142 Figura 15. “Dentro de los grupos de trabajo, facilitar el diálogo entre productores”..153 Figura 16. “Usar dinámicas grupales cuando se trabaja con productores”. .............. 154 Figura 17. “Realizar un diagnóstico para conocer cuáles son las necesidades y las demandas de los productores” ............................................................................. 155 Figura 18. “Hacer un listado con los problemas que plantean los propios productores y que luego los jerarquicen.” ........................................................... 155 Figura 19. “Hacer capacitaciones teóricas mostrando material gráfico” ................... 158 Figura 20. “Mostrar empíricamente los beneficios de una técnica o tecnología, para que el productor pueda verlos”. ........................................................................... 159 Figura 21. “Los productores adoptan más cuando el técnico hace las cosas a la par con ellos” .............................................................................................................. 160 Figura 22. “Que el técnico se muestre como una persona sencilla en su trato con el productor” ............................................................................................................ 163 Figura 23. “Es muy importante para la adopción que el productor le tenga confianza al técnico”.. ........................................................................................................... 164 Figura 24. “Que el técnico genere vínculos de amistad y confianza con los productores”.. ....................................................................................................... 165 Figura 25. “Ante situaciones que generen confusión o rumores, explicitar lo sucedido abiertamente con los productores para dejar las cosas claras” ........... 167 6 Figura 26. “Cuando el técnico tiene que manejar dinero, ser transparentes y claros con las cuentas” .................................................................................................... 168 Figura 27 “Que la plata la maneje la gente, y que el técnico se mantenga al margen del tema” ............................................................................................................... 169 Figura 28. “Los tiempos que exigen las instituciones son distintos de los tiempos que necesitan los procesos con los productores” ........................................................ 175 Figura 29. “En mi trabajo como extensionista no me alcanza el tiempo para hacer un seguimiento adecuado de cada productor” ..................................................... 177 Figura 30. “Hay manejos políticos locales que dificultan el trabajo de extensión” .... 178 Figura 31. “Es necesario capacitar más a los técnicos en el área socio-organizativa 179 Figura 32. “La universidad forma a los profesionales del área técnica para trabajar con medianos y grandes productores, no con pequeños”..................................... 180 Figura 33. “Me cuesta manejar las situaciones en las cuales, en el trabajo con los productores, surgen problemas que van más allá del trabajo de extensión (como por ejemplo cuestiones relacionadas con salud, educación, alcoholismo, maltrato en la familia, etc.”. ................................................................................. 181 INDICE DE FOTOGRAFÍAS Fotografía 1. Animales de granja de agricultores familiares. ........................................ 59 Fotografía 2. Cajones para apicultura pertenecientes a agricultores familiares. .......... 59 Fotografía 3. Plantación de bananos .............................................................................. 59 7 “Sin importar que tan urbana sea nuestra vida, nuestros cuerpos viven de la agricultura; nosotros venimos de la Tierra y retornaremos a ella, y es así que existimos en la agricultura tanto como existimos en nuestra propia carne”. Wendell Berry (1976) 8 Agradecimientos A lo largo de estos años de trabajo he tenido la suerte de encontrarme con muchas personas que de una forma u otra hicieron posible que hoy esté presentando este escrito. Dado que han sido muy importantes para llegar hasta aquí, no quiero dejar de dedicar un espacio para expresarles mi gratitud: • A los pequeños productores entrevistados en este trabajo, quienes me invitaron a pasar, me acercaron un banco y un tereré aún sin conocerme y • compartieron conmigo sus historias de vida y sus saberes. A los extensionistas, que me dedicaron tiempo, respondieron mis preguntas, despejaron mis inquietudes y me hablaron de su trabajo, de sus • sueños, de sus dificultades y de sus motivaciones. A mi director Fernando Landini, el gran indispensable en este trabajo, quien me ha acompañado con suma dedicación en este proceso. Sus observaciones, orientaciones y correcciones han sido fundamentales en • cada una de las etapas de esta investigación. A Enrique Saforcada por aceptar gentilmente ser mi director de beca para CONICET y por estar siempre bien dispuesto frente a mis requerimientos, • desde analizar cuestiones teóricas hasta firmar un sinfín de formularios. • no han sido pocas. A Martín, mi gran compañero hace dieciocho años en todas las rutas, que A mis hijas Cami, Delfi y Justi que fueron los principales distractores en la redacción de este trabajo, pero a la vez son los tres motores que hacen que quiera superarme, cumplir metas y convertirme en una mejor mamá • para ellas. A mis queridos papás Alicia Poirier y Eduardo Murtagh por muchas cosas, pero en especial por todo lo que cuidaron de sus nietas en esta etapa final del doctorado. Sin ellos hubiera sido muchísimo más difícil • llegar hasta aquí. A María Elena Poirier, mi querida madrina y mi correctora literaria. Gracias por dedicar tantas horas a la corrección de este trabajo. 9 • A mi querido tío Ricardo Murtagh, el único de nuestro gran clan familiar que entiende de estos temas socio rurales. Gracias por leer y comentar tan • minuciosamente la versión preliminar de este trabajo. A mi abuela Bibí, por cuidarme, por cuidar a mis hijas, por tenerme fe y por estar siempre pendiente del estado de mi trabajo de tesis. A mi abuela • Mamina, por Auken leofú y por el amor por el campo. A la Ing. Luciana Vargas y al Ing. Eduardo A. Ocampo, por colaborar conmigo de manera tan amable y desinteresada en la engorrosa tarea de • administrar encuestas. A Emilio y Lili Morel, por su gran generosidad al abrir las puertas de su casa a mi familia y por hospedarnos durante los trabajos de campo. Gracias también por ser unos grandiosos guías durante las visitas a • terreno. A las comunidades de las escuelas Nº196 de Laguna Naineck, Nº291 de Laguna Blanca y Nº 308 de la Colonia La Primavera, con quienes viví memorables experiencias antes de que siquiera estuviese en los planes hacer esta investigación. El trabajo voluntario con estas comunidades sentó las bases de lo que luego sería mi interés académico por el ámbito social y comunitario e hizo que fuera inevitable la elección del lugar • donde realizaría los trabajos de campo. A Antonio Lapalma, a Cora Pesiney y a Alicia Zanotti de Savanti, quienes me invitaron a participar de sus cátedras en los comienzos de mi carrera. Todos los trabajos realizados con ellos fueron muy formativos y al mismo tiempo resultaron fundamentales en la obtención de mi beca y • de los créditos necesarios para el doctorado. A mis compañeros del equipo de investigación de Psicología Rural, especialmente a Vanina Bianqui, a María Cecilia Lacanna, a Valeria González Cowes y a Lucrecia Petit quienes colaboraron conmigo en distintos momentos de este trabajo. 10 Resumen El presente trabajo se propone desde una perspectiva centrada en el actor estudiar la dimensión psicosocial de la interfaz extensionista rural – pequeño productor agropecuario en el contexto de los procesos de extensión rural que tienen lugar en la provincia de Formosa. La investigación de tipo exploratorio-descriptivo incluyó la toma de entrevistas abiertas, semi-estructuradas y encuestas a agricultores familiares y extensionistas rurales. El análisis del material se basó en la perspectiva teórico-metodológica de la Teoría Fundamentada. En los resultados se desarrollan las características del conocimiento tecnológico local y se analiza cuáles son los saberes que extensionistas y productores se reconocen a sí mismos y al otro actor. A su vez se estudian las formas en las que se caracterizan mutuamente y las distintas racionalidades que se ponen de manifiesto en torno a distintas propuestas técnicas. Por otro lado, se enumeran las motivaciones y dificultades vivenciadas por los extensionistas en su trabajo. Para finalizar se plantean una serie de propuestas dirigidas a los extensionistas rurales, a las instituciones que los forman y a las organizaciones que diseñan y ejecutan programas orientados a la agricultura familiar, con el objetivo de generar aportes que permitan maximizar el impacto de las iniciativas orientadas al desarrollo. Palabras clave: Interfaz social - Extensión rural –Agricultura familiar - Conocimiento tecnológico local 11 Abstract This thesis addresses the psychosocial dimension of the interface rural extensionist - small farmer from an Actor Oriented Approach (AOA) in the context of the rural extension processes that take place in the province of Formosa, Argentina. The research was exploratory and descriptive, and included open and semi-structured interviews as well as surveys to family farmers and rural extension workers. The material was analyzed using the theoretical and methodological support of Grounded Theory. The results section describes the characteristics of the technological local knowledge, and analyzes which type of knowledge extensionists and farmers acknowledge owning and recognize as characteristic of the other. Likewise, the study also addresses how extensionists and farmers describe each other and the rationales that underlie different productive proposals. Additionally, motivations and difficulties experienced by rural extensionists during their daily work are listed. Finally, proposals for rural extension agents and institutions, and for organizations that train them are presented, with the aim of increasing the impact of development proposals. Key words: social interface – Rural extension – family farming technological local knowledge 12 PRESENTACIÓN La presente tesis doctoral aborda, desde una perspectiva centrada en los actores, aspectos psicosociales implicados en la relación técnico extensionista – pequeño productor agropecuario, en el marco de procesos de extensión rural en la provincia de Formosa, República Argentina. Para la realización de la investigación, la doctoranda obtuvo dos becas de postgrado (de “tipo I” y de “tipo II”) otorgadas por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), las cuales fueron indispensables para el desarrollo de las tareas correspondientes al trabajo investigativo. Al mismo tiempo, la doctoranda ha participado en los siguientes proyectos vinculados con la línea de investigación que sustenta la presente propuesta: 1) “Psicología comunitaria en el ámbito rural: Factores psicosociales y desarrollo rural en población campesina”. (Abril 2008 – Marzo 2010). Programa PROINPSI de la Facultad de Psicología, UBA; 2) “Caracterización integral de la pequeña agricultura familiar en las regiones NOA, NEA y Pampeana”. Proyecto del Centro de Investigación para la Pequeña Agricultura Familiar (CIPAF) del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). (Octubre 2007 – Diciembre 2010); 3) “Prácticas de extensión rural y proyectos de desarrollo con pequeños productores: Aportes para la construcción de una psicología del desarrollo rural”. Programa PROINPSI, de la Facultad de Psicología, UBA; 4) “Problemas en las prácticas de extensión rural en América Latina y contribuciones potenciales de la psicología. Un estudio con foco en las provincias del noreste argentino”. Agencia Nacional de Promoción Científica, Ministerio de Ciencia y Tecnología. Proyecto PICT 2012-Noviembre a 2015-Abril. La pertenencia a estos equipos de trabajo ha enriquecido y facilitado la ejecución del proyecto de investigación cuyo resultado es la presente tesis. Las experiencias anotadas enriquecieron la perspectiva y la estrategia de ejecución de la propuesta y favorecieron también el acceso al territorio para los trabajos de campo y el apoyo de instituciones orientadas al desarrollo rural. 13 Esta tesis está organizada en las siguientes tres partes, cada una de ellas con sus correspondientes capítulos y subcapítulos: • La PARTE I apunta a realizar una introducción respecto del tema de investigación planteado. Para ello, se encuentra dividida en tres capítulos. En el capítulo 1, se presenta la delimitación temática del problema de investigación. Luego, en el capítulo 2, se desarrolla el marco teórico general, donde se despliegan las principales influencias teóricas en las cuales se sustenta el presente trabajo. Por último, en el capítulo 3 se detallan el objetivo general y los objetivos específicos que la investigación se propuso abordar y se describe cómo ha sido el diseño de la investigación. • Por otro lado, la PARTE II constituye la presentación de los resultados de la investigación. Se encuentra dividida en 5 capítulos, en los cuales se responde a los objetivos específicos propuestos en la presente investigación. • Finalmente, en la PARTE III se desarrolla el último capítulo el que se divide en tres apartados. En el primero se resumen los resultados más relevantes del trabajo y su relación con los objetivos propuestos inicialmente. En el segundo apartado se presenta una serie de propuestas potencialmente útiles para mejorar los procesos de extensión rural. Por último, y a modo de cierre, se plantean las principales contribuciones de la presente tesis doctoral. 14 PARTE I PROPUESTA DE INVESTIGACIÓN 15 Capítulo 1: Delimitación del problema por investigar En la República Argentina se desarrollan numerosos programas que intentan abordar la cuestión de la pobreza rural potenciando la pequeña agricultura familiar (Carballo, 2002; Tort, 2008). Particularmente, en la región del nordeste argentino (NEA), integrada por las provincias de Misiones, Corrientes, Chaco y Formosa, la agricultura familiar genera, sin incluir la cadena de intermediación o comercialización, más del 50% del empleo rural (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos [INDEC], 2001). En esta región tienen lugar programas de alcance nacional, como el Programa Federal de Apoyo al Desarrollo Rural Sustentable (PROFEDER) del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), dentro del cual se encuentran programas como Minifundio, que brinda asistencia para la mejora de las unidades productivas de productores minifundistas, y el Pro Huerta, que ofrece capacitación e insumos para el desarrollo de huertas para autoconsumo, entre otros. También se despliegan líneas de acción públicas orientadas a pequeños productores agropecuarios desde la Secretaría de Agricultura Familiar (SAF) que forma parte del Ministerio de Agroindustria de la Nación. Finalmente, en la provincia de Formosa también existen iniciativas para este segmento de productores implementadas desde el propio gobierno provincial, particularmente desde el Instituto Programa de Asistencia Integral para el Pequeño Productor Agropecuario (PAIPPA). En términos generales, la modalidad de trabajo que predomina en estos programas es la extensión rural, que consiste en brindar capacitaciones o asistencia técnica, generalmente a cargo de técnicos agropecuarios, veterinarios, ingenieros agrónomos o zootecnistas, a grupos de agricultores familiares. Esta forma de trabajo surge en Estados Unidos a principios del siglo XX (Cimadevilla, 2004) y es replicada luego en la mayor parte de los países latinoamericanos sin realizar cambios significativos en su estructura (Schaller, 2006) ni adaptarla a las características específicas de cada territorio. En este formato inicial, el objetivo principal estaba ubicado en el aumento de la producción agropecuaria, mediante la transferencia de conocimientos, de tecnologías y de insumos modernos a los productores, considerando que la causa de su pobreza radicaba en sus prácticas y saberes anticuados, sumados a la falta de maquinarias y capital (Landini, Murtagh y Lacanna 2009). 16 Esta forma de abordaje de la problemática de los sectores más postergados del ámbito rural ha recibido fuertes críticas a fines de los años 60’ y principios de los 70’, en especial de los enfoques freirianos que propusieron pasar de la ‘extensión’ a la ‘comunicación’ desde una perspectiva dialógica (Freire, 1973; Marino, 1993). Sin embargo, puede notarse que aunque hoy en día existe amplio consenso por parte de las instituciones que trabajan en relación con la agricultura familiar sobre la necesidad de establecer relaciones dialógicas y participativas entre técnicos extensionistas y productores, y de diseñar e implementar los proyectos en función de las prioridades establecidas por los propios actores, en términos generales la extensión rural tradicional continúa ejerciendo influencia en las prácticas actuales de desarrollo rural (Landini, 2016a). De hecho, es frecuente encontrar que el técnico extensionista intente convencer al productor utilizando modelos pedagógicos que buscan persuadirlo para que incorpore su propuesta (Barrientos y Ryan, 2005; Landini, 2010b), se produce así una suerte de tensión entre ambos actores, que termina por limitar las posibilidades para que los pequeños productores puedan generar modalidades de producción y gestión más acordes con sus necesidades y sus características psico-socio-culturales. Los procesos de desarrollo rural tienen lugar en escenarios complejos, puesto que constituyen espacios de disputa donde los actores sociales involucrados negocian, reconstruyen e imponen valores, significados y prácticas (Landini, Long, Leeuwis, y Murtagh 2014). Es precisamente por la complejidad de estos procesos que se reconoce la necesidad de un enfoque teórico que permita abordar tanto las dinámicas de las intervenciones orientadas al desarrollo rural, como las interacciones entre actores sociales con diferentes racionalidades. Surge así la propuesta de entender las intervenciones que se dan en los procesos de desarrollo rural como “interfaces sociales” (Long, 1989, 1992, 2001, 2004, 2007; Long y Van der Ploeg, 1994; Long y Villarreal, 1993, 1994), concepto que resulta útil para abordar situaciones que se caractericen por heterogeneidad social, diversidad cultural y dificultades o conflictos surgidos de intervenciones externas (Long, 2007). En este trabajo en particular se hará foco en la interfaz compuesta por dos actores sociales puntuales: los técnicos extensionistas, por un lado, y los pequeños productores agropecuarios, por otro. La interacción entre estos dos actores pone de manifiesto 17 una serie de dificultades relacionadas con la heterogeneidad social y la diversidad cultural, consideradas de gran interés en la presente investigación. Investigaciones previas (Landini, 2016b) han permitido identificar una serie de problemas planteados por los extensionistas con relación al trabajo de extensión rural, que poseen un fuerte componente psicosocial, tales como (1) problemas vinculares al interior de los grupos de productores, (2) escasa participación y compromiso en capacitaciones y proyectos por parte de los pequeños productores, (3) falta de apropiación de las tecnologías propuestas, y (4) pasividad de los productores, quienes esperan que las soluciones a sus problemas provengan de los técnicos (Landini, 2010a, Bianqui, Sánchez y Landini 2010a, 2010b). Enfrentados a este tipo de problemáticas, los extensionistas perciben que no cuentan con la formación o herramientas de abordaje suficientes que les permitan enfrentar estas situaciones (Landini, et.al 2009). En este sentido, se observa la necesidad de incorporar aportes interdisciplinarios para el trabajo orientado a la agricultura familiar (Carballo, 2002), que incluya el enfoque de las ciencias sociales, para dar cuenta de las especificidades de esta población (Tsakoumagkos, González y Román, 2009). En relación con los aportes de la psicología relacionados con los pequeños productores agropecuarios, desde el equipo de investigación mencionado anteriormente, se ha realizado en 2010 un trabajo de revisión bibliográfica a partir de la base de datos PsycINFO de la American Psychological Association (Landini, Benítez y Murtagh, 2010; Murtagh y Landini, 2011) que ha permitido identificar, por un lado, un grupo de trabajos que han abordado los factores psicológicos relacionados con la adopción de prácticas productivas por parte de los productores rurales (ej. Ansari y Sethu Rao, 1987; Abregana, 1988; Lynne, Casey, Hodges y Rahmani, 1995; Fielding, Terry, Masser y Hogg, 2008), mientras que otro grupo de trabajos ha estudiado los factores asociados con mayor productividad y mayor nivel de ingresos y desarrollo económico (ej. Singh y Ray, 1980; Sagar y Ray, 1983, 1985a;1985b; Bora y Ray, 1986; Hayati y Karami, 2005). No obstante, fueron pocos los trabajos encontrados que tuvieran utilidad práctica o que generaran propuestas concretas para el trabajo de extensión rural. De hecho, de los 80 trabajos científicos encontrados vinculados con la psicología y el desarrollo rural, solo se identificaron con estas características dos trabajos posteriores a 1980 vinculados a la extensión 18 rural (Siddaramaiah y Jalihal, 1982; Dewulf, Craps, Bouwen, Abril y Zhingri, 2005) y dos vinculados a prácticas asociativas entre productores (Morrow, Hansen y Pearson, 2004; Lanneau, 1986). Esto demuestra que son escasos los trabajos realizados desde la psicología, en relación con la producción, el desarrollo y las prácticas asociadas de pequeños productores, que resultan útiles en el nivel práctico al trabajo de extensión (Murtagh y Landini, 2011). En efecto, la gran mayoría de los trabajos identificados en la investigación mencionada tiende a focalizar en aspectos psicológicos individuales asociados a un mayor nivel de productividad y desarrollo o a la adopción de tecnologías. Esto último lleva a psicologizar las causas de la pobreza y la falta de adopción de tecnologías por parte de estos productores, conduciendo a conclusiones ideológicas que se sostienen en los mismos presupuestos individualistas de los que partieron dichos análisis. De este modo, los estudios que se han realizado con un abordaje psicológico con relación a la extensión y el desarrollo rural han terminado por reforzar la idea de que las dificultades en el logro de los objetivos de este tipo de iniciativas se deben a deficiencias individuales o culturales de este segmento de productores (Landini, Benítez y Murtagh, 2010), dejando de lado la dimensión vincular y las determinaciones sociales implicadas en estos procesos. Sin embargo, a pesar de la vacancia de trabajos en este sentido, es importante señalar que en el último tiempo ha habido avances en esta línea. Un claro ejemplo ha sido la realización del “Primer Congreso Latinoamericano de Psicología Rural” que tuvo lugar en octubre de 2013 en la Universidad de la Cuenca del Plata, Posadas, provincia de Misiones, en el que la doctoranda se desempeñó como integrante del Comité Organizador. Este evento permitió juntar a distintos profesionales de la psicología, las ciencias agrarias, la sociología y ciencias afines de Latinoamérica, para reunir los desarrollos académicos de la psicología en el ámbito rural. A su vez, durante octubre de 2016 también se llevó a cabo el “Segundo Congreso Latinoamericano de Psicología Rural” en la Universidad Federal Rural de Río de Janeiro, Seropédica, Brasil, lo que da cuenta del avance sostenido de este tipo de desarrollos en los últimos años, los cuales se consideraban cruciales cuando comenzó esta investigación y hoy día muestran una tendencia en crecimiento. 19 La presente tesis doctoral se ha desarrollado entonces tomando en cuenta la importancia de generar aportes desde la ciencia psicológica al ámbito rural en general y a la extensión rural en particular. Concretamente, el problema a dilucidar es el modo en el que se relacionan los técnicos extensionistas y los pequeños productores agropecuarios, puesto que aparece como uno de los temas centrales en los cuales la psicología puede generar aportes de utilidad que redunden en mejoras concretas en los procesos de extensión. En este contexto, este trabajo se propone abordar, desde una perspectiva psicosocial, el análisis de la interfaz técnico extensionista - pequeño productor agropecuario, e intenta comprender sus distintas racionalidades, sus conocimientos, la forma en que caracterizan al otro actor de la interfaz, los saberes que se adjudican mutuamente, las dificultades percibidas por los técnicos en su práctica, como así también las modalidades de enseñanza y aprendizaje acostumbradas que poseen los agricultores familiares, y las estrategias pedagógicas que utilizan los técnicos. Para ello se analizan los procesos psicosociales involucrados en el intercambio de conocimientos entre ambos actores, a los fines de aportar una mirada en profundidad que permita comprender la dinámica de este vínculo que resulta fundamental para la consecución de los objetivos de los programas de desarrollo rural. 20 Capítulo 2: Marco Teórico General 2.1. La Psicología Comunitaria como encuadre de la investigación Se tomará como marco teórico principal al de la Psicología Comunitaria Latinoamericana. Esta subdisciplina psicológica nace en los años 70’ (Montero, 1994, 2004a, 2004b) y se constituye, junto con la Psicología Social Crítica y la Psicología Social de la Liberación, como una respuesta neoparadigmática en contraposición al paradigma positivista e individualista de la época (Robertazzi, 2006; Montero, 2004b). Este último, impregnaba los enfoques psicológicos de aquel momento (Martín-Baró, 1986) y dominaba incluso a la Psicología Social, la que se orientaba principalmente a la experimentación, descontextualizando al sujeto y desatendiendo los problemas sociales concretos de los pueblos latinoamericanos. Como manifestación del paradigma relativista cuántico, a la Psicología Comunitaria la atraviesan los principios de la complejidad, el holismo y la ambigüedad (Montero, 2004a). Desde sus inicios fue fuertemente influenciada por las corrientes marxistas que exhortaban a pensar la problemática comunitaria como inmersa e influenciada por el contexto económico, social y político. A su vez, y dentro del amplio espectro de las influencias marxianas se destacan las provenientes de la sociología, como la teoría de la dependencia y los desarrollos de la sociología crítica, teniendo un lugar privilegiado los trabajos de Fals Borda que formulaban métodos novedosos para las ciencias sociales tales como la investigación-acción-participativa (Montero, 2004a). Asimismo, los aportes de Paulo Freire a la educación popular resultaron fundamentales, sobresaliendo su concepción del sujeto como actor de su propia transformación y conceptos clave como ‘problematización’, ‘concientización’ y ‘liberación’ (Montero, 2004a; Freire, 1970). La Psicología Comunitaria se ocupa de los fenómenos psicosociales de carácter comunitario por lo que se ubica en un nivel intermedio de intervención, entre lo individual y lo social (Lacanna, Murtagh, Landini, Garate y Petit, 2008). Entiende al sujeto de investigación como un actor social, dinámico y activo en la construcción de su propia realidad, el que posee y produce continuamente 21 conocimiento en el transcurso de su vida cotidiana (Montero 1994, 2004a), por lo que postula la necesidad de romper con los dispositivos artificiales para estudiar el contexto de la propia vida de los individuos y colectivos en el proceso de investigación. El objeto de la Psicología es pensado desde esta perspectiva como histórico, donde su existencia está marcada por su cultura y su estilo de vida, construidos en un “devenir compartido colectivamente” (Montero, 1994, p. 27). Lo anterior se relaciona con la orientación hacia la transformación social de la Psicología Comunitaria, dado que es precisamente en esa construcción colectiva donde considera que puede producirse un movimiento transformador en los sujetos y sus comunidades (Montero, 2003). En este sentido, la Psicología Comunitaria desde sus inicios ha apuntado hacia el cambio social, entendiendo como tal al “movimiento de re-creación permanente de la existencia colectiva” (Montero, 2004a, p. 286), transformación que comienza en lo comunitario, para dirigirse a la sociedad ampliada (Saforcada, 2003). Este enfoque considera central la necesidad de hacer una psicología que responda a la solución de los urgentes problemas de vastos sectores postergados de las sociedades latinoamericanas, partiendo de las necesidades y prioridades definidas por los propios actores sociales. Es precisamente en esta línea en la que se inscribe el presente trabajo, el que busca dar respuesta a necesidades sociales concretas de aquellos actores involucrados en los procesos de extensión rural, tomando en cuenta su perspectiva e intereses en el proceso investigativo. De este modo, el tema de investigación se ha definido en diálogo con la comunidad de extensionistas rurales, a la vez que se propone incorporar la perspectiva del agricultor familiar, otorgando voz a sus saberes y adoptando un enfoque complejo que reconozca la multideterminación de los problemas presentes en los procesos de extensión rural. 2.2. Las racionalidades de los actores En el marco de numerosos programas de desarrollo se ha considerado que los objetivos propuestos se podrían alcanzar de realizarse los pasos apropiados para la planificación e implementación de los proyectos (van Woerkun, Aarts y van Herzele, 2011). Sin embargo, las recurrentes dificultades en la consecución de estos 22 objetivos han evidenciado la existencia de una multiplicidad de actores sociales implicados en estos procesos, con objetivos, con prioridades y con valores propios (Robirosa, Cardarelli y Lapalma, 1990; Lapalma 2001). Cada uno de los actores presentes en el escenario de intervención de los programas de extensión rural posee una racionalidad que le es propia, es decir, un conjunto de conocimientos, de valores, de creencias, de objetivos, de prioridades y de expectativas que condicionan la elección de ciertas estrategias de supervivencia o de reproducción social en distintos contextos (Landini, 2011). Así, cada racionalidad se sostiene en base a ciertas premisas que son percibidas por aquellos que las sustentan, como coherentes, lógicas y autoevidentes (Landini 2010a). En efecto, en el escenario de la extensión rural, como en cualquier otro escenario comunitario, es factible encontrarse con que las racionalidades de los distintos actores pueden no ser coincidentes, es más, de manera frecuente pueden diferir e incluso enfrentarse (Lapalma, 2001). Esto nos permite suponer que los beneficiarios de los proyectos de desarrollo rural, entonces, tendrán una racionalidad distinta a la de los planificadores y extensionistas, y esta diferencia puede acentuarse aún más cuando los beneficiarios son pequeños productores (Cáceres, 2003; Carenzo, 2006; Cittadini y Perez, 1996; Cittadini et al., 2001). En efecto, los agricultores familiares pueden basarse en saberes locales al momento de tomar decisiones, en lugar de valerse de conocimiento técnico (Chaves Alvez, 2005; Landini, 2010a; Núñez, 2004), pueden elegir alternativas apoyándose en preferencias personales e identidades colectivas (Gullifer y Thompson, 2006; Landini, 2012a) e incluso pueden priorizar factores de tipo familiar o comunitario a la obtención de ganancias (Patiño, 2000). Por lo anterior, los técnicos pueden llegar a interpretar como irracionales algunas conductas de los pequeños productores (Lacanna, et al. 2008; Landini, et al. 2009; Murtagh, 2010a, 2010b) sin advertir que la racionalidad campesina posee características específicas que no necesariamente concuerdan con la racionalidad técnica. Estas diferencias entre las racionalidades del extensionista y del productor no pueden ser pensadas como reductibles a idiosincrasias personales de cada uno de estos actores, sino que suelen relacionarse con distintos modelos de socialización y profesionalización (Long, 2007), diferencias que se pondrán de manifiesto en los espacios de interacción de estos actores. 23 Esto lleva a la necesidad de pensar las intervenciones que se dan en los procesos de desarrollo rural no como la mera ejecución, por parte de los beneficiarios, de acciones que han sido planificadas por otros, sino más bien como espacios en los que interactúan, luchan, resisten y negocian distintos actores con diferentes mundos de sentido (Landini, et al. 2014). Es precisamente a estos espacios de interacción a los que se denominan “interfaces sociales” (Long, 1989, 1992, 1999, 2001, 2004,2007; Long y van der Ploeg, 1994; Long y Villarreal, 1993, 1994), conceptualización que se profundizará en el próximo apartado. 2.3. Un abordaje novedoso para la Psicología: la interfaz social Tal como se afirmó en el apartado anterior, las intervenciones orientadas al desarrollo rural no pueden ser consideradas como la implementación de acciones planificadas externamente, sino más bien como espacios en los que distintos actores con diferentes mundos de sentido interactúan, negocian, luchan y resisten (Landini, et al. 2014). Para llevar a cabo las intervenciones destinadas a abordar las dinámicas, muchas veces conflictivas, de las interacciones que tienen lugar entre actores sociales que poseen diferentes racionalidades, es necesario valerse de un enfoque teórico que contemple tanto la complejidad como la especificidad de este tipo de procesos. En este sentido, se vuelve pertinente recurrir al concepto de ‘interfaz social’ (Long, 1989, 1992, 1999, 2001, 2004, 2007; Long y van der Ploeg, 1994; Long y Villarreal, 1993, 1994), que encuentra su origen en la Sociología del desarrollo y resulta útil para abordar problemáticas que involucran heterogeneidad social, diversidad cultural y dificultades o conflictos que surjan a partir de intervenciones externas, tal como es el caso de la extensión rural. Estas interfaces constituyen arenas o espacios de lucha y conflicto en los que se reconstruyen, negocian e imponen significados, valores, prácticas y poder. El concepto se inscribe dentro de la ‘perspectiva orientada al actor’ (Actor Oriented Approach: AOA), la que pone el énfasis en la práctica social ‘situada’, que apunta a volver la mirada a los actores sociales. Como contrapunto a los análisis estructurales sobre el desarrollo, esta perspectiva parte de aquellas 24 cuestiones o eventos críticos que sean definidos por los propios actores, quienes tienen ‘agencia’, es decir, que no son pasivos frente a una realidad que los determina, sino que pueden influir en el decurso de los hechos a partir de sus acciones y de sus propios intereses (Long, 2007). Esta mirada sobre los sujetos como actores sociales puede articularse con los principales postulados de la Psicología Comunitaria, la que también entiende al sujeto como un actor social con la capacidad de transformar su propia realidad (Montero, 1994, 2004a). Norman Long señala como un tema central la forma en la que los actores buscan dar significado a las experiencias de su vida cotidiana por medio de representaciones, comprensiones cognoscitivas y respuestas emocionales, que generalmente están enmarcadas por percepciones culturales compartidas, las cuales no son rígidas, por lo que pueden sufrir transformaciones (2007). En relación con esto, Long propone rechazar un concepto homogéneo o unitario de “cultura” para dar lugar a la heterogeneidad, el hibridismo y los repertorios culturales, siendo estos últimos las formas en las que múltiples elementos culturales se usan y recombinan de manera consciente o inconsciente en la práctica social. Los procesos de conocimiento, desde la perspectiva orientada al actor, resultan centrales en las dinámicas de extensión rural. Si bien el conocimiento está presente en todas las situaciones sociales, en estos procesos toma particular importancia por involucrar interacciones o confrontaciones de distintas formas de conocimiento, de creencias e incluso de valores entre “expertos” y “legos”. En efecto, esta perspectiva considera que las batallas sobre significados que se producen en las interfaces sociales permiten a los individuos y a los actores sociales incorporar a los otros en sus propios proyectos e inducirlos a adoptar ciertas prácticas y puntos de vista, obteniendo así poder para influirlos (Landini, et al. 2014). En este sentido, este enfoque toma al conocimiento como surgido de un “encuentro de horizontes” (Long, 2007, p. 145), donde lo ‘nuevo’ solo puede ser incorporado en función de los modos de conocimiento preexistentes, los que se transforman a partir del proceso comunicativo, es decir, como producto de la interacción y el diálogo entre actores. 25 2.4. Conocimiento tecnológico local: procesos de construcción y características El problema de investigación planteado exige un abordaje desde un enfoque complejo que tome en consideración la forma en la que extensionistas y productores construyen y comprenden su realidad. Desde la perspectiva orientada al actor se define a los procesos de construcción de conocimiento como las formas en las cuales distintos actores sociales aprehenden su entorno, en el nivel cognitivo, organizativo y emocional (Long, 2007). Estos procesos no son individuales y solitarios, sino que se dan en el marco de dinámicas de construcción conjunta, donde el individuo, a medida que aprehende nuevos conocimientos, incorpora en forma simultánea las experiencias y comprensiones de los otros actores, las que a su vez, modularán la propia comprensión del sujeto. En el marco específico de la interfaz extensionista-pequeño productor agropecuario, se ponen de manifiesto principalmente dos tipos de sistemas de conocimiento diferentes. Por un lado, el del extensionista, como profesional formado principalmente según una lógica técnico científica. En términos generales, este acepta e incorpora el bagaje de conocimientos acumulados a partir del desarrollo científico y tecnológico de su disciplina, sin tener que validarlo necesariamente en la práctica de forma inmediata (Galassi, 2005). Así, el conocimiento técnico pensado en su sentido más tradicional, se propone la explotación y el control de la naturaleza desde una perspectiva universal. Es decir, apunta a interpretar todos los casos y los territorios en aquello que comparten (lo universal). Se basa en medios de prueba y validación sistemáticos y controlados, propios del método científico. Puesto que parte de una perspectiva conceptual y abstracta, suele distanciarse de la experiencia empírica, del saber hacer y de lo que hace particular y específico a cada lugar (lo local) (Landini y Murtagh, 2011). Por su parte, el sistema de conocimiento del pequeño productor se rige a partir de otras premisas, guiado por una lógica empírica, basada principalmente en su experiencia vital (Galassi, 2005). La bibliografía especializada ha denominado a estos sistemas de conocimiento de formas variadas. Así pueden encontrarse definiciones tales como ‘conocimiento local’ (Samper Kutschbach, 2004) ‘saberes agrícolas tradicionales’ (Gómez Espinoza y Gómez González, 2006), ‘saberes campesinos’ (Núñez, 2004) o ‘saberes locales’ (Chaves Alves, 2005, Medina, 1996, , 26 Mora Delgado, 2008, Landini, 2010d, Uzeda Vásquez, 2005). Si bien existen algunas diferencias entre dichas nociones, el núcleo conceptual que las sustenta es similar (Landini, 2010a). En efecto, refieren a saberes tradicionales y locales, desarrollados por los pequeños productores a lo largo del tiempo y basados sobre la propia experiencia (Valentinuz, Gutiérrez, Thornton, Tort y Carrapizo, 2005; Dacuña, 2009). Estos saberes incluyen conocimientos sobre suelo, clima, cuidado de cultivos , entre otros (Landini, 2010d). Son desarrollados a partir de una observación minuciosa y atenta de la naturaleza (Núñez, 2004) y se caracterizan por ser transmitidos de forma oral, de generación en generación (Gómez y Gómez, 2006) en contextos informales vinculados con situaciones prácticas (Landini, 2010d) es decir, con el ‘hacer en la chacra’ (Murtagh, 2009, 2010a). Si bien la manera más extendida de incorporar prácticas y aprendizajes suele ser transgeneracional, también pueden incorporarse en interacciones colectivas de comunicación y en la interacción entre familias y vecinos (Valentinuz et al., 2005). Cabe señalar que la aprehensión de los conocimientos que van de generación en generación es simultáneamente acumulativa y dinámica, es decir, que si bien se apoyan en la experiencia de las generaciones pasadas, no se las incorpora en forma lineal y estática, sino que se intenta adaptarla a los tiempos que corren y a los cambios tecnológicos (Mora Delgado, 2008; Núñez, 2004) produciéndose un proceso de “re-creación experimental” mediante un mecanismo de “probar-adaptar-adoptar” (Núñez, 2004, p. 15). De todas las categorías existentes para describir los conocimientos de los pequeños productores, se decide trabajar aquí con la noción de ‘conocimiento tecnológico local’ (en adelante CTL), propuesta por Mario Samper Kutschbach (2004). Esta definición se presenta como la más oportuna en el contexto del presente trabajo, el que focaliza en los conocimientos de los pequeños productores directamente relacionados con sus prácticas productivas. La definición de CTL enfatiza en los conocimientos asociados a la producción agrícola en un sentido amplio, es decir que incluye a la agricultura, ganadería, pesca, aprovechamiento de los recursos del bosque, procesamiento artesanal, preparación de productos para consumo e incluso su comercialización. Si bien el CTL tiene claras finalidades prácticas, encierra también ciertos valores y simbolismo asociados a la vida productiva. Este conocimiento se expresa, según el autor, tanto en las maneras de 27 producir como en los productos materiales y en las redes sociales o sistemas de intercambio de conocimientos e información. Puesto que la definiciones de ‘conocimiento local’, ‘saber local’ o ‘saber campesino’ suponen un cúmulo de saberes cotidianos asociados a lo productivo, pero también, por ejemplo, a la salud, a el cuidado y a la prevención de enfermedades (Landini, 2010d), entre otros, el concepto de CTL resulta el más adecuado para este trabajo, por centrarse específicamente en lo productivo. El CTL, como un tipo específico de ‘conocimiento local’ que está enfocado en la actividad productiva, comparte las características propias de este último en tanto conocimiento que se transmite de generación en generación. Al igual que el conocimiento local tiene un carácter dinámico (Landini, 2010d) es decir que, lejos de ser estático, se encuentra en constante evolución (Samper Kutschbach, 2004). En este sentido, combina prácticas y valores transgeneracionales con aprendizajes obtenidos de la experiencia de vida personal y con las comunicaciones de parientes y vecinos, pudiendo integrar también informaciones surgidas de actores, individuales o colectivos, ajenos a la comunidad. A su vez, es importante señalar que estos conocimientos no son solo una derivación de lo observado empíricamente, sino que hay un margen de invención de los actores, los cuales, frente a una situación dada, generan distintos tipos de interpretaciones (Landini, 2010d). El conocimiento local contribuye a la reproducción de la cultura de una comunidad o grupo social situado en territorio específico, por lo que si bien puede incorporar elementos cognoscitivos generados externamente, su componente es fuertemente autóctono (Samper Kutschbach, 2004). A diferencia del conocimiento técnico-científico, caracterizado por un alto grado de sistematización, los distintos saberes que constituyen el conocimiento local suelen ser saberes parciales, difusos e incluso hasta contradictorios (Uzeda Vásquez, 2005), por lo que pueden articularse con facilidad a niveles de comprensión éticos y religiosos de manera no conflictiva (Núñez, 2004). Históricamente, la ciencia occidental ha descalificado este tipo de conocimientos, planteando una superioridad indiscutida del saber científico. Sin embargo, hoy en día el paradigma científico no necesariamente tiene la última palabra (Gómez Espinoza y Gómez González, 2006). Así, investigaciones recientes afirman que existen sistemas de conocimiento que aun siendo diferentes al conocimiento 28 científico, permiten interpretar y explicar el mundo natural y social con una coherencia que les es propia, favoreciendo la solución de manera eficaz de situaciones de la vida cotidiana (Colinvaux, 2004). Según el contexto entonces, existen conocimientos estructurados de forma diferente al conocimiento científico, que pueden ser tanto o más válidos que aquel en la medida en que posibiliten lidiar en forma más eficaz con el entorno. Se considera aquí que este es el caso de los conocimientos tecnológicos locales. El estudio de las formas de aprehensión y transmisión de conocimientos y prácticas entre pequeños productores constituye uno de los principales intereses del presente trabajo, dado que se considera que una mayor comprensión de estos procesos podrá generar aportes para repensar las prácticas de extensión y acercar las estrategias pedagógicas de los extensionistas a las modalidades de enseñanza y aprendizaje propias de los pequeños productores. 