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Histopia 22

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1

Sumario
Editorial. Pág. 3

“9 de julio de 1816 ¿Qué pasó con el Acta de Independencia?”.


Por María Teresa Fuster. Pág. 5

Museología

“Avatares de la Historia de un Museo. El Museo Histórico y


Tradicional de San Isidro”
Carlos A. Dellepiane Cálcena. Pág.13.

Hombres de Nuestra Historia

“El obispo Orellana”


Por Eduardo Gil. Pág.23.

ISSN 2683-6904 Historia de nuestra botánica


Año IV N- 22 Octubre 2022
“Un cuadro botánico del Riachuelo de comienzos del siglo XX.
Staff:
Recomposición de un paisaje natural histórico a partir de la obra
Dirección:
María Teresa Fuster
de Cristóbal Hicken”
Redactor principal Por Eduardo Haene. Pág. 29.
Roberto L. Elissalde

Redacción:
Sergio Fuster Historia Colonial
Comité científico:
Néstor Careaga Alfonso “Thomas Dover, un médico inglés en el Río de la Plata. Su viaje
Fernando Chao + desde Bristol a Buenos Aires según el Diario de William Toller
Jorge N. Di Nucci
Olga Fernández Latour de Botas (1715) Parte II”
Susana Frías Por Augusto Soiza Larrosa. Pág. 39.
Héctor Patiño Gardone
Mary Monte de López Moreira
M. Cristina Scomazzon “’Desde Nuestras piedras’. De como un criollo criado sobre
Eduardo Trigo O’Connor d’ Arlach
Juan Eduardo Vargas Cariola
nuestras piedras montevideanas llegó a ser gobernador y
vizconde del Reino de Portugal”
Corrección:
Eduardo Fusero Por Yamandú Ortíz Gibert. Pág.55
Diseño:
Demis Juliá Reseñas por sus propios autores
San Blas 5158 CABA CP 1407.

Mail: revistahistopia@gmail.com “Manuel Belgrano. La verdadera historia de su casa familiar en


Buenos Aires”
© 2019. Registro de propiedad
intelectual. Ley 11.723. Se puede citar Por Roberto Colimodio y Alejandro Maddonni. Pág. 62.
cualquier parte del contenido de la
presente publicación siempre y Ilustración tapa: Acta de Independencia copia trunca, AGN Fondo
cuando se mencione la fuente Congreso General Constituyente. Legajo 1.

2
Editorial

El documento más importante de una nación es, sin lugar a dudas, el Acta de
Independencia. En ella se plasma el sentir de los hombres que lucharon por hacer
realidad la existencia libre y soberana de una nación. La firma de ese documento, en
líneas generales, acontece en medio de circunstancias difíciles; como ocurrió en el caso
de nuestra Acta de Independencia firmada un 9 de julio de 1816 en la ciudad de San
Miguel de Tucumán. La declaración de la Independencia y la firma del Acta se realizó
en un contexto de guerra, de cambios sociales y políticos. Los congresales firmantes, a
pesar de sus diferencias, demostraron que compartían el amor por la ansiada
independencia política.
La mayoría de las naciones conservan ese documento con mucho cuidado pues es su
génesis, no así el caso de Argentina que no cuenta con el documento original firmado
por los congresistas ese histórico día. Si bien se conservan algunas copias de época
manuscritas e impresas, el original desapareció. ¿Qué pasó con el Acta de
Independencia? En este número de Revista Histopía, Teresa Fuster a partir de una
investigación basada en las fuentes existentes en el Archivo General de la Nación nos
detallará el camino de Acta y su “desaparición” que contradice muchas fantasías que
rodean este hecho.
Además, en este número podrán leer las valiosas colaboraciones de los investigadores
Carlos A. Dellepiane Cálcena, Eduardo Haene, Augusto Soiza Larrosa, Eduardo Gil,
Yamandú Ortíz Gibert, Roberto Colimodio y Alejandro Maddonni.

Dirección Revista Histopía.

3
Publicidad de 1898 (AGN Fondo Vintter, Sala VII legajo 1222).

4
Historia Argentina

9 DE JULIO DE 1816
¿Qué pasó con el
Acta de la Independencia?1
María Teresa Fuster2

El Congreso Constituyente comenzó a sesionar en la ciudad de San Miguel de


Tucumán el 24 de marzo de 1816. Su objetivo inmediato era declarar la independencia
de la dominación española en momentos en que la lucha contra los reinos de España
estaba en su punto álgido. Las sesiones - que contaban con representantes de 14
provincias - se desarrollaron en medio de tensiones y posiciones encontradas, sin
embargo todos sus miembros coincidieron en la necesidad de declarar la ansiada
independencia de España, hecho que se concretó el 9 de julio de 1816 y el 21 de julio la
juraron.
El Acta original, la firmada el histórico 9 de julio por los congresales, no existe. Qué
pasó con ella es objeto de diferentes versiones, la mayoría sin base documental.
Contamos con réplicas del Acta realizadas en ese tiempo, las cuales se pueden
considerar originales, pues el Congreso -con acierto- determinó que los duplicados del
Acta recorrieran todo el territorio, de tal forma que se imprimieron 1500 actas en
castellano, en quichua y aymará para beneficio de los pueblos del Alto Perú que no
dominaban el castellano.
En el Archivo General de la Nación se conservan dos de estas reproducciones
manuscritas, una de ellas incompleta y dos copias impresas realizadas en lengua
aymará3 y quichua4
La mejor réplica existente del Acta completa y con firma manuscrita de Serrano
como secretario es justamente la que se encuentra resguardada en la caja fuerte del
Archivo General de la Nación.
Su llegada a la institución fue tardía, 150 años después de su producción,
exactamente en el año 1966, y realmente su camino fue accidentado. Según relata
Graciela Swiderski - de basta y reconocida trayectoria como investigadora y personal
del Archivo y la recientemente desaparecida historiadora Liliana Crespi - su ruta fue de
la siguiente manera: Cuando el Congreso General Constituyente pasó de la provincia de
1
Agradezco la colaboración de mi compañero en el AGN Fabián Alonso en la elaboración del presente
trabajo de búsqueda e investigación.
2
Licenciada en Historia (UBA), Profesora de Enseñanza Media y Superior en Historia (UBA),
Especialista en Historia Colonial (UNlu) Miembro de la Academia Argentina de Artes y Ciencias de la
Comunicación, Miembro del Instituto Nacional Browniano. Miembro del Comité Argentino de Lucha
contra el Tráfico Ilícito de Bienes Culturales (2016-2020), Perito documental. En la actualidad se
desempeña en el Área de Comunicación y Acción Cultural del Archivo General de la Nación dependiente
del Ministerio del Interior.
3
El acta en lengua aymara puede ser ubicada en el topográfico AGN Sala 7 Legajo 2668.
4
AGN Sala VII Legajo 2471.

5
Tucumán a Buenos Aires en enero de 1817 - donde sesionó hasta febrero de 1820 - sus
papeles, entre ellos, la referida copia manuscrita del Acta, pasaron a estar a cargo de la
Junta de Representantes que justamente sesionaba en el recinto que había ocupado el
anterior Congreso Constituyente. No sabemos si estaba también el Acta original.
¿Por qué permanecieron allí estos papeles? Porque si bien el Archivo General (en ese
momento de la Provincia de Buenos Aires5) ya había sido creado el 28 de agosto de
1821 con el fin de centralizar la documentación existente en los archivos de las
instituciones gubernamentales, y debía ser el custodio natural de esos documentos, los
diputados consideraron que esos papeles por su carácter específico serían un importante
antecedente para la conformación y manera de sesionar de la Junta de Representantes y
de las sucesivas asambleas que se conformarían. Se formó con tal fin un Archivo
Histórico en el recinto de la Junta de Representantes que funcionó hasta el año 1925,
tras lo cual los documentos que conservaba pasaron al Archivo Histórico, ubicado en la
ciudad de La Plata6. Con la salvedad de los documentos que nos ocupan.
Los documentos del histórico año 1816 tomaron otro rumbo. Un sacerdote salesiano,
vicario de la Armada y a su vez diputado provincial, monseñor Agustín Piaggio,
alrededor de 1910 estaba trabajando en un libro sobre la Declaración de la
Independencia en vista de la cercanía de la conmemoración de su centenario y
transcribiendo documentos relativos al Congreso Constituyente de 1816, con ese fin
retiró varias cajas del Archivo Histórico, documentos producidos entre 1816 y 1819
sobre el Congreso Constituyente. Su objetivo era escribir un comentario histórico lo
más completo posible sobre las Sesiones del Congreso de Tucumán al que pensaba
dedicar varios tomos. Pudo publicar solo una parte pues falleció en 1926, durante la
realización de su obra7. Tras su fallecimiento esa documentación tan valiosa no fue
devuelta, sino que pasó a manos monseñor Dionisio Nepal, el vicario sucesor de
Piaggio, quien conservó esos papeles. En 1941 los documentos y biblioteca de Piaggio
pasaron a una institución salesiana el Colegio Pío IX8. El 4 de mayo de 1966 el
provincial salesiano tuvo al fin la buena disposición de devolver estos valiosos
documentos al Estado Nacional donde siempre debieron estar. El presidente de la
República el Dr. Arturo Umberto Illia, quien casualmente había sido alumno de la
institución, recibió los documentos y entregó los 8 legajos que recibió,
aproximadamente unos 3100 folios, al Archivo General de la Nación.
La Academia Nacional de la Historia en 1966 se encargó, por orden del presidente de
la Nación, de analizar los documentos que fueron entregados y elaboraron un informe
sobre los mismos. Este fue realizado por Ricardo Piccirilli, Milcíades Alejo Vignale,
Julio César González, Ernesto J. Fitte y Enrique William Álzaga quienes atestiguaron
sobre la calidad de los mismos, certificando su autenticidad. Es interesante que en dicho
informe transcriben una carta de monseñor Piaggio al director de la Revista De nuestra
Historia, monseñor José Ignacio Yani, donde Piaggio expresa: “Pero ¿dónde están los

5
Recién tras la federalización de la ciudad de Buenos Aires para a ser denominado Archivo General de la
Nación.
6
Archivo General de la Nación, Fondos documentales. Congreso General Constituyente (1816-1819),
Sánchez de Bustamante (1716-1836), Buenos Aires, 1996.
7
Hemos podido rastrear dos obras de Agustín Piaggio: La fe de nuestros padres. Colección de lecturas
patrióticas religiosas, documentación de la emancipación argentina, Buenos Aires, 1920, e Influencia del
clero en la independencia argentina (1810- 1820), Barcelona, 1912.
8
El Colegio está ubicado en la calle Yapeyú al 100 de la ciudad de Buenos Aires.

6
tres libros de actas públicas? No se sabe. Tal vez han desaparecido para siempre, desde
hace mucho tiempo pues ningún escritor hace alusión a ellos, o tal vez como el libro de
las actas secretas que hasta hace relativamente muy poco existía en el Archivo Histórico
de la Legislatura de la Plata se hallan en poder de algún bibliómano imbécil…”9.
Faltaban tres tomos de las sesiones públicas del Congreso, monseñor Piaggio expresa
no habérselos llevado junto con el resto de la documentación que retiró en su momento.
Los faltantes eran los libros de sesiones públicas del Congreso de Tucumán del
momento fundacional de nuestra historia, el de la declaración de la Independencia y por
ende no estaba el Acta original de la Declaración. En el primer libro de las Actas de
sesiones se había agregado el Acta original del 9 de julio de 1816 con la firma de los
congresales en hoja aparte. Al desaparecer los libros de sesiones desapareció el Acta. En
qué momento no se sabe.
Podemos afirmar que estaba en hoja aparte el Acta de la Independencia porque el
periódico El Redactor del Congreso en su número del 6 de agosto de 1816 relataba que
Francisco Narciso Laprida había ordenado que se extendiera por separado, en folio
aparte. Este periódico (que estaba a cargo de Fray Cayetano Rodríguez) publicaba lo
tratado en cada sesión del histórico Congreso por lo tanto constituye una fuente
invaluable. Es el medio de conocer, junto con los borradores de las sesiones lo tratado
en ellas, dado el faltante de los documentos originales.
Con relación al libro de las sesiones secretas del Congreso que Piaggio, en su carta,
también menciona como faltante y que se hallaban según sus palabras “en poder de
algún bibliómano imbécil” finalmente fueron recuperadas. Se encontraban en manos de
los descendientes de Dardo Rocha, el fundador de la ciudad de la Plata, donde
justamente se habían remitido parte de los documentos del Archivo Histórico de la Junta
de Representantes a instancias de Ricardo Levene. Cómo llegaron a manos de la familia
Rocha no se sabe. Lo importante es que se lograron recuperar esas las sesiones secretas
originales del Congreso con encuadernación original en cuero. Esa importante
documentación en la década de 1930 fue donada al Archivo General de la Nación por
Carlos Dardo Rocha y en la actualidad se encuentra ubicada en el depósito de
Documentación Donada y Adquirida bajo el topográfico de Sala VII Legajo 5110.
¿Qué documentación se conserva en el Archivo General de con relación al Congreso
General Constituyente? En su mayoría son documentos relativos a comunicaciones del
Congreso, elecciones y poderes de diputados, oficios, correspondencia militar,
correspondencia con las autoridades de Buenos Aires, con gobernadores y cabildos
provinciales, encontramos el reglamento provisorio del Congreso de 1817, expedientes
eclesiásticos, borradores de las sesiones públicas y las mencionadas sesiones secretas.
Sin embargo, como hemos visto, la documentación más valiosa, que serían los tres
libros manuscritos que contenían las actas de las sesiones públicas de ese importante
año así como el Acta de la Independencia, que al parecer se encontraba en el primer
libro de sesiones, no están11.
La copia que conserva el Archivo General de la Nación del Acta de la Independencia
y que era parte de los documentos recuperados que en su momento se llevó Piaggio es
considerada la mejor réplica del Acta. Esta fue remitida al Director Supremo Juan
9
Boletín de la Academia Nacional de la Historia, Vol. 38. Buenos Aires, 1966 pp.333.
10
Existen así mismo borradores de las sesiones secretas o reservadas en S VII 3490 donde hay tachaduras
y enmiendas de las sesiones.
11
Ib.pp.333-335.

7
Martín de Pueyrredon refrendada por el secretario Serrano por firma original. Según el
dictamen de los expertos de la Academia Nacional de la Historia es “el manuscrito más
importante del Acta de Independencia en tanto no aparezca el libro de Actas de las
Sesiones Públicas que conforme se expresó al comienzo, contiene el Acta original con
la firma autógrafa de los diputados”.12
Esperar que el Acta original aparezca parece una utopía, sin embargo, gracias a la
cantidad de copias existentes es posible tener su texto.
El trabajo del Archivo General de la Nación en resguardar nuestra historia es
meritorio y merece el apoyo de toda la ciudadanía denunciando la venta ilícita de
documentos que pertenecen a nuestra Nación y que están en manos de particulares.
Resguardar esos documentos es resguardar nuestra propia historia, nuestras raíces para
nosotros y nuestra posteridad.

Transcripciones:

Acta de la Independencia:
“En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel del Tucumán a nueve días del
mes de julio de 1816: terminada la sesión ordinaria, el Congreso de las Provincias
Unidas continuó sus anteriores discusiones sobre el grande, augusto y sagrado objeto de
la independencia de los pueblos que lo forman. Era universal, constante y decidido el
clamor del territorio por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de
España, los representantes sin embargo consagraron a tan arduo asunto toda la
profundidad de sus talentos, la rectitud de sus intenciones e interés que demanda la
sanción de la suerte suya, pueblos representados y posteridad. A su término fueron
preguntados ¿Si quieren que las provincias de la Unión fuese una nación libre e
independiente de los reyes de España y su metrópoli? Aclamaron primeramente llenos
de santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteraron sucesivamente su unánime y
espontáneo decidido voto por la independencia del país, fixando en su virtud la
declaración siguiente:
"Nos los representantes de las Provincias Unidas en Sud-América, reunidos en
congreso general, invocando al Eterno que preside el universo, en nombre y por la
autoridad de los pueblos que representamos, protestando al Cielo, a las naciones y
hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente
a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper
los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de
que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente
del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho
y de derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e
impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas, y cada una de ellas, así lo
publican, declaran y ratifican comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y
sostén de esta su voluntad, baxo el seguro y garantía de sus vidas haberes y fama.
Comuníquese a quienes corresponda para su publicación. Y en obsequio del respeto que
se debe a las naciones, detállense en un manifiesto los gravísimos fundamentos
impulsivos de esta solemne declaración." Dada en la sala de sesiones, firmada de
nuestra mano, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros diputados
secretarios”

12
Ib. pp. 336.

8
Formula de Juramento con el agregado del diputado Medrano:
“Formula de Juramento qué hande prestar todos los habitantes de las Provincias Unidas
de Sud América.
¿Juráis por Dios Nuestro Sr, y esta señal de + promover y defender la libertad de las
Provincias Unidas en Sud América, y su independencia del Rey de España Fernando
Séptimo, sus sucesores y Metrópoli, y de toda otra dominación extrangera?
¿Juráis a Dios Nuestro Señor, prometéis á la Patria el sostén de estos derechos hasta
con la vida, haberes y fama? Si juro.
Si así lo hiziereis, Dios os ayude, y sino él y la Patria os hagan cargo.

Es Copia
Rubrica Dr. Serrano Secretario”

Folio 1 y 2 Acta de Independencia (AGN- Tesoro).

9
Folio 3 Acta de Independencia (AGN- Tesoro).

Sesiones Secretas. Sesión del 19 de julio de 1816. Folio 1 (AGN Sala VII 3490).

10
Sesiones Secretas. Sesión del 19 de julio de 1816. Folio 2 (AGN Sala VII).

11
Sesiones Secretas: Carátula (AGN Sala VII Legajo 51).

12
Museología

AVATARES DE UN MUSEO
El Museo Histórico y Tradicional
de San Isidro
13
Carlos A. Dellepiane Cálcena

El matutino La Nación del 27 de junio de 1973 afirmaba sobre el cierre del museo, con
el título Avatares de un museo “decisión precipitada adoptada por las nuevas
autoridades del municipio”. Este título me pareció apropiado para aplicarlo a la presente
reseña.
El 19 de octubre de 1971 asumió las funciones de Intendente Municipal del Partido
de San Isidro el contador D. Pedro Llorens, con quien me unía una sólida amistad,
hombre culto que formó una importante biblioteca sobre historia nacional y acerca de la
historia sanisidrense. Ejerció el cargo en forma ejemplar hasta el 25 de mayo de 1973.
No bien comenzada su gestión, le propuse la creación de un museo que tuviera por
objeto rescatar tanto la Historia como la Tradición del viejo Pago de la Costa en sus más
amplios aspectos. De esta forma atesoraría testimonios relativos a la Historia y a la
Tradición del Pago de la Costa, posterior Partido de San Isidro. En poder de viejas
familias existían elementos a los que había que rescatar y darles un destino definitivo. Si
bien el Municipio desde muchos años antes contaba con el Museo Brigadier General
Juan Martín de Pueyrredon, el mismo estaba dedicado a perpetuar la memoria del
Director Supremo y la de su hijo el arquitecto y pintor Prilidiano Pueyrredon.
Existía un vacío y con el Contador Llorens nos propusimos ocuparlo, con el apoyo de
vecinos proclives a atesorar elementos que ilustraran sobre el pasado histórico y
tradicional. En esos años aún era posible recuperar testimonios del pasado local.
Mediante el Decreto n° 269 de 25 de febrero de 1972 fue creado el museo. En sus
considerandos decía: “Visto: La imperiosa necesidad de que el Partido de San Isidro,
celoso guardián de su pasado, cuente con un organismo especializado que recopile,
conserve y exhiba adecuadamente su valioso patrimonio histórico y tradicional”. La
institución dependió de la Dirección de Cultura y Educación.
Por decreto nº 270 de 25 de febrero de 1972 que lleva las firmas del contador Pedro
Llorens en su carácter de Intendente Municipal y Federico Alberto Cruz como secretario
de Gobierno, se designó a Carlos Dellepiane Cálcena como director, autor del proyecto
de creación y organizador del museo, quien desempeñó sus funciones ad honorem hasta
el arbitrario e incomprensible cierre producido el 13 de junio de 1973 (Legajo n° 6.653).

13
Ministro del Servicio Exterior de la Nación. Ha sido Director del Museo Histórico Juan Martín de
Pueyrredon de San Isidro. Director de la Biblioteca del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto.
Académico correspondiente de la Academia Nacional de la Historia y de la Academia Argentina de
Letras. Académico de número de la Academia Argentina del Ceremonial. Miembro de número fundador
del Instituto Histórico Municipal de San Isidro. Ha sido condecorado y recibido numerosas distinciones.
Autor de numerosos libros y artículos.

