OS DESEA
UNAS
FELICES FIESTAS
Y
LO MEJOR
PARA EL PRÓXIMO AÑO
Blog sobre cocina romana antigua y otros aspectos del mundo antiguo, principalmente su legado en la actualidad.
En esta ocasión nos centraremos en su crianza y consumo.
Con respecto a su crianza y los criaderos (ostrearum viviaria), gracias a las fuentes clásicas se tiene conocimiento de su existencia desde el s. I a.C.
Fue un invento de G. Sergio Orata, que según Macrobio, Saturnales, III, 15, 3 fue el primero en ubicar un vivero de ostras en Bayas (Campania): “Se trata de aquel Sergio Orata que fue el primero que tuvo baños construidos sobre bóvedas, el primero que instaló un vivero de ostras en Bayas, el primero que declaró que las ostras del lago Lucrino tenían un excelente sabor. Fue contemporáneo del famoso orador Lucio Craso, quien tenía gran reputación de hombre grave y serio, como atestigua también Cicerón”
En el mismo sentido habla Plinio, HN, IX, 54 (79), 168: “Sergio Orata fue el primero de todos en construir viveros de ostras, en Bayas, en época del orador Lucio Craso antes de la guerra contra los marsos, y no por razón de gula, sino de codicia, ya que por ese invento suyo percibía grandes ganancias, como corresponde a quien fue el primero que inventó los baños colgantes para vender a continuación las casas de campo con tal acicate. Fue éste el primero que atribuyó a las ostras del Lucrino el sabor superior, ya que las mismas especies de animales acuáticos son mejores unas en un lugar y otras en otro, como las lubinas en el río Tíber, entre los dos puentes, el rodaballo en Ravena, la morena en Sicilia, el élope en Rodas e igualmente otras especies, para no hacer un repaso exhaustivo de cocina.
Todavía no estaban sometidas las costas de Britania, cuando Orata ya estaba ensalzando las ostras del Lucrino. Después se consideró de igual interés ir a buscar las ostras a Brundisio, al último confín de Italia y recientemente, para zanjar la discusión entre los dos sabores, se ideó calmar en el Lucrino el hambre del largo trayecto desde Brundisio”
Sergio Orata declaraba que las ostras de mayor calidad eran las del lago Lucrino y fue a buscar ostras en otras costas.
Valerio Máximo, Hechos y dichos memorables, IX, 1 nos dice fue el inventor del sistema de calefacción romano, el hipocaustum: “Gayo Sergio Orata fue el primero que mandó construir unos baños colgantes. Esta inversión, que en un principio iba a ser pequeña, acabó convirtiéndose en una laguna suspendida de agua caliente. […]
Ateneo, I, 7 d afirma que Apicio tenía un método propio de conservación de las ostras, pero no nos explica cuál es: “Estando el emperador Trajano en Partia y a una distancia de muchas jornadas del mar, Apicio le envió ostras frescas conservadas por medio de un ingenio propio”
Podemos describir el sistema de crianza de las ostras de la siguiente manera: tras llevar las larvas a los criaderos, las ostras cuelgan en unos postes de madera, como bien se puede observar en los "Vasos Puteolanos"
Por lo que se refiera a su consumo
Se comían fritas o aliñadas con distintas salsas,
pocas veces frescas por su dudosa salubridad; en el caso de tomarlas crudas se
lavaban en vinagre para evitar la samonelosis. Apicio I, 9, 2 donde nos cuenta
cómo conservar las ostras: “Lavar
las ostras con vinagre, o bien recubrir de pez un recipiente y colocar en él
las ostras”
También se podían consumir en otras elaboraciones como
leemos en Historia Augusta, 19, 6 donde se hace referencia a unas
morcillas curiosas que consumía Heliogábalo: “Fue
el primero que hizo morcillas de pescado, de ostras normales, de ostras
lisas y de otras conchas marinas similares, de langosta, cangrejos y
esquilias”
Gracias a las fuentes clásicas podemos descubrir que
se trataba de un bocado de la élite, al igual que ocurre hoy en día, por su
dificultad para capturarlas, por su efímera conservación.
