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Bhabha Indentidad

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EL LUGAR DE LA CULTURA

Intelectualmente brillantes [...], estos ensayos de densa argumentación


representan la más notable afirmación hoy disponible de cómo las culturas
minoritarias tienen la capacidad de sacudir hasta sus raíces la identidad
postimperial [...]. Pocos autores poscoloniales pueden rivalizar con Homi
Bhabha en su estimulante percepción de posibilidades alternativas, un
mundo en el cual la “hibridez”, el “entre-medio”, una cultura en perma-
nente transición e incompletud, pueden abrazarse sin angustia ni nostalgia.
El proceso mismo de la escritura de Bhabha –intrincada, muy estratificada,
con variaciones que la llevan de la poesía a la teoría y de la teoría a la
retórica– pone en juego esta disolución de las coordenadas conocidas.
TERRY EAGLETON,
The Guardian

Una compilación maravillosamente rica de ensayos que logran iluminar


los complejos procesos de formación y deformación de las identidades
actuales.
KEITH ANSELL-PEARSON,
The Times Higher Education Supplement

Los escritos de Homi Bhabha se han contado entre los más estimu-
lantes y originales de la teoría literaria poscolonial [...]. El lugar de la cul-
tura reúne todos estos ensayos fundacionales en el campo de la crítica cul-
tural.
ALLISON PURANIK

Con sus referencias de vasto alcance a los debates contemporáneos, sus


atrevidas teorizaciones, sus sutiles e innovadoras relecturas de los textos
contemporáneos, estos ensayos representan una intervención estratégica en
la teoría cultural. Fortalecerán y realzarán el prestigio de Homi Bhabha
como estudioso internacional de primera línea.
STUART HALL
HOMI K. BHABHA

EL LUGAR DE LA CULTURA

MANANTIAL
Buenos Aires
Título original: The location of culture
Routledge, 1994
© 1994, Homi K. Bhabha

Traducción: César Aira

Diseño de tapa: Estudio R

Bhabha, Homi K.
El lugar de la cultura. - 1a ed. 1a reimp. - Buenos Aires :
Manantial, 2007.
308 p. ; 23x16 cm.

Traducido por: César Aira


ISBN 978-987-500-074-2

1. Sociología de la Cultura. I. César Aira, trad. II. Título


CDD 306

Hecho el depósito que marca la ley 11.723


Impreso en la Argentina

© 2002, de la edición en castellano, Ediciones Manantial SRL


Avda. de Mayo 1365, 6º piso,
(1085) Buenos Aires, Argentina
Telefax: (54 11) 4383-7350/4383-6059
E-mail: info@emanantial.com.ar
www.emanantial.com.ar

ISBN: 978-987-500-074-2

Derechos reservados
Prohibida su reproducción total o parcial
Para Naju y Kharshedji Bhabha
ÍNDICE

Agradecimientos.............................................................................. 11

Introducción.................................................................................... 17

I. El compromiso con la teoría.................................................... 39

II. Interrogar la identidad. Frantz Fanon y la


prerrogativa poscolonial.......................................................... 61

III. La otra pregunta. El estereotipo, la discriminación y el


discurso del colonialismo ........................................................ 91

IV. El mimetismo y el hombre. La ambivalencia del


discurso colonial ..................................................................... 111

V. Astuta urbanidad .................................................................... 121

VI. Signos tomados por prodigios. Cuestiones de ambivalencia


y autoridad bajo un árbol en las afueras de Delhi,
mayo de 1817 ......................................................................... 131

VII. Articular lo arcaico. Diferencia cultural y sinsentido colonial ... 155

VIII. Diseminación. El tiempo, el relato y los márgenes de la


nación moderna ...................................................................... 175
10 HOMI K. BHABHA