2.5. Contribuciones a la comprensión de los procesos de Enseñanza y Aprendizaje en la Extensión Rural En el marco de los programas de desarrollo rural, la función de los extensionistas es brindar capacitaciones, asistencia técnica y acompañamiento a grupos de pequeños productores agropecuarios. Este tipo de tareas suponen procesos educativos que forman parte del ámbito de la “educación no formal” o “educación de adultos” (Galassi, 2005). Así, si bien los conocimientos técnicos del extensionista son indispensables para la realización de su trabajo, también se torna sumamente necesario el despliegue de habilidades interpersonales y pedagógicas para que el técnico pueda ejercer eficazmente su función (Landini, 2016c). De este modo, si lo que se busca es potenciar las iniciativas de desarrollo rural, se vuelve imprescindible estudiar las características propias de los procesos de enseñanza y aprendizaje en contextos rurales. En este sentido, si bien la psicología ha hecho sustanciales aportes a la comprensión de la forma en la que las personas incorporan nuevos conocimientos y habilidades, los desarrollos sobre estos procesos en ámbitos rurales han sido sumamente reducidos (Landini, Murtagh, Benítez y Garate 2009; Landini, Benítez y Murtagh, 2010; Murtagh y Landini, 2011). Esto 29 último contrasta con la relevancia que estos aportes podrían tener para sectores de la población cuyos índices de analfabetismo y de deserción escolar resultan significativamente más altos que los que se dan en ámbitos urbanos (Landini et al. 2010). A pesar de no haber hecho aportes sustanciales en cuanto a la enseñanza y el aprendizaje puntualmente en ámbitos rurales, es indiscutible que la Psicología cuenta con un gran caudal teórico sobre estos procesos en términos generales. A continuación entonces se desarrollarán algunos conceptos centrales en este sentido que pueden ser de utilidad para pensar los procesos de enseñanza y aprendizaje en el contexto de la extensión rural. En primer lugar, se mencionarán algunos desarrollos realizados por dos exponentes indiscutidos en relación con la construcción del conocimiento y las teorías del aprendizaje del siglo XX como lo son Jean Piaget y Lev Vigotsky, quienes, desde diferentes enfoques, han realizado numerosos aportes a la psicología en relación con estos temas, para luego complementarlos con los postulados de la educación popular freiriana, sumamente pertinente cuando se trabaja con población adulta en contextos latinoamericanos (E. Saforcada, Comunicación personal, 21 de octubre, 2009). Piaget, desde el estructuralismo genético, concibe la génesis del conocimiento a través de organizaciones estructurantes (García, 2006). Desde esta teoría, el sujeto se acerca al conocimiento asimilando los nuevos contenidos a sus esquemas preexistentes, a la vez que acomoda estos últimos en función de las propiedades de ese nuevo objeto de conocimiento. De esta manera, el objeto es asimilado a las estructuras anteriores del sujeto, a la vez que dicha incorporación produce efectos en el esquema asimilador del individuo, en función de las características específicas de ese contenido asimilado (Piaget y García, 1982). Se produce así un proceso de equilibración, proceso regulador que gobierna la relación entre asimilación y acomodación, invariantes funcionales presentes a lo largo de todo el desarrollo cognitivo de las personas. De este modo, para la psicología genética, los seres humanos evolucionamos pasando de un estado de equilibrio a otro, a través de un nuevo ordenamiento de elementos preexistentes (Moscovici, 2003). La tesis de Piaget es contundente y ha marcado un hito en la forma en la que se concibe hoy en día la construcción del conocimiento. No obstante, se le ha criticado su escaso interés por las condiciones sociales de la adquisición de 30 conocimiento (Castorina, Clemente, Lombardo y Toscano, 2002) las cuales resultan fundamentales desde la teoría sociohistórica desarrollada por Vigotsky. Este último postula que el desarrollo es un proceso dialéctico regulado por la interacción social (Baquero, 2001). En efecto, para Vigotsky el aprendizaje despierta una serie de procesos evolutivos internos en el sujeto que operan únicamente en la interacción con otras personas de su entorno y/o en cooperación con algún semejante (Vigotsky, 1988). En este sentido, establece la categoría de ‘zona de desarrollo próximo’, argumentando que el aprendizaje se produce en función de un sistema de interacción socialmente definido. Así, esta teoría aparta su foco de las características individuales del sujeto cognoscente para hacer énfasis en la influencia de la interacción social en la construcción del conocimiento (Baquero, 1996). La zona de desarrollo próximo es definida como la distancia entre el nivel real de desarrollo de un sujeto y el nivel potencial factible de alcanzarse con el apuntalamiento de un adulto (cuando se trata de niños) o un compañero más capaz (Vigotsky, 1988). Este sostén se produce mediante lo que Wood, Bruner y Ross (1976) denominan el dispositivo de ‘andamiaje’ (scaffolding), el que permite que en la interacción entre un sujeto novato (o con menor experticia) en una tarea y uno experto, el primero participe al comienzo sobre aspectos parciales de la tarea global, para que gradualmente, el experto vaya dejando su rol de maestro, en lo que se denomina ‘desandamiaje’. Esto permite que el aprendiz pase de una posición de heteronomía a la autonomía (Baquero, 1996) en la realización de la actividad, siendo el objetivo de este apuntalamiento generar las condiciones para que el aprendiz se apropie gradualmente del saber experto, de modo tal que pueda adquirir la habilidad de realizar la tarea en forma autogestiva. De esta forma, por medio del andamiaje, el novato logra un nivel de desarrollo tal que posiblemente no hubiera adquirido en forma independiente. Desarrollar en profundidad los innumerables aportes de Piaget y Vigotsky, sus diferencias y sus puntos de encuentro excede la finalidad de este trabajo. Sin embargo es interesante aclarar que si bien el enfoque principal de la obra de Piaget no ha considerado ‘lo social’ con tanto énfasis como los trabajos vigotskianos, hacia el final de su obra establece la categoría de ‘marco epistémico’ (Piaget y García, 1982) en el que se refiere a la intervención de las condiciones 31 sociales en la producción cognoscitiva, postulando que todo conocimiento se sitúa en el marco de significados sociales preexistentes (Castorina et al., 2002). Tanto para Piaget como para Vigotsky, el desarrollo natural del pensamiento supone avanzar hacia el conocimiento científico y la no contradicción (Moscovici, 2003). Así, ambos consideran superior al saber científico frente a otras formas de conceptuación, tales como prejuicios, pseudoconceptos y conceptos cotidianos, por mencionar algunos. En este sentido, es importante volver sobre lo desarrollado en el apartado 2.4. acerca del conocimiento tecnológico local respecto de aquellos conocimientos que son diferentes al conocimiento científico y que están caracterizados por su eficacia para resolver situaciones cotidianas. Según el contexto, entonces, existen conocimientos, estructurados de forma diferente al conocimiento científico, que pueden ser tanto o más válidos que aquel, en la medida que posibiliten lidiar en forma más eficaz con el entorno. Se vuelve necesario en el marco de los procesos de extensión rural conocer los aspectos adaptativos de cada una de las prácticas productivas campesinas antes de proponer modificarlas o sustituirlas. Más aún si se toma en cuenta que para incorporar nuevos conocimientos, estos deben asimilarse a los conocimientos preexistentes. En ese caso entonces, cobra todavía más fuerza la idea de considerar el bagaje propio de los pequeños productores a la hora de evaluar las alternativas productivas que se les propongan en el contexto de los programas de desarrollo rural. En línea con lo anterior, las propuestas dialógicas de enseñanza y aprendizaje enfatizan la importancia de reivindicar a las culturas populares y al conocimiento del sentido común, para superar aquellas relaciones de dominación y de opresión que se producen en la vida social (Rigal y Sirvent, 2010). En efecto, Paulo Freire (1973) desde la educación popular critica las prácticas de extensión rural de su época, situándolas del lado de la enseñanza ‘bancaria’, en la que los sujetos quedan ubicados en un rol pasivo, a los que se les debe transferir conocimientos desde “la sede del saber hasta la sede de la ignorancia” (Freire, 1973, p. 25). Freire postula que este tipo de supuestos implícitos en la educación en general y en el ámbito de la extensión rural en particular, no hacen otra cosa que engendrar pasividad y perpetuar las relaciones de dominación. Así, Freire insta al educador a valorar e incorporar a su práctica los saberes de la experiencia de los hechos (Freire, 1993) dentro de los cuales se incluye 32 en este trabajo al ‘conocimiento tecnológico local’. Es así que define el rol del extensionista como educador y afirma que este debe rehusarse a ‘domesticar’ a los campesinos, sustituyendo un saber (el del campesino) por otro (el del técnico). En este sentido, Freire propone pasar de la noción de ‘extensión’ a la de ‘comunicación’, lo que implica hacer entrar en diálogo ambos saberes. De este modo, por medio de la dialogicidad se podrían complementar los saberes campesinos con la ayuda del conocimiento técnico-científico (Landini y Murtagh, 2011), creando así un saber superador. En este punto, los aportes freirianos resultan un complemento fundamental para los desarrollos de Piaget y Vigotsky puesto para estos autores el aprendizaje es pensado en función de cierta jerarquía de saberes entre actores, mientras que para Freire, es fundamental concebir la relación pedagógica en términos de horizontalidad y diálogo. De esta manera y en sintonía con la línea de la Psicología Comunitaria a la que Freire influyó, se pone el énfasis en la liberación más que en el aprendizaje en sí mismo, siendo este un medio para alcanzarla. Así se apunta a reivindicar el saber popular con una marcada orientación al cambio social. Por su parte, desarrollos más recientes proponen el abordaje de sistemas de innovación, que en congruencia con los desarrollos freirianos, también destacan la necesidad de establecer una interacción horizontal y creativa en el contexto de la interfaz técnico-productor, pero enfatizando en la construcción conjunta de conocimiento y en el rol del extensionista como facilitador (Knickel, Brunori, Rand y Proost, 2009; Moschitz, Roep, Brunori, y Tisenkopfs, 2015) más que en la interacción dialógica entre ambos actores. 2.6. ¿Campesinos, agricultores familiares o pequeños productores? En el ámbito de la sociología y la antropología rural y de las ciencias agrarias en general, existen cuantiosas discusiones teóricas en relación con la forma en la que se define a este segmento de productores. Así, proliferan definiciones como “campesino”, “agricultor familiar” o “pequeño productor”, entre otras. Cada categoría pone el énfasis en distintos aspectos de la población a estudiar. De este modo, cuando se habla por ejemplo de “campesinos”, se enfatiza en (a) la intervención de forma directa de los sujetos en la producción, (b) las limitaciones en 33 el acceso a los recursos (tierra, capital, tecnología) , (c) la imposibilidad de acumular capital y (d) la importancia dada al origen de los ingresos familiares (Landini, Lacanna y Murtagh, 2011). Por su parte, la noción de “agricultor familiar” destaca principalmente la importancia de la familia en las prácticas productivas, haciendo énfasis entonces en el origen de la mano de obra. Por otro lado, si bien esta definición suele contemplar a productores pecuarios, como categoría pone el acento en la actividad agrícola. La noción de “pequeño productor”, en cambio, pone el eje en la extensión de las explotaciones y en aspectos de tipo técnico, productivo y económico. Durante el presente trabajo se hará referencia, de manera indistinta, a ‘pequeños productores agropecuarios’ y a ‘agricultores familiares’. La primera categoría, si bien es imprecisa (Piñeiro, 2005), ha sido privilegiada en este trabajo principalmente por ser la forma en la que los sujetos entrevistados se definen a sí mismos. Esto último resulta fundamental, puesto que, tratándose de un trabajo con enfoque psicosocial comunitario, se decidió priorizar la forma en la que los actores involucrados se autodefinen. Por su parte, se optó por incorporar la categoría ‘agricultor familiar’ como sinónimo, por ser el modo en que estos actores son nombrados por las políticas públicas, sin tener intenciones de entrar en la discusión conceptual al tratarse de una investigación de foco psicosocial y no sociológico. 34 Capítulo 3: Objetivos y metodología de la investigación 3.1. Objetivos de la investigación En el apartado anterior se han desarrollado las influencias teóricas y conceptos centrales para el estudio del tema planteado. A continuación se describirán los objetivos y la metodología utilizada para la realización de la investigación. a. Objetivo general Comprender los procesos psicosociales implicados en la transferencia, adopción y reconfiguración de nuevas tecnologías y prácticas productivas en el marco del trabajo de extensión rural en la provincia de Formosa, tomando en cuenta la perspectiva de los actores involucrados a partir del enfoque de la interfaz social. b. Objetivos específicos 1. Describir y caracterizar el contexto territorial, socioproductivo e institucional relevante a los fines del estudio de procesos de desarrollo rural de la provincia de Formosa. 2. Identificar y describir los conocimientos que cada actor de la interfaz técnico-productor asigna al otro actor y cómo estos son diferenciados de los propios. 3. Describir las características propias del conocimiento campesino de los pequeños productores de los departamentos Pilagás y Pilcomayo. 4. Describir y comparar las estrategias pedagógicas de los técnicos extensionistas y las modalidades espontáneas por medios de las cuales enseñan y aprenden el trabajo productivo los pequeños productores de los departamentos Pilagás y Pilcomayo de la provincia de Formosa. 35 5. Describir de qué manera los pequeños productores de los Departamentos Pilagás y Pilcomayo de la provincia de Formosa perciben y valoran las propuestas que hacen los extensionistas rurales y qué hacen con ellas. 6. Identificar y describir las premisas, prioridades y supuestos, es decir, las racionalidades que guían el accionar de los extensionistas y la adopción de tecnologías por parte de los productores. 7. Identificar el modo en que, tanto extensionistas como productores, caracterizan y explican la racionalidad y las motivaciones del otro actor en relación con las tareas que corresponden a la extensión rural. 8. Conocer las distintas motivaciones o intereses por los cuales los técnicos extensionistas de la provincia de Formosa deciden trabajar con población campesina. 9. Identificar, desde la perspectiva de los técnicos extensionistas formoseños, las dificultades que se presentan en los procesos de adopción de nuevas tecnologías y prácticas productivas por parte de los pequeños productores agropecuarios. 10. Describir qué propuestas harían los extensionistas a sus instituciones de pertenencia sobre cómo maximizar el impacto de las acciones orientadas al desarrollo rural. 11. Cuantificar la perspectiva de los técnicos extensionistas formoseños en relación con: la forma en la que caracterizan a los pequeños productores, las dificultades con las que se encuentran en su trabajo, los motivos por los que trabajan en extensión rural, las estrategias pedagógicas que utilizan y las propuestas que harían a sus instituciones de pertenencia. 36 3.2. Abordaje metodológico La presente investigación se plantea como un estudio exploratorio descriptivo de tipo empírico (Montero y León, 2007) y transversal, puesto que la descripción de la población se realizó en un único momento temporal. El diseño de investigación planteado ha sido flexible desde el comienzo, apuntando a desarrollar conceptos, intelecciones, conclusiones y reflexiones surgidos ‘desde los datos’, evitando así recogerlos con la finalidad de evaluar modelos, hipótesis o teorías preconcebidas (Taylor y Bogdan, 1987). Se parte de la premisa de que tanto las prácticas de investigación como los conocimientos que estas generan no son ingenuos, sino que se encuentran cargados valorativamente, reflejando la perspectiva de aquellos que producen esos conocimientos, pudiendo causar tanto efectos opresores como liberadores (Montero, 2001). En este sentido, se eligió tomar posición como investigadora desde un no saber informado (Guber, 2010), lo que supone poner en cuestión las propias certezas para poder acercarse a la realidad de los actores involucrados, desde la perspectiva de estos, y evitar así caer en sesgos etnocéntricos (Guber, 2001). La principal tradición teórica de referencia para el análisis de datos ha sido la de la Teoría Fundamentada (Grounded Theory), por lo que se realizó recolección, selección, codificación, comparación y análisis de material de entrevistas y registros de observación sobre la base del modelo del muestro teórico y del método de comparación constante (Glaser y Strauss, 1967). En línea con esta corriente teórica, la metodología es primordialmente cualitativa, utilizándose herramientas cuantitativas (encuestas a técnicos) hacia el final del proceso investigativo con la finalidad de ampliar la muestra y avanzar hacia un primer nivel de cuantificación de la perspectiva de los extensionistas rurales sobre los temas centrales vinculados con la adopción de tecnologías. Esta propuesta, encuadrada dentro de la tradición interventiva de la psicología comunitaria (Sánchez Vidal, 1991; Montero, 2004a), resulta de gran utilidad cuando se espera que los resultados puedan despertar el interés de decisores institucionales de nivel local, quienes suelen 37 percibir mayor claridad y potencialidad práctica cuando se les entregan resultados cuantificados. a. Unidades de análisis y sus dimensiones En esta investigación, se identifican dos unidades de análisis, para cada una de las cuales se distinguirán muestras independientes: (1) Extensionistas Rurales que trabajen en la provincia de Formosa, entendiendo como tales a empleados o contratados de las Agencias de Extensión Rural del INTA o de la Subsecretaría de Agricultura Familiar, dedicados a brindar asistencia técnica o capacitaciones a pequeños productores y (2) Pequeños Productores, pobladores de los departamentos Pilagás y Pilcomayo, provincia de Formosa, que trabajen directamente en su explotación y no empleen trabajadores no familiares remunerados de manera permanente (Tsakoumagkos et. al. 2009). Es necesario aclarar que debido a la limitada cantidad de extensionistas en la zona de Pilagás y Pilcomayo para dicha unidad de análisis se decidió ampliar el marco territorial a toda la provincia con la finalidad de aumentar la muestra (a diferencia de los pequeños productores, los cuales pertenecen solo a los dos departamentos mencionados). A su vez, y con ese mismo fin, se incorporaron extensionistas del Ministerio de Producción y ambiente de la provincia de Formosa (MpyAF) y del Instituto de Cultura Popular (INCUPO). Teniendo en cuenta el carácter fundamentalmente cualitativo de la investigación, se opta a continuación por identificar y describir ejes o dimensiones de análisis en lugar de presentar variables. Así, seguidamente se presentan las dimensiones o ejes de análisis a partir de los que se aborda cada unidad de análisis, construidos sobre la base de las indagaciones preliminares realizadas en la fase exploratoria de la investigación. b. Ejes de análisis para extensionistas rurales Para el estudio de las percepciones de los técnicos entrevistados y encuestados se consideraron cinco dimensiones principales, para cada una de las 38 cuales se formularon distintos interrogantes de interés que orientaron el trabajo de análisis llevado a cabo. En la tabla que se presenta a continuación se describe cada uno de los ejes formulados, las preguntas de investigación asociadas a ellos y el objetivo específico al que intenta responder cada grupo de preguntas. Tabla 1 Ejes de análisis para extensionistas rurales Ejes de análisis para Preguntas asociadas extensionistas rurales Objetivo específico ¿Cómo caracteriza o describe el extensionista a los pequeños Nº 7 productores con los que trabaja? ¿Qué cree que esperan los Caracterización del productores de él? productor ¿Asigna conocimientos al productor? ¿Cuáles? ¿Diferencia Nº 2 estos conocimientos de los propios? ¿De qué manera? ¿Cuáles son las estrategias pedagógicas que utilizan los Estrategias de trabajo del extensionista técnicos en su trabajo? ¿Qué actitudes del extensionista son favorables para el trabajo con pequeños productores? ¿Cómo Nº 4 creen que se hace para que el productor adopte una nueva tecnología o modifique sus prácticas? ¿Cuáles son los problemas que se le presentan en el trabajo Dificultades Nº 9 con productores? ¿Cuáles son, según su percepción, las causas de esos problemas? ¿Cuáles son las racionalidades y perspectivas de los técnicos? Nº 6 Caracterización del técnico ¿Cuáles son las motivaciones o intereses por los que trabaja Nº 8 con pequeños productores? ¿Qué recomendaciones le haría a las instituciones para las que Propuestas a instituciones Nº10 trabaja? ¿Cómo cree que se podría optimizar el trabajo de extensión con pequeños productores? Fuente: Elaboración propia. 39 c. Ejes de análisis para pequeños productores Del mismo modo que con los extensionistas rurales, se delimitaron ejes de análisis para los pequeños productores agropecuarios entrevistados. En este caso, los ejes de análisis fueron tres y se presentan en la tabla que sigue. Tabla 2 Ejes de análisis para pequeños productores Ejes de análisis para Preguntas asociadas pequeños productores ¿Qué sabe el productor? ¿Cuáles son las características Conocimiento tecnológico local principales de estos conocimientos? ¿Cómo y de quiénes aprende? ¿Cómo transmite su conocimiento a otros? Objetivo específico Nº 3 Nº 4 ¿Qué conocimientos le adjudica al técnico? ¿Cree que hay cosas que él sabe que el técnico no sabe? ¿Cuáles? Nº 2 ¿Cómo diferencia estos conocimientos de los propios? Caracterización del técnico ¿Qué piensa de los extensionistas? ¿Qué características personales o profesionales valora en un técnico? ¿Cómo es, según su perspectiva, la racionalidad de los Nº 7 extensionistas? ¿Cómo percibe las propuestas que hacen los técnicos? ¿Qué opina de ellas? ¿Por qué cree que le hacen esas Propuestas técnicas Nº 5 propuestas? ¿Cuáles son las premisas, prioridades y supuestos por los cuales adopta o deja de adoptar nuevas tecnologías? Nº 6 Fuente: Elaboración Propia. 40 d. Relevamiento y análisis de los datos Los datos de la presente investigación han sido relevados a través de distintos tipos de herramientas, y tuvo un lugar central la toma de entrevistas a extensionistas y a pequeños productores, y la administración de encuestas a extensionistas rurales. Se realizaron tres trabajos de campo para la toma de entrevistas: El primero, durante julio de 2008, con una semana de duración. El segundo, de diez días, durante marzo de 2009 y el tercero, de una semana de duración, en julio de 2010. Sin embargo estos no fueron los primeros acercamientos a terreno, puesto que entre agosto de 2001 y agosto de 2006 la doctoranda realizó una visita semanal por año al departamento “Pilcomayo” en el marco de distintos proyectos solidarios en las escuelas rurales Nº 196 (barrio “El Palomar”), Nº 291 y Nº 308 (Colonia Aborigen “La Primavera”). En estos acercamientos a terreno se establecieron vínculos con distintos actores locales del ámbito de la salud, de la política y de la educación y con familias de pequeños productores. Si bien estas actividades no forman parte en sentido estricto de esta investigación, fueron fundamentales para la comprender el contexto político y socio-cultural del territorio, a la vez que permitieron establecer contactos iniciales con la población del departamento Pilcomayo que fueron de suma utilidad para los posteriores trabajos de campo y la administración de encuestas. Con respecto a las entrevistas a pequeños productores se hicieron 23 entrevistas en total. Durante el primer trabajo de campo se tomaron cinco entrevistas abiertas a productores en sus propias chacras. Estas tuvieron el objetivo de, por un lado, conocer la percepción de los entrevistados sobre la figura del extensionista y sus ideas o experiencias con relación a la asistencia técnica. Por otro lado, se indagaron cuestiones generales acerca de las formas en las que los pequeños productores enseñan y aprenden las prácticas productivas. En el caso de las entrevistas a pequeños productores, la cantidad total no refiere a la cantidad de entrevistados. De hecho, la gran mayoría de las entrevistas fueron realizadas a más de un productor, puesto que, al realizarse en sus chacras, no resultaba apropiado (debido a las características culturales de los entrevistados) excluir de la 41 conversación a familiares, a amigos o a vecinos que se encontraran en el lugar. Hubo una sola entrevista que se tomó en conjunto a una extensionista y a una pequeña productora feriante1. Durante el segundo y el tercer trabajo de campo, se realizaron dieciocho nuevas entrevistas semi-estructuradas a pequeños productores agropecuarios, cuyas preguntas fueron diseñadas a partir de los ejes descriptos en el punto “d” de este mismo capítulo “Ejes de análisis para pequeños productores”, los que surgieron del análisis de las primeras cinco entrevistas (ver en el anexo el protocolo de preguntas guía utilizadas para las entrevistas semi-estructuradas a pequeños productores). De las 23 entrevistas 2 , 13 fueron realizadas en el departamento Pilcomayo y 10 en el departamento Pilagás. Fueron entrevistados un total de 43 pequeños productores, de los cuales 23 fueron mujeres y 20 hombres. 10 de las 23 entrevistas fueron individuales, mientras que en las 13 restantes participaron dos o más entrevistados (9 entrevistas de 2, 2 entrevistas de 3, 1 de 4 y 1 de 5). En cuanto a las edades, del total de pequeños productores entrevistados 14 se ubicaron en el rango de 20 a 39 años, 19 en el de 40 a 59 y 10 en el de 60 o más. En cuanto a los extensionistas rurales, se analizaron 12 entrevistas semiestructuradas que fueron tomadas durante el segundo y el tercer trabajo de campo (ver Tabla 16 en Anexo). Las entrevistas fueron individuales, con la excepción de aquella entrevista en la que fueron entrevistadas de forma conjunta una extensionista y una pequeña productora. Durante el primer trabajo de campo, en julio de 2008, se hizo observación participante en jornadas de capacitación a extensionistas en la Agencia de Extensión Rural (AER) de Laguna Blanca (INTA) y se participó en la coordinación del taller “Prácticas de extensión rural y proyectos de desarrollo: Problemas, alternativas y lineamientos de investigación” organizado por el IPAFNEA (INTA) para extensionistas de la AER mencionada. Durante el taller se analizaron las problemáticas propias del trabajo de extensión que planteaban los técnicos, lo cual, sumado a las conversaciones informales que se mantuvieron con extensionistas durante las jornadas de capacitación, constituyeron los insumos para el 1 Para el analisis, se desgrabó la entrevista completa y luego se duplicó el archivo resultante, para analizar los fragmentos de la extensionista y la productora en unidades hermenéuticas separadas. 2 En el Anexo, puede verse la tabla 13 con el detalle de los entrevistados 42 diseño de las preguntas que se les haría a los técnicos en los trabajos de campo subsiguientes (en el anexo puede verse el documento con las preguntas guía utilizadas en las entrevistas). En el caso de los extensionistas se consideró importante poder combinar las herramientas cualitativas (observación participante y entrevistas semiestructuradas) con la utilización de encuestas, como herramienta cuantitativa, con la finalidad de ampliar la muestra y avanzar hacia un primer nivel de cuantificación de la perspectiva de los extensionistas rurales sobre temas centrales vinculados con el trabajo de extensión rural. Esta herramienta no se utilizó en el caso de los pequeños productores, dado que la experiencia de los equipos de investigación que trabajaron en la zona (de los que la doctoranda formó parte) ha demostrado que la estructura de un instrumento de estas características no obtiene buena recepción de parte de los pequeños productores, por su dificultad tanto para la lecto-escritura como respecto de las formas lógicas propuestas por las encuestas. Más aún, el trabajo previo también mostró que el uso de encuestas leídas con formato Likert o con respuestas cerradas tampoco resultó útil, ya que los encuestados se confunden con facilidad e insisten con que el encuestador decida la respuesta o complete una opción al azar (Landini, 2010a). Se realizaron entonces durante 2014, 50 encuestas a técnicos extensionistas que trabajaban con pequeños productores en la provincia de Formosa. 30 de ellos pertenecientes al INTA, 16 de la Secretaría de Agricultura Familiar, 3 del Ministerio de la Producción y Ambiente de la provincia de Formosa (MPyAF) y 1 del Instituto de Cultura Popular (INCUPO) (ver tabla 17 en Anexo). El protocolo de encuesta administrado (ver anexo) se desarrolló en función del análisis y categorización de todas las entrevistas realizadas previamente. En concreto, se seleccionaron categorías, creencias y opiniones de los entrevistados que resultaran apropiadas para responder a los objetivos propuestos en la investigación, las que convertidas en variables fueron evaluadas a partir de ítems tipo Likert. A la vez, también se incorporaron afirmaciones que pese a no haber aparecido de manera directa o explícita en las entrevistas, se consideraron relevantes por razones teóricas o de análisis contextual. Para diferenciar entre las los ítems que se incluyeron en el instrumento en base a estos criterios (empírico el primero, racional el segundo), se opta por identificar a los segundos con el signo (*) en el Anexo. 43 En la encuesta también se incluyeron preguntas cerradas con el fin de obtener información sociodemográfica. Además de los datos obtenidos por medio de las entrevistas abiertas y semi-estructuradas, las encuestas y los registros de observación participante, se obtuvieron datos a partir de la revisión de fuentes secundarias, tales como informes técnicos, censos y estudios de caso realizados en el territorio que brindasen información útil para el abordaje del tema por investigar. Todas las entrevistas fueron grabadas en formato ‘mp3’ o ‘amr’, previo consentimiento informado de los entrevistados. El promedio de duración de las grabaciones fue de 50 minutos, y el procedimiento de desgrabación fue realizado de forma muy detallada y cuidadosa, obteniéndose así, por cada entrevista, un archivo de formato ‘.doc’. Estos documentos fueron analizados con el apoyo del software Atlas ti 6.0. Para el análisis se tomó como referencia el Método Comparativo Constante de la Teoría Fundamentada de los datos (Glaser y Strauss, 1967), de modo tal que la sistematización se basó en la identificación, selección y clasificación progresiva de aquellos fragmentos de texto que, por sus características comunes, pudieran agruparse para formar, a partir de allí, ejes de análisis, categorías y subcategorías conceptuales interrelacionadas. El proceso de análisis de las entrevistas tuvo por objetivo generar categorías conceptuales ‘cercanas a los datos’ y comparar estas categorías armando una trama conceptual que permita la comprensión de los aspectos relacionados con el objeto de estudio (Sirvent, 1994). El proceso de codificación (Glaser y Strauss, 1967), se realizó examinando e interpretando los datos en forma minuciosa, combinándolo a su vez con la obtención de nueva información que permitiera repensar las categorías y establecer nuevas relaciones conceptuales entre ellas. Para cada categoría general y sus correspondientes subcategorías, se construyó una definición operativa que permitió identificar su contenido, indicando a su vez, criterios de inclusión y exclusión para tomar decisiones en casos de fragmentos de texto que generasen dudas. La definición de las categorías no fue definitiva hasta haber categorizado todo el material, por lo que, una vez definidas las categorías y subcategorías finales, se realizó una nueva lectura de todo el material con el fin de corroborar que todos los fragmentos aunados en una misma categoría cumplieran con los criterios establecidos para esta (Landini, 2013a). 44 Con respecto al análisis de los datos provenientes de las encuestas, los resultados fueron incorporados al software SPSS Statistics 20. En primer lugar, se procedió a describir de manera general las variables, tanto sociodemográficas como aquellas referidas a las opiniones o perspectivas de los encuestados, utilizando para esto las funcionalidades correspondientes provistas por el programa. Seguidamente, se utilizaron estadísticos descriptivos para poder obtener las frecuencias y porcentajes correspondientes a cada variable. A partir de los resultados arrojados por el software, se procedió a la realización de gráficos, utilizando el programa Excel de Microsoft para este fin. Dado el énfasis cualitativo del presente trabajo, se optó por trabajar en el nivel de estadística descriptiva y no de estadística inferencial. e. Consideraciones éticas Este trabajo se fundamenta en la perspectiva ética de la Psicología Comunitaria, descripta por Maritza Montero (2000), quien plantea como premisa ética fundamental la consideración del ‘Otro’ como actor y constructor de la realidad. De este modo, se busca la reivindicación en el proceso de investigación de la historia y de la cultura de las comunidades con las que se trabaja, lo que involucra la necesidad de incorporar el conocimiento ordinario o popular, en forma dialógica, de modo que junto con el conocimiento científico y técnico, se pueda construir un saber nuevo y superador. La ética del psicólogo comunitario apunta a la conservación de la vida humana, promoviendo las mejoras en la calidad de vida de los individuos y los cambios sociales necesarios para acceder a esas mejoras. Para cumplir con dicho postulado, es necesario ser receptivos a las prácticas culturales tradicionales de las comunidades y articularlas con nuevos conocimientos que las complementen. Estos principios atraviesan la presente propuesta y se constituyen como pautas que guiaron la tarea investigativa de la doctoranda. A estos postulados éticos, se suman las pautas éticas propuestas por la American Psychological Association (APA) (2010) de las cuales destacaremos aquí aquellas relacionadas con el consentimiento informado de los entrevistados, tanto 45 para realizar la entrevista como para su registro grabado. De este modo, previo a la toma de cada entrevista, se informó a los entrevistados acerca de la finalidad del trabajo de la doctoranda, su pertenencia institucional y su libertad para decidir si querían o no ser entrevistados. A la vez, se les pidió autorización para realizar la grabación de la entrevista. Al mismo tiempo, la investigación se rige bajo el principio de la confidencialidad, por lo que la doctoranda ha tomado los recaudos necesarios para evitar la identificación de los sujetos entrevistados, ya sea protegiendo los registros de audio y escritos, de modo que no sean accesibles a terceros. También se preservó la identidad de los entrevistados, utilizando seudónimos en el caso de que se citara algún fragmento de entrevista en algún trabajo científico. 46 PARTE II PRESENTACIÓN DE RESULTADOS 47 Una vez descriptos los elementos teórico y metodológicos que sustentan el presente escrito, se abordará a continuación la PARTE II del trabajo, donde se desarrollarán los resultados de la investigación. Este tramo de la tesis consta de 5 capítulos, comenzando por el capítulo 4. El capítulo 4 es un capítulo de contextualización y cumple con el objetivo específico Nº 1: ‘Describir y caracterizar el contexto territorial, socioproductivo e institucional, relevante a los fines del estudio de procesos de desarrollo rural, de la provincia de Formosa.’ Se divide en cuatro subcapítulos en los que se describen las características generales de la provincia, a la vez que se caracteriza a los pequeños productores formoseños y se detallan los programas y líneas de acción públicas orientadas al desarrollo rural de los pequeños productores. En el capítulo 5 ‘Conocimiento tecnológico local: Modalidades de aprendizaje y características de los saberes de los pequeños productores’, se apunta a caracterizar al conocimiento tecnológico local, describir la forma en la que se incorpora y transmite el conocimiento relacionado con las labores de la chacra, incorporando la perspectiva de los agricultores familiares respecto de sus propios conocimientos. Al mismo tiempo, y partiendo de un análisis en términos de interfaz social, se describirá el modo en el que los productores diferencian sus conocimientos de los conocimientos de los técnicos y cuáles son los saberes que los extensionistas perciben como propios de los agricultores familiares. Este capítulo se divide en 4 subcapítulos, en su desarrollo se responde a los objetivos específicos Nº 2 ‘Identificar y describir los conocimientos que cada actor de la interfaz técnicoproductor asigna al otro actor y cómo estos son diferenciados de los propios’ Nº 3 ‘Describir las características propias del conocimiento campesino de los pequeños productores de los departamentos Pilagás y Pilcomayo’ y parte del Nº 4 ‘Describir y comparar las estrategias pedagógicas de los técnicos extensionistas y las modalidades espontáneas por medios de las cuales enseñan y aprenden el trabajo productivo los pequeños productores de los departamentos Pilagás y Pilcomayo de la provincia de Formosa’, quedando las estrategias pedagógicas de los extensionistas como tema que será abordado en el capítulo 8.2.b. 48 Por su parte, en el capítulo 6 ‘Caracterizaciones entre actores en la interfaz: ¿Cómo se perciben mutuamente extensionistas y pequeños productores?’ se describirá y analizará la forma en la que ambos actores de la interfaz técnicoproductor se caracterizan mutuamente. Consta de tres subcapítulos y busca responder al objetivo específico Nº 7 ‘Identificar el modo en que, tanto extensionistas como productores, caracterizan y explican la racionalidad y las motivaciones del otro actor en relación con las tareas que corresponden a la extensión rural’. En el capítulo 7 ‘Perspectivas de los actores en torno a distintas propuestas técnicas’ se describen y comparan las perspectivas y opiniones que tienen extensionistas y pequeños productores respecto de distintas alternativas o propuestas que ofrecen los técnicos a los agricultores en el contexto de programas de desarrollo rural. Este capítulo se divide en dos subcapítulos y apunta principalmente a responder a los objetivos específicos Nº 5 ‘Describir de qué manera los pequeños productores de los departamentos Pilagás y Pilcomayo de la provincia de Formosa perciben y valoran las propuestas que hacen los extensionistas rurales y qué hacen con ellas’ y Nº 6 ‘Identificar y describir las premisas, prioridades y supuestos, es decir, las racionalidades, que guían el accionar de los extensionistas y la adopción de tecnologías por parte de los productores’. Durante el capítulo 8 ‘El trabajo del extensionista. Motivaciones, estrategias, dificultades y propuestas’ se apunta a describir y analizar el punto de vista del extensionista respecto de su trabajo. El capítulo consta de 4 subcapítulos y se propone responder a parte del objetivo específico Nº 4 (lo que refiere a las estrategias pedagógicas de los extensionistas) y a los objetivos específicos Nº 8 ‘Conocer las distintas motivaciones o intereses por los cuales los técnicos extensionistas de la provincia de Formosa deciden trabajar con población campesina’, Nº 9 ‘Identificar, desde la perspectiva de los técnicos extensionistas formoseños, las dificultades que se presentan en los procesos de adopción de nuevas tecnologías y prácticas productivas por parte de los pequeños productores agropecuarios.’ y Nº 10 ‘Describir qué propuestas harían los extensionistas a sus instituciones de pertenencia sobre cómo maximizar el impacto de las acciones orientadas al desarrollo rural’. 49 Por su parte, el objetivo específico Nº 11 ‘Cuantificar la perspectiva de los técnicos extensionistas formoseños en relación con: la forma en la que caracterizan a los pequeños productores, las dificultades con las que se encuentran en su trabajo, los motivos por los que trabajan en extensión rural, las estrategias pedagógicas que utilizan y las propuestas que harían a sus instituciones de pertenencia’ es abordado en el transcurso de los distintos capítulos en los que se trabaja la perspectiva de los técnicos, principalmente en los capítulos 5, 6 y 8. 50 Capítulo 4: Contextualización 4.1. La provincia de Formosa. Características generales La provincia de Formosa se encuentra en la zona Nordeste de la República Argentina. Sus fronteras lindan al norte y al este con la República de Paraguay, mientras que al oeste y al sur limitan con las provincias argentinas de Salta y Chaco respectivamente. Ubicada entre los paralelos 22º y 27º de latitud sur y los meridianos 57º y 63º de longitud oeste de Greenwich, Formosa es atravesada al norte por el Trópico de Capricornio y se encuentra en la región subtropical del país. Mapa 1. Distribución de la población formoseña por departamentos Fuente: Portal Web de la provincia de Formosa (https://www.formosa.gob.ar) 51 La provincia de Formosa forma parte de la región NEA (Nordeste de Argentina), junto con las provincias de Chaco, Corrientes y Misiones. Toda su superficie tiene un total aproximado de 7.155.910 hectáreas, de las que el 22 % corresponde a suelos de aptitud agrícola para cultivos extensivos e intensivos, mientras que el 78 % restante son tierras aptas para uso ganadero 3 . El territorio provincial se encuentra dividido en nueve departamentos: Bermejo, Formosa, Laishí, Matacos, Patiño, Pilagás, Pilcomayo, Pirané y Ramón Lista. La provincia tenía en 2010 un total de 530.162 habitantes; el departamento de Formosa es el más habitado y duplica la cantidad de habitantes del segundo departamento más poblado: el Pilcomayo (ver tabla a continuación). Tabla 3 Distribución de la población formoseña por departamentos Departamento Nº de Habitantes Formosa 234.354 Pilcomayo 85.024 Patiño 68.581 Pilagás 18.399 Laishi 17.063 Matacos 14.375 Bermejo 14.046 Ramón Lista 13.754 Total 530.162 Fuente: En base al Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2010 DECyD –IN Los pequeños productores agropecuarios entrevistados en el presente trabajo pertenecen a los departamentos de Pilagás y Pilcomayo. Estos departamentos se ubican en la región Subtropical Norte de la provincia, en la que se desarrolla fuertemente la actividad frutihortícola, donde las frutas que más se cultivan son la banana y el pomelo, cuya producción se concentra en torno a la localidad de Laguna 3 Fuente: Página web del INTA. http://inta.gob.ar/sites/default/files/script-tmplos_suelos_de_la_provincia_de_formosa.pdf Consultada en el mes de abril de 2016 52 Naineck. En cuanto a las hortalizas, se destacan la mandioca, la batata, el maíz, el poroto y el zapallito. Existe una fuerte producción algodonera, actividad ganadera (ganado criollo, por ser el que mejor resiste las características climáticas de la zona) y apicultura. En menor proporción se siembra arroz, tabaco, maní y caña dulce. 53 Mapa 2 Ubicación de los departamentos Pilagás y Pilcomayo en la provincia de Formosa Fuente: Construido en base al mapa de la provincia de Formosa disponible en el Instituto Geográfico Nacional 54 Mapa 3 Departamento Pilcomayo Fuente: Google Maps Mapa 4 Departamento Pilagás Fuente: Google Maps 55 4.2. Algunas particularidades políticas Formosa fue territorio nacional hasta muy avanzado el siglo XX. Las limitadas obras de infraestructura, expresión de la falta de apoyo oficial para la puesta en producción de las tierras, colaboró con la lentitud de su poblamiento estable (Murtagh, 2014). El 15 de junio de 1955, durante la presidencia del general Juan Domingo Perón, Formosa pasa a ser provincia, por ley 14.408. Desde entonces hasta 1983 los gobiernos fueron inestables, mezclándose gobiernos democráticos con gobiernos de facto e interinos. Finalmente, desde 1983 hasta la fecha se suceden todos gobiernos democráticos, pertenecientes al partido justicialista (PJ). Por su parte, el actual gobernador Gildo Insfrán ha estado a cargo del poder ejecutivo de la provincia desde 1987: entre 1987 y 1995 como vicegobernador, y desde 1995 hasta la actualidad como gobernador, gracias a la reforma del artículo 129 de la Constitución Provincial, aprobada durante su mandato en 2003, que suprimió las restricciones de tiempo para la reelección de las autoridades, habilitando de este modo, la reelección indefinida. En las elecciones de 2015, Insfrán obtuvo el 73,3% de los votos, por lo cual cumple en la actualidad 22 años a cargo de la gobernación (sin contar los años como vicegobernador). De todos modos, las jornadas electorales en la provincia han sido cuestionadas de manera frecuente y hubo denuncias4 de sustracción de documentos de identidad y privación de la libertad en varias colonias aborígenes, acusaciones de votantes provenientes del Paraguay con documentos de identidad argentinos y domicilios falsos, falta de boletas de los partidos de oposición y tardanzas sospechosas en los recuentos de votos, entre otras cuestiones (véase por ejemplo, Landini, 2016b). La provincia presenta índices alarmantes, como los indicadores de educación, que la ubican como una de las provincias con mayor tasa de analfabetismo del país o la tasa de mortalidad infantil que en 2013 se estimó en un 14,2%, la segunda más alta, después de la provincia de Corrientes. Por su parte, el índice de desarrollo humano estimado por el PNUD en 2011 ubica a Formosa en el último puesto dentro de las 24 jurisdicciones argentinas a 4 Página web del Senado de la Nación: http://www.senado.gov.ar/prensa/7866/noticias Consultada el 10 de mayo de 2016 56 la vez que en 2010 fue la provincia con mayor proporción de hogares con necesidades básicas insatisfechas (NBI), correspondiente al 19,7%5. Las arrasadoras victorias electorales del oficialismo podrían explicarse en parte a la existencia de prácticas políticas clientelares, las que encuentran un contexto propicio caracterizado por la fuerte concentración del poder provincial, una oposición débil, la omnipresencia de numerosos programas de promoción y asistencia estatal (Landini, 2010a) y el porcentaje más alto del país de masa salarial pública (69%)6. 4.3. Los pequeños productores formoseños El 66% de la explotaciones agropecuarias del país están en manos de pequeños productores agropecuarios, que representan y aportan alrededor del 20% del valor total de la producción agropecuaria (Obschatko, Foti y Román, 2007). Estas 218.868 explotaciones, sin embargo, ocupan tan solo el 13% de la superficie agropecuaria de la República Argentina, lo que da cuenta de la gran concentración de tierra en pocas manos. En el caso de Formosa en particular, su importancia es aún mayor, puesto que forma parte de las provincias que superan la media nacional de unidades productivas familiares. Estos porcentajes se obtienen identificando a aquellos productores agropecuarios que dirigen una explotación agropecuaria (EAP) en la que se cumplen las siguientes condiciones (Obschatko, et. al. 2007): (1) el productor agropecuario trabaja directamente en la explotación, (2) No se emplean trabajadores no familiares remunerados permanentes, (3) no se tiene como forma jurídica la sociedad anónima o en comandita por acciones, (4) posee una superficie total de la explotación de hasta 1000 hectáreas totales o 500 hectáreas de superficie cultivada en el caso de la provincia de Formosa (esto varía según la región). Sin embargo, esta categorización es muy amplia, puesto que abarca desde pequeños productores denominados capitalizados, es decir, aquellos que aun siendo pequeños 5 Fuente: Página web del Ministerio de Hacienda y Finanzas públicas de la nación. http://www2.mecon.gov.ar/hacienda/dinrep/Informes/archivos/formosa.pdf . Consultada en mayo de 2016 6 Fuente: Nota periodística del diario Infobae con fecha el 26 de enero de 2016: http://www.infobae.com/2016/01/26/1785706-en-cuatro-cada-10-provincias-el-gasto-publico-superael-33-su-pbi 57 tienen la posibilidad de obtener un excedente de su producción que les permite capitalizarse, hasta los llamados pequeños productores de subsistencia, que representan el escalafón más pobre de la categoría. Por este motivo se tipifica a los pequeños productores agropecuarios en tres subcategorías, de acuerdo con su nivel de capitalización, tal como puede verse en la tabla que sigue. Tabla 4 Tipificación de Pequeños Productores Agropecuarios Tipo Descripción 1 Un estrato superior de pequeño productor familiar capitalizado 2 Un estrato intermedio de productor familiar (campesinos o pequeños productores transicionales) 3 Un estrato inferior de pequeño productor familiar (inviable como productor exclusivo) Fuente: Tsaukoumagkos, et. al. (2009) Los pequeños productores agropecuarios entrevistados en el presente trabajo pertenecen al tercer tipo de la tipificación descripta y son de todos los productores, los más vulnerables en términos socioeconómicos. Dichos productores tienen un bajo o nulo nivel de capitalización, sus sistemas productivos se caracterizan por una escasa inversión tecnológica y están centrados en la tracción a sangre (Aurand, Benítez y Bonelli, 2005). Por lo general, son pluriactivos, es decir que no trabajan únicamente en su predio, puesto que el trabajo predial no es suficiente para garantizarles la subsistencia. Suelen realizar trabajos como asalariados transitorios en changas u otros trabajos de baja calificación. Sus condiciones de pobreza son muy elevadas, y su permanencia en el campo puede explicarse en gran parte debido al aporte de programas públicos de asistencia social (Tsaukoumagkos, et. al. 2009). En cuanto a la comercialización, este estrato de productores es el eslabón más débil de la cadena, puesto que al no tener gran volumen de producción y, menos aún, valor agregado, dependen de los 58 intermediarios (generalmente, medianos productores) para tener acceso a los mercados, motivo por el que deben resignar gran parte de sus ingresos que, como un círculo vicioso, dificulta aún más sus posibilidades de capitalización a futuro. Fotografía 1. Animales de granja de agricultores familiares. Fotografía 2. Cajones para apicultura pertenecientes a agricultores familiares. Fotografía 3. Plantación de bananos de agricultores familiares. 59 4.4. Programas y líneas de acción públicas orientadas a pequeños productores agropecuarios Una vez caracterizados los pequeños productores agropecuarios, a continuación se propone describir los programas de desarrollo rural vigentes en Argentina orientados a este tipo de productores en particular. Estos programas dependen del Ministerio de Agroindustria de la Nación, dentro del que se encuentran la Unidad para el Cambio Rural (UCAR) y la Secretaría de Agricultura Familiar. De dicho ministerio depende también el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), pero en este caso se trata de un organismo estatal descentralizado con autarquía operativa y financiera. Desde INTA se despliega el Programa Federal de Apoyo al Desarrollo Rural Sustentable (PROFEDER). Por su parte, en el nivel provincial, Formosa tiene un programa propio orientado a pequeños productores: el Programa de Asistencia Integral para el Pequeño Productor Agropecuario (PAIPPA). Dentro de la UCAR se coordinan todos los programas y proyectos que son cofinanciados de forma total o parcial con recursos externos y que son ejecutados en jurisdicción del Ministerio de Agroindustria, ellos son: el Programa para el Desarrollo de la Agricultura Familiar (PRODAF), el Programa de Desarrollo Rural Incluyente (PRODERI), el Proyecto de Inclusión Socio-Económica en la Áreas Rurales (PISEAR), el Programa para Incrementar la Competitividad del Sector Azucarero del NOA (PROICSA), el Programa de Servicios Agrícolas Provinciales (PROSAP), el Programa de Sustentabilidad y Competitividad Forestal, el Programa de Desarrollo Acuícola y Pesquero Sustentable (PRODESPA), el Programa para el Desarrollo de Nuevas Áreas de Riego en Argentina (PROSAP – CAF) y el Programa de Desarrollo de Áreas Agro Productivas en Provincias Fronterizas de la Cuenca del Plata. Dichos programas y proyectos apuntan a destinar inversión pública para el desarrollo de infraestructura y servicios para la producción, mejorar las condiciones de vida de los pobladores rurales, fortalecer las instituciones rurales (públicas o privadas) e incrementar la competitividad del sector agroindustrial7 . 7 Fuente: Página web de la Unidad para el Cambio Rural: http://www.ucar.gob.ar . Consultada el 23 de mayo de 2016 60 Por su parte, el PROFEDER (INTA) se plantea como objetivo promover la innovación tecnológica y organizacional de distintos actores del ámbito rural, principalmente medianos y pequeños productores, desarrollando sus capacidades y fortaleciendo la competitividad regional y nacional a través de la extensión rural. Sus acciones tendrían como eje la transformación del sector agropecuario, agroalimentario y agroindustrial, la inclusión social, la seguridad alimentaria y el manejo sustentable de los recursos naturales. Para ello se plantean diferentes estrategias, según las características y demandas de los destinatarios, materializadas en cuatro programas principales: el Programa Federal para la Reconversión Productiva para la Pequeña y Mediana Empresa Agropecuaria (Cambio Rural), el Programa para Productores Familiares (Profam), el Programa Minifundio y el Programa PROHUERTA8. El Programa Cambio Rural, vigente desde 1993, es financiado por el Ministerio de Agroindustria, el INTA y los gobiernos provinciales. Apunta a trabajar con grupos de pequeños y medianos “empresarios agropecuarios” con el objetivo de mejorar la gestión empresarial, aumentar la productividad, impulsando el asociativismo y fortaleciendo de este modo el poder de negociación de estos actores. Se promueve la formación de grupos de 8 a 12 productores que contarán con un asesor técnico privado, denominado “Promotor Asesor”, el que recibe el apoyo permanente de profesionales del INTA. Parte del trabajo del Promotor Asesor es remunerado, al menos en teoría, a través del aporte de los productores que conforman el grupo. Este programa no cuenta con una fuente de crédito propia para los productores, pero facilita la relación entre los grupos de productores y los organismos de crédito, ofreciendo asesoramiento y colaborando para la elaboración de un plan técnico económico-financiero, que brinde la posibilidad de obtener financiamiento en el mercado. Cambio Rural brinda capacitaciones formales, no formales e instancias de actualización diseñadas por el INTA, además de suministrar información sobre temas tecnológicos, de gestión empresarial, de organización, de comercialización, de oportunidades de negocios y de integración a las cadenas agroalimentarias. Si bien está enfocado a pequeños y medianos productores, puede 8 La descripción de los programas del PROFEDER se hizo sobre la base de la carpeta institucional de dicho programa, disponible en: http://inta.gob.ar/documentos/profeder-carpetainstitucional (27 de junio de 2016). 