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Chicago Sangriento

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Chicago Sangriento

DE LA
WALTER NOBLE BURNS

LEY SECA A AL CAPONE

SERIE ROJA Intriga * Novela negra * Aventuras * Viajes Traduccin


LINO NOVS

VALDEMAR

2008

DIRECCIN LITERARIA: Rafael Daz Santander Juan Luis Gonzlez Caballero TITULO : The One Way Ride: The Red Trail of Chicago Gangland from Prohibition to Jake Lingle ILUSTRACIN DE CUBIERTA: scar Sacristn
ORIGINAL

1 EDICIN: MAYO DE 2008 DE LA TRADUCCIN: LlNO NOVAS DE ESTA EDICIN: VALDEMAR [ENOKIA S.L.] C/Gran Va 69 28013 Madrid CORRECCIN DE PRUEBAS: SCAR SACRISTN FOTOMECNICA: IRC IMPRESIN: RIGORMAGRAFIC ENCUADERNACIN: FELIPE MNDEZ ISBN: 978-84-7702-599-3 Depsito Legal: M-l8.967-2008

Resea
En 1919, el Congreso norteamericano aprob una ley por la que se prohiba la fabricacin y venta de bebidas alcohlicas en los Estados Unidos. Esta ley, conocida como Ley Seca, dio lugar a la mayor proliferacin de bandas maosas y crmenes de sangre que haya conocido la historia de ese pas. El escritor y periodista Walter Noble Burns (18721932) autor de varias obras biogrficas sobre legendarios personajes del Oeste, como The saga of Billy The Kid (1926), que hizo famoso al bandido adolescente, y Tombstone (1927), la vida del clebre marshall Wyatt Earp, vivi en Chicago por aquellos aos y escribi en 1931 esta crnica negra de la ciudad en los aos veinte, historia violenta narrada de forma trepidante y llena de vividos detalles que se lee como una novela policiaca. Colosimo fue el iniciador de la ilcita industria alcohlica que haba de enriquecer a tantos maleantes escribe Walter N. Burns, hacer de la ley una caricatura, liar en un solo haz la poltica y el crimen, y regar la ciudad con sangre de venganzas y tragedias. l fue quien introdujo a John Torrio en Chicago; y Torrio, a su vez, introdujo al Cortado Capone; reyes sucesivos de la ms desptica y poderosa dinasta de pistoleros que ha conocido Amrica.

1.

El minero

Un rojo amanecer sobre las cordilleras. Un minero doblado sobre su herramienta. Y al acecho, tocado con plumas de guila, un indio detrs de una pea. En el silencio empapado de roco, el estallido de un rifle que el eco propaga con su alarido por los pinares de las colinas. Y el minero rueda por tierra en el momento preciso en que su pico daba con la mayor veta de oro que se haya registrado jams. Big Jim Colosimo era como ese minero cuando la prohibicin alcohlica amaneci sobre Chicago. La mina estaba a su alcance. Colosimo hundi su pico hasta el mango en el filn del contrabando, y la fortuna de un Midas se hallaba a punto de brotar de la hendidura cuando la bala homicida puso fin a sus sueos dorados. Colosimo fue el iniciador de la ilcita industria alcohlica que haba de enriquecer a tantos maleantes, hacer de la ley una caricatura, liar en un solo haz la poltica y el crimen y regar la ciudad con sangre de venganzas y tragedias. l fue quien introdujo a John Torrio en Chicago; y Torrio, a su vez, introdujo a Cara Cortada Capone; reyes sucesivos de la ms desptica y poderosa dinasta de pistoleros que ha conocido Amrica. Torrio y Capone se abrieron paso, a travs de la anarqua imperante, hacia un mundo de riquezas hasta entonces desconocido en las esferas del hampa. Colosimo pas al olvido a la cabeza de una larga procesin de fantasmas que el perodo prohibitivo envi a esa dichosa y sombra regin donde los odios rivales cesan de roer las almas, y el contrabandista puede descansar en paz. Pero con Big Jim Colosimo comienza realmente la historia de los gngsters de Chicago. El famoso restaurante que Colosimo tena en el distrito de la Luz Roja era el punto ms flamante de la vida nocturna de Chicago, y estaba de moda desde haca tiempo. La comida era all abundante y bien sazonada; el licor, aejo y selecto; los vinos, de las mejores vias de Italia y Francia; y la msica y el baile mantenan a los asistentes en perpetuo cabaret. Siempre atestado de gente, el lugar alcanzaba su ms alto esplendor a medianoche. Al momento de saltar los corchos del champaa no haba all distincin de gentes. Funcionarios pblicos y autoridades policiales; gngsters y pistoleros; jueces y polticos; financieros y profesionales; boxeadores y asesinos; rameras y damas de sociedad; actores, coristas, lo famoso y lo infame; todas las clases sociales y todas las escalas del vicio y del crimen se fundan y confundan en aquella extraa masa cuyo recipiente era el restaurante de Colosimo. Los millonarios compartan sus mesas con los asesinos. Las damas de sociedad y las prostitutas cruzaban sus miradas, sorprendidas de notar a simple vista cun poca diferencia exista entre la seora de la calzada de Lake Shore y la sirena de la Calle Veintids. Estudiantes y aficionados al teatro iban all en sus escapadas de juerga y bailaban con matones y mujeres alegres. Gente de todas clases: aqu estaba el Fiscal del Estado y el jefe de la Polica. El alcalde y un juez de la Audiencia con las cabezas soldadas por la cerveza... Un banquero tratando de captar por encima del hombro de su esposa las miradas de una mujer de mundo, rodeada de su corte de bellezas... Un grupo de jvenes calaveras de la Costa de Oro, con la garganta abierta y la mirada turbia, empinando los codos. Dago Mike Corozzo y Vincenzo Cosmano sorbiendo el vino tinto con aire de crticos de altura...

Bathhouse John Coughling recrendose con la belleza de

su ltimo canto a Hinky Dink Kenna... Enrico Caruso, Tita Ruffo, Luisa de Pike Heitler, Monkey-Face Charlie Genkler, Loving Putty
Anixer

Tetrazzini y Amelita Galli-Gurci trenzando su alegr a con spaghetti... Mike

the Kat Buchowsky, con las bocas pletricas de risa y de bebida... Fio
Ziegfeld, Morris Gest, George White, Julin Eltinge y George M. Cohan, haba derribado al viejo John S. Sullivan... George Ade, de serio talante, y bebiendo con calma... Jim Corbet refirindole a John McCormack c mo Bing Lardner, con la mirada abismtica y solemne... Dean OBannion, florista y pistolero, con una gardenia en la solapa... Angelo Genna, para brindar a su salud... Big Tim Murphy, descollando sobre su camarilla sonrisas... Gentes de todas clases...
Una joven con sonrisa de Mona I

e Izzy

melmano y terrorista, a la caza de la mirada de Caruso por entre las mesas de pistoleros italianos, con el rostro rubicundo lleno de jovialidad y
Dale Winter cantaba todas las noches. Era un misterio.

humildad y de una belleza delicada y angelical. Pareca fuera de lugar. Quin era esta joven? De dnde haba salido? Qu infortunado accidente la haba lanzado en calidad de artista profesional a este remolino de francachelas?

isa y voz de oro, llena de modestia, de

Dale pareca una monja. La penumbra de un claustro hubiera sido su fondo ms adecuado. Pudiera imaginrsela bajo el velo inmaculado contando las cuentas de su rosario, formando parte de una santa hermandad. No fumaba, no beba, no pronunciaba una palabra grosera. No la segua ningn eco de escndalo. Los ricos libertinos trataban de ganarla. La noche le traa asiduamente flores, vestidos y notas pidindole citas clandestinas. Dale permaneca siempre a distancia, rebosante de belleza y distincin en la escena, nunca fuera de ella, envuelta en un aura de inocencia y protegida, se dira, por algn ngel de la guarda. Al aparecer radiante sobre las tablas, en su sencillo y deslumbrante traje blanco y una rosa sangrando sobre el pecho, un toque de silencio cruzaba la batahola, y la voz de Dale haca un tejido de notas en equilibrio. Terminado el canto, una lluvia de Dnae, en monedas de plata, caa alrededor suyo, mientras ella permaneca inclinndose detrs de su sonrisa enigmtica, ante el clamor de los aplausos. Al fin de la noche esta Mona Lisa de las Luces Rojas se retiraba al

hogar, junto a su madre. Ahora vemos a Big Jim Colosimo, propietario del establecimiento y seor del hampa, callejeando entre las mesas con la apostura de un bandido de leyenda. Es un hombre fornido, de pelo muy oscuro y bigote de herradura que contrastan con la palidez seca y marmrea del rostro, expresin nica de su afabilidad, en cuyos grandes ojos negros parece haber un oculto tinte de tragedia. Los bajos fondos haban sido la patria de Colosimo desde su niez. Haba respirado su atmsfera. Haba participado de sus robos y atracos; conoca todos sus vericuetos y laberintos, y sus ladrones, asesinos, chulos y rameras haban sido sus camaradas. Tena diez aos de edad cuando pap Luigi le trajo a Chicago desde su aldea natal, en las montaas de los Abruzzos, al sur de Italia. La familia era muy pobre. Colosimo comenz siendo un rudo granujilla callejero: vendi peridicos y limpi botas. Luego se inici en el arte de carterista, durmi en casas vacas y en las trastiendas de los cafs y asom los ojos hambrientos a los escaparates de las panaderas. Vag por la parte sur de la ciudad como un apache. Consigui un puesto de barrendero y se meti en su uniforme reglamentario a limpiar callejas y canalones. Entr en la poltica de barrio y gobern un distrito electoral por la ley de la porra y de la manopla. La prosperidad lo llev a ser miembro de la Mano Negra y tratante de blancas. Se cas con Victoria Moresco, que haba sido su novia cuando l limpiaba botas y anunciaba goma de mascar y cordones de zapatos por las calles. Criada en la tradicin que manda a la esposa auxiliar al marido, Victoria abri una casa de prostitucin en la Avenida Armour, que fue durante aos fuente de riqueza para las arcas familiares. Colosimo pas as a propietario de media docena de establecimientos, en los cuales se hallaban combinados el caf, la casa de juego y el lupanar. Una de estas casas se hallaba en Burnham, donde Torrio tena otra similar. Implantada la

contrabandista de licores. Import champaa y vino de uva, as como whisky y aguardiente de Canad y de Nueva York, que luego ofrec a a precios muy subidos a una acaudalada clientela. Las bebidas de alambique, o sea de fabricacin qumica y clandestina, chorreaban sobre su mostrador gran escala cuando cay asesinado. de Burnham; y se hallaba a punto de emprender el contrabando de ron a
Hombre sin escrpulos, Colosimo prosper al margen de toda ley moral o escrita. Pero aun hallndose, como se hallaba, con la raz clavada en el fango, tena en s muchas y buenas cualidades humanas: la caridad, el desprendimiento para los cercados por la miseria o las tribulaciones, fidelidad y constancia en la amistad, eran atributos suyos. Posea, adems, un valor y coraje leoninos, y una dbil llama de buena hombra pareca sobrevivir de sus tiempos difciles. En la opulencia llevaba una vida sin gusto ni refinamiento, rodeado de una magnificencia brbara. Tapiz las paredes de su casa con papeles chillones; encima colg cuadros costosos, imitaciones artsticas, y convirti el hogar en un rastro de monigotes en mrmol y bronce, de modo que no lograban borrar ese tono grotesco ni los costosos muebles ni las suaves alfombras. Tena criados, chfer con librea, los coches ms flamantes, y diamantes a granel. Estos ltimos

Ley Volstead, Colosimo fue el gua de la industria

eran los objetos de su pasin. La mayora de sus joyas procedan de uas rateras, o de jugadores desbancados, en forma de empeo. Colosimo estaba constelado de piedras preciosas. Llevaba diamantes en los dedos, en la pechera, en los puos, en la cadena del reloj, en los tirantes y hasta en las ligas. Los llevaba consigo en una bolsa de piel de ante y se deleitaba hacindolos caer en cascada de una palma a la otra. A veces los apilaba sobre un mantel y se quedaba contemplndolos en xtasis: eran los smbolos de su riqueza; a un lado de la pirmide vea desfilar sus aos de penuria y trabajos; al otro, sus das de pompa y de grandeza. Las riquezas, sin embargo, no le trajeron la paz. La Mano Negra lo seal en la lista de sus posibles vctimas. Repetidamente trat esta sociedad de hacerle pagar su tributo, y repetidamente Colosimo frustr sus planes. Vincenzo Cosmano, criminal redomado y audaz, que ms tarde asesin a Mossy Enright, le envi una misiva sellada con el signo pirata, y fue abatido por un disparo en la cita de medianoche, de la cual escap con vida por poco. Colosimo aguard al acecho de un segundo personaje, que se salv montando en un tranva que acertaba a pasar, poniendo una barrera a los propsitos de Colosimo. No esper ste que sus enemigos cejaran en sus empeos de venganza por medio del chantaje, pero se prepar a hacerles frente, y se top con un temible rival armado de enconos y de una estrategia superior. La Mano Negra podra arrancarle la vida, pero no la bolsa por temor. Uno de sus accidentes con la Mano Negra estremeci largo tiempo las memorias de los bajos fondos. Colosimo recibi una nota conminndolo, bajo pena de muerte, a dejar la cantidad de diez mil dlares a medianoche en determinado lugar. La nota abri en l una sonrisa agria. l mismo haba sido en un tiempo el rey de la Mano Negra, y se dispuso a dejar sentir el peso de su mano sobre la gusanera. Su plan se mantuvo en secreto. La ley del secreto de la Mafia era su nica ley. Colosimo hizo un lo de papeles y lo deposit en el lugar convenido, en una solitaria calleja de arrabal. Luego cruz la calle y se fue a un escondrijo a esperar. Tres hombres surgieron a la vista, con un animado aire de negociantes, martilleando pesadamente con sus pasos en la oquedad de medianoche. El paquete les hizo un guio y se detuvieron. Uno de ellos le ech mano y lo guard en el bolsillo. A esto siguieron unas frases en italiano y el cloqueo de una risa cortada. Haba resultado ms fcil de lo que pudieran suponer. Del revlver de Colosimo partieron varios latigazos que cruzaron la noche. De los tres hombres, dos cayeron muertos. El otro rod en la acera, pero haciendo un gran esfuerzo logr incorporarse y corri entre tropezones y silbidos de balas. Colosimo resurgi entonces ante los cadveres y contempl sus rostros. Le eran bien conocidos. Slo la Providencia haba podido salvarle a l de una suerte pareja en alguna de sus propias correras. Tambalendose, el fugitivo logr alcanzar un hospital, donde ingres gravemente herido. Los mdicos le asistieron, y se le asign una cama. No respondi a las preguntas ni abri pista alguna hacia su agresor. La Omert

la

ley del secreto de la Mafia era tambin su ley. Pero el herido clam por la presencia de Colosimo.
Quiero ver a Colosimo antes de morirme dijo el paciente. Big Jim respondi a la llamada. Cuando lleg junto a la cama de la vctima se hallaba con los prpados pegados y su vida se evaporaba rpidamente. Un

mdico se inclin sobre l para anunciar: Aqu est su amigo Colosimo. El anuncio surti un efecto instantneo. El hombre se incorpor con dificultad y se qued rgido, mirando al enemigo con un odio profundo. Colosimo

dijo en italiano, maldito seas! Traidor! Traidor! La

ira de Dios caiga sobre ti!

Los ltimos latidos de su vida se quemaron en este anatema; y se desplom sobre la almohada, muerto. El pasado, cargado de odios y venganzas, pisaba los talones a Colosimo. Luego comprendi que no le sera posible evadirlo. Era como el espectro de una calavera que rodara perpetuamente en su camino. Montaba con l en su

asomaba por encima de su hombro en la oficina y taconeaba a su lado cuando Colosimo pasaba con su porte regio entre las atestadas mesas de su caf prodigando saludos y sonrisas a los juerguistas. Si lograba dar rienda suelta a su alegra entre sus amigos, el codo del esqueleto pon a un toque de atencin en sus costillas. En los banquetes el fantasma se alargaba sobre dar mayor expansin a su vida, sintiendo en s el impulso ambicioso de una y eterna de su pasado.

limusine,

la mesa y lo miraba con la mueca de sus cuencas vacas. Rico, dispuesto a existencia mejor, Colosimo viva amortajado en la sombra cruel, implaca ble
Finalmente, para protegerse contra las maquinaciones de los numerosos enemigos con que haba sembrado su camino, Colosimo se hizo acompaar de una guardia de pistoleros. Un joven trigueo y elegante que se hallaba siempre presente en los festivales nocturnos comenz a llamar la atencin de los parroquianos. Era un personaje corts, atento, risueo y sumamente verstil. Quin

es ese joven? preguntaban los curiosos. Aquel chico? se volva Colosimo, Oh, un nuevo

miembro de la casa! Lo traje de Nueva York.


Buena S.

Quin?

Se llama Torrio... John Torrio. Un hombre que vale lo que pesa.

planta!

De este modo casual introdujo Colosimo en Chicago la figura que, andando el tiempo, haba de dominar la mala vida de la ciudad, alcanzando poder y riquezas no soadas por ninguno de su clase hasta entonces. Torrio entr a formar parte de la guardia de Colosimo. En Nueva York haba demostrado ya su perspicacia y sangre fra que combinaba con una gran

delicadeza y cortesa en las esferas del crimen, mientras esperaba la ocasin de lanzarse en busca del vellocino que Chicago haba de brindarle. Pronto lleg a ser el brazo derecho de Colosimo. Dio caza a los miembros de la Mano Negra que amenazaban la vida de su jefe, silencindolos de modo misterioso. Y, finalmente, soborn a la polica. Torrio fue asumiendo gradualmente la direccin de las mltiples actividades que Colosimo tena en los bajos fondos, dejndole tiempo y tranquilidad para pavonearse entre los huspedes de su flamante caf. Con tal agudeza y tino manej Torrio los negocios del jefe, que no tard en apoderarse de sus secretos, mtodos de accin y, lo que es ms, y sin que Colosimo se percatara, en hacerse rbitro de su destino. Antes de que Colosimo despertara, Torrio lo haba conducido al borde del abismo. El destino jug una carta milagrosa cuando Dale Winter, surgiendo de un lugar insospechado, vino a mezclarse en la vida de Colosimo. Dale haba nacido en Ohio. A los cinco aos qued hurfana de padre, y a los quince tom el camino de Nueva York, en compaa de su madre. All se present a George Lederer en solicitud de trabajo. Lederer se hallaba a punto de ofrecer la representacin de

Madame Sherry en el teatro. La obra estaba en el ensayo con Ada Meade


como primera tiple. Una de las partes reclamaba el concurso de una joven

cndida, y Lederer fij su atencin en Dale Winter. Su juventud, inocencia y belleza la favorecieron. Pero sabra cantar? Desde luego; no tard en demostrarlo. Lederer la contrat, y lleg el da en que la seorita Meade cay enferma, y Dale Winter, ocupando su lugar, supo salir ai rosa en la primera oportunidad. Pasado un ao salieron de Broadway varias compa as y Dale parti de primera actriz en una de ellas.

La excursin termin en San Francisco, y durante algn tiempo no encontr

nada ms que hacer. Rotos inesperadamente sus sueos de

hambre pegada a los talones, Dale no perdi tiempo en llantos in tiles. No slo tena el deber de sostenerse a s misma, sino tambi n a su madre, que maltratada por la fortuna escribi un boceto de vodevil que fue aceptado, y

prima donna, con el

la acompaaba a todas partes. En compaa de otra joven igualmente las dos actrices se hallaban poco despus rumbo a Australia, contratadas por compaa fracas en Australia, y Dale Winter se qued plantada con su madre y seis mil millas de agua entre ellas y su tierra natal. Al fin, lograron

el Orpheum, dichosas de ver que la suerte les sonrea de nue vo. Pero la

que otras gentes de teatro les prestaran lo suficiente para pagar el viaje de regreso. En San Francisco obtuvieron otros pr stamos, y cuando finalmente acabado, estaban a punto de comenzar. Se hallaban casi sin un centavo. llegaron a Chicago, descubrieron que sus dificultades, lejos de haberse
En esta situacin Dale Winter se top con Arthur Fabri, violinista de la orquesta que tocaba en el caf de Colosimo. Fabri se enamor de ella y, reconociendo su vala, persuadi a Colosimo para que la contratara. Acariciando todava sus anhelos de cantar en la pera, su empleo en un cabaret debi de ser como lanzarse al abismo. Lo acept, bajo la presin de la miseria. El dinero, si no el empleo, le vena bien. Colosimo se interes por ella desde el primer momento. Dale era diferente a cuantas mujeres haba conocido hasta entonces. Su belleza, el valor con que afrontaba la adversidad, su inocencia y desamparo en aquel medio contrario a su experiencia y condicin, todo eso lleg a la parte ms generosa de Colosimo. El talento musical de que estaba dotada sirvi a la vez como lazo de simpata. Big Jim profesaba un amor innato por la buena msica, heredado de su ascendencia italiana. La msica lo elevaba sobre s mismo a regiones ms puras. Acaso era tambin la msica el blsamo que aplacaba un tanto la memoria de su pasado. Colosimo asista a las grandes funciones de pera. Era amigo de todas las notabilidades italianas que pasaban por Chicago en invierno. Al tomar a la joven bajo su proteccin resolvi abrir paso a su carrera de cantante. A instancia suya Caruso y Tita Ruffo examinaron su voz y quedaron impresionados. Colosimo prepar una audicin a la cual asisti Cleofonte Campagnini, director de pera de Chicago. El gran maestro dijo que la seorita Winter tena posibilidades, pero que su voz careca de formacin. Big Jim envi entonces a la joven al Conservatorio de Chicago a seguir un curso complementario. En los primeros das de su empleo en el caf de Colosimo Dale Winter consigui una plaza en el coro de la iglesia metodista de la Avenida Parle, que contribua a engrosar sus ingresos. La congregacin vibraba de entusiasmo al contacto de su voz. Adems, era tan bella, tan modesta, tan femenina! Pero alguien susurr al odo de un superior que la joven cantaba durante la noche en el pecaminoso caf de Colosimo, en el distrito de la Luz Roja. Y, oh santo Dios!, esto era terrible. Se form solemnemente un cnclave para discutir el asunto. La congregacin vibr ahora de horror. Cmo era posible que tal mujer tuviera la audacia de presentarse en la Casa de Dios a cantar en los servicios divinos? Eso era un sacrilegio. (Desvergonzada! Mala criatura!) Tan slo el ministro permaneci sereno y tolerante. Pronunci un sermn pidiendo clemencia y caridad, y cit las palabras de Jess: El que est limpio de pecado que tire la primera piedra. Sin embargo, un amargo resentimiento cundi entre los otros miembros, temerosos de una contaminacin. Dale Winter resolvi su problema dimitiendo. Al fin, Big Jim se enamor de la joven, lo cual no tena nada de sorprendente. Pero lo que s result extrao fue que Dale Winter, a su vez, se enamor de Big Jim. Haba comenzado con una amistad nacida de la gratitud. Luego sinti hacia l una especie de respeto y admiracin, y concibi fe hacia el poder de este hombre que la protega y sembraba de alfombras su camino. Dale conoca su pasado, pero cerr los ojos a su historia para abrirlos al hombre en s, bondadoso, genero-

so y bravo, figura descollante entre todos los de su esfera. Sus propsitos al aceptar este papel consistan en retener el puesto hasta reparar sus quiebras y abandonar luego la Luz Roja para siempre. Se le presentaron ocasiones de hacerlo. Morris Gest y Florenz Ziegfeld le ofrecieron contratos teatrales. Sin embargo, Dale continu con Colosimo durante cinco aos, y ya no era el dinero lo que la retena, sino su amor por Big Jim. De este modo comenz el extrao idilio entre el seor del hampa y la joven virginal de alma pura, idilio acaso trgico ya en s mismo, que se precipit rpidamente en una tragedia ms honda. Colosimo se divorci de Victoria Moresco en marzo de 1920, asignndole la suma de cincuenta mil dlares. Aleg para ello el abandono del hogar. Victoria

afirm Colosimo haba vivido separada de l desde 1917. Tres semanas despus del divorcio, Colosimo y Dale Winter se escurr an hacia Crown Pont, lugar a propsito, la Gretna Green I de Indiana, y se casaron. Despus de dos semanas de luna de miel en West Badn, regresaron a Chicago.
El da 12 de mayo, por la tarde, el auto de Colosimo aguardaba frente a su residencia de la Avenida Vernon, con su chfer al volante para llevarlo al restaurante. Como siempre, la esposa descendi las escaleras tocada de sombrero y envuelta en su vestido de primavera, dispuesta a acompaarle. Este da, sin embargo, Colosimo mene la cabeza: Mejor ser que te quedes, pequea dijo Colosimo. Tengo una cita con un hombre en el caf... Algunos asuntos que tratar. Muy bien. La esposa no pretendi hacer ms averiguaciones. Apenas mostr curiosidad. Lo despidi con un beso y se qued en casa. Segn manifestaciones del chfer, Colosimo habl solo, en italiano, durante el trayecto, sin que aqul pudiera entenderle una palabra. A su llegada, salvo algunos dependientes, el restaurante estaba vaco. Colosimo se precipit hacia su oficina, al fondo de una de las salas. El restaurante se compona de dos salas separadas por una pared y comunicadas entre s por un vano abovedado. La sala norte comprenda el caf principal. La del lado sur reciba el exceso de gente en los llenos nocturnos, y al fondo de la misma se hallaban la oficina, la taberna y la cocina. Al entrar Colosimo, su secretario, Frank Camilla, se hallaba comentando una lista de

Antonio Caesarino.
Hola,

men con el jefe cocinero,

buscarme? Tengo una cita para las cuatro, y llego con diez minutos de retraso.
No

Frank! dijo Colosimo. No ha estado alguien a

dijo Camilla, no ha venido nadie.

Aldea escocesa, en un tiempo famosa por sus casamientos de parejas fugadas, en los cuales, generalmente, oficiaba el herrero. (N. del T.)
I

Jams lleg a saberse quin era el otro personaje de esta cita ni qu asuntos haban de tratarse en ella. Colosimo se mostr preocupado. Llam por telfono a su abogado Rocco de Stefano y, no pudiendo localizarle, le dej recado para que le llamara a l. Luego cruz a paso largo al otro saln. Eran las cuatro y veinticinco en el reloj de la oficina. Camilla y Caesarino tornaron al tema culinario. Para la primera mesa redonda dijo Caesarino, un consom y un pur de... El estallido de un arma de fuego cort el hilo. Le sigui otro rpidamente. Qu

ser eso? pregunt Camilla vagamente alarmado. de algn motor dijo Caesarino, encogindose de

hombros.
Te

Explosiones

Sonaron como disparos.

cocinero. Vamos, terminemos con el men.

digo que fue algn automvil al pasar por ah repli c el

Camilla, sin embargo, quiso cerciorarse, y se lanz a la Avenida Wabash por la puerta sur del establecimiento. La calle apareca tranquila. Media docena de peatones pasaban tranquilamente a lo largo. Camilla se sinti aliviado, sonriendo con un poco de irona ante la evaporacin de aquel temor infundado. Caesarino haba tenido razn. Indudablemente haban sido las explosiones de un motor. Al querer entrar de nuevo se encontr con que la puerta se haba cerrado sola por medio de un resorte. Camin entonces hacia la entrada principal y entr en el vestbulo. Dios de los cielos! Camilla se qued sin aliento ante lo que se ofreca a sus ojos a travs de los cristales de la puerta interior. All estaba Colosimo cuan largo era, de bruces sobre la brillante porcelana del suelo. Camilla cay de rodillas ante el cadver. Trat de darle la vuelta, de levantarlo, buscando en l algn resto de vida. Pero la cabeza de Colosimo, empapada de sangre, no se movi. No haba duda: estaba muerto. La forma en que haba ocurrido el hecho era obvia. Colosimo se haba dirigido desde la sala principal hacia el vestbulo, con el propsito evidente de salir a la calle, bien a ver si llegaba el esperado visitante o con la intencin de aguardarle all. El guardarropa se hallaba a la derecha del vestbulo. Al cruzar Colosimo el asesino surgi de all y avanz cautelosamente en la penumbra de la cmara. Nadie lo haba visto entrar. Se haba introducido misteriosamente, como un fantasma. Por supuesto, quince minutos antes, cuando Colosimo regresaba de su casa, el asesino no se hallaba en el escondrijo; de lo contrario, el hecho hubiera ocurrido entonces. Posiblemente haba entrado en el vestbulo un momento antes y, sintiendo la aproximacin de Colosimo a lo largo de la sala sur, salt a esconderse en el guardarropa. Al aproximarse el instante crtico, el asesino aguard en suspenso y amartill cautelosamente el arma, no fuera que el chasquido del gatillo al montarse advirtiera a la vctima y la pusiera en guardia. Colosimo avanz despreocupadamente hacia el vestbulo, envuelto en un traje gris, la sangre de una rosa en la solapa y destellando en diamantes. Llevaba tambin un revlver con adornos de ncar en el cinto. Al cruzar ante el guardarropa no sinti el ms leve rumor. Nin gn movimiento se ofreci a su vista en aquella media luz.

Ningn presentimiento surgi para advertirle que la muerte le esperaba a pocos pasos. Del guardarropa parti ahora un fogonazo, un chasquido agudo, y Colosimo se desplom, muerto acaso antes de tocar el suelo. El primer disparo hizo blanco en la parte posterior de su cabeza, hacia la derecha, y debi producirle la muerte instantnea. El segundo fue a romper el vidrio del departamento de caja, entonces vaco, y esa bala perdida termin en la pared. Si la vida de Colosimo haba sido un romance cinematogrfico, su muerte era un folletn detectivesco. El asesino no dej pista de ida ni de vuelta que guiara hacia su identidad o motivos. Nadie lo haba visto entrar ni salir. Era como si no hubiera ocupado espacio antes del crimen, evaporndose en el aire despus. Una puertecilla del vestbulo, en el lado opuesto del guardarropa, medio oculta por un radiador, y con acceso a la escalera del stano, pareca ser la explicacin ms lgica de esta misteriosa aparicin y desaparicin. El agresor pudo haber entrado por el pasaje posterior, cruzando el stano, y regresando por la misma va. Tal vez fue la conjetura aceptada. De ser cierta, es seguro que el asesino se hallaba familiarizado con el ambiente y, probablemente, habra comido y bebido en compaa de su vctima. Una cosa era evidente: el verdugo no era nuevo en el oficio. No se aprende en un da un arte tan profundo como el que despleg en la ejecucin. Todos los detalles del macabro plan le sealan como un experto funcionario del asesinato secreto. En este caso se requera toda su habilidad. El mismo Colosimo haba crecido en la jungla. Llevaba dentro la bravura, la ferocidad y la belicosidad de la selva. El dar caza a este tigre no era tarea de novatos. Siguiendo la tradicin francesa, la polica pens en la mujer. Las dos que se presentaban a la consideracin eran Dale Winter y Victoria Moresco. Arthur Fabri, antiguo admirador de Dale; Antonio Villano que, siendo veinte aos menor que ella, se haba casado con Victoria Moresco una o dos semanas despus del divorcio; cayeron en sospecha. Los celos fueron fijados como posible mvil del asesinato respecto a Fabri. Villano poda haber sido el instrumento de su esposa, en venganza contra el hombre que la haba abandonado. Pero Fabri y Villano probaron la coartada. Asimismo fueron interrogados los dos hermanos de Victoria Moresco. Colosimo los haba levantado aos antes con el negocio de un garito, y ambos profesaban afecto a su protector, a pesar de la brusquedad con que haba despedido a su hermana. Adems, stas eran figuras un tanto borrosas en tierras del hampa, carentes de la agresividad necesaria para cometer un crimen as. Por otro lado, pudieron probar igualmente su ausencia del lugar en el momento crtico. Un cocainmano acabado de salir de presidio, que atribua su detencin a Colosimo, fue tambin declarado inocente. Igualmente fueron arrestados y puestos en libertad muchos otros personajes del hampa que pudieran guardar algn motivo de odio contra Colosimo. El robo no poda haber sido el mvil. Las joyas y el dinero que la vctima llevaba consigo aparecieron intactos y su diamante de siete quilates en el dedo. Estaba claro que el asesino haba obrado, o movido por un agravio personal contra Colosimo, o pagado por alguien. Tambin John Torrio, a pesar de haber vertido lgrimas pblicamente por la muerte de Colosimo, cay en sospecha. Respondi con un amargo resentimiento a las preguntas de la polica: Big

Jim y yo hemos sido como hermanos dijo Torrio.

Todo era posible. Sospechar no era evidenciar. Pero de los fondos del hampa

haba llegado un rumor a odos de la polica, diciendo que Torrio haba planeado el asesinato de Colosimo y pagado diez mil dlares a Frank Uale, de Brooklyn, para que lo ejecutara. Uale, conocido tambin por Frankie Yale, era famoso como miembro de la Mano Negra en Nueva York, y tena fama de asalariado profesional del crimen. Era amigo y camarada, as de Torrio como de Al Capone, a quien Torrio acababa de introducir en Chicago como compaero de negocios. La presencia de Uale en Chicago por la fecha en que se cometi el asesinato de Colosimo jams hall una justificacin lgica. Accidentalmente Uale cay en la red de la polica de Chicago poco despus de la muerte de Colosimo, pero como a la sazn no existan sospechas sobre l, se le devolvi la libertad al da siguiente. Si Uale fue el asesino de Big Jim, se llev el secreto consigo a la tumba. Aos despus caa, a su vez, asesinado en Brooklyn por las ametralladoras de unos gngsters desconocidos. Contra Torrio no hubo jams pruebas concretas, pero es de suponer que tuviera motivos para cometer el crimen. Torrio y Colosimo eran colegas rivales, y la desaparicin del ltimo dejaba al primero paso libre hacia el trono del hampa. Estuviese o no fundada la conjetura policial sobre la culpabilidad de Torrio, lo cierto es que ste se proclam heredero de Colosimo, levantando su imperio sobre las ruinas del muerto. Finalmente la polica emprendi sus pesquisas acostumbradas, pero las preguntas quin haba matado a Colosimo y por qu lo haba hecho permanecieron sin contestar. El asesinato pas al confuso limbo de los crmenes insolubles de Chicago. A pesar de la fama de millonario que se cerna sobre Colosimo y de que Rocco de Stefano su abogado, que durante aos haba tenido relaciones estrechas con sus negocios, calcul su fortuna, por lo bajo, en quinientos mil dlares, el inventario arroj slo un saldo de setenta mil. La desaparicin de la presunta fortuna pas a constituir una incgnita menor en el enredo. Colosimo muri sin hacer testamento. Es curioso advertir que ni Victoria Moresco ni Dale Winter tenan ningn derecho legal a sus bienes. La primera no era ya su esposa, por haberse divorciado, y la segunda no lo fue jams bajo las leyes de Illinois, que establecan el transcurso de un ao despus del divorcio para que el nuevo matrimonio fuera vlido. Por consiguiente, la fortuna de Colosimo se reparti entre sus parientes, y su padre

pap Luigi se llev la mayor parte.

Dale Winter, que llor sentidamente la muerte de Colosimo, cayendo, por el pesar, en un acceso de histeria, abandon la ciudad diez das despus del crimen. Volvi a la escena, alcanzando un triunfo en el primer papel de la comedia musical titulada

escenarios, se retir, casada, a las delicias de un hogar bien abastecido.

Irene, en Broadway. Despus de brillar tres aos en los

Ike Bloom, propietario de un caf, se hizo portavoz de la estimacin que el hampa profesaba a Colosimo. Colosimo dijo Bloom no era hombre de dos caras. Cualquiera que fuese el blanco, siempre tiraba de frente. Y no le coma la codicia. Dejaba que otros se abrieran paso tambin. En cuanto a l, cuanto ms mejor. Big Jim tena en s lo que muchos de nosotros no hemos llegado a tener: solera! Atrajo la nata de la sociedad y de los millonarios al distrito de la Luz Roja y muchas otras casas se llenaron de lo que rebosaba de la suya. Ayudaba a todo el mundo. Jams traicion a un compaero ni pisote a un buen hombre. En cuanto a guardar un secreto, en su boca no entraban moscas. A la luz del hombre normal podr no parecer ste un gran elogio. Pero en el

repertorio del hampa no haba alabanza ms alta.

2.

El rey y el prncipe heredero

John Torrio tena el aspecto asctico de un anacoreta que viviera en una celda, alimentndose de pan y agua, y se pasara los das repasando las cuentas de su rosario. Bajo el hbito y la capucha de un monje todo en l armonizaba con humo de incienso, luces de altar y oraciones claustrales. Orle recitar el Padrenuestro o cantar
una letana hubiera parecido tan natural como verle compartiendo la charla de un amigo ocasional. La intensidad de su rostro descarnado, de una palidez monstica, con ojos de carbn encendidos en l, era la misma que la devocin de viejos maestros ha dejado prendida en los lienzos religiosos. Puede vrsele en las figuras extticas de los cuadros antiguos de las galeras de los Uffizi y del Vaticano. Con un halo de plata sobre la cabeza hubiera parecido un santo.

Y con todo, nos hallamos en la presencia de un hombre cuya profesin era explotar los instintos ms bajos y las pasiones ms violentas de sus semejantes. Comerciaba con mujeres y gobernaba prostbulos. Procesiones de jvenes llenas de vida y de salud entraban en sus mercados para salir fsica y espiritualmente arruinadas y pasar trgicamente al olvido. Pero lo nico que le importaba a l era el balance de

Bah! Ah estaba el cubo de la basura para ocultarlo. Cuerpos bien formados, ojos y mejillas encendidos, lneas llamativas a la mirada; eso era lo que llenaba las arcas. Compraba sus esclavas por docenas y las piezas mejor nutridas y relucientes iban a sus dominios. Pero aun cuando comerciaba con el vicio, permaneca aparte, sin dejarse contagiar por l. Desde su lujosa oficina de Burnham, con asientos mullidos y mesa de caoba, situada en una de sus casas de cincuenta pupilas, donde las mujeres trabajaban en tres turnos, noche y da, con las fulanas y los borrachos en

caja. Que haba cuerpos quebrantados, corazones afligidos?

juerga perpetua al otro lado de la puerta, Torrio dirig a sus negocios con verdadera austeridad mercantil. Cualquier mcula que el oficio hubie ra impreso en su espritu permaneca encubierta bajo el fr o caparaz n de su porte. Su rostro semejaba el espejo de un alma sin mancha.

Torrio era un negociante reposado y sereno. No gastaba sus energas en acciones intiles ni en dicciones vanas. Pesaba cada uno de sus actos y calculaba siempre el margen de ganancia. Astuto, previsor, sin escrpulos, posea una mirada aguda y una indomable energa. Su palabra

se deca era ley. Pagaba

puntualmente sus deudas hasta el ltimo centa vo. Lo que prometa lo cumpla. Pero tratando siempre de mantenerse en lnea recta, enderez su proa hacia el dinero.

despus del dinero, ms dinero. Los medios de que tuviera que valerse para

conseguirlo eran lo de menos. A veces era preciso calmar la comezn de un poltico echndole una moneda en el hueco de la mano. Otras era un colega rival que se sala de sus linderos y se haca necesario devolverle a su lugar. Otras era un perturbador sistemtico que haba que silenciar o remover. Asesinatos? Bueno..., algunas veces. Haba que recurrir a todos los resortes, tocar todos los botones a fin de defender la prosperidad del ilcito negocio emprendido. Y cuando el crimen se haca necesario, Torrio haca sonar una cigarra, dictaba una orden a sus pistoleros, como si se tratara de otros dependientes, y dejaba el asunto en sus manos. En algn lugar de la noche cortaba el aire un chispazo de fuego. El gruido de una pistola. O era el rat -tat-tat

otro asunto.

de una ametralladora? Muy bien. A

Torrio no cometa esos actos por su propia mano. Urda los asesinatos desde el misterio de la sombra. l era el cerebro de las maquinaciones; otros eran los instrumentos. Careca del nervio del militante. Nunca en su vida haba disparado una pistola, ni siquiera contra una lata de conservas

Rodeado de borrachos, no probaba una gota. Envuelto en toda clase de palabra obscena u ofensiva. Por la maana, al salir de su hogar, situado en trabajo diurno, regresaba en su coche, almorzaba en babuchas y se pasaba la

o un poste de telgrafos.

disipaciones, no se mezclaba en ninguna. Jams cruz sus labios una la Avenida Michigan, despeda a la esposa con un beso. Ter minado su tarde tranquilamente en una butaca. Tal era su rutina. Poda alterarla ocasionalmente introduciendo una visita a cualquier amigo en compaa de su esposa, o asistiendo a una funcin teatral o de pera. Era amante de la

msica y conoca a fondo las obras de los gran des compositores. En sus conversaciones haba temas como la tcnica de Verdi, Mascagni o Puccini, y gustaba de destacar el ritmo y la belleza de algunos pasajes de La

Bohme, Il Trovatore, o The jewels of the Madonna. Le disgustaba Wagner


y abominaba del jazz. Los msicos profesionales se maravillaban de su agudeza crtica y estimacin artstica. Se comportaba con dulzura, reserva y dignidad. En sus palabras, emitidas en un tono suave sin el menor acento extranjero, haba siempre algo digno de atencin. El que se topara con l

sin conocer su verdadera personalidad se hubiera llevado la impresin de un caballero distinguido.


La esposa de Torrio, criada en Kentucky, era una dama de pura tradicin americana. Jams visit los establecimientos del marido, y saba poco de la clase de gente con quien l tena que tratar. Cuando llevaban ya varios aos de casados la seora Torrio hizo estas declaraciones: John

dijo es el mejor de los maridos. Mi vida de casada ha sido

como una larga y serena luna de miel. Ha hecho cuanto es posible para hacerme feliz. Me ha consagrado toda su devocin. He tenido amor, hogar y contento.

A qu esforzarse en descifrar la intrincada psicologa de un hombre como Torrio? Tal vez ser mejor aceptarlo como es. Existen hombres de su temple. Torrio naci en Italia por el ao 1887. El lugar exacto se desconoce. Su esposa dijo que en un pueblo cerca de Miln. Sus padres le trajeron de nio a Amrica, y se cri entre los enjambres de italianos que habitan en la parte baja de Nueva York. En su juventud form parte de la banda de Los Cinco Puntos, ascendiendo a subjefe bajo la direccin de Paul Kelly. Puede que haya o no tomado parte en la trama del asesinato del tahr Hermn Rosenthal, frente al Hotel Metrpoli, por Gyp

cometido a sangre fra y ordenado por el teniente de la polica Charles Becker, cuyos chantajes haba amenazado denunciar Rosenthal. Pero lo cierto es que Torrio rond en torno al asunto y asisti a los dos juicios que Sing. Torrio era ya entonces propietario de un burdel. mandaron al teniente y a los cuatro gngsters a la silla el ctrica de Sing
El fiscal Wayman haba clausurado el barrio de prostitucin, situado en la Calle Veintids, tres aos antes que Torrio llegara a Chicago en 1915. La medida haba dado resultados funestos. Sacadas de sus guaridas, las prostitutas se haban repartido por la ciudad y los habitantes de vecindarios honestos se levantaron algunas veces escandalizados al ver aparecer un lupanar junto a su puerta. La polica se hallaba empeada en desalojar esos lugares, cazando mujeres de un lado para otro. Este estado de cosas constitua una rmora para los negocios, y los dueos de burdeles no saban qu hacer para salir adelante. En el momento crtico empu la vara Johnny Patton, el alcaldito de Burnham, y se aclararon los asuntos. Patton invit a los traficantes del vicio a mudar sus tiendas a Burnham, pequea ciudad industrial, situada en la lnea de Indiana, a pocas millas de Chicago. Los veteranos de la mala vida de la ciudad se agarraron a la ocasin. Bajo la proteccin del alcalde Patton se acogieron a este oasis Big Jim Colosimo, John Torrio, Ike Bloom, Jew Grabner, Jake Adler, Mike de Pike, Heitler, los Gusick y

the Blood, Lefty Louis, Dago Frank y Whitey Lewis, crimen atroz,

tantos otros que haban florecido en la Luz Roja de Chicago. Colosimo abri

Fonda de Arrowhead. Torrio, la de Burnham. Una villa pacfica con hogares


de vicios y crmenes de medianoche.
Cafs, casas de juego, salones de baile y lupanares se sucedan a lo largo de las calles. La batahola de las orgas no cesaba de da ni de noche. Haba saltado la tapa y la ciudad estaba abierta para todos. Su genio en el manejo de los bajos fondos pronto le dio a Torrio el sitial ms alto. Cuando las cosas se plantearon de tal modo que la desaparicin de Colosimo significara el encumbramiento de Torrio, asumi el mando supremo del hampa de Burnham y no tard en anexionarse la de Chicago. Una investigacin nacional acerca de la trata de blancas dio por resultado que Torrio perteneca a un sindicato que se haba hecho poderoso en el oficio. Se confirm que muchas de las jvenes reclutadas en las ciudades orientales y enviadas a los lupanares de todo el pas haban sido asignadas a Chicago. Una de las cautivas revel, a riesgo de la propia vida, los secretos de este comercio. El sindicato posea una organizacin perfecta y realizaba operaciones en gran escala. La central estaba en Nueva York, Filadelfia, Boston y otras ciudades del Atlntico eran los centros de reclutamiento. Jvenes muy elegantes servan de halcones, y obreritas de taller, de palomas. Un ligero coqueteo con uno de estos tunantes, un paseo en automvil y una escapada al saln de baile o al cabaret bastaban para que la joven cayera en la red. Luego se evaluaban sus encantos y se le fijaba el precio, como si se tratara de una hermosa odalisca destinada a un serrallo oriental. El precio dependa de la juventud, la belleza y el grado de inocencia, pero fluctuaba alrededor de doscientos cincuenta dlares, cantidad muy inferior a la que se pagaba en las plantaciones del sur por un esclavo negro. Pero de nada sirvi esta investigacin sobre la trata de blancas. La joven que hizo esas declaraciones, testigo nico contra los criminales, fue silenciada repentina y misteriosamente. Hallndose alojada secretamente en una casa particular, se presentaron dos individuos en automvil diciendo que la joven tena que acompaarlos al despacho del fiscal para ampliar sus declaraciones. Al da siguiente se hall su cuerpo acribillado a balazos a la vera de un camino. Pocos aos ms tarde ocurri otro caso que acerc la persecucin de la trata a las puertas de Torrio. Harry Gusick y su esposa Alma regentaban una de las casas de Torrio, en Posen. Los Gusick pusieron un anuncio solicitando una criada, y a la llamada respondi una hermosa joven campesina. Los Gusick la hicieron prisionera, obligndola a prostituirse y retenindola durante cinco meses en su establecimiento. Al fin la joven logr pasar aviso a su padre, que la rescat con la ayuda de diez hombres armados, medio loca y enferma para toda su vida. Este doloroso drama levant la indignacin pblica. Los Gusick fueron condenados a presidio; pero apelaron al Supremo, permaneciendo en libertad bajo fianza, y antes de que llegara la decisin, el gobernador Len Small les concedi el indulto, de modo que no cumplieron una sola hora de prisin por el infame crimen. Torrio haba adquirido gran influencia poltica y la utiliz en este caso para mover al gobernador, salvando as a los buitres que durante aos se haban ensaado en la inocencia. Dentro de pocos meses los Gusick estaban de vuelta en el negocio, al frente de un nuevo establecimiento conocido por Con la venia de Torrio todo el mundo poda hacer lo que quisiera en Burnham;

La

La Fonda de Marshfield.

pero el no respetar su autoridad era peligroso. Dandy Joe Fogarty, que haba cometido una ligera indiscrecin contra el gusto de Torrio, recibi orden de quitarse de en medio. Pero Dandy Joe era un tipo arrojado, y en vez de tomar calladamente el camino del destierro se precipit una noche en

Burnham cuando la juerga estaba en su apogeo. Parndose en medio del jazz contuvo el aliento. Las parejas que bailaban se quedaron heladas. Todos
contra el zar de Burnham. Que salga ese perro!, aull Joe. Tres o cuatro

La Fonda de

saln esgrimi el revlver y grit: Dnde est Torrio? La or questa de los ojos estaban fijos en el audaz retador, que segua resoplando desaf os maullidos de pistola automtica respondieron desde alguna parte del sal n. perpetuo fox-trot y las parejas siguieron pisando las notas.

Eso fue todo. Al retirarse el cadver la or questa de jazz reanud su


La prohibicin fue implantada en 1920. Durante algn tiempo fue una amenaza de ruina para Burnham. Cerraron varios cafs y una pequea cervecera. Al principio la gente pareci tomar en serio la enmienda, bajo la ilusin de que haba amanecido una poca de

vagamente en esta alucinacin. Pero ste todava confiaba en sus casas de la intencin de transformarla en burdel. Pero antes de que hubiera realizado este propsito salt a su mente una idea inspiradora. Por qu no fabricar

sequa. El mismo Torrio cay

cincuenta prostitutas, aun sin alcohol ni cebada. Compr la cervecer a con

su propia cerveza? La cervecera comenz a funcionar de nuevo. Su produccin alcanzaba slo para el consumo de sus bares. Pero la cerveza compuesta por l a poco precio y vendida a veinticinco centavos el vaso renda una utilidad mucho mayor que la dejada por todo su comercio anterior en la materia, cuando venda el vaso a cinco centavos. Esta primera hizo reflexionar. aventura en la violacin de la Ley Seca result lucrativa. El xito inicial le
Sera un mal, despus de todo, la prohibicin? Torrio mir el problema desde todos los ngulos. Sinti que se le ofreca una oportunidad. Traz planes muy sugestivos y termin rechazndolos. Tan slo para comenzar de nuevo. De repente surgi la imagen deslumbradora. La idea accidental de fabricar unos cuantos barriles de cerveza para consumo interior evolucion hacia un plan

definitivo y gigantesco que comprenda la criminalidad y el vicio en todas sus formas, que acaso le abriera las puertas de una fortuna fabulosa. Mas para la realizacin de este sombro y magnfico sueo Torrio sinti la necesidad de un valeroso mariscal de campo que fuera el rey de este Napolen. l conoca al hombre a propsito, y este hombre era

antiguas relaciones con la banda de Los Cinco Puntos, Torrio hab a tenido ocasin de apreciar la audacia, frialdad, viveza e inteligencia de este joven. Torrio hizo inmediatamente un viaje a Nueva York y al regreso Capone vena con l.

Cara Cortada, Capone. Durante sus

Tena Capone veintitrs aos cuando lleg a Chicago. Sera difcil pronosticar por entonces qu clase de mariposa saldra de esta crislida. Era un hombre rudo, spero, belicoso, mundano, bravucn, camorrista. Su presencia fsica infunda respeto. Era fibroso, musculoso, ancho de hombros y duro de mueca. En suma, un buen toro de lidia, un tipo representativo de gngster tradicional. No haba nada en l que anunciara la astucia, diplomacia y calculadora agudeza de que luego dio pruebas. Usaba trajes de colores vistosos, corbatas rojas, camisas chillonas y pedrera reluciente. A simple vista se le confundira con un jugador afortunado. Capone se dio a conocer en Chicago como dueo del caf

Diablos, en el nmero 2222 de la Avenida Wabash, al sur de la Calle


Veintids, en el corazn del barrio de la Luz Roja. All estuvo su cuartel general durante aos. Era un edificio de ladrillo de cuatro pisos. El primero constitua el caf; el tercero, el garito; y el cuarto, el burdel. Era uno de los antros del vicio ms bajo de la ciudad, club de pistoleros y ladrones y guarida de prostitutas. A l concurra la canalla ms pervertida del hampa. motivo, los peridicos le decan el Cortado Al Brown. Durante varios aos el pblico lo conoci por este nombre.
El primer eslabn entre Chicago y Capone fue el asesinato de Joe Howard. La guerra del contrabando estaba encendida. Howard, un pobre ratero del hampa, sin ninguna significacin, vislumbr El Dorado y realiz el primer experimento con un camin de cerveza propiedad de Torrio y Capone. Luego, mientras Howard se hallaba tomando una copa en la taberna de Heimie Jacob, media manzana al sur de

Los Cuatro

Por entonces se hablaba muy poco de Capone. Al aludirlo por este o el otro

contest al saludo de Howard (Qu pasa, Al!) con una descarga de seis

Los Cuatro Diablos, se presentaron all dos individuos, uno de los cuales

tiros que le dej seco. Capone fue detenido por este crimen, pero los testigos presenciales, que al parecer haban sido intimidados, no llegaron a identificarle ante el tribunal, y Capone qued en libertad.
El Capone de estos primeros aos y el Capone posterior eran, sin embargo, dos personas distintas. El gngster novato de Nueva York evolucion rpidamente familiarizndose con toda clase de intrigas y atracos, justificando as la estimacin que Torrio le haba confiado. Substituy la jactancia por la diplomacia, el mpetu por la estrategia. El joven rudo e inexperto se transform en un Maquiavelo del hampa, dotado de una tcnica refinada para la violencia. El Capone perfecto tena un tacto especial para la accin decisiva. l mismo era un luchador; pero las batallas a campo abierto no entraban en su cdigo. Prefera seguir su tradicin siciliana del asesinato secreto. La sorpresa era la piedra de toque de su estrategia. Coga a sus enemigos desprevenidos. Un revlver escupa en plena emboscada. Las ametralladoras de un automvil cacareaban desde la sombra y de nuevo se diluan en ella. Capone no dejaba rastros. Los labios del hampa permanecan sellados. La polica no encontraba pistas. Sus enemigos caan en sus propios dominios, como si un misterioso ngel de la muerte descendiera sobre ellos, tocndoles con la punta de sus alas. Rara vez actuaba movido por el odio. Sus implacables

siempre un motivo mercantil. Cuando de la destruccin de un rival resultaba un buen negocio, ese rival desapareca. Las guerras del hampa se hicieron capaz de barrer muchas vidas en un segundo.

vendettas tenan

ms sangrientas cuando l introdujo en ellas la ametralladora, arma infernal


La lista de crmenes que figuran en los registros policiales, atribuidos a Capone, ocupan un largo espacio. Se le supuso autor de los planes que desembocaron en los asesinatos de Dean OBannion, Hymie Weiss, Frank Uale, John Scalisi, Albert Anselmi y Joe Guinta. Se dijo que l haba manejado la ametralladora que barri las vidas del fiscal William McSwiggin, James Dogherty y John Duffy en Cicero. Se le acus de haber dirigido, por lo menos, la ejecucin de otros cincuenta hombres de todas las categoras en los feudos del hampa. Tras la matanza del da de San Valentn, en la que siete miembros de la banda Moran fueron ametrallados contra el muro de un garaje de la calle North Clark, las sos pechas cayeron sobre l. Slo la banda de Capone es capaz de matar de ese modo, dijo Moran. Y la banda de Capone mataba bajo sus rdenes. Pero ninguno de estos crmenes, que dejaron rojos titulares en los anales del hampa, se pudo probar concretamente. Capone se enorgulleca de ser americano de nacimiento y de que sus padres lo fueran. No soy extranjero sola decir; soy tan americano como el que ms. Naci en Brooklyn. Se cas con una joven americana de ascendencia irlandesa, y tena un nio al que profesaba un amor rayano en idolatra. Era alto, corpulento y andaba siempre escrupulosamente peinado. Tena la barbilla bifurcada, los labios gruesos, la nariz corva y los ojos claros y soolientos, como los de una pantera, que a veces se encendan con una llama peligrosa. El alias de Cara Cortada le vena de dos cicatrices paralelas que tena en la mejilla izquierda.

Las he adquirido luchando por mi patria en el extranjero explicaba

Capone. He estado ocho meses en Francia, con el famoso

Batalln Perdido, de la Divisin Setenta y Siete. La explosin de una hospital y permanec dos meses acostado antes de regresar al frente.
La historia era sospechosa

granada me alcanz durante un comba te. Fui operado cuatro veces en un

con su juramento ante un tribunal. Cuando se le pregunt por su actuaci n en la guerra, contest:
Fui

y difera de la declaracin que ms tarde sell

La polica dijo que haba adquirido las cicatrices en la camorra de un caf de Nueva York. Capone no buscaba ni evada la exhibicin. Gustaba de pasear por el bulevar en su coche de treinta mil dlares, siete toneladas de peso, casco blindado de acero

registrado en el servicio militar, pero no llegu a presentarme.

compraba siempre seis entradas. Las cuatro restantes eran para sus sicarios, cada uno de los cuales ganaba a su servicio cien dlares semanales. Con frecuencia se le vea paseando por el Loop, con una pareja a la cabeza y otra a la espalda. stos eran los torpedos asesinos, en guardia lanzas de sus ojos en las cortinas de los coches. Si por fortuna tiene usted ser que se d prisa en acercarse a l. Porque si no, corre el riesgo de que siempre contra todo lo que les rodeaba, asustando a la gente y clavando las inters en conocer a este tal Capone en la fecha a que nos re ferimos, mejor cuando haya avanzado cien pasos este hombre se haya evaporado del mundo. All mismo, junto a aquella droguera, al doblar la otra esquina, la bala que viene buscando su vida desde hace aos puede dar en el blanco. O un saludo y mandarlo al otro mundo. Por ahora camina orondo en la campana de su traje, pero un minuto despus puede caer abatido en la acera. En este momento vemos un hombre fuerte y saludable, en el siguiente

y cristales a prueba de bala. Cuando iba al teatro con su esposa

frente a aquel cinematgrafo la voz de una ametralladora puede prodigarle

puede ser una sombra entre las sombras...


Su fortuna

libros de contabilidad ni tuvo jams cuenta en nin gn banco. A nadie le importaba dnde guardaba su dinero. Las autoridades del Estado se ve an negras para lograr una aproximacin a lo que le correspond a pagar por impuestos. Capone no tena sentido para el valor del dinero. Con fre cuencia llevaba un rollo de cincuenta mil dlares en el bolsi llo. Tiraba los billetes de cien y de mil dlares con la misma indiferencia que otros tiran unos centavos. En el restaurante daba diez dlares de propina a la muchacha del guardarropa y dejaba cien de gratificacin para el mozo que le serv a. El

se deca alcanza millones. Pero Capone no llevaba

anciano barbudo que una vez al ao desciende por las chi meneas de las casas y deja tesoros fabulosos en los zapatos de los ni os era un pobre repartidos entre la gente de su partida alcanzaban la suma de cien mil principiante comparado con l. Se deca que los regalos de Pascua dlares. Todos los inviernos abra en Cicero una tienda y un dep sito con carta blanca para surtir a los pobres de carbn, ropas y alimentos, con lo su bolsa como su corazn estaban abiertos para todo el que se hallase necesitado, fuese negro o blanco, cristiano o musulmn.
cincuenta mil dlares Capone llevaba en el dedo un diamante de once quilates que haba costado

que miles de ellos salan beneficiados. Su generosidad no ten a l mites, y as

procedente de las minas de Jagersfontein, en Sudfrica. Como jugador, Se dice que en dos das gan la suma de trescientos cincuenta mil d lares

una piedra impecable, de color azulblanco,

arriesgaba fortunas a los dados y apostaba fuerte en las carreras de caballos. en las competiciones de Hawthorn. Pero los apuntadores solan decir que este experto individuo era un papanatas en lo que a carreras de caballos se refera, y que a la larga siempre sala perdiendo. Rehus probar suerte en el

mercado de valores. Para l, el de Wall Street era un jue go fraudulento.


Capone pareci no comprender por qu se le acusaba de bandido. Hice

yo viol la ley, mis parroquianos, entre los que se hallan cientos de la

mi fortuna dijo Capone prestando un servicio pblico. Si

mejor sociedad de Chicago, son tan culpables como yo. La nica diferencia entre nosotros consiste en que yo vend y ellos compraron. Todo el mundo me llama chantajista, y yo me llamo a m mismo un comerciante. Cuan do yo vendo licores, el acto se llama contrabando; cuando mis clientes se los sirven en bandeja de plata en la calzada de Lake Shore, se llama hospitalidad.
Aunque pudiera suponrsele un espritu macabro, Capone tena chispas de humor. En medio de la tempestad se las arregl para leer el

Ludwig, y una vez terminado emiti un veredicto que no aade mucho a la gloria del gran emperador.
Tengo

Napolen, de

que reconocer a Napolen dijo Capone como el m s

grande de los chantajistas que ha producido el mundo. Sin embargo, yo le

hubiera dado un consejo. Lo que le pas a este seor es que se fue del seguro. Despus de aquel salto de la isla de Elba debi tener el acierto de abandonar el ruedo. Pero Napolen era un hombre como los de ms. No supo retirarse a tiempo y volvi a las andadas. Tan slo para ponerse a tiro. eran mancos! Si hubiera vivido en Chicago encontrara su Waterloo en la punta de un retaco. No acab, como otros, en el foso de una cuneta; pero lo llevaron en un viaje sin vuelta a Santa Elena, lo menos, lo mismo. cual fue, ms o Esto dio a la otra banda una buena oportunidad, y los que la componan no

Auxiliado por Capone, Torrio dio un impulso gigantesco a sus negocios, desarrollando rpidamente el comercio del alcohol, la cerveza, el juego y la prostitucin. Sus cerveceras anegaron la ciudad. Los cafs, rivalizando con drogueras, tabernas y ts, volvieron a su esplendor de la anteguerra. Los camiones de Torrio con cerveza de contrabando, atronaron por las calles

escoltados por sus guardias. Desde el Canad, Nueva York, Miami, Nueva Orleans y otros puertos afluyeron automviles, ferrocarriles, aeroplanos y embarcaciones fluviales con torrentes de whisky. Los prostbulos y las casas de juego invadieron Cicero, Stickney, Forest Park, Burr Oaks, Steger, Blue Island y las Alturas de Chicago. El dinero entr a mares en las arcas de Torrio, que pas a ser el primer millonario del hampa. Este colosal negocio al margen de la ley no hubiera sido posible sin la connivencia de las autoridades legalmente constituidas. Jams se haban visto unidos en tan poderosa alianza el crimen y la poltica. Los funcionarios se enriquecan a expensas de los fondos, aparentemente inagotables, de los pudrideros de Torrio, y la prevaricacin trep a los ms altos sitiales. Aliadas la ley y la ilegalidad, la ciudad qued a merced de delincuentes oficiales y extraoficiales. Mientras los ejecutores de la ley permanecan sujetos con esposas de oro, Chicago entraba en un perodo espeluznante, el ms criminal de su historia. Las montaas de Kentucky no conocieron jams actos tan sangrientos como las

en proporciones fantsticas. Los asesinatos alcanzaron un promedio de uno diario durante aos. La noticia de un pobre diablo llevado de viaje o puesto en el blanco era la comidilla del desayu no. Las bombas de dinamita que arruinaban un hogar o un establecimiento hab an adquirido callejn con una bala en la cabeza era simplemente un cad ver m s, que irrisoriamente el mote de pias. Un cadver hallado a la vuelta de un nada importaba al mundo. Las cerveceras funcionaban abierta mente. Los alambiques ilcitos se contaban por cientos. El whisky y la cerveza se vendan sin tapujos en las tabernas. El juego y la prostituci n florec an. Las crceles se llenaban con reos de faltas menores, mientras los criminales permanecan inmunes.

vendettas entre las bandas. Las pistolas del hampa sembraron la muerte

Los bancos eran saqueados a plena luz del da y a rostro descubierto. Todas las noches iban a engrosar las listas policiales de cien a doscientos casos de asalto personal. Los ladrones se repartan la ciudad por distritos, realizando los saqueos por orden reglamentario. Antes de atracar a un comerciante evaluaban las mercancas de sus anaqueles, las vendan a un comprador de objetos robados y regresaban de noche con un camin, dispuestos a cargar. No pasaba una semana sin que atraparan el dinero de alguna nmina. Los traspasos de efectivo de los bancos a las casas comerciales adquiran la forma de maniobras militares. Los salteadores montaban en coches robados y acorralaban a otros coches contra las aceras de los bulevares, despojndolos de objetos y dinero. Seguan a las damas que llevaban joyas desde el casino hasta su casa y se las arrancaban en los vestbulos. La venta de diamantes desapareci. Las damas adineradas

guardaban su pedrera de ley en arcas de seguridad, y llevaban a los teatros prendas de baratijo. Las ms acaudaladas de Chicago rara vez salan a la calle sin una escolta armada. El hampa cobr un nuevo brillo de prosperidad. Sus ratas no gateaban ya por las guaridas del arrabal, sino que se pavoneaban a plena luz codendose con la flor de la sociedad. Rufianes que en otros tiempos se hubieran contentado con un plato de lentejas coman ahora en lujosos restaurantes. Aquel individuo impecablemente trajeado que vemos conferenciando con el banquero en el hotel muy bien puede ser un ratero nocturno. El carterista que le sustrajo a usted calladamente su reloj parece ahora un corredor de Bolsa. Los ladrones asociados para volar una caja de caudales se transforman en petimetres de sociedad. El dinero llova a cntaros para toda clase de bribones.

sido un pobre descamisado hasta entonces, gan cincuenta mil dlares en una noche jugando a los dados con Nick the Greek.

Piggy joyce, que haba

Los ciudadanos honrados trataron con frecuencia de poner remedio a estos males, y la Prensa levant un clamor de protestas. Para calmar la indignacin la polica tendi una red de papel y trajo en ella algunos pececillos del hampa. O barri un juego de pquer o de dados de la trastienda de un estanco. O llen las Comisaras con obreros inofensivos y vagos descamisados, que tenan que ser puestos en libertad al da siguiente. Estos gestos bastaron para calmar a la Prensa y la inquietud pblica, y los honrados ciudadanos volvieron a caer en su apata acostumbrada. Tales fueron los resultados que trajeron a Chicago la Enmienda Dieciocho y la

Ley Volstead. La prohibicin alcohlica llev a la ciudad al borde de la


anarqua, sellando su fama como el primer centro criminal del mundo.
La

Si ustedes no quieren dar fe a Torrio, presten atencin a Morgan Collins, que fue jefe de la polica durante cuatro aos, siendo alcalde William E. Dever. Dos

polica me obedece se jactaba Torrio.

das despus de haber sido nombrado para mi cargo dice

Collinsapareci un representante del Sindicato de Li cores. Me mostr su deseo de que no aguzara demasiado la vista, de que dejara correr las cosas. A cambio, me dijo, tendra tanto al mes, y me ofreci el sueldo del primero por adelantado. Sin esperar contestacin, sac un enorme rollo de billetes y comenz a contar hasta cien mil dlares. Cuando le dije que no estaba yo Tengo la impresin de que me crey loco.

dispuesto a dejarme llevar por ese camino, sonri un tanto despectivamente.


