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Familia y Desarrollo en La Realidad Latinoamericana
Familia y Desarrollo en La Realidad Latinoamericana
Familia y Desarrollo en La Realidad Latinoamericana
Este trabajo es un análisis descriptivo que no implica una valoración ética-teológica sobre la
validez o no de dichos modelos familiares. Sin embargo, nuestra convicción como cristianos es
que Dios ha instituido el matrimonio para que en el marco del compromiso y de la fidelidad el
ser humano pueda desarrollarse plenamente como persona creada a imagen y semejanza de
Dios y establecer en este marco su descendencia.
De modo que una buena parte de lo que se describirá en estos párrafos no representan el
proyecto original de Dios para el ser humano sino más bien los efectos concretos que el
hombre supo cosechar al buscar un proyecto alternativo al de Dios.
En este contexto, es esencial afirmar que el rol que juega la familia en la construcción de la
afectividad, la moral y el desarrollo intelectual es vital para un desarrollo saludable de niños,
adolescentes y adultos. Esto ha quedado bien establecido desde los comienzos del
psicoanálisis hasta las más diversas escuelas psicológicas que existen en la actualidad.
El rol que juegan los padres en el desarrollo de la personalidad es vital para un buen desarrollo
de la misma. La familia es el primer ámbito con el cual el ser humano interacciona y por lo
tanto deja huellas muy fuertes en la identidad del mismo. Este, es el primer ámbito en el cual el
sujeto descubre y adopta valores en un interjuego dinámico con sus padres.
Puig Rovira1, hablando de los medios de experiencia moral, sitúa al ámbito familiar como el
primero que coloca a los niños en contacto con el mundo de los valores:
En tal sentido, podemos referirnos en primer lugar a la familia ya que, vista desde la posición
de hijo, es el primer medio de experiencia moral a considerar. Es un momento en que los
vínculos afectivos entre personas arrastran y sirven para impregnar valores y formas de
convivencia fundamentales
1
Puig Rovira, J. M., La Construcción de la personalidad moral. Buenos Aires, Paidos. 1996, pág. 165
Como sucede en temas tan profundos y complejos, el concepto de familia no es universal,
aunque puede parecer así. Y es que su composición no es igual en todas las culturas y los
tiempos, por ejemplo, en el documento de la UNESCO, "Familia y desarrollo en América Latina
y el Caribe" se expresa lo siguiente:
“Los estudios nacionales muestran que los modelos de familia que han predominado
en cada país o región responden a la forma como se ha ido desarrollando la historia
y la cultura de cada pueblo. Países como Uruguay, cuya población desciende de
migrantes europeos, darán lugar a un modelo de familia nuclear permeada por la
ideología de la clase media, distinto al de aquellos países donde los factores étnicos
profundizan las diferencias sociales. Tal es el caso de Perú, México, El Salvador y
Ecuador, que presentan un alto porcentaje de mestizaje y de población indígena”.
Independientemente de lo que signifique la familia para uno, para la sociedad y por la época
que nos toca vivir, se distinguen varios tipos de familia. La siguiente clasificación corresponde
a los diversos esquemas que pueden observarse en la actualidad:
Familia Nuclear: formada por la madre, el padre y los hijos, es la típica familia
tradicional.
Familia Extendida: formada por parientes cuyas relaciones no son únicamente entre
padres e hijos. Una familia extendida puede incluir abuelos, tíos, primos y otros
consanguíneos o afines.
Familia Monoparental: formada por uno solo de los padres (la mayoría de las veces la
madre) y sus hijos. Puede tener diversos orígenes: padres separados o divorciados
donde los hijos quedan viviendo con uno de los padres, por un embarazo precoz donde
se constituye la familia de madre soltera y por último el fallecimiento de uno de los
cónyuges.
Familia Homoparental: formada por una pareja homosexual (hombres o mujeres) y sus
hijos biológicos o adoptados.
Familia Ensamblada: está formada por agregados de dos o más familias (ejemplo:
madre sola con hijos se junta con padre viudo con hijos). En este tipo también se
incluyen aquellas familias conformadas solamente por hermanos, o por amigos, donde
el sentido de la palabra “familia” no tiene que ver con parentesco de consanguinidad,
sino sobre todo con sentimientos, convivencia y solidaridad, quienes viven juntos en el
mismo espacio.
Familia de Hecho: este tipo de familia tiene lugar cuando la pareja convive sin ningún
enlace legal
Si bien todo esto es real, no se puede ignorar que la condición socioeconómica ejerce
presiones muy fuertes sobre el sistema familiar pudiendo modificarlo substancialmente.