Antes de saber cuándo se consumía, veamos qué nos dice
Plinio, HN XXXII, 21 (6) sobre cuáles son las mejores: “Las ostras son de varios colores; en España son
rojas, en Illyricum de tono leonado, y en Circeii negras, tanto en la carne
como en la concha. Pero en todos los países las ostras que son compactas sin
ser viscosas por sus secreciones son las más apreciadas, y que destacan más por
su espesor que por su anchura. Nunca se deben coger en lugares fangosos y
arenosos, sino desde un fondo firme y duro; la carne debe estar
comprimida y no tener una consistencia carnosa; y la ostra debe estar libre de
bordes con flecos y estar completamente dentro de la cavidad de la concha.
Personas con experiencia en estas materias añaden otra característica; un fino
hilo de color púrpura, dicen, debe correr alrededor de los márgenes de la
barba, lo que se considera un signo de calidad superior y les da el nombre de
calliblephara”
Es curiosa esta afirmación de Plutarco, Moralia,
VIII, 733 f sobre cuándo se servían en el banquete: “Y, a su vez, el orden de lo que se come y su
alteración tienen una diferencia nada pequeña; pues las antes llamadas mesas
frías, de ostras, erizos de mar, verduras crudas, como tropas ligeras, al
haber sido cambiadas de la cola a la cabeza, tienen el primer sitio en vez del
último”
En los Fragmentos de la comedia media, Alexis, CRACÍA
O EL BOTICARIO 115 parece que se podían servir como entrante: “Primero, viendo ostras en casa de un viejo, un tal
Nereo, envueltas en algas, las he comprado, y erizos; en efecto, esto es un
entrante digno de una suculenta cena en el pritaneo”
Símaco, en sus Cartas, I, 2 comenta el mismo tema que
Crisipo: “Su padre a Símaco (375): “En
resumen, me felicito de que no hayas saciado tu vientre de ostras y
ostiones más que tu espíritu de elocuencia”
Ausonio, Epístolas, 3: “A Paulo: “Las ostras, conocidas en las cenas de los nobles y
por el despilfarro de los derrochones, defendidas por la desigual
profundidad del mar, desnudas en los vados fugitivos, escondidas bajo las
cuevas rocosas o en las cavidades ásperas de las rocas, protegidas por el musgo
verde o el alga despreciada, unidas por sus valvas en una masa como de
piedra, que al cambiar de lugar, y colocarse sobre un limo grasiento, las
alimenta el jugo escondido de su humedad resguardada, quieres que te describa,
oh mi viejo amigo Paulo, acostumbrado a gozar con las naderías de mis poemas.
Lo voy a intentar, aunque no son ésas las cosas que reclaman la atención de mis
preocupaciones de anciano y no parecen dignas de un hombre frugal. Pues no hago
yo esos banquetes de los Salios, ni una cena fastuosa cual tuvo la mesa
de los infames pretendientes is de Penélope y la ungida juventud de Alcínoo de
piel brillante […] Nada de esto te digo ni como poeta, ni como historiador, ni
como comensal errante por todo el mundo, sino de acuerdo con lo que cuentan
otros muchos; cual suele suceder cada vez que la invitación de una buena mesa
solicita un dulce Lieo para una tertulia entre amigos. Nada de esto conozco
por el vulgo y por las tabernas o las reuniones de parásitos plautinos,
sino que, por haber gozado a menudo de fiestas entre los míos y por haber sido
a veces invitado como comensal, si algún amigo celebraba solemnemente su
cumpleaños, o un banquete de bodas o la sagrada tornaboda de los padres, lo
he oído y recuerdo que los que las conocen, las alaban con frecuencia”
Macrobio, Saturnales, III, 12, menú especial: “Doy el relato de una comida pontifical, […] He aquí
el menú: como entrantes, erizos de mar, ostras crudas a voluntad,
ostiones, cañadillas, tordo sobre fondo de espárragos, pollo cebado, pastel de
ostiones, mejillones negros y blancos; de nuevo cañadillas, vieiras,
ortiguillas de mar, becafigos, lomos de corzo y de jabalí, pollo cebado
rebozado en harina, becafigos, múrices y pórfidos; como platos, ubres de cerda,
sesos de jabalí, pastel de pescado, pastel de ubre de cerda, patos, cercetas
hervidas, liebres, pollo asado, crema y pan del Piceno».
