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Enrique Vila Matas

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Enrique Vila-Matas: Lo que pasa cuando no pasa

nada.
Por Guadalupe Alonso.
(Entrevista realizada para el Canal Cultural de los Universitarios con
motivo de la visita de Enrique Vila-Matas a México para la presentació n
su má s reciente libro: Dietario voluble.)
El Dietario voluble de Enrique Vila-Matas es, ante todo, una puerta
de acceso al mapa íntimo del escritor. Apuntes, notas de viaje,
memorias y una asamblea de autores que, como diría Roberto
Calasso en su ensayo Confesiones bibliográficas, describen “el
proceso de formación –casi fisiológico—de una cultura personal,
de esa constelación cifrada que cada escritor lleva en sí.”
--Hablar de un mapa íntimo es un hallazgo que me parece muy
satisfactorio. En definitiva, lo que pretendo es hacer una poética a
posteriori. Muchos libros quedan no explicados, pero intento aportar, a
través de estos fragmentos ensayísticos o narrativos ensayísticos, pistas
alrededor de mi obra. En este sentido tiene má s interés que si me
hubiera dedicado só lo a contar historias como he hecho en tantas
ocasiones. Aquí, en cambio, aporto toda una constelació n de temas,
problemas, historias que me atañ en, que conciernen sobre todo a mi
obra.
Sin duda este diario, que rebasa el formato común de cualquier
diario, resulta más interesante que cualquier historia en tanto que
coloca al lector en una situación privilegiada, algo similar a un
voyeur tratando de imaginar la vida secreta del otro mientras lo
observa desde una ventana a través de un catalejo. Y aunque
realidad y ficción se confunden, al final uno se queda con la
impresión de que ha logrado entrar “hasta la cocina” del autor.
--Intento hacer un diario personal pero que no tiene nada de personal
sino abierto a muchos libros, a muchos viajes, muchas personas. En
definitiva, ofrezco una especie de diario bastante anó malo dentro de la
ortodoxia del diario literario. Los ejes son los comentarios de libros que
permiten hablar de cualquier cosa a partir de cualquier libro que he
leído, es un pretexto. También los viajes, que me permiten, a partir de
viajes reales, hablar de lo que quiera. En realidad, si estoy en la
literatura es porque busco la libertad má xima. En este caso el pretexto
es lo de menos para comentar el mundo. El libro aspira a esa frase de
Kafka en la que hablaba de decirlo todo sabiendo que es imposible.
Es un libro fragmentario pero que aspira a la totalidad y está hecho a
base de este afá n de comentar añ adiendo imaginació n al pretexto
hallado. Por ejemplo, si viajo a Verona, quizá s el viaje no sea tan ú til
para escribir, sino el momento de sentarme a escribirlo para inventar
un viaje que no hice. Pero para el lector de las pá ginas de El País
dominical, que es donde aparecía el Dietario, o para el lector de este
libro --porque hay muchos textos que son inéditos-- el verdadero viaje
es un viaje mental, es decir, que yo puedo ir a Verona o puedo ir a París
y regresar con una experiencia muy interesante y, sin embargo, no
contarla sino hablar de otra cosa que me sugiere en aquel momento en
mi escritorio la palabra París o la palabra Verona.
Hay una estructura de comentarios. El libro comenta todo el tiempo lo
que va viendo en el camino, en el camino de los tres ú ltimos añ os. Hay
unos episodios que hacen referencia al colapso físico que tuve hace dos
añ os que aparecía ya en Exploradores del abismo, mi anterior libro de
relatos contados como ficció n y aquí contados como lo que fueron, como
un hecho real. Aparecen idénticos, casi. Realidad y ficció n se
intercambian en este caso. Lo que parece ficció n es una realidad y lo que
aparece como realidad es pura ficció n, de modo que no hay divisiones
de géneros, no hay fronteras que se comuniquen entre lo real, lo vivido
y lo inventado.
Viaje, vida y escritura son universos paralelos en el proceso
creativo de Vila-Matas. Es quizá el viaje lo que le permite moverse
en diferentes registros que, más allá del carácter real o imaginario
del relato, revelan la geografía íntima del escritor.
