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German Dehesa y Borges

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Germán Dehesa y Borges

Mauricio Molina

Toda generación de estudiantes cuenta con Trilce de César Vallejo, Las iluminaciones, de lo que saliera de nuestras plumas valía
una mitología propia: sus profesores de cul- de Rimbaud, el Ulises de James Joyce, Ra- sin la crítica de los otros y la autocrítica. Al
to. Recuerdo con cariño mis días en la ca- yuela de Cortázar y algunos libros más. paso del tiempo aquel rigor sería una cáte-
rrera de Letras Hispánicas de la Facultad de Cuando los que quedábamos terminamos dra de vida.
Filosofía y Letras de la UNAM, precisamente de leer nuestros listados, algunos estudian- Pasaron los años y vino a mi encuen-
porque algunos maestros se convirtieron, tes más fueron despachados del salón. De- tro el escritor: dotado de una prosa brillan-
acaso sin saberlo, en mis ídolos secretos. bimos de haber quedado alrededor de diez te y plena de juegos de sentido, Germán
Pienso en Luis Astey y sus clases de litera- o doce alumnos de muchos más inscritos. Dehesa se me reveló como un cronista de
tura medieval, en Margo Glantz y su curso De aquellos que lograron quedarse sólo un lo cotidiano. Practicaba el difícil arte de lo
de la novela de la Revolución Mexicana, las puñado terminamos el seminario. que Cortázar llamaba “arqueología a do-
clases deslumbrantes sobre los Contempo- Una vez despejado el salón, Germán ex- micilio”. Frecuenté con fruición sus tex-
ráneos de Guillermo Sheridan, y un semi- trajo de su portafolios un pequeño libro de tos sobre política, futbol, sus recuentos
nario sobre Borges impartido por Germán Borges y leyó, con aquella su voz pausada autobiográficos, todos ellos escritos con
Dehesa, que esperábamos con fruición to- ideal para la poesía, el poema “Amanecer”, el goce de la escritura y para el placer de
dos los viernes algunos iniciados. aquel que dice en una de sus líneas: “Si sus lectores. Ésa es otra de sus lecciones:
Aquel seminario, que duraba escasas dos están ajenas de sustancia las cosas / y si esta se escribe para los otros, aunque sea una
horas, era la culminación estimulante de numerosa Buenos Aires / no es más que un confesión, un momento de alegría o de an-
una semana de trabajos y clases a menudo sueño / que erigen en compartida magia gustia. Germán era un hombre valiente:
aburridas. Si he dicho que éramos algunos las almas, / hay un instante / en que peli- con el coraje de los cuchilleros borgesia-
iniciados los que tomábamos el curso es por gra desaforadamente su ser / y es el instan- nos. No se arredraba para ponerle sus ban-
la exigencia de Germán: no bastaba con ins- te estremecido del alba...”. derillas a políticos y gente de poder. Fue
cribirse; para quedarse en su clase había que La voz de Germán todavía resuena en un hombre de su país y de su tiempo. Cul-
someterse a un cuidadoso escrutinio. El rito mi memoria con la contundencia de todo lo tivó, en una literatura donde no es fre-
de iniciación que utilizó Germán para es- viviente. A partir de ese momento se vol- cuente, el humor con maestría.
coger a los participantes en el seminario con- vió mucho más que un profesor: fue un En el impresionante texto sobre su en-
sistía en lo siguiente: debíamos anotar, en cómplice y un confidente. En sus clases bri- fermedad, publicado en el Reforma ape-
una hoja, cinco libros de nuestros poetas llaban la inteligencia, el sentido del humor nas un par de semanas antes de su muer-
predilectos y otros tantos para narrativa y y la ironía, con la que a veces nos recetaba te —una brevísima obra maestra de la
para ensayo. Barajar quince autores para un un coscorrón cuando aventurábamos algu- angustia sublimada en la escritura—, Ger-
estudiante de sexto semestre era fácil, no na interpretación absurda. Lo recuerdo tam- mán expresa lo que muchos tememos nom-
así recordar sus libros. Después había que bién leyendo un poema de Trilce de César brar: nuestra finitud, el hecho de que la
decirlos en la clase uno por uno y explicar Vallejo, desarmando la intrincada sintaxis única certeza que tenemos es la de nues-
las razones de nuestra elección. Germán no y mostrándolo en su pleno sentido como tra muerte, “esa eterna virgen”, como le
sólo estaba poniendo a prueba nuestra cul- quien encuentra una joya. Poco después llamara Borges, y lo hizo con una digni-
tura literaria, sino también nuestro buen invitó a un grupo más selecto de alumnos dad entrañable, más allá de la resignación,
gusto. Algunos de los compañeros abando- a su casa de San Ángel. La única condición la desesperación o el estoicismo. Escribir
naron la batalla y se fueron del salón casi de fue que no le propusiéramos la creación de de cara a la muerte no es nada fácil. Se in-
inmediato, otros aguantamos estoicamen- una revista literaria. Llevábamos nuestros tuye en ese texto una suerte de ilumina-
te. No recuerdo todos los libros que incluí, poemas y cuentos, que Germán destazaba ción religiosa.
pero recuerdo algunos como Fragmentos de con sumo placer. Por supuesto, aquella suer- Valgan estas líneas como un breve ho-
un discurso amoroso de Roland Barthes, Pa- te de taller no duró mucho, pero la suya menaje al maestro, al universitario, y sirvan
rís, capital del siglo XIX de Walter Benjamin, fue sobre todo una lección socrática: nada para aliviar un poco el vacío que nos dejó.

94 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO

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