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Letanias de Ordenación

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Señor, ten piedad

Cristo, ten piedad


Señor, ten piedad

Santa María, Madre de Dios ruega por nosotros


San Miguel, ruega por nosotros
Santos Ángeles de Dios, rueguen por nosotros
San José́, ruega por nosotros
San Juan Bautista, ruega por nosotros
Todos los santos patriarcas y
profetas, rueguen por nosotros
San Pedro y san Pablo rueguen por nosotros
San Andrés, ruega por nosotros
San Juan, ruega por nosotros
Todos los santos apóstoles y
evangelistas rueguen por nosotros
San Mateo, ruega por nosotros
Santa María Magdalena, ruega por nosotros
Todos los santos discípulos del
Señor, rueguen por nosotros
San Esteban, ruega por nosotros
San Ignacio de Antioquía, ruega por nosotros
San Joaquín, ruega por nosotros
Santa Ana,
San Lorenzo,
Santas Inés
San Felipe de Jesús rueguen por nosotros
San Cristóbal Magallanes y a Inés, ruega por nosotros
Todos los santos mártires, rueguen por
San Gregorio, nosotros ruega por
San Agustín, nosotros ruega por
San Atanasio, nosotros ruega por
San Basilio, nosotros ruega por
San Martín, nosotros ruega por
San Benito, nosotros ruega por
Santos Francisco y Domingo, nosotros rueguen
San Francisco Javier, por nosotros ruega
San Juan María Vianney, por nosotros ruega
por nosotros
Santa Catalina de Siena, ruega por nosotros
Santa Teresa de Jesús, ruega por nosotros
Santa Teresa del Niño rueguen por nosotros
San Juan Bautista, ruega por nosotros

Todos los Santos Patriarcas y Profetas rueguen por nosotros

San José́, ruega por nosotros


Todos los santos patriarcas y
profetas, rueguen por nosotros
San Pedro y san Pablo rueguen por nosotros
San Andrés, ruega por nosotros
San Juan, ruega por nosotros
Todos los santos apóstoles y
evangelistas rueguen por nosotros
San Mateo, ruega por nosotros
Santa María Magdalena, ruega por
nosotros Todos los santos discípulos del
Señor, rueguen por
San Esteban, nosotros ruega por
San Ignacio de Antioquía, nosotros ruega por
San Lorenzo, nosotros ruega por
nosotros
Santas Perpetua y Felicidad, rueguen por nosotros
Santa Inés, ruega por nosotros
Todos los santos mártires, rueguen por
San Gregorio, nosotros ruega por
San Agustín, nosotros ruega por
San Atanasio, nosotros ruega por
San Basilio, nosotros ruega por
San Martín, nosotros ruega por
San Benito, nosotros ruega por
Santos Francisco y Domingo, nosotros rueguen
San Francisco Javier, por nosotros ruega
San Juan María Vianney, por nosotros ruega
por nosotros
Santa Catalina de Siena, ruega por nosotros
Santa Teresa de Jesús, Santa Teresa del Niño
Jesús ruega por nosotros
Todos los santos y santas de Dios, ruega por nosotros
rueguen por
nosotros

Muéstrate propicio líbranos, Señor


De todo mal, líbranos, Señor
De todo líbranos, Señor
pecado,
De la muerte eterna, líbranos, Señor
Por tu encarnación, líbranos, Señor
Por tu muerte y resurrección, líbranos, Señor
Por el envío del Espíritu Santo líbranos, Señor

Nosotros, que somos pecadores, te rogamos, óyenos


Para que gobiernes y conserves a tu
Santa Iglesia, te rogamos, óyenos
Para que asistas al Papa y a todos los
miembros del clero en tu servicio
santo, te rogamos, óyenos
Para que bendigas a este elegido te rogamos, óyenos
(estos elegidos),
Para que bendigas y santifiques a este
elegido (estos elegidos), te rogamos, óyenos
Para que bendigas, santifiques y
consagres a este elegido (estos
elegidos), te rogamos, óyenos
Para que concedas paz y concordia a
todos los pueblos de la tierra. te rogamos, óyenos.
Para que tengas misericordia de
todos los que sufren, te rogamos, óyenos.
Para que nos fortalezcas y asistas en
tu servicio santo, te rogamos, óyenos.
Jesús, Hijo de Dios vivo, te rogamos, óyenos.

Cristo, óyenos Cristo, escúchanos

101. Concluido el canto de las letanías, el Obispo, de pie, y con las manos extendidas, dice:

S eñor, Dios nuestro, escúchanos


y derrama sobre estos siervos tuyos
tu Espíritu Santo y la gracia sacerdotal;
concede la abundancia de tus bienes
a quienes consagramos en tu presencia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos:
Amén

El diácono, si el caso lo requiere, dice:


Nos ponemos de pie.
Y todos se ponen de pie.

