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Al-Andalus y El Mundo Islámico

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Al-Andalus y el mundo islámico

Parte de Palacios

Términos

Hanif
Fiqh
Sunna
Hadiz
Diwan
Madhab
Umma
Quraysh
Ansar
Mawali
Yizya
Jaray
Yihad
Dimmíes
Sultán
Yund
Iqta
Amsar/misr

Tema 1. Orígenes históricos y culturales del islam: La Arabia


preislámica

El origen de los árabes

La palabra árabe tiene el significado etimológico de desierto. Los árabes


como pueblo se registran en fuentes escritas desde el siglo IX antes de Cristo,
un pueblo semita que habitaba la Península Arábiga tanto de forma sedentaria
como de forma nómada, siendo representados en tan antiguas culturas como
la egipcia, asiria o hebrea. Su lengua, el árabe, tiene precedentes escritos muy
antiguos, pero no se consolida alfabéticamente hasta el siglo VI d.C. El árabe
como lengua se divide en tres niveles, el fusha o alto árabe, el dialectal y el
moderno estandarizado.
Los árabes se sitúan entre dos núcleos civilizatorios, Mesopotamia y
Egipto. Hay elementos árabes preislámicos que están registrados por escrito
por los musulmanes, con textos de poesía como por ejemplo Los días de los
árabes, una narración épica no historiográfica. Además de ello en el Antiguo
Testamento se les representa, sobre todo en lo relativo a Abraham y su hijo,
Ismael, un onagro humano que según dice en los textos va a engendrar un
pueblo que va a estar siempre enfrentado y va a traer conflicto. En el Corán se
da una narración diferente del episodio de la expulsión de Ismael y Argar en
la que son salvados en el desierto por Dios y en la que Ismael junto a Abraham
construyen la Caaba. En el Corán se menciona más a Abraham que a Mahoma.
El tema de la Caaba como precedente a la revelación tiene su sentido en el
hecho de que la Meca era sagrada antes del islam, un santuario sincrético y
politeista que además era un importante centro comercial. En la Caaba se
adoraban a más de 300 dioses, una sociedad politeista con algunos elementos
henoteistas y algunos cultos comunes como el de Manat, Al-lat y Al-uzza, una
triada de dioses. En época preislámica hay una heterogeneidad enorme, vemos
una ausencia de estructura política común, ausencia de religión común y
heterogeneidad geográfica. En Isaias nos hablan de sociedad urbanas frente a
beduinos del desierto, la cual es la mayor contradicción entre árabes.

Diversidad étnica y cultural en la Arabia preislámica

Geográficamente es más diverso de lo que parece, el centro es


extremadamente árido, pero al sur, en el Yemen, los romanos hablaban de la
Arabia Feliz, una zona que recibe parte del monzón, la única zona de Arabia
donde se desarrolla la agricultura. También tenemos como zonas urbanizadas
al Hiyaz, en la costa oeste, y la Hira, en torno a Mesopotamia. Además de otras
menos habitables como Omán, con mucha insalubridad hídrica, con marismas
y salinas. Culturalmente vemos lo mismo, sus estructuras sociales son
totalmente distintas, pudiendo separarlas en tres; sedentarias, nómadas y
seminómadas. Entre las sedentarias tenemos como los reinos y principados
yemeníes, con sistemas hidráulicos para control y concentración de agua. Se
producía además cosas como el inciensos y mirra, así como piedras preciosas,
con menciones como la de la Reina de Saba del Antiguo Testamento. Otro tipo
de estas sociedades sedentarias eran los nabateos y tamudeos, con núcleos en
Palmira y Petra respectivamente. Sociedades árabes de influencias helenística
que son ocupados por los romanos, ciudades que se nutren de las rutas
caravaneras. Y un tercer grupo sedentario, lagmíes y gassaníes, en la zona de
Hira y Gasán, donde instalan las tribus árabes unos principados desde el III a.C
hasta la aparición del islam, estando en la órbita de sasánidas y bizantinos
respectivamente, actuando como tapón entre ambos en esa zona. Son además
nestorianos y monofisitas respectivamente, desapareciendo étnica y
religiosamente con su disolución en la identidad árabo-islámica.
Por su parte las sociedad nómadas ocupan la mayor parte de Arabia,
pequeños grupos humanos dedicados a pastoreo, caravanas y razzias, con
mucha dependencia del dromedario o el camello, el cual se llega a divinizar
por su enorme importancia y empleo en estas comunidades. El ganado se
posee de manera comunal, no desarrollan la propiedad privada, la jerarquía
se establece por otros medios y prima la solidaridad tribal, pero es algo
interior, aplica para la tribu a la que se pertenece, al resto de tribus se les
combate. Hay dos grandes grupos, qaysíes y yemeníes, un conflicto que se
desarrollará luego fuera de Arabia en la expansión, así como la contradicción
entre beduinos y sedentarios urbanizados que igualmente se replica en las
fronteras imperiales extra arábigas.
Y por último las sociedad urbanas del desierto, los semi nómadas, los
tenemos en ciudades como Medina o Meca. Estos grupos son importantes para
el culto y el comercio, con las mencionadas ciudades como cabeza, teniendo en
el origen del islam el comercio de Meca una importancia capital. Es un gran
santuario religioso en el que surge la idea del haram, lugares pacíficos.
Además, el comercio estimula el surgimiento de una élite, una jerarquía social
cada vez más aguda que en este caso sí que tiene fundamento en la propiedad
privada.

Los rasgos comunes

Más allá de estas diferencias tenemos rasgos comunes entre los árabes.
En primer lugar la idea de tribu, una agrupación de familias que se asocian
mediante lazos de parentesco, muchas veces ficticios. En ese contexto familiar
se da la solidaridad, tanto en propiedad como en acciones, una primacía de lo
colectivo y la protección común, por ejemplo con el tema de las viudas y los
huérfanos. Es una organización patriarcal con un líder, el sayyid, que tiene a
ancianos como asesores. El sayyid era líder, no un rey institucionalmente
establecido, aunque tenía privilegios como las mayores ganancias en las
razzias. Estas tribus se ven envueltas en conflictos y el sayyid media o estimula
el conflicto en función de la situación. Lo que tenemos en conclusión es un
pueblo árabe muy heterogéneo que se sitúa en una región relativamente
periférica pero que no estaban atrasados o aislados, una perspectiva
empleadas por los propios musulmanes para presentar lo inédito y milagroso
del surgimiento del islam.

En la religión más en detalle tenemos que esta época preislámica es


conocida como la época de ignorancia, la yahiliyya, aunque no es todo
negativo en ella puesto que hay elementos que se incorporan al islam. Un
ejemplo de esto los yins, pequeñas divinidades asociadas a objetos y
fenómenos, integrados en el Corán y con capacidad para creer en Dios.
También los dioses astrales que controlan el destino a través de un sistema de
astrología se incorporan en cosas como el giro ritual o asociación de Dios con
determinados astros. Pero paralelamente hay una degradación de los cultos
locales, se destruyen muchos cultos politeístas.

En la mentalidad y la cultura tenemos que existe una idea de una


cultura árabe preislámica que servirá en buena parte como paradigma de las
virtudes islámicas. Viven en un medio hostil en el que prima la creencia de la
predestinación por un medio geográfico fuertemente azaroso y dependiente
de los caprichos atmosféricos. Se tiene la idea de lo efímero de la vida frente a
lo que hay que vivir con conciencia de la predestinación y la transitoriedad de
la vida. Además se desarrolla la solidaridad tribal, la asabiyya, que también
significa honor y los deberes hacia la comunidad. Esta solidaridad se traduce
también en el carácter colectivista del rito islámico, por ejemplo con un ayuno
colectivo en el Ramadán. Por último la poesía es otro elemento árabe que va a
servir como paradigma al islam, en una sociedad sin mucha tradición escrita
la cultura oral tiene una tradición oral. El Corán está hecho para ser aprendido
y se dan cosas como competiciones de improvisación poética en las que se
improvisaba poesía y el ganador dejaba por escrito lo recitado.

La Arabia preislámica en vísperas del islam


Se había dado para la época de Mahoma un auge comercial que lleva a
la complejización social y la subversión de los modos de vida tradicionales,
dándose una descomposición de la asabiyya y una mayor competencia entre
tribus. Además de ello se suma un auge en la desertificación de Arabia y un
aumento general de las tensiones geopolíticas en la que Arabia juega un papel
intermedio al ser una encrucijada comercial y política entre bizantinos y
sasánidas, que desde el siglo V están pugnando más agresivamente de lo usual
entre sí. Hay dos tribus árabes muy involucradas en este conflicto, los lagmíes,
subordinados a los persas, y los hasaníes subordinados a los bizantinos, ambas
tribus mayormente cristianas. Pero este dominio se hace cada vez mayor,
puesto que más tarde Bizancio se alía con un reino Etíope y conquistan Yemen
en el 525 y posteriormente los sasánidas ocupan esta misma región en el 570
hasta el 620.
En este contexto se desarrolla el auge del mensaje de Mahoma , un
monoteísmo que agrupa a los árabes dándoles una cohesión. Sin embargo esta
manifestación religiosa no es única, se habla ya de la existencia de
predicaciones y además se daba la existencia de algunas tribus cristianas y
judías en muchas zonas de Arabia, sobre todo en Medina, desde hacía siglos. Y
sumado a ello un politeísmo henoteísta, el hanifismo, una corriente
monoteista abrahámica propiamente árabe, que en un contexto de desunión y
crisis de judíos y cristianos tomará fuerza.

Tema 2. Mahoma y las bases doctrinales del islam

Mahoma

En La vida del profeta Ibn Ishaq nos da un relato hecho a posteriori, un


siglo después aproximadamente, apoyado en fuentes previas que no
conocemos, siendo una hagiografía que contiene algunos conflictos con
fuentes contemporaneas no islámicas. Según la tradición, Mahoma nace en la
tribu de Quraysh entorno al 560, una tribu poderosa que controlaba la Meca.
Se queda huérfano muy pronto y vivirá con su tio, Abu Talib, padre de Alí, el
cual nunca llega a convertirse en musulmán. Tamibén es importante el
contacto de Mahoma con Jadiya, una mujer ridca viuda que será la primera
mujer y que le dará a su hija Fátima. En el 610 con 40 años en un retiro
espiritismol en el monte Hira recibe, según la tradición, una epifanía, una
revelación del Ángel Gabriel que le muestra la primera shura, la 96, iniciando
una revelación que continua hasta la muerte de Mahoma. Permanece 12 años
en Meca, donde comienza a reclutar a un séquito de conversos, al principio de
maner aprivada pero a los tres años hay una revelación que le dice que haga
pública su fe. Se enfrenta al comercio en la Meca, pero también a la
concepción colectivista de la tribu, el juicio es individual y no juzga a la tribu
sino Dios. Después de la muerte de su tío, que tenía cierto prestigio, se
enfrenta a la persecución y debe huir a Medina, es la Héjira, en el 622. Medina
significa la ciudad luminosa, con una población judía muy antigua y bien
asentada, más acostumbrados al monoteísmo. La hégira es el punto de partida
para la comunidad islámica, creando además dos grupos, los emigrados,
muhayirun, y los ayudantes, ansar, los segundos son los que vivían en Medina
de antes y que se comprometen a la defensa.

La Héjira supone un punto de partida porque aquí se construye la


umma, la comunidad de creyentes como institución sociopolítica, con un texto
“la constitución de Medina” en el que se regula la vida de la umma. Es una
comunidad de la que los judíos también forman parte, porque al principio el
islam no se distingue como movimiento religioso sino como movimiento
espiritual. La umma se basaba en el monoteismo, en la creencia en el último
día y en que los conflictos se resolverían por Dios a través de Mahoma. Se
rompe la estructura social de la tribu en beneficio de la umma, aunque estos
siguen teniendo peso, y se establece la cuestión de la guerra frente a los
ataques con pactos de protección mutua y el establecimiento de deberes y
obligaciones para los judíos. A partir de aquí se desarrollarán las conquistas,
empezando por Arabia, que para la muerte de Mahoma ya estará totalmente
bajo control del islam.

Principios doctrinales del islam

La cosmología islámica parte de un dualismo duro en el que hay dos


condiciones ontológicas, Dios y su creación, de lo que se deriva también un
monogenismo. Hay una comunicación de Dios con su creación a través de sus
profetas y su mensaje escatológico con la salvación personal y el último día. En
el islam la figura de Abraham es fundamental y difiere con otras ramas del
abrahamnismo en que Agar y su hijo Ismael es el descendiente principal y
protagonista, con una sucesión directa de Abraham a Mahoma, siendo este
último quien termina la tradición haniz cerrando la revelación de los profetas
con el Corán.

El Corán, dividido en suras, los capítulos, y aleyas, los versículos, debe


entenderse atendiendo a dos puntos. Primero es que hay una revelación
paulatina, por lo que hay contradicciones, algo resuelto con la teoría de las
abrogaciones en las que la verdad es la más reciente cronológicamente. Pero
hay que tener en cuenta que se ordena por extensión, con excepción de la
primera shura, la fatiha, y no cronológicamente. Esta ordenación es muy
arcaica y revela el carácter oral y no prosaico del Corán. También hay una
división entre las suras de Medina, más largas y narrativas, y las de La Meca,
más cortas y poéticas que tratan principalmente teología. El segundo punto es
que Mahoma no compiló el Corán, se pone por escrito tiempo después de la
revelación, con el tercer califa, Utman. Hay grafías sueltas en muchos soportes
con aleyas sueltas desde el 644 y mucha cultura oral aprendida. Es
precisamente a medida que se van muriendo los recitadores que se comienza
a poner por escrito. El texto coránico es uno, no hay modificaciones en función
de la rama del islam.

