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JUAN 11:1-4

1Había un hombre enfermo llamado Lázaro, que era de Betania, el pueblo

de María y Marta, sus hermanas. 2María era la misma que ungió con

perfume al Señor y le secó los pies con sus cabellos. 3Las dos hermanas

mandaron a decirle a Jesús: «Señor, tu amigo querido está enfermo».

4Cuando Jesús oyó esto, dijo: «Esta enfermedad no terminará en

muerte, sino que es para la gloria de Dios, para que por ella el Hijo de

Dios sea glorificado».

17A su llegada, Jesús se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días

en el sepulcro. 18Betania estaba cerca de Jerusalén, como a tres

kilómetros de distancia, 19y muchos judíos habían ido a casa de Marta y

de María, a darles el pésame por la muerte de su hermano. 20Cuando

Marta supo que Jesús llegaba, fue a su encuentro; pero María se quedó

en la casa.

21―Señor —dijo Marta a Jesús—, si hubieras estado aquí, mi hermano

no habría muerto. 22Pero yo sé que aun ahora Dios te dará todo lo que le

pidas.

23―Tu hermano resucitará —le dijo Jesús.

24―Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final —respondió

Marta.

25Entonces Jesús le dijo:


―Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque

muera; 26y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?

27―Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había

de venir al mundo.

28Dicho esto, Marta regresó a la casa y, llamando a su hermana María,

le dijo en privado:

―El Maestro está aquí y te llama.

29Cuando María oyó esto, se levantó rápidamente y fue a su encuentro.

30Jesús aún no había entrado en el pueblo, sino que todavía estaba en el

lugar donde Marta se había encontrado con él. 31Los judíos que habían

estado con María en la casa, dándole el pésame, al ver que se había

levantado y había salido de prisa, la siguieron, pensando que iba al

sepulcro a llorar.

32Cuando María llegó adonde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies

y le dijo:

―Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

33Al ver llorar a María y a los judíos que la habían acompañado, Jesús

se turbó y se conmovió profundamente.

34―¿Dónde lo habéis puesto? —preguntó.

―Ven a verlo, Señor —le respondieron.

35Jesús lloró.

36―¡Mirad cuánto lo quería! —dijeron los judíos.


37Pero algunos de ellos comentaban:

―Este, que abrió los ojos al ciego, ¿no podría haber impedido que

Lázaro muriera?

Jesús resucita a Lázaro

38Conmovido una vez más, Jesús se acercó al sepulcro. Era una cueva

cuya entrada estaba tapada con una piedra.

39―Quitad la piedra —ordenó Jesús.

Marta, la hermana del difunto, objetó:

―Señor, ya debe de oler mal, pues lleva cuatro días allí.

40―¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? —contestó Jesús.

41Entonces quitaron la piedra. Jesús, alzando la vista, dijo:

―Padre, te doy gracias porque me has escuchado. 42Ya sabía yo que

siempre me escuchas, pero lo dije por la gente que está aquí presente,

para que crean que tú me enviaste.

43Dicho esto, gritó con todas sus fuerzas:

―¡Lázaro, sal fuera!

44El muerto salió, con vendas en las manos y en los pies, y el rostro

cubierto con un sudario.

―Quitadle las vendas y dejad que se vaya —les dijo Jesús.


JUAN 6:1-13

1Algún tiempo después, Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea

(o de Tiberíades). 2Y mucha gente lo seguía, porque veían las señales

milagrosas que hacía en los enfermos. 3Entonces subió Jesús a una

colina y se sentó con sus discípulos. 4Faltaba muy poco tiempo para la

fiesta judía de la Pascua.

5Cuando Jesús alzó la vista y vio una gran multitud que venía hacia él,

dijo a Felipe:

―¿Dónde vamos a comprar pan para que coma esta gente?

6Esto lo dijo solo para ponerlo a prueba, porque él ya sabía lo que iba a

hacer.

7―Ni con el salario de ocho meses podríamos comprar suficiente pan

para darle un pedazo a cada uno —respondió Felipe.

8Otro de sus discípulos, Andrés, que era hermano de Simón Pedro, le

dijo:

9―Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos

pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?

10―Haced que se sienten todos —ordenó Jesús.

En ese lugar había mucha hierba. Así que se sentaron, y los varones

adultos eran como cinco mil. 11Jesús tomó entonces los panes, dio
gracias y distribuyó a los que estaban sentados todo lo que quisieron. Lo

mismo hizo con los pescados.

12Una vez quedaron satisfechos, dijo a sus discípulos:

―Recoged los pedazos que han sobrado, para que no se desperdicie

nada.

13Así lo hicieron y, con los pedazos de los cinco panes de cebada que

les sobraron a los que habían comido, llenaron doce canastas.

JUAN 5:1-9

1Algún tiempo después, se celebraba una fiesta de los judíos, y subió

Jesús a Jerusalén. 2Había allí, junto a la puerta de las Ovejas, un

estanque rodeado de cinco pórticos, cuyo nombre en arameo es Betzatá.

3En esos pórticos se hallaban tendidos muchos enfermos, ciegos, cojos y

paralíticos. 5Entre ellos se encontraba un hombre inválido que llevaba

enfermo treinta y ocho años. 6Cuando Jesús lo vio allí, tirado en el suelo,

y se enteró de que ya llevaba mucho tiempo en esa condición, le

preguntó:

―¿Quieres quedar sano?


7―Señor —respondió—, no tengo a nadie que me meta en el estanque

mientras se agita el agua y, cuando trato de hacerlo, otro se mete antes.

8―Levántate, recoge tu camilla y anda —le contestó Jesús.

9Al instante aquel hombre quedó sano, así que tomó su camilla y echó a

andar. Pero ese día era sábado.


LUCAS 5:1

1Estaba Jesús a orillas del lago de Genesaret, y la gente lo apretujaba

para escuchar el mensaje de Dios. 2Entonces vio dos barcas que los

pescadores habían dejado en la playa mientras lavaban las redes. 3Subió

a una de las barcas, que pertenecía a Simón, y le pidió que la alejara un

poco de la orilla. Luego se sentó, y enseñaba a la gente desde la barca.

4Cuando acabó de hablar, le dijo a Simón:

―Lleva la barca hacia aguas más profundas, y echad allí las redes para

pescar.

5―Maestro, hemos estado trabajando duro toda la noche y no hemos

pescado nada —le contestó Simón—. Pero, como tú me lo mandas,

echaré las redes.

6Así lo hicieron, y recogieron una cantidad tan grande de peces que las

redes se les rompían. 7Entonces llamaron por señas a los compañeros de

la otra barca para que los ayudaran. Ellos se acercaron y llenaron tanto

las dos barcas que comenzaron a hundirse.

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