Imposición de las manos y Plegaria de Ordenación

102. Los elegidos se levantan; se acerca cada uno al Obispo, que está de pie delante de la sede y
con mitra, y se arrodilla ante él.

103. El Obispo impone en silencio las manos sobre la cabeza de cada uno de los elegidos.
Después de la imposición de las manos del Obispo, todos los presbíteros presentes,
revestidos de estola, imponen igualmente en silencio las manos sobre cada uno de los elegidos.
Después de dicha imposición de manos, los presbíteros permanecen junto al Obispo
hasta que se haya concluido la Plegaria de Ordenación, pero de modo que el rito pueda ser bien
visto por los fieles.

104.Estando todos los elegidos arrodillados ante él, el Obispo, sin mitra, con las manos
extendidas, dice la Plegaria de Ordenación:

A
sístenos, Señor, Padre Santo,
Dios todopoderoso y
eterno, autor de la dignidad
humana
y dispensador de todo don y gracia;
por ti progresan tus criaturas y por ti se consolidan todas las cosas.
Para formar el pueblo sacerdotal,
tú dispones con la fuerza del Espíritu Santo
en órdenes diversos a los ministros de tu Hijo Jesucristo.

Ya en la primera Alianza aumentaron los oficios,


instituidos con signos sagrados.
Cuando pusiste a Moisés y Aarón al frente de tu pueblo,
para gobernarlo y santificarlo,
les elegiste colaboradores,
subordinados en orden y dignidad,
que les acompañaran y secundaran.

Así, en el desierto,
diste parte del espíritu de Moisés,
comunicándolo a los setenta varones prudentes,
con los cuales gobernó más fácilmente a tu pueblo.

Así también hiciste partícipes a los hijos de Aarón


de la abundante plenitud otorgada a su padre
para que un número suficiente de sacerdotes
ofreciera, según la ley, los sacrificios,
sombra de los bienes futuros.

Finalmente, cuando llegó la plenitud de los tiempos,


enviaste al mundo, Padre santo, a tu Hijo, Jesús,
Apóstol y Pontífice de la fe que profesamos.
Él, movido por el Espíritu Santo,
se ofreció a ti como sacrificio sin mancha,
y habiendo consagrado a los apóstoles con la verdad,
los hizo partícipes de su misión;
a ellos, a su vez, les diste colaboradores
para anunciar y realizar por el mundo entero
la obra de la salvación.

También ahora, Señor, te pedimos nos concedas,


como ayuda a nuestra limitación, estos colaboradores
que necesitamos para ejercer el sacerdocio apostólico.

TE PEDIMOS, PADRE TODOPODEROSO,


QUE CONFIERAS A ESTOS SIERVOS
TUYOS LA DIGNIDAD DEL
PRESBITERADO;
RENUEVA EN SUS CORAZONES EL ESPÍRITU DE SANTIDAD;
RECIBAN DE TI EL SEGUNDO GRADO
DEL MINISTERIO SACERDOTAL
Y SEAN, CON SU CONDUCTA, EJEMPLO DE VIDA.

Sean honrados colaboradores del Orden de los Obispos,


para que por su predicación,
y con la gracia del Espíritu Santo,
la palabra del Evangelio
dé fruto en el corazón de los
hombres, y llegue hasta los confines
del orbe.

Sean con nosotros fieles dispensadores de tus misterios,


para que tu pueblo se renueve
con el baño del nuevo nacimiento,
y se alimente de tu altar;
para que los pecados sean reconciliados
y sean confortados los enfermos.

Que en comunión con nosotros,


Señor, imploren tu misericordia
por el pueblo que se les confía
y en favor del mundo
entero.

Así todas las naciones, congregadas en Cristo,


formarán un único pueblo tuyo
que alcanzará su plenitud en tu Reino.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,


que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.

Todos:
Amén.
Unción de las manos y entrega del pan y el vino

105. Concluida la Plegaria de Ordenación, se sientan todos. El Obispo recibe la mitra. Los
ordenados se levantan. Los presbíteros presentes vuelven a su puesto; pero algunos de ellos
colocan a cada ordenado la estola al estilo presbiteral y le visten la casulla.

106. Luego, el Obispo toma el gremial y, oportunamente informado el pueblo, unge con el
sagrado crisma las palmas de las manos de cada ordenado, arrodillado ante él, diciendo:

J esucristo, el Señor,
a quien el Padre ungió
con la fuerza del Espíritu Santo,
te auxilie para santificar al pueblo cristiano
y para ofrecer a Dios el sacrificio.