Junto al Corán está la Sunna, la tradición, que es también revelada. Son


ejemplos y enseñanzas de Mahoma o de sus inmediatos seguidores. Los
hadices son los dichos y hechos, en los cuales la cadena de transmisión como
fuente de legitimidad muestra la importancia de la oralidad.
Tras la muerte de Mahoma hay muchos hadices falsos, apócrifos, por lo
que se hace necesario un canon. Hay colecciones de hadices iniciales, como la
de Ibn Hanbal, básicas como los sahih, puros, que corroboran la cadena de
transmisión y las complementarias. Hay muchos autores que hacen estas
colecciones, entre ellos Al-Bujarin y Muslim son de esos que hacen sahih y
tienen muchos hadices compilados. Los chiíes no tienen dichos y hechos,
hadiz, sino noticias, jabr, que no son solo de Mahoma sino también de sus
imanes, que cuentan con infalibilidad.

La Sunna se compone de hadices, y juntando la Sunna con el Corán


tenemos la Sharia, la ley islámica, que no es igual al fiqh, que es la ley
concreta. La Sharia significa el camino que conduce a una fuente, el camino
que lleva a Dios y en el que mantenerse. También está un tercer derecho que
complementa los hadices y el Corán, el Derecho islámico, que depende a su vez
de fuentes complementarias, a saber, el consenso, la razón, la opinión
personal, la experiencia etcétera. Todas ellas forman la Sharia. Por su parte el
fiqh es la manifestación normativa, es el derecho positivo, el cual en gran
medida no está en el Corán o la Shura, son normas que se van añadiendo por
necesidad. Normativas generadas por los ulemas que se adaptan a los
contextos.
Dentro de la Sharia entorno al VIII y al IX con la madurez del islam se
van a crear conflictos intelectuales por el fiqh. Son las escuelas jurídicas,
siempre del sunismo, las madhab. No son heterodoxias del sunismo sino
escuelas interpretativas de la Sharia y los usos jurídicos, el conflicto es en el
plano teórico e intelectual, teniendo contextos geográficos muy marcados y
diferenciados. Los jueces establecen el veredicto en función de la zona. Son
muchas pero principalmente cuatro: La Hanafi, la más extendida y la
empleada por los otomanos, en torno al 50% del sunismo, es la primera que
surge y es de origen persa, valorando más el consenso y siendo más
aperturista. La Hanbalí, la más rigorista, sobre todo en Arabia Saudí. Le da
poco margen a la interpretación y cuentan con la Sunna y el Corán más que
con el consenso y las alegorías,negando la innovación. La Malikí, que surge en
Medina pero se extiende al norte africano, tiene en cuenta la Sunna de Medina
y los hadices propios de esta zona, con una valoración del consenso colectivo
frente al de la razón individual. Y por último la Shafi, sobre todo asiática
oriental, una escuela de escuelas que sirve metodológicamente a las otras.

Junto a ello también es fundamental en los aspectos doctrinales el tema


de los Cinco pilares del islam, cinco obligaciones individuales, aunque
comunitarias, cuya obligación es general para todos los musulmanes adultos.
Son cinco: 1. Sahada, la profesión de fe, es una declaración pública de fe,
siendo la única ritualización para pertenecer al islam, reconocer a Alá y a su
profeta. 2. Salat y azalá, la oración, hay varios tipos, una espontánea frente a
otra ritualizada en la que hay cinco oraciones; amanecer, mediodía, media
tarde, puesta al sol y anochecer. Se reza mirando hacia la Meca y lo ideal es
hacerlo en la mezquita, aunque también pueda ser en cualquier sitio, siendo la
mezquita además lugares para tareas y rituales comunitarios que van más allá
de lo estrictamente religioso. 3. Azaque o zakat, la limosna, una forma de
bendecir la abundancia y la redistribución. La isla no condena la riqueza ni el
comercio, el propio Mahoma era comerciante, ni siquiera la usura, palabra
que viene del usr, un impuesto legal del 10% que no puede subirse. Se tiene
que pagar el impuesto y una parte de aquel es la limosna. 4.Ayuno, el cual es
practicado en ramadán, un mes de vida de purificación corporal y espiritual,
aunque no es solamente ayuno, es virtud en todas las áreas. 5. Peregrinación,
el hayy, es lo mismo que la oración, hay una peregrinación que se ùede hacer
en cualquier momento, pero esta es la ritualizada, una que debe hacerse en la
vida. Es una peregrinación a La Meca y está muy ritualizada, siendo una
rememoración de la historia del islam, varios días en los que hay que hacer
cosas simbólicas cada día según un orden estipulado.

Por último el tema del yihad, que está fuera de los pilares, no siendo una
obligación usualmente al contrario que lo de los pilares, solamente en algunas
circunstancias históricas se ha considerado un pilar, mayormente es un deber
opcional y hay una yihad parcial, el ihram. Yihad significa “esfuerzo”, un
esfuerzo por cumplir los prefectos, ser solidario y ser puro, pero también
alude a la defensa y la expansión ofensiva del islam, un esfuerzo militar. Yihad
como concepto aparece 4 veces en el Corán, se alude a la guerra y la matanza
con otros términos diferentes. Es en los hadices donde se desarrolla más esa
idea de la yihad militar, además de que congenia bien con las exhortaciones al
combate de Mahoma, véase 9:29, que siendo las más recientes
cronológicamente y según la teoría de la abrogaciones niegan los mensajes
contrarios al belicismo que se leen en otras partes del Corán, véase 16:125
sobre convencer con la palabra, contradicciones que se derivan de las
necesidades de las circunstancias y el pragmatismo de Mahoma. Existe aún así
una distinción entre yihad mayor, el esfuerzo espiritual, y la yihad menor, el
esfuerzo militar, aunque esta es una distinción del siglo XI producto de la
filosofía sufí, por lo que no es cierto que la yihad en el sentido militar sea algo
usualmente extraño para el islam clásico.

Expansión militar del islam bajo Mahoma 622 - 632

Mahoma va a conseguir en su vida unificar a gran parte de las tribus


árabes consiguiendo construir un estado árabe e islámico, algo tan triunfal y
extraordinario como la conquista posterior va a ser esta unificación política de
tantas entidades tribales tan diversas, siendo en esta fase los propios árabes
politeistas el mayor enemigo del islam. La guerra en la vida de Mahoma va a
ser una constante y va a dirigir decenas de expediciones militares, la mayoría
de ellas victoriosas, aunque hay que tener en cuenta de que en esta época lo
que se producen sobre todo son razzias, una incursión a un territorio que se
salda con saqueos y pequeñas escaramuzas, siendo en esta primera fase de
expansión extrañas las batallas campales. El núcleo desde el que empezó la
expansión fue Medina, puesto que tras la muerte de su tío Mahoma se
enfrenta a la oposición abierta de la aristocracia comercial de la ciudad,
perteneciente a su propia tribu de los Quraysh, siendo estos sus mayores
rivales en toda esta fase. Tras huir a Medina desde La Meca establece la
umma, con los seguidores mequíes y los seguidores locales de Medina junto a
las comunidades judías de la ciudad, las cuales aceptan el liderazgo de
Mahoma en condiciones de derechos y deberes. Es destacable que a medida
que se van sucediendo las victorias y se amplia el poder de Mahoma se da un
cambio de relaciones con los judíos, análogo al comentado pragmatismo de la
revelación, al principio hay colaboración estrecha y unidad, pero luego habrá
hostilidad abierta hasta que se lleva a cabo una matanza de una de las tribus
judías de Medina, ampliando con ello Mahoma su poder. También es síntoma
de ello el cambio en la dirección de la oración, la Qibla, dado que al principio
era Jerusalén y luego será La Meca.
Como se ha dicho desde Medina en el 622 Mahoma va ampliando poco a
poco su poder, lanzando numerosos saqueos contra el pujante comercio
mequí, hecho el cual desgasta a los Quraysh mientras engrosa su poder a
través de botín. Estas escaramuzas se suceden hasta que en el 624 se sucede
una batalla campal, la primera de gran magnitud de toda la historia del islam,
la Batalla de Badr, en la que en minoría numérica consiguen derrotar a los
mequíes. Esto supone un enorme cambio político, porque comienzan a
disputar de manera seria la hegemonía quraysh sobre el Hiyaz y afianza su
propio poder en Medina. Continúa su expansión y resistencia con pequeñas
escaramuzas, dándose otra gran batalla en la Batalla de Uhud del 625 en la
que son derrotados. Sin embargo esto no les detiene y continúan una lenta
campaña de conquista en la que someten muchos enclaves estratégicos del
Hiyaz cortando y asfixiando a La Meca y su comercio. Finalmente Mahoma
con 10.000 hombres ataca la ciudad y la toma sin resistencia en el 630,
convirtiéndose los quraysíes al islam apenas sin oposición. Desde ahí asume la
hegemonía sobre los árabe y extiende la dominación del islam por la mayor
parte de Arabia. En el 631 Alí marcha sobre Yemen tomándolo casi sin
oposición, una zona muy rica y urbanizada, también se extienden con
facilidad hacia Omán y obtiene la sumisión de más tribus en el interior
arábigo, inclusive yendo hacia el norte contra los gasaníes y los bizantinos,
tomando algunos fuertes.

Expansión militar del islam bajo el Califato ortodoxo (632-661)

Tras la Guerra romano sasánida 602-628 las dos potencias acaban muy
desgastadas, habiendo invertido un enorme esfuerzo militar en una guerra en
la que los sasánidas llegaron a controlar una enorme zona del Imperio
Bizantino pero siendo finalmente derrotados por el emperador Heraclio tras la
Batalla de Nínive y los conflictos internos entre persas y partos. En Arabia se
produce la Guerras Ridda en el 632-33 en la que algunas tribus árabes se
tratan de desligar al califato tras la muerte de Mahoma. Sin embargo logran
ser aplacadas y el califato, bajo Abu Bakr y Umar principalmente, emprende
una enorme campaña de conquista hacia el norte. Son dos frentes y escenarios
de guerra, uno es el de la región Sirio-Palestina, en la que tras ocupar la zona y
derrotar a algunos ejércitos menores los bizantinos reunen un enorme ejército
para expulsar a los árabes, los cuales se repliegan al sur de Palestina buscando
una batalla campal. Esto lo logran en 636 con la Batalla de Yarmuk en la que el
ejército árabe en inferioridad numérica aplasta a los bizantinos tras hacerles
un envolvimiento. Esta derrota aniquila al ejército bizantino de la región y los
árabes aprovecharon para afianzarse en la región, tomándola totalmente y
entrando en 638 en Jerusalén. Mientras esto ocurre en el Imperio Sasánida hay
otro ejército árabe combatiendo, el cual tras avanzar por el Eúfrates y saquear
la Baja Mesopotamia se enfrenta en la Batalla de al-Qadisiyya del 636 al
ejército sasánida, siendo una derrotar similar a la de Yarmuk pues desintegra
a un gran ejército y tras ello logran avanzar por todo el imperio, toman la
capital Ctesifonte al año siguiente y continúan su expansión por todo el
imperio. Tras estos dos escenarios iniciales y principales se suceden muchos
otros, mucho más variados, hacia oriente continúan llegando hasta el Jorasán
en el extremo este iraní y hasta el río Oxus en Turkmenistán, al norte hacen
incursiones a Armenia y Anatolia. Pero la expansión principal ahora es a
Egipto, donde un caudillo árabe, Amr ibn al-As toma el punto de paso por el
Sinaí con el Asedio de Pelusio de 640, entrando en Egipto. En un inicio no
logran asediar fructíferamente las grandes ciudades por falta de técnica, pero
logran una decisiva batalla campal en la Batalla de Heliópolis del 640 en la que
destruyen al ejército bizantino de la región, y tras ello emprenden numerosos
saqueos y asedios con una política de terror que da sus frutos, puesto que en el
642 se toma Alejandría después de que fuera evacuada.

Hay varias y complementarias teorías para explicar el éxito árabe. Por


un lado tenemos las causas exógenas, las que hacen más énfasis en los
adversarios árabes, y es el punto de que bizantinos y sasánidas estaban
enormemente desgastados tras su última guerra y que además ambos
imperios tenían conflictos civiles importantes. En el caso bizantino en un
primer momento es sobre todo religioso y étnico, y en el caso sasánida es
dinástico, se suceden múltiples emperadores en el primer tercio del siglo VII.
Un factor exógeno importante es el contrario que el impulso del islam de los
árabes, la desmoralización a la que se autoinducen muchos pensadores
cristianos cuando adjudican la expansión de los árabes a un castigo de Dios,
siendo con ello un designio divino contra el que poco ímpetu se combate.
Frente a ello como ya se ha comentado el hecho del islam da un impulso moral
muy importante, sobretodo en las recompensas ultraterrenas que se prometen
a los mártires caídos en la guerra. La única religiosa es también social, puesto
que un ejército de leva en el que pelean campesinos tiene mucha menos
cohesión que un ejército en el que todos combaten dentro de un marco de
cierta igualdad en el que todos salen ganando con enormes botines. Este
último punto es probablemente la mayor fuente de moral de los árabes, el
botín y las riquezas de estas regiones en contraste con la vida de los beduinos
y mercaderes de Arabia les impulsa por una vida mucho más cómoda.
En lo militar tenemos que se cumple la máxima de que un nuevo
sistema táctico descuadra totalmente a un buen ejército asentado en una
tradición militar. Los tratados militares de la época hablan de rehuir las
grandes batallas campales en las que se jugaba todo a una carta y emplear la
dilación como forma de victoria por desgaste. Acantonarse y destruir
logísticamente a las tropas enemigas, algo que hacen en un inicio tanto
sasánidas como bizantinos. Sin embargo esta táctica sirve porque se amolda a
enemigos en los que sí funciona y en muchos casos acostumbrados también a
emplearla. Los árabes poseen usos militares muy distintos, y los enormes
saqueos a los que someten la región de Mesopotamia y el Levante obligan a
actuar a los emperadores cuya legitimidad, ya de por sí frágil por sus
respectivas coyunturas políticas, se merma aún más cuando permiten que
devasten sus territorios. Y es por ello que forzosamente presentan batallas
campales como en el caso de Yarmuk y al-Qadasiyya en 636 y de Heliópolis en
el 640. Junto a este factor hay uno segundo dentro del marco de que una nueva
táctica descuadra a un buen ejército desacostumbrado a ella, y es que los
ejércitos árabes son extremadamente ágiles y móviles. La táctica
relativamente estática de bizantinos y sasánidas es arrollada por ejércitos de
beduinos en los que una grandísima mayoría de las tropas van montadas en
camellos o caballos. Las grandes batallas de la conquista se dan de un modo u
otro gracias a la movilidad de las tropas árabes, en Yarmuk los jinetes
envuelven al ejército bizantino, en al-Qadasiyya cargan frontalmente un
pequeño grupo contra el general sasánida, lo matan, y escapan, y en Heliópolis
les atacan desde varios flancos de manera inesperada. En este contexto de
velocidad se entiende el carácter descentralizado de la conquista árabe, que es
una conquista a cargo de caudillos concretos que muchos de ellos son
detenidos más tarde por propasarse con su poder como en el caso de España
con Tariq y Musa.

