Resumo: Arte e memória aparecem estreitamente ligadas no horizonte contemporâneo, tanto no que diz respeito às políticas oficiais, como nas práticas de diversos artistas comprometidos com o conflitivo mundo atual. Mas esse material, que...
moreResumo: Arte e memória aparecem estreitamente ligadas no horizonte contemporâneo, tanto no que diz respeito às políticas oficiais, como nas práticas de diversos artistas comprometidos com o conflitivo mundo atual. Mas esse material, que às vezes margeia o arquivo, não somente pode manifestar-se enquanto elaboração metafórica das grandes tragédias de nosso tempo, senão também na pequena cena, enquanto investimento afetivo nos objetos, que a prática artística resgata de sua minúcia cotidiana para outro devir significante. Nesse registro, abordaremos a obra de duas mulheres artistas, Nury González, chilena, e Marga Steinwasser, argentina, cujo trabalho, que poderíamos definir como poéticas do objeto, tem um original selo auto/biográfico e memorialístico e, ao mesmo tempo, um envolvimento social, crítico, ético e político. Resumen: Arte y memoria aparecen estrechamente ligados en el horizonte contemporáneo, tanto en lo que hace a las políticas oficiales, como a las prácticas de diversos artistas comprometidos con el conflictivo mundo actual. Pero ese arte memorial, que a veces orilla el archivo, no solamente puede manifestarse en tanto elaboración metafórica de las grandes tragedias de nuestro tiempo sino también en la pequeña escena, en tanto investidura afectiva en los objetos, que la práctica artística rescata de su minucia cotidiana para otro devenir significante. En ese registro abordaremos la obra de dos mujeres artistas, Nury González, chilena, y Marga Steinwasser, argentina, cuyo trabajo, que podríamos definir como poéticas del objeto, tiene un original sello auto/biográfico y memorial, al tiempo que un involucramiento social, crítico, ético y político. Palavras-clave: Arte; memoria; archivo; objetos; vida cotidiana. Arte y memoria aparecen estrechamente ligados en el horizonte contemporáneo, tanto en lo que hace a las políticas oficiales, como a las prácticas de diversos artistas comprometidos con el conflictivo mundo actual. Museos, monumentos – y anti-monumentos – memoriales, festivales, performances, bienales, mega exposiciones –Documenta, Monumenta – dan cuenta de esa inquietud memorial donde el pasado – reciente o distante – se articula en el presente y puede operar como un registro crítico respecto de las diversas formas de la violencia: guerras, atentados, migraciones, éxodos, fronteras. En unos y otros casos la visualidad se enfrenta al dilema de la representación, cómo mostrar, cómo hacer justicia, en un sentido ético, a aquello que se quiere destacar no sólo como inolvidable sino sobre todo como inolvidadizo, al decir de Nicole Loraux (2008), dotando a este significante de un sentido activo, performativo, capaz de interpelar una sensibilidad y una responsabilidad común, sin caer en la banalización o el efectismo, tan caros al espectáculo mediático. Ahora bien, ¿Qué es lo que la memoria intenta rescatar del olvido? ¿Y qué es lo que se pretende trasmitir, dejar como marca en la memoria colectiva? Los hechos del pasado, podría decirse, según la aporía aristotélica de " hacer presente lo que está ausente " , aunque en el caso de los males, " de las desgracias " (según se decía en la antigua Atenas), que traen una carga de violencia, sufrimiento y miedo, se impone cierta temperancia de modo tal que resulten irrepetibles pero no insoportables para la vida en común: he ahí su función ejemplar. Sin embargo, no es tan sencillo responder al qué de la memoria. Hay por un lado " algo " que se recuerda – una huella física, cortical – y, lo más importante, una huella afectiva, que, a la manera del sello en la cera (Platón) queda como su impronta originaria. Así, al recordar se recuerda una imagen, " una especie de pintura " dice Aristóteles, con toda la problematicidad de lo icónico: el dilema de la representación, su relación intrínseca con la imaginación y por ende, su debilidad veridictiva – y la afección que conlleva esa imagen. ¿Qué es entonces lo que " trae " con más fuerza el recuerdo, la imagen o la afección? ¿Los " hechos " o su impacto en la experiencia? Y ¿cómo llega esa imagen al recuerdo, de modo involuntario o por el trabajo de la rememoración? Interrogantes a los que se suma, por cierto, el quién, de memorias siempre en conflicto – grupos, sectores, políticas –, la tensión inevitable entre lo individual y lo común, aquello que una sociedad comparte como experiencia histórica pero que tampoco se deja apresar fácilmente bajo el sintagma de " memoria colectiva ". Son estos interrogantes y en particular la pregunta por el cómo – es decir, por la potencia significante de la forma – los que asedian el trabajo del arte en relación con la memoria. Una relación que alienta la posibilidad de iluminar zonas dormidas, negadas, reprimidas, y estimular, en sus destinatarios, un proceso creativo en términos de imaginación y autorreflexión. Pero ese arte memorial, que a veces orilla sintomáticamente el archivo, no solamente puede manifestarse en tanto elaboración metafórica de las grandes tragedias de nuestro tiempo – la Shoah, que inspiró en gran medida los trabajos de Christian Boltanski, el genocidio de Ruanda, que dio lugar a las series de Alfredo Jaar, o la memoria de Hiroshima, en el video arte de Krzysztof Wodiczko, para señalar unos pocos ejemplos – sino también en la pequeña escena, en tanto investidura afectiva en los objetos, que la práctica artística, repitiendo el gesto de la ostranenie, rescata de su minucia cotidiana para otro devenir significante. Una investidura afectiva en los objetos que, más allá de las prácticas artísticas, es consustancial a la construcción de la memoria y la [1]