Un comerciante tenía dos asnos, uno humilde y discreto que cargaba sal, y otro vanidoso que cargaba esponjas. Al cruzar un río por tablones inestables, el asno vanidoso se distrajo y cayó al agua junto con el comerciante y el otro asno. Mientras la sal del asno humilde se disolvió haciendo su carga más ligera, las esponjas del otro asno se llenaron de agua y casi lo ahogan antes de que el comerciante lo rescatara. El asno vanidoso
Un comerciante tenía dos asnos, uno humilde y discreto que cargaba sal, y otro vanidoso que cargaba esponjas. Al cruzar un río por tablones inestables, el asno vanidoso se distrajo y cayó al agua junto con el comerciante y el otro asno. Mientras la sal del asno humilde se disolvió haciendo su carga más ligera, las esponjas del otro asno se llenaron de agua y casi lo ahogan antes de que el comerciante lo rescatara. El asno vanidoso
Un comerciante tenía dos asnos, uno humilde y discreto que cargaba sal, y otro vanidoso que cargaba esponjas. Al cruzar un río por tablones inestables, el asno vanidoso se distrajo y cayó al agua junto con el comerciante y el otro asno. Mientras la sal del asno humilde se disolvió haciendo su carga más ligera, las esponjas del otro asno se llenaron de agua y casi lo ahogan antes de que el comerciante lo rescatara. El asno vanidoso
Un comerciante tenía dos asnos, uno humilde y discreto que cargaba sal, y otro vanidoso que cargaba esponjas. Al cruzar un río por tablones inestables, el asno vanidoso se distrajo y cayó al agua junto con el comerciante y el otro asno. Mientras la sal del asno humilde se disolvió haciendo su carga más ligera, las esponjas del otro asno se llenaron de agua y casi lo ahogan antes de que el comerciante lo rescatara. El asno vanidoso
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TALLER DE LECTURA 6TH
LECTURA: LOS DOS ASNOS
Un comerciante tenía dos asnos con los que transportaba mercancías. Uno de los burros era humilde y discreto, y el otro era muy vanidoso. -El amo me aprecia a mí más que a ti –solía decir el burro vanidoso. En toda la comarca no hay burro como yo. Una mañana el amo despertó a los asnos y les colocó las alforjas. Al más humilde le tocó llevar un cargamento de sal, y al vanidoso, una partida de esponjas. El burro vanidoso se dio cuenta de que él salía ganando en el reparto y dijo: -No me negarás que el amo me cuida más que a ti. Tú casi no puedes moverte del peso que llevas y yo, ya ves... Y es que, como todo el mundo sabe, la sal es mucho más pesada que las esponjas. Nada más comenzar a andar, el burro vanidoso empezó a burlarse de su compañero: -¿No puedes correr más? ¡Pareces un burro viejo! Al cabo de un rato, llegaron a un río. Sólo unos desgastados tablones unían las dos orillas. El comerciante se quedó pensativo durante unos segundos, pero al fin decidió cruzar por allí. Cuando los dos animales y el hombre pisaron los tablones, la madera crujió con el peso. El burro humilde avanzó mirando al frente para no perder el equilibrio. Su compañero hizo lo mismo, pero se despistó un momento y... ¡cataplof! Con la caída, los tablones se movieron y también el comerciante y el otro asno acabaron en el río. Una vez en el agua, la sal que llevaba el burro humilde comenzó a deshacerse y el animal pudo salir fácilmente: ahora sus alforjas no pesaban nada. Sin embargo, las alforjas del burro vanidoso pesaban cada vez más. ¡Las esponjas se habían llenado de agua! -¡Socorro! ¡Socorro!- rebuznaba angustiado, a punto de ahogarse. Entonces el comerciante nadó hacia él y le soltó las alforjas. Por fin, el burro pudo salir. Después, los tres no tuvieron más remedio que regresar a casa. Por el camino de vuelta, el burro vanidoso comprendió que no debía ser tan presumido. Y, por supuesto, decidió no volver a burlarse de su compañero. COMPRUEBA SI HAS APRENDIDO: 1. ¿Sabes qué es una persona vanidosa? ¿Algunas de estas palabras son antónimas de vanidad? (encierra lo correcto)