También Trimalción sirvió ostras en algún banquete.
Petronio, Satiricón LXX., 6: “Asombrados
ante la insolencia de esos borrachos y centrando nuestras miradas sobre los
combatientes, vimos cómo, de la panza de las ánforas, caían ostras y
vieiras, que un esclavo recogió en una bandeja y ofreció a los
asistentes”
Vemos que era frecuente servirlas en banquetes
nupciales, Fragmentos de la comedia media, ANAXÁNDRIDES, 42, 60: “Estas cosas afirman que así preparó Cotis en Tracia
como banquete de boda para Ifícrates […] pinnas, lapas, mejillones, ostras,
veneras, bonitos”
También Ateneo IV 131 e comenta este caso: “Anaxándrides, en Protesilao, ridiculizando el banquete
de bodas de Ifícrates, cuando se casó con la hija de Cotis el rey de
Tracia, dice [PCG II, fr. 42] que se sirvió: […] caracolas, sal, nácares,
lapas, mejillones, ostras, vieiras, atunes rojos”
Ausonio, Epístolas, 13: Ausonio a Teón,
II: “Unas ostras, rivales de las de
Bayas, que cría en los dulces estanques de los médulos la marea de un mar en
movimiento, he recibido, querido Teón; un regalo fácil de contar. [...] Y
suma seis con nueve y ocho con siete, o bien une un siete gemelo a dos ochos, o
—para no molestarte más— en total fueron treinta. El molusco, con las ostras
guardadas en limón, sirvió de alimento en mi primera comida, sabor que gusta al
refinamiento de los nobles y es bien barato para los hogares pobres. No se
busca en el tempestuoso mar, de modo que su precio se eleve a causa de los
peligros; sino que, al retirarse del mar, se coge, desde el primer espacio
sin agua, en el litoral cubierto de algas de su mismo color. Se esconde en
la cavidad de su doble cabeza, de manera que, al calentarlo en agua hirviendo,
enseña entre los vapores su carne de entrañas blancas como la leche”
Una anécdota curiosa la podemos leer en la Historia
Augusta, 10, 1 cuando se habla de Vero: “Corrieron
rumores de que había cometido incesto incluso con su suegra Faustina. Se dice
igualmente que pereció por haber comido unas ostras salpicadas con veneno astutamente
por esta, porque decía que él había revelado a su hija las relaciones que había
mantenido con su madre”
Sobre el mismo asunto nos habla Eliano, Hª
Animales, IX, 22: “Las estrellas de mar tienen blando
caparazón y son enemigas de las ostras, pues se alimentan de ellas. He aquí el
ardid que emplean para atacarlas: las ostras, para refrescarse y para comer lo
que se pone a su alcance, abren frecuentemente sus valvas; entonces, las
estrellas de mar introducen uno de sus brazos entre éstas y se sacian del
blando contenido, y las valvas no pueden volver a cerrarse. Ésta es una
peculiaridad, digna de nota, de las estrellas de mar”
Poner en una cazuela ostras pequeñas, almejas, ortigas
de mar, piñones tostados y picados, ruda, apio, pimienta, coriandro, comino,
vino de pasas, garum, dátiles y aceite.
Con estas recetas esperamos que estas semanas dedicadas a las ostras, os hayan hecho descubrir algunas cosas nuevas.
Plurimam salutem!
Antes de cerrar por temporada estival, estuvimos comentando muchas curiosidades sobre las ostras, pero todavía os quedan otras por descubrir...¿te animas?
En esta entrada vamos a comentar algunas peculiaridades sobre las ostras.
