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De La Argumentación en Los Artículos Científicos

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Anier López Pérez1,2

Madeylis María Pérez Acosta2


Anabel de la Caridad Arce Díaz2

1
Hospital Psiquiátrico de La Habana «Cdte. y Dr. Eduardo Bernabé Ordaz Ducungé». La
Habana, Cuba.
2
Universidad de La Habana, Facultad de Lenguas Extranjeras. La Habana, Cuba.

Recibido: 11/12/2020
Aceptado: 12/12/2020

El discurso científico es, por excelencia, un discurso argumentativo. Entendiendo la


argumentación como una macrooperación discursiva de carácter sociocultural. Sensu
lato, al argumentar, de la misma manera que ocurre con la persuasión, se persigue que
un receptor determinado llegue a un convencimiento sobre cierta conclusión, se adhiera
a una posición o acepte una opinión que, por su propio enunciado, necesita explicación,
demostración o descripción.

Las publicaciones destinadas a describir y evaluar resultados de investigaciones están


mediadas −aunque sea difícil de entender− por marcas de subjetividad y de persuasión.
Razón que convierte al discurso científico también en un discurso retórico (como lo han
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presentado Toulmin y Perelman y Olbrechts-Tyteca), en el que priman estrategias
microdiscursivas que luego tienen una expresión en el macrodiscurso. La argumentación
es, por ende, no solo un mecanismo de carácter retórico, sino también, lingüístico
(según el enfoque defendido por Anscobre y Ducrot y Lo Cascio). Sin embargo, no
significa esto que persiga demostrar la veracidad del argumento ni de la conclusión. Hoy
más que nunca comprendemos que la publicación científica es una retórica de la
comunicación, como ha explicado Albadalejo.(1) Habría que añadir, pues, que la ciencia
y, por consiguiente, la publicación científica, es un hecho cada vez más social. Luego,
las tipologías textuales de los discursos especializados serán, asimismo, estructuras
sociales.

El artículo científico, como tipología textual, está marcado por características que,
desde diversos enfoques, lo ciñen como un texto técnico, cuyo productor es un
especialista y, su lector ideal, otro par académico con el suficiente nivel para
comprender los conceptos allí expuestos. De ahí que los procesos argumentativos estén
fuertemente marcados por estrategias discursivas que persiguen la sutileza persuasiva
sobre la base del convencimiento y el logos (razonamiento). No obstante, esa
argumentación tiene un fuerte componente lingüístico. Los artículos científicos que se
publican en la Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana son textos altamente
especializados,(2) con un elevado índice de densidad terminológica, cuyos procesos de
comunicación están marcados tanto por las características propias del estilo, como por
el valor argumentativo de la información que ofrece.

La escritura científica persigue los criterios de claridad, objetividad, precisión y


neutralidad. Por su condición retórica, la objetividad se hace necesaria para que el
discurso sea más efectivo, se exponen argumentos que conducen a conclusiones
esperadas como suficientes para convencer, y tales argumentos se presentan, además,
con exactitud¸ tanto por la necesidad de describir con la mayor precisión el objeto de
estudio, como la realidad que se investiga y también porque los datos que se exponen
en un artículo científico deben ser totalmente verificables y los experimentos,
replicables. De ahí, que los documentos científicos posean un aparato metodológico
preciso, que detalla las variables utilizadas y los procedimientos empleados.

Si bien la coherencia y la lógica son características de los textos en general, el discurso


científico tiene ambas categorías como conditio sine qua non.

La llamada neutralidad científica continúa siendo un desiderátum. Por cuanto al


favorecer un argumento en detrimento de otro menos acertado −según la consideración
del interlocutor−, intervienen en ese acto de selección la subjetividad y la retórica. Por
último, aunque la impersonalidad continúa siendo una característica de la prosa
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científica, en la actualidad hay una tendencia en los manuales de redacción
especializada a exigir el reconocimiento de la individualidad de los autores y la asunción
de la responsabilidad de los argumentos desde principios lingüísticos, como el uso de la
primera persona del singular.

Ese halo, casi mágico de univocidad, claridad, precisión y, sobre todo, de neutralidad
que acompaña al criterio de una escritura científica, no deja de ser eso, solo un
constructo con evidente influencia positivista. No es posible para el especialista
despersonalizarse y objetivar absolutamente el conocimiento. En todo momento el
interlocutor basa su discurso en operaciones y mecanismos que, sobre la base de reglas
generales conduzcan a esas conclusiones que espera; e, incluso, en otros momentos,
desencadenar actos de habla perlocutivos.

No faltan en los artículos recibidos en la Revista del Hospital Psiquiátrico de La Habana


las expresiones marcadas lingüísticamente por atenuadores de la argumentación y las
palabras u oraciones que marcan la vaguedad en la autoría del argumento, como es el
caso de “algunos autores”, “la mayor parte”, “la mayoría”. Asimismo, estructuras
sintácticas como “el presente trabajo”, “una investigación desarrollada en”, “un
estudio publicado en”, intentan solapar el sujeto autoral.