2
ambusini, ar a, I. Modernidad, Posmodernidad y Familia. Sus efectos en la construcción de la
subjetividad, IX Congreso Metropolitano de Psicología, Buenos Aires, 1997.
adultos. Claramente diferenciado del de los adolescentes. El exceso del modelo, se vería
representado por aquellos hijos que han visto frustrada la posibilidad de construir un proyecto
de vida propio, en virtud del peso de la tradición familiar.
4. Una familia con roles y funciones claramente delimitadas. Lo que acabamos de mencionar
nos introduce al cuarto aspecto que queremos enfatizar: la clara distinción de roles y funciones
dentro del marco familiar. La mujer se dedicaba al cuidado de sus hijos y el hombre era el que
proveía el vital sustento económico. Padre, madre e hijos, tenían claramente asignados sus
roles, lo cual brindaba el marco adecuado para que cada uno pudiera desarrollarse como
persona. Los hijos podían encontrar en la figura materna la provisión necesaria de afecto
indispensable para desarrollarse adecuadamente. En la figura paterna, residía la cuota de
límites necesarios para estructurar una personalidad sana. El afecto y los límites, más allá de
aciertos o errores, tenían un espacio propio dentro de este modelo familiar. Un aspecto crítico
de esta dimensión es el lugar marginado que ocupa la mujer en la estructura familiar.
Analicemos más detenidamente cada una de estas características tomando como referencia la
realidad del país de Argentina.
1.- Enlaces matrimoniales menos perdurables. Una de las características más visibles es el
notorio debilitamiento de los vínculos matrimoniales.
A continuación, presentamos los datos de la autoridad para la década del 70 y 80, que revelan
la tendencia de los datos acerca del estado conyugal en la Argentina:
Haciendo una simple lectura de los datos, podemos observar los cambios substanciales que
involucran a la familia. Tomando en cuenta las cifras para la década del 70 y 80 se observa que:
Se duplica el número de parejas que conviven sin formalizar su relación de pareja.
Desciende en 5 puntos porcentuales la cantidad de gente que se casa respecto de 1970.
Se duplica el número de parejas que disuelven su vínculo de pareja.
Estos datos estadísticos parecen confirmar lo que se palpa a diario en nuestra sociedad de
América Latina: que cada día resulta más difícil casarse y la tendencia de nuestros jóvenes en
formar pareja, pero no formalizar matrimonio legalmente.
2. Roles y funciones más fácilmente intercambiables. El segundo punto que hemos mencionado
est vinculado a los nuevos roles que ocupan en la sociedad y en la familia el hombre y la
mujer. Creemos que la incorporación de la mujer al mundo del trabajo, es parte integral de los
múltiples cambios socio- económicos que estamos viviendo y afectan la vida familiar.
Observemos en el siguiente cuadro algunos datos que ilustran esta realidad:
En el mundo del trabajo la incorporación de la mujer aumenta cada vez más. Esta tendencia se
observa en todos los grupos sociales y en todos los países del continente. La entrada de la
mujer al campo laboral tiene múltiples consecuencias para ella y su familia: el cuestionamiento
de los roles asignados históricamente; la tensión para la mujer de vivir una doble o triple
jornada de trabajo; la pregunta por el cuidado de los hijos y la responsabilidad familiar y de la
sociedad. El replanteamiento de la identidad de la mujer implica necesariamente la del
hombre. Así, el rol del padre en la familia también est buscando nuevas e presiones,
especialmente en los matrimonios más jóvenes, frente a una esposa que es profesional y que
también trabaja fuera de la casa. En este sentido, pareciera que la mujer sabe mejor lo que
quiere y adónde va, mientras el hombre ha perdido claridad sobre el perfil de su identidad y de
su rol en la familia y en la sociedad.
Con respecto al ámbito del trabajo, a algunas mujeres les surgen sentimientos encontrados.
Por una parte, sienten la necesidad y la obligación de trabajar para incrementar los recursos
económicos del hogar, pero, por otra parte, reconocen que hay todo un plano de
autorrealización personal importante.
Coincidimos con aquellos profesionales que afirman que, en la actualidad, los roles y funciones
dentro de la familia, son más fácilmente intercambiables; no están rígidamente establecidos.
Los hombres colaboran más con el cuidado de los hijos y la salida laboral de la mujer le rest al
hombre el rol hegemónico de autoridad y poder económico.
3. El proyecto vital de una pareja no siempre pasa por tener descendencia. El tercer aspecto que
queremos mencionar est vinculado a la tasa de natalidad. En esta dimensión de la vida
familiar, también han ocurrido diversas modificaciones.
