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Echoes - Dylan Page

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personas chismosas que van y le cuentan a la autora que sus trabajos se
están leyendo en otros idiomas de manera no oficial. Si eres booktoker y
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olvides dejar tus comentarios en tus redes sociales, reseñar en Goodreads
3
y Amazon, recomendar a la autora y si puedes apoyarla comprando sus
libros. Recuerda que así nos beneficiamos todos. Puedes continuar con tu
lectura. 😊
Staff
TRADUCCIÓN

Apolo

Hera

Huitzilopochtli

Nyx

CORRECCIÓN

Circe

Amalur

Moira 4
Coatlicue

REVISIÓN FINAL

Astartea

Huitzilopochtli

DISEÑO / PDF

Hades

Huitzilopochtli

EPUB / MOBI

Huitzilopochtli
Contenido
Staff __________________________________________________________________________ 4
Contenido ____________________________________________________________________ 5
Sinopsis ______________________________________________________________________ 7
Playlist _______________________________________________________________________ 9
Advertencia _________________________________________________________________ 11
Prólogo _____________________________________________________________________ 12
Capítulo Uno _______________________________________________________________ 19
Capítulo Dos _______________________________________________________________ 23
Capítulo Tres _______________________________________________________________ 37
Capítulo Cuatro ____________________________________________________________ 43
Capítulo Cinco ______________________________________________________________ 62
Capítulo Seis _______________________________________________________________ 78
Capítulo Siete ______________________________________________________________ 87
Capítulo Ocho ______________________________________________________________ 95 5
Capítulo Nueve ____________________________________________________________ 118
Capítulo Diez ______________________________________________________________ 127
Capítulo Once _____________________________________________________________ 134
Capítulo Doce _____________________________________________________________ 146
Capítulo Trece _____________________________________________________________ 171
Capítulo Catorce ___________________________________________________________ 190
Capítulo Quince ___________________________________________________________ 206
Capítulo Dieciséis __________________________________________________________ 226
Capítulo Diecisiete _________________________________________________________ 246
Capítulo Dieciocho _________________________________________________________ 264
Capítulo Diecinueve________________________________________________________ 275
Capítulo Veinte ____________________________________________________________ 289
Capítulo Veintiuno _________________________________________________________ 303
Capítulo Veintidós _________________________________________________________ 317
Capítulo Veintitrés _________________________________________________________ 326
Capítulo Veinticuatro ______________________________________________________ 349
Capítulo Veinticinco _______________________________________________________ 361
Epílogo ____________________________________________________________________ 374
Aviso ______________________________________________________________________ 382
Dylan Page ________________________________________________________________ 383
Únete a nuestra comunidad ________________________________________________ 384

6
Sinopsis
Tengo una gran vida. Padres amorosos, hermanos que adoro.

Nunca he pasado hambre ni he sentido dolor físico. No he sufrido


ningún trauma...

Y, sin embargo, hay otro lado de mí que es... diferente


.

Donde deambulo, me sigue una sombra, algo inquietante y oscuro.

Se coloca sobre mis hombros como una capa, me habla cuando estoy
solo, me mira fijamente desde el espejo.

Mi cabello oscuro y ondulado, mis ojos plateados… son recordatorios


de él.
7

Estoy maldito. Estoy contaminado.

No quiero sucumbir a los impulsos que me asaltan. Los impulsos que


me asustan. No quiero ser como él.

Y todavía…

Una pequeña parte de mí desearía saber más.

Porque siento que una parte de él está muy presente aquí.

Simplemente tengo miedo de dejar que tome el control, de que me


convierta en algo tan contaminado.

Que me arruina.

No quiero ser alguien a quien los demás teman.


Especialmente... ella...

Entonces lo empujo hacia abajo, muy hacia abajo. Lo asfixio. Lo


sofoco. Porque me niego a terminar como él.

Arruinado, roto y desaparecido.

No dejaré que eso me arruine.

Y de alguna manera, la tendré .

The Bleeding Hearts #5

8
Playlist
Promise - Ben Howard
I’m Just a Ghost - Yaeow
Runner - Dustin O’Halloran
Crash Into Me - Dave
Matthews Band
A Different Age - Current Joys
Kids - Current Joys
Opal Ocean - Slenderbodies
Lost Boy - Ruth B.
Your Heart is an Empty Room - Death Cab for Cutie
Marching Bands of Manhattan - Death Cab for Cutie
Behind the Clouds - Yaeow
9
Head in the Clouds - Hayd
Hurt the Ones I Love - Reagan Beem
I Fall Apart - Hayd
The Way I Love You - Yaeow, Neptune
Till Kingdom Come - Coldplay
Your Song - Cover by Chase
Eagleson and Sierra Eagleson Wake Up - Arcade Fire
Drivers License - Olivia Rodrigo
Ghost - Justin Bieber
Suffocate - Hayd
Sinners - Barns Courtney
Heart Skipped a Beat - The XX
The Funeral - Band of Horses
Heartbeats - José González
For Blue Skies - Strays Don’t Sleep
When It’s Cold I Like to Die - Moby
Happiness: We’re All In It Together - This Will Destroy You
Me - Fjodor
When You Were Mine - Hayd

10
Advertencia
Este libro está destinado a lectores maduros, mayores de 18 años.

Echoes es un romance de más de 150.000 palabras que contiene


algunas escenas y situaciones que pueden resultar perturbadoras para
algunos lectores. Incluye varios desencadenantes y material sensible como:
agresión sexual, acoso (no entre MMC/FMC), trauma infantil, violencia y
otros posibles elementos desencadenantes.

Por favor no leas si no te sientes cómodo con algo de lo anterior.


Gracias.

11
Prólogo

¿Qué ha cambiado? ¿Por qué ya no les agrado? En una tarde, mi


vida dio un vuelco completo. Había pasado de ser un niño que tenía
muchos amigos a ser un monstruo de la escuela. Un perdedor. Ya nadie
se sentaría conmigo. Todos susurraron cuando pasaba a su lado, las
palabras que murmuraron en voz baja dolieron más que cualquier
puñetazo.
—¡Es él!
—El que tiene el padre psicópata...
—... un asesino...
—... se suicidó.
—... en el parque de Sherwood...
—¿Me pregunto si será un bicho raro como su verdadero padre?
12
Recuerdo la vergüenza que sentí. La confusión, el dolor, pero sobre
todo… fue la traición de mi madre. ¿Por qué nunca me dijo la verdad sobre
el hombre en la tumba? Cuando éramos niños, íbamos a menudo al
cementerio y nos sentábamos cerca de la lápida solitaria en un rincón.
Ella plantó sus margaritas mientras yo corría, exploraba y me entretenía.
Ir era aburrido y no me gustaba que casi siempre hiciera llorar a mamá.
El hombre en la tumba era mi padre. No mi papá, sino mi verdadero
padre. El que habría tenido cuando era niño si no hubiera muerto. Pero
esta noticia no me molestó cuando era muy pequeño porque después me
iba a casa, y el hombre que me crió me levantaba y me ponía sobre sus
hombros, corriendo por la sala como un caballo para hacerme reír. Él era
todo para mí. Él siempre había estado allí. Me ayudó a aprender a andar
en bicicleta y siempre jugaba conmigo mientras me dejaba ganar. Me
enseñó a nadar y a contener la respiración bajo el agua… ¿Qué me
importaba un hombre que nunca había conocido?
Pero había algunas cosas que no podía ignorar.
Su nombre, mi segundo nombre, era como el suyo. También mi
cabello, mis ojos… similitudes que tenía con el extraño, pero no con mi
familia. Mamá y papá eran ambos rubios con ojos más claros. Y mis dos
hermanitas y mi hermano pequeño eran exactamente iguales. Siempre fui
el extraño en nuestro clan. Aunque nunca me di cuenta hasta la tarde en
que Theo Hebert hizo un descubrimiento con una búsqueda rápida en
Google y comenzó a difundir la noticia.
¿Por qué quería que sufriera? No lo entendía. Supongo que nunca
habíamos sido amigos. Pero hasta donde yo sabía, tampoco habíamos sido
enemigos. Y, sin embargo, ese octubre, en sexto grado, se propuso verme
como el extraño de la escuela.
Era la hora del almuerzo cuando sucedió. Todos estaban afuera en
el patio, jugando baloncesto o corriendo por el patio de recreo, cuando él
salió con un montón de papeles fotocopiados en las manos y una especie
de sonrisa mezquina levantando lentamente las comisuras de sus labios.
Por esa mirada supe que lo que fuera que estuviera a punto de anunciar
a todos, no era nada bueno.
Alguien estaba a punto de ser su víctima. No sabía que yo era el
objetivo previsto.
—¡Ey! —habló, su voz se elevó por encima del caos—. ¡Oigan todos!
Miren esto…
Algunos chicos miraron y luego volvieron a jugar, claramente sin
interés en mirar un montón de papeles.
Eso hasta que…
—Hayden Mathers… ¿Saben que su abuelo está en un club de 13
motociclistas? —dijo Theo en voz alta.
Algunos niños miraron mientras mi cuerpo se congelaba. ¿Por qué
lo dijo como si fuera algo malo? Se sabía que mi abuelo era el más genial,
ya que a veces venía a llevarme en la parte trasera de su Harley negra. Los
demás miraban asombrados mientras me ponía el casco y me subía a la
parte trasera, sintiéndome especial por tener algo que otros no tenían.
Deseaban tener a mi abuelo J. Por mucho que amaba a mi mamá, a mi
papá y a mis hermanos, el abuelo J era la única persona con la que sentía
una conexión absoluta. Nuestra apariencia, nuestro interés por las
motocicletas y la música, su actitud alegre… era fácilmente mi persona
favorita.
Pero ahora… Theo Hebert estaba tratando de hacerlo sonar mal.
¿Cuál diablos era su problema?
Comencé a caminar alrededor, mi corazón latía con fuerza y mis
manos hormigueaban cuando sentí que un temor se acercaba hacia mí.
—Bueno, antes, su abuelo solía ser parte de una pandilla. ¡Una
verdadera pandilla, muchachos! —Theo dijo en voz alta a la multitud, que
crecía con cada información que revelaba—. ¡Secuestraba gente! ¡Estaba
involucrado en drogas!
Unos cuantos niños me miraron inquietos por encima de sus
hombros y se alejaron mientras yo me movía entre la multitud reunida,
dirigiéndome directamente hacia ese imbécil que se atrevió a intentar
hacer que mi abuelo pareciera un villano.
—¿Sabían que su papá también estaba en la pandilla? ¡Su
verdadero padre! ¿Ese tipo que hemos visto en su casa y esas cosas? ¡Ni
siquiera es su verdadero padre! ¡Era este tipo! —Levantó una hoja de papel
con un recorte de periódico, un artículo breve con una fotografía de un
banco de un parque, el título resonaba en mi cabeza mientras lo leía.
Miembro de la Banda de motociclistas encontrado sin vida en
Sherwood.
Mis oídos empezaron a pitar cuando Theo leyó partes del artículo en
voz alta.
—¨Una herida de bala autoinfligida¨... ¿Saben lo que eso significa?
¡Se mató! Se apuntó con una pistola a la cabeza y ¡BAM! Disparó sus sesos
por todos lados. Oye, me pregunto si todos fuéramos al parque después
de la escuela, ¡si podríamos encontrar alguno de sus sesos en el suelo!
Apuesto a que hay una mancha en la madera donde se desangró. —Se rió,
volviendo su desprecio hacia mí.
Haz algo, Hayden. Pero me quedé allí, mirándolo en estado de
shock, con el rostro entumecido y el zumbido en mis oídos más fuerte que
nunca. Siempre supe que mi padre biológico había muerto antes de que
yo naciera, pero ¿realmente se había suicidado? ¿Por qué? ¿Por qué hizo
14
eso? ¿Y él y el abuelo J eran traficantes de drogas? ¿Secuestraron
personas? ¿Era todo cierto?
Con una mano temblorosa, levanté la mano y la sonrisa de Theo se
desvaneció instantáneamente cuando rápidamente me esquivó, como si
temiera que estuviera a punto de darle un puñetazo. Sin embargo, por
mucho que quisiera golpearlo, necesitaba ver la prueba por mí mismo.
Toda esta información me hizo sentir mal, mi mente daba vueltas mientras
le arrebataba los papeles de las manos y comencé a leer lo más rápido
posible.
Para mi horror, así fue. Todo ello. Incluso el abuelo J. James O'Hare,
por su nombre real, fue incluido en artículos que datan de hace unos
quince años como involucrado en actividades relacionadas con pandillas
que estaban asociadas con un jefe de la mafia que había estado dirigiendo
el sindicato del crimen en Ashland en ese momento.
Sentí que la sangre se me escapaba del rostro mientras leía cada
palabra una y otra vez, mis dedos entumecidos y temblorosos se estiraban
para tocar las placas de identificación que siempre había usado con
orgullo.
…muerto por una herida de bala autoinfligida…
…banco del parque en Sherwood…
…trata de personas…
… tráfico de drogas…
… motociclistas, The Celtic Beasts…
The Celtic Beasts… ¡El parche! El parche que llevaba con orgullo en
una chaqueta de cuero que me quedaba demasiado grande. Una chaqueta
que me había regalado el abuelo J. ¿Mamá sabía de todo esto? ¿Papá?
¿Cuánto me estaban ocultando? ¿Qué más había?
—¡Su mamá era la hermana de su papá! —Theo gritaba por encima
del creciente murmullo de la multitud, que ahora se estaba desplegando
en abanico, evitándome mientras miraban con la boca abierta como
peces—. Así es. ¡Su papá se folló a su hermana y ella lo tuvo! Saben lo que
eso significa sobre Hayden, ¿verdad? —Theo se rió mientras hacía una
personificación cruda y mezquina que era muy sugerente y simplemente
insensible. Sentí la rabia revolviéndose en mi estómago.
¿Qué diablos? ¿Eso era cierto también?
Los artículos en mis manos comenzaron a temblar aún más fuerte,
el sonido del papel crujiendo fuerte en mis oídos, pero no tan fuerte como
la voz de Theo. Mis dedos agarraron las placas, apretándolas con tanta
fuerza en mi palma, sintiendo el metal clavándose dolorosamente en mi
piel. Quería arrancarlas y tirarlas. 15
—Siempre supe que Hayden Mathers era un puto rarito —se rió,
volviendo sus ojos azul pálido hacia mí, con una expresión de triunfo en
su rostro. Todos los demás comenzaron a susurrar, sus voces se elevaban
más con cada segundo que pasaba, y pronto, todos comenzaron a
lanzarme insultos. Un niño incluso escupió en el suelo junto a mi
zapatilla. No fue hasta que uno de los amigos de Theo de repente me
empujó con fuerza por detrás, enviándome al suelo, con los papeles
esparcidos, cualquiera de los profesores que supervisaban se dio cuenta
de que había un problema. Excepto que antes de que pudieran acercarse,
me levantaron, me empujaron y me golpearon. Abusos lanzados hacia mí
por todos lados; el daño ya estaba hecho. Intenté protegerme, esconderme
detrás de mis manos y luché por liberarme de la multitud asfixiante,
quería correr y seguir corriendo.
Devuelve el golpe, Hayden, susurró una voz en el fondo de mi mente.
Nunca había sido un niño violento. Nunca antes había querido lastimar a
nadie. Sin embargo, cuando vi la expresión risueña de Theo sobre la
multitud, sentí que ahora podía hacerlo. La idea de romperlo me daría un
gran placer.
Defiéndete. Golpéalos en el rostro... patéalos en el estómago... hazles
pagar.
Moví mis brazos, tratando de defenderme de los puños que caían
sobre mí, pero en ese momento, mis ojos estaban hinchados y cerrados
por todos los golpes que había sufrido. Mi labio inferior estaba sangrando.
No podía encontrarle sentido al caos, los gritos, la violencia...
Haz que paguen, Hayden, susurró la voz mientras me agitaba a
ciegas, balanceando los puños, pero sin golpear nada antes de que me
empujaran bruscamente contra el pavimento. En el momento en que
toqué el suelo fue cuando comenzaron las patadas, y me hice un ovillo,
cubriéndome la cabeza con los brazos, tratando de esconderme de los
golpes.
—Oigan, retrocedan. ¡Fuera! —dijo una voz por encima de los gritos.
No la reconocí en absoluto—. ¡Dije fuera! ¡Déjenlo en paz!
—¿Y qué carajos va a hacer una niña flacucha al respecto? —Jace
Fogerty, uno de los amigos de Theo, se burló desde arriba. Pero lo siguiente
que supe fue que él se había unido a mí en el suelo y las patadas cesaron
de repente. Entrecerré los ojos a través de mis brazos, viendo la nariz
ensangrentada que ahora lucía, y el círculo de estudiantes que nos
rodeaban retrocedió.
—Ven, déjame ayudarte…
Pequeñas manos se deslizaron debajo de mis brazos, instándome
suavemente a levantarme. Me mordí el labio ensangrentado, ignorando el
16
escozor mientras luchaba por contener las lágrimas, las palabras que
había leído se repetían una y otra vez en mi cabeza mientras otra voz me
gritaba que los matara a todos. Me levanté con cautela, haciendo una
mueca de dolor, y escupí un pegote ensangrentado al pavimento. Nadie
avanzó para ayudar a Jace.
Miré a mi salvadora a través de las lágrimas en mis ojos, pero no
reconocí el rostro que me miraba. Era pequeña, delgada, al menos una
cabeza más baja que yo. Enterrada en un par de pantalones que tenían
parches de cosas aleatorias cosidos sobre múltiples agujeros. La camiseta
de AC/DC que llevaba era enorme. A pesar de que había atado la tela extra
en la espalda, todavía la envolvía como una manta. Pero fue su rostro el
que me encontré mirando, el par de ojos grandes y brillantes de color verde
grisáceo avellana mirándome con preocupación. Ella era una extraña para
mí y, sin embargo, de todas las personas aquí, ella era la única que había
intervenido.
—¿Qué está pasando aquí? —La voz de la señorita Collins resonó
por todo el patio y finalmente se abrió paso—. ¿Qué están haciendo todos
ustedes? ¿Qué es... qué es...?
No ahora, sino más tarde. Les haremos pagar más tarde, me
prometió la voz mientras seguía mirando a mi salvadora, deseando poder
hablar para poder agradecerle. Solamente que las palabras quedaron
atrapadas en mi garganta, y temía que, si decía algo, me derrumbaría
delante de todos y lloraría. No quería que me vieran romperme. Nunca
había experimentado algo como esto. Siempre tuve amigos y siempre me
llevé bien con todos. Me sentí como si estuviera en shock. Al fondo, los
que yo creía que eran mis amigos se habían alejado sin decir una palabra.
La única que permaneció a mi lado fue esta chica desconocida, que
continuó sosteniendo mi mano, con sus propios nudillos rojos por cuando
le dio un puñetazo a Jace Fogerty en la nariz.
—Ay dios mío. ¡Hayden! Hayden, ¿estás bien? ¡Ustedes, señor Carr,
señor Hebert, señor Fogerty, todos a la oficina del director, ahora! —
Aunque llegó tarde a la escena, obviamente había podido identificar quién
había comenzado el problema, pero me molestó que no se hubiera movido
más rápido o no hubiera intervenido antes. ¿Por qué se había tomado
tanto tiempo para venir?—. Hayden —susurró, con un tono tranquilo y
parecido al de un bebé. Como si estuviera hablando con un niño de jardín
de infantes—. Estás bien, ven conmigo. Te llevaré a la enfermería y luego
llamaré a tu madre...
—¡No quiero verla! —espeté, finalmente encontrando mi voz. Solté
la mano de la chica y les di la espalda a ambas, luchando por contener las
lágrimas mientras me ahogaba con mi dolor, mi rabia, mi confusión.
Estaba sufriendo en este momento y no podía lidiar con eso. La idea de
que alguien viera lo destruido que estaba me hizo querer correr y 17
esconderme.
Podía escuchar la conmoción en su voz:
—Necesito llamarla, Hayden. Necesita llevarte a un médico...
—¡No quiero verla! —Levanté la voz, el sonido se rompió cuando un
torrente de lágrimas me ahogó. Aunque mi rostro probablemente era un
desastre, entumecido y palpitante, todavía podía sentir las gotas húmedas
cuando finalmente se deslizaron por mis mejillas—. Quiero a mi papá. Por
favor llame a mi papá.
La señorita Collins se quedó en silencio por un segundo y supe que
estaba observando mi maltrecha visión, pero por mucho que los golpes,
las patadas, los insultos me habían lastimado… no era nada comparado
con lo que había aprendido.
—Está bien, Hayden —dijo en voz baja— llamaré a tu padre. Vamos.
—Hizo una pausa por un momento antes de escucharla decir—: ¿Qué pasó
con tu mano?
Miré por encima del hombro para ver a la chica nueva esconderla
rápidamente detrás de su espalda.
—Me caí al piso mientras saltaba la cuerda.
—¡Oh, cariño, por favor ten cuidado! ¿Por qué no vienes con
nosotros? Necesitaré hacer un informe para enviarlo a tu…
—No, estoy bien. De verdad —dijo rápidamente, interrumpiendo a
la señorita Collins. Sus mejillas se sonrojaron y yo fruncí el ceño con
curiosidad. Espera, ¿quién era esta chica? Ella ciertamente no estaba en
mi clase, pero no la había visto antes.
—¿Estás segura?
—¡Sí! ¡Estoy bien! Lo prometo. —Me lanzó una última mirada de
preocupación—. ¿Estás bien?
Claramente no lo estaba. No con mi cabello desordenado, los
moretones oscuros formándose por todo mi cuerpo, la sangre en mi boca.
Las lágrimas brotaron de mis ojos; todo mi mundo se había desmoronado
en un instante. Estaba lejos de estar bien. Por otra parte, por la forma en
que me lo había preguntado, por la forma en que me miró, tuve la
sensación de que no quería decir eso de esa manera. Ella no estaba
hablando de mí física o emocionalmente. Ella quería saber si yo estaba
bien en el sentido de que iba a mantener la calma. Si no estaba a punto
de romperme por completo. No sé cómo pude saberlo. Cómo, con esas dos
simples palabras, pudimos transmitir tanto, y, sin embargo... Me encontré
asintiendo y murmurándole:
—Estoy bien.
18
Su rostro serio se tensó ante eso, sus labios se apretaron mientras
ella asentía en respuesta antes de girar sobre sus talones. Corrió hacia el
patio de recreo, las secciones más claras de su cabello rubio oscuro se
reflejaron en el sol. Mi voz volvió a atascarse en mi garganta. Quería
agradecerle, hacerle saber lo que había hecho, defendiéndome cuando
nadie más lo había hecho, lo mucho que eso significaba para mí. Pero ella
ya se había ido, perdida en el mar de otros niños que ya habían regresado
a sus juegos.
—Vamos, Hayden. Vamos a limpiarte y a llamar a tu padre. —La
señorita Collins me pasó un brazo por los hombros y me guio por la
escuela. Me olvidé temporalmente de la chica, de la amabilidad que me
había mostrado. No fue hasta más tarde que le prometí que la encontraría
y le agradecería después de haber tenido tiempo de encontrar las palabras
adecuadas. No sabía que nunca tendría esa oportunidad. Cuando regresé
a la escuela la semana siguiente, ella había desaparecido tan
misteriosamente como había aparecido.
Capítulo Uno

Es tranquilo aquí. Siempre lo es cuando lo visito.


Los pájaros están cantando; el primer petirrojo de la primavera salta
de rama en rama en el gran arce que bloquea el sol en lo alto. Hace un calor
inusual para esta época del año, y mientras deambulo sobre la hierba
amarilla y muerta, rodeando el estanque, lo veo solo en su rincón oscuro.
Cuando el clima se caliente aún más, mamá vendrá y plantará más
margaritas alrededor de la base de su lápida como lo hace cada año, pero
ahora mismo, está sombrío y monótono, todo muerto por el frío invierno.
Camino hasta allí y me detengo ante la piedra, leyendo el nombre
inscrito una y otra vez. Desde arriba, escucho la llamada del petirrojo y un
viento helado me envuelve como un abrazo.
—Hola papá —susurro. 19
No sé por qué lo llamé así. Ese hombre que actua como mi padre esta
trabajando ahora mismo en su garaje, probablemente tirado debajo de un
motor, cubierto de grasa, maldiciendo a pesar de lo mucho que le encanta
trabajar en autos y bicicletas. Yo sonrío. Puede que no sea mi sangre, pero
seguía siendo mi padre. Siempre me había tratado como a su verdadero hijo.
Él vino a mis juegos de béisbol y me animó hasta que me vi obligado a
renunciar poco después debido al acoso. Entraba a mi habitación por la
noche y me leía cuentos de la colección de libros para niños que mamá había
acumulado, eso fue hasta que sentí que era demasiado mayor para los
cuentos antes de dormir. Aunque ahora tenía diecisiete años y esas cosas
se desvanecieron como la mayoría de los ritos de la infancia, nada había
cambiado.
Entonces ¿por qué estaba yo aquí? ¿Parado en un cementerio,
hablando con la lápida de un hombre al que nunca había conocido? ¿Por
qué vengo tan a menudo como lo hago? Amo a mis padres, mis dos
hermanas pequeñas y mi hermanito. Mi abuelo, a pesar de todo lo que había
descubierto sobre su pasado y todos los tíos del club… Habían estado allí
desde que yo era solamente un niño. Y, sin embargo, siempre me encontraba
viniendo aquí, a este lugar, para hablar con un fantasma.
Me senté en la hierba muerta sobre su tumba como siempre hago.
Recostado al sol, escuché a los petirrojos cantar mientras yo permanecía en
silencio. A veces es así. No tenía nada que decir, pero venía de todos modos
y pasaría tiempo con él. Otras veces hablo de la escuela, de lo que he estado
haciendo, mamá. Pero hoy tengo algo en mente... tengo muchas cosas en
mente.
Eran las voces.
Durante los últimos años me habían mantenido a salvo, pero se
estaban volviendo más ruidosas y frecuentes. Algunas de las cosas en las
que pensaba me asustaban. Todo parecía como si un fantasma susurrara
en mi mente, instándome a hacer lo que ellos no podían.
Mirando hacia el cielo gris entre las ramas aún desnudas del arce.
—No quiero ser como tú —le digo a la lápida—. No quiero ser alguien
a quien la gente le tenga miedo. Pero… —Respiré largo entre mis labios y me
aparté el cabello oscuro y desgreñado de mis ojos, la frustración y la
ansiedad que habían estado devorando el fondo de mi mente ahora pasaron
a primer plano. Puedo sentirlo aumentar y no hay nada que pueda hacer
para detenerlo.
—Los odio, joder. Odio cómo son, cómo piensan, qué vacío se siente…
—Pienso en las miradas que recibo en la escuela, en lo aterrorizados que
están, en cómo están demasiado asustados como para siquiera mirarme a
los ojos.
El pequeño Hayden... un bicho raro, un psicópata como su verdadero 20
padre, nieto de un pandillero. Antes, había habido burlas e intimidación por
parte de todos en la escuela, pero luego llegó el día. El día que sucumbí a
las voces de mi mente, cuando decidí no ser más una víctima. Llevaba una
armadura maníaca y le di a Theo Hebert las cicatrices que ahora lleva en el
rostro por “el incidente”.
Sonreí ante el recuerdo y, desde el otro lado del cementerio, un cuervo
cantó, sacándome de mis recuerdos.
—Cuervo malo —murmuré.
Desde el día en que cambié permanentemente el rostro de Theo, ya no
era el patético fenómeno; una víctima a la que los otros niños podían
burlarse. Ahora yo era Hayden Shay Mathers, alguien con quien andar con
cuidado, alguien a quien temer. Me consideraban desquiciado, peligroso e
impredecible. Los chicos me dejaron en paz mientras las chicas que alguna
vez habían disfrutado burlándose de mí y de mis circunstancias sonreían
patéticamente y me comían con los ojos mientras pasaba. Fruncí el labio
con disgusto. Este era mi último año de secundaria. En un mes cumpliría
dieciocho años y, unas semanas después, podría despedirme de estas
personas para siempre.
Pero…
Al mismo tiempo, no quería vivir la vida como alguien a quien los otros
le temían. No quería ser un psicópata, un bicho raro. Y aunque los insultos
habían cesado en su mayor parte, salvo por algunos susurros sobre mi
cordura, sabía que Theo estaba esperando entre bastidores. Esperando una
oportunidad para vengarse de mí. Alentó los rumores, enajenándome aún
más. Pero en ese momento supe por qué todavía me molestaba. Porque me
preguntaba si tenían razón.
Esas voces en el fondo de mi mente no desaparecieron. Nunca lo
hicieron. Algunos días hablaban más fuerte, mientras que otras veces
solamente susurraban. Las cosas que decían eran oscuras e implacables, y
sabía que, si mi madre se enteraba, sufriría una crisis nerviosa. Sé lo que
sentía por mi padre biológico. Le hablé sobre su historia y lo que había
sucedido justo después de que los de mi escuela me lo dieran a conocer la
primera vez.
Ella no me había dicho mucho ese primer día. Sin embargo, por lo
poco que me había dicho, supuse que había sido abusivo, y eso era todo lo
que necesitaba oír. Podría llenar los huecos yo mismo, gracias. Si bien sabía
que habían sido hermanastros, lo cual había sido bastante controvertido,
aparentemente mi verdadero padre era un motociclista que hacía cosas
grasientas para una gran organización criminal y abusaba de ella. Ella no
dijo si eso significaba que él la agredió físicamente, o si fue manipulación y
engaño; parecía que nunca podría explicarlo más. Pero eso fue suficiente.
Mamá también trató de contarme todas las cosas que amaba de él, cosas
que no lo convertían en un monstruo, excepto que ahora no me importaban. 21
Lo malo en él que sentía estaba cobrando vida en mí, era todo lo que
necesitaba saber.
Desde entonces, mi mayor temor fue ser como él, como Shay O'Hare.
Aunque usar su vieja chaqueta y sus placas de identificación me habían
mantenido a salvo, no quería llevarlos conmigo por el resto de mi vida. No
quería ser una persona que lastimara a las personas que amaba.
—No quiero ser como tú —dije de nuevo y me puse de pie. Seguiría
luchando contra ello; lo enterraría. Me negué a terminar como él, destrozado
y sin vida, sentado solo en un banco del parque. Me agarré a las e de
identificación alrededor de mi cuello y las apreté, como si estuviera a punto
de arrancarlas y tirarlas.
—No seré como tú —prometí, lanzando a la tumba una última y
prolongada mirada, con el pecho apretado mientras me quitaba el cabello
oscuro y ondulado de los ojos una vez más. Cuanto más me aferraba a esas
placas de identificación, más doloroso se volvía. El metal se clavó en mis
palmas, el dolor físico era una distracción de lo que estaba sintiendo. No
quería ser como él y, sin embargo… no podía deshacerme de lo poco que
tenía de él. Era todo lo que tenía de un fantasma. No tuve el corazón para
deshacerme de él por completo.
Mientras crecía, el resentimiento que tenía hacia él cambió. Todavía
no quería ser como él, pero aún así sentía que quería entenderlo.
Se había suicidado. ¿Por qué? ¿Se sentía tan torturado que creía que
no tenía otra opción? ¿Había sufrido tanto? Tal vez él sentía lo mismo que
yo, como si el mundo estuviera en su contra y hubiera atacado como un
animal acorralado, lastimando accidentalmente a sus seres queridos. ¿Fue
por eso por lo que decidió acabar con todo? ¿No se sentía lo suficientemente
fuerte para seguir viviendo? ¿Odiaba tanto a todos?
¿Cómo tú, Hayden?
No, no odio a todos. Amaba a mi familia. Eso era todo lo que
necesitaba.
Todavía te sientes solo, ¿no?
No estoy solo.
Pero… en cierto modo, lo estás. Ellos no son como tú, y si supieran lo
que estás pensando, ¿crees que se quedarían?
Cerré los ojos y lentamente inspiré profundamente en mis pulmones,
conteniéndolo, antes de dejarlo libre lentamente. Solté las placas de
identificación, dejándolas caer contra mi pecho.
—Mamá dice que vendrá la siguiente semana —le dije. Al darme la
vuelta, murmuré en voz baja—: Ya nos veremos.
22
Capítulo Dos

—¡No! ¡No, no puedes robarme a mi hija!


—Señora King, por favor cálmese…
—¡No me calmaré! ¡No tienes derecho a quitarme a mi hija!
—Señora King… ¡Señora King! Por favor, no estamos aquí para
castigarla. Estamos aquí para ayudarles a usted y a su hija...
—¡Robar a mi hija no me ayudará! ¡No pueden llevársela! ¡No pueden!
—Señora King, según la orden judicial del juez, actualmente está
siendo investigada por negligencia hacia su hija y, como tal, debemos entrar
y confirmar que todo está bien con Madeline.
—¡Y yo les dije que se fueran a la mierda! Maddy, corre… ¡CORRE!
—¡Abra la puerta, señora! 23
—¡Corre, Maddy!
—¡Dije, abra la puerta!
—¡Madeline!

—¿Madeline?
Salté ante el sonido de mi nombre completo y aparté los ojos del cristal
de la ventanilla del pasajero. Afuera estaba gris, lluvioso y sombrío, pero
durante los últimos diez minutos no vi nada más que los familiares
recuerdos de traumas infantiles reproducidos en mi mente como una vieja
película borrosa. Parpadeé y me agaché en mi asiento; me puse la sudadera
con capucha sobre la cabeza mientras mi nueva trabajadora social me
conducía a través de la noche cada vez más oscura. A mis pies estaba una
bolsa de basura con mi ropa y mi vieja mochila de retazos; mis pocas y
preciosas pertenencias siempre estaban empacadas y listas para viajar. Vi
las señales y mamá se había vuelto más desquiciada y paranoica
últimamente. Sabía que terminaría así.
—Me están buscando, Maddy —dijo hace apenas unas noches
mientras recorría nuestra destartalada habitación de hotel, cerraba las
persianas y revisaba las cerraduras de puertas y ventanas—. Me están
buscando... No puedo pagarles todavía. Joder, qué voy a hacer… qué voy a
hacer… —murmuró una y otra vez, con los ojos casi desorbitados. No se
encontraba bien, su peso era el más bajo que jamás había visto, pero sabía
que no había forma de comunicarme con ella cuando estaba así de loca.
—Pensé que estaríamos a salvo… a salvo aquí. A salvo… —Sus ojos se
llenaron de lágrimas mientras caminaba frente a la cama que compartíamos,
mientras yo me recostaba, observando la televisión, sin verla. Me sentí como
un zombi, impasible ante otro episodio suyo. Habíamos dejado atrás la
Columbia Británica hacía aproximadamente un mes y medio, y ahora
estábamos de regreso en Ashland, Ontario, una ciudad que no había visto
desde la infancia, escondiéndonos.
—Madeline —volvió a decir mi trabajadora social, con un tono gentil
y suave mientras se dirigía a mí— sé que las cosas se ven mal ahora, pero
una vez que tu madre obtenga la ayuda que necesita, estoy segura de que
el juez retirará la orden de restricción.
Solté un pequeño resoplido y sacudí la cabeza.
—¿Ocurre algo?
Quería reírme. ¿Esta mujer realmente pensó que yo creería esta
mentira? Mamá ha sido atada a una maldita camilla, gritando y
lamentándose por haber sido perseguida y perseguida por misteriosos
24
hombres sin rostro. Estuvo yendo al manicomio durante mucho tiempo.
—Mire, señora Khan, ¿verdad? —levanté las cejas.
—Sí. Pero puedes llamarme Saanvi —me sonrió amablemente a través
de un par de lentes de montura oscura.
Suspiré profundamente y me aparté de su mirada directa,
sintiéndome incómoda. Odiaba mirar a la gente a los ojos. Sentía como si
insectos se arrastraran por toda mi piel cuando lo hacía.
—Saanvi… pareces agradable. Más amable que muchos otros
trabajadores sociales que he conocido —le dije con sinceridad. Ella estuvo
muy tranquila durante todo el proceso y no me habló como si fuera una
delincuente condenada a repetir los errores de mi madre, como tantos han
hecho en el pasado—. Pero este es mi último año de escuela secundaria, y
debería graduarme en dos meses, pero dudo seriamente que eso suceda,
dado todo el tiempo que he perdido...
—He hablado con una gran escuela cercana, y te ayudarán a ponerte
al día con aquello en lo que te has retrasado… —Era tan optimista que casi
dolía.
—Lo que quiero decir es que estoy creciendo. —La interrumpí, incapaz
de soportar más su amabilidad.
Ante esto, se quedó en silencio y sus manos apretaron con fuerza el
volante en respuesta.
Creciendo.
Lo más aterrador que enfrentan los niños en el sistema de adopción.
En este momento, ella me estaba llevando a un hogar que tenía programas
para niños que crecían fuera del sistema. Era casi como un centro de
rehabilitación, administrado por el gobierno, con dos trabajadores viviendo
allí a tiempo completo con las niñas que estaban allí.
—Mamá va a estar fuera por mucho tiempo —agregué—. No tengo
esperanzas de volver a verla pronto. Si bien tu optimismo es algo hermoso,
a mí me cuesta subirme al tren de la felicidad mientras mi vida es un
basurero ardiendo. —Mentiras. Lo único que hicieron fue mentirme.
—Hay tantos programas para niños como tú… —comenzó a decir.
—Lo siento señora, pero… ahora no es el momento de hablar de eso,
¿por favor? —Cerré los ojos con fuerza, incapaz de escuchar ni un segundo
más. Había escuchado tantas promesas bonitas y falsas mientras crecía. Me
dijeron que todo estaría bien. Que las personas que me cuidarían serían
amables. Me rogaron que confiara una y otra vez, y cada vez que lo hice, lo
pagué caro. Dijeron que le conseguirían a mi madre la ayuda que necesitaba
y que yo volvería con ella y viviría feliz para siempre.
25
Eso nunca pasó.
Todo eran mentiras para hacer sonreír a una niña asustada y llorosa,
un curita sobre una fea herida abierta que nunca sanaría. Ya no quería las
falsas esperanzas. Siempre fue tan devastador cuando nunca se hizo
realidad.
Para mi alivio, la señora Khan guardó silencio y me dejó en paz
mientras salía de la ciudad y se dirigía a las afueras de Ashland por la
carretera que conducía al sur. Habían pasado ocho o nueve años desde la
última vez que vivimos aquí. Después de que papá falleció, mamá hizo las
maletas y me llevó al oeste, a Columbia Británica. Pero después de
solamente un mes de haber regresado, me colocaron nuevamente en el
sistema de adopción.
A medida que la noche descendía sobre nosotros, con la ciudad
perdida hace mucho tiempo a nuestras espaldas, pude distinguir los altos
árboles que cubrían el costado de la carretera, una señal de un parque
llamado Sherwood y alguno que otro buzón que marcaba un camino de
entrada. Íbamos a un pueblo fronterizo, lejos de Ashland, donde llevarían a
mi madre a un hospital para recibir tratamiento. Incluso si no hubiera una
orden de restricción, incluso si quisiera verla, sería difícil porque no tenía
licencia, ni auto, y no tenía idea exactamente de dónde iba a terminar.
Entramos a las afueras del pueblo y aunque afuera estaba casi
completamente oscuro, la gente estaba afuera, caminando por la calle
principal iluminada, riendo y divirtiéndose. Parecía una maldita postal o el
avance de alguna película increíblemente cursi.
El auto se sacudió entonces, Saanvi maldijo levemente en voz baja
cuando una motocicleta apareció desde una calle lateral, desviándose un
poco para evitar chocarnos. El cinturón de seguridad me atrapó en el pecho,
haciéndome jadear cuando el motociclista se hizo a un lado para permitirnos
pasar. No vi qué había sucedido ni quién tenía la culpa, pero solamente
pude adivinar que fue de nosotras, mientras mi trabajadora social lo
saludaba con la mano como si estuviera pidiendo perdón. Me recosté en mi
asiento mientras pasábamos, mi mirada se cruzó con la del motociclista por
un breve destello. Llevaba un casco negro, pero había levantado la visera
cuando pasábamos, y los ojos plateados que me devolvieron la mirada le
dieron a mi corazón una pequeña sacudida.
¿Qué diablos fue eso?
Lo dejamos detrás de nosotros cuando tomamos la siguiente calle, y
aunque lo miré por el espejo lateral, ya estaba demasiado lejos para volver
a verlo. Pero algo en esos ojos plateados me resultaba extrañamente familiar,
como un recuerdo o un sueño que había tenido hacía mucho tiempo.
Incapaz de ubicarlo, sacudí la cabeza y me recosté en mi asiento, mi mente
ocupada con pensamientos sobre mi madre, mi vida y la tormenta de mierda
26
que fue todo. Saanvi quería que fuera optimista sobre mi futuro, aunque
para ella era fácil decirlo. Es difícil tener esperanzas cuando no te han
metido en la garganta nada más que decepción. Lo que lo empeoró fue que
dijeran que sonriera mientras me ahogaba con sus promesas vacías.
La historia de mi vida...

La casa era una construcción vieja de estilo Victoriano, un azul


profundo con adornos de color amarillo pálido, un porche envuelto alrededor
del frente hacia un lado y ventanas de apariencia única. La ventana sobre
el techo del porche delantero era incluso un hermoso vitral. La luz del
camino de entrada era como una antigua lámpara de gas, aunque hacía
tiempo que había sido reemplazada para dar cabida a la electricidad. Sin
embargo, el resplandor era bastante acogedor. De todos modos, ésta no era
mi casa. Era temporal, como todas las demás.
La señora Khan se detuvo delante, las luces de abajo todavía
encendidas y una figura en sombras parada en el umbral, detrás de las tres
ventanas ovaladas de la puerta.
—Esa será la señorita Ross. Dirige Phoenix House1 a tiempo completo.
La señora Li viene durante el día —explicó mi trabajadora social mientras
entraba al estacionamiento y me miraba, como si mi silencio le preocupara—
. ¿Necesitas ayuda con tus cosas?
Sacudí la cabeza y me puse la mochila sobre el hombro antes de
recoger la bolsa de basura con la ropa que tenía. Estaba a punto de salir
cuando la señora Khan se aclaró la garganta, llamando mi atención y
haciéndome detenerme. Volví la cabeza hacia ella, aunque no encontré su
mirada, concentrándome en sus manos mientras agarraban el volante con
fuerza.
—Vendré a ver cómo estás, ¿de acuerdo? Si necesitas cualquier cosa
—metió la mano en el bolsillo de su abrigo y sacó una sencilla tarjeta blanca
con el nombre Saanvi Khan y su número de teléfono escrito en ella—.
Llámame, ¿de acuerdo?
—Sí, está bien —murmuré, incómoda e insegura de cómo tomar su
amabilidad cuando acepté la tarjeta—. Gracias. —Abrí la puerta, sin querer
nada más que dejar el mayor espacio posible entre nosotros. Saliendo a toda
prisa, la cerré de golpe mientras caminaba por el camino de piedra, subía
los crujientes escalones del porche, hasta la puerta principal, que se abrió
y arrojó un charco de luz rectangular sobre la hierba muerta detrás de mí.
Era abril, por lo que las heladas nocturnas impidieron que la primavera
hiciera notar su presencia.
27
—¿Madeline King? —La mujer parada en la puerta con un camisón
rojo bostezó y se pasó una mano por su cabello rubio canoso.
—La misma —murmuré.
—Entra, cariño. —Ella extendió una mano. Cuando entré, ella en
realidad no me tocó, lo cual agradecí. Me estremecí cuando me vinieron a la
mente recuerdos de hogares de acogida anteriores. No mirar. No tocar. Ese
era mi lema, más o menos.
—Repasaremos las reglas de la casa por la mañana —bostezó de
nuevo la señorita Ross, mientras se subía los lentes redondos a la nariz.
Parecía tener unos cincuenta y tantos años y tenía muchas arrugas
alrededor de la boca. Pero ella no estaba sonriendo ahora. En cambio, se
giró y comenzó a subir las escaleras, haciéndome señas para que la siguiera.
Me quité los zapatos y los puse en el zapatero junto a la puerta, agarré mis
cosas y la seguí.
—Las niñas mayores comparten esta habitación de la derecha,
mientras que las más pequeñas, menores de doce años, duermen allí —
señaló la puerta de la izquierda, que estaba entreabierta. El suave
resplandor de una luz nocturna brillaba a lo largo de la puerta abierta—.

1 Casa Fénix en Inglés.


Hay dos baños aquí arriba y uno abajo. Mi habitación está en la parte
trasera de la casa. Si hay un problema, hay un timbre en la pared, un
sistema de intercomunicación que se conecta con mi habitación y mi oficina.
Lo presionas cada vez que hay una emergencia. Te he preparado una cama,
así que duerme un poco y hablaremos por la mañana. El desayuno es a las
ocho.
A estas alturas solamente eran poco más de las diez de la noche, así
que dudaba seriamente que alguna de las chicas de mi edad estuviera
dormida. Lo más probable es que estén despiertas, atormentadas por sus
pesadillas de la vida real. La señorita Ross abrió la puerta con un crujido
cuidadoso y me hizo un gesto para que entrara. No había mucho que ver en
la oscuridad, aunque noté con alivio que allí también había una luz
nocturna, que me ayudó a distinguir los tres juegos de literas dispuestas a
lo largo de las paredes. Señaló una inferior que estaba dispuesta de modo
que el pie estuviera casi al ras del ventanal en el medio de la pared trasera.
Efectivamente, había un espacio recién arreglado con un viejo edredón y
una almohada de flores rosas y moradas. Capté la indirecta de que esto era
para mí y me senté en el borde.
—Sin escaparse —susurró la señorita Ross mientras se giraba para
dirigirse a la puerta—. Pongo la alarma todas las noches.
—No tengo planes de estar en ningún lado, así que estamos bien —
murmuré, mis manos agarrando la manta debajo de mí.
28
—Bien, entonces. Te veo en la mañana. —Con un último movimiento
de cabeza, la señorita Ross cerró la puerta con un suave golpe. Seguido por
el sonido de sus pasos moviéndose hacia la habitación de las chicas más
jóvenes para ver cómo estaban. Por un momento, cuando de repente se hizo
el silencio, mi corazón comenzó a martillar contra mi pecho, preguntándome
si necesitaba ir al pasillo y asegurarme de que la señorita Ross no se estaba
aprovechando de esas chicas...
“Sé una buena chica y quédate quieta, Maddy”, susurró su voz, el
recuerdo de hace mucho tiempo pasó a primer plano en mi mente mientras
miraba la puerta. Me temblaban las manos mientras agarraba las mantas
con tanta fuerza que logré atravesarlas con las uñas, lastimándome un poco
en las palmas.
Los monstruos son reales. Se cuelan en la habitación por la noche,
permanecen cerca de las sombras y se aprovechan de los inocentes
escondidos en sus camas. Los que no pueden luchar ni protegerse, los que
son vulnerables. Los monstruos llegan y dejan profundas cicatrices que otros
no pueden ver.
Pero los pasos retrocedieron, alejándose del pasillo y bajando las
escaleras. Los segundos que le llevó comprobar cómo estaban las chicas
más jóvenes no fueron tiempo suficiente para que sucediera nada, y solté
un largo y tembloroso suspiro.
—Ella no les hará daño —susurró una voz en la oscuridad.
Miré la litera frente a la mía, al otro lado de la ventana, y noté una
figura en sombra recostada en la litera inferior mientras se movía un poco.
—¿La señorita Ross? Ella no es como las demás. Ella es buena. Un
poco dura a veces, pero supongo que tiene que serlo —dijo la voz de la chica,
riéndose un poco como si ella misma se hubiera metido en problemas con
la mujer mayor—. Pero ella no es alguien a quien debas temer.
—Bueno, es la primera vez… —murmuré, aunque las palabras de la
chica enviaron una ola de tranquilidad a través de mí, aliviando la presión
en mi pecho. Abrí la bolsa de basura y busqué en la semioscuridad,
palpando el material de mi ropa para descifrar cuál era mi conjunto para
dormir, finalmente la acerqué al brillo tenue de la luz nocturna para
asegurarme de que obtuve lo que quería. Satisfecha, salí al pasillo y entré al
baño, cerrando la puerta detrás de mí para tener privacidad, aunque noté
que no había cerradura. No importó. La privacidad no era algo a lo que
estaba acostumbrada. En ese momento, estaba tan exhausta por todo lo que
pasó hoy que solamente quería desmayarme y decidir mis próximos pasos:
el modo de supervivencia.
Me puse mi vieja camiseta de AC/DC de gran tamaño y un par de
calzoncillos tipo bóxer, algo que siempre me había parecido más cómodo
para dormir. Nadando con ropa de gran tamaño. Siempre mi preferencia. 29
Me lavé el rostro con el jabón que había en la encimera y encontré un cepillo
de dientes de repuesto debajo del lavabo, donde toda una colección de
artículos esenciales de baño esperaba para ser recogidos. Sin abrir, sin usar.
Eso fue algo agradable… porque la mayoría de las veces, cuando me sacan
de mi casa, generalmente olvido algo al azar como desodorante, pasta de
dientes o limpiador facial. Pero aquí, era como si tuvieran un arsenal para
elegir. Tomé lo que necesitaba y lo llevé a mi habitación. Metiéndolo
profundamente en mi bolsa de basura antes de meterlo debajo de la manta
cerca del final de mi cama.
Otra lección aprendida... mantén tus objetos de valor cerca cuando
compartes un espacio con extraños.
Desde la cama donde yacía la otra chica, se dio la vuelta y tosió,
todavía despierta, pero no dijo una palabra más mientras yo me metía
debajo de la manta y trataba de acomodarme para pasar la noche.
Me quedé de lado durante mucho tiempo, mirando la luz de noche,
agradecida por su presencia, especialmente considerando que tenía miedo
a la oscuridad, incluso a los diecisiete años. Pero mis horrores no provenían
de alguna fantasía infantil como la bruja en el armario o el lobo debajo de
la cama. Los míos eran de hombres grandes, aterradores y monstruosos que
se colaban en mi espacio. Esconderme en las sombras o acercarme hasta
que una mano grande y áspera inevitablemente me tapara la boca para
silenciar mi grito.
No, está bien, Maddy. No hay ningún hombre en esta casa. La señora
Khan te lo dijo cuando te explicó adónde te llevaba. Estás segura. Es seguro
aquí.
Aun así, como una niña pequeña, me encontré buscando mis
pertenencias debajo de la manta, palpando alrededor hasta que mis dedos
encontraron el suave brazo de mi osito de la infancia, Fuzzy2. Lo saqué y lo
apreté fuerte contra mi pecho, mi corazón latía con cada crujido que hacía
la casa, el sonido de las ramas golpeando contra el vidrio del ventanal, y me
dije una y otra vez…
Estás a salvo.
Estás segura.
Estás a salvo...

—Soy Andrea —se presentó la chica de la otra cama en el momento


en que me desperté. Adormilada, me froté los ojos, teniendo dificultades
para volver en mí. Anoche no dormí mucho. Casi nunca lo hacía,
especialmente cuando me encontraba en un lugar nuevo, y eso había estado 30
sucediendo demasiado últimamente. Siempre tuve una mirada sombría
alrededor de mis ojos. Me senté y bostecé enormemente, viendo mejor el
espacio. La habitación era más grande de lo que pensaba.
Junto con las tres literas, había dos tocadores y dos escritorios
cuidadosamente dispuestos alrededor del espacio para que cupiera todo.
Además de Andrea y yo, había otra chica, pero ella me ignoró por completo
mientras se vestía y se preparaba para el desayuno, luciendo como si todavía
estuviera medio dormida. Asentí hacia Andrea y sonreí.
—Soy Madeline. Pero todo el mundo me llama Maddy —le dije,
sentándome y estirándome, mi cabeza rozando el fondo de la litera.
—Bienvenida a Phoenix House —dijo Andrea, sonriendo tímidamente
antes de hacer su propia cama. Tenía muchos rizos rojos y unas lindas
pecas en la nariz. Era flaca como yo y tenía las mismas sombras alrededor
de los ojos.
Me levanté, me vestí con un par de pantalones holgados y una
sudadera con capucha, a pesar del cálido sol primaveral que entraba por la
ventana de nuestra habitación. Siempre preferí esconder mi cuerpo. Era
más fácil pasar desapercibida cuando no dejabas ver nada a los demás.
Simplemente desapareces, que era lo que me gustaba. Sin embargo, até mi

2 Borroso / Confuso en Inglés.


largo cabello rubio castaño hacia atrás en una cola de caballo, dejando que
mi largo flequillo colgara alrededor de mi rostro y seguí a Andrea escaleras
abajo hasta la cocina al costado de la casa.
Estaba soleado y luminoso. Todas las ventanas daban al porche
envolvente y debajo de ellas había cestas de flores, aunque en ese momento
estaban vacías. Podía imaginarme un ramo de hermosas flores silvestres
floreciendo en el verano y solamente podía imaginar lo bien que olería. El
papel tapiz era de un color amarillo con flores rosadas ocasionales,
anticuado, pero combinaba con la sensación de la casa antigua, con
molduras de madera más oscuras en todo.
Había una mesa larga y ovalada colocada junto a las ventanas
mientras una mujer asiática baja trabajaba junto a la estufa, hablando
animadamente con dos de las chicas. Esa debe ser la señora Li, la
trabajadora que solamente venía durante el día para ayudar.
—Ven, siéntate —dijo Andrea, deslizándose por el banco contra la
pared. Yo también prefería esa manera, así podía ver a todos yendo y
viniendo en la habitación. Odiaba estar de espaldas a una puerta. Me uní a
ella, esperando que su naturaleza amistosa me hablara hasta el cansancio,
pero ella guardó silencio, jugueteando con la servilleta que sacó de debajo
del plato, ahora repentinamente ansiosa mientras miraba la estufa.
Entonces noté que ella había elegido el asiento más alejado. Por el rabillo
del ojo, la miré y noté que también estaba cubierta con ropa más gruesa de
31
lo que requería la temporada.
—¡Buenos días, chicas! —Entró entonces la señorita Ross e
inmediatamente comprobó quién estaba y quién no en la habitación.
Sosteniendo su mano había una niña pequeña que parecía tener alrededor
de cinco años, agarrando una manta cerca de su barbilla, medio ocultando
su rostro detrás de ella. Pero noté la cicatriz que recorría su mejilla,
causando que su ojo se cayera hacia un lado, e inmediatamente me puse
tensa. La señorita Ross la ayudó a sentarse y fue a buscar jugo de naranja
fresco al refrigerador. Mientras lo hacía, me miró y sonrió—. ¿Cómo
dormiste, Madeline?
Me encogí de hombros.
—Bien… —murmuré, evitando su mirada mirando mi plato vacío.
—Una casa nueva siempre es una transición, pero espero que la cama
fuera cómoda.
—Lo fue, gracias —dije en voz baja, odiando la atención sobre mí.
Pareció entender la idea porque se volvió hacia la niña más pequeña
y le entregó un poco de jugo antes de acercarse a los demás en la estufa y
comenzar a servir comida en los platos. Ella se acercó y puso un montón de
huevos revueltos sobre los míos antes de que la señora Li trajera a la mesa
una pila de pan tostado y fruta fresca cortada. De los alrededores de la casa,
las otras chicas comenzaron a aparecer, todas tomando asiento mientras
saludaban respetuosamente a las mujeres encargadas de la casa.
Era extraño estar en un lugar tan... civilizado. Pero todavía no podía
deshacerme de la sensación de inquietud en mi estómago que llevaba
conmigo a todas partes.
No bajes la guardia, Maddy. Ahí es cuando sucede la mierda...
—Madeline —dijo la señorita Ross desde el otro extremo de la mesa—
después del desayuno, me gustaría que vinieras a mi oficina para que
podamos repasar las reglas y responsabilidades de la casa.
Trampa. ¡Es una trampa! Traté de no mostrar mi aprensión, pero mis
hombros se tensaron automáticamente y comencé a picar los huevos como
si hubiera hojas de afeitar escondidas en ellos.
—Bien.
Observé a todas a mi alrededor en mi periferia, desayunando con
entusiasmo. Solamente cuando nadie empezó a ahogarse o vomitar, le di un
mordisco. A mi lado, Andrea parecía haberse calmado ahora que la estufa
estaba apagada y se estaba metiendo comida en la boca como si fuera su
última comida.
Lo entiendo…
Las chicas más jóvenes parecían aceptar más a las mujeres mayores,
32
hablando de sus sueños o de algo que vieron en la televisión, una ardilla
sentada en el gran arce afuera de la ventana, o algo gracioso que pasó en la
escuela, mientras que Andrea y la última chica que finalmente apareció, no
pareciera gustarles mucho socializar.
La señora Li parecía ser la más querida, ya que dos de las pequeñas
estaban prácticamente aplastadas a su lado, apoyadas en ella mientras
comían a la vez que la mujer les hablaba suavemente, repartiendo otra
ración en sus platos. Nunca he estado en una casa como esta. No parecía
real. Los empleados del gobierno seguían tantas reglas que a menudo
parecían robóticos. Este lugar era… hogareño. Pero me extrañó. Esto no era
algo a lo que estaba acostumbrada.
Cuando todas terminamos, las chicas mayores inmediatamente
comenzaron a recoger la mesa y a limpiar mientras las demás se
dispersaban. La señora Li ayudó a las jóvenes a conseguir sus abrigos y
mochilas mientras las acompañaba a la escuela primaria que estaba a un
par de cuadras de distancia. Al mismo tiempo, las adolescentes todavía
tenían otra media hora antes de tener que llegar a algún lugar, aunque
lentamente juntaron sus mochilas, listas para partir por su cuenta.
—¿Madeline? —La señorita Ross llamó desde el pasillo—. ¿Podrías
venir conmigo?
Cuidado, Maddy... Entré vacilantemente al pasillo que corría a lo largo
de la base de las escaleras. Estaba hecho con las mismas tablas pintadas
de verde y papel tapiz amarillo, aunque había cuadros enmarcados en las
paredes. Mientras bajaba lentamente hacia la oficina al final, miré las fotos.
Fotografías de la señorita Ross y de otra mujer que debió haber
trabajado aquí antes que la señora Li, junto con una foto al lado de la casa
en blanco y negro, en ruinas, completamente renovada y arreglada y en
color. La imagen más extraña era la de un grupo de hombres de pie junto a
la señorita Ross, sosteniendo un cheque por ciento cincuenta mil dólares,
una donación a la Fundación Safe Harbor for Kids3. Los hombres tenían
aspecto rudo, con barbas, pañuelos y chaquetas de cuero con un parche
que parecía una calavera y una hoz4. ¿Qué diablos hacía un club de
motociclistas donando dinero a una organización benéfica como ésta? Y si
se trataba de una organización benéfica, ¿significaba eso que este lugar no
estaba administrado por el gobierno? ¿Era eso legal?
—¿Madeline?
Aparté mi mirada de la foto de los hombres, confundida y curiosa, y
de mala gana me uní a ella en su oficina en la parte de atrás. Para mi alivio,
ella no cerró la puerta. Aunque para mi disgusto, la única silla en la que
podía sentarme era la de atrás. Irreflexiva, giré la silla hacia la pared para
sentarme de lado frente al escritorio, con los brazos cruzados y los ojos en
el suelo. La señorita Ross ya estaba sentada, con una carpeta abierta sobre
33
la superficie de madera frente a ella. Sabía que estaba mirando un archivo
dedicado a mí. Cómo odiaba eso. ¿Los niños de familias reales tenían
archivos como ese? No... pero yo sí. Todas las chicas traídas aquí lo tenían.
—En Phoenix House, las cosas se hacen un poco diferentes, como
estoy segura habrás notado —dijo la señorita Ross, su tono era tan gentil
como el de la señora Khan. Todavía me negaba a mirarla, mi cuerpo estaba
tenso, esperando una razón para correr—. Te vi mirando las fotografías en
el pasillo. El presidente de The Lost Souls aquí en Ashland inició la
Fundación Safe Harbor hace cinco años, para ayudar a solucionar la
situación de niños sin hogar en la ciudad. Entiendo que eres nueva en
Ashland, por lo que probablemente desconozcas la historia; sin embargo,
The Lost Souls ha jugado un papel importante en los cambios positivos aquí.
Este es un lugar seguro, Madeline, pero necesito que hagas tu parte, para
que podamos seguir manteniendo esta casa en paz y segura para todos los
que vienen aquí.
—Suena justo —dije en voz baja. Nunca fui una alborotadora y no
tenía intención de empezar ahora. Solamente era... cautelosa. Insegura—.
Primero, ¿puede decirme dónde está mi mamá?

3 Albergue Seguro para Niños en Inglés.


4 Instrumento que sirve para cortar hierbas. Esta hecha de una hoja curva con dientes
filosos por la parte cóncava.
Ante eso, la señorita Ross se removió incómoda en su asiento y el
sonido de la madera crujió bajo su peso.
—Lamento decir que no puedo. Esto lo debes discutir con tu
trabajadora social, la señora Khan. Ella viene regularmente, ya que está a
cargo de varias de las chicas aquí. Me avisará cuando desee concertar una
reunión contigo, probablemente la próxima semana. Puedes preguntarle
entonces.
Asentí, mordiéndome el labio inferior, mis sentimientos eran una
mezcla de emociones complicadas. Por un lado, amaba a mi madre porque,
bueno, ella era mi madre. Pero, por otro lado, me alegré de no estar con ella.
Mamá no fue negligente a propósito. Culpo a las drogas y a su estado
mental, una combinación peligrosa. Su paranoia pareció salirse de control,
especialmente en los últimos años. Nuestras visitas de casa en casa, las
noches de insomnio pasadas en los refugios. No había comida, y las
conversaciones locas que escuchaba mientras ella despotricaba consigo
misma mientras caminaba de un lado a otro eran demasiado para mi
corazón. Solamente quería un lugar al que llamar hogar. Quería sentirme
segura. Quería sentirme amada. Si bien mamá me amaba a su manera,
estaba contaminada. Contaminada por sus adicciones, sus aterradoras y
extrañas fantasías y su falta de cuidado.
—Bueno, entonces —continuó la señorita Ross, elevando su tono en
un intento de mejorar el ambiente en la habitación—. Aquí en Phoenix
34
House, trabajamos juntas para mantenerla bien cuidada. La sala de estar
tiene una pizarra con las tareas diarias asignadas a todos los presentes.
Todos los domingos la cambiaré. Si hay algo que prefieres sobre otros
trabajos, lo tendré en cuenta. Por ejemplo, a Sawyer le encanta la jardinería
y estar al aire libre, por lo que la mayoría de las veces trabaja en el jardín.
Asentí, sin decir nada.
—La señora Li prepara la comida, pero les pedimos que echen una
mano. Tus días para ayudar con la cocina también se te asignarán en la
pizarra. Consideramos importante y terapéutico ayudar a enseñarles todas
las habilidades para la vida, por lo que otros trabajos como lavar la ropa,
ayudar en la compra de comestibles y demás también son parte de ello.
—Bien.
La señorita Ross no pareció desanimada por mi silencio o mi manera
tranquila, pero pude sentir su desesperación por hacerme sentir cómoda,
porque su tono se complicó un poco, sonando más parecido a un bebé de lo
normal.
—En cuanto a tus estudios, la escuela secundaria está cerca y las
chicas que asisten son libres de seguir sus horarios sin que la señora Li y
yo tengamos que hacer un seguimiento. Ya son casi adultas, así que nos
gusta darles la oportunidad de asumir la responsabilidad ustedes mismas...
Irónico, pensé, dada la forma en que sonaba su voz, toda aguda y
chillona como si fuera un niña pequeña.
Pero simplemente asentí de nuevo, sin darle nada.
—Asistirás a clases mañana después de que la señora Khan recoja tu
horario y tus libros, probablemente esta noche venga a dejarlos. Ella ha
preparado tus clases y te ayudaremos a preparar cualquier actividad
extracurricular o sesión de tutoría que puedas necesitar. Si al final tienes
que ir a la escuela de verano para obtener tu exámen de equivalencia, hay
un programa en el que te podemos inscribir.
—Suena bien.
No estaba siendo así a propósito, ser complicada. Todo sonaba bien
para mí. Los recursos que ofrecían aquí eran mejores que los que tenía en
otras ciudades del otro lado del país, donde realmente te sentías solo. Me
pregunto si todo esto es por ese club de motociclistas que había iniciado
esta fundación. Miré a la señorita Ross y noté su anticuada blusa floral y su
suéter de punto. Me recordaba a Mamá Oca5, pero no podía permitirme bajar
la guardia a pesar de todo lo que me ofrecía. Me han engañado muchas veces
personas que parecían hermosas y buenas en la superficie, solamente para
descubrir más tarde que eran un demonio disfrazado.
—Bueno, entonces, acomódate. Debería haber dos cajones libres en
uno de los armarios de arriba, y luego podrás explorar un poco la casa. Los
35
únicos lugares prohibidos son mi oficina, a menos que necesites algo de mí,
mi habitación privada al lado de aquí y el sótano. Revisa la pizarra en la sala
de estar, ya que hoy agregaré tu nombre a la lista. Si sales de casa, avísame
adónde vas y cuándo puedo esperar que regreses. La ciudad es un lugar
encantador y hace un día hermoso, así que, si quieres echar un vistazo, eres
bienvenida.
—Gracias —murmuré y rápidamente salté de mi asiento, saliendo del
espacio cerrado lo más rápido posible. Para entonces, todas las demás niñas
ya habían salido de casa para ir a la escuela y yo quería aprovechar ese
tiempo para sentarme y respirar en paz, sola.
Mañana empezaría de nuevo en un lugar nuevo, con nuevas personas
y grupos sociales. Esperaba lo mejor, pero me preparaba para lo peor. He
experimentado acoso en el pasado y otros me han alienado porque era
nueva, diferente. Ya habían establecido sus grupos centrales. Yo era
solamente una extraña que estaba invadiendo temporalmente su espacio.
Mientras me decía a mí misma que ya no sería una víctima, que, si alguien
intentaba meterse conmigo, no lo permitiría. Que sería valiente y lucharía,
aunque la perspectiva de hacerlo me inquietaba.

5 Figura mitica recurrente relacionada con los cuentos de Charles Perrault.


No quería aceptar la mierda de nadie; aun así, nunca fui buena en la
confrontación. Y cada vez que hablaba a favor de mí misma, nunca me
creían, o las consecuencias de hacerlo solamente me generarían más
problemas y angustias. Solamente una vez, hace mucho tiempo, cuando
defendí a otra persona, un niño que era un extraño para mí, logré resistir el
acoso de los demás. No sé por qué sentí tal protección entonces, hacia un
chico que no conocía en absoluto, pero algo cobró vida cuando vi al grupo
de niños atacándolo. ¿Por qué no podía aplicar esa fuerza a mí misma?
No seas una víctima, Maddy. No seas una víctima. Ya no más. Puedes
hacerlo. Puedes hacerlo...
Es más fácil decirlo que hacerlo.

36
Capítulo Tres

—Sostenlas con cuidado, pequeño hombrecito —la voz de mi madre


sonaba un poco apagada a pesar de lo alegre que sonaba. Temblorosa, como
si estuviera a punto de llorar. Me pregunté qué la hacía querer llorar esta
vez mientras agarraba una canasta de margaritas que había traído con
nosotros, con cuidado de no dejarla caer.
—¿Estás segura de que no necesitas que vaya? —preguntó papá desde
el asiento del conductor, sus brillantes ojos azules mirándonos por encima
de sus lentes de sol.
—Si no te importa, solamente esta vez —dijo mamá, inclinándose un
poco para verlo a través de la ventanilla abierta del pasajero.
—Oye, no te preocupes. Tengo compañía —dijo con facilidad,
encendiendo la radio, una de sus favoritas sonando a todo volumen.
Comenzó a fingir que tocaba la guitarra, moviendo la cabeza mientras lo
37
hacía, haciéndome reír al ver cómo mamá ponía los ojos en blanco, a pesar
de sonreírle al tonto de papá.
—Está bien, perdedor, volveremos en unos veinte minutos, ¿de
acuerdo? —Ella se rió entre dientes.
—No puedo oírte, estoy viviendo mi sueño como estrella de rock,
rodeado de fans gritando, lanzándome su ropa int…
—¡Ah-ah! —Ella espetó, deteniéndolo antes de que terminara—. ¿Te
importa? —añadió, asintiendo hacia mí.
Él sonrió tímidamente mientras miraba en mi dirección, guiñándome
un ojo descaradamente. Sonreí ampliamente, ahora quería quedarme y
pasar el rato con él en lugar de ayudar a mamá con su “proyecto de
jardinería”, así era como ella lo llamaba.
—¡Lo siento, lo siento! Olvidé que ahora si presta atención a lo que
escucha.
—¡Escucho todo! —Anuncié con orgullo y mis padres se rieron a
carcajadas.
—¡A eso es a lo que tengo miedo! —Mamá se rió entre dientes, se echó
al hombro su bolsa con cosas del jardín, sostuvo su propio manojo de
margaritas y suavemente tomó mi mano.
—Está bien, ¡volveremos pronto! —Se dirigió una vez más a papá, que
había vuelto a tocar su guitarra imaginaria, y luego me condujo por el
sendero hacia los árboles.
Nos habíamos mudado aquí hace solamente un par de semanas y ya
extrañaba la playa. Además, aquí no hacía tanto calor. Aun así, mamá dijo
que aquí era donde viviríamos ahora y que pronto volveríamos de visita. Eso
esperaba.
Sin embargo…
Era bonito aquí. De una manera diferente. Especialmente en este
lugar con todas las piedras. Estaba tranquilo, los árboles eran grandes y
diferentes a las palmeras de donde yo había venido, y allí fue donde conocí
a mi abuelo.
Abuelo J.
Sonreí al pensar en él. Había oído historias sobre mi abuelo, pero no
lo conocí hasta hace unas semanas y rápidamente se convirtió en una de
mis personas favoritas. Recuerdo el momento en que lo vi.
Independientemente de lo nervioso que estaba, su sonrisa y sus palabras
me tranquilizaron. Algo en él me resultaba tan familiar, a pesar de ser un
extraño. Se parecía a mí a pesar de su cabello con mechas plateadas y las
arrugas alrededor de sus ojos. Como… un yo mayor. Desde ese día, ha
estado presente, pasando por aquí, llevándome a tomar un helado y a los
38
parques mientras mamá y papá arreglaban nuestra casa, dejándome
sentarme en su genial motocicleta, y sin mencionar que me dio los mejores
abrazos.
Pero hoy no estuvo con nosotros. Éramos solamente mamá y yo,
paseando por el sendero de la mano entre los setos, ahora llenos de
pequeñas flores blancas, hasta que salimos al claro. ¡El estanque! ¡Patos!
—¿Quieres ir a alimentar a los patos? —me preguntó, metiendo la
mano en su bolso y sacando una bolsita Ziploc llena de alpiste.
—¡Sí! —Prácticamente grité, saltando de emoción.
Riendo, me entregó la bolsa y con cuidado tomó mis margaritas. En el
momento en que me liberé de ellas, salí corriendo lo más rápido que pude
hacia el estanque.
—¡Patitos! —Grité felizmente, observando cómo se dispersaban en el
agua, decepcionado de que estuvieran nadando más lejos—. ¡Regresen!
¡Traje comida!
La risa de mamá resonó por todo el espacio mientras gritaba:
—¡Tienes que hablarles con dulzura, hombrecito! Un poco más
silencioso, ¿Okay? Muévete lentamente y ellos vendrán.
—¡Bueno! —Grité por encima del hombro mientras buscaba dentro de
la bolsa. Agarrando un puñado de semillas, se las tiré a los patos, y
solamente me molesté cuando se negaron a acercarse. Intenté estar en
silencio, moverme lentamente como ella había dicho. Ella siempre me decía
que no me apresurara, que necesitaba ir más despacio y tomarme mi
tiempo. A pesar de lo impaciente que estaba, lo intenté ahora, rodeando la
orilla del agua, con la esperanza de acercarme. Aunque los patos aún
mantenían espacio entre nosotros, no aleteaban ni se dispersaban tan
frenéticamente como lo habían hecho antes. Sentado en la orilla, tomé más
semillas y las arrojé suavemente al estanque, observando cómo la de la
cabeza verde se acercaba para investigar.
Sintiéndome un poco victorioso, miré hacia atrás para ver si mamá
estaba mirando, pero ella estaba arrodillada ante una de las piedras, con
guantes de jardín puestos, pala en mano, cavando delante de ella. Esta
piedra estaba más atrás que las demás, debajo de un árbol enorme, pero
incluso con el dosel, la luz del sol logró atravesarla, iluminando el cabello
rubio de mamá. Pasé una mano por mis propios mechones. No me parecía
mucho a ella en absoluto. O como papá. El mío era oscuro como el del abuelo
J, o al menos, no era plateado.
Un fuerte graznido devolvió mi atención al agua y observé alegremente
cómo los patos se acercaban, mordisqueando los pocos trozos de semillas
que flotaban. Agregué un poco más y me reí cuando el pato de cabeza verde 39
se abalanzó sobre los demás y se llevó la mayor parte.
—¡No abuses! —Lo regañé a pesar de mi sonrisa—. ¡Comparte! ¡Se
supone que debes compartir! —Con cuidado lancé un poco hacia los demás,
asegurándome de que todos recibieran un poco. Cuando no quedó nada,
metí la bolsita vacía en el bolsillo de mis pantalones cortos y comencé a
explorar el espacio. Algunas de las piedras tenían flores delante. Otras
estaban solas. Y algunas parecían como si nadie hubiera pasado por allí
desde hacía mucho tiempo. Estaban cubiertos de musgo y tierra. La piedra
ante la que mamá estaba arrodillada parecía haber estado sola por un
tiempo, pero ahora la estaba arreglando, usando un trapo que había
sumergido en el estanque para limpiar la suciedad, las margaritas ahora
plantadas y extendiéndose hacia el sol.
Me acerqué a ella y la observé mientras recogía sus cosas y las
guardaba en su bolsa antes de pararse frente a la roca gris. Las palabras
grabadas en ella me resultaban familiares porque conocía el abecedario,
pero todavía no podía leer. Al menos, grandes palabras. Sin embargo,
reconocí uno en la piedra porque era mi nombre. Mi segundo nombre.
—¡Shay! —grité, sonriendo mientras leía las letras familiares—. ¡Ese
soy yo! —dije, señalando la roca.
Mamá, sin embargo, se quedó helada ante mis palabras. Uh oh…
Las lágrimas de mami, los gritos de mami, los miedos de mami… estaba
teniendo uno de esos, ¿cómo se llamaban? Un ep-ii-sodio. ¿Qué había
pasado? ¿Fue por algo que yo hice?
—¿Mami? —dije en voz baja, mirándola fijamente, sabiendo lo que
estaba a punto de pasar—. ¿Mami? ¿Estás bien?
—H-Hayden —susurró, sonando tan lejana, con los ojos muy abiertos
fijos en las palabras de la piedra, su cuerpo temblando.
—¿Qué ocurre? —Alcancé su mano, pero tenía los dedos fríos y rígidos
y no me devolvía el apretón—. ¿Estás bien? ¿Estás enferma?
—Hayden —repitió con la voz quebrada— busca a tu padre. ¡Por favor!
Inmediatamente, la solté, me di la vuelta y corrí por donde habíamos
venido. No estaba lejos y el camino era la única salida. Sabía adónde ir. Papá
haría que todo fuera mejor. Él siempre lo hacía. Lo necesitaba para salvarla.
Necesitaba salvarla. Caminé a lo largo de las piedras, con cuidado al evitar
las partes de los árboles que habían crecido sobre el suelo, hasta que me
liberé de los arbustos para ver a papá todavía estacionado en el auto, con
música sonando, aunque parecía dormido. Corriendo hacia la ventana más
cercana del lado de mamá, golpeé la puerta con el puño.
—¡Papá! ¡Papá! ¡Despierta!
Sus ojos azules se abrieron de golpe y, al verme allí de pie, solo, se 40
enderezó y abrió la puerta para salir.
—¡Hayden! Amigo, ¿estás bien? ¿Te lastimaste? ¿Dónde está mamá?
—Sonaba en pánico mientras corría alrededor del auto, alcanzándome
mientras su mirada azul se movía rápidamente sobre mi cuerpo como si
pensara que podría estar sangrando o algo así.
—Es mamá. ¡Está teniendo un... un... ep-ii-sodio!
Tartamudeé con la palabra.
Papá me tomó en brazos y corrió por el sendero hacia el claro de
piedras que rodeaba el estanque, viéndola de inmediato, solamente que
ahora estaba sentada en el suelo, con sus brazos alrededor de ella como si
tuviera frío, temblando tan fuerte. Podía verla temblar desde aquí. Me puso
suavemente en el suelo y me entregó su teléfono, abriendo un juego que
guardaba para que yo usara a veces.
—Juega con esto de mientras, ¿de acuerdo, hijo? Ve a sentarte junto
a los patos y, por el amor de Dios, no lo dejes caer al agua, ¿de acuerdo?
Asintió pensativamente hacia mí y tomé el teléfono, un poco
emocionado ahora que podía usarlo.
—Tendré cuidado —dije, casi dejándolo caer de inmediato, pero
logrando sujetarlo en el último segundo—. Lo prometo.
Pude ver que no me creía del todo, pero se fue para ir a ver a mamá.
Mi ansiedad desapareció cuando sostuve el teléfono frente a mi rostro y me
senté al sol junto al agua, concentrándome por completo en los colores
brillantes del juego mientras intentaba unir las formas. No fue hasta que
escuché un pequeño jadeo agudo y lloroso que recordé dónde estaba y qué
estaba pasando. Al mirar hacia atrás, pude ver a papá sosteniendo a mamá
con fuerza en sus brazos, susurrándole suavemente mientras la mecía hacia
adelante y hacia atrás: acariciando su espalda en círculos lentos y fáciles,
protegiéndola de las palabras escritas en la piedra. Todavía no entendía qué
había pasado, por qué se había entristecido tanto, pero no iba a
cuestionarlo. Todo lo que sabía era que, de alguna manera, había hecho
llorar a mamá… otra vez.
La vergüenza llenó mi estómago y dejé caer el teléfono en mi regazo
mientras observaba a mis padres abrazarse. La última vez fue porque
estábamos comiendo helado en el auto, aparcado junto a una antigua
estación de tren, con la radio encendida mientras disfrutábamos del día
soleado. Jugueteé con los controles hasta que sonó una canción que pensé
que era buena. Le dije lo mucho que me gustaba, pero cuando la miré, ella
se había quedado quieta, con los ojos fijos en el frente y el helado finalmente
se derritió sobre su brazo. Papá no había estado con nosotros entonces y
durante mucho tiempo había intentado todo para mejorarlo. Pero no había
nada que pudiera hacer. Cuando se giró y me miró, con sus ojos fijos en los
míos, solamente pareció empeorar.
41
Finalmente, no sé cuánto tiempo después, pareció recuperarse,
parpadeando fuerte y rápido, con lágrimas en su rostro y en el mío mientras
le suplicaba que se mejorara.
—Lo-lo siento mucho, Hayden —había susurrado— ¡lo siento mucho!
—Y ella me abrazó fuerte y besó mi cabeza—. Es culpa de mamá. Es mi
culpa. Lo siento… —susurró una y otra vez.
Se recuperó rápidamente y nos llevó a casa. Cuando entramos y corrí
a jugar con mis juguetes a la sala de estar, mamá se encerró en su
habitación hasta que papá llegó del trabajo. Subió las escaleras y, después
de mucho tiempo, bajó con ella y pude ver que había estado llorando.
Ahora esperé de nuevo a que hiciera su magia.
Cuando finalmente levantó la cabeza de su hombro, dedicándole una
pequeña sonrisa y un rápido asentimiento, suspiré aliviado. Miró en mi
dirección y me hizo un gesto para que me acercara. Con entusiasmo, me
puse de pie, corrí alrededor del estanque hasta donde estaban sentados mis
padres y me arrojé en sus regazos. Escuchar la risa de mamá fue suficiente
para saber que él la había ayudado nuevamente. Papá realmente era un
superhéroe.
—¿Dónde está mi teléfono, hombrecito?
Uh oh.
Nerviosamente, miré hacia el lugar donde había estado sentado y
señalé. El teléfono estaba al borde del agua. Papá maldijo en voz baja
mientras se levantaba de un salto y corría.
—¡Sin maldecir! —le grité, observando cómo rápidamente lo recogía y
lo revisaba.
Los brazos de mamá me rodearon la cintura y me hundí en su abrazo,
sonriendo para mis adentros, aliviado de tenerla de vuelta. Sentí sus labios
en mi cabello mientras me besaba, susurrando una y otra vez:
—Te amo, Hayden. Te amo, te amo, te amo…

42
Capítulo Cuatro

—…Madeline King...
—...otra chica de Phoenix House...
—... no hay mucho que ver, hermano... demasiado material...
—... He oído que su madre está loca. ¡La encerraron el fin de semana
en un asilo!
—...está demasiado delgada. Mi enorme polla la partiría por la mitad.
Me escabullí entre los susurros intercambiados por los pasillos. Otro
rostro nuevo, y los chicos de esta escuela la tomaron con avidez como si
fuera kool–Aid. Cerré mi casillero de golpe, y varios otros estudiantes a mi
alrededor saltaron ante el sonido antes de rápidamente darme un amplio
margen mientras caminaba por el pasillo, dirigiéndome a la cafetería.
Llevaba mi vieja chaqueta de cuero, el parche de Manic cosido en el brazo y 43
las placas de identificación tintineando en mi pecho, un recordatorio para
aquellos que podrían haber olvidado de quién era hijo.
Déjame en paz y te dejaré en paz.
Cuando tomé asiento en la esquina trasera de la cafetería, suspiré
profundamente y cerré los ojos, dejando que mi cabeza golpeara la pared de
piedra a mi espalda. Hace años, mi mamá me dijo que estuviera por encima
del resto de estas hienas. Ella no quería que volviera a pelear y me mantuve
firme en eso. Aunque nadie más sabía sobre eso. Entonces, aunque no
quería ser como mi padre biológico, usaba sus viejas reliquias como una
armadura todos los días, una advertencia para todos ellos, y eso me
mantuvo a salvo e hizo que la vida en la escuela fuera un poco más llevadera.
Cuando todos me despreciaron, me dolió. Quería agradarles de nuevo.
Habría hecho cualquier cosa. Pero el día del incidente en el que dejé a Theo
en el suelo en un desastre sangriento, me etiquetaron oficialmente como un
peligro y un paria, lo que significa que ya nadie se metía conmigo. De hecho,
me ignoraron casi por completo. Sin embargo, cuando eso sucedió, estaba
bien estando solo. No los quería cerca de mí. Los odié a todos. ¿Y los amigos
que pensé que había tenido? Se marcharon y me dejaron a mi suerte.
Sinceramente no tenía a nadie.
Excepto ella... La chica misteriosa que nunca volví a ver.
Lo que sea. Una vez que me graduara en dos meses, no tendría que
volver a ver a nadie de esta escuela. Podría elegir lo que quería hacer con mi
vida y empezar de nuevo como yo, Hayden, y no ser visto como la próxima
versión de un hombre que había muerto hacía mucho tiempo.
Podré despojarme de la armadura que he estado usando, de su
nombre y de hacer lo que todos los demás miembros de mi familia tenían
demasiado miedo de hacer... dejar este lugar atrás. Tomaría mi cámara y
viajaría por el mundo; lo vería. Saldría de aquí. Mamá y tía Casey hablaron
sobre lo que querían cuando tenían mi edad. Las grandes ciudades, lejos de
Ashland y de todos los pueblos fronterizos. Sin embargo, allí estaban,
asentadas, estancadas, sin intención de irse jamás.
Los estudiantes comenzaron a llenar el lugar, todos hablando, sus
voces apagadas mientras se mezclaban, sonando como ruido blanco de
fondo mientras yo me relajaba en mi asiento. Mirando a través de mis
pestañas, mantuve un ojo abierto, observando para ver si algún chico aquí
era lo suficientemente estúpido como para tratar de atacarme mientras
estaba así. Lo único que vi fue el habitual grupo de chicas que se sentaban
cerca, observándome como si esperaran que de repente cambiara de opinión
y quisiera follarme a alguna de ellas otra vez. Cuando miré en su dirección,
todas miraron hacia abajo y se rieron. Todas siempre tenían miedo de
mirarme a los ojos, como si hacerlo les asegurara un lugar en la camilla o
algo así… 44
Esa es otra razón por la que ya no me molestaba en ir a fiestas en
casas. Hice algunas apariciones, trayendo a uno o dos amigos del club,
apreciando el círculo de espacio que todos me daban cuando entramos.
Excepto que el alcohol hizo que algunas de estas chicas fueran un poco más
valientes, y se acercaron tranquilamente para hablar. Después de unos
cuantos tragos, me encontré follándolas en una habitación libre o en algún
lugar atrás (¨¡Apurate, Hayden!¨ mi papá siempre me decía, consejo que
tomé en serio), y al día siguiente me miraban expectantes como si hubiera
hecho algún voto o les debiera algo.
No era un idiota, pero nunca les prometí una mierda a estas chicas, y
había escuchado rumores sobre las tonterías que intentaban hacer con los
jugadores de fútbol. Cal Riggs, el mariscal de campo y capitán del equipo de
baloncesto, fue sorprendido por una chica usando un condón endeble. De
hecho, le había hecho un agujero. Afortunadamente nunca me follé a esa
chica. Ella paseaba con el resto, con su estómago hinchándose lentamente,
y supe que nunca dejaría que una de ellas me atrapara de esa manera.
Honestamente, debería haber sido arrestada.
Una vez más, más para respaldar mi política general de “déjenme en
paz”. Fue entonces cuando pasé a jugar solamente con chicas de otras
escuelas, lo que al parecer solamente hizo que las de aquí fueran aún más
decididas.
No fue hasta que una pequeña figura entró en la cafetería que las
chicas apartaron la mirada, lanzando miradas sospechosas a la persona
fuertemente vestida mientras deambulaban a lo largo de la pared, buscando
un lugar para sentarse, antes de susurrar entre ellas como las hienas que
eran. ¿Por qué, de todas las chicas que hay en el mundo, me las follé a ellas?
Porque eres un adolescente cachondo, Hayden, ¿Qué otra razón hay?
Abrí los ojos para echar un vistazo a la señorita Madeline King, el
nuevo foco de los chismes de la escuela. Pero estaba completamente oculta
debajo de la sudadera con capucha azul marino más grande que había visto
en una chica, con pantalones holgados, agujeros en las rodillas y un par de
zapatos viejos que parecían estar a punto de desmoronarse por completo.
No me sorprendió. Sabía todo sobre Phoenix House. Si los rumores sobre
dónde había vivido antes y lo que le había sucedido eran ciertos, entonces
la habían apartado del cuidado de su familia.
Observé discretamente mientras ella avanzaba apresuradamente
hacia una mesa vacía adyacente a la mía, de espaldas a la pared. Debajo de
la capucha, pude distinguir su barbilla y sus labios rosados, que estaban
muy apretados. Su rostro se giró para comprobar una entrada de la
habitación y la salida de emergencia del otro lado, antes de abrir el sándwich
que había traído y darle un pequeño y tímido mordisco. Me recordó a una
ardilla asustada... pequeña, alerta, con una especie de aura inocente a su
alrededor.
45
Lo que sea...
Pasé una mano por mi cabello oscuro y ondulado y bostecé, deseando
que este día ya hubiera terminado. Quería llegar a casa y trabajar un rato
con papá en el garaje. Sentarme en silencio con él era uno de mis pocos
lugares felices. En ocasiones, Maverick se unía a nosotros y yo lo vigilaba
para asegurarme de que no se metiera con las herramientas eléctricas o algo
así. El chico era un huracán andante, se metía en cada puta cosa. A mis
hermanas, que ahora tienen doce y diez años, no les importaban en absoluto
los autos y las motocicletas, así que seguían a mamá por toda la casa como
pequeñas sombras, aunque últimamente Charlotte se estaba maquillando.
Resoplé ante la idea de que le gustaran los chicos. Dios ayude a cualquiera
que intentara venir a husmear. Yo los asesinaría.
Desde la mesa donde estaba sentada Madeline King, se unió a ella
una de las chicas que reconocí como residente de Phoenix House, Andrea
Walsh. Su cabello pelirrojo estaba recogido hacia atrás y le sonrió a su
compañera de casa antes de hablarle en voz baja y tomar asiento a su lado.
Pobre Andrea… la mierda que había soportado me ablandó un poco. La
mayoría de las chicas de Phoenix House lo hacían. Ya tenían suficiente
mierda con la que lidiar y estaba bastante seguro de que la mayoría, si no
todas, me tenían miedo. La nariz torcida y la boca llena de cicatrices de Theo
eran un pesado recordatorio de lo que era capaz. Nadie necesitaba saber que
las “Chicas Phoenix” eran otra razón por la que iba a fiestas, así podía
asegurarme discretamente de que nadie se aprovechara de ellas. Como
aquella vez, que la pobre Andrea se convirtió en la víctima... Me había
saltado esa fiesta.
Pensé en mi madre y su pasado. Que me condenen si dejo que eso le
pase a otra persona si puedo evitarlo. Desafortunadamente, no pude asistir
una vez y fue entonces cuando Andrea se convirtió en una víctima.
Otra cosa que distinguía a las niñas que se quedaban ahí era que eran
muchísimo más amables que la mayoría de los niños que provenían de
hogares estables. Como el abuelo J apoyaba el lugar, mi mamá y mi papá
me hicieron voluntario allí paleando nieve en invierno o cortando pasto en
verano. A mamá también le gustaba hornear galletas y cosas así para las
niñas y de vez en cuando pasaba para registrarse. Cuando finalmente tuvo
que dejar de enseñar ballet en el estudio local debido a un problema en su
rodilla, dedicó cada vez más tiempo a Phoenix House.
Me levanté de mi silla y me di la vuelta, consciente de cualquiera que
mirara en mi dirección, pero ignorándolos a todos, aunque permanecí muy
consciente de las dos chicas Phoenix sentadas juntas, susurrando, con sus
cabezas inclinadas sobre su comida.
—... no hay mucho que ver, hermano... demasiado material...
—... ella es demasiado flaca. Mi enorme polla la partiría por la mitad.
46
Las crudas palabras dichas por los chicos de mi escuela resonaron en
mi cabeza mientras miraba en su dirección, tratando de echar un vistazo a
su rostro, pero su capucha permaneció en su lugar, ocultándola de la vista.
No es gran cosa. No es que realmente me importara. Simplemente tenía
curiosidad por la chica nueva, como todos los demás.
Y, sin embargo, cuando pasé por su mesa, una voz en mi cabeza me
gritó que volviera a mirar. Dudé, detuve mi paso, y cuando lo hice, ella se
encogió sobre sí misma, como si caminar demasiado cerca la hiciera sentir
incómoda. Quería poner los ojos en blanco, pero algo en la forma asustada
en que se comportaba me hizo detenerme por un segundo antes de
obligarme a seguir adelante. Si ella iba a encogerse y evitarme como los
demás, era solamente una persona menos por la que debía preocuparme.
Ahora, Theo Hebert… era alguien que siempre me tenía en guardia. Sabía
que quería vengarse por haberle jodido el rostro. Aunque había sido hace
años, sabía que no había terminado entre nosotros, y cuando pasé junto a
él y sus amigos, estaban callados y cautelosos cuando pasé. Pero nadie se
movió ni lo siguió. Supongo que no sería hoy.
En educación física, al estar tan cerca del final del año, nos quedamos
prácticamente solos con opciones para elegir. Podíamos salir para participar
en cualquier actividad organizada en el gimnasio o usar la sala de pesas en
el segundo piso que daba al gimnasio. Siempre elegía hacer pesas, ya que
Theo y los demás casi siempre salían. Aun así, cuando entré en el pequeño
y maloliente espacio, me decepcionó ver que estaban aquí, solamente que
estaban reunidos a lo largo de las ventanas de vidrio del piso al techo,
mirando a los estudiantes que decidieron hacer algo adentro. Ignorándolos,
me moví al otro extremo de la habitación, donde podía ver a todos detrás de
mí en el espejo mientras hacía mis ejercicios.
Cuando pasé junto a Theo y sus compinches, pude escucharlos
murmurar con entusiasmo:
—Mierda... ¿Quién sabía que había eso debajo de toda esa ropa?
Madeline King.
Por alguna razón, mi interés se despertó nuevamente. ¿Por qué tenía
tanta curiosidad por esta chica? Normalmente, no me molestaría, pero esa
pequeña figura nadando con ropa de gran tamaño seguía llamando mi
atención por alguna razón. Mirando hacia abajo, me di cuenta de que los
profesores de educación física estaban preparando a esas pobres para los
sprints. Esas chicas eligieron mal hoy. Podía distinguir a las chicas
habituales que siempre preferían quedarse adentro, seguidas por los 47
estudiantes agotados que preferían el gimnasio con aire acondicionado al
sol abrasador. Pero al final de la fila, más cerca de la salida de emergencia,
había alguien nueva, y en el momento en que la vi, me quedé helado...
Llevaba la típica diadema de gimnasio que regalaba la escuela, algo
que todos teníamos que usar al sudar. Sudadera o pantalón corto azul
marino, sea cual sea nuestra elección, y una camiseta roja con un osito en
la parte delantera. Llevaba sudaderas y una camiseta, pero debido a que la
escuela le asignó esta ropa, no le quedaban nadando, sino que le quedaban
más ajustadas. Sin capucha para ocultar su rostro y con el cabello recogido
en una cola de caballo, finalmente quedó expuesta para que todos la vieran.
Tenía los ojos muy abiertos, e incluso desde aquí pude ver lo tristes
que estaban. Tenía el ceño fruncido, creando una pequeña línea en su
frente, mientras observaba con cautela a las personas a su alrededor como
si tuviera miedo de que la atacaran. Su boca estaba llena, haciendo
pucheros como la mía, pero mientras la mía naturalmente caía en una
especie de sonrisa, la de ella estaba tensa como si estuviera apretando la
mandíbula. Estaba pálida, su cuerpo era pequeño y su cabello era rubio
oscuro con un poco de onda.
Y sin embargo…
Me encontré mirándola también, al igual que los demás. No sé por qué
seguí mirando, observando mientras ella se estiraba. Parecía incómoda por
estar tan expuesta mientras se quitaba la camisa del frente y los costados,
estirando la tela como si odiara cómo se pegaba a su piel. Cuando se quedó
quieta, con los brazos cruzados ante el cuerpo, abrazándose a sí misma,
alejándose con la esperanza de pasar desapercibida. Lástima para ella que
había llamado la atención de prácticamente todas las personas a quince
metros de ella, incluyéndome a mí. Cuanto más la miraba, más
extrañamente familiar me parecía, y pensé en lo mucho que me gustaría
verla sonreír. Extraño…
En el momento en que ella giró su rostro, salí del extraño trance en el
que había caído. ¿Qué demonios fue todo eso?
Sacudiendo la cabeza, volví a las pesas, concentrándome en mi
respiración y postura mientras las levantaba, a la vez que escuchaba y
observaba a todos los demás en la sala, sin querer que me pillaran
desprevenido. Supongo que eso era algo que la señorita Madeline King y yo
teníamos en común... no confiábamos en nadie de esta escuela para una
mierda.
—Yo me la cogería. Dame una semana y tendrá que usar muletas para
moverse —Theo se rió mientras todos sus amigos se reían disimuladamente.
¡Cierra la puta boca! Esa voz, que había sido sorprendentemente
tranquila últimamente, de repente gruñó en el fondo de mi mente,
despertando con venganza. Sentí esa vieja burbuja de rabia hirviendo de 48
repente estallar en mi estómago ante las palabras de Theo, algo que no había
sentido desde el día que le jodí el rostro. Solamente que esta vez se sintió
más… posesivo. Resentido. ¡Odioso!
Realmente, debería agradecerme por las cicatrices, porque eso
solamente mejoró su imagen de “chico malo” que les gustaba a las chicas.
No dañó su juego en absoluto. Entonces, su deseo de desvestir a la chica
nueva no era sorprendente. Hablaba así todo el tiempo y nunca antes me
había molestado. Pero por alguna razón…
—Amigo, tienes a Sawyer. Ahora es mi turno —dijo Spencer Carr con
un ligero gemido. Él era aún más grande ahora, mientras que Theo era un
poco más bajo que yo y más delgado. Eran el yin del yang del otro, y los dos
eran como reyes en esta escuela. Mientras que Theo era en gran medida el
líder de su pequeño grupo de imbéciles, Spencer era el músculo y atraía
tanta atención como su amigo.
Theo miró a Spencer con su mirada pálida, apartándose de los ojos su
mechón de cabello teñido de azul y sonrió, mordiéndose la comisura de la
boca, sus dientes golpeando el piercing que tenía allí.
—Ambos podemos tenerla. Primero pido yo. No me gusta ser plato de
segunda.
Una vez más, sentí que ese hervor en mi estómago comenzaba a
hervir, ardiendo más, apreté los dientes mientras levantaba las pesas por
encima de mi cabeza, concentrándome en mi rostro en el espejo, los ojos
plateados mirándome detrás de mí, y no a mí mismo. Por un momento, sentí
que sus voces se desvanecían en un segundo plano cuando mis oídos
comenzaron a pitar, el reflejo en el espejo se convirtió en otra persona
mientras esa voz oscura que le gustaba darse a conocer de vez en cuando
me incitaba.
Dale cicatrices como a su amigo… ¡hazlo!
Toma la pesa en tu mano, camina hacia Theo y golpeala con su cráneo.
Luego, voltea hacia Spencer y empuja su rostro contra la ventana de
vidrio hasta que se rompa y los fragmentos se claven en su piel.
Luego tíralos.
Lanzalos por la ventana, Hayden.
Mátalos...
—Bien —Una voz me sacó de mi extraño estupor y sacudí la cabeza,
dándome cuenta de que estaba a segundos de dejar caer las pesas al suelo—
. Si no podemos llegar a ella antes, haremos que Ayla la invite al festival de
primavera —La declaración de Theo resonó en mi cabeza como una horrible
nota desafinada, el sonido me hizo estremecer.
—A ella no le gustará eso —dijo uno de sus amigos—. ¿Ayla? Ella ha
estado tratando de volver contigo desde las vacaciones —y todos se rieron.
49
Ayla... Ella también había estado intentando meterse conmigo. En
cada fiesta a la que asistía, Ayla se acercaba descaradamente para “hablar”,
presionando sus senos contra mi pecho, y una vez incluso pasó su mano
por mi entrepierna antes de sacudirla. La niña tenía problemas de apego.
Pero ella conocía a todos, se metía en los asuntos de todos y tenía la actitud
de un chihuahua enojado. Por tanto, era una de las chicas más populares
de la escuela. Temida por las chicas, utilizada por los chicos y
aparentemente intocable.
Ella era veneno, tóxica. Nada en ella me llamó la atención ni me
emocionó remotamente. El hecho de que yo no estuviera interesado parecía
volverla loca, ya que mi indiferencia ante su presencia siempre la ponía de
mal humor. Ella miraba fijamente mi mesa del almuerzo o intentaba pasar
demasiado cerca en los pasillos, y yo siempre intencionalmente no miraba
en su dirección. En mi periferia, pude ver la forma en que ella pisoteaba con
enojo o miraba fijamente mi desinterés.
—Ella hará lo que se le diga —continuó Theo, con los ojos observando
cómo los sprints comenzaban abajo, los estudiantes corriendo en línea de
una pared a otra, con la esperanza de llegar antes del pitido. Ese era el
objetivo: llegar al otro lado del gimnasio antes de que sonara una explosión
estridente por los altavoces. Y cada vez sonaba con una sucesión más
rápida, lo que significaba que tenías que correr más rápido con cada sprint.
Se trataba de ritmo, y el nivel más alto que alguien alguna vez alcanzó fue
quince, y habían estado corriendo solos durante cuatro etapas. El beep
sprint era un puto infierno.
—Ella tendrá mi polla —Theo habló en voz baja, observando como
Madeline King llegaba al otro lado con facilidad, mucho antes de que sonara
el primer pitido—. Y luego ella tendrá la de Spencer. Y si dice una maldita
palabra al respecto, haré de su vida un infierno. No es como si tuviera una
familia con la que esconderse, ¿verdad?
Mátalo, los ojos plateados me devolvieron la mirada desde debajo de
mis cejas oscuras, furiosos, violentos, ese ardor en mi estómago ahora se
convertía en rabia, ¡Ve allí y mátalo, joder, Hayden!
Lanzalos por la ventana... toma los vidrios rotos y entierralos en su piel,
dibuja en ella… arrástralos por los tobillos y tíralos a las vías del tren... tíralos
al desfiladero de Lockemiere...
¡Dios, joder! Me estaba perdiendo... ¡Estaba perdiendo el control!
Rápidamente, dejé caer el peso al suelo donde golpeó pesadamente
con estrépito sobre la colchoneta, me giré, ignorando a nuestro entrenador
que estaba supervisando, observando por el rabillo del ojo mientras los
demás se alejaban cautelosamente de mí a medida que pasaba. Mi
respiración era errática y tuve que usar todo mi autocontrol para frenarla,
aspirar el aire por la nariz, contenerlo durante dos latidos y luego exhalar,
50
pero no podía dejar de temblar de rabia. Corrí al baño de hombres,
aterrorizado por los pensamientos en mi propia cabeza. Mientras abría el
agua en uno de los lavabos, junté las manos antes de salpicarme el rostro
varias veces. Jadeando por aire, mi cabello ligeramente húmedo y agua
goteando, levanté la mirada para mirarme en el espejo, esperando ver un
monstruo devolviéndome la mirada. Pero era solamente yo. Hayden.
Necesitaba controlarme.
No sé por qué esos imbéciles que hablaban de una chica que ni
siquiera conocía se me metían bajo la piel, y no podía permitirme perder el
control. No otra vez. Mamá y papá habían sido muy claros en que me
expulsarían si ocurría algo parecido a lo que pasó con Theo. Estaba tan
cerca de terminar mi paso por este lugar. No podía arruinar eso ahora. Pero
cada vez que pensaba en ella, una sensación extraña surgía en mi pecho,
retorciéndose incómodamente. Tentación.
Así que salí del gimnasio y me dirigí temprano a los vestuarios para
ducharme solo y cambiarme para la última clase del día, que
afortunadamente era una materia optativa y mi favorita. Fotografía.
La fotografía era fácil, tranquila y podía estar solo. Aunque tuviera que
compartir el cuarto oscuro con otros, éramos libres de deambular solos para
tomar una foto, a veces ofreciéndonos como voluntarios para el periódico de
la escuela para tomar fotografías de eventos deportivos, obras de teatro o
cosas similares. Entrábamos y salíamos de clase, generalmente solamente
dos de nosotros usábamos el cuarto oscuro a la vez, mientras que otros
deambulaban por los pasillos, sentados en uno de los escritorios para
planificar su próximo proyecto o ponerse al día con la tarea. Pero para mí,
esta clase era mi boleto para salir de Ashland para siempre.
Hice todas mis fotografías los fines de semana o fuera de la escuela.
En lo que a todos concernía, no hice nada para esta clase. Solamente mi
maestra sabía cuáles eran mis fotos y las publicó de forma anónima en el
periódico local, ya que solían ser sus favoritas. Quería llevar mi cámara y
viajar, que me pagaran por mis fotografías mientras exploraba el mundo. La
señorita Mills era un poco hippie, así que sabía qué tipo de cosas me darían
una A. Cualquier otra foto que tomara era para mí.
Pero hoy, me senté en uno de los escritorios, trabajando en algunas
matemáticas que me habían asignado para esta noche, con la cabeza
inclinada sobre mi trabajo, mientras solamente unos pocos entraban para
usar el cuarto oscuro o para sacar una cámara. Estaba demasiado
conmocionado por mi ira en el gimnasio y necesitaba calmarme. Así que me
mantuve ocupado con las tareas escolares, ignorando a todos mientras me
concentraba en Geometría. Con la fotografía, hay demasiado tiempo y calma
donde mi mente podría empezar a divagar, y solamente conseguiría volver a
ponerme nervioso.
—¿Disculpe, señorita Mills?
51
Un dulce y tranquila voz me sacó de las interminables ecuaciones y
formas tridimensionales que había estado mirando durante los últimos diez
minutos y me asomé por debajo de mis pestañas para verla... Madeline. Se
paró en la puerta, con los ojos muy abiertos mirando alrededor de la sala de
trabajo casi vacía y su disposición poco convencional de escritorios, pero
también mesas de laboratorio de ciencias, estantes con suministros y la
puerta en la parte trasera con la luz roja brillante que indicaba que la
habitación oscura estaba siendo utilizada.
La señorita Mills sonrió y le hizo un gesto para que entrara; los cientos
de brazaletes de cuentas que llevaba en la muñeca tintinearon.
—¡Entra, entra! Eres Madeline King, ¿verdad?
—Maddy —la corrigió, sonriendo levemente, pero se acercó de
puntillas. Estaba de nuevo en su suéter, aunque la capucha estaba bajada,
su cabello rubio oscuro estaba peinado hacia atrás en una coleta alta, su
largo flequillo enmarcaba su rostro de muñeca.
—¡Maddy! ¡Bienvenida a Fotografía 12! ¿Tengo entendido que eres
residente de Phoenix House? —preguntó la señorita Mills, revisando el
formulario que ella le entregó para que lo firmara.
—Sí, señora —murmuró, abrazando su mochila contra su pecho.
—Muy bien, eso no es problema. Tengo cámaras que presto a los
estudiantes para esta clase. Adelante, elige una del armario —le entregó un
juego de llaves.
Madeline, o Maddy, pareció desconcertada por esta información.
¿Quizás sus otras escuelas no tenían profesores tan confiados como los
nuestros? No lo sabría. Pero ella tomó las llaves, aunque vacilante, luciendo
nerviosa mientras se mordía el labio inferior, llamando mi atención, y
caminó hacia atrás, evitándome.
Eh… eso no me gustó. Y ese pensamiento era jodidamente extraño. Al
igual que esa misma extraña sensación de familiaridad que sentía cada vez
que veía su rostro. Sacudí la cabeza y traté de volver a concentrarme en mi
trabajo de matemáticas, pero todo lo que dijeron la señorita Mills y Maddy
King captó mi atención. Nuestra maestra la ayudó a iniciar sesión en una
de las computadoras del salón y le mostró un programa para enseñarle cómo
usar la cámara que había seleccionado, todo, desde ajustar el enfoque,
configurar el flash y cómo tomar mejores fotografías con él. etc. Echaba un
vistazo a menudo, mirando su espalda mientras ella estaba alejada de mí, y
me encontré queriendo que ella mirara para poder echar otro vistazo a sus
ojos. Esos ojos muy abiertos que parecían tan tristes...
Pero no lo era. Probablemente tenía tanto miedo de mirarme a los ojos
como todos los demás. Eso me dejó un sabor amargo en la boca. ¿Por qué
me puso nervioso?
52
—...buscamos voluntarios para fotografiar la obra de teatro escolar
que se presentará a mediados de junio para celebrar el fin del año escolar.
¡Puedo darte créditos extra!
Me volví a concentrar y escuché mientras la señorita Mills hablaba y
hablaba con Maddy sobre la inscripción en la que me había estado
insinuando fuertemente que participara durante el último mes. Parecía que
ahora estaba tratando de involucrar a la chica nueva.
Observé cómo la señorita Mills continuaba hablando, haciéndole
saber a Madeline King lo que implicaría el trabajo, pero mis ojos
inmediatamente se fijaron en la figura congelada en la silla. Maddy estaba
rígida en su asiento, tan quieta e inmóvil como una estatua bajo la mano
que descansaba sobre su hombro, que pertenecía a la señorita Mills. De
hecho, los hombros de Maddy estaban encorvados, su cabeza inclinada
hacia otro lado, y aunque no podía ver su rostro porque estaba de espaldas
a mí, estaba seguro de que estaba mirando hacia otro lado. Se sentía muy
incómoda con el contacto físico. ¿Cómo nuestra maestra no veía eso?
Quita su mano. ¡Solamente levántate y aparta su mano para que no la
toque!
Dios, esa voz no se callaría hoy, pero al mismo tiempo, me encontré
de acuerdo con casi todo lo que había dicho... especialmente en lo que
respecta a Maddy. Por una vez, no se trataba solamente de anhelar justicia
a través de la violencia... había una necesidad allí. Esa tentación de antes
volvió más fuerte que cualquier sentimiento que haya conocido.
—Claro, supongo —susurró la chica, su voz apenas audible.
—¡Oh maravilloso! Anotaré tu nombre. Tendrás un par de semanas
para acostumbrarte a tu cámara, jugar y practicar —Corrió hacia una hoja
clavada en un tablón de anuncios y garabateó su nombre en una de las
muchas filas vacías—. Así que cuando sea la noche del estreno, estarás lista.
Y también puedes ver la obra gratis, lo cual es fantástico para...
—Yo también lo haré, señorita Mills. —Mi voz sonó antes de que
pudiera detenerla, atravesando la habitación como un cuchillo, y me
encontré frente a una señorita Mills bastante sorprendida.
—¿En serio, Hayden? —Parecía sorprendida cuando se detuvo, con el
lápiz suspendido sobre la hoja. No podía culparla por la confusión. Yo era el
mejor fotógrafo de la escuela y ella me había estado persiguiendo durante
semanas para que me ofreciera como voluntario para tomar fotografías para
el periódico de la obra de Shakespeare A Midsummer Night’s Dream. Lo
descarté, ya que no necesitaba los créditos adicionales que venían con el
puesto de voluntario. Pero por alguna razón, ahora me encontré cambiando
de opinión por completo y sin idea de por qué.
—Sí, me vendrían bien los créditos extra —mentí. ¿Por qué mentí? ¿Por
53
qué me inscribí? ¿Qué carajo me pasa?
—¡Excelente! —dijo emocionada mientras anotaba mi nombre debajo
del de Maddy. Lo juro, esta mujer era una bola de energía feliz que
caminaba, hablaba y rebotaba... imposible de apagar—. ¡Ustedes dos
formarán un gran equipo, estoy segura! También podrían familiarizarse con
el teatro.
Maddy se dio la vuelta para recoger su cámara y su raída mochila de
mezclilla. Inclinó la cabeza mientras se ponía de pie y se hacía a un lado,
esperándome. Parecía muy nerviosa, la misma tímida ardilla que había visto
en la cafetería. Mientras metía mis libros y mis cosas en mi bolsa, la señorita
Mills se acercó y volvió a ponerle una mano en su hombro.
—Hayden es un gran fotógrafo. ¡Estás en buenas manos!
La chica se estremeció tan pronto como los dedos de la maestra la
agarraron, pero la mujer mayor aparentemente no se dio cuenta de su
malestar. Maddy se apartó del brazo y salió al pasillo, poniendo distancia
entre ella y la señorita Mills, que todavía no tenía ni idea.
—Ayúdala, ¿de acuerdo, Hayden? —dijo seriamente mientras yo
pasaba—. Estás familiarizado con la cámara que está usando.
—Claro, ¿y señora? —Me detuve en la puerta, sin mirar atrás, y
espeté—: A ella no le gusta que la toque. —Salí para unirme a la figura
solitaria en el pasillo, sin esperar a ver su reacción porque no me importaba.
Debería haber notado que Maddy no se sentía cómoda; debería haberla
tratado con más cuidado, sabiendo que era residente de Phoenix House.
Pero ella no lo había hecho. No debería haber tenido que intervenir como lo
hice.
Cuando me encontré de pie junto a la personita triste, para mi
sorpresa, ella levantó la cabeza. Sus ojos muy abiertos me miraron, con un
destello de… aprecio, aunque estaba mezclado con algo más… como si
estuviera confundida, lo que resultó en una inundación de rosa que fluyó
por sus mejillas. Vi cómo la comisura de su boca se levantaba ligeramente
y me di cuenta de que me había oído. Me encontré perdido en esos ojos...
que eran de un color avellana brillante, tonos de gris y verde combinados
con largas pestañas oscuras abanicándose a su alrededor. Eran unos ojos
tan tristes, pero… también tan hipnóticos y hermosos, que me quedé helado.
Olvidando por qué estaba aquí con ella en primer lugar.
Esos ojos… los conocía. Los conocía, pero… ¿de dónde carajo?
—¿Dónde está el teatro? —preguntó en voz baja, su voz tan tranquila
como siempre.
Mierda... Cierto. El teatro.
—Por aquí —gruñí y me obligué a alejarme, solamente me detuve
cuando escuché sus ligeros pasos seguirme.
54
Más cerca… déjala acercarse…
La quería a mi lado, pero Maddy mantuvo una cuidadosa distancia
entre nosotros, unos tres metros, lo cual era demasiado para mi gusto.
Quizás los otros en esta escuela le habían hablado de mí y ella estaba
aterrorizada. La idea de que ella no quisiera tener nada que ver conmigo,
junto con el hecho de que quería espacio entre nosotros, me hizo sentir
ligeramente irritable. Como si me ofendiera que ella me viera como un idiota
más en este lugar. Ahora bien, ¿por qué diablos debería molestarme eso?
Ten paciencia con ella, Hayden. Ya ha tenido suficiente...
Eso es cierto. Ella era una Chica Phoenix. La única razón por la que
estaba en ese lugar era porque venía de un lugar que nunca entendería. No
podía tratarla como a nadie más. Ella merecía algo mejor que eso. Así que
respeté el espacio que ella puso entre nosotros, caminando casualmente y
con cuidado, mi camino deliberado y preciso para no asustarla. Me pregunté
si le habrían contado cosas sobre mí, sobre lo que le había hecho a Theo,
sobre mi familia. ¿Estaría ya juzgándome?
Ella te sonrió, Hayden. Estás bien. Solamente relájate...
Bien, relájate. Pero todavía la quería más cerca.
—Aquí.
Nos detuvimos ante un par de puertas dobles, una de las cuales
mantuve abierta para ella, recordando lo que mi padre me había enseñado
acerca de ser un caballero. Aunque nunca había hecho esto por las otras
chicas con las que salía, ahora me encontré haciéndolo por Maddy.
La habitación de más allá estaba completamente a oscuras, pero el
teatro siempre estaba a oscuras cuando no estaba en uso. Los ojos de Maddy
cambiaron de ansiosos a repentinamente temerosos, abriéndose como
platos. El poco color que tenía en el rostro desapareció cuando dio un tímido
paso atrás y sacudió fervientemente la cabeza.
—No —dijo en voz baja. Apretó su mochila con fuerza contra su pecho,
casi como un escudo, el terror de entrar en lo oscuro y desconocido se hizo
más evidente a medida que pasaban los segundos.
Incliné la cabeza hacia ella, preguntándome si ella realmente tenía
miedo a la oscuridad, de todas las cosas, y no de mí. Cuando era niño, había
tenido una luz de noche, pero ahora, a los diecisiete años, hacía mucho que
había superado ese miedo infantil. Ella evitó mi mirada, sus ojos moviéndose
en todas direcciones como lo había hecho en el gimnasio, buscando una
salida.
Está asustada… comprenderlo me golpeó fuerte y al instante me
encontré buscando una solución para tranquilizarla. No me gustó ver ese
temblor de aprensión en su rostro. Yo lo arreglaría. 55
Sin decir una palabra, entré primero a la habitación, sabiendo
exactamente dónde iba, encendí la luz cuando la puerta comenzó a cerrarse
detrás de mí lentamente y esperé. Las luces del lugar todavía estaban tenues
y no llegaban a los puntos más oscuros al fondo del escenario, pero esperaba
que fuera suficiente para tranquilizarla.
No la apresures. Déjala venir por si sola.
Justo cuando pensé que no iba a venir, sus dedos atraparon la puerta
justo antes de que se cerrara por completo y miró por la rendija. Era
adorable verla, como un ciervo nervioso, inocente y hermoso pero curioso.
Respiró hondo y abrió la puerta lo suficiente para entrar. Su mochila
todavía estaba apretada contra su pecho, su mirada me encontró casi de
inmediato. Yo estaba parado a un lado, muy fuera de los límites de su
mínimo de tres metros, y ella respiró hondo otra vez, como si se estuviera
asegurando a sí misma que estaba a salvo.
Está a salvo, pensé.
El teatro estaba organizado en tres secciones escalonadas para
asientos, todas inclinadas hacia el escenario de abajo, con cuatro pasillos
que conducían a la plataforma encima de donde ella estaba parada. Yo, sin
embargo, caminé por uno de los pasillos hasta el oscuro escenario de abajo,
sacando mi cámara de mi mochila, que dejé caer al suelo con un ruido sordo.
Luego comencé a tomar fotografías del espacio, esperando que si parecía
que la estaba ignorando ella se relajaría un poco.
¿Desde cuándo me importa si alguien está relajado a mi alrededor?
Pensé, pero descarté el pensamiento mientras la observaba cuidadosamente
por el rabillo del ojo. Bajó las escaleras, deteniéndose aproximadamente a
mitad de camino al final de un pasillo, mirando alrededor de la habitación
con asombro, como si nunca antes hubiera visto un teatro. Éste estaba bien,
para una escuela secundaria. Los asientos eran de una tela de color rojo
intenso, los pasillos estaban forrados con alfombras de color azul y lámparas
doradas se alineaban en las paredes a los lados. Pero a los que mi mamá me
llevó en Ashland eran mucho más extravagantes.
Ninguno de los dos habló mientras yo caminaba lentamente por el
escenario, actuando como si estuviera explorando, aunque ya había estado
aquí muchas veces antes. Solamente quería que bajara un poco la guardia
y pensé que, si actuaba desinteresadamente, ella se relajaría un poco. De
nuevo, ¿por qué me importaba? Pero el silencio entre nosotros era cómodo.
Odiaba la charla sin sentido. Esto era... tranquilizador.
No me di cuenta de que había dejado lo que estaba haciendo hasta
que encontré sus ojos sobre mí y me di cuenta de que había estado
mirándola.
—Es... agradable —dijo torpemente, moviéndose un poco donde 56
estaba.
—Está bien —murmuré y de mala gana me di la vuelta, tomando un
asiento en la sección C, antes de girar hacia la B para hacer lo mismo.
Cuando la miré, levanté mi cámara, tentado a seguir adelante con la toma,
pero me detuve.
—A menos que quieras quedar en la foto, te sugiero que te muevas.
No lo hizo. No sé por qué, pero ella permaneció donde estaba, mirando
en mi dirección, su nerviosismo cambiando. Pude verlo en sus ojos. Su
miedo fue desapareciendo lentamente, convirtiéndose en uno de curiosidad
e intriga. Así que me concentré y tomé fotos antes de girarme y retroceder
hasta la primera fila de asientos para tomar una foto del escenario. No
estaba elevado como el teatro de Ashland, sino que estaba completamente
al nivel de los asientos del suelo, con todos mirando hacia abajo. Me recordó
las fotos que había visto de un coliseo; en lugar de rodear a la audiencia,
solamente ocuparía alrededor de un tercio del espacio.
Ella me observó mientras recorría la habitación, subiendo un pasillo
de escaleras para tomar una foto del escenario, antes de descender para
subir otro. Por alguna razón, saber que ella me estaba mirando era…
emocionante, y encontré que mi corazón latía un poco más rápido ante ese
pensamiento. Conscientemente, me moví, tratando de fingir que no me
importaba cuando, con cada segundo que pasaba, se hacía más evidente
que sí me importaba. Me importaba mucho. Fui cuidadoso con cada paso,
asegurándome de nunca cruzar ese límite que ella había establecido antes,
bajando varios escalones para pasar sin rozarme demasiado, a pesar de lo
mucho que quería hacerlo. Agarré mi cámara para abstenerme de acercarme
a ella.
—Entonces... ¿simplemente vamos a asistir a las actuaciones y tomar
fotos para el periódico escolar? —preguntó tentativamente mientras yo subía
las escaleras más alejadas hasta lo más alto para inspeccionar la habitación.
Dejó su bolsa en uno de los asientos y sacó su propia cámara, jugueteando
con ella con incertidumbre mientras seguía mi ejemplo tomando fotografías
del escenario desde donde se encontraba ahora.
—No el periódico de la escuela, sino el de la ciudad, sí —dije, lo
suficientemente alto como para que ella lo escuchara mientras levantaba mi
cámara y tomaba una foto de toda la zona de asientos, asegurándome de
captarla con el flash—. Será bastante simple. De todos modos, nadie en la
escuela lee el periódico local, así que, si nuestras tomas salen mal, nadie se
dará cuenta.
—La señorita Mills lo hará —dijo pensativamente, dando varios pasos
nerviosos hacia el escenario.
—Sí, bueno… —Me encogí de hombros y tomé otro trago mientras
bajaba—. Es bastante fácil inclinarla a nuestro favor. Y con solamente 57
registrarnos básicamente obtenemos un pase automático, así que no es gran
cosa. —Sabía que tenía habilidad con la cámara, así que incluso si las fotos
de Maddy salían mal, estaba seguro de que las mías ayudarían. Si no,
conocía bien a la señorita Mills y ella siempre ayudaba a los voluntarios. No
teníamos nada de qué preocuparnos.
—Ella parece agradable —aventuró Maddy, girándose en medio del
suelo negro del escenario. El piso crujió debajo de ella, lo cual era un
inconveniente al montar un espectáculo, pero la escuela no tenía los fondos
para arreglarlo. Al verla parada en el escenario, su mirada moviéndose por
la habitación, me detuve para observar cómo ella bajaba la guardia, esos
ojos brillantes observaban las cortinas y los asientos vacíos con admiración.
No pude evitarlo. Cuando se giró para mirar en mi dirección en la sección
de audiencia, tomé otra foto y la capté en un instante. Ella sonrió un poco,
parpadeando fuertemente para aclarar su visión, aunque me decepcionó
verla dar un paso atrás, como si fuera a saltar ahora que estaba
temporalmente desarmada.
—¿Qué piensas?
Dejé que mi cámara colgara de mi cuello mientras me movía entre los
asientos, encontrando un lugar cerca de la pared central trasera. Conversar
con otro estudiante de esta escuela era un poco extraño. Durante mucho
tiempo, había estado en silencio en estos pasillos y aulas, hablando
solamente cuando un maestro se dirigía a mí. Este cambio, bueno, se
sintió… agradable. Cuando pensé en hablar con cualquier otro chico en este
lugar, inmediatamente retrocedí y me di cuenta. No era que fuera agradable
hablar con alguien… simplemente era agradable hablar con ella.
Mientras ella me miraba, volví a levantar la cámara, miré por el visor
y le tomé otra foto. Ella parpadeó de nuevo y sacudió la cabeza, como si
estuviera siendo molesto, y sonreí cuando ella me puso los ojos en blanco.
—Creo que deberíamos asistir a algunos ensayos y hacernos una
mejor idea con la iluminación adecuada.
Ella hizo una mueca, como si la idea de tener que asistir a los ensayos
de una obra de teatro de la escuela secundaria no estuviera en la parte
superior de su lista de cosas por hacer, y no podía culparla. Sin embargo,
verla arrugar la nariz ante la idea era demasiado lindo y me encontré
riéndome entre dientes. Pero estaba tímidamente tratando de encontrar una
razón para pasar más tiempo con ella.
—Lo sé, lo sé… tampoco es mi primera opción sobre cómo pasar la
noche. Si te hace sentir mejor, los chicos del teatro no son tan malos. Puede
que se interesen demasiado en ello, pero yo diría que eso es mejor que esos
mediocres de Shakespeare. —Esperaba poder convencerla, porque lo único
que podía pensar era que se me estaba acabando el tiempo. Y quería estar
seguro de que tendría más que solamente esta clase para pasar con ella. La
campana sonaría en cualquier momento, alejándola de mí, y algo en lo 58
profundo de mi pecho odiaba ese pensamiento.
No la dejes escapar, siseó la voz. Mantenla cerca, Hayden.
Su voz se volvió plana, sonando triste mientras murmuraba:
—Nunca he estado en una obra de teatro. —Lentamente se giró sobre
su lugar, mirando las múltiples cortinas oscuras apartadas. El oscuro
espacio entre ellas conducía a algún lugar detrás del escenario, y ella se
estremeció ante las sombras allí. Tomando un pequeño paso, más cerca de
mí, la noté con aire de confianza.
Síp, le tenía miedo a la oscuridad.
Pero sabes que probablemente haya una muy buena razón para ello,
Hayden.
—No contaría las actuaciones de la secundaria como obras reales —
dije, dejando que mi tono se suavizara. La forma despreocupada y
desinteresada en la que me había estado comportando desapareció mientras
la miraba. Odiaba el desamparo en su voz—. Pero las de la ciudad son
geniales.
—¿Has asistido a actuaciones reales? —Ella frunció el ceño, como si
no hubiera esperado esto de mí. Lo entiendo. No es como si uno esperase
que a alguien que irrumpió en este lugar en una vieja chaqueta de
motociclistas le gustaran las obras de teatro y los ballets.
—Mi madre solía ser bailarina —le expliqué, sentándome en una de
las sillas a lo largo de uno de los pasillos del medio, sacando un pie, tratando
de controlar la extraña sensación protectora que se estaba acumulando en
mi pecho. La sensación de familiaridad se hacía más fuerte cuanto más la
miraba—. Mi papá la lleva a espectáculos de vez en cuando, pero toda mi
familia va al ballet todos los años en Navidad. Es como una tradición. —
Excepto que me había escapado el año pasado... y el año anterior. La manera
en que me sentía en la escuela había comenzado a filtrarse lentamente en
mi vida hogareña a medida que pasaba el tiempo.
Sus labios rosados se curvaron ante eso, como si la idea fuera dulce
y entrañable para ella.
—Me gustaría ver el ballet al menos una vez en mi vida —dijo,
cambiando de tono—. Mi mamá solía poner una película de dibujos
animados de “El Cascanueces” cada Navidad, nuestra pequeña tradición.
Siempre quise ser Clara, ser bailarina y tener mi propio cascanueces que
pasara de ser un muñeco feo, pobre y castigado a convertirse en un príncipe.
Viajaríamos al país de las muñecas y viviríamos en nuestro hermoso reino,
enamorados, victoriosos sobre el Rey Rata y sus ratones… —Su voz se apagó
con tristeza, y nuevamente, esa necesidad de correr hacia ella y consolarla
me abrumaba, incluso mientras me agarraba a los brazos del asiento,
obligándome a permanecer en el lugar.
No la asustes...
59
—Estoy seguro de que mi madre podría conseguirte entradas. —le
digo, manteniendo mi tono ligero y tranquilo— ella es amiga del director.
Maddy sonrió a medias y murmuró:
—Gracias —con voz plana mientras apartaba la mirada de mí para
inspeccionar más el escenario—. Pero no estaré aquí la próxima Navidad…
—murmuró. Me di cuenta de que ella no me creía, y su comentario medio
susurrado acerca de no estar aquí me golpeó como una descarga eléctrica.
¡No dejes que se vaya!
Quizás no era el único que quería algo más que este lugar. Y que ahora
evitara mis ojos era una táctica. Ella pensó que estaba ocultando mis
verdaderos sentimientos. De alguna manera, había perdido credibilidad
ante sus ojos. No me gustó eso. Frunciendo el ceño, juntando mis cejas
oscuras, pude sentir esa llamada oscura inundando todo mi cuerpo. Ese
dolor, ese impulso, cada vez más fuerte y difícil de ignorar, ahora corre por
mi sistema. Su respuesta realmente me molestó, pero no fue su culpa.
Probablemente la habían decepcionado tantas veces que no conocía algo
diferente. Solamente que ella se había abierto un poco conmigo. ¿Fue eso
algo que ella hizo con todos o fui una excepción? Esperaba que fuera lo
último.
La observé mientras bajaba la cabeza y su pie frotaba las pequeñas
equis marcadas con cinta adhesiva en el escenario, símbolos que ayudaban
a los actores a encontrar su lugar en la oscuridad. Pero todo el tiempo que
ella se movió, me senté allí, observando, odiando que ella me viera como a
todos los demás. Quería cambiar eso. Necesitaba suavizar la situación.
Necesitaba que ella viera que yo era diferente. No sabía por qué, pero algo
en esta pequeña y triste figura me atrajo.
Sin embargo, la campana estaba a punto de sonar y casi se me
acababa el tiempo. Ella también estaba parada justo al lado de mi mochila,
y aunque quería estar más cerca de ella, no quería invadir su espacio.
—Maddy —la llamé.
Levantó la vista ante el sonido de mi voz, solamente para encontrar
mi cámara apuntando directamente hacia ella, el flash cegó
momentáneamente el espacio. Se frotó los ojos antes de alzar una ceja como
si fuera oficial… ahora estaba clasificado como una mierda en sus ojos, pero
no me importaba. Fue divertido burlarse de ella. Sonriendo, comencé a bajar
las escaleras hacia ella, moviéndome lenta pero deliberadamente en
dirección a mi mochila. Su irritación desapareció rápidamente cuando se
dio cuenta de que le había estado advirtiendo de mis intenciones, y se alejó,
avanzando por el otro pasillo hacia su propia bolsa, aunque se movió con
menos velocidad y precaución que antes. Era un ritmo más confiado, como
si supiera que darme la espalda no era algo por lo que debiera preocuparse.
60
Eso al menos me hizo sentir mejor. Quizás aquí se estaba formando
un poco de confianza. Solamente necesitaba moverme lentamente y ser
consciente de con qué se sentía cómoda. Mientras la voz en mi cabeza rugía,
prácticamente gritándome que me acercara y cerrara el espacio, obligué a
mis pies a frenar, a contenerme, mantener y respetar el espacio que ella
necesitaba. Mi mano apretó con fuerza mi cámara, mis entrañas se
retorcieron como si pudiera estar un poco enferma, mientras luchaba como
el infierno contra la atracción oscura.
Maddy agarró su bolsa y guardó con cuidado su cámara sin usar antes
de volverse hacia mí. Lo sostuvo sin apretar en sus manos, ya no lo usaba
como escudo, y las comisuras de su boca se curvaron un poco, la vista
levantó un poco mi corazón. Pensé que diría algo, pero en lugar de eso, dudó
solamente unos segundos antes de darse la vuelta y subir el resto del
camino, dejándome solo en la habitación grande y vacía sin nada más que
el sonido de mi sangre corriendo en mis oídos mientras mi corazón se
aceleraba al ver esa hermosa sonrisa.
No escuchar los impulsos más oscuros en mí había sido agotador,
física y mentalmente. Necesitaba un respiro rápido. Esta chica estaba
seriamente jodiendo mi mente y no tenía idea de por qué. Lo único que sabía
con seguridad era que no quería asustarla ni arruinarlo.
Ya la conoces, Hayden.
¿Pero cómo? ¿De qué la conozco? Apreté los dientes y agarré mi propia
bolsa, recordándome que debía ser amable con mi preciada cámara
mientras la guardaba. Tal vez más tarde, una vez que las revelara, podría
mirar las fotos que le había robado y tal vez, con suerte, algo encajaría.

