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Existen 5 Enemigos Que Te Roban La Paz

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Existen 5 enemigos que te roban la paz:

1.- La Preocupación
La preocupación hace que el problema se convierte en un foco,
en el cual se centra toda la atención. Cuando alguien está
preocupado no puede dejar de pensar en la situación que está
viviendo.
La preocupación es un enemigo que roba la paz, trae miedo,
inseguridad y puede llegar a afectar la salud, tanto física como
mental.
El mejor remedio para la preocupación se encuentra
en Filipenses 4:6, que dice: «Por nada estéis afanosos, sino
sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda
oración y ruego, con acción de gracias.
2.- La Culpa
Cuando se ha cometido algún pecado, el sentimiento de culpa
puede hacer que una persona pierda su paz y se aleje de Dios.
Lo mejor que se puede hacer es confesar la falta y pedir perdón;
una vez el pecador se arrepiente Dios se encarga de perdonarlo
y limpiarlo de su pecado.
«Pero si reconocemos ante Dios que hemos pecado,
podemos estar seguros de que él, que es justo, nos
perdonará y nos limpiará de toda maldad», 1 Juan 1:9.
3.- La Ansiedad
Cuando alguien pasa por un problema, el deseo por resolver la
situación puede generarle mucha ansiedad; una persona ansiosa
siente angustia y se desespera por tomar el control de la
situación.
El Señor tiene una palabra para todos los que están
ansiosos: «Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de
ustedes», 1 Pedro 5:7.
4.- El Miedo
El temor suele ser uno de los principales enemigos de la paz;
genera inseguridad y se convierte en un obstáculo para la fe. La
única forma de enfrentar el temor es con ayuda de la Palabra de
Dios.
«Cuando siento miedo, confío en ti, mi Dios, y te alabo por
tus promesas; Confío en ti, mi Dios, y ya no siento miedo.
¡Nadie podrá hacerme daño jamás!», Salmos 56:3.
5.- La incredulidad
Sin fe no hay paz; es por ello que en medio de una situación
adversa, puede faltar todo menos la fe.
La fe es la única garantía de tener paz porque reafirma la
confianza y la seguridad de que Dios va obrar en medio del
problema.
«E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo:
Creo; ayuda mi incredulidad», Marcos 9:24. En esos
momentos cuando llega la incredulidad Dios es el único que
puede ayudarle a confiar.
«Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento,
guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en
Cristo Jesús», Filipenses 4:7.
Predicas Cristianas Predica de Hoy: Venciendo gigantes en
nuestra vida
Predicas Cristianas Texto Bíblico: 1 Samuel 17
Introducción
En esta noche deseo que exploremos un acontecimiento
histórico, el cual estoy seguros que todos conocen. Digo esto
porque este recuento histórico no solo es el más reconocido por
los creyentes, sino que la gran mayoría de los no creyentes
también han escuchado de él, y en muchas ocasiones lo citan.
¿De qué acontecimiento histórico hablo? Bueno, hoy vamos a
explorar la historia de David y Goliat.
Deseo que exploremos este evento histórico, porque
lamentablemente los eventos descritos en esta pequeña porción
de las escrituras, continúan sucediendo en la vida de muchos. En
otras palabras, la batalla descrita en esta porción de las
escrituras continúa siendo peleada hoy en día, pero
lamentablemente no toda pelea ha tenido el mismo resultado,
sino que muchos han perdido y caído muerto en el campo de
batalla.
Claro está en que cuando digo que muchos han caído muertos
no me estoy refiriendo a la muerte física, aunque en situaciones
drásticas, como el suicido y el homicidio, si pueden suceder. Pero
de la muerte que les estoy hablando en esta noche no es la
muerte física, sino que les estoy hablando acerca de la muerte
espiritual, cual es mucho peor que la muerte física.
Hoy vamos a explorar 1 Samuel 17, pero no les leeré el capitulo
sino que usare los versículos claves, que servirán para ilustrar el
tema de hoy. Pasemos ahora a la palabra de Dios.
1 Samuel 17:1-3 – Los filisteos reunieron sus ejércitos para la
guerra, concentrando sus fuerzas en Soco, pueblo de Judá.