El Fiscal de Distrito de los Estados Unidos, William F. Waugh, rechaz una oferta de cincuenta mil dlares para que retirara los cargos contra ciertos jefazos

destacados del hampa. E. C. Jellawley, director federal de la prohibicin en Illinois, rehus doscientos cincuenta mil por dejar funcionar una cervecera. Habindosele ofrecido cinco dlares por barril de cerveza si dejaba entrar doscientos diarios, el jefe Collins dijo que se haban equivocado de puerta. Cuando un ministro de la ley recibe la oferta de una fortuna tan slo por cerrar los ojos necesita una entereza sobrehumana para no caer en pleno sueo. Estos sobornos frustrados tienen su contrapeso en otros que han dado su fruto. Se dijo que un funcionario del Ayuntamiento recibi durante aos la suma de ochenta mil dlares mensuales, procedentes de los bajos fondos, retirndose millonario. Durante el reinado de Torrio funcionaban a toda mquina setenta y cinco cerveceras, muchas de las cuales eran de su propiedad exclusiva, y en muchas otras tena parte. Cinco de estas cerveceras continuaron trabajando despus de haber sido clausuradas por las autoridades federales. Cuando el jefe Collins intervino el cuartel general de la Avenida Michigan, de la sociedad Torrio

Capone, los libros que cayeron en sus manos arrojaban una ganancia de tres millones de dlares anuales durante los tres ltimos a os. Slo se encontraron algunos libros del juego de contabilidad, de modo que las

ganancias haban sido, sin duda, mucho mayores. Los oficiales de polica calcularon una ganancia de alrededor de treinta millones anuales. El fiscal federal, Edwin A. Olsen, calcul el valor de las operaciones del sindicato TorrioCapone en setenta millones de dlares anuales. Ca pone declar que las cifras eran muy exageradas; pero como punto de comparaci n puede licores era mucho ms bajo, existan en Chicago siete mil quinientos caf s, cuya venta anual se calcul en cien millones de dlares. servirnos el dato de que antes de la prohibicin, cuando el precio de los

Los libros requisados no incluan las entradas procedentes de los burdeles, que eran de por s fabulosas. Los que se hallaron en 1926 en una de las casas arrojaron una ganancia semanal de cinco mil dlares. Al final de cada semana haba una anotacin que deca: Pagado el diez por ciento. Este diez por ciento era para la proteccin. El sindicato tena en Cook Country veinticinco casas de esta ndole, que comprendan burdel, caf y casa de juego. La mencionada era tal vez la mayor de todas, pero el clculo de tres mil dlares semanales para cada una es probablemente exacto. En suma, setenta y cinco mil dlares semanales de ganancia entre todas, y un total de cuatrocientos mil al ao. En octubre de 1923 Torrio y Capone invadieron Cicero, anexionndolo como provincia conquistada a su reino del contrabando. Siendo una ciudad separada, con Gobierno propio, Cicero formaba, en realidad, parte de Chicago, que la abrazaba por todas partes. La Va Roosevelt la limita al norte; la Calle Treinta y Nueve, al sur; la Avenida Cuarenta y Seis, al este, y la Setenta y Dos, al oeste. Con una poblacin de 66.000 habitantes, ascendi a la cuarta categora entre las

ciudades de Illinois. La Calle Veintids, primera va comercial, tena cien pies de ancho y estaba bordeada de tiendas florecientes. Haba all cinco plantas industriales de gran capacidad, incluyendo la Werstern Electric Company, considerada la mayor del mundo, y a la industria correspondan las cuatro quintas partes de la tributacin interior sobre un valor estimativo de veintisis millones de dlares. Era una ciudad ordenada y pacfica, con escuelas, iglesias, casas para obreros, voces de campanas en las maanas dominicales

fieles camino de la oracin.

y calles pobladas de

Pero desde que las hordas de criminales cayeron sobre ella, como antiguos vndalos sobre una hermosa ciudad italiana, Cicero cambi repentinamente para transformarse en el peor de los suburbios de Chicago. Las calles por donde, en das de paz, circulaban tranquilamente las amas de casa con su cesta de la compra al brazo, fueron asoladas por fanfarrones y pistoleros, y atestadas de cafs y casas de juego. La mala fama que la ciudad adquiri de repente llen de clera al alcalde Joseph Z. Klenha. Cmo!

deca el alcalde. Si no se

nota la menor diferencia cuando se sale de Chicago y se entra en ella! Exacto! Pero lejos de aqu, all por Panam, un peridico sali con esto: Si Panam tiene su selva, Chicago tiene Cicero. Y cuando en un mi tin de Filadelfia el orador pidi que se levantaran los que vi viesen fuera de los Estados Unidos, un hombre de Cicero se levant. Los ciudadanos de cuanto al lugar donde te hallas, echa mano de la nariz: si huele a p lvora es que te hallas en Cicero.
Las fuerzas de la Compaa Torrio Capone

Chicago solan decir: Si al pasar de Chicago a Cicero tienes dudas en

fuerza, sino por medios estratgicos. Sin ha ber hecho ningn chanchullo previo con la polica, Torrio mand una docena de automviles cargados de fulanas y abri una casa en la Va Roosevelt. La polica de Cicero, en seguida, mand una patrulla a desalojar la guarida, detuvo a las muchachas y tir los muebles por la ventana. Torrio abri otra casa en la Avenida Cincuenta y Dos, esquina a Odgen. La polica repiti la carga. En la ciudad funcionaban ya cientos de mquinas tragaperras automticas, bajo el control de Eddie Vogel. Los agentes del sheriff
fueron

no tomaron a Cicero por la

en seguida, desde Chicago, a

confiscarlas. sta era la respuesta de Torrio. l no era todav a una potencia en Cicero, pero s lo era en Chicago. Si l no poda abrir all casas de estaban funcionando de nuevo. Y la gente de Torrio y Capone se traslad a prostitucin nadie podra tener mquinas tragaperras. A los pocos das stas Cicero en pleno. La paz se haba concertado segn las clusulas impuestas por Torrio. Slo se exclua la prostitucin, y esto no preocupaba mucho a burdeles. los vencedores. Tenan espacio en los suburbios vecinos para es tablecer sus
Los intereses de la sociedad Torrio Capone

Fonda Hawthorn, en la Calle Veintids, donde Capone tena su oficina


principal, a modo de fortaleza, con ventanas a prueba de bala. Su caf o establecimientos ms de esta clase cobraron vida. Los bares estaban atestados noche y da. Los juegos eran ruleta, faro, dados, chuek-a-luck, garito, conocido por El Barco, estaba en la casa siguiente. Ciento sesenta

se apretaban en torno a La

blackjack, stush y stud poker, y se dice que se desarrollaban legalmente,


contentndose los banqueros con el octavo del uno por ciento que les corresponda segn la ley de los promedios. El alcance del juego era increble, y las sumas destinadas a los trabajadores, guardias, boxeadores y asesinos, junto con las gratificaciones a la polica, eran enormes. Las cantidades apostadas de una vez sobre el tapete con frecuencia suban de cien mil dlares, y el perder o ganar diez mil no era cosa para alarmarse.
Como representante de Torrio, Capone era dueo y seor de la ciudad. Los sindicatos, la polica y el alcalde obedecan sus rdenes. En una ocasin, habiendo ejecutado el alcalde Klenha algn acto oficial que disgust a Capone, ste le derrib de un puetazo en las escaleras del Ayuntamiento. Y en otra un agente de Capone deshizo una asamblea del Consejo Municipal aporreando a uno de los sindicalistas. Varias aldeas o villas adyacentes rehusaron compartir la suerte de Cicero. Un periodista de Berwyn, Arthur St. John, que luch por expulsar a Capone de la ciudad, fue secuestrado y muerto por los gngsters de Capone, y su hermano Robert golpeado por l mismo. La fonda que Capone acababa de abrir en Forest Ville, con una operacin semanal de veinticinco mil dlares, fue incendiada por algunos milicianos que se presentaron en automviles al amanecer. Los

bomberos de la localidad permanecieron con los brazos cruzados viendo cmo se converta en cenizas. El desorden alcanz un alto nivel el da de las elecciones, el 1 de abril de 1924. Capone sembr de terror la ciudad con sus pistoleros. Se destruyeron urnas. Se aporre a los ciudadanos. Los gngsters de Capone fueron a Chicago a votar. El polica Antn Bican fue derribado con un mazo. A Joseph Rice le dieron una cuchillada en la garganta. John Gairus y Romn Delcewicz cayeron a balazos. En el caf de Eddie Tancl cay un hombre muerto. La turba de Capone hizo prisioneros a jueces y delegados, encerrndolos en un garaje, en la frontera de Chicago, hasta que se cerraron las urnas. A ltima hora lleg un aviso de que haba estallado una revuelta, y cien policas de Chicago cayeron sobre Cicero como agentes del juez del condado. Esta fue la primera vez que la polica de Chicago sali a prestar servicios fuera de la ciudad desde 1870. Poco despus de cruzar la frontera de Cicero, un pelotn de polica al mando del detective sargento William Cusick, compuesto por los guardias McGlynn, Frogan, Cassin y Campion, atac a Capone, su hermano Frank y Charles Fischetti, que se hallaban parados frente a un colegio electoral situado en la esquina de la Avenida Cicero y la Calle Veintids. Los gngsters sacaron las automticas. Frank Capone apunt a McGlynn y apret el gatillo. La bala no sali. El bandido huy, batindose en retirada, y McGlynn le alcanz con la ltima bala de su revlver, matndolo. Fischetti hizo lo mismo que su compaero, y fue perseguido a travs de un descampado y capturado por los otros guardias. Cuando vio caer a su hermano, Al Capone huy hacia el sur de Cicero, encontrndose con otro pelotn, al mando del sargento William Riley. Por algn tiempo Capone esquiv la acometida, peleando con una pistola en cada mano, hasta que vino la noche en su auxilio. La candidatura del alcalde Klenha, apoyada por Capone, triunf por gran mayora. En la pleamar de su fortuna Torrio emprendi un viaje a Europa, en el que le acompaaba su madre, su esposa y un milln de dlares, que deposit en bancos extranjeros contra posibles contingencias. En Italia compr una regia quinta junto al mar para su madre, y all la dej a ella, una antigua campesina

con

media docena de automviles y una servidumbre de treinta criados para que disfrutara el resto de su vida. Capone compr una residencia cerca de Miami, con piscina exterior, fondeadero para el yate y palmeras, guardada por una muralla de ocho pies de alto. All vivi varios me ses, en compaa de su esposa, su hijo, su madre, Teresa de Capone; su hermana Mafalda y entre las distinguidas baistas de las playas.
en el trono. El rey

su hermano Ralph, navegando en yate, tratando de pescar y bebiendo al sol


Temiendo a la muerte, Torrio huy de Chicago en 1925, y Capone le sucedi

Levinsgton, situado en la esquina de la Avenida Michigan y la Calle

Cara Cortada estableci su despacho central en el Hotel

Veintids, a poca distancia de su antiguo y mal afamado caf Los Cuatro

Diablos, donde haba comenzado su carrera triunfal. Aloj a sus guardias y

consejeros en cincuenta y cuatro departamentos dentro del hotel, y all celebraban sus conferencias diarias bajo los retratos de Lincoln y Washington.
En torno a Capone se reuna el consejo de direccin ms extrao que pueda imaginarse, y los problemas a resolver eran asimismo bastante extraos. Crmenes, bombardeos, represalias, saqueos a mano armada, contrabandos de ron, planes de asesinato, sentencias de muerte para los enemigos, castigos ofensores para las leyes del hampa tales eran los ridos asuntos discutidos all segn el orden del da En su forma externa, se pareca mucho al consejo de administracin de alguna gran sociedad exportadora o casa bancaria de la Calle La Salle. Elegantemente vestidos, las cabezas lamidas por el peine y una flor en el ojal de la solapa, los miembros del Consejo echaban displicentemente bocanadas de humo, bostezaban de vez en cuando y a veces asentan con la cabeza. Su asamblea diaria era un aburrimiento. Asistan a ellas como a un deber mercantil. Que se presentaba otra vez aquel proyecto de asesinato, en el lado norte? Oh, qu engorro! Por qu no se haba llevado a cabo ya ese asunto? Hace bastante tiempo que viene dando qu hacer... Un tipo incmodo que se ha puesto a molestar...? Ya no se volver a presentar en el camino. Los

anoche con una dosis de seis balas. Unos escapes de risa silbaban alrededor.

torpedos le saludaron

Despus de todo, bien hecho. Calma. Y aquel dueo de un caf en el la cosa se va a quedar as. Una pia en la puerta de su casa le dir lo que tiene que hacer. Y aquel pelagatos de marras parece deso r las instrucciones: sigue con las suyas. Un viaje en automvil. Un cmplice que le ha dado

Loop, comprando la mercanca a otros. S: el mis mo de antes. Se figura que

por graznar. Ha venido cantando ltimamente como un canario. Junto a la carretera de Joliet hay un hoyo que le servir de confesionario. El due o de una taberna ha vuelto a soltar la lengua. Le ha llegado la hora. A ponerlo en el blanco. Al otro lado de la calle, frente a la casa de un rival, ha quedado un piso vaco. A echarle mano en seguida. A propsito para un ha dado por meter bulla. Una llamada por telfono y que se le ponga bozal. nido de ametralladoras. Poned cazadores para la emboscada. A un polic a le

Ciertos polticos han comenzado a inquietarse. Al diablo con ellos! Lo nico que buscan esos gorrones es despojarlo a uno de la camisa. Dejadlos que ladren un poco... Nada nuevo que comunicar. Los negocios van bien. Todo marcha normalmente. Bueno, ya va siendo hora de salir a batear la los Piratas. Van cien a que ganan. Aceptado? pelota. Esos Cachorros estn hechos una furia. Hoy le darn una pa liza a
Nadie mejor capacitado para su oficio que estos espritus selectos que se apretaban en torno a la mesa de caoba que presida Capone. Frank Nitti, el ejecutor, al frente del departamento de justicia. Jack Gusick, administrador comercial del sindicato. Harri Gusick, su hermano, alcahuete convicto, y Mike de Pike Heitler, tratante de blancas y dueo de garitos vitalicio, al frente de los burdeles. Hymie Levine, de cobrador. Jimmy Mondi, Mops Volpe y Frankie Pope, inspectores del juego. James Balcastro, Pegse y Johnny Genaro, jefes de la divisin de granaderos. Bottles Capone, Dago Lawrence Mangano, Charles Fischetti, Frank y Mike Kelly (ambos italianos), Roco Fanelli y Danny Vallo, jefes de venta del departamento de licores. Jack McGurn, o sea Demora, al mando de ametralladoras. Frankie Rio y Frankie Diamond, primeros escoltas de Capone. Hombres llenos de habilidad y maestra, dotados de una profunda experiencia en el manejo de sus asuntos. Cualquier cosa que fuese preciso hacer, la hacan sin escrpulos ni temor a las consecuencias. Eran a la vez jueces, jurados y ejecutores, y sus veredictos diferan de los legales en que se cumplan implacable e indefectiblemente. Ninguna suspensin, alegato, apelacin ni formulismo vena a interponerse en lo que, segn sus leyes, sera un castigo justo. El sentenciado a muerte era ejecutado. Despus de haber establecido slidamente el contrabando de licores, Torrio dividi la ciudad de Chicago en distritos para facilitar sus enormes operaciones. Capone se
hizo cargo de la parte occidental, comprendida Cicero. El lado norte le toc a Dean OBannion. El sur se lo repartieron entre Joe Saltis, Frank McErlane, Ralph Sheldon y Danny Stanto, llevando Saltis y McErlane, que trabajaban en sociedad, la mayor parte. Todos estos jefes de banda tenan subjefes a sus rdenes y gobernaban los negocios de sus distritos bajo el control y la supervisin de Torrio. El reinado de Torrio se extenda sobre todos los bajos fondos de Chicago. Capone era el prncipe heredero. Los dems eran virreyes de sus colonias.

El reino que gobernaba Torrio no haba conocido la paz desde su fundacin. Se haba levantado sobre el crimen y sobre sangre segua sostenindose. La ms seria amenaza a la supremaca de Torrio durante estos primeros aos eran los ODonnell del sudoeste, temibles pistoleros vecinos que constantemente cargaban sobre los flancos de sus enemigos, acosndolos con asaltos y saqueos. Los ODonnell del sur estaban acaudillados por Spike ODonnell, con sus cinco hermanos y ayudantes. Los del oeste, capitaneados por Klondike y Myles ODonnell, atrincherados en Cicero. Los ODonnell del sur y los del oeste no eran parientes y no tenan relaciones comerciales entre s. Pero todos eran formidables batalladores irlandeses. La guerra comenz por el sur.

3.

Abriendo fuego

George Meeghan y Sport Bucher, agentes de Spike ODonnell, jefe del clan ODonnell en el sur, salieron de Joliet la medianoche del 17 de septiembre de 1923 con dos camiones de cerveza rumbo a Chicago, a cuarenta millas de distancia. El camino se desarrollaba, cruzando Lemont, The Sag, Willow Springs y Summit, a travs de bosques y campos, entrando en Chicago por Archer Road. La luna de la cosecha estaba en su plenitud. Los campos de rastrojo y las hacinas brillaban por la helada. Los bosques otoales, con su austeridad imponente, hablaban con el filo del viento, y las hojas secas aleteaban sobre la carretera. Hacia el oeste, el dentado malecn de tierra se destacaba contra la palidez de plata del cielo como una fantstica montaa. Cuando el camin pas a travs de The Sag, en su depresin pantanosa, la aldea se hallaba dormida, las casas en penumbra y las calles en silencio. Ms all, segn los camiones martillaban pesadamente la cuesta de una colina, dos hombres surgieron de un matorral, apuntando con recortadas: Alto! Meeghan par su camin. Bucher, que guiaba detrs, oprimi el freno y aguard. Abajo! Al apearse, los conductores fueron desarmados y sus manos atadas a la espalda. Empujados por los caones de las escopetas entraron en la parte posterior del automvil de los pistoleros, estacionado junto a la carretera. Pas otro automvil en direccin a Joliet. Uno de los salteadores le dio el alto, pero el chfer, espantado por la escena que le revelaron los reflectores, sigui a toda marcha, huyendo al plomo que las escopetas escupan en su direccin. Sin embargo, a pesar del pnico que se apoder de l, el hombre pudo identificar al que le hizo los disparos en la persona de Frank McErlane. El compaero de McErlane, segn sospechas de la polica, era Walter Stevens o Danny McFall. Stevens se haba hecho famoso como pistolero en las luchas obreras, y se le sospech cmplice con Mossy Enright en el asesinato de Dutchy Gentleman. McFall era un rudo luchador de la banda Saltis McErlane y se las haba arreglado para
ocupar un puesto oficial bajo la direccin del gngster Peter Hoffman.

McErlane y su compaero montaron en el pescante del automvil y partieron hacia Chicago a velocidad vertiginosa. McErlane, girado a medias, vigil a los prisioneros, con el can de la escopeta sobre el respaldo del asiento y el dedo en la lengeta del gatillo. El otro conduca. Silencio absoluto en el interior del coche; silencio absoluto fuera de l. Fincas laterales volando bajo la luna y hacia la sombra. Y el coche a toda mquina, como un negro monstruo de ojos de fuego. Las luces de Willow Springs aparecieron a lo lejos. La escopeta de McErlane dio un aullido que ilumin de rojo el interior del auto. Meeghan se desmoron en el asiento. Son otro fogonazo. Bucher cay sobre las rodillas de su camarada. Sus cabezas haban sido casi separadas del tronco. Mientras el coche marchaba a una velocidad de sesenta millas por hora, los cuerpos fueron lanzados por la portezuela, yendo a dar a travs de un salto mortal a un hoyo encharcado de la cuneta. Este horrible crimen, cometido en la carretera de Joliet, con la luna por testigo, ocurri diez das despus de que Jerry OConnor, de la banda de ODonnell, cayera sin herosmo, pero con un dbil chispazo de fama, como la primera vctima de la larga y sangrienta guerra del contrabando de Chicago. Los ODonnell fueron los primeros en adoptar un sistema de venta por fuerza mayor en el comercio de licores, sistema que luego adoptaron sus rivales y basado en una mxima comercial que Spike ODonnell, ese super -vendedor, haba acuado as: Cuando no

basten los argumentos, saca la porra. Era un mtodo sencillo que a veces daba resultado. Con frecuencia sola ocurrir lo siguiente: un grupo de poderosos vendedores de la casa ODonnell se alineaban ante el mostrador de una taberna y pedan cerveza. Despus que se les serva, el jefe de la banda tomaba un sorbo y haca una mueca de disgusto. Esta cerveza es infernal grua el hombre A quin le compra usted su cerveza? A Joe Saltis. Es buena cerveza. Mis clientes estn satisfechos.

Le digo que no se puede tomar. Esta mercanca est arruinando su negocio. Uno de los atracadores pasaba entonces detrs del mostrador y abra la espita dejndola correr hasta que el barril quedaba vaco y el piso se anegaba de cerveza encrespada de espuma. Despus de esto, usted comprar nuestra cerveza. Nosotros somos sus amigos. Le
levantaremos el negocio. Maana le enviaremos cerveza de la misma clase, buena cerveza.

Y trato hecho. A la maana siguiente se paraba un camin frente a la puerta, llenaba la bodega con cerveza ODonnell y los ODonnell pasaban luego a cobrar. Tal era uno de los procedimientos. Pero la banda se encontraba a veces con poderosa resistencia, y cuando el dueo de un caf se mostraba impenetrable a persuasiones tan sutiles, lo ms natural sera descargarle un porrazo en la cabeza y desbaratarle la casa. Unas cuantas semanas en el hospital pensaban los ODonnell
probablemente lo convencera de la superioridad de la cerveza ODonnell. La noche del 7 de septiembre de 1923 Walter y Tommy ODonnell, George Meeghan, Sport Bucher y Jerry OConnor salieron en una expedicin de venta por media docena de cafs. Pero los dueos de estos establecimientos eran duros de pelar, y all fallaron todos los argumentos y recursos psicolgicos de los ODonnell. No vendieron cerveza, pero dejaron un toque de atencin en unas cuantas cabezas rotas y unas cuantas tabernas despachurradas. Entraron en el caf de Jacob Geis, en la Calle Cincuenta y Uno, donde tumbaron de un porrazo al tabernero Gorysko y mandaron al dueo al hospital con el crneo fracturado. Fueron entonces hacia el caf acogedor de Joseph Klepka, en el nmero 5358 de la Calle Lincoln, a reparar las fuerzas gastadas en la tarea. Cuando se hallaban tomando cerveza, Danny McFall irrumpi all armado de revlver y escoltado por otros hombres armados a su espalda. Manos arriba! grit McFall.

Los dos ODonnell, Meeghan y Bucher se escaparon por las puertas traseras. OConnor, encaonado por el arma de McFall, fue hecho prisionero. En este punto, otro hombre apareci en el interior. Era un tipo colorado, corpulento, con ojos de jabal, y esgrima una recortada. Este hombre dijeron ms tarde Bucher y Meeghan
era Frank McErlane. Sal y agurdanos fuera orden McFall por el canto de la boca.

McErlane se retir. McFall y sus tres compaeros sacaron a OConnor por la puerta de enfrente; se oy el estampido de una recortada, luego un disparo de revlver; y cuando Klepka, el dueo del caf, sali a ver lo que haba ocurrido, se encontr a OConnor sin vida, tendido en la acera. Una noche de diciembre, dos meses despus del asesinato de Meeghan y Bucher, fueron asaltados Morrie Keane y Shorty Egan en la carretera de Joliet, de donde venan con dos camiones de cerveza para los ODonnell. El asalto, efectuado por dos individuos, tuvo lugar cerca de The Sag. Egan identific a uno de ellos como McErlane. El otro sospech la polica deba de ser Walter Stevens. Como en el
caso de Meeghan y Bucher, los cautivos, con las manos atadas a la espalda, entraron en el coche de los secuestradores, que parti a toda velocidad en direccin a Chicago. Y otra vez fue

McErlane el que vigil a los prisioneros con la recortada apoyada sobre el respaldo. Con el coche a sesenta millas dijo Egan, que milagrosamente sobrevivi a esta aventura
, el hombre que llevaba el volante pregunt a McErlane: Qu vamos a hacer con estos pjaros? A lo que contest McErlane poniendo el can de la recortada a un palmo de la cara de Keane y apretando un gatillo. Al caer mi compaero, McErlane levant los caones hacia m y tir de la otra lengeta. Yo ca derribado sobre Keane, aturdido, como muerto. Cuando comenc a volver en m cre que era un espritu caminando por el otro mundo y me pregunt a quin me aparecera y qu viejos amigos me encontrara. Luego sent la sangre de Keane en el rostro y

qued sorprendido al advertir que haba vida en m todava. No sent dolor, pero me hallaba medio ciego por el fogonazo y el aullido de la escopeta tena ecos en mi odo. Me quedaba el sentido suficiente para comprender que si daba seales de vida McErlane me rematara. As que fing estar muerto.

Luego

continu Egano que el tipo que llevaba el volante le deca a McErlane en una

voz remota: Cmo nos vamos a deshacer de los muertos? A lo que contest McEr lane: Muy fcilmente. Se levant sobre el respaldo y, abriendo la portezuela el coche iba todava a unos setenta kilmetros, empuj a Keane afuera. Luego me lanz a m tras l. Yo di con los hombros en el suelo y cre que no parara nunca de rodar. Perd la consciencia. Cuando recobr los sentidos sigue diciendo Egan, me hallaba en un charco de agua, rodeado de nieve. El cielo estaba rojo, y era el amanecer. Segu, vacilando, a lo largo de la carretera, hasta que mis ojos se toparon con las luces de una casa de campo. Cuando hube ganado la entrada, ca rendido y me arrastr a gatas hacia la puerta. Al principio el campesino no quera admitirme en su casa, figurndose que se trataba de un ladrn. Entonces grit: Estoy herido, me muero!

El hombre abri la puerta, armado con una escopeta. Entre l y su esposa cortaron la cuerda que me ataba las muecas y me llevaron a una cama. No saban si mandar a buscar un mdico o un cura. Finalmente llamaron a una ambulancia y me enviaron al hospital. Bien me dije a m mismo al sentir un colchn bajo mi espalda; despus de todo, esto es mejor que una fosa. Walter ODonnell, hermano y primer teniente de Spike, muri en junio de 1925 junto con Harry Hassmiller, de la misma banda. Los dos haban ido a la Calle Noventa y Cinco con la intencin de matar a John Peoples, antiguo agente de la prohibicin, que se haba opuesto al comercio de los ODonnell. No encontraron al hombre que buscaban, pero entraron a emborracharse en la fonda de la capital, lugar de parada de los gngsters de Saltis y Danny Stanton. Medio enloquecido por el alcohol, Hassmiller sac dos automticas y puso a todo el mundo manos arriba. Cuando Scotty Smith, el propietario, obedeciendo sus rdenes, extrajo doscientos dlares de la caja, Hassmiller baj una de las pistolas, y mientras se hallaba metiendo el dinero en su bolsillo, Red Mallon, un agente de Stanton, levant su arma y lo dej tendido. Walter ODonnell y Mallon vaciaron sus pistolas uno en otro, y ODonnell, que fue quien dispar el ltimo tiro, salt por la ventana y ech a correr. Se le encontr muerto a corta distancia. Haba hombres con un largo rosario de crmenes que tenan rostros agradables y miradas tan inocentes como si hubieran aprendido todo lo que saban acerca del crimen por lecturas de peridicos. McErlane, sin embargo, no perteneca a esta clase. Su cara era el espejo de su alma. Era gordo, sanguneo, de boca cavernosa y ojos llameantes de jabal. Fuerte, a pesar de su grasa, rpido y resistente, desde fuera se vea el salvaje que haba en l. Al bribn tradicional suele representrsele como un hombre sereno, de voz suave y melodiosa. McErlane era un matasiete y su voz era el rugido del len. Con frecuencia beba en exceso, lo cual va tambin contra los cdigos del bribn, que necesita conservar su equilibrio para no ponerse a merced de sus enemigos. Careca totalmente de la astucia y habilidad para la traicin que caracteriza a tantos asesinos italianos. No era un artista del crimen. Todo lo que saba hacer era tirar de la lengeta del gatillo, pero lo haca con la ferocidad de un salvaje. La vida humana, incluso la suya propia, tena para l muy poco valor. Si conoca el temor, sus hechos demostraban lo contrario. El hampa se guardaba muy bien de meterse en los con l. Se le trataba con la deferencia debida a un hombre de su prestigio criminal. Slo una vez y eso cuando
pasaba de los cuarentase intent asesinarlo. El miedo que inspiraba era su armadura. La polica fijaba trece asesinatos en su haber. Sea o no exagerada la cifra, lo cierto es que McErlane era uno de los criminales ms empedernidos que haya conocido el hampa de Chicago. En l no haba piedad ni remordimiento. Ni la splica ni el desamparo de sus vctimas lo movan a compasin, y mataba con la fiera crueldad de un tigre.

Bajo la influyente proteccin de Torrio, a pesar de haber matado a Meeghan, Bucher, Keane y, segn sospechas, a Jerry OConnor, McErlane no fue detenido hasta varios meses despus de haberse cometido estos crmenes. Las acusaciones y el clamor levantados por un peridico forzaron a la polica a ponerlo bajo custodia. Pero fue puesto en libertad provisional y, finalmente, el Fiscal del Estado abandon la causa contra l, de modo que no lleg a ser juzgado. McFall fue juzgado y absuelto por el asesinato de OConnor, y desapareci de Chicago. Walter Stevens, el primer arquero de McErlane, era un afamado pistolero con cierta aficin a la literatura. Joe Keane y l fueron los ltimos supervivientes entre los ocupantes del coche fantasma de Mossy Enright, que en las antiguas luchas obreras haba sembrado el terror por la ciudad. El resto haba llevado lo que en tierras del hampa suele llamarse una muerte natural. Acusado de haber tomado parte en los asesinatos de Dutchy Gentleman, Larry Lichtenstein y Benard Malloy, Stevens mat en Aurora al polica Alfred Olin y dej herido a Lester Wedemaire en la misma refriega. Por este crimen fue a dar a presidio, pero luego lo perdon el gobernador Len Small, a quien el acusado, junto con Ben Newark y Umbrella Mike
Boyle, pareca haber prestado algunos servicios misteriosos, consistentes, segn rumores, en el soborno del jurado que lo haba absuelto en Wankegan de cierto delito. Stevens haba hecho el contrabando de ron en Florida, y siendo secretario social, segn su frase, de la fonda La Tropical, en Miami, se le acus de haber matado al dueo, Fred Wagner.

Mas para Stevens no haba placer comparable a la lectura de un buen libro en su alcoba. Su poeta favorito era Robert Burns; su novelista, Robert Louis Stevenson, y su cuentista, Jack London. Esto segn su confesin. Estudiaba Historia, consideraba que Grant haba sido superior a Lee y tena a Bismarck como uno de los primeros estadistas del mundo. Habiendo nacido en una poca en que el maquillaje era considerado ms un estigma que un adorno de la mujer, era un adorador de la poca victoriana, satirizaba la falda corta, la pintura y el lpiz de labios, acusaba a la flamante juventud de nuestra poca como una de las ms idiotas de la Historia y defenda la vieja moral como la ms perfecta. Adopt tres hijos, les dio una educacin esmerada y cuid a una esposa invlida durante veinte aos. En su vida prob una gota de alcohol, y no comenz a fumar hasta los cincuenta aos. Por la fecha en que ocurrieron los crmenes de la carretera de Joliet tena cincuenta y seis. Las guerras del sur diezmaron seriamente las filas de los ODonnell, estando a punto de exterminarlos, debido a las balas del sanguinario McErlane. Pero se desanimaba por eso Spike ODonnell? De ningn modo. l era un guerrero a toda
prueba, y cuanto ms enconada se presentaba la batalla, ms bravamente se meta en ella. Spike ODonnell, que tan poderosa resistencia ofreca a la triple alianza, TorrioSaltisMcErlane, era un criminal veterano, cuyos atracos se haban escalonado desde el asalto personal al saqueo banca rio. Haba disparado sobre media docena de hombres, se le haba absuelto de dos acusaciones de asesinato y se le supona autor de muchos otros. Al establecerse la prohibicin se hallaba en la crcel de Joliet cumpliendo indefinidamente una condena por complicidad en el robo de doce mil dlares, efectuado, a plena luz del da, en el Banco de Crditos y Ahorros de Stockyards. Al ser liberado, se convirti en salteador y luego pas al contrabando de cerveza. Se mantuvo independiente de Torrio desde el comienzo. Al principio importaba la cerveza de Joliet. Luego compr una cervecera en Evergreen Park con capacidad para quinientos barriles semanales. Con el tiempo lleg a adquirir una fortuna regular.

Era este hombre uno de los tipos ms singulares y pintorescos del hampa. Alto, delgado, de poderosa y rpida musculatura, se dira un bandido de leyenda acostumbrado a rudas campaas. Tena la apariencia lgubre de un piel roja, pero el humorstico pestaeo de sus ojos azules borraba su solemnidad, y su ingenio rivalizaba en prontitud y viveza con el dedo que tiraba del gatillo. Le gustaban los buenos chistes, las buenas bebidas y las duras peleas; tomaba la vida con una

alegre indiferencia y estaba siempre pronto a exprimir una gota de humor incluso en los asuntos ms serios. Aun cuando haba sido un bandolero toda su vida, era profundamente religioso, rezaba el rosario todos los das y asista a la misa dominical de la iglesia catlica de San Pedro. Este filsofo escptico converta los crmenes en comedias, y era el hroe de muchas aventuras festivas. Mientras los pistoleros enemigos iban diezmando a los miembros de su banda, se produjeron numerosos atentados contra Spike. Al cruzar su coche por Evergreen Park, en compaa de su hermano, tres hombres les tendieron una emboscada y dispararon contra ellos. Tom, su hermano, result herido, pero Spike sali ileso. Al cruzar un callejn del lado sur, dos pistoleros que estaban al acecho dispararon contra l casi a quemarropa, sin lograr dar en el blanco. En cambio, Spike hiri a uno de ellos, que la polica supuso haba sido Joe Saltis. Al pasar descuidadamente ante la droguera de la Calle Sesenta y Tres, esquina a la Avenida Occidental, despus de haber odo su misa de domingo, un automvil se le atraves en la esquina. Hola, Spike! dijo una voz amiga por encima del can de la escopeta. Spike se tir a la acera, al tiempo que los dos caones escupieron a la vez sobre l y las municiones fueron a desbaratar la vitrina a su espalda. Al levantarse pareca aturdido. La vida es para m un rosario de balas sola presumir; se ha errado tantas veces
la puntera contra m, que tengo el propsito de ofrecerme como blanco profesional.

Una vez fue detenido por el delito de hallarse, segn explic al juez que lo absolvi, apoyado contra un camin cargado con trescientas sesenta y dos cajas de whisky robado, valoradas en treinta y cinco mil dlares. Junto con otros de su banda, Spike asalt, segn se dijo, el almacn de la Harder Storage Co., en la Avenida Calumet, amarrando al sereno y envolvindole la cabeza en un saco para evitar que los reconociera. Luego cargaron el camin de whisky y se pasaron el resto de la noche bebiendo, contando chistes y entonando cantos. Al amanecer Spike mont en el pescante y sac el camin a la calle. Pero no pas de all. Demasiado borracho para llevar el volante, se qued dormido, y el coche de ronda de la polica lo detuvo. Cuando despert se hallaba en una celda. Un da se encontraba en la Avenida Michigan llevando a su hijo Patsy, de siete aos, a hombros, contemplando una procesin en la cual se destacaba la figura del cardenal Mundelein. Cuando el cardenal hubo pasado, dijo Patsy: Quin era aquel hombre que se acerc tanto a ti, pap? Miraba como si te conociera. Spike llev la mano al bolsillo del pantaln y se encontr con que su rollo de nueve mil dlares haba desaparecido. No s quin sera dijo Spike; acaso un carterista. Pero vamos a casa. Ya hemos visto
al cardenal.

Ms melanclico que de costumbre, Spike se hallaba saboreando un vaso de cerveza en un caf del lado sur cuando Joe Teshava acert a entrar. Precisamente quera verte dijo Spike; sintate y tomaremos unas caas. Se sentaron a la mesa y el camarero les trajo de beber. Joe dijo Spike, entrecerrando los ojos para mirar a su compaero, recib buenas noticias
de ti. Entre t, John Novotney, Max Kasper y George Stober robasteis aquel banco de La Grange y os apoderasteis de cuarenta mil dlares.

Yo? farfull Teshava. S, t. Vaya usted a paseo. Eso es una mentira. Quin fue el que le vino con el cuento? Deja de hacerte el inocente. Estoy enterado de todo. Lo que yo quiero es mi

parte en el robo. Unos hombres que se llaman as tienen demasiadas agallas para sus nombres. Teshava, Novotney, Stober, Max Kasper (Spike los deletre con gran desprecio). No est mal la pandilla para venir a asaltar un banco americano. Vamos, apate con mi parte si no quieres que andemos mal. Teshava se qued en un ceudo silencio. Bien, sior Spike dijo al fin; usted es de los que juegan limpio. Se lo digo como lo
siento. Los otros me hicieron una marranada. Se llevaron toda la harina. Me dijeron: Vete al infierno, Teshava; y yo no cog un centavo de todo aquello.

La lastimosa historia del infortunado ladrn bancario despert la compasin de Spike, y por poco se le saltan las lgrimas. Entonces dijo Spike est bien. El caso es bastante triste. T eres un buen chico, Joe. Me
indigna que esa manada de vboras te haya esquilmado de tal modo. Dime dnde tienen el nido y yo te devolver tu dinero.

Teshava se llen de gozo ante la generosa oferta de este hombre. Aquella misma noche, guiado por Teshava, Spike entr con tres de sus hombres en la guarida del tro y les arranc el ltimo centavo del saqueo. Luego se fueron a una taberna a celebrar el golpe. Ha sido un gran negocio dijo Teshava cloqueando Ahora yo soy rico y usted es mi
amigo, sior Spike, y yo lo recordar siempre. Siempre, sior Spike; hasta la muerte.

Tomaron otra ronda. Luego otra. Teshava comenz a impacientarse. Mi parte, sior Spike? dijo alargando la mano hacia ODonnell. ODonnell termin su cerveza. Vamos! dijo framente. No me hagas rer. Algrate de que las cosas sigan as. T no
tienes ninguna parte.

Joe Saltis era un hombre fornido y alto, de cara pastosa y ojos de un azul blancuzco. Durante siete aos haba regentado un pringoso caf de Joliet, que le daba escasamente para vivir. La prohibicin le sorprendi todava con su delantal de tabernero, y se dispuso a cerrar el caf y emprender otro oficio, como, por ejemplo, el de conductor de camin. Era, en conciencia, un hombre respetuoso de la ley. La prohibicin era una ley. Saltis no tena la menor intencin de violarla. El da antes de cerrar, uno de sus clientes, amante de la bebida, entr all a tomar unos sorbos. Prohibicin! dijo despectivamente el borrachn La prohibicin jams cuajar en este
pas.

Las gentes nacen con sed en las gargantas y as han de morir.

Saltis lo mir con un asombro embarazoso. Ests loco dijo Joe Acaso no es esa la ley? Crees t que la ley puede apagarle a uno la sed? dijo el borrachn La ley no se bebe.

Joe tena que convenir en esta razn. Su sed formaba parte de l. No recordaba haber pasado un da sin tomar cerveza. Y si no continu el borracho, mira esos contrabandistas all abajo, en el sur. A pesar de
la ley, ellos sacan su licor. Y puedes estar seguro de que los dems harn lo mismo, y al infierno con la prohibicin. Pero argy Joe de dnde lo van a sacar con todas las cerveceras y los alambiques cerrados? De dnde? aull el otro Me das lstima con tu pregunta. Lo sacarn de donde los contrabandistas sacan el suyo.

Esto dej a Joe pensando. Torrio comenz a enriquecerse en el comercio del contrabando. Por qu no haba de participar tambin el polaco Joe de las ganancias? Con este pensamiento pleg su tienda y se mud a Chicago. Luego vera lo que se poda hacer. Dos aos despus, Saltis y McErlane trabajando para Torrio despachaban la cantidad de cuatrocientos barriles de cerveza diarios y los distribuan en doscientos setenta cafs, haciendo un negocio de veinte mil dlares diarios.

Alguien le estaba pisando el terreno a Joe Saltis. Era un joven recin llegado, se llamaba Mitters Foley y andaba en busca de negocios. Sus mtodos eran elementales, pero efectivos, y el hecho de que Frank McErlane, el temible mariscal de campo de Saltis, se hallara preso en Indiana, poda ser una oportunidad para sus facultades. Foley haba aprendido sus procedimientos de venta de los agentes de ODonnell, y colocaba su cerveza por intimidacin o a punta de revlver. Saltis le envi un mensaje conminndolo a suprimir aquellos mtodos; de lo contrario l mismo le aplicara el correctivo. Pero ningn peligro poda arredrar al joven y atrevido irlands. l saba bien dnde se hallaba y lo que persegua. l venda cerveza por Ralph Sheldon, y con un tipo como Sheldon que lo respaldara, escupa a las barbas del polaco Joe Saltis. Una maana, al salir en el coche con direccin a sus operaciones diarias, un sedn tripulado por cuatro hombres le arrincon contra la acera frente a la escuela Marquette. Dos de esos hombres salieron armados de escopetas. Uno de ellos, pesado y corpulento, pareca rojo de clera. Foley comprendi que el juego haba terminado, pero se arm de audacia y salt del coche, dispuesto a parlamentar. Mas su caso no admita parlamento. Los dos hombres dispararon contra l y lo dejaron en la acera acribillado por cincuenta postas. Saltis y Lefty Koneil fueron identificados como los autores del asesinato. Los otros dos eran Big Ed Herbert y Dingbat Oberta. Saltis y Koneil fueron juzgados juntos y absueltos. Este famoso veredicto convenci al Fiscal del Estado de que sera intil juzgar a los otros dos y sobresey la causa contra ellos. El asesinato de Foley dio al pblico un indicio de lo que pasaba en la sombra. Demostraba que existan separacin y rivalidad de bandas. Codiciosos de mayores ganancias, Saltis y McErlane se separaron de la sociedad Torrio Capone y
se pusieron a trabajar por su cuenta en el juego del contrabando. Un poco despus Saltis uni su fortuna con la banda del norte, originalmente capitaneada por Dean OBannion, pero a la sazn bajo el mando de Hymie Weiss. Con la separacin de Saltis y McErlane, Ralph Sheldon pas a ser el primer tirador de las fuerzas TorrioCapone en el sur. Saltis, entonces, le lanz el guante a Sheldon, que lo acept sin vacilar.

Al anochecer de la vspera de Pascua de 1925, un automvil cubierto se estacionaba en la esquina de la Calle Setenta y Uno y la Avenida de California. Era un suburbio solitario, junto a una explanada moteada aqu y all de casas. Los peatones que acertaron a pasar por all a aquella hora vieron cuatro hombres en el coche, dos en el asiento posterior y dos en el de delante. Al amanecer de Pascua un polica se acerc a examinar el coche, y en l vio dos cuerpos derribados sobre el asiento posterior. Creyendo que se trataba de dos juerguistas que se hallaban durmiendo la mona de la noche anterior, el polica abri la puerta con la intencin de mandarlos a sus casas. Eh! T... dijo el polica, agitando a uno de ellos, A dormir a casa! Despierta! El polica se qued cortado. Estaban muertos! Resultaron ser Dynamite Joe Brooks y Edward Harmening, un polica rural del distrito.
Brooks haba sido herido seis veces y Harmening cuatro. Se asegur que ambos haban tomado parte en el contrabando de licores afiliados a la banda de Ralph Sheldon. Es evidente que fueron llevados de viaje en automvil; pero quin cometi el crimen no lleg a saberse. Los rumores del hampa atribuyeron su asesinato a McErlane y Saltis. ste fue el segundo caso de venganza entre Sheldon y Saltis. El polaco Joe le llevaba tres muertos de ventaja a su rival.

No conforme con esto, Sheldon recibi una advertencia adicional y ms impresionante. El polaco Joe les iba a demostrar a los de Sheldon que no se poda jugar con l. En abril de 1926, John Tucillo y Frank De Laurentis Lucillo era cuado de Diamond Joe Esposito, dos de los ms activos agentes de Sheldon en el
comercio de la cerveza, fueron llevados de viaje en su propio automvil. A la maana siguiente, cuando Sheldon sala de su casa, se encontr el coche frente a la puerta con los dos hombres

dentro acribillados a balazos. Y el crimen fue igualmente atribuido a Saltis y McErlane.

Aun cuando Saltis, Lefty Koncil, Big Ed Herbert y Dingbat Oberta escaparon al castigo legal por el asesinato de Mitters Foley, todava quedaba pendiente la cuestin con otro tribunal: all donde no llegaba la ley, el hampa haca uso de la suya. Ralph Sheldon comprendi que haba llegado la hora de dar al polaco Joe su merecido. Lefty Koncil y Charles (Big Hayes) Hrubeck rodaban hacia su casa por la medianoche de la Avenida South Oshlan, desierta y sombreada por bloques de fbricas y almacenes. Al acercarse a la Calle Treinta y Nueve un automvil se desliz como un fantasma a su paso y les detuvo. Koncil y Big Hayes saban lo que aquello significaba. La muerte haba llegado para ellos en limusine. Los detenidos saltaron de su coche y emprendieron la fuga. En la acera surgieron ahora dos hombres armados, uno de ametralladora y el otro de escopeta, y las descargas cayeron sobre los fugitivos. Big Hayes cay muerto a pocos pasos. Koncil sigui huyendo. Los dos hombres lo persiguieron. En la carrera la ametralladora sigui ladrando, y la escopeta repeta la carga y la descarga. Koncil qued tendido. Luego se levant y reanud la fuga. Las balas silbaban sobre su cabeza, sacaban chispas en las aceras y rebotaban en las paredes. De nuevo volvi a caer y de nuevo se levant, esta vez menos rpidamente. Comenz a vacilar; las fuerzas le abandonaban. Se lanz a un espacio abierto junto a las vas del tren. Sus perseguidores, pisndole los talones, le perdieron de vista. La fuga todava pareca posible. Koncil trep al muro del ferrocarril agarrndose a los arbustos. En lo alto permaneci un momento destacado en negro contra el cielo vagamente iluminado por las luces de la ciudad. Ningn tirador errara el blanco. Una nueva descarga de la ametralladora y Koncil levant sus brazos al cielo para desplomarse sobre la va frrea. Mitters Foley poda descansar en paz. Joe Saltis, un tanto duro de mollera, segn la calificacin del capitn de polica John Stege, qued abrumado al saber que tambin sus enemigos saban aplicar sus recursos. El asesinato de estos dos hombres fue una leccin para l. Despus de la tragedia se mantuvo apartado, y pasado un ao se retir del negocio con una fortuna de varios millones. Compr una hacienda en Half Moon Lake (Wisconsin), y all vivi en compaa de su esposa y cuatro hijos, como un viejo propietario de novela, jugando al golf en sus propios dominios, pescando, dedicndose a la caza y al yate y disfrutando gozosamente de la vida. Los espectros de Mitters Foley y otros espectros procedentes de su deuda con Ralph Sheldon no perturbaban su sueo y el ricachn pareca haber olvidado sus das de penuria como dueo de la taberna de Joliet. El judo Ben Newark estaba asociado, segn se descubri despus de su muerte, con Ralph Sheldon en el negocio de cerveza, y si tomamos en cuenta el oficio, puede decirse que vivi largo tiempo. Detective varios aos en la ciudad, se hizo famoso, no como aclarador de misterios, sino como maestro en el arte de la celada. Fue jefe de investigacin durante un ao en el departamento del fiscal Crowe, y al ser despedido se mand construir una casa de setenta y cinco mil dlares. Se dijo que haba hecho frustrar la causa contra Nails Morton e Hirachie Miller por el asesinato de un polica. Se le acus de haber fraguado un testimonio que impidi la investigacin de un crculo de prostitucin. Se le mand a la crcel acusado de haber intervenido con el jurado que absolvi al gobernador Small. Este mismo gobernador le nombr oficial de la polica de Illinois, de cuyo cargo fue destituido tras repetidas demandas hechas en el Senado local. Se dijo que haba tenido parte en el sindicato de las mquinas tragaperras,

dispuesto de ciertos bonos robados y tratando de imponer un 25 por 100 sobre las ganancias a una banda de jugadores afortunados, a cambio de proteccin. Arrestado como director de una sociedad de falsificadores, que inundaron el pas con sellos de la guerra, cuyo valor alcanzaba seguramente millones, se dijo que haba delatado a otros para salvarse a s mismo, y su causa fue anulada, mientras que sus asociados acabaron en presidio. Corra la historia de que cierto ratero que haba cometido una fechora por orden de Newark se present a reclamar su paga al ser liberado de la prisin, y que ste le pag con un dlar. Se dijo que este episodio haba sido la causa de que Ralph Sheldon rompiera con Newark. Durante los ltimos meses de su vida este hombre enigmtico, a quien el mundo de la ley y de la ilegalidad imputaban tantas infamias y traiciones, anduvo escoltado por pistoleros, y por tierras del hampa cundi un rumor que deca que, al fin, el judo Ben haba recibido malas noticias. Newark cay abatido una noche junto a su cama por la bala de un asesino que dispar a travs de la ventana, en su casa de la Avenida Merril. Se rumore que Capone, por razones de su incumbencia, haba ordenado la ejecucin. George y varios amigos y amigas suyas entraron una noche en el caf Granada,
dispuestos a pasar un rato alegre en este vistoso lugar frecuentado por las bandas del sur y situa do en la Avenida de Cottage Grove. La orquesta de Guy Lombardo, famosa entre los oyentes de radio del pas, tocaba all todas las noches, y los parroquianos danzaban a sus notas. Stubby McGovern y Gunner McPadden, acompaados de dos mujeres, se presentaron pasada la medianoche, y tomaron asiento junto a una mesa de la entrada. Estos hombres, fieles a Sheldon, haban matado recientemente a Willie Barret y herido a Bubs Quinlan, ambos amigos de Maloney. Maloney los vio entrar, pero ellos no le vieron a l.

Las mesas estaban casi todas atestadas. Aqu y all se vean grupos en traje de etiqueta. Las mujeres, con los labios encendidos por el rougey las mejillas
embadurnadas, fumaban cigarrillos y sorban helados entre palmeras artificiales. El rumor de las palabras llegaba hasta el techo. Cuando la orquesta de Lombardo acometi una pieza bailable, Maloney se levant con un aire casual. Perdonen un momento! dijo a sus acompaantes.

Se desliz rpidamente por entre las mesas y se dirigi hacia sus enemigos. McGovern estaba de espaldas a l. McPadden, sentado en el lado opuesto, tena los ojos en el saln de baile y comenzaba a acompaar las notas con el pie. Cuatro disparos sucesivos paralizaron la msica y la danza. Se hizo el silencio, que rompi el grito de una mujer. El pblico se agolp a las puertas. El saln qued pronto vaco. Maloney sali framente al exterior con el revlver humeando en la mano. McGovern y McPadden estaban todava en sus asientos. La cabeza de McGovern descansaba en sus brazos sobre la mesa. McPadden permaneca erguido, con la barbilla hundida en el pecho. Se les confundira con dos juerguistas rendidos por el vino. Ambos haban muerto instantneamente. Este asunto se hizo famoso como crimen radiado en Chicago. Familias que se hallaban a mil millas de distancia, puede decirse que presenciaron el crimen. Pero nadie sospech que fuera tal. Los disparos de Maloney sonaron como notas destacadas en el tambor de la orquesta. Los que oyeron a distancia los cuatro tiros que fra y deliberadamente pusieron fin a la vida de dos hombres los interpretaron como parte de la msica de Lombardo.

4.

El frente occidental

Un anciano recita un poema en la sala de un caf de Cicero. Desenlace final: seis hombres asesinados. Ese poema pensarn ustedes debi de ser de un forajido

poeta de aliento entrecortado, y se lo figurarn montado en brioso corcel con la brida entre los dientes y un revlver de seis tiros en cada mano. Seis marcas en la culata del revlver eran un haber bastante considerable para un bandido del Oeste en los viejos tiempos, y un poema con cementerio propio en Boot-Hill debi de haber sido el terror sobrehumanamente versificado.

Pero los crmenes atribuidos a esta balada homicida, as como las hazaas de algunos famosos bandidos del Oeste, pueden haber sido exageradas. La extraa leyenda no es, sin embargo, completamente apcrifa. De cierto sabemos que el poema ocasion una muerte, y existen ciertos indicios que llevan a creer que pudo haber dado lugar tambin a las otras cinco. Dueos de cafs de Cicero, policas y otros jueces similares, competentes en la apreciacin de las excelencias poticas, dijeron, en su modo borroso de decir, que el poema era infernal. Pero esta calificacin de la ms alta crtica no hay que tomarla como definitiva. Klondike y Myles ODonnell, entre los ms eficaces pistoleros de por all, dijeron que era un
poema de altura. As que ah tienen ustedes. Caso extrao, estos fatales versos tomaron su ttulo de las memorias judiciales de Cicero.

William Vercoe haba sido un comerciante afortunado antes de que el alcohol lo empujara a la miseria. Cuando se pona contento gustaba de entretener al pblico de

los cafs con recitaciones que dominaba como un veterano de las tablas, dndoles una entonacin dramtica. Tena en su repertorio un nmero de declamaciones que erizaban el aire con su grandilocuencia melodramtica; pero su obra maestra era The Face in the Barroom Floor. Si su auditorio estaba sazonado por el licor, esto dara motivo para provocar lgrimas. Como animador de caf tena mucho xito y ganaba muchas copas gratis. Haba llegado a los sesenta y tena el pelo blanco. La taberna de La Fonda de Pony, propiedad de Harry Madigan, en Cicero, se hallaba atestada de hombres una noche, cuando el viejo Vercoe sali al medio del saln y comenz una de sus recitaciones. Era un largo poema cada una de cuyas estrofas terminaba en el impresionante clmax de un ritornelo, que deca imperativamente: Cobarde! Esto ocurra de tal modo que cada vez que Vercoe pronunciaba la palabra cobarde apuntaba teatralmente con el dedo hacia Billy Cliford, que se hallaba tomando whisky frente a l, en compaa de su amigo Mike Biley. El viejo no conoca a Billy Cliford, y sealaba hacia l tan slo porque le cuadraba segn su posicin. Si cualquier otro se hallara en su lnea de fuego dramtico, igualmente hubiera sealado hacia l. Pero Billy Cliford sospech que Vercoe tena el propsito malicioso de insultarle, y cuando la palabra cobarde fue repetida cinco o seis veces, mont en clera y derrib al anciano de un balazo. Este fue el primer asesinato de la serie poemtica.

Billy Cliford, Mike Riley, Cy Ceawley y Tom McElligott eran conocidos por Los Cuatro Jinetes. Acaso les viniera mejor el nombre de las Cuatro Hienas. Cuando el len terminaba su matanza, ellos caan vorazmente sobre las sobras del festn. El hampa los consideraba despectivamente como raterillos, bribones y atracadores. Tenan juegos de dados, prostbulos y otros negocios por el estilo, estando siempre dispuestos a enfangarse en cualquier asunto, por pequeo que fuera, con tal de araar un cntimo. Se hallaban ligeramente en contacto con Bubs Quinlan en el contrabando de ron en el rea de Stockyards, y se deca que rozaban el edificio sagrado de Klondike y Myles ODonnell en el territorio cervecero del oeste. Habiendo logrado ingresar en la Asociacin de Propietarios de Garajes del Medio Oeste, formada por Dave Ablin para fines criminales, Clifford y Riley entraron en un garaje del lado norte cuyo dueo se haba negado a pagar tributo y atacaron injustificablemente a cuatro empleados que se hallaban en su servicio nocturno. Despus de haber dejado sin sentido a tres de ellos el otro, Elmer Sperry, aguardando su turno, el polica Walter Hoder, que vio la conmocin a travs de la
ventana, entr a contenerlos. Dispararon cinco veces contra l y lo dieron por muerto.

La noche siguiente volvieron a presentarse en el garaje con la intencin de

matar a Sperry, que poda servir de testigo contra ellos, mas Sperry se haba dado prisa en abandonar su empleo. Los forajidos se encontraron a Delber Pratt en su trabajo y, confundindolo con Sperry, lo mataron. Despus de estos crmenes tan evidentes, Clifford y Riley, junto con George Barker, que les haba servido de centinela, huyeron de la ciudad, pero fueron detenidos en San Francisco. Llevados ante el Tribunal, Hoder, repuesto ya de sus heridas y amenazado de muerte si los descubra, se neg a identificarlos, y los criminales fueron absueltos. El perjurio de Hoder era tan evidente, que fue enviado a la crcel. Despus del juicio, secuestraron, robaron e hirieron a Dave Ablin, crimen que tambin les atribuy la polica. Cuando dos meses ms tarde sali Ablin del hospital, se encontr a Clifford y Riley al frente de la Asociacin de Garajistas, y no tuvo inconveniente en dejar en sus manos cualquier inters que pudiera quedarle en la Asociacin que l mismo haba fundado. Pero volvamos al poema. Klondike y Myles ODonnell, barones cerveceros, pistoleros y jefes de una banda de los mismos, haban sido grandes amigos de Vercoe. Se haban pasado muchas noches agradables escuchando las recitaciones del viejo, sintiendo hacia l una generosa solicitud y tomndolo bajo su proteccin. Por consiguiente, result que Vercoe no era el pobre diablo desamparado que Clifford haba supuesto, y que este joven criminal, segn pudiera colegirse, cometi un grave error en matarle. Das despus del asesinato, el polica George Price, de las fuerzas de Cicero, haciendo su recorrido del amanecer, vio un automvil que doblaba por un callejn y se paraba al fondo del caf de Capone, El Barco. Esto despert sus sospechas y entr
en el callejn a investigar. Al aproximarse, dos hombres saltaron del coche y emprendieron la fuga a travs del solar. El polica les hizo varios disparos, pero no logr alcanzarlos. En el automvil encontr los cadveres de Clifford y Riley, con las cabezas en el suelo y las piernas so bre el asiento posterior como si hubieran sido abandonados all atropelladamente. La sangre de sus heridas estaba seca, y segn el certificado forense llevaban cuarenta y ocho horas muertos.

La polica sospech que el crimen tena sus races en el hecho de haberse entremetido las vctimas en los intereses cerveceros de los dos ODonnell; pero los rumores del hampa lo atribuyeron a un acto de venganza por el asesinato de Vercoe. Si esto era cierto, el poema macabro tena ya tres puntos en su haber. Poco despus Tom McElligot apareci muerto misteriosamente en el cuarto de aseo del caf de Staley, en el Loop. Cuatro puntos al poema, si es que miramos as las cosas. La polica atribuy el crimen a los ODonnell. Al cabo de una semana Cy Cawley y Ed Westcott fueron hallados muertos en un suburbio del oeste. Haban sido secuestrados, llevados de viaje en automvil y lanzados, muertos, a la calle. Los asesinos les dejaron una moneda de cinco centavos en cada mano en testimonio de la opinin que el hampa tena de ellos, es decir, la de que eran unos rateros de mano corta. Los Cuatro Jinetes estaban criando malvas al otro lado. Los cascos de sus caballos no volveran a galopar nunca ms en tropel por la ciudad. Las cuatro vidas se evaporaron de la Tierra dentro del mes siguiente al asesinato de Vercoe, y uno de sus compaeros de correras fue muerto por razones preventivas. Seis blancos seguidos a favor del poema, si ustedes prefieren. Con la muerte de Vercoe, Clifford, Riley, Cawley, McElligott y Westcott qued cerrada la cuenta criminal de las espeluznantes rimas. Klondike y Myles ODonnell eran personajes influyentes y poderosos en la parte occidental de Chicago y en Cicero. Graduados en la antigua banda que Paddy el Oso capitane en un tiempo, eran veteranos de la carrera criminal, y desde el principio
amagaron el podero TorrioCapone con un arrojo que pareca pronosticar su destruccin. Veterano de la Gran Guerra, Klondike ODonnell haba alcanzado, mantenindose lejos de las

balas, los treinta aos de edad, considerados como la duracin normal de un gngster. Tena treinta y uno cuando el nivel moral de Cicero alcanz su clmax rojo. Myles ODonnell era ocho aos menor de edad, pero igual de temerario.

Eddie Tancl, perro de presa de Cicero, haba sido un boxeador toda su vida. De joven tom parte en las competencias pugilsticas para aficionados en el Club Atltico de Chicago, que contaba entre sus afiliados a las primeras personalidades del comercio y de la alta sociedad. Entr luego en el pugilismo profesional, se bati con los boxeadores de primera fila, gan fama en toda la nacin y fue considerado como un gran aspirante a la corona de peso ligero. Era notable, sobre todo, por su irrefrenable acometida y por la efectividad decisiva de sus puetazos. Despus de un encuentro con Young Greenmerg, en el cual ste result muerto, se retir del pugilismo y abri un caf en la Avenida Blue Island, patrocinado por la terrible banda llamada del Valle, y a veces impregnado por el punzante aroma de la plvora. Luego se mud a Cicero, estableciendo all el caf de Hawthorn Park, lugar floreciente que comprenda tambin cabaret y casa de juego. Humdinger Phil Corrigan y Joey Brooks fueron sorprendidos en el acto de prender la mecha de una carga de dinamita debajo del caf de Tancl, y poco despus fue hallado muerto el primero, al parecer vctima de la venganza. Por la fecha en que Torrio y Capone invadieron Cicero, Tancl era una autoridad all; el hampa obedeca sus rdenes y la polica saltaba cuando el perro de presa mostraba los colmillos. Su cerveza la compraba a los ODonnell, y desde el comienzo dej ver su desprecio hacia Cara Cortada. Lejos de ser Capone el que intimidaba
a Tancl era Tancl el que intimidaba a Capone, y los pistoleros del ltimo dejaron completamente tranquilo al viejo pugilista.

Pero Tancl no tena favoritos, y cuando los ODonnell le metieron unos cuantos barriles de cerveza alterada en vez de mandrsela legtima, rompi framente con ellos y rehus continuar las relaciones comerciales. Los argumentos y explicaciones de ODonnell cayeron en saco roto; sus amenazas no surtieron efecto, y cuando, finalmente, recibi el ultimtum de cerrar su comercio y salir de Chicago, so pena de muerte, Tancl permaneci impasible. Y, finalmente, al abandonar la ciudad, lo hizo en su atad habiendo muerto sobre el terreno. Los ODonnell, slo para colgarle un sambenito, haban concertado una tregua con Tancl. En noviembre de 1924, a eso de medianoche, entraron en el caf de Hawthorn Park Myles ODonnell y James Doherty, su fiero y fiel aliado. Se hallaban en estado de jovialidad, y despus de pasar varias horas bebiendo en el bar se retiraron. A las seis de la maana siguiente, que era domingo, regresaron borrachos y ceudos. Se sentaron a una mesa y all estuvieron comiendo y bebiendo hasta las once. Tancl, su esposa, Leo Klimas, Mayne McClain, el dueo del bar, y Martin Simet, el mozo, eran los nicos presentes en el caf. Las campanas repicaban sobre la ciudad, llenando el aire con melodas de paz, y por la calle pasaban alegremente los fieles hacia la iglesia. Al pedir la cuenta, ODonnell y Doherty se asombraron de la suma y se revolvieron contra Simet. Tancl, con una servilleta sobre la pechera, se les acerc con intencin de calmarlos. Qu pasa? pregunt. Este mozo que es un ladrn gru ODonnell. Esto es como darle a uno el alto. ODonnell atac al camarero. Tancl se interpuso entre ellos y empuj rudamente a ODonnell hacia atrs. ODonnell tir de su revlver, y Tancl tir del suyo. Ambos dispararon casi al mismo tiempo y a quemarropa. Doherty sac tambin su revlver y comenz a disparar. Simet cay sobre Doherty, tratando de desarmarlo. Una bala de Doherty hiri al mozo en la cabeza. Klimas se uni a la refriega. ODonnell le meti una bala en el pecho, y Klimas fue a caer detrs del

mostrador, muerto. Disparando a quemarropa uno contra otro, Tancl y ODonnell cayeron derribados. De nuevo se levantaron y continuaron la lucha, hasta que vaciaron las armas. Con cuatro balas en el cuerpo, ODonnell se tir a la calle, seguido de Doherty, cuyo revlver estaba tambin vaco. Fuera se separaron, siguiendo direcciones opuestas. Entrando en el bar, Tancl sac otro revlver de un cajn y se lanz en su persecucin. Cuando sali a la acera ODonnell se hallaba a media manzana de distancia. ODonnell era quien haba disparado contra l, y Tancl buscaba venganza. Cinco veces dispar contra el enemigo, que hua con todas sus fuerzas, y otras tantas err la puntera. No era extrao. Tancl perda sangre y fuerzas. Pero ardiendo en clera vengativa y sostenido por su gran fortaleza fsica, que lo haba hecho tan temible como pugilista, Tancl persisti tenazmente en la caza. Alcanz a ODonnell a dos manzanas de distancia, bajo un viaducto de ferrocarril, y le tir su revlver vaco a la cabeza. ODonnell cay. Vacilando de cansancio y por la prdida de sangre, pero todava ciego de clera, Tancl cay tambin al suelo. El uno muriendo y el otro herido de muerte, los dos hombres mordan el polvo, desvalidos a dos pies de distancia, lanzndose maldiciones mutuamente. Simet apareci resollando. Mtalo! grit Tancl; l me ha matado a m. Y expir. Simet, desarmado, hizo lo que pudo por realizar la venganza que representaba la ltima voluntad de su jefe. Salt sobre ODonnell con pies y manos hasta dejarlo sin sentido. Entretanto Doherty, gravemente herido tambin, prosegua penosamente su fuga tropezando por calles y callejones. La polica lo sigui, durante ms de una milla, rastrendolo por la sangre, que dejaba una roja y tortuosa senda tras l. Las manchas indicaban dnde haba cado. Sus huellas digitales rojas quedaban aqu y all a lo largo de su curso sinuoso en los portales donde haba tratado de refugiarse. Las escaleras del hospital, adonde haba llegado finalmente, estaban salpicadas de su sangre. Tanto Doherty como ODonnell fluctuaron entre la vida y la muerte durante semanas, pero la vida venci al fin. Paddy el Oso gobern con mano de hierro durante aos sobre el Valle. Bajo de estatura, de
nariz aplastada, colorado y tan lleno de grasa que caminaba anadeando, Paddy el Oso, con toda su obesidad, era un hombre slido, de doscientas libras de peso, dotado de una vitalidad brutal y un extraordinario vigor para la lucha. Ninguna otra banda de Chicago era ms fra, audaz, ni tena una historia de crmenes ms negra que la que renda obediencia a este hombre. Fanfarrn, obscenamente blasfemo, colrico y propenso a los arrebatos, era un tipo de una voluntad indomable y de un valor sin lmites.

Tena un caf pringoso en la Calle Halsted, el suelo cubierto de serrn, un astroso y viejo tugurio con mesas desvencijadas, bancos de madera mugrientos y las paredes ahumadas cubiertas con los retratos de John L. Sullivan, Kilrain y una constelacin de famosos pgiles de otros tiempos, todos con ropa de combate. Aqu, con un sucio delantal amarrado a la cintura, tena Paddy el Oso su reino,
venda su bebida, pronunciaba sus ultimtum e intimidaba a sus gngsters. Paddy el Oso era un dictador absoluto, y durante su largo y glorioso reinado ninguna fuerza surgi para desafiar su autoridad o usurpar su dominio.

El Valle era una depresin uniforme y aislada que se explanaba al oeste del ro. Era un lugar tenebroso, poblado de almacenes decrpitos, chozas desvencijadas, casas de vecindad, tiendas y cafs, lleno de emanaciones pestilentes y cosido al ro por infinidad de vas frreas. Las mujeres iban a la plaza tocadas de pauelos o gorros; los granujas ratoneaban por las escalinatas y las cabras domsticas pastaban entre montones de basura y latas de conserva. El Valle tena mala fama. Los criminales buscaban refugio en sus madrigueras; all

se mataba a los policas, y el forastero que pasara sus fronteras con algn dinero en el bolsillo poda considerarse dichoso si regresaba con la camisa sobre el cuerpo. Paddy el Oso parti una hermosa maana para el Juzgado de la Calle Desplainnes, a
responder a la acusacin de haber recibido ciertas mercancas robadas. Hubiera llegado con los ojos vendados. Mil veces antes, por tal o cual crimen, por esta o la otra acusacin, haba recorrido el mismo camino hacia el mismo tribunal. Anadeaba animosamente a lo largo de la Avenida de Blue Island, pensando en algn recurso ingenioso que le permitiera salir del enredo, cuando de pronto, al cruzar un callejn a media manzana de su caf, un hombrecillo esculido surgi de detrs de un bidn de ceniza y dispar contra l. Paddy el Oso gir sobre s mismo y fue a dar sobre los guijarros de la calle. En ese momento el esqueltico y zancudo pigmeo salt sobre el Oso y le meti cuatro balas ms en el cuerpo. Paddy el Oso fue llevado al hospital casi agonizando. S, s dijo Paddy a un viejo amigo suyo que se hallaba junto a la camilla; yo s quin me hiri. Pero jams he credo que el Enano tuviera valor para hacerlo. Con aquellas palabras Paddy el Oso estuvo a punto de romper la inviolable ley del secreto del hampa. Pero advirti a tiempo su desliz y no aadi ms. Cuando la polica vino a tomarle declaracin permaneci callado, se volvi hacia la pared y se fue para siempre con el secreto de la identidad de su verdugo. El asesino de el Oso qued en los registros policiales como un misterio irresoluble ms.

Pero no hay duda de que el Valle conoca al asesino. En sus confines no haba ms que un hombre conocido por el Enano, y ese hombre era Walter Quinlan. Y el Valle
saba tambin qu motivos haba tenido ste para matar a el Oso. Mientras Red Kruger, amigo de Quinlan y camarada ntimo de Paddy, se hallaba actuando en Joliet, el Enano empez a tener relaciones con su esposa. Este descaro encoleriz a el Oso. Su cdigo de honor no era muy refinado ni puntilloso, pero robar la esposa de un amigo era cosa que no caba en l. As, cuando el Enano entr en su caf a tomar el acostumbrado vaso de cerveza, como haba hecho durante aos, Paddy el Oso descarg las ms feas maldiciones de su repertorio, lo derrib de un puetazo, le ayud a levantarse, volvi a derribarlo y lo lanz a la calle, lleno de cardenales, con la punta de su enorme zapato. Despus de esto, cada vez que Paddy se topaba con el Enano en la calle o en algn caf le haca sentir el peso de sus puos. El Oso no tena misericordia para el impdico que haba roto el hogar de un amigo. El Enano fue a presidio, aunque no por el asesinato de el Oso; y cuando sali, la prohibicin haba generado un ro de oro para toda clase de criminales. El Enano abri un caf en la Calle Diecisiete, esquina a Loomis, en las fronteras del

Valle, y se enriqueci a fuerza de contrabando de licores y otros negocios infames. Su establecimiento era un lugar de cita para gngsters y pistoleros, y paradero favorito para Klondike y Myles ODonnell, nacidos para el Valle y habituados a sus costumbres. En una ocasin la polica registr el local y se encontraron diez chalecos antibalas, dos ametralladoras y una docena de pistolas automticas detrs del mostrador. Tal era el caf de el Enano. A la muerte de Paddy el Oso subi al trono del Valle Terry Druggan. Pero el Valle era un
campo muy limitado para las ambiciones de Terry Druggan, de modo que no tard en extender sus actividades ms all de sus fronteras. Druggan era un genio subterrneo. Se haca invisible para la polica y las autoridades federales, se hallaba constantemente ocupado en actividades clandestinas, y antes de que nadie, fuera de su crculo, se diera cuenta, levantaba una empresa ilegal de proporciones enormes. Chicago no oy hablar de este joven escurridizo y sutil hasta que sus millones, procedentes del comercio de cerveza, y su media docena de cafs le elevaron a la fama.

Haba aprendido a comerciar con Torrio y, en menor escala, duplic sus xitos. Enriquecido, Druggan compr una magnfica residencia en Lake Zurich y una hacienda en Florida. En su casa de Lake Zurich, este hijo del hampa, cuyos sueos de pilluelo en el Valle no haban pasado de unas pocas monedas diarias y un techo sobre su cabeza, llevaba una vida de prncipe, rodeado de lacayos, una docena de automviles en su garaje, piscina artificial, campo de tenis, terrenos de golf, granjas con luz elctrica, ganado que produca leche y otros animales ocultos entre la hierba siempre lozana de sus regados. Sus cuadras estaban llenas de

caballos de pura raza, que muchas veces llevaban victoriosamente sus colores en las carreras de Chicago, hasta que fue expulsado por emplear el soborno y provocar una algarada durante una competicin. Frank Lake, que haba crecido con Druggan en el Valle, le secund en todas sus empresas. Druggan y Lake no slo eran socios de operaciones, sino compaeros inseparables. Hombro con hombro subieron a la fortuna y hombro con hombro fueron a la crcel. Habiendo sido sentenciados a un ao de prisin por el juez federal, James Wilkerson, por haberse negado a responder ante el Tribunal a las preguntas acerca de sus negocios, Druggan y Lake apelaron al presidente Calvin Coolidge. Pero el presidente se neg a intervenir en el asunto y los dos gngsters fueron a la crcel de Chicago. En este tiempo, Druggan y Lake formaron el centro de un escndalo que envolvi al sheriff Peter Hoffman y al alcaide Wesley Westbrook en graves delitos. Mientras se supona que los jvenes millonarios se hallaban encerrados entre los fros muros de la prisin, tomaban el sol y respiraban la brisa del lago en sus poderosos automviles, asistan a las juergas de los cafs o se pasaban las noches agradablemente entre sus amigos. Siempre que lo deseaba, que era casi todos los das, Druggan visitaba a su prometida en la calzada de Lake Shore. Si el seor Lake quera salir de paseo o el seor Druggan tena que visitar a su dentista o hacer alguna compra en los departamentos comerciales de la Calle State, el alcaide les proporcionaba una escolta digna de su riqueza y posicin social. Habiendo convertido su calabozo en oficina, Lake y Druggan sostenan conferencias diarias con sus gngsters y dirigan desde all sus operaciones ilcitas. Por este notable privilegio, Druggan reparti en sobornos, segn testimonio posterior, ms de veinte mil dlares. Al surgir, finalmente, el escndalo, el sheriff
Hoffman y el alcaide Westbrook fueron llevados ante el tribunal. Cualquier persona poco versada en leyes pudiera suponer que estos funcionarios haban incurrido en grave prevaricacin; sin embargo, parece que slo violaron la etiqueta y no los estatutos, de modo que fueron condenados, por faltas al tribunal, a noventa das de arresto, pasando tres agradables meses en la crcel que ellos mismos haban gobernado. Ambos eran, segn se dijo, personas honorables, tenidas en alta estima por el pblico, de historia intachable. Hoffman haba sido mdico forense durante aos antes de ser elegido sheriff, y Westbrook haba sido capitn de polica. Chicago pareci olvidar sus transgresiones, considerando el aprieto en que se haban metido como una broma. Al morir Paddy el Oso dej un hijo pequeo, conocido en el Valle por Paddy el Osezno. El joven, todava con pantaln corto, era un retoo vigoroso, y las mujeres que le vean jugando a las bolas sobre la acera o haciendo girar la peonza solan decir con orgullo:

Acaso algn anciano mentaba su nombre alguna vez entre vapores de alcohol o urda un cuento en torno suyo mientras chupaba de su pipa, acurrucado en el hogar en invierno. Pero ah paraba todo. Paddy el Oso se haba desvanecido en las sombras del pasado. Pero Paddy el Osezno no lo olvid jams. En el fondo de su corazn guardaba siempre la imagen de su padre, junto con un acendrado rencor hacia el hombre que le haba quitado la vida. Camino de la escuela, el joven senta encenderse en clera al ver al Enano parado a la puerta de su caf, sonriente, prspero, dichoso y bien vestido. De este modo transcurrieron los aos. Una noche se hallaba el Enano en su taberna, repantigado entre sus amigos Klondike y Myles ODonnell, Fur Sammons y otros de la misma calaa, llenando el aire de risas y palabras y echando combustible lquido a las calderas de sus corazones. En ese momento, un joven sereno, de ojos azules y rostro plido, entr por una puerta lateral. Sin pronunciar una palabra avanz hacia el Enano, que se hallaba cloqueando un chiste, y dispar contra l a quemarropa. Al verlo en el suelo, salt sobre el herido y lo remat con cuatro balas ms. Fue en un abrir y cerrar de ojos. El joven sigui entonces su camino, saliendo por el lado opuesto. Paddy el Oso quedaba vengado por su propia sangre. Paddy el Osezno haba crecido.