61
Capítulo Cinco

Maddy paranoica.
Maddy asustada.
Maddy solitaria.
Maddy mentirosa.
—Shhhh... Sé una buena chica y quédate quieta, Maddy —Su cálida
mano se alejó por un momento antes de que me arrancaran la manta de las
manos. El aire fresco de la noche en la habitación hizo que se me pusiera la
piel de gallina y, aunque intenté retirar el edredón, él simplemente presionó
mi estómago para mantenerme en el lugar. Comenzó a frotar lentos y
enfermizos círculos en mi vientre, y no pude evitar gemir en mi pequeña litera
mientras apretaba a mi osito. La chica que dormía en la cama a mi lado
ignoraba por completo que el hombre de la casa se había deslizado como una 62
criatura en la noche. Su mano comenzó a descender un poco más, sus dedos
empujaron el dobladillo de mi camisón hacia arriba para revelar mis piernas
desnudas, mi ropa interior y mi estómago—. Así es... ¿no se siente bien?
Sacudí la cabeza y cerré los ojos con fuerza. No se sintió bien. Se sintió
mal. Esto no estuvo bien. Esto fue malo. Quería gritar pidiendo ayuda,
esperando que su esposa me escuchara y viniera a salvarme, pero ¿y si eso
lo enojaba y me lastimaba como lo habían hecho los novios de mamá? Mi labio
tembló mientras yacía allí sintiéndome tan confundida e impotente, las
lágrimas se escapaban de mis ojos mientras respiraba fuerte y rápido por la
nariz, tratando de bloquear la sensación de su mano caliente y sudorosa
deslizándose hacia abajo…
Abajo…
Abajo…


—¿Qué dirás si alguien te pregunta si he estado aquí? —Siempre me
preguntaba después.
Estaba acostada en la cama, con las lágrimas corriendo por mis sienes
y mi cabello, mirando al techo, sintiendo que iba a enfermarme. Separé los
labios, pero no pude encontrar mi voz.
La mano del señor Foster apretó mi hombro dolorosamente, sacándome
de mi trance, y me sacudió.
—¿Qué dirás, Maddy? —siseó.
—Diré que nunca sucedió —susurré, con la voz quebrada.
—Así es. Nunca sucedió. Te llamarán mentirosa, Maddy. Nadie te
creerá. ¿Lo entiendes? Serás una mentirosa.

—¡Ten cuidado!
Un hombro empujó bruscamente el mío, la fuerza me envió volando
de lado hacia un casillero. Sorprendida, miré al causante, era un chico que
reconocí de mi clase de ciencias sonriéndome. Entonces se me ocurrió que
no solamente me había empujado, sino que lo hizo a propósito. Todos sus
amigos se reían a carcajadas como un grupo de matones, lo que me confirmó
que esto había sido planeado. Saber que me había agarrado, tocado, envió
una ola de náuseas a través de mi sistema, y quise vomitar en ese mismo
momento sobre sus zapatos de aspecto caro.
Me tocó...
En la escuela ayer y hoy, había vuelto al modo de supervivencia, pero
me sentí aliviada al encontrar que todos más o menos me dejaban en paz,
hasta ahora. Había sido solamente ese percance con la señorita Mills,
63
aunque seguía recordándome que había sido inofensivo. Inocente. Y aunque
no me gustaba su mano sobre mi hombro, seguía recordándome a mí misma
que ella no era una amenaza. Ella no estaba tratando de lastimarme, pero
aun así me estremecí. Fue solamente una reacción reflexiva. No pude
evitarlo. La señorita Mills no pareció darse cuenta y estoy segura de que
nadie más lo habría visto como algo más que un gesto amistoso.
Pero Hayden lo había visto.
Por alguna razón, ese conocimiento hizo que mis entrañas saltaran de
emoción con un sentimiento extraño y desconocido, recordándome cómo me
sentí en el teatro con él cuando lo sorprendí mirándome. De hecho, mis
mejillas se sonrojaron al recordarlo.
Excepto que ahora estaba sola y mi espacio personal había sido
violado. La historia de mi vida...
En un instante, todos mis recuerdos de los toques, los manoseos, los
besos humedos que habían buscado mi carne; toda la atención no deseada
regresó rápidamente. Entonces, mientras miraba fijamente los ojos negros
de este chico, sentí que todo mi cuerpo comenzaba a temblar. Apreté la
mandíbula mientras luchaba por mantener la compostura. Pero verlo reír
con sus amigos, la sonrisa cruel en su rostro fue como si hubiera echado
sal en mis heridas. Miré a los otros chicos y, aunque algunos fruncieron el
ceño, no intervinieron. Algunos otros, como ese chico de cabello azul y su
grupo de amigos, estaban descansando en sus casilleros cercanos y
observaban con interés. Probablemente esperando a ver qué haría. Las
chicas que normalmente salían con ellos también eran cercanas, algunas de
ellas miraban furiosamente al grupo que me había abordado, mientras que
otras parecían ligeramente curiosas, como si estuvieran a punto de ver un
aburrido programa de televisión.
—Tengo que decirlo —el chico de cabello negro se quitó el fino y oscuro
flequillo de sus ojos y me sonrió—. Esa sudadera con capucha que llevas
puesta no esconde nada debajo. Decepcionante… —Se rió con sus amigos.
Agarré mis libros con fuerza, mi rabia se revolvía en mi estómago
mientras cantaba repetidamente en mi cabeza: No seas una víctima, Maddy.
¡No seas la víctima! ¡Defiéndete a ti misma! ¡Defiéndete!
Quería ser valiente. Quería pelear. Quería acercarme a ese imbécil
engreído y usar mi libro de ciencias para aplastarlo en su rostro. Quería
gritarle y decirle lo asqueroso que era, que básicamente me había agredido,
que se había metido con la chica equivocada y… y…
Y no pude.
Mi corazón acelerado, mis manos temblorosas, la forma en que podía
escuchar mi pulso en mis oídos y los recuerdos que surgían y chocaban
ruidosamente como olas en mi cabeza me congelaron. No podría hacerlo. Y
eso me hizo sentir peor que cualquier otra cosa. Con una respiración
64
irregular y entrecortada, incliné la cabeza, con las mejillas rojas, y apreté
los labios con fuerza mientras luchaba por mantener la compostura.
—Lo siento, muchachos —se rió, levantando una mano y haciendo un
gesto a todos para que lo siguieran—. Es una pena. Parecía como si tuviera
algo que valiera la pena debajo de todas esas capas. Lástima. —Y se alejó
con su grupo siguiéndolo, pero no antes de que me lanzaran sonrisas
pomposas como si me hubieran engañado. El pasillo comenzó a despejarse
mientras yo permanecía donde estaba, sintiéndome atrapada en el lugar,
todavía tratando de controlar mi respiración.
Cerré los ojos y conté hacia atrás desde diez, inhalé lentamente,
contuve la respiración y luego exhalé. Me concentré en relajar primero los
dedos de las manos y los pies, luego las rodillas y los codos. Cuando llegué
a cero, ya había sonado el timbre, y esperaba encontrarme sola... pero no
fue así.
Hayden estaba allí. Tenía los puños metidos profundamente en los
bolsillos de su chaqueta de cuero, la tela tensa y la mandíbula apretándose
y abriéndose una y otra vez. Su cabello oscuro colgaba sobre sus ojos,
desordenado y esparcido sobre su rostro de una manera que encontré que
le convenía. No lo había visto entre la multitud, pero allí estaba, de pie junto
a la puerta de la escalera frente a mí. Sus cejas oscuras estaban fruncidas
como si hubiera presenciado todo el asunto y lo hubiera encontrado
desagradable. Rápidamente evité mirarlo a los ojos, pero aún podía verlo en
mi periferia. ¿Por qué seguía aquí?
—¿Estás bien? —preguntó con voz firme y tranquila.
Lo miré nerviosamente, notando eso, a pesar de cómo sonaba. Incluso
en ese momento, con mis nervios revueltos, me encontré admirándolo.
—Sí, estoy bien...
Se enderezó desde donde estaba apoyado contra el marco de la puerta
abierta cuando vio que me estaba calmando, sus ojos se deslizaron en la
dirección donde ese tipo y su grupo habían desaparecido.
—¿Te tocó?
Hice una mueca al pensar en la mano que se había levantado tan
rápidamente para presionar mi pecho antes de empujarme, la sonrisa cruel,
las palabras que golpearon tan fuerte como el impacto en el casillero...
Parecía que tenía algo que valía la pena debajo de todas esas capas.
Lástima.
Sin decir palabra, asentí e incliné la cabeza, sorprendida de haberlo
admitido.
Maddy mentirosa. Maddy paranoica... inventando historias para
llamar la atención. Tratando de meter a la gente en problemas. Una niña 65
problemática. Mentirosa compulsiva. Fantasías paranoicas…
—¿Fue algo más que un simple empujón? —preguntó, su voz aguda y
cortante. Sin embargo, sabía que cualquier disgusto que escuchara en su
tono, la ira latente que podía sentir en él no estaba dirigida a mí. No sé cómo
ni por qué lo supe; solamente lo sabía.
Aun mirando al suelo, asentí de nuevo y respiré temblorosamente,
obligándome a no llorar delante de él.
—Me dije a mí misma que no volvería a ser una víctima —admití, las
palabras cayeron de mis labios antes de que pudiera detenerlas. ¿Por qué
me encontraba abriéndome a este chico extraño? Era como si no tuviera
control sobre el desborde de palabras. Yo simplemente… comencé a decirle
cosas. Cosas que nunca hablé con nadie—. Supongo que fallé.
Por el rabillo del ojo, pude verlo sacudir la cabeza con vehemencia
mientras volvía su atención a mí.
—Acaba con ese pensamiento ahora mismo —susurró intensamente
antes de mirar de nuevo hacia el pasillo vacío. Su vehemencia me tomó por
sorpresa, pero no de mala manera. Sonaba... ¿Protector? ¿Es eso lo que fue?
No podía estar completamente segura. Inhaló un largo y constante suspiro
antes de continuar—: Desafortunadamente, no creo que los demás lo vieran
agarrarte. Si te hubieras acercado y le hubieras golpeado o algo así delante
de todos, eso sería suficiente para meterte en problemas.
Dio un pequeño paso hacia mí, pero no me inmuté. Me quedé donde
estaba, con la cabeza gacha y los ojos fijos en el suelo. Cuando no reaccioné
a su paso, Hayden dio otro y luego se detuvo nuevamente. Y luego tomó otro.
Solamente cuando sentí que su altura me eclipsaba, respiré rápidamente
con inquietud y él se detuvo a dos pasos de distancia. Sus manos todavía
estaban en sus bolsillos, su mirada sobre mí, imperturbable por mi reacción.
—Aprendí que si quieres que alguien pague, si quieres justicia,
entonces debes esperar… Tener paciencia —bajó la voz tan suavemente, que
si alguien saliera de alguna de estas aulas, no podría escucharlo. Sus
palabras fueron solamente para mí—. Ten paciencia, Maddy. Verás que
pronto se hará justicia. Lo prometo —él me prometió.
Lentamente, dejé que mis ojos se dirigieran hacia él, deseando no
estar tan nerviosa. Sin embargo, en el momento en que me encontré con su
mirada plateada, enmarcada por esas largas y oscuras pestañas, me sentí
inmediatamente atrapada en una red. Me sorprendió lo únicos que eran en
su tono... como un espejo o la hoja de un cuchillo. No parecía justo que
alguien fuera tan… hermoso.
Hayden me miró a los ojos, haciéndome sentir como si pudiera ver
directamente mi alma, y comencé a temblar por otra razón. La comisura de
su boca se levantó un poquito, la más pequeña de las sonrisas, y murmuró
de nuevo: 66
—Lo prometo. —Luego se dio la vuelta y se alejó, dejándome sola en
el pasillo vacío.
Algo sobre Hayden me llamó la atención. ¿Por qué sentí como si nos
hubiésemos conocido antes? A pesar de que anoche me devané los sesos
una y otra vez, la mayoría de los recuerdos de mi infancia estaban tan
abrumados por mi destructiva vida hogareña que apenas podía recordar
cómo era ir saltando de escuela en escuela. Los rostros de los niños se
mezclaron, todos eclipsados por la agitación que sufrí fuera del patio de
recreo.
Pensé de nuevo en ayer y en cómo Hayden se había movido por el
teatro mientras yo estaba en medio del escenario, sintiéndome como una
mosca atrapada en medio de una red, impotente, fuera de su elemento, la
araña dando vueltas, esperando una oportunidad para saltar. Solamente
que no me había asustado tanto como pensé. Estar a solas con alguien en
un espacio semiiluminado, con esa persona interponiéndose entre la salida
y yo. En cualquier otro momento, habría tenido un ataque de pánico total,
solamente que con Hayden fue diferente.
A ella no le gusta que la toque… se había dado cuenta.
Cuando me negué por primera vez a entrar al teatro, pensé que mi
comportamiento extraño e inusual le extrañaría por completo. Hayden, sin
embargo, no me miró como muchos otros lo habían hecho antes. Parecía
confundido, pero curioso y luego decidido. Él entró primero y encendió las
luces. Esa consideración me ayudó a reunir suficiente fuerza para mover
mis pies e ir tras él. Había mantenido una distancia entre nosotros,
calmando aún más mis nervios, y también tuve la sensación de que era
totalmente consciente de ello. No fue por casualidad. Pero él nunca me
cuestionó ni me hizo sentir tonta por necesitarlo en silencio.
A ella no le gusta que la toque… sus palabras resonaron en mi mente
una y otra vez.
Su voz era profunda, oscura, pero podía sentir algo allí. Una pizca de
calidez, como un toque de chocolate derretido. Sabiendo que me había
estado observando, que podía ver mi incomodidad con la señorita Mills y
había decidido abordarla... Podía sentir mis mejillas sonrojarse ante el
recuerdo y solté un largo y profundo suspiro. Los latidos de mi corazón
comenzaron a disminuir, pero todavía sentía la misma sensación de
nerviosismo en el estómago de antes cuando pensé en la figura oscura y
solitaria que se movía sola por los pasillos. Fue pensando en él que
finalmente descubrí que podía respirar de nuevo.
Pensé en la belleza del teatro escolar. Ese edificio claramente tenía
dinero invertido, a diferencia de las otras escuelas a las que había asistido
en el pasado. Además, mi madre nunca pudo permitirse el lujo de llevarnos
a ningún lugar así, aunque algunas veces logró reunir lo suficiente para
llevarme al cine, pero el cine al que habíamos ido estaba sucio y en ruinas.
67
Cuando era niña, nunca me di cuenta ni me importó. Estaba emocionada
de salir, comprar palomitas de maíz y ver una película. Pero al estar aquí
ahora, en este hermoso lugar, esos recuerdos ahora solamente me
recordaron cuán terrible había sido nuestra situación.
Solamente me volví más consciente de ese hecho cuando Hayden me
tomó varias fotografías. Aunque el flash cegador había comenzado a volverse
un poco molesto después de un rato, de repente me di cuenta de que en
realidad nunca me habían tomado una foto. Mientras crecía, mamá no me
había llevado a sentarme en el regazo de Santa, y para entonces, el teléfono
que usaba era un objeto endeble y desechable que recargaba cada vez que
tenía dinero disponible... es decir, dinero que gastaba en drogas u otras
tonterías. Que él tomara esas fotos había sido diferente pero divertido.
Quería ver cómo quedarían, pero probablemente las borró después. No lo
culparía. Eso no era parte de la tarea. Yo estaba en el camino y tuve la
sensación de que él simplemente disfrutaba burlándose de mí con el flash.
Pero luego me tomó por sorpresa al contarme sobre su madre y su
tradición familiar en Navidad. Escuchar a un chico como él, uno con una
disposición aterradora, que vestía una chaqueta de motociclista y parecía
moverse por la escuela como un temido boogeyman, hablar sobre ballet
como si no fuera nada de qué avergonzarse era extraño. Pero en el buen
sentido. Eso decía mucho sobre su confianza y cómo veía el mundo...
diferente a sus compañeros.
“Estoy seguro de que mi madre podría conseguirte entradas —dijo—
ella es amiga del director.”
Fruncí el ceño al recordar esas palabras. A lo largo de los años, la
gente me ha hecho promesas muchas veces; tiritas, las llamé. Sutilezas para
tapar un momento de incomodidad, promesas vacías.

No me veas... no me veas... no me veas...


—Oye, chica nueva.
Me deslicé un poco en mi asiento, con la cabeza todavía inclinada
sobre mi bandeja de comida, con la capucha puesta con la esperanza de
esconderme del mundo. Excepto que mi deseo no se hizo realidad. Cuando
escuché la aguda voz femenina, me sentí un poco tranquila antes de levantar
la mirada. Me encontré mirando los brillantes ojos azules de una chica rubia
muy bonita que vestía un uniforme de porrista en rojo y azul. Ella estaba al
otro lado de la mesa con otras dos personas flanqueándola e
inmediatamente pensé en Mean Girls. Venían de una de las mesas de
enfrente. Las había notado ayer, riendo, charlando, todas hermosas y 68
admiradas, sin duda las chicas populares de la escuela. También estaban
en mi clase de gimnasia, pero no me habían hablado en ese momento.
También estaban en el pasillo antes cuando me acosaron y siguieron
adelante sin hacer nada.
Prepárate, Maddy, pensé, apretando los puños en mi regazo mientras
me enderezaba un poco y me obligaba a sostener su mirada, a pesar de lo
incómoda que me ponía.
—Hola, chica porrista.
Me miró fijamente como un ciervo ante los faros por un momento,
como si estuviera confundida, antes de mirar su uniforme y reírse.
—Oh, sí, estoy en el equipo. ¡Vamos Osos! —Ella aplaudió y levantó
un puño en el aire como si estuviera en el campo actuando para todos. Al
menos ella estaba sonriendo.
Obligué a la comisura de mi boca a elevarse ligeramente, tratando de
imitar su sonrisa, un hábito de reflejar que había adquirido a lo largo de los
años para mezclarme, pero permanecí donde estaba, todavía cautelosa.
—Sí, vamos Osos...
—¿Eres porrista? —me preguntó, su tono aún amistoso y ligero.
Sacudí la cabeza.
—Nunca. No he estado en ningún lugar el tiempo suficiente para tener
la oportunidad de probar algo.
—¡Oh, es cierto! Vives en Phoenix House. —Se sentó frente a mí y sus
dos amigas la imitaron. Mientras retrocedía ligeramente, el banco en el que
estaba sentada crujió por el cambio de peso.
¿Por qué estaba ella aquí? ¿Qué quería?
—Oh, sí. Me acabo de mudar el fin de semana.
Su sonrisa fue reemplazada por una mirada de… ¿simpatía? Creo que
eso es lo que era. Pero por alguna razón sentí que algo parecía extraño. Ella
asintió y miró fijamente alrededor de la cafetería.
—Algunas chicas que viven allí vienen a esta escuela. Aunque
supongo que ya las habrás conocido.
Miré a mi alrededor y reconocí a Sawyer, pero no vi a Andrea por
ninguna parte. De hecho, desde que llegamos a la escuela hoy, ella había
desaparecido. Eh… ¿se habrá ido a casa?
—Sí, nos conocimos. —Desde el otro extremo de la habitación, podía
escuchar a ese imbécil que me había empujado riéndose con sus amigos y
mis uñas clavadas en mis palmas debajo de la mesa.
Lo prometo... 69
Miré a Hayden, que estaba descansando como un rey confiado y
perezoso en su rincón. Tenía el cabello desordenado sobre el rostro, la
chaqueta de cuero puesta y una pierna extendida delante de él. Irradiaba
un aire de autoridad, una advertencia para que los demás no se acercaran,
a pesar de que prácticamente todas las chicas de los alrededores lo
admiraban mucho. Parecía tan distante, tan por encima de los demás, pero
no de una manera engreída o imbécil; más bien… simplemente no
pertenecía.
Cuando él entró en la habitación, instantáneamente me encogí,
esperando que no me hubiera notado. Estaba tímida por lo de antes y por
como me había abierto a él… otra vez. No estaba acostumbrada a hablar
con chicos, ya que normalmente hacía todo lo posible para evitarlos por
completo. Pero en el momento en que pasó, sentí la necesidad de mirar hacia
arriba y mirarlo de nuevo de frente. Para mi sorpresa, ya me estaba mirando
al pasar y cuando nuestras miradas se cruzaron, se demoraron varios
segundos antes de que él se diera vuelta para dirigirse a su mesa. Desde
entonces, ha estado sentado en silencio, observando, como si estuviera
explorando la cafetería y a todos los que están allí, un observador silencioso.
—Bueno, soy Ayla. —La chica echó su cabello rubio sobre su hombro
y sonrió alegremente una vez más.
—Maddy —murmuré suavemente, asintiendo.
—Solamente quería venir y darte la bienvenida. Como líder del Comité
Social Estudiantil, tengo el deber de estar disponible para todos los recién
llegados.
—Eso es amable de tu parte. —Me encontré apartando la mirada de
esta chica, preguntándome qué estaba haciendo. Nadie era tan amable sin
algún motivo oculto. La mayoría de la gente en esta ciudad parecía bastante
amable, pero eso no me tranquilizaba. En todo caso, me puso aún más
nerviosa. Algo en todas las sonrisas, las amables palabras de aliento y las
afectuosas palmaditas en el hombro parecían fuera de lugar. No del todo
falso, pero tampoco del todo genuino.
Hayden no se siente falso… pensé para mis adentros.
—Además —continuó Ayla— el festival de primavera se celebrará
dentro de unas semanas. Es muy importante y todos van, así que puedes
venir con nosotras.
—¡Oh! —Me sonrojé mucho. La idea de estar rodeada de tanta gente,
con sus cuerpos acercándose a mí, me tocó la fibra sensible. Me abracé por
la cintura mientras me encogía sobre mí misma—. Gracias, pero pasaré...
—Podemos llevarte hasta allí —continuó Ayla como si yo no hubiera
hablado—. El clima debería ser lo suficientemente cálido para entonces, así
que si necesitas un vestido de verano te lo puedo prestar. ¡Tengo como cien!
—Ella echó la cabeza hacia atrás y se rió como si esto fuera lo más divertido.
70
Realmente extraño. Miró la mesa con los idiotas que me había encontrado
antes y sonrió ampliamente—. No te preocupes, iremos con Theo y su grupo,
para que Lucas y sus amigos no te molesten.
—¿Lucas?
—Lucas White, el tipo de... eh, ¿esta mañana? —Se aclaró la garganta,
aparentemente un poco incómoda.
Entonces ese era el nombre del imbécil, el que me había manoseado
descaradamente. Lo saqué de mi cabeza, sin querer recordar lo ansiosa que
había estado. ¿Pero quién era Theo? No creo haberlo conocido todavía. Pero
no importó. En general, no me gustaba andar con chicos.
Te sentías bien con Hayden.
—Estoy bien. No me gustan mucho las multitudes...
—Pasaremos a última hora de la tarde o a primera hora de la noche
—dijo Ayla con desdén—. Además, sé que Sawyer y Andrea probablemente
también irán, así que tendrás a tus compañeras de casa cerca.
Tragué fuerte, sintiendo como si un peso estuviera sobre mi pecho.
Tal vez estaría bien durante el día, pero no pensé que quisiera ir a un gran
evento con esta chica y sus amigas. Las multitudes me inquietaban, sin
mencionar que no me sentía bien con ella y su grupo. Ayla era exactamente
lo contrario de mí en casi todos los sentidos: hermosa, con curvas y segura
de sí misma. Por más agradable que estuviera actuando, no pensé que
encajaríamos muy bien.
—No lo sé...
—¡Será genial! —Ella se puso de pie y sonrió—. Te veré en el gimnasio,
¿Okay? —Me lanzó un beso antes de regresar a su mesa con sus amigos.
Solté un suspiro largo y tembloroso, odiando no haber hablado por mí
como lo había prometido. Hundida en mi asiento, sin darme cuenta miré
hacia la esquina donde estaba sentado Hayden. Para mi sorpresa, su
atención estaba completamente centrada en mí, sus penetrantes ojos
plateados me miraban fijamente. De inmediato, mis mejillas se sonrojaron
mientras me giraba apresuradamente, decidiendo que necesitaba un poco
de aire.
Metiendo el resto de mi comida en mi mochila, rápidamente me
levanté y salí corriendo de allí, sin tener más remedio que pasar junto a la
mesa de Lucas. Todos se rieron sin piedad cuando pasé corriendo, pero era
en la otra mesa donde se habían disparado las alarmas en mi cabeza. Había
pillado al chico con el cabello azul, la boca y la barbilla con grotescas
cicatrices mirándome mientras comía, sobre todo cuando Ayla había estado
aquí charlando conmigo. Sin embargo, su amigo, el grande con el cabello
corto y oscuro, me asustó aún más. El tipo me recordó a Hayden, en el
sentido de que no sonreía, no parpadeaba ni apartaba la mirada cuando lo 71
pillaba mirándome. Pero a sus ojos les faltaba vida, y esa falta de calidez me
asustaba más que los demás. Definitivamente no quería ser parte de eso.
Cuando los pasé, sentí esa sensación de hundimiento en el estómago que
siempre aparece entre los hombres en los que no podía confiar.
Los peligrosos. Los malos...
Cuando Ayla regresó con ellos, no tenía ninguna duda de que uno de
estos chicos era Theo, y si ese era el caso, entonces definitivamente iba a
dejar de estar con ellos en el festival.
Como había prometido, Ayla y su pequeño grupo de amigas se unieron
a mí para correr en la clase de gimnasia. Intenté ser paciente con sus
interminables murmullos y preguntas, ya que la mayoría eran un poco más
personales de lo que me sentía cómoda. ¿Era cierto que mi madre estaba
realmente en una institución mental? ¿Nací con una adicción? ¿Conocí a mi
papá? Tuve la sensación de que no estaban tratando de ser crueles, más
bien… ignorantes. Evadí sus preguntas lo mejor que pude, aprovechando
mi velocidad para poner distancia entre nosotras y que se quedaran atrás.
En lo alto, en la sala de ejercicios, vi al mismo chico de cabello azul y
a sus amigos mirando, riendo, con sus voces apagadas detrás del vidrio. A
un lado, Hayden estaba haciendo ejercicio solo. Su mirada estaba fijada en
su reflejo en el espejo, pareciendo tan concentrado que me sentí segura al
levantar la vista de vez en cuando para verlo nuevamente. Era delgado, sí,
pero tenía más definición muscular que los otros chicos, excepto aquel que
era amigo del cabello azul. Hayden parecía más maduro, mayor, como si no
perteneciera a esa sala de chicos que solamente hacían a medias su rutina
de ejercicios, ya que estaban demasiado ocupados mirando a las chicas
trotar por la habitación. Probablemente principalmente para ver sus tetas
rebotar, pensé con disgusto. Nunca me sentí más agradecida de tener copas
más pequeñas que en ese momento. Puede que Lucas se haya burlado de
mis pechos más pequeños, pero no necesitaba su aprobación.
¿A quién le importa si ese imbécil de Lucas se burló de mis pequeñas
tetas? No estoy tratando de impresionarlo. Me dije a mí misma. Que se joda.
—¡Está bien, todoa, descansen y estírense! —gritó la profesora de
educación física después de hacer sonar el silbato.
Jadeando, sintiendo un ligero sudor en la frente, me dejé caer en el
suelo junto a la pared opuesta a la sala de pesas, todas las puertas visibles
para mí mientras pateaba una pierna y sostenía los dedos de los pies,
estirándome. Cuando volví a mirar, Hayden estaba desapareciendo por las
puertas, saliendo antes de lo esperado. ¿A dónde iba?
—¡Dios mío, ¿en serio?! —La risita aguda de Ayla me alertó de su
presencia mientras ella y sus amigas se acercaban a donde yo estaba, riendo
y susurrando. Apenas habían sudado ya que habían caminado más que
cualquier otra cosa, pero tomaron asiento mientras fingían seguir 72
instrucciones, encorvadas o inclinando sus cuerpos, más posando que
cualquier otra cosa. Continuaron riéndose, mirando a los chicos de arriba,
obviamente montando un espectáculo para ellos.
—Claro que sí, Ayla —se rió una de sus amigas—. ¡Te estuvo mirando
todo el tiempo!
Ella puso los ojos en blanco y se burló.
—¡Por favor! Quiero decir, sí, Spencer era bueno, pero Theo... Mmmm,
tendré esa polla otra vez.
Todas rieron juntas, como un coro de hienas, mientras yo inclinaba
la cabeza sobre mis rodillas, eligiendo el silencio porque el tema no me
interesaba. No podrían importarme menos esos chicos. Eso fue hasta...
—Dios, lo que daría por intentarlo con Hayden —mencionó una chica.
Al oír el nombre, mis oídos se animaron.
—¡Ya, claro! Es jodidamente quisquilloso y selectivo. —Ayla parecía
molesta. Me pregunté si eso significaba que la habían rechazado. No era una
persona sexualmente activa, gracias a mi antiguo padre adoptivo y a los
novios de mi madre. Yo era reacia al sexo y siempre había albergado una
asociación más ansiosa e inquietante con él. Pero por primera vez sentí
decepción. Molesta por la idea de que ella y Hayden estuvieran juntos. La
sola idea de que tuvieran algún tipo de intimidad me dolía
sorprendentemente.
—He oído que él y Beth McLeod de Fuller High follaron más de una
vez...
—Sí, bueno, Hayden no se folla a chicas de aquí —contestó Ayla—
además, escuché que estaba súper borracho y probablemente no sabía
quién era ella. Al parecer, estaba gimiendo el nombre de otra persona. —Su
tono era increíblemente sugerente y cambié de pierna, notando que su lado
víbora estaba asomando la cabeza. No pude evitar preguntarme quién era
Beth, la amargura en mi pecho florecía como una trampa para moscas.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó una de sus amigas con sospecha.
—Oye, fue en una fiesta. Había mucha gente alrededor. Me imagino
que podrían oír a través de la puerta. —Sonaba muy engreída.
—No te estaba llamando a ti, Ayla —dijo la primera chica, sonando
molesta.
—Yo no dije eso. Todos los demás lo hicieron —respondió ella con
altivez.
Me encogí ante la conversación y me puse de pie, lista para salir de
allí, pero nuestra maestra nos pidió ayuda para instalar redes de bádminton
para la siguiente clase en lugar de más carreras de velocidad. Cuando 73
terminamos, ya tenía una opinión más que decidida sobre Ayla y su grupo.
Por muy amable que haya sido de su parte intentar incluirme, iba a
encontrar una manera de evitarlas. Algo en su atención y hospitalidad tenía
una parte desagradable, como si algo impuro se aferrara a cada palabra que
decía. Me recordó a algunos hogares de acogida en los que pasé periodos
aleatorios de tiempo. Parecían hermosos y brillantes por fuera, pero una vez
que entré, la realidad me golpeó fuerte en el rostro y no fue tan agradable.
Así que tomé la buena voluntad de Ayla con cautela, permanecí alerta y
cautelosa, y decidí distanciarme lo mejor que pudiera.
—¡Nos vemos, Maddy! —dijo cuando nuestra maestra se despidió
cuando terminé de acomodar mi sección.
—Adiós —murmuré, saliendo del gimnasio lo más rápido que pude.
Me limpié, me vestí y me dirigí a fotografía, preguntándome si hoy estaría
sola en clase o si algunos de los otros estudiantes estarían allí esta vez. Pero,
sobre todo, era un nombre que se repetía en mi mente.
Hayden. Hayden. Hayden.
Ugh, ya basta, Maddy, pensé. Eres tan mala como las otras chicas
tontas.
Ayer había sido educado en el teatro, pero eso fue porque ambos
estábamos trabajando juntos en una tarea para ganar créditos extra. Nada
más. En cuanto a la extraña sensación que nos habíamos conocido antes,
bueno, eso era una quimera. Pero esta mañana en el pasillo…
Lo prometo. La sinceridad en su voz, la forma en que me miraba, la
calidez ardiente que irradiaba detrás de esos hermosos ojos me hizo sentir
más vista que nunca en toda mi vida. Y por una vez no me importó.
Pero no. Me recordé a mí misma que solamente estaba fantaseando,
enamorándome o lo que fuera y que todo estaba condenado al fracaso.
Intenté no dejar que los chicos se acercaran lo suficiente a mí. Mis defensas
subieron. Ningún chico que alguna vez mostró interés en mí fue honorable.
Yo no era más que un juguete, algo con lo que podían divertirse.
Nunca fui nada más…
Simplemente quería graduarme para poder dejar este lugar y hacer lo
que quisiera, no como me ordenaron. Entonces, cuando entré en fotografía,
esperaba ver a Hayden. Me aseguraría de mantener una cuidadosa distancia
entre nosotros, luchando contra ese enamoramiento que estaba cobrando
vida. Lo cortaría de raíz antes de que llegara demasiado lejos. Excepto que
cuando entré y encontré el espacio vacío, salvo por la luz roja que brillaba
para indicar que la habitación oscura estaba en uso, me sentí abatida.
Decepcionada.
La señorita Mills, la única ocupante, no pareció notar el ceño fruncido
mientras me saludaba con júbilo.
74
—¡Maddy! ¿Cómo te fue con Hayden ayer? ¿Seguirás haciendo la
tarea? ¿Crees que has entendido cómo funciona tu cámara?
Sus preguntas vinieron como fuego rápido mientras yo luchaba por
controlar la decepción de no ver a Hayden aquí, a pesar de que literalmente
me había prometido a mí misma que mantendría la distancia para evitar
que mis sentimientos se desarrollaran más.
—Oh, um —dije distraídamente— necesito más práctica con eso, pero
debería estar bien para la producción. —Me senté en uno de los escritorios
vacíos—. ¿Está, eh, Hayden aquí, por casualidad?
Ella sacudió su cabeza.
—Debe estar tomando algunas fotos afuera, a cambio de crédito extra.
Puedes hacer lo mismo si lo deseas. ¿Quieres acostumbrarte a la cámara?
Ella sonrió. Su confianza y fe en sus alumnos eran sinceramente
asombrosas. Ella realmente creía que estaban haciendo tareas para su
clase, cuando lo más probable es que estuvieran haciendo todo lo contrario.
Sin embargo, guardé mis pensamientos para mí y sacudí la cabeza,
preguntándome adónde podría haber ido Hayden. Había dejado el gimnasio
demasiado temprano y todavía estaba desaparecido.
—Haré un poco de tarea y la probaré en el jardín cuando regrese a
casa —murmuré, sacando mi trabajo de ciencias de mi bolso.
—Oh, sí, he visto fotos de ese lugar. —Su sonrisa era tan amplia que
amenazaba con estirar su rostro y partirlo en dos—. Realmente es una
propiedad hermosa. Dale un mes y habrá flores por todas partes. ¡Espera y
verás!
Cuando volvió a centrar su atención en su computadora, dejándome
en paz, solté un suspiro tenso y me hundí en mi asiento, mirando el trabajo
que tenía delante, pero nada de eso tenía sentido. Las palabras se
mezclaron, pareciéndose más a jeroglíficos que a otra cosa. Darme cuenta
de que Hayden no estaba aquí había arruinado completamente mi estado de
ánimo, y saber que un chico no presente lo había arruinado solamente me
hizo sentir resentida. Yo no era la chica que se enojaba por los chicos.
Hayden, sin embargo, era innegablemente hermoso de una manera que lo
elevaba por encima de los demás, y su comportamiento y aire de autoridad
real solamente aumentaban su atractivo. Pero, aun así, nunca antes me
había enamorado de un chico. Siempre me repelieron.
Incluso mientras intentaba concentrarme en mi tarea, seguía
pensando en sus ojos hipnóticos. La forma en que me había hablado, como
la reviví ayer y esta mañana una y otra vez en mi mente. De repente salté
ante el sonido del timbre, dándome cuenta ahora de que había
desperdiciado toda una hora soñando despierta. Frustrada, empaqué mis
cosas y me dirigí al pasillo, caminando hacia mi casillero para tomar mi
chaqueta. 75
Pero cuando deslicé mis brazos dentro de la manga, noté que el
habitual zumbido y alegre charla que normalmente llenaba el aire al final
del día escolar se sentía diferente. La tensión era espesa en el aire, los
murmullos encubiertos y silenciosos, mientras los niños corrían de grupo
en grupo, sus voces zumbaban como una colmena excitada.
—...lo encontraron en el contenedor de basura detrás de la escuela...
—...¡le dieron una paliza!
—¡Escuché que le quemaron las huellas digitales!
—¡Te lo estás inventando!
—¡No, es verdad! ¡La piel estaba en el suelo!
—…Lucas White…
—…estará en el hospital por un tiempo. ¡Necesitará injertos de piel!
—No seas mentiroso…
—¡Tú no seas mentiroso!
¿Qué diablos? Miré de reojo al grupo más cercano a mí, captando
fragmentos de información mientras todos hablaban entre sí, cada uno
tratando de decir lo que tenían por decir.
Lucas White, el tipo que me había tocado antes, había sido encontrado
golpeado hasta los huesos y tirado en el contenedor de basura de la escuela,
con las manos quemadas, demasiado herido y asustado para hablar.
Podía sentir ojos sobre mí, los susurros sobre lo que había hecho esa
mañana aparentemente suficientes para ponerme en la lista de
sospechosos, pero no me importaba. La señorita Mills podría respaldarme.
Había estado en el gimnasio y luego en fotografía, fantaseando con un chico
que nunca tendría. Tuve testigos. Sin mencionar que Lucas había sido
mucho más grande que yo y, por lo que parecía, alguien lo había jodido
seriamente.
Bien.
Cerré mi casillero de golpe una vez que me puse la chaqueta, agarré
mi bolsa y me apresuré a pasar junto a los otros estudiantes que,
sorprendentemente, me evitaron. Parecían aterrorizados, casi aprensivos,
mientras pasaba. ¿Qué demonios? Confundida, los miré solamente para que
desviaran la mirada, como si estuvieran nerviosos por estar cerca de mí o
mirarme a los ojos.
—...Hayden Mathers...
Me detuve en seco, la aparición repentina de él apoyado contra la
pared cerca de las puertas, me quitó el aire de los pulmones. Llevaba su
habitual chaqueta de cuero, la que tiene el parche en el brazo, su bolsa
76
colgada al hombro, un casco de motociclista en la mano, y su atención
estaba centrada por completo en mí. Cuando nuestras miradas se cruzaron,
sentí que toda la charla a nuestro alrededor, toda la gente y la conmoción,
se desvanecía en el fondo, convirtiéndose en nada más que ruido blanco.
Hayden no hizo nada, no dijo nada, el tiempo entre nosotros se
prolongó mucho tiempo. Estaba segura de que habíamos estado aquí
durante una hora, en lugar de solamente unos segundos. ¿Qué estaba
haciendo? Finalmente, asintió, el movimiento fue ligero y rápido antes de
darse la vuelta y marcharse, desapareciendo por las puertas como un
fantasma. Era como si nunca hubiera estado allí. Entonces todo pareció
moverse más rápido que antes cuando el tiempo se apoderó de mí y el ruido
aumentó mientras todos susurraban entre sí.
Pronto verás que se hará justicia, había dicho. Lo prometo.
—Hayden… —susurré, sacudiendo ligeramente la cabeza de un lado
a otro. No, no lo hizo... ¿Verdad? ¿O sí? No tenía sentido. ¿Realmente le hizo
eso a Lucas? ¿Por qué se molestó? Me negué a creer que lo hiciera. Y si lo
hizo, entonces no podría haber sido culpa mía. Debe haber tenido algún otro
problema con el chico y simplemente usó lo que pasó hoy como excusa para
actuar según sus propios sentimientos.
Con cautela, miré a los otros estudiantes, quienes continuaron
rodeándome mientras comenzaban a partir, listos para regresar a casa para
poder hablar en las redes sociales sobre el drama que se había desarrollado
hoy. ¿Pensarían que Hayden hizo esto por mí?
¿Qué pensaba yo?
Si bien todos estaban claramente aterrorizados por él, yo no. Incluso
la idea sangrienta de él quemando las yemas de los dedos de Lucas no me
hizo temblar. El acto fue tan violento y perturbador que cualquier persona
normal se sentiría seriamente trastornada por la noticia, pero yo me sentí
particularmente indiferente ante el sufrimiento que obviamente soportó
Lucas. No me sentí mal por él y ciertamente no le tenía miedo a Hayden.
Simplemente no entendía por qué. ¿Por qué todo esto?
Porque él no te hará daño, Maddy…
No sabía por qué. Yo simplemente... lo sentí. No pude explicarlo. Pero
en lugar de quedarme aquí toda la noche pensando en ello, me moví entre
la multitud, agradecida por el espacio que me daban ahora, y me dirigí de
regreso a Phoenix House, mientras luchaba por contener una pequeña
sonrisa.

77
Capítulo Seis

Era primavera, un par de años después de que mi vida diera un giro


de 180 grados. El suelo estaba muy embarrado, y cuando salí a la hora del
almuerzo, lo único que quería era paz y tranquilidad. Solamente algo de
tiempo para mí. Mi vida se había convertido en un absoluto infierno. Cada
semana, pasaba el tiempo huyendo de Theo y sus amigos, o evitando las
miradas desagradables y los insultos que me lanzaban los otros niños.
Aunque había dejado atrás la escuela primaria, la secundaria resultó no ser
diferente. Me movía entre la multitud todos los días, deseando que alguien
me quisiera. Deseando que me vieran como algo más que un paria, un
fenómeno.
Como ella lo había hecho...
Evité los principales lugares de reunión, como las canchas de
baloncesto y el patio, sabiendo lo que pasaría si me aventuraba allí... los 78
otros chicos me dirían algo desagradable o vulgar, o alguien lanzaría una
piedra, un palo o basura en mi dirección. Aprendí que, si otros se acercaban
demasiado, no saldría nada bueno. Era una trampa. Me agarrarían, me
apartarían bruscamente fuera de la vista de los profesores y las ventanas de
la escuela, y luego me darían una paliza de nuevo. Entonces tendría que ir
a casa y hacer lo mejor que pudiera para ocultarle las marcas a mi madre
lo mejor que pudiera. Si las viera, correría a la escuela y se pondría furiosa.
Luego, los profesores hablarían en sus clases sobre el acoso y sobre como
todos deberíamos ser amables y amarnos unos a otros, blah, blah, blah…
eso nunca sirvió de nada. Nada cambiaría. Una semana después, todo
empezaría de nuevo.
Entonces, la evitaría para ahorrarle a mi madre la angustia de verme
llegar a casa con un nuevo ojo morado, un labio cortado o algo de hinchazón
en la frente. Comencé a alejarme de mi familia, y cualquier tiempo libre que
tenía y necesitaba compañía, lo pasaba con el abuelo J en su casa o en el
club The Lost Souls. Al principio, el abuelo siempre cuestionaba mis
heridas, su ceño oscuro se fruncía con preocupación y angustia, pero yo
siempre esquivaba sus preguntas. Si seguía así, me iría y pasaría el rato
solo hasta que se hiciera tarde y tuviera que irme a casa. Entonces, después
de un tiempo, aprendió a no decir nada y me daba un espacio donde podía
descansar mi mente y mi alma rota.
Y ahora habían pasado ocho días desde mi última paliza. Estaba
cauteloso, sabiendo muy bien que me correspondía. Seguí mirando a mi
alrededor, evité los grupos de chicos y simplemente intenté disfrutar del aire
fresco de primavera. Me quedé cerca de la escuela, manteniendo
cuidadosamente a la vista al supervisor que deambulaba por el lugar.
Estaba recostado contra la pared de ladrillos de la escuela, mirando
hacia el campo de fútbol que bajaba por una corta pendiente. El lugar se
inundaba todos los años en la primavera, por lo que los estudiantes
normalmente lo evitaban hasta que el clima más cálido lo secaba. Mientras
mis ojos vagaban, esa soledad que todo lo consumía comenzó a filtrarse. Esa
pesadez en mi corazón, que se posó sobre mis hombros, me agobiaba. Los
niños pasaban ignorando mi presencia. Nadie me miraría. A nadie le
importó. Nadie quería verme. No, a menos que me estuvieran pateando el
trasero o me encontrara rodeado de los malos de la escuela.
Sentí que se me quedaba el aliento en la garganta, alojándose allí
como si me hubiera tragado una piedra, e ignoré el escozor en mis ojos.
Llorar por eso no servia de nada. Ya había aprendido eso. Sin embargo, a
veces, la necesidad de derrumbarme y gritar hasta que me sangrara la
garganta se volvía abrumadora. Al final, lo sofocaría, ahogándome en mi
dolor para que nadie lo viera. Ocultándolo a los otros, quienes solamente
obtendrían satisfacción al verme quebrado, y ocultándolo a mi familia,
quienes solamente sentirían dolor por mí. Ninguna de esas cosas quería que 79
sucediera. Por lo tanto, llevé mi carga solo.
—¡AHORA!
Me sobresalté, girando hacia un lado justo cuando Theo y sus amigos
doblaron la esquina y me agarraron, arrastrándome cuesta abajo y fuera de
la vista de los profesores. Apretando los dientes, pateé tan fuerte como pude,
retorciendo mis brazos para tratar de liberarlos e intentar golpear a estos
imbéciles en sus feos y jodidos rostros. Comencé a temblar mientras la
adrenalina y mi voluntad de luchar corrían por mis venas como fuego. Dejé
caer la cabeza hacia atrás y grité pidiendo ayuda, pero mi grito fue ahogado
por los gritos y las risas de Theo y sus amigos. Algunos otros chicos los
habían visto agarrarme y corrieron ansiosamente, esperando un
espectáculo, actuando como una pared para ocultarnos de los ojos del
supervisor.
Cada vez que me atormentaban, era la única vez que me veían…
—¡Aquí, por aquí! —gritó Theo, sonando demasiado emocionado.
Fuera lo que fuese lo que habían planeado, sabía que esta vez era algo
diferente. Me di cuenta de que se estaban aburriendo de las tonterías
habituales que desataban contra mí, porque sus golpes habían sido un poco
mediocres últimamente, si era honesto. Los golpes ya no me dolían tanto
como antes y estaba aprendiendo a cubrirme para protegerme, dejando que
mi espalda recibiera la mayoría de los golpes.
Solamente cuando vi a dónde me llevaban sentí una ola de pánico
recorrer mi cuerpo, casi como si agua helada corriera por mi columna, traté
de plantar mis pies en el suelo con la esperanza de detenerlo. Pero Spencer,
el enorme y voluminoso amigo de Theo, me levantó lo suficiente como para
que mis pies se arrastraran por el suelo, y supe que todo había terminado.
Era la víctima… otra vez.
Delante de nosotros se encontraba el campo empapado y fangoso, y
Theo estaba de pie junto a un charco bordeado de montones de barro espeso
y empapado. Todos los demás se rieron estridentemente cuando se dieron
cuenta de lo que esos imbéciles me iban a hacer, y sentí un odio muy amargo
hacia ellos. Ovejas. Malditas ovejas. Todos ellos. Ninguno de ellos venía a
este lugar todos los días, teniendo que mirar por encima del hombro con
miedo. No sufrieron esa dolorosa soledad, el dolor. Para ellos yo no era nada
más que un saco de boxeo.
Yo era más que eso… pensé. Soy más que el hijo de un psicópata…
¿no?
Spencer me obligó a arrodillarme en el barro empapado, el agua fría
se filtró a través de mis pantalones mientras me torcía los brazos
dolorosamente detrás de la espalda y se detenía. Miré a Theo que estaba al
otro lado del charco y apreté la mandíbula. La rabia ardía en mi sangre de
una manera que nunca había conocido. 80
Mátalos, Hayden… susurró la voz.
—No eres más que un perdedor, Mathers. Nadie te quiere aquí —dijo
Theo, sonriendo como el imbécil pomposo que era—. Nadie te quiere. Nadie
te extrañaría si te hiciéramos desaparecer. Así que realmente le estaríamos
haciendo un favor al mundo. Viniste de la mierda, así que te enviaremos de
regreso. —Sus ojos pálidos se dirigieron a Spencer y asintió.
Una mano agarró dolorosamente el cabello en la parte posterior de mi
cabeza con tanta fuerza que pude sentir que algunos mechones se soltaban
y me encontré empujado hacia abajo, directamente hacia el lodo frío, sucio
y acuoso. A pesar de que pateé y luché mientras luchaba por contener la
respiración, no pude encontrar una manera de liberarme.
Mátalos, Hayden, gritó la voz. ¡Mátalos a todos!
Podía oír a los demás vitorear y reír; algunos incluso hicieron eco de
las palabras de Theo mientras me atragantaba en el barro. Incluso hubo
algunas patadas fuertes en mis costados, que solamente sacaron más aire
de mis pulmones. Evidentemente, algunos se habían sentido lo
suficientemente valientes como para atacar a alguien que estaba
completamente a su merced. Sus palabras resonaron en mis oídos cuando
sentí que el mundo comenzaba a girar a mi alrededor, como si estuviera
cayendo en una pesadilla.
—¡Muérete, perdedor!
—Maldito monstruo...
—¡Hayden es un psicópata como su maldito padre!
—...¡Empuja más fuerte, Spencer! ¡Deshazte de la basura!
Mis pulmones gritaron. Saqué las piernas y, aunque tenía los ojos
cerrados, todavía podía ver luces sentelleando detrás de mis párpados. Al
igual que todas las veces anteriores, cuando seguí rezando para que ella
apareciera nuevamente. El ángel que había intervenido una vez antes,
regresando misteriosamente como lo había hecho antes. Su rostro se había
desvanecido con los años y mi memoria era incapaz de mantener unida su
imagen. Aunque la sensación que tuve cuando ella dio un paso al frente por
mí cuando nadie más lo hizo, siempre ardió con fuerza en mi conciencia.
Deseaba que volviera para poder agradecerle, la sensación que tuve
cuando ella tomó mi mano tan suavemente, que finalmente me sentí… visto.
Solamente que ella no estaba aquí, y ahora pude distinguir a Jace
Fogerty gritar alegremente algo imperceptible mientras yo pateaba, casi
seguro de que estaba a punto de desmayarme. Lo estaba. El mareo era
abrumador, mis manos y mi rostro se entumecieron, y lo último que pude
escuchar fue su risa. Sus gritos crueles y entusiastas resonaron en mis
oídos mientras el mundo comenzaba a desvanecerse a mi alrededor, hasta
que finalmente todo se volvió negro.
81
Pensé que había muerto. Hacía frío, estaba oscuro y silencioso. Estaba
acostado boca abajo, con la cabeza apoyada de lado en el lodo. No hubo
llamadas, ni burlas ni risas sádicas. Por un momento, esperé que tal vez me
hubieran salvado de nuevo, que ella hubiera regresado y que finalmente
pudiera ver de nuevo el rostro de la única persona aquí que me había
mostrado compasión. Pero mientras aspiré una bocanada de aire fresco, el
sonido fue entrecortado y ronco mientras tosía y respiraba otra vez, miré a
mi alrededor y me encontré solo. Lentamente levanté la cabeza, aunque
sentía que no tenía la fuerza ni la voluntad para levantarme del barro y el
agua. ¿Cómo podría volver a casa y dejar que mi madre me viera así? ¿O
papá? ¿Mis hermanitas? No podría.
El mundo a mi alrededor comenzó a desdibujarse por mis lágrimas, y
me encontré mirando un poco de blanco entre la tierra marrón y muerta.
Parpadeé con fuerza, aclarando mi visión para ver que una margarita estaba
a solamente unos metros frente a mí, creciendo a través de la hierba amarilla
y el barro. Estaba sola, una cosa de frágil belleza, y pensé en mi madre y las
margaritas que tanto amaba, las que plantó en su tumba...
No pude evitarlo.
Sentí que las lágrimas brotaban a pesar de lo mucho que intenté
contenerlas. De inmediato sentí como si se hubiera roto un dique y la
vergüenza se apoderó de mí. ¿Qué bien me haría llorar? No cambiaría nada.
Pero no pude evitarlo. Por un momento, deseé no haberme despertado…
Lo dejé salir todo. Sollozando en el barro, pensé en cómo odiaba mi
vida, odiaba de dónde venía, deseando que nada de eso hubiera sucedido
nunca.
No quiero ser como él, pensé.
Sollozando, lentamente me puse de rodillas, haciendo una mueca de
dolor de cuando alguien había pisado fuerte en medio de mi espalda,
ayudando a Spencer en su intento de ahogarme, y miré la margarita de
nuevo. Quería aplastarla, arrancarla de la tierra y hacerla pedazos. Si era
una señal suya, entonces no la quería. ¡Que se joda! ¡Mira lo que me ha
aportado ser el hijo de Shay O'Hare!
Arrodillado en el barro, sentí tal peso sobre mí que por un minuto
pensé en volver a tumbarme en el suelo. ¿Qué pasaría si simplemente me
rindo... aquí y ahora? ¿Qué pasaría si me adentrara en el bosque y no saliera
nunca más? ¿Qué pasaría si fuera a ese parque en Sherwood, me sentara
en el banco, cerrara los ojos y nunca los volviera a abrir? Mis dedos
temblaron ante la idea de terminar con todo. ¿Sería la muerte mejor que
esto? ¿Sería la nada la paz que quería?
¿Cómo podría saberlo?
Tosiendo con fuerza, la sangre cayó de mi nariz al barro y, de mala
gana, me obligué a levantarme. Saqué esos pensamientos oscuros de mi
cabeza y en lugar de eso cambié mi enfoque para evaluar el daño. Con
82
cautela, me toqué la nariz, revisándola ligeramente, pero no pensé que
estuviera rota. Simplemente sangrando. No podía volver a casa, no con mi
familia allí. No quería volver a la escuela y enfrentarme así a mis
compañeros. Solamente había un lugar al que podía ir.
Abuelo J…

—¡Hayden! —La boca del abuelo se abrió al verme parado en la puerta


de su casa, cubierto de barro, con el cabello hecho un desastre y sangre
goteando de mi nariz. Me salté el resto del día escolar y fui directamente a
su casa, una pequeña cabaña en un antiguo terreno que había sido de su
propiedad durante años. La vieja cabaña que tenía aquí se quemó hace
mucho tiempo. Lo habían limpiado y en su lugar habían construido una
casa nueva. Había venido aquí con la esperanza de que estuviera en casa y
no en el club. Para mi alivio, su Harley negra estaba estacionada en el
camino rocoso de su casa.
—Hola, abuelo —murmuré, sosteniendo el dobladillo de mi camisa
contra mi nariz— ¿Puedo entrar?
Se hizo a un lado, con los ojos muy abiertos por la sorpresa y la boca
abierta cuando un tinte rojo apareció en sus mejillas. Estaba enojado.
—¿Qué carajo pasó, chico? ¿Te caíste de la bicicleta o algo así?
—Sí, digamos que sí. —Me acerqué a la encimera de la cocina y me
senté en el taburete, descansando mi cuerpo dolorido. Quería abrirme a él.
Excepto que no pensé que podría soportar la mirada en sus ojos cuando le
revelé que su nieto era un jodido perdedor...
No me preguntó nada más, simplemente se fue cojeando al baño
(evidencia de una “vieja lesión”, dijo) y regresó con un botiquín de primeros
auxilios, uno que estoy seguro de que mamá o tía Casey le habían comprado,
ya que eso no era algo que él elegiría por sí mismo.
Me senté en silencio mientras mojaba un trapo y me limpiaba, sus
ojos oscuros observaban cada corte, moretón y mancha de barro, y me di
cuenta de que estaba jodidamente furioso por como se le dilataban las fosas
nasales y le marcaba la mandíbula. Se pasó una mano por su cabello
mayormente gris, las secciones oscuras eran pocas y espaciadas ahora. Los
viejos tatuajes en sus manos se habían desvanecido con la edad, pero, aun
así, podía ver más de mí en él que en cualquier otra persona.
Amaba a mi abuelo más que a nada. Incluso después de enterarme de
su antiguo club de motociclistas, no tuve el valor de castigarlo por ello.
Quería preguntarle sobre lo que había hecho, sobre The Celtic Beasts, pero
83
cada vez que venía a cenar o me recogía en su motocicleta después de la
escuela, cualquier pensamiento oscuro o pregunta había desaparecido.
Quienquiera que hubiera sido el abuelo en aquel entonces, ya no lo era. Lo
sabía. Especialmente porque The Lost Souls hicieron mucho por la ciudad
de Ashland. Constantemente organizaban campañas y eventos benéficos y
abrían refugios para niños en el sistema de adopción, dándoles otro lugar al
que ir, un lugar seguro y supervisado por trabajadores de confianza en todo
momento. El abuelo J no era el malo. Él era mi héroe.
—¿Abuelo? —susurré finalmente.
—Sí, ¿Hayden?
Apreté mis labios, queriendo decirle tanto, pero las palabras siempre
parecían atascarse en mi garganta. Quería preguntarle sobre mi verdadero
padre, saber algo sobre él que no apareciera en los periódicos. Le pregunté
a mi mamá, pero su historia con él fue demasiado dolorosa para ella. Ella
siempre se derrumbaba y retrocedía ante cualquier mención de él. Entonces,
aprendí a evitar el tema por completo. Pero con el abuelo sentí que, si
alguien podía decirme algo sobre él, lo haría. Después de todo, él había sido
su padre.
—¿Cómo era papá?
Frunció el ceño mientras terminaba de limpiar lo último de barro de
mi frente, inclinándose para mirar de cerca mi nariz, presionando
suavemente los lados para comprobar si había una rotura. No había
ninguna.
—Lamento decirte que no conocí a tu papá cuando tenía tu edad. No
me encontré con él hasta que era un adolescente. Lo que puedo decirte es
que pensé que era un imbécil de mierda que...
—No, no... papá no. Quiero decir, mi verdadero padre.
El abuelo se quedó helado. Similar a una estatua con su mano
suspendida en el aire, el dolor que llenaba su expresión me desgarró. Para
mi horror, por un momento pensé que iba a llorar, a juzgar por la forma en
que le brillaban los ojos y su barbilla empezó a temblar.
—Lo lamento, no importa. Solamente tenía curiosidad. Pensé… —
Solamente quiero saber que él no era un completo monstruo. Quiero saber que
hay esperanza para mí, que no estoy condenado a ser como él. Las voces…
—No, está bien, Hayden. Mereces saberlo —el abuelo se aclaró la
garganta mientras se giraba para recoger un pañuelo de papel y me lo
ofreció. Lo presioné contra mi nariz para ayudar a detener el sangrado y
esperé, observando cómo limpiaba, tratando de ser paciente mientras
ordenaba sus pensamientos—. A tu edad, tu papá era… imprudente —dijo
finalmente el abuelo, sonriendo un poco mientras hablaba amablemente de
84
su hijo—. Impredecible, confuso, incomprendido… apasionado —dijo la
última palabra con una fiereza que no esperaba—. Estaba decidido a
demostrar su valía, deseando la aceptación de muchos y al mismo tiempo
luchando por su independencia. —El abuelo se aclaró la garganta de nuevo
como si de repente se hubiera secado y presionó sus manos sobre la
encimera, inclinándose sobre ella como si el peso del mundo se posara sobre
sus hombros, una sensación que yo conocía muy bien—. Y cuando amó,
amó con cada parte de su ser. Así era él. O te amaba completamente o no.
Y amaba a tu madre más que a cualquier otra cosa en este mundo.
Escuché con atención absorta, aferrándome a cada palabra que decía,
sin darme cuenta de cuánto necesitaba escuchar esto. Sabía que el había
abusado de mi madre; simplemente no conocía los detalles. Intentó
repetidamente asegurarme que él no era un completo monstruo, pero
cuando la información vino de ella, me costó creerlo. Mi mano libre se cerró
en un puño en mi regazo, mi atención completamente en él mientras él
continuaba hablando, queriendo escuchar más.
—Tenía talento. Dotado en la música, como tú —finalmente, algo
parecido a una sonrisa apareció en su rostro, su expresión sombría
cambió—. Su habilidad para tocar la guitarra era otra cosa. Podía escuchar
una canción en la radio y tocarla inmediatamente después.
Sentí que mi corazón se elevaba un poco. Escuchar algo positivo, algo
bueno, sobre aquel cuya sangre compartía me dio esperanza. Y como vino
del abuelo, se sintió diferente que cuando vino de mi mamá. Se sintió
imparcial. Si alguien iba a ser sincero con las cosas, era él.
—Era inteligente. Maduro para su edad. Podía leer a la gente como un
libro. Lo juro —sacudió la cabeza y se rió entre dientes— no podías ocultarle
nada. —Sin embargo, su momento de alegría se desvaneció y el humor
sombrío regresó. Se quedó mirando la encimera, con el rostro vacío,
mientras se perdía en los recuerdos durante solamente un minuto. Luego
se sacudió y me miró—. ¿Por qué lo preguntas, Hayden?
—Yo solo… casi nunca escucho nada sobre él. La mayor parte
proviene de… —Mi voz se apagó cuando el pensamiento de Theo y los demás
hizo que mi estómago se revolviera de rabia y desesperación.
—¿Los chicos en la escuela?
Asentí.
—La mierda habitual que puedes encontrar en internet. Noticias,
¿sabes? —Entonces incliné la cabeza y elegí mirar al suelo, encontrándome
difícil mirarlo a los ojos.
Sus ojos recorrieron la sangre y los trapos cubiertos de barro, juntó
todo, e hizo una mueca, inhalando profundamente por la nariz como si 85
estuviera tratando de recomponerse. Sentí que él estaba tan enojado como
yo por el acoso que estaba sufriendo en la escuela, pero él no sabía el alcance
de este, solamente que no se estaba haciendo nada.
—Tu padre nunca aceptó la mierda de nadie. Cada vez que lo
intentaban, y lo hacían, créeme, él se los devolvía. Si hubo algo que tu padre
se negó a ser, fue una víctima. Siempre hasta que… —Su voz se apagó y
supe exactamente a qué se refería.
El banco...
—Si dejas que la gente te pisotee, Hayden, nunca pararán. Tienes que
defenderte, chico.
Lo miré fijamente, sorprendido de que no me estuviera diciendo que
fuera un buen chico y que me sentara y lo aceptara. Mamá era una pacifista.
Siempre lo ha sido. Ella odiaba las peleas de cualquier tipo, así que siempre
traté de cumplir con eso. Pero se estaba volviendo más desafiante,
especialmente porque las voces hablaban cada vez más.
Sin embargo, tenía miedo de ser lo que decían los demás, de ser igual
a él.
—Pero ¿y si yo… y si…?
—Hayden. Tu papá hizo algunas cosas malas, eso es cierto —el abuelo
J me miró, su rostro sombrío pero decidido, como si estuviera desesperado
por que yo entendiera lo que tenía que decir—. Pero él no era un monstruo.
Él era humano. Un humano muy destrozado que cayó en un agujero oscuro
y no pudo encontrar una salida. Uno de los errores más grandes que cometió
tu padre fue esconderse. No hablaba de cómo se sentía hasta que se rompía
y explotaba y lastimaba a todos los que lo rodeaban —dijo el abuelo—. Y tu
madre fue una víctima, una espectadora herida por ese patrón cruel. No te
escondas, muchacho. —Se enderezó y se volvió hacia mí. Sentí que estaba
llegando al punto que quería decir, así que escuché con atención—. No
querrás ser tú quien lastime a las personas que amas. Pero no dejes que
otros te hagan daño. Es tu vida. Tuya. Defiéndete a ti mismo. No hay nada
de qué avergonzarse por eso.
Sentí que mis pulmones se contraían mientras miraba sus ojos
oscuros, deseando poder ser valiente, poder enfrentarme a Theo y los demás
sin perderme.
—Tengo miedo de...
El abuelo asintió como si entendiera mucho de esas tres palabras.
—El truco es el equilibrio, Hayden. Balance. Las personas no son
únicamente blancas o negras. Los chicos de la escuela que te hicieron esto,
¿crees que lo que te hacen los hace mejores? ¡Joder, no! —Sacudió la cabeza
y la ira brilló en sus ojos—. Defiéndete de aquellos que te hacen daño.
Aprecia a quienes amas. ¿Entiendes? 86
Úsame como armadura… susurró la voz. Y desata tu odio sobre ellos.
Pensé en las placas que solía usar todos los días en la escuela, una
vez orgulloso de tener algo de mi verdadero padre conmigo. El día que Theo
arruinó mi vida, guardé las placas en mi cajón de calcetines y no las había
vuelto a mirar desde entonces. Incluso la chaqueta de cuero que había
heredado con su parche cosido en el hombro estaba guardada en el fondo
de mi armario.
Desatate sobre ellos... sé Hayden con tus seres queridos... me susurró
la voz.
—Sí, abuelo, lo entiendo.
Capítulo Siete

Por primera vez, me estaba tomando mi tiempo, masturbándome


tranquilamente. Mis ojos se cerraron al pensar en Maddy. Al principio
estaba desesperado, apretándome fuerte y rápido en el momento en que
apagué las luces y me metí en la cama. Solamente que cuanto más me
concentraba en el recuerdo de su rostro, comencé a disminuir la velocidad,
cambiando mi rutina habitual. Pensé en la expresión de su rostro cuando
nos miramos por primera vez en el pasillo. Asustada, como un ciervo
nervioso. El verde y el gris de su mirada se arremolinaban juntos,
enmarcados por largas pestañas, dándole una apariencia de cierva. Pero fue
su sonrisa, la que me había dado después de que regañé a la señorita Mills
por tocarla. Había sido pequeña, no una sonrisa realmente completa, pero
verla quedó atrapada en mi cabeza.
Respirando profundamente entre mis dientes mientras apretaba la
base de mi polla, pensé en cada parte de ella. La forma caótica en que su
87
cabello dorado oscuro le caía sobre el rostro y los hombros cuando inclinaba
la cabeza para estirarse en la clase de gimnasia. O cuando logré acortar la
distancia entre nosotros en el pasillo hoy, el color rosado de sus labios
carnosos capturó mi atención. Había estado tan cerca que podía distinguir
el pequeño rastro de pecas claras sobre su nariz. Cada parte de ella me tenía
completamente enganchado. Incluso con esa sudadera con capucha gigante,
los pantalones rotos y holgados, no me importaba… Madeline King era
hermosa.
Apreté tres dedos a lo largo de la parte inferior de mi polla, callosos
por mi guitarra. Me importaba una mierda que me dolieran muchísimo las
cuerdas mientras tocaba durante horas en la noche; necesitaba este respiro.
Mi pulgar presionó hacia atrás en el lado opuesto y se movió un poco más
rápido, el desorden y el enredo de mis emociones del día me estimularon.
Cómo me había sentido cuando Lucas White la empujó, la tocó… la
rabia. La ira cegadora y ardiente. Debería recibir un premio por cómo me
las arreglé para evitar destrozarlo allí mismo, en el pasillo. Pero ya no era
un arma suelta. Las voces me habían gritado que lo matara, que le hiciera
pagar por atreverse a tocarla de cualquier manera, pero logré contenerme,
recordándome a mí mismo que debía tener paciencia.
Luego, cuando miré fijamente sus ojos color avellana, viendo lo
molesta que estaba, lo desgarrada y ansiosa que había sido toda la terrible
experiencia para ella, no quise nada más que abrazarla y prometerle que
nunca dejaría que eso le sucediera a ella otra vez. Eso había sido más difícil
de controlar, tan difícil como lo había sido contenerse para no destruir a
Lucas. Apreté los puños en los bolsillos para ayudar a combatir el impulso,
la tentación de extender la mano y tomarla.
No la lastimes, Hayden. Necesita espacio… me había susurrado la voz.
Por mucho que me doliera contenerme, de alguna manera lo logré y en
cambio me concentré en hacer sufrir a Lucas por atreverse a tocarla.
Sin embargo, no quería pensar en eso ahora. Ya le había hecho pagar
por lo que había hecho y había sido glorioso. Nunca volvería a acercarse a
ella. Rápidamente, volví a centrar mis pensamientos en ella.
Imaginar la sensación de su cuerpo frágil y esbelto en mis brazos me
hizo sonreír maliciosamente en la oscuridad. La yema de mi pulgar rodó
sobre mi punta, extendiendo mi líquido preseminal para usarlo como
lubricante adicional, antes de apretar mi polla nuevamente y comenzar a
acariciar más fuerte, más rápido, mientras me imaginaba acostado entre
sus piernas sobre el suelo, mis manos moviéndose debajo de su suéter para
acariciar sus pequeños y suaves senos…
¿Cómo sonaría ella gimiendo debajo de mí? Apretando sus delgadas
piernas alrededor de mi cintura, sus manos aferrándose a mí mientras la
follaba. Quería verla sonreír y retorcerse debajo de mí mientras jugaba con 88
su clítoris, acariciándolo mientras empujaba lo más profundo que podía
para que ella pudiera envolverme por completo. Quería enterrarme en ella,
pero sobre todo quería que ella quisiera que lo hiciera. Quería que ella me
tomara, que gritara de éxtasis y me susurrara al oído mientras rogaba por
más. Quería sentirla temblar y escucharla gemir cuando la tomara,
solamente para envolverme y abrazarme en lugar de alejarme.
Comencé a apretar más fuerte, a acariciar más rápido, respirando con
dificultad mientras seguía adelante. Intenté pintar una imagen de cómo se
veía ella debajo de esas capas gruesas, traté de imaginar cómo se sentiría y
eso me acercó, pero no fue suficiente. Podía sentir el sudor en mi frente y
me sacudí el cabello oscuro del rostro mientras comencé a empujar mis
caderas hacia mi mano, desesperado por liberarme, pero no importaba lo
que imaginara, simplemente no podía llegar. Apreté los dientes, mis
músculos se tensaron mientras intentaba mantenerlo bajo para no
despertar a nadie, pero rápidamente me estaba frustrando mientras me
balanceaba en el precipicio, aparentemente incapaz de llegar hasta el final.
Solamente imaginarme a Maddy...
Y lo hice. Pensé en lo que sabía de ella. De su rostro, su voz, como se
movía, como podía leer sus emociones en su rostro. Me imaginé su lenguaje
corporal en como me respondía y pude sentir esa sensación de protección y
anhelo que me golpeaba de nuevo. Verla en el teatro, perdida en la belleza
del lugar, con sus hermosos ojos muy abiertos, las tenues luces del techo
de alguna manera logrando captar los mechones más claros de su cabello,
sus labios húmedos y rosados entreabiertos...
—¡Uggghhhh! —Gemí cuando me corrí con fuerza, la presión de la
explosión más intensa que nunca, temblando cuando mi semen caliente
hizo un desastre en mi mano y alrededor de mis piernas. Con el corazón
acelerado, me quedé inerte en mi cama y lentamente abrí los ojos para mirar
las estrellas a través del tragaluz de mi dormitorio en el ático. Eso había sido
jodidamente increíble y todo lo que tenía que hacer era verla. Lo que daría
por tenerla de verdad.
Mientras esa satisfactoria sensación de alivio me invadía, aunque
quería dormir, mi mente se desvió hacia pensamientos mucho más oscuros.



Los ojos oscuros de Lucas se abrieron con miedo cuando lo agarré
afuera del pasillo, arrastrándolo a un nicho escondido debajo de la escalera.
Pensé en la forma patética en que había suplicado mientras nos movía hacia
la salida lateral y hacia el callejón trasero detrás de la escuela, un lugar
escondido junto a los contenedores de basura ya preparados con lo que
necesitaba para demostrarle mi punto... Madeline King estaba fuera de sus 89
límites.
Levantándolo en el aire por la parte delantera de su camisa, Lo estrellé
contra la fría pared de ladrillos, mirando su rostro de pánico, antes de
inclinarme para susurrarle al oído:
—Entonces, Lucas, ¿te gusta tocar a las chicas?
—¿Q-qué? —Su voz se quebró como si estuviera atravesando la
pubertad—. No-no, nunca he…
—Lo que hiciste esta mañana, en el pasillo, cuando tocaste a Maddy…
—¡Vaya, vaya, no hice nada!
—La tocaste —continué, ignorando cómo acababa de interrumpirme—
. Y trataste de dejarla en ridículo delante de todos.
—Está mintiendo. No la toqué. ¡Solamente nos estrellamos!
Mi cabeza se inclinó hacia un lado mientras entrecerraba los ojos
hacia él.
—¿Entonces mentiste para quedar bien? ¿Para parecer un maldito
hombre delante de tus amigos?
—¡Eran solamente bromas, Hayden! ¡Mierda!
—Sí, solamente bromas… ¿Tienes alguna idea de cuánto daño puede
hacerle una “broma” a alguien?
Tuvo el descaro de poner los ojos en blanco.
—No es mi culpa que algunas personas tengan problemas mentales...
—¿Problemas mentales? —Podía sentir mis fosas nasales dilatarse
cuando sus palabras tocaron una fibra sensible en mí—. ¿Es eso lo que
crees que es? ¿Que pedazos de mierda como tú no son el puto problema?
Algunas personas se tambalean al borde de perderse por completo, como si
estuvieran a punto de caer por un precipicio, pero apenas logran
mantenerse unidos... y entonces llegas tú, pequeño idiota, y los empujas
con tu broma.
—Hayden-Hayden… —Su momento de valentía rápidamente cambió
de nuevo cuando mi ira aumentó con cada palabra que escupí, mis manos
que lo mantenían en su lugar temblaban tanto que hicieron que sus dientes
castañearan y el cabello cayera sobre sus ojos—. Lo siento, hombre. No fue
nada grande. Yo solamente…
—Querías aprovecharte de otra chica de Phoenix House, lo entiendo.
—Me burlé, sacudiendo la cabeza hacia él—. Sé lo que le hiciste a Andrea
en la fiesta de Theo. ¿Crees que no lo sé? Toda la maldita escuela sabe lo
que le hiciste, y adivina qué, eso no te hizo popular. Simplemente te hizo ver
como un maldito asqueroso que se aprovecha de las chicas ebrias porque
90
no puede tener sexo sobrio.
—¡Theo también estaba allí!
—Nadie dijo haberlo visto. Pero te vieron a ti. Te oyeron...
—¡Ni siquiera se acuerda!
—Oh, creeme que si. —Acerqué mi rostro al suyo y le hablé con los
dientes apretados mientras pensaba en como Andrea Walsh se escabullía
por los pasillos como un animal tímido y herido. Esa chica ya había pasado
por suficiente sin que esta mierda inútil se le añadiera. Pensé en mi madre
y en como era ella cuando yo era más joven, recuperándose de cualquier
infierno por el que le había hecho pasar mi padre biológico. La forma
silenciosa en que desaparecía, perdida en sus recuerdos mientras miraba
fijamente a la nada. Era una mirada que conocía bien y que veía en la
mayoría de las chicas de Phoenix House. Precisamente por eso traté de
protegerlas—. Sí lo recuerda.
Y fue tras Maddy… ¡cruzó la puta línea! Maddy tenía la misma mirada
angustiada que las demás. Maddy, que se movía nerviosamente para evitar
a la gente. Que odiaba que la tocaran y a quien él había tocado antes.
—Y hoy, decidiste intentarlo con Maddy —le dije.
—Estaba lleno de gente, lo sabes. Esa perra se interpuso en mi
camino...
En el momento en que dijo perra sentí un zumbido en mis oídos, un
chillido agudo que casi me dolió. Un fuego candente cobró vida en mis
entrañas y simplemente reaccioné.
Hazle pagar, Hayden...
Y lo hice.
Viscosamente, tiré de su cuerpo hacia abajo mientras levantaba mi
rodilla, empujándola tan fuerte como pude en su estómago. Se atragantó y
escupió por todo el pavimento, jadeando por aire, pero no pude detenerme.
Bajé el codo, con la intención de darle en la columna, pero cambié de opinión
y conecté con la parte posterior de su cabeza con un fuerte crujido. Lo hice
una y otra vez, mi rabia me cegó ante el dolor en mi brazo. Lo tiré hacia
arriba, empujándolo nuevamente contra la pared justo cuando mi puño
conectaba con su garganta, e inmediatamente se ahogó, jadeando.
Escupiendo aún más, solamente que ahora había un toque de rojo y las
lágrimas brotaban de sus ojos. La voz de Lucas se entrecortaba por el dolor,
incapaz de hablar, sus manos extendidas para protegerse, manos que la
habían tocado…
Lo solté mientras caía al suelo en un lamentable montón. Levanté la
pierna y levanté el talón, golpeando su esternón en rápida sucesión hasta
que escuché varios crujidos. Lucas todavía estaba escupiendo sangre y
baba, emitiendo un gemido de dolor desde lo más profundo de su estómago 91
mientras se hacía un ovillo. Pero aquí nadie lo oiría. Moviéndome lenta y
pausadamente, caminé alrededor de él, con el asco y la furia todavía muy
vivos y ardiendo en mis venas.
Más, Hayden… ¡más!
La tocó...
Sus manos sucias la tocaron.
Hazle pagar...
Buscando detrás del contenedor de basura, encontré la lata de WD406
que había preparado. Había salido temprano del gimnasio para jugar con
este pequeño juguete, sintiendo que era apropiado por sus crimenes. Había
un encendedor pegado debajo de la boquilla y tenía varios elásticos atados
debajo. Me puse una máscara de soldador y guantes que había robado de la
clase de taller, acomodé mi peso mientras me sentaba sobre su estómago,
agarré sus muñecas y las levanté sobre su cabeza y lejos de mí.
—Eres un sucio pedazo de mierda, Lucas —le dije.

6Producto Multi-Uso protege el metal contra el óxido y la corrosión, libera piezas


atascadas, desplaza la humedad y lubrica prácticamente todo. Incluso elimina grasa,
mugre y suciedad de la mayoría de las superficies.
—N-noooo… Haaaaaydennnn… —gimió, ahogándose por el daño en
su garganta.
—¿Vas a volver a tocar a otra chica sin su consentimiento?
—Nooooo... no lo haréeee...
—Y no dirás nada sobre quién te hizo esto, ¿verdad?
—Lo proooomeeeetooo! —Balbuceó, lágrimas cayendo a su cabello —
Nadieee...
Mantuve su patética y suplicante mirada por un momento, buscando,
antes de asentir.
—Bien. Te creo. Porque si dices algo, recuerda… —Me incliné y lo miré
fijamente desde detrás de la pantalla negra oscura de la máscara—. Soy hijo
de un psicópata. Mi familia pertenece a uno de los grupos de personas más
peligrosas y poderosas de la ciudad. ¿Vienes por mí? ¿Si dices algo? No
sufrirás otra paliza, sino que nunca te encontrarán. ¿Me entiendes? Nunca.
Te. Encontrarán.
Lucas asintió fervientemente y la esperanza volvió a su rostro.
—¿Me dejarás iiirrr? —gimió, con la garganta todavía llena de
angustia.
Hice una pausa, mirando sus manos, que todavía sostenía por encima 92
de su cabeza, el lanzallamas improvisado en la otra. Mi rostro enmascarado
se volvió hacia él y me incliné un poco más cerca una vez más.
—Eso depende… Cuando Andrea Walsh te pidió que pararas, ¿lo
hiciste? ¿Fuiste misericordioso? ¿Te apiadaste de ella?
—Yo-yo…
—No me mientas. La gente te escuchó. Sé honesto ahora…
—¡Hayyyy-dennnn, por favor!
—Lo hiciste. Y hoy. Tocaste a Maddy. ¿No es así?
De inmediato, todo su cuerpo se tensó debajo de mí y supe que tenía
mi respuesta. Sin decir una palabra más, ignorando sus ininteligibles
súplicas, encendí el encendedor con el pulgar antes de mover los elásticos a
su lugar para mantener viva la llama, luego presioné la boquilla del WD40.
Los gritos de Lucas se entrecortaban y desconectaban de su garganta
destrozada, mientras lanzaba la llama furiosa sobre sus dedos, quemando
el dolor que habían infligido a otros, a Maddy...
El rostro de Maddy cuando la empujó... su rostro cuando se dio cuenta
que había sido tocada... el dolor, el miedo, la forma en que intentaba
mantenerse unida pensando que estaba sola entre la multitud. Pero yo vi.
Vi…



Joder, necesitaba calmarme.
Saltando de la cama, me concentré en limpiarme, un poco perturbado
por lo nervioso que estaba otra vez, y caminé desesperadamente por mi
habitación, tratando de calmarme. Cuando no funcionó, caminé hacia mi
mochila, sentándome en el costado de la cama mientras abría la cremallera,
recordando algo que había escondido hoy. Busqué en la oscuridad, mis
dedos se deslizaron sobre libros y lápices hasta que rozaron el borde liso de
una fotografía que había revelado la noche anterior después de la escuela.
La tomé, volví a la cama, respiré hondo y levanté la foto para mirarla en la
penumbra.
Era de Maddy.
Una toma de ella en el teatro. Fue una de las primeras que tomé donde
la sorprendí inconscientemente, completamente sincera, en el momento.
Sus ojos estaban muy abiertos y hermosos, sus labios ligeramente
entreabiertos mientras ella se giraba para mirarme. Mi pulgar acarició las
esquinas mientras contemplaba la imagen, mi mente finalmente se calmó.
Saboreé la foto durante unos minutos más antes de volver a colocarla con 93
cuidado en mi bolsa. Mientras me recostaba en mi cama, recordé la
expresión de su rostro cuando la visité al final del día. Hubo confusión, pero
también indiferencia cuando la noticia del destino de Lucas se extendió por
la escuela como la pólvora. Observé como la multitud se separaba para
recibirla y la satisfacción engreída calmó mis nervios. Dejé a Lucas, descarté
mis suministros en otro contenedor de basura en la ciudad y regresé para
asegurarme de que la gente la dejara en paz. Recibieron el mensaje.
Madeline King estaba fuera de los límites.
Puedes tomarla, Hayden…
No, no puedo. Realmente no sé nada sobre ella. Entonces, ¿por qué
estaba tan… obsesionado?
Porque sabes que ella te pertenece.
Ella no le pertenece a nadie.
Pero tú la quieres, tómala...
No. Yo destruiría a otros, pero apreciaria a los que...
Me detuve antes de poder terminar ese pensamiento. Me recordé de
nuevo que no sabía nada sobre ella. Que obviamente me sentía físicamente
atraído por ella, pero eso era todo. Me di la vuelta en mi cama y traté de
quedarme dormido, pero su rostro me mantuvo despierto hasta bien entrada
la noche.
Al final me quedé dormido, pero fue escuchando la voz que me
susurraba: Acércate a ella. Acércate... hasta que ella te deje abrazarla.
Entonces puedes tomarla. Puedes tenerla. Solamente acércate…

94
Capítulo Ocho

De lo único que hablaban las chicas de Phoenix House anoche era de


lo que le había pasado a Lucas White, aunque me di cuenta de que ninguna
parecía demasiado disgustada por ello. Sawyer parecía haberse enterado de
todos los chismes de los otros chicos de la escuela y nos deleitó durante la
cena con todo lo que había escuchado. Lucas había sido asaltado, golpeado
y sus manos habían sufrido quemaduras intensas y estaba hospitalizado.
Se hablaba de que necesitaba injertos de piel, pero por ahora todo eran
especulaciones. Me di cuenta de que Andrea, sobre todo, parecía muy poco
afectada por la noticia. Se sentó a mi lado, callada, y comió su comida sin
importarle los detalles sangrientos que Sawyer nos dio sobre que habían
encontrado trozos derretidos de la piel de Lucas en el suelo.
—¡Dios mío, Sawyer! —A la señorita Ross se le atragantó la leche ante
aquel pequeño detalle y se volvió para tapar con las manos los oídos de una
de las niñas más pequeñas, Carol-Ann—. ¿Puedes evitar compartir eso en
95
la mesa de la cena? Especialmente con las más pequeñas alrededor. —
Señaló con la cabeza a las tres niñas más pequeñas, dos de las cuales
miraban con los ojos muy abiertos a Sawyer, con los tenedores suspendidos
a medio camino de la boca.
—Lo siento, señorita Ross —dijo Sawyer, pareciendo un poco
avergonzada, antes de volverse hacia Andrea y hacia mí y murmurar en voz
baja—: Pero era súper sangriento, sin embargo.
—¡Sawyer!
—¡Lo siento, señorita!
Incliné la cabeza sobre mi plato mientras comía mi propia comida,
pensando en ese pequeño asentimiento que Hayden me había hecho. La
sospecha de que había actuado en mi nombre era demasiado alucinante.
Por qué le importaba lo que había pasado entre Lucas y yo, o que sintiera
que tenía que tomar medidas tan violentas para vengarse de mí, era
demasiado para creerlo. Así que opté por pensar que si le hizo eso a Lucas,
se debió a algún otro conflicto entre ellos. Todo era circunstancial.
Cuando se apagaron las luces a la hora de dormir, la luz nocturna se
encendió mientras todos estábamos tumbados en nuestras camas a
oscuras; Sawyer nos susurró más detalles. Al parecer, Lucas tenía varias
costillas fracturadas, la tráquea muy inflamada, lo que le estaba causando
problemas respiratorios, e incluso se hablaba de que tenía las cuerdas
vocales dañadas.
Quería sentirme mal por él. De verdad. Era un estúpido chico de
diecisiete años. ¿Se merecía semejante paliza? Tal vez sí, tal vez no. Lo único
que sabía era que no derramaría ni una lágrima por él. Me puse de lado, con
Fuzzy entre los brazos, y me concentré en la rendija de la puerta mientras
intentaba relajarme y no prestar atención a los demás. Pero cuando
mencionaron el nombre de Hayden como sospechoso, agudicé el oído. Nadie
tenía pruebas de por qué lo había hecho, solamente que pensaban que lo
había hecho. No había nada que lo relacionara con Lucas y, por lo que
sabíamos, ni la escuela ni la policía habían reprendido o interrogado a nadie.
Y Lucas no decía nada. Eso, o no podía por tener las cuerdas vocales jodidas.
Sin embargo, pude detectar un atisbo de inquietud cuando Sawyer
mencionó el nombre de Hayden. Temerosa. Nunca dijo por qué, ni ampliaron
sus sospechas de que él fuera el culpable, pero pude escucharlo en su tono.
Hayden Mathers la inquietaba, a ella y a Andrea. ¿Por qué?
Llevaba solamente dos días en esta escuela y, aunque la mayoría de
los chicos me ignoraban, me había sentido incómoda cuando otros me
prestaban atención... Lucas, Ayla y el grupo de chicos con los que se
juntaba.
Pero Hayden... me sentía incómoda a su lado por una razón 96
completamente diferente. Imaginando su rostro mientras yacía en la cama,
me imaginaba su mirada fundida y plateada. Sus labios suaves y carnosos.
Su cabello oscuro desordenado sobre su rostro. Y lo único que conseguía
era sentir como si tuviera algo dando saltos en el estómago, haciendo que
se me acelerara el corazón, y me retorcía un poco para estar más relajada.
Hayden me ponía nerviosa, pero de una forma que nunca había
experimentado. Quería acercarme, pero también tenía miedo. Quería correr.
Pero... también quería que él me atrapara. Y ese era un concepto totalmente
ajeno a mí. Era estúpido, y no tenía ningún sentido.
Todo lo que sabía con certeza era que definitivamente me estaba
enamorando, pero también sentía curiosidad por Hayden Mathers... algo en
él me resultaba familiar. Me veía y reaccionaba de forma tan diferente a
como se comportaba con los demás. No se sentía falso. Se sentía... real.
Significara lo que significara.
Con un suspiro frustrado, me di la vuelta, arriesgándome a darle la
espalda a la puerta.
Aquí estás a salvo, Maddy. Estás a salvo, canturreé una y otra vez en
mi cabeza. Cerré los ojos y volví a imaginar esos ojos hipnóticos de largas
pestañas oscuras que me miraban fijamente, y empecé a relajarme un poco,
agradeciendo la distracción. Por una vez, la idea de que alguien me viera no
me ponía nerviosa. Me reconfortó. Solamente entonces pude permitirme
dormir de espaldas a la habitación.
—¡Hola, chica! —Ayla y sus amigas me rodearon esa mañana en mi
casillero, todas charlando, mencionando el nombre de Lucas una o dos
veces entre el balbuceo indiscernible—. Un final de día loco el de ayer, ¿eh?
Pobre Lucas. —Sus grandes ojos azules se abrieron de par en par mientras
se apoyaba en el casillero contiguo al mío y se sacudía un poco el cabello
rubio del hombro.
La miré y me fijé en cómo se inclinaba hacia mí, con los brazos
cruzados sobre el pecho. Incluso con la expresión inocente de su rostro,
detecté algo raro en su tono alegre. Insinuaba abrasividad, como si lo que
dijera fuera falso. No se sentía mal por lo que le había pasado a Lucas. Me
recordaba más a un sabueso en busca de un rastro que lo condujera a más
información, y esperaba que yo fuera una pista importante.
—Bastante loco, sí. Sawyer nos puso al corriente en la casa —dije con
desánimo, sin importarme lo más mínimo. Lucas no era más que otro rostro
de los muchos que había añadido a mi lista de delincuentes. No me
importaba nada. Pero al mismo tiempo, me parecía extraño que Ayla
acudiera a mí para hablar de él. Ella estaba allí cuando él me abordó en el 97
pasillo y no hizo nada. Debía saber lo incómoda que me sentía con él. Así
que por qué esperaba algún tipo de empatía por mi parte era extraño.
—Es raro, ¿verdad? Se abalanzó sobre ti esa mañana, y solamente
unas horas después... está hospitalizado —añadió.
Ten cuidado, Maddy, me dije. Aunque tenía mis razones para no
confiar en los hombres, las chicas, había aprendido, eran aún más astutas.
Recuerdo a las otras chicas con las que compartía habitación en la casa de
acogida a la que me habían llevado cuando era un poco mayor. Me metieron
en su grupito, haciéndome sentir como una más antes de meterme en
problemas. Disfrutaban viendo cómo me castigaba la madre de la casa, que
parecía obtener una satisfacción enfermiza haciéndome llorar.
Maddy la paranoica.
Maddy la escuálida.
Maddy la mentirosa.
Maddy la fea.
Sus palabras dolían de un modo distinto a lo que había soportado del
señor Foster y de los novios de mi madre. Los insultos, las acusaciones de
que era una mentirosa y paranoica cuando por fin había denunciado los
abusos de los hombres de mi vida, dejaron cicatrices invisibles para los
demás. Yo era la única que sabía que existían.
—Sí, muy raro —dije, cerrando de golpe mi casillero después de
recoger mis libros. Si estaba tratando de implicarme, no lo permitiría.
—La gente dice que Hayden lo hizo —dijo de repente, sus ojos
entrecerrándose ligeramente.
—¿Hayden Mathers? —Miré hacia el pasillo donde sabía que estaba
su casillero, pero no había ni rastro de él. Ignoré la decepción que sentía en
el pecho, preguntándome si no vendría hoy a clase. Volví a pensar en la
pequeña inclinación de cabeza que me había hecho antes de irse y reprimí
un pequeño escalofrío.
Ten paciencia, Maddy... me había dicho. ¿Lo había hecho de verdad?
¿Era capaz de tanta violencia? Que le importara lo que había pasado, que
sintiera que tenía que tomar medidas tan violentas para vengarse de mí, era
demasiado para creerlo, así que centré mi atención en Ayla. Ella había
estado observando mi reacción y las comisuras de sus labios se tensaron.
Quizás al ver algo en mi rostro no le gustó.
—No sabría decirte —dije— pasé directamente del gimnasio a
fotografía. No hablé con Hayden para nada. —Le dije sinceramente.
—¿No? ¿No lo viste en fotografía?
—Las dos lo vimos en gimnasia —dije, saliendo automáticamente en
su defensa. 98
—Se fue temprano —señaló ella.
—Estaba en el cuarto oscuro en la clase de la señorita Mills —mentí.
¿Por qué? ¿Por qué mentí? ¿Por qué lo estaba protegiendo? No tenía ni idea
de si estaba allí o no y, sin embargo, que ella insinuara que era culpable me
irritaba de un modo que no había previsto. No sé por qué todo el mundo
evitaba a Hayden Mathers, por qué parecía preferir estar solo y por qué lo
acusaban ahora, pero no me importaba. Evidentemente, ya había tomado
partido, y no era el suyo ni el de Lucas.
Sus cejas se habían levantado ante esta información, y detrás de ella,
todos sus amigas estaban hiperconcentradas en nosotras, observando el
intercambio absortos.
—¿Oh? ¿Comparten clase?
—Sí. —Noté su tono cortante cuando dijo eso. Esta noticia no era de
su agrado—. Somos compañeros para un proyecto especial.
—¿En serio? —Su mirada falsa e inocente que había estado
intentando mantener en su lugar desapareció, ahora reemplazada por una
especie de mueca fea. Esto no le gustaba. En absoluto. Podía sentir la
tensión creciendo entre nosotras, todo su humor cambiando a algo feo y
desagradable—. Bueno, ¿no es agradable? Con un poco de suerte, lo
superarás sin cicatrices —rió, con un sonido totalmente falso y hueco, y sus
seguidores se hicieron eco de sus sentimientos con risitas agudas. Ovejas.
Actuaban como si me estuviera perdiendo alguna broma—. Quiero decir,
sabiendo de dónde viene Hayden, ciertamente me preocuparía pasar tiempo
a solas con él.
Mentirosa, pensé. Ayer mismo había estado diciendo que quería que
se la follara. Me di cuenta de sus celos. Sin embargo, era desconcertante por
qué estaba tratando de hacerlo parecer como un psicópata. Una vez más,
¿por qué esta escuela era tan parcial contra Hayden?
—No me preocupa —fue todo lo que dije, dispuesta a que la
conversación terminara.
Se encogió de hombros, con una mueca en sus labios perfilados.
—Bueno, es tu funeral. —Sabía que su ominoso comentario pretendía
afectarme de algún modo, hacerme sentir incómoda y asustada—. Quizá
quieras tener un número a mano en caso de que necesites... que te salven.
—Se rió. No tenía ni idea de lo que estaba hablando, pero sabía que quería
incomodarme. En realidad no estaba tratando de advertirme de nada.
Estaba obteniendo demasiado placer de sus intentos de asustarme, y eso
era todo lo que necesitaba para poner fin oficialmente a cualquier tipo de
“amistad” que había estado tratando de forzar entre nosotras. Pero no
funcionó. Todo lo que hizo fue molestarme.
—¿Sabes qué, Ayla? —Le dije, logrando sostener su mirada con la mía
a pesar de lo ansiosa que me ponía—. Aunque tu invitación fue agradable
99
en sí misma, he decidido que no iré contigo al Festival de Primavera.
Fuera lo que fuera lo que esperaba que dijera, definitivamente no
había sido esto. Levantó las cejas, abrió mucho los ojos y se enderezó un
poco, sorprendida.
—¿Qué? —dijo, incrédula.
—Lo que quiero decir es que no me interesa. Gracias, pero no.
Sin esperar a escuchar su respuesta, me di la vuelta y me alejé,
luchando contra todos mis viejos hábitos al negarme a mirar a mi alrededor
para comprobar lo que estaba haciendo. Sabiendo que mi espalda estaba
totalmente expuesta a alguien que no tenía mis mejores intereses en el
corazón tenía todos los pelos de mi cuerpo de punta. Normalmente, habría
retrocedido, manteniendo el peligro o la amenaza a la vista. Esta vez no. Me
dije que no volvería a ser una víctima y que tenía que trabajar para ser más
fuerte. Girarme para ver su reacción le devolvería parte de ese poder, y yo
no lo permitiría. Además, me consolé pensando que estaría loca si se me
echara encima delante de tantos otros alumnos, ¿no?
Lucas lo hizo.
Pero Lucas era un idiota, claramente. Ayla tenía que ser más astuta
que eso. Era una cabecilla, la reina de la escuela, un título por el que había
luchado y tomado, no ganado. Se notaba. No podía mostrar el lado feo de sí
misma tan abiertamente ante todos los demás. Eso solamente la haría
quedar mal, cosa que no quería. Sabía que tendría que tener cuidado con
ella a partir de ahora, pero solamente durante los próximos dos meses, y
luego sería libre.
Tranquilizándome con estos pensamientos, doblé la esquina del
pasillo, dirigiéndome a mi clase de ciencias, sintiendo una sensación de
orgullo en el pecho. No estaba acostumbrada. Me sentía bien
defendiéndome. Diferente, extraña, pero bien. Llevando esa sensación
conmigo por todo la escuela, fui a mis clases matinales con la cabeza alta
por una vez, la capucha echada hacia atrás, e intenté ignorar los susurros,
los nombres de Lucas, Hayden, Maddy, todos suspendidos en el aire como
un perfume pesado. Seguía sin entender por qué todos habían señalado
automáticamente a Hayden como culpable, pero sabían que yo era inocente.
No tenía nada de qué avergonzarme. Por eso, y siguiendo mi mantra de no
ser una víctima, intenté que no me molestara.
Pero no podía evitar preguntarme... ¿por qué? ¿Por qué Hayden?