13
Se destinó como sede la vieja casona de Fernando Máximo Alfaro (1791-1859),
situada en Avenida del Libertador 16.362 esquina Ituzaingó, inmueble de propiedad
municipal en el que se constituyó el 27 de enero de 1856 el primer gobierno municipal
encabezado por el dueño de casa, entonces Juez de Paz, nombrado el 5 de enero de
1856, cargo que ejercería hasta el 15 de mayo de 1858 siendo reemplazado por Bernabé
Márquez.
El histórico inmueble fue convenientemente restaurado y puesto en valor, labor
coordinada por el Director con la Dirección de Obras Públicas Municipal.
Con el tiempo, después de ser adquirido por la Municipalidad, fue destinado a
oficinas públicas, cuyo uso lo deterioraron en forma notoria. Conservaba el gran patio-
jardín con viejas plantas. El frente principal que muestra hoy fue renovado
aproximadamente en 1900.
Años antes fue abierta una puerta para comunicar la sala principal con la galería
exterior de columnas de hierro, puerta que hice cerrar y, aprovechando el espesor de la
pared, convertí ese vano en vitrina de exhibición. Se respetó el todo y sus numerosos
detalles. Para ello conté con el valioso asesoramiento del arquitecto e historiador
Alberto S. J. De Paula, noble amigo. Se repararon los techos de bovedilla para evitar
filtraciones y consiguientes humedades; se pulieron los pisos de madera; se repararon
revoques; la carpintería de puertas y ventanas fue acondicionada; se cambió el cableado
eléctrico y se ejecutó la pintura total del inmueble. Trasladé desde el vivero municipal el
aljibe de hierro y mármol de Carrara que fuera de la casona de la familia de Carlos T.
Becú, situada frente a la Plaza Mitre, calle San Martín 484, en el solar donde hoy se
encuentra el monumento a Domingo de Acassuso y lo instalé en el patio-jardín.
La chimenea ubicada en la sala principal que mira al frente no es la original. El
mármol de Carrara que la cubría se encontraba sumamente deteriorado y con pérdidas
en su estructura. Fue sustituido respetando medidas y bordes trabajados.
En las obras de refacción y puesta en valor del inmueble, intervinieron en forma
efectiva el Director de Servicios Públicos de la Municipalidad señor Rubén O. Torasso
y sus colaboradores señores Julio Piñeiro Sorondo, Arnaldo Natale y Jorge Polhen.
El museo fue inaugurado el jueves 12 de octubre de 1972 a las 17 hs. con la presencia
del señor Intendente Municipal Contador D. Pedro Llorens; autoridades municipales y
miembros del Honorable Concejo Deliberante; Párroco de la Catedral de San Isidro, en
representación del señor Obispo; miembros de la Academia Nacional de la Historia y de
la Academia Argentina de Letras; de la Asociación Numismática Argentina; del
Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas; autoridades de la Asociación San Isidro
Tradicional; miembros de entidades vecinales y numerosos vecinos.
Ese día se libró al público la exposición Fotografías del antiguo San Isidro, muestra
que permaneció abierta hasta el 30 de diciembre. Se exhibieron sesenta y siete
fotografías originales del siglo XIX, entre las que se destacaron por su valor documental
las tomadas por el ex intendente D. Fernando Alfaro (h).
Poco después se concretó la Exposición de Arte Heráldico, auspiciada por el Colegio
Heráldico de Buenos Aires. Fueron expuestas 95 piezas y se editó un catálogo de 20
páginas con prólogo del doctor Félix F. Martín y Herrera.
La Nación del 16 de marzo dio a conocer la noticia con el título Fue creado un
Museo de Historia en San Isidro. Señalaba el hecho de esta forma: “El Intendente de
esta ciudad dispuso la creación del Museo Histórico y Tradicional de San Isidro, que
funcionará en un inmueble propiedad de la comuna ubicado en la Avenida del
Libertador e Ituzaingó, que será refaccionado. El partido de San Isidro, con fuertes
arraigos y sentimientos tradicionales, y con un valioso patrimonio histórico, carecía de
un museo que reflejara su pasado […]. Funcionará en el solar donde se constituyó la

14
primera corporación municipal, presidida por Fernando Alfaro (1791-1859), cuya
construcción y características ambientales, por su antigüedad y aspecto, constituyen un
ámbito adecuado para las finalidades asignadas”.
Para su apertura se contó con objetos y documentos propiedad de la Municipalidad
dispersos en numerosas oficinas y donaciones gestionadas por la Dirección. También
con piezas facilitadas en préstamo para su exhibición, como los retratos al óleo del
Mayor D. Bernabé Márquez y de su esposa Da. Francisca de la Serna, óleos sobre tela
debidos al pincel de M. Carmini en 1891, dados en custodia por el recordado historiador
Hialmar Edmundo Gammalsson. Estos retratos pasaron sucesivamente a los museos
Brigadier General Juan Martín de Pueyrredon y Biblioteca, Archivo y Museo “Doctor
Horacio Beccar Varela”, establecimiento donde en la actualidad se exhiben. O el óleo
sobre tabla del escudo de San Isidro firmado por el Presbítero Carlos Ruiz Santana en
1924, aprobado por ordenanza municipal durante la administración de D. Andrés Rolón,
proporcionado por el doctor Enrique David Beccar Varela. Escudo de la Confederación
Argentina, versión que presenta modificaciones en sus muebles heráldicos. Perteneció a
la familia Elortondo, en cuya quinta sobre la barranca se encontraba. Según la tradición
oral, habría sido originariamente del doctor Santiago Derqui. Fue cedido en octubre de
1972 en custodia para su exhibición por el Consejo Escolar de San Isidro. Hoy
felizmente se exhibe en el Museo Beccar Varela. Todo ello constituyó el acervo inicial,
el que fue creciendo durante la efímera vida de la institución.
El contenido patrimonial de sus siete salas, en cumplimiento de la Ordenanza n° 4522
del Honorable Concejo Deliberante sancionada el 4 de junio de 1973, pasó a formar
parte del Museo Brigadier General Juan Martín de Pueyrredon.
La Biblioteca se formó con el aporte principal de la que estuvo en el Museo
Pueyrredon. Igual con el Archivo, más el que rescaté del corralón municipal,
perteneciente a la Dirección de obras Públicas. Se recibieron visitas escolares y de
público en general y se atendió a numerosos investigadores.
Fueron eficaces y desinteresados colaboradores, amigos y donantes, cuyos nombres
quiero señalar: El Director de la Revista Crónicas de San Isidro (1971-1975) señor
Rafael Olivares, quien acompañó siempre y en especial en los últimos días de la vida
del museo; Hernán Carlos Lux-Wurm; Fernando M. Madero; Augusto Raúl Cortázar;
Julio César Gancedo; Ramón Gutiérrez; José María Peña; Patricia Rivarola; Enrique
Williams Álzaga; Félix F. Martín y Herrera; Bernardo Lozier Almazán; María Verduga
de Güemes; Pedro Llorens; Juan Santos Paván; Ramón Miranda; Marcos Isidro
Rospide; Margarita Perkins; Ramiro Aquino Leguizamón; Luis Adolfo Cordiviola;
Esteban Juan Sainete; Ernesto Olivera; Héctor Hürst; Enrique David Beccar Varela;
Lola Frexas; Jorge Pravaz Leslie; Nicolás Dellepiane; Ismael Elizarraga; Familia
Repetto; María Dolores Granada Roca de Benoit; Horacio Crespo; Leonardo Luis
Bardolla; Marcelo Cenci; Adela Veniard de Maldonado; Mario A. Indart; Aníbal
Aguirre Saravia; Clodomiro Araujo Salvadores; José S. Parodi; Antonio Espósito.

Cierre y posterior destino del edificio y de las colecciones

Una mañana se apersonó en mi oficina un empleado de la Secretaría Privada del


Intendente -ejerció el cargo sólo un año, de 1973 a 1974- quien me manifestó que aquél
requería mi presencia. Ingresé al despacho del intendente Norberto Gavino (Partido
Justicialista). Me recibió de pie detrás de su escritorio. Sin saludarme y desplegando una
sorprendente cuan asombrosa originalidad de pensamiento me espetó: “Usté y el museo
son los últimos exponentes de la oligarquía sanisidrense, presénteme la renuncia”.
Asombrado ante semejante e inesperada situación, opté por explicarle que no era así,

15
que el museo era “Histórico y Tradicional”, que reflejaba la historia del pueblo y que
yo, que lo había formado desde cero desempeñaba mis funciones ad honorem. No
comprendió e insistió en el pedido de mi renuncia. Le contesté: “Exonéreme si no le
tiembla la mano”. Me retiré de la oficina pegando un portazo, que provocó que una
empleada de la Secretaría Privada que tenía su escritorio a pocos metros, se agarrara la
cabeza con las dos manos.
Varios amigos del museo, entre ellos dos abogados, los recordados doctores Aníbal
Aguirre Saravia y Enrique David Beccar Varela, me aconsejaron que renunciara para
evitar males mayores, dada la incomprensión y manifiesta mala voluntad de la autoridad
comunal.
En esos días frecuentó las instalaciones una tal señorita Galera, del Consejo Escolar
de San Isidro, con el fin de reclamar el Escudo de la Confederación Argentina cedido en
préstamo por dicha oficina.
Presenté mi renuncia con mucha pena el 8 de junio de 1973; Fui separado del cargo
de Director por decreto nº 120 del 13 de junio y de hecho el museo cerró sus puertas.
Con los años supe por boca de un ex funcionario municipal, quien vivió de cerca los
acontecimientos, que detrás de esta desatinada disposición, hubo una “mano negra” que
asesoró con malicia al jefe comunal.
Entiendo, sin temor de equivocarme, que el cierre de este museo es el primero
acontecido en la vida del país. Se perdió parte de su patrimonio y también la posibilidad
de reunir nuevos elementos que muestren la historia y la tradición del Partido de San
Isidro y su homónima ciudad.

Patrimonio

Quedó en la casa el libro de inventario del patrimonio, del que hice la copia que hoy me
permite transcribirlo y especialmente dar a conocer el valor de dichas piezas.

1. Retrato de doña Jovita Otálora de Alfaro, casada con Fernando Alfaro (h), intendente
Municipal de San Isidro. Óleo sobre tabla firmado Sofondeid, 1902. 36 x 28 cm. Marco de
madera con ribete de terciopelo marrón. Donación del Contador Pedro Llorens.
2. Retrato del Juez de Paz José María Verduga. Óleo sobre tela de autor anónimo. 1.20 x 70
cm. Donación de su hija María Verduga de Güemes.
3. “Plano del Pueblo de San Isidro”, levantado por Augusto Jacobson ingeniero municipal.
1889. Litografía e Imprenta de José Ruland, Cuyo 361 Buenos Aires. Impreso en colores
sobre papel. 95 x 71 cm. Donación de la sucesión del Agrimensor Agustín N. Repetto.
4. Máquina de escribir marca Mignon, c.1880. Municipalidad de San Isidro.
5. Casa de don Fernando Alfaro [sede del Museo]. Acuarela sobre papel firmada por la artista
argentina Lola Frexas, 1972. 65 x 48 cm. enmarcada con varilla dorada. Donación de la
autora.
6. Cristo crucificado, óleo sobre cartón pintado por Fernando Alfaro (h), copia del original de
José Giménez Aranda (1837-1903) conservado en el Museo de Arte de Madrid. Dedicado a
su hija María Micaela Alfaro Otálora (Nena), el 26 de julio de 1918. Marco de la época.
Donación de Carlos Dellepiane Cálcena.
7. Posta de Pueyrredon. Óleo sobre tela del pintor José S. Parodi. 87 x 60 cm. marco de
madera de roble. Cedido por la Municipalidad.
8. Ventana de madera de quebracho, con reja de madera en cruz, 57 x 42 cm. Fue encontrada al
realizarse las obras de refacción del Museo, en el interior de la pared de una habitación que
da al patio.
9. Plato de loza, marca Societé Ceramique Maestrich. Made in Holland. El anverso representa,
grabado en color verde, la calle 25 de Mayo esquina Maipú. 19 cm. de diámetro. Festejos
del Centenario 1810-1910. Donación de Pedro Albornoz y Señora.
10. Porta-brazas para chimenea, de hierro y bronce. 45 x 29 cm. Donación Esteban Juan Sainete.
Reemplazó al faltante en la chimenea del salón.

16
11. Pinza para brasas de chimenea, de hierro forjado y cabezal de bronce. Hace juego con el
anterior. Donación Esteban Juan Sainete.
12. Fotografía original de la antigua Iglesia Parroquial de San Isidro. Muestra las obras de
refacción del frente. 60 x 50 cm. Marco de varilla dorada. Donación Pedro Llorens.
13. Fotografía original que muestra la antigua Iglesia Parroquial de San Isidro, construcciones
particulares linderas, la Plaza Mitre y un sector del Bajo. 57 x 44 cm. Marco de varilla
dorada. Donación Pedro Llorens.
14. Fotografía original de la antigua Iglesia Parroquial de San Isidro, después de las obras de
refacción del frente. 60 x 50 cm. Marco de varilla dorada. Donación Pedro Llorens.
15. Medalla de bronce. Anverso: En el campo, cabeza del general Bartolomé Mitre mostrando
perfil derecho y la leyenda perimetral: / A. D. MDCCCXXI - XXVI JVNII - MCMXXI; e
inferior: / Mitre /. Gráfila laureada. Borde resaltado. Reverso: En el campo, figura simbólica
de un sembrador, en actitud de caminar y arrojar semillas con su mano derecha. Leyenda
perimetral semicircular: / Homenaje del Pueblo de San Isidro (B. A.) /. Gráfila de granetes.
Artista medallista: Rogelio Yrurtia (1879-1950). Metal: bronce florentino. Módulo: 30 mm.
Donación de Esteban Juan Sainete.
16. Medalla de bronce plateado. Anverso: En el campo, maqueta del edificio. “Colocación de la
Piedra Fundamental 9 de Mayo de 1909”. Reverso: La inscripción / Sociedad Cosmopolita
de Socorros Mutuos de Olivos fundada el 12 de octubre 1904 /. Metal: bronce plateado.
Módulo 35 mm. Donación de Rafael Olivares.
17. Medalla de cobre plateado. Anverso: En el campo, Escudo Municipal. Leyenda perimetral: /
Municipalidad de San Isidro (Buenos Aires) /. Reverso: / Certamen Folklórico Intercolegial.
1968 /. Cedida por la Municipalidad.
18. Llave de hierro de 56 cm. con la que se desarmaban las ruedas de los carros municipales, c.
1910. Donación de Esteban Juan Sainete.Cuatro frascos de farmacia de procedencia
francesa, de la antigua Botica de La Sociedad, después Farmacia Perlender. Inscripciones:
“Sulf. Cobre”; “Es. Trement”; “Cochinilla”; “Carmín”. Donación del señor Héctor Hurst.
19. Sello seco para imprimir el escudo municipal de San Isidro. Hierro y bronce. Representa la
cabeza de un león. C. 1900. Cedido por la Municipalidad.
20. Sello de madera y goma con la inscripción: “Intendencia Municipal de San Isidro. Impuesto
pagado. 3 días. Oficina de Impuestos”. Fue usado en la habilitación de carteles en la vía
pública c. 1935. Cedido por la Municipalidad.
21. Escritorio de cinco cajones y cristal y sillón de madera tallada, que usara en su despacho el
Intendente Municipal doctor Ernesto de las Carreras. Cedido por la Municipalidad.
22. Abanico con varillaje de nácar y país de seda, con adornos e inscripción “RECUERDO”.
Estuche-caja de cuero y cristal Donación Adela Veniard de Maldonado.
23. Dos ornamentos de hierro forjado del portón de la demolida “Posta de Pueyrredon”, cita en
las actuales avenida Bernabé Márquez esquina Avenida Centenario. Donación Carlos
Dellepiane Cálcena.
24. Azulejo Pas de Calais, con decoración azul sobre fondo blanco, 10.50 x 10.50 cm.
procedente de la casa-quinta de la familia Belgrano, calle Alem 135, San Isidro. Demolida.
Donación Carlos Dellepiane Cálcena.
25. Azulejo Paz de Calais, con decoración azul y bordó sobre fondo blanco, 11 x 11 cm.
procedente de la casa-quinta del doctor Manuel Obarrio, calle 25 de Mayo 711. Donación
del doctor Enrique David Beccar Varela.
26. Coronación de la asta de la Bandera Nacional, que perteneció a los Bomberos Voluntarios
de San Isidro. Bronce, 35 cm. Presenta el Escudo Nacional rodeado por ornamentación.
Donación del arquitecto Nicolás Dellepiane.
27. Hacha de piedra, con cintura, siglo XVIII, 14 x 8 cm. Fue hallada en la ribera del Río de la
Plata, sobre la calle Del Barco Centenera. Donación Esteban Juan Sainete.
28. Miniatura que representa al Juez de Paz y primer Presidente Municipal de San Isidro don
Fernando Máximo Alfaro, ejecutada sobre marfil en 1827 por el pintor ginebrino Jean
Philippe Goulú (1786-1853). 60 x 50 mm. Marco original. Donación del Contador Pedro
Llorens.
29. Hoja de facón caronero, de hierro, 52 cm. encontrada al efectuarse una excavación en las
Lomas de San Isidro, calle La Rábida 730. Donación de Carlos Dellepiane Cálcena.
30. Retratos de ex Intendentes facilitados por la Municipalidad para su tenencia, conservación y
exposición (Decreto n° 712 de fecha 5 de julio de 1972, firmado por Pedro Llorens,
Intendente Municipal y Federico Alberto Cruz, Secretario de Gobierno).

17
31. Ladrillo de la primitiva Iglesia Parroquial de San Isidro, 41 x 20 x 7 cm. Donación de
Esteban Juan Sainete.
32. Escudo de la Provincia de Buenos Aires. Chapa ovalada, convexa, mostrando esmaltes de
colores, con la inscripción / Municipalidad de San Isidro / Registro Civil / . Cedido por la
Municipalidad.
33. Farol de hierro y vidrios, modelo tomado del libro de herrería de Vicente Nadal Mora. Fue
hecho a solicitud del director del museo para iluminar el zaguán de entrada. Donación de
Casa Veltri.
34. Plato de loza, marca Suisse Langenthal, color blanco con ribete verde. Monograma color
verde con la escritura: “Hotel San Isidro. HSI”. 23.50 cm. de diámetro. Donación de Ismael
Elizarraga.
35. Balcón de hierro de la ochava de la casa-quinta del prestigioso médico doctor Luis
Manzone, demolida en 2020, Leandro N. Alem 315 esquina Acassuso. Donación de la
sucesión del Agrimensor Agustín N. Repetto. Al cerrar el museo este artístico balcón del
consultorio médico fue substraído.
36. Ventana de madera con sus postigos. Perteneció a la casa-quinta de don Domingo Repetto
en las Lomas de San Isidro. Donación de la sucesión del Agrimensor Agustín N. Repetto.
Mortero de mármol blanco, circular, con cuatro asas, con su mano de madera. Proviene de
un almacén y despacho de bebidas del Bajo de San Isidro, próximo al puerto. Donación
Esteban Juan Sainete.
37. Crucero de aljibe, de hierro forjado. Fue de la casona de D. Carlos T. Becú y Da. Rosa
Harilaos de Becú, después de García Lagos, llamada “Casa Vieja”. Existió en calle San
Martín 484 (hoy Avenida del Libertador) esquina 9 de Julio. Demolida. Cedido por la
Municipalidad.
38. Viejo aguaribay. Acuarela sobre papel debida al pintor argentino Marcelo Cenci. Representa
un sector de la Quinta de Pueyrredon. 39 x 27 cm. Marco de varilla dorada. Donación del
autor.
39. Puerta cancel de hierro, de dos hojas, con su media luna superior. Formó parte de una
casona de fines del siglo XIX del barrio de San Telmo, frecuentada por Leandro N. Alem.
Se la colocó para delimitar la casona de don Fernando Alfaro [museo] con la lindera de su
hijo Fernando, Ituzaingó 557. Donación Pedro Llorens.
40. Caldera para invernáculo, de hierro, de la quinta de Federico Elortondo. Donación Pedro
García. Al cerrar el museo fue substraída.
41. “Plano del Nuevo Pueblo de Belgrano”. Delineado y levantado por el ingeniero español
Aurelio López de Bertodano (1829-1900). Grabado por el litógrafo italiano Carlo Ippolito
Armanino en 1858. 43 x 33 cm. Marco de varilla oscura y filete dorado. Donación de la
sucesión del Agrimensor Agustín N. Repetto.
42. Primera hoja del Libro de Recetas de la Botica de La Sociedad, después Farmacia Perlender,
regenteada por el farmacéutico Roque Locuoco. 17 de diciembre de 1889. 46 x 32 cm.
Marco de varilla dorada de doble faz. Donación de Héctor Hürst.
43. Catalejo de bronce, usado en la costa de San Isidro para observar el paso de las
embarcaciones en el río. 77 cm. Donación de Antonio Espósito.
44. Juego de escritorio compuesto por una biblioteca con puertas de cristal, una mesa escritorio
con cajones, dos sillones y seis sillas tapizados. De madera, estilo Renacimiento Italiano.
Perteneció al primer Escribano Mayor de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires (1858-
1871) don Alejandro Araujo, año en que falleció víctima de la fiebre amarilla. Donación de
su bisnieto el doctor Clodomiro Araujo Salvadores.
45. Retrato de don Fernando Alfaro (h), Intendente Municipal de San Isidro. Fotografía original.
Marco ovalado, dorado mate. Donación Carlos Dellepiane Cálcena.
46. Retrato de doña Cecilia Muñoz de Alfaro. Fotografía original. Marco ovalado, dorado mate.
Donación Carlos Dellepiane Cálcena.
47. Rincón de las Barrancas de Belgrano. Litografía original numerada 1/50, del artista
argentino Leonardo Luis Bardolla. 1970. Marco de varilla dorada patinada, 38 x 27 cm.
Donación del autor.
48. Casa de don Fernando Alfaro (h). Calle Ituzaingó 557. Fotografía c. 1920. 39 x 28 cm.
enmarcada. Donación Carlos Dellepiane Cálcena.
49. Tranvía al Club Náutico. Fotografía tomada el día de su inauguración por el fotógrafo A.
Galimberti de San Isidro. 34 x 26 cm. Donación de Mario A. Indart.
50. Ascensión de la Virgen. Óleo sobre tela que perteneció a la casa de don Fernando Alfaro (h).
53 x 36 cm. Enmarcado. Donación Carlos Dellepiane Cálcena.

