Religious Belief And Doctrine">
S.C. Biela - Solo Dios Basta
S.C. Biela - Solo Dios Basta
S.C. Biela - Solo Dios Basta
Dios
basta
Sławomir Biela
Prólogo del Cardenal Arzobispo de
Madrid
a la edición española
1
Juan Pablo II, Dominum et Vivificantem 56.
2
Juan Pablo II, Dominum et Vivificantem 56.
3
la perspectiva de la salvación. Este realismo de la fe dirige
la mirada hacia la familia, el matrimonio, las realidades
temporales en medio de las cuales el hombre se afana por
salvarse como si la salvación dependiera de sí mismo. Es
ahí donde, con la luz de la revelación, descubre al lector el
peligro de amarse a sí mismo, de buscar su propia gloria,
de servirse de los demás en lugar de servirlos. De adorar
a la criatura y rechazar al Creador. Para evitar la idolatría,
tentación permanente del hombre, el autor propone la
respuesta de la fe cristiana al hombre moderno, enfermo
de autosuficiencia y orgullo, que cree tener en sí mismo la
salvación que sólo viene de Dios. El hombre, viene a
decirnos el autor, es un pobre, un mendigo de Dios,
un necesitado de la gracia. No está en él la capacidad de
salvarse, sino en Dios, en su misericordia infinita, en el
amor de Cristo. La actitud del hombre frente al mundo
creado, frente a sus semejantes, frente a sí mismo no
puede ser otra que la apertura al Dios Creador y
Redentor, que nos conoce, nos ama y nos ha destinado
a la gloria. La mística carmelitana de los grandes doctores
citados anteriormente sustenta el camino espiritual que
propone: desasirse de todo lo que no sea Dios para
hallarse en Dios y amar todas las cosas en Dios. Sólo así,
el hombre puede caminar por este mundo con la certeza,
no meramente teórica sino práctica, de que sólo Dios basta.
En conclusión: este libro trata de cómo Dios llama
al hombre a la unión con Él. Ése es el término de la vida
cristiana, que el autor describe en el último párrafo
de su libro. Con él quiero también concluir este prólogo
para despertar en el lector el deseo de leerlo:
“Nuestro Señor quiere unirse con nosotros y con
cada hombre ya aquí en la tierra. Quiere abrazar y
penetrar tan profundamente el polvo humano para que
nos volvamos uno con Él: Fuego y ceniza. Gracias a esta
unión, el fuego, abrazando consigo mismo la ceniza, le
4
comunica su riqueza y su poder, y comparte con ella todo
su amor. La llama, como dice san Juan de la Cruz,
„comenzándole a inflamar por de fuera y calentarle, viene
a transformarle en sí y ponerle tan hermoso como el
mismo fuego‟”.
† Cardenal Antonio María Rouco Varela
Arzobispo de Madrid
5
6
Prólogo del Cardenal Arzobispo de
Barcelona
a la edición catalana
El hecho de que un laico escriba libros de
espiritualidad es sin duda un signo de nuestros tiempos,
que han visto la promoción del laicado en muchos
órdenes de la vida cristiana. En el prólogo a una obra de
Sławomir Biela, doctor en Física del estado sólido por la
Universidad Tecnológica de Varsovia, titulada
Abandonarse al amor, escribí unas palabras que ahora
repito con profundo convencimiento, después de la
lectura de este nuevo libro suyo, Sólo Dios basta, que nos
ofrecen en una cuidadosa versión catalana las
Publicaciones de la Abadía de Montserrat.
7
Ahora me place reafirmar estas impresiones mías
de hace un año, y estoy seguro de que los lectores de esta
nueva obra del doctor Biela lo podrán comprobar por sí
mismos. Estamos ante una obra de síntesis y de madurez
en la producción de su autor.
10
Prólogo del Cardenal Arzobispo de
Washington
a la edición norteamericana
En el Evangelio de San Mateo, Jesús llama
amorosa y confiadamente a sus discípulos con las
siguiente palabras: “Venid a mi los que estéis cansados y
agobiados que yo os aliviaré” (Mt. 11, 28). Jesucristo
también invita a sus seguidores a que observen los lirios
del campo y los pájaros del cielo para que puedan
comprender y confiar en el amor, cuidado y poder
incondicional de Dios.
12
Sławomir Biela nos ofrece un lucido análisis sobre
un profundo y serio camino de santidad, que recuerda a
las grandes escuelas cristianas de espiritualidad. Nos
muestra que si entregamos nuestras personas e ilusiones a
Dios, apoyándonos en la acción de Dios por medio del
Espíritu Santo, todos los aspectos de nuestra vida -
personas, trabajo, familia, relaciones sociales- tienen
sentido. En este contexto, este profundo legado espiritual
nos brinda una guía muy preciosa para la santificación de
los matrimonios y de los individuos que deseen aumentar
su fe de una manera profunda, humilde, clara y
comprometida.
13
14
Prólogo del Cardenal Arzobispo de
Manila
a la edición filipina
Dios espera la entrega total e incondicional de
nuestro amor, es decir, la santidad. La crisis actual del
mundo es una crisis de santos. Cuan ciertas son estas
palabras y que diferente sería nuestra sociedad si
nosotros, los cristianos, lucháramos por ser más santos.
15
otorgándoles su genuino y noble significado. Es necesario
volver a situar dichos acontecimientos cotidianos al
servicio del Reino de Dios, reconociendo su dimensión
espiritual de modo que se conviertan en medio y ocasión
para un continuo encuentro con Jesucristo.
16
Prólogo del Cardenal Arzobispo de
Irlanda
a la edición irlandesa
17
estructural de la Iglesia misma, para hacerla más
“descentralizada”, más consultiva, menos jerárquica y
menos clerical.
En esto hay mucho de verdad; pero de ninguna
manera es este el corazón del mensaje del Concilio. Si se
afirma en forma unilateral, la interpretación mencionada
dejaría a un lado el verdadero significado del Concilio y
desfiguraría toda la naturaleza de la reforma conciliar.
Nadie ha hecho más para poner de manifiesto el
verdadero significado del Concilio como este
sobresaliente hombre polaco de nuestro tiempo e incluso
de todos los tiempos: Karol Wojtyła, el Papa Juan Pablo
II. El habla acerca del Concilio con la autoridad del
sucesor de San Pedro. El también habla con la autoridad
de Obispo y teólogo que asistiera a todas las sesiones del
Concilio y que participara activamente en este trabajo;
como quien fuera el colaborador principal en la
preparación de los borradores de muchos de los
documentos conciliares más importantes.
Desde el inicio de su Pontificado, el Papa Juan
Pablo II ha insistido en que en el corazón del Concilio está
el llamamiento del Evangelio a la santidad. Este
llamamiento es dirigido por Dios a toda la Iglesia y a
todos sus miembros. Es esta la condición necesaria para
cualquier renovación en la Iglesia. Sin conversión a
Cristo, sin un serio compromiso por aspirar a la santidad,
no hay renovación estructural que valga.
En su inspiradora Carta Apostólica Novo
Millennio Ineunte, el Papa declara:
“La perspectiva en la que debe situarse el camino
pastoral es el de la santidad. ... Conviene además
descubrir en todo su valor programático el capítulo V de
la Constitución dogmática Lumen Gentium sobre la
Iglesia, dedicado a la « vocación universal a la santidad ».
Si los Padres conciliares concedieron tanto relieve a esta
18
temática no fue para dar una especie de toque espiritual a
la eclesiología, sino más bien para poner de relieve una
dinámica intrínseca y determinante.” (No 30)
Más adelante el Papa declara: “sería un
contrasentido contentarse con una vida mediocre, vivida
según una ética minimalista y una religiosidad
superficial.” (Nr. 31). Añade él esta asombrosa
afirmación:
“Preguntar a un catecúmeno, «¿quieres recibir el
Bautismo?», significa al mismo tiempo preguntarle,
«¿quieres ser santo?» Significa ponerle en el camino del
Sermón de la Montaña: «Sed perfectos como es perfecto
vuestro Padre celestial»” (Idem).
El Santo Padre hace un llamamiento a una
“pedagogía de la santidad verdadera y propia” (Idem).
La obra de Sławomir Biela puede llamarse manual
de “pedagogía de la santidad”. Esta centrada en el
llamamiento a la santidad. Lo que le da al libro su carácter
distintivo es el detallado estudio de los „apoyos ilusorios‟
que en la práctica obstruyen el camino a la santidad. El
autor tiene una extraordinaria percepción de los
innumerables disfraces con los cuales estas ilusiones
pueden presentarse delante de nosotros. Estos disfraces
pueden ser muy atractivos. Entre ellos se encuentran las
ilusiones de las riquezas y posesiones, nuevas formas de
idolatría ofrecidas en nuestra cultura consumista; las
ilusiones de las relaciones humanas, en una era en la que
el amor es presentado únicamente en términos
románticos o eróticos; incluso las ilusiones del
matrimonio vivido como un servicio al propio egoísmo
sin el sentido del amor que se sacrifica por el bien de la
otra persona. Con gran sentido psicológico, el autor
identifica diversos peligros generados por la ilusión y el
auto-engaño de la búsqueda de la santidad por sí misma,
cuando nos satisfacemos en forma oculta con nuestra
19
„perfección espiritual‟ olvidando “las fuerzas engañosas
del „yo‟ humano”, olvidando que hay un “Fariseo” oculto
en todos nosotros.
Capítulo tras capítulo en este libro, el autor
muestra la absoluta necesidad de buscar la unión
transformante con Dios, quien solo basta. Este constituye
el mensaje de los grandes místicos, particularmente de
Santa Teresa de Ávila, de quien se deriva el título del
libro.
Hacia el final del libro se encuentra un párrafo que
resume su mensaje:
“El proceso de despojamiento por el que todas
las ilusiones son quemadas, puede conducirnos a un
estado en el que la gracia de Dios puede impregnar
completamente nuestra alma. Este proceso abarca todas
nuestras ilusiones acerca de quien somos y la necesidad
de ponernos delante de Dios en la verdad –como
pecadores.”
El libro puede recomendarse ampliamente como
una guía profunda y práctica para el camino a la santidad
y como poderoso recordatorio de lo que el Concilio
escribió en Lumen Gentium:
“todos los fieles, de cualquier estado o condición,
son llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la
perfección de la caridad, que es una forma de santidad
que promueve, aun en la sociedad terrena, un nivel de
vida más humano. Para alcanzar esa perfección, los fieles,
según la diversas medida de los dones recibidos de
Cristo, siguiendo sus huellas y amoldándose a su imagen,
obedeciendo en todo a la voluntad del Padre, deberán
esforzarse para entregarse totalmente a la gloria de Dios y
al servicio del prójimo.” (No. 40)
20
Es a la luz de este mensaje que este libro ha sido
escrito, para la gloria de Dios y para el servicio de todos
sus lectores.
† Cardenal Cahal B. Daly
Arzobispo Emérito de Armagh
21
22
Prólogo del Cardenal
Arzobispo Metropolitano de Minsk-
Mohylew a la edición bielorrusa
23
Cristo, el tiempo se convierte en un signo del encuentro
con Dios y con su misericordia.
El libro de Sławomir Biela “Sólo Dios basta”, es un
manual extraordinario de la vida interior para aquellos
que anhelan vivir el radicalismo de la fe. Las indicaciones
contenidas en este libro evocan la doctrina de San Juan de
la Cruz, enseñando a ver con mirada de fe, tal como si
existieran solo Dios y nosotros; y como si los
acontecimientos de la vida cotidiana fueran una forma de
diálogo de la Presencia que ama con nosotros. Biela
muestra a Dios como el padre rico en misericordia.
Descubrir a este Dios basta para que el corazón humano
sea feliz.
Tenemos la sincera esperanza de que la lectura del
libro “Solo Dios Basta” ayude a todos los lectores a
encontrarse con el Amor Divino, de una manera tan
verdadera e intensa, que se enciendan con el deseo de dar
testimonio de este Amor sin reparar en sus debilidades y
carencias en su aspiración a la unión.
† Cardenal Kazimierz Świątek
Arzobispo Metropolitano de Minsk-Mohilew
24
Nada te turbe,
nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda.
La paciencia
todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene
nada le falta.
Sólo Dios basta.
25
26
Primera parte
“Todo el mundo
no es digno de un pensamiento del hombre,
porque a sólo Dios se debe;
y así, cualquier pensamiento
que no se tenga en Dios,
se lo hurtamos”.
27
28
¿En qué o en quién pones tu esperanza?
¿Con qué o con quién cuentas? Estas preguntas te llevan
a descubrir el problema de los apoyos.
La búsqueda de apoyos3 es uno de los
motores principales de nuestro obrar. Esta tendencia es
tan intensa, que podríamos denominarla “codicia de
apoyos”. No hay forma de librarnos de ella, porque la
necesidad de seguridad es una de las más fuertes del
hombre y como consecuencia, la falta de apoyo provoca
siempre sensación de amenaza, de inseguridad y de
miedo.
Precisamente por eso el hombre busca con
tanta intensidad apoyos en la esfera material, poniendo su
esperanza en distintas formas de riqueza: en las cosas y
en el dinero, en los ahorros y en los éxitos profesionales.
Además, para algunos el apoyo psicológico que
encontramos en otras personas es más importante, por el
3
La expresión “buscar apoyos” se usa aquí para determinar nuestra
relación con las cosas o con las personas, lo cual supone en mayor o
menor medida tanto contar con una determinada cosa o persona, como
buscarla porque hallamos en ella un cierto valor. Nos referimos tanto
a los apoyos relacionados con la esfera material como a los
relacionados con la esfera psíquica y espiritual.
29
simple hecho de que ponemos en ellas nuestra esperanza,
contamos con ellas.
Pero, esto que tanto deseamos y buscamos
¿no es en realidad una mera ilusión? Con esta búsqueda
insistente de apoyos ¿no estaremos persiguiendo un
espejismo que nos expone al peligro de heridas y
decepciones, imposibilitando nuestra unión con Dios?
La tendencia humana a construir apoyos
ilusorios es realmente asombrosa. Se necesita muy poco
para que volvamos a crear una nueva visión del mundo,
que confirme nuestros planes y concepciones.
En definitiva, parece que no somos capaces
de existir sin apoyos ilusorios. El hombre de poca fe no
puede vivir sin ellos, pues no cree que Dios lo ama con
toda su miseria, y por eso no es capaz de soportar la
verdad ni sobre sí mismo, ni sobre el mundo que le rodea.
30
1. AL SERVICIO DE NUESTRO
PROPIO “YO”
4
Adam Chmielowski nació en Polonia, cerca de Cracovia, en el año
1845. Siendo estudiante participó en el levantamiento de
independencia contra Rusia (que se dio en llamar, el “Alzamiento de
Enero”), en el que perdió una pierna. Después de terminar los estudios
de pintura en Munich, comenzó su trabajo artístico con gran éxito
profesional. Por aquel entonces entró a formar parte de los Terciarios
Franciscanos. En la cumbre de su carrera y de su inspiración creadora
y movido por un heroico amor de Dios abandonó la pintura para
dedicar su vida al servicio de los desamparados y abandonados. Fundó
la Congregación de los Siervos de los Pobres, en la que profesó
tomando el nombre de Albert. Partió de esta vida, el año de 1916, en
Cracovia. El Santo Padre Juan Pablo II lo canonizó en 1989.