Cuando llegó la hora de comer, estaba un poco cansada de tanto


100
chisme paranoico y miradas fijas. Durante toda la mañana, la gente había
actuado como si se anduviera con pies de plomo a mi alrededor, sin mirarme
en los pasillos, lo cual había sido un cambio agradable. Pero las miradas y
la atención me provocaban ansiedad. Demasiado para no querer llamar la
atención. Así que en lugar de comer en mi mesa solitaria de la cafetería,
tomé mi mochila y salí al patio.
Era primero de mayo y la primavera había decidido aparecer hoy.
Hacía calor, el sol brillaba y apenas había una nube en el cielo, pero,
al parecer, todos los chicos de la escuela tenían la misma idea que yo. El
patio estaba abarrotado, e inmediatamente sentí una opresión en el pecho.
Había grupos desperdigados por todas partes, holgazaneando en los bancos
que rodeaban la estatua de la mascota escolar, un oso pardo gigante, y en
las paredes de roca que rodeaban el espacio de piedra y conducían por un
tramo de escaleras a la acera y la calle de abajo. Me desvié hacia un lado,
tomando el corto sendero que conducía a la llanura cubierta de hierba que
rodeaba la escuela, paseando bajo los robles y arces gigantes que bordeaban
la orilla para ocultarnos de la calle de abajo. Otros chicos aprovechaban la
sombra de los árboles y del edificio para esconderse, mientras disfrutaban
de sus almuerzos y amigos.
No pude evitar envidiarlos un poco. Parecían tan despreocupados. No
recordaba la última vez que me había sentido así, o si alguna vez me había
sentido así. Al mismo tiempo, me preguntaba cuántos de ellos se escondían
detrás de esas sonrisas... tristes, sufriendo, pero aún no rotos del todo.
Un suave rasgueo me sacó de mi sombría ensoñación, el sonido estaba
fuera de lugar aquí. Escudriñé la zona, preguntándome si alguien estaría
poniendo música en un altavoz o algo así, cuando una figura oscura sentada
a solas bajo un enorme roble, con una guitarra en las manos, captó mi
atención. Estaban casi perdidos en las sombras, su cabello oscuro y su ropa
les ayudaban a pasar desapercibidos. Entrecerré un poco los ojos,
levantando una mano contra el resplandor del sol, y me encontré con una
mirada plateada.
Hayden...
Todo el mundo estaba situado lejos de él, y él descansaba bajo un
gran roble con una guitarra en las manos, con el mismo aspecto de rey
perezoso que en la cafetería. Era como si no le importara nada, la viva
imagen de la inocencia. Me hizo pensar que tal vez no había atacado a Lucas,
después de todo. Sin embargo, los demás seguían lanzándole miradas de
reproche. Sin embargo, noté que no todos estaban asustados. Grupos de
chicas le lanzaban miradas acusadoras, pero él no parecía darse cuenta.
Su mirada plateada seguía clavada en mí, ignorando a los demás,
mientras levantaba una mano en mi dirección. Su púa de guitarra seguía
entre el pulgar y el índice mientras los tres restantes me hacían señas con 101
un pequeño rizo.
Me encontré apretando mi bolsa contra el pecho, con el corazón
agitándose de una forma que nunca antes había sentido, y aspiré un fuerte
suspiro entre los dientes mientras me unía a los demás para mirarlo
fijamente. Me perdí al recordar el día de ayer y cómo me había hablado
después del manoseo público de Lucas, la forma en que me había mirado al
final del día, su pequeña inclinación de cabeza, como si algo se hubiera
logrado. ¿Por qué me prestaba tanta atención mientras aparentemente
evitaba a todos los demás?
Yo no era nada especial.
Por un momento, supuse que debía de estar confundiéndome con otra
persona, o que tal vez había otra persona a mis espaldas. Al pensarlo, me
giré rápidamente y se me erizaron los pelos de la nuca, pero no había nadie.
Tímidamente, volví a mirarlo de reojo, preguntándome si mi reacción
exagerada no lo habría desanimado. Pero lo único que hizo Hayden fue
sonreírme torcidamente, levantando una comisura de los labios como si le
pareciera entrañable, y volvió a hacerme señas.
Me encontré con que mis pies me llevaban a través de la hierba, fuera
del sol y a la sombra de las amplias ramas del roble, las ramas brotando con
nuevas hojas, listas para estirarse y absorber la luz. No me detuve hasta
que estuve a metro y medio, sin poder resistirme a estudiar cada parte de
él. La forma en que su despeinado cabello oscuro le caía parcialmente sobre
los ojos, la intensa belleza de su mirada plateada, la forma en que sus
antebrazos se flexionaban cuando movía un poco la guitarra, manteniéndola
entre nosotros, calmando aún más mi ansiedad. Podía tratarlo como un
escudo.
Pero no tenía miedo. No de Hayden. No realmente. Sin pensarlo, me
acerqué un paso más y esperé a que dijera algo, preguntándome por qué me
había hecho venir mientras él descansaba con su instrumento, como si no
le importara nada. Con la otra mano, se levantó lentamente y se alborotó el
cabello, apartándoselo del rostro; su expresión se suavizó cuando acorté la
distancia con aquel paso extra.
—¿Qué pasa? —pregunté finalmente cuando continuó mirándome con
una extraña expresión de cautela, aunque amable. ¿Qué le pasaba por la
cabeza?
—Pensé que querrías sentarte conmigo —extendió la mano alrededor
de su guitarra y acarició la hierba, antes de recostarse contra el tronco del
árbol como si no le importara lo que yo decidiera hacer. Sin embargo, pude
ver cómo apretaba y aflojaba la mandíbula repetidamente, como si algo le
molestara. Me pregunté qué era.
No me estaba diciendo qué hacer. No como cuando Ayla me había
invitado al Festival de Primavera. Hayden se ofrecía, dejándome la elección 102
a mí para que decidiera si era lo que realmente quería. Mis manos, que
seguían aferradas a mi bolsa, se tensaron un poco, aferrando el material
mientras vacilaba, insegura, dudosa, temerosa de que me estuvieran
tendiendo una trampa, de que hubiera algún plan alternativo detrás de
aquel acto de bondad.
Hayden no es como los demás.
No sabes nada de él, Maddy.
Pero ha sido amable...
Es una trampa. ¿Por qué demonios estaría interesado en ti?
Siempre dices que confíes en tus instintos. Confía en ellos ahora.
Lentamente, me arrodillé, la hierba bajo mis rodillas medio muerta,
medio lista para cobrar vida con el verde que empezaba a crecer. Sujeté la
mochila, pero me acomodé lo mejor que pude y lo observé con curiosidad,
preguntándome de qué iba todo aquello. En lugar de decir nada, Hayden se
limitó a acercar su guitarra y a juguetear un momento con las cuerdas antes
de empezar a tocar de nuevo. La música era reconfortante, el suave rasgueo
hermoso. Con el cálido día de primavera, la tranquila serenidad y la paz todo
el ruido de fondo. El tráfico, las risas y el parloteo constante de los otros
estudiantes se desvanecieron hasta que lo único de lo que era consciente
era de Hayden y de mí.
—¿Tocas? —me preguntó al cabo de un minuto, su expresión seguía
siendo suave, escrutadora, mientras me hablaba con la misma calma
amable de siempre.
Negué, burlándome un poco mientras exhalaba un suspiro y bajaba
la mirada para observar las verdes briznas de hierba que intentaban
desesperadamente crecer, liberarse de los macizos de alfombra muerta y
amarilla que las sofocaban. Con cuidado, empecé a apartar los trozos viejos
y marchitos, dando a los nuevos más espacio para respirar.
—Nunca tuvimos mucho dinero —dije, pensando en cómo, a pesar de
los intentos de mamá por regalarme algo, siempre acababa vendido y el
dinero iba a parar a su adicción. Me mordí el interior del labio, odiándola y
compadeciéndola a la vez.
—Yo podría enseñarte —se ofreció.
Solamente esta siendo educado.
—Está bien. No tengo nada con lo que practicar. —Miré con nostalgia
la hermosa pieza de madera oscura que tenía entre las manos, pensando en
lo bonito que habría sido poder tener un tesoro así.
Hayden me observó detenidamente y tuve la sensación de que me
estaba desnudando, mirando en las profundidades de mi mente, con una
expresión de querer comprender. Se movió un poco, levantando una rodilla 103
para equilibrar el mástil de la guitarra, y me tendió una mano, con la palma
hacia arriba.
—Toma —me dijo en voz baja.
Aunque dudé un segundo, la curiosidad y el ambiente agradable que
había creado me convencieron. Acerqué lentamente mi mano a la suya,
notando lo mucho que temblaba. Si yo podía verlo, él también, pero no hizo
ningún comentario. Sus labios se apretaron ligeramente ante mi contacto.
Cautelosamente, dejé que mi palma se posara ligeramente sobre la suya, y
mis dedos saltaron un poco al contacto antes de obligarme a relajarme.
Confía en tus instintos, Maddy. Hayden no es como los demás, me
recordé a mí misma.
Aunque el corazón me latía con fuerza, me obligué a calmarme y
finalmente dejé que su mano soportara todo el peso de la mía. La suya era
cálida, con los callos ásperos de las cuerdas, pero me pareció extrañamente
tranquilizadora, y mi mente acelerada empezó a calmarse cuando me dio un
minuto para acostumbrarme a su tacto.
Sin apartar los ojos de los míos, sus dedos empezaron a cerrarse uno
a uno hasta que me tomó la mano con cuidadosa ternura. Una vez más,
Hayden era una de las pocas personas que respondían a lo que yo
necesitaba con tanta precisión y comprensión, que sentí que mi confianza
en él no hacía más que crecer. Me dio un pequeño tirón, indicándome que
me acercara, así que me puse de rodillas hasta que casi rozaban las suyas,
observando cómo guiaba mi mano hasta las cuerdas, girándola para deslizar
la parte inferior de mis dedos por puntos concretos del diapasón.
—Presiona aquí —me dijo, y su voz profunda me produjo un extraño
estremecimiento—. Y aquí... luego mueve el índice aquí... —Apoyando el
mástil de la guitarra, me pasó la púa negra y brillante con la otra mano—.
Ahora rasguea.
Torpemente dejé que la púa se deslizara por las cuerdas, el sonido no
era perfecto como cuando Hayden había tocado, pero sin duda sonaba mejor
que cualquier intento que hubiera hecho en el pasado. De niña, si veía una
versión de juguete en la tienda las pocas veces que mamá me llevaba a
comprar un regalo, me limitaba a golpear las cuerdas sin entender cómo
funcionaba el instrumento. Siempre sonaba fatal y, por eso, mamá nunca
me regaló uno. Eso y que siempre eran demasiado caros. Pero al escuchar
este sonido, al escuchar cómo debería ser, se me movieron un poco las
comisuras de los labios y volví a rasguear.
—Ese acorde se llama Do —dijo Hayden.
Mi mirada se desvió hacia la suya, que me observaba con la misma
sonrisa bonita y torcida. Mis mejillas se sonrojaron, pero cuando fui a
apartarme, su mano se aferró con cuidado a la mía. No de un modo
dominante y agresivo, sino más bien como una guía alentadora. Me movió 104
los dedos, cambiando los acordes. Con una pequeña inclinación de cabeza,
le hice caso para volver a intentarlo.
—Este un Sol —y con un último cambio y rasgueo— y este Re. Son los
tres acordes más fáciles de aprender para acústica. Vuelve a intentarlo.
Con su aliento, moví torpemente los dedos, intentando recordar la
colocación original. Cuando cometía un error, me corregía con suavidad,
guiándome hasta el lugar correcto sobre el diapasón, y luego me convencía
para que siguiera adelante. Antes de que me diera cuenta, pasé de una a
otra, aunque no sonaba tan firme ni como ninguna canción que conociera,
pero me sorprendí a mí misma sonriendo. Levanté la vista hacia él,
amándolo a pesar de lo débil que sonaba, solamente para encontrar su
expresión ardiente, sus ojos moviéndose alrededor de mi rostro tan
intensamente, como si estuviera estudiando cada parte de mis rasgos con
la más pequeña de las sonrisas en sus labios, y disfrutara de lo que veía.
Al verlo tan cerca, con la intensidad de su mirada, al darme cuenta de
que le estaba permitiendo incluso que me tocara, con las rodillas apretadas
contra su muslo, sentí que se me cortaba la respiración por un instante,
antes de relajarme.
Estás a salvo, Maddy. No te hará daño.
¿Cómo lo sabía? No sabría decirlo. Simplemente... lo sabía.
Y al ver el rostro de Hayden, sus ojos, todo tan cerca, me pareció aún
más hermoso. El cabello desordenado y oscuro que le caía sobre el rostro,
medio protegiendo sus ojos del mundo, esos ojos tan hipnóticos y brillantes,
de un color tan inusual, enmarcados con pestañas largas y oscuras... Me
sentía como si me estuvieran hipnotizando. Los orbes plateados
prácticamente brillaban, caldeados por la calidez y algo más que no podía
explicar, ya que nunca antes alguien me había mirado así. Me tomó
completamente desprevenida y me quedé sin palabras. En lugar de decir
algo ingenioso o inteligente como tantas otras chicas seguras de sí mismas,
me limité a devolverle la mirada, con las mejillas sonrosadas y la mano
temblando ligeramente mientras apretaba con fuerza las cuerdas.
Hayden subió lentamente la mano por el mástil de la guitarra hasta
que sus dedos rozaron los míos, con las callosas y ligeras yemas de los
dedos, como si los estuviera acariciando, tratando de asegurarme que
tendría cuidado.
—Estás a salvo, Maddy —murmuró, con un tacto aún ligero como el
de una pluma. Algo en sus ojos me hizo sentir que había una pregunta
candente que quería hacerme, pero que se estaba conteniendo. De hecho,
parecía que eso era todo lo que estaba haciendo.
Contenerse.
Mi respiración se agitó, pero asentí, creyéndole. Hayden podía 105
hacerme sentir protegida y asustada al mismo tiempo. En el fondo, sabía
que estaba a salvo con él, pero las viejas costumbres son difíciles de
cambiar.
Cuando mis dedos empezaron a temblar ligeramente, me soltó y se
relajó contra el tronco del árbol, bajando lentamente la guitarra. Al instante
puse las manos en mi regazo, sintiendo una extraña mezcla de alivio por
haber roto nuestro contacto y decepción.
—¿Ya has comido? —preguntó cambiando de tema.
Negué mientras metía la mano en la mochila negra que tenía a su lado
y sacaba una bolsa de papel marrón con lo que parecía un colorido robot
garabateado en la parte delantera con rotulador rojo y azul. Era evidente
que lo había hecho un niño, dado el garabato desordenado y desordenado...
eso, o simplemente Hayden no estaba dotado del talento de una mano de
artista, pero lo dudaba. Cuando se dio cuenta de que lo miraba, se enderezó
y apretó los labios, con las mejillas ligeramente enrojecidas: un momento de
vulnerabilidad.
—A mi hermano pequeño le gusta hacer dibujos los días que traigo el
almuerzo a la escuela —me explicó—. Tiene cinco años.
—Me parece muy tierno —dije, girando ligeramente la cabeza para ver
mejor al robot—. Soy hija única. En cierto modo, supongo que es una
bendición.
—¿Qué quieres decir?
—Quiero decir que solamente tenía que preocuparme por mí. —
Suspiré un poco triste al pensarlo. ¿Y si hubiera tenido un hermanito o
hermanita conmigo todos estos años? ¿Y si compartíamos la cama cuando
los novios de mamá o el señor Foster se colaban en la habitación? ¿Y si
intentaba tocarlos como me tocaban a mí? Al pensarlo, se me comprimió el
pecho y sentí que la rabia hervía en mi corazón. ¿Que me torturara? Lo
afronté lo mejor que pude. Pero si hubiera intentado algo con un hermano,
me vería a mí misma contraatacando; uñas al rostro, bofetadas, mordiscos,
incapaz de soportar la idea de que una versión más pequeña de mí misma
fuera puesta en una situación en la que se sintieran impotentes, confusos y
asustados. No lo habría permitido.
Parpadeé con fuerza y me aparté de Hayden, sacando mi propio
almuerzo de la mochila, uno rosa y morado de Phoenix House y la botella
de agua de flores que lo acompañaba. Mirando hacia arriba, vi cómo la
comisura de su boca se curvaba ante el estilo infantil de mi propio almuerzo
y no pude evitar devolvérsela. En medio de un mar de adolescentes que eran
demasiado geniales para cualquier cosa remotamente fuera de estilo o
diferente, y aquí estábamos con nuestras coloridas bolsas de almuerzo como
si estuviéramos de vuelta en segundo grado. Lo único que completaría la
imagen sería que yo llevara un vestido con el cabello recogido en coletas y él
llevara una capa de superhéroe todo el día y toda la noche. 106
Cuando Hayden se sentó y empezó a quitarse la chaqueta de cuero
negro, solamente pude pensar en que era cualquier cosa menos infantil. Sus
brazos se flexionaron cuando los sacó de las mangas largas, y la camisa se
le pegó al pecho de una forma que me dijo que no había nada más que puro
músculo debajo de la tela. Colocó con cuidado la chaqueta a un lado,
apoyándola sobre su bolso como si fuera algo sagrado, y exhaló un suspiro
de alivio.
—Así está mejor —exhaló, echándose el cabello hacia atrás de nuevo.
Hayden me miró con esa hermosa e inquisitiva mirada plateada y
preguntó—: ¿No tienes calor, Maddy?
Sí.
—No, estoy bien. —Mentí, inclinándome sobre mi bolsa del almuerzo
para bajar el cierre.
—¿Estás segura?
No.
—¡Sí!
—Tus mejillas están un poco sonrojadas...
—Eso no es por el calor... —En cuanto lo dije, me mordí la lengua y
deseé poder teletransportarme fuera de allí. Sin duda me había visto
mirándolo cuando se quitó la chaqueta, y ahora había metido la pata hasta
el fondo. Tenía calor, pero Hayden era tan increíblemente guapo que,
combinado con el calor del día, me estaba asando en mi sudadera con
capucha.
Hayden no hizo ningún comentario sobre mi vergonzosa metedura de
pata. En su lugar, se limitó a insistir:
—Te vas a cocinar. —Al instante me acordé de la señorita Ross de esta
mañana, cuando me había llamado la atención por vestirme tan abrigada.
Había intentado convencerme de que me cambiara, pero yo me negué,
insistiendo en que sabía lo que hacía. Se limitó a suspirar y a poner los ojos
en blanco, murmuró: “Adolescentes”, y lo dejó estar. Supe al instante que lo
más probable era que hubiera aprendido ese dicho de su propia madre.
—No lo haré.
Suspiró un poco, probablemente pensando que yo no estaba siendo
razonable.
—Bueno, no soy tu guardián, pero creo que estarías más cómoda sin
esa cosa puesta.
Me mordí el labio, haciéndolo rodar entre los dientes mientras discutía
conmigo misma.
Pero entonces la gente me verá... 107
Ya te ven.
Pero verán... más de mí.
No eres nada especial. No les importará.
Hayden verá...
Hayden no es como los otros.
Mi mente iba y venía tan rápido que era agotador. Ni siquiera me di
cuenta de que estaba destrozando el sándwich en el envoltorio de plástico
que me había preparado hasta que un toque cuidadoso me sacó de mis
pensamientos. Parpadeé y noté que los dedos de Hayden se posaban en el
dorso de mis manos, sacándome de mis pensamientos contradictorios.
—¿Maddy? —murmuró suavemente.
Sentí el brillo en mis ojos cuando tentativamente lo miré, nerviosa por
lo que pensaría de mí siendo tan... rara y extraña... por el simple hecho de
quitarme el suéter. Pero la expresión de Hayden era cualquier cosa menos
crítica. Era cauteloso, sus ojos cálidos y llenos de comprensión.
—Maddy —dijo de nuevo— estás bien. Has estado sentada aquí
conmigo de espaldas a toda esta gente durante los últimos diez minutos y
no ha pasado nada malo. No lo permitiría, ¿me entiendes?
Inspiré agitadamente entre los dientes, nunca antes había sentido
tanto aprecio y aceptación por parte de un extraño. Al darme cuenta de que
había bajado la guardia por completo sin darme cuenta, sentí una punzada
en la nuca al pensar que estaba expuesta al mundo, que no había estado
prestando atención a los que me rodeaban. Luché contra el impulso de
mirar. Hayden tenía razón. Había estado a salvo durante diez minutos sin
saberlo. No dejaría que alguien se me acercara sigilosamente.
Cerré los ojos y aspiré una profunda bocanada de aire, la retuve y me
agarré el dobladillo del sueter, tirando de él hacia arriba y quitándomelo. En
cuanto me lo quité, sentí como si me hubiera quitado un grillete de la
garganta, uno que ni siquiera sabía que estaba ahí. Me quedé sentada,
inmóvil, respirando, esperando a que pasara algo. La brisa era ligera, los
rayos de sol que se colaban por las ramas eran cálidos y el parloteo a nuestro
alrededor continuaba. Lentamente, abrí los ojos y miré a mi alrededor con
nerviosismo. Nada había cambiado respecto a antes; a nadie le importaba.
Al sentir que me quitaba ese peso de encima, sentí que una sonrisa se
dibujaba en mis labios, y cautelosamente miré a Hayden, preguntándome si
mi extraño comportamiento por fin le estaba pasando factura, si ya se había
cansado de lidiar con la extraña chica nueva.
Pero todo lo que vi fue la impresionante y rara sonrisa de Hayden...
una sonrisa torcida que me habría hecho caer de pie si hubiera estado de
pie. No creo que él se diera cuenta de lo hermoso que era, y me encontré 108
perdida en su mirada cristalina.
Antes de darme cuenta, sus dedos se deslizaron cuidadosamente bajo
los míos y se entrelazaron con ellos, tomándome la mano de una forma tan
reconfortante y tierna que le devolví el apretón.
—¿Ves? —dijo triunfante, como si estuviera orgulloso—. Eres más
fuerte de lo que crees, Maddy.
A pesar de que sus palabras me hacían escocer el fondo de los ojos
con lágrimas no derramadas, asentí, con la voz temporalmente perdida por
su confianza en mí.
—Ahora, veamos qué podemos salvar de tu sándwich destrozado —rió
entre dientes, señalando con la cabeza el desastre que había hecho en mi
breve momento de ansiedad.
A pesar de su deseo de comprarme otro almuerzo de la cafetería, mi
comida aún era comestible y rechacé su oferta. Cuando no me la terminé,
entrecerró los ojos como si yo estuviera siendo testaruda o algo así, pero la
verdad era que no estaba acostumbrada a comer tantas comidas completas
en un día. Con mamá, normalmente me saltaba el desayuno, aprovechando
el programa de almuerzos de la escuela en la que estuviera. Por la noche, la
cena era aleatoria. Unas noches había de todo y otras... nada. Con los años
había aprendido a acaparar comida, guardando lo que tenía en un lugar
secreto para picar cuando me dolía el estómago en la cama por la noche.
Guardé el resto de mi sándwich, con la intención de reservarlo para más
tarde, cuando estuviera en la cama, mientras él seguía pareciendo tan
molesto por mi pequeña comida.
Su almuerzo consistió en un sándwich de pavo en un panecillo de
chapata, uvas moradas frescas, galletas caseras (nunca había oído hablar
de ellas) y una naranja. Ante su insistencia, me hizo comer algunas de las
uvas y compartió conmigo la mitad de su naranja. Intenté rechazar una de
las galletas de su madre, pero no quiso. Sentí que estaba a dos segundos de
metérmela por la garganta, pero se contuvo porque sabía que si me agarraba
me asustaría. Así que cuando me lo puso en la rodilla después de que negara
por enésima vez, suspiré y cedí. Sin embargo, en cuanto le di un mordisco,
me alegré de haberlo hecho. Su madre sí que sabía cocinar. Creo que mi
madre nunca lo hizo. De hecho, sé que no. Nunca había comido algo hecho
en casa, no como esto.
—Tienes mucha suerte de que a tu madre le guste hacerte estas cosas
—dije mientras comía.
—Sí, siempre le ha gustado la repostería —dijo él, tomando un
pequeño bocado. Por alguna razón, detecté una pizca de tristeza en él,
solamente una pizca. Cuando miré hacia él, me di cuenta de que su sonrisa
vacilaba y de que su humor cambiaba ligeramente cuando elogié a su madre.
Me pregunté qué había pasado para que la mención de su madre lo 109
hiciera reaccionar con tanta melancolía. Pero yo, más que nadie, sabía que
las cosas no siempre eran lo que parecían por fuera. La gente tenía secretos,
algunos mucho más oscuros que otros, y muy pocos de nosotros éramos
testigos de ellos. Algo había ocurrido entre él y su madre, y aunque estaba
claro que la quería, parecía que aún había cierta historia entre ellos. Al
menos, eso era lo que yo sentía, dada su reacción.
—¿No te gustan los Rocky Road7? —pregunté, insistiendo con
cuidado.
—Me encantan. También son los favoritos de mi abuelo —dijo, dando
otro mordisco.
—Me parece muy dulce que aún hornee para ti —dije—. Mi madre
nunca hizo cosas así por mí.
Me preguntaba si este pequeño dato le ayudaría a ver lo amable que
era, como si la tristeza que sentía al mencionar a su madre me doliera más
que mi pegajosa relación con mi propia madre. Podía verlo en su expresión,
cómo bajaba el tono, como si algo no fuera del todo bien. Pensé que tal vez
si podía señalar este gesto amable porque tal vez era algo que él había
pasado por alto y no había considerado antes.

7 Barra de chocolate con malvaviscos y otros ingredientes sin hornear.


—Mis galletas favoritas eran las de avena con pepitas de chocolate,
pero la única vez que comía una era si era de una caja de la tienda, y eso si
teníamos una caja de la tienda —me reí sin humor de aquello. Las golosinas
como las galletas eran una rareza en mi casa—. Tu madre te hace tus
favoritas desde cero y te las empaqueta. Eso es muy especial, en mi opinión.
Hayden miró el trocito de galleta que le quedaba en las manos, como
si no se le hubiera ocurrido. Por un momento, no dijo nada, antes de
comerse rápidamente el resto y limpiarse las manos en sus pantalones
desteñidos, optando por no decir nada. Estaba bien. No tenía por qué
hablarme de ello. Pero seguía sentado aquí, con la opción abierta si quería.
En lugar de eso, se dio la vuelta para tomar su guitarra y empezó a
pulsar las cuerdas con los dedos. Una melodía suave y fácil llenó el
ambiente, dándome una razón para respirar cómodamente y relajarme.
—¿Tienes alguna petición?
Entendí que quería que dejáramos el tema y lo respeté. Así que pensé
en una vieja canción que mi madre solía tararearme mientras me dormía,
All the Stars, y escuché con asombro cómo me enganchaba con su talento,
sintiéndome como si, una vez más, estuviera en la cama en el abrazo de mi
madre. Me sentía como... en casa. Me quedé sentada mirándolo tocar, sin
darme cuenta de que sonreía hasta que tocó el acorde final y levantó su
hermosa mirada para fijarla en la mía. 110
Durante unos segundos, pensé en lo incómoda que solía sentirme al
mantener un contacto visual directo. El bello rostro de Hayden, sus ojos
cautivadores y el ambiente en general me hicieron olvidar por completo
dónde estaba, o incluso quién era. Olvidé cómo evitaba esto mismo porque,
por una vez, mi corazón no se aceleraba de miedo. ¿Por qué me afectaba
tanto este desconocido? Este adolescente oscuro, melancólico y fuera de
lugar que, obviamente, tenía algo de oscuridad en su interior que
normalmente me haría correr en dirección contraria. La forma en que se
aislaba de los demás, la forma en que caminaba por la escuela sin
preocuparse, la multitud que se separaba por él, su miedo por él, algo que
debería ser una bandera roja importante para alguien como yo.
Y sin embargo... no parecía importar.
No me di cuenta de que estaba temblando, no de miedo, sino de algo
totalmente distinto, hasta que Hayden rompió el contacto visual y me hizo
sentir como si me hubiera liberado de algún tipo de hechizo. Su cabello cayó
sobre sus ojos, protegiéndolos de mí y yo exhalé un largo y tembloroso
aliento y agaché la cabeza. Las mejillas se me pusieron rosadas de vergüenza
por haber mirado tan descaradamente. Pero él también lo había hecho.
—La campana va a sonar pronto, Maddy —gruñó, abriendo el estuche
de tela y colocando con cuidado su querido instrumento en el interior. Se
movió con rigidez al darse la vuelta, como si se sintiera incómodo. ¿Le había
hecho yo eso? ¿Mi mirada le había hecho sentirse tan incómodo? Sentí que
mis mejillas rosadas se ponían violentamente rojas al pensarlo e
interiormente me maldije por haber perdido el control en ese momento.
—Sí, sí, lo siento —murmuré, recogiendo los restos de mi comida. Por
una vez, no había terminado de comer. De hecho, por primera vez en mucho
tiempo, no tenía hambre.
—No lo sientas. —Su tono se suavizó, la forma rígida en que había
hablado antes ahora se relajó, como si tratara de sonar tranquilizador—. Es
solamente que no quiero que llegues tarde.
Eso fue... dulce.
—Bien, gimnasio. —Tendría que bajar corriendo al sótano donde
estaban los vestuarios para cambiarme, ponerme mi ropa de gimnasia
incómodamente ajustada y soportar una hora de socialización física.
Educación Física era un infierno para mí, pero una de las únicas opciones
que me quedaban por llegar tan tarde al curso—. Supongo que te veré en
fotografía.
Miré hacia él, preguntándome si seguía ocultándome sus oscuras
emociones, pero en lugar de eso, descubrí que su brillante mirada se había
abierto de nuevo. Tenía los labios apretados y el cuerpo rígido sobre la funda
de la guitarra, como si se mantuviera en su sitio a propósito, pero volvía a
mirarme.
111
—Te veré más pronto que eso. —Entonces me guiñó un ojo. Hayden
me guiñó el ojo. Era extraño verlo un poco coqueto. ¿O tal vez lo estaba
interpretando mal? Tal vez solamente estaba siendo... ¿amable? ¿Esto era
ser amable? Confundida y atolondrada, asentí y me puse en pie de un salto,
huyendo de él lo más rápido que pude. Detrás de mí, lo escuche reír
suavemente, como si mi reacción le divirtiera. Con el rostro ardiendo, me
apresuré, ignorando a todos los demás en el patio mientras todos
susurraban y se apartaban felizmente de mi camino como si estuvieran
aterrorizados.
¿Por qué todos le tenían tanto miedo a Hayden? Quiero decir, además
de los rumores sobre que él fue quien aparentemente atacó a Lucas, habían
reaccionado así con él anteriormente. Y ahora me trataban a mí de la misma
manera.
Cuando llegué a las puertas que daban al interior, me detuve y lo miré
por encima del hombro. Seguía bajo el árbol, de pie y observándome, como
un oscuro guardián. Saber que lo era debería haberme asustado, pero, en
lugar de eso, lo único que sentí fue calor en mi interior al contemplar el
hermoso rostro de Hayden, sus ojos cautivadores, toda su vibración, que me
hizo olvidar por completo dónde estaba, o incluso quién era.
Al escuchar a alguien aclararse la garganta, parpadeé, dándome
cuenta de que había un grupo de chicos esperando para entrar también, y
yo estaba bloqueando el paso como una idiota mientras miraba a Hayden
Mathers como una colegiala enamorada.
—¡Perdón, perdón! —tartamudeé, y rápidamente abrí la puerta
mientras me apartaba de él, encogiéndome de hombros por haber actuado
como una idiota. No estaba acostumbrada a esta sensación. Sentía que no
tenía el control y eso me inquietaba. Tenía que poner orden.

—Así que, ¿tienes algo con Hayden Mathers? —La voz de Ayla rompió
mi concentración mientras se acomodaba frente a donde yo estaba sentada,
con las piernas estiradas ante mí. La clase se alargaba mientras nos
preparábamos para intentar la carrera de obstáculos. Por encima de mí, era
dolorosamente consciente de Hayden, que estaba levantando pesas, los
músculos de sus brazos haciendo fuerza contra las mangas de su camisa,
haciendo que mis entrañas saltaran ante la vista.
—¿Algo? —Levanté las cejas hacia ella, queriendo decirle que se
metiera en sus asuntos, pero supuse que no se lo tomaría demasiado a la
ligera, dada su actitud general y nuestra conversación de aquella mañana.
Debería saber que no tenía ningún deseo de hablar con ella.
112
—Los vi sentados juntos en el almuerzo —su tono era tan falso que
daba escalofríos. Era una actriz terrible.
—Sí —murmuré, girándome para estirar la parte baja de la espalda.
—Parecía un poco... coqueto —sonaba enfadada. ¿Por qué iba a estar
enfadada?
Porque obviamente siente “algo” por él...
—No estábamos coqueteando. Me estaba enseñando su guitarra. —
Murmuré con los dientes apretados. ¿Por qué sentía que tenía que darle
explicaciones?
Los viejos hábitos no mueren, Maddy.
En ese momento, nuestra profesora de Educación Física entró y tocó
el silbato, aplaudiendo mientras nos indicaba que nos pusiéramos en
parejas. Para mi consternación, Ayla se cerró en el espacio a mi lado,
indicando que me había seleccionado como compañera, quisiera yo o no. En
vista de que todas sus amigas y todos los demás alumnos habían buscado
a alguien inmediatamente, yo no tenía nada que decir al respecto.
Ayla se dirigió a una esquina y señaló la pared con la cabeza.
—Baja las manos y yo te sujetaré los tobillos —me dijo, indicándome
que me ayudaría a ponerme de pie. Los demás equipos hicieron lo mismo,
así que no tuve elección.
No quiero que me sujetes por ningún sitio, pensé, con la piel erizada.
No me gustaba que me tocaran, para empezar, y tener que depositar la
confianza en ella no era algo con lo que me sintiera ni remotamente cómoda.
Notaba que se me aceleraba la respiración, aunque intenté disimularlo
bajando la cabeza, metiéndome la camisa por dentro para que no se me
subiera cuando me puse boca abajo y de frente a la pared con el pretexto de
que me estaba preparando.
Está bien, Maddy. Está bien... está bien...
Apoyé las manos en la colchoneta y di una patada en el suelo.
Inmediatamente, sentí que sus manos rodeaban mis tobillos y me ayudaban
a levantarlos por encima de la cabeza.
Podía sentir sus dedos bajo el edredón, deslizándose sobre mis
piececitos mientras dormía en la cama, jugando con cada dedo del pie antes
de darme un apretón en el tobillo. Fingí estar dormida, incluso cuando su
mano empezó a deslizarse lentamente por mi pantorrilla, masajeando,
acariciando... Sentía las lágrimas clavarse en mis ojos mientras intentaba
ignorarlo, rezando para que solamente fuera una pesadilla, que estaba a
salvo... 113
Pero no lo estaba.
—Hayden no tiene citas —soltó Ayla, sacándome de mi inquietante
recuerdo.
—¿Qu-qué? —jadeé, ignorando el dolor en mi pecho, luchando contra
el impulso de llorar mientras sus dedos se aferraban más fuerte a mi piel.
—Hayden Mathers —suspiró, sonando molesta—. Si esperas llamar
su atención, olvídalo. Folla contigo y luego te deja tirada como si fueras
basura de ayer, y solamente se involucra con chicas de otras escuelas. —
Resopló, sonando seriamente desairada.
—No esperaba nada —dije, sintiendo que la sangre me subía al rostro
mientras todo mi peso recaía sobre mis manos y muñecas. Sentía que
empezaba a temblar—. ¿Puedes bajarme?
—Tiene una historia familiar jodida —continuó Ayla, ignorando mi
petición—. Lleva la locura en la sangre.
¿Qué demonios quiere decir eso? pensé.
—Oye, me estoy mareando. Necesito...
—¿Has visto a Theo Hebert? Tiene el cabello azul y se sienta con todos
los otros chicos populares. Bueno, ¿sabes esas cicatrices alrededor de su
boca? Hayden se las hizo.
¿Qu-qué? Mis brazos empezaron a temblar, sobre todo cuando su
agarre en mis tobillos se hizo más fuerte, mi ansiedad y malestar ahora se
acercaban peligrosamente a la superficie. Internamente, estaba librando mi
lucha interior, luchando entre convencerme de que estaba bien y resistir el
impulso de huir y esconderme.
—Hayden se volvió loco un día y lo golpeó en el rostro allá por octavo
curso. Hicieron falta dos adultos para quitárselo de encima. Theo tuvo que
operarse y ponerse varios dientes postizos. Eso es lo que pasa cuando tu
padre es un psicópata asesino...
—Ayla, bájame. ¡Ahora! —Pateé la pared con los dedos de los pies, y
ella retrocedió tambaleándose, soltándome de modo que caí, con el aire
expulsado de mis pulmones al golpearme con fuerza en la espalda. Tosí
varias veces y jadeé mientras se me llenaban los ojos de lágrimas.
—¡Señorita Savard! —Gritó nuestra profesora de educación física
cuando se acercó corriendo. Se puso de rodillas a mi lado, con expresión de
preocupación y las arrugas de los ojos cada vez más marcadas—. ¡Sabe que
debe bajar a su compañera y no dejarla caer! Señorita King, ¿se encuentra
bien?
Volví a toser, pero esta vez conseguí respirar hondo y asentí.
Nuestra profesora parecía aliviada, pero le dio a Ayla una severa
charla. Una advertencia para que tuviera más cuidado antes de pasar a otro
114
grupo de chicos. Evité los ojos de mi compañera mientras me levantaba del
suelo y daba un paso atrás. Era oficial. Ayla Savard no era alguien de fiar.
Su idea de la “amistad” era falsa. También estaba claro que sus razones
para que me uniera a ella en el festival no eran buenas. Me dejé llevar por
mi instinto, como debería haber hecho tantas veces en el pasado. Me había
quedado callada, ignorando las señales de advertencia, confiando en las
palabras de los demás en lugar de seguir mi instinto, y siempre acababa
herida.
Esta vez no.
—Ayla —jadeé, volviéndome hacia ella y mirándola fijamente a sus
grandes ojos azules, y pude ver lo desarmada que estaba al verme elegir de
repente estar en su espacio, con la cabeza alta y mi propio disgusto evidente
en mis facciones mientras apretaba los labios en una mueca—. Puedes
tomar tu falsa idea de amistad y metértela por el culo.
Podría haber dicho mucho más, estoy segura. Pero en aquel momento,
sinceramente, me daba igual. Sin decir una palabra más, me giré y salí del
gimnasio, ignorando las llamadas de mi profesora para que volviera. Ya me
enfrentaría a su ira más tarde por faltar. Sin embargo, no me sentía segura,
así que de ninguna manera iba a permitirme permanecer en una situación
en la que sentía que los demás tenían poder sobre mí. Ni siquiera iba a ir a
mi última clase, a pesar de que el corazón me daba un pequeño vuelco ante
la idea de no ver a Hayden. Pero podía sentir cómo empezaba a entrar en
barrena, cómo el pánico creciente se descontrolaba poco a poco, haciéndome
sentir frenética y aterrorizada. La desesperación por calmarme era lo único
en lo que podía concentrarme.
Cuando entré en el vestuario, me detuve durante un minuto, con las
palabras de Ayla resonando en mi cabeza como una campana espantosa y
estridente.
Lo que había dicho sobre Hayden, sobre su violencia impredecible,
sobre cómo había marcado a ese chico, Theo Hebert... me produjo un
temblor que me aceleró el corazón. ¿Realmente lo había hecho? ¿Por qué lo
había hecho? ¿Era realmente inestable? La idea de que había estado a solas
con él en el teatro y en el almuerzo estaba muy presente en mi mente
mientras esta información se hundía. Así que iba a saltarme todo eso y salir
de aquí, volver a Phoenix House y esconderme de todos los demás. Me
cambié rápidamente, tomé mis cosas del casillero y corrí directo a la casa,
esperando un poco de paz y tranquilidad.
Pero en cuanto entré por la puerta, me encontré con llantos y gritos
histéricos, como si alguien estuviera sufriendo, y me quedé paralizada como
una estatua mientras el sonido me atravesaba el corazón.
—¡No! No quiero volver. No quiero.
—El tribunal ha aprobado las visitas con tu padre...
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—¡No quiero verlo! ¡Por favor, Saanvi! ¡Por favor, no me obligues!
—¡Para! —Grité, mi pequeño cuerpo luchando contra los puños que me
golpeaban. Me acobardé en un rincón del armario de mi madre mientras la
figura oscura continuaba su asalto—. ¡Para, por favor! Me portaré bien, lo
prometo.
—¡Pequeña, jodida, mierda! ¿Lo has tirado por el retrete? Estúpida,
inútil, basura...
—¡Por favor, para! ¡Por favor!
—Tu madre va a tener que devolvérmelo. ¿Lo sabías? —Otro puñetazo
golpeó mi espalda, sacándome el aire de los pulmones—. ¡Maldita basura!
¡Las dos! No valen mi... —puñetazo—. Maldito... —Puñetazo—. ¡Tiempo!
Podía escuchar la lucha en la voz de mi trabajadora social mientras
se enderezaba la garganta, ahogando sus palabras mientras intentaba
consolar a la niña.
—Ha asistido a reuniones y a terapia y ha mostrado progresos. El
juez...
Lo que iba a decir fue interrumpido por un largo y fuerte gemido. Con
el corazón acelerado y las manos temblorosas, me agarré al marco del arco
que conducía al salón donde se estaba produciendo la conmoción. Sentada
en un rincón junto a la chimenea de piedra, la niña de la cicatriz en la mejilla
estaba hecha un ovillo, con las mejillas enrojecidas y los ojos llenos de
lágrimas. Tenía el cabello castaño revuelto por el rostro, como si hubiera
intentado arrancárselo del cuero cabelludo. A juzgar por los trozos
esparcidos por la alfombra, me di cuenta de que lo había conseguido.
Sentada a su lado, la señorita Ross sostenía una de sus manitas, como si
estuviera luchando contra sus propias lágrimas, mientras la trabajadora
social, la señora Khan, estaba de rodillas, con las manos abiertas,
intentando suplicar a la niña.
—Carol-Ann, será una visita supervisada. Estaré allí todo el tiempo —
decía, claramente disgustada por la noticia que tenía que darle a la niña,
que parecía que le estaban ordenando saltar a un tanque de tiburones y
diciéndole que confiara en que no la morderían. Supongo que, en cierto
modo, eso era precisamente lo que estaba ocurriendo.
—¡No quiero! —sollozó Carol-Ann, estremeciéndose como si la sola
idea de volver a estar en una habitación con su padre fuera físicamente
dolorosa.
Me aparté bruscamente de la pared, distanciándome de la escena que
tenía ante mí, y subí las escaleras a toda prisa, sin importarme que estuviera
anunciando el hecho de que había vuelto pronto de la escuela. No iba a
quedarme mucho tiempo para un interrogatorio. Ahora mismo, solamente
necesitaba alejarme. Necesitaba huir, sentirme segura. Cuando irrumpí en
116
el dormitorio vacío, la visión de mi cama me hizo sentir enferma mientras
los gritos de Carol-Ann desde el piso de abajo solamente me recordaban las
noches que había sufrido. Todo lo que podía sentir eran sus manos sobre
mí, sus besos llorosos y húmedos en mi mejilla y cuello, lo asustada y
avergonzada que me sentía.
Apretando la mandíbula y apartando mis emociones, rasgué el
edredón para dejar al descubierto mis pertenencias escondidas al final. Pero
lo único que quería era una cosa. Metí la mano en la bolsa y tanteé un
momento antes de agarrar el suave brazo de mi osito de peluche, liberarlo y
correr hacia la ventana justo cuando la señorita Ross empezaba a llamarme.
Ignorándola, abrí el ventanal de un empujón. Sin esfuerzo, salí al tejado del
porche y me dirigí rápida pero cuidadosamente al lateral de la casa. Allí me
metí por el desagüe. No era la primera vez que escapaba de esta manera y,
aunque era un lugar nuevo, pude bajar hasta saltar a la hierba y correr
hacia el bosque de la parte trasera de la casa, desapareciendo de la vista.
No dejé de correr hasta que me quedé sin aliento. El bosque era espeso
y ya empezaba a reverdecer por el clima primaveral más cálido, con brotes
que aparecían en las ramas de los árboles y secciones de hierba verde que
empezaban a abrirse paso entre el follaje muerto y las hojas. En mis brazos,
apretado contra mi pecho, sostenía a Fuzzy, mi viejo oso, el único que había
estado conmigo desde el principio. El único que lo veía todo. Cuando por fin
irrumpí en un claro, una sección del bosque que se abría a una zona circular
de alta hierba india y plumosa que me llegaba a las rodillas, me desplomé
en el suelo. No me di cuenta de que estaba llorando hasta que aspiré una
larga y temblorosa bocanada entre los dientes y me cayeron gotas húmedas
por la nariz y la barbilla.
Tumbada en la mullida hierba, me escondí del mundo, ya que la copa
de los árboles dejaba entrever partes del cielo azul y brillante entre las
ramas. Cualquiera que pasara por allí no podría verme escondida en el
pequeño prado, acurrucada como un bebé, abrazada a mi osito de peluche
como si volviera a tener cinco años en lugar de diecisiete. Me permití
sollozar, aspirando bocanadas de aire mientras luchaba contra todos
aquellos recuerdos atormentadores. Ver a Carol-Ann tan angustiada me
había devuelto a cuando yo tenía su edad, indefensa, confusa y asustada.
Obligada por los adultos que debían protegerme. Yo solamente quería a mi
madre. Pero eso no era posible, según los trabajadores sociales de British
Columbia. Teniendo en cuenta las promesas incumplidas que me habían
hecho, lo ignorada que me sentía cuando me atrevía a hablar y lo poco
importante e insignificante que me hacían sentir, nunca me había sentido
segura ni había confiado en nadie.
Así que me quedaba allí, llorando mis sentimientos. Rara vez me
permitía hacerlo delante de los demás. Como casi siempre estaba rodeada
de gente, rara vez tenía la oportunidad de liberar mis frustraciones y aceptar
lo abrumada, estresada y asustada que estaba. Hacía todo lo posible por 117
parecer que no me importaba, por mezclarme entre la multitud, por pasar
desapercibida, pero rara vez me permitía soltarme y simplemente... sentir.
Ser yo misma. Ni siquiera sabía quién era, para ser honesta. Me pasaba todo
el tiempo... sobreviviendo.
Capítulo Nueve

Vi lo que esa zorra, Ayla, le hizo en gimnasia. Necesité toda mi fuerza


de voluntad para recordarme a mí mismo que no debía pegar a una chica.
Maddy había salido corriendo, pero supuse que la vería en Fotografía. No
había aparecido. Revisé el cuarto oscuro y el teatro, pero no estaba por
ninguna parte, y eso me estaba volviendo loco. Intenté mantener la
compostura, diciéndome a mí mismo que me mantuviera alejado y le diera
su espacio. Pero cada vez era más difícil ignorar esa voz.
Encuéntrala. Encuéntrala, Hayden. Encuéntrala... encuéntrala...
encuéntrala...
Salí de la escuela en mi moto, me dirigí a casa, e inmediatamente salí
por el bosque hacia Phoenix House, decidido a comprobar si ella estaba allí.
Llegar en moto no pasaría desapercibido para nadie en la casa, y no quería
que los trabajadores que dirigían el lugar supieran que estaba husmeando. 118
Intenté decirme a mí mismo que era porque estaba haciendo lo correcto, que
estaba cuidando de alguien que no tenía a nadie más. Mamá estaría
orgullosa de mí por interesarme por la obra benéfica que había fundado el
abuelo J, por la que ella y la tía Casey sentían tanta pasión. Pero
sinceramente, solamente necesitaba verla, ver su rostro...
Y tomarla.
¡No! No, no iba a ser así. Solamente quería asegurarme de que estaba
bien. Eso era todo. Eso era todo...
Y entonces, mientras luchaba con estos pensamientos mientras me
apresuraba a través de los árboles, hacia un claro, me detuve. Yo no era su
guardián. Según todos los indicios, me tenía tanto miedo como a todos los
demás. Si me presentaba en su puerta, probablemente desencadenaría algo
en ella, provocándole un estado de pánico. A pesar de lo atraído que estaba
por ella, realmente no sabía nada de Maddy.
Llévatela, Hayden.
No.
La quieres.
Sí.
Puedes tenerla.
Así no. No está bien.
Tú no está bien...
Dejé de caminar, mirando en la dirección que sabía que me llevaría a
esa vieja casa victoriana donde esperaba que ella estuviera. Esto era
estúpido. No era una buena idea. No cuando me sentía medio loco. Así que
me di la vuelta, decidido a volver a casa y quedarme allí, tal vez tocar un
poco la guitarra para distraerme, vigilar a Maverick o ayudar a papá en el
garaje. Cualquier cosa que me impidiera meterme a la fuerza en la vida de
una chica que no quería saber nada de mí. No le haría eso. Se merecía algo
mejor.
Pero, ¿y si te quiere?
Me detuve de nuevo. No te quiere.
Te deja acercarte a ella.
Apenas.
Te ve.
No, no te ve.
¿La ves mirar a alguien más a los ojos?
Me pasé las manos por el cabello varias veces, odiando esta lucha
conmigo mismo. Por mucho que quisiera ser bueno, tenía sed de justicia a
119
través de la violencia y la codicia, como si Manic tuviera un control sobre mí
mucho más profundo de lo que creía. Todo mi cuerpo se tensó, flexionándose
mientras luchaba contra el impulso de darme la vuelta para verla, mi intento
de ser más fuerte y seguir caminando hacia casa menguando a cada
segundo que pasaba. Me tiré del cabello, odiándome a mí mismo al sentir
que mi lado racional empezaba a perder poder frente a la oscuridad... frente
a una parte de mí que era muy... él.
Girándome lentamente, abrí los ojos solamente para ver un rostro que
me miraba desde la hierba alta, y creí que me iba a orinar encima. Ya había
sentido mi adrenalina corriendo a través de mí por mi debate interno, por lo
que sentir mi alma saltar fuera de mi piel en estado de shock y sorpresa casi
me dio un ataque al corazón. Solamente tardé un segundo en darme cuenta
de que era Maddy, como si mis plegarias hubieran sido escuchadas, y
mientras me debatía entre lo que creía que debía hacer y lo que quería, algún
poder superior había tomado el control y la había dejado justo delante de
mí. Una señal.
Inmediatamente pude ver que había estado llorando y, aunque mi
primer instinto fue envolverla en mis brazos y esconderla de la jodida mierda
de este mundo, sabía que no podía. No con ella. Necesitaba estar mejor.
—Maddy —había dicho sin aliento, todavía doblado sobre mis rodillas
mientras intentaba frenar mi corazón— ¿Qué demonios estás haciendo
aquí?
Al principio le costó responder, el conflicto era evidente en su rostro,
pero finalmente...
—Algo me ha provocado y he venido corriendo. —Fue entonces cuando
me fijé en el oso que llevaba en los brazos, que abrazó con fuerza, y sentí
que se me partía el corazón. La tía Casey me había contado historias sobre
cómo era el sistema de acogida en Ashland. Maddy no era de aquí, pero yo
solamente podía imaginar lo peor que era en las grandes ciudades de todo
el país. Niños abandonados por quienes debían cuidarlos, con tan poco a su
nombre, que este oso suyo era probablemente todo lo que tenía. Igual que
la tía Casey y su viejo cordero de peluche que se caía a pedazos.
Bueno, ahora te tendrá a ti, Hayden.
Se removió inquieta en el suelo, nerviosa y alterada, y me reprendí por
olvidar lo incómoda que podía sentirse con el contacto visual directo. A pesar
de lo increíble que había sido estar tan cerca de ella, tocarla mientras guiaba
sus dedos sobre mi guitarra, no quería presionarla ahora. Necesitaba que
me moviera despacio, así que lo haría.
Mirando hacia atrás por donde había venido, me pregunté si debería
marcharme, pero mi parte egoísta estaba desesperada por quedarse, por
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conectar con esta hermosa alma. Me desplacé hacia ella, intentando
relajarme, esperando que percibiera mi aura y se sintiera cómoda antes de
preguntar:
—¿Necesitas que alguien esté aquí contigo?
A mí. Por favor, di que me necesitas.
Mi pregunta la tomó desprevenida, casi como si no hubiera esperado
que le hiciera semejante ofrecimiento. ¿También la asusté a ella?
No, no la asusté. Corrección. Esperaba no haberlo hecho.
Asintió levemente, pero fue un “sí” de todos modos, y me hundí
agradecido en el suelo a unos tres metros de ella, recordando la distancia
que había establecido entre nosotros en el teatro. Hoy ya se había acercado
tanto a mí, pero ahora estaba dolida. Asustada. Tenía que tener cuidado.
Durante un buen rato, no dijimos nada, pero no fue ese silencio incómodo
que se produce con algunas personas, cuando se ponen nerviosas y
empiezan a parlotear y parlotear para llenar el vacío. Con Maddy, me
conformaba con sentarme con ella en silencio en aquel claro, con el sol aún
brillando, los pájaros cantando a nuestro alrededor, seguros y solos en
nuestro pequeño mundo.
Eso me gustaba. Nuestro pequeño mundo...
Sin embargo, cuando la miré de reojo, estaba claro que su ansiedad
había vuelto a aparecer, a juzgar por la forma en que se balanceaba un poco,
aferrada aún a su oso, y me acordé de las crisis nerviosas de mi madre
cuando yo era pequeño. Lo asustada que estaba, lo angustiada e
inconsolable que parecía. Me había asustado mucho entonces. Recuerdo
que una vez me acerqué a ella, pero en cuanto me miró al rostro y nuestros
ojos se cruzaron, se echó a llorar. Sentí que había hecho algo mal, que me
había portado mal y que yo era la razón por la que ella lloraba. Tardé mucho
tiempo en superar esas emociones.
—Mi madre solía tener ataques de pánico cuando yo era más joven —
dije bruscamente. Maddy me dirigió una mirada, sus ojos color avellana se
asomaban entre los mechones de cabello suelto que le caían alrededor del
rostro. Me senté lo más cómodamente que pude, con los pies plantados, las
rodillas levantadas y los codos apoyados en ellas, observándola atentamente
mientras hablaba con la mayor calma posible.
—¿Los tenía? —preguntó Maddy en voz baja, con el ceño fruncido.
Asentí, moviéndome un poco en el asiento, tratando de ponerme más
cómodo.
—Muchas veces, sí. Ocurría algo como, no sé... una canción en el
equipo de música o ciertas motos que pasaban. Se encorvaba, se tapaba los
oídos, cerraba los ojos y empezaba a llorar. —Apreté los labios, estudiando 121
el suelo a mi alrededor. Los recuerdos seguían siendo dolorosos. No
mencioné que a veces... a veces... era por algo que yo había dicho—. Siempre
me asustaba cuando se ponía así. Pensé que estaba rota o algo así.
—¿Qué la sacó de eso? —La voz de Maddy era un susurro, lo
suficientemente alto para que yo lo escuchara.
Las comisuras de mi boca se levantaron ligeramente al imaginarme a
mi padre, con su cabello rubio con mechas plateadas y su sonrisa
bobalicona.
—Mi padre.
Dudó un momento antes de preguntar:
—¿Qué hizo?
—No lo recuerdo exactamente, pero se tiraba al suelo con ella, le
murmuraba y la abrazaba. Al cabo de un rato, me llamaba para que la
abrazara y, poco a poco, ella dejaba de sentir la ansiedad que le había
provocado. —Suspiré con fuerza, recordando cómo la traía de vuelta a
nosotros, como si no le costara ningún esfuerzo. Mientras tanto, yo siempre
parecía empeorar las cosas—. Él es su persona, el que mejor la conoce. En
quien ella confía. —Miré a la hermosa chica sentada a mi lado y sentí que el
corazón se me retorcía—. A veces eso es todo lo que necesitamos. Una sola
persona que nos entienda.
Sus ojos brillantes se clavaron en los míos y, por un momento, sentí
que me dejaba sin aliento. Sentada entre los helechos nuevos, con los
frágiles rayos de luz que brillaban a su alrededor desde el toldo roto de
encima, golpeando la mezcla de mechones oscuros y claros de su cabello,
me di cuenta de que lo único que quería era ser su persona.
—¿Así que él la ayudó? —preguntó, con una expresión tan inocente y
confiada que no estaba acostumbrado a ver en los demás cuando me
miraban. El dolor que sentía al saber que no era la persona de mi madre y
que no podía ayudarla desapareció de repente. Por primera vez en mucho
tiempo, sentí que salía de mi oscuro agujero y volvía a pisar tierra firme, que
después de todo había esperanza para mí. Y todo venía de la mirada que
esta chica me estaba dirigiendo ahora. Se suponía que yo no era de mi
madre. Yo era de ella.
Asentí.
—Ya no es la misma persona de antes. Ahora es más feliz. De vez en
cuando tiene un momento, pero creo que es normal. Es capaz de
recuperarse más rápido y con más control que cuando yo era pequeño. —
Pensé que tal vez era porque me había alejado de mi familia en los últimos
años, distanciándome. Supuse que esa era la razón por la que a ella le iba
mucho mejor. Pero tal vez... ¿tal vez era por otra razón? Tal vez era
solamente... tiempo. 122
Podía ver cómo mi confirmación parecía calmarla y alterarla a la vez.
Sé lo que ella necesita que seas, Hayden, me recordé. No seas egoísta con
ella.
A lo lejos, un fuerte graznido me distrajo y, más por costumbre que
por otra cosa, murmuré:
—Cuervo malo. —Quería reírme de ese estúpido dicho familiar, pero
mi comentario la trajo de vuelta a mí. Al ver la sonrisa de Maddy, ya no me
importó una mierda lo ridículo que me sentía haciéndome eco de las
palabras de mi progenitora.
—Hayden —dijo en voz baja, un susurro tan débil que si no fuera
porque ya estaba tan silencioso como la tumba en nuestro pequeño claro,
tal vez no la habría oído. Mientras la observaba, inclinó la cabeza, con las
mejillas sonrosadas y el rostro torcido como si le doliera. Empezó a temblar,
con la respiración acelerada y llena de pánico, y cerró los ojos como si
estuviera luchando contra sus propios demonios, igual que yo. Preocupado
por el repentino cambio en ella, luché por quedarme donde estaba,
preguntándome qué había hecho para joderlo todo.
—¿Maddy?
Abrázala. Tómala y abrázala, Hayden.
Ella negó rápidamente, balanceándose ligeramente. Me puse en pie y
me acerqué lentamente en su dirección, anticipando a cada paso una
posible mina.
No la asustes. No la asustes, por favor...
—¡Maddy! —Dije de nuevo, un poco más alto, esperando que pudiera
oírme por encima de cualquier pensamiento tóxico con el que posiblemente
estuviera luchando. De repente, se sobresaltó, levantando la vista para
verme más cerca, habiendo acortado la distancia entre nosotros,
acercándome a ella. Por un momento pensé que gritaría, que huiría, que yo
desencadenaría ese impulso de distanciarse de mí. Pero no lo hizo. Pude ver
el anhelo en su rostro, sus ojos nadando con lágrimas no derramadas, y por
un segundo, creí verla inclinarse hacia mí sin darse cuenta, antes de que
retrocediera, como si algo más la dominara, algo que la alejara de mí.
—Soy un desastre, Hayden. Soy un maldito desastre roto.
Esas palabras me destrozaron el corazón, y todo lo que quería en ese
momento era encontrar a las personas que la habían lastimado y
destruirlas. Quería que sufrieran por causarle dolor, por hacerle creer sus
idioteces y mentiras. Podía ver la lucha reflejada en su mirada color
avellana, una lucha que yo mismo sufría cada día.
Se puso en pie entonces, aferrándose a su oso, retrocediendo lejos de
mí mientras susurraba:
123
—Siento haberte hecho perder el tiempo…
—No lo hiciste, Maddy —la interrumpí. No, no dejaré que se disculpe
por los crímenes de otros. No tenía nada que lamentar, y escuchar esas
palabras me hizo querer arremeter contra ella y llevármela. Llevármela de
aquí para poder hacer que todo fuera mejor—. ¡No lo hiciste!
Me arriesgué a dar otro paso, desesperado por cerrar el espacio entre
nosotros.
—Yo-Yo... —balbuceó, y pude verla luchar contra lo que quería, contra
su propia oscuridad—. No merezco tu tiempo.
Rabia.
Rabia pura.
Ella es tuya. Tómala. Tómala ahora. Muéstrale cuánto importa.
Muéstrale cuánto te ha afectado. Cómo inconscientemente logró llegar a tu
corazón y reclamarlo.
Ella no es mía.
Todavía no. Muéstrale que es tuya.
Mátalos.
Encuéntralos, átalos y hazlos sufrir.
Graba su nombre en su piel para que recuerden lo que han hecho.
Sonríe mientras gritan...
No le hagas daño. No le hagas daño. Esto fue demasiado lejos,
demasiado jodidamente lejos. La oscuridad que había en mí, Manic, se
apoderó casi por completo de mí en ese momento, y luché por combatirlo
mientras recordaba las palabras del abuelo J, la promesa que había hecho
de no hacer daño a los que me importaban.
La rompería como él rompió a mamá...
—Maddy, no quiero volver a oírte decir eso de ti misma... nunca.
¿Entiendes? —Mi voz se mantuvo calmada, nivelada, pero no pude contener
la ferocidad en cómo hablaba—. Tú lo vales. ¿Me oyes? Te digo que lo vales.
Cuando di otro paso, ella no se apartó, y aproveché la oportunidad.
Me acerqué a ella, vacilando al ver su reacción, pero no huyó. Con cuidado,
dejé que mis dedos se deslizaran sobre el suave material de su sudadera
desgastada, rodeándola hasta que pude sentir sus delgados brazos debajo
de ellos, y me aferré a ella, con el cuerpo temblando mientras luchaba contra
la rabia que sentía ante la idea de que alguien le hiciera daño.
—Tú vales algo para mí.
Le temblaba el labio inferior rosado mientras sus ojos brillantes
parpadeaban entre los míos, como si yo hablara otro idioma. Sus cejas se 124
fruncieron; confusión, dolor y un pequeño atisbo de esperanza se reflejaban
en sus ojos color avellana.
—No me conoces, Hayden —susurró—. No sabes...
—Quiero —le dije, luchando por controlarme—. Quiero conocerte,
Maddy.
Ella jadeó, el sonido débil y silencioso, pero aún así no se apartó.
Siguió aferrándose a su oso mientras me miraba fijamente, su cuerpo se
balanceaba como si intentara correr y acercarse al mismo tiempo.
Levanté una mano, incapaz de contenerme, y le tomé la barbilla,
acariciando con el pulgar la mejilla suave y sonrosada, olvidándome por
completo de ir despacio.
—A veces, no se trata de conocer a alguien, sino simplemente de
sentirlo... sentir esa conexión, la sensación de que algo, sea lo que sea lo
que hay entre nosotros, está bien. Yo lo siento ahora, y creo que tú también,
pero tienes miedo porque es nuevo, y te han hecho daño tantas veces antes
los que creías que eran tu persona. La que se suponía que debía amarte por
encima de todo y protegerte, y te defraudaron, pero yo no haría eso. Nunca
lo haré. —Pude ver las lágrimas brotar de sus ojos mientras escuchaba mi
pequeño discurso.
Demasiado para tomarlo con calma, Hayden.
—Seré tu amigo, Maddy.
Quieres más. ¡Toma más!
—Puedo ser tu amigo.
Solté una respiración larga y superficial, luchando contra Manic,
obligándolo a volver a su jaula. No lo necesitaba ahora. Maddy no lo
necesitaba. Me necesitaba a mí. A Hayden. A pesar de la chispa que podía
sentir entre nosotros, me consolé pensando que había una sorprendente
pasión detrás de cada palabra que decía, lo que me permitía alejarme lo
suficiente y darle ese espacio. Pero al mismo tiempo, no la dejaría huir. No
de esto. Apretando la mandíbula y aspirando profundamente por la nariz,
la solté, mis dedos se soltaron y di un paso atrás. Ella me miró, con los ojos
muy abiertos, confusa, preocupada. Seguro que pensó que estaba loco.
Joder, seguro que a estas alturas alguien la ha puesto al corriente del loco
de Hayden Mathers y su tóxica herencia familiar. Seguro que sí.
Y sin embargo, ella permaneció inmóvil, eligiendo quedarse donde
estaba.
Cálmate, Hayden... mantén la calma. Encierra a Manic por ahora.
Pero, ¿y si se va? ¿Y si huye?
Entonces la dejarás.
No puedes hacer eso...
125
¡No! Libera a Manic con los que te lastiman, aprecia a los que amas...
—Hayden —susurró, su voz inquietante como la nota aguda de una
campana cristalina, y una tímida y pequeña mano tocó suavemente mi
hombro—. Yo tampoco te haré daño. —Sus ojos seguían llenos de
incertidumbre, como si no pudiera creer del todo lo que le había dicho. Sin
embargo, lo estaba intentando. ¿Qué significaba eso?—. Nunca... había
tenido amigos íntimos. La verdad es que no. Me preocupa no saber... cómo
ser una buena amiga para ti. Pero me gustaría intentarlo.
Más. ¡Más!
Tuve la sensación de que quería decir mucho más de lo que dijo, pero
se estaba conteniendo. No quise presionarla. Aunque una oleada de
obsesividad protectora latía en mí como una bestia que ansiara liberarse de
su jaula, la obligué a retroceder, recordándole que no cometiera el mismo
error que él.
—Me gustaría, Maddy —dije, con la voz rígida, sonriendo un poco por
esta pequeña victoria, deleitándome con el contacto de su manita en mi
hombro—. Me gustaría mucho.
Las comisuras de sus labios se crisparon apenas una fracción, una
sonrisa, vacilante, pero una sonrisa al fin y al cabo. La tensión en las
comisuras de sus ojos se relajó y resistí un escalofrío de placer cuando su
mano se deslizó por mi brazo y cayó a su lado.
—Entonces... ¿qué hacemos ahora? —dijo, con una pregunta tan
inocente y pura que me conmovió. Su desconocimiento de la confianza que
depositaba en mí para guiarla me hizo sentir más fuerte. Más en control.
Entonces, silencié a Manic permanentemente. Por hoy, al menos.
—Ahora, te llevaré de vuelta a Phoenix House —le dije y le tendí la
mano, esperándola, con la esperanza de que la tomará. Se suponía que iba
a llover esta noche, aunque podía oler la humedad en el aire. No quería que
la atrapara el chaparrón. Miró por encima del hombro, hacia su hogar
temporal, con el ceño fruncido por la inquietud. ¿Había ocurrido algo allí?
¿La habían jodido y le habían hecho algún daño?
Manic empezó a arañarme el pecho, suplicando que lo liberara. Lo que
haría, no tenía ni idea. Cuando me rendí a esa oscuridad, fue como si me
dejara llevar, viendo cómo mi cuerpo se movía como si estuviera bajo el
control de otro. No podía arriesgarme a que él tuviera el control ahora, no
con Maddy tan cerca y confiada. Tenía que ir más despacio. Moverme
despacio; no asustarla.
Se relajó un poco y asintió, mientras deslizaba su mano por la mía,
con su oso bajo el brazo, y se volvía en dirección a Phoenix House. Solté un
suspiro de alivio, y su gesto calmó el fuego que me ardía en el pecho. Rodeé 126
sus dedos con cuidado, disfrutando de la suavidad de su piel, y nos guié a
través de los árboles, sabiendo el camino que debíamos seguir.
Y entonces tendré que dejarla marchar... pensé, con el dolor que eso
conllevaba retorciéndome el corazón.
No tienes que hacerlo, ¿sabes?, me dijo esa otra voz. Podrías...
llevártela. Llevártela a casa. Es tuya, Manic.
No.
No soy Manic. Soy Hayden. No voy a cometer los mismos errores que
tú.
Agarré con fuerza su pequeña mano mientras atravesábamos la
arboleda, y cada paso que daba hacia esa casa significaba que estaba un
paso más cerca de dejarla ir. Pero lo haría, porque era lo correcto. No la
asfixiaría. No la forzaría a nada que no quisiera. Incluso si eso significaba
hacerme daño mientras tanto.
Por doloroso que fuera permitir que me dejara, sabía que no era para
siempre. Esto no era el final. Acabábamos de empezar y no iba a estropearlo
presionándola. No se lo merecía. Me retiraría y sería el hombre que ella
necesitaba.
Capítulo Diez

Era una nueva semana, y era raro, pero por alguna razón se sentía
como un nuevo comienzo. Por una vez, al aventurarme por ese túnel oscuro
llamado vida, podía ver un rayo de luz al final.
Quería creer que era porque sentía que empezaba a aceptar toda la
mierda de mi pasado, que saber que mi madre estaba encerrada en algún
manicomio ya no me molestaba, que no estaba tan rota como creía. Pero, ¿a
quién quería engañar? Seguía estando jodida. Solamente que... lo afrontaba
de forma diferente a como lo había hecho antes. Estaba mirando las cosas
con una visión diferente y la determinación de no dejar que arruinara mi
presente. Fue gracias a Hayden.
Él me trajo de vuelta a Phoenix House después de esa charla en el
bosque. Ese día, había sido tan gentil, tan abierto y... real. Sentí que había
visto una parte de él que nadie más había visto. Una parte de Hayden 127
Mathers que había estado oculta para el resto del mundo y que él se sentía
seguro mostrándome, lo cual era una sensación de humildad, y la conexión
que creía tener con él no hizo más que solidificarse. Su sinceridad, su
conciencia y comprensión de cómo me sentía y de cómo respondía a los
demás, no era algo a lo que estuviera acostumbrada en la gente, y viniendo
de él, me encontré ansiosa por corresponderle.
Quería ser su persona.
Cuando Hayden me vio llegar a la puerta, me retuvo un momento,
apretándola. Su mirada plateada se clavó en mí con tanta seguridad,
confianza y calidez. Sentí que podía ver directamente en mi alma y que le
gustaba lo que veía. No dijo ni una palabra, solamente... me tomó de la mano
y me observó como si pudiera hacerlo durante horas, hasta que la señorita
Ross me llamó para que entrara. Muy despacio, dedo a dedo, me soltó hasta
que solamente nuestros meñiques quedaron enganchados. Como un abrazo.
—Nos vemos —dijo, con voz suave y tranquila, reconfortante como un
abrazo.
—Nos vemos. —Asentí y salí de mis pensamientos cuando oí un golpe
suave a mi lado. Todavía sostenía mi oso con una mano, había olvidado que
lo había estado llevando conmigo todo el tiempo, solamente ahora me daba
cuenta de que lo había dejado caer. Hayden no me hizo sentir rara por el
hecho de que me aferrara a un peluche como una niña. No hizo ningún
comentario al respecto ni me miró... con esa mirada juzgadora que tantas
veces he recibido de los demás cuando se daban cuenta de que me aferraba
a Fuzzy como a una manta de seguridad a mis diecisiete años. No. En lugar
de eso, me soltó el dedo y se agachó, lo levantó con cuidado y le quitó una
hoja muerta de la espalda antes de volver a ponerlo suavemente en mis
brazos. Con una última mirada persistente, que osciló entre las mías antes
de dirigirse a mis labios y volver a subir, se dio la vuelta y se marchó,
desapareciendo entre los árboles como un fantasma.
Me pregunté si me visitaría durante el fin de semana, pero no lo hizo.
En lugar de eso, pasé el tiempo ayudando a la señorita Ross y a las otras
chicas con las tareas. Observé atentamente a Carol-Ann el día que volvió de
ver a su padre y, para mi alivio, estaba de buen humor. Volvió a casa con
una sonrisa en el rostro, dispuesta a jugar con las demás, lo que me dio
esperanzas. Parece que no era la única que se estaba curando. Por la noche,
cuando todo estaba tranquilo, me tumbaba en mi litera, haciendo todo lo
posible por estudiar, pero mi atención se desviaba y acababa mirando a la
nada mientras pensaba en Hayden Mathers.
Las otras chicas me lanzaban miradas curiosas, sin duda se habían
enterado de mi altercado con Ayla, y eso, mezclado con los rumores sobre lo
que le había pasado a Lucas, sin duda les hacía preguntarse qué demonios
pasaba. Pero yo no tenía nada que decir. Andrea me miraba nerviosa, pero
no decía nada desde su cama, mientras trabajaba en sus tareas escolares. 128
Me dio la impresión de que no estaba necesariamente asustada, solamente
cautelosa. Hayden estaba envuelto en rumores y en una sombra que lo
protegía como un manto, advirtiendo a los demás que se alejaran. Mi
relación con él era incierta; sinceramente, ni siquiera yo entendía muy bien
cuál era. Teníamos una conexión, eso estaba claro, pero no sabía qué
significaba.
Así que, el lunes por la mañana, a pesar de todo el tiempo que pasé
reflexionando durante el fin de semana, sentí un destello de emoción ante
la perspectiva de ir a la escuela. No era por los otros chicos, las clases o las
actividades extraescolares. Quería verlo.
El sol brillaba con fuerza a través de la ventana del dormitorio, así que
me puse una camisa azul de franela, me la abroché y me remangué,
decidiendo prescindir de mi habitual sudadera con capucha de gran
tamaño. Me puse unos pantalones desgastados por las rodillas y
remendados con materiales desiguales, me pasé un cepillo por el cabello y
me lo recogí en una coleta alta, en lugar de dejármelo caer sobre el rostro.
Andrea me miró con curiosidad durante el desayuno, pero no dijo nada
mientras se colocaba a mi lado, lejos de los fogones. Incluso la señorita Ross
se fijó en mi atuendo, inusual teniendo en cuenta con qué me había cubierto
la semana anterior.
Me dije a mí misma que era porque hacía más calor, que estaría
sofocada con un jersey. A pesar de que se me erizaba la piel cuando sus ojos
me miraban, interiormente me puse firme y me negué a subir corriendo a
cambiarme.
No. Cuando me había despertado, me había sentido valiente. Mi
primer instinto fue llevar esto, y no iba a permitir que mi miedo me echara
para atrás. Iba a ser fuerte y confiar en mi voz interior, bla, bla, bla. Iba a
mantener la cabeza alta, entrar en la escuela y negarme a esconderme,
aunque la sola idea me provocara escalofríos. Esta semana era un nuevo
comienzo, e iba a intentarlo.
Cuando llegué a la escuela, y la multitud en el pasillo se separó para
mí, los susurros, los ojos de todos mirando, me recordé a mí misma que
debía ser valiente, poner un paso delante del otro, y hacer caso omiso de ese
grito en el fondo de mi mente en la atención.
Escóndete, Maddy... ¡escóndete! No dejes que te vean.
No, Maddy. Camina recto. Ignóralos. Ignóralos a todos. Estás bien.
Estás bien...
Cada susurro era como clavos en una pizarra resonando en mis oídos.
Cada refriega o movimiento repentino a mi alrededor hacía que se me
erizaran los vellos del cuerpo, como cuando un ciervo levanta la cabeza al
escuchar el peligro, y aunque el corazón me latía con fuerza en los oídos,
me obligué a seguir respirando, a seguir moviéndome. En mi casillero, me
obligué a darme la vuelta para poder concentrarme en la combinación, pero
129
sentía las yemas de los dedos entumecidas. Sacudí la mano varias veces,
intentando que la sangre fluyera, mientras seguía tanteando la cerradura.
Especialmente cuando los susurros a mi alrededor empezaron a
intensificarse, pequeños fragmentos captaron mi atención y me distrajeron.
—Lucas...
—... hospital...
—Maddy... Hayden...
—Hayden...
—Maddy...
Podía sentir que empezaba a asustarme un poco a medida que el ruido
se mezclaba, creando un zumbido irritante de fondo. Las pocas palabras
empezaban a alimentar mi ansiedad como veneno, y cada vez me costaba
más recuperar el aliento.
—Ayla... gimnasio...
—Lucas... hospital...
—Maddy...
—Maddy...
—¡Maddy!
Una voz cortó el zumbido agravante y machacón sacándome de mi
espiral, su presencia como un bálsamo en las heridas ardientes de mi
mente, y me fundí en ella. Hayden estaba a mi lado, su cuerpo bloqueaba a
todo el mundo mientras se colocaba a mi alrededor, protegiéndome de las
miradas indiscretas de los demás. Me dejé caer contra él, con el hombro
apretado contra su esternón, el contacto me reconfortó, y dejé colgar la
cabeza mientras cerraba los ojos, intentando controlarme.
—Creí que era lo bastante fuerte para... —Susurré, sintiéndome tan
estúpida mientras sacudía la cabeza, intentando ignorar el creciente
crescendo de fondo al vernos a Hayden y a mí juntos.
—Eres lo bastante fuerte —murmuró él, su aliento agitando un
mechón de cabello suelto junto a mi oreja—. Que ahora sea difícil no
significa que seas débil. Lo estás intentando, y eso es algo de lo que debes
estar orgullosa. Ahora bloquea a esas otras personas. No importan una
mierda. Estoy aquí, ¿bien?
Abrí los ojos y lo miré. Su estatura era aún más evidente ahora que
seguía recostada contra él. Me observaba, con su hermoso rostro paciente y
cálido. Era tan comprensivo, perceptivo y paciente con mis problemas que
no podía creer que fuera real. ¿Cómo había tenido tanta suerte de tenerlo
en mi vida? No me lo merecía.
Alargando la mano a mi espalda, me tomó suavemente la mano, 130
levantándola hasta colocarla de nuevo sobre mí, y dijo:
—Ahora, respira, toma tus cosas y te acompaño a clase, ¿bien?
Asentí, tan agradecida de saber que estaba a mi lado, animándome
mientras luchaba por pasar página, por ser más valiente. Él creía que podía
hacerlo, así que seguiría intentándolo. Hice lo que me dijo, ignorando todo
el ruido de fondo, recordándome a mí misma que estaba a salvo y que ellos
no importaban, y me centré en la tarea que tenía entre manos: abrir mi
casillero, guardar mi mochila, sacar mis libros, mi carné de estudiante,
cerrarlo y listo.
Sentí que se inclinaba, sus labios cerca de mi oreja, y murmuraba:
—Fácil, ¿eh?
Escuchar a alguien como él utilizar una expresión tan limpia y de
chico bueno era un enigma en sí mismo, y no pude evitar soltar una pequeña
risita cuando levanté la vista para ver cómo me dedicaba una sonrisita
torcida, como si supiera muy bien que aquello no era propio de él. Sin
preámbulos, me pasó el brazo por los hombros, tan despreocupadamente
que creo que ni siquiera se dio cuenta de que lo hacía, y se volvió para
guiarnos a los dos por el pasillo, ignorando a los demás. Sentí sus músculos
como un escudo a mi alrededor. El aroma de su chaqueta de cuero mezclado
con un almizcle natural me hizo respirarlo discretamente, saboreándolo.
También había un toque de coco, quizá de su champú o algo así. Me dieron
ganas de salir a buscar algo parecido para poder usarlo yo misma y llevar
ese aroma conmigo.
Tenerlo a mi lado, abrazándome, me hacía sentir más segura. Un poco
más valiente. Y me enderezaba mientras caminaba erguida, haciendo todo
lo posible por despojarme de años de inseguridad y miedo. No fue hasta que
llegamos a mi primera clase, Ciencias, cuando él pareció darse cuenta de
que me había estado abrazando a su lado todo este tiempo e inmediatamente
retrajo el brazo como si se hubiera electrocutado.
—Lo siento, Maddy —dijo, con clara expresión de vergüenza. Fruncí
el ceño mientras lo miraba fijamente, preguntándome si realmente le
repugnaba tanto como para sentir la necesidad de alejarse.
—¿Qué?
—No me di cuenta de que estaba... Lo siento si me pasé de la raya o...
Oh, ¿le preocupaba haberme puesto en una posición incómoda al
tocarme? Saber que estaba tan horrorizado de haberme causado alguna
incomodidad fue tan conmovedor que me quedé sin palabras mientras lo
veía tartamudear, sus inquietantemente hermosos ojos muy abiertos y
sinceros mientras seguía y seguía hasta que finalmente corté su divagación
de disculpa.
—¡Hayden! —grité—. No pasa nada. No pasa nada. No pasa nada. — 131
Como seguía mostrándose inseguro, extendí la mano y coloqué la palma
delicadamente sobre su pecho para sentir los fuertes latidos de su corazón,
sorprendiéndonos tanto a él como a mí con mi repentina osadía. Ante mi
contacto, empezó a acelerarse, y ladeé la cabeza mientras lo miraba,
dedicándole una secreta y rara sonrisa con la esperanza de calmar sus
nervios—. Me gusta estar cerca de ti.
No fue hasta que las palabras salieron de mi boca que me di cuenta
de que esto, la forma en que lo estaba tocando, la forma en que nos
hablábamos... que esto probablemente era... bueno, raro. No era normal.
Nunca vi a la gente interactuar de esta manera. Nunca en programas de
televisión, en libros, en los pasillos. La gente no cruzaba naturalmente tal
límite físico con alguien que apenas conocían. Pero Hayden y yo... éramos
diferentes, pero en el buen sentido. De una manera que solamente tenía
sentido para nosotros. Y cuando lo toqué, pude sentir como la tensión
abandonaba su cuerpo. Finalmente, soltó un suspiro tembloroso y me rodeó
la muñeca con los dedos, dándome un suave apretón para tranquilizarme.
Nunca había dejado que nadie se acercara tanto a mí. Nunca soñé que
fuera capaz de hacerlo. Pero con Hayden, él era una excepción. La única
excepción.
—¿Nos vemos en el almuerzo? —dije, levantando la voz como una
pregunta. Tal vez él no quería mi compañía. Tal vez se estaba aburriendo de
mí, o... o... quería soledad. Sentí que todas mis inseguridades se agolpaban
ante aquel pensamiento, pero respetaría su elección, igual que él respetaba
la mía. Su mirada, sin embargo, pareció brillar e irradiar al escuchar mis
palabras, su boca se curvó en esa sonrisa torcida suya que se hacía más
frecuente a medida que hablábamos, y asintió con una simple y firme
inclinación de cabeza—. De acuerdo —dije, devolviéndole la sonrisa,
retirando lentamente la mano— nos vemos entonces.

Fuera a donde fuera, me seguían los susurros y las miradas.


Especialmente en el almuerzo, cuando Hayden apareció en la cafetería y se
acercó a mi mesa, sentándose a mi lado como si siempre se hubiera sentado
allí. Levantó una pierna y se recostó contra la pared que había detrás de
nosotros; el cabello oscuro que le caía sobre los ojos ocultaba la mirada
plateada que seguía a cualquiera que se acercara.
Nos sentamos en un cómodo silencio, ambos comiendo nuestros
almuerzos sin sentir esa compulsión de llenar el vacío silencioso que había
entre nosotros. No lo necesitábamos. Yo era más que feliz teniéndolo a mi
lado. Me hacía sentir más segura, más fuerte. Sobre todo cuando levanté la
vista para ver a Ayla sentada en la mesa que frecuentaban Theo, aquel chico 132
de cabello azul y rostro lleno de cicatrices, y sus amigos. Nos observaban
con interés, demasiado interés, en mi opinión, y no era de manera amistosa.
Ayla parecía haber mordido un limón agrio, mientras que la mirada fría y
pálida de Theo parecía... calculadora, recordándome mucho a la forma en
que mi padre adoptivo me observaba en la mesa durante la cena, como si se
preguntara si iba a decir algo y lo delataría, o se estuviera preguntando si
podría aprovechar la oportunidad para intentar quedarse a solas conmigo
más tarde.
Eché un vistazo a las cicatrices que tenía alrededor de la boca,
recordando lo que Ayla me había dicho el viernes. Hayden le había hecho
eso, le había roto la mandíbula, los dientes, todo.
Eso es lo que pasa cuando tu padre es un psicópata asesino...
Pero Hayden me había hablado de su padre, de cómo ayudaba a su
madre con sus ataques de pánico. La forma en que había hablado de él en
el claro, la sensación de orgullo y respeto que llevaba en la voz cuando me
hablaba de él, me dieron una imagen totalmente diferente de su padre.
Estaba segura de que Ayla se equivocaba, de que se lo estaba inventando
todo solamente para asustarme por acercarme a él. Estaba celosa,
claramente, y los celos hacían que la gente hiciera cosas feas.
Tal vez Hayden le hizo esas cicatrices a Theo Hebert. Tal vez sí lo atacó,
pero me costaba creer que no fuera provocado, que simplemente perdiera la
cabeza un día y decidiera desquitar sus sentimientos con una persona
cualquiera que pasaba por allí. Theo me daba mala espina, y si algo había
aprendido en el pasado era que mis instintos rara vez se equivocaban con
la gente. Había depositado tanta confianza en quienes se suponía que
debían protegerme e ignorado la incómoda advertencia que surgía en el
fondo de mi mente. Y pagué por ello. Tenía razón sobre Ayla, y tenía la
sensación de que Theo y su grupo de amigos también eran gente con la que
había que tener cuidado.
Así que aparté la mirada de su mesa, dejándome acercar a Hayden,
considerando que no tenía ninguna duda. Especialmente cuando
desenvolvió las galletas caseras del envoltorio de saran que sin duda su
madre había hecho para él, me pasó dos de las tres. Tomé una pero partí la
otra, devolviéndole la otra mitad. Tomó el trozo sin decir palabra y lo mordió,
sin dejar de mirar a los que nos rodeaban como si no se fiara de nadie.
Solamente esta simple interacción entre nosotros, hecha sin palabras,
supe... Hayden Mathers no era un psicópata. No era un hombre del saco.
Era bueno. Mal juzgado como muchos de nosotros. Pintado por el malvado
pincel de la sociedad, etiquetado como amenaza y marginado...
Bueno, seríamos parias juntos.
Casi distraídamente, mientras no miraba a nada en particular,
Hayden levantó una mano y se acercó para jugar con el extremo de mi coleta,
sus dedos enroscando un mechón en círculos. No tiró, así que no me dolió.
133
Me quedé donde estaba, comiendo el sándwich que me había preparado
aquella mañana, mordisqueando de vez en cuando una de las deliciosas
galletas de su madre, ignorando a todos los que nos rodeaban. Estaba en
paz con él, simplemente sentada en silencio en la cafetería de una escuela.
Con él a mi lado, marcaba la diferencia.
Capítulo Once

Pégale, Hayden. Pégale.


Jode a este tipo. Acaba con él.
Al carajo con el camino.
Rómpele la puta cara, Hayden.
Llévame como una armadura...

Theo Hebert se acercaba a donde yo estaba pasando el rato en medio


del patio durante el almuerzo. Estaba sentado en un banco de piedra bajo
la estatua de la mascota de la escuela, un oso pardo gigante que se erguía
sobre un conjunto de rocas, cuando Theo se acercó hablando en voz alta
sobre el chico raro del padre psicópata. Esas voces oscuras en mi cabeza
empezaron a hablarme... cada vez más alto...
134
Desata a Manic sobre los que te lastiman, aprecia a los que amas...
Durante años, desde que arruinó mi vida, había soportado en silencio
las burlas, el aislamiento, el acoso constante. Había sido un saco de boxeo
para él y sus amigos, tanto verbal como físicamente. Tuve suerte de que
nunca llegaran a pegarme lo bastante fuerte como para hacerme daño de
verdad, pero todo eso iba a cambiar. Después de hablar con el abuelo la
semana pasada, fui directo a casa, saqué las placas de identificación de mi
padre del cajón de los calcetines y me las puse, colgándomelas con orgullo
del cuello. La chaqueta era demasiado grande para mi larguirucho cuerpo
de trece años, pero dentro de unos años también me la pondría.
Llevaría a Manic como una armadura.
—¿Quién más quiere apostar a que Hayden es un friki igual que su
verdadero padre? —dijo Theo en voz alta para que todos lo oyeran. Varios
otros se rieron entre dientes, algunos se unieron a su lado para formar parte
de la “multitud genial” mientras se unía para meterse con el chico solitario
de cabello desgreñado y ojos plateados.
Rómpelo, Hayden. Rómpelo. Rómpele la cara... susurró la voz mientras
masticaba mi mandarina. No me inmuté mientras hablaba, negándome a
reaccionar a su cebo. En el pasado, podría haberle contestado con un
chasquido, un grito o intentando escapar. Hoy no. Ni nunca más.
Theo me observó mientras comía despreocupadamente, sabiendo que
parecía aburrirme con lo que decía, y se burló. No le gustaba el hecho de
que sus palabras ya no golpearan con fuerza. Hizo una pausa, me estudió
detenidamente y luego dijo:
—Apuesto a que tiene una colección de gatos del vecindario en su
sótano con los que juega. ¿También te los follas, Mathers? ¿Los despellejas
y te los follas? —Me observó mientras aumentaba el tono de sus insultos,
pasando de lo habitual a algo más chocante para el público, con la
esperanza de verme herido.
Me negué. Era repugnante, sí, pero podía soportarlo. Ahora estaba
soltando estupideces. No era verdad. Mientras que lo otro... mi padre, el
pasado, eso era diferente.
—Tal vez eso es lo que solía hacer, no sé... hey, ustedes saben que
tiene hermanas, ¿verdad? ¿Igual que su padre? Ya saben, su madre...
Rompe. Su. Cara. Hazle cicatrices, dale una sonrisa... Conviértelo en un
monstruo. Mis nudillos estaban blancos mientras apretaba los puños, con
la cabeza gacha, temblando mientras luchaba por el control. Seguía
comiendo mientras parecía que no me importaba. Sabía que mamá lloraría
si me metía en problemas. Papá se sentiría decepcionado. Por mucho que
no quisiera decepcionarlos, ya estaba harto de ser una víctima.
Lleva a Manic como una armadura... me recordé a mí mismo.
135
—Oye Hayden, ya que tu verdadero padre se folló a su hermana, ¿qué
opinas de Charlotte y Emily...?
Todo se había puesto rojo en ese momento. Cuando los nombres de
mis hermanas pequeñas salieron de su boca, no pude contenerme. Sabía
que había estado quieto, pero de repente me estaba moviendo. Al mismo
tiempo, mi visión y todas mis emociones se entumecieron y se volvieron
nebulosas. No recuerdo haber oído nada ni haber sentido nada. Pero cuando
por fin mi mente se aclaró, me encontré sentado sobre el pecho de Theo, con
los puños golpeándolo una y otra vez en el rostro, y los gritos de los demás
estudiantes sonando huecos y lejanos. Podía sentir que los demás
intentaban apartarme de él, pero yo no se lo permitía. Seguí y seguí,
ignorando el dolor de mis nudillos. La sangre, el llanto... nadie me ayudó
cuando estaba en el suelo. Nadie vino a rescatarme. Y, sin embargo, venían
al suyo. Eso me hizo sentir más resentimiento y amargura.
—Nunca... —Gruñí, dándole un puñetazo en la barbilla— nunca más,
—metí el otro en el lado opuesto, y el sonido de algo crujiendo se sintió bien,
un estremecimiento subiendo en mi pecho que nunca había conocido—
hables de mis hermanas... ¡nunca más!
Lo agarré del cuello de la camisa y tiré de él hacia arriba, de modo que
nuestros rostros quedaron tan cerca que la sangre que escupió me golpeó la
barbilla. Lo miré fijamente a los ojos, grandes, asustados y de un azul pálido.
Mi respiración era agitada, todo mi cuerpo vibraba como si estuviera cargado
eléctricamente, y no pude evitarlo. Grité. Grité tan fuerte en su rostro jodido
y ensangrentado que sentí que se me desgarraba la garganta. Un brazo
grueso me rodeó por el medio y tiró de mí por la fuerza antes de que el
director me arrastrara hacia atrás.
—¡Hayden! —gritó, con una voz de asombro al ver a Theo en el suelo—
. ¿Qué has hecho? —Su voz era extrañamente plana, como si la visión de la
figura ensangrentada fuera lo más perturbador que había visto nunca.
—¡Nunca hiciste nada! —Grité, mirando fijamente a la multitud
reunida, mirando salvajemente a todo el mundo—. ¡Ninguno de ustedes ha
hecho nada! Nunca me ayudaron. Jamás.
Excepto ella...
—¡Ya basta! —gritó nuestro director mientras varios profesores
corrían hacia Theo para ver cómo estaba, dos de ellos jadeando ante la
escena mientras se tapaban la boca—. ¡Basta ya! Ven conmigo. No puedo
creer esto... ¡de ti! No puedo...
Más tarde, cuando papá me recogió después de su reunión en la
escuela, me llevó a un ambulatorio donde descubrimos que necesitaba unos
puntos en la nuca. Mi barbilla tenía un feo moretón, al parecer de Spencer,
que había intentado noquearme mientras yo estaba perdido en mi rabia,
aunque ni siquiera noté el puñetazo. Mis nudillos estaban ensangrentados
136
y despellejados, pero el escozor era reconfortante. El gratificante crujido de
la nariz de Theo al romperse, de sus dientes liberándose de su mandíbula
bajo mi puño, me había rejuvenecido. Por primera vez en años, no me sentía
como una víctima. Sentí que había vencido, que por fin había despertado.
Desaté a Manic...

Esa noche, cuando mamá fue informada de la situación, la expresión


de su rostro hizo que mi victoria se convirtiera rápidamente en vergüenza.
La decepción en sus ojos, la forma temerosa en que me miró después de
escuchar cómo le había golpeado a Theo, parecieron desencadenar algo en
ella. Sus manos se alzaron y se apretaron contra su corazón, y dio un
pequeño paso atrás, como si la hubiera asustado o algo así, y eso me hizo
sentir mal.
Eso había ocurrido muchas veces en el pasado, cuando yo había
hecho o dicho algo que a ella le había molestado. Se callaba, se paralizaba
o huía. Entonces papá tenía que venir y arreglar el puente una vez más.
Esta vez, sin embargo, necesitaba que se quedara, que me escuchara. No
quería que pensara que era un monstruo. No lo era. Seguía siendo yo.
Todavía Hayden. Solamente que... otra parte de mí se había liberado,
cobrando vida, y había corrido a defenderme.
Manic.
—Dijo algo sobre Charlotte y Em —le dije, la mirada que me dirigía
hizo que se me estrujara el corazón y que la vergüenza se me agolpara en
las tripas—. No pude soportarlo más, mamá.
—Eso no se hace, Hayden —dijo ella, con la voz baja, quebrándose un
poco al escuchar mi nombre—. No puedes atacar así a la gente.
—Lo sé, es que... ¡me he vuelto loco! —Suspiré pesadamente y colgué
la cabeza entre las manos—. Aguanto esta mierda de esos chicos todos los
días, mamá. No podía soportarlo más. Lo siento. Lo siento mucho, pero no
podía más. ¡Soy un maldito fenómeno en la escuela! Un perdedor... ¡Soy el
hijo de un psicópata asesino! ¿Crees que me siento bien yendo allí cada día
sabiendo que todos lo saben? No podía soportarlo, sobre todo cuando
mencionó a mis hermanas...
Se quedó callada cuando le dije esto, y desde la puerta de mi
dormitorio en el ático pude escuchar el ligero crujido de la escalera cuando
papá se unió a nosotros. Pensé que se iría entonces, que la dejaría que se
ocupara de mí como había hecho en el pasado. Pensé que había terminado
conmigo, que había cruzado algún tipo de línea de la que nunca podría
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volver. Se me llenaron los ojos de lágrimas al pensarlo, pero me negué a
dejarlas caer. No podía llorar delante de ella.
¿Había merecido la pena? ¿O escuchar las voces esta vez solamente
me había llevado por un camino que me arruinaría? Quería sentirme mal
por lo que había hecho, pero no podía. Al mismo tiempo, ver a mamá tan
disgustada me estaba matando.
Un ligero toque en el hombro me hizo levantar la vista, esperando ver
a papá, pero en su lugar estaba ella, de pie, con los ojos verdes brillantes
por las lágrimas.
—Hayden, lo entiendo. Todos tenemos nuestros límites —sus suaves
palabras hicieron que el aire que había estado reteniendo en mis pulmones
saliera de repente con un fuerte jadeo mientras mi cuerpo se estremecía.
Volví a bajar la cabeza, agradecido de que se hubiera quedado, de que esta
vez me hablara—. Todos tenemos nuestros límites —repitió—. Eso no te
convierte en una mala persona. No eres una mala persona. Eres bueno. ¿Me
oyes? —Su suave tacto al sujetarme la barbilla con las manos, obligándome
a mirarla, hizo que las lágrimas cayeran involuntariamente—. Eres bueno,
Hayden. Y nada de lo que digan esos chicos puede cambiarlo.
Jadeé, moqueando un poco al asimilar sus palabras, y asentí. Tenía
muchas ganas de creerle. Pero era difícil, sobre todo después de tantos
abusos durante tanto tiempo.
—Lo que hiciste estuvo mal, pero lo entiendo. Te quiero, ¿lo sabes? Te
quiero mucho.
Mis hombros empezaron a temblar ante sus palabras, sin darme
cuenta de lo mucho que necesitaba escuchar que mi madre aún me quería.
Me abrazó con fuerza y me abrazó mientras lloraba como un niño pequeño.
Su amor, su aprobación, significaban mucho. Ella había sufrido mucho
cuando yo era más joven, con muchos momentos difíciles que tuvimos que
superar a lo largo de los años, los problemas que mi padre le había ayudado
a superar, había habido un tiempo de paz entre nosotros antes de que las
cosas volvieran a estallar. Esos años fueron los más felices para mí. En los
que era un niño normal con una madre y un padre normales. Pero todo
había vuelto a cambiar y ahora era yo quien sufría.
—Ahora —me frotó la espalda y me dio un beso en la frente— sé que
te han suspendido esta semana, así que te enviaran tus tareas por correo
electrónico y quiero que las termines antes de la cena todos los días.
También te quitaré el teléfono por pelearte. Te lo devolveré en dos semanas.
¿Entendido?
Asentí, secándome los ojos furiosamente mientras intentaba
calmarme.
—De acuerdo, entonces. Voy a terminar de hacer la cena. Bajen en
diez minutos. Los dos —dijo mientras se detenía junto a papá para darle un 138
beso antes de bajar los escalones del segundo piso.
Cerró la puerta con cuidado y se acercó, sentándose a mi lado
mientras se pasaba una mano por el cabello rubio teñido de plata. Las patas
de gallo de la comisura de sus ojos se veían exageradas por las sombras de
la penumbra de la habitación. Sus tatuajes no eran tan brillantes como los
recordaba, pero aún podía distinguir la tela de araña que tenía a lo largo de
la garganta. Incluso la vieja cicatriz del rostro parecía más grande y
exagerada.
—Sé por qué lo hiciste —dijo bruscamente—. Lo entiendo. Y estoy
orgulloso de que te hayas defendido, aunque te hayas pasado un poco.
No dije nada mientras me tumbaba de nuevo en la cama, agotado
mientras me llevaba las manos a la nuca, observándolo.
Papá me levantó las cejas:
—No vuelvas a hacerlo, ¿bien?
Sonreí un poco y resoplé, poniendo los ojos en blanco mientras me
giraba para mirar al techo. Papá, siempre tan pacificador. Me esperaba esto
de él.
—En serio, chico. Casi tengo que llamar a tu abuelo para que le pague
a tu director. Después de tu semana de suspensión, debes hablar con el
consejero escolar antes de volver.
—Bien —murmuré.
—Bien —dice. Papá soltó una risita y sacudió la cabeza—. Hablo en
serio, Hayden.
—Yo también. Me mantendré al tanto de mis tareas escolares, lo
prometo. Y hablaré con un consejero. Siento haber hecho llorar a mamá,
haberla decepcionado. Pero no lamento lo que hice —le dije con sinceridad.
Como no dijo nada, añadí—: Mencionó a Charlotte y Emily.
Asintió en señal de comprensión.
—Me enteré.
—No tuvo oportunidad de mencionar a Mav… —murmuré, pensando
en mi hermanito, que solamente tenía unos meses. Pero antes de que
pudiera decir nada más, la mano de papá encontró mi hombro y lo apretó.
—Oye, he dicho que lo entiendo. No estoy enfadado contigo, chico.
Exhalé un suspiro de alivio. Mientras que mamá era toda lágrimas y
emociones, siempre podía contar con que él estaría al menos lo bastante
calmado como para sentarme a hablar con él sin romper a llorar. Era la roca
de nuestra familia. Recuerdo cuando era pequeño cómo me sentía cada vez
que me tomaba en brazos y me llevaba a hombros o me dejaba sentarme en
su regazo mientras paseaba en moto por la entrada de casa. Era mi
superhéroe, y escuchar que no estaba enfadado conmigo, que me 139
comprendía, me tranquilizaba de una forma distinta a como lo hacía con
mamá.
Extendió la mano y me dio un pequeño apretón en la rodilla. Me
incorporé, lo rodeé con los brazos y me relajé en su abrazo, abrazándome a
él como siempre hacíamos, y sonreí.
—Gracias, papá.

Por fin había llegado el momento de descansar de la interminable


conversación de todas las chicas de la casa. Mamá sostenía a mi hermanito
en brazos, con su cabello rubio tan claro que parecía polvo de luz sobre su
cabecita. Después de tener dos hermanas, me entusiasmaba la perspectiva
de no estar tan en inferioridad numérica. Charlotte siempre era la siguiente
en reclamarle, pero al tener casi ocho años, solamente podía hacerlo durante
un breve periodo de tiempo. Emily sentía curiosidad por la nueva
incorporación y no parecía apreciar ya no ser la menor. Papá la atrapó
robando el chupete de Maverick, su mantita de bebé, incluso llegando a
retroceder en su comportamiento y exigiendo que la llevaran en brazos a
todas partes. Mamá decía que la fase pasaría, pero era muy molesta. Me
encantaba Em, pero ver a mi hermana de cinco años haciendo una rabieta
porque no la dejaban entrar en el cochecito de bebé casi me destroza los
tímpanos.
Un par de semanas después de que se me fueran las manos con Theo,
y tras una suspensión, volví a la escuela, sólo que últimamente, cuando
caminaba por los pasillos, me dejaban de lado. Era extraño. Después de
tantos años de temer a los demás, descubrí que me había convertido en
alguien a quien temer. En cierto modo, me gustaba. Por primera vez en
mucho tiempo, me sentía seguro en la escuela.
Después de cenar, seguí a mi padre hasta el pequeño garaje que había
junto al bosque. Aunque me había alejado de mi familia a lo largo de los
años, cada vez que el abuelo J venía a cenar, me costaba esconderme.
Aquella noche, le pisaba los talones a él y a papá mientras cruzábamos el
patio, dejando a mis hermanas con una película mientras mamá le daba el
biberón a Maverick. Papá trabajaba mucho en el viejo edificio del banco, que
utilizaba como taller para poder estar en casa la mayor parte del tiempo.
Era aquí donde él, abuelo J y yo pasábamos el rato y nos divertíamos un
poco. Papá tenía un monovolumen estacionado dentro y, tras darme un
refresco a mí y una cerveza al abuelo, abrió el capó y se puso a trabajar.
—Bueno, Hayden —dijo el abuelo J despreocupadamente, dando un
sorbo a su cerveza mientras sostenía una luz para papá, cuya cabeza rubia
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y canosa había desaparecido en el motor mientras trabajaba— ¿aún te
interesa comprarte una moto?
Se me encogió el corazón al pensarlo. Durante años, vi al abuelo y a
sus amigos pasear por la ciudad en sus geniales Harley y deseé ser como
ellos. Aunque yo quería una moto rápida, no una cruiser como las que ellos
conducían. Quería una como la de mi padre.
—¡Sí! Más que nada, pero... —mi voz se apagó un poco cuando la voz
de mi madre sonó en mi cabeza— de ninguna manera mamá lo permitiría.
El abuelo se burló y sacudió la cabeza:
—Es que le preocupa que la estrelles...
—Más bien nos preocupa que el tráfico no lo vea —la voz apagada de
papá habló desde debajo del capó—. La mayoría de los accidentes son
causados por otros conductores. No me gusta la idea de que circule por
Ashland cuando hay tanta gente descuidada en la carretera.
—¿Y si prometo quedarme en la ciudad? —pregunté, esperanzado. Si
podía convencer a alguno de mis padres para que me dejara tener una moto,
era a papá. Le gustaban los juguetes de carretera tanto como al abuelo, pero
con mamá en la oreja, sabía que me costaría convencerlo.
—Creo que es justo —dijo el abuelo J, y yo le sonreí, tan contento de
que me apoyara. Papá se quedó un rato callado mientras se lo pensaba, y el
abuelo empezó a hablar de cómo podría trabajar en su club limpiando los
baños, los platos o el suelo para ganar dinero.
Finalmente, papá murmuró:
—Ya veremos —y volvió al trabajo.
El abuelo volvió a mirarme mientras yo me quedaba mirando un
póster muy viejo y andrajoso de un grupo de música que había escuchado
años y años atrás. Los bordes estaban un poco rasgados y arrugados, el
papel no tan blanco como solía ser, cubierto de polvo de la tienda y de la
edad.
—Bueno, chico, ¿te ha llamado la atención alguna chica de la escuela?
¿No se acerca tu primer baile escolar?
—Sí —murmuré en voz baja. El estúpido baile “Spring Fling” para
alumnos de secundaria iba a ser el fin de semana del Festival de Primavera,
justo una semana antes de mi decimocuarto cumpleaños. Bajé la mirada y
jugueteé con la lata de refresco. Aunque todas las chicas no me tuvieran
miedo, no había ninguna a la que quisiera invitar. Durante tanto tiempo se
quedaron quietas, riendo e insultando mientras Theo y sus amigos iban por
mí. ¿Por qué carajo iba a interesarme alguna de ellas?
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—¿Aún no se lo has pedido a nadie? Se acerca rápido —dijo el abuelo
riendo y guiñándome un ojo—. Deberías pedírselo a una chica guapa e ir a
divertirte. Vive un poco.
—Las chicas de mi escuela son unas zorras —murmuré.
—Tranquilo, chico —me llamó papá desde donde estaba medio
enterrado— no juzgues tan rápido.
—Pues lo son —insistí. Theo, Spencer y ellos habían enredado a todas
las chicas en su red de crueldad. Las chicas eran tan malas como los chicos.
No me importaba ni una sola de ellas.
—Llama a las cosas por su nombre —dijo el abuelo, sonriendo cuando
papá se levantó para golpearle el hombro con una llave inglesa—. Por lo
general, la gente está pasando por un momento difícil, y arremeten. Pero a
veces, una persona es simplemente un idiota. Esa es la verdad.
Pensé en ello. Tal vez las chicas estaban pasando por sus propios
problemas que actuaron de la manera que lo hicieron. Algunas de ellas
definitivamente entraban en esa categoría. Pero, en general, me daba la
impresión de que querían parecer geniales y seguían a la multitud para
encajar. Me preguntaba si yo hubiera estado en su lugar, si otro pobre chico
hubiera sido el que todos habían decidido odiar, ¿me habría unido a ellos?
Apreté los labios al pensarlo, sintiéndome mal. Joder, espero que no.
—Pues yo los odio a todos —espeté.
El abuelo carraspeó un poco para llamar mi atención. Lo miré desde
debajo de mi cabello oscuro, deseando que no pareciera que mis palabras lo
habían herido personalmente.
—Escucha, pequeño, habrá gente en tu vida a la que amarás. Habrá
algunas que toleres, y luego, siempre estarán esas pocas con las que nunca
te llevarás bien. Nunca. Así son las cosas. Pero no los pintes a todos con la
misma brocha. Aún son muy jóvenes. Tienen mucho que crecer. Y ellos
también lo harán.
—Sí, claro —murmuré en voz baja, pero sabía que ambos me habían
escuchado.
—Mantén los ojos y el corazón abiertos, muchacho —dijo el abuelo—.
El amor golpea en los momentos más inesperados. Así fue entre tu abuela y
yo —dijo, sonando un poco triste mientras sus ojos oscuros se desviaban
para mirar los árboles verdes por la puerta abierta del garaje, aparentemente
perdido en un recuerdo. Pero al cabo de un minuto parpadeó, me miró y
sacudió la cabeza antes de reírse—. He visto a muchos tontos enamorarse
perdidamente de una chica guapa. Incluido este lamentable saco de mierda.
—Pude escuchar la bofetada, seguida de un gruñido, y supe que el abuelo J
le había dado una bofetada amistosa a papá.
—No has visto una mierda, viejo —replicó papá—. No supe nada hasta
el último segundo. 142
—Sí, bueno, aun así me lo imaginé —murmuró el abuelo indignado.
Eché un vistazo justo cuando papá se enderezó, con una mancha de
grasa en el hueco de la mejilla bajo la cicatriz que le recorría el rostro,
mientras tomaba un paño del bolsillo trasero y se limpiaba las manos.
—¿Mamá y tú lo mantuvieron en secreto? —pregunté, con las cejas
levantadas. A pesar de lo que sabía por los chicos de la escuela, mamá
siempre había sido muy reservada sobre su pasado. Pero tampoco es que se
lo preguntara. Sobre todo desde el día en que mi vida se desmoronó. La
brecha que había empezado a abrir entre mi familia y yo había crecido
lentamente con los años, haciendo más difícil acudir a ella para casi
cualquier cosa.
—Lo hicimos —papá se sacudió el cabello rubio de los ojos, con
mechones blancos ocultos entre el dorado, y me sonrió—. Bueno, nuestra
amistad, al menos.
—Amistad, una mierda —refunfuñó el abuelo, apoyándose en el
parachoques de la camioneta—. Cartas de amor a mis espaldas durante
años, mensajes de texto, regalos...
—Todo amistad —estipuló papá, su tono completamente serio.
Arrugué la frente, curioso por saber más.
—Si eran amigos, entonces... ¿cómo se enamoraron? ¿Cuándo
ocurrió? ¿Qué cambió?
Vi cómo bajaba su aguda mirada azul al suelo, todavía limpiándose
las manos una y otra vez con aquel trapo sucio, y la comisura de sus labios
se levantó muy ligeramente, su mirada algo desenfocada como perdida en
sus pensamientos.
—Estaba allí de pie, bajo la luz dorada del sol, sonriendo a los árboles,
hablando con un cuervo. Cuando se giró para mirarme, sentí que perdía mi
corazón por ella en ese momento. Desde entonces, ha sido ella. Siempre lo
será. —Levantó los ojos y su expresión pasó de ser la de un recuerdo
entrañable a la de una angustia reprimida—. El pasado es algo complicado
y desordenado, Hayden. Lo único que puedes hacer es aprender de él y
seguir adelante, no dejar que decida tu futuro. La gente comete errores, y
eso está bien. Lo que importa es cómo los superas, ¿me entiendes?
Quería preguntar más, saber por qué el abuelo se había quedado
callado, con la sonrisa borrada del rostro mientras él también parecía
ensimismado en recuerdos más dolorosos. Pero algo me decía que no era el
momento.
—¿Cómo se conocieron? —pregunté, preguntándome cómo habían
llegado él y mi madre a pesar de que mi verdadero padre estaba de por
medio. 143
El abuelo, que en ese momento estaba apoyado en un banco de
trabajo, con los brazos cruzados, levantó las cejas y giró dramáticamente la
cabeza hacia un lado, mirando directamente a mi padre, y dijo en voz alta:
—Así es, Keenan. ¿Cómo conociste a Mina? —Su voz estaba llena de
sugerencias e insinuaciones, pero papá se limitó a reír y a poner los ojos en
blanco hacia el techo.
—Nos conocimos por accidente...
—Accidente, una mierda —murmuró el abuelo J en voz baja.
—Bien, ¿qué tal... por una serie de eventos desafortunados? —Papá
miró al abuelo, las cejas levantadas en lo alto de su frente—. Quiero decir,
todo empezó por tu generación motera. En todo caso, todo es culpa tuya. —
Podía escuchar la burla en su voz, y aunque el abuelo fingió parecer furioso
e indignado por sus palabras, su boca se crispó mientras daba otro largo
sorbo a su cerveza.
—Bueno, verás, chico, tu madre y yo iniciamos una amistad a una
edad muy temprana. Con los años, nos convertimos el uno en el otro... en
una red de seguridad. Un hombro sobre el que llorar, una luz a la que
recurrir. Nos convertimos en la persona de la otra. La persona con la que
podíamos ser nosotros mismos y no preocuparnos por el juicio o la
decepción, en nosotros mismos o en el otro.
Era una respuesta, y no lo era. Se conocieron muy jóvenes, dijo. Me
lo pensé un momento. ¿Cómo iba a conocer a alguien que me aceptara por
lo que era? Yo era Hayden Shay Mathers, el mayor bicho raro de la ciudad.
Nadie quería tener nada que ver conmigo.
—Eso suena imposible —dije, pensando en todas las chicas horribles
de mi escuela.
—Es un mundo muy grande, Hayden. Y tengo que decirte, chico, que
ninguno de los dos serán perfectos, pero no pasa nada. Si quieres encontrar
a la indicada, busca a alguien con quien puedas ser completamente tú
mismo. Alguien con quien puedas... dejarte llevar y ser tonto y divertirte, sin
importar lo que estés haciendo. Es aceptarse el uno al otro tal y como son
al final del día.
—Así que ese es el secreto, ¿eh? —preguntó el abuelo, riéndose un
poco—. ¿Alguien con quien ser tonto?
—Alguien con quien ser uno mismo —añadí—. ¿Ser la persona del
otro?
La mirada de papá se desvió hacia la casa, donde podíamos ver a
mamá en la ventana. Maverick estaba acurrucado en sus brazos mientras
ella le acariciaba la espalda, moviendo la boca como si le estuviera cantando
una canción, una imagen de satisfacción y felicidad.
144
—Alguien a quien quieres más que a ti mismo —dijo en voz baja. Vi
cómo toda la postura de papá parecía derretirse como pudín, la sonrisa
profundizando los hoyuelos bajo su barba, pareciendo que acababa de
enamorarse de ella de nuevo—. Eso es amor, chicos. Eso es amor. —Nos
dedicó esa sonrisa torcida a los dos, se giró hacia la camioneta y metió la
cabeza bajo el capó una vez más, volviendo al trabajo.
La boca del abuelo se torció y se secó un ojo con la manga de la camisa
antes de enderezar la garganta y darme la linterna:
—Guárdale esto a tu papá, ¿eh? Tengo que irme. —Le dio una
palmada amistosa en la espalda a mi padre antes de despeinarme, riendo
entre dientes mientras se alejaba cojeando, dirigiéndose a su querida Harley
y desapareciendo en la noche.
Aquella noche me olvidé de mantener las distancias con mi familia y
opté por quedarme con mi padre, ayudándole con las herramientas que
necesitaba y escuchando la música de su viejo reproductor, mientras
pensaba en lo que me había dicho. ¿Tendría alguna vez la suerte de
encontrar a una chica que me enamorara cada vez que la viera? No lo creía.
Lo que tenían mamá y papá; era especial. Algo que creo que ni yo, ni siquiera
el abuelo J, entenderíamos del todo.
Cuando era más joven, recuerdo que me despertaba por la noche y oía
música suave en el exterior. Me acercaba sigilosamente a la ventana de mi
dormitorio y me asomaba al patio trasero, donde encontraba a mis padres
estrechamente abrazados, moviéndose lentamente en círculo sobre el
terreno, tocándose las cabezas, mientras una vieja canción sonaba
inquietantemente en el crepúsculo. Los fines de semana, bajaba las
escaleras y me los encontraba sentados en su sofá en el jardín de enfrente,
con tazas de café humeante, tomados de la mano mientras veían cómo se
animaba el día. La forma en que mis padres se miraban a menudo me
provocaba arcadas de niño y les rogaba que no se besaran delante de mí.
Pero lo hacían. Siempre, para mi disgusto.
Sí, cuando era más joven, no entendía cuánto se querían. Pero a
medida que crecía, a medida que mi vida fuera de esta casa empezaba a
girar en espiral, me encontré buscando cualquier signo de amabilidad,
comprensión, respeto... amor. El mundo parecía feo e injusto, todos crueles
y mezquinos. Durante tanto tiempo, mientras mantenía la separación de mi
familia a medida que aumentaban la tortura y el acoso en la escuela, echaba
de menos lo que tenía delante de mí. Me di cuenta de que existía aquí mismo,
en mi propia casa. Lo había encontrado en mis padres.
Esperaba que algún día yo tuviera la misma suerte que ellos. Que
encontraría a alguien que me aceptara por lo que era... que un día amaría a
alguien más de lo que jamás podría amarme a mí mismo.

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Capítulo Doce

Hoy ha sido probablemente el día más fácil que he tenido en la escuela


desde que tengo memoria. Sentía que el peso sobre mis hombros era más
ligero, más manejable de llevar. Era algo que no había sentido desde que era
niño. Caminar por los pasillos con Maddy, saber que confiaba en mí, que
me permitía acercarme, que quería que lo hiciera, enviaba una extraña
sensación a través de mi sistema que me hacía sentir que por una vez no
me estaba ahogando en este lugar. Aún así no bajé la guardia del todo. Veía
cómo Theo y sus secuaces nos observaban cada vez que pasábamos por los
pasillos o nos sentábamos juntos a comer. Era rencoroso, vengativo, y algo
sobre Maddy y yo le había llamado la atención.
Siempre me había dicho que quería devolvérmela por haberle jodido
el rostro, y desde entonces me vigilaba las espaldas. Sabía que estaba
obsesionado con la idea, pero nunca había hecho nada. Observaba, aunque
no como ahora. Juro por Dios que si le toca un cabello a Maddy, me
146
aseguraré de que no le quede ni rostro. Así que, cuando los atrapé a él, a
Ayla y a Spencer mirándonos atentamente durante la comida, me aseguré
de cruzar miradas con cada uno de ellos. Entrecerré los ojos mientras
miraba fijamente a Theo, deseando que pudiera escuchar mis
pensamientos.
Haz un movimiento, hijo de puta. Te reto. Dame una puta razón y me
aseguraré de que no vuelvas a poner los ojos en ninguno de los dos. O en
nadie, para el caso. Así que dame una puta razón...
Entendió el mensaje y apartó la mirada para murmurar algo a sus
ovejunos seguidores. Sin embargo, Ayla Savard seguía fulminando a Maddy
con la mirada, lo que solamente hizo que me pusiera más nervioso por ella.
Ayla era muy mezquina. Siempre lo había sido. Desde que me tiré a aquella
chica de la escuela de Ashland en aquella fiesta, por follármela, se había
empeñado en intentar arruinar la reputación de esa chica a través del acoso
en Internet y utilizando la red de chismes. Por suerte para esa chica, sus
amigas la apoyaron, reconociendo los signos de “chica mala” que Ayla estaba
mostrando, y la chica pudo seguir adelante con su vida. Yo no la conocía
bien y no quería empezar nada, pero eso no significaba que no me gustara
lo que Ayla intentaba hacer. Me había estado preparando para intervenir a
hurtadillas, manteniendo oculta mi identidad mientras divulgaba a todo el
mundo cierta información que había escuchado sobre ella, pero cuando el
insignificante tren no llegó a su parada, pasé a un segundo plano.
Ahora parecía que Ayla tenía un nuevo objetivo, y que me aspen si
dejo que intente siquiera empezar algo con Maddy. Parece que tendría que
intervenir antes de que ella empezara a disparar.
Empecé a jugar distraídamente con el cabello de Maddy mientras
almorzábamos, sin perder de vista cualquier posible amenaza. Sé que los
chicos estaban hablando de lo que le había hecho a Lucas, lo cual era
totalmente cierto. Lo había hecho, y lo había hecho por lo que él le hizo a
Maddy. Pero nadie me necesitaba para confirmarlo. Y como en realidad no
había nada que me relacionara con el incidente o con Lucas, para el caso,
me dejaron en paz. La mayoría de los estudiantes aquí eran lo
suficientemente inteligentes como para no pensar en joderme. Solamente
había un grupo de imbéciles que parecía que nunca podían hacer lo
inteligente y contar sus pérdidas. Theo había empezado todo en su día. Ayla
se había metido en mis asuntos. Ambos necesitaban irse a la mierda y dejar
las cosas como estaban. Pero no lo hicieron. Y solamente les quedaban dos
meses para hacer algo antes de que nos graduáramos y nos fuéramos, fuera
de su alcance.
A diferencia de mi tía Casey y de mamá, que siempre habían hablado
de ver el mundo y dejar este lugar, yo dejaría Ashland atrás cuando tuviera
la oportunidad. El único cambio en mis planes ahora era que no me iría
solo. Iba a llevar a Maddy conmigo.
Solamente tenía que mantenernos a salvo hasta entonces.
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—¿Has visto alguna vez la obra Sueño de una noche de verano? —me
preguntó Maddy mientras recorríamos el teatro vacío. Llevábamos nuestras
cámaras. Solamente que esta vez era ella la que deambulaba, haciendo
tomas de práctica, mientras yo me quedaba en medio del escenario
observándola. Había sido angustioso en Educación Física, ver desde la sala
de pesas cómo Maddy se quedaba sola en el gimnasio de abajo, con Ayla y
sus amigas merodeando cerca, lanzándole miradas de zorra malvada. De vez
en cuando miraban hacia mí, pero yo las fulminaba con la mirada y les
devolvía la advertencia. No debería haber subido hasta aquí, pero mis
pensamientos estaban centrados en Theo y Spencer, así que me mantuve lo
bastante cerca como para escuchar a hurtadillas, pero no hacían más que
hablar del Festival de Primavera. Me había olvidado por completo de las
perras malvadas que dirigían esta escuela.
—No lo he hecho —le dije, observando cómo subía un poco los
escalones antes de tomar asiento en el borde del lado derecho del auditorio,
levantando su cámara y escaneándola a su alrededor—. Pero he leído la
obra.
Incluso desde aquí, noté que las comisuras de sus labios se movían
un poco, como si pensara en algo gracioso. Entorné una ceja,
preguntándome qué se le estaría pasando por la cabeza cuando de repente
dijo:
—¡Di cheese! —y chasqueó, el flash casi cegándome.
—No puedes usar el flash durante la obra —le dije, frotándome los
ojos furiosamente—. La profesora de teatro, la señora Potter, se enfada si
pasa algo entre el público que pueda distraer a los chicos en el escenario. —
Pensé en el año pasado, cuando el teléfono de alguien sonó en medio de
Sweeny Todd. Se levantó de su asiento en el primer banco y miró a la
multitud hasta que encontró al culpable, y luego lo acompañó
personalmente a la salida, mientras lo regañaba como a un niño.
—Whoops —Maddy jugueteó con los ajustes de la cámara, con el ceño
fruncido, formando una pequeña línea en la frente, algo que noté que le
ocurría cuando se sentía incómoda o ansiosa. Probablemente odiaba la idea
de meterse en problemas, y pensé en cómo reaccionaba ante cualquier
profesor o miembro de la autoridad. Le gustaba dejar espacio entre ellos,
nunca los miraba a los ojos y siempre parecía replegarse sobre sí misma.
—No te preocupes. Si pasa algo así, yo asumiré la culpa —le dije. A
diferencia de ella, yo no tenía ningún miedo a la autoridad. Especialmente
a aquellos que no eran mis padres o parte del MC del abuelo J. Yo creía 148
firmemente que el respeto había que ganárselo. Tu edad no te daba un pase.
Pero Maddy parecía aún más ansiosa cuando dije esto y sacudió la
cabeza, bajando la cámara a su regazo:
—No, Hayden. No cargues con la culpa de algo que no hiciste. No es
justo.
—No me importa, Maddy —le dije, poniendo los ojos en blanco y
riéndome un poco—. La señorita Potter es como un chihuahua enfadado.
Dejaré que lo grite y luego me iré.
—No me gusta la idea de que cargues con la culpa de algo que yo he
hecho. —Se le marcó una línea en la frente y me di cuenta de lo mucho que
le molestaba esa idea. Me sentí extrañamente conmovido al pensar que se
preocupaba tanto por mí, pero aún así me reí al pensar en la señorita Potter
gritándome desde su metro setenta de estatura.
—Maddy, déjame ser un caballero para ti, ¿bien? —Sonreí un poco, y
solamente sentí que se ensanchaba cuando noté que el rosa de sus mejillas
se iluminaba al escuchar mis palabras y murmuraba un tímido “Bien” como
respuesta. Subí lentamente las escaleras, no me gustaba la distancia que
había entre nosotros, pero me había obligado a permitirlo cuando entramos,
quería que se pusiera cómoda después de haber estado esa hora separados.
Noté que había estado callada después de Educación Física, así que le di un
poco de espacio. Me metí las manos en los bolsillos de la chaqueta de cuero
para no acercarme a ella. Por alguna razón, no podía mantenerlas quietas
cada vez que nos acercábamos. Tenía que recordar constantemente que
debía contenerme, pero entonces resbalaba y la rodeaba con el brazo o
jugaba con su cabello. Por eso, cuando me acerqué a ella, me detuve a varios
metros de distancia, apoyando el hombro en la pared.
Se movió un poco, bajando la mirada hacia la cámara que tenía en el
regazo, jugueteando con ella con una especie de energía nerviosa, pero
percibí el pequeño esbozo de una sonrisa en sus labios, y aquel hermoso
rubor rosado no hacía más que aumentar. Tímida. Estaba siendo tímida, no
asustada.
Acércate a ella, Hayden.
Deliberé un momento, observando cómo evitaba mirarme, y me
arriesgué.
—¿Maddy? —Murmuré suavemente.
—¿Sí?
Alargue la mano y la coloqué debajo de la suya, deseando enroscar
mis dedos alrededor de su suave piel, pero en lugar de eso, serpenteé
alrededor de la cámara que sujetaba y tiré suavemente de ella para liberarla.
Volví a recostarme contra la pared, fingiendo que solamente había querido
ver sus fotos todo el tiempo y no que había tenido un momento de debilidad 149
con la intención de cerrar la brecha física que nos separaba. En mi periferia,
pude distinguir la forma en que sus mejillas ardían más, algo que no había
creído posible, y sentí una sensación de placer al pensar que la había hecho
sonrojar tan profundamente.
—¿Cómo te va con esto? —pregunté, ojeando las fotos y observando
que en la mayoría de ellas yo había salido en la foto.
¿Había intentado capturarme como yo a ella? Mis pensamientos se
dirigieron a la foto que le había hecho y que guardaba en mi mochila,
sacándola de vez en cuando para poder mirarla cuando no estaba cerca. La
había tomado el primer día que pasamos juntos aquí, una foto robada
cuando ella había estado mirando a otra parte. Aquella imagen de ella, sus
grandes ojos color avellana tan inocentes y hermosos, el cabello
momentáneamente retirado del rostro, los labios ligeramente entreabiertos,
todo lo que había en ella en aquella foto me cautivó.
—Creo que está bien. No tengo con qué compararlo —dijo Maddy,
retorciéndose un poco en su asiento. Se llevó las manos al extremo de la
coleta y empezó a retorcer los mechones alrededor de los dedos, un gesto
nervioso, pero me di cuenta de que no tenía miedo. No de mí. Su cuerpo
estaba inclinado en mi dirección y su pie descansaba cerca de la punta del
mío. Si tuviera miedo, pondría distancia entre nosotros, como aquel primer
día—. Pero creo que es seguro decir que ser fotógrafa no es mi vocación.
Sonreí un poco. Mucha gente creía que podía publicar sus fotos en
National Geographic solamente por apretar un botón. Había mucha
habilidad, paciencia y conocimientos detrás de todo. Me encantaba, y
aunque sabía que era el mejor de mi clase, aún me quedaba mucho por
aprender.
—Es divertido —añadió rápidamente, como si pensara que me había
insultado de alguna manera y temiera mi reacción. La miré por debajo del
cabello que me caía sobre la frente—. No me malinterpretes. Solamente que
no es una pasión como lo es para ti.
Levanté una ceja, confuso.
—Es tu pasión, Hayden —dijo ella, como si fuera evidente—. Te pones,
no sé... diferente... cuando estás detrás de la cámara. —Desvió la mirada
hacia el escenario, como si recordara algún momento en el que me hubiera
estado observando y hubiera visto algo allí—. Creo que eres una de esas
personas que realmente estan destinadas a salir, a explorar el mundo y a
que se vean tus fotos, a que la gente vea el mundo a través de tus ojos y lo
hermoso que es todo.
Me quedé mirándola mientras hablaba, con la sensación de que se me
entumecían los dedos y la mente completamente en blanco. Cuando se giró
y me miró, me quedé completamente helado. Solamente puedo imaginarme
lo que le parecí a ella. Aterrorizado, probablemente. Un poco confuso. ¿Cómo 150
podía saber lo que yo quería sin conocerme realmente? ¿Cuánto tiempo he
estado en esta escuela, primero ridiculizado y marginado, luego temido y
marginado? Estos chicos llevaban conmigo desde que tenía cinco años y no
sabían nada de mí. Sin embargo, parecía que Maddy, después de solamente
unos días, había visto mucho más que los demás.
—¿Estás bien?
Su voz me trajo de vuelta, sus ojos muy abiertos, un poco aprensivos,
como si estuviera preocupada por mi reacción. Me aclaré la garganta y
apagué su cámara, devolviéndosela mientras trataba de actuar como si no
estuviera un poco conmocionado por su observación.
—Sí, lo siento, solamente un poco distraído.
—¿Todo bien?
Las únicas personas que me preguntaban esto eran mis padres y mi
abuelo, siempre que los dejaba acercarse lo suficiente como para verme de
verdad. Aparte de esos breves momentos con ellos, nunca nadie más quiso
saber si estaba bien en algún sentido. Bajé los ojos al suelo, metiéndome las
manos en los bolsillos de la chaqueta, y murmuré:
—Sí, solamente pensaba en el proyecto. Si vienes a mi casa después
de clase, podría enseñarte algunas de las cosas que he hecho para los
periódicos estudiantiles y locales. Podría ayudarte a hacerte una idea de lo
que se espera.
Bien hecho, Hayden, susurró la voz en mi mente, sonando
impresionada. Se te ocurrió muy rápido. Ponla a solas contigo...
No. No es así.
¿Estás seguro? ¿Seguro que no quieres llevarla a tu habitación para
poder...?
Nunca lastimaría a Maddy. No de la forma en que lastimas a la gente.
Finalmente, silencio. Miré a Maddy.
—¿Qué opinas?
Ella se mordió el labio inferior, la visión me distrajo mientras pensaba
en mordisquearlo con mis propios dientes y arrastrarlo hacia fuera antes de
permitirme besarla, mi lengua masajeando sobre la suya, saboreándola…
Joder, necesitaba tocarla. Cuando ese pensamiento cruzó mi mente, pude
sentir cómo mi polla se ponía dura mientras mis pensamientos descendían
rápidamente a otros similares a los de la otra noche, cuando me masturbé.
De hecho, ahora era un ritual nocturno, en el que me tumbaba en la cama
y me follaba la mano mientras pensaba en ella. Era en esos momentos
cuando la voz oscura se apoderaba por completo de mí y me entregaba a
todo lo que había reprimido durante el día. Me imaginaba sujetándola 151
mientras me la follaba, saboreando cada parte de su cuerpo, deleitándome
con la suavidad de su piel, la expresión de éxtasis en su rostro mientras la
hacía correrse una y otra vez...
¡Mierda! Me moví de sitio, levantando una pierna para cruzarla con la
otra, forzando mi polla hacia abajo. Jesús, lo último que necesitaba era ver
aquello apuntando a medio metro de su rostro.
—¿Estás seguro? ¿No es mucha molestia?
Dios, ¿de verdad creía que pasar más tiempo con ella era un
obstáculo? Seguramente, ella podía ver que yo apenas estaba manteniendo
la compostura para no agarrarla. Estaba luchando. Me reí un poco y puse
los ojos en blanco.
—Maddy, no te lo habría ofrecido si me sintiera así. Me encantaría
ayudar.
Sus labios se curvaron y asintió. Los ojos de Maddy se iluminaron
mientras me miraba desde su acogedor casillero.
—Entonces, sí. Sería estupendo. —A pesar de sus palabras, pude
escuchar algo más en su voz: una mezcla de excitación y especulación.
—¿Qué pasa? —pregunté, curioso. Oh no, ¿estaba nerviosa por estar
a solas conmigo?
—Nada, es que... —su voz se entrecortó un momento, como si
intentara encontrar la manera de expresarlo con palabras—. Quiero decir,
nunca he ido a casa de un amigo. Nunca he invitado a nadie a mi casa. Es
algo tan normal.
Me dolía el corazón por ella. Que Maddy estuviera en Phoenix House
significaba muchas cosas. No estaba con sus padres por una razón, y
aunque aún no sabía exactamente por qué, solamente podía suponerlo.
Drogas, alcohol, abusos... la idea de que hubiera tenido una educación tan
dura encendía un fuego en mis venas, y quería sacarla de ese mundo y darle
todo lo que se merecía. Aunque fuera algo tan “normal” como ir a casa de
un amigo después de la escuela.
Más que amigos... susurró la voz, volviendo a hablar. La ignoré.
—Bueno, espero poder cumplir las expectativas —le dije, sonriendo
un poco mientras bromeaba.
Se rió, el sonido fue tan ligero y rápido que casi no lo oí. Pero era como
las campanas en Navidad. Hermosas. Y sin embargo, se fueron demasiado
pronto.
—Estoy segura de que será genial. Agradezco la ayuda. Necesito estos
créditos si quiero graduarme.
—Los obtendrás. Me aseguraré de ello —dije, decidido. Porque si iba 152
a dejar atrás Ashland por cosas mejores; viajes, fotografía, el mundo...
entonces la quería a mi lado.
—¿Me lo prometes? —preguntó, con sus ojos brillantes sonriéndome
mientras se levantaba y volvía a guardar la cámara en la mochila.
Mi sonrisa se amplió ante su inocencia y le tendí un meñique. Lo miró
fijamente, casi como si le entristeciera verlo, antes de sonreír un poco y
rodearlo con el suyo.
—Lo prometo —juré.

