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Revoluciones Científicas en Evolución

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Revoluciones científicas en la evolución biológica

Ruse (2008) menciona que en la actualidad para algunos académicos hablar de “revoluciones” es
un error y podría confundir, pues, aunque la racionalidad científica no es inmune a la razón política
(Rojas, 2005), tomar prestado el término para otros usos como los grandes descubrimientos podría
resultar inconveniente.

A pesar de esto, los avances en la ciencia han sido llamados de esta forma desde el siglo XVIII, en
campos como matemáticas, astronomía, biología, química y física, y hacen referencia a los grandes
giros teóricos hechos por autores como Copérnico, Newton o Lavoisier (entre otros).

Teniendo en cuenta que, adicional a lo anterior, hay múltiples definiciones de revolución, y que,
por esta razón el término puede llegar a ser conflictivo, para el presente trabajo se hará usó de las
características de revolución científica descritas por Thomas Kuhn en su libro “Estructura de las
revoluciones científicas” (1962), cuya publicación dio pie para el inicio de una historia de la ciencia
relativista, según la cual la ciencia se desarrolla a través de revoluciones entre paradigmas, y cada
hito debe exponer con detalle el transcurrir de la revolución o la consolidación de la ciencia normal
paradigmática (Cárdenas, 2023).

Es por esta razón que se podría considerar la propuesta Kuhniana como una herramienta
historiográfica que demarca los movimientos científicos, y con ellos, su propio contexto; como lo
menciona el propio Kuhn “el historiador de la ciencia puede sentirse tentado a proclamar que
cuando cambian los paradigmas, el mundo mismo cambia con ellos”, porque así parece que lo
demuestra el paso del tiempo.

Como se ha hecho evidente, en diferentes momentos de la historia de la ciencia, muchos


paradigmas, que podrían llegar a ser revolucionarios, son ignorados en el momento de su
publicación, hasta que el historiador es quien reconoce el giro en la dirección del acervo de
conocimiento y reconoce los puntos de quiebre de estos.

En este sentido, no es extraño hablar de revoluciones científicas cuando de la “evolución” se trata.


Durante el largo de los años han surgido innumerables propuestas para describir el fenómeno
evolutivo de las especies de seres vivos, en donde han confluido propuestas mecanicistas,
vitalistas, y de múltiples orígenes, pero es pues, la teoría de la Selección Natural de Darwin la que
resulta más completa y logra amasar un sinnúmero de seguidores.

Como lo observaremos, el pensamiento evolutivo ha tenido muchas etapas, y a lo largo de la


historia pre-darwiniana se crearon diferentes propuestas sobre el origen de las especies, que
daban explicación a los fenómenos en esos contextos. Además, como se explica más adelante, la
selección natural por sí sola nunca conforma una ciencia normal 1, sino que se reúnen diversas
teorías relacionadas a la evolución, que poco a poco se van consolidando.

Pero este escrito no se trata de hacer una competencia entre los paradigmas que se proponen,
para sugerir verosimilitud en uno o en otro, pues la “lucha” entre paradigmas no es el tipo de
batalla que pueda resolverse por medio de pruebas, y están implicadas más variables que la
1
La ciencia normal, fue definida por T. Kuhn como aquella investigación basada firmemente en una o más realizaciones
científicas pasadas, que alguna comunidad científica particular reconoce durante cierto tiempo, como fundamento para sus
prácticas posteriores.
inconmensurabilidad de las normas (Kuhn). El objetivo principal es más bien, identificar las
características de las teorías propuestas y reconocer su estado de paradigma, es decir su la
predominancia en cierto periodo de tiempo, revisar si se resuelven los conflictos teóricos y se
constituye una ciencia normal para finalmente concluir, si se constituyen o no en una revolución
científica, que ocurre cuando un paradigma es reemplazado completamente o en parte, por otro
nuevo e incompatible.

Actualmente, hay ciertos sectores que siguen identificando el trabajo hecho por Lamarck como
erróneo, aun cuando este se podría considerar como el padre de la biología. Sin embargo, como el
mismo Kuhn lo reconoce, la insistencia en comparar teorías es también característica de la
situación histórica en la que se acepta una nueva, lo que nos indica la posible razón de que no haya
tenido peso suficiente en su momento, pero después fuera objeto de verificación, hasta finalmente
una posible comprobación de su carácter paradigmático e incluso revolucionario.

