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La Música Medieval Comprende Toda La Música de Europa Occidental Compuesta Durante La Edad Media

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La música medieval comprende toda la música de Europa Occidental compuesta durante la Edad

Media, aproximadamente,entre la Caída del Imperio romano de Occidente en 476 y el siglo xv,
centuria cuya música suele ya clasificarse como propia del Renacimiento.1 Durante la Edad Media,
la música estuvo influenciada por los conceptos musicales de Pitágoras siendo, además, parte del
quadrivium.2 Además, se sentaron las bases para las prácticas de notación musical y teoría
musical.

La música de la Edad Media está representada principalmente por composiciones vocales,


religiosas o seculares, marcadas en los primeros siglos por la monodia, en particular representada
por el canto llano religioso y en el ámbito secular por la lírica cortés de los trovadores y los
troveros.

Clasificación

Desde sus inicios, la liturgia cristiana y su música estuvieron marcadas por su origen en la tradición
judía (canto de la sinagoga), al que vino a sumarse la influencia griega y romana, incluidas su teoría
musical y su filosofía.

La historiografía musical medieval suele clasificar la música medieval en tres grandes repertorios:

La monodia religiosa: Popularmente denominado canto gregoriano, es con gran diferencia el


repertorio medieval más antiguo y extenso, e incluye la gran mayoría de música litúrgica cristiana
de la época que se conserva. Es música estrictamente vocal, de ritmo libre, texto latino y escrita a
una sola voz.

La música profana o música de trovadores: De escritura también monódica y vocal, fue creada en
ambientes aristocráticos y con textos en lengua vernácula; sus autores son llamados trovadores (si
escribían en langue d'oc o provenzal), (en langue d'oïl o francés antiguo) o Minnesänger (en
alemán). Su temática suele ser amorosa y, aunque su escritura es semejante a la del canto
gregoriano, era interpretada con acompañamiento instrumental y compás definido.

La polifonía: música escrita a varias voces y que surge por evolución de las anteriores durante la
Baja Edad Media, primero en el ámbito religioso y posteriormente también en el profano.

La dureza de las condiciones de vida y el monopolio de la cultura escrita por la Iglesia explican que
las fuentes musicales escritas que nos han llegado de la Edad Media sean muy escasas (por no
decir inexistentes) durante los primeros siglos, y exclusivamente religiosas hasta finales del siglo xi:
la función esencial de la música era la alabanza divina, y la supremacía cultural de la Iglesia,
especialmente de las abadías, estaba garantizada por el irrisorio nivel de alfabetización y, bajo los
carolingios, por el apoyo del poder político. Gran punto de inflexión de la Edad Media, la caída de
los carolingios (987) coincide con el alba de la nueva cultura; es el tiempo en que la música “culta”
occidental sucede a las tradiciones musicales antiguas.
Tras siglos de olvido, la música de la Edad Media sería redescubierta y estudiada a fondo a partir
de mediados del siglo xix.

La monodia religiosa: música litúrgica cristiana en la Edad Media

La transición de la Antigüedad a la Edad Media

Desde sus inicios, la liturgia cristiana y su música estuvieron marcadas por su origen en la tradición
judía (canto de la sinagoga), al que vino a sumarse la influencia griega y romana, incluidas su teoría
musical y su filosofía.

El cristianismo se extendió lentamente, hasta que finalmente fue adoptado oficialmente por el
Imperio Romano, imponiéndose en Occidente el latín como lengua de la liturgia. El canto sacro se
usó como instrumento de edificación y educación religiosa, y asume una función auxiliar para la
oración. Las celebraciones religiosas de los primeros cristianos fueron poco a poco conformando
un nuevo tipo de expresión musical austera, puramente vocal (se prohibía el uso de instrumentos
musicales en los servicios religiosos) y monódica, esto es, a una sola voz (aunque podía ser
interpretada coralmente).