La primera gestión del imperio

Esta rápida expansión fue consolidada a través del desarrollo de


diversas instituciones que les permitirá afianzarse en el territorio, controlar a
la población y lograr la afluencia de tributos, el control militar y
administrativo posibilitan la tributación y la tributación posibilitan el control
militar y administrativo.
El control militar se logra a través de las ciudades de frontera, los misr,
campamentos militares permanentes que se empiezan en lugares clave, en las
rutas principales o a las afueras de las ciudades como Alejandría o Mosul, en el
primer caso con El Cairo. Un segundo punto es la regulación jurídica, después
de la conquista hay que gestionar la mayoría de la población no-musulmana,
se incorporan al territorio islámico pero no se evangelizan sino que establece
un acuerdo con las llamadas gentes del libro a través del pago de impuestos
especiales. Hay un pacto de protección, la dimma, que se establece hacía
varias religiones llamadas de libro, que no solo incluye al cristianismo y al
judaísmo sino también a los mazdeístas y algunos otros. Ellos son llamados
dimmíes, frente a los que están fuera de ese pacto, como los maniqueistas, los
politeístas y los animistas de distinto tipo. Hay que tener en cuenta que las
poblaciones bereberes que invaden la Península Ibérica no están apenas
islamizadas, habían pasado décadas desde su conversión teórica y seguían el
islam de una manera superficial que sin embaargo les aseguraba privilegios
jurídicos como los comentados. En la Península hay que esperar hasta el siglo
X para que haya un 80% aproximadamente de población islamizada. Esto
significa que al comienzo no evangelizan porque hay un enorme pragmatismo
y se da una gran tolerancia religiosa y concesión de autonomía cultural en lo
que lo árabe e islámico se mantiene herméticamente privilegiado. Los
musulmanes de esta época niegan la expansión del islam a cambio de una
situación material ventajosa, los dimmíes pagan un impuesto especial, los
musulmanes pagan el usr y los no-musulmanes pagan uno per cápita familiar,
yizya, y otro por la tierra, el jaray, algo que se adapta a los impuestos
bizantinos, el per cápita familiar y el de la yugada. Y el último y tercer punto
es el de la creación de organismos administrativos y financieros. Los dimmíes,
las élites locales con largas tradiciones culturales y políticas, son reclutados
como burócratas, la administración habla griego hasta finales del siglo VII,
dándose una paulatina arabización del imperio que podemos ver por ejemplo
en la transición desde acuñación en latín y griego a acuñación bilingüe a
acuñación solo en árabe. Junto a la comentada gestión de los impuestos
tenemos el control de los enormes botines que los ejércitos islámicos reúnen
en esta pronta expansión. Se había creado un listado, diwan, de los guerreros
de la campaña para poder repartir el botín, con ⅕ para el califa, pero en estos
momentos evoluciona a una hacienda que controla el pago de impuestos y la
gestión para el ⅕ del califa.

Sucesión y conflicto

El califato de Utman, 644-656, termina cuando es asesinado, igual que el


califato anterior de Umar. Umar es asesinado por un esclavo persa y se elige a
Utman perteneciente a los Omeyas, un qurayshí de La Meca. Era uno de los
primeros creyentes, pero no así su familia, y su elección supone el cierro
oligárquico del islam, puesto que por tercera vez se elige a un qurayshí
aristócrata de La Meca. Es elegido por la sura, la asamblea de notables
consultiva, se niegan a elegir a familiares de Mahoma y se consolida la
elección de aristocracia mequí. Es por ello que los partidarios de los sucesores
de Mahoma, representados por Alí, se molestan reclamando ese legitimismo.
Se da entonces el asesinato de Utman y sube Alí, que gobierna entre 656
y 661. Por causa efecto los aristócratas quraysíes acusan a Alí de asesinar al
califa y se inicia la Primera fitna entre 656 y 661. Alí representa un cambio en
la institución califal, es un qurayshí pero no un aristócrata, mostrandose en él
una facción con un sentido más social del islam. Se dan dos grandes conflictos,
uno contra Aisha, la viuda de Mahoma, en la Batalla del Camello de 656 y
contra los omeyas con Muawiya a la cabeza en 657, la Batalla de Siffin. Esta
última triunfante acaba en tablas pero supone la primera ruptura del islam.
Alí hace un pacto con sus enemigos separándose de él los jariyíes, la primera
escisión del islam, una rama radical del islam que dará lugar al soporte de
grupos más puristas que se enemistan más que nada contra los musulmanes
no jariyíes que consideran tibios y dulcificados, con un igualitarismo extremo
en el que además cualquiera podría ser califa y este podía ser depuestro. El
conflicto termina cuando Alí es asesinado por un jariyí, venciendo entonces la
nobleza qurayshí, subiendo al califato Muawiya, el primero de los califas
Omeya.

Tema 3 Omeyas 661-750

Cronológicamente se divide en dos fases, una primera de auge entre


Muawiya y al-Walid, entre 661 y 715, en la que se producen las conquistas
omeyas, y una segunda desde 715 hasta la Revolución abasí en el 750 en el que
ya no hay avances militares y en el que las contradicciones del proyecto
político omeya terminan por desintegrar su poder. La lucha civil es una
constante desde el inicio, la Segunda fitna se da en el 680 y dura más de una
década, la diferencia es que en la segunda fase no tienen medios para frenar la
rebelión. Con los Omeyas se produce la verdadera creación de un estado
islámico y árabe, con Damasco como capital, ya no en Arabia, y proyectado
hacia el Mediterraneo. La dinámica fundamental de los Omeyas se resume a
que se busca, sobretodo tras la segunda fitna, reemplazas los vínculos
sociopolíticos basados en relaciones privadas y personales, remanente de las
formas sociales del sistema tribal, por unos vínculos públicos estatales en los
que el sujeto del poder sea la res publica, el sultán, que es entendido como el
poder en abstracto. Se busca que no haya ejércitos o tributos de tal o cual
noble sino que haya un ejército y unos tributos del estado, un modelo más
complejo y centralizado. Aparecen cosas como el correo, con un avanzado
sistema de comunicación desde Damasco. Este proyecto se apoya sobre las
tribus árabes y su aristocracia, el califato Omeya es marcadamente árabe, casi
más árabe que islámico. Se da pues un conflicto fundamental con la población
no-árabe, con la población no-musulmana de los que han absorbido muchas
instituciones, y con la propia aristocracia árabe que compite contra el poder
del califa y su estado.

Construcción y apogeo del califato 661-715

Tras la Primera fitna 656-661 producida tras la muerte de Utman acaba


con el asesinato de Alí, la fragmentación de la umma en tres ramas y el
ascenso de los Omeyas con Muawiya. Este califa afronta el problema de la
sucesión instituyendo la sucesión hereditaria, aunque no necesariamente por
primogenitura, empezando con su hijo Yazid, un modelo más estable que la
elección entre aristócratas, más propio de organizaciones tribales. Esto le
gragea dos conflictos, uno es lógicamente por los chiíes, chií significa “el
partido”, que es el partido de Alí. Alí tiene dos hijos varones, a uno de ello le
neutraliza comprándolo, pero contra el otro se enfrenta y supone la fuente
principal de todo el legitimismo chií, al-Husayn, siendo derrotado y asesinado
en batalla en la Segunda fitna, entre el 680 y el 692, en la que se reanuda el
conflicto civil, esta vez con una guerra contribuye a consolidar el califato y el
poder Omeya. Junto a la oposición chií del nombramiento de su hijo como
sucesor tenemos la oposición de la aristocracia árabe, que se sienten
marginados con el movimiento del eje al Mediterraneo y la discriminación a
Arabia. Sin embargo Muawiya logra imponer y estabilizar tras él la sucesión
dinástica omeya.

Un segundo punto del establecimiento del califato será el cambio de


vínculo de relación sociopolítica con los mawali. La aristocracia árabe, élite
dominante en el califato Omeya con gran cariz étnica, enfrenta el problema de
que los conversos minan su privilegio como musulmanes. Así pues se
instituye a los mawali como una forma de convertir a súbditos al islam pero
sin perder su privilegio. a través edl vínculo de wala se establece una relación
clientelar en la que las poblaciones locales, sobretodo tras las conquistas en
Persia y el Magreb, se subordinan a los aristócratas árabes, siendo un
clientelismo que solo podían realizar los conversos. Así pues se descomponen
los vínculos tribales basados en el parentesco, la umma ya de manera
definitiva no es igualitaria y hay musulmanes subordinados a otros
musulmanes. No hay que confundir los mawali y el vínculo wala con cualquier
tipo de subordinación, la aristocracia árabe no es mawali del califa, son los
nobles árabes los que crean estos vínculos creando un contrapoder peligroso
para el poder central del califa.

Un tercer punto relativo al establecimiento del califato en esta primera


fase es el cambio de esa situación en la que los elementos de la administración
no están arabizados, se arabiza progresivamente, haciendo más eficiente y
unificado el sistema. Se muestran dos ejemplos, el primero de ellos es la
numismática, aquí lo que vemos es una transición paulatina desde la moneda
bimetálica, el solidus bizantino y el dracma persa son combinados, el primero
es de oro y el segundo de plata, añadiendo además el cobre, un modelo
trimetálico que se mantiene y replica en todo el mundo árabe con el nombre
de dinar. Además, en la moneda se plasma la propaganda del califato, en un
inicio empleando modelos iconográficos de influencia ajena a lo árabe, pero
más tarde desarrollando modelos de monedas con inscripciones puramente
árabes. Se compite con el mundo bizantino en este tema, y es bidireccional,
una relación en la que hay paralelismos e inspiraciones entre ambas, aunque
lo primordial en un inicio es la copia por parte de los árabes de los modelos
bizantinos. Junto a lo de las monedas se da el ejemplo de la política de
construcciones, puesto que en ella se muestra el dominio sobre el judaísmo y
el cristianismo edificando y apropiándose sus espacios sagrados, como la Gran
mezquita de los Omeyas, de Damasco, o la Cúpula de la Roca de Jerusalén.

Estos cambios introducidos por los Omeyas para la estabilización de su


régimen, la sucesión hereditaria, la institucionalización de los mawali y la
arabización del imperio, se introducen también cambios en la estructura del
estado. Son tres, la administración, la hacienda y el ejército. En la
administración vemos la existencia de seis grandes provincias; Damasco y su
región del Levante, Golfo Pérsico iranio y mesopotámico, Arabia con capital en
Medina, Alta Mesopotamia con capital en Mosul, Egipto y África del norte.
Muchas de ellas tenían capitales que eran misr. Y hay una jerarquía dentro de
las provincias, con provincias dentro de ellas que son dependientes unas de
otras, por ejemplo Al-Andalus depende de Ifriqiya y Ifriqiya de Egipto, siendo
una misma provincia. La jerarquía funcionarial se componía de un emir,
“príncipe”, un qadí, juez provincial, y amil, recaudador de impuestos, siendo la
competencia de estas provincias de toda índole; política, jurídica y
hacendística, y con ellos un séquito de cada provincia. En la haciendo vemos
que se institucionaliza el diwan como forma de organización hacendística, y se
desarrollan las formas de pago para musulmanes y dimmíes. También se
gestionan muchas tierras sin propietarios, tanto por muerte de sus dueños
árabes como las logradas por conquista, siendo repartidas a través de régimen
de iqta, una concesión en usufructo, dominio útil y temporal que se va a ir
convirtiendo con el paso de las generaciones en propiedades privadas y
hereditarias con vínculos de tributación. Los campesinos nativos continúan en
su condición cobrando además el doble si eran dimmíes, algo muy provechoso
para los propietarios. Se racionaliza la percepción de tributos pero hay un
descenso en la tributación porque tras dos y tres generaciones hay más
conversos. Frente a esto último se establece que uno de los impuesto
exclusivos de los dimmíes, el jaray, debe pagarse aunque te conviertas con el
argumento de que ese impuesto particular está asociado a la tierra y no a la
persona. Por último, el tercer punto, se va a organizar a través del sistema
bizantino de los themas, una especie de colonos militares a los que se concede
tierra a cambio de combatir. Es algo que se da sobre todo en Siria surgiendo en
esta región un ejército árabe que se llamará yund, los yundíes, que también
hacía referencia a la circunscripción administrativo-militar, el yund de
Palestina por ejemplo. Se convierte en el pilar de los Omeyas, siendo un
ejército regular que además es patrimonial del califa, y es un modelo que
convive con el iqta, a un árabe se le concede por iqta y con el sistema de yund.