34
Como el joven rico
5
El siguiente texto de Garrigou-Lagrange, nos introduce en el sentido
de la expresión “miseria espiritual”: “Después de haber pecado,
hemos de reconocer igualmente nuestra miseria: miserias de nuestro
corazón lleno de egoísmo y pequeñez, de nuestra inconstante
voluntad, de nuestro irregular carácter, voluntarioso y aniñado;
miserias de nuestro espíritu, que cae en olvidos imperdonables y en
contradicciones que podría y debería evitar; miserias de la soberbia y
malas inclinaciones que nos conducen a la indiferencia para con la
gloria de Dios y la salvación de las almas. Estas miserias son
inferiores a la misma nada, porque son un desorden y, tal vez reducen
a nuestra alma a un estado de abyección verdaderamente deplorable”
(R. Garrigou-Lagrange, Las tres edades de la vida interior, III, c.XII -
La humildad de los adelantados-, Ediciones Palabra, Madrid 1999,
págs 673-674).
35
Una persona humilde sabe que hay que ser
santo para entregarlo todo y no crecer en el orgullo que
impide seguir a Jesús. En lugar de intentar desprenderse
heroicamente de todos sus apoyos, dice más bien: Señor,
Tú sabes que soy esclavo de lo que poseo: “soy de carne, vendido
al poder del pecado” (Rm 7, 14). No soy capaz de entregar nada,
ni lo más mínimo, porque soy esclavo de todo ello. Pero Tú lo
puedes todo, por eso te pido que me concedas las gracias
necesarias para seguirte.
Perder o acumular
6
Longanimidad, del latín longanimitas,-atis, significa grandeza y
constancia de ánimo en las adversidades. Benignidad, clemencia,
generosidad (Diccionario de la Lengua Española, Real Academia
Española; vigésima segunda edición, 2001).
En la Biblia, la longanimidad es una característica de Dios,
por la cual, no castiga inmediatamente los pecados de los hombres,
sino que les da tiempo para que se arrepientan. Tanto la literatura
sapiencial como San Pablo recomiendan al hombre que sea
“longánime” con respecto a su prójimo. Ésta virtud, en conexión con
la dulzura y la paciencia, es la virtud del que sabe esperar. Es un
atributo divino, que en el Nuevo Testamento es dado al “hombre
nuevo” como carisma y fruto del Espíritu (Gal 5, 22). En el Evangelio,
Dios da al hombre un ejemplo de longanimidad en la parábola del
siervo cruel (Mt 18, 21-35) (cf. Diccionario de la Biblia, H. Haag, A.
van den Born, S. de Ausejo, Herder 1981, 1401-1402).
37
escuchó una vez, tendríamos que confesarle con
humildad nuestra esclavitud, pero también nuestro deseo
de querer perder con alegría todos los apoyos ilusorios:
perder en comunión con Jesús, apoyados en su amor.
38
39
2. DONDE ESTÁ TU TESORO,
ALLÍ TAMBIÉN ESTÁ TU
CORAZÓN
40
su corazón en un objeto muerto, que había sido producto
de sus propias manos.
¿No percibimos en nuestra vida síntomas
de un “culto” semejante? ¿No hay en ella ideas, asuntos o
cosas por las que estamos dispuestos no sólo a vivir sino
incluso a morir?
7
“ El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios
nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma, y las otras cosas sobre
la faz de la tierra son creadas para el hombre y para que le ayuden a
conseguir el fin para el que es creado. De donde se sigue que el
hombre tanto ha de usar de ellas cuanto le ayuden para su fin, y tanto
debe privarse de ellas cuanto para ello le impiden” (San Ignacio de
Loyola, Ejercicios Espirituales, “Principio y fundamento”, EDAPOR,
Madrid 1991, pág. 16).
41
comencemos a usar las cosas como si fueran personas y a
las personas como si fueran cosas.
Cuando la casa o el trabajo son apoyos que
nos esclavizan, a menudo instrumentalizamos a las
personas convirtiéndolas en simples medios para realizar
nuestros planes. Esto es profundamente anti-evangélico,
ya que el hombre por quien Cristo murió, como templo de
Dios que es, siempre es digno de respeto. Jesús dijo:
“Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más
pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25, 40).
8
San Ignacio de Loyola recomendaba hacer todo como si todo
dependiera de uno, pero sabiendo que todo depende de Dios. “En los
comienzos del año de 1556, Ignacio, a propósito de una visita al
embajador de España en Roma comentó a Pedro de Ribadeneira que le
acompañaba, las siguientes palabras, que él registró: “Nuestro Señor
me dio a entender, hace 30 años, que debía, en todo lo que se refería a
su santo servicio, usar de todos los métodos honestos posibles, pero
después poner toda mi confianza en Dios, y no en los medios
utilizados” (Vita Ignatii Loiolae, lib. V, cap IX).
“En las cosas que emprendía para el servicio a Nuestro Señor,
empleaba todos los medios humanos para tener éxito, con el mayor
cuidado y eficacia posibles, como si el éxito dependiera de ellos; pero
de la misma forma se confiaba a Dios, y se abandonaba a su Divina
Providencia, como si todos los demás medios humanos de los que
hacía uso no sirvieran de nada” (Pedro de Ribadeneira, de Ratione S.
Ignatii in gubernando).
.
43
Entonces ellas nos santificarán, se convertirán en un
camino de unión con el Redentor.
Cuando trabajamos para cumplir la
voluntad de Dios, podemos obtener la aprobación de la
gente o sufrir la crítica y la incomprensión. Ni siquiera la
pérdida del trabajo debería tener para nosotros mayor
importancia, porque, de hecho, no es la gente la que nos
da trabajo, sino Dios y Él puede quitárnoslo, igual que
puede quitarnos la vida, en cualquier momento. El
desempleo o la búsqueda de trabajo sin resultado también
puede santificarnos, si vemos en esta experiencia la
presencia de Dios, que reina sobre todo.
Si no buscamos la voluntad de Dios, el
trabajo puede destruirnos interiormente, orientándonos
hacia el “tener” a costa de nuestro “ser” para Cristo. Por
eso, si nos ocupa demasiado tiempo y nuestro salario es
mayor que nuestras necesidades es importante que nos
preguntemos acerca de la voluntad de Dios. Tal vez Dios
no quiere que trabajemos tanto.
Poniéndonos en la verdad ante Dios, sería
bueno reconocer que con frecuencia trabajamos con la
idea de merecer la aprobación humana y que
precisamente por eso en nuestra vida hay tanto estrés,
tensión y miedo. Pues de hecho buscar apoyo en el trabajo
es poner nuestra esperanza en algo que en cada momento
puede dejar de existir, porque como enseña la Revelación,
el mundo entero con su apariencia pasa (cf. 1Cor 7, 31).
44
nos obsequia, también el tiempo para descansar
fortalecerá nuestra fe en su Presencia llena de amor.
Ante el televisor, muy rara vez pensamos
en la presencia de Dios relacionada también con este don.
Pero de hecho es Dios quien permitió que se construyeran
este tipo de aparatos y que los utilicemos, a pesar de que
casi siempre los usemos mal. Él espera que también estos
dones nos muevan a salir al encuentro de su voluntad.
Cuando lo que vemos en el cine, en el teatro o en la
televisión, muestra el pecado y presenta, aún
indirectamente, el mal que se realiza en el mundo, ¿no
nos está llamando Dios a pedir su Misericordia para el
mundo? De hecho Él, al hablarnos a través de los medios
de comunicación o de las obras de arte, espera que
susciten en nosotros una reflexión más profunda.
¿Nuestra forma de pasar el tiempo libre no
esta ligada a un cierto extravío y cerrazón a la voluntad
de Dios, haciendo que no nos interesemos por las
necesidades psíquicas y espirituales de nuestros
prójimos? Se trata en efecto de buscar, también durante el
tiempo libre, el mensaje de Dios que viene a nosotros a
través de las imágenes de los acontecimientos que vemos
y de compartir con los demás la voluntad de Dios que
contienen. Este mensaje de Dios, debería llegar a ser un
apoyo para nosotros y nuestros prójimos. Pasar de esta
forma juntos el tiempo libre, nos permite no solo
profundizar los lazos humanos, sino lo que es más
importante, descubrir el camino hacia Dios.
Tanto en el trabajo como en el descanso, en
las obras emprendidas para la Iglesia o en cada tarea que
realizamos, sólo hay una cosa importante: Dios y tú9, que
9
“Viva como si no hubiese en este mundo más que Dios y ella, para
que no pueda su corazón ser detenido por cosa humana” (San Juan de
45
lo elijas a Él y que desees la unión con Él. Dios te da todas
las cosas de este mundo para que las utilices en tu camino
a la santidad: para que llegues a la unión transformante
con Aquel que te ama infinitamente.
10
Purificación, del latín purum facere es la acción por la cual se
purifica, o se hace puro, lo que no lo es. (Diccionario de
Espiritualidad, Editorial Herder).
“Noche es todo el itinerario espiritual del alma hacia Dios; mejor aún,
ella es el itinerario mismo “o camino por donde ha de ir el alma a esta
unión” (...) Noche quiere decir, en la terminología sanjuanista,
privación y desnudez. Las noches son las privaciones y purificaciones,
por las que debe pasar el alma para alcanzar la unión con Dios,
término que les cuadra perfectamente, pues el alma camina por ellas
“como de noche, a oscuras” (P. M. Eugenio del Niño Jesús O.C.D.,
Quiero ver a Dios, Ediciones “El Carmen”, Bilbao 1982, págs. 669-
670).
“Noche oscura” es la etapa, como dice San Juan de la Cruz, “... por la
cual pasa el alma para llegar a la divina luz de la unión perfecta del
amor de Dios” (Subida al Monte Carmelo, Prólogo, 1; Obras
Completas, Editorial de Espiritualidad, Madrid 1993, pág.173). “Para
que un alma llegue a tal estado de perfección, ordinariamente ha de
pasar primero por dos maneras principales de noches, que los
espirituales llaman purgaciones o purificaciones del alma. Y aquí las
llamamos noches porque el alma, así en la una como en la otra,
camina como de noche, a oscuras” (Subida al Monte Carmelo, L1,
C.1, 1; Obras Completas, Editorial de Espiritualidad, Madrid 1993,
pág.108 ).
San Juan de la Cruz llama “noche oscura” a las diferentes pruebas que
Dios envía a las almas que avanzan por el camino de la santificación
pero que se encuentran sujetas a muchas imperfecciones y que sienten
47
apoyos humanos, tanto en lo psicológico como en lo
material. El proceso de desenmascaramiento de nuestras
ilusiones es imprescindible. Sin la experiencia de esta
verdad y su reconocimiento auténtico viviríamos siempre
de ilusiones e intentaríamos obtener apoyos humanos,
concentrando nuestra atención y nuestro corazón en
“tener”. Todo esto sucede siempre a costa de nuestro
“ser”, cuyo fin último es “ser” en Cristo, es decir que
Cristo viva en nosotros.
renacer en si, de forma atenuada, los siete pecados capitales. Dios les
envía diferentes purificaciones, llamadas pasivas, para purificarlas y
prepararlas para un grado más elevado de contemplación, porque es el
mismo Dios que las produce y el alma no tiene más que aceptarlas con
paciencia.
48
destruirlos. Las experiencias difíciles liberarían al pueblo
elegido de los ídolos y le enseñarían a abandonarse en el
único Dios.
Algo parecido ocurre en nuestra vida. Dios
no quiere que vivamos en la miseria, quiere darnos todo
lo que necesitamos. El problema está en la valoración de
lo que realmente necesitamos. Tenemos pretensiones
materiales, que hacen que la idea de un nivel de vida
digno se valore constantemente. Aumentamos nuestras
expectativas y queriendo apoyarnos en los bienes
materiales, sucumbimos fácilmente a una escalada oculta
de pretensiones.
Cuando, por ejemplo, podemos cambiar el
automóvil por uno mejor, llegamos a la conclusión de que
tener un buen coche es algo justo. Si ya tenemos un piso
grande para vivir, consideramos necesario construirnos
una casa mayor. Y si Dios comienza a oponerse a ello y
nos impide realizar nuestras nuevas pretensiones, ya sea a
través de dificultades en el trabajo, por problemas de
salud, o de cualquier otra forma, llegamos incluso a
considerarnos víctimas.
Sin embargo nuestro Padre Celestial sólo
está apartando lo que puede ser un obstáculo en nuestro
camino a la salvación11. Él nos ama y es quien mejor
conoce lo que necesitamos.
Si al abandonarnos en Dios, aceptáramos
todos los despojamientos con gratitud y viéramos en ellos
un don divino, comenzarían a realizarse progresivamente
11
Santa Teresa de Jesús expresa con palabras muy fuertes el gran
obstáculo que supone la riqueza para la salvación: “Muchas veces se
procura con ellos [los dineros] el infierno, y se compra fuego
perdurable y pena sin fin. ¡Oh, si todos diesen en tenerlos por tierra
sin provecho!” (Libro de la Vida, 20, 27; Obras Completas, 5ª
edición, Editorial de Espiritualidad, Madrid 2000, pág. 127).
49
en nuestra vida las palabras de Cristo nuestro Señor: “Mi
yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11, 30).
Acumular reservas
12
“¡Se siente una paz tan grande al saberse uno tan absolutamente
pobre y al no poder contar más que con Dios!” (Santa Teresita del
Niño Jesús, Ultimas conversaciones, Cuaderno amarillo, 6 de Agosto
de 1897; Obras Completas, Editorial Monte Carmelo, Burgos 1998,
pág. 879).
50
la santidad, perder todos los apoyos por Cristo, todo lo
que para nosotros tiene algún valor. Pero nosotros
temblamos ante la sola idea de que por Él, tengamos que
disminuir nuestro nivel de vida o renunciar siquiera a una
parte de lo que poseemos.
13
Hemos de valorar y usar las cosas en la medida en que nos
conduzcan al fin para el que hemos sido creados por Dios, pues todas
las cosas sobre la tierra, como enseña San Ignacio, han sido creadas
para el hombre como ayuda para alcanzar su fin último que es “alabar,
hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y mediante esto salvar
su alma”. Para hacer buen uso de ellas San Ignacio nos ha dejado la
llamada regla del “tanto cuanto” según la cual “el hombre tanto ha de
usar de ellas cuanto le ayuden para su fin, y tanto debe privarse de
ellas cuanto para ello le impiden”, (San Ignacio de Loyola, Ejercicios
Espirituales, “Principio y fundamento”, EDAPOR, Madrid 1991,
pág. 16).
52
De este modo, en algún momento nacerá
en nosotros una mayor o menor certeza de que en
realidad esto es así, y Jesús podrá unirse a nosotros en
cierto grado. Entonces todo puede comenzar a cambiar si
Él mismo, en nosotros, mira el mundo y a las personas de
manera diferente. Su Presencia nos liberará en ese
momento de todas nuestras preocupaciones. El problema
de huir de nosotros mismos y de la presencia de Dios en
la oración desaparecerá, porque Él mismo se preocupará
por nosotros y orará en nosotros. Y desaparecerá también
el problema de desear los apoyos temporales, porque Él
será en nosotros el único apoyo.