Este fenómeno se está dando en todo el mundo. En España, por ejemplo, en los años 60 la
tasa de hijos por familia era de 3 o más; hoy es de 1 o ninguno. La cifra promedio de hijos por
mujer cayó a 1,8 en 2015, y la cantidad total de alumbramientos se redujo 2,5% respecto al
año anterior. En los Estados Unidos, los pronósticos indican que serán más los chicos que
hayan crecido con un solo progenitor que con ambos.
4. Inversión del espejo generacional. Otro aspecto al cual queremos hacer referencia, est
relacionado con un enorme incremento de adultos que asumen como propias, características
típicas de sus hijos adolescentes. Muchos adultos toman como modelos a los adolescentes y
buscan imitarlos en diversos aspectos socioculturales:
El modelo propuesto por esta sociedad es la exaltación de la juventud. Se vive en una
“perpetua adolescencia”, es decir, en un estado donde resulta difícil tomar decisiones, se
asumen pautas de comportamiento irresponsable, a la vez que aumenta el egocentrismo y la
ansiedad junto con un marcado narcisismo, es decir, un amor desmesurado por uno mismo y
por las propias necesidades.
6. Notorio debilitamiento del lazo de alianza y junto con él, de la función paterna, lugar de origen
y sostén de las Diferencias Simbólicas. Por último, observamos que la familia posmoderna, se
perfila como centrifuga. Se propicia el desprendimiento muchas veces prematuro de los hijos,
en especial de los adolescentes, que a menudo se encuentra creciendo solo, porque no quiere
compartir el hogar con el marido de su madre, o los hijos de la mujer de su padre. Estas nuevas
formas de desamparo, obligan al niño y adolescente, a asumir tempranamente
responsabilidades que no siempre sabe cómo resolver.
Por otra parte, el cambio de la economía global liderado por la innovación tecnológica ha
puesto al sector servicios como el de mayor dinamismo y ha mostrado que el “capital
humano”, no obstante, los esfuerzos desplegados en el incremento de la cobertura
educacional, no tenía la calidad necesaria para esta nueva estrategia de desarrollo. En otras
palabras, las necesidades se han incrementado y las expectativas de movilidad social son
mucho mayores que el rendimiento de la producción científica y tecnológica. Ha aumentado el
crecimiento económico, pero no necesariamente la productividad, lo que es un buen índice del
rezago de la inversión social en las personas. La creación del mercado de capitales y la
bancarización de la economía ha llevado a muchas familias a endeudarse más allá de sus
posibilidades, sea para pagar la educación de los hijos, para adquirir vivienda propia y
equiparla, para adquirir automóviles o para estar conectadas con las redes
electrónicas de comunicación. El mayor flujo monetario ha llevado también a un incremento
de la delincuencia y también, lamentablemente, del tráfico de drogas, que en muchos países
latinoamericanos ha llegado a constituir el principal flagelo que los aqueja. También las
expectativas de dinero fácil han llevado a que se multipliquen los juegos de azar en todos los
países, incluyendo aquellos que operan a través de internet.
La familia nuclear (padre, madre e hijos en común est naturali ada por nuestra cultura como
modelo “normal” de familia. Ello produce una fuente adicional de inseguridad, culpa y
desorientación para los miembros de estas familias, por lo que es frecuente que necesiten
ayuda terapéutica.
Como toda familia, la familia ensamblada est basada en los afectos, y constituida por
relaciones de intimidad entre miembros que van evolucionando en el tiempo. Por eso mismo,
igual que la familia nuclear, su equilibrio es inestable y presentan alta potencialidad conflictiva.
Sin embargo, hay que aclarar que, en ambos tipos de familia la dinámica en las relaciones
dependerá, también, de las características personales de sus miembros.
Lo que marca la diferencia entre familias nucleares y familias ensambladas son una serie de
aspectos que se examinarán a continuación:
Diferentes culturas. Están presentes en estas familias, con mucho énfasis, dos (o más)
microculturas: las de los dos hogares a los que pertenecen los hijos de padres
divorciados. Con microcultura hacemos referencia al conjunto de ideas muy precisas
acerca de cómo hacer las cosas en la familia (por ej. si las papas fritas deben ser “finitas
y crocantes” o “tiernas y gruesitas”). Estos detalles suelen ocasionar no pocas
situaciones enojosas en la vida cotidiana si no son manejados con paciencia y
prudencia.