61 deducirse, a partir de lo descripto anteriormente, que los pequeños productores a los que apunta este programa no son productores de subsistencia, sino más bien productores con cierta capacidad de capitalización. El Profam, vigente desde 2003, está destinado a grupos de productores familiares de escala reducida que trabajan en forma directa en su predio con la colaboración principal de su familia. Este programa acompaña a los productores para que mejoren sus habilidades productivas, de gestión y comercialización. Basándose en diagnósticos participativos de problemas, busca promover formas empresariales de producción y de transformación, y apunta a la generación de empleo local y a la ocupación de la mano de obra familiar. Se propone garantizar la seguridad alimentaria de las familias, facilitarles el acceso a información de mercados y validar y adaptar tecnologías para que sean apropiadas para este segmento de productores. El Profam ofrece asistencia técnica y capacitación permanente a sus beneficiarios con el objetivo de proveer herramientas que posibiliten iniciar procesos de organización y que permitan mejorar sus capacidades productivas, de gestión y comercialización. Los emprendimientos del programa se financian con presupuesto del INTA, instituciones locales y diversos Programas del Ministerio de Agroindustria. El Programa Minifundio (en sus inicios “Unidad de Minifundio”) surge en 1985 a partir de cinco proyectos de extensión para pequeños productores que se consolidan como Unidad en 1987, institucionalizando la temática del desarrollo rural dentro del INTA. Este programa busca impulsar el desarrollo de emprendimientos productivos de tipo comunitario, en los que participen familias de parcelas pequeñas, caracterizadas por la precariedad en la tenencia de la tierra y la baja remuneración de la mano de obra familiar. A través de Minifundio se promueven proyectos participativos donde las necesidades son definidas por los propios actores quienes planifican acciones en conjunto con el INTA y otras instituciones. La metodología de trabajo se basa en tres componentes principales: la asistencia técnica, con propuestas tecnológicas sencillas y de bajo costo; la organización de grupos de familias, cuyo objetivo es promover la autogestión comunitaria tanto en la producción como en la industrialización y la comercialización; y la capacitación, donde productores y técnicos identifican problemas y sus posibles soluciones. Los emprendimientos 62 impulsados por Minifundio se articulan con instituciones locales y con distintos programas del Ministerio de Agroindustria. Por último, el PROHUERTA es un programa que promueve la autoproducción de alimentos frescos mediante el desarrollo de huertas y granjas orgánicas familiares, escolares, comunitarias e institucionales, con el objetivo de mejorar la situación alimentaria de la población tanto rural como urbana en situación de pobreza. En este sentido, si bien incluye a pequeños productores agropecuarios, no es un programa dirigido de manera exclusiva a esta población, como los que se han descripto anteriormente. El PROHUERTA surge en 1990 como proyecto y se consolida como programa permanente del INTA en 1995. Su cobertura es muy alta, alcanzando a la totalidad de los departamentos provinciales del país. Trabaja con promotores voluntarios de distintas organizaciones, tales como municipios, centros de salud, entidades religiosas, organizaciones no gubernamentales, centros de jubilados, programas y organismos provinciales, entre otros. El PROHUERTA ofrece capacitación permanente a los promotores voluntarios, asistencia técnica, acompañamiento sistemático de emprendimientos y provisión de semillas y planteles de granja. Este programa forma parte del Plan Nacional de Seguridad Alimentaria “El hambre más urgente” (Ley Nº 25.724/03), es ejecutado por el INTA y está financiado por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación. Por su parte, si bien la Secretaría de Agricultura Familiar (SAF) actualmente no está desarrollando programas (Susana Soverna, comunicación personal. 23 de junio de 2016), sus extensionistas brindan asesoramiento técnico y apoyo organizativo a agricultores familiares de todo el país, generalmente en articulación con instituciones que pueden aportar fondos para la realización de inversiones. La SAF tiene como antecedente importante para su formación el Programa Social Agropecuario (PSA), al que habían pertenecido algunos de los extensionistas entrevistados en el presente trabajo. Este programa, creado en 1993, fue el primero de alcance nacional y financiamiento del presupuesto público (Manzanal y Schneider, 2011). Estaba dirigido a pequeños productores con escaso o nulo nivel de capitalización que, organizados en grupos, recibían asistencia técnica por parte de agentes de desarrollo (ingenieros agrónomos, veterinarios, zootecnistas y en algunos casos, trabajadores sociales) y asistencia financiera (subvenciones y 63 créditos). El PSA se proponía la reinserción social y económica de los pequeños productores más pobres y la mejora de sus estructuras productivas. Tenía como objetivo poder aumentar la eficiencia productiva de las explotaciones, al mejorar los conocimientos y prácticas tecnológicas de los pequeños productores e incorporar nuevas actividades por medio de la diversificación productiva. Se buscaba incrementar los ingresos de las familias y disminuir sus gastos por medio de un aumento del autoconsumo, mejoras en las condiciones de comercialización y el desarrollo de actividades post cosecha, tales como la incorporación de valor agregado y la generación de alternativas comerciales (Lattuada, Nogueira y Urcola, 2015). Fue un programa emblemático y de gran alcance que, si bien dependía de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca (SAGPyA), gracias a su estructura descentralizada tenía cierta autonomía e independencia política. Cuando en 2009 la SAGPyA se convierte en Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación (MAGyP) se crea una Subsecretaría de Agricultura Familiar (SsAF). En ese momento el PSA dejó de existir como tal, pero su red de técnicos continuó trabajando en dependencia directa de esta Subsecretaría (Gisclard, Allaire y Cittadini, 2015). A partir de la asunción del presidente Mauricio Macri en diciembre de 2015, el MAGyP se convierte en Ministerio de Agroindustria, del que depende actualmente la Secretaría de Agricultura Familiar (SAF). Además de los programas de alcance nacional descriptos anteriormente, la provincia de Formosa cuenta con un Ministerio de la Producción y Ambiente que depende del gobierno provincial. Dentro de dicho ministerio se encuentra la Subsecretaría de Desarrollo Rural cuyo objetivo es articular las políticas de producción y ambiente en los territorios de la provincia. Por otra parte, en el nivel provincial también se desarrolla el Programa de Asistencia Integral para el Pequeño Productor Agropecuario (PAIPPA) devenido en Instituto Provincial de Acción Integral para el Pequeño Productor Agropecuario. Este organismo depende de forma directa del Poder Ejecutivo Provincial y surge en 1996 con el objetivo de brindar apoyo integral a pequeños productores de la provincia con explotaciones principalmente familiares, que cultivasen hasta 10 hectáreas o tuvieran hasta 50 cabezas de ganado vacuno mayor (hembras) y/o hasta de 200 cabezas de caprinos 64 (hembras) 9 . El programa se propone ofrecer una solución social, productiva y ambiental. Plantea la posibilidad de ayudar a los productores en distintos aspectos, tales como el acompañamiento para la titularización de la tierra, la construcción de viviendas, el cuidado de la salud (a través de un carnet que permite el acceso a medicamentos en forma gratuita o con descuentos), el apoyo a la educación, la provisión de insumos (semillas, agroquímicos) y la capacitación técnica a productores. A pesar de que la propuesta del programa resulta interesante, Landini (2010a) en su tesis doctoral señala que los pequeños productores formoseños suelen ser muy críticos sobre los beneficios otorgados por este programa, a diferencia de la buena aceptación que tuvieron otros programas como el PSA. Las críticas señalaban que los medicamentos facilitados por el programa eran solo los de bajo costo, que muchas viviendas se prometían, pero no se finalizaban y que los insumos recibidos eran insuficientes y de mala calidad. Por último, hay que señalar que existen en la provincia diferentes organizaciones no gubernamentales que realizan acciones de extensión rural a partir de una diversidad muy grande de proyectos. Entre ellas se destaca el Instituto de Cultura Popular (INCUPO) por su tradición en la zona, que data desde fines de la década del 60. El objetivo de INCUPO es trabajar con los sectores de la agricultura familiar y los pueblos indígenas a través de la comunicación y la educación popular, buscando garantizar el ejercicio pleno de los derechos de dichos grupos. 9 Fuente: Página web de la provincia de Formosa: http s://www.formosa.gob.ar/paippa. Consultada el 26 de mayo de 2016 65 Capítulo 5: Conocimiento tecnológico local: Modalidades de aprendizaje y características de los saberes de los pequeños productores En el apartado 2.4. Conocimiento tecnológico local: procesos de construcción y características se ha desarrollado de forma teórica el concepto de conocimiento tecnológico local. El objetivo del presente capítulo es articular dicha conceptualización con el material obtenido durante la investigación realizada. Para ello, el capítulo se divide en tres subcapítulos. En el 5.1 se desarrollará de qué manera los pequeños productores entrevistados aprenden los conocimientos relacionados con el trabajo productivo. Por su parte el subcapítulo 5.2, que se encuentra dividido en dos apartados, busca (a) identificar y describir la perspectiva de los agricultores familiares respecto de sus propios conocimientos y (b) la forma en la que los diferencia de los conocimientos de los extensionistas. Luego, en el apartado 5.3 se aborda, desde la perspectiva de los técnicos, cuáles son aquellos conocimientos que asignan a los pequeños productores. Finalmente, en el apartado 5.4 se plantearán algunas reflexiones, articulaciones teóricas y conclusiones surgidas a partir de lo desarrollado durante todo el capítulo. 66 5.1. Cómo se aprende el trabajo de la chacra “En el proceso de aprendizaje, solo aprende verdaderamente aquel que se apropia de lo aprendido, transformándolo en aprehendido, con lo que puede, por eso mismo, reinventarlo; aquel que es capaz de aplicar lo aprendido-aprehendido a situaciones existenciales concretas” Paulo Freire (1973, p.28) De manera recurrente, los pequeños productores entrevistados durante los trabajos de campo manifestaron haber aprendido a producir a través de sus familiares más cercanos. En la mayoría de los casos hicieron referencia a sus madres o a sus padres, apareciendo también ejemplos de abuelos y tíos como transmisores de estos conocimientos. El trabajo de la chacra se aprende entonces en el seno de la familia nuclear. Yo crecí cosechando, mi mamá era cosechera […] pero era muy despacito que aprendí […] de ver haciendo, porque cuando mi mamá cosechaba, yo le ayudaba a ella nomás, ahí en su bolsa, y yo veía como mi mamá iba haciendo… y así nomás yo fui aprendiendo. Con mi mamá, ayudándole un poquito a ella. (Pequeña productora, Loro Cué) Estos aprendizajes se dan durante la niñez, desde los siete hasta los trece años aproximadamente. Incluso desde más pequeños pueden involucrarse, como señala Núñez, en actividades asociadas al trabajo mediante la imitación de sus padres a través del juego (2004). Alrededor de los dieciséis años ya están en condiciones de trabajar por su cuenta, por ejemplo, realizando “changas” (trabajos transitorios) fuera del predio 67 familiar. El aprendizaje de las labores del campo tiene lugar en la medida en que dichas tareas se hacen. Es un tipo de aprendizaje “sensorial- mediado” que se da a través de una “enseñanza práctica-demostrativa” (Núñez, 2004, p.27). Este aprendizaje es in situ, es decir que se produce por medio de la interacción entre quien enseña y quien aprende, en el lugar de los hechos. Mi papá me enseñó cómo […] con mi papá me iba a ayudar […] a los siete, ocho años, con mi papá. Me llevaba […] cosechábamos algodón […] mi papá me decía cómo hay que hacer. (Pequeño productor, La Picada) En las entrevistas queda claro que la forma en la que se aprende a producir es gradual, así, los niños y jóvenes comienzan participando de aspectos parciales de las tareas, con supervisión de sus mayores. Paulatinamente, van logrando mayor autonomía y destreza, para finalmente poder desarrollar las labores por sí solos. Como bien lo describe un entrevistado: Tiene que estar, siempre una persona mayor, cuando está empezando tiene que estar una persona mayor ahí. Una vez que hiciste, ya, y te acostumbrás al trabajo y ya no hay ningún problema. (Pequeño productor, Loro Cué) El hecho de haberse criado en una familia de pequeños productores, no solo facilita la posibilidad de realizar gradualmente las tareas asociadas a la producción desde la niñez, sino que permite ir incorporando aspectos de estas por medio de la simple observación, sin ser necesariamente partícipe. Como se ha desarrollado en el marco teórico, este tipo de conocimientos suelen transmitirse de generación en generación, pero esto no quiere decir que su incorporación se dé de forma pasiva por parte de los productores. Aunque se tiende a asociar al conocimiento tradicional campesino con un conocimiento que se transmite de forma cristalizada, la realidad es que el pequeño productor, en sus elecciones técnicas cotidianas, acopla de manera activa los saberes tradicionales junto con los saberes técnicos modernos (Schmelkes, Rentería y Rojo, 1986). Para ello, el productor se vale 68 de procesos de experimentación activa; en palabras de un entrevistado: “sabemos por la experiencia que experimentamos”. La experimentación campesina no se basa en simples procesos de ensayo y error, sino que está basada en sistemas de conocimientos tradicionales que surgen y se nutren tanto de la red comunitaria como de la experiencia personal. Dentro de esta experiencia personal se encuentra el aprendizaje que nace del propio trabajo, como señala un pequeño productor octogenario de la Colonia “La Picada”: “porque nosotros aprendimos con nuestra costilla, la chacra. […] Todos nosotros aprendimos por medio de nuestro trabajo”. Aprender a producir en términos generales tiene lugar durante el período que va de la niñez a la juventud, pero sin duda en la adultez se incorporan nuevos conocimientos y destrezas. No obstante, estas nuevas competencias tienen que ver más con el perfeccionamiento de los modos de producción o adquisición de habilidades en temas específicos (Landini, 2010a) que con aprendizajes generales sobre el cómo se produce. Así, cuando se indagó en las entrevistas de qué manera los productores incorporan nuevos conocimientos y destrezas aparecen, en primer lugar, referencias a otros pequeños productores, ya sean parientes, vecinos o conocidos. Estos aprendizajes aparecen motivados a partir de problemas concretos que encuentran los productores en su labor y como búsqueda de alternativas para solucionarlos: Recurrimos por ejemplo al vecino… “¿Qué hacés vos por ejemplo con tu algodón?”, o “¿qué hacés vos con tu batatal o con tu mandiocal, qué hacés vos para que esté lindo?” por ejemplo. “Y bueno, tal cosa y tal cosa” y bueno, y vos te ingeniás, a comprar o a pedir, nada más […] así es como acá se solucionan los problemas. (Pequeña productora, La Picada) Está claro que la demanda de conocimientos en el caso de los pequeños productores entrevistados aparece íntimamente ligada a la búsqueda de soluciones frente a los problemas que surgen en el trabajo de la chacra. Esto explica por qué aparece en las entrevista como un tema fundamental el interés de los productores por alternativas o mejoras en todo lo referido al control de plagas, “remedios”, “matayuyos” o “venenos”, 69 puesto que estos constituyen problemas frecuentes con los que deben lidiar y frente a los que desearían tener mejor capacidad de respuesta. Los entrevistados cuando hablan de las personas a través de las cuales incorporan nuevos conocimientos, además de los vecinos o familiares, mencionan a otros productores, que según las descripciones están más capitalizados. Incluso, en muchos casos son productores que los han contratado a ellos para tareas en sus plantaciones, y donde los entrevistados han podido ver nuevos modos de cultivar o curar los cultivos, innovaciones que han terminado probando en sus propias chacras. Aquí, más allá de las diferencias socioeconómicas que existen entre ellos como pequeños productores y aquellos productores medianos o grandes, las innovaciones que estos últimos utilizan son apreciadas positivamente por los pequeños. En efecto, reconocen en este estrato de productores la experiencia y la pericia que otorga la práctica concreta y consideran que, por ser productores, ellos saben trabajar el campo, lo que es muy valorado por los agricultores familiares. Así, son recurrentes los ejemplos donde los entrevistados mencionan la incorporación de nuevos métodos inspirados a partir de haber trabajado en predios de medianos o grandes productores, o como dicen ellos, “changando por ahí”. En estos casos, el hecho de ver cómo hace otro productor y tener la evidencia empírica de los buenos resultados obtenidos resulta estimulante: Yo por ejemplo aprendí ahí en lo de Don D. [un productor grande], cómo cura él la banana […] yo trabajaba ahí, y yo le veía porque él por ejemplo ponía en el tractor de 500 litros detergente, creolina, porque le ponía el aceite, porque le ponía la otra cosa, todo para eso, para que no tenga la banana por ejemplo telaraña, dice que uno para lavar las hojas el detergente, la creolina es para la arañita. El aceite es para que cuando larga la flor la banana, para eso… […] yo veía todo lo que él hacía, ¿no? Y aprendí de eso. […] Yo confiaba en él porque él curaba su banana. Estaba curada. Él no pagaba personal para curar. Él pagaba personal para carpir, para desbrotar, para abonar, para eso nomás. Pero él cura. (Pequeña productora, La Picada) Además de aprender de otros productores, cualquiera fuera su estrato, 70 también aparecen en las entrevistas referencias a otros actores, tales como veterinarios, vendedores de insumos o especialistas a los cuales los pequeños productores recurren cuando necesitan resolver problemas o mejorar la producción. O bien agarramos con un veterinario o… con los que venden así, los remedios, ahí vamos y le contamos cómo más o menos está la planta, le llevamos una hoja, o alguna planta para mostrarle, para decirnos todos los remedios que le tenemos que comprar. (Pequeño productor, Isla Puén) En estos casos, se recurre a un especialista a partir de un problema concreto que el productor, con el bagaje de técnicas o conocimientos que tiene, no está pudiendo solucionar. Sin embargo aquí hay una diferencia con lo planteado anteriormente sobre los productores capitalizados. En aquel caso, el pequeño productor observa lo que hace el mediano o gran productor, constata su utilidad y toma la decisión de implementarlo en su propia chacra, lo que en ocasiones puede implicar realizar cambios profundos en sus prácticas productivas, mientras que, en este último caso, pide un consejo en un área donde se siente limitado y lo sigue. Aquí no se incorporan conocimientos sobre cómo producir, sino que se llevan adelante acciones muy puntuales que no implican transformaciones significativas en el modo en el que el productor lleva adelante su producción en términos más amplios. 5.2. La perspectiva de los productores sobre los conocimientos propios y los conocimientos de los extensionistas En el apartado anterior se ha desarrollado cómo, cuándo y a través de quiénes los productores aprenden a producir e incorporan nuevas habilidades y conocimientos. En el presente subcapítulo se abordará, desde el punto de vista del productor, cuáles son los conocimientos propios del agricultor familiar y cuáles los conocimientos que, desde su perspectiva, caracterizan al extensionista. 71 a. La mirada del productor sobre sus propios conocimientos “Así poco a poco aprendo lo que es mancera y arado, arrope, zanco y gloriado, bolillo que está moliendo siembra, apuerca, poca y trilla, emparva, corta y vendimia; ya sé lo que es la cizaña.” “La Infancia” . Violeta Parra En las entrevistas realizadas se han podido identificar una serie de conocimientos específicos descriptos por los pequeños productores como propios. Son aquellos conocimientos que ellos reconocen en sí mismos y que consideran que los diferencian de otros actores sociales. En primer lugar los entrevistados aseguran tener conocimientos relacionados con el trabajo directo con la tierra, enfatizando en la importancia de “ablandar”, “rastrillar”, “mover”, “carpir” el suelo, para prepararlo adecuadamente para los cultivos. La herramienta de labranza por excelencia es la azada que está formada por una pieza de metal sujeta a un mango y se utiliza para cavar o remover la tierra de forma manual. También dicen saber usar el arado a mancera, un diseño antiguo y manual de arado tirado por bueyes o caballos. Yo trabajo no con tractor, yo trabajo con los animales. Caballo, bueyes. Con caballos y bueyes, con eso nomás. O sea, herramienta común… la hicimos nosotros [...]. Y, yo preparación preparo bien arar, rastrillar, y preparar bien removida la tierra, y ahí empiezo a mergar. Mergar se dice con la herramienta todo marcar y ahí echamos la semillita. Ahí echamos. (Pequeño productor, El Palomar) Otro de los temas en que los entrevistados aseguran tener conocimientos claros se refiere a los tiempos y cuidados de los cultivos locales, desde cómo y 72 cuándo sembrar hasta cómo cuidarlos y cuándo cosechar. Los agricultores familiares de la zona no suelen dedicarse a un único tipo de cultivo, sino que, como se señaló anteriormente, manejan una producción diversificada. En este sentido, los entrevistados señalan como sus principales cultivos el algodón, la banana, el maíz y la mandioca y también describen sus conocimientos sobre el cultivo de diversas hortalizas, tales como la cebollita, la lechuga, el ajo, el puerro, el pimiento, la zanahoria, el calabazón, la calabacita, el repollo y frutos como el tomate o la piña, entre otros. Cuidar los cultivos implica no solo conocer las fechas apropiadas para su siembra y cosecha, sino también saber hacer frente a las vicisitudes del clima de la zona. Tanto las heladas como el calor excesivo pueden ser determinantes para el fracaso de un cultivo, por lo que desarrollan estrategias que les permiten reducir el impacto negativo de este tipo de fenómenos climáticos: Primero la helada, y ahora el verano [risas], así que tenemos que acomodarnos nosotros como venga. Y el tema del verano, yo por eso puse todo así la semillita como le mostró mi marido. Ahora en este verano yo voy a estirar acá mi media sombra. Le voy a poner palma, que eso él le puso justo también, le vamos a poner las palmas y vamos a tirar arriba del morrón y arriba de los tomates que plantamos también, porque sino el sol quema la fruta […] si le agarra el sol le quema, es como si hubiera que le está quemando así en el fuego. (Pequeña productora, Isla Puén) Existen otros dos temas de gran interés vinculados al cuidado de la tierra y al cuidado de los cultivos, pero que aparecen diferenciados de estos en el discurso de los entrevistados: la cuestión de los abonos y el control de plagas. En las entrevistas, si bien pueden observarse conocimientos de los productores relacionados con estos dos temas, también son los dos temas en los que más ayuda dicen necesitar y en los cuales hacen afirmaciones más inconsistentes, o al menos, donde manifiestan menos seguridad. A diferencia de sus descripciones sobre la carpida de la tierra y los tiempos y cuidados generales de los cultivos, la cuestión de los abonos, fertilizantes e insecticidas son las que presentan menos certezas por parte de los 73 agricultores familiares. El control de plagas es un factor determinante en el éxito de la producción, pero muchas veces el bagaje de conocimientos disponibles para el productor respecto de esta temática resulta insuficiente a la hora abordarla. Como señala Landini (2010d) los productores tienen un importante caudal de conocimiento respecto de los insectos y plagas que atacan los cultivos más comunes, pero en ocasiones no alcanza para hacer frente a insectos poco habituales o para controlar plagas en cultivos más recientes en la zona y menos tradicionales. Como describe el autor, un interesante ejemplo fue la aparición del picudo algodonero en el provincia de Formosa en la campaña 2006-2007 (Landini, 2010d). Frente a este problema surgieron diversas teorías para explicar las causas, tales como la que ideó un productor entrevistado en el presente trabajo que aseguraba que el insecto venía adentro de la semilla. La explicación tiene su base empírica, dado que apenas brotaba la semilla, ya aparecía el picudo. La única razón lógica para él, era que el insecto estuviera metido dentro de la misma semilla: “la plaga ya viene ya adentro […] cuando sale ya tiene”. Lo interesante aquí es que el tema del control de plagas se presenta como un área problemática frente al cual, al no saber cómo abordarlo, se construyen interpretaciones de manera activa que le permiten al productor dar cuenta del problema, sus causas y posibles soluciones. Como se desarrollará a continuación, es en estos temas puntuales en los que muchos productores manifiestan especial interés por el asesoramiento técnico, puesto que son los temas en que sienten tener conocimientos menos afianzados y suponen que los “ingenieros” pueden darles soluciones para enfrentar este tipo de problemas. 74 b. Diferenciación de conocimientos desde el punto de vista del pequeño productor “Tendrían que hacer una reunión […] y ellos lo que, por ejemplo, un ingeniero lo que sabe, y a los pequeños productores, y lo que nosotros sabemos, le intercambiamos” (Pequeña productora entrevistada, Colonia La Picada) Un productor afirma que los técnicos “son gente de estudio”, pero no saben de la chacra por “la falta de práctica”. Otro asegura que “los ingenieros aprenden del libro” mientras que los productores “aprendemos por nuestra costilla”. Una productora declara “si está enfermo el algodón, ellos [los técnicos] saben todo” pero el productor sabe “cómo hacer la carpida”. Afirmaciones de este tipo se repiten en gran parte de las entrevistas a pequeños productores. Aun con presencia de matices, hay algo que los productores tienen claro: ellos y los extensionistas no saben las mismas cosas. La diferencia más común que establecen los entrevistados en este sentido es que el conocimiento práctico para el trabajo en la chacra, como saber carpir, lo tienen ellos, mientras que los “ingenieros” tienen un conocimiento más abstracto, que aprendieron estudiando a través de libros. También les atribuyen conocimientos consolidados con relación al uso de abonos, fertilizantes e insecticidas, aquellos temas en los que ellos se sienten menos seguros, y que suponen que los técnicos manejan dado que “para eso estudiaron”. Como afirma uno de los productores “hay veces, aparece el tema de orugas y qué sé yo, ellos te dicen qué veneno tenés que usar. A lo mejor nosotros no sabemos, ellos te dan lo exacto.”, mientras que otro productor entrevistado asegura que “algo que le hace falta a tu planta [ellos saben], o por lo menos qué remedio echarle, […] si hace falta abono o veneno.” Como puede notarse en estos ejemplos, muchas veces las referencias a fertilizantes, abonos e insecticidas aparecen agrupadas como un mismo campo de problemas. Quizás, lo que tienen en común es que son esos problemas en donde los productores sienten más necesidad de ayuda externa y refieren concretamente a 75 acciones puntuales (aplicar un veneno y cuál aplicar), pero no a la estrategia productiva en sí misma. Como se ha descripto anteriormente en este capítulo, los agricultores familiares manifiestan gran confianza respecto de sus conocimientos sobre el trabajo con la tierra, la preparación del suelo por medio de la carpida y la gestión de los cultivos locales en términos generales. No obstante, muestran más inseguridad en cuanto al uso de abonos y al control de plagas, áreas en donde les reconocen especial pericia a los “ingenieros”, quienes, por haber estudiado, tendrían acceso a soluciones que ellos desconocen. Así como hay entrevistados que diferenciaron sus saberes de los de los técnicos, estableciendo áreas de conocimiento específicas para cada uno y valoraron el aporte potencial que pueden hacer los extensionistas en ciertos temas concretos, también hay productores que desvalorizan por completo el saber técnico, por considerar que es un conocimiento descontextualizado frente a los requerimientos del trabajo de la chacra y proveniente de “libros” o “cálculos matemáticos” que no son aplicables a la realidad del trabajo concreto que lleva a cabo el productor. Vos sabés en la chacra que vos hacés […] va aprendiendo a hacer las cosas. Ese es lo que vos sabés más. Y cómo manejás. Y el maíz para ponerle al medio el líneo sí tiene que tener 90 centímetros y ahora ellos te explican con la birome que ellos hacen con la matemática que ellos gradúan, poner 60 nomás. Si ponés eso no da la fruta el maíz. (Pequeña productora, San Blas) Como puede notarse en afirmaciones de este tipo, existe una predisposición negativa frente a los aportes que puedan hacer los técnicos. A diferencia de las citas anteriores, donde se percibía el conocimiento del técnico y el conocimiento del productor como complementarios, aquí se deprecian los saberes de los técnicos, a quienes se los considera sujetos faltos de práctica y de experiencia en el trabajo en el campo. Al mismo tiempo, el conocimiento de “los libros” o los cálculos que puedan aportar los técnicos en cuanto a mejoras en el rinde de la producción, no son considerados apropiados por hacerse en el papel y no tener, 76 según la perspectiva de estos productores, asidero en el trabajo concreto de la chacra, el que plantearía otras exigencias. Ahora bien, no todos los productores opinan igual sobre sus propios conocimientos y sobre los conocimientos técnicos. Existe también una minoría de entrevistados que, descalificando su propio saber, ven al técnico como alguien que por haber estudiado sabe más que ellos, planteando que los pequeños productores “nada más siembra y ya está”. En estos casos, el reconocimiento del saber del técnico se hace a costa de la propia desvalorización. La cuestión de la diferenciación de los conocimientos que presentan los productores entrevistados puede pensarse entonces de dos formas. Por un lado, la diferencia en cuanto al contenido propio del conocimiento que cada actor posee. En este punto queda claro que la gran mayoría de los productores coincide en señalar las características propias del conocimiento técnico como un conocimiento teórico, que se adquiere a través del estudio, de los libros y que no suele tener su correlato en la práctica concreta, siendo los productores los que dominan a esta última, quienes incorporan sus conocimientos a través la experiencia acumulada de trabajo en la chacra. Esta diferenciación, tal como se desarrolló anteriormente, no supone necesariamente la desvalorización, por parte del productor, del saber técnico, sino que lo presenta como un conocimiento diferente al propio, pero que puede considerar de utilidad en ciertos temas específicos. La otra diferencia, que puede interpretarse a partir de las afirmaciones de los productores, es una diferencia jerárquica entre los saberes. En este punto, hay entrevistados que, frente al contraste de contenidos de uno y otro conocimiento, establecen la subordinación de uno de los conocimientos frente al otro. En los casos en que se da es más frecuente que los productores valoren el conocimiento propio, por encima del conocimiento técnico. De este modo, el conocimiento de “los libros” que tienen los técnicos no es un conocimiento válido, siendo el único conocimiento útil para el productor, aquel que se adquiere trabajando en la chacra. La postura contraria, si bien es menos frecuente, también aparece, en la medida en que hay productores que consideran que sus propios conocimientos son menos valiosos que aquellos que poseen los técnicos, quienes tienen acceso a la educación, lo que los vuelve sujetos más sabios y capaces que ellos. 77 En síntesis, la gran mayoría de los pequeños productores entrevistados expresan especial valoración por los conocimientos que se adquieren en la práctica concreta. Suelen establecer diferencias claras entre este tipo de conocimiento, práctico y empírico, asociado al trabajo directo en la chacra y el conocimiento que adjudican a los técnicos, a quienes atribuyen conocimientos de tipo teórico y abstracto. El conocimiento del técnico es entonces descripto como un conocimiento discursivo, con una estructura lógica proveniente del estudio y la academia, mientras que el conocimiento del productor está asociado al saber hacer y fundado en la experiencia concreta (Landini y Murtagh, 2011). 5.3. Los conocimientos de los pequeños productores desde la perspectiva del técnico Como se desarrolló en el apartado anterior, los pequeños productores reconocen en los extensionistas capacidades vinculadas al manejo de abonos, fertilizantes y control de plagas, pero los consideran desprovistos del conocimiento práctico vinculado al trabajo concreto, es decir, el saber hacer, estableciendo una diferencia entre el conocimiento “de la chacra” y el conocimiento “de los libros”. Esta forma de referirse al conocimiento técnico no es desconocida por los extensionistas, quienes en las entrevistas aludieron de manera espontánea a estos juicios que establecen los productores respecto de sus propios conocimientos. No obstante, y a diferencia de lo que se pensó al comienzo de este trabajo, estas valoraciones de los productores no desmotivan al técnico promedio, tal como puede verse en la Figura 1. 78 Figura 1. Porcentajes de respuesta ante la afirmación “Que el productor diga que los técnicos sabemos de los libros pero no de la práctica”. (N=50) Más allá de que los técnicos no se vean afectados en su motivación o autoestima por estas afirmaciones de los agricultores familiares, sí son conscientes de que es necesario tenerlas en cuenta a la hora de trabajar con este estrato de productores. En ese sentido, afirman que es necesario “trabajar con ellos”, “hacer con” los productores, puesto que esto no solo constituye una estrategia pedagógica clara (la que se desarrollará en el apartado 8.2.b) sino que permite que los productores vean al extensionista como alguien con habilidades prácticas. Ahora bien, así como los agricultores familiares tienen sus opiniones respecto de los conocimientos de los técnicos, los extensionistas también tienen su propia visión en lo que al conocimiento del pequeño productor se refiere. En este sentido, la mayor parte de los técnicos encuestados consideran que los productores ‘tienen conocimiento sobre los rubros con los que trabajan’ (Figura 2), a la vez que reconocen en los productores ‘habilidades y capacidades para manejar su producción’ (Figura 3). 79 Figura 2. Porcentajes de respuesta ante la afirmación “Tienen conocimiento sobre los rubros con los que trabajan”. (N=50) Figura 3. Porcentajes de respuesta ante la afirmación “Tienen habilidades y capacidades para manejar su producción”. (N=50) En el ámbito de las capacidades para manejar la producción en general y los rubros agrícolas con los que trabajan, los extensionistas destacan en las entrevistas que los agricultores familiares poseen conocimientos bien consolidados relacionados con lo local, tales como el manejo de los cultivos característicos de la región, períodos de sequías y heladas, épocas de aparición de determinadas plagas, entre otros. Así, hacen afirmaciones como las siguientes: “cosas técnicas, así propias de la región, sí, aprendí más de los productores que de compañeros de trabajo” ; “ellos están sabiendo que si van a venir los meses de seca, va a venir el gusanito que te come el zapallo, y va a venir la mosquita que te ataca a la mandioca”; “ellos saben lo que le va a pasar cantado al cultivo”. Los técnicos entonces parecen reconocer en los pequeños productores la presencia del conocimiento tecnológico local, y en línea 80 con los modos de transmisión de este tipo de conocimientos y con lo que señalan los propios productores, los extensionistas destacan el valor central de la transmisión de conocimientos productivos entre generaciones. Como señala un entrevistado: “el conocimiento que ellos tienen es transgeneracional o sea que por ahí pueden errar en algunas cuestiones pero digamos, el grueso de la técnica es válido”. No obstante, en contraste con la importancia que le da la teoría a esta forma de aprender, hay extensionistas que también perciben lo transgeneracional como una dificultad: Más que nada ellos aprenden por trasmisión de conocimiento de generación en generación. Por eso ellos tienen muy arraigado algunas costumbres… que como técnico te cuesta cambiar […] mi estrategia es ir, año a año, modificando eso y mejorando. (Ing. Agr.) En este sentido, algunos conocimientos y modos de hacer tradicionales de los agricultores familiares son interpretados por algunos extensionistas como saberes rígidos o anticuados que consideran necesario modificar, pero afirman que esto les resulta muy difícil puesto encuentran fuertes resistencias por parte de los productores en este sentido. Además del carácter transgeneracional del conocimiento del productor, algunos extensionistas señalaron la experiencia que tienen los agricultores familiares relacionada con el trabajo que realizan. Dicen trabajar “con adultos, que tienen experiencia, que tienen historia” y reconocen el valor de esta experiencia, localmente situada: Yo creo que ellos tienen la experiencia. Nosotros por ahí traemos algo modelo, digamos, por ejemplo, un cultivo, una investigación en el INTA, no es lo mismo cuando vos venís acá y te tocan los siete meses de seca. (Ing. Agr.) Vos venís a lo mejor con las cosas del libro, y te dicen que en esa fecha es la… y acá ellos están sabiendo que a lo mejor no llueve casi nunca en esa época. (Ing. Zootec.) 81 De forma similar a lo que se ha podido observar en cuanto a la manera en que los productores diferencian el conocimiento propio y el de los técnicos, en el caso de los extensionistas también se manifiestan dos modos de diferenciar ambos conocimientos. En efecto, se observa que generalmente los técnicos reconocen conocimiento y experiencia en los productores, plantean la diferencia entre el conocimiento propio y el conocimiento tecnológico local, mostrando en muchas ocasiones una actitud orientada al encuentro entre uno y otro, al menos discursivamente. En este punto, la diferencia es planteada en términos complementarios y no supone superioridad de un saber sobre el otro, sino que ambos conocimientos son presentados como diferentes y necesarios para el trabajo de extensión. Sin embargo, también se ha planteado que en ocasiones el carácter transgeneracional del conocimiento tecnológico local es presentado como un obstáculo en la tarea del extensionista, por apegar a los productores a prácticas ‘tradicionales’ que consideran indispensable modificar para poder mejorar la producción de los agricultores familiares. Aquí entonces, de forma similar a lo que se ha observado en productores, puede pensarse en una perspectiva que prioriza un saber por sobre el otro. Así, puede notarse en algunos extensionistas, indicios de una perspectiva que posiciona su saber técnico por sobre el conocimiento tradicional de los productores. Cuando esto sucede, del mismo modo que se ha observado en los agricultores familiares, los extensionistas plantean la diferencia de saberes no ya de modo complementario, sino en términos jerárquicos. En estos casos, el conocimiento de los productores puede ser tenido en cuenta, pero con fines persuasivos, es decir, con el interés de modificarlo sin intentar incorporarlo y complementarlo con el conocimiento del técnico. 82 5.4. Pensar el conocimiento del productor desde diferentes perspectivas “No hay absolutización de la ignorancia, ni absolutización del saber. Nadie sabe todo, así como nadie ignora todo. El saber comienza con la conciencia de saber poco[…]. Es sabiendo que sabe poco, que una persona se prepara para saber más.” Paulo Freire (1973, pp. 51) El presente capítulo ha tenido como hilo conductor la cuestión del conocimiento. Así, en primer lugar se han abordado las formas en las que los pequeños productores aprenden a producir, cuáles son las características de los conocimientos propios de los agricultores familiares, a través de quiénes los aprenden y de qué manera incorporan nuevos saberes. Como se ha desarrollado, ser productor es algo que se aprende desde la niñez en el seno de la familia nuclear. Las descripciones de los pequeños productores entrevistados en este sentido resultan congruentes con los desarrollos teóricos sobre las características del conocimiento tecnológico local (Samper Kutschbach, 2004). Así, los agricultores hablaron del carácter transgeneracional de sus conocimientos y manifestaron haberlos aprendido en contextos de trabajo directo, en colaboración con miembros mayores de su familia, como padres y abuelos. Los aprendizajes se dan de forma gradual, participando, en un comienzo, de aspectos parciales de las distintas actividades productivas, para ir logrando cada vez más autonomía y destreza. Este modo en el que los agricultores familiares aprenden a producir puede entenderse a partir del concepto de ‘zona de desarrollo próximo’, que enfatiza en la influencia de la interacción social en la construcción del conocimiento (Baquero, 1996) y que es definido como la distancia entre el nivel real de desarrollo de un sujeto y el nivel potencial factible de alcanzarse con el apuntalamiento de un adulto (Vigotsky, 1988). 83 Como se indicó en el marco teórico, el niño al comienzo es partícipe de aspectos parciales de la tarea global, con un fuerte apoyo del adulto que deberá ir disminuyendo gradualmente. Este apuntalamiento se produce mediante un dispositivo que se denomina ‘andamiaje’ (Wood, Bruner y Ross, 1976). La metáfora del andamiaje remite precisamente a ese carácter por un lado fundamental que poseen los andamios en la construcción para sostener las estructuras edificadas, y por otro transitorio, dado que el fin último del andamio es que aquello construido pueda sostenerse por sí mismo. En este sentido, resulta pertinente el paralelismo entre el andamio y el sostén del adulto, puesto que el objetivo es que el niño pueda adquirir cada vez mayor grado de destreza para finalmente prescindir de apoyo en el desempeño de la tarea. La modalidad de los productores de ‘aprender haciendo’ y la necesidad de recibir apuntalamiento durante el proceso de aprendizaje de nuevas destrezas fue señalada también por los extensionistas entrevistados, quienes destacaron la importancia de trabajar a la par del productor durante las distintas etapas de los procesos de extensión rural, señalando que “hacer con ellos” y realizar un adecuado seguimiento son estrategias fundamentales para obtener buenos resultados en el marco de este tipo de iniciativas. Al parecer, entonces, el modo en el que los productores aprenden el trabajo del campo desde su infancia es una forma de aprendizaje que mantienen incluso en períodos posteriores de su vida. El conocimiento técnico productivo, que los productores aprenden generalmente de sus propios padres, lejos de ser incorporado de forma rígida y de mantenerse estático en el tiempo, es un conocimiento que se encuentra en innovación constante. Esta innovación se da, como señalan Díaz Tepepa, Ortíz Báez y Núñez Ramírez (2004) a través de la experimentación cotidiana y la confrontación y contrastación de los resultados de dichas experimentaciones. De esta manera, en el contexto de la producción campesina, a diferencia de lo que se tiende a pensar, existe innovación, creatividad y cambio (Landini, 2010d). Así, el cambio resulta fundamental para el pequeño productor quien debe enfrentar cambios climáticos, cambios en las condiciones del mercado, cambios en la disponibilidad de mano de obra familiar y comunitaria, entre otros, por lo que resulta crucial realizar modificaciones a los fines de afrontar esta variedad de situaciones (Schmelkes, et al. 84 1986). Aquí juega un rol preponderante la experimentación, necesaria para que el productor enfrente este tipo de emergentes. La experimentación es parte intrínseca de las formas campesinas de producir y puede estar motorizada no solo por la satisfacción de necesidades concretas, sino también por la mera curiosidad (Díaz Tepepa, et al. 2004). De todas maneras, la motivación fundamental está sin duda asociada con la solución de los distintos problemas que surgen o la optimización de los procesos productivos. Esto resulta un aspecto fundamental a ser tenido en cuenta en el diseño y ejecución de iniciativas de desarrollo rural. De hecho, no solo los productores, sino que los adultos en general, tienen mejor disposición para aprender aquellas cosas que necesitan saber hacer para lidiar de manera efectiva con situaciones de la vida real. Como se señala desde la andragogía, los adultos son “aprendices basados en problemas”, es decir que son más receptivos y se encuentran más motivados cuando el aprendizaje en cuestión los ayuda a resolver problemas concretos de su vida o actividad diaria (Knowles, Holton III y Swanson, 2014). Esto coincide con lo que plantea Schmelkes (2006) cuando afirma que la generación de conocimiento en los agricultores familiares es un fenómeno social y no tanto individual, donde el conocimiento se comparte entre colegas y el motor principal es la satisfacción de necesidades concretas. En efecto, los productores tienen una orientación de tipo práctica en lo que refiere tanto al proceso de generación como al uso del conocimiento, siendo su mayor preocupación el “cómo hacer para”. Como señala Cittadini, existen redes de reflexión y de diálogo entre productores (1995), interacciones colectivas donde los conocimientos se comunican, en contextos informales, entre familias y vecinos (Valentinuz et al, 2005) en las que se conversa sobre la práctica (Landini, 2010a). Estas redes pueden pensarse a través del concepto de ‘comunidades de práctica’ (Wenger, 1998), el cual brinda un marco conceptual útil para entender los procesos de generación de conocimientos y aprendizaje social que se producen en grupos que comparten conocimientos, problemas o pasión por un tema y que interactúan de forma espontánea. Las comunidades de práctica son entonces estas redes informales y espontáneas entre individuos que comparten un trabajo, actividades o intereses comunes. Estos grupos son autoorganizados y sus integrantes interactúan regularmente con el objetivo de aprender cómo mejorar una práctica específica (Ingram, Maye, Kirwan, Curry y Kubinakova, 2014), en este caso, la 85 productiva. Es frecuente que se promueva desde los programas de desarrollo rural la organización de productores en grupos de trabajo, sin embargo, no siempre se tienen en cuenta estas redes preexistentes que se dan entre productores de forma natural. Sondear y considerar con quiénes y de qué manera los agricultores interactúan favorecería sin duda los procesos de extensión, puesto que disminuiría el tiempo que implica la consolidación de un grupo, facilitaría la interacción grupal, por tratarse de sujetos acostumbrados a vincularse mutuamente y aseguraría una participación de sus miembros mucho más sostenida en el tiempo, ya que el motivo de la unión entre ellos no es un beneficio disponible o un proyecto puntual, sino la afinidad y el interés mutuo de compartir conocimientos y encontrar soluciones en conjunto a los distintos problemas emergentes del trabajo con la producción. Estas comunidades de práctica no solo deben ser pensadas entre productores de un mismo estrato, ya que los agricultores familiares establecen estas redes también con productores más grandes. Como se ha descripto, los productores entrevistados valoran muy especialmente aquellas prácticas o innovaciones que pudieron ver en chacras de productores más capitalizados. Incluso las meras recomendaciones que les hacen este tipo de productores suelen ser más valoradas que las que reciben de un técnico. Mientras que reconocen en los extensionistas pericia relacionada con el uso de abonos, fertilizantes e insecticidas, a los productores más capitalizados les reconocen el conocimiento de la dinámica productiva en general. En este sentido, puede notarse cómo el productor discrimina qué puede aprender de cada actor social. Mientras que al extensionista se le reconoce conocimiento en temas muy puntuales y se espera asesoramiento específico en ellos, el productor no considera que el técnico pueda hacerle aportes sustanciales (incluso útiles) en cuanto a los procesos productivos en términos más amplios. El conocimiento sobre el cómo se produce, para el agricultor lo tiene quien conoce de la práctica. En este sentido, consideran que el técnico promedio no tiene esa pericia práctica, puesto que “sabe por los libros” pero “nunca trabajó la chacra”. Esto tiene implicancias concretas para el trabajo de extensión. Por un lado, plantea la necesidad de comprender que hay áreas en las que los técnicos sí pueden influir de manera más directa, como los casos mencionados relacionados con los abonos, fertilizantes e insecticidas o cuestiones muy puntuales en las que el productor