IX. Lo poscolonial y lo posmoderno. La cuestión de la agencia ..... 211

X. A pan solo. Signos de violencia a mediados del siglo XIX........ 241

XI. Cómo entra lo nuevo al mundo. Espacio posmoderno,


tiempos poscoloniales y las pruebas de la traducción cultural .. 257

Conclusión. “Raza”, tiempo y la revisión de la modernidad ............ 285


La arquitectura de esta obra echa sus raíces en lo temporal. Todo pro-
blema humano debe ser considerado desde el punto de vista del tiempo.
(Frantz Fanon, Black Skin, White Masks)

Tienes que
a-cen-tu-ar lo pos-i-tivo,
el-i-mi-nar lo neg-a-tivo.
Afirmarte sobre lo a-fir-mativo,
y no meterte nunca con el señor entre-medio [in-be-tween].
(estribillo de “Ac-cent-tchu-ate the Positive”, de Johnny Mercer)
CAPÍTULO I

EL COMPROMISO CON LA TEORÍA

Un supuesto dañino y autodestructivo pretende que la teoría sea nece-


sariamente el lenguaje de elite de los privilegiados sociales y culturales. Se
dice que el lugar del crítico académico inevitablemente queda dentro del
área de los archivos eurocéntricos de un Occidente imperialista o neocolo-
nial. Los campos olímpicos de lo que equivocadamente se caratula “teoría
pura” se suponen eternamente aislados de las exigencias y tragedias histó -
ricas de los miserables de la tierra. ¿Siempre debemos polarizar para pole-
mizar? ¿Estamos atrapados en una política de combate donde la represen-
ciación de los antagonismos sociales y las contradicciones históricas no
pueden tomar otra forma que un binarismo de teoría versus política? ¿El
objetivo de la libertad de conocimiento puede ser la mera inversión de la
relación de opresor y oprimido, centro y periferia, imagen negativa e ima -
gen positiva? ¿El único camino que nos queda para salir de ese dualismo
es la afiliación a una oposicionalidad implacable o la invención de un con-
tramito originario de pureza radical? ¿El proyecto de nuestras estéticas li-
beracionistas debe ser por siempre parte de una visión totalizante utópica
del Ser y la Historia que busca trascender las contradicciones y ambivalen-
cias que constituyen la estructura misma de la subjetividad humana y sus
sistemas de representación cultural?
Entre lo que se representa como “hurto” y distorsión de la “metateori-
zación” europea, y la experiencia activista radical y comprometida de la
creatividad del Tercer Mundo,1 podemos ver la imagen en espejo (aunque
invertida en contenido e intención) de esa polaridad ahistórica del siglo
40 HOMI K. BHABHA