Vaya, si es el propio retrato de su padre! El recuerdo de Paddy el Oso pronto comenz a desvanecerse en sus viejos dominios.

5. El nio del coro


Era un nio precioso, regordete, rosado y de ojos azules. Cuando suba al coro de la catedral del Santo Nombre, con su sotana negra y su blanca sobrepelliz, pareca un verdadero querube. Las damas de la congregacin le distinguan de los dems coristas diciendo: Qu hermoso nio, si parece un ngel! Al elevar los himnos en su voz de tiple le brillaba el rostro de fervor religioso, como si su corazn se diluyera en ese canto. Nada ms gozoso para l que cantar en las procesiones solemnes, cuando el sacerdote llevaba el Santo Sacramento entre las altas cruces, los brillantes ciriales y los incensarios de los monaguillos que llenaban las bvedas del templo con el dulce y aromtico humo de los inciensos. Desde el coro contemplaba a los sacerdotes en sus oficios sagrados ante el altar majestuoso del santuario, y el ti-ln-ti-ln de la campanilla lo llenaba de exaltacin espiritual. Si alguna vez hubo un nio devoto era ste, versado en el catecismo, puntual a la misa temprana, persignndose con los dedos humedecidos de agua bendita y arrodillndose reverentemente para la oracin. El padre OBrien sola alabar su devocin con palmaditas en la cabeza, lo cual le sonrojaba y enorgulleca. Las fieles le
tenan gran afecto, soando que este ngel piadoso con el tiempo consagrara su vida al sacerdocio. Este chico dcil y religioso, que durante cuatro aos cant en el coro de la catedral del Santo Nombre, se llamaba Charles Dion OBannion. Pero ya entonces se le conoca por Dean OBannion, y durante su vida nadie lo llam de otro modo.

Dean OBannion se cri en el Little Hell, al lado norte, rodeado de miseria, lugar infame situado en la frontera de la colonia italiana centrada en las Esquinas de la Muerte, donde haban sido asesinados ms de ciento sesenta hombres, y donde las paredes estaban desconchadas por las balas. Fue a la escuela, jug con los granujillas en la calle y vendi peridicos en el Loop. Dadas las malas influencias que le cean, no es extrao que con el tiempo olvidara las buenas enseanzas de la iglesia, de modo que de chico bueno pas a adulto malo. Muchos de sus descarriados compaeros de niez, al endurecerlos el tiempo fueron a engrosar la antigua banda de la Calle Market, famosa por sus correras en el barrio de la Calle Orleans y al norte del ro; as que Dean OBannion pas a sus filas por una especie de revolucin natural. Antes de llegar a los veinte entr de dependiente en un caf de McGovern, en la Calle Clark, esquina a Erie, en el corazn del barrio norte, adonde concurran hombres y mujeres de la Luz Roja, llenando el aire con la msica de sus francachelas. Aqu, por algn tiempo, sirvi cerveza y cant baladas sentimentales, acompaado al piano, ganando el aplauso de rufianes y borrachines. Los parroquianos le llamaban Gimpy OBannion: cojeaba un poco; el accidente de un tranva le haba dejado algo imperfecta la pierna izquierda. Era un hombre inflamable, de poderosa musculatura, que montaba en clera a la menor provocacin y se mezclaba en toda clase de refriegas. En este centro de camorras se encontraba con todos los hampones y criminales, y la polica comenz a vigilarle. Pero el servir cerveza perdi su encanto y OBannion se dirigi a campos ms azarosos y lucrativos. Pronto lleg a ser un experto en el arte del asalto: saba escalar ventanas y volar cajas de caudales. La polica lo fich como ladrn declarado y peligroso, dispuesto a matar si llegaba la ocasin. En 1909 se le mand nueve meses a la celda por robo, y en 1911 se pas tres meses en la misma Bastilla por asalto. Fue denunciado por robo con Hymie Weiss y por asalto

para matar con Schemer Drucci, pero ambas causas fueron sobresedas. La polica lo sorprendi junto con otros en el acto de reventar una caja de caudales en el Edificio de Telgrafos. Poco despus fueron hallados muertos John Mahney y Charles Reaser, miembros de la banda, y OBannion, a quien se atribuyeron estos actos, logr escabullirse de la prisin. Cuando la prohibicin asom en el horizonte como un sol de oro que viniera a disipar la mugre y la miseria del hampa, transformando a los harapientos en millonarios, OBannion era un truhn perfecto, equipado de experiencia para la nueva oportunidad que la Ley Seca haba de brindar a un criminal de su tipo. Por entonces
hubiera podido guardar cuanto posea en un bolsillo del pantaln; pero el emprendedor espritu de OBannion no necesitaba nada para iniciarse en el juego del contrabando. Se rode de hombres tan temerarios como l Hymie Weiss, Bugs Moran, Schemer Drucci, Handsome Dan McCarthy, Louis Alterie, Maxie Eeisen y Frank Gussenberg y comenz a operar por cuenta propia. Los camiones de cerveza escoltados por pistoleros camiones de Torrio, de Capone, de Saltis, de los ODonnell del sur, de los ODonnell del oeste atronaban por la ciudad. Pero OBannion se rea del convoy, cayendo con sus secuaces sobre l, dispersando la escolta y huyendo con el botn. Sala al encuentro sin miedo y sin escrpulo, y amigos y enemigos eran medidos por el mismo rasero. Operando bajo la ensea negra del pirata, ningn terreno le estaba vedado, y a nadie ofreca cuartel. Saqueaba a Torrio y sus aliados exactamente igual que haca presa en bandos opuestos. Esta conducta despiadada no slo era indecorosa hasta para un bandido, sino que violaba los principios ms elementales del honor que ponen ciertos lmites vagos a la accin de los ladrones. No tard en dejarle aislado y sin amigos, cercado por los odios de quienes haba robado.

Las proezas de haber capturado un camin con una carga de whisky, por valor de treinta mil dlares, y un furgn de licor procedente del Canad, por valor de cien mil, eran actos de simple pillaje; pero OBannion mostr tambin verdadera habilidad
en el misterioso asunto del almacn de Sibley. El almacn de Sibley, en las cercanas del ghetto occidental, tena en depsito una cantidad de whisky de Kentucky, de la preguerra, por valor de un milln de dlares, cantidad suficiente para tentar a un operador autnomo. OBannion estudi el caso; pero a todas horas escoltado por la polica, el almacn se presentaba inexpugnable contra cualquier clase de violencia que pudiera utilizar. Pero al menos poda intentar un golpe de conspirador hbil, y as prepar los planes para un intento desesperado. Poco despus de ciertas prolongadas visitas hechas al almacn por un hombre ancho y de baja estatura, que caminaba defectuosamente y se paraba a hablar con los policas de la guardia, aparecieron por las noches flotas de camiones cargados de barriles que iban y volvan con la misma carga. Los habitantes del barrio, que presenciaron estos extraos procedimientos no podan comprender por qu los camiones pasaban cargados y regresaban en el mismo estado. Como siempre, los pelotones de policas continuaban prestando su servicio, lo que contribuy a mitigar las sospechas. Pero la curiosidad persista y se hizo inminente una investigacin. Los barriles del almacn estaban all, pero el whisky se haba evaporado: lo que haba en su lugar era agua. El milagro aparente que haba convertido el whisky en agua no era ningn enigma indescifrable, de modo que la conspiracin qued pronto al descubierto y como responsables aparecieron OBannion, diez de sus secuaces, cuatro detectives y los oficiales del almacn. Sin embargo, jams fue castigado ninguno de ellos. OBannion prosper con sus mtodos de asalto y robo, y Torrio vea su ascensin con inters y no sin cierta alarma. He aqu un hombre arrojado y emprendedor que no tema al Diablo, un bucanero arrasador que el mismo Torrio no poda menos de admirar. Torrio podra utilizar un hombre as. OBannion era tal vez demasiado audaz, un batallador demasiado violento y un poco falto de diplomacia. Pero sera capaz de llegar muy lejos bajo la sabia direccin de un jefe sereno y calculador. Torrio inici las negociaciones. OBannion correspondi a la cita, seguro de que con el poderoso Torrio de su parte su suerte estaba asegurada. Torrio lo asoci consigo en varias cerveceras, le facilit el licor necesario para cumplir sus compromisos y le nombr jefe inmediato de todo el territorio del norte, desde la Calle Madison hasta los confines de la ciudad. OBannion se encontr as, de pronto, por este inesperado soplo de fortuna, como una de las primeras figuras del sindicato de Torrio, caudillo entre los caudillos del contrabando. OBannion consolid su territorio septentrional, estableci relaciones con varios cientos de cafs, tabernas y drogueras, y sus camiones se hallaron pronto afanados en el abasteci miento del territorio sobre el que ejerca dominio absoluto. Cantidades fabulosas de dinero comenzaron a llegar a sus manos. El antiguo ladronzuelo haba alcanzado, al fin, la cima. Nada poda detener su ambiciosa carrera, ni interrumpir su marcha triunfal hacia la riqueza. Haba vencido.

Segn la apariencia externa, OBannion era ahora un cumplido caballero. Vesta sobria, pero elegantemente, trajes costosos que mandaba hacerse a docenas. Sus prendas camisas, corbatas, pauelos, medias, zapatos formaban un todo armnico. Nada de pedrera rutilante ni cosas por el estilo. Segn testimonio de uno de los suyos, jams se le vio llevar una camisa chillona, lo cual es, sin duda, un mrito a su favor. Se haba tornado afable, agradablemente conversador y risueo. Haba cobrado cierto aplomo, y tanto dinero le dio algn refinamiento. Se hallaba, pudiera decirse que en buen estado, un poco grueso, si bien gil y atltico, orgulloso de sus pequeas manos blancas, cuidadosamente arregladas, el pelo negro, el rostro lleno, totalmente afeitado, de expresin dura, pero alegre, y ojos azules y brillantes. El jefe de polica Morgan Collins atribua veinticinco crmenes por resolver, directa o indirectamente, a este exquisito criminal. Otros decan ocho. Sin embargo, OBannion jams fue arrestado por asesinato. Comenz a decaer en sus actividades y a disfrutar cmodamente de la vida. Compr una parte de los intereses en la casa de W. C. Schefield, dedicada a la venta de flores, en North State. Esto result un negocio excelente, y como florista oficial del hampa levant un inmenso y lucrativo mercado. Se cas con la seorita Viola Kaniff, una joven hermosa y bien educada, y estableci su residencia en la Avenida de Pine Grove. Bajo la direccin de un experto en esos asuntos, su casa fue arreglada de acuerdo con el mejor gusto, cada habitacin con su tono especial, en armona con los muebles, las alfombras y los tapices; y en las paredes, cuadros y dibujos de los mejores artistas. Tena buena mesa, invitaba a sus amigos y llevaba la vida de un gran seor, con su ayuda de cmara y sus lacayos que decan: S, seor, s, y Muy bien, seor, y Muchas gracias, seor, con los modales ms corteses de la escuela inglesa, asistindole con la reverencia que hubieran prestado a un lord. Como rbitro social del hampa, las innovaciones introducidas por OBannion eran sorprendentes. Antes, un ratero, un salteador o un rufin parecan lo que eran. Llevaban trajes pringosos, olan a crcel y caminaban como presidiarios. Poda imaginrselos gateando por una ventana a medianoche, acechando en la esquina de un callejn el paso de algn honrado burgus para dejar caer un trozo de caera en su cabeza. Si algunos de estos rufianes acertaban a arrimarse a alguna mesa superior, engullan como lobos hambrientos, trinchaban el alimento con los cuchillos, sorban ruidosamente la sopa y beban el agua de enjuagarse los dedos. Pero nada de esto ocurra bajo la dictadura de OBannion. OBannion se convirti en el cicerone y pionero de la nueva era del hampa. Visti a los gngsters de etiqueta y a sus esposas conforme a los patrones de Pars. Se les vea en los estrenos del teatro o de la pera. Coman en restaurantes de lujo entre plutcratas y aristcratas. Comentaban con voces moduladas la ltima obra dramtica o la primera artista de la pera: no haba quien pudiera distinguirlos del rico o del bien educado. Asistan a todas las reuniones, se portaban con soltura y correccin en la mesa, tan seguros de s mismos como si hubieran sido educados entre la ms distinguida sociedad. Y era seguro que el ms minucioso detalle formal o informal de estos figurines sera escrupulosamente correcto. OBannion no tena ms que una excentricidad sartorial: los dos bolsillos interiores de su traje, especialmente confeccionados, donde su par de pistolas automticas descansaban al alcance de su mano. Su bravura segua latiendo an por debajo de la pechera. Dos policas detuvieron un camin de cerveza de Torrio cierto da, en el lado occidental, y demandaron trescientos dlares del chfer para dejarle seguir. El chfer comunic con OBannion por telfono. Trescientos dlares para esos gorrones? dijo OBannion, encendido de clera Por
menos de la mitad los limpiar yo a ellos.

Pero ante la incertidumbre, el agente telefone a Torrio. Yo les mandar ese dinero dijo Torrio con calma.

En seguida les envi los trescientos dlares, y los policas soltaron una presa que vala cinco mil. Tal era la diferencia entre Torrio y OBannion. Un temperamento fro elev a Torrio al poder; la falta de serenidad hizo de OBannion, aun en sus mejores tiempos, no ms que un distinguido rufin. Hirschie Miller era un poltico influyente, posea una cadena de garitos y comenzaba a meter baza en el negocio cervecero. Pocos aos antes haba matado a los policas Pluck Mulcahy y Spike Hennesey, en el caf Beaux Arts,
cuando, segn su confesin, estos agentes le atacaron sin motivo al hallarse tomando unas copas en compaa de Nails Morton. Miller y Morton fueron absueltos del doble asesinato, so pretexto de autodefensa. Nails Morton, un gngster espectacular, con una distinguida ejecutoria blica, condecorado en Francia por su herosmo, muri de la cada de un caballo en Lincoln Park, yendo acompaado por OBannion, su amigo ntimo. Miller y OBannion continuaron unidos en buenos trminos hasta que Yankee Schwartz comenz los cotilleos entre ellos. Schwartz, que se haba peleado con Miller, le dijo a OBannion que Hirschie estaba celoso de su rivalidad industrial, y que tena el propsito de deshacerse de l. El cuento era falso, pero OBannion lo crey, despertando su clera.

OBannion se hallaba un da ante el teatro La Salle en compaa de Hymie Weiss y Yankee Schwartz, cuando Hirschie, Maxie y Dave Miller aparecieron entre el pblico que sala de la representacin. Dave haba sido pugilista, y ms tarde fue bien conocido como rbitro de peleas. Has odo eso? dijo Schwartz, tocando a OBannion con el codo, al tiempo que pasaban
los Miller.

El qu? dijo OBannion, que no haba odo nada. Dave Miller ha dicho que eres un... OBannion se encendi de ira ante el supuesto insulto y cay sobre Dave: Qu has querido decir? aull cogiendo a Miller por el brazo y hacindolo girar. Ni siquiera te haba visto dijo Miller Pero dejmoslo as. Si ste fuera un lugar a
propsito os barrera a los tres de un puetazo. Para luego es tarde! replic OBannion. Estoy enterado de vuestras tramas y no voy a dejarme coger.

Los Miller, ambos corpulentos, se irguieron. Sigue tu camino, Dean dijo Hirschie, dndole un ligero empelln; nosotros no andamos
buscando camorra.

OBannion tir de su pistola y dispar contra Dave, hirindolo en el vientre. Luego dispar contra Maxie, pero la bala dio en la hebilla del cinto, que le salv la vida. Dave Miller permaneci varias semanas en un hospital, y al principio se dud de poder salvarlo. Segn Hirschie, ninguno de los Miller estaba armado. OBannion fue arrestado, pero los Miller se negaron a acusarle. OBannion pareci avergonzado de su irascibilidad. Siento lo ocurrido dijo OBannion; no ha sido ms que un momento de obcecacin. John Duffy, obligado a huir de Filadelfia por la muerte de un polica, vino a Chicago y fue introducido en el hampa por Yankee Schwartz. Era un tipo fanfarrn, orgulloso de su fama de criminal, que se jactaba de haber cometido cuatro asesinatos. En sus recorridos con Schwartz se top con OBannion y los Miller; pero stos lo ficharon como un mero fanfarrn y borrachn, que nada tena que ver con ellos. Despus del suceso del teatro La Salle, se dijo que Duffy hizo a Hirschie la proposicin de matar a OBannion, en desquite. Hirschie neg este rumor, pero lleg a odos de OBannion, levantando su clera. Desde entonces se mantuvo en guardia contra el asesino de Filadelfia, y aguard una oportunidad para tomar venganza. Tanto OBannion como los Miller creyeron que Duffy no estaba del todo en sus cabales, segn la frase. No os acerquis a ese tipo adverta Hirschie Miller a sus amigos, todava va a matar a alguien. Aunque Duffy continuaba levantando polvo, sin pensar en el peligro, su

situacin se iba tornando precaria. l mismo la precipit hacia el lmite con un crimen impulsivo y brutal. Duffy viva con Maybelle Exley, su amante, en un pequeo piso de la Avenida Carmen, en la divisin norte. Maybelle era una joven campesina, nacida en Ohio, que se haba fugado con un guaperas de la ciudad, que la deslumbr con promesas teatrales. Era bella, amable y pareca haber perdido su corazn por Duffy, un hermoso bruto. Apenas llevaba unos meses lejos del campo dijo una de sus compaeras; todava no
estaba muy despabilada, pero era una buena chica, calladita y educada.

casa una noche Yo no pude saber de qu se trataba. Trat de reconciliarlos, y Duffy se volvi hacia m como un tigre. Qutate de mi vista! dijo Duffy; no tienes que meterte entre nosotros. Maybelle no dijo una palabra. Estaba plida y pareca asustada. Duffy continu tronando contra ella. Le llam lo peor que se le ocurri. Lanz maldiciones. Se fue encolerizando cada vez ms. Comenz a balbucear. A espumear de ira. Sac su pistola y... pum! Dispar un tiro. Le dio justamente sobre la ceja derecha. Maybelle estaba muerta antes de caer al suelo. Un extrao cambio se oper entonces en Duffy sigui Billy. Se qued embebido, mirando hacia ella, que estaba a sus pies, meneando la cabeza. Se hubiera sentido caer un alfiler, tal era el silencio. Maybelle! Maybelle! murmur Duffy Mi amable Maybelle, qu fue lo que hice? Rompi a llorar como un nio, desconsolado. Comenz a correr de un lado para el otro, moviendo los brazos, y las lgrimas rodando por sus mejillas. Jams he visto una persona tan afligida. Pareca un desesperado. Yo cre que se iba a volver loco. Luego concluy Billy cogi a Maybelle en sus brazos, con tanto cuidado como si fuera una nia que acabara de acunar y como si temiera despertarla. La puso en el escritorio. Le estir cuidadosamente la camisa. Era todo lo que ella tena puesto, salvo las medias y un par de zapatos de tacn alto con hebilla. Cruz sus brazos sobre el pecho. Si no fuera por el punto rojo en la frente y un hilo de sangre so bre la sien se la hubiera credo dormida. Duffy se inclin sobre ella y la bes. Adis, Maybelle!, dijo Duffy. Y la cubri con una sbana de cama.

Duffy la encontr en Louisville, y la trajo consigo a Chicago. Duffy y Maybelle tuvieron una disputa dijo Billy Engelke, que haba estado bebiendo en su

Duffy se hallaba ahora en un aprieto y el pnico se apoder de l. El dilema estaba en salir de Chicago o perder el cuello, y dej el caso en manos de Potatoes
Kauffman, quien, segn Engelke por ms que Kauffman lo neg, lo llev a ver a OBannion. Duffy le dijo a OBannion que haba matado a su amante y que necesitaba dinero para huir. OBannion, sentado en su oficina, sobre su tienda de flores, escuch en silencio, haciendo girar un clavel ante su nariz y mirando framente a Duffy por encima de la mesa. Entonces se le ocurri un plan. Cit a Duffy para una hora avanzada de aquella noche. Entretanto vera lo que poda hacer. Duffy y Engelke esperaron frente al caf de Capone Los Cuatro Diablos, en la Avenida Wabash, cerca de la Calle Veintids. Soplaba un viento fuerte y helado y comenzaba a nevar. Hacia la medianoche OBannion apareci solo en su coche. Habl unas palabras con Duffy, le dijo que haba arreglado el asunto, que le proveera de algn dinero, que lo llevara a una estacin lejana, donde podra tomar un tren sin peligro de ser detenido. Alentado por esta promesa de salvacin, Duffy mont con OBannion en su coche, y los dos partieron en la oscuridad a travs de la ventisca.

Duffy fue hallado muerto a la maana siguiente, medio hundido en la nieve, con cuatro balas en la cabeza, una de las primeras vctimas de los viajes sin vuelta en la historia del hampa de Chicago. La polica se enter de su direccin en la Avenida Carmen por una tarjeta hallada en su bolsillo y aguard afuera para interrogar a Maybelle Exley, la cual, dijeron los vecinos, probablemente habra salido a hacer alguna visita. Despus del anochecer la polica se cans de esperar y derrib la puerta. Una de las bombillas estaba todava encendida. En la mesa haba tres vasos y una botella mediada de whisky. El olor acre del tabaco estaba todava en el aire. La joven permaneca rgida en el escritorio bajo la sbana. En la cmoda, montado en un minsculo caballete, estaba el retrato de sus padres sobre el fondo campestre, echando grano a una bandada de gallinas blancas. Habiendo conocido la adversidad, OBannion era generoso para los que se hallaran en
la miseria. Nada de organizaciones costosas para repartir mis ddivas deca: mi dinero va directamente al que lo necesita. La polica se inquietaba a veces al verle cruzar en su automvil por los barrios pobres, sospechando que algn crimen flotaba en el aire. Pero OBannion iba

simplemente en una excursin de caridad, apendose en casuchas y viviendas para hacer a los miserables dichosos con sus presentes. Ms de una pobre viuda rodeada de bocas result beneficiada por este hombre caritativo. Dondequiera que encontraba afliccin, la remediaba. Llenaba las despensas vacas, compraba ropas y zapatos para nios desnudos, y salvaba a muchos ancianos y ancianas del asilo. Un vendedor de peridicos a punto de desfallecer reciba un billete de cien dlares en pago de un papel que vala dos centavos. Mandaba nios enfermos al mdico o al hospital y pagaba sus cuentas. Un pequeo lisiado fue enviado a expensas suyas a la Clnica de los Hermanos Mayo, en Minnesota, y cuando fue declarado incurable por los ms famosos cirujanos, vivi el resto de su vida de la caridad de OBannion. OBannion haba quedado hurfano de madre a los cinco aos, y ella estaba siempre presente en su memoria. No se cansaba jams de alabar su bondad. Un Da de la DecoracinI, cuando los cementerios de Chicago estaban sembrados de flores, le record el remoto lugar de Maroa, en Illinois, donde su madre se hallaba enterrada. Mont en su automvil y parti aceleradamente hacia all. Al principio tuvo dificultad en localizar la tumba, oculta entre la crecida hierba de un reducido camposanto aldeano. Luego le levant encima el ms bello panten que haya conocido aquella comunidad rural.

Dedic una larga suma a su padre, en la vejez, y mandaba buenas cantidades a su hermana, la seora Ruth de Stewart, que viva en Coldwater (Kansas). Dean era un soador de muchacho deca su padre pero muy trabajador, y no fue ms
difcil de criar que su hermana. Yo he sido a la vez padre y madre para mis hijos, y no me cas por segunda vez hasta que stos fueron mayores. Dean amaba el hogar deca su esposa, y se pasaba en casa casi todas las noches, tonteando con la radio, cantando una tonada y escuchando el piano. No era de los que salen de noche a golfear con mujeres. Su nico amor era yo. Con frecuencia salamos a comer o al teatro, con algunos amigos. Jams sali de casa sin decirme a dnde iba ni darme un beso de despedida.

En la parte occidental de la ciudad los Genna se estaban haciendo poderosos. Estos seis sicilianos, aliados a la banda de Torrio y Capone haban introducido innovaciones en el contrabando. Pusieron cientos de paisanos suyos a preparar alcohol en sus habitaciones privadas por todo el barrio italiano del lado occidental. La produccin total de esta infinidad de pequeos alambiques era enorme, y los Genna comenzaron a inundar el mercado con whisky malo a tres dlares el galn, cuando el precio anterior era de nueve. Los Genna afectaban seriamente al comercio de OBannion, que previ un desastre comercial, a no ser que las operaciones de los Genna fueran sometidas a alguna clase de control por los seores del hampa. Se quej a Torrio. Pero Torrio permaneci fro. Su negocio principal era la cerveza, y como quiera que los Genna contribuan a engrosar sus haberes con un tanto por ciento por cada galn de alcohol falsificado que vendan, vio la cosa complacientemente. La conferencia celebrada entre el jefe supremo y su prncipe vasallo del lado norte fue un acto tormentoso. El fiero OBannion acusaba a los Genna. Torrio sonrea plcidamente encogindose de hombros. Los Genna tenan derechos que deban ser respetados. Haba espacio para ellos en el juego. Su licor era de una calidad muy inferior y surta slo al comercio barato. Torrio no poda comprender qu peligro implicaba esto para la industria. Todos los recursos de OBannion estaban agotados. ste perdi los estribos. O t contienes a los Genna dijo OBannion golpeando la mesa con el puo , o lo har por mi cuenta. Adelante dijo Torrio; prueba a ver. OBannion adivin la amenaza que vagamente se insinuaba en esas palabras. OBannion envi una nota a los Genna ordenndoles que se retiraran de su territorio. Los Genna, tan victoriosos e inflamables como el mismo OBannion contestaron en forma de reto. Ningn movimiento de hostilidad se vio, sin embargo, por ninguna de las partes. Pero tanto los Genna como OBannion se 30 de mayo, da sealado en Estados Unidos para decorar la tumba de los soldados muertos en campaa. (N. del T.)
I


hallaban preparados para lo que pudiera suceder. Los Genna eran fieros y temerarios, y John Scalisi y Albert Anselmi, los ases de las fuerzas de combate de los Genna, eran dos de los ms terribles, despiadados y crueles asesinos que jams haya conocido el hampa de Chicago. Criminales empedernidos en Sicilia, haca poco que llegaran de su tierra natal. Su dureza no era la del bruto insensible. Ambos eran inteligentes, especialmente Scalisi. Eran hombres fuera de lo comn, irresponsables, inconmovibles, sin corazn ni resortes emotivos. El asesinato era para ellos como una tarea rutinaria. Otros hombres se ganaban la vida guiando camiones, colocando ladrillos o vendiendo telas detrs de un mostrador. De un modo similar, estos dos enigmas sicilianos se ganaban su pan asesinando. Se mostraban tan fros en el derramamiento de sangre humana como el carnicero que se pasa el da golpeando con la maza la nuca de las reses en el matadero y regresa tranquilamente a su casa por la tarde para servirse una buena cena con apetito. Scalisi y Anselmi eran los prototipos del hampn asesino, maestros consumados en las artes mortferas, sicarios del infierno. La cervecera de Sieben, situada en el lado norte y uno de los mayores establecimientos que operaban al margen de la ley, perteneca a la sociedad colectiva de Torrio, Capone, OBannion y Joseph Stenson. Rico cervecero antes de la guerra, Stenson, que viva en la Costa de Oro, fue durante muchos aos, silenciosamente, socio de Torrio en varias cerveceras, y se le calculaba una entrada de doce millones de dlares anuales procedentes de estas operaciones ilcitas, insospechadas para las altas esferas en que se mova. Cuando el alcalde Dever empu la vara y el jefe de la polica, Morgan Collins, emprendi una campaa contra el contrabando, OBannion recibi, por medio de sus relaciones polticas, la noticia de que la cervecera de Sieben iba a ser intervenida y clausurada. Se guard el secreto para s y se prepar a desviar el anunciado desastre en beneficio propio. Celebr conferencias con Torrio y Capone. Les anunci que haba ganado ya bastante conforme a sus ambiciones y que deseaba cerrar sus negocios y retirarse a un rancho que l y Louis Alterie haban adquirido en Colorado. Esto supona ms trabajo para Torrio y Capone; pero la noticia fue bien recibida, ya que la retirada de OBannion significaba un enorme aumento en sus ganancias, y compraron su parte en la cervecera de Sieben en la cantidad de medio milln de dlares. Una semana despus la cervecera fue clausurada bajo la direccin personal del jefe de polica, Collins. La polica encontr trece camiones cargados de cerveza para el reparto, y detuvo a veintiocho corredores y jefes de banda, incluidos el propio Torrio y OBannion, este ltimo aparentemente muy sorprendido por la captura. Pero Torrio sospech de la doblez de OBannion, de lo cual ste recibi muestras cuando Torrio, al encontrarse en el departamento federal, cuando fueron a depositar la fianza, le neg el saludo. Sacando un rollo de billetes, Torrio prest siete mil quinientos dlares de fianza por s mismo y cinco mil por cada uno de los otros, pero no hizo caso de OBannion ni de Hymie Weiss, que no llevaban suficiente dinero consigo para pagar su fianza y tenan que esperar varias horas hasta que llegaran los fiadores profesionales. La evidente frialdad de Torrio hacia OBannion en esta ocasin dio lugar a muchos comentarios. Era indudable que algo haba ocurrido entre ellos; pero ese algo permaneci oculto hasta mucho despus. Un suceso misterioso vino entonces a dar la clave. La traicin de OBannion no poda ser castigada por la ley, pero el hampa cuenta con medios de crucificar la mentira y su doble cara. OBannion, de quien se deca que haba ganado un milln de dlares en cuatro aos, se haba convertido en una potencia poltica en el lado norte. Cuando el

Fiscal del Estado, Crowe, se present para la reeleccin en noviembre de 1924, fue OBannion quien llev a su favor uno de los peores barrios del ro. Secundado por sus pistoleros, OBannion sembr el terror por los colegios electorales, secuestrando, aporreando y amenazando de muerte, y a la hora de contar votos result que Crowe, perteneciente al partido republicano, haba triunfado en un distrito demcrata con una proporcin de tres a uno. Pocos das despus, en un banquete celebrado en el Hotel Webster, OBannion fue obsequiado con un reloj de platino incrustado de diamantes y rubes y valorado en dos mil dlares, como muestra de agradecimiento por su bravura de bucanero poltico. Este acto se convirti en un escndalo cuando se supo que haban asistido a l A. A. Sprague, comisario de Obras Pblicas; el prroco local, Robert M. Schweitzer, en un tiempo candidato para alcalde; el jefe de la Polica Secreta, Michael Hughes; el segundo jefe, William OConnor; media docena de tenientes de Seguridad, y muchos renombrados polticos con cargos y sin ellos. El alcalde Dever orden una investigacin. El jefe Hughes se disculp diciendo que haba asistido en la creencia de que el banquete era, no en honor de OBannion, sino de alguna otra persona. Cuando luego vio reunidos en torno a la mesa un buen nmero de personajes notables que l mismo haba enviado a la crcel una docena de veces, se retir dijocasi inmediatamente, sin duda terriblemente indignado por el ultraje y el engao cometido contra su autoridad. Fuera de aquel acto displicente a la hora de prestar la fianza, Torrio no volvi a dar muestras de resentimiento hacia OBannion por su falsedad en el asunto de la cervecera de Sieben. Torrio sigui atendiendo a sus negocios y OBannion a los suyos. En la superficie, el hampa se hallaba en paz. Ningn rumor de complot ni seal de peligro inminente lleg a odos de OBannion. Rico, fuertemente protegido y con la amistad de poderosos polticos de su parte, se senta a salvo de toda posible venganza enemiga. Pero Hymie Weiss, su mariscal, Moran, Drucci y Frank Gussenberg no se hallaban tan tranquilos. Para ellos el estado actual del hampa era de mal agero. La paz era demasiado tensa. Tienes enfrente a Torrio, a Capone, a los Genna le advirti Weiss a OBannion. OBannion abri las manos desdeosamente. No hay por qu inquietarse dijo OBannion. Te digo que mires por dnde andas. Bah! dijo OBannion despectivo. Preprate, hazme caso! OBannion se cans de orlo y se separ de Weiss disgustado. Al infierno con los sicilianos! dijo con desprecio. Esta explosin era caracterstica de su impulsividad. Weiss y otros trataron la frase con ligereza. Rieron simplemente. Pero sin querer la repitieron como una salida humorstica y, sin querer, por conductos indirectos, sigui su curso hacia donde era peligroso que llegara. Torrio y Capone, que no eran sicilianos, y los Genna, que lo eran, no rieron al orla. Al infierno con los sicilianos alcanz con el tiempo una siniestra inmortalidad como una de las clsicas frases del hampa. Slo cinco palabras dichas irreflexivamente. Pero esas cinco palabras resultaron la sentencia de muerte para OBannion. La diferencia entre una broma y un asesinato depende a veces del cristal con que se mire. OBannion prest especial atencin a su tienda de flores. Era un exquisito amante de las flores. Cuidaba sus plantas con solicitud y senta placer en agrupar y combinar los colores. A veces se quedaba embebido mirando una rosa encarnada o un vistoso tulipn. Sus compaeros de banda se rean de l. Un escalaventanas que se prendaba de la dulzura de un heliotropo; un ladrn que

haba volado cajas de caudales con nitroglicerina deleitndose en el aroma de las violetas; un atracador que respiraba el perfume de los jacintos... Ciertamente, esto pareca una grotesca ridiculez. Pero en algn lugar del OBannion sin escrpulos palpitaba el escrupuloso amor del artista por la belleza, que en estos das serenos floreca como las rosas de su jardn. Pero a pesar de su devocin por la hermosura y la fragancia de las flores, el pistolero segua siendo quien era. En un alargado vaso de su escritorio apareca todas las maanas una flor. Pero al alcance de la mano, escondida bajo un puado de lirios o resedas, estaba siempre su pistola automtica. Mike Merlo, presidente de la Unione Siciliana, era el dueo de esta colonia en Chicago, y su palabra era ley para sus paisanos. Haba llegado a la ciudad, procedente de su Sicilia natal, en 1889, cuando era todava un nio. Se le conoci por primera vez como el vocero democrtico en el distrito Diecinueve cuando los partidarios del concejal John Powes y Tony DAndrea se hallaban enfrascados en una encarnizada guerra poltica. Aunque no tom parte en las vendettas de las bandas, sus relaciones con stas eran muy ntimas. Torrio, Capone y los Genna eran sus amigos. stos le consultaban en asuntos de poltica, y con frecuencia aceptaban sus decisiones como definitivas. Aun cuando Merlo toleraba muchas transgresiones a la ley, era hombre pacfico y opuesto al crimen. Es ms que probable que Torrio, Capone y los Genna consultaran con l la conveniencia de matar a OBannion y que su firme oposicin impidiera la realizacin del plan. Si Merlo se hubiera mostrado favorable o hubiera permanecido neutral, OBannion hubiera muerto mucho antes. Merlo tena cuarenta aos y viva con su esposa y seis hijos cerca de Lincoln Park. Su muerte, acaecida el 8 de noviembre de 1924, fue como la sentencia de muerte contra OBannion y la seal de ataque para sus enemigos. Merlo muri un sbado, y se hicieron grandes preparativos para su funeral. Las flores enviadas por sus amigos, que sumaban miles, se dijo que alcanzaban la suma de cien mil dlares. Tal fue la profusin, que la casa no bast para contenerlas y el csped fronterizo sirvi de depsito a las fragantes ofrendas. La Unione Siciliana le elev una estatua floral de doce pies de alto, lo bastante fiel para identificarlo en ella. El domingo llovieron pedidos durante todo el da en la tienda de OBannion. Torrio hizo uno de diez mil dlares. El de Capone fue casi igual de importante. Jim Genna se present en la tienda, acompaado de Carmen Vacco y un extrao llamado Pete, y pag a Schoefield el socio de OBannion setecientos cincuenta dlares en efectivo para que los enviara en flores a la casa de Merlo. Esta visita de Genna, dada su enemistad con OBannion, que no se hallaba a la sazn all, pareci muy extraa, y se supuso que haba sido con la intencin de explorar el terreno. Estos pedidos de sus enemigos sorprendieron un poco a OBannion. Pero despus de todo, no era l el florista oficial del hampa? Torrio y Capone no eran, desde luego, tan fieros como pudiera suponerse, y los Genna haban demostrado que no le guardaban rencor. El domingo por la noche lleg a la tienda un mensaje telefnico. Schoefield lo recibi. El hombre que hablaba al otro lado se expres con profunda afliccin por la muerte de Merlo, en un acento italiano. Quera enviarle una ofrenda floral, acaso una corona. O tal vez un simple ramo de rosas. Tendra Schoefield la bondad de prepararle las flores? Bueno, a eso de las doce, el siguiente da. Unos amigos suyos pasaran por all en su coche y las recogeran. Su nombre? No importaba. l mandara el dinero con sus amigos. Convenido. Y cmo sigue Dean?, agreg la voz. Se supuso que el hombre que haba dado esta orden era Angelo Genna. El lunes 10 de noviembre de 1924sera un da de mucho trabajo para

OBannion. Desayun temprano, bes a su esposa de despedida y parti hacia el establecimiento. Sumido en sus negocios no sinti pasar las horas. De pronto mir al reloj. Iban a ser las doce! La hora en que esos individuos, quienes quiera que fueran, entraran a buscar las flores para Mike Merlo. Se fue al departamento del fondo y comenz a cortar ramilletes de un manojo de crisantemos que haba sobre una mesa. Vicent Galvin, Vctor Young y Dave Loftus, sus dependientes, se hallaban trabajando en torno suyo. William Crutchfield, el portero negro, fregaba el piso del primer despacho. Imaginemos esta tienda de flores no como un pequeo local donde el transente entra de vez en cuando a comprar un ramillete de pensamientos o una flor encarnada para la solapa, sino como un vasto establecimiento de lujo que haca un negocio de muchos cientos de miles de dlares anuales. Los muros, sobriamente matizados, se hallaban medio ocultos por una selva de palmeras, helechos y plantas florecientes, y el aire, hmedo y clido como el de un invernadero, cargado con el olor de todas las especies de flores. Al fondo, una vitrina encuadrada en un marco de nogal que llegaba hasta el techo, mostrando una policroma milagrosa. Al lado, en un estrecho pasillo que llevaba al departamento del fondo, haba una puerta de mimbre abierta. Entre esta puerta y la entrada principal, situada en un ngulo fronterizo, se extenda diagonalmente una alfombra interminable. Mirada a travs de las vidrieras cilndricas del frente, la Calle State se hallaba entonces atestada de nios bulliciosos que salan de una escuela parroquial en su descanso de medioda. Cada pocos minutos pasaban zumbando los tranvas. La slida arquitectura de la catedral del Santo Nombre se levantaba al otro lado baada por el sol de medioda. La puerta de la entrada se abri. Crutchfield levant la cabeza para ver entrar a tres hombres. Uno era alto y bien vestido. Los otros dos, uno a cada lado, no eran tan altos ni sus trajes tan elegantes. Los tres eran italianos a todas luces. OBannion sali a recibirlos con presteza. Hola! dijo alegremente Vens a buscar las flores? Y les tendi la mano en un saludo cordial. Crutchfield termin su trabajo, y sigui a lo largo del pasillo hacia el fondo. Mirando por el rabillo del ojo vio al hombre alto aceptando, sonriente, el saludo de OBannion. Pero eso fue cuanto vio el negro. Tan pronto como desapareci de la vista son una rpida descarga de cinco tiros consecutivos. Despus de un breve intervalo sigui otro disparo. En conjunto, seis. Galvin, Young y Loftus corrieron despavoridos a la calle. Crutchfield volvi a la tienda. Los tres hombres se agolpaban hacia la puerta. OBannion yaca en el suelo, agonizando entre macetas de helechos y arbustos florecientes, junto a la vitrina. Tena los ojos abiertos y los labios convulsos. Al caer, su mano derrib una cubeta de claveles. Un lirio alto se balanceaba sobre l. Unas blancas peonas que haban quedado bajo su cabeza comenzaban a teirse de rojo. Los detalles del crimen no eran difciles de reconstruir. El hombre alto del centro, que sonrea con tanta amabilidad, haba sujetado firmemente las manos de OBannion en el saludo, sin soltarlas despus. Su apretn, amistoso en apariencia, se torn instantneamente en una garra de muerte. Mientras el del centro sujetaba a OBannion por las manos, los otros dos hicieron las descargas a quemarropa. OBannion cay con cinco balas en su cuerpo, una de las cuales le perfor el corazn. Uno de los asesinos se inclin entonces sobre l, dndole el tiro de gracia entre ceja y ceja. Su muerte quedaba asegurada. Los asesinos salieron a paso regular a fin de no llamar la atencin de los peatones y, doblando la esquina de la Calle Superior, montaron en un coche que

los aguardaba con su chfer al volante y se perdieron de vista. Un polica que regulaba el trfico en el cruce les vio desaparecer sin inters. Unos pintores de letreros que se hallaban en su andamio sobre la puerta siguiente continuaron con su labor, completamente ajenos a cuanto haba ocurrido. El asesinato de OBannion, el ms sensacional de cuantos haban ocurrido en el hampa hasta entonces, llen de excitacin la ciudad. Pareca casi imposible que esta atrocidad, cometida a plena luz y a menos de una milla del Ayuntamiento, pudiera realizarse impunemente, y el pblico confi en una rpida solucin. Pero el crimen qued en el misterio, y en cuanto a la polica, todas las pistas posibles quedaron cerradas al desaparecer el coche con los tres asesinos. Mas los hombres de la faccin de OBannion no tardaron en averiguar los detalles de la conspiracin ni tampoco en tomar venganza. Si haban permanecido callados lo cual no era siempre, los sucesos desarrollados a continuacin pronto haban de poner el dedo segn la frase de los gngster sobre los que haban respaldado y los que haban realizado el crimen. Segn los datos de los jefes de OBannion, y seguramente autnticos, el asesinato haba sido planeado por Torrio y Capone, y los participantes activos eran Angelo y Mike Genna, John Scalisi y Albert Anselmi. Angelo Genna era el chfer del coche fantasma. Mike Genna era el hombre que haba saludado a OBannion en la tienda de flores, sujetando sus manos. Scalisi y Anselmi hicieron los disparos, siendo el primero el que le dio el tiro de gracia. Se dijo que estos ltimos haban cobrado diez mil dlares cada uno por su trabajo, y que luego les regalaron sendos anillos con diamantes de cuatro quilates, valorados en tres mil dlares cada uno, como recompensa por la perfeccin de su obra. Parece que Anselmi mand el anillo a su casa, en Sicilia. Cuando estos malvados cayeron, finalmente, en las garras de la polica, Scalisi llevaba an el suyo en un dedo nudoso, y los destellos del anillo parecan sugerir las chispas criminales de su pistola automtica. Los funerales de OBannion fueron celebrados segn el estilo del hampa: como el hampa sola celebrar sus funerales. Ningn gngster los haba tenido iguales jams. Su regia magnificencia reson en toda la nacin, y los peridicos comentaron, alarmados, este alarde de grandeza como una muestra del podero que el hampa haba adquirido bajo la prohibicin alcohlica, convirtindose rpidamente en una amenaza para las leyes... y el Gobierno. Henry Cabot Lodge fue enterrado en el este el mismo da, y los funerales del estadista fueron insignificantes en comparacin con los del gngster. El atad de OBannion cost diez mil dlares y haba llegado de Pensilvania como nica carga de un furgn especial. El pblico amontonado ante la casa interrumpa el trfico. Las azoteas vecinas estaban erizadas de gente. Cuarenta mil personas desfilaron ante el cadver. Prestaron servicio cincuenta policas. El hampa declar un armisticio, pero ms bien obedeciendo a una orden policial que por respeto al muerto. Los gngsters permanecieron desarmados hasta que el cortejo hubo salvado los lmites de la ciudad. Entonces recobraron sus armas de los amigos por mediacin de los cuales las haban mandado anticipadamente. El cortejo fnebre alcanzaba ms de una milla de largo. Tres bandas de msica tocaron marchas fnebres. Fueron necesarios veinticinco camiones y automviles para llevar las flores. Diez mil almas siguieron al fretro. Otras diez mil aguardaban junto a la tumba desde temprano. Lo nico que falt en estas pompas fue la ceremonia religiosa. La iglesia catlica repudi al muerto por proscrito. El cardenal Mundelein se neg a autorizar los oficios en la catedral del Santo Nombre, donde OBannion haba cantado de nio en el coro, y la cancillera arzobispal prohibi darle tierra

sagrada. OBannion permaneci de cuerpo presente en la funeraria de Sbarbaro, en la Calle Wells. El grueso atad era de bronce blanco con cuatro pilares en las esquinas incrustados de plata, y una tarjeta de oro a cada lado con esta inscripcin: Dean OBannion, 18921924. Dos ngeles de plata, uno a la cabeza y otro a los pies, se arrodillaban con las alas plegadas, inclinando la cabeza y sosteniendo a distancia sendos candelabros de oro, en cada uno de los cuales ardan siete velas. La viuda de OBannion, con las mejillas surcadas de lgrimas, permaneca a la cabeza del atad, bajo la luz de la cera, con su padre y su madrastra. Alrededor, contra las paredes de la capilla, haba montaas de flores, que llenaban el aire con su perfume. En el cuarto del fondo tocaban suavemente los msicos de la Orquesta Sinfnica de Chicago. Cientos de amigos entraban y salan de puntillas, en su deseo de mirarle por ltima vez. Mujeres con pieles y sedas traan orqudeas. Mujeres con chales negros se arrodillaban a rezar ante el fretro. Nias de rostros tristes y trajes sucios. Granujillas harapientos de Little Hell. Vendedores de peridicos cargados de noticias. Mendigos callejeros con su barba blanca y sus ropas sucias. Ancianos macilentos, apoyados en muletas o bastones. Todos ellos haban disfrutado de la caridad de OBannion. Hombres bien vestidos, de ojos inquietos, compaeros suyos en antiguos atracos y correras, permanecan un momento mirando a la forma inmvil con un rosario trenzado entre sus manos, que descansaban en un lecho de raso orlado al reflejo plido del bronce blanco del atad. Algunos se llevaban los pauelos a los ojos. Dos o tres lloraban abiertamente. No hubo la ms leve ceremonia religiosa. Una mujer cant el Ave Mara, de Gounod, acompaada por la orquesta. La viuda se levant, y con lgrimas en los ojos, dej un beso, el ltimo, en el rostro del muerto. Por qu, oh, por qu?, murmur en aquel silencio hondo. El padre y la madrastra, sollozando, se abrazaron. Al comps de la marcha fnebre, los dolientes Hymie Weiss, Bugs Moran, Schemer Drucci, Louis Alterie, Maxie Eisen, Frank Gussenberg llevaron el atad hasta la carroza fnebre. Miles de personas se apiaron en las calles al paso del cortejo a travs del barrio comercial hacia el cementerio de Mount Carmel. Al tiempo de bajar el atad a la tumba, sin discursos fnebres ni lgrimas de hisopo, el padre Patrick Mallory, de la iglesia de Santo Toms, en Canterbury, que haba conocido a OBannion desde la niez y le haba guardado afecto toda su vida, se abri paso entre el pblico y ejecut los ritos correspondientes a su amigo desaparecido. El cura cant una letana en latn y un Padrenuestro y un Ave Mara en ingls, a lo cual murmur responsos la multitud. Eso fue todo. Quien rehsa los servicios de la Iglesia en vida mal puede esperarlos en la muerte explic un sacerdote catlico OBannion era un criminal. La Iglesia no le reconoci en su poca de rebelda, y al morir sin confesin ni arrepentimiento por sus iniquidades no tena derecho a las exequias. OBannion dijo el capitn de la polica, John Stege era un ladrn y un asesino. Pero miradlo ahora: enterrado a ochenta pies de un obispo. John Stege estaba en lo cierto. Cerca de la tumba de OBannion se hallaba el imponente mausoleo de granito donde descansaban los restos del obispo Porter y de los arzobispos Fechan y Quigley. La viuda de OBannion levant un alto panten sobre su tumba. Pero el cardenal Mundelein mand desmontarlo, y fue sustituido por una lpida. De este modo acab Dean OBannion, nio de coro, exquisito amante de las flores, bienhechor de los pobres, atracador, volador de cajas de seguridad, asesino, seor del hampa y millonario contrabandista. Slo contaba treinta y dos

aos de edad. Haba sacudido Chicago con sus crmenes, dejando un nombre orlado con la leyenda de un Robin Hood. Pero gracias a toda su espectacular y turbulenta carrera se dirigi infaliblemente hacia la bala homicida. El desenlace haba de ser forzosamente se. Su tumba fue una consecuencia lgica y en ella encontr su primera y ltima paz.

6.

Vsperas Sicilianas

El toque de Vsperas Sicilianas pareca resonar sobre Chicago. Haba sonado la hora de la venganza. Despus de la muerte de OBannion qued declarada la guerra a cuchillo entre las gavillas. Todas las animosidades y odios reconcentrados se desbordaron. Las ametralladoras cantaban detrs de las cortinas de fuego y las escopetas entonaban los res ponsos finales. Una tragedia suceda a otra y los asesinatos se seguan y perseguan, pisndose los talones en una orga fre ntica y macabra. Ningn espritu de honradez capaz de dejar un fulgor de herosmo animaba a los combatientes. Ningn enemigo se ergua valerosamente frente a su rival para una lucha cara a cara. La interminable vendetta del hampa no conoca el honor, la caballerosidad ni la
clemencia. No era sta una guerra, sino una degollina; ni una lucha de soldados, sino de asesinos. Su consigna era matar, no importaba cmo. Detrs de la sonrisa de un saludo vena la bala homicida. Un apre tn de manos amistoso era un signo de muerte. El choque de vasos en seal de alianza era la seal para un balazo en las entraas. Los hombres caan muertos al tiempo que jugaban con sus hijos en las escalinatas de sus casas y en el camino hacia el trabajo, con el beso

de la esposa en los labios. Se les hallaba fros en los callejones y en las cunetas de las carreteras. La muerte se acercaba a comprar tabaco al mostrador o aguardaba para adquirir una libra de caf. A la sazn Chicago se convirti en Sicilia. El cdigo siciliano, con sus traiciones, asesinatos y emboscadas, presida la lucha indistintamente entre yanquis e italianos. Slo el secreto y el misterio daba derecho, en el crimen, a la corona de laurel. La impunidad del asesino era tan importante como el asesinato. El nmero era para tener en cuenta. Si de un lado caan tantos hombres como del otro, qu sentido tena la matanza? Desde el momento en que la soga del verdugo poda ser el galardn de la victoria y el escotilln de la horca el nico arco triunfal para el vencedor, estas tcticas asesinas, aunque cobardes, no eran desdeables. El feudo continu, implacable, durante cinco aos. El rey Torrio fue derribado del trono y escap de Chicago con el temor a la muerte tras l. El prncipe heredero, Capone, visti la prpura y se convirti en blanco real del enemigo. De los seis Genna, tres cayeron muertos. Earl Weiss, caudillo sucesor de OBannion, fue asesinado. George Moran y Schemer Drucci, sus mariscales de campo, gravemente heridos. Henry Spingola, cuado de los Genna; Samooto Amatuna, los dos hermanos Morici, Nern el Caballero, Tropea el Azote y Baldelle el Aguila pasaron a la muerte. El fiscal William McSwiggin, James Doherty y Red Duffy fueron barridos a fuego. Siete hombres perdieron la vida en la matanza de San Valentn, y la vendetta alcanz su clmax cuando Anselmi y Scalisi pagaron con las suyas el asesinato de OBannion. Tales tragedias eran slo los hechos culminantes de la desesperada lucha por la supremaca y la venganza. Cuando las primeras figuras caan derribadas individualmente, los pobres diablos que apenas contaban en la lista roja, los seguan por docenas y por cientos. Segn clculos, murieron en el feudo unos quinientos hombres. La paz entre las facciones se firm con la sangre de Scalisi y Anselmi. Pero los jefes que durante aquellos aos borrascosos haban logrado escapar a las balas permanecan en pie, y caba la posibilidad de que la vendetta resurgiera para regar con sangre la ciudad. Torrio, que haba sido el cerebro de una docena de asesinatos, permaneci personalmente apartado de la lucha, y se crey inmune. Comoquiera que jams haba disparado directamente contra nadie, ni nadie disparado contra l, qued asombrado y por poco sin vida cuando se le intent asesinar frente a su apartamento en el nmero 7011 de la Avenida Clyde, el da 24 de enero de 1925. Comenzaba a anochecer cuando Torrio regres de una excursin de compras por la ciudad, acompaado de su esposa y de su chfer Robert Bar ton. Pero incluso a pleno da, Torrio no hubiera podido ver un auto ocupado por tres hombres, que llevaba una hora estacionado en la Calle Setenta, a la vuelta de la esquina. Al de-

tenerse su coche junto a la acera, la esposa descendi de l y se dirigi al interior de la casa. Torrio se demor un momento recogiendo unos paquetes e intent seguirla. Pero no haba dado dos pasos cuando dos hombres cruzaron la calle y abrieron fuego contra l con recortada y pistola. La descarga rompi el parabrisas del coche e hiri a Torrio en una rodilla. Viendo a Torrio en la acera, uno de los hombres dio la vuelta por detrs del auto y el otro cruz por delante. Torrio dej caer los paquetes y huy. El que llevaba la pistola automtica la vaci contra l. El otro descarg el segundo cartucho de la recortada. Torrio cay. Los asesinos volvieron a su coche, y el tercero, que se hallaba al volante, pis el acelerador y desaparecieron en la sombra. Torrio fue llevado apresuradamente al hospital de Jackson Park. Llevaba cinco heridas. Una en la mandbula, otra en un brazo, dos en el pecho y una en el vientre, stas ltimas graves. Se sospech que las balas haban sido envenenadas. Durante diez das la vida de Torrio pendi de un hilo. Luego se reanim y, con sorpresa de su mdico, recobr la salud. Permaneci tres semanas en el hospital. La polica llev algunos sospechosos ante su cama, con el fin de que los identificara, pero Torrio se neg a seguir el procedimiento. Es intil traerme a nadie dijo Torrio. No acusar a ninguno. Ni siquiera sealara al culpable. Yo conozco a los que me hirieron. La polica, sin embargo, tard mucho tiempo en saber quines haban sido. Haba pocos testigos presenciales del hecho. Uno era Peter Vesert, de diecisis aos, hijo de un portero vecino. Creyendo que Torrio haba sido herido en venganza por la muerte de OBannion, la polica le mostr al testigo un retrato que representaba a los asistentes en el momento de llevar el atad de diez mil dlares al coche fnebre. Uno de stos era Bugs Moran. Demasiado joven para temer la venganza de los gngsters, Vesert seal a Moran sin vacilar como el hombre que haba usado la recortada en el ataque a Torrio. Ms tarde se identific a Earl Heiss como el de la pistola automtica, y a Frank Gussenberg como el conductor. Est descartado que los que dispararon contra Torrio fueran italianos dijo el capitn William Schoemaker. Si lo fueran es seguro que hubieran logrado su propsito y que se hubieran cerciorado bien cayendo sobre la vctima y volndole los sesos en el suelo. El intento de asesinato contra Torrio evidenci una cosa que Chicago no haba sospechado nunca: esto es, que Torrio era un cobarde. Durante su estancia en el hospital permaneci sumido en el pnico. Un pelotn de polica, destinado a su escolta, no fue bastante para aliviar su temor. Capone situ sus milicias en torno a la institucin, y a instancias de Torrio se dedic a explorar la vecindad seis veces al da con estos gorilas sobre sus talones, a la caza de enemigos al acecho. Durante su convalecencia se present al Juzgado Federal una acusacin contra Torrio por violacin de la Ley Seca. Torrio se levant de su cama, se present ante el tribunal, todava vendado, confes su delito y su alegra no tuvo lmites cuando supo que haba sido condenado a noventa das de crcel en Waukegan. Apenas pudo aguardar los requisitos preliminares, y cuando se vio detrs de los muros de la prisin, con las puertas cerradas a su espalda, se sinti dichoso. Como hombre adinerado, se le concedieron muchos privilegios en la crcel. Prepar su celda con todas las comodidades de un hogar: una cama, mesa, butaca, rica alfombra en el suelo y cuadros en las paredes. Fortific sus ventanas con persianas de acero, a prueba de bala y, como si esto no garantizara bastante su seguridad, cubri las persianas por el interior con densas cortinas negras que impedan ver su sombra desde la calle cuando su celda se hallaba iluminada.

Complaciente, el sheriff destin dos escoltas para protegerle, que se turnaban da y noche en el pasillo, y que fueron luego generosamente gratificadas por Torrio en recompensa a su escrupulosa vigilancia. Torrio era excepcionalmente un hombre con sentido de la medida; y sabra retirarse a tiempo. Aun en medio de su terror, se mantuvo discreto. Desde el momento en que sinti la picadura de las balas, disparadas con odio mortal contra l, decidi abandonar Chicago para siempre. En el fuego de las pistolas ley su sentencia. Sabindose condenado a la tumba, resolvi no aguardar ms tiempo en la tenebrosa ciudad la venganza de sus enemigos. Cit en la celda a sus socios y abogados y en encuentros diarios arregl los asuntos para su partida. Vendi a Capone sus intereses comerciales caf, prostbulos, garitos y cerveceras a bajo precio, operacin que comprenda varios millones de dlares; de modo que, segn se dijo, al salir de la crcel no posea un palmo de tierra en Chicago; ni propiedad de ningn gnero, ni un centavo invertido en ninguna empresa comercial. Lo que haba hecho en once aos lo deshizo en noventa das. Al salir de la crcel abandon Waukegan escoltado por tres automviles cargados de pistoleros al mando de Capone, y se dirigi hacia Gary, en Indiana, estando en Chicago tan slo el tiempo suficiente para recoger a su esposa. En Gary tom el tren para Nueva York. Jams regres a Chicago y el misterio lo rode desde entonces. Se dijo que viva en Nueva Jersey, en Brooklyn, en Long Island, en La Habana, en Sudamrica... Pero segn Capone, Torrio sali para Italia en el primer barco, acompaado de su esposa, y all vive como un prncipe, en una hacienda de la costa mediterrnea, en las pintorescas montaas al sur de Npoles. Tena cuarenta y ocho aos cuando abandon Chicago. A excepcin de Capone, Torrio fue el hombre ms hbil que haya conocido nunca el hampa de Chicago. En cualquier esfera de la actividad humana hubiera salido triunfante. Posea las cualidades de un gran comerciante y un gran financiero. Estaba dotado de equilibrio, serenidad de juicio, finura, astucia diplomtica, sentido comn y claridad de visin en el grado ms alto. En suma, un genio en su clase. No fue el soplo de Midas, sino su capacidad lo que le elev de la ms dura indigencia a la riqueza espectacular. Si fsicamente era un cobarde, comercialmente era un hombre audaz. Se empe en un juego difcil y lo jug con la frialdad del tahr, arriesgando su vida para ganar sus millones. As que, en fin, un adis a Torrio. Habitando dichosamente bajo el cielo italiano, nada queda que le recuerde a Chicago, salvo las cinco cicatrices como marcas vengativas del hampa y cuarenta millones de dlares. Al asomarse a la terraza de su mansin para contemplar las velas latinas del Mediterrneo o el cruce de un transatlntico en el azul del horizonte, se acordar pocas veces de la pesadilla de Chicago, las balas que ha dejado de recibir o las tumbas que ha dejado a su espalda. Salvo por haber comerciado con la impureza, haberse enriquecido con el crimen y, ocasionalmente, llegado al asesinato, no era un mal hombre. Para los suyos, al menos, fue bueno. Salud y suerte, pues, a nuestro Mefistfeles. Que sus temorcillos terminen por desvanecerse y que la paz reine en su casa por todo el resto de su vida. Angelo Genna, el conductor del coche fantasma que llev la muerte a OBannion, era conocido en la colonia italiana del lado occidental por Angelo el Cruel. Generalmente se le odiaba y, universalmente, se le tema. Se deca que en su juventud haba pertenecido a la Mano Negra. Cuando en el feudo poltico de 1921, en el cual perdieron la vida veinte hombres, Paul Grabriola cay herido en la acera, Angelo mont a horcajadas sobre l y le meti tres balas ms en el cuerpo. En esta misma lucha Angelo mat a John Natti, dueo de un caf de Death Valley, que un ao antes haba asesinado a su amigo Nicola Maggio. Natti,

una hermana del cual estaba casada con Diamond Joe Esposito, acus a Angelo antes de morir. Cuando Joe Larson fue muerto por unos salteadores en el lado norte, Angelo fue identificado como uno de ellos. Por amenazas de muerte contra Genevieve Court (que serva de testigo contra Philips Maltese y Henry Pine en un juicio por la violacin de la ley Mann, y ms tarde condenada a quince aos de prisin), Angelo fue sentenciado a un ao al presidio de Leavenworth, del cual sali poco antes del asesinato de OBannion. Hasta la edad de veintiocho aos este fiero joven italiano haba estado demasiado embebido en los odios, asesinatos y crmenes de su borrascosa carrera para pensar en ningn idilio amoroso. Pero cuando, al fin, entr en la arena con Cupido, demostr que esta menuda divinidad, armada con arco y flechas anticuadas, no era contrincante para un forajido de Chicago, experto en el manejo de la recortada y de la pistola automtica. Las lenguas del barrio italiano comenzaron a zumbar, excitadas, cuando se supo que Angelo el Cruel le estaba haciendo la corte a Lucila Spingola, beldad de dieciocho aos. Los Spingola eran una familia adinerada, con buena posicin social, y contestaron desdeosamente a la posibilidad de emparentar con los Genna, con sus malganados millones y su mala fama. Pero la signorina Lucila era una joven liberada, de la poca en que la juventud se haba rebelado contra la autoridad paterna y otras taras tradicionales y carcomidas que mantenan cautivas a las antiguas generaciones. Lucila abri su corazn a quien le dio la gana, y que mam y pap Spingola tronaran cuanto quisieran. Cuando la joven hizo saber definitivamente que ningn poder humano ni divino sera capaz de apartarla de su idilio y que se casara con su prncipe aunque el cielo cayera sobre sus cabezas, los Spingola retiraron su impedimento y les dieron su bendicin. La boda de aquella belleza con el joven trabucaire fue la ms esplendorosa que la colonia italiana haba conocido hasta entonces. Se celebr una lucida ceremonia eclesistica; la novia, como un hada, en su blanco tul y con sus flores naranja; Angelo el pistolero, con su traje impecable. Tres mil invitados de todas las categoras asistieron al banquete en Carmen Hall. El pastel de boda se elevaba a la mitad del techo, y pesaba dos mil libras. Las paredes del saln estaban adornadas de flores. Se brind a la salud de los novios hasta la saciedad con los mejores vinos italianos, y la fiesta y el baile continuaron hasta el amanecer. Angelo y su esposa se fueron a vivir a un piso de cuatrocientos dlares mensuales en el Hotel Belmont, situado en la Calle Sheridan, esquina a la Avenida Belmont, con vistas al lago Michigan, en el centro del distrito adinerado y aristocrtico. All vivieron tranquilamente y con cierta independencia, envueltos uno en otro y altamente dichosos, a la manera italiana. Paseaban en auto por el parque y a lo largo de los bulevares del lago. O bien iban al teatro. O a los estrenos de pera. Las grandes celebridades italianas de la pera eran sus amigos, y Tita Ruffo, Tito Schipa, Campagnini, la Tetrazzini y muchos otros eran sus invitados con frecuencia. Eran ricos, jvenes, dichosos y estaban enamorados. No podan esperar ms. No les perturbaba el hecho de que el Elseo de su luna de miel se hallara a pocas manzanas de la antigua casa de OBannion, en el corazn de los dominios del contrabando, regidos en un tiempo por aquel magnate y dominados ahora por sus sucesores, que haban jurado matar a Angelo y sus hermanos. Las ilusiones del amor borraron todo el temor. Quin, por malo que fuera, poda fijarse en esta adorable pareja sin enternecerse? Qu odios infernales podan llegar al extremo de poner fin a tanta felicidad? Pero la venganza, la ms despiadada de las pasiones, ira hacia su blanco como una bala a travs de las flores, y los arrebatos

del amor no tendran bastante fuerza mgica para desviarla. A los cuatro meses de gloria el paraso encantado de la pareja se derrumb en una tragedia fatal. El da 26 de mayo de 1926, el seor Angelo Genna y su seora se hallaban en su apartamento del hotel, hablando en la sobremesa de la nueva casa de campo que haban escogido recientemente en Oak Park, por la cual pagaran quince mil dlares en efectivo al da siguiente. Angelo sac un rollo de billetes y cont el dinero sobre la mesa. Tena once mil ochocientos dlares. Inmediatamente dijoira a casa de Henry Spingola, su suegro, a pedirle el resto, en calidad de prstamo, y luego tornara hacia Oak Park a cerrar el contrato. Cuando regresara por la noche al hotel su esposa podra estar segura de poseer un hogar encantador, en el cual Angelo cifraba su dicha. La seora de Genna prendi una rosa en la solapa de su esposo y le dio un beso de despedida. Angelo sali alegremente, volvindose antes de entrar en el ascensor hacia ella, que se haba parado en la puerta, y envindole un beso con la mano. Luego mont en su hermoso coche, estacionado a la puerta del hotel y, conduciendo hacia el sur por la Calle Sheridan, a travs de Lincoln Park, dobl por la Avenida Odgen, un bulevar asfaltado y ensanchado recientemente, que atravesaba diagonalmente la ciudad conectando el norte con el oeste. Circulando a una velocidad moderada, haba rodado slo unos cuantos metros a lo largo de la Avenida Odgen, cuando un gran coche surgi de una bocacalle y se lanz en su persecucin. En este automvil iban cuatro hombres. Segn la polica, tres eran Hymie Weiss, Bugs Moran y Schemer Drucci, armados de recortadas. El cuarto, que haca de chfer, jams fue identificado, pero se supuso que era Frank Gussenberg. Angelo vio el automvil cuando dobl tras l en el bulevar, y saba lo que aquello significaba. Llevaba dos revlveres en el cinto, pero sta no era ocasin para ponerse a pelear con tan notoria ventaja en contra suya. Slo la velocidad poda salvarlo. Su nica ventaja estaba en adelantarse a sus perseguidores. Se inclin sobre el volante, pis el acelerador y se lanz a una carrera frentica en la que apostaba su vida. Pronto se le vio volar sobre el asfalto a una velocidad de sesenta a sesenta y cinco millas por hora. Bajo las ruedas del coche, el asfalto era como un ro desbocado. Las casas desfilaban borrosas a su paso. Los automviles que iban en su direccin parecan parados cuando el de Angelo pasaba silbando a su lado. Las escopetas comenzaron a ladrar a su espalda. Las postas a silbar sobre su cabeza. Ech una mirada por encima del hombro: el espacio entre l y sus perseguidores disminua. Sus enemigos seguan furiosamente a su velocidad. Pis ms el acelerador. Luego ms, a fondo. De nuevo ladraban las escopetas y de nuevo las postas pasaron silbando como granizos invisibles. Angelo ech mano a uno de sus revlveres y, sacndolo por la ventanilla, lo descarg a ciegas contra sus perseguidores. Pero era imposible dar en el blanco. No poda hacer uso del arma y atender al volante al mismo tiempo, as que dej caer el revlver a su lado. Por tercera vez sonaron las escopetas y las postas llevaron un susurro de muerte a sus odos. El estampido de las escopetas pareci ahora un poco ms alto, un poco ms cerca. Estaban ganando terreno sus enemigos? Lo alcanzaran, lo mataran finalmente? Una sbita inspiracin lo estremeci cuando el cruce de la Avenida Hudson apareci ante l. He aqu, al fin, una va de escape desesperada, pero que an poda salvar su vida. Si lograba girar rpidamente hacia el oeste por la Avenida Hudson, el cambio repentino sorprendera a sus enemigos, que seguiran de frente durante un buen espacio. Antes de que pudieran dar la vuelta para reanudar la caza Angelo se habra perdido de vista y estara salvado. Redujo ligeramente la velocidad, gir en redondo y dobl vertiginosamente la esquina

sobre dos ruedas. Pero en ese momento crucial el coche patin a travs de la Avenida Hudson, impactando violentamente contra un poste del alumbrado y, dando un formidable estampido, qued fatalmente inmvil. Angelo se haba jugado el todo por el todo y haba perdido. Su ltima esperanza haba volado. Estaba a merced de sus enemigos. Los perseguidores no haban podido prever este desenlace. Con la pieza tendida a merced de los caones, slo les quedaba rematarla. Su automvil se detuvo con un estridente frenazo. Luego avanzaron lentamente junto a la vctima, le hicieron una ltima descarga y Angelo se desmoron sobre el asiento. Cuando los peatones se acercaron a l, conservaba todava la consciencia y se hallaba tanteando el cinto en un vano esfuerzo por sacar su otro revlver. Genna fue llevado, murindose, al German Deaconess Hospital, no lejos de all, en la Calle Wisconsin. Llevaba seis tiros en el cuerpo, uno de los cuales le haba roto la espina dorsal. La herida ha sido necesariamente fatal dijo el cirujano, y slo una fortaleza sobrehumana hubiera podido sobrevivir a ella. Lleg la polica. Se halla usted en peligro de muerte dijo el sargento Roy Hessler; dganos quin lo hiri. Una dbil y amarga sonrisa de burla levant la comisura de sus labios. Se contrajo y permaneci en silencio: siciliano hasta el fin. La esposa surgi junto a la cama y rompi a llorar histricamente. Angelo! llam. Mi querido Angelo! Cmo ha podido ocurrir esto? Luego, ms calmada, se sent a su lado, cogindole las manos y acaricindole la frente. El roce suave de su mano le dio paz. Los enemigos que le haban llevado a tal estado pasaron al olvido. Los recuerdos de otros crmenes no perturbaron su serenidad. A medida que su vida se evaporaba, sus ojos se clavaban ansiosamente en su esposa, que se fue borrando de su vista para sumirse en la sombra. Vida ma! pronunci sonriendo dbilmente antes de expirar. La imagen de Lucila fue la ltima que se reflej en sus ojos, y se la llev consigo ms all de la muerte. Angelo fue enterrado en un atad de bronce blanco que cost once mil dlares. Mil dlares ms que el de OBannion dijo orgullosamente Mike Genna. Pero los funerales de Angelo no pudieron compararse con los de OBannion en pompa espectacular. Los Genna tenan pocos amigos y muchos enemigos. Slo un puado de gente asisti al entierro. El cortejo fnebre apenas s alcanzaba una manzana de largo. Detrs del coche fnebre iba, vaco, el automvil acribillado de tiros en que haba hallado su muerte, cubierto con pao negro. Mike Genna le segua en su coche, pistolero de honor, escoltando a su hermano, pistolero muerto. Luego vena la esposa, miembros de las familias Genna y Spingola, parientes y amigos, y varios coches cargados de flores cerraban el cortejo. Angelo fue depositado en tierra civil, en el cementerio de Mount Carmel y, caso curioso, a pocos pasos de la tumba de OBannion. All descansa para siempre Angelo el Cruel en una caja de mil dlares ms que la de su antiguo enemigo, tocando casi la del hombre que l ayud a asesinar. El 13 de junio de 1923, diecinueve das despus de la muerte de Angelo, Mike Genna, a veces llamado Il Diavolo o Miguel el Diablo, rodaba por la Avenida Western en compaa de John Scalisi y Albert Anselmi. Era un da caluroso bajo un sol brillante, despus de la lluvia temprana que haba dejado el pavimento reluciente y resbaladizo. Pero los tres hombres, a una velocidad moderada, no haban salido

a disfrutar de la belleza del da estival. Haca solamente una hora que haban tenido una refriega con George Moran y Schemer Drucci en la esquina de las calles Congress y Sangamon. Esta batalla tempranera tena un antecedente histrico un tanto ms punzante. Hymie Weiss, Moran y Drucci, todava en la pista de los asesinos de OBannion, haban concertado ciertas negociaciones con Samoots Amatuna para asesinar a Scalisi y Anselmi como venganza de los del norte. Amatuna, siciliano de nacimiento, estrechamente aliado a los Genna, era tan enemigo del tro WeissMoranDrucci como ellos mismos. Los del norte eran bravos contrincantes, pero faltos de astucia diplomtica, y sus proposiciones clandestinas eran tan crudas y torpes como atrevidas. Pero el artero Amatuna fingi aceptar su plan, y al fin lo super pagando su traicin con otra traicin ms hbil y ms aguda. Convino con ellos en poner a Scalisi y Anselmi en la esquina de las calles Congress y Sangamon a las nueve de la maana, hora en que Moran y Drucci pasaran en su coche, para asesinarlos. Pero en vez de poner a tiro a Scalisi y Anselmi, Amatuna, por un doble juego, clsico en su arte, fue a Moran y a Drucci a quienes puso a tiro. Mientras Moran y Drucci, seguros de sus vctimas, esperaban en su auto la aparicin de Scalisi y Anselmi en la esquina para matarlos, Amatuna, Mike Genna, Scalisi y Anselmi pasaron a su lado en el auto de Genna, tirotendolos con una rfaga cerrada. Moran y Drucci, ambos gravemente heridos, contestaron, sin efecto, con una andanada y huyeron en su automvil fuera de la zona de peligro por una calle lateral. Su coche fue hallado solo en la Calle Green, esquina al bulevar Jackson. Estaba surcado y acribillado por las balas, y la cubierta haba sido casi desbaratada. Las manchas de sangre en la acera demostraban la gravedad de las heridas de Moran y Drucci. Slo la mala puntera de los otros les haba salvado de la muerte. Pero permanecieron varias semanas en el hospital. Aun cuando puede decirse que Moran y Drucci encontraron su merecido, la traicin asesina de Amatuna le cost la vida pocos meses despus. De este modo, con la sangre encendida de odio y a la caza de los dos enemigos que no haban logrado matar, rodaban en direccin al sur Mike, Scalisi y Anselmi una deliciosa maana de junio. Amatuna se haba apeado del coche poco despus del encuentro con Moran y Drucci. Al mismo tiempo recorra el distrito occidental el coche de la polica secreta tripulado por los detectives Michael J. Conway, William Sweeney, Charles B. Walsh y Harold F. Olson. Conway llevaba el mando y Olson el volante. La misin de los detectives no era tampoco muy pacfica. Durante la semana anterior haban cado tres policas derribados por las armas de los gngsters, y los detectives andaban a la caza de los forajidos, en especial de los asesinos de los policas, dispuestos a cumplir su deber, si era necesario, a tiro limpio. Rodando hacia el norte por la Avenida Western, el escuadrn se cruz con los Genna, que rodaban hacia el sur. Conway mir intensamente a Genna y percibi los rostros enigmticos de Scalisi y Anselmi a su espalda. Ah va un puado de truhanes dijo Conway Da la vuelta, Olson. Vamos a seguirlos y veremos qu es lo que se traen entre manos. Olson dio la vuelta y sigui al coche de Genna. Pero Genna y sus compaeros vieron, alarmados, la maniobra. Siguieron de frente, aumentando sbitamente la velocidad. El coche de los detectives se lanz bramando tras ellos, haciendo sonar la bocina y la sirena de alarma. Muy pronto se vio a los dos coches disparados a unas setenta millas por hora, patinando y oscilando peligrosamente sobre el pavimento mojado. Al comienzo de esta desesperada persecucin hubo un error por ambas partes. En primer lugar, los detectives haban intentado seguir a los gngsters con el fin

de vigilarlos y conocer sus intenciones. La huida de Genna y sus compaeros les hizo sospechar que haban cometido algn crimen en las ltimas horas y que trataban de escapar al arresto. Por otro lado existen razones para creer que Genna no reconoci a los perseguidores como policas, sino que los confundi con los miembros de alguna banda enemiga, dispuestos a matarle a l y a sus compaeros. El toque de la sirena de alarma, autorizado solamente a los coches de polica, debera haberle sacado de su error, pero evidentemente no fue as. Segn se aclar ms tarde, existan varios cientos de policas que cobraban haberes de Genna a cambio de proteccin, acudiendo a su oficina regularmente a recoger el sueldo del soborno. Sobre esta base haba negociado Mike Genna con la polica durante varios aos. Haba comprado y pagado su amistad. De modo que ni la tema ni tena porqu temerla. Pero con el diablo por medio y sin ninguna explicacin previa posible, los dos coches iban a setenta millas por hora directamente a la tragedia. Pasaron, aullando, doce manzanas. Un camin cargado surgi de la Calle Cincuenta y Nueve a la Avenida Western. Para evitar el choque, Genna vir rpidamente hacia un lado. El auto patin, gir dos veces en derredor, se abalanz contra un poste de telfonos y qued fijo, vuelto de frente hacia el norte. El de los policas, a media manzana de distancia, lleg resbalando, con rechinar de frenos, y se par en medio de la calle, atravesado frente al otro. Del coche de la polica surgieron los agentes en tropel, revlver en mano, furiosos por la desobediencia de los crimnales. Del otro coche se levantaron Genna y sus compaeros, armados de recortadas y con el dedo listo para apretar el gatillo. La situacin era desesperada, pero a pesar de la demostracin blica, la polica se inclinaba ms bien a parlamentar que a combatir. Seguan furiosos, pero no tanto como para llegar al asesinato. Hubieran preferido arrestar a estos hombres antes que matarlos. Pero los forajidos de Genna se hallaban colricos. No queran cambiar palabras, sino tiros. La diferencia entre los dos grupos era la diferencia entre ojos negros y ojos azules. Los policas estaban preparados para las contingencias; los sicilianos se hallaban preparados para matar. Qu demonios pasa? grit Conway. Por qu no parasteis? Acaso no osteis la sirena de alarma? Preguntas tontas de la ley. La respuesta de los que se hallaban fuera de ella fue una triple descarga de recortadas. Una sorpresa fatal para la polica; pero el grupo de Genna conoca la importancia de disparar primero. Una descarga de postas hiri a Walsh en el pecho y rasg el lado izquierdo de su rostro; se llev una mano a la frente, se estir sobre la punta de los pies como levantado por una galerna de viento, y se desplom en el suelo. El autor de esta muerte era Scalisi. Al caer Walsh, Scalisi desvi el can de su escopeta ligeramente hacia un lado y dispar un segundo cartucho. Otro fogonazo de muerte. Esta vez cay Olson, que siendo el ltimo en apearse del coche, despus de cerrar las portezuelas acababa de salir y se hallaba frente a los enemigos. La andanada de proyectiles alcanz su cabeza, garganta y la parte superior del pecho, rompindole el crneo, la mandbula y convirtiendo su rostro en una horrible y deforme masa de sangre. Su cuerpo poderoso y membrudo cay como aplastado por una maza. Hizo unas cuantas contorsiones y, volvindose de lado, qued inmvil con los brazos tendidos. Ya haba dos muertos antes de que los policas pudieran hacer un disparo. Los revlveres de Conway y Sweeney, que estaban an en pie, comenzaron a escupir fuego. Las recortadas de Mike Genna y Anselmi respondieron a la vez. Conway se tambale hacia adelante y qued tendido, insensible, al tiempo que su revlver iba a dar a los pies de Genna. Tres policas derribados. Slo quedaba Sweeney para luchar.