18
51. Vitrina para exposición, de bronce y cristales. 1.42 x 60 x 37 cm. Donación del doctor
Aníbal Aguirre Saravia.
52. Ladrillo de la Chacra de los Márquez, calle Thames 121 Boulogne. 45 x 33 x 16 cm.
Donación de los señores Otonello Hnos.
53. Ladrillo de la casa de la familia Simondini, calle 9 de Julio esquina 25 de Mayo. Desde 1913
sede del Honorable Concejo Deliberante. Donación de Rafael Olivares.
54. Archivo documental conteniendo mensuras, tasaciones, deslindes, planos, croquis y libretas
de mensuras, libros copiadores. Formado por los agrimensores Arsenio Bergallo y luego
Agustín N. Repetto. Contenido en un mueble de dos cuerpos, con cajonera, cuyo cuerpo
inferior fue del naturalista Cristóbal M. Hicken. Donación de la sucesión del Agrimensor
Agustín N. Repetto.
55. Diez litografías originales del pintor argentino Leonardo Luis Bardolla. 1973. Forman parte
de la carpeta Imágenes de San Isidro (1/70). Selección y texto de Carlos Dellepiane Cálcena.
38 x 27 cm. enmarcadas con varillas doradas: Quinta de Gramajo; Calle Ituzaingó; Plaza
Mitre; Casa del pintor Luis Cordiviola; Quinta de Obarrio; Interior del Museo Histórico y
Tradicional; Mirador de la casona de Alfaro; Quinta Pueyrredon; Quinta Tres Ombúes;
Municipalidad de San Isidro, 1875. Donación Carlos Dellepiane Cálcena.
56. Padrón: “Empadronamiento del Partido de San Isidro”. San Isidro, febrero 3 de 1877.
Imprenta de Pablo E. Coni. Impreso sobre 95 x 62 cm. Marco de roble. Donación del
escribano Ernesto Olivera. Enmarcado por el Director del Museo.

Apéndice documental

Fue creado un Museo de Historia en San Isidro

“El intendente de esta ciudad dispuso la creación del Museo Histórico y Tradicional de
San Isidro, que funcionará en un inmueble propiedad de la comuna, ubicado en la
avenida del Libertador e Ituzaingó, que será refaccionado.
El partido de San Isidro, con fuertes arraigos y sentimientos tradicionales, y con un
valioso patrimonio histórico, carecía de un museo que reflejara su pasado en forma
ostensible y donde se pudieran exhibir los testimonios tangibles sobre los hechos y
antecedentes en que se fundamentan numerosas expresiones relativas a todo cuanto
acaeció en el antiguo contorno vinculado a la historia de la nacionalidad y del propio
desenvolvimiento local.
El museo estará a cargo del profesor Carlos A. Dellepiane, con amplios antecedentes
sobre su capacidad en la materia y con reconocida versación en lo atinente al pasado de
San Isidro.
El museo funcionará en el antiguo solar donde se constituyó la primera corporación
municipal, presidida por Fernando Alfaro, cuya construcción y características
ambientales, por su antigüedad y aspecto constituyen un ámbito adecuado para las
finalidades asignadas”.
Periódico La Nación14

Museo en San Isidro

“La comuna del vecino Partido de San Isidro dispuso recientemente la creación del así
llamado Museo Histórico y Tradicional que habrá de funcionar en el antiguo solar
donde fuera constituida la primera corporación municipal. El edificio elegido responde
por sus características y por el ambiente que le es típico a las necesidades propias de un

14
En: La Nación, Buenos Aires 16-III-1972.

19
lugar destinado a servir de receptáculo y de protección a ese invalorable conjunto de
cosas que representan testimonios físicos o espirituales entroncados a la historia.
La interesante iniciativa contiene valores tales que no requieren prolijas
justificaciones. En efecto, todo cuanto concurra a estructurar una imagen, bien que
parcial -como en este caso-, de determinados aspectos del pasado argentino, habrá de
servir no solo a la cultura como ente valioso en sí mismo sino también a la formación de
una actitud afirmativa en términos de contribución a la unidad nacional.
Se ha dicho que la Historia grande de las naciones representa la suma de infinidad de
historias pequeñas en las que han quedado representados lugares, cosas, hombres y
conductas cuyas huellas a veces se pierden en el tiempo u otras se agotan en la
imprevisión, la desidia o la insensibilidad de quienes deberían ser sus naturales
destinatarios. De manera, pues, que cualquier contribución tendiente a dar forma a ese
instrumento de indudable gravitación para aglutinar voluntades en torno de superiores
motivaciones, merece ser calificada con los términos más encomiásticos.
De otra parte, la circunstancia que comentamos se presta para promover una sana
emulación entre muchísimas instancias municipales y privadas en la enorme extensión
del territorio nacional. A ellas está reservada una gestión de indudable trascendencia
destinada a rescatar para las generaciones actuales y futuras el mensaje de un pasado
donde hunde sus raíces la Argentina de hoy y de siempre”.
Periódico Clarín15

Avatares de un Museo

“La Municipalidad de San Isidro ha resuelto clausurar el Museo Histórico y Evocativo


de esta comarca bonaerense. Es curioso que se haya adoptado una decisión de esa
naturaleza cuando el museo, obra pertinaz de una antigua pero consecuente exigencia
vecinal, no tenía sino unos pocos meses de vida. Será oportuno señalar, por lo tanto, que
el intendente bajo cuya autoridad quedó inaugurado el repositorio evocador de la vida
vecinal y edil de San Isidro, se retiró de su cargo en medio de una demostración popular
de simpatía elocuentemente elevada.
Pero, en fin. Todavía no se sabe bien qué oficinas del municipio irán a instalarse en el
vacío que dejarán los objetos comarcanos venerables, que llenaron la casona donde el
27 de enero de 1856 se inauguró la primera municipalidad y se puso en funciones -cosas
de aquellos tiempos- a su primer “presidente”. La presuntuosidad del rango acordado
por ley de 1854 a la principal autoridad de cada uno de los municipios de la campaña
bonaerense fue menos temeraria de lo imaginable en el caso de San Isidro. Fue
considerablemente vigoroso, en efecto, el prestigio de algunos de los hombres que
condujeron con mano segura el progreso de esta localidad.
No es posible conjeturar seriamente, por más que se hable del tema, el traslado de los
testimonios reunidos en el solar de la avenida Libertador e Ituzaingó al Museo Juan
Martín de Pueyrredon. Así lo sugieren varias razones, entre las cuales es suficiente la de
constituir éste un repositorio de época. Confiamos, pues, en que no habrá una solución
más razonable, más identificada con los sentimientos sanisidrenses y, por lo tanto, con
su extendido culto por la historia lugareña, que dar marcha atrás a una decisión
precipitada. Es, en definitiva, éste el juicio que merece la medida adoptada por las
nuevas autoridades del municipio”16.
Periódico La Nación.

15
En: Clarín, Buenos Aires, 25-III-1972.
16
En La Nación, Buenos Aires, 27-VI-1973.

20
Extracto del discurso pronunciado por Carlos Dellepiane Cálcena en el acto de
inauguración del Museo el jueves 12 de octubre de 1972

“Especialmente grato es este día en el que nos encontramos reunidos, 12 de octubre,


para inaugurar oficialmente el Museo Histórico y Tradicional de San Isidro, institución
que ha de llenar un gran vacío y que plasma un viejo anhelo de los sanisidrenses, tan
afectos a su tres veces centenaria historia como a su nutrida y cautivante tradición.
Concretada esta vieja idea de dotar a San Isidro de un museo que reflejara su historia
y su tradición, la oportuna circunstancia de que al frente de la Comuna se encontrara un
hombre con sensibilidad y comprensión por estos temas, el señor Contador Pedro
Llorens, hizo factible el llevar a cabo tan ambicioso como complicado proyecto. Y fue
así como lentamente, con el valioso y desinteresado apoyo de unos pocos y ante el
escepticismo de muchos, hemos llegado al día de hoy, en el que esta novel institución,
basándose fundamentalmente en el pasado, abre sus puertas para proyectarse hacia el
futuro.
El Museo Histórico y Tradicional que hoy se inaugura es una institución de carácter
técnico, cultural y docente, cuya finalidad es la de conservar, investigar, difundir y
exhibir al público para su deleite y educación, las expresiones materiales y
documentales del antiguo Pago de la Costa. […]
Aunque sea con decenios de retraso, en nuestro medio ha llegado la hora de poner en
marcha una amplia y ambiciosa política que recupere el tiempo perdido. Y el museo que
hoy se inaugura, será un exponente tangible de la política mencionada. […]
En el caso particular de este museo, no podría haberse encontrado lugar más
adecuado que esta vieja casona que fuera propiedad y vivienda de don Fernando
Máximo Alfaro, el héroe civil de la defensa de Carmen de Patagones, cuando esa
población fue atacada por fuerzas de la marinería del Imperio del Brasil. El mismo
personaje que facilitó los salones de su casa para reunir a los municipales electos y así
establecer la primera corporación municipal. De esta forma se dio cumplimiento al
decreto superior del 22 de noviembre de 1855, firmado por el gobernador Pastor
Obligado y su ministro Valentín Alsina, que ordenaba la instalación de las
municipalidades de campaña.
La primera y elemental etapa de restauración de esta casona está cumplida con éxito.
Se continuará con la labor de adaptarla a los fines a que ha sido destinada, sin alterar por
ello su esencia ni características originales.
Debo agradecer la colaboración prestada por diversas instituciones, entre las que se
destaca “San Isidro Tradicional”. También el apoyo y generoso desprendimiento de
muchos particulares, que hacen posible con su acción el formar las colecciones del
museo.
Cabe destacar la donación efectuada por la señora María Dolores Granada Roca de
Benoit, quien nos hizo llegar valiosos documentos de su señor padre, don Nicolás
Granada, militar y dramaturgo, cuyo nombre impondremos próximamente a una sala.
También agradezco el aporte realizado por la familia Repetto, donante del archivo que
formara el agrimensor Agustín N. Repetto, en el que se encuentra reflejada la historia
edilicia de los últimos cien años de San Isidro. Este archivo contiene el que conformara
anteriormente el agrimensor Arsenio Bergallo. […]
A todos los que de una u otra forma puedan coadyuvar a la formación de esta
institución, los invito cordialmente a acercarse a su sede, ya que la definitiva
organización del Museo Histórico y Tradicional de San Isidro, no estará en manos de
unos pocos sino en la de muchos sanisidrenses por nacimiento o por adopción”.●

21
Referencias bibliográficas

Arte heráldico en una muestra en San Isidro. (En: La Prensa, Buenos Aires, 22 oct. 1972).
Avatares de un museo. (En: La Nación, Buenos Aires, 27 jun. 1973). Contenido: Sobre el cierre del
Museo.
Fue creado en San Isidro el Museo Histórico y Tradicional. (En: La Prensa, Buenos Aires, 10 de marzo
de 1972 ilus.).
La ruta de las barrancas. (En: Panorama de San Isidro, San Isidro, año 1, nº 1, p. 22-30 ilus. 1972).
Museo. (En: La Nación, Buenos Aires, 11 oct. 1972).
Museo en San Isidro. (En: Clarín, Buenos Aires, 25 marzo 1972).
Museo Histórico. (En: El Municipio, San Isidro, 16 oct. 1972).
Museo Histórico y Tradicional. (En: Clarín, Buenos Aires, 11 oct. 1972).
Museo Histórico y Tradicional de San Isidro. (En: El Municipio, San Isidro, 10 marzo 1972 ilus.).
Museo Histórico y Tradicional de San Isidro. (En: La Prensa, Buenos Aires, 11 oct. 1972).
Museo Histórico y Tradicional de San Isidro. (En: Reflejos, Villa Ballester, 21 oct. 1972).
San Isidro. (En: La Nación, Buenos Aires, 23 oct. 1972).
San Isidro. Director del Museo Histórico. (En: Clarín, Buenos Aires, 12 de marzo de 1972 ilus.)
San Isidro, sitios para el asombro: Museo Municipal Histórico y Tradicional. (En: La Prensa, Buenos
Aires, 11 mayo 1978).

22
Hombres de nuestra Historia

EL OBISPO ORELLANA:
De la contemplación a la acción
Eduardo Gil17

El 26 de agosto de 1810, tres meses después de la instalación de la Primera Junta, los


hombres de mayo decidieron el fusilamiento de Liniers. Este gozaba de gran prestigio-
héroe de la Reconquista- y si bien fue acusado en algún momento de mirar con agrado a
Francia, en realidad siempre mantuvo una lealtad con España. El encargado de cumplir
la orden fue Juan José Castelli. Junto a Liniers estaban el brigadier Juan Gutiérrez de la
Concha, el coronel Santiago de Allende, el oficial real Joaquín Moreno, el asesor del
gobernador de Córdoba, Victorino Rodríguez y el obispo Rodrigo Antonio de Orellana.
La noticia llegó a Córdoba el 30 de mayo muy de noche. Fue Melchor Lavín el
mensajero que informó al Deán Funes. A estos los unía una amistad nacida en el

17
Profesor de Historia y Geografía Consudec. Lic. en Educación UNSAM. Master en Museología.
Instituto Iberoamericano-España

23
Colegio Monserrat. De inmediato fueron a la casa del obispo Orellana y deciden ver a
Liniers18.
Se volvieron a reunir el 4 de junio coincidente con un chasqui que traía la noticia de
la nueva Junta. En ese encuentro el gobernador Gutiérrez de la Concha manifestó su
decisión de no aceptar el nombramiento de la Junta19. El Deán propuso lo contrario que
aceptaran los hechos hasta que se decidiera la cosa en un Cabildo Abierto. Desde el
primer momento Liniers se mostró contrariado. Recibió cartas de Belgrano y de
Saavedra en donde le decían que todo se hacía para salvaguardar la figura del rey
Fernando VII. También recibió de mano de Levin una carta de Cisneros en donde decía
que lo habían obligado a firmar un manifiesto.
El 14 de junio Liniers recibió del mismo Cisneros la cesión del mando político y
militar del Virreinato en donde le daba amplias facultades para actuar. Cisneros fue
sacado del virreinato y conducido a las islas Canarias20
Las cartas de Belgrano y Saavedra lo persuadían de no actuar y que se retirase a su
casa de Alta Gracia. Sin embargo, Liniers con su prestigio ganado pensó que su deber
era asistir al rey y llevado por su sentimiento de lealtad encabezó la contrarrevolución.
Leemos -en una carta fechada el 23 de junio- entre José María Salazar desde
Montevideo a Gabriel Ciscar: “el señor Liniers [había] mandado proclamas y cartas a
los de la Junta diciéndoles las mayores infamias y que vendría a castigar su maldad,
pues además de otros inmensos males que iban a causar, le eran muy ingratos a la
Nación; la Europa y el mundo todo dirían que los había fomentado para despedazar la
patria (…) de sus resultas el nombre de Liniers estaba abominado”21. Liniers se
encontró con muchas dificultades. Armó un ejército con ayuda del Alto Perú, pero era
evidente que muchos oficiales eran cercanos a los ideales de la Junta y hubo una enorme
deserción, y además las tropas prometidas que a último momento no se adhirieron, por
lo tanto, quedó todo reducido a una compañía de blandengues. González Balcarce tenía
la orden de apresarlo y llevarlo a Buenos Aires para ser juzgado, pero el 28 de julio esas
órdenes fueron cambiadas. La nueva orden expresaba: “Los sagrados derechos del Rey
y de la patria han armado el brazo de la justicia, y esta Junta ha fulminado sentencia
contra los conspiradores de Córdoba, acusados por la notoriedad de sus delitos y
condenados por el voto general de todos los buenos. La Junta manda que sean
arcabuceados don Santiago Liniers, don Juan Gutiérrez de la Concha, el obispo de
Córdoba [Rodrigo Antonio de Orellana], don Victorino Rodríguez, coronel [Santiago
Alejo] Allende, y el oficial real don Joaquín Moreno. En el momento que todos o cada
uno de ellos sean pillados, sean cuales fueren las circunstancias se ejecutará esta
resolución, sin dar lugar a minutos, que proporcionen ruegos y relaciones capaces de
comprometer el cumplimiento de esta orden, y el honor de vuestra señoría. Este
escarmiento debe ser la base de la estabilidad del nuevo sistema, y una lección para los
jefes del Perú que se avanzan en mil excesos por la esperanza de la impunidad, y es al
mismo tiempo la prueba fundamental de la utilidad y energía con que llena esa
expedición los importantes objetos a que se destina. Dios guarde a vuestra señoría
muchos años. Buenos Aires, 28 de julio de 1810. Cornelio Saavedra - Doctor Juan José

18
Groussac, P., Santiago de Liniers, Buenos Aires, Ed. Estrada, 1943, p. 358 y ss.
19
Funes, G., Bosquejo de nuestra Revolución, Córdoba, Universidad Nacional de Córdoba, Ed. Dirección
General de Publicidad, 1961, Cita 4, p. 14. Agregaba: Aramburu, J., Historia Argentina, Buenos Aires,
Ed. El Ateneo, 1949, T. I, p. 208. “Mi parecer puede verse en la Gaceta de Buenos Aires de 7 de agosto, o
en el periódico El Español”
20
Aramburu, J., Historia Argentina, Buenos Aires, Ed. El Ateneo, 1949, T. I, p. 208.
21
Corbellini, E.C., La Revolución de Mayo y sus antecedentes desde las invasiones inglesas, Buenos
Aires, Ed. Lajouane, 1950, T. II –La Revolución de Mayo-, p. 120.

24
Castelli - Manuel Belgrano - Miguel de Azcuénaga- Domingo Matheu - Juan Larrea-
Juan José Paso, secretario, Mariano Moreno, secretario”22.
La noche del 6 de agosto González Balcarce se encuentra con unos paisanos cuidando
unas mulas, los presiona y les saca la información que las mismas pertenecían a Liniers
y les dice cómo llegar a donde este se ocultaba, de manera tal que irrumpieron y lo
tomaron prisionero. Otra partida persiguió a Orellana que estaba a 8 leguas fue
alcanzado y apresado; lo mismo ocurrió con Gutiérrez de la Concha, Rodríguez,
Allende y Moreno, sorprendidos a la altura de Ambargasta23. No se entiende el mal
manejo que hizo Liniers de sus fuerzas, nadie explica las razones del abandono, del
desorden, del robo de los materiales bélicos y caballada. Enterados en Córdoba de la
situación muchos pidieron clemencia por los prisioneros. Fue Ortiz de Ocampo quien
medió con Buenos Aires para que aceptaran un pedido de clemencia, se agregó Vieytes
y el deán Funes. El 18 de agosto Moreno le respondió a Ortiz de Ocampo lo siguiente:
“La obediencia es la primera virtud de un General y la mejor lección que ha de dar a su
ejército, de la que debe exigirle en el acto de combate24. A las dos y media de la tarde
Castelli hizo cumplir la orden. La descarga- dicen algunos historiadores- la realizó un
grupo de un batallón inglés que había quedado en el país, según sostiene Federico
Ibarguren en su libro “Así fue Mayo”. Liniers sobrevivió a esa descarga y será Domingo
French quien le dé el tiro de gracia igual que a Gutiérrez. Los cuerpos de Liniers,
Gutiérrez, Allende, Moreno y Rodríguez fueron llevados en carretilla hasta Cruz Alta y
enterrados junto a la iglesia25. Es conocido que el obispo Orellana fue indultado por su
ejercicio religioso, pero no tan conocido como siguió su vida y éste es el tema del
presente trabajo.
Rodrigo Antonio de Orellana nació en Medellín en la provincia de Badajoz en España
en 1756 y fallece en Ávila provincia de Castilla, España en 1822. Estudió en Valladolid
y se doctoró en Filosofía y Teología y se ordenó sacerdote. Pertenecía a La Cándida y
Canónica Orden Premonstratense o también Orden de Canónigos Premostratenses,
fundada por Norberto de Xanten en 1120. Su nombre se debe al lugar donde se originó,
en la Abadía de Prémontré (Francia). Los religiosos de este instituto son conocidos por
el nombre de “canónigos blancos”, debido al color de su hábito y siguen la Regla de San
Agustín. Fue abad del Monasterio de San Norberto en Valladolid. En 1783 se graduó
como Bachiller en Artes, Bachiller en Sagrada Teología, Licenciado y más tarde
Doctor. Quedó a cargo de la Cátedra de Física Experimental y de la Cátedra Segunda de
Instituciones Teológicas, en 1785. Tuvo un excelente desempeño y acumuló diversos
méritos. Permaneció casi veinte años como docente universitario hasta 1804. Fue
Consiliario de la universidad en el período 1786 a 1788 y Canciller Mayor nombrado
por el Claustro General. Por Real Cédula del 22 de mayo de 1805 recibió del papa Pío
VII la investidura para asumir el obispado de Córdoba del Tucumán en 1807. Llegó a
Buenos Aires en agosto de 1809, aquí lo consagró en la Catedral el obispo Benito Lué y
Riega. Quince días después parte hacia Córdoba para asumir26. La orden de los
Premostratenses es de índole cenobítica o sea una comunidad dedicada a la

22
Oficio de la Junta de Gobierno ordenando que fueran arcabuceados los principales cabecillas de
Córdoba; Senado de la Nación, Biblioteca de Mayo. Guerra de la Independencia, 1963, T. XIV, p.
12.895. El original de este documento perteneció a Alejandro Rosa, que lo reprodujo en facsímil en
Medallas y monedas de la República Argentina, Buenos Aires, 1898, pp.34-35.
23
Funes, G, op. cit., p. 14.
24
Carta de Mariano Moreno a Francisco Ortiz de Ocampo, del 18 de agosto de 1810; en Caillet Bois, R.,
La Revolución en el Virreinato, Buenos Aires, 1929, p. 111.
25
Groussac, P., op. cit., p. 391.
26
AP, Annuario Pontificio. Città del Vaticano, Librería Editrice Vaticana, 2015. ISBN 978-88-209-8522-
6.