53
4. EL PROBLEMA DE LOS
APOYOS EN EL MATRIMONIO
La idolatría en el matrimonio
55
sentido, desposarse con Dios. Todo en la vida, también la
vida matrimonial14, conduce y prepara a ello.
Pero con frecuencia el marido trata a su
mujer como un ídolo y satisface todos sus caprichos. La
mujer por su parte, también puede sucumbir fácilmente a
la tentación de complacer el egoísmo del esposo, bajo la
apariencia de amor conyugal. En cada persona hay tanta
vanidad, que quien es admirado está expuesto a la
autocomplacencia, a la satisfacción de sí mismo. A su vez
quien idolatra a la otra persona, ofende a Cristo que
habita en ella y en cierto sentido peca contra el primer
mandamiento.
El esposo y la esposa deberían ser buenos
el uno con el otro, sin embargo, huir en busca de
sustitutos de la felicidad es como un veneno, conduce a
diversos abusos y desviaciones, produce amargura, mal
estar y vacío. Cerrándose a Dios, dos personas no son
capaces de hacer que su vida sea feliz ni de darle sentido.
14
“Jesús vino para conducir a la naturaleza humana, a la propia
persona humana, a la comunión nupcial con Dios. Dios y su criatura
deben volverse uno, no una carne, sino un espíritu, como dice Pablo
(1Co 6, 17). Pablo lo explica también así: los creyentes se vuelven con
Cristo un único cuerpo, Su Cuerpo. (...) Este matrimonio, estas
nupcias, que tuvieron lugar en el Misterio de la Encarnación, deben
alargarse a través de toda la historia, pues el Señor quiere “atraer a
todos hacia si” (Jn 12, 32) para que finalmente Dios sea todo en
todos” (1Col 15, 28) (Cardenal Joseph Ratzinger, Santuario de Fátima,
13 de Octubre de1996).
56
Cristo en él o en ella, descubrir en su rostro el rostro del
Redentor, y al mismo tiempo aceptar lo mejor posible,
toda la verdad sobre su humanidad.
Quien busca el amor verdadero, trata de
ver a su cónyuge a la luz de la fe, como Dios lo ve. Uno
debería preguntarse, cómo ama Dios a su esposo o a su
esposa y procurar tratarlo de manera semejante.
El amor así entendido puede expresarse de
diferentes formas, aunque no siempre sea bien recibido
por el egoísmo de la otra persona. Es importante entender
que, cuando tratamos de imitar a Dios en nuestra actitud
hacia el cónyuge, aunque le causemos dolor, en realidad
no le hacemos daño.
58
5. LA FAMILIA COMO APOYO
El deseo de complementarse
59
El verdadero amor se expresa saliendo al
encuentro de las necesidades de la otra persona, para
complementarla en lo que para ella es lo más valioso. Es
un deseo de hacer plenamente feliz a la persona amada y
no de hacerse feliz a uno mismo sirviéndose de ella.15
15
“La alianza matrimonial es un misterio de profunda trascendencia,
es un proyecto originario del Creador, confiado a la frágil libertad
humana. La lectura del libro del Génesis nos ha llevado idealmente
hasta la fuente del misterio de la vida y del amor conyugal: “Hagamos
al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra... Creó Dios
al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, varón y
hembra los creó” (Gn 1, 26-27). Dios crea al hombre y a la mujer
como imagen suya, e inscribe en ellos el misterio del amor fecundo
que tiene en el mismo Dios su origen. La diferencia sexual permite la
complementariedad y comunión fecunda de las personas: “Sed
fecundos y multiplicaos, henchid la tierra y sometedla” (Gn 1, 28)
(Juan Pablo II, Homilía en la Misa a las familias, 5/3/1983,
Aeropuerto Albrook Fields, Panamá, OR 3/83, pág.16).
“Dios que ha creado al hombre por amor, lo ha llamado también al
amor, vocación fundamental e innata de todo ser humano. Porque el
hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, que es Amor (cf. 1
Jn 4, 8.16). Habiéndolos creado Dios hombre y mujer, el amor mutuo
entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible
con que Dios ama al hombre. Este amor es bueno, muy bueno, a los
ojos del Creador (cf. Gn 1, 31). Y este amor que Dios bendice es
destinado a ser fecundo y a realizarse en la obra común del cuidado de
la creación. "Y los bendijo Dios y les dijo: 'Sed fecundos y
multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla'" (Gn 1, 28) (Catecismo de
la Iglesia Católica, 1604).
El hecho de que el ser humano, creado como hombre y mujer, sea
imagen de Dios no significa solamente que cada uno de ellos
individualmente es semejante a Dios como ser racional y libre;
significa además que el hombre y la mujer, creados como "unidad de
los dos" en su común humanidad, están llamados a vivir una
comunión de amor y, de este modo, reflejar en el mundo la comunión
de amor que se da en Dios, por la que las tres Personas se aman en el
íntimo misterio de la única vida divina. (...) La imagen y semejanza de
Dios en el hombre, creado como hombre y mujer (...), expresa
también, por consiguiente, la “unidad de los dos”, en la común
60
Obviamente la madre desea entregarse a
su hijo y servirle, sin embargo espera de él reciprocidad.
Y la recibe: el hijo corresponde al amor con su sonrisa, su
mirada, con sus gestos, y esto es para la madre el mejor
premio. En esta situación es muy fácil empezar a apoyarse
en el hijo como en un ídolo. Es muy fácil olvidar que Dios
es nuestro único apoyo, y que a parte de Él no tenemos a
nadie que nos ame con amor pleno y verdadero.
61
sean la encarnación de nuestras ideas y deseos, de
nuestra visión de la persona, nos apoyamos en una
concepción muy subjetiva de la educación.
Pero de hecho amar a un hijo es desear
cuidarle conforme al designio del Creador y no al nuestro.
Los padres deben ser meros instrumentos en la
realización de la voluntad de Dios respecto de sus hijos, o
mejor dicho, de los hijos de Dios que ellos cuidan aquí en
la tierra.
En la practica se olvida muy a menudo
este principio; los padres no respetan la voluntad de Dios,
y quieren que sus hijos respondan a sus propias
expectativas. Cuando sus hijos no las satisfacen, sufren
dolorosas desilusiones. Con frecuencia les fuerzan a
adaptarse a sus sueños y planes. Pero el amor no consiste
en autorrealizarse con ayuda del hijo, sino en ayudarle a
alcanzar su propia plenitud.
64
alimento. Así daremos con nuestra vida el mejor
testimonio a nuestros hijos y nietos.
Si los padres, los educadores y todos
aquellos a quienes se confía el destino de otras personas,
no creen ni esperan que se hagan realidad los planes de
Dios, limitan enormemente los designios divinos. Si no
son capaces de mirar más allá de los acontecimientos y
esperar lo que todavía no ha sucedido, de nada servirá el
mero sentido practico de su obrar. Es verdad que cada
asunto tiene también su aspecto práctico, pero esto no
significa nada sin la dimensión sobrenatural.
Dios quiere que aguardemos con
esperanza que se hagan realidad los planes que Él tiene
para nosotros y para quienes nos rodean. Deberíamos ver
a nuestros familiares, incluso a los que consideramos
demasiado alejados de la fe, tal como Dios en su bondad
los ve. Y Él los ve ya como santos; aunque tal vez se
conviertan dentro de un año, de diez o, como el Buen
Ladrón, en el momento de la muerte. La mejor manera de
ayudarles en su camino de conversión es no contar con
ellos, sino apoyarnos en el proyecto que Dios tiene para
cada una de esas personas.
Es importante buscar apoyo en una espera
llena de esperanza de algo que todavía no ha sucedido,
pero que, como creemos profundamente, está en los
planes de Dios y cuya realización depende de nuestra
cooperación con la gracia. De esta forma las consecuencias
de apoyarnos en Dios pueden ser de provecho también
para los demás.
65
66
Segunda Parte
67
68
¿Es posible que el hombre, ese ser que
continuamente fabrica ilusiones que al parecer, le
permiten vivir, no llegue a encontrar nunca un apoyo
verdadero? La fe nos enseña que sólo Dios lo es. Por eso,
mientras el corazón del hombre no se apoye
exclusivamente en Él, tiene que experimentar
sufrimientos relacionados con el derrumbamiento de sus
ilusiones y con la lucha por evitar los apoyos humanos.
La meta de nuestra vida es permitir a Cristo que se
adueñe de nosotros y que se vuelva todo para nosotros16.
16
San Francisco de Asís se dirigía a Dios llamándole: “mi Dios y mi
todo” (cf. San Francisco de Asís Escritos, Biografías, Documentos de
la época, Florecillas de San Francisco y de sus compañeros, cap. II,
nota 2, pág. 802, BAC, Madrid 1985). Y Tomás Kempis exclama:
“¡Oh mi Dios y mi todo! ¿Qué más quiero yo y qué mayor dicha
puedo apetecer? ¡Oh sabrosa y dulce palabra! Pero para quien ama a
Dios, y no al mundo ni a lo que en él está. Mi Dios y mi todo”
(Tomás de Kempis, Imitación de Cristo, 34).
69
70
1. LA ENGAÑOSA LUZ DEL
AMOR HUMANO
71
me hubiera dejado quemar toda entera por esa luz
engañosa, si la hubiera visto brillar ante mis ojos...”17
A nosotros nos importa tanto la aceptación
y comprensión de los demás que nos parecemos a esas
mariposas que vuelan ciegamente hacia la engañosa luz
del falso amor. De esta actitud resultan la mayoría de los
sufrimientos de nuestra vida.
Quien se siente atraído como esas
mariposas por la luz del amor humano, buscando apoyo
en él, y llegando incluso a mendigarlo, recibe sólo lo que
el mundo puede dar: un substituto miserable de aquél
Amor que el corazón del hombre espera de verdad. Esta
persona, con las alas quemadas y el alma consumida, y en
la que ha sido destruido el lugar destinado para Dios,
tendrá que alejarse de esa luz, que no la puede llenar de la
verdadera felicidad. El Creador, no puede unirse de
ninguna manera a un alma en la que reina el hombre.
18
“Es menester, (...) aborrecer toda manera de poseer y ningún
cuidado le dejes tener acerca de ello: no de comida, no de vestido ni
de otra cosa criada, ni del día de mañana (...) pues no ha de olvidarse
de ti el que tiene cuidado de las bestias” (San Juan de la Cruz,
Cautelas, Contra el mundo, 2ª Cautela; Obras Completas, Editorial de
Espiritualidad, Madrid 1993, pág. 108).
74
Toda benevolencia humana manifestada en
contra de la voluntad de Dios puede convertirse incluso
en un veneno para nosotros.
Cuando san Pedro le dijo a Jesús "De
ningún modo te sucederá eso" sin duda alguna quería
mostrarle a su Amigo benevolencia y solicitud, quería
ofrecerle un apoyo psicológico. Pero las palabras:
"¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí,
porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de
los hombres!", clasifican claramente la acción de san
Pedro (cf. Mt 16, 22-23). La benevolencia humana
manifestada en contra de la voluntad de Dios puede ser
una acción "satánica", y a pesar de que suela aparecer
vestida con el hermoso manto de la cordialidad y de la
solicitud, puede constituir una fuerza destructiva, un
veneno espiritual bajo una apariencia muy peligrosa.
Lo mejor sería tener la certeza de que la
otra persona, en su relación con nosotros, no hace nada
que Dios no quiera, que cuanto hace está dentro de los
límites de su voluntad. Sólo cuando lo que recibimos de
los demás, es la recta realización de la voluntad de Dios,
no nos hiere ni destruye nuestra vida interior.
Únicamente la voluntad de Dios tiene siempre una acción
curativa, sólo ella es apoyo y salvación para el alma.
Aunque a menudo sea difícil de aceptar, por ejemplo, que
alguien, cumpliendo la voluntad de Dios, nos niegue su
ayuda, no obstante siempre será lo mejor para nosotros.
Este designio que el Creador que nos ama infinitamente
nos dirige, es una expresión del más puro amor.
Pero el hombre, débil y pecador, desea el
veneno de los halagos, se siente atraído por las
apariencias y la ficción. De aquí, precisamente, proviene
la maldad oculta en nuestro deseo de que la gente se
preocupe por nosotros, de modo que satisfaga nuestro
egoísmo, incluso aunque no esté de acuerdo con la
75
voluntad de Dios. Aunque sabemos que es veneno,
nuestro egoísmo está ávido de este tipo de alimento.
Cuando lo recibimos, el efecto siempre es
desafortunadamente el mismo: nos cerramos a la verdad
sobre nosotros mismos y volvemos a caer.
¿Cómo actuar en las situaciones en las que
Dios nos recuerda que estamos llenos de pretensiones
hacia los demás, que tendemos a apoyarnos en las
ilusiones, que somos débiles y pecadores? ¿Qué hacer
cuando estamos llenos de la codicia de los apoyos
humanos que son en realidad un veneno para el alma?
Hay un remedio eficaz para esto, tratar de ponernos en la
verdad y reconocer ante Dios: "Estoy lleno del orgullo de las
pretensiones. Y en lugar de contar sólo contigo espero
continuamente reciprocidad y amor de los demás. El
resentimiento y la amargura que hay en mi son resultado de
expectativas insatisfechas". Y con humildad y fe crecientes
repetir muchas veces: "Te doy gracias porque me amas
precisamente así como soy y me estrechas contra ti, Señor
Jesús".
19
Santa Teresita del Niño Jesús, Manuscritos Autobiográficos, 38rº;
Obras Completas, Editorial Monte Carmelo, Burgos 1998, págs. 150-
151.
76
Cuando entró en el Carmelo para
entregarse plenamente a Jesús, renunció a su padre, a
aquel a quien a ella le gustaba llamar “mi rey”, que la
amaba y comprendía, y que fue no solamente quien la
cuidó sino también su amigo más cercano. Desde el punto
de vista humano, ella lo abandonó, y lo hizo justamente
cuando él se iba quedando cada vez más inválido y
dependiente del cuidado de quienes lo rodeaban. Además
poco después contrajo una enfermedad que lo privó
significativamente de su autonomía, una enfermedad
humillante y que exigía un cuidado especial.
La actitud de Teresita ante la enfermedad
de su padre, muestra lo mucho que esta niña tan llena de
ternura estaba desapegada del afecto natural hacia la
persona más cercana. Teresita no se apoyaba
ilusoriamente en él, le amaba de forma sobrenatural, a la
luz de la fe veía en él a un futuro santo. Sabía que el único
apoyo real para él era Cristo mismo, por eso pedía
ardientemente la gracia de la santidad para su padre.