eso fue lo que hizo. Bravo hombre este Sweeney, buen polica, con serenidad en la sangre! Haba hecho frente con sus compaeros al enemigo. Y ahora sus tres camaradas yacan tendidos en la calle. Para qu exponer el pecho a las postas? Un gramo de cautela valdra ms que un kilo de herosmo desenfrenado. Se desliz rpidamente detrs de su auto y desde all, utilizndolo como trinchera, dispar por encima del fuelle y a travs de la ventanilla. Sus balas obligaron a sus enemigos a refugiarse detrs de su propio auto. Para sorpresa de Sweeney, no contestaron a sus disparos. Qu haba ocurrido? Sin un enemigo a quien hacer blanco, Sweeney interrumpi el fuego por un momento. La batalla haba acabado. Haba durado menos de un minuto. Durante esta calma Sweeney tuvo una oportunidad para ponerse a resguardo. Con el coche de la polica entre l y sus enemigos hubiera podido lanzarse en direccin al este, a travs de un espacio abierto, con la seguridad de que ellos no lo perseguiran; ms an, acaso no le vieran. Pero esto no iba con Sweeney. La pausa le dio tiempo para cargar de nuevo el revlver. El de Olson estaba en el suelo a pocos pies del auto. Swenney lo pesc con el pie y le ech mano. No haba sido disparado. Si ahora haba que librar otra batalla, la librara con dos armas. As vemos a Sweeney atrincherado detrs del auto, con la sangre encendida, si bien no victorioso todava, al menos invicto y en posesin del campo. El fragor de la batalla alarm al vecindario. Cientos de obreros se lanzaron a la calle, de los talleres, garajes y fbricas. La multitud, excitada, se agolpaba a lo largo de la avenida. Las puertas y ventanas de las casas vecinas estaban atestadas de mujeres y nios ansiosos y alerta. Los silbatos de las fbricas comenzaron a dar la alarma. Las sirenas de los automviles atascados en la distancia formaron un concierto infernal. Las campanillas de los tranvas detenidos en las esquinas llenaban el aire con un clamor agudo. Los hombres corran a los telfonos. Se pidieron refuerzos a la polica en respuesta a la revuelta. Y los auxilios se pusieron pronto en camino. En tanto, durante este hervor de locura, ocurri algo extrao extrao, pero explicable Genna, Scalisi y Anselmi, vencedores e ilesos, emprendieron la fuga, no precisamente atemorizados. Estos forajidos, con la sangre tan fra como el hielo, no conocan el pnico. Pero la fuga pareca conveniente. Los coches de la polica llegaran muy pronto. Con dos, o acaso tres, asesinatos sobre sus hombros la horca era segura si los capturaban. Quiz se formara pronto un tumulto. Se les haban escapado los cartuchos; por este motivo haban suspendido el ataque. Todava les quedaban los revlveres; pero si cargaban contra el atrincherado Sweeney era probable que ste tumbara a alguno de ellos antes de que lograran tumbarle a l. Se hallaban, pues, en una situacin crtica. Evidentemente, haba llegado el momento de escapar. Con las escopetas bajo el brazo se lanzaron en direccin al oeste, a travs de un terreno yermo, a todo lo que daban de s sus piernas. Genna corra a gran velocidad. Scalisi y Anselmi lo hacan pesadamente, a tropezones, como bueyes sobre un terreno labrado. Sweeney tena ahora a Genna por delante. Quedaban los dos para luchar mano a mano, hombre a hombre. Sweeney gan rpidamente. Disparando al tiempo que corra sobre un espacio abierto, vaci uno de los revlveres, errando todos los tiros. Esto es una vergenza para usted, seor Sweeney. Est usted haciendo un mal papel como tirador. Unas cuantas prcticas de tiro en la estacin de polica le haran mucha falta. Pero lo que sus balas susurraban a los odos de Genna eran cosas que a l no le gustaba or. Genna se volvi sbitamente y le apunt con la escopeta. Sweeney se detuvo y aguard la muerte, que pareca inevitable. El gatillo emiti un sonido seco. La escopeta estaba descargada. Pero el gesto asesino enloqueci
Y

a Sweeney. Aqul no era modo de portarse. l se lo hara pagar. Y si no, veamos. Continu la carrera a travs del yermo. Al entrar en un callejn que daba a la casa de la seora Knolblanch, Genna haba ganado las escaleras del portal posterior cuando Sweeney, anotndose al fin un punto, logr derribarlo con una bala que le atraves una arteria en la pierna izquierda, ocho pulgadas ms arriba de la rodilla. Genna se levant de nuevo, dio varios traspis y volvi a caer. Frente a l se abra una ventana que daba al stano de la casa. Se arrastr hacia ella, dejando un reguero de sangre tras de s. Rompi el cristal con la culata de su escopeta y se zambull en la oscuridad al tiempo que Sweeney, jadeante, disparaba el ltimo tiro de su revlver. El polica John Oakey viva cerca de la esquina de la Calle Sesenta y de la Avenida Western. Era un veterano de pelo blanco, con sesenta y dos aos de vida, que estaba prximo a retirarse. Tena un empleo como sereno en el departamento del fiscal y dorma de da. Al comenzar la batalla se hallaba acostado. Su esposa, la seora Ellen, lo despert. Hay una terrible pelea ah fuera, John, dijo la seora. Oakey se asom a la ventana. En efecto. Las escopetas aullando, el humo en remolinos y los policas mezclados en la refriega. Esto era bastante para el viejo soldado. Se visti como pudo y se lanz a la calle en mangas de camisa y la cabeza al aire con su pelo blanco enmaraado. Ahogndose de cansancio, chorreando de sudor, se uni a Sweeney en el corral de la seora Knolblanch, al tiempo que llegaba tambin el polica Albert Rickerst, que haba salido de un tranva de la Avenida Western. Ningn sonido surga de la oscuridad del stano. Asomarse a la ventana rota era peligroso. Los revlveres de Sweeney estaban descargados. Oakey haba olvidado el suyo. Slo Rickert contaba con un arma efectiva. Qu hacer? Oakey no vacil. Resueltamente, con el arrojo y el valor de su veterana, empuj la puerta del stano. Entr, con la seguridad de que lo recibira un fogonazo, seguido de Sweeney y Rickert. El stano estaba oscuro y en silencio. Nada vieron all de momento. Un ligero rumor parti ahora de un rincn. Asomndose al lugar vieron a travs de la sombra la figura de Genna, tendido en el suelo, la escopeta a un lado y una pistola espaola de acero tachonado de azul apretada en la mano. Trat de incorporarse, apoyndose en un brazo; levant en vano la pistola a la altura de sus ojos y se desplom de nuevo en un charco de sangre. La vida se le escapaba irremediablemente por la herida. La casa de auxilio mand una ambulancia y Genna fue sacado en una camilla. Al momento de meterle en la ambulancia, uno de los sanitarios se inclin sobre l para consolarle. Genna, confundindolo con un polica, le golpe en la cara. Coge eso gru Genna, t, zorro uniformado! Fueron sus ltimas palabras, as como el bofetn su ltimo acto consciente. De aqu fue no a la cama del hospital, sino a una mesa del depsito de cadveres. Muri poco despus de ponerse en marcha la ambulancia. Scalisi y Anselmi continuaron la fuga a todo vuelo. En la carrera soltaron las recortadas. Este acto no tendra mayor importancia. S la tendra que una brisa errante brisa maliciosa les arrebatara los sombreros. Desde luego hubieran podido recogerlos, pero llevaban demasiada prisa. Sin embargo, hubiera sido conveniente llevar la cabeza cubierta para evitar las sospechas de la gente al pasar. As que entraron en la tienda de Edward Issigson, en la esquina de las calles Rockwell y Cincuenta y Nueve. No hablaban ingls, pero hicieron seas de que necesitaban gorras. Issigson no era tonto. En seguida comprendi que estos tipos haban tomado parte en alguna refriega y que trataban de huir. Se neg a venderles las gorras y Anselmi y Scalisi salieron a la calle. Issigson les sigui con la vista desde la puerta y vio que hacan la seal de parada a un tranva de la

Calle Cincuenta y Nueve. Un coche de la polica que haba acudido al lugar de la refriega pas en aquel momento por all. Issigson le par y seal al sargento Mike Stapleton hacia los fugitivos. En el momento en que suban a la plataforma del tranva el sargento Stapleton salt del coche y les ech mano, conducindolos a la comisara secreta de la ciudad, donde el jefe, William Schoemaker, les tom declaracin por medio de un intrprete. Bien: qu saban ellos acerca de aquella batalla de la Avenida de Western? Vamos a hablar claro. Scalisi y Anselmi sonrieron, menearon la cabeza y miraron con ojos inocentes y asombrados al jefe Schoemaker. Una batalla? Qu batalla? Esto era nuevo para ellos. Haban venido a este distrito a alquilar una habitacin. Pareca un barrio agradable, de gente pacfica; precisamente lo que ellos andaban buscando. Y con buenos medios de transporte. Ellos eran hombres trabajadores, sin empleo por el momento, es cierto, pero no tardaran en encontrar una buena colocacin. Haba trabajo en abundancia en Chicago. Chicago era una buena ciudad. Les gustaba vivir en ella. Fue todo lo que la polica pudo obtener de estos astutos sicilianos. As que fueron enviados a la crcel hasta que se celebrara el juicio. Mike Genna tena veinticinco aos de edad y era el menor de los Genna. Era de suponer que un joven como l, perteneciente a una familia de millonarios, recibira un entierro con toda pompa. No fue as. Mike fue enterrado como cualquier pobre obrero de las casas vecinas. No hubo oficios religiosos, ceremonias de despedida ni acompaantes al duelo. El resto de los hermanos no se arriesgaron a salir en pblico. Siguieron al coche fnebre seis automviles. En dos de ellos iban las mujeres de la familia Genna; los otros cuatro iban llenos de detectives al mando del capitn John Stege. Los empleados de la funeraria bajaron el modesto atad a la tumba y los enterradores no tardaron en echarle tierra. Urga esconderle pronto en lo ms hondo, como si el acto llevara el propsito de que este joven pistolero fuera olvidado cuanto antes. Las flores no perfumaron su ltima morada. Una de las mujeres deposit una rosa roja en la tumba; eso fue todo. La solitaria flor pareca un poco desamparada sobre la tierra desnuda. Con la muerte de Angelo el Cruel y Miguel el Diablo en el plazo de diecinueve das, el resto de los hermanos permanecieron escondidos en sus casas, temerosos del peligro. La prohibicin alcohlica frustr la carrera de muchos rateros y atracadores de brillante porvenir, transformndolos en ridculos millonarios, pero ha realizado pocos milagros ms dignos de admiracin que el de levantar a la familia Genna desde el arroyo a un trono de oro. Los seis hermanos, escalonados por edades de mayor a menor, eran Sam, Jim, Pete, Angelo, Tony y Mike. Todos haban nacido en Marsala, un puerto de la provincia de Trapani, en Sicilia, y vinieron con sus padres a Chicago cuando Sam, el mayor, tena diez aos y Mike, el menor, era nio de teta. El padre trabajaba de pen ferroviario y ambos, el padre y la madre, murieron cuando la familia se hallaba todava viviendo en la miseria en una casa humilde del distrito occidental. Haba una marcada semejanza entre los hermanos. Todos eran trigueos, de pelo oscuro, ojos negros, y segn su apariencia, era muy probable que tuvieran una buena dosis de sangre sarracena en sus venas. Al verse ricos se hicieron orgullosos, opresores, despticos. En general no eran queridos, y en muchas partes se les odiaba. Una de sus caractersticas familiares era el amor a sus esposas, sus hijos, su hogar y la lealtad entre ellos. Eran tan profundamente religiosos como despiadados asesinos; llevaban rosarios y crucifijos en el bolsillo junto con las pistolas; elevaban sus oraciones al dios amoroso y, bajo las leyes de su cdigo siciliano,

mataban traidora, cruel y despiadadamente a sus enemigos. Eran hombres silenciosos, amantes del secreto y enemigos de la curiosidad; guardaban sus propios consejos y el nico medio de estar a bien con ellos era no molestarles. Mientras Torrio, Capone, OBannion y otros jefes de bandas se enriquecan con el comercio de cerveza, los Genna vieron su oportunidad en el alcohol barato. Su especialidad era el alcohol de maz. Poco despus de la muerte de Mike Genna, el capitn John Stege orden un registro en la vecindad del cuartel general de los Genna, situado en el nmero 1022 de la Calle Taylor; destruy treinta destileras clandestinas, con una capacidad de veinte mil galones semanales; decomis siete mil quinientos barriles de malta, quince mil galones de licor destilado, y arruin propiedades por valor de quinientos mil dlares. El alcohol lo vendan en dos categoras: el alcohol puro, tal como sala del serpentn del alambique, que tena 198 grados y se venda a seis dlares el galn, y el rebajado, que tena 100 grados y su precio era el de tres dlares el galn. La venta bruta de los Genna se calculo en trescientos cincuenta mil dlares mensuales, con una ganancia de ciento cincuenta mil dlares al mes. Despus que las guerras diezmaron las filas de los Genna, sus negocios se precipitaron a la ruina, y el activo lquido, que en el menor balance haba alcanzado, segn clculo, el valor de cinco millones de dlares, pronto qued reducido prcticamente a nada. Vicenzo, o Jim, Genna, que haba sido una figura descollante en las empresas familiares, sali de Chicago poco despus de la muerte de su hermano Mike y se fue a Sicilia. En Palermo fue arrestado por el robo de las joyas de la Madonna di Trapani, en su provincia natal, delito que le cost dos aos de arresto en una prisin siciliana. Despus vivi en Roma, en un lujoso apartamento de la Va Giambattista Vico, cerca del Porto del Popolo; gast su dinero y meti baza en palacios de juego y jardines aristocrticos. Regres calladamente a Chicago cinco aos despus, cuando los asesinos Genna y los Genna asesinados haban pasado al olvido, para dedicarse o al menos as lo anunci al pacfico comercio de quesos y aceite de oliva. Antonio Genna era una anomala entre los Genna. Su historial y su carcter le situaban en un lugar aparte de sus hermanos. Se le conoca entre la colonia italiana por Tony el Aristcrata y Tony el Caballero, y no hay duda de que tena inclinaciones aristocrticas y caballerescas y una ambicin de llegar a ser algo ms que un adinerado fabricante de alcohol. Su rostro plido y un tanto asctico le daba un aspecto de estudiante si bien no muy atractivo, que acentuaban ms sus gafas con montura de asta. Haba tomado una parte mnima en las vendettas del hampa, se relacionaba poco con los turbulentos personajes que trataban sus hermanos y viva retrado en placeres sosegados. Estudiaba arquitectura, se interesaba sinceramente por las condiciones de vida de sus paisanos y estableci una colonia siciliana en la esquina de la Calle Troy y Cincuenta y Cinco, donde construy un grupo de casas y edificios que alquilaba a precios moderados. Los srdidos alrededores de las calles Taylor y Halsted, donde se haba criado, no le agradaban y se mud a un apartamento del Hotel Congress. Asista a la pera, ofreca homenajes a sus notabilidades, llevaba la vida mundana de un aburrido dilettante y padeca un amor romntico por Gladys Bagwell, hija de un clrigo de aldea, con quien se hallaba comprometido al morir. Tony el Aristcrata no era un ngel. Era una pieza muy importante de la mquina de los Genna; asista a los consejos familiares donde se discutan asuntos comerciales o se planeaban asesinatos, y seguramente daba su voto en favor de los actos de violencia en que los Genna andaban metidos. Pero aun cuando llevaba a Genna muy dentro, posea ciertas buenas cualidades, y no era ni un inculto ni un forajido.

Giuseppi Nerone, conocido por Il Cavaliere el temido caballero de los Genna, era un pistolero ilustrado. Alto, flaco, trigueo, con ojos de halcn, se le vea con frecuencia velando silenciosamente a los Genna en calidad de guardia de corps. Haba recibido una educacin universitaria en Sicilia y dio clase de matemticas en un colegio de Palermo. La elegancia de sus modales le granje el sobrenombre de el Caballero. Cmo este hombre de inteligencia cultivada haba rodado hacia el crimen era cosa que no se saba, mas lo cierto es que haba huido de Sicilia a causa de alguna aventura delictiva para venir a Amrica a convertirse en un criminal de profesin bajo los alias de Antonio Spano y Joseph Pavia. Se asoci a los Genna desde el principio de su comercio ilegtimo como experto en precios y finanzas. Se le tena por un mago en asuntos matemticos y financieros, y alcanz gran fama al elevar la fortuna de los Genna al nivel que alcanz al final. Pero los Genna no apreciaron sus servicios en el valor que Nerone crea merecer. Seguan tenindole a sueldo, le negaron toda participacin en las ganancias y le cerraron toda oportunidad de amasar fortuna rpidamente. Este trato mezquino, segn Nerone lo calificaba, dispuso al sensitivo y orgulloso siciliano en contra suya. En una explosin de clera e indignacin, abandon su empleo y guard el agravio con una creciente enemistad hacia los Genna. Fue mi cerebro el que levant a los Genna se jactaba Nerone Si no hubiera sido por m todava estaran en el arroyo. Il Cavaliere no era extrao a la vendetta. Era primo de Philip Piazza, jefe contrabandista de las Alturas de Chicago, y despus de romper con los Genna entr a su servicio como agente en el transporte de ron y pistolero, y tom parte en la lucha contra los gngsters enemigos, en la que Piazza se hallaba mezclado por derechos territoriales. James Lamberta fue asesinado en una emboscada, frente a la fonda Derby, propiedad de Piazza y situada cerca de la nueva pista del Parque Washington; en el mismo tiroteo muri accidentalmente la seora Violet Bass. A Piazza lo mataron en el caf Milano, en las Alturas de Chicago, y en una furiosa guerra que dur poco ms de un mes cayeron Frank Camera, Joe Cantada y Joe Salvo, sobrino de Lamberta. Nerone fue asesinado ms tarde; pero sta ya es otra historia. El da 8 de julio de 1925, Tony Genna mont en su auto y se dirigi a la tienda de vveres de Charles y Vito Cutilla, situada en la Gran Avenida y la Calle Curts. Ha venido alguien a preguntar por m? dijo al entrar en la tienda. No contest Charles Cutilla, colocando unas patatas detrs del mostrador ; no ha venido nadie. Tony consult el reloj: eran las diez y media de la maana. Crea que ya estaran aqu dijo Tony. Me llamaron por telfono. Es probable que estn al llegar. Buen da, verdad? S dijo Cutilla, si no hiciera tanto calor. Hara falta un buen chaparrn. Tony charl un rato con los Cutilla, a quienes conoca bien, y luego sali a la acera. All aguard unos cinco minutos la llegada de los personajes con quienes haba concertado la cita. Un automvil se detuvo al otro lado de la Calle Curtis y dos hombres surgieron de l. Al ver a Tony en la esquina opuesta le hicieron un saludo con la mano y se le acercaron sonriendo. Hola, Tony dijo el ms alto; cmo ests? Traa una sonrisa en la boca y la expresin alegre y jovial. Tony se le acerc a estrechar su mano. Tanto gusto dijo Tony. Todava sonriente, con la misma expresin de afecto, el recin llegado retuvo firmemente su mano. Al mismo tiempo su compaero sac una pistola automtica y descarg cinco tiros contra Tony, que se desplom sin un ay!, con una suave y

angustiada expresin en los ojos. Se le llev a toda prisa al hospital de urgencia. Sam y Pete Genna, la seora de Angelo y varias de sus hermanas se presentaron junto a la cama. Lleg la polica. Quin ha sido, Tony? pregunt Sam Genna. Fiel a su tradicin siciliana, Tony permaneci en silencio. Dnoslo! Tony mene la cabeza. Acaso no quieres a tus hermanos? S, los quiero. No salvaras nuestra vida si pudieras? S. Entonces, por el amor de tus hermanos, por el amor de nuestros hijos y esposas, confisanos el secreto antes de morir. Tony sigui callado. Por Dios, Tony urgi Sam con un timbre de alarma en su voz; di a la polica quin te hiri. Es nuestra nica esperanza. Si t no confiesas nos matarn igualmente a Pete y a m. Tony no contest durante un momento. Pareca hallarse debatiendo la cuestin en su mente. Habra de violar la Omert? Quebrantara la antigua ley siciliana del silencio? Respiraba ya muy dbilmente. Las cosas comenzaron a borrarse ante sus ojos. Se mora. Cazad al Caballero murmur. Y Antonio el Aristcrata pas a reunirse con Angelo el Cruel y Miguel el Diablo al mundo de las sombras. El hombre que haba sujetado su mano fue identificado como Nerone. Pero jams se lleg a saber definitivamente quin haba hecho los disparos. La polica sospech de Schemer Drucci. Angelo muri el 26 de mayo, Mike el 13 de junio, y Tony el 8 de julio. Cuarenta y tres das entre la primera y la ltima tragedia. De los seis Genna, tres haban sido barridos en el trmino de seis semanas. Jim se hallaba en Sicilia. Sam y Pete, asustados ante la amenaza de la muerte, eran los nicos que quedaban en Chicago.

7. Los fondos de defensa


La batalla judicial por salvar a Scalisi y Anselmi de la horca fue un acontecimiento pblico en el cual debatieron, de un lado, el poder de la ley, y de otro, el poder del hampa. La muerte de los tres policas se hallaba en la balanza contra la vida de los dos gngsters. Pero lo que realmente haba que determinar era si Chicago haba de ser regida por la ley o por las pistolas del hampa. A la horca con ellos! fue el grito de guerra de la defensa. Las alegaciones se fundaron en la defensa propia, y los abogados de los asesinos, hbiles en la materia, agotaron todos los subterfugios y formulismos en apoyo de su alegacin. Se presentaron, y fueron desechadas, pruebas evidentes acerca de la corrupcin policial. El juicio dur tres semanas, y los esfuerzos de los jurados por no asistir a l dejaron demostrada la servidumbre impuesta por el hampa al ciudadano por medio del terror, ahogando as todo sano impulso de ciudadana. Si un polica le detiene a usted dijo el abogado Michael Ahern, esquematizando la defensa por un solo momento contra su voluntad, y usted mata a ese polica, el delito no es de asesinato, sino de homicidio no premeditado. Si el polica hace uso de las armas, usted puede matarle en defensa propia sin que la ley le perjudique. Nosotros probaremos dijo el abogado Patrick ODonnell que Mike Genna sostuvo durante aos relaciones cordiales, si no viciadas, con la polica; que no tema a sus agentes y que Scalisi y Anselmi dispararon, segn su conciencia, en defensa de sus vidas, persuadidos de que los detectives eran gngsters del lado norte que se haban juramentado para matarlos y que pocos das antes haban asesinado a Angelo Genna. En estas dos declaraciones qued resumida sucintamente la defensa. Scalisi y Anselmi se presentaron al juicio por la muerte del detective Olson respaldados por un fondo de defensa de cien mil dlares. A este fondo haban contribuido generosamente los Genna, Capone, jugadores afortunados, contrabandistas, dueos de prostbulos, jefes de bandas y muchos sicilianos que crean que el buen nombre de su colonia estaba a punto de perecer. El hampa prolog el juicio haciendo uso de la intimidacin. El detective Sweeney, hroe de la batalla y primer testigo acusador fue amenazado de muerte y su casa arruinada por una carga de dinamita, con un dao de siete mil quinientos dlares para su padre, que era el propietario. Otros testigos de la acusacin fueron igualmente amenazados por telfono y por correo. Un gngster desconocido dispar dos tiros en la Oficina del Fiscal del Estado. Apenas haba comenzado el juicio cuando las familias de los jurados empezaron a recibir cartas conminatorias selladas con calaveras y sus casas tuvieron que ser guardadas por la polica. Los ojos buscaban curiosamente a los asesinos sicilianos, como si esperaran descubrir unas criaturas infernales, con cuernos y pezuas. Pero stos permanecan tranquilamente entre sus abogados, sin que en apariencia hubiera mucho que los distinguiera de los hombres que cada da vemos en la calle. Ambos eran robustos. Scalisi tena un rostro agradable, inteligente, piel clara y ojos brillantes. De expresin un tanto orgullosa y angelical, nada denotaba en l al forajido criminal y cruel asesino. El aspecto duro, fro, inexpresivo de Anselmi, con sus grandes ojos audaces y su gruesa mandbula, era un indicio de su temple peligroso. Pero este hombre, que haba sido romntico y aventurero, jefe de bandidos en Sicilia, tena el aire estlido de un destripaterrones que hubiera vivido pacficamente toda su vida en una choza de las escarpadas laderas de Stromboli labrando una pequea parcela con su par de bueyes.

El punto culminante del juicio se alcanz cuando el abogado ODonnell, alto, veterano de la carrera, levant su cabeza blanca ante el tribunal mostrando una libreta forrada de negro. He aqu grit ODonnell una libreta tomada del bolsillo del difunto Mike Genna, que contiene una lista de policas incluidos en la nmina de los Genna. Yo prometo demostrar que los Genna pagaron la cantidad de ocho mil dlares mensuales a la polica durante los tres ltimos aos, o sea un total de trescientos mil dlares. Cuatrocientos policas acudan todos los meses a la oficina central de los Genna a cobrar sus haberes. La mayora era de la estacin de la Ca lle Maxwell. Dos destacamentos del cuerpo de detectives y uno del cuerpo judicial. Los vecinos llamaban a la oficina de los Genna la estacin de polica. En la lista est la partida de un capitn que cobraba ochocientos dlares al mes. Adems de esto, muchos policas compraban whisky clandestino a los Genna con una rebaja y lo revendan de contrabando por su cuenta. Todos los meses sigui ODonnell se pasaba de la Calle Maxwell a la oficina de los Genna una lista de cantidades a cobrar, que copiaban all a mquina y destruan el memorndum de la polica. A medida que se pagaba a los policas se tachaban sus cantidades correspondientes en la lista. Esta medida fue adoptada debido a que los policas de otros distritos solan meter baza en el juego fingiendo pertenecer a la estacin de la Calle Maxwell. Muchas destileras ilegales alegaban inmunidad so pretexto de pertenecer a los Genna, los cuales, para proteger a la polica contra estos engaos, enviaron a los oficiales de la Calle Maxwell una lista con las seas de todos sus alambiques. Cuando los Genna continu ODonnell presentan el ataque a sus camiones de whisky, llamaban al comit central del cuerpo de detectives y en seguida se enviaba un pelotn a escoltarlos a travs de las zonas de peligro. Si alguna vez, por guardar las formas, se ordenaba una intervencin policial, los Genna reciban aviso con veinticuatro horas de anticipacin. En consecuencia, la polica no encontraba nada que intervenir, y tan pronto como abandonaba el lugar, la destilera comenzaba de nuevo a funcionar. Los Genna realizaban sus operaciones tan abiertamente como cualquier comercio de la Calle State, y no hubieran podido mover ni un dedo sin el permiso y la proteccin de la polica. se es un cobarde atentado contra la reputacin del departamento de polica declar el Fiscal del Estado, Crowe. Qu hara usted, seor ODonnell, si el alcalde Dever y el jefe de polica Morgan Collins le obligaran a probar sus cargos? El alcalde Dever y el jefe Collins tron ODonnell pueden irse al infierno. Desapruebo esa forma de testimonio dijo el juez William V Brotherscomo impertinente y falta de relacin con esta causa. Su Excelencia replic ODonnell: yo he querido probar por este medio la teora de autodefensa sobre la que descansa nuestro caso. Rechazado repiti el juez Collins. En ese caso fulmin ODonnell, llevar la libreta y el testimonio al To Sam. Pero antes de que llegara a las manos del To Sam la libreta desapareci misteriosamente. En cambio estaba ya en manos del fiscal federal, Olsen, un testimonio jurado por el contable de los Genna, el cual, no slo apoyaba los cargos hechos por ODonnell, sino que aada otros detalles referentes al soborno a gran escala de la polica. El alcalde Dever y el jefe Collins no exigieron pruebas a ODonnell. Con la sorpresa pblica el segundo acept los cargos. Tengo la conviccin dijo Collins de que haba policas sobornados en la estacin de la Calle Maxwell, y ciento setenta van a ser trasladados

inmediatamente. El juicio puso fin al rumor de que haba un cuarto personaje con Mike Genna, Scalisi y Anselmi en el auto, que se haba escapado al comenzar la batalla. Ninguno de los testigos haba visto tal personaje. El detective Sweeney y el detective Conway atestiguaron que no haba ninguno, lo cual corroboraron los propios Scalisi y Anselmi. Este mito tena su origen en el hecho de que Samoots Amatuna haba estado con ellos una hora antes, al ocurrir la refriega, con Bugs Moran y Schener Drucci. Pero Amatuna haba bajado del coche mucho antes del encuentro de la Avenida Western con la polica. El Fiscal del Estado, Crowe, hizo una afirmacin interesante que, sin embargo, no pudo probar legalmente. Estoy convencido dijo Crowe de que Scalisi y Anselmi son los que asesinaron a Dean OBannion. El abogado ODonnell regal una botella de whisky a los empleados del tribunal. Al descubrirse esto se levant un gran escndalo y se arm un revuelto en torno al asunto. Fueron despedidos el escribiente y tres alguaciles. Llamado ante el tribunal y reprendido, el abogado trat de tomarlo a broma, diciendo que el whisky era de primera calidad y que lo haba hecho por motivos de pura convivencia. El da 11 de noviembre el jurado fall contra Scalisi y Anselmi, condenndoles a catorce aos de presidio por homicidio sin premeditacin. Los reos sonrieron, dichosos de haber escapado a la horca. El juez Brothers anunci que pasados cinco das seran sometidos a juicio por la muerte del detective Kalss. La seora Myrthe Olson, madre del detective Olson, sordomuda, se hallaba en el Juzgado. Al comunicrsele el fallo qued pasmada. Luego sus dedos comenzaron a hablar su intrincado lenguaje. No puedo comprender dijo en su silencioso idioma por qu los jueces, con pruebas, no han condenado a la horca a los asesinos de mi hijo. El veredicto es un golpe contra la justicia. Pero demora tras demora, Scalisi y Anselmi no fueron sometidos al segundo juicio hasta febrero de 1926. Entretanto se levantara otro fondo de defensa, esta vez con dificultad. Las donaciones cayeron gota a gota. Los sicilianos se convencieron de que ni la absolucin ni la condena de Scalisi y Anselmi afectaran a la reputacin de su colonia de Chicago. Los gngsters que se haban alistado antes en la leva como cosa natural, guardaron su dinero. Los hombres adinerados, que en la primera colecta haban contribuido con generosidad, rebajaron sus aportaciones o las suprimieron del todo. Los cobradores del hampa tuvieron que forzar sus extorsiones por medio del chantaje, y cuando este procedimiento fall, echaron mano de sus recortadas. El resultado fue una larga serie de crmenes. Samoots Amatuna nombre que suena como una cuerda de guitarraera msico y criminal, trovador y festivo, y uno de los ms traidores y fros asesinos del hampa. Cuando alguien reparaba en sus ropas chillonas, el reluciente Amatuna, envuelto en diamantes que valan una pequea millonada, contestaba que la indumentaria era el reflejo de su gusto musical. Cantaba con perfeccin tcnica y con una voz de gran belleza lrica. Tocaba con gran maestra el violn y perteneca a la Sociedad de Msicos. A la vez demostraba un talento extraordinario en el manejo de la recortada, y durante mucho tiempo sus amigos se preguntaron si Amatuna acabara en la pera o en la horca. Era amigo ntimo de los Genna, y l, Angelo el Cruel y Antonio el Aristcrata, con frecuencia coman y beban en compaa de las grandes figuras de la pera italiana. Era, adems, un experto jugador de dados; habiendo ganado cuarenta mil dlares en una noche, compr el caf El Pjaro Azul, en la Calle Haisted, y contrat una orquesta que hizo de este

lugar el paradero favorito de los italianos amantes del buen vino y la buena msica. Se acus a Amatuna de haber tomado parte en los asesinatos de Paul Labriola, Harry Raimondi y Gaetano Esposito, en la contienda poltica de 1921, en el sangriento distrito Diecinueve, entre los partidarios de Tony D Andrea y los de John Powers. Fue encausado junto con Angelo Genna por el asesinato de Labriola, y con Frank Gambino por el de Raimondi, pero se libr de juicio merced a la desaparicin de los testigos. Se le arrest en compaa de otros cuatro msicos por haber intentado asesinar al productor de su propia sociedad musical. El cuarteto asesino llev sus armas al saln de la sociedad en las cajas de los violines, y cuando el productor se par a su lado en espera de un agradable concierto, Amatuna y sus camaradas, en vez de sacar los violines, desenfundaron las recortadas de los estuches y tocaron un scherzzo de postas en sol menor. El encargado escap a la muerte, acaso por una sola posta, pero se pas un mes en el hospital soando con la belleza artstica de aquella serenata. Despus que se hubo hecho rico por diferentes procedimientos criminales, Amatuna anunci pblicamente que no volvera a llevar nunca ms un arma consigo. De qu sirve llevar armas? dijo Amatuna Si quieren matarme, lo harn igualmente. sta era una actitud filosfica, aunque pareci invitar a sus enemigos. Sin embargo, Amatuna fue y vino a lo largo de las calles occidentales, as de da como de noche, sin armas y sin miedo. Amatuna sostuvo relaciones amorosas con Rosa Pecorara, hijastra de Mike Merlo, durante ms de un ao, y a la muerte de Merlo aspir a sucederle como presidente de la Unione Siciliana. Pero cuando Angelo Genna present su candidatura al trono de Merlo, Amatuna se retir del ruedo. Debido a estas pretensiones, que parecieron demasiado elevadas para l, a veces se le deca a Amatuna el hombre que quiso ser rey. Amatuna haba sido el encargado de recaudar el primer fondo de defensa para Scalisi y Anselmi, y se haba dado a ello generosamente. Orazio Tropea, conocido por Tropea el Azote, hombre falsario y corrompido, maniobr secretamente para que le
nombraran a l recaudador del segundo, viendo la oportunidad que se ofrecera de robar a lo grande. El problema estaba en desplazar a Amatuna. Pero el problema se resolvi por s mismo para Tropea cuando Amatuna pag con su vida la traicin a George Moran y Schemer Drucci, a quienes haban puesto en el blanco para ser asesinados por Mike Genna, Scalisi, Anselmi y l mismo.

El da 10 de noviembre de 1925, Amatuna entr en la peluquera de Isadore Paul, en el nmero 804 de la Va Roosevelt, con la intencin de arreglarse para ir a la pera. Se iba a representar Aida en el Auditorium. Amatuna llevara consigo a su novia, Rosa
Pecorara. Llevaba puestos los distintivos. Tena las entradas en el bolsillo y haba mandado llamar al taxi. Eran las siete y media de la tarde y todava le quedaba tiempo para afeitarse y arreglarse las uas. Al levantarse del silln, despus de haber sido atendido, se par ante el espejo ajustndose la corbata. La imagen reflejada era un joven elegante, con el cutis rapado por la navaja y el ala de cuervo aplastada en la cabeza. Se hallaba en buen estado de nimo, se puso a silbar y la docena de clientes que haba entonces en la peluquera escucharon la marcha triunfal de Aida.

Dos hombres entraron de la calle. Nadie les prest mucha atencin. Seguramente iran a afeitarse y se sentaran en las sillas que haba a lo largo de la pared a leer peridicos mientras aguardaban su turno. Pero no fue as. Se dirigieron directamente a Amatuna y esgrimieron sendos revlveres. Amatuna se refugi tras un silln. Uno de ellos le hizo cuatro disparos, errndolos todos. Disgustado por esta falta de puntera en una empresa tan importante, su compaero lo empuj a un lado y dispar a su vez otros cuatro tiros, que dieron

indefectiblemente en el blanco. Al caer Amatuna los dos se lanzaron a la calle, montaron en un automvil que los esperaba con otro hombre al volante y desaparecieron. El asesinato de Amatuna no lleg a resolverse nunca oficialmente, pero el dedo del hampa seal al verdadero asesino. El hombre que dispar los cuatro tiros mortales era Jim Doherty, de la banda de los ODonnell del oeste, que en noviembre
de 1924 haba tomado parte, con Myles ODonnell, en la batalla de Cicero, en la que fue muerto Eddie Tancl. El otro, de menor estatura, que haba errado los cuatro primeros tiros, era probable, pero no seguramente, Schemer Drucci. El que llevaba el coche se supuso que sera Frank Gussenberg. Los ODonnell se haban asociado recientemente en asuntos comerciales con la alianza WeissMoranDrucci, lo que explica el hecho, aparentemente extrao, de que Doherty tomara parte en el asesinato de Amatuna como instrumento de venganza de la gavilla del norte. Capone y sus agentes vengaron la muerte de Amatuna seis meses despus matando a Doherty en la degollina de Cicero, en la cual perdi la vida el fiscal McSwiggin.

Amatuna fue llevado al hospital de Jeferson Park, con la ilusin de que seguira viviendo. Pero el doctor Gaetano Ronga, despus de hacerle una radiografa, no pens lo mismo. Una de las balas le haba roto la columna vertebral, producindole una parlisis. La llegada de la polica indign a Amatuna. Fuera de aqu grit; no tienen que meterse en mis asuntos; djenme tranquilo. En cambio susurr los nombres de los asesinos al odo de su hermano Luigi Amatuna. Rosa Pecorara llor junto a la cama. Haban ultimado ya todos los preparativos para la boda. Haban alquilado el hotel. Se haban pedido flores por valor de varios miles de dlares. Se haba invitado a ms de mil personas. Su enlace se haba pospuesto una vez a causa de la muerte de Mike Merlo. La muerte volva a interponerse entre ellos, dispuesta a barrer su dicha. Cuando se le anunci su sentencia, Amatuna pidi a su hermano que le llevara un sacerdote. Para administrarle los Santos leos? No: para casarle con Rosa Pecorara, que sera la victoria del amor sobre la tumba. Quiero que Rosa sea mi mujer antes de morirme dijo Amatuna. Cogi su mano y se la llev, sonriendo, a la frente. El sacerdote lleg, pero Amatuna haba cado en un letargo. Todava con la mano de su novia entre las suyas, pas de una vida inconsciente a una inconsciencia sin vida. Orazio Tropea consigui lo que deseaba, encargndose de levantar el segundo fondo de defensa. Tan temido como odiado en la colonia siciliana, era el hombre a propsito para realizar la campaa terrorista que requera la misin. Haba sido cobrador de la Mano Negra, y durante aos sirvi de agente secreto a los Genna, siendo calificado como uno de los ngeles destructores con menos escrpulos de este clan de asesinos. Cuando los Genna necesitaban quitar de su camino a algn pobre diablo hablaban con Tropea, y el pobre diablo se evaporaba. Tropea el Azote era el hombre misterioso en torno al cual se murmuraban historias fantsticas. Entre
los sicilianos ms ignorantes, que todava crean en brujos y gnomos, se le crea en poder de las artes infernales y del mal de ojo. Las madres recogan a los nios de las calles a su paso, no fuera que los secara con su mirada o dejara caer alguna maldicin aniquiladora sobre ellos. Los hombres evitaban su encuentro, como si llevara el anillo de los Borgia y el simple apretn de manos pudiera transmitirles la muerte. Pero Tropea no necesitaba de estos mitos para difundir el terror de su nombre, y en cuanto a destruir a sus enemigos, encontraba ms efectivo el uso de la recortada que el de ningn procedimiento mgico. Ecola Baldelli, conocido por Baldelli el Aguila, no era del elevado espritu que pudiera suponerse, a juzgar por su apodo. Era un ave de las tinieblas y no haba nada en l que recordara los dones del guila. Sus compaeros de mendicidad le haban dado el alias en la niez, debido a que su nombre sonaba algo as como aquila, que quiere decir guila en italiano. Era un hombre duro, fro, despiadado, y aun cuando no tena motivos personales para mezclarse en la vendetta del fondo de defensa, se le acusaba de haber participado en

tres asesinatos por razones puramente mercenarias. En un tiempo haba sido conductor de camiones; ahora era el chfer de Tropea el Azote, y tomaba parte en las conspiraciones de este archiasesino como conductor del carro de la muerte. Tena slo veinticuatro aos de edad, y viva con sus padres, que eran pobres y ancianos, y permanecieron siempre en la ignorancia respecto de sus hazaas criminales. Mientras Baldelli el Aguila tenda sus alas en vuelos asesinos, los padres crean, en pattica inocencia, que todava se dedicaba a conducir camiones. Sus vidas no tenan otro foco de cario que este hijo nico, a quien llamaban todava su querubn.

Henry Spingola, que haba contribuido con diez mil dlares al primer fondo de defensa, era un abogado y poltico cuya fortuna personal se calculaba en varios cientos de miles de dlares. Perteneca a una familia de nueve hermanos, entre hombres y mujeres, todos nacidos en Amrica, que vivan con sus padres en una hermosa residencia de Oak Park. Haba tomado parte en la Guerra Mundial con el ejrcito norteamericano y conquistado un nombre poltico lo suficientemente alto para presentar, sin xito, su candidatura a la Cmara en unas elecciones. Se haba graduado en el Instituto de Segunda Enseanza McKinley y en la Escuela de Derecho John Marshall. Era miembro de la Legin Americana, de la Iglesia de la Santa Custodia y del Concilio de San Javier de los Caballeros de Coln. Los italianos de Chicago le tenan en alta estima; no haba llevado nunca una pistola y slo vino a relacionarse con los gngsters por medio del matrimonio de su hermana Lucila con Angelo Genna, unin que l haba desaprobado, haciendo cuanto estuvo en su mano por impedirla. Tropea envi a Vito Bascone a solicitar de Spingola una contribucin al segundo fondo de defensa. Spingola recibi framente al emisario. Contribu generosamente al primer fondo dijo Spingola; eso debe excluirme del
segundo. No estoy yo hecho de dinero.

Bascone present sus argumentos. Spingola era cuado de los Genna y deba ayudar a salvar a los hombres que tan valientemente haban luchado en su caso. Era un asunto de lealtad. Ni un centavo ms dijo Spingola. Por su propio bien dijo Bascone, debe usted reflexionar. De lo contrario no
respondera de su seguridad. Ms an agreg, ni de su vida. Oh replic Spingola, la cosa no es para tanto! No tengo miedo. Tropea y yo somos amigos. Pero ste es un asunto ajeno a la amistad personal. Su franca negativa irritar a Tropea.

Spingola se encogi de hombros. Lo sentira. Pero usted sabe que Tropea es un hombre peligrossimo. Nadie sabe lo que hara.

Podra hasta matarle. Yo no me expondra a contrariarle.

Spingola permaneci un momento callado, con los labios apretados y la frente arrugada. Bascone poda tener razn, despus de todo. Tropea era un ser sin entraas. De esto no haba duda. Acaso fuera prudente contribuir con algo. Spingola extendi un cheque por valor de dos mil dlares. Ah tiene usted dijo Spingola ste es un asalto a mano armada. Chantaje puro.
Con todo, aqu est mi parte. Pero declar meneando el ndice hacia Basconees lo ltimo que vais a conseguir de m. Hzselo saber as a Tropea. Hemos terminado.

Haciendo bueno el vaticinio de Bascone, Tropea mont en clera al recibir el cheque de Spingola. As que piensa salir del paso con esta miseria? tron Tropea El avaro me ha
tomado a m por un idiota. Me cree fcil de contentar. La sabandija! Lo estrujar entre mis uas. Le pondr brasas en la planta de los pies. Yo lo har bailar. Ya puede ir haciendo el testamento. Hay un lugar a propsito para l, que lo est esperando. Ya est sentenciado. Por algo me llaman Tropea el Azote.

Se advertir que Tropea trabajaba no tanto por el bien de Scalisi y Anselmi como del suyo propio. La mayor parte del dinero recaudado no fue al fondo de defensa, sino a su bolsillo. Su propsito era enriquecerse en esta campaa y tomar un barco que le llevara a disfrutar de la fortuna a su tierra natal. De cincuenta mil dlares que haba cobrado en el ltimo mes envi veintisis mil a Palermo, donde quedaron depositados en un banco a su orden. Slo unas semanas ms en Chicago y dira adis a aquella ciudad de tontos, rumbo a su tierra, donde podra vivir rodeado de lujos el resto de sus das. Tropea filantrpico? Eso era una broma. El nico que le interesaba era Orazio Tropea. Qu tena que ver l con Scalisi y Anselmi? Spingola recibi una llamada telefnica el da 10 de enero por la tarde. Tropea al aparato. No querra Spingola cenar con l aquella noche en el restaurante de Amato? S? Magnfico! Y despus de la cena zumb Tropea jugaremos un poco a las cartas, no? El restaurante de Amato se hallaba en la Calle Halsted, nmero 914, segundo piso. Se suba a l desde la acera por un ancho tramo de escalera. Era un lugar tranquilo de pacficos italianos que solan jugar a las cartas despus de la cena o conversar ante sus vasos de vino. Tropea esper a Spingola a la hora acordada, recibindolo efusivamente y escoltndolo hacia la mesa. El invitado fue amablemente acogido. La cena se desarroll con etiqueta y luego se pusieron a jugar a las cartas, mientras sus amigos entre los que se hallaban Desire Defiere y
Giacomo Spagony, cantantes de la pera hacan comentarios. Spingola consult el reloj. Eran las nueve. Todava le faltaba por revisar los detalles de una defensa que tena que hacer el da siguiente. Era hora de volver a casa. Tropea le ayud a ponerse el gabn y lo acompa alegremente hasta lo alto de la escalera, donde lo despidi con una inclinacin y un efusivo apretn de manos.

Segn Spingola comenz a descender la escalera, Tropea se asom a una de las ventanas del frente y mir hacia fuera con un aire de indiferencia. En el lado opuesto de la calle se hallaba un automvil cerrado. Baldelli el Aguila estaba al volante. Dos hombres ms se hallaban en el asiento posterior. Tropea sac un cigarro del bolsillo y le mordi la punta. Encendi un fsforo. La llama brill por un momento en el marco de la ventana. Encendi el cigarro y ech unas bocanadas. El humo, azul, ascendi en espirales. Tropea sac el cigarro de la boca y se qued mirndolo, pensativo, como hacen los fumadores. Era un tabaco excelente.

Spingola sali a la acera y mont en su automvil. No lleg a ver a los dos hombres que se apeaban del otro coche y se dirigan hacia l armados con recortadas. Estaba colocndose al volante cuando las recortadas, una de cada lado, dispararon contra l. Los asesinos montaron de nuevo en su auto. Baldelli el guila pis el acelerador y desaparecieron zumbando en la esquina prxima. Los comensales corrieron hacia fuera. Spingola, derribado sobre el asiento, agonizaba. Tropea qued muy sorprendido. Madre di Dio!grit Tropea. Si es mi querido amigo Spingola. Henry... Henry...
Qu ha ocurrido?

Agostino y Antonio Morid eran fabricantes de macarrones. Tenan su establecimiento en el bulevar West Washington, nmero 662, y vivan en una residencia de la Plaza Lakeside, nmero 920, que haban comprado a Jim Genna antes de embarcarse para Europa. Durante varios aos haban hecho un comercio lucrativo vendiendo azcar y levadura a los Genna para sus destileras. Salvo estas relaciones con aqullos, no tenan nada que ver con los gngsters. Eran ricos y haban aportado una gran suma para el primer fondo de defensa, pero cuando los cobradores de Tropea fueron a buscar ms, todo lo que consiguieron fue una mirada por encima del hombro. Esta demanda la hizo Tropea despus de la muerte de Spingola. Pero los Morici no se dejaban intimidar

y no permitiran que el asesinato de Spingola ejerciera influencia sobre ellos. Tuvieron, sin embargo, la precaucin de montar una guardia de dos pistoleros que vigilaban su oficina todos los das y los escoltaban en sus viajes por la ciudad. El da 27 de enero, los hermanos se prepararon para ir a su casa al anochecer. Soplaba una ventisca. Las calles estaban cubiertas de nieve, que segua cayendo en copos racheados. Los Morici despidieron a sus escoltas en la acera y montaron en el automvil. Agostino cogi el volante y Antonio se sent a su lado. Circularon lentamente hacia el norte, del bulevar Washington a la Avenida Odgen. Apenas haban doblado la esquina cuando se les uni un coche cubierto. En l vieron las figuras borrosas de tres hombres y el leve brillo de dos recortadas. Agostino decidi acelerar y sigui adelante. El otro coche qued atrs, oculto por una cortina de nieve. Pero esto slo por un momento. De nuevo surgi a su vista, abrindose paso como una sombra a travs de la tempestad. Los dos autos se lanzaron a una carrera frentica en la noche, los faros oscurecidos por los copos, que caan con fuerza, empujados por el viento. La nieve se abra en reflejos de espuma a su paso. Las casas volaban tras ellos como nubes informes. Los faroles elctricos aparecan y desaparecan con borroso resplandor de oro. El estampido de una recortada y Agostino se dobl sobre el volante. Otro fogonazo y Antonio se derrib en el asiento. El coche, sin direccin, mont sobre la acera y se fue contra el escaparate de un establecimiento, introducindose hasta la mitad en los tablones. El violento choque dispar a los Moricis a travs del parabrisas y quedaron atravesados sobre la tapa del motor entre pedazos de vidrio y nieve hirviendo como si fuese humo alrededor. El otro coche se desvaneci en la tormenta sin detenerse, como si se hubiera fugado a travs de un muro blanco. El hampa resuelve sus propios problemas. Cuando aparece un asesinato envuelto en el misterio, sin rastros ni posibilidad de solucin, no hay ms que esperar la seal de las recortadas para verlo esclarecido a la luz roja de un fogonazo. Algunas veces habr que aguardar mucho tiempo. Pero tarde o temprano la implacable recortada dar su voz y algn hombre pagar un hecho de sangre. La ley manda que una vida se pague con otra. La polica podr fracasar, pero el hampa cobra siempre sus deudas. Cuatro hombres se hallaban comprometidos en los asesinatos SpingolaMorici.
En una rpida secuencia de tragedias, el hampa puso el dedo sobre tres y seal al cuarto.

ste logr escabullirse de la muerte durante varios aos, pero al fin respondi a la llamada de las recortadas. El 15 de febrero, a las nueve de la noche, se apeaba Tropea el Azote de un
tranva de la Calle Taylor, en la Calle Halsted. Al cruzar la calle le alcanz un automvil encortinado, faltando poco para tirarle al suelo. Tropea se volvi indignado. Por qu demonios no toca usted la bocina? grit.

El morro de una escopeta asom por entre las cortinas. Era la respuesta. Tropea levant los brazos aterrorizado. No me maten! suplic. Y cay al suelo derribado por una descarga de postas. El segundo can lo remat, acribillndolo, en el lodo. Se despert una alegra general entre los sicilianos. Los hombres rean, se daban la mano y chocaban los vasos. Muri con un grito de terror en los labios. Figlio di un cane! Le estuvo muy bien empleado. Esa alma negra, al fin, se encontr con la
horma de su zapato. A muchos otros mejores que l mat despiadadamente de la misma forma. Pero ya no se empleara el chantaje, ni echara el mal de ojo, ni matara a nadie ms. Desde ahora la colonia tendra tranquilidad y buena surte. El de Tropea el Azote fue el ms trgico y solitario de los entierros. Era un da gris de invierno y el cementerio de Oak Ridge estaba desolado y desierto. La hierba amarilla; los tallos de las flores emitan un rumor espeluznante de esqueletos flotando en el aire; los

gorriones chirriaban desamparados entre los matojos desnudos y sombros, las lpidas se levantaban como fantasmas sobre las tumbas. Ninguna palabra de adis. Ni cura, ni libro, ni campanilla. Tan slo un asistente. Nadie ms, salvo los enterradores. Ninguna lgrima ms que las de ella. Beatrice Gould, que haba vivido con Tropea en el Hotel Congress, sigui sola al coche fnebre y sola permaneci junto a la losa. La mujer, que era la nica persona en el mundo que lo haba amado, se abraz histricamente al atad en un acceso de pesar. Las manos rudas de los trabajadores la levantaron suavemente. Volvi a su coche con los ojos empaados de lgrimas. El viento silbaba un rquiem fantstico en los esqueletos de los rboles. Los enterradores comenzaron a echarle tierra.

Vito Bascone fue hallado muerto en una cuneta en Stickney nueve das despus de haber cado Tropea. Tena la marca de una bala en medio de la frente y los dedos ndices cercenados. Probablemente se haba cubierto los ojos con las manos al verse encaonado por el revlver, lo cual explica que la bala se encontrase con los ndices cruzados sobre la frente antes de entrar en el crneo. Su coche, identificado como el que guiaba Baldelli el guila la noche del asesinato de
Spingola, se encontr en un charco helado en el fondo de una cantera que haba cerca de all. Bascone haba sido un amante de la pera. Tito Schipa, su amigo ntimo, llor al enterarse de su muerte. Triste noticia exclam el famoso tenor; Bascone no se perda una funcin en la que cantase yo, y luego vena siempre a hablar conmigo detrs del escenario; tena alma de artista y era un genuino amante de la msica.

Extraos personajes estos asesinos italianos! La vida era para ellos una escala donde la alegre nota musical se turnaba con la nota trgica del crimen. Un hogar pobre se llen de lamentos en la divisin occidental. Antonio Baldelli, con sus cabellos blancos, se arrastraba dbilmente en su silla, retorciendo los nudos de sus manos. No lo comprendo murmuraba; era un hombre honrado, conduca un camin y traa dinero a casa. Michaela, su esposa, arrugada, marchita y cana, reventaba en sollozos: Mi pobre chico lament; me han matado a mi nio, luz de mi vida, nio mo. Por qu me lo habrn matado? Cmo puede haber gente tan cruel? En un pobre atad, bajo la estampa de la Virgen, a la luz de cuatro cirios, yaca Baldelli el Aguila. Dos serenos le haban hallado
tendido sobre un montn de ceniza en un pasaje cerca de la Calle Curtis. Estaba fro y rgido. No haba sangre alrededor. Un automvil haba dejado sus marcas en el lodo. Evidentemente, haba sido asesinato en otro lugar y tirado all desde un automvil. Tena el rostro y el cuerpo lleno de magulladuras, como si hubiera sido golpeado, y la cabeza llena de cortes. Las heridas tenan la seal de la tortura.

La venganza haba alcanzado a Tropea, Bascone y Baldelli. Pero quin era el cuarto personaje de la conspiracin y qu haba sido de l? Felipe Gnolfo, conocido tambin por Felipe Abate, era un hombre silencioso y

sombro, de rostro flaco y pmulos salientes y una boca que no pareca haber sonredo nunca. Tena el cutis moreno, hasta evocar la noche, y sus ojos negros, de fra y dura mirada, eran oblicuos como los de un chino. Haba algo espantosamente gatuno en este hombre; se le representara arrastrndose silenciosamente a lo largo de un pasillo con un cuchillo en la mano. Haba pertenecido a la primera banda de los Genna y fue arrestado por sospechas con motivo del asesinato de OBannion. Junto con Rocco Maggio, asesinado ms tarde, diriga una partida de la Mano Negra. Habiendo tratado de atracar a un italiano por medio del chantaje, la polica lo sorprendi en el momento de coger el paquete que sirvi de seuelo, y por el cual se trat intilmente de deportarlo. Haba estado ntimamente ligado a Tropea el Azote, siendo uno de sus auxiliares ms eficaces en la colecta del fondo de defensa para Scalisi y Anselmi.

Giuseppe Calabrese era un sastre inofensivo cuya dedicacin de toda su vida haba sido permanecer en su taller con las piernas dobladas, dndole a la aguja desde la maana a la noche. Pero tena la desgracia de ser amigo de Gnolfo, a quien haba conocido de nio en Sicilia. Once das despus de la fecha en que Baldelli el guila haba plegado sus alas en la muerte, Calabrese sali de paseo en un

automvil en compaa de Catano Lolone, su cuado, Tony Pinnelo y Ralph Cavalero. Ca-

labrese no era un gngster; no tena enemigos, no existan motivos por los cuales se quisiera atentar contra su vida. As que all iba nuestro sastre con la mente despejada y el corazn alegre, disfrutando de este agradable paseo, hablando y riendo. Era el alma de la fiesta. Pero ocurra que el auto era de Gnolfo, y el chfer de Gnolfo era Cavalero, y Calabrese ocupaba el asiento que Gnolfo sola ocupar.

Al caer la noche otro automvil, de ruedas amarillas y vistosos niquelados, se les uni en la Calle Veintids, esquina a la Avenida Keeler. Calabrese asom la mirada para verle con una admiracin inocente, al tiempo que sus cinco ocupantes abran fuego con pistolas y recortadas. Calabrese estaba muerto antes de tener tiempo de asombrarse por esta llameante demostracin, y sus tres compaeros se hundieron en los asientos gravemente, si no mortalmente heridos. Est claro que los asesinos, al reconocer el automvil de Gnolfo y su chfer, mataron a Calabrese en la creencia de que mataban a Gnolfo. En estas circunstancias el error parece natural, si bien bastante desafortunado para el pobre sastre, y seguramente los asesinos lo habrn sentido de veras al enterarse de que el muerto no era el que perseguan. Nmesis haba dado un torpe traspis. Pero ya era tarde para pedir perdn, y lo hecho, hecho estaba. ste era el tercer atentado contra Gnolfo. Dos veces antes se le haba atacado y disparado contra l. En una de ellas escap ileso; en la otra fue herido. Despus de estas emboscadas permaneci encerrado en su casa. Dos noches antes de la muerte de Calabrese fue incendiado el garaje de Gnolfo, situado al fondo de su casa, en la Avenida Racine. Los enemigos, que tan desesperados esfuerzos ponan en juego, seguramente esperaban que Gnolfo saldra de su casa con la intencin de salvar su automvil de las llamas, ofreciendo as un blanco seguro a la luz del fuego para sus pistolas. Pero Gnolfo, presintiendo la celada, permaneci a resguardo. No fue as, sin embargo, en cuanto a la identificacin del cuarto personaje de los asesinatos de Morici y Spingola. El hampa haba escrito en letras rojas la solucin de este misterio. Tropea los haba planeado; Baldelli haba guiado el coche, y Gnolfo y Bascone haban sido los sicarios. Pero despus de la trgica equivocacin que result con la muerte de Calabrese, los vengadores, por razones desconocidas, no volvieron a molestar a Gnolfo. El hecho de que la campaa de venganza quedara sbitamente en suspenso, estando todava en pie uno de los cuatro, no ha sido explicado. Los personajes encargados de completar la tarea debieron de tropezar con alguna interrupcin; tal vez fueran a presidio, o abandonasen la ciudad. Sin embargo, Gnolfo sigui viviendo durante varios aos, pero no fue olvidado. Hasta mayo de 1930 no se oy nada ms acerca de Gnolfo. Entonces resurgi de la oscuridad que le haba velado durante tanto tiempo para mostrarse a la luz del da por un instante, y desaparecer definitivamente en la sombra. Una hermosa maana de mayo iba Gnolfo en automvil por la calle Diecinueve en direccin al oeste, acompaado de dos amigos. En el espejo retrovisor vio que los segua un roadster con dos hombres en el asiento y dos en el pescante posterior. Comprendi,
asombrado, que haba llegado su hora. Haban pasado cuatro aos desde que l y Bascone surgieran de su emboscada entre las sombras de la calle para matar a Spingola. Haban pasado cuatro aos desde aquella noche tempestuosa en que dejaron tendidos a los Morici en la nieve. Estos crmenes eran ya meros borrones en su memoria. Haba vivido en paz desde entonces. Pens que sus enemigos le haban olvidado y se crey a salvo. Y ahora, de pronto, aparecan esos cuatro espectros cargados con la amenaza de un pasado muerto. Pareca imposible!