Para esta revisión, es importante reconocer que no es Jean Baptiste de Monet caballero de
Lamarck, la antítesis de Darwin ni mucho menos. De hecho, se podría considerar a Darwin como
representante del Neolamarckismo, debido a que reconoce que la idea de la herencia de los
caracteres adquiridos no era únicamente una hipótesis, sino un hecho fundamental para explicar la
evolución. Vale la pena recordar que, entre una propuesta y otra, podemos encontrar una brecha
de 50 años, y que para cuando el libro de Darwin fue publicado, Lamarck ya había fallecido.

Hoy en día sabemos, por autoras como Eva Jablonka que la propuesta de Lamarck, probablemente
adelantada a su tiempo, puede reivindicarse desde la perspectiva genética, más específicamente,
la epigenética, que reconoce que la mutación adaptativa, la herencia epigenética, la herencia
conductual a través del aprendizaje social y la transmisión de información basada en el lenguaje,
son mecanismos que influyen en la heredabilidad de los caracteres.

Inicialmente, el Lamarckismo se podría comprender como paradigmático, pues la propuesta carece


de precedentes en varios sentidos, sin embargo, no es hasta mucho después de la muerte de
Lamarck que se empieza a considerar con más rigurosidad la teoría, aunque tuvo un grupo de
partidarios que no desapareció en todo el siglo. Típico de un paradigma, también su propuesta
estaba bastante incompleta como para dejar muchos problemas para ser resueltos y redelimitados
por un grupo de científicos. La propuesta de una teoría no necesariamente debe ofrecer
soluciones a todas las preguntas que surjan en el momento que se realizan.

Cabe recordar que en Francia, la opinión habitual era que Lamarck era una persona algo
extravagante y excepcional, y que la norma universal era el anti-evolucionismo de Cuvier (Ruse,
2008).

Su tesis, subestimada entre otras cosas por la hegemonía de la escuela Darwiniana, pudo haber
sido el inicio de un camino de piedra en construcción, que sería completado y terminado
posteriormente. Reconocer su importancia, puede darnos varias claridades. Primero, que no es
una sola “revolución científica” la que constituye el futuro de los cuerpos de conocimiento;
segundo, que el trabajo de la revisión de la historia puede clarificar ciertas malinterpretaciones y
darle un lugar de reconocimiento a los aportes de los investigadores; y tercero, nos aleja de la idea
del “Darwincentrismo” y nos demuestra que el estudio de la evolución no ha terminado, y más allá
de ser un túnel con una única salida, es un panóptico que dirige su mirada a un único objetivo, y
desde el cual se identifican muchas perspectivas, y ninguna es más o menos correcta.

Así pues, para iniciar con el cambio de paradigma es necesaria una nueva interpretación de la
naturaleza. Pero no basta con eso, sino que es hasta que la información disponible en los libros de
texto no ofrezca soluciones suficientes y aparezca el momento de “crisis” o las experiencias
anómalas. En este momento, se abre paso a la comparación y verificación entre todas las teorías
preexistentes posibles, y es aquí cuando la verificación actúa como la selección natural: “toma la
más viable de las alternativas reales, en una situación histórica particular”

Es necesario recalcar que el carácter de “paradigma” o “revolución científica” no se ajusta siempre


al pie de la letra a los postulados. En el caso de la Selección Natural, hay características que se
alejan propiamente de la propuesta de Kuhn, por lo que se sugiere que este modelo no es el más
adecuado para entender la evolución de esta área del pensamiento biológico.

Si bien es cierto que la teoría de la Selección natural constituyó una forma original de comprender
el fenómeno evolutivo, que además cambió la creencia de una creación sobrenatural por una
basada en causas naturales, que propone la idea de ancestro común, y que sustituye el modelo de
evolución dirigida por uno diversificante, vale la pena preguntarse si en este caso existió una
verdadera revolución en términos de Kuhn.

Cabe resaltar que, de forma general Darwin supuso un cambio revolucionario en el pensamiento
sobre la evolución, pues más adeptos se vieron influenciados por esta idea, y dejaron de lado una
visión religiosa (aunque Darwin en la segunda edición del Origen de las especies, menciona al
Creador como aquel que “insufló” las formas de vida), o por lo menos hubo una comprensión más
abierta hacia el término “evolución”; por lo menos “se transformó en la posición aceptada sobre
los orígenes en muchos círculos de clase media y de clase obrera, religiosos o no” (Ruse, 2008).
Pero hay que tener en cuenta que este impacto social de cambio no es suficiente para determinar
una revolución científica como tal.

