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La Magia de Luna y las Estrellas

Había una vez, en un tranquilo pueblo rodeado de colinas y ríos serpenteantes,


una niña llamada Luna. Luna adoraba las estrellas y cada noche se quedaba
despierta observando el cielo, soñando con algún día poder tocarlas.
Un día, mientras paseaba por el bosque cerca de su casa, encontró una vieja
lámpara de aceite medio enterrada en la tierra. Al frotarla para limpiarla, un
suave brillo la envolvió y, de repente, apareció un pequeño gnomo de luz.
"Hola, Luna," dijo el gnomo con voz alegre. "Soy Estello, el guardián de las
estrellas. Has liberado mi lámpara, y como agradecimiento, te concederé un
deseo."
Luna, con los ojos brillantes de emoción, no dudó ni un segundo. "¡Quiero ver
las estrellas de cerca!"
Estello sonrió y con un movimiento de su pequeña varita, un camino de luz
apareció ante ellos, elevándose hacia el cielo. "Sígueme, Luna," dijo el gnomo,
y juntos comenzaron a ascender por el sendero luminoso.
Subieron y subieron, hasta que llegaron a un lugar maravilloso donde las
estrellas eran tan grandes como globos y brillaban con una luz cálida y
acogedora. Luna podía tocarlas y sentir su energía mágica.
Mientras exploraban, Luna se encontró con varias estrellas que compartieron
sus secretos: una estrella le enseñó a bailar en el cielo, otra le mostró cómo
hacer que sus sueños se volvieran más brillantes y otra le habló de los deseos
que guardaban en su corazón.
Al pasar la noche, Luna se dio cuenta de lo especial que era tener sueños y
deseos, y cómo las estrellas los cuidaban y ayudaban a que se hicieran
realidad. Cuando el amanecer comenzó a pintar el cielo con tonos de rosa y
dorado, Estello le dijo que era hora de regresar a casa.
"Gracias por esta increíble aventura, Estello," dijo Luna. "Nunca olvidaré lo que
aprendí aquí."
"Recuerda, Luna," dijo el gnomo con una sonrisa, "las estrellas siempre estarán
contigo, iluminando tus sueños y guiando tu camino."
De vuelta en su hogar, Luna miraba el cielo cada noche con una nueva
sensación de esperanza y alegría, sabiendo que las estrellas, aunque lejanas,
siempre la estaban cuidando.

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