Es propio de este estilo científico, además, el empleo de citas y acotaciones. Lo Cascio(3)


refiere que estos responderían a la categoría argumentativa fuente, la que considera,
además, como un indicador de fuerza en el macroacto argumentativo. La fuente tiene
una importancia vital en el proceso de convencimiento intrínseco de la argumentación
y se traduciría como que los argumentos esgrimidos son verdaderos por cuanto se apoyan
en criterios de valor, autenticidad y legitimidad del emisor.

No obstante, aún persisten en el mundo intelectual y científico la atribución intelectual


y el plagio. La primera se refiere al abuso de parafraseo y de citas en los textos
científicos, de modo que el sujeto enunciador no reporta ninguna novedad en su
publicación y se escuda tras la verbosidad para apropiarse indebidamente de ideas que
únicamente está repitiendo, aun cuando pudiera citarlas. El plagio, por su parte, es un
tipo de delito y supone la mención de determinado conocimiento sin aludir a su autor.
El autoplagio (como su nombre lo indica, es utilizar texto propio que ya ha sido
publicado, sin declararlo), también se considera un problema ético.

Aun cuando la tipología textual de los artículos originales de investigación ha vivido


muchos cambios desde que se publicaran The Philosophical Transactions y Le Journal
des Scavans, hoy es bastante aceptado el formato IMRyD (Introducción, Materiales y
Métodos, Resultados y Discusión) como el más efectivo desde el punto de vista

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comunicativo −y añadimos, también retórico−. Dentro de esta tipología, los dos
epígrafes más argumentativos son la Introducción y la Discusión.

Robert Day explica que: “La finalidad de esta [la Introducción] debe ser suministrar
suficientes antecedentes para que el lector pueda comprender y evaluar los resultados
del estudio sin necesidad de consultar publicaciones anteriores sobre el tema”.(4) En
este epígrafe suele predominar el tiempo verbal presente, por cuanto lo que se está
refiriendo es el estado de la cuestión que se investiga, materia conocida y ciencia
establecida y los temas de discusión que preceden al proceso investigativo en sí.
Asimismo, según ese autor, toda introducción para ser efectiva desde el punto de vista
comunicativo tiene que exponer con claridad la naturaleza y alcance del problema
investigado (precisaríamos, no significa transcribir la pregunta científica de la
investigación, sino presentarla como un enunciado de carácter afirmativo), dejar
evidencia del estado de la cuestión con bibliografía actualizada, mencionar los
principales resultados de la investigación (no significa esto presentar tablas y gráficos)
y esbozar las conclusiones.(4)

A diferencia de la literatura de ficción, la escritura científica precisa la declaración de


resultados y conclusiones desde la misma Introducción del artículo. En muchas
ocasiones, quizás por la propia influencia de esa escritura no especializada, se suelen
reservar los resultados y no se mencionan las conclusiones hasta el final. Las tipologías
textuales de carácter científico no precisan ese “dato escondido” ni las sorpresas de
último momento. Por el contrario, importa el argumento en sí y su desarrollo desde el
principio hasta el fin, si se quiere lograr persuadir a los interlocutores.

Por su parte, la Discusión es el apartado en el que el autor interpreta sus resultados,


precisa completamente las conclusiones y propone su visión acerca de lo que ha
aportado su estudio, así como sus posibles alcances para la ciencia. Ergo, es el epígrafe
en que mayor cantidad de argumentos retóricos deben esgrimir los autores para
convencer a los lectores. Sin embargo, es, lamentablemente, una de las secciones peor
redactadas. Los autores se limitan a referir su acuerdo o desacuerdo con la literatura
publicada y, en muchos otros, a exponer las coincidencias, o no, de los resultados de
otras investigaciones con los propios. Ambas estrategias son fallidas desde el punto de
vista retórico, comunicacional y argumentativo.

En conclusión, la argumentación es el lenguaje de la redacción científica. Sin embargo,


el desconocimiento de los objetivos de las secciones que forman parte de la tipología
textual “artículo original de investigación”, de estrategias argumentativas y retóricas
que permitan persuadir de manera efectiva a los interlocutores y las carencias

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lingüísticas, son hoy una tríada mortal a la que se enfrentan los autores de nuestras
revistas.

Referencias bibliográficas
1. Albadalejo T. Retórica de la comunicación y retórica en sociedad. En: Crisis de la
historia, condena de la política y desafíos sociales. Ciudad de México:
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); 2009. p. 39-58.

2. Rodríguez-Tapia S. Los textos especializados, semiespecializados y divulgativos:


una propuesta de análisis cualitativo y de clasificación cuantitativa. UNED
Rev Signa. 2016;25:987-1006.

3. Lo Cascio V. Gramática de la argumentación. Madrid: Alianza Editorial; 1998.

4. Day RA, Gastel B. Cómo escribir y publicar trabajos científicos. 4.a Ed. Español.
Washington D. C.: OPS; 2008. 335 p. (Publicación Científica y Técnica).

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