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Erikson 4 Primeras Fases

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Erik Erikson , psicólogo estadounidense de origen alemán, destacado por sus

contribuciones en psicología del desarrollo.


Después de finalizar la secundaria, Erik decidió ser artista. Cuando no asistía a
clases de arte, vagaba por Europa,
visitando museos y durmiendo bajo los puentes.
Vivió una vida de rebelde descuidado durante
mucho tiempo, justo antes de plantearse
seriamente qué hacer con su vida.
Cuando cumplió los 25 años, un amigo
suyo, Peter Blos (artista y más
tarde psicoanalista), le sugirió que se presentara
para una plaza de maestro en una escuela
experimental para estudiantes estadounidenses
dirigida por Dorothy Burlingham, una amiga de Anna Freud. Fue psicoanalizado por la
misma Anna Freud. Erikson aceptó un puesto de trabajo en la Escuela
de Medicina de Harvard y practicó psicoanálisis de niños en su consulta privada. En
este tiempo, logró codearse con psicólogos de la talla de Henry Murray y Kurt Lewin,
así como los antropólogos Ruth Benedict, Margaret Mead y Gregory Bateson. Estos
autores ejercieron gran influencia sobre la obra de Erikson.
Fue durante este período cuando Erik Erikson realizó sus estudios sobre los
indios lakota y los yurok.
En 1950 escribe “Childhood and Society” (Infancia y Sociedad), libro que contenía
artículos de sus estudios de las tribus norteamericanas, análisis de Máximo
Gorki y Adolfo Hitler, así como una discusión de la “personalidad estadounidense y
las bases argumentales de su versión sobre la teoría freudiana. Estos temas (la
influencia de la cultura sobre la personalidad y el análisis de figuras históricas) se
repitieron en otros trabajos, uno de los cuales, La verdad de Gandhi, obtuvo
el premio Pulitzer y el Premio Nacional del Libro.
Durante el reinado de terror del senador Joseph McCarthy en 1950, Erikson
abandona Berkeley cuando se les pide a los profesores que firmen un
“compromiso de lealtad”. Muere en 1994.

Teoría

Erikson es un psicólogo del Yo freudiano, es decir, acepta las ideas de Freud como
básicamente correctas. Afirma que Freud es la roca que sirve de fundamento a todo el
desarrollo de la teoria de la personalidad. El trabajo de Erikson representa ahora un
progreso decisivo con respecto a la psicologia freudiana. Podriamos decir que Erikson
realiza un distanciamiento de la teoria de Freud por tres razones: la primera de ellas es
que Erikson se centra más en el yo que en el ello. El individuo tiene capacidad innata de
relacionarse de manera coordinada con un ambiente típico y predecible. En segundo
lugar, Erikson establece la relación del individuo con los padres dentro del contexto
familiar y con un medio social más amplio dentro del marco de la herencia historico-
cultural de la familia. Y por último, la vision de Erikson ha sido señalar las oportunidades
de desarrollo del individuo que le ayudan a triunfar sobre los riesgos psicologicos de la
vida. Toda crisis personal y social aporta elementos que se orientan hacia el crecimiento.

Erikson está bastante más orientado hacia la sociedad y la cultura que cualquier otro
freudiano, ya que relaciona su obra con la problemática y el dilema de su tiempo.
Prácticamente, desplaza en sus teorías a los instintos y al inconsciente.

Concepto del desarrollo de Erikson. El Principio Epigenético.

El desarrollo es un proceso evolutivo que se funda en una secuencia de hechos


biológicos, psicológicos y sociales experimentada universalmente, e implica un proceso
auto terapéutico destinado a curar las heridas provocadas por las crisis naturales y
accidentales inherentes al desarrollo.

Erikson establecía que el desarrollo funciona a partir de un principio epigenético,


postulaba la existencia de ocho fases de desarrollo que se extendían a lo largo de todo el
ciclo vital. Es posible concebir cada fase como una crisis vertical que culmina en una
solución psicosocial individual, y al mismo tiempo como una crisis horizontal que exige
resolver satisfactoriamente desde el punto de vista personal y social el problema de las
formas motivacionales.
Nuestros progresos a través de cada estadio están determinados en parte por nuestros
éxitos o por los fracasos en los estadios precedentes. Cada uno de éstos se abrirá en un
momento concreto, con un cierto orden que ha sido determinado por la naturaleza a
través de la genética. Si interferimos con este orden natural de desarrollo alterando
algún de estos estadios demasiado pronto o en un momento que no es el que le
corresponde, destruimos el desarrollo completo.