reconoce el conocimiento especializado del técnico y espera que éste le brinde respuestas. Por otra parte, supone reconocer que hay áreas en las que al extensionista 86 le resultará más difícil hacer contribuciones o influir al productor. Los pequeños productores no creen que el técnico pueda hacerle aportes relacionados con las dinámicas productivas en un sentido más profundo. Los cambios significativos en los modos de producir se realizan en gran medida a partir de lo que los productores aprenden de otros productores. De hecho, el aprendizaje social al que está acostumbrado el agricultor supone aprender de otros productores, sus padres al principio y luego, productores en general (vecinos, productores capitalizados, familiares, etc.). Esto, de algún modo, ha sido percibido por los extensionistas lo que explica la proliferación de proyectos que se basan en ‘productores demostradores’ como estrategia para mejorar la incorporación de innovaciones. Que el extensionista pueda demostrar al agricultor con el que trabaja la utilidad de una nueva práctica o alternativa tecnológica a través de otro productor en el marco del uso de parcelas demostrativas presenta ventajas en dos sentidos principalmente. Por un lado, constituye un modo de influencia indirecta del extensionista, siendo que los cambios profundos en sus prácticas se incorporan con mayor facilidad si se dan a través de otros productores. Por otro lado, tiene la ventaja de demostrar en el nivel empírico la utilidad de una innovación, trabajando en el plano de los estímulos sensoriales. Ya se ha descripto la característica fuertemente sensorial del aprendizaje campesino. En este punto, tiene suma importancia para ellos poder ‘ver’ los buenos resultados de forma tangible. Así como necesitan ‘ver’ cómo se hace algo para poder aprenderlo, también consideran muy especialmente aquellas innovaciones cuyos resultados exitosos pudieron corroborar en forma concreta, como aquellas que pueden constatar cuando realizan changas en chacras de productores medianos o grandes. En estos casos, logran percibir personalmente los beneficios de una innovación sin tener que correr el riesgo en sus propios predios, es decir, sin poner en juego su subsistencia, lo que sucede también en el caso de las propuestas que incorporan productores demostradores a través de parcelas demostrativas. Las parcelas demostrativas son parcelas de media hectárea o de un cuarto de hectárea que se toman como ejemplo en la chacra de un productor determinado, con el fin de mostrar tanto al productor en cuestión como a los demás productores de la colonia, la conveniencia de aplicar una práctica o tecnología determinada. Los productores demostradores son precisamente 87 estos productores a los que se les brinda un apoyo técnico especial para que desarrollen dichas parcelas. En cuanto a los extensionistas entrevistados, si bien en muchos casos han destacado la importancia de los conocimientos que se transmiten los agricultores de una generación a otra, también ha habido técnicos para los que este tipo de saberes son percibidos como obstáculos frente a las innovaciones que pretenden introducir. En este sentido, aparecen afirmaciones de los entrevistados que dan cuenta de la idea de ‘persuadir’ al productor, muy asociada a las clásicas posturas difusionistas. El difusionismo surge en los EE.UU. de la postguerra, atravesado por la hipótesis de que por medio del uso de instrumentos de comunicación eficientes se podría convencer a los agricultores para que adoptasen innovaciones tecnológicas (Rogers, 1962). Este modelo de extensión rural considera una relación unidireccional entre extensionista y productor, donde es el primero el emisor del mensaje que el segundo debe incorporar. Si bien las posturas difusionistas pueden considerarse una tendencia anacrónica y un enfoque conceptualmente superado en el nivel académico (Moschitz, et. al. 2015) por no considerar la comunicación entre ambos actores ni los saberes previos de los productores, aún hoy en día persisten actitudes o supuestos difusionistas entre los agentes de desarrollo, tal como ha podido observarse en las entrevistas realizadas durante el presente trabajo. De todos modos, estas posturas difusionistas conviven con abordajes actuales, como es el caso del abordaje de sistemas de innovación (Leeuwis y Aarts, 2011) que enfatiza en el rol de ‘facilitador’ del extensionista en contextos de aprendizaje social. En este caso, la extensión no es considerada como la mera transferencia de conocimientos de un actor al otro, sino que es pensada como una construcción conjunta de conocimiento. Esto ha podido constatarse en las entrevistas donde gran parte de los extensionistas manifestaron una actitud de respeto por el conocimiento de los productores, destacando sus saberes en cuanto a lo local, sus habilidades para el manejo general de la producción y la necesidad de incorporar estos conocimientos a los procesos de extensión. Ambas posturas conviven entre los agentes de desarrollo e incluso, un mismo extensionista puede presentar una u otra según la circunstancia. Según lo desarrollado hasta aquí, puede deducirse que existen dos tipos de miradas en ambos actores respecto del conocimiento del otro actor de la interfaz 88 estudiada. Por un lado, una mirada horizontal, desde la que tanto productores como extensionistas reconocen en el otro actor un conocimiento diferente y a la vez complementario al propio. Por otro lado, han podido observarse casos en los que se establecieron jerarquías entre los distintos conocimientos, en donde el conocimiento del otro actor fue desvalorizado de una u otra forma. Está claro entonces que ambos actores, perciben tener conocimientos propios y diferentes a los del otro actor, pero en algunos casos esto es pensado en términos complementarios, mientras que en otros casos, lo es en términos jerárquicos. Reconocer la complementariedad de ambos conocimientos resulta sin duda la postura más positiva para el trabajo de extensión rural. Así, en la medida en que cada actor pueda distinguir tanto las virtudes como las limitaciones de los propios saberes y de los ajenos, sería posible pensar en la construcción un saber superador emergente de la interacción y del encuentro entre ambos. Esta forma de concebir el conocimiento en términos relacionales potencialmente podría implicar que agricultores familiares y agentes externos puedan arribar, en un proceso de aprendizaje social, a una interpretación “sistémica” de la realidad, que permita ser comparada y evaluada con las perspectivas iniciales de ambos actores, posibilitando diseñar de este modo nuevas estrategias de intervención (Long, 2007). Esto refuerza la idea de la utilidad de incorporar ambos tipos de conocimientos a la hora de generar estrategias de trabajo en el contexto de la extensión rural. Por su parte, las perspectivas que dan cuenta de una jerarquía entre saberes, desvalorizando o sobrevalorando el conocimiento del otro o el propio, sin duda resultan negativas si se piensa en términos de sistemas de innovación. El equilibrio estaría dado entonces en la medida en que tanto extensionistas como pequeños productores reconozcan y valoren sus habilidades y conocimientos, puedan tomar conciencia de todo lo que saben hacer, pero que, a la vez, puedan percibir sus limitaciones y la utilidad del conocimiento del otro. En línea con lo anterior, así como el técnico debe reivindicar los conocimientos de los productores, es indispensable que no deje de lado su capacidad para hacer aportes significativos al productor. Como señala Cáceres (2011), considerar el conocimiento local como el más apropiado, dejando el conocimiento técnico en un segundo plano, podría implicar la subutilización de la experiencia y el 89 potencial que tiene el extensionista para generar nuevas alternativas beneficiosas para los agricultores familiares. Es importante tener en cuenta entonces que ambos conocimientos, el del productor y el del extensionista, se basan en epistemologías diferentes que es necesario conocer y complementar cuando se busque generar alternativas tecnológicas para y con los pequeños productores agropecuarios. 90 Capítulo 6: Caracterizaciones entre actores en la interfaz: ¿Cómo se perciben mutuamente extensionistas y pequeños productores? En el capítulo anterior se ha descripto cómo aprende el pequeño productor el trabajo de la chacra y cuáles son las características del CTL. Luego se desarrollaron las percepciones de los productores respecto de sus propios conocimientos y cómo los distinguen de los conocimientos de los “ingenieros”. Asimismo se trabajó sobre las apreciaciones de los extensionistas referidas a los conocimientos de los pequeños productores. Siguiendo con el análisis en términos de interfaz, a continuación se analizará la interfaz técnico-productor considerando las formas de definir al otro actor que aparecen en los discursos de ambos, teniendo en cuenta que los procesos de extensión rural, en tanto intervenciones externas, constituyen espacios de conflicto donde los dos actores construyen una imagen del otro. El presente capítulo apunta entonces a indagar las percepciones que cada actor tiene sobre el otro, pero esta vez no se limita solo a la cuestión de los conocimientos, sino que se describen las formas en las que cada actor se refiere al otro en términos más amplios. Estas caracterizaciones suponen tanto adjetivos mediante los cuales se caracterizan mutuamente como así también las racionalidades que consideran que guían el accionar del otro actor. Partiendo de la premisa de que las prácticas de extensión rural constituyen un proceso vincular en el que toma especial relevancia la forma en la que el extensionista concibe al productor (Bianqui, Mathot, Vázquez y Landini, 2015), en el apartado 6.1 se desarrollarán las caracterizaciones más recurrentes que hacen los técnicos respecto de los pequeños productores y cómo explican algunas conductas propias de estos actores. Luego, en el apartado 6.2 se puntualizarán las formas más frecuentes en las que los pequeños productores entrevistados describen a los extensionistas para poder comprender qué opinan de ellos y cuáles son las características que valoran y las que les critican. Finalmente, en el apartado 6.3 se analizará lo descripto en los apartados 6.1 y 6.2, se reflexionará sobre los alcances que tienen dichas caracterizaciones en el contexto de la extensión rural estableciendo articulaciones teóricas que se consideren útiles para enriquecer la reflexión. 91 6.1. Caracterizaciones de los pequeños productores desde la mirada del extensionista A continuación se trabajarán aquellas formas en las que los técnicos extensionistas han caracterizado a los pequeños productores tanto en las entrevistas como en las encuestas. Si bien se le ha dado un orden a las caracterizaciones en función de los porcentajes obtenidos en las encuestas, lo prioritario en este análisis no es establecer jerarquías entre las distintas caracterizaciones, sino echar luz sobre las diferentes formas en las que los extensionistas piensan o conciben a los pequeños productores. Estas distintas formas de caracterizar al productor son pensadas en este trabajo bajo el concepto de repertorio, es decir, como un conjunto de percepciones o creencias que se encuentra disponible en un grupo social. En este sentido, según el enfoque orientado al actor, los actores sociales recurren a distintos elementos de dicho repertorio de manera variable, situacionalmente específica y en ocasiones contradictoria, por lo que es importante considerar la multiplicidad de definiciones a las que los actores podrán recurrir según las exigencias de un contexto particular. Es por este motivo que resulta sumamente interesante conocer las diferentes formas, incluso ambiguas, en las que los extensionistas caracterizan al productor. a. ‘Resilientes’, ‘hospitalarios’, ‘buenos’ y ‘generosos’ Entre los ítems con mayor acuerdo por parte de los extensionistas se encontraron aquellas afirmaciones en las que se caracterizó a los productores como ‘resilientes’, ‘hospitalarios’, ‘buenos’ y ‘generosos’. Estas cuatro categorías, pese a no identificarse unas con otras, se han agrupado en este análisis por ser todas ellas positivas y brindar una visión virtuosa de los productores. Si bien el apartado c. ‘Poseedores de conocimientos, habilidades y capacidades’ también aporta una mirada sobre las virtudes que los técnicos atribuyen a los agricultores familiares, ese ítem se trabajará de forma separada por referirse a saberes y conocimientos, tema que reviste particular interés en este trabajo y que amerita, por lo tanto, un desarrollo diferenciado. 92 Según los resultados arrojados por las encuestas a extensionistas, la gran mayoría de los técnicos opina que los pequeños productores tienen una personalidad resiliente. En este trabajo y de acuerdo con la literatura existente, se entiende como resiliente a la capacidad de los individuos para sobreponerse a las adversidades. Se les pidió entonces que indicaran cuántos productores cumplían con la siguiente afirmación: ‘[Los productores] pese a que muchas veces se enfrentan a situaciones difíciles en su vida, consiguen sobreponerse’. En este punto las respuestas fueron contundentes. Sumando las respuestas de ‘todos’ y ‘la mayoría’, el 90% de los técnicos encuestados opinan que los pequeños productores poseen características claramente resilientes. 10% Algunos sí, otros no La mayoría 18% 72% Todos Figura 4. Porcentajes de respuesta ante la afirmación “Pese a que muchas veces se enfrentan a situaciones difíciles en su vida, consiguen sobreponerse”. (N=50) Lo interesante aquí es que el ítem que indagaba la resiliencia se creó, tal como se describió anteriormente, sin tomar como base afirmaciones de las entrevistas. Es por este motivo que no hay citas de entrevistas que refieran explícitamente a esto, puesto que esta característica no había aparecido de forma espontánea en el discurso de los entrevistados. Sin embargo, al momento de preguntarlo de forma directa en la encuesta, fue la cualidad más elegida por los extensionistas. La segunda característica que enfatizaron los encuestados es aquella referida a la hospitalidad del pequeño productor. Efectivamente, quien se precie de 93 haber recorrido las chacras y haya tenido contacto con los agricultores familiares formoseños, podrá dar cuenta de esta cualidad tan propia de la gente de esta zona. Vos apenas vas a entrar vos, [y] ya ves que te están arrimando la silla […]. Sos tan bienvenido y esperan tanto una visita de alguien, para hablar, no es que solamente les vas a dar, vos estás bajando, estás cerrando la puerta de la camioneta, y ya te están arrimando la silla y están con el tereré o con el mate. (Veterinaria) Es frecuente que sean solidarios con el visitante, brindándole un lugar para sentarse, un mate o tereré y un tiempo de charla, como señala una ingeniera zootecnista entrevistada: “la mayoría siempre te reciben como parte de su casa”. Sin lugar a dudas, la hospitalidad es una característica propia del pequeño productor, y esto es sustentado por los extensionistas, de los cuales un 82% (sumando las respuestas de ‘Todos’ y ‘La mayoría’) afirmó que los productores ‘son hospitalarios’ (Figura 5). Figura 5. Porcentajes de respuesta ante la afirmación “Son hospitalarios”. (N=50) También es muy probable que el visitante se retire del lugar con sus manos llenas de hortalizas, huevos o lo que sea que se produzca en el predio. Las chacras suelen tener sus puertas abiertas para el visitante y lo que se tiene, se ofrece. La bondad y la generosidad del productor es destacada por los extensionistas en las 94 encuestas, donde la mayoría de los técnicos afirman que los pequeños productores ‘son gente generosa’ y ‘son gente buena’ (Figura 6 y 7 respectivamente). Figura 6. Porcentajes de respuesta ante la afirmación “Son gente generosa”. (N=50) Figura 7. Porcentajes de respuesta ante la afirmación “Son gente buena”. (N=50) Estas descripciones de los extensionistas respecto de los productores llevan a un primer análisis a la luz del concepto de ‘reciprocidad’. En sociedades premercantiles y en algunas contemporáneas rige una lógica de intercambio basada en ciertos ‘obsequios’ que pueden ser tanto objetos, ayudas o favores, que suponen un mensaje, de parte de quien los da, de estar dispuesto a comenzar o mantener una relación social con el destinatario del regalo. Pero además, esto puede suponer la obligación implícita, y culturalmente sancionada, del receptor de retribuir de alguna manera el presente recibido. Como señala Mauss (1990, citado en Durston, 2002), 95 esta reciprocidad es difusa, puesto que la compensación por un obsequio, cualquiera sea su forma, no es inmediata ni tampoco es posible establecer equivalencias precisas entre el obsequio inicial y la retribución que el emisor espera. En el caso de la relación técnico-productor, esto tiene implicancias concretas, puesto que, lo que en ocasiones el extensionista puede interpretar como un acto de bondad desinteresado por parte del productor, en realidad puede suponer la intención del productor de saldar con el extensionista la ayuda que éste le brindo (‘quedar a mano’) o incluso podría contener la expectativa del agricultor de que el extensionista reciprocase a futuro el obsequio recibido. No considerar esta expectativa puede implicar consecuencias en el vínculo entre ambos, en la medida en que dichas expectativas no se cumplan o no sean clarificadas en el momento en el que el obsequio es otorgado. Otro tema a considerar sobre estos resultados es el contraste entre las recurrencias de las entrevistas a extensionistas y las puntuaciones que se obtuvieron en las encuestas para las descripciones positivas de los pequeños productores. De hecho, las descripciones virtuosas con relación a los agricultores familiares fueron relativamente escasas en las entrevistas, mientras que en las encuestas fueron las caracterizaciones más elegidas, siendo el caso más llamativo el que refiere al ítem ‘resiliencia’, el que fue el más elegido en las encuestas, mientras que en las entrevistas no obtuvo ninguna mención. Por otra parte, puede concluirse que existe un fuerte acuerdo entre los extensionistas encuestados en considerar a los pequeños productores como un grupo social caracterizado por la hospitalidad, la generosidad y la bondad. Estas concepciones son sin duda muy relevantes a la hora del trabajo de extensión rural, puesto que en tanto conceptos del otro con el que se trabaja, determinarán la predisposición del extensionista en su trabajo y la forma en la que interpreta las acciones de los productores. De cualquier manera, es claro que hay que analizar estas representaciones de los productores en contexto, para ver con cuáles se articulan y qué implicaciones tienen para la práctica. b. ‘Pobres’ y ‘desprotegidos’ El productor es definido por el técnico en muchas ocasiones con relación a su estado de carencia. Los extensionistas perciben que el agricultor debe lidiar con 96 una “gran cantidad de necesidades” y consideran que en cuanto a la adopción de innovaciones “hay veces que no quieren hacer, hay veces que quieren, pero no tienen los medios”. Esto se manifiesta también en sus posibilidades de crecimiento o de adopción de nuevas tecnologías: No disponen del capital como para poder invertir y aplicar lo que aprenden. Nosotros venimos hace más de tres años tratando de que un productor chico o mediano haga cultivo de hortalizas de hojas de verano, pero resulta que no dispone del capital ni del recurso financiero, ya sea vía crédito, vía subsidio, como para poder invertir en una media sombra, en un equipo de riego, y si por ahí tiene para invertir, no tiene agua de buena calidad disponible en la zona, hay muchos factores que intervienen ahí. (Ing. Agr. INTA) Como puede verse, en la Figura 8, la mayoría de los extensionistas encuestados opinan que los pequeños productores con los que trabajan no disponen de capital o de recursos financieros que les permitan invertir en su producción. Figura 8. Porcentajes de respuesta ante la afirmación “No disponen de capital o de recursos financieros para poder invertir en su producción”. (N=50) Por su parte, los técnicos entrevistados consideran que el estado de pobreza material y la imposibilidad para capitalizarse de los pequeños productores, 97 constituye una dificultad para la incorporación de nuevas tecnologías o para generar mejoras en la producción. Junto a esta caracterización que enfatiza las carencias económicas de los agricultores familiares, se ubica también la mirada sobre los pequeños productores como un sector social desprotegido: “es un sector productivo muy que siempre fue dejado afuera, en todos los aspectos.” (Ing. Agr.); “están desprotegidos en varias cuestiones: salud, alimentación…dependen de los políticos” (Ing. Zootec.). Afirmaciones de este tipo, que son recurrentes en las entrevistas, hacen pensar que los técnicos opinan que los agricultores no cuentan con suficiente apoyo por parte del estado y de sus instituciones. No obstante, esto último no fue consensuado en las respuestas de las encuestas, donde la percepción de la mayoría de los técnicos es que son pocos los pequeños productores que ‘son dejados de lado por las instituciones públicas’ (Figura 9). También hay técnicos que han asociado el estado de desprotección anteriormente descripto con una baja en la autoestima de los productores: “Están muy desprotegidos en un montón de cosas y tienen la autoestima por el suelo”, como si la desprotección que sufren tuviera implicancias psicológicas concretas. 4% Ninguno 6% Pocos 22% Algunos sí, otros no 46% 22% La mayoría Todos Figura 9. Porcentajes de respuesta ante la afirmación “Son dejados de lado por las instituciones públicas”. (N=50) Sin duda hay un claro consenso entre los extensionistas en relación con las dificultades económicas y financieras que tienen los agricultores familiares para poder invertir en su producción, lo que puede constituir un inconveniente para la adopción de nuevas tecnologías o prácticas productivas que supongan un esfuerzo económico presente en pos de beneficios futuros. Esta forma de caracterizar a los productores como un sector social vulnerable, supone, por un lado, una mirada hacia el agricultor como alguien que se encuentra con obstáculos de tipo estructural para 98 poder hacer mejoras en su producción y en este sentido no se lo culpabiliza a él de su propia pobreza, sino que se comprende la complejidad de sus causas. La contracara de esta postura es que al considerar al otro como ‘pobre’ y ‘desprotegido’ puede tenderse a enfatizar en las carencias, sin considerar a los productores como sujetos con ‘agencia’, es decir, con capacidad para poder influir en su entorno a partir de sus acciones. En la medida en que la mirada hacia el otro actor no tenga en cuenta sus potencialidades, es difícil que se puedan llevar a cabo acciones que apunten al empoderamiento de los productores, entendiendo como tal al proceso por el cual las personas, las organizaciones y las comunidades logran control sobre sus asuntos (Banda Castro y Morales Zamorano, 2015). Por otra parte, es interesante analizar las discrepancias entre lo manifestado en las entrevistas y en las encuestas acerca del apoyo que las instituciones públicas brindan a este grupo social, puesto que en las entrevistas se presenta a los productores como un sector social sumamente desprotegido, mientras que en las encuestas esto último no encontraría tanto consenso. Una explicación posible sería que la afirmación de la encuesta donde se habla de “instituciones públicas” englobaría a los propios técnicos, quienes pertenecen a instituciones de este tipo. En ese caso, la afirmación en cuestión estaría planteando que ellos mismos, como extensionistas, dejan de lado a los pequeños productores, lo cuál sería, sin duda, difícil de asumir. En cambio, cuando lo mencionan en las entrevistas, parecería que se estuvieran refiriendo la falta de apoyo sólido a partir de políticas públicas, algo que excede en sí su rol como extensionistas. c. ‘Poseedores de conocimientos, habilidades y capacidades’ En el apartado 5.3. Los conocimientos de los pequeños productores desde la perspectiva del técnico, ya se ha trabajado sobre los conocimientos y habilidades que los extensionistas atribuyen a los pequeños productores. En efecto, los extensionistas encuestados afirman que los productores tienen saberes sobre aquello a lo que se dedican. Como menciona una técnica entrevistada: “sacando algunas cosas, los productores producen y producen muy bien. Por ahí es eso lo que les cuesta, mantenerse en la línea, pero son buenos productores, la mayoría”. Tal como se desarrolló en el apartado anteriormente mencionado, al preguntar en las encuestas acerca de los saberes de los agricultores, los extensionistas afirmaron que los 99 productores ‘tienen conocimiento de los rubros con los que trabajan’ (‘Todos’: 16%; ‘La mayoría’ 55%; Algunos sí, otros no: 25%, ‘Pocos’: 4%, ‘Ninguno’: 0%) a la vez que consideran que ‘tienen habilidades para manejar su producción’ (‘Todos’: 22%; ‘La mayoría’: 42%; Algunos sí, otros no: 30%‘Pocos’: 6%; ‘Ninguno’: 0%). La mayoría de los extensionistas reconocen en los agricultores familiares conocimientos localmente situados, adquiridos a partir de la transmisión transgeneracional y habilidades específicas propias de la práctica que brinda el trabajo y la acumulación de experiencia. Tal como se describió hacia el final del capítulo 5, en los enfoques actuales se plantea la importancia de los procesos de aprendizaje social en la extensión rural, donde el rol del extensionista no tiene que ver con la mera transferencia sino con la facilitación de procesos de construcción conjunta de conocimientos entre actores que tienen saberes perspectivas y experiencias diferentes. Para poder llevar a cabo dichos procesos resulta entonces fundamental tener en cuenta aquello en lo que los productores tienen pericia, lo cual no sería posible si se piensa que sus saberes no son válidos. Reconocer a los agricultores como sujetos conocedores de los rubros con los que trabajan y habilidosos para el manejo de su producción se presenta como un terreno fértil para poder trabajar desde los programas de extensión desde una perspectiva centrada en la construcción conjunta de conocimientos. En este sentido, puede decirse que los extensionistas consultados en el presente trabajo reconocen estos saberes, sin embrago, esto no quiere decir que en su trabajo cotidiano logren efectivamente facilitar procesos de construcción conjunta de conocimiento. Que el extensionista reconozca la pericia del agricultor respecto de su producción es sin lugar a dudas un excelente punto de partida. Ahora bien, es necesario que cuente también con las herramientas adecuadas para poder hacer interactuar estos conocimientos con los conocimientos técnicos en términos complementarios. Aquí, el desarrollo de habilidades sociales y pedagógicas por parte de los extensionistas aparece como un punto importante por desarrollar, el que será tratado en profundidad en capítulos subsiguientes. 100 d. Cortoplacistas y faltos de planificación En la mayoría de las entrevistas aparece de forma recurrente la caracterización del productor como cortoplacista, falto de planificación y ansioso por los resultados rápidos. En este sentido, los técnicos afirman que “[los pequeños productores] no toman por ahí las [tecnologías] que tienen que ver con procesos de más tiempo… ellos viven el día a día” (Ing. Agr.). Así, por ejemplo, el caso del abono verde como técnica con beneficios a largo plazo suele no incorporarse, dado que “cuando no ven el resultado, dejan” (Ing. Zootec.). Lo mismo es descripto en el caso de las ferias francas, donde “muchos se fueron de la feria cuando no vieron resultados rápidos en la venta” (Veterinaria), tal es así que, de 70 productores que comenzaron a feriar en la feria de la localidad de El Espinillo, solo quedaron 27 en el término del primer mes. También en cuestiones vinculadas a la planificación y la prevención, tales como el control de plagas, un extensionista afirma que “hay técnicas que [los productores] pueden usar para no llegar a ciertos extremos, ellos llegan a usar algunos venenos por desesperación y eso no debería pasar” (Ing. Agr.). A la vez, también se señala que les cuesta hacer preparación temprana del suelo: “preparan muy sobre la hora” (Ing. Zootec.). En ocasiones, los técnicos mencionan que los agricultores familiares toman decisiones que, si bien los benefician en el momento, pueden ser desfavorables para ellos en el largo plazo. Estas son atribuidas por los extensionistas a su estilo de vida y a las múltiples necesidades con las que deben lidiar, que los hacen vivir el “día a día”. Por ejemplo, “alquilan su chacra porque necesitan la plata pero no tienen en cuenta que eso les juega en contra a futuro” (Técnica extensionista), o si aparece la oportunidad “por necesidad venden todo sin separar [parte de su producción] para autoconsumo” (Ing. Agr.). Algo similar sucede en el caso de los fondos provenientes de los proyectos provistos por el Estado, cuando los productores “se gastan la plata de los proyectos en otras cosas. No logran ver que la plata que ellos destinen a otras cuestiones tiene que salir de emprendimientos productivos y no de los proyectos” (Ing. Agr.). Algunos técnicos afirman que este cortoplacismo se vincula con cuestiones más estructurales y no a la falta de voluntad del agricultor familiar: 101 Para él es vivir el día a día. A veces falta a las reuniones porque tiene dificultades para la comida del día. En el cotidiano es el problema. No es porque no quiso venir a la reunión… a lo mejor quería pero tenía que ir a hacer una changa afuera para poder comer ese día. (Ing. Agr.). Cuando se presentó en las encuestas el ítem que afirmaba que los productores ‘Priorizan resultados inmediatos o de corto plazo y no se comprometen con los objetivos de largo plazo’, el 54% opinó que esto se presentaba en ‘la mayoría’ de los productores y sumado al 4% que opinó que se daba en ‘todos’, resulta que un 58% de extensionistas consideran que los pequeños productores con los que trabajan son en su mayoría cortoplacistas (Figura 10). Figura 10. Porcentajes de respuesta ante la afirmación “Priorizan resultados inmediatos o de corto plazo y no se comprometen con los objetivos de largo plazo”. (N=50) Queda claro entonces que existe un relativo acuerdo entre los extensionistas en catalogar al productor como cortoplacista, a quien se le dificulta planificar o proyectar acciones a mediano o largo plazo. Ahora bien, seguramente no tendrá la misma consecuencia en la interfaz técnico –productor que el técnico atribuya el cortoplacismo a causas internas, tales como características individuales del agricultor familiar o incluso colectivas de su grupo social (asociadas a la pasividad, vagancia o haraganería) que si lo atribuye a causas externas, de tipo estructural o sistémico, propias de la vida en situación de pobreza y con escasos recursos materiales, económicos y financieros. Por un lado, atribuir este tipo de actitudes del productor a características personales, sin tener en cuenta la influencia 102 del contexto socio-económico, supone de modo implícito responsabilizarlos de la situación desfavorable en la que viven. Al mismo tiempo, desde esta lógica, los productores desaprovecharían las oportunidades que propone el extensionista a causa de su mentalidad cortoplacista, lo que termina por eximir de responsabilidad al propio extensionista y a las características de la propuesta en sí. Por otra parte, la atribución solamente de causas externas cuando se habla de cortoplacismo, donde el productor es considerado una víctima de un sistema socioeconómico inequitativo con escasos recursos para salir adelante, puede generar en el extensionista una actitud orientada a la asistencia y al cuidado más que a la promoción y el desarrollo (Landini, 2013b). El pensamiento cortoplacista fue también percibido por la investigadora en el transcurso de las entrevistas a productores. En efecto, una de las preguntas de las entrevistas semiestructuradas apuntaba a indagar acerca de la proyección a futuro que hacía el agricultor respecto de su propia vida. Se le preguntaba cómo se imaginaba que sería su vida tres años más adelante, pero en ninguna de las entrevistas en las que esto se preguntaba pudo obtenerse una respuesta donde pudiera verse una imagen del futuro a largo plazo. Pareciera que los entrevistados no lograban comprender la consigna. La pregunta fue reformulada de distintas maneras, pero finalmente las respuestas derivaban en otras cuestiones y no lograban responder a la pregunta inicial. Una interpretación posible es que a los entrevistados les resultaba sumamente difícil imaginarse en el futuro o proyectar acciones para un período de tiempo semejante. La perspectiva de corto plazo parecería entonces formar parte de su subjetividad. Su constante preocupación por lograr la subsistencia diaria parece llevarlo a pensar en el corto plazo, lo que constituye una forma adaptativa frente a los requerimientos urgentes de la subsistencia, pero con la contrapartida de dificultar la posibilidad de pensar en el futuro y de planificar estrategias para afrontarlo. Proyectar a largo plazo supone aceptar sacrificios en el presente que resulten en mayores ganancias a futuro. Sin embargo, es necesario tener en cuenta cuál es el impacto de dicho sacrificio en cada caso. En este sentido, varios autores se han referido a la situación de vulnerabilidad a la que están expuestos los agricultores familiares, quienes prefieren reducir riesgos antes que maximizar ganancias (Ayalew, King, Bruns y Richkowsky, 2003; Patiño, 2000; Stage y Rekve, 1998). Los 103 productores suelen priorizar cambios lentos en sus estrategias productivas con el objetivo de minimizar riesgos, puesto que una elección equivocada puede suponer, concretamente, pasar hambre. En este punto, la prioridad de los agricultores es la supervivencia familiar, por lo que el énfasis está puesto precisamente en el corto plazo que es donde esa subsistencia se juega. Así, para alguien acostumbrado al sufrimiento y preocupado por su propia supervivencia y la de su familia, no tiene mucho sentido plantearse esfuerzos presentes en pos de un futuro lejano, incierto y percibido como incontrolable (Landini y Murtagh, 2011). En este punto, las acciones que se promueven desde los programas de desarrollo que apuntan a beneficios de largo plazo suelen chocar con la lógica del productor. La percepción que tienen los técnicos cuando afirman que los productores son cortoplacistas es acertada, sin embargo, la comprensión de las razones por las cuales el productor piensa a corto plazo no siempre son comprendidas en profundidad. e. Pasivos y dependientes La caracterización del pequeño productor como un individuo pasivo también ha aparecido en las entrevistas de manera recurrente. Tal es así que en 8 de las 12 entrevistas se encuentran fragmentos donde se pone de manifiesto una imagen del pequeño productor como un sujeto con características pasivas o dependientes. En este sentido, los extensionistas entrevistados plantean que al pequeño productor le resulta difícil autogestionarse y que espera que las decisiones y las soluciones provengan del técnico: “¿Cuándo vamos a hacer la reunión?” Sobretodo tratamos de acordar con los grupos pero ellos “usted ingeniero pónganle la fecha y digame”… así, clarito…no se qué pensar, ellos quieren que le bajemos la línea. (Ing. Agr.). También se los describe en varias ocasiones como ‘quedados’ o como un grupo social que ha perdido la ‘cultura del trabajo’, cuya causa atribuyen en ocasiones a los planes de ayuda social estatales. Incluso hay extensionistas que llegan a catalogar a los productores como ‘vagos’ o ‘haraganes’, planteando como 104 excepcionales aquellos casos de sujetos activos o autogestivos. Los entrevistados también perciben cierta dificultad en los productores para manifestar sus demandas o necesidades reales: “siempre están esperando […] nunca exigen nada” (Ing. Zootec.). “Le cuesta demandar […] le cuesta plantear cuál es su problema real” (Ing. Agr.). Más allá de la proliferación de fragmentos en las entrevistas que describen al productor como un sujeto pasivo y sin autogestión, en las encuestas los resultados fueron disímiles. Como puede notarse en la figura Nº 11 solo el 12% opinó que ‘la mayoría’ de los productores (ningún encuestado optó por ‘todos’ como respuesta) ha perdido la cultura del trabajo, y en línea con esto, en la figura Nº 12 solo el 20% afirmó que los productores no tenían iniciativa propia (sumando los porcentajes de ‘todos’ y de ‘la mayoría’). Figura 11. Porcentajes de respuesta ante la afirmación “Han perdido la cultura del trabajo”. (N=50) 105 Figura 12. Porcentajes de respuesta ante la afirmación “No tienen iniciativa propia”. (N=50) Resulta interesante aquí también el contraste entre lo dicho en las entrevistas y los resultados de las encuestas. Una lectura posible de esta discrepancia tiene que ver con el contexto a partir del cual se obtuvieron los datos. En efecto, no es lo mismo afirmar explícitamente en un ítem de una encuesta que los productores no tienen iniciativa propia, que manifestarlo en el encuadre de una entrevista, donde no siempre se es del todo consciente de los supuestos que se esconden detrás de las propias afirmaciones. Por otra parte, la ‘pasividad’ del productor tiene múltiples aristas. En otro trabajo se ha mencionado que los agricultores suelen percibir a los extensionistas como “dadores de ayudas” (Landini, Lacanna y Murtagh, 2013) por lo que muchas veces toman actitudes pasivas de modo activo, es decir, como estrategia para maximizar las ayudas que podrían recibir, buscando así que el técnico se posicione en un rol de proveedor y dador de asistencia en vez de agente de cambio y desarrollo, lo que suele suceder frente a este posicionamiento del productor, retroalimentándose ambas actitudes. Por su parte, los extensionistas también tienden a interpretar como pasividad o falta de voluntad el desinterés de los agricultores frente a determinadas propuestas que se les hacen, sin tener en cuenta que estas propuestas muchas veces son planteadas sin incorporar las necesidades sentidas del productor. Así se interpreta que el desinterés se relaciona con una personalidad pasiva del productor y no con las características de la propuesta planteada o en el modo de llevarla adelante que tiene el extensionista. La caracterización del productor como pasivo, entonces, termina siendo una forma de los técnicos de darle sentido a aquello que no siempre entienden 106 por qué sucede. Suelen opinar que los productores son pasivos porque no aprovechan las oportunidades que se les dan, sin considerar si realmente las propuestas se basan en necesidades o prioridades de ellos. Si bien el sentido común indicaría que resulta ilógico esperar que alguien se muestre activo e interesado en algo que no considera ni útil ni viable para su propia vida, en el contexto de la extensión rural esto no siempre es tenido en cuenta. Por otra parte, y más allá de las diferencias entre las encuestas y las entrevistas, lo importante aquí es comprender que hay extensionistas que consideran que los productores con los que trabajan no tienen iniciativa propia ni cultura del trabajo, caracterizaciones que, fundadas o no, tendrán implicancias concretas en el vínculo con aquellos productores con los que trabajen, por lo que resulta importante visualizarlas y comprenderlas a los fines de mejorar el trabajo de extensión. f. Contemporizadores10 La mitad de los extensionistas entrevistados, es decir, 6 de 12, afirmó que los productores generalmente se muestran de acuerdo con lo que el técnico dice o propone, sin que eso signifique que lo están realmente. Pareciera que los productores actúan influidos por la presencia del extensionista, de modo tal que en su ausencia el acuerdo manifestado previamente no se sostiene. Esta actitud, según los técnicos, no solo se produce en relación con estar o no de acuerdo con determinada propuesta, sino que también se manifiesta cuando los agricultores familiares tienen dificultad para comprender lo que se les está enseñando o proponiendo: “cuando nosotros queremos hacer algunas cosas y ellos no entienden […] te van a decir que sí nomás, te van a decir que sí, pero realmente ellos no están entendiendo” (Ing. Agr.). En cualquier caso, la preocupación expresada por algunos técnicos es que es un comportamiento frecuente en los pequeños productores, mostrarse de acuerdo con el técnico aunque realmente no 10 Definición: RAE: De con- y temporizar. Acomodarse al gusto o dictamen ajeno por algún respeto o fin particular [generalmente para evitar un enfrentamiento.] 107 lo estén. Por otra parte, hay extensionistas que afirman que los productores no siempre son complacientes, sino que también pueden confrontar, sobre todo cuando se trata de cuestionar el saber de los extensionistas “no es que te tiran indirectas, te dicen, de frente te dicen las cosas” (Ing. Agr.), “que este [el técnico] sabe todo de libros, pero nunca hizo nada […] a veces te lo dicen en broma, y a veces te lo dicen en serio” (Ing. Zootec.). Cuando se preguntó sobre este tema en las encuestas, las respuestas fueron similares a las de las entrevistas. Si bien hubo un porcentaje levemente mayor de encuestados que afirmaron que los productores tienden a ser condescendientes con el extensionista aun sin estar interesados o de acuerdo, en general no consideraron que esta fuera una característica que atraviese a todos los productores, sino que depende de cada caso. La respuesta ‘algunos sí, algunos no’ fue mayoritaria, elegida por el 43% de los encuestados (Figura 13), lo que coincide con las menciones sobre este tema en las entrevistas, donde la mitad de los entrevistados hablaron de esta característica como propia de los productores. Figura 13. Porcentajes de respuesta ante la afirmación “A veces al técnico le dicen todo que sí, aunque no tengan interés. Lo hacen para dejar contento al técnico o para caerle bien”. (N=50) La forma en la que los sujetos modifican su comportamiento influidos por la presencia de otros es un tema clásico de la Psicología Social. Por ejemplo, en su trabajo sobre conformidad y obediencia, Levine y Pavelchack (1985) describen cómo las personas simulan lo que estos autores denominan ‘acuerdo público’, el que 108 definen como un acuerdo aparente que los sujetos manifiestan en presencia de otros, pero que no siempre supone un ‘acuerdo privado’, es decir, una real aceptación por parte del sujeto en cuestión respecto de la posición del grupo fuente de la influencia. Si bien los autores lo trabajan en términos de la conformidad de un sujeto respecto de un grupo mayor de individuos que en términos jerárquicos son iguales él, resulta útil para entender que las personas pueden mostrarse de acuerdo con otras aunque no lo estén, siendo este un fenómeno psicosocial bastante común. Según los autores, el acuerdo público sin presencia de acuerdo privado no implica una real aceptación, por lo que una vez eliminada la presión que lo provoca, este acuerdo no persiste, algo similar a lo que describe uno de los técnicos entrevistados respecto del comportamiento de los productores: “en el momento me va a dejar contento, porque ‘sí, ingeniero, mañana voy a empezar’… Bueh, no lo hace.” (Ing. Zootec.).11 Entre las razones que dan los autores acerca de por qué se conforman las personas, mencionan el deseo de adquirir recompensas por parte del grupo o de evitar castigos, lo que denominan ‘influencia normativa’ y permite pensar que en ocasiones los pequeños productores simularían estar acuerdo con la intención de obtener algún beneficio a través del técnico o por temor a perder el soporte o recursos que este puede ofrecer a futuro. También podría analizarse esta cuestión en términos culturales. En efecto, se ha constatado que las clases populares occidentales se caracterizan por ser subculturas más colectivistas que las de las otras clases occidentales. Así, el eje en estas subculturas está puesto en las relaciones interpersonales y es por ello que las personas se orientan fuertemente hacia el grupo, al estilo de las culturas orientales (Páez, Fernández y Mayordomo, 2000). Los sujetos de este tipo de culturas suelen no hacer explícitos todos los contenidos de la comunicación, sino que tienden a esperar que el interlocutor los infiera a partir del contexto y de las señales no verbales 11 Más allá de la utilidad de este concepto para entender que la influencia social puede llevar a que un individuo se muestre de acuerdo con otros sin estarlo realmente, no puede dejarse de lado que la conformidad es un concepto que se utiliza cuando la relación de influencia es entre un individuo y un grupo de iguales, por lo cual no puede traspolarse irreflexivamente como concepto, al menos en los términos planteados por Levine y Pavelchak (1985) a la relación pequeño productorextensionista, puesto que aquí existe una clara diferencia de roles. Tampoco sería adecuado hablar de obediencia (Levine y Pavelchak ,1985), proceso de influencia social en el cual sí hay una diferencia de status entre el sujeto que es fuente de influencia y el que es el blanco de esta, puesto que se define como el proceso por el cual “un individuo modifica su comportamiento a fin de someterse a las órdenes directas de una autoridad legítima” (p. 62). En efecto, en el caso del extensionista y el productor hay una diferencia clara de roles, pero esta relación no se plantea en los términos de un sometimiento de uno hacia las órdenes del otro. 109 (Zubieta, Fernández, Vergara, Martínez y Candia, 1998). Así, puede interpretarse que la conducta del productor señalada por los extensionistas tiene una impronta cultural que es necesario conocer para poder establecer procesos de intercambio exitosos. Por su parte, nuevamente el concepto de interfaz resulta sumamente interesante para pensar este tema, puesto que, si se piensa la relación técnicoproductor como una interfaz, es decir, como un espacio donde existen dinámicas de conocimiento y relaciones de poder, entonces puede interpretarse que el productor, bajo esta faceta contemporizadora o complaciente lo que hace es ‘acomodarse’ a la propuesta o perspectiva del técnico. Este sería un acomodamiento estratégico, en el sentido de que no constituye un acuerdo profundo, sino más bien la intención de evitar un conflicto, sostener una buena relación o incluso mantener un flujo de recursos en el contexto de la relación con el extensionista. Por último, tampoco hay que perder de vista que más allá de todas las cuestiones analizadas, en ocasiones los productores pueden tener la voluntad real de incorporar las propuestas de los extensionistas, pero en el momento concreto en que van a ponerlo en práctica se encuentran con complicaciones materiales, financieras, económicas, o contingencias personales que no pudieron prever y que terminan obstaculizando los procesos de extensión rural. Ahora bien, es probable que los productores sean más complacientes en algunas situaciones, y menos en otras. Puede que les resulte más fácil cuestionar el origen del conocimiento de los técnicos que cuestionar propuestas técnicas concretas en las que puedan estar en juego algunos recursos, tales como la asistencia técnica o el otorgamiento de insumos. La posibilidad, entonces, de que el productor comparta con el técnico lo que realmente está pensando, es decir, que le diga las cosas “de frente” dejando de lado la complacencia tendrá que ver con cuestiones culturales, con las características del vínculo establecido, con la temática en cuestión, con las características individuales del productor y con el hecho de que evalúe que su rechazo puede poner o no en duda la recepción de ciertos recursos o ayudas públicas, entre otros factores. 110 6.2. Caracterizaciones de los extensionistas desde la perspectiva de los pequeños productores En el apartado anterior se han abordado distintas formas en las que los extensionistas se refieren a los pequeños productores y se han sugerido posibles interpretaciones sobre los datos obtenidos a partir de las entrevistas y las encuestas tomadas. A continuación se propone abordar la perspectiva complementaria, es decir, las caracterizaciones que hacen los pequeños productores sobre los extensionistas. En este sentido, se han encontrado descripciones tanto positivas como negativas referidas a la figura del “ingeniero”. Estas distintas descripciones no necesariamente son planteadas de forma explícita por todos los entrevistados, incluso puede sean mencionadas solo por algunos productores. Sin embargo, resulta importante plantearlas puesto que constituyen concepciones que se encuentran socialmente disponibles para estos actores, quienes podrían apropiarse de ellas de manera pragmática, con la finalidad de comprender situaciones o hechos que se desarrollen al interior de la interfaz extensionista – pequeño productor (Landini, 2010 c; Long, 2007). Dichas caracterizaciones se dividen en dos categorías generales, según sean positivas o negativas. El primer caso incluye aquellas afirmaciones donde se habla de los técnicos en términos virtuosos, destacándose por un lado, a aquellos que tienen un trato igualitario con el productor, y por otro, a aquellos técnicos a quienes se les reconocen conocimientos válidos. En el segundo caso aparecen aquellas descripciones donde los técnicos son valorados de manera negativa. Por un lado se define a los técnicos como interesados en obtener beneficios personales, por ejemplo a nivel político o económico. Por otro lado, se describe a los técnicos como faltos de experiencia práctica o de conocimientos útiles para el productor. Es necesario aclarar que estas categorías, aunque opuestas (en tanto positivas o negativas), no se excluyen entre sí. De hecho, un mismo productor puede pensar que un técnico tiene un trato empático hacia los productores, pero que, sin embargo, su conocimiento no es del todo adecuado frente a los problemas que se presentan en la chacra por ser un conocimiento “de los libros”. 