Acamparon en Efesdamín, situado entre Soco y Azeca. 2 Por su
parte, Saúl y los israelitas se reunieron también y, acampando en
el valle de Elá, ordenaron sus filas para la batalla contra los
filisteos. 3 Con el valle de por medio, los filisteos y los israelitas
tomaron posiciones en montes opuestos. (NVI)
Deseo que prestemos mucha atención a ésta pequeña sección
de las escrituras de hoy. Deseo que prestemos mucha atención,
porque en ésta pequeña porción de las escrituras, encontramos
muy bien reflejado lo que sucede en la vida de muchos hoy en
día. ¿Cómo así?
Pensemos por un breve momento en lo que acabamos de leer
para determinar si lo que les digo tiene sentido o no.
Venciendo Gigantes – ¿Quiénes eran los Filisteos?
Bueno, como todos nosotros sabemos, los filisteos eran una
fuerza poderosa que pretendía conquistar al pueblo de Israel, y
para lograr su propósito, ellos acamparon su ejército en la tierra
de Judá. La realidad es que los filisteos no tenían derecho alguno
de estar en ese lugar.
Ellos no tenían derecho alguno de estar en ese lugar porque está
era la tierra que Dios le había entregado a Su pueblo. Pero ahora
ellos la ocupaban por fuerza, y pretendían arrebatársela. ¿Por
qué he tomado el tiempo de explorar éste detalle?
He tomado el tiempo de explorar este detalle que a primera vista
aparenta insignificante, porque cuando hacemos una
comparación entre lo que sucedió en ese instante, y lo que
sucede en la vida de muchos hoy en día, pronto llegaremos a la
conclusión que no existe mucha diferencia entre los eventos de
ese entonces y los eventos de hoy.
Claro está en que no tenemos un ejército físico acampado a
nuestro alrededor, o acampado a la puerta de nuestro hogar.
Pero si existe un ejército de principados y potestades malignas
acampados a nuestro alrededor, que a diario tratan de desviarnos
de la voluntad de Dios [1]. Estamos hablando de los poderes de
las tinieblas que luchan sin descansar para tratar de desviarnos.
¿Cómo opera éste ejército?
El ejército del maligno opera influenciando a aquellos que nos
rodean, y en ocasiones a nosotros mismos, para que surjan
circunstancias o situaciones que nos roben la paz y el gozo que
Cristo nos ha entregado. En otras palabras, circunstancias o
situaciones que solo sirven de piedra de tropiezo en nuestra
perseverancia en la fe.
Pero la realidad de todo es que al igual que el ejército filisteo no
tenía derecho alguno de acampar en la tierra de Judá, esas
circunstancias o situaciones no tienen derecho alguno de invadir
nuestra vida, ya que el Señor nos libero [2]. Repite conmigo: ¡soy
libre en Cristo!
El ejército del enemigo puede acampar a nuestro alrededor, pero
no puede apoderarse de nosotros, no puede apoderarse de lo
que Dios nos ha entregado. No puede apoderarse de lo que Dios
nos ha entregado, porque nosotros le pertenecemos a Dios [3], y
Dios nos da la fortaleza y autoridad para echarles fuera de
nuestra vida [4].
Venciendo Gigantes – ¿Qué te detiene?
Pero ahora la pregunta que debemos hacernos es: ¿qué detiene
que muchos no puedan echar fuera de su vida esas potestades
que aparentan ser invencibles? Para contestar ésta pregunta
continuemos examinando lo que sucedió a continuación.
1 Samuel 17:4-7 “Entonces, de las tropas de los filisteos salió un
paladín que se llamaba Goliat, de Gat. Este tenía de estatura casi
tres metros. 5 Llevaba un casco de bronce en la cabeza y estaba
vestido con una cota de malla de bronce que pesaba cincuenta
kilos. 6 Sobre sus piernas tenía grebas de bronce y entre sus
hombros llevaba una jabalina de bronce. 7 El asta de su lanza
parecía un rodillo de telar, y su punta de hierro pesaba siete kilos.
