El documento habla sobre la vida y la muerte como un ciclo continuo de renacimiento. Compara a los seres humanos con el mito del Ave Fénix, que muere para renacer de sus propias cenizas. A lo largo de la vida, las personas pasan por períodos de calma y tormenta, de victoria y derrota, renaciendo una y otra vez de sus propias cenizas hasta que finalmente mueran físicamente.
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El documento habla sobre la vida y la muerte como un ciclo continuo de renacimiento. Compara a los seres humanos con el mito del Ave Fénix, que muere para renacer de sus propias cenizas. A lo largo de la vida, las personas pasan por períodos de calma y tormenta, de victoria y derrota, renaciendo una y otra vez de sus propias cenizas hasta que finalmente mueran físicamente.
El documento habla sobre la vida y la muerte como un ciclo continuo de renacimiento. Compara a los seres humanos con el mito del Ave Fénix, que muere para renacer de sus propias cenizas. A lo largo de la vida, las personas pasan por períodos de calma y tormenta, de victoria y derrota, renaciendo una y otra vez de sus propias cenizas hasta que finalmente mueran físicamente.
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El documento habla sobre la vida y la muerte como un ciclo continuo de renacimiento. Compara a los seres humanos con el mito del Ave Fénix, que muere para renacer de sus propias cenizas. A lo largo de la vida, las personas pasan por períodos de calma y tormenta, de victoria y derrota, renaciendo una y otra vez de sus propias cenizas hasta que finalmente mueran físicamente.
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AVE FENIX
... y polvo eres y en polvo te convertirás...
Pues si, cuando finalmente el deterioro físico en nuestro cuerpo haya avanzado inexorable, rendiremos las armas, dejaremos de luchar y poco a poco la vida abandonará nuestro ser. Que después de eso? Pues no lo se, nadie a vuelto para contarnos su historia.
En el intermedio, un cúmulo de años han pasado. Que de cosas
podemos contar de ese período que el buen Dios nos regaló. Muchas anécdotas, incontables vivencias, tantos errores y algunos aciertos.
Nuestra historia comenzó con llanto, el mismo día de nuestro
nacimiento, pero rápidamente se calmó cuando se juntaron madre e hijo, piel con piel y cuando nuestra hambre se calmó. Desde entonces dimos batalla a todo lo que se nos puso al frente. Ganamos y perdimos en la misma proporción y de esa manera nos entrenamos para cuando realmente tuvimos necesidad de todo nuestro ser para enfrentar aquellas circunstancias en que creíamos que habíamos llegado a nuestro último enfrentamiento.
Y cuando este llegó, en muchas ocasiones perdimos, nos hundimos
inexorables en un pozo de oscura luz, luz negra, pero luz al fin. Aún así, cuando reducidos a cenizas, al polvo bíblico de la parábola, no supimos de donde, pero decidimos renacer, retomar la vida, volver a empezar. Y resurgimos, gloriosos, expectantes, anhelantes, decididos a recomenzar. Hasta que un nuevo ciclo de morir y renacer se dé una vez, una vez más, otra y otra vez.
En el intermedio, en una de esas épocas en que la calma y la vida
fluían en forma natural, conocimos del mito de un ave extraordinaria, para la que nacer y morir era el orden natural de su vida y de pronto, sin mucha razón o corazón de por medio, nos dimos cuenta de lo que somos y seremos siempre, nos llamamos Fénix y renacemos de nuestras cenizas siempre.
Hasta cuando, por supuesto, finalmente rindamos las armas,
muramos físicamente y remontemos nuevos cielos en otras vidas en las que el ciclo se repita. Entonces inexorablemente, se cumplirá eso de que polvo somos y en polvo nos convertiremos.
Pero eso será solo entonces, mientras tanto nunca jamás.