Cada fase comprende ciertas tareas o funciones que son psicosociales por naturaleza.
Cada fase tiene un tiempo óptimo también. Es inútil empujar demasiado rápido a un
niño a la adultez pero tampoco es posible bajar el ritmo o intentar proteger a nuestros
niños de las demandas de la vida. Existe un tiempo para cada función.
Las primeras cinco etapas del desarrollo de Erikson son esencialmente una reformulación
y ampliación de las etapas del desarrollo psicosexual de Freud. A partir de esto elaboró
tres estadios adicionales de la adultez a partir del estadio genital hasta la adolescencia.
Para Erikson un individuo nunca tiene una personalidad fija, siempre esta volviendo a
desarrollar su personalidad.
El desarrollo es un proceso continuo en la que cada fase tiene la misma jerarquía como
parte del continuo, pues será su antecedente en fases anteriores y su conclusión en las
posteriores.
Un individuo pasa a la siguiente fase tan pronto este preparado biológica, psicológicas y
socialmente y cuando su preparación individual coincide con la preparación social.

Si pasamos bien por un estadio, llevamos con nosotros ciertas virtudes o fuerzas
psicosociales que nos ayudarán en el resto de los estadios de nuestra vida, es decir. Por
lo que cada fase introduce una nueva serie de cargas sociales intensivas y en conjunto,
las fases abarcan una serie de cargas instituidas en la vida humana. Si no nos va tan
bien, podremos desarrollar mal adaptaciones o malignidades. De las dos, la malignidad
es la peor, ya que comprende mucho de los aspectos negativos de la tarea o función y
muy poco de los aspectos positivos de la misma, las personas desconfiada. La mal
adaptación no es tan mala y comprende más aspectos positivos que negativos, las
personas que confían demasiado.
Cada estadio supone una crisis, como un punto de giro, un periodo crucial, de
vulnerabilidad incrementada.

Maladapta-
Relaciones Virtudes
Crisis psico- Modalidades ciones y
significati- psico-
Estadio (edad) social psicosociales Malignida-
vas sociales
des
Distorsión
Confianza vs. Coger y dar en Esperanza, sensorial y
I (0-1) infante Madre
desconfianza respuesta fé Desvaneci-
miento
Autonomía
II (2-3) Voluntad, Impulsividad y
vs. vergüenza y Padres Mantener y dejar ir
bebé determinación Compulsión
duda
III (3-6) Iniciativa vs. Propósito, Crueldad y
Familia Ir más allá jugar
prescolar culpa coraje Inhibición
Virtuosidad
IV (7-12) Laboriosidad Vecindario y Completar
Competencia Unilateral y
escolar vs. inferioridad escuela Hacer cosas juntos
Inercia

Identidad yoica Grupos, Ser uno mismo.


Fidelidad, Fanatismo y
V (12-18 o más) vs. confusión de Modelos de Compartir ser uno
lealtad Repudio
adolescencia roles roles mismo
VI (los 20’s) Intimidad vs. Colegas, Perderse y hallarse a Promiscuidad y
Amor
adulto jóven aislamiento amigos uno mismo en otro Exclusividad

Generabilidad Hogar,
VII (20’s tardíos a Lograr ser Sobrextensión y
vs. Compañeros de Cuidado
50’s) adulto medio Cuidar de Rechazo
autoabsorción trabajo

Ser, a través de
VIII (50’…) adulto Integridad vs. Los humanos o Presunción y
haber sido. Enfrentar Sabiduría
viejo desesperación los “míos” Desesperanza
el no ser

Las 8 crisis o estadios de Erikson son las siguientes:

1. Primera infancia: Confianza vs. Desconfianza


2. Dos años: Autonomía frente a Vergüenza, duda.
3. De los 3 a los 5 años: Iniciativa frente a Sentimiento de culpa
4. Etapa de latencia: Laboriosidad frente a Inferioridad
5. Adolescencia y juventud: Identidad frente a Confusión de Identidad
6. Adultez joven: Relación intima frente Aislamiento
7. Adultez: Generatividad frente a Estancamiento
8. Madurez: Integridad frente a Desesperanza

Estadio I: Adquisición de un sentido de confianza básica al mismo tiempo que


se supera un sentido de la desconfianza básica. Realización de la esperanza.