Otros usos y curiosidades
En el mismo sentido leemos en Eliano, Hª Animales,
III, 29: “La pinna es una criatura marina
de la clase de las ostras. Se abre mediante la separación de las valvas
adyacentes y extiende un pedúnculo de carne como cebo de los peces que nadan
cerca. El cangrejo permanece a su lado compartiendo su alimento y su
territorio de caza. Así, cuando algún pez se acerca nadando, el cangrejo da a
la pinna un pequeño pinchazo. Entonces el bivalvo se abre más y recibe dentro
de sí la cabeza del pez que llega (porque mete su cabeza para comer) y lo
devora”
Estrabón, Geografía, XV, 2 habla de su uso para edificar casas: “La comarca de los ictiófagos […] Construyen sus viviendas sobre todo con esqueletos de ballenas y conchas de ostras”
Teofrasto, IV, 6, 6 y 7 nos describe cómo las algas
utilizan su valva como base para su crecimiento: “Otra alga es la lechuga de mar, que tiene hojas
verdes, […]. Crece sobre piedras cerca de la tierra y en valvas de
ostras. Éstos son poco más o menos los vegetales más chicos. La encina
de mar y el abeto marino crecen en la costa. Nacen en las piedras y en
las valvas de las ostras, pero, como no tienen raíces, se agarran a
aquéllas como las lapas”
Teofrasto, IV, 6, 3 hablando de las algas: “Otra variedad tiene las hojas a manera de cabellos,
como el hinojo, y no es verde, sino amarillo-pálida; no tiene tallo, sino
que se yergue derecha sobre si misma; crece sobre las valvas de las ostras
y sobre las piedras, y no como la otra agarrada a la tierra; pero ambas
son plantas costeras, y la variedad filamentosa crece cerca de la tierra y, a
veces, recibe una ligera mojadura del agua del mar, mientras que la otra se
adentra más en él”
Diógenes Laercio, Vida de los filósofos más
ilustres, Cleantes, 5 comenta su uso como soporte de escritura: “Dicen que escribía en ostras y en omóplatos de buey
cuanto había oído a Zenón, careciendo de dinero para papel”
Sabemos que las ostras también eran consideradas
verdaderos obsequios, como nos cuenta Paulino de Nola, Poemas, 2, 8:
“Para que pueda ser de tu agrado el amable regalo de
un amigo pobre, no vayas a tener en cuenta los ricos obsequios que me haces. Si
no, ¿qué podría yo darte a cambio de aquellos peces que te proporciona con la
abundancia de su oleaje la vecina playa, admirables de aspecto y únicos en su
belleza? En cambio a mí, en los bajíos pedregosos del profundo mar el molusco
se me cría escaso en la oscuridad de las algas. Para compartirlo contigo te
mando dieciséis conchas perfumadas del néctar del mar, que llena una dulcísima
entraña con su meollo bicolor. Que las aceptes de grado te ruego y no las
rechaces por su poco valor, pues sólo son pequeñas si las comparas con lo
grande de mi amor”
Ateneo, III, 88 a: “Existen
también unos moluscos llamados ≪ostras salvajes≫ son nutritivas, pero hediondas y además pobres en sabor”
Plinio, HN XXXII, 21 (6) enumera un gran número de
beneficios: “Aprovecharemos la oportunidad para
exponer todas las propiedades medicinales que se atribuyen a las ostras. Son
singularmente refrescantes para el estómago y tienden a restaurar el apetito.
También el lujo les ha dado un frescor suplementario cuando se sumergen en la
nieve, mezclando así los productos de las cimas de las montañas y del fondo del
mar. Las ostras son ligeramente laxantes para los intestinos; y
hervidas en vino con miel, alivian el tenesmo, en los casos en que no va
acompañado de ulceración. Actúan como detergentes también sobre las
ulceraciones de la vejiga. Hervidas con su concha, sin abrir tal como están
a mano, las ostras son maravillosamente eficaces para los flujos reumáticos.
Las conchas de ostra calcinadas, mezcladas con miel, alivian las afecciones
de la úvula y de las glándulas amigdalinas; se utilizan igualmente para las
glándulas parótidas, los tumores inflamados y las induraciones de las
mamillas. Aplicadas con agua, estas cenizas son buenas para las ulceraciones
de la cabeza y dan suavidad a la piel en las mujeres. También se
espolvorean sobre las quemaduras y son muy apreciados como dentífrico.
Aplicados con vinagre, son buenos para quitar el prurigo y las erupciones
pituitarias. Golpeados en estado crudo, curan la escrófula y los
sabañones de los pies”
Celso II, 14 las recomienda para el estómago: “Pero lo mejor para el estómago es lo áspero, incluso
lo ácido, y lo que está moderadamente espolvoreado con sal; [...] pescados de
fibra dura de clase intermedia, ostras, vieiras, mariscos múrex y
púrpura, caracoles”