--Es curioso porque, por ejemplo, he llegado a ir a Cartagena de Indias y
conté para el lector del perió dico mi viaje antes de haberlo hecho. Una
vez en Cartagena, actué de forma que lo que había contado me ocurriera
sin que nadie me obligara a ello. Es decir, prescindo incluso de la idea de
que el viaje es el que me da la experiencia para luego escribir. Para mí
el viaje siempre es mental, aunque paradó jicamente he viajado mucho
en la realidad. Lo he hecho en repetidas ocasiones. He ido por ejemplo a
Povoa de Varcim, en Portugal. El día que salí de Barcelona llovía y supe
que iba a estar muy só lo en un hotel donde me esperaban para una serie
de actividades. He contado que movía desesperado la cortina del hotel
frente al mar mientras llovía. Pues bueno, llegué allí, llovía, estuve só lo
en la habitació n y me dediqué a mover la cortina, desesperado,
naturalmente. Desesperado entre comillas, porque en la realidad estaba
menos desesperado que en la ficció n. Este juego constante de transvase
entre realidad y ficció n es en el que me he movido en los ú ltimos añ os
sin mayor problema, claro, hasta el punto de que cuento mis viajes antes
de realizarlos. Y no lo hago por capricho o por juego sino porque no
tengo ordenador portá til y en ocasiones he tenido que entregar mi
experiencia antes de emprender el viaje.
¿Se trata de un juego entre el azar y el destino?
--El azar lo encuentro yo mismo cuando desarrollo mi capacidad --que
tenemos todos-- de asociació n de ideas o de comunicació n de hechos
aparentemente no conectados. Depende mucho de la capacidad que
tenga uno para saber encontrar las situaciones de azar en algo que
quizá s no lo tenga, aparentemente.
En contraste con el viaje, en el capítulo final de libro apuntas que el
salón de nuestra vida cotidiana puede ser una gran central de
azares; la casa como el lugar central de nuestro mundo; el lugar de
la pasión que nos cala sin miramientos.
--De alguna forma es también la necesidad que tengo en el Dietario
voluble de contradecirme continuamente. Es decir, si parece que en el
Dietario el viaje es lo má s importante, también decir que quizá s lo má s
importante es que la vida se la juega uno en su propia casa por mucho
que viaje. Darle la vuelta al tó pico. Si estoy en la literatura es por una
necesidad constante de luchar contra los lugares comunes o de luchar
contra el sentido comú n que ya de entrada ha de ser dinamitado
siempre, al menos cuando escribo. Lucho contra el tó pico y, por lo tanto,
si el tó pico es que en el viaje uno aprende y tiene una gran experiencia,
quizá s en la vida cotidiana en el día a día, que es el mismo de la
escritura, es donde realmente uno se juega la vida, sin moverse de casa,
claro. Eso me lleva a moverme mucho de casa, precisamente, en
contradicció n continua con lo que escribo.
Diario íntimo, novela, viaje sentimental, autoficción, ensayo.
Estamos frente a una literatura híbrida y fragmentaria que no
conoce fronteras, una apuesta por la libertad.
--Es un poco la idea que tiene Sergio Pitol en un ensayo sobre Cervantes.
Lo escuchaba hace muy poco en la Universidad de Burdeos donde le
hicieron un homenaje. Al terminar lo fui a buscar y le dije: “Bueno, pero
en esto que has leído aquí en realidad de lo que has estado hablando
todo el rato es de la libertad". Y aunque parezca como absurdo, en ese
momento fue cuando empecé a comprender de verdad qué es lo que ha
movido la obra de Sergio Pitol y la de Cervantes, es decir, la necesidad
de eliminar las ataduras del arte y las ataduras de la vida. Tanto la vida
como la literatura han sido esa bú squeda de la libertad, de espacios. En
mi caso llegué a esa idea de libertad el día en que me di cuenta de que,
quizá s porque tenía en esa época muchos encargos periodísticos y de
todo tipo a los que me tenía que ceñ ir, podía recuperar el espacio
propio, escribir sobre lo que quisiera y hacer allí exactamente lo que
quisiera, aunque nadie lo hubiera hecho antes. Me di cuenta de que eso
me permitía proponer, con riesgo de hacer el ridículo o de fracasar, algo
nuevo o algo innovador. En ese momento empieza a desarrollarse má s
mi literatura, cuando me doy cuenta de que puedo arriesgarme a
escribir algo que aparentemente no es ortodoxo, pero que de lo
contrario sería muy aburrido repetir lo ya hecho. Ese espacio de libertad
es para mí la vida y la literatura.
“Aspiro a que alguien descubra que he perseguido siempre mi
originalidad en la asimilación de otras máscaras, de otras voces.
Escribimos siempre después de otros, y quizás por eso tantas veces
perseguí –con citas literarias distorsionadas o inventadas que
ayudaban a crear sentidos diferentes—una imagen mía hecha con
rasgos ajenos.”