Después, el Obispo y los ordenados se lavan las manos.

107. Mientras los ordenados visten la estola y la casulla y el Obispo les unge las manos, se canta
la antífona siguiente con el Salmo 109 (110), u otro canto apropiado de idénticas características
que concuerde con la antífona, sobre todo cuando el Salmo 109 (110) se hubiere utilizado como
salmo responsorial en la liturgia de la Palabra.

Antífona
Cristo, el Señor, sacerdote eterno,
según el rito de Melquisedec,
ofreció pan y vino. (T.P.
Aleluya.)

Salmo 109 (110)


Esto ha dicho el Señor a mi Señor:
"Siéntate a mi derecha;
yo haré de tus contrarios el estrado
donde pongas los pies".
(Se repite la antífona)
Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro
Y tú dominarás al enemigo.
(Se repite la antífona)
Es tuyo el señorío:
el día en que naciste,
en su monte santo
te consagró el Señor antes del alba.
(Se repite la antífona)
Juró el Señor y no ha de retractarse
"Tú eres sacerdote para siempre,
según el rito de Melquisedec".
(Se repite la antífona)

No se dice Gloria al Padre. Pero se interrumpe el salmo y se repite la antífona cuando todos
los ordenados hayan recibido la unción de las manos.

108. A continuación, los fieles llevan el pan sobre la patena y el cáliz ya con el vino y el
agua, para la celebración de la Misa. El diácono lo recibe y se lo entrega al Obispo, quien a
su vez lo pone en las manos de cada uno de los ordenados, arrodilla dos ante él, diciendo:

R ecibe la ofrenda del pueblo santo


para presentarla a Dios.
Advierte bien lo que vas a realizar,
imita lo que tendrás en tus manos
y configura toda tu vida
con el misterio de la cruz del Señor.

109. Finalmente, el Obispo da a cada uno de los ordenados el beso de paz, diciendo:

La paz sea contigo.


El ordenado responde:
Y con tu espíritu.
Y lo mismo hacen todos o al menos algunos de los presbíteros presentes.

110. Mientras tanto, puede cantarse el responsorio

R. Ya no los llamo siervos, sino mis amigos,


porque han conocido cuanto he hecho
entre ustedes. (T.P. Aleluya.)

* Reciban el Espíritu Santo Defensor.


+ Él es el que el Padre les enviara
a ustedes. (T.P. Aleluya.)
I. Ustedes son mis amigos,
si hacen lo que yo les mando.
* Reciban el Espíritu Santo Defensor.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
+ Él es el que el Padre les enviará
a ustedes. (T.P. Aleluya.)

O la antífona siguiente con el Salmo 99 (100), u otro canto apropiado de idénticas


características que concuerde con la antífona, sobre todo cuando el Salmo 99 (100) se hubiere
utilizado como salmo responsorial en la liturgia de la Palabra.

Antífona
Ustedes son mis amigos,
si hacen lo que yo les mando,
dice el Señor. (T.P. Aleluya.
)

Salmo 99 (100)
Alabemos al Señor sus fieles todos,
sirvamos al Señor con alegría
y entremos en su templo jubilosos.
(Se repite la antífona)
Reconozcamos que el Señor es Dios,
que El nos hizo y a El
pertenecemos, que formamos su
pueblo y su rebaño.
(Se repite la antífona)
Entremos por sus puertas dando gracias,
por sus atrios, con himnos,
alabando al Señor y bendiciéndolo.
(Se repite la antífona)
Porque el Señor es bueno,
eterna es su bondad
y su fidelidad no tiene término.
(Se repite la antífona)

No se dice Gloria al Padre. Pero se interrumpe el salmo y se repite la antífona una vez que el
Obispo y los presbíteros hayan dado el beso de paz a los ordenados.

111. Prosigue la Misa como de costumbre. Si lo indican las rúbricas, se dice el Símbolo de la fe.
Se omite la oración universal.
LITURGIA EUCARÍSTICA

112. La liturgia eucarística se concelebra como de costumbre; pero se omite la preparación


del cáliz.

Intercesiones
113.En la Plegaria Eucarística, el Obispo o uno de los presbíteros concelebrantes hace mención
de los presbíteros recién ordenados, según las fórmulas siguientes:

En la Plegaria Eucarística I
a) En la Plegaria eucarística I, el Obispo dice el Acepta, Señor en tu bondad propio:

Acepta, Señor, en tu
bondad esta ofrenda de tus
siervos, y de toda tu familia
santa;
te la ofrecemos también por tus
hijos que han sido llamados
al Orden de los presbíteros;
conserva en ellos tus dones
para que fructifique lo que han recibido de tu bondad.
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén.]