XIX entre Oriente y Occidente que, en nombre del progreso, desencadenó


las ideologías imperialistas exclusionistas del yo y el otro. Esta vez, el térmi-
no “teoría crítica”, a menudo no teorizado ni argumentado, es definitiva-
mente el Otro, una otredad que es insistentemente identificada con los des-
varíos del crítico eurocéntrico despolitizado. ¿La causa del arte o la crítica
radicales es mejor servida, por ejemplo, por un fulminante profesor de cine
que anuncie, en un cortocircuito de la argumentación: “No somos artistas,
somos activistas políticos”? Al oscurecer el poder de su propia práctica en
la retórica de la militancia, no logra llamar la atención sobre el valor espe-
cífico de una política de la producción cultural; esta política, al hacer de la
superficie de la significación cinemática el fundamento de la intervención
política, le da profundidad al lenguaje de la crítica social y extiende el do-
minio de la “política” en una dirección que no quedará enteramente domi-
nada por las fuerzas del control económico o social. Las formas de la rebe-
lión popular o la movilización suelen ser más subversivas y transgresivas
cuando son creadas mediante prácticas culturales oposicionales.
Antes de que se me acuse de voluntarismo burgués, pragmatismo libe-
ral, pluralismo academicista y todos los demás “ismos” con los que atacan
quienes ponen su más severa censura contra el teoricismo “eurocéntrico”
(derrideanismo, lacanismo, postestructuralismo...), me gustaría clarificar
los objetivos de mis preguntas iniciales. Estoy convencido de que, en el
idioma de la economía política, es legítimo representar las relaciones de
explotación y dominación en los términos de la división discursiva entre el
Primer y el Tercer Mundo, el Norte y el Sur. Pese a los reclamos a una re-
tórica espúrea de “internacionalismo” por parte de las multinacionales es-
tablecidas y las redes de las nuevas industrias tecnológicas de las comuni -
caciones, esas circulaciones de signos y bienes que existen son capturadas
en los circuitos viciosos de la plusvalía que enlazan el capital del Primer
Mundo con los mercados de trabajo del Tercer Mundo mediante las cade-
nas de la división internacional del trabajo y las clases compradoras na -
cionales. Gayatri Spivak tiene razón al concluir que va en el sentido del
“interés del capital preservar el teatro comprador en un estado relativa -
mente primitivo de legislación del trabajo y de regulación del medio am-
biente”.2
Estoy igualmente convencido de que, en el idioma de la diplomacia in-
ternacional, hay un súbito crecimiento de un nuevo nacionalismo anglo-
norteamericano que articula crecientemente su poder económico y militar
en actos políticos que expresan una falta de respeto neoimperialista por la
independencia y autonomía de pueblos y lugares en el Tercer Mundo.
Pienso en la política de “patio trasero” que practicaban los norteamerica-
nos respecto del Caribe y América latina, la truculencia patriótica y el fol -
clore patricio de la campaña inglesa por las Malvinas, o, más recientemen-
te, el triunfalismo de las fuerzas norteamericanas y británicas durante la
EL COMPROMISO CON LA TEORÍA 41

Guerra del Golfo. Estoy convencido además de que tal dominación econó-
mica y política tiene una profunda influencia hegemónica sobre los órde-
nes de información del mundo occidental, sus medios de comunicación
populares y sus instituciones especializadas y académicas. Todo eso no es-
tá en duda.
Lo que sí exige más discusión es si los “nuevos” lenguajes de la crítica
teórica (semiótica, postestructuralista, deconstruccionista y lo demás) se li-
mitan a reflejar esas divisiones geopolíticas y sus esferas de influencia.
¿Los intereses de la teoría “occidental” necesariamente están coordinadas
con el papel hegemónico de Occidente como bloque de poder? ¿El lengua-
je de la teoría es sólo otra treta de la elite occidental culturalmente privile-
giada para producir un discurso del Otro que refuerce su propia ecuación
poder-conocimiento?
Un gran festival de cine en Occidente (aun una reunión alternativa o
contracultural como el Congreso del “Tercer Cine” en Edimburgo) nunca
deja de revelar la influencia desproporcionada del Occidente como foro
cultural, en los tres sentidos de esa palabra: como sitio de exhibición pú-
blica y discusión, como lugar de juicio y como mercado. Una película in-
dia sobre el drama de los sin techo en Bombay gana el Festival de Newcas-
tle, lo cual abre posibilidades de distribución en la India. La primera
desgarradora exposición del desastre de Bhopal la hace el Channel Four.
Un importante debate sobre la política y teoría del Tercer Cine aparece en
Screen, publicación del British Film Institute. Un artículo erudito sobre la
importante historia del neotradicionalismo y lo “popular” en el cine indio
ve la luz en Framework.3 Entre los más importantes contribuyentes al de -
sarrollo del Tercer Cine como precepto y práctica hay una cantidad de ci-
neastas y críticos del Tercer Mundo que son exiliados o émigrés en el Oc -
cidente y viven problemáticamente, a menudo peligrosamente, en los
márgenes “izquierdos” de una cultura liberal burguesa eurocéntrica. No
creo que deba mencionar nombres o lugares particulares, o detallar las ra-
zones históricas por las que el Occidente carga y explota lo que Bourdieu
llamaría su capital simbólico. La condición es demasiado conocida, y no es
mi propósito aquí hacer esas importantes distinciones entre diferentes si-
tuaciones nacionales y las dispares causas políticas e históricas colectivas
del exilio cultural. Quiero tomar posición sobre los márgenes móviles del
desplazamiento cultural (que confunde cualquier sentido profundo o “au-
téntico” de una cultura “nacional” o un intelectual “orgánico”) y pregun-
tar cuál podría ser la función de una perspectiva teórica comprometida,
una vez que se toma como punto de partida paradigmático la hibridez cul-
tural e histórica del mundo poscolonial.
¿Comprometida con qué? En este estadio de la argumentación, no
quiero identificar ningún “objeto” específico de afiliación política: el Ter-
cer Mundo, la clase obrera, la lucha feminista. Aunque tal objetivación de
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la actividad política es crucial y debe fundamentar de modo significativo el


