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Un Nuevo Enclave Fenicio Descubierto en La Bahia D

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Un nuevo enclave fenicio descubierto en la bahía de Cádiz: El Cerro del


Castillo, Chiclana

Article in SPAL Revista de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla · January 2008


DOI: 10.12795/spal.2008.i17.08

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Paloma Bueno Serrano


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UN NUEVO ENCLAVE FENICIO DESCUBIERTO EN LA BAHÍA
DE CÁDIZ: EL CERRO DEL CASTILLO, CHICLANA

A NEW PHOENICIAN LOCATION DISCOVERED IN THE BAY


OF CADIZ: EL CERRO DEL CASTILLO, CHICLANA

PALOMA BUENO SERRANO*


JUAN A. CERPA NIÑO**

Resumen: Los recientes hallazgos arqueológicos en el casco Abstract: The recent archeological findings in old uptown
antiguo de Chiclana han aportado nuevos datos sobre la co- Chiclana have contributed new data about the Phoenician
lonización fenicia en la bahía de Cádiz. El importante descu- settlements in the Cádiz Bay. The important discovery of
brimiento de un recinto fortificado, correspondiente al primer a fortified enclosure, in snchrony with the first Phoenician
momento de la misma y de la creación de factorías en con- colonization and also with the creation of factories within
texto peninsular, supone un avance significativo para el co- the peninsular context, constitutes a significant advance in
nocimiento de la organización territorial del momento y una the present archaeological and historiacal research. The fact
nueva fuente de datos para la investigación arqueológica e his- that we now have there Phoenician settlements in the Bay
tórica actual. El hecho de que ahora sean tres los enclaves fe- area, Cádiz, Chiclana and Doña Blanca, allows us a more
nicios existentes en la bahía: Cádiz, Chiclana y Doña Blanca accurate interpretation of the Greek text wich refered to this
(El Puerto de Santa María), permite una mejor interpretación location as Gadeira and to the Melkart temple as the “gate
de los textos griegos, que denominaban a esta zona Gadeira to the West”.
y al templo de Melkart, en Chiclana “puerta de Occidente”. Key words: Colonization, phoenicians, Bronze Final, forti-
Palabras clave: Colonización, fenicios, Bronce Final, re- fied, factories, Iron I
cinto fortificado, factorías, Hierro I

1. UBICACIÓN por un paisaje abierto con elevaciones suaves que no


superan los 40 m s.n.m. (Fig. 1).
El término municipal de Chiclana de la Frontera, Su formación geológica se manifiesta de forma va-
situado en la costa atlántica de Cádiz, se encuentra si- riada. En la zona occidental destacan las marismas forma-
tuado entre el litoral y la campiña, con escaso relieve das por arenas y arcillas que se originaron en el Holoceno.
sin llegar a superar los 200 m. Su zona más montañosa En el centro se hallan las arenas amarillas y biocalcare-
se encuentra al Este, próxima a Medina Sidonia, en la nitas (facies de roca ostionera) de origen Plioceno en-
cuenca del río Iro donde se ubican las estribaciones de tremezcladas con áreas de arenas y cantos (glacis de co-
la Loma del Lentiscar. Toda su campiña está compuesta bertura) enmarcados en el Pleistoceno Inferior y Medio.
Arcillas, yesos y areniscas del Trías ocupan la zona Oeste,
* Arqueóloga. Universidad de Cádiz. donde abundan rocas básicas muy útiles para elaborar
** Arqueólogo. Empresa de Arqueología y Restauración. elementos de uso pulimentados en época prehistórica.

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Figura 1.- Situación de Chiclana de la Frontera en la Provincia de Cádiz y en la península ibérica

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Lámina I. Vista general del Cerro del Castillo y del río Iro (Chiclana)

Todo este paisaje tan diverso, compuesto por un li- del recinto amurallado o pequeña fortificación, como
toral atlántico, campiñas de relieves suaves, abundan- hemos mencionado, desde época medieval, ocupando
tes cerros, suelos ricos para la agricultura y ganadería, una superficie aproximada de 10 hectáreas. Dentro de
constituye una extraordinaria fuente de recursos para su esta reducida zona encontramos la Iglesia Mayor de
explotación en la actualidad y también para las comu- San Juan Bautista (siglo XVIII) y la hoy desaparecida
nidades primitivas y colonizadoras que habitaron en él. Iglesia de San Martín (siglo XV) en la actual calle Con-
El núcleo urbano se halla formado por una serie de vento que organizan un conjunto urbano, en un tejido
cerros o cabezos elevados entre los que destacan el Ce- aglutinado con calles de pequeña longitud angostas y
rro del Castillo, el de Santa Ana, el Cerrillo, etc., con- tortuosas, cual merece su ascendencia medieval. A sus
formando un paisaje que se asemeja a otros enclaves pies y hacia el río se extendía la Huerta de la Plata que
tartésicos como el caso de Huelva o la costa malagueña. dio nombre a las calles que conducen a él: Travesía de
Entre todos ellos destaca el Cerro del Castillo, cargado la Plata y calle Plata. Desde la cima y en dirección E,
de historia, como han demostrado recientes investiga- se extiende el poblamiento por la ladera opuesta sur-
ciones, y origen de la ciudad actual de Chiclana. Su si- giendo así el denominado Barrio Nuevo.
tuación estratégica junto al río Iro, le otorga un impor- Mucho ha cambiado el paisaje del cerro; de ser
tante papel a la hora de ser elegido como enclave por en su origen un puerto prácticamente en plena costa
los pueblos de todas las épocas. Su denominación pro- (Fig. 2), hoy es un lugar invadido por el entramado ur-
viene de la fortificación mandada construir por Alonso bano y los sedimentos de la bahía han sustituido a las
de Guzmán “El Bueno” en 1303, de la que aún no se olas del mar. Se sitúa sobre una elevación natural, en
conocen restos (Lám. 1). un acantilado de escasa altura, junto a una pequeña en-
Para situarnos en el contexto geográfico del área, senada que debió de servir de puerto desde sus inicios.
definiremos el Cerro del Castillo como el lugar más ele- Su proximidad al mar en la antigua costa por aquella
vado de la ciudad, cuya extensión se desarrolla dentro época, justifica su elección topográfica, repitiendo los

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Figura 2. Plano de las antiguas islas de la bahía de Cádiz

esquemas desplegados en otros puntos de oriente y oc- En la primera fase se plantearon los sondeos para po-
cidente. Esta zona elegida posee dominio visual hacia der obtener una serie de datos básicos en cuanto a la den-
el mar, avistándose las islas de Cádiz y San Fernando, sidad y niveles arqueológicos, informaciones que se des-
y hacia el noroeste Medina Sidonia y la Sierra, de modo conocían, composición del terreno y localización del
que su elección se explica como puerto o desembarca- firme natural. Las peculiaridades del solar a intervenir,
dero, dado el carácter de zona comercial que debió te- aterrazado y con una pronunciada pendiente, nos llevó
ner este núcleo y la bahía en general. Por todo ello se a la realización de los mismos de forma escalonada, co-
comprende la elección tan estratégica de este enclave. menzando desde la zona más baja hacia la cima del cerro.
Antes de comenzar la intervención, el terreno que La detección de materiales arqueológicos en la zona
ocupaba el solar excavado donde aparecieron los res- baja fue inmediata, aumentando de forma paulatina
tos arqueológicos presentaba una topografía peculiar al conforme se ascendía sobre las terrazas. Desestimamos
poseer una fuerte pendiente. Fue esta orografía tan irre- profundizar en algunos de ellos por la aparición de ni-
gular la que nos llamó poderosamente la atención y nos veles arqueológicos prácticamente en superficie. Junto
hizo pensar que en la zona más alta debían existir cons- a estructuras antiguas afloraban gran cantidad de frag-
trucciones soterradas. mentos cerámicos realizados a mano, con decoración
bruñida, retícula bruñida, y a torno con engobe rojo, así
como estructuras murarias y diversos pavimentos que
2. LA EXCAVACIÓN ARQUEOLÓGICA: nos confirmaban la existencia de una ciudad fortificada
INICIO Y METODOLOGÍA de origen fenicio.
La segunda fase consistió en la excavación en ex-
Los trabajos comenzaron en septiembre de 2006 y tensión en toda la zona donde fueron detectadas es-
finalizaron en abril de 2007. La metodología utilizada, tructuras murarias, pavimentos, etc. Todos estos nive-
en cuanto a trabajos de campo se refiere, consistió en les así como las estructuras estaban afectados debido a
el planteamiento de dos fases: una primera interven- la ocupación constante del cerro en todas las épocas:
ción con la ejecución de 12 sondeos arqueológicos y desmontes de la muralla, posiblemente visible aún en
una segunda consistente en la excavación en extensión época medieval, arrasamiento parcial de los depósitos
de todo el solar. y estructuras más antiguas para la realización de silos