Los primeros cantos litúrgicos tenían dos estilos principales:

La salmodia, consistente en el recitado de versículos de salmos, para el que se usaban diversas


fórmulas melódicas fijas (origen de los modos medievales). Antes y después de (incluso entre) los
versículos del salmo se cantaba una antífona, de melodía más elaborada, a modo de estribillo.

La himnodia, consistente en melodías y textos de nueva creación y carácter más cercano a la


comunidad. San Ambrosio de Milán hizo extenso uso de los himnos.

Ya en estos primeros cantos litúrgicos se usaron formas de ejecución luego habituales en el canto
gregoriano, como la responsorial (el coro responde a un solista) o la antifonal (dos coros separados
se alternan en el canto).

Las liturgias regionales: escuelas de canto

Cada región europea desarrolló separadamente su propio canto, texto y reglas de celebración,
como forma de soporte a la liturgia regional usada para celebrar la misa o el oficio. Las liturgias
regionales occidentales más importantes fueron la romana, la ambrosiana (en torno a Milán), la
beneventana (sur de Italia), la hispánica o mozárabe (practicada por los cristianos bajo dominio
musulmán, con centro en Toledo), la galicana (en la Galia) y la céltica o irlando-británica.
En torno al año 800 el Imperio Carolingio y la Iglesia católica se propusieron estandarizar la
celebración de la misa y los cantos en Occidente. En esa época, Roma era el centro religioso de la
Europa occidental y Aquisgrán era el centro político. Los esfuerzos de estandarización consistieron
principalmente en combinar estas dos regiones litúrgicas (romana y galicana), creando un cuerpo
litúrgico y de cantos que vendría posteriormente a llamarse canto gregoriano, por atribuirse su
reorganización (e incluso la composición de melodías) al papa Gregorio Magno, a pesar de que
este había vivido dos siglos antes. Hacia los siglos XII y XIII la liturgia gregoriana había sustituido a
todas las otras tradiciones de cantos occidentales, con la excepción del canto ambrosiano en Milán
y los cantos mozárabes en unas pocas capillas hispanas.

El canto gregoriano

Artículo principal: Canto gregoriano

A finales del siglo vi el papa Gregorio I dirigió una reordenación, reforma y compilación de la
liturgia romana, continuada por sus sucesores, que incluía una conformación más llana y sencilla
de las melodías (canto romano antiguo y nuevo). La alianza papal con la monarquía carolingia
(segunda mitad del siglo viii) logró imponer en Occidente una centralización de la administración,
el derecho canónico y la liturgia, cuyo repertorio de cantos, basado en esa progresiva reforma
anterior, se vinculó un tanto legendariamente a Gregorio I y fue denominado gregoriano. Desde
entonces hasta al menos el siglo xvi el canto gregoriano fue el estilo musical más difundido e
influyente en el mundo occidental (y de hecho se mantuvo vigente hasta 1965 como repertorio
oficial universal de la liturgia católica).

Fue precisamente en la época carolingia (ca. 800) y para difundir ese repertorio, se comenzó a
utilizar junto a los textos una nueva forma de notación musical silábica, la neumática, que, aunque
imprecisa en ritmo y altura, ayudaba a recordar las melodías del repertorio. Posteriormente sus
signos, llamados neumas, serían insertados en un tetragrama, que ya sí precisaba la altura de los
sonidos.

Aunque los primeros textos descifrables y completos datan de inicios del siglo ix, y una gran parte
de las melodías que conocemos fueron transcritas de manuscritos todavía posteriores
(especialmente de los siglos XII y XIII), hemos de pensar que muchas piezas debían de estar en uso
desde hacía mucho tiempo cuando fueron anotadas. Lo que la notación nos ha transmitido es,
verosímilmente, una tradición establecida en los siglos VIII y IX, y fortalecida por la autoridad
imperial y pontificia: los redactores de los manuscritos con neumas no pudieron referirse sino a un
estilo sancionado por la Iglesia, de modo que este repertorio carolingio o romano galicano
representa ya, sin duda, una cierta decadencia en relación con las melodías de las liturgias
anteriores.

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