Pero no podra escapar? Pis el acelerador y gir sobre dos ruedas hacia la Calle Peora, en direccin al norte. En ese momento una descarga de perdigones rompi las ventanas de un lado de su coche. Sus perseguidores pronto le dieron alcance, y al ponrsele al lado, abrieron fuego de lleno contra l. Luego siguieron,

zumbando, y los hombres que iban en el asiento posterior se volvieron con las recortadas y enviaron una andanada de despedida a la parte delantera del coche, que remont la acera y fue a estrellarse contra el muro de una iglesia. Gnolfo estaba muerto sobre el volante. Sus dos compaeros, levemente heridos, saltaron del coche y pusieron pies en polvorosa. Esta vez no haba habido error. Cualquiera que fuese el poder que mantuvo a Gnolfo lejos de la muerte durante todo este tiempo, haba perdido ya su eficacia. Los cobradores se haban presentado inesperadamente y Gnolfo pag su deuda, vencida desde haca mucho tiempo. Haba ido a reunirse con Tropea, Bascone y Baldelli, la llama de las recortadas alumbrando su camino postrero. Los despiadados asesinos de Spingola y los Morici haban purgado su crimen con creces. El da 7 de febrero se celebr el juicio contra Scalisi y Anselmi por la muerte del detective Walsh. El 18 de marzo el jurado los absolvi. De vuelta a la crcel, los dos hombres saltaron de alegra, danzaron uno alrededor del otro y se abrazaron varias veces. El 3 de mayo fueron trasladados al presidio de Joliet a cumplir su condena de catorce aos por la muerte del detective Olson. El 23 de diciembre el Tribunal Supremo de Illinois orden la revisin de su causa. Si ellos eran culpables de asesinato, segn este Tribunal, su sentencia de catorce aos no era sino una burla a la justicia, y si no, deban ser puestos en libertad. En enero de 1927 los prisioneros quedaron en libertad bajo fianza. En junio se celebr su segundo juicio por el asesinato de Olson y fueron absueltos. Dos aos despus de la muerte de los dos agentes de polica, Scalisi y Anselmi eran hombres libres.

lbum de fotografas

Al Capone, apodado Cara Cortada (Scarface). Sin duda el gngster ms celebre del Chicago de la

Ley Seca.

Big Jim Colosimo. Con l se inicia la historia de los gngsters de Chicago

Vctima de un ajuste de cuentas entre gngsters.

El famoso restaurante que Colosimo tena en el distrito de la Luz Roja.

Harry y Sam Gusick.

Frankie Yale (Frank Uale). Famoso miembro de la Mano Negra de Nueva York, y conocido profesional del crimen. Amigo y camarada de Torrio y Capone.

Destruccin de cerveza durante la poca de la prohibicin.

Tpico bar clandestino en los aos de la Ley Volstead o Ley Seca.

John Torrio (izda.) con uno de sus guardaespaldas. Torrio es el perfecto ejemplo de mafioso en la sombra. Jams dispar una pistola, pese a lo cual se convirti en uno de los ms fieles aliados del sanguinario Capone.

Ficha policial de Spike O Donnell, gngster de leyenda, atracador y asesino. En cierta ocasin brome diciendo: La vida es para m un rosario de balas. Se ha errado tantas veces la puntera contra m, que tengo el propsito de ofrecerme como blanco profesional.

La poca de la prohibicin sembr de cadveres Chicago

Joe Saltis (en el centro), a quien la prohibicin sorprendi todava con su delantal de cantinero, y que decidi trasladarse a Chicago y empezar a trabajar para Torrio despachando licor
de contrabando.

Frank Lake, que sala de la crcel para irse de juerga o seguir con sus negocios. El escndalo provoc la destitucin del alcaide Wesley Westbrook, acusado de aceptar sobornos.

Dean OBannion, florista y pistolero. La polica lo fich como ladrn declarado y peligroso, dispuesto a matar si llegaba la ocasin. El 10 de noviembre de 1924 fue asesinado en su floristera. Una de las balas le atraves el corazn, y en el suelo fue rematado de un tiro en la frente.

Angelo Genna, conocido en la colonia italiana por Angelo el Cruel. En la batalla poltica de 1921, en la cual perdieron la vida veinte hombres, Paul Grabriola cay herido en la acera, y Angelo mont a horcajadas sobre l y le meti tres balas ms en el cuerpo.

Una de las vctimas de los ajustes entre bandas yace tiroteado en el interior de su coche.

Funeral de Angelo Genna. Detrs del coche fnebre iba el automvil acribillado en que encontr la muerte.

Detencin de John Scalisi y Albert Anselmi instantes despus del tiroteo de la Avenida Western, que se sald con la muerte de tres de los cuatro policas que les dieron el alto.

Corona ofrendada por Capone en el funeral de Lombardo, asesinado en medio de una multitud, y en la que apareca escrito con rosas blancas: Mi compaero.

Asesinato de Pasquale Lolordo en su propia casa, el 8 de enero de 1929. Cuando su mujer entr corriendo en la habitacin se encontr con los asesinos, que tuvieron el detalle de agacharse junto a la vctima agonizante y colocarle un cojn para que apoyara la cabeza.

Cuerpo en el interior de un coche, con una bala en la cabeza. Una escena cotidiana del Chicago de aquellos aos.

La clebre ametralladora Thompson, que no haba sido utilizada todava en las guerras del hampa, y que fue introducida por Capone.

El 14 de febrero de 1929 tuvo lugar la clebre matanza de San Valentn, en la que siete hombres de la banda de Moran fueron masacrados en el interior de un garaje por sicarios de Capone disfrazados de policas.

Gento que se congreg a la entrada del garaje donde tuvo lugar la matanza de San Valentn, a plena luz del da, y que sin embargo no tuvo testigos.

La masacre tuvo todos los detalles propios de una ejecucin

Los cuerpos acribillados que aparecen en la fotografa son, de arriba abajo: Peter Gussenberg (cado sobre una silla), Albert Weinshank, James Clark, Adam Hyers,
John May (mecnico del garaje) y Reinhard Schwimmer.

Frank Gussenberg, atravesado por 14 balas, logr arrastrarse unos metros y, todava agonizante, fue trasladado al hospital, donde antes de morir declar a los detectives que los asesinos haban sido policas.

George Moran, jefe supremo de la banda del norte y objetivo primordial de la matanza de San Valentn, de la que escap por casualidad.

Metralleta Jack McGurn. Uno de los principales asesinos y lugartenientes de Capone, y a quien se acus de haber tomado parte en la matanza de San Valentn

Asesinato de Jack McGurn, el 15 de febrero de 1936.

Fotografa de un joven Capone, antes de convertirse en el rey del hampa.

Imagen de la lujosa mansin de Capone en Miami, con piscina, fondeadero para el yate y palmeras. Guardada por una muralla de ocho pies de alto.

8. El enigma de McSwiggin
William McSwiggin, familiarmente conocido por Bill McSwiggin y Little Mac, acababa de graduarse en derecho por la Universidad de St. Paul cuando pas a ser abogado fiscal a las rdenes del Fiscal del Estado, Robert E. Crowe. Era un batallador en la poltica de la divisin occidental, y su energa en esta actividad le haba valido el puesto. Falto de experiencia jurdica, haba tenido que luchar muy bravamente para hacerse reconocer por los setenta fiscales del departamento. Era un joven afectado, erizado de confianza en s mismo, que se volcaba con palabras no siempre libres de jactancia. Sus compaeros, ms experimentados en la carrera, no se dejaron impresionar por l, tomndolo a broma. Esto era lo mejor que le poda ocurrir a McSwiggin. El hecho de ser un camelo le brind su primera gran oportunidad. Dos hombres iban a ser juzgados por una misma causa de asesinato. Uno de los abogados fiscales, veterano en el terreno judicial, a quien se haba asignado el caso, lo consider fallido y recomend que se sobreseyera. Yo creo que debe juzgarse objet el fiscal Crowe. Esos hombres no tienen nada que ver con el asesinato protest el auxiliar
No existe la menor prueba digna de crdito contra ellos. Pero siempre ser oportuno juzgarlos insisti el seor Crowe. Yo dar el caso a algn otro. Usted vale demasiado para perder el tiempo en l. Por qu no se lo ofrece a McSwiggin? sugiri el auxiliar, medio en broma.

El fiscal mene la cabeza. Me temo que Bill no d la medida necesaria para esto dijo Crowe. Mac se ha estado pavoneando mucho ltimamente dijo el veterano Se cree
un gran experto. Dle una oportunidad para demostrar su ineptitud. Eso le har bajar un poco los humos y le vendr bien. Desde luego que fracasar en el asunto, pero de todos modos no hay la ms remota probabilidad de ganarlo. Bien dijo el fiscal; vamos a dejar entonces que Bill haga la prueba. Yo lo instruir un poco.

De este modo la causa sin esperanzas fue encomendada a Bill McSwiggin. Pero para l an quedaba alguna. Era su primer juicio por asesinato y la primera gran oportunidad. Bill era todo entusiasmo. Se entreg enrgica y dinmicamente a l. Se pasaba las noches en su bufete estudiando las pruebas y preparando su batalla. Los dems abogados fiscales sintieron una especie de lstima hacia l. Pobre infeliz! Es lo bastante cndido para creer que va a ganar. Pero McSwiggin se fue al Juzgado lleno de nimo y confiado en su triunfo. El juicio pareca confirmar la opinin del veterano. No existan pruebas suficientes para conectar a los hombres con el crimen. La persuasin iba a resultar imposible, y nadie se hubiera sorprendido de que el jurado emitiera un veredicto de culpabilidad. Esto es: nadie, salvo McSwiggin. Este joven no cedera as como as. Seores del jurado dijo McSwiggin, levantndose: Al aceptarles yo como jurado me
han prometido ponderar las pruebas y fallar rectamente. Tan cierto como que hay un Dios en el Cielo, estos dos hombres han cometido el asesinato de que se les acusa. Las pruebas de culpabilidad son absolutamente concluyentes. Ahora yo espero que ustedes cumplirn su promesa de fallar rectamente mandndolos a la horca.

El jurado se retir a deliberar un momento y reapareci con el veredicto de culpabilidad. Todo el mundo qued aturdido. El juez vacil. Los abogados de la defensa parecan a punto de desplomarse. McSwiggin recogi sus libros de leyes y sali tranquilamente. A l no le sorprendi el fallo. Estaba seguro de ganar. Los otros abogados fiscales le felicitaron burlonamente. Su triunfo haba sido por pura casualidad. l era, como si dijramos, un novato que haba acertado por

suerte a batear la pelota por encima de la cerca en su primer gran juego de la liga. Pero jams lo volvera a repetir. Nadie podra convencer a estos sabiondos de que McSwiggin posea realmente alguna habilidad. Mas fuera o no por casualidad, el veredicto que l haba conquistado prosper. Los dos hombres fueron ahorcados. McCrowe someti a McSwiggin a otra prueba, y de nuevo sali airoso de ella. Por tercera vez tom a su cargo una causa por asesinato, y tambin sali triunfante. Tres victorias seguidas. Los crticos comenzaron a dudar de la injusticia cometida con l. Acaso estaran equivocados? McSwiggin se anot otro punto. Al final del ao tena cinco sentencias de muerte en su haber. Sus detractores se rindieron. La burla se haba vuelto contra ellos. El que menos se esperaba se haba llevado los laureles. El camelo del departamento pas a ser la figura descollante entre los auxiliares del Fiscal del Estado. McSwiggin se haba criado en la rudeza de la divisin occidental, y sus camaradas de la infancia siguieron siendo sus camaradas en la juventud. Los gngsters eran sus compaeros de cada da. James Doherty y Myles ODonnell, cuyas causas por el asesinato de Eddie Tancl haba seguido sin xito, eran antiguos amigos suyos, as como tambin Klondike ODonnell y Red Duffy, Doherty, Duffy y McSwiggin eran todos hijos de policas y se conocan desde los primeros aos. Como poltico, McSwiggin se puso en contacto con la turba de Capone. Cara Cortada Al sola llamarle mi amigo Bill McSwiggin. El hecho de que estos
hombres fueran enemigos de la ley y l un abogado fiscal no alteraba sus relaciones personales con ellos. En atencin a su carrera, que prometa un gran porvenir, le hubiera sido ms conveniente romper con estos mal llamados compaeros. Su padre se lo adverta con frecuencia. Pero el joven McSwiggin era un temperamento fervoroso y la prudencia no caba en l. Tena slo veintisis aos, el impulso de la juventud en sus venas y le gustaba seguir libremente sus propias inclinaciones. Permaneca fiel a sus amigos y a sus hbitos de antao, y en el medio que haba conocido toda su vida se senta bien.

McSwiggin era un hombre robusto, elegante, vivo, bondadoso y tratable. Todo el mundo le quera mucho. Era soltero y viva con sus padres y cuatro hermanas en el bulevar Washington, nmero 4946. Su padre slo tena ojos para l, y su madre y hermanas le idolatraban. El sargento Anthony McSwiggin haba pertenecido al Cuerpo de Polica durante treinta aos. El 27 de abril de 1926 Red Duffy llam a la puerta de McSwiggin. La familia se hallaba a la mesa. Duffy apareci en la puerta del comedor y fue saludado cordialmente por la madre y las hermanas de McSwiggin, que le haban conocido desde nio. McSwiggin abandon la mesa sin terminar de comer. Tengo una cita con Duffy dijo; vamos a Berwyn a jugar a las cartas. Sali de casa en compaa de
Duffy y mont en un coche arrimado a la acera. En el coche se hallaban Jim Doherty y otros dos hombres, identificados pero slo mucho ms tardecomo Klondike y Myles ODonnell, y los cinco desaparecieron en el auto propiedad de Doherty y guiado por l mismo. Desde este momento hasta las nueve menos veinte, hora en que les ocurri un trgico accidente en Cicero, nada ms se supo de ellos.

Segn cierta versin que se hizo popular, los cuatro gngsters iban de regreso a Cicero cuando recogieron a McSwiggin, despus de haberse pasado el da en Chicago como delegados de Crowe en una revisin de votos exigida por el senador Charles S. Deneen despus de la derrota de su candidatura por la de Crowe en las recientes elecciones primarias de Cicero. El sargento McSwiggin se hallaba en Desmoines, Iowa, adonde haba ido a buscar un preso. El aspecto exterior de Cicero no daba muestra alguna de agitacin, pero los odios hervan bajo la superficie y la hora del crimen haba sonado. Al trasladarse a Cicero a fines de 1923, Capone haba concertado un tratado de paz con los ODonnell. Los ODonnell tendran derecho a abastecer de cerveza los cafs de la Va Roosevelt y otras ciertas partes de la ciudad, y mientras se mantuvieran

dentro de los lmites de su territorio nadie podra molestarlos. Klondike y Myles aceptaron estas condiciones y se mostraron conformes en apariencia. El pacto haba durado dos aos y medio sin que surgiera ninguna desavenencia entre Capone y los ODonnell. Pero Capone tena razones para suponer que los ODonnell haban entrado en trato secreto con la banda del norte, a la sazn acaudillada por Hymie Weiss. Esto pareca no afectar al pacto entre Capone y los ODonnell en Cicero, ni existan tampoco fundamentos para creer que los segundos se deslizaran al territorio de su rival. Sin embargo, su alianza con la banda del norte daba a entender que los ODonnell se situaban en franco estado de guerra frente a Capone, dando motivo a que ste se revolviera contra ellos. Pero aun cuando Capone se hallaba preparado para una ruptura de hostilidades, conservaba una neutralidad armada, y pudiera haber tolerado lo que l consideraba una traicin de los ODonnell de no mediar la parte que, segn informes del hampa, haba tomado Doherty en el asesinato de Samoots Amatuna, perteneciente a la alianza Genna Capone. Desde
la fecha en que ocurri este suceso Doherty qued sentenciado a muerte.

Desde el momento en que Doherty era uno de los cabecillas de la banda de los ODonnell, la guerra contra l era de hecho la guerra contra los ODonnell. Capone no tena inters especial en matar a los hermanos. Su blanco era Doherty. Pero si en el ataque contra ste resultaban muertos tambin los ODonnell o algn otro de su banda, sus muertes, aun cuando no estaban previstas en el plan, carecan de importancia para l, y no seran mal recibidas. Capone se sentira satisfecho con que muriera Doherty, no importaba quines le acompaaran. Tal era su punto de vista sobre la situacin. En esta memorable noche Capone se hallaba sentado en el departamento central de La Fonda Hawthorn, rodeado de un grupo de gngsters, cuando uno de sus
espas lleg con la noticia de que Doherty andaba rondando los cafs de Cicero en su auto, acompaado de los ODonnell. Sin decir una palabra Capone se acerc a la pared y oprimi un resorte. Se abri una puerta falsa y Capone entr en una cmara secreta y sac una ametralladora Thompson. Vamos! dijo Capone, sealando con la cabeza a tres de sus pistoleros.

Los tres siguieron hacia el callejn trasero del hotel. All montaron en un coche cubierto, dispuesto siempre para cualquier caso de urgencia, y desaparecieron rpidamente. Segn otra versin, Klondike ODonnell haba dicho jovialmente aquella tarde a sus compaeros Doherty, Duffy y Myles ODonnell en Chicago: Bien, ahora nos vamos a Cicero a tomar buena cerveza. Es buena porque yo mismo se la vend a los cafs. Un gngster de Capone segn se dijo acert a or esta observacin y se comunic con La Fonda Hawthorn por telfono. Desde all se transmiti el aviso a Capone, que se hallaba comiendo en el Little Italia Restaurant. Capone parti entonces apresuradamente
hacia su oficina y se hizo con la ametralladora y el tro de asesinos. Ambas versiones sealan a Capone como el jefe de la expedicin. La historia de que Capone se haba armado con la ametralladora, llevando tres hombres consigo para la realizacin de sus fines criminales, quedaba en pie.

La ametralladora no haba sido utilizada todava en las guerras del hampa, y su introduccin se debi a Capone. La ametralladora Thompson pesa quince libras y la caja y el can son los de un rifle ordinario. Aparejado a ella lleva un tambor redondo con capacidad para cien cartuchos cargados con balas recubiertas de acero, calibre 45, que pueden dispararse automticamente en menos de un minuto. En quince segundos se carga de nuevo el tambor. La Fonda de Pony se hallaba en una casa de ladrillo de dos pisos con un solar yermo de
cincuenta pies en su lado oeste. Era propiedad de Harry Madigan y Mike Wendle. Esta casa

perteneca desde haca mucho tiempo a los ODonnell, es decir, venda exclusivamente cerveza ODonnell y era parada favorita para ellos y para las gentes de su clan. Haba servido de escenario a varias tragedias, entre ellas aqulla en que Billy Clifford, uno de Los Cuatro Jinetes, mat a William Vercoe, el anciano poeta de caf, al sentirse ofendido por uno de sus poemas. McSwiggin y sus amigos iban a lo largo de la Va Roosevelt tres horas despus de salir de su casa sin que se sepa dnde haban estado hasta entonces, aproximndose a La Fonda de Pony con la intencin, segn se supuso, de entrar a tomar unos vasos de cerveza. Era una hermosa noche de luna. Esta parte de Cicero tena la tranquilidad de un pueblo abandonado. La Va Roosevelt se hallaba desierta. No pasaban coches ni peatones. Eran cerca de las nueve. Un automvil cubierto haba surgido de una calle lateral y se deslizaba silenciosamente en direccin al coche de Doherty sin ser notado. En l iban cuatro hombres. Uno de ellos, probablemente Capone, en el asiento delantero, llevaba una ametralladora sobre las rodillas. No hablaron una palabra. Los cuatro hombres siguieron en una silenciosa tensin, con los ojos puestos en el coche de delante como panteras que acecharan a su presa. De La Fonda de Pony sali una msica animada. McSwiggin y sus compaeros debieron de orla. Nos los figuramos sonrientes y excitados ante la promesa de un buen rato y un buen vaso de alcohol. De pronto el auto que los segua cobr forma ante sus ojos. Los de Doherty quedaron asombrados. El can de la ametralladora asomaba por la ventanilla y apuntaba hacia ellos. Al estallar la descarga Doherty hizo un enrgico esfuerzo por detener el coche. Mientras aminoraba la velocidad, los dos coches avanzaron a la par y la ametralladora sigui escupiendo fuego con su cacareo de muerte. Doherty par su coche junto a la acera, a igual distancia de La Fonda de Pony y de la esquina siguiente. El otro pas muy lentamente, sembrando una tormenta de balas. McSwiggin y sus compaeros se lanzaron atropelladamente hacia fuera. Duffy fue el primero en caer, a dos pasos del coche, entre rfagas de plomo. Los otros tropezaron con l y se lanzaron a travs del edificio, en busca de un refugio en el costado de la fonda, bajo una tormenta de balas. Klondike y Myles ODonnell, viejos zorros del hampa, que haban burlado a los mastines muchas veces, se tiraron al suelo, fingindose muertos. McSwiggin cay con dos balas en la espalda. Se levant con dificultad, y de nuevo lo derrib una tercera en el cuello. Tratando en vano de levantarse, se arrastr, herido de muerte, en busca de refugio, hacia el costado de la fonda. Tres balas alcanzaron a Doherty en la fuga, derribndolo. Se levant y sigui huyendo, vacilante y sin fuerzas. Ciego, tambalendose, se fue contra la pared y permaneci un instante apoyado en ella con la mano. La esquina estaba cerca. Tres pasos ms y estara salvado. Doherty intent darlos. Las balas quebraron sus piernas. Gir en la esquina y se desplom junto a McSwiggin, al fin a salvo, pero agonizando.

El crujir de la ametralladora se cort abruptamente. El coche de la muerte sigui su carrera. Su estela roja se desvaneci en la distancia. El silencio sucedi a la batalla. La luna, blanca, pareca derramar una quietud extraa. Los dos ODonnell se levantaron como en una resurreccin y corrieron hacia sus compaeros. Klondike ODonnell prest apoyo a McSwiggin y le llev al coche. Myles ODonnell cogi a Doherty por debajo de los brazos y lo arrastr tambin. Con los cuatro hombres dentro, el auto dobl en direccin sur y desapareci. Duffy quedaba tendido en la acera. Los ODonnell le creyeron muerto y no tenan tiempo que perder con un cadver. Mike Wendle y Guy Eldridge, que asomaron a la ventana, dijeron que el ataque haba sido tan rpido que apenas tuvieron tiempo de agacharse. Varias personas ms presenciaron el tiroteo desde las puertas y ventanas vecinas. Pero Duffy todava tena vida. Un automvil que acert a pasar le recogi y le llev al Hospital de Oak Park, en el suburbio occidental. No haba perdido del todo la consciencia; pero slo habl una vez. Hace falta ser cruel dijo amargamentepara dejarle a uno all tirado. Muri a las dos de la maana siguiente. En sus bolsillos haba una lista de tabernas y cafs de Cicero. Algunos de los nombres se dijoestaban marcados a

lpiz. Pero la lista estuvo perdida por algn tiempo, y cuando reapareci en manos del forense no haba ninguna marca en ella.

Los ODonnell condujeron hacia su casa, situada en la Avenida Parkside, nmero 122, en Cicero. Cuando llegaron, Doherty y McSwiggin estaban muertos. McSwiggin, sin embargo, fue llevado a la cocina, dejando un reguero de sangre tras de s. Doherty se qued en el coche. Los motivos por los cuales los ODonnell llevaron al muerto al interior de su casa permanecieron envueltos en misterio. La posibilidad de que creyeran vivo todava a McSwiggin era una explicacin poco satisfactoria. De creer que su vida poda salvarse, lo lgico hubiera sido llevarlo a un hospital. En un momento tan crtico como aqul era absurdo perder tiempo en llevarle a su casa y llamar al mdico. Podran haberlo hecho con la intencin de registrar sus bolsillos y cerciorarse de que no haba nada en ellos que relacionara a los ODonnell con el asesinato. Pero cualquiera que fuera su propsito, lo cierto es que no dejaron en sus ropas ninguna huella. Ciertos papeles que se supo haba llevado consigo cuando sali de casa desaparecieron y, segn los peridicos, sus bolsillos haban sido vaciados. El pnico debi de apoderarse de los ODonnell a continuacin. Con el propsito de deshacerse de los cuerpos lo antes posible y borrar sus propias huellas, metieron de nuevo a McSwiggin en el coche y, partiendo a toda velocidad, se dirigieron a un lugar solitario que haba en la Calle Diecisis y la Avenida Wenonah, a varias millas de distancia, en Berwyn. Tanto Doherty como McSwiggin haban sido amigos de los ODonnell. Doherty haba estado ntimamente ligado a ellos durante aos en todos sus asuntos. Haba luchado en compaa de Myles ODonnell en la cruenta batalla en que fuera asesinado Eddie Tancl y haba compartido con l el inseguro azar de un juicio por asesinato. Por consiguiente, era de esperar que los ODonnell sacaran del coche a sus dos amigos con alguna muestra de delicadeza. Pero el temor haba cogido a los dos jefes de banda por el cuello, ahogando en ellos todo impulso generoso. Arrojaron los cuerpos all, como hubieran podido arrojar dos sacos de patatas, y siguieron su rumbo. Los ODonnell abandonaron el coche de Doherty en Oak Park. All se encontr a la maana siguiente, con los laterales rotos y surcados por las balas, las ventanas y el parabrisas destrozados y el estribo negro de sangre. Dentro haba cinco sombreros, abandonados evidentemente por los cinco ocupantes del auto cuando la ametralladora carg contra ellos. En la cinta de uno de ellos estaban estampadas las iniciales de McSwiggin: W. H. M. Los ODonnell salieron de la ciudad, y no se supo hasta varios meses despus que se encontraban con McSwiggin en la noche del trgico suceso. La polica descubri los cuerpos una hora despus de la matanza. Doherty yaca de espaldas y McSwiggin tendido sobre l, con un brazo fuera de la manga de su chaqueta y el cuello atravesado. Creyendo que Doherty daba algunas seales de vida lo llevaron al hospital de Berwyn. McSwiggin permaneci en el lugar varias horas rodeado de una partida de gente. Al ser identificado le llevaron a su familia. Cuando se hizo pblica la noticia de que un abogado fiscal haba sido asesinado junto con dos gngsters en uno de los sangrientos ajustes de cuentas del hampa, el escndalo que levant ahog por algn tiempo el misterio del asesinato. Las balas del hampa parecan haber rasgado al fin el velo de la corrupcin oficial descubriendo la alianza entre el crimen y la poltica. La ciudad zumbaba de excitacin. El tema dio lugar a conjeturas siniestras. La culpabilidad alcanzaba a las altas esferas. El aire estaba inflamado. La sospecha sustituy a la evidencia. La pregunta quin mat a McSwiggin y por qu lo mataron? se repeta

insistentemente. Pero el porqu era en la mente popular mucho ms importante que el quin en este caso. Qu haba ido a hacer a Cicero? Se encontraba en alguna misin clandestina? Por qu viajaba en compaa de unos gngsters, a dos de los cuales haba acusado de asesinato pocos meses antes? Habra sido asesinado accidentalmente o con premeditacin? Tendran los gngsters que lo mataron algn motivo para odiarle o para temerle? Comenzaron a circular historias peregrinas. Una de ellas deca que McSwiggin llevaba cuarenta mil dlares consigo al ser asesinado, cantidad que no fue hallada en el cadver. Se habl de sus bolsillos vacos y de la lista de cafs que llevaba Duffy, suponiendo que algunos haban sido marcados. La historia dio lugar a sospechas sensacionales, pero jams llegaron a aportarse pruebas que las justificaran. El sargento McSwiggin, padre del joven abogado, la calific de absurda. Ms an: dijo que en su bolsillo se hallaban veintisis dlares de los treinta que l le haba dado aquella maana antes de salir para Des Moines. Otra historia deca que McSwiggin haba celebrado una conferencia con Capone, en La Fonda Hawthorn, diez das antes de su muerte. Capone confirm el rumor,
pero no dio indicio alguno acerca del objeto de esa extraa conferencia. El padre de McSwiggin dijo tambin que la noticia era cierta. Declar que conoca el asunto tratado en ella, pero se neg a revelarlo. Si yo lo revelara dijo McSwiggin volara todo Chicago. Este asunto est cargado de dinamita. Es peligroso hablar de l.

Todava circul otro rumor diciendo que un poltico muy conocido se hallaba en compaa de McSwiggin y los gngsters y que haba logrado escapar ileso del fuego de la ametralladora. Esta suposicin parta de la dudosa identificacin de uno de los sombreros hallados en el coche abandonado por los ODonnell. El hombre en cuestin era un miembro de la faccin republicana de Crowe, que ms tarde ocup un puesto importante en el Ayuntamiento. Comoquiera que los testigos presenciales de la matanza no vieron salir sino cinco hombres del coche de Doherty, se le dio poca importancia a este rumor, a pesar de haber circulado profusamente por Cicero con el nombre del poltico. Cuando el inters pblico se hallaba en su grado mximo, el presidente del Union League Club, Harry Eugene Kelly, hizo una demanda pidiendo el nombramiento de un fiscal y un jurado especiales, pues este crimen se halla mezclado con la poltica por el revs y por el derecho, y los polticos estn tan hondamente metidos en el lo, que se hace necesario un fiscal libre de toda influencia poltica para sacar a la luz la verdad. Llamando al seor Kelly y sus partidarios intrusos oficiosos y buscafamas, el fiscal Crowe se adelant a su plan convocando por iniciativa propia un jurado especial y nombrando fiscal al fiscal general de Illinois, Oscar Carlstrom. El seor Kelly reaccion frente a esto con una acalorada manifestacin en la cual dijo: El pueblo de Chicago no ser tan ingenuo que acepte como bueno ese gesto apaciguador. El seor Crowe replic furiosamente hablando de los hombres que ni conocen ni respetan la verdad. A esto contest de nuevo el seor Kelly diciendo: Carlstrom es partidario poltico y amigo personal de Crowe. La controversia termin aqu. Ni la investigacin acerca de un disturbio ocurrido recientemente en la crcel de Joliet ni otras pesquisas realizadas por el jurado de Carlstrom arrojaron luz alguna sobre el asesinato de McSwiggin. En su ltimo informe, dijo el jurado: En
conjunto, la revisin de aos anteriores no ofrece ningn motivo de alarma. El crimen gira por ciclos. La situacin se halla lo suficientemente controlada para alentar la esperanza de que en el futuro no se repetirn los disturbios del pasado reciente. Todos los hechos examinados por este jurado demuestran, en contra de la opinin de muchos, que el Fiscal del Estado ha

dirigido su departamento y cumplido su deber eficaz y enrgicamente.

El Fiscal del Estado, Crowe, era uno de los caudillos del partido republicano en Chicago y tena una distinguida trayectoria como abogado, abogado fiscal y juez. Graduado en la Universidad de Yale, haba sido fiscal, abogado consultor y juez en activo. Fue elegido Fiscal del Estado en 1920 y reelegido en 1924. Ofreci un premio de cinco mil dlares de su bolsillo por la captura de los asesinos de McSwiggin y prometi fiscalizar personalmente la causa y mandarlos a la horca. Dirigi las investigaciones de un cuerpo de cien detectives especiales enviados a Cicero. Al fracasar el jurado de Carlstrom en la aclaracin del caso, otros cuatro jurados se formaron a solicitud de Crowe para su investigacin. Capone, que, segn la polica, era quien haba utilizado la ametralladora, desapareci de Chicago la noche del crimen y permaneci escondido durante cuatro meses. Despus de ciertas negociaciones con el departamento del Fiscal del Estado, se rindi en la frontera de Indiana. Estuvo tres das detenido, prest declaracin y qued en libertad. No soy un papagayo dijo Capone, pero yo dir lo que s acerca de este asunto. Lo
nico que pido es que se me d ocasin de probar que no tengo nada que ver con la muerte de mi amigo McSwiggin. La polica dijo que yo estaba ofendido con l por haber tomado parte en la causa contra Scalisi y Anselmi; pero eso no tena importancia. El mismo me haba dicho que les echara la soga al cuello si poda. A m no me ofenda eso. Yo habl con McSwiggin diez das antes de su muerte. Estaba rodeado de mis amigos. Si yo hubiera querido matarle se era el momento oportuno. Pero nunca he querido hacerlo. Jams se me ha pasado por la mente la intencin de matarle. Le quera bien; era un buen chico.

El sargento McSwiggin haba sido famoso en otro tiempo por sus muestras de fuerza, tena un valor a toda prueba y, a pesar de su edad avanzada, conservaba gran parte del mpetu y la energa de su juventud. Crea que mi misin vital estaba cumplida dijo el sargento McSwiggin; pero no ha
hecho sino comenzar. No descansar hasta haber matado a los asesinos de mi hijo o verlos colgando de una soga. Desde hoy vivir exclusivamente para eso.

Todos cuantos conocan al sargento McSwiggin esperaban ver cumplido su voto de venganza. El viejo polica se dio a la caza de los asesinos y, despus de una larga investigacin, anunci que los cuatro hombres relacionados con el hecho eran Capone, Frank Rio, Frank Diamond sus escoltas personalesy Bob
McCullough. Alegando que haba jurado guardar el secreto, se neg a divulgar las fuentes de su informacin. Rehus hacer la acusacin ante el jurado, no pidi el arresto de los culpables ni trat de realizar la venganza personal. Su falta de decisin pareci indicar que careca de pruebas suficientemente positivas. Era lgico sospechar de Diamond y Rio como cmplices de Capone en el crimen, pero la polica se convenci de que McCullough no tena nada que ver con el asesinato. McCullough era una insignificante figura del hampa y no tena relaciones ntimas con la banda de Capone.

Frank A. McDonald, antiguo juez, que presida uno de los jurados especiales, sintetiz la investigacin de este modo: Yo s quin ha matado a McSwiggin; pero no puedo demostrarlo a la luz de la ley ni encausar a nadie con las pruebas que poseo. Existe una conspiracin de silencio entre los gngsters. Estn amordazados por el miedo. La verdad pudiera costarles la vida. La intimidacin de todos los testigos es evidente. Ni el sargento McSwiggin ni ninguna otra persona han querido darme el nombre de los testigos que pudieran identificar a Capone como el asesino ante el jurado. Porqu McSwiggin se hallaba en Cicero continu siendo un enigma. l mismo haba dicho que iba a jugar a las cartas. El Fiscal del Estado, Crowe, opin que McSwiggin haba ido con la intencin de recobrar algunos chalecos protectores, usados contra las balas, que le haban robado a su amigo Al Dunlap. El abogado fiscal George Gorham dijo que McSwiggin andaba a la caza de pruebas para utilizarlas contra los gngsters. Dijo al seor McDonald: No se ha presentado al

jurado ninguna prueba que demuestre que McSwiggin se hallaba en ninguna misin relacionada con su cargo oficial en la hora en que fue asesinado. El sargento McSwiggin dijo que su hijo se hallaba en Cicero en un viaje de negocios, y no de placer; pero se neg a revelar la naturaleza de esos negocios. Ms satisfactoria era la suposicin de que McSwiggin haba muerto accidentalmente. Los gngsters que cometieron el crimen no tenan motivos de enemistad contra l. Simplemente haba tenido la desgracia de hallarse en compaa de Doherty, contra quien iban dirigidas las balas. El hecho de haber fiscalizado McSwiggin la causa contra sus amigos ntimos Doherty y Myles ODonnell por el asesinato de Eddie Tancl dio lugar a la censura pblica. Es evidente que la situacin presentaba un mal aspecto. Pero el veredicto de absolucin no haba sido, despus de todo, un desvaro de la justicia. Debemos advertir que McSwiggin fue designado para el caso y que lo manej dentro de las normas establecidas. La seora de Tancl testific que no poda identificar a Doherty y ODonnell como los asesinos de su marido, y esto debi de ejercer una influencia en el jurado. Adems, aun cuando Doherty y ODonnell fueran los agresores en la trifulca, lo cual no estaba demostrado, hay que tener en cuenta que haban tenido que defender sus vidas contra uno de los ms fieros criminales del hampa y que por poco mueren a consecuencia de las heridas. Nada tiene, pues, de extrao el veredicto del jurado. El asesinato de McSwiggin estuvo a punto de arruinar los negocios de Capone en Cicero. El Fiscal del Estado, Crowe, clausur una semana todos sus garitos y cafs en la ciudad y los suburbios. Estos establecimientos volvieron a abrir con el tiempo, pero realizaban operaciones ms o menos clandestinas, y jams volvieron a operar tan abiertamente ni en tan gran escala como antes. La muerte de McSwiggin debi costarle a Capone ms de un milln de dlares en ganancias comerciales. La intervencin de la casa que Capone tena en Stickney por el capitn John Stege dio lugar a sorprendentes revelaciones acerca de lo bien preparado que estaba para sus operaciones criminales. Esta casa misteriosa, que llamaban La
Empalizada, era una voluminosa estructura con apariencia de casern, junto a la carretera. Al entrar la polica se hallaba aparentemente desierta. Pero en el aire flotaba un murmullo apagado. Despus de mucho buscar, la polica descubri una docena de mujeres escondidas en una cmara secreta construida entre la pared interior y la exterior. El edificio era un laberinto de cmaras secretas sobre un falso techo, detrs de las paredes y bajo el suelo. En un silencioso compartimento forrado de corcho bajo el techo, los criminales fugitivos podan permanecer indefinidamente, comunicndose por medio de un tubo acstico, recibiendo licores y alimentos por medio de un torno y viendo la gente en el caf y la sala de juego a travs de las pupilas vacas de las mujeres pintadas en el techo. Detrs de las puertas secretas de las paredes estaban los nidos de acero en los cuales haba ametralladoras, rifles, escopetas, pistolas, cartuchos de dinamita y gran cantidad de municiones. Era un lugar inconcebible; sugera el crimen misterioso y el asesinato secreto. Sera difcil imaginarse una fortaleza de criminales tan astutamente ideada fuera de las pginas espeluznantes de una novela de folletn.

El asesinato de McSwiggin levant la indignacin pblica de Chicago y su determinacin por acabar con los crmenes del hampa. Pero la ola reformista se estrell en lamentos intiles contra un arrecife de silencio que no era posible romper. Jams surgi un leve rumor sobre la conspiracin del silencio que arrojara algo de luz sobre el misterio que, como una densa nube, envolvi el caso desde el principio. A la pregunta insistente y pblicamente repetida: quin mat a McSwiggin y por qu lo mataron?, nadie pudo contestar. A pesar de la tormenta de palabras que despert el crimen, no lleg a descubrirse ninguna complicacin oficial. Si existan hechos, a los cuales no ha logrado llegar la sonda de las investigaciones, es muy posible que esos hechos queden ocultos para

siempre. El fracaso de las autoridades en la resolucin del crimen de McSwiggin dej a los seores del hampa ms audaces y confiados en su inmunidad que nunca. Hasta entonces haban limitado los asesinatos a los de su propia clase. En lo sucesivo, habiendo salido impunes del asesinato de un fiscal, podran cometer libremente cualquier clase de crimen. El hampa preguntaba mofndose: Qu medidas van a tomar ustedes? Y Chicago se esforz intilmente durante aos por encontrar una respuesta. La alianza entre el crimen y la poltica es evidente, pero difcil, sino imposible, de probar. El hampa opera bajo la proteccin oficial; sin ella le sera imposible. Pero hasta la fecha no se le ha dado ninguna solucin al problema. Ninguna luz de esperanza se ha levantado sobre el turbio horizonte de la ciudad. El dao que la lucha de las bandas criminales ha causado a la reputacin de la ciudad y a su progreso material ha preocupado hondamente a muchos ciudadanos conscientes. El perjuicio, sin embargo, pudiera carecer de tanta importancia. Puede, en efecto, que las vendettas del hampa le hayan dado a Chicago un
hlito de leyenda en el extranjero, sin el cual no sera sino una ciudad como otra cualquiera. Este es, al menos, un punto de vista complaciente. Pero el dato de que en la dcada anterior a 1930 la ms turbulenta en las guerras del hampa haya alcanzado la ciudad un progreso superior a cualquier otro de su historia es, sin duda, muy importante. Las luchas del hampa no obligaron a salir a nadie de Chicago, no impidieron sus operaciones comerciales ni alteraron las inversiones del capital.

Chicago, de hecho, sabe poco ms de las luchas y tormentas de sus propios gngsters que Maine, Oregon o cualquier otra ciudad remota del pas. Lo nico que el ciudadano medio de Chicago sabe acerca de los asesinatos del hampa es lo que lee en los peridicos. La noticia sensacional de un crimen, que pone una nota de novela folletinesca sobre su taza de caf por la maana, es su mejor vehculo de acercamiento. Para l Cara Cortada Capone, John Torrio, Dean OBannion,
Hymie Weiss, Bugs Moran y los terribles Genna son solamente nombres: los dramatis personae de un excitante melodrama que parece tan irreal como si fuera representado en la escena. Es probable que ni el uno por mil haya visto nunca una de las refriegas del hampa ni haya odo aullar una de sus recortadas. El hampa, con sus feudos, sus misterios y sus asesinatos, no afecta en lo ms mnimo al ciudadano medio. El estruendo de sus caones es algo que suena a distancia en la bruma de los arrabales de la ciudad y se pierde ahogado por la barahnda de su prosperidad y el tumulto de su gran desarrollo.

9. La ley de la selva
La seorita Josefina Libby, bailarina de pelo dorado de los Follies, se top accidentalmente en el Hotel Congress con un joven bien parecido que la envolvi en una mirada audaz y una sonrisa de admiracin. Era un hombre de mediana es tatura, tirando ligeramente a grueso, pelo castao ondulado y ojos negros. Vesta un traje caro, pero sencillo y llevado con elegancia. Los ojos azules de la seorita Libby hicieron un rpido inventario de estos detalles, segn es habitual en los ojos azules de las muchachas de los Follies. El joven sonaba a dinero. A la joven belleza se le ocurri que ante ella pudiera hallarse que se hallaba, sin duda el hijo de una familia adinerada y aristocrtica, que necesitaba una rubia dorada para que le ayudara a pasar bien sus horas y a gastar sus billetes. El joven aristcrata se gan pronto su estimacin. Era un espritu galante. Saba prodigar sus halagos y tena el aire refinado de los salones. La seorita Libby recurri a su imaginacin. Se le represent educado en la Universidad de Harvard, o acaso en la de Princeton, y hubiera apostado una cajita de caramelos a que todas las bellezas del paseo de Lake Shore y las novatas de temporada se pirraran por l. El joven result ser un tal seor Weiss. Pero aun cuando, como dijo la
seorita Libby, tena dinero a montones, no era solamente un rico desprendido, sino el dueo de un prspero negocio dedicado a la compraventa de bienes races. Como l mismo deca en su estilo profesional, era un realtorI.

Aquella noche, despus de su nmero de baile, la seorita Libby se encontr una hermosa cesta de flores en su camerino y en ella una tarjeta con el nombre del seor Earl Weiss. La seorita Libby era una joven inocente, pero lea los peridicos y el nombre le son vagamente familiar. He ledo algo de un tal Earl Weiss dijo la joven a su nuevo conocido en una
pequea cena despus de la representacin, en los Rainbow Gardens. Creo que es un contrabandista de bebidas, o algo as.

Oh, ese tipo! replic el seor Weiss Todava me va a arruinar. S: es un contrabandista y un gngster famoso. Aparece siempre en las primeras pginas de los peridicos con sus malditas hazaas. La gente lo confunde conmigo. Es verdaderamente fastidioso, pero yo no tengo nada que hacer. Es mi mala suerte. En el curso de esta entrevista, a la seorita Libby se le ocurri pedir un
highball. Le gustan a usted los highball? pregunt el seor Weiss sorprendido.

La joven mene la cabeza con un gesto de indiferencia. Pero replic es lo que toman las jvenes. Parece la costumbre. No haga usted eso dijo solemnemente el seor Weiss Si hemos de ser buenos
amigos no debe usted tomar bebidas. Me desagrada verdaderamente eso en las chicas. Usted no fuma, verdad? Oh, un cigarrillo de vez en cuando dijo la seorita Libby, un tanto contrariada por aquel catecismo Pero no mucho. El tabaco no es bueno para una bailarina. Vaya! dijo con satisfaccin el seor Weiss. Despus de todo, todava hay algo bueno en la escena. Cmo, seor Weiss! se volvi indignada la joven No le gusta a usted la escena? Creo que es una vida peligrosa para una joven. Eso es una tontera. Las que trabajamos en el teatro estamos ms seguras que muchas de las que trabajan en oficinas. Por lo visto, es usted un puritano de primera. Bien dijo el seor Weiss; es posible que yo tenga algo de puritano. El seor Weiss se hizo el enamoradizo mientras los Follies permanecieron en Chicago, obsequindola con flores y cajas de bombones y acompandola a los cafs despus de la representacin; y cuando Libby sali para Nueva York llevaba un diamante de cuatro
I

Real

state man,

o negociante en bienes races.

quilates, que haba costado cinco mil dlares, en el dedo anular de la mano izquierda. El seor Weiss pareci desconsolado por la separacin, y cuando no pudo soportar por ms tiempo su ausencia, cogi el barco rumbo a donde ella le esperaba. La seora Simard, madre de la bailarina, qued hondamente impresionada por el novio de su hija. El seor Weiss dijo la seora es un hombre muy fino y caballeroso.

El resultado final de este idilio precipitado fue que el seor Weiss y la seorita Libby se dirigieron a Florida y all, segn el joven, contrajeron matrimonio. Ms tarde, cuando le pidieron cuenta de este importante acto, la seorita Libby haba olvidado el nombre de la ciudad en que se celebrara la ceremonia, aunque s tena la seguridad de que haban sido casados en alguna parte. Comoquiera que fuese, lo cierto es que a su regreso a Chicago la dichosa pareja se estableci familiarmente en un costoso apartamento de la Va Sheridan. Yo no saba quin era Earl al casarme con l dijo la seorita Libby ms tarde, cuando todo haba terminado Pero aun sabindolo sera lo mismo. Yo lo quera y
l me quera a m. Yo lo seguir queriendo siempre. Puede que haya estado ciega, que haya sido una tonta o una atolondrada. Puede que el casarse con un contrabandista signifique todo eso. Pero Earl era uno de los hombres ms amables del mundo y con l pas las mejores horas de mi vida. Es de suponer sigui diciendo la jovenque un hombre de su oficio se pasara la vida rodando por las casas de diversin en la noche y llevando tipos extraos a su casa. Pero a Earl le gustaba estar slo conmigo, leyendo, escuchando la radio o sin hacer nada. Yo le tena por muy instruido. No malgastaba su tiempo en noveluchas, sino que lea historias y libros de leyes. El que no lo conociera lo confundira con un abogado o con un profesor. Los nios le volvan loco. Me encantan los nios sola decir, y me agradara tener uno algn da. No soy muy rico; pero siempre le quedara con qu vivir bien. Tena el propsito de retirarse de la rapia. Nos iramos a pasar dos o tres aos a Europa, y si nos gustaba puede que nos quedramos all.

Earl Weiss, el hroe de este idilio encantador, haba sido ratero, atracador, ladrn de automviles, ladrn de joyas, salteador, asesino y jefe de banda. Era americano de nacimiento, pero de origen polaco. Su nombre verdadero era Earl Wajcieckowiski. Se llamaba Hymie, el Pequeo Hymie aunque no era pequeo o

Hymie el Polaco. En un tiempo conquist fama en el hampa como ladrn de perfumes. Este fragante nombre llevaba una intencin satrica. Sus camaradas se rean porque, despus de haber saqueado una perfumera, cay inmediatamente en poder de los sabuesos, que haban rastreado al oloroso ladrn por el perfume. En cierta ocasin hizo salir de su cuarto a punta de pistola a un agente del sheriff que fue a interrumpir una celebracin. El agente regres con refuerzos y de la intervencin result un sorprendente descubrimiento de porras, manoplas, esposas, recortadas, pistolas, municiones, champaa, whisky y aguardiente. Mientras las autoridades confiscaban estos objetos, desaparecieron algunos calcetines y camisas de seda. Weiss, con un descaro inaudito, reclam por ello al Gobierno federal.

Su temperamento inflamable se desbordaba a veces de su cauce. Frank Weiss, su hermano, que conduca el camin de reparto de un peridico, contest en un interrogatorio judicial: No s nada de los asuntos de Hymie. En veinte aos le he visto slo una vez, cuando dispar contra m hace seis aos. Las mujeres ejercan gran atraccin sobre Weiss; pero generalmente consideraba su afecto como una ilusin pasajera; su lema era ste: Jvenes y con
belleza, trtalas con dureza. Una de sus novias le llam por telfono a una hora en que se hallaba ocupado. Tienes que estar llamndome cada cinco minutos?, dijo Weiss. Pero, amor mo rez la amante, si hace mucho tiempo que no te veo. Me estoy muriendo a pedacitos. Bueno dijo Weiss, pues murete en el ltimo y acaba de una vez.

Sus actividades criminales no afectaban a su devocin religiosa. Aun cuando sus oraciones estaban manchadas de sangre, sola ir a la iglesia y llevaba siempre un crucifijo y un rosario en el bolsillo. En una ocasin asalt un camin de li cores de contrabando, conducido por dos judos, frente a una iglesia. Vamos, judos mand Weiss, a ver si os descubrs, que estis ante la Casa de Dios,
o yo os har volar los sombreros de un balazo. Two-gun Louis Alterie era uno de los ms devotos proslitos de OBannion. Despus de la

muerte de ste, Alterie lanz un reto a los asesinos, por medio de los peridicos, desafindolos a vrselas con l en la esquina de las calles State y Madison. Two-gun Louis, que posea un rancho en Colorado, vesta de vaquero y era tan espectacular en sus alardes como en su indumentaria. Era extremadamente fiel a la banda del norte, pero peligrosamente bocazas y, a veces, insensato. Despus de haber muerto Nails Morton a consecuencia de la cada de un caballo en el Parque Lincoln, Alterie alquil el caballo, mont en l, lo llev a un suburbio y le mat a tiros como venganza. Ese caballo ha sido ejecutado por el asesinato de Nails Morton telefone al dueo del establo; si quiere usted la silla y la brida puede ir a buscarlas. Alterie entr en La Fonda Friars, en el Loop, poco despus del asesinato de OBannion. El caf estaba atestado y pareca ofrecerle un escenario magnifico para una representacin de gala. Se levant de su mesa, emiti un ronquido de vaquero, sac dos revlveres y los blandi al estilo convencional del Oeste. El capitn John Stege, que entr en aquel momento, le arrebat las armas, le dio un bofetn y lo mand al coche de la polica, situado en la parte de afuera. Alterie pag la multa. Despus de esto, Hymie Weiss le habl en un lenguaje terminante. T no eres un mal hombre dijo Weiss Pero cacareas demasiado. Estamos cansados de tus estupideces. Nos ests comprometiendo. Coge un vehculo y sal pronto de la ciudad. Si no, ya vers qu lindo viaje te vamos a obligar a hacer. Te est esperando una cuneta. Two-gun Louis parti inmediatamente para Colorado y Chicago no le ha vuelto a ver nunca ms.

Weiss se hallaba todava empeado en sus aventuras amorosas cuando la prohibicin le abri las puertas de un negocio ms lucrativo. Mientras OBannion ascenda al poder, Weiss era su brazo derecho. Para sus empresas criminales Weiss y OBannion formaban una pareja ideal. Mientras OBannion era impulsivo, terco e irreflexivo, Weiss era calculador, prudente y diplomtico. Uno era el complemento de otro. All donde OBannion hubiera hecho uso de las balas, Weiss utilizaba la persuasin. Entre los dueos de cafs, Weiss tena fama de haber sido el que levantara la fortuna de OBannion por su aguda habilidad como vendedor. Calmaba a los clientes descontentos y deshaca el nudo de las discordias comerciales. No le dominaba ningn placer ni diversin, y rara vez tomaba una copa. Era enrgico, emprendedor, dinmico. Siempre estaba en su puesto. Toda su atencin se concentraba en los negocios. Pero Weiss no tena conciencia. Mentalmente era un halcn, avizor, cruel y prudente. A pesar de su diplomacia, era un luchador tan fiero como OBannion. Su valor resista cualquier prueba. Por su capacidad, audacia y dominio personal era el ms llamado a suceder a OBannion en la direccin de la banda del norte. Era un caudillo nato, que saba conquistar la obediencia y el respeto de cuantos le seguan. El asesinato de OBannion despert al salvaje que dormitaba en l, convirtindole en una verdadera Nmesis en la campaa de venganza. Los motivos de orden comercial no tocaban su nervio. Persigui la venganza personal, actuando exclusivamente movido por un odio implacable contra los asesinos de su amigo, a quien haba profesado un afecto rayano en idolatra. Haban sido tachados ya algunos nombres importantes en el proyecto de venganza. Pero nada se haba hecho todava contra Capone, y ste, experto en maniobras astutas, se las arregl para burlar todas las celadas tendidas en su camino. Weiss desisti de su empeo en matar a Capone. El coche de Capone fue ametrallado en la esquina de las calles State y Cincuenta y Cinco, pero Capone no estaba en l. Sylvester Barton, el chfer, fue herido, mientras que Charles Fischetti y Percy Haller salieron ilesos. Luego desapareci misteriosamente Tommy Ross, el chfer oficial de Capone, cuyo verdadero nombre era Tony Cuiringione. Su cuerpo fue hallado un mes despus, cubierto de piedras y ladrillos, en una cisterna de una finca abandonada, cerca de

Palos Park. Tena tres balas en la cabeza, los pies y las manos ligados con alambre, y las marcas que tena en el rostro y en los brazos daban a entender que haba sido quemado con fsforos y cigarros. Y luego me llaman a m cruel, eh? dijo Capone Torturaron a Ross para que revelara
mis secretos. Pero Ross no saba nada de mis asuntos.

Un coche con cortinas pas lentamente ante la tienda de la seora Pearl Hruby, en Cicero, y la caone con dos ametralladoras. El interior qued demolido y un automvil que haba a la puerta, desbaratado. Este automvil perteneca a Fur Sammons que, con Myles ODonnell, se hallaba en la tienda y fue herido de gravedad. Ocurra que el auto era del mismo modelo que el que usaba Capone, contra quien, evidentemente, iban dirigidos los tiros. Weiss, Moran, Drucci y Frank Gussenberg eran, segn Capone, los autores de este asalto, que tuvo lugar el 10 de abril de 1926. Pero Capone no era el hombre que se cruzaba de brazos a esperar la muerte. Ahora le tocaba a l. Caminando por la Avenida Michigan, una maana de agosto, Weiss y Schemer Drucci fueron atacados frente al edificio de la Standard Oil por cuatro hombres que haban salido de un automvil estacionado en el lado opuesto del bulevar. Weiss y Drucci se deslizaron al amparo de un automvil que haba junto a la acera y devolvieron el fuego. Todos los combatientes vaciaron sus revlveres, sin que ninguno resultara herido. Los cuatro agresores huyeron de nuevo a su coche. Weiss se meti en el edificio de la Standard Oil. Drucci mont en la plataforma de un tranva que pasaba por all, pero fue detenido por un polica de trfico, que le llev a la estacin. All dio el nombre de Frank Walsh, y slo tras un acalorado interrogatorio se dio cuenta el sargento de guardia de que era Drucci. En sus bolsillos fueron hallados trece mil doscientos dlares. Drucci dijo que llevaba este dinero para cerrar una transaccin sobre bienes races. Weiss contest con un contraataque en Cicero, que result una de las ms espectaculares demostraciones que se hayan registrado jams en tierras de pistoleros. Cicero comenzaba a recobrar su carcter de otros tiempos. Sometida a una disciplina ms rigurosa desde el asesinato de McSwiggin, la ciudad volvi a normalizarse. El Barco, El Subterrneo y la casa de Landebarck, las casas de juego ms
importantes, volvieron a funcionar. Con motivo de una competicin hpica en la pista de Hawthorn, Cicero se llen de jugadores y aficionados a las carreras, y se dijo que El Barco recoga un beneficio de ochenta y cinco mil dlares semanales.

El da 20 de septiembre, a medioda, hora en que miles de obreros de la Western Electric salan de su trabajo, la Calle Veintids se encontraba llena de gente en las inmediaciones de La Fonda Hawthorn cuando once automviles surgieron

del lado oeste. Iban en fila, con intervalos de veinte pies entre uno y otro, como si se tratara de un cortejo fnebre, y la gente buscaba con la vista el coche y se preguntaba quin sera el muerto. Pero no por mucho tiempo. Al pasar ante La Fonda Hawthorn, de cada automvil parti una descarga de ametralladoras, pistolas y escopetas. El estruendo del caoneo era como el eco de una batalla. El humo flotaba sobre los tejados. El gento de las aceras se dio a la fuga. Los vidrios de las ventanas caan triturados. Puertas y ventanas quedaban convertidas en astillas. Un hombre salt de uno de los coches, e hincando la rodilla en la acera para hacer puntera, mand una tormenta de balas con la ametralladora por la puerta del hotel adentro. El yeso caa en lminas de las paredes. El mostrador de la oficina qued destruido y los muebles del Lobby como si un cicln hubiera pasado sobre ellos. Por la ventanilla posterior del ltimo coche asomaba una ametralladora, y, como si fuese un nuevo sistema de riego, comenz a sembrar plomo al tiempo que la caravana parta velozmente hacia Chicago.

Milagrosamente no hubo ningn muerto. Louis Barko, uno de los gngsters de Capone, fue herido en un hombro. La seora Clyde Freeman, que se hallaba en un automvil en compaa de su esposo y un nio pequeo, estuvo a punto de quedar ciega por una bala que cruz su frente. Una bala de ametralladora le hizo

a su hijo la raya del pelo al revs, y tres ms traspasaron las ropas de su marido. Se dijo que Capone, considerando que haba sido inconscientemente la causa del dao sufrido por la seora Freeman, pag cinco mil dlares a un especialista para que la curara. El coche en que se hallaba recibi treinta balas, y otros treinta y cinco automviles estacionados a lo largo de la acera sufrieron daos considerables. Capone, que se hallaba comiendo en un restaurante, en la casa siguiente, escap ileso; pero dijo que haba reconocido en la caravana a Weiss, Moran, Drucci y otros de la turba del norte. Weiss dijo Capone jams lograr matarme por sus insensatos procedimientos de
comedia a plena luz. Es como si anduviera detrs de m con una charanga.

La demostracin pudo ser insensata, como dijo Capone, pero no aument en modo alguno su tranquilidad, y se apresur a preparar una conferencia de paz en el Hotel Sherman. Weiss, Moran, Drucci y Frank Gussenberg representaron a la banda del norte. Tony Lombardo, el sucesor de Mike Merlo en la presidencia de la Unione Siciliana, dirigi la delegacin de Capone e hizo de interlocutor. Capone permaneci prudentemente aparte. Despus de varias horas de discusin sin llegar a ningn acuerdo, Weiss y Lombardo se retiraron a otra sala y continuaron solos las negociaciones. Capone desea sinceramente la paz dijo Lombardo Si la lucha contina, pocos van a
quedar vivos por ambas partes. Ni usted ni Capone han llegado todava a los treinta. No hay motivos para que muera ninguno de los dos. Esta matanza es una locura. Hay campo suficiente para ambos en los negocios. Debemos llegar a un acuerdo pacfico sobre bases razonables.

Aun cuando firmramos las paces, yo no tengo ninguna garanta de que Capone respetara el tratado replic Weiss Es una vbora. Su principal habilidad
consiste en matar riendo. No se trata aqu solamente de negocios. Es que Capone no ha pagado todava el asesinato de OBannion. Eso pas hace dos aos dijo Lombardo Por qu no olvidar el pasado?

Hace slo un mes que Capone mand cuatro hombres a barrernos a Drucci y a m frente al edificio de la Standard Oil. Tambin ustedes han hecho de las suyas. Estn casi a veintinueve iguales. Para que yo llegue a un acuerdo con Capone tendr que demostrarme que desea
sinceramente la paz. Yo le ofrezco a usted todas las pruebas necesarias en su nombre. Har las paces solamente con una condicin.

Dgala. Scalisi y Anselmi mataron a OBannion. Esta lucha no terminar mientras ellos vivan. Dgale a Capone que los ponga en el blanco. se es el precio de la paz. Un precio bastante alto. No creo que Capone est dispuesto a pagarlo. Sin embargo, yo se lo har saber. Weiss aguard a que Lombardo saliera a telefonear a Capone. Lombardo regres meneando la cabeza. No hay nada que hacer declar Capone se niega a traicionar a Scalisi y Anselmi.
Dice que no lo hara ni con un perro. Muy bien replic el inexorable Weiss Eso nos dice a qu debemos atenernos. Puesto que no llegamos a la paz, continuaremos la guerra.

Weiss tena su oficina central en la Calle State, nmero 738, sobre la tienda de flores donde haba sido asesinado OBannion, a la sazn propiedad de su antiguo socio William Shoefild. La siguiente era una casa de apartamentos regida por la seora Anna Rotarin. Esta casa haba sido en un tiempo una hermosa residencia en la por entonces barriada elegante, y en ella digmoslo de paso haba nacido
Harry Stephen Keeler, popular escritor de folletines, cuyas novelas ms notables eran The Spectacles of Mr. Cagliostro, Wind the Cloek y Sing Sing Nigths. El seor Keeler y su madre

eran todava los propietarios del edificio.

En la primera semana de octubre, despus del fracaso de la conferencia de paz, un joven, que dijo llamarse Oscar Langdon, se present a la seora Rotarin en solicitud de una habitacin. Pidi una con vista a la calle; pero comoquiera que todas stas estaban ocupadas, se acomod en una pequea alcoba interior a condicin de pasar a una de enfrente tan pronto como quedara vacante. Los huspedes que ocupaban el cuarto con vista a la calle en el tercer piso se mudaron el da 8 del mismo mes, y Oscar ocup su lugar. Advirti a la seora Rotarin que l trabajaba de noche y dorma de da, pidiendo que no se le molestara. Oscar Langdon desapareci de pronto sin que nunca ms se supiera de l. Dos italianos que haban venido a visitarle tomaron posesin de su cuarto. Uno de stos, segn la seora Rotarin, tena unos treinta y cinco aos de edad y llevaba un abrigo gris y un sombrero del mismo color. El otro era ms joven, llevaba un traje oscuro y una gorra clara. El mismo da en que Langdon alquil la alcoba a la seora Rotarin, una joven, que dijo ser la seora de Teodoro Schultn, de Mitchel, al sur de Dakota, y a quien se describi como rubia, hermosa y bien vestida, alquil un cuarto con vista a la calle en la casa de apartamentos de la Calle Superior, nmero 1, a unos cincuenta pies al oeste de la Calle State. Pag dos meses de alquiler por adelantado y, habiendo desempeado su papel en el drama, se evapor en el aire como Langdon, dejando su cuarto ocupado por dos hombres cuya presencia en el edificio ni siquiera fue sospechada. Los dos cuartos, en la Calle State nmero 740, y en la Calle Superior, nmero 1, alquilados para nidos de ametralladoras, eran las posiciones avanzadas contra la tienda de flores y el despacho de Weiss en el mismo lugar. Desde el cuarto de la Calle State, que se hallaba frente a la catedral del Santo Nombre, se abarcaba el lado opuesto de la misma calle y parte de la Calle Superior, al sur de la catedral. Pero la ventana del cuarto estaba tan prxima a la pared norte de la tienda de flores, que no era posible ver la puerta principal y s un pequeo ngulo de la acera. Pero desde el cuarto de la Calle Superior se vea casi todo el tramo de acera que alcanzaba la tienda, as como el callejn de atrs. El momento en que los asesinos comenzaron el acecho no lleg a saberse con precisin. Existan motivos para suponer que haban estado a la expectativa durante dos o acaso tres das. Pero una vez en guardia, ya no abandonaron sus puestos. Permanecieron da tras da junto a las ventanas, fumando cigarrillos, las armas en el regazo, esperando con calma, como bestias salvajes que espiaran en el camino. Weiss haba sido juzgado, hallado culpable y condenado a muerte. Sus ejecutores estaban dispuestos. No le quedaban ms probabilidades de vida que al reo que permanece sobre el escotilln de la horca con la soga al cuello. La tragedia era ya slo cuestin de tiempo y oportunidad. El coche de Weiss se par junto a la acera norte de la Calle Superior, al lado de la catedral del Santo Nombre, la tarde del 11 de octubre de 1926. De l se apearon cinco hombres, dispuestos a entrar en el despacho. Eran stos: Weiss, Pat Murray su guardia de corps, Sam Peller su
chfer, N. W. OBrien su abogado y Ben Jacobs un investigador al servicio de OBrien . Regresaban de la Audiencia, donde OBrien serva de defensor en la causa contra Joe Saltis y Lefty Koncil por el asesinato de Mitters Foley. Adelantndose un poco a los otros, OBrien camin como sin rumbo hasta la acera de la Calle State. Peller se qued un instante atrs, cerrando la portezuela del coche. Los otros tres siguieron en grupo.

Una chiquilla de mejillas rosadas y rizos al aire, que rodaba su aro frente a la catedral del Santo Nombre, se detuvo aterrorizada. El aro rod a la cuneta y la nia qued con el dedo en la boca y los ojos abiertos mirando a la ventana del tercer piso, al otro lado de la calle. La ventana de la oscura casa del vecindario

resplandeci sbitamente con deslumbrantes rfagas de fuego. Los rostros atezados de dos hombres, uno con escopeta y el otro con ametralladora, se iluminaron como por una explosin de fuegos artificiales. La soolienta quietud de la calle, baada en el frescor de las sombras alargadas por la agona de la tarde, qued rota de pronto por el estallido trepidante de las descargas, y las balas, zumbando en el aire como una tempestad de granizo empujada por el viento, hicieron saltar fragmentos de piedra del muro de la catedral y abrieron hendiduras en la acera. No haba andado Weiss cuatro metros cuando cay acribillado por las balas de la ametralladora, seis de las cuales le traspasaron de parte a parte. Lejos de retroceder ante la violenta descarga, avanz de frente y cay de bruces. Murray, atravesado por quince balas, se desplom a su lado. OBrien, herido en un brazo, el costado y el abdomen, se derrumb tras l. Peller, herido en la ingle, y Jacobs, herido en
una pierna, salieron disparados a travs de la Calle Superior, fuera del alcance de las balas, y fueron a caer a la entrada de un edificio, a una manzana de distancia.

La pequea que haba perdido su aro permaneca an con el dedo en la boca mirando fascinada a la ventana. Dos hombres haban muerto y tres estaban heridos; pero esto ocurri con tanta rapidez que la nia no haba tenido tiempo de huir. Se arremolin la gente. Weiss y OBrien fueron metidos en la tienda de flores. A OBrien lo llevaron a casa de un mdico vecino y de all a un hospital donde, milagrosamente, se repuso. Las heridas de Peller y Jacobs no eran de gravedad. Los asesinos descendieron por la escalera posterior de la casa y saltaron al callejn a travs de una ventana. Cruzaron la Calle Superior sin ser vistos y, volviendo hacia el sur por el pasaje, se desvanecieron en la Calle Dearborn. Su ametralladora, hallada detrs de la casa nmero 12 de la Calle Hurn, donde los fugitivos la haban tirado, fue el nico recuerdo de su paso. El cuarto desde el que los asesinos haban acechado su presa era una cmara sucia, con una cama de metal deslustrado, una cmoda de roble, una estufa de gas, una despensa y unos cuantos platos desconchados en un anaquel. Al entrar, la polica se encontr una escopeta arrimada a la pared, junto a la puerta, con el can todava caliente. Junto a la ventana abierta se hallaban dos sillas, y en el suelo treinta y cinco cpsulas de ametralladora vacas, tres cartuchos de escopeta, cien colillas de cigarrillos y un sombrero gris que haba sido comprado en una tienda de la frontera de Cicero a tres manzanas del despacho central de Capone, en La Fonda Hawthorn. Por las manchas de zapatos en la colcha poda sacarse la
conclusin de que uno de los centinelas se echaba all mientras el otro vigilaba. Las cien colillas de cigarrillos parecan dar una idea vaga del tiempo que haban permanecido en guardia. Dos hombres habran necesitado probablemente dos das para fumar esa cantidad de cigarrillos.

Durante ms de un mes despus de la tragedia nada se supo del segundo nido de ametralladoras, en la Calle Superior, nmero 1, del cual no haba partido ningn disparo. Entonces fue cuando la seora Anna Fischer, que viva en el segundo
piso, not unas manchas hmedas en su techo. Debe de haber alguna nevera o radiador con escapes en el cuarto de arriba se quej al portero, que hizo una investigacin.

Y en efecto, encontr el escape, mas para asombro suyo, encontr tambin una pistola automtica cargada en la cama, dos botellas de vino vacas, y en torno a dos sillas que haba junto a la ventana un crculo de cien colillas, lo cual demostraba que la vigilia de los asesinos haba durado tanto como la de los de la cueva de la Calle State. Nadie haba visto salir a los dos pistoleros. Llegaron, permanecieron al acecho con sus ojos de lince durante dos das y partieron sin que los viera un alma de cuantas vivan en el edificio. Se supuso que habran

esperado a la noche para deslizarse a la calle. Los motivos que haban llevado al abogado OBrien a acompaar a Weiss a su despacho desde la Audiencia continuaron siendo un enigma. Pero en cambio, del asesinato surgieron sorprendentes revelaciones acerca del desprecio que el hampa senta hacia los tribunales y su audacia en socavar la justicia. En el bolsillo de Weiss fue hallada una lista con los nombres de todos los jueces que prestaban servicio en la causa contra Saltis y Koncil, y en su caja de seguridad, en la tienda de flores, otra lista con los nombres de todos los testigos que deban declarar contra los acusados. El jurado se haba formado cerca de una hora antes de la muerte de Weiss, y la declaracin de los testigos comenzara al da siguiente. De qu modo haban llegado aquellas listas a manos de Weiss era un misterio; pero el hallarse en su poder pareci tener una grave significacin, dado el rumor de que haba cien mil dlares dispuestos para salvar a los detenidos del presidio o de la horca por medio del soborno. La consiguiente absolucin de los dos gngsters fue considerada como un desvaro de la justicia. La piedra angular de la catedral del Santo Nombre, surcada por las balas, sigue siendo hoy un recuerdo tan vivo de la tragedia como si estuviera teida de sangre. En ella haba antes esculpido el siguiente pasaje, versin de la Vulgata, de la Epstola de San Pablo a los filipenses: A. D. 1874. el Nombre de Jess todos se arrodillarn, as en la Tierra
como en el Cielo

Las balas borraron todas las palabras, menos stas: todos se arrodillarn... la Tierra como en el Cielo El resto de la inscripcin est todava en el estado que lo dejaron las balas de los asesinos. La polica no tena dudas de que Capone haba sido el director del asesinato de Weiss. Pero cuando ste recibi la noticia en La Fonda Hawthorn pareci
profundamente sorprendido.