111 a. Caracterizaciones positivas En términos generales, hay dos tipos de atributos positivos que los productores destacan en los extensionistas. Por un lado, su empatía y su horizontalidad en el trato hacia ellos y, por otro, sus conocimientos. Se describe positivamente a aquellos técnicos que tienen un trato horizontal, familiar y sencillo con el pequeño productor. Así, los extensionistas son reconocidos cuando son campechanos y comparten tiempo con el productor, incluso fuera de la jornada laboral. Estos técnicos se quedan a almorzar o cenar con los productores, y al parecer, que coman la comida que ellos comen es especialmente valorado. Los agricultores familiares sienten que para este tipo de técnicos, el hecho de ser profesionales no los ubica en una posición de superioridad con respecto a ellos, algo que sí perciben en su relación con otros técnicos. Visitan las casas, se muestran interesados por la familia del productor, se preocupan por conocer sus necesidades y procuran ayudarlos. Los consideran buenas personas, sacrificadas, altruistas. Toman el trabajo de extensión con seriedad. Conversan con el productor “de compañero a compañero”, por lo que los agricultores familiares los tratan “como si fuera[n] de la familia”. Este tipo de técnicos suele estar disponible para que el productor recurra a él: “ella está siempre con nosotras… y ella es nuestra base… cualquier cosa le preguntamos si está bien o está mal”. También están aquellos técnicos a los que los agricultores familiares valoran por sus conocimientos. A diferencia del primer caso, donde lo que se prioriza son características asociadas a la personalidad del técnico y su trato con el productor, aquí se encuentran descripciones de los técnicos referidas puntualmente a sus conocimientos. Estos son aquellos extensionistas que saben del trabajo concreto, tienen experiencia en relación con la vida de campo y por ende, conocen de la práctica. Para el productor es un valor que el técnico se haya criado en el campo “porque ya entiende las cosas de la chacra” y aun mejor si “incluso sabe cómo se maneja la azada”. Suelen ser de la zona y puede que sean o hayan sido productores, por lo que conocen de cerca las necesidades del productor local y las características propias del trabajo del campo. “Ella [una extensionista] está acá y está conociendo todo el tema de la zona, todo eso, y eso… el problema acá, de uno”. Nótese que aquí la valoración de los conocimientos que hace el productor no tiene que ver con conocimientos técnicos en sí mismos, sino con aquellos conocimientos que están más 112 cerca de los saberes de los agricultores familiares. Posiblemente lo que sucede en estos casos es que el técnico que además de su formación académica, tiene conocimiento y experiencia sobre el trabajo de la chacra y la vida de campo, puede comprender mejor la racionalidad del pequeño productor y por lo tanto, sus recomendaciones u opiniones se ajusten mejor a lo que el productor necesita. Al mismo tiempo, podría pensarse que el agricultor familiar se predispone de forma distinta frente a las sugerencias o afirmaciones de los técnicos a quienes considera dotados de este saber local y práctico, especialmente valorado por él. Quizás sea porque este tipo de técnicos posee, desde el punto de vista del productor, por un lado, el conocimiento técnico que él carece y, por otro, el conocimiento práctico, propio de los agricultores familiares. Esto ubicaría a estos extensionistas en una posición de saber privilegiada que sentaría las bases de una relación de respeto y admiración. Sea por uno u otro motivo, queda claro que el hecho de que el técnico se muestre conocedor de la práctica, que sepa cómo se usa una azada y que conozca las vicisitudes de la vida del campo resulta sumamente favorable a la hora de caracterizarlo por parte de los productores. b. Caracterizaciones negativas En cuanto a las caracterizaciones negativas, es frecuente encontrarse con afirmaciones de los productores donde hablan de los extensionistas como sujetos formados en el ámbito de la academia, que conocen “por medio de los libros”, pero que no saben del trabajo real para ellos, es decir, del “trabajo de la chacra”. Esto se ha desarrollado en el apartado 5.2.b. Diferenciación de conocimientos desde el punto de vista del pequeño productor, cuando se describían las diferencias que planteaban en torno a las características del conocimiento técnico y el conocimiento campesino en términos dicotómicos. Así, el técnico es pensado en muchas ocasiones como alguien cuya racionalidad se funda en cosas que estudió o leyó, pero que no comprobó ni empírica ni localmente. Esto lleva al productor a considerar que muchas de las propuestas que hacen los extensionistas tienen su fundamento en una racionalidad que ellos no comparten. En primer lugar aparece como una racionalidad fundada en el conocimiento abstracto, universal (en contraposición con lo local) y falto de práctica, tal como explica un productor entrevistado: 113 Ellos te dicen cosas al revés […] te dice “bueno vos tenés una plantación” te dice “ponele 100 cm, ponele 200”, vos hacés lo que te dicen ellos, no hace nada, no mata tampoco. Tenés que hacer doble trabajo [...] y son gente de estudio [...] la falta de práctica. (Pequeño productor, 44 años. Loro Cué) El agricultor familiar entonces entiende la racionalidad técnica como una racionalidad que se funda en conocimientos teóricos, pero cuya relación con la realidad práctica no siempre es adecuada. Este tipo de caracterización no está asociada a aspectos de la personalidad propia del técnico, sino más bien a lo que sabe y a lo que no sabe. Por otra parte, están las apreciaciones de los productores que aseguran que hay extensionistas con intereses personales, individualistas, diferentes o incluso contrarios a los del agricultor. Aquí sí parecieran estar en juego en mayor o menor medida los atributos del técnico en un plano personal. Las posiciones más extremas en este punto definen a los técnicos como sujetos cuyas acciones tienen su fundamento en intereses personales y deshonestos, principalmente económicos o políticos, ambos planteados de forma negativa. La base de estos prejuicios de los productores es una actitud de desconfianza previa, con la que tienden a interpretar las acciones de los extensionistas. Esta expectativa desconfiada si bien tiene asidero en experiencias previas que los agricultores han vivido, ya sea con otros técnicos como así también con otros actores sociales, se ve potenciada por las versiones desconfiadas, que circulan en el espacio social, de hechos o situaciones dudosas o ambiguas (Landini, 2007; Landini, 2010a) que inducen, a su vez, a generar nuevas versiones desconfiadas a partir de nuevos hechos. La racionalidad que guía las acciones del extensionista en estos casos sería, según el productor, un interés por obtener cierto tipo de beneficio de forma desleal. Lo económico y lo político suelen asociarse, puesto que la política no es pensada desde una óptica positiva sino como un medio para obtener beneficios económicos personales. Pertenecer a la política en la provincia de Formosa, donde hay un gran porcentaje de empleo público y la dependencia al gobierno es muy fuerte (ver apartado 4.2. Algunas particularidades 114 políticas), constituye una forma de acceder a un ingreso elevado en comparación con las otras alternativas disponibles. Acá hay muchas irregularidades… por eso te digo, a ellos [los ingenieros] más les interesa el tema político, por la política está nomás, […] poco le pagan [al extensionista], pero en la política, hay mucha plata de por medio. (Pequeño productor, Loro Cué) Luego pueden encontrarse posturas menos extremas, donde se plantea que los técnicos están disponibles si se les paga, y es por eso que suelen estar con los grandes productores y no con los pequeños, los cuales son dejados de lado. Aparece entonces nuevamente el interés económico guiando las acciones del técnico, pero ya no con un trasfondo deshonesto, sino más bien como un servicio que tiene su costo, que es incluso un privilegio que no siempre el agricultor familiar está en condiciones de afrontar: “si quiere que venga un técnico a trabajar […] vos le tenés que pagar. Uno si no tiene, no puede hacer nada” (Pequeña productora, Laguna Naineck). A pesar de que los pequeños productores asistidos por INTA, SAF y PAIPPA no tienen que pagar a los técnicos, sino que es el gobierno quien paga por sus servicios, algunos productores no tienen claro esto y perciben al técnico como un profesional al que se puede acceder si se tiene dinero para poder pagarlo. Se plantea, en esos casos, la asistencia técnica como un “lujo” que pueden darse los medianos o los grandes productores, no así los pequeños. También surgen en las entrevistas afirmaciones donde los agricultores familiares expresan que a los “ingenieros” solo les interesan los grandes productores, esto se relaciona con lo que describe Landini (2012) acerca de que los pequeños productores se perciben a ellos mismos como sujetos ‘dejados de lado’: Ellos [los extensionistas] practican para los grandes, no se dedican a los pequeños. Ellos se dedican a los grandes… eso sí, pero no se dedican a los pequeños productores […] sería bueno que vengan a enseñarle a los pequeños productores. No a los 115 grandes productores. (Pequeña productora, Colonia “La Picada”) Por último, aparecen testimonios en los que se afirma que los técnicos están desinteresados por la realidad de los pequeños productores. Los entrevistados explican este desinterés a partir de actitudes de extensionistas tales como no visitar sus chacras y no recorrer la zona. A los ojos de los productores, estas acciones constituyen deberes intrínsecos al rol del extensionista que en muchos casos no se cumplen. Se plantea que muchas veces los técnicos que deberían estar trabajando en terreno, terminan trabajando en sus oficinas puertas adentro, quedando inaccesibles para el productor: “tienen que salir, porque es del municipio [es decir, les paga el gobierno], tienen que salir. Pero ellos no salen” (Pequeña productora, Loro Cué). En las entrevistas entonces aparecen mezcladas las opiniones sobre extensionistas de programas nacionales, el INTA y la SAF, provinciales, como el PAIPPA, las no gubernamentales e incluso los técnicos o ingenieros privados que trabajan en forma independiente. Los pequeños productores no tienen muy claro quiénes cumplen qué roles o cuáles son los técnicos a los que ellos pueden recurrir en forma gratuita. “Los ingenieros” aparecen como un grupo genérico, lo que por supuesto presta a confusiones que luego pueden incidir en los procesos de extensión rural. Si bien en ocasiones describen a los técnicos del “municipio” como aquellos que deberían estar al servicio de los productores, esta es una categoría poco clara. Por otra parte, los productores esperan que los técnicos recorran la zona en general y las chacras en particular, y critican a quienes trabajan en las oficinas. A su vez, algunos de los extensionistas entrevistados manifestaron que las numerosas tareas administrativas requeridas por sus instituciones de pertenencia exigen muchas horas de dedicación y atentan contra la posibilidad de destinar el tiempo necesario al trabajo en terreno con el productor. De este modo, lo que los productores consideran una actitud cómoda o irresponsable de algunos técnicos, constituye también en algunos casos, una situación no deseable para los extensionistas, que querrían poder modificar. 116 6.3. Reflexiones sobre los resultados de las caracterizaciones de la interfaz técnico- productor El análisis de las entrevistas a extensionistas y las afirmaciones surgidas de los resultados de las encuestas conducen a una primera reflexión de gran interés respecto de las diferencias encontradas entre las características que atribuyen los técnicos a los pequeños productores en uno y otro caso. Así, en los discursos desarrollados durante las entrevistas, los extensionistas enfatizan en aspectos ‘negativos’ o en descripciones que ponen el acento en las ‘carencias’ de los productores, tales como el cortoplacismo, la desprotección a la que están expuestos como sector social, la pobreza material y la pasividad que según ellos los caracteriza. Sin embargo, los porcentajes que obtienen estas formas de concebir al productor no sobresalen en las encuestas, donde los técnicos tienden a relativizar afirmaciones de este tipo. En efecto, mientras que el cortoplacismo del pequeño productor fue la característica más destacada en las entrevistas, en las encuestas, si bien fue confirmada, tuvo una importancia menor. Algo similar sucede con las descripciones de los pequeños productores como sujetos pasivos y dependientes o como un grupo social desprotegido y dejado de lado por las instituciones públicas, que fueron muy mencionadas en las entrevistas y menos pujantes en las encuestas. Por su parte, las descripciones virtuosas respecto de los pequeños productores son comparativamente menores en las entrevistas respecto de aquellas que destacan sus defectos o carencias. En efecto, las caracterizaciones positivas son protagonistas en las encuestas, mientras que en las entrevistas, lo son las negativas. El ejemplo más llamativo de esto es que la descripción del pequeño productor como un sujeto resiliente fue la más elegida por técnicos en las encuestas mientras que no apareció en el discurso de los extensionistas entrevistados. Esta diferencia podría ser explicada por el tipo de herramienta utilizada en cada caso. Así, en las entrevistas en profundidad aparecen comentarios, por parte de los técnicos, donde queda expuesta una visión de los productores como sujetos pasivos y faltos de iniciativa. Esta forma de caracterizarlos está sin duda asociada a posturas difusionistas, las que hace tiempo se critican desde la academia (Moschitz, et.al. 2015; Knickel, et. al. 2009; van Beek, 1997). De este modo, frente a los ítems de las encuestas que afirman que los productores son pasivos, no tienen iniciativa o 117 han perdido la cultura del trabajo, los extensionistas estarían respondiendo acorde con modelos de extensión más actuales, que promueven posicionamientos horizontales y participativos y que ponen el énfasis en las capacidades de los agricultores y no tanto en sus carencias. Así, mientras que en las entrevistas suelen hacer alusión a la pasividad y poca iniciativa de los productores, en las encuestas optan por una ‘respuesta socialmente deseable’ o ‘políticamente correcta’. Este fenómeno ha sido conceptualizado por la psicología como ‘deseabilidad social’, un sesgo en la tendencia de respuesta (Cronbach, 1946) causado por la necesidad de los sujetos a obtener aprobación social respondiendo de un modo culturalmente aceptable y apropiado (Cosentino y Castro Solano, 2008). De este modo, los extensionistas encuestados estarían respondiendo sobre la base de lo que creen se espera de un buen extensionista, lo que permitiría explicar la diferencia con los dichos de las entrevistas, donde surgen cuantiosas descripciones que hablan del productor como un sujeto pasivo y carente de iniciativa propia. Así, el encuadre que propone una entrevista semi-estructurada y el análisis cualitativo posterior de los dichos de los entrevistados permiten dilucidar concepciones presentes en los discursos que no serían del todo conscientes para ellos mientras que en las encuestas se trabaja con afirmaciones que están claramente explicitadas. De este modo, el encuadre que propone la entrevista permite deducir algunas teorías implícitas de los extensionistas, definiendo a estas como las concepciones tácitas, relevantes para la acción, que se desarrollan en y con la práctica, pero cuya explicitación no siempre resulta accesible a la conciencia (Argyris y Schön, 1974). Mientras tanto, el formato que plantea una encuesta presenta afirmaciones fácilmente accesibles en un plano consciente, relacionado con las teorías explícitas o expuestas (Gómez López, 2008) de los técnicos, es decir, aquello que los sujetos dicen cuando se les pide que justifiquen sus acciones. Esto lleva a pensar que ambas son concepciones que los extensionistas tienen sobre los pequeños productores, pero que se encuentran ubicadas en diferentes niveles (Landini, Brites y Mathot, 2017). Mientras que Argyris y Schön hablan de diferentes teorías de la acción, Sánchez Álvarez y Rojas de Chirinos (2005) plantean distintas dimensiones de las teorías de la acción, afirmando que existe una dimensión explícita, que sería el conjunto de razones y explicaciones que las personas dan y creen usar cuando actúan, y una dimensión implícita o “en uso” que puede inferirse desde afuera a partir de la observación del 118 comportamiento de esas personas. La dimensión implícita sería el conjunto de supuestos y principios que efectivamente usan las personas para hacer lo que hacen. Lo interesante aquí es que la dimensión explícita suele no ser consistente con la dimensión “en uso” (Peixoto y Pereira, 2013; Rodríguez, Sánchez y Rojas, 2008; Rogers, 2004; Tagg, 2010) siendo los técnicos extensionistas un claro ejemplo de esto, puesto que tienden a describir su práctica como horizontal y participativa, pero en ocasiones pueden implementar acciones basadas en posturas difusionistas. Esto último también puede explicar las diferencias entre las respuestas de las encuestas y los discursos desplegados en las entrevistas, dado que podría pensarse que cada uno de estos dispositivos utilizados pone en juego una dimensión diferente, ya sea la explícita o la implícita. Esto evidenciaría entonces la coexistencia de orientaciones difusionistas y dialógicas en los mismos extensionistas y la activación contextual de cada una de estas orientaciones según las circunstancias (Landini, Bianqui y Crespi, 2013). Respecto de las caracterizaciones que hacen los productores de los extensionistas, pueden encontrarse puntos en común en lo que hace a un ‘buen extensionista’ y a un ‘mal extensionista’, según los entrevistados. En primer lugar, queda claro que los productores evalúan de manera muy positiva a aquellos técnicos que tienen un trato horizontal con el productor, con el que establecen vínculos empáticos y al que tratan como a un igual. Esto no implica una negación de los roles que cada actor tiene en la interfaz, pero sí supone que, aun con las diferencias propias y necesarias de cada actor, ambos permanecen en un mismo nivel, sin jerarquías. Entonces un buen extensionista no se cree superior al agricultor familiar, sino que lo reconoce como sujeto y como parte fundamental de la actividad que los convoca. De este modo el técnico le confiere al productor dignidad y autoestima, devolviéndole una mirada valorada sobre sí mismo. Entre las caracterizaciones positivas, se describió cómo los productores valoran a aquellos técnicos a los que atribuyen cierto grado de conocimientos. Entre las habilidades que destacaron, aparecen aquellas relacionadas precisamente con la tarea de los productores: conocer la zona, saber usar la azada, entender las cosas de la chacra, trabajar a la par del productor. Es decir que para el productor, un buen extensionista es aquel que además de tener algunos conocimientos específicos sabe ‘hacer’ las cosas, conoce el trabajo del productor, sabe acerca del esfuerzo y del 119 trabajo duro. Estas caracterizaciones del técnico como esforzado y laborioso también posicionan al extensionista como alguien que se ubica en el mismo nivel que el productor y no como alguien que se encuentra en otra posición jerárquica y que desconoce lo que significan las vicisitudes de la vida y el trabajo del campo. Además, desde la teoría de la identidad social (Tajfel, 1984) se ha descripto cómo los sujetos tienden a valorar de forma más favorable a aquellos sujetos que pertenecen al endogrupo que a los de un exogrupo, por el simple hecho de pertenecer a su mismo grupo social (Paéz, 2004). En este sentido, que el técnico trabaje y se esfuerce al igual que el productor, que lo trate de igual a igual y que establezca vínculos afectuosos con él, lo vuelve alguien más cercano y lleva al agricultor a asociarlo con su endogrupo, lo que resulta en una mayor valoración positiva del extensionista a causa del mencionado favoritismo endogrupal Un buen extensionista, desde el punto de vista del productor, es también aquel que visita a la gente y que está en terreno, esto explica por qué está tan mal visto para el agricultor familiar que el extensionista haga tareas ‘de oficina’ en las que no está con los productores. En efecto, el trabajo de oficina es planteado por los productores como un trabajo cómodo y poco esforzado en comparación con el trabajo de la chacra. Para el productor, el extensionista que está en la oficina no está cumpliendo con sus funciones, y asocian el trabajo administrativo con un trabajo de menor calibre, incluso como una forma de pasar las horas sin trabajar realmente. Por su parte, algunos extensionistas entrevistados manifestaron su preocupación por las numerosas tareas administrativas que sus instituciones les solicitan, tales como la elaboración de informes, lo que sienten que impacta en su capacidad de trabajo en terreno y de seguimiento al productor. En este sentido, habría que replantear entonces cuáles de las tareas administrativas es realmente indispensable que sean llevadas a cabo por los propios extensionistas o cómo puede dinamizarse este tipo de actividades. Por último, parece necesario que todo extensionista clarifique su pertenencia institucional, su rol en la relación con el productor y con las tareas que lo convocan para que los productores sepan qué pueden esperar de él, qué pueden solicitarle y quién corre con el costo económico del servicio que presta el técnico, para que no se confunda la actividad del extensionista con una actividad privada o 120 política partidaria. Aclarando esto, es probable que el productor comprenda mejor de qué manera el extensionista puede ayudarlo y tenga de este modo una actitud más positiva en cuanto al vínculo y a la tarea que los convoca. 121 Capítulo 7: Perspectivas de los actores en torno a distintas propuestas técnicas “Rumbo a la cosecha cosechero yo seré, y entre copos blancos mi esperanza cantaré, con manos curtidas dejaré en el algodón mi corazón”. (“El Cosechero”, Ramón Ayala) El presente capítulo tiene por objetivo describir y comparar las perspectivas y opiniones que tienen extensionistas y pequeños productores respecto de distintas alternativas tecnológicas. El capítulo se divide en dos subcapítulos. El subcapítulo 7.1 consta de cuatro apartados donde se trabaja sobre distintas propuestas técnicas por separado. En primer lugar, se desarrollarán las opiniones de los productores en cuanto al (a) uso de agroquímicos. Luego se analizarán las valoraciones de los entrevistados sobre (b) la siembra en surcos estrechos. A continuación se trabajará sobre las opiniones vertidas en torno a (c) la feria franca como alternativa comercial y finalmente se desarrollan las vicisitudes en torno a la adopción de (d) los abonos verdes. Por su parte, el subcapítulo 7.2 se propone sintetizar los resultados y reflexionar sobre las percepciones y valoraciones de los pequeños productores y extensionistas referidas a las alternativas tecnológicas desarrolladas. 7.1. Opiniones y actitudes de los pequeños productores respecto de distintas propuestas técnicas a. Acerca del uso de agroquímicos Los agroquímicos son sustancias que se utilizan en agricultura para regular el crecimiento de las plantas o para disminuir, controlar y erradicar tanto plagas como cualquier organismo patógeno de un cultivo. Esta categoría incluye a 122 las fitohormonas o reguladores de crecimiento como así también sustancias fitosanitarias como herbicidas, insecticidas y fungicidas. Aunque en su definición ampliada los agroquímicos incluyen también a los fertilizantes, aquí se considerará solo a aquellos productos que los entrevistados denominaron “matayuyos” (glifosato), “venenos” y “remedios”. Las opiniones que se esgrimen en las entrevistas a productores a favor de propuestas relacionadas con el uso de agroquímicos generalmente señalan la importancia de que los técnicos digan qué tipo de agroquímico se necesita en cada caso y las dosis exactas para su uso. El uso de agroquímicos es algo relativamente novedoso para los pequeños productores, por lo que no tienen un saber consolidado al respecto. Es por ello que frecuentemente solicitan asesoramiento de los técnicos en esta área: Veíamos un bicho y le mandábamos cualquier agroquímico… con él [el ingeniero] lo que aprendimos bueno: “no, no, no, este necesita este agroquímico, no este que usted le echa y no en la forma que usted le echa”. Tantas cosas, las dosis, esas cosas (Pequeño productor, Loro Cué). Con una frecuencia algo mayor que las opiniones positivas, surgieron en las entrevistas opiniones negativas vinculadas al uso de estas sustancias. Estas últimas pusieron el foco en distintos aspectos de este tipo de propuesta técnica. El primer argumento en contra no estuvo asociado a la efectividad o no de los agroquímicos para mejorar la producción, sino más bien a la capacidad del entrevistado para poder acceder a este tipo de insumos. Así, hay productores que plantean que en muchos casos se dan capacitaciones donde se instruye al pequeño productor en el uso de agroquímicos que luego no estará en condiciones económicas de solventar: Y sí… digamos que serviría más tanto, no si viene un técnico y dice “esto le falta”, “por medio de este la planta de la banana no puede crecer”, y de qué serviría si uno no tiene para poner lo que ellos dicen […] porque igual, igual que venga usted y te 123 dice “este remedio te hace falta a vos” y bueno, te vas a la farmacia y no te alcanza para comprar… tampoco te sirve de nada. Y eso es lo que va a venir a hacer el ingeniero, igual que los doctores... entonces te va a decir “esto tiene cierta humedad, tiene que ponerle este remedio”. Y si uno no tiene para comprar ese remedio, se tiene que aguantar así. (Pequeña productora, Loro Cué). Aquí entonces no está en discusión la efectividad o no del agroquímico o la validez de la propuesta técnica en sí misma, sino la capacidad del pequeño productor para acceder a este, lo que lo convierte en una propuesta inviable para él. Sin embargo, también hay productores que cuestionan la efectividad de los agroquímicos, al menos en referencia a algunos en particular. En esta línea, hay productores que afirman que si un veneno no mata de forma instantánea a la plaga en cuestión, es porque no sirve, es de mala calidad o incluso está vencido, lo que implica esperar causalidades directas de productos que muchas veces tienen efectos indirectos o sistémicos (y es por ello que no matan directamente). En estos casos aparece incluso desconfianza hacia la figura del técnico que ha facilitado dicho producto. Cuando se le preguntó a una productora del barrio “San Blas”, que afirmaba que los técnicos les daban productos vencidos, por qué creía que los técnicos harían algo así, dijo: “y a veces cuando lo… dan por dar. A ellos no les importa”. Para ella, un veneno bueno “enseguida le mata” al insecto en cuestión. Con relación a este tema, un extensionista entrevistado afirmó que hay productores que usan agroquímicos que por su toxicidad están prohibidos en el país. El motivo sería que el efecto de estos productos es instantáneo y brindan una rápida solución frente a un problema de plagas: Vos ves una oruga en la planta, aplicás esos productos, y a los dos minutos está muerta. Los productos nuevos por ahí tardan un poquito más en surtir efecto y ellos creen que no sirve […]. Están acostumbrados a ver que el insecto caiga al instante, no pueden convencerse de que hay productos que tardan más en 124 producir su efecto pero que producen lo mismo (Ing. Agr.). El cuestionamiento a la efectividad del agroquímico también puede estar fundado en teorías previas de los productores respecto de la plaga que se intenta combatir. Así, en el caso del picudo algodonero, aquel productor que tiene su teoría de que el insecto se encuentra inserto en la semilla antes de sembrarla (ver apartado 5.2.a), asegura que los insecticidas no son efectivos, puesto que la planta surgida de una semilla infectada, ya no tiene solución: Vino, vino los investigadores […] pero nadie nos va a sacar eso [el picudo] porque vos sabés, sale ya engendrado ya en la planta [...] Engendrado… y algunas veces hay remedios para poner pero… hacen no, no es natural […] no, no… le pone pero fracasó ya la planta. (Pequeño productor, Laguna Naineck) Nótese en este ejemplo la importancia de conocer las interpretaciones que tienen los productores en torno a las causas de los problemas para poder comprender la lógica según la cual toman decisiones. En este caso, si un extensionista hace recomendaciones para prevenir la aparición del picudo posiblemente sea muy difícil que el productor las incorpore, puesto que para él, el problema lo tiene la semilla desde el comienzo. Es necesario conocer estas creencias de los productores y la manera en la que explican la realidad, para poder trabajar por soluciones a los problemas que los aquejan que resultan razonables desde su perspectiva. El uso de agroquímicos también puede ser criticado por los agricultores familiares debido a su impacto ambiental y por suponer un cambio en la forma de trabajar la tierra en la que ellos tienen pericia: Ellos vienen a cambiar el sistema de trabajo […]. Como se hacía antiguamente. […] Hoy por lo menos, mucha semilla viene que se maneja con el matayuyo. Y este es lo primero que funde la tierra. Capaz que dos, tres años funciona, y ¿después? Nosotros estamos más acostumbrados a carpir, manejar con la cuchilla, 125 con la herramienta. (Pequeño productor, Barrio “San Blas”) Interesante aquí señalar que, si bien se creía al comienzo de esta investigación que el impacto ambiental sería la causa principal por la que los agricultores familiares rechazarían propuestas de este tipo, en las entrevistas esto aparece como secundario en comparación con la cuestión del costo económico y la posibilidad del productor para acceder a estos insumos. Los productores suelen encontrar en los agroquímicos una buena solución a sus problemas con las plagas, siempre y cuando: (1) tengan la posibilidad de adquirirlos, (2) su efecto sea rápido, (3) sean asesorados por los técnicos para poder usarlo adecuadamente: cuándo, cuánto y cómo. En este sentido parecería fundamental que a la hora de recomendar el uso de este tipo de productos, los extensionistas expliquen el funcionamiento del agroquímico, su modo de aplicación, la dosis adecuada y los plazos en los que debería verse el efecto, para evitar malos usos de estos productos, los que pueden afectar la salud del productor o la sanidad de los cultivos. Al mismo tiempo resulta importante conocer la capacidad real de los productores para adquirir los agroquímicos a lo largo del tiempo, ya sea por su costo económico o por su disponibilidad en el marco de programas de desarrollo rural donde se los puedan facilitar. En este sentido, es importante tener en cuenta que en muchas ocasiones los pequeños productores con los que el extensionista trabaje no manifestarán esta preocupación de forma explícita, por lo que será necesario un esfuerzo del técnico para indagar estas cuestiones y pensar, eventualmente, alternativas accesibles y adecuadas para este estrato de productores. b. Sobre el “surco estrecho” La propuesta de siembra en surcos estrechos es realizada por los extensionistas de la zona principalmente con relación a la siembra de algodón, aunque también se puede utilizar en otros cultivos, como por ejemplo el maíz. Los argumentos de los extensionistas a favor de esta técnica rezan que la denominada ‘siembra en surcos estrechos’ eleva el rendimiento por hectárea. Esta es una técnica mecanizada de producción que supone aplicar distancias entre surcos o líneas de cultivo de 50 cm a 52 cm, en vez de los 90 a 100 cm convencionales. Para llevar 126 adelante esta técnica, se utilizan variedades de algodón genéticamente modificadas (ej, BT y RR, resistentes al herbicida glifosato, resistentes a orugas defoliadoras, etc.) donde el control de plagas y malezas se hace con agroquímicos. La siembra se hace, en la mayoría de los casos, con sembradoras especiales que siembran a menor distancia de la habitual o que permiten regular la distancia. Además, para realizar la cosecha adecuadamente en cultivos de surcos estrechos, es necesario utilizar cosechadoras mecánicas, muchas de las cuales son inaccesibles en términos económicos para los productores entrevistados en el presente trabajo. Por su parte, el INTA ha intentado sortear esta dificultad diseñando y patentando una cosechadora de algodón de bajo costo, pensada para fomentar el uso de la siembra en surcos estrechos entre los pequeños productores. Sin embargo, persiste la falta de incorporación de esta técnica por parte de los agricultores familiares. Hubo cinco entrevistas a pequeños productores en las que surgió el tema de la siembra en surcos estrechos. Lo que resulta interesante para el análisis de este tipo de propuesta tecnológica, no es la cantidad de veces que se la mencionó, sino que las opiniones de los productores que se refirieron a ella, resultaron todas negativas, en comparación con otras propuestas donde las opiniones a favor y en contra fueron bastante equilibradas. Un productor de Loro Cué, por ejemplo, afirmó que no había implementado esta alternativa, a pesar de tener muy buenas referencias al respecto de parte de otro productor “ese [productor] tiene muchísima plata. Es multimillonario. Y esos hacen el [surco estrecho] y les resulta, pero hay que usar matayuyos […] estoy acostumbrado a la otra forma”. Esta técnica queda descripta en el discurso del entrevistado como una alternativa para “ricos” y al identificarse a él mismo de otra forma (como alguien “pobre” o de escasos recursos) asume que el surco estrecho está bien, pero para el otro (el “multimillonario” mencionado) y no para sí mismo. Es decir, aunque pueda ser una técnica útil, no la considera apropiada para un pequeño productor. El uso de matayuyo y la ausencia de carpida que requiere esta alternativa son planteados como puntos en contra para su incorporación, afirmando “estar acostumbrado” a la otra forma. En línea con esto, en el apartado 5.2.a La mirada del productor sobre sus propios conocimientos ya se ha desarrollado la importancia que los productores dan al uso de la azada y de la carpida como cuestiones constitutivas para ser un pequeño productor. Una de las dificultades con la que se encuentran los 127 técnicos para la adopción de esta propuesta específica tiene que ver entonces con el requerimiento de dejar de lado aspectos del trabajo de la chacra que para el agricultor familiar forman parte de sus habilidades fundamentales y de su identidad como pequeño productor. En sintonía con el productor citado, otro entrevistado también argumentó que la siembra en surcos estrechos es un tipo de técnica útil para otro estrato de productores, pero inadecuada para los más pequeños: “acá se está promocionando la siembra de algodón en surco estrecho […] es para los grandes [productores] […] acá supuestamente se trata de conservar el suelo, mentira, con eso le meten agroquímicos”. Este productor afirma, en primer lugar, que la siembra en surcos estrechos es para otro tipo de productores y no para él. Luego, ofrece un argumento agroecológico al afirmar que esta forma de cultivo atenta contra la conservación del suelo por la necesidad del uso de agroquímicos que supone, lo que también podría interpretarse como un rechazo a dejar de lado la carpida. Por su parte, uno de los extensionistas entrevistados demostró gran conocimiento sobre los motivos por los que los pequeños productores rechazan este tipo de alternativa tecnológica: Fuertemente está apuntando a eso [la siembra en surco estrecho] el gobierno, y no es que se incorpora mucho digamos […]. En primer lugar, no está al alcance de esos productores las tecnologías que se necesitan para hacer ese tipo de producción. Una sembradora que siembre a menos distancia, necesitás hacer un manejo con herbicida también al algodón, necesitás utilizar reguladores de crecimiento, otra dificultad que ellos ven es la cosecha. El algodón a surco estrecho es a 40 o 50 cm de distancia entre líneo, una de las dificultades que ellos tienen es por ejemplo entrar a cosechar. Anteriormente era a 70 cm, 1 metro, y era más fácil entrar entre medio y cosechar. Al hacer producción de algodón en surco estrecho necesitás maquinaria para cosechar, necesitás una cosechadora […], hay cosechadoras distribuidas por algunas zonas de la provincia, pero no está al alcance de todos los productores en tiempo y forma, y eso creo 128 que hace que se dificulte también la incorporación. (Ing. Zootec.) Este extensionista muestra que la adopción de este tipo de alternativa tecnológica es un asunto complejo que presenta distintas aristas, como la dificultad para acceder a insumos, la disponibilidad de maquinaria y el problema de cosechar a mano en espacios reducidos. Al mismo tiempo, los productores entrevistados también se refirieron a la cuestión del espacio para la cosecha: “todo encimadito [el algodón] tiene pocas bochas y cuesta más juntarlo en tu bolsa cuando vas cosechando. No te rinde”. Este argumento resulta muy contundente, por estar basado en la propia experiencia de aquel que trabaja en la cosecha y vive en carne propia la dificultad de desplazarse en menos espacio con una bolsa cargada de algodón. Ahora bien, los productores no solo cuestionan la siembra en surcos estrechos por los motivos mencionados, sino que también ponen en duda que el rendimiento de los cultivos por hectárea sea realmente mayor: Me dijo [el ingeniero] ‘si crece más tenés que meterle un veneno y se para ahí.’ ‘¿Por qué?’ le digo, ‘siempre alto, a nosotros nos conviene más alto el algodón y gajea así, entonces te da más fruta’.” (Pequeño productor, Colonia “La Picada”) Sin embargo, algunos extensionistas consideran que este argumento no es válido: Pero vos imaginate, el que se hace a 90, el tipo tiene que cosechar hasta cuatro pasadas tiene que hacer. Porque la bocha [de algodón] que te maduró, cuando vas cosechando hay frutas verdes todavía, entonces tiene que esperar que esa se madure y que se abra. Entonces van pasando días, van pasando… Y el que está a 50 se madura todo, prácticamente todo junto, entonces por ahí madura todo junto, cosecha antes, ¿me entendés? Entonces así es distinto, ventaja técnica, no es que se nos ocurre a nosotros, porque se nos ocurrió nada más y queremos meter cosas. (Ing. Agr.) 129 Este mismo extensionista incluso afirma que si los grandes productores trabajan de este modo, es porque les rinde: “Ellos hacen porque quieren ganar. Si ellos están haciéndolo así es porque les resulta”. Puede notarse entonces, que el argumento aquí dado no tiene en cuenta las características propias del pequeño productor, sino que supone que el agricultor familiar, al igual que el gran productor, debería priorizar el rendimiento. Los productores entrevistados, sin embargo, plantean su propia postura, antagónica a la expuesta por los técnicos en cuanto al rinde. Afirman que las plantas necesitan “más ventilación” para poder “gajear” y tener más cantidad de “bochas”, es decir, más frutos. Están convencidos de que si las plantas son más pequeñas (aunque entren más plantas, por estar ubicadas en espacios más reducidos) el rendimiento se verá disminuido. De todos modos, este cuestionamiento al rinde en surcos estrechos, parece más bien un argumento para justificar, por un lado, la dificultad que supone la cosecha, y por otro, la resistencia a dejar de lado la carpida o a cambiar la forma en la que tradicionalmente se desarrolla un cultivo tan significativo en términos identitarios para los productores de la zona, como lo es el algodón. Así, la explicación que dan los productores sobre la disminución del rendimiento en el caso de la siembra en surcos estrechos parece estar del lado de la dimensión explícita de las teorías de la acción, en tanto razones y explicaciones que los productores dan y creen usar cuando actúan, mientras que en la dimensión implícita o “en uso” podrían ubicarse los aspectos que involucran la tradición y la identidad. Por otra parte, la siembra en surcos estrechos pone de manifiesto las diferentes racionalidades presentes en esta interfaz, ya que la preocupación de los extensionistas se enfoca en la búsqueda de mayor productividad por hectárea, mientras que los agricultores priorizan otros temas, como por ejemplo, la facilidad o no para llevar adelante el trabajo de la cosecha, la dificultad para acceder a sembradoras y cosechadoras especiales y la disponibilidad de capital para poder comprar los insumos necesarios (semillas genéticamente modificadas, herbicidas, etc.). 130 c. Propuesta de comercialización alternativa: La Feria Franca San Cayetano La comercialización de la producción constituye uno de los principales problemas de los pequeños productores familiares, quienes por tener volúmenes reducidos de producción y limitados recursos para costear el transponte (flete) suelen estar marginados de los mercados formales (Ferrer, Barrientos y Saal, 2016). Las ferias francas surgen entonces como espacios que apuntan a potenciar la comercialización organizada de productos de origen campesino. Allí los puesteros son los mismos pequeños productores que comercializan sus propios productos, tanto primarios, como hortalizas, frutas y carne, como productos con valor agregado, por ejemplo dulces, chacinados y productos lácteos. Usualmente, las ferias francas tienen el apoyo de sus respectivos municipios en cuanto a la cesión del predio donde se instalan y reciben asistencia técnica y organizativa por parte de instituciones públicas. Este tipo de organizaciones, permite a los pequeños productores familiares un contacto directo con el público, reduciendo las intermediaciones, lo que supone, a su vez, precios más convenientes para los consumidores (Nirenberg, 2004). En el presente trabajo se entrevistó a mujeres productoras que participaban de la Feria Franca San Cayetano, de El Espinillo, una feria que comenzó en 1998 con un grupo de seis mujeres y ha logrado sostenerse exitosamente en el tiempo. Al momento de la toma de las entrevistas, la feria, que constaba de 10 puestos de venta al público, estaba completa. Si bien las ferias francas son mixtas, en este caso la mayoría de sus participantes son mujeres. Las feriantes entrevistadas se manifestaron muy conformes frente a esta alternativa de comercialización, propuesta inicialmente por técnicas que aún hoy las acompañan. En el contexto de las ferias francas, la función de los extensionistas es principalmente asesorar y capacitar en temas de organización, comercialización y elaboración de distintos productos a los feriantes. Las capacitaciones que reciben las entrevistadas en general están a cargo de la extensionista que coordina el grupo. Sin embargo, otras veces, esta extensionista convoca a otros profesionales para que capaciten a las feriantes en temas específicos. Los temas de cada capacitación suelen surgir de la demanda de las feriantes: “nosotras pedíamos que nos capaciten en las cosas que queríamos nosotras aprender” y tenían un fuerte componente demostrativo y práctico: 131 Nos mostraban y después ya hacíamos nosotros nomás… […] Uno aprende más, cuando te están mostrando ahí… porque si te dicen ‘hacé tal cosa, tal cosa…’ y después ¿cómo hacés? […] Uno hay que ver… […] era una vez nomás la gente que venía que nos capacitaba… y después ya nosotras nomás. (Pequeña productora de la Feria Franca San Cayetano). Las demandas de las feriantes en cuanto a los temas en los que querían capacitarse no solo surgían del propio interés de las productoras sino también de la demanda concreta de los clientes de la feria. Así, una entrevistada comentaba que ella había comenzado a vender dulce de leche en la feria, y a partir de allí los clientes comenzaron a solicitarle dulce de mamón o mermelada de naranja, entre otros, por lo que solicitó capacitaciones para aprender a fabricar estos productos. Las entrevistadas también destacaron la utilidad de conocer experiencias de otras ferias francas: “[los técnicos de la SAF] nos mostraban videos de otras ferias y así [...]. Nosotras veíamos cómo organizaban su verdura y sus cosas […] Más que nada, la verdura lo que traíamos para vender”. La posibilidad de conocer experiencias exitosas de otras ferias resultó, en opinión de una de las extensionistas, uno de los motores principales para concretar esta propuesta: Cuando nosotros dijimos “bueno, arranquemos con la feria” “y sí”, “no sé”, “puede ser”, “vamos a ver”, “bueno, vamos a visitar a la feria de Belgrano” y cuando las mujeres les empezaron a contar, lo que hacían, lo que vendían, vinieron entusiasmadísimas. Por eso yo creo que el hecho de ver las cosas es lo que los motiva. (Ing. Agr.). Las feriantes afirmaron que el asesoramiento técnico de la extensionista les resultó muy útil para poder organizar la siembra, ya que facilitó la coordinación en la oferta de productos: “al principio nos pasaba también eso, que todas teníamos el mismo producto… y después [gracias a las capacitaciones] empezamos a variar”. Destacaron especialmente las capacitaciones en las que los técnicos visitaban sus huertas y las asesoraban en sus predios para hacer nuevos cultivos o mejorar los 132 existentes. Para los extensionistas entrevistados que han tenido la experiencia de trabajar con mujeres feriantes, la feria franca constituye una experiencia sumamente positiva, cuyo aporte excede lo meramente comercial: Te entusiasma ver que las mujeres por ejemplo no tenían participación y hoy participan, que cumplen un rol diferente en su familia, que planifican junto a su familia, que quieren otras instancias de participación más allá de lo local, que aprendieron a diseñar proyectos (Ing. Agr.). Las feriantes entrevistadas enfatizaron a su vez en la feria como espacio de encuentro social. Afirmaron que antes de la feria no solían participar de actividades grupales o comunitarias, y si bien muchas de ellas se conocían, no tenían espacios de intercambio concretos ni tampoco acostumbraban juntarse con otras vecinas o productoras amigas, sino que sus actividades se limitaban a las tareas domésticas y a la reproducción familiar. El espacio de la feria entonces generó la posibilidad en estas mujeres de participar de un espacio comunitario fuera del núcleo familiar, por lo que lo valoran no solo como un espacio laboral, sino también social, del que les es grato participar: Sí… solamente los domingos voy a la casa de mi mamá… y después en la semana no estoy acá [en la feria]… con mi esposo, y el trabajo de la casa… porque un rato que salgo ya me falta a mi… yo me voy un rato ahí, ya vengo acá y ya me falta… ¡para esto salí! Digo… […] una distracción aparte de que vas a trabajar […] esa es mi salida… mi salida de los sábados. (Pequeña productora de la Feria Franca San Cayetano). Es interesante también señalar que quienes emitieron opiniones negativas relacionadas con la participación en ferias francas fueron productoras que no participaron de estas, mientras que las que efectivamente participaron, siempre tuvieron apreciaciones positivas respecto de estos espacios. Entre los argumentos en 133 contra de una posible participación en este tipo de ferias, dos productoras entrevistadas no feriantes argumentaron que este tipo de actividades quita tiempo de dedicación a la familia, o que preferían estar solas para evitar posibles conflictos grupales: “y porque quiero estar sola nomás […] no me gusta [juntarme en grupo] porque cada idea son distintos […], y entonces no se llevan de acuerdo […] Mejor no me acerco”. Otro tema fundamental a tener en cuenta en el caso de la Feria Franca San Cayetano es el tipo de relación que han establecido las feriantes con la técnica que acompaña al grupo. Se trata de una pequeña productora que colaboraba en una parroquia junto a un grupo de monjas misioneras que formulaban proyectos para acompañar el trabajo de los pequeños productores de la zona. Fue a partir de esa experiencia que comenzó a capacitarse en distintos temas y terminó siendo extensionista del entonces Programa Social Agropecuario. Coordinó la feria desde sus inicios y ha establecido vínculos fuertes con las productoras con las que trabajó quienes la definen como buena persona, sacrificada y luchadora, que sabe interpretar las necesidades de las feriantes y responder adecuadamente a sus demandas. “Una señora de hierro”, que siempre “está” y a quien le deben gran parte de sus logros grupales: Todo lo que sabemos es gracias a ella. Ella nos enseñó todo. Ella se iba a capacitarse, ella lo que salía mucho a capacitarse y después ya ella nos venía a enseñar (Pequeña productora de la Feria Franca San Cayetano). El balance que hacen las mujeres que efectivamente han participado en la Feria Franca San Cayetano es muy positivo. Además de la impronta de la extensionista, que sin dudas tiene una gran influencia en el buen desempeño de este grupo, otra causa de su buen funcionamiento es que esta ha sido una propuesta que vino a responder a una necesidad sentida por parte de las productoras: la necesidad de mejorar la comercialización. Sin embargo, a pesar de que puedan obtenerse ingresos adicionales a partir de la venta en ferias francas, este tipo de iniciativas tiene una limitación, puesto que no permite colocar volúmenes significativos de producción (Landini, 2010a). En efecto, la permanencia de las feriantes en esta 134 actividad excede las causas meramente económicas. En este sentido resultan muy interesantes los desarrollos de Manfred Max-Neef, economista chileno que, en colaboración con Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn, (1993) plantea una teoría operativa de las necesidades humanas. A diferencia de teorías como las de Abraham Maslow (1943) que establecen esquemas jerárquicos entre las necesidades humanas, considerando que es necesario satisfacer aquellas necesidades más elementales, como las fisiológicas, para poder avanzar hacia la satisfacción de otras necesidades como las de seguridad y socialización, Max-Neef propone un modelo de necesidades múltiples e interdependientes. Establece nueve necesidades básicas: subsistencia, identidad, libertad, ocio, creación, participación, entendimiento, afecto y protección, y afirma que estas nueve necesidades se encuentran en todas las culturas, y que lo que varía de una cultura a otra es el modo en el que se busca la satisfacción de dichas necesidades, es decir, ‘los satisfactores’. El autor define varios tipos de satisfactores, como por ejemplo los singulares que satisfacen una única necesidad, los pseudo satisfactores que brindan una falsa sensación de satisfacción y los sinérgicos, entre otros. Los satisfactores sinérgicos son aquellos que, por su particular forma de satisfacer una determinada necesidad, terminan estimulando y contribuyendo a la satisfacción de otras necesidades. Aquí es donde pueden relacionarse los desarrollos de Max-Neef con el éxito en la continuidad de la Feria Franca San Cayetano, ya que si bien la feria en un comienzo surge para dar respuesta a la necesidad de mejorar la comercialización (asociada con una necesidad económica, de subsistencia), en tanto satisfactor sinérgico contribuyó a la satisfacción de otras necesidades de las mujeres feriantes: afecto, por los lazos de amistad que se crearon, ocio por constituir un espacio de charla y entretenimiento, identidad y participación por la posibilidad de pertenecer a un grupo y ‘ser parte’ de algo, y libertad por la posibilidad de generar un ingreso propio para las mujeres, que les permite empoderarse desde el punto de vista económico. Así la feria constituye un espacio que excede su objetivo inicial, y es precisamente esa característica lo que la hace fuerte. 