25
contemplación y a la vida de oración, que tenían (pues han desaparecido en ocasión del
decreto de Mendizábal de 1836) en común con los cistercienses. La formación de
Orellana era muy interesante pues había llegado a la dirección de la comunidad, elegido
por los hermanos lo que significa que su personalidad era la de un hombre de bien,
respetado y de excelente formación académica.
Luego de los acontecimientos de Pozo Posta del Tigre, Orellana quedó muy afectado,
salvó su vida venturosamente a último momento. Quedó como prisionero y la Junta lo
confinó a la Guardia de Luján, allí permaneció hasta que asume el Primer Triunvirato el
cual lo sometió a juicio por su actuación.
Luego de hacer por escrito su defensa fue declarado inocente y en 1812 regresó a
Córdoba. Al asumir la Asamblea del año XIII recibió de ésta el título de ciudadano de
las Provincias Unidas del Río de la Plata27.
Carlos María de Alvear a cargo del ejecutivo de 1815 (que era el Directorio) lo
confinó en San Lorenzo, se escapó a Santa Fe con la anuencia del gobernador Mariano
Vera, de allí pasó a Corrientes y en un largo viaje llego a Sao Borja, Brasil en 1818 se
embarcó rumbo a Europa y a fines de ese año llegó a Madrid.
Será en Madrid en donde escriba un largo trabajo describiendo los sucesos en el Río
de la Plata que en 1820 llega a manos del papa. Básicamente allí relaciona los sucesos
de mayo como una continuación de la Revolución Francesa.
En su proceso de defensa escribe una carta a Cornelio Saavedra que transcribimos
pues nos permite ver su pensamiento y estrategia: “En medio de mis aflicciones tengo el
consuelo de dirigirme al católico y piadoso corazón de Vuestra Excelencia con la firme
esperanza de que extenderá sus bondades hasta un prelado que recién venido a estas
provincias, carecía de datos positivos que pudieran ilustrarle en un asunto tan delicado
como es la instalación de un nuevo gobierno: si este se hubiera establecido con
anterioridad a mi arribo de España, lo habría sostenido por los mismos principios
religiosos que postulan obediencia a las legítimas potestades. Pero vuestra excelencia
comprende que, si en estas crisis caben diversos pareceres y equivocaciones,
particularmente en lugares remotos, las dudas se disipan tan pronto como en ellos
publican y adoptan las luces del nuevo gobierno. En cuyo caso los mismos que se
equivocaron acaban por sostener y consolidar el actual régimen28.
De lo leído entendemos el temor que aún mantiene por su seguridad. Caída la Junta
escribe a los Triunviros y estos entienden que el obispo debe recuperar su silla.
La Gaceta del 14 de octubre publica el decreto del 10 referente a la liberación de
Orellana. El Triunvirato el 21 de noviembre envió una circular al obispo de Buenos
Aires, el doctor don Benito Lué y Riega y a otros diecinueve sujetos respetables
nombrándolos miembros de una asamblea eventual de teólogos, canonistas y juristas,
cuyo cometido sería dar su parecer sobre los derechos de Orellana a la Silla Episcopal
de Córdoba ya que el gobierno invitaba a su ilustrísima a defenderlos con libertad.
El obispo Lué junto a los otros religiosos atendiendo esta cuestión dice: “Con la
brevedad que lo peligroso de la materia recomienda, disponiendo el modo y forma en la
manera que V.E. arbitrase, para que se subsane el honor de un prelado inocente, el
decoro de su sagrada silla y la inmunidad del estado que ofuscadamente ha sido violada
“29. Por fin vuelto a su silla episcopal logra realizar su ansiado viaje pastoral. Su primer
destino La Rioja. Allí toma contacto con la gente, con el trabajo de los pobladores, la
aspereza del paisaje y la pobreza en general. El 8 de octubre escribe a la comunidad de

27
Carbia, R., La Revolución de Mayo y la Iglesia, Buenos Aires, Ed. Nueva Hispanidad, 2005.
28
Tonda, A, A., El obispo Orellana y la Revolución. Buenos Aires, Ed. Academia Nacional de la
Historia, 2009, pág. 98.
29
Tonda, op.cit.

26
monjas teresas: “al presente digo que disfruto de buena salud en compañía de mis
familiares y demás comitiva, aunque todos más o menos hemos padecido algunas
ligeras indisposiciones, lo que no extraño respeto a los quebrantos del viaje y amparo de
los campos30.
Sin embargo, no conoció la paz en el ejercicio de su cargo. Los diversos y sucesivos
gobiernos de Buenos Aires le plantearon siempre dificultad y la relación en Córdoba se
enrarecía. Por ello el obispo que ya venía madurando la idea de salir de escena y volver
a España, lo decidió al enterarse que se había publicado un decreto de pena de muerte
para todo español sin licencia. La presión ejercida hacia los prelados aumentó: también
Videla obispo de Salta fue encarcelado.
Así Orellana regresó a Coronda Santa Fe el 1 de julio de 1817 y el 10 se embarcó
para Paraguay con dos misioneros carolinos, los hermanos carnales fray Joaquín y fray
Benito Carrera, españoles ambos: “yendo el señor Orellana de camino al Paraguay, a las
treinta leguas mandó el Director Francia se volviese atrás, no lo admitía; se refugió en
Corrientes; se mantuvo algunos días confirmando; y habiendo solicitado la venia del
general don José de Artigas, no lo admitió, y se vio precisado a volverse río abajo; y
llegando al puerto de Goya tomó el portante, con el criado José, a refugiarse de los
portugueses, y a esta (Santa Fe) llegaron los dos religiosos con su equipaje, criados a
aguardar las resultas”31.
En los días últimos en el país Orellana escribe al Cabildo de su Catedral: “tras
maduro examen de las circunstancias estimo justo y necesario abandonar la ciudad y
provincia de Santa Fe” Su alejamiento no obedece a causas canónicas sino a
precauciones políticas, temía caer en manos enemigas o de habitar en un país remoto,
sin las correspondientes bulas, así para facilitar las cosas delegaba su autoridad en el
Cabildo de Córdoba para que este nombrara un nuevo vicario.32
En la práctica no se pudo nombrar a otro porque no se consideró la “sede vacancia”
toda vez que fue fuga y eso tiene otro camino protocolar para resolverse.
Ya en Río de Janeiro, Orellana escribe al ministro plenipotenciario de su majestad
católica: “me vi precisado a tomar la arriesgada resolución de disfrazarme en la noche
del13 de agosto ppdo. (1817) para fugarme de incógnito a los dominios de S.M.F., y
proporcionar por este medio el pasar a los reinos de España… y aunque tenía que
atravesar en diferentes puntos seis guardias de las tropas de la patria, me fue preciso
fugar a todo riesgo entregándome en manos de la providencia. Con todo a pesar de
tantos obstáculos que se me presentaban, no siendo el menor la posibilidad de encontrar
alguna de las partidas del ejército de la patria, fue Dios quien hizo que las superase a
todas, atravesando ciento cincuenta leguas desde la ciudad de Corrientes hasta el pueblo
de San Borja que es el primero de los dominios de Portugal, en donde me presenté el
24de dicho mes de agosto al jefe de aquella providencia, que es el Brigadier don
Francisco de las Llagas Santas33.
Ya en Brasil, Orellana sintió el alivio de dejar atrás a sus perseguidores. Las
autoridades portuguesas lo trataron con “piedad, religión y generosidad”, el jefe lo alojó
en su misma posada por once días, almorzando con la plana mayor. En Puerto Alegre el
marqués de Alegrete le rindió grandes honores similares a los que se daban a los
Capitanes Generales. Allí pasó quince días y se le facilitó todo para llegar por tierra a
Santa Catalina y de allí embarcara a Río. Sin embargo, desistió de esta idea pues le

30
Orellana a las teresas. La Rioja 8 de octubre de 1812. Cartas p. 41.
31
Diez de Andino, M.I., Diario de don Manuel Ignacio Diez de Andino. crónica santafecina 1815-1822,
Santa Fe, Ediciones UNL, 2008.
32
Tonda, op. cit. p. 478.
33
Tonda, op. cit. p. 479.

27
llegaron noticias de que el gobierno de Buenos Aires estaba registrando los buques
portugueses. Debido a eso cambió su rumbo hacia San Pablo. Aquí volvió a ser recibido
con los honores pertinentes a su investidura y permaneció por espacio de dos días. El 24
de diciembre de 1817 hizo su última parada en San Francisco Xavier de Taguay34.
Hacia 1818 Orellana escribe una carta al papa Pío VII. Era frecuente que le llegaran a
este, cartas de regreso de obispos a la metrópoli. Lo común era hacerlo a través de la
corte de Madrid.
El 15 de mayo de 1818 el nuncio notificaba al secretario de Estado, cardenal Héctor
Consalvi: “tengo el honor de adjuntarle la carta para Su Santidad, quien escribe es el
obispo de Córdoba de la América Española, aquí llegado prófugo de las manos de
aquellos insurgentes. Es hombre docto, adictísimo a la Santa Sede, y ahora parte para
Madrid” 35. El 7 de agosto de ese año avisa en una carta al Conde de Casa Flórez que
pondría rumbo a Badajoz36.
De allí pasa a Extremadura donde cuenta sus pesares: tras ocho años de la más fiera
persecución, con tres sentencias de muerte, pudo burlar todo y pasar disfrazado con un
criado de su confianza al Brasil donde embarcó en un buque portugués, para librarse de
corsarios y piratas. Pasado todo esto pudo finalmente en la corte besar la mano del rey y
de la reina y de otras personalidades reales. Allí expuso al rey el lamentable estado de la
iglesia en tierra americana. Tuvo el placer de ser condecorado por el rey Fernando VII
con la cruz americana de Isabel la Católica.
Pasado algún tiempo Orellana escribió diversas cartas a Córdoba del Tucumán y en
especial a las monjas Teresas, que no llegaron presumiblemente por los corsarios, pero
como recibiese una de la señora Rosa Lezica con la recomendación de que le contestase
por mano de su hijo Ciriaco, la remitió el 19 de junio de 1819 datada en Ávila que es la
única recibida y celosamente guardada por las carmelitas37.
El 24 de junio de 1822 Orellana sufre un ataque de apoplejía que lo puso al borde de
la muerte. Muere el 29 de julio. El nuncio escribe: “si en cualquier momento la pérdida
de este prelado debería llorarse […] no puede hoy llorarse lo suficiente. La iglesia de
Ávila es ahora presa de los ambiciosos.38
Así Orellana moría a la edad de sesenta y siete años. El acta de defunción dice: “En
veinte y nueve de julio de mil ochocientos veinte y dos, a las doce y media del día,
falleció en Bonilla de la sierra el Excmo. Señor don Rodrigo Antonio de Orellana,
obispo de esta Diócesis. Fue sepultado el primero de agosto del mismo año en la
sepultura de la Capilla Mayor de esta catedral al lado del Evangelio, después de las
horas canónicas, con las pompas acostumbradas39.
Todavía hoy reposan allí sus cenizas cansadas de tanta acción. ●

34
Ib.
35
ArSV.1818; R251, fasc. 1°, f. 102.
36
Lisboa, 7 de agosto de 1818 (AHN, Estado, Legajo 3776).
37
Presumiblemente doña Rosa de la Torre Bracho casada con don Juan Antonio Lezica (Ricardo Piccirilli
y otros, Diccionario Histórico Argentino, Buenos Aires, 1954, IV, p. 777).
38
Giustiniani a Consalvi, Madrid, 5 de agosto de 1822 (ArSV, Nunziatura di Spagna, fasc.10).
39
ArCEA, Estante 13-2, N° 22, Libro de Entierros, N° 276, f. 91.

28
Historia de nuestra botánica

UN CUADRO BOTÁNICO DEL


RIACHUELO DE COMIENZOS DEL
SIGLO XX
Recomposición de un paisaje natural
histórico a partir de la obra de Cristóbal
Hicken
Eduardo Haene40

Retrato de Cristóbal Hicken

40
Ingeniero agrónomo, docente de las universidades de Belgrano, de Buenos Aires y Scalabrini Ortiz.
Trabaja en Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Contacto: eduardohaene@hotmail.com

29
El creciente interés por la salud del planeta genera nuevas visiones sobre nuestra
responsabilidad como sociedad. Enseguida comprobamos que el accionar pasado no se
corresponde con la búsqueda actual en temas ambientales. La urbanización de una
megaciudad como Buenos Aires destruyó el patrimonio natural que hoy estamos
empezando a valorar. Esta preocupación tiene una escala global, no es de unos pocos
especialistas. La naturaleza de las ciudades brinda servicios ambientales claves para la
salud pública y permiten convivir mejor con el cambio climático.
Una de las herramientas que tenemos para remediar esta situación es la restauración
ambiental. Según la Society for Ecological Restoration se trata del proceso de ayudar a
la recuperación de un ecosistema que ha sido degradado, dañado o destruido. Uno de los
principios de la restauración ecológica es que requiere identificar al ecosistema nativo a
restaurar41. La transformación del paisaje en Buenos Aires y alrededores fue tan intensa
que debemos buscar pistas en la historia de cada localidad para comprender cómo fue su
biodiversidad originaria. Los remanentes de vida silvestre más próximos nos pueden
brindan un modelo vivo para interpretar mejor los datos del pasado.
El Riachuelo era un típico río de llanura con curso ondulado. Hoy está en gran parte
rectificado. El aporte histórico de efluentes cargados de sustancias tóxicas en su cuenca
ha convertido al Riachuelo en el mayor ícono de contaminación en la Argentina. Las
riberas se han rellenado, perdiendo su pendiente leve, donde se ubicaban bajíos
inundables. El accionar de organismos oficiales como la Autoridad de Cuenca Matanza
Riachuelo (ACUMAR) y los municipios de la zona promueven acciones ambientales
reparadoras entre las cuales se encuentra la restauración. Surge así una incógnita a
resolver: ¿qué comunidades vegetales hay que recuperar?
Para comprender cómo era el Riachuelo en un contexto natural, debemos rastrear los
datos aportados por los naturalistas de fines del siglo XIX y comienzos del siguiente.
Resulta de suma utilidad el trabajo “Chloris platensis argentina” que publicó en 1910
Cristóbal Hicken con un prólogo de su maestro: Eduardo Ladislao Holmberg. La base
de la obra es el herbario y las anotaciones que obtuvo Hicken desde fines del siglo XIX,
complementado con la escasa bibliografía de la época. Pudo determinar 1261 especies
para la región metropolitana de Buenos Aires.
Indudablemente estamos ante un ojo experto. Cristóbal Hicken hace el mismo camino
en busca de plantas silvestres para la región metropolitana que medio siglo después
haría Ángel Lulio Cabrera para describir la flora de la Provincia de Buenos Aires.
Ambos rastrean naturaleza en cada rincón agreste sobreviviente. Apunta Hicken en
1910: “El desarrollo asombroso de nuestra ciudad ha ido desalojando rápidamente la
vegetación primitiva. En la Capital Federal apenas queda actualmente algo de la flora
indígena. La ribera ha sido ocupada por líneas férreas, por parques, por obras portuarias;
en las orillas del Riachuelo se levanta toda clase de fábricas y construcciones; los
campos se han subdividido y poblado, los bañados se están drenando, las barrancas han
sido niveladas, y hasta el suelo arenoso de muchos lugares se ha transportado para
sustituirlo por tierra fértil. Ante invasión tan formidable del progreso humano, la planta
indígena ha retrocedido, y se ha cambiado por completo la faz local”.
Hicken recorre con avidez los espacios aún salvajes de la ciudad y alrededores, en
gran medida la ribera platense: Tigre, San Fernando, San Isidro, Núñez, Belgrano,
Palermo, Puerto Madero, Barracas, Maciel, Isla Santiago, La Plata. Pero también

41
Gann GD, McDonald T, Walder B, Aronson J, Nelson CR, Jonson J, Hallett JG, Eisenberg C,
Guariguata MR, Liu J, Hua F, Echeverría C, Gonzales E, Shaw N, Decleer K, Dixon KW., Principios y
estándares internacionales para la práctica de la restauración ecológica, Society for Ecological
Restoration, Washington DC, 2019.

30
ingresa por el Riachuelo donde halla lugares de su interés botánico: La Boca, Puente
Alsina, Puente La Noria. El topónimo “La Boca” con el cual se conoce un barrio
tradicional de Buenos Aires, alude a la “boca” o desembocadura del Riachuelo sobre el
Río de la Plata.
El legado de Hicken es una “fotografía” botánica de las costas del Plata y el
Riachuelo. Interpretando su flora, entendemos la vegetación, o sea la estructura del
hábitat donde moran plantas y animales. Hicken es para la flora ribereña lo que
Guillermo Hudson fue para la avifauna pampeana.

Bajo inundable

Como ocurrió con otros cursos fluviales del ámbito metropolitano, los valles de ríos y
arroyos resultaban sitios marginales para la ocupación humana: inundaciones periódicas
y un suelo “pesado” (arcilloso) y salino dificultaban la instalación de viviendas y
cultivos. La terraza inundable del Riachuelo era similar a la que podemos hallar en la
actualidad en otros cursos hídricos de la llanura pampeana cerca de Buenos Aires, por
ejemplo, el arroyo Escobar en Maschwitz y el río Luján entre Campana y Escobar. Allí
domina una vegetación rala, capaz de sobrevivir en las duras condiciones que impone
un suelo poco desarrollado que se caracteriza por baja permeabilidad, escasa aireación,
alto contenido salino. Pocas plantas de porte bajo pueden sobrevivir en estas
condiciones y no son raros sectores libres de vegetación, “peladares” donde suele
acumularse sal en superficie, típico de muchos sitios de baja pendiente de la llanura
chaco-pampeana. En nuestra región suele estar el terreno con frecuencia encharcado,
dada la baja infiltración, donde pueden desarrollarse cianobacterias del género Nostoc,
de consistencia gelatinosa. Por el contrario, en verano altas temperaturas favorecen
procesos de evaporación; se observa en esos momentos un piso compacto y liso como
un pavimento.
Las plantas de estos ambientes suelen tener adaptaciones similares a la flora del
desierto. Aquí hay agua, pero no está disponible: el sustrato con alta proporción de sal
retiene las moléculas de agua, lo cual dificulta su evaporación y requiere una gran
presión de succión de las raíces para liberar el agua de la sal que las retiene. Por ello no
es raro encontrar plantas en estos peladares con capacidad de almacenar agua en sus
tejidos, como el jume (Sarcocornia ambigua) de tallos engrosados y la verdolaga de
campo (Sesuvium potulacastrum) de hojas carnosas. Del jume Hicken apunta: “No es
raro hallarla en el Riachuelo, Maciel, pero es más frecuente en los terrenos arenosos de
Puente Alsina y Paso de la Noria”, estos últimos dos topónimos están sobre el
Riachuelo, el primero a la altura de la avenida Sáenz del barrio Nueva Pompeya y el
segundo de la avenida General Paz (que se continúa en el “camino negro” de la
Provincia de Buenos Aires). En la actualidad se denomina “Puente de la Noria” al paso
histórico, cambia allí el nombre del curso: aguas abajo es Riachuelo y hacia arriba
Matanzas.
De la verdolaga de campo, tan típico de suelos salinos, dice el botánico: “muy
frecuente en terrenos bajos y arenoso-salados del Riachuelo, Bañado de Flores,
Belgrano, Núñez, etcétera”. Como vemos, este ambiente se repetía en otros puntos bajos
e inundables del suelo porteño, lo cual es razonable.

31
Sesuvium portulacastrum, Jard Bot BA Maschwitz (Fotografía de E Haene)

Otra hierba típica de bajos arcilloso-salinos que fue detectada por Hicken en las
terrazas vecinas del Riachuelo es el guaycurú (Limonium brasiliensis), hermosa planta
con muchas flores pequeñas. Cubre sectores importantes en primavera en los bajos del
Luján. En 1910 apuntaba el botánico: “No escasea en terrenos arenosos y salados de las
islas del Tigre, en Barracas y Puente Alsina”. En el valle de inundación del arroyo
Escobar hoy apreciamos en los sectores de suelo más compactos del bajo al quillo
(Solanum elaeagnifolium) que Hicken dice “abunda en terrenos secos y duros; en
caminos. Palermo, Belgrano, Flores, Riachuelo”.
Además de jume y verdolaga de campo, Hicken registra otras especies típicas de bajos
salados como pelo de chancho (Distichlis spicata) de la que apunta “escasa en los
terrenos salados cerca del Riachuelo y Puente Alsina” y una especie del género
Spergularia que documenta como Spergularia media, una planta reconocida hoy para
Chile, y anota “prefiere los terrenos salados del Riachuelo”. Especies de Spergularia y
Spergula son frecuentes en campos salinos de la provincia de Buenos Aires. En trabajos
botánicos históricos es habitual encontrar nombres científicos en desuso e
identificaciones erróneas, porque cambió el conocimiento de la flora a partir del cual se
clasificaban los ejemplares.
Otro habitante de terrenos salobres detectado por C. Hicken es el espartillo
(Sporobolus densiflorus), el cual menciona haberlo registrado en Isla Maciel, ubicada
junto al Riachuelo. El espartillo conforma con el pelo de chancho pastizales en los bajos
salinos de la región.
Un dato curioso que refuerza la identidad del bajo salado en la zona es el registro del
tamarisco. Este arbusto o árbol originario de la región del Mediterráneo es una de las
cuatro especies del género Tamarix presentes en la Argentina, seguramente traído al

32
país en los primeros tiempos de la colonia española42. Estas leñosas se han asilvestrado
y producen grandes problemas ambientales. Hicken sería el primero en documentarlo
como invasor en territorio argentino al decir que es “subespontánea en Puente Alsina,
prefiere tierras arenoso-saladas. Europa. Se cultiva en la República Argentina”. Con el
término “subespontáneo” los botánicos indican que una planta empieza a escaparse de
cultivo o vivir en forma independiente, como primera etapa de una posible invasión.
La mención que realiza Hicken en 1910 de tres especies habituales en pastizales no
salinos podemos interpretarlo como parte de un ambiente vecino, más alto, o lomadas
dentro del bajo. Se trata de hierbas de porte reducido que viven en pastizales ralos o
cortos como césped: macachín lila (Oxalis hispidula) “la hallé cerca del Riachuelo y La
Plata entre el césped” y macachín amarillo (Oxalis perdicaria) “en las praderas algo
arenosas, la hallé varias veces. Riachuelo, Chacarita, Palermo”. En la actualidad estas
especies del pastizal pampeano sobreviven en potreros con ganado y el césped de
parques, donde por ramoneo o cegado se mantiene bajo el nivel de hierbas. El macachín
amarillo suele crecer en también en lugares alterados.
Un caso curioso es la estrellita (Ipheion tweedianum), que Hicken menciona “rarísima
en las praderas de Lomas de Zamora y en las barrancas del Riachuelo cerca de Flores y
Puente Alsina”. En la actualidad, no se tienen datos de la especie en la provincia de
Buenos Aires43. El registro se puede asignar a un error de determinación o una extinción
local.