El primer estadio, el de infancia o etapa sensorio-oral comprende el primer año o


primero y medio de vida. Consiste en desarrollar la confianza (hecho de fiarse
esencialmente de los demás, así como un fundamental sentimiento acerca de que uno
mismo es digno de confianza) sin eliminar completamente la capacidad
para desconfiar.

El niño por lo tanto desarrolla un sentido de la expectativa gracias a una mezcla de:

- Confianza básica: actitud difusa con respecto a si mismo y al mundo


derivada de las experiencias del primer año de vida.
- Desconfianza básica: particular forma de apartamiento que caracteriza a los
individuos que se retiran al interior de si mismo cuando están desavenidos
consigo mismos y con otros.

Erikson ubica el fundamento de todo el desarrollo ulterior en esta primera fase: la


adquisición de la esperanza. Después de una vida de regularidad rítmica, calor y
protección en el útero, el infante experimenta la realidad de la vida en sus primeros
contactos con el mundo.

El sentido de la confianza del neonato exige una sensación de comodidad física y una
experiencia minima del temor o incertidumbre. Si se le aseguran estos elementos,
extenderá su confianza a nuevas experiencias. Por el contrario, las experiencias físicas y
psicológicas insatisfactorias determinan un sentido de la desconfianza y conduces a una
percepción temerosa de las situaciones futuras.

Un sentido de la confianza básica ayuda al individuo a crecer psicológicamente y a


aceptar de buena gana las experiencias nuevas. Cada vez que su confianza dé buenos
resultados se acentuara la tendencia a las expectativas favorables respecto de nuevas
experiencias, las malas siempre ofrecerán ocasiones para sentir desconfianza.

En este periodo las experiencias corporales proporcionan la base de un estado


psicológico de confianza. Que el infante se convierta en una persona confiada y
satisfecha de la sociedad, o en una desconfiada y exigente preocupada por las
necesidades corporales depende de cómo se lo trate en esta primera fase.

Durante los primeros meses, gran parte de la rutina del infante se centra alrededor de la
absorción de aire y alimento, luz, sonido y otros estímulos corporales. Los contactos más
regulares y significativos entre el infante y su medio social se realizan a través de la
absorción de alimento. El amor y el placer de la dependencia en esta fase, son
transmitidos al niño a través de la madre (abrazos, besos, habla…). Erikson habla de
una etapa oral-respiratoria sensorial en la cual todos los contactos sociales implican el
modo incorporativo.

A medida que el bebe crece, encuentra placer al integrarse de manera activa agresiva y
activa con su medio, la llamada segunda etapa oral.

El desarrollo oral es el comienzo de una experiencia continua y constante de regularidad


y continuidad de la relación niño-madre. Mediante el desarrollo oral, el niño adquiere las
primeras experiencias de satisfacción apropiada y consecuente de sus necesidades
básicas y establece para su yo en desarrollo pautas y limites de conducta. Las
experiencias adversas pueden retrasar el desarrollo del yo, pero si la confianza ha
prevalecido en las primeras experiencias, será capaz de afrontar nuevas situaciones y
superar la desconfianza inicial.

El primer intercambio madre-niño permite a la madre responder a las necesidades y


reclamos corporales y psíquicos del bebe, de modo que aprende a confiar en ella, en si
mismo y en el mundo.

Aunque Erikson considera que el niño participa en un matiz social acepta que parece ser
egocéntrico y conducirse como si solo el existiera. Erikson incluye la experiencia
conjunta y la regulación mutua de una frustración como componentes esenciales de la
identificación, como referencia al sentido básico de la confianza.