Su fidelidad a la voluntad de Dios frente a
la persona que más amaba nos lleva a pensar en María. La
Madre de Jesús no trató de acompañar humanamente a su
Hijo en su sufrimiento, no se convirtió en el Cireneo que
le ayudó a cargar la cruz hasta el Gólgota. Lo acompañó
de la forma más perfecta: respetando la voluntad de Dios,
y realizando de este modo el designio del Creador como
Madre de Jesús y futura Madre de la humanidad. Desde
entonces la relación con su Hijo es, para cada cristiano,
modelo de todas las relaciones interpersonales.
77
78
2. LAS FUERZAS ENGAÑOSAS
DEL
"YO" HUMANO
20
“...volver nuestro corazón hacia el Señor que nos ama para ponernos
en sus manos como una ofrenda que hay que purificar y transformar”
(Catecismo de la Iglesia Católica, 2711).
80
pensamientos sobre el futuro pueden incluso
perseguirnos, sobre todo en el caso particular en el que no
vemos para nosotros ninguna esperanza. Entonces nos
parecerá que todo está ya decidido de antemano, que
estamos condenados a una muerte lenta. Esto despierta
miedo y deseo de huir, por eso con frecuencia la reacción
frente a la pérdida de los apoyos es aislarse en un mundo
propio. Lo anterior puede manifestarse de diferentes
maneras, dependiendo de la etapa de la vida interior y
también del tipo de personalidad e intereses que
tengamos. Sin embargo siempre será signo de infidelidad
e incluso de rebeldía, signo de que continuamente
tratamos de buscar apoyo fuera de Dios.
En el camino hacia la comunión con Jesús,
las purificaciones no tienen por qué realizarse como a
nosotros nos parece. Nuestro Señor es completamente
libre en la elección de las maneras de purificarnos. ¿No
será que tal vez nosotros mismos agrandamos nuestros
sufrimientos y tormentos por nuestra actitud inadecuada
ante el mundo, ante el presente y el futuro, e incluso ante
el pasado?
Cuando nos preocupamos excesivamente
por el futuro y olvidamos la intervención de Dios en
nuestra vida, pisoteamos el don que nos hace hijos del
Padre Celestial, amados y rodeados de su cuidado
continuo. Si la inquietud sobre el futuro genera en
nosotros tristeza, desánimo y abatimiento, quiere decir
que ponemos en duda el amor paternal de Dios. Por eso la
preocupación excesiva por el futuro origina no sólo un
tormento psicológico, sino también espiritual, unido a la
falta de apoyo en la Providencia Divina.
81
El abatimiento y la tristeza que aparecen
cuando sucumbimos a la tentación de la preocupación
excesiva por el futuro, manifiestan claramente que Dios
no está ahí, que esta forma de pensar y esta actitud son
“nuestra obra”, en la que con frecuencia participa también
el espíritu maligno. Por eso las palabras del Salvador:
"¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí,
porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de
los hombres!" (Mt 16, 23) pueden referirse también a
nosotros.
Sucumbimos a Satanás cuando nos
preocupamos excesivamente por el futuro como san
Pedro, que ante el anuncio de Jesús acerca del sufrimiento
y la muerte que le esperaban, reaccionó oponiéndose
decididamente: "De ningún modo te sucederá eso" (Mt 16,
22). Pedro reaccionó humanamente ante la perspectiva de
la pasión y muerte de su Maestro y ante su propio
sufrimiento, y quiso remediarlo humanamente.
La tentación de la preocupación excesiva
contiene en su raíz la duda de la esperanza en que Dios
nos cuida. Pero como advierte san Maximiliano María
Kolbe, cuando nos asaltan las tentaciones contra la
esperanza, la fe y la pureza no podemos luchar contra
ellas directamente21. Las tentaciones son el guante que
Satanás nos arroja para retarnos, son su desafío directo. Y
quien se pone a luchar contra Satanás, se condena de
antemano a una derrota inevitable, pues esforzándose por
21
“Cuando viene la tentación contra la fe, contra el sexto
mandamiento, la esperanza, etc. no se debe emprender lucha contra
ella, sino, antes al contrario, dirigir el pensamiento hacia algo distinto.
En esas situaciones, es muy importante que, en el mismo instante, se
desvíe el pensamiento. Hazlo con calma, pero inmediatamente”
(Conferencias de San Maximiliano Kolbe, nº 194, 16/11/1938,
Niepokalanów, 1983, pág. 308)
82
apoyarse en sí mismo, se cree más fuerte que el espíritu
maligno.
¿Qué podemos hacer entonces?
Imagínate que te reta a duelo alguien lleno
de orgullo y mucho más fuerte que tú. Si sabes que no
eres capaz de hacerle frente, lo mejor sería no recoger el
guante. En la Edad Media este comportamiento era para
el caballero la peor de las ofensas. También Satanás queda
especialmente humillado y vencido por este tipo de
menosprecio: ignorar la tentación. De otra manera te
debilitará y te destruirá, tentándote con los pensamientos
sobre el futuro y conduciéndote a una tristeza, duda y
desánimo cada vez mayores.
22
En adelante aparecerá varias veces esta expresión “renuncia
activa”. La Hermana Lucía, expresa muy bien su sentido. Renuncia
activa puede comprenderse como el abdicar voluntariamente de algo
que es legítimo para la persona, en función de un bien mayor. Tal
actitud se constituye como el objetivo operativo y activo de apertura a
83
continuamente la preocupación excesiva por nuestro
futuro, o por el de las personas que de alguna forma nos
han sido confiadas. Cuando experimentamos tentaciones
de rebeldía, miedo o desánimo, debemos reconocer que
tenemos poca fe y que somos esclavos de los apoyos
humanos, recurriendo confiadamente a la Misericordia
Divina. Entonces, Jesús mismo, inclinándose sobre
nuestra miseria, entrará en nuestro despojamiento
venciendo barreras infranqueables para nosotros.
Podemos defendernos de la preocupación
excesiva haciendo frecuentes actos de fe, de esperanza y
de confianza, incluso aunque nos parecieran
completamente inútiles. Hay que clamar a Dios
ignorando cualquier obstáculo, como el ciego de Jericó:
“¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!” (Mc 10,47);
como Pedro cuando se hundía en las aguas: “¡Señor,
85
rebeldía ante las exigencias de Dios. De aquí precisamente
se desprende la necesidad de que sean purificadas23.
Es muy importante que en este ámbito de
la razón y la memoria queramos realizar renuncias
activas, negándonos continuamente a nosotros mismos
para abrirnos cada vez más a lo que el Padre que nos ama
quiere concedernos. Espera que poniendo en duda
nuestros propios juicios y valoraciones, y aceptando que
Él descubra la falsedad e ilusiones que hay en ellos, nos
presentemos ante Él con apertura de corazón y la
voluntad dispuesta a seguirle. Lo que cuenta sobre todo
es nuestra actitud interior: la disposición a poner en duda
nuestra forma de pensar. Cuanto más dispuestos estemos
a hacerlo, mayor disposición habrá en nosotros para
seguir la voz de Dios.
Dios quiere que uniéndonos a Él vivamos
cada vez más la vida de fe, encontrando apoyo en su
poder y en su amor. No obstante, esto es completamente
contrario a nuestros apegos y a todo nuestro sistema de
apoyos ilusorios que el espíritu de este mundo nos
sugiere. Cuanto más enraizados estén estos apoyos en
nuestras experiencias del pasado y en toda nuestra forma
de pensar, tanto más profundas serán las purificaciones
que nuestra razón y nuestra memoria necesitan. Esto
conlleva un cierto tipo de sufrimiento. Pero no hay que
23
San Juan de la Cruz dice que en el camino a la unión con Dios “para
que la inteligencia llegue a la divina unión, ha de quedar limpia y
vacía de cuanto los sentidos pueden recibir. Ha de estar también
desnuda y desmantelada de todo cuanto con claridad puede entrar en
ella. Y ha de permanecer sosegada íntimamente, callada y en ejercicio
de fe, que es el único medio inmediato y proporcionado para que el
alma se una con Dios” (Subida al Monte Carmelo, II, 9, 1; edición de
Jesús Martí Ballester, “San Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo
leída hoy”, Ediciones Paulinas, Colección Fermentos, Madrid 1991,
pág. 142).
86
tener miedo, porque el Padre misericordioso nos conduce
con gran delicadeza a través de las pruebas de la fe. Estas
han de liberarnos de apoyarnos en las ilusiones, para que
uniéndonos con Dios podamos ver más allá de lo que nos
muestran nuestra limitada razón y escasa experiencia.
Bendita debilidad
89
3. LA PURIFICACIÓN DE
LAS RELACIONES HUMANAS
El mundo que nos rodea puede cerrarnos a
Dios, cuando buscamos apoyos, en las personas o en las
cosas. Buscamos ayuda de los demás, nos apegamos a
ellos e incluso les adoramos. Todo esto representa el
mundo de nuestro extravío. Con frecuencia nos situamos
también en este mundo desorientado, provocando a los
demás para que busquen apoyo en nosotros, nos valoren
e incluso nos adoren. De este modo nuestro extravío se
hace aún más profundo.
Para salir de esta situación, hemos de mirar
el mundo desde un punto de vista contrario. Entonces
éste puede abrirnos a Dios y conducirnos a la unión con
Él. Esto es lo que sucede cuando descubrimos su
Presencia en los dones con que Él nos obsequia y en las
personas que Él pone en nuestro camino, con las que
quiere relacionarnos por medio de diferentes formas de
vínculos sobrenaturales.
Pero... ¿qué persona, por muy maravillosa
y espiritual que sea, puede ser por sí misma un verdadero
apoyo?
24
“Todo el ser de las criaturas es nada comparado con el Ser infinito
de Dios. Consiguientemente, el hombre que pone su afecto en las
criaturas es nada delante de Dios (...). De ningún modo podrá, pues,
este hombre unirse con el ser infinito de Dios, pues lo que no es, no
90
Precisamente por eso Dios tiene que
purificar, ya sea aquí en la tierra o después en el
purgatorio25, todos los vínculos con las personas que nos
lo ocultan. Es nuestro Señor quien, deseando unirse a
nosotros, hace que todos los vínculos de sangre y las
amistades sean purificadas26. Esto atañe también al
matrimonio, por eso precisamente, llega un tiempo en el
que el esposo y la esposa se sienten solos y
completamente incomprendidos por su cónyuge.
La persona que nos ama es siempre sólo un
instrumento en manos del Padre que nos ama, un don de
92
Jesús, en el período de su vida pública dijo
de sí mismo: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del
cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en donde
reclinar la cabeza“ (Lc 9, 58). Estas palabras pronunciadas
por el Salvador cuando los Apóstoles todavía le seguían
fielmente no tienen por qué significar únicamente la falta
de un lugar estable para vivir. Pueden significar también
que seguir a Cristo implica renunciar a los apoyos
humanos que buscamos en la relación con los más
cercanos.
Doble despojamiento
27 La afirmación “en mí y por mí” nada tiene que ver con la idea de
“quietismo”. Significa la actuación de Dios en nosotros al ser
penetrados por la acción del Espíritu Santo. “La espiritualidad
cristiana tiene como característica el deber del discípulo de
configurarse cada vez más plenamente con su Maestro (cf. Rm 8, 29;
Flp 3, 10. 21). La efusión del Espíritu en el Bautismo une al creyente
como el sarmiento a la vid, que es Cristo (cf. Jn 15, 5), lo hace
miembro de su Cuerpo místico (cf. 1 Co 12, 12; Rm 12, 5). A esta
unidad inicial, sin embargo, ha de corresponder un camino de
adhesión creciente a Él, que oriente cada vez más el comportamiento
del discípulo según la 'lógica' de Cristo: «Tened entre vosotros los
mismos sentimientos que Cristo» (Flp 2, 5). Hace falta, según las
palabras del Apóstol, «revestirse de Cristo» (cf. Rm 13, 14; Ga 3, 27)”
(Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae, 15).
Esta configuración cada vez más plena con Cristo, es el “verdadero
'programa' de la vida cristiana. San Pablo lo ha enunciado con
palabras ardientes: «Para mí la vida es Cristo, y la muerte una
ganancia» (Flp 1, 21). Y también: «No vivo yo, sino que es Cristo
quien vive en mí» (Ga 2, 20)” (Juan Pablo II, Rosarium Virginis
Mariae, 26).
Pueden ayudar también a comprender el sentido de la afirmación “en
mi y por mi” las palabras que Jesús dirigió a Santa Margarita María de
Alacoque: Quiero “que ya no vivas sino de la vida del Hombre-Dios;
es decir, que vivas como si no vivieses, dejándome vivir en ti, porque
soy tu vida, y no vivirás sino en Mí y por Mí. Quiero que obres como
94
El esfuerzo del corazón por evitar los apoyos humanos
28
“A los que Dios quiere purificar de estas imperfecciones los mete en
la noche oscura para conducirlos más arriba” (San Juan de la Cruz,
Noche Oscura, 1, 2, 8; edición de Jesús Martí Ballester, “San Juan de
la Cruz, Noche oscura leída hoy”, Ediciones Paulinas, Colección
Fermentos, Madrid 1985, pág. 47).
96
Nuestro Padre celestial quiere que encontremos su apoyo
en otras personas, pero sobre todo en aquellos que han
llegado a convertirse en instrumentos en sus manos.
En el proceso de las purificaciones, en
lugar de los vínculos humanos podemos adquirir
amistades espirituales por medio de las cuales Cristo
mismo nos rodeará con su cuidado especial y nos dará su
apoyo a través de otra persona. Sin embargo, no podemos
buscar en ella un apoyo meramente humano.
Aceptar una relación con alguien en un
plano exclusivamente espiritual puede resultar muy
difícil, sobre todo si antes nos unía también con esa
persona una amistad humana. Un amigo espiritual no
satisface las expectativas que generalmente vinculamos
con la amistad. Por eso deberíamos tratar de separar las
características personales de ese amigo de aquello que
Dios quiere realizar en nuestra vida a través de él. El
Creador querrá realizar sobre todo el plan que ha
pensado para nosotros, y en este sentido, la persona que
coloca en nuestro camino como instrumento suyo, se
volverá un apoyo para nosotros. Sin embargo, mientras
no sea santa, no puede darnos más que una parte de
aquello con lo que Dios quiere colmarnos a través de ella.
Sólo alguien plenamente unido a Cristo puede dar todo lo
que Dios quiere.
Practicando renuncias activas, deberíamos
pedir ardientemente la gracia de ver con los ojos de la fe
aquello que nos sucede en nuestras relaciones con los
demás. Si no tenemos suficiente fe, no podremos
extrañarnos de no recibir ayuda de aquél a través del cual
Dios quiere darnos su apoyo. La mirada de la fe nos
permitiría comprender que la otra persona por sí misma
no es capaz de ayudarnos y que en cualquier momento
podría herirnos muy dolorosamente. Sin embargo, viendo
nuestra fe, Dios puede dar gracias especiales a su
97
instrumento para que, a pesar de sus muchas
imperfecciones, se convierta para nosotros en una
prolongación de sus manos compasivas. Precisamente así
“funcionan” todos los apoyos que Dios nos da.
La Amistad sobrenatural
El establecimiento de relaciones
sobrenaturales con las personas exige un cierto cambio de
perspectiva. Si al tratar con una persona cercana
intentáramos ver en ella un don de Dios, concentraríamos
nuestra atención sobre todo en Aquél que nos obsequia.