En la Plegaria eucarística II
b) En las intercesiones de la Plegaria eucarística II después de las palabras a cuantos
participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo, se dice:

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida


por toda la tierra;
y con el Papa N.,
con nuestro Obispo N.,
llévala a su perfección por la caridad.
Acuérdate también de estos hijos tuyos
que has constituido hoy presbíteros de la Iglesia,
y de todos los pastores que cuidan de tu
pueblo.
Acuérdate también de nuestros hermanos ...
En la Plegaria eucarística III
c) En las intercesiones de la Plegaria eucarística III, después de las palabras: traiga la paz y la
salvación al mundo entero, se dice:

Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la
tierra:
a tu servidor, el Papa N.,
a nuestro Obispo N.,
al Orden episcopal,
a estos hijos tuyos que han sido ordenados hoy
presbíteros de la Iglesia,
a los demás presbíteros, a los diáconos,
y a todo el pueblo redimido por ti.
Atiende los deseos y súplicas...

En la Plegaria eucarística IV
d) En las intercesiones de la Plegaria eucarística IV, después de las palabras: para alabanza
de tu gloria, se dice:

Y ahora, Señor, acuérdate


de todos aquellos
por quienes te ofrecemos este sacrificio:
de tu servidor, el Papa N.,
de nuestro Obispo N.,
del Orden episcopal,
de estos hijos tuyos que te has dignado elegir hoy
para el ministerio presbiteral en favor de tu pueblo,
de los demás presbíteros y diáconos;
acuérdate también de los oferentes y de los
aquí reunidos,
de todo tu pueblo santo
y de aquellos que te buscan con sincero corazón.
Acuérdate también de los que murieron ...

114.Los papás y familiares de los ordenados pueden comulgar bajo ambas especies.

115. Concluida la distribución de la Comunión, puede cantar se un cántico de acción de gracias.


Después del canto sigue la oración después de la Comunión.
RITO DE CONCLUSIÓN
116. En vez de la bendición acostumbrada, puede darse la siguiente. El diácono puede hacer
la invitación:

Inclínense para recibir la bendición.


O con otras palabras.

Y, enseguida, el Obispo, con la s manos extendidas sobre los ordenados y sobre el pueblo,
pronuncia la bendición:

Q ue Dios, que dirige y gobierna la


Iglesia, los proteja continuamente con
su gracia
a fin de que cumplan fielmente el ministerio presbiteral.
Todos:
Amén.
El Obispo:

Q ue él los haga en el mundo servidores y testigos


de la verdad y del amor divino
y ministros fieles de la reconciliación.
Todos:
Amén.
El Obispo:

Q ue los haga verdaderos pastores


que distribuyan a los fieles la Palabra de la
vida y el Pan vivo,
para que crezcan en la unidad del cuerpo de Cristo.
Todos:
Amén.

Y
El Obispo:
que a todos ustedes, que están aquí presentes,
los bendiga Dios todopoderoso,
Padre, + Hijo + y Espíritu + Santo.
Todos:
Amén.

117. Después de la bendición y habiendo el diácono de despedido al pueblo, se vuelve


procesionalmente a la sacristía, según el modo acostumbrado.
ORDENACIÓN DE UN SOLO PRESBÍTERO

118. Lo anteriormente expuesto en la Introducción General, nn. 107-117, vale


también para el Rito de la Ordenación de presbíteros cuando solo se confiere a
uno solo.

RITOS INICIALES Y LITURGIA DE LA


PALABRA

119. Estando todo dispuesto, se inicia la procesión por la iglesia hacia el altar según el
modo acostumbrado. Precede el diácono portador del libro de los Evangelios, con los demás
diáconos, si los hay; sigue el ordenando, los presbíteros concelebrantes y, finalmente, el Obispo,
con sus dos diáconos asistentes ligeramente detrás de él. Llegados al altar, y hecha la debida
reverencia, se dirigen todos a su respectivo lugar.
Mientras tanto, se entona la antífona de entrada con su salmo, u otro canto apropiado.

120. Los ritos iniciales y la liturgia de la Palabra se realizan del modo acostumbrado, hasta
el Evangelio inclusive.

LITURGIA DE LA ORDENACIÓN

121. Comienza después la Ordenación de presbítero.


El Obispo se acerca, si es necesario, a la sede preparada para la Ordenación, y se hace la
presentación del candidato.

Elección del candidato.

122. El ordenando es llamado por el diácono de la forma siguiente:

Acérquese el que va a ser ordenados presbíteros.