Por otro lado, la frustración da lugar a sentimiento de incertidumbre y un sentido básico


de desconfianza, solo cuando no se resuelve en confianza.

Los niños tienden a percibir las inseguridades y las intenciones inconscientes de sus
padres, así como los pensamientos conscientes y la conducta manifiesta de estos,
aunque no comprenden la causa y significado de los mismos.

Estadio II: Adquisición de un sentido de la autonomía al mismo tiempo que se


combate contra un sentido de la duda y la vergüenza. Realización de la
voluntad.
El segundo estadio corresponde al llamado estadio anal-muscular de la niñez
temprana, desde alrededor de los 18 meses hasta los 3-4 años de edad. La tarea
primordial es la de alcanzar un cierto grado de autonomía, aún conservando un toque
de vergüenza y duda.

El infante se da cuenta y descubre que la conducta que desarrolla es la suya propia.


Afirma un sentido de la autonomía, es decir, realiza su voluntad.

En esta etapa se llevan a cabo rápidas ganancias en cuanto a maduración muscular,


verbalizacion, discriminación y la capacidad para coordinar cierto numero de pautas de
acción altamente conflictivas.

El modo intrusivo que domina gran parte del comportamiento de este estadio,
caracteriza diversas actividades y fantasías configurativamente similares. Incluyen lo
siguiente: La intrusión en lo desconocido mediante la curiosidad, la intrusión en el
espacio mediante la locución vigorosa, la intrusión de los oídos y las mentes de otras
personas mediante la voz, la intrusión hacia otros cuerpos mediante ataques físicos y el
imaginar que el pene se introduce en el cuerpo femenino.

Su dependencia crea a la vez una duda respecto de su capacidad y su libertad para


afirmar su autonomía y existir como unidad independiente. el niño experimenta un
impulso interior a demostrar su propia voluntad y su movilidad muscular.

En este momento el niño necesita un guía sensible y comprensiva así como un apoyo
graduado, pues lo contrario puede sentirse desorientado y forzado a volverse contra si
mismo, con vergüenza y dudas acerca de su propia existencia. El niño debe aprender a
querer lo que puede ser y a convencerse de que el quería lo que tuvo que ser.

Desde el punto de vista físico el niño sufre una aceleración de la maduración. sus
movimientos pasan a ser fenómenos bien coordinados y asimilados. Por otro lado,
también consigue regular sus funciones eliminatorias: adquiere capacidad para controlar
sus esfínteres anal y uretral. El centro anal se convierte en el centro de los esfuerzos
físicos, sociales y psicológicos.

El proceso pone de manifiesto en el cuerpo del niño una nueva zona erógena, que hasta
esta etapa había permanecido latente. La educación esfinteriana conduce a una mayor
autonomía del niño así como a su subordinación a la dirección de los adultos en un área
de conducta que hasta ese momento se ha desarrollado sin inhibición.

La maduración física se correlaciona con el aumento de la energía libidinosa y con la


canalización de esta ultima, a través de las formas de expresión del ello, el yo y el
superyó. El aumento de la impulsividad del ello coincide con un crecimiento del yo. Una
mayor movilidad, percepción más refinada, mejoramiento de la memoria y mayor
capacidad de integración social y neurológica fortalecen el yo. Aparecen también
procesos superyoicos.

Muchos de los contactos psicosociales en este periodo, se centran alrededor de la


modalidad de retener y soltar. El niño está preocupado por las actividades ligadas con
las percepciones de retención y liberación, las relaciones interpersonales, los deseos y
los objetos susceptibles de ser manipulados.
El autoestima inicial y la liberación del sentido de omnipotencia infantil del niño depende
de su capacidad de mantener la confianza en si mismo, hasta que halle su definitivo
equilibrio de poder.

El niño debe incorporar la experiencia de la frustración como una realidad de su vida y a


concebirla como un aspecto natural de los hechos más que como una amenaza a su
existencia.

El juego asume importancia durante esta fase y ofrece al niño un refugio seguro que le
permite desarrollar su autonomía dentro de su propio conjunto de limites y leyes.