--Invento muchas citas. La mitad de las citas que yo saco de los libros
son inventadas y eso es lo que desconcierta a veces a los que creían que
me habían atrapado y decían que me manejaba mucho a través de otros
autores. No tengo esa necesidad porque la mitad de las citas está n
inventadas y muchas de las citas reales está n manipuladas. Siempre
cuento có mo mi traductor francés estuvo una hora haciendo cola bajo la
lluvia en París para buscar una frase de Paul Valéry . Cuando logró
entrar a la Biblioteca Nacional francesa estuvo otra hora tratando de
encontrar la frase de Valéry y cuando la encontró , se dio cuenta de que
la primera parte era de Valéry y la segunda era mía, es decir, que había
perdido el tiempo. A partir de aquél día me dijo que si podía traducir
como fueran todas las citas que yo ponía.
Hay citas, como una de Marguerite Duras, "Escribir es lo que
escribiríamos si escribiésemos", que siempre ha constado como cita de
Marguerite cuando en realidad es la manipulació n de una cita suya y la
frase es mía, pero ha terminado por ser citada continuamente como de
Marguerite Duras. Con este juego de citas utilizo un procedimiento
literario personal. Avanzo a través de citas de otros autores que cambio,
que modifico ligeramente para buscar nuevos sentidos. Para mí, uno de
los sentidos que tiene la literatura es la bú squeda de nuevos sentidos, de
nuevas orientaciones. En parte es lo mismo que plantea Pierre Menard,
el cuento de Borges: leer las frases de otra forma a como fueron leídas y,
por lo tanto, hacer avanzar a la literatura, abrirla, expansionarla en
busca de nuevos sentidos. El tema de las citas es toda una conferencia
donde explico un poco mi procedimiento literario, entre ellos este
funcionamiento a través de los otros, es decir, un poco la idea que tengo
de que soy como John Vincent Moon, ese personaje de Borges que era
todos los hombres, era tanto Shakespeare como el villano má s terrible
del mundo, este sentimiento de que somos todos el mismo hombre en el
sentido genérico.
Enero de 2006: “Estoy en la plaza de Saint-Sulpice, sentado en el
café desde donde Georges Perec espiaba horas y horas lo que allí
podía verse, no lo que ya había sido antes catalogado o
inventariado de esa plaza, ‘sino lo que generalmente se anota, lo
que no se nota, lo que no tiene importancia: lo que pasa cuando no
pasa nada, salvo tiempo, gente, autos, nubes’.”
--Yo pensaba esta mañ ana --en realidad he llegado hasta aquí, hasta
México y hasta esta mañ ana para pensar en esto que no había pensado
nunca-- que de alguna forma yo tuve la impresió n, siendo joven, de que
en mi vida no iba a pasar nunca nada, que iba a ser una vida bastante
gris, como tantas vidas de tantas personas. Al mismo tiempo sentí la
obligació n de ser algo y pensé que mi terreno era la escritura, pero
también me daba cuenta de que no tenía nada sobre lo qué escribir, es
decir, que mi vida iba a ser como esto: lo que pasa cuando no pasa nada.
Me di cuenta de que se podía escribir sobre lo que pasa cuando no pasa
nada, en definitiva, porque no tenía nada qué contar. De alguna forma si
había algo contado ya había sido bien contado por otros.
Recuerdo incluso mis primeros viajes a México. Recuerdo las anécdotas
famosas que yo contaba al regresar, donde me habían ocurrido cosas
rarísimas. Ahora me doy cuenta de que no me había ocurrido nada raro,
desde mi perspectiva actual todo era muy sencillo, lo que pasa es que yo
me esforzaba en encontrar cosas raras para poder contarlas, primero de
viva voz y luego para escribirlas, para tener algo que escribir. Ha
condicionado mucho toda mi escritura esa sensació n de que no pasaba
nada ni iba a pasar nunca nada en lo que yo iba a vivir y al final lo que
me ha ocurrido es lo que he escrito. Mi vida es lo que he escrito y he
quedado atrapado por el personaje que ha escrito eso que dice que le ha
pasado. En definitiva he logrado tener una vida gracias a la escritura.
Septiembre de 2007: “Escribo en el nombre de México desde hace
dos décadas, desde que por primera vez vi ese país arrebatador,
fascinante. Un terreno abonado para la máxima imaginación
narrativa, la alucinación y el ensueño.”
--Realmente fue el primer país y sigue siendo el ú ltimo país que me ha
impresionado por algo como la diferencia. Era distinto a todo lo que
había visto y quizá s en esto influye también el hecho de que se hablara
la misma lengua que, en definitiva, me permitió ver que lo que se me
decía no era lo mismo, aunque estuviera dicho en una misma lengua. En
Alemania, por ejemplo, todo era muy raro porque no entendía lo que
decían, en cambio aquí todo era muy claro. Y precisamente porque lo
entendía, me daba cuenta de que no entendía nada. De ahí surge la idea
de un país distinto, diferente, que me seduce prá cticamente desde el
primer momento, me impresiona. Por otra parte, para qué negarlo, hubo
una corriente mutua de simpatía entre las personas que conocí aquí
desde el primer viaje, con quienes he tenido una relació n absolutamente
creativa y fructífera.