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Lámina II. Vista parcial del Cerro del Castillo donde se observa la extracción de tierra realizada hace unos años y los desplomes
que sufre actualmente

medievales, canalizaciones y atarjeas moderno-con- 3.1. Primera Fase. Siglo VIII a.C.
temporáneas. A esto debemos añadir dos circunstan-
cias: la primera, que toda esta zona estuvo ocupada por Podemos constatar la ocupación durante el Bronce
el cementerio de la ciudad, prácticamente en uso hasta Final del Cerro del Castillo no solo en los niveles infe-
finales del siglo XIX; y la segunda, que la existencia un riores excavados bajo los restos fenicios (Fig. 3), sino
subsuelo compuesto de arenas amarillas y biocalcareni- también en el sondeo realizado en el patio del C. P. El
tas (facies de roca ostionera) de origen Plioceno con es- Castillo, donde, bajo los estratos romanos, se excavó
casa consistencia, ha originado sucesivos y continuos parte de una estructura piriforme horadada en la base
derrumbes de la ladera Norte (Lám. II). del cerro. Esta estructura contenía un repertorio cerá-
Por otro lado debemos tener en cuenta que la inter- mico realizado a mano con características formales que
vención arqueológica realizada se halla incompleta ya podrían otorgarle cierta antigüedad. Se trata de una fosa
que la falta de tiempo y las presiones del promotor im- sobre el nivel geológico con forma de lengua de unos 50
pidieron finalizar el trabajo en algunas zonas concretas cm de espesor que contiene gran cantidad de fragmen-
que nos podrían aportar datos de vital importancia en tos de recipientes fechables en el Bronce Final (Fig. 4).
cuanto a períodos de ocupación, reformas, ampliación A un momento avanzado de esta etapa corresponde
y otros aspectos del asentamiento. el primer asentamiento fenicio, con el recinto fortificado
y las primeras habitaciones en el interior del mismo
(Fig. 5). Durante esta fase, que nosotros incluimos en
3. FASES DE OCUPACIÓN DURANTE la Fase I-II de Ruiz Mata (1979:3) o tartésico colonial u
EL BRONCE FINAL-HIERRO I orientalizante (Pellicer y otros 1983), es cuando se pro-
duce la convivencia entre población autóctona y feni-
Una vez concluida la excavación, podemos decir cios (desde el 775 a.C. hasta finales del siglo VIII a.C.).
que se documenta una sucesión de etapas o periodos De la recia y potente muralla de casernas se
cronológicos. han excavado 44,5 m lineales sin detectarse torres,

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Figura 3. Estratigrafía hallada en el sector excavado del Cerro del Castillo

contrafuertes, estructuras anexas, vanos, ni pasos, al secuencia estratigráfica con diferentes niveles de ocu-
menos al nivel que se conservaba (Lám. III). Está for- pación. Sus fases arcaica y de abandono se hallan en-
mada por dos lienzos paralelos, el exterior, de mayor tremezcladas debido al entramado urbano que se va
anchura (1,80 m), construido con mampuestos de gran produciendo con la actividad constructiva a través de
tamaño que dan solidez y consistencia a la obra, y el in- los siglos, siendo dificultoso poder determinar la se-
terior que, aunque de una anchura menor (1,30 m) con- cuencia cultural y cronológica. Aun así, los datos obte-
serva la misma potencia de la exterior (Lám. IV). En- nidos de estos primeros restos urbanos que asientan di-
tre ambos lienzos, separados por un espacio hueco de rectamente sobre un nivel estéril en su mayoría, unido
80 cm, aparecen una serie de muros transversales o ti- al análisis de las estructuras que presentan rasgos es-
rantes (80 cm) que garantizan la estabilidad tanto en trictamente orientales, permiten hablar de una funda-
altura como en anchura, repartiendo de manera equi- ción fenicia en toda regla.
tativa fuerza y peso. Estos muros forman espacios in- El registro arqueológico más abundante procede del
ternos muy pequeños (0,80 cm x 2,70 m), que fueron interior del recinto fortificado con un amplio repertorio
colmatados con un relleno uniforme de arena local que de cerámica de engobe rojo elaborado con arcillas muy
contiene ciertas inclusiones de fragmentos de cerámi- depuradas, fragmentos con decoraciones pintadas y ce-
cas realizadas a mano. rámica a mano como de cazuelas, cuencos y grandes re-
Toda la obra se halla bien trabada con una arcilla cipientes para almacenar sólidos y líquidos.
muy depurada de color rosada y marrón colocada a pe-
lladas entre los mampuestos. Se construyó y se asentó
sobre el suelo natural preparado previamente, en el apa- 3.2. Segunda Fase. Siglos VII y VI a.C.
recen en algunas zonas niveles del Bronce Final. Ado-
lece, al menos en la parte excavada hasta el momento, A la fase II del Bronce Final u Orientalizante (Ruiz
de foso defensivo, que sería innecesario si observamos Mata 1979) o tartésico colonial u orientalizante (Pe-
la pronunciada pendiente natural que conserva el pro- llicer y otros 1983) corresponden las reformas y arre-
pio cerro. Aunque los vestigios detectados en solares glos que se efectúan en la muralla. Estas reparaciones
colindantes, y de manera superficial en algunas calles nos hablan de su utilización a lo largo del tiempo. Así
adyacentes, son escasos aún y, con las reservas debidas mismo corresponde a esta fase la mayoría de los muros
para una interpretación planimétrica, creemos que el y cimentaciones excavados en el solar, así como algu-
recinto fortificado ofrece una planta cuadrangular con nos pavimentos de arcilla apisonada con nódulos de ba-
una superficie aproximada entre las 9 o 10 ha (Fig. 6). rro, precursor posiblemente del denominado opus pu-
Pertenecen a este periodo una serie de muros y pa- nicum, que pudieron ser bien contextualizados por su
vimentos de arcilla rojiza que arrancan del lienzo inte- ubicación sobre la muralla y por la cultura material re-
rior de la muralla para formar las estancias dentro del cuperada sobre ellos. Aparecen también pavimentos de
hábitat fortificado (Lám. V). Al respecto, hay que te- este tipo con la misma cronología, e incluso algo pos-
ner presente que bajo los niveles exhumados existe una terior (siglo VI a.C.), pero en la ladera baja del cerro,

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Figura 4. Material adscribible al Bronce Final hallado en el sondeo realizado en el patio del
Colegio Público El Castillo

próximo al solar de la calle Convento nº 2, donde en fe- siglos es abundante y evidencia la existencia de estruc-
chas más recientes excavamos niveles antrópicos atri- turas habitacionales formando parte de una ciudad ma-
buibles al siglo VI a.C. y un horno doméstico muy mal yor aún, en un momento donde el perímetro abarcado
conservado del que sólo quedaba el fondo (Cerpa y por la muralla ha quedado superado por las construc-
Bueno 2006). El repertorio cerámico adscribible a estos ciones. Otros muros identificados como construcciones

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Figura 5. Dibujo en planta de los restos arqueológicos hallados

de esta época han sido hallados en excavaciones reali- entre los distintos niveles difícilmente detectable. Así
zadas recientemente (2008) por otros colegas, en la ca- pues existen diversas formas microlaminares, peque-
lle Francisco Ignacio nº 2, que localizamos nosotros, ñas lascas de restos de talla, restos de descortezamiento
de manera hipotética, fuera del recinto amurallado, si- de núcleos y núcleos en los que se observa la huella
guiendo nuestra teoría de que posiblemente el trazado de extracción de pequeños cuchillos. Todas estas pie-
de la muralla se corresponda con algunos peraltes ob- zas son de sílex. Aparece también un fragmento de mo-
servados en las calles del Cerro del Castillo. lino abarquillado de piedra ostionera.
Que la industria lítica pervive en época fenicia ha
sido comprobado ya en otros yacimientos, por eso no
4. ESTUDIO DE MATERIALES constituye un dato para sostener la ocupación prehis-
tórica del cerro. Pero la importante tradición del po-
El estudio de materiales que se presenta a continua- blamiento desde fechas muy remotas en Chiclana, así
ción corresponde al análisis de todos aquellos hallados como el hallazgo de industrias líticas pulimentadas (ha-
en el interior de las dependencias que sellan la ocupa- chas) en la calle Convento nº 11-13 y en Santísima Tri-
ción en este sector del yacimiento. De los niveles infe- nidad s/n, sí nos sugieren una ocupación temprana del
riores, los materiales extraídos han sido escasos, debido mismo (Lám. VI).
a los pocos metros cuadrados excavados.