El bajo en la década de 1940

Durante el siglo XX el bajo salado se fue perdiendo en el paisaje de Buenos Aires con
nuevas oleadas de urbanización de los terrenos “incultos”, como solía decirse a los
sitios donde reinaba la vida silvestre. El mosaico de fotos aéreas de 1940 nos muestra
un puerto de La Boca con gran movimiento de barcos aún. Pero también deja evidencias
de la presencia de quintas y terrenos sin edificar con fisonomía de estos peladares de
escasa vegetación y suelo blanquecino (en el Chaco se los suele conocer también como
“blanquizales”). A la altura del puente del Ferrocarril General Roca sobre el Riachuelo,
entre las estaciones Hipólito Yrigoyen (Capital Federal) y Avellaneda (Provincia de
Buenos Aires), en principio llamadas Barracas al Norte y Barracas al Sud,
respectivamente, son más frecuentes los terrenos baldíos donde se aprecian aún restos
de los bajos salobres.
En torno al Puente Victorino de la Plaza, sobre la avenida porteña Vélez Sarsfield,
las inmediaciones del Riachuelo todavía están dominadas en la década de 1940 por los
típicos bajos inundables, similares a los que recorriera Cristóbal Hicken a principios del
siglo XX. Aguas arriba se van tornando más grandes los sectores de paisaje silvestre,
alternando con terrenos urbanizados.
Otra visión de la terraza baja del Riachuelo la aporta una pintura de Alfredo Lazzari
de 1938. Titulada “Alrededores del Riachuelo” está dentro de la colección del Museo de
Bellas Artes de La Boca “Benito Quinquela Martín”. En este óleo sobre tela se aprecia
un pastizal silvestre y dos caballos, un camino de tierra, un árbol que podría ser un

42
Dimitri, M., Enciclopedia Argentina de Agricultura y Jardinería, dos volúmenes, Editorial Acme
SACI, Buenos Aires, 1987-1988. Natale, E. S., Gaskin, J., Zalba, S. M., Ceballos, M. & H. E. Reinoso,
“Especies del género Tamarix (Tamaricaceae) invadiendo ambientes naturales y seminaturales en
Argentina”, en Boletín Sociedad Argentina Botánica, año 43, volumen 1-2, 2008.
43
Guaglianone, E. R., “Sinopsis de las especies de Ipheion Raf. y Nothoscordum Kunth (Liliaceae) de
Entre Ríos y regiones vecinas”, en Darwiniana, volumen 17, 1972.

33
ombú, y al fondo un horizonte por el cual asoman grandes galpones de ladrillos con
chimeneas altas y humeantes. Es una típica estampa suburbana, donde la vegetación y el
suelo desnudo remarcan la supervivencia de un pastizal silvestre. Algunas de las hierbas
bajas podrían ser las típicas de la estepa salina y un manchón de cortaderas indica
parches más húmedos del terreno. Todo concuerda con lo registrado años antes por
Hicken y las imágenes aéreas de 1940.

Alrededores del Riachuelo por Alfredo Lazzari

En una pintura de Juan Orihuel, pintor español llegado a la Argentina en 1950,


titulada “Aledaños del Riachuelo” ya se aprecia un paisaje más urbano. Pero se
mantiene las características de un bajo, con barro, pastizales y un caballo, enmarcados
en un barrio.

Vegetación acuática

El Riachuelo tendría vegetación acuática arraigada en los sectores playos de su costa,


también en arroyos y cañadas dentro del valle de inundación. Pulsos de crecientes del
propio Riachuelo y, en sentido contrario, del Plata, habrían aportado semillas y
ejemplares de plantas acuáticas que enriquecieron la vegetación local. En particular este
fenómeno se da con los grandes crecientes del Paraná que llegan hasta las costas del
Plata con verdaderas flotas de camalotes y embalsados (islas flotantes formadas por el
tejido de las plantas que allí prosperan). Una fotografía de 1905 documenta este
fenómeno en la Boca del Riachuelo.
Hicken observa una planta vascular sumergida: Potamogeton pusillus “frecuente en
las lagunitas ribereñas del Tigre, Riachuelo e Isla Santiago”.
Varias plantas indican la presencia de pajonales ribereños como totora (Typha
domingensis) “en las orillas de zanjones, charcos y bañados. San Isidro, Puerto Madero,

34
Palermo, Riachuelo, Maciel, Atalaya”; y tres hierbas robustas: Carex chilensis,
Hymenachne pernambucense y Rhynchospora corymbosa. Mapas del siglo XIX indican
“bañados” en el valle de inundación del Riachuelo, seguramente cubiertos de pajonales,
y “juncales anegadizos” en la boca del Riachuelo sobre el Río de la Plata, como son
usuales en bancos de arena de la zona.

Riachuelo pintado por Pellegirni. Año 1830.

Un dato interesante es la cita de la carda (Eryngium paniculatum) “muy abundante a


orillas del Río (de la Plata) donde constituye densas aglomeraciones; Palermo, Boca,
etc.”. La distribución reconocida en la actualidad para E. paniculatum es Patagonia y
sierras bonaerenses. Pedersen44 describe una nueva especie de Eryngium, E.
mesopotamicum, y explica que pueden corresponder a ella las citas para la región de E.
pandanifolium y E. paniculatum. Actualmente aún vemos en las costas del Riachuelo
ejemplares robustos de este género, tal vez se trate de la especie nueva de carda.

Riachuelo año 1870 (AGN).

44
Pedersen, T. M., El Eryngium (“cardo”) gigante del delta del Paraná y de la Mesopotamia Argentina,
Bonplandia (Corrientes), volumen 9, 1997.

35
Otra comunidad típica de la costa platense y Delta es el matorral ribereño, del cual
Hicken encuentra al algodonillo o acacia de pajonal (Aeschynomene montevidensis).

Flora de ambientes antrópicos

Unas 9 especies detectadas por Hicken, o sea el 15 % de las mencionadas para el


Riachuelo y su vecindad, son exóticas u originarias de otra región natural: Fumaria
parviflora, Suaeda fruticosa, Boerhavia diffusa, Tamarix gallica, Cerastium arvense,
Rorippa sylvestris, Lythrum hyssopifolia, Anagallis arvensis y Cotula coronopifolia.
Para la Provincia de Buenos Aires se detectaron un 19,5 % de especies exóticas 45. Dado
que las plantas exóticas suelen habitar sitios alterados por el hombre, estos valores nos
pueden indicar un grado de modificación importante del Riachuelo ya a comienzos del
siglo XX.

Árboles en el Riachuelo

Los mapas antiguos marcan siluetas arbóreas cerca de la desembocadura del Riachuelo
sobre el Río de la Plata. La especie típica del lugar es el sauce criollo (Salix
humboldtiana), del cual Hicken apunta en 1910 “Se encuentran unos pocos árboles en
Palermo y a orillas del Riachuelo; pero es más abundante en el Tigre y Belgrano”.
Carlos Spegazzini46 halló hongos en varios sauces criollos en la boca del Riachuelo en
febrero de 1880.
El río Luján a la altura de Otamendi, entre los partidos de Campana y Escobar,
mostraba hasta principios del siglo XXI un paisaje similar a lo que sería el Riachuelo.
Ambos, en tiempos históricos eran cursos fluviales de llanura con meandros. Desde el
cielo se aprecian como silueta de víbora, con grandes ondulaciones. Además de un valle
de inundación con suelos arcillosos-salados y su flora típica de hierbas ya descripta, el
Luján tiene en este tramo escasos árboles en sus márgenes: sauce criollo y seibos. La
baja densidad de árboles podría estar explicada por la falta de un sustrato adecuado para
su crecimiento. A diferencia de lo que se observa en el Delta y la ribera platense, aquí
falta el albardón ribereño surgido por la acumulación de sedimentos y materia orgánica
aportada por el río. El efecto erosivo del agua, va recortando la costa y dificulta la
instalación de árboles. Para acentuar el paralelismo, cerca de la estación Río Luján en
Campana, aún se observa una hilera de tamariscos que bordeaban un antiguo camino; o
sea también se repite la presencia de este arbusto-árbol exótico “amigo”, como dirían
los botánicos, de ambientes húmedos y salinos. Podemos decir que este sector del río
Luján resguarda un paisaje histórico de la región, hoy dentro del Parque Nacional
Ciervo de los Pantanos.
El otro árbol que encontró Hicken es el lecherón o curupí (Sapium
haematospermum), el cual era “frecuente en los bosquecillos ribereños de Palermo,
Núñez, Boca, Tigre, Isla Santiago”.
Llama la atención la falta de datos históricos del seibo (Erythrina crista-galli) en el
Riachuelo. Carlos Spegazzini que recorrió la Boca del Riachuelo en busca de hongos

45
Zuloaga, F. O., O. Morrone y D. Rodríguez, Análisis de la biodiversidad de plantas vasculares de la
Argentina, Kurtziana, año 27, volumen 1, 1999.
46
Spegazzini, C., Fungi argentini, en Anales de la Sociedad Científica Argentina, año 9, volumen 4, 1880.

36
hacia fines del siglo XIX no lo menciona. Hicken (1910) señala “muy frecuente a orillas
del Río de la Plata en los bosquecillos desde el Tigre hasta Isla Santiago”.
Las pocas fotos que contamos de fines del siglo XIX, como las de Christiano Junior,
concentran la atención en el hombre y las obras del Riachuelo. En un paisaje ya
moldeado por humanos, pero sin construcciones ni cultivos, en las costas del Riachuelo
apreciamos fragmentos de la vegetación espontánea, donde están ausentes los árboles.

Habla el Riachuelo

Cristóbal Hicken documenta hacia la primera década del siglo XX unas 59 especies
vegetales silvestres para el Riachuelo y aledaños. El análisis de este elenco teniendo en
cuenta sus preferencias de hábitats permiten reconstruir su paisaje natural. Una zona de
creciente densidad demográfica generó la urbanización de las tierras altas, no
anegadizas. El valle de inundación del Riachuelo mantuvo más tiempo una matriz del
paisaje originario, donde Hicken documenta la presencia de comunidades vegetales
típicas de suelos salinos. Las costas tenían pocos árboles y estarían mayormente en los
sectores vecinos a su desembocadura. La vegetación acuática del cauce y sus riberas
estaba representada por pajonales y plantas flotantes. El Río de la Plata constituiría un
moldeador clave de la vida silvestre del Riachuelo, con pulsos de crecidas que diluyen
la concentración de sales, aportando semillas y ejemplares de plantas y animales. La
influencia del Plata estaría concentrada en la Boca del Riachuelo, por lo cual las
comunidades típicas de la ribera platense se apreciaban allí. Podríamos considerar a la
Boca un punto de transición entre la naturaleza de la costa del Plata y el resto de su
cauce del Riachuelo.
Interpretamos que la flora hallada por Hicken hacia principios del siglo XX permite
señalar la sobrevivencia de seis comunidades vegetales típicas de la región: sauzales,
matorrales ribereños, totorales, vegas de ciperáceas, praderas ribereñas y estepa halófita.
La ausencia de datos de vegetación de tierras altas, como el pastizal pampeano y el
bosque de tala, sería un indicio de su transformación temprana con cultivos, pasturas y
construcciones humanas. Estos resultados son concordantes con otras evidencias
históricas del Riachuelo, como fotos, planos y cuadros.

Un siglo después

Entre el Riachuelo prospectado por Cristóbal Hicken y la actualidad hubo cambios


sustanciales en su cauce. Aumentaron los tramos “rectificados” del curso fluvial.
Quedan aún meandros, tanto dentro del cauce actual del Riachuelo y como otros
desactivados porque el caudal fluye en paralelo por las rectificaciones. Seguramente los
niveles de contaminación aumentaron.
El valle de inundación del Riachuelo fue rellenado y urbanizado hasta su costa. En el
siglo XXI se inició un proceso de recuperación del espacio público ribereño, el camino
de sirga del Riachuelo, en territorio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ello
implicó demolición de construcciones y la instalación de espacios verdes. Pero la huella
del cambio ambiental perdura por la pérdida de suelos arcillosos-salinos habitados por
pelo de chancho, jume, verdolaga y otros componentes típicos de las estepas halófitas
de la región.
La ribera tiene ahora un talud más pronunciado o abrupto. Ese sector que puede
inundarse con las crecientes del Riachuelo o las sudestadas del Río de la Plata ahora es
angosto. Aún encontramos allí Eryngium, saetas (Sagittaria montevidensis), margarita
de bañado (Senecio bonariensis) y otras especies características de terrenos anegadizos.

37
Transportados por el agua o el viento, las semillas de estas hierbas colonizan cada oferta
de ambiente propicio de la región.
En los sectores poco profundos del Riachuelo todavía se aprecian juncales. El junco
(Schoenoplectus californicus) demuestra gran capacidad para colonizar bancos de arena.
Los camalotes también sobreviven en el cauce del Riachuelo. Las grandes crecidas
del río Paraná arrastran plantas acuáticas flotantes como el camalote, resultando una
fuente periódica de ejemplares.
A pesar de las modificaciones, la vegetación costera y flotante del Riachuelo
evidencia cierta resiliencia, proceso ecológico que se define como grado, forma y ritmo
de recuperación de las propiedades del ecosistema después de un disturbio antrópico o
natural.

El legado de Hicken

Ante una transformación tan pronunciada del Riachuelo y su valle de inundación, las
oportunidades de restaurar el ambiente requieren contar con información del punto de
partida al que se pretende regresar. Cristóbal Hicken ha documentado la flora de tres
puntos estratégicos de su curso: La Boca, Puente Alsina y Paso La Noria. Gracias a esta
información histórica hoy sabemos cuál es el horizonte para recuperar la vegetación del
Riachuelo. Un desafío apasionante para ensayar en su cauce viejo y constituir una
reserva natural urbana donde interpretar el paisaje originario de un cautivante río de
llanura.●

Eichhornia crassipes, Riachuelo La Boca CABA (Fotografía de E Haene).

38
Historia Colonial

THOMAS DOVER, UN MÉDICO


INGLÉS EN
EL RÍO DE LA PLATA
Su viaje desde Bristol a Buenos Aires
según el Diario de William Toller (1715)
Parte II
Augusto Soiza Larrosa47

Tributo a Sir William Osler. M.D.


William Osler, médico y profesor de medicina
(Ontario, Canadá, 1849 – Oxford, Inglaterra, 1919)
recurrió a su entusiasmo por la historia de la medicina
y la biografía cuando enseñaba al lado de la cama
y en la clínica, y cuando escribía sus ensayos y artículos.
Estimulaba en sus discípulos la reverencia por las
grandes figuras de la medicina.
Martin Duke, M.D. 48

Cacerías de Thomas Dover en la costa atlántica

Ansiosos por pisar tierra, apenas fondeado el navío, el Dr. Dover - llamado por Toller
“el Presidente” por su cargo en la factoría - bajó armado, acompañado y estuvo todo el
día en el Cabo a los tiros, regresando en la noche “con un hermoso toro que cazaron” y
que Toller dibujó, reproduciendo su cabeza.49 Aquí debemos hacer mención a la
singular cacería por disparos de arma de fuego citando al ilustrado historiador uruguayo
Horacio Arredondo:
“La caza a tiros de vacunos ¿arcabuz o ballesta? Punto dudoso que sobre la base del
dibujo del mencionado Toller, que presenta la escena en la bahía de Castillos (Rocha)
en 1715, trato de dilucidar en una monografía sobre viejos armamentos . . .”.50

47
Médico. Miembro de Honor y ex presidente de la Sociedad Uruguaya de Historia de la Medicina.
Miembro del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay. Contacto: asoiza@adinet.com.uy
48
Duke, M., Commentary al artículo de William Osler “Thomas Dover, M.B. (of Dover’s Powder),
Physician and Buccaneer”. Academic Medicine, 82 (9): 881, sept. 2007 (Medicine in Arts).
49
Diario de Toller, lámina XII.
50
Arredondo, H. Estampas del viejo Montevideo. An. Histór. Montevideo, Museo y Archivo Histórico
Municipal, tomo III, 1959. p. 27-30.

39
Es sorprendente esta duda. En la lámina III de la edición del Instituto de
Investigaciones Históricas (entre págs. 48-49), que ilustra la (única) escena de caza a la
que seguramente se refiere Arredondo, es evidente que los expedicionarios esgrimieron
armas de fuego. Pero además, el propio Toller, también cazador, relató:
“Fui a tierra una vez más… deseaba ahora satisfacer a mi estudioso y contemplativo
genio y por consiguiente armado solamente con un mosquete y una caja llena de
cartuchos y con algunas provisiones di una vuelta por la costa del mar . . .51

Asiento de negros en el Retiro, 1740, letra m (AGN Argentina).

Thomas Dover era un excelente tirador (“infatigable cazador” le llama Toller); fue
mayormente responsable de las expediciones a tierra y la respectiva cacería. Tiro va,
tiro viene, cazó cuánto animal comestible se le presentó ante la mira de su arma.
Durante los 5 días que permanecieron al ancla en la bahía de Castillo, mató 6 toros y
luego 4 más. La fuerza, tamaño y bravura de los vacunos fue destacada por Toller, lo
que coincide con un testimonio muy anterior, el del abate Louis Feuillé, que estuvo en
la costa uruguaya con la expedición científica francesa de 1708. Según Feuillé cazar
vacas [sic] era sumamente peligroso; si el cazador no era diestro y su tiro no daba en el
punto apropiado del cuerpo para abatir al animal, corría grave riesgo; de herirlo
meramente sería atacado y no le darían tregua si no dispusiera de armas para su defensa.
Relata el caso de un oficial de la expedición cuya vida corrió riesgo de haber sido
corneado de no salir en su auxilio sus compañeros. Una forma de cazar los vacunos era
atando un ternero enlazado a un poste, pues sus balidos atraían a su madre; los
cazadores, vientre en tierra y a tiro de fusil, las mataban y raramente escapaba alguna.52
Thomas Dover, pasajeros y tripulantes del HMS Warwick recorrieron los aledaños del
Cabo. Surgen del relato de Toller topónimos y lugares de la bella costa oceánica

51
Diario de Toller, f. 18v.
52
Arredondo, H., Estampas del viejo Montevideo, cit., p. 28-29.

40
rochense, en la zona del actual pueblo de Valizas. Así, la “cima de Castillos” o “el alto
del monte que forma el cabo Castillo” (que es el Cerro de la Buena Vista); un manantial
de agua dulce (hoy subsistente); el cruce “del Río en la canoa del Presidente” (cruce del
arroyo Valizas); su barra, cerrada por “el arenoso istmo” y el origen de este curso de
agua que “proviene de la laguna cerca del gran bosque”53, que no es otro que el
conocido como “bosque de ombúes”, el mayor del mundo, que fue muy bien descrito
por el arqueólogo uruguayo José Henriques Figueira. En el plano de la bahía (The Plan
of the Bay of Castillos, lámina XIV de Toller) se identifica (a la lupa) la “aguada” (A),
el arroyo Valizas o “río dulce que nace en un lago de la región [laguna de Castillos]”
(B) y el “istmo arenoso” que hay que sortear para navegar por el Valizas (F). Ni un
humano se encontró en la zona, aunque sí vestigios tanto indígenas (una “flecha”) como
europeos (un sombrero y un cajón de botellas) e incluso “la vértebra y otros huesos de
una gran ballena”. 54

Fachada del depósito de la factoría sobre la calle Belgrano, casa de Domingo Basavilbaso, luego aduana
vieja en 1783 (AGN Argentina)

La cacería de vacunos de largos cuernos, permitió degustar su sabrosa carne asada:


“El Presidente, etc. habían matado 4 reses. La canoa no pudo ser lanzada sobre el
arenoso istmo [no pudo salir al mar desde el arroyo Valizas] como antes, así que los
señores… y algunos de los hombres y sirvientes se quedaron en tierra toda la noche,
donde hicieron un gran fuego y asaron ¼ de res que comieron la mayor parte sin sal ni
pan y bebieron agua del lago. Sueño poco tenían. Humo y ruido en gran cantidad . . .”.
55

53
Diario de Toller, f. 18v.
54
Ib, f. 17v, anotación del 18 de junio.
55
Ib, f. 18v.

41
Y más adelante, se pondera la calidad de tal alimento, por cierto no muy común en
Europa, al menos con tal abundancia:
“La cantidad de carne vacuna era tan grande que todos han comido opíparamente,
pero no sienta muy bien a algunos a quienes esta cantidad de provisiones frescas,
comida con demasiada gula, ha producido disentería y cólicos… Bendigo a Dios que los
de la Factoría no sintieron ninguno de estos efectos ni yo los he tenido. En realidad
hemos empleado carne fresca, más o menos, durante todo el viaje y no estamos hartos
de ella”. 56
No despreciaron comer otras presas: peces, lobos marinos (la isla Castillo estaba
repleta de estos pinnípedos; hoy luce desierta), e incluso cuartos de ñandú. El Dr. Dover
atrapó un armadillo (“mulita”) que murió abordo sin haber probado bocado. No surge
que hubieran degustado tan apetitoso manjar, y Toller anotó que “algunos los ponderan
como buen alimento, pero privado de su caparazón no es más grande que una rata”57
aprovechando para dibujarlo.
A las 3 p.m. del 18 de junio, provistos de agua dulce y carne vacuna, levaron anclas
abandonando la bahía de Castillos, cuya costa volvió a quedar en el silencio, sólo roto
por el continuo batir de las olas oceánicas y el grito de los lobos.