Veríamos entonces que la lealtad al amigo tiene que ir
paralela con la lealtad a Dios, incluso aunque esto
pareciera un rechazo al don de la amistad.
La verdadera lealtad exige a veces que, si
esta es la voluntad de Dios, abandonemos incluso a un
amigo necesitado, negándole nuestro apoyo visible, como
pueden ser la amabilidad o la ayuda. Lo más importante
es que no sigamos ocultándole a Dios y que gracias a esto
le empujemos a apoyarse en Él por medio de la fe. La
persona que Dios ha puesto en nuestro camino como
amigo espiritual también puede comportarse así con
nosotros, convirtiéndose en ese momento en instrumento
de las exigencias de Dios. Podemos seguir el ejemplo
de Jesús nuestro Señor, quien al ascender al cielo, en
cierto sentido abandonó a sus discípulos. Les privó del
apoyo que les ofrecía el contacto sensible con Él,
obligándoles de alguna forma a apoyarse en la fe.
La tentación de apoyarse en un contacto
sensible, en la comprensión y el afecto humano de la
99
persona cercana regresará continuamente. Sin embargo
esta persona puede estar en oscuridades espirituales, y
entonces la barrera de incomunicación que Dios permite
en estas situaciones, a veces es difícil de superar. A
menudo nos resultará difícil aceptar estas experiencias, y
continuamente nos engañaremos esperando la
comprensión humana y la cercanía de los amigos. Esto
puede ser fuente de sufrimiento y de dolorosas
decepciones. De hecho, toda amistad humana se basa en
la suposición de que el amigo no nos fallará cuando
necesitemos su ayuda. Sin embargo, esto es una ficción.
Sólo Dios es fiel e infalible, y el hombre lo es sólo en razón
de Dios y conforme a sus designios para con nosotros.
Cuando Dios nos libera de los lazos
humanos, puede mostrarnos claramente la debilidad del
instrumento con el que se nos ha acercado hasta este
momento. Es como si quisiera decirnos: Yo soy tu apoyo, no
esta persona.
Al afrontar los diferentes problemas y
dificultades, sería bueno que tratáramos sobre todo de
apoyarnos directamente en Dios, por medio de la oración
y de actos de fe, esperanza y caridad. Sin embargo, puede
suceder que Dios quiera que busquemos apoyo en Él de
modo indirecto a través de una persona, que se convierte
de esta manera en una prolongación de su mano
compasiva. Al buscar apoyo en el amigo que Dios nos da
y al recurrir a su ayuda, deberíamos ante todo contar
siempre con Dios, que actúa a través de su instrumento.
Si por medio del don de la amistad
procuramos ver siempre al Padre que nos obsequia,
entonces nos acercaremos a la llama que, como dice santa
100
Teresita, “arde sin consumirse”29. Sólo la llama del amor
de Dios no hiere, sino que regenera, haciéndonos capaces
de elevarnos hacia Él cada vez más alto, para que estando
sumergidos en Él podamos ser transformados. La Virgen
María, al sumergirse en la llama del Amor Divino, quedó
tan transformada que veía todo y a todos
sobrenaturalmente: pensaba, percibía, y amaba a la
manera de Dios.
En definitiva, lo más importante es que nos
enamoremos de Dios y sólo de Él, para que, al unirnos a
Aquél que es el único que nos ama verdaderamente,
podamos algún día sumergirnos para siempre en la llama
transformante de su amor.
29
Santa Teresa del Niño Jesús, Manuscritos Autobiográficos, 38vº,
cap.V; Obras Completas, Editorial Monte Carmelo, Burgos 1998, pág
151.
101
102
Tercera parte
LA LIBERACIÓN DE LAS
ILUSIONES
30
Adaptación del texto original de San Juan de la Cruz: “Procure
siempre que las cosas no sean nada para ella, ni ella para las cosas;
mas, olvidada de todo, more en su recogimiento con el Esposo” (San
Juan de la Cruz; Dichos de Luz y Amor, 92; Obras Completas,
Editorial de Espiritualidad, Madrid 1993, pág. 104).
103
104
Por la actuación purificadora de la gracia y
nuestra cooperación con ella, los apoyos materiales y
psicológicos, aunque no dejan de existir, comienzan a
perder ése mágico resplandor que atrae nuestra codicia.
Pero esto no significa todavía la liberación de los apoyos
ilusorios.
Cuando Dios, queriendo atraernos a Él,
nos muestra cada vez más claramente el valor de los
dones espirituales, nuestro interés se vuelca en ellos y se
convierten en el nuevo objeto de nuestra codicia. El amor
propio se alimenta de todo lo que puede y la codicia de
siempre pone ahora sus esperanzas en ilusiones más
sutiles.
Esto puede manifestarse en la búsqueda de
apoyo en el progreso espiritual, adoptar la forma de
fariseísmo enmascarado o apoyarse en los dones
espirituales separados del Dador divino. Estos apoyos
espirituales son más sutiles que los anteriores y por lo
tanto mucho más peligrosos, por eso se necesita una
mayor vigilancia y una apertura cada vez más profunda
al amor purificador de Dios.
105
106
1. EL CARÁCTER ILUSORIO DEL
APOYO EN LA PROPIA
PERFECCIÓN
108
En el camino de la pobreza espiritual
podrás convertirte en verdadero cristiano, en un buen
marido o una esposa que ama verdaderamente, pero sólo
cuando aceptes que nunca serás propietario de las
virtudes y disposiciones interiores necesarias para ello. Es
más, deberás aceptar también las experiencias que te
convencerán de que por ti mismo no eres capaz de eso.
Sólo entonces irá naciendo en ti, en lo profundo de la
conciencia de tu propia debilidad, la certeza de que cada
vez que te entregas a Jesús y le permites guiarte
libremente, Él mismo en ti y por ti será un solícito padre
de familia, una fiel esposa o un buen cristiano. Sin
embargo, esta capacidad nunca llegará a ser tu propiedad
en la que puedas apoyarte.
Cuando en el camino de la pobreza
espiritual renazca en nosotros el deseo de poseer la
capacidad de hacer el bien por nuestras propias fuerzas,
Dios puede darnos la dolorosa gracia de despojarnos de
las ilusiones relacionadas con esto. Buscar un falso apoyo
en la posesión de alguna virtud puede provocar la
pérdida de ese don de Dios.
Sólo cuando perdamos todas las ilusiones
de que por nosotros mismos podemos ser buenos
cristianos, padres o esposos, nacerá en nosotros una
oración de súplica confiada para que Dios mismo nos
guíe. No debemos, por tanto, sorprendernos de que a
medida que nos implicamos más en nuestro trabajo
interior veamos cada vez más mal en nosotros, y
descubramos cada vez mejor nuestra dependencia de
Dios. Esta situación nos impulsa a suplicar la Misericordia
divina, gracias a la cual puede nacer en nosotros el bien,
no ya el nuestro, sino el de Cristo, que actúa en nosotros y
a través de nosotros. El camino hacia este bien pasa por el
conocimiento del propio mal y de la infinita Misericordia
de Dios que se derrama incesantemente sobre nosotros.
109
Usurpadores de virtudes
110
pisoteamos como puercos las perlas de la fe31,
considerándonos sus dueños y propietarios.
Sólo cuando el Señor nos ponga ante las
pruebas de fe, nos daremos cuenta de lo ilusoria que era
nuestra convicción de que poseíamos esta virtud.
Comenzaremos entonces a perder el apoyo, que teníamos
hasta este momento, en la orgullosa convicción de que
somos personas de fe.
Igual de ilusoria es la convicción,
proveniente del orgullo de la buena opinión sobre uno
mismo, de que la confianza en el Padre Celestial es un
apoyo en nuestra vida. Durante muchos años Dios puede
permitir que vivamos de esta ilusión, que se funda en la
vivencia sensible de la confianza y en el recuerdo de los
momentos en los que hemos experimentado claramente el
cuidado de la Providencia Divina. Sin embargo, en el
periodo de las purificaciones también esta ilusión puede
ser puesta en duda y entonces veremos la gran
desconfianza que tenemos hacia nuestro Redentor.
Los síntomas de la falta de confianza en el
amor de Dios pueden ser diversos dependiendo del
carácter y de las heridas sufridas a lo largo de la vida.
Uno de ellos es la falta de confianza en relación con
nuestro confesor habitual. En cierta etapa de la vida
interior podemos constatar que no somos capaces de tener
en él la confianza que se merece, siendo como es la
persona a través de la cual actúa Cristo, y a través de la
cual entrega su vida por nosotros y continuamente nos
salva.
El Señor, cuando nos permite ver la semilla
de la desconfianza que germina en nosotros, no quiere
31
“No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas
delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas” (Mt 7,
6).
111
que nos entristezcamos por eso, sino más bien, que con
humildad la llevemos a sus pies. Apoyándonos en la
conciencia de la propia miseria expresada en el recelo
hacia Aquél que es digno de la máxima confianza, con la
conciencia de nuestra total debilidad, podemos suplicarle
que quiera unirse a nosotros. De esta forma, nuestra
desconfianza puede ser verdaderamente vencida, si Él
mismo, uniéndose a nosotros, vive y confía por
nosotros32.
32
La expresión “por nosotros” debe entenderse en el contexto de las
palabras que Jesús dirigió a Santa Margarita María Alacoque, cf. nota
26.
112
este estado interior, como intentando “capturar” la acción
de Dios, apropiándonos de ella33.
Ningún don, ninguna gracia ni siquiera los
más sublimes y espirituales son un verdadero apoyo. El
sentimiento de seguridad construido sobre las prácticas
religiosas es una ilusión, ya que ninguna práctica puede
garantizar que estemos en el camino espiritual correcto.
No nos dan por tanto un apoyo real. Únicamente puede
darlo Dios, Dador de todos los dones. Si ponemos nuestra
esperanza en sus dones, y no en el Dador, el don separado
de Dios se convierte únicamente en una ilusión, también
el don de la oración.
Al descubrir lo injusta que es nuestra
actitud, lo mejor sería decir: Sólo Tú, Señor, puedes hacer
posible que siga teniendo facilidad para orar, para
adorarte en el Santísimo Sacramento o para meditar sobre
ti. Este milagro se escapará inmediatamente cuando lo
intente atrapar. Sólo Tú puedes hacer que desaparezca en
mí esta codicia de apoyos humanos y esta impureza hacia
tus dones.
33
“Si los que experimentan esto se saben pacificar, despreocupándose
de cualquier trabajo interior y exterior, sin inquietud de hacer entonces
nada, pronto en aquel descuido y ocio sentirán delicadamente aquella
nutrición interior, que es tan delicada que si se tiene deseo de sentirla,
no la siente, porque trabaja en el mayor ocio y descuido del alma. Es
como el aire que, si quieres cerrar en el puño, se sale” (San Juan de la
Cruz, Noche Oscura, I, 9, 6; edición de Jesús Martí Ballester, Noche
oscura leída hoy, Colección Fermentos, Paulinas 1983, pág 72).
113
naturales como sobrenaturales. Teóricamente lo sabemos,
pero en la práctica vivimos como si Aquél que nos los da
no existiera.
Al apropiarnos de los dones divinos
podemos hasta impedirle a Dios que nos obsequie con
otras gracias. Pues Él, para nuestro bien, tiene que
oponerse al orgullo (cf. St 4, 6).
También estos dones espirituales como las
promesas de Dios, dependen estrechamente de nuestra
cooperación con la gracia. Muy a menudo nos apoyamos
en las palabras de Dios de forma mágica, suponiendo que
ellas pueden ser para nosotros un apoyo
independientemente de nuestra situación espiritual.
San Juan de la Cruz, en “Subida al Monte
Carmelo” examina un ejemplo de esa actitud descrita en
el Antiguo Testamento. Haciendo referencia al primer
Libro de los Reyes, describe cómo Dios, habiéndose
enojado con el sacerdote Elí, revocó la promesa que había
hecho a su familia. El sacerdocio consistía en honrar y
glorificar a Dios. Para este fin, Dios se lo había prometido
a su padre para siempre, con la condición de que fuera
fiel a su deber. Sin embargo, cuando cesó el celo y respeto
de Elí por la gloria de Dios (porque como Dios mismo se
lamentó por medio de Samuel, honró más a sus hijos que
a Dios, ocultando los pecados de sus hijos para no
avergonzarlos), también cesó la promesa, que habría
durado siempre si su fervor y su ferviente servicio
hubieran durado.34
Este pasaje habla claramente de cómo
pueden ser de ilusorios los apoyos espirituales si
adoptamos una actitud falsa ante Dios. El sacerdote Elí
34
Cf. san Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo, Libro II, cap.
20, 4; Obras Completas, Editorial de Espiritualidad, Madrid 1993,
pág. 286.
114
abusó del don de Dios, no cooperó adecuadamente con la
gracia y por eso Dios retiró su promesa. A nosotros
también nos puede suceder que desperdiciemos el don de
la promesa de Dios, si nos olvidamos de Aquel que nos lo
obsequió y no cooperamos lo necesario con la gracia que
Dios siempre concede para mayor gloria suya.
117
2. FARISEÍSMO ENMASCARADO
La vanagloria
38
Serpiente mitológica de siete cabezas abatida por Hércules.
120
que los demás sientan de él aquello mismo, no queriendo
valer nada en corazón ajeno”39.
La persona auténticamente humilde no es
consciente de su humildad; por eso, para practicar la
humildad de forma verdaderamente humilde,
necesitamos no contar con nuestros actos de humillación,
ni apoyarnos en ellos, ni hacer de ellos nuestra riqueza.
Sólo entonces tendremos la oportunidad de que como
consecuencia de esos actos, la humildad vaya creciendo
realmente en nosotros.
39
San Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo, III, 9, 3; Obras
Completas, Editorial de Espiritualidad, Madrid 1993, pág. 350.
121
en el momento de morir, él hará madurar hermosos frutos
en el árbol de vuestra alma”40.
En teoría sabemos que existe la vida futura,
pero la realidad terrena se nos impone de una manera tan
fuerte, que vivimos como si esa vida futura no existiera.
Pensar que los frutos serán invisibles durante toda la
vida, y que madurarán únicamente en el momento de la
muerte, nos quita toda motivación natural para seguir
trabajando en nosotros mismos.
El hombre viejo que vive en nosotros se
alimenta de los frutos visibles de nuestros esfuerzos, sin
caer en la cuenta de que son ilusorios, o, lo que es peor,
que son los frutos de la actuación de Dios en nosotros, de
los cuales nos apropiamos.
La expectativa de que nuestros problemas
se resolverán sólo en el momento de la muerte nos quita
toda satisfacción oculta procedente de la conciencia de la
lucha contra la propia debilidad, así como todo el placer
que obtenemos de esta ilusión.
40
Santa Teresita del Niño Jesús, Consejos y Recuerdos, nº 27, pág.
36, Editorial Monte Carmelo, Burgos 1957.
122
incapaces de sacar a la luz nuestra miseria, si Dios no lo
hace por nosotros.