135 d. El uso de abonos verdes Los abonos verdes son cultivos de cobertura cuyo objetivo no es el consumo o la venta, sino que se siembran con la finalidad de aportar al suelo, por un lado, nutrientes, fijando nitrógeno y por otro, materia orgánica (biomasa), mejorando la incorporación y retención de agua y la aireación de la tierra. Los abonos verdes además compiten con malezas y previenen la erosión de suelo y su compactación, por lo que resultan una alternativa sumamente interesante a la hora de mejorar la calidad de la tierra. Muchos de los extensionistas entrevistados enfatizaron en la importancia de que los pequeños productores utilicen abonos verdes en sus chacras, donde los nutrientes del suelo se han ido consumiendo a causa de la explotación continua a través de los años, sumado a la compactación de la tierra que se ve potenciada por el uso de la azada. Principalmente han propuesto la siembra de mucuna12 o melilotus con avena negra, pero afirman que la adopción de este tipo de prácticas no ha sido exitosa: “nosotros anhelamos de que se empiece a hacer, porque hace muchísimo tiempo que estamos con eso y no vemos frutos.” Dentro de las explicaciones que dan los extensionistas sobre la dificultad para que los productores implementen el uso de este tipo de abonos ubican, por un lado, el hecho de que sea una propuesta cuyos beneficios se logran percibir a mediano o largo plazo: Por ahí acá la mayoría de los productores son pequeños productores que hace mucho tiempo que usan la misma tierra, y por ahí esa mucuna no tiene un buen desarrollo, porque el suelo ya está muy agotado, es muy bajo, está muy compactado, y no tiene un… necesita un proceso mucho más largo eso, para ir recuperando… y eso creo que es lo que hace que sea difícil (Ing. Zootec.). 12 Planta leguminosa utlizada para el control de malezas debido a su gran producción de follaje, y también como abono verde en los cultivos, puesto que favorece la fijación de nitrógeno, lo que mejora el perfil de nutrientes del suelo 136 Ya en el capítulo 6 se ha profundizado respecto de las distintas formas en las que los extensionistas suelen caracterizar a los productores, entre las que se mencionó el cortoplacismo que adjudican al productor. Este aspecto de la personalidad del agricultor familiar que plantean los técnicos es utilizado como argumento para explicar la dificultad en la incorporación de este tipo de abonos: “trabajar con abono verde te lleva un poco más de trabajo… pero yo creo que es eso, el tema de no ver los resultados en un tiempo corto”. Otra de las posibles causas a la que atribuyen la escasa adopción de este tipo de prácticas es la necesidad de un seguimiento exhaustivo por parte del extensionista, que generalmente no se da. Puesto que la incorporación de abonos verdes supone un proceso largo y complejo, los técnicos perciben que es necesario acompañar más a los productores cuando se ponen en marcha este tipo de propuestas, ya que un pequeño error en algún momento del proceso, puede suponer que los resultados disten de lo deseado: La falla es que nosotros vamos, les explicamos cómo es el tema del abono, les damos la semilla, pero no nos vamos a sembrar con ellos. Y si ellos siembran, después en algún momento vamos y vemos el cultivo y todo pero ya se sembró, se sembró poca semilla. O sea que no te da una densidad que es lo que estamos buscando, el trabajo que va a hacer esa planta no va a ser lo que vos estás buscando y el resultado posterior no tiene el efecto que vos querías, entonces el productor ve que no anduvo, y ya no lo incorpora […]. Yo muchas veces planteé eso, por qué no fuimos, por qué no estuvimos, y no sé por qué tampoco, […] el tema del abono verde no sé por qué nunca fuimos con ellos a sembrar. (Ing. Zootec.) Los extensionistas también mencionan entre las explicaciones para comprender la escasa adopción de abonos verdes la complejidad propia de este tipo de prácticas, que insumen mucho tiempo de trabajo, puesto que suponen una preparación especial del suelo: “hay que preparar el suelo, hay que por ahí hacer este tratamiento de romper el pie de arado […] hacer todo ese proceso […] le frustra un 137 poco a la gente”. Un productor entrevistado también se refirió a la cuestión del tiempo, haciendo énfasis en la dificultad para dedicar tiempo propio a este tipo de prácticas: “por el tiempo que te lleva más para trabajar la tierra […] Porque acá el tiempo falta a veces para trabajar”. Además del requerimiento de tiempo de trabajo, el uso de abonos verdes implica prescindir de parcelas de suelo por períodos prolongados. Si bien el rendimiento posterior de la parcela abonada será mayor, los productores afirman que necesitan tenerlas en uso constante para cultivos de venta y autoconsumo, quedando el abono verde más como un lujo que como una posibilidad real: “el [año] antepasado ponemos. Pero usted sabe que no podemos cada año porque nosotros tenemos que ocupar la chacra”. Este productor, aun habiendo tenido una buena experiencia con la siembra de mucuna, decidió no volver a plantarla por falta de disponibilidad de tierra para dicho fin. Entonces, en el caso de la siembra de abonos verdes puede verse cómo chocan la racionalidad campesina y la técnica. Si bien desde la óptica del extensionista el rinde de la tierra se vuelve un argumento fundamental para generar alternativas que mejoren la calidad del suelo, para el productor que vive en un contexto de gran escasez de recursos, el rendimiento de la tierra es uno entre otros tantos temas. Como señala Cáceres (2011) los abonos verdes son propuestas que no satisfacen necesidades sentidas por los propios productores y que suponen asignar recursos escasos como mano de obra, semillas, animales de tiro, herramientas y terreno, e implican resignar la posibilidad de recibir un beneficio en el corto plazo. Esta propuesta entonces, entra en confrontación con la propia lógica productiva del agricultor familiar, como señala el autor, especialmente si no terminan de entender los motivos que la sustentan, convirtiéndose más en una imposición o un nuevo problema que en una solución. 138 7.2. Una reflexión sobre la percepción y valoración de las alternativas tecnológicas por parte de los pequeños productores y los extensionistas A lo largo de este capítulo se han analizado diferentes tipos de propuestas técnicas, y las opiniones de productores y extensionistas sobre ellas. En el caso de la siembra en surcos estrechos, los productores entrevistados argumentaron que es una técnica para ricos, para “los grandes” productores. Afirmaron que esta técnica dificulta la cosecha y que no solo no mejora el rinde, sino que lo empeora. Más allá de lo acertados que pueden ser muchos de los argumentos planteados, hay que señalar que la siembra en surcos estrechos es principalmente propuesta por los extensionistas de la zona para la siembra de algodón. Como ya se señaló, esto resulta sumamente relevante si se toma en cuenta que el algodón es un cultivo muy difundido en la zona y que las destrezas asociadas a este abonan la identidad del pequeño productor, tal como afirma un productor entrevistado por Landini (2010a): “sabemos del algodón, nacimos de una planta de algodón nosotros” (p. 159). Cambiar las prácticas relacionadas con cultivos con fuerte impronta cultural como este, puede repercutir negativamente en la autoestima del pequeño productor, lo que es necesario contemplar y comprender antes de intentar realizar modificaciones. En efecto, los productores entrevistados dicen estar “acostumbrados” a la forma tradicional de sembrar el algodón, es decir que la forma tradicional de cultivarlo, de usar la azada y de cosechar forman parte de sus “costumbres”, de su cultura, por lo que resulta razonable que exista cierta resistencia a realizar modificaciones que parezcan atentar contra esa tradición. Esto no supone una ‘resistencia al cambio’, ya que la resistencia no es al cambio en sí, sino a cambiar cuestiones muy asociadas a la propia identidad. En numerosas ocasiones los pequeños productores han sido definidos como sujetos resistentes o reacios al cambio (ej. Aurand, et. al. 2005). Las dificultades encontradas por los técnicos para que los productores “adopten” nuevas tecnologías han sido muchas veces entendidas como consecuencia de una rigidez propia de los agricultores familiares, renuentes a incorporar nuevas prácticas (Rogers, 1962). Los productores tendrían, desde este enfoque, una predisposición 139 negativa hacia cualquier propuesta técnica que se les haga. No obstante, en este trabajo ha podido observarse, teniendo en cuenta el caso de la feria franca o las opiniones sobre el uso de agroquímicos, que no existe una predisposición a favor o en contra por parte de los productores hacia las propuestas técnicas en términos genéricos. Es decir que no habría una resistencia al cambio inherente al productor o una tendencia a valorar negativamente lo novedoso por el simple hecho de ser novedoso. Incluso en el caso de los abonos verdes, se reconocen sus beneficios, pero pesa más poder disponer rápidamente de la tierra, que las posibilidades de tener mejores rendimientos a futuro. Ahora bien, que no pueda hablarse de una resistencia al cambio, no quiere decir que no se presenten obstáculos a la hora de adoptar nuevas tecnologías. Así, como se ha descripto a lo largo de este capítulo, existen creencias o interpretaciones que hacen los pequeños productores sobre su propia realidad que pueden desfavorecer la incorporación de determinadas técnicas o propuestas. Ejemplos como el de la expectativa de una acción instantánea de los insecticidas o la creencia de que el picudo algodonero habita en la semilla desde antes de su germinación, dan cuenta de la necesidad de conocer las interpretaciones que hacen los productores respecto de las causas de sus problemas. Por otra parte, en casos como los de la siembra en surcos estrechos, es necesario comprender cuáles son los motivos reales del rechazo por parte de los pequeños productores, puesto que, si bien puede haber motivos explícitos, tales como la dificultad para el cosechero o la creencia en el bajo rendimiento de la técnica, estos motivos pueden estar reforzados también por motivos implícitos, como aquellos relacionados con cuestiones identitarias o culturales, que no siempre son explicitados por ellos. Lo desarrollado a lo largo de todo este capítulo lleva a reflexionar sobre la importancia que tiene para la labor del extensionista conocer la racionalidad campesina, las creencias y las formas en las que el productor explica la realidad, para así comprender la lógica según la que toma sus decisiones y las razones contextuales por las cuales las toma, para poder entonces asesorarlo adecuadamente. Se vuelve crucial entonces entender “por qué el productor hace lo que hace” (Cittadini y Pérez, 1996, p. 36), conocer sus supuestos e ideas previas, como así también, las dificultades que se le presentan en el proceso de incorporar innovaciones (como la dificultad para acceder a insumos o para disponer de tierra en el caso de la mucuna) 140 para, de este modo, poder hacer propuestas claras, efectivas y apropiadas en el marco de los procesos de extensión rural. Por otra parte, es sumamente importante tener en cuenta uno de los postulados principales de la Psicología Comunitaria en cuanto al trabajo en el plano de las necesidades sentidas por la propia comunidad, de acuerdo con estrategias colectivamente definidas (Montero, 2003) . Esto se ve claramente en el caso de la Feria Franca San Cayetano, donde las capacitaciones que reciben las feriantes, son capacitaciones que surgen a partir de sus propias demandas, lo que favorece la motivación de sus miembros por participar y permite sostener esta iniciativa en el tiempo. Por otra parte, propuestas como las de la siembra en surcos estrechos o los abonos verdes no han resonado en necesidades que los productores sentían, por lo que pueden percibirse como impuestas y en este sentido, es comprensible que exista resistencia frente a ellas. A continuación, en la figura 14, se presentan de forma gráfica los principales determinantes psicosociales y técnico-productivos que tienen influencia en la incorporación de propuestas tecnológicas por parte de los agricultores familiares. 141 Figura 14. Factores determinantes en la incorporación de propuestas tecnológicas 142 Como puede verse en la figura 14, la incorporación de una propuesta tecnológica puede estar condicionada por una serie de determinantes, entre los cuales destacamos aquí los psicosociales y los tecnico-productivos. Está claro que la adopción de tecnologías es un fenómeno multicausal en el que influyen cuestiones asociadas al contexto socio-economico, ambiental y político entre otros. Sin embargo, aquí se ha querido hacer énfasis en los dos determinantes que se han desarrollado con mayor profundidad a lo largo del capítulo: los psicosociales y los técnico-productivos. Dentro de los determinantes psicosociales puede verse como se mezclan aspectos subjetivos de cada productor, cuestiones identitarias y culturales de su grupo social y también temas vinculares que hacen a la relación con sus colegas o con los extensionistas. Por su parte, entre los determinantes técnico-productivos se ubican cuestiones asociadas a las características físicas de su predio, las posibilidades de acceder a determinados insumos y la pericia práctica del productor. Ambos determinantes, los psicosociales y los técnico-productivos, se presentan en todo proceso de innovación, motivo por el que es sumamente importante visualizarlos y no quedarse con una única área de determinación toda vez que se analicen procesos de extensión rural. 143 Capítulo 8: El trabajo del extensionista. Motivaciones, estrategias, dificultades y propuestas “La educación, en verdad, necesita tanto de formación técnica, científica y profesional como de sueños y de utopía.” Paulo Freire (1997, p.34) El presente capítulo se centra en uno solo de los actores de la interfaz: el extensionista, haciendo foco en la forma en la que éste se refiere a su trabajo. Comprender aquellos aspectos que resultan motivadores para el técnico como aquellos que constituyen dificultades en su trabajo puede ayudar a entender la racionalidad del extensionista y su actitud frente al productor, lo que a su vez brinda nuevos elementos para analizar la relación entre ambos actores en los procesos de extensión rural. Por otra parte, describir las estrategias que utiliza para enfrentar los problemas que vive a diario, así como las propuestas que identifica para superarlos resulta una manera interesante de comprender su perspectiva y de identificar líneas que permitan fortalecer el impacto de su trabajo. Para ello, en primer lugar en el apartado 8.1 se desarrollarán las razones que dan los técnicos para explicar por qué comenzaron a trabajar en extensión rural y qué aspectos de este trabajo los entusiasman y motivan a continuar. Luego, en el apartado 8.2, se desarrollarán todas aquellas estrategias que los extensionistas consideran útiles y efectivas para el trabajo con pequeños productores agropecuarios. En el apartado 8.3 se abordarán las dificultades que perciben los técnicos en su labor. Finalmente, en el apartado 8.4 se plantearán aquellas sugerencias que los extensionistas consideran que sus instituciones de pertenencia deberían incorporar para mejorar las líneas de acción orientadas al desarrollo rural. 144 8.1. Motivaciones de los técnicos para trabajar en Extensión Rural. A lo largo de este trabajo se han expuesto muchas de las vicisitudes propias del trabajo de extensión rural con pequeños productores agropecuarios. En efecto, las tareas que tienen a su cargo los extensionistas son complejas y requieren de múltiples habilidades, tanto técnicas como pedagógicas y sociales. Al mismo tiempo, los resultados esperados en cada una de las instancias de los programas de desarrollo rural suelen ser difíciles de alcanzar (Landini, 2015, 2016d). Por otra parte, el trabajo como extensionista tampoco se caracteriza por sus altos salarios, pudiendo un ingeniero agrónomo o un veterinario acceder a opciones con mayor remuneración en el mercado, quizás no en sus comienzos, pero sí una vez que cuentan con mayor experiencia laboral. Entonces, ¿cuáles son las motivaciones por las que un técnico trabaja como extensionista rural?, ¿qué factores son los que influyen a la hora de aceptar y sostener en el tiempo un trabajo con pequeños productores agropecuarios? Entre las razones más mencionadas por los extensionistas en las entrevistas aparecen argumentos de tipo altruista o humanitario. En efecto, los entrevistados plantean que ser extensionista rural les permite colaborar en la mejora de las condiciones de vida de aquellos que más lo necesitan y eso les resulta gratificante. Aseguran, a su vez, que en el trabajo de extensión “te das cuenta realmente de lo útil que sos para la sociedad”. Puede notarse entonces la existencia de una fuerte sensibilidad social por parte de los extensionistas entrevistados en este trabajo, tal como se manifiesta en la cita que sigue: El hombre [un agricultor familiar], me estaba contando “antes yo tenía una buena posición” me dijo, me acuerdo bien, “yo estaba acostumbrado a desayunar, a hacer media mañana, a tomarme el tereré, y de un día para otro, perdí todo”, me dice, “y es difícil volver a acostumbrarse a no desayunar, a no hacer la media mañana, a veces no tenés para comer al mediodía”. Eso a mí me marcó mucho… casi casi me hizo llorar el hombre, porque era como un desahogo que él estaba haciendo delante de 145 mí. Y eso me tocó mucho, y me dio más ganas de seguir trabajando […] sí, me motiva. Porque ahí yo, de ahí yo lo tomé como una ayuda más humanitaria la que damos nosotros. (Ing. Agr.). Por otra parte, el trato cordial que mantienen con los agricultores familiares y los vínculos de amistad que frecuentemente logran establecer con ellos también forman parte de aquellos aspectos de su trabajo que les resultan más motivadores. Las relaciones de amistad que se consolidan en la interacción técnicoproductor pueden incluso devenir en vínculos familiares tales como el compadrazgo. El trabajar en contacto con la gente y sentirse tratados con hospitalidad y calidez por parte de los agricultores familiares constituyen también motivaciones pujantes para los extensionistas: Siempre trabajé con familia de productores, pero en un momento trabajé para la provincia con un poquito de productores medianos a grandes, ¿no? Y después volví, en realidad también me gustaba, lo que pasa es que por ahí me siento más cómoda a lo mejor trabajando […] porque por ahí la calidez que tienen, la calidez de la familia, cuando vos te acercás […] la mayoría siempre te recibe como parte de su casa cuando vos ya hacés como un vínculo, como que uno ya se siente cómodo trabajando ahí. (Ing. Zootec.). En concreto, además de las cuestiones altruistas y vinculares, los técnicos afirman que les resulta muy alentador cuando logran los objetivos que se han propuesto en el trabajo con productores, ayudando a que se incorporen nuevas tecnologías que redunden en mejoras materiales, económicas u optimización en modos de producción que suponen cambios concretos para la vida cotidiana del pequeño productor, y además es para el extensionista muy importante el reconocimiento de los agricultores respecto de estos logros, tal como lo ejemplifican las afirmaciones que se presentan a continuación: 146 A mí lo que siempre me gustó, cuando alguien, algún productor después te cuenta apasionado, emocionado, lo que hizo, o que está ganando más, que se le hace más fácil el trabajo, o lo que sea. Pero cuando te lo puede contar y se emociona y todo, ahí está el logro. (Ing. Agr.). Gratifica mucho cuando un productor te diga por ejemplo que le fue re bien en tal producción, que con la tecnología que por ahí yo por ahí le enseñé o le dije cómo, o sea, promocioné con él, que utilice eso, y tiene frutos eso… creo que es lo que más gratifica […] alguna cosa que el haga dentro de su predio. Esas cosas por ahí como que levantan, cuando te dicen “che, mirá esta pastura que plantamos acá, que vos me indicaste como hacerle todo el manejo, tuvo un resultado espectacular”. (Ing. Zootec.). En las encuestas también se consultó a los técnicos respecto de sus motivaciones. Para ello, se les preguntó tanto por las razones iniciales para aceptar este tipo de trabajo como por los motivos actuales para mantenerse en él. La mayoría de los ítems se elaboraron en función de afirmaciones hechas por los técnicos entrevistados, con excepción de dos ítems que se construyeron con la finalidad de indagar aspectos que resultaban de interés, pero que no habían aparecido explicitados en las entrevistas: el ítem relacionado con la carrera laboral y el ítem que refiere a la remuneración del trabajo. Como puede verse en las tablas 5 y 6, en ambos casos, y en sintonía con lo expuesto en las entrevistas, los extensionistas priorizaron causas que podrían definirse como altruistas y/o humanitarias. 147 Tabla 5 Motivaciones de los técnicos para comenzar a trabajar con pequeños productores Motivos por los cuales comenzó a trabajar como extensionista Porcentaje Quería trabajar en algo útil para la sociedad 86% Quería colaborar en la mejora de las condiciones de vida de la gente más humilde 68% Era un trabajo que me permitía estar en contacto con gente 64% Me permitía realizar mejoras materiales en las condiciones de vida de los productores 44% Se presentaba como un trabajo con posibilidades de carrera laboral muy convenientes 26% Me gustaba el trato de los pequeños productores hacia los técnicos 24% No tenía otra alternativa laboral 12% Pensé que el trabajo con pequeños productores era más tranquilo que con grandes y medianos productores Era un trabajo que estaba bien pago 8% 6% Fuente: Elaboración propia (N=50) 148 Tabla 6 Motivaciones de los técnicos para continuar trabajando en extensión rural Motivos por los cuales continúa trabajando como extensionista Siento que trabajo en algo útil para la sociedad Me gusta poder colaborar en la mejora de las condiciones de vida de la gente más humilde Porcentaje 86% 80% Es un trabajo que me permite estar en contacto con gente y hacer vínculo con ellos 70% Me gratifica realizar mejoras materiales en las condiciones de vida de los productores 60% Me gusta cómo me tratan los pequeños productores 34% Es un trabajo que me brinda posibilidades de carrera laboral muy convenientes 10% El trabajo con pequeños productores es más tranquilo que con grandes y medianos productores 8% No tengo otra alternativa laboral 2% Es un trabajo que está bien pago 2% Fuente: Elaboración propia (N=50) Cuando se comparan ambas tablas puede notarse que las razones por las que comenzaron a trabajar y los motivos por los que los extensionistas continúan trabajando con pequeños productores mantienen un orden bastante similar. Sin embargo resulta interesante analizar algunos puntos en particular. En primer lugar, es necesario destacar que la primera motivación en ambas tablas tiene que ver con una razón claramente altruista: “trabajo en algo útil para la sociedad”, lo que se desarrolló al comienzo de este mismo apartado, cuando se habló de las principales motivaciones mencionadas por los técnicos en las entrevistas. Los motivos altruistas o humanitarios también se destacan en la segunda razón que eligieron los encuestados: ‘colaborar en la mejora de las condiciones de vida de la gente más humilde’, que se mantiene en segundo lugar en ambas tablas, pero con una diferencia de 12 puntos a favor de la segunda. Lo mismo sucede con la gratificación por ‘las mejoras materiales en las condiciones de vida de los 149 productores’, que también presenta una diferencia de 16 puntos a favor de la segunda. Esto hace suponer que la posibilidad de ver los logros materiales y tangibles para los agricultores familiares y las mejoras en las condiciones de vida que esto supone, constituye un factor que influye en la permanencia de los extensionistas en su trabajo, quienes a medida que han ido trabajando con productores comenzaron a sentir más gratificación por los logros concretos que han podido percibir en cuanto al desarrollo de los agricultores. Por otra parte, el trato de los productores hacia los técnicos, ubicado en quinto lugar, también aumenta en 10 puntos su porcentaje cuando se trata de los motivos para continuar como extensionista. En este sentido, si bien el extensionista podía suponer o conocer el buen trato que los pequeños productores tienen con los técnicos, solo a partir del vínculo real y concreto con ellos puede confirmarse. Además, será a partir de los vínculos establecidos con los productores, que este aspecto relacional cobrará mayor fuerza entre los motivos por los cuales quieren seguir siendo extensionistas. Al comparar ambas tablas también puede notarse una disminución en la opción que refiere a las alternativas laborales disponibles. En este sentido, el porcentaje de técnicos que han elegido el trabajo con agricultores familiares por ser la única opción disponible varía en 10 puntos, mostrando disminución en la segunda tabla. Es esperable sin duda que un técnico con menor experiencia disponga de menos alternativas laborales, lo que explicaría la diferencia en los porcentajes. Sin embargo, también es interesante señalar que en las entrevistas, algunos extensionistas comentaron que si bien habían incursionado en la extensión rural de manera casual, a causa de una oferta laboral puntual, y no por una decisión firme de querer trabajar con agricultores familiares, con el tiempo fueron encariñándose con la labor de acompañar a este estrato de productores. Así, afirman que hoy prefieren este tipo de trabajo frente a otras opciones disponibles. En este sentido, continuar trabajando como extensionista sería claramente una elección deliberada, y no forzada a causa de una escueta oferta de posibilidades laborales. Es importante hacer una última reflexión respecto de las motivaciones de los técnicos para trabajar en el ámbito de la extensión rural. Aquellos aspectos que hacen a las características profesionales o remunerativas de este tipo de trabajo se 150 ubican entre los últimos cuatro puestos en ambas tablas 13. Esto tiene, en principio, dos interpretaciones posibles y no necesariamente excluyentes. Por un lado, si se toma en cuenta que los técnicos entrevistados y encuestados manifestaron motivaciones sociales, altruistas y humanitarias, es esperable que las posibilidades de crecimiento profesional y económico estén supeditadas a este tipo de motivaciones, por lo que, estarían dispuestos a sacrificar posibilidades de ascenso profesional o económico frente a un trabajo que les brinda gratificaciones en un plano social y humano. No obstante, también puede suponerse que este tipo de trabajos no estarían ofreciendo a los extensionistas remuneraciones acordes a sus esfuerzos o posibilidades de crecimiento profesional que puedan ser estimulantes para comenzar o continuar trabajando en el ámbito de la extensión rural. Incluso, si se comparan nuevamente ambas tablas, se observa una diferencia de 16 puntos frente a la posibilidad de carrera laboral, a favor de la primera tabla. Esto demuestra que las posibilidades de crecimiento resultaban mayores al momento de comenzar a trabajar como extensionista, pero encontraron su techo a medida que se mantuvieron en dicho trabajo. Esto implica, para las instituciones, una necesidad de poner el énfasis en mejorar las posibilidades laborales o remunerativas para los extensionistas, a fin de no perder personal calificado y valioso. 13 Los ítems que refieren a las posibilidades de carrera, a la remuneración del extensionista y a la disponibilidad de otras alternativas laborales, fueron construidos por la doctoranda puesto que resultaba importante indagarlos para comprender de qué forma las ponderaban los extensionistas dentro de sus motivaciones, aunque no hubieran surgido espontáneamente en las entrevistas. 151 8.2. Estrategias de trabajo de los extensionistas Tanto en las entrevistas como en las encuestas, los técnicos fueron consultados sobre las estrategias que les resultaban acertadas en el trabajo de extensión. El objetivo del siguiente apartado es sistematizarlas con la finalidad de poder facilitar el desarrollo de habilidades para los extensionistas en ejercicio o en formación, con el fin de brindar herramientas concretas transmitidas por los propios actores. a. Estrategias asociadas al trabajo con grupos Entre las estrategias útiles para el trabajo con pequeños productores aparecen las habilidades relacionadas con el manejo de vínculos interpersonales y la coordinación grupal. De este modo, en las entrevistas los técnicos enfatizan la importancia de aprender a administrar dinámicas para el trabajo con grupos, así como manejar conflictos grupales y facilitar el diálogo entre productores, entre otras destrezas similares. Una habilidad que fue mencionada en las entrevistas y luego apoyada fuertemente en las encuestas a extensionistas es la capacidad para facilitar el diálogo entre productores dentro de los grupos de trabajo. En este sentido, el 38% de los entrevistados afirmó que esto resultaba ‘indispensable’ para el trabajo de extensión y el 56% dijo que era sumamente útil. Por su parte, ningún entrevistado opinó que esto fuera ‘poco’ o nada útil. (ver Figura 15) 152 Figura 15. Porcentajes de respuesta ante la afirmación “Dentro de los grupos de trabajo, facilitar el diálogo entre productores”. (N=50) Así, en el trabajo de extensión, el técnico debe desplegar una serie de habilidades sociales que permitan la explicitación de los conflictos existentes entre los miembros de los grupos. Su trabajo tiene, por lo tanto, una impronta social para la que deben desarrollar destrezas específicas que adquieren, por lo general, a fuerza de ensayo y error, puesto que rara vez han sido formados profesionalmente en este sentido (Landini, et.al, 2009; Murtagh y Landini, 2011; Landini, 2013c). En línea con esto, los entrevistados consideran eficaz el uso de dinámicas grupales para facilitar el diálogo y la reflexión de sus grupos de trabajo: “cuando hacemos las dinámicas grupales […] no son conferencias. Son cosas muy sencillas […] para que ellos reflexionen” (Ing. Agr.). En efecto, la administración de dinámicas grupales resulta una herramienta favorable para los extensionistas, quienes afirmaron en un 26% y un 32% que el uso de estas dinámicas resultaba ‘indispensable’ y ‘sumamente útil’ respectivamente (ver Figura 16). 153 Figura 16. Porcentajes de respuesta ante la afirmación “Usar dinámicas grupales cuando se trabaja con productores”. (N=50) Los entrevistados también destacaron la importancia de hacer diagnósticos participativos que permitan vislumbrar las necesidades y demandas planteadas por los propios productores, trabajando en la definición de sus problemas sentidos y estableciendo jerarquías entre estos. En el plan de trabajo nosotros ponemos reuniones para realizar un pequeño diagnóstico y ver cuáles son las necesidades, cuáles son las demandas que por ahí plantea la gente, y de toda esa lista de problemas que ellos nos plantean, priorizamos con ellos. (Ing. Agr.). Por su parte, los resultados de las encuestas muestran que el 86% de los extensionistas (si se suma el 50% de ‘indispensable’ y el 36% de ‘sumamente útil’) avala la utilidad de realizar un diagnóstico para conocer cuáles son las necesidades y las demandas de los productores (ver Figura 17). La utilidad de hacer un listado de problemas y jerarquizarlos también obtuvo una muy fuerte aceptación por parte de los encuestados (ver Figura 18). 154 2% 12% Es un poco útil Es bastante útil 50% 36% Es sumamente útil Es indispensable Figura 17. Porcentajes de respuesta ante la afirmación “Realizar un diagnóstico para conocer cuáles son las necesidades y las demandas de los productores”. (N=50) Figura 18. Porcentajes de respuesta ante la afirmación “Hacer un listado con los problemas que plantean los propios productores y que luego los jerarquicen”. (N=50) Como puede notarse, existe consenso entre los extensionistas sobre la importancia que adquieren en el trabajo de extensión rural las habilidades relacionadas con la coordinación grupal y la facilitación del diálogo entre productores, como así también, la administración de técnicas de tipo participativo tales como el diagnóstico de necesidades y la jerarquización de problemas sentidos. A pesar de que este tipo de destrezas, desde el punto de vista de los extensionistas, resultan sumamente necesarias en el trabajo con pequeños 155 productores agropecuarios, la formación académica tradicional de los profesionales de las ciencias agrarias carece de capacitación suficiente en este sentido, por lo que se vuelve imperioso contar con el aporte de profesionales provenientes de las ciencias sociales tanto para acompañar los procesos de desarrollo rural como así también para capacitar a los técnicos en este tipo de cuestiones. b. Estrategias pedagógicas Está claro que el trabajo del extensionista rural requiere no solo de pericia técnica, sino también de habilidades pedagógicas que le permitan generar procesos de enseñanza y aprendizaje fecundos con los productores. En este sentido, los técnicos entrevistados y encuestados hicieron referencia a distintas estrategias pedagógicas que consideran relevantes para el trabajo con pequeños productores y que serán descriptas a continuación. i. Estrategias para el desarrollo de capacitaciones Una de las tareas más difundidas entre los extensionistas rurales es el trabajo con pequeños productores bajo la modalidad de capacitaciones. Este formato supone, en términos generales, un trabajo de exposición oral del técnico hacia los agricultores relacionado con algún tema en particular. La exposición puede ir acompañada de material gráfico (filmina con fotos, afiche o pizarra con dibujos) y generalmente precede a un segmento donde los asistentes ven en la práctica lo trabajado, ya sea observando cómo lo hace el técnico junto con algún productor o haciéndolo ellos mismos, acompañados por el extensionista a cargo. En las entrevistas realizadas, los técnicos han relatado distintas formas de encarar las capacitaciones. En una de las modalidades descriptas, el tema por trabajar es preparado previamente por el extensionista, quien luego lo expone en forma oral. Suelen valerse de herramientas tales como afiches, fotos o programas de presentación (ej. Microsoft Power Point), y aseguran que estos favorecen la atención sostenida de la audiencia. Además de la exposición teórica y de la presentación de 156 material gráfico, muchos extensionistas consideran provechosa la realización de demostraciones prácticas de los contenidos que han sido trabajados teóricamente. Estas demostraciones suelen hacerse en la chacra de algunos de los pequeños productores involucrados en el proceso de capacitación: Uno puede hablar sobre un tema, ¿no? Formar una capacitación… aparte de dar la capacitación es bueno a veces presentar un material más bien gráfico, por ejemplo, para que se haga más comprensible, y no tenga que andar leyéndolo… y después sobre todo, es algo complejo, mostrarlo, hacer una demostración […] en la casa, en la chacra del que se ofrece… y sobre esa demostración, si es un cultivo y hay que hacerle un seguimiento, bueno, ir periódicamente y llevar a todo el grupo, no solo el dueño de la casa. (Ing. Agr.). En este último fragmento, el entrevistado plantea la importancia de articular la exposición teórica con una parte demostrativa en la chacra de alguno de los productores. Esta forma de concebir las capacitaciones es consensuada por varios entrevistados quienes enfatizan la importancia del componente práctico y demostrativo en el trabajo de capacitación con agricultores familiares: Yo creo que la gente quiere ver las cosas. Por ahí explicándole no es que incorpora mucho. Quiere ver, ver en terreno, ver la realidad, ver cómo son los temas prácticos […] ver cómo es el proceso. Por ahí, en más de una oportunidad vos te vas y hacés una charla por ahí y no tiene el impacto que uno espera […]. Te podés ir a hacerle, explicar todo “mirá el maíz tiene 10% de proteína, esto tenés que mezclarlo con algún poroto para que le aporte más proteína, ya que los pollos necesitan 18%” [risas]. Sin embargo si vos te vas con un productor, te organizás esas capacitaciones por ahí, les cuento porque tuvo éxito. Llevás el maíz, llevás el poroto le hacés por ejemplo el calentado del poroto, y llevás harina de hueso, mezclás y preparás eso, eso 157 queda mucho más que explicando únicamente. Pero creo que en cualquier parte pasa eso, en la universidad por ahí también viste que da gusto ver las cosas cuando se hacen así en vivo y en directo, no por ahí cuando te explican y te explican (Ing. Zootec.). En las encuestas también se valoró la demostración práctica como una estrategia efectiva en el trabajo con pequeños productores. Tal es así que, como puede observarse en las Figuras Nº 19 y 20, los porcentajes relacionados con la efectividad de realizar demostraciones empíricas de las distintas técnicas o tecnologías superan claramente aquellos referidos a la utilidad de las capacitaciones teóricas con la sola presentación de material gráfico. Figura 19. Porcentajes de respuesta ante la afirmación: “Hacer capacitaciones teóricas mostrando material gráfico”. (N=50) 158 Figura 20. Porcentajes de respuesta ante la afirmación ‘Mostrar empíricamente los beneficios de una técnica o tecnología, para que el productor pueda verlos. (N=50) Si bien para los extensionistas es bueno realizar capacitaciones teóricas utilizando material gráfico, destacan muy especialmente la efectividad de la demostración empírica y el ejercicio práctico cuando se trabaja con este estrato de productores. Ahora bien, según los técnicos, no todo queda resuelto con la mera demostración práctica. Así pues resulta sumamente importante hacer el trabajo junto con el productor. Por ejemplo para yo poder explicar la instalación y el manejo de un alambrado eléctrico, yo me voy y tengo que trabajar con ellos desde el momento que pongo la maquinita, poner el poste, poner los aisladores, yo lo tengo que hacer con ellos… estirar el alambre… O sea hago todo el trabajo con ellos. Y si hay que limpiar el alambrado, limpio con ellos o estoy ahí mientras que ellos están trabajando. Y después eso queda, queda en el tiempo. (Ing. Zootec.) Las opiniones vertidas en las encuestas fueron contundentes en este sentido. Así, cuando se les presentó la afirmación: ‘Los productores adoptan más cuando el técnico hace las cosas a la par con ellos’, el 34% y el 58% dijeron estar ‘totalmente de acuerdo’ y ‘algo de acuerdo’ respectivamente. Podemos decir 159 entonces que el 92% de los encuestados opinaron a favor de la importancia que tiene para la incorporación de innovaciones por parte de los productores, que el técnico haga el trabajo a la par con ellos (ver Figura 21). Figura 21. Porcentajes de respuesta ante la afirmación: “Los productores adoptan más cuando el técnico hace las cosas a la par con ellos”. (N=50) ii. La necesidad de indagar los saberes previos del productor Dentro de las estrategias pedagógicas que los extensionistas describen como efectivas, aparece la necesidad de indagar los conocimientos previos del productor. En este sentido, los técnicos destacan la importancia de sondear las distintas formas en las que los productores están trabajando y los conocimientos que tienen sobre los temas que estén tratando con el extensionista. De hecho, todos los técnicos encuestados acordaron, en mayor o menor medida, acerca de la utilidad que tiene en el trabajo de extensión ‘conocer el modo en que los productores están haciendo las cosas, darle valor y complementarlo con conocimiento técnico’. Así, el 60% dijo que esto resultaba ‘indispensable’, el 34% que es ‘sumamente útil’ y un 6% opinó que es ‘bastante útil’. Ahora bien, las formas en las que cada extensionista trabaja con los saberes de los productores puede tener diferentes matices. En algunos casos más 160 dialógicos, en otros menos, tal como puede verse en los dos ejemplos que se presentan a continuación: Cuando comenzamos una charla si bien ya está la temática fijada, hacemos primero una ronda de ideas sobre el tema, de ideas que la gente están teniendo y después comenzamos con una parte teórica en la cual continuamente vamos mechando con la gente, digamos, lo que uno conoce: “nosotros conocemos de esta forma, con este nombre, capaz que ustedes están conociendo de tal forma, no sé qué nombre tiene acá” y ellos empiezan a decir también los nombres o si hay algún método de cuidado de semillas vemos qué método ellos tienen, lo que usan y lo que aplican, y lo reconocemos. (Ing. Agr.). Hay que tratar de ver qué es lo que él sabe, y tratar de influir en él, en la sabiduría del productor, pero no tratando de imponer en forma así muy chocante, sino ver, llegar a charlar […] Uno por ahí con la experiencia y con lo que uno conoce de teoría de la agronomía, uno sabe que hay ventajas o hay desventajas, pero él por ahí no está conociendo, entonces vos jugás con un as en la manga, porque sabés que eso da resultado, pero tenés que tratar de hacerlo como para convencerlo a él. (Ing. Agr.) Mientras que en el primer testimonio, el extensionista se propone conocer y reconocer los conocimientos previos del productor, en el segundo ejemplo pareciera que el técnico considera que indagar estos saberes es importante a los fines persuasivos sin que haya una intención de que tengan influencia real en el trabajo que el extensionista ha planificado. Como ya se ha desarrollado en el apartado 5.4, es sumamente necesario que el extensionista incorpore realmente, y no solo con fines persuasivos, el conocimiento tecnológico local, para que puedan construirse estrategias de trabajo adecuadas en el ámbito de la extensión rural. La utilidad de incorporar los saberes del productor es percibida efectivamente por muchos técnicos 161 como una estrategia efectiva en términos prácticos, pero los modos en los que intentan incorporarlos no siempre son los adecuados, puesto que requiere del despliegue de habilidades dialógicas y participativas, que en ocasiones pueden ser características de la personalidad del extensionista, mientras que en otras ocasiones, es necesario desarrollarlas con una formación específica. iii. Establecimiento de relaciones pedagógicas horizontales y empáticas. En las entrevistas, los extensionistas han hecho énfasis en la importancia de establecer vínculos empáticos con los productores y de relacionarse con ellos de un modo sencillo y amigable. El estilo de vínculo que proponga el técnico en su acercamiento al productor, ya sea de tipo vertical u horizontal, pautará no solo el futuro de la relación entre ambos actores, sino también, el rumbo que tomará el proceso de enseñanza y aprendizaje. El modo en el que se presenta el técnico, cómo se viste, qué términos utiliza al hablar o qué actitud muestra en el trato con el productor, tendrán influencia en la relación que ambos actores establecerán. Así, son recurrentes los testimonios donde los técnicos entrevistados plantean estrategias para establecer buenos vínculos con los agricultores familiares: Depende mucho de cómo vos te vistas […] cómo es tu forma de tratarlos a ellos, el respeto que les das, y por ahí la forma en que hablás […] por ahí hablar un poco más distendido, no ser tan serio, ellos son gente, creo yo, que lo ven al ingeniero como alguien allá […], más lejano, alguien a quien lo tienen que tratar con respeto, y por ahí yo lo que hago es tratar de comportarme igual a él, o sea, hablar como él, comportarme como él. Que no me vean como una persona rara o sapo de otro pozo, como se dice, cosa de que vos te ganes un poco más la confianza, que no se sientan que vos sos distinto, que no se sienta esa diferencia. Y creo yo que a mí me resulta, dentro de todo, tengo acceso un poco más a los productores, charlamos, 162 jodemos… como yo digo, por ahí bueno, demostrar que sos una persona sencilla y que no sos más que ellos. (Ing. Agr.). En efecto, los extensionistas consideran que es realmente importante la humildad del técnico en su trato hacia el productor. Así, en la Figura 22, puede observarse que todos los encuestados valoraron la utilidad de mostrarse como una persona sencilla al vincularse con productores. Figura 22. Porcentajes de respuesta ante la afirmación: “Que el técnico se muestre como una persona sencilla en su trato con el productor”. (N=50) c. Construcción de confianza y administración transparente de recursos Un tema que se presenta como fundamental a la hora de trabajar con pequeños productores agropecuarios es la construcción de vínculos de confianza. Tal es así, que el 98% de los extensionistas encuestados estuvo de acuerdo con la afirmación de que la confianza del productor hacia el técnico es importante para la incorporación de innovaciones (ver Figura 23) 163 Figura 23. Porcentajes de respuesta ante la afirmación: “Es muy importante para la adopción que el productor le tenga confianza al técnico”.(N=50) La confianza es interpretada por los entrevistados como sinónimo de intimidad y familiaridad por un lado, y de credibilidad y transparencia, por otro. Con el objetivo de favorecer este tipo de vínculos, los extensionistas elaboran distintas estrategias. En primer lugar, se refieren a establecer relaciones amistosas con los productores. Algunos técnicos afirman que cuando “se da una relación de amistad, de confianza, ya te empiezan a contar otras cosas que están escondidas”. En efecto, la mayoría de los extensionistas encuestados validaron la utilidad de generar vínculos de amistad y confianza con los productores, tal como puede verse a continuación en la Figura 24. 164 Figura 24. Porcentajes de respuesta ante la afirmación: “Que el técnico genere vínculos de amistad y confianza con los productores”. (N=50) Por otra parte, los técnicos hablan de la importancia de que el productor confíe en la franqueza y el conocimiento del extensionista respecto de los temas técnicos. En relación con la sinceridad como estrategia de construcción de confianza, algunos técnicos plantean que ser franco implica aceptar las propias limitaciones como profesional: Siempre hemos sido sinceros. Cuando no conocía decía “mirá, la verdad no conozco, te voy a averiguar”. Porque hay muchos técnicos que les tiran, total ellos no saben. O sea, vos le tirás una respuesta y puede ser que le estés errando, ¿no? y el productor lo toma mal, como que lo estás cagando a cuentos y esas cosas […]. Yo les digo sinceramente “mirá, la verdad, no sé, te voy a averiguar o creo que tal cosa, pero de todas formas te voy averiguar para ver si es realmente así” o esas cosas. (Ing. Agr.). La sinceridad resulta importante también al momento de trabajar en relación con las expectativas de los productores en cuanto a los plazos de los proyectos, la forma en la que se obtienen los recursos y las posibles demoras en estos procesos. Yo creo que nunca les hemos mentido también, entonces ellos saben más allá de que por ahí reciben informaciones cruzadas de afuera, el tema de la envidia del productor que no está en un 165 grupo o en una asociación siempre está tirando informaciones que no son “no, es que ya los técnicos comieron [se robaron] la plata”, “no van a conseguir nada” que esto, que lo otro. Pero ellos saben, porque también hacen comparaciones con otros técnicos o con otras instituciones o con los políticos y saben que no les mentimos, ¿no? y les somos sinceros “en este proyecto para que se apruebe lleva este tiempo, para que llegue la plata lleva este tiempo, si es que todo está bien, ahora hay cosas que no dependen de nosotros ni dependen de la provincia, los recursos vienen de nación, a veces cuando no hay, no hay, se pueden demorar un tiempo. (Ing. Agr.). Además de la cuestión de la sinceridad, esta cita da cuenta de la importancia de ser sumamente explícitos con los productores respecto de qué pueden esperar en cada fase de un proyecto. Esto se relaciona con el concepto de contrato psicológico que se define como un acuerdo implícito entre los individuos y las organizaciones, vinculado con las expectativas que tiene cada uno de ellos respecto del otro (Kolb, Rubin e Irwin 1987). Dado que siempre existen expectativas cuando alguien se incorpora a una organización (en este caso, el productor que formará parte de un proyecto de extensión), el hecho de que alguna de estas no se cumpla puede generar problemas en la relación del individuo con la organización. Es por ello que es sumamente importante la explicitación de las expectativas, como señala el extensionista citado, con la finalidad de prevenir conflictos futuros causados por expectativas implícitas que no fueron clarificadas oportunamente. Por ejemplo, la cuestión de la entrega y el manejo de los recursos de los proyectos, especialmente aquellos económicos, como el que menciona el técnico en la cita anterior, es un tema complejo y sensible que requiere un despliegue de estrategias concretas por parte de los técnicos que permitan sostener la confianza del productor a lo largo del tiempo. En este sentido, la gran mayoría de los técnicos encuestados coincidió en la importancia de ser explícitos con los productores siempre que existan situaciones que generen confusión o rumores (ver Figura 25). 