Eso ha sido una carnicera dijo Capone Hymie era un buen chico. Pudo haberse retirado hace tiempo con su parte y estar vivo todava. En otro tiempo, cuando trabajbamos en equipo, llegu a conocerle bien, y con frecuencia iba a hacerle visitas amistosas a su cuarto. Torrio y yo fuimos los que preparamos a Weiss y OBannion. Cuando se separaron para trabajar por su propia cuenta, a nosotros no nos pareci mal. Les dejamos irse, y no nos ocupamos de ellos. Pero luego comenzaron a ponerse chulos. Nosotros les mandamos un aviso dicindoles que no se salieran de sus lmites. Pero a ellos se les haban subido los humos y creyeron que eran ms fuertes que nosotros. Entonces fue asesinado OBannion. Inmediatamente despus de haber sido herido Torrio y Torrio saba quin lo haba hecho me puse en contacto con Weiss. Es que andas buscando la muerte antes de los treinta aos? le dije yo; mejor ser que tengas un poco de sentido comn mientras nos quede vida a unos cuantos. Todava estaba a tiempo de seguir en buenas relaciones conmigo. Pero no quiso hacerme caso. Era un testarudo y se crea ms listo de lo que era. Por eso ha muerto. Schemer Drucci, que a la sazn acaudillaba la banda de OBannion en unin de Bugs Moran, fue asesinado el 4 de abril de 1927, seis meses despus de la muerte de Weiss. Las elecciones municipales entre el alcalde Dever y William Hal Thompson se aproximaban. Los gngsters de Drucci haban arrasado el despacho poltico del concejal Dosey Crowe, que apoyaba la candidatura de Dever, y el jefe de la polica, Morgan Collins, dio rdenes de hacer una limpieza de maleantes y asesinos. La vspera de las elecciones, un coche de la polica secreta, al mando del teniente William Liebeck, arrest en el norte a Drucci, Albert Singel y Harry

Finkelstein y los llev a la estacin del cuerpo de detectives. Finkelstein, propietario del caf La Babucha de Plata, qued en libertad. En la estacin se recibi un
mensaje telefnico diciendo que Maurice Green, el abogado de Drucci, aguardaba en la Audiencia con un recurso de babeas corpus, y los detenidos iban a ser enviados al norte en un coche de la polica. Al trasladarlos de la oficina al coche, el detective Dan Healy cogi a Drucci por un brazo. Drucci mont en clera y se solt de un tirn. No tiene usted que agarrarme! gru Drucci.

A lo cual contest Healy, no muy cortsmente, cogindolo por el cuello de la chaqueta y empujndolo brutalmente hacia adelante. Cllese, y entre en ese coche! dijo el detective. Al ponerse el coche en marcha, el polica Dennis Kohoe iba al volante, el teniente Liebeck junto al chfer, y los detectives Healy y Matt Cunningham en el asiento posterior con Drucci y Singel en medio. Drucci continu escupiendo injurias y blasfemias. Esto le va a costar a usted caro gritaba dirigindose a Healy Yo lo voy a matar,
aunque sea la ltima cosa que haga en mi vida. Le esperar a su puerta y le matar. Usted va a hacerme a m... Rayos! replic Healy, irritado por los insultos del gngster. Schemer advirti el teniente, cllate la boca. Como no tengas cuidado todava te vas a meter en un lo.

En la esquina de la Calle Cedark y el Paseo Wacker el semforo del trfico oblig a parar el coche. Dme usted uno de sus revlveres y apese a la acera conmigo sigui
tronando Drucci No tiene usted agallas para eso, sabe que le hara morder el polvo! Poli monigote!

Healy permaneci callado. Volvi la cabeza y mir por la ventana fingiendo indiferencia. Indignado, Drucci perdi los estribos y se abalanz contra l. Healy se enganch con l y trat de empujarle contra el asiento. Drucci desliz la mano hacia el cinto del detective en busca del revlver. Healy tir del arma y dispar cuatro veces. Drucci se desplom hacia atrs, mortalmente herido. He terminado dijo Drucci Llvenme al hospital. Quisiera saber dijo el abogado Charles Wharton, representando a la familia Drucci en
la investigacin judicial cmo es posible que un prisionero desarmado en un coche de polica y custodiado por cuatro agentes haya muerto sin que esto pueda llamarse un asesinato a sangre fra. Asesinato? dijo el jefe de detectives William Schoemaker Drucci muri al tratar de quitar el revlver a un polica. No hizo ms que recibir su merecido. La cosa estaba entre l y Healy. Hemos mandado hacer una medalla para Healy. Healy fue exculpado. Viendo su vida en peligro dijo dispar en defensa propia. Tena unos antecedentes intachables en el departamento de polica, y era un agente valeroso y eficaz. Drucci era el segundo que caa por sus balas. Healy haba matado previamente a uno de los pistoleros en la Avenida Armitage. Despus de la muerte de Drucci el detective fue varias veces amenazado de muerte por telfono. Su casa estuvo custodiada por la polica durante un mes.

Weiss y Drucci recibieron igualmente funerales magnficos, y ambos fueron al cementerio en atades de bronce blanco, desde la funeraria de Sbarbaro, donde Dean OBannion haba estado de cuerpo presente. Amortajaron su caja con la bandera norteamericana y con una manta de tres mil quinientas rosas, flores de lis, pensamientos y lirios, enviada por sus camaradas. Haba servido en el ejrcito durante la Guerra Mundial y perteneca a la divisin de Harold A. Tailor, de la Legin Americana. Una escuadra de soldados de Fort Shemidan hizo una salva de despedida sobre su tumba en el cementerio de Mont Carmel, y un cuerpo de cornetas dio el toque de silencio. Weiss y Drucci tenan veintiocho aos. La fortuna de Weiss se calcul en un

milln trescientos mil dlares, y la de Drucci en quinientos mil. Con la muerte de Weiss y Drucci, George Moran qued como nico jefe de la banda del norte.

10. El distrito Diecinueve


Tony DAndrea se hallaba en una encrucijada. Haba terminado sus estudios sacerdotales en la Universidad de Palermo y se hallaba habilitado para recibir las
Sagradas Ordenes. Pero no se senta seguro de su vocacin. Estaba en la prima vera de la vida, la sangre juvenil pulsaba en sus venas y cantos de sirena hablaban a su odo. A un lado, los placeres mundanos; al otro, la serenidad enclaustrada. Por cul se decidira? En el momento crucial, el Destino, como una imagen viviente, tan real y tangible que pudiera pintar el color de sus ojos, le seal su camino. Por all!, dijo el Destino. Si hubiera seguido la otra senda hubiese vivido toda su vida dedicado a la cura de almas en una pacfica aldea siciliana y descansando finalmente entre los hijos de la Santa Madre Iglesia en algn apartado lugar junto a las luminosas aguas del Mediterrneo. La ruta que le seal el Destino guiaba a la prosperidad y a la dicha, pero estaba marcada de peligrosos precipicios y terminaba abruptamente en un abismo, en el cual se hundira sin remisin. Pero se era su camino y por l orient sus pasos.

El pobre ex seminarista lleg a Chicago con su esposa, recin casado, y con frecuencia se vio en la ms espantosa miseria. Trabajaba de da, y durante algn tiempo
fue pen de albail. Cuando hubo ganado dinero suficiente para cambiar su ropa eclesistica por las ropas civiles, dio clases de idioma a las damas del paseo de Lake Shore, y entre sus discpulas se hallaba la esposa del famoso editor de peridicos Hermn H. Kohlsaat, cuya hija se cas con Potter Palmer. Estudi leyes y entr en la poltica. En 1920 se present concejal contra John Powers, en el viejo distrito Diecinueve, cuya poblacin era italiana en un ochenta por ciento. Fue derrotado, pero la candidatura le dio prestigio y popularidad.

Al presentarse de nuevo contra Powers en 1921, D Andrea era uno de los italianos ms populares de Chicago. Haba acumulado una modesta fortuna. Se haba destacado como abogado. En la divisin occidental era una potencia poltica. De sus tres hijas, dos se haban graduado en la Universidad de Chicago y la tercera se estaba preparando para ingresar en ella. Haba conquistado la confianza pblica y la felicidad domstica y se le tena por un excelente ciudadano. Tena cuarenta y dos aos de edad. John Powers, su adversario, haba representado al distrito Diecinueve en el Ayuntamiento durante treinta y dos aos. Era un poltico a la antigua, se relacionaba ntimamente con las gentes de su barrio, practicaba generosamente la caridad y sola regalar un pavo por Pascua a cada uno de sus electores pobres. Las fuerzas del candidato siciliano y el veterano concejal, que por un tercio de siglo haba defendido la causa de los ciudadanos italianos, estaban equilibradas. La lucha era de italianos contra italianos, y no es extrao que la campaa haya sido una de las ms cruentas jams registrada en un barrio famoso como semillero de turbulencias polticas. Fueron frecuentes los choques entre ambas facciones. Peleas, tortazos, pualadas: stos eran los sucesos de cada da, de los que result un considerable nmero de muertos. Hallndose DAndrea dirigiendo la palabra a sus delegados de barrio en su despacho central, estall una carga de dinamita que hiri a diez hombres. A medida que la campaa se aproximaba a su clmax, con posibilidades cada da ms brillantes para D Andrea, sus enemigos trataron de arruinarle por medio de una estratagema poltica nica por su crueldad y fra malevolencia. Se present a D Andrea como un exconvicto. La historia, publicada por todos los peridicos con los antecedentes de su prisin y todos los detalles del crimen, conmovi a Chicago. Acusado de pasar moneda falsa, Tony DAndrea haba sido condenado en 1921 a la crcel de Joliet, donde los presos federales se recluan por entonces, y all haba permanecido durante trece meses, hasta que le indult el presidente Roosevelt. Haba ocurrido esto en su poca de miseria, cuando no le conoca casi nadie, y el caso no haba llamado mucho la atencin pblica. Su etapa de presidiario haba pasado haca cerca de veinte aos y estaba generalmente olvidada. Muy pocos de sus amigos

ms ntimos lo saban. Sus hijas lo ignoraban. Y ahora, despus de muchos aos de vida recta y honrado trabajo, cuando haba conquistado posicin, influencia y fortuna, esta despiadada y abrumadora intervencin del pasado echaba por tierra todo el edificio. Levantar una acusacin de esta clase dijo DAndrea en un manifiesto pblico
contra un hombre que ha tratado de sobrevivir a su pasado con una carrera honrada y honorable, es peor que un asesinato. Admito haber estado en presidio, pero no era culpable del crimen por el que se me conden. El presidente Roosevelt, despus de haber revisado todas las circunstancias de mi proceso, me concedi un perdn incondicional que borr para siempre de mi nombre el estigma del criminal, restableciendo plenamente mis derechos de ciudadano. Lo siento ms por mi familia que por m mismo. Mis tres hijas, que jams haban tenido noticia de mi desgracia, me haban considerado siempre un ciudadano ideal y un padre modelo, y desde ahora estas inocentes criaturas tendrn que vivir bajo la sombra de mi ignominia. Para los cobardes difamadores que por una venganza poltica trajeron esta infamia sobre m, ningn castigo debera ser demasiado severo. La ira implacable de un dios justo caer sobre sus cabezas.

Estas valerosas palabras movieron la ciudad a una compasin infinita. Mrtir o criminal, D Andrea era la vctima de unos cobardes enemigos cuya despreciable malicia se destacaba con negros caracteres. Pero mientras la simpata hacia l se despertaba en todas partes, el capitn Thomas I. Porter, del Servicio Secreto de los Estados Unidos, requiri los datos del caso y los hizo pblicos con una fra decisin oficial. No hay duda alguna en cuanto a la culpabilidad de DAndrea dijo el capitn Porter
Estaba en relacin con una banda de falsificadores de Nueva York que se especializaba en la fabricacin de monedas de diez centavos. Aun cuando sus operaciones eran relativamente de poca importancia, se desarrollaron durante un largo periodo de tiempo, en el que inund una gran parte de la divisin occidental con monedas falsas. Cuando yo le arrest, me encontr un saco de dinero falso en su casa. D Andrea haba estado an teriormente asociado con una banda de falsificadores y ladrones de bancos italianos, y en un tiempo fue una potencia menor en el barrio de la Luz Roja, donde cobraba tributos a ciertos establecimientos ilcitos. Su hermano Joseph D Andrea fue muerto por exigir dinero a unos infelices obreros italianos.

Los partidarios polticos de D Andrea, lejos de abandonarle, se volvieron irritados contra sus enemigos, que haban trado el oprobio sobre su lder. Aun cuando fuera su alma tan negra como sus ms venenosos detractores pretendan, no sera peor que muchos de sus secuaces. Lucharon tan fieramente por su eleccin como si hubiera sido un dechado de virtudes. Fue derrotado en las elecciones, el 27 de febrero, pero slo por el estrecho margen de ciento ochenta y dos votos. Su derrota dio rienda suelta a los odios asesinos de sus partidarios. Terminadas las elecciones, haba sonado la hora de la venganza. Segn cierto rumor, D Andrea y sus amigos celebraron una conferencia secreta con el propsito nico de discutir los planes de venganza, y trazaron una lista de proscripcin con los nombres de los sentenciados a muerte. Segn se dijo, hicieron una llamada para el reclutamiento de voluntarios, ofreciendo la suma de quinientos dlares de premio por cada nombre que, al revisar la lista, se marcara con sangre. Paul Labriola haba sido un fuerte partidario de Powers mucho antes de que DAndrea entrara en la poltica. Juicioso y tranquilo, era un excelente ejemplar de italiano americanizado y haba sido alguacil del juzgado municipal durante varios aos. Tena treinta y nueve aos de edad, una esposa, dos hijos y viva en la Calle Congress, cerca de la de Halsted. Samoots Amatuna y Frank Gambino trataron de inducirle a que desertara de las filas de Powers y se uniera a las de DAndrea. Labriola se ech a rer. Powers ha sido amigo mo durante muchos aos dijo Labriola; a DAndrea no le
debo nada.

Amatuna y Gambino le amenazaron, pero sus amenazas resultaron tan

ineficaces como sus argumentos. Labriola inform de estas amenazas a su amigo el sargento Pat Alcock. Me andan siguiendo dijo Labriola Creo que tienen intencin de apalearme. Pero
como traten de hacerlo se van a encontrar con la horma de su zapato.

La seora de Labriola se top con una extraa aventura al ir de compras una tarde por la Calle Halsted. Segn iba caminando, una vieja andrajosa, con una mantilla negra a la cabeza, el rostro arrugado y macilento, con la apariencia de una bruja, sali de un oscuro portal y la cogi por el brazo. Escucha dijo la fantstica aparicin, mirando con ojos de fiera a la seora de Labriola,
que no tena idea de quin pudiera ser Yo he visto la lista. Al final est el nombre de tu marido. Dile que tenga cuidado. Est sentenciado a muerte.

Dichas estas misteriosas palabras, la vieja gir sobre sus talones y se desvaneci como un espectro entre la multitud, dejando a la seora de Labriola consternada de terror. Cuando la esposa le refiri su encuentro con aquella sibila de la noche, Labriola sonri escpticamente. Esa bruja debe de haberse escapado de un manicomio dijo, encogindose de
hombros De qu lista hablaba? Palabras de una loca.

El da casa en prestaba puerta y manzana el grupo

8 de marzo, doce das despus de las elecciones, Labriola sali de su direccin al juzgado municipal, situado en el Ayuntamiento, donde sus servicios. Su esposa, todava ardiendo de temor, se par en la le vio alejarse silbando. Por la esquina de la Calle Halsted, a media de distancia, venan cinco hombres, caminando sin objeto aparente. En estaban Angelo Genna, Samoots Amatuna, Frank Gambino y Two-gun

Johnny Gaudino. El quinto no lleg a saberse definitivamente quin era. Al acercarse Labriola le reconocieron, le saludaron y pasaron. Labriola quedaba ahora de espaldas respecto a ellos. Cinco revlveres llamearon a la vez. Labriola cay tendido, de bruces, en la acera. Uno de los hombres salt sobre l y le meti tres balas ms en el cuerpo. Los asesinos montaron entonces en su automvil, que se hallaba al otro lado de la calle, y desaparecieron. La esposa de Labriola, que haba presenciado la tragedia desde el principio al fin, sali gritando y cay desmayada sobre el cadver de su marido.

Herry Raimondi tena un estanco en la Plaza de Garibaldi entre las calles Taylor y Polk. l y D Andrea haban estudiado juntos en la Universidad de Palermo, y en su juventud haban sido hermanos de sangre, parentesco que entre los sicilianos implica un lazo sagrado de raza, religin y amistad. En sus primeros tiempos de Chicago, Raimondi haba sido lder obrero, y era una importante figura de la colonia siciliana. Haba estado identificado durante aos con la faccin de Powers, y por ms que el mismo DAndrea le record que, como hermano de sangre, esperaba su apoyo, y tena derecho a esperarlo, no logr desviarle de su antigua filiacin poltica. La hermandad de sangre dijo Raimondi no tiene nada que ver con la poltica. Raimondi era un hombre tozudo y se aferr a sus opiniones. Los partidarios de DAndrea consideraron que un hombre que llegaba a desprenderse de los principios tradicionales de su raza hasta el extremo de quebrantar el lazo de la hermandad de sangre era capaz de violar la ley igualmente sagrada del silencio, y surgi la sospecha de que haba sido Raimondi el que haba revelado el olvidado crimen de DAndrea a sus enemigos polticos. ste era un pecado imperdonable que slo poda lavarse con sangre. El da 8 de marzo, a la una de la tarde, cuatro horas despus del asesinato de Labriola, un vendedor de peridicos pregonaba en la Calle Taylor, esquina a la Plaza de Garibaldi, a media manzana del estanco de Raimondi: Nmero extraordinario, con el asesinato de Labriola! Cuatro hombres se pararon a comprar el peridico y se quedaron unos

minutos leyndolo con ansioso inters. Luego se dirigieron al estanco de Raimondi. Dos de ellos siguieron de largo y se pararon a poca distancia ms all de la entrada. Los otros dos entraron en el establecimiento y compraron cigarros. Segn dos parroquianos que se hallaban all, Raimondi atendi a estos hombres sin dar muestras de conocerlos. Pero los desconocidos haban ido all no tanto a comprar cigarros como a ver si Raimondi estaba en la tienda y si la situacin se ofreca propicia al asesinato. Al salir hicieron sea a sus compaeros y stos entraron tambin a comprar cigarros, tirando una moneda de cincuenta centavos sobre el mostrador. Raimondi se volvi hacia la caja registradora, y al quedar de espaldas a ellos le hicieron cinco disparos, matndole instantneamente. Samoots Ama tuna y Frank Gambino, que acababan de asesinar a Labriola, fueron identificados
como los asesinos de Raimondi.

Gaetano Esposito, un tipo presumido, con un bigotito afilado, que se tena por un dandy, era partidario de Powers, y aunque no vala nada como poltico, despus de las
elecciones comenz a jactarse en voz alta del gran papel que l haba representado en la derrota de DAndrea. A las siete de la tarde, poco despus de los asesinatos de Labriola y Raimondi, un automvil con tres hombres y una mujer se par junto al Columbus Extensin Hospital, en la esquina de las calles Lyttle y Gilpin. En el interior del coche ladraron dos revlveres. Un hombre fue empujado fuera y otro, asomando a la ventanilla, le hizo cinco disparos. Seguidamente, el coche se evapor. El muerto lanzado al arroyo era Gaetano Esposito, el del bigotito afilado, Esposito el jactancioso.

Se dijo que los amigos de Labriola haban jurado sobre su atad vengar su muerte. Las autoridades ciudadanas prestaron el suficiente crdito al rumor para mandar un centenar de policas al barrio con el fin de impedir la realizacin de sus propsitos. Veinticinco partidarios de DAndrea se dijosern sacrificados. Muchos de los que creyeron sus nombres incluidos en el proyecto se mudaron de barrio o salieron de la ciudad. Pero con juramento o sin l, las mareas de la venganza que se haban movido fuertemente en favor de DAndrea se volvieron bruscamente contra l. Two-gun Johnny Gaudino era conocido entre los sicilianos por el Matador. Haba cumplido
un periodo en Sing Sing y diez aos en el presidio de Dannemora por asesinato. Llevaba un ao en Chicago, y durante ese tiempo sirvi a DAndrea como guardia de corps. Se le puso complicado en los asesinatos de Labriola, Raimondi y Esposito. Two-gun Johnny se hallaba tomando el sol una tarde en la acera de la Calle Polk, mirando distradamente a unos nios que jugaban a la pelota. Un hombre apareci caminando. Two-gun Johnny le ech una ojeada, se convenci de que era totalmente inofensivo y volvi a mirar el juego de pelota. El extrao sigui andando, como sumido en meditacin. Cuando se hubo alejado unos cincuenta pies, se volvi displicentemente sobre el camino andado. Esta vez Two-gun Johnny no le prest atencin. Parndose a su espalda, el forastero le hizo tres disparos, y Two-gun Johnny cay muerto.

DAndrea se hallaba solo en su oficina de la Calle Halsted, nmero 854, hablando con su esposa por telfono cuando cinco hombres entraron sigilosamente. Dos de ellos eran Joe Blue y Mot Murphy. A los otros tres no los conoci. Sacaron el revlver y le apuntaron. Corta esa conferencia dijo Joe Blue, acercando el revlver a la garganta, que vas a
emprender el gran viaje.

Pero mientras DAndrea aguardaba el momento de emprender el gran viaje, otros cinco hombres entraron en el local. Los cinco eran amigos suyos, uno de ellos de uniforme, y la vida de DAndrea estaba salvada. Joe Blue y su gente se dieron precipitadamente a la fuga escaleras abajo. Abraham Wolfson viva en un apartamento del primer piso de la Avenida Ashland, nmero 902, frente al de DAndrea, en el mismo edificio. Poco despus de la muerte de Labriola y Raimondi, Wolfson recibi un annimo conminndolo a

mudarse dentro de quince das. Deca la carta: Vamos a volar el edificio con dinamita y a matar a toda la familia DAndrea. Antes ha matado l a otros. Ahora tomaremos venganza. Wolfson mostr la carta a DAndrea. DAndrea sonri. Pero Wolfson se mud. Haca dos semanas que el apartamento de Wolfson estaba vaco. El da 11 de mayo, a primeras horas de la noche, se hallaban DAndrea, Jos Laspisa su chfer
y Mike Jarussi un empresario de pompas fnebres, jugando a las cartas en el restaurante Amato, en la Calle Halsted. Durante el juego, DAndrea ech el as de espadas, que entre los sicilianos significa la muerte. Los tres hombres miraron un momento, sobrecogidos, aquella carta. Luego DAndrea se puso a rer. Eso no significa nada dijo DAndrea; yo no soy supersticioso.

Eran las dos de la maana cuando dejaron el juego. Es mejor que te acompae a tu casa, Tony dijo Jarussi; nadie sabe lo que te
puede pasar si vas solo. No fastidies replic DAndrea. No hay peligro. Joe me llevar a casa.

Laspisa y DAndrea iban juntos delante. Laspisa conduca. DAndrea iba de buen humor. Eso de que me van a volar con dinamita son paparruchas dijo riendo Tengo algunos
enemigos, pero no tienen agallas para matarme.

Se hallaba hablando al hombre que, segn se supuso, haba tomado parte en el proyecto para asesinarle. Laspisa saba que en aquel momento los asesinos estaban escondidos esperando para matarle. Laspisa par el coche frente a la casa de DAndrea, en el lado opuesto de la Avenida Ashland, y despus de darle las buenas noches tir hacia el sur. DAndrea cruz la calle y entr en el portal. Unos cuantos pies a su derecha, se vea la pupila negra del mirador del apartamento de Wolfson al reflejo plido de las bombillas de la calle. Detrs de aquel brillo negro acechaba la muerte. Al alargar la mano para abrir la puerta principal le recibieron los fogonazos de dos escopetas, y al caer DAndrea miles de fragmentos de vidrio llovieron sobre l en el portal. DAndrea sac su revlver y, levantndose sobre un brazo, dispar cinco tiros contra la ventana rota. No pudo ver a nadie; slo oy el tropiezo de pasos en retirada por el cuarto vaco. Su esposa e hijas, que se hallaban durmiendo, estuvieron pronto a su lado. Laspisa, a una manzana de distancia, ms o menos, debi de or el estampido de las escopetas, pero no regres. DAndrea fue llevado a la carrera al Hospital de Jefferson Park, donde vivi varias horas. Conserv la consciencia hasta el final. Dios os bendiga! les dijo a su mujer y sus hijas, dndoles un beso de despedida. As muri. Las postas que le mataron, segn los mdicos, haban sido envenenadas. Los asesinos haban entrado en el apartamento vaco forzando la ventana del stano con un cincel. Al bajar, uno cay sobre una pila de residuos de carbn. Su mano era la derecha qued marcada en una docena de lugares en la pared de la
escalera y a lo largo de un pasillo. Todos los detalles de la mano quedaron estampados, hasta las delicadas espirales de las yemas de los dedos. Estas marcas constituan una huella peligrosa para el asesino. A la mano le faltaba el dedo ndice.

Despus de matar a DAndrea, los dos hombres cruzaron el patio posterior, hacia un callejn, y escaparon en un coche que les haba estado esperando en la Calle Taylor, con un tercer personaje al volante. En el patio dejaron un sombrero de fieltro, en el cual haba un billete de dos dlares smbolo de la mala suerte con
una nota garabateada a lpiz que deca: Esto servir para comprar flores para ese figlio di un cane, DAndrea. Era un insulto de despedida al hombre que haban asesinado.

Las exequias de DAndrea tuvieron lugar al aire libre, frente a la casa de

apartamentos de la Avenida Ashland. Se mont su atad cubierto de flores, en un caballete, en el portal donde haba cado, junto al mirador del apartamento vaco, mudo testigo del modo como haba sido asesinado. Veinticinco mil almas permanecieron en la calle con la cabeza al descubierto mientras su hermano, el reverendo padre catlico Horace DAndrea, recitaba las oraciones. Un cortejo de automviles de dos millas y media de largo sigui al coche fnebre hacia el cementerio, donde fue enterrado sin ceremonia religiosa. Sobre su tumba se levant una humilde lpida de mrmol con su nombre, la fecha y el lugar de su nacimiento y muerte, y debajo la inscripcin latina de sosiego infinito: Requiescat
inpace. Aqu, en esta tumba solitaria, adonde su esposa y sus hijas vinieron durante aos a pagarle su tributo de flores, termin la senda romntica que el Destino le seal en el momento crucial de su juventud en Sicilia a este extrao, misterioso y trgico personaje.

Quin traicion a D Andrea llevndole hacia la muerte? Laspisa haba sido amigo de Raimondi y era agente comercial de la Sociedad de Estuquistas que Raimondi haba presidido. Laspisa no haba parado el automvil en que iba D Andrea a la puerta de su casa, sino al otro lado de la calle. Laspisa haba odo las detonaciones de las escopetas que anunciaron el asesinato y no haba regresado a investigar. Sin embargo, la polica no sospech de Laspisa. No se le arrest ni se le tom declaracin. Si era culpable, haba borrado hbilmente sus huellas. Sigui as serena y tranquilamente su camino. Una maana de junio, cerca del medioda, conduca Laspisa su coche con dos hombres en el asiento posterior a lo largo de la Calle Oak, en la colonia italiana del norte. Frente a l se levantaba la iglesia italiana de San Filippo Benizi, con su
cruz baada por el sol en lo alto del chapitel, y al otro lado de la calle, frente a la iglesia, donde la Calle Mil ton, viniendo del sur, desemboca en la Calle Oak, estaban las famosas Death Corners (Esquinas de la Muerte), donde en el curso de los aos haban sido asesinados ciento sesenta hombres. Nadie sabe lo que Laspisa haba venido a hacer al Little Hell, a varias millas de su paradero acostumbrado del lado sur, alrededor de las calles Taylor y Halsted. Ni se saba tampoco quines eran sus dos compaeros ni dnde los haba recogido. Los peatones que vagaban a lo largo de la Calle Oak vieron el coche de Laspisa sin prestarle inters. Laspisa pareca descuidado y los otros dos llevaban igualmente un aire de indiferencia. Segn las indicaciones, Laspisa se crea en una excursin de placer, en compaa de dos amigos. Estaba equivocado. Si hubiera conocido la verdad, sabra que era un prisionero que guiaba su propio coche hacia la muerte a plena luz del da.

La iglesia de San Filippo Benizi estaba atestada. Los oficios llegaban a su final. El padre Louis Gianbastiano acababa de pronunciar la bendicin. Un sacristn agitaba el incensario junto al presbiterio, levantando nubes de humo aromtico sobre las cabezas de la congregacin, y el coro cantaba un himno religioso:

Tantum ergo sacramentum veneremur cernui. El canto qued cortado bruscamente por el agudo estallido de dos pistolas en la parte de afuera. Los fieles salieron en tropel a la acera. All estaba el coche de Laspisa con su dueo doblado sobre el volante con dos impactos de bala en la parte posterior de la cabeza. Sus dos compaeros se haban desvanecido.

El padre Gianbastiano apareci en la escalera de la iglesia. Mir por un momento al cadver, inclin la cabeza y se persign: figura impresionante, con su esclavina, estola y sobrepelliz, erguido en los arcos de la iglesia, frente a la sombra de la gran cruz del chapitel que el sol del medioda grababa al aguafuerte en el polvo de la calle. El silencio rein sobre la multitud cuando el cura habl en ingls: Si conocis dijo el padre a los autores de este horrendo crimen, y si conservis en
vuestras almas el menor sentimiento patritico, id a la polica a delatar a los asesinos. Tenis ese deber para con vuestra raza, cuyo buen nombre ha sido manchado en varias ocasiones por vuestro silencio. Lo debis a vuestro Seor. Si los conocis, yo os imploro, en el nombre de todos los buenos italianos, en el nombre de todos los buenos americanos y en el nombre de Nuestro Seor, que vayis directamente a la polica a delatar a los asesinos.

Pero esta vez el silencio italiano fue, sin duda, un honrado silencio. Ninguno de

los presentes conoca, probablemente, al muerto ni a quien le haba matado. Laspisa haba expiado su crimen de traicin cometido un mes antes. La pregunta quin ha traicionado a DAndrea? haba hallado respuesta. El cuerpo de Laspisa yaci en la misma plancha de mrmol del mismo depsito en que ocho aos antes yaciera el de Nick Contoni, por cuyo asesinato haba sido juzgado Laspisa. Al depsito lleg Joe Sinacola, hermano de sangre de Laspisa desde su juventud en Sicilia y padrino de sus cuatro hijos. All, junto al cadver de su amigo, Sinacola levant solemnemente la mano derecha y jur tomar venganza. Hermano de sangre dijo con los ojos encendidos, yo matar a quien te ha
matado.

Los que estaban alrededor advirtieron que a la mano derecha que levantaba Sinacola le faltaba el dedo ndice. Al da siguiente del asesinato de Laspisa, volva Sinacola de su trabajo, a lo largo de la Avenida Blue Island, cuando un automvil encortinado pas lentamente a su
lado. Son el fogonazo de una recortada, y Sinacola fue a dar sobre la acera. Pero Sinacola no muri. Lo llevaron al Columbus Extension Hospital, donde permaneci durante varias semanas. Cuando se divulg que Sinacola viva, unos hombres misteriosos empezaron a rondar el hospital varias noches sucesivas, treparon por las escaleras de emergencia y asomaron a las ventanas, asustando a las enfermeras y alarmando a las autoridades, pero sin lograr localizar a Sinacola. Se dio parte a la polica de estos sucesos extraos, y enviaron dos agentes uniformados que permanecieron de guardia noche y da en el hospital hasta que Sinacola se repuso.

Una calurosa tarde de julio, poco despus de haber salido del hospital, se hallaba Sinacola en mangas de camisa jugando con sus nios frente a su casa, en la Calle Taylor. Su esposa estaba sentada en el interior junto a una ventana abierta,
arrullando al nio que tena en sus brazos. Dos hombres aparecieron a la vista. Al llegar frente a Sinacola se pararon, hablndole en italiano. Deban de tener gran inters en transmitirle aquel discurso, pues todava le dio tiempo a Sinacola a saltar de su silla a la escalera del stano. Pero al llegar al primer peldao los dos hombres descargaron sus pistolas automticas contra l, y Sinacola se desplom sin vida escaleras abajo. Los dos hombres salieron caminando tranquilamente y doblaron la esquina. Pero no abandonaron la escena, como pareca conveniente para ellos. Dieron lentamente la vuelta a la manzana, y a los diez minutos se hallaban de nuevo frente a la casa de Sinacola. Haban fracasado en su primer intento y queran cerciorarse de que no les haba fallado el segundo. Abrindose paso entre la multitud que se haba agolpado all, estos tipos audaces y despiadados entraron en el corredor. All estaba la seora de Sinacola sollozando histricamente, pero no los reconoci. Triste suceso dijo uno de los desconocidos Est muerto? S se lament la atribulada mujer Mi pobre Joe! Esta vez me lo han matado! Los hombre menearon la cabeza silenciosamente con un profundo aire de simpata. Pero haban odo ya lo que deseaban y estaban satisfechos. De nuevo se abrieron paso entre el gento y desaparecieron en la sombra lentamente.

Creern ustedes que Sinacola fue asesinado por motivo del fiero juramento de sangre que haba hecho junto al cadver de Laspisa. Pero no fue as. Lo mataron porque, haca muchos aos, en un accidente de trabajo en un taller, haba tenido la desgracia de perder el dedo ndice de su mano derecha. Como un gorrin perseguido por un halcn, volaba en direccin al norte, a lo largo de la Avenida Blue Island, a sesenta millas por hora, un pequeo sedn con un solo pasajero, perseguido por un enorme coche de turismo ocupado por cinco hombres. Era el 6 de abril de 1930. La gente que caminaba a lo largo de las aceras mostraba su simpata hacia el pequeo gorrin, desendole xito en su fuga. Pero quin era el que iba al volante? Qu poda haber hecho para que le persiguieran as en aquella carrera frentica? Dando una muestra espectacular de su destreza, el conductor se lanzaba como una flecha a travs de las peligrosas aberturas del trfico; esquivaba los vehculos por un pelo; cuando pareca a punto

de estrellarse contra un camin o un tranva, lo evitaba ponindose de costado sobre dos ruedas. Pero haba algo implacable y fatal en el modo en que el otro coche segua su pista. Imposible escapar. La desesperada carrera continu durante tres millas. En la Calle Trece el turismo se coloc junto al otro. El hombre del pequeo sedn lanz una mirada final por encima del hombro. No haba salvacin para l. Estaba condenado a muerte. Una descarga de ametralladora. El pequeo sedn dio media vuelta, choc contra la acera y qued parado. El hombre que iba al volante estaba muerto. Quin creen ustedes que era este hombre? Joe Blue. Joe Blue, que haca nueve aos haba sido enemigo de DAndrea. Joe Blue, que haba entrado en la oficina de DAndrea con la intencin de hacerle emprender el gran viaje. Joe Blue que, segn sospechas, haba sido uno de los asesinos que entraron en el apartamento vaco, antes ocupado por Wolfson, a acechar la llegada de DAndrea. Despus del asesinato de DAndrea, Joe Blue desapareci de Chicago. Acumul una larga cadena de crmenes. La polica lo tena fichado como uno de los tres carteristas ms hbiles del pas. En 1924 tom parte en el robo de ciento cincuenta mil dlares del vagn correo de Cincinati. Fue detenido dos aos ms tarde y cumpli tres aos y ocho meses en el presidio federal de Atlanta. Al ser
licenciado en diciembre de 1929, regres a Chicago. Crey que poda hacerlo sin peligro. D Andrea estaba en su fosa. La vendetta del barrio Diecinueve haba terminado haca tiempo. El asesinato de D Andrea habra pasado tal vez al olvido. No haba riesgo en volver a Chicago. Sus viejos y queridos lugares todava eran agradables. Probablemente se habran apagado las ltimas chispas del odio. Sus antiguos amigos le daran la bienvenida. Pero la venganza siciliana no lleva la cuenta de los aos. Joe Blue haba olvidado. Sus amigos recordaban. Ah estaba el problema.

Veinte hombres, la mayora de ellos totalmente desconocidos hasta que la muerte elev accidentalmente sus nombres a las portadas de los peridicos, murieron en la vendetta originada en el escndalo y la derrota de DAndrea, y que comenz
con la sangre de Labriola y Raimondi. A causa de esta guerra, el distrito dio en llamarse Sangriento Diecinueve, y como resultado de su mala fama, al hacerse la nueva divisin municipal, se le uni, alterando sus lmites, con el distrito Veinticinco.

11. Ascenso y cada de Diamond Joe


Diamond Joe Esposito era la encarnacin de un autntico calabaza. No saba leer ni escribir y hablaba un ingls ininteligible. Era un hombrecito rechoncho, inquieto, bullicioso, curioso y pintoresco. Y esto era casi todo lo que poda decirse en su favor, y todava quedaba un noventa por ciento en contra. Por la descripcin pudiera imaginrsele dotado de un original sentido del humor, capaz de contar un buen chiste o un cuento gracioso. Pero Diamond Joe era tan slo como un bho, y mientras todos se rean de buen grado, l permaneca cmicamente serio. Cmo lleg a alcanzar poder y riqueza esta rolliza criatura es uno de los enigmas de la esfinge. Lo cierto es que de emigrante analfabeto pas a asociarse con los poderosos. Las personalidades pblicas ms influyentes de Chicago eran sus amigos, y para los italianos del oeste, que le levantaron sobre un pedestal y le quemaron incienso, sus palabras eran como las de los Diez Mandamientos. Su recuerdo se conserv fresco en la tradicin mucho despus de su muerte. Diamond Joe era un Don nadie que se convirti en un dios de latn. I no hava da college education deca Diamond Joe I been poor mans. But nobody com say Joe do em a bad turnI. Ante sus poderosos amigos, Diamond Joe se jactaba de su dominio sobre los italianos, y ante los italianos, de su influencia entre los poderosos, ganando as mucho prestigio por este doble juego de los extremos sobre el centro. Era un actor hbil. Se haba dado cuenta de que vala la pena exhibirse y se daba buena maa en situarse donde le diera la luz. Los diamantes formaban parte de su autopropaganda. Salvo en la nariz y en las orejas, los llevaba en cuantas partes del cuerpo es posible llevarlos. Los diamantes eran como una llama a su alrededor. En la calle pareca como si GolcondaII saliera de paseo. El plato fuerte de su
adorno personal era una hebilla del cinturn, valorada en diez mil dlares, incrustada de piedras preciosas, con sus iniciales J. E. grabadas en diamantes. No llevaba nunca chaleco, de modo que su resplandeciente hebilla encandilaba los ojos de cuantos se topaban con l.

Diamond Joe haba nacido en 1872 en Acera, una pequea aldea cerca de Npoles. Lleg a Estados Unidos cuando tena veintitrs aos, y durante diez trabaj de pen y panadero en Brooklyn y Boston. Fue a Chicago en 1905 y comenz su carrera como dueo de un caf de baja categora en la Calle Taylor. En poltica era un paniaguado de barrio, y agente comercial de la Sociedad de Peones. Despus que hubo adquirido algn prestigio poltico se dio a conocer como protector de contrabandistas, jugadores y chantajistas. Era como ua y carne de Capone, Samoots Amatuna y los Genna. La mayora de sus amigos eran gentes de mal vivir. El mismo no se mantena siempre dentro de la ley, por ms que se las arreglaba para escapar de sus garras. En 1908 mat a Mack Geaquinta en una ria por motivos de celos. Por este crimen fue acusado, pero no juzgado. Thee is alla meestake dijo Diamond Joe. I no keel nobody. I gof or vee sit my sister in Jonkers, and when I come home I find they have eendite me. E ef I killa da mans, why they no try me?III

No he recibido educacin primaria. Era de familia pobre. Pero nadie podr decir en verdad que Joe le ha jugado una mala partida. (N. del T.) II Antigua ciudad de la India que dio su nombre a los diamantes hallados, no precisamente en ella, sino en otros lugares de los dominios de la dinasta de Kuth Shahi. (N. del T.) Eso es un error. Yo no he matado a nadie. Yo fui a visitar a mi hermana a Jonkers y al regresar me encontr con que me haban acusado. Si yo he matado a aquel hombre, por qu no se me juzga?
I
III

El Fiscal del Estado, Crowe, dijo que la razn estaba en que Diamond Joe haba silenciado a los testigos contrarios amenazndoles de muerte. Finalmente, la causa fue sobreseda. Paul Presco, gravemente herido por una mano misteriosa se dijo que la de
Esposito, haba intentado matar a ste por dos veces. La polica llev a Esposito al hospital, junto a la cama de Presco. Presco lo mir llameando de ira. Joe le habl en italiano durante varios minutos. Lo que le dijo, nadie ms que ellos pudo saberlo, pero lo que quiera que fuese ejerci una especie de magia. Joe tendi los brazos a Presco con una gran muestra de afecto: Ya lo ven ustedes dijo Joe; Presco es amigo mo. Por consiguiente, Joe qued en libertad. La polica relacion a Joe con otros asesinatos por resolver. Pero estas acusaciones no afectaron a su reputacin entre sus electores italianos. Qu importa un asesinato o dos entre amigos?

El prestigio poltico de Diamond Joe se basaba en la habilidad para disponer de los votos de los italianos. En 1920 represent al barrio Diecinueve, derrotando a Chris Mamer. Comoquiera que Mamer era un hombre importante y un viejo poltico, esto fue considerado como un gran golpe, que a la vez hizo del fiscal Crowe, protegido de Mamer, un enemigo irreconciliable de Joe. Diamond Joe se present dos veces comisario del condado, pero fue derrotado. Su mayor triunfo lo obtuvo en 1924 como candidato de Calvin Coolidge por Illinois. Despus de esto, sus admiradores italianos creyeron que Joe no tendra ms que hablar con el presidente Coolidge para obtener lo que quisiera. El senador Charles S. Deneen fue un fiel amigo de Diamond Joe durante varios aos. Como poltico, tena fama de carecer de sentimientos y emociones, y se presentaba a la consideracin pblica como un pensador poltico de hielo, a la manera de Rodin. Su afecto genuino hacia un inmigrante sin instruccin, salido del arroyo, pareca, por tanto, muy singular. Cuando asesinaron a Diamond Joe, el senador hizo un viaje privado desde Washington para asistir al entierro. Me siento apenado dijo Deneen; Diamond Joe tena una gran personalidad; era un amigo
leal y un ciudadano ejemplar. Cuando el senador Deneen present su segunda candidatura para las elecciones primarias contra la seora Ruth Hanna McCormick, proclam su amistad desde la tribuna y declar que Diamond Joe haba muerto mrtir del deber pblico. La seora McCormick critic esta amistad bastante duramente en sus discursos, profundizando en la conducta del italiano, y durante algn tiempo pareci que Diamond Joe, muerto haca dos aos, se convertira en la fuerza decisiva de una campaa por una plaza en el senado. Los banquetes que ofreca Diamond Joe en su caf La Bella Napoli eran famosos. Constantemente se hallaba ofreciendo banquetes en honor de esto, de aquello y de lo de ms all del da de su santo, del bautizo de su nio, de una victoria del partido republicano, de todo cuanto haba Para l, los banquetes no eran tan importantes por s mismos como por la oportunidad que le brindaban de codearse con gente distinguida. Brillaba de dicha y de satisfaccin en medio de estas fiestas en que llevaba orgullosamente su traje de etiqueta. Y los que se sentaban con l a la mesa eran lo ms escogido de Chicago: el senador Deneen, el gobernador Len Small, Fred Lundin, el alcalde Dever, el alcalde Thompson, Roy C. West, Edward R. Litzinger, Robert Schweitzer, John A. Swanson, el presidente de sala Harry Olson, la mayora de los presidentes de los tribunales y la mayor parte de los funcionarios pblicos y polticos prominentes. En uno de estos banquetes se obsequi al senador Deneen con un busto de Diamond Joe, a tamao natural, acompaado de un torrente de oratoria. En otro se despidi Diamond Joe, en su pintoresco ingls, de sus amigos, antes de emprender su nico viaje de regreso a su tierra. Y mientras que en Acera se hacan grandes preparativos para recibir al maravilloso hijo de Italia que se haba hecho grande en Amrica, Diamond recibi un testimonio escrito de la estimacin que le profesaba un grupo de famosas personalidades de Chicago. El pergamino llevaba un retrato con las banderas italiana y americana, y al dorso las firmas del senador Deneen, el gobernador Small, el alcalde Dever, el oficial mayor del condado Robert Schweitzer, el tesorero P. J. Carr, William Hale Thompson, James A. Kearns y Martin J. OBrien. Un honor tan sealado debi de situar a Diamond Joe en la estimacin y el orgullo de sus amigos de la infancia, all en su aldea natal, un grado ms alto que Mussolini.

Pero lleg, al fin, el da del crepsculo de los dioses en que Diamond Joe, que haba regido desde el alto Olimpo, cay a tierra con su gordura como cualquier infeliz mortal. Esta catstrofe acaeci cuando el juez federal Adam C. Cliffe le ech un candado a la puerta del caf La Bella Napoli durante un ao. Para sus
partidarios italianos esto era un sacrilegio. La noticia les dej pasmados. Cmo era posible que ocurriera tal cosa? Y que le ocurriera a Dimey, el divino Dimey, a cuya seal se hubieran detenido el Sol y la Luna. El pobre Dimey enrojeci tratando de explicarse. Esto deba ser un error. l hablara a su amigo el senador Deneen. O tal vez pasara una nota al presidente Coolidge. Pero en lo ntimo de su conciencia se daba cuenta de que todo haba terminado. Su prestigio se haba derrumbado; sus proslitos, que le haban seguido ciegamente, perdieron la ilusin. El candado continu en la puerta, recuerdo triste de una deidad cada, y La Bella Napoli, silenciosa y oscura, sigui recogiendo polvo y telaraas hasta que el juez federal James Wilkerson levant generosamente el bando unos das antes de Pascua, para permitir a Diamond Joe que diera su comida anual a los nios pobres de la colonia italiana.

Todos los aos por Pascua Diamond Joe se converta en Rey Mago para ochocientos nios que acudan de los arrabales y de las casas vecinas. La Bella

Napoli, donde haban festejado banquetes los grandes y los poderosos, tena ahora por nicos huspedes a estos bribonzuelos, reunidos junto a largas mesas colmadas de golosinas. De un gran rbol de Navidad, brillando a la luz elctrica, colgaban toda clase de regalos: ropas, zapatos, sombreros, guantes de boxeo, trineos, muecas, patines y caramelos. Y despus de llenarse de pasteles, cada uno reciba una cesta repleta de regalos para sus padres. Fuera lo que fuese en otros aspectos, Diamond Joe era un hombre generoso, y a muchos hogares pobres llev la alegra por Navidad.

Lleg el da 21 de marzo de 1928. Diamond Joe se hallaba en mitad de la campaa electoral, en la candidatura de Deneen, como delegado por el barrio Veinticinco el antiguo Diecinueve, contra Joseph P. Savage, el candidato de Crowe.
ltimamente haba sido amenazado de muerte varias veces, y aquella misma maana recibi un mensaje telefnico conminndolo a abandonar la ciudad inmediatamente. Sus amigos le rogaron que lo hiciera. Era rico, tena cincuenta y seis aos de edad y desde haca tiempo abrigaba el proyecto de retirarse con su esposa a una finca que tena cerca de Cedar Lake, en Indiana. Pero ahora no puedo retirarme dijo Diamond Joe Le he dado palabra al senador Deneen de hacer esta campaa.

Asisti a una reunin del partido republicano en la Calle Taylor, nmero 2215, y al terminarse se dirigi a su casa, situada en el bulevar Oakley, nmero 800, a pocas manzanas de distancia, en compaa de Ralph y Joe Varchetti, que le servan de guardias de corps en das peligrosos. Camin entre los hermanos Varchetti,
hablando de su hijo pequeo Joe. No quiero que mi hizo crezca en la ignorancia como yo dijo en italiano Yo era pobre y no pude ir a la escuela; pero ahora tengo bastante dinero, y tan pronto como mi hijo tenga edad suficiente le mandar al colegio.

Caminaron hablando hasta pocos metros de su lugar de residencia. En una de las ventanas vio a su esposa esperndole. Un sedn se desliz lentamente a su lado en la misma direccin. Yo le dar a mi hijo todos los medios para hacerse un buen hombre dijo Diamond Joe. Dos fogonazos de escopeta y Diamond Joe se desplom en la acera. Su esposa sali gritando de la casa, sus tres nios sollozando tras ella. Los vecinos se echaron a la calle. Diamond Joe yaca de espaldas, boqueando; sus diamantes brillaban a la luz de una bombilla elctrica como chispas menudas, y la famosa hebilla de su cinto se haba oscurecido de sangre. Su esposa se par a su lado con los brazos en alto y grit al cielo: Yo vengar este crimen! El coche asesino se desvaneci en la sombra. Jams lleg a saberse quin haba matado a Diamond Joe, pero las causas que motivaron su muerte despertaron sensacional inters. Los lderes de Deneen calificaron el crimen de asesinato poltico. La faccin de Crowe lo atribuy a una lucha de odios entre los contrabandistas. La polica comparta esta opinin. Es una venganza del contrabando dijo el jefe de detectives, Mike Gray.

Muchos de los cafs que violaban la prohibicin en Chicago haban sido intervenidos por orden del Gobierno Federal, y algunos lugares que haban operado bajo la proteccin de Diamond Joe fueron clausurados. Los del partido contrario sospecharon que la organizacin acaudillada por Deneen era responsable de este acto, y el alcalde William Thompson, a la sazn aliado con el Fiscal del Estado, Crowe, fue a Washington a protestar ante el secretario del Tesoro, Mellon, contra lo que l llam la utilizacin de la prohibicin para jugar a la poltica. Comoquiera que fuese, lo cierto es que Diamond Joe haba perdido el poder de proteccin para sus amigos polticos. Desde el momento en que se haba aliado con el senador Deneen los contrabandistas creyeron que los haba traicionado y que secretamente ayudaba a las autoridades federales. Desde este punto de vista la poltica y el contrabando parecen haber desempeado un importante papel en el asesinato de Diamond Joe. Cinco noches despus de su muerte estallaron dos bombas en las casas del senador Deneen y del juez Swanson, a la sazn candidato a la Fiscala del Estado, y entre aquello y el asesinato de Diamond Joe exista, evidentemente, alguna relacin. En el lenguaje de la dinamita, las bombas dijeron imperativamente: Fuera! Esto pareci bastante para los dos lderes polticos. Eran hombres inteligentes e instruidos y comprendieron la amenaza. Pero Diamond Joe haba sido un tipo ignorante que apenas saba ingls. No hubiera podido comprender el sentido de un mensaje cifrado en el sutil lenguaje de la nitroglicerina. La lengua de las recortadas es ms sencilla. Su vocabulario consiste en una sola palabra y no se requieren grandes conocimientos de lingstica para comprender este monoslabo.

12. Complejo siciliano


Frank Uale, de Brooklyn, era el Presidente Nacional de la Unione Siciliana, la mayor y ms poderosa sociedad siciliana de los Estados Unidos. Su posicin le investa de una inmensa autoridad, y los sicilianos de todo el pas le prestaban una obediencia y una lealtad indiscutibles. Su rgimen era absoluto y su palabra ley. Era a la vez juez y tribunal supremo, y sus decisiones eran inapelables. Habiendo sido condenado al presidio de Sing Sing por asesinato, slo permaneci un corto tiempo detrs de los barrotes. Dos sicilianos se presentaron confesndose autores del crimen por el cual Uale haba sido condenado y del que ellos no eran autores. Seor de vidas y haciendas entre los sicilianos, se dijo que Uale haba ordenado la confesin desde su celda y fue obedecido. Muerte o prisin: tal fue la alternativa que present a sus infelices vasallos, que, desde luego, prefirieron el menor mal. Uale era considerado como uno de los ms feroces delincuentes italianos de Amrica. Haba sido un criminal desde la niez. Era un graduado de la banda de Los Cinco Puntos, en la cual se hallaba asociado con Torrio. Sus crmenes se haban escalonado desde pequeos robos al asesinato. Sus servicios como asesino se
alquilaban. Se le atribuan muchos asesinatos secretos, entre ellos el de Big Jim Colosimo, por el cual se dijo que Torrio le haba pagado diez mil dlares. Haba sido cobrador de la Mano Negra. Se haba enriquecido por medio del asesinato y el ron de contrabando, y se le conoca por el Al Capone de Nueva York. Fro, grave y codicioso, Uale comprenda los peligros que implicaba su exaltada posicin de presidente de la organizacin siciliana, y manej sus asuntos con gran habilidad. Movido por su avaricia, termin convirtiendo su posicin oficial en un arma de asalto. Un ligero error de juicio pudiera parecer insignificante en una larga cadena de astucia, diplomacia y buen gobierno. Pero como consecuencia de ello abandon su cargo en un atad. Estaba seguro de que los votos no le arrebataran su puesto; pero l no estaba hecho a prueba de balas.

A la muerte de Mike Merlo, en 1924, Uale nombr a Torrio su sucesor en la presidencia de la rama de Chicago. Pero Torrio huy de Chicago a los pocos meses y dej el puesto vacante otra vez. De los jefes de banda que preten dan el trono, Tony Lombardo y Joseph Aiello eran los candidatos ms prominentes. Lombardo estaba apoyado por Capone, que, teniendo muchos otros asuntos que atender, no quera, aunque lo hubiera podido obtener, el puesto para s mismo, sino que deseaba tener en l a un hombre que obedeciera sus rdenes. Por consiguiente, Aiello, que se haba hecho poderoso en el norte como capitn de banda y magnate del contrabando, se convirti en un enemigo encarnizado de Capone. La presidencia de la Unione Siciliana en Chicago llevaba consigo no slo un gran prestigio, sino grandes oportunidades de riqueza. La sociedad contaba con quince mil socios en la ciudad y veinticinco mil en toda el rea metropolitana. Estos socios destilaban la mayor parte del alcohol bsico para la fabricacin de ron, whisky, aguardiente y ginebra que se vendan en Chicago, y tenan el monopolio en la venta del azcar y la levadura utilizados por los destiladores sicilianos. Los beneficios de este negocio se calculaban en diez millones de dlares. Ambas facciones, la de Aiello y la de Lombardo, hicieron mucha presin sobre Uale, que se vio en el caso de tener que resolver un problema delicado y peligroso. Si se decida en favor de Lombardo, despertara la enemistad del poderoso Aiello; si nombraba a Aiello atraera sobre s el odio del todava ms poderoso Capone. En esta crisis, Uale intent una transaccin. No nombr a ninguno de ellos, sino que dividi la autoridad de la rama de Chicago entre los dos. Dijo que tomaba esta determinacin para asegurar la paz. No podra haber hecho nada ms adecuado para provocar la guerra. Ni Lombardo ni Aiello se sintieron satisfechos. Haba sonado la hora de la violencia. Estaba claro que el

poder sera para el que pudiera arrebatarlo. Respaldado por Capone, Lombardo era el ms fuerte y, sin hacer caso de su contrario, como si ste no existiera, se proclam jefe supremo. Aiello, desvalido, se retir de la escena. As rodaron las cosas hasta el verano de 1928. Seguro de su poder, Lombardo se haba ido liberando poco a poco de la tutela de Uale, mostrando su independencia. Como organizacin sucursal, la sociedad de Chicago haba venido pagando tributos a la central de Nueva York. Este rico tributo comenz a mermar, y al fin casi ces por completo. Uale protest. Lombardo contest con delicadeza. Pero las contribuciones continuaron siendo insignificantes en comparacin con lo que haban sido en otros tiempos. En esta rebelda de Lombardo contra la tradicin y la autoridad establecida fue donde Aiello vio su oportunidad. Aiello fue a Nueva York
y, poniendo a prueba la avaricia de Uale, prometindole un aumento inmediato del tributo, le propuso que despidiera a Lombardo y le nombrara a l en su lugar. Uale acept, y firmaron un pacto. Aiello regres entonces a casa, en espera del ultimtum oficial de Uale, que haba de elevarle a la suprema autoridad en la sucursal de Chicago. Pero tanto Uale como Aiello haban olvidado a Capone. Lombardo era el candidato de Capone, y privarlo de un pice de su autoridad era tan peligroso como arrebatarle su presa al len de entre sus garras.

El 1 de julio de 1928 iba Uale guiando su coche tranquilamente a lo largo de una calle del barrio italiano de Brooklyn. Los nios jugaban bulliciosamente en las aceras. Las madres pasaban con sus cochecitos en los que sacaban a sus retoos a tomar el sol. En las puertas haba viejos chupando tranquilamente sus pipas. Todo el mundo miraba a Uale. Uale sonrea a todo el mundo, saludando con la cabeza. Este paseo a travs de su barrio familiar era como una marcha triunfal. Esto era lo que significaba ser un hombre poderoso... Un coche cubierto, con cinco hombres dentro, le roz el lateral. Qu significaba esto? Al ser acosado contra la acera sus ojos se encendieron de ira. No iban a burlarse de l de este modo! l era un personaje peligroso... un asesino. Esos tipos era evidente que no le conocan. l les enseara cmo tenan que portarse. Se ape de su coche y fue hacia ellos encendido de clera. Pero de pronto se qued paralizado. Qu era aquello que asomaba por la ventanilla? Una ametralladora? Santa Mara! Esto no
era Chicago. La ametralladora comenz a martillear como un demonio que respirara fuego. Uale cay junto a su coche. Un tropel de chiquillos, nias con muecas en los brazos y madres empujando sus cochecitos, en los cuales parpadeaban los bebs, se reunieron alrededor. Era el primer asesinato que haban visto nunca. El coche con capota y matrcula de Illinois se desvaneci a lo lejos.

Se sospech que Capone haba proyectado y dirigido este crimen. Se tena el nmero de licencia de Illinois. Pocas horas antes haban hecho una llamada telefnica de larga distancia desde una casa prxima a la de Uale, en Brooklyn, a
La Fonda Hawthorn, en Cicero. Y C. H. Goddar, experto en balstica, que algunos meses despus examin las balas que mataron a Uale, dijo que haban sido disparadas por una de las ametralladoras utilizadas por Capone en la matanza del da de San Valentn en Chicago. Machinegun Jack, McGurn y Jack Perry fueron dudosamente identificados por sus fotografas, y Fred Burke, Little New York Campagna, Mike Barnes, Johnny y Peppy Genaro y Joseph Ferraro, uno de los guardaespaldas de Lombardo, se convirtieron en sospechosos. Pero jams se lleg a probar nada en contra suya, y el asesinato qued por resolver. Las pruebas obtenidas por la polica de Nueva York dijo el comisario de polica Grover Whalen no slo eran suficientes para procesar a Capone, sino, a mi modo de ver, para condenarle por asesinato.

La muerte de Uale, que frustraba las aspiraciones de Aiello a la presidencia de la Unione Siciliana de Chicago, provoc en ste el deseo de venganza. Ofreci a un maestro cocinero la suma de treinta y cinco mil dlares para que envenenara con cido prsico la sopa que haba de servirse a Capone y Lombardo en un banquete. Pero el cocinero, que haba aceptado la oferta, perdi el valor al final, y confes. Aiello trajo de San Luis a Tony Russo y Vincent Spicuzza, asesinos de profesin, para matar a Capone. Sus cuerpos aparecieron acribillados a balazos

en el Parque Melrose. Antonio Torchio, de Nueva York, y Sam Valente, de Cleveland, vinieron con el mismo objetivo. Los pistoleros de Capone les dieron pasaporte en un viaje en automvil. Aiello convino en pagar cincuenta mil dlares a Ralph Sheldon por asesinar a Lombardo y a Capone. Sheldon fue herido frente a un hotel de la divisin occidental y por poco pierde la vida. Un chivatazo llev a la polica a descubrir un nido de ametralladoras en un piso frente a la casa de Lombardo, en el bulevar Washington, nmero 4441. Otra informacin misteriosa llev a la polica a un cuarto del Hotel Atlantic, donde hall tres rifles montados y fijos con grapas al alfizar de la ventana con los caones en direccin al caf de Hinky Dink Kenna, frecuentado por Capone y Lombardo. Angelo La Mando, uno de los de Aiello, fue detenido, y en su bolsillo hallada una llave del cuarto del hotel y un recibo de alquiler del piso en que estaba el nido de ametralladoras. Para un hombre menos resuelto, estos fracasos hubieran resultado desalentadores. Pero Aiello se sostena con el pensamiento de que mientras hubiera vida en Capone y Lombardo existan probabilidades de quitrsela. Tratndose de asesinar, Aiello era un optimista. En los ltimos aos Tony Lombardo se haba convertido en el brazo derecho y consejero principal de Capone. Era un hombre de inteligencia clara, pensamiento sereno y un gran aplomo. Ms que un guerrero, era un cacique indio. Nada en l revelaba sus filiaciones con el hampa. En su aspecto se reflejaba el tipo de comerciante afortunado. Vesta con modestia. Un tanto hurao, prefera la ltima fila a la primera; jams se situaba en primer lugar, jams aventuraba una opinin, y cuando llegaba el momento se expresaba tranquila y decididamente. En apariencia era amable y amistoso. Pero por debajo de esta suave capa de civismo haba un armazn de hierro. Haba venido de Sicilia a los diecisis aos y vivi trece en Nueva York. Tena veintiocho aos cuando se mud a Chicago, y en 1928, treinta y seis. Era propietario de un almacn de vveres y de una casa de comisiones en la Calle Randolph, en el oeste. Haba levantado un mercado floreciente entre los italianos vendedores de vveres y dueos de restaurantes en toda la ciudad. Estos pequeos comerciantes consideraban ventajoso comprarle a l esto es, si queran
conservar la vida, ya que haba arraigado la conviccin de que el rehusar sus negociaciones era una especie de suicidio Comerciaba tambin con el azcar en gran escala, que venda a las destileras ilegales, y las ganancias de este negocio ascendan, segn se dijo, a diez mil dlares mensuales. Pocos meses antes de su muerte compr una hermosa casa de recreo en Cicero, en la que viva con su esposa y dos nios pequeos. Su fortuna se calcul en medio milln de dlares. Lombardo sola pasar algunas horas diarias en la oficina de la Unin taloAmericana, situada en el piso decimoprimero del edificio Hartford, en la esquina de las calles Dearborn y Madison. El da 7 de diciembre por la tarde se present all acompaado de sus dos guardias de corps Joseph Ferraro, presunto participante en el asesinato de Uale, y Joseph Lolordo, hermano de Pasqualino Lolordo, figura destacada en la Unione Siciliana. Lombardo sala con frecuencia escoltado por ocho pistoleros. Pero se conformaba con dos en su visita diaria al Loop. Pareca probable que, de atacarle, sera en algn distrito adyacente, donde los agresores tuvieran ocasin de escapar. En el centro se senta inmune al peligro.

Terminado su trabajo habitual Lombardo se qued un momento en la oficina hablando despreocupadamente con Ferraro y Lolordo. A las cuatro y veinticinco consult el
reloj.

Vmonos dijo a sus escoltas. Cicero estaba como a una hora de camino, y tena que volver a casa para la comida. Los tres bajaron en el ascensor, salieron del edificio por la entrada de la Calle Dearborn y, doblando hacia la Calle Madison, caminaron en direccin al oeste, Lombardo en
medio. Estaban en el centro de la seccin comercial de Chicago. En el lado opuesto de la Calle Dearborn estaba el Union Trust Bank; en el mismo costado, en diagonal, la tienda Boston; una manzana al oeste, el Hotel Morrison, uno de los ms importantes de la ciudad; una manzana al este la interseccin de las calles State y Madison, considerada la esquina de mayor actividad del

mundo.

Apenas haban doblado en la Calle State cuando alguien grit: Miren! Se hallaban alzando un aeroplano por medio de poleas en un piso superior de la tienda Boston. La operacin atrajo el inters del pblico al momento. Lombardo y sus guardias se pararon a mirar. Lolordo oy una voz que deca casi a su odo: Aqu est! Cuatro disparos de pistola sacudieron la calle. Nadie saba a ciencia cierta lo que haba pasado. Un instante despus Lombardo yaca muerto en la acera, con dos boquetes de bala explosiva en la parte superior de la cabeza, del tamao de dos dlares de plata. Ferrara, con dos heridas en la espalda, haba cado a su lado y agitaba un revlver en la mano. A poca distancia estaban dos revlveres que los asesinos haban tirado, uno con tres cartuchos vacos y el otro con uno. Un hombre alto, vestido de oscuro, huy hacia la Calle Clark, en direccin al oeste, y se perdi rpidamente entre la multitud. Otro hombre, vestido de gris, dobl la esquina y vol hacia el sur por la Calle Dearborn, perseguido de cerca por Lolordo, revlver en mano. El polica Maurice Mareusson arrebat el revlver a Ferrara. El polica Leslie Finlayson se lanz tras Lolordo, capturndolo en el momento de entrar en una peletera pisndole los talones, como l dijo, al hombre gris, al cual nadie haba visto all.
Lombardo fue enviado al depsito de cadveres. Ferraro, gravemente herido, ingres en un hospital, donde muri a los pocos das sin haber querido declarar. Lolordo qued arrestado. Cinco minutos despus del asesinato veinte mil almas se haban apiado en el escenario.

Durante algn tiempo se crey que Lolordo haba matado a Lombardo con el fin de abrir paso a su hermano Pasqualino Lolordo hacia la presidencia de la Unione Siciliana. Lolordo haba caminado a la izquierda de Lombardo y las heridas recibidas por ste en la parte posterior de la cabeza estaban en ese lado. Pareca extrao que los asesinos dispararan contra Ferraro y no intentaran matar a Lolordo. Al preguntrsele por qu no haba matado al hombre vestido de gris, Lolordo respondi que no se haba atrevido a disparar entre tanta gente, por temor a herir a alguien. Pero nada se aclar con este interrogatorio, y Lolordo qued en libertad. Jams se lleg a saber quines haban sido los asesinos. El gento del centro urbano, que Lombardo haba supuesto que protegera su vida, facilit la fuga de sus asesinos. Ahora le toca a Capone se rumore por el hampa. Ir a ver a mi compaero en su fosa anunci Capone. Se interpretaron sus palabras como un desafo. Si los Aiello queran matarle, le encontraran en el entierro. Pero Capone no se expuso a tal riesgo. Al presentarse ante la tumba de Lombardo lo hizo rodeado de asesinos tan famosos como John Scalisi, Albert Anselmi, Machinegun Jack, McGurn, Frank Rio y Dago Joe Montana. Quince
mil almas siguieron a Lombardo hacia su morada final en el cementerio de

Mount Carmel. Capone le regal un corazn de flores con las palabras A mi compaero, bordadas con rosas blancas. Entre los tributos haba dos inmensos relojes florales, uno de gladiolos y el otro de rosas y lirios, ambos marcando las cuatro y veinticinco, hora en que Lombardo haba sido asesinado. Al da siguiente a la muerte de Lombardo fue hallado muerto un italiano no identificado, con una bala en la cabeza, al lado de los restos de su coche, que haba sido quemado, cerca del puerto de Beuton. La polica se enter de que Capone, Jack McGurn y Volpe haban visitado un hotel cercano pocas horas antes. Puede que el muerto fuera uno de los asesinos de Lombardo. El despacho central de Aiello, situado en la Calle Divisin, nmero 431, en el oeste, fue acribillado poco despus por doscientas balas de ametralladora, resultando heridos Tony Aiello y Charles Dlo. Tough Tony Califiore, perteneciente a la banda de Aiello, fue abatido. Salvatore Cannelli, otro de los de Aiello, fue asesinado por dos hombres,

que le haban esperado en el garaje, cuando regresaba de visitar a su novia en Melrose Park, donde se haba celebrado una fiesta para anunciar su matrimonio. Las descargas de las recortadas casi le haban separado la cabeza del tronco. Bowlegs Oliveri y Joseph Salmoni, secuaces de Capone, emprendieron el gran viaje. Las pistolas automticas le llevaron las malas noticias a Virgilio Aliotta, de la faccin de Aiello. Joseph Cavarretti, aliado de los Aiello, fue llevado de paseo, en vez de viajeI y asesinado por dos hombres que confundi con sus amigos frente a
la Iglesia de Dios en el Little Hell.

Peter Rizzito, hombre influyente y adinerado, era presidente de la seccin local nmero 13 de la Unione Siciliana y aspiraba a suceder a Lombardo en la presidencia de la sociedad. Rizzito haba sido amigo de Lombardo. Justamente antes de su muerte habl con l por telfono durante quince minutos. Se sospech que la conferencia telefnica haba tenido por fin entretener a Lombardo en su oficina hasta la llegada de los asesinos a la escena, y que, por consiguiente, Rizzito se hallaba secretamente de acuerdo con Aiello. Comoquiera que fuese, la candidatura de Rizzito termin el 27 de octubre, al caer bajo el fuego de dos recortadas frente a su establecimiento, en la Avenida Milton, a media manzana de las Esquinas de la Muerte. Pero jams lleg a saberse con precisin si los que le mataron eran partidarios de Aiello o de Capone. As continu la vendetta entre Capone y los Aiello por el control de la Unione Siciliana, con
muchas bajas por ambas partes. La fuerza y la audacia de los Aiello fue una sorpresa para el pblico, que hasta la fecha haba odo hablar poco de ellos. Existan cuatro hermanos de este apellido: Joseph, Domimek, Antonio y Andrey, de los cuales Joseph era el mayor y el que acaudillaba la partida. Al principio haban estado unidos a los Genna y a la organizacin de Capone. Pero despus de haber sido asesinados tres de los Genna y su negocio arruinado, los Aiello se dedicaron al contrabando y a la fabricacin de alcohol por cuenta propia. Al comenzar la lucha entre Joseph Aiello y Lombardo por la supremaca en la Unione Siciliana, los Aiello, comprendiendo que la guerra con Capone sera inevitable, formaron una alianza de defensa con la banda Moran, el ms feroz enemigo de Capone, hallndose as preparados para hacer frente al ms poderoso de los seores del hampa. Nerone el Caballero muri durante este turbulento periodo de guerra entre Capone y los Aiello. Poco se haba sabido de Il Cavaliere desde que traicionara a Tony Genna traicin de muerte con un apretn de manos, acusado por la vctima como uno de los asesinos en sus ltimas palabras. Enriquecido, Nerone vena ahora de las Alturas de Chicago en su nuevo coche de cinco mil dlares, y se par frente a la barbera de Nuncio Scardini en la Calle Divisin, nmero 454. Dio la casualidad de que en aquel momento sala de la barbera Tony Aiello, acompaado de otro hombre. Tony era un joven trigueo y delgado y llevaba un bigotito negro. Era vendedor de la banda de Aiello, e iba por el lado norte abriendo mercados a su licor de contrabando. Te na un aspecto completamente inofensivo. Llevaba una libreta de encargos forrada de negro, un lpiz en la oreja y ste es un detalle una pistola automtica calibre 45 en su pistolera, en el lado izquierdo.