Cerámica a mano
4.1. Materiales adscribibles al Bronce Final
Es razonable la aparición de un repertorio cerámi-
Industria lítica co propio de la cultura autóctona del Bronce Final en el
yacimiento. La colonización fenicia en esta zona atlán-
Entre los distintos depósitos antrópicos se han reco- tica incidió sobre un hábitat de ocupación local, como
gido diversas piezas líticas asociadas a materiales ce- demuestra el registro arqueológico, así como un com-
rámicos de diferente cronología (a mano, autóctona y portamiento fenicio cuyo fin fue la absorción, asimila-
a torno, fenicia). Esta situación se produce por la es- ción y convivencia que trajo como consecuencia una
casa colmatación a lo largo de los siglos, que ha mo- mayor integración de la población autóctona. Es posi-
tivado una alteración estratigráfica de estos materiales ble que en los primeros contactos y durante la construc-
residuales produciendo una mezcla y contaminación ción del recinto dicha población se hallara dispersa por

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Lámina III. Vista en primer plano de la


muralla de casernas

Lámina IV. Detalle de la muralla donde


se aprecia que está formada por dos
lienzos paralelos y tirantes

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Figura 6. Posible trazado de la muralla en el Cerro del Castillo

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Lámina V. Detalle de la muralla en la C/. Ánimas, donde se puede observar la superposición de muros
y los pavimentos de arcilla roja

los distintos cerros, y que ésta fuese acogida en la nue- cuanto al tratamiento que reciben las superficies pode-
va ciudad como resultado de una convivencia pacífica, mos decir que es variado: los hay con superficie exte-
haciendo frente a la necesidad de una mano de obra de rior peinada y superficie interior alisada, bruñidos por
reducido coste. ambas caras, bruñidos solo por la cara exterior y con
Como hemos comentado con anterioridad, el ma- decoración de retícula bruñida por el interior. El barro,
terial cerámico realizado a mano presente en el sec- cocido a baja temperatura, presenta tonalidades marro-
tor excavado del yacimiento corresponde a cuencos, nes y negruzcas, a veces con desgrasantes gruesos y
cazuelas, copas y grandes recipientes para el almace- medianos.
naje de líquidos y sólidos (Lám. VII). Entre las formas Aparecen también en
abiertas la más simple corresponde a los cuencos he- este sector del yacimiento
misféricos de mediano y pequeño tamaño. Éstos gene- fragmentos de cuencos ca-
ralmente suelen corresponder a dos tipos; por un lado, renados, denominados en
hay fragmentos de cuencos que tienen un borde engro- el Bajo Guadalquivir “ca-
sado al interior, y por otro, los hay con borde simple, zuelas” y en Sureste penin-
es decir, que las paredes del vaso tienen el mismo gro- sular y Levante “platos” o
sor. Esta forma tiene paralelos en toda la campiña ga- “fuentes” (Fig. 7). Los hay
ditana (González Rodríguez y otros 1993; Bueno Se- que presentan una carena
rrano 1998), en el cercano poblado de prefenicio de fuertemente marcada, pero
Las Cumbres, datados en los siglos X-IX a.C. (Ruiz también, aparecen algunos
Mata y Pérez 1995:79), y en la Fase IIC de San Pedro, que presentan una suave
cuya cronología se sitúa aproximadamente en torno al carena (Fig. 7: 4; Fig. 8: 1 Lámina VI.
650/625 a.C. (Blázquez y otros 1979: 91, Fig. 37). En y 2; Fig. 9: 1-4). En cuanto Hacha pulimentada

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Lámina VII. Cerámica realizada a mano del Bronce Final-Hierro I

al tratamiento de las superficies, podemos decir,que al- (Bueno Serrano 1998). Se registran también peque-
gunos ejemplares presentan ambas bruñidas, consi- ños vasos bicónicos, con el borde corto, casi vertical
guiendo dar al recipiente un aspecto casi metálico; los (Fig. 9: 5). El tratamiento es el mismo que hemos seña-
hay también que combinan varias técnicas decorati- lado anteriormente, presentando ambas superficies bru-
vas por la superficie exterior, es decir, el borde aparece ñidas. Corresponden al Tipo B. I de Ruiz Mata (1995:
bruñido, mientras que desde la carena hacia abajo apa- 169) y se las denomina funcionalmente copas. Son fre-
rece peinado, o la superficie interior ha sido bruñida en cuentes en los yacimientos del Bronce Final de Anda-
su totalidad. Otros recipientes aparecen bruñidos por lucía Occidental y especialmente en el Bajo Guadal-
el exterior y por el interior, presentan el borde bruñido quivir y en Huelva, con unas cronologías que abarcan
y el resto decorado con retícula bruñida. Esta retícula desde el siglo VIII hasta el VII a.C. (Ruiz Mata y Pérez
presenta motivos lineales que se entrecruzan formando 1995: 276). Se trata de una de las formas que se atribu-
rectángulos, rombos y motivos triangulares enmarca- yen a una tradición anterior, al Bronce Final prefenicio.
dos por anchas bandas bruñidas. Las pastas cerámicas Entre las cerámicas de superficies toscas están pre-
suelen presentar tonalidades negruzcas, aunque a veces sentes las ollas de cocina de pastas poco depuradas de-
también las hay marrones. coradas con impresiones digitadas (Fig. 10). Pertene-
Dentro de todo el repertorio realizado a mano se ha- cen al Tipo G.II.a.1.a de la clasificación de Ruiz Mata
llan también los cuencos carenados o copas de reduci- (1995: 297) y a forma I de Ladrón de Guevara (1994:
das dimensiones, gran calidad de factura y ambas su- 4 y 45-47). También aparecen decoraciones similares
perficies bruñidas. Similares aparecen en el poblado del sobre algunos vasos de los Fondos XIV, XXI, I.1, XI,
Bronce Final prefenicio de Las Cumbres (Ruiz Mata y VIII, II, 1.2 de San Bartolomé de Almonte (Huelva),
Pérez 1995: 79) y en la campiña gaditana en los yaci- fechados en la 2ª mitad del siglo VIII a.C. (Ruiz Mata
mientos de Villarana, Cortijo de Santos Reyes, Cam- y Fernández Jurado 1986). Estas cerámicas se repar-
ping Bajo, Pocito Chico, Pastranilla y Casa de Rocío ten por todo el territorio tartésico, acompañando la

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Figura 7. Material
arqueológico realizado a mano
del Bronce Final-Hierro I:
Cuencos carenados o cazuelas

Fase II de Ruiz Mata (1993:278), es decir, durante el un borde, apuntado y fino en el filo, bruñido por ambas
siglo VII a.C. caras y un baquetón que pertenece a la zona central. Se
A recipientes de mayor formato corresponden los localizan también unos fragmentos pertenecientes a re-
fragmentos con cuerpos de paredes altas, un poco ex- cipientes de forma esférica con paredes perforadas en
vasadas y base plana (Fig. 11). Algunos de ellos tienen su totalidad que muestran huellas de haber estado ex-
dos asas a ambos lados, formadas por un semicírculo puestas al calor. Este tipo de recipientes se interpretan
protuberante de tipo herradura. Son muy abundantes en siempre como queseras o coladores, aunque en algunos
el conjunto cerámico, con superficies normalmente sin casos se les supone un uso metalúrgico en el proceso de
tratar o alisadas, observándose en alguno de ellos repa- copelación de plata. Éstos aparecieron cerca de un fo-
raciones con lañas. gón, por lo que suponemos su utilización en alguna ac-
Son frecuentes entre las cerámicas a mano del tividad realizada en el mismo.
Bronce Final-Hierro I, los soportes o carretes para reci- También se recuperaron algunos objetos relaciona-
pientes (Fig. 12). Éstos están también presentes entre el dos con telares o actividades domésticas. Se trata de va-
material recuperado. A este tipo de recipiente pertenece rias fusayolas y pesas.