E inmediatamente lo nombra y el llamado dice:

Presente.
Y se acerca al Obispo, a quien hace una reverencia.

123. Permaneciendo los ordenandos de pie ante el Obispo, un presbítero designado por el
Obispo dice:

Reverendísimo Padre, la santa Madre Iglesia pide que ordenes


presbítero a este hermano nuestro.
El Obispo le pregunta:
¿Sabes si es digno?
Y él responde:
Según el parecer de quienes los presentan, después de consultar al
pueblo cristiano, doy testimonio de que han sido considerados dignos.
El Obispo:
Con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro Salvador, elegimos a este
hermano nuestros para el Orden de los presbíteros.
Todos dicen:
Te damos gracias, Señor.
O dan su asentimiento a la elección de cualquier otra forma, según lo establecido en el n. 11
de la Introducción General.

Homilía

124.Enseguida, estando todos sentados, el Obispo hace la homilía, en la que, partiendo del texto
de las lecturas proclamadas en la liturgia de la Palabra, instruye al pueblo y a los elegidos sobre
el ministerio de los presbíteros. Pero puede hablar de tal ministerio con éstas o parecida s
palabras:

Queridos hermanos:

Ahora que esto hijo nuestro, del cuales muchos de ustedes son
familiares y amigos, va a ser ordenado presbítero, conviene
considerar con atención qué grado de ministerio recibe.

Aunque, en verdad, todo el pueblo santo de Dios es sacerdocio real


en Cristo, sin embargo, nuestro sumo Sacerdote, Jesucristo, eligió
algunos discípulos que en la Iglesia desempeñaran, en nombre suyo,
el oficio sacerdotal para el bien de los hombres. Él mismo, enviado por
el Padre, envió a su vez a los Apóstoles por el mundo, para continuar
sin interrupción su obra de Maestro, Sacerdote y Pastor por medio de
ellos y de los Obispos, sus sucesores. Y los presbíteros son
colaboradores de
los Obispos, con quienes en unidad de sacerdocio son llamados al
servicio del Pueblo de Dios.

Este hermano, después de pensarlo seriamente, va a ser ordenado


para el sacerdocio en el Orden de los presbíteros, a fin de hacer las
veces de Cristo, Maestro, Sacerdote y Pastor, por quien la Iglesia, su
Cuerpo, se edifica y crece como Pueblo de Dios y templo santo.

Al configurarlo con Cristo, sumo y eterno Sacerdote, y unirlo al


sacerdocio de los Obispos, la Ordenación lo convertirá en verdadero
sacerdote del Nuevo Testamento para anunciar el Evangelio, apacentar
al Pueblo de Dios y celebrar el culto divino, principalmente en el
sacrificio del Señor.

Y tu, querido hijo, que vas a ser ordenado presbítero, debes realizar, en
la parte que les corresponde la función de enseñar en nombre de Cristo,
el Maestro. Transmite a todos la palabra de Dios que has recibido
con alegría. Y al meditar en la Ley del Señor, procura creer lo que
lees, enseñar lo que crees y practicar lo que enseñas.

Que tu enseñanza sea alimento para el Pueblo de Dios; que tu vida


sea un estímulo para los discípulos de Cristo, a fin de que, con tu
palabra y tu ejemplo, se vaya edificando la casa santa, que es la Iglesia
de Dios.

Te corresponde también la función de santificar en nombre de


Cristo. Por medio de su ministerio alcanza su plenitud el sacrificio
espiritual de los fieles, que por tus manos, junto con ellos, será ofrecido
sobre el altar, unido al sacrificio de Cristo, en celebración incruenta.
Date cuenta de lo que haces e imita lo que conmemoras, de tal
manera que, al celebrar el misterio de la muerte y resurrección del
Señor, te esfuerces por hacer morir en ti el mal y procures caminar
en una vida nueva.

Al introducir a los hombres en el Pueblo de Dios por el Bautismo, al


perdonar los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia por el
sacramento de la Penitencia, al dar a los enfermos el alivio del óleo
santo,
al celebrar los ritos sagrados, al ofrecer durante el día la alabanza, la
acción de gracias y la súplica, no sólo por el Pueblo de Dios, sino por el
mundo entero, recuerda que has sido escogido entre los hombres y
puesto al servicio de ellos en las cosas de Dios.

Realiza, pues, con alegría perenne, lleno de verdadera caridad, el


ministerio de Cristo Sacerdote, no buscando tu interés propio, sino el de
Jesucristo.