A veces pienso que tiene mucho que ver con el hecho de que lo primero
que vi en México fue el zó calo desde el Hotel Majestic. Lo hice siguiendo
el consejo de una amiga barcelonesa. Me dijo que lo primero que tenía
que hacer en México era subir a la vista de este hotel. Curiosamente ella
tiene algo de bruja y el hecho es que ahora adjudico a esta primera visita
toda la suerte que me ha acompañ ado en este país maravilloso para mí
por lo que tiene de diferente. Todo lo que es distinto me interesa y todo
lo que es familiar, doméstico, conocido, me aburre profundamente.
Nathaniel Hawthorne, Herman Melville, Robert Walser, J.M.
Coetzee, W.G. Sebald, Gabriel García Márquez, Claudio Magris… En
el Dietario voluble confluyen innumerables autores, piezas clave en
el rompecabezas literario de Vila-Matas. Entre ellos destaca Franz
Kafka.
--Es para mí el escritor má s significativo del siglo XX. Es el escritor que
avanza lo que va a ocurrir, y no porque sea profeta, pero es esta faceta
que tiene la literatura de avanzarse a lo que va a pasar. Es como un reloj
que se adelanta y no es que profetice lo que ocurrirá , sino que ve venir,
intuye cuá l será la realidad del futuro. Kafka se adelanta a esta realidad
actual en la que el individuo ha perdido ante el estado toda capacidad de
movimiento y de libertad. Esto lo ve Kafka antes de Auschwitz, lo intuye
perfectamente y por eso me parece el escritor má s significativo del siglo
XX.
Además de la literatura, el cine también ha sido parte importante
del mapa íntimo del autor de El mal de Montano. Kurosawa,
Goddard, Antonioni, Fellini, son figuras que lo acompañan en este
recorrido voluble.
--El cine de los añ os sesenta. No porque yo sea nostá lgico, sino porque
fue la época en la que me formé artísticamente y el cine es muy
importante. También porque pienso que era un cine muy libre que no se
ha repetido. De hecho no soy yo el ú nico que lo dice. Es un cine de
grandes innovaciones que no han continuado. También comento en el
libro que esta pasió n por las citas, por ejemplo, está n dadas por
Goddard. Interrumpía sus películas como en el cine mudo, con carteles
en los que se leían citas de autores y eso formaba parte de la narració n
misma. Para mi era natural que una película estuviera salpicada de citas
como lo había visto hacer en Goddard. Cuando luego me criticaron
porque aparecían tantas citas en los libros, yo no comprendía, porque
en realidad era parte de mi formació n sentimental y literaria.
“Soy escritor porque vi a Mastroianni en La notte de Antonioni”,
refiere el autor en uno de los ensayos que integran el libro El viento
ligero en Parma.
--Se llega a ser escritor por una serie de circunstancias diferentes igual
que uno se enamora, pero no en un segundo concreto. Creo que un
cú mulo de circunstancias llevan a una situació n y no hay un origen
exacto. Ahora bien, necesitado de contestar a por qué me hice escritor,
lo situé en Mastroianni, porque es cierto que ambicioné ser escritor
antes de saber que para ser escritor había que escribir, cuando vi la
película La noche. Naturalmente en la realidad de por qué escribo,
muchas veces creo que no es por Mastroianni, sino má s bien por una
necesidad de separarme de la familia. No la familia natural, sino la
familia españ ola, la familia en general, apartarme, que es lo que hacen
los escritores para, en soledad, crear una obra basada en lo que has
vivido o podrías vivir si no estuvieras escribiendo. De alguna forma, los
veranos en familia me apartaba y decía que escribía novelas debajo de
un pino en la Costa Brava simplemente para que me dejaran solo. Yo
creo que llegué a la literatura para que me dejaran solo en familia, pero
luego la familia esta, la familia catalana a la que pertenezco se amplió y
es la familia mundial. Escribo para quedarme solo, para tener mi espacio
de soledad y escribir sobre lo que ocurre en la vida en la que no estoy
para escribir. De alguna forma me aparto también del sentido comú n
general para tratar de crear un mundo paralelo en la soledad de mi
gabinete pero en contacto con el mundo. En contacto con el mundo
porque si no, no podría escribir sobre nada.
Dietario voluble. Anagrama, 2008.

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