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Figura 8. Material arqueológico realizado a mano del Bronce Final-Hierro I: Cuencos carenados o cazuelas

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Figura 9. Material arqueológico realizado a mano del Bronce Final-Hierro I: Cuencos carenados o cazuelas

4.2. Cerámica a torno fenicia Bronce Antiguo en Oriente, en el III milenio a.C. Ha-
cia 1800 a.C., evolucionan a la forma cananea que co-
a.- La cerámica fenicia de engobe rojo nocemos de pequeño plato o cuenco de base convexa
o plana con una o más piqueras o mecheros, formados
Lucernas por presión en el borde con los dedos cuando el ba-
rro aún esta tierno. En Fenicia y en toda su zona de in-
Los recipientes con función relacionada con la ilu- fluencia, incluyendo Chipre, predominan casi exclusi-
minación, utilizando como combustible aceite o grasa vamente las lucernas de un solo mechero y de menor
animal con una mecha vegetal, son comunes durante el tamaño mientras que las occidentales, bicornes o con

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Figura 10. Cerámica a mano del Bronce Final: Ollas con decoración digitada

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Figura 11. Recipiente de


grandes proporciones
realizado a mano

dos mecheros y engobadas, son más abundantes. En junto a otros mas aguados, predominando una ligera ca-
Occidente la lucerna fenicia evoluciona disminuyendo lidad en los más arcaicos, aunque en el Cerro del Cas-
de tamaño y modificando la forma de sus mecheros, pe- tillo (Chiclana) son de gran calidad y se datan a finales
queños en los siglos VIII-VII a.C., se hacen más pro- del VII o principios del VI a.C.
fundos en los siglos VI-V a.C. hasta llegar a cerrarse en Su tipología ofrece una gran diversidad en cuanto a
los siglos IV-III a.C., cuando los productos griegos co- variantes se refiere, los hay más o menos anchos y pro-
mienzan a ser cada vez más abundantes, de forma que fundos, de bordes exvasados, rectos, curvos o engrosa-
son numerosas las de barniz negro halladas junto a las dos, en ocasiones presentan acanaladuras o una arista
típicas del mundo fenicio-púnico, hasta la imposición al interior que marca su inicio, los fondos pueden ser
final de las romanas.
Este grupo aparece representado en un total de trece
fragmentos. Los restos más completos nos permiten de-
cir que se tratan de lucernas de una sola mecha (Lám.
VIII). El diámetro de estos recipientes oscila entre los
13 y 14 cm aproximadamente. Las pastas son muy de-
puradas y los engobes presentan una calidad y un bru-
ñido excelentes. Todas las piqueras presentan huellas
de uso, quemadas y manchadas de negro.

Platos

El plato de engobe rojo, predominante durante los


siglos VIII–VI a.C. y utilizado en la mesa para conte-
ner alimentos, es un componente constante en la va-
jilla fenicia y su presencia en mayor o menor medida
nos indica en cierta forma el nivel ocupacional de un
yacimiento (Lám. IX). Sus engobes no nos sirven a la
hora de precisar una cronología en función de la calidad
del tratamiento, puesto que se ha detectado la coetanei- Figura 12. Fragmentos de soporte realizado a mano,
dad de engobes rojos y marrones de aspecto esmaltado con la superficie exterior bruñida

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Lámina VIII. Lucerna de engobe rojo de una sola mecha

planos o curvos, con o sin pie. Tienden en el exterior aproximadamente. Algunos ejemplares desarrollan cierta
a la forma troncocónica muy abierta, cóncava, con el curvatura hacia el exterior con una medida entre 5 y 6
borde ligeramente vuelto y la base cóncava. En el in- mm, presentando una incisión o ranura en el labio. Otros
terior el borde se marca con una carena más o menos tienen el borde muy fino y vuelto hacia abajo, y enano de
acusada que lo separa del fondo del plato. En las formas ellos se documenta un grafito en la parte exterior. En el
primitivas del siglo VIII a.C. halladas en la península, fondo interior, donde se forma el pocillo, se observan di-
el perfil exterior, convexo con borde vuelto, es muy si- ferentes medidas que oscilan entre los 4 y 10 cm.
milar al de los platos orientales de Tiro V-IV, fechado Las pastas cerámicas utilizadas son depuradas, pre-
por P.M. Bikai entre el 750 y 730 a.C. Se confirma en sentando tonalidades ocres y naranjas; en ocasiones se
otras estratigrafías que hacia finales del siglo VII y observan desgrasantes como mica y sílice.
principios del VI a.C. el labio horizontal del plato ter- Se localizan también los platos “tipo Jardín”, sobre
mina en una ranura. Establecer una cronología en fun- todo en el estrato depositado en el exterior de la mura-
ción de la anchura del borde y del cociente del diámetro lla que hemos interpretado como basurero. Este tipo de
como plantea H. Schubart (1976: 179-196) nos parece plato aparece en el Corte CA 80/A de Carmona, en los
algo complicado y de difícil comprensión debido a una niveles 16-17 B y en el Estrato VII de Carmona (Pe-
serie de fenómenos a tener en cuenta tales como talle- llicer y Amores 1985: 86, Fig.24, fragmento 12), en
res, alfareros, estilos y diseños. Puerto 6 en el Nivel IV (570-560 a.C.) (Fernández Ju-
Representan el conjunto más numeroso encontrado rado 1988-89: lám. XXXVI: 8, 9 y 10) y en Puerto 9
en lo que a cerámica de engobe rojo de refiere (Fig. 13). (570/560-590 a.C.) (Fernández Jurado 1988-89: 81).
La mayoría se localizan en el interior de las estructu- Miden 23 cm de diámetro aproximadamente y presen-
ras fenicias: estancias, viviendas y muralla presentando tan acanaladuras por la pared exterior que correspon-
unos diámetros comprendidos entre los 20 y 27 cm den a las marcas de dedos al realizarlos.

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Lámina IX. Plato fenicio de engobe rojo

Cuencos formando parte también de las vajillas fenicias que apa-


recen en los asentamientos autóctonos del Bronce Fi-
Es la forma que, junto a los platos, ofrece una gran nal-Hierro de la campiña gaditana (Bueno Serrano 1988:
variedad, tanto si son de engobe rojo como grises, pin- 103). Las pastas son similares a la de los platos, e igual
tados o sin tratamiento. Presentan formas semiesféricas ocurre con los engobes, elaborados con una calidad exce-
o cuerpos carenados, con bordes rectos, engrosados, lente. La única diferencia que se aprecia en el conjunto es
entrantes, inclinados, exvasados al exterior o acanala- que algunos presentan toda la superficie interior cubierta
dos. Los fondos son planos o curvos y en ocasiones re- hasta el borde, mientras que otros, sólo cubren la mi-
hundidos, pudiendo llevar un pie (Fig. 14: 2-4). tad superior de este. Otros ejemplares presentan engobe
Los de engobe rojo, muy difundidos en el siglo VIII desde el borde hasta la mitad del recipiente, y sobre estos
a.C., desaparecen en el siglo VI a.C., cediendo su lugar dos filetes negros, tratándose de una versión occidental y
a piezas sin decorar que alcanzarán gran difusión en el local de la decoración “black on red” oriental, junto al re-
mundo ibérico, sin olvidar los cuencos grises, que perdura- pertorio cerámico que estamos citando. En otros casos se
ran al igual que los pintados al menos hasta el siglo V a.C. decora el borde y se interrumpe hasta la mitad del vaso
Aunque en un menor porcentaje, pero siendo también donde se vuelve a trazar otra línea de color rojo.
muy numerosos, aparecen los cuencos. Suelen ser de ta-
maños aproximados, con diámetros de 22 cm; la única
salvedad es que algunos presentan el borde simple, es de- Cuencos carenados o páteras
cir, con el mismo grosor en toda la pared del recipiente
y otros en cambio, tienen el borde engrosado al interior. Se trata de formas abiertas con carenas bajas y pe-
Éste tipo recipiente es muy frecuente en todos los yaci- queños bordes exvasados. Los tamaños de boca son va-
mientos fenicios de Andalucía Occidental y Oriental, riables, entre 16 y 18 cm. Las pastas son tan depuradas

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Figura 13. Platos fenicios de engobe rojo

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Figura 14. Dibujo de cuencos de engobe rojo

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Figura 15. Dibujo de urna, cuenco carenado y cuenco

como las anteriores y los engobes oscilan entre el co- fig. 20). En Morro de Mezquitilla se documenta desde
lor marrón y el rojo (Fig. 15: 2). Se trata de un tipo que los comienzos de la fundación fenicia (Schubart 1985:
está documentado en el Castillo de Doña Blanca desde 153, fig. 5: b y d); en Huelva, en cambio, sólo apare-
el siglo VIII a.C. (Ruiz Mata1992: 38, fig. 2), pervi- cen a partir del siglo VII a.C. (Rufete 1988-89: 31-34,
viendo durante el siglo VII a.C. (Ruiz Mata 1992: 84, fig. 7 y 8).