Finalmente, al ejercer, en la parte que te corresponde, la función de


Cristo, Cabeza y Pastor, permaneciendo unido a tu Obispo, y bajo su
dirección, esfuérzate por reunir a los fieles en una sola familia, de forma
que en la unidad del Espíritu Santo, por Cristo, puedas conducirlos
al Padre. Ten siempre presente el ejemplo del Buen Pastor, que no
vino a ser servido, sino a servir, y a buscar y salvar lo que estaba
perdido.

Promesa del elegido

125.Después de la homilía, solamente los elegidos se levantan y se ponen de pie ante el Obispo,
quien los interroga, conjuntamente, con estas palabras:

Querido hijo: Antes de entrar en el Orden de los presbíteros es necesario


que manifiestes ante el pueblo tu decisión de recibir este ministerio.

¿Quieres desempeñar siempre el ministerio sacerdotal en el grado de


presbíteros, como fiel colaborador del Orden episcopal, apacentando el
rebaño del Señor bajo la guía del Espíritu Santo?

El elegido responde:
Sí, quiero.
El Obispo:
¿Quieres desempeñar con dedicación y sabiduría el ministerio de la
palabra en la predicación del Evangelio y la exposición de la fe
católica?

El elegido:
Sí, quiero.
El Obispo:
¿Quieres celebrar con piedad y fidelidad los misterios de Cristo,
especialmente el sacrificio de la Eucaristía y el sacramento de la
Reconciliación, para alabanza de Dios y santificación del pueblo
cristiano, según la tradición de la Iglesia?

El elegido:
Sí, quiero.

El Obispo:
¿Quieres implorar, junto con nosotros, la misericordia divina a favor del
pueblo que les sea confiado, cumpliendo así el mandato de orar
continuamente?

El elegido:
Sí, quiero.
El Obispo:
¿Quieres unirse cada día más estrechamente a Cristo, sumo
Sacerdote, que por nosotros se entregó al Padre como víctima santa,
y consagrarte a Dios junto con él para la salvación de los hombres?
El elegido:
Sí, quiero, con la gracia de Dios.
126.Enseguida, el elegido se acerca al Obispo y, de rodillas ante él, pone sus manos juntas entre
las manos del Obispo, a no ser que, según la Introducción General, n. 11, se hubiere establecido
otra cosa.

El Obispo pregunta al elegido, diciendo, si es su Ordinario:


¿Prometes obediencia y respeto a mí y a mis sucesores?
El elegido:
Sí, prometo.

Pero si el Obispo no es su Ordinario, dice:


¿Prometes obediencia y respeto a tu Obispo?
El elegido:
Sí, prometo.

Si el elegido es un religioso, el Obispo dice:


¿Prometes obediencia y respeto al Obispo diocesano y a tu Superior
legítimo?
El elegido:
Sí, prometo.
El Obispo concluye siempre:
Que Dios mismo lleve a término esta obra buena que en ti ha
comenzado.

Oración litánica
127.A continuación, todos se levantan. El Obispo, dejando la mitra, de pie, con las manos juntas
y de cara al pueblo, hace la invitación (para las

O remos, hermanos, a Dios Padre


todopoderoso, para que derrame
generosamente sus dones sobre este elegido
para el ministerio de los presbíteros.

128.Entonces, los elegidos se postran en tierra, y se cantan las letanías; todos responden. En los
domingos y durante el Tiempo pascual, se hace estando todos de pie, y en los demás días,
de rodillas, en cuyo caso el diácono dice:

Nos ponemos de rodillas.

En las letanías, pueden añadirse, en su lugar respectivo, otros nombres de santos, por
ejemplo, del Patrono, del Titular de la iglesia, del Fundador, del Patrono de quienes reciben la
Ordenación, así como otras invocaciones más apropiadas a cada circunstancia.
Los cantores inician las letanías. Para el texto ver el n. 127.

129. Concluido el canto de las letanías, el Obispo, de pie, y con las manos extendidas, dice:
S eñor, Dios nuestro, escúchanos
y derrama sobre este siervo tuyo
tu Espíritu Santo y la gracia sacerdotal;
concede la abundancia de tus bienes
a quienes consagramos en tu presencia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos:
Amén

El diácono, si el caso lo requiere, dice:


Nos ponemos de pie.
Y todos se ponen de pie.

Imposición de las manos y Plegaria de Ordenación

130. El elegido se levanta; se acerca al Obispo, que está de pie delante de la sede y con mitra, y
se arrodilla ante él.

131. El Obispo impone en silencio las manos sobre la cabeza del elegido.
Después de la imposición de las manos del Obispo, todos los presbíteros presentes,
revestidos de estola, imponen igualmente en silencio las manos sobre el elegido.
Después de dicha imposición de manos, los presbíteros permanecen junto al Obispo
hasta que se haya concluido la Plegaria de Ordenación, pero de modo que el rito pueda ser bien
visto por los fieles.