Y su escudero iba delante de él.” (RVA-2015)
Como podemos ver, aquí encontramos que el campeón de los
Filisteos salió a mortificar e intimidar al pueblo de Dios. En la
descripción de este hombre encontramos lo que muchos, sino
todos, dirían que es la descripción de un hombre invencible. Digo
esto porque vemos que la descripción de este hombre era de
“casi tres metros”. ¿Qué quiere decir esto?
Para que podamos entender el significado de ésta descripción
tendremos que convertir éstas dimensiones a términos
modernos. Un metro es aproximadamente 39 pulgadas, lo que
quiere decir que éste hombre media casi diez pies (9.84 pies).
Pero no solo eso, sino que este guerrero tenía que ser una
persona extremadamente fuerte. Digo esto porque que la
armadura que él tenía puesta pesaba “cincuenta kilos” (110 lbs.),
y solamente la punta de su lanza pesaba “siete kilos” (15 lbs.).
Solamente la presencia de este guerrero era algo amedrentador y
alarmante.
Ahora pregunto: ¿le suena esto conocido a alguien? En realidad
todo esto nos debe sonar conocido a todos nosotros, ya que en
numerosas ocasiones el creyente fiel siempre tendrá que
enfrentar gigantes en nuestra vida que aparentan ser invencibles.
¿Por qué aparentan ser invencibles? Continuemos con nuestro
estudio para encontrar la respuesta a nuestra pregunta.
1 Samuel 17:8-11 “-Entonces se detuvo y gritó al ejército de
Israel, diciendo: —¿Para qué salen a disponer la batalla? ¿No
soy yo el filisteo, y ustedes los siervos de Saúl? ¡Escojan de entre
ustedes un hombre que venga contra mí! 9 Si él puede luchar
conmigo y me vence, nosotros seremos sus esclavos. Pero si yo
puedo más que él y lo venzo, ustedes serán nuestros esclavos y
nos servirán. 10 —Y el filisteo añadió—: ¡Yo desafío hoy al
ejército de Israel! ¡Denme un hombre para que luche contra mí!
11 Cuando Saúl y todo Israel oyeron estas palabras del filisteo,
se amedrentaron y tuvieron mucho temor.” (RVA-2015)
¿Se pueden imaginar cómo esto le sonó al ejército de Israel?
Éste hombre se paro frente a ellos y básicamente les dijo que
ellos no valían nada; que él solo derrotaría a cualquiera que ellos
mandaran. ¿Qué resultado tuvo esto? El resultado fue que ellos
temblaron al oír lo que éste hombre gritaba, y no hubo un hombre
en todo el ejército de Israel que estuviera dispuesto a enfrentarle.
Cuando reflexionamos por un momento en el asunto, creo que
todos estaremos de acuerdo cuando digo, que esto es
exactamente lo que sucede en nuestra vida cuando confrontamos
esas situaciones o circunstancias que aparentan invencibles. La
intimidación y el temor nos roban nuestra voluntad de servir a
Dios, nos arrebatan la victoria que Jesús nos entrego en la cruz,
y detienen el propósito de Dios para con nosotros. ¿Por qué digo
esto?
Digo esto porque como todos aquí sabemos, nosotros no
estamos llamados a vivir en sufrimientos, nosotros estamos
llamados a vivir en victoria [5]. Pero en muchas ocasiones
dejamos que los gigantes nos arrebaten nuestra felicidad,
dejamos que arrebaten nuestro honor. Eso fue lo que le paso al
pueblo de Israel, y es lo mismo que le sucede a muchos hoy en
día.
¿Por qué sucede esto? Yo diría que la razón principal por la que
esto le sucede a muchos, es porque muchos han permitido que la
intimidación y el miedo les conduzcan a tratar de hacer paz con
los gigantes. En otras palabras, a que comprometan su fe y sus
principios. Pero esto es algo que nunca podemos hacer. No
podemos estar con Dios y con el diablo a la misma vez [6]. ¿Qué
les estoy tratando de decir?
Lo que les estoy diciendo es que no podemos hacer la paz con
los gigantes. Hermanos, no podemos hacer paz con el diablo. La
realidad es que o servimos a Dios como Él merece y demando, o
somos esclavos del diablo. No existe una tregua. ¿Qué tenemos
hacer?