Es con los Omeyas cuando el califato islámico va a alcanzar la mayor


extensión de su historia, nunca se logrará por parte de un califato árabe
dominar tanto territorio. Con los omeyas hay una segunda expansión después
de la expansión de los califas ortodoxos y ahora será sobre todo por el
Mediterráneo, aunque también por Oriente. Los objetivos son múltiples, por
un lado la expansión militar sirve como aglutinante social, el yihad une a los
sectores sociales implicados y beneficiados en la expansión, árabes, bereberes,
en el avance a occidente, y persas, en el avance hacia oriente, que obtienen
muchísimo botín y tierras que se reparten entre el califa, los mandos y los
soldados, será precisamente cuando declina esta expansión por agotamiento
militar cuando se descompone el dominio Omeya. Hacia Oriente se llega hasta
la India, donde entre el 711 y 712 se invade el Sind, y los límites de Asia
Central, particularmente la Transoxiana. El enemigo principal es Bizancio, es
su gran rival, y el enfrentamiento contra ellos tiene un objetivo defensivo y
religioso, disputa una hegemonía sobre el Mediterraneo que no solo no estaba
asegurada sino que estaba logrando ser contestada por Bizancio. Presiona la
frontera de los Tauros y establece los ribar, frontera, avanzan por el Norte de
África en una nueva campaña que esta vez sí es fructífera, logrando para para
el 709 dominar todo el Norte de África, la cual tenía una enorme proyección
económica. La conquista de la región es muy lenta en comparación con el
resto de las regiones, dado que hay una resistencia, tanto por bizantinos como
por bereberes, los profesores ponen el foco en la resistencia de los bereberes
pero los bizantinos son los que encabezan la lucha, siendo la propia Kahina,
líder bereber, una noble romanizada. Llegan finalmente a Europa a través de
Algeciras con el desembarco en el 711 de una tropa de bereberes dirigida por
Tariq, logrando tras la Batalla de Guadalete desintegrar al ejército visigodo
penetrando con facilidad en la Península Ibérica tras dejar sin élites capaces
de organizar la defensa en el Reino Visigodo, el cual no es débil como se había
creído sino que se presenta como una entidad política de relieve en Occidente.
Paralelamente a las conquistas en África y la Península Ibérica se intentan
asaltos navales a Constantinopla, se da uno entre el 674 y el 678 y otro entre el
717 y el 718, pero no lo logran. Es esta última, junto a la Batalla de Poitiers en
732, supone el fin de las grandes campañas árabes en el Mediterraneo, ya no
se vuelven a enviar ejércitos a intentar tomar el territorio francés, la
expansión llega a su fin porque se agotan los recursos humanos y militares
para continuar una política de conquista como la precedente. Por el oriente la
expansión hacia Asia Central culmina con la última gran victoria árabe en la
zona, la Batalla de Talas de 751, en la que derrotan a un ejército chino tang.

Crisis y decadencia del Califato Omeya

La decadencia como se ha dicho se asocia sobre todo al gobierno


posterior al 715, hasta la Revolución abasí de 750, pero las contradicciones
sobre las que se asienta el dominio Omeya están desde el inicio. Son
fundamentalmente dos, la contradicción étnico-religiosa y la contradicción
inter aristócrata. En la primera tenemos al chiísmo y el jariyismo. El chiísmo
se opone a través del legitimismo a los Omeyas, considerando que todos los
califas antiguos, menos Alí, son ilegítimos. Pero al chiísmo también se une a
elementos étnicos concretos, los mawali, sobre todo entre los persas, el
chiísmo habla de igualdad entre musulmanes frente a los privilegios árabes de
los Omeyas, oponiéndose a la asociación absoluta entre lo árabe y lo islámico.
El chiísmo tiene peculiaridades doctrinales, aunque el Corán es el mismo se
señala el revisionismo en torno a la sucesión que hizo Utman al recopilar el
Corán. Los chiíes además hacen una lectura esotérica del Corán, algo que solo
pueden lograr los imanes. Sobre la Sunna hay una diferenciación absoluta,
apenas coinciden hadices. Y por último les caracteriza una fuerte escatología,
con la teoría de Mahdi, ese califa final oculto, un profeta renovador. Junto al
chiísmo el segundo gran grupo de oposición ideológico será en jariyismo, son
“los que se salen”, producido tras la batalla de Siffin en la Primera fitna. Son
relativamente pocos pero su purismo religioso frente a otros musulmanes les
otorga gran fortaleza religiosa, un purismo muy agresivo, igualitario e
intolerante que denuncia el pragmatismo omeya y la influencia cultural y
religiosa de las culturas ajenas al islam.

Una segunda contradicción que está latente durante todo el periodo del
califato será la de la aristocracia árabe. Como en todas las entidades políticas
del momento las élites provinciales son una fuerza centrífuga al buscar mayor
autonomía y oponerse a las reformas y medidas que engrosen el poder central,
en este caso del califa. Hay una sedición sobre todo con los quraysíes,
encabezados principalmente por Ibn al-Zubayr, y frente a ellos están los
qaldíes, que apoyan a los Omeyas, son conflictos entre la aristocracia árabe
que se remontan a la época de Arabia y que son replicados hasta en lugares
como Al Andalus. No aceptaban que la sucesión califal fuera solo para los
Omeyas, y además siendo de La Meca y Medina denuncia que se haya
trasladado el eje hacia el occidente mediterraneo con Damasco y Jerusalén. A
través de ello rechazan el pragmatismo omeya y se presentan como otra forma
de purismo religioso. Llegan a provocar la Tercera Fitna en el 744 y son un
factor de desintegración muy importante, puesto que esta competencia inter
aristócrata se vuelve completamente destructiva y desgasta mucho al régimen
Omeya llegando a copar el poder de los califas. Umar II intenta cambiar esta
situación desarrollando medidas anti aristócratas, se alivia la situación de los
mawali con cosas como la renuncia a la imposición de la yizya a población
conversa, una situación teóricamente ilegítima que se estaba produciendo,
aunque lo que sí que hace es lograr una solución a través de establecer que el
jaray se asocia a la tierra por lo que se paga aún habiéndose convertido el
tributario, una medida necesaria para que el intento de aliviar la situación de
los mawali y tratar de igualar en cierta medida la umma no se convirtiera en
un suicidio económico al dejar de percibir de manera total de los tributos
asociados a los dimmíes. También intenta limitar a la aristocracia a través de
limitar la iqta, reclamando su carácter de tierra en usufructo frente al proceso
de patrimonialización que se venía dando. La extensión de tierras en régimen
de iqta suponía además una pérdida de tributarios directos al poder califal.
Sin embargo este proceso de patrimonialización y de dominio socioeconómico
de la aristocracia árabe sobre la estructura del estado Omeya es irreversible y
Umar II fracasa. Los califas omeyas no lograrán imponer una res publica en el
sentido romano del término, vemos que en Europa se disuelve esta res publica
entendida como vínculos públicos y que en su lugar proliferan vínculos
sociales que son personales y particulares. En el estado omeya el vínculo tiene
el potencial para constituirse como público y estatal a través del concepto de
sultán, “poder” que es no es un cargo o un título sino un hecho político, un
emir o alguien que tenga poder es sultán. El vínculo es a través de este sultán,
que representa un subordinación no a personas particulares sino al estado y al
califa. Umar II busca que no haya un ejército de tal o cual noble sino un
ejército y unos tributos del estado y el califa. Esto, de clara base romana, será
fructíferamente desarrollado por los abasíes.

Estas contradicciones son mitigadas y mantenidas a raya a través de la


política de conquistas. La ideología islámica del primer siglo es la de la
conquista y la división dicotómica del mundo entre la Casa del Islam Dar
al-islam y la Casa de la guerra, Dar al-Garb, la paz es más una interrupción de
la guerra que al revés, y el potecial de la conquista es ilimitado, una
proyección ecuménica típicamente imperial pero a un nivel pocas veces
alcanzado en la historia tanto por convicción como porque realmente la
expansión en la segunda mitad del siglo VII parecía imparable. Sin embargo el
engranaje militar de la yihad se basaba fundamentalmente en el botín de
guerra, y una interrupción de ello suponía un aumento de la segunda fuente
de ingresos, la presión tributaria, que a su vez se traducía en un mayor gasto
militar para solventar las rebeliones y en general para hacer efectivo el pago
de tributos. Es por ello que los límites del imperialismo araboislámico estaban
definidos por su propia capacidad militar para la victoria, y el sistema colapsa
cuando las tropas árabes, los yundíes sirios fundamentalmente, presentan un
importante agotamiento demográfico por el esfuerzo bélico continuado y la
ampliación enorme de fronteras que les hacía estar mucho más dispersos y
depender de una difícil cadena logística que se hacía más costosa a más lejos
estuvieran de los centros provinciales. En este contexto sucede que los
bizantinos lograron defenderse con éxito del asedio a Constantinopla del
717-718, una campaña de enorme inversión militar en cuya derrota está el
germen del colapso del sistema Omeya. Los territorios conquistados no son
solamente más difíciles de controlar por el agotamiento demográfico, la
dispersión de tropas y la necesidad de desviar recursos a mantener el dominio
sobre los territorios sometidos, sino que también son menos rentables y menos
ricos que lo que habían sido los territorios persas y bizantinos, resultando ello
en una menor rentabilidad de la guerra. En ese contexto la disyuntiva política
se resume a mantener la situación de beligerancia y saqueo buscando superar
cualquier déficit a través de la conquista y la mayor presión tributaria o dejar
de lado la conquista para establecer las fronteras y estabilizar el califato. El
primero se sustenta en la aristocracia árabe que tanto rédito material saca de
la guerra y el segundo en sectores con mayor proyección y visión política. Este
último grupo busca integrar a los mawali que tanta presión tributaria y militar
soportan, una integración que podría suplir el vacío de recursos humanos
pero que supone una equiparación de derechos con los árabes y con ello una
negativa de aquel primer grupo pro beligerante compuesto por la aristocracia
árabe. Hay califas como Umar II 717-720 que intentan la reforma del califato
equiparando algunos derechos y luchando contra el poder de la aristocracia
árabe, pero finalmente son corridos del poder reinstaurándose en el poder
califas que con el beneplácito aristócrata pretenden continuar la política de
conquistas. Sin embargo, el agotamiento militar comentado lleva a
importantes derrotas que aumentan el desgaste por el colapso del engranaje
de que las conquistas traen recursos y los recursos conquistas. En este
contexto se entienden tanto las derrotas militares como las rebeliones
internas, en lo primero tenemos por ejemplo a la Batalla de Covadonga, la de
Poitiers, la de Akroinon frente a los bizantinos, o la incursión de los jázaros a
Irak en lo que es la primera vulneración real del poder islámico. Unas derrotas
militares que se saldan con una mayor presión en los mawali y los dimmíes y
con ello más oposición interna. Resultando de esto último cosas como la Gran
Revuelta Bereber del 740 que produce una escisión de territorio con reinos
jariyíes, luchas que van ser canalizadas en buena parte por aquellas escisiones
político-religiosas, el chiísmo y el jariyismo. Todo esto acaba en la Revolución
abasí y la constitución de un régimen que renuncia a la expansión desmedida
y al privilegio de las aristocracia árabe, siendo en cambio un régimen
centralizado que se apoya en los mawali. Los abasíes se legitiman a través del
tío de Mahoma y son un grupo político concreto que logra encauzar la
multitud de revueltas y focos de rebelión a través de la astucia política. Logran
liderar la rebelión a través de un tres puntos, reclamar la pureza religiosa,
reclamar la justicia social del islam, apelando a los mawali, y obtener apoyos
en la parte oriental de imperio, la parte más iranía, desde la que construirán
su califato. La Revolución abasí se salda con una matanza de los Omeyas.

Los abasíes del imperio árabe 750-1258

El califato abasí ocupa un periodo cronológico amplio del 750 al 1258,


pero su época clásica es el primer siglo, desde su inicio hasta la segunda mitad
del siglo IV. La toma de poder de los abasíes se da tras la llamada “Revolución
abasí”, pero este nombre es muy vago, porque lo que sucede en los últimos
años del califato Omeya son muchas rebeliones en muchos sitios. Lo que hacen
los abasíes es lograr agrupar a toda la oposición bajo su mando, aupando al
poder a Abu al-Abbas, descendiente de un tío de Mahoma, algo que le otorga
cierta legitimidad ideológica. El líder de esta revolución es Abu Muslim, un
general persa que va a brillar por su genio política y militar. Se organiza una
verdadera revolución que se clasifica como tal porque es violenta, abrupta,
radical y transforma no solo política sino social y culturalmente a todo el
mundo islámico.
El califato abasí tiene el reto principal de estabilizar y consolidar las
conquistas realizadas por el islam, y en su periodo de auge aunque no se
produce mayores ampliaciones fronterizas de relieve sí que se produce un
auge cultural y económico enorme. Culturalmente es la época en la que se
producen la alta teología islámica, el misticismo, las escuelas jurídicas, muchos
de los principios doctrinales del islam se asientan ahora, y más allá de eso
destacan cosas como las ciencias naturales, o las producciones literarias, como
Las mil y una noches. Económicamente se da un enorme desarrollo productivo
con una urbanización, una protoindustria y un capital mercantil muy
vigoroso. La base de apoyo fundamental de este califato es Irán e Irak,
reenfocando el imperio islámico a oriente, se deja de lado la capitalidad de
Damasco para asentarla en Bagdad, con apoyo principal en los mawali, se deja
de lado el privilegio de lo árabe para conformar una base social más amplia en
la que lo que da cohesión no es lo étnico sino lo religioso.

Reislamización
En este periodo se pasa de un imperio árabe, el propio de los Omeyas, a
un imperio islámico, reclamando por ello una pureza del islam. Hay tres
puntos fundamentales en esta reislamización en lo relativo al cambio social y
político. El primero de ellos es la re sacralización del califa y su poder, puesto
que recogen la idea chií del imán, el califa como líder espiritual que en teoría
los Omeyas habían perdido. Un segundo punto es el absolutismo califal, el
califa va a delegar a visires de manera directa y va a impregnarse de una
ideología de absolutismo oriental de carácter sobrenatural en el que está
enajenado del resto de la población, algo que también vemos en el emperador
bizantino o en califa de Córdoba más tarde. Y un tercer punto es la
democratización de la umma, la igualización de derechos de los musulmanes y
la promoción de los mawali a cargos administrativos y militares, burócratas y
soldados, los mawali van a ser el pilar de este nuevo régimen. La umma se
desarabiza y se iguala, pero con una relación con el califa que es absolutista,
hay menos grandes poderes aristocráticos y el descenso del poder de estos es
el aumento del poder del califa, el cual se apoyará en una casta palatina y
estatalizada acorde a su poder. El califato se vuelve una institución teocrática,
y ya no es un primus inter pares sino un monarca típicamente oriental que
está alienado de la población, mediando entre ellos los visires, algo que traerá
consecuencias negativas por el poder de estos y la pasividad del califa.