Tony sali de la barbera escribiendo en su libreta y al principio no advirti la presencia de Nerone, que acababa de apearse de su coche. Pero tan pronto como lo vio, Tony hizo un ademn de sobresalto, como si Nerone le recordara algo que en cierto modo pareca haber escapado a su memoria, y con frialdad, pero rpidamente, ech mano a la pistola. Nerone debi de comprender qu era lo que Tony recordaba, porque tambin l sac un revlver. Pero Tony se adelant una milsima de segundo a su rival y dispar tres tiros, mientras ste dispar uno, el cual fue a dar a la ventana de la barbera. Nerone vacil, y levantando los brazos hizo un segundo disparo que se perdi en la cornisa del edificio. Cado Nerone en la acera, el compaero de Tony se acerc a l y le peg dos tiros ms, aunque jams se supo quin era este personaje ni qu tena que ver con el asunto. No se achac la muerte de Il Cavaliere a una venganza por lo de Tony Genna, por ms
I

Entindase paseo a pie y viaje en automvil. (N. del T.)

que los Aiello haban sido en un tiempo amigos ntimos y aliados comerciales de los Genna. Sin que importe mucho el motivo exacto por el cual muri Nerone, lo cierto es que la ltima voluntad de Tony el Caballero, si bien indirectamente, haba sido cumplida. Tony Aiello fue absuelto. Ni siquiera hubiera sido arrestado de no haberle nombrado en la informacin el hijo del barbero Scardini, nio de nueve aos, que haba presenciado el acto desde la ventana de la barbera y, desconociendo todava la ley siciliana del silencio, confes toda la historia, con disgusto de su padre, que tambin haba presenciado la tragedia, pero que a la hora de testificar no saba nada.

En la Avenida Norte, al borde de una barriada italiana, se levantaba un edificio de tres pisos, ennegrecido por el tiempo y desmantelado por los aos. En el primer piso haba un rastro de ventanas mugrientas, donde se amontonaban en desorden muebles viejos, fragmentos de hierro y un sinfn de piezas. Junto a los restos, una puerta vieja se abra a un oscuro pasillo, del cual partan dos tramos de escalera ruinosa hacia el tercer piso. En este lugar aguardaba una sorpresa para todo el que se aventurara a entrar en l. En lo alto de la decrpita estructura viva Pasqualino Lolordo, en un hermoso apartamento digno del paseo Lake Shore. La sala estaba ricamente adornada: alfombras persas, colgaduras costosas, cuadros de famosos artistas, macetas de flores en bcaros, pintados a mano, una figura de bronce en una esquina sobre su pedestal de mrmol... Todo aqu respiraba riqueza y buen gusto. Lolordo viva solo con su esposa, Alena, sus cuarenta y tres aos y su criada mulata. Su hijo Vincenzo, de dieciocho aos, se hallaba en la Universidad de Illinois. Oficialmente, Lolordo era un comerciante de aceite de oliva; pero se deca que tena tambin grandes intereses en la fabricacin ilcita del alcohol. Con la influencia de Capone haba llegado a la presidencia de la Unione Siciliana de Chicago. El 8 de enero de 1929, a las dos y media de la tarde, regresaban los esposos Lolordo de compras. A la puerta les esperaban dos hombres que la seora de Lolordo haba visto varias veces antes y que, aunque no conoca, eran evidentemente conocidos de su marido. En casa, los dos hombres se quedaron media hora hablando a solas con Lolordo y participando de la merienda que la seora les prepar. Cinco minutos despus de haberse marchado stos, tocaron a la puerta, y Lolordo recibi a otros tres hombres, que entraron saludando ruidosamente y fueron jovialmente acogidos. Despus que hubieron tomado asiento, Lolordo trajo dos botellas de vino a la mesa y cerr la puerta de la cocina, donde su mujer se encontraba planchando algunas prendas de ropa fina y Mattie Coleman, la criada, fregando el piso. A Patsy le gusta recibir siempre sus visitas en privado dijo la seora de Lolordo. Los huspedes permanecieron una hora. La seora de Lolordo oa el animado rumor de la conversacin, risas intermitentes, el gorgoteo del vino al salir de las botellas, el choque de vasos. Era evidente que los hombres haban venido en una visita de placer y no por asuntos comerciales; y aun cuando la seora de Lolordo no oa las palabras, poda representarse fcilmente la escena de convivencia al otro lado de la puerta... Est claro que estos tres son amigos ntimos de Lolordo. Se esfuerza por complacerlos y mostrarles su estimacin. Son hombres alegres y expansivos, sin ms preocupacin que la de pasar un buen rato en compaa de un viejo camarada. Se les ve recostados despreocupadamente en las sillas. Mientras hablan, tienen los vasos en las manos, y toman un sorbo de vez en cuando. Uno dice un chiste. Una estridente carcajada agita las cortinas de la ventana. Uno de ellos da una chupada al cigarro, echa lnguidamente la cabeza hacia atrs y sopla el humo que se enrosca perezosamente en el aire. Lolordo refiere un cuento gracioso. Otra risotada. Toma una botella de la mesa y, sirviendo una ronda, vuelve a llenar los vasos. Beben a un tiempo, chasqueando los labios, sonriendo a medida que el vino reconfortante hierve en sus venas... La seora de Lolordo se senta dichosa

pensando en la diversin de su marido. Patsy no era nunca tan dichoso como cuando dispensaba hospitalidad. Un sbito y agudo estallido. Qu podra haber sido? No una carcajada, por supuesto. Y otro, y luego otro. Una rpida serie de explosiones. Tiros de pistola!
Madre de Dios! La mujer abri la puerta. El cuarto estaba lleno de humo, a travs del cual vio borrosamente a su marido. Estaba en pie, frente a la chimenea, con una copa rota apretada en la mano. Su rostro estaba muy plido y tena una mancha roja en la mejilla. Volvieron a hablar las pistolas. Tres flechas de fuego cruzaron la oscuridad. Lolordo zozobr. La mujer corri tras l gritando en el momento en que se desplomaba. Se tir de rodillas a su lado. Patsy! Patsy! grit.

Con la pistola humeando en la mano, uno de los hombres agarr un cojn de terciopelo del divn y se acerc a ella. Inclinndose sobre Lolordo levant suavemente su cabeza y se lo puso de almohada. Sus dos compaeros, con las armas todava en la mano, contemplaron en silencio la escena. Los tres partieron luego tranquilamente, cerrando lentamente la puerta tras ellos. Mattie Coleman sali de detrs de la nevera, en la cocina, donde se haba escondido horrorizada, y llam por telfono a la polica. Cuando llegaron los agentes, la seora de Lolordo se hallaba todava arrodillada ante el cadver de su esposo, trenzando su pelo con los dedos, juntando su mejilla con la suya, llorando histricamente. Al tranquilizarse, confes que slo haba visto confusamente a los tres hombres en el momento de entrar en el cuarto. No conoci a ninguno de ellos. Jams los haba visto antes. Todos los detalles de la tragedia se presentaban tan claros como si hubieran sido registrados con una cmara. Los tres hombres se haban levantado para salir. Lolordo haba llenado sus vasos para un brindis de despedida. Lolordo, parado ante el hogar, brind con una gozosa sonrisa. Todos levantaron sus vasos. Salud! Felicidad! Con los vasos en la mano, tiraron de sus pistolas y dispararon. Una de las balas rompi su copa en el momento en que la alzaba a los labios bebiendo a su salud, y le perfor la mejilla. Consumado el asesinato, los asesinos dejaron tranquilamente sus vasos en la mesa, donde se quedaron a medias. Los azulejos de la campana de la chimenea mostraban las marcas de las balas. Haban disparado once veces contra Lolordo. Cuando el capitn de polica Dan Gilbert comunic por telfono con Vincenzo Lolordo, que se hallaba en la Universidad de Illinois, el joven se anticip al preguntar: Han matado a mi padre? Desde que se haba instalado en la presidencia de la Unione Siciliana parece que Lolordo haba sido amenazado varias veces. Una voz de hombre le haba dicho por telfono: Dimita usted inmediatamente; de lo contrario, no durar tres meses. Era una voz proftica. Lolordo muri dentro de los tres meses. La seora de Lolordo, llevada al despacho del jefe de detectives John Stege, identific el retrato de Joseph Aiello como el de uno de los asesinos de su marido. Arrepentida, tal vez, de haber violado la ley del silencio, que significa muerte para el que la quebranta, neg luego la identificacin. Por consiguiente, nadie fue arrestado, no hubo pruebas contra nadie, y el asesinato amistoso de Pasqualino Lolordo tragedia cruel, realizada con gran gentileza y con la observancia de todos los detalles de la urbanidad pas a los registros policiales como un crimen sin solucin. Pero cualesquiera que fuesen, los asesinos eran sicilianos. Esto era tan evidente como si hubiera sido grabado en letras de fuego. Nadie, salvo los sicilianos, sera capaz de tamaa atrocidad cometida con tan encantadora delicadeza. Este crimen singular era obra de refinados artistas del asesinato, versados en las sutilezas de la traicin. Los asesinos haban aceptado la hospitalidad de Lolordo, fraternizaron con l,

tomaron su vino y compartieron una hora de agradable conversacin, mientras aguardaban el momento propicio para matarle. El psiclogo capaz de sondear el alma siciliana podra resolver el misterio de la vida y de la muerte como un problema de sumar y restar. Pero es cosa de preguntarse si Dios entender a los sicilianos.

13. Dos tigres y una dama


En el hampa, el amor de una esposa hacia su marido es algo que maravilla. El espejismo convierte al asesino despiadado en un valeroso y fiel paladn. El descarriado marido es incapaz de hacer dao. Es un buen hombre, incomprendido, acosado por la malevolencia de la polica y perseguido por leyes injustas. Est limpio de toda culpa. Si comete un asesinato a sangre fra, lo hace en defensa propia. Si se le coge en flagrante delito en algn robo, es que la polica le ha tendido un lazo. Si se le prueba la culpabilidad de tal o cual delito, es porque su abogado le ha vendido y los veinte miembros del jurado eran unos insensatos. Si se le enva a presidio, se comete un atropello. Jams se ha matado a un gngster cuya alterada esposa no declare que era el ms ideal de los maridos y el ms perfecto de los padres. La infeliz mujer no se explica nunca el motivo por el cual haba de privarse de la vida a tan noble y amante criatura. Afirma que no tena un enemigo en el mundo, y lo cree ingenuamente. Su fe hacia su seor es la fe de un nio. La vida de una esposa del hampa, rodeada de crmenes, deudas y asesinatos repentinos, est llena de una tortuosa ansiedad. Al dar un beso de despedida a su esposo
por la maana no est segura de volver a verle. Si suena el telfono, puede ser para dar la noticia de que ha sido asesinado. Si el lechero toca a la puerta presiente un mensaje funesto. Si su esposo la lleva al cine puede ser atacado en alguna emboscada. Si sale a la tienda a comprar hilo de zurcir o un papel de alfileres, al da siguiente puede hallarse en la fosa. Si acumu la riquezas, le acechar el odio. Las recortadas son imparciales y las balas del hampa no conceden privilegios.

Pero aun cuando la suerte de las mujeres del hampa parezca triste y azarosa, ellas no la ven con una luz tan trgica. El hampa tiene sus encantos. Las mujeres que respiran su excitante atmsfera disfrutan de la emocin de sus peligros y su crudeza dramtica, y no la cambiaran por la rutinaria monotona de ambientes ms pacficos. Son como las mujeres de pocas pasadas, que preferan los peligros del pramo a la vida prosaica de villas y ciudades. O como las damas rubias de los tiempos heroicos, que se sentan ms dichosas cuando su caballero clavaba la lanza en el corazn del enemigo o parta su crneo con el hacha de combate. El hampa es aventura, y el mundo gris y estereotipado que vegeta fuera de sus fronteras est hecho nicamente para los esclavos de la mecanografa, la maestra de escuela o las anmicas almas femeninas que se contentan con una vida sosegada y oscura, en compaa de un empleado de cuello blanco. Las mujeres del hampa con el hampa se contentan. La seora Florencia MurphyOberta, prototipo de la espartana del hampa, se cas dos
veces con dos jefes de banda, y dos veces enviud por las balas del hampa en el trmino de dos aos. Su primer marido fue Big Tim Murphy; el segundo John (Dingbat) Oberta. Bruscamente despojada de Big Tim, se cas bruscamente con Dingbat y bruscamente fue despojada de l. Pero esta infortunada mujer se rebel contra la adversidad y conserv su presencia de nimo cuando todo el mundo pareca derrumbarse.

Fijmonos por un momento en los dos hombres que guard en el relicario de sus afectos. Nacidos de las heces de los barrios bajos, Big Tim y Oberta fueron gngsters desde la cuna. Los dos eran chantajistas: Big Tim, en las luchas obreras; Dingbat, en la cerveza. Ambos haban sido procesados por asesinato: Big Tim por complicidad en la muerte de Mossy Enright; Dingbat por complicidad en la de Mitters Foley, y Murphy cumpli tres aos en la penitenciara de Leavenworth por robo de maletas. Es difcil imaginarse que ninguna mujer los tuviera por hroes o caballeros. Buena limpieza! exclam la polica cuando supo que Big Tim y Dingbat haban
encontrado su Waterloo.

Pero prestemos atencin a las palabras de la seora Murphy Oberta,


pronunciadas despus de que su segundo marido bajara a la fosa junto al primero.

Esta es la pura verdad dijo la viuda Me he pasado la vida trabajando para la Iglesia y haciendo bien a todo el mundo, y miren el pago que he recibido. Me cas con dos hombres ideales, y los dos se han ido al otro lado. Esto es lo que yo llamo tener una suerte negra. Pero agreg con orgullo yo creo que he tenido ms amor y mejores maridos que la mayora de las mujeres. La seora MurphyOberta haba venido de los campos de Blue Ridge, en Virginia. Se top con Murphy en Washington, siendo ella empleada de la oficina del diputado William J. Carey, cuando Big Tim se codeaba con los estadistas como secretario del diputado Pipas McDermott. Tena dieciocho aos y l veintisis. Amor a primera vista. Flores de azahar. Marido y mujer se fueron a vivir a las afueras de Chicago. Nacieron varios nios, pero todos murieron en paales. Los Murphy adoptaron una nia llamada Doris, hija de la hermana de Big Tim, a la cual prodigaron con fervor sus cuidados y caricias. Despus del asesinato de Enright, Big Tim y su esposa se mudaron a una residencia de Rogers Park. Tim ha sido siempre un caballero perfecto dijo la seora MurphyOberta. Nunca me permiti que me relacionara con los rufianes en torno a los cuales tena que moverse por motivos comerciales. Yendo yo en su compaa, a veces se topaba con algunos de esos tipos en la calle y les daba la mano. Pero me los presentaba acaso? De ningn modo. El cargo que desempe durante un ao como secretario del diputado Pipas
McDermott encendi en Big Tim la ambicin poltica. Fue elegido para la legislatura de Illinois despus de una animada campaa, abundante en oratoria, en la cual su grito de guerra era ste: Votad por Big Tim Murphy! Es un primo mo! Cumpli un periodo, del9l6al918,y luego se present a senador. La nacin estuvo a punto de tener en Big Tim a uno de sus legisladores. Fue derrotado por setecientos votos.

Cuando Oberta se present a concejal por un distrito ganadero, Big Tim subi a la tribuna en su apoyo. Oberta es americano al cien por cien gritaba Big Tim desde la plataforma Dadle una
oportunidad. Mi compaero Johnny Oberta es de los que valen.

Se trataba de un distrito irlands. Oberta era polaco. Pero en los pasquines electorales y en sus tarjetas se pona John OBerta. En aquel apostrofe galico cifr l sus esperanzas. Su santo y sea era ste: Cerveza y libertad. En sus arengas polticas, pronunciadas en el jocoso estilo de Big Tim, deca: Yo soy partidario de los tranvas subterrneos. Se llega ms pronto en ellos. El presente sistema jurdico est bien hasta donde llega, pero debe ir ms lejos. Despus de todo, no eran del todo malos. Big Tim quiz fuera peor. Pero Oberta careca de la personalidad genial que brillaba detrs de las bromas de Big Tim, y los ganaderos que haban empujado a Big Tim a la legislatura, empujaron a Dingbat a la derrota. Cuando Big Tim fue asesinado, despert la fiera que haba en la seora Murphy. Si yo supiera quin lo mat gritaba, cogera un revlver y le hara lo mismo. As Dios
me perdone!

Oberta fue uno de los asistentes al entierro. La seora Murphy no lo haba visto nunca. Cuando se hallaba junto al fretro, abrumada de pesar, Oberta cogi su mano y murmur palabras de simpata. La mujer apenas lo vio a travs de sus lgrimas. Pero se fij en l cuando ayudaba a llevar el atad al coche fnebre, y despus junto a la sepultura. Lo vio simplemente de pasada eso fue todo, y no
pens ms en l. Era un hombre agradable.

La seora Murphy agonizaba de pesar. Montaba en su coche y se echaba a rodar, a rodar, para distraer sus pensamientos. Pero no poda olvidar a Big Tim. Fue a buscar alivio en un balneario de Wisconsin. Dio la casualidad de que Oberta se hallaba all con una gavilla de polticos. Fue entonces cuando se conocieron por primera vez. Y se gustaron. Oberta era un tipo atrevido y elegante, tan cuidadoso
para el traje como lo haba sido Dean OBannion, y en su tiempo fue el gngster mejor vestido. Tena trajes adecuados para todas las ocasiones y en todos ellos luca buena figura. Con su equipacin de golf pareca arrancado de la portada de una revista. Tena slo veintisis aos; bastante ms joven que la seora Murphy. Pero la viuda pareca una nia en su tierna y suave

hermosura, ojos azules y piel rosada.

Pocos meses despus se volvieron a encontrar en Hat Springs. Pasearon juntos en coche a lo largo y ancho de las carreteras y respiraron el aroma de los pinares. En el bosque recogieron flores silvestres. Vagaron por las colinas. Y se enamoraron. El amor de la viuda hacia Big Tim la inclin a amar tambin a su amigo. Me iba sintiendo tan sola!, dijo la viuda. As que Oberta y la viuda se desplazaron hacia McHenry, en Illinois, y se casaron. Y la esposa se sinti tan dichosa con Dingbat como con Big Tim. Cuando llevaron a Oberta de viaje volndole la tapa de los sesos y dejndole en un camino abandonado, la seora MurphyOberta se hallaba asistiendo a los oficios
del Mircoles de Ceniza en la Iglesia de Nuestra Seora de los Dolores. Al volver a casa, el hermano de Oberta le dio la noticia. Sabes lo que le pas a Johnny?

Arrestado? Peor. Entonces, asesinado. La seora MurphyOberta dio cuenta de este incidente en la informacin judicial.
Entonces agregme fui al depsito e identifiqu el cadver.

La experiencia pareca haber endurecido el corazn de la seora Murphy Oberta, haciendo de ella una mujer fra y reposada. Pero en el entierro cay en un paroxismo de pesar y se desmay sobre el atad. Mi Johnny! lament Mi pobre Johnny! Pensar que no me puedo ir contigo! Cuando el arzobispo catlico haba negado las bendiciones a Big Tim, la seora se resign tristemente al mandato de su Iglesia; pero cuando se los neg a Oberta puso el grito en el cielo: Para qu sirve la Iglesia? exclam Si no es para consolar a los afligidos, para qu?
Johnny era religioso. Iba conmigo a la iglesia casi todos los domingos. Cuando lo mataron tena un rosario en el bolsillo. Rezaba diariamente sus oraciones. La Iglesia, que yo sepa, no le puso impedimento alguno mientras vivi. Por qu le cierra entonces las puertas despus de muerto?

Big Tim haba sido enterrado modestamente. Los funerales de Oberta destacaron por su ostentacin. El atad de Murphy cost dos mil quinientos dlares; el de Oberta, diez mil. A Big Tim le haban seguido siete coches con un puado de amigos hacia el cementerio. A las exequias de Oberta asistieron miles. Ambos, Big Tim y Dingbat, fueron enterrados en la misma parcela en el cementerio del Santo Sepulcro, y all, en tierra civil, los dos maridos de la seora Murphy
Oberta descansan el uno al lado del otro.

Big Tim fue el chantajista ms espectacular de su tiempo y ocup en la estimacin pblica el lugar debido a un pintoresco bribn de su categora. Era un hombre de seis pies de alto, llamativamente vestido, fanfarrn y travieso y rebosante de humor, que rea estrepitosamente, tenda abiertamente la mano a todo el mundo y no perda ninguna ocasin de tirar alguna pulla o hacer alguna observacin aguda. Rondaba todos los das por el Ayuntamiento, bebiendo e intimando con el jefe de polica y sus tenientes. Se pasaba mucho tiempo haraganeando en el Od Quincy, nmero 9, famoso lugar donde se reunan a beber los peces gordos de la poltica. Si entramos en este lugar sin conocerle, fijmonos en aquel hombre grande, de risa jovial y ojos centelleantes, echado para atrs en su silla, balanceando un vaso de cerveza en la mano, que tiene un pie sobre la mesa: se es Big Tim. El mismo que en los viejos tiempos de la alegre Inglaterra hubiera podido competir en ingenio como bebedor con el terrible Jack Falstaff. Tena las mismas inclinaciones y la misma robusta jovialidad de aquel antiguo bribn. Los enormes vasos de cerveza eran para Big Tim frascos de agua generosa, y el Old Quincy, nmero 9, su taberna de la Boars Head. El lenguaje vernculo de Big Tim era tan grfico como su personalidad. Yo

hablo el ingls de las afueras, sola decir. Y en la forma vigorosa en que usaba de su jerga pintoresca, no necesitaba de intrprete para hacerse entender. Racket, burn rap y lamster se contaban entre las
expresiones con las cuales se dijo que haba enriquecido el lenguaje. Ese no es mi racket, dijo una vez cuando la polica lo acus de contrabandista. Big Tim no es un lamster, era su modo de decir que ningn rozamiento con la polica le obligara a huir. Bum rap, segn l usaba el trmino, era un tanto ambiguo, por ms que en vista de su experiencia con toda clase de raps pudiera esperarse una definicin autorizada. Para l, cualquier acusacin que le hiciera la polica era un bum rap. Pero para que se vea en qu graves errores puede caer a veces un lexicgrafo erudito, un bum rap mand a Big Tim a la penitenciara de Leavenworth.

Big Tim estaba orgulloso de sus modales. De vez en cuando se topaba con gente distinguida y gozaba viendo cmo les chocaban sus cosas. En una ocasin le dijo a Mary Garden, famosa cantante de pera: No es que usted cante tan mal. Pero no me gusta or a un hombre haciendo de tenor. Por qu no se hace usted bajo? Aun cuando BigTim se jactaba de manejar a la polica, fue arrestado varias veces por infinidad de causas. En una ocasin le dijo a un polica que vino a arrestarle: Por qu esta vez? Por latrocinio o por tener ideas ocultas? Ya han cogido la costumbre de molestarme, lo mismo que de tomar whisky o cocana. Cuando Big Tim se convirti en agitador obrero atrajo sobre s la enemistad de Mossy Enright. Big Tim y Enright haban crecido juntos en el arrabal, haban sido compaeros de nios y amigos ntimos toda su vida. Pero cuando chocaron sus intereses personales, se hicieron enemigos irreconciliables. Enright haba sido un militante formidable en antiguas luchas obreras, y el coche en el que l y su cuadrilla sembraban el terror entre los obreros no afiliados se hizo famoso bajo el nombre de Fantasma Gris. Cuando Dutchy Gentleman mat a Vincent Altman en 1911, Enright
fue acusado por este asesinato, y mientras se hallaba en libertad bajo fianza, mat a Gentleman en el caf de Pat OMalley, situado en la Calle State. A pesar de haberse confesado autor del asesinato de Gentleman, Enright no fue juzgado por l. Inocente del asesinato de Altman, segn se prob claramente ms tarde, Enright fue condenado a cadena perpetua. Despus de dos aos de prisin el gobernador Edward F. Dune le concedi la amnista.

Como primera aventura en el campo del trabajo, Big Tim organiz la Unin de Trabajadores de la Fbrica de Gas, y ms tarde, la de barrenderos, compuesta casi exclusivamente de italianos. Enright trat de controlar las dos. Al fracasar en este intento, hizo una acusacin contra Big Tim por apropiacin indebida de fondos, y la Federacin Americana del Trabajo mand un auditor a revisar los libros de las dos uniones. Pero si la acusacin tena fundamento, Big Tim haba sabido borrar a tiempo sus huellas. La investigacin oficial no descubri nada; pero transform la enemistad entre Murphy y Enright en odio a muerte. Enright sali de su oficina el da 3 de febrero de 1920 poco despus de oscurecer y condujo hacia su casa, situada en el bulevar Garfield. Nevaba. Las calles y los techos de las casas comenzaban a teirse de blanco. El viento arremolinaba los copos, hacindolos danzar como fantasmas blancos. La esposa de Enright y sus dos pequeuelos se asomaron a la ventana para verle llegar. Enright les vio rer y saludar con la mano, y los salud a su vez del mismo modo. Un gran coche de turismo se desliz silenciosamente a su lado. Aull una recortada una vez, dos veces, y Enright se dobl sobre el volante. Fueron arrestados Big Tim Murphy, Dago Mike Corozzo, Vincenzo Cosmano y Jimmy Vinci. Vinci confes: Murphy y Corozzo haban planeado el crimen; Cosmano haba disparado contra Enright, y Vinci haba conducido el coche. Cinco veces haban seguido Vinci y Cosmano a Enright desde el Loop al caf del concejal Swift, en la Calle Halsted, donde Enright sola pararse, en su camino hacia casa, a ver a sus amigos y tomar un vaso de cerveza; pero siempre se haba interpuesto algn incidente que le haba salvado la vida. Una noche, hallndose

Vinci y Cosmano sentados en su coche, al otro lado de la calle, frente al caf, esperando a que saliera Enright, a Cosmano le entr sueo. Haca fro. Voy a dar una cabezada dijo Cosmano Despirtame cuando salga. Alzando el cuello del gabn sobre las orejas y acomodndose gozosamente en el asiento, Cosmano, mientras aguardaba el momento de cometer el crimen, cay en un pacfico sueo. Este forajido siciliano de aspecto infantil y cuerpo grasiento, que sonrea constantemente, pareca una estatua de hielo. Ni la emocin, ni la pasin, ni la clera tenan cabida en l. Para l el asesinato era un mero acto fsico como el de apretar un gatillo. Mataba sin que su pulso se alterara un solo grado, tan impasible como cuando su recortada escupa la muerte como si se hallara comprando una libra de caf en la tienda de la esquina. Big Tim Murphy, en una de sus bromas sarcsticas, haba bautizado a este tipo, cuya temperatura permaneca siempre bajo cero, Sunny Jim (Jim el Soleado). Sunny Jim vivi cmodamente
algn tiempo como miembro de la Mano Negra, y se deca que haba cometido muchos crmenes. Su cuerpo llevaba las marcas de muchas pualadas, y l mismo se deca era una mina de plomo andante a consecuencia de las balas que haba recibido. El error ms grave que cometi Sunny Jim fue tratar de sacar cinco mil dlares, por medio de una carta de la Mano Negra, a Big Jim Colosimo, a quien haba conocido en tr minos amistosos y cuyo caf visitaba con frecuencia. Cuando Cosmano lleg al lugar donde le haba dicho a Colosimo que dejara el dinero bajo pena de muerte, un turismo surgi silenciosamente de una esquina, llamearon las recortadas en la oscuridad, y Cosmano cay acribillado por las balas. Al salir del hospital Cosmano llam a Colosimo: Hola, Big Jim zumb Cosmano en un suave acento italiano Sabes quin te habla? El mismo Sunny Jim. Ja, ja! Crees t que el nombre de Sunny Jim no me cuadra bien? Bueno; no s. Se trata de una noticia agradable para ti. Voy a matarte. S. No s exactamente cundo. Pero pronto..., muy pronto. Adis.

El arresto de Cosmano por el asesinato de Enright probablemente salv la vida a Colosimo por algn tiempo. Colosimo fue asesinado, mientras Cosmano permaneca en la crcel, tres meses despus de la muerte de Enright. A pesar de haberse desdicho de su confesin, Vinci fue juzgado aparte por el caso de Enright y parti hacia el presidio de Joliet, dichoso de haber escapado a la horca. Habiendo apelado al Tribunal Supremo, se le juzg nuevamente y qued en libertad. Murphy, Cosmano y Corozzo no llegaron a ser procesados. Habiendo desaparecido los testigos requeridos por el Estado durante las tres sesiones del Tribunal que forman el lmite mximo segn los estatutos de Illinois, escaparon al juicio. Esto
oblig al Fiscal del Estado, Maclay Heyne, a sobreseer su causa, y Big Tim, Dago Mike y Sunny Jim, que segn los magistrados eran culpables a todas luces, salieron de la crcel hacia la plena libertad.

Un da de abril de 1921 seis hombres se hallaban jugando al bisbol en un campo que haba junto a la estacin de ferrocarril, en la esquina de las calles Polk y Dearborn. Los que pasaban por all los tomaron por impresores de una casa editorial vecina, que aprovechaban su hora libre para divertirse. Pero cuando un empleado de Correos apareci en el andn empujando una carretilla cargada de maletas, el juego ces inmediatamente. Los jugadores se abalanzaron hacia la carretilla revlver en mano; cogieron una maleta que contena trescientos ochenta y cinco mil dlares en efectivo y valores de cambio, y desaparecieron en un automvil que esperaba al efecto. Fueron arrestados Big Tim Murphy, Cosmano, Paul Volanti, Pete Gussenberg y George Bradford. Teter, Bradford y Gerum haban confesado. Los agentes federales que registraron la casa de William Diggs, suegro de Murphy, en el suburbio, encontraron ciento veintitrs mil dlares en un viejo bal, en el tico, y cuatro mil en un ropero. Cuando los agentes salan de la casa, una vieja que viva en la de al lado asom la cabeza por la ventana y grit: Ustedes no han visto un

saco que hay en el techo. Era un saco de lavandera que haba sido lanzado por una claraboya. Entre la ropa sucia encontraron escondidos ciento trece mil dlares. El resto del botn haba sido repartido entre los compinches de Murphy. Se dijo que Cosmano haba recibido cuarenta mil dlares. Por este crimen, Bradford, Teter y Gerum fueron condenados a un ao de crcel. Murphy, Cosmano, Volanti y Gussenberg, que haban apelado, fueron sentenciados al presidio federal de Leavenworth en 1923. Fueron liberados en 1926. Gussenberg muri despus en la matanza de San Valentn. Cosmano fue deportado a Sicilia. Murphy volvi a las agitaciones obreras. Pero con su fama de asesino, ladrn y expresidiario sobre s, Big Tim fue evitado por las organizaciones obreras y rechazado por los lderes. Trat de formar nuevas uniones y hacer fuerza en las antiguas, pero fracas en todas sus empresas. La Unin de Trabajadores de la Fbrica de Gas, que le haba reelegido presidente estando en presidio, le sigui siendo fiel por algn tiempo, pero finalmente le dej fuera. Para Big Tim sta era una dolorosa tragedia Et tu, Brutus.
La retirada de su vieja Unin marc su fin como chantajista obrero.

En compaa de Mick y Arnstein, el marido y confidente de Fanny Brice, que haba estado en el presidio de Leavenworth, Big Tim escandaliz entonces un barrio exclusivamente residencial abriendo un casino de juego en la Va Sheridan, establecimiento suntuoso con habitaciones para los miembros y alta cocina. Pero cuando la fortuna pareca sonrerle de nuevo a Big Tim, la polica cay sobre su establecimiento y le arruin el negocio. Big Tim haba terminado. Un profundo cambio se oper sobre l. El incorregible fanfarrn de otros tiempos, que tan jovialmente haba navegado por la vida, pareca hundido en el marasmo. Apenas sonrea ya. Sus viejos camaradas le haban olvidado. Se encontraba sin amigos y, al parecer, sin esperanzas. A medida que se ahondaba su melancola, se paseaba sin descanso por su habitacin, caa en meditaciones y despertaba sobresaltado. Le salieron arrugas en el rostro, sus ojos sombros parecan nublados de remordimiento y algn vago temor se cerna sobre l. Desalentado, sus pensamientos debieron de volar hacia una tumba del cementerio de Mount Olivet, donde se hallaba enterrado su amigo de la infancia. El recuerdo de Mossy Enright debi de acudir a l como un espectro. Quin sabe! El da 26 de junio de 1928, por la noche, se hallaba Big Tim en el piso de abajo de su residencia en la Avenida Morse, escuchando el resultado de las elecciones por la radio, en compaa de su cuado, Harry Diggs. No haba nadie ms en la casa. Su esposa y su pequea Doris haban ido a un acto religioso que se celebraba en la iglesia de Santa Mara Margarita. Son el timbre de la puerta. Big Tim fue a abrir, pero no vio a nadie all, y sali al csped. Un coche cubierto, ocupado por cuatro hombres, pas lentamente en la sombra. Relampaguearon los revlveres. Con el rpido instinto de sus buenos tiempos, Big Tim se tir en el suelo hacindose el muerto. A los primeros disparos, que se perdieron en el aire, sigui una descarga cerrada. El coche arrojaba llamas por todas partes. Ms de treinta balas segaron la hierba en torno suyo. Lo alcanzaron dos: una le rompi un brazo; la otra le perfor el corazn. Cuando Harry Diggs lleg a su lado, Big Tim estaba muerto. Otro enigma del hampa. Otro crimen sin solucin. Puede que el asesinato tuviera su origen en las luchas obreras. Acaso los amigos de Mossy Enright haban vengado, al fin, su muerte. Pero jams se lleg a descubrir huella alguna de los asesinos ni de los motivos que les haban impulsado. Big Tim Murphy estaba muerto. El resto era un misterio.

Dingbat Oberta estuvo asociado durante aos con el polaco Joe Saltis y Frank McErlane en el negocio del alcohol y la cerveza. Pero segn se dijo, la trampa cometida por McErlane dio lugar a que los otros dos se separaran, rompindose as los lazos de una larga amistad. Estos tres hombres, segn la polica, haban emprendido un negocio de whisky de cinco mil dlares, a partes iguales. El licor, comprado a crdito, fue entregado a McErlane, que haba de disponer de l, saldar el crdito y repartir las ganancias entre Saltis y Oberta. McErlane vendi el whisky segn el acuerdo, pero se embols el producto y se ri de Saltis y Oberta y el acreedor cuando stos reclamaron su parte. Saltis se quej agriamente del doble juego de McErlane, pero decidi olvidarlo. Oberta, en cambio, arda de clera. McErlane contest sarcsticamente, rindose de sus protestas. Despus de esto, Oberta le guard un odio a muerte. As termina la amistad y comienza la guerra. Durante cuatro o cinco aos se supo poco de McErlane. El famoso pistolero, cuyos salvajes asesinatos haban estremecido de terror la carretera de Joliet, haba permanecido escondido. Despus de que se hubo aplacado su deuda con los ODonnell, sigui sus prcticas, matando, segn se dijo, en una borrachera, al abogado Thad Fancher en un bar de Indiana. Mientras las autoridades de Indiana trataban en vano de lograr la extradicin, McErlane se diverta disparando ocasionalmente en los cafs de Chicago y encaonando con su revlver a algn agente que tratase de arrestarle por llevar el coche a excesiva velocidad. Juzgado finalmente en Valparaso por el asesinato de Fancher e identificado por los testigos presenciales, fue sin embargo absuelto. Dingbat Oberta y Joe Saltis, que haban jurado que el preso se hallaba en un lugar distinto en el momento de acaecer el crimen, le trajeron triunfalmente a Chicago. Hallndose, segn se dijo, bien provisto de recursos, se le vea con frecuencia por el Loop en hoteles y restaurantes, elegantemente vestido. Algo ms de cuarenta aos, un tanto grueso, con gafas de concha, pareca ms bien un comerciante afortunado que uno de los ms mortferos pistoleros de las crnicas del hampa. Una bala misteriosa sac a McErlane de su reclusin. De qu modo haba sido herido era un secreto particular. Dijo que se haba herido l mismo examinando una pistola. Pero la polica sospech que haba estallado la guerra entre Oberta y McErlane, y que Oberta haba sido el primero en verter sangre. McErlane ingres en el Germn Deaconess Hospital con una bala en una pierna. El da 24 de febrero de 1930, por la noche, McErlane se hallaba en su camilla del hospital sin poder levantarse, con la pierna vendada y suspendida de un cabestrillo sobre el colchn. Eran las diez. Su enfermera se haba retirado y la lmpara de noche alumbraba dbilmente. Cuando se estaba acomodando para dormir, tres hombres entraron en la sala pistola en mano y comenzaron a disparar sin decir palabra. Apoyndose sobre el codo, McErlane sac su pistola de debajo de la almohada y contest con fuego. Esto fue una sorpresa para los agresores, que haban esperado hallarle desarmado. Por un momento defendieron su terreno. Se sucedieron treinta o cuarenta disparos. Pero luchando como un len acosado, McErlane atemoriz a sus enemigos, ms por su valor que por su puntera, y les hizo huir dejando un reguero de sangre tras de s a travs de la sala. Haban entrado sin ser vistos por una puerta lateral del hospital y escaparon de la misma forma, como fantasmas surgidos de una pesadilla. Acudieron apresuradamente mdicos internos y enfermeras. McErlane permaneca en su cama tan fresco como si nada hubiera pasado, pero sangrando por tres heridas: una en el brazo, otra en una pierna y la otra en la ingle. La sala pareca un campo de batalla. El suelo estaba sembrado de casquillos; la ventana, rota; la pared, desconchada; y la escayola de McErlane, rasgada por las balas. En

la huida, uno de los agresores dej caer su pistola. Estaba cerca de la puerta, y a solicitud de McErlane una enfermera la meti en su maleta debajo de la cama. La polica lleg a interrogarlo. Conoca l a sus agresores? S. Haban ido a rostro descubierto y los haba reconocido a todos. Pero se neg a delatarlos. No necesito policas para protegerme dijo ceudamente Yo arreglar todo esto por mi
mano. Bsquenlos en una cuneta. All es donde los van a encontrar En una cune ta! McErlane se encarga de cuidar de McErlane.

La polica requis la pistola de McErlane y la que haba dejado uno de los agresores. Se figuraron que sta ltima perteneca tambin a McErlane y McErlane les dej que lo creyeran as. Era una pistola automtica, calibre 45, y tena tres balas por disparar. Un mes ms tarde se descubri al dueo de este arma, provocando conclusiones muy interesantes acerca de la refriega del hospital y la doble tragedia que sigui a continuacin como consecuencia lgica. Poco ms tarde McErlane fue dado de alta en el hospital. El da 5 de marzo, nueve das despus de la desesperada batalla del hospital, dos motoristas de la polica encontraron el coche de Oberta, un flamante modelo lleno de niquelados, en un lugar solitario de la carretera de Roberts, a pocas millas al oeste de Argo. Oberta estaba muerto en el interior. Y al lado del coche, tambin muerto, su chfer y guardia de corps Sam Malega. El auto tena la mitad fuera de la carretera, las ruedas delanteras hundidas en el agua helada de la cuneta. Oberta estaba en el asiento delantero con el cuerpo recostado contra la ventanilla de la derecha. Tena la tapa del crneo destrozada por las postas de una recortada. Disparos de pistola automtica le haban herido con balas recubiertas de acero en la sien y en el hombro y una le haba tronchado el pulgar del pie izquierdo. Entre los pies estaba su revlver, el can recortado a una pulgada de largo, con tres recmaras vacas. En el bolsillo de su gabardina se hall una pistola automtica cargada y montada, pero con el seguro puesto. En el otro bolsillo haba un cargador de balas. Malega estaba en la cuneta, cerca de la portezuela derecha del auto, la cabeza hundida en el agua hasta los hombros y los pies rozando el estribo. Haba recibido cinco balas recubiertas de acero. Al caer en la cuneta haba roto el hielo alrededor. El agua no haba tenido tiempo an de helarse de nuevo. El farol interior del techo estaba roto. En el asiento posterior haba dos orificios de bala. Ninguna otra marca fue hallada en el automvil. Las ventanillas y el parabrisas estaban intactos. Era evidente que Oberta no haba viajado con los asesinos en calidad de amigo. Malega, que siempre conduca el coche, haba ido en el asiento trasero. Oberta no iba al volante, sino a la derecha del que lo llevaba. Seguramente habran sido capturados en alguna parte y llevados de viaje a punta de can como prisioneros. Oberta y Malega haban defendido desesperadamente sus vidas. Las recmaras vacas del revlver de Oberta indicaban que haba disparado tres veces. Dos de sus balas haban hecho los orificios en el respaldo del asiento. La tercera pudo herir a uno de sus captores o romper el farol del techo. La herida del pulgar mostraba claramente que la batalla haba sido brutal. Probablemente Oberta haba logrado echar mano a la pistola de su enemigo desviando el can hacia abajo. Malega haba luchado tan violentamente con el pistolero que iba con l en el asiento posterior, que forzaron la portezuela. No encontrndole ningn arma, se supuso que Malega haba sido desarmado. Pero el hecho de que a Oberta no lo hubieran desarmado al ser hecho prisionero pareca inexplicable. Los asesinos tuvieron que regresar a pie a la ciudad o, lo que parece ms probable, en el coche de algn cmplice que los hubiera seguido.

Jams se lleg a descubrir quines haban sido los asesinos. Pero tres semanas despus, Benjamin Taman, un armero que comerciaba principalmente con los gngsters, identific por su nmero la pistola que los agresores de McErlane haban dejado en el hospital como una que l haba vendido a Malega. Para confirmar las palabras del armero, el comandante Calvin C. Goddard, experto en balstica, testific que muchas de las balas halladas en la pared del hospital haban sido disparadas por esta misma pistola. Esto demostraba que Malega, sicario de Oberta, actuando, sin duda, bajo las instrucciones de su jefe, haba sido uno de los que atacaron a McErlane. Con este antecedente, es lgico suponer que el asesinato de Oberta y Malega fue la culminacin de los planes de venganza de McErlane. La ferocidad desplegada en la tragedia era un motivo adicional para sospechar de McErlane, como si su sello quedara estampado en el crimen. McErlane era como un tigre, despiadado y cruel. Sombras como la muerte fueron sus palabras a la polica del hospital. Bsquenlos en una cuneta. All es donde los encontrarn En una cuneta! Era evidente que Frank McErlane haba brindado con su copa a la salud de los dioses de la venganza.

14. El da de San Valentn


La implacable ferocidad de las guerras del hampa en Chicago alcanzaba su culmen el 14 de febrero de 1929, cuando siete miembros de la banda Moran fueron alineados contra un muro y asesinados con ametralladoras. La matanza del da de San Valentn fue realizada a plena luz del da en lo que podramos llamar el centro de una ciudad de ms de tres millones de habitantes una de las
cinco mayores del mundo; pero los asesinos entraron y salieron como si las sombras de la noche hubieran ocultado sus movimientos, sin dejar rastro ni pista alguna. Surgieron de los abismos del hampa y se hundieron de nuevo en el silencio y el secreto del hampa, a cubierto contra la persecucin, a cubierto contra la ley, a cubierto, acaso, contra todo menos contra las pistolas del hampa.

George Moran, cuarto monarca de la banda del norte, de la dinasta que haba fundado Dean OBannion, estableci su cuartel general en un garaje de la Calle Clark, en el nmero 2122. El garaje, que daba hacia el este, era un edificio de ladrillo, sesenta pies de ancho y ciento veinte de largo, con un callejn en la parte posterior. A la entrada haba una pequea oficina que llegaba de lado a lado. Pasada esta oficina se entraba en el garaje a travs de la puerta de una divisin de madera. El

garaje propiamente dicho era un recinto estrecho y largo, con paredes desnudas y piso de cemento. Un pequeo cuarto de depsito sobresala de la pared norte, a igual distancia de la oficina y del fondo. En el callejn, que conectaba la Avenida Webster por el norte con la Avenida Garfield por el sur, se abra una puerta para camiones. La ventana del frente tena una slida capa de pintura, de modo que los que pasaban por la Calle Clark no podan ver lo que haba en el interior. En ella se lea en letras blancas: S. M. C. Cartage Company. Las iniciales podan significar algo, pero el nombre era para despistar, ya que el garaje era el depsito y centro de distribucin de licores de Moran. El garaje estaba ms cerca de la Avenida Garfield que de la Avenida Webster, no muy lejos del centro de la manzana, que estaba llena de pequeas tiendas y casas antiguas de ladrillo y piedra gris. A una manzana, al este, se hallaba el Parque Lincoln.

El da de San Valentn, a las diez de la maana, se hallaban siete hombres en el garaje. Eran Franky Peter Gussenberg, James Clark, Adam Hyers, John May, Alfred Weinshank y el doctor Reinbart H. Schwimmer. Frank Gussenberg haba tomado parte en las ms violentas proezas de la banda del norte desde los das de Dean OBannion. Peter Gussenberg, su hermano, haba estado tres aos en la crcel de Joliet por robo, y otros tres en el presidio de Leavenworth con Big Tim Murphy por el asalto a la saca de Correos. Clark, cuyo verdadero nombre era Albert Kashellek, era cuado de Moran, haba estado en la crcel de Joliet y en el reformatorio de Pontiac por robo y robo con escalo, siendo juzgado una vez por asesinato. May era un tipo minsculo, que durante un tiempo haba volado cajas de caudales y ahora era el mecnico del garaje. Hyers, un expresidiario, era un contable experto, que atenda las transacciones comerciales. Weinshank, antiguo propietario del Club Alczar, en Broadway, era un funcionario de la Asociacin Central de Tintoreros y Quitamanchas, y haca poco que perteneca a la banda de Moran. El doctor Schwimmer era un joven ptico que viva en el Hotel Parkway, a una manzana del garaje, y tena un despacho en la esquina de la Calle Congress y la Avenida Wabash. Puede que fuera o no miembro de la organizacin de Moran. Pero era un antiguo amigo de Moran y de los Gussenberg y se deca que se jactaba con frecuencia de tener intereses financieros en las operaciones de la banda, de tomar parte en sus asaltos y de poder matar a cualquier persona que le pareciese por medio de la escuadra de ejecucin de la banda. En esta maana fatal, seis de los hombres todos, excepto Mayse hallaban charlando descuidadamente en la esquina de la pared oriental del pequeo cuarto de depsito, que se una con la pared norte del edificio. Cuatro de ellos estaban sentados, dos en pie y todos, menos Clark, llevaban abrigos. Estaban esperando rdenes de Moran, que llegara de un momento a otro. Los Gussenberg y algunos

de los otros saldran al medioda con camiones vacos para Detroit, donde los cargaran de whisky, pasado de contrabando por la frontera canadiense. Generalmente, los gngsters iban siempre armados, pero la perspectiva de esta expedicin inmediata haca necesario que lo estuvieran ahora. Frente al grupo, un tanto hacia el fondo, se hallaba un camin en reparacin, con una rueda quitada y un perro polica amarrado a una de las otras. Bajo el camin se hallaba May con su mono oscuro y su zamarra de piel apretando las tuercas con una llave inglesa. Otros dos camiones estaban junto a la pared del sur hacia el frente y un tercero contra la pared opuesta, con un estrecho pasaje entre ellos. Entre este tercer camin y la pared del cuarto de depsito se formaba una especie de cobijo, donde descansaban los seis hombres. En esta posicin, la puerta principal y la parte delantera del garaje estaban fuera del alcance de su vista. Un enorme coche de turismo pintado de negro surgi de la Avenida Webster y dobl en la Calle Clark. Tena el aspecto de un coche de polica, con timbre de alarma en el estribo y un gunrack adherido al respaldo del asiento delantero. Al tirar hacia
el sur por la Calle Clark, el auto pas rozando un camin cargado de mercancas y se par. El chfer se ape a examinar el guardabarros posterior. Elmer Lewis, el conductor del camin, se ape tambin y se dirigi hacia el otro, que le hizo una sea indicando que el choque no haba tenido importancia. Lewis se sinti aliviado, no muy seguro todava de que chocar con un coche de la polica no le trajera serias consecuencias. En el coche iban cuatro hombres, sin contar el chfer. Dos de ellos llevaban uniformes de polica. Uno de stos iba en el asiento delantero y llevaba gafas oscuras con montura de concha. Lewis par su camin en un establecimiento cercano y se dispona a descargar cuando vio que el otro coche se detena frente a un garaje.

El chfer permaneci al volante. Los cuatro hombres saltaron a la acera, sin ningn arma visible, y entraron en la oficina, los de uniforme al frente. Cruzaron la oficina y entraron en el garaje. De momento no vieron a nadie all a excepcin, tal vez, de May, ocupado en su trabajo. Avanzaron hacia el fondo, a travs del estrecho pasaje que se abra entre los camiones, y de pronto se hallaron frente a los seis hombres replegados en el rincn. Pero los seis no se mostraron sorprendidos ante esta visita inesperada. Los uniformes policiales surtan un efecto tranquilizador. Los policas venan por el garaje con bastante frecuencia, siempre en son de amistad. A veces iban simplemente a matar el tiempo. A veces a saborear la hospitalidad de un poco de licor. Estos cuatro hombres eran simplemente una pareja de policas y otra de detectives que haban entrado all casualmente a charlar un rato con ellos. Acaso querran tomar algo. Nos figuramos a Frank Gussenberg, en su rudeza habitual, diciendo en tono de buen humor: Hola! Qu andan buscando ustedes por aqu? Pero los recin llegados, con una precisin matemtica, se pusieron en fila frente al grupo. Los de los extremos abrieron sus gabanes y sacaron sendas ametralladoras. Los del centro, recortadas. La situacin se tornaba peligrosa. En fila! Cara a la pared! La orden tena un tono imperioso. No daba lugar a demora ni explicacin. Los seis hombres se pusieron en fila. Usted tambin! Esta vez fue a May, que sali arrastrndose de debajo del camin y ocup su puesto junto a los otros. En la fila, que no tena ms de doce pies de largo, se sucedan de izquierda a derecha Frank Gussenberg, Peter Gussenberg, Weinshank, Clark, Hyers, May y Schwimmer. Es probable que ni aun en esta coyuntura se percataran los siete hombres del peligro que los amenazaba. Seguramente habran supuesto que los que ellos crean policas intentaban solamente cachearlos y quitarles las armas. De haberse dado cuenta de la situacin, es seguro que estos gngsters veteranos, que haban

figurado en tantas y tan peligrosas aventuras, hubieran defendido sus vidas muriendo, si tenan que morir, como hroes, en vez de dejarse matar como perros. Segn suposiciones, los hombres de las recortadas recorrieron rpidamente la fila, quitndoles las armas y echndolas a los bolsillos de sus gabanes. El revlver de Weinshank cay al suelo, sin duda accidentalmente, y all se qued. Los cadveres estaban totalmente desarmados. Y ahora, todo listo. Los siete prisioneros, hombro con hombro, cara a la pared, serenos e
inconscientes de la condena que penda sobre ellos. Los cuatro ejecutores, a tres pies de distancia, militarmente erguidos, las armas levantadas hombres fros, sin emocin, autmatas asesinos, sin corazn, sin misericordia, rostros ceudos y ojos ptreos, como los ojos de los muertos Ninguna explicacin. Ni una sola palabra. Ni un instante de vacilacin. Cuatro estallidos fatales. Haba llegado el momento de la ejecucin.

Comenz el salvaje redoble de las ametralladoras. Las recortadas bramaron. El oscuro rincn se encendi como la boca de un infierno. El silencio del garaje salt en pedazos con la violencia de un huracn. Las ametralladoras pasaban y repasaban la fila como pndulos de muerte. Las balas brotaban en violenta sucesin, dejando largas hendiduras en los cuerpos, como abiertas a cuchillo. No era necesario tener puntera. No haba miedo a fallar. Los caones de las armas estaban a tres pies de las espaldas de los siete prisioneros. Tan rpida fue la descarga, que los siete debieron de caer al mismo tiempo, como a una voz de mando, como heridos por el rayo. Tan rpida, que cada hombre recibi de dieciocho a veinte balas en la espalda antes de caer o al tiempo de caer. Los condenados no haban tenido tiempo de volver siquiera la vista. Ni gritos, ni maldiciones, ni lamentos agnicos. No hubo tiempo para eso. No giraron siquiera en este remolino de la muerte. Murieron en sus puestos, sin desviarse una pulgada. Ni cayeron amontonados como una masa informe. Cuatro de ellos Weinshank, Hyers, May y Schwimmer cayeron hacia atrs, rgidos como troncos, y
quedaron tendidos boca arriba. Clark se desplom de bruces hacia la pared. Peter Gussenberg cay sobre una silla, la cabeza y los hombros en el asiento y las rodillas en el suelo. Frank Gussenberg cay en el rincn contra la pared del cuarto del depsito, con una milagrosa chispa de vida en l.

Todos en el suelo, todos inmviles, seis muertos, el sptimo muerto en apariencia, los cuatro asesinos giraron hacia la puerta y salieron a paso lento, las mentes bastante despejadas despus de aquella atroz carnicera para preparar la fuga con meticulosa destreza y hasta concluir con un efecto teatral. En la Calle Clark aparecieron los dos en traje de paisano con los brazos en alto, y los otros dos uniformados tras ellos apremindolos con las puntas de los revlveres. Las ametralladoras y las recortadas iban ocultas debajo de los gabanes. La gente de la calle que presenci la actuacin se figur que los policas haban hecho un arresto en el garaje y que se llevaban los prisioneros a la crcel. Continuando la farsa, los que hacan de policas empujaron brutalmente a los que hacan de prisioneros al interior del coche y entraron tras ellos. Ya dentro, el auto parti lentamente. Un tranva, en direccin sur, haba parado en la Avenida Garfield a recoger pasajeros. Para evitar tropezar con los que estaban montando en el tranva, el automvil moder la velocidad y pas por la izquierda. Luego se lanz a toda marcha y, doblando por la Avenida Odgen, desapareci rpidamente. Los que acertaron a verlo creyeron que era un coche de polica, pero comoquiera que los coches de la polica se ven a cada paso, no le prestaron atencin. Haca diez minutos que haba surgido misteriosamente en la esquina de la Avenida Webster, se haba demorado unos cinco en el garaje y se hundi de nuevo en el misterio dos manzanas al sur. La seora de Max Laudesman se hallaba planchando en su cocina en la casa siguiente al garaje, precisamente sobre la escena de la matanza. No oy ningn

grito. Slo el estruendo de los disparos. Al tiempo que parta el coche bajaba ella las escaleras. Abri la puerta del garaje y asom la cabeza al interior. No vio nada, pero tena miedo de entrar. Lo nico que se oa era el dbil aullido del perro polica. Apareci un transente. Algo espantoso ha pasado ah dentro grit la seora. Yo entrar a ver replic el hombre. Permaneci unos minutos dentro. Luego sali, blanco
como la nieve, los ojos saltndole del rostro Muertos! dijo boqueando Un montn de hombres muertos. Cados boca arriba. Con los ojos abiertos hacia el techo. Todos con las caras azules. No blancas. Uno con el sombrero puesto. Uno con la mitad de la cabeza destrozada. La pared detrs de ellos, como si hubieran tirado cubos de pintura roja. Grandes agujeros en los ladrillos. Algunos tan grandes que cabe un puo en ellos. Algunos chorrean sangre de las balas que deben haber traspasado los corazones de esos hombres. Balas aplastadas, como monedas, al pie de la pared. Sangre por todas partes. Un reguero de sangre de seis pulgadas de ancho corriendo hacia un sumidero que hay en el centro del piso. Una carnicera. Como si una manada de tigres hambrientos hubiera dirigido la matanza. Lo ms horrible que he visto en mi vida. Horrendo. Me qued fro. Todo quieto..., esos hombres muertos..., esos ojos abiertos..., esas caras... azules. Dios! El lugar parece embrujado. No me pareca estar solo. Como si los espritus de esos muertos me rodearan tratando de explicarme algo. Y luego... Oh, Dios!..., ese perro poli ca. Amarrado al camin. Con el hocico levantado hacia el techo..., aullando..., aullando.

Frank Gussenberg estaba todava vivo cuando lleg la polica. Se haba arrastrado veinte pies hacia la puerta, dejando un largo reguero de sangre tras de s. Se le llev al hospital. Haba recibido catorce balas de ametralladora. Algunas le haban pasado de parte a parte. Pero pareca no sentir dolor. El choque haba atrofiado sus sentidos y aturdido su mente. El teniente Tom Loftus, que lo haba conocido desde la infancia, se sent junto a su cama. Frank dijo Loftus, tu hermano est muerto y t te ests muriendo. Dime quin lo ha
hecho. Policas dijo Gussenberg, Eran policas. Qu policas? No los conoc. Dime la verdad, Frank. Los que han hecho esto deben ir a la horca. Queremos echarles mano y colgarlos. Es todo lo que s. Los que lo hicieron eran policas.

As permaneci tres horas Gussenberg. Est oscureciendo, Tom dijo al fin Tengo fro, mucho fro. Estrame las mantas. Y se fue. Ninguna ley siciliana haba obligado a Frank a guardar silencio. Es evidente que no
haba conocido a ninguno de los asesinos y que muri honradamente convencido de que haban sido policas.

Moran, Willie Marks y Henry Gussenberg escaparon a la muerte por unos minutos. Moran se diriga del Hotel Parkway al garaje a travs del pasaje cuando vio al coche en cuestin por la Calle Clark. Creyendo que la polica haba ido a dar una batida, regres al hotel y le advirti a Henry Gussenberg que no saliera. Marks se ape de un tranva en la Avenida Webster y se hallaba a pocos metros del garaje cuando vio el coche. Sac entonces un lpiz y una libreta para apuntar el nmero de la matrcula. Precisamente en ese momento salan los dos hombres uniformados con los supuestos prisioneros, y Marks se escondi en el hueco de una puerta por temor a ser arrestado. Cuando volvi a mirar el coche se haba alejado, y no logr tomarle el nmero. Si el coche de los asesinos hubiera llegado cinco minutos ms tarde, Moran, Henry Gussenberg y Marks hubieran muerto con los otros. La seora de Michael Doody, encargada de una casa al otro lado de la calle, haba alquilado a dos jvenes diez das antes un cuarto con vista al garaje. La seora de Frank Arvidson, su vecina, haba alquilado otro a un tercero. Estos tres hombres dijeron que eran conductores de taxi y que trabajaban de noche y

dorman de da. Pudieron alquilar habitaciones traseras, que eran ms tranquilas, pero insistieron en tomar las del frente, que eran ruidosas debido a los tranvas que pasaban por la calle. Despus de la matanza estas dos seoras identificaron las fotografas de Harry y Philip Keywell y Eddie Fletcher como las de sus inquilinos, en la comisara de polica. Estos tres individuos pertenecan a la banda Purple, de Detroit. Pero estas identificaciones se vinieron abajo al descubrirse que por la fecha del asesinato Harry Keywell se hallaba en un hospital, Philip Keywell en la crcel de Detroit y Fletcher en Miami. De lo que no haba duda era de que los tres inquilinos eran espas que haban ido all a vigilar el garaje. Abandonaron sus cuartos sin decir nada el da de la matanza por la maana y no se volvi a saber de ellos. Se supuso que un error cometido por estos vigilantes secretos haba salvado la vida de Moran. La expedicin asesina haba sido proyectada especialmente para matar a Moran. Weinshank se pareca bastante a Moran para ser confundido con l desde lejos, y aquella maana llevaba un sombrero color canela y un abrigo gris, las prendas que Moran sola llevar. Cuando los espas al acecho detrs de sus ventanas vieron llegar a Weinshank, en el garaje creyeron que era Moran y telefonearon a los asesinos, que estaran por all cerca, dicindoles que la escena estaba preparada para la carnicera. Los dos uniformes de polica confundieron al pblico, que se qued dudando si los asesinos seran policas o gngsters disfrazados. La Prensa cit las siguientes palabras del director federal de la fuerza prohibicionista de Chicago, Frederick D. Silloway: Los asesinos no eran gngsters. Eran policas de Chicago. La matanza ha sido la segunda parte del asalto a quinientas cajas de whisky pertenecientes a Moran, efectuada por cinco policas hace seis semanas en el bulevar Indianpolis. Espero obtener pronto los nombres de estos cinco policas. Tengo la sospecha de que la banda de Moran, tratando de recuperar el whisky, amenaz a los policas con descubrirlos y que la matanza ha sido para evitarlo. El jefe de polica, William F. Russell, contest: Si son culpables, que se les aplique la ley, tanto a los policas como a cualquier otro. Y el jefe de detectives, John Egan: Si es verdad que los policas han hecho esto, yo mismo los arrestar; los lanzar a una celda por la garganta y har cuanto pueda por mandarles a la horca. Al da siguiente, Silloway declar que se haban interpretado equivocadamente sus palabras. Dijo que haba recibido algunos datos acerca del asalto del bulevar Indianpolis, pero que hasta la fecha se trataba solamente de conjeturas de investigacin. A los pocos das fue trasladado a otro lugar por sus superiores. Parece que haba hablado precipitadamente. George Brichet, un mozalbete de menos de veinte aos, se present una semana despus a la polica con un cuento extrao, diciendo que haba visto un coche con cuatro hombres en el pasaje justamente antes de la matanza. Dijo que uno haba permanecido al volante mientras los otros entraban en el garaje por la puerta posterior. Dos de stos dijoiban uniformados, sacaron los revlveres de las fundas y los
metieron en los bolsillos de los abrigos.

Segn tal historia, el chico dio entonces la vuelta al edificio y vio salir a la Calle Clark a los cuatro hombres que haban entrado por la puerta principal. En cuanto a qu haba sido de los tres que entraron por el pasaje, era un enigma. La polica pareci dar crdito a esta patraa que todas las dems pruebas tendan a

desmentir. El chico era un luntico o vena en busca de popularidad. No existan ms que cinco hombres relacionados con la matanza: el que conduca el coche y los cuatro asesinos. El haber aceptado la absurda historia del muchacho despert la sospecha de que la polica, por motivos misteriosos, deseaba oscurecer la verdad embrollando el asunto. No faltaron quienes atribuyeron la matanza a la banda Purple, de Detroit, como resultado de su guerra contra Moran por la distribucin del whisky canadiense en Chicago. Estas teoras, que llevaron de premisas falsas a falsas conclusiones eran, aunque lgicas, bastante absurdas. En primer lugar, la banda Purple no se hallaba en guerra contra Moran. La banda, acaudillada por Abe Bernsteins, haba surgido del antiguo ghetto de la Calle Hastings, en Detroit, y estaba
compuesta casi exclusivamente por judos. Sus operaciones de contrabando se limitaban al rea de Detroit y no tena antecedentes por asesinato. La polica de Detroit declar que la banda Purple jams se hubiera atrevido a mezclarse en los peligrosos asuntos del hampa de Chicago y mucho menos sera capaz de acometer una empresa tan temeraria como la matanza.

Cuando esta degollina se explicaba cada da por una teora diferente, George Moran hizo una importante contribucin al debate: Slo la banda de Capone es capaz de matar de ese modo dijo Moran. Esta manifestacin, por hacerla quien la haca, pareci autorizada. Moran saba sin duda lo que deca. Su alianza con los Aiello, seguida del asesinato de Lombardo y Lolordo, haba hecho resurgir la enemistad de Capone contra l. Capone haba abierto una campaa para desplazar a Moran del productivo negocio de cerveza y whisky en el Loop. Las fuerzas de Capone, bajo el mando de Jack McGurn, Danny Vallo, Claude Madox y Tony Capezio, conocidas por la Banda del Circo, haban invadido el territorio del norte, asolando el mercado de Moran al norte del ro y distritos adyacentes. La guerra haba alcanzado su ms alto grado de violencia poco antes de la matanza. Moran haba contestado desesperadamente al ataque. Su brigada de granaderos haba bombardeado media docena de cafs del centro que se haban pasado a Capone. En la carretera Detroit Chicago, las fuerzas de asalto de
Moran haban capturado muchos camiones de whisky de su propiedad. La cuadrilla de Moran haba saqueado completamente un barco cargado de licores del Canad consignado a Capone para la venta de Pascua. En lo alto de estas tropelas haban hecho dos intentos de asesinato contra Jack McGurn, el ms audaz de los merodeadores de Capone que actuaba en el norte.

Una leyenda romntica haba envuelto a Jack McGurn, cuyo verdadero nombre no era ni Jack ni McGurn, sino Vincenzo (James) Demora. Se le conoca por Machine
gun Jack McGurn, aunque no se saba que hubiera manejado una ametralladora en su vida. No haba estado en la guerra ni podido adquirir experiencia en el manejo de este arma en el ejrcito, por ms que como pistolero de Capone quiz se hubiera ejercitado en los campos de prcticas de los gngsters, a lo largo del ro Fox y en los bosques de Wisconsin. Te na veinticinco aos. Un matn del hampa impecablemente vestido, expresin fra, de aire astuto, asista con frecuencia a los cabarets, donde su gracia de bailarn y su peligrosa reputacin le daban el papel de galn entre las damas de mundo. Haba nacido y se haba criado en la colonia siciliana de la divisin occidental y en un tiempo haba sido pugilista profesional de peso welter, adoptando el nombre de combate de Jack McGurn. Su padre, Angelo Demora, un comerciante de vveres que haba prosperado vendiendo azcar a los Genna, fue puesto fuera de combate en 1923 por la recorta da de un colega rival.

Esta tragedia se dijo que haba transformado a McGurn en una Nmesis y, de acuerdo con la leyenda, sigui la pista de los asesinos y veng la muerte de su padre. Se sospech que, despus de unirse a las fuerzas de Capone, haba tomado parte en los asesinatos de Tony Russo y Vincent Spicussa, de San Luis; Antonio Torchio, de Nueva York, y Sam Valen te, de Cleveland, asesinos profesionales trados por
los Aiello para matar a Capone durante el periodo crtico en que las aspiraciones de Joseph Aiello a la presidencia de la Unione Siciliana le haban envuelto en una guerra con el supremo seor del hampa. De quince a veinte muertos, hallados aqu y all por la ciudad, se atribuan a la oculta destreza de Machinegun Jack para el asesinato secreto.

Verdaderas o no estas leyendas, lo cierto es que McGurn era un asesino y que haba tomado parte en las andanzas ms temerarias del hampa, y como resultado de su incursin al territorio del norte la banda de Moran le tena fichado para matarle. En una ocasin se hallaba hablando por telfono en un puesto acristalado de la tabaquera de McCormick, en la esquina de las calles Ontario y Rush, cuando dos hombres armados de ametralladoras comenzaron a disparar desde un automvil y, parndose en la puerta, arruinaron el puesto y estuvieron a punto de arruinar a McGurn. El apuesto joven fue al hospital con un balazo en los pulmones y otras heridas graves. Cuando la polica le interrog, Machinegun Jack
bostez. Dejen esto de mi cuenta dijo.

Hallndose sentado en su coche, seis semanas despus, en la esquina de las calles Harrison y Morgan, dos hombres pasaron en un automvil y falt poco para que trituraran su automvil con las ametralladoras. McGurn fue sacado de las ruinas, desarmado. Y de nuevo se neg a contestar a la polica. No se molesten dijo. Yo me ocupar de esto. McGurn dijo a sus amigos del hampa que los dos hombres que haban tratado de matarlo en la tabaquera eran Frank y Peter Gussenberg, y los que haban hecho las
descargas cuando se hallaba en su coche, James Clark y Billy Davern. Poco despus lanzaron el cadver de Davern desde un automvil en la esquina de las calles Hurn y Wells, y Clark y los Gussenberg murieron en la matanza. Esto dejaba las cuentas saldadas entre McGurn y los cuatro que haban tratado de asesinarle. Pero en cuanto a si la realizacin de su venganza haba sido, como dicen los gngsters, una de esas cosas, o si l personalmente la haba ejecutado, nadie poda afirmar nada.

Como resultado de las investigaciones de la polica, el 27 de febrero fue arrestado Jack McGurn, y el 27 de marzo, Joseph Guinta y John Scalisi. Guinta fue puesto en libertad. Scalisi y McGurn fueron procesados y puestos en libertad bajo fianza. Ambos fueron identificados por testigos que declararon haberlos visto entrar en el garaje. Uno de los testigos declar que haba odo decir a uno de los cuatro asesinos: Date prisa, Mac. Otro testigo afirm que Scalisi era el que iba de uniforme en el asiento delantero con gafas oscuras. Los testigos sealaron a Scalisi y McGurn en un grupo de doce personas. Pero McGurn pareca tener medios legtimos de probar la coartada. Haba vivido dos semanas, por la fecha de la matanza, en el Hotel Stevens, en compaa de Luisa

Rolfe, conocida luego por su rubia coartada. Dijo que haba estado durmiendo en su cuarto hasta la una y media el da de San Valentn, y Luisa Rolfe y otros empleados del hotel confirmaron su versin. Aun cuando las autoridades se mostraron convencidas de su culpabilidad, las pruebas fueron estimadas insuficientes para garantizar el fallo, y su causa fue rechazada. Es muy dudoso que McGurn tomara parte en el asesinato. Pero era muy probable que Scalisi fuese uno de los que usaron las ametralladoras, y hasta que Albert Anselmi, el camarada inseparable de Scalisi, fuese el otro. Pero Scalisi fue asesinado antes del juicio y Anselmi, que muri con l, no haba sido capturado.

Un incendio ocurrido en un garaje particular, al fondo de la casa 1723 de la Calle Wood, condujo al descubrimiento del que se supuso era el coche utilizado por los asesinos. Era un gran turismo, del tipo de los que usa la polica, y estaba equipado con un timbre de alarma. Estaba casi desmantelado. Por los nmeros del motor de arranque y del generador se descubri que haba sido comprado en diciembre en una agencia de la Avenida Michigan por James Morton, de Los ngeles. El garaje haba sido alquilado a Joe Jafspert, un comerciante de vveres, por un hombre que dijo llamarse Frank Roberts, pagando un mes por adelantado. La polica no encontr rastros de James Morton y Frank Roberts. En diciembre de 1929 Fred Burke mat al polica Charles Skelly en St. Joseph, Michigan, y escap. En la casa de campo donde haba vivido varios meses con una mujer que pas por su esposa fueron hallados cuarenta mil dlares en

obligaciones que haban sido robadas en un banco de Jefferson, Wisconsin; una gran cantidad de municiones, varios chalecos protectores antibalas y un arsenal de armas de fuego, entre las cuales haba dos ametralladoras. El comandante Calvin comprob, por medio de la comparacin de balas, que una de estas ametralladoras haba sido utilizada en la matanza. Por su nmero se lleg a descubrir que haba sido comprada en Nueva York por Peter von Frantzins, quien la haba vendido a Russell Thompson, el cual, a su vez, la haba vendido a Bozo Schupe, expresidiario asesinado cinco meses despus de la matanza. No se lleg a saber cmo ni cundo haba adquirido Burke tal arma. Burke era un ladrn de bancos de cuidado, secuestrador y criminal redomado, por cuya captura se ofreca en todo el pas una recompensa total de cien mil dlares. Era un hombre temerario, buscado por varios asesinatos. Fue identificado dudosamente por una fotografa como uno de los que haban tomado parte en la matanza disfrazados de policas. Pero no existan pruebas de que tuviera relaciones con la banda de Capone ni haba figurado nunca en las guerras de los pistoleros de Chicago. La ametralladora hallada en su casa era, segn toda probabilidad, una de las usadas en la matanza, pero esto estaba lejos de probar que Burke la utilizara en dicha ocasin.