—¿Hablas en serio? —preguntó mientras sacaba el casco de la


mochila. Estábamos en el estacionamiento junto a mi moto y, a pesar de lo
aprensiva que sonaba, pude ver la emoción en su rostro ante la perspectiva
de salir a dar una vuelta. Sonriendo, me acerqué a ella por detrás, palpé el
elástico que sujetaba su cabello y tiré suavemente de él. Era tan suave, las
hebras parecían de seda bajo mis dedos cuando se lo peiné antes de
colocarle el casco en la cabeza.
—Como un infarto —le dije, tirando de la correa que tenía bajo la
barbilla para ajustarla bien. No había previsto traerla hoy a casa. Había sido
una idea improvisada, y el hecho de que ella hubiera aceptado me había
encendido una chispa que aún no se había apagado. Me quité la chaqueta
y se la tendí para que se la pusiera.
Maddy abrió los ojos con preocupación.
—¿Y tú? ¿No tienes casco? ¿U otra chaqueta?
—Estaré bien —me encogí de hombros—. He montado por aquí tantas
veces que podría hacerlo con los ojos cerrados.
—Estoy pensando más en que otros autos en la carretera nos golpeen.
No en tu capacidad para conducir.
—Estaré bien, Maddy —insistí, dándole una pequeña sacudida a la
chaqueta mientras se la tendía.
—No quiero que te hagas daño si pasa algo —insistió.
—No me haré daño.
—No eres Superman.
—Un poco sí.
Entrecerró los ojos, claramente irritada por mi falta de preocupación
por mi propio bienestar. Eso o pensaba que estaba delirando. Riéndome de
153
su expresión, negué.
—Maddy, tendré mucho cuidado. No chocaremos, no me haré daño,
pero quiero asegurarme de que estás completamente cubierta por si acaso.
¿Crees que me lo perdonaría si te pasara algo?
—Bueno, si vas a ser un conductor tan cuidadoso, entonces no
necesitaré la chaqueta, ¿no? —Me espetó, y yo suspiré, dejando caer la
cabeza hacia atrás mientras ponía los ojos en blanco hacia el cielo.
—Sígueme la corriente, Maddy. —Volví a mirarla, apretando los labios.
Si de verdad pensaba que iba a dejarla montar en esta cosa sin protección,
se merecía otra cosa. De ninguna manera iba a correr ese riesgo. Supongo
que se dio cuenta de lo serio que iba, porque finalmente suspiró y cedió,
dándose la vuelta para meter los brazos por las mangas. La chaqueta era
enorme, un poco grande incluso para mí, pero se la tragó. La rodeé para
subirle la cremallera, ya que ni siquiera se le veían los dedos en los puños,
y le alisé los hombros, pasando la mano por encima del parche de Manic de
The Celtic Beasts MC.
Mantenla a salvo, pensé mientras la ayudaba a remangarse lo
suficiente para que se le vieran las manos. Me di la vuelta, me subí a la moto
y estiré la mano para tirar del cuero de la chaqueta y acercarla. Como su
mochila era mucho más pequeña que la mía, la guardé en la alforja y ahora
le puse la mía a la espalda, apretando las correas para que no se cayera y
quedara atrapada bajo el hueco de la rueda.
—Súbete por este lado —señalé al lado izquierdo. Se acercó, parecía
emocionada y nerviosa al mismo tiempo, y cuando saqué el caballete e
incliné la moto hacia un lado, pudo pasar una pierna por encima del
respaldo y colocarse detrás de mí. Nos enderezamos y giré la llave, apreté el
botón de encendido, tiré del embrague y apreté el botón del motor. Cuando
empezó a retumbar debajo de nosotros, logré distinguir el susurro de Maddy:
—Mierda.
No pude evitar soltar una carcajada. Sus palabrotas eran como un
cordero intentando darle un mordisco a un lobo. No tenía ningún sentido.
Me acerqué por detrás y le tomé las manos, tirando de ella para que
pudiera sentir su cuerpo apretado contra mi espalda, y me rodeó la cintura
con los brazos, asegurándolos sobre mi estómago.
—Oh, mierda... —susurró de nuevo, y sentí que me iba a partir de
tanto reír.
—Agárrate fuerte, Maddy —le dije, y al instante apretó tanto que
parecía que un bebé mono se aferraba a mi espalda. Pisé el embrague y metí
la primera marcha.
Siempre andaba en moto en primavera, verano y otoño, así que verme 154
arrancarla no era nuevo para nadie, ni siquiera para los chicos de la escuela.
Sin embargo, hoy, con Maddy agarrada a mi espalda y yo riendo tan
abiertamente sin reservas, tenía a todo el mundo mirando. Desde el otro
lado de la fila de autos estacionados, pude distinguir a Theo de pie junto a
su Lexus, un regalo de su poderoso y rico padre, sin duda, acompañado de
Spencer, Ayla, y todos ellos mirando en mi dirección.
Los ignoré, sin darle importancia, ya que toda mi atención se centraba
en la chica sentada en la parte trasera de mi moto, y arranqué, moviéndome
con cuidado a través del estacionamiento y hacia las calles con mi preciada
carga.
Al principio, casi me había sacado la vida, pero a medida que
avanzábamos por las calles de nuestra pequeña ciudad, empezó a relajarse
y se inclinaba hacia las curvas conmigo. Sabía que estaba mirando a su
alrededor, disfrutando de las vistas que ofrecía este lugar. Las pequeñas
tiendas de la calle principal, las flores de los árboles, las familias que
paseaban juntas disfrutando del buen tiempo. Este lugar era estupendo
para criar niños, pero no era mi sueño. El mío siempre había sido escapar
y ver mundo. El único cambio ahora era que quería traer a Maddy conmigo.
Mi casa estaba a las afueras de la ciudad, en una calle privada
rodeada de árboles. Cuando nos mudamos aquí desde Florida, tuvimos que
quedarnos en un apartamento de alquiler mientras mi padre trabajaba para
reunir el dinero suficiente para comprar una casa. Solamente que el abuelo
J había sorprendido a mamá con una casa un par de meses después. La
casa en sí seguía el modelo de las casas Tudor, con un gran césped delantero
y bosque alrededor. Completamente privada y serena. El jardín de flores de
mi madre ya mostraba signos de tallos verdes que asomaban entre la tierra;
unos cuantos tulipanes habían vencido a todo lo demás con sus coloridos
pétalos que buscaban el sol, acompañados de algunas flores silvestres,
margaritas y el eléboro blanco, el favorito de mi tía Casey.
No se me había ocurrido hasta ahora que mi madre estaría en casa, y
si me veía traer a una chica, sin duda la asaltaría con amabilidad...
ofreciéndole galletas u otros productos horneados, enseñando las fotos de
la familia, haciendo preguntas porque era entrometida a más no poder. Mi
hermano pequeño, Maverick, se paseaba por allí, todo lindo y tal, y la
distraía pidiéndole que lo tomara en brazos, que jugara a Candyland con él
o que lo mirara para ver lo alto que podía saltar. Por suerte, mis hermanas
Charlotte y Emily estaban a punto de convertirse en preadolescentes y no
les importaba una mierda que tuviera una amiga conmigo. Lo más probable
era que, para cuando llegaran a casa, desaparecieran en sus dormitorios
para llamar a sus amigas, escuchar música y hacer cualquier cosa que
hicieran las chicas de diez años. Yo solamente necesitaba escapar de los
demás.
Aunque había creado una brecha entre ellos y yo en los últimos años, 155
la cuña había sido necesaria para evitar que vieran la oscuridad que había
cobrado vida en mí o el dolor en mis ojos. Me escondí de ellos durante mucho
tiempo, abriéndome solamente un poco cada vez. Sabía que me echaban de
menos. Para ser sincero, yo también los echaba de menos. Sin embargo,
quería pasar más tiempo a solas con Maddy. No quería compartirla con mi
familia. Todavía no.
Así que conduje la moto por el largo camino y tomé la curva que me
llevó a la parte trasera de la casa, donde mi padre guardaba el garaje para
los proyectos de trabajo y nuestras motos. La puerta estaba abierta y podía
escuchar su música rock a todo volumen mientras trabajaba. Si pensaba
que a mi madre le sentaría mal ver a una chica conmigo, sabía que a papá
le sentaría peor. Mucho peor. No soportaría las burlas. Estacioné la moto
un poco lejos del garaje, junto a la casa, puse punto muerto y apagué el
motor rápidamente.
—A este lado —le dije, haciendo un gesto hacia la izquierda para evitar
que se quemara la pierna con el motor. Se bajó con facilidad y se volvió hacia
mí, con una gran sonrisa que me tomó desprevenido. Nunca la había visto
sonreír así. Era... preciosa.
—Eso... Fue. Increíble —exclamó, y se levantó para desabrocharse el
casco. Se lo quitó y se sacudió el cabello, la suave mezcla de mechones
rubios claros y oscuros volando salvajemente alrededor de su rostro. Verla
así, salvaje, feliz, abierta y vistiendo mi chaqueta de cuero, me hizo sentir
cosas y me aceleró el corazón—. Estoy tan celosa de que puedas hacer eso
todos los días —continuó, sin darse cuenta de lo mucho que me había
dejado sin aire.
—Te recogeré y te llevaré, entonces —dije de inmediato. No se lo estaba
ofreciendo. Se lo estaba diciendo. Cuidado, Hayden. Es su elección,
¿recuerdas? me dije. Parece que Manic se hizo cargo por un segundo.
Relájate, sé lo que ella necesita que seas—. ¿Si quieres?
—¡Claro que sí! —dijo entusiasmada, entregándome el casco. Lo dejé
en el suelo y antes de que pudiera recoger nuestras mochilas, recogí las dos,
dejándola con las manos vacías, y le hice un gesto para que se dirigiera a la
puerta trasera. Lo más probable era que mamá estuviera con Maverick en
su dormitorio o en el sótano, donde preparaba rutinas y vestuario para las
bailarinas del estudio de danza de la ciudad. Aunque ya no daba clases,
seguía participando. Mientras no nos viera, tendría a Maddy para mí solo
hasta la cena.
Cuando entramos, oí el eco de la música que subía las escaleras desde
abajo, seguido de la risita de Maverick. Podía oler la cena en el horno, el
pastel de carne de mamá. Así que me apresuré por el pasillo hasta la
entrada, donde la llevé por las escaleras hasta el segundo piso, y luego por
el tercer tramo hasta mi dormitorio en el ático, una opción que había pedido
cuando cumplí doce años. Papá había renovado por completo este espacio
para mí para que pudiera tener mi intimidad y, a cambio, yo prometí ser
156
respetuoso y no poner música a todo volumen a todas horas de la noche,
algo que a Charlotte aún le costaba no cumplir.
—¿Éste es tu dormitorio? —preguntó Maddy, observando el espacio.
Los techos estaban arqueados a los lados, por lo que el punto más
alto estaba en el centro, pero era grande, y yo siempre lo mantenía ordenado,
ya que me gustaba el orden. Mi cama estaba en el rincón más alejado, mis
guitarras y pósters de motos alineados a lo largo de una pared junto a mi
escritorio, y mi padre había añadido un ventanal en el extremo para que
entrara más luz. Daba al bosque, en dirección a Phoenix House, algo de lo
que era muy consciente desde la primera vez que me fijé en Maddy.
—Sí —dejé las mochilas junto a mi escritorio y saqué un álbum que
mi madre había reunido con todos mis trabajos publicados, algo con lo que
me había sorprendido en mi decimosexto cumpleaños. Fui muy consciente
de la presencia de Maddy cuando entró, primero se quitó la chaqueta y luego
la colocó ordenadamente sobre la cama. Empezó a inspeccionar
detenidamente todas mis cosas, con auténtica curiosidad por lo que había
ido coleccionando a lo largo de los años. Vergonzosamente, enseguida
encontró el viejo conejo de peluche que había pertenecido a mi madre, algo
que guardaba en mi estantería junto a una vieja foto mía y de mis padres
en Navidad, cuando yo tenía tres años. También lo encontró y lo examinó,
sonriendo de oreja a oreja mientras decía: “¡Eras un niño tan lindo!”, antes
de estudiar detenidamente a mis padres. Frunció ligeramente el ceño al
mirar la foto y me pregunté si se había dado cuenta de que no me parecía
en nada a mi padre. ¿O de lo poco que me parecía a mi madre? Cómo me
faltaba el cabello rubio que tenían los demás. Sin embargo, no dijo nada
mientras volvía a colocar el marco en la estantería y se ponía a hojear mis
libros, murmurando:
—Leí ese, y ese... me gustó ese —mientras inspeccionaba los títulos.
Finalmente, se acercó a mí y vio el álbum en mis manos. Me acomodé
en el suelo y ella se unió a mí, cruzando las piernas y sentándose tan cerca
que nuestras rodillas casi se tocaban. La quería más cerca, pero, de nuevo,
tenía que respetar sus límites o nunca funcionaría.
Sin palabras, lo abrí y señalé los múltiples recortes que había hecho
mi madre, con breves descripciones de cuándo y dónde se habían publicado,
incluidos los artículos para los que se habían utilizado. Maddy tomó con
cuidado el álbum de mis manos y lo hojeó en silencio, deteniéndose en cada
foto. Durante un buen rato, se dedicó a hojear el álbum mientras yo la
observaba y me fijaba en todo lo que tenía que ver con ella. Me gustaban las
pecas de su nariz y la mezcla de verde y gris de sus ojos. La fascinante
mezcla de claros y oscuros de su cabello. Tenía los dedos largos y finos, las
uñas un poco mordidas, seguramente por la ansiedad. Yo también lo hacía
a veces y me daba cuenta después. 157
—Sabía que estabas hecho para esto —dijo, y parpadeé, sin darme
cuenta de que me había desconectado por completo del momento.
—¿Huh?
Se rió un poco y señaló el álbum.
—Esto. Te dije que estabas destinado a que vieran tus fotos. Ya tienes
ventaja. —Cerró el álbum y se quedó mirando la cubierta de cuero, pasando
un dedo por la encuadernación—. Vas a ver grandes cosas, Hayden.
¿Estaría mal si la tomara y la besara ahora? Levanté una mano y
vacilé al posarla detrás de su espalda. Tan cerca de tocarla, pero sin cerrar
del todo la distancia. Desde el piso de abajo, el sonido de uno de los equipos
de música de mi hermana se encendió, con alguna canción autotitulada que
sonaba a todo volumen por toda la casa, rompiendo el silencio y sacándome
de mi momento de debilidad. Retiré la mano y me la pasé por el cabello
desgreñado, como si eso hubiera sido lo que pretendía desde el principio.
—¿Te importa si echo un vistazo a tu cámara? —preguntó de repente,
entregándome el álbum.
—Claro, está en mi mochila —dije distraído mientras me levantaba y
lo volvía a meter en el cajón. No fue hasta que mi mochila estuvo en sus
manos y ella estaba abriendo la cremallera que me acordé de la foto... la de
ella que llevaba encima. La guardaba en el pequeño estuche de cuero junto
con mi cámara, y la idea de que ella la encontrara me produjo una oleada
de pánico.
—¡Espera! ¡No toques eso! —grité de repente, aterrorizado. ¿Qué
pensaría ella si supiera que yo tenía algo así? Un asqueroso. Pensaría que
soy un asqueroso. Se iría. No querría saber nada de mí. Agarré la mochila
que tenía en las manos y se la arranqué, dándole la espalda mientras metía
la mano en el interior y sacaba la cámara, escondiendo la foto al mismo
tiempo y metiéndomela en el bolsillo—. Toma. —Volviéndome hacia ella, le
tendí la cámara, pero Maddy no estaba allí.
La vi agachada en un rincón, con los brazos cruzados sobre el pecho,
sin color en el rostro, de modo que parecía un fantasma.
—¿Maddy? Dios mío. ¿Maddy? —Me apresuré hacia ella, olvidándome
por completo de la cámara al dejarla caer, y la alcancé. Solamente que, para
mi horror, ella extendió una mano, impidiéndome acortar la distancia—.
Maddy, lo siento, no quise gritar. YO... —Intenté pensar en una razón, una
excusa, de por qué había reaccionado así. ¿Cómo podía decirle la verdadera
razón sin asustarla aún más?—. ¡Lo siento!
—Está bien, Hayden —susurró mientras aspiraba un largo y profundo
suspiro entre sus labios, lo retenía y lo dejaba salir lentamente—. Está
bien...
—Está claro que eso no es verdad o no estarías así —dije, deseando
158
poder retractarme. Que me dejara entrar e intentar compensarla—. No
quería gritar, es que... era mi problema y reaccioné.
—Y este es el mío. Solamente intento que no me arruine.
La miré fijamente mientras seguía inhalando y exalando lentamente,
pero noté cómo le temblaban un poco las piernas, como si mantenerse en
esta profunda cuclilla se estuviera convirtiendo en todo un reto.
—Maddy, ¿quieres sentarte en el suelo conmigo? —pregunté y me
puse de rodillas ante ella, esperando que viera que yo no era como los otros
de su pasado.
Maddy me miró fijamente un momento mientras yo la miraba,
suplicándole con los ojos que confiara en mí y me perdonara. Levantó un
poco la barbilla en una especie de asentimiento y también se sentó en el
suelo. Nos miramos el uno al otro y me encontré respirando con ella, sin
tocarnos pero observándonos mientras hacíamos lo que ella necesitaba para
mantenerse firme. Al cabo de un minuto, dejó que sus brazos se relajaran
y, para mi sorpresa, se acercó a mí. Sus manos buscaron las mías y se las
tendí con impaciencia, entrelazando los dedos entre los míos, sin apartar su
mirada de la mía. Siguió respirando lenta y pausadamente durante unos
minutos, hasta que la tensión de sus manos se aflojó.
—¿Estás bien? —le pregunté tímidamente.
Lentamente, asintió y cerró los ojos, como si necesitara un momento
para estar completamente segura.
—Sí, solamente... solamente ha desencadenado algo en mí.
—¿Un recuerdo?
Asintió una vez más.
Saber que, sin querer, le había hecho recordar algo que la había
sumido en semejante espiral me hizo sentirme disgustado conmigo mismo.
Tendría que trabajar en cómo reaccionaba en mis propios momentos de
pánico para no lastimarla sin querer.
—Mi madre tenía mucha gente cruel a su alrededor. Gente que trajo
a nuestra casa, a mi alrededor... —dijo en voz baja, con los ojos aún
cerrados—. Hombres que la lastimaron, que la usaron, y a quienes no les
importó una mierda que yo fuera solamente una niña, que no tuviera idea
de lo que realmente estaba pasando. Así que cuando me acercaba a ellos,
queriendo jugar, o simplemente queriendo atención, amor, lo que fuera,
cuando reaccionaban gritando y golpeando o con violencia, acabé
aprendiendo que no me querían. Aprendí a esconderme. A hacerme un ovillo
y esperar pasar desapercibida, porque eso era lo que querían. Yo era un
estorbo. Me interponía en el camino de lo que querían... mi madre. —
Lentamente, Maddy abrió los ojos, el remolino de avellana mirándome
directamente al alma.
159
No me di cuenta de que había estado temblando mientras me lo
contaba, hasta que me dio otro suave apretón en las manos. Me sentí mal
cuando me reveló esta pequeña visión de su vida y de lo que había sido para
ella crecer. Me hizo apreciar mucho más lo que yo tenía, lo que había
rechazado en mi propia familia, y me dolió todo lo que le habían negado.
—Mi madre eligió tantas cosas antes que a mí —dijo, con la voz
quebrándose un poco al mencionar a su madre—. Tantas cosas. Uno
pensaría que ser ignorada, gritada y abandonada durante tanto tiempo te
hace inmune a ello. Y quizá se haga más fácil con el tiempo, pero siempre
dolerá algo.
—¿Drogas? —pregunté, sumando dos y dos.
Asintió.
—Eso y que debía mucho dinero a la gente. Esas dos cosas
combinadas la volvieron increíblemente paranoica, así que nos mudábamos
a menudo, que es como acabamos aquí. Pero cuando llegamos a Ashland,
tuvo un colapso público y alguien llamó a los servicios sociales. Ahora está
en un centro de salud mental. —Una pequeña lágrima resbaló por su mejilla
y se me rompió el corazón.
—Maddy. —Me incliné un poco hacia delante, intentando no invadir
su espacio pero exigiendo toda su atención. Su mirada se dirigió a la mía
con aprensión, como si temiera lo que yo pudiera decir—. Tu madre te quería
—le dije, pensando en mi propia madre y en toda la mierda por la que había
pasado. Todas las veces que había tenido una crisis, en las que se
aterrorizaba o parecía tan jodidamente rota, ahora me daba cuenta de que
siempre había dejado claro lo mucho que me quería—. Absolutamente. Pero
se perdió en algo más poderoso que ella, y eso le quitó la voz y la capacidad
de demostrarte cuánto.
Sus ojos empezaron a brillar y sus labios se apretaron fuertemente
mientras hablaba, su barbilla se tambaleó solamente ligeramente incluso
cuando seguí adelante, porque ella necesitaba escuchar esto.
—Fuiste una víctima por esas decisiones que tomó, y ella también.
¿Esas personas? ¿Esos hombres que vinieron? No eran dignos de ti. No te
merecían a ti ni a ella. Se aprovecharon de las dos. Son pedazos de mierda
que merecen pudrirse en el infierno por lo que han hecho, porque puedo
prometerte que no fueron las únicas a las que se lo hicieron. No te señalaron.
Eras una espectadora, alguien inocente que quedó atrapada en la red de su
mierda. No hiciste nada para merecer la mierda que te hicieron. ¿Me
entiendes?
Ella bajó los ojos al escuchar eso, mirando hacia nuestros regazos
como si escuchar esto fuera demasiado doloroso para ella. No iba a permitir
que no me escuchara. Soltando una de sus manos, le acaricié la mejilla con
el pulgar, apartando una de las lágrimas que resbalaban por su rostro y
160
obligándola a mirarme.
—¿Lo entiendes?
Se quedó callada, con la boca apretada como si temiera decir algo por
si se echaba a llorar. Pero aún podía ver esa duda en su expresión, la historia
de dolor y herida.
—Ella te quería, Maddy —dije, intentando evitar que se me quebrara
la voz—. Te prometo que te quería. Quiero decir, ¿cómo podría no hacerlo?
Al escuchar eso, ella parpadeó rápidamente, cayendo lentamente
varias lágrimas más en el proceso, pareciendo aturdida por mis palabras,
con duda en sus ojos.
Sonreí un poco, moviendo la cabeza de un lado a otro.
—¿Cómo podría no hacerlo? —susurré, inclinándome un poco hacia
ella, deseando poder cerrar la pequeña brecha que nos separaba con un
beso.
Los ojos de Maddy parpadearon entre los míos durante unos
segundos, como si lo que estuviera escuchando fuera algo completamente
extraño y desconocido para ella. Lo siguiente que supe es que me estaba
besando. Sus suaves labios estaban pegados a los míos. Por un momento
de pánico, pensé que me había pasado de la raya y la había agarrado,
forzándola a besarme en contra de sus deseos. Pero no me había movido.
Sus párpados estaban cerrados, sus manos habían soltado las mías y
ahora subían por mis brazos hasta que su suave tacto se entrelazaba detrás
de mi cuello, enredado en mi cabello, antes de que ella se apartara, ahora
parecía nerviosa como el demonio y como si quisiera salir corriendo. Maddy
me había besado.
—Dios mío. Lo siento, Hayden —dijo, ruborizándose con fuerza, a
punto de soltarme—. Es que... no sé qué me pasó. Yo…
Aunque no la dejé terminar antes de rodearla con mis brazos y
atraerla de nuevo hacia mí, besándola suavemente al principio, pero luego
no pude contenerme. Abrí la boca contra la suya, animándola a hacer lo
mismo, y Maddy se hundió en mis brazos. Sus labios se movían con los míos
de una forma con la que había fantaseado, y solamente me hizo querer más.
Más de esto. Más de ella. Solamente más... Mi lengua se deslizó por sus
labios y su pequeño suspiro casi hizo que me rompiera por completo. La
abracé con más fuerza, sus dedos apretando los rizos de mi cuello,
estimulándome mientras gemía en su boca e inclinaba la cabeza hacia el
otro lado, buscando más mientras seguía besándola profundamente.
—Hayden —susurró contra mis labios, sus manos me soltaron y la
sentí retroceder lo poco que podía mientras yo la abrazaba. 161
Quiere que pare.
No. Es tuya.
Quiere que pare, me dije de nuevo.
Ella te besó primero.
Y ahora necesita que pare.
—¿Hayden? —dijo de nuevo, su voz pequeña y dulce.
Tómala....
Podía sentir cómo mi cuerpo temblaba ligeramente mientras me
obligaba a retroceder, mis brazos la soltaron de mala gana para que mis
manos se deslizaran hacia sus costados y apoyara mi frente en la suya.
Ambos cerramos los ojos, respirando entrecortadamente. Apoyé las manos
en el suelo, a ambos lados de ella, cerradas en puños y con el cuerpo tenso
mientras luchaba contra el impulso de seguir adelante. No podía permitirlo.
No le haría eso a Maddy.
—Lo siento —susurré, aún luchando contra mis impulsos más
oscuros.
—No lo sientas. —Había verdad en su voz, absoluta certeza al
pronunciar esas palabras, y la miré a través de las pestañas. Tenía las
mejillas sonrojadas, los ojos brillantes y las comisuras de los labios rosas
que acababa de besar se habían convertido en la más impresionante de las
sonrisas. Joder, era preciosa. Le devolví la sonrisa y le acaricié el rostro,
sintiendo que podría besarla para siempre.
—¿Mina? ¡Key! ¿Hay alguien en casa?
El cuerpo de Maddy se sacudió instantáneamente ante la llamada,
echándose hacia atrás y mirando con los ojos muy abiertos los escalones
que bajaban de mi dormitorio al segundo piso.
—¿Quién es?
—¡Abuelo! —chilló emocionada una vocecita aguda y chillona.
Maverick.
—Mi abuelo J y mi hermano pequeño —dije, mis dedos enroscándose
alrededor de los suyos para tranquilizarla—. A veces viene a cenar.
Maddy aspiró profundamente; el olor del pastel de carne de mamá era
más intenso ahora que había pasado el tiempo suficiente para que se
cocinara. La observé, curiosa por saber cómo eran las comidas en Phoenix
House, preguntándome cuándo había sido la última vez que había podido
sentarse a comer en familia. Antes de que pudiera contenerme, le pregunté:
—¿Quieres quedarte a cenar?
Me miró con una mezcla de confusión y curiosidad en el rostro. Con
la mano libre se pasó los dedos por la oreja, como si se estuviera peinando
162
un cabello suelto que no tenía. Me había dado cuenta de que era una
costumbre suya. No me había dado cuenta de lo diferente que estaba hoy.
Claro, noté que su ropa no era tan holgada, obviamente. Fue lo primero que
vi. Sin embargo, su cabello recogido hacia atrás, una cortina tras la que
solía esconderse, no era accesible para ella. La forma en que había caminado
por los pasillos, con la cabeza alta, tratando de ignorar la incomodidad que
normalmente sentía al moverse entre la multitud, demostraba que lo estaba
intentando. Estaba luchando, y maldita sea, estaba orgulloso de ella por
ello.
—Um, ¿Cenar? No sé... —murmuró, sonando tan insegura de sí
misma, que no pude evitar decidir intervenir y tomar las riendas.
—Sí, vamos a bajar a comer algo, ¿bien? —Le dije. Esta vez no iba a
preguntar. Le había estado dando elección tras elección hasta ahora.
Excepto que en este momento creo que necesitaba que yo la dirigiera, que
me hiciera cargo. Podía sentir lo abrumada que estaba, y supongo que hoy
había muchas primeras veces para ella—. Entonces después, te llevaré de
vuelta a Phoenix House, ¿de acuerdo?
Parpadeó, insegura, mientras se mordía el interior de la mejilla.
—¿Estás seguro?
—Absolutamente —dije sin vacilar, sin poder evitarlo, mientras alzaba
la mano y le acariciaba la nuca. Sentí que mi sonrisa se ensanchaba cuando
ella no se tensó ni se apartó. Sentí como si se derritiera bajo mi mano, la
reserva en su expresión cambió, aunque seguía siendo un poco dubitativa.
Le di una pequeña sacudida y tiré de ella hacia mí para darle un beso en la
frente antes de ponerme en pie y tenderle las manos para que las tomara,
justo cuando oí la llamada de mi padre desde el piso de abajo.
—¡James! —Su grito llegó desde la parte de atrás—. ¿Vas a traer tu
viejo y arrugado culo aquí para cenar o solamente pasas de camino a casa?
—Bueno, hijo de puta molesto...
—¡Ah, ah! —siseó mamá, lo que pude escuchar desde aquí arriba,
cortándolo rápidamente—. ¡Cuida el lenguaje, por favor!
El abuelo J rió entre dientes:
—¡Lo siento! Lo siento. Ahora saldré del “modo club”. Lo prometo.
Se me ocurrió entonces que al unirme a mi familia para cenar esta
noche, les estaría presentando a Maddy. Hice una mueca cuando se dio la
vuelta y empezó a bajar las escaleras delante de mí mientras pensaba en las
burlas y las miradas que estaba a punto de soportar de mi padre y mi
abuelo. Iban a hacer de aquello un infierno para mí, lo sabía. Normalmente
evitaba las cenas familiares, salvo cuando venía el abuelo, así que era de 163
esperar que bajara.
Tomándole la mano, me coloqué ligeramente por delante de ella, para
acabar entrando yo primero en la cocina. Maddy se quedó un poco atrás,
sus pasos cortos mientras me seguía, el ruido de abajo la hizo saltar un
poco. Esperaba poder hablar primero con mamá para que mantuviera a los
demás a raya. Ella lo entendería. Solamente necesitaba...
—Bueno, ¡ahí está el pequeño listillo! —Un brazo me rodeó el cuello y
me apartó de un tirón, mi agarre de la mano de Maddy se soltó cuando mi
abuelo tiró de mí hacia el espacio, obligándome a arrodillarme mientras me
taladraba la espalda—. ¡Puede que te estén saliendo músculos ahí, chico,
pero yo sigo siendo el rey de la lucha libre por aquí!
—¡Abuelo! ¡Apártate! —Mi voz se apagó mientras luchaba por
liberarme de su agarre. En serio, era viejo, pero el hombre aún se las
arreglaba para aguantar, incluso con su pierna mala.
—La única razón por la que eres el rey es porque te dejé ganar, viejo
—dijo papá desde algún lugar detrás de nosotros—. Si usara toda mi fuerza,
te rompería la cadera.
—Excusas. Mentiras. Lo de siempre —dijo el abuelo J, sujetándome
con inquietante facilidad—. Llevas demasiado tiempo alejado del gimnasio.
Te has ablandado.
—¡James, por el amor de Dios, lo vas a ahogar! —Mamá lo despreció,
y pude escuchar cómo se movía por la cocina, el repiqueteo de los
utensilios—. Charlotte, ¿podrías ayudarme a poner la mesa?
—¿Quién es? —gritó mi hermana, y una oleada de desesperación me
hizo soltarme de mi abuelo y ponerme en pie de un salto.
Mi madre se quedó quieta como una estatua en la cocina, con las
manos a medio limpiar en una toalla, mirando la entrada, aparentemente
confundida. Todos lo estaban. Emily, que estaba acurrucada en el regazo de
papá en la sala de estar, se quedó boquiabierta. Sus idénticos ojos azules
estaban fijos en la recién llegada. El abuelo se había enderezado, sus ojos
oscuros parpadeaban hacia un punto por encima de mi hombro y volvían a
mí, mientras Maverick pasaba corriendo junto a mí, con su ondulado cabello
rubio agitándose al hacerlo.
—¡Hola! ¡Soy Mav! ¿Quién eres tú? —preguntó con descaro, sin
sorprenderse ni preocuparse en absoluto de encontrar a una extraña en su
casa. Probablemente estaba tan acostumbrado a que la gente entrara y
saliera de aquí que nunca se inmutó. Tía Casey y mis tíos, primos, chicos
del club... este lugar debería tener una puerta principal giratoria.
—Soy Madeline King, pero puedes llamarme Maddy. —Su voz era
ligera, amable y abierta, no temerosa ni nerviosa como yo había previsto. Me
giré para verla agachada mientras hablaba con Maverick a su nivel, ambos 164
con una amplia sonrisa mientras se asimilaban mutuamente. Dios, iba a
perderla a manos de mi hermano pequeño.
—Mamá. —Me apresuré hacia ella, necesitándola a mi lado—. Esta es
Maddy. Es una amiga de la escuela. Me preguntaba si podría quedarse a
cenar.
—¿Traes a una “amiga” a cenar, eh, chico? —La voz del abuelo J sonó
fuerte y sugerente a mi espalda. Sostuve la verde mirada de mi madre,
suplicándole en silencio que comprendiera y ayudara a salvarnos a Maddy
y a mí de las inevitables burlas.
Mamá, sin embargo, me hizo un pequeño gesto con la cabeza. Las
comisuras de sus labios se crisparon mientras contenía una carcajada y me
rodeaba, dirigiéndose hacia donde Maddy y Maverick seguían charlando.
Algo sobre construir torres de Lego o algo así.
—¿Maddy? Soy la madre de Hayden. —Le tendió la mano y, aunque
estaba de espaldas a mí, supe que mamá mostraría su cálida sonrisa que
siempre parecía tranquilizar a la gente.
Maddy se levantó y pude ver el efecto que mi madre había tenido en
ella. Al principio se había puesto tensa cuando mi madre le tendió la mano,
pero mi chica era valiente. Lo estaba intentando. Así que la tomó. Solamente
que mamá no le dio la mano, sino que la apretó ligeramente y la cubrió con
la que tenía libre. Era un gesto que le había visto hacer con todo el mundo
y que parecía hacer que la gente se sintiera segura.
—Encantada de conocerla, señora Mathers.
—Por favor, llámeme Mina —mamá se giró y asintió por encima de mi
hombro—. Ese viejo es James O'Hare, el abuelo de Hayden, y ese de ahí es
su padre, Keenan, descansando como un perezoso. Mis hijas, Emily y
Charlotte.
Maddy asintió a todos, aunque noté que rápidamente desvió la mirada
de mi abuelo y mi padre. Hmmm... Pensé en lo que había dicho sobre los
hombres que su madre traía a casa. ¿Era un reflejo del trato aislante y
abusivo que le daban? Algo me decía que no, que había algo más
perturbador y perjudicial detrás de todo aquello. No era la reacción
adecuada a lo que me había contado. Me sentí más... temeroso que
incómodo.
—Maddy, ¿eh? —dijo el abuelo, con los ojos entre ella y yo y una
sonrisa juguetona. Inmediatamente le lancé una mirada de advertencia—.
¿Eres nueva en la ciudad?
Por supuesto, se daría cuenta enseguida. Puede que tuviera
responsabilidades en la ciudad de Ashland, pero conocía esta ciudad y a su
gente como la palma de su mano. Ser presidente del MC reinante significaba
que el Abuelo estaba en todas partes y tenía una oreja en todo.
165
—Así es. Estoy viviendo en Phoenix House. —Los ojos de Maddy se
movieron sobre el corte de The Lost Souls MC que llevaba, obviamente
después de haber sido informada de cómo el club había iniciado la
fundación que la estaba ayudando.
En ese momento, el comportamiento del abuelo J cambió por
completo. La forma juguetona y burlona en la que me miraba y la forma en
la que hablaba desaparecieron. Su sonrisa se volvió más genuina, sus
manos se metieron instantáneamente en sus bolsillos para esconderse de
ella, y dio un paso atrás con la pretensión de apoyarse contra el respaldo
del sofá.
—Phoenix House, ¿eh? ¿Qué te parece hasta ahora? ¿Te parece todo
bien? ¿Necesitas algo? —preguntó, con tono serio pero ligero, sonando ahora
más preocupado que otra cosa.
—Es muy bonito, gracias —dijo, mientras Maverick se acercaba para
tirar de su camisa de franela. Se agachó y dijo—: La señorita Ross y la señora
Li son muy amables.
—¿Necesitas algo? —Preguntó el abuelo—. Tratamos de mantener
todo lleno, pero pronto tendremos una entrega. —Él y el club se aseguraban
de que siempre estuviera abastecido de suministros. La comida, el papel
higiénico, los productos femeninos y los medicamentos habituales se
guardaban bajo llave en el despacho de la señorita Ross.
—Todo está muy bien —le aseguró ella—. De verdad. No necesito
mucho. —Ladeó la cabeza hacia Maverick, que le susurró algo al oído y ella
esbozó una amplia sonrisa y soltó una risita ante cualquier secretito que le
hubiera contado—. Pero gracias —añadió a mi abuelo— se lo agradezco.
—¿Cómo es la comida allí? —preguntó mamá—. He estado pensando
en pasarme con algunas golosinas para todas ustedes, pero no me han
contestado sobre los problemas de alergia de la recién llegada, que supongo
que eres tú. —Estaba sacando el pastel de carne del horno. Al mismo
tiempo, Charlotte volvió a poner la mesa en el solarium para todos,
añadiendo espacios extra para el abuelo y Maddy.
—La señora Li es estupenda. Me ha enseñado a hacer cosas como
huevos revueltos y cosas así.
No se me había ocurrido que las chicas de allí no supieran hacer algo
tan sencillo como huevos revueltos. ¿Había pasado tanta hambre que ni
siquiera tenía eso a su disposición? Se me revolvió el estómago solamente
de pensarlo.
—Yo también puedo ir y enseñarte algunas cosas. Llevaré algunas
recetas y podrás elegir lo que quieras. —Mamá volvió a sonreírle, esa misma
sonrisa que tanto le gustaba a todo el mundo. La que papá siempre dice que
166
podría hacer caer las estrellas del cielo.
Sin embargo, la que Maddy devolvía, aunque era pequeña, vacilante,
insegura... era tan hermosa que era como ver una puesta de sol en un día
de verano. Me quedé mirando, perdido en esa sonrisa, deseando que ella
dejara ir esa duda y ansiedad, y se permitiera ser feliz sin preocuparse por
la traición o las consecuencias.
Al escuchar que alguien se aclaraba la garganta, parpadeé y miré a
un lado para ver al abuelo observándome con mirada cómplice. En su honor,
no dijo ni una palabra, solamente guiñó un ojo y se giró, levantando a Emily
del regazo de papá y llevándola a la mesa. Mi hermana era una princesa; a
diferencia de Charlotte, le encantaba que la mimaran.
Papá se puso en pie y vino hacia nosotros, con el cabello rubio y
plateado retirado del rostro, una pequeña mancha de grasa de motor en la
frente, y vino a mi lado, con las manos en los bolsillos y su mirada azul
glacial examinándome detenidamente.
—Así que... —dijo, moviendo las cejas— ¿has tenido un buen día en
la escuela?
Puse los ojos en blanco.
—Sí, estuvo bien.
—Eso parece. —Sonrió como un diablillo, y tuve que contenerme para
no darle un puñetazo en el hombro—. Como un día realmente bueno.
—Lo fue —siseé entre dientes apretados mientras Maddy entraba en
la cocina para ayudar a mamá a servir las raciones en los platos.
—¿Cuánto tiempo estuviste escondido en tu dormitorio?
Apreté los labios mientras mi padre me murmuraba suavemente.
—Solamente una hora o algo así —admití finalmente.
Asintió, luego se levantó y me dio una palmada en el hombro.
—Bien. Acuérdate de envolver esa mierda, ¿entendido? —Y se dio la
vuelta y se dirigió a la mesa, ocupando su lugar al final.
Oh Dios... mátame ahora...
—Hayden, tú y Maddy pueden sentarse junto a la ventana —llamó
mamá, acercando platos a todos. Maddy la siguió, ahora con Maverick en
brazos, mientras señalaba la silla que había decorado con pegatinas para
indicar que era suya, exigiendo que se sentara al otro lado. Yo la seguí,
observando que el abuelo J estaba en su sitio típico, el mismo en el que
insistía cada vez. La silla al lado de papá que daba a las ventanas. Siempre
me ponía nervioso cuando lo sorprendía mirando hacia la arboleda, como si
estuviera atento a algo, pero nunca pasaba nada. 167
¿Qué podía pasar? ¿Qué esperaba?
Aparté la silla de Maddy mientras ella acomodaba a Mav en su asiento,
la sostuve hasta que ella ocupó su sitio y la deslicé con cuidado. Ignoré las
sonrisas pícaras de mi padre y mi abuelo, y me senté al otro lado de papá,
tomando la cesta del pan para pasársela primero a Maddy.
—Fui a ver a Lindsey esta tarde —dijo el abuelo J mientras daba un
buen bocado a su comida.
Al instante, el estado de ánimo entre los adultos cambió, con mamá
pasando de la sonrisa a la preocupación, y la sonrisa borrándose del rostro
de papá antes de que preguntara:
—¿Cómo está?
—Está bien. El club la apoya. Siempre lo hará. —Podía escuchar la
tensión en su voz mientras mantenía los ojos en su plato—. Jenny entró en
la universidad local. Quiere ser reportera.
—Me alegro por ella. Siempre le ha gustado escribir —dijo mamá, con
voz demasiado alegre, como si intentara animar el ambiente sombrío, lo cual
era bastante típico de ella, que siempre se apresuraba con una tirita a
animar el ambiente.
—Siempre ha sido muy entrometida —se rió el abuelo— husmeando
por el club con un cuaderno y un bolígrafo, preguntando de todo. ¿Qué clase
de perro te gusta, James? ¿Qué te parece la nueva ley contra el ruido después
de las once? ¿Te gusta el nuevo alcalde? ¿Qué opinas de los cambios en
Lockemiere? ¿Crees que fue correcto intervenir? Te lo juro... ese chica estaba
hecha para ser periodista.
Papá asintió; sus labios se apretaron antes de aclararse la garganta
varias veces.
—Bien por ella. Todos estamos orgullosos de verla hacerlo tan bien.
—Deberíamos invitarlos a una barbacoa, Key —le dijo mamá mientras
ayudaba a cortar la comida de Mav en bocados más pequeños—. Hace
demasiado tiempo que no las vemos a ella y a Lindsey.
—Cuando quieras, Sunshine.
Me incliné un poco hacia Maddy y le susurré con la comisura de los
labios:
—Lindsey era la chica de un miembro. Ella y su hija son amigas del
club desde hace mucho tiempo.
—¿Era?
—Charlotte —dijo el abuelo en voz alta, mirando a mi hermana
mientras ella picoteaba su comida, con la mente en otra parte, como
siempre—. ¿Vas a algún campamento este verano? 168
—No —puso los ojos en blanco.
—Pensé que te habías divertido en aquel al que fuiste el año pasado.
¿Para qué era? ¿Gimnasia?
—Qué tontería. Ya no hago eso —sacó el teléfono del bolsillo y, sin
perder un segundo, mamá se lo quitó de las manos y lo tiró al sofá antes de
volver a Maverick para ayudarle a cortar la comida. A los doce años,
Charlotte estaba más que preparada para dejar atrás su infancia y
convertirse en una adolescente. Sin duda, había adoptado esa actitud.
—Es una pena. Creía que te encantaba la gimnasia.
—Lo dejé.
—Eso la alejaba de su nueva afición favorita... los chicos —dijo Emily,
sonriendo ampliamente a su hermana mayor como si acabara de desvelar
un gran secreto.
—¡Cállate! —le siseó Charlotte.
Emily le sacó la lengua en represalia justo cuando mi padre suspiró y
dijo en voz alta:
—Chicas, ya basta. Sean civilizadas, por favor.
—¡Mav, cómete los guisantes! Vamos, amigo —le suplicó mi madre,
pero él giró el rostro, con los labios apretados.
—¡Papá! ¡Necesito mi teléfono! —se quejó Charlotte.
—Tu madre dice que nada de teléfonos en la mesa, y yo la apoyo en
eso. Es tiempo de familia.
—¿Por qué me odian tanto?
Puse los ojos en blanco y murmuré en voz baja:
—Lo siento...
Sin embargo, Maddy me lanzó una pequeña sonrisa, como si fuera yo
el que exageraba, no mi hermana. Luego tomó unos guisantes con el
tenedor. Se giró hacia Maverick, llamando su atención, y probó un bocado.
—Mmmm, están buenísimos. ¿Y sabes qué? Me dan superpoderes.
Al instante, él entrecerró los ojos con incredulidad.
—¿Superpoderes?
—Así es. ¿Sabías que puedo ver en la oscuridad? Eso es porque me
como los guisantes. —Maddy tomó otra cucharada y se los comió. Fingió
intentar quitarle algunos de sus guisantes del plato, pero Maverick soltó una
risita y la bloqueó, dándole él mismo un mordisco. Tuvo dos arcadas, pero
consiguió tragar después de masticar unos cinco segundos.
—¿Vendrán Casey y todos ellos al festival el sábado? —preguntó papá
después de que se calmara el caos con Charlotte.
169
—Sí, y todos los chicos también —confirmó mamá.
Ella y la tía Casey habían estado muy unidas desde que nos mudamos
aquí hacía doce años. Quería invitar a Maddy a ir al festival conmigo, pero
si mi tía, mis tíos y mis primos iban a estar allí, lo más probable era que nos
encontráramos con todos en algún momento... ¿y cómo demonios iba a
explicarle su dinámica? A mucha gente le extrañaba. Especialmente a mi
abuelo, que tardó mucho en adaptarse a su inusual estilo de vida. Mamá,
por supuesto, lo había aceptado desde el principio, lo que significaba que
papá automáticamente la seguía. Pero, ¿qué pensaría Maddy?
—Maddy, ¿tú también vendrás con nosotros?
Me quedé helado, con el tenedor a medio camino de la boca, cuando
mi madre soltó la pregunta. Maldita sea. Sentía que todo el mundo nos
miraba con interés, pero yo seguía con el rostro pegado al plato, deseando
desaparecer.
—Oh, um... ¿No lo sé? Yo… —Por el rabillo del ojo, la vi mirarme
nerviosa, consultándome antes de decir nada. Tenía que intervenir y
salvarla.
—Iba a preguntarte —dije, encontrándome con su mirada, frotándome
la nuca y apartando discretamente a mi padre mientras se reía a mi
espalda—. Pero no he tenido ocasión —añadí, esperando que mi madre se
diera cuenta.
—¿Solamente si estás seguro? —dijo, tan insegura como siempre.
¿Realmente creía que no la quería conmigo? A la mierda.
—Por supuesto, estoy seguro. Me gustaría que vinieras, si quieres.
Nunca has visto el Festival de Primavera aquí, ¿verdad? Es impresionante.
—Podía sentir que empezaba a divagar nerviosamente, el miedo a ser
rechazado por ella delante de mi familia casi demasiado para soportarlo. Y
juro que si mi padre y mi abuelo no dejan de reírse a mis espaldas, les echaré
la comida en la frente. Solía asistir al festival con mi familia cuando era
pequeño, pero cuando me alejé de ellos, me salté los dos últimos años.
Ahora, mi madre estaba invitando a Maddy a asistir con la familia, sabiendo
que obviamente yo también tendría que estar allí. Astuta, mamá. Muy
astuta.
—Suena divertido. Nunca he estado en un festival así que... no tengo
ni idea de qué esperar.
—¡Algodón de azúcar! —Maverick prácticamente chilló, rompiendo el
hielo mientras todos soltaban risitas.
—Sí, Mav. ¡Algodón de azúcar! —Emily rió, tan emocionada por los
dulces como él.
170
—¡Ya está decidido! Te recogeremos en Phoenix House el sábado.
Hablaré con la señorita Ross para que sepa dónde estarás y cuándo
esperarte en casa. —Los ojos de mi madre brillaron mientras nos sonreía a
Maddy y a mí, con expresión de... no sé. Algo en toda esta situación le había
dado una nueva luz. Una nueva perspectiva sobre algo. Parecía... aliviada.
—Bien, suena genial. —La mirada avellana de Maddy se encontró con
la mía; por una vez, su sonrisa parecía libre. No parecía nerviosa ni
insegura. En realidad parecía emocionada, la anticipación de algo que
esperaba sin reservas. La alcancé por debajo de la mesa, encontré su mano
en su regazo y entrelacé mis dedos con los suyos. Al instante, mis emociones
se calmaron, mi respiración se calmó, aunque mi corazón seguía acelerado
en mi pecho mientras la miraba. Esta chica iba a destruirme.
Capítulo Trece

Todas las noches de esta semana, mientras me acurrucaba bajo las


mantas y apretaba a Fuzzy contra mi pecho, soñaba con los ojos plateados
y el beso de Hayden. Cada vez que me tocaba, me ponía la mano en la
espalda o jugaba con las puntas de mi cabello, sentía que se me revolvía el
estómago y se me aceleraba el corazón. Notaba cómo el rubor se apoderaba
de mis mejillas y, cada vez que lo hacía, él sonreía de esa forma tan
arrogante pero atractiva que me hacía darle un codazo en el costado para
que dejara de hacerlo. Listillo. Sabía muy bien lo que hacía. Pero hay que
reconocer que Hayden nunca se excedía hasta el punto de incomodarme o
frustrarme. Cada vez que me miraba con esos ojos hipnóticos, me
encontraba siempre perdonándolo y deseando nada más que volviera a
besarme.
Pero no lo hacía.
171
Y yo era demasiado tímida para exponerme de nuevo. No sé por qué
lo besé primero aquel día en su dormitorio. Creo que debe haber sido una
combinación de sentirme abrumada, incitada y sus hermosas palabras que
me llegaron al alma. Un impulso surgió dentro de mí y me dejé llevar sin
dudarlo. Su beso había sido tan... sensual. Podía sentir su anhelo, como si
hubiera estado atado durante tanto tiempo y yo acabara de darle la llave
para abrir sus cadenas.
Hasta ese momento, mirando hacia atrás, me di cuenta de que nunca
me habían besado antes. Toda mi vida me habían obligado a experimentar
cosas más allá de mi edad y contra mi voluntad. O no entendía lo que
pasaba; las sensaciones de la circunstancia eran desagradables y llenas de
horror y mis súplicas siempre eran ignoradas.
Rápidamente, me di la vuelta y me acurruqué bajo las mantas. No
pienses en eso, Maddy. No pienses en eso.
Me concentré en Hayden. En las ondas oscuras y desordenadas que
caían sobre su rostro. En su sonrisa que me hacía temblar las rodillas y en
su tacto que siempre me hacía sentir segura. Poco a poco, mi tensa figura
empezó a relajarse, primero los dedos de manos y pies, luego las rodillas y
los codos. Pronto me quedé dormida con una pequeña sonrisa en el rostro
mientras recreaba ese momento con él una y otra vez.
Para mí, ayer fue demasiado estar sentada allí con un grupo de
personas, dos de ellas hombres adultos, pero lo hice por Hayden. Y si era
completamente honesta, por mí misma. No quería despedirme de él. No
estaba preparada. Así que me atreví a adentrarme en lo desconocido,
experimentando lo que se sentía como un verdadero ambiente familiar por
primera vez desde, bueno, desde siempre...
Aunque estaba muy nerviosa, me había prometido a mí misma que lo
intentaría, y no me arrepiento. A pesar de lo nerviosa que estaba, disfrutaba
del ambiente, de las bromas entre Hayden y su abuelo, que no dejaba de
mover las cejas hacia él por alguna razón. Me sentía como en casa. Pero me
alegraba de tener unos días más para hacerme a la idea de asistir a este
festival con él y su familia. Y por lo que parecía, vendrían más familiares, lo
que me ponía aún más nerviosa. Cenar solamente con su familia más
cercana había sido caótico. Ese era el mejor término que se me ocurría para
describirlo. Hubo muchas bromas internas que no entendí, pero no sentí
que se burlaran de mí. El pobre Hayden parecía llevarse la peor parte por
culpa de su padre y su abuelo.
Me había acercado a Maverick, su hermano de cinco años, la mayor
parte de la noche. Aunque su madre me hacía preguntas sobre mí, su tono
suave me reconfortaba, pero yo seguía nerviosa. Las mujeres de mi vida
tendían a traicionarme ante los hombres. Aunque ella parecía diferente a
ellos, supongo que los viejos hábitos son difíciles de cambiar. Solamente 172
necesitaba tiempo.
Entonces me tomé la semana como un calentamiento para
prepararme, y cuando me desperté a la mañana siguiente, me vestí con
entusiasmo y me preparé para el día, ansiosa por volver a ver a Hayden.
Sin embargo, cuando salí al escalón delantero para ir a la escuela, él
estaba junto a su moto, con el casco en la mano y la chaqueta colgada sobre
el asiento trasero, esperándome tal y como me había prometido. Lo más
emocionante fue ir ayer a lomos de la moto de Hayden. La velocidad, la forma
en que fluíamos entre el tráfico como el agua, lo caliente que estaba cuando
me agarré a él. Mis manos se habían apretado sobre su duro vientre y yo
sonreía como una idiota, sin recordar la última vez que había sonreído tanto.
Su chaqueta de cuero suave era enorme pero muy cómoda, y el olor del
cuero viejo era diferente a todo lo que había conocido. Sentía como si un
trozo de Hayden me envolviera por los hombros, manteniéndome a salvo.
Y hoy no era diferente.
Me senté en el asiento trasero mientras él me rodeaba los hombros
con su chaqueta y me ayudaba a remangarla, y respiré el aroma a cuero y
coco tan... suyo. Me colocó el casco en la cabeza y me lo ató, asegurándose
de que estuviera bien ajustado y cómodo, antes de pasar la pierna por
encima de la hermosa máquina, y tuve la oportunidad de volver a rodearle
con los brazos. Mientras pasábamos volando entre los autos, el viento
azotaba a nuestro alrededor, su cuerpo se flexionaba y se movía bajo mi
abrazo, no pude evitar volver mi rostro hacia su espalda, entre sus hombros,
e respirarlo.
Creo que me estaba obsesionando un poco. Esto no era normal,
¿verdad? Apenas conocía a Hayden Mathers, y sin embargo...
Apoyé la mejilla entre sus músculos y no pude evitar la sonrisa que
amenazaba con partirme el rostro. Nada en mi vida había sido convencional,
así que ¿por qué iba a serlo esto? Por primera vez en mucho tiempo, no
estaba fingiendo una expresión ni caminando sobre cáscaras de huevo por
miedo a molestar a otro. Al diablo con los convencionalismos.
Mis sentimientos y mi decisión solamente se consolidaron cuando nos
detuvimos en un semáforo en rojo, Hayden equilibró la moto con facilidad
antes de apoyar una de sus grandes manos sobre las mías, que seguían
abrazadas a su duro estómago, y apretarlas. Cuando el semáforo se puso
en verde, se llevó una a los labios, dándole un suave beso antes de devolverla
a su sitio, y arrancamos de nuevo, dando otra vuelta por el camino que lleva
a nuestra escuela.
Los chicos se quedaron mirando nuestra llegada, y aunque la
sensación de tantos ojos observando cada uno de mis movimientos me erizó
un poco la piel, sentí una fuerza en mi interior que no había sentido antes.
Gran parte de ello era tener a mi lado a alguien con quien sentía una 173
conexión inexplicable, una comprensión, una confianza que se aceptaba sin
cuestionar ni comprender del todo. Era como si ambos depositáramos toda
la fe que nos quedaba en ese sentimiento y nos dejáramos llevar por él,
explorándolo sobre la marcha.
Decidí seguir el ejemplo de Hayden. Lo había visto ignorar a los demás
mientras caminaba por los pasillos de esta escuela, pero sabía que siempre
estaba atento, siempre alerta. Pude sentirlo ayer en la cafetería. Parecía
despreocupado, pero yo lo observaba y notaba cómo su mirada plateada se
dirigía a grupos específicos de chicos que parecían muy interesados en
nosotros. El chico de cabello azul y cicatriz en el rostro, Theo, y su pandilla.
Además de Ayla y sus aliadas. Nos observaron mientras Hayden estacionaba
la moto y yo me bajaba rápidamente, tanteando con el casco hasta que él
vino en mi ayuda. Me lo desabrochó y tiró de él, luego me pasó los dedos por
el cabello para deshacerse de los enredos. Miré subrepticiamente a Ayla, que
me fulminó con la mirada antes de echarse el cabello por encima del hombro
para hablar con Theo, que se limitó a mirarnos. Tenía los brazos cruzados
sobre el pecho, como si no hubiera escuchado ni una palabra de lo que decía
Ayla, antes de volverse hacia su temible y corpulento amigo, el que yo estaba
casi segura de que se llamaba Spencer Carr. ¿Por qué tenía la sensación de
que estaban tramando algo? Parecían tan... enfadados.
¿Esas cicatrices alrededor de su boca? Hayden se las hizo.
Hayden me pasó un brazo por los hombros y nos dirigió hacia la
escuela sin mirar a los demás, tan tranquilo y hermoso como siempre. Como
si tuviera todo bajo control, sin miedo, despreocupado, aunque por dentro
supiera que era consciente de todas las personas que había cerca. Lo seguí,
ignorando el malestar que sentía al dar la espalda a los demás, pero confiaba
en él, así que paseé a su lado, permaneciendo cerca.
Dentro, los chicos se fueron separando a medida que avanzábamos
por los abarrotados pasillos, y yo mantuve la mirada fija en algún punto
distante hasta que llegamos a mi casillero. Me quité la chaqueta de Hayden,
que enseguida volvió a ponérsela, ocultando el músculo de su bíceps de las
miradas atónitas de las demás chicas, y recogí lo que necesitaba para mis
clases de la mañana. Hayden me acompañó al laboratorio de ciencias y se
detuvo delante de la puerta. Lo miré de reojo, sorprendida por la forma en
que sus ojos color espejo casi brillaban mientras me estudiaba.
Levantó la mano, apoyó el antebrazo en la pared sobre mi cabeza y se
inclinó sobre mí, cerrando un poco más el espacio entre nosotros. Nos aisló
de los chicos que nos miraban y me hizo sentir que estábamos de nuevo en
nuestra pequeña burbuja privada. Sentí que me tocaba la mano libre, que
colgaba sin fuerza a mi lado, mientras yo lo miraba. Su dedo meñique se
enredó en el mío mientras nos fijábamos el uno en el otro, ambos atrapados
en una especie de trance. A medida que lo absorbía, las voces del fondo
entraban y salían, y sus palabras se convertían en un ruido blanco 174
indiscernible.
Hayden bajó un poco más el rostro hasta que la punta de su nariz
rozó ligeramente la mía, sus labios presionaron una comisura de mis labios
y luego la otra.
—Nos vemos después de clase, ¿bien? —susurró.
Creo que asentí. Intenté hablar, pero lo único que salió fue un pequeño
suspiro antes de que sus labios rozaran los míos, deteniéndose un instante,
antes de acabar cerrando el espacio. Eran suaves pero inflexibles, el beso
suave pero abrasador. Sentí calor por todo el cuerpo cuando soltó mi dedo
meñique y su mano se deslizó por mi brazo hasta que me acarició el cuello
y sus dedos se enroscaron en la nuca. Sus labios se separaron un poco, su
boca se movió junto a la mía y su cabeza se inclinó hacia un lado mientras
intentaba profundizar en ella un instante antes de detenerse por completo.
Abrí los ojos, sintiendo que me liberaba de un hechizo. Tenía las
pupilas dilatadas, las mejillas ligeramente enrojecidas y notaba cómo le
temblaban los dedos al soltarme, como si le doliera. Finalmente, la comisura
de su boca se alzó en esa sonrisa hermosa y torcida que me encantaba, y
murmuró:
—Nos vemos pronto, Maddy —antes de desaparecer entre la multitud.
Los chicos me miraban boquiabiertos, como si estuvieran en estado
de shock por lo que acababan de presenciar, y yo me sonrojé mucho
mientras me dirigía a clase, tomando asiento en una de las mesas del
laboratorio lo más rápido que pude para evitar a los demás. Los murmullos
se intensificaron a medida que iban llegando mis compañeros y, para mi
consternación, Spencer, el chico más corpulento que salía con Theo, se unió
a mí en mi mesa, junto con uno de sus amigos. Originalmente habían sido
ellos dos y Lucas los que se juntaban en esta clase, pero ahora les faltaba
un miembro. ¿Por qué demonios estaban sentados aquí?
Les eché un vistazo y, para mi horror, ambos me miraban
inexpresivos. La mirada de Spencer era oscura, casi negra, su cabello
castaño oscuro un tono más claro que el de Hayden, pero llevaba el cabello
echado hacia atrás y apartado del rostro, sin esconderse. Aquellos ojos
negros se clavaron en mí. Era desconcertante, mucho más intimidante que
si me hubiera mirado fijamente. Su compañero tenía un tono de ojos más
claro, el rostro un poco más pellizcado, su estatura física no era ni mucho
menos tan enorme o voluminosa como la de Spencer, pero tenía aspecto de
rata, como alguien que hubiera nacido para ser malo. ¿Qué demonios les
pasaba? El hecho de que me estuvieran observando sin vergüenza, sin
avergonzarse de que los hubiera atrapado mirando tan descaradamente,
hizo que las palmas de las manos se me pusieran húmedas al instante, y el
corazón empezó a acelerárseme mientras la sensación de hormigas
arrastrándose bajo mi piel empezaba a corroerme lentamente.
175
No se fijen en mí... ¡No se fijen en mí! suplicaba mi mente, con los viejos
sentimientos asomando la cabeza, exigiendo que me concentrara y anulando
el momento perfecto que acababa de vivir.
Nuestro profesor de ciencias, el señor Zhao, un hombre mayor con
gruesos lentes cuadrados y el cabello casi completamente canoso, entró
corriendo con su habitual humor excitable, explicando lo que íbamos a
hacer hoy. Toda la clase se giró hacia él, excepto los dos chicos de mi mesa
de laboratorio, que seguían mirándome como dos cadáveres.
¡No me miren! pensé, con un poco de miedo. En serio, ¿qué les pasaba?
¡No me miren!

—¡Miren a Maddy! ¿Por qué lloras, Maddy? ¿Qué te da tanto miedo?


—¡La oscuridad, no me gusta la oscuridad! Él viene en la oscuridad. Él
mira...
Risas. Risas crueles.
—Mentirosa, Maddy. Eres una pequeña mentirosa.
—¡No estoy mintiendo!
—Todos, miren a Maddy. Mírenla... ¡piensa que alguien viene por ella!
¿Quién la querría? ¿Quién querría a esa cosa fea y flaca? Mírenla...
Lloro. Lloro mientras todos los demás niños de la habitación me miran,
escuchando a mi madre de acogida mientras se ríe y me señala. Quiero
desaparecer y subirme las mantas para esconderme debajo. Pero ella no lo
permite. Mi madre adoptiva arranca las mantas.
—¡Mírenla todos! ¿No te gusta Maddy? ¿No? Entonces deja de mentir.
Deja de mentir.
Estoy temblando fuerte, sabiendo que me despertaría más tarde en
esta habitación a oscuras, la sombra en la esquina mirándome fijamente.
Todos estaban mirando...
—...¡una sombra! ¿Qué mierda de mentira es esa? ¿Quién podría estar
vigilándote?
—¡Él lo hace! —grito.
—¿Quién? —su voz se hace más grave, la amenaza está ahí. Me
muerdo el labio, negándome a entrar en su juego. No quiere que lo diga, pero
al mismo tiempo, una parte de ella sí. Se ha puesto nerviosa. Quiere
desahogarse, desquitarse conmigo. Desahogar su rabia, su resentimiento,
todo, conmigo. Su marido infiel, su horrible marido, su pervertido marido...
—¿Quién, Maddy? —Su voz se eleva mientras empieza a chillar— 176
¿Quién es la sombra? ¡Dilo!
—¡No quiero! —grito, tratando de agarrar las mantas hacia atrás para
poder esconderme.
—¿Quién? ¿Quién es? ¿QUIÉN? —Tira las mantas a un lado y se
abalanza sobre mí, dándome bofetadas, golpes y patadas mientras yo gimo
y me acobardo—. ¡¿Quién, Maddy?!

—¿Maddy?
Parpadeo y, para mi horror, toda la clase me está mirando. El señor
Zhao está de pie junto a la pizarra, con expresión de perplejidad y
preocupación, y me doy cuenta de que me estaba llamando.
—Uh, lo siento, señor Zhao, yo... —Miro y veo a Spencer y a su amigo
sonriendo levemente, como si supieran que me han puesto nerviosa—.
Anoche no dormí mucho y... —mi voz se entrecorta patéticamente mientras
intento pensar en una mentira piadosa, tanteando y balbuceando de forma
poco convincente.
—¿Estás bien? —pregunta nuestro profesor, que aún parecía un poco
preocupado—. ¿Necesitas ver a la enfermera de la escuela? —No estaba
enfadado porque no le hubiera prestado atención. Era uno de los pocos
profesores que me caían bien. Tenía un aire tan despreocupado e inocente
que me tranquilizaba. Y aunque me había dado la oportunidad de
abandonar la clase para recuperar el aliento, una parte de mí no quería que
esos dos imbéciles se apoderaran de mí.
—No, gracias, señor. Estoy bien.
En el momento en que el señor Zhao se volvió hacia la pizarra para
explicarnos lo que nos iba a presentar, algo sobre los compuestos que
afectan a la coloración de las llamas, apoyé el codo en el tablero de la mesa
y apoyé la barbilla en la palma de la mano, enseñando el dedo corazón a
Spencer y a su compañero. Me pareció escuchar una risita y una tos, pero
por suerte apartaron la mirada. Bien. Intenté descansar los nervios,
sacudiéndome el inquietante recuerdo mientras observaba cómo el señor
Zhao encendía un mechero Bunsen portátil y luego procedía a mezclar
múltiples minerales en pequeños recipientes de sal separados, creando los
colores más brillantes.
Como estábamos tan cerca del final del curso, nos dio permiso para
pasar el resto de la clase estudiando para los exámenes, tiempo que yo
necesitaba desesperadamente. La noche anterior me había quedado
demasiado tiempo en casa de Hayden y ni siquiera había pensado en los
deberes, pero a pesar de lo diferente que había sido para mí la experiencia,
lejos de todo lo que había conocido, lo había disfrutado. A pesar de que su
abuelo y su padre me ponían nerviosa por el mero hecho de ser hombres,
eran graciosos en la forma en que se riñeron durante toda la cena. Y la forma
177
suave y fácil en que mostraban afecto a sus hijos lo hacía más llevadero,
sobre todo cuando Maverick parecía lanzarse a los brazos de todos sin
ningún miedo.
Mis nervios con ellos eran mi problema. Nada que hayan hecho ellos.
Y tener a Hayden a mi lado hacía más fácil adentrarse en una situación
desconocida y, de hecho, pude dejar de lado mis reservas habituales y
limitarme a disfrutar del momento. Cuando se había hecho tarde, el tiempo
yendose demasiado rápido. Y sin que yo lo supiera, su madre había insistido
en llevarme a casa, con Hayden acompañándonos en el asiento trasero.
Así que saqué mi libro de texto y mis apuntes y empecé a repasar los
diferentes capítulos, con la esperanza de recuperar el tiempo que había
perdido la noche anterior. Enfrente de mí, los otros dos chicos hacían lo
mismo, pero me dio la sensación de que no intentaban concentrarse como
yo. No pasaban página ni escribían nada. De vez en cuando les oía
murmurar algo entre ellos, pero fuera lo que fuese, estaba casi segura de
que no tenía nada que ver con la ciencia. Me distraía y me ponía ansiosa
cuando mi talón empezó a golpear en rápida sucesión contra la pata de la
mesa.
Tenía la horrible sensación de que Spencer quería decirme algo, pero
estaba esperando la oportunidad. Podía verlo en la esquina de mi camino,
observándome antes de susurrar de nuevo a su amigo, mirando de vez en
cuando a nuestro profesor como si quisiera asegurarse de que estaba lo
suficientemente lejos, pero luego sacudía la cabeza y aparentemente se lo
pensaba mejor. Había demasiado silencio aquí para hablar abiertamente sin
ser oído, y el señor Zhao daba vueltas por el aula, ofreciendo ayuda a quien
la necesitara. Fuera lo que fuera lo que Spencer quería decirme, quería
privacidad, y eso me daba mucho miedo. Esperé con la respiración
contenida a que sonara el timbre, con la esperanza de que Hayden me
encontrara rápido.
Cuando faltaban dos minutos para que sonara el timbre, recogí
rápidamente mis cosas. En cuanto lo hice, también lo hicieron Spencer y su
amigo. Me senté en el borde de mi asiento, de frente a la puerta, el volumen
en el aula aumentando ahora con charlas alegres, todo el mundo listo para
pasar a su próxima clase antes del almuerzo.
—Todavía no, Jace —susurró Spencer en voz baja.
Se suponía que no debía oírlo.
No esperé.
Aún quedaban treinta segundos de clase, pero oírlo murmurar esas
palabras despertó en mí el instinto de lucha o huida. Sin mirar a ninguno
de los dos, me puse en pie y salí corriendo de allí. De ninguna manera iba a
darles una oportunidad. Salí por la puerta cuando el señor Zhao se dedicó
a limpiar la pizarra y corrí lo más rápido que pude por el pasillo, con la
178
esperanza de poner la mayor distancia posible entre esos dos chicos y yo.
Empezaba a sentir que me había alejado a salvo, cuando una mano salió
disparada y se enredó alrededor de mi brazo mientras intentaba pasar a
toda prisa por un arco que conducía a una escalera. Quienquiera que fuese,
me agarraba con tanta fuerza que me pellizcaba dolorosamente la piel bajo
la blusa de franela. Grité al verme arrastrada hacia el hueco de debajo de
los escalones, presionada contra la pared mientras una mano me tapaba la
boca y el otro brazo de la persona me aplastaba el pecho para mantenerme
en el sitio.
Tenía la pálida mirada de Theo Hebert, cuyo rostro pálido recordaba
al de un fantasma. Podía distinguir las numerosas cicatrices que tenía
alrededor de la boca y la mandíbula, algunas finas líneas como si fueran
quirúrgicas, mientras que otras eran un amasijo manchado de piel blanca
cicatrizada, como si fueran telarañas que se extendieran por la superficie
más lisa de su rostro como una tela de araña. De fondo se oían unos pasos
rápidos y pesados, seguidos de la voz grave y acentuada de Spencer, que
saludaba a Theo. Aparentemente no estaba sorprendido de verlo aquí. Los
tres chicos me rodearon mientras me arrastraban hacia las sombras bajo
las escaleras justo cuando sonó el timbre y el estruendo de los pasos de los
cientos de estudiantes que salían de clase ahogó mis gritos ahogados.
Theo se inclinó hacia mí, tan cerca como Hayden cuando me había
besado, con sus labios junto a mi oreja, y siseó:
—Shhhh... shhhh... —en señal de advertencia.
Tenía los ojos muy abiertos por el miedo, la boca silenciada tras su
mano, mis gemidos sofocados y ahogados mientras escuchaba el mar de
zapatos deportivos, sandalias, subir y bajar los escalones por encima de mí.
El corazón se me aceleraba en el pecho, la mente me daba vueltas con
cientos de pensamientos diferentes.
La mano de Theo tapándome la boca... su palma grande y sudorosa
tapándome la boca...
Yo intentando pedir ayuda... una niña pequeña llorando en la
habitación, esperando ser escuchada...
Spencer y Theo amontonados a mi alrededor, bloqueándome... El
cuerpo grande y sudoroso del señor Foster presionando contra el mío,
asfixiándome... No podía escapar.
Jace vigilaba, mirando desde las sombras mientras Spencer jugaba
con un mechón de mi cabello, apretándolo alrededor de su dedo antes de
tirar de él dolorosamente. Luego lo soltaba y volvía a hacerlo. Al final, el
bullicio y el caos de los alumnos se calmaron y, cuando sonó el timbre, no
había nada. El único sonido ahora era mi respiración desesperada mientras
luchaba por sacar aire por la nariz, esperando no desmayarme y hacerme
aún más vulnerable a esos imbéciles.
179
—Bien. No quiero interrupciones —dice Theo, casi conversando, como
si esto fuera totalmente normal. Se retira un poco, con el rostro todavía
demasiado cerca del mío, y sonríe ampliamente sin mostrar los dientes, con
el rostro cada vez más desfigurado—. Ahora... Maddy, ¿verdad? —esperó
hasta que asentí, con la mano aún apretada sobre mi boca—. Quería hablar
contigo, pero no quiero que grites. ¿Me entiendes?
—Eso es, nada de gritos, Maddy. —El brazo de Spencer me rodeó los
hombros, su mano me agarró el brazo mientras me apretaba con fuerza
contra su costado, amenazadoramente.
—Si gritas, tendremos que arrastrarte afuera, y Dios sabe adónde nos
llevará eso. —Me miraba y hablaba como si tener que moverme físicamente
contra mi voluntad fuera más un inconveniente para él que algo
perturbadoramente siniestro—. Aunque si prometes quedarte callada, te
prometo que saldrás de aquí en una pieza.
Maldito psicópata... pensé, dándome cuenta de que así llamaban a
Hayden.
—¿Entonces lo harás? ¿Callarte para que podamos hablar?
Entrecerré los ojos, esforzándome por concentrarme mientras luchaba
interiormente contra todos los demonios de mi mente. Habían despertado y
ahora luchaban por dominarme, recordándome una y otra vez lo impotente
que me sentía. Pero me había prometido a mí misma que sería fuerte. Tenía
que sobrevivir. Necesitaba salir de esta situación. No podía permitirme que
me distrajeran ahora, que me hundieran y me hicieran sentir que no era
nada.
Inhalando profundamente, retuve el aire un momento antes de asentir
a sus condiciones. Theo me soltó, aunque sus dedos se deslizaron
innecesariamente por mi boca, arrastrando con ellos mi labio inferior. Jace
dio un paso atrás, aún vigilando, pero se colocó en ángulo para cortar la
única abertura disponible para escapar.
—Bueno, Maddy, lo primero es lo primero, soy Theo Hebert. Él es
Spencer Carr, y él es Jace Fogerty.
¿Qué haría Hayden? ¿Cómo lidiaría con estos imbéciles?
Incluso mientras mis ojos parpadeaban hacia las cicatrices de Theo,
me sacudí ese pensamiento. Estaba fuera de mi alcance luchar contra esos
tres. Así que no dije nada, ni siquiera me molesté en mirar a los demás. Me
erguí todo lo que pude, mirando fijamente a los pálidos ojos de Theo, aunque
eso hizo que mis manos se crisparan incómodamente. Mirarlo directamente
me daba ganas de vomitar, con el miedo y la incomodidad en su punto
álgido. Pero me había hecho una promesa, e iba a luchar contra los
demonios que me perseguían.
Ser como Hayden...
180
Pude ver cómo mi reacción sorprendió a Theo por la forma en que sus
cejas oscuras se alzaron sobre su frente, arqueándose casi de forma bonita
antes de apoyar una mano en la pared junto a mi cabeza. Un movimiento
de poder, sin duda, con la esperanza de desarmarme de nuevo.
—Quiero dejar una cosa clara antes de empezar, Maddy —dijo,
recuperando la compostura mientras volvía a inclinarse hacia mí, como si
supiera que permanecer cerca era la clave de mi malestar. Pero yo guardé
silencio y seguí sosteniéndole la mirada, esperando a que fuera al grano—.
Me importas una mierda. —La comisura de sus labios se levantó en una
sonrisa cruel, como si esperara que esto me molestara de alguna manera.
Sin embargo no era lo que yo esperaba. Además, sinceramente, tampoco me
importaba una mierda—. Me importas una mierda, pero... he estado
esperando algo, desde hace mucho tiempo. He estado esperando
pacientemente y esperando una oportunidad para la justicia. ¿Sabes lo que
se siente, Maddy? ¿Ser la víctima?
Mis cejas se alzaron sin querer. ¿A qué demonios se refería?
—Verás —la nariz de Theo tocó mi mandíbula y la recorrió hasta mi
barbilla mientras hablaba, con su aliento caliente en mi garganta y
erizándome la piel—. Creo que lo sabes. Eres una Chica Phoenix, ¿verdad?
Han abusado de ti o te han tocado o algo así, y ahora estás jodida por ello.
Pero nunca has probado la venganza. ¿No te gustaría? ¿Cobrar venganza?
¿Hacer las cosas justas? Claro que te gustaría. —Se apartó, sus pálidos ojos
se clavaron en los míos sin pestañear, y su sonrisa se ensanchó—. Claro
que te gustaría —repitió, con una voz tan baja que parecía un siseo—. Verás,
mi padre es un hombre poderoso en Ashland. Los abogados ganan mucho
dinero y conocen a mucha gente, así que pueden hacer que las cosas
sucedan. Pueden persuadir a la gente para que les dé lo que quieren o, de
lo contrario... ya sabes, se filtrará información y... —se echó un poco más
hacia atrás, chasqueando de repente los dedos bruscamente delante de mi
rostro, con una sonrisa cada vez más retorcida a cada palabra que soltaba—
. Su reputación, el negocio que han hecho crecer, los secretos que han
ocultado a sus familias están todo al descubierto. —Theo estaba
prácticamente cantando estas palabras, como si estuviera disfrutando
demasiado de esto.
—Así que aquí está la cosa, Maddy —continuó—. Lo sé todo sobre ti.
—Todo —añadió Spencer, con su fuerte acento francés mientras me
susurraba al oído.
—Sé de dónde vienes. Sé en cuántos hogares de acogida has estado.
Sé que tu madre está ahora mismo en un manicomio y que probablemente
no salga en mucho tiempo. —Hablaba sin empatía, exponiendo hechos que
le importaban un bledo. Eran solamente piezas de información que estaba
utilizando para cualquier venganza o justicia que sentía que se le debía.
Hayden. 181
—Sería una pena que le pasara algo a tu madre, ¿sabes? —Hizo un
puchero con el labio inferior, la perforación de plata allí doblándose con él,
y tuve que recordarme a mí misma tomar aliento—. Quiero decir, sé que hay
seguridad en esos sitios, pero no sería difícil hacer que alguien de dentro...
y se prestará para hacerlo. Si sabes a lo que me refiero. Es increíble lo que
la gente hace por dinero —se rió—. Mi padre podría pedir un favor, por así
decirlo, y luego... ¡poof!
—¿Qué tiene que ver mi madre en todo esto? —pregunté finalmente,
con la boca completamente seca y los ojos muy abiertos al comprender lo
que decía. Este chico estaba completamente desquiciado.
—Como he dicho, Maddy... todos queremos justicia, lo que se nos
debe. Y a mí se me debe. —Me miró sin comprender, el silencio se extendió
entre nosotros hasta volverse sofocantemente incómodo, el aire se llenó de
tensión y amenazas tácitas. De repente, Theo se abalanzó sobre mí y me
pasó la mano por la cabeza, golpeando la pared con tanta fuerza que me
zumbó el tímpano; todo mi cuerpo se estremeció, pero no podía ir a ninguna
parte, ya que Spencer seguía sujetándome. Theo me apretó la mandíbula
con fuerza, aplastándome las mejillas contra los dientes, y gritó—: ¡MIRA MI
PUTO ROSTRO! ¡¿Crees que no se me debe?! ¡¿Crees que me gustan estas
putas cicatrices?! —Su saliva me golpeó la barbilla y cerré los ojos contra la
repentina y viscosa embestida.
—Theo, ¡cállate! Alguien nos va a escuchar —siseó Jace mientras
sacaba la cabeza de nuestro escondite, claramente preocupado por si nos
escuchaban.
Pero en el momento en que su amigo le había dicho “cállate”, los ojos
de Theo se abrieron de par en par con una especie de locura demencial y
giró sobre sí mismo, olvidándose de mí en ese momento, y le propinó a Jace
un puñetazo en la nuca con un chasquido nauseabundo, haciéndolo
tambalearse hacia delante mientras se agarraba el cráneo. Cuando Theo fue
a golpearlo de nuevo, Spencer me soltó y alargó la mano, agarrando el brazo
de su amigo, hablando en voz baja:
—¡Soyez silencieux8! ¡Basta ya, basta! Arrêt9!
¡Corre!
Me separé de la pared, escabulléndome fácilmente de Spencer con mi
pequeño tamaño, y salí del hueco de la escalera. Detrás de mí, los chicos
empezaron a gritarse, pero ni siquiera me molesté en mirar atrás. Me limité
a correr por el pasillo, dirigiéndome directamente a la entrada principal de
la escuela, donde estaba la oficina. Pero al doblar la esquina y correr hacia
el vestíbulo grande y abierto donde a los estudiantes les gustaba quedarse
en los días más fríos, encontré a Hayden allí, con la mano en la puerta de la
oficina, como si estuviera a punto de entrar también. En cuanto me vio, al
ver lo aterrorizada que estaba, cómo corría como si me pisaran los talones 182
los perros del infierno, la soltó y se acercó corriendo con los brazos abiertos.
Sin decir palabra, lo alcancé y me arrojé a sus brazos, abrazándolo con
fuerza mientras jadeaba sin aliento.
—¡Maddy! ¿Dónde demonios has...?
Pero lo que estaba a punto de preguntar fue cortado por la llegada de
pasos pesados, la presencia de los tres imbéciles ahora clara, y supe que
estaba sumando dos y dos.
—¿Qué carajo es esto? —La voz de Hayden se hizo peligrosamente
profunda, la rabia aumentando con cada palabra que escupía—. ¿Qué
carajo es esto?
—Nada, Mathers, solamente estábamos hablando, eso es todo —dijo
Theo, sus pasos se detuvieron a cierta distancia. El agarre de Hayden sobre
mí se tensó cómodamente, como un manto alrededor de mi cuerpo que me
ocultaba de la cruel maldad del mundo—. No es culpa mía que perdiera la
noción del tiempo y llegara tarde a clase. ¿Verdad, Maddy?
—¡No, no, no puedes hacer eso! —La voz de Hayden no era la suya.
Era extraño lo diferente que sonaba, acompañada de su furia, como si se
hubiera convertido en una persona totalmente distinta. Pero seguía sin

8
Silencio en Francés.
9
Detente en Francés.
tenerle miedo, a diferencia de los otros tres chicos, porque cuando les eché
un vistazo por encima del hombro, habían retrocedido varios pasos, incluso
Spencer—. No puedes mentir sobre ella. No puedes hablar con ella. Ni
siquiera puedes respirar el mismo aire que ella, ¿me entiendes, pequeño
imbécil?
Aunque Theo era casi tan alto como Hayden, no estaba tan
corpulento, y pude ver cómo la palabra “pequeño” hería su ego. Eso parecía
golpearlo más fuerte que nada, lo que hablaba mucho de lo que le importaba
como persona. Estaba siendo honesto sobre una cosa, al menos... Yo no le
importaba. Nada le importaba. Se trataba de él y de su sentido de la justicia.
De venganza.
Dio un paso hacia nosotros, pero la mano de Spencer salió disparada
como un látigo y le agarró el hombro, murmurándole algo en voz baja,
indiscernible para nosotros. No ayudaba que él y Theo fueran claramente
bilingües, por lo que sus murmullos en francés no hacían más que
aumentar mi pánico.
—Tienes suerte de que estemos delante de la oficina —añadió Hayden,
suavizando la voz como si supiera que todos estábamos en una situación
peligrosa— porque si no, ya sabes lo que te haría. Ya sabes... —su voz estaba
llena de sugerencias y, para mi sorpresa, la comisura de sus labios se
levantó en una especie de sonrisa sádica. No se parecía en nada a Hayden,
era tan oscura y extraña que me tomó por sorpresa.
183
Instintivamente, intenté retroceder, pero su agarre era inquebrantable
y me mantuvo en el sitio con facilidad. Normalmente me habría vuelto loca
si esto me hubiera pasado con cualquier otra persona, pero no creo que
Hayden fuera plenamente consciente. Su ira y su amenaza no iban dirigidas
a mí. Este otro lado de él era solamente para Theo. Así que apoyé la frente
en su pecho, sintiendo los fuertes y rápidos latidos de su corazón, y rodeé
su cintura con los brazos, dándole un suave apretón.
Por favor, vuelve a mí, Hayden. Vuelve...
Ante mi pequeño abrazo, su cuerpo se estremeció y una de sus manos
subió para acariciarme suavemente la nuca. Escuché cómo inspiraba
profundamente, contenía el aire y lo soltaba en un largo silbido. Su otra
mano acarició suavemente mi espalda, recorriéndola de arriba abajo en
largos y perezosos círculos.
—Lárgate de aquí, Hebert —dijo por fin, sus palabras seguían siendo
fuertes y seguras, pero contenían mucha menos ira, lo que me tranquilizó.
Hayden había vuelto—. Y no vuelvas a acercarte a ella.
—Como si me importara una mierda, Mathers… —Theo puso los ojos
en blanco, se metió las manos en los bolsillos del pantalón y se alejó,
tratando por todos los medios de no parecer decepcionado o furioso por
cómo habían acabado las cosas. Hayden los observó alejarse, inmóvil, hasta
que doblaron la esquina del pasillo y desaparecieron de su vista. Solamente
entonces se inclinó para besarme en la coronilla y me soltó solamente para
tomarme la mano y tirar suavemente de ella, instándome a que lo
acompañara. Lo hice, sin importar perderme las clases. Ahora mismo
necesitaba paz. Necesitaba hablar con él a solas y no había forma de que
pudiera concentrarme en otra cosa. No después de todo aquello.

Volvimos al campo al que había corrido con mi oso. Solamente esta


semana había parecido cobrar vida. Pequeñas flores blancas salpicaban la
espesa hierba y los helechos, las margaritas y las hojas de los árboles que
había encima estaban brotando, listas para abrirse. Hayden nos había
conducido hasta su casa en moto y luego nos había traído hasta aquí,
tumbados los dos de lado sobre la mullida cama verde, uno frente al otro.
Me había asustado un poco allí, transformándose momentáneamente en
alguien que no conocía, pero ahora lo tenía de vuelta. Eso era lo único que
importaba.
Hayden me tomó una mano, me apartó el cabello de la oreja con la
otra y me pasó el pulgar lentamente por la mejilla. 184
—¿Qué ha pasado, Maddy? —Susurró finalmente. Era exactamente lo
contrario de lo que había sido en el vestíbulo de la escuela. Ahora estaba
tranquilo, su rostro seguía obviamente dolorido y ansioso, pero volvía a ser
Hayden. Era extraño verlo convertido en una especie de Jekyll y Hyde. A su
favor, no se perdió a sí mismo. Sin embargo, me preocupaba cómo
respondería a lo que tenía que decirle. ¿Enloquecería y montaría en cólera?
¿Sería capaz de soportar presenciarlo o me desencadenaría? ¿Tendría miedo
de él, como todos los demás en la escuela?
Aspiré un largo suspiro entre los dientes y rodé sobre mi espalda,
mirando el cielo azul más allá de las ramas lejanas, las nubes que
navegaban más allá de una mezcla de formas extrañas.
—Dijo que quería hablar.
—Hablar... —su voz estaba llena de incredulidad, pero no insistió. Se
limitó a esperar mientras yo recapitulaba mis pensamientos, tratando de
pensar en la mejor manera de abordar la cuestión.
—Él y sus amigos me abordaron después de clase, y Theo me dijo
algunas cosas —me retorcí los dedos en un nudo sobre el estómago mientras
Hayden seguía observándome, perfectamente inmóvil a mi lado. Le quité
importancia al incidente a propósito, preocupada por no disgustarlo—.
Habló de que su padre es un tipo poderoso, divagó sobre querer justicia...
Al escuchar eso, el brazo de Hayden se estremeció ligeramente y,
aunque el movimiento repentino me había sobresaltado, me sentí lo
bastante segura como para continuar.
—Mencionó brevemente a mi madre, que sabía de mí y de mi pasado,
pero no tuvo oportunidad de llegar al verdadero punto al que quería llegar.
Como que perdió el control sobre sus emociones cuando volvió a mencionar
la justicia y sus cicatrices —fue en ese momento cuando observé a Hayden
detenidamente. Su rostro era como de piedra, inamovible, inexpresivo, pero
no de una forma desarmante como Theo y sus amigos. Aunque había sido
testigo de cómo el control de Hayden se resquebrajaba, nunca parecía
perderse en sus emociones, no como Theo. Pero tal vez me equivocaba. Tal
vez todo lo que los chicos habían susurrado era cierto. De cualquier manera,
quería saber cuál era su postura. Cuál era su verdad—. ¿Cómo se hizo
exactamente esas cicatrices, Hayden?
Fue el turno de Hayden de apartarse y mirar al cielo, como si tuviera
miedo de presenciar mi reacción a lo que fuera que estaba a punto de
confesar. Me dije que me callara, que le diera una oportunidad. Me había
visto en mi peor momento, aquí mismo, en este mismo lugar, así que ahora
sería fuerte para él.
—Supongo que todo empieza y termina con... mi padre.
Inmediatamente me imaginé al señor Mathers, el rubio de cabellos 185
plateados, el bobalicón tatuado que claramente amaba a sus hijos y a su
esposa. Era más que guapo, toda la familia lo era, para ser sincera, y aunque
me sentía nerviosa por naturaleza cerca de él y del abuelo de Hayden, eso
se debía más a mi jodido pasado que a otra cosa. El señor Mathers era dulce
y divertido, desprendía un aire más juguetón. ¿Cómo podía venir de alguien
como él un producto tan retorcido y oscuro como las cicatrices de Theo
Hebert?
Lleva la locura en la sangre. ¿Conoces a Theo Hebert? Tiene el cabello
azul y se sienta con todos los chicos populares. Bueno, ¿esas cicatrices
alrededor de su boca? Hayden se las hizo. Eso es lo que pasa cuando tu padre
es un psicópata asesino... Las apariencias engañan. ¿Todo lo que Ayla me
dijo era verdad?
—El hombre que conociste en la cena, es mi padre. Él es quien me
crió y me amó toda mi vida. Es el hombre al que admiro y a quien más quiero
parecerme. Mi verdadero padre... —La respiración de Hayden empezó a
agitarse, su ansiedad estaba por las nubes—. Con el que realmente estoy
emparentado, está muerto.
No lo mires fijamente, Maddy. Hará que se sienta juzgado, como si lo
estuvieran juzgando o algo así. Incliné la cabeza para mirar hacia nuestros
pies, que estaban extendidos entre los helechos, con margaritas floreciendo
a nuestro alrededor. Nuestras manos yacían una junto a la otra, como
nuestros cuerpos, solamente que estaban a un pelo de distancia.
Lentamente, extendí la mano y rodeé la suya con el meñique, una señal de
apoyo sin traspasar demasiado los límites físicos. No sabía si era
exactamente lo que necesitaba, pero era lo único que se me ocurría hacer
en aquel momento.
Ese pequeño gesto, esa pequeña conexión física, parecía ser
exactamente lo que Hayden necesitaba, porque su propio meñique volvió a
enroscarse alrededor del mío, como si estuvieran encerrados en un abrazo,
y volvió a respirar largamente antes de continuar.
—Mi padre no era una buena persona, Maddy. Era culpable de un
montón de mierda. Un montón de cosas jodidas que nunca han sido
negadas por nadie que aún esté cerca. Era un criminal, un lunático, y
lastimó a mucha gente, una de ellas fue mi madre.
Mina Mathers, su hermosa madre, que sonreía radiante en la mesa
mientras reía con su familia, haciendo todo lo posible para que me sintiera
bienvenida, con sus brillantes ojos verdes siempre parpadeando de una
persona a otra, como si estuviera calculando en silencio el estado de ánimo
de todos, asegurándose de que todos estaban contentos y felices. Tenía un
aura tan tranquilizadora que, a pesar de mis reservas al principio, poco a
poco me fui relajando y me quedé cerca de ella y de Maverick durante la
cena. Había avisado a la señorita Ross de Phoenix House de mi paradero y
había insistido en llevarme en auto hasta casa, esperando a que cruzara la
puerta principal y se cerrara tras de mí antes de marcharse. La idea de que
186
alguien le hiciera daño me ponía enferma.
Quizá lo que dijo Theo de que quería justicia no era tan descabellado
como había pensado en un principio. Mi propia madre fue víctima de
hombres más poderosos que ella, que usaron las drogas como medio para
controlarla y tomar y tomar y tomar... quizá sí quería justicia.
—A lo largo de los años —continuó Hayden, con el ceño fruncido, como
si estuviera ensimismado, pensando en todos los recuerdos y la información
que probablemente había guardado durante tanto tiempo sobre el hombre
con el que compartía sangre—. Las noticias sobre las actividades delictivas
de mi padre se hicieron públicas en mi escuela y, como consecuencia, me
condenaron al ostracismo. Nadie quería saber nada de mí, y me convertí en
el blanco principal del acoso escolar. Durante años soporté un montón de
mierda de Theo y sus amigos... y unas cuantas veces casi muero por ello.
Hubo momentos, Maddy, en los que... sentí que… —Se estremeció, se le
quebró la voz al recordarlo todo, y sentí que se me retorcía el corazón
mientras se me llenaban los ojos de lágrimas al sentir el dolor en su voz—.
Sinceramente, sentí que me parecía a mi padre más de lo que creía. Se había
suicidado. Acabó con su propia vida, y a veces yo me debatía en hacer lo
mismo.
Al escuchar eso, todo mi cuerpo se estremeció como si acabara de
sufrir un espasmo. Pensar que Hayden estaba tan deprimido y destrozado
me hizo querer rodearlo con mis brazos como un escudo y protegerlo del
mundo. Y tal vez lo habría hecho, si él no hubiera encontrado la fuerza para
continuar.
—Entonces, un día... estallé —dijo, con sus brillantes ojos plateados
fijos en el cielo—. Theo se me echó encima, soltando sus idioteces de siempre
y dijo algo que me hizo estallar, porque me hizo sentir tan parecido a ese
hombre que me volví loco. Verás... mi madre y mi padre eran hermanastros.
Crecieron juntos, y por lo poco que sé, su relación cambió cuando se
hicieron mayores, y mi padre se volvió... trastornado. El día que estallé, Theo
había mencionado algo sobre mí y mis hermanas y yo... —se detuvo,
mordiéndose el labio con fuerza como si no pudiera decirlo, pero no hacía
falta. Podía atar cabos por mí misma.
Entrelacé todos mis dedos con los suyos, uno a uno, cimentando aún
más mi apoyo, animándolo, asegurándole que seguía aquí con él.
Hayden me apretó la mano a cambio y encontró fuerzas para seguir.
—Le hice esas cicatrices a Theo. No recuerdo exactamente lo que pasó.
Fue todo tan borroso, como un sueño confuso que no puedo recordar.
Solamente recuerdo gritos, gente que tiraba de mí, que me arrastraban lejos
de él. Después de aquel día, todo el mundo empezó a tenerme miedo y yo lo
utilicé a mi favor. Todos pensaban que me había convertido en mi padre, un
loco psicótico capaz de cualquier cosa, y yo lo llevaba como una armadura 187
para mantenerme a salvo. Pero con los años, siento que una parte de mí se
parece mucho a él, y es algo que siempre he odiado de mí mismo. —Levantó
la mano que tenía libre y se frotó los ojos con brusquedad, ocultándome las
lágrimas como si temiera que lo juzgara si lo veía llorar. Le pasé el pulgar
por la mano, deseando que no pensara así—. Mi madre, sin embargo,
siempre intentó convencerme de que mi padre no era del todo malvado. Me
contaba historias de su infancia, cosas felices que recuerda y aprecia, pero
me cuesta creerlas. Ella fue víctima de sus abusos. Seguro que le han... no
sé... ¿lavado el cerebro o algo así? Síndrome de Estocolmo. —De nuevo, se
secó furiosamente las lágrimas, moqueando con fuerza mientras evitaba mi
mirada.
—¿Qué clase de cosas te dijo? —Le pregunté al cabo de un minuto,
cuando ya controlaba su respiración.
Hizo una pausa, probablemente intentando recordar algo, cualquier
cosa, que fuera buena.
—Me contó cómo la llevaba a hombros cuando era pequeña. Que la
dejaba ponerle coronas de flores en el cabello, incluso delante de sus amigos.
Solté una risita al escuchar eso, y me encantaron las imágenes
mentales mientras imaginaba una versión más pequeña de su madre
colocando una corona en la cabeza de un hombre sin rostro, ya que no tenía
ni idea de cómo era su padre en realidad.
—Algunas noches, cuando ella tenía una pesadilla, él llevaba su
guitarra a su habitación y la tocaba para ella hasta que volvía a dormirse.
—Hayden toca la guitarra. Algo hermoso que comparten él y el hombre al que
teme parecerse. Vuelvo a apretar su mano, esperando más—. Dijo que los
viernes por la noche jugaban a juegos de mesa y veían películas juntos. Que
él siempre intentaba sacar tiempo para ella. Dijo que... —se ríe un poco sin
aliento al pensar en el recuerdo— algunas veces incluso la dejaba que le
pintara las uñas de los pies, pero luego iba por ahí en calcetines, incluso en
verano, para ocultárselas a sus amigos hasta que se desconchaban.
Entonces la dejaba hacerlo de nuevo semanas después. —Sonreí al
recordarlo, imaginándome de nuevo a Hayden, pero ahora con las uñas
pintadas de rosa—. Ella dijo que era protector, que aunque tenía demonios
internos, tenía una parte que amaba tanto que cegaba a todo el mundo. —
Su voz era tranquila mientras lo decía, suave, como si tal vez algo en esas
palabras de repente tuviera un significado diferente para él ahora que antes.
Muy despacio, se volvió para mirarme, con un brillo visible bajo los
ojos debido a las lágrimas que había intentado ocultar. Me acerqué un poco
más a él, apoyé la cabeza en el brazo y seguí acariciándole la mano con el
pulgar.
—Tu padre se parece a mucha gente —dije finalmente, pensando en
todo lo que me había contado—. Siempre he creído firmemente que las
personas no son ni intrínsecamente buenas ni malas, sino solamente 188
matices de ambas. Todo el mundo sufre; todo el mundo tiene una historia.
—Pensé en mi madre y en las palabras que Hayden me había dicho anoche—
. Parece que tu padre tuvo una vida más oscura que otros, pero eso no
significa que fuera malo del todo. Imagino que tuvo una vida bastante
diferente a la tuya al crecer, ¿verdad?
La mirada de Hayden se desenfocó ligeramente antes de asentir.
—Cierto. ¿Y Hayden? Todo eso, todo lo que me contaste de él, lo bueno
y lo malo... fueron sus elecciones. Sus errores y sus momentos de
sinceridad. Lo que hizo no tiene nada que ver contigo. No somos nuestros
padres. Tú eres tu propia persona, y no tienes nada de qué avergonzarte.
¿Theo y sus amigos? Te presionaron. Te empujaron a un punto de ruptura
y te quebraste. ¿Y sabes qué? Probablemente lo habría hecho. Igual que
mucha gente. Pero nunca lo sabrán porque probablemente nunca tendrán
que pasar por lo que tú has pasado. La ignorancia es un lujo con el que
mucha gente ha sido bendecida. Eso no significa que ellos tengan razón y
tú no.
Hayden me miró mientras hablaba, sus ojos se movían entre los míos
antes de bajar a mi boca y volver a subir. Pude ver cómo su rostro se relajaba
al escuchar mis palabras y cómo su agarre de mi mano se hacía más fuerte,
como si se sintiera aliviado de que no huyera. Me acerqué aún más, hasta
que mi pierna quedó pegada a su costado y nuestras cabezas estaban tan
cerca que casi se tocaban.
—No tengas miedo de dónde vienes, Hayden. Sé que es más fácil
decirlo que hacerlo. Créeme, lo sé. Pero mira lo lejos que hemos llegado. —
Sonreí un poco al decir eso, pensando en estar aquí con él en este momento
y en todo lo que había pasado hasta llegar a él—. Yo digo que tomemos todo
el daño que hemos sufrido, toda esa mierda que nos han echado encima, y
le digamos adiós. No quiero reflexionar sobre todo lo que he pasado y dejar
que arruine todo ahora. Estoy cansada de eso. Estoy tan jodidamente
cansada de tener miedo, de sentir que no soy nada. Sé que no va a ser fácil,
pero joder, quiero intentarlo. ¿Tú no?
La comisura del labio de Hayden se curvó un poco, una marca que
compartía con su padre, el hombre que lo había criado y amado todos estos
años, y sentí que mi propia sonrisa se ensanchaba al verlo.
—Sí. De verdad que sí —susurró.
—Entonces hagámoslo. Juntos.
—Juntos. —Hayden me soltó la mano, solamente para estirarla y tirar
de algo. Lo siguiente que recuerdo es que me estaba colocando una
margarita detrás de la oreja, apartándome el cabello del rostro e
inclinándose para besarme.
Nos quedamos tumbados juntos mientras el sol brillaba a nuestro
alrededor en el claro, abrazados, sonriendo mientras nos besábamos y una
extraña sensación de ligereza parecía dominarnos. Era como si nos
189
quitáramos un gran peso de encima, como si llevar la carga de nuestras
cicatrices emocionales fuera ahora un poco más fácil. Por primera vez en mi
vida, mis sentimientos no me traicionaron. A pesar del poco tiempo que
hacía que nos conocíamos, esa atracción, esa sensación de lo correcto entre
nosotros, no hizo más que fortalecerse en este hermoso momento. Esto era
lo correcto. Era lo más correcto que jamás había conocido.
Capítulo Catorce

Después de lo de ayer en el claro con Maddy, sentí un gran alivio, un


gran peso quitado de mis hombros cuando le confesé todo. Y ella lo había
aceptado todo sin juzgar ni gritar de terror. Ella me abrazó con tanta
sinceridad y comprensión que, al darme cuenta de que era la primera vez
que realmente me conectaba con otra persona en un nivel tan profundo, me
abrumó. Al final, solamente me hizo estar más seguro de que este
sentimiento que tenía, esta creciente obsesión, no era una tontería. Estuvo
bien.
Hoy, estaba prácticamente pegado a su lado, y cuando tomó mi mano
para sostenerla mientras caminábamos por los pasillos, sentí que mi rostro
se rompería por lo grande que estaba sonriendo. Sabía que la vista había
sacudido a varios grupos de chicos. Dudo que alguno de ellos me haya visto
sonreír en años, pero no estaba pensando en ellos.
Bueno, casi todos ellos.
190
Theo, Spencer, Ayla... su pequeña pandilla de imbéciles siempre
estaban en mi radar cuando estaban cerca. Por mucho que quisiera darles
una paliza por arrinconar a Maddy, ella me sacó de esa espiral con un simple
apretón en mi mano mientras apoyaba su cabeza sobre mí, su presencia me
mantenía en la luz.
Había sido un buen día y, aunque quería que volviera a cenar, ella
insistió en que necesitaba estudiar. De mala gana, acepté y la dejé en
Phoenix House antes de que yo llegara a casa y me sumergiera en un caos
total.
—¡No, no, absolutamente no!
—Es una noche, James...
—No me importa. ¡No quiero a ese cabrón en ningún lugar de esta
ciudad!
Entré, esperando ver al abuelo J pasando el rato con Papá bromeando
con la familia mientras se unía a nosotros para cenar nuevamente, pero en
lugar de eso me encontré con una pelea en toda regla entre él y mamá. En
silencio, me senté al pie de las escaleras, escuchando sus voces hacer eco
en el pasillo desde la cocina. Nunca había oído a mi abuelo y a mi madre
hablar así, así que fue un poco impactante. Desconcertado, escuché a
escondidas, preguntándome qué diablos podría haber sucedido entre ellos
para que se estuvieran gritando el uno al otro.
—Casey se merece esto, James —la voz de mamá se suavizó cuando
el sonido del abuelo paseando por la cocina como un oso furioso
prácticamente hizo temblar las ventanas. Por lo que pude ver, papá y mis
hermanos no estaban por ningún lado. Me pregunté si los habría sacado
cuando estalló esto.
—Estoy seguro, y tu amigo es más que bienvenido a venir al festival,
¡pero ya no está!
—Se ha redimido más que suficientes veces. ¿Qué pasó con lo que
pasó hace unos años en Lockemiere?
—Sí, y todos sabemos lo que pasó allí, ¿no? Lindsey y Jenny están
solas ahora porque...
—Él no fue responsable de lo que le pasó a Gavin —dijo mamá con
firmeza, sin levantar la voz, pero estaba llena de absoluta confianza.
Gavín. Tío Storm...
Cerré los ojos ante la mención de él, respirando lentamente mientras
intentaba hacer a un lado el dolor abrumador. Había sido una época oscura
en esta casa, en el club. Pasó mucho tiempo antes de que el abuelo J pudiera
volver a sonreír. 191
—Entonces, ¿qué pasa con Shay? —El abuelo prácticamente escupió
las palabras y en el momento en que lo hizo, fue como si todo el oxígeno
hubiera sido absorbido de la casa. Mamá se quedó en silencio, e incluso él
había dejado de caminar como si las palabras que acababa de pronunciar
le hubieran herido más de lo que había previsto.
Finalmente, después de un minuto de silencio, mamá susurró:
—¿Qué pasa con él?
El abuelo suspiró profundamente mientras hablaba con una
repentina sensación de calma.
—Quiero decir, ¿qué pasa con lo que le pasó? La única razón por la
que ya no está aquí es por culpa de ese hombre. La única razón por la que
vino a la ciudad fue porque lo contrataron para...
—Sé todo eso. Sé lo que me habría hecho para llegar hasta Shay.
—¿Y te sientes cómoda sabiendo esa información y teniéndolo cerca?
¿Con tus sobrinos? ¿En torno a tus propios hijos?
Mamá respiró hondo, el sonido recordó a un silbido, seguido por el
chirrido de una silla que alguien sacaba mientras ella tomaba asiento. Me
quedé donde estaba, congelado como una estatua mientras escuchaba a
escondidas, con ganas de correr, pero al mismo tiempo, estaba desesperado
por escuchar más.
—Las acciones de Shay fueron suyas, James. Tal vez las cosas
hubieran sido diferentes, pero nunca lo sabremos porque al final él tomó la
decisión. Nadie más lo hizo.
—¡Tuve que vivir bajo el control de ese hombre durante meses! Ese
monstruo psicótico…
—Él te mantuvo con vida. Tú y Gavin...
—¡Él mató a todos los demás! ¡Tu hijo menor lleva el nombre de su
otro abuelo! ¡Y ya no está aquí! ¿Por qué es eso? ¿Quién mató a Maverick,
Mina?
Mi madre guardó silencio mientras el abuelo también sacaba una silla
de debajo de la mesa, el sonido áspero en el piso de madera antes de
desplomarse ruidosamente en ella con un profundo suspiro.
—Vi cómo sucedió todo. Vi a ese hombre matar a todo el MC de Black
Spades. ¿Y sabes qué? Se reía mientras lo hacía, mientras prendía fuego a
los almacenes. Recuerdo sentarme con Gavin al final de ese muelle,
escucharlo caminar hacia nosotros, sabiendo que yo era responsable de
joderlo todo... la razón por la que estábamos atrapados en esa mierda con
Elias en primer lugar. Ese lunático enloquecido estaba allí porque acordé 192
con Bull alinearse con los Faceless. Mira adónde nos llevó a todos…
El abuelo se quedó en silencio después de su paseo, su respiración
era pesada y desigual. Me hubiera gustado verlo, ver cómo respondía mi
madre a su confesión entrecortada, pero se limitó a dejarla pensar durante
mucho tiempo, esperando a que la respiración agitada de mi abuelo se
estabilizara.
—Él te dejó vivir —dijo finalmente. El abuelo soltó un leve resoplido,
como si esta información fuera casi demasiado para él. Mamá continuó,
todavía hablando en ese mismo tono tranquilo que siempre parecía calmar
a la gente, que se sentía como si te estuviera abrazando—. James. Tú
cometiste muchos errores en aquel entonces. Todos lo hicimos. Y él también.
Por lo que he oído, ha estado viviendo... una vida más honesta ahora y ha
cumplido su palabra.
El abuelo hizo un ruido como si estuviera a punto de intervenir, pero
mamá lo hizo callar suavemente antes de continuar.
—Te he perdonado por muchos errores. Y he perdonado a Shay.
¿Sabes por qué? Porque sé que ustedes dos no son monstruos. Todo lo que
ambos hicieron nunca tuvo la intención de herir. ¿Fue un error? Sí.
¿Abusivo? ¡Absolutamente! —El abuelo sollozó con fuerza, pero la dejó
continuar—. Tomé la decisión de perdonar. ¿Y sabes qué? No lo hice por ti
ni por su memoria. Lo hice por mí. Porque el peso de todo eso me asfixiaba.
Me mantuvo presionada, siempre impidiéndome llevar y vivir mi vida. Todo
volvía a ser toda esa mierda, y me cansé de todo eso.
Mamá sollozó un poco. Saber que estaba llorando fue como una llave
que me retorció el corazón. Un recuerdo de mi infancia con qué frecuencia
ella se derrumbaba y se lastimaba. Con qué frecuencia lloraba y entraba en
pánico. En los últimos años esto ha sucedido cada vez menos. Pensé que tal
vez era porque me había alejado de mi familia, pero ahora que lo pensaba,
rara vez la oía o la veía llorar. El cambio fue tan sutil y gradual que lo perdí.
No recuerdo la última vez que mamá tuvo un episodio.
—A veces todavía duele, aunque ahora no dejo que eso destruya mi
felicidad. Has llegado tan lejos, James. Y te amo por lo maravilloso que has
sido conmigo, con Keenan y los niños. Especialmente con Hayden —añadió
suavemente—. Él necesitaba a alguien como tú en su vida, y creo que tú
también lo necesitabas. Aunque hayas intentado hacer las cosas bien,
nunca te has dejado llevar ni te has permitido ser feliz. No dejes que tu
pasado dicte cómo vives el presente. ¿Esto con... él? Déjalo ir. Es una noche.
Es para tu hija. Hazlo por ella.
El abuelo no dijo nada durante mucho tiempo, y cuando finalmente
sollozó, pude escuchar el sonido de una silla raspando y luego el silencio.
Todo lo que había oído había sido... mucho. Por decir lo menos. Me sentí un
poco entumecido, como si hubiera sido demasiado, pero al mismo tiempo,
me alegro de haberlo escuchado todo. Puso más cosas en perspectiva de las
193
que pensaba. Respondió algunas preguntas que ni siquiera había pensado
hacer. Maverick Mathers, el padre de papá. Nunca pensé en preguntar por
él, dónde estaba, qué había pasado. La información sobre tío Storm... Un
día estuvo aquí y una semana después, todos estábamos llorando y llorando
por él. Sabía que se había ido por “asuntos del club". ¿Por qué no he pedido
más información? ¿Por qué no se me ocurrió? Simple. Yo era solamente un
niño.
Las cosas son diferentes ahora y pensé en las palabras de mamá sobre
no dejar que el pasado controlé el presente. Ella tenía razón. Si bien a veces
me dolía, ¿por qué permití que siguiera filtrándose en mi vida ahora y
arruinara los momentos en los que me sentía más en paz que en años?
Pensé en Maddy y en el poco tiempo que habíamos pasado juntos y en lo
cerca que había estado de dejar que toda la jodida historia de mi vida la
asustara. Aunque la voz en mi cabeza todavía estaba allí, me sentí más
fuerte, como si pudiera enfrentarme a ella y decirle que se callara. Pensé en
cómo se sentiría estar libre de esos impulsos oscuros, pero hacía tanto
tiempo que no me sentía tan sereno y en paz conmigo mismo que se sentía
extraño. Me llevaría tiempo acostumbrarme, pero estaba decidido a seguir
el ejemplo de mamá e intentarlo.
En silencio, me puse de pie y, con todo el cuidado que pude, abrí la
puerta principal sin hacer ruido y luego la cerré de golpe.
—¿Hayden? —llamó mamá desde la cocina.
—¡El mismo! —dije, quitándome los zapatos y botándolos sobre la
alfombra antes de dirigirme por el pasillo. El abuelo estaba sentado a la
mesa de la cocina, de espaldas a mí y con la cabeza inclinada, pero pude ver
que se frotaba el rostro con furia, tratando de ocultar la evidencia de su
llanto, sin duda. Aunque los ojos de mamá estaban un poco rojos, sonrió
ampliamente al verme, luciendo un poco sorprendida de que me hubiera
unido a ellos. Ella me abrazó, algo que no había hecho en algún tiempo.
Principalmente porque no se lo permitiría. Normalmente, cuando llegaba a
casa, subía corriendo las escaleras y me escondía en mi habitación,
apareciendo solamente de vez en cuando, sin apenas hablar. Me había
convertido en un fantasma en esta casa por todas las tonterías que pasé en
la escuela; nunca le di una oportunidad. Pero ahora sí. La rodeé con los
brazos y la apreté, dándome cuenta ahora de que era mucho más alto que
ella. Su cabeza se acercó a mi barbilla. Su cabeza llegó hasta mi barbilla.
—¿Cómo fue la escuela? —me preguntó.
—Fue agradable.
—¿Agradable? —se apartó un poco para mirarme, sus ojos verdes
estudiándome de cerca, pero una sonrisa se dibujaba en su rostro. No he
usado esa palabra para describir “escuela" desde hace mucho tiempo. Ella
se dio cuenta. 194
Solamente asentí.
—Sí. Agradable. —La dejé ir y fui al refrigerador, sacando el cartón de
leche.
—Usa un vaso, por favor —dijo antes de dirigirse a la despensa y sacar
un poco de pasta seca.
—¿Fue agradable debido a una linda chica rubia que te llamó la
atención? —gritó el abuelo desde la mesa, su voz burlona reemplazó la
quebrada.
Le lancé una mirada furiosa por encima del borde de mi vaso mientras
tomaba un sorbo y decidí ignorarlo. Lo he visto a él y a papá pelear entre
ellos, y si tomabas represalias, solamente parecía alimentarlos y darles
municiones para seguir bromeando. Es por eso que siempre quedaban
atrapados entre sí, ambos tratando de superar al otro y decir la última
palabra.
—Déjalo en paz —suspiró mamá, poniendo los ojos en blanco
mientras comenzaba a preparar la cena—. Vas a asustarlo para que no la
traiga de nuevo.
—Solamente estaba preguntando —dijo el abuelo, fingiendo inocencia.
—Sí, ajá. ¿Por qué no te concentras en tu propia vida, Romeo?
¿Cuándo fue la última vez que tuviste una cita, eh?
El abuelo apretó los labios y sacudió la cabeza:
—No tengo ningún interés en tener citas.
Desde que lo conozco, el abuelo J siempre ha estado solo. No creo
haberlo visto nunca con otra mujer. Ni siquiera esos tiempos en los que solía
pasar por el club The Lost Souls, lavando platos o trapeando pisos para
ganar algo de dinero extra. Nunca lo vi ni siquiera coqueteando con las
chicas que trabajaban allí o pasaban por allí para tomar una copa o comer.
—Tienes que esforzarte —dijo mamá mientras llenaba una olla con
agua—. Pasas por aquí casi todas las noches.
—¿Estás diciendo que estás cansada de mí? —Se rio entre dientes.
—En absoluto —dijo—. Simplemente pensé que, dado que siempre
tienes tanto que decir sobre la vida amorosa de los demás, tal vez necesites
concentrarte en la tuya.
—No me interesa tener una vida amorosa. No lo he hecho desde...
La voz del abuelo se apagó y mamá lo miró con el ceño fruncido con
preocupación, y supe en quién estaban pensando ambos. Abuela Emily... la
mujer que dio nombre a mi hermana menor.
—Bueno, si no quieres algo serio, entonces al menos una amiga con
quien puedas divertirte y hacerte compañía. Te escuché hablando con Key
la otra noche sobre nosotros yendo a alguna parte. ¡Tienes que concentrarte
195
en ti mismo, ya que claramente estás aburrido! —Mamá rio.
—Solamente le dije a Keenan que si ustedes querían hacer un viaje,
estaría más que feliz de quedarme y cuidar a los niños por ustedes.
—Keenan y yo tenemos muchas citas nocturnas. No te preocupes por
eso. Él consigue una niñera y todo.
—¿Qué hay de mí? —El abuelo parecía un poco escandalizado—. ¿No
me llaman para que cuide a los niños?
—Eres el presidente de The Lost Souls. Ya tienes suficiente en tu
plato. Por cierto, ¿tendrán la habitual carpa de MC este año?
El abuelo pateó una pierna y murmuró en voz baja por un momento
antes de asentir.
—Sí, pero este año vamos a hacer en un segmento histórico.
Presentaré al antiguo club de Keenan, ya que probablemente era los únicos
que respetaban la ley en Ashland en ese momento. Merecen que se hable de
ellos.
El rostro de mamá se suavizó ante eso, mirando al abuelo con una
expresión curiosa antes de volver a trabajar cortando algunas verduras para
una ensalada.
—Creo que Key apreciará eso, aunque la vida de MC no era para él,
es muy amable de tu parte honrar al club de Maverick.
—Sí...
Siempre supe que papá estuvo en un club de motociclistas, pero
nunca habló de ello. Alguna vez. Esta conversación y la discusión que
tuvieron el abuelo y mamá fue probablemente lo más que he oído mencionar.
Todo lo que sabía era que había sido el objetivo durante años de un jefe
criminal y finalmente fue borrado de la superficie de la tierra, salvo quizás
dos, durante la histórica Masacre de Dockside. Pero hasta el día de hoy,
papá es el único miembro superviviente.
Me disculpé para subir las escaleras y traté de seguir una hoja del
libro de Maddy abriendo el mío para estudiar para los exámenes finales, que
se nos acercaban sigilosamente. Pero seguí distrayéndome, garabateando
en el margen de mi cuaderno, dándome cuenta de que lo había cubierto con
creces.
Cerrándola, me recosté en mi silla, pasándome las manos por el
cabello y miré la chaqueta negra de Celtic Beasts que con tanto cuidado
había colocado sobre mi cama. Durante mucho tiempo me quedé allí
sentado, mirándolo, sin darme cuenta de que estaba agarrando las placas
de identificación que siempre llevaba alrededor del cuello, apretando con
fuerza, en los bordes mientras mi mente daba vueltas con pensamientos 196
aleatorios que no tenían sentido y, sin embargo, sentí que estaba tomando
una decisión, una que nunca antes había considerado.
No sé cuánto tiempo pasó antes de que mamá me llamara desde las
escaleras y me preguntara si me gustaría bajar a cenar, y salí de mi extraño
trance.
—¡Bajo en un minuto! —dije.
Miré de nuevo la chaqueta, la chaqueta de Manic, y me mordí el labio
inferior solamente por un momento antes de tomar una decisión oficial.
Levantándome, lo recogí suavemente, sintiendo el cuero suave y pasando
mis dedos por el parche del MC. Durante años había usado Manic como una
armadura, usándola para protegerme del mundo. Pero... ya no sé si quería
hacerlo. Obviamente todavía desconfiaba de Theo. Especialmente después
de lo que el cabrón y sus amigos le hicieron a Maddy el otro día, pero no
necesitaba cubrirme con el recuerdo de un fantasma oscuro. Él me había
mantenido a salvo durante años, pero ahora solamente quería ser yo.
Hayden.
Fui a mi armario y lo colgué con cuidado en la parte de atrás,
acariciando el parche por última vez.
—Gracias por mantenerme a salvo durante tanto tiempo... —susurré.
Fue más fácil de lo que pensaba, dejarlo ir. No significó adiós. Todavía
guardaba las placas de identificación alrededor de mi cuello, una pequeña
muestra del hombre en la tumba de la que no sentía la necesidad de
separarme. No tenían escrito “Manic”. Eran un símbolo para Shay, el lado
de él del que mi mamá y mi abuelo hablaban con amor y no con miedo.
Mantendría esa parte de él cerca de mi corazón.
Pero estaba listo para decirle adiós a Manic.
Dejé que mi ropa volviera a su lugar, ocultando la chaqueta de la vista,
y cerré las puertas de mi armario antes de girarme y bajar las escaleras,
sintiéndome más ligero, sintiendo como si acabara de deshacerme de una
parte de mí que finalmente estaba lista para enterrar. No me sentí mal por
eso. Se sintió bien. Y cuando me reuní con mi familia para cenar, presté más
atención a la conversación de lo habitual, escuchando mientras el abuelo y
papá hablaban sobre los planes finales y preparaban la carpa de MC ese fin
de semana. Emily estaba haciéndole pasar un mal rato a mamá a mi lado
por volver a comer espaguetis, mientras Charlotte pasaba mensajes de texto
a escondidas debajo de la mesa. Decidí ayudar a mamá concentrándome en
Maverick, cortando su pasta para él, riéndome cuando me copiaba en cada
bocado o sorbo que tomaba, sus grandes ojos verdes y su pequeña sonrisa
traviesa eran un recordatorio de cuánto tenía realmente.
Especialmente cuando la comparé con Maddy y las otras chicas de
Phoenix House. De hecho, lo pasé bastante bien. Yo fui uno de los
197
afortunados.
Cada vez que reía o sonreía en la mesa, podía ver la mirada perspicaz
de mamá parpadear en mi dirección y sus labios siempre se curvaban en
una sonrisa secreta. Pero hay que reconocer que nunca mencionó a Maddy
ni me presionó para que le diera información, a diferencia del abuelo, quien
insinuaba claramente que tenía toda la intención de avergonzarme el sábado
por la noche cuando tuviera la oportunidad de hablar con mi nueva “novia”.
—¿Cuánto tiempo te tomó aprender a ir al baño, Hayden? ¿Cuatro
años? —Él se rio—. ¿Por qué fue eso… tenías miedo de que “el monstruo
que se comiera tu pipí", verdad? ¿Estarás bien con los baños portátiles que
rentaremos para el festival? ¿Qué pensará esa linda chica tuya cuando vea
la mancha oscura en tus pantalones cuando no puedas contenerla?
Sí, tuve mucha suerte.