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Jarritas y ampollas Su cronología en Occidente abarca desde el si-


glo VIII hasta principios del siglo VI a.C., localizán-
Las jarras con engobe rojo se utilizaron como con- dose los ejemplares más antiguos en Morro de Mez-
tenedores de líquido, agua, vino o aceite, y se docu- quitilla (Schubart 1985: 141-174), Doña Blanca (Ruiz
mentan en Oriente desde fines del II milenio a.C., evo- Mata 1985: 246, fig.2), Cerro de San Cristóbal y El Ca-
lucionando su forma desde el siglo IX a.C., con los rambolo, todos ellos datados entre mediados y la se-
tipos arcaicos de cuerpo globular, hombros o cuello gunda mitad del siglo VIII a.C. Del siglo VII a.C. son
troncocónico cóncavo, boca trilobulada y asa geminada los de Trayamar (Negueruela 1983: 262) y Cerro del
o simple, fechados en los siglos IX–VIII a.C., hasta los Mar, en tanto que de principios del VI a.C., sería el pro-
tardíos, con el cuello cónico rectilíneo convexo, del si- cedente de Cortijo de Montañés.
glo VII a.C. típicos de Occidente, que aparecen en los Entre los fragmentos cubiertos de engobe rojo se ha
niveles IX, segunda mitad del siglo IX a.C., y IV (760– identificado uno como parte del cuello de un oinocóe.
740 a.C.) de Tiro. La pasta es anaranjada y presenta desgrasantes de mica.
Es una forma frecuente en los yacimientos fenicios Las paredes del recipiente son finas y bien cuidadas.
de la Península Ibérica, habiéndose hallado ejemplares
completos en diferentes necrópolis (Laurita, Trayamar,
Toscanos y Cerro del Mar), por lo que se les aducía un Quemaperfumes
carácter funerario. En los establecimientos fenicios de
Mezquitilla, Cerro del Villar, Adra, La Fonteta, Cho- Otros recipientes que se documentan son los cono-
rreras y Doña Blanca solo han aparecido fragmentos, cidos habitualmente como quemadores de perfumes.
al igual que en yacimientos tartesios como Carmona y Su uso parece tener un sentido ritual, bien para quemar
el Carambolo. perfumes y sustancias aromáticas, bien como lampari-
Las jarras y ampollas, aunque en número reducido, llas. Están formados por uno o dos platos o cuencos que
se encuentran presentes en unos nueve fragmentos que pueden presentar una carena en uno o en ambos reci-
corresponden a asas y golletes. Las pastas presentan ca- pientes, aunque se conocen con las paredes de tenden-
racterísticas similares a las anteriores y los engobes la cia rectas. El que consta de dos cuerpos superpuestos
misma calidad. se halla unido mediante un vástago hueco que parte del
centro del inferior. Los de un solo recipiente están for-
mados por un cuerpo cóncavo que reposa sobre un vás-
Jarros de boca de seta tago circular que lo eleva en forma de copa.
Los prototipos se crean en Oriente donde los encontra-
Los jarros de boca de seta tienen un amplio labio mos en yacimientos como Kitión en Chipre, de donde pro-
fungiforme, cuello alto y estrecho, cuerpo globular u cede un ejemplar fechado a principios del siglo VIII a.C.
ovoide, base algo cóncava y una pequeña asa semicir- En el Cerro del Castillo hay dos fragmentos que pertenecen
cular de sección circular, situada en la parte inferior del al mismo recipiente (Fig. 14: 1). Tiene forma de casquete
cuello y hombros. Se conocen ejemplares donde el en- esférico, aunque le faltaría un filo que parece arrancar a la
gobe rojo ocupa todo el vaso; otros cuya decoración, a mitad del borde, y un diámetro de 11,5 cm. Conserva el
bandas rojas y negras, solo abarcan la parte superior; y arranque del pie que lo elevaba en forma de copa, presen-
algunos, los más tardíos, sin ningún tipo de coloración. tando huellas de uso y resto de decoración en rojo.
Debido a la forma de la boca debió usarse para conte-
ner sustancias perfumadas o bálsamos para ungüentos
que se extendían sobre su superficie plana. b.- Cerámica común
Su origen aún no está claro, habiendo aparecido sus
prototipos en el Bronce Reciente de Siria, Palestina y Trípodes
Chipre, en la segunda mitad del II milenio a.C., como
una evolución de ciertos vasos micénicos o como deri- Otro tipo cerámico habitual en los asentamientos fe-
vación de los de tocador egipcios. Teniendo en Oriente nicios, sin que se hayan localizado, al menos hasta el mo-
sus formas más arcaicas, del siglo XIV–XIII a.C. en mento, en necrópolis y poblados indígenas es el trípode.
Ugarit, del siglo X–IX a.C. se hallaron en Tell-Beit- Presenta un fondo curvo, tres pies cortos de sección cua-
Mirsim, Ain Shems y Jericó, del siglo IX a.C. en Meg- drangular o con tendencia triangular que se separa del
gido y Lakish, del siglo IX–VIII a.C. en Khaldé, Achiv cuerpo mediante una acanaludara. Aparecen tanto sin
y Tiro y del siglo VII–V a.C. en Athlit. tratamiento como con engobe rojo sobre el borde.

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Su funcionalidad y evolución presenta dudas aun- Ánforas