El Califato abasí se va a definir también por la orientalización. Esto se


explica tanto por la pérdida del control del Mediterraneo occidental y los
proyectos políticos basados en el Mediterraneo, tanto ante el avance cristiano
como ante los territorios escindidos, como los reinos bereberes del Magreb o la
propia Al Andalus. Pero además de ello los abasíes desde su inicio tienen su
mayor apoyo poblacional en Irak e Irán, centrando su núcleo ahora aquí y no
en Siria. Esto es un tercer rasgo, junto a la reislamización y la orientalización,
las peculiaridades socioeconómicas abasíes, puesto qu la población que más y
mejor apoyan a los abasíes son mawalis, y serán los que conformen el ejército,
un ejercito permanente que trabaja como soldados, ya no son campesinos
militares como los yund sino ejércitos profesionales que viven a través de un
sueldo, la soldada. Con los abasíes se da un auge del mercantilismo y la vida
urbana. Se desarrollan rutas comerciales de muy largo alcance por toda
Eurasia, sobretodo con las especias, un circuito en el que también está inserto
el Mediterraneo occidental y más allá, la facha atlántica. Junto a ello tenemos
unas actividades protoindustriales con su burguesía islámica y una masa de
proletarios urbanos que existen junto a un proceso de expropiación
latifundistas, grandes terrenos de cultivos mercantilizados como la caña de
azúcar que absorben al pequeño campesinado en declive. Junto a este
proletariado protoindustrial y el pequeño campesinado tenemos a los
esclavos, mayormente negros, los zanj, que engrosan los grandes latifundios
yq ue acabarán rebelándose e invocando la ortodoxia jariyí y chií frente a la
desigualdad. Lo que hay como se ve es un proceso de acumulación de tierras y
capital que conlleva pauperización e inestabilidad social.

Contradicciones

Los abasíes como se ha dicho tienen la misión de consolidar el poder del


islam sobre los territorios conquistados. Tienen que gestionar
fundamentalmente dos conflictos, uno religioso y otro territorial. En el
religioso tenemos el tema ya comentado de la heterodoxia. Se va a luchar por
mantener la unidad religiosa en un contexto en el que todas las ramas del
islam, sunnismo, chiísmo y jariyismo, van a intensificarse en cuanto a purismo
religioso. Esto va a provocar rupturas en el seno de esas propias ramas, por
parte del chiísmo tenemos en esta época una enorme eclosión de sectarismos
muy complejos y particulares. El régimen abasí en un inicio es bastante filo
chiíes para ganarse los apoyos de aquella oposición omeya, pero una vez en el
poder se vuelven contra ellos reprimiendo al chiísmo. El chiísmo va a definir
doctrinalmente su islam estando muy determinado por su lucha contra el
sunnismo. En el tema de las escisiones tenemos que el sexo imán chií deja
como sucesor a su hijo Ismael, pero este muere, y se crea conflicto entre
quienes que creen que debe suceder el hijo de Ismael o el hermano de este,
creándose dos ramas, septimanos y duodecimanos. Los primeros son los
puristas, agudizando tendencias propias del chiísmo, con por ejemplo el
esoterismo o la figura del mahdi, el profeta oculto que es un mayor que
Mahoma y que cerrará la revelación. Es algo muy difícilmente dirigible para
los suníes, y aún hay más ramas radicales ultra chiíes que tendrán
importancia en el futuro.

La reacción del sunismo a esta intensificación del purismo es distinta en


función del califa, uno encarcela al imán chií y otros negocian, pero en general
lo que hay es represión aunque los imanes chiíes no tienen ningún poder más
allá del moral. Hay también unas respuestas doctrinales, y como se ha dicho
muchos de los principios doctrinales del islam se asientan ahora. Tenemos la
institucionalización de las escuelas jurídicas, que contribuyen a afianzar la
ortodoxia sunní. Es lo que ya se ha visto más arriba, son fundamentalmente
cuatro, y parten todas ellas de una relación perfecta entre religión y derecho.
Los alfaquíes y los ulemas aplican la ley y en función del contexto hay escuelas
que pesan más que otras. Otra respuesta califal a la heterodoxia es el
desarrollo de una teología institucionalizada, se oficializa la escuela teológica
del mutazilismo. Esta busca conjugar la razón y la fe, purgando la doctrina que
vaya contra la razón, depurando de supersticiones, de tradición nociva y de
hadices ilógicos. Se llega incluso a afirmar la creación humana del Corán y el
libre albedrío. Sin embargo tiene vida corta, son muy estrictos y se llegó a
crear una institución inquisitorial. Se va sustituyendo por otra escuela
teológica, el asarismo, que cuestiona el racionalismo y responde al chiísmo con
eficacia, se basa a grandes rasgos no cuestionar nada que esté en la tradición y
afirmar el Corán como palabra de Dios increada, aunque no como libro físico.
Además se niega el libre albedrío, afirmando que Dios es el creador de todo y
que nada escapa a él, el ser humano solo es responsable de elegir caminos
trazados de antemano por Dios, por que todo, bien y mal, está creado por Dios,
y no hay salvación a través del perdón, Dios elige a quien salvar.
Junto a esto también tenemos el desarrollo de las vía mística del islam
con los primeros sufíes en el siglo VIII y IX. Es rigorista e individualista, y
aportan mucho intelectualmente aunque son vistos con recelo. El término de
sufí viene de lana o de gente del banco, bancos donde los primeros discípulos
de Mahoma se sentaban. Se busca la gnosis, la iluminación de Dios, a través
del ascetismo, despojándose de sus bienes y realizando actos de éxtasis e
íntasis. A lo primero se asocian los actos colectivos y exteriores, como la
recitación de nombres del profeta, los cánticos, los bailes o la toma de
sustancias, y a los segundo se refiere el ensimismamiento y meditación
introspectiva. Buscan la purificación interior con un desapego y huida de lo
material y fueron vistos como musulmanes raros en sus ritos, a lo que ellos
responden que creen en la sharia pero también en la haqiqa, la verdad, la
sharia es la verdad y la ley de Dios. Un siglo después de su surgimiento surgen
las cofradías tariqas, congregación institucionalizada de sufíes. Uno de los
primeros sufíes fue una mujer, Rabia al-Adawiyya, y un hombre que fue
crucificado por los abasíes por afirmar ser Dios desde un panenteismo místico,
Al-Hallay, también un cordobés, Ibn Masarra, que desarrolla una cábala
islámica. Muchas de las ideas sufíes contribuyen a la doctrina general del
sunismo porque son tomadas algunas de ellas.

El otro conflicto al que se enfrenta el califato abasí es el


político-territorial, porque vemos que tanto en los territorios periféricos como
en los nucleares se dan fuerzas centrífugas, sedición que tomará un carácter
étnico y religioso. A esto se responde con centralismo, como el ejército jurasaní
o la potente estructura administrativa, pero también con políticas
descentralizadoras, dotando de autonomía a las regiones conflictivas de la
periferia a través de delegar poder a dinastías locales, constituyendo estados
tapón frente a reinos nocivos para la estabilidad como en Egipto, la
Transoxiana o el oriente iraní. Los visires de esas zonas logran estatus de
autonomía siendo dependientes en teoría de Bagdad pero independientes de
factos, quedando un reducida zona bajo el control directa del califa, las zonas
de Arabia, Irak, Siria y el Caucaso, zonas nucleares donde aun asi a partir de la
segunda mitad del siglo IX van a ir autonomizándose. Un síntoma de este
atomización del imperio va a ser el conflicto con los jurasaníes, que son la
guardia mawali del califa la cual desarolla labores de policía y recaudación,
extendiendose sin embargo a más cosas como el comercio y desarrollando un
peligroso pretorianismo. Ante ello el califa crea una nueva corte en la ciudad
palatina de Samarra, y recluta a otra fuerza militar que sostenga al califa, los
turcos. Estos vienen de territorios ajenos a los abasíes pero se han ido
integrando y formándose como valiosos mercenarios. Aunque son buenos
mercenarios suponen al final un problema aún mayor porque se da el mismo
pretorianismo pero además con gente que ni siquiera está integrada
culturalmente. Se deteriora mucho la autoridad del califato, persas, árabes y
turcos disputan el poder, el autonomismo de los visires quita el poder al
califato, al haber delegado poderes ya no es líder espiritual y político sino que
se margina a los espiritual, se dan dinastías de visires como los buyíes,
dinastías que regentan el poder durante décadas. Estas dinastías agravan
además los problemas porque se asocian con poderes contrarios a los
intereses del califato como el autonomismo de la aristocracia turca, que se
feudalismo a través del iqta, ahora generalizado, ejerciendo un control
jurisdiccional de la población, que se señoraliza, dejando de haber relación
campesino-califa propio de los vínculos públicos y estatales en beneficio de un
vínculo campesino-señor. la aristocracia también riñe por control político y
económico, hay una fractura ideológica y además de todo ello se agudiza la
lucha entre clases. En esto último destaca lo antes comentado sobre las
condiciones de miseria de los esclavos y campesinos, resultando en revueltas
campesinas y una revolución de esclavos en el Golfo Pérsico, donde se
concentran los grandes latifundios y propiedades comerciales con muchos
esclavos negros del oriente africano. En este contexto se da la predicación chií
de un hombre que se dice sucesor de Alí, un Espartaco, Ali ibn Mohammed. A
esto también se unen grupos contrarios al dominio abasí, como los judíos y la
oligarquía local, y con este frente de oposición tan serio logran independizarse
creando un estado propio que llega a acuñar moneda. También se da el
movimiento de los qármatas, que empieza en el sur de Bagdad y que también
logra vencer creando un estado independiente, un régimen oligárquico que
aún siendo chií era un régimen esclavista con una élite cármata privilegiada
que se separa del islam mismo, no había mezquitas, se negaba el igualitarismo
y llegan a profanar la Meca.
Hasta este momento a pesar de todo solo hay un califa, pero finalmente
a principios del siglo X en Túnez surgen los fatimíes con un califa chií
ismaelita que se extiende y acabará asentado en Egipto, y así mismo en Al
Andalus Abderramán III se proclama califa, dándose pues 3 califas
simultáneamente.

Parte de Albarrán

Tema 5: La formación de Al Andalus

La conquista de al-Andalus en su contexto: la expansión por el norte de África

La conquista de Al-Andalus se encuadra en el contexto de las conquistas


árabes, pero no en las de la primera expansión sino en la de la expansión Omeya, y la
forma en que se da la conquista tiene relación sobre todo con la conquista del
Magreb. Esta conquista del norte de África tiene varias particularidades que no se
dan en la expansión oriental. La diferencia fundamental está en que es más difícil y
más lento que en el resto de zonas del Mediterraneo, son 70 años desde el 642 hasta la
conquista del extremo occidental de la actual Marruecos en el 711. Hay batallas
campales pero no son decisivas porque aquí hay muchos poderes locales “bereberes”,
un término que se usa como cajón de trastos para referirse a la población local del
Magreb. La lucha se da fundamental por el control de la costa, que es la zona que más
interesa económica y políticamente, y la lentitud de la conquista obliga a fundar
instituciones para administrar la zona en guerra. Se crea la región de Ifriqiya, el norte
de África, dependiente de la región de Egipto, y se funda un amsar, Qayrawan, cerca
de Cartago. Esta última ciudad es el bastión del poder bizantino, el cual presenta
batalla y resistencia de manera victoriosa durante varias décadas, y cuando se llega a
perder Cartago a manos de los árabes se vuelve a recuperar por los bizantinos para
luego volver a perderla años más tarde. Durante las décadas de la conquista se dan
muchas expediciones a cargo del primer gobernador, Uqba ibn Nafi, que tantea y
explora el occidente norafricano llegando hasta el Atlántico. Este gobernador logra
progresos territoriales, y tras de él Hassan al-Numan, el segundo gobernador, afianza
el poder islámico. También paralelo a la conquista está la creación de una primera
flota islámica. Crean astilleros y construyen barcos poco a poco para poder
enfrentarse a los bizantinos, traen coptos desde Egipto para apropiarse su
conocimiento técnico naval, y para principios del siglo VIII ya podrán competir por la
hegemonía naval en el Mediterraneo. El tercero de los gobernadores de Ifriqiya será
Musa ibn Nusair, con el que finaliza la conquista del Magreb.

La conquista de al-Andalus

Una vez finalizada la conquista del norte de África en el 711 el poder militar
islámico se proyecta hacia el norte, el Estrecho de Gibraltar era la ruta más obvia.
Antes de 711 ya se había tanteado la Península Ibérica con una razzia lanzada contra
la región de Tarifa. Esta está a cargo de Tariq ibn Ziyad, un mawla de Musa que no
está claro si era bereber o árabe pero que dirige un ejército de bereberes. Se va a
desembarcar en Algeciras en primavera del 711, pero esta vez con el objetivo claro de
invadir el territorio. Es una invasión planificada, puesto que son más de 10.000
hombres cruzando el Estrecho, algo que requería una meticulosidad logística bien
preparada. El logro de Tariq previo a la Batalla de Guadalete es considerable porque
consigue establecer una cabeza de puente y posteriormente vencer al ejército
regional de la Bética, acantonándose en Algeciras. Es entonces cuando el rey visigodo
Rodrigo reúne un ejército compuesto por la leva de todo el reino consciente de la
amenaza musulmana. Baja hasta Algeciras y Tariq busca batalla campal lográndolo
en la Batalla de Guadalete de julio de 717, donde logra derrotar a los visigodos. Las
causas están en la traición de parte del ejército de Rodrigo, así como en la experiencia
de los bereberes frente a un ejército visigodo que no había tenido una guerra de
batallas campales en generaciones.