El HMS Warwick desde la bahía de Castillos a Monte Vidio

El gotoso o la podagra

56
Ib., f. 19.
57
Diario de Toller, f. 19v.

42
Este tramo del viaje fue muy lento por la inseguridad de las cartas de navegación del
capitán Partington.
A las 5 p.m. del día 18 de junio pasaron la Isla Lobos de Castillo (Isla del Marco); la
tierra lucía baja desde Castillos hasta el Cabo de Santa María (Punta del Este, no la
actual La Paloma), que está a la entrada del Río de la Plata, dice Toller. El Cabo Santa
María en los siglos XVI al XVIII era para los navegantes la hoy Punta del Este; recién
en el siglo XIX se le dará aquel nombre a la Punta de Rocha, Puerto de La Paloma.
Al mediodía del 19 de junio estaban a 4 leguas de la Isla de Lobos y a 5 del Cabo
Santa María; observaron los “montes [sierras] de Maldonado”; a las 4 p.m. a 1 legua del
Cabo.
Anotó Toller que, de querer entrar a la bahía de Maldonado, no hay peligro pues su
fondo es claro y firme y puede albergar hasta 30 buques. Existe en esa bahía una
pequeña isla (isla Maldonado, hoy Gorriti), muy baja. Se puede permanecer en esa bahía
porque hay bastante agua, fondeando “a tiro de pistola” de aquella. También, pero “a
tiro de mosquete” de la costa del continente existe un “lago de agua dulce (la actual
Laguna del Diario) la mejor del mundo para largos viajes al cual se llega fácilmente. Si
el tiempo está sereno se verá la Isla de Lobos o el Monte de Maldonado”, (tal vez el
Cerro Pan de Azúcar).
El día 20 de junio, a las 6 y media p.m. fondearon con 11 brazas a 2 leguas de la
costa. Pasaron allí la noche y levaron anclas a las 5 a.m. del día 21. “Y nos encontramos
como al margen [al extremo] a lo largo de esta bahía que es de casi 4 leguas [19
kilómetros aproximado]. Esta amplia bahía correspondería a la desembocadura del
arroyo Solís Grande. El topónimo más al este es Punta Negra porque se les aparece de
ese color, pero le llama Cabo del Roque por la roca que se destaca de él sobre el
horizonte cuando se lo mira por primera vez. El Dr. Dover bajó a tierra en su bote con el
carpintero de abordo para cazar ganado vacuno en el Cabo del Roque. Retornó al HMS
Warwick ya en la noche con un ejemplar. Fue durante esta excursión que sufrió un
pequeño accidente, un esguince de tobillo derecho.58
A las 4 p.m. del día 21 de junio estaban a 1 milla y 1/2 de la Isla de Flores y 6 leguas
de Monte Vidio (sic). Toller se refiere al actual Cerro de Montevideo y no a la ciudad,
aún no establecida por los españoles.59 Describe una población de lobos marinos en las
tres colinas rocosas que constituyen la Isla de Flores, fauna hoy desaparecida. La costa
es llana y arenosa (es toda la actual playa de la Ciudad de la Costa) y la parte oeste de
esta enorme bahía la reconoce como Bahía de Monte Vidio. Con el cielo cubierto, lo que
no presagia buen tiempo, a las 11 p.m. fondearon a 2 leguas de distancia del cerro.
El territorio de la actual ciudad de Montevideo – aparte de ser recorrido por indígenas
– era visitado regularmente por militares españoles como forma de preservar los
dominios castellanos, siempre amenazados por los portugueses. Aún sin ocupación
efectiva, la gobernación de Buenos Aires enviaba piquetes militares a modo de
avanzadas, así como embarcaciones que recorrían la costa del litoral fluvial y atlántico y
fondeaban en las bahías de Maldonado y Montevideo. Los soldados y marinos recorrían
los aledaños y acampaban como pequeñas guarniciones o vivacs. Además, los navíos
provenientes de la metrópoli o de los reinos con los cuales no estaba en guerra, anclaban
58
Diario de Toller, f. 22.
59
Según Horacio Arredondo (cit. p.14) los nombres del Cerro de Montevideo, fueron varios: Pinachullo
Detentio, Monte Vidi, Monte de San Pedro, Monte de San Ovidio, Monte Seredo, Monte Vidio, todos
registrados en las primitivas cartas “portulanas”.

43
en la bahía a la vista del cerro de Monte Vidio a la espera de los prácticos que venían
desde Buenos Aires, pues la navegación hasta ese puerto era muy peligrosa. Si bien
recién en 1724 se inició la ocupación formal del territorio montevideano y el proceso
fundacional de la ciudad por la corona española (en respuesta a la efectiva ocupación
portuguesa de fines de 1723), esos campos fueron recorridos permanentemente y el
ganado que pastaba cazado para el corambre.
El día 22, a las 10 a.m. ya estaban las anclas fuera del agua. El cerro de Monte Vidio
se aleja de la vista de Toller. La navegación es peligrosa, el fondo marino es barroso. El
HMS Warwick avanza con cautela, fondeando antes de hacerse la noche. Se bajaron
botes para sondar, ya que la zona tiene bajos; el barco comenzó a escorar y se sintió
roce en su banda de estribor y luego de babor. Se decidió fondear el día 23, y el 24 los
botes fueron bajados para llegar al Monte Vidio. En esta excursión se capturó un ternero
(sic) de 1 año que mostraba una herida anterior por mosquete, probablemente hecha por
algunas de las partidas españolas de avanzada. Además “en una especie de pizarra de
plomo” sobre el pasto, se habían grabado los nombres de varios marinos españoles con
la fecha 1714.
No era infrecuente que los marinos dejaran testimonio de su arribada en las costas
donde fondeaban; si lo era por militares se hacía como una forma de establecer
soberanía.
Ante la evidencia de la riesgosa navegación por el Río de la Plata, el 25 de junio se
envió el bote de la factoría a Buenos Aires con tres directores de la Compañía para
entrevistarse con el Gobernador anunciando el arribo de la comitiva inglesa y para traer
un piloto o práctico de río. Se calculó que la travesía del bote, 40 leguas [193
kilómetros], insumiría a los remeros menos de 7 días. Toller sentenció “. . . en verdad
creo que necesitarán tener buen ánimo antes de llegar allí, soplando los vientos fríos y
siendo las noches largas”.60 Ese bote llegará en cinco días (30 de junio).

El HMS Warwick comienza a remontar el Río de la Plata

Desde la partida del bote a Buenos Aires el 25 de junio, el HMS Warwick se movió con
cautela por el bajo fondo del río y la falta del práctico.
El 12 de julio, luego del almuerzo, el Dr. Dover bajó nuevamente a tierra retornando
a la noche con otra presa vacuna, “un gran toro”. Y describió que “la región es muy
agradable; extremadamente bien poblada con ganado vacuno y algunos ciervos,
deliciosamente cubierta de árboles”. Toller supuso que la zona del desembarco de
Dover fuera “la Bahía de Santa Lucía”, lo que revela la antigüedad del topónimo del
gran río uruguayo. Se basó para esa ubicación en una carta hidrográfica francesa.
Describió “colinas, cerca de la costa Oeste y del Norte bastante altas, con peñascos
arenosos hacia el NE; hay médanos y más hacia el Este, tierra más alta, terminando en
Monte Vidio”.61 La descripción de Toller, correspondería a la barra del río Santa Lucía,
y su visión hacia el N-E a las barrancas de San Gregorio y Mauricio, en el
Departamento de San José.62

60
Diario de Toller, f. 23v.
61
Diario de Toller, f. 25v.
62
Vidart, D., Toller, el naturalista del buque negrero, en su: El Uruguay visto por los viajeros, cit. tomo
III, p. 37.

44
Como señala Daniel Vidart, siguieron subiendo por el río con bajadas a tierra para
cazar a disparo limpio lo que se les presentaba ante la mira del mosquete. Esto aconteció
el 19 de julio sin resultado; pero el 20 (le acompañaba Toller, el capellán del barco y su
capitán), Partington cazó un “leopardo”, que Toller registró en dibujo para la historia
(lámina XVIII), y que fue devorado por la tripulación ante la repugnancia del
memorialista.63 Según Vaz Ferreira, se trataba de un “jaguar” o “yaguareté” (Pantera
Onça, Linneo), especie muy abundante en el sur de Uruguay, hoy casi (o totalmente)
extinguida.
Nuevo descenso a tierra el 23 de julio en la bahía del que Toller llamó “Río San
Thomas”64 donde Dover cazó “un toro muy carnoso”, cacería que repitió

63
Diario de Toller, f. 26v y lámina XVIII identificada como “Leopards & Other Beasts of S. Lucia”.
64
Ib., f. 27v.

45
deportivamente los días 24, 27 y 2 del mes de agosto. En esta jornada su disparo no fue
feliz, y el vacuno herido y furioso arremetió contra el médico que se salvó de ser
corneado protegiéndose tras un árbol hasta que sus compañeros lograron matar al toro a
tiros. Tampoco tuvo suerte al dispararle a un “marrano grande” que le persiguió
(“pecarí”, Pecarí tajaçú, Linneo). Toller describió enormes manadas de estos animales.

El Dr. Dover decide dejar el HMS Warwick y trasladarse en bote a Buenos Aires

Ante la falta de noticias del práctico, necesario para llegar a Buenos Aires, el Dr. Dover
mantuvo una conferencia con los funcionarios de la factoría, 5 de agosto, y decidió –
como presidente de la misma – bajar el bote principal y llegar a la ciudad. Debían estar
allí antes que arribara un navío con esclavos. Hubo disputas - que no se detallan - por
esta decisión, y rotura de relaciones entre Dover y Toller. Tal vez a estas disputas
obedezca el brusco término de su Diario el 3 de setiembre.65 Dover partió en un gran
bote - el HMS Warwick estaba frente a Colonia del Sacramento- el 10 de agosto con
empleados de la factoría, sus sirvientes negros y vituallas para varios días, siendo
despedido muy a la inglesa con once cañonazos y tres hurras. Tras cinco días de cruce
del río, 140 millas, arribó a Buenos Aires.
El día 16 reenvió Dover al HMS Warwick el bote y un bergantín desde Buenos Aires
con buenas noticias, dos pilotos españoles y personal de aduana. El día 17 el bergantín
español se les aproximó y comenzó el alijo de materiales para instalar la factoría, sobre
todo miles de piezas de madera necesarias para levantar los galpones. En tanto la
factoría francesa se aprestaba a dejar sus instalaciones. Llama poderosamente la
atención – anota Brito Stífano – la omisión en la vigilancia del río, tanto por agua como
por tierra, al punto de no haberse localizado por las patrullas españolas el navío inglés.
La negligencia de las autoridades es patente. De lo que es también revelador, que un
inglés (Toller) haya dibujado y descrito con minuciosidad una derrota marítima y fluvial
que podía servir a los británicos, enemigos de los ibéricos, para fines bélicos. Debe
agradecer España que el manuscrito fuera a dar al fin, a sus archivos, y no al de los
ingleses.
En tanto, Dover había sido bien recibido por el gobernador de Buenos Aires Baltasar
García Ros alojándose en la casa dejada por los franceses, identificada como el “retiro
de los franceses”, evidente antecedente del actual “Retiro” bonaerense. Allí se levantará
la factoría esclavista inglesa.
Su arribo a Buenos Aires fue comunicado por los oficiales reales españoles
(funcionarios de hacienda) mediante oficio al Rey el 8 de noviembre de 1715
(documento que fue encontrado en el Archivo de Indias, Sevilla, Audiencia de Charcas
por Laguarda Trías):
“Señor -… y el día 17 [de agosto; la discrepancia de fecha se debe al calendario
empleado, pues según Toller fue el 15 de agosto] llegó otro bote del dicho Navío [el
HMS Warwick] y en él cuatro personas que dijeron ser directores de dicho asiento [de
Inglaterra] y llamarse uno Dn. Thomás Douer [sic] presidente de dichos directores, el
otro Ricardo Martin, el otro Geremías Montt y el otro Joseph de la Noy, y habiendo
dado estos, razón del paraje donde quedaba dicho Navío, se volvió a despachar dicho
práctico y lo condujo a este Surgidero el día veinte y dos de septiembre [nuevamente

65
Ib., f. 34.

46
discrepancia por el calendario en uso] y en su compañía un paquebote, embarcación
muy pequeña despachada de Londres de cuenta de la Compañía [tratábase del “William
& Mary”] con el motivo de traer los tratados de paz, que por olvido dijeron habérseles
quedado, con lo cual fueron recibidos en este Puerto con las calidades y condiciones que
se previenen en los tratados”.66

Polvos de Dover en tabletas, con la advertencia de “Veneno” (Royal Pharmaceutical Society, G).

El mismo oficio nos entera que a su fecha de redacción habían “entrado en este
Puerto tres Navíos con cargazón de Negros de cuenta de dicha Compañía, y quedan
aguardando su carga [la de retorno a Inglaterra] de que daremos cuenta…”.
Sigamos la navegación del navío inglés. El 22 de agosto, el HMS Warwick ya con
piloto abordo levó anclas y comenzó el lento rumbo al Riachuelo de Buenos Aires. No
escapó a una de las furiosas tormentas que suelen azotar al Río de la Plata, rompiendo el
velamen y derrumbando mástiles. El día 28 anclaron al lado de un paquete inglés, el
William & Mary, del capitán Jesson que traía equipaje y un escribiente para el Dr.
Dover. El 11 de setiembre de 1715 fondeó frente a Buenos Aires, la ciudad en que
Thomas Dover - buen negociante - ya había sentado sus reales un mes antes.
66
Laguarda Trías, R., El enigma del viajero Acarette Du Biscay, cit., p. 248.

47
La factoría inglesa en Buenos Aires

Dover había establecido buenas relaciones no sólo con el gobernador, también con el
obispo católico y los padres jesuitas. Es otro hecho muy llamativo del temperamento
negociador y “entrador” del médico, un protestante en un territorio católico y en una
época de intolerancia religiosa. Inspeccionó las instalaciones de la abandonada factoría
francesa, donde encontró algunos cueros vacunos y veintidós esclavos. Pero las
instalaciones eran mínimas y el dinero venido de Bristol para los gastos de la instalación
no alcanzaron para la factoría inglesa. Entonces ocurrió un hecho insólito: pidió ayuda
económica a los jesuitas que le prestaron en tan sólo 24 horas un importante capital sin
intereses y sin garantía. Tanto así se confiaba en el médico. Es bueno decir que el
capital les fue devuelto, e incluso Dover contribuyó para terminar su iglesia de San
Ignacio, la que aún sigue en pie.
Superado el tema económico la factoría fue instalada en las cercanías de la actual
Plaza San Martín, incluyendo un embarcadero, oficinas, habitaciones para empleados y
barracas para albergar a los esclavos. El edificio principal del funcionariado fue la
llamada Residencia del Retiro, en su origen la casa del gobernador “Robles” (según
Torre Revello)67, pero en realidad del Sr. Miguel “Riglos”, un edificio del siglo XVII.
Se le describe como una construcción con cuarenta habitaciones, salones, noria y “tres
suertes de tierras”. Era sin duda el edificio civil más importante de la ciudad en su
época, a la cual se le fueron agregando obras hasta finales del siglo XVIII. El terreno,
limitado por un cerco para evitar fugas, ha sido situado entre las actuales calles
Esmeralda, Maipú, Callao y el río (es decir, proximidades de la Plaza San Martín).
Emeric Esex Vidal llegó a conocerlo ya transformado en establos y galpones en 1816, y
lo describió así en 1820:
“todo amurallado a su alrededor, los esclavos bajan a tierra en la playa,
inmediatamente atrás del edificio; y el portón de entrada aún está en ruinas cerca del
camino de la costa, aunque la pared ya ha desaparecido”.68
Por barraca se depositaron hasta 200 esclavos; eran abiertas en sus lados, sólo
techadas para aliviar el nauseabundo olor que despedía esa masa enorme humana. El
Retiro es el edificio que se reconoce en su apogeo en planos de Buenos Aires de 1740.
La propiedad pasó a manos particulares en 1773 (familia de los Basavilbaso) y en 1787
(Martín de Sarratea), pero siempre para el negocio de esclavos. Casi nada ha quedado
documentado del aspecto edilicio de otros locales de la factoría.
Según Schávelzon, uno de los depósitos fue el existente en la actual esquina de
Belgrano y Balcarce, donde terminaba la ciudad, bajo la barranca lindera al río; un
enorme edificio de planta rectangular con fácil acceso desde el río con marea alta (por
eso luego usado como Aduana) y con embarcadero propio, como lo muestra un plano de
1713, aún sin el patio central que se reconoce en planos posteriores (1740 y 1750).69
Fue conocido en Buenos Aires como Aduana Vieja (desde 1783) o Quinta de Domingo
Basavilbaso, aunque éste personaje nunca habitó allí. Se conserva una foto del edificio
de años muy posteriores, con una fachada monumental y muy decorada. El local sirvió a

67
Torre Revello, J., La sociedad colonial. Páginas sobre la sociedad de Buenos Aires entre los siglos XVI
y XIX. Buenos Aires, Ediciones Pannedille, 1970, cap. VIII, p. 83: Los negros.
68
Schávelzon, D., Buenos Aires negra. Arqueología histórica de una ciudad sitiada, Buenos Aires, 2003,
cit., p.108.
69
Ib., p. 107.

48
los ingleses para depósito de mercaderías (mayormente contrabando) más que para la
esclavatura.
La South Sea Company no perdió el tiempo. Podría traer en cada barco hasta 375
negros extraídos de Angola, entre 10 y 30 años, mitad de cada sexo. A fines de 1715,
casi enseguida de establecido Dover y sus funcionarios, cinco navíos con carga humana
fondearon frente a Buenos Aires. Uno de ellos, el Indian Queen traía 100 esclavos
enfermos de viruela, dando oportunidad a Dover de tratarlos por el método de
Sydenham, con éxito. Agotó el stock de medicinas en ese tratamiento, pidiendo más a
Inglaterra. En 1716, 1000 negros de Madagascar llegaron a Buenos Aires (también
fueron capturados en otras regiones africanas). En total, durante la existencia de la
factoría, cerca de 10.000 esclavos fueron introducidos por la Compañía, pero las cifras
nunca se sabrán por la incidencia del contrabando y la falta de información sobre la
carga. El 7 de abril, con las bodegas abarrotadas de cueros y sebo, el Prince of Wales y
el Indian Queen zarparon de retorno a Londres.

Interludio. El viaje de los esclavos

Comprados ordinariamente en Angola, los esclavos entre 10 y 30 años, mitad de cada


sexo, eran celosamente resguardados durante el viaje para que arribasen el mayor
número posible en estado de salud a puerto sudamericano. Unos 375 negros eran
cargados; durante el viaje se baldeaban con agua y vinagre los habitáculos. Para sortear
fraudes y favorecer el cuidado en el transporte por los capitanes mercantes, se les cedía
cuatro cada 104 desembarcados sanos. Durante el viaje, cada 14 días eran contados, y
anotados los vivos y los muertos, lo que se documentaba tanto en Buenos Aires como
en Londres. Antes de echar los cadáveres por la borda, el cirujano jefe anotaba número,
fecha y causa de la muerte. El capitán no recibía su parte en esclavos si antes el
cirujano, bajo juramento, no comunicaba cuántos habían muerto y cuántos
desembarcaban vivos. Eran bañados al descender del barco, luego “palmeados”
(medidos) y “carimbados” (marcado con señales a fuego). El cirujano de la Factoría fue
Mr. William Philips.

El regreso del HMS Warwick y de Thomas Dover a Inglaterra

A comienzos de 1716, el HMS Warwick comenzó a cargar cueros vacunos. Por la


negligente vigilancia de los oficiales españoles (y seguramente su corrupción), muchos
cueros fueron transbordados a otros navíos mercantes. Se documentó por ejemplo, que
entre el 23 y 28 de febrero de 1716 el HMS Warwick transfirió más de 5000 a barcos
mercantes (según carta del propio capitán), así como los navíos arribados desde
Inglaterra descargaron fardos a la vista de los oficiales españoles pero por detrás (o con
su connivencia) abarrotaron los depósitos dela factoría con mercancías no declaradas.
En junio de 1716, cumplida su misión el H.M.S Warwick retornó a Inglaterra con
11.215 cueros vacunos en sus bodegas.
¿Qué fue del Dr. Dover? Fue breve su permanencia en Buenos Aires porque su
gestión al frente de la factoría no fue satisfactoria para los directores de la South Sea
Company. Habían recibido en Londres noticias de primera mano por los capitanes de
varios navíos arribados del Río de la Plata y también notificadas por el capitán

49
Partington desde Buenos Aires.70 Pese a los buenos resultados económicos de la factoría
esas noticias indujeron a los ejecutivos londinenses a coordinar una amable reunión (un
“almuerzo de trabajo”) con el antiguo presidente de la factoría francesa en Buenos
Aires, y además nombrar un tribunal para estudiar la relación entre las “instrucciones” y
las “acciones” desarrolladas en Buenos Aires. El 18 de julio de 1716 el tribunal emitió
su dictamen:
“El Tribunal tomó en consideración la situación de la Factoría en Buenos Aires
acordando en orden al último Tribunal, y después de algún debate, resolvió que el
Capitán Dover presidente de la dicha Factoría, por violación de las instrucciones y
negligencia en sus obligaciones, sea destituido del servicio de la Compañía”.71
Se le atribuyó violación de las instrucciones, negligencia con sus obligaciones
empresariales y tal vez actividad fraudulenta tanto para el ingreso de mercadería no
autorizada como salida de cueros (con la complicidad y corrupción de los oficiales
reales al servicio de España, lo que explicaría la regalía de más de 389 libras “por
obsequios hechos a los Oficiales Reales”). De fuentes españolas, también se reveló que
Dover recibía “comisiones” por el comercio de los cueros. Y también había “inflado”
los costos de medicinas y alimentos para los esclavos en coautoría con el cirujano de la
factoría. También debe haber influido su carácter irascible que lo malquistó con sus
superiores en Londres y enemistó con sus subordinados en Buenos Aires. Thomas
Dover y el cirujano de la factoría Mr. William Philips fueron cesados, permaneciendo
en sus cargos los otros miembros de la misma. El retorno a Inglaterra no fue inmediato
por el tiempo que insumió comunicarles la destitución y el arribo de su sucesor, un tal
John Thrupp. Con éste, la Compañía no fue tan dispendiosa como con Dover y no
autorizó más que un sirviente de cámara, y por supuesto ningún memorialista como
Toller lo había sido para el primer presidente.
El 24 de febrero de 1717 llegó a Buenos Aires el sucesor de Dover lo que marcó el
fin de éste como el primer presidente de una factoría inglesa en el Plata. Retornó a
Inglaterra probablemente en el mismo navío. Y al finalizar ese año ya estaba ejerciendo
a ratos la medicina en Cecil Street, en la localidad de Strand, entre las ciudades de
Londres y Westminster, en tanto frecuentaba la bolsa de papeles al portador.