Esa noche, después de que el abuelo se fue y mamá estaba


preparando a Maverick para ir a la cama, papá y yo salimos al garaje a
trabajar juntos en nuestras motocicletas. Puso una lista de reproducción,
la voz de Bob Dylan llenaba el espacio mientras cantaba sobre el refugio
entre él y su amor que se desmorona lentamente con el tiempo. Por más
triste que parezca, la canción en sí es hermosa y a papá siempre le
encantaba una buena melodía acústica.
Trabajamos en cómodo silencio durante un rato, aunque de vez en
cuando tarareaba en voz baja uno o dos versos pegadizos. Eso fue lo que
pasó con el tiempo que pasé con mi papá; no sentíamos la necesidad de
llenar el silencio con charlas interminables como lo hacían mis hermanas.
Fue agradable tener compañía, pero también algo de paz.
Lo miraba con frecuencia, notando que el color plateado de su cabello
dorado era más prominente últimamente, como si la mediana edad estuviera
comenzando a alcanzarlo. La cicatriz a lo largo del costado de su rostro no
era tan notoria, solamente cuando sonreía y las patas de gallo en los bordes
de sus ojos la apretaban. Recuerdo que le pregunté cómo lo había
conseguido y me dijo algo acerca de estar en el lugar equivocado en el
momento equivocado. Yo era un niño pequeño cuando pregunté, pero no
había pensado en ello desde entonces.
—Sé que soy guapo, chico, pero estoy casado —dijo, puliendo el
exterior negro de su motocicleta. Sus ojos azules parpadearon en mi
dirección y me guiñó un ojo.
Me reí entre dientes y puse los ojos en blanco, murmurando en voz 198
baja:
—Sabes, escuché que la modestia es una cualidad atractiva en una
persona.
—Sí, pero nunca dije que fuera modesto. Además, ya tengo una chica,
así que no tengo que preocuparme por lo que piensen los demás.
—Dios mío —me reí y sacudí la cabeza, olvidando momentáneamente
mi tarea mientras me levantaba para estirarme, mi espalda crujió un poco
antes de colapsar en uno de los taburetes colocados junto a los bancos de
trabajo. Papá también se levantó, aunque sus articulaciones crujían mucho
más que las mías. Noté cómo hizo una leve mueca de dolor mientras ponía
las manos en las rodillas durante unos segundos, preparándose, antes de
levantarse por completo.
—Viejo —murmuré en voz baja, sonriendo con satisfacción cuando me
miró a sus espaldas mientras abría el refrigerador de la esquina y se tomaba
una cerveza.
—Solamente significa que soy como un vino tinto, que se aprecia con
el tiempo. —Me arrojó un refresco, pero no lo abrí, ya que había caído en
sus trucos varias veces en el pasado cuando lo abría y me encontraba
cubierto de la bebida gaseosa y pegajosa. A papá le encantaban las bromas
pesadas y sus latas de refresco agitadas eran un clásico. En lugar de eso,
golpeé la parte superior, dejando que se asentara mientras él se unía a mí
en el segundo taburete, suspirando pesadamente mientras murmuraba:
—Pero creo que me estoy haciendo demasiado viejo para esta mierda.
—Como si de repente se diera cuenta de que yo estaba en lo cierto.
La idea de que papá fuera demasiado mayor para hacer algo fue un
shock para mí. Nunca antes se me había ocurrido que él pudiera ser otra
cosa que Superman. Siempre había estado en forma, sano, fuerte... una
figura que cualquier hijo podría admirar. Pero ahora, su rostro y sus manos
tenían líneas que nunca antes había notado, y verlo moverse un poco más
rígido me hizo arrepentirme instantáneamente de haberme burlado. Pasaba
sus días inclinado sobre los motores de autos y motos, trabajando duro en
ellos. ¿Cuánto tiempo más podría seguir haciendo eso?
—Entonces, ¿qué te dio la necesidad de mirarme con tanta fuerza?
¿Celoso de mi buena apariencia? —preguntó, tomando un trago de su
cerveza antes de mostrarme esa sonrisa torcida que nos caracteriza.
Me encogí de hombros, todavía dándole un poco más de tiempo a mi
bebida, y miré al suelo.
—Supongo que me preguntaba...
—¿Te preguntabas qué?
Me encogí de hombros. ¿Realmente quería entrar en esto esta noche? 199
Pero después de todo lo que había escuchado hoy y las preguntas que había
olvidado hacía mucho o que no había considerado, me estaban molestando.
Mirarlo, ver que estaba mirando hacia los árboles, lo hizo más fácil que si
me hubiera estado observando.
—¿Cómo te hiciste esa cicatriz?
Papá no reaccionó excepto morderse el interior de la mejilla. Se quedó
callado, asimilando mi pregunta para poder procesarla. Esperé, sabiendo
que se estaba tomando su tiempo para encontrar las palabras adecuadas.
Finalmente, tomó otro sorbo de su cerveza y, sin mirarme, habló con una
gentil firmeza que no había oído de él en mucho tiempo.
—Sabes que los Lost Souls lucharon por esta ciudad... que se la
arrebataron a ese grupo de criminales cuando eras solamente un niño...
Sí, lo recordé. Por eso volvimos a mudarnos aquí, lejos de Florida.
Alguna vez, Ashland había sido un lugar moderadamente seguro para vivir,
hasta que... dejó de serlo. Pensé en el abuelo y mamá y su conversación
sobre los Faceless. Shay O'Hare... y el misterioso él.
—Cuando digo que Lost Souls la arrebataron, quiero decir que
mataron por ella.
Parpadeó un poco ante eso, pero al mismo tiempo, no me sorprendió.
Por supuesto, así sucedió. Leí sobre lo que mi abuelo y mi padre biológico
habían hecho por los Celtic Beasts. Pero al mismo tiempo, todavía me duele
pensar que mi abuelo es un asesino.
—Maté por eso —susurró finalmente papá, tomando un sorbo más
largo de su cerveza.
Esto. Esto me sacudió. ¿Papá mató gente? ¿Este tipo que tomó la
mano de mi madre cada vez que podía? ¿Quién me arropaba por las noches
o dormía a mi lado cuando era niño cuando tenía miedo de los monstruos?
¿El que cargaba a mis hermanas sobre sus hombros cuando salíamos todos
juntos para lo que él llamaba un “día de diversión familiar"? ¿Mató gente?
Su mirada se dirigió hacia mí, su expresión sombría y tensa.
—Luché junto a tu abuelo durante la pelea. Maté y no me arrepiento,
chico.
No me di cuenta de que se me había caído la bebida hasta que el fuerte
golpe que sonó cuando aterrizó en el pavimento me alertó del hecho. La
bebida empezó a silbar y roció cuando explotó, y rápidamente lo pateé fuera
del garaje y lo tiré al césped. Me alejé de él, tratando de procesar esta
información. Me costó creerlo. De hecho, me sentí un poco enfermo. ¿Había
alguien en mi familia, algún hombre, que no fuera un asesino psicópata?
—Hayden —dijo papá, dejando su cerveza en el mostrador para poder
inclinarse hacia adelante, con los codos apoyados en las rodillas mientras 200
exigía mi atención—. Mírame.
Solamente que yo no quería. Quería vomitar.
—¡Hayden! —espetó, alzando un poco la voz.
De mala gana, hice lo que me pidió. Excepto que seguí trabajando
para desacelerar mi respiración, esperando que simplemente estuviera
jodiéndome, provocándome como siempre lo hacía.
—No estoy orgulloso de ello. Poner fin a la vida de alguien no es algo
que puedas ignorar y alejarte. Permanece contigo, pegándose como aceite, y
nunca podrás eliminarlo. Recuerdo el rostro de cada persona que maté,
algunos antes de esa guerra, otros durante... pero nunca después. Y lo haría
todo de nuevo porque lo hice por esta familia.
—¡No nos uses como excusa! —le espeté, mi shock ahora se
transformó en ira.
—¡No es una excusa! —Los ojos de papá se abrieron como si pareciera
realmente consternado—. ¿De verdad crees que lo disfruté? ¿Que lo hice
porque era fácil? No, lo hice porque no tenía otra opción. Lo hice para liberar
este lugar del mal que lo había estado arruinando durante más de una
década. Lo hice porque quería que tu madre viviera libremente, sin una
diana en la espalda. Lo hice para que pudieras volver a casa y conocer a tu
abuelo, para que pudieras tener una parte del hombre que...
Se detuvo entonces, apretó los labios con fuerza y pude ver cómo sus
ojos empezaban a brillar. Sacudió la cabeza y tragó saliva antes de
continuar, con un tono suave:
—Siempre te he amado como a un hijo, Hayden. Y sé que alguien más
nunca tuvo la oportunidad de conocerte, de ser el padre que te mereces.
Pero se fue y no quería que lo perdieras. Ninguna mierda por las que hemos
pasado es culpa tuya. Ni siquiera es culpa suya. Fueron los Faceless... fue
su culpa. Y quería que pagarán por todo lo que le habían hecho a tu madre,
a ti, a mí... —Se estremeció un poco, sacudió la cabeza mientras se secaba
los ojos con furia y miraba de nuevo hacia los árboles—. Mi padre y yo no
nos llevábamos bien, Hayden. Quería una vida para mí, de la que estuve en
contra y luché durante años. Nos separamos en malos términos y nunca
tuve la oportunidad de reparar ese puente porque esa gente lo mató. No
quería que tú también perdieras un puente si alguna vez le sucediera algo a
tu abuelo…
Fuera de la puerta del garaje, caía la noche, el sonido de ranas y grillos
llenaba el aire, y entre los arbustos a lo largo del borde del bosque podía
distinguir luciérnagas entrando y saliendo del follaje recién florecido. Desde
la casa, el cálido resplandor de las luces de la cocina se extendía por el
césped oscuro y podía distinguir a mis hermanas tumbadas en el sofá junto
al comedor. Algún reality show que ambas veían religiosamente sonaba en
la televisión. Probablemente mamá estaba arriba, todavía haciendo dormir 201
a Maverick.
—Hice lo que tenía que hacer —continuó papá— para que fuera
seguro para todos. Pero no quería ser parte de esa vida después. Cuando
me ofrecieron ser presidente de The Lost Souls, lo rechacé. —Lo miré
sorprendido al escuchar esto. Siempre había conocido al abuelo como el
presidente. ¿Qué tan diferentes habrían sido las cosas si papá hubiera
aceptado ese papel? No podía imaginarlo—. Tu madre nunca quiso esa vida,
chico, y yo tampoco. Durante mucho tiempo estuve atrapado en ella,
pensando que nunca escaparía. Sin embargo, cuando Ashland fue
recuperada, se convirtió en mi oportunidad y no lo dudé. Hay una razón por
la que mi nombre en las calles era Dodger cuando era un Spade.
—¿Dodger? —Me reí a medias ante eso. Papá nunca habló de su vida
de motociclista. No tenía ni idea de que tuviera un nombre de calle.
La comisura de la boca de papá se levantó ligeramente mientras
asentía.
—Sí. Dodger. Siempre buscando maneras de ahorrar en reuniones o
deberes. Nunca mostré interés en la mierda del club. Me gustaban las
motocicletas, pero no me gustaba la vida. Me había quitado tanto en mi
infancia que no lo apreciaba ni lo respetaba.
Hice una pausa antes de regresar a mi taburete, dejarme caer en él y
asimilar todo lo que me acababan de decir.
—Entonces... ¿te hiciste la cicatriz en la guerra?
Él asintió.
—Había estado peleando junto a tu abuelo, con los dos miembros
restantes de los Spades a mi lado… Tas y Scott. Estábamos tratando de
acercarnos a los Faceless y su líder, un imbécil llamado Cartier, cuando los
tres nos vimos rodeados por los cabrones. Estaba tratando de abrirme paso
ya que Cartier estaba huyendo. Uno de nuestros aliados corría solo tras él
y yo estaba desesperado por llegar para ayudarlo. Estaba peleando con uno
cuando su amigo me golpeó y me cortó la cabeza con un machete. La única
razón por la que no hizo más daño fue porque… porque… —Su voz se tensó
mientras hablaba, y apretó la boca nuevamente.
—No quería la vida de motociclista, muchacho —dijo nuevamente—
pero eso no significa que fueran malos. No los Spades. Eran leales y Taz era
uno de los mejores. Scotty también. Pero yo había sido más cercano a Taz,
ya ves, él era más como un hermano pequeño. Vio lo que estaba pasando,
supo que era la mejor oportunidad que teníamos e intervino para darme la
oportunidad de escapar.
Una lágrima finalmente se deslizó por el rostro arrugado de papá, pero
no la secó. En cambio, agarró su cerveza y la puso boca abajo, extendiendo
el brazo para que el alcohol salpicara la tierra y el pasto justo afuera de la
puerta, luego arrojó la botella vacía al otro lado de la habitación donde 202
aterrizó con un tiro perfecto en el contenedor de reciclaje. Suspirando
profundamente, se apoyó contra el mostrador y miró al techo.
—Lo encontré más tarde, a él y a Scotty, en el mismo lugar donde
habíamos estado peleando por última vez. Murieron juntos, sacrificándose
para que yo pudiera tener la oportunidad de entrar allí y terminar con toda
esa mierda.
Miré a mi padre y vi un lado de él que nunca había conocido.
Papá siempre había sido una gran roca. No creo haberlo visto llorar
antes, como el abuelo. Ahora sé que él simplemente lidió con su equipaje,
su trauma, de manera muy diferente a como lo hizo mamá. De cómo yo lo
hice. Pero él también estaba sufriendo.
—¿Lo terminaste?
Finalmente, se secó las lágrimas del rostro y se aclaró la garganta.
—Salvé a mi aliado, y luego él me salvó a mí y lo terminó. —Fue todo
lo que dijo.
Sus palabras, su explicación, todo giraba en mi cabeza como un
huracán. Hoy hubo una grave sobrecarga de información. Pensé en lo que
dijo, sobre los Spades, que a pesar de que eran buenos, todavía no quería la
vida de motociclista. Terminó las cosas, cortó esos lazos y siguió adelante.
Aunque todavía me preguntaba si se había aferrado a una pequeña parte de
ese lado de él todos estos años. Algo para recordarlo todo.
—¿Quién era Cartier? ¿Cuál fue su trato? —pregunté, pensando en
los informes de que el abuelo y mi padre biológico estaban involucrados en
una pandilla. Si Cartier lo dirigía todo, ¿quién carajo era? ¿De dónde vino
él?
—Era parte de un sindicato del crimen organizado. El hijo de un pez
gordo de Montreal, un viejo adinerado. Se había diversificado e intentó
hacerlo por su cuenta.
Papá hizo una mueca ante la mención de él, mirándome con cierta
cautela, como si dudara en decirme más.
—Él es la razón por la que tu verdadero padre ya no está.
Sentí que mi cuerpo se helaba ante sus palabras como si me hubieran
arrojado un balde de agua helada sobre la cabeza.
—¿Q-qué? Pensé que mi papá había...
—Tu padre fue el hombre número uno de Elias Cartier durante un
corto período de tiempo. —Sus manos agarraron sus rodillas mientras se
inclinaba hacia adelante, poniendo todo su peso sobre ellas, con la cabeza
colgando como si no pudiera mirarme—. Pero se arrinconó y Elias contrató
a alguien para que los matara a él y a tu madre. Por eso intervine y escondí 203
a tu mamá. Nos mudamos a Florida, donde mi familia extendida tenía un
MC establecido...
Florida. Tenía algunos recuerdos de ese lugar, de playas soleadas, de
un viejo garaje en el que mi padre había trabajado durante años, de visitar
mercados portuarios mientras me cargaba en hombros. Luego regresamos
aquí y vi nieve por primera vez. Conocí a mi abuelo y nos instalamos
permanentemente.
—Sé que asumí un papel para ti sin preguntar, y tal vez no tenía
permiso para hacerlo, pero quería estar ahí para ti. Demasiado. —La voz de
papá se quedó atrapada en su garganta y levantó la mano para secarse
rápidamente una lágrima, todavía evitando mi mirada—. Eras solamente un
bebé, y cuando viniste a este mundo, no pude evitar enamorarme de ti,
pequeño. Eras tan inocente y tuviste la oportunidad de vivir una vida que
ninguno de nosotros tuvo. Ninguna de las tonterías que hicimos los adultos
en el pasado debería haberte afectado como lo ha hecho a lo largo de los
años. Lo siento mucho por eso.
Extendí la mano y le di un apretón en el hombro. En el momento en
que lo hice, dejó escapar una pequeña exhalación y extendió la mano para
apretarme la mano, su mirada de aprecio y alivio tan clara mientras me
sonreía con los ojos llenos de lágrimas. Sin decir palabra, se puso de pie y
me levantó con él, abrazándome con fuerza mientras me daba palmaditas
en la espalda.
—Está bien —susurré, mi voz se quebró mientras le devolvía el
abrazo—. Está bien.
—Que se jodan todos los demás. ¿Todos esos pequeños idiotas en tu
escuela? En un par de semanas, ya no importarán. Nada de eso importará.
Todavía te dolerá, pero puedes hacer lo que quieras para empezar de nuevo
y yo te ayudaré a asegurarme de que eso suceda. Mereces ser feliz, Hayden.
Al verte sufrir estos últimos años como lo has hecho, siento que todos te
fallamos.
—No lo hiciste, papá —siseé con vehemencia, sintiendo que mis
propias lágrimas me ahogaban mientras rápidamente salía en su defensa—
. Te lo prometo, no lo hiciste. Sé que he sido un puto desastre y he estado
cargando con una sombra durante mucho tiempo, pero quiero dejarlo ir.
Quiero ser... quiero ser feliz. Quiero vivir según el ejemplo que me diste como
hombre. —Durante mucho tiempo había llamado a Shay O'Hare mi
verdadero padre, pero me había equivocado. Todo este tiempo, este hombre
había estado allí, me había protegido y criado como si fuera suyo. Él había
sido el ejemplo al que admiraba, al que admiraba y al que deseaba
parecerme.
Este hombre era mi verdadero padre. 204
Papá me dio un beso en la sien y me dio una última palmada en la
espalda antes de soltarme, olfateando con fuerza mientras luchaba por
mantener la compostura.
—No merezco eso —se rio entre dientes, tratando de bromear.
—Ahí está esa modestia de la que estaba hablando. —Sonreí mientras
él se reía más fuerte.
—Oh hombre. —Se limpió los ojos y regresó a su motocicleta,
preparándose para continuar con su trabajo de pulido—. Gracias por
hacerme llorar como un bebé. Maldita sea…
Estaba a punto de unirme a él cuando se me ocurrió una idea, una
idea que esperaba que fuera posible.
—Oye, ¿puedo preguntarte algo más?
—¿Se trata de mi recuerdo más triste de la infancia o alguna mierda?
Porque para ser honesto contigo, no creo que tenga fuerzas para llorar más
esta noche.
—¡No, no! Más bien... un favor.
Inclinó la cabeza hacia un lado en cuestión, especialmente por la
forma en que le sonreía esperanzado. Realmente nunca le pedí ayuda a papá
con nada, pero esto era algo para lo que solamente él tenía respuesta.
205
Capítulo Quince

Ver a Hayden el jueves de esa semana, verlo detenerse en su


motocicleta frente a Phoenix House, inmediatamente noté la nueva chaqueta
que llevaba. Era de color gris, con un parche completamente diferente en el
hombro y un emblema cosido en la espalda. Cuando bajé del porche, pude
distinguir el nombre, Dodger, en la pancarta que corría sobre sus hombros,
y la espada negra con llamas saliendo de detrás. Era una chaqueta preciosa
y se adapta a sus rasgos más oscuros, el gris del cuero hacía que sus ojos
plateados brillaran más.
—¿Qué diablos es esto? —pregunté, pasando ligeramente mi dedo
sobre el cuero suave y mantecoso.
—La chaqueta vieja de mi papá.
Levanté las cejas con sorpresa. ¿El señor Mathers también había
estado en un club? No coincidía con su personalidad, al menos, desde la 206
perspectiva de un extraño. Parecía una persona hogareña. No como el
abuelo de Hayden, que tenía una ventaja obvia en él.
—Lo sentí como un cambio —continuó, ayudándome con mi propio
casco antes de volver a sentarse. Me subí detrás de él, le rodeé la cintura
con mis brazos y despegamos. Mientras íbamos por las calles, de vez en
cuando extendía una mano hacia atrás para apretarme la pierna o apoyaba
su mano sobre la mía cuando nos deteníamos en un semáforo en rojo. En
lugar de ir recto a la escuela, esta mañana me llevó a una pequeña
panadería donde nos compró un pastelito y un café.
Cuando se quitó el casco, pasó los dedos por sus rizos oscuros,
peinándolos hacia atrás y apartándolos de su rostro por una vez, y me
sorprendí mirándolo con asombro.
Santo... jodido... mierda. Hayden Mathers era un bastardo apuesto. Y
por alguna razón, él había gravitado hacia mí, precisamente entre todas las
personas. Y hoy parecía diferente, un poco más ligero, incluso más cálido
que antes. Lo sentí en la forma en que me tocó, gentil y dulce, o en su
comportamiento. Siempre había tenido confianza, pero era menos...
nervioso. Era como si le hubieran quitado un peso de encima.
No lo cuestioné mientras nos sentábamos juntos, apoyados en su
motocicleta en silencio, observando a la gente mientras pasaban su
mañana. El aire era fresco, verdadera primavera ahora sobre nosotros, ya
que las hojas sobre nuestras cabezas habían florecido lo suficiente como
para revolotear con la fresca brisa de la mañana. Se habían plantado
tulipanes en los maceteros de la ciudad; los rosas, amarillos y morados
añadían una especie de belleza sencilla al lugar. Este lugar realmente no era
tan malo, pensé. De hecho, era bonito. Un lugar tranquilo y sencillo que
parecía más seguro que las ciudades en las que crecí.
En el momento en que terminamos de desayunar, Hayden me hizo
girar en su motocicleta, sus grandes manos agarraron firmemente mi
cintura mientras me hacía girar para mirar hacia el frente. El gesto íntimo
hizo que mis mejillas ardieran y aunque sé que lo notó a juzgar por el
pequeño tirón en la comisura de su boca, no dijo nada mientras me ponía
el casco en la cabeza y subía para llevarnos a la escuela.
Cuando llegamos allí, no fui la única que notó una diferencia en
Hayden. Todo el mundo lo veían abiertamente. Su chaqueta fue de lo
primero que se murmuró, obviamente, pero incluso el cambio en su
comportamiento fue evidente para ellos. Su ceño inexpresivo fue
reemplazado por una especie de sonrisa de satisfacción, y con el cabello
apartado de la frente, sus ojos plateados se destacaron aún más. Caminó a
mi lado, rodeándome los hombros con el brazo, tan seguro de sí mismo como
siempre. Cuando pasamos junto a Theo y su grupo, noté cómo la mirada de
Ayla estaba muy enfocada en mí, mientras que la mirada de confusión y
sospecha de los chicos mientras notaban el cambio en Hayden me hizo 207
presionar instintivamente más cerca de su lado. Me puso nerviosa, pero él
parecía imperturbable mientras caminaba.
Todo el día, mientras caminábamos juntos por los pasillos, cuando
me encontraba después de clase, cuando nos despedíamos, los ojos me
seguían. Los chicos estaban señalando la chaqueta nueva y, durante el
almuerzo, Ayla y su banda de perras me miraron con el ceño fruncido como
si las hubiera ofendido de alguna manera. Seguramente después de nuestro
altercado en el gimnasio, nuestros sentimientos mutuos. Dudaba mucho
que ella quisiera mi amistad y ciertamente yo no quería la suya. Y, sin
embargo, parecía tan amargada. Lo único que se me ocurrió que podría ser
la razón detrás de su expresión amargada fue que Hayden estaba a mi lado
y no al de ella. Recuerdo cómo ella y sus amigos habían hablado de él.
Obviamente, todos estaban “obsesionados con sus acciones”, como lo habría
dicho Sawyer. ¿Quizás estaban celosos?
Bueno, cuando Hayden deslizó su mano por mi espalda, haciéndome
estremecer, para pasar sus dedos por mi cabello rubio oscuro, solamente
hizo que los labios de Ayla se apretaran más firmemente, como si hubiera
mordido un limón. Y cuando él apartó un mechón suelto de mi rostro,
inclinándose para darme un lento y dulce beso en la mejilla, ella, enojada,
agitó su cabello y se volvió hacia sus amigas, todas con sus cabezas
inclinadas juntas mientras hablaban en voz baja entre ellas.
Estaba tan confundida. Theo estaba literalmente sentado a varios
asientos de distancia. Tuve la impresión de que pasaron por algo. Ella los
había mencionado a él y a Spencer antes, y se había mantenido cerca de él
durante las últimas dos semanas. Entonces, ¿por qué estaba tan dolida?
Bueno, de cualquier manera, no era mi problema. Solamente quería
quedarme en mi pequeña burbuja segura con Hayden y olvidarme de todos
los demás.
Admiré cómo parecía tan despreocupado por todo eso. Aunque
siempre estaba mirando, nunca dejó de parecer que no le importaba una
mierda ninguno de ellos. Quizás una parte de la razón por la que era tan
bueno interpretando el papel era porque era verdad. A él no le importaba
nada de esto. La política de la escuela secundaria, la gente que jugaba a
fingir, que ni siquiera sabían quiénes eran como personas todavía. Hayden
estaba mirando hacia adelante, mientras muchos estaban atrapados en el
ahora.
Solamente nos quedan unas pocas semanas y entonces seremos
libres. ¿Pero libre para qué? ¿Qué quería hacer Hayden una vez que nos
graduáramos? ¿Cuáles eran sus planes? Nunca antes había pensado
realmente en mi futuro. Acabo de aprender a tomar las cosas día a día
porque la vida nunca fue como esperaba. Entonces aprendí a dejar de tener
esperanzas, a dejar de soñar, porque siempre terminaba decepcionada. 208
Pero ahora, por primera vez, sentí que tal vez, de alguna manera,
había algo que esperar. Simplemente no entendía muy bien qué podría ser
todavía.

No necesitábamos pasar tanto tiempo en el teatro como cada día, pero


Hayden y yo siempre gravitábamos allí durante la fotografía, con el pretexto
de buscar los mejores asientos o comprobar la iluminación. A medida que
la obra se acercaba, comenzaron a aparecer decorados, figuras de cartón a
medio pintar o estructuras de madera a medio terminar, que llenaban el
escenario de las clases de teatro y carpintería. Siempre estábamos solos aquí
durante la última hora del día escolar y nos íbamos cuando la profesora de
teatro llegaba para los ensayos después de la escuela.
Aunque revisamos la utilería, el vestuario y la escenografía, siempre
tuvimos cuidado de no tocarlos ni acercarnos demasiado. Pensar en el arduo
trabajo que esos chicos hicieron fuera de horario para preparar esta obra
solamente para que yo viniera y arruinará las cosas no me sentó bien, y los
sentimientos de Hayden parecían reflejar los míos. Además, no quería que
la profesora de teatro nos echará. Era una mujer pequeña, pero me
recordaba a un chihuahua enojado.
Hoy, me senté relajándome en uno de los asientos, con las piernas
estiradas sobre el escenario mientras Hayden deambulaba por los decorados
a medio terminar, mirándome desde detrás de un árbol falso con su cámara
en alto, tomando una foto o dos. Cuando lo vi junto a la cortina, crucé los
ojos y saqué la lengua, sonriendo cuando lo escuché reír antes de decir.
—¿Puedes creer que la escuela casi ha terminado? ¿Para siempre? —
dije de repente, todos mis pensamientos de noches anteriores ahora saliendo
de mí. Había estado despierta toda la semana, soñando despierta con
Hayden, reviviendo momentos de suaves caricias o besos tiernos. Pero
cuando no pensaba en él, me estresaba por la vida, por lo que estaba por
venir—. Doce años de escuela y luego… ¡puf! ¡Hasta luego, buena suerte!
—Lo sé. No puedo esperar. —Caminó alrededor, apuntando su cámara
hacia las luces para tomar una foto rápida. Lo miré, curiosa,
preguntándome... Hayden realmente sonaba emocionado, muy seguro de sí
mismo, y honestamente no lo había esperado.
Lo esperaba. Me sentí un poco avergonzada al suponer que no tenía
planes para su futuro. ¿Por qué no iba a tenerlos? Que yo fuera un desastre
no significaba que él también lo fuera. Se detuvo un momento y me miró.
Su mirada era tan perspicaz como siempre, como si pudiera ver 209
directamente mi alma.
—¿No estás deseando que llegue?
—En cierto modo, sí. Absolutamente. En otros sentidos, supongo que
tengo un poco de miedo —dije honestamente, jugando con los botones de
mi camisa amarilla y negra.
—Creo que es normal tener miedo. Esto es algo por lo que todos hemos
estado trabajando desde que nacimos... para crecer hasta el punto en que
podamos caminar por nuestra cuenta y tomar el control de nuestras vidas
sin que nuestros padres o maestros nos guíen.
—Tan perspicaz como siempre —le sonreí. Me encantó su mirada
poética sobre el mundo. No era normal para alguien de su edad, pero creo
que su experiencia de vida lo obligó a envejecer más allá de su edad. Mis
pensamientos se dirigieron a todo lo que me había contado sobre su madre,
su padre, su padre biológico... el acoso... era mucho para que alguien tan
joven lo asimilaba.
Él simplemente se encogió de hombros.
—Es la verdad.
—Supongo. Supongo que simplemente no me siento preparada.
—¿Por qué es eso?
Llegó mi turno de encogerme de hombros y me concentré en los
botones negros de mi camisa, evitando su mirada.
—Dado lo... inestable... que era mi vida mientras crecía, creo que no
podía ver el futuro.
Las comisuras de sus ojos se tensaron y sus labios se apretaron, como
si mis palabras tocaran una fibra sensible en él. Se apoyó contra la pared
de la esquina del escenario, la cortina negra se balanceaba ligeramente
detrás de él debido a la ligera brisa que venía de las rejillas de ventilación
del techo. Mantuve los ojos bajos, el calor en mis mejillas aumentaba cuanto
más me miraba con tanta intensidad.
Cuando no pude soportarlo más, enderecé la garganta y me mordí la
comisura de la boca antes de preguntar:
—¿Y tú? ¿Cuáles son tus planes? ¿Universidad? ¿Escuela de Arte?
—Voy a viajar por el mundo —dijo.
Sí, pude verlo convertirse en un gran fotógrafo. Tal vez incluso uno de
los que fotografiaban para las grandes revistas o programas de naturaleza,
que se escabullen por pantanos o escalaban montañas para fotografiar.
Viviría libremente, un vagabundo, un aventurero. La comisura de mi boca
se levantó. Pensé en él viviendo su sueño, mientras que por dentro sentí un
dolor en mi corazón al pensar que él estaba tan lejos. 210
—Eso suena bien. —Lo miré—. ¡Hayden Mathers, artista
extraordinario y explorador de mundos! ¿Cómo vas a hacerlo?
—Probablemente al principio lleve mochila, tome fotografías y las
venda para ganar dinero. Podría comenzar un blog o algo así a medida que
avance. —Comenzó a caminar en mi dirección, aunque su camino era
indirecto ya que se detenía aquí y allá para revisar otro accesorio o algo así—
. Vienes, por supuesto.
—¿Oh? —Sentí que mi corazón se alegró un poco ante eso y no pude
evitar reírme—. ¿Lo hare?
—Obviamente —sonrió— vas a ver el mundo conmigo.
Me reí de nuevo, el pensamiento y lo seguro que sonaba cuando lo
dijo, en realidad me llenó de una especie de calidez vertiginosa.
—¿En serio? Viajando de mochileros durante años mientras tomas
fotografías, ¿eh?
—Bueno, una vez que tengamos suficiente dinero, podremos
conseguir una de esas camionetas o autobuses transformados y viajar de
esa manera. Puedo hacer un mini estudio fotográfico adentro y tú puedes
tener un espacio donde explorar tus intereses mientras estamos de viaje.
¡Es perfecto!
Cuanto más hablaba, más se emocionaba. Su hermosa sonrisa se
amplió y sus ojos parecieron brillar ante el pensamiento y antes de que me
diera cuenta, se fue, explicándome
—Nuestro futuro.
—Podemos esperar un año mientras trabajamos juntos en nuestra
camioneta, para que quede exactamente como queremos. Luego nos iremos
y tendremos nuestro pequeño hogar con nosotros. Mi papá me ayudará,
estoy seguro, y me enseñará cómo hacer algunas cosas del motor y la
electricidad para que, si nos quedamos atrapados en algún lugar, pueda
arreglarlo yo mismo. Puedes tomarte el tiempo que dedicamos para
encontrar lo que sea que te guste hacer. Algo que podamos usar para
financiar nuestros viajes, como mis fotografías. ¿Qué maravilloso sería
despertarse y salir y ver montañas o desierto, bosques y no las hileras e
hileras de casas suburbanas?
Increíble, pensé. Sonó increíble. Y debido a que él parecía tan seguro,
tan emocionado ante la perspectiva, me encontré realmente ansiosa por una
vez, el concepto de vivir mientras viajaba, de tomarme el tiempo para
encontrar algo que amaba y hacerlo con él a mi lado, se sentía reconfortante
todo el tiempo. Una sensación de calma se apoderó de mí.
—Suena... perfecto —dije, incapaz de ocultar la sonrisa que casi partía
mi rostro por la mitad. 211
Hayden me miró por un momento, su amplia sonrisa se relajó y lo
siguiente que supe fue que se había acercado, tomó mi rostro entre sus
manos y se agachó para besarme. Este beso fue diferente. Fue ferviente,
profundo, intenso mientras acunaba mi rostro. Levanté la mano y agarré el
suave cuello de cuero de su chaqueta gris, como si lo necesitara para
mantenerse erguido mientras le devolvía el beso con entusiasmo. Si pudiera
tener esto todos los días, este sentimiento ahora con él, sería feliz para
siempre.
Hayden se arrodilló ante mí y se separó suavemente, aunque todavía
se aferraba, con su rostro tan cerca del mío que podía sentir el calor de su
aliento en mis labios.
—¿Entonces está arreglado? ¿Ese es nuestro plan?
Era realmente absurdo y, por una vez, entendí a qué se referían los
adultos cuando llamaban a los adolescentes románticos empedernidos o
tontos por amor. No es que pensara que esto era amor, pero era algo especial,
algo entre nosotros, y no quería dejarlo pasar. Quería explorarlo, verlo por
mí misma, porque he estado escuchando a otros toda mi vida y lo único que
ha hecho es dejarme en un pozo de aislamiento, desconfianza y miseria.
Todos podían llamarme tonta todo lo que quisieran porque, por primera vez
desde que tenía uso de razón, me sentí segura. Feliz... esperanzado.
—Ese es el plan —estuve de acuerdo.
El pulgar de Hayden acarició mi mejilla, esa amplia y confiada sonrisa
suya hizo que mis rodillas temblaran, antes de inclinarse para besarme de
nuevo, y sentí como si mi cabeza estuviera dando vueltas. Sus labios eran
tan suaves, pero exigentes, mientras bailaban con los míos, sin esfuerzo,
nadando, vertiginosos. Besar a Hayden fue como imaginé que sería tocar el
paraíso. Algo tan inalcanzable que solamente podías fantasear con ello, y
luego, cuando finalmente lo probaste, eclipsaba todos los sueños y la
comprensión. Podría besarlo para siempre… Finalmente, se apartó, muy
ligeramente, nuestros labios todavía rozaban los del otro, nuestros ojos
cerrados, respirando al mismo tiempo mientras nos aferrábamos el uno al
otro. Tuve que reírme un poco, el sonido fue ligero y sin aliento, mientras
susurraba:
—Esto es ridículo.
Lo sentí sonreír de nuevo y sacudió levemente la cabeza.
—Para todos menos para nosotros.
—Apenas nos conocemos y básicamente estamos planeando viajar
hacia el atardecer en una camioneta improvisada para vivir como artistas o
lo que sea. Es una tontería. —Estaba levantando un pequeño muro de
defensa. Estaba retrocediendo. Lo sabía, pero no pude evitarlo. Necesitaba
protegerme y era solamente un hábito en ese momento. Por mucho que me
encantara el cuadro que habíamos pintado, tenía que admitir que era toda 212
fantasía. No era real y no lo sería. ¿Fue divertido imaginarlo y soñarlo? Por
supuesto que lo fue. ¿Sucedería realmente? Probablemente no. La realidad
explotó mi pequeña burbuja y sentí que mi estado de ánimo comenzaba a
hundirse como una piedra en un estanque, las ondas que eran mi dolor se
extendían hasta la orilla, golpeándome una y otra vez.
—Tal vez sea así —estuvo de acuerdo, volviendo a bajar conmigo,
nuestro momento de fantasía había desaparecido. Cuando abrí los ojos, sin
embargo, los suyos todavía brillaban con... ¿esperanza? No podría decirlo.
Pero esa sonrisa de confianza volvió cuando besó la punta de mi nariz y
murmuró:
—Tal vez sea un poco... tonto —me reí, la palabra tan inocente y
extraña saliendo de su boca— pero no hay nada malo con un poco de
tontería. No si te hace feliz, y creo que nos lo merecemos, ¿no?
Solté las solapas de su chaqueta de cuero, mis manos se deslizaron
hacia abajo para apretar sus muñecas y apoyé mi frente en la suya.
—Sí.
La sonrisa de Hayden se amplió en su rostro, su pulgar todavía
acariciaba mi mejilla y me fundí en él, sintiéndome increíblemente tonta, de
hecho. Yo era un gatito enamorado, totalmente empalagosa, y si eso me
dejaba en ridículo, supongo que será mejor que alguien me dé un sombrero
de bufón y lo usaré con orgullo.
—Entonces que se joda lo que piensen los demás —dijo—. Y seamos
tontos.
—Tonto Vanilla.
Sus cejas se fruncieron por un segundo antes de reírse.
—¿Qué?
Me reí y me encogí de hombros:
—No tengo idea de dónde vino eso.
Ambos nos reímos un poco, soltándonos mientras bajábamos de
nuestro momento, y miré el reloj en la parte trasera del teatro. Nos quedaban
unos quince minutos, lo que significaba que el profesor de teatro vendría en
unos minutos para empezar a preparar los ensayos.
—Necesito ir al baño. —Me puse de pie y recogí mi mochila.
—¿Te veré en tu casillero, entonces? —confirmó, subiendo las
escaleras detrás de mí.
Lo miré por encima del hombro, sonriendo por la forma en que
hablaba, como si todavía estuviera pidiendo permiso.
—Como si eso fuera siquiera una pregunta —le dije, amando la
pequeña sonrisa que me dio en respuesta a mi declaración. Como siempre,
siguió extendiéndome la elección. Lo aprecié, pero sentí que estaba lista para
213
que él simplemente... tomara el control. Al menos, a veces. Tomar decisiones
todo el tiempo estaba empezando a ponerme ansiosa. ¿Qué pasa si elegía
mal? ¿Qué pasaría si estuviera eligiendo algo que él no quería? ¿Y si se
sentía incómodo?
Siempre pondría mi seguridad en primer lugar, pero ahora quería
considerarlo a él y a sus sentimientos también.
Estaba pensando en esto mientras corría por el pasillo y desaparecía
en el baño de chicas, queriendo volver con él lo antes posible. Me estaba
lavando las manos, un poco perdida en mis propios pensamientos, hasta
que el sonido de la puerta irrumpiendo me hizo ponerme firme y girarme
para ver a Ayla, Nova y otras dos chicas que estaban con ellas.
Durante varios segundos, nadie se movió ni dijo una palabra, y el
espacio entre nosotros se sintió como un vacío, succionando todo el aire de
la habitación. Mis oídos zumbaban en mi cabeza mientras mi corazón
comenzaba a acelerarse, la mirada de furia celosa que Ayla Savard llevaba
mientras me lanzaba dagas era escalofriante, y decía todo lo que necesitaba
saber sin palabras. Sabía lo que estaba a punto de suceder. Había visto esa
mirada antes, en los refugios a los que mamá me había llevado, justo antes
de que alguien nos atacara.
Automáticamente, como un animal asustado y acorralado, eché a
correr. Sé que fue inútil que bloquearan la puerta, pero la esquivé hacia la
derecha, luego giré sobre mis talones y giré hacia la izquierda, evitando los
brazos de Nova mientras su cabello oscuro con mechas moradas golpeaba
mi rostro. Una de las chicas, una cuyo nombre no sabía, intentó agarrarme
en ese momento, pero yo levanté la mano, aprovechando mi alcance más
largo para empujarla contra sus hombros, enviándola volando hacia la
pared. Fue entonces cuando alguien agarró mi cabello, agarrando mi cola
de caballo con tanta fuerza que tiró mi cabeza hacia atrás, haciendo crujir
mi cuello en el proceso. Apretando los dientes, me giré, ignorando el dolor
agudo en mi cuero cabelludo mientras varios cabellos eran arrancados para
poder darle un puñetazo a la chica más alta que me estaba reteniendo.
Levanté mi puño hacia un lado, golpeándola con fuerza en la parte superior
del abdomen en el lado izquierdo. Ella gruñó por el impacto, pero yo ya
estaba acercando mi puño izquierdo, golpeando su otro lado, antes de que
ella me soltara, desplomándose mientras se sostenía, jadeando por el aire.
Fue entonces cuando sentí que algo golpeaba la mitad de mi espalda.
Duro. Caí hacia delante, desplomándome sobre el frío suelo de baldosas con
un fuerte golpe cuando mis palmas golpearon el suelo, protegiendo mi
rostro. Lo siguiente que supe fue que un pie presionaba el centro de mi
espalda, justo en mi columna, y grité de dolor.
—Joder, arreglen las cosas —le espetó la voz de Ayla a su amiga detrás
de mí, indicando quién me estaba presionando—. Agarra a la perra y
arrástrala allí. 214
Clavos afilados se clavaron en mi camisa cuando el pie se alejó, las
manos ahora me levantaron lo suficiente como para que me arrastraran a
un cubículo. Nova me empujó contra el inodoro, la porcelana se clavó en mi
esternón, una de sus manos agarró mejor mi cola de caballo para mantener
mi cabeza en su lugar, flotando sobre el frío y apestoso cuenco, esperando.
—Honestamente, no sé qué es lo que los chicos ven en ti. —La voz de
Ayla era como veneno mientras escupía las palabras desde algún lugar a mi
espalda. Agité mis brazos, estirándome, esperando liberarme. Excepto que
la cuarta chica, más delgada, entró en el espacio claustrofóbico, parándose
sobre una de mis pantorrillas con el talón de su bota antes de agarrar mis
muñecas para tirar mis brazos dolorosamente hacia atrás,
inmovilizándome—. Hayden… Theo… Spencer… ¿qué tienes? ¿Tienes un
coño mágico o alguna mierda?
Apreté los dientes, el sudor goteaba de mi frente mientras seguía
intentando cambiar de posición, con la esperanza de encontrar alguna
debilidad en su agarre para liberarme.
—Por qué Hayden se molesta contigo es un completo puto misterio.
Eres basura. Tu madre es una basura y terminarás como ella, encerrada en
un manicomio, atada a una cama, violada por los enfermeros y drogada
hasta el punto de que te babees y te cagues en la cama.
Ella se rio ante el futuro sombrío que me pintó. Honestamente, estaría
mintiendo si dijera que sus palabras no me molestaron. Siempre me había
preocupado lo mismo. ¿Y si terminé como mi madre? No quería, pero había
visto eso una y otra vez, donde los niños que odiaban a sus padres
eventualmente comenzaban a comportarse mal y a vivir el mismo estilo de
vida que los llevó a los hogares de acogida en primer lugar.
El agarre de Nova apretó con más fuerza mi cabello y mis lágrimas
cayeron en el agua del inodoro mientras Ayla continuaba.
—Y Theo... supongo que la venganza se sirve mejor caliente y
humeante —reflexionó—. Pobre Maddy. Eres solamente un peón para ellos.
Un peón en su mezquino plan de venganza.
Entonces Theo la había obligado a hacer esto. Maldito infierno...
Entonces dejé escapar un grito, el sonido resonó con fuerza en las
paredes del espacio cerrado antes de que la perra delgada que sostenía mis
manos me tapara la boca con una mano, silenciándome.
—Ahoga a ese coño —dijo Ayla. Si el veneno pudiera ser un sonido,
sería su voz mientras siseaba esas tres palabras.
La mano que me tapaba el rostro se apartó y me encontré sumergida
en el agua fría. Luché con fuerza, mis piernas pataleaban y mis brazos
luchaban contra las ataduras. Podía escuchar a Ayla reír a carcajadas a 215
través de las salpicaduras y el pánico, su ida y vuelta con sus amigas apenas
perceptible a través de las salpicaduras y el caos por el que estaba pasando.
—...basura fea...
—... Theo quería
—Creo que Hayden...
—¿A quién le importa? Ella ya ha terminado…
—Qué pasa
—-No te dejarán atrapar. Theo está mirando…
—¡Mantenla quieta!
—¡Cállate!
—¡Es difícil! —Nova chilló cuando logré levantar la cabeza lo suficiente
como para jadear una bocanada de aire, mis pulmones gritaban y ardían
mientras respiraba fuerte—. ¡Ella no se quedará quieta!
—¡Ella es una maldita perdedora flacucha! ¡Simplemente mete su
cabeza y termina con esto! ¡Theo no puede distraer a Hayden para siempre!
—siseó Ayla, acercándose para ver cuál era el atraco.
Nova lo intentó de nuevo, pero cuando me moví hacia atrás contra sus
piernas, fue suficiente que cuando logró empujar mi cabeza hacia abajo, no
estaba ni cerca de tocar el agua. Sin pausa, dejé escapar un grito, rezando
para que un maestro viniera corriendo.
—¡Cállate, perra! —gruñó Ayla—. Nadie puede vernos aquí con ella.
¡Tú! ¡Cuidado con la puerta!
Hubo un revuelo detrás de nosotros cuando una de sus amigas se
puso de pie, todavía jadeando por donde sin duda había logrado darle un
codazo en el hígado. Mientras tanto, la escuálida que sostenía mis brazos
hacia atrás se soltó para cubrir mi rostro con sus palmas, tratando de
silenciar mis gritos.
Maddy paranoica.
Maddy la flaca.
Maddy mentirosa.
Maddy la fea.
—¡Termina con esto! —escupió Ayla, claramente el intenso odio en su
voz. Ella y las palabras de mis amigos resonaban en mi cabeza, todo un
revoltijo de información, mi corazón acelerado incapaz de detenerse a pensar
ni por un segundo en nada de esto, excepto para preguntarse... ¿por qué?
¿Por qué estaban haciendo esto?
La venganza se sirve mejor caliente y humeante... había dicho. Esto
no tenía nada que ver con ellas. Se trataba de Theo. Theo y Hayden.
216
Mierda. ¡Eso!
Cuando la mano se alejó de mi boca para poder empujarme hacia
adelante, me lancé, ignorando los cabellos que se arrancaban de mi cuero
cabelludo, y mordí la palma, apretando los dientes con fuerza. La chica
chilló como un alma en pena, golpeándome un lado de la cabeza mientras
soltaba mis muñecas. Me giré hacia atrás, golpeando su costado con mi codo
y ella se alejó tambaleándose, llorando por sus heridas.
Nova, sin embargo, actuó rápido al ver que yo no estaba tan segura
como antes. Sin decir palabra, me empujó hacia adelante, tratando de
enterrarme nuevamente en el agua fría. Agarré los lados del cuenco de
porcelana, apretando la mandíbula mientras tensaba mi cuerpo, empujando
hacia atrás contra su peso.
—¡Ahógala, joder, idiota! —Entonces Ayla se unió a nosotras en el
pequeño espacio, añadiendo su propio peso a mi nuca. Por lo que pude ver,
uno de sus aliados todavía estaba vigilando, todavía resollando. Creo que en
serio le hice algún daño. La otra estaba ahora acurrucada con su mano
ensangrentada, sollozando en algún lugar detrás de nosotras. Ahora
solamente tenía que lidiar con estas dos perras. Me defendí, retorciéndome
en sus manos, girando y retorciéndome para evitar que me hicieran avanzar.
Había agua por todas partes, empapando mis pantalones y goteando de mi
cabello. Nova incluso se resbaló un poco sobre las baldosas mojadas bajo
nuestros pies, haciéndome caer más profundamente. El corazón en la
garganta, el rostro entumecido, los pulmones agotados por la pelea, mis ojos
se abrieron al saber que mis fuerzas se estaban agotando. Ayla logró
sujetarse mejor la espalda y empujó justo cuando la puerta del baño se abrió
de golpe y se oyeron pasos pesados.
El impacto de la puerta al abrirse de golpe golpeó a la chica que estaba
vigilando directamente en su rostro, tirándola hacia atrás y al suelo con un
ruido sordo. Hubo una pelea que terminó demasiado rápido, seguida por el
sonido de algo o alguien golpeando la pared con un fuerte y repugnante
golpe. Luego, una de las perras fue apartada de mí, seguido de un gruñido
y otro golpe. Finalmente, ayudaron a Ayla y me llevó con ella, pero
rápidamente me dejaron caer al suelo, tosiendo, farfullando y temblando.
No escuché lo que pasó, solamente que me encontré levantada y tirada a los
brazos de mi salvador.
El olor de su chaqueta de cuero, el aroma fresco que era tan...
Hayden... me abrumaba, y rompí a llorar mientras me aferraba a él, mirando
con miedo a mi alrededor para ver qué diablos les había pasado a las perras
que acababan de intentar matarme. Nova estaba en el suelo, levantándose
como si la hubieran arrojado, pareciendo aturdida. Ayla, sin embargo, gemía
incoherentemente desde un rincón, parecía como si se hubiera golpeado
contra la pared antes de caer al suelo hecha un montón. Las otras dos
también estaban en el suelo, aunque se habían acurrucado, mirando a 217
Hayden con miedo como si supieran que ahora lo habían jodido.
¿Hayden hizo eso? Pensé, mirando fijamente la vista de ellas cuatro.
Nunca toleré que los hombres golpearan a las mujeres, pero en este caso,
sentí una sensación de gratitud llenar mi corazón. Bien. ¡Que se jodan! Se
merecían lo que obtuvieron. ¡Las perras intentaron matarme! Pero estaba
demasiado conmocionada para desahogar mis sentimientos. Por mucho que
quisiera sacarles la mierda de siempre, no podía dejar de sollozar, mi
respiración salía en pequeños y rápidos jadeos.
Hayden se alejó de las cuatro chicas, dejándolas atrás mientras me
guiaba fuera del baño, apresurándonos por el pasillo justo cuando varios
profesores y estudiantes asomaban sus cabezas fuera de sus aulas, curiosos
de a qué se debía toda la conmoción. Ninguno de los dos miró hacia atrás
mientras salíamos, Hayden nos llevó directamente a su motocicleta.
Colocándome en el asiento, finalmente me soltó, solamente para mirarme
frenéticamente como si estuviera aterrorizado de encontrar algunas heridas
graves en mí. Estaba segura de que parecía un desastre, con mi cola de
caballo suelta y despeinada, con largos mechones chorreando agua. Sé que
mi nariz estaba roja y goteando, mis ojos hinchados y llenos de lágrimas que
parecían no poder detener el flujo mientras se deslizaban por mis mejillas,
mezcladas con las gotas de agua sobrantes en mi piel. No podía dejar de
temblar.
—Maddy, respira. Respira lentamente conmigo —dijo Hayden,
sosteniendo mis manos como delicadas flores en sus manos, su rostro
contraído por una mezcla de dolor y pura rabia. Tenía la mandíbula tan
apretada que me preocupaba que sus dientes crujieran. Sus mejillas ardían,
su cabello previamente peinado hacia atrás ahora caía sobre su rostro
nuevamente, el lado oscuro de Hayden ahora hacía acto de presencia. Pero
no me asustó. Me hizo sentir segura. Me obligué a estar a su altura mientras
inhalábamos lentamente, nos detenemos y contenemos la respiración
durante varios segundos antes de soltarla. La mía todavía temblaba mucho,
pero después de uno o dos minutos, sentí que recuperaba el control.
Por las puertas dobles empezaban a aparecer estudiantes, algunos
miraban con curiosidad a su alrededor antes de vernos, mientras otros
llevaban sus mochilas colgadas sobre sus hombros, completamente
inconscientes de lo que acababa de suceder.
—Tenemos que salir de aquí. ¿Estás bien para montar?
Me preguntó con seriedad, tomando mi rostro y agachándome para
poder mirarme a los ojos en busca de una respuesta. Todavía no podía
hablar, pero asentí, queriendo poner la mayor distancia posible entre esta
escuela y yo. Lo aguantaría para que esto suceda. Hayden inmediatamente
se quitó la chaqueta, envolviéndome en el cuero gris antes de deslizar el
casco sobre mi cabeza. Salimos de allí cuando sonó la campana, dejando
muchos interrogantes a nuestro paso, pero continuaremos afrontando las
218
consecuencias mañana. Solamente necesitaba alejarme.

Lo primero que pensé es que me llevaría de regreso a Phoenix House,


o incluso a nuestro pequeño lugar en el bosque. En cambio, nos encontré
entrando al camino de entrada de su casa, el hermoso y cuidado césped nos
saludaba, su madre inclinada sobre su macizo de flores mientras el pequeño
Maverick corría sobre el césped mientras soplaba burbujas.
Cuando nos detuvimos, su madre miró a su alrededor, su largo cabello
rubio recogido en una larga trenza, su sonrisa amplia desde debajo del ala
de su sombrero de sol mientras saludaba con la mano. Pero cuando Hayden
se detuvo y me quité el casco, su sonrisa desapareció y sus ojos se abrieron
cuando me vio. Su mirada verde pasó de Hayden a mí y volvió a
preguntarme, con una clara preocupación en su expresión.
—¿Maddy? Dios mío, ¿estás bien? ¿Qué pasó? —Se puso de pie y
arrojó sus guantes de jardinería al suelo mientras Maverick corría hacia
nosotros, gritando de alegría al vernos, claramente no tenía edad suficiente
para leer el estado de ánimo.
Aunque todavía estaba temblorosa, me agaché para permitir que el
niño echara sus brazos alrededor de mi cuello a modo de saludo,
abrazándolo mientras Hayden se acercaba a su madre, decidido y serio
mientras le murmuraba suavemente, sus palabras eran demasiado bajas
para que yo pudiera escuchar. Cuando terminó, los ojos de su madre se
abrieron aún más en estado de shock, mirándome por última vez antes de
indicarnos a todos que entráramos a la casa, abriendo el camino. Hayden
me quitó a Maverick y me instó a seguir a su madre al interior.
La señora Mathers había desaparecido momentáneamente mientras
Hayden nos llevaba a su hermano pequeño y a mí a la cocina, donde con
cautela me senté a la mesa, sintiéndome mareada y confundida. Todo lo que
acababa de pasar daba vueltas en mi cabeza y no podía encontrarle sentido.
Lo único que sabía con certeza era que Ayla acababa de intentar matarme y
parecía ser por orden de Theo. Hayden acercó una silla frente a mí, sus
manos volando mientras iba a tocar primero mis hombros, luego mis
rodillas, como si temiera que estuviera gravemente herida y que solamente
me causaría más dolor al tocarme.
Pero entonces apareció Mina Mathers, con un bulto de ropa bajo un
brazo y un botiquín de primeros auxilios en el otro. Ella se acercó, con pasos
ligeros y cuidadosos, como si no quisiera asustarme. Eso fue ridículo. Ella
era lo más parecido a una princesa o figura élfica que se me ocurría. Esta
mujer era la persona menos aterradora que había conocido en mi vida. 219
—¿Maddy? —dijo con la misma voz calmada que usó cuando nos
conocimos por primera vez—. Tengo una muda de ropa nueva para ti. Puede
que sean un poco grandes, pero son secos y cómodos. —Colocó la camisa
de manga larga cuidadosamente doblada y la sudadera en mi regazo y dio
un paso atrás, dándome mi espacio personal, y señaló un pasillo corto que
daba a la sala de estar—. Hay un baño allí donde puedes cambiarte.
También puedes ducharte si quieres. Cuando hayas terminado, te
ayudaremos, ¿de acuerdo?
Asentí apreciativamente, mi corazón estaba tan lleno de una mezcla
de emociones abrumadoras que esta amabilidad era casi dolorosa. No
estaba acostumbrada a que alguien me cuidara después de algo como esto.
Todos esos momentos en hogares de acogida, o con los novios de mi madre,
o los hombres que nos perseguían... me dejaron lamer mis propias heridas.
Hayden me sostuvo por el codo y caminó conmigo por el pasillo oscuro
para poder mostrarme adónde ir antes de dejarme en paz para cambiarme.
Su madre había tenido razón. Su ropa me quedaba un poco grande,
pero era cómoda, limpia y seca. Mis propias pertenencias estaban cubiertas
de agua del inodoro y, para mi sorpresa, de sangre. ¿De dónde ha venido
eso? Palpé la parte posterior de mi cabeza, haciendo una mueca de dolor en
los lugares donde me habían arrancado el cabello, pero hasta donde pude
ver, no había nada. Sin cortes ni manchas de sangre. Aliviada por eso, entré
a la ducha y me lavé rápidamente, frotándome la piel con las uñas con
determinación de eliminar la sensación de haber sido tocada tan
agresivamente. Quería borrar ese sentimiento, ignorar cómo me recordaba
las otras veces que me habían agarrado de manera similar.
Cálmate, Maddy. Estás segura.
Así es. Estaba a salvo. Estaba con Hayden, en su casa. ¿Cómo podría
sentirme más segura?
Cuando salí de la ducha, pude distinguir los moretones que
empezaban a aparecer en mis brazos y piernas. Me giré en el espejo y la gran
mancha en medio de mi espalda me recordó el pie de Ayla mientras lo
presionaba para mantenerme quieta.
Desde afuera en la cocina, pude distinguir las voces murmuradas de
Hayden y su madre hablando. En un momento sonó como si hubiera
comenzado a gritar, pero ella lo calmó rápidamente y todo parecía estar bien
entre ellos. Si bien estaba agradecido de que me trajera aquí, no quería ser
una carga. Tendría que enfrentarme a la escuela si las chicas denunciaban
el incidente. Estoy segura de que ya estaban inventando alguna historia
falsa de que los ataqué en el baño o algo así. La pregunta era: ¿a quién le
creerían? ¿Las chicas brillantes y populares de la escuela? ¿O la chica nueva
que tenía antecedentes dudosos? Basura.
Suspirando derrotada, rápidamente me vestí con la blusa gris pálida
220
y el chándal azul marino, haciendo una bola con mi ropa antes de salir para
enfrentar a todos.
Mina miró en mi dirección, sonriendo ampliamente mientras se
levantaba de la silla que yo había estado ocupando y me tendía una mano.
Nerviosa, a pesar de su sonrisa y lo cálida que era, di un paso adelante, sin
estar segura de lo que iba a hacer o decir. ¿Me creería? ¿O simplemente
pensar que era una mentirosa como todos los demás? Miré a Hayden que
me estaba observando de cerca, su expresión todavía angustiada por lo que
había sucedido. Él lo vio. No tenía dudas sobre quién era inocente y quién
culpable aquí. Pero él asintió alentadoramente, así que puse mi mano en la
de su madre y ella la apretó con cautela, como si supiera que estaba
nerviosa.
—Está bien, cariño —me guio de regreso a la silla para que pudiera
sentarme—. Solamente relájate un minuto. Tengo una taza de té preparada.
Y hoy hice galletas frescas. ¿Te gustan los s'mores?
—Nunca los he probado —admití, mis piernas, mi espalda, cada parte
de mí ahora comenzaba a dolerme mientras me hundía en mi asiento.
—¡Oh, bueno, te espera un placer! Déjame prepararte un plato y
llamaré a la señorita Ross en Phoenix House para decirle dónde estás. Eres
más que bienvenida a quedarte a cenar, ¿sabes? —habló como si la
perspectiva de que yo me quedara fuera preferible, no solamente por
cortesía. Tal vez eso fuera cierto, pero todavía me sentía ansiosa por invadir
su espacio con mis problemas. Sacó su teléfono y seleccionó un número
para llamar, alejándose de la habitación cuando sonó.
—¿Hola, señorita Ross? Soy Mina Mathers... sí. ¿Estoy bien gracias,
cómo está? Excelente, excelente… escuche, tengo que informarle sobre un
incidente que ocurrió hoy en la escuela…
Oh Dios... ¿me creería la señorita Ross? Inevitablemente tendría que
contárselo a mi trabajadora social y luego me pregunté si Saanvi me creería.
La sola idea de que la madre de Hayden se pusiera de mi lado parecía
imposible, y sentí que empezaba a caer en una espiral.
No me creerán. Pensarán que estoy mintiendo. Me llamarán
mentirosa.
Maddy mentirosa.

—Eres una mentirosa. ¿Cómo te atreves a inventar esto sobre tu padre?


—Él no es mi padre...
—¡Te hemos dado un hogar! Te hemos alimentado y vestido ¿y así es
como nos pagas? ¿Inventando historias desagradables? Puedes salir. ¡Fuera,
pequeña! ¡Puedes quedarte en el maldito cobertizo! 221
Empecé a hiperventilar. La idea de verme obligada a salir a la noche
oscura era casi tan aterradora como que el señor Foster entra sigilosamente
en mi habitación como una serpiente.
—¡Lo-lo siento! Por favor, no me obligues a salir. —Mi mirada se dirigió
a la puerta trasera que daba al bosque. Podía distinguir el borde de los
árboles, el bosque más allá tan negro como el carbón, el cobertizo al que se
refería simplemente sentado en el borde. Mi corazoncito golpeaba como un
martillo neumático contra mi pecho huesudo y mis ojos se llenaron de
lágrimas mientras miraba a mi madre adoptiva, mientras mi cuerpecito
temblaba—. ¡Lo lamento!
—Es demasiado tarde para eso, pequeña. ¡Saca tu trasero! ¡Ahora!
¡AHORA, pequeña mentirosa! Eres una mentirosa, Maddy. ¡Una mentirosa!
Eres una mentirosa, Maddy. Eres una mentirosa, Maddy…

—¿Maddy?
Parpadeé, poniendo atención. Mis manos estaban acunadas en las de
Hayden, y su madre me estaba mirando desde el mostrador. Su llamada
telefónica ya habia terminado y la preocupación le dio una línea de
preocupación entre sus cejas.
—¿Quieres crema y azúcar en tu té? —me preguntó.
—Oh, eh, claro. Quiero decir, sí, por favor. —Parpadeé varias veces,
tratando desesperadamente de aclarar mi mente antes de concentrarme en
los ojos plateados frente a mí.
Mirar fijamente esas profundidades reflejadas me ayudó, y cuanto
más miraba, más fácil era respirar.
No fue hasta que colocaron frente a mí una humeante taza de té
caliente y un plato con seis galletas que me di cuenta de que su madre había
estado hablando y me sonrojé, avergonzada por mi grosería.
—... una mirada solamente asegurarnos de que no tienes ningún
hueso roto ni nada. ¿Te parece bien eso?
—¿Eh? —Miré a mi alrededor, confundida, y me encontré con su
inquisitiva mirada verde—. Lo lamento
—Dije que deberíamos revisarte mientras me cuentas tu versión de lo
que pasó. Hayden ya explicó su parte. Pero quiero asegurarme de que no
sufriste ninguna herida grave. Le dije a la señorita Ross que ta acompañaría
al consultorio del médico si eso te haría sentir más cómoda.

Maddy la paranoica...
—¡Estás paranoica! —Mi padre adoptivo se rio cuando rechacé el
refresco abierto que me ofreció. Normalmente no me permitían tenerlos.
222
Demasiada azúcar, dijo mi madre adoptiva—. Es solamente entre nosotros,
¿de acuerdo? ¡Disfrútala! —Nuevamente empujó la bebida en mi dirección.
Estaba sentada en el suelo de la sala, tratando de concentrarme en el Lego
que estaba construyendo... una casa.
—No quiero meterme en problemas… —murmuré, evitando su mirada,
rezando para que me dejara en paz. Había pasado más de una semana desde
la última vez que me visitó y sabía que era solamente cuestión de tiempo antes
de que volviera.
—No te meterás en problemas. Vive un poco. ¡Toma una bebida!
—No, gracias.
—Dije, toma la bebida, Maddy. —Su alegre actitud estaba cambiando.
Se estaba enojando. Odiaba eso. Me asustaba más que cuando hacia
enojar a mi madre adoptiva. Pero no quise tomar la bebida. No quería ser
mala. Y la última vez que tomé un trago de él, me enfermé... Muy enferma.
—Y-yo... —Comencé a torcer mis dedos, insegura, ahora entrando en
pánico cuando me encontraba atrapada en medio de un lugar difícil. ¿Qué
tengo que hacer? ¿Tomarlo y correr el riesgo de volver a enfermarse?
Posiblemente me atrape mi madre adoptiva y me castiguen. El cobertizo...
O...
Arriesgarme a hacer enojar a mi padre adoptivo. Y esa era una
posibilidad aterradora. Tomé la bebida, con cuidado de mantener los labios
cerrados mientras fingía tomar un trago. Él notó.
—Dije, ¡bébelo! —Siseó, mirando hacia la puerta trasera donde mi
madre adoptiva estaba descansando al sol—. ¡Deja de ser tan paranoica,
Maddy!
Con lágrimas en los ojos, tomé un pequeño sorbo, solamente para que
él se lanzara hacia adelante e inclinara la lata hacia atrás, forzando un gran
trago. Tosí y farfullé, pero él no lo permitió. Me obligó a tragar más, mientras
murmuraba:
—¡Después de todo lo que hago por ti! Yo te cuido, ¿no? ¡Yo soy
agradable! Soy un buen hombre, Maddy. ¡Tienes que ser más respetuoso!
¡Deja de ser una pequeña sanguijuela tan paranoica y quejosa!
Lo que fue peor... cuando terminé en emergencia temprano en la
mañana, mi cuerpecito maltratado y sangrando, el médico me tocó sin
permiso, haciendo que me doliera aún más, y me decían una y otra vez que
era una mentirosa, que yo era una niña compulsiva, mentirosa y paranoica
que inventaba historias desagradables sobre la amable pareja que la había
acogido.

223
—No, gracias —susurré, agachando la cabeza—. Preferiría no ir al
médico, por favor.
El rostro de Hayden se arrugó, como si pudiera ver la lucha
desapareciendo de mi rostro, como si todo lo que estaba sintiendo, lo
pudiera ver, claro como el día. Podía verlo todo ahí mismo, y lo estaba
matando el hecho de no poder salvarme de mi pasado.
—Toma un sorbo de tu té. Es arándano. Te prometo que calmará tus
nervios. —Mina tomó el otro asiento a mi lado y de mala gana me volví hacia
ella mientras le mostraba todas las marcas en mis piernas, en mis brazos,
contándole cómo estaba acorralada, atrapada, lo que había dicho Ayla, lo de
estar a punto de ahogarme, todo. Fue más fácil de lo que pensaba decírselo.
Aunque al principio había estado indecisa, nerviosa por cómo reaccionaría
ella. La sinceridad en su rostro, la forma en que siempre preguntaba antes
de palpar una lesión para verificar si había roturas, como ella decía, me dio
una sensación de seguridad de que no haría nada sin mi permiso.
Hayden había desaparecido brevemente durante mis explicaciones,
alejándose furioso como si estuviera furioso. Había visto la forma en que su
rostro se sonrojaba, cómo apretaba los puños mientras se alejaba pisando
fuerte. Preocupada por lo que haría, estaba a punto de seguirlo cuando Mina
me detuvo, sacudiendo la cabeza.
—No te preocupes por él, cariño. Solamente necesita un momento
para recomponerse. Así son los hombres. Les gusta ser nuestros protectores
y en el momento en que sienten que han fallado, debemos dejarles sacar ese
sentimiento para que todos podamos seguir adelante.
—Él no me falló —insistí—. Hayden me salvó.
—Lo sé. —La sonrisa de Mina era amable, suave, y tomó una de mis
manos entre las suyas mientras suspiraba y tomaba un sorbo de su propio
té. Había estado bebiendo la mía lentamente, amando el sabor, e incluso
había logrado terminarme dos de las galletas a pesar de que había estado
hablando casi sin parar durante los últimos diez minutos—. Pero los
hombres se toman esa responsabilidad muy en serio. Quieren protegernos
de los males del mundo, e incluso cuando están fuera de su control, les
cuesta dejarlo pasar. —Suspiró profundamente otra vez y no pude evitar
pensar en lo que Hayden me había dicho sobre ella. Ella tenía su propio
pasado complicado. Me imagino que ella había pasado por algo similar con
el señor Mathers.
—Queremos proteger a quienes amamos —continuó— pero es
inevitable que podamos protegerlos de cualquier daño. Así es la vida.
Necesitamos perdonarnos a nosotros mismos cuando sucede. Cargar con
ese tipo de culpa es injusto. Con suerte, Hayden aprenderá a ser más amable
consigo mismo. —Miró hacia el pasillo donde él había desaparecido, sus
pasos sonaron mientras subía las escaleras y pisoteaba.
224
—A mí también me gustaría —dije, mirando al techo.
Ella le dio un pequeño apretón a mi mano, seguido de una bonita
sonrisa, aparentemente apreciando mis palabras.
—Creo que debes seguir tus propios consejos —dijo.
—¿Eh?
—Maddy, todos debemos ser más amables con nosotros mismos. —
Agarró una de las galletas la mano libre, dándole un pequeño mordisco
mientras le sonreía a la nuca de Maverick. Estaba sentado frente al televisor,
viendo una película antigua sobre un ogro y un burro, riéndose con esa
dulce carcajada que tienen los pequeños—. Todos deben ser amables.
Porque nunca se sabe por lo que está pasando alguien. Podría ser el peor
día de sus vidas, y su amabilidad podría marcar la diferencia. Pero… —su
mirada volvió a mí— creo que a la gente le resulta más difícil ser amable
consigo misma. Las palabras que pensamos sobre nosotros mismos nunca
nos atreveremos a decirle a otro. Las palabras resuenan en nuestra mente
porque las dejamos. Nos abstenemos de ser felices, de disfrutar el ahora, lo
bueno. Me tomó mucho tiempo aprender esa lección.
Hayden eligió ese momento para bajar corriendo las escaleras y, para
mi sorpresa, tenía un cepillo en la mano y una banda elástica para el cabello,
ambos claramente de la habitación de su madre o de una de sus hermanas.
Mina se puso de pie y se dirigió a la despensa mientras empezaba a sacar
cosas del armario para empezar a preparar la cenar mientras Hayden
retomaba su asiento. Estaba a punto de girarme para mirarlo, pero él
sostuvo mi silla en su lugar e hizo un pequeño chasquido con la lengua.
—Quédate ahí —dijo mientras yo me sentaba derecha,
preguntándome qué diablos iba a hacer. Para mi sorpresa, empezó a peinar
mis largos y húmedos mechones, con cuidado de no engancharse. Nos
sentamos allí juntos, su madre moviéndose al fondo y Maverick
ocasionalmente nos llamaba para ver una escena que disfrutaba
particularmente sobre el pequeño y loco antagonista de su película que
estaba decidido a ser el rey.
Los dedos de Hayden se movieron a través de mi cabello, tejiendo
secciones hasta que comenzó a hacer una trenza francesa, tomándome
completamente desprevenida. Pero su toque fue ligero como una pluma y
cuidadosamente entrelazó las secciones de mi espalda, atándolas con la
banda elástica. Sentí su obra, sorprendida, y me volví hacia él maravillada.
Él simplemente sonrió y le guiñó un ojo.
—Al crecer con dos hermanas pequeñas, aprendes a peinar.

225
Capítulo Dieciséis

LOS QUERÍA MATAR.


Cuando Theo se acercó a mí en el pasillo, afirmó que quería hablar
sobre el “malentendido" del otro día cuando él y los chicos intentaron hablar
con Maddy. Afirmó que estaba tratando de corregir los errores entre ella y
las perras que le chupaban la polla todas las noches. Él se quejó acerca de
querer la paz entre nosotros y toda esa mierda, retrasándome de ver cómo
estaba. Había pasado demasiado tiempo. Finalmente, lo esquivé y al
escuchar un grito ahogado y desgarrador, supe... supe que algo andaba mal.
Si lo hubiera sabido antes, habría matado a Theo allí mismo, en el pasillo.
Si bien mi madre la había ayudado, necesité todo el control que tenía
para no dejar que Manic volviera a tomar las riendas. Quería volver a esa
escuela, encontrar a Theo y a esos malditos cabrones y acabar con todos. El
mundo sería un lugar mejor sin ellos. Pudieron ver lo que se sentía al tener 226
sus propias cabezas empujadas bajo el agua, sentir el miedo y la
desesperación cuando te das cuenta de que no puedes aspirar aire, mientras
tus pulmones gritan en protesta y arden mientras entras en pánico. Quería
que sintieran eso y más. Quería que tuvieran tanto miedo que...
No, Hayden... no. No pienses eso. Eso es demasiado, me dije. Subí
corriendo las escaleras y caminé, tratando de encontrar una razón para
evitar irme y encargarme de esos imbéciles, y la encontré cuando pasé la
habitación de Charlotte para verla recostada en su cama, con la cabeza
colgando boca abajo del borde mientras jugaba con su teléfono. Cuando me
vio, sus ojos se abrieron alarmados, sin duda viendo la ira en mi rostro
cuando me detuve en la puerta.
—¡Hayden! —jadeó, dejando caer su teléfono a un lado mientras se
enderezaba— ¿Qué pasa? ¿Estás bien?
—Solo... solamente necesito calmarme.
Ella me hizo un gesto para que entrara, algo que rara vez hacía. Mis
hermanas trataban sus habitaciones como pequeños santuarios. A nadie se
le permitia la entrada. Especialmente Maverick y yo, no es que me
importara. No tenía motivos para entrar en sus habitaciones. Pero agradecí
el gesto y acepté la invitación, esperando que me distrajera de pensamientos
más oscuros.
—¿Qué está sucediendo? —preguntó, confundida mientras se
enderezaba en la cama y abrazaba la almohada contra su pecho. Sus
grandes ojos verdes, muy parecidos a los de mamá, estaban fijos en mí, su
rostro serio y preocupado, una rareza para alguien de su edad. Ella nunca
tuvo que preocuparse por los matones y esa mierda, gracias a Dios. Habría
derribado esa mierda.
—Solamente las tonterías habituales de la escuela secundaria, chica
—murmuré, acercándome a su estantería. No hace mucho, solía contener
su collar de cuentas y su kit para hacer pulseras, un sinfín de animales de
peluche, bonitas estatuas de unicornios y bálsamo labial con sabor a fresa,
pero ahora... estaba cambiando lentamente. Las cuentas habían
desaparecido, al igual que la mayoría de los peluches, salvo unos pocos
seleccionados. Y quedó un unicornio, un regalo de papá. Ahora tenía
maquillaje preadolescente en colores brillantes y destellos, algo inocente, ya
que mamá siempre se mantuvo firme en cuanto a que las niñas no crecieran
demasiado rápido. Había fijador para el cabello, cepillos, espejos y clips, una
foto de ella y sus amigas del verano pasado en la playa y la última foto
navideña de la familia en la que todos nos vimos obligados a posar frente al
árbol de Navidad. Aunque Charlotte estaba horrorizada por que le tomaran
una foto, la mantuvo a la vista de todos, una señal de que todavía era la
misma niña que solía seguirme a dondequiera que iba. En la foto, puedes
verla ocultando un poco su rostro, volviéndose hacia Em y Mav, quienes
estaban sonriendo ampliamente, hiperactivos desde la mañana en que se
227
abrieron los regalos. Papá tenía sus brazos alrededor de mamá, quienes se
reían, y luego estaba yo...
Me quedé atrás, con los brazos cruzados y una expresión hosca en el
rostro. Ni siquiera estaba frente a la cámara. Mis ojos estaban mirando hacia
un lado, en ángulo hacia la ventana. Se podía ver lo mucho que me dolía, lo
aislado que me estaba quedando. No recuerdo por qué estaba de mal humor
esa mañana, por qué no sonreía con el resto de mi familia. Sé que me había
alejado de ellos, pero ¿cómo había permitido que llegara tan lejos que
parecía que me importaba una mierda? ¿Cómo me perdí tanto?
—¿Hayden?
Aparté la vista de la foto hacia Charlotte y me di cuenta de lo mucho
que había cambiado mientras yo estaba sintiendo lástima de mí mismo.
Ahora era mucho mayor, y no era solamente por el bálsamo labial de fresa
o la sombra de ojos brillante que sin duda se había aplicado en la escuela,
ocultándolo de los ojos de mamá. La plenitud de su rostro había
desaparecido y ahora podía ver cuánto se parecía a nuestra madre. Ella
había cambiado y la extrañé. La culpa comenzaba a acumularse en mi
estómago. Amaba a mis hermanas. Siempre insinué serias repercusiones si
los niños de mi escuela permitieran que el acoso que yo había soportado
llegara a sus hermanos menores para que Em y Charlotte se convirtieran en
nuevos objetivos de la próxima generación. No había permitido eso, y estaba
jodidamente feliz de verla sonreír con sus amigos, disfrutando de su vida.
Mientras tanto, yo había estado desperdiciando el mío.
—Lo siento, estoy un poco...
—¿Distraído? —Ella me sonrió y una mirada traviesa entró en juego—
. ¿Será porque tienes novia? —Cerró los ojos y emitió sonidos de besos,
esperando avergonzarme, pero eso no me afectó en lo más mínimo. No me
avergonzaba llamar a Maddy mi novia. Me gusta cómo suena eso... mi novia.
Le puse los ojos en blanco, notando ahora el cepillo y la linda banda
elástica que tenía junto a las fotos, y los levanté.
—Hablando de novias, ¿te importa si la mía toma prestado esto esta
noche?
Charlotte frunció el ceño, sin duda preguntándose qué tipo de
tonterías raras hacíamos Maddy y yo juntos, pero se encogió de hombros y
dijo:
—¡Tómalo!
Y volvió a rodar sobre su espalda, con la cabeza boca abajo, y se llevó
el teléfono al rostro.

228

Mi madre se había enojado dos o tres veces en toda mi vida. Claro,


ella tenía momentos en los que se sentía frustrada porque los niños hacen
tonterías, y yo no había sido la excepción cuando era pequeño. Lo mismo
con las chicas y Mav. ¿Pero verla seriamente enojada? ¿Dónde creo que
estaba a punto de explotar con alguien y finalmente perder la cabeza? Podría
contar con una mano cuántas veces he visto eso y todavía me sobrarían los
dedos.
Hubo una vez que papá me ayudó a hacer un cañón de patatas en
secreto y terminamos haciendo un agujero en la bonita cerca pintada de
blanco de mamá que bordeaba el frente de la casa. Ella lo persiguió por el
jardín con la escoba, gritándole y gritándole mientras él corría para cubrirse,
con los brazos sobre la cabeza. O cuando el abuelo vino y me regaló un fuego
artificial para el Día de Canadá, que encendí en el patio trasero, solamente
para que el objeto se cayera y saliera disparado hacia la casa, enviando una
luz brillante hacia las ventanas. Mamá tuvo un ataque grave y durante unos
diez minutos estuvimos todos gritándonos, debatiendo si estaba sufriendo
un derrame cerebral, un ataque cardíaco o si simplemente había entrado en
coma total. Tenía el rostro de un rojo brillante, la mano en el pecho,
farfullando las palabras mientras papá, el abuelo y yo gritábamos qué era
lo mejor que podíamos hacer. Finalmente, se puso de pie y miró a mi abuelo
con una mirada que me habría hecho orinarme y correr en la dirección
opuesta si hubiera estado dirigida a mí. No pensé que ella fuera capaz de
verse tan loca y furiosa. Bueno, el abuelo no vino durante dos semanas
después de eso, y cuando reapareció, fue durante las horas en que sabía
que mi papá estaría en casa, usándolo como una barrera entre él y mi
madre.
Ahora, me estaba arrancando otro dedo de la mano cuando al día
siguiente me llamaron a la oficina del director, sorprendido al encontrarla
sentada en una silla frente a la señora Felton, mirándola con esa mirada
aterradora y entrecerrada mientras tamborileaba con los dedos el brazo de
madera de su asiento. El consejero de la escuela estaba parado justo detrás
de la señora Felton, luciendo sombrío, pero en el momento en que entré en
la oficina, frunció el ceño como si desaprobara cada parte de mí. Le arqueé
una ceja, sin importarme su opinión. Había hecho una mierda a lo largo de
los años para detener el acoso en esta escuela. No solamente por las cosas
que se dijeron sobre mí, sino por las tonterías que Theo, Ayla y su pandilla
le hicieron a todos los demás chicos que se negaron a aceptar como
miembros iguales del cuerpo estudiantil. Sí, el señor Price era un pedazo de
mierda cobarde.
Fue entonces cuando me di cuenta de que Maddy también estaba allí,
sentada en una silla contra la pared con una mujer que no reconocí parada
a su lado, como si fuera un sistema de apoyo. 229
¿Qué diablos?
—Hayden, por favor toma asiento —dijo la señora Felton, señalando
la silla vacía al lado de mi madre. Nuestra directora era una mujer pequeña
y rígida que llevaba lentes redondeadas y demasiado grandes y el cabello
gris recogido en un moño apretado en la parte posterior de la cabeza. Sé que
ella y mi madre se han enfrentado varias veces a lo largo de los años sobre
qué hacer conmigo. Parece que nos esperaba otra ronda.
A mi mente vino a la imagen de Lucas White tirado en el suelo, su
carne ardiendo todavía muy fresca en mis recuerdos. Todavía estaba en el
hospital, preparándose para los injertos de piel. No sentí ningún
remordimiento por lo que hice. Lo haría de nuevo. De hecho... pensé en Theo
y Ayla y en cómo nos habían tendido una trampa ayer para atacar a Maddy
y así llegar a mí. Yo les haría lo mismo si tuviera la oportunidad. Me
preguntaba si de alguna manera habían establecido una conexión entre
Lucas y yo. Lo más probable es que haya sido por lo que pasó ayer, ya que
Maddy estaba aquí. Supongo que me estaba volviendo paranoico.
La miré mientras tomaba asiento en la silla vacía. Estaba muy
nerviosa, su pierna derecha saltaba arriba y abajo repetidamente, sus
manos retorcidas en su regazo, su rostro tenso y ansioso. Algo que noté
desde el primer día fue lo nerviosa que se ponía con los adultos autoritarios,
y que nos trajeran aquí no era una buena señal. Estábamos en problemas
y ese pensamiento la aterrorizaba. Mierda...
—Madeline, Hayden. ¿Saben por qué los convocamos a ambos aquí
hoy? —nos preguntó la señora Felton, con las manos entrelazadas sobre
una carpeta que estaba cerrada sobre el feo escritorio laminado de color
blanquecino.
—¿Uh no? —dije, recostándome en mi silla mientras intentaba
ponerme cómodo. No iba a dejar que esta mujer, y mucho menos el imbécil
que estaba detrás de ella y que no había dejado de mirarme todo este tiempo,
me intimidaba—. ¿Me han nombrado Valedictorian o algo así?
—Su actitud no le llevará muy lejos en la vida, señor Mathers —
intervino el señor Price.
—¡Disculpe! —espetó mi madre, con las fosas nasales dilatadas y las
mejillas teñidas de rosa por la rabia mientras dirigía su mirada mortal hacia
la espinilla que aún estaba en pie—. ¡Puede cuidar su actitud! ¡No se atreva
a hablar con mi hijo ni con algún otro estudiante de esa manera!
Especialmente dadas las circunstancias, no tiene idea de lo que realmente
ha sucedido aquí.
—Eso es lo que esperamos descubrir —dijo la señora Felton,
observándome con sus grandes ojos. Sea lo que sea por lo que estábamos
aquí, parece que ella y el Señor Price habían determinado que yo era
230
definitivamente culpable. De nuevo, mi mirada se dirigió a Maddy,
preguntándome por qué diablos la habían arrastrado hasta aquí.
—Y lo discutiremos. Pero no presuman de saber nada hasta después,
gracias. —Mamá recuperó la compostura antes de volver a relajarse.
—Bueno, entonces procedamos. ¡Señorita King! ¿Dónde estuviste ayer
por la tarde durante el último período? —La señora Felton le ladró a Maddy,
haciéndola saltar, y de repente todo encajó.
Ayla... Esa maldita perra.
—Yo estaba con Hayden. Tenemos fotografía...
—¿Y dónde estaban ustedes dos durante esa clase? No en la
habitación de la señorita Mills, como ella ya lo ha confirmado. —Ella
chasqueó.
Oh, santo infierno, esta mujer lo está pidiendo. Mis manos agarraron
el brazos de mi silla apretadas. Odiaba cómo le hablaba a Maddy, ¡como si
fuera culpable de algo! Esta cabrona tenía mucho valor...
Entonces mamá se acercó y le dio un ligero apretón a mi rodilla. La
miré, pero su mirada verde todavía estaba fija en la señora Felton. Pero ella
lo sabía. Ella sabía lo molesto que me estaba poniendo. Ella necesitaba que
me calmara. Maddy necesitaba que me calmara. No podía perder el control.
Reino de Manic iniciando, pensé. Ahora no era el momento ni el lugar.
—Estábamos en el teatro. Somos los fotógrafos de la obra de la
escuela, así que pasamos la clase de la señorita Mills allí... Hayden me ha
estado ayudando a practicar con mi...
—¿Y, en algún momento, saliste del teatro antes de que sonara la
campana? —La señora Felton la interrumpió.
¡Perra! Manic rugió en mi cabeza.
—Bueno, sí. Tuve que usar el baño…
—¿Y a qué hora fue esto?
En serio, ¡tenía que dejar de interrumpir a Maddy! Estaba a punto de
perder mi mierda siempre amorosa.
Una vez más, mamá me apretó la rodilla y discretamente tomé un
profundo aliento, conteniéndolo para tratar de calmarme.
—No lo recuerdo. Estaba cerca del timbre porque el profesor de teatro
vino a los ensayos. Nos fuimos para que ella pudiera...
—¿Se topó con otro estudiante mientras estaba en el baño, señorita
King?
—Señora Felton, si pudiera dejar que Maddy hable y explique sin ser
interrumpida, creo que sería apropiado —dijo de repente la mujer parada al
231
lado de Maddy, obviamente captando la tensión y la forma acusatoria en la
que se dirigían a ella, y no me gusta. Bien.
—Saanvi, estoy tratando de ir al grano —la postura rígida de la señora
Felton pareció tensarse aún más, como si le hubieran clavado una vara en
el trasero—. No necesito información confusa que no tenga nada que ver con
el problema.
—En realidad, estamos tratando de escuchar la versión de la historia
de Maddy y Hayden —dijo pacientemente la mujer, Saanvi—. No podemos
hacer eso si no los dejas hablar.
A mi lado, las comisuras de la boca de mamá se torcieron como si
estuviera complacida de saber que esta mujer estaba de nuestro lado.
La señora Felton se retorció un poco, como una niña a la que
sorprendieran haciendo algo malo, pero no retrocedió. Ella solamente se
reajustó, volvió a entrelazar las manos y se volvió hacia Maddy.
—Señorita King, ¿se encontró con otros estudiantes en el baño de
mujeres?
Las manos de Maddy todavía se retorcían en su regazo, su pierna
rebotaba mientras sus brillantes ojos color avellana miraban ansiosamente
a nuestra directora. Pero al encontrarse con la mirada directa detrás de esas
enormes lentes redondas, Maddy inmediatamente se encogió y dejó caer la
cabeza sobre su regazo.
¡Hola, perra! Pensé furiosamente mientras la señora Felton procedía a
mirarla fijamente. ¡A ella no le gusta que la miren! ¡Consigue una puta pista!
Nuevamente tuve que respirar otra vez. Si lo perdía, solamente les daría a
ella y al Señor Price más munición contra nosotros. Ahora sabía que Ayla
obviamente nos había denunciado, probablemente afirmando que Maddy la
había atacado, y que yo era cómplice porque probablemente había sido
testigo del altercado o me habían contado sobre él.
—Me estaba lavando las manos cuando-cuando... —Maddy tragó
saliva y, al ver su lucha, Saanvi se agachó para susurrarle al oído, las
palabras imperceptibles para todos los demás. Pero dijera lo que dijera,
pareció animar a Maddy a seguir adelante, porque asintió, cerró los ojos y
continuó con su versión de los hechos:
—Ayla Savard, su amiga Nova, lo siento, no sé su apellido. También
entraron dos de sus otras amigas.
Las cejas de la señora Fenton se tensaron. Algo ya no encajaba.
Joder, ¿qué le dijo Ayla?
—Entonces, ¿qué pasó, señorita King?
—Ayla y sus amigas me arrinconaron. Ellas... ellas... —tragó saliva 232
con los ojos todavía cerrados. Pude ver a Saanvi estirar la mano como si
quisiera poner una mano en su hombro para apoyarla, pero se detuvo en el
último segundo, sabiendo que no sería apropiado o ayudaría. Hmmm...
Apuesto a que esta mujer era la trabajadora social de Maddy—. Me atacaron.
Me arrastraron del cabello, me pisaron y me empujaron a un cubículo donde
metieron mi cabeza en el inodoro.
El señor Price se inclinó para susurrarle al oído a la señora Felton. Su
rostro parecía tan amargado que era como si acabara de chupar una polla
con sabor a limón.
Cuando terminó de decirle lo que sea que fuera, la señora Felton
asintió hacia Maddy:
—¿Y luego qué pasó, señorita King? —Su tono era muy escéptico. No
aceptaba ni una sola palabra de la historia de Maddy.
—Hayden entró, me las quitó y me trajo a casa.
Todos los ojos se dirigieron a mí y nuevamente a Maddy.
—¿Casa? —Entonces intervino el señor Price—. ¿Qué casa sería esa,
señorita King? Llamamos a Phoenix House esta mañana y la señorita Ross
confirmó que anoche no llegó hasta después de las ocho.
Probablemente esa era la única cosa sincera que había dicho hasta el
momento.
Maddy se había quedado hasta tarde en mi casa durante la mayor
parte de la noche anterior. Después de que terminó su té, cuando terminé
de trenzarle el cabello, ella se quedó cerca de mí y de mi mamá. Nos ayudó
a preparar la cena, que consistía en pollo a la miel a la parrilla, judías verdes
y puré de papa. Cuando papá entró, me lanzó una sonrisa traviesa al ver a
mi novia allí, pero para mi alivio, después de que mamá tuvo una
conversación rápida y susurrada con él, nos dejó solos y entretuvo a
Maverick mientras teníamos todo listo para la cena.
Después, mamá había insistido en que Maddy se quedara y se uniera
a nosotros para jugar un juego de mesa familiar, algo que no habíamos
hecho en mucho tiempo, ya que yo me había vuelto muy antisocial. Pero
sacó a relucir un viejo favorito, What Do You Meme? y pasamos una buena
hora jugando y riendo antes de que papá acostara a Maverick y mamá
llevara a Maddy de regreso a Phoenix House.
No había visto a Maddy sonreír tanto en compañía de otras personas
además de mí. Mamá realmente tenía una manera mágica de tranquilizar a
la gente. Debido a su trabajo en Phoenix House y el sistema de adopción que
el abuelo había ayudado a implementarlo, ella era más perceptiva a las
necesidades de las niñas que vivían allí, lo cual fue otra razón por la cual
fue tan buena con el voluntariado que hizo en la casa.
—Nuestra casa —dijo mamá entonces, hablando con gran disgusto
escrito en todo su rostro mientras miraba al señor Price como si fuera un
233
pez globo que se alimenta del fondo—. Maddy ha sido una invitada
bienvenida en nuestra casa y, después de que la atacaron, ella y Hayden
vinieron a verme.
Los ojos de la señora Felton se entrecerraron levemente, no como si
estuviera enojada sino más confundida. Supongo que, después de todo,
nuestra historia no coincidía con lo que Ayla le había contado. Ella y el señor
Price seguían mirando en mi dirección, como si hubiera más en la historia
inventada que aún no habían revelado.
—¿Viste a Madeline después?
—Lo hice —mamá le lanzó a Maddy una mirada comprensiva y
tranquilizadora, y supe cuánto deseaba acercarse y abrazarla—. Puedo
confirmar que sufrió varias heridas preocupantes por el ataque.
—¿Cómo cuales? —El señor Price todavía se mostraba escéptico—: No
veo nada en ella.
—Y usted no las verá, señor —le espetó mamá
—¿Qué heridas? —preguntó la señora Felton, sus grandes ojos
mirando hacia Maddy, que todavía parecía presa del pánico mientras se
acurrucaba en su silla. Joder, la sola vista hizo que mi corazón se encogiera.
No pude evitarlo. Me puse de pie e inmediatamente me acerqué,
arrodillándome para mirar su hermoso rostro, ignorando a los demás en la
habitación mientras me concentraba exclusivamente en ella.
Maddy se estremeció, pero al abrir los ojos y verme allí, se relajó lo
suficiente ante mi tacto como para saber que estaba bien.
—Díselo, Maddy. Está bien —dije mientras tomaba sus manos entre
las mías y las apretaba, esperando protegerla del escrutinio.
Su respiración todavía era temblorosa, pero asintió, con sus ojos en
los míos, apoyándose en mí como esperaba que lo hiciera.
—La señora Mathers dijo que tenía un hematoma en la espalda y
cortes en la parte posterior de la cabeza… hay hematomas e hinchazón en
mis piernas, brazos y muñecas…
—¡De cuando las chicas la sujetaron para poder ahogarla, joder! —
Agregué, mirando a todos por encima del hombro, sosteniendo sus miradas
mientras ardía de rabia. Necesitaban escucharnos, comprender lo cerca que
estuvo Maddy de morir.
Después de esto hubo un breve silencio, antes de que la señora Felton
enderezará la garganta para hablar.
—La señorita Savard ha afirmado que usted, señorita King, se le
acercó en el baño de chicas y comenzó a intimidarla respecto a su relación
con el señor Hebert. No apruebo el acoso, especialmente en lo que respecta 234
a sus vidas amorosas. No se tolera en nuestra escuela.
—¿Me está tomando el pelo? —Mi madre habló entonces—. ¿Cuántas
veces esta escuela ha defendido a Hayden?
—El acoso que sufrió Hayden ocurrió en su escuela primaria, Señora
Mathers. No ha habido ningún registro de que esto haya sucedido aquí…
—¡No, no! —Mamá se enderezó, su mirada enloquecida ahora cobró
vida cuando su ira comenzó a agitarse—. ¡No, no puede sentarse ahí y
decirme que mi hijo no ha sufrido acoso en esta escuela estos últimos tres
años!
—No ha habido informes de tal cosa, señora Mathers —espetó la
señora Felton—. Mientras que en este caso, la señorita Savard me ha
mostrado la evidencia de un ataque con el labio partido y la frente
magullada... lo que me lleva a Hayden.
—¿Qué pasa con Hayden? —Los ojos de mamá se abrieron alarmados
mientras yo mismo obligué a mi expresión a permanecer lo más neutral
posible.
Mierda...
—La señorita Savard y sus amigas fueron agredidas físicamente,
señora Mathers. Y afirmaron que fue Hayden quien los atacó después del
altercado verbal con la señorita King.
Una especie de quietud extraña y zumbante llenó la oficina al oír estas
palabras, y todo encajó en su lugar. Como Ayla no había logrado lastimar a
Maddy como Theo quería, iban a intentar atacarme de esta manera. Tuve
que admitir que fue creativo y lo que lo empeoró fue que no estaban del todo
equivocadas. Había alejado a las chicas de Maddy. Las había lastimado para
salvarla. El labio cortado y el rostro magullado de Ayla se debían a que la
había agarrado y la había hecho volar. Que golpeara la pared como lo había
hecho fue simplemente mala suerte de mi parte. Honestamente, desearía
que me hubieran dicho que le habían dado puntos en el rostro. Ella se lo
merecía. Pero, una vez más, me mantuve lo menos afectado exteriormente
posible. Aprendí que ser paciente, contener la ira y contradecir hacía que
fuera menos probable decir y hacer cosas que de otro modo te harían parecer
culpable. Otra razón por la que tenía que mantener a raya a Manic.
—¿Está diciendo que cree que mi hijo atacó físicamente a cuatro
niñas? —La voz de mi madre era muy seria, cada palabra pronunciada lenta
y fuerte, que no podían equivocarse.
—Estoy diciendo que esa es la acusación. —La señora Felton insistió:
pero me di cuenta de que ella creía ese lado de la historia más que el de
Maddy.
—¿Cómo-cómo se atreves… —Oh, mierda. Vi cómo mi madre se
levantaba lentamente de su asiento y deseé que papá hubiera ido con ella.
Las manos de mamá estaban apretadas en puños y temblando. Su rabia se
235
estaba transformando en algo más. Algo...
Oh oh... un episodio.
Sus ojos comenzaban a brillar, como si estuviera a punto de llorar, su
aliento saliendo bajito y con pequeños pantalones jadeantes. Algo lo había
desencadenado. Duro. ¡Mierda, mierda, mierda! ¿Qué carajo hago? ¿Cómo
puedo solucionar esto? ¿Cómo consigo que se calme?
Maddy me soltó las manos y se puso de pie de un salto, con la barbilla
levantada mientras miraba a nuestro director y consejero y declaraba:
—Hayden no les hizo eso. Yo lo hice.
Todos voltearon a mirarla sorprendidos.
—¿Maddy? —susurró Saanvi, sonando tan sorprendida como estoy
seguro parecía. ¿Qué diablos estaba haciendo Maddy?
—Quiero decir, estaba luchando por mi vida —continuó Maddy,
mirando a mi madre, que todavía parecía tan angustiada y perdida ante la
mención de que había golpeado no solamente a una niña, sino a cuatro—.
Estaba acorralada, me habían amenazado y cuando me pusieron las manos
encima, pues claro que me defendí.
—¿Les hiciste eso? ¿Tú? ¿Una contra cuatro y lograste infligir ese tipo
de heridas a las cuatro chicas? —La señora Felton la miró fijamente con
incredulidad.
—Aprendí a protegerme mientras crecía de la forma en que lo hacía.
A pesar de que al final lograron meterme en ese puesto, luché contra ellas
lo mejor que pude. Estaba tratando de defenderme.
¡Ding! ¡Ding! ¡Ding! ¡Muy bien, Maddy! Se pronunciaron las palabras
mágicas. Ella actuó en defensa propia.
—Entonces, ¿cómo escapó, señorita King? ¿Cómo lograste escapar de
cuatro chicas si estaban reteniéndote en ese cubículo?
No entendía cómo esta mujer todavía no creía nuestra versión de los
hechos. ¿Por qué gente como Ayla Savard y Theo Hebert se salían con la
suya con tantas tonterías?
Maddy lentamente me miró, mientras yo todavía estaba sentado sobre
mis talones y de rodillas ante ella, como si estuviera adorando el mismo
suelo en el que ella estaba. En cierto modo, supongo que eso era cierto. Era.
Esta chica... estaba tratando de protegerme. Para evitar el dolor de mi
madre. Ambos sabíamos que yo era la razón por la que el rostro de Ayla
estaba temporalmente jodido, pero ella asumió la culpa. Negué lentamente,
no quería que comprometiera su reputación en esta escuela o arriesgara los
problemas en los que podría meterse al hacer esto, pero puso sus manos
236
sobre mis hombros y me sonrió, una sonrisa tan impresionante que me
sorprendió. Olvidé lo que fuera que estaba a punto de decir en su defensa.
—Hayden me salvó —dijo, su voz tan segura y fuerte. Me sorprendería
que alguien aquí escuchara algo más que la verdad en sus palabras—. Me
las quitó y me sacó de allí.
—¿Es esto cierto, Hayden? ¿No golpeaste a ninguna de las chicas?
¿No golpeaste a nadie? —La voz de la señora Felton rompió el silencio que
siguió, pero ni siquiera me molesté en mirarla, especialmente cuando estaba
ocupado admirando a la hermosa chica frente a mí.
Los ojos de Maddy se tensaron en las comisuras, como si me estuviera
rogando en silencio que no la refutara. ¿Pero cómo podría dejar que ella
asumiera la culpa por algo que yo había hecho? No pude...
A mi espalda, pude escuchar el sollozo ahogado de mi madre, y el
sonido casi me rompió el corazón. Sabía que estaba rezando para que lo que
Maddy estaba diciendo fuera verdad, mientras los dedos de mi niña
comenzaron a clavarse en mis hombros, advirtiéndome, instándome a
seguirla. Maldita sea… Asintiendo entrecortadamente, murmuré:
—Sí.
Detrás de mí, mamá dejó escapar un grito ahogado y pude escuchar
el fuerte golpe cuando se desplomó en su asiento, el alivio obviamente la
abrumaba. La tensión en el rostro de Maddy desapareció, suavizándose
cuando ella también pareció reconfortada por mi conformidad.
—Bueno, entonces creo que eso prácticamente lo resuelve todo —
habló entonces Saanvi, hablando con alta autoridad—. Creo que está claro
que Maddy estaba actuando en defensa propia. Como la propia señora
Mathers vio las heridas que sufrió, sabemos que la señorita Savard mintió
sobre el ataque, ya que no mencionó ningún tipo de pelea física entre ella y
la señorita King.
—Todavía no apruebo las peleas en mi escuela
—Sea como sea, el señor Mathers aquí presente no es culpable en este
caso y por lo tanto ya no se requiere su presencia. Podemos discutir el
castigo para las niñas en privado, ¿no?
El señor Price no se creía nada de esto, pero no dijo nada mientras la
señora Felton estuvo de acuerdo con Saanvi y se disculpó con mi madre
antes de despedirnos. Mi mamá extendió una mano para ayudarme a
levantarme del suelo, pero mantuve mi atención en Maddy. Tomé sus manos
entre las mías y las abracé con fuerza antes de susurrar:
—Te esperaré afuera. —Era casi la hora del almuerzo, pero tenía
ganas de saltarme el resto del día. Solamente nos quedaban un par de
semanas y la mayoría de los días de clase fueron cancelados ya que pasamos
la mayor parte del tiempo estudiando para los exámenes finales que
237
comenzarán el próximo miércoles. Podríamos permitirnos un día libre.
Ella solamente asintió cuando me vi obligado a dejarla atrás,
acompañando a mi madre a la oficina antes de acompañarla al vestíbulo
principal de la escuela. En el momento en que la puerta de la oficina se cerró
detrás de nosotros, ella dejó escapar un gran sollozo estremecedor y envolvió
sus brazos alrededor de mi cuello, estirándose sobre las puntas de sus pies
para alcanzarme.
—Ey mamá, está todo bien... —Le devolví el abrazo, aliviado de haber
ahorrado los detalles de cómo había salvado a Maddy cuando estábamos
hablando anoche. Todo lo que dije entonces fue que le quité las chicas de
encima. No mencioné la fuerza detrás de esto, ni cómo las había arrojado
bruscamente. Tampoco me atreví a mencionar que desearía haber hecho
más. Eso la asustaría muchísimo. Escuchar la historia de Maddy hoy
solamente colaboró con lo que había dicho.
Si bien me sentí muy mal por mentirle, en este caso, creo que para su
salud mental, la mentira piadosa fue lo mejor. Parecía que estaba a punto
de tener un ataque de pánico en toda regla cuando se indicó que había
usado fuerza excesiva con las chicas. Que la sugerencia de que tal vez
incluso las golpeara fue suficiente para hacerla perder la cabeza. No quería
eso para ella. No pensé que ella sería capaz de manejarlo. Así que enterré
mi culpa y le devolví el abrazo, odiándome a mí mismo y, al mismo tiempo,
sabía que reaccionaría de la misma manera otra vez si eso significaba salvar
a Maddy de esas perras.
Cuando mamá finalmente me soltó, metió la mano en su bolsillo y
sacó un pañuelo de papel, sollozando mientras se secaba los ojos y la nariz.
—Lo siento, Hayden. Yo solamente… solamente estaba preocupada de
que…
—Está bien, mamá. Ayla es una mentirosa y se ha enfadado con
Maddy desde que llegó a esta escuela. —Esto es un hecho. Ella había
mentido sobre la historia de los acontecimientos de ayer, así que no me
permití sentirme culpable por decirlo.
—¿Pero por qué te arrastraría a esto? —preguntó mamá, sus ojos
verdes aún brillaban—. Eso es lo que no entiendo.
—Theo Hébert.
Al mencionar su nombre, sus labios se apretaron con fuerza mientras
asentía. Ella conocía muy bien su nombre. Él había sido la fuente del cambio
en mi comportamiento, la razón detrás de mi depresión y cambio de
personalidad. Sin mencionar que ella sabía que las cicatrices que él llevaba
eran por mi culpa. Teníamos una larga historia y ella conocía la mayor parte.
Ella maldijo muy ligeramente en voz baja, algo inusual en ella, pero asintió,
comprendiendo. 238
—Odio a ese pequeño sinvergüenza —dijo por fin, y no pude evitar
reírme de la sorpresa. Mamá casi nunca hablaba así de la gente, así que
cuando lo hacía, sabía que lo decía en serio.
Le pasé el brazo por los hombros y la escolté hasta las puertas
principales hacia el sol, donde, en lo alto, entre los árboles, un cuervo
comenzó a graznar furiosamente a una ardilla que le devolvió el chillido
enojado, ambos peleando por algo que no podíamos ver.
—Cuervo malo —dijimos al unísono, antes de estallar en carcajadas
de nuestra ridícula costumbre familiar.
—Bueno, me siento aliviada de que hayamos solucionado eso —dijo
mamá mientras se reía un poco y guardaba el pañuelo de papel en el bolsillo
de sus pantalones.
—¿Crees que Maddy se meterá en muchos problemas? —dije
ansiosamente, preguntándome qué diablos estaba pasando en la oficina.
—No me parece. Quizás uno o dos días de suspensión por pelear, pero
fue en defensa propia. Saanvi no permitirá que arruinen su futuro, así que
no te preocupes por eso. —Las palabras de mamá y su sonrisa fueron
suficientes para asegurarme que todo estaría bien. Porque si era algo que
potencialmente podría arruinar el futuro de Maddy, no me importaba.
Volvería allí y lo aclararía—. ¿Todavía vendrá con nosotros al festival
mañana?
—Eso espero. —Pensé en cómo sería tenerla entre mi familia
extendida. Mis tíos eran un poco... intimidantes. Al menos para los
forasteros. El tío Lee era un tipo enorme, pero era como un osito de peluche,
mientras que el tío Shaw se mantenía reservado. Pero el tío Vail se parecía
un poco a papá, aunque tenía un lado más duro que hacía que la gente
retrocediera.
—Será un gran momento, lo prometo. —Me apretó el hombro—. Y no
te preocupes por tus tíos —añadió, como si pudiera leer mis preocupaciones
en mi rostro— se lo explicaré a tu tía Casey. Ella los mantendrá a raya —
me guiñó un ojo. Quería reírme de eso. Sí, tal vez mis tíos eran unos
bastardos intimidantes, pero la tía Casey era la cabecilla. Ella los
mantendría bajo control.
—Gracias, mamá.
Después de tantos años de reprimirse, de esconderse de ella, se sintió
bien abrirse de nuevo. Cuando era pequeño, mi mamá y yo teníamos un
vínculo muy estrecho. La amaba más que a nada. Sí, sus episodios me
asustaban, pero yo era un niño. Pasé de largo lo mejor que pude una vez
que la vi sonreír de nuevo.
Entonces sonó el timbre, señalando la hora del almuerzo, y ella me
dejó ir, como si supiera que preferiría que la gente no me sorprendiera
hablando sinceramente con mi madre. 239
—Te veré más tarde, ¿de acuerdo? —Con un movimiento de su larga
trenza rubia, se dirigió hacia su pequeño auto blanco, olvidando el miedo y
la ansiedad que habían cobrado vida durante ese breve momento en la
oficina. Tuve que admitir que ella realmente había luchado duro para llegar
tan lejos, y sentí una sensación de orgullo cuando me saludó, sonriéndome,
antes de salir del cubículo y alejarse. Si mi madre podía superar los
demonios, eso me daba la esperanza de poder conquistar los míos también.

—¿Entonces estás suspendida hasta los exámenes?