La consecuencia de la Batalla de Guadalete es la desintegración del reino


visigodo. La estructura militar visigoda es aniquilada en la batalla o en la
persecución. Rodrigo va a Algeciras con todo su ejército, los estados invertían y
concentraban la mayoría de los recursos en lo militar, y un ejército de leva en la
Tardoantigüedad en una situaciones demográficas precarias era muy difícil de reunir,
siendo normalmente unos cuantos de miles, a veces de 10 u 11 mil hombres. Es por
ello que se preferían las guerras de dilación y saqueo, y así mismo los tratados
militares de la época desaconsejaban las batallas campales por suponer un riesgo
enorme en el que se ponía todos los recursos en juego. Así pues con la derrota no solo
pierde un ejército que sería muy costoso y largo volver a reunir en número similar
sino que además mueren muchísimos de los mandos y los líderes políticos, incluido el
propio Rodrigo. El reino visigodo es descabezado y se da una crisis tanto militar y
política como ideológica, prima un gran desconcierto ante la falta de un poder central
que logre articular una respuesta común, algo que va a la ausencia de resistencia así
como a las rendiciones pactadas desde lo local y regional como en el caso de
Teodomiro. A la crisis ideológica también contribuyen los métodos sistemáticos de
terror que aceleran el proceso de capitulación. Será precisamente la labor de Pelayo
heroica en las fuentes astures porque logra articular un ejército y organizar una
resistencia.

Hay pocas fuentes y muy contradictorias sobre cómo se conquista. Lo que


sabemos seguro es que la invasión de Tariq es un triunfo y que se reúne con un
ejército árabe liderado por Musa en Toledo, desde donde unen fuerzas y continúan la
conquista. Son llamados ambos por el califa a Damasco por no tener en cuenta el ⅕ de
botín que le pertenecía al califa, y van a esa ciudad junto a sujetos de la nobleza
hispanorromana sometida para ratificar acuerdos y capitulaciones, alguno de ellos
convirtiéndose. Tras Musa sube Abd Al-Aziz como segundo valí, que se une a la mujer
de Rodrigo, y poco a poco muestra tendencia a la independencia y presuntamente
inclinación por los usos locales, siendo asesinado por el califa. En el 716 se pone a
Córdoba como capital de Al-Andalus, y es en ese año cuando se registra por primera
vez la inscripción en un dinar bilingüe con la fecha de la hégira y la Sahada. El primer
ejército que entra con Tariq es un ejército de leva bereber no profesional, algo que
demuestra que la conquista de la Península no es el objetivo prioritario del califato
puesto que no se llevan al ejército árabe yundí. En la segunda década del siglo VIII se
prepara y realiza el fallido asedio del 717 a Constantinopla, así como incursiones al
Indo. Pero sí que tiene planificación, como lo visto de la logística, el cruce del Estrecho
fue una operación difícil, pasar a unos 12.000 hombres con todas las monturas y
provisiones y asegurar una cabeza de puente no era algo que se pudiera conseguir
simplemente lanzándose a invadir sin previsión. Estos bereberes que entran en 711
son entre 12 y 17 mil, y será a través de la conquista de Al Andalus que se islamicen
política y religiosamente de manera definitiva. Los árabes que entran con Musa son
unos 10 o 12 mil árabes, y posteriormente en la década siguiente entrarán como
refuerzos unos 80.000 hombres musulmanes, entre árabes, bereber y otras etnias. Son
pues una minoría muy escasa en medio de 4 millones de hispanos locales. Esto va a
explicar que en Al-Andalus no haya disputas religiosas entre musulmanes con el tema
del chiísmo y el jariyismo, puesto que en una situación de minoría se debía hacer un
frente común entre árabes y bereberes. Culturalmente Al Andalus es plenamente
parte del mundo islámico, y van a lograr para el siglo X una hegemonía de lo árabe,
aún en el contexto de la multiculturalidad, la lengua vehicular será el árabe y en la
alta cultura permeará enormemente lo árabe. Esto se da incluso en la Europa
cristiana, un fenómeno llamado islamicate por el cual las élites de aquellos reinos
copian los usos árabes, el rey de Mercia calca monedas árabes con inscripciones en
árabe y entre los carolingios hay cruces en las que en el centro tienen un cristal con
una inscripción en árabe. Se ve pues que se extiende la islamización más allá del
islam, porque lo árabe se vuelve hegemónico. En la Península Ibérica esta
islamización había sido tradicionalmente relativizada, pero hoy en día la cultura
material vemos que por ejemplo en zonas como Pamplona se realizaron necrópolis
islámicas con 190 tumbas de rito islámico y de varias generaciones de población del
norte de África. Así como tumbas cristianas con características árabes, como ajuares
procedentes del mundo islámico.

La conquista no termina en los Pirineos sino que continúa por Francia hasta
Poitiers. En el sur se asientan y no solamente es algo militar sino que está integrado
en el mundo islámico, con una cultura propiamente islámica que continúa hasta bien
entrado el siglo X. La Batalla de Poitiers del 732 supone una dura derrota para la
expansión del islam, se les opone una táctica militar que detiene a la caballería árabe
y el propio ejército musulmán da muestras de agotamiento. Poitiers significa el último
intento por enviar un ejército árabe a conquistar Europa Occidental. La maquinaria
expansiva llega a sus topes, tanto en la capital siria como en Europa.

La conquista de Al-Andalus se da bajo una experiencia de conquista


precedente basado en un sistema de capitulaciones. El pacto más famoso es el de
Teodomiro, Tudmir en árabe, un noble visigodo encargado de la región del Levante el
cual consigue rendirse con unas condiciones ventajosas. Esta capitulación se basaba
en el pago de la yizya, la capitación de los dimmíes, la cual podía ser recaudada por
los propios dimmíes, o en concreto sus líderes. En la propiedad de la tierra tenemos
que la ocupación por la fuerza conlleva expropiación, pero no así por capitulación,
algo que va a llevar más tarde a una revisión y reinterpretación de los pactos para
apropiarse de esa tierra de los dimmíes. La yizya será luego el impuesto a pagar por
los musulmanes en territorio cristiano, así como el jaray, asociado a la tierra, que
paulatinamente será también pagado por los musulmanes por estar vinculado a la
tierra y no a las personas concretas.
Visiones historiográficas y fuentes

La historiografía más reciente que tenemos sobre la conquista islámica son


ambas visiones providencialistas. Por un lado el ciclo cronístico de Alfonso III, el
neogoticismo, que reclaman los reinos asturianos y el legado visigodo y ven la
invasión como castigo de Dios. Y por otro el islam con la literatura fath, “apertura”,
que son crónicas árabes que igualmente ven la invasión como un azote de Dios contra
unos reinos moralmente decadentes. Sobre la historiografía reciente el profesor
solamente comenta la tesis negacionista de Olague, según el cual Al Andalus se veía
gloriosa y se reclama pues como parte del genio español negando que hubiera
entrado árabes a la Península sino que fueron los propios hispanos los que se
convirtieron, con un hipotetico arrianismo popular que acercaría posturas a la
teología del islam. En el siglo XXI quien más defiende esta tesis es el andalucismo,
para el que el episodio es que la Bética se subleva contra los godos cristianos.
Sabemos sin embargo que esto no es así por la cultura material, además de
argumentos como el del arrianismo que sabemos falso.

Sobre las fuentes primarias tenemos dos fundamentales, la Crónica Mozárabe


del 754 y la Crónica bizantina-arábiga del 743. En esta última nos presenta un relato
pactista y colaboracionista de un cristiano que se debió de beneficiar materialmente
de la conquista. Frente a ello la Crónica mozárabe, escrita probablemente por un
clérigo del sur de la Península, muestra mucha información sobre Oriente, traída por
los musulmanes, y muestra la invasión como un desastre, hablando de la pérdida de
Hispania. Más allá de estos tenemos relatos árabes posteriores, el Kitab al-Tarij de Ibn
Habib de mediados del siglo IX es el primer conservado. Muestra el tema de la
predestinación y a un reino visigodo poderoso y materialmente rico. También está la
de Ibn al-Hakam, la Kitab futuh Misr. Estas obras se categorizan bajo el término
futuh, aperturas, que es la apertura de Dios, una visión muy providencialista.

Al-Andalus: término y concepto

Hay una controversia historiográfica sobre el concepto Al-Andalus. Por un lado


lo etimológico, no sabemos exactamente de donde viene el nombre, la tesis más
antiguas es la relacionada con la Atlántida, otra relacionada con la tierra de los
vándalos, y una tercera nueva y con más apoyos es la de “lugar donde se levanta un
astro”. Este astro es Venus, un elemento astrológico básico y al cual vemos
representado en las monedas andalusíes a través de la forma de una estrella. Además
de ello es analizable qué consideraban los musulmanes Al Andalus, puesto que
nosotros lo consideramos algo político, como la parte musulmana de la Península
Ibérica, pero ellos lo entendían de manera geográfica para aludir a toda la Península.
Además, se había creido que la adhesión sentimental de los andalusíes era a la umma
y al islam, pero hoy vemos fuentes del siglo XI en la que se hacen elogios patrióticos a
Al Andalus en tanto que la Península Ibérica, un sentimiento que se intensfica con el
inicio del avance cristiano.

Organización inicial, sociedad resultante y resistencias

La sociedad andalusí de los primeros siglos puede ser dividida de dos maneras.
Una primera división está en la religión, la umma y los dimmíes. En la umma existía
teórica igualdad según los preceptos del islam, pero en su seno había grandes
contradicciones y disparidades. Los árabes eran el grupo privilegiado, y entre ellos
había conflicto entre los qaysíes y los yemeníes, dos tribus de Arabia con una
tradición de conflicto que venía muy de atrás. Pero también se da el conflicto entre
los baldíes y los yundíes, entre los árabes que entran, luchan y se asientan primero y
los yundíes, que entran más tarde como refuerzo. Se da un conflicto porque a todos
estos hombres se les daban tierras y los segundos tenían mejores concesiones de
tierras, incluso dándoles terrenos que ya estaban previamente ocupados por baldíes.
Junto a los árabes tenemos a los bereberes, que son típicos musulmanes de segunda y
que se islamizan definitivamente cuando luchan en Al Andalus. Sin embargo ya para
el siglo XI van a tener más presencia y van a dejar de ser unos subalternos de los
árabes, llegando a controlar reinos de taifas, aunque lo árabe seguirá siendo lo
prestigioso y en muchos casos se inventarán linajes con ancestros árabes. Por último,
un tercer grupo dentro de la umma son los nuevos musulmanes, los muladíes o
musalima. Los musalima suelen ser conversos de primera generación y los muladíes
suele referirse a los de 2a o los que se convierten en grupo, aunque las fuentes son
ambiguas. Muchos muladíes son musulmanes de segunda, pero muchos otros son
parte de linajes que ya antes del siglo VIII eran poderosos, manteniendo su posición a
través de la colaboración. No hubo política de inmigración desde las instituciones
árabes, en Almanzor o califal, lo que hay son refuerzos militares como los
mercenarios bereberes que llegan a la Península y en consecuencia engrosan
demográficamente Al Andalus con población no hispana.

Frente a este grupo de musulmanes están los protegidos de entre las gentes de
libro, los dimmíes. Están en una situación de desigualdad, aunque algunos individuos
tenían mucho poder, por ejemplo el obispo de Córdoba, o sea que la desigualdad en
este caso también era teórica. Esto es pues la segunda forma de dividir a la sociedad,
puesto que independientemente del grupo religioso había diferencias entre clases, la
nobleza jassa y los notables hayan, que eran mayormente musulmanes pero con
muchas excepciones, con una clase media urbana bien nutrida por ejemplo con los
judíos. En oposición a ello el pueblo llano amma, compuesto por gran cantidad de
cristianos, musulmanes y pocos judíos.

Los conflictos a los que se debe enfrentar el Emirato de Córdoba en su primer


siglo son fundamentalmente dos. Por un lado en el norte se dan focos de resistencia
cristiana que en el 722 logran vencer en la Batalla de Covadonga. Es una escaramuza
de relieve en la que miembros de la nobleza visigoda o autóctona encabezados por
Pelayo se oponen a la presión tributaria, enfrentándose a un ejército árabe que va a
recaudarlos. La historiografía árabe del siglo X habla de ello cuando los reinos
cristianos ya tienen más importancia y se molestan de no haberlo detenido en su
momento. Sin embargo la Crónica mozárabe no lo menciona, es algo que los árabes
toman del ciclo neogótico de Alfonso III, o sea que de Pelayo nos hablan mucho las
fuentes árabes.

Junto a este conflicto contra los cristianos se va a dar un conflicto con los
bereberes que en ese momento es de mayor relevancia que el primero. La posición de
inferioridad de facto en la que se encontraban los bereberes va dar lugar a la
Rebelión bereber, que inicia en el occidente del Magreb y se extiende a Kairouan y Al
Andalus. Están muy influidos por ideas jariyíes, con el reclamo del igualitarismo y el
califato centrado en el bien común. El concepto jariyí es un cajón de trastos para
nombrar al purismo religioso islámico de esta época, sabemos que tenían misioneros,
son proselitistas a diferencia del sunismo, y tienen fuentes primarias propias en las
que dan una versión propia de la conquista del Magreb, fuentes extrañas que se
conocen desde hace poco. El éxito inicial es imparable, y derrotan a ejércitos árabes
enviados a aplastarlos. Salta la chispa en la Península pero son detenidos por un
ejército yundí que se envía para aplastarlos, este ejército se va a quedar en Al
Andalus y se les va a dar tierra, mucha de ella ocupada ya por musulmanes, lo que va
a crear el comentado conflicto con los buyíes. Los yundíes serán la base del ejército
andalusí y el régimen Omeya andalusí inicial. La revuelta es sofocada en Al Andalus
pero no en el magreb, donde el poder político se va a emancipar del califato creando
reinos autónomos que duran hasta la llegada de los almohades en el siglo XII. Estos
pequeños reinos bereberes se alejan religiosamente del mundo suní, tendiendo al
jariyismo con características locales, pero no dejan de tener una influencia cultural
árabe y oriental considerable, no están aislados del mundo islámico. Se crean varios
emiratos que giran en torno al comercio saharaui, siendo un enclave geopolítico para
la posterior lucha entre los Omeyas y los Fatimíes que buscarán controlar la ruta
comercial del Sahara que llevaba mucho oro.

