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LUCIANO PELLICANI
V. PROBLEMAS Y PERSPECTIVAS:
El Welfare State puede ser concebido como la resultante institucional de
una verdadera revolución cultural, es decir de un profundo cambio de las
actitudes y de las orientaciones éticopolíticas de la opinión pública
occidental que se ha manifestado en formas particularmente significativas
a partir de la Gran Depresión. pero es sólo después de la segunda guerra
mundial que los principios del e. de b. se afirman de manera casi
irresistible gracias sobre todo a la programación económica con la cual el
sistema de mercado es ulteriormente socializado.
Sin embargo, a pesar de sus éxitos indiscutibles, la acción de e. de b. es
duramente atacada, tanto por la izquierda como por la derecha. Para la
izquierda revolucionaria la política del Welfare State y de la programación
económica no es más que una racionalización del sistema capitalista y un
modo disfrazado para consolidar ulteriormente el dominio de clase de la
burguesía. Para los animados defensores del liberalismo individualista
(Hayek, Mises, Ropke, Friedman) el estado asistencial corroe en sus raíces
las estructuras y los valores de la sociedad libre desarrollando una
peligrosa tendencia hacia la burocratización de la vida colectiva y hacia la
reglamentación estatalista. Según tales críticos, toda intervención del
estado en el mercado es una amenaza a la libertad individual y una
peligrosa concesión al colectivismo. Además, el estado asistencial reduce
sensiblemente la eficiencia del sistema y frena la expansión económica.
A estas críticas de signo opuesto, los partidarios del Welfare State
responden recordando que la solución colectivista impulsada por los
marxistas hasta ahora ha llevado al dominio burocrático y totalitario, no ya
al mítico reino de la libertad, y que, por otra parte, la economía del laissez
faire ya ha cumplido su ciclo, tanto por razones estrictamente económicas,
como por razones de índole éticosocial. Además la economía liberista
genera automáticamente un contraste intolerable entre la opulencia privada
y la miseria pública, es decir una incongruencia entre la enorme cantidad
de bienes producido y la deficiencia crónica de los servicios sociales. Tal
incongruencia en cambio ha sido eliminada o, al menos, sensiblemente
reducida, justamente en los países donde los principio del e. de b. han
triunfado sobre los del capitalismo individualista. Por fin, y sobre todo, el
sistema de mercado abandonado a sus espontáneos mecanismos de
desarrollo genera un flujo constante de tensiones sociales que son una
amenaza permanente frente a las instituciones y los valores democráticos
en la medida en que alimentan orientaciones políticas extremistas, tanto de
derecha como de izquierda.
El debate sobre el Welfare State está todavía en curso. Pero una
conclusión parece ser cierta: un retorno a una economía autorregulada es
imposible, y hasta inimaginable. Las exigencias técnicas y morales
adelantadas por las fuerzas políticas y culturales que se remiten a la
tradición del Iluminismo reformador ya han echado sólidas raíces en la
opinión pública y se han traducido en instituciones que forman un todo
con la actual estructura del sistema capitalista mundial.