que se ha sugerido que pudieron usarse para moler,
guardando relación con los morteros y teniendo su Son recipientes de almacenamiento y transporte que
origen en los trípodes orientales hechos en piedra. Su presentan una amplia gama y diversidad ya que pue-
cronología comprende desde el siglo VIII a.C. (Casa den llevar decoración pintada, engobe rojo o bien nin-
de Montilla, Chorreras y Doña Blanca) hasta el siglo gún tratamiento. Como es lógico, en un yacimiento de
V a.C. (Cádiz). indudable importancia comercial las ánforas son abun-
Se localizan siete fragmentos de trípodes simila- dantes, y aunque requieren un estudio más profundo,
res a los que aparecen en el Castillo de Doña Blanca se han distinguido varios tipos. La más frecuente es la
(Ruiz Mata y Pérez 1995: 82, fig. 18), entre las cerá- de “saco” de cuerpo piriforme o de tendencia globu-
micas fenicias occidentales del siglo VIII a.C., con lar con una carena alta y marcada, cerca de la cual na-
acanaladura bajo el borde y otros similares a for- cen las asas de sección circular; sus bordes tienen sec-
mas del siglo VII a.C. (Ruiz Mata y Pérez 1995: 85, ción triangular o son más rectos y exvasados al exterior,
fig. 21). y fondos curvos. Las más recientes muestran un estre-
chamiento del cuerpo bajo la carena; sin embargo la
mayor diferencia parece estribar en las formas de los
Lebrillos bordes, generalmente más modernos los engrosados
y más arcaicos los de tendencia recta. Correspondien-
Son recipientes de gran diámetro, con bordes rec- tes al tipo T-10.1.1.1 de Ramón Torres (1995), son cua-
tos o engrosados hacia el exterior, paredes esféricas se- tro bordes que se fechan en la mitad o segundo cuarto
paradas del borde mediante una carena muy marcada del siglo VIII a.C. (Fig. 16: 3, 4, 5). La pasta cerámica
y fondos curvos. Aparecen en el siglo VI a.C., encon- es de color ocre, con desgrasantes silíceos. Se trata de
trándose muy difundidos entre los asentamientos ibé- un modelo anfórico de gran importancia ya que es el
ricos y turdetanos, aunque se localizan también en ya- primero que se fabricó en los centros fenicios del área
cimientos de tradición semita y dentro de zonas de del Estrecho de Gibraltar o, al menos, en muchos de
hábitat en el ámbito fenicio-púnico. En el Castillo de ellos. A otro tipo, al T-10.1.2.1 (Ramón Torres1995),
Doña Blanca están presentes entre las cerámicas del si- corresponden la mayor parte de las ánforas recupera-
glo VI a.C. (Ruiz Mata y Pérez 1995: 87, fig. 23). Con- das, con una cronología que se fechan a partir del se-
tinúan a lo largo de los siglos V-IV a.C., aunque con las gundo cuarto o mitad del siglo VII a.C. (Fig. 17). La
carenas menos marcadas. mayoría presentan una pasta cerámica de color ocre-
En Chiclana se registraron un total de diez frag- anaranjado, con desgrasantes silíceos. A este tipo co-
mentos de lebrillos, cuyas pastas son de color ocre o rresponden los fragmentos que fueron recuperados en
verdes. los niveles de relleno excavados en el exterior de la mu-
ralla, considerados como pertenecientes a una zona de
vertido de basuras y materiales inservibles. Ánforas si-
Morteros milares aparecen en el cercano yacimiento del Casti-
llo de Doña Blanca, donde se datan desde finales del si-
Parecen ser los continuadores de los cuencos-trípo- glo VIII a.C., y están presentes en contextos indígenas
des que hemos visto con anterioridad según algunos au- desde al menos el siglo VII a.C., siendo el tipo de án-
tores. Surgen a partir del siglo VI a.C., tienen bordes fora más difundido. En las postrimerías del siglo VII
muy gruesos y anchos de sección triangular, en oca- a.C., se detecta su fabricación en lugares indígenas bajo
siones con acanaladuras, cuerpos redondeados y bases influencia fenicia.
planas, siendo abundantes sobre todo durante los siglos A un momento más avanzado, cronológicamente
V-IV a.C., cuando los bordes, más gruesos y menos hablando, pertenecen los fragmentos del tipo T-10.2.1.2
triangulares, pueden llevar una hendidura en su parte de Ramón Torres (1995), que se fechan en la segunda
superior. Sólo se conocen ejemplares procedentes de mitad del siglo VI a.C., concretamente en 530-510 a.C.
poblados en el mundo fenicio-púnico, siendo corriente El lugar de fabricación de estos tipos de ánforas se si-
su presencia en yacimientos indígenas. túa en los centros fenicios del área del Estrecho de Gi-
Varios de estos morteros se han documentado en braltar. Seguramente también se fabricaron en los hor-
Chiclana, similares a los que aparecen en el Castillo de nos de Kuass.
Doña Blanca en los siglos IV-III a.C. (Ruiz Mata y Pé- También está representado el tipo T-1.3.1.1 de Ra-
rez 1995: 91, fig. 27). món Torres (1995), derivado de T-1.2.1.1. Se data este

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Figura 16. Ánforas

tipo de recipiente hacia el siglo V y finales del VI a.C. Así mismo se han clasificado dos bordes del tipo
Entre el repertorio está también presente otro recipiente T-2.1.1.2. Se trata de un tipo de relativa trascendencia
anfórico de cuello corto, que se corresponde con el tipo en la trayectoria subsiguiente de una serie de formas
T-1.3.2.4 de Ramón Torres (1995); se fabricó en el área púnicas del Mediterráneo Central. Se fechan a fina-
suroriental de la Península Ibérica, como Villaricos y les del siglo VII a.C. y primer tercio o cuarto del siglo
otros centros próximos. VI a.C., siendo su momento álgido entre 600-575 a.C.

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Figura 17. Ánforas

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Igualmente están presentes algunos bordes del tipo


T-11.1.1.1, datados en los últimos decenios del siglo
VI o primer tercio del siglo V a.C.

Pesas

Se ha registrado una pieza circular, plana, de pasta


fina y cocción oxidante, con dos perforaciones que he-
mos pensado que se trataría de una pieza de telar, una
pesa; mide 7 cm x 0, 50 cm.

c. Cerámica pintada

Píthoi

Estos vasos, utilizados como recipientes de alma-


cenaje, son habituales en los poblados fenicios y su
presencia es bastante normal en los asentamientos in-
dígenas. Sus prototipos se sitúan en Palestina y en las
ciudades fenicias desde el II milenio a.C.; presentan
una base plana, cuerpo ovoide o esférico, separado del
cuello por una leve carena. Dicho cuello tiene forma de
cono y bordes engrosados al exterior que pueden ser
tanto rectos como inclinados. Suelen llevar dos, tres y
hasta cuatro asas dobles de sección circular o geminada
que finalizan en el borde. La mayoría aparecen deco-
rados con bandas polícromas que se superponen sobre Lámina X. Píthos fenicio hallado en el interior
un fondo de engobe crema. Algunos presentan motivos de una caserna de la muralla
geométricos a la altura del cuello (serpentiformes y es-
trellas) (Lám. X; Fig. 18).
Los cuellos se hacen más cortos y los fondos co- paralelos en el cercano yacimiento del Cerro del Cas-
mienzan a ser curvos a partir del siglo VI a.C., así tillo de Doña Blanca, en los siglos VII-VI a.C. (Ruiz
como desaparece la carena que separa el cuello del Mata 1985: 262, fig. 8, frag.1; Ruiz Mata y Pérez
borde, el cual presenta un saliente menor, para trans- 1995: 66)
formarse, en el siglo IV a.C., en un borde recto. En el El ejemplar que apareció casi completo junto a la
sector excavado del yacimiento fenicio del Cerro del muralla y próximo a la tahona mide 64,2 cm. de altura,
Castillo aparecen también varios cuerpos globulares 18,5 cm. de diámetro en el borde y 38 cm. en la parte
muy fragmentados con la misma decoración que ado- más ancha del cuerpo.
lecen de bordes y cuellos; entre ellos, merece especial
mención uno que contenía restos de alimentos, concre-
tamente caracoles. Cuencos de borde simple
Esta forma se corresponde con el tipo II.2.B.b.2
en la clasificación de Belén y Pereira (1993). En Al- Entre los recipientes cerámicos decorados con
boloduy, fue hallada una pieza completa que se fe- policromía y a bandas, están también presentes los
cha a fines del siglo VIII o principios del VII a.C.; cuencos hemiesféricos de borde simple. Similares
también en el siglo VII a.C. están presentes en el Ce- aparecen en el Castillo de Doña Blanca y se fechan
rro de la Mora, Mezquitilla, Toscanos, Guadalhorce y en el siglo VII a.C. (Ruiz Mata y Pérez 1995: 65 y
Frigiliana; en el Bajo Guadalquivir se constatan en la 84). Aparecen junto a los platos de engobe rojo de
Cruz del Negro, Alonso y Tejada, así como en Huelva borde ancho y a los cuencos carenados cubiertos de
(Belén y Pereira 1993: 323). También encontramos engobe rojo.