Thomas Dover médico famoso en Londres

La South Sea Company de la cual el Dr. Dover era fuerte accionista quebró en 1720
y le llevó a la ruina, obligándolo a ejercer con más asiduidad la medicina. Las epidemias
de viruela y su forma de tratarlas propiciaron su consulta y también su fama. Pero
Dover no era médico diplomado por el Royal College of Physicians de Londres.
Su biógrafo, William Osler lo perfiló con un “temperamento encendido, que no
fácilmente acordaba, combativo, odiable”. El desprecio de Dover por los miembros del
Royal College of Physicians de Londres era bilateral. Los colegiados le tildaban de
Quicksilver doctor (quicksilver = azogue, mercurio) por el uso terapéutico que hacía de
ese metal, al cual Dover llamaba “jalea de metales” y “bálsamo puro de la sangre”. Pero
aun así llegó a ser médico eminente en Londres, con abultada y rica clientela

70
Dewhurst, K. & Doublet, R., Thomas Dover and the South Sea Company, cit.; documentación
archivada en el Museo Británico, Londres.
71
Ib., p- 116.

50
Acostumbraba entrevistar a sus pacientes en una taberna, el Jerusalem Coffee House, en
Strand. Adquirió allí gran reputación como el “famoso hombre que llega a curar el
smallpox [viruela] en una nueva forma”. ¿Cuál era ese tratamiento? Ni más ni menos
que el que había recibido cuando enfermó mientras era pupilo del médico Thomas
Sydenham y que hemos reseñado más arriba. Era una asistencia racionalmente mejor
que los tratamientos ortodoxos de la época, pues combatía la deshidratación, la
congestión sanguínea y la irritación de la piel.
La popularidad, fama, y su personalidad arrogante y despectiva para con sus colegas
le granjeó su enemistad, así como la de boticarios, que perdían dinero al no preparar
medicamentos galénicos (las ineficaces pilulas). Fue médico famoso en Londres y el
único que estaba en boca de todo el pueblo, “un hombre desconocido en la profesión,
que públicamente insulta a sus colegas y les acusa de matar a cientos de enfermos con
sus obleas y purgantes”. Cuando otros facultativos daban por perdido un enfermo de
viruela, Dover le sometía a su tratamiento empírico “a la Sydenham” y lo salvaba.
¿Cómo pudo ejercer la medicina sin llegar a ser un doctor y carecer de licencia por el
Colegio de Médicos de Londres. Es que, luego de rendir exámenes mensuales obtuvo
finalmente la necesaria licencia para ejercer como physician en 1721. Tenía por
entonces 60 años pero no había perdido su petulancia, de tal forma que pocos meses
después estaba enfrentado en un juicio ante el Royal College por violar la ética: no
había llamado en consulta a un colega. Preguntado por qué, respondió que aquel había
hecho un tratamiento basado en el “blistering” que hemos traducido como
“escarificación, o ampollamiento” (¿ventosas escarificadas?) y que lo había suprimido
porque consideraba que eran contraproducentes para la enfermedad. ¿Y por qué
entonces gozaba ese tratamiento de tanto predicamento entre sus colegas? Contestó que
por haber sido usado por los “Indios” (sic”, en referencia a los indostánicos), pero que él
– que había conocido a muchos “indios” en sus viajes – ya no lo practicaban.
Consideraba que la escarificación hacía perder la parte más preciada de la sangre, el
suero, como decía Sydenham y por esto era perjudicial. Finalmente recibió una mera
amonestación por el presidente del gremio, Sir Hans Sloane.
En 1726 retornó a Barton on the Heath, su lugar de nacimiento, donde su esposa
murió. Acosado por acreedores, pues había hipotecado sus fincas para comprar acciones
de la South Sea Company, tuvo que vender sus dominios en 1727 por 3400 libras a un
tal Thomas Mander, quien inmediatamente levantó sus deudas, quedándole para sí sólo
140 libras hasta que el balance definitivo le permitió hacerse de 1562 libras en
setiembre de 1727. Continuó ejerciendo en Cecil Street hasta 1728
Viudo, sin hogar y prácticamente en bancarrota pasó a convivir con su pariente
Robert Tracy, en Stanway Hall, Gloucestershire, donde siguió ejerciendo medicina. Dos
años después, volvió al puerto de Bristol, le pidió a Hans Sloane, aquel presidente del
Royal College, que le enviara pacientes. En Bristol comenzó allí a redactar un libro, The
ancient physician’s legacy to his country (El legado de un antiguo médico a su ciudad),
que le demandó unos tres años. Se imprimió en 1732, cuando Dover ya tenía 70 años.
Es una suerte de “libro de medicina de familia”, muy propio del siglo XVIII que alcanzó
varias ediciones (la 6ª en el año de su muerte y la 8ª en 1771, 30 años después).
Contiene 42 enfermedades exitosamente tratadas por Dover, explicadas en lenguaje
llano, describiendo los casos clínicos y adjuntando cartas de pacientes donde le
testimoniaban el agradecimiento por las “curaciones”. En el prefacio cita la opinión de
un tal doctor Radcliffe, “viajar es necesario para hacer un hábil médico”. Y recordaba,
51
“yo he viajado más que todos los médicos de Gran Bretaña”. Lo que era una gran
verdad.
El libro reza así: “Siendo cuanto él [el autor] ha recogido por sí mismo en 49 años de
práctica. O un recuento de varias enfermedades que afectan al género humano,
descriptas de una manera sencilla para que cualquier persona pueda conocer la
naturaleza de su propia enfermedad. Junto con los varios remedios para cada malestar
fielmente asentados. Diseñado para uso privado de toda la familia”.
A la fecha de edición de su libro, estaba nuevamente en Londres (entre 1731 y 1736),
viviendo y ejerciendo en Lombard Street y luego en la más distinguida dirección de
Arundel Street, continuando con sus consultas en el Jerusalem Coffee House, en Strand.
Su edad le obligó a declinar el ejercicio médico, lo que no impidió continuar sus críticas
en sucesivas ediciones de su libro, contra el Royal College y la Society of Apothecaries.
Como hemos dicho, Dover estaba vivo a los 80 años en 1742 cuando vio la luz la 6ª
edición, retirado desde 1736 en Stanway Hall, Gloucestershire, esperando su muerte.
Fue sepultado en la cripta de la familia Tracy, en la Stanway Church el 27 de abril de
1742, de donde lo rescató para la historia Sir William Osler.

Thomas Dover ante la historia. Los Polvos de Dover

Thomas Dover no pasó sin embargo a la historia ni por sus viajes, ni como traficante de
esclavos negros, ni por sus cacerías en las costas oceánicas del Río de la Plata, ni por su
estadía en Buenos Aires, ni aún por el hallazgo de Alejandro Selkirk. Tampoco por su
libro de medicina, ni por su frecuente uso del mercurio; ni siquiera por su exitoso
tratamiento de la viruela “a la Sydenham”, sino por los polvos que llevan su nombre: los
“polvos de Dover”, una mezcla galénica muy original de opio e ipecacuana, disueltos
en vino blanco, cuya fama se mantuvo por muchos años.
Pulvis Ipecacuanhae Compositus et Opii, tal era la prescripción que recibían los
apotecarios. Los comercios que en Inglaterra vendían bebidas y ropa también lo hacían
con los famosos “polvos de Dover” a las gentes de paso. Tal fue la popularidad y amplia
utilización por galenos y público en general del preparado que Dover inventó en fecha
incierta y cuya fórmula apareció en la primera edición de su libro. La introducción de
esta fórmula fue muy beneficiosa y original; el opio, así como otros productos incluso
más tóxicos, eran utilizados para aliviar el dolor sin límite posológico, llegando a la
intoxicación. La fórmula de Dover constituyó un producto estable, conocido, medible,
que provocaba analgesia y sensación de euforia, pero cuya sobredosificación aparejaba
el vómito por la presencia de la ipecacuana, que funcionaba como un límite de
seguridad. Era ésta una raíz originaria de América, conocida desde 1600, Cephaelis
Ipecacuanha [Rubiaceae], Brazilian Ipeca introducida en París en 1672 para combatir
la disentería [23].72 La “ipeca” fue redescubierta por Dover e introducida
inteligentemente asociada al polvo de opio para evitar la sobre medicación. Incluso los
niños no se intoxicaban con el opio, pues vomitaban más precozmente. La adicción al
opio también era combatida por el vómito. El uso del opio por Dover pudo estar
vinculado a su experiencia con Thomas Sydenham, quien había introducido en medicina

72
Lee, M.R. Ipecacuanha. The South American vomiting root. J. Roy. Coll. Physicians Edimb., 38: 355-
360, 2008 (Internet).

52
anteriormente un derivado del mismo: el láudano (tintura azafranada de opio); pero el
agregado de ipecacuana por Dover fue totalmente original.
La fórmula de sus polvos aparece en la sección de su libro dedicada a la “gota o
podagra” y luce más o menos así: “Tome opio 1 onza, sal piedra y tártaro vitriolado 4
onzas de cada uno, bebida cordial 1 onza, ipecacuana 1 onza. La sal piedra y el tártaro
vitriolado se colocan en un mortero calentado al rojo; se revuelve con una cuchara hasta
su calcinación; se reduce la mezcla a polvo muy fino; se corta la rebanada de opio [la
masa de opio venía en “ladrillos”] que se muele a polvo; se mezcla todo. Dosis: 40 a 60
o 70 granos [no gramos] en un vaso de vino blanco pasando a la cama; cubriéndose bien
caliente, y bebiendo ¼ de pinta mientras se transpira. En dos o tres horas como más
tarde, el paciente se verá liberado del dolor. Y aunque todavía no pueda ponerse en pie,
se sentirá mucho mejor aunque no pueda caminar hasta el siguiente día. Este remedio
puede ser tomado varias veces a la semana o al mes”.
El polvo se administraba bajo dos formas: a pequeña dosis, para fiebre y dolores; y a
grandes dosis, para gota y disentería (el opio paraliza el movimiento intestinal). Dover
recomendaba que, a esta última dosificación, el paciente debía previamente… “realizar
testamento”. En el tratamiento de la gota (“podagra”) fue la medicación de elección
hasta la introducción de la colchicina.
Las propiedades farmacológicas del opio explican el extendido uso de los polvos de
Dover: insomnio, diarrea, bronquitis, cefalea crónica, agitación psíquica, desorden
menstrual, dolor de cualquier naturaleza, malaria, sífilis y viruela. Los polvos de Dover
tuvieron amplia aceptación y larga vida. William Osler los incluyó en su conocido texto
Principios y Práctica de la Medicina, prescribiéndolos para la bronquitis aguda y la
fiebre tifoidea. Siguieron prescribiéndose hasta el primer tercio del siglo XX, cuando
dejaron de usarse por la aparición de nuevos analgésicos, a partir de los derivados del
ácido salicílico, v.g. la aspirina. Y las regulaciones a la importación de opio y sus
derivados terminaron con su administración.
En algunas bibliotecas de médicos, de no hace muchos años, se encontrará el Tratado
de Farmacología del argentino Manuel Litter, en el cual estudiamos en la década del
sesenta. En su capítulo sobre analgésicos, todavía se citaban los Polvos de Dover.
Por el excesivo sobreprecio de los esclavos, la South Sea Company como ya dijimos,
quebró en 1720; había gastado más de un millón de libras en sobornos, había sufrido
robos y defraudaciones y había perdido la confianza de España y de los compradores. El
asiento inglés quedó desierto.
Una Real Cédula del 27 de marzo de 1727 decretó el embargo de todos los bienes
pertenecientes a los ingleses en América, resultado esperable el comienzo de
hostilidades entre ambas monarquías.
Daniel Vidart transcribe una carta del jesuita Carlos Gervasoni al Padre Comino
desde Buenos Aires, en 1729:
“. . . todo pasa por la mano de los esclavos, no habiendo por aquí español, por
miserable que sea, que al poner el pie en tierra no eche al momento peluca y espada
desdeñando toda ocupación que no sea la de comerciante. Sólo a los ingleses les es
permitido conducir y vender esclavos y traen trescientos o cuatrocientos en cada viaje,
no sé cuántas veces al año. Ahora, a causa de su ruptura con España por la flota, no es
permitido ni aún a ellos conducir esclavos, y las dos hermosas casas que tienen esos

53
ingleses con un bellísimo huerto y todos los demás efectos, están en poder del Rey”
[Vidart, cit. pág. 41].73
Mientras funcionó, el Tratado de Asiento de 1713 Inglaterra introdujo en América el
mayor número de esclavos negros por el puerto de Buenos Aires. Aún luego del cese
del asiento y embargo de sus bienes, persistió introduciéndolos en Buenos Aires por
medio del contrabando. Así lo describe el citado jesuita Gervasoni: “. . . Sin embargo,
ellos traen [pese a la confiscación del asiento] continuamente a la Colonia de los
Portugueses [Colonia del Sacramento] que está en la otra parte del río y comprados allí
los esclavos de contrabando, los hacen desembarcar en una playa desierta y los
introducen en Buenos Aires”.74

Los médicos “quedados” del tráfico de esclavos

El asiento finalizó, pero algunos médicos que venían en los buques negreros quedaron
en el Río de la Plata. En 1715 un tal John Burnett, graduado en Edimburgo, y en 1718
un tal John Mylan. Otro, Robert Fonteyn, y James Ross Pringle, colono inglés en
Mendoza, en su viaje a Chile, quedó allí bloqueado por la nieve y se hizo viñatero, con
numerosa familia y nombre castellanizado, Diego Ruiz Pringues. Recordemos que uno
de los médicos de la South Sea Company en barco negrero al Rio de la Plata, fue
Thomas Falkner, sacerdote jesuita, comisionado como cirujano y botánico en 1730.75●

73
Vidart, D., Toller, el naturalista del buque negrero, en su: El Uruguay visto por los viajeros,
Montevideo, 2000, tomo III: “La Banda Oriental entra en escena”., cit., p. 41.
74
Ib., p. 46.
75
Graham-Yooll, A. La colonia olvidada. Tres siglos de presencia británica en la Argentina, Buenos
Aires, Emecé, 2000, p. 21-24. Para la designación de Thomas Falkner en viaje al Río de la Plata como
cirujano de la South Sea Company véase: P. Guillermo Furlong Cardiff, S.J., La personalidad y la obra
de Tomás Falkner. Facultad de Filosofía y Letras, Public. Inst. Invest. Histór., XLVIII, Buenos Aires,
1929, p. 17. Para Furlong es incierta la fecha de su arribo a Buenos Aires.

54
DESDE NUESTRAS PIEDRAS
De cómo un criollo criado sobre nuestras piedras
montevideanas llegó a ser gobernador y vizconde
del Reino de Portugal
Yamandú Ortiz Gibert76

Manuel Ximénez y Miguel Vizconde de Ximénez

La España de Carlos III debió enfrentar la desgracia de otra guerra con Gran Bretaña,
cuando decidió – aliada con Francia - apoyar a las trece colonias de Norte América
(1779-83), como una oportunidad de debilitar al imperio británico que le había causado
importantes pérdidas durante la guerra de los Siete Años (1762). En la ciudad de Huelva
(Andalucía) vivía la familia Ximénez, donde en 1776 nacería Manuel. Este emigraría a
América, y en 1817-1821 construyó en Montevideo la importante casona familiar, que
hoy alberga a nuestra Academia. Miguel, su sexto hijo americano, que durante 19 años
viviría como criollo montevideano transitando las mismas piedras que hoy nosotros,
tuvo un rol protagónico en Europa y África.
Esta historia española comienza como andaluza, pero nace en Portugal, y empieza en
la ciudad de Huelva, capital de provincia del mismo nombre. Limita al norte con la
provincia de Badajoz, al este con Sevilla, al sureste con Cádiz, al sur con el Océano
Atlántico, y al oeste con Portugal, regada por los ríos Odiet y Tinto, en la “Costa de la
Luz”.
Ciudad que enarbola en su historia la zarpada de aquella expedición desde el puerto
de Palos, que culminaría en 1492 cuando el Almirante que buscaba las Indias hallaba un
nuevo continente.

76
Historiador. Académico.

55
Su estatua en el centro de la Plaza de las Monjas, recuerda esa hazaña para siempre, y
marca en forma indeleble el abolengo de Huelva.
A mediados del Siglo XVII emigran desde Portugal Simón Ximenez Sandoval y su
esposa, Da. Rafaela de Vargas, nacida en 1720, y se afincan en la ciudad de Huelva,
quienes conciben a Manuel Ximénez Sandoval en el año 1746. Este se casa con
Leonora Bernardina Gómez González, unión de que nace Manuel Antonio Ximénez y
Gómez en 1776, fundador de hogar y estirpe montevideana77.78
La vida de Manuel Antonio estaría marcada por importantes acontecimientos: a sus
nueve años el suroeste de España sufre las consecuencias del terrible “Terremoto de
Lisboa” que, en 1755, originado en la falla geológica Azores-Gibraltar, se dice que
“cambió el mundo”. Duró seis minutos con fuerza 8,5 Richter, y generó un tsunami
durante noventa minutos arrasando Lisboa, la ciudad más vieja (incluso más que
Londres, París y la misma Roma) y de las más ricas entonces en Europa. La vecina
Sevilla vio destruidas el 7 % de sus edificios y dañado el 88 % de ellos, consumida
además por los incendios y la delincuencia. La influencia de Portugal en el O y SO de
España era notoria, La distancia hasta Madrid era más del doble que hasta Lisboa
imponiendo costumbres, gastronomía, idioma y hasta arte (aún el día de hoy el
fandango es la música popular, con fuerte raíz en el fado portugués). Pero además
Manuel Antonio nace con el bramido de la guerra de España con Inglaterra que, al
aliarse más tarde con Francia, generó un clima hostil para vivir y prosperar a un hombre
joven, sin ser el hijo varón mayor. Probablemente las causas de la aventura
transoceánica de Manuel Antonio estuvieron incentivadas por la gran actividad
marítima en su puerto adoptivo. Viajó con Bernardina González y Fernando Abilleira.
Tenía solo 17 años.
Se le ubica ya en 1793 instalado en Las Piedras, Canelones, en casa de Antonio
Monasterio (era sobrino de la esposa del mismo), y se le sabe prosperando durante la
invasión portuguesa (1811-1812) y la Luso- brasileña (1816/1820) acompañado de su
hermana mayor Catalina Felipa. Contrae matrimonio el 22 de octubre de 1796 según
registro eclesiástico en Guadalupe de Canelones con la joven allí nacida Margarita
Rodríguez y Calleros, de solo 14 años - la que habiendo nacido en 1782 - lo
acompañaría toda su vida hasta 1819, cuando fallece después de concebir 13 hijos.
Fueron testigos D. Antonio Monasterio y la propia hermana de Manuel Antonio.
Nacieron seis varones y siete mujeres.
El primero es de 1798, y el sexto nacido en 1806, es el singular hijo varón que
terminó su vida en Lisboa usando siempre los apellidos de sus padres y de sus
abuelos79.
Vuelve a casarse en 1821 con Juana Francisca Benita de la Puente, criolla de 23 años
con quien tiene ocho hijos más, el último en 1838, a sus 62 años.
La casa fue anfitriona de huéspedes importantes, destacándose el canónigo Mastai
Ferretti, (luego Papa Pio IX) acompañado por el arzobispo Muzzi, en misión apostólica
a Chile (se les asocia con el tesoro de la Hnas. Massilotti) Habían recalado en
Montevideo el 01 de enero de 1824 a bordo del bergantín francés Heloisa por una
tormenta inclemente, en breve estancia de dos días; siguiendo a Buenos Aires y luego a
Chile por tierra. Permanecieron en Santiago desde el 7 de marzo hasta el 19 de octubre

77
Archivo Judicial de Montevideo, Índice del Archivo 1801-1877.Mdeo. Civil 1o. "D. Manuel Giménez
Gómez con Ignacio Marzal" 1801- 63 (Apuntes Selva Casaballe Ríos)
78
Suárez de Pérez Gomar, C., Genealogía, armas y blasones de D. Manuel XIménez y Gómez, Buenos
Aires, 1944.
79
Lettieri, R., La casa de los Ximénez. AUHMF.

56
de 1824. El 30 de octubre del mismo año partieron nuevamente hacia Montevideo
donde permanecieron casi tres meses alojados en casa de Ximénez, para luego partir
hacia Europa el 18 de febrero de 1825. También fue huésped el Duque de Saldanha,
Capitán Gral. de Rio Grande do Sul (1821) y ministro de Guerra de Portugal (1827),
que sería mentor de por vida para su hijo Miguel, llamado a importantes destinos.
Manuel Antonio Ximénez muere en 1844, con 68 años de edad, dejando 21 hijos en su
vida.
El sexto niño nacido de su primer matrimonio en 1806, es el singular hijo varón que
durante toda su vida usó los apellidos de sus padres y abuelos.

La casa

1832. Primera pintura conocida de Casa Ximénez. Martens viajaba a bordo con Charles Darwin como
pintor oficial de la expedición.