—¡Sí! —Maddy estaba en equilibrio sobre un árbol caído, caminando
por el tronco con los brazos extendidos, balanceándose de un lado a otro.
Resistí el impulso de ponerme de pie y hacerla caer, el miedo de que cayera
y se lastimara sonaba como una sirena en la parte posterior de mi cabeza.
Pero lo reprimí, sabiendo que ese era mi lado irracional. El lado maníaco—.
Pero Ayla y sus amigas fueron suspendidas y se vieron obligadas a ofrecerse
como voluntarias para el baile de graduación.
—Eso no es suficiente —refunfuñe, deseando que las perras hubieran
empeorado.
—Está bien.
—No, ¿cómo puedes estar tan tranquila al respecto? ¡Básicamente
recibieron una palmada en la mano por casi ahogarte! —Pensé en cómo
había interrumpido en el baño y ver a Maddy tan superada en número,
obligada a arrodillarse, con la cabeza medio empapada y colgando sobre el
extremo del inodoro mientras dos de ellas la empujaban hacia abajo. Joder...
solamente imaginarlo de nuevo me hizo hervir la sangre. Y Maddy había
estado tan jodidamente asustada, tan conmocionada, tan nerviosa en esa
oficina que no entendía cómo estaba tan tranquila ahora. Fue como si nunca
hubiera sucedido.
Maddy se encogió de hombros y me lanzó una pequeña sonrisa
inocente.
—Créeme, estoy de acuerdo contigo. ¿Pero qué más podemos hacer?
Tenemos suerte de haber logrado salir adelante como lo hicieron ellas. Pude
ver la forma en que ese imbécil del señor Price te estaba mirando. Quería
clavarte el culo a la pared. ¿Hay una mala historia allí o algo así?
Suspiré y me recosté de donde estaba descansando sobre los
helechos, con la vieja chaqueta de mi papá tirada sobre el césped como una
manta improvisada. Relajándome sobre mis codos bajo el sol, seguí
240
mirándola mientras le explicaba.
—Él cree que soy responsable de lo que le pasó a Lucas White —dije,
recordando cuando él y un policía me llamaron a la oficina y me interrogaron
duramente. Pero no había pruebas ni nada que me vinculara con el crimen.
Seguro que Lucas no estaba hablando. Así que me salí con la mía.
La aguda mirada de Maddy se dirigió hacia mí, manteniéndose
precariamente sobre un pie mientras mantenía el equilibrio.
—Pero le hiciste algo... ¿no?
Me encogí de hombros.
—Solamente diré que lo que le pasó a Lucas fue desafortunado, pero
cuando eres un imbécil malvado que se aprovecha de los más vulnerables,
me gusta pensar que el karma contraataca.
Ella frunció los labios en señal de desaprobación, pero no insistió.
Creo que en el fondo, una pequeña parte de ella estaba feliz de saber lo que
le había pasado a Lucas. Pero no necesitábamos discutirlo más.
—De cualquier manera, la mierda con Ayla está registrada, ya se ha
solucionado, así que si intenta algo de nuevo, ya hay documentación de que
ella vino hacia mí, por lo que la facultad la estará observando de cerca.
No creía que ella simplemente estuviera “de acuerdo con eso” pero
aprecié la forma en que ponía expresión de valentía y trataba de superarlo.
Saltó del árbol y aterrizó suavemente sobre los helechos del claro, nuestro
lugar favorito para pasar el rato juntos. Un rayo de sol brillaba sobre ella,
insinuando los tonos dorados y oscuros de su cabello, sus ojos
prácticamente brillaban. Ella era impresionante.
—Gracias por lo que hiciste —dije, incapaz de apartar la vista.
Maddy sonrió y le guiñó un ojo:
—No hay problema.
—No, fue un gran problema, Maddy. No deberías haber mentido.
—Y entonces, ¿qué habría pasado? —preguntó, caminando de
puntillas entre las margaritas y la vegetación mientras se dirigía hacia mí—
. Te habrían expulsado y probablemente arrestado por agresión. En una
chica, nada menos. Tendrías antecedentes y tu futuro se vería dañado por
ello —cayó de rodillas y me miró con una mirada tan llena de dulzura que
juraría que estaba hecha de azúcar—. No mereces que te arruinen la vida
por culpa de ella. Me salvaste, así que déjame ayudarte.
Con la luz del sol brillando detrás de ella, le dio una especie de halo
alrededor de su cabeza, los mechones más claros de su cabello brillando, su
boca rosada ligeramente entreabierta, simplemente rogando ser besada. 241
¿Qué hice para merecer a esta chica?
Levanté la mano, sosteniendo su barbilla entre mis dedos ahuecados,
acariciando su labio inferior con la yema de mi pulgar. Maddy respiró hondo
pero no se alejó. En todo caso, los remolinos grises y verdes de sus ojos
brillaron más y sentí como si estuviera mirando a un ángel. Levanté la mano
y la besé, mi mano se acercó a su nuca para mantenerla en su lugar. No
pude detenerme. Necesitaba más de ella.
Mi otra mano se extendió para rodear su cintura y la atraje hacia mí,
recostándome sobre mi chaqueta para que ella quedara encima, fuera de la
jaula, pero todavía en mi agarre. Maddy no se apartó. En lugar de eso, sus
pequeñas manos se levantaron y tomaron mi rostro, su toque ligero y suave.
Pero la sensación de su cuerpo... sus curvas presionadas contra los duros
planos de mis músculos... He estado fantaseando con esto casi todas las
noches.
Pasé mi lengua por su labio inferior antes de que ella se abriera para
mí, y la besé profundamente, lánguidamente, tomándome mi tiempo para
poder estar en el momento y simplemente disfrutar probándola. Finalmente,
dejé que mis manos vagaran, recorriendo la curva de su trasero para
apretarlo, antes de deslizar mis palmas sobre la curvatura de sus caderas y
sostener la parte baja de su cintura. La respiración de Maddy salió en
pequeños jadeos, y su propio agarre se movió hacia mi cabello, donde sus
uñas arañaron mis rizos hasta que los cerró en puños, haciéndome gemir
en su boca ante el agarre posesivo. Pero cuando ella se movió encima de mí,
frotándose contra mi ingle, realmente perdí el control por un segundo,
porque dejé de contenerme y dejé que mis deseos tomaran el control.
Sujetándola por la cintura, nos di la vuelta, con ella mirándome desde
la chaqueta, con los labios hinchados por nuestros besos, los ojos brillando
al sol y las mejillas sonrosadas. Era tan jodidamente hermosa que solamente
quería disfrutar de su presencia. Pero necesitaba más; quería sentirla.
Entonces, sosteniendo la parte superior de mi cuerpo sobre mis codos,
moviéndome tan lento que me dolía contenerme, comencé a girar mis
caderas contra ella. Moví mis manos para sostener su rostro, observando su
reacción, necesitando verla.
Las pupilas de Maddy volaron, sus pequeños jadeos y ahora gemidos
son música para mis oídos. Levantó la mano, agarró los lados de mi
camiseta y no se apartó. En cambio, sus piernas se abrieron, dándome un
mejor acceso, y gemí mientras me inclinaba para robarle otro beso. Puede
que sea un adolescente jodidamente cachondo, pero lo último que quería
era lastimar a Maddy de alguna manera. Su aprobación me hizo sentir como
si acabara de ganarme la puta lotería. Que confiara en mí de esta manera
era como un regalo por el que estaría eternamente agradecido, así que tenía
que recordarme constantemente que no debía dejarme llevar.
Giré mis caderas contra su pelvis, mi polla se endureció en ese
momento, y Maddy solamente me atrajo hacia ella, devolviéndome el beso
242
con entusiasmo.
—Hayden —suspiró en mi oído cuando me aparté para besar el
costado de su garganta, y casi me corrí en los pantalones cuando me
estremecí.
—¿Estás bien? ¿Necesitas que pare? —pregunté, con la voz baja
mientras de alguna manera lograba ahogar las palabras.
—No te atrevas. —Lamió mi oreja y me tomó todo el autocontrol que
tuve para no arrancarle los pantalones en ese mismo momento para poder
enterrar mi rostro en su coño. Mordisqueé un costado de su cuello mientras
deslizaba mis palmas hacia abajo para agarrar su trasero, maniobrándola
de la manera que quería, empujando contra ella un poco más fuerte,
haciéndola temblar bajo mi toque.
Nunca he deseado nada más que a Madeline King.
—Maddy... —gemí mientras aceleraba un poco el ritmo, apartando el
cuello de su camisa para poder agarrarme de su hombro y chupar. Su
cuerpo se arqueó contra el mío, presionándose hacia atrás para
encontrarme con cada movimiento de mis caderas. Qué jodidamente
maravilloso sería estar dentro de ella, pero no todavía. No, no la presionaría
tan lejos tan pronto. Es fácil olvidar que realmente no nos conocemos, que
somos esencialmente extraños, pero después de conocerla, creo que algunas
personas están destinadas a encontrarse.
Con ternura tomé su barbilla y la giré para que pudiera mirarla a los
ojos mientras conducía hacia el borde. Quería que cayéramos juntos y la
observé de cerca para evaluar su reacción. Los labios de Maddy estaban
hinchados por mis besos, sus mejillas sonrojadas, todo en su expresión tan
confiada y... joder, acalorada, supe que estaba cerca.
—Vente conmigo, Maddy —susurré, mis labios rozaron los de ella.
Cuando incliné un poco su pelvis hacia arriba, noté cómo sus ojos se
abrieron y escuché el pequeño jadeo que se le escapó. Sonreí en respuesta,
manteniéndola en esta posición, meciéndola una y otra vez, manteniendo
ese ritmo que la hacía enroscar sus dedos en mi camisa, retorciendo la tela
mientras presionaba hacia atrás.
—H-Hayden. —Su voz comenzó a temblar mientras susurraba mi
nombre—. Hayden... oh... Dios mío... ¡por favor!
—Agárrate a mí, preciosa —murmuré, acelerando el ritmo un poco
más—. Te tengo.
—¡Mierdaaaa! Estoy tan cerca, yo... yo... —jadeó, sus ojos ahora
cerrados con fuerza mientras se aferraban a mí por su maldita vida. Joder,
si ella no se venía pronto, perdería todo el control. Apenas podía
mantenerme firme. Pero justo cuando me preocupaba que me iba a volver
243
loco antes que ella, Maddy dejó escapar el gemido más glorioso y sexy que
jamás había escuchado en mi vida. Sus piernas patearon, su cuerpo
temblaba con fuerza mientras se estremecía y un momento después sentí
que me corría. Gemí en voz alta, deseando que no hubiera tantas barreras
entre nosotros, pero mierda...
Intenté recoger todo lo que pude sobre este momento para poder
guardarlo y recordarlo siempre. Como el olor en el aire, ese olor fresco, casi
húmedo, de la primavera, mezclado con el bosque, los árboles. La sensación
del suave cuero gris como la mantequilla debajo de Maddy, y luego la
sensación de la tierra bajo mis rodillas, amortiguada por la espesa hierba y
los helechos elásticos. Los sonidos de los petirrojos llamándose unos a otros
desde la distancia y la leve brisa susurrando las hojas. Pero sobre todo, me
concentré en la chica que yacía debajo de mí, tan absolutamente hermosa
que hizo que me doliera el corazón. Este momento con ella ahora,
mirándome con ese sonrojo en sus mejillas, esa pequeña sonrisa en su
bonita y rosada boca, era perfecto.
Con una mano temblorosa, Maddy extendió la mano para acariciar mi
mejilla y no pude evitar cerrar los ojos brevemente e inclinarme hacia su
suave toque. Si muriera ahora, moriría siendo un hombre feliz.
—¿Estás bien?
Mis ojos se abrieron de golpe y la miré confundido.
—Estoy más que bien. Yo… yo… —mi voz se apagó porque no pude
decir con palabras cómo me sentía. Me acomodé entre sus piernas,
acostándome encima, pero sostuve mi peso con los codos mientras dejaba
que mis dedos trazaran los lados de su cuello mientras la miraba—. ¿Y tú?
¿Estás bien?
Una pequeña sonrisa apareció en sus labios y, sin dudarlo, asintió,
enviándome una oleada de alivio. Si hubiera cruzado una línea, si ella
hubiera estado demasiado asustada para detenerme, nunca lo habría
superado. Inclinándome, le di varios pequeños besos alrededor de su rostro,
sus mejillas, su nariz y sus labios, haciéndola reír. Ese sonido fue
verdaderamente música para mis oídos. Me reajusté, ignorando la humedad
en mis calzoncillos, y me recosté con la cabeza apoyada sobre su pecho, mis
dedos todavía recorriendo su cuello, su cabello y su clavícula. Cualquier
parte de ella que pudiera alcanzar.
—Nunca pensé que alguna vez podría permitir que alguien se acercara
tanto a mí —dijo suavemente, sus dedos ahora peinando mi cabello
ondulado. La sola idea de que alguien más la hubiera tocado encendió una
cerilla en mí. ¿Quién carajo la había tocado antes? No es que importara,
pero no pude evitar que ese destello de celos asomara su fea cabeza. Sin
embargo, cuando intenté mirarla, sus manos, suave pero firmemente,
sujetaron mi cabeza en su lugar. Así que me quedé, dándome cuenta de que
ella no quería que la mirara directamente mientras decía esto. 244
—¿Qué quieres decir? —pregunté, eligiendo mirar hacia un lado,
hacia el verdor mezclado con las margaritas blancas que habían cobrado
vida a nuestro alrededor.
Mantén la calma, Hayden. Solamente déjala hablar...
Maddy respiró hondo entre los dientes, como si se estuviera
preparando, pero sabía que no habría sacado el tema a menos que quisiera
confiar en mí. Solamente necesitaba tener paciencia y esperar a que ella
compartiera a su propio ritmo.
—Al crecer como lo hice, yo... —se detuvo abruptamente, y por un
momento horrible, pensé que estaba a punto de cerrarse como solía hacerlo
mamá. Pero cuando me moví para mirarla de nuevo, ella se negó a dejarme
mover—. Estuve expuesta a muchas... cosas... a una edad muy temprana.
Cosas que los niños no deberían ser obligados a hacer...
Mierda.
Furia. La furia. Manic estaba peleando en su jaula, rogándome que lo
dejara salir, que lo soltara contra los hijos de puta que se atrevían a
lastimarla.
—Pensé que me había arruinado para todos los demás. Que de
ninguna manera podría permitir que alguien se acercara a mí. —Sus dedos,
que se habían congelado la última vez que intenté moverme, comenzaron a
girar alrededor de mi cabello nuevamente, el toque ahora era más relajado.
Le di un momento para respirar antes de preguntarle en voz baja:
—¿Hasta dónde llegó?
Por un breve momento, los dedos de Maddy apretaron mi cabello, no
dolorosamente, pero lo suficiente como para indicar su estrés antes de
relajarse.
—Lejos. Muy lejos. Cuando lo hizo, fue la última vez que estuve en un
hogar de acogida. Mi mamá empezó a movernos lo más posible. Luego,
después de que estafó a la gente de la que consiguió sus cosas, volvimos a
huir hacia el este.
No necesitaba preguntarle qué quería decir con cosas. La mayoría de
las niñas de Phoenix House estaban allí porque sus padres sufrían de abuso
de sustancias. La única diferencia entre ellos y la madre de Maddy era que
la señora King estaba encerrada en un hospital psiquiátrico en Ashland.
—Nunca soñé que alguien pudiera hacerme sentir sin el aguijón de la
traición o sin sentir vergüenza, asco, miedo... —susurró, su voz más
pensativa que triste—. Es una sensación extraña... estar cerca de alguien y
no tener miedo. Querer más. —Ella le dio un pequeño tirón afectuoso a un
mechón de mi cabello—. Y luego vienes con tu sexy chaqueta de cuero, y tu 245
personalidad de chico malo y moticicleta, y simplemente derribas las
paredes que yo había levantado. Siento que estoy viendo el mundo
nuevamente de una manera que nunca creí posible.
Deslicé mis brazos debajo de su espalda y la apreté con fuerza,
abrazándola contra mí. Aunque su comentario sobre mi chaqueta, mi
motocicleta y todo el personaje oscuro y melancólico que abracé durante
años me hizo reír un poco, no podía ignorar lo afectado que me sentí por sus
palabras. Escuchar que le había causado una impresión tan positiva y que
le había cambiado la vida, que de alguna manera había logrado ayudarla
cuando sentía que ella era la que me salvaba, le hizo algo a mi alma.
Me giré y presioné mis labios contra la piel expuesta debajo de las
pocas secciones desabotonadas de su camisa, justo sobre su corazón.
Entonces hice una promesa. Nunca más permitiría que alguien
intentara tomar control de la vida de Maddy. Nunca más permitiría que
alguien la lastimara. Por dentro, Manic aceptó con vehemencia, todavía
deseando poder presionar más para encontrar a su familia adoptiva, los que
la traicionaron, y castigarlos como se merecían.
Pero no… Eso era lo que quería esa oscuridad en mí. Tenía que ser lo
que Maddy necesitaba, y ahora mismo, ella necesitaba que yo estuviera aquí
con ella, abrazándola, manteniéndola a salvo.
Capítulo Diecisiete

—Así que, ¿e-están todos juntos, juntos?


—Sí...
—¿Pero ella está casada con uno de ellos?
—Con mi tío Vail, sí.
—¿Pero tiene hijos con tu tío Shaw y tu tío Lee?
—Sí...
—¿Y todos ellos simplemente… viven juntos de esta manera?
—Más o menos.
Acabábamos de llegar al Festival de Primavera del que tanto había
oído hablar estas últimas semanas, y mientras me sentaba en el asiento
trasero con él, sus hermanas y su hermano pequeño, mientras su padre nos
246
llevaba hasta aquí en su minivan, me habían preparado para la dinámica
familiar de su tía Casey. La señora Mathers, o Mina, como insistía en que la
llamaran, había intervenido aquí y allá para ayudar a Hayden con la
explicación, pareciendo indiferente a todo el asunto. Me di cuenta de que
estaba preocupado por mi reacción a esta información porque había estado
retorciéndose en su asiento todo el tiempo, manteniendo su rostro alejado
mientras lanzaba miradas rápidas y curiosas en mi dirección como si
pensara que estaba a punto de abrir la puerta corrediza y salír de la
camioneta mientras se movía.
Honestamente, fue una sorpresa escuchar sobre su tía y su dinámica
inusual con sus tres tíos. Pero, quiero decir, ¿qué me importaba?
Aparentemente, habían estado todos juntos desde la infancia, así que
supongo que les funcionó. Si no me lo hubieran contado, simplemente
habría seguido con mi vida, indiferente y sin ser consciente de su estilo de
vida. Saberlo, bueno, no me molestaba. Había visto suficientes relaciones
uno a uno fracasar una y otra vez, así que no es que ese fuera el secreto del
amor. Si bien una relación con varios chicos no sería algo que me interesara,
no estaba dispuesta a detener a otros si era lo que les funcionaba.
El señor Mathers, o Keenan, como se reía de mí cada vez que me
dirigía a él de manera tan formal, estacionó la camioneta y todos salimos,
dirigiéndonos hacia las luces brillantes, la música y el caos del infame
Festival de Primavera. Era el crepúsculo y los últimos rayos de sol
desaparecían sobre el agua del río St. Lawrence.
Los terrenos estaban ubicados junto al agua, por lo que el aire olía a
agua salada y flores frescas de primavera. Hayden tomó mi mano mientras
seguíamos a su familia al interior, Keenan cubrió el costo para todos
nosotros, incluso para mí, y deambulamos cerca de lo que parecían los
comienzos de filas y filas de camiones de comida y tiendas de campaña.
—Recuerden, si por cualquier motivo nos separamos o se pierden, ¡el
lugar de encuentro es Drop of Doom10! —Mina levantó la voz para ser
escuchada por encima de la multitud, señalando una torre alta e
intimidante. Era fácilmente la cosa más alta aquí, y sin duda se podía ver
desde cualquier punto del terreno. Mientras observaba, un conjunto circular
de asientos se levantó, subió, subió... hasta llegar a la cima y simplemente
se quedó allí. Sentí que mis palmas se humedecían mientras miraba,
preguntándome por qué diablos alguien pensaría que eso era divertido,
¡cuando la cosa cayó de repente! Mis ojos casi se salieron de mi cráneo
cuando los gritos de las personas sonaron.
—¿Quieres probarlo? —preguntó Hayden, notando hacia dónde
estaba mirando.
—¡No! —dije de inmediato, tomando su mano y aferrándome a su
brazo, como si así evitara que alguna fuerza invisible me arrastrara en esa 247
dirección. Él se rio entre dientes y me apretó la mano.
Mientras Keenan discutía con Charlotte, que exigía que le permitieran
vagar sola, y Mina se aferraba a Maverick, que intentaba correr hacia un
puesto de algodón de azúcar, esperé con Hayden, que sostenía la mano de
Emily.
—¡Mina! ¡Key!
Miré a mi alrededor y vi un grupo grande acercándose a nosotros y
supe de inmediato que se trataba de Casey St. James y su familia.
Casey era hermosa y pude ver cómo ella, el abuelo J y Hayden
estaban relacionados. Tenían el mismo cabello oscuro y ondulado, una
expresión familiar en sus rostros, aunque sus ojos y los de James eran
oscuros, y los de Hayden eran claros. Era hermosa y podía ver el bulto más
pequeño debajo de su vestido largo azul claro. ¿Estaba embarazada?
Mina gritó felizmente y se apresuró hacia adelante, dándole a Casey
un gran abrazo, ambas balanceándose de lado a lado en el lugar, antes de
que ella la soltara y retrocediera, admirando su estómago. Evidentemente,
esto era nuevo.
Mientras ambas charlaban, estudié a los demás en su grupo. Dos
hombres. Dos hombres muy intimidantes. Sin querer, di un paso atrás,

10 Caída del Condenado/De la Muerte/De la Perdición en Inglés.


solamente por reflejo, como solía hacer con los hombres. Empecé a tener
más facilidad con Keenan y el abuelo de Hayden, ya que parecían un par de
bobos y me daban mucho espacio para sentirme cómoda. Estos hombres,
sin embargo, tenían un toque extraño que no esperaba.
—Está bien —susurró Hayden, con la boca cerca de mi oído y
envolviendo su brazo alrededor de mis hombros—. Te lo prometo, son
buenos. Estás segura.
Asentí pero permanecí donde estaba pegada a su lado mientras
Keenan saludaba a los hombres con apretones de manos, palmadas en los
hombros y bulliciosos.
—¿Cómo diablos están? —Durante unos minutos fue puro caos
mientras todos hablaban entre sí, alzaban la voz para ser escuchados,
moviéndose de persona a persona para abrazarse, pero Hayden se quedó
atrás conmigo, aunque soltó la mano de Emily para que ella pudiera correr
hacia él. Uno de los hombres, un hombre absolutamente enorme con una
hermosa tez oscura y rastas, que la levantó en el aire, girando en el acto
mientras ella se reía. Claramente, parecía ser el favorito, ya que Maverick
era el siguiente y exigía ir también a dar un ¨paseo en helicóptero¨.
Entonces me di cuenta de que uno de los chicos había desaparecido.
Estaba seguro de que Hayden me había dicho que eran tres tíos. ¿Dónde
estaba el tercero? 248
—Sí, finalmente tuvo su turno —estaba diciendo Casey mientras Mina
le daba una pequeña palmadita en el vientre—. Fue muy implacable al
respecto... —miró seriamente de reojo por encima del hombro al más
hermoso de los dos hombres, uno con cabello color bronce y ojos color
avellana más claros como los míos. Él era de quien estaba más nerviosa, ya
que su rostro parecía estar fijo en un ceño semi fruncido mientras
continuamente lanzaba miradas alrededor del exterior de nuestro grupo,
como si estuviera observando alguna amenaza potencial. ¿Por qué estaba
tan paranoico? Podía sentir que mi propia piel comenzaba a erizarse
mientras me preguntaba si tal vez él tenía una razón real detrás de esto, y
comencé a mirar a mi alrededor también.
—Oye, te dije que iba a suceder —dijo el hombre, después de
escuchar el comentario de Casey.
—Culo testarudo.
—Así es —dijo, sin molestarse por su comentario, y deslizó un brazo
alrededor de su cintura, aunque continuó observando a cualquiera que se
acercara demasiado a toda la familia.
Casey puso los ojos en blanco y le sonrió a Mina, su ida y vuelta con
su pareja era claramente una interacción normal entre ellos.
—De todos modos, debo llegar a finales de octubre o principios de
noviembre.
—Bueno, ¡felicidades a ustedes dos! —Mina le dio a Casey otro abrazo,
aunque noté que el hombre de cabello bronce nunca la soltó. La madre de
Hayden se volvió hacia nosotros y nos hizo una seña para que siguiéramos
adelante. El brazo de Hayden permaneció donde estaba alrededor de mis
hombros, y me animó a moverme con un pequeño empujón, pero esperó
hasta que logré reunir fuerzas para mover mis pies. Para mi alivio, se detuvo
dejando suficiente espacio entre nosotros y los recién llegados para hacerme
sentir cómoda. No es que no confiara completamente en su familia, pero el
viejo comportamiento, los instintos, todo eso, es difícil cambiarlo y dejarlo
ir, y para mí simplemente confiar ciegamente en otras personas.
Sin embargo, confiaba en Hayden, así que me obligué a dar un paso
más y esbocé una pequeña sonrisa, mientras deseaba que la tierra me
tragara.
—Casey, Vail, Lee, ella es Maddy King. Ella se hospeda en Phoenix
House y es una amiga muy cercana de Hayden. —Me guiñó un ojo Mina y
pude ver cómo en mi periférico, Hayden le lanzó una mirada de sorpresa,
como si no hubiera esperado que ella se burlara como su padre y su abuelo.
Pero cuando dijo Phoenix House, las expresiones de Casey y Vail
cambiaron por completo. Su filo se desvaneció y se suavizó, y ella perdió su 249
tipo de broma descarada, transformándose en sonrisas amables y tonos
bruscos que ahora cambiaban.
—Es un placer conocerte, Maddy —dijo Casey, sin avanzar para
estrecharme la mano como había hecho con los demás. Ella se quedó atrás,
manteniendo el espacio que se había establecido entre nosotros—. ¿Eres
nueva en el área de Ashland?
—Lo soy. —Podía sentir todas las miradas puestas en mí y me encogí
un poco más en el lado cálido y musculoso de Hayden—. Vengo de la
Columbia Británica.
—¡Ooh! ¡Chica de la costa oeste! Una señorita fancy, Hayden. —Casey
le guiñó un ojo—. Bienvenida a Ashland. ¡El festival es genial! Realmente
creo que lo disfrutarás.
—Gracias. —Le devolví la sonrisa, mi ansiedad comenzó a disminuir.
—Bienvenida a Ashland, chica de la costa oeste —dijo Vail a
continuación, lanzándome una hermosa sonrisa mientras la mano que
rodeaba a su esposa se movía para darle una pequeña caricia a su estómago.
—Gracias.
—Espera, ¿qué? ¿Hayden tiene novia?
A mi lado, Hayden se erizo cuando el hombre corpulento con rastas
se movió hacia mí.
A continuación, Maverick ahora estaba sentado sobre sus anchos
hombros. Mostró una sonrisa blanca e impecable, pero también se quedó
atrás, mirándome antes de presentarse:
—Encantado de conocerte, Maddy. Soy Lee, el tío genial.
—¡Pff! —le puso los ojos en blanco Vail—. Ya quisieras. Todos sabemos
que soy el tío genial. Eres solamente uno más de los niños. —Se pasó una
mano por su cabello bronce, alborotándolo un poco, pero le sentaba bien.
Más bien me recordó la forma en que Hayden se cepillaba el cabello,
dejándolo como un desastre intencional.
—Uno de los niños, el divertido, el favorito... da lo mismo —se encogió
de hombros Lee y levantó la mano para girar a Maverick y dejarlo en el suelo.
Fue entonces cuando me di cuenta de que todos los niños se arremolinaban
a nuestro alrededor, el mayor era un niño que tal vez era dos años mayor
que Charlotte, con ojos oscuros y cabello rubio casi blanco. Estaba de pie
con Emily, sosteniendo su mano mientras observaban a otros asistentes al
festival jugar un juego que involucraba globos y dardos.
—¡Oigan ustedes dos! ¡Vuelvan aquí! —los llamó Lee y se apresuraron
a regresar al centro del grupo. También había un niño pequeño que
probablemente tenía entre las edades de Emily y Maverick, con cabello
oscuro y rizado, tez oliva y ojos almendrados que me recordaban a los de
Casey. Era ridículamente lindo y estaba girando en círculos, mirando las 250
luces de las atracciones hasta que se mareó demasiado y se cayó de risa.
Maverick inmediatamente hizo lo mismo, hasta que ambos niños lucharon
por caminar en línea recta.
—¿Dónde está Shaw? —preguntó Keenan, observando a todos los
niños como si estuviera vigilando, asegurándose de que no hubiera
rezagados.
—Se dirigió a la carpa de MC para hablar con James —dijo Lee,
señalando una enorme carpa negra que estaba colocada en el lado opuesto
de la entrada.
—¿Carpa MC? —pregunté, mirando a Hayden en busca de
confirmación.
—The Lost Souls; el club de motociclistas del abuelo. Organizan este
festival todos los años y, por lo tanto, exponen la historia del club y sus
negocios en Ashland, así como sus organizaciones benéficas. ¿Quieres ver?
—¡Sí, seguro! —Tenía muchas ganas de moverme un poco y sentía
curiosidad por The Lost Souls. Phoenix House era uno de sus proyectos y
no se parecía a ningún hogar de acogida en el que hubiera estado. Era
seguro, estaba bien administrado y, aunque no me sentía parte de una
familia, cada vez me resultaba más fácil dormir por la noche sin miedo a
que una sombra oscura se cuele en mi habitación.
Maddy paranoica.
Maddy asustada.
Maddy solitaria.
Maddy mentirosa.
¡No! No lo pienses, Maddy. Estás aquí, con Hayden. Estás segura.
Estás segura...
—Venga, vamos. —Nos guio Hayden, mientras el resto de la familia
hablaban entre sí, los niños corrían de un lado a otro de los puestos de
juegos o de las mesas para pintar sus rostros, a lo que Casey y Mina les
prometieron que podrían hacerlo después. Nos encontramos con el abuelo.
El grupo de nosotros probablemente parecía una imagen loca de una familia
moderna, y no pude evitar reírme un poco de ello. Éramos la familia más
extraña que jamás haya visto, nada de lo que siempre imaginé en mi mente
mientras crecía.
—Robby James Knight, ¡trae tu trasero aquí ahora! —gritó Casey
mientras el pequeño niño de cabello rizado y Maverick se escapaban y
corrían hacia un payaso que estaba haciendo malabarismos con porras con
punta de fuego.
—¡Mav! ¡Mav! ¡No te atrevas! ¡Regresa aquí! —Keenan se separó del
grupo detrás de los chicos y los agarró, agarrando a Robby por la parte de 251
atrás de su mono y a Maverick por la parte de atrás de sus pantalones,
levantándolos del suelo mientras se giraba y regresaba hacia nosotros,
murmurando algo sobre necesitando correas.
Hayden se rio entre dientes y me guio dentro de la tienda, la música
alta y el ruido de la multitud disminuyeron un poco, haciendo que fuera
más fácil escucharse unos a otros.
Dentro de la lona negra había una enorme cúpula, con espacio para
una veintena de mesas, todas ellas dispuestas con diferentes expositores
con fotografías, minimodelos de edificios, motocicletas, carteles y hombres
vestidos con cortes de cuero, remendados con una calavera y una guadaña,
deambulando, dando la bienvenida a las personas y respondiendo
preguntas. Incluso había una hermosa y brillante Harley negra sentada en
el centro de la habitación, como una pieza de exhibición para que la gente
babee. Aunque la repentina proximidad de una docena de motociclistas fue
aterradora para mí, la tranquila compostura de Hayden, lo cómodo y
relajado que parecía, me tranquilizaron un poco. Si él no estaba preocupado,
yo no tenía motivos para estarlo, me dije.
Sé valiente, Maddy. Tú puedes. Estás segura.
—¡Ey! ¡Es el escuadrón Goon!
El abuelo de Hayden, James, apareció desde un lado de la tienda,
levantándose de una mesa de información para correr y saludarnos a todos.
Estaba acompañado por un hombre de cabello blanco y rubio, que se parecía
mucho al chico rubio mayor del grupo de Casey. Este debe ser el tercer tío,
Shaw. Pero algo en él parecía diferente a los demás. Mientras Vail y Lee eran
ruidosos y confiados, Shaw se movía con una especie de andar silencioso,
como si esperara pasar tan desapercibido como yo. Su mirada azul cristalina
captó la mía brevemente, antes de que ambos desviáramos rápidamente la
mirada.
—Espera, ¿qué diablos es esto?
Volví mi atención a James, que estaba mirando el estómago de Casey.
Se volvió dramáticamente hacia los tres hombres, mirando a uno y otro.
—¿Quién lo hizo esta vez?
—Era mi turno —Vail levantó una mano, sin disculparse, sonriendo
un poco mientras James respiraba profundamente por la nariz.
—¡Serenidad ahora! —gritó James al techo de la tienda antes de
sacudir la cabeza y envolver a Casey en un enorme abrazo, susurrándole al
oído, sonriendo a pesar de su reacción inicial ante el embarazo. Sin
embargo, cuando la soltó, también envolvió a su yerno en un abrazo y le dio
una palmada en la espalda, aunque un poco más fuerte de lo necesario,
noté, felicitándolo. La familia se había dispersado un poco, moviéndose
alrededor de la tienda mientras exploraban las exhibiciones y hablaban con
los miembros del MC como si todos estuvieran muy familiarizados entre sí.
252
Por supuesto que lo eran. Si James era el presidente, supongo que todos
pasaban mucho tiempo juntos.
—¿Quieres ver las mesas? —me preguntó Hayden y acepté de buena
gana, contenta de que nos haya llevado en la dirección opuesta a los demás.
Honestamente, su familia era genial y divertida, pero yo estaba un poco
abrumada. Sin mencionar que su tío Shaw permaneció en silencio al lado
de James, sin decir una palabra, aunque en realidad estaba más atento a
los demás que Vail. Algo en él era oscuro, no de una manera que me hiciera
temerle, por así decirlo, sino de una manera que reconocía en los niños que
había conocido en hogares de acogida.
Le había sucedido algo malo alguna vez. Podía sentirlo. Me dio
curiosidad.
Pero dejé esos pensamientos a un lado mientras Hayden me mostraba
el lugar, hablando sobre la historia de The Lost Souls y cómo le habían
arrebatado la ciudad de Ashland a un importante señor del crimen hace
unos doce años. Hubo detalles de la pelea, que literalmente sonó como una
gran pelea callejera en las calles de la ciudad entre cientos de motociclistas
y los hombres que trabajaban para este sindicato. Para colmo,
aparentemente James y Keenan habían sido parte de ello.
Miré a los dos hombres, Keenan, que había dejado de intentar reunir
a los niños para poder darle un dulce beso a su esposa mientras miraban
desde una de las salidas de las tiendas, observando las luces del festival
reflejadas en el río. Ella se apoyó contra él, luciendo tan pacífica mientras
sus dedos recorrían el tatuaje de telaraña en su cuello. James, que estaba
ayudando al chico mayor de cabello rubio a subir a la Harley de exhibición,
con Shaw cerca de ellos, quien sonreía ampliamente ante la alegría en el
rostro del niño mientras alcanzaba el manillar.
James y Keenan eran tan... cariñosos. No se me ocurrió otra palabra
para describirlos. Eran hombres de familia; juguetón y divertido. Y, sin
embargo, habían matado gente... luchado en una gran guerra de bandas.
¿Cuánto habían luchado para llegar a este punto en el que parecían tan
felices y contentos con sus vidas? ¿Estaban todavía luchando con su
sangrienta historia? ¿O habían encontrado una manera de superarlo? Yo
apostaba por lo último.
—Sé que es difícil de creer —dijo Hayden, notando mi mirada—. Me
sacudió cuando me enteré por primera vez.
—Es difícil imaginar...
—Lo sé. Pero simplemente demuestra que incluso la persona que
parece más feliz puede tener un pasado complicado y doloroso. —Se acercó
a una mesa larga que estaba cubierta con lino negro, fotografías y
exhibiciones que hablaban de un MC llamado The Black Spades y The Celtic
Beasts que se exhibían de manera muy destacada aquí—. Sin embargo, si 253
lo miras de otra manera, en realidad me alivia saberlo.
—¿Qué quieres decir? —pregunté, estudiando los parches, la espada
ardiente igual a la de la chaqueta de cuero gris de Hayden. El dragón azul
igual que su Manic.
—El hecho de que tu pasado sea oscuro no significa que no puedas
tener un futuro feliz.
Miré a Hayden y su punto encajó en mi mente. Ambos hemos sufrido,
de diferentes maneras, pero ambos ya experimentamos ese dolor y trauma
en nuestras cortas vidas. Pensé en el cuadro que nos había pintado en el
teatro... de nosotros viajando en una camioneta improvisada, viendo el
mundo juntos, encontrando nuestras pasiones. Quizás algún día sería
posible. Nos habíamos prometido mutuamente que lo intentaríamos, pero
eso era con el pretexto de que no estábamos seguros de poder seguir
adelante. Pero evidentemente había esperanza. Podríamos ser tan felices
como se sentían ahora James y Keenan.
Entonces levanté la mano y acaricié su mejilla mientras sentía que mi
rostro se convertía en una sonrisa ridícula. Hayden tenía una manera de
hacerme ver el mundo a través de lentes coloridos, en lugar del sombrío
blanco y negro que había soportado antes. Levantándome sobre la punta de
los dedos de mis pies, lo besé dulcemente y le agradecí en silencio.
—¡Oooooohhhhhhhh! ¡Jaja, sí!
Nuestros ojos se abrieron de golpe y lentamente nos desplazamos
hacia un lado para ver a su tío Lee parado en el lado opuesto de la tienda,
señalándonos a ambos y riendo a carcajadas. Vail, Keenan y James se
unieron, todos aplaudieron mientras todos los niños hacían muecas de
disgusto o indiferencia, Mina y Casey simplemente pusieron los ojos en
blanco y siguieron adelante, con Shaw permaneciendo cerca como un
guardaespaldas silencioso, aunque noté que sus labios estaban temblando
de diversión.
Mis mejillas se sonrojaron cuando presioné mi rostro contra el pecho
de Hayden para esconderme, mientras él pasaba un brazo alrededor de mis
hombros y gritaba algo obsceno a los hombres.
—¡Lenguaje, por favor! —La voz de Mina llamó.
—Hayden, ¿por qué? ¿Por qué harías eso? ¡De ahí vienen los piojos!
—La voz de Robby sonaba confusa y dolida, como si acabara de presenciar
a su primo cometer un delito grave.
—¡Piojos! ¡Piojos! ¡Piojos! —se rio Maverick y corrió hacia Hayden y
hacia mí. Él me alcanzó y yo, agradecida, aproveché la distracción para
levantarlo, gruñendo un poco por su peso. Lo siguiente que supe fue que me
había agarrado el rostro con sus manitas y me obligó a mirarlo mientras me
daba un beso grande y húmedo.
—¡Ey! ¡Ya basta, hombrecito! ¡Esa es mi chica! —Hayden me quitó a
254
su hermano, quien ahora se reía desde lo más profundo de sus entrañas, el
sonido era tan contagioso que me encontré estallando en un ataque de risa.
Hayden dejó a Maverick en el suelo y tomó mi mano para llevarme
hacia su familia. Volví a mirar la mesa que no habíamos terminado de ver y
noté que cerca de un extremo había una foto de Hayden en exhibición.
Fruncí el ceño mientras entrecerraba los ojos. ¿Ese era Hayden?
Ciertamente se parecía a él, pero parecía fuera de lugar. Había más barba
en la barbilla de ese hombre, su cuerpo un poco más grande bajo la misma
chaqueta de The Celtic Beasts. Pero juro que fue él...
—Está bien, está bien, pintémonos el rostro y entremos antes de que
a los niños les dé un ataque —dijo Keenan, guiando a la tropa fuera de la
tienda—. ¿Te unirás a nosotros un rato, viejo?
—Sí, puedo hacer que uno de los muchachos me cubra. —Señaló a
uno de los miembros de The Lost Souls, quien asintió y tomó la silla de
James en la mesa de información—. Vamos a divertirnos, ¿eh? —dijo,
tomando las manos de Emily y Robby mientras nos seguía hacia los terrenos
del festival.
La experiencia del festival no se parece a nada que haya
experimentado antes. Moverse junto a Hayden y su familia, experimentar su
dinámica, ser recibido tan cálidamente en su gran y extraña familia, no era
lo que esperaba. Y, sin embargo, a pesar de lo nerviosa que estaba por la
gran cantidad de personas que me rodeaban, lo cerca que estaban, los
ruidos fuertes y el caos de todo, me encontré sonriendo y riendo más que
desde... bueno, nunca.
Cuando los niños se pintaron el rostro, le dije a Hayden que nunca
antes lo había hecho y él inmediatamente me hizo tomar asiento también.
La mujer me puso una máscara alrededor de los ojos que parecía plumas de
pavo real, luego Hayden se arregló el rostro, el rostro aterrador pero
sorprendente con forma de calavera que le puso solamente hizo que sus ojos
plateados se resaltaran aún más. Cuando nos volvimos hacia el resto de la
familia, noté cómo su tía Casey dio un pequeño paso atrás al ver su rostro
pintada con una calavera, pero rápidamente se recuperó y nos felicitó junto
con el resto.
¿Eh, me pregunto de qué se trató eso? No parecía del tipo que se 255
asustaba fácilmente.
Luego, Shaw apareció con bolsas de algodón de azúcar, manzanas de
caramelo, salchicha empanizada y bolsas de palomitas de maíz, y se las
entregó a todos. Me dio una manzana de caramelo particularmente elegante,
decorada con caramelo y chispas de arcoíris. Le di las gracias, todavía tímida
con los tíos de Hayden, pero la oscuridad que rodeaba a Shaw en particular
estaba empezando a cambiar para mí, volviéndose más gentil, vigilante,
como un protector silencioso en el grupo. Él simplemente asintió ante mi
agradecimiento, lanzando una leve sonrisa antes de darle a Hayden una
enorme salchicha empanizada.
—¿Quieres un bocado? —me lo tendió después de tomar uno y acepté,
amando todas las nuevas experiencias que estaba teniendo. Nunca había
comido comida de festival y, aunque era grasosa y azucarada, me estaba
divirtiendo demasiado como para pensar en el dolor de estómago que
probablemente iba a tener más tarde.
Nuestro gran grupo avanzó por la calle, comprobando los juegos y
desafiándose unos a otros en los destinados a adultos. Keenan, Vail, Lee y
James se enfrentaron en el puesto de tiroteo, cada uno con pistolas de aire
comprimido mientras intentaban alcanzar un objetivo, con el objetivo de
eliminarlo por completo.
—Creo que Vail va a ganar —dije, observando cómo adoptaba una
postura, pareciendo más concentrado que los demás.
—No, aprenderás que el tío Vail es todo palabrería. Al que hay vigilar
es al abuelo —dijo Hayden, robándole un bocado a mi manzana de caramelo.
Levanté la mano para limpiar algunas chispas de arcoíris dispersas de la
comisura de su boca mientras observábamos a los hombres luchar. Mina y
Casey habían llevado a los niños a probar el juego de pistolas de agua que
había en la casa de al lado, mientras Shaw permanecía cerca, siempre como
el perro guardián vigilante. Un momento de dulzura que capté fue cuando
él se colocó detrás de Casey y le dio un besito mientras pasaba junto a ella,
extendiendo la mano para frotarle el vientre. Una cosa que noté sobre los
tíos fue que, aunque Robby era claramente de Lee y el chico rubio mayor,
Felix, era de Shaw, trataban a todos los niños por igual. Y aunque el más
nuevo era evidentemente de Vail, ver a Shaw frotarle la barriga solamente
me dijo que amaría a este niño tanto como amaba a los demás.
—¡Ja! —Entonces James gritó triunfalmente, arrojando su pistola de
aire comprimido sobre la mesa con floritura—: Nunca desafíes al viejo lomo
plateado. ¡Él siempre sale victorioso! —Levantó los puños en el aire en señal
de victoria antes de aceptar un gran pollito de peluche del feriante y
entregárselo a Emily quien con entusiasmo dio un paso adelante para
tomarlo. Él le dio un pequeño beso en la mejilla mientras ella le agradecía,
saltando sobre sus pies, antes de salir corriendo para mostrarle a Mina su 256
nuevo peluche. A nuestro lado, Lee de repente había enganchado a Vail con
una llave en la cabeza, diciéndole que necesitaba decir “Mercy” para ser
liberado, pero claramente, Vail era terco y se negó mientras luchaba por
liberarse.
—¡Muy bien todos! —dijo Keenan, dándole un pequeño tirón afectuoso
a la trenza de Charlotte mientras pasaba un brazo alrededor de sus
hombros, mirando a un grupo de chicos de su edad que evidentemente la
habían estado mirando—. Ahora que estamos todos azucarados, ¿quién
quiere ir a dar unas vueltas?
—¡Yo! —gritaron a la vez Robby, Maverick, Emily y Felix, corriendo
para reclamar los boletos del enorme paquete enrollado que James sacó de
la nada.
—¿Qué dices? ¿Quieres que te lleven? —preguntó Hayden mientras
los adultos se alejaban, guiando a los más pequeños a atracciones más
tranquilas, en lugar de a la montaña rusa de aspecto demencial en la que
los niños más pequeños clamaban por subir. Nerviosamente, revisé
nuestras opciones. La idea de subir tan alto hace que me suden un poco las
palmas de las manos. Eh, nunca me di cuenta de que tenía miedo a las
alturas. Por otra parte, nunca antes había estado en una situación en la que
tuviera que pensar en ello.
—Nunca he estado en un paseo, así que no sé... —Mi voz se apagó con
incertidumbre, una mezcla de nervios y temor en mi tono.
—Entonces, empecemos con calma. Mira, todo el mundo va a subir al
carrusel. —Señaló Hayden a la corta fila a la que se había unido su familia.
Ese paseo, con los animales estatua fijados sobre soportes dorados y el lento
movimiento al girar, parecía perfecto para probar por primera vez. Asentí y
lo seguí, mi ansiedad se convirtió en euforia mientras esperaba
ansiosamente con todos ellos en la fila hasta que fuera nuestro turno.
Hayden me llevó hasta un par de caballos que estaban uno al lado del
otro. Me subí al semental moteado de blanco y marrón mientras él tomaba
al semental de aspecto negro por dentro. A nuestro alrededor, los niños se
apresuraban a conseguir el animal que querían, lo que significaba que los
adultos se quedaban con lo que había disponible. Me reí al ver a Lee
trepando a una gran mariquita, el cómico contraste de su tamaño versus el
delicado insecto casi demasiado para mí. Cuando me volví para ver a Keenan
y James sentados sobre un par de patitos, no pude contenerme y estallé en
un ataque de risa. Hayden me sonrió, riéndose entre dientes cuando la
música comenzó y lentamente comenzamos a girar.
Mi caballo subía y bajaba mientras girábamos, y en un momento,
Hayden extendió la mano para tomar mi mano y dio un suave tirón mientras
se inclinaba sobre el espacio entre nosotros. Lo encontré con cuidado en el
medio, colgándome de mi caballo mientras encontraba su beso, cerrando los
257
ojos contra las luces brillantes, ignorando las llamadas disgustadas de sus
hermanas y su primo Robby. Pensé que tal vez besarse delante de su familia
sería algo prohibido. Lo esperaba, pero a Hayden no pareció importarle, ni
tampoco a los adultos. Estaban todos en sus pequeñas burbujas, con Mina
y Maverick sentados juntos en un lindo pony, Charlotte pasando el rato con
Félix en una carreta, Casey de pie junto al centro de espejos con Shaw
sosteniéndola en sus brazos. Nunca esperé encajar en una familia como
ésta, pero ahora que lo había hecho, era extraño lo mucho que lo disfrutaba.
Por las noches, en mis hogares de acogida, o en los apartamentos en
ruinas en los que mi madre nos encerraba, había soñado con una casa con
una valla blanca, mi padre vivo con nosotras una vez más, mi madre sana
y sin miedo, tal vez con una hermana pequeña o hermano. La imagen
perfecta de una familia. Pero si tuviera que elegir ahora, entre mi viejo sueño
y esta realidad, elegiría este siempre.
—¿Quieres que nos vayamos solos un rato? —me preguntó Hayden
mientras el viaje comenzaba a disminuir.
Asentí, a pesar de mis sentimientos hacia su familia, quería disfrutar
de un tiempo solamente con él.
El viaje se detuvo y todos nos fuimos, pero James se adelantó,
empujando a la gente fuera de su camino antes de cojear tan rápido como
pudo hasta el bote de basura más cercano y agachar la cabeza dentro. Todos
los chicos lo abuchearon mientras volcaba todo lo que había comido.
Claramente, no había manejado muy bien el giro. Emily corrió a su lado, el
pollito de peluche que él le había ganado todavía en sus brazos, y extendió
la mano, tratando de frotar su espalda mientras él escupía un poco más en
la basura y reaparecía, luciendo un poco pálido. Él tomó su mano, dándole
una sonrisa temblorosa, antes de que todos nos agrupáramos para decidir
la siguiente excursión, mientras Hayden rápidamente le murmuraba a
Keenan que temporalmente nos iríamos solos.
—Nos vemos en Drop of Doom para los fuegos artificiales, ¿de
acuerdo? —Noté cómo le dio un par de billetes de veinte en la mano de
Hayden antes de mostrar una sonrisa que de repente me di cuenta de que
Hayden imitaba a menudo. Fue divertido ver de dónde lo sacó.
—No te preocupes, estaremos allí. —Se guardó el dinero en el bolsillo
y pasó su brazo por mis hombros, guiándonos lejos de su familia.
Deambulamos solos durante algún tiempo, principalmente
observando a la gente pasar, hasta que Hayden decidió que quería probar
uno de los juegos. Escogió el de baloncesto y, para mi sorpresa, era
realmente bueno. Encestó todos menos uno, y cuando el feriante le entregó
un pequeño mono rosado, Hayden abofeteó otros cinco dólares, insistiendo
en intentarlo de nuevo. Cuando acertó todas sus canastas, me encontré
animándolo y aplaudiendo mientras él me sonreía ampliamente, moviendo
las cejas como si acabara de hacer algo súper sexy y varonil. Tomó el enorme
258
elefante verde azulado con un arcoíris en el lomo y me lo entregó.
—Tenía que ganar algo grande para mi chica —dijo mientras yo
tomaba el suave peluche en mis manos.
—¡Mi héroe! —me reí y le di un abrazo antes de aceptar su mano para
seguir adelante.
—¿Qué tal si probamos ese? —Dijo, señalando la gran rueda de la
fortuna—. Es un paso adelante respecto al carrusel.
Miré hacia el círculo gigante y brillantemente iluminado que se
elevaba en la noche. Era tan alto como Drop of Doom, e inmediatamente
sentí que mis manos se humedecían cuando dejé caer las suyas para agarrar
mi elefante verde azulado, moviéndome de un pie al otro donde estaba.
—Oye. —Se inclinó para susurrarme al oído—: Puedes hacer esto,
Maddy.
Respiré profundamente entre mis dientes. ¿No me había dicho a mí
misma que sería valiente? ¿Que lo intentaría? Lo había hecho. Y aunque
enfrentar algo como esto no era exactamente lo que tenía en mente, él tenía
razón.
—Vamos, entonces.
—¿Sí? ¿Segura?
—Si me lo preguntas de nuevo, me retractaré.
Él se rio de eso y le dio un tirón a mi nueva nariz de elefante.
—Bien, entonces, Señorita de la Costa Oeste, ¡vámonos!
Oh Dios, ¿por qué estaba haciendo esto otra vez? Pensé mientras me
encontraba ahora sentado en un cubo de acero forrado en rojo y dorado con
una sola barra sobre mi regazo para sostenernos a Hayden y a mí. ¿Por qué,
por qué? Al diablo con ser valiente. ¡Salgamos de esta trampa mortal! Pero
antes de que pudiera cambiar de opinión, la atracción se movió y oscilamos
hacia atrás y hacia arriba.
Grité de sorpresa, solamente para descubrir que nos habíamos
detenido tan rápido como comenzamos, causando que el cubo se balanceara
hacia adelante y hacia atrás de una manera que prácticamente me hizo
llorar en mi asiento.
—¿Qué diablos está pasando?
—Tienen que dejar entrar y salir a otras personas —explicó,
recostándose en su asiento sin ninguna preocupación mientras nos
balanceábamos.
—Ooooo, no me gusta esto. Realmente no me gusta esto… —gemí,
agarrándome con fuerza cuando nos levantamos de nuevo, deteniéndonos
una vez más, lo que nos hizo balancearnos aún más. 259
La mano de Hayden se deslizó alrededor de mi espalda y se aferró a
mi hombro, acercándome a su lado.
—¿Crees que dejaría que te pasara algo?
—No, pero…
—¿Crees que te llevaría al peligro?
—No, pero…
—Relájate, Maddy. Esta cosa se revisa varias veces al día. Se toman
la seguridad muy en serio durante este festival. Te prometo que no pasará
nada malo.
Nos movimos de nuevo, rodando hacia arriba cerca de la cima antes
de detenernos nuevamente. Cerré los ojos, prácticamente tratando de
arrastrarme hacia el costado de Hayden como una garrapata, dándole una
pequeña bofetada cuando se rio de mi reacción. La sensación de elevarme
repentinamente más alto, llegar a la cima antes de detenerme nuevamente,
casi hizo que mi estómago se revolviera, amenazando con hacer un James y
vaciar mi estómago.
—Abre los ojos, Maddy —me murmuró Hayden.
Lentamente lo hice, primero mirando a través de mis pestañas antes
de poder contemplar el paisaje ante mí. Estábamos sentados en lo más alto,
con una vista perfecta de 360 grados del recinto. El cielo estaba
completamente negro, pero las luces de abajo eran brillantes y coloridas,
reflejándose en el río, los sonidos de risas y música llenaban el aire. Era una
toma de postal, una escena tan contenta que no parecía real.
—¿Que piensas ahora? —preguntó, y prácticamente pude escuchar
su hermosa y arrogante sonrisa.
—Se ve bastante sorprendente, debo decir... —Mi voz se apagó
mientras miraba la escena de abajo, mi corazón no aceleraba tanto como
antes—. ¡Oye, veo a tu familia! —Señalé a un grupo que se había reunido
afuera de una estructura llamada Fun House11. Todos los adultos estaban
mezclándose en el césped del frente, y solamente podía suponer que todos
los niños estaban corriendo adentro.
Mientras observábamos, otra pareja se acercó lentamente, y tanto
Hayden como yo observamos con curiosidad a los recién llegados. Hasta
donde yo sabía, solamente esperábamos que se nos unieran sus tíos.
¿Quiénes eran estas personas?
Incluso desde aquí, podía distinguir a la hermosa mujer, que se
parecía a Robby en términos de complexión. Su hermoso cabello caía sobre
su cabeza en voluminosas ondas naturales y sueltas, su cuerpo delgado y
alto. Pero el hombre que estaba a su lado era algo completamente distinto.
Pensé que Lee era grande, pero este tipo era tremendamente enorme. Su 260
cabello canoso era largo, descansaba sobre su espalda y alrededor de sus
hombros, sus brazos fuertemente tatuados eran visibles desde la camiseta
negra que llevaba. Tenían con ellas lo que parecían ser niñas gemelas,
ambas con vestidos de princesa rosa y morado, aferradas al enorme hombre.
La tercera niña, que parecía un poco mayor, caminaba al lado de su madre,
con la cabeza en alto mientras se acercaban a la familia de Hayden.
Noté cómo se inclinó un poco hacia adelante en nuestro lugar, su
atención se centró en los recién llegados. En ese momento nuestro cubo
volvió a descender, pero aún podíamos ver.
Al ver a los recién llegados, Casey dejó escapar un grito agudo y corrió
hacia adelante, abrazando a la alta y hermosa mujer. Ambos prácticamente
giraban en el lugar mientras se abrazaban. El resto de la familia, sin
embargo...
Todos los tíos de Hayden parecían extremadamente cautelosos al ver
al hombre. Todos permanecieron cerca de sus hijos y de las mujeres,
mientras Keenan dio un paso adelante, con la mano extendida, saludándolo
como lo haría con cualquier otra persona. Aunque noté que incluso él
parecía un poco tenso. ¿Y James?
James había desaparecido por completo.

11 Casa de la Diversión en Inglés.


Juraría que había estado allí antes, pero misteriosamente estaba
ausente en ese momento. ¿A dónde fue él? ¿Quizás tuvo que regresar a la
carpa de MC y relevar a su suplente? Sin embargo, antes de que pudiera
pensar mucho más en ello, volvimos a caer, solamente que esta vez
seguimos adelante.
Ahora descendimos completamente, solamente para subir por la parte
trasera de la rueda. Chillé y abracé a Hayden por la cintura, mi peluche
aplastado entre nosotros, y él simplemente se rio.
—Mantén los ojos abiertos o te lo perderás todo —me dijo.
—Estoy bien. Yo vi todo. Conquisté mi miedo. Ahora seguiré ciega,
gracias —le murmuré.
Hayden se rio entre dientes de nuevo, y la sensación de que mi
estómago se elevaba un poco mientras caíamos me hizo esperar que esta
rotación fuera todo lo que tuviera que afrontar. Desafortunadamente,
continuó.
—¿Maddy? Maddy… —Me sacudió un poco el hombro— ¡Maddy!
—¿Qué? —Solté.
—Mira...
Abrí los ojos, preguntándome qué diablos quería que viera está vez,
solamente para encontrar su rostro cerca del mío, las luces reflejándose en
261
sus ojos reflejados, su intención perfectamente clara. La mano en mi
hombro se elevó hasta la parte posterior de mi cuello y, antes de que pudiera
respirar, agachó la cabeza para besarme, haciendo que mis dedos de los pies
se curvaran. Fue suave al principio, su boca presionó la mía una, dos
veces… antes de abrirla, animándome a hacer lo mismo. Nuestros labios se
movieron uno con el otro, su lengua se estiró para deslizarse sobre mi labio
inferior antes de bailar lánguidamente contra el mío.
Mierda... ¡Hayden podía besar!
Levanté la mano, agarrando con una de mis manos la suave solapa de
cuero de su chaqueta Black Spades, mi corazón palpitaba en mi pecho
mientras sus besos me recordaban lo que habíamos hecho en el claro el día
anterior. Dios, lo que daría por volver a sentir eso con él ahora mismo.
Los dedos de Hayden se retorcieron en mi cabello, agarrando un
puñado antes de tirar suavemente de mi cabeza hacia atrás, inclinándose
sobre mí para profundizar nuestro beso. Eso, y la combinación del ascenso
y descenso del viaje, me hicieron sentir realmente como si estuviera flotando
en una nube.
—Maddy… —respiró contra mis labios—. Te deseo.
—Me tienes —susurré, atrayéndolo hacia mí para poder seguir
besándolo. Cuando mordí su labio inferior entre mis dientes, gimió y su otra
mano se deslizó lentamente por mi espalda. Pensé que seguiría pasando por
encima de mis pantalones, pero en cambio, sus dedos se deslizaron debajo
del material, provocando la carne allí por un momento antes de avanzar
poco a poco hacia abajo para acariciar mi trasero. Agachó la cabeza para
besar mi garganta, chupando e incluso mordiendo mi piel antes de que el
viaje comenzara a disminuir.
—¡Mierda! —siseó entre dientes mientras quitaba su mano de mis
pantalones, alejándose de mí. El color plateado de sus ojos casi había
desaparecido debido a que sus pupilas estaban muy hinchadas y sus labios
parecían tan hinchados como los míos. Dejé escapar un largo y tembloroso
suspiro, de repente deseando que el viaje hubiera continuado. Él entonces
me agarró la barbilla y se inclinó para darme un último beso antes de
detenernos en el suelo.
—Está bien, tortolitos, ¡salgan! —El feriante se rio, guiñándonos un
ojo descaradamente mientras abría la pequeña puerta del prado para
dejarnos salir. Mi rostro ardió cuando me di cuenta de que él había visto
todo, y quise golpearme en la cabeza por olvidar cuán públicos éramos en
nuestra pequeña canasta de acero. A juzgar por algunas de las miradas de
complicidad de algunas personas en la alineación, ellos también lo habían
visto.
Hayden no se molestó en absoluto, como siempre. Realmente no le
importaba lo que los demás pensaran de él. Él simplemente me devolvió la
262
sonrisa, me rodeó el cuello con el brazo para acercarme y poder besarme la
parte superior de la cabeza, y nos alejó.
A lo lejos, vimos a su familia reunida en una máquina de montar toros,
todos los hombres se turnaban. Vi cómo Lee era lanzado espectacularmente
hacia un lado mientras todos los demás aplaudían. Los recién llegados
todavía estaban con ellos, aunque noté que la bestia gigante y tatuada
parecía quedarse atrás, sentada en un banco cercano, con sus hijas gemelas
trepando sobre él mientras la tercera estaba junto a su madre, comiendo un
helado. Su esposa y Casey estaban uno al lado del otro, con las cabezas muy
juntas, como si estuvieran charlando sin parar.
—¿Sabes quién es? —le pregunté a Hayden.
Él también los estaba estudiando, su mirada se entrecerró mientras
observaba al hombre en particular. La expresión de Hayden cambió de una
de curiosidad a una extraña especie de silencioso y latente disgusto. Su
mandíbula se apretó, sus fosas nasales se dilataron y parecía estar a punto
de ir allí y decir algo o quedarse aquí conmigo. Su mirada iba del hombre a
su madre y viceversa.
—¿Hayden? —pregunté, tratando de llamar su atención.
Saltó, parecía como si le hubiera dado una pequeña descarga
eléctrica, y parpadeó varias veces, mirándome como si estuviera saliendo de
un trance. Levanté mi mano libre, el elefante metido debajo de mi otro brazo,
y acaricié su mejilla.
—¿Estás bien?
Dudó como si ni siquiera estuviera seguro.
—Oye, oye, háblame. ¿Qué ocurre?
Parpadeando fuertemente, miró de nuevo al hombre y negó con la
cabeza.
—Es que… creo que tal vez…
Esperé, preguntándome qué diablos lo tenía tan... inquieto.
Quienquiera que fuera ese hombre, su presencia fue claramente una especie
de detonante para Hayden. Sin decir palabra, tomé su mano y lo obligué a
darse la vuelta.
—¿Qué? —preguntó.
—Vamos, entremos en Fun House —le dije. Sin embargo, cuando
intentó mirar por encima del hombro, le di otro tirón de la mano hasta que
me miró a mí y solamente a mí—. Tu familia está a salvo. ¿Crees que tu
papá o tus tíos dejarían que pasara algo?
Eso pareció calmarlo un poco, porque la tensión en su cuerpo se aflojó
un poco y sus hombros se relajaron un poco. 263
—No...
—No. Exactamente. No lo harían. Ven ahora. Nunca he estado en una
Fun House, así que tengo curiosidad. —Abrí el camino hacia la corta
alineación y la gente, ya que una gran multitud ya había entrado delante de
nosotros. Esperamos pacientemente a que la gente que iba delante de
nosotros avanzara un poco antes de que el feriante tomara a los dos toonies
que Hayden le pasó y nos permitiera pasar.
Capítulo Dieciocho

Tenía que ser él. El hombre que era responsable de... de...
Tío Storm, Gavin... Cartier... Shay O'Hare, mi padre.
No podía olvidar la pelea en la que me encontré entre mi madre y mi
abuelo. Entre ellos, y todo lo que papá me había dicho, había reconstruido
lo suficiente por mi cuenta para darme cuenta de que este tipo, el que estaba
sentado con tres niñas pequeñas y les permitía trenzar su propio cabello
mientras miraba a su mujer hablar con mi tía, él era la razón detrás de tanta
mierda en el pasado que ha perseguido a nuestra familia.
Sé lo que me habría hecho para llegar hasta Shay.
¡Tuve que vivir bajo el control de ese hombre durante meses! Ese
monstruo psicótico...
¡Mató a todos los demás! ¡Tu hijo menor lleva el nombre de su otro 264
abuelo! ¡Y ya no está aquí! ¿Por qué es eso? ¿Quién mató a Maverick, Mina?
Vi a ese hombre matar a todo el MC de Black Spades. ¿Y sabes qué?
Se reía mientras lo hacía.
Las palabras de mi madre y el abuelo J resonaron en mi cabeza una
y otra vez. Este era el hombre del que mi madre tuvo que huir, del que otros
hablaban con miedo y rabia. Mi padre biológico pudo haber sido la mano
derecha por un corto tiempo, pero este tipo fue el que estuvo al lado de
Cartier durante el momento en que toda mi familia se desmoronó. Vi como
su esposa y mi tía Casey paseaban hacia donde estaba sentado, como si
estuvieran controlando cómo estaban él y las gemelas. El hecho de que este
tipo tuviera una familia era muy inquietante. ¿Se sentía realmente segura
su esposa? La vi inclinarse para darle un beso y sacudir la cabeza,
preguntándome qué diablos había pasado para hacerle creer que él era
alguien en quien se podía confiar tanto que estaría dispuesta a tener hijos
con él.
Maddy tirando de mi mano me distrajo de mis pensamientos en
espiral y traté de concentrarme en el presente. Ella nunca antes había
estado en una Fun House y quería que disfrutara de la experiencia, incluso
si éramos un poco mayores. Sin embargo, cuando me volví a mirar por
encima del hombro, el hombre estaba mirando en mi dirección. Sus ojos
oscuros estaban prácticamente ocultos debajo de sus cejas entrecerradas,
como si estuviera entrecerrando los ojos para verme mejor. Estaba a punto
de darle la espalda cuando un grupo a unos tres metros de él salió de la
atracción Haunted Mansion12, el cabello azul de Theo Hebert resaltaba por
encima de todo, y me distraje de inmediato.
Theo, Spencer, Jace y todos esos imbéciles se reían, se empujaban
unos a otros, sus palabras estaban demasiado lejos para que yo pudiera
escucharlas por encima de la música del recinto. Noté que ninguna de las
cuatro perras del ataque en el baño estaba con ellos, pero sí todos sus fieles
seguidores. Las chicas se estaban aprovechando de la ausencia de su líder,
buscando la atención de los chicos ahora que no tenían a nadie obligándolas
a obedecer.
Ovejas.
La mirada de Theo captó la mía entonces, ambos ahora
completamente conscientes el uno del otro, todos los demás desapareciendo
en el fondo. Pude leer todo el odio, la furia, la sed de sangre en su rostro
mientras me contemplaba. El sentimiento era mutuo, pero no fui yo quien
inició nuestra rivalidad. Todo lo que había obtenido era justicia por todos
los años de tormento que había sufrido en sus manos. Todo sin ninguna
razón que se me ocurriera. Así que su necesidad de “vengarse" de mí por mi
represalia era absurda, estúpida...
Le levante el dedo medio cuando no apartó la mirada y me volví hacia
Maddy, pero no antes de verlo girar rápidamente hacia Spencer y los demás 265
para susurrarles veneno al oído. Pagué nuestros boletos y seguí a Maddy al
interior, volviéndome una vez para ver a los chicos hablando juntos, las
chicas habían deambulado cerca para ver algún juego de pesca. Esa bestia
de hombre estaba sentada sola ahora, la tía Casey y su amiga habían llevado
a las niñas a probar algunos de los otros juegos, pero su mirada oscura se
había desplazado de mí al grupo de imbéciles, como si pudiera escuchar
todo lo que decían.
Dijeran lo que dijeran, independientemente de si estaba de acuerdo o
no, o si le importaba, simplemente se movió en su asiento, metiendo ese
largo cabello gris detrás de su oreja, girándose para mirar a su familia.
—¿Hayden? ¡Hayden!
Así es. Maddy. Necesitaba concentrarme. Aparté mis ojos de Theo para
encontrar a mi chica sonriéndome mientras nos señalaba para enfrentar
nuestro primer obstáculo de la casa... un cilindro giratorio por el que
teníamos que atravesar. Maddy se rio mientras avanzaba a trompicones,
tratando con todas sus fuerzas de mantener el equilibrio, y no pude evitar
soltar ese resentimiento que se había avivado en mi pecho al ver a Theo, y
reírme mientras ella caía, el cilindro la llevaba hacia arriba un poco antes

12 Mansión Embrujada en Inglés.


de que su peso la hiciera deslizarse hacia abajo, solamente para ser cargada
nuevamente.
No había oído a Maddy reír tanto como esta noche. Verla relajarse y
dejar de lado lentamente sus reservas con respecto a mi familia me hicieron
sentir esperanzado. Verla superar sus límites me inspiró y yo también quería
hacerlo mejor. Admiré su fuerza mientras interactuaba con mis primos,
observaba a mis tíos y se acercaba más a mis padres. Era como si fueran
una cura. La estaban ayudando a sanar, como si le hicieran ver lo que podría
ser.
Siempre había amado a mi familia, pero mi aislamiento había pasado
factura. Aunque todavía hablaba con ellos, ya no era como antes, cuando
derribaba mis muros y pasaba tiempo con ellos de buena gana. Esta noche,
Maddy me hizo darme cuenta de cuánto los extrañaba, de cuánto los
necesitaba. Me dio esperanzas para nuestro futuro. No teníamos que ser lo
que los de afuera esperaban que fuéramos. Mis tíos, mi madre y su vida,
todos fueron ejemplos de lo que podría ser vivir tu vida según tus propias
expectativas. Maddy y yo haríamos lo mismo.
Riendo, entré y la ayudé a salir de su trampa, guiándola fuera del
cilindro para que pudiéramos intentar el siguiente obstáculo en nuestro
camino. Un laberinto de cristal. Sabía que debía tomarlo con calma, o
podrías terminar rompiéndote la nariz contra un panel, pero aparentemente,
Maddy no tenía idea de qué era exactamente esto, porque simplemente
266
avanzó, pensando que era un camino recto, y lo golpeó con fuerza.
—¡Maddy! —Entré corriendo mientras ella se desplomaba,
sujetándose el rostro y gimiendo—. ¿Estás bien?
—¡Santo infierno! —gimió—. ¿Qué carajo fue eso?
—Es un laberinto... necesitas levantar las manos y sentir el camino —
le expliqué.
Nuevamente gimió y levantó la cabeza, con los ojos llenos de lágrimas,
pero no lloraba. Tenía la nariz roja pero afortunadamente no había sangre.
Le di un suave apretón para asegurarme de que no estuviera roto y, aunque
ella hizo una pequeña mueca, no fue tan malo como había pensado. Suspiré
aliviado y la acerqué, apretándola con fuerza mientras la abrazaba. Detrás
de nosotros, un grupo de niños pequeños salieron dando tumbos del
cilindro, todos riéndose locamente mientras corrían a nuestro alrededor,
abriéndose camino fácilmente a través del laberinto. Pude verlos zigzaguear,
adelantándose mucho. Aunque llegaron a algunos callejones sin salida,
ninguno cometió el error que cometió mi chica.
—¿Estás lista para ir? —le pregunté a ella.
Asintió, sonriendo mientras se secaba los ojos.
—Sí, pero tú irás primero.
—Es justo —estuve de acuerdo y nos guie hacia adentro, abriendo el
camino con una mano extendida frente a mí. Se agarró de la parte de atrás
de mi chaqueta y me utilizó con cuidado como bloque mientras
avanzábamos. Afortunadamente, en este punto, habían pasado suficientes
niños y las secciones de vidrio habían manchado huellas de manos en la
mayoría de ellos, pero cerca del final, fue un poco más difícil cuando el vidrio
se convirtió en espejos.
—Siento como si me hubiera encogido y caído en una botella —dijo
Maddy, mirando a nuestro alrededor, atreviéndose a soltarme para intentar
un nuevo camino una vez que llegamos a otro callejón sin salida. En algún
lugar delante de nosotros, más allá del laberinto, podía oír la risa lejana de
los otros niños. Incluso nos topamos con algunos otros en la sección de
espejos, los saludamos con una pequeña sonrisa y asentimos, antes de
separarnos, probando diferentes formas de salir. Si me concentraba lo
suficiente, apuesto a que podría sacarnos fácilmente de aquí en un par de
segundos, pero quería que Maddy tuviera la experiencia, así que
deliberadamente tomé algunos caminos alternativos.
—¡Hola, guapo!
Me volví para verla sonriéndome desde detrás de una de las pocas
secciones de vidrio que quedaban, con las manos presionadas contra la
superficie transparente, bizca y sacando la lengua. 267
Me reí ante la vista y le di un pequeño golpe al vidrio con el puño, a lo
que ella simplemente dio un paso atrás, mirando a su alrededor en busca
de otro camino a tomar. Di la vuelta, pero encontré mi camino bloqueado,
preguntándome cómo diablos llegó allí.
—Eh, ¿Hayden?
Maddy estaba de espaldas a mí, presionada contra el cristal, pero
sobre su cabeza, al final de un estrecho pasillo de espejos, parecían unos
cincuenta clones de Theo y Spencer. Parecía que se habían unido a nosotros,
de pie juntos, sonriendo como psicópatas.
Inmediatamente, sentí como si mi sangre se hubiera convertido en
hielo en mis venas, la ligereza en mi pecho que sentí cuando estaba con
Maddy se evaporó solamente para ser reemplazada por una roca ardiente y
asfixiante.
—¿Qué carajo están haciendo ustedes aquí? —llamé, dando un paso
hacia el otro lado para sortear la barrera entre Maddy y yo, pero era otro
callejón sin salida. En serio, ¿cómo carajo llegó allí?
—Simplemente disfruto del festival como ustedes dos —dijo Theo, sus
ojos pálidos vagando entre ella y yo. No me gustó la forma en que la miraba,
la forma en que su boca llena de cicatrices se torció en una forma de sonrisa
demente—. Vi a tus hermanas, Mathers —dijo, avanzando lentamente con
Spencer detrás.
Joder... joder, joder, ¡joder!
—Maddy, vuelve conmigo —siseé a través del cristal para que los
demás no pudieran oírme.
—Emily, en particular —continuó Theo— estaba sola, sin nadie
mirándola, jugando con esa estúpida pollita de peluche. Estaba tan cerca
que podría haber extendido la mano y... —atrapó el aire, esa sonrisa se hizo
más amplia en su rostro, jodida y cruel. Maddy se dio la vuelta, palpó las
paredes contra las que se había apoyado y comenzó a moverse hacia mi
izquierda, siguiendo un camino corto que la alejó parcialmente de mí, un
poco más cerca de ellos.
—¡No toques a mis hermanas! —gruñí, golpeando el cristal mientras
tanteaba mi camino, tratando desesperadamente de cerrar la brecha que me
separaba de Maddy.
—Podría haberlo hecho, pero no lo hice. ¿Sabes por qué, Hayden?
Porque soy un buen chico. No quiero lastimar a una niña —se burló Theo y
su atención se volvió hacia Maddy, quien eligió una ruta sinuosa que la alejó
aún más de mí. Luciendo tan asustada como yo, se dio la vuelta y se
apresuró a regresar, aunque eso significaba acercarla a los tres chicos que
se acercaban lentamente hacia nosotros. Metí la mano en mi bolsillo y agarré
mi teléfono, pero Theo levantó una mano.
—¡Ah ah! Intentas llamar a alguien y… —por encima de su hombro,
268
Spencer levantó su propio teléfono, con un mensaje ya enviado por mensaje
de texto y listo para enviar— Jace agarra a tu hermana.
—¿Qué carajo quieres? —Rompí y golpeé el cristal de nuevo. Giré para
probar otra ruta, pero en mi creciente frenesí, no estaba tan concentrado
como antes y terminé rodeado de espejos. Retrocediendo rápidamente,
encontré a Maddy ahora en el lado opuesto del laberinto, deslizándose a lo
largo de la pared sólida en el borde, manteniendo la mayor distancia posible
entre ella y los chicos—. ¡Maddy! ¡Lárgate de aquí!
—Solamente quiero hablar con ustedes dos —dijo Theo, amando
vernos separados y en pánico—. Verás, Hayden, me debes...
—¡Te debo una mierda! —Grité, golpeando el vidrio de nuevo,
deseando que se rompiera—. ¡Tú viniste hacia mí primero, Theo! ¡Viniste a
por mí durante malditos años y ya tuve suficiente! ¿Eres tan jodidamente
estúpido que no puedes ver eso?
—Me importas una mierda. ¡Me marcaste el maldito rostro!
—¡Me hiciste desear estar muerto!
—Entonces, ¿por qué no lo hiciste?
—¿Por qué querías que lo hiciera? —Cuando Spencer lo esquivó,
colocándose frente al camino que llevaba a Maddy, grité—: ¡No te atrevas a
tocarla!
—Es ella o tu hermana, Hayden. —La sonrisa de Theo se desvaneció
cuando su atención se centró completamente en mí, sabiendo que Spencer
estaba de espaldas. Nos tenían completamente separados, sin manera de
llegar hasta el otro sin cruzarnos. Agarré mi teléfono con fuerza, queriendo
desesperadamente llamar a mi papá, a mi abuelo o a cualquiera de mis
tíos...
—No lo hagas —dijo, sabiendo exactamente dónde estaban mis
pensamientos—. Si lo haces, Emily desaparecerá como tantas otras niñas
antes que ella.
—¿Por qué, Theo? —Golpeé el vidrio tan fuerte como pude, furioso
porque ni siquiera se rompió—. ¿Qué carajo te pasa? ¿Por qué?
—¿Por qué? ¿Necesito una razón?
—¡Sí, joder! ¡Porque nadie hace lo que tú por nada! —No dijo nada
durante diez desconcertantes segundos, mirándome como si fuera tan
interesante o revelador como describir cómo se manchó el barro del zapato.
—Spencer —llamó por encima del hombro, sin apartar sus ojos de los
míos—. Ahora.
—¡NO! ¡No! ¡Para, Maldita sea! ¡PARA! —grité y corrí, empujándome
contra las paredes que me bloqueaban hasta que me encontré separado por
solamente un panel de Theo. Detrás de él, Maddy se había alejado corriendo, 269
pero Spencer estaba muy cerca, observando cada giro que ella tomaba hasta
que la arrinconó—. ¡No la toques! —Lancé mi cuerpo contra el cristal una y
otra vez, tratando de abrirme paso. Maddy gritó cuando Spencer la levantó,
aplastándola contra su pecho y él fácilmente la llevó de regreso a Theo, una
de sus manos prácticamente asfixiándola mientras le golpeaba el rostro.
—¿Realmente necesito una puta razón, Hayden? —Gritó Theo, toda
diversión desapareció mientras me miraba a través del cristal—. ¡Tú eres el
que llevó las cosas demasiado lejos!
—¿Qué pasa con todo lo que me hiciste? —le pregunté con
incredulidad— ¿Qué pasa con todas las veces que me hiciste querer morir?
¿Desaparecer por el solo hecho de entrar a la escuela todos los días me hacía
sentir como si me estuviera ahogando? ¿Qué pasa con todo eso?
—¡Eso fue menos que nada para mí! ¡Me jodiste para siempre! —
Señaló su mandíbula, las cicatrices más obscenas por la extraña
iluminación en este espacio cerrado.
—¡Tengo cicatrices que nadie puede ver! —Me lancé contra el cristal—
. ¡Y las llevaré conmigo por el resto de mi maldita vida! ¡Déjala ir! ¡Déjala ir
ahora!
—Ve, Spencer.
Aullando, me lancé de nuevo contra el cristal antes de correr
desesperadamente de un lado a otro, buscando una rotura en el tabique.
Spencer regresaba, llevándola con él. Todo el tiempo, Maddy luchó contra
él, pateando contra las paredes para desequilibrar, estirándose hacia atrás
para intentar arañarle el rostro con las uñas, cualquier cosa que pudiera
hacer para detenerlo.
Pero sus luchas no fueron nada para él. Spencer rápidamente ganó
terreno entre nosotros y, como si se diera cuenta de que su pelea no servía
de nada, cambió de táctica. De repente, Maddy se volvió pesada entre sus
garras y levantó los brazos hacia arriba, deslizándose a través de su agarre,
tomándolo con la guardia baja. Fue entonces cuando encontré una
abertura, muy a un lado, escondida detrás de un espejo, y me lancé a través
de ella, corriendo directamente hacia Theo que estaba bloqueando mi
camino.
Chocamos con un fuerte crujido, mi peso lo arrojó mientras caía hacia
atrás contra una de las paredes transparentes, golpeándose la cabeza con
fuerza. Empujándome, corrí detrás de Spencer, solamente para que Theo
me agarrara uno de los tobillos, haciéndome perder el equilibrio y caí al
suelo con un golpe sin aliento.
—¡Maddy, corre! —grité justo antes de que Theo se arrojara sobre mi
espalda, sacándome el aire de los pulmones. Sentí sus manos rodear mi
garganta desde atrás, apretando con fuerza. Obligué a mi cuerpo a rodar,
aplastándolo debajo de mí cuando escuché a Maddy chillar, el chirrido de
sus zapatos en el suelo atravesando la alegre música de circo que sonaba a
270
todo volumen en los parlantes. En cada extremo del laberinto, las luces se
encendían y apagaban, las naranjas, rojas y amarillas parpadeaban como
semáforos mientras ambos luchábamos por liberarnos.
Debajo de mí, Theo me soltó la garganta y jadeé en busca de aire, pero
me empujó hacia atrás mientras luchaba por respirar. Solamente logré
ponerme boca arriba antes de que comenzara a golpearme.
—Joder... doloroso... doloroso... —Su voz se quebró cuando sus puños
golpearon cada parte de mi cuerpo que pudo alcanzar; mis brazos, mis
costillas—. ¡Cuánto maldito dolor! ¡Me dolía respirar! ¡Comer! ¡Me dolió!
¡Durante años!
Me protegí el rostro, cada golpe que lograba golpear alguna parte de
mí solamente sacaba más aire de mis pulmones, pero mi mente estaba
pensando solamente en una cosa...
¡Ve con Maddy! Manic gritó cuando escuché un fuerte ruido sordo y
una pelea en la distancia. ¡Ve hacia ella! ¡Echa a este cabrón y sálvala,
Hayden!
Apreté los dientes y levanté la pierna, deslicé la rodilla debajo del
pecho de Theo y empujé tan fuerte como pude. Logré poner suficiente
distancia entre nosotros para levantar mi otro pie y patearlo, clavándolo en
las costillas para enviarlo volando. Volteándome boca abajo, me levanté del
suelo, pero la vista frente a mí me hizo detenerme en estado de shock.
Al final del pasillo, una figura sombría, una bestia humana, estaba
parada allí. Spencer estaba a su alcance, flotando a un pie del suelo.
Era él.
Maddy estaba temblando en el suelo, escondida detrás de sus piernas,
con el cabello desordenado y lágrimas corriendo por su rostro. Al verme, ella
salió de detrás de su lugar y corrió hacia mí, agachándose para ayudarme a
ponerme de pie. La estreché contra mis brazos, apretándola con tanta fuerza
que por un momento olvidé que era mucho más grande que ella, y su
pequeño chillido de dolor me hizo disculparme al instante y soltarme. Pero
no la solté. Me negué. Tomé la parte posterior de su cabeza y miré a nuestro
salvador, las luces intermitentes ahora iluminaban su rostro, la barba, el
cabello largo y la mirada oscura y vacía que estaba fija en Spencer.
—Me importa una mierda que seas solamente un punk adolescente —
retumbó el hombre, con los brazos abultados mientras sostenía al chico más
grande de nuestra escuela en el aire como si fuera un muñeco—. Elegiste a
la gente equivocada para joder, chico. Y si yo fuera cualquier otra persona,
te llevaría afuera para que pudieras enfrentar cargos y confesar tu mierda.
Él sonrió entonces; la visión más inquietante que cualquier otra cosa
que había visto esta noche en Theo. Acercó a Spencer a su rostro, luciendo
271
muy parecido a un lunático, mientras Spencer farfullaba y se aferraba a las
manos del hombre, tratando de soltar sus dedos.
—Pero yo no soy nadie más —susurró—. Soy el maldito monstruo del
que este lugar ha susurrado durante años.
De repente, en un torbellino de color y movimiento, el cuerpo de
Spencer atravesó la partición, la pared se rompió mientras él volaba y
aterrizaba en el suelo. Entonces la bestia se volvió hacia nosotros, avanzó y,
por un segundo, pensé que también nos iba a atacar. Pasó de largo sin
mirarnos y se dirigió directamente hacia Theo.
Habiendo visto lo que este tipo le hizo a su amigo, Theo comenzó a
suplicar, llorando mientras se ponía de rodillas solamente para golpear un
espejo, tan atrapado como habíamos estado Maddy y yo.
El hombre simplemente se agachó y lo agarró por el cuello; el gorgoteo
y el escupitajo eran tan fuertes y repugnantes que presioné la oreja de
Maddy contra mi pecho y cubrí la otra con la mano.
—He conocido a pequeños imbéciles como tú antes —dijo el tipo con
el mismo gruñido profundo—. ¿Y sabes lo que solía hacer con ellos? Me
gustaba jugar. Un juego consistía en usar una sierra para cortar pedazos y
ver cuánto tiempo pasaría antes de que se desangraran. Me gustaba contar
cuántas veces se desmayaban por el susto, pero siempre estaba dispuesto
a despertarlos para poder empezar de nuevo. Me encantaba oírlos llorar,
verlos orinarse mientras yo jugaba...
Hablando de orinar...
La parte delantera de los pantalones de Theo se oscureció, el rastro se
deslizó por el dobladillo de su pierna hasta que un pequeño charco comenzó
a formarse en el suelo. Al verlo, el hombre se rio, aunque sonó como si
estuviera practicado, falso. Lo soltó de repente y Theo cayó al suelo mojado
lloriqueando mientras el hombre encendía un cigarrillo.
—Pero ni siquiera lo vales. Me aburriría. Sigue adelante, muchacho, y
deja las tonterías. —Sin volver a mirar a ninguno de los chicos, se volvió
hacia nosotros, acercándose hasta que nos perdimos en su sombra. Sostuve
a Maddy un poco más fuerte, mirándolo en estado de shock.
—Te agradecería que no le contaras a nadie sobre esto, chico —me
dijo, expulsando el humo por la comisura de su boca—. Cuéntales la historia
que quieras, porque estos dos cabrones no dirán nada, te lo prometo.
Simplemente no me menciones. No quiero meterme en problemas con mi
mujer, ¿sabes?
Aturdido, asentí, ahora seriamente confundida. ¿Le preocupaba
meterse en problemas con su esposa? ¿Hablaba en serio? ¿Después de todo
lo que acababa de hacer y tenía miedo de enfrentarla?
272
Dio otra larga calada a su cigarrillo, sus ojos moviéndose alrededor de
mi rostro como si me estuviera estudiando tanto como yo lo estaba
estudiando. Así de cerca, pude distinguir el esmalte de uñas rosa que lucía
este monstruo, evidencia de sus pequeñas hijas. Levantó la mano que
sostenía la calada, me tocó el hombro y dijo:
—Te pareces mucho a tu padre.
Fruncí el ceño confundido. El cabello rubio y los ojos azules de mi
padre no se parecían en nada a los míos. Pero entonces me golpeó...
—¿Te refieres a Shay?
Maddy nos miró fijamente y no dijo nada excepto escuchar cada
palabra que decíamos.
El hombre asintió.
—Nunca lo conocí personalmente, pero lo vi en una foto una vez. Eres
la viva imagen. —Miró por encima de mi hombro y suspiró, como si de
repente estuviera extremadamente cansado, las patas de gallo alrededor de
sus ojos se hacían más prominentes cuando fruncía más el ceño. Lo juro,
probablemente era tan mayor como mi abuelo—. Pagué al feriante del frente
para que mantuviera alejados a los niños mientras yo revisaba las cosas
aquí. Tendremos que irnos para que puedan enviar a algunas personas a
limpiar esta mierda —dijo, señalando a los bultos que ahora se agitaba y
gemían que eran Spencer y Theo.
—Sí, sí, supongo... —dije, todavía desconcertado por todo lo que
acababa de suceder.
—¿Cómo te llamas? —preguntó de repente Maddy y ambos la
miramos, él parecía como si acabara de darse cuenta de que ella estaba allí.
—Jeremy —retumbó, sin emoción en su rostro.
—Jeremy. —Exhaló un suspiro de alivio—. Gracias por salvarme.
Él asintió, dio otra calada a su cigarrillo y lo apagó hacia el techo.
Parecía que no le importaba nada de eso. Como si salvarnos fuera solamente
un efecto secundario de que él buscara algo que hacer.
—¿Por qué? —le pregunté, con la voz entrecortada. Si este era Jeremy,
aquel al que todos estaban tan aterrorizados, ¿por qué nos salvó?
Me miró de nuevo con esos ojos oscuros, sin emociones y sin vida, y
supe que debería tener miedo. Este hombre era la raíz de todo, habiendo
estado involucrado en tanta lucha y desesperación. Y, sin embargo, para mí,
parecía un hombre viejo, cansado y que acababa de terminar con toda esa
mierda.
—Digamos que es personal. Una deuda...
—¿Para quién?
Me miró fijamente, y por un instante, solamente por una fracción de 273
segundo, me pareció ver algo en sus ojos. Algo más que un vacío oscuro.
—Para Storm... —Se llevó el cigarrillo a la boca y sacó su encendedor
de nuevo, la plata brillando en las luces intermitentes, y lo encendió,
alejándose del laberinto hacia un detector que colgaba cerca de la pared
lateral, sosteniendo la llama hacia él—. Será mejor que ustedes dos se vayan
—dijo.
—Vamos.
Tomé la mano de Maddy y la llevé hacia el lado donde una barandilla
separaba el cilindro giratorio y el exterior de Fun House. La levanté y la bajé
por el borde hasta que sus pies tocaron el pasto. Miré hacia atrás una vez,
pero Jeremy ya no estaba, desapareciendo como un demonio en la noche.
Salí tras ella justo cuando sonó la alarma de incendio. Agarrando la mano
de Maddy, nos alejamos rápidamente mientras los feriantes entraban,
llevando extintores de incendios, mientras los niños que hacían fila gritaban
emocionados ante el caos. La seguridad del parque llegó corriendo, junto
con algunos voluntarios y miembros del MC que dedicaban su tiempo a
organizar el evento, y pronto Fun House se llenó mientras nos escapábamos.
¿Para el tío Storm? ¿Gavín? ¿Qué significaba eso?
No podía pensar, ya que Maddy temblaba a mi lado. Primero que nada,
necesitaba ponerla a salvo, así que nos guié hacia Drop of Doom justo
cuando una ambulancia y un camión de bomberos se detenían en la entrada
del festival.

274
Capítulo Diecinueve

Tirada en la cama, esperé con gran expectación a que la señorita Ross


terminara sus rondas. Justo a tiempo, asomó la cabeza en la habitación que
compartía con las otras chicas mayores, y fingí dormir, acurrucada bajo las
mantas, esperando que mis pésimas habilidades de actuación valieran la
pena. Lo hicieron.
La puerta se cerró con un chasquido, la luz nocturna arrojaba un
suave brillo sobre el espacio, y retiré mis mantas. Llevaba un par de
sudaderas de gran tamaño y una sudadera con capucha con cremallera,
luego agarré mi mochila que ya había preparado con lo que necesitaba.
Sabía que las otras chicas sabían que estaba levantada y probablemente me
estaban observando desde sus literas, con curiosidad. Nunca antes me
había escapado de Phoenix House.
Mientras caminaba de puntillas por la habitación hacia la puerta, 275
sentí que se me erizaba la piel mientras me esforzaba para caminar más allá
de las sombras a lo largo de las paredes.
No son tus monstruos... no son tus monstruos... Canté, una y otra vez,
en mi cabeza.
Presionando mi oreja contra la puerta de madera, escuché mientras
la señorita Ross se dirigía por el pasillo hacia la habitación de las niñas. En
el momento en que escuché la puerta chirriar cuando ella la abrió, y el ruido
de sus pasos, abrí la mía y salí al pasillo, sabiendo que debía evitar esa tabla
del piso chirriante justo en la parte superior de la escalera, antes de cerrar
la puerta con cuidado detrás de mí.
Había visto a Sawyer hacer esto antes. Algunas noches desaparecía,
siempre siguiendo el mismo patrón, y no volví a verla hasta el desayuno de
la mañana siguiente. En el momento en que llegué a casa esta noche, le
pregunté al respecto.
Tuve que aprovechar el hecho de que las chicas más jóvenes a menudo
ocupaban a la señorita Ross cinco minutos más a la hora de acostarse, y
algunas pedían más vasos de agua o incluso un cuento. Fue entonces
cuando pude bajar las escaleras y salir por la puerta principal antes de que
ella protegiera la casa, que siempre era lo último que hacía cada noche. Por
la mañana, ella apagaba el sistema de seguridad justo a las 7:30 am,
momento en el que yo podía volver a entrar, subir corriendo las escaleras y
cambiarme, y luego bajar y unirme a todas para desayunar. Dado que
mañana era domingo, no se esperaba que apareciera de inmediato.
Evitando el último paso chirriante, rápidamente corrí hacia la puerta
principal, miré por encima del hombro para ver que no había nadie mirando
y salí.
Huir del suave resplandor de la casa hacia la oscuridad iba en contra
de todos mis instintos, mis hombros se tensaron, mis manos agarraron mi
bolso como si fuera a romper la tela y el corazón latía como el de un conejo,
me obligué a correr hacia el bosque y fuera de la vista de las ventanas. Una
vez perdido en la noche, me permití dar un suspiro de alivio por haberme
salido con la mía, pero luego tuve que afrontar la caminata por el bosque.
Hayden… Apretando mis labios, empujé hacia adelante, ansiosa por
alcanzarlo.
Cuando Spencer me arrastró, las luces intermitentes fuera del
laberinto parecieron provocar la lucha en mí, y me obligué a actuar, a
negarme a convertirme en la víctima otra vez. Sin embargo, dado su tamaño,
no fue una gran pelea. Es decir, no hasta que ese hombre, Jeremy, llegó y
encontró a Spencer tratando de levantarme por un puñado de cabello.
Aunque salí ilesa del altercado, toda la terrible experiencia me había
disparado los recuerdos seriamente, y durante el resto de la salida, todo mi
cuerpo tembló contra mi voluntad y seguí distrayendo del momento. 276
Habíamos logrado reunirnos con su familia a tiempo para los fuegos
artificiales, pero apenas los disfruté. Incluso la visión de Spencer siendo
llevado en una camilla y Theo cojeando detrás de él, con una manta envuelta
sobre sus hombros mientras hablaba con los paramédicos y oficiales de
seguridad, no pudo tranquilizarme. ¿Qué dirían qué pasó? ¿Hayden y yo
enfrentaríamos más problemas en la mañana?
No habíamos dicho una palabra a sus padres cuando nos reunimos
con ellos, y cuando Jeremy apareció unos minutos después de nosotros,
simplemente se quedó a un lado mientras sus pequeñas niñas corrían
alegremente al verlo. Estaba tan tranquilo como un pepino, imperturbable
por los acontecimientos. En lo que a él respectaba, eso nunca había
sucedido. Por suerte para nosotros, los otros adultos estaban tan distraídos
con los niños más pequeños que no notaron el cambio en nuestro
comportamiento. Incluso Hayden estaba tenso por eso. Tenía la mandíbula
apretada, el rostro enrojecido y se movía con una especie de rigidez
silenciosa, como si se estuviera convirtiendo en piedra.
Keenan me llevó de regreso a Phoenix House una vez que terminaron
los fuegos artificiales. Todos los niños estaban desmayados en el asiento
trasero, mientras él y Mina estaban tomados de la mano al frente. Me quedé
aplastada al lado de Hayden, pero el shock aún no había desaparecido. Sus
palabras, cualquier cosa que estuviera diciendo para tratar de consolarme,
no tenían ningún sentido. No cuando estaba luchando contra los sonidos de
llantos infantiles en mi cabeza mientras los recuerdos de hogares de acogida
y novios malos que mi madre había traído a casa me perseguían. No fue
hasta que me tendió el teléfono, con un mensaje escrito para que yo lo
leyera, que salí de mi trance.

¿Quieres venir esta noche?

Sí. Joder, sí. Me encontré con su mirada seria y asentí en silencio. Si


había algo de lo que estaba segura era que esta noche necesitaba a Hayden.
Necesitaba estar cerca y recordarme a mí misma que todo estaba bien y que
ambos estábamos bien. Cuando Jeremy me agarró, estaba en un estado,
luchando entre mi pasado y las pesadillas actuales. Pero cuando me
desperté por un minuto y vi a Theo y Hayden luchando juntos, estaba a
punto de perder el control por completo. Antes de que pudiera reaccionar,
Hayden había tomado ventaja y se había escapado, pero joder... si Theo le
hubiera hecho algo, si hubiera tenido éxito... yo misma lo habría matado.
Necesitaba estar cerca de él esta noche, para asegurarme de que él estaba
bien, que ambos lo estábamos. Sabía que me quedaría despierta toda la
noche, con mi mente activa repitiendo los acontecimientos antiguos y
nuevos una y otra vez. No quería caer en una espiral.
Discretamente, escribió el plan en su teléfono, ya que yo no tenía uno,
277
y acordamos en silencio justo cuando nos deteníamos en Phoenix House.
Agradecí a sus padres por su hospitalidad mientras la señorita Ross
saludaba nuestra llegada y entraba con el pretexto de prepararse para ir a
la cama.
Ahora, aquí estaba yo, atravesando el bosque en plena noche,
empujándome más hacia las sombras oscuras, empujándome más allá de
mis límites porque quería a Hayden. Entré al claro, aliviada de haberlo
logrado, me encontré con la luz de la luna guiándome a través de pequeñas
secciones que lograron brillar a través del frondoso dosel sobre mi cabeza.
—¿Maddy?
Su voz era como me imaginaba que sonaban los ángeles del cielo
mientras cantaban. Todo lo que sentí fue consuelo, mi corazón latía más
ligero, calmando mis nervios. Me alegré al verlo entrar al claro, corrí hacia
él, lo alcancé y él me tomó en sus brazos, sosteniéndome donde pertenecía.
—Vamos —murmuró suavemente, acercándome a su lado mientras
nos giraba para dirigirnos hacia el otro lado, una ruta que nunca había
tomado antes. Sin embargo, confiaba en él más que en nadie en el mundo y
no dejó de guiarme con cuidado a través de los árboles sin quedar atrapado
en los arbustos ni tropezarme con las ramas caídas. Me tomó más tiempo
de lo que esperaba llegar a la casa de Hayden, pero en el momento en que
salimos de la línea de árboles y llegamos a la gran extensión de césped verde
de su propiedad, el cálido resplandor de varias luces de la planta baja me
llenó con una sensación de tal satisfacción que me hizo llorar. Me sentí
segura. No es que Phoenix House me hiciera sentir lo contrario, pero nunca
pude deshacerme por completo de la sensación de estar en guardia, atenta
a una amenaza potencial. Nunca logré deshacerme por completo de la
sensación de inseguridad y angustia que me devoraba por las noches, o de
cómo me sentía más como una invitada.
En casa de Hayden todavía era una invitada y hasta ese momento no
esperaba nada más. Pero algo acerca de ser abrazada por su familia hoy y
la sensación de estar protegida por ellos cambió todo y cómo me sentía. Me
sentí más como en casa que en cualquier otro lugar en el que haya estado.
—Vamos —susurró, llevándome a la puerta trasera.
—¿Están despiertos tus padres? —pregunté suavemente mientras
esquivamos los rayos de luz que iluminaban el pasto.
—Cuando me fui, estaban tratando de que Maverick dejará de rebotar
en las paredes debido a su alto nivel de azúcar. Tuvo un subidón de energía
cuando llegamos a casa y papá estaba tratando de que dejara de subir la
barandilla de las escaleras.
Hayden abrió la puerta trasera lentamente, asomándose y
escuchando, pero todo estaba en silencio. Me indicó que lo siguiera y juntos
avanzamos sigilosamente por su casa, subiendo las escaleras lo más
278
silenciosa y rápidamente posible, escuchando alguna señal de sus padres.
Cuando pasamos por uno de los dormitorios, pude escuchar el profundo
murmullo de Keenan, seguido de un Maverick lloroso mientras rogaba por
una tercera historia. Aprovechando la distracción, seguí a Hayden escaleras
arriba hasta su dormitorio en el ático, colocando mi mochila al lado de la
suya junto a su escritorio mientras cerraba la puerta con llave detrás de él.
En ese momento me quité el suéter holgado y me quedé con el suéter
y la vieja camiseta de AC/DC que alguna vez perteneció a mi padre. Cuando
era niña, la había tomado de su cómoda, una camiseta que siempre
relacioné con él. Aunque no podía recordar mucho más sobre él, nunca
podría olvidarlo usando esto.
Los ojos de Hayden recorrieron la camisa y volvieron a mi rostro
mientras me subía a su cama, acurrucándome contra el costado contra la
pared, amando cómo sus sábanas olían a él, lo suaves que eran. Sin decir
palabra, caminó hacia el costado de su cama, se quitó la camisa y la arrojó
a un lado antes de quitarse las placas de identificación que llevaba en todas
partes y colocarlas con cuidado en su mesita de noche. Pero, mierda… un
Hayden sin camisa era algo digno de contemplar.
No era tan grande como Spencer de ninguna manera, aunque su
cuerpo más delgado era musculoso y tonificado de una manera que le
sentaba mejor. Cada línea de su estómago se flexionó mientras se movía, las
venas de sus brazos se destacaron mientras vaciaba sus bolsillos de sus
llaves y su teléfono. No me di cuenta de que lo estaba comiendo con los ojos
hasta que se desabrochó los pantalones, el sonido fue tan fuerte que salté
un poco y rápidamente desvié la mirada, repentinamente tímida. A pesar de
nuestra pequeña escapada al bosque y los besos que compartimos, pude
sentir mis mejillas arder cuando él se deslizó debajo de las sábanas a mi
lado y apagó la luz.
Aunque sentí que mis nervios se intensificaban un poco, cuando sus
brazos desnudos me rodearon para apretarme contra su pecho, no pude
evitar acurrucarme y dar un suspiro de alivio mientras apoyaba mi mejilla
sobre su corazón. El suave golpeteo era un ritmo reconfortante que hizo que
cualquier tensión que había estado cargando conmigo desapareciera.
Cuando pasó una pierna sobre las mías, pude sentir los calzoncillos que
todavía llevaba puestos mientras envolvía mis brazos alrededor de su
cintura para abrazarlo. Al cerrar los ojos, pude sentir cómo los monstruos
que acechaban en las sombras se retiraban, la habitación estaba en silencio,
excepto por los sonidos distantes de ranas y grillos cantando a través de la
ventana abierta. En lo alto, el tragaluz revelaba un cielo cubierto de estrellas
que brillaban sobre nosotros.
—Cuando tengamos nuestra camioneta, necesitamos un tragaluz —
murmuré contra su pecho.
—¿Oh sí? —Él se rio entre dientes y me dio un apretón—. ¿Qué más
279
necesita nuestra camioneta?
Pensé por un momento, antes de soltar:
—Una cama grande. Una que siempre esté afuera para que podamos
acostarnos en ella cuando queramos... así como así.
Sentí sus labios en mi cabello mientras me besaba en respuesta.
—Lo que quieras —dijo, sus dedos jugando con un candado mientras
lo giraba una y otra vez.
—Y podemos encontrar cosas interesantes, vintage y antiguas. No me
gustan las cosas de aspecto moderno. Es estéril, como el consultorio de un
médico.
—Acordado. ¿Algo más?
—Un baño. No quiero tener que orinar al costado de la carretera en
pleno invierno.
Él se rio de eso:
—Quint, vamos a necesitar un autobús más grande.
Abrí los ojos y lo miré con curiosidad, mis ojos se adaptaron
rápidamente mientras lo buscaba en la oscuridad.
—¿Quint?
—¿No has visto la película Jaws13?
Negué.
—Ni siquiera había oído hablar de ella. ¿Se trata de un dentista o algo
así?
Entonces se echó a reír y rápidamente me dejó ir para asfixiarse con
las manos para no molestar a nadie abajo. Después de un minuto de
recuperar algo de control, sacudió la cabeza y extendió la mano para
sostener mi barbilla entre su pulgar y su índice.
—No, cariño. Se trata de una película de tiburones. Un gran tiburón.
Arrugué la nariz y me encogí de hombros.
—La veremos en algún momento.
—¿Es nueva o algo así?
—Nooooo. Salió en la década de 1970.
Mis cejas se arquearon ante eso.
—No creo que haya visto nada de esos años.
Hayden gimió como si lo que dije lo ofendiera y me hizo retroceder
hasta la cama para acurrucarme.
—Entonces agregaré un televisor a nuestro autobús y una biblioteca
280
de películas para poder educarte sobre las obras maestras cinematográficas
de las que te has visto tan privada.
—Hablado con mucha elocuencia. ¡Estoy dentro!
Hayden levantó mi rostro para que yo pudiera mirarlo nuevamente,
sus labios se extendieron en una amplia sonrisa en su hermoso rostro.
—¿Qué más quiere mi chica?
Sentí mariposas revoloteando en mi estómago ante sus palabras, y le
sonreí mientras volvía a caer en el sueño de un futuro posible.
—Quiero muchos colores. Quiero plantas y una pared para pegatinas
o imanes que recolectemos de los lugares que visitamos.
Hayden siguió sonriéndome, como si estuviera haciendo una lista
mental de todo lo que yo enumeré. Se inclinó mientras hablaba, dándole a
la comisura de mi boca el más suave y ligero beso.
—¿Qué otra cosa? —respiró.
Cerré los ojos cuando su boca se deslizó sobre la mía, besando el otro
lado mientras susurraba:

13 Mandíbulas en Inglés. Aunque Hayden se refiere a la película Tiburón.


—Quiero un lugar para sentarnos en el techo del autobús para que
podamos tomar una copa juntos mientras miramos los atardeceres.
—Mm-hmm... ¿y? —Sus labios recorrieron mi mandíbula,
poniéndome la piel de gallina cuando llegó al lugar junto a mi oreja, dejando
que la punta de su lengua serpenteaba sobre mi piel.
—Y… y… —¿Y qué? ¿De qué estábamos hablando? Se estaba
volviendo más difícil concentrarse cuando una de las manos de Hayden bajó
por mi espalda hasta descansar en mi cadera, apretando, mientras la otra
movía suavemente mi barbilla mientras agachaba la cabeza para besar la
línea de mi garganta.
—¿Y? —Respiró contra mi piel.
—Y... una cocina, con un lugar cerca para que puedas trabajar en tus
fotos... —Mis dedos se deslizaron por sus brazos, enredándose en su cabello
mientras besaba mi clavícula, haciéndome estremecer.
—Por supuesto, no podemos estar muy lejos el uno del otro, ¿verdad?
—susurró, besando el lugar en el hueco de mi cuello.
—Correcto...
—Porque nunca vamos a estar separados, ¿verdad?
— Correcto. —Suspiré mientras la mano en mi cadera se deslizaba por
mi estómago mientras él continuó presionando dulces y tiernos besos sobre
281
mi cuerpo. Pero entonces, cambió de tono cuando su otra mano se agachó
para apartar el cuello de mi camisa para poder lamer la parte superior de
mi pecho, haciendo que se me quedara sin aliento en la garganta.
—¿Algo más? —murmuró, los dedos recorriendo mi estómago ahora
descendiendo, tocando la cintura de mis pantalones deportivos, recorriendo
ligeramente la parte superior hacia adelante y hacia atrás, como si estuviera
probando para ver si estaba bien.
—Uh, solamente... solamente… —Me devané el cerebro, tratando de
pensar en lo que más quería en mi futuro. ¿Qué más podría querer? La
lengua de Hayden se deslizó por mi garganta entonces, sus labios se
cernieron sobre los míos, su mano se detuvo donde estaban mientras me
esperaba. Al abrir los ojos para encontrar sus brillantes ojos plateados
ardiendo hacia mí, su respiración tan temblorosa como la mía, obtuve mi
respuesta—. Solamente tú. Te quiero a ti.
—Lo que desees.
Me besó entonces, su boca tomando la mía. Su mano finalmente se
deslizó debajo de mis pantalones, bajando por la elevación de mi pubis hacia
mi coño. Envolviendo mis brazos alrededor de su cuello, le devolví el beso
con avidez, abriendo la boca mientras exigía más sin decir palabra. Cuando
sentí sus dedos recorrer ligeramente mi clítoris, suspiré en su boca, pasando
lánguidamente mi lengua sobre la suya. Hayden dejó que sus dedos
acariciaban delicadamente mi clítoris, su toque juguetón, ligero como una
pluma, antes de presionar su palma contra los labios de mi coño, frotando
un poco antes de guiarla hacia arriba sobre el manojo de nervios.
—Mmmmm —gemí en su boca mientras tomaba mi labio inferior entre
sus dientes. Hayden se tomó su tiempo, cambiando la presión, la velocidad...
creando la sensación solamente para provocarme deteniéndose y hacer algo
más para distraerme. Cuando me dejó colgada por tercera vez, dejé escapar
un pequeño resoplido de impaciencia. No a propósito, simplemente
reaccioné y terminé dándole una pequeña palmada en el hombro, lo que
solamente lo hizo reír.
—¿Mi chica quiere más? —Respiró contra la columna de mi cuello,
haciéndome temblar de nuevo antes de besar dulcemente la piel.
—Mm-hmm... —Mis caderas se levantaron, buscando más, pero él
había retirado su mano—. Hayden... yo...
—Lo sé, cariño. Te entendí. —De repente, me levantó la camisa,
dejando al descubierto la curva de mis senos y se aferró a mi pezón
izquierdo, succionando con avidez mientras masajeaba el otro. El repentino
asalto me hizo jadear de sorpresa, pero la sensación me dejó arqueándome
mientras buscaba más.
—Oh Dios… —susurré, mi voz sin aliento y tranquila en la habitación.
Hayden soltó mi pezón con un pop y pasó al otro, sus movimientos se
282
volvieron un poco más asertivos mientras me inmovilizaba contra la cama.
La idea de tener a un hombre sujetándome en una cama en la oscuridad me
habría hecho entrar en pánico, pero era Hayden. Era completamente
diferente con él, y me encontré deseando que hiciera más, poder rodearlo
con mis brazos y abrazarlo contra mí y nunca soltarlo. Necesitaba sentirlo,
que él tomara el control y lo daría de buena gana. Porque confiaba en él
como en ningún otro. Lo deseaba como a ningún otro...
—Maddy, eres deliciosa —gimió, soltando sus labios antes de besar la
hinchazón de mi carne, bajando por el largo y plano de mi estómago—.
¿Quieres hacer más?
—Síiii... —siseé, viendo como él sonreía como un bastardo engreído
contra mi piel, presionando otro beso en mi ombligo antes de provocar las
líneas de mis caderas.
—¿Cómo esto?
Sacudí la cabeza y mis dientes chasquearon con impaciencia.
—¿O esto?
La punta de su lengua comenzó a descender lentamente por el borde
de mi abdomen, arrastrándose hacia mi coño. No me atrevía a moverme
mientras lo observaba, esperando que al quedarme callada siguiera
adelante. Pero el pinchazo se detuvo justo encima del lugar que pedía su
atención y me retorcí debajo de él. Sus manos inmediatamente agarraron
mis caderas, manteniéndome en mi lugar mientras su mirada plateada me
miraba, su lenta y torcida sonrisa me hacía querer golpearlo en un lado de
su cabeza. ¡Él sabía exactamente lo que estaba haciendo! Le haría pagar por
ello... más tarde.
—¡Hayden! —rogué, mi voz se quebró mientras suplicaba—. ¡Por favor!
—¿Por favor, qué?
—Solamente… solo… ¡hazlo!
—Dime algo primero...
—¡Puaj! ¿Qué?
—Dime que eres mía.
—¿Q-qué? —Estaba completamente exasperada y confundida.
—Dime que eres mía —repitió, deslizando una mano por mi cintura,
hasta que su palma descansó entre mis pechos sobre mi corazón
acelerado—. Dime que eres mía y de nadie más. —Su rostro cambió, esa
alegría se volvió más oscura, más feroz, mientras fruncía el ceño en la
oscuridad—. Que si alguien volviera a tocarte, tendría todo el puto derecho
de destruirlo. Ya sea Spencer, o cualquier imbécil que te haya lastimado en
el pasado, o cualquiera que lo intente en el futuro... ¿Te tocan? Pierdo la
puta cabeza. Porque no permitiré que te vuelvan a lastimar. Y hoy fallé. —
283
Su voz se hizo más profunda mientras hablaba, sus dedos en mi cintura se
dirigieron a los labios de mi vagina, deslizándose entre ellos mientras se
frotaban, nuevamente, provocando mi clítoris con cada pasada. Gemí y cerré
los ojos, dejando caer la cabeza hacia atrás. ¡Santo cielo!
—¿Maddy?
—¿Q-qué?
—¡Necesito que me digas que eres mía! —gruñó, la fuerza en su tono,
pero no me asustó. Sabía dónde estaban sus pensamientos. Estábamos de
vuelta en la casa de diversión con Theo y Spencer.
—¡Dilo!
—¡Soy-soy tuya! ¡Y tú eres MÍO! —Respiré, sonriendo mientras lo
decía.
—¡Jodidamente cierto! —Entonces su boca se pegó a mi clítoris y grité
mientras esa sensación por la que había estado trabajando se estrelló,
haciéndome perder todo sentimiento y comprensión. Esa construcción pasó
al frente de mi conciencia, nada más importaba en este momento excepto
ese familiar y hormigueo que estaba exigiendo de mi cuerpo. Se sintió como
si estuviera en el claro, solamente que más fuerte, y honestamente, no pensé
que mi corazón pudiera soportarlo. Giró su lengua, sus dedos se
sumergieron dentro, frotando contra mis paredes internas mientras
alternaba entre chupar, lamer y tararear contra mí.
—¡Ohhhh, oh oh joder! Hayden, yo... —jadeé, retorciéndome debajo
de él, pero él mantuvo su otra palma sobre mi corazón todavía, exigiendo
que permaneciera en el lugar, y usó su cuerpo para mantener mis piernas
separadas mientras yo intentaba cerrarlas por reflejo. Por qué lo hice, no
tengo idea. Era como si inconscientemente estuviera luchando contra este
sentimiento, sin estar segura de si me llevaría a un placer loco o me mataría.
Tarareó de nuevo, la vibración se mezcló con su succión, haciendo
que esa sensación de pulsación creciente en mi bajo vientre se intensificara,
la sensación se volvió cada vez más un cruce entre gratificación y
destrucción. Sus dedos comenzaron a moverse más rápido, el sonido de mi
humedad fuerte en mis oídos, como si todos mis sentidos se hubieran
intensificado repentinamente en el último minuto. Sin saberlo, comencé a
presionar su boca y él simplemente incrementó sus movimientos tortuosos.
Fue entonces cuando el cabrón se echó hacia atrás.
—¡Hayden! —siseé con un pequeño grito, una mezcla de angustia y
jodidamente lívida porque de repente se detuvo, pero él nos volteó, entonces,
tumbándonos sobre su espalda, agarró la parte baja de mi cintura y me
levantó, colocándome sobre su pecho.
—Monta mi rostro...
284
—¿Q-qué?
—Dije, ¡monta mi maldito rostro! —Él me estaba dando el control y,
sinceramente, no estaba segura de quererlo. Conscientemente, me acerqué
a su boca, pero mi incertidumbre me detuvo—. Siéntate.
Nunca había sido yo quien tenía el control en una situación como ésta.
Como si sintiera los pensamientos en conflicto en mi cabeza, me agarró el
trasero y me levantó y tirando de mí, solamente para dejarme caer sobre su
boca. Intenté retorcerme para levantarme, pero él prácticamente me gruñó.
—No dije flotar... ¡dije jodidamente sentada!
—H-Hayden, yo…
Me tiró hacia abajo, obligando a mi peso a descansar, y comenzó a
comerme.
Con una intensidad tan desesperada sentí que la ola volvía a salir a
la superficie, más fuerte que nunca.
—¡Santo cielo! —gemí mientras cerraba los ojos con fuerza y
comenzaba a frotar su boca. Él gimió ruidosamente, sus brazos alrededor
de mis muslos, instándome a mecerme. Podía sentir los músculos de sus
brazos abultarse y tensarse alrededor de mis piernas mientras me animaba
a moverme. Entonces, agarrándome de la cabecera, hice lo que me pedía y
comencé a moverme. Controlar la intensidad y la presión hizo que esa
sensación de flexión y pulsación se tambaleara, elevándose hasta el borde
de la ruina, del éxtasis—. S-Santa... jodida... ¡mierda! —Lloré cuando
Hayden se prendió y succionó con tanta fuerza que sentí que me rompía.
Sentí que me derrumbé por completo cuando una ola de ese
hormigueo y electrizante impulso se liberó y se disparó a través de mi
sistema, como si todos mis nervios hubieran cobrado vida de una manera
completamente nueva. Era como si hubiera estado en el claro, pero mucho,
mucho más fuerte. Jadeando por el aire, sentí que mi cuerpo se convertía
en pudín cuando de repente me puso boca arriba. Todavía me estaba
balanceando por mi orgasmo, observando cómo se quitaba los calzoncillos
para mostrar la enorme erección que lucía. Sentado de rodillas sobre mi
figura temblorosa, cerró el puño y me vio temblar como una hoja debajo de
él.
Lo observé mientras comenzaba a tirar de su polla, apretando la carne
hasta que la pequeña luz que brillaba desde arriba relucía en el líquido
preseminal que se escapaba de la punta. Inclinándose hacia el cajón lateral
de su mesita de noche, sacó un pequeño paquete de papel de aluminio
cuadrado y dudó antes de abrirlo, su mirada brillante se centró en mí.
—Maddy —jadeó, luciendo como si estuviera a punto de perderse.
Como yo acabo de hacerlo—. Si me dices que no, pararé. Solamente dilo y
lo haré.
285
Oh, diablos no, pensé. No había forma de que me detuviera ahora.
—No te atrevas a parar, Hayden Mathers —le dije, levantando mis
dedos para sentir los músculos flexionados de su estómago. Lo necesitaba.
Todo él. Nunca he querido a nadie como lo he querido a él. No pensé que
fuera posible. No después de toda la mierda por la que he pasado. Pensé que
me habían arruinado, que cualquier esperanza de tener una vida o una
relación normal era imposible. Y luego apareció Hayden y aplastó ese
pensamiento como una bola de demolición, y estoy muy agradecida por ello.
Abrió el paquete de aluminio, sacó el condón y, con manos que
temblaban tanto como mi cuerpo, lo deslizó en su lugar, sosteniendo la
pequeña sección al final. Sosteniendo mi mirada, Hayden se colocó sobre
mí, separando mis piernas con sus rodillas para poder acomodarse entre
ellas. Sosteniendo la parte superior de su cuerpo sobre sus codos, apoyó
sus manos a cada lado de mi rostro, sus labios suaves y gentiles contra los
míos, un marcado contraste de cuando había estado tan concentrado y
decidido. Ahora, me sostuvo en sus manos como si fuera una flor delicada,
y mientras me besaba tan dulcemente, podía saborearme en su boca.
Podía sentir su dura longitud en mi entrada, pero no la presionó. En
cambio, Hayden de alguna manera logró contenerse, tomándose su tiempo
mientras me besaba, sus pulgares recorriendo suavemente mis mejillas de
un lado a otro.
—¿Estás bien? —susurró, tocando las puntas de nuestras narices
antes de agacharse para guiar su polla a lo largo de abertura.
—Estoy bien —asentí, envolviendo mis brazos alrededor de su cuello
y sosteniendo su mirada mientras él avanzaba, avanzando lentamente hacia
adentro. Dejé escapar un suspiro estremecida por la presión, sorprendida
por lo mucho que me dolía a pesar del trauma que había sufrido en el
pasado. Quizás pensé que sería más fácil, menos doloroso o más invasivo.
Pero no fue así. Me sentí completa otra vez, a punto de romperme de nuevo.
—¿Maddy? —preguntó, deteniéndose cuando vio la angustia en mi
rostro.
—Está bien, Hayden. Estoy bien, lo prometo. Quiero esto contigo. Lo
juro. —Extendí la mano para darle un besito, entendiendo cada palabra que
dije. No quería asociar algo que debería ser tan significativo y personal con
el trauma y el horror. Quería reemplazarlo con lo que siempre quise. Quería
sacarlo de mi cabeza y no dejar que me controlara más. Quería pensar en
Hayden cada vez que pensaba en esto...
Él me devolvió el beso, nuestros ojos todavía estaban cerrados, y
lentamente avanzó poco a poco de nuevo. Cada jadeo, cada gemido que
hacía parecía ir directo a su corazón, porque susurraba sus disculpas,
acunando mi rostro, besando las pocas lágrimas, todo mientras yo me
aferraba a él, necesitándolo, deseándolo. 286
—Oh, joder... —gimió cuando finalmente, su pelvis se encontró con la
mía, al mismo tiempo que me llenaba por completo. Jadeé ante la presión y
noté que a medida que pasaba el tiempo, ya no era tan doloroso como antes.
Se sintió... satisfactorio. El hecho de que Hayden y yo estuviéramos tan
unidos de esta manera reconfortó mi mente y solamente quería más—. Voy
a empezar a moverme ahora —susurró, y asentí con entusiasmo, dejando
que una de mis piernas rodeara su cintura.
Hayden retrocedió un poco, solamente para empujar hacia adelante
de nuevo, con movimientos cortos, como si estuviera probando el agua.
Finalmente, logró salir por completo antes de deslizarse deliciosamente una
vez más y sonreí contra sus labios.
—¿Esta bien? —preguntó.
—Mm-hmm... —Le acaricié su labio inferior con la lengua, y
finalmente, comenzó a moverse con más ritmo, sus caderas se movían a un
ritmo más lento pero constante.
Dejó escapar un suspiro estremecido y tembloroso cuando sus ojos se
pusieron en blanco, cerrándose cuando encontré sus embestidas,
empujando hacia él. Ante mi entusiasmo, comenzó a moverse más rápido,
manteniendo un ritmo cómodo que me hizo morderme el labio y sonreír
mientras me arqueaba hacia él.
—Eres la cosa más hermosa que he visto en mi vida —susurró,
besándome profundamente—. Te he deseado desde que te vi por primera
vez, Maddy... Te deseaba, joder. —Las manos de Hayden se deslizaron hasta
mi trasero, inclinando mis caderas hacia arriba mientras comenzaba a
penetrarme un poco más fuerte, haciendo que mis dedos de los pies se
curvaron—. Quería cada parte de ti. Quería tu sonrisa, tu alma, tu cuerpo.
Quiero todo de ti.
—Me tienes —suspiré en su boca cuando sus caderas comenzaron a
bombear un poco más rápido, todavía sosteniendo mi trasero mientras me
recostaba entre sus almohadas. Lo abracé fuerte mientras él enterraba su
rostro en mi cuello, besando y chupando mientras me follaba de una manera
que era a la vez dominante y embriagadora. Esto no se parecía a nada que
hubiera experimentado antes. Era como si cada embestida en mi cuerpo me
alejara más de la oscuridad y estuviera vagando por un nuevo camino, uno
lleno de esperanza, luz, amor...
Hayden comenzó a curvar sus caderas, cada bombeo de su pelvis
rozaba mi clítoris con un golpe fuerte y estable, y pronto, esa sensación de
antes, una que pensé que me mataría, comenzó a crecer de nuevo.
Solamente que esta vez, se sintió aún más fuerte, y por reflejo me apreté
contra él.
—¡Joder, Maddy! —Jadeó, sus manos apretando mi trasero con más
fuerza mientras aceleraba el ritmo. Dios, sí... sí, quería esto. Necesitaba esto.
287
Lo necesitaba para luchar contra los monstruos, las pesadillas. Necesitaba
dejarlo atrás para poder seguir adelante con mi para siempre... con él.
Pasé mis manos por su espalda, dejando que mis uñas recorrieran su
piel, lo que solamente pareció estimularlo mientras continuaba follándome
como un hombre poseído, mientras finalmente agarraba su trasero,
atrayéndolo hacia mí. Hayden se estrelló contra mí con furia,
tambaleándonos juntos, jadeando, gimiendo y luchando con nuestros
propios demonios mientras nos hundimos el uno en el otro.
De nuevo, ese ascenso, ese aumento, el pulso electrizante comenzó a
crecer.
—Oh, Dios mío, Hayden —suspiré, mi voz se quebró al escuchar su
nombre. Entonces se sentó, levantando mis caderas con él para que mis
hombros permanecieran sobre las almohadas de la cama, y usó mi cuerpo
como quería, penetrándome mientras apretaba la mandíbula. Levanté la
mano para agarrar las mantas a mi alrededor, mis piernas se apretaron
alrededor de su cintura como si temiera que se alejara cuando solamente lo
necesitaba más cerca.
¡Hazlo! ¡Hazlo! ¡Hazlo! ¡Hazlo! El mantra cantado una y otra vez en mi
cabeza, rogando, suplicando solamente uno más...
—¡Ohhh mierdaa! —Agarré la almohada y la arranqué de debajo de mi
cabeza, asfixiándome con ella y grité, mi orgasmo finalmente se rompió y se
liberó. Mis piernas temblaban incontrolablemente, la carrera envió
pequeñas sacudidas por todo mi cuerpo que me hicieron luchar por ahogar
mis gemidos. ¡Maldito infierno!
—¡Ay dios mío! —Podía escuchar a Hayden gemir mientras su ritmo
acelera a un ritmo frenético, el movimiento solamente prolongaba la
sensación que me estaba sacudiendo sin sentido, antes de que finalmente
diera varios empujones finales y duros y se calmará con un profundo
gemido. No sé cuánto tiempo pasó antes de que se desplomara encima de
mí. Aunque la mayor parte de su peso descansaba sobre sus antebrazos,
todavía no se retiró. En lugar de eso, nos quedamos tumbados juntos,
abrazándonos con fuerza, con los ojos cerrados y la respiración más lenta.
La cabeza de Hayden descansaba sobre mi pecho, justo encima de mi
corazón, mientras lo sostenía en su lugar, mis dedos jugaban ligeramente
con sus ondas oscuras y una pequeña sonrisa se curvaba en mis labios.
—No te lastimé, ¿verdad? —preguntó por fin.
Sacudí la cabeza, a pesar de saber que él no podía ver, y murmuré:
—Ni mucho menos.
Hayden giró la cabeza para besar mi piel, subiendo por mi garganta,
barbilla y boca.
288
—Mi chica. —Susurró con una sonrisa en su voz.
—Mi chico. —Sonreí mientras le devolvía el beso.
Cuando se levantó y se limpió, sentí que estaba a punto de
desmayarme. Afortunadamente, él sintió lo mismo mientras se acurrucaba
a mi lado, tirando el edredón para que se extendiera al caer sobre nuestros
cuerpos enfriados. Sin decir una palabra más, Hayden me tomó entre sus
brazos y me besó la sien, la frente y el cabello repetidamente. Nunca pensé
que tendría la suerte de experimentar este sentimiento aquí con él. Por
mucho que quisiera saborearlo, con su calidez a mi alrededor, lo segura que
me sentía, no pude evitar rendirme a los sueños más felices que jamás haya
tenido.
Capítulo Veinte

O a papá no le importaba lo suficiente como para discutir, o se estaba


creyendo mi historia. Mamá, en cambio, era harina de otro costal. Por la
forma en que entrecerró los ojos cuando Maddy y yo aparecimos para
desayunar, me di cuenta de que sabía que nuestra historia de que había
venido temprano para acompañarnos era una completa mentira. Papá, sin
embargo, la saludó con un sonoro y jubiloso:
—¡Buenos días, preciosa! —Antes de envolverla en uno de sus
característicos abrazos que normalmente reservaba para mis hermanas, mi
hermano y yo.
Me di cuenta de que el hecho de que cruzara ese límite físico la tomo
desprevenida y, por un momento, sentí una sensación de pánico cuando mis
ojos se abrieron de par en par y automáticamente estiré la mano, como si
fuera a quitárselo de encima. Pero, para mi alivio, ella se rio, aunque un 289
poco insegura, y le dio una palmadita en la espalda. Cuando la soltó para
ayudar a mamá con el desayuno, Maddy se volvió hacia mí, con las mejillas
sonrojadas, pero por lo demás bien.
—Si no te parece bien, dilo. Creo que se ha olvidado de sí mismo —
expliqué en voz baja mientras papá daba la vuelta a un hotcake antes de
que se quemara.
—No pasa nada, de verdad. —Me tranquilizó mientras nos dirigíamos
a la cocina— creo que solamente me sorprendió, eso es todo. Pero estoy bien.
Te lo prometo.
La observé dudando, preguntándome si solamente intentaba
aplacarme, pero cuando Maddy se volvió para saludar a mi madre de forma
similar, me relajé. ¿Quizá anoche hubo un avance entre ella y mi alocada
familia?
Mamá sonrió ampliamente y envolvió a mi chica en el tipo de abrazo
que solamente una madre puede dar, sus brazos envolviéndola firmemente
como una barrera protectora, el pequeño balanceo de lado a lado similar al
de ser mecido, como un bebé. Mamá tenía el don de hacer que los demás se
sintieran tan... queridos.
Pero en cuanto la soltó y animó a Maddy a que se sirviera ella misma
el desayuno, dirigió hacia mí su aguda mirada verde, una sola ceja arqueada
en lo alto de la frente, y dijo en voz baja:
—Ha venido temprano, ¿eh?
Me di la vuelta, tomando dos vasos para llenarlos con un poco de jugo
de naranja, evitando la penetrante mirada de mi madre.
—¡Ajá!
—¿Sí? ¿En serio?
—¡Sí!
—¿No recuerdo haber oído sonar el timbre o llamar a la puerta?
—La dejé entrar mientras levantabas a Maverick.
—¿En serio?
Dios, esta mujer era implacable mientras me observaba, siguiendo
mis pasos mientras colocaba nuestros vasos en los mismos asientos que
habíamos tenido las dos últimas cenas, y luego retrocedía para traernos
unos platos.
—¡Sí! —volví a decir.
—¿Así que si llamara a la señorita Ross y le preguntara si vio a Maddy
levantarse esta mañana, lo confirmaría?
—No sé qué pasó por su parte, pero supongo que sí.
—Ya veo.
290
Mamá me miró mientras ayudaba a lavar las frutas frescas que había
traído del mercado. Puse una mezcla de arándanos, frambuesas, moras y
fresas en un cuenco y añadí una cuchara para servir antes de dejar el
cuenco sobre la mesa para que cada uno se sirviera lo que quisiera. Cuando
me di la vuelta para buscar otra tarea en la que ocuparme, me encontré a
mamá de pie justo detrás de mí, con las manos en las caderas y una
expresión parecida a la que llevaba en el despacho del director. Me estremecí
un poco al verla, pero me mantuve firme. Si Maddy quería estar aquí, la
tendría aquí. Si pudiera hacerlo a mi manera, se mudaría de inmediato,
especialmente después de lo de anoche, pero sabía que eso no era posible.
—¿Qué? —pregunté.
Mi padre le estaba enseñando a Maddy cómo preparar tortitas
correctamente, incluso añadiendo trocitos de chocolate a unas pocas, y
empezó a presumir dándoles la vuelta sin esfuerzo como un chef entrenado.
Maddy observaba atentamente, sosteniendo a Maverick en la cadera, como
si realmente estuviera disfrutando de aquello. Mientras tanto, mis hermanas
bajaban las escaleras frotándose los ojos como si no hubieran dormido lo
suficiente anoche. Resaca de azúcar, seguro. Mamá se acercó un paso,
bajando la voz para que lo que fuera a decirme quedara entre nosotros dos.
—No me mientas, Hayden. Si hay algo que te pido es que no mientas.
Si quieres que Maddy venga, solamente tienes que pedirlo, pero no lo hagas
a escondidas. Y por el amor de Dios, si ustedes dos hacen... bueno, cualquier
cosa, por favor sean responsables…
—¡Dios mío, mamá! —Me cubrí el rostro con las manos mientras me
encogía ante sus palabras—. ¡Por favor, para!
—Si no puedes hablar de ello, entonces no deberías hacerlo.
—No estoy de acuerdo. Puedo hablar de ello, pero no con mi madre.
—Entonces si quieres dejar de discutirlo, no mentirás. Si quieres que
venga, tienes que pedirlo, y yo tengo que discutirlo con Phoenix House. Ella
es más que bienvenida a estar aquí, pero recuerda que hay reglas diferentes
para ella, Hayden. No puedo cruzarlas, o podemos meternos en problemas.
¿Entiendes?
Dejo caer las manos, obligándome a mirarla. Sí, por desgracia, lo
entendí. Mi madre no sabía por qué Maddy había venido anoche, que
habíamos tenido que luchar contra Theo y Spencer, casi perdiéndonos el
uno al otro, antes de que ese tal Jeremy interviniera para salvar el día. Nos
necesitábamos. No había esperado que lo que pasó anoche en la cama...
bueno, pasara. Esperaba, sí. No voy a mentir. Pero me habría detenido si
ella me lo hubiera pedido. Principalmente, la necesitaba conmigo, para
asegurarme de que estaba a salvo. Y sabía que ella necesitaba lo mismo.
Pero mamá no sabía nada y ahí se quedaría. Aunque estaba de 291
acuerdo en decirle que Maddy había venido, porque entendía que los niños
del sistema de acogida tenían unas normas diferentes que debían cumplir,
no le contaría nada de otro altercado entre Theo y yo. Probablemente le daría
un ataque, o pensaría que lo estaba haciendo a propósito. Y si me creía,
¿qué pasaría si insistía en ir por él otra vez? Su padre había cerrado todas
las acusaciones de acoso cuando yo había pasado por lo peor. No importaba
cuántas veces marchara a ese colegio para luchar por mí, caía en saco roto.
¿Por qué iba a ser diferente ahora?
—Lo siento, mamá. Te prometo que te avisaré a partir de ahora.
Apretó los labios, asintiendo aliviada, pero añadió:
—Tengo que avisar a la señorita Ross de que ya está aquí. Le contaré
esa chorrada que me dijiste, pero no otra vez, Hayden.
—Entendido.