Ser mirados. El grupo familiar convive todo el tiempo con una mirada externa sobre su
intimidad, personificada en los hijos que vienen de visita o en el ex-cónyuge o aún en
los abuelos u otros ex parientes políticos de la pareja. Esta mirada en ocasiones puede
tornarse persecutoria (en la realidad o en la fantasía de los miembros) y puede
transformar la intimidad de la familia en una “intimidad vigilada” generando asfixia y
conductas hostiles. En otros casos, por el contrario, puede favorecer la flexibilidad y la
aceptación de las diferencias.
Equipo parental ampliado. Es clave para el éxito de estas familias, que la nueva pareja
pueda formar un equipo sólido para la toma de decisiones familiares, y este equipo
necesita lograr un mínimo de acuerdos básicos sobre los hijos con los ex cónyuges.
Porque padre y madre biológicos, son insustituibles, son figuras fundantes para los
hijos, y ambos tienen el derecho, y el deber, de intervenir en su crianza.
Afectos. El sentimiento de pertenencia al grupo, vital para todo ser humano niño o
adulto, se da con mayor lentitud en estas familias cuanto más grades son los hijos,
porque los miembros tienen que ir definiendo y ocupando sus lugares en un proceso de
ensayo y error en la convivencia. Sobre todo, cuando al momento de la constitución de
la familia hay hijos adolescentes, no siempre se cumplen las expectativas de cercanía y
calidez en los vínculos, pero ello no significa que sean familias disfuncionales.
El ciclo vital en una familia ensamblada tiene características particulares que lo hacen
esencialmente diferente al resto de los modelos familiares. A continuación, se presenta el
modelo de ciclo vital tal como lo desarrolla Mala Burt. Esta autora identifica siete etapas que
deben recorrerse para poder constituir realmente una familia ensamblada.
Burt considera que las familias “r pidas” recorren el ciclo completo en unos cuatro años
mientras que a la familia promedio le toma alrededor de siete años. Cualquiera de estas dos
cifras puede parecer un tiempo excesivo, pero debe recordarse que las primeras cuatro etapas
son las partes del ciclo en que se avanza cuesta arriba. Es importante tener en cuenta que las
diferencias entre las familias parecen radicar principalmente en el tiempo que les lleva
negociar las etapas iniciales: las familias rápidas lo hacen por lo común en un año, las
promedio en tres a cuatro años, mientras que las estancadas permanecen en dichas etapas
más de cinco años y por lo común desembocan en un divorcio. Una vez atravesadas las etapas
iniciales, a la mayoría les lleva de dos a tres años recorrer las intermedias, y un año más para
cumplir con las etapas finales.
Será útil recordar que todos y cada uno de los integrantes de la familia experimentan una
pérdida, ya que cualquier cambio implica desprenderse de situaciones o relaciones anteriores.
A los niños por lo general, les gustaría continuar con la estructura familiar previa y a veces en
vez de ponerse a llorar o entristecerse se enfadan o comienzan con conductas molestas. La
introducción gradual de los cambios y el hecho de preguntar a los niños sobre los motivos de
su tristeza puede permitir, tanto a ellos como a los adultos, decir adiós al pasado y comenzar a
apreciar las virtudes de la nueva unidad familiar.
Cuando se produce un nuevo matrimonio, los adultos y los niños se encuentran en una
situación evolutiva diferente. Tal vez uno de los cónyuges era casado en tanto que el otro
permanecía soltero hasta entonces, tal vez uno tenía hijos y el otro no; o tal vez ambos los
tuvieran, pero se olvidaron de las particularidades de los niños de determinada edad; quizás
tienen ahora hijos adolescentes que prefieren estar con sus amigos y no verse envueltos en la
creación de un nuevo núcleo familiar. Normalmente, estas diferencias hacen que las
necesidades individuales no se ajusten bien entre sí. Como consecuencia, se requiere mucha
tolerancia y flexibilidad, así como conversar acerca de estas diferencias para encontrar la
mejor manera de satisfacer la mayor cantidad de necesidades que sea posible.
Admitir que las diversas formas de actuar son distintas entre sí, no mejores ni peores.
Concentrarse únicamente en las situaciones relevantes, y hacer los cambios en las
“tradiciones” de forma pausada.
Los padrastros deben aplicar las normas disciplinarias en forma gradual.
Recurrir a las “reuniones de familia” para solucionar problemas y evidenciar c mo se
valora a los demás.
Conservar ciertos rituales y combinarlos entre sí cuando sea apropiado, y
simultáneamente enriquecer la historia familiar creando nuevas tradiciones.