debate político, no es la única opción para los críticos o intelectuales que
están comprometidos con el cambio político progresivo en la dirección de
una sociedad socialista. Es una señal de madurez política aceptar que hay
muchas formas de escritura política cuyos diferentes efectos quedan oscu-
recidos cuando se los divide entre lo “teórico” y el “activismo”. No es que
el folleto sobre la organización de una huelga carezca de teoría, mientras
que un artículo especulativo sobre la teoría de la ideología debería tener
más ejemplos o aplicaciones prácticos. Ambos son formas de discurso, y
en esa medida más que reflejar producen sus objetos de referencia. La di-
ferencia entre ellos está en sus cualidades operacionales. El folleto tiene un
objetivo específico expositorio y organizacional, limitado temporalmente
al acontecimiento; la teoría de la ideología hace su contribución a esas
ideas y principios políticos asimilados que conforman el derecho a la huel-
ga. El último no justifica al primero; ni debe precederlo necesariamente.
Existe lado a lado con él, uno como parte posibilitadora del otro, como el
anverso y el reverso de una hoja de papel, para usar una común analogía
semiótica en un contexto político inusual.
Mi interés aquí apunta al proceso de la “intervención ideológica”, que
es el nombre que da Stuart Hall al papel de la “imaginación” o representa-
ción en la práctica de la política en su respuesta a las elecciones inglesas de
1987.4 Para Hall, la noción de hegemonía implica una política de la identi -
ficación de lo imaginario. Esto ocupa un espacio discursivo que no está ex-
clusivamente delimitado por la historia ni de la derecha ni de la izquierda.
Existe de algún modo entre-medio [in-between] de estas polaridades polí -
ticas, y también entre las divisiones corrientes de teoría y práctica política.
Este enfoque, tal como yo lo leo, nos introduce en un momento, o movi -
miento, olvidado y excitante, que es el “reconocimiento” de la relación de
la política y la teoría; y confunde la división tradicional entre ellas. Tal
movimiento se inicia cuando vemos que la relación está determinada por
la regla de la materialidad repetible, que Foucault describe como el proce-
so por el cual las proposiciones de una institución pueden ser transcriptas
en el discurso de otra.5 Pese a los esquemas de uso y aplicación que cons -
tituyen un campo de estabilización para la proposición, cualquier cambio
en las condiciones de uso y reinvestisión de la proposición, cualquier alte-
ración en su campo de experiencia o verificación, o en realidad cualquier
diferencia en los problemas a resolver, puede llevar a la emergencia de una
nueva proposición: la diferencia de lo mismo.
¿En qué formas híbridas, entonces, puede emerger una política de la
proposición teórica? ¿Qué tensiones y ambivalencias marcan este sitio
enigmático desde el que habla la teoría? Hablando en nombre de alguna
contraautoridad u horizonte de “lo verdadero” (en el sentido foucaultiano
de los efectos estratégicos de cualquier aparato o dispositif), la empresa

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