Theo estaba jodidamente desquiciado. Esa era la única forma de


explicar su intento de atacarnos a Maddy y a mí en el festival. Todo lo que
dijo, lo cerca que estuvo de herirnos de verdad a uno de nosotros, me
perturbó lo suficiente como para debatirme todo el domingo sobre qué coño
debía hacer. Su resentimiento y rabia por lo que había pasado entre
nosotros estaba tan fresco como si hubiera ocurrido ayer. Quiero decir, lo
entendí. Lo jodí. Pero no habría pasado si él no me hubiera empujado. Él no
lo vio así. Por mucho que quisiera enterrar la cabeza en la arena y no
ocuparme de ello, el recuerdo de Spencer llevándose a Maddy ardía en mi
mente. Por no mencionar que tenían a alguien vigilando a Emily. ¿Y si me
quedaba callado y hacían algo dentro de unas semanas?
A fin de cuentas, por mucho que quisiera callarme, sabía que lo más
inteligente sería contárselo a mi padre y a mi abuelo. A mi madre no le diría
ni una palabra, pues el recuerdo de la decepción que le había causado la
última vez que tuve un altercado con Theo, me hacía revolcar el estómago
de vergüenza. No quería volver a ver esa expresión en su rostro.
—¿Qué coño son esos?
Papá y yo estábamos en el garaje mientras mamá estaba dentro,
preparándose para empezar la rutina de acostar a Maverick. Cuando levanté
la vista del motor en el que él y yo estábamos trabajando para uno de sus
clientes, capté su aguda mirada azul clavada en mi cuello, y supe que se
había dado cuenta de los moretones. Llevaba una camisa de franela con
cuello, no era mi estilo habitual, pero la tomé prestada del armario de papá,
con la esperanza de que el cuello alto ocultara las marcas oscuras que
habían aparecido, oscureciéndose a lo largo del día.
292
—Sé que no son chupetones. Sé cómo son los chupetones. Entonces,
¿qué está pasando? —Empujó el tema frente a mi silencio.
Apretando los labios, evité su mirada mientras le alumbraba desde
debajo del cofre de un viejo PT Cruiser. No entendía cómo seguía en marcha,
y el problema residía en lo más profundo del motor, al que iba a ser muy
difícil llegar, pero papá estaba decidido a ayudar al propietario.
—Hubo un incidente anoche...
—¿Qué coño significa eso? ¿Qué “incidente”? —espetó,
enderezándose, con las manos en la cadera y su habitual tono desenfadado
cambiando rápidamente.
Suspirando pesadamente, me enderecé también, dejando la luz hacia
abajo para mirarlo.
—Para que lo sepas, yo no empecé, ¿de acuerdo?
—¿Empezar qué, exactamente? —preguntó. Aunque estaba tranquilo
por fuera, pude distinguir la sombra alrededor de sus ojos mientras miraba
fijamente los moretones de mi garganta—. ¿Qué coño ha pasado, Hayden?
¿Quién te ha hecho eso?
—Fue Theo Hebert.
Pude ver cómo el nombre encajaba en su cabeza y la línea plana de
su boca se fruncía, las mejillas se enrojecían ligeramente mientras luchaba
por mantener ese control frío por el que era famoso.
—Continúa —dijo, cruzándose de brazos, esperando la historia.
Así que se lo conté. Le expliqué lo de él y Spencer acorralándonos a
Maddy y a mí en el laberinto, cómo decían tener a alguien vigilando a Emily
en el exterior, todo lo que Theo me había dicho mientras intentaba
estrangularme en el suelo. Le conté todo... excepto lo de Jeremy. Le había
prometido que no diría nada sobre su implicación, y se lo debía, así que hice
creer que Maddy y yo habíamos conseguido defendernos y liberarnos.
Cuando terminé, el rostro de papá estaba tan rojo, tan retorcido por
la rabia, que no se parecía a ninguna expresión que hubiera visto en él
antes, y acabé dando un paso atrás. Mi padre nunca se enfadaba así, nunca
expresaba este tipo de furia, y al verlo ahora, daba un poco de miedo.
Extendió la mano, me tomó suavemente por la nuca y me atrajo hacia
sí, inclinándome la cabeza hacia un lado y tirándome del cuello para que
pudiera ver mejor los moretones. Aunque estaba furioso y se le encendieron
las fosas nasales al verlo, me abrazó con cuidado. Mirando hacia la casa,
pudimos distinguir a mamá y a mis hermanas a través de las ventanas de
la cocina, con aspecto de estar manteniendo una divertida conversación
sobre Dios sabe qué. Probablemente uno de sus programas favoritos de 293
telebasura o algo así. Pero verlas felices y seguras contrastaba con la
amenaza que Theo y sus amigos habían proferido, y despertó en mí un
impulso protector. Solamente podía imaginar cómo se sentía papá.
—¿Así que por eso hiciste que Maddy se quedara esta noche?
Palidecí.
—¿Lo sabes?
Levantó las cejas, una sonrisa casi lastimera sustituyó a su ceño
fruncido, y me miró como si yo fuera completamente tonto.
—Tu madre y yo no tenemos secretos entre nosotros, hijo,
especialmente cuando se trata de nuestros hijos.
—No le vas a contar nada de esto, ¿verdad?
Entonces se quedó callado y pude ver la deliberación en sus ojos
mientras me soltaba, pensándoselo.
—Creo que la información es clave para la supervivencia. ¿Cómo
podemos estar preparados para cualquier cosa si tenemos la cabeza
enterrada en la arena? Se lo diré, pero antes quiero hablar con tu abuelo
sobre esos pequeños matones. —Escupió las últimas palabras, con evidente
disgusto ante la mención de Theo y Spencer—. En cuanto a ti, quiero que te
pongas hielo en el cuello. Te ayudará con la hinchazón. ¿Te hizo algo más?
—Nada de lo que no pueda librarme.
—¿Maddy está bien?
Asentí, sabiendo que si ella hubiera sufrido alguna herida yo ahora
mismo no estaría caminando libre. Me habrían arrestado anoche por matar
a Spencer con mis propias manos.
—De acuerdo, bien, como dijo tu madre, es bienvenida aquí cuando
quiera. Tu abuelo y yo vamos a tener que averiguar cómo lidiar con este
mierdecilla y su padre. Tengo la sensación de que denunciarlo a la policía
no ayudará. Daniel Hebert tiene amigos en el departamento,
desafortunadamente... —Su voz se cortó mientras se perdía en sus
pensamientos, deliberando sobre el mejor curso de acción.
El mayor problema era que el padre de Theo era de alto rango en
Ashland. Era la razón principal por la que Theo nunca se había metido en
problemas por todas las estupideces que me había hecho pasar. Tenía las
manos en muchos bolsillos, suciedad en mucha gente, y aunque The Lost
Souls habían dado a Ashland una nueva sensación de vida y seguridad fuera
del mundo del crimen organizado, siempre habría cabrones al acecho en las
sombras. El padre de Theo, Daniel Hebert, era uno de ellos.
—Lo siento, papá —dije tras un minuto de silencio. Había estado
mirando a la nada, ensimismado, y sentí que la misma culpa y la misma
vergüenza empezaban a arder de nuevo.
294
Su atención volvió a centrarse en mí, con una sola ceja levantada, con
rostro de confusión.
—¿Por qué demonios?
—Por... todo esto. Por traer esta mierda de vuelta a nuestras vidas...
—No, chico. ¡No! Esto no es culpa tuya. He conocido a delincuentes
como este cabrón de Hebert. Siempre empieza con algo pequeño, acoso
normal y cosas así. Pero a medida que pasa el tiempo, puede crecer y crecer
hasta que se vuelve peligroso a medida que caen más profundamente en el
pozo de mierda de sus mentes. —Sonaba estresado al decirlo, desgarrado y
cansado mientras tomaba una llave dinamométrica y volvía al motor del
Crusier—. Si no das un paso al frente, tarde o temprano harán algo de lo
que no podrán volver, y lo único que harán será dejar tras de sí una estela
de destrucción. Lo último que quiero es que alguien de nuestra familia quede
atrapado en el fuego cruzado. Eso incluye a tu Maddy. —Me hizo un gesto
con la cabeza para que volviera a encender la luz.
Sintiéndome como si me hubieran quitado un peso de encima,
obedecí, dejando de lado temporalmente mis sentimientos sobre la
situación. Tener a mi padre, y pronto a mi abuelo, de mi lado me hacía sentir
menos solo, más valiente, ante la posibilidad de enfrentarme de nuevo a
Theo.
Esperemos que no se llegue a eso.

Los dos días que Maddy estuvo suspendida se consideraron


esencialmente días de estudio para la clase de último curso, así que no se
esperaba que yo fuera a clase en absoluto. Nos dieron tiempo para
prepararnos para los finales, y el lunes y el martes por la mañana recogí a
Maddy en Phoenix House y la llevé a la mía, donde pasaríamos el día en la
mesa de la cocina, preparándonos para el primero de nuestros exámenes.
Yo habría preferido que estudiáramos en mi habitación, pero mi madre se
opuso de inmediato, murmurando en voz baja que no quería ser abuela a
su edad.
Sinceramente, después de tener a Maddy una vez, la necesidad de
tenerla otra vez me estaba volviendo loco. No podía pensar en otra cosa.
Pensé que el deseo se calmaría después de la primera vez, pero me
equivoqué. Mientras estábamos sentados a la mesa de la cocina, inclinados
sobre nuestros libros, cada movimiento suyo me distraía y me cautivaba.
Cada vez que se colocaba un mechón de cabello detrás de la oreja o se movía
en su asiento, yo la miraba inmediatamente y me perdía durante unos 295
minutos mientras la observaba. Solamente cuando me sorprendía con una
risita o me daba un golpecito en la punta de la nariz, me despabilaba y
recordaba que tenía un examen del que preocuparme.
Mamá nos servía el almuerzo o la merienda para mantenernos
motivados y, cuando hacíamos un descanso por la tarde, Maddy y ella se
quedaban juntas en la cocina tomando té. Ambos días mamá incluso le
enseñó a hornear algunas cosas. Un día, magdalenas de avena y chocolate,
y otro, galletas s'mores. Maddy se lo tomó muy bien, sonriendo y
escuchando a mi madre, que le daba pequeños consejos y trucos que había
aprendido a lo largo de los años. Ver su vínculo con mi madre me hizo más
feliz de lo que pensaba. Pensé en los pequeños detalles que Maddy me había
contado sobre su madre, y me puse a pensar sobre su infancia. Parecía que
no había sido muy buena. Si ella quería una familia, yo estaba más que feliz
de que formara parte de la mía.
Pero a pesar de este par de días aparentemente tranquilos, en el fondo
de mi mente seguía pensando en Theo y su necesidad de venganza. El lunes
por la mañana, a primera hora, papá había subido a su bicicleta y le había
dado un beso a mamá mientras le decía que tenía que ir un rato al club de
The Lost Souls. Aunque mamá parecía confusa, no lo acribilló a preguntas.
Seguramente lo haría más tarde, por la noche, cuando él volviera y pudieran
hablar en privado, pero no tengo ni idea. Ni siquiera estaba seguro de si le
había contado lo que había pasado en el festival. No reveló nada.
Hice mis propias averiguaciones, navegando por las redes sociales
para ver si podía averiguar qué decían Theo y Spencer sobre la noche del
sábado. La reina perra del universo, Ayla, intentaba despertar simpatía por
lo que le había hecho en el rostro, publicando selfies que yo podía ver que
habían sido cuidadosamente editados para mostrar los moretones y las
marcas, mientras que el resto de su rostro había sido retocada con aerógrafo
y maquillada hasta la saciedad. Hubo docenas de comentarios y me gusta
todos rezando por su recuperación, bla, bla, bla... pero no dijo ni una
palabra sobre Theo o Spencer.
Los chicos, en cambio, estaban completamente callados. Nadie decía
una palabra. Era como si nadie se hubiera enterado, y tal vez fuera cierto.
Me pregunté si su ego estaba tan magullado que ni siquiera podían atenerse
a alguna historia inventada de ñoños sobre cómo les habían jodido. Pero
nadie mencionó a Maddy o a mí, ni siquiera un susurro. Y en cuanto a que
Daniel Hebert interviniera y me echara la culpa de la paliza de su hijo, no
hubo nada. Ningún policía apareció en nuestra puerta y no había ninguna
prueba de nada en línea.
No tuve más remedio que agachar la cabeza, estudiar y esperar que
mi padre y mi abuelo pusieran en marcha un plan. Ahora solamente tenía
que preocuparme de mantener la polla dentro de los pantalones, porque
cada movimiento de Maddy me volvía loco. Cada noche lo único que podía
hacer era empuñarme y masturbarme con desesperación mientras revivía 296
nuestra noche juntos una y otra vez en mi mente.
Necesitaba sentirla, saborearla de nuevo y tenerla apretada a mi
alrededor mientras gemía en mi oído de esa forma tan sexy que me sumía
en un jodido estado de locura. Me di cuenta de que ella también se estaba
frustrando y la estudié atentamente en busca de señales. Sus mejillas se
sonrojaban si la tocaba, o se relamía los labios, sus piernas apretadas bajo
la mesa de la cocina mientras intentábamos concentrarnos. Pero mamá no
quería saber nada de eso, y cualquier intento de subir las escaleras para
tener un poco de intimidad era rápidamente interrumpido por ella. Cuando
Maddy y yo llegábamos a la mitad de la escalera, mamá volvía de fuera y me
llamaba para que bajara a vigilar a Maverick o para que le hiciera alguna
tarea. O, incluso, una vez le pidió a Maddy que vigilara las galletas que le
habían estado haciendo para poder hacer algo de jardinería. Todo eran
peticiones inocentes, cosas que podría haberme pedido de todos modos, pero
yo conocía a mi madre, y estaba siendo intrigante y me estaba tocando las
narices.
Así que cuando llegó el miércoles, el primer día de exámenes finales,
me sentí como si estuviera listo para salirme de mi piel, agarrar a Maddy y
hacer una carrera loca para poder desaparecer dentro de ella de nuevo.
Incluso pensé en detenerme de camino a la escuela mientras conducía mi
moto por las calles, parando para desaparecer entre los árboles y follar como
conejos. Pero esa mañana me había levantado tarde, había dormido mal
mientras daba vueltas en la cama soñando despierto con el cuerpo perfecto
de Maddy, y nuestros profesores habían dicho que no se permitiría entrar a
nadie en el gimnasio después de empezar el examen.
El gimnasio contaba con cientos de pupitres individuales, todos
dispuestos en líneas verticales en el suelo, con nuestros nombres escritos
en tiras de papel pegadas en la esquina que indicaban dónde debíamos
sentarnos. Al entrar, teníamos que mostrar nuestro número de
identificación de estudiante para que nos registraran y entregaran nuestras
calculadoras. Hoy era nuestro examen de ciencias, y aunque Maddy y yo no
habíamos estado en la misma clase, todos los alumnos de último curso
tenían que hacer el examen el mismo día. Así que las dos clases estaban
mezcladas, dispuestas alfabéticamente por todo el espacio, lo que
significaba que Maddy estaba una fila por encima y un par más cerca de mí,
por lo que tenía una vista perfecta de su nuca.
Miré a mi alrededor buscando a Spencer, sabiendo que estaba en la
clase de Maddy, junto con ese imbécil de Jace Fogerty. Theo había estado
en la mía, y efectivamente, divisé su cabello azul cerca del lado izquierdo del
gimnasio, junto con Spencer y Jace, un poco demasiado cerca de Maddy
para mi comodidad.
Theo y Spencer tenían mal aspecto. Se movían con cautela, como si
les doliera mucho, y noté que Spencer tenía algunos rasguños en el rostro
por haber sido arrojado a través del cristal. Unas cuantas personas se
297
acercaron a ellos antes de que empezara el examen para hacerles preguntas,
pero les hicieron señas con la mano para que se alejaran, aunque pude ver
cómo me miraban de vez en cuando. Esos idiotas me culpaban a mí de su
situación, y la verdad es que daba risa. Que se jodan estos idiotas. Así que
cuando los sorprendí mirando hacia mí de nuevo, sin mirar en su dirección,
los ignoré y volví a centrarme en Maddy, que se retorcía las manos
ansiosamente en su regazo.
—¡Muy bien, muy bien, todo el mundo a sus asientos, por favor!
Empezaremos en un minuto. Siéntense —dijo una de las profesoras de
ciencias desde la parte delantera de la sala, mientras la mía rodeaba un lado
y la vicedirectora el otro. Tenían una pizarra con una lista de normas, que
ella repasó rápidamente.
—Deben apagar sus dispositivos celulares ahora —llamó, su voz
resonando fuertemente en todo el espacio— si alguien es visto con su
teléfono, será expulsado del gimnasio y obligado a entregar su examen tal
cual. Apaguen el teléfono y guárdenlo en la mochila. —Yo, junto con
prácticamente todos los demás chicos de la sala, les seguí la corriente,
aunque Maddy fue una de las pocas que no lo hizo. No tenía teléfono. Tomé
nota para arreglarlo.
—Prohibido hablar en el gimnasio. Si alguien es visto hablando, será
expulsado del gimnasio y obligado a entregar su examen tal cual —dijo,
repitiendo textualmente la amenaza anterior—. Tienen cinco minutos como
máximo para las pausas para ir al baño. Se les cronometrará. Si alguien es
sorprendido hablando fuera del gimnasio durante un descanso, no se le
permitirá volver a entrar para terminar su examen. Cuando hayan
terminado su trabajo, deben ponerlo boca abajo sobre su pupitre y
marcharse sin hablar ni distraer a los demás alumnos —dijo, mirando a
unos cuantos individuos en particular, tres de los cuales eran los pinches
del fondo—. Tienen dos horas. A los que necesiten más tiempo, se les
concederá una hora más. Buena suerte.
El examen en sí era bastante fácil. Era un examen de 60 preguntas
de respuesta múltiple, con una hoja de selección oficial y un papel para una
respuesta larga al final. Como todos habíamos hecho ciencias generales,
había una mezcla de preguntas de física, química y biología para las que
nos habíamos preparado, y lo superé con bastante facilidad. Al final,
solamente tardé unos 45 minutos en completarlo, incluida mi respuesta
larga, pero antes de darle la vuelta a mi papel, fingí repasar mis respuestas
por tercera vez mientras miraba una y otra vez a Maddy.
Era inteligente, lo sabía. Y cuando habíamos repasado todo juntos los
últimos días, pude ver que sabía lo suficiente para arreglárselas, pero no
tenía ni idea de cómo estudiar. Por eso, a menudo lloraba en la mesa, se
ponía a llorar y luego se excusaba para ir al baño y volvía con los ojos secos,
pero enrojecidos por el llanto. Una vez que conseguía que se relajara, se 298
encontraba bien y seguíamos trabajando con los papeles y los textos. Los
años de mudanza de casa en casa, de vida desequilibrada, nunca le
prestaron la atención que necesitaba para saber cómo prepararse para este
momento, y pasé la mayor parte del lunes y el martes preparándola. Quería
que saliera adelante y que estuviera orgullosa de sí misma. Quería que
supiera que era lo bastante lista como para hacerlo. No era culpa suya que
el sistema la hubiera empujado sin preparación, que su vida familiar
hubiera sido tan jodida que nadie se hubiera preocupado de ayudarla a
descubrir lo que necesitaba. Tenía fe en que podría hacerlo, pero veía que la
ansiedad la corroía.
¿Y ahora?
Me di cuenta de que iba por la mitad, pero su tacón rebotaba a gran
velocidad y su mano apretaba con fuerza el lápiz mientras repasaba una
pregunta una y otra vez. Estaba tensa, nerviosa, sin duda, y podía ver,
incluso desde aquí atrás, lo rojas que tenía las mejillas. Estaba entrando en
pánico. Necesitaba calmarse.
Como esperaba, levantó la mano para excusarse e ir al lavabo, y la
profesora que estaba delante le hizo un gesto con la cabeza, levantando un
cronómetro, y vio cómo Maddy se alejaba a toda prisa. Vi las lágrimas en
sus ojos cuando se apresuró a pasar junto a mí. Su mirada clara y color
avellana se dirigió hacia mí, pero ella negó con la cabeza, con los labios
apretados, y sentí que se me partía el corazón.
A la mierda con esto.
Le di la vuelta a mi examen y me puse en pie, señalando que había
terminado. Recogí mi mochila, me di la vuelta y salí, observando que algunos
otros chicos estaban listos para hacer lo mismo. Pero no pensaba en ellos.
Tenía que ayudar a mi chica.
Salí al pasillo, la entrada al gimnasio en el sótano de la escuela.
Aunque no lo sabrías.
La única señal de que estábamos bajo tierra era que no había
ventanas. Me dirigí por el pasillo en dirección a los vestuarios de las chicas,
sabiendo que iba a parecer un gran pervertido, pero no me importaba.
Necesitaba calmar a Maddy para que pudiera concentrarse y terminar su
examen. Todavía tenía mucho tiempo, así que podía aprovecharlo y avanzar
poco a poco sin sentirse demasiado nerviosa. Pero para eso primero tenía
que relajarse.
En cuanto salió del vestuario de las chicas, tenía los ojos enrojecidos
y parecía a punto de sufrir un ataque de nervios. Sus ojos se abrieron de
par en par, sorprendida, al verme allí de pie, pero no pudo decir ni una
palabra antes de que la agarrara por el brazo y tirara de ella hacia el armario
del conserje, cerrándolo tras nosotros.
—H-Hay…
299
—¡Shh! No hables. Todavía estás en tiempo de examen. Tenemos unos
cuatro minutos, así que quiero hacer esto rápido para que puedas volver y
terminar. Y puedes terminarlo, Maddy. Solamente necesitas calmarte.
—Yo…
—¡Sin hablar! Ya he terminado el examen, así que estoy exento, pero
por si alguien nos pilla e intenta acusarnos de alguna tonteria... —Jugueteé
con mis pantalones, desabrochándolos con una mano mientras con la otra
la agarraba entre las piernas, haciéndola jadear de asombro. Le pasé un
brazo por encima de la cabeza, arrinconándola contra la pared, ignorando
el aroma a limón, algo que utilizaban para limpiar el suelo de este lugar, y
me concentré totalmente en ella. Cuando empecé a frotar un poco más
fuerte, pude distinguir el silbido de la respiración entre sus dientes, sus
manos agarrándome los bíceps a través de la chaqueta mientras empezaba
a besarle la garganta, deseando tener más tiempo.
—H-Hayden... —susurró, sus dedos apretando el cuero de mi
chaqueta, presionando contra mi mano.
—Shhh... —La hice callar, chupando la piel junto a su oreja, mi
respiración fuerte en el pequeño espacio—. No hables, cariño. No querrás
romper las reglas, ¿verdad?
Suspiró cuando le bajé la cremallera de los pantalones y la giré para
que se apoyara contra la pared mientras le bajaba los pantalones y dejaba
al descubierto su hermoso culo. Aunque no había luces encendidas, la
rendija bajo la puerta dejaba entrar lo suficiente como para distinguir los
detalles más pequeños, lo suficiente como para maravillarme con lo poco
que podía ver de ella. Sobre todo, tuve que basarme en el tacto, en escuchar
cómo respiraba cuando empecé a meterle los dedos, mi brazo rodeando su
cadera para acariciarle el coño mientras le clavaba mi erección en el trasero.
Maddy apoyó la mejilla contra la pared y de sus labios se escapó un gemido
que me volvió loco.
—Solamente tienes que relajarte, Maddy... relájate, y estarás bien —
susurré, liberando mi mano para lamer sus jugos. Me saqué la polla de los
calzoncillos, dura como una puta roca, mientras me ponía un condón que
llevaba en el bolsillo. Ya le compensaría el tiempo más tarde—. No hables,
¿de acuerdo?
Ella asintió, apretó su dulce culo contra mí y yo me volví loco.
Alineándome con su coño, apreté las caderas y empujé hasta el fondo,
mientras la sujetaba con fuerza para mantenerla en su sitio. Maddy gimió
con fuerza y se tapó la boca con una de sus manos mientras yo empezaba a
moverme. Estaba tan desesperado por tenerla, por sentirla de nuevo. Y
solamente teníamos tres minutos y medio para hacerlo antes de que ella
tuviera que volver a entrar. Y yo necesitaba que se calmara para poder
concentrarme. Llámame egoísta, pero ella era como una maldita droga para
mí.
300
Apreté todo mi cuerpo contra su espalda, chupándole la garganta,
obligándola a girar la cabeza hacia mí para que pudiera introducir mi lengua
entre sus labios, todo ello mientras la follaba sin piedad contra la pared. El
golpeteo de nuestros cuerpos al unirse, los pequeños gritos y jadeos
ahogados, todo era música para mis oídos. Aún olía a los bollos de canela
que había desayunado aquella mañana y a ese dulce aroma suyo que era
simplemente... ella. Me daba vueltas la cabeza, y curvé las caderas mientras
cambiaba un poco el ángulo, exigiéndole un orgasmo, y rápido. Cuando un
par de pasos resonaron en el pasillo, dirigiéndose hacia nosotros,
rápidamente le pasé un brazo por encima del pecho, y con la otra mano le
tapé la boca, mientras seguía empujando lo más silenciosamente posible,
girando las caderas mientras me estrechaba contra ella.
El cambio solamente la hizo gemir más en mi mano, apretándose
ansiosamente contra mí mientras yo trataba de mantener nuestra
transgresión lo más silenciosa posible. La alumna pasó a nuestro lado sin
detenerse, la puerta del baño de chicas abriéndose y cerrándose. Aproveché
este breve momento de intimidad para follármela como un maldito maníaco.
Agarrándola por las caderas, empecé a penetrarla tan fuerte y tan
rápido como podía. En respuesta, Maddy apretó las manos contra la pared,
empujando hacia atrás para recibir cada embestida. El gemido largo y
agitado que emitió fue el sonido más sexy que había oído en mi vida. Eché
la cabeza hacia atrás y cerré los ojos, abrazándola con tanta fuerza que era
un milagro que no me dijera que la soltara o me diera una bofetada. Pero
aun así, no era suficiente. Necesitaba estar más cerca. Deslicé un brazo por
debajo de su bajo vientre, levantándole el culo hasta que quedó
prácticamente suspendida en el aire sobre las puntas de los pies, y bajé los
dedos para jugar rigurosamente con su clítoris. En ese momento, sentí que
se apretaba alrededor de mi polla, y ella se mordió la comisura de su
precioso labio rosa para no gritar.
—Silencio, Maddy —susurré como advertencia, jadeando con fuerza
mientras mantenía el impulso, sintiendo cómo aumentaba la tensión en ella
a medida que su cuerpo parecía agarrotarse, apretándose a mi alrededor—.
Recuerda, guarda silencio. No hables. No rompas las reglas...
—¡Ugggh! —Apretó los ojos, sus manos se volvieron puños contra la
pared, su cuerpo curvándose sobre sí mismo. Estaba tan cerca. Apreté con
más fuerza su clítoris, pasando ahora frenéticamente la mano por él,
exigiéndole placer.
—Vamos, cariño. Dámelo —murmuré, con mi aliento haciéndole
cosquillas en la oreja. En cuanto lo hice, su cuerpo sufrió un espasmo, su
coño se aferró a mi polla y sus piernas empezaron a temblar sin control. La
sostuve con el brazo alrededor y, cuando empezó a gritar, volví a taparle la
boca con la otra mano para amortiguar el sonido. Empujé varias veces más
antes de sentirlo, ese jodido chasquido adictivo y ese subidón que se sentía
301
como una ráfaga de euforia, el cosquilleo que me hacía temblar las rodillas.
Me desplomé contra la pared con ella en brazos, jadeando con fuerza
mientras luchaba por recuperar el control de la sensación en las piernas. El
sonido de la puerta del vestuario se abrió y volvió a cerrarse, los pasos se
alejaban. Así es, Maddy tenía que volver.
—Si preguntan, diles que estabas enferma, ¿vale? Nervios —le
murmuré al oído, dándole un beso ligero como una pluma en su concha
curvada—. Puedes hacerlo, ¿vale? Te prometo que puedes.
Ella asintió, aunque se balanceaba sobre sus pies, así que tomé la
iniciativa de subirle los pantalones y colocárselos en su sitio, alisándole la
camisa. Le di la vuelta y le pasé los dedos por el cabello antes de tomarle el
rostro con las manos y besarla profundamente, sintiendo que el tiempo que
le quedaba en aquel gimnasio le iba a parecer toda una vida. Me agarró de
las muñecas, aferrándose a mí tanto como yo a ella, los dos completamente
perdidos el uno en el otro.
—Puedes hacerlo, Maddy —le susurré de nuevo, dándole un beso en
la mandíbula. Como no se movió, le di una palmada en el culo, espoleándola
mientras saltaba y chillaba—. Ve a terminar, te estaré esperando.
Sin decir palabra, se dio la vuelta y levantó los brazos, enredando los
dedos en mi cabello antes de empujarme hacia abajo para que me
encontrara con ella, apretando su boca contra la mía. Sentí cómo separaba
los labios, cómo me acariciaba con la lengua, antes de soltarme y abrir la
puerta, asomándose antes de salir corriendo. Me quedé donde estaba unos
minutos más, recuperando el aliento mientras luchaba por controlarme.
Joder, aquello era jodidamente excitante. Todo. Solamente deseaba que
hubiera durado.
Pasó otra hora antes de que Maddy saliera, radiante de oreja a oreja,
mucho más segura de sí misma que antes. Había estado merodeando por el
vestíbulo, intentando entrar para ver cómo estaba, pero el subdirector me
echó, así que me quedé cerca, aliviado al verla tan orgullosa. Abrí los brazos
y ella se acercó de un salto. Esperaba que me abrazara, pero en lugar de eso
me dio una fuerte bofetada con el brazo en alto por encima de la cabeza.
—¿Qué demonios? —di un respingo de sorpresa, mirándola como si
hubiera perdido la cabeza.
Pero mi preciosa chica se limitó a sonreírme como una adorable ninfa
y murmuró:
—Venganza por el armario. —Refiriéndose a cuando le había dado una
bofetada en el culo para que se moviera. Riéndome, traté de aparentar que
su bofetada no había dolido tanto como en realidad había dolido, y le pasé
el brazo por los hombros mientras nos guiaba escaleras arriba hasta donde
me esperaba la moto. La llevaría a casa un par de horas antes de verme
obligado a devolverla a Phoenix House. La sola idea de tener que llevarla de 302
vuelta me ponía nervioso, como si el hecho de que no estuviera bajo mi
vigilancia en todo momento fuera la apertura que Theo y sus amigos idiotas
necesitaban para hacer un movimiento. Pero a juzgar por cómo cojeaban
hoy, supuse que no estaban en condiciones de hacerlo. Así que por ahora,
tendría que seguir las reglas establecidas para Maddy por el sistema de
acogida aquí.
Con suerte, cuando acabaran las clases, encontraría la forma de
sacarla de allí para que se quedara conmigo permanentemente, donde debía
estar.
Capítulo Veintiuno

—¡Feliz cumpleaños, Maddy!


Abrí los ojos y vi una sola magdalena en la mesa, con el glaseado rosa
decorado con grageas de arco iris, una vela encendida y parpadeando
mientras mi madre aplaudía. Se acordaba. No creía que lo hiciera, pero
cuando volví del colegio, me tomó de la mano y me guio hasta el juego de patio
que hacía las veces de mesa de cocina, con el plástico desvencijado y
agrietado.
—¡Cierra los ojos! —susurró, y yo la obedecí, preguntándome,
esperando que tal vez, este año, no me decepcionara de nuevo.
Ver aquel pastelito, saber que se acordaba, era todo lo que quería. Se
me dibujó una sonrisa en el rostro mientras observaba la llama parpadeante
un momento más antes de cerrar los ojos.
—¡Pide un deseo, cariño! —dijo mamá, agachándose a mi lado.
303
Un deseo. Eso era fácil. A pesar de que no se había cumplido en
cumpleaños anteriores, ni en las estrellas fugaces que veía, ni en los pocos
céntimos que había tirado a las fuentes, el único deseo que siempre pedía
nunca se hacía realidad. A los nueve años, uno pensaría que ya lo habría
aprendido. Desear no da la felicidad. Y sin embargo...
Miré de reojo a través de las pestañas a mi madre, que en los dos
últimos meses se había esforzado tanto por ser mejor persona, y esperé que
quizá esta vez todas nuestras dificultades quedaran por fin atrás. No quería
volver a una casa de acogida, sobre todo después de lo que pasó la última
vez. Y mamá no había traído a ningún novio nuevo desde que me recuperó.
Quizá este cumpleaños fuera el comienzo de algo nuevo. Un futuro mejor para
nosotras.
Cuando la mirada avellana de mi madre me devolvió la mía, con la luz
de la vela brillando en sus ojos, sentí que esa inmediata sensación de amor
me calentaba el corazón, y el perdón no tardó en llegar. Siempre la perdoné,
porque en el fondo sabía que mi madre no era mala persona. Sabía que me
quería. Solamente esperaba que esta vez su amor por mí, por ella misma,
fuera suficiente para alejarla de toda esa mierda, de toda la mala gente con
la que solía acabar trabando amistad. Extendí la mano y le rodeé el cuello con
los brazos, apretándola con fuerza, amándola a pesar de todos los fracasos.
Me devolvió el abrazo, y su abrazo me hizo sentir segura y querida, a
pesar de lo delgada que era, a pesar del pasado, de todo.
—Te amo —le dije, luchando contra las lágrimas que me escocían en los
ojos, con la barbilla temblorosa mientras luchaba por mantener la
compostura.
—Yo también te amo, Maddy. —Me apretó, meciéndonos lentamente de
lado a lado donde yo estaba sentada—. Ahora pide tu deseo, cariño.
De mala gana, la dejé marchar y volví a mi regalo de cumpleaños. Esta
vez, esperaba que por fin se cumpliera mi deseo.
Deseo por mi familia, pensé antes de tomar aire y apagar con facilidad
aquella única llama. El humo se elevó en una línea elegante y distorsionada
mientras mi madre se ponía en pie y aplaudía a rabiar, animándome cuando,
de repente, salieron chispas de mi magdalena. Yo miraba asombrada cómo
la chispeante luz se hacía cada vez más brillante. En el fondo, mi madre se
desvanecía en la nada, hasta que me senté sola a la mesa, con el
apartamento completamente vacío, recién pintado de blanco, con aspecto de
haber sido renovado recientemente.
¿Qué demonios?
Ya no era una niña. En su lugar, me senté como era ahora, una chica
de diecisiete años, la niña que fui desapareció para siempre, 304
desvaneciéndose como la llama de la vela. Ante mí, la magdalena había
desaparecido, y el humo que había surgido de la llama apagada comenzó a
arremolinarse, expandiéndose y creciendo en lo alto, ocupando casi todo el
espacio de este pequeño apartamento. Finalmente, el humo se detuvo, como
una espesa nube gris oscuro.
—Deseo... concedido... —la voz, un tenor profundo que no coincidía con
el de nadie que yo conociera, ronroneó las palabras, como si yo no necesitara
tener miedo. Y no lo tenía. Por fin se iba a cumplir mi deseo.
Pero...
Esto no estaba bien. Si se cumplía mi deseo, ¿adónde había ido mi
madre? Había desaparecido por completo. Di vueltas en la silla, buscando en
el espacio vacío alguna señal de ella, pero no había más que paredes blancas
y suelos grises pulidos.
—¿Dónde está mi madre? —pregunté, volviéndome hacia el humo.
Silencio.
—¿Dónde está mi madre? ¿Adónde ha ido? —Sentí que el pecho se me
oprimía incómodamente mientras el oleaje sin palabras de espesa niebla
permanecía en silencio—. ¡¿Dónde está?!
—Maddy... —susurró al fin.
—Dime. ¿Dónde?
—Maddy...
—¡No, no me llames Maddy! ¡¿Dónde está mi madre?!
—¡Maddy!

—¡Maddy! ¡Maddy, despierta!


Sentí una sacudida en el cuerpo y abrí los ojos de golpe, cegada por
la luz que se colaba por una rendija de la cortina. Estaba en mi litera de
Phoenix House, con la colcha hecha un desastre alrededor de las piernas,
como si me hubieran estado dando patadas o algo así. El elefante que
Hayden había ganado para mí estaba en el suelo y parecía que habían tirado
a Fuzzy al azar al final de la cama. Andrea, agachada a mi lado, me miraba
con preocupación en los ojos mientras retiraba la mano de mi brazo.
—¿Qué? —murmuré, frotándome los ojos con fuerza mientras
intentaba volver en mí.
—Tenías una pesadilla —me explicó— pataleabas y murmurabas en
sueños. Parecía que te dolía algo. —Se levantó, todavía en pijama. Los shorts
y la camiseta que llevaba a la cama eran la única parte de su cuerpo que yo
podía ver, y así me enteré de que tenía muchas cicatrices en los brazos y las
piernas.
Su papá... la estufa...
305
Nunca dejé que mis ojos se detuvieran, sabiendo lo cohibida que era,
queriendo que se sintiera lo suficientemente cómoda, al menos en esta
habitación, para que pudiera desnudarse un poco y estar libre de cualquier
juicio.
Me incorporé, bostezando con fuerza, mientras ella se sentaba en el
borde de su litera y sacaba la bolsa de debajo de la cama para rebuscar
entre su ropa. Aunque era jueves, día de escuela, los alumnos de último
curso aún teníamos tiempo libre para estudiar para nuestro próximo
examen, que tendría lugar el lunes.
—¿Vas a casa de Hayden otra vez? —preguntó Andrea mientras yo
dejaba colgar las piernas a un lado de la cama, estirándome mientras me
obligaba a despertarme. Intenté recordar mi sueño, pero ya sabes cómo es.
Cuando te despiertas, empieza a desvanecerse en el fondo de tu mente, como
un montón de arena que se escurre entre los dedos hasta que no queda
nada de él.
—Sí —bostecé. Ni siquiera era una pregunta. Había pasado
prácticamente todo el tiempo libre disponible con él. Recordé el día de ayer,
lo ansiosa que había estado al hacer el examen, la sensación que aumentaba
con cada segundo que pasaba hasta que me excusé para ir al baño. Pero
entonces, Hayden... el armario.
Mis mejillas se sonrojaron al recordarlo y contuve una sonrisa de
culpabilidad. Aquello había funcionado de maravilla. Cuando volví a mi
asiento, justo antes de que sonara el cronómetro, estaba tan relajada como
un perezoso, lo que me ayudó a concentrarme, aunque algunas veces mi
mente divagó, soñando despierta con el encuentro y deseando tanto revivirlo
de nuevo. Cuando salimos del colegio, volvimos a su casa y, aunque me di
cuenta de que tenía muchas ganas de volver a vivirlo, su madre llegó justo
a tiempo para evitarlo, para mi decepción. Pero mentiría si dijera que no me
encantaba pasar tiempo con su familia... especialmente con su madre y su
hermanito. Su madre me hacía sentir como una hija más, por su forma de
hablar, por su despreocupación al abrazarme o por enseñarme cosas que
siempre hubiera deseado que me enseñara mi propia madre.
Mamá...
Sentí que algo se agitaba en mi cabeza. Mi sueño. Había estado allí,
pero ¿qué había pasado? Cuanto más me esforzaba por recordar, más rápido
parecía desaparecer el sueño.
Andrea empezó a hablar del examen que tenía mañana. Matemáticas.
¡Caramba! Me alegré de haberlo superado en mi último semestre, que había
sido en Columbia Británica al principio del último curso. Ya había hecho el
final y lo había aprobado apenas. Andrea, sin embargo, parecía más segura
de sí misma que yo cuando se trataba de números. La observé mientras
recogía su ropa para el día y se dirigía al pasillo para cambiarse en el lavabo.
306
A pesar de que nos había enseñado a Sawyer y a mí los brazos y las piernas
en nuestra habitación, el resto del cuerpo estaba fuera de los límites. Se me
encogió el corazón al pensar en los otros horrores que su padre le había
infligido, en lo malo que debía de ser para ella querer ocultarlo.
Sawyer mientras tanto...
Entró en la habitación, después de desalojar el lavabo, envuelta en su
toalla, y la arrojó a un lado, totalmente cómoda con su cuerpo y sin miedo
a que la viera desnuda. Lo quisiera o no, no le importaba.
Aparté la mirada y saqué la bolsa de basura con mis cosas del extremo
de la cama y rebusqué en ella, buscando algo ligero que ponerme. El clima
había estado calentando drásticamente durante la última semana y media,
pero la mayoría de mi ropa estaba hecha pensada para el frío. Creo que
reutilizo las mismas tres camisetas una y otra vez. Dos de ellas estaban tan
descoloridas y gastadas que los dobladillos estaban corridos, y había un
agujero bajo la axila de otra. Elegí la menos raída de las tres, una camiseta
de béisbol azul oscuro con rayas blancas en los brazos, y un par de leggings
ligeros. Me pasé un cepillo por el cabello largo, que até con una sencilla
banda elástica, e hice la cama, pasando el tiempo hasta que pude usar el
lavabo para lavarme los dientes y el rostro. Por suerte, Andrea no tardó
mucho y entré rápidamente mientras estaba libre. Si había algo que Phoenix
House necesitaba, era otro cuarto de baño... ¡Ya!
Prácticamente bajé dando saltitos los escalones que conducían a la
planta principal, tarareando en voz baja. Me sentía más ligera, la idea de
volver a ver a Hayden hoy era como un bálsamo para mis heridas. Todo lo
que quería era estar con él, por muy poco saludable que fuera ese
pensamiento, no me importaba. En lo que a mí respecta, no había nada
malo en encontrar a alguien que te hiciera feliz, que te hiciera sentir amada,
sobre todo después de haber estado privada de ello prácticamente toda mi
vida.
Mamá...
Me detuve en mis pasos mientras mi corazón se retorcía
dolorosamente. Mamá... mi madre, a la que se llevaron en una camilla,
despotricando de hombres sin rostro, de mi padre, de que nos perseguían.
Aún no podía verla, pero tal vez pronto. Esperaba que estuviera progresando
en el hospital al que la habían llevado.
Pero no iba a depender de ella para mi felicidad. Ya no.
Al entrar en la cocina, encontré a la señorita Ross sentada con Carol-
Ann, la niña con la cicatriz en el rostro que tanto miedo le tenía a su padre.
Al parecer, la visita había ido bien y estaba previsto que volviera a verlo este
fin de semana, bajo supervisión, por supuesto. La niña parloteaba con la
señorita Ross sobre algo que le había contado su padre, una película sobre
un unicornio. La señora Li estaba sirviendo el desayuno a las otras niñas y 307
sonrió cuando entré en la habitación.
—¿Desayuno, Maddy? —preguntó, levantando el sartén que estaba
lleno de huevos revueltos con queso. Ayer, cuando Mina me había traído de
vuelta, había traído las magdalenas de avena con chispas de chocolate que
habíamos hecho el otro día, bien envueltas, para regalar a la casa. El plato
de magdalenas estaba en el centro de la mesa y las niñas las devoraban. Por
mucho que quisiera ir a desayunar a casa de Hayden, como había hecho la
mayor parte de esta semana, la señorita Ross nos había dicho cuando
llegamos anoche que hoy tenía una reunión programada con Saanvi, así que
tenía que quedarme por aquí esta mañana. Tomé una de las magdalenas de
Mina, contenta de tener al menos este pedazo de la familia al que me estaba
encariñando tanto.
—Sí, por favor, señora Li —dije, justo cuando entraron Sawyer y
Andrea. Andrea se sentó rápidamente a mi otro lado, lo más lejos posible de
los fogones, como de costumbre. Siempre me aseguraba de ocupar la silla
situada entre ella y el gran electrodoméstico de la cocina, sabiendo que eso
le daba una sensación de seguridad. Cómo deseaba encontrar a su padre y
pegarle la cabeza contra un quemador.
Whoa, Maddy... cálmate, dijo mi cerebro ante el oscuro pensamiento.
—Andrea, Maddy, tenemos que ir pronto de compras para el baile de
fin de curso —dijo Sawyer mientras tomaba asiento frente a mí.
Me quedé mirando, con el tenedor a medio camino de mi boca de
deliciosos huevos con queso de la señora Li.
—¿Eh?
Sawyer me miró, riéndose un poco.
—¿El baile? ¿El baile de fin de curso? Hay un baile a finales de junio.
¿No te pidió Hayden que fueras?
Me sorprendió que supusiera automáticamente que Hayden y yo
iríamos juntos. No es que yo pensara ir con nadie más, pero el mero hecho
de que la gente nos relacionara como uno solo significaba que la gente nos
prestaba más atención de la que yo creía.
—No hemos hablado de ello —admití.
Arrugó la frente.
—Qué raro. Habría supuesto que ya te habría pedido que te fueras.
—Supongo que no hemos llegado a discutirlo. Ni siquiera sabía que
había un baile. —Me encogí de hombros. Cuando Hayden y yo hablábamos
de algo relacionado con el futuro, eran cosas que no tenían nada que ver
con la escuela. En cuanto este capítulo quedara atrás, ahí se quedaría. No
queríamos pensar en ello más de lo necesario. Teníamos ideas más
prometedoras en mente. 308
—Bueno, de cualquier manera, todos tenemos que hacer un viaje de
un día para conseguir algunos vestidos para el baile. Estaba pensando en
el próximo fin de semana, cuando los exámenes hayan pasado. —tomó
Sawyer una de las magdalenas de Mina y la mordió, gimiendo mientras sus
ojos se ponían en blanco como si fuera lo mejor que hubiera probado en su
vida.
Miré a Andrea, que seguía tan callada como siempre, pero asintió, lo
que me sorprendió. La idea de ir a comprar un vestido elegante no era algo
que me hubiera planteado nunca, no cuando mi propia ropa de diario se
estaba cayendo a pedazos. Sentí que se me secaba la garganta al pensar en
el estado de la cuenta bancaria de mi madre. Habíamos estado durmiendo
en un hotel de Ashland cuando encontré un extracto tirado
descuidadamente a un lado después de que ella intentara sacar dinero.
Negativo. Tenía dólares en negativo. Ni siquiera podíamos pagar los $38.95
dólares de otra noche. Tenía cero dinero ahorrado. ¿Cómo diablos iba a
comprarme un vestido?
—The Lost Souls tienen un “Programa de Graduación”, Maddy —dijo
la señorita Ross, observándome atentamente—. Proporcionan fondos para
los chicos que necesitan ropa, zapatos, y organizan viajes seguros para que
vayan y vuelvan del baile.
James. Ese hombre y su club eran auténticos ángeles en esta tierra.
A pesar de lo incómoda que me sentía aceptando favores de otros, este
programa hizo que lo sintiera menos personal y, por lo tanto, más fácil de
aceptar la ayuda.
—Organizaremos un día mientras las pequeños están en el colegio y
haremos una excursión para que ustedes, chicas, consigan lo que necesitan
—dijo la señora Li mientras empezaba a recoger.
—Gracias —dije en voz baja, pero lo decía de verdad. Nunca había
experimentado una amabilidad así en el sistema de acogida de otros lugares.
—Por supuesto. Ustedes tienen un presupuesto, obviamente, nada de
vestidos de baile de mil dólares ni nada de eso. —La señorita Ross miró
fijamente a Sawyer, que le dedicó una sonrisita torcida y traviesa desde
detrás del bocado que tenía.
—¿Quién, yo? —Se le distorsionó la voz al intentar hablar alrededor
de su magdalena. Cuando una de las niñas se rio, Sawyer cruzó los ojos con
ella y siguió—: ¿Quién, yo? ¿Quién, yo?
—Pareces un búho —se rio Carol-Ann, observando a Sawyer con
regocijo, la cicatriz de un lado de su rostro me recordaba a la que lucía
Keenan.
—¿Quién? ¡Quién! ¿Quién?14
—¡De acuerdo, ya basta! Estás tirando migas por todas partes. —La
señorita Ross puso los ojos en blanco y se levantó para ayudar a recoger 309
algunos platos. Yo seguí su ejemplo y me llevé rápidamente el resto del
desayuno a la boca, recogí mi plato y ayudé a fregar los platos hasta que
Andrea se unió a mí para secarlos y guardarlos.
En el momento en que terminamos y ella desapareció escaleras arriba
para estudiar para su examen final de mañana, la señorita Ross me llamó:
—¿Maddy? Saanvi está aquí. Ven a mi oficina, por favor.
Las visitas de los servicios sociales. Eran aburridas, pero
normalmente acababan rápido. Lo más probable era que pasáramos la
mayor parte del tiempo hablando de lo que había pasado entre Ayla y las
otras chicas la semana pasada. Estaba agradecida de que Saanvi hubiera
estado de mi lado, pero no podía evitar sentirme un poco nerviosa. No quería
darle motivos para pensar que era tan inestable como mi madre. A pesar de
lo mucho que quería a mi madre, no quería ser como ella.
Recorrí el pasillo hacia la parte trasera de la casa, pasando por las
mismas fotos que había visto mi primer día aquí, solamente que ahora
reconocí a James entre los motoristas del grupo, incluso vi a Casey y sus
tres chicos en otra, como si ella tuviera un papel importante en este lugar.
Sonreí al verlos pero me di la vuelta para llamar a la puerta del despacho.

14Quién en inglés es Who. Que suena algo como ¨ju¨ y al decirlo seguido pareciera el
sonido de un búho.
—Adelante.
La abrí y, al entrar, vi a la señorita Ross sentada detrás de su
escritorio y a Saanvi sentada en una de las sillas frente a ella. Ambas me
sonrieron, como si se alegraran de verme y no quisieran aparentar.
—Hola —dije, sentándome en una de las sillas extra—. Hagamos esto.
¿Hay algo de lo que quieras hablar, Saanvi? —pregunté, pensando de nuevo
en Ayla. Iba a ceñirme a mi historia de que había sido yo quien había
luchado contra ella, en lugar de Hayden. De ninguna puta manera iba a
dejar que él cargara con la culpa cuando me salvó.
Debería haberme dado cuenta antes. Debería haber reconocido la
tensión en las comisuras de sus ojos en cuanto entré aquí, pero
probablemente estaba sentada en una nubecilla tan feliz por el rumbo que
había tomado mi vida que no me di cuenta. Es decir, hasta que el silencio
que siguió a mi declaración pareció flexionarse como una nube venenosa en
la habitación, palpitando peligrosamente. Capté la expresión de la señorita
Ross cuando sus ojos se desviaron en dirección a Saanvi desde detrás de
sus lentes, su sonrisa se desvaneció mientras apretaba los labios con fuerza,
con las manos tan apretadas sobre el escritorio que se estaban volviendo
blancas. Miré a Saanvi, con el miedo en el estómago y todos mis instintos
gritándome que aquello no era bueno. Dijera lo que dijera, no era nada
bueno. 310
Prepárate, Maddy...
—¿Qué? —susurré, mirándola fijamente mientras se movía en su silla
para mirarme mejor. Por un momento, pareció que iba a extender la mano
para ponerla sobre mi rodilla, pero se lo pensó mejor en el último momento
y en su lugar aferró la carpeta que tenía en las manos.
—Maddy... Lo siento, cariño...
—¿Qué es? ¿Qué?
—Tu madre falleció ayer.
Zumbidos. Podía sentirlo en los oídos antes de que cambiara a una
extraña especie de vacío adormecedor, como si estuviera sumergida. Estaba
bajo el agua, sin nada a mi alrededor, sin aire, sin sonido. Solamente la
presión que me empujaba desde todos los lados.
—¿Q-qué? —Creo que eso fue lo que dije. Era vagamente consciente
de que había hablado, pero sinceramente no lo recuerdo.
—Tu madre tuvo un accidente en el hospital —explicó Saanvi, con un
tono pesado, lúgubre, como diciéndome que esto era realmente doloroso
para ella—. La encontraron en su habitación.
Tu madre falleció... un accidente... encontrada en su habitación...
—¿Un accidente? —Dije, mi voz quebrándose en la palabra—. ¿Qué
significa eso?
Saanvi se lamió los labios, parecía que estaba deliberando mientras
dudaba antes de continuar:
—Se cree que se quitó la vida.
Entumecida.
Jodidamente entumecida.
Sacudí la cabeza, ignorando cómo me latían los oídos por una presión
desconocida que me atenazaba el cráneo, amenazando con rompérmelo.
—No, eso es imposible. Si estuviera en un centro para gente... gente
como ella... entonces no habría forma de que hubiera hecho... —me detuve,
incapaz de decirlo—. No podría haberlo hecho.
Saanvi se inclinó un poco más hacia mí, como si quisiera
desesperadamente decir lo correcto para que yo no me cayera al fondo.
—Ella tenía una pluma...
—¿Cómo consiguió una pluma?
Cuando Saanvi sacudió con la cabeza, me enfadé y me puse en pie de
un salto. 311
—No. Nada de excusas. Dímelo. ¿Cómo coño ha conseguido una
pluma? ¿Cómo? ¿Estás diciendo que mi madre está muerta porque alguien
fue negligente?
—Maddy...
—¡No, dímelo! ¡Quiero saber la verdad! ¡Porque no creo ni por un
segundo que mi madre se hiciera daño! ¡No puede ser! ¡Nunca intentó
quitarse la vida! ¡Nunca!
—Maddy, a veces la gente solamente...
—¡No! No, ella no pudo...
—Lo siento mucho, Maddy,
Aspiré una y otra vez, deseando poder largarme de aquí. Esta
habitación era demasiado pequeña. Demasiado pequeña. Pude oír a la
señorita Ross decir algo sobre llamar a alguien, llamar a la señora Mathers
o algo así, creo, pero sonaba muy lejos.
Un accidente... una pluma... encontrada en su habitación... se quitó la
vida... Lo siento mucho, Maddy... Lo siento mucho, Maddy...
—¡Tengo que irme! —Se me quebró la voz y ni siquiera esperé a que
dijeran nada más. Abrí la puerta de un tirón y salí corriendo escaleras
arriba, donde recogí mis cosas. Las otras chicas no estaban, seguramente
estaban estudiando fuera, así que no tenía a nadie que me bombardeara
con preguntas que no quería responder. Volví a meter toda mi ropa en la
bolsa de basura, junto con Fuzzy y mi elefante, tomé mi mochila y bajé
rápidamente las escaleras.
—¡Maddy! ¿A dónde vas? —La voz llena de lágrimas de la señorita
Ross llamó desde el final del pasillo.
—¡Yo solamente... me voy! Me voy! —grité, atravesando la puerta
principal.
—¡Maddy, para! —La voz de Saanvi fue lo último que oí antes de salir
corriendo.

Estaba tumbada en el claro, con mis cosas a mi lado, cuando el sonido


de unos pasos me sacó de mi trance. No sé cuánto tiempo llevaba aquí antes
de que me encontraran. Lo que me parecieron solamente un par de minutos
fueron probablemente horas, a juzgar por el sol, que desde entonces había
desaparecido tras algunas nubes, reflejando mi estado de ánimo. Lágrimas
silenciosas brotaban de mis ojos, volvían por mis sienes y se me metían en
el cabello mientras miraba al cielo, pensando una y otra vez en lo que habían 312
dicho de mi madre.
Mamá se había ido, y algo en mí ardía con tanta fuerza que no podía
ignorarlo.
Sé todo sobre ti. Sé que tu madre está en un manicomio ahora mismo y
que probablemente no salga en mucho tiempo. Sería una pena que le pasara
algo a tu madre... Es increíble lo que la gente hace por dinero. Mi padre podía
pedir un favor, por así decirlo, y entonces... ¡puf!
Palabras de Theo. Supongo que en realidad no había esperado que
hiciera algo así. Por otra parte, el ataque en el festival había sido
completamente fuera de lugar. En su fallido intento de venganza, ¿realmente
hizo que su padre enviara a alguien por mi madre?
Sí, susurró una voz en el fondo de mi mente. Si algo había aprendido
en mi corta vida era que hay gente mala en este mundo. Retorcidas. Y no
les importa una mierda nadie más que ellos mismos. Son capaces de las
cosas más crueles, oscuras y jodidas que puedas imaginar. Theo era uno de
ellos. Para él, mi madre era un peón sin rostro. Ella le importaba tanto como
la pelusa de su camisa. No podía dejar de pensar que él había hecho algo.
Que había hecho que su padre hiciera algo. En el fondo, lo sabía.
—¿Maddy?
Hayden. La voz de Hayden. El sonido que penetró en el silencioso claro
hizo que se me trabara la respiración en la garganta y cerré los ojos. Por
supuesto que me encontró, y creo que en el fondo, esperaba que lo hiciera.
Lo más probable era que la señorita Ross hubiera llamado a su madre y ella
le hubiera alertado de la situación. Solamente podía imaginar lo que sabían.
Cuando la ligera estela de las yemas de los dedos me tocó los laterales
de la mandíbula, abrí los ojos y vi a Hayden mirándome fijamente boca
abajo, con el rostro tan solemne y serio como siempre. Sus pulgares
enjugaron las lágrimas y no dijo nada más mientras yo seguía tumbada
donde estaba, con las manos juntas sobre el estómago, mirándole en
silencio. No tenía nada que decir. ¿Qué había allí? Mi madre se había ido y
nunca había podido decirle tantas cosas.
Te quiero... Te perdono... Te quiero... Te perdono...
Hayden me dejó quedarme, acurrucándose junto a mi cabeza,
levantándola un poco para que descansara sobre su regazo, y se limitó a
apartarme alguna que otra lágrima. A lo lejos, oía a un par de petirrojos
cantando, el sol se abría paso de vez en cuando a través del cielo nublado,
el olor a flores y a bosque fresco llenaba mis sentidos. Era un día precioso,
y mi madre no estaba viva para verlo.
Me había fallado tantas veces. Pero aunque tenía dudas, en el fondo
sabía que me quería. Su adicción tomó el control de su vida, y verla caer en 313
ella solamente me animó a no ser nada parecido, a alejar cualquier cosa que
pudiera convertirme en la persona triste y solitaria en la que ella se había
convertido.
—¿Quieres venir conmigo? —susurró Hayden tras varios minutos de
silencio.
Sí, lo deseaba mucho. Solamente le deseaba a él, nada más.
Asintiendo, tomé la mano que me ofrecía mientras me ayudaba a ponerme
en pie. Antes de que pudiera recoger mis cosas, él ya las había recogido y
las llevaba a través del bosque, marcando el camino hacia su casa. Lo seguí,
ya familiarizada con el camino, y me alegré de que caminara en silencio, en
lugar de acribillarme a preguntas. Ahora solamente quería silencio. Mis
pensamientos sobre mi madre oscilaban entre la tristeza y la rabia. Amor y
resentimiento. Era confuso y abrumador.
En el momento en que atravesamos la arboleda de su jardín, la puerta
trasera se abrió de golpe y su madre estaba allí de pie, gritándonos algo,
pero sus palabras me resultaron imperceptibles, ya que mi mente seguía
sumida en la niebla. En el momento en que llegamos a la puerta, me sentí
sacudida y salí de mi asombro cuando Mina me estrechó entre sus brazos,
abrazándome fuerte pero suavemente, balanceándonos muy despacio de un
lado a otro... el abrazo de una madre. Se me llenaron los ojos de lágrimas y,
a pesar de que más o menos había podido contenerme desde que Saanvi me
dio la noticia, ya no podía más.
Las lágrimas empezaron a caer y, antes de darme cuenta, estaba
sollozando en sus brazos, abrazándola con fuerza mientras me permitía ser
vulnerable.
—Shhh, lo siento mucho, cariño. Lo siento mucho. No pasa nada. Te
tenemos.
Podía oír los pasos que se movían a nuestro alrededor, la vocecita
chillona de Maverick mientras hacía preguntas como:
—¿Por qué lloran mamá y Maddy? ¿Qué les pasa? ¿Se ha hecho daño
Maddy?
Siguió el suave rumor de Keenan, junto con la voz de Hayden, y abrí
los ojos para buscarlo. En cuanto me vio buscándolo, se levantó de donde
estaba agachado junto a su hermanito y vino enseguida. Su madre me soltó,
solamente para pasarme a él, y él me tomó con cuidado en brazos.
—¿Por qué no la llevas a recostarse? Iré a verla dentro de un rato —
susurró su madre. Así fue como me encontré tumbada de lado en la cama
de Hayden, con la mirada perdida en la pared mientras sollozaba, mientras
él me estrechaba entre sus brazos, como si temiera que me fuera a
desmayar. Pero no tenía por qué preocuparse. Estaba donde tenía que estar.
Donde quería estar.
Fue aquí donde me sentí lo suficientemente segura como para dejarme 314
llevar y permitirme llorar.
No sé cuánto tiempo estuve allí tumbada, pero al final tuve la
sensación de haber llorado hasta quedarme dormida, porque en un
momento estaba de lado, sollozando, con Hayden arropándome, y al
siguiente estaba abriendo los ojos, boca arriba, siendo despertada
suavemente por Saanvi.
Estaba aquí, en la habitación de Hayden, con expresión desgarrada y
claramente disgustada mientras fruncía los labios, moviéndose con cuidado
a un lado de la cama. A mi lado, Hayden estaba desmayado, durmiendo
profundamente mientras Saanvi retraía el brazo para no cernirse sobre él y
llegar hasta mí.
—Maddy... he hablado con la señora Mathers, y está de acuerdo en
que pases aquí un par de días —explicó en voz baja—. Si te parece bien,
haré una nota en tu expediente y te concederé una baja temporal en Phoenix
House, pero necesito tu consentimiento.
Sentí como si me hubieran quitado un peso de encima. Phoenix House
no era un mal lugar ni mucho menos, pero ahora mismo necesitaba estar
aquí. No quería volver a esa habitación, acurrucada sola en mi litera,
perdida en profundos y oscuros pensamientos sobre mi madre.
—Sí, por favor —le susurré, frotándome los ojos, que tenía tan
doloridos e hinchados que me costaba ver.
—De acuerdo, cariño. Me mantendré en contacto contigo a través de
aquí, pero el lunes, después de tu próximo examen, tienes que volver a
Phoenix House, ¿de acuerdo?
No era tiempo suficiente, pero agradecí que al menos aprobara eso,
así que asentí, reconfortada por la suave respiración de Hayden. Pero
cuando mencionó mi próximo examen final, sentí que se había añadido otro
peso a mis ya sobrecargados hombros.
—Sé que hay normas estrictas sobre los finales, pero si necesitas unos
días más, puedo solicitar una prórroga a la provincia.
Estaba a punto de aceptar, pero algo me detuvo. Me gustaría disponer
de más tiempo para hacer el duelo, pero también quería acabar de una vez,
dejar atrás la escuela para poder concentrarme en el futuro. Aunque
solamente serían un par de días, quería cerrar este capítulo para poder
concentrarme en la curación.
—Está bien, Saanvi. Estaré lista.
Sus oscuras cejas se alzaron con sorpresa, pues era evidente que no
esperaba esa respuesta de mí. Mirando la figura dormida de Hayden,
susurró con urgencia:
—¿Estás segura? Porque puedo conseguirte esa extensión...
—Todo irá bien. Solamente quiero acabar de una vez. 315
Me di cuenta de que pensaba que estaba cometiendo un error cuando
se enderezó y apretó tanto los labios que desaparecieron.
—Bueno, si estás absolutamente segura...
—Lo estoy.
Se detuvo un momento, observándome atentamente, antes de asentir
y dar un paso atrás.
—De acuerdo, entonces, Maddy. La señorita Ross te espera el lunes
por la noche, ¿de acuerdo? Te llamaré mañana y el domingo por la noche
para ver cómo estás. Le di mi número a Mina en caso de que me necesites
para algo, ¿de acuerdo?
—Gracias, Saanvi. Todo irá bien.
Ella asintió, bajando un poco la cabeza, como si quisiera decir mucho
más pero luchara por mantener un aire profesional ante la situación.
Finalmente, susurró:
—Lo siento mucho, Maddy.
No pude decir nada en respuesta a esto. Sentí como si una piedra se
me alojara instantáneamente en la garganta al oír sus palabras, sabiendo
que se refería a mi madre. Así que me limité a asentir y me acurruqué de
lado, acurrucándome junto a Hayden mientras ella se daba la vuelta y nos
dejaba.

316
Capítulo Veintidós

Fue Theo. No tenía ninguna duda. Theo había ido a ver a su padre y
ese maldito imbécil de mierda le había hecho algo a la madre de Maddy.
Durante todo el viernes y la mayor parte del sábado, me pasé el tiempo
sosteniéndola, abrazándola, llevándole comidas que preparaba mamá y
haciendo todo lo posible por distraerla de su dolor. Vimos películas, una de
ellas la célebre Jaws, de la que ella no había oído hablar y que ahora
declaraba haberle provocado un miedo irreal a cualquier agua profunda,
afirmando que nunca había puesto un pie en lo más hondo de una piscina,
y mucho menos en el océano.
También la ayudé a estudiar para su examen final del lunes. Como
ella tenía Inglés y yo Estudios Sociales, no nos examinaríamos el mismo día.
El mío sería el miércoles, así que me centré más en lo que necesitaría para
aprobar. Era un examen escrito, una redacción, y el tema sería uno de los
que les soltarían a los alumnos nada más entrar en el gimnasio. Pero por
317
suerte para nosotros, nuestros profesores solían prepararnos con al menos
tres opciones de posibles para el tema que podíamos preparar. Eso es lo que
me pasó a mí en invierno cuando hice el mío, y el suyo había hecho lo
mismo. Así que revisé las opciones y nos pusimos manos a la obra.
Creo que fue una buena distracción para ella, y pude ver lo motivada
que estaba para dejar esto atrás, que dejó a un lado su dolor, aunque por
intervalos temporales, pero reunió la fuerza que yo sabía que tenía en ella
para superarlo y poder terminar esto.
Mi madre había preparado la única habitación de invitados que
teníamos para Maddy, que estaba en la planta principal, y aunque ella la
utilizaba para cambiarse o para fingir que se iba a dormir, yo siempre bajaba
a hurtadillas en mitad de la noche para unirme a ella. Me metía en la cama
bajo las sábanas, la rodeaba por el medio con los brazos y tiraba de ella
hacia mí, abrazándola mientras me daba un besito en el cuello o en la
clavícula, en cualquier parte que alcanzara, rompiéndome el puto corazón
en el proceso, antes de volver a dormirse.
Quería protegerla y siento que fallé.
Todo lo que quería era encontrar a Theo y matarlo.
—Tienes que calmarte, chico —dijo papá mientras yo me enfurecía en
el garaje. Maddy estaba dentro, echándose una siesta en mi habitación
después de un par de horas extenuantes practicando para su redacción y
ataques de llanto inconsolable. Cada lágrima que derramaba, cada sollozo,
iba directo a mi puto corazón y yo solamente quería justicia. Quería
encontrar a Theo y hacerlo confesar...
Mi mente vagaba por territorios más oscuros mientras destellos de
imágenes de lo que le haría parpadeaban como una vieja película en mi
cabeza. Toda la sangre, los gritos, el dolor... Pensé que me tranquilizaría
pensar en todo lo que le haría, pero en lugar de eso, solamente hizo que mi
rabia ardiera aún más.
—Sé que hizo que su padre organizara algo. ¡Él ha amenazado a su
madre antes! Es lo único que tiene sentido.
—Los accidentes ocurren —dijo mi padre desde el taburete en el que
estaba sentado, tan cansado como yo. El abuelo J estaba a su lado, dando
sorbos a una cerveza, con la mirada perdida en sus pensamientos mientras
escuchaba todo lo que yo tenía que decir sobre Theo y lo que había pasado
con la madre de Maddy—. No hay pruebas de que nadie hiciera nada...
—¡Lo hizo, papá! Sé que lo hizo, joder. —Me pasé las manos por el
cabello, muerto de frustración. Quería subirme a mi moto ahora mismo e ir
a la caza del hombre, rastrear a Theo y quemarlo.
—¿Qué te parece, James? —Se volvió hacia el abuelo, que apenas se
había movido en todo el tiempo que habíamos estado sentados en el garaje
318
hablando—. ¿Alguna posibilidad de ejercer algún poder para mirar las
imágenes de seguridad?
Pero el abuelo J negó incluso antes de que papá terminara de hablar.
—Por desgracia, no tengo autoridad para exigir algo así. Quiero decir,
podría hacerlo al estilo de la vieja escuela, pero todos sabemos que The Lost
Souls volviéndose de esa manera solamente causaría problemas.
—Nadie tiene por qué saberlo —dije desesperado, deseando que mi
abuelo se convirtiera por esta vez en ese viejo malote que solía ser en su
juventud.
Su mirada oscura se clavó en la mía, como si lo que le había dicho le
hubiera molestado mucho.
—Me niego a volver a esa vida, Hayden. Ni siquiera por esto. Lo siento,
chico.
Quería sacudirlo, a mi abuelo al que quería tanto, joder, que me
encontré deseando golpearlo en mi frustración.
—Escucha, Hayden —dijo en esa forma ronca suya— siento lo que les
ha pasado a tu chica y a su madre. Es jodidamente horrible y deseo
absolutamente ayudar, pero no tomaré ese camino. Me he esforzado mucho
por ser una persona honrada porque tengo un montón de mierda que
enmendar. —Su voz se quebró un poco al decir eso, y su barbilla canosa y
bigotuda tembló ligeramente. Papá se acercó y le agarró el hombro, dándole
un apretón—. No puedo, chico. Por favor, no me pidas eso —dijo al fin,
sonando tan cansado como todos nosotros.
Me sentí como una mierda por ello, aunque seguía deseando que lo
reconsiderara. Viendo al abuelo así, parecía que llevaba una carga tan
pesada sobre los hombros, como un recordatorio constante de sus errores.
Y yo le pedía que abriera ese equipaje y lo sacara de nuevo.
Aspiré profundamente por la nariz, mordiéndome el labio mientras me
obligaba a calmarme y entrar en razón. Ahora estaba enfadado. Enfadado.
Quería justicia para mi chica, y la forma más rápida que sentía era a través
del abuelo J. Pero él tenía razón. Lo que pedía no era justo, ni moral.
Arrastrando los pies hasta donde él estaba sentado, extendí la mano
y apoyé el brazo sobre su otro hombro, murmurando cerca de su oído:
—Lo siento, abuelo.
Levantó una mano, me dio unas palmaditas en el brazo y me dedicó
una sonrisa temblorosa.
—No pasa nada, Hayden. Lo entiendo, créeme, de verdad. Pero no es
la manera.
Así es, estábamos tomando la sartén por el mango, y eso me estaba
amargando. 319
—¿Y ahora qué hacemos? —pregunté, mirando de él a mi padre y
viceversa.
—Creo que tienes que mantener las distancias con Theo y sus amigos
—dijo papá despacio, con su aguda mirada azul cristalina fija en nada en
particular—. Eso es obvio. Por suerte, las clases prácticamente han
terminado, salvo unos cuantos exámenes finales más, ¿no?
—Sí, el último es el miércoles.
—Luego es tu cumpleaños el sábado. Después de eso, tienes la
graduación después de la segunda semana de junio, justo después de tu
proyecto de fotografía para la obra de la escuela. Y ya está. —Papá miró al
abuelo, que parecía cada vez más perturbado por todo mientras
hablábamos—. Así que es solamente un corto espacio de tiempo mientras te
ves obligado a estar cerca de él. Mientras tanto, ¿pueden The Lost Souls
hablar con la policía local sobre algo de seguridad?
El abuelo asintió, aunque a medias. También parecía dispuesto a
dormir.
—Ya he hablado con ellos sobre algunas preocupaciones que tengo
por mi familia. He ordenado que mejoren el sistema de seguridad. Así que si
esta semana aparecen un montón de tipos con trajes de trabajo, no los
asustes. Tienen un trabajo que hacer.
Papá se rio un poco.
—Te lo agradezco. Pero, ¿y tú?
—¿Yo qué?
—¿Qué medidas estás tomando para protegerte?
La expresión del abuelo J era casi cómica. Nunca lo había visto tan
ofendido.
—¿De verdad crees que tengo miedo de un adolescente aspirante a
gángster? El pequeño delincuente puede intentar joderme, pero en el
momento en que lo haga, tendré todos los derechos para actuar como un
verdadero MC prez y destruir esa mierda.
Aunque papá se estaba riendo, se inclinó hacia él, obligando al abuelo
a mirarlo.
—Sabes muy bien que no estoy hablando de los niños. Si alguien está
detrás de esto, es Daniel Hebert. Siendo ese el caso, el bastardo se está
volviendo tan desquiciado por el poder como su hijo. Habrá que ocuparse de
él como hicimos con Cartier.
El abuelo suspiró pesadamente, su mirada oscura se dirigió hacia el
techo, como si esto no fuera lo que quería oír.
—Lo sé. Juro por Dios, que he tratado con suficientes cabezas 320
calientes en mi vida que creo que quiero dejarlo.
Esto me sorprendió. Toda su vida parecía estar centrada en dos cosas.
Nuestra familia y el club. La idea de que mi abuelo no formara parte de The
Lost Souls MC era difícil de imaginar, y creo que se arrepentiría de haberlo
dejado. Era motero hasta la médula, y el abuelo J nunca se rendía tan
fácilmente. Había hecho tanto por Ashland y los pueblos y ciudades de los
alrededores, había perdido a tanta gente buena por el camino, todo ello como
sacrificio por un bien mayor. Nunca se rindió. Trabajó más allá de todo,
convirtiéndose en una figura admirada aquí. Y ahora, parecía que lo único
que quería era acurrucarse y marcharse. ¿Qué estaba pasando?
—Abuelo —susurré— tienes que dejar esa mierda. —Su rostro se giró
hacia la mía al oír eso, con las cejas grises levantadas en señal de sorpresa.
Y continué—: Sé que has hecho cosas de mierda. Lo sé... pero sé que ya no
eres esa persona. —Pensé en lo que le había dicho mamá, sobre que no era
un monstruo—. Tienes que perdonarte a ti mismo en algún momento.
—Eso es lo que te he estado diciendo, James —dijo papá—. Has hecho
más que suficiente...
—No. No he pagado por lo que...
—No sé qué más podrías hacer. Te hemos perdonado. Ella te ha
perdonado.
—Pero aún no me he perdonado. —El abuelo sacudió la cabeza y se
puso en pie, nuestras manos se deslizaron lejos de su corte de cuero
mientras dejaba la cerveza en el suelo y salía al césped por la puerta abierta
del garaje. Era el crepúsculo, el cielo iba cambiando lentamente de rosas y
naranjas a púrpuras y azules oscuros. Las luciérnagas flotaban entre los
arbustos que rodeaban el jardín y, en la lejanía del bosque, oía el canto de
un búho—. Intentaré pensar en qué más puedo hacer para ayudar a la
madre de Maddy, pero ahora mismo tengo la mente hecha un lío.
—¿No te vas a quedar a cenar? —preguntó papá, con las cejas
fruncidas por la preocupación.
—No. Me voy a casa a pasar la noche. Hasta luego. —Se dio la vuelta,
bajando por el camino pedregoso hasta donde estaba su gran Harley negra,
se subió y desapareció en la oscuridad.
—¿Qué le pasa? —le pregunté.
Papá se limitó a negar.
—Siempre ha sido duro consigo mismo por el pasado. A algunas
personas les cuesta desprenderse, y él lleva la culpa como una soga al
cuello, cargando con su peso. Siempre lo ha disimulado muy bien con
ustedes, pero tú te estás haciendo mayor, Hayden, y creo que se preocupa.
—¿Preocuparse por qué? 321
Papá vaciló, pensándoselo mientras se recostaba contra la encimera
de madera y su taburete se inclinaba precariamente sobre sus patas.
—Ha visto por lo que has pasado estos dos últimos años. El acoso, la
soledad. Creo que le asusta.
Manic... el hombre que era Shay O'Hare predominaba en mi mente
ante ese pensamiento. ¿Cuánto he estado asustando a mi familia durante
años sin darme cuenta?
Supongo que la culpa se me leía en el rostro, porque papá intervino
rápidamente:
—No es nada que hayas hecho, chico. Que lo sepas. Todo es culpa
suya. Le preocupa que sigas el camino de tu padre. Pero yo sigo diciéndole
que no eres la misma persona que él. Eres tú mismo. —Extendió la mano y
me dio un apretón en el hombro, como había hecho con el abuelo—. No
quiero mentirte, Hayden. No lo haré. Todos llevamos algo con nosotros, y la
responsabilidad de cómo lo afrontamos recae enteramente sobre nuestros
hombros, así que no te preocupes por el abuelo. Él sabe que no eres él, ¿me
entiendes?
Asentí, intentando no sentirme mal por mis acciones, por haber
caminado como un Manic en miniatura durante tantos años. Tenía que
recordarme a mí mismo que él me mantuvo a salvo durante tanto tiempo.
Que él era la razón por la que había llegado tan lejos. Ahora lo estaba
dejando ir, avanzando de manera diferente en esta nueva fase de mi vida, y
sabía que mi familia podía verlo.
—Lo entiendo —dije finalmente, justo cuando la luz de mi habitación
brillaba por la ventana circular sobre el césped.
—Parece que Maddy está despierta. ¿Qué tal si vas a verla mientras
ayudo a tu mamá a terminar con la cena, sí?
Cuando la encontré, Maddy estaba sentada en el borde de mi cama,
con aspecto cansado, los ojos un poco hinchados, todavía, pero no lloraba,
al menos. No la culparía si lo estuviera. Si alguien me dijera que a mi madre
la habían encontrado como a la suya, bueno... no creo que fuera capaz de
afrontarlo como lo ha hecho Maddy. Se estaba presionando a sí misma para
prepararse para los finales, repitiéndose una y otra vez que necesitaba
hacerlo, que quería dejar esto atrás para poder centrarse en su futuro.
Nuestro futuro. Así que estaba haciendo todo lo que podía para ayudarla
con eso.
Lo único que deseaba que hiciera más era comer.
Mi madre trajo ayer el almuerzo y la cena, que quedaron sin tocar, y
esta mañana ignoró el desayuno. En la comida, Maddy mordisqueó un poco
el sandwich, pero ignoró las papas fritas y las fresas picadas. Yo olía a
espaguetis con albóndigas desde el piso de abajo, y sabía que ella también
lo notaba, porque le gruñía el estómago mientras aspiraba larga y
322
profundamente.
—¿Por qué no bajamos? —le pregunté, agachándome sobre mis
piernas ante ella.
—No sé... —murmuró, como perdida. Incapaz de contenerme, rodeé
su cintura con los brazos y apreté el rostro contra su estómago,
abrazándola, deseando poder mejorar las cosas. Pero no podía. Y eso me
destrozaba por dentro. Sentí sus dedos pasar por mi cabello, como si me
consolara.
—Vamos, Maddy. Creo que necesitas moverte un poco. Y la pasta y el
pan de ajo de mamá están increíbles.
—En realidad no tengo hambre...
—Tienes que comer algo. Si no bajas, te subiré algo, pero de cualquier
forma, comerás algo, ¿entiendes? —No quería parecer tan dominante, pero
no iba a dejar que se muriera de hambre. Si tenía que imponer la ley,
ponerme firme con ella, lo haría. Para mi alivio, cuando me aparté un poco
para verle el rostro, asintió derrotada, pero se quedó donde estaba—. Iré a
buscar algo para subir aquí —prometí—. Vuelvo enseguida.
Maddy se había comido toda la comida que le llevé anoche y, tras
convencerla un poco, se unió a mi familia en el piso de abajo para ver una
película. La metí en mi regazo en una de las tumbonas y nos tapé con una
manta mientras mis hermanas tomaban una colcha grande y almohadas
para hacer una especie de nido cómodo en el suelo delante de la televisión.
Maverick ya estaba en la cama cuando mamá y papá se acomodaron en el
sofá, habiendo repartido algunos sándwiches para todos y empezando la
película. Hacía mucho tiempo que no me unía a ellos en una velada así, y
creo que lo necesitaba. Por la forma en que los músculos de Maddy se
relajaban contra mí, acurrucándose mientras apoyaba la cabeza en mi
pecho, me di cuenta de que ella también lo necesitaba. Durante la hora y
pico siguiente, pudo descansar la mente, distraída con la historia en
pantalla, disfrutando de un respiro de su dolor.
Nunca había perdido a alguien de la forma en que ella acababa de
hacerlo. Todos mis seres queridos seguían vivos. De hecho, mis hermanas y
yo nos libramos de este tipo de cosas. Mis dos padres sufrieron una pérdida
en su infancia. La madre de mi padre había muerto de una sobredosis. Él
se había tropezado con la habitación en la que ella había tenido la sobredosis
323
y se había quedado a solas con ella durante horas antes de que su padre
volviera por fin a casa. Años más tarde, Maverick Mathers padre había sido
asesinado en la masacre del muelle de noviembre, en un intento de salvar a
unas jóvenes que habían sido capturadas para traficar con ellas, junto con
la tía Casey y mis tíos. Mi madre también había perdido a su padre a una
edad temprana, y la abuela Emily... bueno, todo lo que me dijeron fue que
había sido atacada y asesinada en su casa, como resultado del poder que
Elias Cartier había tenido sobre The Celtic Beasts, mi padre y mi abuelo.
Maddy era como ellos. Había sufrido tantas pérdidas a una edad tan
temprana y, sin embargo, allí estaba, acurrucada en mis brazos sorbiendo
su chocolate caliente y sus malvaviscos, disfrutando del momento. Cuando
terminó la película y la acompañé a su habitación con el pretexto de darle
las buenas noches, iba a colarme aquí una vez que todos los demás en la
casa se hubieran instalado, no pude evitar admirar su fortaleza.
—¿Qué miras? —preguntó, acercándose a la cama donde mi madre le
había dejado un cepillo de cabello de repuesto y se lo pasó por los largos
mechones. Supongo que me había quedado mirando, pero... ¿cómo no?
—Debería pensar que era obvio —le dije, entrando en la habitación
mientras por encima de mi cabeza, los suaves pasos de mis hermanas
moviéndose por ahí retumbaban a lo largo del pasillo, hacia y desde el
lavabo.
Maddy hizo una mueca, tensa y triste, como si estuviera preocupada.
—Lo siento, Hayden.
¿Qué carajo?
—¿Por qué? —pregunté, completamente desconcertado.
Maddy se recogió el cabello detrás de las orejas, dejó el cepillo y se
acercó a mí, tomando mis manos entre las suyas.
—Siento haber sido, bueno, una carga.
¿Cómo dice? pensé. Pero me sorprendió tanto que pensara que era
algo así que me quedé literalmente sin habla.
—Has sido tan increíble ayudándome estos últimos días, y lo siento
mucho por...
—Maddy, Maddy, Maddy... —Agité la mano, sacudiendo la cabeza
cuando me di cuenta de lo que estaba diciendo. De ninguna manera, a la
mierda—. Maddy, eres cualquier cosa menos una carga.
—Pero, yo...
—No. Para. Para. Quiero que tomes ese pensamiento que te está
diciendo que no mereces que te cuiden, que no vales la pena, y le digas que
se calle de una puta vez. ¿Me entiendes? 324
—Yo solamente...
—¡No, Maddy! Mira. —Solté sus manos para poder agarrarla por los
hombros, queriendo que me oyera—. Nunca te disculpes por sentir dolor.
Nunca te disculpas por necesitarme. ¿Esto? —Dije, dándole una pequeña
sacudida—. ¿Entre tú y yo? Esto es lo que haces por tu persona, por quien
amas. Algunos días pones más de tu parte que la del otro porque te
necesitan. Y estoy seguro de que un día yo también te necesitaré. Así son
las cosas. Y lo que realmente me molesta de todo esto, es que pienses que
tu dolor es algo que lamentar. No tienes nada que lamentar. Nada.
¿Entiendes?
La brillante mirada gris verdosa de Maddy prácticamente centelleaba
a la luz de la lámpara, sus labios temblaban mientras yo hablaba, como si
no se atreviera a creerlo. No iba a permitir que pensara otra cosa.
—Tú, Madeline King, eres increíblemente fuerte, y todo lo que he
sentido no es más que admiración por ti. Porque te han repartido una mala
mano una y otra vez, y sigues aquí de pie, como una maldita guerrera.
¿Cómo podría sentir otra cosa que orgullo y amor por alguien así?
—¿Me amas? —susurró ella, incrédula.
Sonreí ante la duda en su voz. Llevé la mano al metal de mi cuello y
tiré de la superficie lisa de las placas de identificación, caliente por el calor
de mi cuerpo. Siguió mirando, con la boca ligeramente abierta, mientras yo
enganchaba con cuidado las placas alrededor de su cuello, levantándole el
cabello para que la cadena pudiera apoyarse en su piel. Tocó el metal: el
nombre, Shay O'Hare, 26.03.1997, seguido de unas coordenadas apenas
visibles a la cálida luz. El segundo juego de placas de identificación contenía
el nombre de mi madre, su fecha de nacimiento y las mismas coordenadas.
Las estudió detenidamente antes de levantar su mirada brillante y
deslumbrante hacia la mía.
—Las he llevado durante años —le dije—. Pertenecieron a mi padre
biológico. Las llevó hasta el día de su muerte.
—Hayden... —susurró, mirándome con preocupación. Cuando se
movió como si estuviera a punto de quitárselas, la detuve, tomándole las
manos una vez más.
—Maddy, te las doy porque quiero que recuerdes que importas, joder.
Me importas. No escuches esas voces en tu cabeza que te dicen lo contrario.
Sé que te han hecho daño muchas veces aquellos que se suponía que te
querían y te protegían por encima de todo. Te decepcionaron, pero yo no
haría eso. Nunca lo haré.
Durante un largo minuto, se quedó mirando fijamente, y me preocupé
por si la había asustado. Cuanto más tiempo pasaba sin que dijera una
palabra, más nervioso me ponía, pero como siempre decía mi padre, la
paciencia es la clave. 325
—¿Me amas? —volvió a preguntar, como si aún le costara hacerse a
la idea.
Acaricié su mejilla con la mano y le sonreí mientras el corazón me
latía con fuerza en el pecho.
—¿Cómo podría no hacerlo? Quiero decir... ¿no es obvio? —Una
pequeña lágrima se deslizó desde el rabillo de su ojo hasta la palma de mi
mano. Esta chica me mataba—. A veces, no se trata de conocer a alguien,
sino de sentirlo... sentir esa conexión de que algo, lo que sea que sintamos
entre nosotros, está bien. Yo lo siento, y creo que tú también. Eres mi
persona, Madeline King.
Una lenta sonrisa se dibujó en su hermosa boca, sus labios rosados
se abrieron de par en par al oír mis palabras, como si acabara de encender
de nuevo su fuego.
—Y tú eres mi persona, Hayden Mathers.
Capítulo Veintitrés

Eres mi persona, Madeline King...


Las palabras de Hayden resonaron en mi mente como una campana
inquietantemente hermosa, un sonido que nunca había oído antes, pero que
era todo lo que deseaba haber conocido. Solamente con oírlo, me sentía tan
indigna. Pero sabía que eso se debía a toda una vida de mierda que había
sufrido. Las puntas de mis dedos se alzaron para tocar el frío metal de las
placas de identificación alrededor de mi cuello, forzándome a silenciar esa
voz maligna en mi cabeza que intentaba destruir cualquier esperanza que
parpadeara a la vida.
Merecía ser feliz.
Merecía ser amada.
Merecía vivir. 326
Así que cuando entré a la escuela el lunes para hacer mi examen final,
enterré todos mis sentimientos hacia mi madre, todas mis dudas respecto a
la declaración de Hayden, cualquier sed de venganza, de justicia, todo el
odio hacia Theo, Spencer y Ayla, encerrándolo en lo más profundo, y me
centré en mi examen. Si quería seguir adelante con mi vida, si quería vivir,
ser feliz y hacer de ella lo que quisiera, necesitaba dejar esto atrás para
poder seguir adelante.
Es más fácil decirlo que hacerlo.
En cuanto entré en el gimnasio, vi a Ayla en el otro extremo,
observándome mientras me dirigía al mostrador con mi nombre. Cuando la
vi sonriendo como si supiera algo, algo que no tenía derecho a saber, me
costó todo lo que tenía no acercarme a ella y quitarle esa fea mirada del
rostro. Quería vomitar. Quería gritar. Y cuando se inclinó para susurrar a
una de sus amigas, que también me miró y me dedicó una sonrisa
desagradable, tuve que recordarme lo que estaba en juego. Mi vida.
La puta lo sabía. Ella sabía lo que le pasó a mi madre. Ella sabía...
Encontré mi pupitre y tomé asiento, cerrando los ojos mientras
escuchaba el parloteo a mi alrededor, el tiempo corriendo hacia el comienzo
del examen. Tenía que concentrarme. Concentrarme y dejar esto atrás.
—... ¡una pluma! —Una voz llamó desde el otro lado del camino,
rompiendo el ruido blanco de la conversación.
—¿En serio? ¡Qué asco! Qué psicópata...
Ignóralo. Ignóralo. Ignóralo... canturreé una y otra vez,
concentrándome en mi respiración. Cerré los puños y crucé los brazos sobre
el pecho, cerré los ojos y mantuve la respiración lo más lenta y constante
posible.
—¿Verdad? Metida en sus venas...
—... ¿la muñeca?
—¡Ewwwww!
No lo hagas, Maddy. No dejes que te afecten... eso es lo que quieren.
Quieren que reacciones. Quieren que pierdas, que falles, que sufras... eso es
lo que quieren. Quieren verte caer.
—¡Alumnos! Dos minutos. Tomen asiento. No miren sus examenes. —
gritó uno de los profesores de Inglés. Todo el mundo se apresuró a sentarse
en sus sillas, y los pocos rezagados de última hora se apresuraron a buscar
su sitio en el gimnasio. Mantuve los ojos cerrados, tratando de ahogarlo
todo, las palabras venenosas, la risa estridente de Ayla, la mirada vil en el
rostro que una vez pensé que era bonito, pero que ahora no contenía más
que crueldad, una máscara que ocultaba la fealdad que llevaba dentro.
Eres mi persona, Madeline King... la comisura de mis labios se levantó
cuando la voz de Hayden se abrió paso entre los pensamientos oscuros y 327
arremolinados, calmándolo todo, como una manta que cubriera todas las
llagas dolorosas, ocultándolas a la vista. Eres mi persona.
—No pueden hablar hasta después de haber entregado el examen y
salido del gimnasio. Todos los teléfonos deben estar guardados y apagados.
Sin excepciones. Tienen tres horas. ¡Comiencen!
Abrí los ojos de golpe y le di la vuelta al examen, dispuesta a
enfrentarme a aquello. Puede que Ayla acabara de intentar sacudirme, pero
como antes, cuando me había acorralado en el lavabo, fracasaría. No iba a
permitir que ella dictara mi futuro. Con una mano agarrando el metal de las
placas de identificación que Hayden me había dado, con la otra tomé mi
lápiz y empecé.
Cuando salí corriendo del gimnasio y lo vi esperándome, apoyado en
su moto con su chaqueta de cuero gris, el viento jugando con los mechones
de su cabello oscuro y ondulado, esa sonrisa torcida suya que me dejó sin
aliento, no pude evitar sonreír y corrí hacia él, saltando a sus brazos
mientras rodeaba su cintura con las piernas. Me atrapó con facilidad,
sosteniéndome en el aire mientras me apretaba con fuerza.
—¡Lo has conseguido! —Alardeó, sonando como si estuviera tan
orgulloso de mí como yo me sentía. Terminé el examen. Toda la preparación
que habíamos hecho había sido tan útil que, sin ella, siento que
simplemente me habría tambaleado, insegura y distraída con pensamientos
sobre mi madre, sobre Theo, sobre Ayla... pero Hayden se había asegurado
de que nada de eso me afectara hoy, y lo habíamos conseguido. Me sentía
bien por ello, y con este examen detrás de mí, ahora podía centrarme en el
futuro y tomarme algún tiempo para llorar. Aunque ahora tenía que volver
a Phoenix House, tener a Hayden esperándome era todo lo que necesitaba.
Cuando salí del gimnasio, Ayla todavía estaba allí, y por eso me sentí
más libre, al marcharme sabiendo que ella no estaba esperando para
sabotear mi breve momento de felicidad y triunfo. Si me hubieran
preguntado hace varios meses si sentía que me graduaría con buenas notas,
o incluso a tiempo, habría admitido que no lo sabía. Pero ahora no. Sabía
que iba a alguna parte, y que tendría a Hayden a mi lado.
Cuando me puso en pie, alcé la mano para acercar su rostro al mío,
me puse de puntillas y lo besé. Creo que lo pillé desprevenido, porque se
quedó quieto un instante antes de tararear contra mi boca y devolverme el
beso, meciéndonos en sus brazos de un lado a otro.
—Ojalá no tuviera que volver —susurré cuando por fin me aparté,
sintiendo aún esas mariposas en el estómago con solamente mirarlo.
—Ojalá. —Dejó que su frente tocara la mía, con las pupilas tan
dilatadas que sus ojos parecían casi negros.
—Estoy segura de que apreciarás un poco de descanso, sin embargo,
¿eh? —No sé por qué dije eso. Tal vez era mi vieja inseguridad espoleándome
328
a la vida. Eso iba a llevar tiempo, romper ese viejo hábito de inseguridad y
autodesprecio.
Hayden entrecerró la mirada y negó.
—Si pudiera pegarte a mi lado sin causarte graves problemas de
salud, lo haría.
Puse los ojos en blanco y negué.
—Estás loco.
De nuevo, esa sonrisa desigual suya hizo que me temblaran las
rodillas.
—Pegarte a mí y llevarte conmigo a todas partes. Incluso al mear.
Me eché a reír ante la ridícula imagen que me había pintado y le
abracé con fuerza. Con los brazos rodeándome la cintura, me levantó del
suelo y nos giró para sentarme en el asiento de su moto. Tan cuidadoso
como siempre, me colocó el casco en la cabeza, incluso ajustándome las
correas a la barbilla para mantenerlo en su sitio, antes de envolverme los
hombros con su chaqueta.
Fue entonces cuando se abrieron las puertas laterales y salieron
varios estudiantes que también habían terminado sus exámenes, entre ellos
Ayla. Hayden la ignoró mientras nos observaba, mientras yo no podía
apartar los ojos de ella desde detrás del visor. Parecía tan calculadora,
furiosa, como si vernos juntos le molestara más de lo debido. No entendía
por qué estaba tan enfadada, tan resentida con nosotros. ¿Por qué tenía esa
fijación conmigo?
Entonces de nuevo... tal vez no se trataba realmente de mí.
Ayla estaba hambrienta de atención. Sobre todo de los chicos. Cuando
la conocí, había estado cotilleando sin parar sobre los chicos. Theo, sobre
todo. Su rechazo, solamente para ser utilizada de nuevo, a continuación,
dejar de lado lo que claramente estaba causando mucha inseguridad. Y a
juzgar por lo que había dicho sobre Hayden y su rechazo, eso le había dolido
especialmente. Me di cuenta de que Ayla estaba enfadada y dolida, y eso era
lo que la impulsaba a arremeter. Las chicas como ella buscaban a las que
percibían como más débiles, o a las que veían como rivales. No estaba segura
de cómo me veía a mí, pero se había centrado en mí desde el primer día,
primero intentando atraerme a su círculo íntimo y luego decidiendo luchar
contra mí. Yo no había hecho nada personalmente. Todo esto se derivaba de
sus propios problemas.
Una pluma... clavada en sus venas... sus palabras pintaron un cuadro
horrible y cruel.
Su intención nada más que herirme.
Por eso, cuando la sorprendí mirándonos a Hayden y a mí mientras
329
nos preparábamos para marcharnos, le di un respingo antes de rodearle la
cintura con los brazos, sujetándome mientras él arrancaba, girando hacia
la calle antes de acelerar para que nos alejáramos a toda velocidad,
dejándola a ella y a su toxicidad detrás de nosotros.

Nuestros rostros estaban tan cerca que nuestras narices y nuestros


labios se rozaban, el sonido de nuestros jadeos y el tintineo de las placas de
identificación que llevaba en el cuello llenaban el claro, junto con el canto
de los pájaros y el aleteo de las hojas al soplar la brisa. Nuestros cuerpos
desnudos estaban apretados, el aire fresco era una bendición mientras
seguíamos follando. Yo cabalgaba a Hayden con fuerza, nuestras ropas se
deshacían a nuestro alrededor, perdidas entre los helechos y las flores
blancas. Hacía varios días que Saanvi no me dejaba pasar un rato a solas,
y en cuanto me autorizaron a pasar un día fuera de Phoenix House, nos
encontramos aquí y enseguida caímos el uno en el otro.
Hayden me agarró de las caderas y me guio mientras me balanceaba
en su regazo, con los brazos alrededor de su cuello, mientras nos perdíamos
en la mirada del otro.
—Joder, qué bien te siento —gimió mientras me mordía el labio
inferior, arrastrándolo entre sus dientes—. Te he echado de menos, nena.
—Te he echado de menos... joder, ¡te he echado tanto de menos! —
Tomé su boca, deslizando mi lengua entre sus dientes para deslizarme
lánguidamente sobre la suya, acelerando el ritmo mientras continuaba
follándolo como quería, como necesitaba. Con cada pasada, frotaba mi
clítoris contra su pelvis, agitando aquella sensación adictiva, haciéndola
cobrar vida mientras continuaba mis movimientos, y él no hacía más que
alentarlo, sonriéndome como un gato doméstico satisfecho, profundizando
el movimiento para encontrarme cada vez.
Hayden se echó hacia atrás, estirándose al sol, con las manos
agarrándose el cabello como si luchara por contenerse, y yo empecé a
rebotar sobre él, con las manos arañando los músculos de su estómago y
su pecho. Era glorioso. Cuando me incliné hacia atrás, con el pecho
arqueado hacia el cielo, gimió con fuerza y sus manos se extendieron de
repente para apretarme los pechos antes de deslizarse hasta mis caderas
para obligarme a balancearme más rápido sobre él. Dios, qué bien me
sentí... cómo apretaba mi pelvis contra la suya, lo llena que me sentía con
su polla dentro, el sonido de nuestros jadeos, todo aquello me excitó tanto
que descubrí una parte de mí misma que cobraba vida y que ni siquiera
sabía que existía. Me recordaba a cómo Hayden me había hecho sentir en
aquel armario de la escuela, una parte de mí que era un poco traviesa, un 330
poco sexy, que aquellos idiotas de mi pasado no habían conseguido joder
del todo.
—¿Quieres correrte, cariño? —Hayden respiraba muy fuerte, con el
pecho agitado, y cuando coloqué la mano sobre su corazón, pude sentir
cómo latía contra mi palma. Sonreí, lamiéndome los labios mientras me
movía más rápido, exagerando los movimientos. Me gustaba cómo me
miraba, como si fuera la mujer más sexy y hermosa del mundo. Como si
debiera ser adorada, apreciada. Y cuando volvió a sentarse para besarme,
sentí todo eso a través de su boca—. Correte para mí —gimió, moviendo una
de sus manos entre nosotros para empezar a jugar con mi clítoris—. Vamos,
sé una buena chica y correte para mí.
Me sorprendió lo mucho que me gustaba. Agarrándole un puñado de
cabello por detrás de la cabeza, trabajé más duro, buscando mi placer,
amando lo mucho que podía leer el suyo en su expresión antes de que
agachara la cabeza para pasarme la lengua por la garganta, gimiendo como
si yo fuera la cosa más deliciosa. Presionó un poco más contra mi clítoris,
aligerando un poco la presión al cabo de unos segundos, antes de volver a
hacerlo. Me estaba tomando el pelo. Cuando me chupó la parte de debajo
de la oreja, sentí un escalofrío que me recorrió y me apreté contra su mano
con impaciencia.
—Qué buena chica... —ronroneó, juguetón, y empezó a presionar un
poco más, moviendo la mano más deprisa mientras empezaba a empujar
dentro de mí, sus movimientos tan desesperados como yo me sentía—.
Joder, Maddy, me estoy acercando.
—Yo también —susurré, con la voz ronca al sentir ese aumento. Esa
presión encantadora, hormigueante y creciente que se flexionaba hacia
fuera, como un cartucho de dinamita que necesitara una cerilla.
Se le escapó un pequeño siseo cuando se apartó para mirarme a los
ojos, con la mandíbula apretada mientras me pasaba un brazo por detrás,
ayudándome con los movimientos, y el otro trabajaba mi clítoris.
—¡Mierda, Hayden... oh, Dios mío... oh, Dios mío! —Jadeé, ahora
moviéndome tan rápido que sentía como si mi corazón fuera a estallar y mis
pulmones a explotar.
—Ya está —gruñó mientras mi cuerpo se apretaba a su alrededor,
como si necesitara que parara y a la vez le suplicara que siguiera—. ¡Eso es!
No sé cómo lo supo, pero un segundo después lo sentí. Me desmoroné,
gritando en el claro mientras mi cuerpo empezaba a temblar, a apretarse y
a enroscarse en torno a él, como si estuviera impidiendo que me
desmoronara por completo. Hayden me abrazó, todavía bombeando hacia
arriba hasta que gimió ruidosamente, cayendo poco después de mí. Los dos
estábamos sentados, yo todavía a horcajadas sobre él, mis brazos alrededor
de su cuello, mi rostro hundido en su hombro, sus brazos abrazándome tan
cerca que me aplastaba contra los duros planos de su cuerpo. Sentía
331
nuestros latidos chocar entre sí, nuestros jadeos empezaban a ralentizarse,
pero seguían resonando en mis oídos.
No sé cuánto tiempo estuvimos allí sentados, abrazados, hasta que
otra ligera brisa me hizo estremecer y nuestros cuerpos empezaron a
enfriarse. Cuando lo hice, él tomó rápidamente su camisa y me la puso
alrededor de los hombros, negándose a soltarme. Yo no quería que lo hiciera.
—Te he echado de menos —susurré, con los ojos cerrados mientras
me acurrucaba en sus brazos.
—Te he echado de menos —dijo, todavía jadeando un poco—. He
estado preocupado por ti.
Saanvi se empeñó en que pasara un tiempo en Phoenix House e
incluso me consiguió una cita en linea con un consejero de duelo, aunque
no había nada que nadie pudiera decir que me hiciera sentir mejor o que
cambiara nada. Mi madre se había ido, de la forma más brutal, y como ella
no tenía dinero, ni yo tampoco, sería enterrada según el programa de
entierros para indigentes de la provincia, establecido por una funeraria para
ayudar a cubrir los gastos. Sería incinerada y enterrada con una simple
lápida en el cementerio de Ashland, y como no había nada a su nombre, no
me esperaba nada más. Eso era todo. A pesar de lo mucho que Saanvi
intentó que me sincerara al respecto, no había nada que quisiera decir sobre
mi madre. La quería, de verdad. Era mi madre, después de todo. Y aunque
sufría por su adicción y sus delirios, la perdonaba por todo.
Me había pedido perdón innumerables veces en el pasado, solamente
para decepcionarme de nuevo. Cada vez, yo aceptaba sus disculpas y la
perdonaba fácilmente porque era muy joven y estaba desesperada por su
amor. Pero al final volvía a caer en lo mismo y me decepcionaba una y otra
vez, entumeciendo poco a poco mi corazón. No la odiaba. Solamente sabía
que no podía contar con ella. Eso hizo que perderla fuera un poco más fácil.
Y, mientras estaba sentada en el regazo de Hayden, con el metal de
las placas de identificación que me había dado apretadas entre nuestros
cuerpos, me recordé a mí misma que estaría bien. Él me recordó que estaría
bien. El mero hecho de estar aquí con él me hacía sentir menos sola en este
mundo. Pertenecía a algún sitio. Pertenecía a él.
Y esa sensación, ese sentido de pertenencia, el sentimiento de paz y
alegría absolutas que llenaba de vida mi corazón cada vez que estaba con
él, era algo de lo que nunca quería desprenderme. Nunca había conocido
esto. Creo que quizás cuando era muy joven, tuve una sensación de
seguridad durante un breve periodo de mi vida, pero nunca había sentido
esto, lo que siento cada vez que Hayden me mira, cuando juega con mi
cabello, me toma de la mano, me besa. Esto era algo más. Algo tan puro y
precioso que quería mantenerlo a salvo para siempre. Estando aquí con él
ahora, me di cuenta de lo que era. Era algo que pensé que nunca tendría,
332
que no merecía. No era solamente lujuria adolescente. Lo que él y yo hemos
pasado nos ha hecho ver el mundo de otra manera. Hemos aprendido a
apreciar momentos como este, a valorar lo bueno, y a saber qué era lo que
queríamos... lo que necesitábamos... de los demás.
Con una pequeña sonrisa en los labios, cerré los ojos y respiré:
—Te amo. —Luego apoyé la mejilla en su hombro musculoso. Sus
brazos se flexionaron a mi alrededor, apretándome contra él, como si no
bastara con estar uno contra el otro.
—Te amo, Maddy... no tienes ni puta idea —murmuró, sus labios
rozando la concha de mi oreja. Entonces se echó hacia atrás, llevándome
con él, el frescor de las hojas tocando nuestra piel acalorada haciéndome
dar un pequeño respingo, hasta que me reajustó un poco más la camisa,
cobijándome. Me acurruqué en su pecho, con los ojos cerrados, una
sensación de paz absoluta como nunca había conocido se instaló a nuestro
alrededor. Nuestra pequeña burbuja. Nuestro pequeño mundo. Era todo lo
que necesitaba, todo lo que quería.
Pasaron unos minutos más así, el cómodo silencio entre nosotros
solamente perturbado por los sonidos de la naturaleza en aquel claro tan
especial, antes de que Hayden volviera a hablar.
—¿Estás bien? —susurró mientras los petirrojos que nos rodeaban
cantaban de un lado a otro.
Pensé en su pregunta, en todos los sentimientos que había tenido en
las últimas semanas, especialmente en los dos últimos días. ¿Estaba bien?
—Sí. Lo estoy —dije finalmente, con las puntas de mis dedos
recorriendo la curva de los músculos de sus brazos.
Hayden se apartó un poco para poder mirarme, casi incrédulo,
mientras buscaba en mi rostro alguna señal de que estaba ocultando mis
verdaderos sentimientos.
—¿Cómo? —preguntó sin ver nada.
Me mordí la comisura del labio inferior, intentando ordenar mis
pensamientos para poder explicárselo. Finalmente, me levanté sobre un
codo para ponerme a su altura y le hablé con la mayor sinceridad posible.
—Perder a mi madre, cómo la perdí, duele. Duele. Pero lo que mi
madre y yo teníamos frente a lo que tú y tu madre tienen es completamente
diferente. Creo que para mí es más fácil olvidar ese dolor porque ella me
quemó muchas veces en el pasado. He tenido que aprender a lidiar con esa
decepción, ese dolor, y he aprendido a reenfocarme para no perderme en
ello. Si dejo que mi pasado siga afectándome, me ahogaré. Y creo que eso es
un maldito desperdicio. Merecemos vivir, Hayden. 333
Su ceño se frunció, como si no pudiera entenderlo.
—¿Cómo evitar que duela?
Lo medité durante un minuto, tratando de encontrar las palabras
adecuadas para explicarlo.
—No es así. El pasado siempre dolerá, porque su recuerdo resuena en
nuestras mentes. El primer golpe es duro, el más fuerte y estridente, pero
se repite una y otra vez. A medida que pasa el tiempo, se desvanece, no
desaparece del todo, pero el impacto duele cada vez menos hasta que un día
no lo notarás en absoluto. Esos días pasarán más a menudo, en los que no
pensarás en ello.
—Pero no olvidarás...
—No. No lo harás. Pero pensarás menos en ello. Y cuando eso ocurra,
no te dolerá tanto como antes. Tienes que decidir por ti mismo que no
dejarás que te afecte a ti y a tu vida en el futuro. —Acaricié el rostro de
Hayden, viendo el conflicto en sus ojos plateados. Luchaba contra sus
propios demonios. Lo supe desde que nos conocimos. La oscuridad que lo
seguía a todas partes, el dolor de su pasado, habían sido tan claros para mí.
Pero últimamente se había desvanecido. Cuanto más tiempo pasaba con él,
más lo veía. Solamente Hayden. Y no esta capa tras la que se había
escondido.
Su mirada plateada brilló un poco ante mis palabras, como si todo lo
que había dicho hubiera resonado en él, y pude ver la esperanza allí.
—No es fácil.
Asentí, inclinándome hacia delante para apoyar mi frente en la suya.
—No, no lo es. Y algunos días serán más fáciles que otros. Seguiremos
teniendo días difíciles. Pero mientras vivamos, mientras lo intentemos, no
fracasaremos.
Hayden apretó su brazo contra mi espalda, tirando de mí para cerrar
ese pequeño espacio entre nuestros labios, y me besó tan tiernamente, el
suave tacto de ellos calentándome hasta la punta de los dedos de los pies,
el amor que sentía de él tan adictivo, que no pude evitar olvidarme de todo
lo demás en ese momento, y simplemente devolverle el beso.