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Figura 18. Píthos

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Cuencos carenados similares aparecen en la excavación de El Marqués de


Saltillo (Carmona, Sevilla) (Belén y otros 1997: 90, 91
Este tipo de recipiente está constituido por un y 196) y se fechan entorno a 590-530 a.C. Otro borde,
cuerpo inferior elíptico poco profundo, y un borde aunque fragmentado, es similar a otro hallado en las
vuelto al exterior, separado del resto del vaso por una excavaciones de la Casa-Palacio del Marqués de Salti-
carena. Se denominan también copas y presentan tama- llo, donde se registra en el Estrato 48, que se fecha a fi-
ños homogéneos. Los diámetros del borde oscilan entre nales del siglo VI a.C. (Belén y otros 1997: 199-200).
12 y 17 cm y presentan las superficies tratadas, alisa- Igualmente documentamos fragmentos correspondien-
das y cubiertas de engobe y bandas de varias tonalida- tes a piezas de boca estrecha y cuello alto clasificables
des, preferentemente negras, rojas y ocres. Aparecen en en la tipología al uso como urnas. La mayoría presen-
contextos del siglo VII a.C. en el Corte 5 del Cerro del tan las superficies muy cuidadas. Piezas similares en-
Villar, y en otros yacimientos indígenas como el Ca- contramos en la zona de Málaga con cronología del si-
rambolo Alto (Amores 1995) y campiñas litorales ga- glo VII a.C. (Recio 1993: 127-141) y en el Cerro del
ditanas (Bueno Serrano 1998). Asimismo, se hallan en Villar aparecen en gran cantidad en el Estrato 1a del
contextos de finales del siglo VII y principios del si- corte 5, que se data en el siglo VI a.C. (Aubet 1999: fig.
glo VI a.C. en el estrato 1a y 1b de Cerro del Prado y 72: 116); en El Castillo de Doña Blanca, en El Puerto
también en contextos del siglo VI a.C. en el Castillo de de Santa María, se constata su aparición hacia el siglo
Doña Blanca (Ruiz Mata 1992: 43). A éstas cerámicas VI a.C. (Ruiz Mata y González 1994: 223). Asimismo,
se les atribuye cierta influencia griega por su decora- este tipo de recipiente suele estar presente en todos los
ción, en concreto cierta inspiración jonia, debido a que pequeños asentamientos de época tartésica de la cam-
a partir de la primera mitad del siglo VI a.C., se pro- piña gaditana (Bueno Serrano 1998).
duce la llegada de cerámica griegas a los yacimientos
fenicios del Sur peninsular.
d. Cerámica gris

Urnas Entre los recipientes realizados a torno están tam-


bién presentes las cerámicas grises orientalizantes que
También se denomina a este tipo de recipientes án- aparecen frecuentemente en todos los yacimientos del
foras de cuello o urnas de “tipo Cruz del Negro” (Fig. sur peninsular asociadas a las producciones orientales.
15: 1). Dentro de esta categoría se han incluido las Se trata de cerámicas que fueron creadas utilizando,
grandes vasijas cerámicas según la forma del cuerpo como ya hemos dicho, el torno y hornos bien fabrica-
inferior o primer cuerpo. Suelen estar decoradas con dos que permitían alcanzar elevadas temperaturas y at-
bandas policromas. Este tipo de vaso se localiza en mósferas oxidantes cuya tecnología importaron los fe-
gran cantidad de yacimientos, aunque en un principio nicios. Entre la cantidad de fragmentos recuperados y
se las vinculó principalmente con las necrópolis indí- analizados de este tipo, exactamente unos 341, se ob-
genas por su constatación en los cementerios tartésicos servan al menos seis formas diferentes. La mayoría co-
del Bajo Guadalquivir y Huelva. Sin embargo, el de- rresponden a formas abiertas, pero también las hay ce-
sarrollo de las investigaciones ha permitido constatar rradas, aunque sean poco frecuentes en este tipo de
su existencia también en zonas de asentamiento, e in- cerámicas. El mayor número de fragmentos correspon-
cluso su posible fabricación en asentamientos autócto- den a cuencos simples con forma de casquete esférico
nos como en la campiña gaditana, estando presente en (Fig. 19). Los hay de gran tamaño (30 cm de diáme-
la mayoría de los asentamientos rurales, como Salado, tro aproximadamente) y también de pequeño formato
Villarana, Vaina, Campín Bajo, Grañina, Casa de Rocío (16,5 cm) (Fig. 20; Lám. XI). La mayoría presentan el
(Bueno Serrano 1998). En el Castillo de Doña Blanca borde engrosado al interior y las superficies tratadas,
aparecen tanto en el poblado como en la necrópolis, en bruñidas por ambos lados con una gran calidad, alcan-
el Túmulo 1 (Ruiz Mata y Pérez 1995). zando alguno de ellos un brillo de aspecto casi metá-
A este tipo de cerámicas pintadas corresponde uno lico. Se han usado engobes para recubrir las superfi-
de los fragmentos hallados, con cuello alto y borde de cies que posteriormente se han bruñido. Están también
paredes muy finas, vuelto al exterior. Presenta deco- presentes algunos cuencos con las superficies sin tratar,
ración de bandas policromas paralelas por el interior borde engrosado y con el labio exterior plano. Hay tam-
y por el exterior. Las bandas presentan varios colo- bién cuencos carenados de bordes rectos que presen-
res marrones, negros y rojos. Vasos de características tan las superficies tratadas, bruñidas por el interior y el

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Figura 19. Cerámica gris

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Figura 20. Cerámica gris

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Lámina XI. Cuencos de cerámica gris Lámina XII. Cerámica gris con decoración bruñida

exterior hasta la carena. Otra forma que aparece es la de siguientes, sobre todo en el VII y VI a.C., apareciendo
grandes platos o fuentes con carena y borde saliente en- con asiduidad en los asentamientos autóctonos de las
grosado (Fig. 21: 7 y 8). Se trata de una forma también campiñas gaditanas (Bueno Serrano 1998). En la costa
frecuente entre la cerámica gris orientalizante. malagueña, concretamente en el Cerro del Villar, este
En cuanto al tipo de decoración que presenta este tipo de cerámica hace su aparición, aunque sea leve-
tipo de cerámica, podemos decir que se trata siempre mente, en el Estrato 5 del Corte 5, que se fecha a mi-
de decoración bruñida, con motivos geométricos de tra- tad del siglo VII a.C., pero se hace más abundante en
zos rectos, reticulados (Figs. 19 y 20), dientes de lobo el Estrato IV del Corte 5, donde su proporción se hace
(Fig. 20: 4) y en algunos casos, aparecen círculos con- digna de destacar por los excavadores, fechándose en
céntricos que siguen la dirección del torno y alterna el último cuarto del VII a.C. (Aubet y otros 1999: 90).
franja bruñidas con otras sin bruñir (Lám. XII).
Menos frecuente entre los repertorios de cerámica
gris del Sur de la Península, y más aún en ambientes e. Otros materiales hallados
domésticos, son las copas (Caro Bellido 1989 y Roos
1982), que suelen aparecer en necrópolis o en lugares Metales
identificados como santuarios. Éstas también están pre-
sentes en el Cerro del Castillo, a través de un ejemplar En el vertido exterior de la muralla se recogie-
(Fig. 21: 1). Se trata de un recipiente abierto fabricado ron varias hojas de cuchillos afalcatados de hierro,
a torno en dos partes. Consta de un cuenco o plato de similares a los que aparecen en el Túmulo 1 de las
borde simple y un pié con forma de cilindro. Medidas: Cumbres, en el Castillo de Doña Blanca (El Puerto de
Diámetro máximo: 20 cm aproximadamente, altura del Santa María, Cádiz), datado en el siglo VIII a.C. És-
pie: 4,5 cm, altura total: 8 cm, diámetro exterior base: tos cuchillos aparecen formando parte del ajuar fune-
9,2 cm. Está realizada en pasta gris y presenta las su- rario en algunas incineraciones, junto a placas de cin-
perficies sin tratar. Los recipientes con los que presenta turones y fíbulas de doble resorte (Ruiz Mata y Pérez
más afinidad este ejemplar del Castillo son los hallados 1995: 118). Las medidas que conservan los fragmen-
en la excavación de Marqués de Saltillo, que se datan tos hallados son aproximadamente de 10 cm de largo
hacia el siglo VII a.C. (Belén y otros 1997: 166-169). por 2,4 cm de ancho.
La quinta forma de vaso de cerámica gris que hemos En superficie se recogió también un proyectil de
podido identificar está representada por tres recipientes plomo con forma de bellota. Este tipo de utensilio se
de cuerpo globular (Fig. 22: 1, 2, 3), que miden aproxi- utilizaba junto con la honda como arma arrojadiza. Los
madamente 13 cm de diámetro. Estas formas tampoco pueblos antiguos atribuyen a los fenicios la invención
son frecuentes hasta ahora en el repertorio cerámico gris. de la honda. El proyectil era colocado en una bolsa y se
Uno de ellos tiene con trazos bruñidos por el exterior. le daba un vigoroso impulso circular. Cuando el tira-
Estas cerámicas están presentes desde mediados dor soltaba una de las correas, el proyectil salía dispa-
del siglo VIII a.C. en Doña Blanca (Vallejo Sánchez rado a causa de la fuerza centrífuga. Los griegos y ro-
1999: 87), pero se hacen más frecuentes en los siglos manos utilizaron una honda con mango de madera. El

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Figura 21. Grandes platos de cerámica gris

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Figura 22. Cerámica gris: formas globulares

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hecho de que apareciera en superficie no nos permite Ictiofauna


atribuirlo a los fenicios porque también podría ser ro-
mano, pero es un dato importante a tener en cuenta. Se recogieron varias muestras que actualmente es-
tán siendo estudiadas.