En vista de todas las pruebas, puede llegarse a la conclusin definitiva de que la matanza del da de San Valentn fue el resultado directo de los odios engendrados por la lucha entre Capone y la banda MoranAiello por el control de la
Unione Siciliana y uno de los eslabones de la cadena de tragedias que siguieron a aquel embrollo. La nueva lucha vindicativa de Capone contra Moran por el mercado de licores era tal vez un factor adicional; pero esta lucha era a su vez una consecuencia menor de la vendetta de la Unione Siciliana. Si Lombardo y Lolordo no hubieran sido asesinados, puede afirmarse que la matanza de San Valentn no hubiera ocurrido.

Debe advertirse que la alianza entre Moran y los Aiello no era una sociedad superficial. Por la fusin de las dos bandas Joseph Aiello esperaba escalar la presidencia de la sociedad siciliana, y Moran aumentar su podero comercial, ayudndole a colmar su ambicin. Los dos presintieron grandes ventajas personales, y ambos se lanzaron fiera y enrgicamente a la batalla. No se ha concedido bastante importancia al papel que Moran desempe en la
vendetta. Desde el asesinato de Frank Uale en Brooklyn, efectuado, segn sospechas, por orden de Capone, Moran haba tomado parte efectiva en todos los complots y, segn la polica, estaba relacionado directa o indirectamente con la mayora de los asesinatos. El de Lombardo, atribuido a Aiello al principio, haba sido dirigido directamente por Moran. Frank y Peter Gussenberg fueron los asesinos de Lombardo, dijo el capitn William Scheemaker, que investig el caso y era una autoridad en asuntos del hampa. La muerte de Lolordo fue un crimen de Aiello, pero Moran, como maestro de estrategia, haba operado en la sombra.

Despus de la muerte de Lombardo, Capone se apresur a cometer el error de poner a Joseph Guinta en la presidencia de la Unione Siciliana. Guinta era un joven casquivano y superficial, ocupado en placeres frvolos, mascavidrios famoso, compaero festivo y una figura conspicua y elegante en los salones de baile de los casinos y cabarets, pero falto de la capacidad y la energa necesarias para gobernar la turbulenta sociedad siciliana. Esforzndose por rectificar su equivocacin, Capone nombr a Scalisi ayudante de Guinta. Guinta cay rpidamente bajo el dominio del experto Scalisi, pasando a ser una estampa meramente decorativa, mientras que Scalisi gobernaba la organizacin bajo la direccin personal de Capone. Cansados de tantos asesinatos, que comenzaban a dar mala reputacin a la Unione Siciliana, sus dirigentes nacionales celebraron un Congreso en Cleveland con el fin de resolver los problemas de la turbulenta situacin de Chicago y establecer la paz entre los clanes que se hallaban en guerra. Estaban presentes veintin jefes de la Unin de distintas ciudades, Guinta y Scalisi entre ellos. Pero como representante de Capone, Scalisi rechaz la proposicin de paz. No aceptar la paz dijo Scalisi hasta haber arrancado la vida a los que mataron a mis amigos
Lombardo y Lolordo. sta era una doctrina tpicamente siciliana; sin embargo, estos sicilianos se haban reunido para hacer la paz, y propusieron hacerla. Por ms presin que se hizo sobre l, Scalisi permaneci inflexible. Dijo que ms tarde convendra hacer la paz, pero slo despus de que estuviese saldada la deuda de venganza. Resultaron intiles todos los esfuerzos de las perso-

nalidades ms influyentes de la organizacin nacional, y Scalisi, indignado ante la insistencia por cambiar de actitud, abandon el Congreso, llevndose a Guinta consigo.

En efecto, las palabras de Scalisi en la conferencia parecieron una profeca de la matanza de San Valentn. Este asesinato al por mayor debi de proyectarse a su regreso a Chicago. Al aproximarse la hora de la tragedia, Capone parti de Chicago y se fue de visita a su hacienda, prxima a Miami. Se dijo que Scalisi haba dirigido la escuadra que realiz el crimen. Los extraos sucesos desarrollados en el hampa algunos meses despus condujeron a trgicas conclusiones. El da 8 de mayo, a la una y media de la maana, cruzaban la frontera de Indiana el polica Louis Tebodo y Charles Plant, llevando dos prisioneros hacia la crcel de Hammond. Cerca de la esquina de la Avenida Scheffield y la Calle Hohman, en Hammond, dos coches tipo sedn surgieron de una calle lateral y pasaron a su lado en direccin a Chicago. Esto despert sus sospechas, y hubieran ido a darles caza si no fuera porque iban ocupados con los prisioneros. Pero despus de entregarlos en la crcel, regresaron a la esquina e hicieron una exploracin por los alrededores. Comenzaba a amanecer cuando su coche entr en el paseo bordeado de rboles del Parque Douglas. Al resplandor gris de la maana descubrieron un nuevo y caro automvil, situado lejos del poblado, junto a un pequeo depsito de agua, conocido por el lago de Gray. En la parte posterior hallaron una sbana tendida sobre unos objetos voluminosos. Debajo haba dos cadveres, arrodillados en el suelo, con las cabezas inclinadas sobre el asiento, como en actitud de rezar. Uno era John Scalisi y el otro Joseph Guinta. A unos cuarenta pies de distancia, tirado en la cuneta de la carretera, estaba el cuerpo de Albert Anselmi. Los cuerpos estaban an calientes. La sangre no estaba seca todava. Dondequiera que hubiesen sido asesinados, el crimen haba tenido lugar pocas horas antes. El automvil haba sido robado. El cuerpo de Anselmi haba sido arrojado desde otro coche. El crimen se haba efectuado con disparos de revlver y, segn revel el examen, las vctimas presentaban roturas y contusiones de haber sido golpeadas a garrotazos. Scalisi haba sido herido de bala en medio de la frente, en la oreja derecha, en el ojo derecho, en la mueca derecha, en la rodilla izquierda y en la mano izquierda, cuyo dedo meique haba sido tronchado. Tena los ojos morados, la mandbula rota y una herida en la barbilla. Anselmi tena tres heridas de bala en el hombro derecho, una en el costado derecho y una en el pecho, que le haba traspasado el corazn. Tena el cuerpo negro de contusiones y el antebrazo roto. Guinta tena dos heridas de bala en la cabeza, una en el corazn, una en el lado derecho y una en el brazo derecho. Haba sido golpeado en la cabeza, pero no tan gravemente como los otros dos. El pblico y la polica vieron en este crimen la respuesta a la matanza del da de San Valentn. El dedo infalible del hampa los haba sealado como participantes en la atrocidad del garaje. Que Scalisi y Anselmi haban tomado parte en la muerte de los siete gngsters de Moran se haba rumoreado confidencialmente durante algn tiempo. Que Guinta, segn indicaba su muerte, fuera uno de los asesinos result una sorpresa. Aun cuando haba sido arrestado, no se hall ninguna prueba contra l. De los cinco individuos que haban tomado parte activa en la matanza, quedaban ahora se dijo solamente dos vivos: uno de los
pistoleros y el conductor del auto. Si Scalisi, Anselmi y Guinta haban expiado con sus vi das la matanza de la Calle Clark, el hecho de que Jack McGurn no hubiera sido igualmente ejecutado pareca indicar que no haba tenido que ver con ella. En cuanto al conductor del coche, jams se lleg a saber quin haba sido.

Era evidente que Scalisi, Anselmi y Guinta haban sido cruelmente asesinados, sin darles ocasin de defenderse. Cualquiera que conociera a Scalisi y Anselmi

sabra que stos hubieran sido una presa difcil para los ms diestros enemigos. Fros y despiadados asesinos ellos mismos, contaban con una fortaleza de hierro y un coraje sin lmites. Haban vivido durante aos bajo el signo de la muerte. Haban ido armados hasta los dientes, preparados siempre para cualquier contingencia. Haban permanecido constantemente en guardia y tenan un agudo sentido del peligro. Si hubieran tenido una ocasin de defenderse, no importa cun desesperada fuera, hubieran luchado hasta la muerte, y alguno de sus enemigos podra afirmarse que hubiera muerto con ellos. Pero estaba claro que haban sido degollados como carneros en un matadero. Exista slo una explicacin para el hecho de que tan avizores y temerarios asesinos hubieran sido sorprendidos. Ninguno de los que ellos tenan por enemigos suyos haba cometido el crimen. Haban sido asesinados por quienes suponan amigos suyos. No meros conocidos, sino personas de su ntima confianza, de cuya buena fe no tenan la menor duda. Los hombres que les guiaron a la muerte debieron de preparar el asesinato con una consumada traicin. Imaginmonos una comida ntima en algn caf. Scalisi, Anselmi, Guinta, los huspedes de honor. El banquete se da para celebrar la libertad de Scalisi, que acaba de salir de la crcel. O acaso su triunfo por la brillante estrategia desplegada el da de San Valentn. Una docena de hombres en torno a la mesa, alagadores en sus palabras, untuosos en cortesas. Scalisi, Anselmi y Guinta sonriendo complacidos, un toque de orgullo en su porte, como corresponde a hombres de su importancia. Vino bueno y abundante. Pero Scalisi y Anselmi, que necesitan conservar su ecuanimidad, beben con moderacin. No hay manera de emborracharlos. Acaso su vino contiene alguna droga. Pocos vasos bastan para turbar sus sentidos. Al sentirse invadidos por un letargo extrao, presienten el peligro. Se levantan, apartan las sillas, se disponen a defenderse. Pero se les caen los brazos. Permanecen como imgenes petrificadas, incapaces de sacar sus revlveres. Suenan disparos. Scalisi y Anselmi se desploman. Los asesinos caen sobre ellos, les hacen repetidos disparos, los rematan a garrotazos. sta podra ser la sucesin de los hechos. O tal vez en este banquete los conspiradores fingen una pelea entre s. Lanzan amenazas, alzan los puos. Se levantan, encendidos, de sus sillas y esgrimen sus revlveres. Scalisi, Anselmi, Guinta se alarman: no por ellos mismos, sino por sus amigos. Vamos, vamos! Eso no tiene importancia. Que no haya tiros aqu. Entre viejos camaradas no debe haber peleas. Armados de palabras amistosas y gestos pacficos, los tres comensales se interponen a los alborotadores, esforzndose por apaciguar la bronca. As muerden la carnaza. Salta instantneamente el muelle de la trampa. Listos los revlveres, desvan ligeramente la puntera y los tres pacificadores caen sin vida. Desde el momento en que Scalisi, Anselmi y Guinta haban muerto a manos de quienes crean sus amigos, estaba claro que no los haban matado los gngsters de Moran. Comoquiera que todos sus amigos eran miembros de la banda de Capone, se sospech que Capone haba ordenado su ejecucin. Por qu? Como precio por la paz. Tal fue la teora o mejor dicho, la deduccin del
comisario delegado de detectives, John Stege. No existe una persona en el mundo que Capone no hubiera matado para favorecer sus intereses, dijo este veterano. Siete hombres haban pagado con sus vidas el asesinato de Lombardo y Lolordo. Satisfecho de su venganza, Capone se hallaba dispuesto para la paz. La paz significaba mejores condiciones comerciales y aumento de prosperidad. Segn suposiciones, Capone hizo propuestas a Moran. Pero Moran se revolva como un len, sediento de venganza. No entrara en ningn acuerdo pacfico hasta que los asesinos de sus siete hombres purgaran su crimen con su sangre, y le propuso a Capone que los pusiera en el

blanco. Cuando, varios aos antes, Hymie Weiss le hizo la misma proposicin, Capone contest: No lo hara ni con un perro. Pero Capone y los tiempos haban cambiado. Segn sospechas de la polica Capone acept esta vez. Pero poner en el blanco a veteranos tan astutos y experimentados como Scalisi y Anselmi, para que Moran y su banda los mataran, pareca un problema harto difcil. Tanto Moran como Capone se dieron cuenta de ello. Slo exista otro medio. Slo los hombres que tenan la confianza de Scalisi y Anselmi podan llevarlos a la trampa de la muerte.

La actitud de Capone hacia Scalisi haba cambiado desde haca poco sbitamente. Esto, segn la polica, explicaba su predisposicin a aceptar las condiciones de Moran. Scalisi haba sufrido una enorme transformacin desde los viejos tiempos en que tan eficazmente desempeara su papel en el asesinato de
OBannion y la batalla con la polica en la Avenida Western. Despus de la exterminacin de la banda de los Genna, Capone le haba hecho su lugarteniente, ponindolo en camino de enriquecerse como chantajista. La fortuna de Scalisi en los ltimos tiempos se calcul en doscientos cincuenta mil dlares, la mayor parte de la cual haba enviado a Sicilia, donde an viva su padre. No era ya el tipo rudo de antes. Vesta con ostentacin y en las grandes ocasiones luca diamantes calculados en sesenta mil dlares. Sus andanzas como asesino le haban hecho famoso. El hampa temblaba ante l. Se haba inflado de orgullo y fanfarroneaba con aire seorial. Con Guinta bajo su dominio se proclamaba arrogantemente jefe de la Unione Siciliana. La matanza haba aumentado su prestigio en los crculos del hampa. Comenzaba a considerarse francamente rival de Capone. Soy el hombre ms poderoso de Chicago, se haba jactado recientemente.

Como el ms insensible asesino de Chicago, Scalisi le haba sido til a Capone, y haba tenido toda su estima. Pero cuando la fama y el dinero trastornaron su cabeza y, habiendo adquirido algn poder, so con metas ms altas, Capone pas a considerarle un renegado y un traidor. Capone era un rey celoso de su autoridad. No toleraba rivales, y el tonto ambicioso que rozara su trono buscaba su propia perdicin. Por consiguiente, como presumi la polica, Capone recibi con agrado la proposicin de Moran, que le ofreca una oportunidad de deshacerse l mismo de un hombre peligroso. Ni se mostr tampoco renuente a condenar a muerte a Guinta y Anselmi con l. Anselmi era la sombra de Scalisi, y para l, su palabra era ley. Guinta, figura de escasa importancia, haba considerado a Scalisi, ms que a Capone, como el verdadero jefe de la Unione Siciliana. El cuerpo de Scalisi fue reclamado por su ta, la seora de Antonio Mangiolordo, y el de Anselmi, por su hermano Sam Anselmi. Ambos fueron enviados a Sicilia en cajas de bronce blanco de seis mil dlares. Anselmi fue enterrado en Marsala y Scalisi en Castelvertrano, sus respectivos lugares de nacimiento. Scalisi dijo la seora de Mangiolordo no me dijo nunca que tuviera otros negocios que la
fabricacin de cigarros y el comercio de queso, aceite de oliva y otros productos italianos. Sola hacerme muchas visitas y siempre me traa chucheras que saba eran de mi gusto. Era un hombre tranquilo, agradable, generoso y muy amable para m. Yo no tena la menor nocin de las cosas que le atribua la polica. Yo no s hablar ni escribir ingls. De modo que vivo en un mundo aparte. Su padre pide su cuerpo. Scalisi descansar en las montaas detrs de Castelvertrano, desde donde se domina la casa de su infancia.

La noche siguiente al descubrimiento de los cuerpos de Scalisi, Anselmi y Guinta, Capone dio un banquete a sus oficiales en el reservado de un caf del sur. Parece que haba llegado la hora de fiestas y francachelas. La orga continu toda la noche, y la aurora sorprendi a los juerguistas nadando en vino y alegra. Tres hombres que no eran gratos al rey haban sido pasados al otro lado del modo ms hbil, y su sangre haba servido para comprar la paz. Golpe certero, verdad? Tres vidas intiles por una paz que significaba millones en las arcas. Llenad los vasos. A su salud! Otra ronda de champaa. Nadie ms alegre que Capone en esta fiesta. Tena la boca llena de palabras y el ingenio pleno de agudezas. Se uni al coro de cantos bacanales. Su risa era tan alegre como la de los inocentes. Extrao cuadro ste del monarca del hampa en francachela con sus sicarios celebrando un triple asesinato y el advenimiento de la paz, bella paloma

mensajera que durara hasta el prximo estampido de una recortada!

15. En el blanco
Jake Lingle haba sido gacetillero del Tribune de Chicago durante dieciocho aos. Si usted hubiera hablado de l a sus amigos llamndole Alfred J. Lingle, apenas sabran de quin se trataba. Y Jake tena amigos a millares. Comenz de meritorio en el peridico cuando tena veinte aos y se abri paso. Pero no se lo abri muy lejos. Jake era todava gacetillero cuando muri a la edad de treinta y ocho aos y ganaba solamente sesenta y cinco dlares a la semana. No era gran salario para un reportero de Chicago con dieciocho aos de experiencia, y demuestra su posicin relativa en el peridico. Jake no era un gran reportero que digamos. Haba crecido en la divisin occidental. No haba recibido mucha escuela, ni aprovechado mucho la que haba recibido. No era del todo ignorante, pero no le tena aficin a la cultura y, probablemente, no habra ledo media docena de libros en su vida. Redactar, no saba. Jams escribi una lnea para su peridico. Llevaba las noticias a la Redaccin, y all les daba forma. En primer lugar, se pregunta uno cmo un joven de tan escasas dotes mentales y sin ambiciones literarias llegase a entrar en el periodismo. Jimmy Durkin, el ms grande de los reporteros del mundo del
peridico ms grande del mundo, dijo: Jake debi hacerse polica. Eso era lo que le tiraba. Como detective hubiera sido un lince.

Pero Jake tena sus virtudes para el peridico. Conoca a todos los policas. Y no slo de vista o como esos amigos a quienes se les saluda de cabeza. Poda darles palmaditas en el hombro y llamarlos por su nombre de pila. Del jefe para abajo todos le saludaban con una expresin familiar, preguntando por el chico. Conoca a todos los agentes secretos de todos los departamentos de la ciudad. Si estos hombres tenan alguna noticia que divulgar, Jake era el que la reciba. Muchas de las noticias que publicaba su peridico antes que los dems se deban a sus estrechas relaciones con tan vivas fuentes de informacin. Ningn reportero tena mejores notas acerca de los criminales. Se los encontraba en las celdas de las comisaras de polica, en sus guaridas y puntos de reunin. Con muchos de ellos, especialmente los peces gordos, sostena relaciones amistosas. Y stos le transmitan muchos cotilleos del hampa y gran cantidad de noticias autnticas que ningn otro periodista poda lograr. Y luego tena al Fiscal del Estado y a sus auxiliares, el sheriff y el forense con sus agentes, los jueces y los comisionados del condado, y un sinfn de polticos. Jake estaba familiarizado con todos ellos, y se vala de su amistad para el mejor ejercicio de su profesin. Cuando estallaba la noticia de un crimen, Jake era el hombre a propsito para averiguar sus races. Sus camaradas profesionales de los primeros tiempos creyeron tener la medida exacta de Jake y el lugar que le corresponda. No tena grandes posibilidades, de eso estaban convencidos. Un hombre corriente, un tipo cualquiera que nunca llegara a ninguna parte. No haba profundidad en l. Superficie lisa. Mediocre? La palabra pareca casi un halago. Era una nulidad; eso es lo que era. Algo as como una cscara vaca. Este tipo periodista? Que se cree l eso!... Sencillo en sus gustos y modo de vida. Comida de fiambre, y del barato. Siempre con el cigarro en la boca: un tabaco apestoso de mala calidad. Trajes de oferta... Un mocetn rollizo, de mediana estatura, de constitucin basta y aspecto musculoso. Pelo negro, ojos azules, rostro bondadoso, con una sonrisa zumbona siempre al borde de los labios: sonrisa que a la menor provocacin se tornaba en una mueca infantil de burla. Reservado, un tanto reticente, con un aire sofstico y de pocas palabras. Pero un alma generosa, hondamente humano, entusiasta, y liberal cuando poda serlo. Exactamente el chico rudo y despreocupado de la divisin occidental. Tal era Jake en sus inicios. Si a

cualquiera se le ocurriera decir que Jake era un problema un extrao e inexplicable enigma psicolgico, sera para rerse. Quin? Jake? De dnde saca usted
eso? Bah! Si alguna vez hubo un alma transparente, sa era la suya. De eso no haba duda. Todo el mundo le quera bien.

Pero con los aos se oper un cambio en l. No un cambio muy radical. Sera difcil decir en qu consista. Un aire un poco ms altivo, un poco ms de firmeza. Ya no era la calabaza de antes, sino un joven listo, erguido en su traje planchado, con cierta predisposicin a la elegancia, con muestras de haber prosperado. El tabacucho perteneca al pasado. Coma en buenos restaurantes y daba propina a los camareros. Sonaba dinero en sus bolsillos y de vez en cuando exhiba, con una sonrisa de burla, un rollo de billetes. Algo haba ocurrido. Sus compaeros se pusieron a observarlo, maravillados de su riqueza, adquirida rpida y misteriosamente. Se saba que haba pagado hasta un dlar treinta por una comida. Y llevaba corbatas de a uno cincuenta. Y de vez en cuando tomaba un taxi por la noche para ir de la Redaccin a su casa. Cmo era posible? Jake se sinti confundido. Era preciso hacer alguna aclaracin. Bueno dijo Jake, es que se ha muerto mi padre y me dej once mil dlares. Esto aclar el horizonte. No se sospech ya ms que Jake hubiera fundado una banda o robado un banco. Su fortuna era legtima y poda gastar libremente su dinero sin que nadie tuviera que pedirle cuentas. Pero Jake se haba situado en un punto falso. Su padre haba muerto eso era verdad, pero no haba dejado ms que
quinientos dlares. Este detalle sorprendente se aclar despus de su muerte.

Unos cuantos aos ms y en Jake se operara otro cambio. No un cambio sutil esta vez. Una autntica y sorprendente metamorfosis que ninguna herencia de once mil dlares poda explicar. Jake tena dinero a montones. Viva como un prncipe. Estableci a su mujer y a sus hijos en un hermoso apartamento de la divisin occidental. Construy una casa de veraneo de veinticinco mil dlares en Long Beach, al otro lado del lago Michigan. Mantena un apartamento para uso personal en el Hotel Stevens. Tena un coche Lincoln con su chfer. Se relacionaba con grandes comerciantes y financieros y jugaba al golf con millonarios. Era asiduo a las carreras de caballos, donde nunca apostaba menos de cien dlares en cada una, y a veces hasta mil. Todos los inviernos se iba a pasar un mes a La Habana, donde les haca notar su presencia a los apuntadores de las carreras y a los croupiers del Casino. Los sastres ms famosos hacan su ropa. Los
cigarros de cincuenta centavos anunciaban su nueva posicin en el mundo.

Pero Jake no se senta ya confundido por esta nueva afluencia de capital. Tena una plausible explicacin en la punta de la lengua, explicacin que convenca al instante: el mercado de valores. La nacin navegaba entonces en la bonanza de la inflacin. La fiebre del juego flotaba en el aire. Todo el mundo especulaba, todo el mundo ganaba. Al menos, eso pareca. Hombres que haban tenido que trabajar como negros toda su vida para mantenerse a flote, se preguntaban cmo habran sido tan tontos, cuando era tan fcil hacer fortuna. Horteras acostumbrados a temblar ante el ceo de sus superiores rodaban por los bulevares en coches de lujo. Dependientes que no haban conocido en su vida ms que miseria compraban casas de juego en los suburbios. Pobres descamisados ayer eran millonarios hoy. Cuando Jake declar con indiferencia que haba sacado varios miles de dlares del mercado de valores, nadie lo puso en duda. Pero esta historia, como la de la herencia de su padre, result ser una de las imaginativas invenciones de Jake. Haba jugado a la Bolsa, pero su aventura haba resultado desastrosa. Las pequeas sumas que haba ganado de vez en cuando cabran en la palma de una mano. Esto fue revelado por las investigaciones pstumas de sus
asuntos.

Sus estrechas relaciones con el jefe de la polica William E Russell no eran secretas. Entre Jake y el jefe exista una ntima y genuina amistad. De esto no haba duda. Haban sido amigos desde los das en que el jefe era un polica raso y Jake jugaba en los partidos de bisbol como profesional. Jake tuteaba familiarmente al jefe. Coman juntos casi todos los das. Se hacan visitas mutuamente. Iban juntos al teatro, al estadio, a las carreras de caballos. Jake conduca a veces el coche oficial del jefe. Jugaban a la Bolsa en sociedad. Cuando Mike Hughes dimiti de su cargo de jefe de la polica, Jake, se dijo, utiliz su influencia con los polticos municipales para que se nombrara a Russell en su lugar. Esto fue negado oficialmente ms tarde y, en apariencia, refutado. Pero Jake comenz a parecer una potencia detrs del trono. Se llam, medio en broma, el jefe extraoficial de la polica de Chicago. Era evidente que Capone tena a Jake en alta estima. Jake visitaba con frecuencia su despacho central, en La Fonda Hawthorn, en Cicero, y en varias ocasiones
haba sido bien recibido en su residencia privada cerca de Miami. Capone le regal una vez, por Pascua, un cinturn con hebilla de oro incrustada de diamantes, que Jake exhiba con orgullo. Ni Capone ni Jake trataban de ocultar la familiaridad de sus relaciones. Jake dijo Capone ms tarde fue amigo mo hasta la misma hora de su muerte.

Esta amistad abierta despert un inters meramente casual entre sus compaeros del peridico. Ninguno de stos la consider en modo alguno represensible. Con ella, pensaron, agregaba Jake una nueva fuente de informacin a su oficio.
Eso era todo.

Sin embargo, el incidente de Boss McLaughlin tena una siniestra significacin, y pareca insinuar el hecho de que Jake se hallaba representando un nuevo y extrao papel papel que ni sus amigos ni sus jefes haban sospechado siquiera vagamente. Boss McLaughlin, poltico de la divisin occidental y antiguo senador del Estado, abri una casa de juego en la Avenida Madison. La polica se la cerr. McLaughlin llam a Jake por telfono, rogndole que le consiguiera licencia del jefe Russell para abrirla de nuevo. He hablado con el Fiscal del Estado, Swanson dijo McLaughlin, y me dijo que poda
actuar. No lo creo replic Jake; pero si es verdad, dgale usted a Swanson que le escriba una carta a Russell notificndole que puede continuar usted sus operaciones. Cree usted que Swanson est loco? replic McLaughlin. l no escribira nunca esa carta. Bueno respondi Jake, entonces Russell no puede darle a usted permiso. No hay ms que hablar.

Tomamos esta conversacin al pie de la letra de los registros oficiales de la investigacin acerca de la muerte de Lingle. Sin llevar el asunto a Russell, el jefe extraoficial de la polica le haba dado el
ultimtum a McLaughlin. McLaughlin no poda reabrir su casa de juego, y no la abri. El fiscal Swanson declar que no le haba dado a McLaughlin tal permiso.

Una tragedia repentina pona fin a la vida de Jake pocos das despus, y sus amigos descubrieron con asombro que su antiguo camarada, el cndido y despreocupado de otros tiempos, el chico de alma transparente, aquel cuyo contenido estaba todo en la superficie, no era Jake Lingle, sino alguien de personalidad muy diferente. De modo extrao y sbito, el fogonazo de un revlver revel que el doctor Jekyll era el seor Hyde. El da 9 de junio de 1930, poco despus de medioda, se hallaba Jake almorzando en el Hotel Sherman, en la esquina de las calles Clark y Randolph. En el pasillo se encontr con el sargento Tom Alcock: Me andan siguiendo dijo Lingle. No pareca preocupado. Alcock no le dio gran importancia a la observacin: no vio ningn maleante alrededor. Lingle pensaba ir a las carreras de caballos a

Washington Park. Su tren sala a la una y media. Le quedaban veinte minutos para cogerlo. Era hora de salir. Avanz por la Calle Randolph, en direccin este, hacia la Estacin Central de Illinois, situada frente al lago. En la esquina del bulevar Michigan se par ante un puesto de peridicos, junto a la biblioteca pblica, y compr el Daily Racing Form. Abri el peridico y se qued un momento chupando
el cigarro. Tres hombres aparentemente alegres que se hallaban en un automvil junto a la acera de la Calle Randolph, hicieron sonar la bocina para llamar la atencin. Jake volvi la cabeza. Hola, Jake! dijeron riendo. Jugale a Hy Schneider en la tercera grit uno.

Ya lo tengo pensado replic Jake con una sonrisa de burla. Y desapareci en un tnel para peatones bajo la Avenida Michigan. La polica supuso que estos tres hombres, jams identificados, estaban en el complot para asesinar a Lingle, sospechando que los asesinos andaran por all cerca. La clave debi de ser Jugale a Hy Schneider, que interpretaran los asesinos
por: Ah va Lingle, haced lo que tenis que hacer.

Por el tnel, vagamente iluminado por las bombillas del techo, circulaba un tropel de gente en ambas direcciones. El mdico forense Joseph Springer, viejo amigo de Lingle, pas a su lado. Jake no me vio dijo el doctor Springer. Llevaba el Racing Form cogido con las
dos manos, ante la cara, la cabeza un poco inclinada y el cigarro en la boca.

Un joven rubio, alto y delgado, vestido de gris y con sombrero de pajilla, sigui a Lingle al salir del tnel. Nadie repar en este joven. Lingle no le vio. Un agudo y prolongado estampido reson en el tnel. Lingle se desplom de bruces en el piso de cemento, muerto al instante, el cigarro entre los dientes, el diario de carreras en las manos. El asesino haba acercado el can del revlver a una pulgada de la nuca y la bala le traspas los sesos. Tirando el arma junto al cuerpo, el asesino se lanz fuera del tnel, salt una cerca, pas una travesa hacia el sur y entr a todo correr en el bulevar Michigan, lleno de gente y atestado de automviles. De all, cruzando el bulevar, entr por el norte en la Calle Randolph. El polica Anthony Ruthy, que se hallaba regulando el trfico, le vio pasar y le llam la atencin al verle correr. Una mujer grit: Cojan a ese hombre!, y Ruthy se lanz tras l. Con el polica pisndole los talones, pero perdiendo terreno a cada instante, el fugitivo dobl por un callejn hacia el norte, gir por otro hacia el oeste, lleg a la Avenida Wabash y se perdi entre el gento de la acera. Ruthy logr apoderarse de su guante izquierdo gris, que el asesino dej caer en la fuga. Se supuso que haba llevado este guante con el fin de no dejar las huellas digitales en el revlver, por las cuales pudiera ser identificado. El guante era una pista vaga. El asesino era zurdo. Tal pareca la ms lgica reconstruccin de la tragedia, por ms que las pruebas eran confusas y contradictorias. Varias personas dijeron que dos hombres, amigos suyos en apariencia, acompaaban a Lingle por el tnel, uno a cada lado. Segn esta versin, uno de ellos se qued atrs, como para comprar un peridico en un puesto que haba al pie de la escalera, al sur del tnel que sala al lado este del bulevar Michigan. Aguard a que Lingle se adelantara un poco, y entonces se le acerc por la espalda y le mat. El otro dijo este testigo
era trigueo y corpulento y escap por la salida occidental. La mayora de los testimonios, sin embargo, parecan indicar que Lingle iba solo. La polica enred el asunto con la suposicin de que una docena de individuos haba tomado parte en el crimen, algunos situados en el tnel para facilitar la fuga del asesino, y otros a la entrada de la estacin de ferrocarril con el fin de asegurar la muerte de Lingle, en el caso de que escapara con vida del tnel. Patrele Campbell dijo: Yo he visto al hombre trigueo corriendo hacia el oeste, en el tnel; pero al lanzarme tras l, se me atraves un cura en el camino. Qu pasa?, le pregunt. Creo que han matado a alguien dijo l, voy a salir de aqu. La polica sospech que el cura era uno de los conspiradores disfrazado. se no era ningn cura dijo el teniente William Cusack. Un cura hubiera corrido al lado

de Lingle para ayudarle a morir dignamente, si era necesario. Las revelaciones pstumas acerca de la doble personalidad de Lingle fueron tan sorprendentes como su asesinato. En primer lugar, se le declar un hroe del periodismo, poseedor de peligrosos secretos para cuya obtencin haba arriesgado su vida en su lealtad hacia el peridico que le tena como empleado; un mrtir de su deber como periodista y como ciudadano. Pero se descubri claramente que Lingle haba muerto mrtir de la venganza del hampa, ms que de su deber. Haba participado a lo grande del pillaje y como intermediario entre las bandas y el mundo de la poltica. Haba aumentado considerablemente su poder en los ltimos aos y adquirido la posicin de dictador, ms o menos absoluto, sobre las actividades de los garitos del hampa. En efecto, lo que Lingle deca era incontestable. Se haba enriquecido, no por virtud de ninguna herencia ni por jugadas de bolsa, sino por la mano de los jefes del hampa que cultivaban el favor y la cooperacin de tan poderoso intermediario y protector. Segn el clculo oficial resultante de la revisin de sus asuntos financieros, el salario de un gacetillero de sesenta y cinco dlares a la semana se transformaba en ms de sesenta mil dlares al ao.

El asesinato de Lingle conmovi a Chicago como ningn otro desde la fecha en que el fiscal William McSwiggin haba sido ametrallado en Cicero, en 1926. El
Tribune y el Herald-Examiner ofrecieron una recompensa de mil dlares cada uno por la captura del asesino y la prueba de su culpabilidad. El premio se estableci en la creencia de que Lingle haba muerto como gacetillero fiel a la honrada tradicin del periodismo y cruzado implacable contra la criminalidad del hampa. Y cuando se descubri que Lingle haba sido un mercenario que haba sometido al hampa a su tributo con una bandera negra en su mstil de proa, los peridicos dejaron magnnimamente que los elogios siguieran en pie. El Fiscal del Estado, Swanson, abri un departamento especial para la investigacin del crimen, bajo la direccin de Pat Ro che, primer investigador de su despacho, y Charles F. Rathburno, un abogado del Tribune, nombrado fiscal especial. La Asociacin de Comerciantes entr en la guerra contra las bandas bajo el nombre de The Secret Six, grupo de seis hombres de primera categora en la vida comercial y civil con un ilimitado presupuesto de guerra a cargo de acaudalados ciudadanos. El Fiscal del Estado, los jueces y los tribunales cooperaron en la investigacin, y por primera vez despus de muchos aos mostr Chicago una seria determinacin de poner fin a la anarqua debida al dominio de la ciudad por pistoleros y chantajistas. Estos preparativos blicos alarmaron a los delincuentes, y la mayora de los jefes del hampa sali de la ciudad y busc refugio.

La polica atribuy el asesinato de Lingle a la banda de Moran, y los datos resultantes de la investigacin sealaban a Jack Zuta, administrador de aquella organizacin, como el hombre que lo haba proyectado y dirigido. Pero no era fcil sealar el acto especfico que Lingle pudiera haber realizado en los ltimos das para atraer sobre s el odio mortal de sus enemigos del hampa. A medida que progresaba la investigacin se fue descubriendo un nmero de incidentes, cualquiera de los cuales pudiera ofrecer un motivo para el asesinato. Se dijo que Lingle haba engaado a ciertos jugadores de Moran, que le haban pagado cincuenta mil dlares para que les consiguiera de las autoridades el privilegio de establecer un garito en la divisin occidental. Segn este rumor, Lingle se guard el dinero y no les entreg el permiso. Tres das antes del asesinato de Lingle, Pat Roche, al frente de un grupo de detectives del departamento del Fiscal del Estado, invadi el Biltmore Athletic Club, supuesta casa de juego bajo la proteccin de la gavilla de Moran. Una hora despus de esto, Lingle trat de comunicarse con Roche por telfono. Roche se neg a hablar con l. Lingle logr cazarle al da siguiente. Me ha metido usted en un aprieto dijo Lingle, Yo les haba dicho que podan operar. Los lderes de la banda de Moran, se dijo, se haban entrevistado varias veces con Lingle, quejndose de su marcado favoritismo hacia Capone. Los intereses de Capone estaban protegidos. Sus casas de juego florecan, mientras que las de Moran eran invadidas por la polica y se les negaba el permiso para funcionar. Esta situacin inflam a los sicarios de Moran de un enconado resentimiento y ellos pudieron decidir matar al hombre que, segn crean, estaba arruinando su negocio. La ms interesante de estas conjeturas era la que se refera a una exorbitante demanda hecha por Lingle a los propietarios del Sheridan Wave Tournament Club.

Durante el invierno de 19281929 esta casa funcion bajo la proteccin de Bugs Moran, y
era uno de los casinos de juego ms prsperos y distinguidos de la ciudad. Haba en l algo de la elegancia de Monte Cario; lacayos de librea servan los aperitivos y el champaa; los asistentes eran hombres adinerados; se jugaba fuerte, y miles de dlares cambiaban de mano todas las noches. Durante esa poca de alza, se dijo, Lingle reciba el diez por ciento de las ganancias, que se supuso repartira con ciertos polticos. Pero cuando el prestigio de Moran sufri un rudo traspis, a consecuencia de la matanza del da de San Valentn, la polica clausur la casa, que permaneci a oscuras durante ao y medio. Potatoes Kauffman y Jocy Books tenan el proyecto de reinaugurarla el 9 de junio, el da en que fue asesinado Lingle. Pero antes era preciso consultar a Lingle. Desde luego sugiri Kauffman, usted estar satisfecho con el diez por ciento, como antes. Ni pensarlo dijo Lingle, Esta vez hay que darme el cincuenta por ciento. Pero objet Kauffman tenemos que pagar el veinticinco por ciento a Bugs Moran. Al infierno con Bugs Moran resopl Jake.

S, pero Bugs es el amo de la divisin norte. Usted lo sabe. No podramos trabajar sin su autorizacin. Moran no corta ni pincha ya con la polica. Est en la lista negra. Mndelo a paseo y pngame en la nmina en su lugar. Yo servir de protector, a cambio del cincuenta por ciento. Kauffman rechaz la proposicin. Le ofreci el quince por ciento. El cincuenta por ciento, o no abre usted. Vamos, Lingle, quin se cree usted que es? salt Kauffman. Se le estn subiendo los
humos a la cabeza. Usted no puede obligarme a m de ese modo. Yo no soy ningn papanatas. No haremos nada sobre un cincuenta por ciento para usted. Y yo abrir del mismo modo. Puede usted apostar la vida. Venga mi cincuenta por ciento. De lo contrario la noche de apertura ver usted ms coches de la polica a su puerta de los que haya visto en toda su vida.

Tal fue el dilogo, segn la que se crey una autntica fuente del hampa. Kauffman rechaz la proposicin, y el casino sigui cerrado. ste fue el episodio que se supuso haba movido a Jack Zuta a deshacerse de Lingle. Zuta diriga la organizacin de Moran mientras ste se hallaba ausente de Chicago. Kauffman era amigo ntimo de Zuta y haba estado afiliado a la banda del norte desde los tiempos de Dean OBannion. El revlver hallado junto al cuerpo de Lingle fue identificado por un experto en balstica como uno de los doce que Frank Foster y Ted Newberry, tenientes de Moran, haban comprado a Peter von Frantzius, comerciante en artculos de deporte establecido en Diverside Parkway. Arrestado en Los ngeles y trado a Chicago para ser juzgado, Foster neg toda complicidad en el asesinato. Puede afirmarse con certeza que no haba sido el asesino. Foster, italiano, tena la tez oscura. Newberry no fue capturado. Fueron detenidos muchos otros pistoleros, y liberados nuevamente. El evasivo Fred Burke, de quien se haba sospechado como participante en la matanza del da de San Valentn, poda haber sido, segn una conjetura de la polica, falta de todo fundamento, el hombre vestido de cura que apareci en el tnel. La polica busc al asesino enrgica y, sin duda, honradamente. Dara mi mano derecha por saber quin mat a Lingle dijo el jefe Russell. El jefe fue uno
de los asistentes al entierro.

Ametrallado por la crtica de los peridicos, Russell dimiti de su cargo, y John Stege, el jefe de detectives, sigui su ejemplo. Sin embargo, ambos permanecieron en el cuerpo, retornando a sus grados de capitanes. Se hicieron investigaciones acerca de las operaciones en sociedad que Russell y Lingle haban realizado en la Bolsa. El primer fondo, depositado a partes iguales en manos de un corredor en noviembre de 1928, era de veinte mil dlares. En septiembre de 1929, en el apogeo del alza, su cuenta arrojaba unas ganancias nominales de

veintitrs mil seiscientos noventa y tres dlares. Al sobrevenir la baja repentina, su cuenta arrojaba una prdida de cincuenta mil ochocientos cincuenta. En el alza, la utilidad nominal de Lingle en las cinco cuentas en que estaba interesado era de ochenta y cinco mil dlares, pero al final perdi setenta y cinco mil. La prdida de Russell en el mercado de valores fue calculada en cincuenta mil a doscientos cincuenta mil dlares. No lleg a probarse quines haban sido los padrinos polticos de Lingle. Los
peridicos aludieron a varios personajes, y de hecho bastante claramente, pero ninguno fue nombrado. Ni se descubri tampoco un solo acto que pudiera hacerlos objeto de causa legal. La autoridad de Lingle en el hampa no descansaba, sin embargo, en l mismo, sino en ciertos polticos poderosos que le respaldaban y que podan negar o conceder su proteccin. Si Lingle haba cometido chantajes y extorsiones, era evidente que estos hombres eran culpables del mismo delito. Pero a la pregunta quin mat a Lingle y por qu lo mataron?, lo mismo que a la famosa de otros tiempos, quin mat a McSwiggin y por qu lo mataron?, nadie ha podido responder todava. En el trasfondo de ambos crmenes haba un asomo de corrupcin poltica. Ambos parecieron indicar indudablemente que es posible probar en Chicago lo que desde hace aos se sabe que existe: una alianza entre el crimen y la poltica. Esta alianza parece haber sido fortificada de modo inexpugnable; de un lado, por la astucia con que los polticos venales ocultan su criminalidad y, de otro, por el impenetrable muro de silencio del hampa. Lingle muri por haberlo violado. Los que se suponan implicados en el saqueo de sus aventuras lucrativas quienes quiera que fueran salieron indemnes. Chicago recobr su ritmo. Para el pobre diablo situado en la lnea de fuego, un balazo. Para los de arriba, la inmunidad.

Han cado ustedes repentinamente alguna vez en un sueo narctico? As muri Lingle. Fue como hundirse en un colchn de plumas y dormir despus de haber apagado la luz. Su vida pas al vaco de la nada como un relmpago. Estudiando los antecedentes de Hy Schneider. Hy Schneider, cinco aos; milla y cuarto;
pista, favorable; arrancada, buena; sexto a la mitad; cuarto al faltar una milla; tercero hacia el final; primero por medio cuerpo. Tiempo, 2:05. Lincoln Fields. Algo as ocup su mente en su ltimo instante. Y, de pronto... la eternidad. Bien: se acab Lingle. Al final se present con la noticia ms emocionante de su carrera, y sali, el cigarro en el canto de la boca, como siempre, para su casa. As lo recordarn, al menos, sus viejos camaradas del peridico. Adis, Jake. Desde aqu te deseamos que seas feliz en el otro lado.

Jack Zuta era un judo regordete y bullicioso. Surgido del lodo, era una criatura sin conciencia, pero afable, untuoso, insinuante, especioso, elegante. Ocupaba en la banda de Moran la misma posicin que el infame Mike de Pike Heitler en la organizacin de Capone: encargado de burdeles. Ambos se parecan mucho mutuamente, y ambos eran de los ms depravados y desalmados canallas que haya conocido el hampa. A Zuta se le llamaba a veces el cerebro del equipo de Moran.
Pero sus compaeros de gavilla le tenan calado en su justa medida y saban lo que era: una rata, un cobarde, un traidor, que no vacilara, si se daba el caso, en traicionar a sus amigos con tal de salvarse l.

Si Zuta haba proyectado y dirigido el asesinato de Lingle, ste era, puede decirse, el primero de su carrera. Zuta era, ante todo, un mercader y financiero del hampa, indigno traficante de mujeres. El asesinato no era su especialidad. Pero no caba la menor duda de que Zuta haba tenido algo que ver con la conspiracin contra Lingle. Si l mismo no le haba pagado, por lo menos conoca al asesino y saba quines estaban complicados en el asunto. El insistente rumor de que l haba fraguado el crimen le dio un motivo para traicionar a sus compinches. Por medio de la traicin pudiera librarse de la silla elctrica. Tenindole por un desertor que, si llegaba la ocasin, hablara hasta por los codos, los miembros de su propia banda trazaron los planes para ponerlo en el blanco. Slo la muerte garantizara su silencio. Enterado de que haba sido sentenciado a muerte, Zuta corri a esconderse y permaneci a resguardo mientras los sabuesos del hampa le buscaban en vano. El 30 de junio Zuta se rindi a la polica y permaneci veinticuatro horas en la comisara central de la Calle State. La polica no logr ninguna confesin de valor

por medio del procedimiento de tortura a que fue sometido. Hasta aqu, por lo menos, el pjaro no haba cantado. No pudiendo obtener ninguna prueba contra l, le pusieron en libertad el 1 de julio, poco despus de medianoche. Terminada la ordala, nos figuramos a Zuta dichoso por hallarse libre nuevamente y limpio de toda sospecha. Pero Zuta agonizaba de terror. Saba que en algn rincn de la noche sus feroces enemigos aguardaran al acecho para asesinarle. A la salida de la estacin Zuta se top con el teniente George Barker, que se dispona a subir al coche para ir a su casa. Teniente, necesito proteccin dijo Zuta. Si paso a esta hora por el Loop me matarn. Hable usted con el jefe, ah arriba; yo no tengo nada que ver con esto. Usted no se da cuenta del aprieto en que me hallo. Llveme en su coche hasta la Calle Lake. All tomar el tren elevado. Es todo lo que pido. Barker mene la cabeza. Qu miedo tiene usted? No le va a pasar nada. Nadie le har dao. Vyase a su casa. Barker no deca esto porque temiera llevar a Zuta en su coche a travs del Loop. Su valor haba sido suficientemente probado. Haba luchado en la marina en la Guerra Mundial; haba sido herido dos veces y era uno de los ocho supervivientes de una heroica compaa compuesta de doscientos cincuenta soldados que tan bravamente haba luchado en Chteau-Thierry, Soissons y St. Michel. Pero no
tena ganas de retardar su llegada. Zuta era un extrao para l. Venga aqu, teniente rog Zuta. Yo tengo una mujer conmigo. Tiene miedo. No auxiliar usted a una dama? Sea bueno. Tenga corazn.

Tocada su caballerosidad, el teniente cedi. Bueno dijo al fin, aunque no hay nada que temer, suban al coche. Con Zuta estaban tres amigos: la seorita Leona Bernstein, Solly Vision y Albert Bratz. Cuando se hubieron acomodado en el asiento, el coche parti con Barker al volante. Al entrar en el Loop, la Calle State estaba desierta. Ningn automvil. Muy pocos peatones. Al llegar a la Calle Quincy, Zuta advirti un enorme sedn que les persegua de cerca. Ah vienen grit Zuta. Todo ha terminado. Ahora s que no hay salvacin. Zuta se tir al suelo. Solly Vision, que iba en el asiento delantero junto al teniente, salt el respaldo y se agach jun to a Zuta. Galantes caballeros estos dos!
Haban ocupado el lugar ms seguro, dejando a la dama que se las arreglara como pudiera. Leona y Bratz se encogieron en el asiento.

El sedn avanz entre la acera este y el coche de Barker. Dentro iban tres hombres. Uno de los dos del asiento posterior se par en el estribo. Era un hombre bien parecido, traje color canela, una flor en el ojal y un sombrero panam echado sobre la oreja. Sac rpidamente una pistola automtica, calibre cuarenta y cinco, de la funda que llevaba debajo de la chaqueta y dispar siete veces contra la parte posterior del coche de Barker, a una distancia de diez pies. Su compaero sac una pistola por la portezuela y comenz a sembrar plomo por encima de su hombro. El conductor, con una mano en el volante, us la otra para unirse a la descarga. Tirando de la emergencia, Barker par su coche y salt a la calle revlver en mano. Uno contra tres, Barker se bati a campo abierto con los asaltantes. stos haban esperado sorprender a Zuta y matarle sin resistencia. La temeraria actitud de Barker les sorprendi. El conductor aument la velocidad y el sedn se perdi pronto en la distancia. Barker volvi al volante. Apostara a que le di a alguno en el ala dijo riendo. Pero no lo oy nadie. Su coche estaba vaco. Zuta y sus tres acompaantes se haban desvanecido. El polica William Smith apareci, corriendo, revlver en

mano. A buenas horas grit Barker; monta aqu y vamos. Y Barker y Smith partieron velozmente. Al cruzar la Calle Monroe ocurri algo milagroso. Frente a ellos, a travs de la Calle State, se levantaba un enorme muro negro que llegaba de lado a lado y trepaba a la
altura de los rascacielos. Una cortina de humo: el ltimo ardid de la estrategia del hampa, no utilizado nunca hasta entonces contra la polica. Por medio de algn sistema mecnico los pistoleros haban hecho salir nubes de humo por el tubo de escape para frustrar su persecucin. Antes de darse cuenta de qu se trataba, Barker se hallaba envuelto en este remolino de sombras. Avanz a tientas a travs del muro, y cuando surgi al otro lado, la presa haba desaparecido.

Durante la batalla, una bala perdida haba herido a Elbert Lusader, conductor de un tranva que haba tenido que parar debido a que el coche de Barker interrumpa la lnea. Lusader muri pocas horas despus en el Hospital de San Lucas. Otra bala perdida hiri en un brazo al sereno Olaf Svenste. Era indudable que el temido presentimiento de Zuta en la estacin de polica no haba sido una mera obsesin imaginaria. El furioso ataque de que haba sido objeto demostraba que los misteriosos hampones que le perseguan lo hacan resueltamente y que no descansaran hasta cazarle. Si Zuta fuera un hombre listo, se hubiera embarcado para Europa, Tombuct o cualquier isla solitaria del Pacfico, donde podra pasar felizmente el resto de su vida. Pero se retir a una residencia veraniega en los bosques de Wisconsin, donde, cndidamente, se crey a resguardo del enemigo. El Hotel Lake View, parada y residencia veraniega, se halla a las orillas del lago Nemahbin, como a una milla de Debafield, en Wisconsin. A la cada de la noche, el da 1 de agosto, un hombrecillo regordete se hallaba en el pabelln de baile, echando una moneda de vez en cuando a la mquina para que las veinte o treinta parejas que haba en el saln siguieran bailando. En su elegante traje, su sombrero de pajilla con cinta llamativa, su inmaculada camisa de seda y su corbata oscura resultaba una figura presentable y pareca divertirse mucho. Cada vez que echaba una moneda a la mquina y comenzaba otra pieza se volva hacia los bailarines con una sonrisa en la cara, como para decir: He sido yo. Nos divertimos, ;eh? Llevaba tres semanas en el hotel. All se le conoca por el seor Goodman. Nadie sospech que el jovial y festivo hombrecillo, que pareca tan satisfecho de s mismo y en paz con todo el mundo, pudiera ser Jack Zuta, el infame, desvergonzado e inefable Jack Zuta, de la ltima hez del hampa de Chicago. Ni tampoco so Zuta por un momento que sus implacables enemigos lo hubieran rastreado hasta su escondrijo y se acercaran para matarlo. Se hallaba divirtindose, echando monedas a la mquina, al borde mismo de la eternidad. Dos coches cubiertos se acercaron al hotel. De ellos surgieron cinco pasajeros; los conductores permanecieron al volante. Estos hombres marcharon en fila hacia el salnbar, que se hallaba junto al pabelln de baile. Uno llevaba una ametralladora, dos
llevaban recortadas, y otros dos, revlveres. No hallando all al hombre que buscaban, pasaron una puerta, todava en fila, hacia el brillante saln de baile. Zuta estaba de espaldas a ellos. Acababa de echar otra moneda en la ranura. El piano haba comenzado a tocar una nueva pieza. Se titulaba: Bien para ti; mal para m. Las parejas seguan flotando sobre las notas. Zuta se volvi, sonriendo de oreja a oreja, y vio... a los pistoleros!

Poco tiempo en capilla esta vez. Plido, los ojos desorbitados, desvalido, mudo, inmvil, Zuta qued petrificado de terror. Estall la ametralladora, aullaron las recortadas, tosieron los revlveres, y Zuta cay muerto, de bruces. Uno de los pistoleros avanz hacia l y le meti dos balas ms en la cabeza. Ya no habra que temer nunca ms su traicin. Sus labios quedaban sellados para siempre. Dejad que la polica arreste a quien le parezca por el asesinato de Lingle: ninguna prueba ser posible. El hampa dorma tranquila, confiada en su silencio. Las pesquisas llevaron al descubrimiento de libros de contabilidad, cheques

cancelados y pagars que Zuta haba conservado durante aos en cajas de seguridad en los bancos de Chicago. De esto resultaron revelaciones sorprendentes acerca de la sociedad Moran Aiello y sus relaciones con las autoridades y
los polticos. Las ganancias semanales procedentes de cafs, restaurantes y burdeles controlados por la banda ascendan a la suma de cuatrocientos mil dlares. Esto despus de la matanza del da de San Valentn que, segn la creencia popular, haba dejado a Moran, jefe de la banda, sin banda. Segn los asientos de los libros mayores, se haban hecho pagos hasta de ciento ocho mil cuatrocientos sesenta y nueve dlares semanales a un misterioso M. K., identificado por los investigadores como Matt Kolb, charlatn de barrio y jugador, que pareca haber distribuido el dinero destinado por la banda a su proteccin que no bajaba de cien mil dlares mensuales entre las autoridades de la Polica, del Ayuntamiento y del condado. Los polticos aparecan anotados como jefes de los distritos en que la ciudad y el condado haban sido divididos y en los cuales la banda tena el privilegio de comerciar con mquinas tragaperras, whisky y cerveza. Los cheques y los vales demostraban que Zuta haba dado dinero a muchos personajes de la vida pblica, entre los que se hallaban un juez, un ex juez, el hermano de un juez, un administrador de la Junta de Educacin, un senador del Estado y un ex senador del Estado. Haba un cheque extendido a favor del Club Republicano de Cook Country, una tarjeta proclamando a Zuta miembro del Club Republicano William Hale Johmpson y otra extendida por un ex sheriff, en la cual se solicitaba la atencin de todos los departamentos al portador J. Zuta. Haba un memorndum de la polica secreta en el cual apareca la confesin de una mujer que haba sido pagada para llevar a Zuta engaado a cierto lugar, donde sera secuestrado por Mops Volpe y Joe Genaro para pedir cincuenta mil dlares de rescate. Esta confesin haba sido suprimida por la polica, pero alguien se la haba entregado a Zuta para prevenirlo contra la conspiracin. Se encontr una carta dirigida a Zuta por un jefe de polica de Eranston, rico y populoso suburbio al norte de Chicago.

Deca as: Querido Jack: Necesito cuatro Cs [cuatrocientos dlares] por un par de meses. Podras dejrmelos? El portador no sabe de qu se trata; mtelos en un sobre, cirralo y dirgelo a m. (Signado). Tu compaero, Bill. Chicago se sobresalt ante estas punzantes revelaciones, temiendo que aparecieran documentos comprometedores para algunas de las primeras figuras de la vida pblica. Pero no ocurri nada de eso. Todos los que haban recibido dinero de Zuta hallaron explicaciones y medios de defenderse. El escndalo pas pronto y los documentos, que haban surgido como espectros de la tumba de Zuta para acusar a las autoridades culpables y sembrar sbitamente el terror entre polticos de medio pelo, se fueron olvidando. Apenas se haba enfriado el caso Zuta cuando Joseph Aiello, que haba compartido con Moran la direccin de la banda del norte, muri espectacularmente abatido por las balas. El da 23 de octubre, por la noche, al salir Aiello de una casa de apartamentos situada en la Avenida Kolmar, nmero 205, y dirigirse hacia el taxi que lo aguardaba junto a la acera, se vio envuelto en un remolino de plomo procedente de una ametralladora que escupa fuego desde la ventana de un segundo piso, al otro lado de la calle. Gravemente herido, dobl la esquina del edificio y se puso fuera del alcance de las balas. Pero al buscar amparo en una especie de patio sombreado por las casas de apartamentos, otra ametralladora comenz a descargar contra l desde la ventana de un tercer piso casi sobre su cabeza. Esta segunda descarga le dej tendido. Haba recibido cincuenta y nueve balazos. El metal enterrado en su cuerpo pesaba ms de una libra. Este asesinato, comparable al de Hymie Weiss, fue en todos los detalles el ejemplo ms completo de estrategia en la historia del hampa. Condenado a muerte desde haca tiempo y perseguido implacablemente por sus enemigos, Aiello haba abandonado su casa de la Avenida Lunt dos semanas antes,

refugindose en el apartamento de Pasquale Prestogiacoma, su socio comercial. Aun cuando apenas haba asomado la nariz a la puerta durante ese tiempo, sus enemigos haban averiguado misteriosamente su paradero. Dos das despus de haber entrado en casa de Prestogiacoma fueron alquilados los dos nidos de ametralladoras, y los asesinos, dos en una guarida y tres en la otra, aguardaron
pacientemente en sus ventanas, sin dejar de velar un minuto, la oportunidad de matarle. Tan pronto como saliera del apartamento sera barrido. Una de las ametralladoras abarcaba la calle en ambas direcciones; la otra vigilaba el patio. Caso extrao, Aiello hizo precisamente lo que los enemigos emboscados esperaban que hara. Al escapar milagrosamente con vida de la calle, encontr la muerte en el patio donde se crea seguro.

La polica atribuy el asesinato a Capone, que con la muerte de Aiello aada una cuenta ms a su rosario de venganzas por la muerte de Lombardo y Lolordo y, al mismo tiempo, eliminaba uno de sus ms fuertes rivales del rico territorio contrabandista del norte. Tan pronto como Aiello cay muerto, los asesinos, que nunca llegaron a ser identificados, salieron de sus guaridas, montaron en automviles que los esperaban y se los trag la noche. Durante varios meses antes de su muerte, Aiello, considerado millonario, haba ido de ciudad en ciudad esforzndose por escapar a la muerte. Temido y odiado en toda el hampa, Aiello haba sido acusado de muchos asesinatos atroces y traidores y, habiendo vivido sin piedad, despiadadamente haba de morir. As van pasando, uno a uno, los caudillos del hampa. Bugs Moran era la nica figura destacada de la banda del norte que quedaba en pie. Aguarda valientemente su hora, pero a sabiendas de que llegar, de que puede llegar maana. Durante el periodo crtico en que fueron asesinados Lingle, Zuta y Aiello, Capone permaneci casi siempre en Florida. Tan poderoso como siempre o tal
vez ms que nunca, se encerr en una impenetrable reserva y mantuvo un silencio persistente. Hasta la muerte de Aiello la polica no le haba imputado ningn crimen desde la matanza del da de San Valentn y los asesinatos de Scalisi, Anselmi y Guinta, ocurridos dentro de los tres meses siguientes a la tragedia de la Calle Clark. Poco despus de haber sellado Scalisi, Anselmi y Guinta con su sangre la paz concertada, segn se dijo, entre Moran y Capone, ste convoc a los jefes de banda de Chicago a una conferencia en Atlantic City para ratificar el pacto. Cerca de treinta veteranos del hampa respondieron a la llamada, incluso Moran, Klondike y Myles ODonnell, Danny Stanton y representantes de todas las organizaciones de pistoleros de las cuatro divisiones de Chicago. Al llegar a Atlantic City dijo Capone, que dio las nicas noticias de la conferencia que se hicieron pblicas entramos bajo nombres falsos en el Hotel President. Discutimos nuestros problemas durante tres das, tratando de ponerles remedio. Yo le dije que haba campo para ambos en el negocio para enriquecernos todos y que ya era hora de poner fin a los asesinatos y considerar nuestros negocios como otros consideran los suyos: algo para trabajar en l y olvidarlo al volver a casa. No era fcil para quienes haban luchado durante aos llegar a un pacfico acuerdo comercial. Pero al fin decidimos olvidar el pasado y comenzar de nuevo, y redactamos un documento y todos pusimos en l nuestras firmas.

La paz proclamada en este tratado era, como mximo, una paz de cristal, pero ejerci una ostensible influencia en los asuntos del hampa. Despus de ella, Spike ODonnell renunci a su posicin combatiente y se dio a la pacfica actividad de la fabricacin y venta de la cerveza de contrabando. Klondike y Myles ODonnell no tomaron parte en ms batallas. Bugs Moran dej de pensar en la venganza de sus siete camaradas, y Frank McErlane slo rompi la paz una vez, y por breve tiempo, con Dingbat Oberta. Ms tarde hubo bastantes asesinatos entre las bandas, pero los antiguos lderes del hampa mostraron claramente que se hallaban cansados de guerrerar y trataron a toda costa de mantenerse en relaciones amistosas. A su regreso de la conferencia de Atlantic City, Capone tuvo su primer y nico encuentro memorable con la ley. Habindose demorado unas horas en Filadelfia, esperando la salida del tren, en compaa de su hombre de confianza Frank Rio,

fueron detenidos a la salida de un cine por unos detectives que reconocieron a Capone. Al cachearlos se les requisaron revlveres y fueron detenidos por llevar armas escondidas. A las diecisis horas haban sido juzgados culpables, y sentenciados a un ao de arresto en la Eastern Penitenciary. La pena era la mxima sealada por la ley de Pensilvania para tal delito, y la severidad de la sentencia se debi a que Capone era Capone. Un hombre de mejor reputacin, o sin ninguna reputacin, sin duda hubiera pagado con una multa. Cierto que esta grave sentencia, basada en una trivial acusacin por uso de armas, impuesta a un hombre cuya vida haba sido una cadena de crmenes, pareca una de las desventuras de la ley, no del todo desprovista de ridiculez. Pero justa o injusta, la sentencia era legal, y a Capone no le quedaba nada que hacer. Despus de muchos aos de inmunidad, haba conseguido, al fin, un uniforme y un nmero de presidiario. Capone entr en presidio el 16 de mayo de 1929 y, reducida su pena a diez meses por buena conducta, sali el 17 de marzo de 1930. Los oficiales de la polica de Chicago comenzaron a hablar del recibimiento que le haran a Capone cuando llegara a la ciudad. Le echaremos mano y lo meteremos en la crcel tan pronto como ponga un pie en la ciudad. Vamos a hacer que Chicago le sea hostil. Lo vamos a echar de la ciudad. Si Capone supiera las espantosas cosas que le iban a pasar, seguramente hubiera rogado a las autoridades de Pensilvania que le permitieran permanecer a salvo durante toda su vida detrs de los muros de la penitenciara. El capitn John Stege, comisario de detectives, coloc una guardia de veinticinco hombres en la residencia de Capone, situada en la Avenida Prairie, nmero 7244, con orden de echarle el guante tan pronto como llegara. La vigilancia continu durante cuatro das con sus noches, pero Capone no apareci. Entr secretamente en la ciudad y se estableci en su cuartel general de Cicero, donde sus amigos le hicieron un regio recibimiento y donde se pas cuatro das revisando sus asuntos y reorganizando sus negocios. Cuando le pareci conveniente se present en el despacho del capitn Stege, acompaado de su abogado. Es verdad que me reclamaba usted? dijo Capone. Stege pareci un poco perplejo. No exista auto de arresto contra Capone. No haba ninguna denuncia contra l. Despus de todo dijo Stege, creo que no le reclamo. Pero le mandar junto al Fiscal del
Estado, Swanson; puede que le solicite l.

Capone fue escoltado por una guardia de polica hacia el despacho del fiscal. El fiscal no le reclamaba. Capone fue enviado a la oficina del fiscal de distrito de los Estados Unidos. El fiscal federal no le solicitaba. Nadie le solicitaba. Parece que estoy de malas ri Capone. Y despus de tanta fanfarria y resoplido de la
polica todo sigue sin novedad. Al fin... farsa! Eh?

En estos ltimos aos Capone deseaba sinceramente la paz. Se haba cansado de luchas y conspiraciones y de llevar la muerte del brazo. Haba dejado de ser el aventurero de otros tiempos. Comenzaba a ablandarse y a engordar un poco y anhelaba un bienvenido descanso bajo las palmeras de Florida junto a mares de prpura. Su fortuna se calculaba en cincuenta millones de dlares. Estoy cansado de servir de blanco dijo Capone; cansado de ser perseguido por una manada de hienas, siempre al acecho de una oportunidad para matarme; cansado de llevar una escolta de pistoleros a la espalda cada vez que salgo por la puerta. S, tengo mucho dinero. Pero miren: si salgo a las carreras de caballos o me doy una escapada para ver correr los galgos, no s si regresar con vida. Si entro en un estanco a comprar una caja de cigarrillos,

puede que reciba un balazo en su lugar. Creen ustedes que voy a cometer la estupidez de ponerme a leer un peridico junto a la ventana, en mi propia casa? Si lo hiciera, podra caer muerto antes de tener tiempo de alzar la vista a los titulares. Ven aquel joven que va por la calle? Acaso sea un mero auxiliar de oficina, de quince dlares a la semana. Pues cambiara mi suerte por la suya. A l no le espera una ametralladora a la vuelta de la esquina, dispuesta a llenarle el cuerpo de plomo. l no tiene que aguzar la mirada por miedo a que el coche que pasa lleve el
can de una recortada asomando entre las cortinas. Va a donde le place y hace lo que quiere, libre como el aire, sin temor a que se le lleven de viaje o se le ponga en el blanco. Es feliz, aun cuando acaso no lo sepa. Si fuera Al Capone por un solo da, sabra qu clase de suerte es la suya.

Me levanto por la maana y leo en los peridicos la noticia de algn terrible asesinato. En mi vida he odo hablar de la vctima, ni tengo ms idea del asesino que un habitante de la Luna. Pero por los peridicos de la tarde me entero de que yo soy el que ha cometido el crimen o lo ha mandado cometer. sa es la calumnia. He sido acusado de casi todos los asesinatos cometidos en Chicago durante los ltimos diez aos. Cuando la polica no puede resolver un crimen, yo aparezco siempre como el cerebro oculto que lo dirigi. Yo soy la cabeza de turco oficial del departamento de polica de Chicago. La polica me ha achacado cuanto hay, salvo las causas de la Guerra Mundial. Pero eso no importa. Es cosa de todos los das. Ya estoy acostumbrado a ello. Hay una gran cantidad de gente en Chicago que me tiene por uno de esos monstruos sanguinarios que se encuentran en los folletines: esos que torturan a sus vctimas, les cortan las orejas, les arrancan los ojos con hierros candentes, con la sonrisa en los labios. S: se soy yo. Pero entindanme bien: yo no soy ningn ngel. No pretendo presentarme como un modelo para la juventud. He tenido que hacer muchas cosas que no hubiera querido hacer. Pero no soy tan negro como se me ha pintado. Yo soy humano. Tengo corazn. Me rasco el bolsillo como el que ms para auxiliar al que lo necesita. Me hace sufrir ver a una persona desvalida, sin ropa o sin alimento. Muchos pobres de Chicago me tienen por Santa Claus. O no he dado un centavo, o he dado un milln de dlares a los pobres de esta ciudad. S: un milln. No quiero vanagloriarme de ser caritativo; lo hago tan slo para que se vea que no soy el peor de los hombres. Y luego, siendo, segn el pblico, un alma miserable y brutal, me paso las noches en francachelas con sinvergenzas y chicas fciles, o me divierto con las actrices. Y si por ventura me encapricho de una mueca, y esta mueca tiene un novio, yo mato al novio y me quedo con ella. Desde luego. Pero pregunten a mi esposa acerca de mi vida privada. Ella debe conocerla, y yo no desmentir lo que ella diga. Yo vivo como cualquier otro comerciante. Ceno todas las noches en casa. Luego, pijama, zapatillas, butaca y un buen cigarro. No salgo por ah con mujeres. Y no soy tampoco un gran bebedor. Un vaso de vino o de cerveza de vez en cuando para alternar: eso es todo. Los negocios me embargan todo el tiempo. He tenido que exprimir el seso para hacer que las cosas marcharan. Cranlo o no probablemente no me tendrn ustedes por un rufin, me gusta tratar con
gente distinguida y bien educada. Intelectuales, especialmente: hombres que puedan darme nuevas ideas, instruirme en lo que no conozco. No me encuentro con muchos de esta clase. Parece que ellos no tienen gran inters en relacionarse conmigo. Me encanta la msica. La msica me hace olvidar que soy Al Capone y me eleva a dos palmos del cielo. La pera es mi delirio.

Quiero a mi esposa, a mis hermanos, a mi hermana y a mi hogar. Quiero a mi hijo ms que a nada en el mundo. Si l no sale un buen hombre, la culpa no ser ma. Pero nadie tiene de m esta opinin. El pblico me tiene por un desalmado que debera ir a presidio para toda su vida, o ser abrasado en la silla elctrica, o abatido como un perro, y cuanto antes mejor. Bien: esto es bastante duro. Pero qu diablos!

Me preguntarn ustedes por qu no abandono la mala vida y no me convierto en un honrado ciudadano. Yo les dir por qu: porque no puedo. Una vez metidos en el fango se sigue en l toda la vida. El pasado obliga. La banda no le permite a uno salirse. Sentar cabeza yo? No me hagan rer. Si lo hiciera, una recortada me pondra del otro lado en un abrir y cerrar de ojos. He hecho enemigos. Hay un millar de hombres que venderan su alma por matarme. Si estoy vivo es porque mis torpedos velan por m segundo tras segundo. Asesinato tras asesinato: eso es lo que significa
esta vida. Estoy cansado de ella. Dara la mitad de mi fortuna por abandonarla. Si pudiera retirarme a Florida y vivir en paz el resto de mis das con mi familia sera el hombre ms dichoso de la tierra. Pero eso no me est reservado a m. nicamente encontrar la paz cuando mis pistoleros se inclinen sobre mi cuerpo para decir: Si parece que est dormido Cara Cortada!

Algunas veces trat Capone de hallar un puerto tranquilo lejos de su tumultuoso ambiente de Chicago. Pero su fama siniestra se haba extendido por toda la nacin, y adondequiera que fue se le hizo saber que era indeseable. Estableci su residencia en California; se le dio orden de salir. Se fue a las Black Hills; el gobernador britnico se lo prohibi. Pens en trasladarse a La Habana; se le advirti que siguiera a otra parte. Invirti medio milln de dlares en su residencia de Florida; las autoridades de Florida se esforzaron, aunque en vano, por echarle fuera. No haba cuartel para Capone. Perseguido por espectros, acosado por odios, no haba en el mundo un lugar de descanso para sus pies lacerados. Nmesis, la justicia implacable, el destino lo que ustedes quieran flagelaba su espalda. Su deuda con
la sociedad era grave. La ley de la expiacin tan antigua como la humanidad impona su inexorable castigo. Capone rumiaba sus viejos crmenes, cuya justicia no era posible evadir. Acosado por la ley, condenado por el hampa, rechazado por la sociedad, proclamado el supercriminal de la poca y excomulgado en todas partes como un enemigo pblico, Capone se haba convertido en un problema para s mismo. El rey del hampa era un paria con los bolsillos llenos de oro.

Esta edicin de Chicago sangriento De la Ley Seca a Al Capone de Walter Noble Burns se acab de imprimir en el mes de mayo del ao 2008

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