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Hay Vida Después de La Muerte
Hay Vida Después de La Muerte
Hay Vida Después de La Muerte
La Biblia nos dice que sí, que hay vida después de la muerte. Este mundo
no es todo lo que hay, y la humanidad fue hecha para algo más. Al morir,
el cuerpo deja de funcionar y comienza el proceso de volver a la tierra,
pero la parte espiritual del hombre sigue viviendo: "y el polvo vuelva a la
tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio" (Eclesiastés 12:7; cf.
Salmo 146:4).
A los que son redimidos y se les perdona el pecado, Dios les da la vida
eterna, una existencia tan gloriosa que "Ningún ojo ha visto, ningún oído
ha escuchado, ninguna mente ha imaginado lo que Dios tiene preparado
para quienes lo aman" (1 Corintios 2:9, NLT). Esta vida eterna está
íntimamente ligada a la Persona de Jesucristo: "Y esta es la vida eterna:
que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has
enviado" (Juan 17:3). En la oración de Jesús en este pasaje, Él compara la
"vida eterna" con el conocimiento de Dios y del Hijo. "El que tiene al Hijo,
tiene la vida" (1 Juan 5:12).
Cada persona debe hacer una elección en esta vida, una elección que
determinará su destino eterno. Está establecido que muramos una sola
vez, y después vendrá el juicio (Hebreos 9:27). Los que han sido hechos
justos por la fe en Cristo irán a la vida eterna en el cielo, pero los que han
rechazado a Cristo como Salvador serán enviados al castigo eterno en el
infierno (Mateo 25:46). El infierno, como el cielo, es un lugar literal. Es el
lugar donde los injustos experimentarán la ira eterna e interminable de
Dios. El infierno se describe como un lago de fuego donde los habitantes
serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos (Apocalipsis
20:10). En el infierno habrá llanto y crujir de dientes, indicando intenso
dolor e ira (Mateo 13:42).
El don gratuito de la vida eterna está al alcance de todos. "El que cree en
el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la
vida, sino que la ira de Dios está sobre él" (Juan 3:36). No tendremos la
oportunidad de aceptar el don de la salvación de Dios después de la
muerte. Nuestro destino eterno se determina en nuestra vida terrenal al
recibir o rechazar a Jesucristo. "He aquí ahora el tiempo aceptable; he
aquí ahora el día de salvación" (2 Corintios 6:2). Si confiamos en la muerte
de Jesucristo como el pago completo por nuestro pecado, y creemos en
Su resurrección de entre los muertos, tenemos garantizada la vida eterna
después de la muerte, en la gloria (1 Pedro 1:3-5).