Esto no significa que podamos dejar de
practicar la renuncia activa. Dios quiere que tratemos de
humillarnos con pensamientos que desenmascaren lo que
con tanta habilidad ocultamos en el corazón: nuestra
hipocresía, nuestra inclinación a la mentira, y nuestra
falsedad. También quiere que le atribuyamos a Él, y no a
nosotros, lo que hace a través de nosotros, y que
luchemos contra la satisfacción oculta y la vanidad que
nacen en nuestro interior. Vale la pena pensar que uno es
un fariseo oculto, que sólo reconoce su miseria
externamente pero que en su interior está hinchado de
orgullo. A causa de este fariseísmo oculto merece la pena
llamarnos orgullosos, tal vez incluso peores que el
demonio, como dice san Juan de la Cruz41.
Sin embargo, la eficacia de estos esfuerzos
es muy pequeña. ¿Eres capaz, por ti mismo, de sacar a la
superficie del agua un enorme iceberg? Nuestra única
esperanza está en Dios. Si con humildad y perseverancia
te pones ante Él, reconociendo tus distintas formas de
hipocresía, tratando de pensar bien de los demás y de no
ver en ti bien alguno, puede suceder por fin un milagro.
En el momento de tu muerte Jesús se inclinará sobre tu
miseria y entonces el árbol seco de tu alma se cubrirá de
hojas; en un instante verás en él hermosos frutos, nacidos
no ya de tu actuación, sino de la Misericordia Divina.
41
Ver nota 35.
123
difíciles de percibir que son. Incluso la imitación
recomendable de seguir el ejemplo de los grandes santos,
puede estar unida a una oculta concentración en uno
mismo y a la búsqueda del progreso espiritual. En este
caso, en lugar de permitir que el Espíritu Santo mismo
nos conduzca y se ocupe de nuestro desarrollo, tratamos
de perseguir un espejismo.
Jesús pidió a santa Faustina Kowalska42
que le entregara su miseria43. Es muy importante que
42
Santa Faustina, confidente y apóstol de la Misericordia Divina, ha
sido incluida por los teólogos entre los más destacados místicos de la
Iglesia. Nació en 1905 en una pobre, numerosa y piadosa familia
campesina. A los 20 años, tras haber trabajado como empleada de
hogar en casas de familias acomodadas, entra en la Congregación de
las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia. Sus trabajos
más frecuentes fueron cocinera, jardinera y portera. Fue escogida por
el Señor como Apóstol de su Misericordia. A través de ella recordó al
mundo la verdad del amor misericordioso de Dios al hombre,
trasmitió nuevas formas de culto a la Divina Misericordia e inspiró un
movimiento de renacimiento de la vida religiosa en el espíritu
cristiano de confianza y misericordia. Falleció en olor de santidad el 5
de octubre de 1938, en Cracovia. Hoy su nombre y el mensaje de la
misericordia que le fue transmitido por Cristo es conocido en todos los
continentes del mundo. Fue canonizada por Juan Pablo II el 30 de
Abril de 2000, en el año del Gran Jubileo (cf. Santa María Faustina
Kowalska, Introducción al “DIARIO, La Divina Misericordia en mi
alma”, Editorial de los P.P. Marianos de la Inmaculada Concepción
de la Santísima Virgen, nº 1318; Stockbridge, Massachussets, 2000).
43
“Oh Jesús mío, para agradecerte por tantas gracias, Te ofrezco el
alma y el cuerpo, el intelecto y la voluntad y todos los sentimientos de
mi corazón. Con los votos me he entregado toda a Ti, ya no tengo
nada más que podría ofrecerte. Jesús me dijo: Hija Mía, no Me has
ofrecido lo que es realmente tuyo. Me he ensimismado y he
constatado de que amaba a Dios con todas las fuerzas de mi alma; y
sin poder conocer qué era lo que no había dado al Señor, pregunté:
Jesús dímelo y Te lo daré inmediatamente: Hija, dame tu miseria
porque es tu propiedad exclusiva. En ese momento un rayo de luz
iluminó mi alma y conocí todo el abismo de mi miseria” (Santa María
Faustina Kowalska, “DIARIO, La Divina Misericordia en mi alma”,
124
comprendamos bien el significado de esta indicación.
Recordemos que esto sucedió cuando estaba en una etapa
muy avanzada de su vida interior. Tal vez era el
momento en el que Jesús esperaba de ella algo que en
cierto sentido, Él mismo tenía intención de realizar en su
vida. Sólo necesitaba un estímulo para suplicarle a Jesús
que se inclinara hacia ella y para que Él mismo entregara
su miseria al Padre Celestial.
La situación de quien está todavía lejos de
la santidad de sor Faustina es diferente. Cuando trata de
entregar a Dios su miseria, comprueba con sorpresa que
esa miseria no desaparece sino que de alguna manera
regresa de nuevo a él. Es como echar al cepillo del templo,
dinero que se te ha pegado a la mano; haces la ofrenda
pero al instante, casi automáticamente, la vuelves a
“recuperar”.
La entrega de nuestra miseria a Dios puede
ser sólo una ilusión que se desvanece en las situaciones
concretas de la vida, cuando esta miseria se manifiesta de
nuevo. Entonces vemos que no la hemos entregado, que
seguimos estando igual de enfermos que antes. Vemos
que nuestra miseria está tan unida a nosotros como aquel
billete lo estaba a la mano; peor aún, está enraizada en
nosotros.
Cuando un día, Jesús mismo, se una a
nosotros, podrá entregar al Padre celestial la miseria que
llevamos dentro. Pero hoy, al encontrarnos con Él,
únicamente podemos comportarnos como cuando vamos
al médico: describir nuestros males y hablar de la
enfermedad que nos consume. De hecho no se puede
entregar la enfermedad al médico, sólo se pueden
describir sus síntomas y pedir indicaciones para curarse.
126
127
3. PARA QUE EL GRANO
VAYA MURIENDO
44
“Cuando el alma busca a Dios, mucho más le busca su Amado a
ella”, escribe San Juan de la Cruz en la Llama de Amor Viva (III,28).
Y como en el fondo se trata de llegar a la unión de amor, el santo nos
hace comprender que no habrá solamente trabajo activo, por el cual el
alma, despojándose de todo, concentra todo su amor en Dios; sino
también un trabajo pasivo, que Dios ejecuta y que el alma acepta, por
el cual Dios atrae el amor del alma, y al mismo tiempo lo concentra en
si. En nuestra vida de amor y desprendimiento, “porque amar es
despojarse por Dios de todo lo que no es Dios” (Subida al Monte
Carmelo, II, 5, 7), tiene el amor, y el desprendimiento activo, y el
amor y el desprendimiento pasivo. El alma debe darse, pero también
¡dejarse tomar!” (Obras Completas de San Juan de la Cruz,
Introducción, Ediciones Carmelo, 5ª edición, Paço de Arcos, Portugal,
págs. X-XI).
128
Uno de los terrenos importantes de las
purificaciones que el Señor realiza es el de nuestra
oración. Si la oración nos da satisfacción interior y la
impresión de que oramos bien, se convierte fácilmente
para nosotros en un apoyo humano. Si alguien se siente
como el publicano pobre de espíritu, que sólo cuenta con
el Salvador, en el fondo del alma puede considerarse
poseedor de la “patente secreta” para atraer la
Misericordia de Dios y apoyarse en esa riqueza. Solo
cuando Dios comienza a purificarnos del orgullo
espiritual y a hacernos verdaderamente pobres,
quitándonos las experiencias sensibles sobre las que hasta
ese momento habíamos construido nuestra oración, nos
vemos obligados a confiar más en Él que en nuestros
propios sentimientos.
El Padre que nos ama, nos cura así de la
ilusión de que nuestra vida espiritual nos pertenece. De
hecho rezar con facilidad no es un mérito humano sino un
don suyo. Y una gracia dada gratuitamente puede ser
retirada en cualquier momento; por eso no debemos
sorprendernos ni entristecernos cuando la perdemos.
Cuando nos priva de la comodidad espiritual que da la
oración que se apoya en las emociones, Dios quiere
empujarnos a un mayor esfuerzo de fe y a buscar apoyo
sólo en Él.
Esta puede ser una experiencia difícil, pues
vemos claramente que no somos capaces de orar. Cuanto
más convencidos estuviéramos de saber hacerlo, tanto
más nos sentiríamos como un rico desheredado, que
hasta este momento había estado sentado frente a una
copiosa mesa, y ahora tiene que contentarse con las
miserables sobras que caen de ella. Como la cananea, que
se tiene que alimentar de las migajas que caen de la mesa.
En cierta etapa de la vida interior, nos
pasará lo mismo y tendremos que alimentarnos de
129
“migajas de oración”, luchando por permanecer ante Dios
esperando confiadamente en su Misericordia. No hay que
temer que vayamos a morir de hambre. Dios derrama
sobre nosotros infinidad de migajas espirituales, incluso
aunque no las percibamos. Son tan abundantes que
bastan para satisfacer todas nuestras necesidades
espirituales. La única condición para recibirlas es
ponernos ante Dios como el mayor de los pordioseros,
extender las manos hacia Él con el gesto de mendigo y
esperarlo todo de Él.
Nuestro Salvador desea que tratemos de
implorar su Misericordia, incluso cuando tengamos la
impresión de que esto no tiene ningún valor. Sólo Dios
sabe cómo es en realidad nuestra oración. Nuestra
percepción subjetiva puede ser engañosa, como lo era la
satisfacción ilusoria del fariseo, a quien le parecía salir
justificado del templo.
Cuando nos alimentemos de las migajas de
la oración, experimentemos nuestra incapacidad y
veamos claramente quiénes somos por nosotros mismos,
intentemos entonces apoyarnos en la verdad de nuestra
miseria y esperarlo todo de nuestro Padre Celestial. No
contemos con ningún mérito propio ni con ninguna
“capacidad espiritual”, contemos sólo con su Misericordia
infinita, que nos irá purificando de la tendencia a
apoyarnos en el don de la oración separado de Dios.
Santa Teresita del Niño Jesús nos puede
ayudar a orar con su indicación: Reconocer uno su propia
nada, y esperarlo todo de Dios.45 Sus palabras nos enseñan
que no tenemos nada fuera de nuestra miseria, que
45
Santa Teresita del Niño Jesús, Cuaderno Amarillo, 6.8.8: “Es
reconocer la propia nada y esperarlo todo de Dios, como un niño lo
espera todo de su padre...” (Obras Completas, Editorial Monte
Carmelo, Burgos 1998, pág. 880).
130
separados de Dios, todos nuestros apoyos son una ficción.
Por lo tanto, ya que no tenemos otro apoyo, recurramos a
Jesús, nuestro único intercesor y abogado ante el Padre
Celestial. La pequeña santa nos invita a que con la mayor
frecuencia posible abandonemos durante la oración todos
los apoyos ilusorios, -reconoce que eres nada-, porque éstos
apoyos nos estorban para esperarlo todo de Jesús.
46
Ver nota 25.
47
“Importa mucho, y el todo, una grande y muy determinada
determinación de no parar hasta llegar a ella, venga lo que viniere,
suceda lo que sucediere, trabájese lo que se trabajare, murmure quien
murmurare, siquiera llegue allá, siquiera se muera en el camino o no
tenga corazón para los trabajos que hay en él, siquiera se hunda el
132
y ésta sólo aparece cuando, cercados por las
circunstancias, dejamos de contar con nuestras propias
fuerzas, y nos sentimos impotentes ante nuestro mal.
No nos preocupemos cuando disminuya
nuestra capacidad de obrar el bien ni cuando veamos que
seguimos estando lejos del ideal soñado de la santidad.
¿Por qué queremos continuamente demostrarnos a
nosotros mismos y a los demás que estamos en orden, que
somos capaces por fin de hacer algo, que a pesar de todo
somos buenos? ¿Queremos acaso merecer con nuestra
“bondad” el amor de Dios? ¿No será que queremos
recibir el amor del Creador a cambio de nuestros logros y
cualidades? Pero de hecho, el único intercambio posible
entre el hombre y Dios es el de recibir su perdón y su
misericordia “a cambio” de los pecados y la miseria que le
entregamos.
Las palabras de santa Teresita del Niño
Jesús sobre el reconocimiento de la propia nada y
esperarlo todo de Dios, expresan también esta verdad.
Para que la podamos aceptar y acoger, Dios nos tiene que
purificar del orgullo de la buena opinión de nosotros
mismos, que vuelve continuamente, y también de nuestra
supuesta “perfección” relacionada con él.
El orgullo impide constantemente que
pueda hacerse realidad el bien que Dios quiere para
nosotros y para el mundo. Pues aunque nuestro Creador,
es la única fuente de todo bien, por nuestro orgullo,
vivimos de espalda a Él. En lugar de esperarlo todo de
Dios contamos siempre con nosotros mismos, nos
apoyamos en nosotros y creemos sólo en nosotros.
135
Las pruebas que nos superan
49
Cf. San Juan de la Cruz, Subida al Monte Carmelo, III, 9, 3; Obras
Completas, Editorial de Espiritualidad, Madrid 1993, pág. 350.
137
nace en nosotros una satisfacción oculta cuando alguien
que queremos mucho se hace mejor o se acerca a Dios. Es
verdaderamente ridículo que seamos capaces de
apropiarnos hasta del misterio de la actuación de Dios en
el alma humana y de construirnos a partir de ella, un altar
para nuestro “yo”.
La persona que desprecia su tendencia a
apoyarse en los dones de Dios tiene la inclinación a
apoyarse directamente en Dios, a través de la fe y la
oración. Para satisfacer la necesidad natural de seguridad,
recurre a su Padre Celestial, lo busca continuamente y
quiere unirse a Él. También guarda la debida distancia
con todo lo que Dios le obsequia. Acoge cada don con
gratitud y se alegra con él, pero no fundamenta su
sentimiento de seguridad en esos dones. Sabe que
apoyarse en los dones de Dios despierta el orgullo, al que
nuestro Señor debe oponerse.
Por nosotros mismos jamás llegaremos a
esta actitud de desprecio hacia todos los apoyos ilusorios.
Solamente podemos reconocer esta verdad acerca de
nosotros mismos: que nos apegamos a todo aquello en lo
que se puede apoyar nuestra razón, nuestra memoria o
nuestra experiencia.
Si despreciamos las ilusiones de los
apoyos, es como resultado de la actuación de una gracia
divina especial. Sólo gracias a ella podemos ver nuestros
apoyos ilusorios tal como son en realidad, de lo contrario
nos seguiríamos apegando a las ilusiones y apariencias.
Es importante que procuremos aprovechar
esta gracia lo mejor posible, cada vez que se nos da. De
esto dependen muchos acontecimientos en nuestra vida:
Dios puede darnos todo si despreciamos nuestra
tendencia a buscar la ilusión de apoyarnos en aquello que
recibimos.
138
Porque de hecho, Él mismo es la Verdad y
ama en nosotros la verdad.