Hay que tener en cuenta que, para el momento de la publicación de la obra, ya había varios
postulados que sustentaban la tesis de la Selección Natural (como Spencer, Malthus, Lyell,
Herschell, Wallace y el mismo Lamarck), y la propuesta podía acomodarse dentro del conocimiento
existente. Además,

Por otra parte, la teoría Darwiniana toma distancia del concepto propio revolucionario de Kuhn,
cuando reconocemos que a pesar de su inminente éxito y la cantidad de tiempo que ha conllevado
su proceso de estudio, aún es objeto de debate y no hay un consenso general que acepte
ciegamente la teoría, que de hecho coexiste con otras bastante reconocidas y aceptadas en igual
medida (saltacionismo, ortogénesis, lamarckismo, teoría neutral, epigenética, endosimbiosis). Otra
razón por la que se podría considerar la ausencia de una ciencia normal es que las teorías
mencionadas no se constituyen como paradigmas, porque no son paralelas entre sí, sino que unas
se nutren de otras, o no las descartan plenamente.

Uno obstáculo surge cuando se considera que las revoluciones hacen referencia exclusivamente al
“progreso”, sin reconocer que, en ciencia, por ejemplo, hay avances y retrocesos eventuales.
Probablemente, debido a las características propias de la biología (diferentes en química o física)
esta forma de pensamiento podría ser pensado más bien por etapas que incluyan unas otras como
las propuestas por Andrade (2009) que son: la etapa pre científica, la ruptura necesaria, el conflicto
entre lo interno y lo externo, la ontogenia del darwinismo, el externalismo a nivel poblacional, la
introducción de la estadística, el redescubrimiento de lo interno, las teorías de la información y de
los sistemas en desarrollo, y por último, una síntesis expandida y nuevas divergencias.

Estas etapas podrían no ser necesariamente revolucionarias, ni


estarían obligando a cambiar por completo el esquema anterior,
sino que unas incluyen a otras hasta formar un cuerpo de
conocimiento que evoluciona más de manera gradual (como lo
describe Karl Popper), y menos como un equilibrio puntuado
(Gould). Como lo menciona Rojas (2005), la teoría de Gould
podría ser compatible con las revoluciones científicas de Kuhn
(estasis – revolución – estasis – revolución).

Siguiendo estos parámetros graduales, la consolidación del pensamiento evolutivo podría ajustarse
a lo propuesto por Suppe en la teoría de la “concepción heredada”, que considera que la ciencia
progresa poco a poco, que los cambios son acumulativos, que se hacen mediante métodos
racionales, y que explica el cambio conceptual mediante procedimientos científicos (Rojas, 2005).

Como se mencionó previamente, el hecho de tomar prestado el término “revolución” del ámbito
político y el cambio social, pudo haber promovido y fortalecido desde grupos darwinianos la idea
de la propuesta de la Selección Natural como revolucionaria, pero con fines sobre todo
propagandísticos más que de análisis conceptual criterioso (Ruse, 2008) Finalmente, lo que es la
“fuerza” a la revolución política, es la “persuasión” a la revolución científica (Rojas, 2005), al fin y al
cabo, las ciencias son construcciones colectivas.

En conclusión, aunque la teoría de la selección natural de Charles Darwin es un avance significativo


en nuestra comprensión de la evolución, no cumple con los criterios de una revolución científica
según la perspectiva de Thomas Kuhn, aunque es posible identificar ciertas características sin duda
revolucionarias. Esta ha sido fundamental para cambiar nuestra forma de pensar sobre el proceso
evolutivo, pero no ha representado un quiebre radical en los fundamentos teóricos y
metodológicos de la biología. En lugar de eso, la selección natural ha ampliado y refinado
gradualmente nuestras concepciones previas sobre la evolución.

Referencias

Cárdenas, J. (2023) Programa de la clase: Historia y Sociología de las ciencias. Universidad El


Bosque.

Ruse, M. (2008) La revolución darwiniana. Claves de razón práctica N° 187. ISSN 1130-3689, Nº
187, 2008, págs. 52-61

Rojas, C. (2005) Teorías de las revoluciones científicas y teorías de las revoluciones políticas. Rev.
Filosofía Univ. Costa Rica, XLIII Número doble (109/110), 171-180, Mayo-Diciembre 2005

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