132. Estando el elegido arrodillado ante él, el Obispo, sin mitra, con las manos extendidas, dice
la Plegaria de Ordenación:

A
sístenos, Señor, Padre Santo,
Dios todopoderoso y
eterno, autor de la dignidad
humana
y dispensador de todo don y gracia;
por ti progresan tus criaturas y por ti se consolidan todas las cosas.
Para formar el pueblo sacerdotal,
tú dispones con la fuerza del Espíritu Santo
en órdenes diversos a los ministros de tu Hijo Jesucristo.
Ya en la primera Alianza aumentaron los oficios,
instituidos con signos sagrados.
Cuando pusiste a Moisés y Aarón al frente de tu pueblo,
para gobernarlo y santificarlo,
les elegiste colaboradores,
subordinados en orden y dignidad,
que les acompañaran y secundaran.

Así, en el desierto,
diste parte del espíritu de Moisés,
comunicándolo a los setenta varones prudentes,
con los cuales gobernó más fácilmente a tu pueblo.

Así también hiciste partícipes a los hijos de Aarón


de la abundante plenitud otorgada a su padre
para que un número suficiente de sacerdotes
ofreciera, según la ley, los sacrificios,
sombra de los bienes futuros.

Finalmente, cuando llegó la plenitud de los tiempos,


enviaste al mundo, Padre santo, a tu Hijo, Jesús,
Apóstol y Pontífice de la fe que profesamos.
Él, movido por el Espíritu Santo,
se ofreció a ti como sacrificio sin mancha,
y habiendo consagrado a los apóstoles con la verdad,
los hizo partícipes de su misión;
a ellos, a su vez, les diste colaboradores
para anunciar y realizar por el mundo entero
la obra de la salvación.

También ahora, Señor, te pedimos nos concedas,


como ayuda a nuestra limitación, este colaboradore
que necesitamos para ejercer el sacerdocio apostólico.
TE PEDIMOS, PADRE TODOPODEROSO,
QUE CONFIERAS A ESTE SIERVO TUYOS
LA DIGNIDAD DEL PRESBITERADO;
RENUEVA EN SU CORAZÓN EL ESPÍRITU DE SANTIDAD;
RECIBA DE TI EL SEGUNDO GRADO
DEL MINISTERIO SACERDOTAL
Y SEA, CON SU CONDUCTA, EJEMPLO DE VIDA.

Sea honrados colaboradores del Orden de los Obispos,


para que por su predicación,
y con la gracia del Espíritu Santo,
la palabra del Evangelio
dé fruto en el corazón de los
hombres, y llegue hasta los confines
del orbe.

Seaa con nosotros fieles dispensadores de tus misterios,


para que tu pueblo se renueve
con el baño del nuevo nacimiento,
y se alimente de tu altar;
para que los pecados sean reconciliados
y sean confortados los enfermos.

Que en comunión con nosotros,


Señor, implore tu misericordia
por el pueblo que se les confía
y en favor del mundo
entero.

Así todas las naciones, congregadas en Cristo,


formarán un único pueblo tuyo
que alcanzará su plenitud en tu Reino.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,


que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.
Todos:
Amén.

Unción de las manos y entrega del pan y el vino

133. Concluida la Plegaria de Ordenación, se sientan todos. El Obispo recibe la mitra. El


ordenado se levanta. Los presbíteros presentes vuelven a su puesto; pero uno de ellos coloca
a al ordenado la estola al estilo presbiteral y le viste la casulla.

134. Luego, el Obispo toma el gremial y, oportunamente informado el pueblo, unge con el
sagrado crisma las palmas de las manos del ordenado, arrodillado ante él, diciendo:

J esucristo, el Señor,
a quien el Padre ungió
con la fuerza del Espíritu Santo,
te auxilie para santificar al pueblo cristiano
y para ofrecer a Dios el sacrificio.

Después, el Obispo y el ordenado se lavan las manos.

135. Mientras el ordenado viste la estola y la casulla y el Obispo le unge las manos, se canta
la antífona que se encuentra en el n. 134 con el Salmo 109 (110), u otro canto apropiado de
idénticas características que concuerde con la antífona, sobre todo cuando el Salmo 109 (110) se
hubiere utilizado como salmo responsorial en la liturgia de la Palabra.

136. A continuación, los fieles llevan el pan sobre la patena y el cáliz ya con el vino y el
agua, para la celebración de la Misa. El diácono lo recibe y se lo entrega al Obispo, quien a
su vez lo pone en las manos del ordenado, arrodillado ante él, diciendo:

R ecibe la ofrenda del pueblo santo


para presentarla a Dios.
Advierte bien lo que vas a realizar,
imita lo que tendrás en tus manos
y configura toda tu vida
con el misterio de la cruz del Señor.