166 Figura 25. Porcentajes de respuesta ante la afirmación: “Ante situaciones que generen confusión o rumores, explicitar lo sucedido abiertamente con los productores para dejar las cosas claras”. (N=50) En línea con lo anterior, los entrevistados señalan la importancia de llevar de modo detallado las cuentas, tener anotados los ingresos y egresos de los fondos de los proyectos y explicar los plazos que se manejan en cada caso para la asignación de recursos. Extremar las medidas que generen claridad y transparencia al momento de manejar dinero resulta clave en el trabajo con pequeños productores. A los fines de generar confianza y evitar malos entendidos en cuanto al manejo del dinero, muchos extensionistas optan por mantenerse lo más al margen posible en el manejo de la plata, delegando esta responsabilidad en los mismos productores. Que sean los propios productores quienes cobran el dinero y realizan las compras favorece la transparencia y la confianza hacia el técnico a la vez que empodera a los propios productores, facilita la autonomía y reduce la dependencia hacia el extensionista. De todas maneras, en ocasiones es difícil para el productor movilizarse hacia los centros urbanos para poder realizar algunas de las compras que no están disponibles en los comercios cercanos a su colonia. En esos casos, es el extensionista quien realiza las compras, pero tomando las sugerencias de los productores. En las encuestas, la utilidad de manejarse con claridad y la transparencia en la administración del dinero fue fuertemente consensuada, a tal punto que el 80% de los extensionistas lo consideró ‘indispensable’, como puede verse en la Figura 26. 167 Figura 26. Porcentajes de respuesta ante la afirmación: “Cuando el técnico tiene que manejar dinero, ser transparentes y claros con las cuentas”. (N=50) La propuesta de algunos extensionistas entrevistados de que el técnico delegue el manejo de los fondos en los productores y se mantenga al margen de esto, si bien fue avalada por la mayoría de los encuestados, como puede verse en la Figura 27, obtuvo un consenso menor que en el caso anterior. Esto indicaría que hay ciertos matices que algunos extensionistas creen que es necesario considerar al momento de delegar por completo este asunto en manos de los productores. En ocasiones, desentenderse del asunto del dinero puede resultar problemático, sobre todo en contextos de grupos de productores donde no hay confianza horizontal entre los miembros o donde las reglas para el correcto manejo de los fondos no fueron suficientemente acordadas. En este tipo de situaciones, delegar el manejo del dinero en los productores si bien exime al extensionista de posibles acusaciones, no evita conflictos futuros entre los miembros del grupo. 168 Figura 27 Porcentajes de respuesta ante la afirmación: “Que la plata la maneje la gente, y que el técnico se mantenga al margen del tema”. (N=50) d. Conclusiones sobre las estrategias de trabajo planteadas por los extensionistas Está claro que el conocimiento técnico no resulta suficiente para lograr procesos de extensión rural de calidad. Esto no solo es sostenido por la literatura especializada (Ortíz Dardón, 2009, GFRAS 2010) sino que es validado por los extensionistas entrevistados en el presente trabajo, quienes al momento de describir las estrategias útiles para trabajar con pequeños productores han enfatizado en habilidades más de tipo social que técnicas. Es que, como señala Méndez Sastoque (2006) la extensión rural ha pasado de ser concebida como una mera transferencia de tecnología a ser una facilitación de procesos de tipo interpersonal, grupal, institucional y territorial. Así, los extensionistas consultados destacan en primer lugar las estrategias vinculadas con la facilitación del diálogo entre productores, la coordinación de grupos y administración de dinámicas grupales, la realización de diagnósticos que permitan conocer sus demandas y necesidades e incluso refieren técnicas específicas como la del listado y jerarquización de problemas. Esto que los entrevistados señalan como principal estrategia, se corresponde con los trabajos que afirman que la participación de los pequeños productores en la identificación de problemas y en el diseño de los proyectos aumenta la probabilidad de obtener buenos resultados en los procesos de extensión (Bifani, 2001, Ortíz Dardón, 2009). 169 No basta entonces con que el extensionista tenga pericia técnica sino que se vuelve necesaria la adquisición de destrezas propias de las ciencias sociales, e incluso actitudes y posicionamientos personales apropiados congruentes con los modelos de extensión dialógicos (Landini, et.al, 2009). Esto pone de manifiesto la importancia que adquiere entonces la capacitación de los extensionistas en estos temas para que puedan lidiar con la complejidad que suponen los procesos de desarrollo rural. Además de este tipo de habilidades, surge la necesidad de formar a los extensionistas en capacidades pedagógicas, tomando en cuenta que la extensión rural constituye un proceso de enseñanza y aprendizaje. En este sentido, los extensionistas consultados destacaron herramientas pedagógicas clave, como la realización de capacitaciones prácticas y demostrativas y asumir un rol activo en las tareas, trabajando a la par del productor. La opinión de los extensionistas en este punto se relaciona con varias cuestiones. En primer lugar, con la forma en la que los pequeños productores aprenden. Ya en el capítulo 5.1.Cómo se aprende el trabajo de la chacra se han desarrollado las características del aprendizaje de las labores del campo en tanto destrezas que se incorporan en la medida en la que el trabajo es llevado a cabo. La manera en la que los productores han aprendido a producir ha sido a través de la enseñanza práctica demostrativa (Núñez, 2004), lo que hace parecer a esta como la forma más adecuada para la incorporación de nuevos conocimientos. Incluso hay que considerar que las demostraciones prácticas resultan útiles no solo en el contexto productivo en particular, sino en la educación de adultos en general (Minh, Larsen y Neef 2010). Por otra parte, además del componente práctico propio del aprendizaje campesino, hay que tomar en cuenta el componente social de todo aprendizaje. Así, y como se desarrolló en el apartado 2.5. Contribuciones a la comprensión de los procesos de enseñanza y aprendizaje en la extensión rural, el propio Vigotsky (1988) afirmaba que el aprendizaje provoca una serie de procesos evolutivos internos en el sujeto que operan solamente en la interacción o cooperación con otros sujetos. Finalmente, que el extensionista haga el trabajo con el productor no solo favorece el aprendizaje sino que lo posiciona como alguien horizontal en su trato, característica especialmente valorada por los productores (tal como se describió en el apartado 6.2.a Caracterizaciones positivas) lo que tendrá influencia en la actitud del 170 productor frente al técnico y por ende, en su predisposición ante las propuestas que le haga. Otro tema en el que hubo consenso entre los extensionistas fue la importancia en el nivel estratégico de conocer los saberes previos del productor respecto del tema que convoque el proceso de extensión rural. Los técnicos se refirieron a indagar los saberes de los productores, en algunos casos con la intención de incorporarlos en el trabajo conjunto y en otros casos con la finalidad de poder influir mejor al productor en temas en los cuales el técnico cree que hace falta realizar modificaciones. Esto último estaría del lado de un abordaje de tipo lineal difusionista (Rogers, 1962) donde es el extensionista quien está en condiciones de transferir el saber experto al productor. Esta forma de concebir la extensión rural fue descripta muy críticamente por Paulo Freire como una transferencia de conocimientos que va “desde la sede del saber hasta la sede de la ignorancia” (1973, p. 25) y ubica al campesino en un rol pasivo y carente de saberes previos útiles. Si bien los abordajes difusionistas han sido fuertemente criticados desde la academia y parecen ser cosa del pasado, en muchos casos persisten o conviven con propuestas como las dialógicas de Freire (1973) o con los abordajes de sistemas de innovación, en los que se considera a los procesos de extensión rural como espacios de aprendizaje social, enfatizando en la construcción conjunta de conocimiento y en el rol del extensionista como facilitador (Knickel et al. 2009; Moschitz et al. 2015). Así, si bien en las encuestas hubo amplio consenso entre los técnicos acerca de la importancia de tomar en cuenta los saberes previos del agricultor, en las entrevistas pudieron percibirse algunas afirmaciones en una dirección más persuasiva que dialógica. Tal como se explicó en el capítulo 6.1. Caracterizaciones de los pequeños productores desde la mirada del extensionista, los técnicos extensionistas frecuentemente tienden a describir su práctica como horizontal y participativa pero en la práctica real, sin embargo, pueden actuar sobre la base de posturas difusionistas. Está claro que no debe ser sencillo para ellos evitar por completo este tipo de prácticas, no obstante, existe consenso, al menos en el nivel explícito, sobre lo importante que resulta tomar en cuenta los saberes previos de los productores como una estrategia fundamental para el trabajo de extensión rural. Se ha hablado también en este capítulo de la importancia de establecer relaciones pedagógicas horizontales y empáticas con el productor como una 171 estrategia valorada por los extensionistas. Esto coincide con lo desarrollado en el capítulo 6.2. Caracterizaciones de los extensionistas desde la perspectiva de los pequeños productores donde se describió cómo los pequeños productores evalúan positivamente a aquellos técnicos que tienen un trato horizontal y establecen vínculos empáticos con ellos. Para el productor un buen extensionista no se cree superior a él, sino que se posiciona en su mismo nivel jerárquico. No es llamativo entonces que los técnicos perciban que establecer vínculos horizontales con los productores resulta ser una buena estrategia de trabajo. En efecto, los técnicos buscan reducir las diferencias con el productor, ya sea desde la forma en la que se visten, cómo los saludan, cómo les hablan y hasta las palabras que utilizan. Estas estrategias están orientadas a minimizar las características que muestran su pertenencia a grupos sociales diferentes, con la finalidad de obtener la aceptación del productor. Ya la teoría de la identidad social ha dado cuenta, como señala Landini, (2016e) de la existencia de una preferencia intragrupal de los sujetos. En efecto, las personas tienden a cooperar mucho más con los miembros de su mismo grupo social, que con sujetos ajenos a él (Good, 1995). En este sentido, que el extensionista apunte a reducir las diferencias con los productores aumentaría la cooperación y el apoyo de estos, favoreciendo los procesos de extensión. Por último, la importancia de construir vínculos con el productor sobre la base de la confianza y la transparencia fue resaltada también como una estrategia necesaria para obtener buenos resultados en el ámbito de la extensión rural. La importancia de establecer vínculos amistosos que generen una relación de confianza con el agricultor más allá de lo laboral, ya fue destacada por los propios productores, quienes caracterizaron positivamente a aquellos técnicos con los que tenían una relación de familiaridad. En este sentido, la percepción de los extensionistas respecto de la utilidad de establecer este tipo de vínculos es congruente con lo planteado por los productores. Ahora bien, la confianza no se limita solo a establecer buenos vínculos personales. Hay que tener en cuenta que en todo proceso de extensión rural se ponen en juego fondos y recursos, por lo que se vuelve necesario administrarlos de forma transparente para establecer y mantener la confianza de los beneficiarios. Los extensionistas consideran indispensable el manejarse con claridad y transparencia en la gestión del dinero de los programas. En este sentido, resulta útil ser claros con el origen y destino de los fondos, plantear cuáles son los plazos 172 estimados de las distintas etapas de los proyectos, y llegado el caso en el que se produzcan situaciones confusas, explicitar lo sucedido para minimizar el impacto que pueden provocar los rumores entre los productores. Lo interesante aquí es que los técnicos describen como estrategias fundamentales de trabajo precisamente aquellas en las que fueron menos formados. Un extensionista debe tener entonces la capacidad de dialogar, coordinar grupos, realizar diagnósticos participativos, manejar conocimientos pedagógicos, entablar buenos vínculos, horizontales y empáticos. Debe además poder ganarse la confianza del productor y manejar de forma transparente las cuestiones administrativas. Está claro entonces que existe un fuerte componente psicosocial en la labor de extensión, para lo que muchos técnicos hacen uso de su experiencia, su “don de gente” y su sentido común, pero en lo que han sido poco capacitados (Landini, et.al, 2009; Murtagh, Landini, 2011; Landini, 2013c). Es necesario entonces potenciar la formación humana y social en este tipo de profesionales, puesto que constituyen elementos indispensables cuando se trabaja con poblaciones campesinas. 8.3. Dificultades en el trabajo de extensión desde la perspectiva de los técnicos En los apartados anteriores se han desarrollado por un lado, aquellos elementos del trabajo de extensión que resultan motivadores para los técnicos y por otro, aquellas estrategias que los extensionistas describen como efectivas en el trabajo con productores. El apartado que sigue, continúa con la descripción de la perspectiva del extensionista sobre su trabajo, pero en este caso se propone retratar cuáles son para el técnico aquellas dificultades con las que debe lidiar cuando encara un proceso de extensión rural con agricultores familiares. a. Dificultades vinculadas a características propias de los pequeños productores Los extensionistas frecuentemente plantean que ciertas características propias de los productores constituyen obstáculos para el trabajo de extensión. 173 Puesto que estas caracterizaciones ya han sido desarrolladas en el capítulo 6.1. ‘Caracterizaciones de los pequeños productores desde la mirada del extensionista’, aquí solo se las mencionará, pero no se volverá a hacer una descripción detallada de estas. Entre las características que, según los extensionistas, entorpecen su trabajo, se destacan (1) el cortoplacismo y la dificultad de los productores para planificar, desarrollada en el apartado 6.1d. ‘Cortoplacistas’ y ‘faltos de planificación’; (2) la pasividad del productor, su poca autogestión y su dependencia a la figura del técnico, desarrollada en el apartado 6.1.e ‘Pasivos’ y ‘dependientes’ y (3) características asociadas con la situación socioeconómica del productor, tales como su estado de pobreza material y su desprotección social, trabajadas en el apartado 6.1‘ Pobres’ y ‘desprotegidos’. Resulta muy interesante que los extensionistas planteen que son las características propias de los productores las principales causas de las dificultades que encuentran en su trabajo. De este modo, los técnicos, estarían tendiendo a encontrar causas externas (en los productores), y no internas (en sí mismos o en su modo de hacer extensión) o relacionales, a los problemas que se les presentan. Las dificultades provienen entonces del productor, de forma unilateral, ya sea por condiciones que lo atraviesan, como su situación socioeconómica o por aspectos de su personalidad individual, como su cortoplacismo y su pasividad. De este modo se estaría dejando de lado la influencia de los aspectos interpersonales o las dificultades propias de la interacción entre actores con perspectivas diferentes, lo que en esta tesis se buscó abordar desde la perspectiva de la interfaz social. b. Dificultades asociadas con exigencias institucionales En segundo lugar, aparecen en el discurso de los entrevistados las dificultades asociadas con la distancia entre los requerimientos y plazos que exigen sus instituciones de pertenencia y las características particulares que supone el trabajo con pequeños productores. Dentro de estas exigencias, la que mencionan con mayor frecuencia es el contraste entre los tiempos o plazos que solicita la institución para la realización de 174 los proyectos y el tiempo que realmente toma, en el trabajo en terreno, la formulación y realización de estos. Los entrevistados manifestaron gran preocupación por la discrepancia entre los tiempos de las instituciones y los tiempos de los productores. Señalaron que los programas suelen exigir “el trabajo en asociaciones, pero no se tiene en cuenta que el tiempo de formación de grupo es un proceso largo”. De este modo, “las exigencias de los tiempos relacionadas con los proyectos hacen que los técnicos terminen forzando procesos grupales y decisiones”. Estas afirmaciones de las entrevistas fueron respaldadas por los resultados de las encuestas, donde hubo gran acuerdo respecto de la diferencia entre los tiempos institucionales y los tiempos de los productores, como puede verse en la figura siguiente. Figura 28. Porcentajes de respuesta ante la afirmación: “Los tiempos que exigen las instituciones son distintos de los tiempos que necesitan los procesos con los productores”. (N=50) Por otro lado, además de los plazos exigidos, se mencionan requerimientos que, a los ojos de los extensionistas, resultan inapropiados para el trabajo con este segmento de productores. Así, se quejan de la pretensión de que los agricultores escriban en actas lo que se trabaja en las reuniones, lo que consideran una formalidad culturalmente inapropiada para sujetos que no están acostumbrados a ese tipo de tareas. Critican también la exigencia de boletas o comprobantes de compra de insumos, puesto que son pocos los comercios cercanos a las colonias que se manejan con ese modo de facturación. 175 Por su parte, las tareas que los extensionistas tienen a cargo, tales como la redacción de informes y las reuniones con otras instituciones son percibidas por algunos técnicos como factores que influyen negativamente en la posibilidad del extensionista de dedicarle más tiempo a cada productor. A su vez, algunos entrevistados han señalado que los formularios que los programas exigen completar al técnico no están especialmente adaptados al pequeño productor, sino que son los mismos formularios que se utilizan para productores más capitalizados, y por ende su llenado se vuelve dificultoso y poco intuitivo, exigiendo más tiempo de trabajo administrativo o de oficina del deseable. La disponibilidad de tiempo para que el técnico pueda acompañar adecuadamente al productor es un tema recurrente en las entrevistas. Para que un proyecto de extensión sea exitoso, los entrevistados consideran que es necesario un seguimiento personalizado a cada productor en las diferentes etapas y afirman que resulta muy difícil para ellos poder llevarlo a cabo. Particularmente, se refirieren a la gran cantidad de productores que cada técnico tiene asignado y el poco tiempo de dedicación para cada uno de ellos que esto supone. En efecto, cuando el técnico cobra por la cantidad de grupos con los que trabaja, tomar muchos repercute positivamente en su salario de forma directa, pero dificulta la posibilidad de brindar un acompañamiento adecuado a cada uno de ellos. En este sentido, afirman que “cuando no hay seguimiento, todo se cae”. Consideran que el acompañamiento es una “necesidad del productor”, dado que este requiere “un trato más personalizado, más tiempo del técnico en su chacra” y aseguran que si bien el extensionista “tiene que estar presente en todos los momentos del cultivo […] eso es imposible para un técnico” en las condiciones de trabajo actuales. Finalmente, en la Figura 29 puede verse las proporciones de los niveles de acuerdo de los extensionistas respecto de la escasez de tiempo del que disponen para hacer el seguimiento que consideran apropiado para cada productor. 176 Figura 29. Porcentajes de respuesta ante la afirmación: “En mi trabajo como extensionista no me alcanza el tiempo para hacer un seguimiento adecuado de cada productor”. (N=50) c. Aspectos de la política partidaria local que obstaculizan el trabajo de extensión Otro tema en el que hubo recurrencias en las entrevistas fue la forma en la que las cuestiones político partidarias propias de la zona producen dificultades directas en los proyectos de extensión rural. Así, los técnicos aseguran que en ocasiones hay una clara intención por parte de los punteros zonales de evitar que la gente logre organizarse en grupos o asociaciones. Esto, según ellos, se manifiesta de forma directa o indirecta. En el primer caso, afirman que puede existir, por ejemplo, la amenaza de la pérdida de beneficios sociales para aquellos productores que participen de determinados proyectos. En el segundo caso, se plantean ejemplos como la circulación de versiones que aseguran que aquello para lo que un grupo de productores se está organizando (ej. construir una represa) puede conseguirse directamente a través de la intendencia sin la necesidad de participar en proyectos. Esto último, terminaría por confundir, desincentivar y desorganizar a la gente, además de atentar contra el trabajo grupal. 177 Los extensionistas califican de asistencialistas algunas medidas tomadas por las autoridades provinciales. Por ejemplo la entrega de semillas que genera una dependencia de los productores a un insumo que podrían haber obtenido por sus propios medios. Algunos también expresan su malestar por la presencia de situaciones arbitrarias donde quien es amigo, por ejemplo del intendente, accede más fácilmente que los demás productores a ciertos beneficios como puede ser la preparación del suelo. Otro tema que aparece denunciado por los técnicos es la cuestión de la fuerte contaminación que producen los grandes productores en la zona, principalmente cuando fumigan a gran escala, que perjudicaría a los pequeños productores y que sospechosamente no sería multada por los responsables de regularlo. En este sentido, los resultados de las encuestas también dieron cuenta de la dificultad que supone para los extensionistas las formas políticas locales (ver Figura 30), demostrando que las vicisitudes políticas en la provincia de Formosa constituyen serios obstáculos para el trabajo de extensión rural. Figura 30. Porcentajes de respuesta ante la afirmación: “Hay manejos políticos locales que dificultan el trabajo de extensión”. (N=50) 178 d. Dificultades asociadas con deficiencias en la formación profesional La escasa formación recibida para trabajar específicamente con pequeños productores es señalada con pesar por los extensionistas. Sienten que necesitan ser fuertemente capacitados en cuestiones socio-organizativas para poder abordar las particularidades de este estrato de productores, tal como puede verse en la Figura 31, donde las respuestas en este sentido fueron contundentes. Figura 31. Porcentajes de respuesta ante la afirmación: “Es necesario capacitar más a los técnicos en el área socio-organizativa”. (N=50) Los extensionistas perciben dificultades concretas asociadas al abordaje de cuestiones sociales en general, de situaciones grupales en particular y emergentes que no estén vinculados a asuntos productivos, tales como las problemáticas de salud y educación. Afirman que la formación universitaria no capacita al técnico en este tipo de cuestiones ni tampoco lo prepara para lo específico del trabajo con pequeños productores en el contexto de la extensión rural, tal como lo describe una ingeniera agrónoma entrevistada: La formación que nosotros tenemos es en general, apunta a 179 otro lado, apunta a lo que es la empresa, las mil hectáreas. Y cuando vos venís y el productor que tiene cinco hectáreas, estamos re bien. Y así, lo mismo que el tema de la tecnología. Vos pasás de una cosechadora que te enseñaron en la facultad a, no sé, tener que lomear de punta a punta cosechando maíz con la bolsa. (Ing. Agr.) Los técnicos entrevistados afirmaron que se encuentran frecuentemente con problemas en su trabajo que exceden las cuestiones técnicas y para lo que requieren destrezas sociales que no siempre manejan. A su vez, argumentaron que es escasa o nula la formación que han recibido para trabajar en extensión rural con agricultores familiares, y que este segmento de productores tiene características particularísimas cuyo abordaje supone el desarrollo de habilidades específicas. Esto último también fue fuertemente validado por los extensionistas encuestados, como puede observarse en la Figura 32, donde se observa el grado de acuerdo con la afirmación que planteaba que la universidad no capacita al técnico para trabajar con pequeños productores. Figura 32. Porcentajes de respuesta ante la afirmación: “La universidad forma a los profesionales del área técnica para trabajar con medianos y grandes productores, no con pequeños”. (N=50) 180 Así, las habilidades sociales del técnico, tan necesarias para el trabajo de extensión, son desarrolladas por ellos a fuerza de ensayo y error: “nosotros salimos de una universidad donde no teníamos ninguna experiencia de estar con la gente, fuimos haciendo, fuimos conociendo, lo hicimos solos”. El extensionista, ante la falta de recursos formativos que le permitan hacer frente como profesional a las distintas aristas del trabajo con pequeños productores, pone en juego su sentido común y su experiencia. De este modo, si bien consideran que les sería de utilidad mayor formación en este tipo de temas, no necesariamente creen desenvolverse mal en este sentido, como puede notarse en la Figura 33, donde las respuestas de los técnicos encuestados acerca de su capacidad para lidiar con asuntos no productivos fueron equilibradas, habiendo incluso un pequeño porcentaje de encuestados que dijeron que a ellos no les costaba abordar este tipo de temas en su trabajo. Figura 33. Porcentajes de respuesta ante la afirmación: “Me cuesta manejar las situaciones en las cuales, en el trabajo con los productores, surgen problemas que van más allá del trabajo de extensión (como por ejemplo cuestiones relacionadas con salud, educación, alcoholismo, maltrato en la familia, etc.”. (N=50) 181 e. Acerca de las dificultades planteadas por los extensionistas Del análisis de las dificultades que plantean los extensionistas en su trabajo, surge una primera reflexión relacionada con las causas a las cuales atribuyen dichas dificultades. En psicología social se denomina sesgo ego-protector a un tipo de sesgo atribucional por el que los sujetos tienden a negar su propia responsabilidad frente a los resultados negativos que pudieran tener sus acciones. Este sesgo puede estar determinado por factores tanto motivacionales, que tienen que ver con poder verse a sí mismo positivamente, como factores meramente cognitivos (Barra Almagia, 1998) de los que el sujeto no es consciente. El sesgo de atribución se ve reflejado en la forma en la que los extensionistas explican las causas de los problemas que encuentran en su trabajo. Para ellos, los responsables de las dificultades que se presentan en los procesos de extensión rural, son en primera instancia los propios productores que con su pasividad y cortoplacismo hacen difícil el trabajo del técnico. Por otro lado, las instituciones de pertenencia, con sus requerimientos burocráticos y sus exiguos plazos que dificultan el desempeño del extensionista. También lo son los políticos locales que lejos de ser un sostén para el logro de los objetivos de los programas constituyen obstáculos serios para los procesos de extensión. Incluso las universidades o institutos terciarios donde estudiaron son parte del problema, por no brindar una formación adecuada. Aun cuando aceptan que la formación con la que cuentan es insuficiente para abordar las problemáticas propias de los pequeños productores, frente a una pregunta que los involucra a ellos como parte de las dificultades (Figura 33: “Me cuesta…”) tienden a ser mucho más moderados que en aquellas preguntas donde la causa de una dificultad proviene del exterior (Figura 32: “La universidad…”). Esta reflexión de ningún modo desmiente que los problemas planteados por los extensionistas sean reales ni que las causas que atribuyen estén erradas, solo intenta echar luz sobre la necesidad de trabajar en el nivel introspectivo y autocrítico con los extensionistas, de modo que puedan comprender que, además de todas las causas mencionadas, posiblemente haya dificultades que estén asociadas a cuestiones vinculares y de interacción entre actores disímiles, con racionalidades 182 propias: los técnicos y los productores. Interacción de la que ellos son parte fundamental y, por ende, también responsable. Ahora bien, dejando de lado esta aclaración sobre la forma en la que los técnicos atribuyen causas a sus dificultades, es importante también analizar cada una de las dificultades planteadas. Puede notarse que los técnicos enfrentan serios “dilemas” (Long, 2007, p.387) en su trabajo, donde no solo deben lidiar con las demandas de los productores, sino que también deben habérselas con las demandas de sus superiores en la administración. Consultar a los extensionistas respecto de la pertinencia de ciertos trámites burocráticos, plazos necesarios para el desarrollo de proyectos y su adecuado seguimiento y hacerlos partícipes activos desde el diseño de los programas de extensión rural sería muy favorable sin duda para reducir gran parte de las dificultades planteadas. Otro tema que no puede pasarse por alto es la cuestión de una capacitación apropiada para el trabajo de extensión rural. Está claro que la formación de los técnicos resulta un factor crítico para lograr intervenciones exitosas (Kahan, 2007) y que esta formación requiere un conjunto de capacidades que exceden las cuestiones agropecuarias (Aguirre, 2012; Méndez Sastoque, 2006). Ya se ha desarrollado en otra ocasión la cuestión de la brecha existente entre la formación que reciben los técnicos y los requerimientos específicos del trabajo de extensión rural con pequeños productores (Landini, et.al, 2009), brecha que es percibida por los propios extensionistas como uno de los motivos fundamentales de las dificultades para lograr los objetivos que se proponen. Si el extensionista es pensado como un facilitador en la construcción de prácticas y saberes, no como mero suministrador de conocimiento (Méndez Sastoque, 2006) esta tarea sumamente compleja exige que se revisen y mejoren los procesos de “formación de formadores” (Aguirre, 2012). Al mismo tiempo, la falta de reconocimiento del esfuerzo que implica el trabajo en terreno, sumada a una exigencia institucional que prioriza “resultados” y “productos” sin tener en cuenta los “procesos” predispone a los extensionistas a sufrir estrés laboral (Cacivio, 2015). En efecto, estos actores están expuestos a factores de riesgo psicosocial por encontrarse en una ‘zona de clivaje’ entre su institución de pertenencia, con sus tiempos y exigencias, y los territorios donde intervienen (Ringuelet, Cacivio y Rey, 2015), por lo que es necesario generar los mecanismos de 183 contención y prevención adecuados desde las propias instituciones para mejorar la calidad de vida laboral. Por último, no puede dejarse de lado la necesidad de revisar y denunciar ciertas prácticas políticas locales. Parece fundamental generar mecanismos de control y transparencia que permitan reducir las arbitrariedades clientelares, para que la política potencie y no obstaculice los objetivos de los programas de extensión. 8.4. Propuestas de los extensionistas a sus instituciones de pertenencia Como se desarrolló en el apartado anterior, los extensionistas plantean una serie de dificultades con las que deben lidiar en su actividad cotidiana. Ahora bien, siendo que el objetivo del presente trabajo no se limita solo a describir las vicisitudes propias de los procesos de extensión rural, sino que tiene también la finalidad de generar propuestas concretas que potencien este tipo de acciones, a continuación se describirán las principales respuestas que dieron los extensionistas cuando fueron consultados respecto de las propuestas que harían a sus instituciones de pertenencia. Esto cumple no solo con el fin propositivo de esta tesis, sino también con el enfoque teórico que la sustenta. Así, partiendo de un abordaje centrado en el actor, se otorga voz a los propios extensionistas, portadores de la experiencia del trabajo concreto y protagonistas, junto a los agricultores familiares, de los procesos de extensión rural. Se presentan entonces a continuación cuáles son desde la perspectiva de los extensionistas las principales propuestas que las instituciones deberían incorporar para potenciar las acciones de desarrollo rural. a. Mejorar la capacidad de incorporar las necesidades y los tiempos de los productores Una de las principales propuestas hechas por los extensionistas entrevistados se relaciona con mejorar la adaptación de las instituciones a los tiempos y necesidades de los beneficiarios. Esta propuesta está directamente ligada a las dificultad que encuentran los técnicos al tener que lidiar por un lado con las 184 exigencias burocráticas y los plazos exigidos por las instituciones, y por otro, con los tiempos que supone el trabajo en terreno y los procesos grupales con los productores. Así, como puede verse en la tabla 7, la gran mayoría de los técnicos consideró muy necesario “que las instituciones tengan en cuenta y se adapten a los tiempos y necesidades de los productores”. Tabla 7 Instituciones que se adapten a los tiempos y necesidades de los productores No es útil Es un poco útil Es bastante útil Es sumamente útil Es indispensable Total Frecuencia 0 1 3 19 27 50 Porcentaje 0 2 6 38 54 100 Nota. Respuestas al item P.5.60 de la encuesta a extensionistas:“Que las instituciones tengan en cuenta y se adapten a los tiempos y necesidades de los productores”. Ya se ha mencionado en el capítulo anterior, el malestar manifestado por los extensionistas relacionado con las divergencias entre los requerimientos institucionales y las exigencias del trabajo en terreno. En efecto, los técnicos deben hacer frente tanto a las demandas de los productores como a las demandas de las instituciones, las que pueden ser contradictorias. Así, mientras que las instituciones estiman y exigen ciertos plazos, el trabajo en terreno con los productores supone otros tiempos, tal como señala un ingeniero agrónomo entrevistado: “Para hacer un buen diagnóstico tenés que manejarte con el tiempo del productor. No con tu tiempo, ese es un elemento central”. En efecto, el trabajo con pequeños productores requiere flexibilidad por parte de técnico y de las instituciones. Tal como describieron extensionistas rurales en un estudio reciente (Landini, 2016c), comprender la cultura y racionalidad de los agricultores familiares es un proceso complejo, a lo que se suma el hecho de que los productores no comparten con un técnico sus manejos productivos o sus problemas de un momento para el otro. Todas estas cuestiones requieren procesos que llevan tiempo para consolidarse, en algunos casos más, en otros menos, por lo que resulta 185 fundamental que las instituciones permitan la adaptación de sus exigencias a los contextos locales. Por otra parte, es indispensable indagar cuáles son las necesidades de los productores e incorporar esto al momento de pensar estrategias de intervención en los ámbitos rurales. Esto que fue planteado por los extensionistas a su vez tiene asidero en la forma en la que los productores incorporan nuevos conocimientos. Como ya fue descripto en el presente trabajo, la búsqueda y generación de nuevos conocimientos entre los agricultores familiares se produce, principalmente, con la motivación de satisfacer necesidades concretas (Schmelkes, 2006). A su vez, incorporar las necesidades sentidas de los productores constituye no solo una herramienta pedagógica y motivacional importante al momento de diseñar estrategias de apoyo a este sector agropecuario, sino que también es uno de los principales postulados que sostiene la Psicología Comunitaria cuando plantea la importancia de que las intervenciones en el ámbito comunitario se realicen a partir de las necesidades sentidas por los propios actores involucrados, es decir, de abajo hacia arriba, en función de estrategias definidas de forma colectiva (Montero, 2003) b. Considerar las características locales y el tipo de productor al diseñar formularios Otro punto a tener en cuenta desde las instituciones, tiene que ver con la forma en la que se diseñan los formularios que se solicitan para la presentación de los proyectos. Según los extensionistas entrevistados, muchas veces los formularios que exigen completar los programas son los mismos para todo el territorio nacional, sin tomar en consideración las características propias de cada región en particular. Al mismo tiempo, señalan que en dichos formularios no están contemplados los matices existentes al interior de la categoría ‘pequeño productor agropecuario’. Como se ha mencionado al comienzo de este trabajo, los pequeños productores pueden dividirse en tres subcategorías dentro de las cuales, el estrato tipo 3, que es el que se aborda en este trabajo, constituye el estrato inferior de pequeño productor familiar (Tsaukoumagkos et. al. 2009). Al no considerar las particularidades de cada segmento de productores y de cada región específica, los formularios terminan 186 solicitando la respuesta por parte de técnicos y productores a ítems que carecen de sentido. En efecto, una extensionista entrevistada comentaba que mientras los productores con los que ella trabajaba producían algunas pocas plantas de lechuga, en el formulario requerido para un proyecto era consultada en términos de “toneladas” de lechuga. Esto constituye tanto una pérdida de tiempo para quien debe completarlo, como para el destinatario de dicho formulario, donde no estará descripta adecuadamente la situación del productor en cuestión. Entonces, considerar los matices existentes entre los distintos tipos de productores y las características específicas de cada región resulta muy importante desde el punto de vista de los extensionistas. En este sentido, claro está que no es lo mismo ser dueño de 10 hectáreas en la pampa húmeda, que en el Oeste formoseño, por lo que es necesario, según los entrevistados, diseñar formularios flexibles, que permitan contemplar estas diferencias. En la tabla 8 puede verse el altísimo grado de acuerdo, por parte de los técnicos encuestados, respecto de la utilidad de adaptar los formularios de los proyectos a las características de los productores y de la región. Tabla 8 Formularios adaptados a los productores y a las características locales No es útil Es un poco útil Es bastante útil Es sumamente útil Es indispensable Total Frecuencia 0 1 3 18 28 50 Porcentaje 0 2 6 36 56 100 Nota. Respuestas al item P.5.68 de la encuesta a extensionistas:“ Que los formularios para solicitar proyectos estén adaptados a las características locales y al tipo de productores con los cuales trabajamos”. En este sentido, nuevamente aparece la necesidad de que las instituciones sean flexibles a cada contexto en particular y que consideren la existencia de distintos tipos de pequeños productores y territorios, generando ya sea formularios, o estrategias alternativas permitan adaptarse a esta diversidad. 187 c. Mejorar los vínculos interinstitucionales Una cuestión que fue destacada por los extensionistas entrevistados es la necesidad de articular adecuadamente el trabajo de las distintas instituciones que trabajan con una misma población en una zona específica. Poder trabajar de forma coordinada, donde cada institución o programa que comienza a abordar a una determinada población indague, considere y articule con instituciones y programas existentes, sin duda optimizaría los recursos asignados en cada caso, a la vez que brindaría una mirada más completa de la situación de la población objetivo. En este sentido, perciben que las instituciones trabajan de forma aislada, existiendo superposición de distintas instituciones destinadas a la extensión rural que no logran coordinarse entre sí. Esta necesidad de mejorar las relaciones interinstitucionales fue enfatizada por los técnicos encuestados, tal como puede verse en la tabla que se presenta a continuación. Tabla 9 Articulación entre instituciones locales No es útil Es un poco útil Es bastante útil Es sumamente útil Es indispensable Total Frecuencia 0 1 3 27 19 50 Porcentaje 0 2 6 54 38 100 Nota. Respuestas al item P.5.69 de la encuesta a extensionistas: “Mejorar la articulación entre las instituciones que trabajan en una misma zona” En línea con esto, Manzanal, Caracciolo de Basco, Arqueros y Nardi (2008) señalan que en Argentina no existe una coordinación o articulación planificada entre los distintos programas de desarrollo rural ni en el nivel nacional ni en terreno. Atribuyen esto a (1) una falta de decisión política que fomente las interacciones y articulaciones en los niveles nacional, provincial y local, (2) idiosincrasias y personalidades de los sujetos que integran los programas de desarrollo y las organizaciones de la sociedad civil, asegurando que no solo es 188 necesario que la coordinación entre programas esté normativizada, sino que también es imprescindible contar con las voluntades y la vocación para el trabajo conjunto y compartido por parte de los actores involucrados, y (3) las dificultades en la comunicación y fluidez de la transferencia de información entre los niveles nacional y provincial, ya que existen brechas entre la información que se maneja en el nivel nacional, la disponible en el nivel provincial y la realidad que se vive en el terreno, ya sea en cuanto al tipo y cantidad de proyectos, la cantidad y perfil de los beneficiarios o el monto del financiamiento, entre otros. Por otra parte, la necesidad de articular el trabajo entre instituciones no se limita solo al plano productivo, sino que incluye a las instituciones educativas, de salud, organizaciones políticas, organizaciones de la sociedad civil y organizaciones no gubernamentales. La dispersión de proyectos en terreno de distintos tipos de organizaciones sin articulación adecuada supone sin duda un desaprovechamiento de recursos absolutamente evitable. De todos modos, no hay que dejar de lado que lograr un adecuado trabajo interinstitucional no es tarea sencilla y requiere planificación y voluntad de esfuerzo conjunto. d. Realizar abordajes interdisciplinarios La necesidad de trabajar de modo interdisciplinario fue una propuesta destacada por los extensionistas entrevistados. En su trabajo con agricultores familiares, perciben la necesidad de apoyarse en otras disciplinas, puesto que muchos problemas con los que se enfrentan transcienden las cuestiones meramente técnicas. Solicitan asesoramiento en temas vinculados a lo social, a lo educacional y a la salud. Perciben a su vez, la necesidad de recibir formación que les permita lidiar con las cuestiones grupales y plantean la importancia de incorporar herramientas metodológicas vinculadas al ámbito de las ciencias sociales y humanas. Los extensionistas consideran necesario que desde las instituciones se promueva e intensifique el abordaje desde distintas disciplinas en el ámbito de la agricultura familiar, tanto desde un abordaje interinstitucional, como se mencionó en el punto anterior, como al interior de los propios grupos de trabajo de cada programa o proyecto. 189 En línea con esto, los resultados de las encuestas ponderaron la importancia de abordar interdisciplinariamente el trabajo del extensionista, tal como se observa en la tabla siguiente. Tabla 10 El abordaje interdisciplinario en el trabajo de extensión No es útil Es un poco útil Es bastante útil Es sumamente útil Es indispensable Total Frecuencia 1 0 5 24 20 50 Porcentaje 2 0 10 48 40 100 Nota. Respuestas al item P.5.67 de la encuesta a extensionistas: .“Abordar de manera interdisciplinaria el trabajo de extensión con pequeños productores”. La relevancia de pensar los problemas vinculados con la extensión rural desde una perspectiva interdisciplinaria ha sido señalada en numerosas oportunidades, tanto por extensionistas rurales de este y otros trabajos (Landini, 2016c) como por autores vinculados con esta temática (Carballo, 2002, Landini y Bianqui, 2014). En efecto, un extensionista solo no puede lidiar con la vasta lista de habilidades sociales y técnicas que requiere el trabajo de extensión. Es necesario, por tanto, incorporar asesoramientos y apoyo holístico que permita abordar la complejidad de la agricultura familiar (Landini, 2016c) tal como lo plantean los extensionistas consultados en este trabajo. e. Considerar las instancias de seguimiento y acompañamiento personalizado al productor Otro de los temas que consideran sumamente importante los extensionistas entrevistados se vincula con la posibilidad de hacer un adecuado seguimiento a los productores, destacándolo como un punto fundamental a la hora de obtener buenos resultados en el trabajo de extensión. A lo largo de este trabajo ya se ha hecho referencia a la relevancia que dan los extensionistas al hecho de poder visitar periódicamente a los productores y acompañarlos en las distintas etapas de los 190 procesos de extensión. En este sentido, la tabla 11 muestra el fuerte consenso que existe entre los técnicos respecto de hacer seguimiento y acompañar a los productores. Tabla 11 El seguimiento al productor No es útil Es un poco útil Es bastante útil Es sumamente útil Es indispensable Total Frecuencia 0 0 7 27 16 50 Porcentaje 0 0 14 54 32 100 Nota. Respuestas al item P.5.64 de la encuesta a extensionistas: “Hacer mucho seguimiento y acompañamiento a los productores” Ahora bien, para poder materializar dicho seguimiento, los extensionistas plantean distintas alternativas. Algunos afirman que es necesario reducir las obligaciones del técnico vinculadas al trabajo de oficina y cuestiones administrativas, que reducen su capacidad de actuar en terreno. También hay extensionistas que señalan que es necesario reducir la cantidad de productores que se le asignan a cada técnico, para que puedan acompañarlos de un modo más personalizado. La precariedad o baja remuneración de los contratos de trabajo y la excesiva cantidad de beneficiarios por técnico en algunos programas (Manzanal et. al. 2008) no ayuda a esta situación, ya que se encuentra a muchos extensionistas obligados, por cuestiones económicas, a abarcar más grupos de productores de los que realmente pueden acompañar. En la tabla 12 puede notarse que la opción de “Reducir las obligaciones del técnico…” es indispensable o sumamente útil para una minoría de los extensionistas encuestados. En este sentido, si bien puede tener cierta utilidad en algunos casos, no pareciera ser la causa principal de las dificultades en el seguimiento a los productores. Por su parte, la alternativa propuesta por algunos entrevistados respecto de la reducción del número de familias por técnico, sí parece ser más consensuada, obteniendo mayor grado de acuerdo por parte de los 191 encuestados (ver tabla 13). Al parecer, el problema del seguimiento, desde el punto de vista de los encuestados, está más vinculado a la cantidad de familias a las que deben asesorar que a las distintas obligaciones que pueda suponer el trabajo del extensionista (formulación de proyectos, tareas administrativas, etc.). Así, algunos extensionistas han manifestado que reducir la cantidad de pequeños productores a cargo les permitiría acompañar de forma más personalizada a cada productor, asegurando que esta es una estrategia claramente beneficiosa para mejorar los resultados de sus intervenciones. Tabla 12 Reducir obligaciones del técnico para favorecer el seguimiento al productor No es útil Es un poco útil Es bastante útil Es sumamente útil Es indispensable Total Frecuencia Porcentaje 4 16 18 9 3 50 8 32 36 18 6 100 Nota. Respuestas al item P.5.42 de la encuesta a extensionistas: “Reducir las obligaciones del técnico para poder hacer un seguimiento más personalizado”. Tabla 13 Reducir el número de familias, para hacer un mejor seguimiento No es útil Es un poco útil Es bastante útil Es sumamente útil Es indispensable Total Frecuencia Porcentaje 1 2 4 8 22 44 15 30 8 16 50 100 Nota. Respuestas al item P.5.65 de la encuesta a extensionistas: “Reducir el número de familias de productores por técnicos para que se pueda hacer un seguimiento más personalizado”. 