Manuel Antonio compró en 1809 – con 33 años - el primer solar del terreno a Da,
María Angela Farías, pero recién en 1821 pudo poseer las dos parcelas linderas, cuya
superficie total es la actual. Esta casa familiar se construye muy probablemente desde
1821 hasta 1825, puesto que el Barón de Laguna había accedido a cederle “en merced”
un terreno deshabitado.
Ello fue en Julio de 1821, justificando que Ximénez era el “proveedor de pan para las
tropas”. Allí comienza a construir esta casa de dos plantas, en cuyo plano superior
estaban las habitaciones de la numerosa familia que había formado en 1798 con su
primer hijo Francisco, y viviendo sobre el frente (calle San Telmo). Su segundo (José
Manuel) hijo nacería en 1800.
Tenía en ese momento 41 años y casi treinta viviendo en el país. El terreno era de los
más deshabitados de la ciudad y de los más indefensos, además de ser una costa donde
la mar arrojaba muchos residuos.
“Desde la entrada del puerto hasta el Cubo del Norte es la zona más expuesta a
desembarcos, sin cañones, sin murallas, sin parapetos”80
Esta casa está construida sobre 1054 metros de terreno con fuerte desnivel81 con 24
metros de frente (29 varas coloniales) orientado al NNW, usando materiales nobles, que

80
Decía el Capitán Mariano Cortés Arteaga, en la Junta de Guerra de Buenos Aires. 179.
81
Padrón 3303, I.M.M.

57
le permiten hoy - a más de 200 años - mantener su gallarda habitabilidad, pero tuvo un
importante mantenimiento entre 1963 y 197182
Es monumento histórico desde 1975y hoy propiedad del Ministerio de Educación y
Cultura83.
En este edificio, toda la composición de la planta se desarrolla alrededor de dos
grandes patios, la superficie construida (24 x 47 metros aproximadamente), permitió a
esos patios estar rodeados por salas en sus cuatro lados, “En su fachada pueden notarse
algunas novedades: las aberturas son adinteladas y ninguna lleva arco scarzano como
era de uso en la construcción civil colonial. Esta fachada es de gran sobriedad”.
“Orientada al NNW acusa un leve movimiento de planos conseguidos a expensas del
trabajo de rehundidos, que liga los rectos guardapolvos de cada puerta balcón con las
prolongaciones de las chambranas. Y sobre ese gran paño enjalbegado se distribuyen a
manera de módulo múltiple, los vanos adintelados, compuestos dentro de las más
severas normas academistas”.
Las ventanas de la planta baja han sido transformadas en puertas, excepto una que
todavía conserva su primitiva reja de barrotes de hierro de sección circular, y con el
típico “rizo” infaltable en las rejas coloniales.
En el amplio zaguán o vestíbulo de entrada se encuentran dos habitaciones y
recepción probablemente, y un detalle curioso: es el arco trilobulado que tiene el vano
que comunica con el primer patio.
Es difícil explicar, en el Montevideo de principios de siglo pasado, la presencia de
esta forma de innegable ascendencia agarena o lusitana. Allí, mediante escalones, se
accede al primer patio, donde se halla la recepción, la capilla y oratorio, comedor y
dormitorios familiares de los Ximénez. En el segundo patio se hallaban los dormitorios
de sirvientes, depósitos y galpones. Más adelante se construyó un recinto con propósitos
de reducto defensivo, hoy nuestro “Salón de Fundadores de la Liga Marítima”84.
En el primer patio tenía una cisterna de agua dulce, excavada en la roca, alimentada
por una de las primeras fuentes de Montevideo. Podría ser la «aguada de Viana». ya
que Ximénez le compró un solar contiguo a doña María Antonia Achucarro,
(Atxukarro) viuda de Melchor de Viana Fernández.
Por cierto, el mirador no era excepción en aquella Montevideo. Tenía la función de
permitir otear el horizonte para ver con ventaja los barcos que podían fondear casi al
frente de la casa; y eran el solaz de la familia, cuyas salidas consistían básicamente en
misas después de transitar las fangosas calles de aquel Montevideo.
La pareja concibe 13 hijos: seis varones y siete mujeres. El primero nace en 1798, y
el sexto - nacido el 25 de febrero de 1806 - es el singular hijo varón que terminó su vida
épica usando los apellidos de sus padres y abuelos: Miguel Ximénez Gómes Rodrigues
Sandoval de Castro y Vargas
Siendo muy joven – tenía apenas 15 años – se enroló en la División de Voluntarios
Reales al mando del general Álvaro Da Costa. Esta división, que había permanecido fiel
al Rey Juan VI de Portugal cuando se produjo la independencia del Brasil, se retiró a
Lisboa luego de entregar la plaza de Montevideo al general Lecor, quien se había
pronunciado en favor del nuevo Emperador del Brasil don Pedro I de Braganza.

82
Arq. R. Fusco y Prof. Juan Pivel Devoto, expropiada en 1946.
83
Giuria, J., La arquitectura en el Uruguay, Tomo I. Montevideo: Imprenta Universal, 1955. Véase
también: IMM. Guía Arquitectónica y Urbanística de Montevideo. Montevideo: Intendencia Municipal de
Montevideo. Facultad de Arquitectura, Universidad de la República. Junta de Andalucía, 2008; Elarqa.
Guías de Arquitectura, Ciudad Vieja. Montevideo: Dos Puntos, 1994 y Moroy, A., El País, Viajes.
“Misterios de la Casa Ximénez”.
84
Lettieri, R., op. cit.

58
En esa División fue promovido el 23 de marzo de 1823 a Alférez, y luego a Teniente,
habiendo tomado parte en las operaciones militares efectuadas por su División. Marchó
entonces a Lisboa en 1824, en filas del general da Costa, que lo distinguía por sus
condiciones de militar y caballero. Jamás volvería a su Montevideo natal, después de
haber vivido 19 años en nuestra ciudad.
No hay ninguna información sobre su vida hasta finales de 1832, cuando se unió
como voluntario a las filas del ejército del rey Pedro IV de Portugal. Bajo las órdenes
del general Zagalo, asistió al ataque de Foz el 24 de enero de 1833, pasando a servir
luego bajo el mando de João Carlos de Saldanha Oliveira e Daun, 1º Duque de
Saldanha, su jefe, amigo de su padre y su mentor de por vida.
Miguel Ximénez – de 28 años - se casó el 15 de diciembre de 1833 con Da. María
José de Azevedo e Silva, hija de José Luís da Silva, caballero de la Orden de Cristo, y
de su esposa, Da. María Carlota de Azevedo. Tuvieron seis hijos, tres de ellos varones
Fue nombrado teniente del Estado Mayor General del Ejército, en reconocimiento a sus
buenos servicios y valentía evidenciados en todos los combates entablados, ya en la
defensa del puerto, ya de la capital, acompañando siempre al liberal general Saldanha
cuando éste perseguía al ejército absolutista. Se destacó una vez más en las tomas de
Pernes, Luna y Torres Novas. Por el valor demostrado en la batalla de Almoster (18 de
febrero de 1834), en el marco de la guerra civil portuguesa, fue ascendido con 29 años a
capitán del Estado Mayor el 24 de julio del mismo año.
Tomó parte en la "Revolta dos Marechais" entre julio y septiembre de 1837, siendo
separado del ejército luego de la "Convenção de Chaves". Después de jurar lealtad a la
nueva constitución, pasó a servir en mayo de 1838 en la 3ª Sección del ejército.
En 1840 viajó a España con el Duque de Saldanha, que había ido a ocuparse de la
cuestión del Duero, regresando a Lisboa en junio de 1841. Reintegrado al servicio
activo, sirvió siempre bajo las órdenes del Mariscal hasta 1851, después de haber
tomado parte en la batalla de Torres Vedras. En abril de 1851, cuando el mariscal
Saldanha asumió una revolución para derrocar el gobierno de António Bernardo da
Costa Cabral (conde de Tomar). Ximénez fue uno de sus compañeros más fieles y uno
de los oficiales más altamente comprometido con el movimiento.
Por eso, cuando la guarnición de Porto se pronunció y se reorganizó el ejército,
Ximénez fue elegido para ocupar el importante cargo de Ayudante General de esa
fuerza. Luego del triunfo de la revolución, el mariscal llegó a Lisboa; nombrando
enseguida un Consejo de ministros, al ministro de la Guerra y al comandante en jefe del
Ejército; tratando de organizar la secretaría de ese comando. Ximénez fue nombrado
subjefe del Estado Mayor General, dándole al mismo tiempo el grado de Brigadier, y el
título vitalicio de vizconde de Pinheiro, por decreto del 21 de mayo de 1851.
En agosto del mismo año – con 46 años - fue nombrado Gobernador general de
Angola, aunque continuó desempeñando sus funciones de subjefe del Estado Mayor
General hasta julio de 1853, en que partió para ultramar. Estando en aquel destino se
distinguió por llevar a cabo extraordinarias medidas que beneficiaron al pueblo, e
intentó dar la libertad a 150 esclavos causando gran polémica en Portugal, discutiéndose
el asunto en las cámaras y en la prensa, por lo que el gobierno decidió llamar al
Gobernador, bajo pretexto de enfermedad. Regresó a Lisboa en agosto de 1854,
volviendo a ocupar su antiguo cargo en la comandancia en jefe del ejército, hasta que
esta disposición superior fue abolida.
De algunos de los homenajes que le tributaron en febrero de 1854, en vísperas de su
regreso a Lisboa, encontramos el siguiente testimonio oficial: "La Cámara Municipal de
esta ciudad (Loanda), a instancias del pueblo de toda la provincia de Angola, tomó la
dirección de la generalidad de los festejos, y para que sus trabajos fuesen protegidos por

59
la Divina Providencia, se dirigió a nuestro virtuoso Prelado Obispo de Angola y Congo,
solicitando permiso para cantar un Te Deum y misa en la iglesia Catedral de Nuestra
Señora de los Remedios, en acción de gracias por los felices años de aquel que vino a
esta provincia sólo con el único fin de salvarla del abismo, en que de cierto se
precipitara si la energía, esclarecida administración y medios conciliadores empleados
por el Excmo. Vizconde de Pinheiro, no la hubiera desviado de la peligrosa senda en
que a largos pasos caminaba". Ese mismo día, la Comisión Mixta, los Cónsules
Extranjeros, reconocidas personalidades del comercio, funcionarios públicos y
oficialidad de los cuerpos de la guarnición, asistieron a las ceremonias religiosas en el
Palacio de Gobierno, y fueron atendidos por Manuel María Ximénez de Azevedo, hijo
del gobernador, quien no pudo asistir personalmente por estar enfermo.
El Presidente Interino, Manuel do Nascimento y Olivera, destacó en su discurso el
agradecimiento de Angola por todos los beneficios que dejaría su administración.
Pero lo más conmovedor fue el agradecimiento de 152 esclavos libertos, quienes en
una artística caja de madera le entregaron personalmente unas cadenas de plata
cinceladas, réplicas de las de hierro, que solían ponerle sus amos. En esa oportunidad
dijeron:"Excmo. Señor: Nosotros los libertos de esta ciudad, venimos en el día del
natalicio de vuestro virtuoso y Excmo. Padre, a presentaros el modelo de los hierros que
S.E. sacó a nuestros infelices hermanos dándoles la libertad. Llevadlos, señor, para
mostrar en la Europa cuánto sufrían los infelices africanos antes de la venida de vuestro
noble padre, y plague a los cielos que seáis tan feliz, cuanto de beneficio ha hecho a la
raza humana"85.
Ya de vuelta en Lisboa sirvió un tiempo como jefe de Estado Mayor en el comando
del cuerpo al que pertenecía, y en 1865 fue ascendido a General de Brigada y más tarde
nombrado vocal del Consejo Supremo de Justicia Militar.
En diciembre de 1869, participó en la sublevación de algunos oficiales en favor del
mariscal duque de Saldanha y en contra del ministro de la Guerra, acompañándolo en el
movimiento del 19 de mayo de 1870; y permaneció en el Tribunal Supremo hasta su
retiro en 1874 con el rango de General de División.
Fue galardonado con el grado de Comendador de las Órdenes de Cristo, de la Torre y
de la Espada, y de la de Nuestra Señora de la Concepción de Vila Viçosa; fue también
caballero de Avis; galardonado con la Cruz de Oro por las campañas del Río de la Plata;
con la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, comendador de la Orden de Carlos
III; y Caballero de 1ª Clase de la Orden de San Fernando, todas estas españolas. Sería
abuelo del primer Vizconde de Ximénez
Muere en Lisboa con 79 años, el 22 de mayo de 1884. En ese largo periplo por
Europa y África, viviendo penurias, soledad y éxitos, recordaría que la primera cuarta
parte de su vida la vivió en esta casa que hoy nos alberga.

Algunos otros hijos de Manuel Ximénez, “nacidos en nuestra casa solariega”

María Juana casó el 12 de noviembre de 1821 con el coronel brasileño Miguel Antonio
Flangini, secretario del Barón de la Laguna.
Bernardina contrajo enlace con Ladislao Martínez Castro y pasó a residir en Buenos
Aires;
Mercedes se casó con Francisco Xavier de Viana y Estrada, hijo del Brigadier don
Francisco Xavier de Viana y nieto del primer gobernador de Montevideo, el Mariscal
José Joaquín de Viana

85
Lettieri, R., La casa de los Ximénez. AUHMF

60
Manuela fue esposa del marino brasileño Juan Evangelista de Araujo Pitada,
trasladándose al Brasil en 1825
Dolores se casó con Bernardo Suárez, hijo de Joaquín Suárez.
Margarita (en su nacimiento había muerto su madre) fue esposa de Gregorio Lecoq,
hijo del Brigadier de Ingenieros Bernardo Lecoq.
De los hijos varones del matrimonio Ximénez Gómez – Rodríguez Calleros, Salvador
Ximénez se dedicó al arte y a la diplomacia. Fue escultor, pintor, músico, Cónsul
Pontificio ante el gobierno uruguayo al que representó en diversas ocasiones.
Urquiza nombró a Salvador Giménez (quien era cónsul pontificio en Montevideo),
como agente confidencial del gobierno de la Confederación Argentina cerca de su
Santidad Pío IX. En su estancia en el Vaticano realizó en mármol una pila bautismal
de 2,70 metros que aún existe.
Desde el 2 de abril de 1849 vivirá en Gualeguaychú, como escultor, maestro de bellas
artes y marmolero. Fue él quien, por entonces, esculpió las placas para los edificios
públicos de ciudades como Gualeguay, Concepción del Uruguay y Gualeguaychú86. ●

Casa de Ximénez (hoy Museo Histórico - Montevideo, Uruguay).

86
Chaves, R. “La Casa de los Ximénez”. Estudio publicado en la Revista “Arquitectura” Nº 211, agosto
1944 Páginas 72/86 y “Anales” Nº8, julio 1945.

61
Reseñas por sus propios autores

Título: Manuel Belgrano: la verdadera historia de su casa familiar en Buenos Aires.


Autores: Roberto Colimodio y Alejandro Maddonni
Editorial: De Autor
Buenos Aires, 2022
270pp.

MANUEL BELGRANO
LA VERDADERA HISTORIA DE SU
CASA FAMILIAR EN BUENOS
AIRES
Roberto Colimodio / Alejandro Maddonni

¿Nos hemos preguntado alguna vez cuál fue y cómo era la verdadera casa familiar
de Manuel Belgrano en Buenos Aires? o ¿Cuándo y por qué fue demolida?
En 2020 se cumplieron 200 años de la muerte de Manuel Belgrano y 250 años de
su nacimiento, pero la situación sanitaria no permitió que se realizaran los actos
recordatorios de un prócer nacional considerado junto a San Martín como “Padre de
la Patria”. Las restricciones impuestas en todo el mundo impidieron que dichos
homenajes tuvieran el brillo que merecían. Pareciera que un sino de injusticia se ha
empeñado en ocultar los hechos relacionados con Belgrano. Ya conocemos las
circunstancias que rodearon su muerte debido a la crisis política que se extendía

62
sobre las provincias aquel otoño invierno de 1820. Su responso y entierro fueron
presenciados por un puñado de personas entre familiares y amigos ante la total
indiferencia del pueblo y sus autoridades. Al año siguiente se hicieron los funerales
oficiales y se estableció que la calle donde vivió llevaría su nombre: Belgrano, a
secas. La losa bajo la cual fue sepultado era parte de un mueble de su casa
reemplazada 30 años después; recién en 1903 se erigió el Mausoleo que hoy cobija
sus restos por iniciativa de un estudiante del Colegio Nacional de Buenos Aires, que,
obviamente no podía ser rechazada. Restos que al ser exhumados sufrieron la
profanación de sus piezas dentales nada menos que por pedido de ministros y
presidentes. Belgrano a pesar de sus virtudes y de su abnegación para con la causa de
Mayo sería recordado casi hasta hoy sólo como el creador de la Bandera y cuyo día
se instauró recién el 20 de junio de 1937. La lenta reivindicación de su figura no
contempló un aspecto que aspiramos a rescatar: Belgrano nació, vivió y murió en la
casa familiar de Buenos Aires, en algún lugar cercano a la iglesia de Santo Domingo.
Su ubicación siempre aparece referenciando otros sitios o mencionando distancias
imprecisas. Entendimos que lo que sabíamos era muy poco, casi todo erróneo. Un
nuevo eslabón en la larga cadena de injusticias.
A pesar de la claridad de las preguntas iniciales y de su importancia para
diferentes disciplinas como la historia y la arquitectura entre otras, no había
respuestas ciertas o válidas. Sólo relatos costumbristas, afirmaciones sin respaldo
documental o simplemente mitos. El más increíble tiene que ver con la imagen de la
casa que ha circulado desde 1909 y que no pertenece al solar histórico. Un par de
fotografías repetidas hasta el infinito en libros y computadoras dan cuenta de un
edificio del que sólo conocemos parcialmente su fachada y que hemos aceptado
como cierto sin más condicionamientos ni dudas, La casona del farol y balcón
enmarcado por un portal barroco y dos ventanas repartidas simétricamente no fue la
casa natal ni mortuoria del prócer, sino la vecina, la casa de al lado. Se demolió
afirmando que esa era la casa donde nació Manuel Belgrano dando origen a uno de
los errores fotográficos más lamentables de nuestra historia edilicia. Once años más
tarde se colocó una placa recordatoria que aún se conserva, no allí sino en la actual
Belgrano 430, señalando por primera vez el solar correcto que ocupó la casa
histórica. Nos hemos grabado a fuego la fachada de la casona colonial del balcón y la
hemos reemplazado erróneamente por el edificio actual denominado Calmer
ignorando que se trataba de dos parcelas diferentes. Siempre se designó el solar
correcto, pero se ilustró con la imagen de la casa vecina. Las representaciones
gráficas que hemos aportado son contundentes. Pero hay más relatos y mitos de
diferentes épocas. Como el que señala que la casa fue vendida y rematada en 1828 o
que tenía salida a tres calles. Estos ejemplos bastan para demostrar el nivel de
confusión reinante.
Hemos hallado elementos importantes para poder contar la historia de la Casa
Belgrano desde sus orígenes, con la escritura de compra del solar en 1764, su
construcción “con 237500 ladrillos” (aunque no su proceso), las hipotecas y fianzas
que recayeron sobre ella marcando su destino, prisionera de un limbo legal que tardó
casi 80 años en resolverse, hasta que se demolió. Estos registros de oficios judiciales,
pertenecientes a sucesiones, concursos, etc., resguardados en el Archivo General de
la Nación nos dieron la posibilidad de armar la historia de la casa y saber que
permaneció en poder de la familia más de un siglo. De la lectura de esos expedientes
surgió la valiosa información sin la cual no hubiéramos podido completar este
estudio con la representación gráfica de la Casa Belgrano: tres tasaciones de 1861
que nos permitieron, por su rigurosidad y amplitud de datos, complementar los

63
detalles edilicios que apenas teníamos por otras fuentes. Este estudio recorre el
proceso que dio forma a dos elementos principales: la casa histórica de acuerdo a
como lucía en 1861 y el proceso de cómo fue adquirida, heredada, y habitada por la
familia Belgrano González y sus descendientes a lo largo de 106 años.
Las inquietudes y certezas aquí planteadas brindan además la oportunidad de
asomarnos a una época convulsionada de nuestra historia abarcando los años previos
a la creación del virreinato y atravesando los principales hitos que llevaron a la
conformación de la Nación. También adentrarnos en el universo desconocido de la
vida familiar del prócer. Detrás de esas paredes, en su escenario natural, la figura de
Manuel y su familia con la historia de la casa como testimonio. Hemos puesto
también atención en los detalles genealógicos que aporten a la historia de la casa,
sobre todo la descendencia por la línea de los Castañón-Acevedo, últimos habitantes
de la casa antes de su demolición. Veremos en este estudio algunos elementos para
comprender su desaparición. El primero de ellos que anticipamos aquí es que en
realidad la casa era el hogar familiar de los Belgrano, el solar paterno, heredado por
Manuel y el resto de los hijos al morir sus padres. Quizás a los ojos de hoy, contando
con un espíritu de conservación que no existía por entonces, y desconociendo el
calvario legal de la casa parezca un hecho de vandalismo incomparable, pero
sabemos que no fue así al momento de su demolición. Por entonces la estética
colonial se vio sustituida por elementos de la arquitectura italiana y francesa. Lo
anterior pasó a ser una "cuartería de tejas", resabio del período colonial hispánico y
el mayor deseo era verlo totalmente demolido. Sólo unos pocos ejemplos han
sobrevivido hasta hoy carentes de elementos originales.
Lamentablemente no hemos hallado (si los hubiere) estudios previos sobre la Casa
Belgrano con los cuales confrontar nuestra investigación o conocer hipótesis y
análisis serios respecto de los interrogantes planteados al comienzo, aunque existen
trabajos de gran calidad académica sobre otras casas fechadas en las últimas décadas
del siglo XVIII que nos sirvieron como referentes. La Casa Histórica sucumbió, al
igual que muchas otras, al paso del tiempo, a la desidia y a un supuesto progreso
edilicio; con la particularidad de haber sido la casa familiar de Manuel Belgrano.●

64
Almanaque de la Revista El Mosquito. Año 1890 (AGN- Biblioteca Celesia).

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