Es una etapa decisiva para la relación entre el amor y el odio, la cooperación, la


terquedad, la libertad de la autoexpresión y su represión. De un sentido de autocontrol
sin perdida de la autoestima deriva un sentimiento de duda y vergüenza. Debemos tener
presente que el burlarnos de los esfuerzos del niño puede llevarle a sentirse muy
avergonzado, y dudar de sus habilidades.

No obstante, un poco de vergüenza y duda no solo es inevitable, sino que incluso es


bueno. Sin ello, se desarrollará lo que Erikson llama impulsividad, una suerte de
premeditación sin vergüenza que más tarde, en la niñez tardía o incluso en la adultez, se
manifestará como el lanzarse de cabeza a situaciones sin considerar los límites y los
atropellos que esto puede causar.

Peor aún es demasiada vergüenza y duda, lo que llevará al niño a desarrollar la


malignidad que Erikson llama compulsividad. La persona compulsiva siente que todo
su ser está envuelto en las tareas que lleva a cabo y por tanto todo debe hacerse
correctamente.

En estos años la relación entre el niño y el progenitor varía. En la primera fase, madre-
niño consagraron muchos esfuerzos a establecer una confianza mutua y una disposición
a afrontar juntos nuevas situaciones. En esta segunda fase, el niño viola esa confianza
mutua y trata de afirmar su autonomía en áreas diferenciadas.

El niño es todavía flexible, si conoce y comprende cuales son sus limites y lo que se
espera de el. Por el contrario, se hará casi inaccesible cuando se encuentre implicado en
actividades que cree que entiende y están a su alcance, pero que en realidad no son
permisibles.

El niño aprende a conseguir que alguien haga por el algo que desea a la vez que el
mismo aprende a dar.

El medio social del niño gravita de manera directa en su comprensión final de su sentido
de la autonomía o en sus dudas acerca del mismo.

Si los padres (y otros cuidadores) permiten que el niño explore y manipule su medio,
desarrollará un sentido de autonomía o independencia. Se requiere, un equilibrio, se ha
de ser “firmes pero tolerantes” en esta etapa. De esta manera, el niño desarrollará tanto
un autocontrol como una autoestima importantes.

Si logramos un equilibrio apropiado y positivo entre la autonomía y la vergüenza y la


culpa, desarrollaremos la virtud de una voluntad poderosa o determinación.
Para Erikson, es fundamental el hecho de que la pauta de educación infantil determina la
forma eventual de autoridad política que el individuo considerara más satisfactoria.

Estadio III: Adquisición de un sentido de la iniciativa y superación de un


sentido de la culpa. Realización de la finalidad.

Este es el estadio genital-locomotor o la edad del juego. Desde los 3-4 hasta los 5-6
años, la tarea fundamental es la de aprender la iniciativa sin una culpa exagerada.

La iniciativa sugiere una respuesta positiva ante los retos del mundo, asumiendo
responsabilidades, aprendiendo nuevas habilidades y sintiéndose útil. Debemos alentar
la fantasía, la curiosidad y la imaginación. La iniciativa es el intento de hacer real lo
irreal.

El sentido de la iniciativa impregna la mayor parte de la vida del niño cuando su medio
social lo incita a desarrollar una actividad y alcanzar una finalidad. Se le pide que suma
la responsabilidad de si mismo y de lo que esta englobando en su mundo.

Comprende que la vida tiene una finalidad, la confiada autonomía que alcanzo es
inevitablemente frustrada en alguna medida por la conducta autónoma separada de los
otros, que no siempre concuerda con la suya propia, y que niega hasta cierto punto las
formas anteriores de dependencia que había creado con los adultos que lo cuidan.

Erikson subraya que el dominio psicológico del campo ambulatorio y la modalidad de los
órganos alienta y refleja las realizaciones propias de la maduración del niño.

Durante esta fase ha mejorado su uso del lenguaje, esta extensión del lenguaje y la
locomoción hace que el niño ensanche su campo de actividad e imaginación, de manera
que fácilmente puede pensar y tener. El lenguaje representa asumir una posición en una
cuestión o situación dada y un compromiso verbal con dicha posición.

Erikson reconoce la existencia de una condición que tiene dos aspectos. Los procesos del
ello exigen una nueva forma de expresión en momentos en el que yo se ha desarrollado
lo suficiente como para ofrecer nuevos modos expresivos a dichos procesos. El superyó
se ha desarrollado hasta un punto que le permite aprender de las situaciones de crisis.