Tenemos que pelear. Tenemos que confiar en el poder de Dios y
derrotar a esos gigantes. ¡Tenemos que suplir lo que quizás
carezcamos en valor con fe!
Cuando leemos los versículos del 12-37, vemos que alguien
finalmente tuvo el valor para enfrentarse a este tirano. ¡David dio
el paso al frente! Pero quiero que nos fijemos bien en lo que
sucedió cuando él dio ese paso al frente.
1 Samuel 17:38-39 “Saúl vistió a David con su propia armadura.
Le puso un casco de bronce sobre su cabeza y lo vistió con una
cota de malla. 39 Luego David se ciñó la espada de él sobre su
ropa e intentó andar, porque no estaba acostumbrado. Entonces
David dijo a Saúl: —Yo no puedo andar con esto, porque no
estoy acostumbrado. David se quitó de encima aquellas cosas.”
(RVA-2015)
¿Se pueden imaginar la sorpresa del rey en esta situación? Estoy
seguro que el rey se quedo completamente sorprendió, al ver
como solamente este joven estaba dispuesto a enfrentar al
gigante. Pensemos en esto por un breve momento.
El rey tenía un ejército de soldados, pero ninguno de ellos tuvo el
valor de aceptar el reto. Pero no solo no tuvieron el valor de
aceptar el reto, sino que cuando leemos la historia completa
encontramos que el mismo rey trato de convencer a David de que
no lo hiciera (vers. 33). Trato, pero no pudo. ¿Saben por qué no
pudo?
No pudo porque David tenía algo que ellos no tenían. David tenía
fe, y una confianza absoluta en Dios, y al ver que no podía
convencerle de que abandonara el reto, el rey le vistió con la
mejor armadura que tenían para que se enfrentase al combate.
Ahora pregunto: ¿le suena algo de esto conocido? En realidad,
esto es algo que nos debe sonar conocido a todos.
Digo que lo que aconteció nos debe sonar conocido, porque la
realidad del caso es que muchos de nosotros actuamos de la
misma manera que actúo el rey en éste instante. En otras
palabras, al enfrentarnos a esos gigantes, tratamos de pelear con
nuestra propia fuerza, y nos cubrimos con nuestra propia
armadura. ¿De qué armadura les hablo?
Les hablo de nuestra fuerza de voluntad, determinación, y
orgullo. Nos ponemos esa armadura que NO nos sirve. No nos
sirve porque sin el poder de Dios, nosotros nunca podremos
derrotar la obra del enemigo en nuestra vida. Sin la asistencia de
Dios, nunca podremos derrotar a esos gigantes que tratan de
separarnos de las bendiciones de Dios. Y es por eso que les digo
en esta noche, que como fieles cristianos, es hora de comenzar a
seguir el ejemplo de David.
Venciendo Gigantes – Es hora de quitarnos esa armadura
que NO nos sirve.
Esa armadura que nos limita y NO permite que nos podamos
mover libremente. Como fieles seguidores de Cristo tenemos que
aprender a confiar en la voluntad y poder de Dios. Como les dije
hace un instante, nosotros no estamos peleando una guerra
física, sino una guerra espiritual. Esto significa que las armas que
tenemos que emplear para defendernos y conquistar no pueden
ser carnales.
La realidad de todo es que todo tipo de solución humana
simplemente no funciona. Todo tipo de solución humana no
derrota a los gigantes que se levantan en contra de nosotros, y
es por eso que Dios nos indica a que actuemos completamente
diferente. ¿Cómo desea Dios que actuemos? Para contestar esta
pregunta examinemos lo que sucedió a continuación.
1 Samuel 17:40 “Entonces tomó su cayado en su mano y escogió
cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en la bolsa pastoril, en
el zurrón que llevaba. Y con su honda en su mano, se fue hacia
el filisteo.”
Cuando comenzamos con nuestro estudio, vimos que el gigante
había desmoralizado al ejército de Israel. Él les había intimidado
y había causado gran temor entre ellos. Pero como podemos ver,
las cosas estaban a punto de cambiar drásticamente.