Los procesos de arabización e islamización

La arabización se da antes de la islamización. Al Andalus es multilingüe pero la


principal y vehicular lengua es el árabe. El saber hablarlo es un marcador social,
incluso entre los cristianos, que en un proceso de creciente aculturación empiezan a
copiar costumbres. Hay una minoría cristiana que se opone a este proceso, como
Álvaro de Córdoba, vemos en su texto como los grupos cristianos andalusíes toman
usos arábigos como la circuncisión o adoptan con gusto el árabe. El texto de Álvaro es
el texto más valioso que tenemos sobre la resistencia mozárabe frente a la hegemonía
cultural árabe. Frente a ello tenemos otras tantas fuentes de cristianos que colaboran
y difunden esta hegemonía cultural. En este contexto se da el fenómeno de los
mártires de Córdoba, hombres que buscan la muerte blasfemando contra Mahoma y
el Corán para ser martirizados. Una muerte heroica que fue rechazada por muchos de
los cristianos andalusíes y por el clero cordobés, siendo marginal en Al Andalus, pero
que sí que tiene impacto en el norte cristiano.

A mediados del siglo IX la población urbana está arabizada, también en el


medio rural permea esta tendencia. Un indicativo claro es que comunidades
cristianas comienzan a traducir sus textos al árabe, el latín entre los andalusíes
pierde importancia. Un texto del siglo IX de un cristiano andalusí anima a que se
evangelice en la lengua vernácula, apoyándose en las epístolas paulinas, que en este
caso es el árabe. Esto muestra que es un hecho lingüístico normalizado que no se ve
como algo incómodo o contradictorio. Tenemos evangelios traducidos al árabe, y no
en árabe popular sino en alto árabe, con terminología coránica. Hay biblias en latín
con glosas explicativas en árabe y con representaciones de figuras humanas bíblicas
con ropajes árabes. Se da pues una cultura andalusí unitaria en la que se integran los
cristianos. Esto se traduce también en el colaboracionismo de la élite cristiana con las
autoridades islámicas, por ejemplo en la administración. Tenemos un tópico muy
extendido que niega esto como es el de los barrios confesionales, pero no se mantiene
en las fuentes, puesto que esto es algo que se desarrolla en el Magreb en el siglo XIII.
Lo que vemos es que aún sin leyes que les obligaban a vivir en determinados barrios
sí que había cierta tendencia a concentrarse en los lugares por comodidad, pero aún
así había mucha mezcla, sabemos de conflictos entre vecinos de distinta religión y
arqueológicamente también se documenta esta vecindad entre musulmanes y
cristianos. Hay además cosas registradas como procesiones cristianas que se
realizaban en barrios que no eran de mayoría cristiana.
Ahora bien, no es lo mismo la arabización que la islamización. Sobre la
islamización a lo largo del tiempo tenemos el estudio de un historiador llamado
Bulliet que en función de los nombres establece cálculos de conversión. Hacia 960
había un 50% de musulmanes según él, aunque varía según los estudios de otros
historiadores, pero sí que parece que en el siglo X ya hay una mayoría musulmana.
Respecto al norte de África la arabización es más lenta y la islamización es más
rápida, frente a Egipto y Siria donde es similar que en Al Andalus, en el siglo X se
llegaría a dar ese 50% en dichas regiones.

Lo que está claro es que hay un aumento cuantitativo con el tiempo y es algo
que se registra de muchas formas. Cosas como el aumento en el número de ulemas, se
pasa de aproximadamente 50 ulemas en el siglo VIII a 100 a principios del siglo IX, a
250 a finales del IX y en el X a una explosión con 1200 ulemas. El califato para ese
siglo ya está bien establecido y son necesarios para el estado, pero también son
cabeza de las comunidad y arbitran las disputas y las cuestiones jurídicas cotidianas
como el matrimonio. Este aumento cuantitativo del islam también se ve en las
producciones literarias, con el fiqh y la poesía como principales géneros, el fiqh
porque deben gestionar sus comunidades y la poesía por la hegemonía cultural árabe.
De filosofía no hay ninguna en el siglo IX, en el X emerge un poco pero no despega
mucho porque es algo muy propio de Bagdad y se quieren separar culturalmente de
ellas, se potencian otras como la historia. El ascenso del islam lo vemos también en la
arqueología. En el consumo del cerdo, en el yacimiento de Cercadilla en el siglo IX hay
consumo de dicho animal pero no así en el siglo X, un gran indicador cultural. Hay
otros registros arqueológicos de fundaciones ex novo que ya no tienen rasgos
cristianos, estos últimos se encuentran en los barrios que ya existían antes de la
islamización pero no en los nuevos. Es algo que también se ve en el tema de la
iconolastia, porque es algo que al principio de la historia del islam está presente en
Oriente Medio pero que en Al Andalus ya no va a llegar porque el islam está más
establecido doctrinalmente. Por último también lo vemos en las mezquitas, por
ejemplo en las ampliaciones, así como en las mezquitas rurales que proliferan desde
el siglo VIII. Es un tema controversial porque se ha creído que la islamización afectó
mucho menos en el campo, algo que es verdad pero matizable.

Tema 5: el emirato y el califato de Córdoba

La construcción del emirato (756-796)

En el 756 comienza una nueva fase en Al Andalus marcada por el ascenso de


una dinastía Omeya independiente. Inicia con Abderramán I, que logra llegar a la
Península desde Oriente y hacerse con el poder. Este emirato independiente dura
hasta el 919 o 929, y está dividido en 4 fases. La primera es la construcción del
régimen, con dos emires, entre el 756 y el 796. Una segunda con al Hakam I, un
periodo de crisis entre el 796 y el 822. Tras ello Abderramán II entre 822 y 852, en la
que se da un momento de reconstrucción, y por último de nuevo otro momento de
crisis y descomposición entre 852 y 912 con Mohamed I. El emirato termina con el
ascenso de Abderramán III, que logra hondas transformaciones y declara el califato.

Los Omeyas andalusíes reclaman su dinastía, apoyándose Abderramán I en los


lazos clientelares que le unían con sus subordinados. Este hombre va a reclamar el
legado Omeya para afirmar su legitimidad frente a lo ilegítimo del poder Abasí. Este
prestigio que porta Abderramán I le va a servir para ganarse una masa social de
apoyo que le aupa al poder en Al Andalus, los árabes y bereberes de la Península le
ven como aquel perteneciente a una dinastía que les ha guiado a la conquista y a una
mejor vida. Esto se refuerza a través de una política de concesiones a través de la iqta,
concesión de tierra, para lo que se van a revisar y releer pactos de capitulación. El
poder islámico está ahora mucho más consolidado y muchas tierras que habían
permanecido en manos no musulmanas a cambio de rendirse y tributar ahora van a
ser confiscadas.

También va a apoyarse Abderramán I en la transformación del ejército, se


introducen mercenarios foráneos junto a un ejército de leva yundí. Estos mercenarios
son de muchas etnias, como bereberes o eslavos, y no solo son mercenarios al uso
sino también esclavos. El equilibrio en el ejército entre mercenarios y yundíes va a ir
transformándose, hasta que en tiempo de Almanzor los soldados del ejército no son
en su mayoría originarios de una leva andalusí sino mercenarios norteafricanos. Los
ejércitos mercenarios requerían simplemente pago, y su lealtad era al califa que le
paga, por lo que en un estado con grandes tributos como será el califato es mucho
más rentable militarmente que depender de un ejército adscrito a una determinada
tierra que va a luchar por sus intereses locales. Sin embargo en esta época el ejército
es un ejército árabe andalusí de leva, y es fundamental para consolidar el poder de
Abderramán I al combatir tres frentes abiertos. El primero es el interno, debía
combatir al autonomismo de las élites locales que se oponían a los esfuerzos de
centralización de Córdoba, y los otros dos son los cristianos, tanto los carolingios
como los cristianos del norte, que a partir de esta época harán incursiones a
territorios musulmán.

Un punto importante es que la independencia del emirato con respecto a


Bagdad es política pero no cultural. Se respeta la dignidad califal y vemos que por
ejemplo no se acuña en oro porque esto depende de los califas, se respeta el rango
aún sin sometimiento. Esto pasa en otros lugares del Mediterraneo como con los
aglabíes de Túnez y Sicilia, que en este caso sí que muestran más sometimiento
teórico pero que se mantienen en la misma situación de independencia de facto. En
este contexto se van a dar tanto elemento de unión cultural como elementos de
desunión, es el caso de la jurisprudencia malikí, que se fomenta al ser una escuela
que se aleja y diferencia de Oriente, estando muy boga en el Magreb. Es una escuela
fácil de controlar por el poder del estado y aunque no se hace oficial sí que se domina.
Aboga por el bien común, la maslaha, algo que va a justificar cosas como los
impuestos extracoránicos. Así mismo el punto de diferenciación ideológica más
destacable es el comentado de la reclamación del legado Omeya, un relato por el cual
la legitimidad ha pasado a Al Andalus como en una suerte de translatio imperii. Esto
se va a hacer patente en cosas como la Mezquita de Córdoba, iniciada su construcción
ahora. Es un símbolo de la dinastía Omeya y tiene un relato sobre su construcción que
es igual al de la mezquita de Damasco, por lo que se está afirmando esa similitud
entre la capitalidad antigua del califato y la capital de Al Andalus. Esta mezquita se
construyó por apropiación de una iglesia previa, algo muy común en Oriente pero
excepcional en la Península. Se ve que la qibla está mal orientada, apuntada al sur y
no al sureste, pero sabemos que en esta época aún no estaba clara la orientación y
que era válido hacerlo al sur, aunque igualmente puede ser por la diferenciación con
Oriente. Muchas mezquitas posteriores toman ejemplo y se orientan hacia el sur, algo
que crea conflicto más tarde con los almohades, más puristas, e intentan reorientar
las mezquitas.

La crisis de al-Hakam I (796-822)

En el proceso de la consolidación del poder Omeya se tuvo que levantar unas


instituciones capaces de lograr un tributo y un poder militar propio y autónomo, sin
el tutelaje y apoyo material de Oriente. Se dan por lo tanto resistencias desde muchos
frentes que convergen en una misma mecánica por la cual la incapacidad para
imponerse contra un determinado frente repercute negativamente en las capacidades
para imponerse en el resto de frentes porque se pierde capacidad económica y
militar. Estos frentes son fundamentalmente cuatro. Los dos primeros se relacionan
con el descontento entre los muladíes y los musulmanes por la imposición de unos
tributos demasiado gravosos.

El mecanismo institucional de las sociedades preindustriales se basaban en el


tributo y los impuestos, por lo que este tema fue fundamental durante toda la historia
de Al Andalus, especialmente en los primeros siglos. Se organiza un sistema fiscal
para los dimmíes en el que deben pagar la yizya y el jaray, así como para los
musulmanes, en el que no solo se impone el azaque y el jaray, sino también impuesto
extracoránicos que dan lugar a revueltas. En este tema tiene mucha influencia la
escuela jurídica malikí, hegemónica en Al Andalus, según la cual el criterio del bien
común, la maslaha era fundamental, por lo que se legitimaban esos impuestos
extracoránicos para hacer funcionar el estado. Esos impuestos llegan a justificar
guerras entre musulmanes, es un casus belli por lo que ven como ilegítimo e impío,
pero al final incluso los que hacen la guerra contra ello lo acaban imponiendo porque
son necesarios. Como sea, la cuestión es que entre los muladíes el descontento se
canaliza principalmente a través de la Rebelión de Toledo, y entre los musulmanes en
Córdoba con la Revuelta del Arrabal, que resulta en una masacre. El poder al Hakam
se hace impopular, se le acusa de déspota y alcohólico, y llega a tener hasta la
oposición de las élites malikíes.

El tercer frente al que debe atender al Hakam I es el de las marcas, la


insumisión de las zonas fronterizas, sobre todo con los Banu Qasi de Zaragoza. Estos
van tomando cada vez más poder, siendo una bisagra política entre el mundo
andalusí y el mundo cristiano particularmente colindante con Pamplona. Se les llega
a llamar el tercer reino de España, y aunque reconocían la autoridad de Córdoba eran
independientes. Junto a ello tenemos el tema de los reveses frente a los cristanos,
puesto que se pierde Barcelona, se forma la Marca hispánica y los condados catalanes,
además de que Asturias crece territorialmente.

La reconstrucción de Abderramán II (822-852)

Será su hijo y sucesor, Abderramán II, el que enfrente victoriosamente estas


contradicciones. Busca mitigar el descontento de la población andalusí, toma como
cabeza de turco al encargado de recaudar los impuestos extracoránicos en Córdoba,
que era un dimmí, y le condena a muerte. Además, desmantela el puesto de
producción de vino del arrabal de Córdoba. Contenta así a los ulemas ganando
prestigio. Para atajar los problemas internos va a generar una transformación
institucional que le permite un control más efectivo y estatal sobre su reino y un
dominio más directo de la percepción de tributos. Para lograr esto pone en marcha un
proyecto de orientalización tal y como se estaba dando en Bagdad con los Abasíes,
copiando sus instituciones y costumbres, algo que no solo se limitará a lo político sino
también a lo cultural. El punto fundamental de este proyecto es la centralización
lograda a través de varios cambios institucionales. Va a transformar el diwan, hasta
entonces un mero censo hacendístico, para pasar a controlar toda la maquinaria
burocrática del estado. Se convierte en una institución a la que pertenecen todos los
altos cargos de la administración andalusí. Se forma un consejo de ministros, con un
primer ministro, el hayib “el que se coloca como un velo protector”, el cual media
entre la población y el emir, representándole, es un emir cada vez más inaccesible.
Bajo el primer ministro están los visires, dedicados a distintas áreas, el de la
cancillería y el del tesoro eran los más importantes, pero había otros más. A toda esta
gente y a sus subordinados se les controla desde Córdoba. Más allá del diwan también
hay un cambio en la gestión territorial, las provincias no cambian, pero sí que se
controla el que no proliferen linajes locales que acaben buscando autonomía, rotando
para ello constantemente a los gobernadores. Esto se hace fundamentalmente
pensando en las tres marcas, las provincias fronterizas; Zaragoza, Toledo y Mérida,
las cuales tenían ejército propio y gran grado de autonomía para poder responder
eficazmente a los ataques del norte. Se nombra cada varios años a un nuevo
gobernador civil desde Córdoba, el wali, el cual gobernaba junto a un gobernador
militar, qa id, que en las provincias fronterizas es el mismo que el gobernador civil.
También tenemos que Córdoba fideliza a los ulemas dándoles un cargo y un salario,
no sólo los que se acaban de comentar sino otros cargos menores y peones de la
administración. Los ulemas reclutados por el poder tenían juicios favorables al
estado, y había ulemas ajenos a ello que se jactaban de tener juicios independientes.
La orientalización no es solamente política sino también cultural como ya se ha dicho,
la influencia de Bagdad en su apogeo se hace sentir por todo el Mediterraneo
islámico, En Córdoba lo introducen personajes como Ziryab, que en las fuentes
personaliza el proceso de orientalización. Son cosas como la moda, la forma de comer,
la música y muchos usos cortesanos, así como otras cosas más relevantes como la
introducción de la filosofía grecorromana y los saberes de los antiguos que en Oriente
ya se conocían desde hacía décadas.