En esta fase la conciencia del niño asume cada vez más las funciones de apoyo y control
de los adultos significativos de su medio.

La conciencia en cierto sentido se organiza a partir de los progenitores considerados


como modelo.

El niño incorporara a su consciencia lo que el progenitor es realmente como persona y


no simplemente lo que trata de enseñar al niño. A pesar de los fuertes impulsos del ello
y de las funciones integradoras del superyó, el yo determina las realizaciones
fundamentales del desarrollo. Los procesos del yo reflejan las capacidades conductuales
del niño y están dirigidas hacia una existencia intencional y un sentido de autoidentidad
que reemplaza al de egocentricidad anterior y que representa el sentido de realidad
psicológico y conductual del niño en el marco de sus cualidades, conocimiento y
disposición emocional en un medio cada vez más amplio. Esta autoidentidad incluye
también la desconfianza, las dudas, los temores y los restantes residuos de conflictos
con los que el niño aun lucha como parte de sus esfuerzos conscientes e inconscientes
para afrontar los problemas cotidianos.

El desarrollo psicológico del niño gira entorno a: el yo, el ello y el superyó, y un


equilibrio entre las partes. El individuo comienza a advertir diferencias sexuales entre las
personas de su medio de manera que los requerimientos de su yo y los criterios sociales
de su familia rivalizan con los impulsos del ello.

Esta fase aporta momentos en los que se experimenta un sentido de realizaciones


autenticas y momentos en los que se originan el temor al peligro y un sentimiento de
culpa.

Erikson incluye la experiencia edípica en este estadio. La crisis edípica comprende la


renuencia que siente el niño a abandonar su cercanía al sexo opuesto. Erikson observa
que la adhesión al sexo opuesto es indudable, pero que hasta entonces el lo ha sido todo
para el niño y el auténtico representante de su grupo sexual. Un varón atiende a
orientarse hacia la madre, pero al mismo tiempo la sociedad induce al niño a desplazar
su identificación hacia el padre. La relación edípica de la niña es más indirecta, es una
relación ficticia pero seguirá sintiéndose identificada con la madre. Cando el varón o la
niña encuentran un afecto romántico en el progenitor del sexo opuesto tienden a
expresar desconfianza sobre aquellos que interfieran en esa relación. De este modo se
desarrolla un sentimiento de rivalidad con el progenitor del mismo sexo.

Los varones y las niñas desarrollan un agudo interés por los genitos de ambos sexos (en
el caso de las niñas la ausencia de órganos visibles). Ambos sexos imaginan que algo les
ha ocurrido a los genitales femeninos y que eso también puede ocurrirle a los
masculinos.

En esta fase los varones y las niñas, cada uno de distinta manera, hallan nuevos
métodos para resolver sus impulsos antagónicos de esta fase.

La fase de desarrollo coloca la relación niño-progenitor en una situación triangular en la


que el niño se convierte en un asociado independiente y activo, sino competitivo.
Durante este periodo es importante que existan otras personas significativas en la vida
del niño, pues este tal vez contemple objetivos que están fuera del ámbito familiar. El
niño ingresa con toda su capacidad de indagación en un círculo social cada vez más
amplio.

En esta fase el niño parece crecer como una unidad física y psicológica. Pone a prueba
su nueva independencia dinámica en relación con las diversas facetas del ambiente
inmediato y en el proceso de expansión.

Un padre tiene la responsabilidad, socialmente hablando, de animar al niño a que


“crezca”. Pero si este proceso se establece de manera muy dura y extrema, el niño
aprende a sentirse culpable con respecto a sus sentimientos.

Demasiado iniciativa y muy poca culpa significa una tendencia maladaptativa que
Erikson llama crueldad. La persona cruel toma la iniciativa. La forma extrema de la
crueldad es la sociopatía. La crueldad es mala para los demás, pero relativamente fácil
para la persona cruel. A la malignidad de culpa exagerada, Erikson la llama inhibición.
Un buen equilibrio llevará al sujeto a la virtud psicosocial de propósito. La capacidad
para la acción a pesar de conocer claramente nuestras limitaciones y los fallos
anteriores.