Cuentas de collar
5. CONCLUSIONES
Se hallaron tres cuentas de collar de pasta vítrea, una
mediana de color azul con orificio central de 1,5 x 2 cm, El Cerro del Castillo (Chiclana, Cádiz) ha sido en
y dos cuentas minúsculas de 10 mm, una de color rojo el transcurrir de los siglos un enclave idóneo para la
intenso y otra de color verde. A pesar de que su apari- ocupación humana gracias a la magnífica ubicación que
ción es frecuente en los yacimientos fenicios y autócto- posee, en un lugar elevado, próximo a la costa y cerca
nos del mediodía peninsular, el estudio del vidrio plan- de un río que fue navegable hasta hace unos años. Esta
tea dudas en muchos aspectos. En este tipo de material situación estratégica ha sido sin lugar a dudas el prin-
se realizan también escarabeos, amuletos, cuentas de cipal motivo de su ocupación desde época prehistórica
collar y ungüentarios. Los elementos más antiguos son hasta la actualidad.
las cuentas de collar y los escarabeos, que se remontan Las investigaciones arqueológicas apuntan a la po-
al siglo VIII a.C., según los hallazgos del Túmulo 1 de sible ocupación de éste desde el Bronce Final, ya que
la necrópolis de Las Cumbres y la sepultura número 20 se conoce la existencia de núcleos de poblamiento, du-
del Cerro de San Cristóbal. Estas cuentas, que para al- rante el Bronce Antiguo y Final en lugares colindan-
gunos investigadores pudieron tener un valor mágico, se tes, como en La Mesa (VVAA 1999) y en la Loma del
fabricaron siguiendo la técnica del núcleo de arena o en- Puerco, y en el mismo Cerro del Castillo.
rollando hilos de vidrio en un alambre. En un momento mas avanzado, Bronce Final-Hie-
rro I (siglo VIII-principios VII a.C.), se constata la exis-
tencia de un enclave construido a la manera oriental,
Molinos de basalto negro con una muralla de casernas y pautas urbanísticas que
permiten hablar de la existencia de una ciudad en el
Se trata varios fragmentos de piedras de moler fa- siglo VIII a.C. En el Cerro del Castillo, los fragmen-
bricado en roca volcánica, concretamente en basalto tos cerámicos de recipientes realizados tanto a mano,
negro, posiblemente procedente de Sicilia. El hecho de como a torno que aparecen entre los mampuestos de la
su posible procedencia del Mediterráneo, es lo que nos muralla permiten adscribir esta fortificación a un mo-
hace atribuirlos a la colonización fenicia. mento muy concreto de la colonización fenicia. Se trata
de un ejemplo más a incluir dentro del grupo de las mu-
rallas del área nuclear tartésica (Escacena y Fernández
Malacología 2001: 109-127), junto a las de Doña Blanca (El Puerto
de Santa María, Cádiz), Niebla (Huelva), Tejada la
Entre los niveles arqueológicos que corresponden a Vieja (Escacena del Campo, Huelva), La Papúa II (Zu-
la ocupación del asentamiento aparecen gran cantidad fre, Huelva), Lebrija (Sevilla), Cerro del Castillo (Az-
de restos malacológicos. Entre los ejemplares recupera- nálcollar, Sevilla), etc.
dos aparecen distintas especies: Phyllonotus trunculus En el siglo V a.C. el lugar continúa siendo ocupado;
(caracola), Ruditapes decussatus (almejas), Glicymeria las construcciones se superponen, configurándose una
pilosa (almeja redonda), Ostrea edulis (ostra), Tellina ciudad sobre otra hasta la época romana. Hacia el si-
radiata (coquina). glo XIII sabemos que el cerro estaba ocupado por po-
blación almohade que reside en el lugar y que basa su
economía fundamentalmente en la agricultura, de ahí
Restos óseos faunísticos el hallazgo de contenedores de grano para guardar los
excedentes. En determinado momento, y ante la pre-
Entre los restos óseos faunísticos recuperados en las sión cristiana, el lugar se abandona, de ahí que en 1303
proximidades del fogón y en el interior de alguna de las Fernando IV entregue la aldea yerma y vacía para su
dependencias excavadas encontramos: Bos (bóvidos), repoblación y defensa a Alonso Pérez de Guzmán. Es
Capra hircus/ovis (cabra y oveja) y Oristulagus cuni- entonces cuando comienza a surgir el nuevo núcleo po-
culus (conejo). blacional entorno a la colina donde, según el cronista

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de la Casa Ducal, se construyó el castillo o fortaleza frecuentes en el repertorio fenicio peninsular, como las
del Iro. Muy cerca del Castillo se construyó la pri- copas de cerámica gris o los oinocoes de este mismo
mera iglesia o convento de San Martín, que se convir- tipo de cerámica, aunque se conozcan en algunos yaci-
tió en hospital, de ahí que muy cerca del mismo apro- mientos del Bajo Guadalquivir, como en la Casa-Pala-
vechando las laderas del Cerro del Castillo surgiera el cio de Marqués de Saltillo en Carmona (Belén Deamos
cementerio del Egido. y otros 1997). Otras formas reproducen los tipos feni-
El emplazamiento de este asentamiento en la en- cios pero presentan una factura muy tosca y mal eje-
trada de la bahía de Cádiz lo convierte en un enclave cutada, como ocurre con los píthoi hallados junto a la
privilegiado y fundamental en las relaciones marítimas muralla.
y comerciales con los navegantes venidos de Oriente. La mayoría de los recipientes de la fase orientali-
Desde el punto de vista militar, podemos decir que la zante están realizados por alfareros locales con pastas
fundación de diferentes enclaves en la Bahía de Cádiz también locales. La arcilla local contiene gran canti-
responde a un modelo de actuación estratégica de todo dad de yeso que hace que se formen protuberancias y
un área con la intención de controlarla, donde la ciuda- pérdidas superficiales de material en las cerámicas una
dela de Chiclana actuaría como primer puesto de de- vez que se cuecen en el horno. Entre los contenedores
fensa contra el enemigo que quisiera entrar en la bahía. las formas más abundantes son los píthoi y ánforas, lo
El asentamiento definitivo de fenicios en un contexto cual evidencia la importancia del almacenamiento de
autóctono del Bronce Final se vio sin duda legitimado productos, con seguridad líquidos, para el autoabasteci-
con la fundación del templo de Melkart, en el entorno miento, para el transporte y para el comercio.
de Sancti Petri. En época fenicio-púnica siguió existiendo en el ce-
Somos de la opinión de que el recinto fortificado rro un importante asentamiento, con viviendas y depen-
y las diferentes dependencias excavadas están relacio- dencias muy bien construidas, con pavimentos perfec-
nados con el Heracleion. La magnitud e importancia tamente terminados, formados con arcilla apisonada
del templo harían necesaria la existencia en un lugar con nódulos de barro u opus punicum. La amplitud de
próximo en tierra firme al amparo de temporales, donde la ciudad rebasa el perímetro amurallado, construyendo
residieran los encargados del templo (sacerdotes, astró- la misma incluso sobre la muralla. En estos momen-
nomos, siervos, etc.), así como, todos aquellos indivi- tos, las formas cerámicas halladas son muy similares a
duos relacionados con las transacciones comerciales y las del alfar de Camposoto en San Fernando. Son nu-
la vida cotidiana de cualquier comunidad (navegantes, merosos los fragmentos de ánforas recuperados, como
comerciantes, artesanos, campesinos, etc.). muestra de la importancia de los intercambios comer-
El análisis del repertorio arqueológico mueble re- ciales que se dieron en ese momento.
cuperado en el interior de las dependencias, sobre todo
el cerámico, nos sugiere una ocupación del cerro con
carácter habitacional y doméstico en todos los perio- BIBLIOGRAFÍA
dos documentados; hasta el momento no podemos otor-
gar otra funcionalidad, como podría ser la de santuario AUBET, Mª. E. (1994): Tiro y las colonias fenicias de
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Fecha de entrada: 16-08-2009


Fecha de aceptación: 18-01-2010

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