137. Finalmente, el Obispo da al ordenado el beso de paz, diciendo:

La paz sea contigo.


El ordenado responde:
Y con tu espíritu.
Y lo mismo hacen todos o al menos algunos de los presbíteros presentes.

138. Mientras tanto, puede cantarse alguna de las antífonas con su correspondiente responsorio
que se encuentran en el n. 137.

139. Prosigue la Misa como de costumbre. Si lo indican las rúbricas, se dice el Símbolo de la fe.
Se omite la oración universal.

LITURGIA EUCARÍSTICA

140. La liturgia eucarística se concelebra como de costumbre; pero se omite la preparación


del cáliz.

Intercesiones
140. En la Plegaria Eucarística, el Obispo o uno de los presbíteros concelebrantes hace mención
de los presbíteros recién ordenados, según las fórmulas siguientes:

En la Plegaria Eucarística I
a) En la Plegaria eucarística I, el Obispo dice el Acepta, Señor en tu bondad propio:

Acepta, Señor, en tu
bondad esta ofrenda de tus
siervos, y de toda tu familia
santa;
te la ofrecemos también por tu
hijo que ha sido llamados
al Orden de los presbíteros;
conserva en ellos tus dones
para que fructifique lo que han recibido de tu bondad.
[Por Cristo, nuestro Señor. Amén.]

En la Plegaria eucarística II
b) En las intercesiones de la Plegaria eucarística II después de las palabras a cuantos
participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo, se dice:

Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida


por toda la tierra;
y con el Papa N.,
con nuestro Obispo N.,
llévala a su perfección por la caridad.
Acuérdate también de este hijo tuyo
que has constituido hoy presbítero de la Iglesia,
y de todos los pastores que cuidan de tu
pueblo.

Acuérdate también de nuestros hermanos ...


En la Plegaria eucarística III
c) En las intercesiones de la Plegaria eucarística III, después de las palabras: traiga la paz y la
salvación al mundo entero, se dice:

Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la
tierra:
a tu servidor, el Papa N.,
a nuestro Obispo N.,
al Orden episcopal,
a este hijo tuyo que ha sido ordenado hoy
presbíteros de la Iglesia,
a los demás presbíteros, a los diáconos,
y a todo el pueblo redimido por ti.
Atiende los deseos y súplicas...

En la Plegaria eucarística IV
d) En las intercesiones de la Plegaria eucarística IV, después de las palabras: para alabanza
de tu gloria, se dice:

Y ahora, Señor, acuérdate


de todos aquellos
por quienes te ofrecemos este sacrificio:
de tu servidor, el Papa N.,
de nuestro Obispo
N., del Orden
episcopal,
de este hijo tuyo que te has dignado elegir hoy
para el ministerio presbiteral en favor de tu pueblo,
de los demás presbíteros y diáconos;
acuérdate también de los oferentes y de los
aquí reunidos,
de todo tu pueblo santo
y de aquellos que te buscan con sincero corazón.
Acuérdate también de los que murieron ...

169. Los papás y familiares de los ordenados pueden comulgar bajo ambas especies.

170. Concluida la distribución de la Comunión, puede cantar se un cántico de acción de gracias.


Después del canto sigue la oración después de la Comunión.

RITO DE CONCLUSIÓN
171.En vez de la bendición acostumbrada, puede darse la siguiente. El diácono puede hacer
la invitación:

Inclínense para recibir la bendición.


O con otras palabras.

Y, enseguida, el Obispo, con la s manos extendidas sobre los ordenados y sobre el pueblo,
pronuncia la bendición:

Q ue Dios, que dirige y gobierna la


Iglesia, te proteja continuamente con su
gracia
a fin de que cumplas fielmente el ministerio presbiteral.
Todos:
Amén.
El Obispo:

Q ue él te haga en el mundo servidor y testigo


de la verdad y del amor divino
y ministro fiel de la reconciliación.
Todos:
Amén.
El Obispo:

Q ue te haga verdadero pastores


que distribuyas a los fieles la Palabra de la vida
y el Pan vivo,
para que crezcan en la unidad del cuerpo de Cristo.
Todos:
Amén.

Y
El Obispo:
que a todos ustedes, que están aquí presentes,
los bendiga Dios todopoderoso,
Padre, + Hijo + y Espíritu + Santo.
Todos:
Amén.

172. Después de la bendición y habiendo el diácono de despedido al pueblo, se vuelve


procesionalmente a la sacristía, según el modo acostumbrado.

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