139
Cuarta Parte
140
141
La vida del hombre es un continuo diálogo
con el Creador, diálogo que aspira a la verdad. Y la
verdad, lo queramos reconocer o no, es que somos sólo
criaturas, cuyo capital es la debilidad, y pecadores, cuya
única riqueza es la miseria espiritual. Dios desea que,
después de reconocer esta verdad, coloquemos nuestra
debilidad frente a su omnipotencia, y la inmensidad de
nuestras infidelidades frente a su Misericordia infinita.
¿Tenemos otra salida? La realidad es que
no somos un apoyo ni para nosotros mismos ni para los
demás. Únicamente podemos agarrarnos con fuerza de la
mano del Creador, de su omnipotencia e infinito amor
para que se realice en nosotros aquel extraordinario
desposorio, ante cuyo horizonte ha querido situar nuestra
vida. El matrimonio espiritual de la “nada” humana con
el Todo divino, que ansía entregarse al hombre sin
reservas, transformarlo y llenarlo con la felicidad de sí
mismo.
142
143
1. ENCONTRAR A DIOS EN
TODO
Todo lo que Dios ha creado está penetrado
por su soplo de vida, su voluntad y su acción. El Creador
está presente en el mundo que nos rodea, en los animales,
las plantas y las cosas por el acto mismo de la creación y
por medio de la voluntad concreta que El ha establecido
para cada cosa. Pero está especialmente presente en el ser
racional, en el que mora como en su templo. Todo el
mundo creado cumple la voluntad de Dios y está lleno de
su presencia; esta presencia puede convertirse para el
pobre de espíritu en un verdadero apoyo. También los
acontecimientos que según su plan han de empujarnos
hacia Dios y llevarnos a la unión con Él, están llenos del
amor del Creador.
50
“Todo nos lleva hacia Él; las flores que crecen al borde del camino
no cautivan nuestros corazones. Las miramos, las amamos porque nos
hablan de Jesús, de su poder, de su amor, pero nuestras almas
permanecen libres” (Santa Teresita del Niño Jesús, Obras Completas,
Editorial Monte Carmelo, Burgos 1998, Carta 149, pág. 488).
145
Cuando el hombre descubre a Dios, y
reconoce su presencia en el mundo, no puede permanecer
indiferente. Tiene que elegir: o le sigue, o le da la espalda.
Es posible que Dios nos oculte su presencia en la vida
cotidiana por nuestra falta de fe. Podría ser un riesgo
demasiado grande que estando ante Él cara a cara le
diéramos la espalda, y le abandonáramos para siempre.
Dios desea que al verlo en nosotros
mismos y en la realidad que nos rodea, tratemos de
responder a esa Presencia. Si lo hiciéramos, tendríamos
otra actitud hacia las cosas, las plantas y los animales,
pero sobre todo hacia el prójimo. San Bernardo afirma
claramente que la presencia de Dios en el ser humano
tiene un carácter particular: Dios está en las criaturas
irracionales pero éstas no lo pueden comprender. Los
seres racionales pueden alcanzarlo con el conocimiento,
pero sólo los justos por el amor”51.
Si recordáramos esta presencia especial de
Dios en las personas, por respeto a ella, trataríamos de no
manipularlas, esclavizarlas, e idolatrarlas. Por temor a
crucificar a Cristo presente en el prójimo evitaríamos
apoyarnos en las personas más de lo que Dios quiere.
Sabríamos que contar con el apoyo de alguien sin tener en
cuenta a Dios, es un absurdo que ofende al Creador.
La presencia de Dios en cada persona hace
que incluso los pecados de los demás puedan estar llenos
147
singular importancia en relación a su familia y a su
pueblo.
La intervención de Dios es muy poderosa
en toda la historia de Israel, sobre todo en los
acontecimientos que pondrían a prueba al pueblo elegido
para convertirlo en el Pueblo de Dios, en la autentica
propiedad del Señor. El camino de los israelitas por el
desierto está lleno de la presencia de Dios a través de
fenómenos extraordinarios: la columna de fuego, la tierra
que se abre para tragarse a los rebeldes, el maná que cae
del cielo...
El Creador está presente no sólo en los
acontecimientos sobrenaturales, sino también cuando
actúa de manera imperceptible, ocultándose tras el velo
de las leyes de la naturaleza. El movimiento de las
estrellas en el cielo está llenos de su actuación, todo el
Cosmos se somete a su voluntad. Dios interviene en el
mundo que nos rodea en cada instante, sostiene su
existencia e influye en todo lo que sucede.
En el salmo 139 podemos encontrar recogida la
afirmación de esta verdad:
52
Salmo 139, 7-10. Traducción de la Liturgia de las Horas.
148
Dios sostiene nuestra vida en cada
momento. De hecho nadie puede prolongar su vida en la
tierra ni un instante, es nuestro Señor quien decide
cuándo hemos de morir. Todos los métodos curativos
existentes, las medicinas y técnicas quirúrgicas están
penetrados por el poder omnipresente de Dios. Gracias a
Él fueron descubiertos y Él hace que resulten eficaces o
no. Por eso, al someternos a un tratamiento médico, o
incluso al tomarnos un simple analgésico, deberíamos
ante todo pedir que Dios quiera asociar a ellos su gracia.
Sin ella ninguna medicina puede ser eficaz.
En cada situación, fácil o difícil, agradable
o dolorosa, Dios presente en ella a través de su voluntad
puede ser nuestro apoyo. Al apoyarnos en esta voluntad
cooperamos con la gracia del momento, por la cual
nuestra vida puede volverse cada vez más armoniosa,
conducirnos a la unión de nuestra voluntad con la de
Dios, y santificarnos.
53
Subrayado por la redacción.
149
conocimiento y el amor, y así alcanzarlo a Él mismo
dentro de sí, por lo tanto, en razón de esta relación
especial no sólo se dice que Dios está en el ser racional,
sino que habita como en su templo”.54
Es imposible comprender plenamente lo
que significa que el Creador Omnipotente habite en el
alma del hombre. Para entenderlo, aunque sea un poco,
podemos servirnos de algunas imágenes. San Basilio
compara el alma habitada por el “Dulce Huésped” con un
hierro sumergido en el fuego de una hoguera: “Así como
el hierro que está en el fuego no pierde su naturaleza, sino
que incandescente por la violencia del fuego adopta de
alguna manera su naturaleza, su color, su temperatura y
su actuación, transformando sus propiedades a semejanza
de las del fuego, así se santifican y divinizan las
facultades del alma, por la unión con Aquel que es la
santidad misma”.55
56
”Orad como si todo dependiese de Dios, pero trabajad como si todo
dependiera de vosotros” (Catecismo de la Iglesia Católica, 2834).
Dicho atribuido a San Ignacio de Loyola (cf. Pedro Ribadeneira,
Tractatus de modo Gubernandi, Sancti Ignatii, c. 6, 14: MH SI 65,
631); (ver nota 6).
153
ilusiones. Sin embargo, necesita llamarlas por su nombre,
tanto ante sí mismo como ante Dios.
Los únicos apoyos verdaderos son aquellos
a los que el Creador vincula su gracia. Todos los demás
apoyos, en los que Dios no está presente, se convierten en
una ficción, una mera ilusión sin consistencia. Se
asemejan a una cuenta en un banco que ha quebrado: ¿De
qué sirve tener millones en ella, si el banco ya no existe?
59 Ibidem
60
San Juan de la Cruz, Noche Oscura, II, 10, 1; Obras Completas,
Editorial de Espiritualidad, Madrid 1993, pág. 513.
155
No tengamos miedo de que, a semejanza
de la madera quemada en el fuego, nos volvamos cada
vez más negros. La causa de este miedo es el deseo de ser
útiles como los trozos de madera de los que pueden
hacerse diferentes objetos necesarios. Nos horroriza la
posibilidad de perder la buena opinión de nosotros
mismos y de volvernos ceniza negra, inútil, por eso
tenemos miedo de ser sumergidos en el fuego del Amor
Divino.
Los santos, en la medida en que se van
uniendo a Dios, descubren en sí mismos la espantosa
imagen de su miseria, descubren que en esencia son
“nada”. Uno de los síntomas de esta miseria humana, es
precisamente la búsqueda de apoyos ilusorios y la huida
de Dios, el único apoyo verdadero. La luz de la gracia
divina, al penetrar en el hombre, le muestra con toda
claridad los diversos mecanismos de estas huidas.
También le muestra lo fuertemente que están unidas estas
huidas a su vida cotidiana y lo difícil que es liberarse de
ellas.
Si Dios nos “cerca” con la conciencia de la
flaqueza psicológica y de la debilidad y con
acontecimientos que nos muestran nuestra incapacidad
para ser humildes, es para empujarnos a desear y pedir la
unión con Él. Cuando esto sucede, la madera de nuestra
alma es penetrada por el fuego del Amor Divino. El
proceso de quemar la madera se intensifica descubriendo
la negrura de la madera carbonizada, haciéndonos cada
vez más débiles y más desvalidos, y por lo tanto de nuevo
“obligados” a unirnos a nuestro Señor.
Al implorar Misericordia, el pobre de
espíritu no sabe cuánta limosna recibirá de Dios61. No
61
”El hombre es un mendigo de Dios” dice el Catecismo de la Iglesia
Católica, 2559.
156
sabe de qué o de quién se servirá el Salvador para
socorrerlo. Sólo sabe que tiene que esperarlo todo de
Dios, porque Él es su único apoyo.
La unión transformante, a la que estamos
llamados, es el encuentro del hombre con Dios, en el que
la “nada” humana ya no opone más resistencia y se deja
consumir por el Todo de Dios.
157
De hecho todo depende de Dios. A Él le
debemos nuestra veneración y respeto, lo que llamamos
“temor de Dios”62. Cuando no hay este “temor de Dios”,
damos excesiva importancia, a cuestiones de segundo
orden, a situaciones y circunstancias que frente a la
actuación de Dios son secundarias. Tememos a los
hombres y a las reglas establecidas por ellos, creyendo de
verdad que gobiernan el mundo, en vez de temer
únicamente a Dios, sin cuya voluntad nada puede
suceder.
62
El temor de Dios “constituye el fondo de toda auténtica actitud
religiosa. Así pues, en los dos Testamentos el temor y el amor se
dibujan realmente, aunque en forma diversa. Importa más distinguir el
temor religioso del miedo que todo hombre puede experimentar en
presencia de los estragos de la naturaleza o de los ataque del enemigo
(Jr 6, 25; 20, 10). Sólo el primero tiene lugar en la revelación bíblica
(...). Ante los fenómenos grandiosos, desacostumbrados, aterradores,
el hombre experimenta espontáneamente el sentimiento de una
presencia que lo desborda y ante la cual se abisma en su pequeñez (...).
Por el contrario, el temor reverencial es el reflejo normal de los
creyentes ante las manifestaciones divinas (...). El temor de Dios
comporta modalidades diversas que contribuyen, cada una en su
rango, a encaminar al hombre hacia una fe más profunda. En la
auténtica vida de fe el temor se equilibra gracias a un sentimiento
contrario: la confianza en Dios (...). Dios rodea a los hombres de una
providencia paternal que atiende a sus necesidades. “¡No temas!”, dice
a los patriarcas al notificarles sus promesas (Gn 15, 1; 26, 34); la
misma expresión acompaña las promesas escatológicas aportadas al
pueblo que sufre (Is 41, 10. 13s; 43, 1-5; 44, 2), así como las promesas
de Jesús al “pequeño rebaño” que recibe del Padre el reino (Lc 12, 32;
Mt 6, 25-34). En términos semejantes anima Dios a los profetas al
confiarles su dura misión: tendrán que habérselas con los hombres,
pero no deben temerlos (Jer 1, 8; Ez 2, 6; 3, 9; cf. 2 Re 1, 15). Así la
fe en él es la fuente de una seguridad que destierra hasta el mero
miedo humano... Los verdaderos creyentes, apoyados en su confianza
en Dios, destierran de su corazón todo temor (Sal 23, 4; 27, 1; 91, 5-
13) (Léon Dufour, Vocabulario de Teología Bíblica, Editorial Herder,
Barcelona 1996, pág. 877-878).
158
Precisamente de este temor de los hombres
viene nuestra parálisis y desánimo ante las circunstancias
adversas y los vientos contrarios que nos dificultan
alcanzar la meta. Al mismo tiempo olvidamos que sólo
hay dos posibilidades, o Dios quiere estas dificultades por
motivos que no tenemos por qué comprender, o por lo
menos las permite.
¿Quizás con todo esto quiere mostrarnos
nuestra falta de fe? Nuestra actitud hacia los hombres y
las “reglas del juego” creadas por ellos es un tipo de
idolatría: o les tenemos un miedo exagerado o les
adoramos perdidamente, despreciando al mismo tiempo
a Dios Todopoderoso. Si nuestro corazón estuviera lleno
de temor de Dios, si en cada circunstancia buscáramos
apoyo en nuestro Creador y Señor, surgiría en nosotros
un distanciamiento respecto a todos los cálculos ilusorios
de la razón no iluminada por la fe.
La sabiduría de la fe
159
se convierte entonces en fe, permitiéndonos apoyarnos en
el poder y amor infinitos del Creador.
Con frecuencia participamos en la santa
Misa y recibimos el Cuerpo de Cristo. ¡Hemos
experimentado tantos signos de la presencia y del poder
de Dios! Somos testigos del Señor que muchas veces pasa
a nuestro lado, y sin embargo, nos comportamos
continuamente como si nada viéramos ni nada
experimentáramos. Cada vez que Dios pasa por nuestra
vida es una llamada que Él nos dirige, a nosotros hombres
de poca fe: ¿Por qué dudas? Este es el mejor momento para
que reconozcas, lleno de contrición, que piensas y actúas como
si Yo no existiera. Pero no olvides que YO SOY. 63
¿Qué es todo el poder y la fuerza de este
mundo, que no es, ante Dios, el único que puede decir de
sí mismo YO SOY? Y si esto es así, ¿porqué nos
preocupamos y desanimamos? Esto no es solo una
estupidez, sino también una ofensa a Dios: porque
supone tratar a AQUEL QUE ES como si fuera impotente
ante el poder de este mundo. Dios, que en su Hijo se ha
dejado crucificar por el hombre, nos ha dado de esta
forma, una muestra de su poder y su fuerza que “se
muestra perfecta en la flaqueza” (2 Cor 12, 9). Toda
debilidad, que encontramos en nosotros mismos y en el
mundo que nos rodea, está traspasada por la fuerza de
Dios, fuerza que siempre y en todas partes constituye un
63
A la pregunta que Moisés le hace sobre su identidad, Dios responde:
“YO SOY EL QUE SOY”. Prevalece la interpretación de que aquí se
trata de explicar el nombre de Dios como Aquel que hace que algo
exista o suceda, es decir, ve en Yahvé, al Creador y Señor de la
historia. Los israelitas, al encontrar a Dios en la naturaleza y en la
historia, confesaban su fe en Él como Aquel que creó el mundo, los
eligió a ellos para ser el pueblo de la alianza y dirige los destinos de la
humanidad. (Enciclopedia bíblica, Varsovia, 1999, Prymasowka,
Seria Biblijna, pág. 407).
160
apoyo para nosotros. Esta fuerza quiere revelarse en el
mundo, aunque parezca completamente dominado por
los respetos humanos y las reglas de juego de los
hombres.