Tanto los adultos como los niños están habituados a ciertas comidas y actividades, y a hacer
un montón de cosas de muy distintas maneras. Muchas veces uno ni siquiera se da cuenta de
cómo hace algo hasta que nota que a su lado alguien hace lo mismo, pero de un modo muy
diferente. Es habitual pensar que el modo en que uno hace las cosas es el correcto y que el otro
está equivocado. En lugar de esto, lo mejor es tomar nota de la forma en que los diversos
integrantes del hogar están acostumbrados a celebrar las fiestas de cumpleaños, las comidas
que les gustan y su manera de actuar en situaciones cotidianas, y compararlas entre sí.
¿Cómo desea cada cual que se hagan las cosas en el hogar actual? ¿Por qué no cambiar las
costumbres tradicionales? ¿Por qué no variar, yendo un domingo de paseo todos juntos en
coche y quedándose en casa al domingo siguiente para jugar a las cartas? ¿Por qué no iniciar
nuevas tradiciones peculiares de esta nueva familia?
La pareja y, en lo posible, también los hijos tendrán que decidir de común acuerdo las normas
del hogar; pero antes de que los padrastros o madrastras puedan tratar de imponer dichas
normas, tendrán que establecer una relación amistosa con sus hijastros. Mientras tanto, el
padre/madre biológica tiene que fijar los límites desde el principio.
No es raro que los adultos dediquen tanto tiempo y energía a que la casa funcione como es
debido, que se olviden de sus propias necesidades y de la diversión y relajación que precisan
como pareja. A menudo, si quieren tener tiempo para ellos, deben planearlo por anticipado. El
desarrollo de una buena relación de pareja no sólo es importante para los cónyuges sino
también para los hijos, aunque al principio les moleste. Necesitan contar con una pareja sólida
que les otorgue estabilidad familiar y les sirva como modelo.
La creación de vínculos entre las personas suele llevar mucho tiempo porque las buenas
relaciones humanas son el resultado de compartir muchas horas gratificantes y felices. Puede
contribuir a este proceso que los cónyuges se conozcan mutuamente más a fondo y hagan
cosas en común. Tal vez a un padre/madre biológica le resulte difícil dar un paso atrás para que
el padrastro o madrastra tenga ocasión de compartir cosas con sus hijastros, pero es la mejor
manera de edificar nuevas relaciones y de que los miembros del hogar comiencen a sentir que
constituyen un grupo familiar. A veces costará crear lazos de cariño, sobre todo con los hijos
mayores; no obstante, el padrastro o madrastra podr mantener una “buena” relaci n con sus
hijastros, una relación “ecu nime”, si no puede ser cariñosa.
Por más que los adultos involucrados en la formación de los niños mantengan poco contacto
entre sí, todos se verán beneficiados si su relación es cordial. Un vínculo neutral, reducirá los
temores de los adultos relativos a la aceptación que muestren los hijos tanto hacia sus padres
biológicos como ensamblados. La antigua relación conyugal ha terminado, pero las relaciones
padres-hijos continúan. Aunque estos contactos no sean frecuentes, pueden ayudar a los hijos
a sentirse más queridos y aumentar su autoestima.
Permitir que los hijos gocen de su hogar y darles tiempo para que se amolden a los
cambios de casa.
No pedirles nunca que actúen como “emisarios” o como “esp as”.
Si un adolescente manifiesta un serio deseo de cambiar de lugar de residencia, no
rechazarlo.
Respetar la privacidad (los límites) de cada casa, y tomar medidas que sólo afecten al
hogar propio.
Asignar un espacio propio a los hijos que no residen en la casa para cuando vengan de
visita.
Proyectar encuentros o salidas especiales para distintas constelaciones de miembros
de la familia.
Habituarse a las idas y venidas de los hijos llevará tiempo. Al cabo de un cierto período, esos
cambios resultarán normales. No es bueno planear siempre los eventos especiales para
momentos en que puedan estar presentes los hijos que no viven en el hogar. Si se procede así,
los que viven en él tal vez sienta que los otros son más queridos que ellos. Si bien estos
cambios pueden trastornar las rutinas hogareñas, también les dan a los adultos un descanso
en sus responsabilidades parentales.
Las relaciones entre los padrastros o madrastras y sus hijastros pueden ser muy gratificantes,
aunque carezcan de un soporte jurídico. Los niños se benefician cuando es mayor el número
de adultos que se ocupan de ellos, y los padrastros y madrastras reciben la satisfacción que
produce saber que están contribuyendo a darles una mejor vida. Aunque la familia
ensamblada se disocie a raíz del divorcio o de la muerte de uno de los padres, puede ser
importante que el padrastro o madrastra se empeñe activamente en mantener la relación.