Estábamos sentados en la sala de su casa mientras su familia se


arremolinaba alrededor, Keenan persiguiendo a Maverick, que le había
robado el reloj y amenazaba con tirarlo por el escusado. Sus hermanas se
arremolinaban alrededor de Mina mientras preparaba la cena, y ambos 334
decidimos que no queríamos ir al baile de graduación. Hayden y yo
habíamos discutido la idea, pero, sinceramente, no era algo en lo que
estuviera pensando, que me ilusionara o a lo que esperara asistir.
Fue entonces cuando intervino su madre, que había oído claramente
nuestra discusión, y se puso firme.
—¡No sean ridículos! Van a ir a su baile de graduación.
—Eso no nos importa, mamá —se lamentó Hayden desde donde
estaba estirado en el sofá, conmigo sentada apoyada en su estómago—.
Estaría más que feliz de invitar a Maddy a una noche en algún lugar...
—Te arrepentirás de no haber ido en el futuro —dijo, mirando por
encima del hombro mientras tomaba una cucharada de una salsa que olía
deliciosamente bien y se la daba a Charlotte para que la probara—. Confía
en mí.
Hayden sacudió la cabeza y puso los ojos en blanco como si su madre
no estuviera siendo razonable.
—No somos de los que “bailan”.
—Oh, ¿Ahora eres el Señor Demasiado Cool Para Llevar Traje? —Dijo
Charlotte, revolviendo su bonita melena rubia mientras entrecerraba los
ojos hacia su hermano—. No se trata de ti, Hayden. Se trata de Maddy.
Debería tener una noche para ponerse un vestido bonito y bailar y sentirse
como una princesa.
—Se trata de las dos, Charlotte —dijo Mina, tomando de nuevo la
cuchara—. Esto es algo por lo que ambos han trabajado duro durante todo
su periodo escolar. Es una noche de celebración.
—Pero no nos gusta nadie de esa escuela —dijo, expresando
exactamente mis pensamientos.
—Bueno, no te están obligando a salir con ellos —espetó Charlotte.
No pude evitar sonreír ante las discusiones entre ella y su hermano. De sus
dos hermanas, Char y él eran los que más se daban cabezazos. ¿Quizá
porque era una preadolescente, por lo que estaba siendo combativa
intencionadamente? No podría decirlo con seguridad. Nunca tuve
hermanos.
—Hayden, te compré las entradas hace meses. Vas a ir —dijo su
madre, dándole la espalda como si la discusión hubiera terminado.
—Maddy no tiene vestido —dijo de repente, como si fuera la excusa
perfecta. No se equivocaba. Sé que la señorita Ross había dicho que había
un programa para las chicas de Phoenix House, pero era evidente que él
esperaba que Mina hubiera olvidado ese dato.
—Vamos a comprar el vestido de Maddy —dijo Keenan, entrando en 335
la habitación con Maverick echado sobre su hombro, el reloj recuperado.
Al oír eso, palidecí, con los ojos muy abiertos mientras sus palabras
se impregnaban en mi cabeza.
—¿Perdón? —pregunté, con la voz un poco quebrada. Podía sentir la
sangre inundando mis mejillas.
—Vamos a comprarte el vestido, cariño —dijo, acomodando a
Maverick en su sillita y acercándose a la alacena para traerle unas galletas—
. Mina te llevará el próximo fin de semana, ya que el sábado es el cumpleaños
de este idiota, al que vendrás, ¿verdad? —dijo, lanzándonos su mirada azul
y penetrante por encima del hombro al mencionar el cumpleaños de Hayden.
—Uh, yo… no lo sé. Yo… —Estaba pensando muchas cosas a la vez.
La idea de que gastaran dinero en mí me hacía retorcerme en mi asiento,
incómoda. Y la invitación al cumpleaños de Hayden, a un evento familiar,
me hizo sentir como si me estuviera entrometiendo seriamente.
—Claro que viene —dijo Hayden, rodeando mi estómago con sus
brazos.
—Eso pensaba. Así, con este fin de semana tan ajetreado, podremos
conseguirte algo bonito a tiempo para el baile. —Mina no se había movido
de su sitio, ni parecía sorprendida por sus palabras. Estaba claro que ya lo
habían hablado.
—Ustedes… ustedes realmente no tienen que conseguirme un
vestido... —dije, mis dedos retorciéndose en mi regazo—. Phoenix House
tiene un...
—Oh sí, lo sé todo sobre ese programa. Es maravilloso. —me sonrió
Mina mientras vertía la salsa sobre un asado en el que había estado
trabajando—. Pero me encantaría invitarte. Y Charlotte y Emily quieren
venir a verlo. Podemos ayudarte a elegir el vestido perfecto.
Sonaba tan entusiasmada ante la perspectiva, como si de verdad fuera
algo que la ilusionara, que deje a un lado mi inseguridad, recordándome lo
que le había dicho ayer a Hayden en el claro, de no dejar que el pasado
controlara mi futuro. Así que me limité a asentir.
—Eso estaría muy bien. Muchas gracias.
—¡No hay problema, querida! Nos vamos a divertir mucho. Día de
chicas. —Animó Mina mientras Charlotte sonreía, como si la perspectiva de
ir a comprar vestidos fuera a ser lo mejor de su semana—. Y Keenan llevará
a Hayden a que le hagan un traje.
—Claro que sí. Vas a estar muy elegante —nos guiñó un ojo mientras
empezaba a poner la mesa.
Al día siguiente, sin embargo, me encontré en una de las pocas tiendas
de la ciudad, buscando vestidos de graduación. O mejor dicho, Sawyer y 336
Andrea estaban buscando vestidos de graduación. Yo las acompañaba, ya
que la señorita Ross insistía en que debía salir. Sé que le preocupaba cómo
estaba afrontando el fallecimiento de mi madre, y su preocupación era
conmovedora, pero lo estaba llevando yo sola. Reconozco que anoche,
tumbada en la cama, con Fuzzy y mi nuevo elefante a mi lado, empecé a
llorar mientras luchaba por no pensar en mi madre y en la confusa y jodida
forma en que dejó atrás este mundo.
—Quédense cerca, chicas —dijo la señorita Ross mientras las otras
dos se dispersaban buscando algo. Su voz me devolvió a donde estábamos,
de pie en una tienda, arremolinadas. Mantuve los ojos abiertos en busca de
posibilidades para cuando fuera la próxima semana con Mina, pero me sentí
distraída. Deambulé con las manos en las placas de identificación de mi
cuello, acariciándolas mientras pensaba en el hecho de que el instituto casi
había terminado oficialmente. Sería libre. Cuanto más empezaba a
asimilarlo, más pensaba en el futuro que Hayden y yo habíamos pintado
juntos, y más pensaba en nuestros planes, en el trabajo, en adónde iríamos
y en todas las cosas que íbamos a hacer. Me encontré sonriendo mientras
tocaba distraídamente la tela de cuentas y el tul de los vestidos que colgaban
de los atriles, mientras Sawyer y Andrea llevaban brazadas a los probadores.
La señorita Ross estaba cerca para dar su opinión y buscar tallas,
mientras yo me quedaba para dar mi apoyo. Andrea salió con un vestido
largo de manga larga y pedrería en verde esmeralda, que me pareció precioso
con su cabello rojo rizado. Sawyer se decantó por el negro, elegante y sexy,
a lo que la señorita Ross frunció los labios y la instó a reconsiderar su
elección, pero Sawyer se mantuvo firme en su decisión. Además, el vestido
era más barato que la mayoría de los demás. ¿Quizá porque había muy poca
tela? No lo sé.
—¿Qué vas a conseguir, Maddy? —preguntó Sawyer después de que
se volvieran a poner su ropa. La señorita Ross había llevado sus selecciones
al mostrador para que pagaran y las envolvieran mientras esperábamos.
Ahora que tenían sus vestidos, necesitábamos zapatos y accesorios a juego
que encontraríamos en otro sitio.
—Ni idea. —Me encogí de hombros, no me sentía muy centrada.
—Creo que un morado intenso te quedaría de maravilla. Tus ojos
parecerían casi verdes —dijo, indicando un vestido de satén con un solo
hombro que había a un lado. Parecía hecho para un baile y no para un
simple baile de instituto.
—Lo tendré en cuenta cuando busque la semana que viene —dije,
apartando los ojos.
Llevar cualquier tipo de vestido elegante iba a estar fuera de mi zona
de confort, así que decidí confiar en Mina y sus hijas para elegir algo. Miré
a Andrea, que parecía perdida en su propio mundo.
337
—Me encanta el que has elegido. Te queda precioso —le dije. Había
habido tanto alboroto por parte de la señorita Ross por la falta de material
para el vestido de Sawyer que sentí que Andrea había sido pasada por alto.
Me miró, con las cejas en alto, pero sonrió un poco en respuesta, como
si realmente apreciara mis palabras.
—Gracias, Maddy.
—En serio, parecías una chica sexy —dijo Sawyer en señal de
aprobación—. Será mejor que te des volumen al cabello con él.
Andrea se encogió de hombros, con las mejillas un poco sonrosadas
por el cumplido.
—Sí, puede ser. Ya veremos.
—Podemos buscar ideas esta noche en la computadora de Phoenix
House —dije, pensando en la computadora que había en la sala de estar.
Teníamos que reservar hora para usarlo, pero todo el mundo era bastante
bueno compartiendo.
—El mío va a ser elegante —dijo Sawyer, obviamente en su elemento
ante la idea de vestirse para un baile, y tomó la bolsa que contenía su vestido
de manos de la señorita Ross—. ¡Gracias, señora! —Añadió, ignorando la
forma en que nuestra guardiana apretaba los labios, claramente aún
desaprobando su elección.
—Gracias —dijo Andrea en voz baja, tomando su propia bolsa con una
tímida sonrisa.
Salimos al sol poniente. La ciudad había cobrado vida la semana
pasada, con tulipanes y otras flores en los buzones públicos de la calle
principal. La gente paseaba en pantalones cortos y camisetas, listos para el
verano. Era un lugar precioso, lleno de encanto, pero no era suficiente para
que quisiera quedarme para siempre. Al menos, no ahora.
Habíamos salido a última hora de la tarde para nuestra excursión, ya
que la señorita Ross había prometido llevarnos a cenar pizza. Como Hayden
se pasaba el día estudiando para su examen final de mañana, hicimos
planes para que se reuniera conmigo en Phoenix House más tarde y así
pudiéramos pasar un rato antes de que terminara la noche.
El cielo era un sinfín de rosas, morados y dorados, y el aire aún estaba
templado por el calor del día. Seguí a nuestro pequeño grupo por la cuadra
de abajo hacia otra boutique, aunque ésta parecía vender principalmente
zapatos y accesorios, que era exactamente lo que necesitábamos. Las chicas
entraron corriendo, mientras yo me quedé al sol, sentada en uno de los
bancos cercanos, prometiéndole a la señorita Ross que no me pasearía por
ninguna parte. Quería contemplar en silencio el hermoso paisaje durante
un rato. Ya casi nunca me dejaban sola, no en una casa llena de chicas. Y
cualquier otro momento que tenía era con Hayden. Ahora mismo, sin
embargo, solamente quería paz para poder dejar que mi mente descansara.
338
Un cuervo bajó en picado, aterrizó con cuidado en el árbol de enfrente
y graznó con rabia a una ardilla que le devolvió el graznido, sacudiendo la
cola con frustración por ver invadido su espacio.
—Cuervo malo —sonreí con satisfacción, pensando en Hayden y su
familia y en su pequeña y tonta tradición. Por alguna razón, aquello
desencadenó un recuerdo encerrado en lo más profundo de la bóveda de mi
mente, y me encontré recordando uno de los últimos recuerdos que tuve con
mis dos padres y en él, una tradición que llevábamos a cabo año tras año.
Waffles con chispas de chocolate.
Era la mañana de Navidad y lo celebramos como todos los demás.
Cuando nos despertamos, mamá puso Waffles con chispas de chocolate en
la tostadora, un desayuno especial, y yo busqué en mi calcetín el surtido de
juguetes de tienda de dólar que habían metido dentro. Pero incluso antes de
saber lo que eran, me encantaban. Yo era el tipo de niña que, si me dabas
una pelota, la disfrutaba durante horas, dándole vueltas, lanzándola al aire
y atrapándola, viendo cuántas veces seguidas podía. O una baraja de cartas,
a las que les daba la vuelta, las revolvía y jugaba al Go Fish15. Eran regalos
sencillos, pero nunca había conocido otra cosa, así que me encantaban.
Aunque no podía recordar el rostro de mi padre, sí recuerdo su presencia,

15 En otros países se conoce como ¡Pesca! o ¡Ve a pescar!


sentado en un sofá fumando un cigarrillo, mirando mientras yo me sentaba
en el suelo, haciendo algo con la plastilina que me habían regalado.
Desayunábamos allí, en el salón, calientitos con mantas eléctricas
mientras yo veía Frosty en el viejo televisor. Como mi padre había fallecido
cuando yo era muy pequeña, tenía muy pocos recuerdos de él. Un día estaba
allí y al siguiente ya no estaba, y mamá me decía que teníamos que salir
corriendo. Divagaba y divagaba sobre cómo había sido un idiota y nos había
hecho perderlo todo. Murmuraba en voz baja sobre drogas, hombres sin
rostro y dinero mientras metía cosas en bolsas de lona. Después nos
subimos a un autobús y dejamos atrás Ashland, rumbo al oeste, a la costa
de Columbia Británica.
El cuervo volvió a graznar, devolviéndome al presente, y levantó el
vuelo, alejándose por la calle lateral. Lo observé mientras desaparecía,
volando en picado sobre una pequeña y solitaria tienda de tatuajes que
parecía tapiada, con el letrero roto y sucio, olvidada. Era uno de los pocos
edificios de la ciudad que parecían completamente ignorados y abandonados
a su suerte. Me pregunté por qué.
—¿Qué haces aquí?
Aquella voz me produjo un escalofrío que me erizó de inmediato todos
los vellos de los brazos y la nuca, y me di la vuelta donde estaba sentada
para encontrarme con el rostro magullado de Ayla Savard. La acompañaban 339
Nova y otra chica a la que reconocí del festival, con el rostro desencajado,
aunque parecía tan abatida como las demás. Supongo que el dicho es
cierto... la miseria ama la compañía.
—He salido con las chicas de Phoenix House —le dije, sin saber por
qué le estaba explicando nada. Tal vez porque quería que supiera que no
estaba sola, por lo tanto tenía que retroceder de una puta vez.
Miró la calle de arriba abajo con escepticismo.
—Están comprando zapatos —dije, indicando la tienda que había
detrás de ella.
—¿Oh? ¿Y tú no? ¿No vas a ir al baile? —preguntó, incapaz de ocultar
la alegría que le producía la perspectiva de que me perdiera aquel
acontecimiento.
No necesita saber nada, Maddy, me dije. Así que me encogí de
hombros y me crucé de brazos, girándome un poco más en mi asiento para
poder mirarla de frente.
—Los bailes nunca han estado en mi lista de cosas por hacer —dije
con sinceridad. Que nunca hubiera previsto ir no significaba que no fuera a
faltar. Pero ella no necesitaba saberlo.
Sonrió satisfecha ante mis palabras, como si le complacieran
inmensamente. Era una puta serpiente.
—Es una pena que te lo pierdas. Aunque, supongo, es lo mejor de
todos modos... —Su voz se apagó, pero su tono estaba claramente
implicando algo que me estaba perdiendo.
No muerdas el anzuelo. Puse los ojos en blanco y le negué con la
cabeza.
—Adiós, Ayla —dije simplemente, queriendo terminar la conversación
ya.
—Quiero decir. —Ignoró mi despido y se inclinó, apoyando los brazos
sobre el respaldo del banco— Aunque fueras, estarías sola, de todos modos.
De nuevo, su tono estaba cargado de significado, como si yo ignorara
alguna broma interna. Ignorándola, me atreví a darle la espalda, mirando al
otro lado de la calle para concentrarme en las hojas que bailaban con la
cálida brisa.
—Porque, después de todo, no es como si tuvieras una cita, ¿verdad?
Nova caminó entonces alrededor del banco, con los brazos cruzados,
llamando mi atención cuando se paró frente a mí. Sus heridas no eran tan
evidentes como las de Ayla, pero sentí cierta satisfacción cuando me fijé en
el moretón amarillento de su sien. Perra.
—Incluso si no tuviera una cita, simplemente iría con mis amigas...
—¿Qué amigas, Maddy? —rio Ayla, el sonido tan afilado como un
340
cuchillo, burlón y cruel—. ¿Las chicas de Phoenix? —Sus amigas se rieron
de esto, como si fuera una gran broma—. Por favor... no son amigas.
Solamente son chicas dañadas con “problemas con papá” o algo así. O en
tu caso, “problemas con tu madre muerta”. Lo he oído.
—Bien por ti —dije entre dientes apretados. Se me aceleró el corazón
mientras estaba allí sentada, con los puños cerrados bajo los brazos
cruzados, obligándome a no caer en su evidente provocación. Por mucho
que quisiera darle un puñetazo en la puta cara, me recordé que debía ser
paciente. Si se presentaba la oportunidad más tarde, la aprovecharía, pero
no podía arriesgarme ahora en una calle pública con testigos. Entonces me
di cuenta de que estaba canalizando a Hayden, recordando cómo me habló
después de que Lucas me metiera mano en el pasillo.
—Puedo verte ahora... pobre huerfanita Maddy... sola en un baile con
un vestido de segunda mano... sin amigas... sin novio...
Hayden.
Levanté la vista cuando ella se paseó hasta situarse junto a Nova.
Ambas se elevaban sobre mí mientras yo las miraba, confusa. Cuanto más
las miraba, más entumecida me sentía y más se me aceleraba el corazón.
—¿Qué quieres decir con eso? —le pregunté, con la voz entrecortada.
Cuando se quedó callada, por una vez, sonriendo ampliamente ante la
confusión de mi rostro, me puse en pie de un salto, atreviéndome a
acercarme a ella todo lo que pude—. ¿Qué coño significa eso de sin novio?
—Hayden se parece mucho a ti, Maddy —dijo lentamente, sus ojos se
iluminaron mientras caía más profundamente en su cruel malicia—. Ambos
vienen de la mierda. Quiero decir, tú eres obvia, pero Hayden... bueno, su
padre era un psicópata asesino que se folló a su propia hermana. Es
solamente cuestión de tiempo antes de que Hayden sea encerrado...
—¡Cierra la puta boca, zorra! —gruñí, incapaz de contenerme de
arrebatarle la parte delantera de la camisa. Esa fea sonrisa solamente se
amplió cuando sentí las manos de sus amigas agarrarme para tirar de mí
hacia atrás.
—El padre de Hayden puede haber sido todas esas cosas, pero ya
sabes... era débil. Quiero decir, el tipo se disparó en los putos sesos. ¿Y para
qué? ¿Por qué? ¿Porque estaba asustado?
—¡No tienes ni idea de lo que estás hablando!
—La debilidad es como una enfermedad genética que se contagia a la
descendencia —continuó, ignorándome mientras yo luchaba por quitarme a
sus amigas de encima—. Hayden se enemistó con la gente equivocada,
Maddy. Igual que su padre. Vendrán por él, y como es hijo de su padre,
probablemente acabará como lo hizo él... y tú estarás bailando sola. —Cantó
la última parte, sorprendentemente afinada, pero lo bonita que era resultaba
341
aún más desconcertante.
Aún me temblaban las manos. Mi rabia no se parecía a nada que
hubiera sentido antes, la protección que sentía por Hayden era abrumadora
y dominaba todo lo demás.
Ten paciencia...
No podía darle un puñetazo, no con sus amigas reteniéndome, así que
me incliné un poco, sosteniendo su mirada azul, y siseé:
—¿Por qué no te largas y te olvidas de mí y de Hayden? Sé la zorrita
que eres y escóndete ante tu amo... Theo, ¿verdad? ¿Te envió para
enfadarme? ¿Para sacarme de quicio y que intentara pegarte o algo? ¿Para
qué? ¿Porque quieres una excusa para meterme en problemas? —Negué
cuando ella no dijo nada, aunque su sonrisa había desaparecido—. ¿Crees
que vivo una vida triste? No tienes ni idea de lo triste que es tu vida, ¿verdad,
Ayla? Siempre en segundo lugar, siempre a la entera disposición de alguien
a quien le importas un bledo. No me cambiaría por ti ni por todo el dinero
del mundo. —Entonces tiré bruscamente de mis brazos, liberándome del
agarre de las chicas, y me aparté, respirando con dificultad, con las manos
temblorosas mientras luchaba por controlarme—. Me siento triste por ti.
Me di la vuelta y entré en la tienda, donde encontré a Andrea
esperando pacientemente en la caja registradora, mientras Sawyer charlaba
alegremente con la dependienta mientras le sacaban un montón de zapatos
para que se los probara. Sonreí al ver cómo la señorita Ross bostezaba,
claramente cansada de esta excursión. Me asomé por encima del hombro,
mirando por los escaparates de la tienda, pero Ayla y las demás se habían
ido.
El corazón aún me latía con fuerza contra el pecho y me sentía
mareada por el enfrentamiento. Encontré un asiento junto a uno de los
estantes y me senté temblorosamente en él, dejando caer la cabeza hacia
delante mientras aspiraba una larga y profunda bocanada de aire.
Estos imbéciles no iban a dejarnos ir... no hasta que dejáramos este
lugar atrás para siempre. La forma en que pintó a Hayden me había dolido
más que cualquiera de las palabras que me lanzó. Estaba acostumbrada a
eso. Pero su intento de romper el carácter de Hayden, su pasado, y decir que
era algo que no era hizo que mi sangre hirviera en mis venas. Tuvo suerte
de que sus dos compinches me contuvieran. Podría haberle arrancado el
cabello y haberle pasado las uñas por el rostro... habría sido la definición
misma de una “pelea de gatas” solamente que me la imaginaba mucho más
sangrienta. Me habría asegurado de ello.
—¿Maddy?
Levanté la cabeza y vi que la señorita Ross me miraba preocupada,
con los ojos muy abiertos tras los lentes. 342
—¿Estás bien, querida?
—Sí, lo siento... Creo que es demasiado sol, o algo así.
Miró hacia fuera, los colores del atardecer se oscurecían, se hacían
más vivos, pero no cuestionó mi evidente mentira. Debió de suponer que lo
hacía para ocultar mi dolor por mi madre y no para otra cosa, porque dejó
de hablar y me dio espacio.
Iría con ellas por pizza, pero después, dije que esperaría a que Hayden
me recogiera. Necesitaba verlo, contarle lo que Ayla había dicho. Tenía la
sensación de que Theo estaba planeando algo otra vez, y necesitábamos

Estaba a punto de anochecer. Las luciérnagas entraban y salían de


los arbustos que bordean la propiedad de Phoenix House. Salían las
primeras estrellas, Venus la más brillante de todas. Esperé a Hayden en el
porche, sentada en el escalón, escuchando el ruido de su bicicleta. Pero todo
estaba en silencio, salvo por los grillos y alguna rana ocasional de un
estanque cercano. Las luces del interior de la casa proyectaban haces de luz
rectangulares sobre el césped; el sonido de las risas de las niñas mientras
jugaban me reconfortaba. Me asomé por encima del hombro para ver a
Carol-Ann, la que tanto miedo tenía de volver a ver a su padre, sonriendo
en la ventana mientras ella y otra jugaban con sus Barbies. Últimamente
estaba mejor. Supongo que eso significaba que sus visitas iban bien. Eso
era esperanzador. Pero aquella triste cicatriz a lo largo de su rostro siempre
sería un pesado recordatorio de su pasado.
Y, sin embargo, sonrió.
Se me levantó la comisura de los labios al pensarlo. Parecía que la
curación era un viaje largo, arduo e interminable. A veces parecía casi
imposible. Sin embargo, de alguna manera, empezaron a surgir pequeñas
señales, pequeños destellos de esperanza. Y esos pequeños momentos, esos
cambios aparentemente insignificantes, casi parecían pasar desapercibidos,
sin ser apreciados. Pero su presencia era señal de fortaleza, de que no nos
habíamos rendido. Y la sonrisa de Carol-Ann era precisamente eso.
Me volví para seguir esperando, sabiendo muy bien que habíamos
quedado a las siete de la tarde y, sin embargo, Hayden no aparecía por
ninguna parte. Debería haber llegado aquí hace cinco minutos, y aunque se
me retorcían los dedos de donde colgaban de mis rodillas, me dije que debía
esperar un poco más. Lo más probable era que estuviera en la carretera, y
en cualquier momento oiría el rugido de su motor al llegar a la curva del
camino. El tiempo pasaba con una lentitud imposible. Nunca llegaba tarde,
así que solamente estaba siendo impaciente, me dije. Pero cuanto más
343
tiempo pasaba allí sentada, mientras el silencio se prolongaba sin señales
de él, no podía evitar la ansiedad que empezaba a retorcerse en mi pecho.
¿Y si estaba atrapado en el tráfico? O peor, ¿y si tuvo un accidente? O...
¿y si se olvidaba de mí? ¿Y si estaba en casa con su familia y no le
importaba...?
¡Cállate, Maddy! Me puse en pie, empujando ese pensamiento por los
escalones que tenía delante. No dejaría que esa voz oscura volviera a decirme
que no valía nada.
Maddy paranoica.
Maddy asustada.
Maddy solitaria…
¡NO!
Me di la vuelta y entré, dejando que la puerta se cerrara tras de mí.
La señorita Ross, que estaba sentada en un sillón del salón haciendo punto
de cruz mientras supervisaba a las niñas más pequeñas, me lanzó una
mirada de desaprobación. Odiaba que dejáramos que la puerta se cerrara
de golpe. Le lancé una mirada de culpabilidad y disculpa y me apresuré a ir
a la cocina, donde había un teléfono fijo conectado. Estar sin teléfono celular
no era algo a lo que la mayoría de la gente estuviera acostumbrada, pero yo
nunca había conocido nada diferente. Me resultaba fácil memorizar los
números de teléfono y me sabía el de Hayden de memoria. Así que marqué
rápidamente el suyo, esperando mientras sonaba, y sonaba... y sonaba.
Nunca había conectado un buzón de voz al suyo, y después de que
siguiera llamando una y otra vez sin respuesta, al final tuve que colgar.
Podía estar conduciendo, incapaz de contestar porque era imposible hacerlo
en moto. Pero algo me rondaba la cabeza. Algo no encajaba.
Con la misma rapidez, volví a tomar el teléfono y marqué el de Mina.
Ella me había dado su número la semana pasada, y yo lo había visto muchas
veces antes, porque estaba colgado en el refrigerador. Era una de las
principales colaboradoras de Phoenix House, y su número había estado allí
desde que llegué. Lo conocía tan bien como el de Hayden.
Para mi alivio, contestó al segundo timbrazo.
—¿Hola? ¿Señorita Ross? —Su voz flotó a través del otro extremo,
claramente no me esperaba en absoluto.
—No, lo siento, es Maddy.
—¡Maddy! ¿Cómo estás, cariño? ¿Lo están pasando bien Hayden y tú?
... ¿qué?
Sentí que se me paraba el corazón al oír sus palabras, que todo mi
cuerpo se ponía rígido como si me hubiera convertido en piedra, pero
344
rápidamente lo dejé a un lado mientras me tranquilizaba en voz alta:
—Oh, no, lo siento, supongo que eso significa que Hayden está de
camino. Me preguntaba dónde estaría. Dijo que estaría aquí a las siete y ya
pasaron casi quince minutos...
—Espera, ¿qué quieres decir? ¿Salir de dónde?
De nuevo, sentí que la sangre se me helaba. La confusión entre
nosotras me hacía sentir como si me estuvieran añadiendo pesos al pecho.
—De su casa. Me dijo que me recogería después la cena —dije,
afirmándolo como si fuera obvio.
—¿Qué? No. No ha estado en casa desde que salió esta mañana a
hacer un recado para Keenan. Supuse que se había despistado y estaba
contigo todo este tiempo, estudiando para su examen de mañana. —La voz
de Mina se había apagado, elevándose justo al final, como si esperara que
sus palabras fueran ciertas. Como si estuviera jugando con ella y Hayden
estuviera conmigo. Excepto que... no lo estaba.
—No, no le he visto en todo el día. Salí con las chicas a comprar
vestidos para el baile y después de comer pizza volvimos aquí. Hayden me
dijo anoche que me recogería a las siete... —Se me cortó la voz mientras
luchaba por recordar nuestra conversación. Estaba segura de que eso era
lo que habíamos acordado.
Mina guardó silencio al otro lado durante dos segundos antes de gritar
de repente:
—¡KEY!
—Espere, ¿qué está pasando? ¿De verdad no lo ha visto? —pregunté,
agarrando con fuerza el teléfono entre mis manos—. ¿Lo ha hecho?
—No, yo...
... y bailarás sola... Las palabras de Ayla volvieron como una canción
inquietante, y me quedé quieta mientras todo lo que había dicho antes volvía
a mí.
—¡Voy para allá! —Colgué sin esperar su respuesta y salí corriendo,
abriendo de golpe la puerta y dejando que se cerrara tras de mí, seguida de
la llamada airada de la señorita Ross. Pero la ignoré mientras me dirigía
hacia la arboleda, la oscuridad que en otro tiempo me habría detenido en
seco y aterrorizado todavía, pero seguí adelante, conociendo ya bastante
bien el camino, mientras me abría paso entre los árboles en dirección a su
casa. El pánico me empujó hacia delante. Hayden me empujó. Las ramas
atraparon mis pantalones rotos y harapientos, apartándome mechones de
cabello del rostro mientras me abría paso.
Para cuando lo logré, cayendo de entre los árboles y sobre el gran y
extenso césped de la casa de Keenan y Mina, fui inmediatamente recibida 345
por ambos mientras salían corriendo por la parte trasera a mi encuentro.
Mina tenía el teléfono en la oreja, como si estuviera llamando por ahí,
tratando de encontrar a su hijo, pero Keenan corrió directamente hacia mí,
ayudándome a tambalearme hasta la casa.
—... está de camino... —Se estaba quedando mientras entrábamos,
pero yo respiraba con demasiada dificultad, aguantando la puntada en el
costado, mi mente un huracán de caos.
—¿Eh? ¿Quién?
—James. Está viniendo —repitió Keenan mientras Mina corría hacia
el fregadero, sosteniendo el teléfono contra el hombro y la mejilla, hablando
con alguien al otro lado mientras me traía un gran vaso de agua, que
inhalé—. Ahora, Maddy, necesito que pienses bien... ¿cuándo fue la última
vez que hablaste con Hayden?
—Anoche —jadeé mientras dejaba el vaso sobre la mesa. Me hundí en
una de las sillas mientras él ocupaba la de al lado, girándola para poder
mirarme de frente—. Hicimos planes para vernos esta noche. A las siete. —
Jadeé, tratando de concentrarme al repasar una y otra vez nuestra
conversación.
—¿Mencionó algo sobre dónde estaría hoy?
—Solamente que cenaría con ustedes antes de venir a recogerme —
dije, controlando mejor mi respiración—. Su último examen es mañana, así
que por lo que sé no tenía nada que hacer en la escuela ni nada por el estilo.
Se suponía que iba a estudiar todo el día. ¿Dijo algo al respecto?
Keenan negó mientras Mina colgaba y llamaba rápidamente a otra
persona, paseándose por la cocina de un lado a otro. Habló en rápida
sucesión antes de volverse hacia nosotros y decir:
—Su bicicleta sigue en la ferretería de Joe, Key.
La mandíbula de Keenan se apretó una y otra vez.
—Así que llegó hasta allí, al menos. Pero ahí se acaba el rastro. Me
imaginé que no había vuelto a casa con el papel porque se había despistado
contigo, cariño —me dijo, pasándose una mano por el rostro, con las patas
de gallo en las comisuras de los ojos que se hacían más profundas a medida
que se sumía en sus pensamientos. La cicatriz que tenía a un lado del rostro
le rascaba la comisura de uno.
—¿Qué estamos pensando aquí? —pregunté. La forma en que estaban
actuando solamente aumentaba mis pensamientos de pánico.
—Theo Hebert. —Fue todo lo que dijo Keenan cuando Maverick entró
dando saltitos, con un avión de juguete en las manos mientras fingía hacerlo
volar por la habitación. Key se levantó y tomó suavemente a su hijito de la
mano y lo guio escaleras arriba, mientras Mina seguía colgando, haciendo
una llamada, antes de colgar para llamar a otra persona. Tenía los ojos 346
verdes brillantes, desorbitados, con una expresión de miedo absoluto escrita
en el rostro. Nunca la había visto tan tranquila y serena, salvo aquella vez
en la oficina en la que parecía dispuesta a abalanzarse sobre el señor Price.
Keenan volvió a bajar las escaleras, murmurando de pasada a Mina
que Charlotte estaba vigilando a su hija menor, y volvió a sentarse a mi lado.
—Maddy, piénsalo bien. ¿Has oído algo hoy que pueda darnos alguna
idea de adónde ha ido? Cualquier pequeña cosa que...
—Ayla —dije de inmediato, la conversación de hace solamente un par
de horas se vino abajo.
—¿Ayla? —preguntó Mina, apartando el teléfono de su boca mientras
miraba hacia ella.
—¿Quién es?
—Ayla Savard, es amiga de Theo Hebert.
En seguida colgó el teléfono y se acercó corriendo, con los brazos
cruzados sobre el pecho mientras me miraba con el ceño fruncido por la
preocupación.
—¿Qué pasa con ella? ¿Qué sucedió?
Cerré los ojos, esforzándome por recordar exactamente lo que había
dicho, volviendo de nuevo al principio de la conversación mientras intentaba
revivirla con todo lujo de detalles.
—Me preguntó si iba a ir al baile de graduación. Intenté ignorarla, ya
que no era asunto suyo, pero entonces dijo...
Incluso si fueras, estarías sola, de todos modos, me había dicho. Puedo
verte ahora... pobre huérfana Maddy... sola en un baile con un vestido de
segunda mano... sin amigas... sin novio...
—Intentó provocarme —les dije—. Era obvio que quería que me
enfadara. Supuse que quería que la atacara para meterme en problemas o
algo así de estúpido. Me contuve hasta que mencionó a su padre biológico...
Ambos vienen de la mierda. Quiero decir, tú eres obvio, pero Hayden...
bueno, su padre era un psicópata asesino que se folló a su propia hermana.
Es solamente cuestión de tiempo antes de que Hayden sea encerrado...
—¿Mencionó a Shay? —preguntó Mina en voz baja. Abrí los ojos y la
vi de pie a mi lado, como si acabara de recibir un puñetazo en el estómago,
con un grito de dolor en el fondo de los ojos.
Asentí y estiré la mano para tomarla.
—Intenté golpearla, pero sus amigas me agarraron y... —Me detuve,
me di cuenta de repente como si me hubieran abofeteado. Me llevé la otra 347
mano al pecho, pero... el metal de las placas de identificación había
desaparecido. Lo que tanto había apreciado y que me había regalado, había
desaparecido de mi cuello y el recuerdo del cebo para que me abalanzara,
todo para que Nova y su amiga me pusieran las manos encima para
retenerme... se habían llevado las placas de identificación.
—Se las llevaron... —Susurré, horrorizada mientras luchaba por
entender por qué.
—¿Se llevaron qué? —preguntó Keenan, confundido por la expresión
de mi rostro.
Me volví hacia él, sintiendo que tenía la boca llena de arena.
—Las chicas. Las placas de identificación. Hayden me había dado sus
placas y ellas se las llevaron. Ayla mencionó que Hayden era como su padre,
y habló de que acabaría como él. Fue entonces cuando perdí la cabeza y
traté de golpearla, solamente que sus amigas me agarraron entonces. Fue
entonces cuando lo hicieron. Se las llevaron.
El padre de Hayden puede haber sido todas esas cosas, pero ya
sabes... era débil. Quiero decir, el tipo se disparó en los putos sesos. ¿Y para
qué? ¿Para qué? ¿Porque estaba asustado?
—“Hayden se enemistó con la gente equivocada, Maddy. Igual que su
padre. Vendrán por él” —dije en voz alta, citando las palabras de Ayla de
antes justo cuando la puerta principal se abrió de golpe.
Keenan y Mina parecían haber sido tallados en hielo por la forma en
que se congelaron ante las palabras que repetí, así que cuando James se
apresuró a entrar en la cocina y nos vio a los tres allí, mirándonos
horrorizados, se volvió loco.
—¿Qué coño está pasando? ¿Dónde está Hayden? ¿Cómo que ha
desaparecido? —gritó, dando pisotones. Desde el piso de arriba, se oyó un
portazo, como si una de las hermanas hubiera estado escuchándonos, para
luego decidir esconderse debido a la rabia de su abuelo. No podía culparlas.
Por primera vez desde que lo conocí, James parecía un motero de verdad.
Peligroso. Creo que me habría asustado, si lo hubiera conocido ahora, pero
verlo así, listo para correr al rescate de Hayden, solamente me hizo tener
esperanzas.
—Theo Hebert ha hecho algo; no me cabe la menor duda. —Se puso
en pie Keenan, tomó a Mina en brazos y la apretó con fuerza, murmurando
tan suavemente en su oído que no pude oírlo. Ella se limitó a asentir a lo
que él decía, aunque las lágrimas le corrían por las mejillas como un grifo
de agua pesada. Keenan le dio un beso en la frente, muy parecido al que
Hayden me daría a mí, lo que me desgarró el corazón al verlo, y le susurró: 348
—Recuperaré a nuestro hijo, te lo prometo.
Capítulo Veinticuatro

¿Qué demonios?
Parpadeé, pero algo pegajoso mantenía cerrado mi ojo derecho, como
si lo hubieran pegado con pegamento. Qué raro. La cabeza me dolía de la
peor manera, como un dolor de cabeza que amenazaba con desgarrarme el
cráneo. Cuando intenté levantar la mano para palparlo, se me enganchó el
brazo, como si estuviera atado, como si alguien me lo hubiera atado a la
espalda. ¿Estaba atado? ¿Qué demonios?
No sé qué demonios había pasado. Recuerdo que fui a la ferretería a
comprar aceite de motor para papá. Tomé varios envases, pagué, los metí
en la mochila y salí a había estacionado la moto junto al edificio. Entonces...
Me agarraron.
Detrás de mí, cuando estaba de espaldas al contenedor y al pequeño
estacionamiento cubierto por árboles crecidos, recibí un golpe repentino en
349
la nuca. No me desmayé, pero recuerdo que tropecé con fuerza, caí hacia
delante sobre la bicicleta y el dolor que me atenazaba el cerebro me hizo
sentir como si fuera a desmayarme. Me levanté a trompicones y me giré para
defenderme, pero veía borroso, como si los ojos aún me traquetearan en el
cráneo. Me golpearon de nuevo, pero esta vez de lado.
Caí al suelo, escupiendo y con arcadas como si fuera a vomitar de
verdad. Oía voces en lo alto, sentí que me arrancaban la mochila de la
espalda antes de que alguien me agarrara por la espalda de la chaqueta y
me arrastrara. Parpadeé con fuerza, intentando ver algo, pero todo lo que
recuerdo era blanco, el sonido de una puerta deslizándose sobre la
barandilla y luego la vibración bajo mi cuerpo antes de sucumbir a la
somnolencia abrumadora que se apoderó de mí.
Ahora, al sentir que volvía en mí, me di cuenta de que era porque ese
malestar abrumador estaba aumentando rápidamente, y rápidamente giré
la cabeza hacia un lado mientras tenía arcadas, vaciando el estómago.
—Bien, está despierto. —La voz sonaba como si estuviera montando
una ola, flotando dentro y fuera mientras me sacudía, tratando de
espabilarme—. Siéntalo.
Un par de manos me agarraron por detrás de la chaqueta y tiraron de
mí hacia arriba. Me tambaleé, el mareo me hizo sentir como si el mundo se
inclinara de lado, antes de verme obligado a arrodillarme. El suelo estaba
frío, pero era blando, y me di cuenta de que estaba arrodillado sobre hierba.
—Haaaaaay-dennnnn... —cantó alguien, alguien cuya voz conocía
muy bien, y yo hice una mueca de desprecio. El hijo de puta. Por supuesto,
era él.
Parpadeé de nuevo, mi visión se aclaraba cada vez más a medida que
pasaba el tiempo, y levanté la vista para ver a Theo de pie unos metros
delante de mí, sonriendo como si todos sus sueños estuvieran a punto de
hacerse realidad.
Estábamos... espera, ¿dónde coño estábamos?
Aparté la mirada de él, intentando comprender mi situación a pesar
de que ya me sentía al borde de la muerte. Creo que mi cabeza estaba a
punto de explotar.
Estaba oscuro. De noche. Huh, la última vez que lo recordé era
temprano por la tarde.
¿De verdad había estado inconciente tanto tiempo? Joder... Hice una
mueca mientras me movía, intentando comprender mi situación. Era de
noche. Estábamos en... un parque. Sí, podía ver árboles a nuestro alrededor.
Había un camino que bordeaba el campo en el que estábamos, un parque
infantil a un lado con varios bancos inclinados hacia él. Uno de los 350
columpios se movía ligeramente con la brisa, la cadena tintineaba como si
fuera música.
Tosí con fuerza y volví a escupir al suelo mientras luchaba contra otra
oleada de náuseas.
—Theo —dije por fin, con la voz ronca mientras luchaba por hablar
con la sensación de dolor y crudeza en la garganta—. ¿Qué pasa?
La sonrisa vaciló un segundo ante mi saludo despreocupado, como si
esperara que me pusiera a lloriquear y suplicar de buenas a primeras.
Lo siento, imbécil. Ya sé cómo operas. Te gusta cuando lloro.
Miré a los demás y me fijé en Spencer, que estaba a mi lado, el que
me había estado moviendo de un lado a otro como un fideo flácido. Jace
también estaba aquí, de pie a un lado con otros dos, aunque no parecían
tan seguros como su líder y su número uno. Hmm... interesante. ¿Quizás
por fin se dieron cuenta de que esto estaba yendo demasiado lejos? La única
razón por la que no estaba enloqueciendo ahora mismo era porque, por lo
que podía ver, yo era el único aquí a su merced.
Maddy está a salvo.
Ese pensamiento en sí mismo fue suficiente para tranquilizarme y
darme fuerzas, y exhalé un largo y profundo suspiro de alivio.
—Hayden. —se estabilizó Theo mientras me miraba, como si yo fuera
peor que el barro en su zapato. Yo era peor que la mierda de perro—.
Tenemos algo que arreglar.
—¿Ah, sí? —Levanté las cejas, tratando de ver más allá de la maraña
de cabello enredado en mis ojos. Todavía me costaba ver más allá del
derecho, pero ahora me daba cuenta de que era sangre seca lo que lo tenía
y por eso estaba semicerrado—. Si querías firmarme el anuario, solamente
tenías que pedírmelo.
—Deja de actuar como si no tuvieras miedo, maldito. Sabes por qué
estás aquí.
Miré a nuestro alrededor una vez más, sin reconocer este lugar en
absoluto, y me encogí de hombros.
—¿Y dónde, exactamente, es aquí?
Es como si eso fuera exactamente lo que quería que le preguntara,
porque la sonrisa se extendió por su rostro, retorcida por sus cicatrices, y
agitó el brazo detrás de él, haciendo un gesto hacia el patio de recreo.
—¿No lo sabes, Hayden?
Apreté los ojos por un momento, antes de entrecerrarlos con más
fuerza, esforzándome por entender, pero joder... mi cabeza. Sentía que no
podía pensar con claridad. Todo entraba y salía como en un sueño. 351
—Estamos por Sherwood —dijo al fin, cuando parecía que no se me
ocurría ninguna respuesta—. Supongo que esa puta de tu madre nunca te
trajo aquí, ¿eh? Supongo que porque nunca la quitaron. —Señaló un banco
cerca del patio de recreo que estaba debajo de un gran arce, con un aspecto
triste y desolado en la oscuridad, sin señales de vida a su alrededor.
El banco...
Miembro de la banda MC encontrado muerto por Sherwood.
Una quietud se cernió sobre mis hombros como un manto oscuro, y
me sentí más enfermo cuanto más tiempo miraba el objeto aparentemente
inofensivo, solamente un asiento tallado en madera, con las barandillas de
hierro curvándose bellamente. El aire se me escapó de los pulmones, y de la
boca se me escapó un pequeño y extraño sonido, como un silbido cansado,
un cruce entre un resuello y un grito.
—Así es, Hayden. —Se acercó un paso, con una satisfacción que
irradiaba de él como el sol—. Verás, he estado pensando en este momento
durante mucho tiempo. Supuse que habías venido aquí una o dos veces... a
presentar tus respetos a tu psicópata padre muerto, pero supongo que me
equivoqué. No importa. Eso lo hace mucho mejor para mí, que pueda estar
aquí para tu primera vez. Y la última.
Huh, así que eso fue todo este tiempo.
Por un momento me quedé mirándolo desde donde estaba arrodillado,
con el frío del suelo calándome los pantalones hasta los huesos, pero
entonces estallé. Me eché a reír sin poder parar. Sus palabras se repetían
una y otra vez en mi cabeza sin que pudiera evitarlo. Estuve a punto de
caerme, pero conseguí mantenerme en pie mientras me balanceaba.
—¿Qué coño es tan gracioso? —gruñó Theo, sus ojos pálidos casi
brillaban en la tenue luz de la noche, y pude ver la confusión y el... miedo...
allí.
—Esto. Todo este... plan tuyo. Es tan jodidamente estúpido —dije,
sintiendo una lágrima escaparse por el rabillo del ojo—. ¿Cómo qué?
¿Querías que viera el lugar donde un tipo que nunca conocí se suicidó? ¿En
serio? ¿Qué iba a hacer eso? ¿Hacerme daño otra vez? ¿Entonces qué? ¿Vas
a matarme como venganza por haberte jodido el rostro porque decidí que ya
estaba harto de tus pendejadas? ¿En serio ese es tu plan maestro? A la
mierda Theo... —Me reí entre dientes y me sacudí el cabello de los ojos para
intentar verlo con más claridad, adorando lo confuso que parecía—. Eres un
estúpido hijo de puta.
Spencer me dio una patada en la espalda y me desplomé sobre la
hierba, incapaz de detenerme, ya que las cuerdas con las que me ataban los
brazos y las manos a la espalda eran inamovibles. Mi mandíbula chasqueó
cuando caí al suelo, mi alegría disminuyó un poco, pero seguía sonriendo,
entretenido con todo aquello. Spencer me agarró un mechón de cabello de
352
la nuca y tiró de él. Me estremecí y siseé entre dientes cuando me obligó a
ponerme de rodillas y varios mechones se soltaron; la sensación fue aún
más aguda porque antes me había dado un puñetazo en el mismo sitio.
—Sabes, yo también me siento como un imbécil —le confesé,
estirando la mandíbula con un chasquido antes de volver a encontrarme
con su mirada furiosa—. Realmente pensé que ibas a ser más creativo.
¿Cómo lo que hiciste con la madre de Maddy? Eso fue jodidamente más allá
de lo que podría haber imaginado. Pero, de nuevo, no eras exactamente tú,
¿verdad? Había sido la operación de tu padre. Así que este, este estúpido y
básico plan tuyo tiene sentido. Supongo que pensé que te habrías vuelto
más creativo con los años...
—Cierra la puta boca, Mathers —espetó Theo, curvándose el labio
cuando mis palabras le golpearon con fuerza. No le gustaba que
cuestionaran su inteligencia. Solamente podía imaginar cómo era su vida
familiar. Daniel Hebert era un hombre duro, y lo más probable es que el
maltrato que había entre él y su hijo fuera verbal, más que probablemente
ataques a su inteligencia. Daniel esperaba más de su hijo, pero Theo nunca
destacó en la escuela. Era una decepción. Ahora era obvio.
—Así que es eso, ¿no? ¿Tu padre ha sido un imbécil contigo toda tu
vida y necesitabas desahogarte conmigo? Jesús, Theo... eso es jodidamente
triste.
—¡He dicho que cierres la puta boca! —Levantó un puño y lo siguiente
que supe fue que mi cabeza se había movido dolorosamente hacia un lado,
una punzada aguda en el cuello que me llegaba hasta el cerebro, la explosión
de dolor en la mandíbula floreciendo como una flor que me quemaba la piel.
Sus golpes habían mejorado. Ni siquiera en Fun House había pegado tan
fuerte. Supongo que por fin había tocado un nervio.
—Todo este tiempo... todo este tiempo... era porque tú eras el que
tenía “Problemas con Papá”. Y sin embargo, hiciste que pareciera que yo era
el que había estado luchando con ellos todo este tiempo. Ahora tiene sentido.
Nunca tuve un problema hasta que tú lo hiciste. Lo convertiste en un
problema para mí, me hiciste creer que era algo con lo que yo tenía que
luchar, cuando todo el tiempo eras tú. —Me volví lentamente para mirarlo,
asegurándome de sonreír ampliamente mientras saboreaba la sangre en mi
boca, y esperaba que él pudiera verla a la luz de la luna—. ¿No lo sabes,
Theo? Nunca fue culpa nuestra. Fue de ellos.
—¡Cállate! —gritó y volvió a dar un puñetazo, esta vez, en el ojo que
ya estaba oscurecido por la sangre seca. Caí de costado al suelo, gimiendo
por el impacto en mi ya dolorido cráneo, el mundo borrándose ante mí—.
¡Cállate de una puta vez! —Saltó sobre mí, golpeando cada parte que podía
alcanzar. Incapaz de defenderme, no tuve más remedio que quedarme
tumbado mientras él seguía atacando, como si intentara protegerse de mí.
—Theo, vamos, hombre. Hazlo bien. ¿Recuerdas el plan? —Las
353
palabras de Spencer cortaron entonces, y los puñetazos y maldiciones
cesaron, aunque aún podía distinguir el sonido de él jadeando con fuerza,
sin aliento por su momento de debilidad. Lo había quebrado, solamente por
un minuto, y había perdido el control.
Sentí que una bota me presionaba el hombro y me empujaba,
haciéndome rodar sobre la espalda antes de que Spencer me levantara de
nuevo, colocándome una vez más de rodillas. Theo se agachó ante mí,
apoyado en sus piernas mientras me miraba el rostro, todavía respirando
con dificultad por su ataque, hasta que...
Metió la mano en el bolsillo, con el sonido metálico agudo en la
silenciosa noche, y sacó algo que colgaba delante de mi rostro. Parpadeé con
fuerza varias veces y volví a aclarar la vista antes de poder entenderlo.
Placas de identificación.
Me quedé frío, todo sentimiento se desvaneció, como si un vacío
acabara de succionarme la vida ante aquella visión. Se balancearon un poco
ante mis ojos, pero aún así, incluso en la oscuridad, pude distinguir la
inscripción del que tenía delante.
Mina Westburg...
Una amplia sonrisa volvió a dibujarse lentamente en el rostro de Theo,
todo su cruel control volvía a estar en su sitio cuanto más miraba el pequeño
trozo de metal.
—¿Qué coño es esto? —dije medio ronco, mientras un sonido
penetrante y estridente, como cuando pones la música demasiado fuerte en
los auriculares, empieza a ahogar todo lo demás.
—Creo que ya lo sabes, Hayden. —Dejó caer las etiquetas al suelo,
donde rebotaron una sola vez en la hierba, justo delante de mis pies—.
Sabes de quién era ese bonito cuello que las usaba.
Maddy... Maddy... Maddy...
—¿Dónde está? —No podía quitarles los ojos de encima. Seguramente,
eran una copia. Así es. Eran una copia. Pero entonces, las coordenadas. Yo
las conocía muy bien, pero era imposible que alguien más hubiera estado
tan cerca como para memorizarlas o las fechas y nombres que estaban
inscritos—. ¿Dónde está? —espeté.
La sonrisa de Theo se acentuó cuando se puso lentamente en pie y
estiró la mano hacia atrás para tirar de algo, pero yo no le miraba. Lo único
que veía era el metal brillante en el suelo.
—En muchos sitios ya.
No... no, eso no es verdad. Se lo está inventando, Hayden. ¡Está 354
mintiendo, joder! Se me secó la boca, mi cuerpo se balanceó un poco ante
sus palabras. Joder, no lo hizo. Theo era capaz de muchas cosas, pero no
haría eso. No podía. Era un cobarde, capaz de los impulsos más básicos.
Golpes, insultos, amenazas... ese era su modus operandi. No el asesinato
real. Ese era su padre, e incluso entonces, su padre contrataba hombres
para hacer ese tipo de trabajo sucio.
—No te creo —dije al fin, aún incapaz de apartar la mirada de las
etiquetas.
—¿No? —Podía oír la alegría pura en su voz mientras hablaba. Lo
estaba disfrutando—. ¿Y por qué es eso, Hayden?
—No eres capaz de hacerlo —dije, creyendo en esas palabras.
—Hmmm... —Se paseó muy despacio ante mí, el sonido de sus pies al
crujir la hierba mientras caminaba era tan fuerte en mis oídos que me
estremecí—. ¿Sabes qué, Hayden? Tienes razón. No soy capaz de asesinar a
alguien. Quiero decir, no me malinterpretes, soy consciente de que
estuvimos cerca unas cuantas veces en el pasado. ¿Estoy en lo cierto,
chicos?
Detrás de mí, Spencer soltó una risita. Las breves risitas de los demás
apenas se oían, como si no les hiciera ninguna gracia. Solamente le seguían
el juego. Lo más probable es que no tuvieran ni idea de que Theo iba a llegar
tan lejos.
—Sí, no soy un asesino. Pero eso no significa que no vaya a llegar tan
lejos como necesite para verte sufrir, Hayden.
Levanté los ojos en su dirección y sentí que una burbuja de pánico
empezaba a revolverse en mis entrañas. No, no lo hizo. No lo hizo. No lo hizo,
repetía una y otra vez en mi cabeza.
—Mi padre se aseguró de que la vida de la señora King quedara
truncada de la forma más perfecta, una promesa que le había hecho a Ayla
como retribución por lo que le pasó en el lavabo. —Sonrió, con una expresión
de puto lunático—. Y cuando eso estuvo hecho, solamente tenía una petición
más. Quería herir a Hayden Mathers de la peor manera posible. Podías
aguantar un puñetazo, eso lo sabía. Podías enfrentarte al acoso estándar de
la escuela. Habías llegado hasta el final, después de todo. Todavía estás aquí
a pesar de nuestros mejores esfuerzos. Entonces, ¿qué te dolería más que
nada? ¿Qué sería justo por lo que me hiciste? —Levantó la mano, abriendo
los dedos índice y corazón como unas tijeras—. Destruir la única cosa de tu
vida que amabas por encima de todo... eso... —chasqueó los dedos— sería
mi retribución. Durante mucho tiempo, pensé que sería una de tus
hermanas... después de todo, solamente las había mencionado una vez, y
habías perdido la cabeza, haciéndome estas cicatrices. Pero entonces, ella
apareció...
Me abalancé sobre él, esperando darle un cabezazo, agarrarle alguna
parte del rostro con los dientes y arrancársela, pero las voluminosas manos
355
de Spencer me agarraron por los hombros, reteniéndome.
—La linda Madeline King. Al principio, solamente quería follármela.
Iba a encontrar una manera de tenerla a solas para que pudiéramos
compartirla, ¿verdad, Spencer?
—Aún desearía haber tenido una oportunidad antes de que enviaras
a los hombres de tu padre por ella, no voy a mentir —se rio Spencer a mi
espalda, joder. Intenté ponerme en pie a trompicones, tratando de girar para
poder atacarle y hacerle daño en todo lo que pudiera, pero él me sujetó, y
todos se rieron de mi situación.
La risa de Theo fue la más sonora de todas.
—Sí, creo que nos habríamos divertido con ella. Estaba tan nerviosa
y tímida cuando llegó, ¿recuerdas? Como un conejito asustado. Habría sido
divertido oírla gritar, pero... —Se encogió de hombros, como si no fuera para
tanto—. Esto funciona mucho mejor para mí. Porque verás, Hayden, tengo
que hacer lo que me he estado muriendo por hacer durante años. Tengo que
quitarte lo más importante, y tengo que ver cómo se te parte el rostro
mientras lo hago. Maddy se ha ido.
—Estás mintiendo... —Ignoré esa horrible sensación de malestar en el
estómago, concentrándome en lo mucho que odiaba a ese tipo. Quería
matarlo con mis propias manos. Esta vez, en este lugar, no dejaría que nadie
me detuviera—. ¡Estás mintiendo!
—¿De verdad, Hayden? —Theo estaba emocionado, como si estuviera
listo para desenvolver el regalo que había estado esperando toda su vida—.
Porque puedo decirte exactamente dónde estaba hoy, qué estaba haciendo,
qué llevaba puesto, todo antes de que se la llevaran. ¿Te dijo que iba a salir
con las chicas de Phoenix House?
Me quedé helado, el malestar en mi estómago volvía a subir
peligrosamente.
—Fue a una de las tiendas de ropa que hay aquí en la ciudad con la
señorita Ross, Sawyer y Andrea... llevaba ese par de pantalones rotos de
mierda que tiene y una camiseta negra de manga larga. Estaba sentada
fuera de una tienda en un banco, toda guapa al sol... nadie la miraba.
¿Sabes lo fácil que fue llevárnosla? Imagina lo fácil que fue llevárnosla a ella.
Todo lo que tuvieron que hacer fue llegar en la camioneta, abrir la puerta
lateral y meterla dentro.
—¡No, joder, no lo hicieron! —siseé entre dientes, sintiendo el escozor
en los ojos ante la imagen que había pintado.
—Lo hicieron. Y estaba asustada, Hayden. Tan jodidamente asustada.
¿Crees que fuiste el único que se dio cuenta de que no le gustaba que la
tocaran? ¿Puedes imaginarte la expresión de su rostro cuando esos tipos se
356
la llevaron? Mientras la sujetaban, le arrancaban la ropa del cuerpo y...
—¡Cállate de una puta vez! —grité, el pensamiento de Maddy luchando
por su vida, de ser asaltada de esa manera, el horror de todo ello.
—Se tomaron su tiempo, Hayden. —Theo sonrió—. Le debía eso a Ayla
de su parte. El resto, bueno, era para mí. Quiero que sepas que lo hicieron
despacio, que mientras le hacían daño, ella gritaba una y otra vez por ti... y
tú no viniste a salvarla. Nadie lo hizo. —Dio una patada a las placas de
identificación, haciéndolas volar a un lado, desapareciendo entre la hierba,
antes de echar la cabeza hacia atrás y reír—. ¡Me dijeron que gemía como
un puto perro!
Me lancé sobre él, clavándome en su costado y haciéndole caer,
pillando a todos desprevenidos. Aunque conseguí hacerle caer, no pude
hacer mucho más antes de que Spencer me rodeara la garganta con un
brazo grueso y musculoso y me tirara hacia atrás, haciendo que me ahogara
contra su brazo. Me daba igual. Todo lo que quería era sangre, la sangre de
Theo. Lo mataría ahora mismo si no estuviera atado. Sentí que se me
desgarraba el pecho al ver a Maddy tendida en el suelo de una camioneta,
con hombres enmascarados rodeándola... la idea de que llorara, de que me
llamara, sentí como si alguien acabara de clavarme una estaca en el
corazón. Sentí una sed de sangre que nunca había conocido.
Gritando, pateé mis piernas, tratando de luchar contra el agarre de
Spencer, pero sin mis manos, no podía hacer nada mientras él me aplastaba
contra el suelo, la hierba haciéndome cosquillas en el rostro mientras yo
gritaba una y otra vez:
—¡No lo hiciste, joder! No lo hiciste.
A nuestro lado, Theo se puso en pie a trompicones, claramente
sacudido por mi ataque, pero seguía sonriendo, joder. Ojalá lo hubiera
matado hace tiempo.
—Lo hice, Hayden. Te dije que me vengaría, y tengo que decir que es
la cosa más jodidamente dulce.
Sentí como si mi cuerpo se rompiera, pedazo a pedazo, la idea de que
Maddy realmente se hubiera ido, la violenta descripción de ello, sentí como
si no pudiera respirar. Luché por respirar, jadeando una y otra vez mientras
mi cuerpo se entumecía, la sensación se extendía por mi rostro, desde las
puntas de los dedos de las manos y los pies, y por todas partes. Era como
si estuviera constreñido por algo más que esas cuerdas. Era una fuerza
invisible que hacía que mi cuerpo se replegara sobre sí mismo, se retorciera
y se pusiera rígido, de modo que no podía moverme.
Spencer finalmente se bajó, pero yo no podía hacer que se detuviera.
Me quedé tumbado, sintiéndome morir, con los ojos hinchados llenos de
lágrimas y la sangre en el ojo derecho oscureciéndome la vista. Pero me
357
concentré en un destello plateado a varios metros de distancia, las placas.
Por el rabillo del ojo, Theo sacó por fin lo que llevaba en el bolsillo y,
en cuanto lo hizo… Jace y los demás hablaron por fin.
—Whoa, Theo, hombre. ¿Qué coño?
—Esto está yendo demasiado lejos, hermano. Basta...
Theo los ignoró y silbó, a lo que Spencer me agarró por la espalda de
la chaqueta y empezó a arrastrarme. Podía ver cómo la hierba se movía
debajo de mí, arrastrando mis pies helados detrás de nosotros, hasta que
Spencer me levantó un poco más y me dejó pesadamente sobre una
superficie dura y plana.
El banco...
—Se ha ido, Hayden. —La voz de Theo flotó en mi mente como una
horrible nota desafinada—. Estarán encontrando pedazos de ella durante
semanas. Así que este es el trato. Tienes dos opciones. —Se agachó ante mí,
mirándome fijamente desde donde estaba sentado como un zombi, luchando
todavía por respirar, por mover los pies, las manos. Pero sentía que ya había
empezado a morir—. Puedes irte, y ver las secuelas de todo esto. Los detalles
saldrán a la luz, y descubrirás más y más sobre “el horror” por el que pasó
Maddy. No me castigarán, porque no hay pruebas que me relacionen con su
muerte. Tu palabra no significa una mierda.
Eso era cierto. Necesitaba pruebas para demostrar tal cosa, y el padre
de Theo tenía conexiones. Así fue como pudo salirse con la suya en tantas
cosas. Como la madre de Maddy...
—Entonces, ¿crees que puedes soportarlo? ¿Qué puedes andar por
ahí sabiendo que sus últimos pensamientos fueron sobre ti, y que fallaste
en salvarla? ¿Crees que es algo con lo que puedes vivir, Hayden? No habrá
justicia para ti. Ninguna. Simplemente vagarás solo, sin lo único que
amabas, y yo saldré libre, porque así es como se supone que debe acabar
esto. O... —Acercó la mano, el objeto oscuro, pero brillante a la luz de la
noche, revelándose ante mí como una oscura promesa—. Puedes unirte a
ella. Puedes acabar con todo ahora, y esto entre nosotros terminará.
El arma oscura que tenía en la mano era como un faro, brillando en
la oscuridad hacia mí, la promesa de su propósito sonando como una sirena
una y otra vez.
—Solamente toma esto —dijo suavemente, su tono suavizándose
como mantequilla derretida, como si estuviera siendo cariñoso en este
momento mientras acercaba el arma a mi rostro—. Te desataremos y podrás
tomarla, y pensar en ella mientras te la llevas a la boca. Te quitará todo el
dolor... te lo prometo.
—Theo, ¡basta! —Uno de los otros chicos gritó.
—Esto ya no tiene gracia...
358
—Si no les gusta, ¡pueden irse, joder! ¡Váyanse! —Gritó Spencer en su
dirección—. Y si dicen una palabra a alguien, iremos a por ustedes. ¡Ahora
váyanse a la mierda!
Me sobresalté un poco al oír sus palabras, la interferencia me sacó
momentáneamente del extraño trance en el que me encontraba.
Theo susurró cuando me sobresalté, acariciándome el hombro como
si intentara consolarme y devolverme a este pozo oscuro en el que me estaba
ahogando.
—Está bien, Hayden. Shhhh... Lo entiendo. Todos hemos estado ahí,
¿verdad? Hemos sentido esta lucha, este dolor. Y lo hemos superado,
¿verdad? Pero... —Volvió a levantar la pistola ante mis ojos, el plástico negro
brillante, inmaculado, el final que prometía tan definitivo y absoluto—. ¿De
qué sirvió superarlo, en realidad? ¿Recuerdas todas las veces que te sentiste
así antes? ¿Y no lo hiciste? ¿Mereció la pena? Acabas de volver a este lugar
donde sabes que te quedarás atrapado para siempre... un perdedor, un
bicho raro, indeseado y solo. ¿Por qué seguir atormentándote? Solamente
tómalo, métetelo en la boca y termínalo.
Spencer me rodeó la espalda y tiró de las cuerdas. La sangre me corría
por los brazos, la sensación de que se despertasen me dolía más que nada.
Mis manos seguían rígidas, retorcidas, con los dedos nudosos. No podía
hacer una mierda con ellas.
Mientras las palabras de Theo resonaban en mi cabeza, observé cómo
colocaba el arma en mis manos, disponiendo los dedos en los lugares
adecuados para mantenerla agarrada, deslizando finalmente uno contra el
gatillo antes de que accionara el seguro.
A lo lejos, oía el ruido de neumáticos rodando sobre la grava mientras
Jace y los demás se marchaban, dejándome a solas con ellos dos. Pero me
sentía como si estuviera bajo el agua, inmóvil... todo se movía lentamente
mientras me encontraba atrapado en una extraña niebla. No tenía
pensamientos, ni sentimientos. Solamente entumecimiento mientras
miraba el arma.
¿Por qué seguir atormentándote?
Solamente tómalo, ponlo en tu boca.
Termínalo.
Los neumáticos seguían chirriando y rodando, las dos figuras que
estaban a mi lado me observaban con expectación mientras yo permanecía
sentado, como si por fin hubiera comprendido lo que se sentía al morir...
Me dijeron que gemía, como un maldito perro...
Se tomaron su tiempo.
359
La lastimaron, gritó una y otra vez por ti...
No la salvaste.
No la salvaste.
No la salvaste...
Theo me ayudó a levantar el brazo y me sujetó la muñeca con la otra
mano para sostener el peso de la pistola mientras la obligaba a girar en mi
dirección, con la oscura boca apuntándome directamente al rostro.
—Todo terminará, Hayden. Todo termina aquí. —La empujó más
cerca, animándome a abrir la boca—. De tal palo, tal astilla...
Hayden... no somos nuestros padres.
¿Maddy? Me sobresalté, el arma resbaló en mi torpe agarre.
No somos nuestros padres, repitió su voz. Todo lo que me contaste de
él, lo bueno y lo malo... fueron sus elecciones. Sus errores y sus momentos de
sinceridad. Lo que hizo no tiene nada que ver contigo.
Theo maldijo en voz baja mientras me ayudaba a reajustar el agarre.
¿Theo y sus amigos? Te presionaron. Te empujaron a un punto de
ruptura y te quebraste.
Giré los ojos hacia él, mi mente se aclaró un poco al asimilar la forma
ansiosa en que me guiaba en esta tarea.
No tengas miedo de dónde vienes, Hayden, su hermosa voz del
recuerdo era como un salvavidas que me tendía.
Merecemos vivir, Hayden.
—Abre la boca —susurró Theo.
Lo que nos haya pasado antes, no arruinará lo que tenemos ahora.
—Abre. Tu. Boca. —susurró.
Te quiero, Hayden...
—Dije...
—¡No! —grité, empujándolo. La pistola se me cayó de la mano
mientras Theo retrocedía y Spencer se abalanzaba sobre mí, pero que me
condenen si iba a dejar que creyeran que había terminado.

360
Capítulo Veinticinco

Había costado mucho convencer a Mina para que se quedara. Discutió


con Keenan todo el camino hasta el garaje, donde nos esperaba su
camioneta. Pero sabiendo lo que sabíamos ahora, decidimos dar una vuelta
en auto, buscando señales mientras yo me esforzaba por pensar en los
lugares donde podrían estar.
—¡Es mi hijo, Key! —gritó Mina, agarrándose a la parte de atrás de su
camisa.
—También es mío.
—Merezco ir también —dijo, mientras James subía al asiento del
copiloto y abría la puerta trasera para mí. Subí detrás de él y me abroché el
cinturón de seguridad mientras veía cómo Keenan se giraba para sostener
el rostro de Mina entre sus manos, hablándole con calma durante un
momento, antes de darle un suave beso en los labios. Ella lloraba y él 361
parecía a punto de perder el control. Pero se contuvo, la soltó y se puso al
volante, girando la llave de contacto para arrancar. Mina se apartó, aún
sollozando, y observó cómo salíamos del garaje, adentrándonos en la noche.
Keenan apagó la música que había estado sonando la última vez que había
conducido su camioneta, dejándonos en silencio salvo por el sonido de su
motor.
La única razón por la que estaba en el vehículo era porque había
estado en medio de toda la mierda con Hayden y Theo. Seguía intentando
pensar en lo que Ayla había dicho, repitiéndoselo todo a James una y otra
vez. Las palabras de Ayla habían sido crueles e injustas, y cuando se lo
conté todo a regañadientes, pude comprobar que había sido como un
puñetazo en las tripas.
—¿Dónde suelen pasar el rato estos imbéciles, Maddy? —preguntó
desde delante.
Me pasé las manos por el cabello, esforzándome por pensar en todo lo
que me habían dicho.
—No sé... han hablado de fiestas en casa en el pasado. ¿Así que tal
vez en una de sus casas?
—¿Quién está en el grupo? —preguntó Keenan, con una mano en el
volante, mientras extendía la mano hacia James para buscar algo en la
guantera. Lo que fuera que hubiera allí dentro sonó pesado al caer con la
ranura que se abrió. Volvió a cerrarla y le hizo un gesto con la cabeza a
James, que se metió la mano debajo de la chaqueta, como si él también
estuviera buscando algo. Fue entonces cuando me di cuenta de lo que
estaban haciendo...
Bajo la chaqueta de James, el cuero negro de su corte de The Lost
Souls, había una funda de hombro de cuero negro que sostenía una pistola.
Mis ojos se clavaron en ella con horror, dándome cuenta de que si esos dos
tipos estaban tan nerviosos como para ir armados, entonces la situación era
mucho peor de lo que había pensado. ¿De qué demonios era capaz Theo?
—Um, está Theo, obviamente... Spencer Carr, Jace Fogerty... —Tenía
los ojos apretados mientras intentaba recordar todos los nombres de las
personas de su grupo, pero había tantos que nunca se dirigían a ellos, o se
preocupaban de ser mencionados por los cinco principales—. Y luego Ayla
Savard y su amiga Nova.
James sacó su teléfono y empezó a escribir un mensaje a alguien, pero
yo no podía ver por encima de su ancho hombro. Keenan encendió las luces
del auto mientras la oscuridad nos invadía y avanzábamos por las calles de
nuestra ciudad. Mantuve la vista fija en la ventanilla, intentando recordar
cómo eran los autos de Theo y Spencer, buscando alguna señal de ellos o
del propio grupo, vagando por las calles.
—¿Mencionó Ayla algo más aparte del baile, Maddy? —preguntó 362
Keenan, girando bruscamente por una oscura calle lateral, arqueando el
cuello como si esperara que, al doblar cada curva, viéramos a Hayden allí
de pie, milagrosamente bien—. ¿Un evento, una fiesta o algo así?
Sacudí la cabeza.
—No. No paraba de decir que Hayden y yo éramos como nuestros
padres, débiles. Ella dijo... porque él es el hijo de su padre, probablemente
terminará de la misma manera que lo hizo…
Keenan nos pilló desprevenidos a James y a mí cuando de repente
pisó el freno, haciendo que ambos saliéramos disparados hacia delante en
nuestros asientos, con los cinturones de seguridad sosteniéndonos en el
último segundo con una fuerte sacudida.
—¿Qué coño, Key? —gruñó James, frotándose el hombro. Alargó la
mano y me tocó ligeramente la rodilla—. ¿Estás bien, Maddy?
—Sí, estoy bien —jadeé, frotándome el pecho mientras Keenan metía
la marcha atrás y la camioneta retrocedía tan rápido que los neumáticos
chirriaban—. ¿Qué está pasando?
—Sé dónde carajos están. —Keenan tenía una mano en el respaldo
del asiento de James, medio girado para mirar por la ventanilla trasera, su
expresión me pilló desprevenida. Era una mezcla de emociones tan
despiadada que daba un poco de miedo mirarlo. Era una combinación de
terror, ferocidad, rabia y determinación.
—¿Dónde? —preguntamos James y yo al mismo tiempo, mientras la
camioneta retrocedía a toda velocidad, la carretera felizmente despejada de
tráfico, antes de que él nos condujera a la calle adyacente, cambiara a la
marcha y arrancara, tomando la primera salida de la ciudad.
—La pequeña zorra no paraba de hablar de Shay, ¿verdad? —Dijo
Keenan mientras pisaba con más fuerza el acelerador, yendo mucho más
rápido de lo que permitía el límite de velocidad—. ¿Comparándolos a ambos?
¿A dónde coño crees que lo llevaría ese imbécil?
James se le quedó mirando mientras avanzábamos, parecía a punto
de llorar o de gritar... tal vez las dos cosas.
—No creerás que... —Se le quebró la voz.
—Por supuesto que sí. Eso fue lo primero que hizo el mierdecilla
cuando empezó con Hayden hace tantos años. Mencionó a Shay, el parque,
todo eso. Prácticamente se lo hizo tragar. ¿A qué otro lugar decidiría llevarlo
un imbécil como él?
—¿Dónde? —pregunté, aún a oscuras. Me incliné hacia delante,
desesperado por saber qué estaba pasando—. ¿Dónde están?
—Sherwood —dijo Keenan mientras James sacaba su teléfono para 363
teclear frenéticamente otro mensaje—. Escucha, Maddy... cuando
lleguemos, necesito que te quedes en el auto, ¿me entiendes? No tengo ni
idea de hasta dónde está dispuesto a llevar las cosas este chico, y no tengo
tiempo de dejarte de vuelta en Phoenix House.
—¿Por qué tendría que bajar...
—Por favor, cariño. Hazlo —me dijo, con sus penetrantes ojos azules
mirando en mi dirección por el retrovisor, suplicándome.
Entumecida, asentí, con la rodilla rebotando a medida que pasaba el
tiempo, sintiendo ahora que conducía demasiado despacio, a pesar de que
podía ver la pequeña aguja roja pasar por la marca de 140 km en el tablero.
Juro que si Theo le estaba haciendo lo peor, si le estaba haciendo daño, o...
no se me ocurría. No podía creer que fuera lo suficientemente competente,
que su ira fuera suficiente, que cayera tan bajo como para...
—Keenan, ¿puedes conducir más rápido? —pregunté, con mi propia
voz quebrándose en cada palabra.
En respuesta, se limitó a apretar el acelerador con más fuerza, y la
aguja se disparó más allá de los 180 km, con un auto ocasional que se dirigía
a la ciudad desde la dirección opuesta, la única señal de vida en la carretera.
—The Lost Souls se reunirán con nosotros allí —dijo James, metiendo
su teléfono en el bolsillo—. Estarán detrás de nosotros unos quince minutos.
Keenan se limitó a asentir, totalmente concentrado en que llegáramos
de una pieza.
—Ustedes no creen que... que Theo realmente... que realmente...
¿Por qué no podía terminar una puta frase o un pensamiento? Volví a
tirarme del cabello, sintiéndome tan ansiosa que parecía que iba a vomitar.
—Ese chico ha acumulado mucha rabia a lo largo de los años —
explicó Keenan—. He visto a los de su tipo antes. Se aferran a la idea de
haber sido agraviados y, con el tiempo, eso les impulsa en todo lo que hacen.
Theo apuntó a Hayden desde el principio. Si Hayden no se hubiera
defendido, estoy seguro de que Theo habría seguido adelante después de la
escuela y se habría olvidado de él. Pero se equivocó de persona, porque
Hayden nunca se ha permitido seguir siendo una víctima.
Eso sonaba absolutamente correcto para mí. Hayden era un luchador.
Hizo lo que tenía que hacer para protegerse. Eventualmente, eso también
incluía protegerme. Pensé en Ayla quitándome las placas de identificación,
preguntándome cómo iba a usarlas Theo para llegar hasta Hayden. Me
gustaba creer que la mayoría de la gente era capaz de hacer el bien, pero
ese tipo, él y Ayla, eran los dos tan jodidamente retorcidos, tan narcisistas,
que no creo que fueran capaces de mucho más aparte de deleitarse con el
dolor ajeno. Entendía lo que decía Keenan. Theo había ahondado tanto en
sus propios sentimientos psicóticos que ya no era capaz de seguir adelante. 364
Keenan levantó el pie del acelerador y redujo la velocidad cuando
apareció una gran señal verde en un desvío. Sherwood Park. Giró y la
camioneta se desvió peligrosamente al entrar bruscamente en la carretera
de grava. Se me aceleró el corazón y me agarré a los respaldos de los asientos
delanteros, mirando al frente mientras Keenan nos guiaba por una carretera
larga y llena de curvas. Los árboles eran enormes y se extendían como una
frondosa copa que cubría la carretera colina abajo. No pude evitar el frenesí
de mi mente.
¿Y si no estuvieran aquí? ¿Y si estuvieran? ¿Qué veríamos?
¿Llegaríamos demasiado tarde? Oh Dios, no. Por favor, no. Que no sea así.
Prácticamente estaba rebotando en mi asiento mientras seguíamos bajando
por la curva.
Justo cuando iba a decirle que condujera más rápido, un rayo de luz
apareció de repente en la curva.
—¿Eso es...?
—¡Es un auto, Key! —gritó James justo cuando Keenan frenó en seco.
Una vez más, caí hacia delante mientras mi cinturón de seguridad me
atrapaba, justo cuando un viejo Corolla doblaba la esquina. El auto pasó
disparado junto a nosotros, apenas sin golpearnos, y desapareció carretera
arriba. No reconocí el auto, ni siquiera como el de Theo o Spencer. Los suyos
eran mucho más bonitos que aquel, pero aún así tuve una sensación
horrible al verlo huir.
—¡Vamos, vamos! —grité, golpeando el respaldo de su asiento. Keenan
volvió a pisar el acelerador y tomamos la última curva, atravesando el oscuro
túnel de hojas y entrando en un gran estacionamiento vacío. La luna
proyectaba un resplandor blanco, iluminando la zona con la luz justa para
que pudiéramos ver.
Estábamos en un parque, el estacionamiento terminaba justo al borde
de un sendero que llevaría a los paseantes o ciclistas a adentrarse en la
naturaleza. A lo lejos, había un campo, alrededor del cual había varias
mesas de picnic y asadores públicos para el verano. Pero fue a un lado, junto
a un parque infantil, reunidos en un banco del parque, donde se concentró
toda mi atención.
Había tres figuras agrupadas, dos de pie sobre la tercera, ambas
inclinadas hacia él como si le estuvieran incitando. Aquella persona de
aspecto triste y encorvado, con el cabello oscuro y ondulado... lo conocía
muy bien. Y en el momento en que el chico de rostro pálido y cabello azul
giró la mano, llevándose a la boca el objeto oscuro que tenía entre manos,
perdí la puta cabeza.
Olvidé lo que le había prometido a Keenan. Se suponía que debía
permanecer agachada, esconderme, pero ver a Hayden sentado allí, con 365
aspecto tan derrotado. La sangre cubriendo el costado de su rostro, y su
expresión tan... tan muerta... no pude soportarlo.
Me desabroché el cinturón de seguridad justo cuando mi otra mano
se zambulló bajo la chaqueta de James, arrebatándole la pistola que había
guardado allí, y me lancé contra la puerta del copiloto justo cuando Keenan
chirriaba hasta detenerse.
—¡Maddy, no! —gritó James, pero yo ya me había ido.
Salté del vehículo y salí corriendo por la hierba, sin apartar los ojos
de su rostro. Su hermoso rostro...
¡No, Hayden! pensé, jadeando con fuerza mientras corría. Detrás de
mí, podía oír a los demás saliendo de la camioneta, corriendo detrás de mí,
pero yo ya tenía una buena ventaja.
—¡Hayden! —grité, agarrando con fuerza la pistola en mis manos,
viendo cómo de repente se echaba hacia atrás y empujaba, enviando a Theo
al suelo. La pistola que llevaba en la mano se cayó, desapareciendo en la
hierba donde había caído Theo, y Spencer rodeó el banco, con el brazo
flexionado hacia atrás, dispuesto a lanzar un puñetazo al rostro ya
ensangrentado de Hayden.
—¡Hayden! —gritó Keenan desde algún lugar detrás de mí, justo
cuando Theo se ponía en pie, con la pistola cerrada en el puño. Spencer se
balanceó justo cuando Hayden tropezó, cayendo a un lado, aún inconsciente
de que ya no luchaba solo contra ellos. ¡No iba a dejar que volvieran a
tocarlo!
La fuerza del golpe de Spencer lo hizo perder el equilibrio, lo que dio
ventaja a Hayden. Le propinó un puñetazo que le partió la nuca, justo
cuando Theo levantaba la pistola y apuntaba a la espalda de Hayden.
—¡No! ¡Hayden, cuidado! —grité, deteniéndome en seco mientras
levantaba mi propia arma, apuntando en dirección a Theo. Con mi grito,
había llamado la atención del demonio de ojos pálidos, que me descubrió al
instante. Con desprecio, su rostro más demoníaco de lo que jamás había
visto en una persona, se volvió hacia mí, apuntándome con su arma durante
un segundo antes de apretar el gatillo.
No tuve tiempo de hacer nada más que reaccionar. Disparé justo
cuando algo chocó contra mí, con fuerza, haciéndome caer sobre la hierba.
Dejé caer el arma, el aire abandonando mis pulmones mientras aspiraba
una bocanada tras otra, y rodé sobre un costado, preguntándome qué
demonios acababa de pasar, cuando vi a James pasar corriendo con su
pesada cojera, dirigiéndose hacia los tres chicos.
Fue entonces cuando lo vi y me di cuenta...
Keenan.
366
Estaba tumbado boca abajo, inmóvil, inmóvil mientras se oían más
gritos desde donde estaban los otros tres. Cuanto más lo miraba, más
equivocado parecía. Fue entonces cuando me di cuenta... me había
derribado cuando Theo había disparado su arma. Pero yo estaba bien. Yo...
Inspiré de nuevo, recuperándome más rápido de lo que esperaba, y
me arrastré hacia él.
—¿Keenan? —Susurré, dándole una sacudida—. ¿Keenan?
Empujé contra su costado, haciendo que se diera la vuelta desde
donde yacía, y fue entonces cuando vi el amasijo sanguinolento que cubría
su garganta y clavícula, y me quedé helada. Dios mío...
Rápidamente miré por encima del hombro hacia donde James había
agarrado a Spencer, usando las cuerdas o lo que hubiera allí para atarlo.
Theo estaba en el suelo, inmóvil, y Hayden estaba… estaba...
—¿Maddy? —llamó, mirando incrédulo en mi dirección con expresión
de estar a punto de perder la cabeza.
—¡Hayden! ¡James! Por favor, vengan aquí, yo...
—¡Maddy! ¡Estás viva! —Hayden echó a correr, pero yo no podía
respirar.
—Hayden, por favor. Llama a James. Necesitas llamar a alguien...
Pero Hayden no estaba escuchando. Se acercó corriendo y me tomó
en brazos, apretándome tanto que volví a quedarme sin respiración.
—¡Maddy, Dios mío, Maddy! —Gritó, temblando mientras me
abrazaba, meciéndonos de lado a lado—. ¡Maddy, pensé que te había
perdido! —Se lamentó—. ¡Pensé que te habías ido! ¡Pensé que te habías ido!
—Hayden, por favor, tu padre, yo...
—... ¡dijo que estabas muerta! No quería creerlo, pero me volví loco.
Perdí la cabeza y casi los dejo... casi...
—¡Por favor, trae a James! —Lo contuve, pero cuando pude ver por
encima de su hombro y alcancé a ver a su abuelo arrastrando tras de sí el
corpulento cuerpo de Spencer, todo atado como un pez en una red. Levanté
la mano, agitándola salvajemente—: ¡James! James, ¡ven aquí! ¡Es Keenan!
Le han disparado.
—¿Qué? —Hayden retrocedió un poco, todavía parecía aturdido por lo
que le habían hecho. Sus ojos no se enfocaban, sus pupilas desajustadas
mientras se balanceaba sobre sus pies—. ¿Qué pasa con mi padre?
James corrió entonces hacia nosotros, dejando caer a Spencer con un
fuerte gruñido cerca, y cayó de rodillas al lado de Keenan. Fue entonces
cuando por fin Hayden se dio cuenta de algo, y sus manos se soltaron de
mí, dejándome ir, mientras tropezaba hacia la figura inmóvil en la hierba. 367
—¿Papá? —susurró.
James se quitó la chaqueta y se rasgó la camisa antes de aplicársela
a la herida, que en realidad estaba más arriba de lo que creía, justo en el
cuello, atravesando su tatuaje de tela de araña.
Hayden se desplomó a su lado, con una expresión de haber entrado
en estado de shock. Yo, sin embargo, corrí hacia James justo cuando el
rugido de lo que sonaba como un centenar de motocicletas llenó de repente
el espacio.
—Llama a una ambulancia, Maddy —dijo James, sacando su teléfono
del bolsillo con la otra mano, mirando hacia arriba mientras lo que parecían
todos los moteros de The Lost Souls de Ashland entraban rodando en el
estacionamiento—. Cuando contesten, diles exactamente lo que ha pasado
aquí. Que encontramos a esos dos cabrones reteniendo a Hayden como
rehén, amenazando su vida. Cuando nos vieron llegar, Theo disparó a
Keenan, y yo le disparé a él.
—Sí, vale, yo... espera, ¿qué?
—Ya me has oído. Le disparé al chico, ¿entiendes? Tú corrías con
Keenan, pero yo iba delante. Disparó a Key, así que saqué mi pistola y le
disparé. ¿Entendiste? Ahora llama.
—Pero, James, yo...
—¡No discutas conmigo, Maddy! ¡No vas a joder tu vida por esto! Soy
un viejo y me merezco más que la cárcel por la mierda que he hecho. No
dejaré que sufras por la mierda que estos dos chicos han hecho. ¡Ahora
llama, joder!
Sentí como si toda la sangre se drenara de mis piernas y caí al suelo
mientras marcaba el 9-1-1, manteniéndolo en altavoz mientras nos daban
instrucciones sobre qué hacer. A nuestro alrededor, los motoristas de The
Lost Soul habían venido corriendo, algunos se hicieron cargo mientras
atendían a Keenan, que se estaba poniendo blanco. Hayden se había echado
sobre su padre, sollozando, suplicándole que aguantara. Me senté a su lado
mientras hablaba con un operador, rogándoles que se dieran prisa, que
enviaran varias ambulancias.
Intenté mantener la calma, y cuando me preguntaron qué había
pasado, James me sostuvo la mirada con rabia cuando vacilé, mirándome
fijamente hasta que les conté la versión que él había construido. Cuando lo
hice, asintió en señal de aprobación, y se volvió hacia Keenan, ayudando a
mantener la presión sobre su herida, mientras otros tres chicos se
acercaban a Spencer para vigilarlo.
No sé cuánto tiempo pasó antes de que las luces intermitentes de dos
ambulancias y varios autos de policía entraran en el estacionamiento. The
Lost Souls retrocedieron entonces, con las manos sobre la cabeza, sin
oponer resistencia mientras los agentes gritaban instrucciones a todo el
368
mundo.
Hayden fue arrancado de su padre mientras los paramédicos lo
rodeaban, atendiendo la herida y preparando una camilla. Los demás
corrieron hacia Theo, que yacía sin vida junto al banco del parque, con la
pistola aún en la mano. Me abracé a Hayden y le froté la espalda mientras
lloraba en mi cuello, aferrándose a mí como a un salvavidas. Vi con lágrimas
en los ojos cómo esposaban a James y lo escoltaban hasta uno de las
patrullas, obligándolo a sentarse en el asiento trasero. Al mismo tiempo,
otros agentes nos rodearon a Hayden y a mí, envolviéndonos con mantas
alrededor de los hombros, antes de llamar a Mina.
Todo era un lío desorientador y un remolino de colores, sonidos, de
verse obligado a moverse de un sitio a otro, hasta que llegó una tercera
ambulancia para Hayden. Tenía una conmoción cerebral, eso estaba claro.
Y querían llevárselo para hacerle más pruebas y ponerle puntos.
Adormecida, dejé que la policía me metiera en otro auto y seguimos a las
tres ambulancias hasta el hospital de Ashland.
Tenía las manos frías, el cuerpo temblaba y me dijeron que estaba en
estado de shock. Me dieron una manta caliente, me trajeron agua y galletas
y me buscaron una cama. Esperar a oír algo, cualquier noticia sobre alguno
de ellos, era agonizante. No podía dormir y, aunque quería encontrar a los
demás, estaba claro que no me dejarían hacerlo pronto. Cuando se abrió la
puerta, indicando la llegada de un visitante, ya había renunciado a la idea
de recibir noticias sobre los demás. Pero para mi sorpresa, en lugar de la
señorita Ross o Saanvi, era Mina.
Nos quedamos inmóviles un segundo, mirándonos como si
estuviéramos viendo un fantasma, antes de que ella gritara y corriera hacia
mí, abrazándome de esa forma tan familiar y maternal.
—¿Estás bien, cariño? —me preguntó. En serio, después de todo esto,
después de lo que ha pasado, y me pregunta cómo estoy. Esta mujer
realmente era algo más.
—Estoy bien —dije, pensando en lo injusto que era todo.
—¿Lo estás? ¿Tienes hambre? ¿Puedo traerte algo? —me preguntó,
soltándome solamente para mantenerme a distancia, con una línea de
preocupación grabada en la frente.
—En serio, estoy bien —le dije, preguntándome cómo esta mujer llegó
a ser tan fuerte—. ¿Cómo está usted?
369
Apretó los labios y los ojos se le llenaron de lágrimas al instante, pero
se limitó a sacudir la cabeza y tomar la taza que había junto a mi cama.
—Necesitas agua fresca, y voy a traerte un poco de sopa o algo de la
cafetería.
—Estoy realmente bien...
—No, no puedo creer que te hayan dejado aquí sola. Lo sé, le pediré
a Casey que nos traiga algo. Viene hacia aquí ahora. —Sacó su teléfono y
rápidamente escribió un mensaje a su hermana.
—Por favor, estoy bien, de verdad...
—¡No, no lo estás, Maddy! —gritó de repente, dejando caer las manos,
agarrando su teléfono con fuerza. Sus lágrimas cayeron libres entonces, su
rostro se enroscó de dolor mientras empezaba a sollozar—. No estás bien.
¿Cómo puedes estarlo? Solamente tienes diecisiete años, ¡por el amor de
Dios! Ninguna chica de diecisiete años debería pasar por lo que tú... lo que
tú... —se le cortó la voz, y sus lágrimas y pequeños jadeos le impidieron
terminar. La vi darse la vuelta y tomar la caja de pañuelos desechables para
secarse los ojos mientras luchaba por controlarse. Pensé en todo lo que
Hayden me había contado sobre ella, por todo lo que había pasado, y no
pude evitar sentir admiración por ella en aquel momento. Estaba de luto y,
sin embargo, estaba aquí, porque una vez había sido una chica de diecisiete
años, atrapada en una oscura telaraña de la que no podía salir, y cuando lo
había hecho... había terminado de forma tan violenta, tan sangrienta y
horrible que tardó años en recuperarse.
—Una sopa suena muy bien —dije al fin, con la voz quebrada.
Mina soltó un gran y estremecedor jadeo, pero se volvió hacia mí,
sonriendo ampliamente mientras hipaba un poco y hablaba entre lágrimas:
—Bien. Le diré a Casey que nos traiga un poco. Y yo te traeré algo
fresco para beber.
Esperó en mi habitación conmigo, aunque realmente estaba bien y no
tenía ninguna herida ni nada de lo que hablar, creo que el personal nos dejó
quedarnos aquí porque Mina Mathers les daba pena. Se habían llevado a su
marido y a su hijo a la parte de atrás y ella necesitaba algo que hacer
mientras esperaba. Así que cuidarme parecía la mejor opción, supongo.
Cuando Casey apareció, llevaba una bolsa llena de comida. Envases
de sopa, bolsas de galletas y patatas fritas, algunos sándwiches y algunas
manzanas que había cortado. Vail, Lee y Shaw estaban cuidando a todos los
chicos de la casa de los Mathers, así que no teníamos que preocuparnos por
ellos. En el exterior, la noche se fue convirtiendo poco a poco en madrugada,
y el color rosa del horizonte se hizo cada vez más brillante antes de que por
fin apareciera un médico y nos encontrara a las tres sentadas juntas en la
cama como si estuviéramos en una fiesta de pijamas, aunque agria y
apesadumbrada.
370
—¿Señora Mathers? Su hijo ha sido trasladado a una habitación, si
desea verlo —dijo, mirando nuestro picnic. Apenas habíamos comido nada,
para ser honesta. No podía digerirlo. Tampoco Mina. Así que Casey había
pasado la mayor parte del tiempo charlando, haciendo todo lo posible para
distraernos, comiendo galletas.
Sin embargo, en cuanto se anunció que Hayden estaba en una
habitación, se levantó de un salto como pudo con su creciente barriguita y
empezó a recogerlo todo de nuevo. Mina también se levantó y se recogió el
cabello rubio detrás de las orejas antes de tomarme la mano para indicarme
que la acompañara. La tomé, contenta de que me incluyeran. Necesitaba ver
a Hayden, saber con certeza que estaba bien de verdad y que Theo y los
demás no le habían hecho ningún daño permanente.
Nos llevaron por el pasillo a una nueva ala donde, en una habitación
privada, Hayden estaba en la cama, con una bata de hospital y las mantas
levantadas para arroparlo. Tenía la cabeza vendada y el cabello oscuro
visible por arriba y por un lado. En cuanto aparecimos todos en la puerta,
sus ojos plateados se abrieron y Mina rompió a llorar y corrió a abrazarlo.
—¿Mamá? —murmuró, sonando somnoliento mientras ella le besaba
el rostro una y otra vez.
—¡Hayden, Dios mío! ¡Estás bien! ¿Estás bien? ¿Te sientes bien?
—Estoy bien. —Se movió un poco en la cama, como si intentara poner
más espacio entre ellos, pero no tenía escapatoria. No cuando ella tenía sus
brazos envueltos alrededor de él tan fuerte. Sentí que las comisuras de mis
labios se torcían un poco ante eso.
—Tiene una conmoción cerebral. Necesitó diez puntos a lo largo de la
sien y otros diez en la parte posterior de la cabeza —explicó el médico. El
material blanco que le envolvía el cráneo parecía rasposo, pero a él no
parecía importarle. Parecía fuera de sí, a punto de dormirse, pero el fuerte
abrazo de su madre se lo impedía.
—Nos gustaría tenerlo un par de días en observación. Y a la policía le
gustaría hacerle algunas preguntas cuando se sienta preparado.
—¿Puedo estar presente? —preguntó ella—. Todavía tiene diecisiete
años.
—Cumplo dieciocho en tres días, mamá...
—¡Bueno, ahora no los tienes!
El médico sonrió un poco, comprendiendo claramente su
preocupación maternal. Probablemente lo había visto innumerables veces
en su carrera, pero luego casi inmediatamente se puso sombrío.
—Señora Mathers, ¿puedo hablar con usted fuera un momento, por
favor? —Señaló hacia la puerta abierta, a lo que Mina le dio a Hayden un 371
último beso en la mejilla y se enderezó, agarrando con fuerza su bolso
mientras seguía al doctor fuera de su vista.
—Hola, cariño.
Me volví hacia Hayden, que me sonreía débilmente desde la cama. Sus
ojos parpadeaban lenta y pesadamente. Sí, estaba cansado, pero seguía
luchando. Me subí a la cama, cerca de él, y tomé su mano sin suero entre
las mías, apretándola. Se me hizo un nudo en la garganta al verlo tumbado,
cansado, herido... Dios sabe lo que habría pasado si hubiéramos llegado un
minuto más tarde. Podría haberlo perdido para siempre.
Detrás de nosotros, la puerta se cerró con un clic cuando Casey nos
dejó solos, y solamente entonces me permití llorar.
—Oye, ¿de qué va esto? —levantó la mano Hayden y, con un suave
movimiento del pulgar, me secó una lágrima.
—Yo solamente... yo... —se me quebró la voz mientras lo miraba
fijamente, deseando que hoy no hubiera pasado nada—. Lo siento mucho,
Hayden.
Apretó la boca con fuerza, como si supiera a qué me refería, pero no
dijo nada.
—Si no hubiera dejado que Ayla llegara a mí, si ella no hubiera
conseguido las placas de identificación, yo...
—Para, Maddy. No es culpa tuya.
—Pero...
—¡Sh! No más. No es culpa de nadie más que suya. Theo quería llegar
a mí, e iba a hacerlo de una forma u otra. Si hoy hubiera fallado, estoy
seguro de que lo habría intentado de nuevo mañana, o al día siguiente. No
iba a dejarlo pasar.
Resoplé con fuerza, inclinándome hacia el tacto de su palma, mientras
seguía acunando su otra mano cerca de mi corazón.
—¿Te han hablado de Theo? —le pregunté.
Asintió, sorprendentemente arrepentido, aunque por un breve
instante.
—Y Spencer fue arrestado.
De nuevo, asintió.
No me atrevía a decirlo, el elefante que estaba en la habitación. Podía
sentir la culpa aplastándome por todos lados.
—Si no lo hubiera hecho... si hubiera escuchado a tu padre y me
hubiera quedado en la camioneta... entonces él y tu abuelo, no estarían...
donde... no estarían....
—Para, Maddy. No te culpes. Si no hubieras salido corriendo,
372
probablemente ahora estaría yo en la morgue. No creo que hubiera forma de
salir de esto sin derramar algo de sangre.
Ojalá hubiera sido mía...
El pensamiento fue silencioso, pero fuerte. Como si también lo
hubiera oído, Hayden se enfadó de repente, sus fosas nasales se
encendieron y su mano se dirigió a mi nuca, agarrándola con una fuerza
sorprendente en su estado.
—No. No. No te atrevas. No lo pienses.
—No puedo evitarlo.
—Bueno, inténtalo. Porque me salvaste esta noche, Maddy. No
solamente por salir corriendo, distrayendo a Theo como lo hiciste... me
salvaste de cometer un terrible error.
Resoplé con fuerza al recordar la forma en que había estado sentado
en aquel banco, casi como un zombi, permitiendo que Theo le guiara la
pistola hasta la boca.
—Me salvaste... —dijo de nuevo—. ¿Recuerdas lo que me dijiste el otro
día?
Luché duro para recordar, pero por el momento, mi mente era huevos
revueltos.
—¿Qué? ¿Más duro, Hayden? —bromeé.
Se rio entre dientes y me soltó la nuca.
—No, pequeño monstruo. Lo que me dijiste... que no somos nuestros
padres. Que no debíamos tener miedo de dónde veníamos. Que merecíamos
vivir nuestra propia vida. Durante años luché, sabiendo que era el hijo de
un asesino... pero, no lo era. Yo era de él. Mi verdadero padre. Los problemas
que creía tener provenían de Theo. No del hombre de la tumba. Tenía una
vida increíble, con una familia increíble. Y en las últimas semanas, me has
hecho ver eso, Maddy. Me has abierto los ojos y me has mostrado lo mucho
que realmente tengo, y lo mucho que tengo por delante.
Sonreí más allá de mis lágrimas, recordando mi pequeño discurso,
pero sobre todo, porque había significado mucho más para él de lo que yo
creía.
—Me salvaste, Madeline King.
Sacudí la cabeza y me tumbé a su lado, prestando toda la atención
que pude a los cables que tenía atados a la mano, y me acurruqué contra
él, dejándome perder en su hermosa mirada de espejo.
—¿Cómo puedes decir eso cuando has salvado la mía, Hayden
Mathers? No sabía lo que podía ser la vida hasta que te conocí. Yo
solamente... existía. No tenía ni idea de lo que podía ser. Tengo que 373
agradecerte por eso.
Me sujetó la barbilla entre los dedos y se inclinó para darme un suave
beso. Me aferré a él, devolviéndole el beso, tan agradecida de que se hubiera
salvado. A medida que el sol salía detrás de nosotros por la ventana, el rosa
sanguinolento del cielo llenaba lentamente la habitación, el comienzo de un
nuevo día, de una nueva vida. Hayden y yo nos habíamos salvado el uno al
otro, y estaba muy agradecida por ello.
A veces puede suceder un “felices para siempre”. Puede ser lo que tú
quieras que sea, ya sea ser un empresario de éxito, un descubridor de
tesoros y tokens escondidos o un nombre para recordar. Pero para mí, era
mucho más simple que eso. Quería vivir. Quería amar. Eso era suficiente, y
lo apreciaría para siempre. Lo apreciaría para siempre.
Epílogo

Nos íbamos a casa. Bueno, no a nuestra casa, sino al lugar que una
vez llamé mi casa. Mi verdadero hogar estaba aquí, con Maddy, en nuestra
pequeña camioneta convertida en caravana. Mientras avanzábamos por la
autopista, en dirección noreste, podía oírla moverse detrás de mí, haciendo
algo en nuestra pequeña cocina. Había conseguido dominar la habilidad de
caminar por aquí mientras la camioneta iba en marcha y, a veces, por
descaro, yo giraba el volante rápidamente de un lado a otro para
desequilibrarla y me reía mientras me maldecía.
Esta camioneta nos había dado tantos recuerdos, y era difícil no
pensar en mi tía Casey y en todos mis tíos. Hice todo lo posible por enviarles
postales y actualizaciones todos estos años. Al fin y al cabo, habían
intervenido para ayudarnos a Maddy y a mí a convertir la camioneta en algo
habitable. El tío Lee la había encontrado en una subasta y la había
conseguido barata, mientras que los tres me enseñaron a desarmarla y, paso
374
a paso, convertirla en todo lo que queríamos. Recordé todas las cosas que
Maddy me había dicho que quería, y me aseguré de que nos representara a
la perfección.
Durante el año que pasamos preparándola, ambos nos apuntamos a
clases de diseño de páginas web, a un curso rápido de finanzas y gestión.
Incluso trabajé como ayudante de un fotógrafo de Ashland, aprendiendo
trucos y consejos, ayudándole con sus encargos y acumulando toda la
experiencia posible. Mientras tanto, Maddy pasaba su tiempo extra con mi
madre, aprendiendo más sobre repostería, que le había aficionado. A lo largo
de ese año estrecharon lazos y se hicieron tan amigas como mis hermanas,
y verla integrarse tan fácilmente en mi familia significó todo para mí.
Mientras explorábamos Norteamérica, siempre nos asegurábamos de
mantener el contacto, llamando a menudo para ver cómo estábamos,
enviando fotos a través de mensajes, todo ello. Nuestro estilo de vida
aventurero era todo lo que habíamos esperado, pero ahora nos llamaban de
nuevo a casa.
Al salir de la autopista, giré por una carretera vieja y conocida,
volviendo por fin a la ciudad que habíamos dejado atrás hacía tanto tiempo.
Hacía años que no volvíamos por aquí, la ciudad seguía siendo la misma y,
en cierto modo, eso era reconfortante. Mamá nos había llamado hacía unas
semanas para invitarnos a casa para el gran evento, así que nos aseguramos
de navegar en esta dirección, calculando el tiempo para estar aquí justo a
tiempo. Estaba realmente emocionado de ver a todos de nuevo. Me
preguntaba cuánto había crecido Maverick, cómo le iría a Emily ahora que
era una adolescente y cómo le iría a Charlotte en su último año de escuela.
Supongo que estaba a punto de descubrirlo.
Giramos por Maple Drive, pasando por la entrada del camino que
llevaba a Phoenix House, pero no necesitábamos detenernos allí. En el
momento en que nos graduamos de la escuela, la casa de Maddy estaba
conmigo, y allí era donde íbamos. La arboleda terminaba para revelar la
misma y amplia propiedad, la casa de estilo Tudor rodeada de flores, el único
cambio eran las numerosas mesas que estaban colocadas en el césped,
globos, un asado y comida. Todo el mundo estaba allí, incluido...
—¡Ahí está! —dijo Maddy entusiasmada, saltando hacia la parte
delantera de la camioneta para asomarse por la ventanilla.
Al vernos, toda la familia nos aplaudió, saludó y llamó mientras nos
deteníamos en el camino de entrada y nos estacionábamos. Maddy salió por
la puerta lateral en un instante y corrió hacia el abuelo J, recién salido de
la cárcel, y lo abrazó con fuerza.
—¿Cómo estás, cariño? —le preguntó, con una sonrisa tan amplia que
dejaba ver las nuevas arrugas de su rostro. Me quedé mirándolo, viendo
tanto cambio a lo largo de los años. Estaba más delgado, su cabeza era
375
completamente plateada ahora, las líneas se habían profundizado en su
rostro y otras nuevas se revelaban. El abuelo J parecía más, bueno, un
abuelo. Siempre había sido duro, paseando con su corte de cuero, montando
en bicicleta, liderando una banda hacia la gloria. Pero ahora era
simplemente... el abuelo. Llevaba una camisa de manga corta a cuadros,
pantalones y se movía con un poco más de rigidez. Siempre había cojeado,
pero ahora usaba bastón, que había dejado caer para abrazar a mi chica.
Me agaché para recogerlo justo cuando la soltó y se volvió hacia mí.
Sus ojos oscuros prácticamente brillaban mientras me miraba y, por un
momento, pensé que iba a llorar, antes de agarrarme y abrazarme con
fuerza.
—¿Estás bien, abuelo?
Se quedó callado un minuto, aferrándose a mí como si temiera que
desapareciera, antes de susurrar:
—Te pareces tanto a él...
A los veinticuatro años, tenía la misma edad que él cuando...
Me sacudí el pensamiento y abracé con cuidado a mi abuelo,
consciente de que ya era un anciano. Había asumido la culpa de la muerte
de Theo Hebert y le habían caído seis años por ello. Sus abogados habían
alegado que fue en defensa propia, ya que Theo había hecho el primer
disparo, lo que confirmaron todos los testigos presentes, incluido Spencer
Carr, que cumplía una condena más larga. Pero como mi abuelo había
llegado a la escena armado, había una sensación de premeditación. Creo
que la policía quería encerrarlo por otras razones, probablemente porque
formaba parte de un MC, pero sobre todo porque Daniel Hebert se apoyó en
el sistema, buscando justicia por la muerte de su hijo. Pero el abuelo aceptó
el castigo, afirmando que tenía que expiar sus pecados, ya que era un
hombre arrepentido.
Muchos pensaron que hablaba de Theo, pero yo sabía que no.
Recuerdo lo que había dicho en el garaje sobre ser culpable de un montón
de mierda.
He trabajado duro para ser una persona legal, porque tengo mucha
mierda que reparar, había dicho una vez. Creo que realmente creía que
merecía ir a la cárcel.
Cuando por fin me soltó, le di un apretón en los hombros y le dije:
—¿Qué se siente al volver a ser un hombre libre?
Se rio y sacudió la cabeza, tomando el bastón que le pasé.
—¡Chico, no tienes ni idea! Es agradable ducharse sin otros cincuenta
tipos y poder moverse fuera de un espacio de dos por dos metros...
—No es que puedas moverte mucho más allá de eso de todos modos, 376
¿eh, viejo?
Sabía de quién era esa voz susurrante y áspera. Mirando por encima
del hombro del abuelo, mi padre estaba de pie, con las manos en los bolsillos
y una amplia sonrisa.
—Hola, chico. —Me guiñó un ojo descaradamente y no pude evitar
correr hacia él, chocando con él con tanta fuerza que casi nos caemos. Papá
me abrazó, tan fuerte como siempre, y no pude evitar sentirme agradecido
de que siguiera aquí con nosotros.
Estuvimos a punto de perderlo. Había sufrido dos infartos y había
pasado semanas en coma inducido en la Unidad de Cuidados Intensivos. Al
final, se despertó y, aunque al principio no podía hablar, el mero hecho de
verlo vivo, respirando y sonriendo con esa sonrisa torcida tan suya, fue el
mayor milagro que podríamos haber pedido. La noche que volvió con
nosotros, mamá se negó a separarse de él, lanzándole una mirada que haría
temblar a cualquier hombre cuando le dijeran que se había acabado el
horario de visitas. Al final, la dejamos con él mientras se acurrucaba a su
lado en la cama, con cuidado de todos los cables que tenía conectados,
abrazándolo.
Sus labios se habían movido, su voz se había ido, pero podía decir por
la forma que tomaron que estaba tratando de susurrar ¨Mi Sunshine...¨
Durante meses se sometió a fisioterapia y, finalmente, sus cuerdas
vocales se repararon lo mejor que pudieron, de modo que ahora hablaba en
un susurro suave y áspero.
Mientras yo me pasaba ese año con la escuela y preparando la
camioneta, él se recuperaba, y solamente podía aportar algo en silencio
cuando le traía novedades sobre el proyecto. Me daba cuenta de que le
mataba por dentro no poder ayudar, pero estaba en reposo y mamá insistía
en que no se forzara.
Cuando por fin pude soltarlo, di un paso atrás para asimilarlo,
observando que su cabello dorado era ahora más plateado y que la cicatriz
del cuello había destrozado el tatuaje en forma de tela de araña que lucía
antes.
—Sigo siendo más guapo que tú. —Guiñó un ojo, riendo de una forma
nueva y entrecortada.
—Ya te gustaría. —Puse los ojos en blanco y le di una fuerte palmada
en la espalda. Me giré, buscando a Maddy, solamente para darme cuenta de
que se había perdido entre el mar de mi familia. Me moví entre la multitud,
saludando a mis tías, tíos, a todos mis primos pequeños, hasta que pude
distinguir a mis hermanas y hermano, todos habían crecido tanto que dolía
verlos.
El asado estaba en pleno apogeo, con la música sonando, los
377
miembros de The Lost Souls, incluido el nuevo Prez, se habían unido a
nosotros para dar la bienvenida al abuelo J de vuelta a la sociedad. Había
colgado los guantes y ahora actuaba como socio honorario, pero decía que
ya era demasiado viejo para esas mierdas y que solamente quería disfrutar
de su jubilación. Pero siempre era bienvenido al club.
Los más pequeños correteaban mientras los adolescentes se sentaban
todos juntos, jugando con sus teléfonos, mostrándose videos o música,
mientras los adultos recordaban viejos tiempos.
Cerveza en mano, me excusé para pasear por mi cuenta, necesitaba
algo de tranquilidad. Deambulé por la casa, los olores familiares y las fotos
me devolvieron la nostalgia. Maverick se había mudado a mi antigua
habitación y parece que la suya se había convertido en un espacio para el
abuelo J, que evidentemente se había mudado. Finalmente, me encontré en
la parte de atrás, en el viejo garaje que aún servía de taller a papá, con otro
jardín perfectamente podado a un lado, y me senté en el borde del porche,
bebiendo de mi cerveza mientras recordaba cómo había sido de niño,
corriendo a ayudarle con sus proyectos, o persiguiendo las burbujas que mi
madre soplaba para mí por el patio.
—¿Perdido en los recuerdos?
Miré por encima del hombro y vi a mi madre de pie, con su vestido de
flores, jugando con la punta de su larga trenza. Palmeé el lugar vacío a mi
lado.
—Muy perdido.
Se unió a mí, sorbiendo un vaso de limonada. Nunca había bebido
mucho. Nos quedamos mirando los árboles del fondo del jardín.
—¿Cómo estás, Hayden? —me preguntó después de un minuto de
escuchar el viento y los pájaros.
No tuve que dudar y le dije con absoluta sinceridad:
—Soy feliz.
Mamá asintió, con una amplia sonrisa en el rostro, su expresión
aliviada y satisfecha.
—Bien. —No volvimos a hablar durante unos minutos, sentados
juntos, disfrutando del silencio mientras la fiesta continuaba. Cuando
terminó su bebida, dejó el vaso a su lado y se movió un poco para mirarme,
con las manos juntas en el regazo—. Estoy orgullosa de ti, Hayden.
Mirándola, me reí entre dientes y bromeé.
—Cielos, mamá, ¿tienes que ponerte sentimental de repente?
—Soy madre. —Se encogió de hombros—. Es lo que hacemos. Nos
378
preocupamos, esperamos, somos sensibleras y emotivas, y nuestro mayor
deseo es saber que nuestros hijos son felices.
Incapaz de mirarla al rostro, apreté los labios y me acerqué para
apretarle una mano.
Sé de lo que habla. Durante mucho tiempo, mi futuro fue incierto. Era
tan infeliz. Llevaba una oscuridad conmigo y me aislaba del mundo. Mirando
hacia atrás ahora, estoy seguro de que estaba aterrorizada de que yo
terminara, bueno, como él. Que la infelicidad que arrastraba día a día
acabaría llevándome al mismo lugar.
—Yo no soy él —le dije finalmente.
Ella asintió, soltando un largo y tembloroso suspiro.
—Lo sé. Tú eres... tú. Pero llevas partes de él contigo, como su amor
por la música y el arte. Los dos aman tan ferozmente, tan apasionadamente,
que casi da miedo, pero estar en el otro extremo de ese amor es algo...
especial. —Mamá me apretó la mano—. Las cosas que compartes con él son
todas buenas, Hayden. Igual que las cosas que tú y yo tenemos, lo que tú y
Keenan tienen.
Tragué con fuerza, sintiendo como si tuviera una piedra en la
garganta, y me limpié rápidamente los ojos antes de que pudiera empezar a
llorar como un bebé.
—Cuando Shay murió, solamente tuvo que pasar una vez. Pero para
mí, ha muerto cada día desde entonces. Todos los días pienso en ello, y
pensar que te hubiera pasado a ti... No habría sido capaz de seguir adelante
—susurró mamá—. Eres una buena persona, Hayden. Siempre lo has sido.
Me alegro mucho de que hayas encontrado a alguien capaz de hacerte ver
lo mucho que mereces que te quieran.
Por fin pude mirarla entonces, notando la pequeña lágrima que se
deslizaba lentamente por su mejilla. Pero a pesar de ello, sonreía. Mamá
lloraba a Shay O'Hare, pero eso no significaba que no fuera feliz con su vida.
Sé que quiere a papá más que a nada y que quiere a todos sus hijos.
Mientras la miraba, a esa mujer con el vestido de verano floreado, diminuta
y frágil, llorando en silencio mientras miraba fijamente a los árboles... todo
lo que podía ver era fuerza.
Extendí la mano y la atraje hacia mí, abrazándola mientras nos
sentábamos juntas, las dos solas.
—Te amo, mamá.
—Y sabes que yo te amo a ti, Hayden.

379
Dejar a la familia fue duro, pero Maddy y yo estábamos listos para
volver a la vida que tanto amábamos. Éramos exploradores, aventureros, y
nuestros viajes nos llevaban a lugares de todo Canadá, Estados Unidos y
México. Nos encantaba despertarnos en nuestra camioneta por la mañana
temprano, deslizar la puerta lateral para ver salir el sol sobre el océano o
asomarse entre las montañas y los árboles. Al igual que mis padres, nos
preparábamos el café de la mañana y nos sentábamos juntos a contemplar
cómo el cielo cambiaba de color a medida que el día volvía a cobrar vida.
Sin embargo...
Necesitaba que primero hiciéramos una parada rápida.
Salimos de la ciudad, dirigiéndonos a Ashland, a un lugar especial
que hacía años que no veía, por una carretera sinuosa y tranquila que
finalmente desembocó en un estacionamiento casi completamente vacío.
Maddy y yo salimos, con el ramo de flores que había preparado antes
agarrado con fuerza a un brazo, mientras yo tomaba su otra mano entre las
mías, acariciando el anillo que le había puesto en el dedo en cuanto cumplió
dieciocho años, y nos guiaba entre los árboles.
Entramos en un hermoso claro, el espacio circular descendía
ligeramente por una pendiente hasta un estanque en el centro del espacio.
Era el final de la tarde y la luz dorada que brillaba sobre nosotros le daba a
todo un aspecto etéreo. Todas las tumbas apuntaban hacia el agua, algunas
decoradas con flores, mientras que otras parecían haber estado
abandonadas a su suerte durante algún tiempo.
Maddy me dio un apretón en la mano y sus hermosos ojos color
avellana recorrieron el espacio, buscando conmigo la nueva lápida.
—Ahí, cariño —dije, deteniéndonos y señalando la nueva roca blanca
y plana que se erguía orgullosa al sol. La habían cuidado todo este tiempo,
limpiándola y cuidando la zona que la rodeaba.
Gracias, mamá, pensé.
—Te daré un momento, ¿esa bien? Estaré allí en el suyo.
Señalé una de las filas superiores, una sección que parecía estar
siempre a la sombra, donde había una tumba solitaria, y ella asintió,
tragando saliva antes de alejarse para acercarse a la piedra blanca. La
observé un momento, asegurándome de que estaría bien, antes de alejarme,
con las manos en los bolsillos, en dirección a una tumba que conocía muy
bien.
Había margaritas plantadas a su alrededor, como si hubieran corrido
salvajes a lo largo de los años, casi sin necesidad de poda, y sonreí al verlo.
Ya no parecía tan triste. Tan solo, olvidado. Parecía querido.
—Hola papá —dije, leyendo el nombre Shay O'Hare, una y otra vez 380
como solía hacer—. Siento que haya pasado tanto tiempo. —Con cuidado,
me senté en el suelo como solía hacer cuando era adolescente, y no dije
nada durante mucho tiempo. Simplemente disfruté del silencio y la quietud
de este lugar. Las hojas crujían en lo alto, el sol calentaba y el aire olía a
flores y hierba fresca. Miré a Maddy y la vi depositando las flores al pie de
la tumba de su madre. Durante mucho tiempo, había habido una simple
señal clavada en el suelo para indicar que alguien yacía allí, pero hacía unos
años, mi madre había enviado una foto de la nueva lápida, algo para lo que
había ahorrado, como sorpresa para Maddy.
Recordé cómo había llorado mi chica, lo agradecida que estaba de que
mi madre le hubiera dado a la suya un lugar adecuado para descansar.
Ahora no parecía tan olvidada.
Suspirando pesadamente, me volví hacia Shay, pensando en cómo me
había mantenido a salvo durante tantos años. Sin él, no habría sobrevivido
al tormento.
Y sin mi verdadero padre, definitivamente no estaría donde estoy
ahora. Creo que habría caído hace mucho tiempo si él no hubiera estado
siempre ahí, vigilando desde las alas, siempre dispuesto a intervenir con
algún consejo u orientación. Y si él no hubiera salvado a Maddy aquella
noche, yo no tendría la vida que tenía ahora. La vida que siempre había
querido, la que tanto amaba.
Cuando le pedí a Maddy que se casara conmigo, recordé que ella le
había pedido a él que la entregara, y ver la expresión de su rostro, cómo se
estremecía antes de abrazarla, significó tanto para mí. Después de salvarla,
crearon un vínculo especial y él se convirtió en el padre que ella nunca tuvo.
Igual que mi madre había asumido el papel de madre sin esfuerzo. Tuvimos
una boda en el patio trasero, celebrada en casa de los Mathers, con un video
en vivo para que mi abuelo pudiera verlo desde su teléfono. Pero de eso hacía
ya años.
Me quedé mirando la tumba un minuto más, saboreando el silencio
que reinaba entre nosotros. No tenía nada más que decirle, nada que no se
hubiera dicho antes. Cuando Maddy se acercó silenciosamente detrás de
mí, la forma suave y gentil en que llamó “¿Amor?” me devolvió al presente,
supe que estaba listo para irme.
—Nos vemos —le dije y besé la palma de mi mano, apretándola contra
su nombre, antes de ponerme en pie para dirigirme a mi mujer.
Me di cuenta de que había estado llorando. Sus ojos brillaban, un
poco rosados, y no pude evitar sostener su rostro entre mis manos y besarla.
—¿Estás bien, amor?
Ella asintió, pasando sus manos por mis brazos para aferrarse a mí.
Dios, me encantaba esta mujer.
381
—¿Estás lista para irnos?
Asintiendo de nuevo, sonrió, una sonrisa de verdad. Una que cada día
veía más y más. Tenía razón sobre la curación. Llevaba tiempo, y algunos
días eran más fáciles que otros. Pero nos apoyábamos mutuamente para
superar nuestros traumas y desencadenantes, y cada día que pasaba
salíamos fortalecidos.
Tomé su mano entre las mías y nos alejamos, mirando por última vez
la tumba. Las margaritas ondeaban en la brisa, como un adiós, pero no sería
para siempre. Algún día volvería. Hasta entonces, viviría mi vida, seguiría
intentándolo, seguiría apreciando aquellos momentos que me hacían feliz,
por pequeños que fueran.
Apartando mis ojos de él, nos alejamos juntos, listos para partir hacia
nuestra próxima aventura.
Aviso
A mis lectores,
Muchas gracias por acompañarme en mi serie de debut. Terminarla
es agridulce, pero espero que la historia de Hayden y Maddy haya sido un
bálsamo para sus corazones heridos.
No quería que Hayden fuera un Shay 2.0. Él es su propia persona,
con su propia mente, y aunque entiendo que muchos quisieran volver a ver
a Shay, no podía hacerle eso a Hayden. Vivió una vida completamente
diferente a la de su difunto padre, y la influencia de Mina y Keenan sobre él
lo salvó de la oscuridad que compartía con Shay. Pero padre e hijo
compartían más que una oscura aflicción. Había mucho más que una mente
perturbada. Había una persona que amaba, que tenía rarezas y talentos
como todos los demás, y espero haber sido capaz de mostrar eso en Hayden.
Sé que muchos quieren un libro de Mina y Keenan, pero no creo que
lo haga nunca. Su historia no necesita palabras. Quería pintar un cuadro a
través de los ojos de los demás sobre lo que tienen juntos, por lo que han
pasado y lo lejos que han llegado. Se ve su mundo a través de una hermosa 382
ventana, y quiero dejarlos en paz juntos. Espero que todos puedan apreciar
también a Keenan en esta historia. No tuvo mucho tiempo en la bilogía
Torment, porque no era su historia. Nunca debió serlo. Pero merece
reconocimiento por todo lo que ha hecho por Mina y por la familia. Es el
hombre al que creo que todos deberíamos amar y con el que esperamos
acabar. Y ha hecho a Mina y a sus hijos tan felices.
James, o Daddy James, como algunos de ustedes lo llaman (risitas),
espero que también se haya redimido. James es un personaje complicado,
pero al mismo tiempo creo que se parece mucho a muchos de nosotros.
Todos cometemos errores en la vida, errores de juicio, y hay cosas de las que
nunca podemos volver, y la culpa nos corroe. Pero James ha intentado
aprender de sus errores y aplica mucho de eso en su confianza con Hayden.
Una vez más, quiero darles las gracias a todos por leer esta serie y por
el amor que sienten por los personajes. Ha significado mucho para mí.
Espero poder darles más vida en historias que los enamoren pronto, y ojalá
este viaje continúe durante muchos años.
Como siempre, sean amables consigo mismos y con los demás.
Con mucho amor, Dylan
Dylan Page

Cuando Dylan era más joven, siempre tuvo la aspiración de contar


historias. Pero antes de saber siquiera escribir, los dibujaba. Su madre
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siempre la animaba y le compraba montones de cuadernos en blanco para
que dibujara las historias que imaginaba en su cabeza. Su padre la animó
a usar sus palabras. A lo largo de los años, la empujó a clubes de escritura
y le compró cuadernos para que pudiera llenarlos con un sinfín de historias
cortas.

Cuando Dylan no está ocupada escribiendo o pasando tiempo con sus


dos hijos. Le gusta tocar la guitarra, el piano y pintar. Eso sí, no es buena
en eso, ¡pero de todos modos le gusta!
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