Digo esto porque cuando leemos los versículos del 41-44, vemos
que ahora el gigante era quien había sido desmoralizado. Vemos
que ahora el gigante era quien estaba insultado. Pensemos en
como esto sucedió.
El ejército de Israel estaba acampado cerca del ejército de los
filisteos, y consistía de un buen número de hombres. Pero
ninguno de los hombres de guerra salió a confrontar al gigante.
Ellos enviaron a un joven, pero no solo habían enviado a un
joven, sino que le habían permitido proceder al combate con solo
una vara de pastor y una honda. David no tenía en sus manos
una espada; él no tenía un escudo; David no tenía puesto
ninguna armadura.
Esto causo gran indignación en los ojos del gigante. Después de
todo, ¿cómo se atrevían ellos a enviar a un niño a hacer el
trabajo de un guerrero?
La indignación que el gigante sintió fue tan grande que causo que
no se diera cuenta de que David no tenía necesidad de ningún
arma forjada por el hombre. El gigante no se dio cuenta de que
David ejercía el arma más poderosa que existe en el universo.
Repite conmigo: David tenía la unción de Dios.
El gigante trato de insultarle, de intimidarle, pero David le
respondió diciendo:
“…Tú vienes contra mí con espada, lanza y jabalina. Pero yo voy
contra ti en el nombre del SEÑOR de los Ejércitos, Dios de los
escuadrones de Israel, a quien tú has desafiado. 46 El SEÑOR te
entregará hoy en mi mano, y yo te venceré. Te cortaré la cabeza
y daré hoy los cadáveres del ejército filisteo a las aves del cielo y
a los animales del campo. ¡Y toda la tierra sabrá que hay Dios en
Israel! 47 También todos estos congregados sabrán que el
SEÑOR no libra con espada ni con lanza. ¡Del SEÑOR es la
batalla! ¡Y él te entregará en nuestra mano!” 1 Samuel 17:45-
47 (RVA-2015).
¿Vieron que fantástico esto? Con esto aquí, David le dijo cuatro
cosas bien importantes. David le dijo: «el tiempo de hablar se
acabo;» «no habrá ningún tipo de negociación;” “no me rendiré y
no correré;» «tu no me puedes intimidar.» ¿Qué sucedió cuando
David le dijo estas cosas al gigante?
Fíjense bien: “…Cuando Goliat se acercó para atacarlo, David fue
corriendo para enfrentarse con él. 49 Metió la mano en su bolsa
de pastor, sacó una piedra, la lanzó con su honda y golpeó al
filisteo en la frente. La piedra se le incrustó allí y Goliat se
tambaleó y cayó de cara al suelo.” 1 Samuel 17:48-49 (NTV).
Lo que sucedió fue absolutamente magnifico. Y quiero que
notemos que David no camino o trato de emplear una táctica
militar para enfrentar al gigante. Repite conmigo, David corrió
hacia él. ¿Por qué pudo David correr hacia él? David pudo correr
a la batalla porque él había depositado toda su confianza en
Dios.
Hermanos, la fe genuina es agresiva; la fe genuina es activa; la fe
genuina es actuar en base de confiar en Dios absolutamente, y
estar seguros que Él vencerá cualquier situación.
Para concluir.
Estoy seguro que algunos se deben estar preguntando: ¿si David
tenía tanta fe, entonces por qué recogió cinco piedras en vez de
solo una?
Pero la razón por la que algunos hacen esa pregunta es porque
desconocen que Goliat tenía cuatro hermanos (2 Samuel 21:15-
22) y si era necesario, David les mataría a ellos también.
Esto es lo que nosotros tenemos que estar listos para hacer.
Podemos estar frente a un gigante, problemas que aparentan ser
invencibles, enfermedades, personas, circunstancias, vicios, o
cualquier otra cosa. Pero tenemos que estar listos para pelear.
Recordemos que se nos ha garantizado la victoria, y todo lo que
tenemos que hacer es tomarla. Tenemos que movernos en
oposición a los gigantes, no importa lo que sea. Tenemos que
confiar que Dios los derribara, y que nos moveremos a través de
cualquier situación a un lugar de victoria.

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