No pensemos que llegaremos a librarnos
completamente del temor de los hombres, pues es nuestra
segunda naturaleza. Sin embargo, es importante tratar
nuestra tendencia a apoyarnos en el sistema de cálculos
humanos, con cierta ironía y distancia para aprender a
burlarnos de lo que podríamos llamar “estupidez de la
incredulidad”, que tanto limita la acción de Dios.
¡Cuántas obras maravillosas y planes de Dios se
destruyen, por esta estupidez nuestra!
Nuestra única salvación es llevar a los pies
de Jesús esta “estupidez de la incredulidad” y suplicarle
que se una a nosotros, hombres que por su poca fe limitan
los extraordinarios planes de Dios. Entonces Él puede
venir y, penetrando nuestro pensamiento y nuestra
voluntad, tomar en sus manos el timón de nuestra vida.
El Creador hace depender su voluntad de la actitud
interior del hombre, por eso esta oración es la única
posibilidad que tenemos para dejar de poner obstáculos a
su omnipotencia.
161
soluciones que hasta este momento eran adecuadas, en
esta nueva etapa se vuelven inadecuadas.
La gracia actúa sobre la naturaleza, pero
existe una primacía del orden de la fe respecto del orden
natural. El orden de la fe sirve a nuestra unión con Dios,
hace que no seamos nosotros quienes dirijamos nuestra
vida, sino Cristo que vive en nosotros (cf. Ga 2, 20).
Cuando Dios quiere enseñarnos a someternos
continuamente a las inspiraciones del Espíritu Santo y a
estar atentos a su actuación, tiene que trastocar el orden
establecido hasta entonces para que no nos apoyemos
demasiado en él, estemos abiertos a la gracia del
momento y le permitamos que sea Él quien nos conduzca
con su inspiración.
“Entregar el timón” puede ser algo muy
difícil para quienes se han habituado a planear y a
organizar todo por sí mismos. Claro que si Dios nos
ilumina con la luz de la fe, vemos con claridad que esto
no supone ningún riesgo, porque tanto antes como ahora
estamos ocultos en los brazos de Dios64.
De esto mismo nos habla el mensaje que la
Santísima Virgen de Guadalupe dirigió en 1531 en México
al indio recién convertido al cristianismo san Juan Diego,
recogido y conservado por la tradición en el relato de las
apariciones. María le invita a que en la difícil situación en
que se encuentra busque su apoyo total en Ella: “Escucha,
ponlo en tu corazón, hijo mío el menor, que no es nada lo que te
espantó, lo que te afligió; que no se perturbe tu rostro, tu
corazón (...). ¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre? ¿No estás
bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu
64
Esta conciencia está muy bien expresada en el salmo 131: “Señor,
mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo
grandezas que superan mi capacidad, sino que acallo y modero mis
deseos como un niño en brazos de su madre. Espere Israel en el Señor
ahora y por siempre” (Traducción de la Liturgia de las Horas).
162
alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis
brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?”65
Todos nuestros sufrimientos seguirán
siendo un peso difícil de llevar mientras creyendo en
nosotros mismos, busquemos y contemos con los apoyos
humanos. Los brazos de María, en los que podemos
encontrar la seguridad y la felicidad, son en realidad los
brazos de Dios, que llena completamente a Aquella a
quien la Iglesia llama “Esposa del Espíritu Santo”.
65
Fidel González Fernández, Eduardo Chávez Sánchez y José Luis
Guerrero Rosado, El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan
Diego, Editorial Porrúa, México 2001, pág. 182.
163
164
3. SÓLO DIOS BASTA
66
El Catecismo de la Iglesia Católica describe a la humildad como la
“disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la
oración”, y al hombre que ora como “mendigo de Dios” (Catecismo
de la Iglesia Católica, 2559).
165
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu Reino.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Con estas
palabras el mendigo de Dios se dirige a su Creador, a su
Padre que está en el cielo. Al recurrir a Él de esta forma,
quiere honrar la grandeza del Señor de la Creación y
pedirle lo que es más importante para su propia
existencia de mendigo. Las peticiones del mendigo
definen su relación con Dios y la jerarquía de importancia
de los problemas de su vida.
Santificar el nombre del Señor, darle el
honor y la gloria que se le deben doblando las rodillas al
escuchar su Nombre (cf. Flp 2, 9-11), ¿no es, acaso,
sumergir la propia vida en el espíritu del cielo? Pedir que
venga a nosotros el Reino de Dios ¿no es también suplicar
que venga el cielo, ese cielo que el mendigo de Dios
anhela y por el cual suspira? El camino hacia esa meta
esta en la realización de la voluntad de Dios: Hágase tu
voluntad en la tierra como en el cielo. Esto es lo que reclama
el mendigo de Dios, lo que suplica y mendiga.
A continuación la oración del Señor
enumera los bienes que el mendigo de Dios debería pedir
en segundo lugar: Danos hoy nuestro pan de cada día. Estas
palabras muestran que tenemos derecho a pedir todo lo
que nos es necesario para llevar una vida digna,
sometiendo todo, claro está, a la voluntad de Dios.
Del mismo modo que el pan de cada día es
alimento para el cuerpo, el perdón de los pecados es
imprescindible para el alma del mendigo de Dios. Por eso,
inmediatamente después, pide: Perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
Desde el punto de vista de la vida eterna esto es lo más
importante, pues sin el perdón de nuestras ofensas no
puede haber salvación. Lo esencial de esta petición no es
únicamente pedir perdón por los pecados. Con estas
166
palabras el mendigo de Dios, de alguna manera pone en
jaque a su egoísmo, se pone prácticamente una soga al
cuello: si no es misericordioso con quienes le ofenden,
nada le será perdonado.
Mendigo de Dios es quien tiene conciencia
de que sin el apoyo de Dios caerá. Por eso su suplica
incluye la petición: No nos dejes caer en la tentación y
líbranos del mal. En ella está contenida también la
siguiente idea: obsequiado con libre voluntad, el pecador
no necesariamente tiene que ser tentado para caer. Incluso
aunque Dios nos preservara totalmente de las tentaciones,
podríamos seguir pecando. Por eso el mendigo de Dios
pide: “líbranos del mal”, es decir “no permitas que se
realice el mal”.
67
Joseph Ratzinger, Dogma und Verkündigung, Erich Wewel Verlag,
München 1973, pág. 123-124.
169
delante de un grande y rico emperador y luego bajar los
ojos y esperar con humildad”68.
El cardenal Ratzinger recuerda que cuando
en la celebración de la Santa Misa pronunciamos las
palabras del Kyrie eleison repetimos la súplica mendicante
del ciego de Jericó, en la que se expresa el
“reconocimiento de quiénes somos nosotros y de quién es
Dios” (cf. Mc 10, 46-52). Subraya también que por esta
actitud “nos expresamos conforme a la realidad: Señor
mío, dígnate mirarme, soy nada pero Tú eres todo; soy miserable
pero Tú eres rico, puedes curar todas las miserias del mundo.
Soy pecador y malo pero Tú eres plenitud de amor desbordante”
69.
La creciente Oscuridad
68
Santa Teresa de Jesús, Castillo Interior o Las Moradas, IV 3, 5;
Obras Completas, Editorial de Espiritualidad, Madrid 2000, pág 854.
69
Joseph Ratzinger, Ibid.
70
”El procedimiento que sigue la purgativa y amorosa noticia o luz
divina en el alma para purificarla y disponer a la unión consigo de una
manera perfecta –escribe san Juan de la Cruz- es el mismo que sigue
el fuego con la madera para transformarla consigo. El fuego material
lo primero que hace es comenzar a secar la madera, exprimiéndole la
humedad y haciéndole llorar el agua que tiene. Después la va
volviendo negra, oscura y fea, e incluso de mal olor, y, secándola poco
a poco, le va quitando todo lo que tiene feo y oscuro contrario al
fuego. Por último, comienza a inflamarla por fuera y a calentarla,
hasta que consigue transformarla en sí y dejarla hermosa como el
mismo fuego. En este momento no queda ya ninguna pasión ni acción
propia de la madera, excepto el peso y la cantidad, que son más
170
La oscuridad y negrura que van
apareciendo mientras el alma se quema en el fuego del
Amor Divino, reflejan el proceso del descubrimiento de
nuestra verdad, y por lo tanto la pérdida de apoyo en
nosotros mismos. De hecho no se puede creer en la
oscuridad ni apoyarse en ella. Esta negrura es como la del
leño carbonizado, como la de la ceniza negra.
Únicamente puede calentar e iluminar mientras esté
inmersa en el fuego. Por sí mismo no sirve para nada, no
constituye ningún apoyo. Sólo tiene valor el fuego que la
envuelve. La oscuridad del alma que se va manifestando
es una compañera inseparable de nuestras experiencias en
el camino a la santidad, cuando todas las ilusiones y
falsedades se queman gradualmente en el fuego del amor
de Dios.
No hay que asustarse porque nuestra situación sea
cada vez peor. En cierto sentido puede decirse que “tanto
peor, tanto mejor”71 Cuanta más desamparados estemos
frente al mal que vemos en nosotros mismos y cuanto más
nos volvamos a Dios por ello, tanto mejor para nosotros.
En definitiva, lo esencial es que busquemos apoyo
únicamente en Dios que, al cercarnos por medio de los
acontecimientos y las circunstancias, quiere conquistarnos
72
Santa Teresita del Niño Jesús; Historia de un alma, cap. IV, 38vº;
Obras Completas, Editorial Monte Carmelo, Burgos 1998. pág. 151.
172
en suplicar continuamente misericordia desde el fondo de
nuestra bien conocida miseria. Entonces Dios podría
poner los ojos en nuestra humildad y preservarnos de
toda caída. De este modo la Pasión que nuestro Salvador
padeció en la Cruz también por nuestros pecados
actuales, quedaría limitada sólo en la medida que es
imprescindible para preservarnos de los pecados.
174
Nos daremos cuenta, por ejemplo, de que
adquirir conocimientos no tiene ningún sentido si no es
para cumplir la voluntad de Dios. Tanto el cerebro
humano como la mayoría de las obras que hoy surgen en
el mundo se volverán algún día polvo. ¿Puede entonces
aquello que mañana se convertirá en polvo ser realmente
un verdadero apoyo? Sólo la presencia de Jesucristo
oculta en las obras que realizamos en cumplimiento de su
voluntad constituye para nosotros un apoyo real.
No sólo la realización de una actividad
concreta, sino también el retirarse de ella cuando esta es la
voluntad de Dios, puede facilitarnos el camino hacia la
comunión con Jesús y de esta manera constituir para
nosotros un verdadero apoyo. Lo mismo ocurre con todo
lo que hacemos tratando de realizar la voluntad de Dios,
con independencia de que nuestro esfuerzo sea coronado
con un éxito visible para nosotros, o por el contrario con
el fracaso.
Podemos encontrar un valioso apoyo, por
ejemplo, cuando tratamos de ayudar a alguien y vemos
que el efecto de nuestra acción es contrario al que
hubiésemos querido. No hay que sorprenderse. Si el
Señor no asocia su gracia a nuestra acción, sólo podemos
perjudicar a los demás. ¿Pueden acaso la ceniza y el polvo
negros constituir, por sí mismos, un apoyo para alguien?
Sólo pueden ensuciar a todos a su alrededor. Todo el que
trata de ayudarnos, incluso aunque no se dé cuenta, sale
ensuciado con el hollín de nuestra miseria. Ver esto es
doloroso, sin embargo, podemos encontrar en esta
conciencia de nuestro mal un profundo sentido. De hecho
no nos queda más remedio que recurrir a Jesús para que
175
Él en nosotros y por nosotros73 se encuentre con los
demás. Sólo de esta forma podremos ayudarles de
verdad. Todos los acontecimientos que nos muestran
nuestra debilidad, pecaminosidad y extravío esconden en
sí mismos una oportunidad oculta para encontrar el
apoyo verdadero, cuando confesamos ante Dios la verdad
sobre nosotros mismos y le pedimos que se una a
nosotros, que abrace con el fuego de su amor la ceniza de
nuestra alma.
73
La afirmación “en nosotros y por nosotros” hay que entenderla con
el contexto de las palabras que Jesús dirigió a Santa Margarita Maria
de Alacoque (ver nota 25).
74
Cf. San Juan de la Cruz; Subida al Monte Carmelo, I, 11, 4; Obras
Completas, Editorial Espiritualidad, Madrid 1993, pág 204.
176
El proceso de despojamiento por el que
todas las ilusiones son quemadas, puede conducirnos a
un estado en el que la gracia de Dios puede impregnar
completamente nuestra alma. Este proceso abarca todas
nuestras ilusiones acerca de quién somos y la necesidad
de ponernos delante de Dios en la verdad –como
pecadores. Así como en la última fase del proceso de
combustión de la madera, el fuego la abraza por
completo, de igual forma el proceso de las purificaciones
puede conducir a que el alma humana sea abrazada por la
“llama del amor vivo” de Dios. La persona que es
introducida en las purificaciones, al mismo tiempo que
pierde las ilusiones en los apoyos humanos, crece
incesantemente en ella la sed de Dios. Solamente
encuentra la paz en el encuentro con Él por la fe. Pero
esto le exige cuestionar todo lo que la vincula con este
mundo.
La unión con Dios se alcanza cuando nos
presentamos ante Él “desnudos”, despojados de todos los
apoyos, de todo lo que podría constituir para nosotros
cualquier tipo de valor fuera de Él. El fuego del amor de
Dios es en realidad nuestra única esperanza. Si las
ilusiones que tenemos no se queman en esta vida, esto
tendrá que suceder después de la muerte de una forma
incomparablemente más dolorosa. De hecho, en el cielo
ya no habrá apoyos ilusorios, únicamente nuestra
participación en la vida interior de Dios.
Nuestro Señor quiere unirse con nosotros y
con cada hombre ya aquí en la tierra. Quiere penetrar tan
profundamente el polvo humano que nos volvamos uno
con Él: Fuego y ceniza. Gracias a esta unión, el fuego,
inflamando la ceniza, le comunica su riqueza y su poder,
y comparte con ella todo su amor. La llama, como dice
san Juan de la Cruz, “... comenzándole a inflamar por de
177
fuera y calentarle, viene a transformarle en sí y ponerle
tan hermoso como el mismo fuego”.75
75
San Juan de la Cruz; Noche Oscura II, 10, 1; Obras Completas,
Editorial Espiritualidad, Madrid 1993.
76
Después de la muerte de Santa Teresa de Jesús, se encontró en su
breviario una hoja con un verso cuyas últimas palabras decían: “Sólo
Dios basta” (Obras Completas, Poesía “Nada te turbe”, Editorial de
Espiritualidad, Madrid 2000, Poesía 6, pág 1159).
178
Nota del autor:
Cuando no se indique otra cosa las citas bíblicas
estarán tomadas de la Biblia de Jerusalén, Desclée
de Brouwer, Bilbao 1995.
Las de San Juan de la Cruz estarán tomadas de
las Obras Completas, 5ª edición crítica, Editorial
de Espiritualidad, Madrid 1993.
179