Junto a esta lograda política de centralización y fortalecimiento del poder


central Abderramán II se tiene que enfrentar a los persistentes problemas interiores y
exteriores. Interiormente esta centralización política aprieta la soga a los poderes
autonomistas contrarios al dominio centralista de Córdoba, dándose una lucha
encarnizada por parte de los poderes rurales de tendencia protofeudal contra el
esfuerzo cordobés por construir un modelo de estado centralizado en el que el
territorio es controlado a través de las ciudades. Además de ello el problema del norte
sigue ahí, se enfrenta a las expediciones de los cristianos y logra controlarlas
relativamente. Sin embargo el problema fundamental en esta época va a ser el de los
vikingos, los cuales llegan a la Península trayendo brutales saqueos. Llegan hasta
atacar Sevilla ante la pasividad de Córdoba, y obliga al emirato a organizar cambios
en lo naval, puesto que hasta entonces no había una flota emiral sino de algunas
regiones concretas. Se desarrolla infraestructura para la defensa, como atalayas
atlánticas, y se construyen dos puertos claves, el de Pechina y el Tortosa.
La fitna y el fin del emirato

El proceso de centralización conlleva una contradicción absoluta entre los


poderes rurales basados en la renta rural que el campesino proporciona al señor y el
poder central de Córdoba que controla la renta a través un sistema tributario mucho
más centralizado y supraregional. Aquellos linajes que se habían encargado del
control de los tributos ven peligrar su estatus, y pierden ingresos a la vez que se ven
obligados a incrementar las cargas a sus campesinos dependientes. Este conflicto se
da desde el siglo VIII pero estalla ahora en sus últimas consecuencias, es la última
reacción de un modelo protofeudal y rural en la que la élite rural muladí lucha contra
Córdoba. Finalmente serán derrotados tras décadas de lucha, pero la cuestión está en
que esta fitna supone la victoria del poder califal y su nuevo modelo socioeconómico.
Además de este motivo socioeconómico el proceso de islamización en auge provoca
conflictos que llevan a cosas como los mártires de Córdoba o la rebelión de población
muladí.

En el reinado de Mohamed I, entre el 852 y el 886, se dan dos etapas. En la


primera se continúa la línea de su padre, y mantiene la estabilidad aún con sus
problemas, como un recrudecimiento del conflicto con la población de Toledo, algo
que se responde con cosas como la creación de Madrid o Torrelodones. Sin embargo
en la segunda mitad de su reinado estallan levantamientos por todos lados. En la
marca inferior se rebela Al Yilliqi, que comienza la atomización del estado. Se da un
encastillamiento de centros de poder regionales, puntos hiper fortificados difíciles de
tomar para los ejércitos califales, como Marvao o Bobastro. Se produce una
atomización que durará varias décadas, con muchos focos regionales, sobre todo con
los linajes de frontera, pero también otros en provincias del interior, en general hay
revueltas por todo el territorio. En el sur de Andalucía, en la región de Málaga,
destaca el muladí Umar ben Hafsun, el cual se convierte al cristianismo y se cambia el
nombre a Samuel. Se acantona en la fortaleza de Bobastro, y le sigue no solamente
población muladí, sino también bereber y algunos líderes árabes. Las revueltas llegan
a hacer peligrar la ciudad de Córdoba y el emir se ve obligado a recurrir al taysil, el
cual es el reconocimiento de una autonomía de facto a cambio de la paz y el
reconocimiento de teórica subordinación.

‘Abd al-Rahman III: la pacificación de al-Andalus y el poder del califato

Abderramán III va a ser el gobernante que más tiempo esté en el poder en la


historia premoderna de la Península Ibérica, entre 912 y 961. Su logro está en
conseguir aplastar la fitna e imponer el dominio del estado cordobés sobre toda la
Península, va a ser el único periodo en el que la soberanía islámica se reconozca en
todo el territorio peninsular. Se elige a Abderramán III sin disputas, es un sucesor
claro a diferencia de otros casos de emires previos. Esto es clave porque la ciudad de
Córdoba no va a oponer resistencia a su ascenso, y es Córdoba la región más rica y la
que más tributo otorga en ese momento. Va a ser desde ahí que inicie poco a poco
recuperando y pacificando regiones, durante el inicio de su reinado se ocupa
esencialmente tanto de pacificar como de contestar al creciente poder cristiano en el
norte. Son pues tres frente, uno interior en el que llegará a un dominio prácticamente
pleno de la situación, un frente cristiano al norte, a los que somete totalmente y un
frente islámico al sur, en el que lucha contra los fatimíes llegando a avasallar reinos
bereberes del Magreb. Lo principal en el inicio de su reinado es la pacificación. Va a
conquistar muchas veces tras largos asedios aquellos puntos rurales fortificados. Él
mismo dirige las tropas, en una campaña cuyo objetivo es la reinstauración de la
autoridad de Córdoba, algo que va a llevar a que muchas veces no se destruyan a sus
enemigos derrotados sino que se integren. Va a engrosar la flota para cortar la posible
ayuda fatimí a los rebeldes, particularmente Bin Hafsun en Málaga, el cual para
suerte de Abderramán muere y sus hijos se sumen en una lucha interna. Finalmente
conquista su fortaleza, Bobastro, en el 928, tras muchos años de asedio. Con ello
termina aún no termina la fitna, puesto que queda Toledo y Zaragoza, pero se pacifica
notablemente Al Andalus. Destruye completamente la fortaleza y construye el relato
del takfir, una forma de tachar de infiel al enemigo presentando la guerra como una
guerra santa.

En el conflicto contra los cristianismo tenemos que el reino de León se ha


engrandecido y se ha desarrollado la ideología neogoticista con Alfonso III. Ante el
retroceso del poder islámico se desarrolla el discurso de la Reconquista por parte de
los cristianos, el cual desaparece cuando les dominan y vuelve a aparecer cuando son
ellos los que vencen. Hay peligrosas incursiones cristianas al territorio andalusí, una
que llega incluso hasta Évora, muy al sur, algo que es un paseo militar porque está
descuidada la defensa, y en algunos puntos hay importantes avances cristianos como
en el caso de Pamplona. Sin embargo Abderramán III, antes incluso de haber
pacificado Al Andalus, lanza en 916 una campaña militar victoriosa en la que se llega
a saquear Pamplona. Esta campaña proyectada hacia el exterior encauza apoyos
interiores, sumando muchos de los rebeldes a su ejército, además de que
aprovechaba para pacificar regiones interiores en su marcha hacia el norte. El
califato no se expanderá territorialmente, las campañas al norte se hacen para
someter y ratificar sometimiento, pero además estas campañas le daban mucha
legitimidad, se muestra como el defensor de la umma. Esto es parte de la política de
propaganda, en la que a la población se le hacía consciente de la victoria, las
campañas de la yihad eran una herramienta de legitimación de primer orden.
Es en 929 cuando se proclama califa, un año después de tomar Bobastro.
Adopta dos títulos, imam y amir al- muminin “príncipe de los creyentes”, pero
informalmente es el califa, con otros títulos como el de Al–nasir li-din allah “el que
obtiene la victoria por Dios”, abreviado como Alnasir, un nombre que se le dará en las
fuentes. El título oficial supone que es califa tal y como lo entendemos, supone la
dignidad califal, pero ellos no se refieren siempre como califa, se usaba pero no es tan
general, que sea algo generalizado es historiográfico. Se establece pues como califa,
cabeza de la comunidad islámica, de toda la umma, y como tal reclama un califato
universal, se habla de recuperar Oriente. Los Abasíes son incapaces de defender la
umma, Abderramán III se postula como autoridad religiosa que debe velar por la
ortodoxia y el mantenimiento de la misma, aunque no crearla, algo que competía a
los ulemas. Esto es suní, una diferencia entre autoridad política y religiosa, pero o
chií, cuyos imanes tienen conocimiento privilegiado y deben ser ambas. Influye
también el califato fatimí, el cual está en ese momento a las puertas de Al Andalus en
el Magreb, un califato chií que no es contrarrestado por el califato abasí, por lo que el
califa abasí no es de facto protector de la umma y por lo tanto pierde legitimidad.

Se acuña ahora moneda de oro, de gran calidad y propia de los califas, y se


lucha contra los fatimíes por el control de la rutas del oro saharauis. También se da la
fundación de ciudades ex novo, como Medina Azahara, “la ciudad resplandeciente”,
un concepto este último que alude a Fátima, una apropiación de la memoria del
profeta frente a los fatimíes. Es una ciudad palatina vinculada a la proclamación del
califa, como Samarra en el caso de los Abasíes. Se da también una reforma de la
Mezquita de Córdoba en la que se añade un gran alminar en forma de torre
cuadrangular, algo que se copia por todo el Magreb y que aún en día sigue siendo
típico en Marruecos.

Tras el proceso de pacificación el Califato de Córdoba de Abderramán III


cuenta con un poder enorme. Sus dos pilares eran el económico y el militar.
Económicamente se da una enorme estabilidad y prosperidad, una potencialidad
económica que lleva a recaudar enormes tributos. La prosperidad vino con la
pacificación progresiva lograda por Abderramán III, que empieza en los alrededores
de Córdoba, sigue con los cristianos del norte y luego con los puntos más conflictivos,
que eran las marcas. También el comercio logra un enorme auge, con una mejora de
la infraestructura, puentes, caminos y hospedajes para las rutas terrestres internas.
Pero lo más destacable es la construcción y ampliación de puertos y flotas, una flota
comercial enorme, parte de la flota califal, empleada para el comercio exterior. A ello
también contribuía la diplomacia, hay muchas embajadas a reinos cristianos
mediterráneos, se enviaban embajadores cristianos, por ejemplo con Bizancio, que en
esta época tiene muy buenas relaciones con Córdoba en oposición a los fatimíes. Se
crean talleres nacionales donde se manufacturan productos de lujo, cuyo objetivo no
solamente era el comercio sino también mostrar hegemonía, se inscribía la
simbología califal en ellos mostrando su poder en aquellos alejados lugares donde
eran empleados. Sabemos en el caso particular de los tejidos que estos se daban a los
reinos cristianos en una muestra de la superioridad del califato sobre ellos,
certificando simbólicamente esta dominación.

El segundo pilar comentado es el militar. Se da un mayor protagonismo de


soldados a sueldo, más profesionales, frente a una menor importancia de la leva
yund. Y serán los libertos de origen mercenario los grandes líderes militares de
Abderramán III. Se da además un nuevo planteamiento en las fronteras, la Marca
media deja de tener como capital a Toledo, y pasa a ser Medinaceli. Se deja de tener la
capitalidad de la marca en Toledo por el conflictivo de esta ciudad. Se lleva a cabo
también en la arquitectura militar la política de propaganda del califato, por ejemplo
en las atalayas, con los llamados arcos califales que también se verán en el norte de
África.

Aunque los logra neutralizar Abderramán III no llega nunca a deshacerse de


sus enemigos, siendo fundamentalmente tres. El primero de ellos es el tema del linaje
de los Bayu Tuyyib, una familia aristócrata de región fronteriza a la que derrota pero
no logra imponerse totalmente. Se ve obligado a pactar con poderes locales
periféricos que a cambio de lealtad logran concesiones califales, un germen de lo que
serán las taifas. Junto a ello el segundo de los conflictos comentados, los fatimíes.
Contra el califato fatimí se lucha en el Magreb, donde establece vasallos en la zona del
actual Marruecos, llegándose a acuñar moneda califal en dicha región, aunque es
control cambiante durante todo el siglo X. Vemos que la lucha contra ellos se lee como
una lucha religiosa, una yihad, y que se invierte en propaganda favorable a Córdoba,
por ejemplo como en el alminar de Fez, que busca hacer patente su poder y
hegemonía. Por último el tercer conflicto es contra los reinos cristianos, los cuales son
sometidos de manera total aunque no neutralizados.

Al-Hakam II: prestigio y hegemonía

A Al Hakam II se le conoce por haberse volcado mucho en la cultura, aunque


también se ocupa de lo militar y lo político, quizás menos que su padre. Delega más
que Abderramán III, tanto a los generales como a consejeros como a los linajes de
frontera, donde renueva pactos. Reforma arquitectónicamente la Mezquita y le mete
mosaicos. Continúa la pugna en el norte de África, pero los fatimíes se trasladan a El
Cairo, y delegan su poder en el occidente del Magreb a tribus bereberes de la zona,
por lo que el conflicto entre ambas potencias mediterráneas disminuye. Continúa la
presión sobre los cristianos y mantiene su hegemonía, es árbitro y señor, los reyes
cristianos se arrodillan literalmente ante él en las visitas a su corte.

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