Estadio IV: Adquisición de un sentido de la industria y rechazo de un sentido de


la inferioridad. Realización de la competencia.

Esta etapa corresponde a la de latencia, o aquella comprendida entre los 6 y 12 años


de edad del niño escolar. La tarea principal es desarrollar una capacidad de
laboriosidad al tiempo que se evita un sentimiento excesivo de inferioridad.

El tema fundamental de esta fase refleja su determinación de dominar las tareas que
afronta. El temor del individuo se acentúa también por el hecho mismo de que todavía
es un niño, una persona incompleta, situación que tiende a suscitar sentimientos de
inferioridad.

El ritmo de maduración física es mas lento, como si fuera necesario considerar lo que ya
ha sido incorporado. El desarrollo psicológico desarrolla algo similar. El varón y la niña
han hallado sus respectivos límites psicológicos y sociales.

Cabe reformular el concepto freudiano de latencia. El niño latente continua invirtiendo


una parte de si mismo y de su energía libidinosa tanto como antes y trabaja
incesantemente para desarrollar sus cualidades corporales, musculares y perceptivas así
domo su creciente conocimiento del mundo. Se concentra también en su capacidad para
relacionarse y comunicarse con los individuos más significativos.

Las modalidades básicas relacionadas con los roles sexuales psicosociales determinan la
preocupación fundamental del juego en un individuo. Hacia el final de esta fase el juego
comienza a perder importancia con la pubertad y la incorporación de los valores
adolescentes, el individuo abandonara lentamente sus hábitos anteriores. Los
adolescentes tienden a seguir un curso medio entre el juego y el trabajo entre la niñez y
la adultez.

Las relaciones niño-progenitor evolucionan hacia un nivel realista de dependencia en las


áreas en que esta es aun necesaria o deseable. En otras áreas el niño se relaciona con
sus padres y otros adultos sobre una fase más igualitaria.

Al llegar a esta edad, el niño ha superado su lucha edípica por el pode. Dando que el
niño ve a sus progenitores como representantes de la sociedad en que debe actuar,
empieza ahora a compararlos con otros representantes. Los varones y las niñas buscan
identificarse con otros adultos, porque los padres ya no pueden satisfacer totalmente los
requerimientos del niño.

El peligro de este estadio esta representado por el desarrollo de un extrañamiento de si


mismo y de las propias tareas, el conocido sentimiento de inferioridad.

Los niños deben aprender que no solamente existe placer en concebir un plan, sino
también en llevarlo a cabo. Deben aprender lo que es el sentimiento del éxito, ya sea en
el patio o el aula; ya sea académicamente o socialmente.
Si el niño no logra mucho éxito, desarrollará entonces un sentimiento de inferioridad o
incompetencia.

Una actitud demasiado laboriosa puede llevar a la tendencia maladaptativa


de virtuosidad dirigida. Esta conducta la vemos en niños a los que no se les permite
“ser niños”, son los niños sin vida infantil: niños actores, niños atletas, niños músicos,
niños prodigio. En definitiva todo ello se sustenta en una vida vacía. Sin embargo, la
malignidad más común es la llamada inercia. Incluye a todos aquellos de nosotros que
poseemos un “complejo de inferioridad”.

Lo ideal sería desarrollar un equilibrio entre la laboriosidad y la inferioridad; esto es, ser
principalmente laboriosos con un cierto toque de inferioridad que nos mantenga
sensiblemente humildes. Entonces tendremos la virtud llamada competencia.

A medida que el niño se desarrolla, la sociedad parece preocuparse cada vez mas por
incorporarlo sobre una base igualitaria.

Según Erikson el niño se convierte en una persona con cualidades cognoscitivas mas
amplias y con capacidad mucho mayor para interactuar con una gama mucho mas
extensa de personas en las que esta interesado a las que comprende y que reaccionaran
frente a el.

Podemos decir que es estadio es tan solo un periodo de calma antes de la tormenta de
la pubertad durante la cual vuelven a surgir todos los impulsos anteriores en nuevas
combinaciones.

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