192 f. Promover espacios de encuentro e intercambio entre extensionistas Una propuesta sumamente interesante planteada por los extensionistas se relaciona con la posibilidad de generar espacios desde las instituciones que favorezcan el intercambio entre colegas. Los entrevistados afirmaron que en muchas ocasiones son los propios técnicos los que generan encuentros mutuos, dado que perciben la necesidad de compartir experiencias y trabajar “en equipo”. La propuesta de los extensionistas, en este caso, es que los espacios que ellos están generando por su cuenta sean promovidos y facilitados desde las propias instituciones, puesto que consideran que colabora en la mejora de las prácticas que llevan a cabo, fomenta el compañerismo, a la vez que pueden asesorarse mutuamente para la solución de diversos problemas que emergen del propio trabajo. Esta propuesta fue sumamente respaldada por los extensionistas encuestados, tal como puede observarse en la siguiente tabla. Tabla 14 Promover institucionalmente encuentros entre extensionistas No es útil Es un poco útil Es bastante útil Es sumamente útil Es indispensable Total Frecuencia 1 0 6 27 16 50 Porcentaje 2 0 12 54 32 100 Nota. Respuestas al item P.5.66 de la encuesta a extensionistas: “Promover desde las instituciones encuentros de intercambio entre técnicos donde se puedan compartir experiencias y problemas”. Cuando se describieron los aspectos que motivaban a los extensionistas en su trabajo, se mencionó la importancia que daban los técnicos a la posibilidad que ofrecía la extensión rural de trabajar en contacto con gente. Puede pensarse, según los resultados del presente trabajo, que los extensionistas tienden a preferir el trabajo en el que se interactúa con otros, al trabajo solitario. En este sentido, resulta relevante desde las instituciones fortalecer los espacios de intercambio y de trabajo en grupo. Poder generar grupos de trabajo y fomentar la camaradería entre los 193 extensionistas constituye por un lado, una herramienta clara para la mejora del trabajo con los productores, permitiendo compartir experiencias y estrategias. Por otro lado, este tipo de espacios, generados desde las propias instituciones, colaboran con la motivación de los extensionistas, quienes manifestaron su preferencia por el trabajo en equipo y por el intercambio social. En este sentido, en la medida en que las instituciones promuevan instancias de intercambio entre extensionistas, no solo favorecerán la posibilidad de que los técnicos compartan experiencias y consejos para mejorar la práctica de extensión, sino que también estarán generando condiciones de trabajo más acordes a lo que los extensionistas necesitan, y en este sentido, estarán cuidando a sus propios recursos humanos. Hasta aquí se han descripto las principales propuestas que los extensionistas consultados consideran que sus instituciones de pertenencia deberían incoporar para potenciar las acciones orientadas a la agricultura familiar. Con este apartado se da por finalizada la PARTE II que corresponde a los resultados de la presente tesis. A continuación, en la PARTE III se propone plantear las principales contribuciones del trabajo realizado y presentar propuestas concretas que puedan ser de utilidad tanto para las instituciones orientadas al desarrollo rural, como para los propios extensionistas, ya sea en ejercicio o en formación. 194 PARTE III CONSTRUCCIÓN DE PROPUESTAS Y CONTRIBUCIONES DEL TRABAJO REALIZADO 195 Capítulo 9. Conclusiones, construcción de propuestas y principales contribuciones En este capítulo final la propuesta es presentar las principales conclusiones del trabajo realizado. En primer lugar, se retoman los objetivos iniciales para dar cuenta de forma abreviada de qué modo se ha logrado cumplir con ellos a lo largo de la redacción de la tesis. En segundo lugar, se amplían las conclusiones alcanzadas en los diferentes capítulos y se generan propuestas concretas inspiradas en los resultados de la presente investigación, orientadas tanto a extensionistas rurales como a las instituciones que los forman y a las organizaciones que llevan a cabo acciones de desarrollo. La construcción de propuestas tiene como objetivo poder incidir en el plano de las políticas públicas orientadas a la agricultura familiar. De este modo, se busca que los resultados de la tesis no se limiten a un trabajo meramente académico, sino que se apunta a darles una utilidad y aplicación concreta. Por último, se identifican las principales contribuciones que ha generado a nivel temático y disciplinar la presente tesis. Para ello se divide la presentación en tres subcapítulos y se presenta en el apartado 9.1 el resumen de los aportes y su relación con los objetivos iniciales, en el 9.2 la construcción de propuestas y en el 9.3 las principales contribuciones del trabajo realizado. 9.1. Respuesta a los objetivos propuestos El presente trabajo se propuso como objetivo general comprender, desde una perspectiva centrada en los actores, los procesos psicosociales implicados en la enseñanza, la adopción y la reconfiguración de innovaciones tecnológicas y prácticas productivas en el contexto del trabajo de extensión rural. Para lograr este objetivo, se establecieron objetivos específicos que permitiesen plantear las distintas aristas que 196 suponía el objetivo general. Así, se desglosó el problema a estudiar en once objetivos específicos los que han sido abordados en distintos capítulos de la tesis. En primer lugar, para lograr el objetivo general propuesto era necesario hacer una descripción territorial, institucional y socioproductiva de la zona de estudio con la finalidad del comprender el contexto en el cual se desarrollaba el tema en cuestión. Esto fue propuesto en el objetivo específico Nº1 y se desarrolló en el capítulo 4 en el que se describieron aspectos generales de la provincia de Formosa, se caracterizó a los pequeños productores de la zona y se establecieron cuáles eran los principales programas y líneas de acción públicas orientadas a este sector. Puesto que la transferencia, adopción y reconfiguración de tecnologías y prácticas productivas implicadas en los procesos de extensión rural suponen trabajar en el nivel de la enseñanza y el aprendizaje, se consideró importante conocer las características de los conocimientos de los pequeños productores (objetivo específico Nº 3), describir cuáles son los conocimientos que tanto productores como extensionistas asumen como propios, cuáles reconocen en el otro actor y de que modo diferencian unos de otros (objetivo específico Nº 2). Así, en el capítulo 5, se trabajó sobre las características del conocimiento tecnológico local y se lo describió como un conocimiento transgeneracional, que se aprende desde la infancia en un contexto colaboración con los miembros mayores de la familia y que se incorpora en la medida en que el trabajo es llevado a cabo. Este conocimiento se genera y se utiliza con fines prácticos y concretos, siendo el productor un aprendiz basado en problemas donde su mayor incentivo para adquirir nuevas habilidades suele ser la resolución de inconvenientes cotidianos. Se encontró también que el aprendizaje campesino es un aprendizaje con gran impronta sensorial donde es necesario ver y hacer para aprender. Con respecto a la forma en la que cada actor de la interfaz describe sus conocimientos y los del otro actor, en el mismo capítulo se describió como los pequeños productores asumían como propios los conocimientos vinculados con la práctica concreta y con el trabajo de la chacra. En términos generales, los campesinos calificaban al conocimiento de los extensionistas como un conocimiento abstracto proveniente de los libros y valoraban especialmente aquellos conocimientos relacionados con el uso de abonos, fertilizantes e insecticidas, temas en los cuales percibían menor pericia. Por su parte, muchos extensionistas mostraron 197 su valoración por el saber hacer del productor. También se expuso la coexistencia de posturas difusionistas y dialógicas de extensión rural representada en afirmaciones contradictorias de los extensionistas quienes en ciertas ocasiones valoraban el conocimiento del productor y se proponían incorporarlo y en otras estos saberes eran planteados como obstáculos en su trabajo. Con el propósito de ahondar en la cuestión de la enseñanza y el aprendizaje en el contexto de los procesos de extensión rural, en el objetivo Nº4 se planteó la importancia de comparar las estrategias pedagógicas de los extensionistas con las modalidades en las cuales los productores enseñan y aprenden el trabajo de la chacra. Así, en el capítulo 5 se describió también la forma en la que se transmiten los conocimientos productivos entre los agricultores familiares, donde se prioriza el aprendizaje práctico y demostrativo. Esto permitió comprender por qué los extensionistas preferían las estrategias pedagógicas que incluyeran la demostración práctica. Dado que el objetivo general apuntaba a la cuestión de la adopción de tecnologías y propuestas técnicas, el objetivo específico Nº5 buscó comprender que hacen los pequeños productores cuando los técnicos les presentan distintas alternativas tecnológicas y qué piensan de ellas. Este tema fue profundizado en el capítulo 7, donde se desarrollaron las opiniones y actitudes de los productores relacionadas con el uso de agroquímicos, la siembra en surcos estrechos, la feria franca como alternativa comercial y el uso de abonos verdes. La comparación de estas propuestas técnicas permitió comprender la multiplicidad de determinantes de origen técnico productivo por un lado, y psicosocial por otro, que condicionan la incorporación o no de una innovación, lo que fue consolidado en la figura 14. En ese mismo capítulo, se trabajó el objetivo específico Nº6 que apuntaba a identificar las diferencias en las racionalidades de técnicos y productores en el contexto de la incorporación de innovaciones y se planteó que las distintas prioridades y supuestos que guían la práctica de cada uno de estos actores pueden ser divergentes y esto puede influir en el éxito o fracaso de algunas iniciativas. Se planteó entonces la importancia de sondear las opiniones y creencias de los productores asociadas con las distintas propuestas y lo indispensable que resulta poder indagar las necesidades sentidas de los agricultores en todo proceso de extensión rural. 198 Por su parte, el objetivo específico Nº7 apuntó a comprender aspectos vinculares de la interfaz técnico-productor. Para ello, se propuso describir la forma en la que ambos actores se caracterizaban mutuamente. Esto fue desarrollado en el capítulo 6, donde se describieron las distintas características que los extensionistas apreciaban en los productores, como la resiliencia, la hospitalidad, la generosidad y sus capacidades para el trabajo de la chacra, como así también las características negativas que les asignaban, como el cortoplacismo, la carencia manifestada de diferentes formas y la pasividad. Asimismo se analizó el modo en el que los productores se referían a los técnicos. Esto permitió identificar aquellos factores que más valoraban, como la horizontalidad y la empatía, así como aquellos que consideraban negativos, como su falta de habilidad para el trabajo campesino y el carácter abstracto de su conocimiento. Otro tema que surgió como una inquietud para poder comprender la relación entre extensionistas y pequeños productores era profundizar en la forma en la que el extensionista percibe su trabajo. Así, en el capítulo 8 se indagaron los motivos por los que un técnico de las ciencias agrarias elige trabajar con agricultores familiares, en respuesta al planteo del objetivo específico Nº8. Concretamente pudo verse una impronta altruista, humanitaria y social entre los principales motivos por los que los técnicos consultados trabajan como extensionistas rurales. Con el afán de ampliar el desarrollo de la perspectiva del extensionista, el objetivo específico Nº 9 apuntó a conocer cuáles eran las principales dificultades percibidas en su trabajo, y cuáles consideraban que serían buenas propuestas para sus instituciones de pertenencia a los fines de mejorar dichas situaciones (objetivo específico Nº10). Estos objetivos fueron cumplidos en el capítulo 8, donde se plantea que gran parte de las dificultades planteadas podrían aminorarse si se amplía la formación en ciencias humanas y sociales a los extensionistas, quienes de hecho, lo demandan. Finalmente, el objetivo específico Nº11 que apunta a cuantificar la perspectiva de los extensionistas respecto de los temas centrales que se han abordado en la tesis, fue cumplido en los capítulos donde se trabaja la perspectiva de los técnicos, principalmente en los capítulos 5, 6 y 8 donde el análisis cualitativo fue enriquecido a partir de la presentación de resultados cuantitativos. 199 9.2. Construcción de propuestas A partir de analizar los resultados del presente trabajo se buscó generar alternativas que pudieran ser útiles para abordar los problemas y dificultades más destacados que fueron identificados durante la investigación. De este modo, se presenta a continuación una serie de propuestas cuyo objetivo es mejorar los procesos de extensión rural, las que se agrupan aquí en tres categorías. En el apartado (a) se presentan las propuestas que hacen a la capacitación de los agentes de desarrollo, por lo que están orientadas principalmente a aquellas instituciones educativas que tiene a su cargo la formación de extensionistas, aunque también resultan de utilidad para orientar las capacitaciones que se desarrollan al interior de las instituciones que tienen a su cargo el desarrollo de los programas de extensión rural. El segundo grupo de propuestas (b) tiene que ver con incorporar la perspectiva del agricultor familiar en las iniciativas de desarrollo rural y es por ello que están principalmente orientadas a los extensionistas rurales. La última categoría (c) agrupa aquellas propuestas que están especialmente orientadas a las instituciones a cargo de los programas de desarrollo. Así, se presentan aquellos temas en los que sería importante que se hicieran determinados ajustes, con el fin de contribuir a potenciar las acciones que ellas mismas diseñan. a. Adecuar la formación de los extensionistas A lo largo de este trabajo se ha hecho énfasis en la necesidad de adecuar la formación de los técnicos a las exigencias específicas del trabajo con pequeños productores agropecuarios. En efecto, la mejora en la formación profesional de los extensionistas se presenta como una de las principales cuestiones a considerar si se quieren optimizar las acciones orientadas al desarrollo rural. Sin embargo, los centros de formación universitarios o terciarios al parecer no brindan herramientas suficientes para poder abordar la complejidad que supone el trabajo el ámbito de la 200 agricultura familiar. Por este motivo, se plantean a continuación un conjunto de temas o contenidos que pueden resultar de gran utilidad para ser incorporados en los procesos de formación y capacitación para extensionistas. i. Desarrollo de habilidades sociales Los extensionistas consultados en el presente trabajo destacaron, al referirse a las estrategias útiles para el trabajo de extensión, el valor de las habilidades sociales incluso por encima de las técnicas. En concordancia con esto, los pequeños productores entrevistados manifestaron su preferencia por los técnicos que tenían un trato horizontal, amistoso y empático, es decir, aquellos extensionistas que lograban desenvolverse exitosamente en el plano social. Entre las habilidades sociales en las cuales es imperioso formar a los extensionistas, se encuentra en primerísimo lugar la capacidad para trabajar en el plano de las necesidades sentidas de los productores. Si se toma en cuenta que la motivación fundamental que guía el aprendizaje campesino es la satisfacción de necesidades concretas, se vuelve fundamental instruir a los técnicos para que puedan identificarlas y priorizarlas en el trabajo con los productores. Para ello, es necesario fortalecer la formación en la administración de técnicas grupales y de planificación participativas, que funcionen como herramientas para adecuar las acciones a los requerimientos reales de los beneficiarios. Por otra parte, trabajar a partir de las necesidades de los productores no significa que el técnico no participará en la definición de éstas. En efecto, es un compromiso del extensionista hacer aportes desde su perspectiva profesional que permitan visibilizar determinadas necesidades no percibidas por los agricultores familiares que apunten a favorecer su desarrollo. En este caso, se habla de ‘necesidades aportadas’ (Almaral y Wiesenfeld, 2015) como una forma de ampliar el concepto de ‘necesidades sentidas’. Ahora bien, para poder manejarse en el plano de las necesidades sentidas y aportadas es importante que se afiance una relación de respeto mutuo, familiarización y diálogo entre ambos actores, en la cual se den las condiciones adecuadas para conjugar los saberes técnicos y campesinos. En línea con esto último, es importante también promover desde la formación profesional del técnico el desarrollo de actitudes personales que posibiliten generar diálogos 201 interpersonales abiertos, sinceros y horizontales con los productores. También es preciso desarrollar en los extensionistas la capacidad para generar empatía y para estar abiertos a reconocer y a trabajar de manera respetuosa con las diferencias culturales (Landini, Murtagh y Lacanna, 2009). ii. Formación pedagógica La labor de extensión rural tiene un fuerte componente educativo, motivo por el cual es imprescindible capacitar a los técnicos para que conozcan y comprendan las características de los procesos de enseñanza y aprendizaje y para que logren desplegar estrategias pedagógicas acordes al trabajo con pequeños productores. A su vez, es importante instruir a los técnicos en metodologías de extensión rural (Ardila, 2010; Valentinuz et al., 2005) lo cual incluye incorporar conocimiento sobre los procesos de cambio actitudinal y conductual y sobre el diseño de actividades de extensión tales como capacitaciones, días de campo y estrategias de seguimiento, entre otras. Al mismo tiempo es sumamente importante entrenar a los extensionistas para que puedan llevar a cabo capacitaciones prácticas y demostrativas puesto que, como se ha desarrollado a lo largo de este trabajo, éstas son las mas adecuadas cuando se trabaja con agricultores familiares. Otro punto fundamental con relación al desarrollo de habilidades pedagógicas en los extensionistas es la formación en metodologías participativas. Ahora bien, no se puede pretender que los extensionistas se manejen de forma horizontal y participativa con los productores si no solo no han recibido instrucción en este sentido, sino que además su propia formación se ha basado en enfoques educativos jerárquicos donde ellos como alumnos tuvieron un rol pasivo y el rol activo y el saber eran transmitidos por el docente. En este sentido, desde las propias instituciones educativas, es necesario promover la construcción conjunta de conocimiento, la complementariedad de saberes y fomentar la participación de los extensionistas si se pretende que luego puedan replicar este tipo de actitudes en su trabajo con agricultores familiares. iii. Educación continua y abordaje interdisciplinario A lo largo de este trabajo se ha resaltado la complejidad que tiene el trabajo de extensión y la vasta lista de capacidades blandas y duras que debería manejar un técnico que trabaje con pequeños productores. El conocimiento de 202 distintos procesos sociales, la pericia para promover el empoderamiento de los agricultores familiares, la capacidad para manejarse en contextos de incertidumbre, el desarrollo de un pensamiento crítico, la implementación de metodologías participativas, la destreza para planificar y evaluar acciones de desarrollo y el ejercicio de un buen liderazgo, entre otros tantos temas que hacen a la labor del extensionista, es imposible que puedan ser dominados por un solo individuo que ha sido formado principalmente en cuestiones técnicas. Dada la diversidad de conocimientos que son necesarios para el trabajo de extensión, se vuelve preciso incorporar el trabajo interdisciplinario incluyendo especialmente la contribución de las ciencias sociales (Tsakoumagkos, González y Román, 2009). El abordaje interdisciplinario supone incluir profesionales de disciplinas no agronómicas a los equipos de trabajo en terreno como así también generar espacios de educación continua y actualización para graduados donde se puedan brindar nuevos conceptos y perspectivas a los problemas que se presentan en el trabajo con productores. En cuanto a la formación de grado, es imprescindible reforzar el trabajo en terreno, las prácticas profesionales y las pasantías estudiantiles para que aquellos estudiantes con vocación por la extensión rural puedan incorporar las herramientas adecuadas en su formación universitaria o terciaria para trabajar con población campesina. b. Incorporar la perspectiva campesina El extensionista al momento de entrar en contacto con agricultores familiares tiene que tener claro que no parte de cero sino que entra en interacción con sujetos y comunidades con historia, con teorías, con capacidades y con su propia forma de hacer las cosas. Es necesario entonces que sea permeable a modificar su plan de trabajo inicial en función de estas cuestiones. Se plantean a continuación algunas propuestas en ese sentido. 203 i. Profundizar en la comprensión de las características del conocimiento tecnológico local (CTL) Es importante que el técnico se interiorice en los aspectos centrales que hacen al CTL, puesto que dicho conocimiento deberá entrar en diálogo con el conocimiento técnico en el proceso de extensión. Para el productor es sumamente necesario aprender haciendo, por lo que las capacitaciones práctico-demostrativas son las preferidas por ellos. Al ser aprendices basados en problemas, priorizarán aquellas propuestas que hagan eco en necesidades que efectivamente perciben. Incorporar las características particulares que hacen al CTL permitirá generar espacios de enseñanza y aprendizaje prácticos apropiados que se adapten a las formas naturales en las cuales los productores suelen incorporar nuevos conocimientos y por ende, lograr mejores resultados. ii. Conocer y comprender la racionalidad del productor Desconocer la racionalidad del productor puede llevar a interpretar sus conductas como irracionales o carentes de sentido, sumado a que las propuestas técnicas que no consideren la lógica que rige las acciones de los agricultores familiares difícilmente lleguen a buen puerto. Durante este trabajo se ha profundizado en la importancia de conocer la perspectiva del productor para mejorar las acciones orientadas al desarrollo. En efecto, en muchas de las propuestas que encuentran serias dificultades para ser incorporadas por los productores puede observarse el choque de las formas técnicas y las campesinas de concebir la producción. La mirada técnica que apunta a priorizar el rinde y la mirada campesina que busca reducir al mínimo el riesgo, han sido detalladas con distintos ejemplos aquí y en otros trabajos (Ayalew, King, Bruns y Richkowsky, 2003; Patiño, 2000; Stage y Rekve, 1998). Una propuesta interesante relacionada con la reducción del riesgo es pasar de las ‘parcelas demostrativas’ a los ‘surcos representativos’ en las parcelas de cada productor (Schmelkes et al. 1986). Acotar la experimentación a un surco en lugar de una parcela completa permite que el agricultor familiar pueda probar y aprender una alternativa nueva pero arriesgando poco, lo que desde su racionalidad es especialmente valorado. Al mismo tiempo, el trabajo con productores demostradores donde el rol del extensionista es facilitar la interacción entre un productor que está llevando a 204 cabo una innovación y aquel que aún no, resulta una estrategia sumamente eficiente para reducir las dificultades propias del choque de racionalidades en la extensión rural. En efecto, nada más parecido a un productor que otro productor para explicar técnicas y beneficios de determinadas prácticas. A su vez, los productores de forma natural acostumbran intercambiar conocimientos y experiencias o incorporar innovaciones que han podido ver en chacras de otros productores. Así, la modalidad de trabajo con productores demostradores resulta útil para reducir la brecha entre la racionalidad técnica y la campesina y para replicar una forma de incorporación de innovaciones similar a la que se produce de forma natural entre productores por fuera del asesoramiento técnico. Por último, toda vez que se piense que una actitud o acción de un productor carece de sentido, es imprescindible maximizar el esfuerzo por comprender cuáles son los motivos que llevan al agricultor familiar a tenerlas. iii. Indagar teorías previas y aspectos identitarios asociados a las distintas propuestas Cuando un extensionista propone una alternativa es importante que tenga en cuenta que los productores con los que interactúa tienen experiencias o ideas asociadas con esa propuesta o con lo que ella viene a modificar. Pueden existir diversas teorías relacionadas con dicha alternativa como el ejemplo citado en este trabajo de que el picudo “viene dentro de la semilla”, teoría formulada por un productor para dar cuenta de la aparición y persistencia de dicha plaga. En todo proceso de extensión rural es indispensable indagar las ideas, teorías y experiencias previas de los beneficiarios respecto de aquello que se les propone. En línea con esto, es necesario analizar qué aspectos que hacen a la identidad del productor podrían estar asociados con aquello que la nueva alternativa propuesta viene a cambiar. El ejemplo del uso de la asada, la carpida y las prácticas asociadas con el cultivo del algodón han sido destacadas en este trabajo como aspectos culturales que poseen un fuerte arraigo en la identidad de pequeño productor. Así, intervenciones técnicas que apunten a erradicar y reemplazar este tipo de prácticas, sin analizar y reflexionar sobre el sentido que éstas tienen, están sin duda condenadas al fracaso. Los productores pueden vivir este tipo de intervenciones externas como una falta de consideración de sus circunstancias vitales (Long, 2015) 205 lo que puede llevarlos a rechazar la interacción con los agentes de desarrollo o tomar posición desde una ‘resistencia pasiva’ adoptando una actitud contemporizadora frente a lo que se les propone, sin estar ni de acuerdo ni interesados en trabajar en ese sentido. Esto no quiere decir que deban evitarse estos cambios, sino que los cambios deben hacerse teniendo en cuenta que estas habilidades y prácticas forman parte de la identidad de los productores y por ende será necesario pensar estrategias para preservar su autoestima. Por otra parte, este tipo de innovaciones deberán tener mayor acompañamiento y atención puesto que es esperable que presenten cierto grado de resistencia por parte de los productores. iv. Aprovechar los espacios educativos preexistentes de los campesinos y los ámbitos de intercambio informales Es frecuente encontrarse en el ámbito gubernamental y no gubernamental con iniciativas que, se cree, brindarán soluciones mesiánicas a los productores. Así, sucede en ocasiones que el agente externo, las más de las veces con sus mejores intenciones, se acerca a una comunidad con propuestas de cambios y mejoras para campesinos vistos como olvidados y carentes de organización y recursos. Sin embargo, allí donde un agente externo incursiona por primera vez, hay una comunidad que hace tiempo tiene su propia organización. Por ello, toda vez que se planifican acciones de desarrollo, es necesario preguntarse cuál es el modo en el que dicha comunidad se organiza. Conocer las redes preexistentes a través de las cuales los productores interactúan e intercambian experiencias y conocimientos y sondear los espacios potencialmente educativos es sumamente útil para favorecer las acciones de extensión rural. Como señalan Schmelkes, Rentería y Rojo (1986) muchos de estos espacios son desconocidos y desaprovechados por las agencias de extensión. Las comunidades campesinas suelen realizar asambleas o reuniones donde, entre otros asuntos, se tratan aquellos asociados con la producción agropecuaria. Allí muchas veces los agentes de desarrollo están ausentes por desconocer su existencia o por suponer que se tratarán temas que no hacen a su trabajo, con lo que se desaprovechan ámbitos de intercambio valiosos para la extensión rural. También se ha planteado durante la tesis la existencia de grupos auto organizados de productores que están acostumbrados a interactuar regularmente e 206 intercambiar conocimientos vinculados a la actividad productiva. Indagar de qué manera los productores suelen agruparse y tomar esos grupos como punto de partida toda vez que sea necesario promover prácticas asociativas entre agricultores familiares, sin duda resulta una estrategia sumamente valiosa en cuanto a la optimización de los procesos grupales. Al mismo tiempo, es importante comprender que el extensionista es a la vez un agente de educación formal y de educación informal (Schmelkes et. al. 1986) por lo que su actividad debe incluir la participación en espacios de intercambio informales con los productores. Este tipo de participación no solo contribuye a afianzar la relación con los agricultores familiares, quienes valoran especialmente la participación de los técnicos en este tipo de ámbitos (ej, un almuerzo compartido), sino que además son espacios de intercambio de conocimientos sumamente provechosos. c. Ajustes institucionales En los apartados anteriores se presentaron propuestas orientadas a mejorar el desempeño tanto de los extensionistas como de las instituciones que los forman. Las propuestas que siguen tienen que ver con ciertos cambios que deberían hacerse a nivel institucional en las agencias u organizaciones orientadas al desarrollo para mejorar los procesos de extensión rural. i. Adecuar los requerimientos a las características de los productores En el contexto de la extensión rural hay heterogeneidad ambiental, productiva, comercial, cultural, de género y étnica (Landini, 2016c). Por tal motivo, es imprescindible que las instituciones a cargo de las distintas acciones orientadas al desarrollo rural reconozcan esta diversidad inherente a los ámbitos donde trabajan y que sean lo suficientemente flexibles para que puedan adaptarse a cada contexto en particular. Los extensionistas han destacado en esta línea dos cuestiones. Por un lado la importancia de adecuar los formularios a la gran diversidad de tipos de pequeños productores y de territorios en los que se interviene. Por otro lado, 207 enfatizaron en la necesidad de considerar la singularidad que supone el trabajo con agricultores familiares en cuanto a los tiempos particulares que implica llevar a cabo procesos con este segmento de productores. En este sentido, parece importante que los proyectos que se llevan a cabo contemplen instancias participativas reales que permitan que los actores locales (incluidos los extensionistas) puedan realizar ajustes de acuerdo a sus necesidades. ii. Priorizar el seguimiento a productores Los técnicos consultados en este trabajo han destacado la influencia que tiene, en el nivel de los resultados, realizar un adecuado seguimiento a los productores. Por su parte, los agricultores familiares entrevistados también manifestaron su preferencia por aquellos técnicos que les brindan acompañamiento frecuente y que “están siempre” disponibles para ellos. Que el extensionista pueda llevar a cabo un seguimiento apropiado a cada productor o grupo de productores con los que trabaja no solo depende de su buena voluntad o predisposición. La posibilidad de que los técnicos puedan monitorear lo que hace el productor con las propuestas una vez que estas se llevaron a cabo debe ser considerado y planificado desde las propias instituciones a las que el técnico responde. Así, estas deben plantearse estrategias que favorezcan el correcto apuntalamiento a los beneficiarios (ej. establecer un límite de productores a los que cada técnico puede asesorar). No obstante, hay que reconocer el impacto económico que supone para las instituciones aumentar el seguimiento puesto que implica o que se necesiten más técnicos en terreno o que se reduzca la cobertura de extensión en el caso de que no se pueda contar con mayores recursos. En este sentido es importante estudiar mejor a futuro cuál es el equilibrio óptimo entre el seguimiento y la obtención de mejores resultados a partir de los recursos públicos disponibles. Al mismo tiempo, es importante que se promuevan institucionalmente ciertas prácticas como por ejemplo las certificaciones participativas o los espacios de intercambio entre los mismos agricultores familiares, para que puedan hacer entre ellos un seguimiento cruzado. De este modo, se promueve la capacidad instalada entre los propios productores para que logren depender cada vez menos de la figura del extensionista en estas cuestiones. 208 iii. Gestión de Recursos Humanos Un tema que parece fundamental no descuidar desde las instituciones orientadas al desarrollo rural tiene que ver con la gestión y el cuidado de los recursos humanos. Ya se ha enfatizado en este trabajo sobre las variadas aptitudes que debe tener un extensionista y las múltiples presiones a las que se encuentra expuesto en su trabajo. Una adecuada política de recursos humanos debería en primer lugar plantearse cuáles son las características profesionales y personales que debe reunir un técnico para devenir en extensionista. Clarificar ciertos perfiles de competencias necesarias para trabajar con agricultores familiares parece ser una estrategia acertada. A lo largo de este trabajo se han mencionado varias de estas competencias y características, como por ejemplo empatía, horizontalidad, altruismo, habilidades pedagógicas y de coordinación grupal, entre otras. Al mismo tiempo, poder mantener motivado al personal que esté llevando a cabo el trabajo con productores resulta imprescindible para lograr mejores resultados puesto que el trabajo de extensión puede ser sumamente desgastante y es preciso contener y entusiasmar a los técnicos. Dentro de las motivaciones también debería ofrecerse mejores perspectivas de crecimiento profesional y económico, puesto estos tienden a disminuir como aspectos motivadores a medida que transcurren los años de profesión, lo que da cuenta de cierto techo en la carrera del extensionista, que sería necesario revisar. iv. Fomentar la articulación interinstitucional En todo territorio donde comienza a trabajar una institución o donde se pretende llevar a cabo un proyecto, existen de antemano otras organizaciones que han desarrollado o que están desarrollando acciones. Es importante partir de esta premisa para dejar de lado la idea de ‘proyecto salvador’ que viene a dar soluciones que nunca antes se habían dado. Se vuelve imperioso entonces conocer y articular con aquellas organizaciones que ya tengan experiencia en el territorio para acortar caminos, evitar errores ya cometidos y compartir buenas prácticas. El enfoque territorial señala que ninguna institución por sí sola puede generar impactos significativos. En este sentido, es fundamental plantear como política institucional de las organizaciones orientadas al desarrollo rural la 209 interacción publico –privada y la articulación entre distintas instituciones y actores en cada territorio. v. Monitoreo y evaluación de las distintas acciones La evaluación de resultados es un asunto pendiente en el ámbito de la extensión rural. Es poco frecuente que se evalúe el impacto de las actividades o capacitaciones que se llevan a cabo. Sin embargo, una correcta evaluación de resultados puede brindar información de suma utilidad para el diseño de futuros proyectos ya que permite analizar por qué algo funcionó o no. Así, la evaluación es una instancia de aprendizaje fundamental. A su vez, los espacios de evaluación intermedia constituyen instrumentos interesantes para constatar si las acciones planificadas inicialmente se orientan según la dirección deseada. En este sentido, el monitoreo permite identificar aquellos puntos limitantes y/o ventajosos de un proyecto, para poder tomar las medidas correctivas necesarias con el fin de optimizar los resultados finales (Nirenberg, Brawerman y Ruiz, 2000) y constituye una herramienta que permite adecuar los tiempos planificados inicialmente a los tiempos reales que insume el trabajo en terreno con los productores. Si bien pareciera que el diseño de un proyecto es más importante que su monitoreo o evaluación, estos últimos resultan cruciales para corregir desviaciones, potenciar logros, identificar impactos de corto, mediano y largo plazo. Al mismo tiempo la evaluación brinda información que permite aprender de la experiencia por lo que juega un rol fundamental en el diseño de futuras políticas de extensión. Sin embargo, la capacidad para poder evaluar es algo que debe entrenarse, motivo por el cual las instituciones deben considerar la capacitación de su personal en este sentido. 210 9.3. Principales contribuciones del trabajo realizado Este último apartado tiene la finalidad de resaltar aquellas contribuciones más significativas generadas por trabajo de investigación realizado. El primer aporte que debe destacarse es el estudio y la visibilización de un grupo social postergado no solo en términos socioeconómicos y culturales sino también en términos disciplinares. Si bien otras disciplinas han abordado la cuestión rural y las coyunturas del campesinado, la psicología ha generado escasos desarrollos asociados a lo rural en general y a la problemática campesina en particular. Así, nuestra disciplina en términos generales ha extrapolado los desarrollos pensados para la población urbana a la población rural sin considerar las características particularísimas que hacen al contexto de vida de los sujetos rurales y sus procesos de socialización, prescindiendo de tener en cuenta cómo esto moldea sus subjetividades y comportamientos. Argentina es un país con un amplio territorio rural y con el 8,97% de su pobación en condición de ruralidad, según el Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2010 –realizado por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), que clasificó como población rural a la que se encuentra agrupada en localidades de menos de 2.000 habitantes y a la que se encontró dispersa en campo abierto–. Por esta razón, lo señalado anteriormente cobra aún más relevancia, puesto que si la psicología argentina pretende colaborar en la mejora de la calidad de vida de su población, es necesario que se generen desarrollos –investigaciones y programas de acción– que incorporen al sujeto rural y sus características diferenciales. El presente trabajo cumple entonces con este propósito de dar voz al sujeto rural. Al mismo tiempo, el trabajo brinda una articulación novedosa entre diferentes disciplinas y enfoques con la psicología para pensar las problemáticas que tienen lugar en los procesos de extensión rural. Así, se trabajan conceptos de distintos ámbitos de la Psicología, tales como el social, el comunitario, el cognitivo y las teorías psicológicas que abordan la construcción del conocimiento y se articulan 211 con la pedagogía freiriana y los estudios sociales agrarios, en especial aquellos provenientes de la sociología del desarrollo. Por otra parte, en el presente escrito se presenta un análisis que se aparta de los análisis convencionales al proponerse pensar la adopción de innovaciones en función de una multiplicidad de determinantes. Así, se corre el foco de cada propuesta en particular para pensar aquellos aspectos que hacen que las distintas alternativas técnicas sean incorporadas o no por los agricultores familiares. El análisis de la adopción ha sido planteado en función de distintos determinantes psicosociales y técnico-productivos, tales como las necesidades sentidas, las teorías previas del productor, la minimización del riesgo, la posibilidad de acceso a los insumos requeridos, entre otras tantas planteadas en este trabajo. Esta constituye, sin lugar a dudas, la contribución más importante de la presente tesis. Es necesario destacar también como uno de los principales aportes de la investigación realizada la incorporación de la figura del extensionista al análisis de los procesos de adopción de innovaciones. Si bien existen trabajos, desde distintos campos disciplinares, que abordan la cuestión de la adopción de alternativas tecnológicas por parte de agricultores familiares, el foco de dichos trabajos suele estar puesto en el estudio de los campesinos, sus modos de trabajar, de producir y de experimentar, sus características personales, sus preferencias, sus actitudes frente a la innovación, entre otros. Sin embargo, poco se ha estudiado respecto de la dimensión relacional entre técnicos y productores que se da en los procesos de extensión y que tiene fuerte influencia en el éxito o fracaso de las iniciativas de desarrollo. En este sentido, el presente estudio ha podido dar cuenta de los encuentros y desencuentros que pueden darse en el plano vincular entre extensionistas y agricultores, de las características del extensionista que pueden condicionar la predisposición del productor, de las vicitudes propias de la interacción entre actores con diferentes racionalidades y de las distintas formas en las que dichas diferencias se manifiestan. El enfoque con el cual se ha incorporado en este estudio la perspectiva del extensionista resulta un aporte novedoso y de valor porque, si bien existen numerosos trabajos que de modo prescriptivo plantean el rol que deberían asumir los técnicos en su trabajo con agricultores familiares, son sumamente escasos los estudios que han incorporado al extensionista como unidad de análisis y que hayan 212 incluido su perspectiva, sus motivaciones, sus dificultades, sus estrategias de trabajo y sus propuestas hacia sus instituciones. Por considerarlo parte constitutiva de los procesos de extensión, este trabajo ha ponderado su rol como actor social fundamental en la extensión rural y por ello se ha incorporado su voz y se ha dado un lugar fundamental a las propuestas que ellos creen relevantes por considerarlas de suma utilidad para potenciar las acciones orientadas al desarrollo de la agricultura familiar. Otro aporte destacable ha sido la indagación en las modalidades de enseñanza y aprendizaje propias de los agricultores familiares y las características específicas del CTL, como así también el haberlas comparado y articulado con las estrategias pedagógicas de los extensionistas. Esto permite comprender las preferencias de los productores por unas u otras estrategias y resulta un elemento interesante para establecer líneas pedagógicas diferenciales, acordes a este grupo social. Por otra parte, un tema central que atraviesa esta tesis es el planteo de que no existe una única forma en la cual los productores conciben al técnico ni una mirada unívoca de los extensionistas respecto de los productores. Si algo ha demostrado esta investigación es la coexistencia de distintas maneras de pensar al otro y de interpretar sus acciones en el contexto de la interfaz técnico-productor. La incorporación del concepto de repertorio ha sido sumamente útil para dar cuenta de las distintas e incluso contradictorias formas de pensar sobre uno mismo, sobre el otro y sobre la realidad que tienen lugar en cada sujeto y en cada colectivo social. Además este trabajo da cuenta de cuan productivo puede ser este concepto para la psicología. Respecto de las limitaciones que hacen a la presente investigación, es necesario recordar que los datos e información generados se basan en una muestra no representativa, que corresponden a un territorio específico, como es usual en las investigaciones de tipo cualitativo. Por esta razón, es importante tener en cuenta que los resultados presentados aquí no pueden extrapolarse todos los casos y a todos los territorios. No obstante, se ha hecho especial énfasis en la construcción de ideas y propuestas que pudieran ser potencialmente útiles en ámbitos similares, pero será necesario que su pertinencia sea contextualmente evaluada según el caso. 213 Finalmente, es pertinente señalar que este trabajo ha intentado generar desde una perspectiva psicológica conocimiento útil y plantear propuestas concretas para: a) los agentes de desarrollo en ejercicio o en formación; b) los ámbitos educativos que tienen a su cargo carreras de grado, postgrado o tecnicaturas orientadas al trabajo de extensión; c) las instituciones que llevan a cabo acciones de desarrollo rural. Con esto se busca influir en el ámbito de las políticas públicas para que se pueda apoyar a la agricultura familiar de un modo culturalmente apropiado y mejorar tanto las prácticas de extensión como la calidad de vida de los pequeños productores. 214 BIBLIOGRAFIA Abregana, B. (1988). 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Datos entrevistas y encuestas Tabla 15 Entrevistas tomadas a Pequeños Productores Agropecuarios Nº de Nº de Entrevistado Sexo Edad Departame nto Localidad Colonia 1 1 M 50 Pilcomayo Laguna Naick Neck El Palomar 1 2 F 45 Pilcomayo Laguna Naick Neck El Palomar 1 3 F 20 Pilcomayo Laguna Naick Neck El Palomar 2 4 M 30 Pilcomayo Laguna Naick Neck El Palomar 2 5 F 50 Pilcomayo Laguna Naick Neck El Palomar 3 6 M 37 Pilcomayo Laguna Naick Neck El Palomar 3 7 M 68 Pilcomayo Laguna Naick Neck El Palomar 3 8 F 35 Pilcomayo Laguna Naick Neck El Palomar 4 9 M 25 Pilcomayo Laguna Naick Neck Isla Puen 4 10 M 40 Pilcomayo Laguna Naick Neck Isla Puen 5 11 M 50 Pilcomayo Laguna Naick Neck Isla Puen 5 12 F 47 Pilcomayo Laguna Naick Neck Isla Puen 6 13 M 59 Pilagás Portón Negro Portón Negro Entrevist a 232 6 14 F 55 Pilagás Portón Negro Portón Negro 7 15 M 56 Pilagás Portón Negro Portón Negro 7 16 F 53 Pilagás Portón Negro Portón Negro 8 17 F 64 Pilcomayo Laguna Naick Neck La Picada 9 18 M 25 Pilcomayo Laguna Naick Neck La Picada 9 19* F 20 Pilcomayo Laguna Naick Neck La Picada 10 20 M 89 Pilcomayo Laguna Naick Neck La Picada 10 21 F 78 Pilcomayo Laguna Naick Neck La Picada 10 22 M 50 Pilcomayo Laguna Naick Neck La Picada 10 23* M 60 Pilcomayo LagunaNaick Neck La Picada 10 24* F 25 Pilcomayo Laguna Naick Neck La Picada 11 25 F 63 Pilcomayo Laguna Naick Neck La Picada 11 26 F 55 Pilcomayo Laguna Naick Neck La Picada 11 27 F 21 Pilcomayo Laguna Naick Neck La Picada 11 28 M 25 Pilcomayo Laguna Naick Neck La Picada 12 29 F 54 Pilcomayo Laguna Blanca San Blas 13 30 M 49 Pilcomayo Laguna Blanca San Blas 14 31 F 48 Pilcomayo Laguna Naick Neck La Picada 15 32 M 34 Pilcomayo Laguna Naick Neck La Picada 16 33 F 60 Pilagás Espinillo Espinillo 17 34 F 62 Pilagás Espinillo Espinillo 18 35 M 47 Pilagás Espinillo Loro Cué 233 19 36 F 54 Pilagás Espinillo Loro Cué 19 37 F 32 Pilagás Espinillo Espinillo 20 38 F 58 Pilagás Espinillo Loro Cué 20 39 M 69 Pilagás Espinillo Loro Cué 21 40 F 21 Pilagás Espinillo Loro Cué 22 41 M 44 Pilagás Espinillo Loro Cué 23 42 M 68 Pilagás Espinillo Loro Cué 23 43 F 34 Pilagás Espinillo Loro Cué * Estuvo presente durante la entrevista pero realizó mínimas intervenciones Tabla 16 Entrevistas tomadas a Extensionistas Rurales Nº Entrevista Sexo Edad Institución 1 M 29 INTA 2 M 31 SsDRyAF 3 M 41 INTA 4 M 33 SsDRyAF 5 M 51 INTA 6 M 28 SsDRyAF 7 F 64 SsDRyAF 8 F 29 SsDRyAF 9 M 34 INTA 10 F 37 SsDRyAF 11 M 42 INTA 12 F 35 INTA (SsDRyAF: Subsecretaría de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar) 234 Tabla 17 Encuestas realizadas a Extensionistas Rurales Nº Encuesta 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 18 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 36 37 38 39 Sexo M M M F M M F M F M F M F M M M M M M M M F M M F M F F M M M M F M M M M M M Edad 45 38 57 29 30 57 34 33 * 42 35 35 42 57 34 60 67 40 43 34 42 33 42 37 40 38 39 41 35 * 38 36 42 57 45 34 64 62 61 Institución de pertenencia INTA INTA INTA INTA INTA INTA INTA MPyAF INCUPO INTA INTA INTA INTA INTA INTA INTA INTA SsDRyAF SsDRyAF SsDRyAF SsDRyAF SsDRyAF SsDRyAF SsDRyAF SsDRyAF SsDRyAF SsDRyAF SsDRyAF SsDRyAF SsDRyAF SsDRyAF SsDRyAF SsDRyAF INTA INTA INTA INTA INTA INTA Zona de la provincia en la cual trabaja Noreste Noreste Noreste Noreste Noreste Sudeste Oeste Sudeste Sudeste Oeste Oeste Oeste Oeste Sudeste Sudeste Sudeste Sudeste Sudeste Sudeste Noreste Sudeste Noreste Sudeste Noreste Sudeste Sudeste Noreste Noreste Noreste Noreste Oeste Oeste Oeste Sudeste Sudeste Sudeste Sudeste Sudeste Sudeste 235 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 M M M F F M M M F M M 43 53 57 38 48 29 26 60 45 30 54 INTA INTA INTA INTA INTA MPyAF INTA INTA INTA MPyAF INTA Sudeste Este Sudeste Sudeste Sudeste Sudeste Sudeste Sudeste Sudeste Sudeste Sudeste *: No informada. (MPyAF: Ministerio de la Producción y Ambiente de la provincia de Formosa; INCUPO: Instituto de Cultura Popular) 236 Anexo 2. Guía de preguntas para trabajo de campo Preguntas guía para entrevistas a pequeños productores 1. ¿Cómo aprendiste a hacer el trabajo de la chacra? 2. ¿Cómo le enseñarías a hacer el trabajo del campo a alguien que no sabe cómo se trabaja la chacra (o el campo)?(la redundancia en la redacción es intencional) 3. ¿Alguna vez aprendió de otro compañero productor algo que le fue útil para trabajar en su chacra? 4. ¿Alguna vez le enseñó a otro compañero algo del trabajo de la chacra que a su compañero le haya servido? ¿Cómo hizo para enseñarle? 5. ¿Alguna vez tuviste contacto con técnicos? a. Sí: - Cómo te sentiste? Crees que se tuvieron en cuenta las cosas que vos pensabas? 6. ¿Cómo son los técnicos? ¿Qué cosas sabe un técnico? (ver si conviene decirlas juntas o si es mejor plantearlas separadas, para que en la primera haga una caracterización más general y en la segunda se enfoque en los conocimientos) 7. Y el productor… ¿Qué cosas sabe? 8. ¿Cómo tendría que ser el “técnico ideal” para ayudar bien a los productores? ¿Cómo tendría que trabajar?¿Qué cosas tendría que hacer? 237 Preguntas guía para entrevistas a técnicos 1. ¿Trabajaste con pequeños productores? ¿Qué hiciste? 2. ¿Cómo describirías a un pequeño productor? ¿Cómo son los productores de acá, cómo piensan…? 3. ¿Cómo son las propuestas de trabajo que le hacen a los productores? ¿Hubo cambios a partir de las propuestas que les hicieron a los productores? 4. ¿Cuándo se dice que un proyecto con un grupo salió bien? 5. ¿Cuándo no? 6. ¿Porqué algunos salen bien y otros no salen bien? 7. ¿Qué es lo que tiene que hacer el técnico para que salga bien? 8. ¿Qué es lo que tiene que hacer el productor para que salga bien? 9. ¿Cambió algunas cosas en su forma de trabajar a partir de su experiencia en el trabajo con productores? ¿Cuáles? 10. ¿Cómo se siente en su trabajo con productores? a. Alguna vez se siente o sintió mal por algo con relación a su trabajo con productores? 11. ¿Cómo tendría que estar diseñado un proyecto para que sea exitoso? 12. ¿Cómo se hace para que el productor adopte una nueva tecnología o cambie su forma de trabajar? 13. ¿Cómo hace para enseñarle algo al productor? 14. ¿Y cómo cree que es la mejor manera para enseñarle a un productor? 15. ¿Qué cosas sabe hacer un productor? 16. ¿Puede el productor enseñarle también al técnico? (SI) ¿Qué tipo de cosas? 17. ¿Qué atributos son los que más valora el productor de un técnico? ¿Qué es lo que menos valora? 238 Anexo 3. Protocolo de encuesta a extensionistas La mayoría de los ítems se construyeron a partir de afirmaciones de extensionistas entrevistados. Solo aquellos ítems con (*) han sido construidos por la investigadora por considerar importante su indagación para la investigación. 239 240 241 242 243 244